Entrevista Con Lazarus
Entrevista Con Lazarus
4,
UnaNºentrevista
2, 1996, con
pp. Arnold
263-273A. Lazarus 263
Manuel S. Fernández
mis amigos me pedían ayuda para resolver sus problemas. Sin embargo, y a pesar
de esto, no me inclinaba a estudiar Psicología, debido, por un lado, a que pensaba
que para ser psicólogo tenía que pasar por la Escuela de Medicina y, por otro, a que
mi gran ilusión era abrir un gimnasio que se convirtiera en un centro de entrena-
miento especial. Pero cuando descubrí que podía llegar a ser psicoterapeuta sin pasar
por la Escuela de Medicina, abandoné mi sueño del gimnasio, y opté por introducir-
me en el campo de la Psicología.
MSF: ¿Cuál ha sido su trayectoria hasta alcanzar el estatus profesional que po-
see en la actualidad?
AAL: Bueno, en cuanto a mi formación teórica se refiere, obtuve la licenciatura
en Psicología y Sociología en 1955, en la Universidad de Witwtersrand
(Johannesburgo, Sudáfrica) y, posteriormente, el grado de Master en Psicología Ex-
perimental en 1957 y el doctorado en Psicología Clínica en 1960.
En lo referente a mi formación práctica, estuve tres meses como interino, duran-
te 1957, en el Hospital Marlbough en St. John’s Wood (Londres, Inglaterra). Mi
entrenamiento clínico lo completé en el Hospital Tara de Johannesburgo. A princi-
pios de los años sesenta, el profesor Albert Bandura leyó un artículo que había es-
crito sobre mi tesis doctoral y me invitó a disfrutar de un año en la Universidad de
Stanford (California, Estados Unidos) como docente. Debido a la situación política
que se vivía en Sudáfrica, decidí quedarme en los Estados Unidos con mi mujer
Daphne y mis hijos, Linda y Clifford. Más tarde, en 1967, conseguí una plaza como
profesor titular en la Escuela Médica de la Universidad de Temple (Filadelfia). Poste-
riormente, y durante un año, fui director de la formación clínica en la Universidad
de Yale y, en la actualidad, poseo el rango de Profesor Distinguido en Rutgers, la
universidad del Estado de Nueva Jersey
MSF: Permítanos un pequeño inciso sobre su familia, ¿colocaría su trabajo por
delante de sus relaciones familiares?
AAL: Decididamente no. A diferencia de otros muchos colegas, yo trabajo para
vivir, y no vivo para trabajar. Si hiciera una lista de valores, sin ninguna duda coloca-
ría en primer lugar a mi mujer y a mis hijos, en un segundo término estarían las
relaciones con otros familiares y amigos cercanos y, por último, situaría mi trabajo.
MSF: Volvamos a su formación como psicólogo, ¿por cuántas orientaciones ha
pasado antes de defender el eclecticismo técnico?
AAL: De forma inicial, fui entrenado bajo las escuelas rogerianas y psicodinámicas.
Sin embargo, poco a poco, pude comprobar que los resultados obtenidos con am-
bos tipos de aproximaciones no eran todo lo bueno que cabía esperar. Esto me hizo
reflexionar sobre si todos los pacientes requerían el mismo tipo de terapia para sus
problemas, y llegué a la conclusión de que cada uno debía recibir aquella terapia
que mejor le fuera a él y a su trastorno, así que decidí abandonar tanto la terapia de
Rogers como la terapia psicoanalítica. No obstante, y a pesar de abandonar ambos
enfoques, en muchos de mis escritos puede observarse como mi formación ha es-
tado fuertemente influida por la teoría adleriana, que era la que primaba en el hos-
pital de Londres donde estuve haciendo parte de mi interinidad.
Más tarde, a mediados de los año cincuenta, comencé a interesarme por el tra-
bajo que algunos estaban haciendo en la Universidad y que eran conocidos como
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AAL: Es cierto que durante algunos años aprendí cosas sobre la práctica clínica
junto a él. Sin embargo, después de que él considerase mi idea de progresar en la
Terapia de Conducta como antiética, me di cuenta que era el momento de empezar
a luchar por lo que pensaba podía ser el futuro de la Psicología. Así en 1971 se
publicó mi libro «Más allá de la Terapia de Conducta» (Behavior Therapy and Beyond),
considerado uno de los primeros libros sobre terapia cognitivo-conductual, por el
énfasis en el papel de la cognición unido al de la conducta. La publicación de este
libro casi provoca mi salida del campo de la Terapia de Conducta, pero, paradójica-
mente, por aquella época fui nombrado Presidente de la Asociación para el Avance
de la Terapia de Conducta, a pesar de no contar con el apoyo de determinados
autores relevantes.
MSF: Una vez que conocemos algo más sobre la Terapia Multimodal, tal vez sea
el momento de saber qué opinión le merecen las demás corrientes.
AAL: Es interesante que me proponga ésto, puesto que, al pasar por diversas
escuelas antes de crear la Terapia Multimodal, tengo opiniones bien fundadas sobre
las aproximaciones psicoterapéuticas más usadas.
Podría comenzar por el Psicoanálisis, a partir del cual se han derivado otras es-
cuelas y que es considerado como el origen de la Psicología. La pregunta que siem-
pre viene a mi mente al hablar de psicoanálisis es ¿qué evidencias científicas existen
para considerarla como el mejor tratamiento a aplicar a un determinado problema?
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Creo que este ha sido el talón de Aquiles de esta escuela. Hoy día conozco a varios
psicoanalistas que han considerado el uso de otras técnicas, derivadas incluso de la
terapia cognitivo-conductual, para tratar diversos problemas. Realmente hay pocos
terapeutas que sigan practicando el psicoanálisis ortodoxo.
MSF: ¿Qué nos puede decir de la terapia de Adler?
AAL: Cualquiera que lea mis escritos y los compare con los de Adler podrá com-
probar que hay mucha influencia suya en mi pensamiento. En concreto, algunos
rasgos característicos de la Terapia Multimodal como la conciencia social, la educa-
ción holística, el respeto por las personas y las intervenciones activas son claramen-
te derivadas de la terapia adleriana.
MSF: ¿Considera a la terapia humanista de Rogers una terapia efectiva?
AAL: Sinceramente no. Pienso que la terapia centrada en el cliente de Rogers
crea un buen clima para poder ayudar al paciente, pero no deja de ser sólo un buen
punto de partida. Para mí es insuficiente mostrarse empático y comprensivo para
llegar a resolver los problemas. Sería como hacer un buen examen con buena letra
y sin tachones, pero no respondiendo a las preguntas del profesor.
MSF: Hablemos ahora sobre las corrientes terapéuticas con las que ha estado
más estrechamente relacionado, la terapia de conducta y la terapia cognitivo-
conductual, ¿qué podría contarnos sobre ellas?
AAL: Bueno, es cierto que han sido las dos aproximaciones con las que más re-
lación he tenido, aunque actualmente hay algunas características que me hacen
diferente a la mayoría de los terapeutas que se mueven en estas escuelas; soy más
flexible y más técnicamente ecléctico. A pesar de ésto, aún me siento muy identifi-
cado con la terapia cognitivo-conductual, pues es la que más anima a los clientes
para que piensen y actúen de forma diferente, ingredientes imprescindibles para
que tenga lugar el «cambio».
MSF: Que duda cabe que dos de las aproximaciones más destacadas dentro de
la tradición cognitivo-conductual son la Terapia Racional Emotiva de Ellis y la Terapia
Cognitiva de Beck, ¿con cuál se identifica más?
AAL: Resulta muy complicado para mí responder a ésto, ya que son teóricamen-
te buenas. La opinión que tengo de ellas es que se centran demasiado en el área
cognitiva, olvidando un poco el resto de las áreas que componen la personalidad
humana. Aunque tanto Ellis como Beck intentan persuadirme de lo contrario, real-
mente creo que su inclinación por permanecer en lo cognitivo rompe con el princi-
pio de «individualidad», es decir, no consideran el tipo de cliente que tienen delan-
te. En mi opinión usan en exceso «la lente cognitiva».
Práctica diaria
mos y sentarme a charlar con ellos sobre alguna cuestión que les preocupe o moles-
te. He hecho ambas cosas, pero siempre teniendo en cuenta una regla de oro: «no
poner en peligro nuestros lazos familiares o de amistad». Por supuesto, también me
abstendría de tratar a alguien cercano a mí con una patología grave.
MSF: ¿De qué manera selecciona las técnicas que va a usar en el tratamiento?
AAL: Nunca olvido que lo que importa es el cliente, no la teoría. Con esto quiero
decir que cuando llega el momento de elegir una o varias técnicas no debemos
pasar por alto jamás las características idiosincráticas de cada paciente. Partiendo
de aquí, y siguiendo el BASIC CoS, uno puede ir a su cajón de técnicas y tomar
aquellas que crea más apropiadas para el problema y la persona en cuestión. Sin
embargo, hay veces en las que, a pesar de parecer que hemos elegido las técnicas
adecuadas, no obtenemos los resultados apetecidos. Es cuando entra aquí otra parte
de la psicoterapia: el arte. Yo creo que toda psicoterapia tiene una parte de ciencia
y otra de arte. Este último elemento suele usarse cuando se necesita motivar al cliente
de forma especial para que siga sacando provecho de las sesiones, aunque normal-
mente ya vienen dispuestos a colaborar.
MSF: Tras tantos años de intenso trabajo, ¿cómo lleva el problema del burnout?
AAL: Es cierto que llevo mucho tiempo dedicándome a la enseñanza y a la prác-
tica clínica, pero también es cierto que el no ver a demasiados clientes, el reconocer
mis propias limitaciones y el solicitar ayuda a mis colegas, han hecho posible que
este problema, tan común entre los profesionales que trabajamos con y para perso-
nas, no me afecte de manera desmesurada.