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La Reina estaba en cama, mirando la televisin con Harris.

Era noche de elecciones: jueves, 9 de abril de 1992, a las once y veinte. Harris bostez, mostrando sus afilados dientes y su lengua de color de hgado. Te aburren las elecciones, querido? pregunt la Reina, acaricindole el lomo. Harris ladr al televisor, en cuya pantalla se mova convulsivamente un despliegue de monigotes de ordenador (hombrecitos con sombrero de copa). La Reina los contempl un rato con divertida incomprensin, antes de percatarse de que los personajes electrnicos, rojos, naranja y azules, representaban la composicin actual de la Cmara de los Comunes. Un hombre alto agitaba los brazos delante del grfico y parloteaba a propsito de la fiabilidad de los sondeos de opinin y de la probabilidad de un Parlamento equilibrado. La Reina ech mano del mando a distancia y baj el volumen. Le vino a la mente el recuerdo de que, a una hora ms temprana del da, un secretario le haba pasado un recorte de un peridico conservador acompaado de las palabras: Puede que esto la divierta, seora. Y la haba ciertamente divertido. Una mdium contratada por el peridico declaraba haberse puesto en contacto con los espritus de Stalin, Hitler y Gengis Kan, quienes le haban asegurado, los tres, que caso de haber tenido ocasin se habran apresurado a acudir a los colegios electorales y votado al Partido Laborista. A la hora de la cena ella haba mostrado el recorte a Felipe, pero ste no le vio la gracia. Harris gru desde el fondo de su garganta, salt de la cama y avanz contonendose hacia el televisor. En aquel momento eran las once y veinticinco. Harris ladr colrico a la pantalla cuando se anunciaron los resultados de Basildon. La Reina se recost en sus delicadas almohadas de lino y se pregunt quin le besara la mano el da siguiente por la tarde, si el gentil John Major o el perfectamente agradable Neil Kinnock. En realidad, no tena

una preferencia concreta. Ambos lderes polticos apoyaban pblicamente la monarqua y ninguno de los dos era la seora Thatcher, cuyos ojos dementes y estrangulada voz haban intimidado considerablemente a la Reina en sus habituales reuniones de las tardes de los martes. A la Reina le habra gustado saber si alguna vez amanecera el da en que un primer ministro victorioso dejase de apoyar la monarqua. Los hombrecitos electrnicos desaparecieron de la pantalla para ser reemplazados de nuevo por polticos ansiosos que concedan entrevistas, y Harris perdi inters y regres a la cama de un salto. Tras describir un crculo completo, se instal en la suave blandura del cobertor y adopt una posicin cmoda y distendida. La Reina tendi la mano y le dese buenas noches con unas palmaditas; se quit las gafas, oprimi el botn de desconexin del mando a distancia y, a continuacin, acostada en la oscuridad, esper que le llegara el sueo. Las preocupaciones familiares corrieron a apelotonarse en su mente. La Reina susurr la oracin que Crawfie, su aya, le haba enseado ms de sesenta aos atrs:

Si muriera antes de despertar ruego al Seor que tome mi alma.

Mientras haca su ltima inspiracin consciente antes de abandonarse al sueo, la Reina trat vagamente de imaginar qu les ocurrira a ella y su familia si resultaba elegido un Gobierno republicano: sta era su pesadilla. 22

1 Un soplo de aire

La Reina se sobresalt al ver que Jack Barker dejaba caer su cigarrillo sobre la alfombra de seda. Un leve olor a quemado se extendi entre ellos. Jack domin su impulso de pedir

disculpas. La Reina lo mir desdeosamente. A l, las tripas le produjeron un gorgoteo. La foto de la Reina estaba colgada en su aula por la poca en que l se esforzaba en aprender la tabla del nueve; en su infancia, sola mirarla en demanda de inspiracin. El prncipe Carlos se inclin y recogi la colilla del cigarrillo. Busc en torno algn lugar donde depositarla, pero, como no lo encontr, la desliz en su bolsillo. La princesa Margarita dijo: Lilibet, yo debo tener una criada. Por favor! Podemos abrir las ventanas, seor Barker? pregunt la Reina. Su acento produjo a Jack la sensacin de que le cortaba un cristal. Casi se sorprendi de no sangrar. Imposible replic l. Voy a tener mi propia casa, seor Barker, o habr de compartirla con mi hija y mi yerno? La Reina Madre dedicaba a Jack su famosa sonrisa, pero sus manos retorcan la amplia falda de su vestido color vinca formando con la tela una especie de nudo. Tendr usted una casa adosada de pensionista. Es lo que legtimamente le corresponde como ciudadana de a pie de este pas. Una casa adosada, bien. No me las sabra arreglar muy bien si hubiera escaleras. El personal, vivir all o ser externo? Jack rompi a rer y mir a sus colegas republicanos: seis hombres y seis mujeres, seleccionados cuidadosamente como testigos de aquella ocasin histrica. No parece usted entenderlo. No habr personal, ni ayudas de cmara, ni cocineros, ni secretarios, ni doncellas, ni chferes. Volvindose hacia la Reina, aadi: Tendr usted que intervenir de vez en cuando, echarle una mano a su mam. Aunque a ella probablemente le corresponder tambin el servicio de Comida Sobre Ruedas. La Reina Madre pareci muy complacida al or aquello.

As que no morir de hambre? Bajo el Gobierno del Partido Republicano del Pueblo, nadie pasar hambre en Gran Bretaa dijo Jack. El prncipe Carlos se aclar la garganta e intervino: Ejem, puede uno, ejem, inquirir dnde...? Es decir, la ubicacin? Si lo que me pregunta es adnde irn todos ustedes, no se lo dir. Lo nico que por el momento puedo comunicarles es que estarn todos ustedes en la misma calle, pero tendrn por vecinos inmediatos a extraos, personas desconocidas de clase obrera. Aqu hay una lista de lo que deben llevar consigo. Jack tendi fotocopias de cada una de las listas que su esposa haba compilado slo un par de horas antes. Encabezaban las listas las indicaciones: Artculos Esenciales; Mobiliario; Accesorios apropiados para una vivienda municipal de dos dormitorios o una casa adosada de pensionista. La lista de la Reina Madre era considerablemente ms corta, segn ella misma observ. Jack ofreca los papeles, pero nadie se adelant a recogerlos. Jack no se movi. Saba que uno de ellos cedera. Finalmente, Diana se levant: detestaba las escenas. Tom los papeles de manos de Jack y entreg a cada miembro de la familia real su lista. Hubo un silencio de unos minutos mientras todos lean. Jack tocaba furtivamente la pistola que llevaba en el bolsillo. Slo l saba que no estaba cargada. Seor Barker, aqu no se menciona a los perros dijo la Reina. Uno por familia replic Jack. Caballos? pregunt Carlos. Tendra usted un caballo en el jardn de una vivienda municipal? No. Realmente. Uno no piensa, a veces. Las ropas no estn en la lista dijo tmidamente Diana. No necesitar usted muchas. Slo las estrictamente esenciales. No tendr que hacer apariciones pblicas, verdad? La princesa Ana se levant y se situ junto a su padre.

Gracias a Dios! Por lo menos algo bueno ha salido de este maldito embrollo. Ests bien, pap? El prncipe Felipe se encontraba, de hecho, conmocionado, y ello desde que la noche anterior conect la televisin para ver a las once y veinticinco el Especial Elecciones y presenci el anuncio de la eleccin de Jack Barker, fundador y lder del Partido Republicano del Pueblo, como miembro del Parlamento por Kensington West. El prncipe Felipe, a travs de la pantalla, haba asistido incrdulo al discurso que Barker pronunciaba ante una jubilosa multitud en el ayuntamiento. Los contribuyentes de mediana edad le haban vitoreado juntamente con los jvenes de jeans deshilachados que lucan aros en la nariz. Entonces haba tomado el telfono y aconsejado a su esposa que mirase el televisor. Media hora ms tarde ella le llam a su vez: Felipe, haz el favor de venir a mi cuarto. Permanecieron despiertos hasta altas horas de la madrugada, mientras un candidato republicano tras otro eran declarados electos en medio del ruidoso regocijo de la ciudadana britnica. Sus hijos, gradualmente, se les unieron. A las siete y media los criados les sirvieron el desayuno, pero nadie comi nada. A eso de las once de la maana el Partido Republicano del Pueblo llevaba conseguidos 451 escaos y John Major, el primer ministro conservador, admita a regaadientes su derrota. Poco despus, Jack Barker anunciaba que l era primer ministro. Iniciara sus funciones, dijo, acudiendo al Palacio de Buckingham para ordenar a la Reina que abdicase. Los trece republicanos, que acudieron en un minibs, fueron acogidos en las puertas del palacio por los saludos de los sonrientes policas que montaban guardia. Los soldados de la Caballera de la Guardia Real se haban quitado los grandes gorros de piel y los agitaban en el aire. Los miembros del servicio personal de la Reina les estrecharon la mano. Tambin les ofrecieron unas copas de champaa, que ellos, sin embargo, rechazaron cortsmente. Hasta su eleccin como miembro del Parlamento por Kensington West, Jack

Barker haba sido el lder de una seccin disidente del Sindicato de Tcnicos de Televisin. Durante las tres semanas que precedieron a las elecciones generales, Jack y sus descontentos colegas haban estado emitiendo mensajes subliminales al pblico espectador: VOTA REPUBLICANO - FUERA LA MONARQUA. El sbado anterior a las elecciones, The Times haba reclamado el desmantelamiento de la monarqua. Cien mil antimonrquicos se manifestaron desde Trafalgar Square a Clarence House, ignorantes de que la Reina Madre estaba en las carreras. Una violenta tormenta los dispers antes de que ella regresara, aunque todava alcanz a ver por la ventanilla de la limusina algunas pancartas abandonadas: DIOS LA MALDIGA, SEORA. Para ti dijo, pasndoselo a su esposa. Quien llamaba era Jack Barker. Qu le ha parecido el sitio? pregunt. No me gusta. Y a propsito, qu le ha parecido a usted? Qu me ha parecido qu? Downing Street. Hay un atroz volumen de trabajo. Todas esas cajas rojas. Cajas rojas! se mof Barker. Tengo cosas mejores que hacer que entretenerme con ellas. Buenas noches. La Reina colg el telfono y dijo: Mejor ser que empecemos a entrar los muebles, no? Un error, pens, seguramente queran decir Dios la bendiga, no? Aquella noche observ que el personal de servicio se mostraba arisco y poco cooperador. Tuvo que esperar media hora antes de que un sirviente corriese las cortinas de su dormitorio. El da de las elecciones, tras el lavado de cerebro practicado por los tcnicos de la televisin, el pueblo britnico haba emitido su voto. Un oficial de la Caballera de la Guardia Real llam a la puerta y a continuacin entr en el cuarto. Le reclaman a usted, seor dijo. Jack replic con irritacin:

No me llame seor, para usted soy simplemente Jack Barker, entendido? Luego se dirigi a los miembros de la realeza all reunidos: Saldremos al balcn a respirar un poco de aire. El trayecto desde la parte trasera a la fachada del palacio dej a Jack sin aliento: estaba en baja forma y haca mucho tiempo que no haba caminado tanto. Mientras avanzaba pesadamente por los interminables corredores no pudo menos que preguntar a la Reina: Cuntas habitaciones tiene usted? Las suficientes dijo la Reina. Cuatrocientas treinta y nueve, creemos anunci Carlos servicialmente. Al doblar una esquina lleg a sus odos un gruido refunfuante, como el de un oso al que hostigaran con un bastn para despertarlo de su sueo invernal. Cuando los republicanos y la realeza entraron en la sala central, aquel rumor se hizo abrumador y, en el instante en que Jack Barker sali al gran balcn, la muchedumbre congregada abajo abri sus gargantas y comenz a rugir: Jack, Jack, chales, Jack! Jack pos la mirada sobre la masa de ciudadanos britnicos que rodeaba el palacio. El Mall y los parques estaban tan llenos de cuerpos que resultaba imposible ver ni un centmetro del pavimento ni una brizna de hierba. l era ahora responsable de su alimentacin, su educacin, incluso de sus desages..., y de encontrar el dinero para pagarlo todo. Podra hacerlo? Sera capaz? Cunto tiempo le concederan para demostrarlo? Por encima del vocero, grit: Querra la ex familia real reunirse conmigo, por favor? La Reina enderez la espalda, se ajust el bolso al antebrazo y sali al balcn. Cuando la vasta multitud vio aquella pequea y familiar figura, se sumi en el silencio; luego, como hijos desafiando a un padre severo, todos rompieron de nuevo a rugir: Jack, Jack, chales, Jack!

A medida que la ex realeza se alineaba en el balcn comenzaron a sonar abucheos y siseos. Diana intent asir la mano de su esposo, pero ste frunci el ceo y ocult ambas manos en la espalda. La princesa Margarita encendi un cigarrillo y lo insert en una boquilla de carey. El prncipe Felipe y la princesa real entrelazaron sus brazos, como si el gritero de la muchedumbre fuera tangible y capaz de hacerles perder el equilibrio. La Reina Madre sonri y salud agitando la mano como tena por costumbre. Era ya demasiado vieja para cambiar. En aquel momento deseaba con ansia tomarse un gin-tnic. No sola beber antes del almuerzo, pero el da era realmente especial. Preguntara al seor Barker si era posible satisfacer su deseo en cuanto hubieran cumplido con aquel, en cierto modo, desagradable deber. Uno de los republicanos tenda a Jack una bolsa de plstico. La bolsa contena un objeto pesado y que abultaba considerablemente; su fondo se distenda para acoger la carga. Dos republicanos ms ayudaron a mantener abierta la bolsa, y Jack sac de ella la corona imperial. Estaba bordeada de perlas y tena engastados resplandecientes racimos de esmeraldas, zafiros y diamantes. Jack gir la corona de manera que el rub del Prncipe Negro quedase de cara a la multitud. Entonces la sostuvo por encima de su cabeza, extendidos los brazos, y la arroj al atrio de abajo. Vindola caer, la Reina record cunto haba odiado y temido aquella corona. En los das que precedieron a su coronacin soaba que la corona escapaba de su cabeza cuando se levantaba del trono; ahora, mientras observaba al personal de palacio gateando por el atrio en busca de las gemas dispersas, an le pareca or el nervioso jadeo del arzobispo de Canterbury esforzndose por encasquetarle los tres kilos y pico de la dichosa corona. Hagan gestos de salutacin indic Jack Barker. La ex familia real agit las manos, cada cual recordando ocasiones ms

felices, vestimentas nupciales, besos, los vtores de una multitud de adoradores. Finalmente, todos dieron media vuelta y regresaron al interior del palacio. Ahora fueron Jack y sus colegas quienes recibieron los vtores hasta que vibraron los muros de Buckingham. Jack no se qued mucho rato, no quera fomentar el culto a la personalidad, que era siempre motivo de celos y resentimiento: deseaba conservar el afecto y el respeto de sus colegas tanto tiempo como fuera posible. Le gustaba asumir el mando. En su clase de la escuela primaria haba sido monitor de la leche: colocaba una botella de leche delante de cada alumno, luego les haca esperar hasta que cada uno tuviera su caita, a continuacin recoga los cierres de papel de estao de las botellas y los incorporaba, apretndolos convenientemente, a la gran bola que se proponan donar a los ciegos. Si alguno de los nios, por distraccin, aplastaba o estropeaba de algn modo su caita, Jack se negaba enrgicamente a proporcionarle otra. En casa, aquel Jack de cinco aos de edad viva en pleno caos. Le gustaba la escuela porque all haba preceptos y normas. Cuando el seor Biggs, su obeso maestro, le gritaba, se senta a salvo. La madre de Jack no haba gritado nunca, raramente le diriga la palabra, salvo para decirle que fuera a la tienda y comprase cinco Woodbines. En el interior de la sala central, la Reina ahuyent con la mano el humo del cigarrillo de la princesa Margarita y pregunt: De cunto tiempo disponemos? De cuarenta y ocho horas dijo Jack. Es un plazo muy corto, seor Barker se quej la Reina. Jack dijo: Debera usted haber comprendido hace aos que ya se le haba terminado el tiempo. Y para los restantes miembros de la realeza, aadi: Mrchense a sus casas y qudense all. Se les notificar la fecha de su traslado. Luego coment a Carlos: Se ha quitado un peso de encima, verdad?

Carlos simul no saber de qu le hablaba Barker. Dijo: Seor Barker, podemos mudarnos tambin en domingo? Me gustara prestar ayuda a mi madre. Ciertamente asinti Jack, sardnico. Es prerrogativa suya. Aunque no, por supuesto, su prerrogativa real; ya no. A Carlos le pareci que, en presencia de su madre, tena la obligacin de fingir un poco ms de resistencia, por lo cual dijo: Mi familia ha entregado aos de devoto servicio a este pas, mi madre en particular... Ha sido bien pagada por ello ataj secamente Jack. Y puedo darle a usted los nombres de una docena de ciudadanos, a quienes conozco personalmente, que han trabajado por este pas el doble de lo que ha trabajado su madre y no han cobrado una perra. El uso por parte de Jack de la obsoleta expresin una perra proceda de su infancia, una poca de pobreza y humillacin, cuando se form su filosofa poltica. El prncipe Carlos se restreg un costado de la nariz con un manicurado ndice. Pero hemos perpetuado ciertos modelos... A Jack le complaca aquella conversacin: era tal como la haba ensayado mentalmente muchas veces. Lo que su familia ha perpetuado dijo es una jerarqua, con ustedes en la cumbre y los dems, inevitablemente, por debajo de ustedes. Como resultado, nuestro pas se rige por el clasismo. Los temores clasistas nos han estrangulado, seor Windsor. Nuestro pas se ha ido estancando en la misma proporcin en que su familia ha capitalizado riqueza y poder. Yo me limito a poner fin a este desequilibrio. La Reina haba escuchado ya suficientes necedades republicanas. Dijo: As que ahora se pondrn a buscar afanosamente una nueva figura

representativa, alguna clase de presidente o una cosa parecida, no es eso? No respondi Jack. El pueblo britnico ser su propia figura representativa, lo sern cada uno de los cincuenta y siete millones de britnicos. Resultar difcil fotografiar a cincuenta y siete millones de personas coment la Reina. Abri su bolso y lo volvi a cerrar con un chasquido seco. Jack pudo observar que el bolso de la Reina estaba vaco, con excepcin de un pauelo de encaje blanco. Tengo su permiso para retirarme? dijo ella. Ciertamente respondi Jack, con una ligera inclinacin de cabeza. La Reina abandon la sala y se adentr por los corredores. Mientras caminaba, ley la lista de cosas que podra llevar consigo, as como las especificaciones referentes a su nuevo hogar.

9 Hellebore close Flowers estate

Informacin general.- Este inmueble de dos dormitorios, semiaislado, construido antes de la guerra y situado en la zona de Flowers Estate, ha sido recientemente redecorado por completo y comprende, en sntesis: entrada principal, recibidor, saln, cocina, cuarto de bao, descansillo, dos dormitorios, cuarto trastero y WC independiente. En el exterior, camino particular y jardines delantero y trasero.

Distribucin:

Planta Baja

Entrada principal: con puerta al recibidor. Recibidor: con escalera al primer piso,

alacena-almacn. Saln: 4,52 m x 3,93 m con toma de gas para estufa. Cocina: 2,90 m x 2,97 m sin equipar, pero incluyendo fregadero, toma de gas para cocina y puerta trasera. Cuarto de bao: de dos piezas: baera de hierro fundido, pila de lavabo, paredes parcialmente enlosadas, ventana con vidrio translcido y calentador de agua.

Primer piso

Descansillo: con acceso a desvn. Dormitorio 1: 3,99 m x 3,07 m Dormitorio 2: 2,87 m x 2,79 m Cuarto trastero: 1,83 m x 1,83 m WC independiente: con WC de nivel bajo y ventana con vidrio translcido.

exterior: El inmueble tiene acceso por camino particular con jardn y sendero a la entrada lateral con jardn trasero.

advertencia: No podemos garantizar el buen funcionamiento actual de calentadores y conducciones de calefaccin/agua instalados en el inmueble. 33

1 Nunca tan modesta

Anocheca cuando el camin de los muebles se detuvo frente al nmero nueve de Hellebore Close. La Reina contempl sin compasin su nuevo hogar. La casa apareca ttricamente retirada en la oscuridad, como si guardara algn gnero de rencor. Tena las ventanas cerradas con tablas. Alguien fuerte y violento, utilizando clavos de quince centmetros, haba aplicado los tablones a los marcos. Un pequeo sicmoro creca al amparo del canaln de desage del tejado. La Reina se ajust el chal que llevaba en la cabeza e irgui la espalda.

Estudiaba la humilde puerta de entrada: Nuestros muebles no pasarn por ah pens, y tendremos que compartir una pared.... Cul era la palabra tcnica? Algo como mediocre. Pared medianera, cierto! La puerta del nmero once se abri y un hombre en camiseta y mono sali de la casa y se detuvo en el peldao de cemento. Se le uni una mujer rubia y entrada en carnes, vestida con ropas de una talla inferior a la que le corresponda y calzada con unas zapatillas rojas de plumn. El plumn se agitaba, ondulado por la brisa del anochecer, con lo que las zapatillas parecan criaturas del lecho del ocano en busca de plancton. El hombre y la mujer eran marido y esposa: Beverley y Tony Threadgold, los nuevos vecinos de la Reina. Miraban boquiabiertos el camin de mudanzas, sin preocuparse de disimular su curiosidad. La casa contigua a la suya llevaba desocupada ms de un ao, de modo que los Threadgold haban disfrutado del lujo de una relativa intimidad hogarea. Haban vociferado, dado portazos y hecho el amor sin restricciones vocales, y aquello, ahora, se acababa. Para ellos era un da triste. Albergaban la esperanza de que sus nuevos vecinos fueran razonablemente respetables, aunque no en exceso. El conductor del camin de mudanzas rode el vehculo y abri la puerta para que se apease la Reina. Ella descendi agradeciendo el grosor del tejido de su falda de pao. Vamos, Felipe dijo en tono animoso. Felipe, sin embargo, permaneca sentado en la cabina del camin, apretando contra su cuerpo un portafolios como si se tratara de una bolsa de agua caliente y l fuera vctima de una hipotermia. Felipe, este caballero tiene una familia que le espera. Al conductor le complaci que la Reina le llamara caballero. No hay prisa dijo amablemente. Pero lo cierto era que no poda contener los deseos de volver a su propia vivienda municipal para contarle a su esposa los sabrosos detalles de su viaje

por la M-i, para explicarle cmo l y la Reina haban hablado de medicina homeoptica y de perros y de los problemas de los hijos adolescentes. Les echar una mano con sus cosas ofreci. Qu gentil. Pero el Partido Republicano sugiere que mi marido y yo debemos acostumbrarnos a arreglrnoslas solos. El camionero confes: Nadie en nuestra familia los ha votao. Siempre votamos a los conservadores, siempre. La Reina confes a su vez: Alguien en nuestra casa les apoyaba. El conductor seal con un movimiento de cabeza al prncipe Felipe. No sera l? La Reina ri la ocurrencia. Un segundo camin de mudanzas entr rugiendo en la calle. Las puertas de la cabina se abrieron inmediatamente y los nietos de la Reina se apearon de un salto. La Reina salud con la mano y los nios corrieron hacia ella. El prncipe Carlos ayud a su esposa a apearse. Diana se haba vestido para la adversidad: jeans y botas de cowboy. Ech una mirada al nmero ocho de Hellebore Close y se encogi de hombros. Pero el prncipe Carlos sonrea. All estaba, al fin, la vida sencilla. 44

1 Pijos El rtulo que a la entrada de la calle indicaba el nombre de sta haba perdido cinco de sus letras de metal negro. Ahora, a la luz oscilante de una farola, se lea en l nicamente HELL[1] CLOSE. La Reina pens: S, esto es el infierno, tiene que serlo, porque jams en mi vida, estando despierta, he visto nada semejante. Haba visitado muchas urbanizaciones pblicas: haba inaugurado centros comunitarios, su coche se haba abierto camino entre apretadas multitudes de

sbditos vitoreantes, y ella jams dud a la hora de apearse para avanzar por las alfombras rojas y recibir un ramillete de flores de manos de una criatura de dos aos ataviada con la batita de las fiestas del Hogar Infantil; era saludada por dignatarios cohibidos a quienes se les trababa la lengua, tiraba de un cordn, descubra una placa, firmaba en el libro de visitantes ilustres. A continuacin, otra vez la alfombra, el coche, el trayecto hasta el helicptero y arriba, arriba y fuera. Haba visto pintorescos documentales de la BBC 2 sobre pobreza urbana, odo a personas pobres y carentes de atractivo chapurrear algunas frases sobre sus desagradables vidas, pero consider aquellos programas como curiosidades sociolgicas, equiparables a las ceremonias de circuncisin de los indios amaznicos, algo tan distante que careca de verdadera importancia.

Apestaba. Alguien estaba quemando neumticos viejos en la vecindad. El humo acre se deslizaba lentamente por encima del tejado de una casa. Ninguna de las viviendas de la calle posea la adecuada dotacin de ventanas. Las cercas estaban rotas o haban desaparecido. Los jardines estaban llenos de trastos y desperdicios, de negras bolsas de plstico rasgadas por perros famlicos; por doquier parpadeaban y rugan estrepitosamente televisores. Un coche de la polica entr en Hell Close y fren en seco. Un agente sac de la calzada a un jovenzuelo, lo arroj al asiento trasero del vehculo y ste se alej a toda velocidad con el jovenzuelo forcejeando en su interior. Haba un hombre tendido en el suelo, debajo de un automvil en ruinas que sostenan unas pilas de ladrillos. Otros hombres estaban en cuclillas a su alrededor, le apuntaban con linternas y, al parecer, vigilaban; hombres con cortes de pelo pasados de moda, que lucan tatuajes y sostenan los cigarrillos formando copa con la mano. Una mujer con zapatos blancos de altos y puntiagudos tacones corri calle abajo tras un nio pequeo, vestido slo con una camiseta. Arrastr al nio, asindolo por el gordito brazo, de regreso a su casa.

Adentro ahora, y ah te queda! chill. Quin ha dejao abierta la conden puerta? pregunt, presuntamente a otros nios, invisibles desde el exterior. Todo aquello le record a la Reina los cuentos que Crawfie le contaba a la hora del t: cuentos de gnomos y brujas, de extraos pases poblados por gente siniestra. La Reina suplicaba al aya que no siguiera, pero ella no le haca el menor caso. Hala, que no replicaba, riendo. T eres demasiao fofa. Crawfie nunca hablaba ni rea de aquella manera en presencia de mam. La Reina pens: Crawfie lo saba. Ella lo supo. Me estaba preparando para Hell Close. Guillermo y Enrique corran de un lado a otro de la calle, excitados por la novedad de la excursin y aprovechndose de la ausencia de Nanny, la niera. Mam y pap, ante la puerta de una casa vieja y sucia, intentaban introducir la llave en la cerradura. Guillermo pregunt: Qu ests haciendo, pap? Trato de entrar. Por qu? Porque vamos a vivir aqu. Guillermo y Enrique rieron jubilosamente. No era frecuente que pap hiciera una broma. En ocasiones, con una vocecita tontorrona, deca cosas sobre terroristas y asuntos as, pero la mayor parte del tiempo estaba mortalmente serio. Ceudo y soltando sermones. Mam dijo: sta es nuestra nueva casa. Cmo puede ser nueva si es vieja? pregunt enseguida Guillermo. Los dos chicos volvieron a rer. Guillermo, a punto de perder el equilibrio, busc un apoyo y crey encontrarlo en la cerca de madera creosotada que separaba su casa de la casa vecina. La fatigada cerca cedi bajo su frgil peso

y se derrumb. Al verle all cado, convertidas sus risas en chillidos, y entre maderas astillosas, Diana mir en torno buscando automticamente a Nanny, que siempre saba lo que haba que hacer, pero Nanny no estaba all. Entonces se agach y levant a su hijo de entre los restos de la cerca. Enrique, gimoteando, se agarr al borde de la chaqueta de tela tejana de su madre. Carlos, mientras tanto, tras acometerla con furiosos puntapis, haba conseguido abrir la puerta, de la que emanaba un hedor mezcla de abandono, humedad y un fantasmagrico rastro de aceite de frer patatas. Impasible, gir el interruptor que encenda la luz del recibidor e invit con un gesto a su esposa y sus hijos a que entrasen. Tony Threadgold encendi un cigarrillo y se lo pas a su mujer. Luego encendi otro para s mismo. Sus buenos modales eran con frecuencia objeto de burla en el Club de Trabajadores de Flowers Estate. Una vez haba dicho Perdn mientras se abra paso laboriosamente entre la barrera de clientes transportando una bandeja de bebidas, slo para ver cuestionada su sexualidad. Perdn? se burl un tipo gordo con ojos de psicpata. Qu eres t, un mariquita? Tony dej que la bandeja de bebidas se estrellara contra la cabeza del hombre, pero acto seguido acudi inmediatamente junto a Bev y se excus por la demora en conseguir bebidas de repuesto. Adorables modales. Los Threadgold presenciaron cmo una imprecisa figura femenina ordenaba a un hombre alto que bajara del camin. Era una extranjera? No era ingls lo que hablaba? Cuando sus odos se acostumbraron un poco ms a aquellos sones descubrieron que s era ingls, pero ingls pijo, realmente pijo. Tone, por qu habrn trao a un pijo a Hell Close? pregunt Beverley. Ni idea replic Tony, escudriando la semioscuridad. A ella creo que la tengo vista. No es la recepcionista del doctor Khan?

No dijo Beverley (que estaba siempre en la consulta del mdico, por lo cual hablaba con cierta autoridad), definitivamente no. Cristo, mira que es puetera suerte ten pijos en la casa de al lao. Al menos no cagarn en la baera, como el ltimo lote de malasangres. Ah, eso s concedi Tony. El prncipe Felipe, sin habla, tena la mirada fija en la casa nmero nueve. En la calle, una farola se encendi parpadeando y derram una teatral luminosidad sobre la arruinada vivienda que sera su hogar en el inmediato futuro. Mantuvo su parpadeo como si efectivamente perteneciera a la tramoya escnica y participase en la representacin de una tempestad marina. El conductor del camin baj la rampa posterior del vehculo y penetr en ste. Jams haba visto cosas tan estupendas; jams, en los veinte aos que se haba dedicado a las mudanzas. El perro encerrado en una jaula, en la parte trasera, comenz a gruir, a agitarse y a proyectar su pequeo pero feroz cuerpo contra los barrotes. Tin un perro dijo Tony. Si lo controlan, no importa opin Beverley. Tony le dio un ligero apretn en el hombro. Buena chica, su esposa, pens. Como tolerante, digamos. El prncipe Felipe se haba puesto a hablar: Es abso-maldita-sea-lutamente imposible. Me niego. Preferira vivir en una condenada trinchera. Y esa condenada luz me volver loco. Dedic algunas imprecaciones a la farola, que segua adelante con su representacin de la tempestad marina, que se convirti en huracn desatado cuando Felipe asi con ambas manos su columna y la sacudi violentamente a derecha e izquierda. Beverley dijo: Ya lo tengo. Es un luntico, uno de esos tos que los manicomios sueltan pa dejarles mor en la comunidad. Tony mir a Felipe correr hacia la trasera del camin y vociferarle al perrito: Cllate, Harris! Desgraciado enano miserable! Calla!

Pues pue que tengas razn, Bev concedi Tony. Daban ya media vuelta para entrar en casa cuando la Reina se dirigi a ellos: Disclpenme, pero, tendran ustedes un hacha que pudieran prestarme? Una hache? repiti Tony. La Reina se aproxim a la cancela de su jardn. S, un hacha. Una hache? inquiri Beverley, perpleja. S. No s bien lo que es una hache dijo Tony. No sabe lo que es un hacha? No. Algo que una usa para partir lea. La Reina se impacientaba por momentos. Haba hecho una pregunta muy sencilla, pero que bastaba para evidenciar que sus nuevos vecinos eran retrasados mentales. Tena clara conciencia de que el nivel general de la educacin del pas estaba por los suelos, pero no saber lo que era un hacha... rozaba ya el escndalo. Necesito alguna clase de herramienta para acceder al interior de mi casa. Para un asunto de caza? Casa! El camionero acudi voluntariosamente a ofrecer sus servicios como traductor. Sus horas de conversacin con la Reina le haban abierto insospechadas perspectivas lingsticas. La seora desea sab si tin usts un hacha. S, yo tengo un hacha, pero no voy a dejrsela a l dijo Tony, sealando a Felipe. La Reina avanz por el sendero del jardn hacia los Threadgold y la luz del recibidor de la casa le ilumin el rostro. Beverley se qued sin aliento e hizo una desmaada reverencia. Tony retrocedi un paso y se agarr al marco de la

puerta para mantener el equilibrio, antes de decir: Est ah atrs. La traigo. A Beverley, en cuanto la dej sola, se le llenaron los ojos de lgrimas. Ha so la emocin dijo ms tarde, cuando ella y Tony estaban ya en la cama, incapaces de dormir. O sea, quin iba a pensarlo? Nadie lo creera. Yo toava no lo creo, Tone. Ni yo, Bev. Que la Reina viva en la casa de al lao, quiero decir. Presentaremos una solicitud de traslao, eh? Ligeramente confortada, Beverley se rindi al sueo.

Fue Tony Threadgold quien desclav las tablas de la puerta principal, pero fue el prncipe Felipe quien tom la llave de manos de su esposa, la introdujo en la cerradura, abri y entr en la casa. sta era ridculamente pequea, por supuesto. Yo tuve una casa de muecas ms grande dijo la Reina al inspeccionar la sala de estar. Hemos tenido malditos coches ms grandes corrobor el prncipe Felipe zapateando escaleras arriba. La totalidad del interior estaba recubierta de un papel rugoso pintado de un blanco magnolia. M bonito dijo el conductor del camin. Limpio. Tony Threadgold inform: S, cuando echaron a los Smith tuvo que ven la brigada municipal de limpieza. Llevaban puestos equipos como protectores y esa especie de cascos de buzo que dan oxgeno. Unos guarros infames, los Smith. As que tin usts suerte, lo encuentran t a punto, recin decorao. Beverley trajo de su casa cinco tazones de t fuerte. Ofreci a la Reina el que no estaba desportillado y al prncipe Felipe el mejor conservado de los restantes, uno que llevaba estampadas las Alton Towers. Ella se qued con el que perda un poco de lquido y tena la inscripcin: UNA TAZA AL DA

ALARGA LA VIDA. En aquel momento son el telfono, sorprendindolos a todos. El prncipe Felipe localiz el aparato en la pequea alacena donde estaba el contador del gas. Para ti dijo, pasndoselo a su esposa. Quien llamaba era Jack Barker. Qu le ha parecido el sitio? pregunt. No me gusta. Y a propsito, qu le ha parecido a usted? Qu me ha parecido qu? Downing Street. Hay un atroz volumen de trabajo. Todas esas cajas rojas. Cajas rojas! se mof Barker. Tengo cosas mejores que hacer que entretenerme con ellas. Buenas noches. La Reina colg el telfono y dijo: Mejor ser que empecemos a entrar los muebles, no? 55

1 Ministros en la cocina

A las diez, Tony Threadgold conect el televisor de la Reina al resquebrajado enchufe que haba en la pared y, despus de zangolotear unos momentos con la conexin de la antena, puso en funcionamiento el aparato. Uh, esos pueteros polticos dijo cuando la cara de Jack Barker apareci en la pantalla. Iba a cortar de nuevo la conexin, pero la Reina se lo impidi: No, por favor, djelo. Se sent a mirar. Era la primera vez que la cocina del histrico nmero 10 de Downing Street se utilizaba para una transmisin desde la residencia del primer ministro. El nuevo Gobierno de Jack (seis mujeres, seis hombres) se sentaba en torno a la gran mesa de la cocina y procuraba mostrarse tranquilo y relajado. Jack ocupaba en la cabecera de la mesa una silla Windsor, de cara a la cmara. El director del programa haba hecho distribuir artsticamente cierto nmero de

documentos de apariencia oficial, tazas de caf, un cuenco de fruta y pequeos jarros de flores para sugerir la informalidad de las actividades gubernativas. Jack llevaba arrolladas hasta el codo las mangas de su camisa de dril. Era por naturaleza un hombre guapo, pero unos sutiles toques de color realzaban todava ms su atractivo. Su acento combinaba las vocales llanas del norte de Inglaterra con la vivaz entonacin del sur. Era consciente de que posea una buena sonrisa y la utilizaba con frecuencia. Haba sembrado la alarma entre los funcionarios pblicos de su equipo anunciando que se propona escribir sus propios discursos, y era efectivamente su propio discurso lo que ahora estaba leyendo en la pantalla-gua, discurso que incluso a sus odos sonaba ridculo y ampuloso. Pero ya era tarde para cambiarlo. Ciudadanos! Ya hemos dejado de ser sbditos! Todo hombre, toda mujer, todos los nios de este pas pueden llevar hoy la cabeza ms alta, libres al fin del pernicioso sistema de clases que durante tanto tiempo ha envenenado nuestra sociedad. De ahora en adelante, todos los rangos, ttulos y posiciones de privilegio quedan abolidos. Los ciudadanos sern conocidos solamente como seor, seora o seorita. La parasitaria familia real va a ser reinstalada en una zona urbana donde llevar una vida corriente entre gentes corrientes. Ser considerada delito penal la reverencia, as como el dirigirse o aludir a las ex personas reales con otras frmulas que las anteriormente indicadas. Sus tierras, propiedades inmobiliarias, obras de arte, muebles, joyas, ganado de cualquier ndole, etc. etc. etc., pertenecen en su totalidad al Estado. Se advierte a las personas que deseen congraciarse con la ex familia real que tal comportamiento, si llegase al conocimiento de las autoridades, ser castigado. Sin embargo, la ex familia real quedar bajo la proteccin de las leyes del pas. Quienquiera que intimide, amenace o injurie a sus miembros, o les cause algn dao, o invada su intimidad, ser conducido ante los tribunales penales. Es de esperar que los miembros de la ex familia real se integrarn por s mismos en su comunidad local, encontrarn

empleo y se convertirn en elementos tiles a la sociedad, cosa que a lo largo de siglos no han sido. Las joyas de la corona sern subastadas en Sotheby's tan pronto como se completen los necesarios preparativos. El producto de estas ventas se destinar a mantener el fondo britnico de viviendas. El Gobierno japons ha mostrado inters por la operacin. No es cierto que las joyas de la corona "no tengan precio". Todo tiene precio. Por lo tanto, compaeros ciudadanos, bien altas vuestras cabezas. Ya no sois vasallos de nadie. Bien, a ti qu te ha parecido? pregunt Jack. Sonaba un poco como hinchado dijo Pat Barker a su marido. Ambos estaban sentados en la cama, en el nmero 10 de Downing Street. Sobre la cama se amontonaban tambin documentos, anteproyectos y borradores, propuestas varias y cartas oficiales y personales. Un fax vomitaba informacin, felicitaciones e insultos. Los cliqueteos del tlex eran un constante sonido de fondo. Jack haba hablado haca cinco minutos con el presidente de Estados Unidos. El presidente haba asegurado a Jack que l nunca se haba sentido cmodo con vuestra monarqua, Jack. A despecho de s mismo, a Jack le haba turbado or aquel familiar modo de arrastrar las palabras. Era un sentimiento con el que deba tener mucho cuidado. Conoca su tendencia personal a complacerse en los contactos con gente famosa, pero quizs ahora que l era tambin famoso... Pat Barker ofreci a su marido un sndwich tostado de queso y patata, y dijo: Qu vas a hacer en relacin con la libra esterlina, Jack? El dinero haba salido en aluvin del pas como si una presa hubiera reventado. Tengo que reunirme con los japoneses el lunes contest l.

La Reina se levant con esfuerzo de la caja de embalaje sobre la cual se

haba sentado para ver el programa de televisin. Tena muchsimas cosas que hacer. Sali al recibidor y vio a Tony y Beverley subiendo a rastras un colchn doble por la angosta escalera. Felipe, que los segua, cargaba con una cabecera de cama de madera tallada, y dijo: Lilibet, no logro encontrar otra cama en el camin. La Reina frunci el entrecejo. Pues estoy segura de haber pedido dos camas, una para m y otra para ti. Entonces, cmo se supone que dormiremos esta noche? dijo Felipe. Juntos replic ella. 66

1 Biseccin del sof

Las alfombras eran demasiado grandes para aquellas habitaciones diminutas. Tony dijo: Tengo un amiguete, Spiggy, al que eso de ajustar alfombras se le da bien. Podra cortarlas a medida, digamos que por veinte libras. La Reina lanz una mirada a sus tapices Aubusson que, almacenados en el recibidor, ofrecan el aspecto de lustrosos milhojas. Bev sugiri: O podra ponerlas nuevas. O sea, disclpeme por decirlo, pero estn un punto gastas, no? Como radas en muchas partes. Spiggy pondra alfombra toda la casa por doscientas cincuenta libras, incluida instalacin inform Tony servicialmente. Ti un lote de borra verde oliva muy bonita, nosotros la pusimos en nuestra sala de est. Eran las diez y media de la noche y los muebles estaban todava en el camin. El conductor dorma con la cabeza apoyada en el volante. Felipe? La Reina se senta cansada; jams se haba fatigado de aquel modo. No

poda tomar decisiones. Anhelaba retirarse a su habitacin del Palacio de Buckingham, donde encontrara cuidadosamente preparado su camisn de dormir. Anhelaba deslizarse entre las sbanas de lino y dejar caer la cabeza sobre las blandas almohadas y dormir eternamente, o por lo menos hasta que alguien le llevase por la maana la bandeja del desayuno. Felipe se haba sentado en la escalera con la cabeza entre las manos, exhausto tras haber ayudado a trasladar las alfombras del camin a la casa. Hasta entonces haba credo que estaba en buena forma; ahora saba que no. No lo s, maldita sea dijo. Haz lo que quieras. Avisen al seor Spiggy dijo la Reina. Spiggy compareci tres cuartos de hora despus con su cuchillo profesional y su cinta mtrica metlica y sus cuatro latas de cerveza Carlsberg. La Reina fue incapaz de presenciar cmo Spiggy rajaba y desmenuzaba sus preciosas alfombras. Sac al perro a dar un paseo, pero cuando lleg al extremo de la calle fue invitada a retroceder por unos corteses agentes de polica que guarnecan una barrera construida apresuradamente. Un tal inspector Denton Holyland emergi de una caseta y explic que el acceso al resto de Flowers Estate les estaba vedado a ella y su familia hasta nuevo aviso. Se lo he explicado ya a su hijo dijo. Buscaba una tienda de patatas y pescado frito, pero he tenido que hacerle volver atrs. Ordenes del seor Barker. La Reina recorri cuatro veces la limitada extensin de Hell Close. No encontr a nadie, con excepcin de un solitario perro mestizo. Pens: Estoy viviendo en un gueto. Debo considerarme prisionera de guerra. Debo ser valiente. Debo mantener respecto a m misma los niveles de exigencia ms altos. Llam a la puerta de la casa de su hijo. Puedo entrar? Diana estaba en el recibidor. La Reina pudo observar que haba llorado. No

servira de nada expresarle su compasin, no en aquellos momentos, pens. Nuestras alfombras no caben dijo Diana, sofocando un sollozo, y los muebles todava estn en el camin. El prncipe Carlos y el conductor de su camin de mudanzas entraron forcejeando con una pesada e inmanejable alfombra china. No hay nada que hacer, querida jade el prncipe. Ten cuidado con tu espalda, Carlos le advirti la Reina. Calle arriba hay un hombrecito que cortar las alfombras al tamao que necesitemos. Mam, creo realmente que t, eso..., no deberas... No es de una condescendencia exagerada..., me refiero, en nuestras presentes circunstancias..., llamar a alguien hombrecito? Pues es un hombrecito dijo la Reina. El seor Spiggy es incluso ms bajo que yo, y es instalador de alfombras. Le pido que venga? Pero, mam, estas alfombras son de un valor inestimable. Sera un acto de, eso..., bien, puro vandalismo... Guillermo y Enrique asomaron en lo alto de la escalera. Vestan pijamas y calzaban zapatillas de Bart Simpson. Dormimos encima de un colchn anunci Enrique con voz aguda. En sacos de dormir se jact Guillermo. Pap dice que esto es una aventura. Diana acompa a la Reina para mostrarle la casa. No le llev mucho tiempo. La decoracin haba sido elegida por alguien que nunca oy hablar de Terence Conran. Diana se estremeci ante el empapelado prpura y turquesa de las paredes del dormitorio conyugal, las placas de poliestireno del techo, la pintura naranja que revesta el marco de la ventana. Pens: Maana llamar a Interiors, pedir al director que venga con catlogos de pinturas y muestrarios de papel. Nosotros tenemos suerte, nuestra casa est redecorada de punta a cabo dijo la Reina. Ambas mujeres aguardaban con bastante temor la noche que les esperaba.

Ninguna de las dos tena costumbre de compartir cama ni dormitorio con su marido. Los nios, tendidos boca arriba, admiraban en xtasis el papel de las paredes, cuyo motivo artstico era Superman. Y mira deca Guillermo, sealando un crculo de un rojo mohoso visible en la pared, encima de la ventana, aquello es el planeta Kripton. Pero Enrique ya estaba durmindose, con una mano que sobresala del borde del colchn apoyada sobre las sucias tablas desnudas del piso.

Spiggy apur el contenido de su ltima lata y examin los resultados de su labor. Las alfombras resplandecan bajo las bombillas desnudas. La Reina recoga los recortes y los reuna para guardarlos en el trastero, adecuadamente preparados para el da en que seran trasladados con las alfombras y stas reinstaladas, completas, al Palacio de Buckingham. Porque aquel disparate no durara. Era como un hipo de la historia. El seor Barker liara terriblemente las cosas y el populacho clamara por la restauracin del gobierno conservador y la monarqua. O no sera as? S, claro que s, por supuesto. Los ingleses eran famosos por su tolerancia, por su sentido de la equidad y el juego limpio. Los extremismos, del gnero que fueran, sencillamente no formaban parte de su naturaleza. La Reina pona sumo cuidado, sin embargo, en distinguir, incluso en su pensamiento, a los ingleses de los escoceses, irlandeses y galeses, quienes, como fruto de su sangre cltica, tendan en ocasiones a la exaltacin y hasta al fanatismo. Sern cincuenta libras, majest dijo Spiggy. Dado que ya es m de medianoche, por decirlo de alguna manera. La Reina recurri a su bolso de mano y le pag. No estaba habituada a manejar dinero y tuvo que contarlo despacio. Correcto, vaya dijo Spiggy. Ahora me acercar a v al prncipe Carlos. Toava estar levantao, no?

Quedaban atrs las cuatro de la madrugada cuando Spiggy pas el control de la barrera policial, cien libras ms rico y con una buena historia que contar en el pub al da siguiente. Apenas poda esperar, senta picazn en la lengua.

A las cuatro y media de la misma madrugada, Tony Threadgold aserraba un sof que en otro tiempo haba pertenecido a Napolen, en el escaln de la puerta del nmero nueve. Nadie en Hell Close se quej del ruido. El ruido era normal, era creado con generoso vigor lo mismo de da que de noche. nicamente cuando se produca una falta de ruido acudan los habitantes de Hell Close a sus puertas y ventanas preguntndose qu pasaba. El sof cedi y se parti. Beverley sujet uno de los extremos. Esper hasta que Tone y Felipe hubieran trasladado la porcin ms larga a la sala de estar y luego los sigui con la parte ms corta. Maana, con media docena de clavos eso quedar perfecto. Tony estaba muy satisfecho de su trabajo de carpintera. La Reina mir su adorado sof y comprob que, incluso partido en dos trozos, era demasiado grande para aquella habitacin. Han sido ustedes verdaderamente amables, seor y seora Threadgold dijo. Ahora he de insistir en que se vayan a la cama. Esto queda precioso dijo Bev, mirando en derredor. Un poco abarrotao, pero precioso. Cuando colguemos los cuadros dijo la Reina con un bostezo. S, me gusta se de all dijo Bev, captando el bostezo. Quin lo ha pintao? Tiziano dijo la Reina. Buenas noches.

La atmsfera que

envolva a la Reina y al prncipe Felipe era incmoda y embarazosa cuando ambos se lavaron y desnudaron para acostarse. Todos los cuartos estaban repletos de muebles. Ellos tenan que encogerse para cruzarse o pasar uno junto al otro, con frecuentes excusas porque invariablemente se rozaban. Finalmente, se metieron en la cama con la griscea luz del amanecer, pensando en los horrores del da que quedaba atrs y en los horrores del que les esperaba. Del exterior llegaban los gritos de un lechero que trataba de defender su carromato de un ladrn de leche de Hell Close. La Reina se volvi hacia su esposo. Segua siendo un hombre guapo, pens. 77

1 Ftiles tesoros

El alabardero someti a Jack Barker, el nuevo primer ministro, a un escrutinio detenido. Muy agradable, pens. Menos alto de lo que pareca en la tele, pero muy agradable. Ropas un poco a lo Gran Jefe y calzado con un toque de Ciudadano Audaz, pero una cara correcta, de estructura sea elegante y ojos adorables: de color violeta, con pestaas como patas de araa. am am. Eran las nueve de la maana. Estaban bajando en el ascensor del refugio antiareo en desuso situado en los fundamentos del Palacio de Buckingham. Jack sofoc un bostezo. Haba pasado la noche en vela, haciendo sus clculos. Supongo que por la noche se alegra de librarse de ese uniforme absurdo, no es as? dijo al alabardero, examinando sus botines, sus hebillas, los complicados alamares y broches de su casaca. Oh, a m no me disgusta un poco de ringorrango contest el alabardero, sacando una llave del bolsillo del chaleco. El ascensor se detuvo.

A qu profundidad estamos? pregunt Jack. A doce metros, pero todava no hemos llegado. Al salir del ascensor tomaron un pasillo en forma de U. Jack inquiri: Cmo se llama usted? Oficialmente, soy el Alabardero de la Vajilla de Plata. Y no oficialmente? Malcolm Bultitude Bostock. Hace mucho tiempo que trabaja aqu, seor Bostock? Desde que sal de la escuela, seor Barker. Le gusta? Oh, s, me gustan las cosas bellas. En verano echo de menos la luz del sol, pero tengo en casa una cama solar. Se detuvieron ante la puerta de acero de treinta y seis centmetros de grosor que estaba protegida por una cerradura de intrincada combinacin. El seor Bostock insert la llave y la puerta se abri tras una serie de chasquidos. Un instante dijo el alabardero. Encendi las luces. Se encontraban en un amplio espacio dividido en una serie de cuartos sin puertas. Cada cuarto tena las paredes recubiertas de estanteras protegidas por lienzos de plstico industrial. El seor Bostock pregunt: Desea ver algo en particular, seor Barker? Todo dijo Jack. La parte ms importante de la coleccin est en Sandringham, por supuesto explic Bostock, apartando el lienzo para revelar un conjunto de animales exquisitamente cincelados. Jack tom un enjoyado gato. Bonito. Faberg. Cunto calcula usted que valen? pregunt Jack, indicando el centelleante zoo.

Oh, me sera imposible decirlo, seor Barker replic el seor Bostock, devolviendo el gato a su sitio. Haga una estimacin. Bien, algo que vi en el peridico me llam la atencin el ao pasado. Era una tortuga de Faberg, en una subasta. Tasada en doscientas cincuenta mil libras. Jack volvi a examinar los animales. Trat de contarlos en silencio. Hay cuatrocientos once anunci el seor Bostock. Suficientes para construir un hospital murmur Jack. Varios hospitales le corrigi el seor Bostock, en tono quisquilloso. Siguieron adelante. Jack estaba realmente asombrado del aparente descuido con que el tesoro estaba almacenado y expuesto. Madre ma, arreglar esto un poco no estara de ms dijo el seor Bostock mientras recoga unas cuantas esmeraldas escapadas de una cajita de plstico. Luego seal una sopera de plata maciza: Se necesitan cuatro hombres para levantarla. Y ms all separ los lienzos y revel sendas torres de bandejas, platos y boles de oro: Limpiarlos es el trabajo ms pesado del mundo. Jack susurr: Oro autntico? Dieciocho quilates. Jack record que el anillo de boda de catorce quilates que le regal a su esposa le haba costado ciento quince libras diez aos antes, y aquello tena un agujero en medio. Baja alguien aqu? pregunt al seor Bostock. Ella viene, un par de veces al ao, pero es ms bien por una obligacin personal, si entiende usted a qu me refiero. No para su propia satisfaccin, no por gusto. La ltima vez que vino pregunt si se poda bajar la temperatura: le molesta que el dinero se desperdicie.

No, bien, ya veo que tena que ser muy cuidadosa con esos detalles asinti Jack, rozando con los dedos la vaina de una espada ofrecida a la reina Victoria por un prncipe rabe. Renunciaba a preguntar el valor de semejantes tesoros. Las cifras perdan su significado y el seor Bostock se mostraba claramente intranquilo cuando se hablaba de dinero. De modo que esto es slo una parte de la coleccin, cierto? inquiri Jack cuando ya haban visitado cada uno de los prodigiosos cuartos. La punta del iceberg. Mientras retornaban en el ascensor a la luz del da, el canto de los pjaros y el rumor del trfico, Jack dio las gracias al seor Bostock y dijo: Ms adelante, pero esta misma semana, vendrn a visitar esto unos caballeros extranjeros. Me pondr directamente en contacto con usted. Puedo preguntar qu tipo de caballeros extranjeros? inquiri el seor Bostock, volviendo el rostro hacia l. Japoneses dijo Jack Barker. Y puedo tambin preguntar si voy a conservar mi actual posicin, seor Barker? Jack cit una de sus consignas electorales: En la Gran Bretaa de Barker todo y todos trabajarn. Cruzaron juntos el csped todava hmedo de roco, conversando sobre el protocolo japons y, en concreto, sobre cunto deba inclinarse el Alabardero de la Vajilla de Plata al saludar con la debida reverencia a los visitantes que vendran, no a traer regalos, sino a comprarlos. 88

1 Cliente difcil

El fro la despert, y se encontr sumida en la miseria antes de poder apelar a su energa y sus recursos. Harris garrapateaba la puerta del dormitorio,

desesperado por salir. La Reina se puso una rebeca de casimir encima del camisn, baj por la escalera y solt al perro en el jardn trasero. El aire de abril era crudo, y mientras ella contemplaba cmo el animal levantaba la pata en el csped escarchado, su aliento brotaba de su boca como una visible nubcula blanca. Distingui en el jardn un rimero de latas de pintura vacas. Alguien haba intentado prenderles fuego, se desanim y las abandon. La Reina llam al perrito para que volviese al interior de la casa, pero l quera explorar aquel territorio nuevo y corri sobre sus ridculas patitas hasta el final del jardn, donde desapareci en la neblina. Cuando Harris reapareci, llevaba en la boca una rata muerta. La rata estaba rgida, en una actitud de extrema agona. Fue necesario un golpe seco en la cabeza de Harris, propinado con una cuchara de madera, para que el perro entregase su obsequio a la Reina. Ella haba, en cierta ocasin, comido un bocado de rata en un banquete en Belice. Haberlo rechazado habra constituido una grave ofensa, y la RAF estaba ansiosa por seguir utilizando Belice como estacin para repostar combustible. Buenos das. Se durmi bien? Era Beverley, con una bata de color naranja, que recoga de la cuerda de tender la ropa las piezas de una colada congelada. Los jeans de Tony estaban en posicin de firmes, como si su propietario los llevara puestos. Ti una cita pa un empleo esta tarde y he de sec su mejor ropa. A Beverley le lata fuertemente el corazn mientras hablaba. Cmo se dirige una a una persona cuya cabeza est acostumbrada a lamer y pegar en los sobres? Descolg la mejor chupa de Tony, que se haba helado con los brazos en alto como en un gesto de triunfo. Harris ha encontrado una rata dijo la Reina. Una qu? Rota? Una rata, mire! Beverley pos la mirada en el roedor muerto a los pies

de la Reina. Le parece que habr ms? No se preocupe dijo Beverley. No entran en las casas. Bueno, no siempre. Tin su propia urbanizacin al fondo de los jardines. La explicacin de Beverley pareca sugerir que las ratas habitaban en un complejo residencial, donde retozaban en la piscina en forma de rin y conversaban sobre el grado de comodidad de las sillas extensibles. Alguien estaba llamando a la puerta principal. La Reina se excus y se encamin al pequeo recibidor. Se puso una chaqueta sobre el camisn y la rebeca e intent abrir la puerta. Era extraordinariamente dificultoso. Ciertamente, muchos aos haban transcurrido desde la ltima vez que abri la puerta de una casa, pero seguro que debi ser mucho ms fcil. Tir con todas sus fuerzas. Mientras tanto, la persona que esperaba al otro lado haba abierto la ranura del buzn. La Reina vio un par de sentimentales ojos pardos y oy una simptica voz femenina. Hola!, soy Trish McPherson. Soy su asistente social. Mire, s que es difcil para usted, pero en nada mejoraremos la situacin si no me deja entrar, verdad? La Reina se espant ante las palabras asistente social y retrocedi unos pasos para alejarse de la puerta. Trish record su adiestramiento: era importante no provocar la confrontacin. Hizo una nueva intentona: Vamos, vamos, seora Windsor, abra la puerta y sostendremos una agradable charla. Estoy aqu para ayudarle en su trauma. Prepararemos la tetera y compartiremos un t delicioso, le parece? No estoy vestida. No puedo recibir visitas hasta que me haya vestido dijo la Reina. Trish ri alegremente. Por m no se preocupe: yo acepto a la gente tal como la encuentro. La mayora de mis clientes estn todava en la cama cuando llamo. Trish se consideraba una buena persona y estaba convencida de que la

mayora de sus clientes eran asimismo buenas personas, por lo menos en el fondo. Se senta sinceramente apenada por la Reina. Sus colegas haban rehusado unnimemente ocuparse del caso Windsor, pero, como Trish haba dicho en la oficina de admisin aquella misma maana: En la realeza tambin puede haber seres humanos. Para m, esas personas son dos pensionistas desplazados que necesitarn gran cantidad de apoyo. Deseosa de no despertar el antagonismo de su cliente, Trish se repleg, escribi una nota en un impreso de los Servicios Sociales y lo empuj por la ranura del buzn. Deca: Volver esta tarde, a eso de las tres. Suya, Trish. La Reina subi por la escalera, rasc la escarcha del interior de la ventana y mir abajo, a Trish, quien a su vez desprenda el hielo del parabrisas de su coche con lo que pareca ser una esptula de cocina, del gnero de las que la Reina haba utilizado ocasionalmente en las barbacoas de Balmoral. Trish vesta ropas de estilo azteca y poda fcilmente haber escapado de un escenario donde se representase La cacera imperial del sol. En los pies llevaba lo que parecan ser unos trozos de cabra muerta. Se sent en el coche y anot: Cliente difcil; sin vestir a las diez de la maana. Cuando oy que el coche parta, la Reina fue al encuentro de su esposo, que yaca boca arriba sumido en un profundo sueo. Una gota de roco colgaba de su peascosa nariz. La Reina tom un pauelo de su bolso y sec la gota. No saba cmo continuar el da: baarse, vestirse y adecentarse el cabello parecan plantear irresolubles problemas. Ni siquiera soy capaz de abrir la puerta, pens. De lo nico que estaba segura era de que no estara en casa para recibir visitas a las tres de la tarde. En el glacial cuarto de bao no haba agua caliente, de modo que se lav con agua fra. Peinarse era imposible: su cabello haba perdido toda configuracin. Hizo lo que pudo y acab anudndose un pauelo, al estilo gitano, en torno a la cabeza. Qu embarazoso era vestirse una misma, qu huidizos eran los botones! Por qu

se atascaban a cada momento las cremalleras? Y cmo se las ingeniaba una para determinar qu prendas combinaban unas con otras? Pens en los corredores flanqueados de armarios roperos donde sus vestidos solan colgar en filas de colores coordinados. Echaba de menos los hbiles dedos de la camarera que le ajustaba el sujetador. Qu invento absurdo era el sujetador! Cmo se las arreglaran las mujeres con aquellos ganchos y aquellos ojales? Haba que ser contorsionista para hacer coincidir unos con otros sin ayuda. Cuando termin de vestirse, la Reina experiment la extraordinaria sensacin de haber ejecutado una proeza. Dese poder contrselo a alguien, como el da que por primera vez se anud sola los cordones de los zapatos. Crawfie se haba puesto muy contenta. Maja chica le dijo . No tendrs que hacerlo nunca, por supuesto, pero bueno es saberlo..., como es bueno saber logaritmos. La nica fuente de calor en toda la casa era la estufa de gas de la sala de estar. Beverley la haba encendido la noche anterior, pero ahora la Reina estaba desconcertada. Abri la llave al mximo, acerc una cerilla al elemento de cermica, pero nada ocurri. Ansiaba tener por lo menos una habitacin caldeada antes de que Felipe despertase y (aunque quizs era demasiado ambiciosa) planeaba preparar el desayuno: t y tostadas. Imaginaba a Felipe sentado con ella ante la estufa, haciendo proyectos para su nueva vida. Siempre haba tenido que apaciguar a Felipe, a quien ofenda caminar un paso detrs de ella. Su personalidad no se acomodaba al papel de segundo violn: l era una orquesta entera, y adems combativa. Harris entr cuando ella acercaba la ltima cerilla a la recalcitrante estufa. Tena hambre, tena fro, y nadie, excepto ella misma, iba a darle de comer. Entre la estufa y Harris, la Reina se encontr paralizada por la indecisin. Haba demasiadas cosas que hacer, pens. Demasiadas obligaciones. Cmo se desenvolveran las personas corrientes?

El secreto est en que uno mete una moneda de cincuenta peniques en la

ranura dijo el prncipe Carlos. Haba accedido a la casa de su madre llamando con los nudillos a la ventana de la sala de estar y entrando por la misma ventana. Abri la alacena del contador del gas y mostr a su madre la ranura metlica. Pero yo no tengo ninguna moneda de cincuenta peniques dijo la Reina. Tampoco yo. Tendr alguna pap? Por qu habra de tenerla l? Cierto. Quiz Guillermo tenga alguna en su hucha. Podra yo..., eso..., ir y...? S, dile que ya se la devolver. A la Reina le chocaba el cambio que observaba en su hijo. Contempl cmo empezaba a trepar a la ventana para salir hasta que interrumpi de pronto la maniobra. Mam. S, querido?

Una asistente social nos ha visitado esta maana. Trish McPherson? S. Era atrozmente amable. Me ha dicho que en la Seguridad Social podran arreglarme las orejas. Me ha dicho que he sido daado psicolgicamente..., eso..., y creo que..., bien..., en cierto sentido, eso..., tiene razn. Diana est pensando en hacerse arreglar la nariz. Siempre ha odiado su nariz. Cuando Carlos saltaba desde la ventana de la sala de estar, la Reina pens: Qu feliz parece en el que debera ser el da ms triste de su vida!. En el piso de arriba, el prncipe Felipe despert. En la punta de su nariz notaba un cosquilleo molesto. Trigame un pauelo, rpido! Se diriga a un criado inexistente, y slo al cabo de unos segundos record dnde estaba. Mirando desvalido en derredor, capitul ante sus actuales

circunstancias y se sec l mismo la nariz con las sbanas del lecho. Luego se dio la vuelta y se durmi otra vez: prefera los sueos de la realeza a la repugnante realidad de ser un plebeyo en una casa helada.

La Reina desempaquet la caja de cartn rotulada COMIDA. En ella encontr un paquete de pan de molde cortado en rebanadas gruesas, un tarro de mermelada de fresa, una lata de carne, una lata de sopa de tomate Heinz, una lata de estofado de buey, una lata de patatas nuevas, una lata de alubias, una lata de melocotones (cortados) en almbar, un paquete de galletas digestivas, un paquete de pastelitos de confitura Mr Kipling, un bote de Nescaf, un paquete de bolsitas de t Typhoo, un brik de leche Long-Life, una bolsa de azcar blanco, una caja de hojuelas tostadas de maz tamao pequeo, un paquete de sal, una botella de salsa HP, una caja de pastelitos Birds Eye, un paquete de lonchas de queso Kraft y seis huevos (probablemente puestos segn el mtodo de batera, dado que nada en el envase proclamaba que las gallinas llevaran una vida saludable al aire libre). Harris fijaba en las latas una mirada vida, pero la Reina dijo: No hay nada para ti, amigo. Levant la lata de carne. Tena un aspecto parecido al de la comida para perros, pero, cmo se llegaba a su contenido? Ley las instrucciones: Utilice la llave, decan. Localiz la llave, que estaba encajada en la lata como un centinela en su garita. Pero, una vez localizada, qu haca una con ella? Harris ladraba, irritado, viendo a la Reina manosear la lata de carne; tratando, en realidad, de ajustar la llave a una lengeta de metal que sobresala de la base. Por favor, Harris, un poco de paciencia, hago lo que puedo: tengo hambre y fro, y t no me ayudas en absoluto. Y pens (aunque no lo dijo en voz alta): Tampoco me ayuda mi marido, que est arriba, tumbado en la cama.

Hizo girar la llave y Harris salt hacia la lata cuando el olor rancio de la carne en conserva se difundi en el aire. Ahora ladraba frenticamente, e incluso la Reina, cuya tolerancia ante los ladridos estrepitosos era legendaria, perdi la calma y dio a Harris un manotazo en el hocico. El perro fue a refugiarse enfurruado debajo del fregadero. Despus de un largo forcejeo, la Reina desprendi la base de la lata. El bloque de carne, rosado y moteado, era claramente visible, pero por mucho que ella sacudi con fuerza la lata, se neg a salir. Quiz si intentase coger la carne con los dedos...?

Cuando Carlos regres, otra vez por la ventana, sosteniendo orgullosamente en alto la moneda de cincuenta peniques como si fuera un trofeo, encontr a su madre inclinada sobre una comodita semicircular de William Gates que ahora serva de mesilla en el recibidor. Sobre la exquisita superficie del mueble se haba formado un charco de sangre. Harris, a un lado, atacaba una lata y profera primarios y guturales gruidos. Del piso de arriba llegaban los alarmantes sonidos de la clera de su padre. Un psicoterapeuta estructuralista haba enseado a Carlos cmo enfrentarse al terror paterno, de modo que bloque el impacto de las obscenidades que emita su padre fechando la comodita William Gates. Mil setecientos ochenta y uno dijo. Fabricada para Jorge IV. S muy listo, querido, pero ms bien creo que voy a morir desangrada. Querras pedir a mi mdico que me atienda? La Reina se quit el pauelo de la cabeza y lo at alrededor de sus sangrantes dedos. Felipe apareci en lo alto de la escalera, tiritando en su batn de seda.

Esperaron durante cuatro horas y media a que un mdico examinara a la Reina en el Hospital Real. Haba niebla

en la autopista y los locos del volante y sus vctimas colapsaban la seccin de Urgencias de la institucin. Carlos, la Reina y un polica de paisano, pero armado, acababan de trasponer la barrera del extremo de Hell Close cuando entr en la calle el camin de mudanzas de la princesa Margarita. La princesa haba echado una mirada al coche policial y haba visto el jubn de casimir de su hermana manchado de sangre, as como sus ojos cerrados, y de inmediato se haba puesto a chillar histricamente: Nos van a matar a todos! El conductor del camin le haba dirigido una mirada asesina. Tras soportar a lo largo de tres horas su compaa la habra colocado alegremente ante un muro, le habra vendado los ojos y le habra disparado una bala al corazn. Encima, le habra negado un ltimo cigarrillo.

Carlos y su madre haban pasado toda la tarde sentados detrs de una magra cortina en un cubculo del Hospital Real, escuchando los casi insoportables sonidos del sufrimiento humano. Oyeron muerte, agona y las risas desesperadas de las jvenes enfermeras cuando trataron de separar una arrugada mueca hinchable del pene de un hombre de mediana edad. La propia Reina estuvo al borde de la risa al or que la esposa del hombre deca a las enfermeras: Saba que haba alguna otra. Pero no ri. Adopt una expresin severa. Crawfie le haba enseado a dominar sus emociones, y la Reina estaba muy agradecida al sensato asesoramiento de Crawfie. De qu otra manera, si no, habra soportado todos aquellos interminables discursos de bienvenida, pronunciados en lenguajes que no conoca, a sabiendas de que debera tambin soportar sin moverse del sitio la correspondiente traduccin al ingls. Luego tendra que levantarse y leer a su vez una sarta de banalidades, y a continuacin pasara revista a las tropas, consciente de que cada hombre o cada mujer contemplaba con pavor la posibilidad de que se parase ante ellos.

Y qu deca ella cuando efectivamente se paraba? De dnde es usted? Cunto tiempo lleva en el Ejrcito? Era doloroso presenciar cmo balbuceaban una respuesta. En una ocasin haba preguntado: Le gusta a usted la Marina?, a un joven marinero de dieciocho aos. l haba respondido instantneamente: No, majestad. Ella haba fruncido el ceo y seguido adelante. Pero su deseo ms sincero fue sonrer y agradecerle su inslita honestidad. Dio instrucciones de que el marinero no fuera castigado.

Lamento haberla hecho esperar, seora Windsor. Soy el doctor Animba. El mdico haba sido prevenido, y no obstante not que le suba la presin sangunea cuando tom en la suya la mano herida de la Reina. Retir suavemente la manchada envoltura e inspeccion los profundos cortes del pulgar y otros dos dedos. Y cmo se ha hecho usted esto, maj..., seora Windsor? Con una lata de carne en conserva. Una lesin muy frecuente. Requiere legislacin. Esas latas debera prohibirlas la ley. El doctor Animba era un joven serio que crea que la ley podra curar la mayora de los males sociales. Doctor Animba, mi madre ha esperado cerca de cinco horas para recibir atencin mdica dijo Carlos. S, lo normal. El doctor Animba se puso en pie. Normal? Oh, s. Su madre ha tenido la suerte de que no se le haya ocurrido comer carne en conserva un sbado por la noche. Los sbados por la noche tenemos un trabajo atroz. Ahora debo marcharme. Enseguida vendr una enfermera. La cortina se agit con un siseo y el mdico desapareci. La Reina se reclin de nuevo en la camilla del hospital y cerr con fuerza los ojos para vencer la

picazn de las lgrimas que se acumulaban detrs de sus prpados. Deba dominarse a toda costa. Carlos dijo: Es otro mundo. Otro pas, por lo menos replic ella. Ambos oyeron al doctor Animba entrar en el cubculo que contena la deshinchada mueca hinchable y a su vctima. Oyeron sus vigorosos forcejeos cuando se empe en separar la goma de la carne. Le oyeron decir: Sobre esto debera haber legislacin. Ruborizado por el embarazo, Carlos dijo: Yo tena que inaugurar maana un nuevo hospital en Taunton. Confo respondi la Reina en que la plebe de Taunton sepa salir adelante sin tu presencia. Esperaron en silencio a la enfermera prometida. Al final, la Reina se durmi. El prncipe Carlos mir a su madre, mir su cabello desaliado, su jubn manchado de sangre. Tom entre las suyas la mano que no tena herida y jur que cuidara de ella. 99

1 Metedura de pata

Aquella tarde, la diminuta sala de estar de Diana estaba llena de visitantes, todos ellos mujeres. Algunas haban trado sus cuadernos de autgrafos. La habitacin apestaba a perfume regalado por Navidad. Perfume fabricado en las plantas industriales de Extremo Oriente. Violet Toby, una de las vecinas inmediatas de Diana, estaba contndole a sta la historia de su larga vida. Las dems mujeres se impacientaban, encendan cigarrillos, se alisaban la falda. Todas haban odo ya aquella historia muchas veces. As que, en cuanto vi esa carta, lo supe. As que n ms que volvi del trabajo yo voy y le digo: Quin es esa conden Yvonne?. Bueno, se le puso

la cara blanca. Y yo fui y le dije: Ya pues largarte y no volver jam. As que l fue el nmero dos. Diana insinu, como le haban enseado a hacer: Y volvi usted a casarse? Violet, que no necesitaba insinuaciones, se ech a rer. Ya voy por el quinto. Todas las mujeres de la habitacin corearon su risa. Cinco maridos. Once hijos, quince nietos, seis bisnietos, y hay un fulano en la Legin Britnica al que ya le he echao el ojo. Violet se dio un toque de lpiz de labios escarlata mirndose en el espejo del interior de su bolso de piel de serpiente sinttica. Eres una sucia bribona, Violet dijo Mandy Carter, otra vecina inmediata de Diana, cuya cerca haba derribado el prncipe Guillermo la noche anterior. Mandy acunaba a su beb de corta edad, llamado Sombra, apoyndoselo en el hombro. Diana se fij en las ropas que ella vesta y a duras penas contuvo un estremecimiento. Jeans ajustados y zapatos blancos de tacn alto y puntiagudo, uf. Y aquella cabellera rubia como de hilos de almbar, de puntas descuidadas, indecorosa. Y aquellos pechos plidos que un top de acrlico color de rosa pona en exuberante evidencia, abrumadora vulgaridad. Su maro y la mam tardan mucho dijo Violet. Ya asinti Diana. Est lejos el hospital? Tr kilmetros carretera abajo dijo una mujer joven que luca una araa tatuada en el cuello. Seis horas y media estuve all yo la vez que Clive me parti la quij declar Mandy. Santo Dios dijo Diana. Quin es Clive? Su pap dijo Mandy, sealando a Sombra. No poda come, no poda fuma, no poda beb. Pero s podas darte tus revolcones, verd? dijo Violet. Yo bien te

oa, y eso que estoy a dos puertas de tu casa. Diana se ruboriz. Santo Dios, no se consideraba a s misma mojigata, pero detestaba el lenguaje soez en las mujeres. Levant la vista justo en el momento en que el inspector Holyland pasaba por delante del hmedo seto de aligustres. El polica lanz una mirada ceuda a la atestada sala de estar. Las mujeres, por su parte, sisearon ruidosamente y la del tatuaje en el cuello silb como si llamara un taxi en Londres. Holyland avanz por el sendero. Diana se abri paso entre las mujeres y fue a abrir la puerta de entrada. El inspector tosi para ganar tiempo: haba olvidado cmo deba llamarla. Era seora Windsor? Seora Spencer? Seora Carlos? Diana esper a que el polica se recuperara de su acceso de tos. Finalmente, l farfull: No deberan estar ah dentro. Sealaba a la congregacin de mujeres. Se supone que no ha de recibir usted ninguna atencin especial. Ya haba recobrado el dominio de s mismo. Por lo tanto, le agradecera que les pidiese que se marchen, seora. Me resultara imposible. Sera de psima educacin. De la sala de estar lleg un aplauso, y Violet acudi precipitadamente a la puerta de entrada, ocultas las manos en los bolsillos de su chupa de satn y una expresin imperiosa en su arrugada cara. Oiga, aqu ni atenciones especiales ni n de n; somos sus vecinas. Hemos veno a ver si necesita algo. Oh, s se burl Holyland. Hacen lo mismo con todo el mundo, verdad? Pues s, lo hacemos dijo Violet con franqueza. Las de Hell Close estamos muy unas. Se volvi a Diana. Qu tal si empezamos por las alacenas? Holyland dej de prestarle atencin. Constaba en los archivos que Violet, su marido Wilf y siete de sus hijos adultos no haban pagado todava sus

impuestos personales del ao; de hecho, no haban pagado an los impuestos del ao anterior. Ya obtendra su revancha. En aquel preciso momento, Diana distingui la figura de la princesa Margarita que corra por el centro de la calle acompaada del claqueteo de sus altos tacones, el revoloteo de su chaquetn de piel, los cabellos que escapaban de su alto y complicado moo. La vio llegar a la barrera e iniciar una lucha cuerpo a cuerpo con un polica joven. El inspector Holyland habl por su radio y unos segundos despus son un claxon y una intensa luz blanca ilumin crudamente la calle. Cristo! exclam Violet. Es como una conden guerra. Es Margo que intenta violar el toque de queda de las siete dijo Diana, inspeccionando el panorama desde el umbral. El inspector Holyland escolt personalmente a la princesa Margarita de regreso a su casa. Diana oy que deca: Pero necesito llegar a Marks and Spencer antes de que cierren. No puedo cocinar. Diana cerr la puerta de entrada y volvi a reunirse con sus vecinas. Proyectaba ponerse un delantal, meterse en la cocina y armar un poco de jaleo con aquellas cazuelas y sartenes, tal como ordenaba Little Richard. Poda pedirle a Violet, por aquella noche, la freidora o lo que fuera y cocer huevos, patatas y judas para la familia. Carlos tendra que saltarse sus normas dietticas hasta que ella hubiese organizado la adecuada provisin de legumbres. Dudaba que Violet pudiera tambin prestarle un frasco de lentejas. Mientras trabajaban, Mandy pregunt: Qu es lo que ms echar a falt? Diana respondi al instante: Mi Merce. Merce? Mercedes-Benz 500 SL. Es rojo metalizado y se pone a doscientos cincuenta por hora. Seguro que costar

un pastn dijo Mandy. Bueno, unas setenta mil libras. Se hizo un silencio general. Y quin lo pag? El ducado de Cornwall dijo Diana. Qu es eso? pregunt Mandy. Mi marido, en realidad. Ha dicho decisiete mil? inquiri Violet, ajustndose su audfono color de rosa. Setenta mil precis alzando la voz Philomena Toussaint, la nica negra entre las mujeres presentes. Hubo un nuevo silencio. Por un coche? insisti Violet, con las mejillas vibrantes de indignacin. Diana baj los ojos. Ignoraba todava que las mujeres que limpiaban y ordenaban su cocina, cuya vestimenta menospreciaba, adquiran sus ropas en mercadillos benficos. El sujetador de Violet, talla treinta y ocho, le haba costado veinticinco peniques en Ayuda a la Tercera Edad. Mandy rompi el silencio diciendo: Yo echara a falt la conden niera. Esto record a Diana que no haba visto a Guillermo ni a Enrique desde que llegaron sus visitantes. Los llam desde la escalera, pero no recibi respuesta del piso de arriba. Mir fuera, al melanclico jardn trasero, pero all el nico signo de vida era Harris, ocupado en congraciarse con un pastor alemn mestizo que perteneca a Mandy Carter. Los dos perros describan crculos, uno en torno al otro. El pequeo y el grande, el aristcrata y el plebeyo, aunque el pastor alemn se llamaba Rey. Diana se apresur a asomarse al exterior y grit varias veces los nombres de sus hijos. Estaba casi oscuro. En Hell Close se encendan las bombillas desnudas, la noche llegaba. Los chicos nunca han estado fuera de casa despus del anochecer dijo Diana. Las mujeres acogieron riendo la prueba del exceso de mimo que envolva la

existencia de aquellas criaturas. Normalmente, ellas enviaban a sus hijos, desde pequeos, a la tienda india del barrio, a comprar los comestibles que faltaban a ltima hora. Por qu tener un perro y ladrar t? Estarn jugando por ah la consol Violet. Pero Diana no se tranquilizaba. Enfundada en una parka de seda, dando largas zancadas con sus botas de cowboy, emprendi la exploracin de Hell Close. Finalmente localiz a los chicos jugando a barcos con su abuelo, frente a la estufa de gas del nmero nueve. Los observ por la ventana hasta que Enrique la vio y salud con la mano. El prncipe Felipe vesta un pijama y un batn. No se haba afeitado y el cabello le colgaba por encima de las orejas en mechones dispersos. Sobre la mesilla de plata de Guillermo III haba una lata de judas cocidas con la tapa abierta llena de melladuras. Carlos ha telefoneado grit Felipe a travs de la ventana. Todava siguen en el hospital. No puedo invitarte a entrar: esa puerta de ah no se abre, y la maldita llave de la puerta de atrs se ha perdido. Diana capt la indirecta y retorn a sus tareas domsticas. Cuando las alacenas y anaqueles de la cocina estuvieron escrupulosamente limpios, las mujeres hicieron una pausa para tomar el t y fumarse unos Silk Cuts. Esto las tendr alejs por un tiempo dijo Violet. A quines tendr alejadas? pregunt Diana. A las cucarachas. Toas tenemos cucarachas. N las echa. T pus dispararles un misil Polaris y las puercas vuelven a los tres das. Violet cambi a un tono de voz ms distendido: Bueno, lo que ahora necesita ust es papel de forr, antes de guard la comida. Diana no tena nada adecuado, en vista de lo cual Violet aporre la pared que separaba de la suya la sala de estar de Diana y bram: Wilf! Trae el diario de ay! Diana oy una respuesta ahogada y al cabo de unos instantes Wilf Toby compareci en la puerta de entrada. Era un hombre extraordinariamente alto,

de anchos hombros y manos y pies muy grandes. La clase de hombre que ante los tribunales de justicia es calificado de apacible gigante por los abogados defensores. Slo que Wilf Toby no era un hombre apacible. Padeca bronquitis crnica y su constante lucha por respirar le haca irritable y arisco. Tema la muerte y viva cada da tmidamente, como si fuera el ltimo que le quedaba. Consideraba que Violet deba prestarle ms atencin. Pensaba: Pasa ms tiempo en casa de otras personas que en la suya. Or la respiracin atormentada y escabrosa de Wilf confort a Diana, porque en aquel instante supo qu era el extrao ruido que la haba mantenido despierta y aterrorizada toda la noche anterior. Era Wilf, respirando justo al otro lado de la pared medianera. Wilf mir a Diana, y fue amor a primera vista. Nunca haba tenido a una mujer tan bella a tan corta distancia y en carne y hueso. Haba visto cada da su foto en los peridicos, pero nada le haba preparado para aquel dulce y lozano rostro, aquel suave y terso cutis, aquellos recatados ojos azules, aquellos labios clidos y hmedos. Todas las mujeres que Wilf conoca tenan caras de aspecto tosco y expresin dura, como si la vida las hubiera golpeado sin piedad. Cuando Diana tom el diario que le traa, l le mir las manos. Dedos largos y plidos, de uas rosadas. Wilf dese con ansia sujetar aquellos dedos con los suyos. Seran de verdad tan suaves como parecan? Escudri a su mujer, su esposa desde haca cuatro aos. Cmo haba terminado atado a ella? Ah, s, ya saba cmo. Violet le haba acorralado; no tuvo posibilidad de escapar. Vamos, entra o lrgate, pasmao. El fro se cuela. Hay que ver de qu forma le hablaba su mujer. Ni el ms mnimo respeto. Diana sonri y dijo: Pase usted, por favor. Normalmente, nada habra inducido a Wilf a trasponer el umbral y entrar en una casa llena de mujeres de Hell Close, pero tena que ver a Diana, escuchar

su adorable voz. Ella s hablaba bellamente, bellamente de veras. La presencia de un hombre en la casa subyug a las mujeres. Incluso Violet modulaba la voz mientras doblaba pginas de The News of the World y forraba estantes y cajones. Diana distingui fugazmente fragmentos de titulares y cabeceras: FURIOSO ATAQUE A LA LIBRA

La libra esterlina estuvo en situacin crtica la noche pasada tras sufrir lo que un experto en cuestiones financieras ha descrito como un ataque brutal por parte de los especuladores de divisas extranjeros. Fue un golpe salvaje, se ha dicho. Es la secuela del doble conjuro surgido de la victoria aplastante de Jack Barker en las elecciones del jueves y la abolicin de la monarqua el viernes. El gobernador del Banco de Inglaterra ha reclamado un perodo de calma.

PIRAAS

Un representante de la oficina londinense del Banco de Tokio declar ayer: La libra esterlina es como un pececillo de colores nadando en un tanque de piraas.

Cuando hubo terminado, Violet inspeccion los resultados de la tarea con un alto grado de autosatisfaccin. Bueno, ya est: t limpio y arreglao dijo. Luego, volvindose hacia Wilf, aadi bruscamente: Supongo que t quis tu t. No tengo hambre dijo Wilf. Ni siquiera podra comer a partir de ahora. Diana deseaba con impaciencia que sus visitantes se retiraran ya, pero no se le ocurra la manera ms conveniente de hacrselo saber. Entonces Sombra

despert de su sueo en la cuna provisional que haba sido el sof de terciopelo, y sus chillidos expulsaron de la casa tanto a su madre como a las dems personas. Pegue en la pared si necesita cualquier cosa orden Violet. De da o de noche aadi Wilf. Han sido ustedes muy amables dijo Diana. Qu les debo? Abri su bolso y mir el interior. Cuando volvi a alzar la vista, comprendi por la expresin que mostraban los rostros de las mujeres que haba cometido una grave metedura de pata.

Cuando Carlos e Isabel regresaron al nmero nueve, descubrieron que Tony Threadgold haba abierto a puntapis la puerta de entrada y estaba lijando sus bordes. La humedad la ha torco explic. Por eso no se abra. El prncipe Felipe, Guillermo y Enrique se haban sentado en las escaleras a contemplar a Tony. Los tres coman desaliados sandwiches de jamn preparados por Guillermo. Cmo ests, chica? dijo Felipe. Espantosamente cansada. La Reina se ech atrs el despeinado cabello con la mano vendada. Habis tardado un condenado rato opin su marido. Estaban detestablemente ocupados explic Carlos. La herida de mam no la han considerado de gravedad mortal, as que nos ha tocado esperar. Pero, maldita sea, tu madre es la condenada Reina estall Felipe. Era la condenada Reina, Felipe dijo la Reina a media voz . Ahora soy la seora Windsor. Mountbatten rectific el prncipe Felipe escuetamente. Ahora eres la seora Mountbatten.

Windsor es mi apellido, Felipe, y me propongo conservarlo. Tony Threadgold lijaba el borde de la puerta como un loco. Aquella gente evidentemente se haba olvidado de su presencia. Guillermo pregunt a Carlos: Cmo nos llamamos ahora, pap? Carlos mir a su padre, a su madre, y viceversa. Eso, Diana y yo todava no lo hemos discutido..., eso..., por un lado, uno se siente atrado hacia lo de Mountbatten, debido al to Dickie, pero por el otro uno piensa tambin, eso..., bien..., eso... Oh, por el amor de Dios! Felipe se pona desagradable. Escpelo de una vez, muchacho. Tony pens que ya era hora de que la Reina se sentara: pareca muy cansada. La tom del brazo y la acompa a la sala de estar. La estufa de gas estaba apagada, pero l rebusc en sus bolsillos, encontr una moneda de cincuenta peniques y la introdujo en el contador. Las llamas brotaron con vivacidad y la Reina se inclin agradecida hacia la estufa. Creo que a su mam le sentara bien una taza de t sugiri Tony a Carlos. Se haba percatado ya de que Felipe era, domsticamente, un caso perdido, el hombre sin duda no sabra ni vestirse solo. Pero, transcurridos quince minutos, durante los cuales Tony barri el serrn y las astillas y dio a los bordes de la puerta el alisado final, Carlos continuaba todava navegando al garete por la cocina en su intil bsqueda de t, leche, azcar, cucharillas. Tony opt entonces por dirigirse a la puerta de al lado y pedirle a Bev que pusiese la tetera en marcha. La Reina fijaba la mirada en las llamas del gas. Tena la impresin de que el conflicto entre Windsor y Mountbatten haba quedado arrinconado mucho tiempo atrs, pero ahora asomaba de nuevo su fea cabeza. La culpa era de Louis Mountbatten. Aquel esnob odioso haba persuadido

al obispo de Carlisie de que comentase, con ocasin del nacimiento de Carlos, que a l no le satisfaca la idea de que un nio nacido en el seno de un matrimonio fuera despojado del apellido de su padre. Los lbregos comentarios del clrigo saltaron a los titulares de los peridicos de todo el pas. La campaa de Louis Mountbatten para glorificar el apellido de su familia y convertirlo en el de la casa reinante haba empezado con ahnco. La Reina se encontr acosada, de una parte, por los deseos de su marido y de Louis Mountbatten, y de otra por los del rey Jorge V, que haba fundado la Casa de Windsor a perpetuidad. La Reina cerr los ojos. Louis haba desaparecido haca mucho tiempo, pero su peso sobre los acontecimientos se dejaba notar todava.

Beverley entr portando una bandeja con cuatro humeantes tazones de t y dos vasos de radiante naranjada carbnica, seductor lquido del que sobresalan unas gruesas caitas listadas. En un plato cubierto por una servilleta pequea haba un surtido de galletas. Carlos tom la bandeja de manos de Beverley y mir en derredor buscando un lugar donde depositarla. La Reina observaba a su hijo con creciente irritacin. En mi escritorio, Carlos! Carlos dej la bandeja sobre el escritorio Chippendale que estaba delante de la ventana. Distribuy tazones y vasos. Se senta cohibido en presencia de Beverley. Su patente carnalidad le turbaba. Por una fraccin de segundo la imagin desnuda, semienvuelta en gasas, contemplando su propia imagen en un espejo sostenido por un querubn. Una venus de la dcada de 1990. La Reina los present. Es la seora Beverley Threadgold, Carlos. Cmo est usted dijo Carlos, tendindole la mano. Estoy m bien, gracias respondi Beverley, tomando su mano y sacudindola vigorosamente. Mi hijo, Carlos Windsor dijo la Reina.

Mountbatten corrigi Felipe. Para Beverley, aadi: Su nombre es Carlos Mountbatten. Yo soy su padre y llevar mi apellido. Carlos pens que ya era hora de poner fin a aquel molesto paternalismo. Cul era el apellido de soltera de la reina Mara, su bisabuela? Teck. S, eso era. Cmo sonara Carlos Teck? Discutiremos esto ms tarde, Felipe previno la Reina. No hay nada que discutir. Yo soy el cabeza de familia. He pasado cuarenta aos situado detrs de ti. Me toca el turno de situarme delante. Quieres regir nuestra casa, Felipe? S, quiero. Entonces dijo la Reina, lo ms conveniente ser que vayas a la cocina y te familiarices con los varios utensilios y procedimientos necesarios para preparar el t. No podemos depender eternamente de la generosidad de la seora Threadgold. Beverley dijo: Yo le dar lecciones sobre la manera de prepar el t, si a ust le parece bien. Es mortalmente fcil, de veras. Pero el prncipe Felipe ignor su amable oferta. En cambio, se volvi a Tony y se quej: No consigo que funcione el agua caliente, y necesito afeitarme. Ocpese de ello, quiere? Tony se encresp. Francamente, me habla como si yo fuera un jodo perro. Lo siento dijo. Iba a llevarme a Bev a tom una copa por ah. Lista, Bev? Beverley se alegr de tener una excusa para empezar a desenredarse de aquella trama de excesivas tensiones matrimoniales. Tony se march a casa llevndose consigo la caja de herramientas. El da haba sido, en resumen, una cagada total. No haba conseguido el empleo de matarife de pollos al que aspiraba: haba ciento cuarenta y cuatro candidatos

en competencia con l, hombres y mujeres de todas las religiones. Beverley se qued todava unos momentos para ensearle al prncipe Felipe la manera de calentar un cazo de agua para afeitarse. Le explic que, colocado el cazo sobre los fogones, el mango no deba estar nunca orientado hacia la parte delantera de los mismos. As los nios no lo volcarn. Carlos entr en la cocina y atendi tambin a las lecciones, con la misma gravedad que si estuviera presenciando una demostracin de danzas guerreras maories. Sus dos hijos, con las bocas manchadas de naranjada, se acercaron cautelosamente, cogidos de la mano. No recordaban haber visto nunca a su padre durante tanto tiempo. Cuando el agua comenz a hervir, Beverley demostr cmo se giraba el mando para apagar el fogn. Entonces, qu es lo que he de hacer ahora? pregunt Felipe, quejumbroso. Beverley pens: Bueno, maldita sea, a ver si encima voy a ten que afeitarte. Abandon el hogar de la ex familia real con profundo alivio. Como nios le dijo a Tony, mientras mudaba sus ropas por las de ir de pubs. Me sorprendera que supieran limpiarse el culo. 10 10

1 Mantener el calor

A la maana siguiente la escarcha era mucho ms slida. No te has afeitado, Felipe, y ya son las nueve. Me estoy dejando barba. No te has lavado. En el maldito cuarto de bao hace demasiado fro. Llevas dos das en pijama y batn. No tengo intencin de salir. Para qu molestarse?

Pues deberas salir. Por qu? Para respirar aire puro, para hacer ejercicio. En Hell maldito sea Close no existe el aire puro. Todo apesta. Todo es feo. Me niego a reconocer su existencia. Me quedar en la condenada casa hasta que muera. Y qu hars? Nada. Estarme en la cama. Ahora, deja la bandeja de mi desayuno y corre esas condenadas cortinas y mrchate, quieres? Felipe, me ests hablando como se hablara a una sirvienta. Soy tu marido. T eres mi esposa. Felipe se aprest a engullir el desayuno. Huevos pasados por agua, tostadas y caf. La Reina corri las cortinas, dejando Hell Close fuera de la habitacin, y se dirigi a la planta baja para llamar a Harris y hacerle entrar. Harris la preocupaba. Haba empezado a rondar en compaa de una pandilla turbulenta. Una jaura de mestizos de psima reputacin, que al parecer no pertenecan a nadie en particular, se haba aficionado a congregarse en el jardn delantero de la Reina. Harris no hizo nada para alejarlos; por el contrario, pareca aceptar muy positivamente su merodeante presencia.

A Philomena Toussaint la despert la llegada de la Reina Madre, que se instalaba en la casa adosada de pensionista contigua a la suya. Baj del lecho y se puso la clida bata que Fitzroy, su hijo mayor, le haba comprado con motivo de su octogsimo cumpleaos. Mantn calientes los huesos, mujer le haba dicho severamente . Ponte esta condenada cosa. Ella haba ledo que la Reina Madre beba y jugaba. Philomena desaprobaba ambas cosas. Elev a Dios una plegaria: Se, que mi vecina me deje vivir en paz. Rebusc en su bolso a la caza de una moneda de cincuenta peniques.

Encendera la estufa ahora, o por la tarde, o por la noche, mientras miraba la televisin? Era una decisin que tomaba cada da, excepto en verano. Troy, su segundo hijo, le haba dicho: Mira, ten la estufa encendida t el da si hace falta. Mam, slo tis que ped la pasta y la tendrs. Pero Philomena tena su orgullo. Se visti despacio, por capas sucesivas. Luego fue al ropero donde colgaba su abrigo de invierno. Se lo puso, se envolvi el cuello en un chal, se encasquet un sombrero de fieltro y, finalmente, fortificada contra el fro, fue a la cocina a prepararse el desayuno. Cont las rebanadas de pan que tena: cinco, y los huevos que le quedaban: tres. Un poco de margarina, que no bastara para untar la cabeza de un beb. Sacudi la caja de hojuelas de maz. Medio bol, y su pensin no llegara hasta dentro de tres das. Se inclin y abri la puerta del frigorfico.

Con el fro que hace, no vale la pena tenerlo enchufao dijo. Tir del enchufe y el frigorfico qued en silencio. De su interior sac entonces un grumo de queso, y, con gran dificultad (porque tena las manos nudosas y doloridas a causa de la artritis), extendi el queso sobre una rebanada de pan, que coloc bajo la parrilla. Aguard, impaciente, disgustada por tener que usar el gas. Por ltimo, retir la tostada con queso antes de que ste se hubiera fundido lo suficiente y se sent, con sombrero, abrigo, chal y guantes, a engullir el desayuno a medio cocer. A travs de la pared pudo or la risa de la Reina Madre y un ruido de muebles arrastrados por el suelo; desde su lado la increp: Espera y ya ver, muj. Pronto dejars de re. Philomena, la noche anterior, haba visto a Jack Barker en la televisin explicando que la ex familia real vivira de la beneficencia del Estado. Que los pensionistas, la Reina, el prncipe Felipe y la Reina Madre, recibiran lo mismo que Philomena cobraba. Cerr los ojos y dijo:

Por lo que estoy a punto de recib, acepte el Se mi sincero agradecimiento. Amn. A continuacin empez a comer. Masticaba cuidadosamente cada bocado, hacindolo durar todo lo posible. Le apeteca mucho tomarse otra rebanada, pero estaba ahorrando para poder pagar una licencia de televisin. La Reina Madre se rea de la ridcula pequeez de cuanto la rodeaba. Es una casita perfectamente adorable afirmaba. Encantador. Podra servir de caseta a un perro grande. Se ajust al cuerpo el abrigo de armio e inspeccion el cuarto de bao. ste provoc nuevas risotadas y la exhibicin de una dentadura que tema la silla del dentista. Me maravilla asegur entre carcajadas . Es tan contenible y, oh, mira, Lilibet, hay un gancho para que una cuelgue el salto de cama. La Reina mir el gancho de acero inoxidable fijado en la puerta del cuarto de bao. No haba en l nada fuera de lo comn; era simplemente un gancho, un objeto utilitario, diseado con su propsito: colgar la ropa de una. No hay papel higinico, Lilibet susurr la Reina Madre. Cmo consigue una papel higinico? Inclin coquetamente la cabeza hacia un lado y esper la respuesta. Uno tiene que comprarlo en una tienda dijo Carlos. El prncipe, sin ayuda de nadie, estaba en aquellos momentos trasladando el contenido del camin de mudanzas que recientemente haba llegado a la puerta de la casita de su abuela. Llevaba un pie de lmpara debajo de un brazo y una pantalla de seda debajo del otro. Lo hace una? La sonrisa de la Reina Madre pareca haber quedado fija en su cara. Qu emocionante sencillez, no? Eso crees? La Reina estaba irritada por la negativa de su madre a abandonarse ni

siquiera a un instante de desesperacin. La casita era realmente consternadora, maloliente, fra, y estaba atestada de cosas. Cmo iba a arreglrselas su madre? Nunca haba hecho nada, ni correr una cortina. Sin embargo, all estaba, adoptando una estpida actitud valerosa ante una situacin realmente atroz.

Spiggy lleg con su habitual diligencia y fue acogido con extravagantes gritos de salutacin. De las especificaciones de Jack Barker, la Reina Madre no haba credo una sola palabra. Una habitacin no poda medir menos de tres metros por lado. Faltaba algn dgito; Barker probablemente habra pretendido escribir trece por trece. En consecuencia, de Clarence House se retiraron alfombras grandes, que el camin transport a Hell Close. Los criados se haban ocupado de ello: era su ltimo acto de servicio; por lo menos los que todava estaban sobrios. Spiggy sac de su caja de herramientas los instrumentos de destruccin: cuchillo, cinta mtrica, cinta adherente negra, y procedi a cortar una alfombra preciosa, histrico regalo del sha de Persia, para que se ajustase a los contornos de la chimenea, alimentada con gas y decorada con baldosas de color naranja, de la Reina Madre. Fue una vez ms el hroe del momento. La Reina Madre, mientras tanto, paseaba por el jardn trasero en compaa de Susan, su perra corgi. Su vecina negra la observaba desde la ventana de la cocina. La Reina Madre la salud con la mano, pero la negra agach rpidamente la cabeza y desapareci de su vista. La sonrisa de la Reina Madre vacil ligeramente, pero enseguida se recuper, como el ndice del Financial Times durante una jornada tambaleante de la City. La Reina Madre necesitaba personas que la amasen. Para ella, el amor de la gente era plasma, habra muerto sin l. Durante la mayor parte de su vida vivi sin el amor de un hombre, y ser adorada por el populacho constitua slo una pequea compensacin. La actitud hostil de su vecina la

haba turbado un poco, pero cuando entr en casa desde el jardn la sonrisa haba vuelto con firmeza a sus labios. Vio que Spiggy alzaba la mirada de su faena y que en sus ojos haba adoracin. Se puso enseguida a conversar con l, preguntndole ante todo por su esposa. Se larg dijo Spiggy. Hijos? Se los llev con ella. As que es usted un hombre que lleva una vida alegre dijo la Reina Madre con voz campanilleante. A Spiggy se le oscureci sbitamente el rostro. Qu ha quero dec? Que soy marica? Volvindose hacia l, Carlos se apresur a intervenir: Lo que mi abuela quiere decir es que usted lleva probablemente una vida libre de preocupaciones menudas, a salvo de responsabilidades domsticas. Pa ganarme la vida tengo que trabaja duro dijo Spiggy a la defensiva . Pruebe ust a pasarse el da entero instalando alfombras. Carlos se sinti frustrado por aquel malentendido. Por qu no podra su familia simplemente hablar con los vecinos sin..., eso..., constantes..., eso? La Reina distribuy entre los presentes tacitas y platos de delicada porcelana. Anunci: Caf. Spiggy estudi con atencin cmo la ex realeza manejaba aquellas tazas diminutas. Vio que insertaban el dedo ndice en el orificio de la igualmente diminuta asa, levantaban los platos y beban. Pero l no consigui meter el dedo, encallecido e hinchado por tantos aos de trabajo manual, en el asa de su tacita. Mir las manos de aquellas personas y las compar con las suyas. Humillado por un instante, ocult las manos en los bolsillos de su mono. Se sinti como una bestia lerda. Ellos parecan, en cambio, tener como un resplandor en el cuerpo, algo como si estuvieran recubiertos de vidrio. Una

especie de proteccin. El cuerpo de Spiggy era un mapa perfectamente explcito: accidentes laborales, peleas, pobreza, abandono, todo haba dejado referencias visibles de que Spiggy haba vivido. Asi la taza con la mano derecha, a su aire, y bebi el escaso contenido. Insuficiente para calmar la sed de una mosca, refunfu para s mientras depositaba de nuevo la tacita sobre el platito.

El prncipe Carlos se abri paso a travs de la pequea multitud que se haba congregado ante la puerta de la casa de la Reina Madre. Observ que un jovenzuelo de cabeza rapada afrontaba, encorvado y tiritando, el viento glacial. El jovenzuelo se acerc a Carlos. Necesita usted un vdeo, verdad? Pues, de hecho, ms bien s, es decir, mi esposa s. Nos dejamos el nuestro, no pensamos en que, eso..., pero... no son atrozmente, eso..., bien..., caros? dijo Carlos. Normalmente s lo son, pero yo puedo conseguirlos por cincuenta libras. Cincuenta? S, conozco a ese to, ya sabe, que los tiene. Quiere decir un filntropo? Warren Deacon mir fijo a Carlos, sin entenderle. Un to, nada ms. Y las, eso o sea..., esas videomquinas... funcionan? Por supuesto. Vienen de buenas casas dijo Warren, indignado. Algo intrigaba a Carlos. Cmo saba aquel jovenzuelo de cara de rata que ellos no tenan vdeo? Se lo pregunt directamente. Pas frente a su casa dijo Warren. Anoche. Fisgu por la ventana. Nadie me lo prohiba, no? Si no, por qu no corren las cortinas? Tienen ustedes ah dentro mercanca super. Esos candelabros seran negocio. Carlos agradeci a Warren la fineza. El jovenzuelo tena obviamente un fuerte sentido esttico. En verdad que no era razonable juzgar a la gente con

excesiva precipitacin. Son exquisitos, exquisitos, no? dijo el prncipe. Guillermo III. El eso..., es decir, Guillermo comenz su coleccin en... Plata maciza? pregunt Warren. Oh, s le asegur Carlos . Obra de Andrew Moore. Ah, s? dijo Warren, como si estuviera familiarizado con la mayora de plateros del siglo dieciocho. Pues entonces seguro que costarn un buen bocao. Probablemente concedi Carlos . Pero, como usted eso... ya debe saber... a nosotros..., o sea... a mi familia... no se nos permite eso..., en realidad..., vender ni una sola de nuestras... Chucheras? Warren se estaba hartando de esperar a que Carlos terminara sus frases. Valiente memo! Y aquel pelmazo iba a ser rey algn da y a tenerle a l por sbdito? S, digamos chucheras. As que, ya puestos, usted habra preferido dejar los candelabros y llevar el vdeo? Traer el vdeo, s dijo pedantemente Carlos. Warren tuvo la impresin de que haba llegado el momento de cerrar el trato. Quiere uno, entonces? Carlos explor los bolsillos de sus pantalones. En alguna parte tena un billete de cincuenta libras. Lo encontr y se lo entreg a Warren Deacon. No saba cmo se llamaba Warren ni dnde viva, pero pens que vala la pena cultivar la relacin con un muchacho interesado en artefactos histricos. Tuvo una visin en la que l le mostraba a Warren su pequea coleccin de arte, quizs alentando al chico a que se dedicase a pintar... Carlos trep a la trasera del camin de mudanzas y levant una caja que ostentaba el rtulo Zapatos; slo que los zapatos no tintineaban ni levantarlos requera un esfuerzo tan grande. Abri la tapa de la caja y vio

veinticuatro botellas de ginebra Gordon envueltas en hojas de papel de seda verde. Sosteniendo la caja contra su pecho avanz dificultosamente entre la gente. El esfuerzo le hizo sudar, pero dese que Beverley le hubiera visto en aquel momento, cargado con semejante peso, un trabajo de hombre. Cuando consigui llegar a la puerta de su casa sin que la caja se le hubiera cado, el grupo de mujeres y de nios en sus sillitas le vitore irnicamente y Carlos, ruborizado y satisfecho, sacudi la cabeza en agradecimiento a los vtores, algo que le haban enseado a hacer desde que tena tres aos. Entr en la cocina, llevando l solo su carga, y encontr a su madre que fregaba platos y cacharros en la pileta con una sola mano. La princesa Margarita la contemplaba apoyada en la frgil mesa de formica. Su propia casa estaba hecha un caos, y ella no tena nada adecuado que vestir. El bal que contena sus ropas informales se haba quedado en Londres. Todo su guardarropa en Hell Close consista en seis vestidos de cctel, aptos para ceremonias de entrega de premios a figuras del mundo del espectculo, pero nada ms. Tena consigo sus pieles, por supuesto, aunque aquella misma maana una chica con una araa tatuada en el cuello haba murmurado: Sucia asesina de animales, cuando se cruzaron en la acera frente a su nuevo hogar. La Reina quera echarla de la cocina de su madre: interceptaba la luz y ocupaba un valioso espacio. Haba mucho trabajo que hacer. Spiggy asom la cabeza por la puerta y pregunt a la princesa: Necesita que le instale alfombras? Esta tarde podra encontr unos minutos pa ust. Se lo agradezco enormemente, pero no dijo ella, arrastrando las palabras . No merece la pena, no voy a quedarme. Como ust quiera, Maggie dijo Spiggy, tratando de mostrarse amigable. Maggie? Ella se enderez en toda su estatura. Cmo se

atreve a hablarme en ese tono? Yo soy para usted la princesa Margarita. l crey que la princesa iba a pegarle, porque se subi una manga magistralmente cortada por Karl Lagerfeld y le mostr el puo; pero lo retir y se content con gritar, cuando echaba a correr hacia su hogar en Hell Close: Gordito repugnante! La Reina puso el agua de la tetera a calentar. Consideraba que el seor Spiggy se mereca una buena taza de t. Lo siento mucho. Estamos todos un poco sobreexcitados. No pasa n dijo Spiggy. Creo que realmente necesito perd un poco de peso. Y encima esto, pens. Ninguno de ellos estaba gordo. En cambio, todas sus amistades y relaciones lo estaban. Las mujeres engordaban despus de tener hijos y los hombres engordaban por culpa de la cerveza. Por Navidad, su familia difcilmente consegua apretujarse en su sala de estar. La Reina canturre una meloda mientras esperaba a que la tetera hirviese, meloda que Spiggy capt y se puso a silbar en cuanto volvi a ocuparse de la alfombra del pasillo. Cmo se titula? pregunt a la Reina cuando llegaron al final de su improvisado do. Born Free replic ella. Vi la pelcula el ao sesenta y seis. Una sesin de la Royal British Film. Entradas gratis, eh? S admiti ella, y sin hacer cola en la taquilla. Pu ser raro eso de ir al cine con una corona en la cabeza. La reina ri. Una tiara! Una no lleva corona; sera una desconsideracin para la persona que se sienta detrs. Spiggy solt unas retumbantes carcajadas, y Philomena Toussaint aporre la pared desde el otro lado y grit: Basta de ruido, que ya tengo la cabeza llena!

Philomena estaba hambrienta, le dola la cabeza y senta fro. Tambin senta celos. Su cocina estuvo en otro tiempo invadida por las risas, cuando tena a sus hijos consigo: Fitzroy, Troy y el beb Jethroe. La comida que aquellos chicos llegaban a devorar! Habra necesitado una Pala mecnica para llenarles el estmago: iba y vena del mercado sin parar. Recordaba perfectamente cunto pesaba la cesta de la compra, as como el olor que desprenda la tela hmeda cuando cada maana planchaba las camisas blancas para que los chicos fuesen a la escuela. Arrastr una silla hacia la alta alacena donde guardaba latas y paquetes. Trep a la silla y coloc las hojuelas de maz en el estante superior. Aprovechando que desde all lo tena todo a la vista, toc y reorden los paquetes y las latas de conserva. Esta sopa para aqu, los cereales al fondo, hasta que, satisfecha con el reajuste, baj de nuevo de la silla. La polica nunca vino a mi puerta dijo en voz alta, dirigindose a la cocina vaca. Y tengo siempre conservas en mi alacena dijo, dirigindose ahora al pasillo . Y en el cielo hay un sitio pa m dijo al dormitorio mientras se quitaba el abrigo y se meta en la cama para mantener el calor.

A ltima hora de la tarde, una multitud considerable se haba reunido en torno al camin con la esperanza de ver a la Reina Madre. El inspector Holyland envi a un polica joven con rdenes de disolver el grupo. El agente Isiah Ludlow habra preferido que le enviaran a montar guardia junto a un cadver en descomposicin que tener que enfrentarse a las duras facciones de las mujeres de Hell Close y a la apariencia malvola de sus retoos. Vamos, vamos, seoras. Circulen, por favor. Daba palmadas con las manos enfundadas en los grandes guantes de cuero de su uniforme, y esto, sumado a su hirsuto bigotillo, le daba el aspecto de una foca afanosa que espera que le lancen su pelota. Repiti unas cuantas veces su indicacin. Ninguna de las mujeres se movi un centmetro.

Estn ustedes interceptando la calzada. Ninguna de las mujeres saba con certeza lo que era la calzada. Era lo mismo que la acera? Una mujer embarazada, sobre cuyo abultado vientre se tensaba la tela del anorak, explic: Vigilamos el camin pa la Reina Madre. Bien, ahora ya pueden marcharse a casa, no? Yo estoy aqu, yo vigilar el camin. La mujer embarazada ri desdeosamente. Yo no confiara en la polica ni pa que vigilase un montn de mierda. El agente Ludlow se encoleriz ante aquella calumnia sobre su integridad profesional, pero record lo que le haban enseado en Hendon: conserva la calma, no dejes que el pblico lleve la voz cantante. Nunca pierdas el control. Es por culpa vuestra que mi maro lleva dos aos encerrao en Pentonville continu la mujer. El agente Ludlow debi haber ignorado sus comentarios, pero, dado que era joven y le faltaba experiencia, dijo: Por lo tanto no es culpable de ningn delito, verdad? Quera dar a su voz un tono escptico, pero no lo consigui del todo. La mujer embarazada lo interpret como una pregunta genuina. El agente Ludlow vio con horror que por sus redondas y acaloradas mejillas comenzaban a rodar lgrimas. Era aquello lo que sus instructores calificaron de dilogo con el pblico? Dijeron ellos que haba arrancao t el emplomao del tejao de la iglesia, pero era una condena mentira. Las dems mujeres se arracimaron en torno a la protagonista, acompaando sus sollozos con palmaditas y caricias . Le daban mieo las alturas. Era yo la que se suba a una silla pa cambia las bombillas fundas. Cuando Carlos sali de la casa, dispuesto a vaciar el camin de sus ltimos contenidos, oy la voz de la mujer que lloraba quejumbrosamente:

Les! Les! Quiero a mi Les! Vio que un pequeo grupo de mujeres rodeaba a un polica joven. Vio que el casco del polica caa al suelo y que lo recoga un nio pequeo que llevaba un aro en una oreja, que el nio se colocaba el casco en su cabecita y que emprenda la fuga calle abajo. El agente Ludlow trataba de explicar a la histrica mujer que, si bien tena noticia de apaos tramados en los vestuarios, l personalmente no haba participado en ninguno. Mire, oiga dijo, y toc la manga del anorak de la mujer. El grupo se desplaz como una sola persona e intercept a Carlos el acceso a la trasera del camin. Lo que en aquel momento vea era a un polica agarrando del brazo a una mujer joven y en avanzado estado de gestacin, que forcejeaba para soltarse. Haba ledo informes sobre brutalidad policial. Resultara ahora que eran verdicos? El agente Ludlow ocupaba el centro de un corro de mujeres que emitan agudos chillidos. Si no se andaba con cuidado le iban a derribar. Para no perder el equilibrio se colg de la manga de la mujer, cuyo nombre deba ser Marilyn segn se deduca de los gritos de las restantes componentes de la pandilla. A pesar de que se balanceaba peligrosamente a derecha e izquierda, hizo un esfuerzo por ordenar en su mente los conceptos que anotara en su informe, dado que aquella situacin ya se haba convertido en un incidente. Resmas enteras de papel se extendan ante l. Carlos se encontraba al borde del grupo. Debera intervenir? Sus dotes conciliadoras le haban hecho ganar cierta reputacin. Estaba persuadido de que, si le hubieran dado ocasin, poda haber puesto fin a la huelga de los mineros. En Cambridge haba querido adscribirse al Club Laborista de la Universidad, pero Rab Butler le aconsej que renunciase a la idea. Carlos vio a Beverley Threadgold cerrar de un portazo su casa y cruzar la calle a la carrera.

Su top de licra blanco, su minifalda roja y sus desnudas y azuladas piernas sugeran la imagen de un voluptuoso estandarte del Reino Unido. Beverley penetr trabajosamente en la barrera humana, gritando: Deja en paz a nuestra Marilyn, cerdo asqueroso! El agente Ludlow se vio entonces a s mismo testificando ante un tribunal, porque Beverley luchaba cuerpo a cuerpo con l y en un instante le tuvo en tierra. La cara del agente se aplast contra el pavimento, que apestaba a perros, gatos y nicotina. La mujer se le haba sentado en la espalda. Ludlow apenas poda respirar: era una mujer corpulenta. Con un poderoso esfuerzo se la quit de encima. Oy el golpe de su cabeza contra el suelo, seguido de su grito de dolor. Entonces, seora dira el informe que elaboraba su mente, percib el peso de otro cuerpo sobre mi espalda, el de un hombre que, segn s ahora, era el ex prncipe de Gales. Aquel hombre, al parecer, descargaba un ataque frentico contra mi reglamentario abrigo de uniforme. Cuando le ped que parase, l pronunci unas palabras en el sentido de: "Yo apoy a los mineros durante la huelga, y esto es por Orgreve". En aquel punto, seora, lleg el inspector Holyland con refuerzos y fueron arrestadas varias personas, incluido el ex prncipe de Gales. El tumulto qued finalmente dominado a las dieciocho horas. Durante el tumulto en cuestin, el contenido restante del camin de mudanzas fue robado por Warren Deacon y su hermano menor, Hussein. Los Gainsboroughs, los Constables y un surtido de leos sobre temas de cacera se vendieron al patrn del pub local, el Yuri Gagarin, al precio de una libra por cuadro. El patrn estaba redecorando el saln para darle un aire ms a la antigua. Las pinturas casaran perfectamente con histricos calentadores de cama y los cuernos de la abundancia repletos de flores secas. Ms tarde, la Reina quiso consolar a su madre por la prdida, dicindole:

Yo tengo un Rembrandt encantador; puedo cedrtelo. Quedar estupendo en esa pared, detrs de la estufa. Voy a buscarlo, mam? No, no me dejes, Lilibet. No se me puede dejar: yo nunca he estado sola. La Reina Madre apretaba entre las suyas la mano de su hija. Haca ya largo rato que haba anochecido. La Reina se senta fatigada, ansiaba acogerse a la amnista del sueo. Le haba costado una eternidad desvestir a su madre y prepararla para el lecho, y todava haba mucho que hacer. Llamar al puesto de polica, confortar a Diana, preparar algo de comer para Felipe y para ella misma. Deseaba ver a Ana. Ana era su baluarte. A travs de la pared le llegaban inanes risas del pblico de algn estudio de televisin. Quiz la vecina de al lado querra hacer compaa a su madre hasta la hora de irse a la cama? Desprendi afectuosamente su mano y, con la excusa de darle a Susan un bol de Go-dog en la cocina, sali sigilosamente, fue a la puerta contigua y llam al timbre. Philomena abri la puerta cubierta por el abrigo, el sombrero, el chal y los guantes. Oh dijo la Reina, iba usted a salir? No, acabo dentr minti Philomena, sobresaltada al ver en el umbral a la soberana de Inglaterra y de la Commonwealth. La Reina le expuso su dilema, haciendo hincapi en la avanzada edad de su madre. La ayudar en su pena muj. He visto cmo la polica se llevaba a su hijo y como caa el deshon sobre su familia. La Reina, humillada, murmur unas palabras de agradecimiento y se apresur a llevarle a su madre la noticia de que no pasara la velada sola: la seora Philomena Toussaint, ex asistenta de hospital, abstemia y episcopaliana, se sentara junto a ella ante la estufa de gas de la sala de estar; pero impona cuatro condiciones. Mientras ella estuviera en la casa, en sta no se bebera, no se jugara, no se tomaran drogas ni se blasfemara. La Reina Madre acept aquellas condiciones y las dos ancianas fueron presentadas.

Ya coincidimos antes, en Jamaica dijo Philomena. Yo llevaba un vesto rojo y agitaba una banderita. La Reina Madre trat de ganar tiempo. Ah, oh, veamos, hacia qu ao sera? pregunt. Philomena rebusc en su memoria. El tictac del reloj de Svres colocado sobre el tocador contribua a agrandar la distancia y el tiempo sobre los cuales ambas ancianas trataban de tender un puente. El ao veintisiete? apunt la Reina Madre, recordando vagamente cierto recorrido por las Indias Occidentales. As que se acuerda de m? Philomena estaba muy complacida. Su maro... cmo se llamaba? Jorge. S, se era, Jorge. Lo sent mucho cuando el Se se lo llev. S, tambin yo admiti la Reina Madre. Estaba bastante enfadada con Dios por aquella poca. Pu yo, cuando el Se se llev a mi esposo, dej de ir a la iglesia confes Philomena. El tipo me pegaba y me robaba dinero pa gastrselo en bebidas, pero le ech de menos. Le pegaba a ust Jorge? La Reina Madre dijo que no, que Jorge nunca le haba pegado y que, debido a que a l s le haban pegado cuando era nio, odiaba la violencia. Era un hombre dulce y carioso a quien no gustaba especialmente ser rey. Pu ya ve dijo Philomena, por eso se lo llev el Se, pa darle al pobre hombre un poco de paz. La Reina Madre se reclin sobre las almohadas del lecho, enfundadas en fino lino, y cerr los ojos, en tanto que Philomena se despojaba de las ropas de calle y se instalaba ante la estufa en una delicada butaca dorada, solazndose en aquel calor que no le costaba un penique.

Carlos fue autorizado a efectuar una nica llamada telefnica. Diana estaba dando a las paredes de la cocina una capa protectora antes de aplicar la

pintura cuando son el telfono. La voz de un hombre, estreido a juzgar por su tono, dijo: Seora Teck? Aqu el puesto de polica de Tulip Road. Su marido va a hablarle. Diana oy entonces la voz de Carlos: Oye, lamento horriblemente todo esto. Diana dijo: Carlos, cuando Wilf Toby vino por aqu y cont que te habas mezclado en una pelea callejera, no poda ni creerlo. Yo estaba pintando el cuarto de bao. El verde azulado queda estupendo, por cierto... Voy a tratar de conseguir una cortina a juego para la ducha. Pero es que, adems, tena mi Sony funcionando y me perd toda la agitacin: t arrestado, metido en el coche celular, bueno; pero dej a los chicos que siguieran levantados y vieran el resto del tumulto. Oh, ese muchacho, Warren, me trajo el vdeo. Le pagu cincuenta libras. Pero yo ya le haba pagado cincuenta libras dijo Carlos. Diana sigui hablando como si no hubiera odo nada; l no recordaba que se hubiese expresado nunca con tanta animacin. Funciona maravillosamente. Esta noche ver Casablanca antes de acostarme. Escucha bien, querida, esto es espantosamente importante, querras hacerme el favor de llamar por m a nuestro abogado? Estoy a punto de ser procesado por pendenciero dijo Carlos. Diana oy que otra voz deca: Basta ya, Teck. Vuelve a tu celda. 11 11

1 El pomo

Carlos comparta la celda con un joven alto y delgado llamado Lee Christmas. Cuando hizo su entrada, Lee levant su melanclico rostro, le mir fijamente y dijo:

Eres el prncipe Carlos? No, soy Carlos Teck respondi el prncipe. Por qu te han encerrao? Pendencia pblica y agresin a un agente de polica. S? Un poco pijo pa eso, no? Carlos desvi aquella incmoda lnea de interrogatorio. Pregunt: Y por qu... le han trado a usted? Porque rob un pomo. Rob un pomo? Carlos reflexion, alarmado. Tendra aquella expresin un arcano significado en la jerga criminal? Habra cometido el seor Christmas algn repelente gnero de delito sexual? Si era as, mala suerte tena l, Carlos, vindose forzado a compartir celda con un sujeto semejante. Por si acaso, se arrim a la puerta de la celda. Mantuvo fija la mirada en el timbre elctrico. Ese coche estaba all, entiendes? En nuestra calle, llevaba all abandonao como tres meses: las ruedas y el estreo volaron la primera noche. Luego vol t lo dems, incluo el motor. Qued el cascarn, visto? Carlos asinti. En efecto, poda ver mentalmente los restos de la carrocera: haba unos muy parecidos en Hell Close. Guillermo y Enrique jugaban entre la chatarra. De ts modos era un Renault, sabes? continu Lee. Y yo tengo uno igual. Ms o menos del mismo ao. As que yo pasaba por all, visto? Y haba esos cros saltando por lo que quedaba del coche, y una mocosa deca que era la Cenicienta y que iba a ese sitio..., qu sitio es? Un baile? sugiri Carlos. Bueno, una disco o as asinti Lee. De tos modos les dije que largo y entr en la parte dalante, no haba asientos ni n, y yo estaba justo quitando el pomo de la palanca del cambio, entiendes? Porque el pomo de la ma se haba perdo, entiendes? As que lo necesitaba, entiendes?

Carlos entendi perfectamente la premisa que Lee quera establecer. Y entonces, quin crees que me agarr el brazo por la ventanilla? Lee esper. Carlos tartamude: Sin conocer sus circunstancias, seor Christmas, su familia, sus amigos y todo eso, es terriblemente difcil deducir quin pudo... Las bestias bastardas! grit Lee, indignado. Dos pasmas vestos de paisano aclar, al observar la expresin de desconcierto de Carlos. Y me arrestaron por roba aquel trozo de basura. Un pomo, un podro pomo viejo, que no valdra, nuevo, ni cuarenta cochinos peniques. Carlos estaba pasmado. Pero eso es sencillamente pasmoso dijo. Lo pe que me haya ocurro en la va confirm Lee. Incluo que un coche me arroll el perro. Yo he so un chasco pa mi familia. Cuando salga de aqu tendr que hace algo gordo. Oficina de Correos o algo as. Si no lo hago, nunca podr volv a pasa con la cabeza alta por mi calle. Dnde vive usted? pregunt Carlos. En Hell Close dijo Lee Christmas. Tu hermana va a s nuestra vecina de al lao. Mandaron una carta diciendo que ni reverencias ni n. No, no, nada de eso, efectivamente corrobor Carlos. Ahora somos ciudadanos corrientes, como los dems. De tos modos, nuestra mam ha ido a la peluquera a hacerse la permann, y se vuelve loca limpiando y fregando y barriendo. De normal es una vaca holgazana. Es digamos como tu mam: en la casa, nunca ni golpe. Se oy un cencerreo de llaves y la puerta de la celda se abri y entr un polica con una bandeja. Tendi a Lee un plato de sndwiches recubierto de una pelcula adhesiva, y dijo: Aqu tis, Christmas, pa que te lo metas por el gaznate. Pero, dirigindose a Carlos, aadi: Cuidado con esa pelcula, seor: es engaosa. Permtame que yo la

retire. Antes de abandonar la celda haba llamado a Carlos seis veces seor, y adems le haba deseado buenas noches y que durmiera bien, y le haba deslizado discretamente un minipaquete de galletas Jaffa. Lee Christmas dijo: Entonces es verd? Qu es verdad? pregunt Carlos con la boca llena de pan, queso y pepinillo. Que hay una ley pa los sucios ricos y otra pa los sucios pobres. Lo siento dijo Carlos, y le dio a Lee una galleta Jaffa. A las once, Radio Dos irrumpi en la celda y llen su reducido espacio. Carlos y Lee se taparon los odos para protegerse del volumen ensordecedor. Carlos oprimi el timbre repetidamente, pero nadie acudi, ni siquiera el deferente polica a retirar la bandeja. Por la mirilla de la puerta, Lee bram: Bajad eso! Pudieron or a otros reclusos que vociferaban pidiendo clemencia. Esto es tortura! exclam Carlos mientras sonaba Shrimp Boats Are A Comin. Pero lo peor tena que llegar an. Una persona no identificada hizo girar el botn del volumen y la radio tron He's Got The Whole World In His Hands todava con ms fuerza, apoyada por un penetrante sonido esttico y por un ruido de fondo que podra haber sido una conferencia telefnica en serbocroata. Carlos se haba preguntado en alguna ocasin cmo soportara la tortura. Ahora lo saba. Sometido a cinco minutos de audicin de aquella radio, se derrumbara y entregara a sus propios hijos a las autoridades. Ensay el mtodo de dominar la materia con la mente y pas revista a los reyes y reinas de Inglaterra desde el ao 802: Egberto, Ethelwulfo, Ethelbaldo, Ethelberto,

Ethelredo, Alfredo el Grande, Eduardo el Viejo, Athelstan, Edmundo I, Edredo, Edwyno, Edgardo, Eduardo II el Mrtir, pero lo dej correr al llegar a sajones y daneses, incapaz de recordar si Haroldo Pie de Liebre rein solo o juntamente con Hardicanuto en 1037. Cuando lleg a la Casa de Plantagenet (Eduardo I el Patilargo) se rindi al sueo, preguntndose qu estatura habra tenido exactamente el Patilargo. Pero Shirley Bassey le despert con Diamantes para la Eternidad y continu su lista: Casa de Sajonia-Coburgo y Gotha (Eduardo VII), para repasar rpidamente la casa de Windsor (Jorge V, Eduardo VIII, Jorge VI, Isabel II) y encontrarse ante un espacio vaco. En algn momento del futuro, tras la muerte de su madre, debera haber estado l: cautivo en una prisin notablemente distinta. Mientras tanto, Lee Christmas dorma cogindose los hombros con su flacas manos, dobladas las rodillas contra su vientre cncavo, olvidada su humillacin. Su Renault en plena carretera, prstino, reluciente, una chica a su lado, la mano sobre el pomo fatal, a punto de cambiar de marcha. La Reina, acostada, estaba despierta, preocupada por su hijo. En cierta ocasin, involuntariamente, haba visto en la televisin un documental rodado en Bristol por la BBC 2 que trataba sobre el gamberrismo y el pandillaje (ella haba supuesto que tratara de animales salvajes). Un famoso especialista estableci una conexin entre carencia de atencin materna y violencia. Sera aquello la causa de que Carlos hubiera empezado a participar en rias callejeras? Era de ella la culpa? La Reina no fue en su momento partidaria de emprender aquellos viajes alrededor del mundo y dejar a Carlos en casa, no quera hacerlo, pero por entonces crea a sus consejeros cuando stos le aseguraban que el comercio exterior britnico se colapsara sin su soporte. Bien, el comercio exterior se colaps de todos modos, pensaba ahora amargamente. Lo mismo hubiera dado que se hubiese quedado en palacio con los perros y hubiese visto a Carlos un par de horas al da. Otro problema, adems, tena despierta a la Reina: estaba quedndose sin

dinero. Se supona que alguien del Departamento de Seguridad Social deba visitarla y entregarle un poco ms, pero no haba aparecido. Cmo iba ella a presentarse por la maana ante la Corte de Magistrados sin coche y sin dinero para tomar un taxi? Tras registrar los bolsillos de los pantalones de Felipe y no encontrar nada, haba acudido a sus familiares solicitando que le prestaran diez libras. Pero la Reina Madre no consigui localizar su bolso. La princesa Margarita fingi no estar en casa, pese a que la Reina distingui perfectamente su sombra detrs del vidrio translcido de la puerta de entrada, y Diana se haba gastado su paga inicial de emergencia en pintura y, al parecer, en un aparato de vdeo. La Reina no alcanzaba a comprender adnde haba ido a parar todo su dinero. Cmo se administraba una? Encendi la luz de la cabecera de su cama y, provista de lpiz y papel, trat de sumar sus gastos desde que se haba trasladado a Hell Close. No pas de: Sr. Spiggy: 50 libras, porque la luz se apag. El contador de la electricidad necesitaba nuevos refuerzos, pero dado que no tena con qu reforzarlo, la Reina se resign a la oscuridad. La voz de Crawfie le dijo: Vamos, Lilibet, ponte sombrero, abrigo y guantes, vamos a viajar en el metro. Ella, Margarita y Crawfie haban, en efecto, hecho una vez un viaje desde Piccadilly Circus a Tottenham Court Road, haciendo transbordo en Leicester Square. Haba sido muy emocionante que las luces del vagn se apagaran en varias ocasiones a lo largo del trayecto. Ella inform de esto a sus padres presentndolo como la parte ms excitante de la excursin, pero sus padres no compartieron su placer. Para ellos, la oscuridad representaba peligro, y a Crawfie se le prohibi repetir el experimento de llevar a las princesitas al mundo real de las personas imperfectas, que llevaban ropas deslustradas y hablaban otro idioma. 12 12

1 Impertinencias

La Reina contempl a su hijo en el banquillo de los acusados y record la ltima vez que le haba visto detrs de unas rejas. Las rejas eran entonces las de su parque o corralito, en el ala reservada a los nios en el Palacio de Buckingham. Diana, sentada a su lado, estrujaba un pauelo hmedo. Tena los ojos y la nariz enrojecidos. Por qu haba olvidado encargar a un abogado que fuera a hablar con Carlos en el puesto de polica? Cmo poda una cosa tan importante haber escapado de su memoria? Era enteramente suya la culpa de que Carlos estuviese ahora representado por el abogado del turno de oficio, Oliver Meredith Lebutt, un tipo pelirrojo, de aspecto indecoroso y dedos teidos de nicotina, que padeca un defecto de locucin. A la Reina la haba repelido de inmediato. Carlos salud con la mano y sonri a su esposa y a su madre al descubrirlas en la galera del pblico, y fue reprendido por el presidente del tribunal, un inflexible sindicalista llamado Tony Wrigglesworth. Esto no es un carnaval, seor Teck. La Reina aguz los odos. Teck? Por qu utilizaba Carlos el apellido de soltera de su bisabuela? Gracias a Dios que Felipe haba rehusado levantarse de la cama y acudir a la Corte de Magistrados. Caba en lo posible que le hubiera matado. Diana devolvi la sonrisa a su marido, que tena un buen aspecto. La barba de dos das le daba la fabulosa apariencia desaseada del hombre curtido en las peleas callejeras. Ella le gui un ojo y l se lo gui a ella, cosa que provoc una nueva reprimenda de Tony Wrigglesworth: Seor Teck, usted no es un actor cmico como Rowan Atkinson, as que, por favor, abstngase de obsequiarnos con contorsiones faciales. Risas aduladoras se extendieron por la corte. Sin embargo, no alcanzaron el escao de la prensa, debido a que la prensa estaba ausente. Las calles en torno a la sala de justicia se haban cerrado al trnsito, tanto rodado como peatonal, y, en particular, al personal de los medios de comunicacin.

Hubo una agitacin repentina cuando Beverley Threadgold subi por las escaleras desde las celdas situadas abajo y se reuni con Carlos en el banquillo. Beverley estaba esposada a una mujer polica. Carlos, que continuaba de pie, se volvi a Beverley y le ofreci una silla. Tony Wrigglesworth aporre la mesa y exclam: Teck, usted no es un vendedor de muebles! Permanezca en pie, seora Threadgold! El tercer prisionero fue conducido al banquillo: Violet Toby, plida y envejecida sin su habitual maquillaje. Tony Threadgold y Wilf Toby dedicaron a sus esposas sendas inclinaciones de cabeza, demasiado intimidados por Tony Wrigglesworth para permitirse un gesto ms amistoso. La vista comenz. La fiscal de la Corona, una mujer joven y regordeta, de aire caciquil, llamada Susan Bell, expuso los hechos al tribunal. La Reina, que haba sido testigo de los acontecimientos descritos en trminos tan dramticos por la seora Bell, estaba horrorizada. Simplemente, no eran ciertos. El agente Ludlow fue llamado a declarar y no cont ms que mentiras, proclamando que haba sido agredido salvajemente por Carlos, Beverley y Violet. No, l no poda explicar las razones de semejante agresin. Quiz fue fruto de la influencia de la televisin. El inspector Holyland respald el relato de Ludlow calificando el supuesto ataque contra Ludlow de una orga de violencia, capitaneada por el hombre, Teck, a quien se haba odo gritar: "Matad a ese cerdo!". Tony Wrigglesworth intervino: Y no haba ningn cerdo en la inmediata vecindad, ningn cerdo de cuatro patas? No, seor, a mi entender, la frase de Teck, Matad a ese cerdo, significaba que estaba alentando a sus cmplices a asesinar al agente Ludlow. La Reina dijo en voz alta: Disparates. Wrigglesworth le replic inmediatamente:

Seora, esto no es una funcin de teatro experimental. Aqu no propiciamos la participacin del pblico. Oliver Meredith Lebutt ces de explorar la cera de sus conductos auditivos y se llev a los labios un dedo para indicar a la Reina que deba guardar silencio. La Reina estaba agobiada por enrgicos impulsos de clera y aversin, pero call y se limit a mirar ceudamente hacia la mesa donde Tony Wrigglesworth conferenciaba con sus compaeros del tribunal, uno de los cuales era una mujer con un bloque de carne por cuerpo, vestida de sarga, y el otro un hombrecillo nervioso que luca un traje que no poda sentarle peor. La audiencia prosigui, los rayos del sol penetraron en la sala y el tro del banquillo recibi su luz desde atrs, lo que dio a los tres procesados la apariencia de ngeles bajando del cielo. Oliver Meredith Lebutt se levant torpemente, dej caer sus papeles y, con su voz aguda y ceceante, procedi a dirigirse a sus clientes confundiendo sus nombres, se hizo un lo con las evidencias y, en general, adopt respecto al tribunal una actitud de claro antagonismo. Fue para todos una sorpresa que, tras un breve receso, Tony Wrigglesworth anunciase que los tres acusados seran juzgados por el Tribunal de la Corona, pero se les conceda libertad bajo fianza si atendan determinadas condiciones. Oliver Meredith Lebutt dio unos puetazos triunfales al aire, como si acabase de obtener en Old Bailey una gran victoria. Mir en derredor esperando las felicitaciones, pero en vista de que nadie acuda recogi de nuevo sus papeles y sali con paso torpe de la sala para galantear a Susan Bell, la fiscal, de quien estaba en camino de enamorarse. Carlos insisti en quedarse para presenciar el siguiente caso. Lee Christmas fue condenado a dos meses de prisin por el robo de un pomo de plstico negro. Antes de bajar a iniciar el cumplimiento de su sentencia grit: Dile a mam que no se preocupe, Carlos! Tony Wrigglesworth declar inmediatamente que aquel tribunal no era un

servicio de mensajera. Cuando, recin salidos del juzgado, caminaban a lo largo de la calle, anormalmente tranquila, Tony Threadgold sugiri que deberan tomar una taza de t como celebracin en los Bristish Home Stores antes de abordar el autobs de regreso a Hell Close. La Reina se sinti notablemente solitaria al ver que, frente a ella, las tres parejas entraban en el caf. Wilf apoyaba una mano en el hombro de Violet, Tony y Beverley se haban cogido de la mano y Diana arrimaba la cabeza al hombro de Carlos. La nica compaa que tena la Reina era su bolso de piel autntica. Haba supuesto que la aparicin pblica de tres miembros de la ex familia real causara sensacin en aquel caf atestado de gente, pero, aparte de algunas miradas curiosas ante la apariencia desaliada de Carlos y las gafas Ray Ban de Diana, por el hecho de usarlas en abril, nadie les prest especial atencin. Haba bastantes mujeres de la edad de la Reina sentadas en las mesas de formica, la mayora de ellas con pauelos en la cabeza y luciendo broches en chaquetas y abrigos. La Reina dijo: Mucho me temo que no llevo dinero para pagar el t. No hay problema dijo Tony, y despus de encomendar a los dems que buscaran mesa se sum a la cola del mostrador de autoservicio. Volvi con siete tazas de t y siete rosquillas. Tone, eres adorable le dijo Beverley, lo eres de verd. La Reina estuvo totalmente de acuerdo. Tena un hambre voraz. Mordi con ansia la rosquilla y sta desprendi unas gotas de mermelada que salpicaron su abrigo de casimir. Violet le tendi una servilleta de papel y dijo: !Eh!, aqu, Liz, toma, pa que te limpies. Y la Reina, en lugar de ofenderse por el exceso de familiaridad, dio las gracias a Violet, tom la servilleta y con ella se restreg el abrigo. 13 13

1 Marcas en la frente

Cuando regres a Hell Close, Carlos fue directamente a ver a la seora Christmas para transmitirle el mensaje de su hijo. Encontr la casa en pleno alboroto. El seor y la seora Christmas estaban en mitad de una violenta trifulca con sus seis hijos adolescentes: el motivo pareca ser la desaparicin del dinero del alquiler. La seora Christmas tena a uno de los hijos retenido por el cuello en una llave de judo. El seor Christmas blanda contra los otros un utensilio de mondar patatas. El hijo que haba franqueado a Carlos la entrada se reintegr a la disputa, como si no hubiera salido de sta, proclamando su inocencia a voz en grito. Bueno, pues no he so yo! Lo nico que s precis la seora Christmas es que he dejao el dinero del alquiler debajo del rel, y ya no est. El seor Christmas agit el mondador de patatas hacia sus hijos y dijo: Y uno de vosotros, bastardos, lo ti que ten. Los hijos callaron. Dos de ellos lucan ya marcas en la frente, resultado de la accin del aparato de mondar patatas. Incluso Carlos not que el corazn le lata con fuerza, y l no tena ciertamente el dinero del alquiler. El seor Christmas comenz a merodear por la sala de estar y, al mismo tiempo, a hablar como si estuviera impartiendo una leccin a un puado de estudiantes universitarios particularmente lerdos. Vamos a v, yo s que no soy un ngel. De hecho, soy un ladrn, pa qu voy a negarlo. Y hasta ahora os he dao a tos coma y ropas y zapatos, o no? N les ha faltao corrobor lealmente la seora Christmas. Han teno siempre t lo que han quero, padre. Solt el cuello de su hijo y ste cay al suelo y huy de ella gateando, convulsionado por un acceso de nuseas. El seor Christmas prosigui su leccin:

M bien, as que me salt las leyes del pas, pero nunca me he saltao otra ley ms importante, que es la de que uno no debe cagarse nunca en el jardn de uno. O sea, uno no roba a sus vecinos, y uno no roba nunca a su propia familia. El seor Christmas mir a sus hijos, uno tras otro, profundamente conmovido por su propia oratoria y con los ojos hmedos de lgrimas. S que las cosas han so duras desde que me ech a perder la espalda. La seora Christmas defendi ferozmente a su marido: Cmo pensis que va a seguir robando si ti que llev cors? Carlos empezaba a comprender al seor Christmas, un infortunado congnere que padeca de la espalda y se vea privado de su medio de vida. Se aclar la garganta. La familia Christmas se volvi hacia l, esperando que hablase. Carlos tartamude: As, seor Christmas, a qu achaca usted el deterioro de la moralidad de las clases criminales? El seor Christmas no entendi la pregunta, por lo cual opt por agitar vagamente el mondador de patatas hacia la ventana de la sala de estar y la calle que haba al otro lado. La sociedad! exclam Carlos, excitado. S, coincido plenamente con usted. El colapso del nivel educativo y, eso..., la disparidad entre ricos y pobres... Un camin de mudanzas de grandes dimensiones desfil lentamente frente a la ventana de los Christmas e intercept la luz. Se detuvo ante la puerta siguiente. Carlos mir al exterior y vio que su hermana estaba al volante. La seora Christmas corri a mirarse al espejo que haba en la repisa y se apresur a atusarse los lnguidos rizos del cabello. Arroj su delantal a un rincn y cambi sus zapatillas por unas sandalias blancas de tacn alto. Luego se situ frente a sus seis hijos y su marido, y pregunt: Bien, qu vai a dec cuando os presenten a ella? Siete sonoras voces recitaron al unsono: Hola, su alteza re, bienvena a Hell Close.

S, s susurr la seora Christmas. Estoy orgullosa de vosotros. Oh, seora Christmas, temo que tengo malas noticias. A Lee le han condenado a dos meses dijo Carlos. La seora Christmas suspir y dijo a su esposo: Tendr que comerte t su chuleta, entonces. Podr con tr? El seor Christmas asegur a su esposa que la chuleta de Lee no se perdera. Luego salieron todos en tropel de la casa y se pararon ante la puerta, que tena la pintura descascarillada, para presenciar cmo Carlos daba a su hermana la bienvenida a Hell Close. Pues vaya dijo Ana. Esto es un condenado agujero. T ests horrible. Qu representan esos mamarrachos de la puerta? Son tus vecinos. Cristo! Parecen los Munster. No son monstruos, Ana, son... Munster, ya sabes..., de la tele. Yo no veo... Cmo est mam? Ana baj la rampa de la trasera del camin y sus hijos, Pedro y Zara, salieron haciendo eses, con aspecto plido y enfermizo. Ana les recrimin: Ya os dije bien claro, maldita sea, que no os gustara ir ah detrs, pero no habis querido escucharme, verdad? Lanz a Pedro las llaves del nmero siete de Hell Close y le orden que abriera la puerta. Orden a Zara que se llevara al perro a dar una vuelta y a Carlos que empezase a vaciar el camin. A grandes zancadas rode la cabina del vehculo, despert al conductor, que ocupaba el asiento del pasajero, y a continuacin acudi a presentarse a la familia Christmas. Para asombro suyo, la mujer Munster y los varones Munster dijeron, con voces Munster: Hola, su alteza re, bienvena a Hell Close.

Ella estrech ocho manos y respondi: Mi nombre es Ana. Querran llamarme as, por favor? La seora Christmas prcticamente desfalleci de placer y se desplom en una reverencia, doblando sus gruesas rodillas e inclinando la cabeza, pero cuando se enderez despus de postrarse ante la princesa se qued de piedra al descubrir que la princesa le haca una reverencia a ella, a Winnie Christmas. No supo de qu manera interpretarlo, absolutamente confusa. Qu significaba? Acaso que le tomaba el pelo? Pero no. La princesa pareca completamente seria. Muy seria. Como si Winnie valiese tanto como ella vala. La Reina sali presurosamente a la calle en cuanto oy que Ana haba llegado. Se arroj a los brazos de su hija con inslita pasin. Estoy tan, tan contenta de verte! dijo. Carlos permaneca a un lado. Se senta intil y estpido. Haba algo en Ana que le haca siempre sentirse..., busc a tientas la palabra..., ridculo? No. Incapaz? S, ms o menos... A diferencia de l, su hermana desdeaba lo especulativo, prefera dar soluciones prcticas y realistas a los problemas cotidianos. En tiempos pretritos se haba burlado abiertamente de sus intentos de encontrarle sentido al mundo, y ahora su presencia acentuaba su sensacin de soledad. Dnde encontrara l un alma gemela en Hell Close? La casa de Ana apenas se diferenciaba del resto de las viviendas de Hell Close, pero, como estaba situada en una esquina, tena un jardn sorprendentemente grande, que estaba lleno de zarzas. La casa en s era sucia, hmeda, fra y angosta, a pesar de lo cual la princesa se declar satisfecha de ella. Es un techo sobre la cabeza de una dijo. Mejor que ser llevada al paredn y fusilada. Los hermanos Christmas, Craig, Wayne, Darren, Barry, Mario y Englebert, fueron encargados de vaciar el camin. La seora Christmas envi al seor Christmas a la tienda a comprar un paquete de Flash y un cubo de fregar de

plstico. Mientras l cumpla su misin, ella y Ana barrieron de los suelos los excrementos de rata. Pedro y Zara fueron conducidos a la casa de al lado para que se distrajeran ante el enorme televisor de los Christmas. Cuando entraron en la sala de estar, no pudieron evitar que sus narices se fruncieran. El gato de la familia, Sonny, descansaba en una caja de cartn sobre un jersey de acrlico. Era negro, viejo y padeca de incontinencia, pero, como la seora Christmas explic a los nios: No voy a abandonarle, pobrecico. Qu importa que huela un poco mal?. Se acerc a Sonny y acarici su sarnosa cabeza. T quis mor en tu hog, verd? Los nios recobraron buena parte de su alegra. La familia Christmas era horrorosamente vulgar, pero por lo menos le gustaban los animales, as que no poda ser mala del todo. Aquella maana, ambos haban presenciado cmo su madre lloraba al despedirse de sus caballos. Trataron de consolarla, pero ella les haba apartado, se haba secado los ojos y les haba dicho: Siempre es un error encariarse demasiado con los animales de una. Zara se apret la nariz y se agach junto a la caja de Sonny. Arregl y atus el jersey empapado de orines mientras Pedro recorra haciendo zapping treinta y seis canales de televisin por cable. Sonny pestaeaba con sus moribundos ojos a cada cambio de canal. Poda oler ratas y ratones, pero no tena energas suficientes para levantarse de la caja y cumplir con su deber. Entretanto, los ratones retozaban en las cavidades de la cerca divisoria de las dos casas, a la espera de que los comestibles de Ana hubieran sido desembalados y colocados en la despensa. Spiggy se present con la esperanza de trinchar las alfombras de Ana. Pero sus habilidades no eran necesarias: a diferencia de los dems, Ana se haba tomado en serio las medidas facilitadas por Jack Barker. Sus alfombras y mobiliario eran modestos, lo mismo en gusto que en tamao. La seora

Christmas, que haba esperado un lujo que sobrepasara sus ms locos sueos, sufri un amargo desengao. Dnde estaban las vajillas de oro y plata? Las cortinas de terciopelo? Las butacas tapizadas de seda? Las soberbias camas con sus colchas de brocado? Y dnde estaban todos aquellos fantsticos vestidos de noche y sus correspondientes tiaras? El guardarropa de Ana estaba lleno de pantalones y jeans y chaquetas color cieno de charca. La seora Christmas se sinti defraudada. Lo que quiero dec es confi ms tarde al seor Christmas, mientras mondaba cinco kilos de patatas para la cena, pa qu sirve la familia re si va a s como la gente corriente? Y yo que s dijo el seor Christmas. Estaba ocupado distribuyendo diecinueve chuletas de cordero encima de una asquerosa parrilla. Pero sos ya no son la familia re, es lo que hay, a v si te enteras.

De la casa de al lado lleg un estrpito como de alguien que golpease unas tuberas: la ex princesa real instalaba su lavadora valindose de la caja de herramientas de Tony Threadgold y el manual Hgalo usted mismo publicado por el Reader's Digest. 14 14

1 La jaura

Harris corra tan deprisa que pens que le estallaran los pulmones y el corazn. Por delante de l estaba la jaura: el lder, Rey, un pastor alemn; Raver, el lder adjunto; Kylie, la perra de la jaura; y Lovejoy, Mick y Duffy, perros corrientes de baja categora como l. Rey se par y orin contra la pared del Centro Comunitario, los dems se sentaron un rato hasta que Harris se les uni. Luego, tras una breve pelea simulada, reanudaron la marcha en direccin al campo de juegos. Harris corra al lado de Duffy, cuya madre era una kerry blue terrier y cuyo

padre era desconocido. Duffy era un buen camorrista, Harris le haba visto en accin. Rey condujo la jaura a travs de la calle, obligando a un furgn de Comida Sobre Ruedas a frenar con un agudo chirrido. Harris sigui; le haban enseado a sentarse en el bordillo, pero saba que si ahora haca tal cosa perdera ante la jaura toda credibilidad. Los perros de pelo en pecho no miran a derecha e izquierda. Desde la seguridad de la acera, se volvi y ense los dientes a la conductora del furgn, una mujer de mediana edad y aire bondadoso, que se haba quedado plida. Acto seguido, Raver ladr y de nuevo emprendieron la marcha, corriendo en direccin al rea de juegos infantiles, con sus equipamientos destrozados y el suelo de cemento cubierto de cristales rotos y envoltorios de golosinas diversas. Lovejoy, el labrador mentecato, y Mick, el galgo bastardo, olfatearon en derredor de Kylie, quien acudi a Rey en busca de proteccin. Mick mordi el rabo de Lovejoy y ste le devolvi el mordisco, y enseguida ambos perros rodaron revolcndose sobre el csped en un perverso baile de gruidos. Harris confi en que no tendra que tomar partido. Careca de experiencia en la especialidad de lucha callejera. Haba pasado la mayor parte de su vida retenido por una correa. Comprendi, mientras observaba a Rey y Raver unirse a la trifulca, que hasta entonces la suya haba sido una existencia extremadamente resguardada. Luego, aunque Harris fue incapaz de descubrir el motivo, la pelea ces y cada perro se sent a lamerse las heridas. Harris se tendi sobre el csped junto a Kylie, que era una perra realmente bonita: una collie mestiza de color de miel. Ciertamente, habra mejorado con un poco ms de acicalamiento, porque rea el pelo empastado de barro. Pero su proximidad excitaba igualmente a Harris. Nunca, anteriormente, se le haba permitido procrear con nadie de su eleccin. Todas sus relaciones previas las haba concertado la Reina por l. Era hora de poner unas gotas de aventura romntica en su vida, pens. Se acercaba algo ms a Kylie, prudentemente, cuando Rey se levant y

enderez las orejas y fij la mirada en el extremo opuesto del campo de juegos, donde un perro desconocido era visible en la distancia. Harris, sin embargo, reconoci al intruso inmediatamente. Se trataba de Susan, su hermanastra, que correteaba unos metros por delante de Philomena Toussaint y la Reina Madre, quienes paseaban cogidas del brazo disfrutando del sol primaveral. A Harris nunca le haba gustado Susan. Era una esnob, y por otra parte l senta celos de su vestuario elegante. Miradla ahora, luciendo su abrigo de cuadros escoceses. Qu cosa rara pareca? Harris vio la ocasin de mejorar su posicin en la jaura y abandon la formacin y ech a correr hacia Susan ladrando furiosamente. Susan dio media vuelta, escondi el rabo entre las patas y se precipit hacia el amparo de la Reina Madre, pero no era competencia para Harris, quien la alcanz enseguida y le mordi con fuerza el hocico. La Reina Madre peg a Harris con el bastn que utilizaba para pasear. Harris! eres un perrito horrible! grit. Cuando Harris ya retroceda, Philomena arroj una piedrecita que le acert detrs de la oreja izquierda, pero el dolor no le import en absoluto. Mereca la pena, a cambio de recibir las felicitaciones de la jaura. Harris fue, efectivamente, promocionado, y se le permiti correr detrs de Raver cuando dejaron el campo de juegos y tomaron el camino de los cubos de basura de la freidura, que a veces contena deliciosos desperdicios de pescado. Cuando Harris regres a casa aquella noche, ya tarde, apestando a pescado podrido, cubierto de barro y con sangre seca detrs de una oreja, la Reina dijo: No eres ms que un gamberro maloliente, Harris! Harris pens: Eh!, no tengo por qu aguantar esto, ahora soy el nmero tres en la jaura, nena. Se acerc con desenvoltura a la cocina esperando ver su comida en la escudilla, pero su escudilla estaba vaca. La Reina lo cogi en brazos y lo llev escaleras arriba hasta el cuarto de bao. Cerr la puerta, abri los grifos de la baera, verti en sta lo que quedaba de su Crabtree y de la locin de bao Evelyn, esper a que hubiese en la baera agua suficiente y a

continuacin arroj al furibundo Harris a las espumeantes burbujas. En el cuarto de bao de la casa vecina, Beverley Threadgold dijo a su marido: Tony, qu le estar haciendo a ese pobre perro? Cargndoselo, espero dijo Tony. Harris haba adoptado como retrete el jardn trasero de los Threadgold. De ts modos dijo Beverley, de pie en la baera, desnuda y adorable, ya es hora de irse a la cama. 15 15

1 Sola en la noche

El da siguiente, por la tarde, la Reina pas por encima de la cerca rota y llam al timbre de la puerta de los Threadgold. Unas cuantas notas de Te Sientes Sola en la Noche? campanillearon en el interior de la casa. Beverley abri vestida con un pijama de terciopelo de imitacin, color borgoa, con puos elsticos blancos en muecas y tobillos. Estaba descalza y la Reina observ que las uas de sus pies tenan un curioso color amarillo como de atrofia. La Reina le tendi un billete de cinco libras. Le devuelvo el dinero que su esposo tuvo la amabilidad de prestarme para el autobs y el contador del gas. Entre dijo Beverley, y condujo a la Reina a travs del recibidor hasta la pequea cocina. Era la primera vez que la Reina visitaba su casa. Se vea a Elvis Presley por todas partes: en fotografas, en las paredes, en los platos, tazas y bandejas de una alacena. En la mantelera de t puesta a secar en un tendedero. En un delantal colgado detrs de la puerta. Las cortinas de la cocina mostraban su rostro. Bajo los pies de la Reina, la estera lo exhiba en su famosa postura marcando pelvis.

Tony Threadgold aplast su cigarrillo en el ojo izquierdo de Elvis y se levant cuando le Reina entraba. Ella le entreg el billete de cinco libras, diciendo: Se lo agradezco muchsimo, seor Threadgold. Mi madre ha encontrado por fin su bolso en el horno de la cocina. Tony retir una pila de calzoncillos Elvis de un taburete y rog a la Reina que se sentara. Beverley llen de agua la tetera Presley. Veo que son fans de Elvis Presley dijo la Reina. Los Threadgold confesaron que, efectivamente, lo eran. Cuando el t estuvo listo, pasaron a la sala de estar y a la Reina le fueron presentadas las piezas ms preciosas de la coleccin presleyana. Sin embargo, lo que atrajo la mirada de la Reina fue una extravagante pintura al leo de dos nios, que apareca colgada sobre la chimenea. La Reina pregunt quines eran. Hubo una breve pero perceptible pausa, y luego dijo Tony: Son Vernon y Lisa, nuestros hijos. Pensamos que vala la pena ten su retrato, as, pintao. En aos venideros ser una reliquia. La Reina se sorprendi: haba dado por sentado que los Threadgold no tenan hijos. As lo dijo. Beverley respondi: Pu s, tenemos hijos, pero nos los han quitao. Quin? pregunt la Reina. Los servicios sociales dijo Tony. Ya va pa dieciocho meses. l y Beverley, uno junto a otro, miraron los bellos rostros pintados de sus hijos. La Reina no quiso insistir en sus preguntas y ellos no ofrecieron voluntariamente ms informacin, de modo que, finalmente, la Reina les dio las gracias por el t y les dese buenas noches. Tony la acompa a la puerta y aguard en el umbral hasta que ella lleg sana y salva a la entrada de su casa. Cuando tena en la mano la llave para entrar, la Reina le dijo a travs de la cerca: Estoy segura de que la seora Threadgold y usted eran unos padres excelentes. Gracias dijo Tony, y cerr la puerta y fue a confortar a su esposa.

La Reina subi al piso de arriba y abri unos centmetros la puerta del dormitorio para fisgar en el interior. Su marido estaba tendido de costado, de cara a ella. Sus ojos la miraron con tal expresin de desdicha que ella se acerc a |a cama y tom entre las suyas su sucia mano. Felipe, qu te ocurre? Lo he perdido todo dijo l. Qu sentido tiene seguir viviendo? Qu es lo que echas de menos en particular, querido mo? La Reina acarici la mejilla sin afeitar de su esposo. Qu viejo parece hoy, pens. Echo de menos hasta la ltima condenada cosa: el calor del hogar, la suavidad, las comodidades, la belleza, los coches, los carruajes, los criados, la comida, el espacio. En este espantoso atad que llaman casa no puedo ni respirar. Echo de menos mi oficina y el tren real y el avin y el Britannia. No me gusta la gente de Hell Close, Lilibet. Es fea. No sabe hablar con propiedad. Apesta. Me atemoriza. Me niego a mezclarme con ella. Me quedar en cama hasta que muera. La Reina pens: Habla como un nio y dijo: Voy a calentar una lata de sopa, te apetece un poco? Felipe gimote: No tengo hambre! Volvi la espalda a su esposa, y sta, en silencio, abandon el dormitorio y baj a la cocina a prepararse la cena. Mientras, de pie, remova su sopa de pollo Baxter, oy a travs de la pared medianera el sonido desgarrador de los sollozos de Beverley Threadgold. La Reina se mordi el labio, pero una solitaria lgrima de compasin se escurri por su cara y cay en el perol. Se apresur a diluir en la sopa aquella evidencia de su falta de autocontrol. Por lo menos no necesitar aadir sal, se dijo. Y adems no haba testigos. Harris araaba la puerta de la cocina, hambriento despus de una carrera de ms de once kilmetros con la jaura. La Reina no haba podido permitirse el lujo de comprar comida de perro, por lo cual se limit a verter un poco de sopa en la escudilla de Harris y romper en pedazos una rebanada de pan duro para darle mayor consistencia.

Harris lo contempl con disgusto. Bien, qu estaba pasando all? Su vida social haba mejorado, pero la comida se haba convertido en una burla. Una burla! La Reina dijo: Maana te comprar unos huesos, Harris, te lo prometo. Ahora cmete la sopa y el pan y yo me comer la ma. Harris la mir con una malevolencia que la Reina jams haba visto en l. Grua desde el fondo de la garganta, sus ojos eran dos rendijas, enseaba los dientes y avanzaba hacia los frgiles tobillos de la Reina. Ella le dio un puntapi antes de que l pudiese soltarle un mordisco. Harris se retir tras la puerta de la cocina. Tu comportamiento es intolerable, Harris. De ahora en adelante te prohbo que te mezcles con esos pavorosos mestizos. Para ti son una influencia psima. Eras un perrito tan encantador! Harris frunci el labio como un adolescente hosco. No, l nunca haba sido un perrito encantador. Los lacayos le odiaban, mientras que, por su parte, se haba divertido atormentndolos, enmaraando su correa, orinando en los pasillos y volcando el cuenco de su agua de beber. Pero stos eran delitos menores comparados con su solapada costumbre de lanzar bocados a todo tobillo vulnerable. Harris haba explotado su posicin de favorito de la Reina. Haba transcurrido un perodo en el que no le fue posible obrar mal. Hasta aquella noche. Decidi que sera una buena poltica quedarse en casa por unos das, pedir perdn a la Reina, ser realmente un perrito encantador. Sali de detrs de la puerta y empez a lamer educadamente la sopa. 16 16

1 Leslie entra en escena

A primera hora de la maana siguiente, Marilyn, esposa por acuerdo mutuo del encarcelado Les, dio a luz su primer hijo. Violet Toby actu de comadrona. Se reclam su presencia en cuanto Marilyn rompi

aguas. Marilyn no se haba propuesto tener un parto casero. Prevea concretamente pasar unos das en el Hospital de Maternidad, pero la ambulancia, errneamente dirigida por el ordenador, perdi su ruta en el laberinto de Flowers Estate. Cuando Violet se percat de que la llegada del beb era inminente, mir por la ventana de la sala de estar de Marilyn para ver quin quedaba an en Hell Close. Descubri una hendidura de luz entre las cortinas de terciopelo de la Reina. En consecuencia, Violet tranquiliz a Marilyn, que lloraba de dolor, dicindole que iba en busca de ayuda, y corri a la calle y llam a la puerta de la Reina. La Reina mir entre las cortinas y vio a Violet Toby ante la entrada de su casa, vestida con una bata de color vino y calzada con aquellos zapatos de lona de suela de goma que cierta gente llamaba playeras. La Reina estaba haciendo un puzzle y en aquel momento sostena entre los dedos un fragmento de nube de Balmoral. Cuando se dispona a responder a la llamada a su puerta vio a qu lugar corresponda la pieza y, antes de moverse, la coloc en su sitio. Necesito ayuda dijo Violet, jadeando pese a lo corta que haba sido su carrera. El beb de Marilyn ya viene y en la casa no hay nadie m que un chico memo. La Reina se excus con que ella no tena experiencia en tcnicas de parto, dijo que sera intil, que slo estorbara. Pero Violet insisti, y la Reina la sigui a regaadientes calle abajo y hasta la sala de estar de Marilyn. El chico memo, un adolescente hijo de Les de una relacin anterior, se inclinaba sobre Marilyn con un pao de cocina hmedo, un pedazo de tela viscoso y grisceo tomado sin aclarar del fregadero de la cocina. Te he dicho una toalla de la cara, atontao le increp Violet, y le envi al cuarto de bao del piso de arriba, gritndole cuando ya estaba en la escalera : Y busca unas sbanas limpias! No hay sbanas limpias! replic l desde el piso. Marilyn se contorsionaba sobre el mugriento sof, semicubierto de

vestimentas diversas que esperaban que les llegase un da la hora de la colada. Violet apart las apestosas ropas a un lado, coloc a Marilyn boca arriba y le quit las bragas. La Reina haba visto suficientes pelculas del Oeste para saber que se necesitara agua caliente, y parti en busca de una tetera y una palangana limpia. La cocina era espectacularmente esculida. Est claro que, quienquiera que fuese la persona encargada de cuidar de la casa, llevaba sin hacerlo un tiempo considerable. La Reina no se atrevi a tocar ninguno de los objetos que se hallaban a la vista, rebozados como estaban en grasa y polvo. Las suelas de los zapatos se le pegaban a las inmundas baldosas del suelo. Tetera, al parecer, no exista ninguna; slo una cacerola ennegrecida era visible sobre los fogones encostrados de grasa. Cuando ya haba dado media vuelta, resuelta a retirarse, atrajo su mirada una llamativa nota de color. Encima de un anaquel, demasiado arriba para que lo hubiese alcanzado la mugre, alguien haba depositado un lote de tres camisitas de beb: amarilla, turquesa y verde. La Reina se puso de puntillas, y, con esfuerzo, alcanz las prendas y las baj. Por alguna razn, aquellas camisitas le hicieron sentir un nudo en la garganta. Me marcho a casa anunci. No me deje sola ahora suplic Violet, estar aqu de un momento a otro. Marilyn chillaba en cada contraccin: Que venga Les! Que venga Les! Volver enseguida prometi la Reina. Regres apresuradamente a su casa y reuni sbanas de lino, toallas, fundas de almohada, una tetera de plata, tazas y platos, t y leche, un gran cuenco de porcelana del siglo xv y ropas de beb que haban pertenecido antao a su bisabuela, la reina Victoria. Las haba trado consigo del Palacio de Buckingham. Saba que Diana estaba ilusionada por tener una hija.

Felipe se agit mientras ella se afanaba con estrpito por el dormitorio, buscando en las cajas de cartn ropas infantiles. Qu esculido parece, pens la Reina, y tuvo un destello de comprensin sobre cun fcil era hundirse en semejante estado y cun difcil debera ser salir de l.

Juntas, ella y Violet desnudaron y lavaron a Marilyn, la vistieron con uno de los camisones de la propia Reina, cubrieron el sof de lino blanco y se prepararon para la llegada del beb. El cuenco de porcelana fue llenado de agua hirviente, la canastilla del beb fue colocada cerca de la estufa de gas para mantenerla clida, y al adolescente atontado se le orden preparar el t; utilizando las tazas y platos Doulton de la Reina, por supuesto. Rompe alguna pieza y yo te romper el maldito cuello amenaz Violet al taciturno muchacho. La Reina comenz a llenar una caja de cartn vaca con las toallas y fundas de almohada que haba trado. Es como jugar a muecas otra vez confi a Violet. Me estoy divirtiendo. Tendremos que limpi este pozo de mierda en cuanto se lleven a Marilyn pal hospital. La pobre ta podr decir que la hemos ayudao a sal del apuro. Lavao sus cosas, trao ropa pal beb, limpiao t. Me parece que est demasiado deprimida para manejarse sola, no cree? dijo la Reina. Conozco a alguien en una situacin similar. Voy a escrib a mi diputao en el Parlamento sobre esa conden ambulancia declar Violet, tras investigar si ya era visible la cabeza del beb. Me enterar de quin es y le escribir. Esto es odioso, y yo demasiao vieja pa tanto fregao. Pese a su protesta, sin embargo, sus manos se movan con firmeza cuando manipulaba el cuerpo de Marilyn, y la Reina qued impresionada por la facilidad con que la parturienta segua las instrucciones de Violet cuando sta

le indicaba el momento de empujar y el de distenderse. Estudi usted para enfermera, Violet? pregunt la Reina, mientras esterilizaba las tijeras en la llama de la estufa de gas. Quia, en nuestra familia nadie estudi pa n. A m me aceptaron pa una beca, pero no haba manera de ir a la escuela. Violet ri al recordarlo. Ni pens en el uniforme, y adem lo primero era llev dinero a casa. Qu injusticia dijo la Reina. Marilyn grit: Oh, Violet, es horrible, qu dao, qu dao! Violet le frot suavemente la cara con una toallita blanca como la nieve, que tena bordado un anagrama. Luego escudri entre sus muslos y dijo: Ya veo la cabeza, pronto estar aqu, pronto tendrs al cro en tus brazos. Leslie Kerry Violet Isabel Monk naci a las dos y diez de la madrugada. Pesaba dos kilos y cuatrocientos cuarenta gramos. Poco m que una bolsa de patatas dijo Violet, dispuesta ya a cortar el cordn umbilical. La Reina estaba embelesada ante el beb, que descansaba sobre el vientre de Marilyn como una piedrecilla rosada en una playa blanca. Violet pidi que envolviera a la recin nacida y le lavase la cara. Cuando esto estuvo hecho, la nia entreabri los prpados y mir a la Reina con ojos color zafiro, ojos como los zafiros del broche que sus padres le regalaron a ella cuando naci Carlos. La Reina entreg la nia a Marilyn, que balbuceaba de dicha, agradecida porque el dolor hubiera terminado y su beb no fuera deforme ni nada pareci. El adolescente bobo recibi un aluvin de elogios extravagantes porque haba preparado ms t sin que nadie se lo pidiera. Leslie fue depositada en su cuna, que era otra caja de cartn, en tanto que las mujeres sorban aquel lquido de color ambiguo. El chico memo abri la puerta y tres nios pequeos, vestidos con desaliadas camisetas y calzoncillos de una apariencia similar, le siguieron al interior de la habitacin.

Quieren ver al beb dijo el chico. Tus gritos los han despertao. Es una nia comunic Marilyn a sus hijastros naturales. La llamar Leslie por vuestro padre. La Reina les lav a todos caras y manos. A continuacin se les permiti, por turnos, sostener al beb. Por ltimo, la misma Reina se los llev escaleras arriba y los acost cubiertos por las radas ropas de la cama doble que compartan. En el rellano de la escalera vio su propio retrato: una pgina arrancada de un peridico y pegada a la pared con cinta adhesiva de los adornos o los regalos de Navidad. La fotografa la mostraba en la plenitud de sus galas reales: disponindose a abrir el Parlamento. La Reina efectu un rpido recorrido por los dormitorios y el cuarto de bao. El hedor de la pobreza y la desesperanza invadi su nariz y su boca y se adhiri a sus ropas como una pelcula repugnante. Confo en que una terminar por acostumbrarse al olor al cabo de un tiempo, pens la Reina al retornar a la planta baja para abrir la puerta al conductor de la ambulancia, que haba encontrado al fin Hell Close y se deshaca en excusas. Marilyn y Leslie fueron instaladas en una camilla e introducidas en la ambulancia. Marilyn transportaba en el regazo la canastilla de la reina Victoria, dentro de una bolsa de los almacenes Woolworth. Ay de ti si te atreves a salir de casa dijo Violet al adolescente memo, que planeaba hacer precisamente aquello. N de escaparse a una de esas fiestas del cido y dej solos a los pequeos, entendi? Daremos una vuelta por la maana pa asegurarnos de que ests. El chico asinti sin entusiasmo y se dirigi hacia su propia catica cama. Violet envolvi la placenta en papel de peridico como un carnicero eficiente envolvera un pedido importante de hgado de buey. A continuacin, con aire ceremonial, ella y la Reina se encaminaron al jardn trasero donde encendieron una pequea hoguera, a la que incorporaron el envoltorio. Se quedaron

mirando el fuego y conversando apaciblemente hasta que las llamas consumieron por completo la placenta. La Reina raras veces se haba sentido tan prxima a alguien. Haba algo en el resplandor de la lumbre que invitaba a intercambiar confidencias. Violet era vulgar y tena para las ropas de vestir un gusto que causaba consternacin, pero haba en ella una fuerza interior que la Reina admiraba, envidiaba incluso. Las dos mujeres hablaron de la angustia que sus respectivos hijos les haban causado. La Reina confes a Violet que, desde su traslado a Hell Close, no haba sabido absolutamente nada de sus hijos Andrs y Eduardo, que estaban, ambos, fuera del pas. Me preocupan muchsimo dijo. Egostas, abusones! resopl Violet. Buena prisa se dan en volv cuando necesitan algo. Yo pensaba dijo la Reina que cuando tuvieran dieciocho aos me los quitara, si no de las manos, por lo menos s de la mente. Esa lotera no toca nunca replic Violet. La Reina y Violet atizaron las brasas hasta que el fuego se apag. Los sueos, sueos son, pens la Reina. Cuando regres al hogar dej vagar la mirada en torno, contemplando lo limpia y aseada que estaba su casita, y agradeci su comodidad. Y si algn da me encuentro gravemente incapacitada pens, Violet Toby me ayudar a superar el mal paso. La Reina se fue a dormir y so que condecoraba a Violet con la Orden del Imperio Britnico por Servicios a la Humanidad. 17 17

1 El portafolios vaco

La Reina coma sus hojuelas de maz frente al televisor. Una de las hojuelas

cay de su boca y aterriz sobre la alfombra. Harris la lami inmediatamente. La Reina dijo: En menudo desastre me estoy convirtiendo, Harris. Tena fija la atencin en el vociferante enfrentamiento que haba estallado en los estudios de televisin. Jack Barker y la (habitualmente genial) presentadora del programa discutan en torno a la salud de la libra esterlina. La presentadora dijo: Pero, seor Barker, la libra est desesperadamente dbil. Sufri una terrible cada la pasada noche. Le miraba con ojos duros y penetrantes. Realmente pens la Reina, hace que suene como si la libra hubiera intentado suicidarse saltando desde la azotea de un rascacielos. Jack replic con una sonrisa tranquilizadora: Gracias a las medidas que hemos tomado, sin embargo, la libra se est ahora recuperando y se espera que se sostenga por s sola. La Reina imagin a la libra languideciendo en una cama de hospital, conectada a monitores y goteadores, rodeada por mdicos y no menos ansiosos asesores financieros. La presentadora mir a la cmara y dijo: Y pasamos a ofrecerles el tiempo. La Reina fue a la cocina a lavar el tazn y la cuchara. Aquella maana, pocas horas despus, hubo en la calle una violenta trifulca entre Violet Toby y Beverley Threadgold. Beverley quera saber por qu no la haban despertado para oficiar en el parto de su hermana. Entre las dos mujeres se intercambiaron horribles e hirientes palabras. Violet acusaba a Beverley de haber desatendido a Marilyn durante el curso de su embarazo. Cundo has estao por ltima vez en esa apestosa casa de tu hermana? exclam Violet.

La Reina, apostada detrs de la puerta cerrada de su casa escuchaba la discusin. Las dos antagonistas vociferaban desde sus puertas respectivas. No era difcil or lo que decan, ambas se expresaban con voz estridente cuando estaban excitadas. Los vecinos de Hell Close salieron de sus hogares para disfrutar del espectculo de la confrontacin: no era frecuente presenciar una competicin de gritos en primavera. La poca tradicional para ello eran las largas vacaciones de verano, cuando los das eran calurosos y los nios se caan y las madres, irritadas, anhelaban la llegada del primer da del curso escolar. Con alarma capt la Reina la mencin de su nombre. Beverley gritaba: T slo queras llevar all a la Reina! Violet grit a su vez: Yo no soy una creda! La avis a ella porque estaba despierta y no se asusta. No como t, Beverley Threadgold, que no pus soport ver sangre! La Reina se apart de la puerta, porque no deseaba or ms referencias a su persona. Era verdad, tena un dominio inflexible de s misma. Acaso ira a la tumba sin haber experimentado un solo colapso emocional? Era mejor para una aferrarse a los dictados de la educacin que una haba recibido: las buenas maneras, el control y la autodisciplina, o comportarse conforme a los sentimientos de una y gritar en la calle como una bruja loca? En cierta ocasin, cuando tena trece aos, se le haba escapado un eructo en una cena ofrecida al embajador de Hungra; un eructo audible, que fue diplomticamente ignorado por el resto de los distinguidos comensales. Ella, ms tarde, haba restado importancia al eructo ante Crawfie, diciendo: Ah, bueno, es mejor fuera que dentro. Crawfie le dijo: No, no, no, Lilibet, siempre es mejor, siempre es mucho mejor dentro que fuera. Qu sentira una si abriese la boca y gritara? Tras reflexionar un brevsimo instante, la Reina lanz un gritito a ttulo experimental. Son a sus odos como

una bisagra falta de aceite. Volvi a intentarlo: Aaaaarj!. Bastante satisfactorio. Y una vez ms: Aaaaaaaarjj!. Su garganta se abri generosamente y la Reina percibi cmo el grito parta de sus pulmones, desbordaba su trquea e inundaba su boca como el rugido de un len britnico. El alarido despert a Felipe, provoc que un cierto nmero de personas acudiese corriendo a la puerta de la Reina. Indujo a Harris a aplastarse contra el suelo y agachar las orejas, mientras los pjaros huan del jardn de la casa aleteando despavoridos y las lombrices penetraban ms profundamente en la tierra. Asimismo, el grito desvi la atencin general de la pendencia que se desarrollaba en la calle, y el hombre del Departamento de Seguridad Social hizo una pausa antes de abrir la cancela del jardn de la Reina y adentrarse en el sendero. Qu demonios estara pasando ahora? Significaba aquello que alguien quera asesinar a la Reina? Llevara l entre sus papeles el impreso adecuado para efectuar la demanda de entierro? La Reina abri la puerta de su casa y asegur a sus vecinos que estaba perfectamente bien. Por descuido haba pisado una chincheta cada en el suelo y se la haba clavado en el pie. Todos los ojos miraron abajo. La Reina calzaba unas robustas botas Wellington. El hombre del Departamento de Seguridad Social se abri paso entre el escptico grupo y se dio a conocer: Soy David Dorkin, del Departamento de Seguridad Social. He venido a arreglar la cuestin de sus prestaciones. La Reina lo introdujo en la sala de estar y le invit a sentarse en el sof napolenico, no sin aconsejarle que evitase la juntura donde se haban clavado los clavos largos. Dorkin abri su portafolios metlico y comenz a sacar impresos y a colocarlos en la tapa. Estaba nervioso: quin no lo habra estado? No consegua encontrar su bolgrafo, visto lo cual la Reina fue a su escritorio y le entreg una pesada estilogrfica de oro cuyo valor duplicaba su salario anual. Dorkin dijo: No puedo usar una pluma estilogrfica!

Haba quitado a la pluma la caperuza y descubierto las incrustaciones de pequeas piedras preciosas en torno a la base de la plumilla. Era demasiada responsabilidad, pens. Qu ocurrira si por azar la estropeaba? Poda haber una fortsima reclamacin por parte de la compaa aseguradora. Devolvi la pluma a la Reina, respir profundamente, rebusc en su anorak marrn claro y por fin localiz el bolgrafo: con l en la mano se senta ms seguro de s mismo. Rechaz cortsmente una taza de caf. Preferira que su esposo estuviera presente en esta entrevista dijo. Mi esposo est indispuesto se excus la Reina. Lo ha estado desde que nos mudamos. Desde su reubicacin indic Dorkin. Desde que nos mudamos repiti la Reina. El bolgrafo corra sobre la pgina del cuaderno de notas de Dorkin. Y cul es la presente condicin en lo que concierne a sus finanzas personales? No tenemos ni un penique. Me he visto forzada a pedirle prestado a mi madre; pero ahora mi madre se ha quedado tambin sin nada. Como toda mi familia. He tenido que recurrir a la caridad de los vecinos. Pero no puedo continuar hacindolo. Mis vecinos son... La Reina dej la frase en suspenso. De condicin econmica muy baja? apunt Dorkin. No, son pobres dijo la Reina. A ellos, como a m, les falta dinero. Le agradecera, en consecuencia, seor Dorkin, que me facilitara algn recurso..., hoy mismo, por favor. No tengo nada que comer, nada con que calentar la casa, y cuando se corte la electricidad no tendr ni luz. Cuando su solicitud haya sido procesada y aprobada recibir usted un giro postal anunci Dorkin. Dado que era viernes, la Reina haba esperado que aquel joven de prominente nuez de Adn sencillamente sacara de su portafolios unos cuantos billetes de banco y se los entregara. Toda su familia haba incurrido en el

mismo malentendido, razn por la cual haban gastado durante la semana con tanto abandono. Una vez ms trat ella de explicar a Dorkin que necesitaba el dinero inmediatamente: no haba nada en el frigorfico, las alacenas estaban vacas. En aquel preciso momento, el prncipe Felipe entr en la habitacin arrastrando los pies y anunci entre gemidos que no haba podido desayunar, pregunt si alguien saba dnde estaban sus lentes de contacto y se quej del fro. Dorkin se qued pasmado ante la desintegracin de Felipe: visto en la televisin antes de las elecciones, aparentaba ser un hombre vigoroso, inmaculadamente vestido, con una saludable complexin rosada y un porte arrogante. A duras penas pudo Dorkin soportar ahora la visin de la ruina humana que tena delante. Era como si uno encontrara a su propio padre tirado borracho en una cuneta. La Reina apacigu a Felipe con la promesa de una taza de caf, le condujo al pie de las escaleras y le conmin a que volviese a la cama. Cuando regres a la sala de estar, vio que David Dorkin haba comenzado a rellenar un impreso. Se trataba quiz de la antes mencionada solicitud? Si lo era, haba que formalizarla enseguida. Felipe y Harris necesitaban con urgencia comer alguna cosa. Ella siempre haba tenido poco apetito; se las arreglara de un modo u otro. Pero el hombre y el perro eran seres desvalidos que dependan enteramente de su habilidad para encontrar el rumbo debido sobre las lbregas aguas del Departamento de Seguridad Social. Cumplimentado el impreso, la Reina pregunt cundo recibira la prestacin. Tericamente tardar una semana, aunque estamos faltos de personal la voz de Dorkin se fue apagando, as que... As qu? Podr tardar un poco ms; quiz nueve, diez das. Y cmo vamos a pasar diez das sin comer? dijo la Reina al joven funcionario. A no ser que se hayan propuesto dejarnos morir de hambre...

Dorkin admiti de mala gana que dejar morir de hambre a la gente no era parte de la poltica oficial. Aadi: Existe una cosa llamada Subsidio de Emergencia. Y cmo consigue una el Subsidio de Emergencia? pregunt la Reina. Debe usted ir a las oficinas del Departamento de Seguridad Social. En persona dijo l. Pero, no obstante, le dijo que la cola ya estara rebasando la puerta, ante lo cual la Reina se puso inmediatamente el abrigo. Simplemente no poda seguir viviendo a costa de los vecinos. Se cubri la cabeza con un pauelo. Como no tena dinero, le tocara ir a pie hasta el centro de la poblacin. 18 18

1 Los jugadores

Fitzroy Toussaint se sorprendi de que su madre no estuviera en casa. La visitaba siempre los viernes a la una de la tarde y sola encontrarla en el umbral de la puerta, esperndole, hiciera el tiempo que hiciese. Entr en la vivienda de la que tena llave. Fitzroy se alegraba de no verse obligado ya a vivir en Hell Close. En cuanto dispuso de un mnimo de recursos escap de aquel infierno y se fue a vivir a los barrios residenciales. Cristo, qu fro haca! Pas a la cocina. Bien, por lo menos su madre tena comida abundante: los anaqueles de su alta alacena estaban satisfactoriamente provistos. Entonces, por qu estaba ella tan delgada? Se consuma a ojos vistas, sus brazos y piernas eran como bastones, no, como varillas. El interior de la casa apareca como de costumbre inmaculado, la bayeta de cocina doblada en cuadro sobre el escurridor. Fitzroy se asom al dormitorio y vio qu la cama estaba hecha y que su madre haba comenzado a tricotar los regalos de Navidad para sus nietos. Esto le complaci: significaba que su artritis no haba, por lo menos, empeorado. Momentos despus, cuando lleg a la sala de

estar, descubri una nota encajada en el marco del espejo que haba en la pared, sobre la estufa apagada. Fitzroy, estoy en la casa de al lado, con la Reina Madre. Psate, se lo he preguntao y no le molesta. La puerta de la Reina Madre estaba slo entornada. Fitzroy la empuj y fue acogido por una bocanada de aire caliente. Esper y oy la voz de su madre, que se elevaba con indignacin contando una de sus historias de familia. Aquella mujer era perversa, se lo aseguro, escapar y abandonar a sus hijos... Oy asimismo la voz de la Reina Madre que intentaba, y al final consegua, intercalar su propio relato: Tambin Wallis Simpson era perversa, estoy convencida. Nunca le perdonar lo que le hizo al pobre David. Fue para todos nosotros una poca horrible. Abdicacin! Qu vergenza. l saba de sobra que mi esposo, Jorge, no quera ser rey: quin habra querido serlo con una tartamudez como la suya? Todos aquellos discursos... Fueron una tortura, tanto para l como para m. Fitzroy escuch cmo la aguda voz de su madre se superpona a la de la Reina Madre: Y no le digo n de esa otra malvada, mi ta Matilda! Esa mujer, vaya, andaba loca por la beba, loca. Mire, si se fija bien ver que ti una botella en la mano. Fitzroy llam con los nudillos a la puerta de la sala de estar, entr y encontr a las dos ancianas damas hojeando cada una su propio lbum de fotografas familiares; ambas demasiado viejas para preocuparse de lo que pensaran de ellas los dems, ambas deleitndose en ventilar los secretos de sus respectivas familias. Fitzroy percibi la expresin de placer de su madre cuando le vio. Tambin percibi el leve parpadeo de miedo de la Reina Madre. Pens que entraba a robar? No contaban para nada su elegante traje y la cartera de ejecutivo que

llevaba bajo el brazo? Hola, mam dijo. Apenas le sorprendi que las dos mujeres respondieran a la vez: Hola, Fitzroy. Su madre le bombarde a preguntas, como siempre. Cmo se senta del pecho? Continuaba trabajando tanto? Se cocinaba l mismo las comidas? Tena noticias de Troy? Por qu se haba afeitado el bigote? El tiempo haba refrescado, llevaba camiseta? Haba visitado la tumba de Jethroe? Le apeteca beber algo caliente? La Reina Madre insisti en que tomaran el t con ella. Se levant del asiento con gran dificultad, segn observ Fitzroy. l le ofreci la mano y ella se apoy pesadamente contra l. Sintese, muj! exclam Philomena. Charle un rato con mi hijo. Yo no soy tan vieja como ust. Yo preparar el t. Entr en la cocina pisando fuerte, como si estuviera en su propia casa. La Reina Madre se sent y pregunt a Fitzroy si le interesaban los caballos. Fitzroy pens si aquella pregunta no sera una trampa. Haba prometido a su madre que no jugara nunca: el da que cumpli dieciocho aos ella le hizo jurar sobre la Biblia que jams pondra los pies en el despacho de un corredor de apuestas. Haba mantenido su juramento. Cuando cumpli veintin aos haba abierto una cuenta telefnica con Jack Johnson, que s era corredor; pero Jack le ingresaba directamente las ganancias en su cuenta bancaria y l, lo mismo que la Reina Madre, no haba efectivamente pisado nunca el interior de un despacho de aquel gnero. Fitzroy se acerc ms a la Reina Madre y baj la voz: S, me interesan. Los conoce al detalle? Al detalle. Quin mont el caballo de mi nieto, Sea Swell? Fitzroy respondi

enseguida: Nick Gaselee, en el Trofeo Memorial Duque de Gloucester. El prncipe Carlos lleg el cuarto. S, yo perd veinticinco libras. La Reina Madre extrajo de su corpio un billete de veinticinco libras que haba estado ocultando a su hija y se lo entreg a Fitzroy. Sea Mist, en Kempton Park, a las dos dijo, con la mirada fija en la puerta de la cocina. Ganador? Oh, s, no fallar. La pista es blanda, le gusta blanda. Fitzroy sac del bolsillo interior de su chaqueta Paul Smith un telfono mvil. Oprimi los botones adecuados y coloc la apuesta de la Reina Madre; luego, slo por un impulso amistoso, apost por su cuenta veinticinco libras ms a Sea Mist. La dama y l estuvieron contndose mutuamente ancdotas de juego hasta que Philomena entr con la bandeja del t, y a continuacin hablaron del trabajo de Fitzroy. ste era un contable especializado en insolvencias, que en aquellos momentos estaba conduciendo una cadena de tiendas de calzado hacia un apacible final. Prometi a la Reina Madre conseguirle un par de zapatillas caseras de brocado, muy cmodas; con descuento, naturalmente. A las dos y cuarto son el telfono de Fitzroy. Philomena estaba en la cocina, lavando algo con un ruido considerable. S? dijo l, mirando a la Reina Madre. Demasi! Ha ganao usted un porrn. Los ojos de la Reina Madre brillaron llenos de codicia. Perfecto murmur. Nectarine, Kempton Park, a las dos y media. Veinte libras, ganador y colocado. Retras su regreso a la oficina, pero Fitzroy esper hasta las dos treinta y cinco, cuando el telfono volvi a sonar. Esta vez su madre estaba presente, por lo cual lo nico que hizo fue mostrarle a la Reina Madre el dedo pulgar sealando hacia abajo. Ella comprendi al instante.

Philomena recogi su lbum de fotografas y orden a la Reina Madre que diera unas cabezadas. Tambin ella misma estaba cansada y necesitaba dormir. Fitzroy acompa a su madre hasta la puerta de la casa de sta y le entreg una bolsa de plstico llena de monedas de cincuenta peniques. Para el contador de gas dijo. salas. Se dirigi hacia su Ford Sierra con un perceptible suplemento de agilidad en el paso, contento de sus ganancias y complacido de que su madre tuviese una amiga. To, aquello le quitaba de encima un gran peso. Oprimi un botn de su llavero y un misterioso proceso electrnico hizo que los cuatro seguros de las puertas del coche saltaran al unsono. Se despidi agitando la mano a las dos damas, que le respondieron desde sus respectivas ventanas delanteras, e hizo marcha atrs hasta la barrera que cerraba la calle. No le gustaba encontrarse de frente con la polica. No le haba gustado nunca. 19 19

1 Un largo paseo

Harris jugaba en la calle con la jaura. La Reina estaba llamndole desde la puerta de su casa, pero l se negaba a acudir; finalmente, ella resolvi seguirle a la calle y continu voceando su nombre con enojo. Una banda de chiquillos se sum a la caza. Menudo racimo de zarrapastrosos eran, pens la Reina. Luego observ que, mezclados con ellos, como animales salvajes, estaban sus propios nietos, Guillermo y Enrique. Harris interrumpi su carrera para esconderse debajo de los restos chamuscados de un Renault abandonado al borde de la acera. La Reina le incit a salir de su refugio tentndole con un polo de menta que haba encontrado en un bolsillo de su chaquetn de tela encerada, y cuando lo consigui le dio una tunda con la correa. Pero fue una tunda benigna.

Harris se dej amarrar y la Reina emprendi la excursin de cinco kilmetros en direccin al centro. Cuando se acercaba a la barrera vio que el agente Ludlow estaba de servicio y que en aquel momento verificaba la documentacin de un negro muy guapo y elegantemente vestido que conduca un Ford Sierra. Despus de que el coche hubiera salido, marcha atrs y rpidamente, de Hell Close, la Reina se acerc a Ludlow y exigi saber por qu haba contado unas mentiras tan repugnantes ante la justicia. El agente Ludlow haba esperado con pavor aquel momento. Llevaba tres noches sin dormir a gusto: la sensacin de culpabilidad le mantuvo en vela. Haba escuchado su radio-reloj hasta la madrugada, especialmente los noticiarios, tratando de borrar el recuerdo del crimen que haba cometido. El perjurio era un delito grave: poda costarle su empleo. Era improbable, pero hoy en da uno nunca saba lo que iba a pasar. El inspector Holyland le haba aleccionado sobre lo que deba decir y l lo haba dicho palabra por palabra. No haba esperado que le creyesen. Matad a ese cerdo! Dio por sentado que tanto los magistrados como el resto de los presentes en la sala estallaran en carcajadas ante la idea de que el prncipe de Gales hubiese pronunciado aquellas sainetescas y gastadas palabras, pero l vesta de uniforme, representaba la Ley, el Orden y la Verdad, y encima el inspector Holyland le haba respaldado, pese a que no estuvo en el escenario de los hechos en el momento crtico. La Reina insisti: Por qu cont usted aquellas mentiras sobre mi hijo? Tales fueron los hechos segn yo los vi entonces aleg Ludlow. Harris le olfateaba el borde inferior de los pantalones. Ludlow movi los pies e interpretndolo como un gesto agresivo, hinc los dientes en el calcetn policial reglamentario y perfor la piel que haba debajo. En opinin de Ludlow la Reina invirti un tiempo innecesariamente largo en apartar al animal de su tobillo izquierdo.

Hubo que rellenar un impreso antes de que a ella se la autorizara a salir de Hell Close:

Nombre: Isabel Windsor Direccin: Hell Close, 9 Hora: 14.45 Destino: Departamento de Seguridad Social de Middleton Sistema de transporte: A pie Hora estimada de regreso: 18.00

Ludlow levant la barrera y la Reina la atraves. La sigui una bestia bastarda, aunque mantenindose a distancia prudencial. No pensara ella en ir hasta el centro de la poblacin a pie? l llevaba precisamente zapatos nuevos: los pies le quedaran hechos trizas, y ya ahora haba tenido que protegrselos con emplastos anticallos. Estaba hasta las narices de vestir de paisano. Anhelaba el momento en que podra sentarse en su viejo coche. Se llamaba Colin Lightfoot y la misin que se le haba asignado era seguir en secreto a la Reina e informar posteriormente al inspector Holyland. La Reina disfrutaba bastante del paseo, pese a que habra preferido darlo por Holkham Beach, cerca de Sandringham, o abrindose camino entre los brezos de Balmoral. Pero por lo menos haba salido de Hell Close y haca un poco de ejercicio. por el contrario, lo encontr detestable. Los pavimentos eran demasiado duros para sus dedos y sus patitas cortas no conseguan acomodarse a las vigorosas zancadas de la Reina. Caminaban a lo largo de la carretera que conectaba Flowers Estate con la poblacin. La Reina conoca sta de otros tiempos, cuando inaugur all un hospital, visit una fbrica de gneros de punto y una central elctrica por la maana y, tras un almuerzo en el ayuntamiento, una institucin para ancianos turulatos por la tarde, donde sostuvo con los residentes conversaciones dolorosamente embarazosas. Un viejo babeante estaba convencido de que ella era su madre, de que vivan en 1941 y de que l serva an en el Cuerpo de Intendencia. En

el camino de regreso al tren real se haba detenido en una residencia para reclusos en libertad condicional, donde efectu un recorrido por los resplandecientes dormitorios y la recin pintada sala de ping-pong. A unos pocos reclusos presentables se les permiti mirar mientras la hija del director de Servicios Sociales le entregaba un manojo de flores silvestres. Ella se preguntaba ahora dnde habran escondido al resto de los reclusos, probablemente menos presentables. Comenz a llover: una regular y despiadada lmina de agua. La Reina se baj sobre la frente la punta del pauelo y aceler el paso. La bestia bastarda que la segua solt una retahla de juramentos y maldiciones y amenaz al cielo con el puo cerrado, mientras que, como mofndose de l, desfil por su lado un coche policial, cuyos uniformados ocupantes, en su clido y pulcro cubculo, conducan al seor Christmas al puesto de polica de la calle Tulip. La Reina consult su reloj y de nuevo aceler el paso. El seor Dorkin le haba dicho que las oficinas cerraban a las cinco y media. Ella haba anotado la direccin en una hoja de papel, que ahora sac, doblada, de su bolsillo. Las nicas palabras legibles eran Oficina del Departamento de Seguridad Social. La direccin en s era absolutamente indescifrable, porque la lluvia se haba colado en el bolsillo y emborronado todo lo dems. Harris ajustaba su paso al cada vez ms acelerado de la Reina, pero al cabo de unos minutos tuvo suficiente y rehus continuar. Saba que debera llevar puesto su impermeable. No en vano se haba sentado debajo del perchero del recibidor; haba ladrado e indicado que le gustara que le enfundaran en su abriguito, pero ella tena demasiada prisa para fijarse en l. Oh, s, ahora no dispona ni de un minuto para darle de comer y decirle que era su favorito. Y qu significaba toda aquella violencia fsica? Una paliza al da..., por lo menos. Si ella no se andaba con cuidado..., l conoca la existencia de la Asociacin de Defensa de los Derechos de los Animales. Y otra cosa: estaba lleno de pulgas. La Reina tir con fuerza de la trailla de pero ste se neg a moverse. Intent

llevrselo a rastras, pero l se sent y apalanc las patas. Un sujeto enlodado y empapado por la lluvia, que pasaba en aquel momento, dijo: A ese perro va a despellejarle el culo. La Reina replic: Toda la piel le arrancar si no se mueve. Empuj a Harris con el pie y l lanz un aullido como si estuviera en la agona y se tir al suelo patas arriba fingindose muerto. Por una rendija de separacin entre sus prpados observ cmo la Reina se agachaba sobre l, los ojos nublados por la ansiedad y el sentimiento de culpa. Not que le levantaba del suelo y le acunaba en sus brazos. La excursin continu, siempre por la misma carretera, hacia la ciudad, cuyas calles no haban sido precisamente pavimentadas con oro (ms bien estaban sin pavimentar). El ayuntamiento inverta todo su dinero en la compra de una zona de ms de cuatrocientas hectreas, arrasadas por el viento, situada en las afueras de la poblacin, donde proyectaba construir un parque temtico: un zoo sin animales. En lugar del barullo, los malos olores y la necesidad de alimentar animales salvajes autnticos, una empresa privada haba persuadido al ayuntamiento de que levantase una serie de grandes edificios sin ventanas. En su interior, la imaginera electrnica y unos refinados sistemas de sonido ofreceran una rplica de los continentes del globo y de sus animales autctonos. Era realidad virtual a enorme escala. Millones de turistas de ojos atnitos procedentes de toda Gran Bretaa se esperaba que visitaran aquel ventoso recinto. Para acogerlos se iba a edificar un hotel de quinientas camas. Las estrechas carreteras secundarias que conducan al lugar seran ensanchadas un poco. Los promotores haban confiado en que el prncipe Felipe (en su condicin de presidente del Fondo Mundial para la Defensa de la Naturaleza ms que en su otro y bien conocido papel de exterminador de aves y pequeos animales), inaugurara para ellos el zoo electrnico. Cuando la Reina lleg al centro de la poblacin se sent a descansar en un banco y coloc a Harris a sus pies. l levant la pata y orin en un cubo de

basura lleno a rebosar. La Reina evoc mentalmente las cataratas del Nigara, el flujo de las cuales, a diferencia del de poda ser cortado a voluntad. Haba un hombre sentado junto a la Reina. Tena la nariz en carne viva, recientemente fracturada. Beba de una botella de color marrn. Despus de cada trago se pasaba una mano sucia por la boca, como para ocultar la evidencia. Sus zapatos eran del estilo usado por los directores de bandas de msica ingleses en la poca de entreguerras. Hacia aquellos zapatos se encamin la orina de y el hombre recogi los pies sobre el banco en un decoroso movimiento similar al de una chica jovencita que esquiva una araa que corretea por el suelo. La Reina se excus por el comportamiento de Harris. Oh, el perrito no pu remediarlo dijo el hombre, con la voz enronquecida por los gritos que haba proferido de madrugada. Y las cosas claras, seora, es demasiao chico pa subirse al asiento de un retrete. El hombre ri de su propio chiste hasta sofocarse, y cuando vio que la Reina no rea le dio un codazo y dijo: Ah, vamos, moza, sultese un poco. Pone ust una cara como un domingo de lluvia en Aberdeen. La Reina mostr un instante los dientes y el hombre se pacific. Sabe ust a quin se parece? continu. Se lo digo. Se parece a esa mujer que imita a la Reina. Seguro, seguro, es ust igual que ella... Cmo se llama? Ya sabe de quin hablo, no? Se parece m a ella de lo que ella se parece. Seguro. Seguro. Podra usted ganar un pastn. Debera hacerlo, vaya si debera. Debera hacerlo. Sabe por quin me han tomado a m? La Reina escudri su cara arruinada y surcada de venas, sus ojos de un color de puesta de sol tropical, su cabello enmaraado, sus dientes teidos de cardenillo. Adelante, adivnelo, por quin me toman?

Simplemente no puedo imaginarlo dijo la Reina, volviendo la cabeza para eludir el hedor a sidra de su aliento. Ji, ji, ji ri el hombre. Ji, ji, ji, eso ha estao pero que m requetebin. Ha sonao esatamente como ella. Sim-plemente no pue-do ima-ginarlo se burl. Esatamente como ella, esatamente como la Reina. Debera ust ir a los clus noturnos, vaya si debera. Sim-plemente no pue-do ima-ginar-lo. Su risa despert ecos por todo el centro de la poblacin. Se golpe los muslos con los puos. O sea, no va a decirme que el acento de ella es real. No lo es, qu va. No es real. Habla como un rob de la tele. Verd, seora? Verd? Claro que ahora ya nos la hemos quitao de encima. De buena nos hemos librao, digo yo. Brindar por eso. Brindar por eso. Quin manda ahora? Jack Barker dijo la Reina, procurando oscurecer su acento. Ji, ji, ji. Jek Barkerrr. Es ust genial, seora dijo el republicano. Vaya si lo es, vaya, vaya. Se levant y oscil delante de la Reina. Ella observ que no llevaba calcetines. El dobladillo de sus pantalones se haba soltado y lo arrastraba como unos flecos. Si alguna vez un reportero de una revista elegante llegara a preguntarle cmo elega diariamente su vestimenta, tendra que contarle con toda honestidad que por la maana se pona unas ropas determinadas y continuaba llevndolas da y noche hasta muchos meses despus, cuando se las quitaran unos hombres que usaban guantes de goma, mono y mascarilla. Vamos, a v yo a quin le recuerdo? El hombre adoptaba una postura que l deba considerar artstica: un dedo en la mejilla, la cabeza vuelta para exhibir el desmantelado perfil. La Reina sacudi la cabeza: no saba qu responder. El duque! grit el personaje. Vio que a la Reina no le resultaba familiar la referencia. El prncipe Felipe. Soy clavao a l; lo dice t el mundo, t el mundo. No se da cuenta? No lo ve? La Reina termin por admitir que quizs exista un ligero parecido. El hombre bebi de la botella hasta vaciarla, luego la sacudi y todava verti dos

gotas de un lquido oscuro en su boca abierta. Volvi a sacudirla, la invirti de nuevo sobre su boca, esper, se enfureci cuando comprob que no sala nada y golpe el gollete con los dientes. No tendra ust pal precio de una Big Mac, seora? pregunt. No dijo la Reina, tomando la botella y depositndola junto al cubo de basura. No tengo ni un penique. Ah, eso mesmo dicen todas, aunque no con tanta clase. La Reina le pregunt por el camino a seguir hasta las oficinas del Departamento de Seguridad Social. l se ofreci a acompaarla hasta la puerta, pero ella declin la oferta benignamente. Mientras esperaba que el hombrecito verde del semforo la autorizase a cruzar la calle oy gritar a su desastrado admirador: Jeanette Charles! sa es, sa es, sa es la que digo. Es ust clav. Una fortuna! Ganara una fortuna! La Reina se sum a la cola formada en el exterior de las oficinas del Departamento de Seguridad Social. Una jovencita vestida de manera totalmente olvidable le entreg un disco numerado: treinta y nueve. Ella se situ detrs del nmero treinta y ocho y pronto se le uni el cuarenta. Las personas de la cola que llevaban reloj consultaban la hora frecuentemente; quienes no lo llevaban la preguntaban a cada momento. El tiempo pas, invisible e invencible, mofndose de quienes esperaban fuera. Seran atendidos? Quedaban veinticinco minutos. La gente haca mentalmente clculos matemticos. Los nios pequeos resistan heroicamente, agarrados a la sillita de otros nios an ms pequeos. El trfico de la hora punta invadi convulsivamente la calzada a menos de un metro, enviando el humo de los tubos de escape directamente a los pulmones de los ocupantes de las sillitas. Harris tosi y tir de la correa. La cola fue arrastrndose hacia la entrada hasta que la Reina se encontr en un punto lo bastante prximo para que le fuera posible ver la gran sala donde

un reloj amenazador, de manecillas negras, le dijo que eran las cinco y doce minutos. Un beb comenz a llorar y le fue entregado un paquete de patatas chips sin abrir, para que lo chupase. No es bueno darle las chips de verd, tin sal y vinagre y qu s yo explic la joven madre. La sal y el vinagre no le gustan. La Reina asinti en silencio, poco dispuesta a abrir la boca y revelar su condicin social. Su acento demostraba ser un estorbo considerable. Debera tratar de modificarlo? Y su gramtica no era un inconveniente menor. Tendra que aprender a construir de otra manera las frases, alterar el orden de las partes de la oracin, cambiar los pronombres y los verbos, comerse aqu vocales, all consonantes? Era terriblemente difcil establecer en qu estrato se encontraba ahora: lo nico claro era que su nmero estaba entre el treinta y ocho y el cuarenta. A medida que las manecillas del reloj se acercaban a las cinco y treinta minutos empez a cundir el pnico en la cola y sta a ondularse hacia los mostradores, donde los demandantes estaban sentados y exponan sus respectivos casos a travs de unas rejillas abiertas en las lminas de cristal de seguridad. Palabras de splica, clera y desesperacin atravesaban las rejillas en una direccin, desde la parte del pblico a la de los funcionarios; en direccin opuesta pasaban las palabras que correspondan a regulaciones, explicaciones y rechazos. Un hombre se puso en pie y golpe la mampara. Necesito algn dinero, y ahora! grit. No puedo volver a casa sin dinero! No tenemos n! El funcionario continu sentado, impasible, y contempl cmo un guarda de seguridad se llevaba al hombre. Treinta y seis dijo el mismo funcionario. Treinta y siete dijo otro. Un tercero, del sexo femenino, abandon su puesto, recogi unos papeles, bolgrafo y lpiz, se colg el bolso del hombro y se dispuso a marcharse.

La Reina sali de su lugar en la cola y dijo a travs de la rejilla: Perdneme, pero, a qu hora terminan ustedes el trabajo? La funcionaria respondi a regaadientes: Cinco y media. Entonces le quedan todava cinco minutos dijo la Reina. Quiz su reloj adelante un poco. La mujer regres a su asiento y dijo: Treinta y ocho. La Reina, a su vez, regres a la cola, que pareca complacida por la pequea victoria. A espaldas de ella, el nmero cuarenta coment: Buena demostracin, seora. Se acerc ms y aadi con disimulo: Yo tuve el honor de servir en su regimiento, los Guardias Galeses. Particip en lo de las Malvinas, en Bluff Cove. Licenciamiento honroso. Nervios destrozados. Mal asunto dijo la Reina, que era ex coronel jefe de treinta y ocho regimientos y ex capitn general de otros siete. Un joven asitico de aspecto agradable llam su nmero. La Reina tena dos minutos para presentar su caso y retirarse con dinero para el autobs, para comprar comida y para introducir monedas en los contadores. Es imposible sonri el joven, despus de que ella hubiera contestado que no, no tena documentacin que demostrase quin era y dnde viva. Para conceder un subsidio de Emergencia necesitamos alguna prueba. Cartilla de pensionista? Factura del gas? La Reina explic que no haba recibido an su cartilla de pensionista. Llevaba en su actual residencia solamente cuatro das. Y dnde viva antes? pregunt el joven. En el Palacio de Buckingham. Oh, seguro! ri el funcionario, mirando el abrigo de la Reina sembrado de huellas de patas enfangadas, sus uas sucias, su cabello disperso y mojado. Qu cosas. Haba odo all historias de todos los colores. Podra

escribir un libro con ellas! Dos libros! Qu cosas. Y por qu razn viva usted en el Palacio de Buckingham? pregunt, alzando la voz para que sus colegas participasen en la diversin. Porque yo era la Reina dijo la Reina. El joven asitico oprimi un botn oculto bajo el mostrador y un guarda de seguridad tom del brazo a la Reina y la condujo, juntamente con al inclemente exterior. Ella se qued parada en la acera, sin saber qu hacer ni a quin pedir ayuda ni adnde ir. Se tante los bolsillos buscando una moneda para el telfono, aunque saba perfectamente que lo nico que haba en sus bolsillos era una porcin de papel higinico cortada de un rollo. Ignoraba que era posible efectuar una llamada a cobro revertido a travs de operadora. Era viernes, ltima hora de la tarde, y el Departamento de Seguridad Social estara dos das cerrado. Ellos tenan dinero, ella no. Arrastrando a Harris por la trailla, volvi a entrar corriendo en las oficinas. El personal llevaba ya puesto el abrigo. El reloj marcaba las cinco y veintinueve minutos y treinta segundos. Los ltimos demandantes eran sacados del local. La Reina observ que la nmero treinta y ocho llevaba en la mano un billete de cinco libras y hablaba a su beb: deca al nio que iba a comprar leche y pan y paales. El cuarenta se negaba a marcharse. Yo estuve en Bluff Cove! vociferaba. La Reina levant a Harris del suelo y se lo coloc bajo el brazo. Mi perro se muere de hambre anunci a la sala. La funcionaria nmero dos viva con su madre, tres perros y cinco gatos. Haba querido ser veterinaria, pero no consigui plaza en la facultad. Mir a Harris y lo vio yaciendo lnguidamente en brazos de la Reina como si estuviera en el ltimo peldao de la malnutricin. La funcionara volvi a sentarse en su puesto. Se desabroch el abrigo, cogi un bolgrafo e invit a la Reina a sentarse; y ante todo sermone a la Reina sobre la responsabilidad que implicaba tener un perro.

En realidad no debera usted tener perro, a no ser que est preparada para, bueno, tenerlo como es debido. Harris llorique lastimosamente y dej colgar las orejas. La funcionara continu su sermn: El pobre parece estar en condiciones psimas. Voy a darle a usted lo suficiente para un par de latas de comida de perro y unas tabletas reconstituyentes. Las Bob Martin son seguramente las mejores. La Reina tom el dinero, firm el recibo y sali de las oficinas. Dio gracias a Dios porque los ingleses fueran un pueblo amante de los perros. 20 20

1 Un paquete de huesos

La bestia bastarda la segua. Cuando la Reina sali de las oficinas, la bestia rez para que no se le ocurriese volver a casa andando: tena los pies como pedazos de carne cruda. No poda esperar ms a quitarse los zapatos. Mientras tanto, la Reina apretaba fuertemente en su mano tres monedas de una libra. Cunto valdra una barra de pan? Medio kilo de patatas? Un bote de caf? No tena la menor intencin de comprar comida de perro ni tabletas reconstituyentes para Crawfie acostumbraba hacer caldo cuando la Reina, de nia, estaba enferma. La Reina recordaba que en ello estaban involucrados huesos. Pas por delante de una carnicera. Un hombre con chaqueta blanca y delantal listado fregaba los estantes de la vitrina. Sobre el mostrador aparecan apilados unos ramilletes de perejil de plstico, en espera de volver a ser colocados en su sitio para embellecer los estantes. La Reina at a Harris fuera de la tienda y empuj la puerta para entrar. Ya hemos cerrado dijo el carnicero. Podra venderme unos huesos? le pregunt la Reina. He cerrado dijo l. La Reina suplic:

Por favor. Son para mi perro. El carnicero suspir, se dirigi al fondo del local y regres con una coleccin de horrendos huesos que arroj sobre la balanza. Treinta peniques dijo bruscamente. Envolvi descuidadamente los huesos en una hoja de papel. La Reina le entreg una moneda de una libra y l sac el cambio de una bolsa llena de monedas y se lo tendi sin una sonrisa. Podra darme una bolsa? pregunt la Reina. No, no por treinta peniques dijo el carnicero. Oh, bien, gracias y buenas tardes replic la Reina. No saba lo que podra costarle algn artilugio donde transportar sus compras. Pero no poda arriesgarse a gastar demasiado. Buenas tardes repiti deliberadamente. El carnicero le volvi la espalda y procedi a distribuir el perejil de plstico en los bordes de los estantes de la vitrina. La Reina dijo: Le he ofendido a usted de algn modo? Mire respondi el carnicero, ya tiene lo que corresponde a sus treinta peniques, limtese a cerrar la puerta al salir. Antes de que ella pudiese hacer lo que le indicaban, un hombre bien vestido entr en la tienda y dijo: Ya veo que ha cerrado, pero, podra usted venderme kilo y medio de filete de buey? El carnicero s sonri entonces. Ciertamente, seora; ser un segundo. La Reina recogi el paquete de huesos y se march. Mientras desataba a Harris mir a travs del escaparate y presenci cmo el carnicero cortaba gruesas lonchas de un gran trozo de carne de buey. Ahora era todo jovialidad. El olor de los huesos enloqueca a Daba salto tras salto intentando alcanzar

el paquete, que la Reina sostena con resolucin bajo el brazo. Cuando llegaron a la parada del autobs, ella arroj al suelo un pequeo cndilo y l lo atac ferozmente; retenindolo entre las patas delanteras procedi a arrancar los escasos jirones de carne entre guturales gruidos de glotonera. El hueso estaba completamente desnudo cuando apareci el autobs. El centro de la poblacin se hallaba casi desierto. La Reina pens con temor en el fin de semana que le esperaba. Cmo iba una a alimentarse, a alimentar al marido de una y al perro de una con dos libras y diez peniques, que era todo lo que le quedara despus de pagar el billete de autobs? Simplemente no poda recurrir a ms prstamos. Rezara para que su cartilla de pensionista llegara en el correo del da siguiente. Uno a Flowers Estate, por favor dijo la Reina. Deposit sesenta peniques en la cazoleta negra del conductor y esper el billete. El conductor dijo: Sern noventa. Medio billete por el perro. La Reina se horroriz. No es posible! Medio billete por el perro repiti el conductor. La Reina lanz a Harris una mirada envenenada. Con gusto le habra obligado a correr detrs del autobs. Durante todo el da no haba sido ms que un estorbo. Pese a ello, pag lo que le pedan y, siguiendo las instrucciones del conductor, se llev a Harris escaleras arriba hasta el piso superior. All cont y recont su dinero, pero el total fue cada vez el mismo: una libra y ochenta peniques. Cerr los ojos y suplic que ocurriera un milagro; de la variedad panes y peces, a ser posible.

La Reina se ape del autobs y se dirigi a Food-U-R, que era el supermercado donde el vecindario de Flowers Estate se abasteca. El gerente y propietario era Victor Berryman. Estaba plantado en la puerta, lo mismo para saludar a los clientes que para echar el ojo a los rateros.

Buenas tardes, seora. Se acomoda usted bien aqu? La Reina sonri y asinti. S, una va encontrando su camino. Eso es lo que me alegra or. Pero lamento lo de su esposo. Mi esposo? S, he odo decir que no est bien. No est bien? Alterado. Un poco ido de la cabeza. Est deprimido, ciertamente. S cmo se siente. Yo tuve una cadena entera de esto, sabe? Haba Food-U-R por todo el este de las Midlands. Anuncios en la tele. Las chicas del hula-hula? El paraso del comprador? Canturre la musiquilla del anuncio y balance sus abultadas caderas.

Food-U-R! El paraso del comprador! Food-U-R!

Intent que las chicas se adaptaran al tema digamos polinesio, ya sabe, faldas de paja, guirnaldas de flores, pero hubo quejas por todas partes. Mir con amargura hacia las cajas de la salida, donde dos mujeres regordetas de mediana edad pasaban los comestibles por delante de los lectores electrnicos. S, yo fui en otro tiempo el cabeza de una dinasta, as que s cmo se siente su marido cuando a uno se lo arrebatan todo. La Reina frunci el entrecejo. Mi marido no era el cabeza de la dinasta. La cabeza era yo. Victor Berryman extrajo una barrita de chocolate del bolsillo interior de la cazadora de un chico que sala del local, le dio un pescozn y lo expuls de un puntapi.

En todo caso, seora, si hay algo que yo pueda hacer por ayudar... dijo Victor, todava amenazando al chico con el puo. La Reina le explic que deseaba hacer un caldo. Un qu? inquiri Victor. Caldo, un cocido en puchero aclar ella. Tengo los huesos, qu otras cosas necesita una? Victor se qued desconcertado: la cocina era para l una fuente de misterio. Lo nico que saba era que en ella entraban ingredientes fros y sala comida caliente, a intervalos ms o menos regulares. Llam a una de las mujeres que trabajaban en las cajas de la salida. Seora Maundy, querra usted aconsejar a la seora? Yo la sustituir. La seora Maundy dedic a la Reina una media reverencia, le entreg una cesta de alambres y ambas pasearon arriba y abajo por los pasillos. La Reina compr una cebolla, dos zanahorias, un nabo, medio kilo de patatas, una pieza grande de pan, un bote de mermelada de fresa (pequeo) y dos cubitos Oxo. Victor Berryman pas los comestibles de la Reina por delante del ojo mgico. Una libra cincuenta y ocho anunci. Oh, vaya. La Reina mir la libra y ochenta peniques que tena en la mano. Tendr que dejar algo dijo. Necesito cincuenta peniques para el contador. Entre los dos resolvieron que si eliminaba una zanahoria y un cubito Oxo, y cambiaba la pieza de pan por otra ms pequea... La Reina abandon el establecimiento cargada con una bolsa de Food-U-R. Victor le sostuvo la puerta para que saliese y dijo que confiaba en volver a verla, quizs ella le recomendara a su familia y, si por azar tena en cualquier rincn algn sello herldico con el que no supiera qu hacer, l tendra sumo placer en estamparlo sobre la puerta de entrada. A la Reina le haban enseado a hacer preguntas, de modo que mientras desataba la trailla de Harris de un poste de cemento, pregunt a Victor de qu

forma haba perdido su dinasta de supermercados. El banco respondi l, comprobando de paso los candados de las rejas metlicas que cubran las ventanas. Me liaron a aceptar crditos para ampliar el negocio. Luego subieron los intereses y no pude atender los pagos. Buen servicio me prestaron, realmente: lo perd todo. Para mi mujer fue muy duro, vendimos la casa, los coches. Este sitio no quiso comprarlo nadie, quin se hubiese atrevido, aqu, en Flowers Estate, excepto un chiflado? Nosotros vivimos ahora encima de la tienda. La Reina mir hacia arriba y vio a una mujer, que supuso sera la seora Berryman, con la cara triste enmarcada en una ventana sin cortinas. Sin embargo continu Victor, lo mo no es nada comparado con lo que usted ha perdido, verdad? La Reina, que haba perdido palacios, tierras, joyas, pinturas, casas, un yate, un avin, un tren, ms de mil sirvientes y billones de libras, expres su conformidad con un movimiento de cabeza. Victor sac un peine y se lo pas por la calva. Aadi: La prxima vez que venga, suba a visitar a mi esposa. Tome una taza de t. Ella est siempre en casa, es agorafbica. La Reina mir de nuevo hacia arriba, pero la cara triste ya haba desaparecido de la ventana. Llevando bien agarrada su moneda de cincuenta peniques, la Reina camin de regreso a Hell Close. Detrs de ella, siempre guardando la distancia, cojeaba la bestia bastarda. Si stas son las funciones de un agente de paisano, dadme un uniforme enseguida, pensaba. Al entrar en su casa, la Reina oy una tos que le era familiar. Margarita estaba all. S, all estaba, sentada fumando y sacudiendo la ceniza del cigarrillo en una taza de caf. Lilibet, tienes un aspecto absolutamente espantoso! Y qu llevas en esa horrenda bolsa de plstico que huele tan mal? Huesos, para nuestra cena.

Esta tarde he pasado un rato de lo ms lgubre con un desagradable hombrecillo de la Seguridad Social. Era indescriptiblemente vil dijo Margarita. Se trasladaron a la cocina. La Reina llen de agua hasta la mitad una perola y ech en ella los huesos. Margarita la observaba atentamente, como si la Reina fuera Paul Daniels y estuviese a punto de ejecutar un truco de magia. Eres buena pelando patatas, Margarita? No, claro que no, y t? No, pero una ha de probarlo. Adelante, prubalo bostez Margarita. Esta noche voy a cenar fuera. He telefoneado a Bobo Criche-Hutchinson, tiene una casa en el condado. Me recoger a las ocho y media. En la perola se form una peculiar espuma, luego el agua rompi a hervir, se derram por encima de los bordes y apag la llama del gas. La Reina volvi a encender el quemador y dijo: Ya sabes que no ests autorizada a salir a cenar; para nosotros an hay toque de queda. Mejor ser que llames a Bobo y te olvides de l. No has ledo la hoja de instrucciones de Jack Barker, cierto? No, la romp a trocitos. Pues te conviene leer la ma dijo la Reina, mutilando una patata con un cuchillo de mesa. Est en mi bolso. Cuando termin de leer, Margarita insert otro cigarrillo en su boquilla y dijo: Me suicidar. sa es una opcin asinti la Reina. Pero, qu dira Crawfie si te suicidaras? A quin le importa lo que aquella vieja bruja perversa piense sobre lo que sea? Adems record Margarita, est muerta. No, para m no lo est. Me acompaa a todas horas, Margarita. A m me odiaba dijo Margarita. Nunca lo ocult.

T eras una nia odiosa, eso era lo que ocurra. Mandona, arrogante y taimada dijo la Reina. Crawfie deca que echaras a perder tu vida y tena razn: lo has hecho.

Tras media hora de silencio, la Reina pidi excusas por su arranque de ira. Explic que Hell Close le causaba a una aquel efecto. Una se acostumbraba a decir lo que pensaba. A veces resultaba inconveniente, pero despus una se senta extraamente bien. Margarita fue a la sala de estar a telefonear a Bobo Criche-Hutchinson y dej que la Reina introdujese en la perola el surtido de vegetales y el cubito Oxo. La seora Maundy le haba dicho que el caldo tena que hervir a fuego lento durante horas (para que todo fuera soltando su virtud), pero la Reina estaba famlica, necesitaba comer ahora, enseguida. Algo sabroso, que llenara, que fuera dulce. Ech mano del pan y la mermelada, y se prepar unas cuantas rebanadas. Las comi de pie junto a los fogones, sin plato ni servilleta. En cierta ocasin, una dama, veterana de la poltica, le haba asegurado que el motivo de que los pobres no supieran arreglrselas con sus pensiones estatales era que les faltaba la aptitud de guisar comidas nutritivas, sencillas y buenas. La Reina ech una mirada a su bueno, sencillo y nutritivo caldo, que herva en la perola, y se prepar otra rebanada de pan con mermelada.

Aquella noche, el prncipe Felipe rodaba por su dormitorio murmurando para sus adentros. Mir por la ventana. La calle estaba llena de parientes. Vio a su esposa y a su cuada salir de casa de su nuera. Las vio cruzar en direccin a la de su suegra. Distingui a su hijo cavando en el jardn delantero en la oscuridad, el maldito idiota! Felipe se sinti atrapado por sus parientes. Los muy bribones estaban por todas partes. Ana colgaba cortinas ayudada por Pedro y Zara. Guillermo y Enrique aullaban desde el interior de un coche hecho chatarra. l era como un cowboy

acorralado en el centro de un crculo de carretas, con los malditos indios lanzados al ataque. Volvi a meterse en cama. Aquel caldo detestable, ahora fro, que su esposa le haba trado anteriormente, se derram por la bandeja de plata y a continuacin por la colcha. l no hizo nada por atajar la inundacin. Estaba demasiado cansado. Se cubri la cabeza con la sbana y dese fervientemente estar en otra parte. En cualquier otra parte, excepto donde estaba ahora. 21 21

1 Los que emprenden el vuelo

El Alabardero Maestre de Cuervos pas por delante de la Torre Blanca, luego dio media vuelta y rehzo el camino. Algo no era como deba ser, aunque no supo precisar de inmediato de qu se trataba. Se detuvo: la mejor manera de reflexionar. Los turistas japoneses lo aprovecharon para fotografiarle. Un grupo de adolescentes alemanes ri tontamente, sin molestarse en disimularlo, a la vista de su ridculo gorro. Unos norteamericanos preguntaban si era realmente cierto que la Reina de Inglaterra resida ahora en un barrio de viviendas de promocin pblica. El Alabardero Maestre de Cuervos se percat de qu era lo que no funcionaba en el instante preciso en que una colegiala de Tokio oprima el botn de su Nikon. Cuando fuera revelada la fotografa, mostrara al Alabardero Maestre de Cuervos con la boca abierta en una expresin de horror, desorbitados los ojos de puro pnico. Los cuervos se haban marchado de la Torre: el reino se desplomara. 22 22

1 Suelos sin hojarasca

Era el primer da de Enrique en su nueva escuela, la Marigold Road Junior. Carlos esperaba ante la puerta del despacho de la directora, dudando entre entrar o no. En el interior tena lugar alguna clase de discusin: poda or unas voces femeninas que hablaban en tono exaltado, pero no lo que decan. Eh, yupa, papi, qu se guisa ah dentro? dijo Enrique. Carlos tir de la mano de Enrique y replic: Enrique, por el amor de Dios, habla con propiedad. Si hablo con propiedad me van a partir la puetera cara dijo Enrique. Quin? pregunt Carlos, con aire preocupado. Esos tos precis Enrique. Los chicos de Hell Close, quin va a ser? Violet Toby sali del despacho de la directora, seguida de cerca por sta, la seora Strickland. Violet grit: Pngale un dedo encima a uno de mis nietos y yo la pondr a ust patas arriba, caradura, so vaca! La seora Strickland tena ciertamente cara de, por lo menos, persona resuelta, pens Carlos. Experiment el antiguo y conocido miedo que los colegios le provocaban siempre. Asi con ms fuerza an la mano de Enrique, pobre infeliz. La seora Strickland sonri glacialmente a Carlos y dijo: Lamento la infortunada escena. El viernes fue necesario castigar a Chantelle Toby y su abuela ha puesto ciertas objeciones. De hecho, parece que ha estado cavilando sobre ello todo el fin de semana. Ah!, bien dijo Carlos. Confo en que no ser necesario castigar a Enrique. Es un jovencito muy sensible. Nanay dijo Enrique. Carlos se sobresalt por la forma en que Enrique haba expresado su protesta. Si me indica a qu clase ha de incorporarse Enrique, le acompaar... Una gota de agua le cay a Carlos en la cabeza. Se la sacudi y, al hacerlo,

not que otra gota le salpicaba la mano. Oh, Dios mo, ha empezado a llover dijo la seora Strickland. Carlos alz la mirada y vio que el agua proceda de las grietas del techo. El apremiante repique de una campana reson por toda la escuela. Es la alarma de incendios? pregunt Carlos. No, es la alarma de lluvia explic la seora Strickland. Los responsables de los baldes vendrn enseguida, excseme. Y efectivamente, mientras Carlos y Enrique miraban interesados, de todas direcciones llegaron nios que se alinearon ante el despacho de la seora Strickland. sta compareci con un racimo de cubos de plstico que distribuy entre los nios, quienes los tomaron y los colocaron estratgicamente debajo de las goteras del pasillo. Otros cubos fueron a parar a las aulas. A Carlos le impresion la serena eficiencia de la operacin, y as se lo manifest a la seora Strickland.

Oh, tienen mucha prctica dijo ella, rechazando el elogio. Hace cinco aos que esperamos que reparen el tejado. Oh, Dios exclam ahogadamente Carlos. Eso, han intentado recaudar fondos? S dijo la seora Strickland amargamente. Recaudamos fondos suficientes para comprar tres docenas de baldes de plstico. Enrique anunci en un penetrante susurro: Pap, tengo pip. Dnde, eso, le lleva uno? pregunt Carlos a la seora Strickland. All, al otro lado. La seora Strickland seal el patio de juegos, donde la lluvia estaba llenando rpidamente los baches. Necesitar esto. Busc detrs de la puerta del despacho y entreg a Enrique un paraguas, decorado con la insulsa cara sonriente de Postman Pat. No hay lavabos dentro? inquiri Carlos, atnito. No respondi la seora Strickland. Contemplaron a Enrique forcejeando para abrir el paraguas antes de

precipitarse a travs de la lluvia hacia la siniestra construccin que albergaba los lavabos. Carlos se haba ofrecido a acompaar a su hijo, pero Enrique grit: No me avergences, pap! Carlos entr en el despacho de la directora y llen un impreso que inscriba a Enrique como alumno de la Marigold Road Junior. Le complaci que la seora Strickland le informase de que Enrique tena derecho a las comidas escolares gratuitas. Cuando Enrique hubo devuelto el paraguas goteante a la seora Strickland y ella lo hubo depositado en el paragero de su despacho, la directora los gui hasta la clase de Enrique. Tu profesor es el seor Newman dijo. Llegaron al aula del seor Newman, y la seora Strickland llam a la puerta y entr. Nadie los vio ni los oy entrar. Los nios de la clase se rean estrepitosamente del seor Newman, que en aquel momento estaba ejecutando una fidelsima imitacin de la directora. Incluso Carlos, cuya relacin con la seora Strickland haba sido breve, pudo comprobar que el seor Newman era un excelente mimo. Haba captado a la perfeccin la mandbula prominente, los tonos bruscos y la posicin encorvada. Slo cuando los nios callaron se volvi el seor Newman y descubri a sus visitantes. Ah! dijo a la seora Strickland. Me ha sorprendido en mi interpretacin de Quasimodo: esta maana damos literatura francesa. Literatura francesa! replic bruscamente ella. Estos nios no saben ni lo que es la literatura inglesa. Eso es porque no tenemos libros dijo el seor Newman. He de recurrir a fotocopiar los mos, y encima a mis expensas. Se inclin para estrechar la mano de Enrique y aadi: Yo soy el seor Newman, tu nuevo profesor, y t eres Enrique, no? Charmaine, cuida de Enrique por hoy, quieres? Una nia gordita que vesta unas llamativas bermudas y una camiseta de Terminator II avanz hasta la parte delantera del aula y tir de Enrique para apartarle de su padre y conducirle despus a una silla desocupada contigua a

la suya. El nio tiene comida escolar gratis! anunci la seora Strickland en voz alta. El seor Newman dijo apaciblemente: Todos tienen aqu comida escolar gratis; est entre amigos. Carlos hizo con la mano un saludo de despedida a Enrique y sali con la seora Strickland. Mientras ambos avanzaban por el pasillo sorteando los baldes, Carlos dijo: De modo que estn ustedes faltos de libros, o sea, segn parece. Y de papel y lpices y cola y pinturas y equipo de gimnasia y cubiertos para el comedor y personal. Unos pasos ms adelante aadi: Nuestros padres colaboran mucho, nos prestan un gran apoyo, pero no tienen un penique. El nmero de billetes de lotera y de ropas, o zapatos de saldo que pueden adquirir es muy limitado. stos no son los clebres suburbios frondosos, seor Teck. Carlos asinti: apenas se vea hojarasca en los suelos de Flowert Estate; ni siquiera en otoo, supuso. MAYO

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1 Guisantes en su vaina

Era la fiesta de las Reinas de Mayo. Carlos le grit a Diana: Cierra los ojos, querida! Tengo una sorpresa! Diana, que todava no haba abierto los ojos (eran slo las seis y media de la maana, por el amor de Dios), dio media vuelta en el lecho para quedar de cara a la puerta. Carlos sali del cuarto de bao y se le acerc. Abre los ojos. Ella abri primero un ojo, luego el otro. l tena el mismo aspecto de

siempre, quizs el cabello ms liso y brillante que de costumbre... Carlos, inmediatamente, le volvi la espalda, y a Diana la consternacin le cort el aliento. Su marido llevaba una cola de caballo, muy pequea todava, pero incluso as... Una banda de tela de toalla, de un rojo brillante, le recoga el pelo en el cogote. Sus orejas sobresalan ms prominentes que nunca. Ests fabu, querido. De veras? S, fabu. Una sbita arruga de preocupacin apareci en la frente de Carlos. Crees que a mam le gustar? No lo s. A tu papi no. Pero a ti s? Ests fabuloso. Las remolachas han brotado y tenemos a nuestro primer mirlo incubando sus huevos. Fabuloso.

Diana se iba ya acostumbrando a aquellos informes hortcolas matutinos. l se levantaba cada maana a las seis para recorrer el jardn, entre tropezn y tropezn de sus botas impermeables. Ella haba procurado demostrar inters, pero... La aterrorizaba la eventual proximidad del otoo, cuando, al parecer, l esperaba que ella se dedicase a la elaboracin de conservas y encurtidos. Ya le haba pedido que comenzase a recolectar tarros vacos, anticipando un aluvin de productos cultivados en casa. Diana abandon la cama y cogi su bata de seda. Soy tan feliz! exclam l. Y t? Fabulosamente minti ella. Quiero decir que esto demuestra que el jardn es ecolgicamente sano. Los mirlos no... Oyeron, a travs de la pared medianera que Sombra lloraba, y a

continuacin les lleg el crujir de muelles cuando su madre se levant para darle su bibern de t. Antes de pasar al cuarto de bao, Diana dijo: Carlos, necesito ir a la peluquera. Puedes darme algn dinero? Pero objet l yo tena pensado comprar un saco de harina de huesos esta semana... A travs de la pared, Sharon grit: Yo te cortar el pelo, Di. Fui aprendiza en una peluquera. Ven hacia las diez. La calidad del aislamiento en estas casas es asombrosa. Es, bien, inexistente. A travs de la otra pared, Diana y Carlos oyeron a Wilf Toby decirle a su mujer: Espero que Diana no se deje el pelo demasiao corto. Tambin oyeron el choque de la cabecera de la cama de los Toby contra la pared cuando Violet se revolvi y dijo: Oh, basta de chchara. Luego ambos descendieron a la planta baja para registrar la alacena en busca de algo con que desayunar. Como el resto de su familia en Hell Close, navegaban financieramente ceidos al viento. Estaban, por descontado, peligrosamente cerca de embarrancar en los crueles escollos de la prestacin estatal. Carlos haba cumplimentado dos juegos de impresos de solicitud. Ambos le fueron devueltos acompaados de una carta que explicaba que haban sido incorrectamente cumplimentados. Cuando fue devuelto el segundo juego de impresos, Diana dijo: Pues yo crea que t eras bueno en sumas, gramticas y esas cosas. Carlos haba arrojado la carta a travs de la cocina y vociferado: Pero si ni siquiera estn escritos en condenado ingls! No lo sabes? Estn escritos en ese farragoso lenguaje administrativo, y las sumas son imposibles. Se sent en la mesa de la cocina para intentarlo una vez ms, pero los

clculos le sobrepasaban. Lo que sac en claro era que no podan solicitar el subsidio de vivienda hasta que se conocieran sus ingresos de mantenimiento; y que no podan solicitar los ingresos de mantenimiento hasta que se hubiera estimado el subsidio de vivienda. Y luego estaba el crdito familiar, del que todava haban de beneficiarse, pero que pareca estar incluido en la suma total. Carlos se acord de Alicia en el Pas de las Maravillas cuando se esforzaba en encontrar el sentido de todo aquello. Como ella, l se encontraba a la deriva en un paisaje surrealista. Reciba cartas pidindole que telefoneara, pero cuando lo haca no contestaba nadie. Escriba cartas pero no reciba respuestas. No haba otra cosa que pudiera hacer sino remitir el tercer juego de formularios y esperar a que el Estado le entregase las prestaciones que haba prometido. Mientras tanto, vivan precariamente. Cambalacheaban y pedan prestado y deban cincuenta y tres libras y ochenta y un peniques a Victor Berryman, dueo del Food-U-R y filntropo. El lechero llam a la puerta para reclamar su dinero. Diana mir a su alrededor en la cocina y arrebat un juego de hueveras Wedgewood de un estante. Carlos la sigui enarbolando una cuchara de plata. Pdele una docena de huevos dijo, depositando la cuchara en la mano libre de su esposa. Barry, el lechero, esperaba en el umbral de la puerta con los ojos fijos en su carromato de reparto. Cuando la puerta se abri se le cay el alma a los pies al ver que una vez ms no le iban a pagar en efectivo.

Ms tarde, aquel mismo da, Carlos estaba ocupado ligando unas con otras las caas para sus judas cuando pas Beverley Threadgold, que empujaba el alto y anticuado cochecillo de muelles en que transportaba a su sobrinita. Vesta una minifalda negra de polivinilo, zapatos blancos de tacn alto y una chaqueta-blusn roja. Tena las piernas azuladas por el fro. A Carlos se le agitaron las entraas; perdi el control de las caas y stas cayeron a tierra con alboroto.

Necesita ayuda? pregunt Beverley. Carlos asinti, y ella entr en el jardn y le ayud a reunir de nuevo las caas. Cuando Carlos las tuvo colocadas en forma de tienda de pieles rojas, Beverley las sostuvo por la parte alta hasta que l las asegur con cordel verde. Huele a perfume barato y cigarrillos, pens Carlos. Debera encontrarla repugnante. Se exprimi los sesos en busca de algo que decir, cualquier cosa servira. Lo que importaba era demorar el momento de separarse. Cundo hemos de volver al tribunal? pregunt, aunque saba perfectamente cundo iba a ser. La semana que viene dijo Beverley. Tengo mucho miedo. l observ que le faltaban cuatro muelas. Ansiaba besarla en la boca. Sali el sol y sus rayos hicieron chispear las maltrechas puntas de sus cabellos; l habra querido acaricirselos. Ella encendi un cigarrillo y l, antitabaquista vociferante, dese inhalar su aliento. Era una locura, pero sospechaba que se haba enamorado de Beverley Threadgold. O aquello, o estaba contaminado de un virus que le afectaba el cerebro (o por lo menos el juicio). Ella no slo era una plebeya, sino una plebeya vulgar. No obstante, cuando empez a alejarse de su lado Carlos ensay otra tctica dilatoria. Qu aspecto tan absolutamente esplndido tiene ese beb! exclam. La pequea Leslie, sin embargo, no era a decir verdad una nia bonita. Estaba acostada boca arriba y chupaba con enfado un monigote de tamao considerable, color de rosa, mientras que los ojos azul plido con que pareca mirar al cielo de Hell Close eran como viejos, como los ojos de una persona vieja y desengaada de la vida. De ella emanaba un olor rancio. Sus ropitas no estaban del todo limpias. Beverley ajust en torno a los hombros de Leslie una manta de un rosa fluorescente y retir el pie del freno del cochecillo. Carlos grazn: No ha tardado mucho en ir a juicio, verdad? Nuestro caso. Nuestro: qu preciosa palabra, cuando significaba algo compartido con

Beverley Threadgold! Es por ust dijo Beverley. Quieren quitarle de en medio, no? Eso quieren? pregunt Carlos. S, meterle en la trena, donde no pueda perjudicarles. Oh, pero yo no ir a prisin. Carlos rea de lo absurdo de la idea. A fin de cuentas, l era inocente. Y aquello segua siendo Gran Bretaa, no una repblica bananera cualquiera, anrquica y tiranizada por un dspota que usaba gafas de sol. No quieren que ande ust por ah tratando de volver a sentar a su mam en el trono. Pues eso es lo ltimo que yo hara protest Carlos. Nunca haba sido tan feliz. En este momento, Beverley, soy delirantemente feliz. Beverley apur enrgicamente el ltimo milmetro de su cigarrillo y despus arroj el filtro, que ya haba empezado a quemarse, a una zanja, donde se uni a muchos otros. Contempl los pantalones de franela gris y la chaqueta de Carlos y dijo: Warren Deacon vende ropas de trabajo a diez libras el juego, a ust le vendran bien pal jardn. Ti de t. Carlos sorba cada palabra. Si Beverley se lo aconsejaba, l encontrara a Warren Deacon, le cazara y le exigira ropas de trabajo, comoquiera que fuesen. El beb rompi a llorar y Beverley dijo: Ta-ra-ra, vamos. Se alej con la nia en direccin a la calle, no sin que Carlos se fijase en las venillas azules que tena en la parte de atrs de las rodillas: habra deseado lamerlas. Estaba enamorado de Beverley Threadgold! Senta impulsos de llorar y cantar, de gritar y rer. La observ cuando atravesaba la barrera, la vio escupir con desdeosa precisin a los pies del inspector jefe Holyland. Qu mujer! Diana golpe con los nudillos el vidrio de la ventana y simul con gestos que

beba de una taza inexistente. Carlos pretendi no entender el significado, obligndola a acudir a la puerta, asomarse y preguntar: T, querido? Carlos dijo con irritacin: No, estoy harto del condenado t. Ya me sale por los poros. Diana no dijo nada, pero sus labios temblaron y sus ojos se humedecieron. Por qu era l tan desagradable con ella? Ella haba hecho todo lo que pudo para que aquella horripilante casita fuera un hogar confortable. Aprendi a cocinar su nauseabunda comida macrobitica. Se ocupaba de los chicos. Estaba incluso dispuesta a aceptar su grotesca cola, no de caballo sino de cerdo. No tena una sola distraccin. Jams sala. No poda pagarse unas pilas nuevas para la radio y, en consecuencia, no tena ni idea de qu discos estaban ahora en las listas. No haba absolutamente nada con lo cual vestirse. Sharon le haba destrozado el cabello. Necesitaba una manicura y una pedicura profesionales. Si se descuidaba acabara pareciendo una especie de Beverley Threadgold, y entonces s que Carlos huira de ella. Construyes tiendas indias para los chicos? pregunt, saliendo al jardn y tocando las caas presuntamente dispuestas para las judas. Carlos le lanz una mirada tan cargada de hastiado desprecio que ella regres al interior. Haba limpiado toda la casa, haba lavado, haba planchado; los chicos se haban marchado a alguna parte, no quedaba nada por hacer. Lo nico que ella tena en perspectiva era el proceso judicial de Carlos. Fue al piso de arriba e inspeccion su guardarropa. Qu se pondra? Seleccion las ropas y reserv bolso y zapatos, e inmediatamente se sinti reconfortada. Cuando era pequea adoraba jugar a emperifollarse, incluso a disfrazarse. Cerr la puerta del guardarropa y tom nota mentalmente de guardar su solemne vestido negro para el ltimo da del juicio: a fin de cuentas, Carlos podra ir a la crcel. Diana volvi a abrir la puerta del guardarropa. Qu se pondra para las visitas a la prisin?

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1 Mecnicos

Spiggy estaba tendido en el suelo, en medio de un charco de agua, en casa de Ana y a medianoche. Ana manejaba la fregona a su alrededor, vestida con jeans y una camisa de leador y calzada con botas altas impermeables, de color verde. Su espesa cabellera rubia haba escapado del broche de carey y le caa en cascada por la espalda. Ambos estaban mojados y sumamente desaliados. Ana haba puesto en marcha la lavadora, se haba marchado a visitar a su abuela y, al regresar, haba encontrado las baldosas de la cocina flotando en casi medio palmo de agua. Haba pedido socorro a Spiggy. Qu he hecho mal? pregunt Ana. Se ha soltao el tubo dijo Spiggy, esforzndose en pronunciar de forma comprensible para una persona como la ex princesa. Eso ha so t, pero ust lo ha hecho bien! Pocas mujeres sabran conectar una lavadora. Gracias dijo Ana, halagada por el cumplido. Tengo que procurarme mi propio juego de herramientas aadi. No ti uno su maro? pregunt Spiggy. Me separ de mi marido hace dos aos declar ella. Ah, s? se sorprendi Spiggy. Ana se qued atnita: seguro que toda persona en el mundo de habla inglesa conoca sus asuntos, no? Escurri la fregona en un cubo galvanizado e inquiri: No lee usted los peridicos, Spiggy? Cmo voy a hacerlo dijo Spiggy. No s le. Y no ve la televisin, no escucha la radio? No. Me dan dolor de cabeza. Qu alentador era hablar con alguien que no tena sobre ella ideas

preconcebidas! Spiggy apret la conexin del tubo y luego, entre los dos, atornillaron en su sitio la plancha trasera de la lavadora y empujaron sta hasta colocarla debajo del tablero de formica. Ya est dijo Spiggy. Qu m necesita que le arregle? Nada, gracias respondi Ana. Adems, es muy tarde. Spiggy no capt la indirecta. Se sent ante la mesita de la cocina. Yo me separ de mi esposa dijo, sbitamente compadecido de s mismo. Quiz podramos tom una copa cualquier noche y ech unas partidas de billar? Spiggy apoy un brazo sobre el hombro de Ana, pero no fue un gesto con implicaciones sexuales. Era el gesto de compaerismo entre dos mecnicos de lavadoras separados de sus respectivos cnyuges. Ana consider su proposicin y Spiggy se imagin haciendo su entrada en el Club de Trabajadores con la princesa Ana asida de su brazo. Aquello enseara a sus compinches a mofarse de su tamao y de sus formas. Los hombres bajitos y obesos gustaban a un montn de mujeres. Bastaba con mirar a Bob Hoskins: a l le haba ido la mar de bien. Ana se escabull del brazo delfinesco de Spiggy y volvi a llenarle el vaso de Carlsberg. Se mir rpidamente a s misma en el espejo. Y si se cortase el cabello? Haca aos y aos que lo llevaba igual. No era el momento adecuado para un cambio? Especialmente ahora, cuando estaba en el fondo del pozo: una madre separada y solitaria que viva en una casa de promocin municipal y era cortejada a medianoche por un hombrecito gordo. S, por qu no, Spiggy? dijo, sorprendindose a s misma. Me buscar una canguro. Spiggy a duras penas poda creer en su suerte. Comprara un rollo para su cmara y pedira a uno de sus compinches que los fotografiase a la princesa Ana y a l entrechocando sus vasos en un alegre brindis. Hara enmarcar la foto y regalara una copia a su madre. Ella se sentira, al fin, orgullosa de l.

Spiggy se comprara una camisa nueva; por alguna parte tena una corbata. No cometera el error que con la mayora de mujeres haba cometido: abalanzarse sobre los tirantes de sus sujetadores en la primera cita, poner en el coche su casete de chistes verdes. Se comportara correctamente con ella. Era una dama. De mala gana se puso en pie. Se arregl el mono por la parte de los genitales. Haba comprado una furgoneta. Estaba all fuera, junto al bordillo. En su flanco, un rotulista aficionado haba escrito: L. A. SPIGGY - ISTALACIN ALFOMBRAS Y MOQUETAS - ALTA CALIDAD. El anterior propietario del vehculo haba sido la British Telecom, segn constaba en el permiso de circulacin. ste era el nico documento legal que Spiggy posea: no tena carn de conducir, ni seguro ni comprobantes de Hacienda. Prefera tentar la suerte y, por otra parte, de dnde iba a sacar el dinero? Es decir, despus de haber apoquinado por la furgoneta? La legalidad era cara, y no lo era menos la gasolina. Bien, ya me marcho dijo Spiggy. Hay que dorm pa est guapo. A las mujeres les gustaba que uno las hiciera rer, segn haba odo. Ana le acompa a la puerta y le estrech la mano en el umbral. Para hacerlo tuvo que inclinarse un poco. Pero Spiggy se senta como si midiera tres metros cuando cerr resueltamente la portezuela de su furgoneta amarilla y sali a toda marcha de Hell Close perseguido por los estampidos de su tubo de escape. Ana se pregunt si debera haberle advertido que en la palabra instalacin faltaba una ene. El estrpito producido por la furgoneta de Spiggy despert al prncipe Felipe, que empez a lloriquear inmediatamente. La Reina le acun entre sus brazos. Por la maana, sin falta, avisara al mdico. 3 25

1 Una vida de sacrificio

El domingo por la maana, la doctora Potter, una joven australiana con problemas para atender a su hijito, tom entre las suyas la mano de Felipe. Se siente abatido, seor Mountbatten? Un poco bajo, digamos? La Reina rondaba nerviosamente por los pies de la cama. Deseaba que Felipe no se comportara con descortesa. Ya haba sido el causante de demasiados incidentes embarazosos en el pasado. Por supuesto que me siento condenadamente bajo! protest Felipe, retirando las manos. Estoy acostado! Pero lleva acostado..., cunto tiempo? La Reina respondi: Semanas. La doctora ech una mirada a los ttulos de los libros apilados en la mesilla de cabecera: Habla el prncipe Felipe, El ingenio del prncipe Felipe, Nuevos dichos del prncipe Felipe, Conduccin de coches de competicin. No saba que usted escribiera libros, seor Mountbatten dijo. Haca montones de cosas antes de que ese condenado Barker arruinase mi vida replic l. La doctora Potter examin los ojos de Felipe, su garganta, su lengua y las uas de sus dedos. Auscult sus pulmones y los latidos de su corazn. Le hizo sentar al borde de la cama y prob sus reflejos dndole golpecitos en las rodillas con un pequeo y reluciente martillo. Le tom la tensin arterial. La Reina mantuvo inmovilizado a su marido mientras la doctora le extraa sangre de una vena del interior del codo izquierdo. La doctora utiliz una gota de la sangre extrada para comprobar su nivel de azcar. Normal dijo, tirando a la papelera la tirita de la prueba. Entonces, puedo preguntar si ha hecho ya su diagnstico, doctora? inquiri la Reina. Podra ser depresin clnica dijo la doctora. O que se monte un cuento para holgazanear. Me permite verle las partes, seor Mountbatten?

pregunt, tratando de desabrocharle los pantalones del pijama. Quite de ah las malditas manos! vocifer el prncipe Felipe. Puedo hacerle unas preguntas, entonces? dijo ella. Yo contestar las preguntas que sean necesarias intervino la Reina. Nanay, necesito saber cmo est de memoria. Cundo naci usted, Felipe? pregunt festivamente la doctora. Nac el diez de junio de mil novecientos veintiuno en Mon Repos, Corf replic mecnicamente l, como si se encontrara ante un consejo de guerra. La doctora se echo a rer. Mon Repos? Me toma el pelo? Ah es donde vive Edna Everage, no? No dijo la Reina, con los labios tensos. Tiene razn. Naci en una casa llamada Mon Repos. Nombre de su mam, Felipe? Princesa Ana de Battenberg. Parece el nombre de una tarta, verdad? Y su pap? Prncipe Andrs de Grecia. Hermanos y hermanas? Hermanas, cuatro: Margarita, casada con Gottfried, prncipe de Hohenlohe-Langenburg, oficial del Ejrcito Alemn; Sofa, casada con el prncipe Cristbal de Hesse; piloto de la Luftwaffe... Ya basta de hermanas, querido cort la Reina. Demasiados esqueletos salan bailando del armario: suficientes para nutrir todo el elenco de un musical de Busby Berkeley. Bien, parece mentalmente sano dictamin la doctora, garabateando en su cuaderno de recetas. Pruebe a darle este tranquilizante, eh? Ya volver, necesitar una muestra de orina. Ahora no puedo entretenerme, tengo una lista ms larga que la cola de un canguro. Cuando

la Reina y la doctora llegaron al pie de la escalera, la segunda dijo todava: Ocpese de que se lave de vez en cuando, querr usted? Apesta ms que la madriguera de un dingo enfermo. La Reina asegur que hara lo que pudiese, aunque la ltima vez que lo intent, l haba arrojado la esponja mojada al otro extremo del cuarto. La doctora dej or de nuevo su risa. Es curioso cmo cambian las cosas. Yo compet por el Premio Duque de Edimburgo, sabe? Consegu el oro. La ltima vez que vi a su marido fue en Adelaida. Llevaba un uniforme elegantsimo y media tonelada de maquillaje en la cara. La doctora Potter cruz apresuradamente la calle. Tena que hacer todava otra visita en Hell Close. La pobreza era cruel con el cuerpo humano. 4 26

1 La funcin debe continuar

Harris estaba de luto. Su lder, Rey, haba muerto bajo las ruedas de un camin que se dispona a entregar un cargamento de pasta de sopa en la zona de servicio de la parte trasera del Food-U-R. Harris le haba avisado con sus ladridos, pero demasiado tarde. Victor Berryman haba cubierto el cuerpo de Rey con una arpillera para depositarlo en una caja vaca de patatas fritas Walkers. A continuacin haba ido a casa de la duea nominal de Rey, Mandy Carter, para comunicarle la noticia. Mandy, que rarsimas veces daba de comer a Rey y con frecuencia le negaba el cobijo de su hogar, solloz ante el cadver del perro. Harris la estuvo observando cnicamente. Pobre Rey, pens, ni siquiera tena collar. No tena nada, ni tan solo un cuenco para el agua, que pudiese considerar suyo. Mandy Carter, usando el telfono de Victor Berryman, avis al ayuntamiento y ste envi un furgn gris. Unos empleados metieron a Rey en un saco,

arrojaron el saco a la trasera del furgn y se marcharon. La jaura corri detrs del furgn unos centenares de metros, pero finalmente renunci a continuar y cada cual se march a su casa. Harris camin contonendose de regreso a Hell Close y se arrastr debajo de la mesa del recibidor. Rehus comer (un suculento rabo de buey), hecho que caus a la Reina cierta preocupacin, aunque, segn l observ, no iba a durarle mucho. Como de costumbre, ella estaba demasiado pendiente de Felipe para dedicar a su perro la atencin que ste necesitaba. Despus de haber dormido un poco, Harris ladr para que le dejasen salir y corri por los jardines traseros de Hell Close hasta que lleg a la porcin de terreno que Carlos cultivaba. Harris esparci el montn de compuesto fertilizante en derredor y luego trot arriba y abajo por los surcos que tan laboriosamente haba sembrado Carlos el da anterior. Descans un rato, a continuacin se levant de un salto y arranc los jeans blancos de Diana de la cuerda de tender la ropa, persigui a un petirrojo y por ltimo escap en busca de Kylie para someterla a su acoso sexual, dado que ella jugaba ltimamente a hacerse la difcil. Si una cosa le haba enseado Rey era que uno haba de ser duro y tenaz para sobrevivir en Hell Close. Y ahora que Rey estaba muerto, Harris se propona ser el mandams. El Rey ha muerto, viva el rey!, pens Harris.

El lunes por la maana, en el segundo reparto, lleg una carta por correo areo.

Entrada de artistas Teatro Royal Dunfermline Bay Isla del Sur Nueva Zelanda

Queridsima mam: No daba crdito a mis odos cuando me enter del resultado de las elecciones. Es muy inmunda la vida en un barrio de propiedad municipal? Dije a Craig, el director: Tendr que volver a casa, mam necesita ayuda. Pero Craig dijo: Pinsalo bien, Eddy, t qu puedes hacer?. Y lo pens bien y, como de costumbre, Craig tena razn. Sera una imperdonable falta de profesionalidad abandonar un espectculo en mitad de una gira, no es cierto? Ovejas! funciona estupendamente. Nunca hay una butaca vaca. La obra es buena. Y el elenco es tan brillante, mam! Autnticos autores. Los disfraces de oveja son horriblemente calurosos para lucirlos, no digamos para cantar y bailar con ellos puestos, pero jams he odo una palabra de queja de ninguno de los miembros de la compaa. Nueva Zelanda resulta un poco aburrida y una pizca anticuada. Ayer vi una comitiva de boda saliendo de una iglesia y el novio llevaba chistera y corbata de plastrn. Menudo folklore! Craig ha estado algo deprimido, pero debo reconocer que nunca est en plena forma cuando llueve. Necesita sol en el cuerpo para sentirse en plenitud.

Ayer fue locamente divertido, a una de las primeras figuras, Jenny Love, se le cay la mscara de oveja durante su escena ms importante antes del final del primer acto, Aparta la lana de tus ojos. Se qued cortada por completo, incapaz de balar una sola palabra. Bueno, Craig y yo cremos que el suelo se hunda bajo nuestros pies, pero result que el pblico no pareci ni enterarse de que Jenny haba perdido la mscara. A decir verdad, Jenny tiene una cara de aspecto bastante ovino. La semana prxima nos marchamos a Australia. Las reservas anticipadas de localidades son muy prometedoras. Me gustara que pudieras ver Ovejas!, mam. Las canciones son adorables, y los bailes extraordinarios. Cierto que

tuvimos algn problemita con la autora, Verity Lawson. Ella y Craig discreparon artsticamente en relacin con la escena del matadero. Verity quera que por el fondo del escenario bajara una oveja muerta colgada de un garfio, y Craig prefera que el carnero (interpretado por Marcus Lavender) bailase una danza de la muerte. Al final gan Craig, pero a costa de que Verity recurriese al Sindicato de Autores y nos pusiera las cosas, en general, desagradables. Bien, basta de esta chchara teatral. Te mando una gorra de bisbol de Ovejas!, y tambin un programa. Como vers donde pone Director de gira, me he cambiado el nombre por el de Ed Windmount. Soy siempre el pacificador, verdad? Recibe el cario de Ed.

P.D. Me ha llegado una extraa carta de la abuela en la que me dice que me alegre mucho porque ha sido conquistado el Everest! 5 27

1 La Reina y yo

La Reina se encontr en la calle con el adolescente memo cuando ella estaba a punto de abrir la cancela del jardn de Violet Toby. l llevaba una gorra de bisbol con una E estampada en el escudo delantero. La Reina pens que la E vendra de Entusiasmo o de Entusiasta, o quiz de Elton el popular cantante. Pregunt por Leslie, la pequea hermanastra del chico. Chilla toda la noche dijo l, y la Reina observ que tena profundas ojeras. Es perversa. La Reina pens que era un poco severo calificar de perverso a un beb. Eso no es de la nia? pregunt. Sealaba un gran monigote de goma que el chico llevaba colgado del cuello con una cinta. No, es mo dijo l.

Pero no eres ya muy mayor para esas cosas? se sorprendi la Reina. No, es por negocios explic el adolescente memo, y sac un lpiz nasal de entre los voluminosos pliegues de sus pantalones y se lo meti por los orificios de la nariz, y despus, ante la creciente sorpresa de la Reina, se embadurn con l la cara. Tienes sinusitis o algo as? pregunt la Reina. No dijo el chico. Slo me zumba. Cuando ya se alejaba chupando su monigote, la Reina le advirti: Llevas sueltos los cordones de los zapatos! El adolescente memo respondi a gritos: No son zapatos, son bambas! Y ya nadie se ata los cordones, si no es un retrasao! La Reina llam a la puerta de Violet y momentos despus las dos mujeres caminaban hacia la parada del autobs, conversando sobre la ltima crisis producida en la familia de Violet. Era una historia triste, que englobaba falta de armona conyugal, adulterio y huesos fracturados. Cuando subieron al autobs ambas refunfuaron por el precio del billete. Sesenta sucios peniques dijo Violet. Media hora despus estaban en el gran mercado cubierto, recogiendo del suelo de adoquines verduras y frutas y metindolas en sus respectivos bolsos de la compra. Buenas como lluvia de mayo en cuanto les demos un lavao dijo Violet, examinando una peras de gran tamao que slo padecan unas ligeras rugosidades. Las rodeaban los vociferantes vendedores del mercado, que a aquella hora ya desmontaban sus puestos. Junto a la acera, en el exterior, aguardaban con el motor en marcha costosos camiones de marcas extranjeras. Los guardias de trfico merodeaban como felinos a la hora de comer. Los pobres rescataban de los desechos cuanto podan antes de que llegaran las brigadas municipales de

limpieza. La Reina se inclin para recoger unas manzanas que haban quedado atrapadas en la tapadera de un desage: tenan unas manchitas marrones, pero serviran para guisar. En mitad de su accin pens: Qu estoy haciendo? Ni que estuviera en Calcuta!. Pero se qued con las manzanas, a pesar de todo, y las guard en su bolsa. Cuando Violet y la Reina subieron de nuevo al autobs y tendieron cada una sus sesenta peniques al conductor, ste les dijo: Ahora son quince peniques, tarifa nica, no importa el trayecto. Desde cundo? exclam Violet, incrdula. Desde que el seor Barker lo anunci hace una hora respondi el conductor. Bien por el seor Barker dijo la Reina, mientras devolva el inesperado regalo de cuarenta y cinco peniques a su bolso de mano. El conductor quiso confirmar la transaccin: As que sern dos billetes de quince peniques? S dijo Violet. Deposit treinta peniques en el pequeo cuenco negro de la mquina expendedora. Dos billetes. La Reina y yo. 6 28

1 De parranda

El lunes, a ltima hora de la tarde, la Reina se encontraba en la sala de estar de Ana y conversaba con Spiggy a propsito de las posibilidades de reciclaje de la chatarra. Ana haba subido al piso, a prepararse para su ida al Club de Trabajadores, y su madre haba acudido para hacer de canguro. Spiggy vesta de gala: camisa blanca, nueva, corbata con un diseo de cabezas de caballo y pantalones negros de polister inarrugable, sostenidos por un ancho cinturn de cuero que tena una cabeza de len por hebilla. A sus botas de cowboy les haba hecho poner recientemente medias suelas y tacones. Antes de

presentarse en la casa haba obsequiado a Ana con una rosa de plstico envuelta en un cono de celofn. La rosa era visible ahora, desviada hacia la derecha, en un jarro de cristal de Lalique sobre la mesilla auxiliar de Ana. Spiggy haba dedicado a su aseo personal un volumen de trabajo enorme. Se haba quitado la porquera de las uas con el cortaplumas. Haba comprado una pila nueva para su afeitadora. Haba ido a casa de su madre para baarse y lavar y acondicionar su largo cabello, que le llegaba hasta los hombros. Haba entrado en una perfumera y comprado una botella de locin Young Turk para despus del afeitado, con la que se roci prdigamente los sobacos y el pubis. Seleccion cuidadosamente las joyas que se pondra, porque no quera parecer demasiado ostentoso. Se limit a una gruesa cadena de oro en torno al cuello, su brazalete nomeolvides cromado en la mueca izquierda y nicamente tres anillos: el de plata, grueso, con la calavera y las tibias; el sello de rub y el soberano de oro. Ana, cuidadosamente tambin, haba elegido un vestido de lnea trapecio que disimulaba la figura. No quera inducir a Spiggy a pensar que su amistad derivara hacia el terreno de las relaciones sexuales. Spiggy no era su tipo: ella prefera hombres morenos, esbeltos y de aspecto delicado. La rampante masculinidad de Spiggy la intimidaba un poco. Ana necesitaba sentir que tena siempre la situacin bajo control. La Reina los acompa a la puerta y esper a verlos subir a la furgoneta. Pens que, si estuviera al corriente del ligue de su nica hija, Felipe poda morirse. Conect el televisor y se dispuso a mirar las noticias. Segn la BBC, el pas estaba a punto de experimentar un excitante rejuvenecimiento. Todo gnero de cosas cambiaran. El gas y la electricidad seran ms baratos, los ros estaran ms limpios. Se cancelaran por intiles grandes y carsimos proyectos. En las escuelas habra un mximo de veinte alumnos por clase. Habra ms dinero para libros de texto, aumentaran la formacin profesional y el nmero de mdicos, se abriran nuevas facultades de ingeniera. Las prestaciones de la Seguridad Social se

doblaran. El retraso o el extravo de los giros mensuales pasaran al bal de los recuerdos. La Reina presenci con inters un extenso reportaje que mostraba a los obreros de la construccin en paro asediando las oficinas de empleo para lo que el corresponsal industrial de la BBC deca que iba a ser el mayor programa de construccin y renovacin de viviendas de propiedad pblica que hasta entonces se haba puesto en marcha en el pas. Las casas fras y hmedas perteneceran al pasado. El corresponsal mdico de la BBC confirm que el ahorro generado por la disminucin de las enfermedades consecuencia de la humedad (bronquitis, neumona, algunos tipos de asma) significara una fortuna en las cuentas del Servicio Nacional de la Salud. Luego las imgenes pasaron a la unidad exterior y se vio a Jack Barker ante la puerta del nmero 10 de Downing Street, agitando en el aire el documento que prevea todos aquellos cambios milagrosos. Un primer plano mostr que su ttulo era La Gran Bretaa del pueblo!. Un mosaico multitnico de rostros que sonrean en xtasis rodeaba el rtulo azul cobalto del panfleto. Otro ngulo de cmara present las puertas del fondo de Downing Street. Enfocadas desde abajo, las puertas parecan empequeecer a las multitudes apretujadas detrs. Jack se dirigi hacia un micrfono estratgicamente emplazado delante del nmero 10. ste Gobierno cumple sus promesas anunci. Prometimos construir este ao medio milln de viviendas nuevas, y ya hemos dado empleo a cien mil obreros de la construccin! Salidos del paro por primera vez en aos! El gento aull y silb y patale. Prometimos bajar el precio de los transportes pblicos y lo hemos hecho. De nuevo la muchedumbre enloqueci. Muchas de aquellas personas se haban desplazado en tren, metro o autobs, dejando el coche en casa. Jack continu: Prometimos abolir la monarqua y lo hemos hecho. El Palacio de

Buckingham ha sido limpiado de parsitos! Unos planos insertados mostraron al pblico detrs de la barrera, ovacionando con ms fuerza que nunca. Sombreros y gorras de toda ndole eran literalmente lanzados al aire. La Reina se agit, incmoda, en su asiento, turbada por el entusiasmo que manifestaban sus antiguos sbditos por aquella hazaa en particular. Cuando las ovaciones se apagaron, Jack prosigui con fervor: Os prometimos una forma de gobernar ms abierta y os daremos un Gobierno ms abierto. As que vamos todos ahora, unidos, a derribar la barrera que separa al Gobierno de su pueblo. Abajo las barreras! Jack dej entonces el micrfono y en la creciente oscuridad avanz a zancadas a lo largo de Downing Street hacia la multitud. Jerusaln! proclamaron estruendosamente unos altavoces previamente instalados, y un equipo de hombres y mujeres sali de un camin aparcado, vestidos todos con monos a prueba de fuego y capuchas de soldador. El gento se ech atrs mientras hombres y mujeres encendan sus sopletes de oxiacetileno y procedan a cortar con las llamas los barrotes metlicos de las puertas. Se hizo entrega a Jack de una capucha y un soplete, y l mismo comenz a operar en su propia seccin. La emisin continu, pese a que la noche ya haba cado y la llama azul de los sopletes proporcionaba a Downing Street su nica iluminacin. La Reina presenci el largo noticiario con creciente excitacin. Admir tambin el sentido dramtico de Jack y su evidente aptitud para las relaciones pblicas. Si ella hubiera tenido posibilidad de beneficiarse de los recursos de alguien como Jack Barker en la oficina de prensa del Palacio de Buckingham! Cuando las puertas fueron abatidas en una espectacular y bien sincronizada accin, la multitud las pisote e irrumpi en Downing Street arrebatando a Jack y llevndoselo consigo para circundar la puerta de entrada al nmero 10. En el cielo estallaron cohetes y bengalas, y los rostros que se volvieron hacia lo alto estaban transfigurados por la dicha y la esperanza.

Como los componentes de aquella multitud, y como las personas que presenciaban el acontecimiento desde sus hogares, la Reina dese fervientemente que los planes de Jack para Gran Bretaa, que sonaban como muy costosos, llegaran algn da a dar fruto. En la pared de su dormitorio haba una mancha de humedad que cada da aumentaba de tamao; su giro postal nunca llegaba el da previsto, y acaso era admisible que en la clase de Guillermo se amontonaran treinta y nueve alumnos y nunca hubiera libros suficientes para todos? El debate que en los estudios de la BBC sigui al noticiario se centr en los aos del Gobierno Thatcher. Verlo le result a la Reina tan deprimente que cambi de canal y contempl a John Wayne defendiendo al dbil contra el poderoso en el Oeste de Estados Unidos. Se pregunt si no sera conveniente que se asomase a casa de los Christmas, al lado, donde Zara y Pedro se divertan con el ltimo videojuego Sega, Tormenta del Desierto, pero decidi dejarlos en paz. Las pelculas de cowboys le gustaba verlas sola, sin interferencias.

Cuando Pedro y Zara regresaron, encontraron a su abuela dormida en la butaca. Desconectaron el televisor, cerraron silenciosamente la puerta del cuarto de estar y se fueron a la cama. 7 29

1 Barras y estrellas

El inspector jefe Holyland estaba de servicio cuando la televisin norteamericana se present en la barrera de Hell Close. El equipo se compona de una operadora llamada Randy Fox, personaje de cabello rapado y sexo indefinido, que calzaba bambas Nike, vesta jeans, camiseta blanca y cazadora de cuero negro,

y que no usaba maquillaje, pero cuyos pechos eran perceptibles. La presentadora era una excitable joven vestida de rosa llamada Mary Jane Wokulski, cuyo cabello dorado ondeaba al viento como un gallardete. El tcnico de sonido, Bruno O'Flynn, sostena en alto el micrfono, por encima de la cabeza del inspector jefe. Era un hombre que detestaba Inglaterra y no comprenda cmo nadie haba podido quedarse all. Por el amor de Dios, fijaos en el lugar y en las personas. Todas parecen enfermos terminales. El director se adelant. La poltica de la empresa estableca que, cuando trabajase en Inglaterra, deba vestir traje y corbata. Aquello abra muchas puertas, le dijeron. Fue l quien habl con el inspector: Hola, somos de la NTV y nos gustara entrevistar a la Reina de Inglaterra. Segn tengo entendido debemos primero acreditarnos aqu. Me llamo Tom Dix. Holyland ech un vistazo a la tarjeta de identificacin que Dix llevaba ostensiblemente prendida en su chaqueta azul marino de raya fina. En Hellebore Close no vive nadie con el ttulo de Reina de Inglaterra. Hala, vamos, to dijo Tom, sonriendo. Sabemos que est aqu. Mary Jane se preparaba para la cmara, perfilando sus labios con un lpiz negro y cepillando cabellos dorados de sus chocantes hombros rosa. Randy refunfu a propsito de la luz y sostuvo la cmara apuntalada contra el costado del cuello. Respaldado por la certeza de que tena el apoyo de un flamante decreto del Parlamento y de un autobs lleno de agentes de polica aparcado en la esquina de la avenida Larkspur, el inspector jefe Holyland continu: De acuerdo con el Decreto sobre Ex Personas Reales, seccin novena, apartado quinto, fotografiar, entrevistar y filmar con el propsito de reproducir dichas prcticas en los medios de comunicacin impresos o audiovisuales est prohibido. Randy rezong:

El tipo habla como si se hubiera metido un bocata de salchicha por el culo. Tom ampli su sonrisa dedicada a Holyland. Okey, hoy no habr entrevista, pero qu dira de filmar el exterior de su casa? Que est ms all de mis atribuciones dijo Holyland. Y ahora, si no les importa, estn ustedes provocando una obstruccin. Wilf Toby trataba en aquel momento de atravesar la barrera. Regresaba de un ftil intento de vender una batera de coche robada. Transportaba la batera en el armazn de una sillita de ruedas infantil. Wilf se doblaba sobre el manillar, lo que le daba el aspecto de una niera monstruosa. No haba dormido bien, haba soado con la Reina. Sueos inquietantes, erticos. Se haba despertado varias veces, avergonzado de s mismo. Habra preferido soar con Diana, pero por alguna razn era siempre la Reina quien en el pas de los sueos comparta su cama. Mary Jane se acerc a Wilf. Puedo preguntarle su nombre, seor? dijo efusivamente. Wilf Toby. Wilf, qu se siente teniendo por vecinos a la realeza? Bueno, ya sabe, es como, bueno, esas personas son... Exactamente como usted y yo? sugiri Mary Jane. Bueno, yo no dira precisamente como ust y yo replic Wilf. Personas corrientes? propuso Mary Jane. Pero Wilf se haba quedado con la boca abierta, mirando al objetivo de la cmara. Le estaban ocurriendo dos cosas asombrosas: hablaba con una bella muchacha norteamericana, que pareca absorber sus palabras, y le filmaban mientras lo haca. Dese haberse afeitado y llevar puestos sus mejores pantalones. Mary Jane frunci ligeramente el entrecejo, para mostrar a los telespectadores de su pas que se dispona a abordar cierto nmero de graves

cuestiones polticas. Es usted socialista, Wilf? inquiri. Socialista? Wilf se alarm. Aquella palabra le sonaba como relacionada con cosas que l no comprenda o no haba experimentado. Cosas como vegetarianismo, alta traicin y derechos de la mujer. No, no, yo no soy socialista dijo. Voto laborista, lo normal. As que no es un revolucionario? insisti Mary Jane. Qu cuerno preguntaba ahora?, pens Wilf. Rompi a sudar. Los revolucionarios ponan bombas en los aviones de pasajeros, no? No, no soy un revolucionario protest. Nunca he estao en un aeropuerto, y de subir a un avin, no digamos. Tom Dix gimi y con las manos se tap la cara. Pero lo que s es, es un republicano, verdad que s, Wilf? dijo triunfalmente Mary Jane. Un publicano? Wilf la miraba perplejo. No, no, yo de pubs nada. Estoy parao. Bruno disimul una risita y desconect la grabacin de sonido. El tipo tiene menos sesos que un jodido molusco. Queris seguir? Tom Dix asinti. Mary Jane forz una nueva sonrisa. Wilf, cmo reacciona ante su nueva vida la Reina? Wilf se aclar la garganta. Un tropel de lugares comunes acuda a sus labios. Bueno, uno dira que vive en la luna, pero tampoco asegurara que no vive en la luna, a ver si me entiende ust. Quizs est en la luna, pero... Cortad! grit Tom Dix. Se encar enfurecido con Mary Jane. Podemos volver a tierra, por favor? Jess! Mary Jane dijo: Qu voy a hacerle si el tipo es un poco lento. La cosa est clara, Tom. No estoy hablando precisamente con Len Tolsti. Wilf titubeaba. Deba marcharse o quedarse? Para su gran alivio observ

que Violet caminaba resueltamente en direccin a la barrera. Renunci con agradecimiento a su papel de entrevistado y empuj su batera hacia casa. Tena plena confianza en su esposa. A una sea del inspector Holyland, el autobs lleno de policas avanz lentamente desde la esquina hacia la barrera. Los agentes, a bordo, se apresuraron a devorar las patatas fritas y engullir la Coca-Cola que les haban suministrado apenas unos minutos antes. Miraban anhelantes por las ventanillas, prestos a entrar en accin. Lo que vieron fue a Mary Jane tratando de entrevistar a Violet Toby, al inspector Holyland tratando de separar a las dos mujeres y a un frustrado equipo de la televisin luchando por grabar la entrevista. El superintendente que los mandaba orden que se pusieran los cascos y se apearan del vehculo de forma disciplinada. As lo hicieron. En un instante los norteamericanos y Violet Toby se encontraron rodeados de un crculo azul de corteses policas ingleses. El inspector Holyland sac a Violet y le dijo que se marchara a casa. A continuacin los norteamericanos fueron escoltados hasta sus coches y advertidos de que la prxima vez que violaran el cdigo de zona excluida seran arrestados. Tom Dix protest: Eh, tuve mejor acogida en Mosc. Boris Yeltsin y yo despachamos juntos una botella de Jim Beam. Debi ser muy grato para usted, seor, estoy seguro dijo el inspector Holyland. Ahora, si tuviera usted la amabilidad de subir a su vehculo y abandonar la zona de Flowers Estate... Cuando su Range Rover se alejaba de la barrera, Randy grit: So madres! Dej a todo un pelotn de policas rascndose la cabeza. Madres? Qu clase de insulto era aqul? La Reina miraba desde la ventana del piso. Bien, los ruidosos norteamericanos se haban marchado. Quizs ahora podra salir a hacer sus

compras. 8 30

1 Confidencias

Trish McPherson traspuso la barrera conduciendo su pequeo pero llamativo Citron y entr en Hell Close. Tena que visitar a tres clientes. Necesitara darse prisa, porque a primera hora de la tarde haba un caso que debatir en los Servicios Sociales: los Threadgold reclamaban que Lisa Marie y Vernon les fueran devueltos. Haban odo que ambos nios se haban fracturado varios huesos desde que fueron entregados a la custodia del bondadoso matrimonio Duncan. Trish tema las reuniones con los Threadgold. Haba siempre lgrimas y dramticas protestas de inocencia por parte de Beverley y Tony. Trish quera creer que ellos nunca haban hecho el menor dao a sus hijos, pero difcilmente lo admitiran, verdad? Y Tony tena antecedentes criminales por violencia, no? All estaba, en su ficha: Grave dao corporal a un ladrn nocturno de diecisis aos; agresin criminal al gorila de un club nocturno; uso de lenguaje injurioso contra un polica. Y por otro lado estaba Beverley. Ella tena un comportamiento pasmoso durante las reuniones: gritaba, chillaba, y en una ocasin haba amenazado a Trish con el puo cerrado. Eran evidentemente dos personas inestables. No caba duda de que los nios estaran mejor con los esposos Duncan, que tenan en el jardn un cuadriltero de arena para jugar y una autntica biblioteca de cuentos infantiles muy educativos. Trish se detuvo frente a la casa de la Reina. Ech una manta de cuadros escoceses por encima de su abultado, portafolios, que llevaba en el asiento trasero. No le gustaba recordar a sus clientes que tena otros clientes con quienes tratar, y un portafolios era un objeto demasiado oficial. Los intimidaba:

ninguno de los habitantes de Hell Close se llevaba un portafolios al trabajo. De hecho, casi ninguno de los habitantes de Hell Close iba al trabajo. A Trish le agradaba dar la impresin, a cada cliente, de que casualmente pasaba por all y se haba parado a charlar un ratito. La Reina presenci desde la ventana delantera cmo Trish quitaba el estreo del tablero de instrumentos del Citroen y lo colocaba en su voluminoso talego (hecho, a juzgar por su aspecto, de una manta de camello usada, pens la Reina, que en una visita a Jaipur haba sido escoltada por doscientas de aquellas bestias malolientes). La Reina tuvo la esperanza de que Trish se encaminara a otra parte, pero no, all estaba, en su puerta, menudo fastidio. Cinco minutos despus, la Reina y Trish se encontraban sentadas una a cada lado de la estufa de gas (apagada), sorbiendo t Earl Grey. Trish haba aportado las bolsitas: olan vagamente a camello, haba pensado la Reina mientras esperaba que el agua de la tetera hirviese. Bien, cmo van las cosas? pregunt Trish en un tono que invitaba a las confidencias. Las cosas van horriblemente mal, de hecho dijo la Reina. No tengo dinero; la compaa telefnica ha amenazado con desconectarme; mi madre cree que vive en mil novecientos cincuenta y tres; mi marido ha decidido dejarse morir de hambre; mi hija se ha ligado a mi instalador de alfombras; mi hijo comparece a juicio el jueves, y mi perro tiene pulgas y se ha convertido en un gamberro. Trish tir hacia arriba de sus calcetines y hacia abajo de sus pantalones. Era alrgica a las picaduras de pulga, pero se trataba de un riesgo profesional. Las pulgas formaban parte del trabajo. Harris, que se rascaba en un rincn, contempl a las dos mujeres mientras stas se llevaban las delicadas tazas de t a los labios. Trish mir a la Reina directamente a los ojos (era importante mantener aquel

gnero de contacto visual) y dijo: Y supongo que usted se siente herida en su amor propio, no es as? Me refiero a que ha estado usted all arriba, verdad? Trish levant un brazo en el aire. Y ahora est aqu abajo. Trish dej caer abruptamente el brazo, como si ste fuera la hoja de una guillotina. Tiene usted que reinventarse a s misma, no es cierto? Encontrar un nuevo estilo de vida. Dudo que vaya a haber mucho estilo en mi vida dijo la Reina. Por supuesto que lo habr le asegur Trish. Soy demasiado pobre para tener estilo replic la Reina, irritada. Trish le dedic su horrenda sonrisa de comprensin. Hizo una pausa e inclin la cabeza como si vacilara en expresar lo que tena en mente. Luego, enderezando otra vez la cabeza, y como si hubiera tomado una decisin, dijo: Ya sabe, se me ocurre pensar que..., quiero decir que, por mucho que sea un viejo tpico muy gastado... La Reina deseaba descargar algo pesado y slido sobre la cabeza de Trish. La maza de un ogro, algo de esta ndole. Un martillo piln, quiz. Trish tendi las manos para estrechar las ya speras de la Reina. Las mejores cosas de la vida no cuestan dinero. Yo me acuesto en mi cama por las noches y miro las estrellas y me digo a m misma: Trish, esas estrellas son peldaos hacia lo desconocido. Y despierto por la maana y oigo cantar a los pjaros, y digo a mi compaero: Eh, escucha, los despertadores de la naturaleza marcan la hora en punto. Por supuesto, l simula no orme. Trish ri exhibiendo los dientes. La Reina simpatizaba con el compaero de cama de Trish. Uno de los despertadores de la naturaleza defec en la ventana. Una larga lnea blanca parecida a un signo de exclamacin se escurri vidrio abajo. La Reina observ su progreso descendente. Entonces, cmo puedo ayudarla? pregunt Trish abruptamente, asumiendo ahora el papel de la mujer prctica y sensible que hace cosas.

Usted no puede ayudarme dijo la Reina. Dinero es lo nico que en este momento necesito. Pero tiene que haber algo insisti Trish. Podra recuperar su portafolios dijo la Reina. Un chico lo ha cogido y escapa corriendo calle abajo. Trish sali volando de casa de la Reina, pero cuando lleg a la calle ya no quedaba ni rastro del chico ni del portafolios. Trish se ech a llorar. La Reina sonrea. Haba dicho una mentira descarada: no era un chico quien haba robado el portafolios. Era Tony Threadgold.

Aquella misma noche, Tony hizo una visita a la Reina. Llevaba en la mano una carpeta abultada. Cuando ella hubo corrido las cortinas de la sala de estar y ambos se hubieron sentado uno junto a otro en el sof, l extrajo de la carpeta una carta y dijo: Es de un consejero del hospit. La Reina tom la carta y la ley. En opinin del pediatra, Lisa Marie y Vernon Threadgold padecan una enfermedad que haca fcilmente quebradizos sus huesos. El sobre estaba todava cerrado dijo Tony. Trish ni siquiera haba leo esta carta. La Reina comprendi al instante que el diagnstico absolva a Beverley y Tony del cargo de maltratar fsicamente a sus hijos. Oy que desde el piso de arriba de la contigua casa de los Threadgold llegaba un estrpito de golpes y choques, como si alguien rompiera cosas y trasladase muebles. Es Bev explic Tony, con una sonrisa que le ilumin el rostro. Est haciendo limpieza en el cuarto de los nios. 9 31

1 Eric toma medidas

Al da siguiente la Reina recibi un sobre dirigido a:

La inquilina Hellebore Close, 9 Flowers Estate Middleton MI2 9 WL

Dentro haba una carta escrita a mano en un papel de notas azul:

A su majestad Erilob Isabel II, por la Den Lane, 39 gracia de Dios, del Reino Unido de Gran Bretaa e Irlanda del Norte y de sus otros reinos y territorios Reina, soberana de la Commonwealth, defensora de la fe. Northamptonshire Kettering) (cerca de Upper Hangton Fox's

Querida majestad: Permtame, por favor, presentarme humildemente a m mismo. Soy Eric Tremaine, un simple sbdito leal, que est horrorizado por lo que le ha ocurrido a este pas y a sus antao nobles gentes. S que ese cobarde y traidor de Jack

Barker ha prohibido a vuestros sbditos acceder a vuestra majestad de este modo, pero yo he decidido arrojar mi toalla al ring y desafiarle. Si ello significa que algn da tendr que afrontar la ejecucin por mi atrevimiento, que as sea. (Ya perd dos dedos en un accidente laboral, as que tengo menos que perder que la mayora de las personas.)

La Reina interrumpi la lectura, retir apresuradamente del fuego la parrilla y arroj por la ventana las dos rebanadas de pan que se estaban quemando. La cocina se haba llenado de humo negro. Utiliz la carta de Tremaine para dispersarlo. Cuando el aire de la cocina se hizo razonablemente respirable, continu leyendo:

Majestad, con riesgo de mi cabeza he iniciado un movimiento en favor de la restauracin de la monarqua cuyas siglas son BOMB (Bring Our Monarch Back, Restaurad Nuestra Monarqua). Mi esposa Lobelia tiene un gran ingenio para las palabras: el nombre de nuestra casa, que podis leer en el encabezamiento de la presente, es tambin idea suya. No estis sola, majestad! Muchos en Upper Hangton os respaldamos! Lobelia y yo iremos a Kettering esta tarde para reclutar nuevos miembros de BOMB. Normalmente nos mantenemos alejados de la barahnda de las grandes ciudades, pero nos hemos sobrepuesto a nuestra renuencia. La causa cuenta ms que nuestro desagrado ante el alboroto metropolitano que, mucho me temo, se ha impuesto en Kettering en los aos que corren. Lobelia, mi esposa desde hace treinta y dos aos, es una persona que no ha querido nunca destacar. En el pasado ha preferido siempre que las candilejas alumbraran a otros dotados de mayor aplomo, como yo. (Yo ocupo la presidencia de varias sociedades: Trenes Miniatura, Comit de Residentes en Upper Hangton, Campaa Pro Perros en los Parques; hay otras, pero las que cito son suficientes!)

Sin embargo, mi retrada esposa est dispuesta a abordar a cualquier extrao, a cualquier total y absoluto desconocido, y a hablar con l de bomb en el mismsimo centro urbano de Kettering, imaginad! Ello es clara indicacin de su disgusto por lo sucedido a nuestra amada familia real. Jack Barker est azuzando los apetitos del populacho e intenta rebajarnos al nivel de animales. No quedar satisfecho hasta que seamos todos sexualmente promiscuos, lo mismo en las ciudades que en las alqueras y praderas de nuestra en otro tiempo verde y placentera patria. Los cerdos como Barker no aceptarn que algunos de nosotros hemos nacido para mandar y otros necesitan ser mandados y dirigidos en el sentido que mejor convenga a su propio bien. En fin, debo terminar por ahora. Tengo que ir al nmero treinta y uno y recoger los panfletos de bomb. El seor Bond, dueo del antedicho nmero treinta y uno, ha aportado gentilmente los medios para la publicacin de los panfletos mencionados! En estos momentos bomb es todava una fuerza pequea, pero crecer! Pronto habr secciones de bomb en cada aldea, pueblo, villa, ciudad y ncleo urbano del pas! No temis! Un da volveris a ocupar el trono! Consideradme, majestad, vuestro ms humilde sbdito

Eric F. Tremaine

La Reina deposit la carta de Tremaine sobre la bandeja de Felipe. Pens que poda divertirle, pero cuando regres veinte minutos despus vio que l no haba tocado el desayuno y que la carta permaneca aparentemente sin leer: segua doblada en el mismo ngulo debajo del bol de gachas de avena, ya fras. Esta maana me ha llegado la carta que tienes ah, muy pintoresca, querido, quieres que te la lea? dijo ella jovialmente. La doctora haba sugerido que el prncipe Felipe necesitaba estmulos. Es de un buen hombre

que se llama Eric F. Tremaine. Imaginas que la F. significara Felipe? Qu curiosa coincidencia si fuera as, verdad? La Reina se percataba de que hablaba a su marido como si ste fuera un tontaina holgazn, pero no poda contenerse. l no pronunciaba palabra, no se mova, no coma. Era exasperante. Sera hora de avisar de nuevo a un mdico. Ella no poda cruzarse de brazos y presenciar cmo se dejaba morir de hambre. Ahora estaba tan flaco que apenas se pareca a s mismo. Tena el cabello y la barba blancos y, sin las lentes de contacto, que eran tintadas, sus ojos mostraban un color similar al de los jeans lavados a la piedra que la gente de Hell Close pareca tan satisfecha de lucir. Felipe levant de pronto la cabeza y grit: Quiero que venga Helena! Quin es Helena, querido? pregunt la Reina. Pero Felipe dej caer nuevamente la cabeza sobre la almohada. Con los ojos cerrados, semejaba abandonarse al sueo. La Reina se traslad a la planta baja y levant el telfono. No haba lnea. Golpe repetidamente el soporte con el dedo, pero el tono continu sin dejarse or. La compaa haba cumplido su amenaza de desconectar el aparato porque ella no haba pagado el correspondiente depsito. La Reina se puso el abrigo y sali de la casa a toda prisa, llevando en la mano una moneda de diez peniques y su agenda de direcciones. Cuando estuvo dentro de la apestosa cabina telefnica vio destellar la seal de Slo 999. Llamadas de emergencia. Muy bien. Se senta capaz de cometer un pequeo acto de vandalismo, como destrozar gentilmente un telfono pblico. Era Felipe un caso 999? Estaba en peligro su vida? La Reina decidi que s lo estaba. Llam al 999. La operadora respondi al instante. Hola, qu servicio solicita usted? Ambulancias dijo la Reina.

Le paso dijo la operadora. El telfono llam y llam y llam. Finalmente, una voz femenina de sonido metlico dijo: Esto es un contestador automtico. Todas las lneas del servicio de ambulancias estn ocupadas en este momento y operamos bajo sobrecarga. Por favor, tenga paciencia. Gracias. La Reina esper. Un hombre se haba detenido ante la cabina; ella abri la puerta y le previno: Lo siento muchsimo, slo sirve para llamadas al 999. Contaba con que el hombre expresara cierto disgusto, pero no estaba preparada para el pnico que vio asomar en el demacrado rostro del desconocido. Pues tengo que llamar a los de Prestacin Vivienda antes de las diez, o si no me sacan del ordenador explic l. La Reina consult el reloj que llevaba desde los veintin aos. Marcaba las nueve y cuarenta y tres minutos. Nada era sencillo en Hell Close, pens. Nada funcionaba como deba. Todo el mundo pareca vivir en perpetuo estado de crisis, incluida ella misma, reconoci. La Reina mir arriba y abajo de la calle. Los cables del telfono estaban conectados como mnimo a la mitad de las casas, pero ella saba que como instrumentos de comunicacin aquellos cables eran nicamente simblicos. En alguna parte, alguien cuyo oficio consista en desconectar a los indigentes haba movido la clavija y aislado a la mayora de los vecinos de Hell Close del resto del mundo. Las facturas del telfono tenan un ndice de prioridad muy bajo cuando el dinero se necesitaba para comida y calzado y viajes a la escuela para que los cros no se quedaran en la calle. Ella misma haba depredado el bote donde guardaba el dinero para aquellas facturas y comprado detergente en polvo, jabn, medias, comestibles y un regalo de cumpleaos para Zara. En cada ocasin se haba dicho que, por descontado, repondra el dinero, pero ello resultaba imposible

con la pensin combinada de Felipe y de ella. Y Felipe no coma: cmo se las arreglaran cuando se curase de lo que fuera que le tena enfermo y recuperase su enorme apetito? La Reina estaba tambin a la espera de su retrasada Prestacin de Vivienda. Moralmente se identific al momento con el hombre. Venga conmigo dijo. Sus relaciones con la princesa Margarita eran ltimamente un poco tensas, pero se trataba de un caso urgente. Mientras cruzaban la calle hacia el nmero 4, el hombre le cont que era un trabajador experto, especialista en instalacin y decoracin de tiendas y otros establecimientos comerciales, pero que aquella clase de trabajo haba dejado de existir. La recesin explic con amargura. Quin abre tiendas? Quin las decora? Por algn tiempo me he dedicado a hacer rtulos de Se Vende y En Traspaso, pero ya ni esto. Quin compra tiendas? La Reina asinti. En sus escasas visitas al centro de la poblacin le haba sorprendido la proliferacin de aquellos rtulos, as como los de Liquidacin de existencias y otros similares. La mayora de los comercios de Flowers Estate eran fantasmas; nicamente Food-U-R pareca medrar. La Reina record el da que por primera vez le haba comprado a Harris la comida para perros de Food-U-R, de fabricacin propia. No tuvo otra opcin, porque era diez peniques ms barata que su marca habitual. Harris, inicialmente, la haba rechazado, y se declar en huelga de hambre, pero al cabo de tres das capitul, impulsado, si no por indulgencia, s por la necesidad. Llegaron a la puerta de la casa de la princesa Margarita. Las cortinas estaban severamente corridas, no se vea absolutamente nada del interior. La Reina abri la cancela e hizo seas al hombre de que la siguiese. Puedo preguntarle su nombre? dijo. George Beresford respondi l, y ante el umbral ambos se estrecharon las manos. Y yo soy la seora Windsor precis la Reina.

Oh, s bien quin es usted. Ha tenido tambin sus pequeos problemas, no? La Reina dijo que s, que los haba tenido, y llam a la puerta golpendola con la aldaba, que tena forma de cabeza de len. Se percibi movimiento dentro, se abri la puerta y Beverley Threadgold, que ahora haca a la princesa Margarita las faenas de limpieza domstica, apareci en el quicio sosteniendo un pao de quitar el polvo. Se mostr muy complacida de ver a la Reina. Est mi hermana? pregunt ella, entrando en el recibidor y arrastrando a George tras de s. Est en el bao dijo Beverley. Les ofrecera una taza de t, pero no me atrevo: cuenta las bolsitas. Beverley dirigi la mirada al techo, encima del cual su nueva patrona se revolcaba en costosas lociones. Se enderez el gorro de sirvienta e hizo una mueca. Se me ve culona vestida as, no? Pero un empleo es un empleo. Buena paga? pregunt George. Beverley resopl desdeosamente. Una libra y veinte sucios peniques la hora. La Reina estaba un tanto turbada. Opt por cambiar de tema rpidamente. El seor Beresford y yo desearamos usar el telfono dijo . Le parece que ser posible? Yo pagar dijo George, mostrando la coleccin de monedas que calentaba dentro de la mano. La Reina mir el reloj de pared que se cerna sobre ellos en el recibidor. Marcaba las nueve y cincuenta y nueve. Usted primero dijo a George. Beverley abri la puerta de la sala de estar. Se disponan a entrar en sta cuando la princesa Margarita se dej ver en lo alto de las empinadas escaleras. Lo lamento infinitamente dijo desde all, pero debo pediros que os quitis los zapatos antes de entrar en la sala. En la alfombra quedan hasta las

huellas ms pequeas. A George Beresford se le puso la cara de un color rojo intenso. Baj la vista a sus zapatones: no slo se le caan a pedazos, sino que debajo no llevaba calcetines. Le era absolutamente imposible exhibir sus pies desnudos, imposible delante de aquellas tres mujeres. Tena los pies feos, pens, con dedos velludos y uas cuarteadas. La Reina mir a la princesa Margarita, que se estaba secando el cabello con una toalla, y dijo: Preferira no tener ahora que descalzarme. Crees que el cordn del telfono llegar hasta el recibidor? Beverley fue en busca del aparato, cuyo cordn, completamente extendido, lleg justo al umbral del recibidor. Bast para que George pudiese marcar el nmero. Escuch con atencin mientras sonaba la seal. La Reina observaba a Beverley, dedicada ahora a limpiar las ventanas, y se preguntaba cunto debieron cobrar las muchachas de servicio en el Palacio de Buckingham. Seguramente ms de una libra veinte la hora. George, mientras tanto, identific la seal que oa. Comunica dijo. El reloj de pared dio las diez, y l puso cara de pnico. He perdido mi turno en el ordenador. Pruebe otra vez le urgi la Reina. El ordenador se estropea constantemente, no? Por lo menos eso es lo que me dicen siempre que llamo preguntando por mi Prestacin de Vivienda. George volvi a probar. No. Comunicaban. Prob una tercera vez, y en esta ocasin obtuvo respuesta inmediata. Esto le derrumb; nunca haba dominado el arte de hablar por telfono; necesitaba mirar a los ojos a su interlocutor. Ante el receptor, grit: Hola! Es ah Prestacin Vivienda? De acuerdo, de acuerdo.

Me dijeron que llamase antes de las diez, pero..., s, ya lo s, pero... Al habla George Beresford. Tengo esa carta diciendo que llamase antes de las diez para as entrar en... George dej de hablar. El sonido de un secador de cabello se escurri por las escaleras desde el piso de arriba. S, pero continu George, la cosa es... Volvi a medias la espalda a la Reina, se inclin sobre el aparato y baj la voz. Mire, estoy en un pequeo apuro. He de pagar el alquiler con el subsidio y la cosa es..., no llega... Escuch de nuevo. La Reina comprendi por las contracciones de su rostro que le estaban diciendo cosas que, o bien no quera or, o las haba odo antes una docena de veces, o no las crea. No cuelgue! dijo George al telfono. Luego, volvindose hacia la Reina aadi: Dicen que no tienen mis papeles. No encuentran nada sobre m. La Reina tom de sus manos el aparato y dijo, en el tono autoritario de sus discursos del trono: Buenos das, aqu la asesora del seor George Beresford. Salvo que el seor Beresford reciba su Prestacin Vivienda en el correo de maana por la maana, mucho me temo que me ver en la precisin de instigar por la va de urgencia una accin civil contra su jefe de departamento. Tome nota, por favor. Beverley dej escapar una risita, pero a George aquello no le pareci divertido en absoluto. No poda uno permitirse tratar con ellos a tontas y a locas. Le sorprenda el comportamiento de la Reina, le sorprenda de verdad. Ella le devolvi el aparato y George oy a la funcionara de Prestacin Vivienda asegurar que priorizara la reclamacin del seor Beresford. George colg el telfono y pregunt a la Reina qu significaba priorizar. Significa dijo la Reina que encontrarn milagrosamente su reclamacin, la procesarn hoy mismo y cursarn por correo su cheque. George se sent en las escaleras y escuch mientras la Reina llamaba al consultorio mdico y preguntaba si podra la doctora australiana visitar de nuevo el nmero 9 de Hell Close y examinar al seor Mountbatten, cuyo estado

se haba deteriorado. La Reina y el seor Beresford se despidieron, depositaron treinta y cinco peniques sobre la mesilla del recibidor y se marcharon. 10 32

1 Una forma de evasin

A la doctora Potter le bast con mirar a Felipe para sacudir preocupada la cabeza. He visto plancton con ms chicha que l dijo. Cundo ha comido por ltima vez? Hace tres das dijo la Reina: una galleta digestiva. No debera estar en el hospital? S dijo la doctora. Necesita que le coloquen un goteador intravenoso, hay que meterle fluidos en el cuerpo. El prncipe Felipe no se percataba de que las dos mujeres contemplaban con tanta inquietud su extenuado cuerpo. Estaba en otro lugar, lejos de all: conduca un coche de caballos por los parques de Windsor. Le preparar una bolsa, o una maleta, le parece? dijo la Reina. Primero tengo que encontrar una cama advirti la doctora. Sac su telfono porttil y comenz a marcar. Mientras esperaba que le contestaran explic a la Reina que la semana anterior haban sido clausurados tres pabellones mdicos, lo cual haba comportado la prdida de treinta y seis camas. Y la semana prxima perderemos un pabelln infantil aadi. Dios sabe lo que pasar si tenemos alguna emergencia. La Reina se sent en el borde de la cama y escuch cmo hospital tras hospital se negaban a admitir a su marido. La doctora Potter discuti, halag, razon, coquete, y de vez en cuando vocifer, pero no le sirvi de nada. No

haba una cama disponible en todo el distrito. Voy a probar los hospitales mentales dijo la doctora Potter. Est mal de la cabeza, o sea que ms o menos podr justificarlo. La Reina se qued horrorizada. Pero necesita atencin mdica urgente, no? pregunt. La doctora Potter, sin embargo, ya estaba hablando: Grimstone Towers? Aqu la doctora Potter, Servicio Mdico de Flowers Estate. Tengo un tipo que hay que ingresar. Depresin crnica, rechazo de alimentos, necesita intubacin y fluidos intravenosos. Tenis cama? No? La unidad mdica llena? Bien? S? Maana? pregunt a la Reina. sta asinti, profundamente agradecida. Hara cuanto estuviera en su mano para proporcionarle a Felipe algn alimento aquella noche, y maana pasara ya a las manos de profesionales. Se pregunt qu y cmo sera Grimstone Towers. El nombre sonaba espeluznante, como si correspondiera a alguno de esos edificios que una ve iluminados por un relmpago en los momentos iniciales de las pelculas britnicas de terror. 11 33

1 El amante de los cisnes

Dos horas antes de que comenzara el juicio, el pelotn de policas descargado por el correspondiente autobs despej toda la zona que rodeaba la sede del Tribunal de la Corona. Los numerosos representantes de la prensa escrita y los informadores de radio y televisin que haban acudido a cubrir el caso fueron evacuados a un antiguo campo de la RAF situado en las afueras de Market Harborough y pasaron el da encerrados en un vasto local donde se los incit a consumir el contenido de un excesivo nmero de botellas de vino britnico. El agente Ludlow estaba ahora en el estrado de los testigos, tratando desesperadamente de recordar las mentiras que haba contado en la previa

audiencia ante el Tribunal de Magistrados. El abogado de la acusacin, un hombre obeso e impetuoso llamado Alexander Roach, revisaba con Ludlow la declaracin de ste. Y ve usted al acusado preguntaba, volviendo sus carrillos hacia el banquillo, al tiempo que simulaba consultar sus notas, Carlos Teck, en esta sala? S dijo Ludlow, volvindose tambin hacia el banquillo, es el que viste como de jardinero y lleva cola de caballo. La Reina estaba furiosa con Carlos, le haba dicho, no, ordenado, que se cortara el cabello de la nuca y de ambos lados de la cabeza y que se pusiera una chaqueta y unos pantalones de franela grises, pero l se haba negado obstinadamente. Ahora pareca, bueno, una persona inculta y pobre. Ludlow avanzaba a tropezones por su declaracin sin el soporte de su cuaderno de notas policial, observ la Reina. Ian Livingstone-Chalk, el jurista que representaba a Carlos, se puso en pie. Mirando el estrado de los testigos, sonri cruelmente a Ludlow. Ian Livingstone-Chalk era hijo nico, y su ms prximo compaero de infancia fue su propia imagen reflejada en el espejo. Todo l era estilo, pero no sustancia, porque se preocupaba demasiado de la impresin que de s crea dar para escuchar convenientemente las pistas que proporcionaban sus testigos. Agente de polica Ludlow, tom usted, sobre el terreno, notas de lo que ocurra el da de autos? S, seor dijo Ludlow sosegadamente. Ah, bien asinti Livingstone-Chalk. Est usted en posesin del cuaderno donde tom las referidas notas? No, seor dijo Ludlow, con mayor sosiego an. No! ladr Livingstone-Chalk. Perdone, por qu no? Porque se me cay al canal, seor!

Livingstone-Chalk se volvi en aquel momento hacia el jurado y adopt de nuevo su sonrisa cruel. Se-le-cay-al-canal dijo, espaciando las palabras como si invitara al escepticismo a llenar los huecos. Por favor, agente Ludlow, explique al jurado lo que haca usted junto al canal, o cerca de l, o dentro de l. Ludlow dijo en un susurro: Ayudaba a un cisne en apuros, seor. Livingstone-Chalk pareci desconcertado. Dos miembros del jurado suspiraron: Ah, y miraron a Ludlow con nuevos ojos. Ridculo! dijo Carlos. El juez orden a Carlos que callase y le reprendi: Me sorprende que considere usted un pasatiempo ridculo prestar ayuda a un cisne, Teck, habida cuenta de que hasta hace muy poco tiempo su madre era propietaria de la totalidad de la poblacin de cisnes del Reino Unido. Proceda, seor Livingstone-Chalk. La Reina mir ceudamente a Carlos, inducindole sin palabras a que mantuviese la boca cerrada. Luego traslad aquella mirada a Livingstone-Chalk para asimismo inducirle a que preguntase a Ludlow acerca de sus ficticias actividades de protector de cisnes, pero l ignor la ocasin que el cielo le deparaba y se empantan en cambio en las minucias de la trifulca callejera. El jurado se aburri y dej de escuchar. Cuando Livingstone-Chalk se sent al fin, el letrado de la acusacin, Alexander Roach, aprovech la ocasin y se levant de un salto. Una ltima pregunta dijo a Ludlow. Sobrevivi aquel cisne? Ludlow comprendi que deba responder cautelosamente. Se tom su tiempo. Pese a mis denodados esfuerzos en la reanimacin boca a boca y el masaje cardaco, seor, siento tener que decir que el cisne expir en mis

brazos. La Reina ri en voz alta, y la sala entera se volvi a mirarla. Luego, cuando hubo recuperado el dominio de s misma, la vista continu. Carlos, Beverley y Violet prestaron declaracin por turno y el relato de cada uno corrobor el de los dems. Fue un absurdo malentendido dijo Carlos cuando Roach le acus de incitar al populacho de Hell Close a matar al agente Ludlow. Puede que fuera un malentendido para usted, Teck, pero el agente Ludlow aqu presente, un hombre capaz de demostrarle ternura a un cisne, fue gravemente herido por usted, no es cierto? No dijo Carlos, con la cara roja. No fue gravemente herido por m ni por nadie. El agente Ludlow se ara la mejilla cuando se cay en la calle. La sala entera dirigi la mirada a la barbuda mejilla del agente Ludlow. Roach dijo teatralmente: Una mejilla tan araada que el agente Ludlow necesitar llevar barba el resto de su vida. Los jurados, bien afeitados, asintieron compasivamente.

Mientras salan de la sala, cuando se produjo el descanso para el almuerzo, Margarita dijo: Dnde encontr Carlos a ese Ian Livingstone-Chalk? Encadenado a la verja del Colegio de Abogados? Carlos es oriundo de Tontilandia dijo Ana, pero incluso l se habra defendido a s mismo mejor que lo ha hecho el pobre tipo. Engullendo unos sandwiches de beicon en la cafetera de los juzgados, Diana pregunt a la Reina: Cmo piensa usted que le ir a Carlos? La Reina extrajo delicadamente de su boca un trocito de cartlago y lo deposit en el borde de su plato de cartn. Dijo: Cmo le fue a Juana de Arco despus de que se encendiese la hoguera?

Fue al exponer sus conclusiones ante el jurado cuando Ian Livingstone-Chalk arruin cualquier posibilidad que Carlos hubiese tenido de ser absuelto. Haba evocado el carcter y el pasado de su defendido, diciendo: Y finalmente, miembros del jurado, considerad al hombre que tenis delante. Un hombre con una historia llena de privaciones. (Aqu algunos jurados alzaron ya la mirada al cielo.) S, privaciones. Vio muy poco a sus padres. Su madre trabajaba y viajaba con frecuencia al extranjero. Y a muy tierna edad ya fue enviado a sufrir los castigos y humillaciones de, primero, una escuela preparatoria inglesa y despus, mximo horror, una escuela privada escocesa. El rgimen era cruel; la comida, inadecuada; los dormitorios no tenan calefaccin. Cada noche lloraba sobre su almohada, aorando el hogar. (Fue en este instante cuando se perdi el caso. Un miembro del jurado, un comerciante de ferretera, que ms tarde sera elegido presidente por sus compaeros, murmur a otro: Psame un violn.) Pero Livingstone-Chalk continu, indiferente al flujo de antagonismo que emanaba del jurado. Sorprender a alguien que este chico nostlgico buscara consuelo en la bebida? Alguno de nosotros olvidar su conmocin cuando se revel que el heredero del trono haba salido escoltado de un establecimiento pblico tras consumir cantidades desconocidas de aguardiente de cereza? (A Carlos se le oy murmurar: Ya dije que haba sido una sola copa, y el juez le impuso silencio.) Livingstone-Chalk sigui adelante con lo suyo, envuelto en la aparatosidad trgica del deportista que ejecuta un esplndido salto del ngel desde el trampoln de una piscina vaca. Este hombre pattico y desdichado merece nuestra compasin, nuestra comprensin, nuestra justicia. Lo que hizo estuvo mal, s, nunca estar bien gritar: Matad a ese cerdo, y agredir a un polica. No, ciertamente que no... Carlos murmur:

Pues no lo hice. De parte de quin est usted, Livingstone-Chalk? El juez, una vez ms, le orden guardar silencio y ahora le amenaz con acusarle de desacato al tribunal. Livingstone-Chalk trompete: Demostradle vuestra piedad, miembros del jurado. Pensad en aquel muchachito sollozando en el glido dormitorio escolar por su pap y su mam. Ni un solo ojo hmedo haba en la sala. Una mujer se meti dos dedos en la boca, simulando la accin de quiero vomitar. Cuando Livingstone-Chalk regresaba a su asiento, Ana y Diana tuvieron que contener a la Reina para que no se abalanzase sobre l y oprimiese su nuez de Adn hasta verle muerto. Beverley haba tomado la mano de Carlos y se la apretaba afectuosamente, y Violet dijo por un lado de la boca: Ha equivocao la carrera: se forrara si actuase en la pista de un circo. Carlos acogi con una educada sonrisa el comentario de Violet. De nuevo le rega el juez, que dijo: Lo menos que podra usted hacer es mostrar un poco de contricin, pero no, a usted parece que este caso le resulta divertido. Dudo que el jurado comparta su criterio. Aquel monstruoso intento de influir sobre el jurado pas inadvertido y qued sin respuesta en lo que se refera a Livingstone-Chalk. ste estaba absorto sumando sus gastos en una calculadora de bolsillo. La Reina no dej traslucir emocin alguna cuando se dict sentencia. Diana se sumi en el llanto. La princesa Ana dedic un gesto obsceno al jurado, y la princesa Margarita se desliz en la boca una tableta de Nicorette. Cuando se lo llevaban a las celdas que haba en los bajos del edificio, Carlos mascull unas palabras a Diana. Ella pregunt: Qu? Pero l ya haba desaparecido.

A ltima hora de la tarde, la ex familia real estaba reunida en torno al lecho de la Reina Madre y observaba cmo Philomena Toussaint introduca en la boca de la anciana cucharadas de sopa. Abra los ojos, muj rezong Philomena. No voy a quedarme aqu toa la noche. La Reina Madre abri los labios y los ojos y sorbi la sopa hasta que Philomena rasc el fondo del bol con la cuchara y dijo: Listo. Estoy inmensamente agradecida. Yo no consegua que comiera nada dijo la Reina. Philomena sec la mejilla de la Reina Madre con el borde de su mano y dijo: Para ella es un golpe sab que su nieto est en chirona, con tanto pelagatos y tanta chusma. Diana encontraba opresivo el calor en aquel cuarto tan pequeo y tan lleno. Sali y fue a abrir la puerta delantera de la casa. Guillermo y Enrique jugaban en la calle con una panda de chicos de cabeza rapada que hacan rodar un neumtico hacia el fragmento de acera que corresponda a Violet Toby. En el interior del neumtico viajaba colgado un nio pequeo. Diana oy a Guillermo protestar: Ahora me toca a m, pueta! Sus hijos hablaban ya con fluidez el dialecto local. Lo nico que los diferenciaba del resto de los chicos de Hell Close eran sus cabellos largos. Y cada da le suplicaban que se los hiciera cortar para tener la cabeza en forma de bala. Diana observ que Violet Toby sala disparada de su casa vociferando: Si ese sucio neumtico toca mi jodida cerca os voy a partir el condenado culo! El desastre se evit cuando el nio pequeo cay del neumtico y se despellej en el pavimento las rodillas y las palmas de las manos. Violet salud con la mano a Diana, levant de un tirn al chiquillo, que berreaba, y se lo llev

al interior de la casa para untar de yodo sus heridas. Diana pens que debera detener a Guillermo, que era quien se colocaba ahora dentro del neumtico, pero no tena nimo para discutir, as que se limit a anunciar: A la cama a las ocho, Guillermo, Enrique. Y volvi a entrar en la casa de la Reina Madre. Mientras se retocaba el maquillaje frente al pequeo espejo colgado sobre el fregadero de la cocina, trat una vez ms de descifrar el mensaje que Carlos le haba murmurado cuando le conducan a prisin. Fue algo que sonaba como: Riega los sacos, pero era imposible que l estuviera pensando en su estpido jardn, verdad? No, no en aquellos trgicos momentos. Diana murmur Riega los sacos varias veces ante el espejo, luego se apart desengaada, porque fuera lo que fuese lo que l hubiera dicho, seguro que no fue Te quiero, Diana o Ten valor, amor mo o alguna otra cosa de las muchas que los personajes de las pelculas decan a sus seres queridos cuando se los llevaban del banquillo a las celdas del piso bajo. Pens con envidia en las escenas de jbilo cuando el jurado haba anunciado que consideraba a Beverley Threadgold y Violet Toby inocentes de los cargos presentados contra ellas. Tony Threadgold haba corrido hacia su esposa y la haba sacado en volandas del banquillo de los acusados. Wilf Toby haba acudido junto a Violet y la haba besado de lleno en la boca, haba rodeado con el brazo su gruesa cintura y la haba conducido al exterior, donde fue ovacionada por otros miembros menos importantes de la familia Toby, que no haban podido introducirse en la pequea galera del pblico. Los clanes Threadgold y Toby se haban marchado juntos en excitado grupo para celebrar el acontecimiento en el pub del otro lado de la calle. La familia real, simplemente, mont en la trasera de la furgoneta de Spiggy y fue devuelta a Hell Close. 12 34

1 Nuevos compaeros

Lee Christmas se limpiaba las uas de los pies con el extremo indemne de un fsforo quemado cuando oy los cnticos:

God save our gracious King Long live our noble King

God save the King. Da da da da Send him victorious...

Lee se levant de su litera y curiose mirando hacia un lado por la ventana enrejada de la puerta de la celda. Su compaero, Fat Oswald, volvi la pgina de su libro: La cocina de Extremo Oriente, por Madhur Jaffrey. Estaba en la pgina 156, Pescado guisado en aromtica salsa de tamarindo. Aquello era an mejor que la pornografa, pens, mientras se le haca la boca agua al leer la lista de ingredientes. Se oy ruido de llaves en la cerradura y la puerta de la celda se abri. Gordon Fossdyke, el gobernador de la prisin, entr acompaado del seor Pike, el funcionario de prisiones responsable de la galera, que bram: En pie! El gobernador! Lee ya se haba levantado, pero a Fat Oswald le cost sudar unos momentos el bajar de la litera. Gordon Fossdyke haba, en determinada poca, gozado de una semana de fama cuando en su discurso pronunciado en una conferencia de la Asociacin de Gobernadores de Prisiones sugiri que existan realmente unas cosas llamadas el bien y el mal. Los criminales entraban en la categora del mal, proclam. Durante la semana de gloria de Fossdyke, el arzobispo de Canterbury concedi diecisiete entrevistas telefnicas.

El gobernador se acerc a Fat Oswald y dio un tiento a su barriga, que era una superposicin de flcidos y colgantes pliegues, una porcina cascada de grasa. Este hombre padece un sobrepeso grotesco. A qu es debido, seor Pike? No lo s seor. Ya estaba gordo cuando ingres, seor. Por qu est tan gordo, Oswald? pregunt el gobernador. Siempre he sido grandote, seor dijo Oswald. Al nacer pesaba cinco kilos y medio, seor. Fat Oswald sonrea con orgullo, pero su sonrisa no fue correspondida. El corazn de Lee Christmas lata aceleradamente debajo de su camisa carcelaria listada de blanco y azul. Pretenda aquella gente registrar la celda? Encontraran los poemas escondidos dentro de la funda de su almohada? Sera el colmo que lo hicieran. Vea al seor Pike perfectamente capaz de leer en voz alta uno de los poemas de Lee en alguna de las reuniones generales de los internos. Lee se sinti baado en sudor, pensando en su ms reciente creacin, Gatito peludo. Muchas vctimas de asesinatos haban muerto por motivos menos graves. El gobernador dijo: Vais a tener dos nuevos compaeros de celda. Estaris un poco apiados, pero habris de conformaros, entendido? Recorri de extremo a extremo el diminuto espacio. Como sabis, en esta prisin no se practica el favoritismo. Uno de los prisioneros es nuestro en otro tiempo futuro Rey. El otro es Carlton Moses, que le proteger en cualquier vejamen indebido por parte de los dems internos. He conocido personalmente a nuestro en otro tiempo futuro Rey y le considero un hombre encantador y civilizado. Aprended de l, puede ensearos muchas cosas. La puerta se cerr de golpe y Lee y Fat Oswald se quedaron nuevamente solos.

Cristo dijo Lee, Carlton Moses en nuestra celda. Mide como dos metros quince, el to, no? Con l y t, aqu no habr sitio ni pa respirar. Diez minutos despus fue introducida en la celda otra litera doble. Fat Oswald apenas poda moverse en el angosto espacio que separaba las dos. Lee se jact ante su compaero de su breve relacin con Carlos Teck, aunque se mostr menos entusiasta a propsito de Carlton Moses. Se rumoreaba que Carlton haba, de hecho, vendido a su abuela, o mejor dicho, que la haba cambiado por un Ford XRI descapotable. Fat Oswald opin que el rumor deba ser falso. Segn l, difcilmente poda producirse un intercambio tan poco equitativo. De qu le servira a nadie la abuela de otra persona? Su especulacin fue cortada en seco por la llegada de Carlos y Carlton, quienes sostenan en sus brazos sendas pilas de tosca pero bien plegada ropa de cama. Para Carlos era el peor da de su vida. No haba esperado ir a la crcel. Pero all estaba. Desde su llegada haba sido sometido a varias humillaciones gravsimas: que le separasen las nalgas en busca de drogas ilcitas fue posiblemente la peor. La puerta se cerr violentamente y los cuatro hombres se miraron unos a otros. Carlos mir a Fat Oswald y pens: Dios mo, este hombre es indecentemente gordo. Lee mir a Carlton y pens: Seguro que cambi a su abuela por un coche. Fat Oswald mir a Carlos y pens: Har que me hable de todos esos banquetes donde estuvo. Carlton mir a su alrededor considerando las dimensiones de la celda, y pens: Este hacinamiento es intolerable. Escribir quejndome al Parlamento Europeo. Cunto tiempo te ha cado, Carlos? pregunt Lee. Seis meses. Carlos se ahogaba ya en la atestada celda. Fuera a los cuatro, entonces pronostic Lee.

Si se porta bien dijo Carlton, acomodando sus pertenencias en la litera superior. Oswald devolvi su atencin a Madhur Jaffrey. No tena, pens, la menor nocin de cmo haba que dirigirse a la realeza. Era simplemente Seor o Su alteza real? Maana sacara de la biblioteca de la crcel otro libro, que sera un tratado de etiqueta. Carlos se alz sobre las puntas de los pies y mir entre los barrotes de la pequea ventana que daba al exterior. Todo lo que pudo ver fueron un retal de cielo rojizo y las ramas superiores de un rbol, cubiertas de hojas nuevas de color verde lima. Un sicmoro, se dijo a s mismo. Pens en su jardn, que estara esperndole. Las nuevas yemas, las semillas que germinaban, las plantas que extendan sus races primaverales le echaran de menos. Mucho tema que Diana dejara que el mantillo se secara en las bandejas-semillero y en las cestas colgadas. Se acordara de eliminar los brotes laterales de las tomateras, como l le haba pedido que hiciese? Dara a los sacos de cultivo un litro y medio de agua diario? Continuara echando las mondas de patata y los restos de verduras al montn de abono? Deba escribirle inmediatamente con instrucciones completas. A alguno de vosotros, compaeros, le sobra algo de papel? Lee le mir, confundido. Un poco de qu? Papel de escribir explic Carlos. Papel de cartas. Quieres escribir una carta? pregunt Carlton. S dijo Carlos. Por un momento dud de si realmente haba hablado en ingls o, sin darse cuenta, lo haba hecho en francs o gals. Una carta tienen que concedrtela explic Carlton. Una por semana. Slo una? dijo Carlos. Pero eso es simplemente absurdo. Tengo masas de gente a quienes escribir. Promet a mi madre...

Mientras hablaba, sin embargo, tom conciencia de un problema nuevo y apremiante. Necesitaba ir al lavabo. Toc el timbre contiguo a la puerta de la celda. Sus compaeros le observaron en silencio el tiempo que tardaba la puerta en abrirse. Y el tiempo se prolong sin que se abriera. Minutos despus, Carlos pulsaba el timbre frenticamente. El problema se haba trocado en urgencia. Unos agnicos momentos ms tarde, por fin, se abri la puerta y por ella asom el seor Pike. Carlos olvid dnde estaba. Ya era hora dijo. Necesito ir al lavabo. Dnde est? El ceo de Pike se frunci debajo de la gorra de uniforme. Ya era hora? repiti, mofndose del acento de Carlos. Yo le dir dnde est el lavabo, Teck. Est all. Sealaba un recipiente que haba en el suelo. Esto es la crcel, y en la crcel se mea en un cacharro. Carlos apel a sus tres compaeros de celda: Os importara salir un momento mientras yo...? La triple respuesta fueron unas incontenibles carcajadas. El seor Pike asi a Carlos por el hombro y le condujo al recipiente, una especie de marmita grande. Con el pie, enfundado en una lustrosa bota, derrib la tapadera de plstico y dijo: Aqu se orina y se defeca, Teck. Pero esto es de brbaros! protest Carlos. Est usted peligrosamente cerca de infringir las normas de esta prisin le previno Pike. Cules son las normas? dijo Carlos nervioso. Descubrir cules son cuando las viole dijo Pike con gran satisfaccin. Eso es kafkiano. Puede que s dijo Pike, que no tena la menor idea de lo que la palabra significaba. Pero una norma es una norma, y slo por el hecho de que usted fuera en otros tiempos heredero del trono no imagine que va a obtener ahora favores de m. Pero yo no..., yo...

Pike cerr de un portazo y Carlos, incapaz de aguantarse ms, regres corriendo junto a la marmita de plstico y agreg sus orines a los de Oswald y Lee. Oswald dijo tmidamente: Yo he ledo un libro de Kafka. Se llamaba El proceso. Un tipo es procesado por algo, l no sabe qu. Le joden de todos modos. Era para morirse de aburrimiento. Para desviar la atencin del ruido atronador de su miccin, Carlos dijo: Y no encontraste la atmsfera tremendamente evocadora? Fat Oswald repiti: No, era para morirse de aburrimiento. Carlos se abroch los pantalones y una vez ms fue hacia el timbre y lo oprimi, explicando a Lee, Carlton y Oswald que haba olvidado hablarle a Pike de la carta. Pero Pike ya haba dado instrucciones de que no se deba responder al timbre de la celda 17. Finalmente, el cielo se oscureci, las ramas de sicmoro desaparecieron de la vista y Carlos retir el dedo del timbre. Rehus la oferta de Lee de prestarle un libro, diciendo: Fast Car no es un libro, Lee, es una revista. Carlton escriba a su esposa y paraba frecuentemente para pedirle a Carlos que le deletreara las palabras: harto, engrase, porque, pezones, diversin, martes, libertad condicional. Oswald se comi un paquete entero de galletas Nice, sacando subrepticiamente cada galleta del paquete sin estropear la envoltura ni molestar a los dems ocupantes de la celda. Cuando la luz del techo se apag y slo qued la roja lamparilla nocturna, los hombres se dispusieron a dormir. Sin embargo, la crcel no estaba en silencio. De vez en cuando reverberaban gritos y sonidos de metal contra metal y alguien, con una penetrante voz de tenor, comenz a cantar Dios Bendiga al Prncipe de Gales. Carlos cerr los ojos, pens en su jardn y se durmi.

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1 Platino

Sayako sali del probador, en la calle Sloane, vistiendo el conjunto que la edicin inglesa Vogue reproduca en portada como mejor modelo de la estacin. Sobre el suelo del probador, hecho un pingo, haba quedado abandonado el modelo de la estacin precedente. Sayako se contempl en el espejo de cuerpo entero. La encargada, esbelta y vestida de negro, se encontraba detrs de ella. Este color le sienta muy bien opin, sonriendo profesionalmente. Me lo quedo, y tambin me lo quedar en fresa y en azul marino y en amarillo dijo Sayako. La encargada se regocij interiormente. Ahora ya estaba segura de que aquella semana alcanzara el objetivo de ventas que tena fijado, cosa que le aseguraba el empleo por lo menos una semana ms. Dios bendiga a los japoneses! Sayako, caminando con los pies cubiertos nicamente por las medias, se acerc a un expositor de mocasines de ante. Y estos zapatos, a juego con todos los conjuntos, en talla cuatro dijo. Tomaba como referencia el maniqu de fibra de vidrio que se apoyaba convincentemente en el mostrador principal de la tienda, vestido con el mismo conjunto crema que Sayako llevaba, los mocasines que Sayako acababa de encargar y un bolso que encargara inmediatamente en azul marino, fresa, crema y amarillo. Acariciada por los focos, resplandeca la rubia peluca de nailon del maniqu, y sus ojos azules estaban entornados, como embelesados por su propia belleza caucsica. Es tan hermosa!, pens Sayako. Tom la peluca de la cabeza del maniqu y se la puso en su propia cabeza. Encajaba perfectamente. Y me llevo esto dijo.

A continuacin entreg una tarjeta de platino donde figuraba el nombre de su padre, el emperador de Japn. Mientras la encargada tecleaba los mgicos nmeros de la tarjeta, Sayako eligi un abrigo de suave gamuza de color verde, expuesto tambin sobre un maniqu, en este caso de peluca roja, que centraba el espacio delimitado por los mostradores. El abrigo de gamuza costaba mil libras; mil libras menos un penique, para ser exactos. En qu otros colores tienen esto? pregunt Sayako a las dependientas que estaban envolviendo sus conjuntos, mocasines, bolsos y peluca. Slo en otro ms dijo una de ellas (que pens: Jess, cuando salgamos de aqu esta tarde nos iremos de copas). Corri hacia el fondo de la tienda y regres rpidamente con una versin en color marrn tirando a miel del suntuoso abrigo. Muy bien asinti Sayako. Me los quedo los dos y, por supuesto, botas a juego, talla cuatro. Al hablar sealaba las botas que luca el maniqu de peluca roja. El montn de artculos creca sobre el mostrador. El guardaespaldas de Sayako, apostado en el lado interior de la puerta de entrada, cambiaba de sitio impacientemente. La limusina estacionada fuera de la tienda haba ya atrado la atencin de un agente de trfico. l y el conductor intercambiaban miradas, pero ambos saban que las placas del Cuerpo Diplomtico que ostentaba el coche excluan cualquier posibilidad de que se colocara en el parabrisas un impreso de sancin por estacionamiento indebido. Cuando la princesa y sus compras fueron retiradas de escena, las encargadas y dependientas rieron a gritos, chillaron y se abrazaron unas a otras locas de alegra. Sayako, sentada en la trasera de la limusina, contemplaba Londres y a sus habitantes. Qu raros eran los ingleses, pensaba, con sus facciones indefinidas, sus desmesuradas narices y su piel! Disimul una risita cubrindose la boca con la mano. Piel blanca en unos, rosada en otros, con

frecuencia rojiza. Y qu cuerpos tenan! Tan altos... Para qu poda servir semejante estatura? Su padre era un hombre pequeito, y era un emperador. Al tomar el coche el camino de Windsor, donde ella se alojaba en el recin inaugurado Hotel del Castillo Real, los ojos de Sayako se cerraron. Ir de compras era terriblemente fatigoso. Haba empezado a las diez y media en la seccin de lencera de Harrod's y ahora eran las seis y cuarto de la tarde y slo haba parado una hora para almorzar. Adems, cuando se retirara tendra que ponerse a leer aquel enrevesado libro, Tres hombres en una barca. Haba prometido a su padre que leera como mnimo cinco pginas diarias. Ello mejorara su ingls, deca l, y la ayudara a entender la mentalidad inglesa. Sayako haba tenido ya que tragarse, con penas y fatigas, El viento en los sauces, Alicia en el pas de las maravillas y la mayor parte de Jemima Puddleduck, pero todos aquellos libros le haban parecido muy difciles, llenos de animales que hablaban y vestan ropas de seres humanos. El ms raro de todos haba sido La casita de Pooh, que trataba de un oso retrasado mental al que protega un chico llamado Christopher Robin. A Sayako le haba dicho su profesor de ingls coloquial que en este idioma haba varias palabras que significaban mierda. Una de ellas era pooh. En el Hyde Park Corner el coche se detuvo sbitamente, el conductor mascull una maldicin y Sayako abri los ojos. El guardaespaldas se volvi de cara a ella. Una manifestacin dijo. No hay nada que temer. Ella mir por la ventanilla y vio una larga hilera de personas de mediana edad que cruzaban la calle por delante del coche. Muchas de ellas vestan anoraks de color beige, que Sayako, compradora devota, identific como procedentes de Marks and Spencer. Entre los manifestantes, unos pocos enarbolaban palos en los que aparecan fijados unos rtulos donde en letras rojas, blancas y azules se lea BOMB. Nadie, al parecer, prestaba a aquellas personas la menor atencin, excepto

algn que otro automovilista impaciente. 14 36

1 Caballo regalado

Spiggy entr en Hell Close montando a pelo un caballo zaino que se llamaba Gilbert. Cuando el caballo estuvo a la altura de la casa de Ana, Spiggy grit: Ayuup!, y Gilbert se detuvo y comenz a mordisquear la grama que creca a lo largo del bordillo. Spiggy desmont y condujo a Gilbert por el sendero hasta la puerta principal. Espera a que te vea dijo Spiggy al caballo. Patitiesa se va a qued! Cuando Ana abri la puerta y vio los tiernos ojos pardos de Gilbert fijos en los suyos, crey que iba a derretirse all mismo, en el umbral. Tendi los brazos y estrech entre ellos el cuello del caballo. De dnde lo has sacado? pregunt bruscamente. Lo compr explic Spiggy. A un tipo del cl. l no ti ande guardarlo. Y t tienes dnde? pregunt Ana. No admiti Spiggy. Haba bebo unas pocas cervezas y fue como que me encaprich con l. Estaba amarrao fuera, en el aparcamiento, y digamos que me dio, no s, pena. Slo me cost cincuenta libras y un rollo de alfombra de sa de escaleras. Se llama Gilbert! Ti zapatos nuevos! dijo ansiosamente, con la esperanza de que Ana coincidiese en que Gilbert era una ganga. El ojo experto de Ana dijo a sta que, en efecto, Gilbert era un buen caballo. Para qu lo han usado? dijo. Pa animal de tiro, segn el tipo, en Derbyshire. Pero ltimamente ha estao de vacaciones porque lo del trasporte se fue al carajo. Ti un carter dulcedulce. Ana poda comprobar aquello por s misma. Gilbert permiti que le palpase las

articulaciones, que inspeccionara el interior de sus orejas. Incluso mostr los dientes cuando Ana le mir la boca, como si estuviera sentado en la silla de un dentista y ansiase cooperar con ste. Ana le dio unos golpecitos en el hocico castao, luego le cogi de la brida y le condujo por el sendero que flanqueaba la casa hasta el jardn trasero, donde la descuidada hierba haba crecido desmesuradamente. No tena silla de montar, pero Ana se iz a lomos del caballo y pasearon hasta el fondo del jardn y regresaron. Spiggy encendi un cigarrillo y se sent en el banco de hierro forjado que Ana haba trado del parque Gatcombe. Ana le gustaba, era una mujer que llamaba a las cosas por su nombre. Y no tena mal aspecto, ni mucho menos; sobre todo con el cabello suelto, como lo llevaba ahora. l se haba envanecido de la sensacin que ambos causaron cuando entraron en el Club de Trabajadores de Flowers Estate, con ocasin de su primera cita. Y ms todava cuando Ana haba ganado a todos sus compinches al billar. Gilbert era la prenda de amor de Spiggy. Calcul que el jardn de la casa era suficientemente grande para Gilbert, siempre y cuando diera un buen galope por los campos de juego una vez al da. Ana descabalgaba de mala gana ante l. Me ser completamente imposible mantenerlo, Spiggy dijo Ana. No alcanzo ni a mantener a los nios como debera. Yo lo mantendr dijo Spiggy. T me dices lo que necesita, y yo te lo consigo. Mientras Ana dudaba, aadi: Slo pasa que yo no tengo uno de esos jardines grandes, como t. Podramos supongamos que compartirlo. Mi pap era gitano, as que estoy acostumbrao a los caballos. Aprend a mont antes que a atarme los cordones de los zapatos. Vamos, Ana chame una mano en esto. T tis sitio pa una cuadra. Gilbert restreg su hocico contra el cuello de Ana. Cmo poda ella negarse?

Por la tarde, George Beresford midi a Gilbert para establecer las

dimensiones de la cuadra. Volvi despus con Fitzroy Toussaint. Transportaban entre ambos unas planchas de melamina color de rosa que George se haba guardado cuando en cierta ocasin ayud a reformar una peluquera de seoras. No es exactamente robada le dijo a Ana, al presentar sta objeciones a la dudosa historia de la melamina. Es una prerrogativa del trabajo. Fitzroy lo confirm y dijo a Ana que l poda conseguir para ella y los nios papel de ordenador. Cuando sea asegur. No hay problema. Ana dibuj un rudimentario boceto de una cuadra, estipul a qu altura deban estar el abrevadero y el pesebre de Gilbert, explic que el caballo necesitara espacio para dar la vuelta y que en el suelo deba haber buenos desages y condiciones idneas para soportar copiosas cantidades de orines. Fitzroy ayud a George a transportar otro cargamento de melamina y luego se excus: era hora de volver a la oficina. El seor Christmas miraba por encima de la cerca. Estaba en libertad bajo fianza despus de que su intento de robar un grifo de un almacn de Hgalo Usted Mismo fue frustrado por una cmara del circuito interno de televisin. Sac una zanahoria del bolsillo de los pantalones y obsequi con ella a Gilbert. Qu har ust con la mierda del caballo? pregunt a Ana. Ana confes que no haba pensado demasiado en el asunto, aunque reconoca que poda constituir un problema. Yo se la quitar de las manos, si ust quiere ofreci el seor Christmas, que ya se vea a s mismo vendiendo estircol a una libra la bolsa. No me propongo tenerla en las manos, seor Christmas dijo Ana. Estaban riendo cuando la Reina entr en el jardn trasero cargada con una silla de montar, que entreg a su hija. La Reina era incapaz de imaginar una vida sin caballos. A pesar de las

advertencias de Jack Barker, haba sido instintivo en ella incorporar una silla de montar al cargamento del camin de mudanzas. Esta maana he sacado esto del trastero. Habr que ajustarla, pero me parece que el tamao est bien dijo, sonriendo a Gilbert y ofrecindole un caramelo de menta. Cmo lo lleva su chico all dentro? pregunt a la Reina el seor Christmas. No lo s, todava no he recibido carta suya dijo la Reina, tironeando la mantilla de la silla y enderezando un poco sta. Le he escrito, por descontado, y le he enviado un libro. Un libro dijo escpticamente el seor Christmas. No se lo van a permitir. Por qu razn? se sorprendi ella. Las ordenanzas explic el seor Christmas. Se pun peg puntitos de LSD en las pginas o esparc cocana en esa parte dura que aguanta juntas las hojas... El lomo inform la Reina. Uno de mis chicos se enganch a la droga cuando estuvo en chirona dijo el seor Christmas en tono ligero. Cuando sali, tuvieron que darle eso del tratamiento del topetazo. Tratamiento de choque? sugiri la Reina. S, de choque! Pero no le cur. Dice que le da igu si la palma joven. Dice que se caga en el mundo y que no ti motivos pa viv. Qu cosa tan triste dijo la Reina. Ya era como un pingajo cuando naci aadi el seor Christmas. Descart el tema con un ademn. No le vi sonre hasta que tena un ao. Por m que le sacuda, nunca sonrea. 15 37

1 Querida mam

Por la maana, la Reina estaba limpiando el desage en el jardn delantero cuando el cartero avanz por el sendero con una carta en la mano. La Reina se quit los guantes de goma. Confiaba en que la carta sera de Carlos. Lo era.

Prisin de Castle Viernes, 22 de mayo

Querida mam: Como podrs ver, incluyo un permiso de visita. Me complacera muchsimo que me visitaras. Aqu todo es espantoso, la comida es indescriptiblemente horrible. Uno sospecha que ya es hedionda cuando sale de las cocinas, pero cuando nos llega a nosotros, en las celdas, es ms hedionda an, fra y coagulada. Por favor, cuando vengas treme unas barritas de cereales, un poco de fruta, algo saludable y nutritivo. Por favor, treme tambin algunos libros. An no estoy autorizado a utilizar la biblioteca de la crcel. Y dependo de los gustos en materia de lectura de mis compaeros de celdas, Lee Christmas, Fat Oswald y Carlton Moses. Ellos no comparten mi aficin a la literatura; precisamente la noche pasada tuve que explicarles qu era la literatura, o lo que es. Lee Christmas crea que literatura es algo que uno echa en la gaveta del gato. En la actualidad pasamos encerrados veintitrs horas al da. No hay funcionarios de prisiones suficientes para supervisar los programas educativos o de trabajo. Nos turnamos para hacer ejercicio en el pequeo espacio que queda entre las literas. Es decir, con excepcin de Fat Oswald, que se pasa el da entero acostado en su litera leyendo libros de cocina y rezumando malsanos gases corporales. Le acus de ser en parte responsable de la disminucin de la capa de ozono y se limit a comentar: A saber lo que ser eso.

El infierno son realmente los otros, mam. Anso dar un paseo solitario, o pasar el da pescando a solas, nadie ms que yo, el ro y la naturaleza. Se ocupa Diana de mi apelacin? Comprubalo, mam. El simple hecho de que yo est aqu es una injusticia monstruosa. Yo no provoqu un tumulto aquel da en Hell Close. Yo no grit: Matad a ese cerdo. Carlton dice que mi abogado, Ian Livingstone-Chalk, es bien conocido por su holgazanera y su incompetencia. En los crculos criminales le llaman Chalk El Puerco debido a sus simpatas por la polica. Uno se pregunta por qu ejerce de abogado defensor. Encrgale a Diana que presente una queja contra l ante el Consejo de Abogaca, y por favor recurdale que riegue el jardn: las tomateras plantadas en sacos de cultivo, que estn a un lado de la puerta de la cocina, necesitan al menos un litro y medio de agua por planta y por da, y ms cantidad si el tiempo es especialmente caluroso. El gobernador, seor Fossdyke, me obsequi ayer con tu retrato de la coronacin. Estoy sentado bajo l mientras te escribo. Esto ha despertado cierto resentimiento entre mis compaeros de celda, y ahora exigen al seor Fossdyke que les regale retratos al leo de sus madres. Deseara que el seor Fossdyke me tratase con el mismo desprecio con que trata a los dems internos. Por favor, podras t escribirle a este respecto? Pdele que me mire desdeosamente la prxima vez que me vea, que me hable speramente, etc. A ti te har caso: es claramente un monrquico incondicional. Da muchos recuerdos de mi parte a Guillermo y Enrique y diles que pap est disfrutando mucho en sus vacaciones en el extranjero. Transmite mi cario a la abuelita y mis saludos a mi padre. Como vers, he cometido un error en el adjunto permiso de visita. Quera, por supuesto, colocar el nombre de Diana a continuacin del tuyo, pero por alguna extraa razn he escrito en su lugar el de Beverley Threadgold. No me explico el motivo. Confo en que a Diana no le importe esperar una semana, o

posiblemente dos. Te quiere tu hijo Carlos

P. D. Las tomateras necesitan abono lquido una vez por semana. P. P. D. Sabas que Harris ha dejado preada a una perra llamada Kylie? El dueo de Kylie, Alian Gower, est tambin aqu, es un cowboy del plstico (es decir, un estafador de tarjetas de crdito). Quiere que vayamos a medias en los gastos de veterinario.

La Reina entr en casa y se sent inmediatamente a escribir al gobernador.

Gordon Fossdyke Esq Gobernador Prisin de Castle Hell Close, 9 Flowers Estate Lunes, 25 de mayo 1992

Estimado seor Fossdyke: Como usted sabe, mi hijo se encuentra bajo su custodia. Me escribe para contarme sus mltiples atenciones. Estoy por ellas sumamente agradecida, pero apreciara mucho ms que fuera usted ocasionalmente desatento con l. Me pregunto si podra usted arreglarlo de manera que fuese severamente castigado por alguna infraccin menor. Entiendo que esto podra ayudarle a congraciarse con sus compaeros de celda y ganar su estima. Con referencia a otra cuestin, por qu la comida que se sirve a los presos tiene que estar fra? Le preocupa a usted, quiz, que se quemen la lengua? Estoy segura de que deben existir motivos (de los que no soy

consciente), porque entra sin duda en su capacidad de organizacin el asegurarse de que la comida llegue a los internos a la que usted y yo consideraramos temperatura adecuada. Un pequeo detalle. Envi a mi hijo un libro, Jardinera orgnica, de Alan Thelwell, har cosa de una semana. Por qu no le ha sido entregado? Un descuido, quiz? Sinceramente, suya Isabel Windsor

La misma maana, el propio Carlos haba recibido una carta.

Hellebore Close, 8 23 de mayo, 1992

Carlos querido: No te he escrito antes, lo siento, pero he estado tan ocupada! Confo en que seguirs bien! Me he teido el pelo de color castao, todos dicen que me sienta estupendamente. En Ayuda a la Tercera Edad encontr un conjunto de chaqueta y pantaln terriblemente bonito, un modelo de Max Mara, de un color que es una especie de rosa-beige subido. La chaqueta un poco larga y los pantalones acampanados. Y slo 2,45 libras! Me lo puse la otra noche para ir a casa de los padres de William, con mi blusa blanca (la que tiene el cuello bordado). Ayer fui a una fiesta de la flor seca en casa de Mandy Carter. La idea es que te das una vuelta por all y compras algunas flores secas y Mandy recibe una comisin sobre las ventas. Tu abuelita estaba all con su amiga Philomena. Yo compr un encanto de cestita llena de esa planta de flores azules que huelen tan bien; crecen muchsimas en Sandringham, pero no me refiero a brezos. Oh, ya sabes cmo se llaman, un nombre que empieza por l, creo.

Lo tengo en la punta de la lengua. No, ya lo he perdido. No fueron muchas las personas que compraron cosas, as que la pobre Mandy no gan ni un penique! La mujer que expona las flores secas me ofreci la organizacin de otra fiesta la semana prxima, le dije que lo hara encantada! El asunto dinero est difcil. Victor Berryman (Food-U-R) dijo que mantener a un preso en la crcel cuesta 400 libras por semana. Qu suerte tienes! Ahora tengo que marcharme. Acabo de ver a Harris saltando encima de los sacos de cultivo! Te quiere, Diana P. D. Lavanda! P. P. D. Sonny Christmas muri la noche pasada mientras dorma. Qu pena! Guillermo ha sacado catorce puntos sobre cien en un examen de matemticas. Dije a su ex profesor que nadie es bueno con las matemticas en nuestra familia, pero l replic: Pues parece que a usted las cuentas del impuesto sobre la renta le salan muy bien. Qu quiso decir?

Carlos reley ms de una vez la carta de su esposa. Y siempre que llegaba a un signo de admiracin se estremeca. Cada uno de aquellos signos era un visible recordatorio de las diferencias entre ambos. 16 38

1 Bailando hacia la luz

El cuerpo achacoso de la Reina Madre descansaba en el lecho de la casa de Hell Close, pero su espritu se cerna a once mil metros de altura, por encima de las nubes, a bordo de un reactor De Havilland Comet de la BOAC. Sentado a los mandos estaba el jefe de escuadrilla John Cunningham. Su voz

tranquilizadora la mantena informada de los pases que sobrevolaba en aquel viaje sin escalas: Francia, Suiza, Italia y el norte de Crcega. Era el ao 1952 y el aparato avanzaba a la excitante velocidad de 820 kilmetros por hora. La escena cambi. Ella estaba cazando rinocerontes con un rifle de grueso calibre; luego bata a ritmo frentico un bongo, antes de reunirse con el general Charles de Gaulle y lamentarse con l de la cada de Francia; a continuacin presenciaba cmo el atad de la duquesa de Windsor era transportado por la escalinata de la capilla de San Jorge, en Windsor; un momento despus, luciendo uno de sus esplndidos vestidos de noche, comparta un palco con Nol Coward: la obra que se representaba era Cavalcade. Terminado el espectculo, cenaban en el Ivy. Philomena Toussaint moj el ngulo de un pauelo en un vaso de agua helada y lo us para humedecer los labios de la Reina Madre. Eran las tres y cuarto de la madrugada. La Reina Madre percibi en su boca la deliciosa frescura y sonri con agradecimiento, pero no tena energas suficientes para hablar ni para abrir los ojos. La Reina haba encargado a Philomena que llamara al mdico si durante la noche se produca un deterioro en el estado de su madre. Philomena, sin embargo, replic: No llamar a ningn dotor. Ti m de noventa aos. Est cans: s'ha ganao el derecho a dorm pa siempre en los brazos del buen Dios. Philomena cepill el cabello de la Reina Madre, aplic a su boca un lpiz de labios rosado y colorete a sus mejillas. Anud las cintas azules del peinador de la Reina Madre y form un bonito lazo bajo su mentn. Luego rehzo la cama y deposit las manos de la Reina Madre sobre la sbana de lino. Philomena esper mientras la respiracin de la Reina Madre perda profundidad. La luz que llegaba al cuarto fue hacindose ms intensa. Un pjaro cant en las cercanas de la casa. Cuando juzg que haba llegado la hora, Philomena pas a la contigua sala de estar, donde la Reina, completamente vestida, se haba dormido en el sof. La Reina despert inmediatamente, tan pronto como Philomena le toc el

hombro. Se apresur a acudir junto a la cama de su madre, mientras que Philomena se puso el abrigo y sali a comunicar al resto de los parientes que la Reina Madre se mora. La Reina sostena la mano de su madre y le suplicaba en silencio que continuara viviendo. Qu iba a hacer sin ella? Ana, Pedro y Zara entraron en el cuarto. Dadle un beso de despedida dijo la Reina. Diana lleg a continuacin, con Enrique en brazos y llevando de la mano a Guillermo. Los nios vestan sus pijamas. Diana se inclin para besar la suave mejilla de la Reina Madre y despus incit a sus hijos a hacer lo mismo. El tip tap de los altos tacones de Margarita son en la calle: la princesa se apresuraba en pos de Philomena. Susan, la perra corgi de la Reina Madre, subi al lecho de un salto y se acurruc contra el montculo que los pies de la Reina Madre formaban en el cobertor. Margarita abraz a su madre apasionadamente y acto seguido pregunt a su hermana: Has enviado a por un mdico? La Reina admiti que no lo haba hecho, y aadi: Mam tiene noventa y dos aos. Su vida ha sido maravillosa. Philomena dijo: Le pregunt una v si quera que le pusieran tubos y cosas en el cuerpo y una mquina que respirase, y ella contest: Dios lo prohba. Margarita exclam: Pero no podemos quedarnos sentados aqu y verla morir, no en este miserable cuartucho, en esta miserable choza, en esta miserable calle, en este miserable barrio. A ella le gusta este sitio, y a m tambin dijo Guillermo. Haba corrido la voz en Hell Close y los vecinos comenzaban a reunirse ante la puerta principal de la casa. Hablaban en voz baja de sus recuerdos de la Reina Madre. Hicieron a Darren Christmas desmontar de su ruidoso ciclomotor y empujarlo hasta que estuviera a distancia suficiente para que no estorbase su irrespetuoso petardeo. Y tambin por respeto, a nadie se le permiti aquella maana robar nada del carromato del lechero.

El vicario republicano, reverendo Smallbone, acudi a la casa a las ocho. Le haba avisado el repartidor de peridicos, de quien obtena el nico ejemplar del Independent que poda encontrarse en un radio de siete kilmetros. En pie junto a la cabecera de la cama de la Reina Madre, murmur unas frases inaudibles a propsito del cielo y el infierno y el pecado y el amor. La Reina Madre abri los ojos y dijo: Yo no quera casarme con l, ya lo sabis. Tuvo que pedrmelo tres veces, yo estaba enamorada de otro! Y cerr los ojos de nuevo. Margarita coment: No sabe lo que dice: adoraba a pap. La Reina Madre era otra vez Elizabeth Bowes-Lyon, diecisiete aos, una afamada belleza, girando en torno a la sala de baile del castillo de Glamis en brazos de su primer amor, cuyo nombre ya no recordaba del todo. Pensar se haba hecho difcil. Estaba oscureciendo, al parecer. Alcanzaba a or voces en la distancia, pero se tornaban ms y ms dbiles. Luego rein una oscuridad completa, aunque all en la distancia ms remota apareca como un pinchazo de brillante luz. Sbitamente, ella se desplazaba hacia aquella luz y la luz la arrebataba y la circundaba y la inclua en su esencia y de ella ya no quedaba sino un recuerdo. 17 39

1 Mtrica y rima

A Carlos le correspondi el turno de elegir emisora, de modo que todos en la celda escuchaban Radio Cuatro. Brian Redhead entrevistaba al ex gobernador del Banco de Inglaterra, que haba dimitido la vspera. An no se haba encontrado a nadie para sustituirle. El seor Redhead preguntaba: As pues, seor, me est usted diciendo que en su condicin de

gobernador del Banco de Inglaterra, ni siquiera usted, en una posicin tan elevada, conoca los trminos de este emprstito japons? Me resulta difcil creerlo. Ms me lo resulta a m dijo el ex gobernador amargamente. Por qu cree que he dimitido? Entonces, cmo se devolver el emprstito? inquiri el seor Redhead. No se devolver dijo el gobernador. Las arcas estn vacas. Con objeto de financiar sus lunticos proyectos, el seor Barker ha robado con pleno xito el Banco de Inglaterra. La puerta de la celda se abri y el seor Pike tendi unas cartas. Anunci: Fat Oswald, de su madre. Moses, una de su esposa y otra de su novia. A Lee le dijo: Nada, como de costumbre. Y a Carlos: Teck, una de un dbil mental, a juzgar por la escritura del sobre. Carlos abri el sobre. Dentro haba dos cartas:

Qerido papa Llo estoi vien tu estas vien Se qe no estas de bacasiones e bisto a Darrun Christmas i dise qe estas en cirona Harris a roto a trositos todas las plantas del gardin Te qiero Enrique 7 anos

Qerido papa Mama nos a dicho una mentira qe estas de bacaciones en Escosia. Nos an robao el video y tambin los candelabrios qe eran de aqel rey Jorje qe reino ase anos. El seor Christmas conose al fulano qe se los yebo. Dise qe le ba a pegar a ese fulano i los debolbera. Nuestro cole tendra pronto un tejao nuebo. Jack Barker enbio una carta a la seora Stricklan i eya nos lo dijo en asablea ier. Tia Ana tiene un cabayo yamado Gilbert. Bibe en su gardin en una cuadra.

Es rosa. La cuadra no el cabayo. Mndanos dinero de la prisin no tenemos nada. Escrive pronto Te qiere Guillermo

Carlos ley las dos cartas con horror. No solamente por el uso abismal que sus hijos hacan del idioma, las faltas de ortografa, el desprecio de las normas de puntuacin, la pasmosa caligrafa. Sobre todo, por el contenido de las cartas. Cuando saliera de la crcel matara a Harris. Y por qu Diana no le haba mencionado el robo? Cuando estaba doblando las cartas se abri la puerta de la celda y el seor Pike dijo: Teck, su abuela ha muerto. El gobernador le expresa su condolencia y le comunica que autorizar su salida para que asista al entierro. La puerta volvi a cerrarse y Carlos se esforz en dominar sus sentimientos. Sus compaeros de celda, Lee, Carlton y Fat Oswald, le miraban sin pronunciar palabra. Pocos minutos despus, Lee dijo: Si a m me dejaran sal, me pegara el piro. Carlos contempl por la ventana de la celda las ramas del sicomoro y le acometi la opresiva nostalgia de la libertad.

Aquella misma maana, ms tarde, cuando Fat Oswald regres de su clase de composicin creativa, entreg a Carlos una hoja de papel y le dijo: Es para ti, para levantarte el nimo. Carlos abandon su litera, tom el papel de la mano gordinflona de Oswald y comenz a leer:

All fuera All fuera hay bizcochos

y refrescos en lata, hay tiendas donde venden chocolates y nata. All fuera hay mil flores, hay rboles a manta, hay legiones de chicas muy bonitas de cara. All fuera algn da queremos estar Carlos, Lee, Carlton, yo mismo! Slo por variar...

Carlos, pasmado, se dio cuenta con absoluta claridad de que lo que acababa de leer era un poema. Oh, es extremadamente bueno, Oswald! exclam, identificado por completo con los sentimientos que el poema expresaba, aunque repudiaba la banalidad de la construccin. Fat Oswald trep con esfuerzo a su litera, rebosante de orgullo. Lelo en voz alta, Carlos dijo Lee, que hasta entonces no se haba enterado de que comparta la celda con un colega poeta. Cuando Carlos hubo ledo en voz alta el poema para sus compaeros, Carlton coment: Ese poema es maligno, to. Lee guardaba silencio. Los celos creativos le roan. A su juicio, su propio Gatito peludo tena muchsima ms calidad. Carlos se acost en su litera. Los ltimos versos del poema se repetan en su mente una y otra vez:

All fuera algn da

queremos estar Carlos, Lee, Carlton, yo mismo! Slo por variar... 18 40

1 Tarea de mujeres

Philomena y Violet saban cmo amortajar a un difunto. Era algo que haban aprendido a hacer en el pasado, cuando los tiempos eran difciles. No pensaban que fuera necesario en 1992, pero sus servicios fueron requeridos de nuevo. Pocas personas en Hell Close tenan recursos suficientes para acudir a una funeraria, a no ser que contrajesen abrumadoras deudas o que la causa de la muerte fuera un accidente laboral (en cuyo caso el patrono estaba ansioso por apaciguar a la familia). Las plizas de seguros se consideraban elementos de un lujo fabuloso, tan exticas como unas vacaciones en el extranjero y comer rosbif el domingo. Sabedoras de lo importante que es mantenerse ocupado en tales momentos, las mujeres haban encomendado a la Reina pequeos encargos. La Reina los ejecut voluntariamente. Sin la animosa presencia de su madre, la casa se le antojaba horriblemente opresiva. Cuando las dos mujeres terminaron su tarea, se situaron a los pies de la cama y desde all contemplaron a la Reina Madre. sta mostraba en sus labios una leve sonrisa, como si estuviera soando con algo muy placentero. La haban vestido con su traje de noche favorito, azul, un color a juego con los zafiros de los pendientes y la gargantilla con que la adornaron. Ti un aspecto sereno, verd? dijo Philomena, satisfecha. Violet se sec los ojos y coment: Yo nunca le vi mucho sento a eso de que hubiese una familia real, pero ella era una buena mujer, malcri pero buena. Comprobaron que todo estaba limpio y en orden, y luego salieron del

dormitorio y comenzaron a limpiar el resto de la casa. Prevean que en los das siguientes acudiran muchos visitantes, por lo cual enviaron a Wilf a comprar bolsitas de t adicionales, leche y azcar. Diana se reuni con ellas en la cocina. Traa un ramo de flores purpreas de tallos largos. A pesar de sus gafas Ray-Ban se le vean los ojos hinchados y enrojecidos por el llanto. Las he cogido en el jardn explic, refirindose a las flores. Son para... la capilla ardiente de la Reina Madre, o como se diga. Un olor acre se esparca por la cocina. Son cebollinos dijo Violet, olfateando el ramo. Yerbajos. Ah, s? dijo Diana ruborizndose, confusa. Carlos se enfadar conmigo. No importa la tranquiliz Violet. Slo que apestan. Lo que necesitamos son azucenas sugiri Philomena, pero esas cosas cuestan una libra y veinticinco cada una. Qu es lo que cuesta una libra y veinticinco cada una? pregunt Fitzroy Toussaint, que entraba en la cocina en aquel momento. Las azucenas, que gelen tan bien replic su madre. Son las flores que a la Reina Madre le habran gustao. Hasta entonces, Fitzroy no se haba encontrado cara a cara con Diana. De inmediato le cautivaron su rostro, su figura, sus piernas, su cabello, sus dientes, su complexin, que examin con mirada experta. Vio que el vestido negro era un modelo de Caroline Charles y que los zapatos de ante de punta fina eran de Emma Hope. Qu no habra dado l por llevar a aquella ruborizada dama al Starlight Club para beber juntos unas margaritas y marcarse en la pista una sesin de baile? Diana mir a Fitzroy por encima de los cebollinos. Era tan alto y tan guapo...., con aquellos abultados pmulos... Y vesta un traje de Paul Smith, y sus zapatos eran de Gieves y Hawkes. Usaba una locin deliciosa. Tena una voz como de almbar. Llevaba limpias las uas. Sus dientes eran perfectos. Haba odo decir que era muy carioso con su madre. Fitzroy dijo a Diana:

Voy a comprar unas azucenas. Te apetece dar una vuelta en coche? S dijo Diana. Dejaron en la cocina a las dos mujeres de ms edad para dirigirse a la floristera. Al salir de la casa, Diana pas por delante del coche hacia el lado del pasajero, pero Fitzroy la detuvo exclamando: Eh! Cgelas! Le lanz las llaves del coche. Diana las atrap al vuelo, pas al lado del conductor, abri la puerta y se sent al volante. En la barrera policial, el inspector Holyland mir atentamente a Diana y Fitzroy y pregunt: Visita hoy la prisin, seora Teck? Diana baj los ojos y sacudi la cabeza. Cada maana, desde que Carlos fue encarcelado, ella haba esperado el permiso de visita, pero ste no haba llegado an. La barrera se levant y Diana sac el coche de Hell Close, camino de un mundo que le era mucho ms familiar: coches elegantes, acompaantes apuestos y flores caras. Condujo a lo largo de Marigold Road y pas ante la escuela infantil, en cuyo patio de juegos correteaba Enrique. El nio llevaba el abrigo cubrindole la cabeza y jugaba a atracadores: su juego favorito. Ella borde la zona deportiva del barrio y distingui a Harris al frente de una nutrida jaura de perros liberados que en aquel momento entraba en un tnel por el cual se acceda a la seccin de juegos infantiles. Fitzroy introdujo una cinta en el estreo del coche. La voz de Pavarotti lo invadi todo: Nessun Dorma. No te importa? pregunt. Oh, no, es mi favorito absoluto. Le vi actuar en Hyde Park. Carlos prefiere a Wagner. Fitzroy dijo compasivamente: Wagner da mala espina. Se inclin hacia delante, oprimi un botn y la trampilla del techo se abri. La voz de Pavarotti escap del interior del coche y atrajo la atencin de la Reina,

que frente a la entrada de Food-U-R, reciba en aquellos instantes el psame de Victor Barryman. La Reina levant la vista y distingui a Diana conduciendo junto a Fitzroy Toussaint. ste, instalado en el asiento del pasajero, agitaba los brazos al comps de la msica. Qu pasa ahora?, pens la Reina mientras cargaba con sus bolsas y emprenda trabajosamente el regreso a Hell Close. Diana aceler al tomar la carretera que conduca al centro de la poblacin, y ella y Fitzroy se sumaron a las ltimas notas de Nessun Dorma, aadiendo sus comparativamente dbiles voces a los dulces bramidos de Pavarotti. Por el lado contrario de la carretera, en direccin a Flowers Estate, circulaba un carretn tirado por un caballo. Detrs se haba formado una larga cola de vehculos: los conductores, furiosos, miraban atentos al frente en espera de una ocasin para adelantarlo. Son mi cuada y su fulano dijo Diana cuando se cruzaron con el carretn. Pues parecen una pareja de gitanos observ Fitzroy con menosprecio. Y qu llevaba ese caballo en la cabeza? Diana mir por el retrovisor. Es el sombrero que Ana llev en Ascot el pasado ao dijo, y aadi secamente: En la cabeza del caballo luce mejor. La halag que Fitzroy riera. Haba pasado mucho tiempo desde la ltima vez que hizo rer a Carlos. Cuando apareci ante ellos el edificio de la prisin, dijo Diana: Pobre Carlos. S asinti Fitzroy, debes de estar muy sola sin l, supongo. Sus ojos se encontraron durante una fraccin de segundo. Pero aquel instante bast para que ambos comprendieran que Diana no iba a estar demasiado sola. Habra compensaciones. Diana se sinti florecer. Mientras tanto, en el jardn de Carlos el sol caa a plomo. Y el agua se evaporaba

de los sacos de cultivo y de las cestas colgantes y de las bandejas-semillero, dejando el mantillo ms seco que el desierto de Nevada. 19 41

1 Lectura de noticias

A primera hora de la tarde siguiente, Violet Toby llam a la puerta trasera de la casa de la Reina y entr directamente en la cocina. Llevaba en la mano la edicin del da del Middleton Mercury. Harris asom la cabeza, por debajo de la mesa y gru a Violet, pero sta le lanz un puntapi con su zapato de alto tacn y el perro retrocedi apresuradamente. Violet encontr a la Reina en la sala de estar planchando una blusa de seda. La Reina tena dificultades con el cuello. Esta cosa detestable sigue arrugada dijo. Violet tom la plancha y examin el conmutador de control variable. La ti puesta pa planch hilo explic. Con la seda no va. La Reina desenchuf la plancha e invit a Violet a sentarse. No s si habr visto esto dijo Violet. Es sobre su mam. Entreg a la Reina el peridico abierto. En la pgina siete, debajo de una noticia referente a que el domingo por la maana alguien haba hurtado una camiseta blanca de un tendedero en Pigston Magna, se publicaba un breve:

MUERE LA ANTERIOR REINA MADRE

La anterior Reina Madre, que en 1967 inaugur la Seccin de Urgencias del Hospital Real de Middleton, ha fallecido en Hellebore Close* Flowers Estate. Tena 92 aos.

La Reina devolvi el peridico a Violet, y sta dijo: No qui recortarlo? No respondi la Reina. No merece

la pena guardarlo, no cree? A continuacin observ que el titular de cabecera de la primera pgina vociferaba: CRISIS DEL EMPRSTITO. JAPN LANZA UN ULTIMTUM. Tom de nuevo el peridico y ley que, el da anterior, Jack Barker haba mantenido una reunin de ocho horas a puerta cerrada a la que haban asistido altos funcionarios del Tesoro y el ministro de Finanzas japons. Nada se haba comunicado acerca de lo tratado a los informadores. El corresponsal financiero del Middleton Mercury escriba que, en su opinin, Gran Bretaa se enfrentaba a la crisis ms grave desde los das negros de la Guerra Mundial. Continuaba en tono indignado:

Ningn detalle se ha hecho pblico sobre las garantas precisas que cubren el crdito multibillonario en yens. El compromiso del seor Barker de un Gobierno abierto debe hoy considerarse una impostura. Por qu, oh, por qu se nos deja a oscuras? Qu se ha comprometido Gran Bretaa entregar a Japn? El Middleton Mercury insiste: DEBEMOS SABER.

Interesante, ese asunto del emprstito japons dijo la Reina al devolverle el peridico a Violet por segunda vez. Seguro? pregunt ella. Lo que es yo, de poltica n. No veo que tenga n que v con mi vida, verd? Pues yo crea que usted apoyaba a Jack Barker, Violet dijo la Reina. S, le apoyo asinti Violet. Pero l mismo y por su cuenta se va a cae pronto de culo, ya lo ver ust. La Reina pens en el agravamiento de la crisis financiera y concedi que Violet poda estar en lo cierto. Mientras plegaba la tabla de planchar y la guardaba debajo de las escaleras se pregunt qu sentira si un da volva al Palacio de Buckingham. Sera ms que agradable que otras manos, invisibles, hicieran por ella el trabajo de plancha, esto por descontado, pero la perspectiva de reasumir

sus deberes oficiales la haca estremecer. Confiaba en que Jack encontrara alguna manera para salir de sus apuros. 20 42

1 Artesana en madera

Al da siguiente, en Hell Close, la Reina presenciaba cmo George Beresford clavaba los ltimos clavos en el atad. Listo dijo. Digno de una reina, eh? Hermoso trabajo asinti la Reina. Cunto le debo? George se ofendi. Nada dijo. Cuatro golpes de sierra, y los clavos ya los tena. Pas las manos por la superficie del fretro, como acaricindolo. Despus fue en busca de la cubierta, que tena apoyada contra la cerca del jardn, para comprobar las dimensiones. Ajuste perfecto, aunque no debera decirlo yo. Debo al menos pagarle su tiempo insisti la Reina, que esperaba que el tiempo de George fuera barato: el subsidio de entierro de los Servicios Sociales no era ninguna extravagancia. George dijo: Ahora soy dueo de mi tiempo. Si no me sirve para echarle una mano a una vecina, mal asunto. La Reina acarici tambin el atad. Es usted un magnfico artesano, George. Aprend con un buen ebanista. Y trabaj quince aos en Barlows. El nombre no significaba nada para la Reina, pero dedujo del tono ufano de la voz de George que Barlows deba de ser una firma de prestigio. Por qu dej Barlows? pregunt. El rostro de George se nubl.

Tuve que cuidar de la mujer. Su esposa enferm? Le dio un ataque dijo George. Slo tena treinta y tres aos, nunca paraba de hablar. En fin, una maana me despidi cuando sala hacia el trabajo, y la prxima vez que la vi estaba en el hospital. No poda hablar, no poda moverse, no poda sonrer. Llorar, eso s poda. El tono de George se entristeci. En todo caso continu, vuelto de espaldas a la Reina, no haba nadie ms para cuidar de ella. Lavarla, darle de comer y todo eso, y adems estaban los pequeos, nuestro Tony y nuestro John, de manera que dej el empleo. Ms adelante, cuando ya ella se nos haba ido, Barlows haba quebrado y todo lo que pude conseguir fueron trabajos de instalacin, reformas o decoracin de comercios. Cosas que poda hacer con los ojos cerrados, pero que eran trabajos a fin de cuentas. Yo no soy feliz si no trabajo. Y no es cuestin de dinero nicamente. Se volvi de cara a la Reina, ansioso por dar nfasis a sus palabras: es ms por la sensacin de que... de que alguien te necesita... O sea, qu eres t si no trabajas? En lo de la decoracin hice buenos amigos continu. Llevo viviendo solo tres aos, y veo un buen programa en la tele, y estoy solo, y pienso que por la maana lo comentar con los compaeros. George ri. Realmente pattico, no? Sigue usted viendo a sus amigos? No, as no funcionara. George movi lentamente la cabeza. No puedo arreglarlo para que nos veamos, pensaran que me he vuelto tonto. Comenz a guardar sus herramientas en sendos compartimientos cosidos en el interior de una bolsa de lona. Para cada herramienta haba un sitio adecuado. La Reina observ que en aquel lado de la bolsa apareca estampada en tinta negra la palabra Barlows. Tom una escoba y procedi a barrer las virutas y el serrn para formar con ellos un montoncillo. George le quit la escoba y dijo:

Usted no debera estar haciendo eso. La Reina recuper la escoba de un tirn. Soy perfectamente capaz de barrer unos pocos restos de madera... Ni hablar. George recobr la posesin de la escoba. A usted no la educaron para hacer trabajos sucios. Entonces quiz me dieron una educacin equivocada replic la Reina mientras una vez ms arrancaba la escoba de manos de George. Sigui un silencio entre ellos, cada uno concentrado en su labor. George pula el fretro y la Reina recoga los desechos guardndolos en una bolsa de plstico negra. Finalmente, George dijo: Siento mucho lo de su mam. Gracias murmur la Reina. Y rompi a llorar por primera vez desde la muerte de su madre. George dej el pao que manejaba y rode a la Reina con sus brazos. Vamos, vamos, no se contenga. Adelante, sultelo todo. Una buena llantina le har bien. La Reina, ciertamente, se entreg a una buena llantina. George la condujo al interior de su pulcra vivienda, le mostr el sof, orden que se tendiera en l, le dio un rollo de papel higinico para que se secara las lgrimas y la dej sola con su afliccin. Saba que ella preferira que l no estuviera observndola mientras se abandonaba al dolor. Transcurridos quince minutos, cuando los sollozos hubieron amainado un poco, l llev una bandeja de t a la sala de estar. La Reina se sent, y tom la taza y el plato que George le ofreca. Lo lamento dijo ella. Yo no dijo l. Mientras beban su t, a la Reina se le ocurri pensar cuntas tazas exactamente haba bebido desde que se traslad a Hell Close. Deban ser centenares. Hay que ver lo mucho que conforta una taza de t coment. Calienta y es barata asinti George. Se echa de menos cuando no se

tiene. Y parece que le da al da un poco de color, no es cierto? La Reina apur su taza y la pas a George para que se la volviese a llenar. Deseaba reposar un rato antes de abordar los restantes preparativos del entierro. Spiggy y Ana llamaron a la puerta trasera y entraron. Su mam ha llorado a gusto anunci George a Ana. Ella movi afirmativamente la cabeza. Se sent en el brazo del sof y acarici con unas palmaditas el hombro de su madre. Spiggy se qued de pie detrs de la Reina y le apret el brazo derecho en un desmaado gesto de condolencia. Spiggy y yo dijo Ana hemos decidido cmo llevar el fretro de la abuela a la iglesia. Habis encontrado a alguien que disponga de un coche fnebre? pregunt la Reina, quien ya haba calculado que alquilar una carroza, por modesta que fuera, ms un par de coches para la comitiva sera financieramente imposible. No. El fretro puede llevarlo Gilbert. Gilbert! De qu manera? Tirando del carretn del pap de Spiggy. Slo necesitar una mano de pintura confirm Spiggy. Yo tengo unos cuantos botes ah detrs dijo George, animado por la idea. La Reina dijo: Pero Ana, querida, resulta inconcebible que mam sea conducida a su ltima morada en un carromato gitano. Ana, que en pocas anteriores haba tenido alguna relacin con la causa de las minoras tnicas, se indign ligeramente ante aquella observacin. Sin embargo, Spiggy, por cuyas venas corra tanta sangre gitana, no se ofendi. Dijo: Comprendo a tu mam, Ana. Pero no ha de ser por fuerza un entierro pomposo y as, verd? George dijo a la Reina:

A su mam no va a importarle. Siempre que la he visto en coche de caballos pareca muy contenta. La Reina estaba demasiado melanclica y cansada para plantear nuevas objeciones, de modo que aquella tarde continuaron los preparativos para una ceremonia funeraria al estilo de Hell Close. El negro y el prpura fueron considerados colores idneos para repintar el carretn, y George, Spiggy y Ana comenzaron a raspar las anteriores pinturas carnavalescas y a dejar el vehculo a punto para sus prximas y ms tristes funciones. 21 43

1 Deportes de aventura

Era la noche de la cena anual de la Asociacin de Deportes de Aventura de Gran Bretaa, en la sede de la Nacional (antes Real) Sociedad Geogrfica. El saln de banquetes estaba lleno de hombres y mujeres de cara curtida por la intemperie y apetito voraz. Los piragistas charlaban con los montaeros. Los practicantes de largas travesas intercambiaban ancdotas con los propietarios de tiendas de artculos deportivos. La mayora de los asistentes parecan incmodos en sus ropas de etiqueta, como impacientes por retomar sus toscos atuendos de la vida al aire libre. Jack Barker era el husped de honor. Ocupaba la cabecera de la mesa presidencial, flanqueado por un directivo de la Unin Piragista Britnica y el presidente de la Asociacin Espeleolgica de Gran Bretaa. Jack se aburra a ms no poder. Detestaba el aire libre, pero en aquel momento concreto con sumo gusto habra escalado desnudo y de espaldas el Ben Nevis, que era el pico ms alto de las Islas Britnicas, antes que soportar otra interminable historia sobre lo que le ocurra a uno atrapado en una cueva cuando sta se inundaba de agua. Con la mano apart su bol de sopa: sta tena un sabor dudoso.

De qu es la sopa? pregunt al maestro de ceremonias, situado en pie detrs de l. De pescado, primer ministro dijo el lacayo educadamente. Cuando estaba ya por la mitad de su pollo a la Coronacin, Jack haba empezado a sudar y su cara haba perdido el color. El directivo de la Unin Piragista Britnica se inclin hacia l y en tono preocupado le pregunt: Est usted bien, seor? Pues no se lo aseguro respondi Jack con el rostro desencajado. Eric Tremaine, que asista a la cena en su papel de miembro del Club de Camping y Caravaning de Gran Bretaa, presenci triunfante desde una mesa en situacin ms humilde cmo Jack era sacado del saln por el maestro de ceremonias. Qu bochorno coment a su vecino, un paracaidista especializado en la cada libre, mientras Jack vomitaba sin control en la jarra de agua que sostena fuertemente entre sus manos.

Cuando el contenido del plato sopero de Jack fue analizado en los laboratorios del Hospital de St. Thomas, se descubri que el lquido contena elementos de un herbicida de uso corriente y una mnima proporcin de grnulos matacaracoles. Dado que ningn otro de los comensales sufri el destino de Jack, la conclusin de los mdicos del hospital y los expertos forenses de la polica fue que se haba producido un torpe intento de envenenar al primer ministro.

A la maana siguiente, sentado en el interior de su caravana y en un rea de descanso de la autopista, cerca de East Croydon, Eric Tremaine ley por segunda vez el titular: PRIMER MINISTRO SOBREVIVE A ENVENENAMIENTO POR MATACARACOLES, y con enojo tir el peridico al suelo.

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1 Ceremonia fnebre en Cowslip Hill

La Reina despert temprano la maana del entierro. Se qued un rato acostada, pensando en su madre, luego salt del lecho y mir por la ventana. Hell Close estaba baado por el sol. La Reina observ que el coche de Fitzroy Toussaint se encontraba aparcado frente a la casa de Diana. Tras rebuscar en una maraa de medias de color carne, la Reina encontr unas sin demasiadas carreras. Se puso un vestido de lana azul marino y volvi a rebuscar, ahora en el fondo de su guardarropa, hasta dar con sus zapatos de ceremonia, a tono con el vestido. Se dirigi al cuarto trastero e inspeccion las sombrereras. Extrajo el sombrero adecuado: azul marino con una cinta blanca de lana gruesa. Se prob el sombrero ante el espejo del cuarto de bao. Una imagen muy parecida a la ma de otros tiempos, pens. Desde su traslado a Hell Close slo usaba faldas cmodas y jersis. Ahora, equipada para la ceremonia, se encontraba envarada y excesivamente formal. Se dirigi a la planta inferior y dio de comer a Harris, que esperaba al otro lado de la puerta de la cocina; luego se prepar un tazn de t fuerte y sali a beberlo al jardn trasero. Vio que el tendedero de Beverley Threadgold estaba jalonado de ropas infantiles que la ligera brisa balanceaba. Oy que la lavadora de Beverley segua funcionando. Volvi la vista hacia el jardn de Ana y distingui a Gilbert ocupado en mordisquear una bala de heno. A aquella hora surgan de todo el entorno ruidos de agua que corra, de puertas que se abran y cerraban, de voces que se llamaban unas a otras: los habitantes de Hell Close abandonaban sus camas y se preparaban para el entierro matutino. La Reina regres a su casa, se cepill el cabello, se aplic un discreto maquillaje, recogi bolso, guantes y sombrero, y sali por la puerta delantera. Cruz la

calle y se encamin a la casa de su madre. Las cortinas estaban corridas, segn era costumbre en Hell Close para indicar que se haba producido una defuncin. En la cocina encontr a Philomena untando de mantequilla una rebanada de pan blanco. Sobre una hoja grande de papel antigrasa, un surtido de ingredientes (rosadas lonchas de Spam, queso, una porcin de pat de carne de color beige) esperaban ser insertados entre las rebanadas de pan y convertidos en sandwiches para la recepcin que seguira a los servicios fnebres. Violet Toby entr portando una bandeja llena de pastitas recubiertas de azcar glaseado de variados y llamativos colores. Qu amabilidad dijo la Reina. Beverley Threadgold fue la siguiente, con una gran tarta de fruta que slo se haba quemado un poco por los bordes. Muy pronto la pequea mesa de formica del centro de la cocina qued sobrecargada de comida. La princesa Margarita lleg, encortinada tras un velo negro, y anunci: La gente est llenando el csped de mam de horrendos manojos de flores baratas. La Reina sali a la calle en el preciso momento en que el seor Christmas depositaba sobre la hierba un ramillete de acianos, con una nota prendida que rezaba: Con el sincero psame del seor y la seora Christmas y los chicos. Otros vecinos de Hell Close se arremolinaban para leer los tributos florales. Haba uno del inspector Holyland, una corona tradicional de claveles rojos, blancos y azules. En la tarjeta de la floristera apareca escrito de su propia mano: Dios os bendiga, Seora, de parte del inspector Holyland y los muchachos de la barrera. Pero la mayor y ms bella composicin era la que en aquel momento traa Fitzroy Toussaint desde el lado contrario de la calle: dos docenas de fragantes azucenas envueltas en una nube de gipsfilas. La furgoneta de una floristera se detuvo ante la casa y ms flores y ms coronas fueron depositadas sobre el

csped por afanosos voluntarios de Hell Close. Tony Threadgold haba aportado lilas procedentes del rooso arbusto que tena en su jardn trasero. A las ocho y media en punto, Gilbert compareci al trote ante la casa de la Reina Madre, tirando del carretn transformado ahora en un monumento de belleza. La pintura negra y prpura resplandeca, las ruedas tenan toques de oro en el interior del aro, y a lo largo de los bordes del carretn en s aparecan las iniciales de la Reina Madre estarcidas y a manera de orla en su color predilecto, que era el delicado azul de las florecitas de vinca. A Gilbert le haban limpiado y lustrado los arreos, y su pelaje deslumbraba. Llevaba herraduras nuevas en honor a la ocasin y caminaba orgulloso, levantando cada pata como si estuviera acostumbrado a asumir el papel protagonista en las ceremonias reales. Un gran sosiego se impuso sobre la multitud de vecinos de Hell Close cuando Ana y Spiggy se apearon del carromato y entraron en la casa. Gilbert baj la cabeza y empez a comerse la corona del inspector Holyland, hasta que Wilf Toby se percat de lo que ocurra y tir de las riendas para que Gilbert enderezase la cabeza de nuevo. Un coche patrulla que transportaba al seor Pike, el funcionario de prisiones, y a Carlos entr en Hell Close con un agente de polica al volante. Carlos vesta un traje oscuro con corbata negra y una camisa rosa. Llevaba la cola de caballo recogida con una banda de tela de toalla roja, como ahora tena por costumbre. El aro de unas esposas conectaba su mueca derecha con la mueca izquierda del seor Pike, quien vesta el uniforme propio de su empleo. Carlos haba estado pensando en por qu sera Diana incapaz de seguir la ms sencilla de sus instrucciones: en su carta le haba pedido que le enviase una camisa blanca. El coche se detuvo y Carlos y el seor Pike, unidos por la mueca, se apearon y entraron en la casa. La Reina qued desolada al ver a Carlos. Haba confiado en que, a aquellas alturas, llevara el corte de pelo reglamentario en la crcel. Y por qu, entre todas las variaciones posibles, se haba puesto una camisa rosa? Sera un smbolo de sus crecientes

tendencias anarquistas? Los portadores del fretro se reunieron en el dormitorio de la Reina Madre: Tony Threadgold, Spiggy, George Beresford, el seor Christmas, Wilf Toby y el prncipe Carlos, temporalmente liberado del seor Pike. Spiggy estaba nervioso. Era, como mnimo, un palmo ms bajo que los dems hombres, y llegaran sus manos hasta el atad, o quedara en ridculo agitando los brazos en el aire? George verific la buena condicin de los tornillos de la cubierta y, en presencia de los principales miembros de la comitiva, los hombres cargaron el fretro sobre sus hombros. Spiggy se vio forzado a estirarse, pero con gran alivio not que las puntas de sus dedos entraban en contacto con la madera. El atad fue movido con sumo cuidado por las pequeas habitaciones y sacado sin mayores problemas a la calle. La multitud presenci en silencio cmo los portadores se dirigan a la trasera del carretn, deslizaban el atad y lo manipulaban hasta situarlo perfectamente centrado y asegurado por su propio peso. La Reina pidi que en la cabecera de la caja se colocara un ramillete de guisantes de olor, y a continuacin el resto de las flores y coronas fue distribuido hasta que el carretn semej el puesto de floristera de un mercado. Ana trep a la parte delantera del vehculo, tom las riendas, y Gilbert emprendi la marcha a un oportuno paso funerario. Philomena haba permanecido en el interior de la casa, detrs de la puerta cerrada, esperando. Cuando oy que la gente se pona en movimiento y que el clip clop de los cascos de Gilbert se apagaba en la distancia, descorri completamente todas las cortinas para que entrase la luz del sol. Luego abri de golpe la puerta para que saliese el espritu de la Reina Madre. El caballo, el carretn y la comitiva atravesaron la barrera policial. El inspector Holyland salud briosamente y evit que su mirada se cruzase con la de Carlos. La procesin fue seguida a distancia por el autobs de policas, prestos a ahuyentar a los representantes de los medios de comunicacin, no fuera caso

de que algn informador temerario desafiase la prohibicin de su asistencia. No haba ms que ochocientos metros de distancia hasta la iglesia y el cementerio anexo a sta, pero Diana dese no haberse puesto los zapatos negros de vestir de tacn ms alto entre cuantos tena; aunque, eso s, de nuevo se exhiba en pblico, aunque fuera slo ante las personas que desde la puerta de sus casas vean pasar en silencio la procesin. Victor Berryman sali de Food-U-R acompaado de sus cajeras y de un adolescente, encargado de la reposicin de artculos en los anaqueles, que llevaba una gorra de bisbol con la visera hacia atrs. Al paso solemne del carretn, Victor le quit de un manotazo la gorra al chico y le sermone lacnicamente sobre el respeto debido a los muertos. La seora Berryman, aislada por la agorafobia, miraba con tristeza desde una ventana del piso superior. Iba a iniciarse la ltima etapa del trayecto: la subida a Cowslip Hill, donde estaba situada la pequea iglesia. Gilbert tens sus msculos entre las varas del carretn y acomod su postura a la pendiente. Un grupo de hombres y mujeres plantaba rboles en el borde de la carretera, y todos dejaron descansar sus palas cuando pas el cortejo. rboles! exclam la Reina. Maravilloso, verdad? dijo Carlos. Lo o por Radio Cuatro. Jack Barker ha ordenado una operacin masiva de plantacin de rboles. Confo en que habrn preparado correctamente los huecos para plantarlos aadi, mirando hacia atrs con ansiedad. Diana caminaba ahora con paso vacilante, dando tropezones, y Fitzroy Toussaint, esplndido en su traje oscuro, la tom solcito del brazo. Aqu hay una mujer que necesita apoyo, pens, y l era el hombre que se lo dara, concluy para s. Pese a que saba, en el fondo, que se trataba de una mujer lo bastante fuerte para sobrevivir sola algn da, en cuanto hubiera recuperado su clebre pundonor.

Tal como le haba enseado Spiggy, Ana lanz un: Ayuuup! Gilbert se detuvo en el patio anterior de la iglesia. El cortejo de acompaantes entr ordenadamente en el templo, y cuando cada cual estuvo en su puesto fue introducido el fretro y depositado ante el altar. La Reina haba elegido All Things Bright and Beautiful como primer himno y Amazing Grace como segundo. Los feligreses de Hell Close cantaron con entusiasmo. Todos conocan la letra y les gustaba cantar. Las personas de la realeza lo hicieron de forma ms contenida, con excepcin de la propia Reina, que se senta extraamente vigorizada, casi liberada. Le pareca or a Crawfie diciendo: Canta con fuerrrza, muchacha, abre tus pulmones!, y obedeci la ya lejana orden, sobresaltando a Margarita y Carlos, que se encontraban uno a cada lado de ella. Al finalizar el servicio fnebre, el vicario dijo: Antes de que pasemos al camposanto me agradara que os unierais a m en una plegaria de accin de gracias. Al vicario l'han tocao las quinielas coment el seor Christmas a su esposa. Cllate! sise ella. Un poco de puetero respeto. Ests en la iglesia. El vicario esper, y luego continu: Ayer se produjo un atentado contra la vida de nuestro amado primer ministro. Afortunadamente, gracias a la intervencin divina todo termin bien. La princesa Margarita pregunt por lo bajo: Afortunadamente para quin? Pero la Reina le lanz una mirada mortfera que le impuso silencio. El vicario sigui con su homila, aunque su paciencia se debilitaba: Dios Todopoderoso, gracias por salvar la vida de tu servidor Jack Barker. Nuestra pequea comunidad ya se ha beneficiado de su sabio liderazgo. Nuestra escuela va a conseguir un tejado nuevo, hay planes para rehabilitar nuestros degradados hogares...

A m m'ha llegao el giro a tiempo! le interrumpi un hombre a quien llamaban Giro Johnson, desde el fondo de la iglesia. Y yo tengo empleo! grit George Beresford, agitando en el aire una carta del nuevo Ministerio de Construccin Urgente de Viviendas. Otras personas expusieron en voz alta sus experiencias de la munificencia de Jack. Philomena Toussaint rompi sbitamente a hablar en lenguas desconocidas y el seor Pike, arrastrado por aquella atmsfera emocional, hizo pblico que su sueo para la prisin de Castle era ver instalado en cada celda un WC normal dotado con su cisterna de agua. Venceremos! vocifer. El vicario pens: Esto se est convirtiendo realmente en una asamblea evangelista. Era contrario a la iglesia carismtica desde que, tiempo atrs, en el curso de un altercado conyugal, su esposa le haba dicho que l no tena carisma. Despus de que Carlos hubiera proclamado su opinin de que el esquema de la plantacin de rboles era prueba de la sensibilidad del seor Barker ante el medio ambiente, el vicario decidi que entre todos se haban pasado de la raya y orden a la congregacin que se arrodillase y uniera las manos para rezar en silencio.

El momento en que el fretro fue bajado a la tumba le result a la Reina difcil de soportar: tendi las manos a sus dos hijos mayores antes de arrojar un puado de tierra al hoyo. El rostro de Margarita, oculto tras el velo, expresaba su desaprobacin: la Reina exhiba en pblico sus emociones, y ello era una falta de delicadeza comparable al gesto de arrancarse un emplasto adhesivo para ensear la herida que haba debajo. Carlos estaba afligido. Ana se aferraba a l y la Reina se volvi a ambos e intent consolarles. Margarita presenci con creciente alarma cmo el protocolo real se rompa por iniciativa de los habitantes de Hell Close, quienes, uno por uno, se acercaban a la Reina y la abrazaban. Y qu demonios haca Diana entre los brazos de Fitzroy Toussaint? Por qu estaba

Ana inclinada y llorando sobre el hombro de aquel tipejo gordito? Margarita dio media vuelta con una mueca de desdn y emprendi el regreso colina abajo. La recepcin que sigui al entierro se prolong hasta ltima hora de la tarde. La Reina habl, feliz, de los recuerdos que guardaba de su madre y circul entre sus invitados con espontnea informalidad. Mientras tanto, Philomena, sentada en la cocina de la casa de al lado, escuchaba los rumores de jolgorio que le llegaban de la casa de su vecina. Ella no poda estar presente en un lugar donde se serva alcohol. Cogi una silla, se subi a ella y comenz a ordenar de nuevo las latas, las cajas y los paquetes de su amplia alacena. Todas las latas vacas, las cajas vacas y los paquetes vacos que representaban el orgullo de una mujer vieja a la par que una pauprrima pensin.

A la misma hora en que la recepcin funeral se dispersaba, el prncipe Felipe, fortificado por nutrientes lquidos y sentado en la cama, aseguraba a una enfermera nueva en el hospital que l era realmente el duque de Edimburgo. Estaba casado con la Reina de Inglaterra, era padre del prncipe de Gales y utilizaba con frecuencia el yate real Britannia, cuyo coste de mantenimiento era de 30.000 libras diarias. Seguro, seguro que lo es deca la enfermera con voz musical, mirando de cerca a aquel luntico de ojos atnitos. Seguro que lo es. Desde la cabecera de la cama de Felipe se volvi hacia el paciente de la cama contigua, quien anunciaba en tono estridente: Yo soy el nuevo Mesas! Seguro, seguro que lo es deca ella. Seguro que lo es.

El prncipe Carlos suplic al seor Pike que le permitiese ver su jardn, y Pike, ablandado por dos latas de cerveza extrafuerte, cedi. Un minuto dijo, mientras hago pip.

Pike se encamin al lavabo del piso de arriba y Carlos susurr a Diana: Deprisa, bscame el mono de jardinero y las bambas. Diana hizo lo que le deca, mientras Carlos miraba con horror el deshidratado pramo que en otro tiempo haba sido su jardn. Se oy arriba el ruido de la cisterna del WC y a Pike que se lavaba las manos. Diana mir cmo su marido se quitaba a toda prisa las ropas con que haba asistido al entierro y se pona la ropa y el calzado propios de su malograda aficin. Cuando comprendi el significado de sus acciones, corri en busca de su bolso. Sac un billete de veinte libras y dijo: Buena suerte, querido. Lamento que no saliera bien. Carlos ya haba huido de la casa cuando el seor Pike, en el piso de arriba, termin de secarse las manos; haba saltado la cerca del jardn trasero cuando Pike, curioso, abri el armarito del cuarto de bao para fisgar qu contena; y estaba camino de la libertad y del norte cuando Pike, satisfecha su curiosidad, cerr la puerta del armarito y se dispuso a bajar las escaleras para retomar la custodia de su prisionero y devolverle a la prisin. JUNIO

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1 Fallar por un pelo

Jack Barker agasajaba a una delegacin de la Unin de Madres, que le haba presentado una solicitud para que se legislara sobre la legalizacin de los burdeles. Se haban reunido en el saln de recepciones del nmero 10 y coman pequeos tentempis calientes mientras hablaban de flagelacin y de irrigacin del colon. Jack haca enormes esfuerzos por demostrar que no le escandalizaba en absoluto la conversacin de aquellas mujeres de aspecto respetable y mediana edad. Pero dijo Jack a la seora Butterworth, lder de la delegacin, no querr

usted tener un burdel en la puerta de al lado, verdad? La seora Butterworth pesc un fragmento de alga marina tostada de la bandeja de un camarero que pasaba por su lado y dijo: Pero si ya tengo un burdel en la puerta de al lado! La duea es una mujer encantadora, y las chicas son buenas como el pan. Cuidan su jardn con verdadero primor. Jack evoc mentalmente la imagen de unas busconas a medio vestir flagelando las borduras para enderezar las flores. Es tan injusto agregaba la seora Butterworth que tengan que vivir bajo la constante amenaza de procesamiento! Jack expres su conformidad con un movimiento de cabeza, pero su pensamiento estaba lejos de all. Media hora despus tena que hacer una declaracin en el Parlamento. Le asustaba tener que enfrentarse a aquella manada de osos enfurecidos y explicarles cmo propona devolver el emprstito japons. Rosetta Higgins, su secretaria privada, entr en el saln y le hizo sea de que ya era hora de partir. Jack estrech la mano de la seora Butterworth, prometi ocuparse de un asunto de tanta importancia, se despidi de las restantes mujeres con un saludo general y sali. Justo antes de que se cerrase la puerta oy a la seora Butterworth decir a un puado de congneres: Ojos divinos, un tipo guay, lstima de caspa... Al abandonar el nmero 10, Jack se cepillaba con la mano los hombros de su chaqueta oscura y pensaba: Vas a ver, vieja vaca gorda, me enterar de dnde vives y har volar esa casa de putas. Inmediatamente se arrepinti de aquel impulso vengativo. Qu le estaba ocurriendo? Se volvi hacia Rosetta, sentada a su lado en el coche oficial, y dijo: Ms tarde cmpreme un champ anticaspa, quiere usted? Cmpreselo usted mismo dijo ella. Tal como van las cosas me toca trabajar diecisis horas diarias. Cundo tengo yo tiempo de salir a comprar? Bien, yo no puedo presentarme en una tienda, o s? protest Jack con

voz lastimera. El conductor intervino: Venga, ya comprar yo el condenado champ. Hay una tienda en la esquina de Trafalgar Square. Diga qu clase de pelo tiene usted, Jack? Graso? Seco? Normal? Jack se inclin hacia Rosetta y pregunt: Qu clase de pelo tengo? Escaso dijo ella. Los cabellos de Jack obstruan el desage de la ducha por las maanas. Cuando corra de la sala de reuniones a la entrevista oficial en la Cmara de los Comunes iba dejando tangibles recuerdos de su paso. Los pelos de su cabeza se desprendan solos y se alejaban flotando, buscando un buen lugar donde asentarse. Ya no se sentan seguros en la cabeza de Jack ni tampoco vinculados a ella. El coche sali de Downing Street y gir hacia Whitehall, momento en que Rosetta entreg a Jack una carpeta rotulada: BOMB - DATOS ACTUALIZADOS - CONFIDENCIAL. Mejor ser que vea esto dijo ella. Jack sonri. Daba gracias a Dios por enviarle un poco de diversin. En qu anda metido ese viejo bribn? pregunt. Ha conseguido el soporte oficial de la Legin Britnica respondi Rosetta, del Club de Caravaning de Gran Bretaa y de una Asociacin de Vecinos, entre otros. Lalo usted mismo. Jack abri la carpeta y comenz a leer. Eric Tremaine se estaba convirtiendo en un condenado estorbo. Su panda de chiflados tenda sus tentculos desde Kettering y con ellos alcanzaba ya a la mayora del pas. Marks and Spencer haban agotado las existencias de abrigos cortos de color beige con fuelle en la espalda (originariamente diseados para automovilistas). Estpido viejo desgraciado dijo Jack, devolviendo la carpeta a Rosetta. Luego: La Reina ha contestado alguna vez sus cartas? Rosetta indic con brusquedad:

ltima pgina. Arroj la carpeta al regazo de Jack y ste volvi a abrirla, busc la ltima pgina y ley una fotocopia de la carta de la Reina que haba sido interceptada por el Servicio de Correos antes de que llegara a Erilob.

Hell Close, 9 Flowers Estate Middleton MI2 9WI.

Estimado seor Tremaine: Gracias por su carta. Dedico en particular mi agradecimiento a la preocupacin que usted y su esposa han mostrado con respecto a mi bienestar y el de mi familia. Sin embargo, he de rogarle encarecidamente que se concentre usted en sus mltiples intereses y aficiones y se olvide del BOMB. No querra yo ser responsable de cualesquiera dificultades con la autoridad en que podra usted encontrarse. Pido disculpas por el basto papel de cartas. En la tienda local, las posibilidades de eleccin son muy escasas. Atentamente suya, Isabel Windsor.

P. D. Tenga usted la certeza de que nuestra correspondencia llegar a conocimiento de las autoridades. En consecuencia, debo rogarle que desista de escribirme de nuevo. Estoy segura de que lo comprender.

La correspondencia continuaba. El conductor detuvo el coche y ech a correr hacia el supermercado. Jack lea una fotocopia de otro mensaje de Tremaine, escrito, con su caracterstica letra

inclinada hacia atrs, en el dorso de una entrada a la Exposicin del Hogar Ideal.

Majestad: He interpretado al instante vuestro mensaje cifrado: Estoy segura de que lo comprender. Por esta razn vuestro lechero, Barry Laker, os entrega en mano la presente misiva, juntamente con vuestro brik de semidesnatada. Seguir en contacto. Siempre a vuestras rdenes, Eric (BOMB)

La correspondencia todava continuaba.

Majestad: Perdonad mi silencio. Lobelia y yo hemos tenido que ocuparnos de nuestra caravana por unos das. Unos vndalos haban forzado la puerta y destrozado completamente una de las literas y la instalacin de la ducha. Tuvimos que administrarle sedantes a Lobelia cuando vio el desaguisado, pero ahora cabalga de nuevo. El nmero de militantes del BOMB aumenta. Tenemos miembros en lugares tan alejados como Dumfries y Totnes. Nuestro cartero (Alan) dice bromeando que pronto necesitaremos un departamento en la central de Correos! Lobelia enva recuerdos afectuosos para Diana (siempre su favorita). Mis favoritas sois vos y Ana (por el excelente trabajo que hace en favor de los nios negros en el extranjero). Fielmente vuestro, Eric

No hay peligro en enviar respuesta por mediacin de vuestro lechero, Barry Laker. ES UNO DE LOS NUESTROS.

El conductor del coche regres y guard un frasco de champ anticaspa en la guantera. En la documentacin sobre Tremaine haba todava ms cosas. Jack suspir mientras lea las notas de la Reina a su proveedor de leche:

JUEVES Un brik adicional, por favor. SBADO Un yogur, por favor. LUNES Puedo pagarle el mircoles? MIRCOLES Lo siento, Barry, no ha llegado el giro.

Jack pregunt: Trabaja Barry Laker para nosotros? No dijo Rosetta, trabaja para la lechera, es un lechero autntico que se da la casualidad de que adems es miembro de BOMB. Millones de personas lo son, Jack. Debera usted tomrselas en serio. Pero Jack no se poda tomar en serio al BOMB. Cuando el coche se encaminaba directamente a Parliament Square, sac de la carpeta la ltima fotografa de Eric y Lobelia Tremaine y se ech a rer estrepitosamente. El fotgrafo haba tomado a la pareja en el jardn delantero de su casa. Eric podaba una parra rusa que se haba desmadrado y amenazaba los desages del tejado. Tena vuelta hacia Lobelia su cara de memo, y a ella la haba sorprendido la cmara ofreciendo a Eric una galleta digestiva y un tazn humeante. La hora impresa al pie de la foto sealaba las once. El delicioso refrigerio de las once a las once en punto se burl Jack.

Aunque ese estpido culn est subido a una escalera! Y usted me pide que los tome en serio. Seal la imagen fotogrfica de Lobelia. Ha visto lo que lleva puesto esa mujer? Bueno, no tiene sentido de la elegancia, dijo Rosetta. Jack lanz una ceuda mirada al cenotafio cuando el coche pas lentamente por delante. Dijo: No es cuestin de elegancia, Rosetta. Sus ropas son ropas locas. Habra que extenderles un certificado y encerrarlos en una institucin. Rosetta, con irritacin, mir hacia Whitehall por la ventanilla del coche. No le gustaba Jack cuando adoptaba esa actitud. Ella quera que fuera un lder serio que no diese importancia a la forma de vestir de la gente. En el momento en que se aproximaban al edificio del Parlamento, dos agentes de escolta situaron las motos en paralelo al coche y uno de ellos grit: Pasen sin detenerse, sgannos! El conductor, que los reconoci como policas de servicio en los Comunes, hizo lo que le decan. Alerta de seguridad anunci Rosetta. Jack dijo: Demos gracias a Dios. Su declaracin ante el Parlamento, en la que deba explicar las arriesgadas operaciones financieras britnicas con el Japn, tendra que aplazarse. Mientras el coche corra a lo largo del Millbank, Jack mir al Tmesis y pens en lo maravilloso que sera tomar una embarcacin, descender por el ro hasta Southend y despus continuar navegando a travs de los mares.

Entrada la tarde, la Reina fue hasta el quiosco de Patel para comprar una barrita de chocolate. Cuando era fabulosamente rica no se preocupaba de aquellas minucias, pero ahora que era pobre se pirraba por las golosinas. Era de lo ms raro. Mientras examinaba los estantes repletos de cosas dulces presentadas en tentadores

envoltorios, descubri sobre el mostrador la ltima edicin del Middleton Mercury. Un titular destacado rezaba: VECINO DE UPPER HANGTON PROTAGONIZA ATENTADO FRUSTRADO EN LOS COMUNES. Sigui leyendo, con el permiso del seor Patel:

Un personaje local, Eric Tremaine, ha sido arrestado en Londres y acusado de tenencia ilcita de explosivos. Tremaine (57 aos), vecino de Upper Hangton, cerca de Kettering, fue sorprendido en los stanos del Parlamento por un perro polica y su adiestrador. Una bolsa de compra encontrada en posesin del citado personaje contena una pequea cantidad de Semtex. Tremaine, comerciante de pescado retirado, fue conducido al puesto de polica de la calle Bow y sometido a interrogatorio.

EL JARDN MEJOR CUIDADO

La confusin reinaba todava en Upper Hangton, cuando nuestro redactor Dick Wilson acudi a entrevistar a los vecinos. Eric tena que presidir el sbado el jurado de la competicin anual "El jardn mejor cuidado", declar Edna Lupton (85 aos). No s lo que pasar ahora.

EXCNTRICO

Un vecino que no quiso dar su nombre dijo: Eric es un poco excntrico, nunca super del todo la prdida de su pescadera. La seora Lobelia Tremaine (59 aos) ha quedado al cuidado de unos amigos. Eric Tremaine es el fundador y lder de la campaa Bring Our Monarch Back (ver Editorial en pgina tres).

La Reina pas a la pgina tres.

Informamos hoy de que un personaje local, Eric Tremaine, ha sido arrestado en posesin de una carga explosiva Semtex por un intrpido perro polica y su cuidador. Vuestro editor desea felicitar al perro, de nombre todava desconocido. Quin sabe qu espantosa calamidad evit? Como no ignoran nuestros lectores, este peridico ha dado soporte al seor Tremaine en su campaa para restaurar la Monarqua y poner fin al imprudente derroche del seor Jack Barker de un dinero que ni l ni el pas poseen. Sin embargo, parece ser que el entusiasmo ha inducido al seor Tremaine a recurrir a medios violentos para obtener sus fines. Este peridico no puede tolerar semejantes tcticas.

La Reina, con sumo cuidado, pleg de nuevo el peridico y volvi a depositarlo sobre el mostrador. Mirando la borrosa fotografa de Tremaine que apareca en primera pgina, coment: Tiene exactamente el aspecto que yo imaginaba. Conoce usted a este hombre? pregunt el seor Patel. Saba que exista replic la Reina, sumida en la duda de si elegir una barra de crema de menta Fry o un tubo de Smarties. 2 46

1 Un pobre en la puerta

La Reina estaba sentada en la sala de recreo de Grimstone Towers. Tena a su lado a Felipe, vestido con una bata blanca del hospital. En la espalda de la bata, estampado en grandes letras verdes, se lea: PROPIEDAD DEL SNS. La conversacin entre ambos se haba agotado. La Reina lea Otros tiempos y Felipe miraba el mal sintonizado televisor, situado en un estante a gran altura en la pared. Otros pacientes y sus familiares conversaban amistosamente. La Reina interrumpi la lectura de un artculo de Germaine Greer sobre las dificultades de cultivar un jardn en un emplazamiento ventoso y dej vagar la

mirada por el entorno de la sala. Era complicado diferenciar a los pacientes de los visitantes, pens. Si Felipe quisiera por lo menos volver a usar ropas normales en lugar de pijamas y batas... Qu mascullaba ahora? Se inclin hacia su marido para orle mejor. Ojos oblicuos deca, mirando la televisin. La Reina sigui la direccin de su mirada y vio a Su Majestad Imperial el Emperador Akihito del Japn, saludando desde los peldaos superiores de la escalera de un avin. El ngulo de la cmara cambi y apareci la princesa Sayako esperando al pie de la escalera para dar la bienvenida a su padre. Jack Barker se encontraba junto a ella, reluciente su calva al sol. La agitacin de Felipe aumentaba por momentos. Ojos oblicuos! grit. Clmate, querido suplic la Reina. Pero Felipe se puso en pie y fue directo hacia el televisor, agitando los puos y profiriendo juramentos. La Reina comprendi entonces por qu el aparato se haba situado a tanta altura. Un enfermero acudi para llevarse a Felipe a su lecho en el pabelln, y la Reina les sigui. Desde la sala de recreo le llegaron las notas de una extraa msica, que ella al instante identific como el himno nacional japons interpretado por una banda que sonaba como la de los Coldstream Guards. Ms tarde, cuando caminaba por el jardn de Grimstone Towers hacia la parada del autobs, la Reina encontr un harapiento grupo de infortunados que haban establecido un campamento provisional en aquel terreno. Uno de ellos se le aproxim, un hombre joven con un abrigo largo hasta los pies, y pregunt: Podemos volver a entrar, seora? La Reina le explic que era una visitante, no una empleada del hospital. Queremos volver all dentro dijo una mujer de mediana edad, con voz de nia.

Un hombre de rostro devastado, que a la Reina le pareci familiar, grit: Nos han echado a patadas para que vivamos en la jodida sociedad! Pero a nosotros no nos gusta y a la jodida sociedad no le gustamos nosotros. Ese Jack Barker dijo que haba de ser as. Dijo que lo hara, y lo ha hecho. Dijo que lo hara. Y lo ha hecho, lo ha hecho. La Reina, totalmente de acuerdo con l, aceler el paso para no perder el autobs. 3 47

1 Salida por el foro

Barry, el lechero, llam a la puerta del nmero nueve de Hellebore Close hasta que le dolieron los nudillos. Eran slo las cinco y media de la maana, pero tena que asegurarse de que la Reina reciba el sobre personalmente. Lobelia Tremaine haba insistido en ello. Barry oy a Harris ladrar en el piso superior, y pronto la Reina abri la puerta, turbios de sueo los ojos y el cabello sin peinar. Barry le tendi el brik de leche semidescremada como si fuera una ofrenda. Por encima del hombro mir hacia la calle, luego susurr: Mensaje para Su Majestad. La Reina tom el envase de leche y al mismo tiempo, en un nico movimiento, Barry le pas el sobre. De la seora Tremaine dijo quedamente; y dio media vuelta y se alej por el sendero. La Reina suspir y cerr la puerta. Haba confiado en que toda aquella tonta historia de los Tremaine habra terminado de una vez para siempre. Entr en la cocina y puso la tetera a calentar. Mientras esperaba a que hirviese el agua abri el sobre y ley las hojas de papel que contena. La primera, escrita a mano, era de un cuaderno de notas. Deca:

Majestad: Como ya sabris, mi marido Eric fue arrestado ayer. Esto es un doloroso golpe para nuestra Causa. Sin embargo, yo me he propuesto, pese a ser una frgil mujer, asumir la responsabilidad y continuar la tarea de Eric. Un fiel correligionario nos ha enviado desde Australia la noticia adjunta, recortada del Sydney Trumpet...

La Reina no termin la lectura de la nota de Lobelia. Toda su atencin se concentr en el otro documento.

PRNCIPE BRITNICO SE LAS PIRA

Misteriosa desaparicin de un manager ex miembro de la realeza

Ed Windmount, manager de Ovejas!, que actualmente se representa en el Queen's Theatre de Sydney, desapareci anoche media hora antes de que se alzara el teln. Sali de aqu para ir al teatro, confirm Clive Trelford, gerente del Bridge View Hotel, y no ha dormido en su cama. El seor Craig Blane, director escnico de Ovejas!, ha declarado hoy: Estamos perplejos. Ed es normalmente una persona digna de la mayor confianza. Tememos lo peor. Un electricista del teatro fue la ltima persona que vio al ex miembro de la realeza britnica. El tcnico, Bob Gunthorpe, dijo: Yo trabajaba en lo alto del escenario y mir abajo y vi a un tipo grande como un oso gris que caminaba con Ed entre las bambalinas. O a Ed exclamar: "Socorro!", pero no pens que ocurriese nada anormal. Ed es un enanito patoso, incluso para ser ingls, y pens que habra tropezado con algn trasto del escenario. El Departamento de Polica de Sydney ha difundido la siguiente descripcin

del hombre: Metro noventa y ocho de estatura, corpulento, tez curtida, nariz rota, cicatriz en diagonal desde la oreja izquierda a la boca; viste boina verde, chaqueta de camuflaje, pantalones verdes y pesadas botas.

La Reina examin la parte superior del fax, pero no haba fecha. Cunto tiempo llevara desaparecido Eduardo? Ella haba tenido fe en que a l, el ms sensible de sus hijos, le perdonara el infortunio, pero ahora, gracias a la condenada Lobelia Tremaine, la agobiaba una nueva preocupacin. Se agach para rescatar la carta de Lobelia de las mandbulas de Harris y complet la lectura. Al pie, despus de unas cuantas bobadas sobre BOMB, ley la postdata:

P. D. S de muy buena fuente que el prncipe Andrs se encuentra de servicio a bordo de un submarino en algn punto debajo del casquete polar rtico.

Entonces, por eso no se ha puesto Andrs en contacto conmigo dijo la Reina a Harris. Qu afortunado. 4 48

1 Invitacin a almorzar

Ana y Spiggy se haban presentado alrededor de medioda a hacerle una visita a la Reina y se escandalizaron al encontrarla todava en bata y zapatillas. Sin pronunciar palabra, ella entreg a Ana el recorte de prensa. Ana lo ley en voz alta, recordando cortsmente que Spiggy no saba leer. La Reina se apart el desgreado cabello de los ojos y suspir profundamente. Ana dijo: Ya comprendo que es un golpe ms, mam, pero no debes abandonarte. Condujo a su madre a las escaleras y le orden que se baara

y se vistiera. Spiggy se ha ofrecido a invitarnos a almorzar! grit Ana ms tarde, cuando ya la Reina sala triste y desganada del cuarto de bao. A almorzar? pens. Dnde? En un puesto callejero de salchichas? En una zona de picnic de la carretera? Junto a la pared de un tenducho de patatas y pescado fritos? Qued agradablemente sorprendida cuando Spiggy firm por ellas (estampando la huella de su pulgar) en el registro del Club de Trabajadores de Flowers Estate. La zona del comedor estaba cmodamente amueblada y la Reina, que estaba hambrienta, se alegr al ver que en el extremo del bar se amontonaban rollos de carne, queso y ensaladilla, huevos a la escocesa y porciones de empanada de cerdo. Incluso haba, en un ngulo, un televisor cuyo murmullo daba a la sala un delicioso toque hogareo. Por la rendija de una puerta que conduca a la sala de conciertos, la Reina distingui a unos pensionistas como ella practicando pasos de baile de otras pocas mientras sonaba en disco la msica de la banda de Joe Loss. Violet y Wilf Toby giraban juntos en la pista de baile. Violet llevaba unos zapatos de tacn alto cubiertos de lentejuelas y abiertos por detrs, un deslumbrante vestido rojo y, sobre todo, una expresin de dicha impresa en la cara. La Reina se acomod en el asiento tapizado de smil cuero, junto a Ana. Quera relajarse a toda costa. Spiggy se dio una vuelta hasta el bar, sacando en el trayecto un fajo de billetes, y encarg comida y bebidas. Mientras Norman, el melanclico barman, preparaba el encargo con sus nada pulcras manos, la Reina record una de las normas de Crawfie: Debes comer todo lo que te pongan delante. No hacerlo es de psima educacin!. Cuando tuvieron delante las bebidas y la comida, Ana levant su cerveza y dijo a la Reina:

No hablemos de nuestra familia, de acuerdo? Rein el silencio hasta que Spiggy, tras engullir medio huevo a la escocesa, mencion a Gilbert. A continuacin los tres se liaron en una animada conversacin sobre caballos que haban conocido y querido, que slo se interrumpi cuando la faz sombra de Jack Barker apareci en la pantalla del televisor. Algo pasa dijo Spiggy, tras consultar rpidamente su reloj. A esta hora, dan programas infantiles. Grit en direccin al bar: Eh, Norman, sube el volumen de la tele! Transcurrido el tiempo necesario para que Norman tantease en busca del botn adecuado y ajustase el volumen, se oy que Jack Barker deca: Por lo tanto, en vista de la crisis financiera mundial, que amenaza la estabilidad de este pas e indudablemente la supervivencia de nuestro estilo de vida, vuestro Gobierno ha decidido que ser necesario efectuar cambios constitucionales de largo alcance. La Reina apur su vaso de vino blanco y dijo en tono escptico: Nosotros no tenemos constitucin escrita. Es obvio que Barker se dispone a escribir la suya. Se inclin hacia delante, ansiosa de escuchar ms propuestas. Pero sus deseos se veran frustrados. Desde que ocup el cargo de primer ministro continu Barker he tenido el privilegio de introducir un radical programa de reformas, a despecho de la oposicin de muchos sectores. Sea cual fuere el cargo que desempee en el futuro, siempre me esforzar en servir a mi pueblo y mi pas. Significa eso que est a punto de dimitir? pregunt la Reina. Espero que no respondi Spiggy. No fue ni ayer cuando aboli los cochinos impuestos personales! Ssshh, Spiggy dijo Ana. Jack termin abruptamente: Maana por la maana, a las once, har una declaracin completa a la

nacin. Buenos das! Un presentador con traje oscuro dijo en voz sonora: Toda la programacin fijada para maana ha sido cancelada para dar paso a una conexin especial. Los cambios afectarn a todos los canales. Dios mo! exclam Norman, quien, cuando no trabajaba, era un teleadicto. Debe ser el fin del puetero mundo. 5 49

1 T para tres

Jack sali apresuradamente de los estudios de televisin de Westminster y fue escoltado hasta su coche para cubrir el breve trayecto de regreso a Downing Street. Aunque los neumticos del coche estaban en excelentes condiciones y, debajo de ellos, el asfalto recubra perfectamente la calzada, imagin que poda notar cmo las llantas de hierro de la carreta que le conduca al sacrificio avanzaban a trompicones sobre los guijarros.

En el dormitorio de su pied--terre (una suite en el Savoy), Sayako se miraba en el espejo de cuerpo entero. Sorba prcticamente su propia imagen. Era perfecta, perfecta, como convena a alguien que pronto iba a ser el dolo del mundo. Sus sirvientas le haban ayudado a seleccionar las ltimas y ms exquisitas entre las muchas creaciones diseadas especialmente para ella y las colgaron, envueltas en papel de seda, en el amplio guardarropa. Luego Sayako, vestida elegantemente pero con menos esplendor en uno de sus nuevos vestidos de la calle Sloane, tom su bolso y un ejemplar del Quin es quin? y baj al vestbulo. Ante la puerta del hotel la esperaba un coche para llevarla a tomar el t.

Cuando el coche de Jack se detuvo ante el nmero 10, l no se ape

inmediatamente, pese a que el conductor le haba abierto la puerta. Algo no rula, Jack? pregunt el conductor, viendo que Jack continuaba sentado. El verbo rular reson en el interior de la cabeza de Jack, evocando recuerdos de su infancia y de los principios en que entonces se haba formado. Su cuerpo se puso rgido; all, en el asiento del coche, pareca uno de aquellos maniques que se utilizan para estudiar las colisiones en los programas de seguridad en carretera. Nada, un calambre minti Jack. Dame un minuto. En el interior del nmero 10, una mujer de cara plida, vestida de seda, dispona el servicio de t sobre una mesa baja. En una antesala esperaban los honorables huspedes de Jack. Cuando ste, al fin, se reuni con ellos, avanz por la alfombra sin zapatos y con la mano tendida. Slo en el ltimo instante record que deba dejar caer la mano y doblarse en una reverencia. 6 50

1 Un ave en vuelo

En el momento en que la Reina pagaba sus compras en el control de salida de Food-U-R, aquella tarde Victor Berryman dej caer algo en su bolsa de la compra. No lo mire ahora susurr. Cuando la Reina lleg a casa y sac las compras de la bolsa vio que el misterioso objeto era una carta dirigida a ella con letra de Carlos.

En las soledades del Lejano Norte

Mam querida: Una nota apresurada (estoy desplazndome constantemente) para hacerte

saber que me encuentro mar adentro rumbo a Skye; es decir, no literalmente mar adentro ni rumbo a Skye. Pero s estoy, efectivamente, en las cercanas. Duermo durante el da y me muevo y saqueo la comida que encuentro por la noche. Intento confundirme con los brezos y, segn creo, lo consigo. Contribuye el hecho de que mis ropas de trabajo (bendito conjunto, tan confortable) son de color prpura y verde. Antes de que llegue el invierno confo en encontrar alguna granja abandonada y establecer en ella mi hogar. Mis exigencias son pocas: una fogata de turba, un lecho de brezo, comida sencilla y quizs una ojeada al Daily Telegraph de vez en cuando. Una cosa, mam, antes de terminar esta carta. Por favor, da recuerdos mos a Beverley Threadgold, dile que no hubo tiempo para un adis. Y, por supuesto, mis saludos a Diana y los chicos. Una nueva vida me llama. Necesito sentir el viento en la cara y or el chillido de los animalitos capturados por los predadores alados. Queridsima mam, te envo todo mi amor. C.

La Reina tamborile con los dedos sobre la mesa de la cocina y dijo en voz alta: Si yo fumase, seguro que en este momento necesitara un cigarrillo. Detestaba pensar en Carlos solo y convertido en fugitivo. Cmo se las arreglara un chico tan tonto durante el crudo invierno escocs, cuando el mismsimo aire se hiela? Abri un tubo de Smarties, lo vaci encima de la mesa y fue seleccionando todas las grageas de color rojo. 7 51

1 Dientes

Haba puesto el despertador para que sonase a las siete y cuarto. Harris no haba vuelto a casa la noche anterior. El muy canalla dijo la Reina. Sabe de sobra cunto me preocupa. Sali a efectuar por Hell Close un recorrido de exploracin. Una hora despus, ya de regreso, conect la televisin en la sala de estar. Una vista de frente del Palacio de Buckingham llenaba la pantalla. El mstil de la bandera apareca desnudo. Se oa una msica marcial: a la Reina le pareci que sonaba como la banda de la Real Infantera de Marina. Sac el aspirador, aunque primero tuvo que liberarlo de la maraa en que el aparato se haba enzarzado con la tabla de planchar en el trastero debajo de las escaleras. Aunque la imagen televisiva no haba cambiado desde la conexin, la Reina continu pendiente de la pantalla mientras limpiaba la alfombra, lanzando ocasionales maldiciones cada vez que el aspirador absorba las hebras sueltas que Spiggy haba descuidado en los bordes. La Reina deseaba ansiosamente que la casa presentara su mejor aspecto. Haba invitado a la familia y a unos cuantos vecinos a presenciar con ella el anunciado programa especial. Mientras pula y quitaba el polvo not que las manos le temblaban ligeramente, y comprendi que tena una terrible sensacin de mal presagio sobre la naturaleza de la declaracin que efectuara Jack Barker. A las once menos cinco la pequea sala de estar se haba llenado de gente. La Reina circulaba con apuros entre sus invitados, en ocasiones pasando por encima de los pies de alguno, para ofrecerles galletas y caf. La televisin mostraba ahora la puerta del nmero 10 de Downing Street y a la multitud congregada ms all, temporalmente contenida por una lnea de policas con los brazos unidos. A las once en punto, la lustrosa puerta negra del nmero 10 se abri y Jack Barker sali por ella, solo. Tena un aspecto macilento y cansado, pens la Reina, como si hubiese pasado la noche en vela. Camin hacia la batera de micrfonos y alz la mano para acallar a la vitoreante muchedumbre. Baj la

mirada a sus pies, luego enderez la cabeza y dijo: Compaeros britnicos, la pasada noche firm un documento que cambiar radicalmente y para bien nuestras vidas. El otro signatario fue Su Majestad Imperial, el Emperador Akihito de Japn. Jack se llev una mano al bolsillo interior de su chaqueta y sac un pliego de papel que sostuvo en alto para beneficio de las cmaras de televisin y las hordas de fotgrafos de prensa. La Reina dijo: Sigue adelante, hombre! Jack, por fin, devolvi el pliego al bolsillo de su chaqueta y reanud el discurso: A partir de hoy, en Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte entra en vigor un Tratado de amistad con Japn que cimentar la relacin especial y los crecientes lazos que ya existen entre nuestros dos grandes pases y nos aportar nueva seguridad y nueva prosperidad. La Reina dijo: Corte las trivialidades, Barker. Al grano. Jack se esforzaba en mirar a la cmara que tena delante, como si manteniendo contacto visual con los millones de telespectadores fuera a convencerles de su sinceridad. Me llena de orgullo y felicidad poder deciros que este tratado volver a situar a Gran Bretaa en el camino de la grandeza. Una vez ms seremos parte de un imperio sobre el cual nunca se pone el sol. La muchedumbre casi en pleno prorrumpi en aclamaciones. Qu estar tramando? murmur la Reina. Jack prosigui: Desde el pasado diez de abril os he servido como vuestro primer ministro. A partir de hoy continuar residiendo aqu, en el nmero 10 de Downing Street, y os servir en mi nuevo cargo de gobernador general de Gran Bretaa. Gobernador general! grit la Reina; pero el resto de los presentes le

suplic que guardara silencio. Jack segua hablando: Ahora compartimos la soberana de este pas con el Imperio de Japn. La Reina no pudo contenerse: Nos ha vendido exclam como si furamos una mercanca! Jack continu: Como resultado de estos cambios constitucionales, el emprstito provisional de doce mil billones de yens que mi gobierno negoci el trece de abril, y que deba cancelarse el prximo da primero de junio, ha sido prorrogado indefinidamente. Nuestra nueva relacin federal con el expansivo imperio japons, que ser cuidadosamente equilibrada por un fuerte elemento de subsidiariedad, asegurar que, finalmente, consigamos los recursos que necesitamos para reconstruir nuestro gran pas, tal como deseamos y merecemos. Slo resta que esta alianza poltica y financiera se consolide ms an a travs de una alianza personal. Tengo el inmenso placer de anunciar que ello va a ocurrir, en este preciso momento! La puerta negra se abri y Jack entr y desapareci tras ella. De qu iba t eso? dijo Spiggy, confundido por la altisonante retrica. Jack Barker ha hipotecado este pas al Banco de Japn gimi la Reina. Dios mo! exclam Violet. Tendremos tos que hablar japon? Pu conmigo que no cuenten dijo Wilf. Soy demasiao viejo pa aprender otro puetero lenguaje, y de tos modos apenas s habl ingls. Beverley Threadgold intervino: Conozco a un tipo que fue una vez a un restaurante japons. Dijo que era horrendo. No haba pa comer ms que pescao cruo. Violet dijo, indignada: Bueno, van listos si creen que pun venir aqu pensando que no van a dejarnos

cocer el pescao, porque yo por ejemplo no lo consentir, faltara ms, vaya. A quin pagaremos el alquil? pregunt Philomena Toussaint. Esto es toava del ayuntamiento? O es del Banco de Japn? Si tuviramos una constitucin escrita, como Dios manda dijo Margarita recalcando las palabras, esto no habra ocurrido. La Reina tuvo que salir de la habitacin. Tema que la cabeza le estallara. Acaso era ella la nica en percatarse del completo significado de la declaracin de Barker? Ya se haba producido un golpe de estado. Gran Bretaa haba sido anexionada y ahora era simplemente otra isla japonesa mar adentro. Sali al jardn trasero. Ni rastro de Harris todava. Su comida de la vspera estaba an en la escudilla. La Reina la arroj al cubo de basura con pedal que tena debajo del fregadero. Pens: Al final ser bueno que Felipe se haya chiflado. Si supiera que han vendido su patria adoptiva, que tanto ama, como arenques en la plaza del mercado, no quiero imaginar lo que pasara. La Reina cogi su radio porttil Sony y la estrell contra la pared de la cocina. Ana apareci en el hueco de la puerta y dijo: Mam, ven a ver esto. La televisin mostraba ahora el Mall, que estaba flanqueado por un incontable nmero de personas. Algunas agitaban banderitas britnicas, pero otras la bandera que representaba el sol naciente. Para la Reina, experta en aquellas lides, resultaba obvio que las masas no tenan idea de por qu estaban all. Se haban congregado porque las propias multitudes se erigan en barreras. Fitzroy explicaba a Diana que su trabajo se vera amenazado. l era un contable ducho en recesin econmica, le record, y si no iba a haber ms recesin, qu sera de l? La cmara se apart de los rostros de la muchedumbre para mostrar una carroza dorada tirada por cuatro emplumados caballos blancos, que en aquel momento pasaba bajo el Arco del Almirantazgo y embocaba el Mall. El gento

vitoreaba automticamente, a pesar, incluso, de que las cortinas del interior de la carroza estaban corridas y era imposible ver a sus ocupantes. La Reina protest: Vitorearan aunque fuera a un chimpanc, esos imbciles! Eso es lo que ramos nosotros, mam dijo Ana. Vivamos en un condenado zoo para que el populacho nos mirase con la boca abierta. Me alegro de haber salido de all. La Reina observ que, en el sof, Spiggy se haba acercado unos centmetros ms a Ana. En la sala de estar el calor pareca, de pronto, opresivo. Se dijo que no tardara en tener que salir a respirar aire fresco. Le latan las sienes. Cuando la carroza giraba hacia las puertas del Palacio de Buckingham, Tony Threadgold dijo: Pos quin va ah dentro? Cmo voy yo a saberlo? refunfu la Reina. En la pantalla del televisor la imagen cambi para mostrar una fragata japonesa pasando bajo el Tower Bridge. Los marineros, britnicos y japoneses, saludaban formados en cubierta. La Reina resopl desdeosamente. Luego, de sbito, la imagen volvi a cambiar y apareci en la pantalla el gran balcn del Palacio de Buckingham, donde se distinguan dos menudas figuras. Un zoom de la cmara revel que una de ellas era Jack Barker, ataviado como un soldadito de plomo en una guerra de juguetes. Se tocaba con un tricornio adornado por una pluma blanca y vesta una casaca escarlata de la que colgaban unas condecoraciones que la Reina no supo identificar. La persona que se encontraba en pie a su lado era el Emperador Akihito, resplandeciente en un quimono de seda. Ambos agitaron las manos saludando a la multitud que haba abajo, y la multitud les devolvi mecnicamente el saludo. Acto seguido, Jack se apart hacia la izquierda y el emperador hacia la derecha, y dos figuras ms aparecieron en el balcn, una envuelta en el tenue resplandor de un conjunto

de seda blanca y tules, bajo un tocado bordeado de flores de azahar, la otra en perfecto chaqu gris y sombrero de copa. Qu demonios es eso? grit la Reina. La cmara, obedientemente, se aproxim todava ms para mostrrselo. Era su hijo Eduardo, con los ojos sin brillo y la boca sin sonrisa, que sostena la mano de su desposada, Sayako, hija del emperador. La Reina presenci con incredulidad cmo el emperador sonrea a su nuevo yerno y Eduardo se inclinaba hacia delante como un autmata y besaba a su esposa. La multitud, abajo, vociferaba con tanto entusiasmo que el televisor de la Reina vibraba peligrosamente. Han secuestrado a Eduardo! estall la Reina, furiosa. Le obligarn a vivir en Tokio como su consorte! La Reina golpeaba la imagen de Sayako en la pantalla con el ndice. Ya haba tomado partido en contra de su nueva hija poltica. En el interior de su cabeza, como un trueno, resonaba el rugir de la muchedumbre. La cmara se desplaz para ofrecer una estampa del cielo sobre el Palacio de Buckingham con el mstil desnudo en primer trmino. En lo alto, los ex Diablos Rojos, ahora repintados de amarillo, entraron en imagen con un agudo chillido de sus reactores y ejecutaron arriesgados giros y balanceos sobre el palacio, deleitando a la masa de espectadores. La cara sombra de Eduardo estaba vuelta hacia ellos cuando los aviones desaparecieron hacia el sur de Londres. Y entonces ocurri. Una bandera, palmo a palmo, lentamente, ascendi por el mstil y onde al viento con arrogancia. Era la bandera japonesa. La Reina grit: Se ha vuelto completamente loco todo el maldito mundo? Sayako sostenida por Eduardo, estaba agachndose, aparentemente para levantar del suelo algo que, segn ella esperaba, le ganara el corazn de los millones de amantes de los animales que presenciaban la escena. Cuando la princesa se enderez, la cmara mostr con detalle qu era lo que Sayako

sostena bajo el brazo. Era Harris, que luca un collar adornado con flores de azahar. Harris! aull la Reina. Sucio traidorzuelo miserable! Harris miraba servilmente a Sayako. El emperador tendi la mano para acariciar al perrito britnico. Harris ense los dientes y comenz a gruir. El emperador persisti estpidamente en acariciar la cabeza del perrito, pero antes de que lo consiguiese Harris haba dado un irritado bocado al pulgar imperial. El emperador repeli el ataque sacudiendo a Harris con un guante, y al instante perdi las simpatas de la totalidad del pblico britnico. Harris exhiba los dientes en una mueca maligna, y enseguida comenz a ladrar furiosamente. La cmara continu acercndosele hasta que su cabeza llen la pantalla. La Reina y sus invitados reaccionaron alarmados echndose atrs. Todo lo que en el televisor poda verse ahora eran los afilados dientes de Harris y su lengua roja, de un color como de hgado crudo. ABRIL

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1 La maana siguiente a la noche anterior

La Reina despert con un sobresalto. Harris saltaba de un lado a otro frente al televisor, ladrando con una ferocidad que bata todas las marcas. Ella estaba empapada en sudor. Las pesadas sbanas de lino la opriman, fras e incmodas. Mir, como siempre haca, hacia la mancha de humedad del rincn, pero la mancha no estaba y la haba sustituido lo que pareca ser un fino tapizado de seda. Oh, quieto ya, cochino perrito! grit la Reina. Harris continuaba ladrando a la pantalla vaca. Con intencin de hacerle callar, la Reina busc el mando del control remoto y conect la televisin. Era

la maana del diez de abril de 1992 y un David Dimbleby de ojos enrojecidos estaba repitiendo cansadamente que los conservad

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