Vida Afectiva
Vida Afectiva
Vida Afectiva
4.1 CARACTERISTICAS
SUBJETIVIDAD
SELECTIVIDAD
Los afectos hacen que nuestra percepción de la realidad sea selectiva. Pasa en
especial con el amor y el odio.
POLARIDAD
o Atracción-rechazo
o Tensión-relajación
4.2 CLASIFICACION
EMOCIONES:
En un sentido restringido, es una reacción afectiva que surge súbitamente ante
un estímulo, duran un corto tiempo y comprende una serie de repercusiones
psicocorporales.
Pueden ser estímulos que provocan emociones: una persona, una cosa, una
circunstancia, un recuerdo, una imagen, un pensamiento, una acción voluntaria
o involuntaria. La duración y la intensidad de la emoción depende del estímulo,
del estado de ánimo del individuo, del estado de su organismo y de su
personalidad.
Características de la Emoción:
Obedecen a una realidad objetiva.
Su intensidad es alta pero su puración es corrta.
Su aparición provoca cambios fisiológicos, psicológicos y psicosomáticos.
SENTIMIENTOS:
Clases de sentimientos:
Vitales, éticos, estéticos, pragmáticos, espirituales o sociales, sexuales o
narcisistas.
PASIONES:
Son procesos afectivos poderosos y absorbentes que llegan a canalizar toda la
vida psíquica en una dirección principal, llegando en algunos casos a producir
la ruptura del equilibrio psíquico del individuo.
Son positivos cuando orientan al sujeto hacia valores culturales positivos o
sublimes. Ejemplo: Un científico que concentra toda su atención en entender la
naturaleza de un fenómeno natural tratando de producir un conocimiento útil a
la humanidad. Un deportista que concentra toda su atención en practicar ocho
horas diarias con la finalidad de salir vencedor en una competencia.
Las pasiones son negativas cuando llegan a la persona a su autodestrucción,
ellas producen una ruptura con el mundo exterior. Ejemplo: La obsesión como
el juego, la bebida, el alcoholismo, las drogas que llevan a una persona a
abandonar a toda su familia, trabajo y amigos hasta destruirse así mismo y a
los demás.
Tipos de Pasiones:
Positivas: Basadas en valores éticos, el desarrollo de la ciencia.
Negativas: Basadas en el fanatismo y en todas sus variantes.
• Preparación para la acción: las emociones actúan como un nexo entre los
estímulos recibidos del medio y las respuestas del organismo. Las
respuestas emocionales son automáticas y por tanto no requieren ningún
tipo de raciocinio o de control consciente.
• Delimitación del comportamiento futuro: las emociones influyen en la
asimilación de información que nos servirá para dar respuestas en el futuro
a hechos similares. Dichas respuestas podrán ser de rechazo o de
búsqueda de repetición del estímulo.
• Regulación de la interacción social: las emociones son un espejo de
nuestros sentimientos y su expresión permite a los observadores hacerse a
una idea de nuestro estado de ánimo.
Emociones Primarias
Dentro de las emociones primarias se consideran: la ira, el miedo, la alegría, el
amor, la sorpresa, el disgusto, el interés y la tristeza. Las emociones son
impulsos para actuar, planes instantáneos para enfrentarnos a la vida que la
evolución nos ha inculcado (Goleman, 1995). Todas las emociones se
relaciones con un conjunto de reacciones; por ejemplo:
La ira: la sangre fluye hacia las manos facilitándose la utilización de armas o el
propinar golpes contundentes. El ritmo cardiaco se eleva y se liberan hormonas
como la adrenalina que disponen el cuerpo para la acción. La ira se asocia con
la furia, el ultraje, resentimiento, cólera, indignación, fastidio, hostilidad y en
extremo, con la violencia y el odio patológicos.
El miedo: hay una redistribución de la sangre en las partes indispensables en
las acciones evasivas; puede haber una paralización repentina mientras se
analiza una respuesta adecuada, pero en suma, el cuerpo está en un estado de
máxima alerta. El miedo se asocia con ansiedad, nerviosismo, preocupación,
inquietud, cautela y en un nivel profundo, con fobia y pánico.
La alegría: se inhiben sensaciones negativas o de intranquilidad. Parece que
no hay reacciones fisiológicas relevantes, salvo una sensación de paz y calma
corporal. Se asocia con placer, deleite, diversión, placer sensual, gratificación,
euforia, éxtasis y en extremo, con manía.
El amor: los sentimientos de ternura y la satisfacción sexual dan lugar a un
despertar parasimpático –"respuesta de relajación"– es un conjunto de
reacciones en todo el organismo que generan un estado general de calma y
satisfacción, facilitando la cooperación. Se asocia con aceptación, simpatía,
confianza, amabilidad, afinidad, adoración y en casos patológicos puede
conducir a la extrema dependencia.
La sorpresa: el levantar las cejas en expresión de novedad o sorpresa permite
ampliar el campo visual y que llegue más luz a la retina; esto ofrece más
información sobre el hecho inesperado, facilitando cualquier análisis e ideando
el mejor plan de acción.
El disgusto: según lo ha sugerido Darwin, el gesto facial de disgusto aparece
como un intento por bloquear las fosas nasales en caso de probar una
sustancia desagradable o de que exista necesidad de escupirla.
La tristeza: la tristeza tiene una función adaptativa en caso de una pérdida
significativa. La tristeza desencadena una caída de la energía y el entusiasmo
por las actividades de la vida, sobre todo las diversiones y los placeres; frena el
metabolismo del organismo e induce al aislamiento y recogimiento. En casos
muy profundos, la tristeza puede desembocar en depresión.
Interés: tiene como función ayudarnos a centrar nuestra atención en un
estímulo proveniente del medio al que bajo ciertas circunstancias, le asignamos
un valor de pertinencia.
Emociones Secundarias
Las emociones primarias son automáticas y cumplen una función adaptativa y
saludable dentro del organismo al ayudarnos a reaccionar inmediatamente
frente a un estímulo. Cuando estas emociones no son procesadas
adecuadamente sufren una "mutación" y no son superadas, quedando
convertidas en emociones secundarias. Es así como cada emoción primaria se
asocia a una emoción secundaria:
El ocaso del CI
Lewis Terman inventó los famosos tests de inteligencia para definir el
coeficiente intelectual CI. Pero un elevado CI no constituye una garantía de
éxito profesional.
Llegar a tiempo
Al estudiar las causas del fracaso escolar, el alcoholismo y las drogas suele
aparecer una crisis afectiva que les llevan a buscar refugios fáciles al calor de
esos errores.
El control de la tristeza
Aprender a abordar los pensamientos que se esconden en el mismo núcleo de
lo que nos entristece, para cuestionar su validez y considerar alternativas más
positivas.
La imagen refleja
La imagen que cada uno tiene de si mismo es en gran parte reflejo de lo que
creemos que los demás piensan de nosotros.
El aprendizaje de la decepción
Una de las claves de una buena educación sentimental es aprender a asumir el
fracaso.
Control de la preocupación
Bastantes estudiantes son muy proclives a preocuparse y caer en estados de
ansiedad durante las épocas de exámenes, y esto afecta negativamente a sus
resultados.
Aplazar la gratificación
Los chicos poseen desde muy pronto importantes capacidades emocionales
como percibir la conveniencia de suprimir el impulso.
Aprender a situarse
Hay personas cuya torpeza en las relaciones humanas proviene de haber
recibido una escasa educación en todo lo referente a las normas de
comportamiento social.
El estado sentimental
Nuestros sentimientos nunca logran permanecer totalmente neutrales.
Tenemos siempre un estado de ánimo una disposición afectiva.
La atrofia afectiva
Se pueden distinguir tres estilos de atrofia afectiva: la hipertrofia intelectual el
pragmatismo utilitarista y la actitud voluntarista.
La sensación de desgana
Abandonarse a los deseos y apetencias suele conducir al hombre a la desgana
generalizada y acabar creando un grave problema para la vida sentimental.
Aprendizaje emocional
Las lecciones emocionales que recibimos en la infancia tienen un impacto muy
profundo ya sea amplificando o enmudeciendo una determinada predisposición
genética.
El riesgo de la hiperprotección
Algunos padres piensan que deben proteger a su hijo tímido de toda posible
inquietud. Pero esa sobreprotección parece alentar a la larga los temores del
niño.
De la reflexión a la acción
Para educar es necesario un serio esfuerzo para pasar de la reflexión a la
acción.
Descifrar las claves
Nuestro porvenir está vertebrado por esa fuerza misteriosa y rebelde que es la
libertad creadora del hombre.
La primera infancia
Si en la primera infancia se satisfacen siempre todos los antojos se le impedirá
desarrollar su capacidad de resistir el impulso y tolerar la frustración.
Lastre emocional
Los problemas más comunes de la infancia y la adolescencia suelen ser el
sentirse habitualmente ignorado, falto de atención o de afecto y verse
rechazado en el entorno escolar.
Un caso trágico
Un día de 1978 un avión se aproximaba al aeropuerto de Portlan cuando de
pronto se dio cuenta de que tenía problemas en el tren de aterrizaje.
Sentimientos de inferioridad
El sentimiento de inferioridad se deba a la existencia de un defecto que se vive
como algo vergonzoso, humillante, indigno de uno mismo e inaceptable.
El amor en la educación
Ante los problemas de la educación podemos preguntarnos: ¿no estará la raíz
del mal en el olvido de los aspectos afectivos y morales en la educación que se
imparte en la familia, en la escuela y en la sociedad?
El amor humano
La dificultad de mantener a lo largo del tiempo el amor humano entre dos
personas, consiste esencialmente en superar el egoísmo.
El hombre no es sólo espíritu, sino espíritu encarnado y, de alguna manera, síntesis del
cosmos[2]; de ahí el importante influjo de la vida afectiva en el obrar humano, su
profunda incidencia sobre la vida biológica, sobre el conocimiento sensitivo y sobre las
actividades volitivas. En efecto, las pasiones influyen hondamente en nuestra salud o
enfermedad corporal, en nuestras percepciones acertadas o erradas de las cosas, en
nuestra vida moral y en todas nuestras actividades externas. Ellas matizan y forman
parte complementaria de los movimientos propiamente espirituales como el amor, el
celo, la desesperación, etc. En las pasiones humanas la vida sensitiva y animal es
asumida y elevada integrándose en la vida intelectiva y volitiva del alma: se da una
mutua comunicación, influencia, redundancia, enriquecimiento. Por este motivo la
razón y la voluntad deben regular, no anular, la afectividad sensitiva, ordenando e
integrando los valores sensibles en el conjunto armónico de la personalidad humana.
Los pocos fragmentos de la antigüedad que aluden a las pasiones muestran claramente
la gran importancia que se le concedió al tema. Hipócrates trató de localizarlas
orgánicamente; Platón las analizó extensamente en algunas de sus obras (como la pasión
del amor en El Banquete). Aristóteles intentó sistematizar la doctrina en la Etica a
Nicómaco y en la Retórica. Posteriormente los estoicos enfatizaron su influencia en el
campo moral (calificándolas globalmente como malas); baste citar a Zenón de Zitio,
Crispo, Posidonio, Cleantes y luego Séneca. En cambio, Epicuro sostuvo la bondad
exclusiva de las pasiones que producen placer.
Entre los autores cristianos, los primeros que las trataron expresamente fueron Nemesio
de Emesa, San Juan Damasceno en el De Fide Ortodoxa, y San Agustín con sus profun-
dos análisis psicológicos en las Confesiones y en el De Civitate Dei[3]. Y en la Edad
Media Santo Tomás de Aquino elaboraría el tratado más acabado sobre las mismas[4].
En el Renacimiento, Humanismo y posterior Iluminismo, se destacan el amplio tratado
escrito por Juan Luis Vives, y más tarde los estudios de Descartes, Malebranche,
Hobbes, Locke, Hume, Leibnitz, Kant, Herbart, etc. Luego de Guillermo de Wundt
(1832-1920) fundador y sistematizador de la Psicología científica, casi todos los
psicólogos han estudiado expresamente el argumento.
Desde el punto de vista etimológico, el término pasión proviene del griego pathos, del
verbo paskhein, ser afectado, recibir o padecer alguna cosa. Significado equivalente
recibe el sustantivo latino passio y su verbo pati.
Todos estos términos coinciden, sin embargo, en un sustrato común, que es designar o
describir las inmutaciones (reacciones) psico-somáticas de la afectividad humana y
animal producidas por el conocimiento sensible de algún objeto.
1) Análisis descriptivo.
En los animales pueden percibirse ciertos estados afectivos (dolor, alborozo, cólera,
tristeza) que de algún modo traducen al exterior (ladrando, moviendo la cola, saltando).
También en el hombre se verifican estos fenómenos que conjugan distintos niveles:
-Sigue la excitación del alma que codicia ese bien o que se defiende contra ese mal.
Estos dos primeros momentos constituyen el elemento cuasi formal de la pasión, que es
el movimiento del apetito sensitivo, y no es otra cosa que la experiencia psíquica de
agrado o desagrado.
Teniendo esto en cuenta, Santo Tomás define a las pasiones como "las operaciones del
apetito sensitivo, acompañadas por la transmutación de algún órgano corporal, y en las
que el hombre es en cierto modo arrastrado"[6].
La sede o sujeto de las pasiones es, por tanto, el apetito sensitivo y no la voluntad. Se
trata, en efecto, de movimientos corporales que pueden influir accidentalmente o
indirectamente en el alma. Se dice por eso a veces "pasiones del alma" en el sentido de
que en la pasión es el compuesto el que padece o es arrastrado por el bien y por tanto se
puede decir por extensión que es el alma la que padece.
-El bien causa en la potencia apetitiva una inclinación, connaturalidad hacia ese mismo
bien. Esto es el amor. Respecto del mal, se da algo contrario, una aversión, un rechazo,
que es el odio.
-El bien amado y no poseído mueve hacia su consecución y eso pertenece a la pasión
del deseo, cuyo contrario, en la línea del mal, es la fuga o abominación.
-Cuando el bien llega a ser poseído, produce la quietud o reposo en el mismo bien. Esto
pertenece al gozo o delectación, al que se opone el dolor o la tristeza por parte del mal.
-Cuando el bien es difícil (arduo) se dan las pasiones de esperanza, en caso de ser
posible, y la desesperación, ante la imposibilidad de conseguirlo.
-Respecto del mal ausente difícil se dan la audacia cuando es superable, y el temor si
se presenta como insuperable.
3) Surgimiento de la pasión.
a) Predisposiciones.
a) Desde el punto de vista del objeto influye de un modo dispositivo. "La pasión del
apetito sensitivo influye en la voluntad desde el punto de vista del objeto, en cuanto el
hombre, bajo la disposición pasional, juzga bueno y conveniente lo que, libre de aquella
pasión, no estimaría así. Esta inmutación pasional en el hombre ocurre de dos maneras.
La primera, cuando la razón queda totalmente impedida, perdiendo el hombre el uso de
la razón, como acontece en quienes, a causa de un violento acceso de ira o sensualidad,
se vuelven dementes o locos, de modo análogo a como puede ocurrir por otras
perturbaciones orgánicas; y esto sucede así porque estas pasiones no se producen sin
que haya alguna transmutación fisiológica. Sucede con éstos lo que con los animales
irracionales, que son arrastrados necesariamente por la pasión: al no haber actuación de
la razón tampoco la hay por parte de la voluntad. En segundo lugar, sucede a veces que
la razón no es totalmente absorbida por la pasión, sino que conserva en parte el juicio
libre de la misma, y en el mismo sentido queda también parcialmente la actuación de la
voluntad..."[11].
La pasión, por tanto, influye sobre la voluntad a través de la razón y sobre ésta por
medio de la imaginación y de la cogitativa. Una determinada pasión, si es muy
vehemente, fija de alguna manera la imaginación en un objeto y esto predispone para el
juicio racional favorable a la pasión[12].
Esto es más fuerte todavía cuando la pasión se ha arraigado -por la repetición de actos
pasionales- a modo de hábito pasional. En este caso es capaz de ejercer un predominio
absorbente sobre la razón y se caracterizará por:
b) Desde el punto de vista del sujeto mismo que actúa puede influir por medio de lo
que Santo Tomás llama "sustracción"[13] o "división"[14]: "Todas las potencias del
alma radican en la misma esencia de ésta, y por eso es necesario que cuando se refuerza
la actividad de una potencia, la actividad de otra disminuya o incluso sea impedida
totalmente. Ya sea porque toda potencia que se divide en varias cosas se hace menos
fuerte, y por el contrario, cuando tiende a una sola cosa menos puede dispersarse en
muchas. Ya sea porque en las obras del alma se requiere cierta intención, la cual
mientras se aplica vehementemente a una cosa, no puede atender vehementemente a
otra. De esta suerte, por cierta división [de fuerzas], cuando el movimiento del apetito
sensitivo se hace más fuerte según una pasión, es menester que disminuya o que cese
totalmente el movimiento propio del apetito racional, que es la voluntad"[15].
Se trata de una especie de "redundancia negativa"[16] por la cual cuando una potencia
(en este caso la pasional) actúa vehementemente, las restantes no pueden hacerlo sino
con cierta debilidad. De este modo, la pasión influye en la voluntad al apropiarse de la
energía anímica que ésta necesita para su acción.
-Los movimientos del apetito sensitivo que siguen instintivamente a aprehensiones sea
de la imaginación o de los sentidos externos antecedentemente a la intervención de la
razón escapan al dominio de la razón (al menos a un dominio inicial).
-Finalmente, la disposición del cuerpo que puede predisponer a una pasión no subyace
al dominio de la razón, y por tanto, en lo que la pasión depende de esto escapa a su
dominio[17].
De este modo, en la medida en que la voluntad suscite las pasiones ordenadas que
complementan toda actividad plenamente humana o bien secunde, alimente y excite
pasiones desordenadas, se habla de pasiones buenas o malas. Por tanto, siempre
entendiendo esta calificación moral como una participación de la voluntad moralmente
cualificada.
La raíz primera de todas las pasiones es el amor, que consiste fundamentalmente en una
modificación del apetito humano que se complace en un objeto presentado por el
conocimiento como bueno, amable y, por consiguiente, término de unión. Esta
complacencia, unión o ajuste (coaptatio) del apetito sensitivo con algún bien
constituye la pasión misma del amor[26].
Ante todo, se dice que el conocimiento es causa del amor porque nadie ama lo
desconocido; aunque sería más exacto afirmar que el conocimiento es más bien
principio u origen, o condición necesaria del amor más que su causa.
En segundo lugar, la causa del amor es el bien, porque siendo el bien el objeto del
apetito, la tendencia apetitiva encuentra en aquél la satisfacción plena que le hace
complacerse y detenerse en él. En esto se da un paralelismo con lo bello, ya que bien y
belleza sólo difieren con una distinción de razón. "A la razón de belleza pertenece que
ante su conocimiento la aprehensión se aquiete"[29]. Análogamente el apetito se aquieta
en el bien.
Pero en el sentido más estricto hay que decir con Santo Tomás que "la raíz del amor
estrictamente hablando, es la semejanza de lo amado con el amante, ya que así es un
bien que a él le conviene"[30]. La semejanza que es conveniencia en la forma,
establece una proporción entre la cosa amada y el amante y, de este modo, lo amable se
convierte en conveniente o connatural: "lo semejante llama a lo semejante". Natu-
ralmente el primer amor es hacia sí mismo pues la primera tendencia de todo ente es la
conservación de sí mismo, lo cual nace de ese amor. Por tanto, cuando encuentra algo
semejante a sí lo ama como si fuese él mismo (otro yo), como si se viese espejado en
ese otro ser. Cada uno ama lo que él es y cada uno es lo que él ama.
Se dice que también es efecto del amor el éxtasis entendiéndolo como la tensión del
amante hacia lo amado que lo hace en cierto modo salir fuera de sí. El amante lleva su
voluntad fuera de sí para alcanzar el bien que desea.
El celo, por último, es la autodefensa del mismo amor. El amor intenta naturalmente
excluir todo lo que pueda impedirle alcanzar el objeto amado o perjudique su posesión.
Santo Tomás señalaba también entre los efectos del amor algunos de orden fisiológico,
como la vulneración o herida de amor. Hay que decir que, en principio, el amor no
puede tener ningún efecto nocivo, puesto que es la adhesión a un bien conveniente,
completivo y perfectivo del amante. Sin embargo, tomado como pasión, el amor
produce una impresión sensible y una conmoción física que, si son excesivas, pueden
llegar a causar una lesión orgánica[32].
A estos efectos propios hay que añadir los efectos imperados, recordando la frase de
Dionisio: "por el amor del bien es por lo que todos los seres hacen lo que hacen". Dicho
de otra manera, el amor es el gran motor de los actos humanos, y por eso no se obra sino
por amor; en definitiva toda acción procede elícitamente del amor o imperada por él.
La pasión antagónica del amor es el odio. Es cierto rechazo del apetito hacia aquello
que es aprehendido como repugnante y nocivo[34]. El objeto y su causa es, por
tanto, el mal. En tal sentido, no se puede odiar al ser en cuanto ser, ya que siempre dice
conveniencia (todas las cosas convienen en el ser) sino sólo algún ser concreto
repugnante a otro ser concreto[35].
El odio, como todas las demás pasiones, nace del amor. Así como el amor consiste en
cierta conveniencia del que ama con el amado, el odio es cierta repugnancia o
disonancia. Ahora bien el motivo por el cual algo repugna es que corrompe o impide lo
que es conveniente para uno: no se odia nada que no sea contrario a la cosa amada. Por
eso, nace de un amor previo. "El amor de una cosa, señala Santo Tomás, es causa de que
se aborrezca la contraria". Sin embargo, si comparamos las dos pasiones, debemos decir
que el amor es más fuerte que el odio. En efecto, el bien es más fuerte que el mal en
cuanto, según afirma Dionisio, el mal no obra sino en virtud del bien. Pero además,
subraya Santo Tomás, es imposible que el efecto sea más fuerte que su causa, y en tal
sentido el amor ha de ser más fuerte que el odio. Por otra parte, mientras el amor se
dirige a lo amado como a su fin, el odio se dirige a su objeto como un medio que debe
apartar para poder alcanzar tranquilamente el fin amado. Hay pues una diferencia de
ordenes entre uno y otro. De todos modos, el Angélico nota que puede decirse que el
odio es más fuerte en dos sentidos:
-ante todo, en la percepción sensitiva que acompaña a toda pasión porque es más
intensa la transmutación corporal que produce el odio en cuanto se percibe más la
disconveniencia de lo odiado que la conveniencia de lo amado;
-en segundo lugar, el odio nacido de un amor superior es más grande que cualquier
amor menor (como el odio contra lo que amenaza la propia vida -nacido del amor a
ésta- es más grande que el amor a los bienes externos). Por eso afirma Santo Tomás que
el odio nunca vencería al amor si no fuera causado por un amor mayor. El que se ama a
sí mismo puede llegar a odiar a su propio amigo cuando éste le contraría.
Desde el punto de vista psicológico, dos casos de odio presentan interés singular: odio
a sí mismo y el odio a la verdad.
En cuanto al odio a sí mismo Santo Tomás establece que no puede darse en un sentido
absoluto, simplemente porque nadie puede apetecer algo para sí sino en cuanto bueno;
ahora bien, odiarse a sí mismo sería apetecer algo malo para sí mismo; el mal, como se
sabe, no es término directo del apetito. Sin embargo, uno puede odiarse a sí mismo
accidentalmente: ya sea cuando se ama algo malo por la apariencia de bien que presenta
(el vértigo del peligro, la droga, etc.); o bien cuando alguien se ama según lo que cree
ser y no según lo que es en realidad (así el que cree ser sólo animal busca sólo lo
animal, perjudicando su alma espiritual a la que nada concede).
Respecto a la verdad, en cuanto ésta se identifica con el bien, tampoco puede ser
odiada de modo absoluto. Pero puede odiarse alguna verdad concreta por parecer
contraria o perjudicial a uno mismo: ya sea porque se trata de algo que hubiera preferido
ignorar (como el descubrir que se tiene una enfermedad grave); o bien porque una
verdad determinada lo obligaría a alejarse de lo que ama, como ocurre cuando no se
quiere saber si algo es pecado aún sospechándolo (es lo que hemos denominado
"ignorancia voluntaria"); o bien, porque se odia una verdad (un conocimiento
verdadero) presente en otro (como se puede aborrecer que los demás conozcan
verdaderamente nuestros defectos y pecados).
Cuando tiene como término una delectación espiritual la inclinación a la misma es una
concupiscencia del alma; si tiende a un bien sensible será, en cambio, la concupiscencia
pasional cuyo sujeto es el apetito sensitivo. Se trata, pues de un movimiento, un
dinamismo, que inclina al sujeto hacia un bien sensible que desea alcanzar.
Tiene por causa el amor y por fin la delectación pasional. En efecto, el bien deleitable
es el objeto de todas las pasiones del concupiscible. La diferencia entre las pasiones se
considera por la diversa formalidad que este objeto presenta en cada una de ellas. Lo
sensible deleitable, en cuanto se adapta y conforma en cierto modo al apetito, causa el
amor; en cuanto ausente, causa la concupiscencia o deseo; en cuanto presente es origen
de la delectación. Por eso, el bien deleitable es objeto de la concupiscencia bajo aspecto
de ausente.
1) Naturaleza
La delectación o placer es cierto reposo del apetito en el bien deleitable presente. Es,
pues, el término o fin de un movimiento, y su causa es la presencia de un bien
connatural. Es propio del animal y no de los seres inferiores, porque el animal, al
alcanzar una perfección connatural, lo siente y este sentir la perfección produce ese
movimiento llamado delectación. Por eso, dice también el Aquinate que "consiste en
estar ya perfecto".
Nos interesa aquí sólo la delectación pasional y no la espiritual, para la cual Santo
Tomás reserva el término de "gozo" (gaudium). Sin embargo, la comparación entre
ambas puede ayudarnos a perfilar mejor el placer-pasión. La principal diferencia entre
una y otra viene por la diferenciación en ellas entre perfección y vehemencia.
Las espirituales son indudablemente más perfectas, y por varios títulos. Ante todo,
porque el bien espiritual es mayor que el corporal y consecuentemente es más amado.
De hecho la experiencia nos demuestra que los hombres suelen abstenerse aun de los
placeres corporales más intensos cuando está en juego, por ejemplo, el honor (bien
inteligible). Asimismo, porque el intelecto -del cual depende la aprehensión de este
bien- es más perfecto y noble que la potencia cognoscitiva sensitiva. Finalmente, porque
la unión de ambas (intelecto y bien inteligible) es más íntima, perfecta y firme: más
íntima porque el sentido versa acerca de los accidentes exteriores de las cosas, mientras
que el entendimiento penetra las esencias; más perfecta, porque al existir las cosas
inteligibles sin movimiento, tales delectaciones pueden existir al mismo tiempo sin
excluirse entre sí (lo que no ocurre en lo corporal); más firme, porque mientras lo
corporal es corruptible y pasajero, lo espiritual es incorruptible y permanente.
En cambio, las delectaciones corporales son más vehementes y esto por tres razones:
las cosas sensibles son más manifiestas que las inteligibles; porque se dan con alguna
modificación corporal, mientras que en las espirituales esto ocurre sólo por cierta redun-
dancia; y finalmente porque algunos placeres corporales son como medicina de ciertas
molestias corporales (el hambre, la sed, etc.).
En segundo lugar, nos produce placer lo mudable, porque nuestra naturaleza física es
mudable, y consecuentemente, le es connatural el deleitarse en lo mudable: "cuando la
presencia continuada de lo deleitable sobreexcede la medida de la natural capacidad,
aquello deleitable deja de serlo"[40]. Un sabor dulce, largo tiempo prolongado produce
repugnancia. Evidentemente, esto vale para el orden físico, mientras que en el espiritual
-al que le es connatural lo inmóvil- tanto más placer se encuentra cuanto más inmóvil
permanece el bien deleitable.