Borges - Vindicacion de Bouvard y Pecuchet

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VINDICACIN DE "BOUVARD ET PCUCHET" La historia de Bouvard y de Pcuchet es engaosamente simple. Dos copistas (cuya edad, como la de Alonso Quijano, frisa con los cincuenta aos) traban una estrecha amistad una herencia les permite dejar su empleo y fijarse en el campo, ah ensayan la agronoma, la jardinera, la fabricacin de conservas, la anatoma, la arqueologa, la historia, la mnemnica, la literatura, la hidroterapia, el espiritismo, la gimnasia, la pedagoga, la veterinaria, la filosofa y la religin; cada una de esas disciplinas heterogneas les depara un fracaso al cabo de veinte o treinta aos. Desencantados (ya veremos que la "accin" no ocurre en el tiempo sino en la eternidad), encargan al carpintero un doble pupitre, y se ponen a copiar, como antes. 1 Seis aos de su vida, los ltimos, dedic Flaubert a la consideracin y- a la ejecucin de ese libro, que al fin qued inconcluso, y que Gosse, tan devoto de Madame Bovary, juzgara una aberracin, y Rmy de Gourmont, la obra capital de la literatura francesa, y casi de la literatura. Emile Faguet ("el grisceo Faguet" lo llam alguna vez Gerchunoff) public en 1899 una monografa, que tiene la virtud de agotar los argumentos contra Bouvard et Pcuchet, lo cual es una comodidad para el examen crtico de la obra. Flaubert, segn Faguet, so una epopeya de la idiotez humana y superfluamnte le dio (movido por recuerdos de Pangloss y Candide y, tal vez de Sancho y Quijote) dos protagonistas que no se com plementan y no se oponen y cuya dualidad no pasa de ser un artificio verbal. Creados o postulados esos fantoches, Flaubert les hace leer una biblioteca, parra que no la entiendan. Faguet denuncia lo pueril de este juego, y lo peligroso, ya que Flaubert, para idear las reacciones de sus dos imbciles, ley mil quinientos tratados de agronoma, pedagoga, medicina, fsica, metafsica, etc., con el propsito de no comprenderlos: Observa Faguet: "Si uno se obstina en leer desde el punto de vista de un hombre que lee sin entender, en muy poco tiempo se logra no entender absolutamente nada y ser obtuso por cuenta propia." El hecho es que cinco aos de convivencia fueron transformando a Flaubert en Pcuchet y Bouvard o (ms precisamente) a Pcuchet y Bouvard en Flaubert. Aqullos, al principio, son dos idiotas, menos1

Creo percibir una referencia irnica al propio destino de Flaubert.

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preciados y vejados por el autor, pero en el octavo captulo ocurren las famosas palabras: "Entonces una facultad lamentable surgi en su espritu, la de ver la estupidez y no poder, ya, tolerarla." Y despus: '-Los entristecan cosas insignificantes: los avisos de los peridicos, el perfil de un burgus, una tontera oda al azar." Flaubert, en este punto, se reconcilia con Bouvard y con Pcuchet, Diqs con sus criaturas. Ello sucede acaso en toda obra extensa, o simplemente viva (Scrates llega a ser Platn; Peer Gynt a ser Ibsen), pero aqu sorprendemos el instante en que el soador, para decirlo con una metfora afn, nota que est sondose y que las formas de su sueo son l. La primera edicin de Bouvard et Pcuchet es de marzo de 1881. En abril, Henry ard ensay esta definicin: "una especie de Fausto en dos personas". En la edicin de la Pliade, Dumesnil confirma: "Las primeras palabras del monlogo de Fausto, al comienzo de la primera parte, son todo el plan de Bouvard el Pcuchet." Esas palabras en que Fausto deplora haber estudiado en vano filosofa, jurisprudencia, medicina y ay! teologa. Faguet, por lo dems, ya haba escrito: "Bouvard et Pcuchet es la historia de un Fausto que fuera tambin un idiota." Retengamos este epigrama, en el que de algn modo se cifra toda la intrincada polmica. Flaubert declar que uno de sus propsitos era la revisin de todas las ideas modernas; sus detractores argumentan que el hecho de que la revisin est a cargo de dos imbciles basta, en buena ley, para invalidarla. Inferir de los percances de estos payasos la vanidad de las religiones, de las ciencias y de las artes, no es otra cosa que un sofisma insolente o que una falacia grosera. Los fracasos de Pcuchet "no comportan un fracaso de Newton. Para rechazar esta conclusin, lo habitual es negar la premisa. Digeon y Dumesnil invocan, as, un pasaje de Maupassant, confidente y discpulo de Flaubert, en el que se lee que Bouvard y Pcuchet son "dos espritus bastante lcidos, mediocres y sencillos". Dumesnil subraya el epteto "lcidos", pero el testimonio de Maupassant o del propio Flaubert, si se consiguiera nunca ser tan convincente como el texto mismo de la obra, que parece imponer la palabra "imbciles". La justificacin de Bouvard et Pcuchet, me atrevo a sugerir, es de orden esttico y poco o nada tiene que ver con las cuatro figuras y los diecinueve modos del silogismo. Una cosa es el rigor lgico y otra la tradicin ya casi instintiva de poner las palabras fundamentales en boca de los simples y de los locos. Recordemos la reverencia que el Islam tributa a los idiotas, porque se entiende que sus almas han sido arrebatadas al cielo;

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recordemos aquellos lugares de la Escritura en que se lee que Dios escogi lo necio del mundo para avergonzar a los sabios. O, si los ejemplos concretos son preferibles, pensemos en Manalive de Chesterton, que es una visible montaa de simplicidad y un abismo de divina sabidura, o en aquel Juan Escoto, que razon que el mejor nombre de Dios es Nihilum (Nada) y que "l mismo no sabe qu es, porque no es un qu. . .". El emperador Moctezuma dijo que los bufones ensean ms que los sabios, porque se atreven a decir la verdad; Flaubert (que, al fin y al cabo, no elaboraba una demostracin rigurosa, una Destructio Philosophorum, sino una stira) pudo muy bien haber tomado la precaucin de confiar sus ltimas dudas y sus ms secretos temores a dos irresponsables. Una justificacin ms profunda cabe entrever. Flaubert era devoto de Spencer; en los First Principies del maestro se lee que el universo es inconocible, por la suficiente y clara razn de que explicar un hecho es referirlo a otro ms general y de que ese proceso no tiene fin 1 nos conduce a una verdad ya tan general que no podemos referirla a otra alguna; es decir, explicarla. La ciencia es una esfera finita que crece en el espacio infinito; cada nueva expansin le hace comprender una zona mayor de lo desconocido, pero lo desconocido es inagotable. Escribe Flaubert: "An no sabemos casi nada y queramos adivinar esa ltima palabra que no nos ser revelada nunca. El frenes de llegar a una conclusin- es la ms funesta y estril de las manas." El arte opera necesariamente con smbolos; la mayor esfera es un punto en el infinito; dos absurdos copistas pueden representar a Flaubert y tambin a Schopenhauer o a Newton. Taine repiti a Flaubert que el sujeto de su novela exiga una pluma del siglo xvm, la concisin y la mordacidad (le mordantyc un Jonathan Swift. Acaso habl de Swift, porque sinti de algn modo la afinidad de los dos grandes y tristes escritores. Ambos odiaron con ferocidad minuciosa la estupidez humana; ambos documentaron ese odio, compilando a lo largo de los aos frases triviales y opiniones idiotas; ambos quisieron abatir las ambiciones de la ciencia. En la tercera parte de Gulliver, Swift describe una venerada y vasta academia, cuyos individuos proponen que la humanidad prescinda del lenguaje oral para no gastar los pulmones. Otros ablandan el mrmol para la fabricacin de almohadas y de almohadillas; otros aspiran a propagar una variedad de ovejas sin lana; otro creen resolver los enigmas del universo mediante una armazn de madera con manijas de
1 Agripa el Escptico argument que toda prueba exige a su ve? una prueba, y as hasta lo infinito.

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hierro, que combina palabras al azar. Esta invencin va contra el Arte magna de Lulio. . . Rene Descharmes ha examinado, y reprobado, la cronologa de Bouvard et Pcachet. La accin requiere unos cuarenta aos; los protagonistas tienen sesenta y ocho cuando se entregan a la gimnasia, el mismo ao en que Pcuchet descubre el amor. En un libro tan poblado de circunstancias, el tiempo, sin embargo, est inmvil; fuera de los ensayos y fracasos de los dos Faustos (o del Fausto bicfalo) nada ocurre; faltan las vicisitudes comunes y la fatalidad y el azar. "Las comparsas del desenlace son las del prembulo; nadie viaja, nadie se muere", observa Claude Digeon. En otra pgina concluye: "La honestidad intelectual de Flaubert le hizo una terrible jugada: lo llev a recargar su cuento filosfico, a conservar su pluma de novelista para escribirlo." ; Las negligencias o desdenes o libertades del ltimo Flaubert han desconcertado a los crticos; yo creo ver en ellas un smbolo. El hombre que con Madame- Bovary forj la novela realista fue tambin el primero en romperla. Chesterton, apenas ayer, escriba: "La novela bien puede morir con nosotros." El instinto de Flaubert presinti esa muerte, que ya est aconteciendo no es el Ulises, con sus planos y horarios y precisiones, la esplndida agona de un gnero?, y en el quinto captulo de la obra conden las novelas "estadsticas o etnogrficas" de Balzac y, por extensin, las de Zola. Por eso, el tiempo de Bouvard et Pcuchet se inclina a la eternidad; por eso, los protagonistas no mueren y seguirn copiando, cerca de Caen, su anacrnico Sottisier, tan ignorantes de 1914 corri de 1870; por eso, la obra mira, hacia atrs, a las parbolas de Voltaire y de Swift y de los orientales y, hacia adelante, a las de Kafka. Hay, tal vez, otra clave. Para escarnecer los anhelos de la humanidad, Swift los atribuy a pigmeos o a simios; Flaubert, a dos sujetos grotescos. Evidentemente, si la historia universal es la historia de Bouvard y de Pcuchet, todo lo que la integra es ridculo y deleznable.

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