Hispania Invasión Musulmana Buenos Mapas
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RESUMEN
ABSTRACT
The flowery wars. Most documentary sources on the Aztec empire assert
that this one was a series of wars of ritual character with the independent
villages, which it named Xochiyáoyotl or the Flowery Wars. Apparently, this
kind of war was genuinely Aztec in nature. This work seeks to establish if
the origin of these wars were attributable to the Aztecs, to analyze what they
consisted of and to determine the goals they aspired to.
KEY WORDS: Xochiyáoyotl, gladiatory sacrifice, propaganda, warring
elite.
*****
1 Dra.
en Historia de América por la Universidad Complutense de Madrid. Miembro de la Fundación
Cátedra Iberoamericana (Universidad Islas Baleares). [email protected]
12 Isabel BUENO BRAVO
H
asta años recientes, la mayoría de los trabajos publicados sobre
América prehispana se centraban en religión, dioses y mitología.
Muy pocos se interesaban sobre otros aspectos como la economía,
las estructuras de poder o la guerra. Aunque, sobre este último aspecto, sí
podríamos hacer una excepción: las guerras floridas.
Efectivamente, las denominadas guerras floridas, que se producían en
la sociedad azteca, sí han sido objeto de estudio. Quizás, porque su práctica
implicaba sacrificios humanos. Rasgo éste que siempre ha concitado el in-
terés de estudiosos y del público en general. Desde estos primeros estudios
hasta los actuales la comprensión de este fenómeno ha tenido una importan-
te evolución.
Las primeras interpretaciones definieron estos conflictos como guerras
rituales, respondiendo a imperativos religiosos. Sin embargo, el conocimien-
to, cada vez más profundo de la política mesoamericana, y en concreto de la
azteca, enmarca las guerras floridas como parte de una guerra de conquista2.
Era una estrategia en la que se pretendía derrotar a un enemigo poderoso a
través de una guerra de agotamiento. Es cierto que la victoria se festejaba en
grandiosas ceremonias públicas, en las que la parafernalia religiosa lucía en
todo su esplendor, pero no es menos cierto que estos fastos eran el vehículo
idóneo para que el aparato político hiciera ostentación de todo su poder. Por
eso, no debemos engañarnos por el nombre que los propios indígenas daban
al conflicto, xochiyáoyotl, que en náhuatl (la lengua de los aztecas) significa
guerra florida.
Cuando Hernán Cortés llegó a México, todavía había conflictos que se
denominaban guerras floridas y, en la mayoría de los casos, los oponentes
eran los aztecas y los tlaxcaltecas. Estos eran los dos grupos indígenas más
importantes que se disputaban la hegemonía de lo que hemos denominado
imperio azteca. Pero, vayamos por partes y veamos qué eran las guerras
floridas y dónde situamos su origen.
2 BUENO, Isabel: La guerra en el imperio azteca: Expansión, ideología y arte. Ed. Complutense,
Mirada de la Historia. Madrid, 2007.
3 DURÁN, Diego: Historia de la Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme. Ed. Porrúa, Méxi-
4 TEZOZOMOC, Hernando Alvarado: Crónica Mexicana. Ed. Dastin, Madrid, 2001, Cap. 41, p. 181.
5 LAMEIRAS, José: Los déspotas armados. Ed. Colegio de Michoacán, Zamora, 1985, p. 83.
6 CHIMALPAHIN, Francisco: Relaciones Originales de Chalco Amaquemecan. Ed. Fondo de Cul-
tura Económica, México, 1965.
7 MUÑOZ CAMARGO, Diego: Historia de Tlaxcala. Ed. Innovación, México, 1979, Lib I, Cap.
XIII, p. 116.
14 Isabel BUENO BRAVO
Estas guerras se presentan una y otra vez como guerras rituales, sin afán
de conquista, enmarcándolas para su explicación en un contexto caballeres-
co de tintes medievales. Pero en nuestra opinión, las guerras siempre tienen
como objetivo un beneficio, principalmente económico, porque poner en
marcha el aparato militar era muy costoso para el Estado. Podemos argu-
mentar que la rentabilidad que obtiene la política al alimentar la ideología,
puede ser suficiente beneficio, sin embargo veamos si es el caso de las gue-
rras floridas.
A primera vista las guerras floridas cuadran en un marco ritual, pero
contextualizadas la finalidad política aflora con claridad. Lo hemos visto
con Chalco, pero también se aprecia claramente en las guerras floridas que
los aztecas mantuvieron después contra Tlaxcala. Éstas últimas son las más
conocidas porque los cronistas escribieron sobre ellas. Pero pensar que dis-
poner de más información facilita el análisis, en este caso no se cumple
porque la mayoría de las fuentes disponibles son claramente favorables a
los aztecas y, por lo tanto, la visión del conflicto está sesgada porque no
tienen en cuenta lo que pensaban o cómo lo vivían los otros implicados: los
tlaxcaltecas.
Del análisis de las crónicas parece desprenderse que Moctezuma I que-
ría celebrar una gran inauguración del Templo Mayor. Su consejero, y medio
hermano Tlacaelel, le propuso que, para asegurarse prisioneros, siempre que
fuera necesario, lo mejor era establecer algún mecanismo que regulara la
obtención de los mismos. Estos mecanismos eran unos combates pactados
que no sólo proporcionaban corazones a los dioses, sino que también per-
mitían que los nobles y los guerreros de rango superior tuvieran un buen
entrenamiento.
Estos motivos «oficiales» con los que se envuelven a las guerras floridas
eran principalmente religiosos, aunque la trastienda era muy distinta. Esto no
nos sorprende porque para la conquista de México, los españoles esgrimieron
el mismo motivo, sin embargo el afán conquistador y las razones de lucro
16 Isabel BUENO BRAVO
impregnaban toda la empresa. Eran tan claras para Cortés las causas que le
movían a poner su propia vida en peligro, que guardó la cruz en su jubón
mientras permitió, en más de una ocasión, que sus aliados indígenas, espe-
cialmente tlaxcaltecas, practicaran el canibalismo con los prisioneros aztecas.
8 CORTÉS, Hernán: Cartas de Relación de la Conquista de México. Ed. Dastin, Madrid, 2000, 3ª
carta, p. 271.
Las Guerras Floridas 17
Como apunta Nigel Davies9 el hecho de que Chalco tuviera una amistad
manifiesta con Tlaxcala era motivo más que suficiente para atacarla, pues la
alianza entre las dos ciudades podía poner en aprietos al entonces emergen-
te proyecto expansionista azteca. A los motivos políticos se le añadían los
puramente económicos, porque en los intereses comerciales de Moctezuma
I la zona de la Huaxteca y del Golfo eran prioritarias, ya que de esta zona
Tenochtitlan recibía tributos y mercancías importantísimas, que se veían a
menudo entorpecidos por las acciones de Tlaxcala, que instigaba a otros
grupos a que atacaran las caravanas comerciales o a que los tributarios se
rebelaran, ya que Tlaxcala también tenía intereses comerciales en esa zona,
como desarrollaré en un próximo trabajo. Además, Tlaxcala adquiría cada
vez más importancia política en el valle de Puebla, posiblemente porque
acogía a disidentes que conspiraban contra el poder azteca
9 DAVIES, Claude Nigel Byan: Los señoríos independientes del Imperio Azteca. Ed. Instituto Nacio-
Muchos autores han querido ver una similitud con las justas medievales,
ya que se pactaba el lugar y ambos contendientes acudían a la cita con el
mismo número de hombres, que luchaban siguiendo las normas establecidas.
Según Ixtlilxóchitl11, fue Nezahualcóyotl de Texcoco, junto a Xicoténcatl de
Tlaxcala, quien eligió el lugar donde se llevarían a cabo los combates, ubi-
cándolo entre Cuauhtepec y Ocelotepec. Antes de lanzarse al combate que-
maban tiras de copal para dotar al campo de batalla de un halo religioso, de
tal forma que se volvía un espacio sagrado denominado12.
Las normas establecían el combate cuerpo a cuerpo, con el mismo nú-
mero de oponentes en cada bando hasta que el agotamiento o la resistencia
decidían el resultado final13. Aunque, como ya hemos apuntado, a lo largo
del tiempo la práctica de las guerras floridas se desvirtuaron e introdujeron
tácticas de las guerras de conquista, tales como el uso de proyectiles, el ase-
dio, la quema del templo o el bloqueo. Por este motivo Ross Hassig14 afirma
que las guerras floridas eran la primera fase de una guerra de conquista,
contra un objetivo potencialmente poderoso.
Al principio, como los combates permitidos eran únicamente los de cuer-
po a cuerpo, participaban sobre todo nobles, porque disponían de más tiempo
libre para el entrenamiento, ya que no dependían de trabajos agrícolas o simi-
lares, y porque su posición les permitía disponer de mejor armamento. Es cier-
to que todo joven azteca tenía la obligación de asistir a la escuela militar, don-
de recibía una buena preparación para la guerra, pero los nobles, incluso allí,
seguían rentabilizando más el entrenamiento. No hay que olvidar que aunque
la escuela militar era obligatoria y costeada por el Estado, éste no predicaba la
igualdad social. Aunque en abstracto todos los guerreros constituían la élite,
en la práctica eran los nobles quienes, tras las victorias, recibían mayoritaria-
mente las recompensas y los honores de manos del gobernante, por eso no era
coherente que todos los soldados disfrutaran de las mismas oportunidades15.
11 IXTLILXOCHITL, Fernando de Alva: Historia de la nación chichimeca. Ed. Historia 16, Madrid,
1985, Cap. XLI, p. 151.
12 HASSIG, Ross: «El sacrificio y las guerras floridas». En Arqueología Mexicana, México 2003 pp. 46-51
13 MUÑOZ CAMARGO, Diego: Historia de Tlaxcala. Ed. Innovación, México, 1979, Lib I, Cap. II, p. 15.
14 HASSIG, Ross: Aztec Warfare. Imperial Expansion and Political Control. Ed. University of
Oklahoma Press, Norman, 1988; Hicks, Frederic: «Flowery War in Aztec history», en American
Anthropologist, 6, 1979.
15 BRODA, Johanna: «Estratificación social y ritual mexica». Indiana. Vol 5: 45-85. Berlín, 1979, p.
81; Ixtlilxochitl, Fernando de Alva: Historia de la nación chichimeca. Ed. Historia 16, Madrid,
1985, Cap. XLI, p. 151; POMAR, Juan Bautista de: Relación de Texcoco. Ed. Historia 16, Madrid,
1991, Cap.XV, pp. 71, 73; Relación de la genealogía y linaje de los señores que han señoreado esta
tierra de la nueva España: Ed. Historia 16, Madrid, 1991, p. 152.
Las Guerras Floridas 19
16 LAMEIRAS, José: Los déspotas armados. Ed. Colegio de Michoacán, Zamora, 1985, p.89.
20 Isabel BUENO BRAVO
sino que era el único método de selección para ocupar los cargos más rele-
vantes de la sociedad, incluido el de gobernante.
18 DURÁN, Diego: Historia de la Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme. Ed. Porrúa, Méxi-
co, 1967, II, Cap. LV, pp. 418-419.
19 ERDHEIM, Mario: «Transformaciones de la ideología mexica en realidad social». En Carrasco y
No es necesario insistir en que son muchos los motivos a los que se alu-
den para justificar una guerra frente al propio pueblo y también frente a los
vecinos o aliados. Pero, finalmente, lo que se busca con ella es el beneficio
para los que la declaran. En apariencia la guerra que aquí tratamos parece
carente de toda motivación crematística, pero esto sería una «anomalía» por
más que las interpretaciones clásicas sobre las guerras floridas insistan en
ello. Porque si no había conquista ¿qué beneficio se obtenía?
En las sociedades castrenses, como la azteca, el valor se recompensaba
generosamente por el Estado, con bienes materiales, privilegios y pues-
tos de honor cercanos al gobernante, estas consecuencias materiales iban
acompañadas de unos beneficios como la gloria o la fama póstuma, que
también podían rentabilizar los deudos del héroe. Estos aspectos «intan-
gibles» siempre se obtenían en las guerras floridas, porque el triunfo se
individualizaba. Tras la victoria los guerreros retornaban a Tenochtitlan con
los prisioneros, donde eran aclamados por todo el pueblo que había salido
a recibirlos.
Después de que los guerreros realizasen sus ritos de ayunos y peniten-
cias, se preparaba la fiesta en la que los captores más destacados se batían en
un combate, denominado gladiatorio, con su víctima más importante. Era la
forma de revivir el triunfo de la batalla y hacer partícipe de él a la sociedad,
en costosísimas celebraciones públicas en las que se ensalzaba y premiaba
el valor individual, se renovaba ante la sociedad la validez de la institución
militar y el gobernante aprovechaba para desplegar toda la magnificencia
21 BRODA, Johanna: «Estratificación social y ritual mexica». Indiana. Vol 5: 45-85. Berlín, 1979, p. 77.
Las Guerras Floridas 23
Así apreciamos cómo lo que aparentemente no tenía más que valor reli-
gioso, en realidad tenía una enorme importancia practico-propagandística,
que le otorga un mayor sentido dentro del contexto militar mesoamericano.
Otro aspecto práctico de las guerras floridas es entenderlas como parte
de la estrategia militar, cuya puesta en práctica pretendía el agotamiento del
contrario, con un gasto mínimo por parte del imperio. Esta táctica permitía
la confrontación con un enemigo fuerte, pero movilizando sólo a parte de
los efectivos, ya que los adversarios pactaban el número de combatientes
y de esta manera, no sólo se disponía de gran parte del ejército para otras
empresas, sino que se minimizaban las bajas y los gastos militares, al mismo
tiempo que se maximizaba la eficacia del ejército. En épocas tardías la gue-
rra florida desembocaba en una de conquista, sobre todo cuando el objetivo
a batir era muy ambicioso.
Esta vez los dioses favorecieron a los aztecas y la copia de cautivos fue cuan-
tiosa. La ciudad los recibió como a héroes, obteniendo el perdón de Moctezuma II.
24 DURÁN, Diego: Historia de la Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme. Ed. Porrúa, México,
XIII, p. 116.
26 Isabel BUENO BRAVO
Seguramente, por este motivo, una de las primeras condiciones que los
tlaxcaltecas exigieron a Cortés, para ayudarle, fue atacar a Cholula antes de
llegar a Tenochtitlan. No sólo ese enfrentamiento es conocido como la ma-
tanza de Cholula, por la dureza de la acción militar, sino que antes de seguir
hacia la capital imperial, los tlaxcaltecas con ayuda española, impusieron un
nuevo gobierno favorable a los intereses tlaxcaltecas.
Para llevar a cabo las estrategias político-bélicas, las alianzas en Meso-
américa eran constantes y, a veces, observamos algunas que parecían ir con-
tra natura. Así, en 1519 los tlaxcaltecas se aliaron con Cortés, como algo
que formaba parte del hacer político cotidiano entre los indígenas. No hacía
mucho, los huexotzincas o los cholultecas se habían aliado con los aztecas,
pero es que estos últimos, en un intento de evitar la alianza de los tlaxcalte-
cas con Cortés, también propusieron una entente a sus mortales enemigos,
apelando a su mismo origen.
28 DAVIES, Claude Nigel Byan: Los señoríos independientes del Imperio Azteca. Ed. Instituto Nacio-
29 IXTLILXOCHITL, Fernando de Alva: Historia de la nación chichimeca. Ed. Historia 16, Madrid,
1985, Cap.XC, p. 268.
Las Guerras Floridas 29
«Delicatessen» aparte, hay que tener muy presente que estas fuentes
presentan un único punto de vista: el azteca, por eso es crucial consultar
las de los otros implicados, para ver si las motivaciones coinciden. Alfredo
Chavero32 afirma que la fuerza militar azteca era muy superior y podría ha-
berlos dominado si hubiera sido su intención. Sin embargo, Diego Muñoz
Camargo33 mantiene la tesis opuesta y afirma que a pesar de la fuerte presión
30 TAPIA, Andrés de: «Relación de algunas cosas de las que acaecieron al muy ilustre señor don
Hernando Cortés, Marques del Valle, desde que se determinó ir a descubrir tierra en la tierra firme
del mar Océano». En La conquista de Tenochtitlan, Ed. Dastin, Madrid, 2002, p. 90.
31 POMAR, Juan Bautista de: Relación de Texcoco. Ed. Historia 16, Madrid, 1991, Cap. XV, pp. 73-74.
32 CHAVERO, Alfredo en Muñoz Camargo, Diego: Historia de Tlaxcala. Ed. Innovación, México,
34 DAVIES, Claude Nigel Byan: Los señoríos independientes del Imperio Azteca. Ed. Instituto Nacio-
38 DAVIES, Claude Nigel Byan: Los señoríos independientes del Imperio Azteca. Ed. Instituto Nacio-
Consideraciones finales
Son muchas las razones especulativas que pueden argüirse sobre lo que
hubiera pasado, pero lo que los datos disponibles arrojan es que Tenochtitlan,
capital del imperio azteca, nunca logró conquistar a los tlaxcaltecas, que las
guerras floridas parecían rituales, sin motivaciones políticas o económicas
y que las institucionalizaron los aztecas durante el reinado de Moctezuma I,
alrededor de 1440, ante la necesidad de obtener víctimas para el sacrificio.
Al parecer, también, el autor intelectual de estas guerras, que se han compa-
rado con las justas medievales, fue Tlacaelel, el consejero del Moctezuma I,
que fungió como tal casi cuatro reinados.
Todo esto está en las fuentes, pero también que cien años antes de que
Moctezuma I asumiera el trono de Tenochtitlan, el pueblo chalca ya utili-
zaba el término de guerra florida para atacar a sus vecinos, entre los que
se encontraban los aztecas. Éstos al alcanzar su independencia, en 1428,
reactualizaron viejas tradiciones y ceremonias que incorporaron a su nueva
ideología y así, estas guerras, bajo la apariencia de floridas, servían a los
intereses imperiales, proporcionaban víctimas, que se inmolaban en gran-
des ceremonias públicas, a mayor gloria del Estado y de su clase dirigen-
te; permitían el entrenamiento de los nobles en actuaciones reales, que les
catapultaba a los puestos de mayor graduación en el ejército, con todas las
riquezas y privilegios que conllevaba; debilitaban a los objetivos militares,
para acometerlos en un ataque final, que facilitaba la victoria, minimizando
no sólo fracasos, sino también gastos.
Estos aspectos, a nuestro juicio, explican mejor el funcionamiento de
las estructuras de poder del imperio azteca, aunque la visión de las guerras
floridas queda incompleta porque las fuentes disponibles muestran mayori-
tariamente el punto de vista azteca y no hay suficientes datos para conocer
cómo sufrían o entendían estas guerras los oponentes, que con toda seguri-
dad no llamarían floridas.
Las Guerras Floridas 33
BIBLIOGRAFÍA
RESUMEN
ABSTRACT
sion of the plan was belatedly implemented, but it was unsuccessful because
of the overwhelming superiority of the nationalist forces.
KEY WORDS: Spanish Civil War, P Plan, General Vicente Rojo.
*****
Introducción y objetivos
E
l rápido avance por Extremadura de las columnas nacionales entre los
meses de agosto a octubre de 1936 en su marcha hacia Madrid dejó
un flanco estrecho y poco protegido en la provincia de Badajoz. Una
vez fracasados los asaltos directos e indirectos a Madrid, Franco optó por
atacar la zona norte republicana. En este contexto, volvieron a cobrar im-
portancia teatros de operaciones que antes se estimaron secundarios. Uno de
los sectores que llamó la atención de los estrategas del Ejército Popular de la
República fue el casi olvidado frente de Extremadura. El mapa de la figura
1 sugiere que una operación orientada a cortar en dos el territorio ocupa-
do por los sublevados resultaba posible y, desde la perspectiva republicana,
incluso deseable. Zafra y Mérida eran, por entonces, importantes nudos de
comunicaciones y zona de cruce de carreteras y ferrocarriles. Además, la
represión militar en Extremadura había sido especialmente intensa, por lo
que una operación en Extremadura podía contar, al menos en principio, con
el apoyo y la cooperación de una parte importante de la población local. Esto
aumentaba su atractivo.
El objetivo de este trabajo es analizar el llamado «Plan P» del general
Vicente Rojo, orientado a dividir la zona nacional en dos atacando en los
frentes de Extremadura. El plan general analizado aquí constituye uno de los
proyectos estratégicos del mando del Ejército Popular de la República sobre
los que más se ha especulado. Sin embargo, se sabe poco de los detalles
concretos de los sucesivos proyectos y de las vicisitudes que dieron lugar a
los aplazamientos en las operaciones previstas. Un autor militar con acceso
a importantes fuentes de documentación, Martínez Bande, confiesa incluso
en una de sus monografías que no pudo localizar ninguna orden concreta
que desarrollase las líneas generales de dicho plan [Martínez Bande, 1990;
p. 33]. La cesión al Estado de los archivos del general Vicente Rojo y el de-
pósito de esta importantísima fuente de información en el Archivo Históri-
co Nacional ofrece la posibilidad de utilizar una interesante documentación
que no hemos visto analizada en ningún sitio y que revela la concepción es-
tratégica de Rojo orientada a conseguir, sin duda, una victoria decisiva para
Los proyectos fallidos del ejército popular… 37
Los antecedentes del Plan P: nace y fracasa la primera idea para un contra
golpe estratégico
2 Proyecto de desarrollo del Plan P (10-diciembre-1937, fecha escrita a mano). Ejército de Maniobra,
Estado Mayor. Archivo de Vicente Rojo, caja 22/2 (Archivo Histórico Nacional: Madrid) [Vicente
Rojo].
3 Plan de operaciones Extremadura. Estado Mayor del Ministerio de la Guerra (Servicio Histórico
Militar, Archivo General Militar de Ávila, DR, A-54, L-482, C-1) [Aureliano Álvarez Coque].
38 Juan Miguel CAMPANARIO LARGUERO
[Salas Larrazábal, 2006]. Por otra parte, los asesores y políticos rusos en
España no veían el plan con excesivas simpatías. Por aquel entonces, las
desavenencias entre Largo Caballero y sus socios comunistas habían alcan-
zado un punto culminante y éstos no querían ni oír hablar de una operación
militar que, de resultar exitosa, podría reforzar a su rival político [Bolloten,
1997, Cáp. 44]. El veterano político socialista narra en su libro de memorias,
«Mis recuerdos», algunas de las vicisitudes de esta fallida ofensiva [Largo
Caballero, 1954; p. 214-215]. Según su versión, aunque los soviéticos die-
ron el visto bueno inicial a la operación, surgieron fricciones debido a que el
Estado Mayor tenía designados unos mandos distintos de los que propusie-
ron dichos asesores. Como consecuencia, los soviéticos ofrecieron tan sólo
diez aviones para cooperar en una ofensiva en la que iban a participar nada
menos que 40.000 hombres.
La frustrada operación coincidió con la crisis de gobierno (instigada
por el Partido Comunista y apoyada por algunos socialistas) que provocó
la caída de Largo Caballero. El Presidente de la República, Manuel Azaña,
explica en sus memorias que Largo Caballero fue a visitarle para lamentar
la inoportunidad de la crisis de gobierno planteada, ya que podía echar por
tierra el proyecto. Según Azaña, Largo Caballero pensaba incluso «trasla-
darse a Extremadura, para dirigir la operación en persona, con objeto de
impedir que las rivalidades entre los mandos lo echasen todo a perder»
[Azaña Díaz, 1981; p. 30-31]. Finalmente, Indalecio Prieto, nuevo ministro
de Defensa Nacional y también rival político de Largo Caballero, dio car-
petazo la operación. Los planes elaborados fueron relegados momentánea-
mente al olvido, al optarse por el ataque en la zona central que dio origen a
la batalla de Brunete.
Azaña, «nos quedaríamos formando cuña entre las dos masas del enemigo,
y además incapaces de resistir sus contraataques en otros frentes. Pero lo
más grave y lo que más influyó en nuestra decisión, fue el estado general del
ejército. No hay oficiales. Faltan municiones para varios calibres de artille-
ría. Nuestra aviación es muy inferior en número a la del enemigo. No hay
cuero para calzar a las tropas ni para vestirlas. Están en los frentes con una
camisa desgarrada, empapados en agua. Alguna de las unidades que pasan
por ser más sólidas, ha flaqueado en Aragón... En estas condiciones no se
puede pensar en ofensivas» [Azaña Díaz, 1981, p. 513].
Al parecer, el general Rojo no quedó conforme con la negativa. Según
Azaña, Rojo valoró la situación así: «En la ofensiva que preparan los re-
beldes, nos lo jugamos todo. Si rompen el frente y no podemos contenerlos,
la guerra está perdida. Si acertamos a contenerlos, ganamos tiempo para
seguir organizando el ejército. Con mi plan, también nos lo jugábamos todo,
pero si salía bien, la guerra estaba ganada» [Azaña Díaz, 1981; p. 554]. Por
otra parte, en el archivo de Vicente Rojo se conserva un interesante docu-
mento fechado el 28 de diciembre de ese año en el que el general hace una
referencia que apoya la idea de que la causa principal de la suspensión del
Plan P fue la amenaza de una ofensiva contra Madrid6.
En un documento citado anteriormente7, se detalla, en su hoja núm 8,
una decisión que describe las líneas maestras del Plan P. En el punto III
se confirma que se desarrollará en el teatro extremeño partiendo del frente
comprendido entre Don Benito y Alcaracejos; mientras en el punto IV se
dice que la finalidad principal consiste en aislar la región andaluza del resto
de la España rebelde, alcanzando los nudos de comunicaciones de Almen-
dralejo, Zafra y Llerena. Se intentaba llegar hasta Badajoz y cubrir toda la
línea del Guadiana. Por último, se orientaba el esfuerzo principal en direc-
ción norte-sur hacia Sevilla. En las páginas sucesivas del documento, Rojo
desarrolla la idea en términos generales.
En el Archivo Histórico Nacional se guarda una copia fechada el 10 de
diciembre de 1937 de un «Proyecto de Desarrollo del Plan P»8. Este proyecto
parte de un examen de la situación general en la que, según el autor, «adqui-
rida por nuestro Ejército la iniciativa en la acción, es conveniente mantener
la acción ofensiva en un teatro de operaciones favorable para la ejecución de
6 La situación militar de hoy (28-diciembre-1937). Sin membrete. Archivo de Vicente Rojo, caja
1/3-5 (Archivo Histórico Nacional: Madrid) [Vicente Rojo].
7 La situación militar de hoy (27-octubre-1937). Ministerio de Defensa Nacional, Estado Mayor del
Ejército de Tierra (Servicio Histórico Militar, Archivo General Militar de Ávila, DR, A-54, L-482,
C-2) [Vicente Rojo].
8 Proyecto de desarrollo del Plan P (10-diciembre-1937, fecha escrita a mano). Ejército de Maniobra, Es-
tado Mayor. Archivo de Vicente Rojo, caja 22/2 (Archivo Histórico Nacional: Madrid) [Vicente Rojo].
42 Juan Miguel CAMPANARIO LARGUERO
9 Proyecto de desarrollo del Plan P (10-diciembre-1937, fecha escrita a mano). Ejército de Manio-
bra, Estado Mayor. Archivo de Vicente Rojo, caja 22/2 (Archivo Histórico Nacional: Madrid), p. 1
[Vicente Rojo].
10 Proyecto de desarrollo del Plan P (10-diciembre-1937, fecha escrita a mano). Ejército de Manio-
bra, Estado Mayor. Archivo de Vicente Rojo, caja 22/2 (Archivo Histórico Nacional: Madrid), p. 1
[Vicente Rojo].
11 Proyecto de desarrollo del Plan P (10-diciembre-1937, fecha escrita a mano). Ejército de Manio-
bra, Estado Mayor. Archivo de Vicente Rojo, caja 22/2 (Archivo Histórico Nacional: Madrid), p. 2
[Vicente Rojo].
12 Proyecto de desarrollo del Plan P (10-diciembre-1937, fecha escrita a mano). Ejército de Manio-
bra, Estado Mayor. Archivo de Vicente Rojo, caja 22/2 (Archivo Histórico Nacional: Madrid), p. 2
[Vicente Rojo].
Los proyectos fallidos del ejército popular… 43
1. Agrupación del Guadiana: ocupar todos los pasos del río desde Mede-
llín hasta la frontera portuguesa e impedir el paso del enemigo a toda
costa. Vigilar la frontera desde el Guadiana hasta el río Olivenza.
13 Proyectode desarrollo del Plan P (10-diciembre-1937, fecha escrita a mano). Ejército de Manio-
bra, Estado Mayor. Archivo de Vicente Rojo, caja 22/2 (Archivo Histórico Nacional: Madrid), p. 2
[Vicente Rojo].
44 Juan Miguel CAMPANARIO LARGUERO
14 Proyecto de desarrollo del Plan P (10-diciembre-1937, fecha escrita a mano). Ejército de Manio-
bra, Estado Mayor. Archivo de Vicente Rojo, caja 22/2 (Archivo Histórico Nacional: Madrid), p. 3
[Vicente Rojo].
15 Proyecto de desarrollo del Plan P (10-diciembre-1937, fecha escrita a mano). Ejército de Manio-
bra, Estado Mayor. Archivo de Vicente Rojo, caja 22/2 (Archivo Histórico Nacional: Madrid), p. 4
[Vicente Rojo].
Los proyectos fallidos del ejército popular… 45
ocupada antes de utilizarla. En otro apartado del proyecto, Rojo indica que
la escasez de vías de comunicación en algunas zonas hacía imprescindible
un plan de arreglo y mejora de caminos en las zonas ocupadas por el Ejército
Popular cercanas al frente.
La operación planeada era más que un mero ejercicio académico y estaba
destinada a llevarse a la práctica. De hecho, se realizaron reconocimientos
detallados en toda la zona por donde se iba a atacar. Los resultados de estos
reconocimientos se describen en unos documentos fechados en noviembre17 y
diciembre de 193718. Como se señala en el primer informe, en una parte de la
zona prevista par el ataque, los reconocimientos fueron posibles porque la po-
blación civil había sido evacuada y el enemigo no ocupaba todo el territorio. En
los documentos citados se detallan los obstáculos más importantes que cabe
encontrar, el estado de las vías de comunicación y hasta el número de puentes
que existen en los trayectos más importantes. Asimismo, se enumeran los
puntos en los que cabe encontrar fuertes resistencias por parte del enemigo.
No habían caído en saco roto las enseñanzas de las batallas de Brunete
y de Belchite, en las cuales la resistencia de pequeños núcleos nacionales
en determinadas posiciones había frustrado los avances republicanos. Así,
por ejemplo, en uno de los reconocimientos se indica que «en este tipo de
pueblos pequeños, con la población civil casi por entero evacuada es per-
fectamente posible y muy conveniente el incendio siempre que pueda pro-
vocarse de una manera rápida y con gran actividad inicial»19. Para ello, se
estimaba necesario disponer de tanques incendiarios en vanguardia de las
tropas. Según se indica, esta táctica había sido utilizada con éxito por el
bando enemigo en el Frente Norte. A diferencia de los bombardeos, los in-
cendios no dañan las vías de comunicación y no impiden, por tanto, el paso
de los vehículos atacantes.
Volviendo al documento general de Rojo en el que se desarrolla el
Plan P,20 encontramos en él que los puestos de mando de las grandes unida-
17 Reconocimiento efectuado en la zona del VII C. de Ej. durante los días 15-16-17-18 de noviembre
de 1937 (10-diciembre-1937, fecha escrita a mano). Ejército de Maniobra. Estado Mayor. Archivo
de Vicente Rojo, caja 22/2 (Archivo Histórico Nacional: Madrid) [Autor desconocido].
18 Informe. Referencia: orden de reconocimiento en el frente del Octavo Cuerpo de Ejército (10-
diciembre-1937). Sin membrete. Archivo de Vicente Rojo, caja 22/2 (Archivo Histórico Nacional:
Madrid) [Autor desconocido].
19 Reconocimiento efectuado en la zona del VII C. de Ej. durante los días 15-16-17-18 de noviembre
de 1937 (10-diciembre-1937, fecha escrita a mano). Ejército de Maniobra. Estado Mayor. Archivo
de Vicente Rojo, caja 22/2 (Archivo Histórico Nacional: Madrid), p.5, sin numerar [Autor desco-
nocido].
20 Proyecto de desarrollo del Plan P (10-diciembre-1937, fecha escrita a mano). Ejército de Maniobra,
Estado Mayor. Archivo de Vicente Rojo, caja 22/2 (Archivo Histórico Nacional: Madrid) [Vicente
Rojo].
Los proyectos fallidos del ejército popular… 47
21 Contraataque
estratégico número I. Ocupación de Peñarroya y cuenca del Guadiato (10-diciembre-
1937, fecha escrita a mano). Ejército de Maniobra, Estado Mayor. Archivo de Vicente Rojo, caja
22/2. Archivo Histórico Nacional, Madrid. [Vicente Rojo].
48 Juan Miguel CAMPANARIO LARGUERO
22 La situación militar de hoy (28-diciembre-1937). Sin membrete. Archivo de Vicente Rojo, caja
1/3-5 (Archivo Histórico Nacional: Madrid) [Vicente Rojo].
23 La situación militar de hoy (28-diciembre-1937). Sin membrete. Archivo de Vicente Rojo, caja
tral. Archivo de Vicente Rojo, caja 2/1-2 (Archivo Histórico Nacional: Madrid), p. 2 [Vicente Rojo].
25 Carta al Ministro de Defensa (30-enero-1938). Sin membrete. Archivo de Vicente Rojo, caja 2/1-3
rante las jornadas siguientes, se preparan órdenes diversas para otros mandos
militares. El día 2 de febrero el mando republicano elabora un complicado
operativo de transportes y estacionamiento de las unidades del Ejército de
Maniobra y de los refuerzos concentrados en Levante27. Además, con el fin
de evitar suspicacias en el enemigo, el día 3 de febrero se ordena al Ejército
de Extremadura que termine cuanto antes un contraataque que estaba llevan-
do a cabo «restituyendo las unidades a sus posiciones habituales para no
descubrir al enemigo la acumulación de fuerzas»28. Todo estaba, al parecer,
listo para iniciar la ofensiva.
Justo entonces, la fuerte reacción enemiga en Teruel obligó a los republi-
canos a empeñarse en la defensa de la plaza. La ofensiva de las tropas de Fran-
co en el sector del Alfambra llevó los combates nuevamente a las cercanías de
Teruel, que fue recuperada por los nacionales el 22 de febrero. La ofensiva de
Aragón, en marzo de 1938, y el derrumbe consiguiente del frente republicano
obligaron a prestar atención preferente a este teatro de operaciones. El frente
de Aragón se convirtió en un auténtico agujero negro que se tragó unidad tras
unidad del Ejército Popular de la República [Martínez Bande, 1975]. Los pla-
nes de ataque en Extremadura quedaron de momento paralizados. No obstan-
te, en una directiva emitida el 24 de marzo se urgía a los ejércitos de Levante,
Centro, Andalucía, Maniobra, Este y Extremadura a desarrollar operaciones
ofensivas en sus respectivos frentes para responder a los planes del enemigo
que amenazaban con asestar una severa derrota a las armas de la República29.
La situación militar de la República empeoró notablemente hasta el pun-
to de que su zona quedó dividida en dos el 15 de abril de 1938, al llegar las
tropas de Franco al Mediterráneo por Vinaroz. Sin embargo, cinco días antes
de este desastre, Rojo todavía consideraba que era posible atacar en Extre-
madura. Ante la magnitud de la catástrofe que se cernía sobre el Ejército
Popular, Rojo proponía diversos contraataques en el frente catalán «y en los
demás teatros, la maniobra tantas veces proyectada en la región extremeña,
por ser la más distante de la zona de reunión de las reservas enemigas, don-
de éstas tardarían más en llegar, y en la que puede tener una trascendencia
27 Plan de transportes y estacionamiento de las unidades del Ejército de Maniobra y refuerzos concen-
trados en Levante (2-febrero-1938, fecha escrita a mano). Ministerio de Defensa Nacional, Estado
Mayor del Ejército de Tierra. Archivo de Vicente Rojo, caja 22/5 (Archivo Histórico Nacional:
Madrid) [Vicente Rojo].
28 Instrucción complementaria para el Ejército de Extremadura (3-febrero-1938, fecha escrita a
mano). General Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra y del Estado Mayor Central. Minis-
terio de Defensa Nacional, Estado Mayor. Archivo de Vicente Rojo, caja 22/5 (Archivo Histórico
Nacional: Madrid), p. 1, sin numerar [Vicente Rojo].
29 Directiva (24-marzo-1938). Sin membrete. Archivo de Vicente Rojo, caja 2/1-8 (Archivo Histórico
El mando del Ejército Nacional había sentido siempre una cierta preocu-
pación por la configuración del frente en la zona de Mérida. Así, el general
Cuesta Monereo explica que «el entrante que formaba el frente rojo en el
sector de Mérida, aproximándose a corta distancia de la frontera portugue-
sa, y que era conocido por la Bolsa de la Serena o de Mérida, fue siempre
motivo de preocupación para los mandos, por el temor de que el enemigo
intentase cortar la comunicación de la zona norte con la sur, ocupando
Mérida y Badajoz» [Cuesta Monereo, 1961; p. 227]. Ya en julio de 1937,
el propio Franco, en unas «Directivas para las operaciones en la bolsa de
Mérida» señalaba lo siguiente: «La forma de nuestro frente en Extremadura
que se viene llamando Bolsa de la Serena ha atraído la atención de cuantos
técnicos nacionales y extranjeros estudian nuestros frentes de combate» (ci-
tado en [Martínez Bande, 1981; p. 210]).
A partir de junio de 1938, las actuaciones destinadas a eliminar la bolsa
de Mérida y alejar el frente lo más posible de la frontera portuguesa se de-
sarrollan en varias fases [Martínez Bande, 1981]; [Chávez Palacios, 1997];
[Moreno Gómez, 1986]; [Vila Izquierdo, 1984]; [García Pérez y Sánchez
Marroyo, 1986] (véase la figura 4). El 15 de junio de 1937 se inició un
ataque que permitió a las tropas de Queipo de Llano ocupar en los días
siguientes los pequeños pueblos de Los Blázquez, Valsequillo y Peraleda
del Zaucejo. La zona conquistada constituiría una base de partida para las
acciones posteriores. Entre los días 20 y 24 de julio tiene lugar el cierre de
la bolsa. Para ello, dos masas de maniobra partieron de la zona de Madri-
galejo y Rena (Agrupación de Divisiones del Guadiana) y de la zona de
Peraleda, Los Blázquez (Cuerpo de Ejército de Maniobra) respectivamente
y avanzaron en las direcciones norte-sur y sur-norte hasta converger en la lo-
calidad de Campanario. Los nacionales ocuparon, entre otros, los pueblos de
Castuera, Zalamea, Don Benito, Villanueva y Orellana la Vieja. Debido a la
apurada situación que en aquellos momentos atravesaba la zona de Levante,
el mando del Ejército Popular tuvo que ceder terreno en Extremadura, ante
la grave amenaza que se cernía sobre Valencia, atacada desde el norte.
Tras un período de pausa, prosigue el ataque de los nacionales entre los
días 9 y 15 de agosto para intentar explotar el éxito inicial. En esta fase, las
52 Juan Miguel CAMPANARIO LARGUERO
tropas de Queipo de Llano alcanzan, casi, el río Zújar por el sur y ocupan
la localidad de Cabeza del Buey. Sin embargo, los republicanos extreman
la resistencia y evitan que los nacionales entren en Zarza Capilla. Los re-
publicanos inician un contraataque el 22 de agosto y hacen retroceder a sus
enemigos hasta prácticamente el ferrocarril de Mérida a Puertollano y las
inmediaciones de Cabeza de Buey. El trazado final del frente alcanzado for-
maba un saliente en torno a la zona de Cabeza del Buey, algo que tendría
importantes repercusiones más tarde.
El resultado de las operaciones que acabamos de relatar brevemente fue
que los nacionales conquistaron una amplia zona con bastantes poblaciones.
La línea del frente quedaba más alejada del vital nudo de comunicaciones de
Mérida y, por tanto, de la frontera portuguesa. Ello dificultaba cualquier in-
tento posterior por parte de la República para dividir la zona enemiga en dos.
actitud previsible del Gobierno portugués ante la posible llegada de las tro-
pas republicanas a su frontera. El temor de que Portugal pudiese prestar un
apoyo aún mayor a los alzados le llevaba a tomar las debidas precauciones,
empezando por ordenar la vigilancia de la frontera y, si ello fuese necesario,
el despliegue de observadores internacionales que pudiesen denunciar las
violaciones de la misma por sus enemigos.
Las causas de los aplazamientos en los planes previstos fueron diferentes
en cada uno de los dos casos en que las ofensivas no llegaron a cuajar. Así,
las disensiones internas en el seno del Ejército Popular y las luchas entre los
políticos republicanos fueron determinantes en mayo de 1937; mientras, en
los últimos meses de ese año, el plan no pudo ponerse en marcha debido,
primero, a la amenaza sobre Madrid y a la opción republicana por Teruel.
La contraofensiva de los nacionales en ese frente y, más tarde, en Aragón
hicieron el resto. Curiosamente, este último ataque provocó la división del
territorio de la España republicana en dos zonas aisladas, justo lo que la
República quería conseguir con el territorio enemigo mediante sus planes
ofensivos. En ambos casos la anulación de los ataques se tradujo en la pér-
dida de la oportunidad para iniciar la que, tal vez, era la única operación con
carácter decisivo al alcance del bando republicano.
Cuando por fin el Ejército Popular atacó en Extremadura en enero de
1939, la República era demasiado débil y su situación militar y política era
crítica. Además, el contexto internacional era claramente desfavorable. Por
el contrario, los nacionales eran mucho más fuertes y su situación estratégi-
ca les favorecía. Aunque no haber aplicado el Plan P fue uno de los errores
militares de la República, no está claro que el Ejército Popular hubiese sido
capaz de culminar con éxito una operación tan ambiciosa y compleja.
Agradecimientos
Figura 1: Situación aproximada del frente en la zona sur de España en marzo de 1937.
Los proyectos fallidos del ejército popular… 57
REFERENCIAS
RESUMEN
ABSTRACT
*****
Antecedentes de la batalla
C
uando las tropas francesas cruzaron los Pirineos con la intención de
conquistar Portugal, nadie fue consciente, ni siquiera el mismísimo
Emperador, de las enormes e impensables consecuencias de tales
hechos. Si Napoleón consideraba al pueblo español como decadente y a sus
dirigentes como totalmente envilecidos, cinco años de una cruenta guerra le
demostrarían, a costa de miles de vidas, de cuán errado estaba.
En 1808 los franceses pudieron desplegarse por todo el territorio na-
cional gracias a la pasividad y/o colaboración de las autoridades civiles, el
asombro de los militares y la animadversión de la población civil. La rebelión
La derrota de la fuerza de maniobra de Cataluña… 65
2 ARTOLA, Miguel: La Guerra de la Independencia. Espasa Calpe. Pozuelo de Alarcón, 2007. P. 100.
3 Reding había nacido en el cantón suizo de Birebegg (1755). A los 16 años ya era capitán, y a los
28 era sargento mayor. Participó en las acciones de la reconquista de Menorca y de la guerra contra
la Convención francesa, donde alcanzó el grado de mariscal de campo. Después de la batalla de
Bailén, y para evitar fricciones con el general Castaños –superior de Reding y quien recogió todos
los laureles de la gloria de la victoria del 19 de julio de 1808–, fue destinado a Cataluña. VELA,
Francisco: La batalla de Bailén. El águila derrotada. Ediciones Almena. Madrid, 2007. P. 52.
4 GATES, David: La úlcera española. Historia de la Guerra de la Independencia. Ediciones Cáte-
Los franceses, despejado el camino que unía Gerona con la capital cata-
lana, siguieron con su avance. El general Vives, ante la amenaza inminente de
quedar copado por la victoria francesa en su retaguardia, levantó el asedio de
Barcelona, y se retiró hacia Molins de Rey, distante unos 20 kilómetros de la
capital, a orillas del río Llobregat. Saint-Cyr buscó de inmediato enfrentarse
de nuevo con las fuerzas españolas: las persiguió hasta allí y las derrotó, en
una hábil maniobra de flanqueo. Con esta nueva derrota, las tropas regulares
españolas quedaban totalmente deshechas como fuerza operativa.5
El desmoralizado ejército español se dispersó en todas direcciones: Ano-
ya, Bages y Tarragona, mientras que los franceses, agotadas sus provisiones
y cumplidos sus objetivos, se replegaron hasta las cercanías de Barcelona.
Sin embargo, a pesar de la superioridad táctica francesa, la posición del
ejército imperial en Cataluña –como en el resto de España– era extremada-
mente débil, pues seguían sin destruir todas las fuerzas españolas de cam-
paña ni dominar el territorio interior. Los franceses sólo podrían triunfar si
conseguían primero aniquilar la resistencia que ofrecía el ejército español y
posteriormente controlar las partidas guerrilleras; en el otro lado de la ba-
lanza, el ejército español debería acosar a las fuerzas imperiales en pequeñas
acciones, campales y de guerrilla, con las que lograr mejorar en la calidad de
las tropas, adaptándose a las tácticas y maniobras francesas, aprendiendo del
enemigo y confinarlo en las ciudades hasta ser capaz de poder enfrentarse
en batallas campales. Pero todo ello necesitaba tiempo, un recurso que en
aquellas circunstancias, con la Nación invadida, era harto difícil conseguir.
Las autoridades civiles de la Junta de defensa catalana no fueron ca-
paces de analizar la situación en su correcto contexto: la imposibilidad, a
largo plazo, que los franceses pudieran mantenerse en el país; el deseo de
expulsar el enemigo de Cataluña se convirtió en el objetivo primordial, y
ello condicionó toda su política. Las sucesivas derrotas del ejército español
en toda la Península,6 incluido el teatro bélico catalán (la caída de Rosas, las
5 Mientras que en Cataluña la guerra era conducida por el brillante general Saint-Cyr, Napoleón en
persona dirigía la campaña contra el ejército español en el interior de la Península; su entrada, en
noviembre de 1808, representó un alud incontenible, que derrotó sucesivamente a las fuerzas espa-
ñolas en Gamonal, Espinosa de los Monteros, Tudela y Madrid. VV.AA.: Historia de las Fuerzas
Armadas. Ediciones Palafox. Zaragoza, 1983. P. 178.
6 A lo largo de los 5 años de guerra contra el invasor francés, las fuerzas españolas sólo obtuvieron,
en batalla campal clásica, el triunfo de Bailén (19 de julio); el eco de aquellos hechos tan gloriosos,
tanto en España como en toda Europa, provocaron el espejismo de que los ejércitos españoles
podían vencer a los franceses en campo abierto. Esta presunción costaría muchas vidas, puesto que
el mando español lanzará una y otra vez a sus fuerzas contra el enemigo, estrellándose contra las
bayonetas de los mosquetes franceses: Cuesta, Blake, Castaños, Palafox, San Juan, Erraste, Arieza-
za serán generales que inútilmente presentaran batalla y serán derrotados. VV.AA.: Historia de las
Fuerzas Armadas. Ediciones Palafox. Zaragoza, 1983. P. 176.
La derrota de la fuerza de maniobra de Cataluña… 69
acciones a desarrollar a lo largo de la campaña de 1809. Martí, siempre eficiente, presentó un plan
de campaña, que se basaba en los siguientes puntos: creación de las milicias urbanas –con la mi-
sión de dar apoyo a las autoridades y mantenimiento del orden–, utilizar las fortalezas y plazas con
guarnición como elemento vertebrador de la resistencia, mejorando sus defensas, promoviendo la
instrucción del ejército, mejorando los aprovisionamientos y la logística, manteniendo una presión
constante sobre les comunicaciones del enemigo –mediante acciones de los guerrilleros, partidas de
migueletes y unidades del ejército regular–, y buscar el contacto con el enemigo sólo en pequeñas
acciones campales, para elevar la moral y la preparación de las tropas, y evitar cualquier acción ge-
neral que pusiese en peligro toda la estructura militar y defensa del Principado. BLANCH, Adolfo:
Historia de la Guerra de la Independencia en Cataluña. Editorial Frontis, Barcelona, 1964. P. 165.
70 Alberto Raúl ESTEBAN RIVAS
9 ESDAILE, Charles: La Guerra de la Independencia. Una nueva historia. Editorial Crítica. Barce-
lona, 2004. P. 201.
10 En el consejo de guerra de Tarragona para decidir el rumbo de las operaciones militares, el general
Martí había puesto de manifiesto el estado de las tropas, la falta general de instrucción, la superio-
ridad de los franceses en caballería, la inadecuación de la fortificación de las defensas de algunas
plazas, y se había opuesto a mantener cualquier acción de combate campal con los franceses,
defendiendo la opción de mantener la presión sobre los imperiales meditante acciones de guerrilla.
BLANCH, Adolfo: Historia de la Guerra de la Independencia en Cataluña. Editorial Frontis,
Barcelona, 1964. P. 167.
11 PRÍNCIPE, Miguel Agustín: Guerra de la Independencia: Narración histórica de los aconteci-
mientos de aquella época. Reproducción digital de la edición de la Imprenta del Siglo, Madrid,
1847. P. 415.
La derrota de la fuerza de maniobra de Cataluña… 71
12 Es por ello que dio la orden al marqués de Lazán para que, con sus 6.000 hombres, avanzase sus
posiciones más allá de Lérida y Mequinenza, con la misión de controlar las fuerzas enemigas en el
vall del Ebro. DE LA CIERVA, Ricardo: Historia Militar de España. Editorial Planeta, Barcelona,
1984. P. 174.
13 Idea de maniobra captada a la perfección por el propio general en jefe enemigo, que así lo afirma
en sus memorias. SAINT-CYR, Gouvion: Journal des operations de l’Armeé de Catalogne, 1808-
809. Didot, París, 1821. P. 102.
14 SAINT-CYR, Gouvion: Journal des operations de l’Armeé de Catalogne, 1808-809. Didot, París,
1821. P. 100.
72 Alberto Raúl ESTEBAN RIVAS
línea inicial de partida española se situaba desde Tarragona hasta las estriba-
ciones de Montserrat, en un amplio arco de más de 70 Km., que dejaba toda
la línea demasiado expuesta al ataque del enemigo.
El general francés Saint-Cyr15 era un veterano de las guerras revolu-
cionarias y del Imperio, con un amplio historial de campañas y éxitos en
su bagaje; salvando las distancias, tenía una mentalidad ofensiva, similar a
la de Reding, y no rehusaba asumir riesgos, si bien sopesaba todas las po-
sibles alternativas. Saint-Cyr comprendía que Reding le estaba forzando a
mantenerse parapetado en las murallas de las ciudades, volviendo así a los
estadios de los primeros meses de la campaña de Cataluña, sustrayéndole
la capacidad ofensiva que tan buenos resultados le había reportado meses
atrás. Por el contrario, no ceder a la presión y mantener las tropas en sus
puestos actuales permitiría a los españoles batir separadamente a las fuerzas
imperiales, y obligándole, tarde o temprano, a evacuar el Principado, puesto
que difícilmente podía contar con refuerzos provenientes del centro de la
Península o de Europa.
El general francés no se resignó a ser una mera comparsa de los aconte-
cimientos y decidió lanzar una ofensiva general: en lugar de replegarse hacia
Barcelona y perder así la iniciativa, el comandante francés avanzó simultá-
neamente por el Penedés y por la costa: el avance por el interior le permitía
aislar definitivamente al ejército de Cataluña del frente de Aragón, mientras
que la marcha por el sur estaba encaminada a situarse en la retaguardia de
Reding y cortarle su línea de suministros, apoderándose de la importante
plaza y puerto de Tarragona.
Reding fue advertido de los movimientos franceses, especialmente del
avance por la costa: pasaba así de ser el atacante a ser el atacado…
Pero el general español planteó, a su vez, efectuar una maniobra aún más
audaz: avanzar hasta las cercanías de Barcelona, interponiéndose entre la
ciudad y la fuerza de maniobra de los franceses, que en aquellos momentos
se encontraba en el Penedés.
En aquellos momentos, los 15.000 hombres de Saint-Cyr estaban desple-
gados en las localidades del Martorell, San Sadurní, Villafranca y Vendrell,16
en una sucesión de posiciones escalonadas que les permitían tanto mantener
15 La campaña de conquista del territorio catalán por parte del competente general Saint-Cyr fue una
de las más brillantes, tanto por los resultados obtenidos como por la relación de fuerzas emplea-
das. Napoleón le dio plenos poderes para restablecer la situación a favor de las armas francesas,
pero pocas tropas destacó a la labor en el Principado. Se ha visto en esta maniobra un intento del
Emperador para desprestigiar a Saint-Cyr. DE LA CIERVA, Ricardo. Historia Militar de España.
Editorial Planeta, Barcelona, 1984. P. 171.
16 SAINT-CYR, Gouvion: Journal des operations de l’Armeé de Catalogne, 1808-809. Didot, París,
1821. P. 104.
La derrota de la fuerza de maniobra de Cataluña… 73
una buena posición defensiva como ofensiva: desde esta posición central,
los franceses controlaban los accesos a Barcelona desde Tarragona y desde
la Cataluña central, y a la vez, en caso de ser necesario, se podían replegar a
líneas interiores de defensa de la capital catalana.
A pesar que Saint-Cyr había desplegado sus tropas con la doble inten-
ción tanto de controlar los accesos a Barcelona como también para dismi-
nuir la presión sobre las fuentes de recursos y provisiones, lo cierto es que
los franceses continuaban sufriendo una carestía crónica en sus reservas de
víveres y municiones: los recursos de la zona eran limitados, y las acciones
de búsqueda de comida eran constantemente hostigadas17 por partidas de
migueletes y fuerzas irregulares, que, como otros lugares de Cataluña y Es-
paña, eran los auténticos señores del territorio, dejando a los franceses sólo
el control de las plazas que ocupaban y sus alrededores.
Saint-Cyr, anticipándose a los movimientos previstos por Reding sobre
Barcelona, toma la iniciativa y ataca el flanco izquierdo español, que operaba
en la zona del Anoya; así, dejando a la división Souham en la villa del Ven-
drell, traslada sus fuerzas hacia la comarca de Igualada: la división de Pino,
desde Villafranca del Penedés, la división de Chabot, desde San Sadurní y
17 PRÍNCIPE, Miguel Agustín: Guerra de la Independencia: Narración histórica de los aconteci-
mientos de aquella época. Reproducción digital de la edición de la Imprenta del Siglo, Madrid,
1847. P. 413.
74 Alberto Raúl ESTEBAN RIVAS
18 SAINT-CYR, Gouvion: Journal des operations de l’Armeé de Catalogne, 1808-809. Didot, París,
1821. P. 112.
La derrota de la fuerza de maniobra de Cataluña… 75
primera etapa, Reding continuó camino hacia el norte, hacia Santa Coloma
de Queralt, para reagrupar a las fuerzas del general Castro.
Pero estos movimientos habían separado al ejército español de su base
tarraconense. Consciente de este riesgo, y tras lograr con éxito la reagrupa-
ción de las tropas en Santa Coloma, Reding se reúne en consejo de guerra
con los principales jefes de su ejército, para establecer en común la estrate-
gia a seguir.
Ante el riesgo que los franceses, con el camino libre, ataquen Tarragona,
se acuerda iniciar la retirada hacia las murallas de la capital. El general Mar-
tí, cuartel-maestro de Reding, aconseja evitar todo contacto con el enemigo,
y propone seguir la ruta de la Espluga de Francolí-Prades-Constantí; espe-
cialmente agreste eran las montañas de la zona de Prades, que en aquella
época estaban ya nevadas.
Reding consideró más seguro y más practicable para el tren de artille-
ría y bagajes19 la ruta Montblanch-la Riba-Plana de Picamoixons-Rourell-
Morell-Constantí, que a pesar de recorrer un corto trecho muy angosto en la
zona de la Riba, permitía situarse relativamente más rápido en línea sobre
Tarragona. Finalmente se acuerda seguir el plan de retirada de Reding.
Para proteger la retaguardia contra maniobras de las tropas de Chabran
y Chabot, que todavía permanecían en la zona de Igualada, se opta por dejar
en la villa amurallada de Montblanch al general suizo Wimpfen,20 con una
fuerza de 5.000 hombres.
Sin conocer el paradero de Reding ni sus intenciones, Saint-Cyr estaba
inquieto: el comandante francés creía que los españoles intentaban atacar
Igualada para apoderarse de los almacenes de provisiones que habían dejado
allí los franceses. Para conocer la situación real en el campo español, Saint-
Cyr envió a la zona a sus exploradores, que le informaron de las intenciones
de Reding de maniobrar en dirección a Tarragona, y que no parecía que
hubiese planificada ninguna acción ofensiva hacia Igualada, si no que tan
sólo Reding se había limitado a reunir a las tropas dispersas de Castro; en
aquellos momentos los informes situaban al ejército español en la zona de
Montblanch, concentrando sus fuerzas antes de partir hacia Tarragona.21
19 La ruta propuesta por el general Martí implicaba que la artillería y los bagajes viajasen hasta Léri-
da; el camino por las montañas de Prades a la Selva era tan estrecho que obligaba a que los soldados
marchasen en hilera de un hombre. VENTURA I SOLÉ, Daniel: Batalla de Valls. Pont de Goi, 25
de febrer de 1809. Moncunill, Valls, 1983. P.40.
20 SAINT-CYR, Gouvion: Journal des operations de l’Armeé de Catalogne, 1808-809. Didot, París,
1821. P. 497.
21 PRÍNCIPE, Miguel Agustín: Guerra de la Independencia: Narración histórica de los aconteci-
mientos de aquella época. Reproducción digital de la edición de la Imprenta del Siglo, Madrid,
1847. P. 414.
76 Alberto Raúl ESTEBAN RIVAS
22 Aunque la villa no presentó resistencia, puesto que no había ningún destacamento militar de impor-
tancia en la zona –excepto unos cuantos jinetes del regimiento de Santiago y algunas partidas de mi-
gueletes–, los franceses saquearon la ciudad, siguiendo su proceder habitual en España. VENTURA
I SOLÉ, Daniel: Batalla de Valls. Pont de Goi, 25 de febrer de 1809. Moncunill, Valls, 1983. P. 37.
23 PRÍNCIPE, Miguel Agustín: Guerra de la Independencia: Narración histórica de los aconteci-
mientos de aquella época. Reproducción digital de la edición de la Imprenta del Siglo, Madrid,
1847. P. 413.
La derrota de la fuerza de maniobra de Cataluña… 77
tórica de los acontecimientos de aquella época, cuando afirmó que «Reding había salido de Ta-
rragona con una división en auxilio de las tropas batidas en Igualada, consiguiendo después de
algunos días reunirlas en las inmediaciones de Montblanch, tras lo cual forzó el desfiladero de la
Riba, donde estaba de observación la división de Souham. Su plan era atrevido y digno de él, y
se reducía a destruir esta división, y apoderándose luego de Valls, caer sin perder tiempo sobre la
división italiana que venía por el Coll de Santa Cristina, renovando de este modo los lauros que con
tanta gloria y denuedo había cogido en Bailen». P. 414. No hay que olvidar que una de las ventajas
de luchar en territorio nacional era la posibilidad de obtener información no solamente por medio
de las unidades de reconocimiento sino también por la ayuda del paisanaje de la zona. Reding ha-
bía utilizado uno y otro tipo, per ejemplo, en la acción de Bailén, cuando esperaba el asalto de las
tropas del general Dupont. VELA, Francisco: La batalla de Bailén. El águila derrotada. Ediciones
Almena, Madrid, 2007. P. 96.
78 Alberto Raúl ESTEBAN RIVAS
27 Reding había luchado contra los franceses en diversas ocasiones, y conocía que la superioridad
táctica imperial sólo se podía vencer si los españoles partían de una posición ventajosa y tenían
superioridad numérica; de otra manera, los españoles serían derrotados, como él mismo había com-
probado: así, el 30 de junio de 1808, en Jaén, fue derrotado por fuerzas superiores, y en la acción de
Menjíbar (16 de julio de 1808), derrotó a las fuerzas imperiales del general Gobert, pero contando
con una superioridad de 3 a 1. En las batallas que participó en territorio catalán, los dos ejércitos
estuvieron en igualdad táctica (Molins de Rey) o incluso en inferioridad numérica española (Car-
dedeu). VELA, Francisco: La batalla de Bailén. El águila derrotada. Ediciones Almena. Madrid,
2007. P.76; ADZERIAS I CAUSI, Gustau: Projecte 1808. Guerra del Francès. www.histocat.cat.
La derrota de la fuerza de maniobra de Cataluña… 79
La batalla
28 Detalle
de les tropas, a partir de la información disponible en los libros de Adolfo Blanch (Historia
de la Guerra de la Independencia en Cataluña), David Gates (La úlcera española), el general
Gouvion Saint-Cyr (Journal des operations de l’Armeé de Catalogne) i Gustau Adzerias i Causi
(Projecte 1808, a Histocat.cat)
80 Alberto Raúl ESTEBAN RIVAS
29 VENTURA I SOLÉ, Daniel: Batalla de Valls. Pont de Goi, 25 de febrer de 1809. Moncunill, Valls,
1983. P.40.
30 CABANES, Francisco Xavier: Historia de las operaciones del Exército de Cataluña en la guerra de
la usurpación. Campaña primera, Tarragona, 1809. Imprenta de la Gazeta, Tarragona, 1809. P. 132.
La derrota de la fuerza de maniobra de Cataluña… 81
acción de Menjíbar, derrotó a las unidades imperiales. VELA, Francisco: La batalla de Bailén. El
águila derrotada. Ediciones Almena, Madrid, 2007. P. 84).
33 Para conocer en profundidad la historia y hechos de armas de las diferentes unidades españolas a
1821. P. 123.
35 Detalle de les tropas, a partir de la información disponible en los libros de Adolfo Blanch (Historia
Con esta maniobra Reding buscaba flanquear las líneas enemigas por el
norte, posición que consideraba más vulnerable y que permitía una mayor
amplitud de movimientos; sin embargo, deseando evitar que los franceses
destacaran sus reservas para reforzar ese flanco, ordenó al general Martí que
atacara a las fuerzas de la izquierda de los franceses, con las unidades del
regimiento de infantería de línea de Granada, los granaderos provinciales de
Castilla la Nueva y el regimiento de caballería de húsares de Granada; sin
embargo, por aquella zona las condiciones topográficas no eran tan idóneas,
por lo que el avance fue lento, y las unidades de Martí fueron contenidas por
los franceses, que a su vez, tras rechazar el asalto hispano, intentaron cargar
contra el flanco derecho español: éstos, sorprendidos por la resistencia fran-
cesa, pasaron de ser atacantes a ser atacados, y retrasaron sus posiciones un
tanto desordenadamente en dirección al río.
Martí, consciente que ahora el riesgo de ser flanqueados lo corría su des-
tacamento, ordenó que el resto de las unidades que estaban en la otra orilla
del Francolí lo cruzaran rápidamente y cargaran contra el centro francés,
para forzar a los franceses que retuvieran su avance y reforzaran su frente
central. Así, el regimiento de infantería de línea Saboya, un batallón del re-
gimiento de infantería de línea Santa Fe, parte del batallón de cazadores An-
7.000 hombres, según el general Saint-Cyr-39 para que destacara una co-
lumna de 2.500 infantes, 150 jinetes y dos cañones de 4 libras hacia Valls,40
con la intención de atacar a los franceses por su retaguardia y evitar así
que el enemigo pudiera iniciar la persecución contra el grueso del ejército
español.41 Reding aceptó el plan de Martí, y le ordenó que fuera él mismo
quien se encargara personalmente de solicitar los refuerzos a Tarragona y
dirigiera el ataque de retaguardia. Martí lo aceptó y con una ligera escolta
marchó hacia la ciudad. Pero el auxilio no llegaría nunca: el gobernador
militar de la ciudad, Juan Smith, se negará a que las tropas de la guarnición
abandonen la plaza, con el argumento que Tarragona quedaría desprotegi-
da ante el avance de los franceses.42 Reding también acordó que un retén
de caballería acompañaría a los carromatos, mientras el resto del ejército
obtendría tiempo para permitir a la impedimenta ganar distancia del campo
de batalla.
La retirada propuesta por Martí era una maniobra harto compleja, pues-
to que implicaba un cambio de frente muy temerario: las tropas de prime-
ra línea se convertirían en la retaguardia, operando a la vista del fuego de
los franceses, replegándose escalonadamente por el puente hasta alcanzar
posiciones en lo alto de las colinas de la ribera derecha, por lo que sus mo-
vimientos se debían coordinar para evitar ser desbordadas y destruidas. La
maniobra inicial consistía en que las tropas del flanco izquierdo español se
retirarían primero, sobre el puente de Goi, y las más alejadas irían retirán-
dose paulatinamente, y manteniendo el frente en el puente del sur, el que
unía Valls con Alcover, posición que sería defendida por el regimiento de
infantería de línea Soria, los granaderos provinciales de Castilla la Nueva y
los húsares de Granada. Para evitar que los franceses desbordaran las líneas,
la mayor parte de la caballería española se situó en la línea del puente de
Goi, para proteger la acción.
39 SAINT-CYR, Gouvion: Journal des operations de l’Armeé de Catalogne, 1808-809. Didot, París,
1821. P. 497.
40 El dominio absoluto que mostraban los franceses en las poblaciones que ocupaban hacía impensa-
ble un levantamiento popular de los vallenses en ayuda de las tropas españolas que luchaban a po-
cos kilómetros. No se ha podido constatar en los registros de la ciudad ninguna mención a muertes
violentas de paisanos de la villa en la batalla, aunque sí que aparecen referencias a la ocupación
en la crónica de Bosch Cardellach, según el cual, el 22 de febrero de 1809 los franceses ocuparon
Valls, desbordando a los somatenes, «mataron a algunos, saquearon por todo aquel día las casas
que hallaron desamparadas, que fueron muchas, y se establecieron en dicha villa, nombrando su
«maire». VENTURA I SOLÉ, Daniel: Batalla de Valls. Pont de Goi, 25 de febrero de 1809. Mon-
cunill, Valls, 1983.
41 GÓMEZ DE ARTECHE Y MORO, José: Guerra de la Independencia. Historia Militar de España
de 1808 a 1814. Imprenta y Litografía del Depósito de la Guerra, Madrid, 1883. Volumen V. P. 212.
42 LANZAS, Eloy M.: La batalla de Valls (cómic). Grafiscamp, Valls, 1987. P. 3.
La derrota de la fuerza de maniobra de Cataluña… 87
43 De
la misma manera actuó en la batalla de Menjíbar (16 de julio de 1808), cuando, después de
hacer retirar y dispersar a las unidades imperiales que protegían el vado del río, y mientras espera-
ban el contraataque francés, dispuso que sus tropas comiesen y descansasen. VELA, Francisco: La
batalla de Bailén. El águila derrotada. Ediciones Almena, Madrid, 2007. Pág 88.
88 Alberto Raúl ESTEBAN RIVAS
ron fuego con una potencia demoledora; era la señal para que las columnas
de asalto se lanzaran a la conquista de las alturas de la otra orilla.
Las columnas francesas de asalto estaban compuestas por las fuerzas de
Souham, la brigada de Verges y la de Dumoulin,45 que se situaban en el exte-
rior de la formación, puesto que conocían mejor el terreno, dejando el centro
a las tropas de refresco de Pino, las brigadas de Mazuchelli y Fontane.
Saint-Cyr destacó cerca del río al 24 regimiento de dragones, con la
intención de romper las defensas del puente de Goi en el momento decisi-
vo. El resto de unidades de caballería se intercalaron entre las columnas de
asalto: entre la segunda y la tercera columna se situó el regimiento de dra-
gones Napoleón, y al sur de la columna de Dumoulin cargó el regimiento
de cazadores reales italianos, con la misión de tomar el control del puente
de Valls.46
Pero a pesar del fuego de cobertura de los cañones y los fusiles de las
compañías de reserva, las tropas imperiales de asalto avanzaban con extre-
ma dificultad: una lluvia de balas y metralla cayó sobre las primeras líneas
francesas, y lo escarpado del terreno constituía, en fin, un obstáculo formi-
dable.47 Tal y como afirma el propio Saint-Cyr, «para no retrasar el avance
de las tropas que ascendían por la abrupta pendiente, sólo los tiradores que
cubrían las columnas podían responder al fuego enemigo; los otros soldados
de las columnas de asalto sólo debían avanzar y avanzar, hasta llegar al cho-
que con la línea enemiga.»48
Saint-Cyr confiaba que, viendo a las tropas imperiales cargando sobre
ellos, los soldados de Reding cederían la línea y huirían, tal y como había
pasado en las batallas de Cardedeu y Molins de Rey. Saint-Cyr estaba con-
vencido que la fuerza del choque de la columna francesa rompería la línea
española: una maniobra poco brillante, pero efectiva.
Pese a las bajas, los franceses seguían avanzando y ascendían por las
pendientes del río. Fueron unos minutos de muerte e infierno...49
de aquella época. Reproducción digital de la edición de la Imprenta del Siglo, Madrid, 1847. P. 415.
47 SAINT-CYR, Gouvion: Journal des operations de l’Armeé de Catalogne, 1808-809. Didot, París,
1821. P. 122.
48 SAINT-CYR, Gouvion: Journal des operations de l’Armeé de Catalogne, 1808-809. Didot, París,
1821. P. 125.
49 El mismo Saint-Cyr, ya sea para honrar caballerosamente al enemigo, o para vanagloriarse de la
propia victoria, escribirá las siguientes palabras: «nuestras fuerzas avanzaron sufriendo bajo el me-
jor fuego de mosquetería que nunca se haya ejecutado, no solamente en un campo de batalla, sino
en cualquier maniobra». SAINT-CYR, Gouvion: Journal des operations de l’Armeé de Catalogne,
1808-809. Didot, París, 1821. P. 125.
La derrota de la fuerza de maniobra de Cataluña… 91
50 Algunos historiadores afirman que el general murió el día 16 de marzo, como consecuencia de las
heridas recibidas en la batalla. Otros, por el contrario, afirman que murió el 23 de abril, y como
consecuencia de la epidemia de tifus que asoló Tarragona durante los primeros meses de 1809.
Tal y como afirma Daniel Ventura i Solé; «la aglomeración de gente dentro del recinto amurallado
de la ciudad de Tarragona, la falta de agua y la inmundicia propia de una urbe que a duras penas
alcanzaba la cifra de nueve mil habitantes y que ahora alojaba a sesenta mil, propició la aparición
de los primeros brotes de una epidemia que duró hasta el mes de agosto de 1809, y que costaría la
vida a más de diez mil personas.» VENTURA I SOLÉ, Daniel: Batalla de Valls. Pont de Goi, 25
de febrer de 1809. Moncunill, Valls, 1983; VV.AA.: Centenari de la batalla del Pont de Goi. La
Crónica de Valls, Valls, 1909. P. 2.
94 Alberto Raúl ESTEBAN RIVAS
Consecuencias de la batalla
BIBLIOGRAFÍA
RESUMEN
ABSTRACT
The night from 2nd to 3rd April 1808 a murder in the town of Miranda
de Ebro (Burgos province) was committed. Two Polish chevau-légers of the
*****
Son muchos los enigmas aún por resolver sobre la presencia de las tro-
pas polacas en la tierra española durante la Guerra de la Independencia2.
Algo crucial para describir las luces y las sombras que giran alrededor de
este tema es la comparación de las fuentes polacas y españolas –así como
también otras fuentes accesibles– algo que no se ha hecho nunca de una
manera sistemática. De esto último resulta que queda mucho por investigar
tanto sobre la visión de España y de los españoles durante la guerra, como
su imagen posterior desde el punto de vista polaco. Igualmente, un análi-
sis detallado de la visión española de la presencia polaca en la península
Ibérica en aquellos años ayudará a los historiadores a elaborar una crítica
necesaria de las fuentes polacas y conocer el punto de vista español, hasta
ahora casi completamente ausente en la historiografía polaca. La compa-
ración de fuentes nos brindará la oportunidad de implantar algunas aclara-
2 Como aproximación al tema véanse los trabajos de CIECHANOWSKI, Jan Stanisław. «La visión
del otro. La guerra vista por los polacos. Un desafío historiográfico», en Actas del Congreso Inter-
nacional «Guerra, sociedad y política (1808-1814)», Coord. Francisco Miranda, Pamplona, 2008,
pp. 199-209; KIENIEWICZ, Jan. «El mito nacido en Zaragoza», en Cuadernos del Bicentenario,
2, 2007, pp. 35-43; CIECHANOWSKI, J.S.: «La visión polaca de la Guerra de la Independencia»,
en El Basilisco. Revista de Filosofía, Ciencias Humanas, Teoría de la Ciencia y de la Cultura,
Oviedo, 2006 (38, segunda época), pp. 41-54 e ídem y GONZÁLEZ CAIZÁN, C.: «Los polacos en
España durante la Guerra de la Independencia (1808-1814). Estado de la cuestión», en Cuadernos
del Bicentenario, tomo «I Foro Internacional sobre la Guerra de Independencia. Actas. Zaragoza
2006», Madrid, 2006, pp. 81-100; GONZÁLEZ CAIZÁN, Cristina: «Jan Konopka. Comandante
de «los picadores del infierno polacos» durante la Guerra de la Independencia Española», en Cua-
dernos del Bicentenario, 0, 2006, pp. 13-20;; GARCÍA FUERTES, Arsenio: «Polacos en la Guerra
de la Independencia Española. Polonia en la Europa napoleónica», en Madrid Histórico, 2, 2006,
pp. 78-81; ROSTOCKI, Władysław: «Żołnierz polski wobec wojny w Hiszpanii (1808-1812)»
[El soldado polaco ante la guerra en España (1808-1812)], en Roczniki Humanistyczne. Historia.
Społeczeństwo i Historia. Księga ku czci Profesora Zygmunta Sułowskiego, t. XXXV, v. 2, 1987,
pp. 247-262.
El asesinato de dos polacos de la Guardia Imperial… 103
3 El Ejército napoleónico estaba formado, entre otros, por franceses, italianos, polacos, alemanes,
suizos, holandeses, irlandeses, mamelucos y portugueses.
4 Por ejemplo, Vicente de Angulo y Angulo, archivero de la Cofradía de la Santa Vera Cruz de los
Disciplinantes de San Vicente de la Sonsierra (La Rioja), tras el reparto de tropa entre los vecinos
de su pueblo manifestó: «A mí me han tocado dos alemanes de buena conducta, al parecer muy
cristianos y de una edad juvenil, la mayor lástima es no entender su lenguaje». San Vicente de la
Sonsierra, 22 de enero de 1808. Archivo de la Cofradía de la Santa Vera Cruz, San Vicente de la
Sonsierra, Libro de Actas, n. 6.
5 El caso de este asesinato fue presentado por Jorge Sánchez Fernández basándose exclusivamente
en el análisis de la fuente española. Véase SÁNCHEZ FERNÁNDEZ, J.: «Un curioso incidente
en Miranda de Ebro durante la primavera de 1808, preludio de la Guerra de la Independencia», en
Estudios Mirandeses, XIX, 1999, pp. 155-162.
104 Cristina GONZÁLEZ CAIZÁN
PROLEGÓMENOS DE UN DESENCUENTRO
6 Pueblos y ciudades de España afectados por la orden emitieron bandos, como este de Logroño,
con la siguiente guisa: «Por el presente, encargo y mando a todos los vecinos estantes y habitantes
en esta dicha ciudad de cualquier estado, calidad y condición que sean, reciban a los señores
militares y demás empleados del ejército francés que van a entrar en su columna de tropas de
caballería con la buena armonía y agrado que exige especialmente la última alianza de nuestro
soberano con S.M. el Emperador de los franceses y Rey de Italia, proporcionando y disponiéndoles
en sus respectivas casas una habitación de las más cómodas y decentes en cuanto lo permita la
capacidad de ellas, esmerándose en obsequiarlas conforme al carácter de una nación tan amiga,
ejercitando con ellos la más perfecta hospitalidad sin meterse en disputas, altercados, disensiones,
ni quimeras y tratándolos con la atención y miramientos que corresponde a una tropa de nación
últimamente aliada con la nuestra y hacer sobre todo por su parte cuanto sea necesario para no
alterar la tranquilidad pública y evitar cualquier accidente desgraciado. Ayuntamiento de Logro-
ño, 24 de enero de 1808». Archivo Municipal de Logroño, La Rioja (en adelante, AMLo), Registro
de Ayuntamiento de los años 1807, 1808, 1809, libro n. 59.
7 No vamos a detenernos en analizar la situación política de España en los albores de la Guerra de
la Independencia, pero la contienda no se puede entender, por lo menos en cuanto a sus orígenes,
si no se tienen en cuenta las envidias, los odios y las venganzas que suscitaba Godoy entorno suyo
por parte de todos los grupos sociales. Véase AYMES, Jean-René: La guerra de la Independencia
en España (1808-1814). Siglo veintiuno, Madrid, 2003, pp. 10-12; y sobre la figura del último
«valido» de la Monarquía española: LA PARRA LÓPEZ, Emilio: Manuel Godoy. La aventura del
poder. Tusquets, Barcelona, 2002.
El asesinato de dos polacos de la Guardia Imperial… 105
cruzar los Pirineos con la misión de establecerse a finales del mes entre
Vitoria y Burgos y así unir sus fuerzas a las ya existentes en la península.
Cada vez se hacía más evidente que el emperador de los franceses estaba
enviando a España más contingente militar del fijado en el tratado8. En de-
finitiva, 1807 terminó con una fuerte presencia de tropas francesas en algu-
nas de las principales capitales y municipios del norte del país en un clima
de aparente tranquilidad, pero despertando ya una cierta desconfianza entre
la población local9.
Sin embargo, 1808 no iba a disfrutar del mismo sosiego o calma ten-
sa que el año anterior10. El detonante del cambio lo produjo el Motín de
Aranjuez la noche del 17 de marzo, cuando una muchedumbre enfurecida,
dirigida y aleccionada asaltó la residencia del príncipe de la Paz. Este su-
ceso provocó justo lo que muchos españoles esperaban -y por lo que no
olvidemos el ejército francés había sido tolerado hasta esos momentos-: la
abdicación de Carlos IV a favor de su hijo el príncipe de Asturias y la pri-
sión del favorito real. El 21 de marzo, un aclamado Fernando VII se paseaba
triunfante por las calles de Madrid. Pocos días después, a todos los pueblos
8 En teoría iban a ser 28.000 soldados franceses los que entrarían en España para marchar sobre
Lisboa, adonde les seguiría un cuerpo de ejército español. El mando correspondería a un general
francés, y en Bayona estaría preparada una segunda expedición gala de 40.000 hombres. Sin
embargo, tras la conquista de Portugal, más de 100.000 hombres llegaron a España al mando del
general Jean-Andoche Junot y de Joachim Napoleón Murat, mariscal de Francia y príncipe del
Imperio.
9 A lo largo del siglo XVIII las relaciones oficiales entre España y Francia, salvo la guerra de 1793-
1795, estuvieron dominadas por los llamados «Pactos de Familia» entre las dos ramas de Borbo-
nes. Sin embargo, la galofobia del pueblo español era un hecho real que iba a tener su explosión
colectiva en el célebre 2 de Mayo. El recelo al francés era tal, que ya en 1746 la Inquisición se
vio en la obligación de retirar de la circulación unas coplas anónimas tituladas Mandamientos
de España en los cuales podemos leer, entre otros: «No jurar es el segundo/a Dios ni a su santo
nombre/y juro a gabacho hombre/despachar deste mundo. / (...) El quinto, no matarás/de próxi-
mos a ninguno:/los gabachos, uno a uno, /los que puedas aogarás. / (...) El séptimo, no hurtarás/
al Rey, al Duque ni al Papa:/quítale al francés la capa, /que en esto no pecarás. / (...) Aquestos
diez mandamientos/ vienen a encerrarse en dos, /que es enviarle a Dios/ gabachos sin Sacramen-
tos.» Citado en GARCIA CÁRCEL, Ricardo: La Leyenda Negra. Historia y opinión. Alianza
Editorial, Madrid, 1998, pp. 146-147.
10 Entre el 9 y el 12 de febrero las divisiones de los Pirineos Orientales y Occidentales cruzaron la
frontera por Navarra y Cataluña, ocuparon Pamplona y Barcelona y se apoderaron de sus ciuda-
delas. Para más detalles véase ESDAILE, Charles: La Guerra de la Independencia. Una nueva
historia. Crítica, Barcelona, 2003, pp. 61-63. La Gaceta de Madrid también informaba del conti-
nuo e incesante tránsito del contingente militar imperial: «España. Irún, 1º de febrero. Razón de
las tropas francesas que continúan pasando por esta villa. 19 de enero. Un tren de artillería con 8
cañones y 4 obuses, 3 fraguas, 34 carros de municiones, 5 de equipaje, 74 hombres de caballería
y 230 de infantería, con 3 oficiales. Pasó también de largo el regimiento de Vestfalia. (…) 24 y 25.
Doscientos hombres de infantería y 30 de caballería, con algunos carros de municiones. (…) 1º de
febrero. Cuatro batallones incompletos, que ascienden a 1.800 hombres de infantería». Gaceta de
Madrid, 9 de febrero de 1808.
106 Cristina GONZÁLEZ CAIZÁN
dieron la guerra de España al elegir a Godoy en vez de a Fernando VII (recordemos que al primero
los franceses le salvaron la vida y después favorecieron su huida a Francia), apartándose en ese
momento de las simpatías brindadas hasta entonces por los españoles. AYMÉS, 2003, pp. 10-16.
13 METZGER, Paul: La Capitulation de Baylen et le sort des prisonniers français d’après le journal
Miranda de Ebro fue uno más de tantos pueblos por los que moraron y
vivaquearon las tropas aliadas del ejército napoleónico. El 24 de marzo de
1808 llegaron a esta villa burgalesa las noticias de la abdicación de Carlos
IV. En el Libro de Actas del Ayuntamiento quedó recogido el acontecimien-
to: «Que por el correo de este día acaba de recibir [léase el Ayuntamiento]
una Real Orden data en Madrid a veinte del corriente en que S.M. Don
Carlos Cuarto ha hecho abdicación de su corona en su heredero, y su muy
caro hijo el Príncipe de Asturias. (...) Acordamos: que dicha Real orden se
guarde, cumpla y ejecute en todas sus partes, (...) se pase recado al Abad del
Cabildo de las Iglesias unidas de esta villa, y a el P. Guardián de Religiosos
Franciscanos de este Convento para que al mismo tiempo se de principio
a publicar con capa de guerra, (...) se repiquen y volteen las campanas de
dichas iglesias en celebridad de la más completa alegría y satisfacción (...)
se diga una misa cantada y solemne con asistencia de todo el clero y este
Ayuntamiento, a que deberá acudir todo el vecindario, cantando el Te Deum
Laudamus»15.
Pocos días transcurrieron desde este anuncio hasta el arribo a Miranda
de la sexta compañía de la Guardia Imperial Francesa16, el 2 de abril de
1808. Como venía ocurriendo desde la firma del Tratado de Fontainebleau,
los mirandeses tenían la obligación de acoger en sus casas a los militares de
paso hacia Portugal. Dos de ellos, de nacionalidad polaca se hospedaron en
un molino un poco alejado del casco urbano.
Al día siguiente, de madrugada, la tropa empezó a formar para proseguir
su camino dándose inmediatamente cuenta de la falta de dos de sus compa-
ñeros de armas. Domingo Blanco Salcedo, alcalde de la localidad, recibió
en su casa un pliego de manos de un suboficial francés, en el cual el teniente
Stanisław Rostworowski denunciaba la desaparición de dos de sus hombres:
los soldados Józef Rzędzian y Paweł Ciesielski. En la nota emitida por el
oficial polaco, la posibilidad de deserción por parte de ambos eslavos que-
daba descartada: «nunca observé en estos militares signo alguno para que
desertasen, pues siempre su conducta ha sido de lo más correcta y, en todo
caso, no lo habrían hecho sin sus caballos»17. No obstante, se pasó aviso
de la desaparición de los soldados polacos a todas las localidades cercanas:
elástico, atadas las dos manos en figura de aspa o cruzada, una sobre otra
por las muñecas, y varias heridas a la cara y en la cabeza. Su corbatín, de
los de munición negra, puesto al pescuezo. Que tal soldado es, al parecer,
el más joven (...) el otro se le halló con igual atadura de la misma o idén-
tica cuerda de calzadera de cáñamo y cubierta con capa blanca, como la
anterior citada, corbatín negro de munición, puesto al pescuezo con otro
elástico, y las manos atadas por el propio estilo y orden, pantalón azul y
botas, todo de munición. Que este soldado o persona se halla con bigote
rojo, era más seco de cara, y al parecer de más edad, con varias heridas a
la cabeza y la cara»20.
Los cadáveres, tras ser identificados como los desaparecidos Rzędzian y
Ciesielski por tres de sus compañeros –los soldados Walenty Stawicki, Win-
centy Cichocki y Józef Ziakowski–, fueron trasladados al hospital militar
de Miranda de Ebro. Una vez allí, dos cirujanos españoles y dos franceses
confirmaron las peores sospechas del teniente Rostworowski: sus hombres
lejos de haber desertado, habían sido vilmente asesinados. El informe de
la autopsia es categórico: «Certificamos después de haber visitado los dos
polacos sospechados de haber sido asesinados, hemos reconocido las he-
ridas siguientes. La primera fue hecha en la parte lateral izquierda de la
cabeza por un instrumento contundente, la cual fracturó el hueso parietal
cuya esquirla penetraba a la sustancia central del cerebro donde además el
coronal estaba fracturado y la herida penetraba lo mismo que la primera, de
modo que los rompimientos coronal, saxiecal (sic), y parietal distaban uno
de otro tres a cuatro líneas. Además hemos reconocido en la parte arterial
del coronal, encima del hueso occipital, una llaga o herida transversal que
penetraba hasta este hueso y hemos observado que el hueso piramidal es-
taba fracturado. Pasamos enseguida a reconocer al otro y encontramos las
caídas que se expresan. La primera fue hecha en la parte lateral izquierda
de la cabeza por un instrumento contundente que fracturó el hueso temporal
y que penetró en la sustancia cortical del cerebro. La segunda, hecha en la
parte posterior de la cabeza por el mismo instrumento, había fracturado el
hueso occipital, cuyas esquirlas penetraban hasta el colodrillo. La tercera
fue hecha con un instrumento punzante, el cual después de haber fractu-
rado la mejilla y un dedo, el hueso del paladar penetraba hasta la boca.
Además encontramos el labio superior enteramente cortado. Finalmente los
dos, tratando de prevenir los golpes que les daban, tenían los codos y radios
fracturados»21.
22 Ibídem.
23 Archivo Parroquial de Santa María de Altamira (en adelante, APSMA), Miranda de Ebro, Libro de
Finados I y II (1694-1840).
El asesinato de dos polacos de la Guardia Imperial… 111
metido mientras los dos militares dormían en sus camas. Así al menos se
desprende de su nota emitida al capitán general: «El mariscal del Imperio
Francés Bessières, en oficio que me ha pasado con fecha de 4 del actual, me
avisa que dos soldados de la caballería ligera de la guardia imperial pola-
ca han sido asesinados en esa villa en sus camas, en casa de sus Patrones:
me dice igualmente que los culpables han sido arrestados y entregados a
disposición de U. Semejantes excesos merecen el mayor castigo, y por lo
tanto prevengo a U., que sin perdonar diligencia active todo lo posible la
causa de dichos reos haciéndoles custodiar en seguras prisiones. Prevenga
U. igualmente a los alcaldes y justicias del partido de ese corregimiento
celen con la mayor escrupulosidad en que no se perturbe la quietud pú-
blica, evitando las reuniones de gentes en las calles y parajes públicos y
encargando la paz y buena armonía con las tropas aliadas francesas, que
los párrocos y clero debería predicar en sus púlpitos, los domingos y los
días mayores de fiesta»24.
Horcasitas –a instancias del mariscal– despachó un oficio al alcalde de
Miranda «invitándole» a impartir justicia. Blanco Salcedo, adelantándose a
la voluntad de su superior, había abierto ya causa de oficio contra la familia
de molineros. Desde el 9 hasta el 15 de abril se procedió a la toma de de-
claraciones y al careo entre los presuntos asesinos. El proceso contó con la
presencia de Józef Jankowski, teniente del regimiento de chevau-légers po-
lacos25, y de un tal señor Leondal, mariscal de logis de la Guardia Imperial.
Las confesiones de Nicolás Balza, de sus hijos y esposa y del criado Miguel
García, nos permiten una primera toma de contacto con lo ocurrido aquella
primaveral y fatídica noche del 2 al 3 de abril de 1808.
cocina durmieron sus padres, que en otro que hay más adentro durmió ella y Máximo y Miguel en
otra habitación junto al molino». ARChV, Pleitos Criminales 8-5.
29 Ibídem.
30 APSMA, Libro de Bautismos IV-V).
31 Además declaró no saber si llevaban dos o tres carabinas y tampoco el número de pistolas. Pre-
suponía que a lo menos llevaban cuatro, pues ignoraba si el caballo que iba desmontado portaba
alguna arma. Además los polacos -según la declaración- contaban con tres frenos y dos capas
blancas. ARChV, Pleitos Criminales 8-5.
El asesinato de dos polacos de la Guardia Imperial… 113
eso de las ocho de la tarde estaban todos en el molino». Confesó que tanto
él como Miguel, su padre y los militares visitaron el corral y vieron los ca-
ballos. Luego, todos juntos, se desplazaron hasta la cocina donde su madre
les esperaba para tomar un vaso de vino. Allí empezaron a beber y cuando
el vino comenzó a escasear, enviaron a Miguel a por una azumbre más a la
taberna32. Manifestó que todos habían pasado un buen rato, «sobre todo con
el soldado más alto que era el más divertido». Después de tan amena velada,
todos fueron progresivamente retirándose a la cama. La primera en hacerlo
había sido su madre «a eso de las nueve y media» y «antes de dar las diez lo
hicieron los demás». Por la mañana, de madrugada, pero sin poder precisar
la hora, oyó a su padre llamar a los soldados y avisarles de la partida de la
tropa. Ya no puede decir nada más porque esa mañana él se marchó directa-
mente a Tricio «sin pasar por la casa» y además «vio a los soldados partir
con todo su armamento». Máximo afirmó haber regresado al molino a las
8. Si comparamos esta declaración con la de Juana, observamos que ambos
hermanos incurren en contradicciones, sobre todo en lo relacionado a los
horarios y al encuentro de ambos en la cocina. Máximo se defiende: «como
es tan niña [Juana], no sabe lo que dice»33.
Al primogénito de los Balza se le mostraron los enseres de los militares
encontrados en el callejón del molino y en el Ebro, pero afirmó no cono-
cerlos «porque no los ha manejado». La comisión, cansada ya a su parecer
de tanta mentira y embuste, comenzó a perder la paciencia y pasó al ata-
que: «Hácesele cargo no haberlas manejado [léase las armas] cuando está
justificado, que dentro de la misma casa, y estando los soldados franceses
en la cama, o desnudándose uno de ellos, fueron horrorosamente muertos
con crueles heridas en la cabeza, atados de pies y manos y arrojados en
esta postura al Ebro, tapados con sus capas blancas y arrojados con ellos
los efectos que les pertenecían, o al menos la mayor parte de ellos, a cuya
operación no pude menos de haber contribuido el confesante, siendo uno de
los reos de este horroroso delito compuesto al efecto por su Padre, y demás
de la familia y que habiéndose encontrado en la casa los ladrillos del cuar-
to donde durmieron los soldados franceses ensangrentados, y cubierta la
sangre con salvado y otros infinitos indicios del asesinato cruel hecho con
dichos militares, se le hace culpa y cargo de dichas muertes, de que debe
responder con su cabeza dentro de breves días por lo que se le encarga que
si quiere merecer el perdón manifieste la verdad». Del mismo modo que su
hermana, Máximo, tozudamente, manifestó haber contado toda la verdad.
En su defensa alegó la posibilidad de que «los militares polacos hubiesen
podido ser asesinados después de abandonar su casa por un mal querer».
Y las muestras de sangre en su casa las justificó de la siguiente manera:
«en ella han sido sacrificados algunos cabritos. Que la sangre en una silla
puede ser de la regla de su madre que todo lo riega, o de un carpintero de
la fábrica de alambre que se hincó un clavo en el pie y sangró días atrás».
El tribunal pasó entonces a preguntarle por el rastrillo roto de arma polaca
encontrado en su casa. Máximo alegó que «el rastrillo puede ser de otros
franceses o polacos que han estado alojados en su casa». Una vez más, los
jueces mostraron su extrañeza «siendo muy pocos los [polacos] que han
pasado por esta villa, y solo de paso, no pueden haber estado alojados en su
casa». Pero Máximo nuevamente se mantuvo firme en su postura34.
El 10 de abril se pasó a tomar declaración al cabeza de familia. Nicolás
Balza aseguró haber dado alojamiento a dos soldados de caballería polacos
el día 2 de ese mismo mes. A su casa habían arribado con tres caballos y
cada animal llevaba dos pistolas. Depositaron sus pertenencias en la habi-
tación y bajaron al pueblo para dejar los animales en una cuadra común.
Regresaron «como a las tres ó cuatro con sus raciones». Él mismo se las
preparó y nuevamente los soldados partieron al pueblo. Después, se presen-
taron en la fábrica de alambre contigua al molino donde se encontraba él
con algunos trabajadores de la misma y todos juntos disfrutaron de un trago
de vino. Nuevamente, pero ya en la cocina de la casa, continuaron bebiendo
ese licor. Ya al anochecer, su hija Juana se retiró a la cama con sus hermanos
pequeños y tras el toque de queda –es decir, a las 21 horas– su esposa hizo
lo mismo y un poco más tarde, él. En el fogón del hogar dejó a su hijo, su
criado y los dos militares «sin que oyese la menor disputa entre ellos». Pero,
siguió confesando, a eso de las 22 horas oyó un ruido «como de reñir» que
le hizo levantarse rápidamente. Se dirigió a la cocina, –recordemos que la
habitación de los soldados estaba enfrente–, encontrando en el cuarto de los
militares, a su hijo y a Miguel –ambos de pié– y a los dos soldados tendidos
en el suelo y arrojando sangre por la cabeza. Tamaña visión le sorprendió y,
horrorizado, sin saber si su hijo y criado tenían alguna arma en la mano (de
ahí su ignorancia tanto sobre cual fue el arma del delito como lo que ambos
hicieron con los cuerpos), y desconociendo si los militares estaban muertos
o no, se retiró a su cuarto, medio desmayado, diciendo a su mujer «ya somos
34 Ibídem.
El asesinato de dos polacos de la Guardia Imperial… 115
35 Ibídem.
36 El descompás en las horas es evidente si lo comparamos con los horarios aportados en las declara-
ciones de Juana y Máximo.
37 ARChV, Pleitos Criminales 8-5.
38 Cantera aseguró desconocer cuando se daba el toque de queda asegurando que durante toda la vida
hecho un poco antes los dos militares, que como pocos minutos después se
marchó el Ama a su cuarto y a eso de las diez y media se bajaron él y Máxi-
mo al molino y después se acostaron»40. Máximo afirmó también no haber
mantenido ninguna disputa con los militares y saber que ambos soldados
abandonaron el molino alrededor de las 3 de la madrugada. Declaró dispo-
ner de esta información porque a esa hora salió a dar de comer a los caballos
y vio al molinero cerrar la puerta de la calle, charló con él y le comentó que
los soldados acababan de partir. Cuando le leyeron la declaración de sus pa-
tronos no dio crédito a sus oídos, e incrédulo y sospechoso, sentenció: «no
es regular que confiesen semejante cosa»41.
40 Ibídem.
41 Ibídem.
118 Cristina GONZÁLEZ CAIZÁN
42 Ibídem.
El asesinato de dos polacos de la Guardia Imperial… 119
el confesante otra arma que dicho palo que no sabe donde lo puso después.
Que al ruido se despertaron los Amos diciendo que los habían perdido y que
tapando inmediatamente los cadáveres con sus mismas capas y atándoles
de pies y manos los bajaron al portal donde metiendo los cadáveres en un
cesto de estercolar les cargaron en el caballo negro y en el rojo, cogieron
todos los efectos de los militares a excepción de los dos sables, de los que
Máximo llevó uno en la mano, y otro el confesante, sacaron de casa los
cuerpos arrojándolos al Ebro. Antes de llevar los cadáveres, el confesante
abrió una de las maletas y sacó de ellas las camisas y pañuelos que enterró
por la mañanita. Que en la misma maleta que arrojó al Ebro dejó alguna
ropa blanca y no encontró en ella ni reloj ni muestra alguna de dinero y sólo
en el bolsillo del chaleco de uno de ellos que estaba encima de la cama,
encontró tres duros franceses que dejó escondidos junto a la piedra que se
halla inmediata al pase de la escalera (...). Cuando regresan a casa el Ama
les abrió la puerta y ya estaba todo más o menos limpio. Los restos de san-
gre que todavía son visibles el confesante los limpió»43.
Una vez leídas ambas declaraciones, aparte de comprobar las contra-
dicciones en cuanto al desarrollo de los acontecimientos y a la hora de fijar
responsabilidades sobre la autoría del crimen, podemos también observar
algunos elementos inverosímiles. Por ejemplo, resulta difícil imaginarse a
un chevau-léger polaco perteneciente a la nobleza que estando en un terri-
torio teóricamente aliado y que ha sido alojado amablemente en una vivien-
da privada, quejarse de esta manera porque la cama le parezca incómoda.
Muy poco verosímil resulta también tanto la falta de reacción de Rzędzian
ante el clima extremadamente violento que se estaba ejerciendo contra su
compañero, como que los presuntos asesinos no lograsen ponerse de acuer-
do sobre que hacía Rzędzian mientras ellos asesinaban a su compañero de
armas. Por otra parte, tanto Máximo como Miguel convienen en señalar
que el matrimonio Balza estuvo al tanto de todo desde el mismo instante
en que se cometió el magnicidio. Magdalena Cantera, ante la declaración
de su doméstico, aseguró no acordarse si abrió la puerta cuando su hijo y
criado vinieron de arrojar los cadáveres al Ebro. Tampoco recordaba si ba-
rrió o limpió el cuarto de los dos soldados, escudándose –nuevamente– en
su estado de aturdimiento; es decir: «sin saber donde tiene la cabeza». Su
esposo presentó una versión parecida de los hechos. Desconocía si su mujer
se levantó a abrir la puerta y si limpió la casa, lo único seguro es «que él ni
abrió ninguna puerta ni limpió nada» y, por supuesto, no instó a registrar
los bolsillos a los dos soldados. Finalmente el criado se mantuvo firme, fue
43 Ibídem.
120 Cristina GONZÁLEZ CAIZÁN
él «el que se agarró primero con el soldado que estaba vestido primero, y
después lo hizo también Máximo».
Escuchados los todavía presuntos homicidas, se pasó al interrogatorio
de varios testigos vecinos de Miranda de Ebro. El jurado mostró su pesar
por no poder tomar declaración a ningún soldado polaco conocido de los
malogrados Rzędzian y Ciesielski, porque toda la tropa había partido ya de
la localidad, incluido el teniente Jankowski. Los diez vecinos preguntados
coincidieron en señalar a la familia de molineros como «buenas personas».
Sobre Nicolás Balza y Magdalena Cantera, los testigos les calificaron de
gente trabajadora, buenos cristianos, sin conflicto conocido, siempre buenos
huéspedes con la tropa alojada en su casa, y de «genio quieto». A Máximo y
Miguel, les consideraron buenos cristianos y nada conflictivos. Nueve de los
testigos coincidieron en señalar a la embriaguez como la culpable del homi-
cidio y el décimo suponía que los polacos provocaron al hijo del molinero y
su criado y éstos solo pudieron defenderse44.
Todo el proceso contó con un rigor aparentemente exquisito. Por ejemplo,
resulta sumamente curioso y delicioso a la vez «escuchar» las lamentaciones
de un médico de principios del siglo XIX por no poder realizar un análisis
con las muestras de sangre obtenidas de los soldados y los restos aparecidos
en la camisa de Máximo. O incluso las del sastre, por no poder determinar
si los rasguños que habían hallado en una de las camisas de Máximo eran de
uno o varios días45. Por otra parte, el procedimiento también adoleció de fa-
llos graves como el no haber interrogado al franciscano Fr. Francisco Cuesta
presente en el molino cuando llegaron los dos soldados polacos de la Guardia
Imperial. No obstante, lo que si parece cierto es el gran celo mostrado por
las autoridades españolas por cumplir con todas las formalidades a la hora de
juzgar un caso de asesinato contra dos soldados de un ejército aliado.
El alcalde mayor de la villa de Miranda de Ebro, Domingo Blanco Salce-
do, comenzó los interrogatorios el 9 de abril. Desde ese día remitió constan-
temente los testimonios de la causa al gobernador y alcaldes del crimen de la
Real Chancillería de Valladolid. Incluso el 14 del mismo mes, sabiendo que
Pedro Ceballos, a la sazón ministro de Estado, se encontraba en Vitoria ca-
mino de Bayona, Blanco Salcedo se acercó hasta allí para entregarle en mano
los autos y presentar las debidas formalidades a Fernando VII46. El ministro
Ceballos dispuso que los papeles del auto criminal contra la familia de moli-
neros llegasen al Consejo de Castilla. El 25 de abril esta institución devolvió
44 Ibídem.
45 Ibídem.
46 Muchos alcaldes de la zona, aprovechándose de la cercanía, pasaron por Vitoria para rendir pleite-
sía al rey y su gobierno.
El asesinato de dos polacos de la Guardia Imperial… 121
cárcel de Miranda, están dos hombres que han sido condenados a muerte
por haber asesinado a dos polacos, y me encarga ordenaros que hoy, doce
del corriente, ejecutéis la sentencia, de acuerdo a vuestra responsabilidad.
Debéis darme a conocer la hora que elijáis, a fin de que las unidades con-
vocadas tomen las armas». El primer edil del Ayuntamiento de Miranda de
Ebro, con la clara intención de ganar tiempo, informó a Ducos de que la
causa continuaba en la Chancillería de Valladolid, que había costumbre de
otorgar tres días de plazo a los condenados para prepararse espiritualmente
a la muerte y que además en esos momentos la villa no disponía de verdugo
por lo que era necesario traerlo de otra localidad50. El general francés desoyó
todos los argumentos del alcalde, dando órdenes categóricas e informando
que «a falta de sayón, se les arcabucearía»51. De esta manera, el 12 de junio
de 1808, a las 5 de la tarde, una vez cumplidos los deberes religiosos, los
reos fueron conducidos por la infantería gala hasta las afueras de Miranda
de Ebro, al lugar denominado Pozo redondo, el mismo donde meses atrás se
encontraron los cuerpos sin vida de los dos soldados polacos52. Allí, Miguel
García y Máximo Balza, con los ojos vendados e hincados de rodillas, caye-
ron arcabuceados. La Chancillería de Valladolid calificó el hecho como de
exceso cometido por los franceses -recordemos que Máximo, por su minori-
dad no estaba condenado a muerte sino a diez años de presidio en Filipinas-.
A finales de julio Nicolás Balza y su esposa seguían en la cárcel afirmándose
en su inocencia y reclamando su salida de prisión. Desconocemos el mo-
mento de la puesta en libertad del matrimonio. Magdalena Cantera falleció
en Miranda de Ebro el 27 de junio de 1809 y su esposo el 2 de febrero de
1832, también en esta ciudad53. En el testamento del molinero, fechado po-
cos días antes de su muerte, aparece un dato que puede ser significativo:
Nicolás Balza decidió mejorar en el reparto de la herencia a su hija Juana54.
los polacos».
53 APSMA, Parroquia de San Juan, Libro de Finados III (1575-1849).
54 Archivo Protocolos Notariales de Burgos, n. 4.247/2.
El asesinato de dos polacos de la Guardia Imperial… 123
mariscal Jean-André Massèna no estuvo por estas fechas en la península Ibérica. En 1807 su fama
de corrupto le valió para ser cesado por Napoleón dejándolo sin ningún mando directo. Massèna no
volvió al servicio activo hasta 1809 contra las fuerzas de la Quinta Coalición luchando nuevamente
contra los austriacos. Probablemente, Płaczkowski esté haciendo referencia al mariscal Bessières.
59 SULIMA, Zygmunt Lucyan [Walery PRZYBOROWSKI]: Polacy w Hiszpanii (1808-1812) [Los
lineros, los cuales inmediatamente fueron ahorcados en la plaza del pueblo». SULIMA, 1888, p. 13.
El asesinato de dos polacos de la Guardia Imperial… 125
CONCLUSIONES
61 BRANDYS, Marian: Kozietulski i inni [Kozietulski y otros]. Świat Książki, Varsovia, 1997, p. 138.
62 ROCCA, Albert-Jean-Michel de: La Guerra de la Independencia contada por un oficial francés.
Memorias de M. de Rocca (el segundo marido de Mme. de Staël). Nuevamente traducidas al caste-
llano. Arregladas y anotadas por Don Ángel Salcedo Ruiz. Auditor de Brigada del Cuerpo Jurídico
Militar. Imp. de la Revista de Archivos, Madrid, 1908, p. 40.
63 No podemos descartar la existencia de algún informe o correo sobre este caso en el Service his-
64 Quisiera agradecer al Sr. D. Antonio Silva Jaraquemada, fiscal jefe de la Audiencia Provincial de Se-
govia, su amable estudio del informe forense realizado en 1808 a los soldados Rzędzian y Ciesielski.
65 Debemos mencionar que a esta forma de matar no se la consideraba en España influenciada por
siglos de estancia de los musulmanes en la península Ibérica y, por lo tanto, no se pensaba que
podía haber algo de deshonroso en ella como sí ocurría en muchos otros países de Europa como
por ejemplo, Polonia.
El asesinato de dos polacos de la Guardia Imperial… 127
66 Por ejemplo, la amenaza de quemar la villa de Miranda de Ebro si no aparecían pronto los culpa-
bles del asesinato. Esta fue una práctica habitual en la guerra y aparece también recogida en otras
memorias polacas. Véase por ejemplo WOJCIECHOWSKI, Kajetan: Pamiętniki moje w Hiszpanii
[Mis memorias de España], ed. Waldemar Łysiak, Varsovia, 1845, pp. 51-52.
67 Estos modelos fijos de conducta aparecen, no sin falta de razón, insistentemente en casi la totalidad
grafías que disponen solamente del relato de una de las partes, tal y como
ha ocurrido en este caso tanto con la versión española como con la polaca,
dan fe de un hecho concreto con la única documentación de la cual disponen
y lo hacen con bastante certeza, al no presentar sus fuentes ningunas dudas.
He aquí por lo tanto, un ejemplo de lo importante que es para la historia de
España la utilización de fuentes extranjeras. Usándolas podemos encontrar
datos muy importantes para nosotros mismos y para profundizar en nuestro
conocimiento de la Guerra de la Independencia.
En contra de lo que pueda parecer, las distintas versiones de estos mis-
mos hechos probablemente no son consecuencia de un intento de manipula-
ción histórica por parte de los memorialistas o historiadores mencionados,
sino que en ambos episodios las conclusiones son diferentes simplemente
porque cada uno posee sus propias perspectivas nacionales o simplemente
otras fuentes.
El asesinato de dos polacos de la Guardia Imperial… 129
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ejército francés en Madrid» en Revista de Historia Militar, núm. ex-
traordinario, 2004.
130 Cristina GONZÁLEZ CAIZÁN
RESUMEN
ABSTRACT
In earlier 19th century, the advance of French troops across the land of
Spain caused that Andalusia was transformed into a one of the main resis-
tance focus against French troops. The Junta Central was installed in there,
and Cadiz and Seville became the most important political centre of the
country. Joined to the Junta Central, several 19th Spanish agencies and insti-
tutions were settled in Andalusia, where they set up their operation centres to
conduct the movement for the Spanish independence. Some of them such as
the Real Colegio de Cadetes de Artillería performed a substantial amount of
work, working closely with the production of weapons, so others important
cities of Andalusia had to build factories where to make weapons such as
rifles as many traditional production centres were dismantled.
This paper is focused in the uncountable difficulties that both Cole-
gio de Cadetes de Artillería and Real Fábrica de Fusiles passed during the
Spanish independence after their establishment in Seville by the order of
the Junta Central for alleviating the shortages that the Spanish troops was
experiencing.
KEY WORDS: Real Colegio de Cadetes de Artillería, Real Fábrica de
Fusiles de Sevilla, Francisco Datoli, Junta Central.
*****
más destacados que se experimentaron durante la Guerra de la Independencia, menudean las obras
sobre el desarrollo de la contienda, su gestación o las consecuencias que ésta tuvo para ambos ban-
dos. Recientemente, Manuel Moreno Alonso ha publicado un trabajo en el que trata de la batalla y
divaga ampliamente sobre varios aspectos de la misma (MORENO ALONSO, Manuel: La Batalla
de Bailén: el surgimiento de una nación. Sílex, Madrid, 2008).
4 GARNICA SILVA, Antonio (ed.): Obra completa de José Blanco White: Semanario Patriótico
ta Central intentó dar acomodo, éste fue el caso del Real Colegio de Cadetes
de Artillería, que vino desde Segovia, en donde había permanecido desde
sus primeros años de existencia.
El colegio artillero había sido fundado por iniciativa de Carlos III en
1764 y pronto se convirtió en un referente de la enseñanza profesionalizada
militar de toda Europa6. Mª Dolores Herrero Fernández-Quesada ha resalta-
do tres aspectos que permitieron que esta joven institución consiguiera, ya a
finales del siglo XVIII, un gran éxito; según esta autora, la calidad del pro-
fesorado, que era exhaustivamente seleccionado y traído desde otros países,
el importante fondo bibliográfico que tuvo y el alto nivel de los planes de
estudios, lograron que los oficiales que salían de aquella institución estuvie-
sen excelentemente preparados7.
Sin duda, la Artillería era una de las protagonistas de la época napoleó-
nica en Europa: el mismo Emperador de Francia era artillero, como artille-
ros fueron también los que habían protagonizado los sucesos acontecidos en
la Villa de Madrid el 2 de mayo de 1808 (Luis Daoíz y Pedro Velarde). Puede
decirse que el signo de la guerra venía decantado, en buena medida, por la
capacidad artillera de los ejércitos; en este sentido, el colegio artillero se
perfilaba como un agente insustituible para la empresa bélica, especialmente
por el grado de sus conocimientos y por la labor formadora que prestaba a
los jóvenes cadetes.
En Sevilla, el Colegio de Cadetes de Artillería escribiría algunas páginas
de su joven historia. Su llegada debe situarse entre febrero y marzo de 18098,
finalizando una larga y ardua travesía por distintos puntos de la geografía es-
pañola, pues desde Segovia se dirigieron, en primer lugar, a Madrid, debien-
do modificar su itinerario en Guadarrama hacia Talavera. La proximidad de
las guarniciones francesas hizo que los artilleros cambiasen, nuevamente,
de ruta para ir a Salamanca, en donde permanecieron alojados con carácter
provisional en el Colegio de Santiago. A finales de diciembre se dirigieron a
Zamora, pero al verificarse el asedio de la ciudad por los franceses, marcha-
ron en dirección a Galicia y, cuando se disponían a ir a La Coruña, volvieron
6 obre la instrucción de la Artillería en España con anterioridad a la fundación en 1764 del Real Co-
S
legio de Cadetes de Artillería véase BARRIOS GUTIÉRREZ, Juan: «La enseñanza de la artillería
en España hasta el Colegio de Segovia», en Revista de Historia Militar, 18, 1965, pp. 118-142.
7 HERRERO FERNÁNDEZ-QUESADA, Mª Dolores: «El Real Colegio de Artillería de Segovia en
embargo, la documentación consultada permite sostener que el Colegio artillero habría estado
afincado desde finales de febrero de ese mismo año (HERRERO FERNÁNDEZ-QUESADA, Mª
Dolores: Op.cit., p.294 y A.H.N., Estado, Leg. 36 J, nº 182. «Carta de Francisco Datoli a Martín de
Garay» de fecha de 6 de julio de 1809).
El Real Colegio de Cadetes de Artillería… 135
10 A.H.N., Estado, Leg. 35, E, nº 217. «Carta de la Comunidad de Franciscanos de San Antonio de
Padua a Martín de Garay» de fecha de 6 de junio de 1809.
El Real Colegio de Cadetes de Artillería… 137
11 A.H.N., Estado, Leg. 35, E, nº 218. «Real Orden de la Junta Central al Guardián del Convento de
San Antonio de Padua» de fecha de 7 de junio de 1809; nº219. «Real Orden de la Junta Central
a la Marquesa de Villafranca» de fecha de 19 de julio de 1809 y nº222. «Carta de la Sociedad de
Medicina a la Junta Central» de fecha de 30 de junio de 1809.
12 A.H.N., Estado, Leg. 35, E, nº 220. «Carta de la Sociedad de Medicina a Martín de Garay» de fecha
de 28 de julio de 1809.
138 Pablo Alberto MESTRE NAVAS
13 A.H.N., Estado, Leg. 36, J, nº 186. «Carta de Francisco Datoli a Martín de Garay» de fecha de 10
de julio de 1809.
14 No se sabe en qué momento se tomó la decisión de llevar al Colegio de San Laureano esta facto-
ría, pero ya el 1 de abril de 1808 su administrador recibía hasta tres órdenes consecutivas que le
conminaban a activar en el menor tiempo posible la elaboración de salitre para pólvora (Archivo
Municipal de Sevilla [A.M.S]. Sec. VI, Escribanía de Cabildo del siglo XIX, t.44, nº2, s.f.; Sec. X,
Actas Capitulares, t.5, fol. 68r-v).
15 A.H.N., Estado, Leg. 36, J, nº 179. «Carta de Francisco Datoli a Martín de Garay» de fecha de 27
de junio de 1809.
El Real Colegio de Cadetes de Artillería… 139
20 A.H.N.,Estado, Leg. 36, K, nº 217. «Carta de Francisco Datoli a Martín de Garay» de fecha de 27
de junio de 1809 y nº 219. «Carta de la Condesa de Montijo a la Junta Central» de fecha de 5 de
julio de 1809.
142 Pablo Alberto MESTRE NAVAS
21 A.H.N., Estado, Leg. 36, K, nº 221. «Carta de Francisco Datoli a Martín de Garay» de fecha de 6
de julio de 1809.
22 A.H.N., Estado, Leg. 36, K, nº 224. «Carta de la Junta Central a Francisco Datoli» de fecha de 19
de julio de 1809.
23 A.H.N., Estado, Leg. 36, J, nº 181. «Carta de Francisco Datoli a Martín de Garay» de fecha de 5 de
julio de 1809.
24 A.H.N., Estado, Leg. 36, J, nº 192. «Real Orden de la Junta Central al Asistente de Sevilla» de fecha
de 11 de julio de 1809. Aunque lo frecuente fue que los propietarios se opusieran a las drásticas
medidas adoptadas por la Junta Central, no faltaron casos en los que reinó el colaboracionismo; así,
hay que destacar la actitud de los condes de Torralba, que ofrecieron sin contraprestación su casa
a Francisco Datoli el 30 de agosto de 1809 (A.H.N., Estado, Leg. 36, K, nº 228. «Carta de la Junta
Central a Francisco Datoli» de fecha de 30 de agosto de 1809).
El Real Colegio de Cadetes de Artillería… 143
25 A.H.N.,Estado, Leg. 36, J, nº 179. «Carta de Francisco Datoli a Martín de Garay» de fecha de 27
de junio de 1809.
144 Pablo Alberto MESTRE NAVAS
26 A.H.N., Estado, Leg. 36, L, nº 332. «Carta del coronel Luis de Alda y de José Larrar a la Junta
Central» de fecha de 28 de junio de 1809.
27 A.H.N., Estado, Leg. 36, L, nº 246. «Carta de Manuel Aguaguirre y Redín a la Junta Central» de
de 6 de octubre de 1809.
29 A.H.N., Estado, Leg. 36, L, nº 255. «Informe de Francisco Datoli a la Junta Central» de fecha de
16 de julio de 1809.
El Real Colegio de Cadetes de Artillería… 145
«…éste tiene que viajar con pulso por un país ocupado del ene-
migo, en donde no tiene Cuerpo a quien a acudir y que sus
gastos deven ser diferentes a los que caminan por un suelo tran-
quilo que no se halla invadido por aquél, teniendo por preciso,
en ocasiones, que hacer algún sacrificio pecunario para tomar
nociones y no malograr la expedición, ocultando en unas su
verdadera dirección, alojándose en otras posadas, ocultando su
pasaporte…».30
30 A.H.N., Estado, Leg. 36, L, nº 259. «Carta de Manuel de Garrinde a Martín de Garay» de fecha de
15 de agosto de 1809.
31 A.H.N., Estado, Leg. 36, L, nº 265. «Orden de la Junta Central al Marqués de las Hormazas» de
32 A.H.N., Estado, Leg. 36 N, nº 307. «Circular de la Junta Central a las justicias de las localidades de
los Reinos de Sevilla, Córdoba y Jaén» de fecha de 14 de agosto de 1809.
El Real Colegio de Cadetes de Artillería… 147
censos que la Junta Central iba recibiendo entre los meses de septiembre
y octubre no hacían sino confirmar la inexistencia de una mano de obra
cuantitativa y cualitativa aprovechable. En localidades como Santa Eufemia
sólo existía un herrero experimentado exclusivamente para componer rejas
y herramientas de labor.33 En otros pueblos como en el de La Rambla no
sólo había pocos –en esta localidad había hasta tres herreros–, sino que,
además, las autoridades locales se negaban a enviarlos a la Fábrica de Fu-
siles de Sevilla:
33 A.H.N., Estado, Leg. 36, N, nº 319. «Carta de las justicias de Santa Eufemia a la Junta Central» de
fecha de 19 de septiembre de 1809.
34 A.H.N., Estado, Leg. 36, N, nº 321. «Carta de las justicias de La Rambla a la Junta Central» de
eran barrenadores y, por tanto, también podían enseñar a los más jóvenes el
oficio al mismo tiempo en el que trabajaban en el suyo.36
Entre los profesionales del norte que pudieron llegar a Sevilla a través
de embarcaciones que eran conducidas hasta Cádiz y los que llegaron por
su propia cuenta y riesgo al ser informados de que en Andalucía la Junta
Central fomentaría la producción de fusiles para abastecer a un Ejército cada
vez más necesitado, los trabajos para poner a punto la Fábrica Hispalense
fueron comenzando. La gran mayoría de los trabajadores provenían desde
Asturias, Vizcaya y Cataluña, trayendo consigo a sus familias y algunas de
sus herramientas de trabajo, pues en Andalucía escaseaban.
Aunque en algunas ocasiones la Junta Central obligó a algunos de los
maestros armeros, cerrajeros y cajeros a venir hasta Sevilla, Cádiz, Granada
o Málaga, lo habitual fue que solicitase el traspaso de algunos de los traba-
jadores de las fábricas de armas de chispa del norte peninsular; de hecho, ya
a finales de 1808, Martín de Garay escribía amablemente al Presidente de la
Junta de Asturias para que enviase a Sevilla a seis cañoneros y seis llaveros
que se dedicasen a la recomposición de aquellos fusiles que se habían estro-
peado y para que construyesen algunos nuevos.37 Sin embargo, en diciembre
de 1808 las factorías asturianas seguían en funcionamiento y la solicitud
parece que nunca llegó a tener cumplimiento.
Una situación totalmente opuesta se observa entre mediados y finales
de 1809, momento en el que la producción de armas en las provincias que
habitualmente tenían una tradición en la construcción de fusiles y cañones
estaban sometidas a las autoridades francesas, debiendo huir muchos de los
trabajadores hacia otros lugares. Esto pudo ser uno de los principales mo-
tivos para pensar en un éxodo generalizado de los trabajadores hacia las
nuevas factorías que la Junta Central estaba poniendo en funcionamiento
en Andalucía. De esta forma, se asentaron en Sevilla verdaderas colonias
de asturianos y vascos que se pusieron a disposición del coronel Francis-
co Datoli, aunque conscientes de la necesidad de armas y de trabajadores,
los cinco gremios vinculados a la construcción de fusiles exigieron grandes
contrapartidas a la Junta Central.
Precisamente, ésta fue otra de las razones por las que el Director de la
Real Fábrica de Fusiles de Sevilla no pudo comenzar la producción que le
exigía Antonio Cornel y Martín de Garay hasta bien entrado el año. Los
36 A.H.N., Estado, Leg. 36, J, nº 181. «Carta de Francisco Datoli a la Junta Central» de fecha de 5 de
julio de 1809.
37 A.H.N., Estado, Leg. 36, M, nº 273. «Real Orden de la Junta Central al Presidente de la Junta de
38 A.H.N., Estado, Leg. 36, M, nº 274. «Carta de Francisco Datoli a Félix de Ovalle» de fecha de 12
de junio de 1809.
39 Ibídem.
150 Pablo Alberto MESTRE NAVAS
tinentes, aunque de los 79 reales sólo se les llegaría a abonar 35, ya que el
resto se destinaría para la compra de nuevos materiales y herramientas.
A cada uno de los gremios la Fábrica de Fusiles de Sevilla les proporcio-
naría las herramientas y los materiales suficientes para su trabajo, a saber: a
los armeros se le facilitaría por cada cañón 14 libras castellanas de hierro, 4
onzas de hierro «quadradillo» para el tornillo de la recámara, 2 arrobas de
carbón de piedra para preparar el hierro y doblar la plancha y 39 libras de
carbón de pino; a los barrenadores se les daría la necesaria madera de fresno
para astillas y el aceite de linaza para barrenar; a los llaveros se les propor-
cionaría por cada llave 2 libras y 12 onzas castellanas de hierro, media libra
de acero, 3 onzas de latón o bronce y 5 libras y media de carbón de piedra y
3 libras de carbón de pino; por su parte, a los aparejeros 1 libra y 10 onzas de
hierro, 17 onzas de bronce y 12 libras de carbón de piedra por cada uno de
los aparejos; finalmente, a los cajeros les daría la madera de nogal necesaria,
suministrándoles las escofinas40.
A pesar de todo, los trabajadores seguían teniendo algunas exigencias
que hicieron llegar a un Martín de Garay cada vez más preocupado por la
falta de armas, en una carta en la que solicitaban estar al corriente de los
salarios estipulados desde que salieron desde Asturias, algo que ya había
denegado Francisco Datoli por haber transcurrido algunas semanas sin que
empezasen a trabajar, escudándose los vizcaínos y asturianos en «no haber
consistido en ellos el que se hubiese trabajado poco». Por otra parte, el taller
y las fraguas las costearía la Real Hacienda en detrimento de las que dejaron
en sus lugares de origen y, finalmente, pedían un especial privilegio para
que sus viudas con hijos disfrutasen del asiento de su marido hasta tanto que
llegase el tiempo de ser examinado el hijo, entrando en caso de aprobar a
trabajar en el puesto del difunto padre.
Tanto a la Junta de la Fábrica de Fusiles de Sevilla como al Director de
la misma todas estas peticiones les parecían innecesarias atendiendo a la
situación en la que se encontraba una España que se replegaba ante el in-
minente avance de las tropas francesas. Quizás por ello, a Francisco Datoli
todas las expresiones de exaltación patriótica que los operarios introducían
en sus escritos dirigidos a la Junta Central, le parecían una simple maniobra
para ganarse la adhesión de Martín de Garay –«es bien común exagerar por
escrito los sentimientos de patriotismo y la mayor voluntad, aunque los he-
chos manifiesten todo lo contrario»–.41
40 A.H.N., Estado, Leg. 36, M, nº 286. «Contrato entre la Real Fábrica de Fusiles de Sevilla y los
Cinco Gremios» de fecha de 22 de julio de 1809.
41 A.H.N., Estado, Leg. 36, M, nº 289. «Informe de la Junta Económica de la Real Fábrica de Fusiles
42 A.H.N., Estado, Leg. 36, M, nº 295. «Real Orden de la Junta Central a Francisco Datoli» de fecha
de 3 de agosto de 1809.
43 A.H.N., Estado, Leg. 35, D. «Real Orden de la Junta Central a Vicente Maturana» de fecha de 10
de diciembre de 1808.
44 No se ha conservado esta adaptación, pero de encontrarse podría considerarse como una obra más
de las que escribió el Director de la Fábrica de Sevilla; no en vano, fue autor de varios trabajos
relacionados con la Artillería como Curso matemático para el uso de los oficiales y caballeros del
Real Cuerpo de Cadetes de Artillería, dos tomos publicados en Segovia en 1807. Dejó un texto in-
concluso como consecuencia de los acontecimientos de 1808, Explicación de las láminas de Morla
(FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Martín: Biblioteca marítima española. Imprenta de la Viuda de
Calero, Madrid, 1851, vol. I, p.452).
152 Pablo Alberto MESTRE NAVAS
Hasta tal punto hubo una actividad febril por la fabricación de fusiles
que, cuando Martín de Garay pidió la opinión de Francisco Datoli sobre si
debía o no fundarse en Jerez de la Frontera otra fábrica de fusiles, éste dio
su aprobación a pesar de las excesivas trabas que allí existían para erigir una
factoría de estas características. La falta de operarios en Jerez de la Frontera
llevaron, incluso, a que el Corregidor de la localidad gaditana emplease a los
prisioneros franceses para aumentar la producción diaria de fusiles, que en
enero de 1810 era tan sólo de diez.46
Al largo rosario de inconvenientes por las que tuvo que pasar la Fábrica
de Fusiles de Sevilla y el resto de los emporios andaluces (dificultades a la
hora de encontrar edificios, escasa mano de obra cualificada y pocos recur-
sos económicos) hay que sumar una más: la necesidad de materias primas
y herramientas, elementos tan esenciales como los anteriores para que se
fabricasen fusiles y cañones.
45 A.H.N., Estado, Leg. 36, E, nº 40. «Informe de la Junta de Granada sobre los principios de la Fá-
brica de Granada a la Junta Central» de fecha de 13 de septiembre de 1809.
46 A.H.N., Estado, Leg. 36, F, nº 85. «Carta de Martín de Garay a Antonio Cornel» de fecha de 3 de
enero de 1810.
El Real Colegio de Cadetes de Artillería… 153
47 A.H.N., Estado, Leg. 35, D, nº168. «Carta de José González transmitiendo el testimonio de Juan de
la Cantera a la Junta Central» de fecha de 12 de enero de 1809.
48 A.H.N., Estado, Leg. 36, Q, nº356. «Carta de Pedro Cevallos a Martín de Garay» de fecha de 19 de
noviembre de 1808.
154 Pablo Alberto MESTRE NAVAS
49 A.H.N., Estado, Leg. 36, Q, nº359. «Carta de Pedro Cevallos a Martín de Garay» de fecha de 6 de
enero de 1809.
50 A.H.N., Estado, Leg. 36, Q, nº361. «Carta de Antonio Cornel a Martín de Garay» de fecha de 4 de
junio de 1809.
51 A.H.N., Estado, Leg. 7, C, nº 8. «Bando de la Junta Provincial de Valencia en nombre de Fernando
de agosto de 1809.
El Real Colegio de Cadetes de Artillería… 155
53 A.H.N., Estado, Leg. 36, J, nº 209. «Real Orden a Francisco Datoli y al Conde de Río Molinos» de
fecha de 29 de agosto de 1809.
54 A.H.N., Estado, Leg. 36, J, nº 188. «Carta de Francisco Datoli a Martín de Garay» de fecha de 10
de julio de 1809.
156 Pablo Alberto MESTRE NAVAS
55 A.H.N., Estado, Leg. 35, D, nº 170. «Carta de Vicente María Matarana a Antonio Cornel» de fecha
de 31 de enero de 1809.
56 A.H.N., Estado, Leg. 35, D, nº 170 Bis. «Relación de municiones y pólvora en las plazas de Anda-
57 A.H.N.,
Estado, Leg. 36, J, nº 208. «Memorial de Francisco Datoli a la Junta Central» de fecha de
27 de agosto de 1809.
158 Pablo Alberto MESTRE NAVAS
BIBLIOGRAFÍA
RESUMEN
ABSTRACT
The author examines in this work one of the great mysteries of Spanish
military history: the manner of the Muslim invasion of the Spanish Penin-
sula between 708 and 725 A.D. By analysing the sources and sparse data
available, and despite the time which has lapsed since the events in ques-
tion, it will use military logic in an attempt to match up the possible aspects
of and strategic response to this great challenge. It will look at how the
invasion unfolded as well as its causes and consequences. The events and
the main players –Visigoths, Hispano-Romans and Muslims– will interact
with the political intentions of their leaders at a very specific moment in
history in order to account for the initial reason for the Muslims’ presence,
their rapid expansion in the Kingdom of Toledo and their subsequent con-
solidation as an Emirate dependent on the Caliphate of Damascus. During
the course of this investigative study we will combine the political designs
and the strategies put in place to implement them. We will thus be able to
offer a more logical invasion sequence than has been offered by various
studies to date.
KEY WORDS: Strategy, invasion, al-Andalus, Toledo, Tarik, Muza, Ro-
drigo, Agila, Julian, Visigoths, Muslims, Arabs, Berbers.
*****
INTRODUCCIÓN
P
arece siempre aventurado, y más en el entorno socio-político de nues-
tra España actual, aportar una nueva luz o una nueva tesis sobre algún
tema concreto de la Historia, más aún cuando la lejanía de los acon-
tecimientos hace que los hechos sean escasos y las interpretaciones sobre
los mismos dispares. Y realmente, para un investigador, en estas situaciones
resulta altamente complicado saltar desde los mitos3 a las leyendas4, y pos-
teriormente a los hechos confrontados, más aún teniendo en cuenta que la
metodología del estudio histórico, de alguna forma, así nos lo impone. Por
lo que la ficción, para este trabajo, va a representar una, si no la principal,
3 elato o noticia que desfigura lo que realmente es una cosa, y le da apariencia de ser más valiosa
R
o más atractiva. Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, Vigésima Primera
Edición, Madrid, 1999, p. 1382.
4 Relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos.
Ibídem., p. 1251.
Estrategia de invasión. وزغلا ةيجيتارتساistratijiya-l-gazw… 161
5 La mayoría de los textos árabes solo recogen poco más de una compilación de nombres de fun-
cionarios y escuetas crónicas en forma de anales, de igual manera que lo hacían los cristianos.
COLLINS, Roger: La conquista árabe 710-797, Editorial Crítica, Barcelona, 1991, p. 10.
6 Un ejemplo son los cronistas Ibn Abd al-Hakam (mediados siglo IX) y Ibn al-Qutiyya (fines del
siglo X).
162 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
PUNTOS DE PARTIDA
7 ese a las objeciones que podrían plantear algunos puristas, hemos optado por dar las fechas según
P
el calendario cristiano de uso corriente, sin incluir los años de la Hégira correspondientes, entre
otras razones por que ello podría llegar a ser engorroso y hasta molesto para los lectores. Por otro
lado, es necesario apuntar que los problemas de datación son realmente controvertidos, como re-
sultado de las limitaciones de los datos disponibles, que presenta serios problemas de unanimidad
entre los investigadores de esta época. Un ejemplo de ello lo encontramos en las fuentes árabes,
donde en este aspecto, son convincentemente vagas en los primeros escritos, mientras que los pos-
teriores son sospechosamente precisas. N. del A.
Estrategia de invasión. وزغلا ةيجيتارتساistratijiya-l-gazw… 163
8 l ejemplo más cercano lo encontramos en la península Ibérica donde van a fundar ciudades de
E
nueva planta como Almería, Murcia, Madrid, Calatayud y Daroca, potenciando viejas urbes ro-
manas como Córdoba, Sevilla, Toledo y Zaragoza. Ver apuntes al respecto en COLLINS, Roger:
España en la alta Edad Media, Editorial Crítica, S.A., Barcelona, 1986.
164 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
9 Comentario del filósofo Al-Fârâbî en el siglo XI. AL-FARABI: «El concepto del ser», traducción
de Rafael Ramón Guerrero, Revista de Filosofía, 3ª época, VII (1994) núm. 11, pp. 27-49.
10 «Es más fácil el pasar un camello por el ojo de una aguja que entrar un rico en el reino de los cie-
El escenario norteafricano
II of Islamic materia medica, [Arabic-Latin], General Egyptian Book Organization, 1975, pp. 783-838.
13 Ifriqiya es considerada, según la historia del Islam medieval, un territorio del norte de África que
corresponde aproximadamente con la actual Túnez, excluyendo las partes más desérticas, y con un
fragmento del noreste de Argelia. N. del A.
14 Ya en el 640 y el 641 d.C. había perdido dos de sus bases navales clave para su control del Medi-
terráneo Oriental y que eran Antioquia y Alejandría respectivamente, lo que muestra su pérdida
efectiva de control marítimo a partir de esa fecha. N. del A.
15 GIRVÉS VALLEJO, Margarita: Bizancio y la España tardo antigua, (siglos V al VIII), un capítulo
Wamba tuvo que rechazar la invasión de norteafricanos o árabes que intentaron pasar a la Península
Estrategia de invasión. وزغلا ةيجيتارتساistratijiya-l-gazw… 167
Entre los años 682 y 683 d.C. el emir Oqbah (Uqba) Ibn Nafi realiza la
primera expedición musulmana terrestre hacia la zona del Magreb, desde
la ciudad de Kariouan (Kairuán, Cairuán, Al Qayrawán, Kairwan) hasta
el océano Atlántico. Pero es definitivamente entre el 686 d.C. y el 702 d.C.
cuando se consolida la conquista por parte del gobernador (wali17) Hasan
al-Un’man, poniendo fin a la dominación bizantina en gran parte del norte
de África. Ello incluye también a la provincia de la Tingitania (Mauritania
Tingitana), aunque no toda. Salvo la ciudad de Ceuta y su perímetro más
próximo18, el resto es ocupado por los musulmanes, como ya hemos visto,
tras veinticinco años de expediciones sucesivas19, pasando a formar parte de
la provincia denominada Magreb e identificándose como capital de la mis-
ma la ciudad de Tánger (Tanja). Tras los anteriores éxitos se nombra, en el
705 d.C., y por primera vez, un nuevo walí de Ifriqiya y del Magreb (de todo
el norte de África): su nombre es Muza.
Abu Abd ar-Rahman Musa ibn Nusayr ibn Abd ar-Rahman Zayd al-La-
jmi, también llamado Muza (Moyse), fue un militar musulmán yemení, go-
bernador y general de los Omeyas (Umayyad) en el norte de África. Desde
su designación y hasta el año 713 d.C. va a encargarse principalmente de la
ocupación del espacio físico y de su control en las áreas bajo su responsa-
bilidad, pues la conquista de la Tingitania y del Magreb se había realizado
de manera rápida, pero poco profunda (solamente zonas fértiles y vías de
comunicación). A la edad de 64 años participó en la preparación y la mate-
rialización de la invasión musulmana de la Península, y como veremos más
adelante, su figura va a ser clave a la hora de la consecución del éxito.
por Algeciras, intento que fue rechazado, y la segunda cuando en el año 687 d.C., esta vez
bajo el reinado del rey Ervigio, los árabes realizaron otra incursión contra las
costas levantinas. CAUDAL, Maurice: Les premières invasions arabes dans l’Afrique du Nord
(21-78 H.-641-697 J.C.), E. Leroux, 1900, Universidad de Harvard, 2008, pp. 166-178.
17 Walí o Valí, del árabe يلاوwālī o يلوwalī, era un cargo existente en muchos lugares del mundo
árabe e islámico que equivalía al de gobernador. El territorio gobernado por un walí se llamaba en
árabe wilāya, que ha dado lugar al turco vilayet, y éste al castellano vilayato
18 La toma de Tánger y sus alrededores no debió ser tan fácil, de ahí el nombramiento de un lugarte-
niente como Tarik para su gobierno. Las dos ciudades, Tánger como Ceuta debieron de estar muy
bien defendidas y amuralladas, pues fueron capitales y bases navales, como hemos visto, de los
romanos y los bizantinos respectivamente. Esto lo corrobora el historiador egipcio Ibn al Akam
(siglo IX) cuando afirma que inicialmente [Muza] que contaba con 12.000 beréberes y un puñado
de árabes no pudo rendir ninguna de las dos ciudades, tanto por sus fortificaciones como por su
apoyo marítimo desde la Península. IBN ABD AL-AKAM: La historia de la conquista de Egipto,
África del Norte y España (Fūtuh Misr 870-71), Yale Oriental Series, Researches III, edited by
Charles C. Torrey, Yale University Press, New Haven, 1922, p.75 ss.
19 FODOR, Eugene; CURTIS, William; FISHER, Robert Charles; MOORE, Richard y GUILLE-
MOT, Pierre: Fodor’s Morocco 1977, Eugene Fodor, William Curtis, Hodder and Stoughton Ed.,
1977, p. 71.
168 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
El asalto a la Tingitania
20 Es importante utilizar la denominación antigua latina, Mauretania, para no inducir a su confusión
con el moderno estado de Mauritania, que se ubica muy lejos y en las costas atlánticas de África.
N. del A.
21 Se tiene constancia, que previamente, y a partir del siglo VI a. C., los fenicios y los cartaginenses se
fueron asentando a lo largo de la costa. Los masaselios pasaron a formar parte del reino númida de
Masinisa en el año 203 a. C., tras la derrota de su monarca Sifax, que había sido aliado de Cartago
en contra de Roma. VILLAVERDE VEGA, Noé: Tingitania en la antigüedad tardía (siglos III-
VII), Real Academia de la Historia, Madrid, 2001, pp. 356-357.
Estrategia de invasión. وزغلا ةيجيتارتساistratijiya-l-gazw… 169
22 Secalcula que lograron pasar unos 80.000 vándalos. MAIER, Franz Georg: Las transformaciones
del mundo mediterráneo (siglos III al VII), ed. Siglo XXI de España, Madrid, 2001, pp. 200-204.
170 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
23 Bizancio, en una fecha entre el 552 y el 564 d.C., ocuparía los territorios al sur de Hispania (con la
nueva denominación de Spania) que unieron a las posiciones del norte de África de la antigua Tingi-
tana, dando a todo el territorio el nombre de Mauritania Secunda. Así se reestableció un Dux Mau-
retaniae (duque de Mauretania), el cual mantenía una unidad militar en Septem (la actual Ceuta).
DIESNER, Hans-Joachim: Das Vandalenreich. Aufstieg und Untergang, Stuttgart, 1966, p. 87 ss.
24 En el año 533 d.C., el general bizantino Belisario, al frente de una fuerza expedicionaria de 15.000
hombres derrocó el Reino vándalo y reconquistó la diócesis de África en nombre del emperador
Justiniano I, y la ciudad de Ceuta, de manera específica, en el año 534 d.C. Ibidem, pp. 79-80.
25 Sólo nominalmente.
26 De esa fecha datan las primeras incursiones de saqueo de los árabes en la costa levantina. MARTIN,
Tras la conquista del Norte de África por parte de los musulmanes, va-
mos a constatar una convivencia un tanto extraña en la Tingitania en los
momentos previos a la invasión del Reino de Toledo, pues en el espacio
geográfico próximo al Estrecho de Gibraltar convivían, en ese momento,
dos autoridades por aquel entonces; los musulmanes y los visigodos. Por
un lado, el conde (comes, comitatis27) visigodo de Ceuta, el godo don Ju-
lián (o Ilyan, Yulián, Olbán,Ulban,Urbán o Urbano) que gobernaba28 sobre
la ya mencionada provincia
norteafricana de Tingitania29,
con mayoría de población de
beréberes cristianos, vasallos
de los visigodos pero someti-
dos a los musulmanes, y por
el otro los lugartenientes mu-
sulmanes de Muza30 que rea-
lizaban el control efectivo del
territorio, ya desde el año 686
d.C., y que ocupaban la zona
de influencia de la ciudad de
Tánger, por los árabes, las del
Atlas por las tribus mauri y
Gráfico 5: Conquista de la Tingitania por parte
las del Rif (Gomeras, Goma- de los musulmanes de Muza. (705-710 d.C.).
ras) por las tribus de Gomara, Fuentes: Elaboración propia
estas últimas bajo vasallaje de con datos de CAUDAL, Maurice: Les premières
los anteriores. invasions arabes dans l’Afrique du Nord
(21-78 H.-641-697 J.C.) E. Leroux, 1900,
El nombramiento de Tāriq Universidad de Harvard, 2008, de GIRVÉS
ibn Ziyād al-Layti, también VALLEJO, Margarita: Bizancio y la España
denominado Tarik, un liberto tardo antigua (siglos V al VIII), un capítulo
de la historia mediterránea, Alcalá de Henares,
beréber del clan luwata, tras 1983 y Al-Baladhuri, 230; trad. Hitti, p. 362 ss;
la caída de Tánger en el año BRETT y FRENTRESS, The Berbera, p.85,
708 d.C.31, como gobernador, citando a Ibn Idjhari.
27 Su origen está en los cómites (los acompañantes del emperador) del Bajo Imperio Romano. Tenían
un cargo político-administrativo con funciones militares, sobre todo en la defensa de las fronteras.
Este reconocimiento solía llevar parejo un determinado tratamiento asociado al mismo, y ciertos
privilegios, como que recibían tierras o exenciones de impuestos, entre otras gracias. N. del A.
28 Akhbăr Majmû’a, ed. E. Lafuente y Alcántara, p. 4.
29 Los condes gobernaban sobre un condado, una ciudad o su territorio (antiguo municipio romano
o territorium), siendo una unidad territorial subordinada a la provincia, como en este último caso.
THOMPSON, E. A.: Los godos en España, Alianza Editorial, Madrid, 2007, pp. 168-173.
30 Ejercía su poder desde la capital de la Ifriqiya, Kariouan.
31 Fecha en la que Muza, con uno de sus hijos [probablemente Abd al-Aziz], se adueña de la ciudad.
MASIÁ, Concepción: Al-Andalus: Personajes históricos, Alba libros S. L., Madrid, 2009, p. 13.
172 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
La oportunidad política
32 Sánchez Albornoz cita diversas fuentes cristianas y musulmanas: un Anónimo mozárabe de 754, el
Ajbar Maymuia, el Fath Al-Andalus, y autores como Ilbn al-Atir, Ximénez de Rada, Al-Himiyari y
Al-Maqqari. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio: Orígenes de la nación española. Estudios críti-
cos sobre la Historia del reino de Asturias, Ed. Instituto de Estudios Asturianos, tomos I, II y III,
Oviedo, 1972-1975.
33 GIRVÉS VALLEJO, Margarita: Bizancio y la España tardo antigua (siglos V al VIII), Op. cit., p. 335 ss.
34 Según las fuentes árabes, el conde don Julián entabló negociaciones con Muza para demostrar la
ciras, en octubre o noviembre de 709 d.C., justo antes de la entrega de la ciudad, para convencer a
Muza de las posibilidades de la invasión, entregándole el botín de la citada correría. El encuentro
pudiera haberse realizado en la capital de la Ifriqiya, Kariouán. MASIÁ, Concepción: Al-Andalus:
Personajes históricos, Op. cit., p. 15.
36 Como prueba indudable de la existencia de la traición, Sánchez Albornoz cita, entre otros, a Ibn al
Qutiya (en su Historia de la conquista de Al-Andalus), descendiente de Sara, nieta de Witiza, quien
exalta orgulloso el que, gracias a la intervención de sus abuelos, el Islam hubiese penetrado en tie-
rras del Al-Andalus. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio: Orígenes de la nación española. Estudios
críticos sobre la Historia del reino de Asturias, Op. cit.
37 Se comenta que dijo al respecto «guárdate de arriesgar a los musulmanes a través de los peligros
38 Al-Walid I era el hijo mayor de Abdalmalik y sucedió en el califato a la muerte de su padre. N. del A.
39 Además de en otras actuaciones como en la exitosa campaña contra el insurrecto Ibn Zubayr du-
rante el reinado del padre del Al-Walid. N. del A.
174 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
pp. 444-446.
Estrategia de invasión. وزغلا ةيجيتارتساistratijiya-l-gazw… 175
43 Trasla caída del Imperio romano, y su estructura de autoridad en Hispania, desde el 476 d.C., y
bajo la presión de la presencia de los pueblos bárbaros, la actitud de los mismos variaría respecto a
la época romana y se tornaría más belicosa. Son generalmente acciones de saqueo sobre la cuenca
media del Ebro. Las campañas de castigo de los visigodos serán reiteradas a lo largo de los siglos
VI al VIII, para conseguir su sumisión; así conocemos las realizadas por los reyes Leovigildo (574
y 581 respectivamente), Recaredo (590), Gundemaro (611), Sisebuto (613), Suintila (621), Chin-
dasvinto (645), Recesvinto (653), Wamba (673) y Rodrigo (711). Para prevenir lo anterior también
se construyeron fortificaciones en el territorio mencionado, caso de Victoriano en Álava (Leovigil-
do, 581) y de Olite en Navarra (Suintila, 621). BAZÁN, Iñaki (dir.): De Tubal a Aitor: Historia de
Vasconia, La Esfera de los Libros, Madrid, 2002, pp. 166-167.
176 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
aceptación del nuevo orden representado por los musulmanes, asuntos que
abordamos convenientemente en el siguiente apartado.
Estrategias contrapuestas
44 En un conjunto de listas episcopales lo sitúa al principio del siglo VIII en Sevilla. Adefonsi Chro-
nica – Rotensis, 8, Ad Sebastianum, 8, J. Gil, ed., pp.123-124.
45 Es el denominado como «morbus gothorum», es decir, el regicidio para acabar con un rey que no
leográfica para la confusión de nombres) o como la Historia ha elevado a rango de conde y recono-
cido con el nombre de don Julián, como sería recordado para la posteridad hispana. Se desconoce
realmente el origen de este hombre a quien la historiografía consideró bizantino, beréber o tal vez
godo, educado como cristiano católico, que dirigía los destinos de Ceuta en el norte africano y que,
efectivamente, tenía lazos de fidelidad con el desaparecido rey Witiza. Se ignora de donde prove-
nía esta relación, aunque probablemente los uniera el interés del anterior monarca para que éste
controlara, desde el borde africano, el increíble avance realizado por pueblos de origen árabe y que
habían ocupado todo el norte del Magreb, no con pocos esfuerzos y reveses. LÉVI-PROVENÇAL,
E.: Histoire de l’Espagne musulmane, Paris y Leyden, 1950, vol. I, p. 13.
48 No es la primera vez que una facción de los godos busca ayuda «externa» para derrocar a otra fac-
ción. Dentro de sus guerras civiles había sido costumbre visigoda que uno de los bandos solicitase
ayuda político-militar de los francos. Esto era muy frecuente incluso en la época romana, pues los
visigodos eran aliados de Roma, les ayudaron a someter a los vándalos silingos, alanos, suevos,
vándalos asdingos y otros pueblos bárbaros. Tanto es así que, defendiendo Hispania en favor de
los emperadores romanos, terminaron asentándose en ella, cambiando su política de alianzas con
Roma y acabando con el Imperio romano en Hispania. Posteriormente, ya en el año 551 d.C., los
bizantinos ayudaron al rey Atanagildo en otra «guerra civil» contra el rey Ágila I. La ayuda presta-
da por los bizantinos tuvo consecuencias nefastas para los godos, ya que se establecieron en la zona
de la Bética y no pudieron ser expulsados hasta el 625 d.C. por el rey Suintila. GIRVÉS VALLEJO,
Margarita: Bizancio y la España tardo antigua, (siglos V al VIII), Op. cit., p. 65 ss.
49 Algunos historiadores árabes afirman que mantuvo el gobierno de Ceuta hasta su muerte. ABDEL
50 Las dos crónicas hispano cristianas posteriores a la irrupción del Islam surgen del ambiente cul-
tural mozárabe: la Crónica bizantino-arábiga (741) que, pese a arrancar del reinado de Recaredo
I, se centra en la historia árabe y bizantina, y la Crónica mozárabe (745), la primera plenamente
«hispana», fundamental para conocer las décadas inmediatas a la conquista musulmana del Reino
de Toledo. N. del A.
Estrategia de invasión. وزغلا ةيجيتارتساistratijiya-l-gazw… 179
Hacia principios del año 713 d.C.51, los representantes de los hijos del
difunto rey Witiza (Ágila, Olmundo y Ardobasto) llegan a un pacto con el
Califa omeya Al-Walid I en Damasco. Está claro que el Califa aprovecha la
situación de guerra civil continua, y por lo tanto del cansancio de los invi-
tados durante los dos últimos años, para seducirlos con grandes banquetes
y muestras de su poder y de su cultura avanzada, colmándolos de regalos y
prebendas, y convencerlos finalmente de la supremacía del Califato y de su
conveniencia de colaboración y sumisión. Es por ello por lo que se llega a
un pacto solemne; a cambio de su renuncia futura de toda pretensión regia
obtendrán la propiedad particular del patrimonio de la corona52; de acuerdo
con ello, Ágila recibiría un millar de alquerías en tierras de Toledo, Olmun-
do (Olemundo) se asentaría en Sevilla y recibiría los dominios reales en
la Andalucía Occidental, y Ardobasto se asentaría en Córdoba y recibiría
los bienes de la región cordobesa. Además, el obispo Oppas, por su condi-
ción de eclesiástico, sería nombrado primado de Spania (titular por tanto de
Toledo), y al obispo godo Sisberto se le repondría de sus bienes confiscados
anteriormente53.
Desde ese momento, y con la renuncia antes expuesta, la mutación de
soberanía al trono a favor del califa de Damasco era de ius, cambio que
trasformaba el estatuto jurídico de las tropas auxiliares musulmanes, que se
convertían en dueños y señores absolutos y legales de la Península. Por ello,
ya a partir de mediados del año 713 d.C., las expediciones de Muza y de Ta-
rik van dirigidas, en teoría, a consolidar la soberanía y el vasallaje sobre las
provincias y ciudades aún en manos de los witizanos, al contrario de lo que
se hizo anteriormente, entre el 711 d.C. y principios del 713 d.C., que como
auxiliares de las fuerzas witizanas se ocuparon de las zonas controladas por
los rodriguistas.
d.C., en base a acusaciones de conspiración. Este Concilio dictó penas muy duras contra traidores
y perjuros, tanto religiosos como palatinos. La confiscación de bienes era un castigo que no tenía
nada de novedoso, pues ya había sido considerado en el VII Concilio de Toledo para quien aten-
tase contra la vida del rey. Por lo tanto, este era un nuevo motivo para no fallar en la estrategia de
usurpación del trono. ORLANDIS, José y otros: Historia de los Concilios de la España romana
y visigoda, Universidad de Navarra, Pamplona, 1986, pp. 485-498, y VIVES, José (editor), con la
colaboración de MARÍN MARTÍNEZ, Tomás y MARTÍNEZ DÍEZ, Gonzalo: Concilios Visigóti-
cos e Hispano-Romanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez,
Colección España Cristiana, Barcelona-Madrid, 1963, pp. 523-536.
180 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
Los preparativos
55 Aunquebien es cierto, y por ello en parte discutible, que era potestad del gobernador de Ifriqiya
el nombramiento de gobernadores en las provincias dependientes, en este caso el Magreb y al-
Andalus. N. del A.
182 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
iniciales y las características propias del paso del Estrecho en cuanto a opor-
tunidad (visibilidad, mareas e itinerario), como finalmente el cálculo del en-
frentamiento y de un posterior refuerzo al control de las zonas enemigas,
se realizó, sin lugar a dudas, en connivencia con los partidarios de bando
witizano.
El cálculo inicial para la fuerza principal era de entre 3.000 y 5.000
hombres, casi todos beréberes56 de las tribus zanata y miknasa, de los cuales
unos 1.000 formarían parte de unidades de caballería ligera, otros 3.000 se-
rían de infantería y el resto lo conformarían fuerzas auxiliares y de apoyo57.
Entre los anteriores habría que incluir tropas de apoyo visigodas aportadas
por el conde don Julián que servirían de guías y de apoyo con la población
autóctona durante todos los movimientos de esta fuerza expedicionaria. Pos-
teriormente, Muza enviaría un refuerzo de no más de 4.000 hombres ante
el desarrollo de los acontecimientos relatados por Tarik, y estos serían, en
su gran mayoría, árabes y sirios, conformados en unidades de caballería de
contacto e infantería pesada.
Para transportar toda esta fuerza expedicionaria al otro lado del Estre-
cho se hizo un cálculo de entre veinte y treinta barcos con capacidad para
realizar dos o tres rotaciones entre ambos lados del Estrecho de Gibraltar.
Desde la caída de Cartago en manos del emir Hassan Ibn Al-Numen, ha-
cia el año 698 d.C., y como ya hemos relatado, el control efectivo del Me-
diterráneo occidental está en manos de los musulmanes, por lo que no es
aventurado suponer que la mayoría de la flota pertenecería al mismo y se
concentraría tanto en Tánger como en Ceuta con el apoyo del gobernador
de esta última ciudad. Esto también nos demuestra que el Reino de Tole-
do, sobre todo en el 710 d.C. y tras la caída y no recuperación de Ceuta,
no tiene capacidad marítima efectiva y que esto va a coartar su capaci-
dad de maniobra y refuerzo ante cualquier invasión por el sur de la Pe-
nínsula, lo que le obligaría a realizar sus maniobras solamente de tipo
terrestre.
Tras la oportuna generación y posicionamiento de hombres y de medios,
podemos afirmar que el escenario de invasión estaba ya delimitado, solo res-
taba elegir el lugar y el momento adecuado para completar la oportunidad y
la sorpresa debida a toda operación militar.
56 Los beréberes, es decir, el grupo más numeroso de los conquistadores, procedían del Magreb occi-
dental, pero también los había de Ifriqiya. Los grupos más representados eran los Magila, Miknasa,
Zanata, Nafza, Hawwara, Masmuda y Sinhaŷa.
57 De acuerdo con el diccionario biográfico de Ibn Jallikān. IBN JALLIKĀN, traducción de J. Mac-
58 La crónica Ajbar Machmua fecha esta llegada en julio del 710 d.C.
59 Aquí es necesario resaltar que la costa del Estrecho, en el año 711 d.C., no se correspondía a la
actual, por lo que un análisis de la misma nos dará las claves de la elección del lugar. N. del A.
60 Los textos árabes norteafricanos y, por supuesto, los orientales no mencionan a este personaje e
incluso algún autor hispanoárabe asegura que Tarifa debe su nombre al fundador de una herejía
musulmana posterior que se llamaba también Tarif. N. del A.
61 En esta primera fuerza estaban con toda seguridad hombres del conde don Julián, con la misión de
servir como guías y de contacto con partidarios witizanos en tierra, pues la misión principal era la
de localizar una posible zona de desembarco de la fuerza principal directamente en tierra. N. del A.
184 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
El desembarco
dos filas (la superior con armamento) y un número determinado de marinos en cubierta. ALONSO
DE PEDRO, Luis y MARTÍNEZ-KLEISER VENTURA, Luis: Introducción a la Historia Militar:
Op. cít., p. 105.
64 El cálculo se ha realizado en base a la expedición del conde bizantino Belisario para la toma de la
Cartago vándala en el 533 d.C. En ella, sus 16.000 hombres fueron transportados desde Constan-
tinopla por unos 500 barcos de transporte y 92 dromones de combate, impulsados por unos 2.000
remeros. Datos en COLLINS, Roger: La conquista árabe 710-797, Op. cit., p. 30 ss.
65 Las fuentes árabes no están de acuerdo ni en el número de combatientes que participaron en el
sucesor el rey Ervigio, todos los súbditos residentes en un perímetro de cien millas alrededor de
la zona donde hubiese surgido el peligro tenían la obligación de tomar las armas, sin necesidad
de especial convocatoria, ante la sola noticia de la existencia del mismo. La falta de resistencia
se puede traducir en una connivencia a favor de los witizanos en esa zona, a parte de no contar
con suficientes fuerzas, pues se suponían que la mayoría estaban en campaña con el rey Rodrigo.
THOMPSON, E. A.: Los godos en España, Op. cit., pp. 310-311.
186 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
Fuerzas en confrontación
reclutamiento propio del rey, con lo que dependía en gran medida de los efectivos aportados por los
nobles. GARCÍA MORENO, L. A.: El fin del reino visigodo de Toledo: decadencia y catástrofe;
una contribución a su crítica, Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, 1975.
188 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
za y la cuenca media del Ebro para responder a una posible evolución desfavorable de la rebelión
en la Septimania y la Iberia oriental. N. del A.
75 Esta era la máxima estructura militar del ejército visigodo en el Reino de Toledo. Compuesto por un
La marcha de aproximación
INFANTERÍA
Ejército Real
Infantería defensiva
Su misión era formar varias líneas cerradas y cua-
dros para repeler tanto el ataque de la infantería
enemiga como la carga de la caballería pesada.
Organizada en Thiufas de 1.000 hombres.
6.000 infantes hispano-godos
Infantería ofensiva
Su misión era la de cargar contra las formaciones
de infantería enemiga empleándose a veces para
cubrir los ataques de la caballería ligera o para
abrir una brecha específica en una formación
cerrada. Organizada en unidades de 100 hombres.
3.500 infantes godos
190 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
Fuerzas Musulmanas
Infantería de línea
Su misión era cargar en varias líneas cerradas so-
bre las líneas de infantería enemiga, generalmente
en formaciones abiertas, solamente cerradas ante
la carga de caballería.
2.500 infantes árabes y sirios
Fuerzas ligeras
Su misión era complementar las acciones de la
infantería pesada mediante el lanzamiento de
lanzas, flechas y dardos sobre los cuadros de la
infantería pesada enemiga y servir de protección
de flancos de los anteriores.
3.000 hombres beréberes y godos
CABALLERÍA
Ejército Real
Caballería pesada
Su misión era cargar en varias líneas cerradas
sobre la caballería pesada enemiga o sobre
los cuadros de infantería.
1.300 jinetes nobilis
Caballería auxiliar
Su misión era apoyar a la caballería pesada
en sus cargas, protegiendo sobre todo los flancos
del despliegue y apoyar a la infantería pesada
en su avance.
2.670 jinetes buccelarii, saiones y auxiliares
Fuerzas Musulmanas
Caballería de contacto
Su misión era realizar incursiones rápidas sobre
los flancos y los elementos dispersos para deses-
tructurar el orden de batalla enemigo.
1.500 jinetes árabes, sirios y godos
Caballería de distancia
Su misión era inmovilizar a la infantería en el te-
rreno mediante el lanzamiento de dardos y flechas
a gran distancia.
1.000 jinetes beréberes.
Fuentes: Elaboración propia con datos de THOMPSON, E. A.: The Goths in Spain, Oxford:
Clarendon Press, 1969, CONTAMINE, Phillippe: War in the Middle Ages, trans. Michael
Jones, Oxford: Basil Blackwell Ltd, 1984 y Cronistas árabes varios.
Estrategia de invasión. وزغلا ةيجيتارتساistratijiya-l-gazw… 191
Por su parte Tarik, tras haberse reforzado con las tropas enviadas por
Muza desde el norte de África, y para evitar tener el mar a sus espaldas, em-
prende la marcha a caballo de la vía Augusta (calzada romana que une Me-
llaria, Medina Sidonia, Cádiz y Sevilla), con el objetivo múltiple de buscar
una zona del terreno propicia para su tipo de combate y acercarse a la zona
de influencia del Obispo Oppas y de los witizanos, en torno a Sevilla (His-
palis), y con ello poder, en última instancia, seguir reforzándose con más
tropas auxiliares. Esta aproximación se hizo muy lentamente76, invirtiendo
una semana o dos para finalmente posicionarse alrededor del río Barbate
colocando, como venía siendo habitual en sus combates, un flanco de su
ejército en el mar, el otro cerca de la laguna de La Janda, y la retaguardia
apoyada en la Sierra del Retín; el centro lo conformarían las llanuras blan-
das de la cuenca del río Barbate. Es necesario recordar que en este preciso
momento las tres estrategias antes mencionadas están siendo aplicadas al
unísono. Tras la batalla, la estrategia del rey Rodrigo será la única que em-
piece a perder fuerza como tal.
La batalla
76 En parte debido también a que seguía recibiendo tropas y aprovisionamientos desde el norte de
África y, por ello, no quería alargar en exceso sus líneas de aprovisionamiento logístico desde sus
bases, sobre todo de Algeciras. N. del A.
77 Los combates duraron una semana, desde el 19 de julio del 711 hasta el día 26 del mismo mes
y año y terminó, según algunos, con la derrota y muerte de Rodrigo y otros con su retirada. El
lugar del encuentro aparece en las fuentes árabes con varias denominaciones: Wadi Lakk o Río del
Lago, identificado tradicionalmente con el Guadalete; Wadi-l-Buhayra o Río de La Albufera, que
puede corresponder al río Barbate o a la laguna de La Janda; Wadi Siduna, Río de Sidonia, que
puede ser el mismo Barbate; Wady Umm Hakim, Río de Umm Hakim, nombre de una esclava que
acompañaba a Tarik y que éste dejó en una isla que también recibió su nombre: Wady Bakka, Río
de Beca o Meca, que puede tratarse del Barbate o de una mala lectura de Wady Lakka o Guadalete;
Wadi-l-Tin, Río del Barro, donde pereció ahogado el rey Rodrigo, Shedunya y Wadi-l-Sawaqi, Río
de las Acequias. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Claudio: Orígenes de la nación española. Op. cit. Por
todo lo anterior, y para facilitar la lectura y comprensión por los lectores sin conocimientos previos
del tema, el nombre lo utilizaremos indistintamente durante el trabajo.
78 Algunos historiadores adelantan esta fecha al 17 de julio incluyendo las primeras acciones de toma
de contacto de los elementos más avanzados de cada fuerza. UBIETO ARTETA, Antonio: Historia
de Aragón, Orígenes de Aragón, Anubar Ediciones, Zaragoza, 1989, p. 15.
79 Los combates se realizarían por controlar principalmente las posiciones dominantes de La Oliva,
80 RENARD Lucien: Histoire d’Espagne, temps primitifs, domination carthaginoise, romaine, visi-
gothe, arabe, Furne libraire-éditeur, Paris, 1855, pp. 92-97.
81 Parece ser que el primero en realizar ese repliegue fue un lugarteniente de Sisberto, pues Oppas
82 Llegando a escucharse declaraciones recogidas por autores árabes como la siguiente: «Ese hijo de
puta (sic) ha privado del reino a los hijos de nuestro señor Witiza y a nosotros del poder. Podemos
vengarnos pasándonos al enemigo. Estas gentes de enfrente no aspiran sino a hacer gran botín».
VV.AA. árabes y Crónica de Ajbar Machmua..
83 Adefonsi Chronica – Rotensis, 6, J. Gil, ed., p.120.
84 El lugar desde donde el rey Rodrigo dirigió la batalla recibe el nombre de Promontorios Transduc-
Bajas TOTAL
Deserciones Traiciones
(muertos y heridos) (supervivientes)
30%
RODRIGO
-35% -15% -20% 3.741 hombres
12.470 hombres
(aprox.)
88%
TARIK -15% 7.040 hombres
-2% +20%
8.000 hombres (+5% heridos) (aprox.)
+2.594 witizanos
Gráfico 9: Esquema de la batalla del río Barbate o de la laguna de La Janda (711 d.C.).
85 Sólo se saqueó a las tropas vencidas, que por otra parte, por la tradición de los visigodos de llevar
el rey y los nobles sus séquitos a la guerra con todas sus comodidades (costumbre desde el rey Leo-
vigildo, a imitación de la pompa y la riqueza de la corte de los emperadores bizantinos), representó
a la larga un importante botín. N. del A.
Estrategia de invasión. وزغلا ةيجيتارتساistratijiya-l-gazw… 195
mitieron los witizanos, en parte por que eran zonas bajo su control, y en cambio
urgieron a Tarik a destrozar completamente a los rodriguistas sobrevivientes.
Seguramente, todo el camino hacia Écija debió de ser un reguero de heridos y
cadáveres hasta que, en las cercanías de la misma, cerca de la actual Villanueva
del Rey, se dio el enfrentamiento definitivo que terminó de destrozar los restos
del ejército regio. Écija aún planteó una defensa seria86, lo que dio tiempo al rey
Rodrigo a alcanzar Córdoba y tomar fuerzas antes de regresar a Toledo donde
mandó evacuar la ciudad. Esto se hizo finalmente en octubre del 711 d.C. y
quedó completamente desprotegida al llevarse consigo el rey Rodrigo los res-
tos de su guardia real (comitatus), por lo que la ciudad no opuso resistencia.
La derrota del rey Rodrigo y la rápida conquista de ciudades como Éci-
ja (Astigi), Córdoba (Corduba), que aún resistió en su alquería87, Málaga
(Malaca) y Granada (Iliberris) sembraron el desconcierto inicial entre la
población hispano-goda, sobre todo entre los rodriguistas, manifestándose
en el acelerado intento por pactar con el bando sarraceno-witizano ciertas
cláusulas de convivencia para evitar ser saqueados. Esto lo analizaremos
convenientemente cuando abordemos el ritmo de avance.
Tras la salida del rey Rodrigo de Toledo, probablemente88 éste se refugió,
junto con la mayoría de los partidarios huidos de la anterior, en la ciudad
de Mérida89, desde la cual y desde otros puntos de la Lusitania, intentaría
86 AHMED AL MOKRI: Manuscritos Andalucía e historia del visir andaluz Lessaneddin Ebn el
Khatib, Kahira, 1630.
87 El conde visigodo de la ciudad de Córdoba y sus tropas ofrecieron una breve resistencia desde
una fortaleza improvisada, se dice que desde la catedral, después de que los árabes, en un primer
momento, se apoderaran del resto de la ciudad. Cuando capitularon, tras tres meses de resistencia,
todos ellos fueron muertos. Crónica de Ajbār Maŷmūca, pp. 9-11, 1007.
88 Esta teoría, en contra de la clásica de que murió durante la batalla, se apoya en que, siglos mas
tarde, durante el reinado de Alfonso III, el Magno, aparecería su tumba en Viseo (Viseu), en un mo-
nasterio del actual territorio portugués, en la que se podía leer una inscripción que decía «aquí yace
Rodrigo, último Rey de los Godos» (Hic requiescit Rudericus rex gothorum), lo cual hace pensar
que el Rey y lo que quedaba de su Corte hubieran podido resistir en la ciudad lusitana hasta el 713
d.C., en que Viseo fue tomada por los árabes. Se conservaba aún esta sepultura en el siglo XVIII, en
la iglesia de San Miguel de Fetal, fuera de los muros de esta ciudad, como lo asegura el abate An-
tonio Carvalho da Costa en su Corografía portuguesa, t. II, Lisboa, 1708, p. 178. Es probable que
Rodrigo, expulsado de Andalucía, habría encontrado un refugio en Lusitania en donde podría haber
gobernado, de modo independiente, como lo hicieron otras personalidades en diversas regiones de
la Península durante unos sesenta años. Por otro lado, y para apoyar lo anterior, debemos señalar
que conocemos la existencia de una moneda del rey Rodrigo que debió de ser acuñada en Toledo
cuando su coronación. Existe otra con la siguiente inscripción: md ne Rutie-ricas X (por rey). Sobre
el reverso se halla una cruz sobre tres grados, y entre dos lobos la leyenda: Egitania pias; es decir,
que ha sido amonedada en Egitania, (probablemente Diana a Velha, ciudad de Portugal). MILES,
G. C.: The Coinage of the Visigoths of Spain, Op. cit., pp. 442-446.
89 De ahí la presencia de la viuda del rey Rodrigo (Ailo u Omalisán «la de los preciosos collares»para los
musulmanes, y Egilona o Egilo, para los cristianos) en esta ciudad tras su caída en manos de Muza.
Posteriormente se casaría con el hijo del anterior, Abd el Azid con quien tendría un hijo, Asim. N. del A.
196 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
conformar una defensa estable frente a las tropas witizanas y sus aliados
sarracenos. Lo claro a estas alturas de la confrontación es que las thiufas
más experimentadas del rey Rodrigo habrían sido aniquiladas entre el río
Barbate y Écija, y que debía de recomponer una fuerza de combate de cerca
de 30.000 hombres para poder enfrentarse con éxito al enemigo90, cosa que
le iba a resultar muy complicada.
jusqu’aucommencement du XIX ème siècle, Tomo segundo, F-G., Levrault libraire-éditeur, París,
1837, pp. 40-41.
Estrategia de invasión. وزغلا ةيجيتارتساistratijiya-l-gazw… 197
92 El primado de Spania, Sinendo (Sinderedo), del bando rodriguista, para mayor seguridad abandonó
la capital pero no acompañó al Rey Rodrigo, si no que se marchó a Roma, abandonando con ello
a su grey. Esto mismo ocurrió en varias ciudades, como en Huesca (Osca). UBIETO ARTETA,
Antonio: Historia de Aragón, Orígenes de Aragón, Anubar Ediciones, Zaragoza, 1989. Se sabe que
el mismo estuvo presente en Roma en un sínodo, firmando como «Sinderedo, obispo de España»,
en el año 721 d.C. THOMPSON, E. A.: Los godos en España, Op. cit., p. 295.
93 Es posible que no pudiera recibir la corona de manera oficial, pues, por lo mencionado anterior-
mente, no pudo realizarse el rito de la ‘unción regia’ en la urbs regia (Toledo), que recibían de los
obispos, y que les confería cierto carácter sagrado, pues el primado del reino había abandonado
la ciudad. Oppas actuaría, por su calidad de alta autoridad eclesiástica y como tutor familiar más
directo, en nombre del nuevo rey Agila II (menor de edad), no de ius pero si de facto. COLLINS,
Roger: La España visigoda 409-711, Op. cit., p. 133 ss.
198 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
EL RITMO DE CONQUISTA
96 Fue fundamental en los valles del Guadalquivir y del Ebro donde existían tierras ricas y eran zonas
muy urbanizadas. Los musulmanes rendían las ciudades y con ello controlaban todo el territorio
que les rodeaban. N. del A.
97 Teodomiro fue posiblemente el dux de la provincia visigoda de la Bética, que pudo escapar de la
batalla de Barbate y refugiarse en la ciudad de Orihuela (denominada Auriola). Tras el pacto tuvo
consideración de rey tomando como título el de: Rey Theudimero I de Aurariola, reinando entre el
711 y el 743 d.C., sustituyéndole su hijo Atanagildo, que lo hizo hasta el 755-756 d.C. Fue enton-
ces cuando el Califa Abderramán I dejó sin eficacia el tratado, pasando a denominarse el territorio
Cora de Tudmir. COLLINS, Roger: La conquista árabe 710-797, Op. cit., p. 147.
200 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
98 Que, según la Crónica Mozárabe de 754, eran en el s. VIII la máxima autoridad reconocida por
los árabes sobre la población cristiana y que ostentaban la dignidad de «comes de Al-Andalus» y
«príncipe de los españoles sometidos» y eran los encargados de recoger la tributación territorial.
99 Un ejemplo tardío serían las definitivas capitulaciones con la ciudad de Coimbra, llevadas a
cabo por el walí de la provincia de Al-Balata, Alboacen ibn Mahumet al Mar en el año 734
d.C. ROSSEEUW SAINT-HILAIRE M.: Histoire d’Espagne despuis l’invasion des Goths
jusqu’aucommencement du XIX ème siècle, Tomo segundo (en apéndices), F-G., Levrault librai-
re-éditeur, París, 1837, p. 505.
100 Asín Palacios y otros arabistas (Ibn Masarra y su escuela y el místico Abû-l-’Abbâs ibn al-’Arif de
Almería y su ‘Mahâsim al-Mayâlis’) mantienen que el islamismo es una suma de creencias o sincre-
tismo, que tiene en su base lo arriano y lo judaico. Se comprende por tanto el respeto de los musul-
manes hacia las «Gentes del Libro», con las que comparten lo esencial: el sometimiento a un solo
Dios con el que pueden comunicarse directamente y desde cualquier lugar. ASÍN PALACIOS, Mi-
guel: Tres estudios sobre pensamiento y mística hispanomusulmanes, Ed. Hiperión, Madrid, 1992.
101 Esto lo recoge entre otros la Crónica del Moro Rasis cuando afirma que las gentes que moraban en
estos castillos hicieron pleitesía con los moros, y fincaron en sus castillos, y los moros, sin contienda.
Estrategia de invasión. وزغلا ةيجيتارتساistratijiya-l-gazw… 201
102 Ambos se sentían amparados por lo reflejado en el Corán (5,85/82 y 9,29/29) sobre ellos. La
conversión al Islam y la eximente de pago de impuestos se vio favorecida con la subida al trono
de Umar II el Santo (717-720), cuando aún estaba en marcha la conquista de España, pues éste
cambió de opinión y decidió que la ley coránica se aplicara en su integridad aunque sus arcas se
empobrecieran. Cabe pensar que las conversiones se multiplicaron, y más cuando las columnas
volantes que habían avanzado sin cesar a lo largo de las calzadas romanas de la Península, habían
dejado numerosos territorios sin ocupar, pactando con los condes visigodos según las modalidades
que la tradición oral –la escrita aún no existía– decía que había empleado el Profeta a lo largo de
su predicación y que cada tradicionero explicaría de modo más o menos próximo a la realidad. Y
en cuanto al pago de la capitación por propia mano y humillados es tema que admite tal número de
interpretaciones que bastaba con que el conde que había quedado a la cabeza del distrito cobrara
sus impuestos –notoriamente inferiores a los visigóticos– y fuera a entregarlos a la autoridad mu-
sulmana correspondiente. N. del A.
103 Desde el punto de vista religioso, hay que señalar la tolerancia inicial de los musulmanes hacia
los cristianos y judíos. Con estas comunidades se estableció el pacto de dhimna, por el cuál no
tenían obligación de convertirse y gozaban de protección, pero esto no les eximía del pago de
impuestos. VV.AA.
104 Según algunas fuentes, ante la falta de autoridad de los witizanos, consiguió un enorme botín
acumulado tres siglos anteriores (el tesoro de Alarico conseguido en Roma) aunque algunas piezas
fueron sacadas de Toledo, serán el llamado tesoro de Guarrazar.hay dudas de si llegaron a encontrar
la famosa «Mesa de Salomón». VV.AA. árabes.
202 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
ya en la primavera del año 712 d.C., una nueva campaña para controlar,
siempre junto con los witizanos, los enclaves y zonas aún bajo control del
partido rodriguista; en principio, los denominados como Campos Góti-
cos105.
Para lo anterior se utilizará, primordialmente, las vías de comunicación
existentes, de origen romano, para la progresión. Todas las anteriores son
viae publicae106, es decir, principales del Imperio. Está claro que para la pro-
gresión Peninsular las tropas musulmanas utilizaron, para sus expediciones
en campañas anuales, los ejes viales romano/visigodos existentes.
Tarik partió de Talavera con el en-
cargo de sojuzgar la parte septentrio-
nal de la Autrigonia, en particular la
Artúrica, para ello inicialmente cruzó
Somosierra por un puerto que a partir
de entonces recibió el nombre de Bab
Táriq, es decir, Buitrago, siguiendo
inicialmente el itinerario de la calza-
da romana II (Iter ab Emerita Caesar
Augustam); Toledo (Toletum), Alcalá
Gráfico 14: Campaña de Tarik de Henares (Complutum), Sigüenza
(712-713 d.C.). (Segontia), para pasar posteriormente
Fuentes: Elaboración propia al itinerario de la calzada romana III
con diferentes datos de cronistas
contemporáneos a los acontecimientos
(Iter ab Asturica Tarraconem); Oxa-
y secuencia de UBIETO ARTETA, ma, Auca, Clunia, Amaya, León (Le-
Agustín: Génesis y desarrollo de España, gio) y regreso por la calzada romana
II, Diapositivas, Instituto de Ciencias de IV (Iter ab Emerita Asturicam); desde
la Educación, Zaragoza, 1984 (Colección
Materiales para la clase, nº 3, vol. 2). Astorga (Asturica Augusta) hacia To-
ledo (Toletum) en el otoño del 712 d.C.
Esta expedición sirvió para tantear el grado de resistencia con el que
posteriormente se iban a encontrar, pero también para evaluar el grado de
aceptación de las autoridades y de la población a la nueva presencia de los
musulmanes.
105 Zona que comprendía el oriente y el centro de Castilla la Vieja, principal asentamiento de la pobla-
ción visigoda desde su entrada en la península Ibérica en el siglo V. En esa zona se habían refugiado
gran parte de los cristianos de Toledo tras la invasión de la ciudad, capitaneados por el obispo Sin-
deredo, llevando consigo reliquias. ÁLVAREZ PALENZUELA, V. A. y SUÁREZ FERNÁNDEZ,
Luis: Historia de España: la España musulmana y los inicios de los Reinos cristianos (711-1157),
Editorial Gredos, Madrid, 1991, p. 11.
106 Son llamadas también viae praetoriae (vías pretorianas), viae militares (vías militares) o viae con-
sulares (vías consulares). Th KISSEL, TH: «La construcción de carreteras como un munus publi-
cum», en P. Erdkamp dir., El ejército romano y la economía, Ámsterdam, 2002, pp. 127-160.
Estrategia de invasión. وزغلا ةيجيتارتساistratijiya-l-gazw… 203
N. del A.
111 Según relato del cronista árabe Ibn Habib y de Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo en su Histo-
112 La presencia de la leyenda en la vida del rey Rodrigo fue tan intensa que acabó siendo protagonista
de multitud de romances (poemas de autores anónimos que narran aventuras o acontecimientos
más o menos verídicos que se interpretan declamando, cantando o intercalando canto y declama-
ción). Se incluyen tres que hacen referencia; (1) a la venganza del padre de La Cava; (2) la descrip-
ción del final de la «batalla de Guadalete» y; (3) un supuesto fin de don Rodrigo que sufre como
penitencia de su lascivia el ataque de una culebra a la parte de su cuerpo de donde había surgido su
pecado. VV.AA.
113 Al-maraj, que significa «el encuentro». Tampoco se ponen de acuerdo los autores árabes de la Edad
Media en fijar el punto de encuentro entre Muza y Tarik. Citan además otros sitios como Toledo,
Talavera y Córdoba, que puede corresponder a Qartachanna (Carteya o Cartagena). Según esos
mismos autores la entrevista no fue nada cordial e incluso Muza se atrevió a golpear con un látigo
a Tarik exigiéndole la entrega de los tesoros encontrados. N. del A.
114 Es en ese momento cuando Muza, en calidad de emir, y en nombre del Califa, asumió la potestad
que hasta entonces poseyeran los reyes godos haciendo acuñar sueldos de oro con inscripción
latina aunque el texto correspondía al de la primera sura del Corán: in nomine Deus, non Deus nisi
Deus solum, non Deus alius. ÁLVAREZ PALENZUELA, V. A. y SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis:
Historia de España: Op. cit., p. 12.
Estrategia de invasión. وزغلا ةيجيتارتساistratijiya-l-gazw… 205
del mismo nombre115, como los acuerdos con el conde Casio y su hijo For-
tún, (primavera del 714 d.C.), que son ya un claro ejemplo de este tipo de
pactos directamente con la soberanía musulmana. Es un hecho también que
tras estas primeras capitulaciones, ciertos nobles godos, entre ellos el obispo
Oppas, no admiten reconocer a los musulmanes en su soberanía, por lo que
se sublevan inicialmente en los territorios de la Bética y de Hispalis por ser
estos los primeros que pactaron con los witizanos y no con los musulma-
nes116. Abd Al-Aziz y Abd Allah, ambos hijos de Muza, lograrán sofocar
los reiterados conatos de sublevación de los nobles visigodos, consiguiendo
posteriormente importantes capitulaciones. Por su parte, Muza entra en To-
ledo para apresar al obispo Oppas (condenándolo inicialmente a muerte),
aunque tuvo que conformarse con la ejecución de un gran número de miem-
bros de la aristocracia autóctona que le habían favorecido en su huída.
El invierno entre el 713 y el 714 d.C. va a servir a ambos caudillos para
diseñar en detalle las expediciones de la siguiente primavera y verano, cla-
ves para la conquista definitiva de todo el territorio peninsular septentrional;
el oriente para Muza y el occidente para Tarik. En la primavera del 714
d.C., ambos atravesaron el Sistema Central; Muza lo cruzó por un valle o
desfiladero que pasó a llamarse Fach Musa (Valmuza). El itinerario seguido
fue Toledo, Alcalá, Sigüenza, Medinaceli (Occilis), Calatayud (Bilbilis) y
Zaragoza (Caesar Augusta). En el valle del Ebro Medio consiguió la sumi-
sión del conde Fortún117, facilitando la caída de Zaragoza, y desde aquí, en
115 El pacto de Teodomiro, de indiscutible autenticidad, es el primer documento hispanoárabe del que
se tiene noticia y su análisis y estudio son esenciales para tener una idea clara del régimen civil y
militar en la península Ibérica durante el siglo VIII. Este tratado permitía a los cristianos conservar
cierta autonomía en siete ciudades a cambio del pago de ciertos tributos a favor de los combatientes
árabes, tanto hombres libres como esclavos. Se conservan cuatro versiones de este interesantísimo
documento, fechado en abril del año 713 d.C. En las versiones citadas coinciden los nombres de
seis ciudades: Orihuela, Mula, Lorca, Alicante, Hellín y Valencia. La séptima varía; para unos
transmisores se trata de Elche y para otros, de Villena o Bigastro. El pacto de Teodomiro recuerda
el de Damasco de septiembre de 635 d.C. o diciembre del año siguiente. En este pacto de Teodomi-
ro no aparece mencionada la ciudad de Cartagena y la razón parece obvia: porque fue conquistada
por las armas y, por tanto, quedaba incluida en el régimen de capitulación incondicional o forzosa.
Teodomiro casó una hija suya con un noble sirio y sus descendientes de la más rancia y rica nobleza
hispanoárabe se perpetuaron en el reino de Murcia hasta el siglo XIII, cuando fue ocupado por
Fernando III el Santo. CODERA, F.: Estudios críticos, VII y VIII. VALLVÉ, J.: «Problemas de la
invasión musulmana»; Anuario de Estudios Medievales, 1967. BARCELÓ, M.: «El rey Akhila»;
Miscellanea Barcinonensia, 1978.
116 También ello es debido a que Muza no respeta ciertos acuerdos alcanzados entre los visigodos y
Tarik, siendo una primera muestra de desacuerdo entre beréberes y árabes. N. del A.
117 Hijo del conde Casio, se convirtió al Islam y fue cabeza de una familia o dinastía (Banu Qasi) que
se enseñoreó de la comarca durante tres siglos. CORRAL LAFUENTE, José Luis: Historia de Za-
ragoza. Zaragoza musulmana (714-1118). Ayuntamiento de Zaragoza (Área de Servicios Públicos,
Servicio de Cultura) y Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1ª edición, Zaragoza, 1998.
206 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
118 Laconquista es lenta debido al escaso número de población árabe que entró en la Península, pero
las tierras aragonesas se conquistan enseguida con la colaboración de muladíes (conversos que
entran en clientela con un linaje árabe), como los Banu Qasi (descendientes del hispano romano
Casio (Casius), originarios de Ejea) o los Banu Sabrit. La mayoría de las ciudades se redujeron
por pactos, excepto Zaragoza y Huesca, que fueron las únicas que opusieron algo de resistencia.
Algunos nobles rebeldes visigodos y altas dignidades eclesiásticas fueron los únicos que huyeron
buscando refugio entre los clanes indígenas de las montañas del Pirineo. Se sometieron la mayoría
de los valles pirenaicos, por la importancia de sus pasos con el sur de Francia, aunque no fueron
ocupados asentando población árabe o bereber. UBIETO ARTETA, Antonio: Historia de Aragón,
Orígenes de Aragón, Anubar Ediciones, Zaragoza, 1989.
119 Aquí se difiere en cuanto a los itinerarios elegidos, pues algunos cronistas árabes, como Ibn al-
Mugīra, en la Historia de Ibn al-Qūtiyya, apoya que Muza tomó y devastó la ciudad de Tarragona
y, por el contrario, la Crónica Mozárabe de 754 lo sitúa en la conquista de la Galecia.
Estrategia de invasión. وزغلا ةيجيتارتساistratijiya-l-gazw… 207
Esta fase comienza cuando Muza y Tarik abandonan la Península para ren-
dir cuentas ante el Califa de Damasco en el otoño del año 714 d.C., dejando
como representante y responsable de sus intereses en la Península al hijo del
primero, Abd al-Aziz. Éste, básicamente hasta ese momento, y como refuerzo
a las expediciones de su padre en el norte Peninsular, había centrado su estra-
tegia en reforzarse militarmente con más contingentes norteafricanos (durante
el año 712 y 713 d.C.) y en consolidar las conquistas ya realizadas en el sur
Peninsular mediante los pactos. Para llevar a cabo todo lo anterior, y contando
con su hermano Abd Allah124, diseña una progresión125 en forma de tridente des-
de la recién elegida capital de la provincia, Sevilla, hacia la Andalucía Oriental,
la Andalucía Occidental y el Sur de Portugal entre los años 713-714 d.C. Para
ello Abd al-Aziz utiliza; en una primera fase la calzada romana I, siguiendo el
itinerario Sevilla, Málaga (Malaca), Elvira, Granada (Iliberris), Guadix (Acci),
Baza (Basti), Lorca (Ilorci), Cartagena (Cartago Nova), Murcia (Bigastrum), y
Orihuela (Saetabis), donde culmina un pacto con el conde Teodomiro; y poste-
riormente en una segunda fase, ya de regreso en Sevilla, la calzada romana que
se empiezan a contar tanto los gobernadores como las expediciones de conquista, por lo que las su-
yas a la Andalucía oriental y a la Lusitania serían, respectivamente, la primera y la segunda. N. del A.
208 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
Para lo anterior utiliza, en una primera fase, la calzada romana III (orien-
tal); Zaragoza (Caesar Augusta), Lérida (Ilerda), Tarragona (Tarraco), Bar-
celona (Barcino), Gerona (Gerunda), Ampurias (Emporiae) y finalmente
asegurar el paso de la Junquera (Iuncara), realizando pactos con las auto-
ridades locales y derrotando en Tarragona, en el año 716 d.C., al rey Ágila,
y haciendo huir a su sucesor Ardón hacia la Septimania. Para la segunda
fase utiliza la calzada romana III (occidental); Zaragoza (Caesar Augusta),
Tarazona (Turiasso), Calahorra (Calagurris) tomando finalmente, en el año
718 d.C., Pamplona (Pompaelo), y pactando con las autoridades locales y los
cántabros y vascones acuerdos de vasallaje, con la que someterá el alto Ebro
y la zona occidental de los Pirineos. Previamente a estas dos campañas ya
se ha intentado la progresión, en el año 715 d.C., por la zona de los Pirineos
centrales, y al igual que la resistencia de Pamplona en el occidente y de Ta-
rragona en el oriente, la ciudad de Huesca va a resistir hasta el 721 d.C. un
largo asedio que impedirá el éxito de la campaña en este punto. Tanto es así
que los musulmanes son rechazados, por primera vez, al intentar asegurar la
comunicación norte-sur del itinerario entre Zaragoza y el Bearn en el estraté-
gico punto de bifurcación norte de esta calzada131, cerca del pueblo de Botaya.
matar al rey visigodo Ardón, su último rey, Nimes (720), Carcasona (721)
y posteriormente sitia Tolosa (721); la provincia de la Septimania cae en
su poder. Aunque finalmente es derrotado en la batalla de Tolosa (10 de
junio del 721 d.C.) frente al duque Eudes (Eudo, Odón) de Aquitania,
2. La segunda expedición al otro lado de los Pirineos (quinta expedición
Peninsular en el 724-725 d.C.) la comanda el walí Anbasa ibn Suhaym al-
Kalbi, sexto gobernador de al-Andalus, quien partiendo de Lérida atra-
viesa también los Pirineos por La Junquera, y saquea y ocupa Carcasona
(724), Nimes (724) y Autun (22 de agosto de 725 d.C.), conquistando
toda la Galia Narbonense, aunque finalmente es derrotado en los llanos
de la Bourgogne en el otoño del año 725 d.C., donde encontró la muerte.
3. La tercera expedición al otro
lado de los Pirineos (sexta expe-
dición Peninsular en el 732-733
d.C.) la comanda el walí Abd ar-
Rahaman ibn Abd Allah al-Ga-
fiqi, decimotercer133 gobernador
de al-Andalus (ya ha participado
en la primera incursión orien-
tal), que protagoniza la primera
progresión occidental partien-
Gráfico 18: Expediciones al corazón
do de Zaragoza y atravesando de Europa (721-739 d.C.).
los Pirineos por Roncesvalles, Fuentes: Elaboración propia con datos de
derrotando al duque Eudes de JAMES, E.: «Septimania and its frontiers:
Aquitania en la batalla del río an archaeological approach», en Visigothic
Spain: New Approaches, JAMES, E., ed.,
Dordoña. Posteriormente saquea Oxford, 1980, la Cronica regnum Fran-
las ciudades de Burdeos (732) y corum a primo francorum ortu usque ad
Tours (733), para caer finalmen- Ludopici Pii imperatori filios, la Chronico
te en la batalla de Poitiers frente breve ab initio regni Francorum usque ad
annum 1137 y Annales Regni Francorum,
a Carlos Martel (entre el 25 y el Monumenta Germaniae Historica, Scrip-
31 de octubre del 733134). tores FERUM Germanicarum, c. 787.
133 Ya lo fue, de manera interina, como quinto gobernador en el año 721 d.C. N. del A.
134 La fecha tradicional de la batalla de Poitiers es octubre de 732. Sin embargo, según la Crónica de
754, está equivocada ya que el califa Hixam nombró sucesor de Al-Gafiqi a primeros de 734 d.C.
Como no es de recibo creer que al-Andalus estuvo todo un año largo sin gobernador, conviene fe-
char la batalla de Poitiers en octubre de 733. Esta batalla no tiene la importancia que se el atribuye
comúnmente. Por ejemplo, no es comparable con la batalla que en sus proximidades se realizó an-
teriormente sobre Atila. Simplemente marcará el fin de una incursión o razzia, pero que no impide
nada en realidad, pues si Carlos Martel hubiese sido vencido el resultado habría sido simplemente
un pillaje más considerable. PIRENNE, Henry: Mahomet et Charlemagne, collection: «Les classi-
ques des sciences sociales», Pierre Palpant ed., Canada, 1937.
Estrategia de invasión. وزغلا ةيجيتارتساistratijiya-l-gazw… 211
135 Conocemos las consideraciones del propio Muza en sus primeras campañas en la Bética en el 713
d.C., y las del califa Umar II en el 718 d.C. N. del A.
136 Por otro lado dejaba, ya sin poder ni presencia del Rey y con el episcopado debilitado, un ejercicio
de poder en las autoridades locales, generalmente representadas por el Comes Civitatis y por el
Iudex. N. del A.
212 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
137 ROSSEEUW SAINT-HILAIRE M.: Histoire d’Espagne despuis l’invasion des Goths jusqu’au
commencement du XIXème siècle, Tomo segundo (en apéndice), F-G., Levrault libraire-éditeur, Pa-
rís, 1837, p. 90.
138 En el propio siglo VIII no se referencian más que las relacionadas con distritos meridionales como
los de Rayyā (Málaga), Mouron (Morón) y Siduna (Medina Sidonia). Se hará posteriormente de
forma más precisa. IBN AL-ATīR, p. 99.
139 Tales como, inicialmente Narbona y Córdoba, y posteriormente Elvira-Granada, Jaén, Mérida,
especie de catastro o registro de ingresos imponibles, para clarificar las fuentes y capacidades del
fisco), y se exigió a los scrinarii que inspeccionaran los viejos registros del codex publicus. Cróni-
ca de 754, 91, p. 122.
143 Consistía en un impuesto territorial, que obligaba a los no musulmanes a pagar un porcentaje de lo
146 Siempre se habla del enfrentamiento entre los clanes Wamba-Égica (o witizanos) y Chindasvinto-
Recesvinto (o rodriguistas). N. del A.
147 Ello ocurrió en poblaciones con fuerte presencia de los anteriores como Narbona, Tarragona, Sagun-
to, Elche, Lucena, Elvira, Córdoba, Mérida, Granada, Zaragoza, Sevilla y la capital Toledo. N. del A.
214 Fernando SOTERAS ESCARTÍN
cruzaron el Estrecho en los años 716 y 719 d.C., esta percepción de entendimiento empezó a
quebrantarse seriamente. N. del A.
Estrategia de invasión. وزغلا ةيجيتارتساistratijiya-l-gazw… 215
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA