Vida Afectiva

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VIDA AFECTIVA

4.1 CARACTERISTICAS

SUBJETIVIDAD

Los sentimientos se viven de una manera personal e intransferible soledad


existencial

Es muy difícil de comunicar verbalmente. Es más fácil comprender a los demás


a través de los gestos.

*Histeria colectiva se contagian los síntomas fisiológicos, no los sentimientos


(ejem. ves llorar a una persona y lloras tu también, pero no se contagian los
sentimientos)

SELECTIVIDAD

Los afectos hacen que nuestra percepción de la realidad sea selectiva. Pasa en
especial con el amor y el odio.

POLARIDAD

Los afectos se van mover entre 2 polos:

o Agrado-desagrado (amor, orgullo, felicidad..........-……..odio,


rencor…)

o Atracción-rechazo

o Tensión-relajación

MANIFESTACIÓN DE LOS ESTADOS DE ÁNIMO

Alegría, tristeza, melancolía…

4.2 CLASIFICACION

EMOCIONES:
En un sentido restringido, es una reacción afectiva que surge súbitamente ante
un estímulo, duran un corto tiempo y comprende una serie de repercusiones
psicocorporales.
Pueden ser estímulos que provocan emociones: una persona, una cosa, una
circunstancia, un recuerdo, una imagen, un pensamiento, una acción voluntaria
o involuntaria. La duración y la intensidad de la emoción depende del estímulo,
del estado de ánimo del individuo, del estado de su organismo y de su
personalidad.
Características de la Emoción:
Obedecen a una realidad objetiva.
Su intensidad es alta pero su puración es corrta.
Su aparición provoca cambios fisiológicos, psicológicos y psicosomáticos.

Consecuencias de las emociones:


Afecto-Conscientes:
Las emociones intensas provocan una alteración en la afectividad consciente.
Tal alteración puede ser:
De exaltación: Cuando la reacción emocional provoca un inusitado aumento de
la actividad mental. Se produce sobre todo en las emociones de intensa alegría
y también en la de intensa cólera. En tales circunstancias el pensar transcurre
con extraordinaria rapidez, surgen imágenes, ideas, pensamientos, etc.
De inhibición: Cuando paraliza el curso del pensamiento, del habla, en la
capacidad de discutir y hasta de darse cuenta de los que sucede alrededor.
Orgánicas:
Las reacciones emotivas pueden provocar un aumento o disminuación de las
funciones orgánicas, así:
Se eleva o baja la presión arterial.
Aumenta o disminuye la frecuencia cardiaca.
La respiración se hace más rápida o más lenta.
La secreción salival disminuye.
Durante las emociones intervienen de manera decisiva en hipotálamo y el
sistema nervioso autónomo a través de los nervios simpáticos (responsables
de la mayor parte de los cambios violentos) y los nervios parasimpáticos
(responsables de la actividad de los órganos).

Clases de las Emociones:


Según William Wundt:
Esténicas: Aquellas que al producirse hacen intervenir al sistema nervioso
simpático, afectando el funcionamiento de los órganos. Ejemplo: Hipertonia
muscular, taquicardia, elevación de la temperatura.
Asténicas: Aquellas que al producirse hacen intervenir al sistema nervioso
parasimpático, afectando al funcionamientode los órganos. Ejemplo: Hipotonia
muscular, bradicardia, palidez, enfriamiento.
Según Mc Dougel:
Primarias: Vinculadas a los instintos como el miedo (vinculada al instinto de
fuga) y la cólera (vinculada al instinto de agresión).
Secundarias: Son síntesis originales con caracteres propios, son de ete tipo la
envidia. la vergüenza, el desprecio, etc.
Derivadas: Son emociones menos ligadas a las condiciones del momento, más
vinculadas con las indicaciones y que presuponen actitudes previas,
prospectivas y retrospectivas.
Ejemplo: La alegría, la tristeza, la esperanza.

SENTIMIENTOS:

Son procesos afectivos más o menos durareros, que no conmocionan a


nuestro ser psicobiológico con la intensidad con que lo sienten las emociones.
Los sentimientos positivos impulsan de un modo más constante y persistente al
acercamiento, la búsqueda, la conservación y el disfrute de las personas. En
tanto los sentimientos desagradables o negativos impulsan a comportarse en
sentido contrario.

Características de los sentimientos:


Son subjetivos.
Surgen poco a poco.
Promueven conductas éticas elevadas.
Fomentan el desarrollo del bien del otro.

Clases de sentimientos:
Vitales, éticos, estéticos, pragmáticos, espirituales o sociales, sexuales o
narcisistas.

PASIONES:
Son procesos afectivos poderosos y absorbentes que llegan a canalizar toda la
vida psíquica en una dirección principal, llegando en algunos casos a producir
la ruptura del equilibrio psíquico del individuo.
Son positivos cuando orientan al sujeto hacia valores culturales positivos o
sublimes. Ejemplo: Un científico que concentra toda su atención en entender la
naturaleza de un fenómeno natural tratando de producir un conocimiento útil a
la humanidad. Un deportista que concentra toda su atención en practicar ocho
horas diarias con la finalidad de salir vencedor en una competencia.
Las pasiones son negativas cuando llegan a la persona a su autodestrucción,
ellas producen una ruptura con el mundo exterior. Ejemplo: La obsesión como
el juego, la bebida, el alcoholismo, las drogas que llevan a una persona a
abandonar a toda su familia, trabajo y amigos hasta destruirse así mismo y a
los demás.

Características de las Pasiones:


Son exageradas, absorbentes y obsesivas con gran fuerza de atracción.
Anulan en la mayoría de los casos la voluntad y pueden atentar contra la
integridad física, moral o psicológica.

Tipos de Pasiones:
Positivas: Basadas en valores éticos, el desarrollo de la ciencia.
Negativas: Basadas en el fanatismo y en todas sus variantes.

4.3 ESTUDIO DE LAS EMOCIONES

Emociones.- Las emociones son reacciones afectivas de poca


intensidad, corta duración, acompañadas de alteraciones orgánico
funcionales, así: puede presentar palpitaciones, sudoraciones,
sequedad de la boca, dilatación pupilar, hipertensión arterial, temblor,
palidez, rubor, mirada extraviada, voz frágil, etc.
El sujeto "pierde la cabeza", "no sé que hice" expresa cuando se le
interroga, se produce una ofuscación de conciencia, lo cual impide
una actitud adecuada.
La historia de la evolución (onto y filogenética) nos confirma que los
mecanismos primitivos de la conducta de los seres vivos se
encuentran ligados al sucesivo desarrollo de los tres estados
emocionales fundamentales: miedo, cólera y amor.

La palabra emoción significa literalmente estado de excitación o


estremecimiento. Los psicólogos suelen distinguir tres componentes en cada
emoción:

• Un sentimiento característico o experiencia subjetiva.


• Un esquema de estimulación fisiológica.
• Un esquema de expresión abierta.

El componente subjetivo es comunicado en las etiquetas que les ponemos a


nuestras emociones, como temor, ira, gozo o tristeza".

Función De Las Emociones


En un apartado anterior se habló de las bases biológicas de la emoción, en
particular de la Amígdala, el Tálamo y el Sistema Límbico en general. Las
emociones cumplen un papel central en la gestión de procesos de
autoprotección y autorregulación del organismo frente a situaciones extremas.
Estas funciones se pueden diferenciar de la siguiente forma:

• Preparación para la acción: las emociones actúan como un nexo entre los
estímulos recibidos del medio y las respuestas del organismo. Las
respuestas emocionales son automáticas y por tanto no requieren ningún
tipo de raciocinio o de control consciente.
• Delimitación del comportamiento futuro: las emociones influyen en la
asimilación de información que nos servirá para dar respuestas en el futuro
a hechos similares. Dichas respuestas podrán ser de rechazo o de
búsqueda de repetición del estímulo.
• Regulación de la interacción social: las emociones son un espejo de
nuestros sentimientos y su expresión permite a los observadores hacerse a
una idea de nuestro estado de ánimo.

Emociones Primarias
Dentro de las emociones primarias se consideran: la ira, el miedo, la alegría, el
amor, la sorpresa, el disgusto, el interés y la tristeza. Las emociones son
impulsos para actuar, planes instantáneos para enfrentarnos a la vida que la
evolución nos ha inculcado (Goleman, 1995). Todas las emociones se
relaciones con un conjunto de reacciones; por ejemplo:
La ira: la sangre fluye hacia las manos facilitándose la utilización de armas o el
propinar golpes contundentes. El ritmo cardiaco se eleva y se liberan hormonas
como la adrenalina que disponen el cuerpo para la acción. La ira se asocia con
la furia, el ultraje, resentimiento, cólera, indignación, fastidio, hostilidad y en
extremo, con la violencia y el odio patológicos.
El miedo: hay una redistribución de la sangre en las partes indispensables en
las acciones evasivas; puede haber una paralización repentina mientras se
analiza una respuesta adecuada, pero en suma, el cuerpo está en un estado de
máxima alerta. El miedo se asocia con ansiedad, nerviosismo, preocupación,
inquietud, cautela y en un nivel profundo, con fobia y pánico.
La alegría: se inhiben sensaciones negativas o de intranquilidad. Parece que
no hay reacciones fisiológicas relevantes, salvo una sensación de paz y calma
corporal. Se asocia con placer, deleite, diversión, placer sensual, gratificación,
euforia, éxtasis y en extremo, con manía.
El amor: los sentimientos de ternura y la satisfacción sexual dan lugar a un
despertar parasimpático –"respuesta de relajación"– es un conjunto de
reacciones en todo el organismo que generan un estado general de calma y
satisfacción, facilitando la cooperación. Se asocia con aceptación, simpatía,
confianza, amabilidad, afinidad, adoración y en casos patológicos puede
conducir a la extrema dependencia.
La sorpresa: el levantar las cejas en expresión de novedad o sorpresa permite
ampliar el campo visual y que llegue más luz a la retina; esto ofrece más
información sobre el hecho inesperado, facilitando cualquier análisis e ideando
el mejor plan de acción.
El disgusto: según lo ha sugerido Darwin, el gesto facial de disgusto aparece
como un intento por bloquear las fosas nasales en caso de probar una
sustancia desagradable o de que exista necesidad de escupirla.
La tristeza: la tristeza tiene una función adaptativa en caso de una pérdida
significativa. La tristeza desencadena una caída de la energía y el entusiasmo
por las actividades de la vida, sobre todo las diversiones y los placeres; frena el
metabolismo del organismo e induce al aislamiento y recogimiento. En casos
muy profundos, la tristeza puede desembocar en depresión.
Interés: tiene como función ayudarnos a centrar nuestra atención en un
estímulo proveniente del medio al que bajo ciertas circunstancias, le asignamos
un valor de pertinencia.

Emociones Secundarias
Las emociones primarias son automáticas y cumplen una función adaptativa y
saludable dentro del organismo al ayudarnos a reaccionar inmediatamente
frente a un estímulo. Cuando estas emociones no son procesadas
adecuadamente sufren una "mutación" y no son superadas, quedando
convertidas en emociones secundarias. Es así como cada emoción primaria se
asocia a una emoción secundaria:

• Ira Rencor –violencia y odios patológicos–.


• Miedo Ansiedad –fobia y pánico–.
• Amor Dependencia.
• Alegría Manía.
• Sorpresa Ansiedad.
• La Tristeza Depresión.
• Interés Paranoia.

Dichas mutaciones en las emociones generan otras dimensiones en su


comprensión: en las ondas externas se encuentran los estados de ánimo, que
son más apagados y duran mucho más tiempo que la emoción primaria. Más
allá de los estados de ánimo se encuentra el temperamento, que se entiende
como la prontitud para evocar una emoción o estado de ánimo determinado
que hace que la gente sea melancólica, tímida o alegre. En un nivel más
externo se encuentran la depresión y la ansiedad profundas, emociones
secundarias de las que ya mencionadas.
LAS EMOCIONES COMPLEJAS

Estas impresiones que ciertas almas experimentan de un modo tan poderoso,


alcanzan a todos los hombres, aunque en grados diversos...

Llamaremos emociones complejas a aquellas que nos distinguen de los


animales. Las variedades del amor podrían incluirse entre ellas, pero al citarlo
me refiero al amor tal como lo describe Platón en "El banquete", al "amor
múltiple y complejo" de que habla Rimbaud, al "permanecer en el amor" de
Messiaen, al "amor lejano" de Jaufré Rudel. Todas ellas son manifestaciones
del amor que, aunque diferenciables unas de otras, tienen la complejidad como
aspecto unificador. Es inherente a estas emociones la facultad de incidir en la
psiquis de una determinada manera al ser "provocadas", y como hemos dicho,
pueden o no (aunque usualmente lo hacen), provenir de ordenaciones a su vez
complejas de la forma.

4.4 ESTUDIO DE LOS SENTIMIENTOS

Sentimientos.- Son reacciones afectivas de poca intensidad y larga


duración, es frecuente en los adultos. Existe estabilidad y
subjetividad, hay predominio de conciencia y voluntad. El sujeto se
da cuenta que odia o que ama a otra persona. El ambiente familiar y
la cultura modifican los sentimientos.

El ocaso del CI
Lewis Terman inventó los famosos tests de inteligencia para definir el
coeficiente intelectual CI. Pero un elevado CI no constituye una garantía de
éxito profesional.

Llegar a tiempo
Al estudiar las causas del fracaso escolar, el alcoholismo y las drogas suele
aparecer una crisis afectiva que les llevan a buscar refugios fáciles al calor de
esos errores.

Disfrutar haciendo el bien


Una buena educación es haber aprendido a disfrutar haciendo el bien y a sentir
disgusto haciendo el mal. Conócete a ti mismo
Las personas que perciben con verdadera claridad sus sentimientos suelen
alcanzar una vida emocional más desarrollada. Son personas más autónomas,
seguras y positivas.Observar el comportamiento
El conocimiento propio constituye un punto clave para la formación y educación
del carácter y de los sentimientos de cualquier persona.Discernir los propios
sentimientos
El conocimiento propio es la puerta de la verdad. Cuando falta no se puede ser
sincero con uno mismo.

Reflexionar sobre los sentimientos


Mejoraremos procurando conocer cuáles son nuestros defectos dominantes.
La espiral de la preocupación
Con una mezcla de atención y de sano escepticismo se puede ir frenando la
ansiedad y la preocupación.

El control de la tristeza
Aprender a abordar los pensamientos que se esconden en el mismo núcleo de
lo que nos entristece, para cuestionar su validez y considerar alternativas más
positivas.

El proceso del enfado


La cadena de pensamientos hostiles que alimenta el enfado nos proporciona
una clave para ver cómo podemos calmarlo.

Origen y escalada del enfado


El enfado suele tener su origen en la sensación de hallarse amenazado. Se
produce una descarga de adrenalina en nuestro sistema nervioso que provoca
una excitación generalizada.

¿Por qué esas diferencias?


Hay personas que sobresalen por su constancia y dedicación al trabajo. Esto
hace que superen a otros compañeros que poseen un a capacidad intelectual
bastante más alta.

La imagen refleja
La imagen que cada uno tiene de si mismo es en gran parte reflejo de lo que
creemos que los demás piensan de nosotros.

Estilos pesimistas y optimistas


Muchas personas propensas a la depresión suelen estar determinadas por
hábitos mentales pesimistas.

El aprendizaje de la decepción
Una de las claves de una buena educación sentimental es aprender a asumir el
fracaso.

Control de la preocupación
Bastantes estudiantes son muy proclives a preocuparse y caer en estados de
ansiedad durante las épocas de exámenes, y esto afecta negativamente a sus
resultados.

Aplazar la gratificación
Los chicos poseen desde muy pronto importantes capacidades emocionales
como percibir la conveniencia de suprimir el impulso.

Sensibilidad ante los sentimientos ajenos


Hay personas que sufren de una especial falta de intuición ante los
sentimientos de los demás. No se dan cuenta de que están molestando.
La fuerza del ejemplo
De padres a hijos se transmite la capacidad de reconocer el dolor ajeno y de
brindar ayuda a quien lo necesita.

Establecer contacto personal


Podemos desarrollar la comprensión de los demás mediante la observación
asociando esos sentimientos que vemos en los demás a unos determinados
gestos o comentarios.

Aprender a situarse
Hay personas cuya torpeza en las relaciones humanas proviene de haber
recibido una escasa educación en todo lo referente a las normas de
comportamiento social.

El estado sentimental
Nuestros sentimientos nunca logran permanecer totalmente neutrales.
Tenemos siempre un estado de ánimo una disposición afectiva.

Desconfianzas y elogios hacia los sentimientos


Por todas partes encontramos juicios contradictorios sobre la afectividad.
Desconfiamos y al tiempo elogiamos el sentimiento.

La atrofia afectiva
Se pueden distinguir tres estilos de atrofia afectiva: la hipertrofia intelectual el
pragmatismo utilitarista y la actitud voluntarista.

La sensación de desgana
Abandonarse a los deseos y apetencias suele conducir al hombre a la desgana
generalizada y acabar creando un grave problema para la vida sentimental.

Aprender a modelar nuestro estilo sentimental


El ser humano ha buscado siempre actuar sobre su estado de ánimo.

Ser buena persona


La educación debe prestar una atención muy particular a la educación moral y
no puede quedarse solo en cuestiones como el desarrollo intelectual.

Aprendizaje emocional
Las lecciones emocionales que recibimos en la infancia tienen un impacto muy
profundo ya sea amplificando o enmudeciendo una determinada predisposición
genética.

El riesgo de la hiperprotección
Algunos padres piensan que deben proteger a su hijo tímido de toda posible
inquietud. Pero esa sobreprotección parece alentar a la larga los temores del
niño.

De la reflexión a la acción
Para educar es necesario un serio esfuerzo para pasar de la reflexión a la
acción.
Descifrar las claves
Nuestro porvenir está vertebrado por esa fuerza misteriosa y rebelde que es la
libertad creadora del hombre.

La primera infancia
Si en la primera infancia se satisfacen siempre todos los antojos se le impedirá
desarrollar su capacidad de resistir el impulso y tolerar la frustración.

Desarrollo del sentido de autonomía


Al finalizar el primer año de vida empieza un periodo de gran actividad: andar,
hablar y moverse.

Una ayuda a tiempo


Las deficiencias emocionales que se producen durante la infancia dificultan
especialmente el desarrollo afectivo y merman seriamente sus futuras
capacidades.

El descubrimiento de la libertad interior


El adolescente descubre que si su libertad elige la insolidaridad, o si elige
dejándose dominar por la pereza, será una libertad vacía.

Lastre emocional
Los problemas más comunes de la infancia y la adolescencia suelen ser el
sentirse habitualmente ignorado, falto de atención o de afecto y verse
rechazado en el entorno escolar.

Un caso trágico
Un día de 1978 un avión se aproximaba al aeropuerto de Portlan cuando de
pronto se dio cuenta de que tenía problemas en el tren de aterrizaje.

Sentimientos de inferioridad
El sentimiento de inferioridad se deba a la existencia de un defecto que se vive
como algo vergonzoso, humillante, indigno de uno mismo e inaceptable.

Autoestima y afán por mejorar


El hombre puede y debe aspirar a mejorar cada día a lo largo de su vida y una
buena forma de progresar en autoestima es avanzar en la propia mejora
personal.

Personas interesadas en los demás


El amor o el afecto a los demás y la generosidad son la principal fuente de paz
y de satisfacción.

Creo en Dios, padre todopoderoso


Dios es nuestro padre y nosotros somos sus hijos ¡hijos de Dios!. Por eso
decimos: “Padre nuestro que estás en los cielos…”

El amor en la educación
Ante los problemas de la educación podemos preguntarnos: ¿no estará la raíz
del mal en el olvido de los aspectos afectivos y morales en la educación que se
imparte en la familia, en la escuela y en la sociedad?

El amor humano
La dificultad de mantener a lo largo del tiempo el amor humano entre dos
personas, consiste esencialmente en superar el egoísmo.

4.5 EL ESTUDIO DE LAS PASIONES

4.5.1 Pasiones.- Son reacciones afectivas de gran intensidad y larga


duración que llega a deformar las ideas del sujeto.
El sujeto sobrevalora sus ideas o juicios de acuerdo a su estado
pasional (celos, envidia, venganza, desconfianza, miedo). La pasión
ciega el razonamiento y afecta la inteligencia. Fácilmente conduce al
delito como un medio de "catarsis" o actos de desahogo interno.
Todas las pasiones, o por lo menos la mayoría de ellas, pueden
enceguecer la razón.
Operan, de manera predisponente, las enfermedades, los estados de
agotamiento; y especialmente el alcohol que predispone a estados
emotivos patológicos.

4.5.2 NOCIONES GENERALES

El hombre no es sólo espíritu, sino espíritu encarnado y, de alguna manera, síntesis del
cosmos[2]; de ahí el importante influjo de la vida afectiva en el obrar humano, su
profunda incidencia sobre la vida biológica, sobre el conocimiento sensitivo y sobre las
actividades volitivas. En efecto, las pasiones influyen hondamente en nuestra salud o
enfermedad corporal, en nuestras percepciones acertadas o erradas de las cosas, en
nuestra vida moral y en todas nuestras actividades externas. Ellas matizan y forman
parte complementaria de los movimientos propiamente espirituales como el amor, el
celo, la desesperación, etc. En las pasiones humanas la vida sensitiva y animal es
asumida y elevada integrándose en la vida intelectiva y volitiva del alma: se da una
mutua comunicación, influencia, redundancia, enriquecimiento. Por este motivo la
razón y la voluntad deben regular, no anular, la afectividad sensitiva, ordenando e
integrando los valores sensibles en el conjunto armónico de la personalidad humana.

Los pocos fragmentos de la antigüedad que aluden a las pasiones muestran claramente
la gran importancia que se le concedió al tema. Hipócrates trató de localizarlas
orgánicamente; Platón las analizó extensamente en algunas de sus obras (como la pasión
del amor en El Banquete). Aristóteles intentó sistematizar la doctrina en la Etica a
Nicómaco y en la Retórica. Posteriormente los estoicos enfatizaron su influencia en el
campo moral (calificándolas globalmente como malas); baste citar a Zenón de Zitio,
Crispo, Posidonio, Cleantes y luego Séneca. En cambio, Epicuro sostuvo la bondad
exclusiva de las pasiones que producen placer.

Entre los autores cristianos, los primeros que las trataron expresamente fueron Nemesio
de Emesa, San Juan Damasceno en el De Fide Ortodoxa, y San Agustín con sus profun-
dos análisis psicológicos en las Confesiones y en el De Civitate Dei[3]. Y en la Edad
Media Santo Tomás de Aquino elaboraría el tratado más acabado sobre las mismas[4].
En el Renacimiento, Humanismo y posterior Iluminismo, se destacan el amplio tratado
escrito por Juan Luis Vives, y más tarde los estudios de Descartes, Malebranche,
Hobbes, Locke, Hume, Leibnitz, Kant, Herbart, etc. Luego de Guillermo de Wundt
(1832-1920) fundador y sistematizador de la Psicología científica, casi todos los
psicólogos han estudiado expresamente el argumento.

Desde el punto de vista etimológico, el término pasión proviene del griego pathos, del
verbo paskhein, ser afectado, recibir o padecer alguna cosa. Significado equivalente
recibe el sustantivo latino passio y su verbo pati.

Modernamente, el vocablo pasión es empleado con un sentido a menudo peyorativo,


como "pasión desordenada"; se usan, por tanto, otros vocablos equivalentes a los
empleados por la terminología clásica: el apetito tomista es llamado habitualmente
afectividad; las pasiones son denominadas diversamente según los matices subrayados,
como sentimientos en cuanto provienen del conocimiento sensitivo, emociones en
cuanto provocan modificaciones biológicas (como la palidez o el rubor), pasiones
cuando van acompañadas de una impetuosidad o intensidad elevada, afectos -en el
sentido latino del término- porque implican la afección de alguien hacia algo[5].

Todos estos términos coinciden, sin embargo, en un sustrato común, que es designar o
describir las inmutaciones (reacciones) psico-somáticas de la afectividad humana y
animal producidas por el conocimiento sensible de algún objeto.

4.5.3 ASPECTO PSICOLOGICO DE LA PASION.

1) Análisis descriptivo.

En los animales pueden percibirse ciertos estados afectivos (dolor, alborozo, cólera,
tristeza) que de algún modo traducen al exterior (ladrando, moviendo la cola, saltando).
También en el hombre se verifican estos fenómenos que conjugan distintos niveles:

-Nivel o aspecto fisiológico: el aspecto fisiológico es una modificación corporal, como


por ejemplo, en el hombre que está alegre, le brillan los ojos, está animado; el triste, en
cambio, está inerte, abatido, se mueve con lentitud; el airado grita, se enrojece, los ojos
parecen salirse de sus órbitas, etc.

Se trata de movimientos orgánicos interiores o exteriores, que están presentes y son


esenciales a toda pasión. Son variables en intensidad, según el temperamento del sujeto
en quien se dan.

-Nivel o aspecto psicológico: las perturbaciones fisiológicas que hemos indicado


tienen como causa el conocimiento y el afecto sensitivo del hombre de frente a un mal o
a un bien. En efecto, el hombre que tiembla atemorizado, lo hace porque se ha dado
cuenta (conocimiento) de que lo amenaza algún mal; el hombre que está triste lo está
porque se ve desposeído de un bien que amaba o le era de utilidad (afecto). El
conocimiento pone al hombre en presencia de bienes que desea o de peligros que
pueden desposeerlo de tales bienes.

Se conjugan de este modo tres momentos esenciales en la génesis de toda pasión:


-El primero es el conocimiento de un bien atractivo o de un mal repulsivo. Este
conocimiento es anterior a la pasión misma. Las pasiones se desencadenan siempre a
partir del conocimiento sensible, ya sea de la sensibilidad externa (vista, oído) o de la
sensibilidad interna (imaginación, memoria): ante la vista de un alimento puede
despertarse un deseo sensible de comerlo; ante un recuerdo desagradable, la tristeza.

-Sigue la excitación del alma que codicia ese bien o que se defiende contra ese mal.
Estos dos primeros momentos constituyen el elemento cuasi formal de la pasión, que es
el movimiento del apetito sensitivo, y no es otra cosa que la experiencia psíquica de
agrado o desagrado.

-Finalmente, surge la reacción fisiológica paralela y proporcional a esta excitación y a


aquel conocimiento. Es el elemento cuasi material de la pasión: la inmutación corporal
correspondiente, o sea, la actividad fisiológica que acompaña a dicha experiencia.

Teniendo esto en cuenta, Santo Tomás define a las pasiones como "las operaciones del
apetito sensitivo, acompañadas por la transmutación de algún órgano corporal, y en las
que el hombre es en cierto modo arrastrado"[6].

Se oponen a esta concepción quienes siguen el análisis freudiano, los cuales


manifiestan la tendencia a identificar los afectos con sus síntomas fisiológicos o a
embrollarlos en los laberintos del inconsciente.

La sede o sujeto de las pasiones es, por tanto, el apetito sensitivo y no la voluntad. Se
trata, en efecto, de movimientos corporales que pueden influir accidentalmente o
indirectamente en el alma. Se dice por eso a veces "pasiones del alma" en el sentido de
que en la pasión es el compuesto el que padece o es arrastrado por el bien y por tanto se
puede decir por extensión que es el alma la que padece.

2) División de las pasiones [7].

La sensibilidad tiene dos potencias apetitivas: el concupiscible y el irascible, que son


el origen de todas las pasiones. El primero reacciona ante los bienes y males sensibles
no considerados como difíciles; es el apetito de placer. El segundo, en cambio, mira
concretamente a los bienes bajo el aspecto de dificultad para conseguirlos y los males
bajo el aspecto de dificultad para evitarlos; es, pues, el impulso de superación, lucha y
agresividad[8].

Santo Tomás distingue once movimientos pasionales específicamente distintos, en base


a la diversidad de sus objetos formales (bien o mal, ya alcanzado o todavía no;
considerado simplemente o como arduo). Seis pertenecen al apetito concupiscible y
cinco al irascible.

a) En el apetito concupiscible podemos observar:

-El bien causa en la potencia apetitiva una inclinación, connaturalidad hacia ese mismo
bien. Esto es el amor. Respecto del mal, se da algo contrario, una aversión, un rechazo,
que es el odio.
-El bien amado y no poseído mueve hacia su consecución y eso pertenece a la pasión
del deseo, cuyo contrario, en la línea del mal, es la fuga o abominación.

-Cuando el bien llega a ser poseído, produce la quietud o reposo en el mismo bien. Esto
pertenece al gozo o delectación, al que se opone el dolor o la tristeza por parte del mal.

b) En el apetito irascible se verifica:

-Cuando el bien es difícil (arduo) se dan las pasiones de esperanza, en caso de ser
posible, y la desesperación, ante la imposibilidad de conseguirlo.

-Respecto del mal ausente difícil se dan la audacia cuando es superable, y el temor si
se presenta como insuperable.

-Respecto del mal arduo ya presente se suscita la pasión de la ira. No existe,


evidentemente, ningún bien que sea al mismo tiempo arduo y presente, por lo cual esta
pasión no tiene contraria.

3) Surgimiento de la pasión.

a) Predisposiciones.

Existen predisposiciones que previenen el surgimiento de la pasión. Son


predisposiciones generales las necesidades e instintos que hacen al hombre salir de sí
para obtener los bienes que necesita; nadie es indiferente al deseo de tales bienes, a la
alegría de su posesión, a la tristeza de su pérdida. En cambio, se considera como
predisposición particular el temperamento particular de cada individuo.

La afectividad humana depende mucho del temperamento humano. Ya Hipócrates


señalaba cuatro tipos que denominaba: sanguíneo, colérico, melancólico y flemático.
Hoy en día el temperamento es considerado como una disposición constante,
condicionada por la secreción de las glándulas endocrinas y la constitución nerviosa, lo
que determina el modo de reaccionar impulsivo: veloz, fuerte o débilmente, por breve o
largo tiempo, etc.

El temperamento depende en particular de la secreción pituitaria (de la hipófisis), de la


tiroides y de las surrenales, en cuanto tal secreción determina la preponderancia del
impulso a la lucha o a los placeres. La combinación de la hiperfunción o hipofunción de
las distintas glándulas constituiría, así, la base temperamental[9]. En este sentido, el
temperamento está ligado a elementos hereditarios y al influjo del ambiente formativo,
especialmente en el período de la infancia, que muchas veces es decisivo para la
formación de la afectividad del individuo.

b) Ocasión estimulante de la pasión.

Ni las inclinaciones ni el temperamento son causa suficiente de la pasión; ésta aparece


con la ocasión de un bien que la excita (despertando el deseo de poseerlo) o de un mal
(que motiva al sujeto a rechazarlo). Por eso, el surgimiento de una pasión está en
relación directa con el conocimiento que hace de intermediario entre un bien sensible y
el apetito sensitivo[10].
Podría añadirse, como excitante indirecto, algunas modificaciones orgánicas, ya que
ciertos estados orgánicos tienen relación estrecha con algunos movimientos pasionales
(como, por ejemplo, el encierro se relaciona con la tristeza y la desesperación). Estos
estados pueden influir por modo de asociación.

3. LA MORALIDAD DE LAS PASIONES

Hablar de la moralidad de las pasiones equivale a analizar la relación que puede


establecerse entre éstas y las potencias espirituales (inteligencia y voluntad).

1) Influencia de la pasión sobre la inteligencia y la voluntad.

Al ser la afectividad de orden material, no puede influir directamente sobre nuestras


potencias espirituales. Puede, sin embargo, ejercer un influjo indirecto. El mismo puede
ejercerse de dos modos diversos: influyendo sobre el objeto de la voluntad o influyendo,
en cierto sentido, sobre el sujeto mismo.

a) Desde el punto de vista del objeto influye de un modo dispositivo. "La pasión del
apetito sensitivo influye en la voluntad desde el punto de vista del objeto, en cuanto el
hombre, bajo la disposición pasional, juzga bueno y conveniente lo que, libre de aquella
pasión, no estimaría así. Esta inmutación pasional en el hombre ocurre de dos maneras.
La primera, cuando la razón queda totalmente impedida, perdiendo el hombre el uso de
la razón, como acontece en quienes, a causa de un violento acceso de ira o sensualidad,
se vuelven dementes o locos, de modo análogo a como puede ocurrir por otras
perturbaciones orgánicas; y esto sucede así porque estas pasiones no se producen sin
que haya alguna transmutación fisiológica. Sucede con éstos lo que con los animales
irracionales, que son arrastrados necesariamente por la pasión: al no haber actuación de
la razón tampoco la hay por parte de la voluntad. En segundo lugar, sucede a veces que
la razón no es totalmente absorbida por la pasión, sino que conserva en parte el juicio
libre de la misma, y en el mismo sentido queda también parcialmente la actuación de la
voluntad..."[11].

La pasión, por tanto, influye sobre la voluntad a través de la razón y sobre ésta por
medio de la imaginación y de la cogitativa. Una determinada pasión, si es muy
vehemente, fija de alguna manera la imaginación en un objeto y esto predispone para el
juicio racional favorable a la pasión[12].

Esto es más fuerte todavía cuando la pasión se ha arraigado -por la repetición de actos
pasionales- a modo de hábito pasional. En este caso es capaz de ejercer un predominio
absorbente sobre la razón y se caracterizará por:

-Cautivar toda la atención de la conciencia: un estado pasional tiende a monopolizar


todo el campo de la conciencia. Atrae hacia su objeto la atención con obsesión creciente.
El que ama pasionalmente está constantemente preocupado por lo que ama.

-Aplica a su justificación la actividad del espíritu: absorbiendo la atención, utiliza


también la razón a favor suyo para justificar su afición hacia el objeto pasional.

b) Desde el punto de vista del sujeto mismo que actúa puede influir por medio de lo
que Santo Tomás llama "sustracción"[13] o "división"[14]: "Todas las potencias del
alma radican en la misma esencia de ésta, y por eso es necesario que cuando se refuerza
la actividad de una potencia, la actividad de otra disminuya o incluso sea impedida
totalmente. Ya sea porque toda potencia que se divide en varias cosas se hace menos
fuerte, y por el contrario, cuando tiende a una sola cosa menos puede dispersarse en
muchas. Ya sea porque en las obras del alma se requiere cierta intención, la cual
mientras se aplica vehementemente a una cosa, no puede atender vehementemente a
otra. De esta suerte, por cierta división [de fuerzas], cuando el movimiento del apetito
sensitivo se hace más fuerte según una pasión, es menester que disminuya o que cese
totalmente el movimiento propio del apetito racional, que es la voluntad"[15].

Se trata de una especie de "redundancia negativa"[16] por la cual cuando una potencia
(en este caso la pasional) actúa vehementemente, las restantes no pueden hacerlo sino
con cierta debilidad. De este modo, la pasión influye en la voluntad al apropiarse de la
energía anímica que ésta necesita para su acción.

2) Influencia de la voluntad sobre las pasiones.

La influencia de la pasión sobre la voluntad, salvo en las situaciones límites (pasiones


súbitas y excesivamente vehementes, estados de ebriedad, etc.) y en los casos
patológicos (dementes) no anulan el ejercicio de la voluntad: siempre ésta permanece
señora de sus actos, aun pasionales. Consecuentemente, las pasiones se denominan
buenas o malas por la influencia que sobre ellas ejerza la voluntad del sujeto.

Al preguntarse expresamente por el modo de imperio que puede ejercer la voluntad


sobre el apetito sensitivo, Santo Tomás responde que en éste hay que distinguir dos
cosas que son el apetito mismo sensitivo (inclinación sensible al bien) y el órgano
corporal al cual está ligada ya que es algo sensible (análogo a como la visión depende
de la potencia visual y de la cualidad o estado orgánico del ojo). En cuanto potencia
apetitiva sensible ya hemos dicho que es la inclinación consiguiente a la aprehensión
sensible de un objeto, aprehensión que es realizada por la imaginación o la memoria.
Cabe, pues, distinguir:

-En cuanto el apetito sensitivo sigue a un conocimiento sensitivo presentado por la


imaginación está sujeto al dominio de la razón, puesto que la imaginación (que es
potencia cognoscitiva activa particular) está bajo la razón (que es potencia cognoscitiva
activa universal): la razón puede comandar el trabajo de la imaginación o impedir una
imaginación concreta.

-Los movimientos del apetito sensitivo que siguen instintivamente a aprehensiones sea
de la imaginación o de los sentidos externos antecedentemente a la intervención de la
razón escapan al dominio de la razón (al menos a un dominio inicial).

-Finalmente, la disposición del cuerpo que puede predisponer a una pasión no subyace
al dominio de la razón, y por tanto, en lo que la pasión depende de esto escapa a su
dominio[17].

De este modo se ejerce sobre la pasión no un gobierno "despótico", es decir, como el


que ejerce un amo con su esclavo, sino un gobierno "político", como el que se ejerce
sobre hombres libres que no están totalmente sometidos a su poder[18]. "Gobierno
político" quiere decir, en este contexto, "influencia indirecta", es decir, no directamente
sobre la pasión sino sobre sus causas y raíces[19].

Cabría distinguir, de este modo diversos modos de actuación de la voluntad respecto


del movimiento pasional:

a) La voluntad ante la génesis de la pasión.

a. La voluntad y la pasión antecedente. La pasión puede originarse


repentinamente, por la presencia (inesperada) de su objeto (como ante la súbita
aparición de un objeto nocivo se despierta el miedo). Cuando la causa de la pasión (el
conocimiento) tiene lugar con anterioridad a toda intervención de la voluntad, se
denomina pasión antecedente. En estos casos, la voluntad debe intervenir sobre la
pasión ya presente. Desde el punto de vista moral esto disminuye la responsabilidad del
acto ejecutado bajo influjo pasional; y en casos excepcionales puede llegar a anular toda
responsabilidad. Esto se comprende teniendo en cuenta lo que ya hemos dicho: la
pasión puede absorber todas las energías psicológicas del sujeto; en tal caso, la
capacidad de dominio sobre la pasión pierde fuerza, sin que por ello deje de ser
consciente. ¿Hasta dónde llega la responsabilidad de un acto ejercitado bajo el influjo
de una pasión antecedente? Esto dependerá de cada caso particular teniendo en cuenta el
grado de vehemencia de la pasión, el temperamento del sujeto y los hábitos pasionales
adquiridos (que pueden hacer la pasión "voluntaria in causa").

b. La voluntad y la pasión consiguiente. Cuando es la voluntad la que


determina el suscitarse de una pasión recibe el nombre de "pasión consiguiente o
consecuente". Esto puede ocurrir de dos maneras diversas: ya sea que la voluntad es
negligente en poner los medios para apartar la atención de un objeto que puede dar
origen a la pasión; o bien cuando deliberadamente busca centrar la atención en un
objeto para que éste a su vez despierte la pasión. En ambos casos las pasiones son
voluntarias, aunque en grado diverso. Esta posibilidad de suscitar voluntariamente la
pasión es sumamente importante en orden a suscitar pasiones ordenadas que ayuden a la
consecución de la virtud[20].

b) La voluntad y la duración de la pasión.

La voluntad no sólo interviene en el comienzo de una pasión, sino también en su


duración. Una vez que un acto pasional ha surgido podemos ejercer dominio sobre él
porque la libertad sigue teniendo dominio sobre lo que es esencial a la pasión, aunque
no siempre sea capaz de influir sobre los movimientos somáticos que se verifican
concomitantemente a determinadas pasiones. Lo que es esencial a la pasión es la
presencia del objeto que causa la reacción del apetito sensible. Por eso, durante el
desarrollo de la pasión la voluntad puede alimentarla y excitarla, para lo cual no tiene
más que dejarse llevar por ella, manteniendo fija la atención del pensamiento, de la
imaginación o de los sentidos sobre el objeto. Pero puede también dominarla, lo cual
aunque difícil no es imposible. Esto lo hace desviando la atención del objeto que la
motiva.

De este modo, en la medida en que la voluntad suscite las pasiones ordenadas que
complementan toda actividad plenamente humana o bien secunde, alimente y excite
pasiones desordenadas, se habla de pasiones buenas o malas. Por tanto, siempre
entendiendo esta calificación moral como una participación de la voluntad moralmente
cualificada.

4. LA EDUCACION DE LAS PASIONES [21]

La moral estoica negaba la posibilidad de educar las pasiones. En efecto, como


heredera del maniqueísmo las consideraba malas, y puesto que lo que es malo en sí no
puede llegar a ser bueno, no queda lugar para hablar de una educación de las mismas.
Por eso las consideraban, como por ejemplo Cicerón, "enfermedades del alma"[22]. No
habrá, por tanto, educación sino anulación de todo movimiento pasional. Su posición
consistirá en un rigorismo moral.

En el otro extremo se coloca el libertinaje moral, como el de Rousseau, quien aun


hablando de educación de las emociones en realidad la niega. En efecto, para el
liberalismo ético el justo modo de educar la afectividad es dejarla librada a la
espontaneidad de la naturaleza, sin imposiciones de finalidades externas, ni frenos.

Finalmente, niegan una auténtica educación quienes la reducen a una suerte de


adiestramiento mecanicista. Así, por ejemplo, el mecanicismo de H. Spencer, el
behaviorismo de J. B. Watson, el activismo de J. Dewey, y el pansexualismo de S. Freud
(que reduce todas las necesidades humanas a las tendencias al placer sensible -libido- o
a la destrucción de sí o de otro -agresividad-). En todos estos sistemas la educación es
reducida a un mecanismo psicofisiológico que consiste en la formación de costumbres
automáticas, o a la sublimación en el sentido de sustitución de la libido sexual por
actividades superiores sean culturales o artísticas.

La enseñanza de Santo Tomás es, contrariamente a todas estas teorías, que la


afectividad puede (y debe) ser educada precisamente en la medida en que es propio del
apetito concupiscible e irascible el someterse a las potencias superiores: "El apetito
concupiscible e irascible... obedecen a la razón en cuanto a sus mismos actos. La causa
es que en los demás animales el apetito sensitivo es naturalmente movido por la
estimativa, como la oveja teme al lobo, al que estima su enemigo. En lugar de la
estimativa el hombre tiene la cogitativa, llamada por algunos razón particular, porque
tiene como función el confrontar las varias percepciones individuales. Por tanto de ella
toma el apetito sensitivo su movimiento. Ahora bien, a esta razón particular le es natural
el ser movida y dirigida según la razón universal, así como en las argumentaciones se
sacan de las proposiciones universales conclusiones particulares. Se ve, pues que la
razón universal impera a lo afectivo... y éste obedece... Esto puede experimentarlo cada
uno en sí mismo, puesto que recurriendo a algunas consideraciones generales, la ira o el
temor o pasiones semejantes se mitigan, o también se instigan... El apetito sensitivo está
también sujeto a la voluntad respecto de la ejecución, la cual se realiza mediante las
potencias motrices. En los otros animales el movimiento sigue inmediatamente a la
apetición del concupiscible o del irascible; la oveja, ante el temor del lobo, huye. Esto
sucede porque no hay en ellos un apetito superior que haga de freno. En cambio, el
hombre no se mueve súbitamente tras sus impulsos del irascible o concupiscible, sino
que espera la intimación o permiso de la voluntad"[23].

El hecho de que la afectividad humana puede obedecer a la razón y a la voluntad


demuestra su disponibilidad para ser dirigida por la inteligencia, y por tanto, la
posibilidad de su formación mediante un perfeccionamiento de dicha disponibilidad,
esto es, mediante la educación del impulso al placer y a la lucha. Esto no es sólo posible
sino necesario, puesto que la inclinación a seguir las pasiones constituye una de las
diversas formas del infantilismo psicopático.

La esencia de la educación de las pasiones radicará en la adquisición de las virtudes


morales e intelectuales, porque la educación de la afectividad no consiste en la represión
de los impulsos, sino en dirigirlos ordenadamente a objetos adecuados y en controlarlos
conforme a las exigencias de la razón humana. Esto es precisamente lo que hacen las
virtudes: "es necesario que en el concupiscible y en el irascible existan virtudes que los
dispongan bien respecto de sus actos"[24]. El perfeccionamiento sobre la afectividad
humana se realiza mediante la conquista de los hábitos que disponen al hombre a ser y
obrar de modo conforme al fin último de la existencia humana.

4.5.4 LAS PASIONES EN PARTICULAR

4.5.4.1 LA PASION DEL AMOR [25].

1) Noción del amor

La raíz primera de todas las pasiones es el amor, que consiste fundamentalmente en una
modificación del apetito humano que se complace en un objeto presentado por el
conocimiento como bueno, amable y, por consiguiente, término de unión. Esta
complacencia, unión o ajuste (coaptatio) del apetito sensitivo con algún bien
constituye la pasión misma del amor[26].

Santo Tomás utiliza el término "amor" en un sentido amplio, referido a cualquier


tendencia de un ser hacia su bien. Ante todo, designa el amor natural o tendencia
espontánea de todo ser a seguir su propia naturaleza; éste es anterior a todo co-
nocimiento. En el otro extremo designa la inclinación al bien que es fruto del
conocimiento racional; es el amor espiritual de la voluntad. Entre estos dos se coloca
el amor sensitivo o pasional propiamente dicho: es la tendencia al bien sensible
conocido por los sentidos internos (memoria, imaginación y cogitativa). Si bien el amor
sensitivo es propio del animal, en el hombre se relaciona con su voluntad, puesto que,
siendo capaz de obedecer a la razón, participa de alguna manera de su libertad.

Es un movimiento apetitivo esencialmente dinámico u operativo. Santo Tomás cita la


afirmación de Aristóteles quien dice que el movimiento apetitivo actúa circularmente: el
apetecible mueve al apetito colocándose como término de su intención, y el apetito
tiende hacia el apetecible para conseguirlo realmente; de este modo el fin del
movimiento coincide con lo que fue su principio.

Propiamente hablando el amor es la primera inmutación del sujeto o simple


complacencia en lo apetecible; por eso realiza estrictamente el concepto de "pasión" en
el sentido originario de "padecer o recibir". A esta primera inmutación seguirá luego el
movimiento hacia lo apetecido (deseo) y finalmente el descanso en él (gozo). Por eso se
dice que el amor está en la base y es la causa de las otras pasiones tanto del
concupiscible cuanto del irascible[27]. Por eso dice Santo Tomás: "El amor es la raíz
primera y universal de todas las operaciones del apetito, lo cual se pone en evidencia si
consideramos una por una. En efecto, nada es deseado fuera de lo que se ama, y
ninguno goza de aquello que posee si no lo ama; tampoco se entristece de una cosa sino
porque es contraria a cuanto él ama. He aquí por qué el motivo del amor debe ser
aquello que forma el objeto universal del apetito, es decir, el bien"[28].

En cuanto a su división, el amor se distingue en amor de concupiscencia y amor de


amistad. El amor de concupiscencia, también llamado amor de dominio, es la
inclinación por la que el afecto se dirige a un bien en cuanto bien para el amante; el
amor de amistad, en cambio, expresa la inclinación del afecto hacia otra persona para
quien se desea tal o cual bien.

4.5.4.2 La causa del amor.

La causa del amor es la percepción de un bien como proporcionado o connatural al


sujeto, provocando así una inclinación hacia el mismo.

Ante todo, se dice que el conocimiento es causa del amor porque nadie ama lo
desconocido; aunque sería más exacto afirmar que el conocimiento es más bien
principio u origen, o condición necesaria del amor más que su causa.

En segundo lugar, la causa del amor es el bien, porque siendo el bien el objeto del
apetito, la tendencia apetitiva encuentra en aquél la satisfacción plena que le hace
complacerse y detenerse en él. En esto se da un paralelismo con lo bello, ya que bien y
belleza sólo difieren con una distinción de razón. "A la razón de belleza pertenece que
ante su conocimiento la aprehensión se aquiete"[29]. Análogamente el apetito se aquieta
en el bien.

Pero en el sentido más estricto hay que decir con Santo Tomás que "la raíz del amor
estrictamente hablando, es la semejanza de lo amado con el amante, ya que así es un
bien que a él le conviene"[30]. La semejanza que es conveniencia en la forma,
establece una proporción entre la cosa amada y el amante y, de este modo, lo amable se
convierte en conveniente o connatural: "lo semejante llama a lo semejante". Natu-
ralmente el primer amor es hacia sí mismo pues la primera tendencia de todo ente es la
conservación de sí mismo, lo cual nace de ese amor. Por tanto, cuando encuentra algo
semejante a sí lo ama como si fuese él mismo (otro yo), como si se viese espejado en
ese otro ser. Cada uno ama lo que él es y cada uno es lo que él ama.

4.5.4.3 Los efectos del amor.

En el amor pueden distinguirse efectos psíquicos (como la unión, mutua inhesión,


éxtasis, celos) y efectos fisiológicos.

La unión entre el amante y lo amado es el primer efecto y el más universal, pues ya


decía Dionisio que cualquier amor es una virtud o fuerza unitiva. La unión precede de
alguna manera al amor porque éste se funda en la unión (ya sea sustancial -en el amor
de sí mismo- ya sea de semejanza); lo constituye porque el amor es una unión al menos
afectiva; finalmente lo sigue porque el amor lleva a la unión real entre el amante y el
amado. Puede ser efectiva (cuando llega hasta la posesión real de lo amado por el
amante) o puramente afectiva (como en el amor de amistad, en el que se quiere para
otro el bien que se quiere para uno mismo).
La mutua inhesión es más bien el resultado de la unión. Entre el amante y lo amado se
diría que se produce una especie de fusión y de compenetración. Lo amado está en el
amante y el amante en lo amado por el conocimiento y el deseo: "se dice que el amante
está en el amado según el conocimiento en cuanto no se contenta con un conocimiento
superficial del amado sino tiende a aprehender nítidamente cada cosa singular que
pertenezca intrínsecamente al amado"[31]; respecto del movimiento afectivo se da
mutua inhesión en el amor de concupiscencia en cuanto éste busca poseer perfectamente
al amado, como llegando a lo más íntimo de él; en el amor de amistad el amante está en
el amado en cuanto considera los bienes y los males del amigo como propios y la
voluntad de su amigo como suya propia de tal modo que parezca que él mismo sufre en
su amigo los bienes y los males de éste.

Se dice que también es efecto del amor el éxtasis entendiéndolo como la tensión del
amante hacia lo amado que lo hace en cierto modo salir fuera de sí. El amante lleva su
voluntad fuera de sí para alcanzar el bien que desea.

El celo, por último, es la autodefensa del mismo amor. El amor intenta naturalmente
excluir todo lo que pueda impedirle alcanzar el objeto amado o perjudique su posesión.

Santo Tomás señalaba también entre los efectos del amor algunos de orden fisiológico,
como la vulneración o herida de amor. Hay que decir que, en principio, el amor no
puede tener ningún efecto nocivo, puesto que es la adhesión a un bien conveniente,
completivo y perfectivo del amante. Sin embargo, tomado como pasión, el amor
produce una impresión sensible y una conmoción física que, si son excesivas, pueden
llegar a causar una lesión orgánica[32].

A estos efectos propios hay que añadir los efectos imperados, recordando la frase de
Dionisio: "por el amor del bien es por lo que todos los seres hacen lo que hacen". Dicho
de otra manera, el amor es el gran motor de los actos humanos, y por eso no se obra sino
por amor; en definitiva toda acción procede elícitamente del amor o imperada por él.

4.5.5 LA PASION DEL ODIO [33].

La pasión antagónica del amor es el odio. Es cierto rechazo del apetito hacia aquello
que es aprehendido como repugnante y nocivo[34]. El objeto y su causa es, por
tanto, el mal. En tal sentido, no se puede odiar al ser en cuanto ser, ya que siempre dice
conveniencia (todas las cosas convienen en el ser) sino sólo algún ser concreto
repugnante a otro ser concreto[35].

El odio, como todas las demás pasiones, nace del amor. Así como el amor consiste en
cierta conveniencia del que ama con el amado, el odio es cierta repugnancia o
disonancia. Ahora bien el motivo por el cual algo repugna es que corrompe o impide lo
que es conveniente para uno: no se odia nada que no sea contrario a la cosa amada. Por
eso, nace de un amor previo. "El amor de una cosa, señala Santo Tomás, es causa de que
se aborrezca la contraria". Sin embargo, si comparamos las dos pasiones, debemos decir
que el amor es más fuerte que el odio. En efecto, el bien es más fuerte que el mal en
cuanto, según afirma Dionisio, el mal no obra sino en virtud del bien. Pero además,
subraya Santo Tomás, es imposible que el efecto sea más fuerte que su causa, y en tal
sentido el amor ha de ser más fuerte que el odio. Por otra parte, mientras el amor se
dirige a lo amado como a su fin, el odio se dirige a su objeto como un medio que debe
apartar para poder alcanzar tranquilamente el fin amado. Hay pues una diferencia de
ordenes entre uno y otro. De todos modos, el Angélico nota que puede decirse que el
odio es más fuerte en dos sentidos:

-ante todo, en la percepción sensitiva que acompaña a toda pasión porque es más
intensa la transmutación corporal que produce el odio en cuanto se percibe más la
disconveniencia de lo odiado que la conveniencia de lo amado;

-en segundo lugar, el odio nacido de un amor superior es más grande que cualquier
amor menor (como el odio contra lo que amenaza la propia vida -nacido del amor a
ésta- es más grande que el amor a los bienes externos). Por eso afirma Santo Tomás que
el odio nunca vencería al amor si no fuera causado por un amor mayor. El que se ama a
sí mismo puede llegar a odiar a su propio amigo cuando éste le contraría.

Desde el punto de vista psicológico, dos casos de odio presentan interés singular: odio
a sí mismo y el odio a la verdad.

En cuanto al odio a sí mismo Santo Tomás establece que no puede darse en un sentido
absoluto, simplemente porque nadie puede apetecer algo para sí sino en cuanto bueno;
ahora bien, odiarse a sí mismo sería apetecer algo malo para sí mismo; el mal, como se
sabe, no es término directo del apetito. Sin embargo, uno puede odiarse a sí mismo
accidentalmente: ya sea cuando se ama algo malo por la apariencia de bien que presenta
(el vértigo del peligro, la droga, etc.); o bien cuando alguien se ama según lo que cree
ser y no según lo que es en realidad (así el que cree ser sólo animal busca sólo lo
animal, perjudicando su alma espiritual a la que nada concede).

Respecto a la verdad, en cuanto ésta se identifica con el bien, tampoco puede ser
odiada de modo absoluto. Pero puede odiarse alguna verdad concreta por parecer
contraria o perjudicial a uno mismo: ya sea porque se trata de algo que hubiera preferido
ignorar (como el descubrir que se tiene una enfermedad grave); o bien porque una
verdad determinada lo obligaría a alejarse de lo que ama, como ocurre cuando no se
quiere saber si algo es pecado aún sospechándolo (es lo que hemos denominado
"ignorancia voluntaria"); o bien, porque se odia una verdad (un conocimiento
verdadero) presente en otro (como se puede aborrecer que los demás conozcan
verdaderamente nuestros defectos y pecados).

4.5.6 LA PASION DEL DESEO O CONCUPISCENCIA [36].

La concupiscencia es el impulso al placer ausente; o, como dice Aristóteles, "el apetito


de lo deleitable"[37]. En el uso actual, el término concupiscencia indica generalmente
el deseo de placer en sentido peyorativo, es decir, de modo desordenado. En cambio, en
el uso clásico, el término, al igual que pasión, designa la inclinación de suyo
indiferente, que será buena o mala según lo sea su objeto y el dominio de la razón sobre
ella.

Cuando tiene como término una delectación espiritual la inclinación a la misma es una
concupiscencia del alma; si tiende a un bien sensible será, en cambio, la concupiscencia
pasional cuyo sujeto es el apetito sensitivo. Se trata, pues de un movimiento, un
dinamismo, que inclina al sujeto hacia un bien sensible que desea alcanzar.
Tiene por causa el amor y por fin la delectación pasional. En efecto, el bien deleitable
es el objeto de todas las pasiones del concupiscible. La diferencia entre las pasiones se
considera por la diversa formalidad que este objeto presenta en cada una de ellas. Lo
sensible deleitable, en cuanto se adapta y conforma en cierto modo al apetito, causa el
amor; en cuanto ausente, causa la concupiscencia o deseo; en cuanto presente es origen
de la delectación. Por eso, el bien deleitable es objeto de la concupiscencia bajo aspecto
de ausente.

Aristóteles distinguía entre la concupiscencia natural y concupiscencia no-natural, es


decir, artificial[38]. La primera es producida por lo deleitable que es conveniente a la
naturaleza del animal, como la comida, la bebida, etc.; es por eso común a hombres y
animales. La segunda, en cambio, se origina en lo deleitable que es presentado como
conveniente por una aprehensión, por un conocimiento, sin el cual el sujeto no tiene
motivos para inclinarse hacia ello (como ser las riquezas artificiales); es llamada más
bien codicia, y es exclusiva de los hombres.

Entre ambas se establece también una diferencia a partir de sus límites: la


concupiscencia natural no puede ser infinita al menos en acto (no es posible que el
cuerpo desee infinito alimento, ni infinita bebida, sino tan sólo cuanto necesita); esto
tiene su razón de ser en que su objeto es siempre un medio para algo y todo medio es
querido en la medida en que sirve para algo. Puede decirse que es infinita en potencia,
en cuanto los bienes materiales perecen y luego se vuelven a desear. En cambio, la
concupiscencia no natural cuando su objeto se presenta como fin, es en cierto modo
infinita (porque el fin es deseado por sí mismo y no establece, de suyo, medida alguna):
como el avaro al querer la riqueza por sí misma no la quiere con ningún limite.

4.5.7 LA PASION DEL PLACER O DELECTACION [39].

1) Naturaleza

La delectación o placer es cierto reposo del apetito en el bien deleitable presente. Es,
pues, el término o fin de un movimiento, y su causa es la presencia de un bien
connatural. Es propio del animal y no de los seres inferiores, porque el animal, al
alcanzar una perfección connatural, lo siente y este sentir la perfección produce ese
movimiento llamado delectación. Por eso, dice también el Aquinate que "consiste en
estar ya perfecto".

A la doctrina clásica se opone el maniqueísmo caracterizado por el desprecio de la


materia. La versión ética del mismo corresponde al puritanismo que confunde la
perfección con el rechazo del placer sensible. En su base hay que reconocer un error
antropológico, ya que parte de una falsa concepción de la naturaleza humana en la que
no está integrada adecuadamente la corporeidad; a pesar de esto está presente no sólo en
gran parte de los errores filosóficos históricos sino incluso en algunas corrientes de la
moral católica que ven el placer sólo como un motivante de los actos que lo producen.

Nos interesa aquí sólo la delectación pasional y no la espiritual, para la cual Santo
Tomás reserva el término de "gozo" (gaudium). Sin embargo, la comparación entre
ambas puede ayudarnos a perfilar mejor el placer-pasión. La principal diferencia entre
una y otra viene por la diferenciación en ellas entre perfección y vehemencia.
Las espirituales son indudablemente más perfectas, y por varios títulos. Ante todo,
porque el bien espiritual es mayor que el corporal y consecuentemente es más amado.
De hecho la experiencia nos demuestra que los hombres suelen abstenerse aun de los
placeres corporales más intensos cuando está en juego, por ejemplo, el honor (bien
inteligible). Asimismo, porque el intelecto -del cual depende la aprehensión de este
bien- es más perfecto y noble que la potencia cognoscitiva sensitiva. Finalmente, porque
la unión de ambas (intelecto y bien inteligible) es más íntima, perfecta y firme: más
íntima porque el sentido versa acerca de los accidentes exteriores de las cosas, mientras
que el entendimiento penetra las esencias; más perfecta, porque al existir las cosas
inteligibles sin movimiento, tales delectaciones pueden existir al mismo tiempo sin
excluirse entre sí (lo que no ocurre en lo corporal); más firme, porque mientras lo
corporal es corruptible y pasajero, lo espiritual es incorruptible y permanente.

En cambio, las delectaciones corporales son más vehementes y esto por tres razones:
las cosas sensibles son más manifiestas que las inteligibles; porque se dan con alguna
modificación corporal, mientras que en las espirituales esto ocurre sólo por cierta redun-
dancia; y finalmente porque algunos placeres corporales son como medicina de ciertas
molestias corporales (el hambre, la sed, etc.).

4.5.7.1 Causa de la delectación.

El placer o delectación es una "operación connatural no impedida". En este sentido será


causa del mismo todo cuanto de alguna manera sea objeto de operación connatural al
hombre y todo aquello que puede hacer presente el placer. Por tanto, ante todo, hay que
señalar como causa del placer la semejanza: así como es causa del amor, es también
causa de delectación. La semejanza establece cierta unidad, y la unidad perfecciona el
ser, y por ello puede causar placer.

En segundo lugar, nos produce placer lo mudable, porque nuestra naturaleza física es
mudable, y consecuentemente, le es connatural el deleitarse en lo mudable: "cuando la
presencia continuada de lo deleitable sobreexcede la medida de la natural capacidad,
aquello deleitable deja de serlo"[40]. Un sabor dulce, largo tiempo prolongado produce
repugnancia. Evidentemente, esto vale para el orden físico, mientras que en el espiritual
-al que le es connatural lo inmóvil- tanto más placer se encuentra cuanto más inmóvil
permanece el bien deleitable.

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