Ensayos de Luis Gonzalez y Gonzalez, Revista Nexos. Históricos.

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 71

01/09/2009 El incendio de los curas (septiembre, 2002) Luis Gonzlez y Gonzlez.

La independencia fue en sus inicios una insurreccin muy sangrienta conducida por los seores curas y, en menor escala, por los abogados y militares. En un abrir y cerrar de ojos, los pastores y sus rebaos, con palos, piedras, machetes y pocas armas de fuego, pusieron a la Nueva Espaa, a punto de convertirse en Mxico, en una situacin lamentable, de desastre, pero con olor a incienso.

Los mexicanos, especialmente los que llevan el ttulo de historiadores, tienen la obligacin de recordar, ao con ao, por el mes de septiembre, a los protagonistas y los sucesos heroicos de las guerras de Independencia o, en otras palabras, del periodo que va de 1808 a 1821. Entonces se puso fin a la obra negra de la construccin de Mxico y a partir de aquel decenio se puso manos a la obra de hacer de la patria una repblica con tres poderes, de los cuales dos deban ser elegidos por la mayora de los mexicanos.

A travs de casi trescientos aos que van de las hazaas del caballero Hernn Corts a las desdichas del cura de Dolores, don Miguel Hidalgo, se construy a ciencia y paciencia una patria con cinco elementos constitutivos: territorio vasto, rugoso y biodiverso; poblacin mestiza producto del chacoteo amoroso entre indios, espaoles y negros; religin catlica impartida por frailes y jesutas; idioma espaol suavizado, y conciencia nacional o patriotismo vigoroso que va a infundir en la cpula de los novohispanos el anhelo de separar su patria de la monarqua espaola y de ponerle el nombre de Mxico.

En la segunda mitad del siglo XVIII. nobles, mineros, comerciantes, eclesisticos, milites de alcurnia, juristas y otros notables dieron en pensar que la Nueva Espaa no slo era distinta a la vieja, sino superior. La nueva posea un territorio varias veces ms extenso que el espaol, una enorme produccin de oro y plata, una variedad de vegetales y bestiasnunca antes vista, una situacin geogrfica crucial, unos habitantes plenos de virtud e inteligencia y, como si todo fuera poco, el especial favor divino, como lo demostraba el hecho de que Mxico tuviera como embajadora celestial a la Virgen de Guadalupe, la madre de Dios.

Naturalmente la idea exagerada de la riqueza del territorio, de las aptitudes de los mexicanos y de la preferencia divina por la Nueva Espaa o Mxico, haca de este pas "el mejor de todos" los del mundo y apoyaba el ideal de la Independencia. El ahora tan odiado virrey Calleja lleg a decir en cana a sus superiores: "Aun los europeos (que viven en la Nueva Espaa) estn convencidos de las ventajas que les resultarn (a los mexicanos) de un gobierno independiente".

En cuanto se present la oportunidad de sacudirse la tutela espaola, a la que hoy se le dice yugo espaol, se produjeron las explosiones o sacudidas econmicas, sociales, polticas y religiosas a las que la historiografa actual les ha puesto el nombre de Revolucin Mexicana de Independencia.

De la enmaraada lucha de trece aos por la independencia, los oradores del orden poltico se desgaitan hablando del grito de Dolores, del recorrido belicoso por el centro del pas del cura Miguel Hidalgo, de la hazaa del Pipila, de las proezas del cura Jos Mara Morelos y de aquel guerrillero de los breales del sur que abraz Iturbide y que alguna vez dijo: "la patria es primero". Los historiadores con ttulo analizan minuciosamente el movimiento precursor de la lucha independentista, los personajes y los hechos ms ruidosos de la rebelin de los curas y los frailes y el acuerdo final de todos los contendientes que culmin en la entrada triunfal del ejrcito trigarante a Mxico el 27 de septiembre de 1821. Todava falta mucho por averiguar de la vida cotidiana, del desplome econmico, de los desajustes sociales y de otros sucesos de aquellos turbulentos aos.

Como lo ensean en las dos escuelas, la privada y la pblica, los deseos de hacer vida independiente de Espaa y de mantener inclumes las costumbres catlicas afloraron o tuvieron oportunidad de manifestarse con motivo de la entrada al territorio espaol del mandams de Francia, del chaparro Napolen Bonaparte, que puso en lugar del rey de Espaa a su hermanito Pepe Botella, afecto, como lo indica su apodo, a los refrescos embriagantes.

Tanto a los espaoles residentes en la Nueva Espaa como a los nativos de sta les sobresalt la metichez de las tropas napolenicas en el imperio espaol, a unos porque les quitaba el palo y el mando y a otros porque les daba la causa para sustraerse del gobierno de la pennsula.

Despus de muchos dimes y diretes y algunos jaloneos entre gachupines y criollos, aqullos se quedaban con la torta, lo que condujo a una insurreccin muy sangrienta conducida por los seores curas y, en menor escala, por los abogados y militares.

Los relatos histricos en boga suelen olvidar las insurrecciones de Juan Bustamante, cura de Tianguistengo, Jos Pablo Calvillo, cura de Huajcar. Hiplito, cura de Coalcomn, y Marcos Castellanos, cura de La Palma, el que puso en pie de lucha a mis antepasados en el occidente de Michoacn. Tambin suelen olvidarse de otros jefes rebeldes de sotana como Jos Mara Cos, cura de San Martn Texmelucan, Sabino Crespo, cura de Ro Hondo, Manuel Correa, cura de \opala, el padre Chinguirito, cura de no s dnde. Jos Mara Fernndez del Campo, cura de Huatusco, Mariano de Fuentes, cura de Maltrata. Jos Garca Carrasquedo, cura de Undameo ycannigo de Valladolid, Remigio Gonzlez, cura de San Miguel el Grande, Joaqun Gutirrez, cura de Huayacocotla, Manuel de Herrero, cura de Huamostitln, Santiago Herrera, cura de Uruapan, Antonio Labarrieta, cura de Guanajuato, Antonio Maras, cura de La Piedad, Francisco Severo Maldonado, cura de Mascota, Jos Martnez, cura de Actopan, Mariano Matamoros, cura de Songolica.

Se recuerda mucho y con cario a Jos Mara Morelos y Pavn, cura de Carcuaro y Nocuptaro, valiente entre los valientes. Siguen en la sombra el padre Chocolate, Manuel

Muoz, Nicols de Nava, domiciliario de la dicesis de Guadalajara, el mercedario Luciano Navarrete, Jos de Ocio, cura de Sahuayo, Jos Manuel Ordoo. Cura de San Mateo de Pinas, Jos Mariano Ortega, cura de San Andrs Huitlapan, Antonio Prez Alamillo, cura de Otumba, Antonio Joaqun Prez Martnez, catedrtico de teologa en la ciudad de Puebla, Jos Mara Snchez de la Vega, cura de Tlacotepec. el sabelotodo de Manuel Snchez de Tagle, Jos Mara Semper, cura del mineral de Catorce, Jos Rafael Trelo, cura de San Salvador, el mal afamado cura Jos Antonio Torres, Jos Antonio Valdivieso, cura de Ocuituco y, para terminar, Lorenzo Velasco de la Vara.

A la lista anterior deben agregarse un centenar de frailes, en su mayora franciscanos, que en forma personal emprendieron sus guerrillas. Durante cinco aos que van del 10 al 15, una buena parte de la superficie social de la Nueva Espaa o Mxico estuvo cubierta de volcanes atizados por hombres de sotana y zayal, por curas y frailes.

Todava no se apagaban todas las lumbres prendidas en su mayor parte por clrigos cuando apareci el sol de la Independencia encendido por todos los sectores cupulares de aquella sociedad mexicana: jefes del ejrcito, caudillos insurgentes an en pie de lucha, altos funcionarios del gobierno colonial, jerarcas eclesisticos, mineros y mercaderes poderosos, doctores en derecho y algn otro personaje.

El feroz general Agustn de Iturbide concibi el Plan de las Tres Garantas (religin, unin e independencia) ms conocido con el nombre de Plan de Iguala. Iturbide, el antiguo terror de los insurgentes, convenci a Guerrero, Bravo, Rayn, Victoria y otros, mediante intermediarios, cartas y abrazos como el de Acatempan que aceptaran su Plan de Iguala. Tambin obtuvo la colaboracin del virrey y de los milites espaoles Negrete y Filisola.

Engatusada la lite, el general Agustn de Iturbide, al frente del ejrcito de las tres garantas, hizo una vistosa entrada a la capital el 27 de septiembre de 1821. En todo el pas, los poetas, oradores y periodistas entraron en jbilo. Iturbide reuni a todos los partidos polticos en una Junta Provisional Gubernativa. All todos entraron en pugna. All empez de nuevo la pugna. All se inici el desbarajuste de la vida mexicana independiente y la intromisin, mediante consejos y palos, del pas que se haba adelantado a Mxico en el modo de vivir sin los caprichos de los reyes, sin la tutela de los europeos. Unos optaban por una monarqua criolla y otros por la repblica, unos por las pompas regias y otros por la sencillez republicana, unos por zutanito y otros por fulanito en la cumbre del poder. 01/09/2002 El incendio de los curas Luis Gonzlez y Gonzlez. EL INCENDIO DE LOS CURAS

POR LUIS GONZLEZ Y GONZLEZ

La independencia fue en sus inicios una insurreccin muy sangrienta conducida por los seores curas y, en menor escala, por los abogados y militares. En un abrir y cerrar de ojos, los pastores y sus rebaos, con palos, piedras, machetes y pocas armas de fuego, pusieron a la Nueva Espaa, a punto de convertirse en Mxico, en una situacin lamentable, de desastre, pero con olor a incienso.

Los mexicanos, especialmente los que llevan el ttulo de historiadores, tienen la obligacin de recordar, ao con ao, por el mes de septiembre, a los protagonistas y los sucesos heroicos de las guerras de Independencia o, en otras palabras, del periodo que va de 1808 a 1821. Entonces se puso fin a la obra negra de la construccin de Mxico y a partir de aquel decenio se puso manos a la obra de hacer de la patria una repblica con tres poderes, de los cuales dos deban ser elegidos por la mayora de los mexicanos.

A travs de casi trescientos aos que van de las hazaas del caballero Hernn Corts a las desdichas del cura de Dolores, don Miguel Hidalgo, se construy a ciencia y paciencia una patria con cinco elementos constitutivos: territorio vasto, rugoso y biodiverso; poblacin mestiza producto del chacoteo amoroso entre indios, espaoles y negros: religin catlica impartida por frailes y jesutas; idioma espaol suavizado, y conciencia nacional o patriotismo vigoroso que va a infundir en la cpula de los novohispanos el anhelo de separar su patria de la monarqua espaola y de ponerle el nombre de Mxico.

En la segunda mitad del siglo XVIII, nobles, mineros, comerciantes, eclesisticos, milites de alcurnia, juristas y otros notables dieron en pensar que la Nueva Espaa no slo era distinta a la vieja, sino superior. La nueva posea un territorio varias veces ms extenso que el espaol, una enorme produccin de oro y plata, una variedad de vegetales y bestias nunca antes vista, una situacin geogrfica crucial, unos habitantes plenos de virtud e inteligencia y, como si todo fuera poco, el especial favor divino, como lo demostraba el hecho de que Mxico tuviera como embajadora celestial a la Virgen de Guadalupe, la madre de Dios.

Naturalmente la idea exagerada de la riqueza del territorio, de las aptitudes de los mexicanos y de la preferencia divina por la Nueva Espaa o Mxico, haca de este pas "el mejor de todos" los del mundo y apoyaba el ideal de la Independencia. El ahora tan odiado virrey Calleja lleg a decir en carta a sus superiores: "Aun los europeos (que viven en la Nueva Espaa) estn convencidos de las ventajas que les resultarn (a los mexicanos) de un gobierno independiente".

En cuanto se present la oportunidad de sacudirse la tutela espaola, a la que hoy se le dice yugo espaol, se produjeron las explosiones o sacudidas econmicas, sociales, polticas y religiosas a las que la historiografa actual les ha puesto el nombre de Revolucin Mexicana de Independencia.

De la enmaraada lucha de trece aos por la independencia, los oradores del orden poltico se desgaitan hablando del grito de Dolores, del recorrido belicoso por el centro del pas del cura Miguel Hidalgo, de la hazaa del Pipila, de las proezas del cura Jos Mara Morelos y de aquel guerrillero de los breales del sur que abraz Iturbide y que alguna vez dijo: "la patria es primero". Los historiadores con ttulo analizan minuciosamente el movimiento precursor de la lucha independentista, los personajes y los hechos ms ruidosos de la rebelin de los curas y los frailes y el acuerdo final de todos los contendientes que culmin en la entrada triunfal del ejrcito trigarante a Mxico el 27 de septiembre de 1821. Todava falta mucho por averiguar de la vida cotidiana, del desplome econmico, de los desajustes sociales y de otros sucesos de aquellos turbulentos aos.

Como lo ensean en las dos escuelas, la privada y la pblica, los deseos de hacer vida independiente de Espaa y de mantener inclumes las costumbres catlicas afloraron o tuvieron oportunidad de manifestarse con motivo de la entrada al territorio espaol del mandams de Francia, del chaparro Napolen Bonaparte, que puso en lugar del rey de Espaa a su hermanito Pepe Botella, afecto, como lo indica su apodo, a los refrescos embriagantes.

Tanto a los espaoles residentes en la Nueva Espaa como a los nativos de sta les sobresalt la metichez de las tropas napolenicas en el imperio espaol, a unos porque les quitaba el palo y el mando y a otros porque les daba la causa para sustraerse del gobierno de la pennsula. Despus de muchos dimes y diretes y algunos jaloneos entre gachupines y criollos, aqullos se quedaban con la torta, lo que condujo a una insurreccin muy sangrienta conducida por los seores curas y, en menor escala, por los abogados y militares.

Como sabemos los mexicanos desde la ms tierna infancia, Miguel Hidalgo y Costilla, cura de Dolores, dio el grito de Independencia el 16 de septiembre de 1810 y obtuvo de inmediato dos frutos: el levantamiento de sus ovejas y las insurrecciones de muchos prrocos en distintas partes del pas. En un abrir y cerrar de ojos, los pastores y sus rebaos, con palos, piedras, machetes y pocas armas de fuego, pusieron a la Nueva Espaa, a punto de convertirse en Mxico, en una situacin lamentable, de desastre, pero con olor a incienso.

Los relatos histricos en boga suelen olvidar las insurrecciones de Juan Bustamante, cura de Tianguistengo, Jos Pablo Calvillo, cura de Huajcar, Hiplito,

cura de Coalcomn, y Marcos Castellanos, cura de La Palma, el que puso en pie de lucha a mis antepasados en el occidente de Michoacn. Tambin suelen olvidarse de otros jefes rebeldes de sotana como Jos Mara Cos, cura de San Martn Texmelucan, Sabino Crespo, cura de Ro Hondo, Manuel Correa, cura de Nopala, el padre Chinguirito, cura de no s dnde, Jos Mara Fernndez del Campo, cura de Huatusco, Mariano de Fuentes, cura de Maltrata, Jos Garca Carrasquedo, cura de Undameo y cannigo de Valladolid, Remigio Gonzlez, cura de San Miguel el Grande, Joaqun Gutirrez, cura de Huayacocotla, Manuel de Herrero, cura de Huamostitln, Santiago Herrera, cura de Uruapan. Antonio Labarrieta, cura de Guanajuato, Antonio Maras, cura de La Piedad, Francisco Severo Maldonado, cura de Mascota, Jos Martnez, cura de Actopan, Mariano Matamoros, cura de Songolica.

Se recuerda mucho y con cario a Jos Mara Morelos y Pavn, cura de Carcuaro y Nocuptaro, valiente entre los valientes. Siguen en la sombra el padre Chocolate, Manuel Muoz, Nicols de Nava, domiciliario de la dicesis de Guadalajara, el mercedario Luciano Navarrete, Jos de Ocio, cura de Sahuayo, Jos Manuel Ordoo, cura de San Mateo de Pias, Jos Mariano Ortega, cura de San Andrs Huitlapan, Antonio Prez Alamillo, cura de Otumba, Antonio Joaqun Prez Martnez, catedrtico de teologa en la ciudad de Puebla. Jos Mara Snchez de la Vega, cura de Tlacotepec, el sabelotodo de Manuel Snchez de Tagle, Jos Mara Semper, cura del mineral de Catorce, Jos Rafael Trelo, cura de San Salvador, el mal afamado cura Jos Antonio Torres, Jos Antonio Valdivieso, cura de Ocuituco y, para terminar, Lorenzo Velasco de la Vara.

A la lista anterior deben agregarse un centenar de frailes, en su mayora franciscanos, que en forma personal emprendieron sus guerrillas. Durante cinco aos que van del 10 al 15, una buena parte de la superficie social de la Nueva Espaa o Mxico estuvo cubierta de volcanes atizados por hombres de sotana y zayal, por curas y frailes.

Todava no se apagaban todas las lumbres prendidas en su mayor parte por clrigos cuando apareci el sol de la Independencia encendido por todos los sectores cupulares de aquella sociedad mexicana: jefes del ejrcito, caudillos insurgentes an en pie de lucha, altos funcionarios del gobierno colonial, jerarcas eclesisticos, mineros y mercaderes poderosos, doctores en derecho y algn otro personaje.

El feroz general Agustn de Iturbide concibi el Plan de las Tres Garantas (religin, unin e independencia) ms conocido con el nombre de Plan de Iguala. Iturbide, el antiguo terror de los insurgentes, convenci a Guerrero. Bravo, Rayn, Victoria y otros, mediante intermediarios, cartas y abrazos como el de Acatempan que aceptaran su Plan de Iguala. Tambin obtuvo la colaboracin del virrey y de los milites espaoles Negrete y Filisola.

Engatusada la elite, el general Agustn de Iturbide, al frente del ejrcito de las tres garantas, hizo una vistosa entrada a la capital el 27 de septiembre de 1821. En todo el pas, los poetas, oradores y periodistas entraron en jbilo. Iturbide reuni a todos los partidos polticos en una Junta Provisional Gubernativa. All todos entraron en pugna. All empez de nuevo la pugna. All se inici el desbarajuste de la vida mexicana independiente y la intromisin, mediante consejos y palos, del pas que se haba adelantado a Mxico en el modo de vivir sin los caprichos de los reyes, sin la tutela de los europeos. Unos optaban por una monarqua criolla y otros por la repblica, unos por las pompas regias y otros por la sencillez republicana, unos por zutanito y otros por fulanito en la cumbre del poder n 01/09/2001 Lzaro Crdenas Luis Gonzlez y Gonzlez, Adolfo Gilly, Soledad Loaeza. LZARO CRDENAS.

MIRAR HACIA LA GENTE Desde su juventud, desde sus cuadernos a los 16 aos, Lzaro Crdenas pensaba y soaba con la historia mexicana, viva en la historia mexicana y ya escriba: cuando sea grande, algo grande voy a hacer. Mucho de lo que fue Crdenas o el pueblo mexicano en los aos treinta, en los aos fulgurantes y oscuros de este siglo, mucho de eso ha moldeado lo que sigue siendo hoy el pueblo mexicano. El gobierno de Lzaro Crdenas no fue una dictadura, fue un gobierno que reparti la tierra, que hizo ejidos y escuelas, que mir hacia la gente, como dijo Don Daniel Coso Villegas Fue una poca en la que se condens el gran desorden de la revolucin y una poca extremadamente creadora, no digo del alma mexicana, el alma mexicana viene de muy lejos, condensadora de grandes constantes del alma de los mexicanos.

Crdenas fue uno de los grandes hombres del siglo XX y lo digo como puedo decir quin fue De Gaulle en la Francia de su tiempo. Los mexicanos y las mexicanas que cambiaron al Mxico de los aos treinta fueron heroicos, todos estaban all, en

el corazn de una efervescencia increble. Lo que me duele es que eso que pas y se organiz quedara subordinado al Estado convertido en corporativismo.

Adolfo Gilly

CRDENAS Y LAS DECISIONES

El presidente Crdenas fue un presidente de rupturas, un presidente que no busc reconciliarse con los callistas, por ejemplo. Algunas de sus decisiones fueron muy divisorias. Tengo la visin de un presidente Crdenas con una idea muy clara de hacia dnde va y a partir de esa idea clara toma ciertas decisiones, a pesar de que sabe que esas decisiones pueden dividir las opiniones. Adems. Crdenas saba jugar con el silencio. No era un presidente muy platicador, era un hombre de gestos que sopesaba las implicaciones de cada uno de ellos con mucho cuidado.

Lo importante del presidente Crdenas son las decisiones que tom. Fueron decisiones difciles pero que tuvieron consecuencias de muy largo alcance. Crdenas es uno de los grandes constructores del Mxico moderno. La expropiacin petrolera fue una decisin histrica con consecuencias de largo plazo muy importantes, que contribuy a la industrializacin del pas y a entender el futuro de Mxico.

Lo nico que quisiera subrayar es que lo que me parece un error, y lo que ha sido un error de varios polticos, es querer emular al presidente Crdenas. Cada vez que lo han intentado han provocado un desastre espantoso, lo cual quiere decir que Crdenas era un hombre de su tiempo, un hombre que meda el contexto, que haca un diagnstico y tomaba decisiones adecuadas.

Quiz lo extraordinario, que no es exclusivo de Crdenas, porque ocurre con otros lderes, es que las figuras de ruptura se vuelven figuras de unidad nacional. Cmo ocurre este proceso de conversin? Estoy convencida de que no es nicamente un proceso de oficializacin de la historia. Creo que tiene que ver con el efecto de las decisiones.

Soledad Loaeza

UN HOMBRE DE IDEAS

Crdenas no tena ideologa pero era un hombre de ideas, un hombre de convicciones. Su preocupacin era humanista, y sin cierto respeto por las ideas era imposible haber pensado en la reforma agraria y el ejido como lo pens, contrario a otro hombre de ideas como Calles. Haber pensado la expropiacin petrolera desde mucho antes est en sus apuntes. Y qu dicen de haberla conducido del modo en que no hubiera choque y en dividir a los ingleses de los americanos, en saberse entender con un hombre muy parecido a l: el embajador americano que tambin vena del campo, de Carolina del Norte. Y qu dicen de la tenacidad en las escuelas, en la tenacidad en la enseanza, en la tenacidad en que la gente se organizara. Hay un diseo en lo que hace, en apurar, en darse cuenta de que la expropiacin deba ocurrir el 18 de marzo del 38 o no se haca ms, porque se pasaba la ocasin. Era el momento de la divisin de sus oponentes, y a Crdenas se le haba acabado la fuerza interna, una fuerza que le dio la gran reforma agraria. Sin ideas nadie expropia la tierra como lo hizo. Lo dijo: expropio la tierra no slo porque es justo, sino porque de otro modo habr guerra, y no queremos otra guerra, no queremos otra revolucin.

Crdenas apoyo a la Espaa republicana y no ganaba nada con eso. Mand armas, recibi refugiados, y el hecho totalmente gratuito de recibir a Troski, por lo cual se ech encima a los comunistas, a la Unin Sovitica, qu es sino respeto a ciertas ideas? Algunos les llamarn creencias, el caso es que se mantuvo fiel hasta el final de sus das y por eso se puso a escribir un testamento que era un programa poltico, correcto o no. Lo ltimo que hizo Crdenas fue escribir sus ideas.

Adolfo Gilly

CARDENAS Y LA DEMOCRACIA

Crdenas y la democracia pluralista, electoral, como la entendemos ahora, no hacan una buena pareja, y ah estn las elecciones de 194tO. Esa si es una zona de oscuridad en la trayectoria del presidente Crdenas. En la historiografa panista la famosa casilla de Juan Escutia era en donde deba votar el presidente Crdenas. Cuando lleg a votar, los instaladores y quienes estaban en la mesa (portaban el moo verde de los almazanistas) le dijeron: seor presidente, no puede usted

votar porque no nos entregaron la papelera. No respondi. En sus memorias, Gonzalo N. Santos cuenta cmo fue a limpiar de almazanistas las casillas y le avis al presidente Crdenas que poda ir a votar. El fraude de 1940, o por lo menos la violencia en las elecciones de 1940, arroja una sombra de fraude que siempre est presente en la conciencia panista. Quiz los rancheros de La Laguna tambin hablaron del autoritarismo de Crdenas: fueron expropiados para que La Laguna fuera distribuida, a pesar de que no haba grandes propietarios.

Me gustara que recuperramos el sentido de direccin que entonces era mucho mas claro y que en cierta forma impulsaba la creatividad. Fueron aos de una extraordinaria creatividad y de mucho entusiasmo aun entre aquellos que estaban enojados con el presidente Crdenas y con sus polticas.

Soledad Loaeza n

UN HOMBRE PRAGMTICO

Dentro de la historia de bronce, el general Crdenas es un hombre que tiene, se supone, una ideologa de izquierda. Dentro de la historia de bronce, el general Crdenas es un hombre muy preocupado por los pobres, por los indgenas y por otra parte, muy nacionalista. No creo que haya sido esto lo que ms lo caracterizara. En primer lugar, el general Crdenas no tena ideologa, no era ni de derecha ni de izquierda, fue un hombre pragmtico a ms no poder. En segundo lugar, el general Crdenas tena la misma facilidad de solidaridad, no slo con los pobres, los indios, etctera, sino un verdadero afecto por todos los seres humanos, era humanista nato. Por otra parte, si ustedes preguntan por l en los pueblos de Mxico, sobre todo en los que visit muy seguido, dirn: s, era un gran amigo, y un hombre muy platicador. En pblico rara vez hablaba, pero con sus amigos hablaba a ms no poder de caballos, de muchas cosas de la vida cotidiana.

En una ocasin el general Crdenas le jal las orejas a los industriales de Monterrey, pues se consideraba un hombre que iba contra la poltica de que el pas se industrializara. Poco despus se presenta la Segunda Guerra mundial y entonces propone a los industriales que es el momento oportuno para que Mxico se industrialice.

Yo no le reprocho nada al general Crdenas, lo conoc bastante bien y llegu a estimarlo.

Luis Gonzlez y Gonzlez n 01/01/1998 El quehacer histrico en Mxico. Luis Gonzlez y Gonzlez. El Quehacer Histrico en Mxico.

Por Luis Gonzlez y Gonzlez.

Desde el siglo XVI la nacin mexicana ha cultivado la investigacin histrica con verdadera pasin v excntrico placer. Pero qu caminos toma la historiografa en nuestros das? Veamos lo que Luis Gonzlez y Gonzlez dice al respecto.

DON Jos Fuentes Mares, el historiador ms al tanto y ms ledo del Mxico reciente, muerto en 1986. sola decir: de las naciones del mundo ninguna supera a la mexicana en el amor a la historia. En el siglo XVI, la historiografa sobresali entre las diversas tareas intelectuales de la recin construida Nueva Espaa. En aquel siglo, llamado de la conquista, algunos conquistadores, misioneros, agentes del rey. criollos e indios de la cpula escriben historias.

Mientras unos relatan las proezas de las huestes de Corts. Guzmn y los Montejo. otros informan sobre la evangelizacin de los aborgenes y los terceros descubren globalmente, como se estila hoy en todas partes, la vida prehispnica de los pueblos vencidos. En la etapa de consolidacin del mundo novohispano entre 1620 y 1750. la investigacin histrica, reducida a la placidez de los conventos, desciende a un segundo plano en el mundillo intelectual del pas. En el siglo de las luces, los historiadores nacionalistas vuelven a ocupar un sitio de primera fila, junto a telogos, filsofos y hombres de ciencia. Otra vez es muy variado el repertorio de temas: se enriquecen los mtodos de investigacin y se diversifican los mviles y motivos para escribir historia. Como en los pases europeos, en la Repblica Mexicana, independiente desde 1821. se dio la centuria de la historia en la que los historiadores alcanzaron poder, fama y bienestar y le dieron el ttulo de

ciencia prima al producto de su oficio, entonces limitado a la narracin de vidas de hroes, mudanzas polticas y prodigios militares, salvo pocas excepciones.

En el primer tercio del siglo XX se exacerba el carcter poltico militarista de la historiografa mexicana. En el segundo tercio, las prdicas de los cientficos sociales espaoles transterrados a Mxico y la traduccin y la lectura de los teorizadores de la historia en Alemania. Francia. Inglaterra e Italia producen algunas docenas de historiadores profesionales y especializados que parcialmente desplazan a los amateurs que combatan entre s bajo las opuestas banderas de conservadores y liberales. En los dos ltimos decenios del presente siglo, millar de mexicanos, en sus tres cuartas partes provistos de una patente universitaria de historiador, de abogado o de socilogo escriben libros de historia. Ochenta de cada cien viven en la capital de la Repblica, dieciocho en doce o quince ciudades de provincia y dos, fuera de Mxico. La mayora de los apilados en la metrpoli son investigadores de tiempo completo en tres de las universidades capitalinas, en el Instituto Nacional de Antropologa o en El Colegio de Mxico. Los de la provincia empiezan a formar sus propios colegios: en Michoacn. Jalisco. Sonora, la Frontera Norte, el Estado de Mxico y San Luis Potos. De los seiscientos historiadores mexicanos vivos, y no grafos. cosa de cuarenta tienen ms de 80 aos de edad y pertenecen a la llamada generacin neocientfica: casi un centenar, con edades de 64 a 79 aos de edad, es de la cohorte del medio siglo: quiz llegan a doscientos los que se autonombran generacin del 68. y a una cifra superior los jvenes entre los 35 y los 50 aos de edad que ya han escrito novelas verdicas. es decir, historias. El gremio de los historiadores ha tenido que ceder los primeros lugares de la fama intelectual a economistas y socilogos: est cada vez ms alejado de los puestos pblicos, pero tiene asegurada la pitanza y un modo digno de vida, aunque en franco deterioro por la crisis econmica recurrente que se ha abatido sobre Mxico desde 1982.

En lo tocante a tramas o temas, el quehacer histrico en Mxico sigue sin salir de las fronteras nacionales, salvo pocas excepciones. Tres grandes figuras O'Gorman, Zavala y Zea se mueven en el espacio de Hispanoamrica y no falta quien incursione en la vida histrica de algn otro pas. Lo comn es or decirles a los colegas de casa: historiador mexicano a tu historia prehispnica o de Mxico. Al mecenazgo oficial le disgusta el patrocinio de investigaciones histricas ajenas a la Repblica Mexicana o que slo se ocupen de partes dismbolas de ella. Nuestro mecenazgo a regaadientes ha comenzado a ceder fondos para la hechura de historias de una regin o una ciudad o un pueblo de la pluralsima nacin que lleva el nombre de Estados Unidos Mexicanos. Quienes procuran extraer sus argumentos de la poca prehispnica o del Mxico independiente consiguen fondos con mayor facilidad que los colonialistas. Casi nadie se escapa de la obligacin de escribir acerca de las tres grandes revoluciones de Mxico: la de

independencia, la liberal y la mexicana. Para no caer en el pecado de traicin a la patria conviene celebrar, con discursos, conferencias, y textos laudatorios, los aniversarios de proceres y hazaas que terminan en cero. Nuestra historiografa tiene un aspecto litrgico muy frondoso, altisonante y colorido. Por lo dems, los historiadores domsticos no suelen rebelarse contra esa liturgia, quiz por llamativa y por grata a la muchedumbre. Todos contribuimos de buena gana a la historia de bronce, aunque no slo a ello.

A la hora de escoger temas, algunos compaeros aceptan el suave empuje oficial en favor de los asuntos patriticos. Las vidas del Padre de la Patria, el Siervo de la Nacin, el Benemrito de las Amricas y el Apstol de la Democracia siguen inspirando biografas laudatorias. Tampoco los momentos estelares de la mexicanidad han sido abandonados por los autores de monografas histricas. Como quiera, la seleccin de asuntos en la hora actual se deja conducir, adems de por las presiones oficiales, por las prcticas de los historiadores de los pases que dictan la moda. Como dice Muri. "Hobsbawm ha desatado numerosos estudios sobre bandidos". Sin duda, los historiadores franceses contemporneos son los ms influyentes en la temtica de la historiografa mexicana actual. Muchos de los nuestros escogen asuntos similares a los que han hecho famosos a Philippe Aris, Fernand Braudel. Pierre Chaunu, Franois Chevalier, Georges Duby, Franois Furet. Michel Foucault. Jacques Le Goff, Jean Meyer. Emmanuel Le Roy Ladurie. Pierre Vilar y Michel Vovelle. Aparte de los historiadores que les siguen las pisadas a sus colegas clebres de los pases del primer mundo, hay los que escogen asuntos que se presten de manera particular para hacer ciencia, pues producen conocimientos acumulativos, no heterogneos como los de la historiografa tradicional y particularizante. Son cada vez ms los temas extrados del conjunto o masa humilde que no de la vida de encopetados y gobernantes. La historia de la poblacin, los temas que tienen que ver con nacimientos. defunciones, cataclismos y transtierros de muchedumbres han dado lugar a una historia demogrfica repleta de nmeros. Se indaga cada vez ms acerca de los campesinos, los artesanos, los obreros y otros grupos, que segn la historiografa de ayer, no tenan cosas dignas de cuento. Tambin crece el nmero de los afectos a los temas histricoeconmicos. La influencia del marxismo se ha hecho notar en la tendencia al estudio de configuraciones socioeconmicas. Aparte se mantiene el gusto por historiar las parcelas de la cultura mexicana: las letras, las artes plsticas, las ideas filosficas, las creencias religiosas.

Ultimamente se han puesto de moda, con el nombre de historia de las mentalidades, las relaciones extradas de la vida cotidiana y las creencias del pueblo, las historias de la cocina o del haber mantenencia. de la sexualidad o del ayuntamiento con fembra pl rentera y de la muerte o hay nos veremos. Tambin se privilegian las microhistorias que permiten la resurreccin global de bienes

materiales, grupos de hombres y diversos modos de cultura de las pequeas comunidades.

Los colegas de las generaciones neocientfica y del medio siglo gustan de las fuentes manuscritas y las notas de pie de pgina. Hasta hace poco se dolan constantemente porque los principales surtidores de notas al pie, los repositorios de papeles viejos eran coto exclusivo de archiveros que cuidaban como el perro del hortelano, de ladrones de documentos, de fabricantes de cartn y de ratas, comejenes y polilla. Eran muy pocos los archivos utilizables por los historiadores obsesionados con las fuentes primarias. Ahora son muchos y cada vez ms accesibles los archivos y las bibliotecas que apoyan la investigacin histrica. Nuestra archivstica y nuestra biblioteconoma estn en pleno arranque. Tambin es notoria la mejora de museos y sitios arqueolgicos, as como la hechura de archivos de la palabra, fototecas, fonotecas y cinematecas. Es clara la preferencia de las generaciones ltimas por las fuentes estadsticas y seriadas. Se atiende a documentos gubernamentales calzados con firmas prestigiosas y ms a los censos; los archivos parroquiales que registran natalicios, bodas y defunciones; las actas de los notarios que dan cuenta de contratos mercantiles, mudanzas de la propiedad de los inmuebles, testamentos y cosas por el estilo: los archivos de hospitales, reclusorios, claustros y familias, los mamotretos de contabilidad de almacenes y fbricas y los pocos papeles no entregados al fuego o a la barbarie de la gran propiedad satanizada. El Sistema Nacional de Archivos, el de Bibliotecas, el encargado de sitios arqueolgicos y museos y otras instancias oficiales les han sustrado a muchos, que figuran y cobran como historiadores, el pretexto para no investigar y escribir y les han dado a los que verdaderamente gustan de la indagacin histrica una vastedad de fuentes, cuyo uso no es todava satisfactorio.

Algunos de los historiadores neocientficos o viejos siguen muy preocupados por fundar sus obras en un gran nmero de fichas, en largos y rebosantes tarjeteros, y por someter las fuentes a las operaciones crticas recomendadas por Langlois y Seignobos. Otros historiadores de la misma generacin se desvelan en los procesos hermenuticos. A los de las siguientes carnadas no parecen quitarles el sueo ni la integridad de los testimonios, ni su procedencia ni hasta donde son fidedignos. La tendencia a explotar masivamente los documentos hace imposible la crtica de cada uno por separado. De los historiadores de la hornada neocientfica cabe decir que pecan de incredulidad y de los de la generacin del 68 que tienden a ser demasiado crdulos. Los nuevos amantes de Clo no les gusta perder el tiempo en erudiciones. Han hecho de la heurstica y de la crtica tareas de las ciencias auxiliares de la historia que no de la ciencia histrica misma. Tambin descargan en la computadora la tarea de descubrir errores.

Si no me equivoco, la mayora de los historiadores de la generacin mexicana del medio siglo y las dos que le siguen y combaten rehuyen la tarea de juntar en orden temtico y cronolgico hechos bien comprobados. Son minora los practicantes de la historia narrativa. Los interesados ms en los hechos o las ideas que en sus conexiones causales. La mayora de los cultos no quiere saber el qu de los acaeceres histricos y el cmo se pas de aquello a esto. Muchos jvenes aspiran a saber el por qu sucedieron los fenmenos de una determinada manera. y otros trabajan, a la manera de los cientficos sociales, en el descubrimiento de estructuras, son amantes de la cuantificacin y se autodefinen como historiadores nomotticos en contraposicin a los ideogrficos. Los rtulos ms usuales no son, sin embargo, esos. Se acostumbra repartir a los estudiosos del pasado en cuatro capillas, segn el modo de exponer la materia histrica. En una de las capillas, donde quiz quepa el 20% de los seiscientos, entran los historiadores chapados a la antigua, los anticuarios que no distinguen claramente entre sucesos reales e imaginarios y los pragmatistas que slo juntan acaeceres dignos de celebracin, orgullo patrio y ejemplo para la juventud. Con el rubro de neopositivistas se suelen enlistar a quienes gustan de la exhumacin de hechos econmicos y sociales y creen que a fuerza de sumar sucedidos importantes y bien comprobados se llegar a reconstruir la historia total de Mxico. Nuestros positivistas se consideran parientes y aliados de la antigua escuela de Les Anuales. Sus enemigos acrrimos, hasta hace poco muy combativos, se autonombran historicistas y tienden a la baja, en nmero que no en calidad. Parten de las teoras de Dilthey, Ortega. Croce, Collingwood y Heidegger y gustan escandalizar con el aforismo de que toda historia es historia de las ideas. Sin embargo, hay muchas diferencias entre sus miembros. Gloria Villegas escribe: "Su enfoque, de raz individualista, desautoriza la proposicin de procesos y metas predeterminadas. Abandera el perspectivismo... y define la seleccin de los hechos histricos en funcin de su intencionalidad". Jos Gaos, el gran propulsor del culto historicista. no aceptaba que se le considerase como una de las sectas de la iglesia de Clo. pero sus opositores, y en especial los del grupo marxista los llaman idelogos del capitalismo. El materialismo histrico de casa, en el que milita la mayora de la generacin del 68. se siente ms afn al neopositivismo que las escuelas historicistas. Unos y otros buscan el acercamiento con las ciencias sistemticas del hombre. Ambos hacen referencia constante al enfoque interdisciplinario. Las dos corrientes aseguran la bondad del trabajo en equipo. Segn Andrea Snchez Quintanar "el acercamiento a la historia de Mxico desde una perspectiva marxista lo han realizado en mayor medida cientficos sociales. .. El materialismo histrico constituye un cuerpo terico fundamental... que de ninguna manera puede, por s mismo, sustituir el trabajo concreto que implica el quehacer histrico: revisin de fuentes, crtica... contrastacin de hiptesis... vinculacin del trabajo interdisciplinario y sobre todo, contrastacin con la realidad". Cuando hace investigaciones histricas basadas en fuentes, da frutos bastante parecidos a los de las otras escuelas. De los historiadores mexicanos que investigan nuestro pasado nacional salen abundantes monografas con figura de volumen y

numerosos artculos en revistas especializadas y de divulgacin. Cada vez menos editoriales privadas y ms de tipo oficial imprimen y divulgan los libros de nuestros historiadores. Se distinguen entre las primeras el Fondo de Cultura Econmica. Porra. Siglo XXI. Ocano. Era. Grijalbo. Mortiz. Cal y arena y Clo. Son notables entre las otras la Secretara de Educacin Pblica y las editoriales anexas a los institutos de alta cultura: UNAM. UAM, UAP, UAS,UV, Colmex, Colmich, etctera. Los tirajes de los libros de historia suelen ser cortos, pero no mucho ms cortos que los de las novelas. Por otro lado, la mayora de las "contribuciones" breves de carcter histrico aparecen en revistas especializadas como sin duda lo son Historias. Siglo XIX. Relaciones. Historia Mexicana. Historia y Grafa y algunas ms con tiraje inferior a los tres mil ejemplares. Sin embargo, un buen nmero de artculos serios de contenido histrico se difunden al travs de Nexos. Vuelta, Contenido y otras revistas de alta divulgacin. A veces se publican en los peridicos diarios, pero no se puede afirmar que los historiadores de hoy lleguen a todo el pblico lector. Tambin comienzan a ponerse en uso los canales de la televisin para difundir telenovelas verdicas o telehistorias.

En 1982 dije algo que todava tiene validez: "Los historiadores que ahora escriben, con mayor seriedad, acerca del pasado de Mxico se intercambian sus saberes al travs de impresos y sobre todo en reuniones acadmicas, pero se mantienen por regla general ignorados e ignorantes del pbico" que no escribe. A un pblico sediento de historias le han levantado la canasta los historiadores de corte universitario. Quiz alguien crea que la historia es Unicamente bocado de delfines. No falta quien diga que por su elevacin a ciencia, ya no es apta para las mayoras, del mismo modo que no lo son las ciencias fsico-matemticas y biomdica. Muchos compatriotas coinciden en que "el saber histrico interesa a cualquier persona" y debe ser difundido con la misma intensidad como se difunden la ficcin y el ensayo. Muchos historiadores mexicanos de hoy en da rara vez usan lenguajes de uso comn; rara vez escriben como habla la tribu y ms rara vez an se arriesgan a la oportunidad de comunicacin masiva que ofrecen la radio, las salas de cine y los televisores. El miedo al tono vulgar aplaza la conquista de la calle, deja a la gente sin un saber histrico liberador, y en el peor de los casos, sabroso. Volver la lite culta a escribir para un pblico general? Volver a ser la historia la rama ms popular de la literatura?

En trminos generales, el afn manifiesto de la historiografa mexicana actual parece ser el de elevarse al rango de ciencia en toda la extensin de la palabra al travs del desplazamiento del autor amateur y el lector curioso, la hechura de numerosas monografas muy profesionales, el trabajo en equipo, la construccin y el equipamiento de archivos y bibliotecas, la junta de datos seriados, la actitud ancilar frente a las ciencias sistemticas del hombre, el marco terico, el manejo masivo de los testimonios sobrevivientes, la comprensin a las volandas de textos

y de ideas, el establecimiento de leyes causales, el lenguaje inequvoco y rido del hombre de ciencia, y de poco ac. el uso de la computadora. Sin embargo, la historia, pese al deseo de ser como la fsica y la biologa, no ha dejado fuera del ring al amateur culto, permite an la tarea individual, la bsqueda de hechos particulares, la actitud emotiva, el nacionalismo, el deseo de meter con calzador una moral patritica, la vestidura de hroes. el gusto por el buen decir y la voluntad de no confundirse con los cientficos sociales. La reiteracin de las prcticas extracientficas es todava muy frecuente, quiz imposible de abolir, porque despus de todo es deseable y deseada la historiografa pecaminosa, la Clo polifactica. En el reino de esta musa no slo hay lugar para los pedantes. La historia narrativa vuelve por sus fueros y para las multitudes y la intolerancia de unos pocos, mientras no se vuelva gobierno, no lograr meterla. Quiz lo ms saludable sea la aceptacin de que hay y debe haber de todo en la via de Clo. tan fervorosamente cultivada por los mexicanos en su propia parcela nacional desde el siglo XVI. n

Luis Gonzlez y Gonzlez. Historiador. Es autor del libro clsico Pueblo en vilo. 01/02/1994 Un s para una nueva historia Luis Gonzlez y Gonzlez. Luis Gonzlez y Gonzlez. Historiador. Es autor del libro clsico Pueblo en vilo.

Carlos Tello Daz. El exilio: un relato de familia. Cal y arena. Mxico, 1993 457 pp.

La vida privada y la vida secreta de personajes y gente comn del pasado constituye un filn generoso que logra rescatar al lector de las ingratas pretensiones cientificistas de los estudios histricos que irrumpieron hace medio siglo. "El ejemplo hasta ahora mayor de una nueva historia es El exilio: un relato de familia, de Carlos Tello Daz", escribe el autor de estas pginas.

En Mxico en los aos cuarentas de este siglo se produjo una revolucin en el quehacer histrico. Con la ayuda de los transterrados espaoles, se quiso desterrar para siempre a la historia edificante de tema poltico. Se propuso sustituir la narracin de las acciones ejemplares de hroes y prceres con estudios bien

documentados de las economas, la organizacin social y los valores culturales de la vida mexicana. Se entr de lleno a una historia que se deca global, monogrfica, interpretativa, de instituciones en vez de personas y de cariz cientfico que no literario. El cambio de postura apapacho las historias llamadas documental y cientfica. Muchos colegas se entregaron alegremente a la compilacin de documentos y a la hechura de la historia de tijera y engrudo. otros, aliados con las ciencias sistemticas del hombre, fueron en busca de los denominadores comunes que no de los aspectos particularizantes de la conducta humana. Se aceptaron, despus de conferirles el carcter de cientficas, algunas filosofas de la historia. El materialismo histrico inundo muchsimas conciencias. Los asuntos econmicos fueron los preferidos por la nueva historiografa y el mtodo cuantitativo se erigi como el camino a seguir por los nuevos historiadores. La historiometra en boga hizo incomibles a los textos histricos. El lector comn y corriente dio la espalda a los mongrafos de corte cientfico.

Como quiera, la historia "cientfica" no ha conseguido apartar el gusto por el saber histrico en la mayora de los mexicanos. Muchos se mantienen adheridos a la historia edificante que difunde el sistema escolar; otros se refugian en la novela histrica. Seguramente est en mengua el inters por la vida pblica de los grandes hombres, pero aumenta el deseo de descubrir la vida privada y aun la secreta de nuestros ilustres antepasados. Tambin atrae la atencin de los lectores normales la vida de la gente normal de otras pocas. Aqu y ahora la semilla de la historia privada de la gente de todos los grupos sociales cae en tierra frtil.

En la generacin de historiadores en alza, en la que viene detrs de la que se autonombra del 68, se dan sntomas de acercamiento de los autores de libros histricos con los lectores tradicionales de historias. Sin abjurar del profesionalismo y la especialidad, sin apartarse de los rigores del mtodo cientfico, la nueva historia aspira a la reconciliacin con el pblico, quiere volver a su condicin de arte sin perder el prestigio de ciencia. Pueden aducirse muchos ejemplos de la nueva revolucin historiogrfica que viene a superar la que se produjo en los aos cuarenta. El ejemplo hasta ahora mayor de una nueva historia es El exilio: un relato de familia, de Carlos Tello Daz.

Se trata de un autor en plena juventud, nacido en 1962. Segn lo dice la solapa de su recin publicado libro, estudi filosofa y letras en la Universidad de Oxford y antes de ste public Apuntes de un brigadista, "basado en sus experiencias durante la campaa de alfabetizacin en Nicaragua". El que ahora ofrece, ms que en vividuras, se basa en fuentes documentales.

El exilio... es un relato histrico muy innovador. Se ocupa del hasta ahora ms desdeado tema de la historia de Mxico: la familia. Algunos antroplogos del ltimo medio siglo se han ocupado de las haciendas y otros bienes materiales de algunas familias ricas, que no de la vida y el pensamiento de esas familias. Este Relato de familia que hace con todo lujo de detalles Carlos Tello Daz, no olvida las fortunas de los dos troncos familiares de que trata, pero se refiere con amplitud a la vida social, labor poltica, gustos y sentimientos de dos familias expulsadas de su patria por una revolucin que fue destructiva y rencorosa durante treinta aos. Carlos Tello Daz sigue a las familias Daz y Casass, a cada uno de los miembros de dos apellidos ilustres y poderosos durante el porfiriato, en su vida diaria de paseos, cometungas, labores lucrativas, enfermedades en los Estados Unidos y en Europa. Como lo dice la cuarta de forros, "es una historia ntima dentro de la historia de Mxico en la que lo humano, con sus debilidades y su grandeza, se sita por encima de la vida pblica de los personajes histricos para revelar los secretos que guardan sus mausoleos".

He de confesar que el buen relato de Tello Daz sobre las andanzas de sus abuelos y bisabuelos en Pars, Madrid, Nueva York y Roma es tan novedoso que an no me acostumbro a su sabor. Es un relato de la vida en el exilio de seres queridos que elude la cursilera, que exhibe llanamente los ires y venires, las actitudes y las expresiones de dos ancianos famosos (Porfirio Daz y Joaqun Casass) y de unos adultos y jvenes de estatura normal. Todos los seres esculpidos aqu, grandes y chicos, estn muy lejos de parecer esculturas trepadas en sus zcalos; son gente de carne y hueso que va y viene y se comporta segn las modalidades personales. 01/08/1993 Una enciclopedia del cine mexicano Luis Gonzlez y Gonzlez. Luis Gonzlez y Gonzlez. Historiador. En este 1993 se cumplen veinticinco aos de la publicacin de su clsico Pueblo en vilo.

Emilio Garca Riera

Historia documental

del cine mexicano

Universidad de Guadalajara

1993

La Historia documental del cine mexicano ve al fin su reedicin: 18 volmenes (de los cuales tres ya estn en circulacin) con informacin y comentarios sobre las 3 500 pelculas que integran la casi totalidad de la produccin cinematogrfica nacional entre los aos de 1929 y 1976, una obra de consulta indispensable, tal y como lo celebra Luis Gonzlez y Gonzlez en este texto ledo durante la presentacin del libro.

Agradezco la invitacin a tomar parte en esta ceremonia de bienvenida a un libro que se la merece como pocos. Para no apartarme de una costumbre de los veteranos aprovecho la ocasin para introducir en mi discurso una cpsula egohistrica. No he podido aguantarme las ganas de decirles que vi por primera vez una pelcula a los catorce aos de edad. En mi pueblo no haba sala de cine y en mi casa eran mal vistas las obras de ficcin, incluso los cuentos para nios. Hambriento de historias fingidas, en cuanto sal de mi tierra y me instal como estudiante de secundaria en una ciudad donde se exhiban unas seis o siete pelculas a la semana, adquir la cine-adiccin, la apetencia insaciable de pelculas de toda ndole, aunque de manera especial las habladas en espaol que entonces eran, casi todas, hechas en Mxico. Vi prcticamente todo lo producido en casa entre 1938 y 1947. Anotaba en libretas la ficha de cada film visto y lea un buen nmero de comentarios sobre cine. Ya metido en la carrera de historia, soaba en llegar a ser historiador del cine mexicano, pero cuando dispuse de tiempo para cumplir gustos juveniles ya un titn ocupaba el lote cinematogrfico.

Emilio Garca, slo por haber nacido en Ibiza en 1932, trado a Mxico en 1939, economista por la UNAM, empez a sobresalir como crtico de cine en un famoso suplemento de Novedades, Mxico en la cultura, en 1957. Un lustro despus perteneci a la banda de Nuevo Cine, la revista que reorient el anlisis flmico, que propuso nuevas formas de ver y producir filmes buenos y justos. Tambin ejerci la crtica desde el lado izquierdo en los diarios Unomsuno y La Jornada y la revista semanal Proceso. Fue coguionista y asistente del director Jomi Garca. Hizo el libreto de un par de pelculas memorables: En este pueblo no hay ladrones y Los das del amor. Ha sido jurado en los festivales de San Sebastin y de Cartagena. Fueron muy bien recibidos aquel par de volmenes, uno dedicado a la

industria flmica y burguesa de Mxico y el otro sobre El cine checoslovaco. Escribi una obra en seis volmenes que lleva el ttulo de Mxico visto por el cine extranjero, pero la fama de gigante la adquiri con la Historia documental del cine mexicano. Los que saben de esfuerzos maysculos lo comparan con Corominas. Sus comentarios en televisin son la parte visible del iceberg.

Contra la opinin de algunos pesimistas, la tele no ha mandado a la basura al cine, ha contribuido a darle mayor difusin. Emilio Garca Riera introduce la nueva versin de su famosa Historia documental del cine mexicano con estas palabras: "La televisin por cable exhibe a la semana veinte y pico cintas mexicanas; en Guadalajara pueden verse por televisin ms de quince... En los Estados Unidos, la gran poblacin de lengua castellana dispone de unas 200 pelculas mexicanas", transmitidas por tele al mes. "En 1948, la pelcula Nosotros los pobres atiborr durante cinco semanas... el cine Colonial. Sin embargo, el pblico que la vio en la poca fue incomparablemente menor en nmero al que la vera despus en la televisin". Los televisores de que disponemos en nuestras casas nos han alejado de los salones de cine, pero nos acercan cada vez ms a las pelculas mexicanas.

Contra lo que se dice, la televisin tampoco ha matado a los libros ni ha hecho desaparecer a los lectores. Son cada vez menos los que se dan a la lectura de novelas, poemarios y mamotretos metafsicos y ms los televidentes de telenovelas y de las emisiones mnimas de poesa de los cantantes contorsionistas. Como quiera, quienes acuden a libros cientficos, peridicos, historias y obras de consulta siguen en alza. Quizs algunos libros de asunto histrico producen alergia, no por culpa de la televisin que s de los asuntos que tocan y de la manera supercientfica o torpe de exponerlos. Las historias de hroes y traidores han dado por repugnarle al pblico lector. Tampoco tiene numerosos adictos la historia erudita de tijera y engrudo ni la ilegible historiometra, pero s gozan de muy buena salud la historia tradicional, conformada por el tro de la biografa, el reportaje y la crnica; la historia acadmica sin demasiados humos filosficos o de simple erudicin. La autobiografa de Garca Riera, El cine es mejor que la vida, las biografas de Emilio Fernndez y Julio Bracho, El cine y su pblico y Filmografa mexicana no tienen el riesgo de quedarse sin lectores.

Al club de los libros que han dejado con vida y saludables los medios de comunicacin hoy en boga pertenecen los escritos por Garca Riera, y en especial el que en este momento se ofrece renovado, pese a no ser de bolsillo, ni chismoso ni de poco peso. Se trata de una historia en 18 tomos de 25 por 19 centmetros y con ms de trescientas pginas cada uno. Es una historia que aspira a ofrecer la informacin en breve de las tres mil quinientas pelculas mexicanas que ha

producido el cine domstico de 1929 a 1976. De cada film recoge el ttulo y los nombres de quienes asumieron la responsabilidad de su produccin, direccin, argumento, fotografa, msica, sonido e interpretacin. Es admirable la sinopsis que hace de los argumentos y son valiossimos los comentarios y las notas que cierran cada una de las fichas.

El libro que tengo el placer de presentar aqu y ahora pertenece a la especie documental; aporta un material bsico para hacer la crnica, para definir cada uno de los periodos y para ubicar en el mundo fingido de ms nota en nuestra centuria: la cinematografa mexicana. Emilio Garca Riera es muy consciente de las diversas estaciones por las que ha de pasar una historia verdica, acadmica, respetable de nuestro principal recreo en el siglo XX: el cine. Primero hay que entender lo que conviene y cabe seleccionar de la vida tumultuosa de los cineastas con frecuencia metidos en deportes y dramas de alcoba. Garca Riera sabe separar el grano del chisme. En segundo trmino, es necesario soplarse todas las pelculas de corto y largo metraje que ha producido la industria cinematogrfica de Mxico en el periodo escogido por el historiador. Garca Riera tiene la visin casi cabal de las tres mil quinientas pelculas del periodo 29-76. Slo le falt ver y analizar directamente algunos filmes por la avaricia de sus dueos o por haberse perdido o chamuscado. Quin no recuerda el incendio de la Cineteca Nacional en 1982? En tercer lugar, haba que reunir en un solo cuerpo la documentacin pertinente al tema y el periodo de estudio. Esta etapa de las historias, por ser la ms penosa del camino se deja a grupos de investigadores novatos. Garca Riera, aunque ha recibido diversas ayudas de gambusinos y capturistas, lo ha hecho casi todo, tanto en la primera como en la segunda edicin de esta obra monumental.

Las diferencias entre la primera edicin de esta obra y la actual son grandes y no puramente cuantitativas. Esta se ocupa de mayor nmero de pelculas y con informacin ms confiable que aquella que goz de la fama de ser poco menos que exhaustiva y de un alto grado de credibilidad. En la nueva edicin, segn nos dice, le "ha ayudado a documentarlo por fuerza no visto una reciente abundancia de testimonios... sobre el cine mexicano". Tambin afirma que ahora "el propsito documentador ha sido en [l] mucho ms fuerte que la mana opinadora... El lector encontrar ahora mucho menos denuncias indignadas de incompetencia o ilegitimidad, menos sarcasmos con tufo de pedantera...". Tambin, en esta segunda edicin, don Emilio elude lo por l llamado "el vicio ideolgico que tenda en la primera edicin a afligir a la burguesa... con culpas slo atribuibles, en muchos casos, a la mera falta de talento...".

A las muchas novedades aportadas por esta segunda edicin de una obra colosal deben aadirse las prometidas que irn en los tomos subsiguientes. En "un dcimoctavo tomo incluir correcciones que quepa hacer, ndices acumulativos que permitan saber en qu volumen se ha dado noticia de pelculas y personas, y en qu pginas cabe encontrarlas. En el caso de las personas que han tenido que ver con el cine mexicano, el ndice del tomo 18 ofrecer, adems, en la medida de lo posible, las fechas y lugares de sus nacimientos" y muertes. Si la primera versin ya fue tenida como una obra de referencia, a esta segunda nadie le negar tal carcter. El presente y multivoluminoso libro est condenado a convertirse en obra de consulta. En muy poco tiempo lo encontraremos, en las salas de consulta de las bibliotecas, sucio y maltratado, vctima del manoseo de las muchas personas que acudirn a l del mismo modo que acuden a las pilas de agua bendita las beatas.

Al aceptar como obra de consulta este libro hecho con tanto rigor y grandes dosis de objetividad, sin prdicas y exaltaciones intiles, le deseamos una vida luenga y manoseada en los depsitos pblicos de libros y en las colecciones particulares. La pobreza proverbial de casi todos los estudiantes impedir la compra por ellos de esta vastsima obra, pero su consulta en las tres mil bibliotecas pblicas de este pas donde debe estar presente y a la mano. Por lo que toca a todos los que hemos pasado por la adiccin al cine tan rico y frondoso de este pas y ya hemos trascendido la edad de la extrema brujera, debemos adquirir para el estante de los libros o para nuestra biblioteca privada una obra de la que hemos venido hablando pero que ya dejaremos de comentar. El libro comentado, por su carcter documental y de consulta puede disponer de los 18 tomos que lo componen sin que nadie proteste, pero el comentarista sera muy criticado si usa para el elogio de esta obra de dimensiones colosales ms de dieciocho minutos. 01/05/1992 Historia de la nueva historia de Mxico Luis Gonzlez y Gonzlez. Luis Gonzlez y Gonzlez

El nuevo pasado mexicano

Cal y Arena

Mxico, 1991

228 pp.

El nuevo pasado mexicano, la ms reciente aventura historiogrfica de Enrique Florescano, evala, rene, explica los cambios de los temas, metodologas y enfoques tericos que han enriquecido el anlisis del desarrollo de la historia en Mxico. Pero este nuevo libro de Florescano es algo ms: se trata de un captulo nuevo en una trayectoria ejemplar en la que la reunin de la academia y el talento no es el menor de sus logros. Acaso nadie ms indicado que Luis Gonzlez y Gonzlez para leer a fondo este libro, revisarlo, desmenuzarlo: "Al llegar al medio siglo de su vida, Enrique Florescano se preocupa por comprender a sus colegas, ms que explicarlos. Se coloca frecuentemente en el punto de vista de sus personajes; repiensa a veces lo pensado por los historiadores que estudia y ve lo positivo de la obra ajena (...) Los que ignoran la capacidad de lectura y desvelos de Florescano ponen en duda la posibilidad de anlisis de tanta documentacin. Quienes le conocemos sus prisas y dotes asimiladoras simplemente admiramos su hazaa".

Muchos observadores de la vida moderna de Mxico le ven al ao de 1940 figura de esquina, de mudanza de direccin, de vuelta a la sensatez. Por el tiempo en que los pases poderosos de Europa se masacraban entre si, en la Repblica Mexicana hubo cambio fraudulento pero pacfico de poderes, se puso la primera piedra de la industrializacin del pas e ingresaron, en centenares de negocios y ocios, miles de iberos sobrevivientes de la chamusca espaola, entre los que fulguraban algunos cientficos, humanistas y maestros de bien merecida reputacin. Con los sabios de la parte moderna de Espaa, se puso en obra la remuda de las ciencias y las artes en Mxico.

Y quiz la disciplina ms beneficiada con el ro espaol de sangre nueva fue la historia.

Enrique Florescano abre su nuevo libro, que lanza la editorial Cal y Arena, con un recordatorio "al gran cambio que modifica la produccin, la orientacin" y la marcha de los estudios sobre la historia de Mxico. Entonces, segn se lee en El nuevo pasado mexicano que se resea aqu, se hizo la apertura, con gente venida de Espaa, de "los institutos, los centros de investigacin y las escuelas que convertiran el estudio, la enseanza y la difusin de la historia en tareas profesionales". La biografa, la anecdtica y dems especies del grupo histrico

narrativo fueron ninguneadas por la academia. Tampoco se modific notablemente la historia edificante que vena ensendose en dos versiones enemigas en los planteles educativos del gobierno y de la iglesia. Sigui trepada en su mula una filosofa de la historia de reciente importacin y vino a convertirse en la mxima novedad la historia cientfica que se propuso como meta la verdad pura y que aceptaba como mtodos el de la comprensin y el de la explicacin, el de Dilthey o el de Ranke.

Simultneamente, la antigedad prehispnica y la trayectoria de la Revolucin Mexicana se vuelven temas simpticos en los rediles cultos de Estados Unidos y de Europa. Arranca con bro el auge de la atraccin de las ruinas de Mesoamrica, patrocinada por pases deseosos, y en especial por EU, de que los habitantes de Mxico fortalecieran su indigenismo. Por otra parte, en aquel momento en que estaban tan de moda las revoluciones, la mexicana, sin propsitos de expansin, fue pronto la preferida en los sectores bonitos del primer mundo. Al descubrimiento de su ser, y en general a la averiguacin cientfica del ser histrico de Mxico se consagran centenares de estudiosos estadunidenses y europeos, productores, en muchos casos, de obesas monografas doctorales. Un buen nmero en el que sobresalen David Brading y Jean Meyer, han publicado, aparte de la tesis, otros libros esclarecedores de la historia de Mxico.

Generalmente, la publicacin de cada una de las narraciones acadmicas de asunto mexicano ha producido varias reseas periodsticas de otros historiadores. Parte de la novedad de 1940 fue el impulso a la investigacin historiogrfica. Ramn Iglesia sola decir que "slo combinando el estudio de la historiografa con el de los procedimientos de investigacin podr salir la historia del atolladero". El joven maestro espaol impulsaba entre sus discpulos el gusto por las historias de la historia. El fue el primer animador de los estudios historiogrficos que han hecho sus colegas don Edmundo O'Gorman, don Jos Luis Martnez, don Silvio Zavala, don Juan Ortega y Medina y muchos discpulos de este cuarteto. Es ya robusta la tradicin entre nosotros de la historia que escoge como tema la historia, aunque rara vez conjuntos de historiadores. Lo ms comn ha sido la monografa sobre un autor y su obra. Antes de la ola economicista de los ltimos aos, los ms de los titulantes ganaban el placet de los jueces examinadores con el anlisis de una tarea historiogrfica individual.

Sigue sin hacerse la historia del conjunto de la historia mexicana. Tambin escasean las sntesis relativas a la brillante poca de la aurora, pues los buenos tratados de Iglesia y Baudot no cubren todo el panorama. Lo mismo cabe decir de las ricas historiografas de los siglos XVII y XVIII. Para el conjunto de la poca

novohispana, la sntesis de Muri es brevsima y la extensa de Esteve abarca todo Iberoamrica y aprieta poco en Mxico. Alvaro Matute dice que la "historiografa del siglo XIX an no encuentra ningn exgeta de su conjunto" con excepcin de Lucha Parcero. En cambio, acerca del siglo XX se han publicado algunos balances dignos de nota. En 1966, Historia Mexicana dedic dos nmeros de la revista y un obeso volumen a dar cuenta de Veinticinco aos de investigacin histrica en Mxico. Cinco aos despus apareci un librote de 750 pginas que analiza al travs de las plumas de dos docenas de expertos de casa y de los Estados Unidos las Investigaciones contemporneas sobre historia de Mxico. En 1990 se publicaron las Memorias del simposio de historiografa mexicanista que hace lo mismo que el volumen anterior para fechas posteriores, que se ocupa de lo producido en el periodo que va de 1968 a 1988. Y aparte de los tres voluminosos balances multitudinarios se han publicado alrededor de nueve esbeltos panoramas esculpidos por David C. Bailey, Enrique Florescano, Adolfo Gilly, Luis Gonzlez, Charles Hale, Alvaro Matute, Carmen Nava, Robert Potash y Gloria Villegas.

El auge de las historias de asunto econmico y social consigui reducir, que no sacar del mercado acadmico, la historia de las historias. Todava ms, el mximo apstol de la historizacin de la vida material se ha convertido en el supremo juez de los historiadores mexicanistas de la segunda mitad del siglo XX. Enrique Florescano en 1962 subi de Veracruz a la capital con el prestigio de joven inteligente, laborioso, de izquierda, resuelto a poner en el altar mayor a la historia econmica. En la Universidad Veracruzana y en El Colegio de Mxico contrajo la profesin de estudioso del pasado y en la universidad de Pars, se especializ en historia econmica cuantitativa. Su primer libro importante fue sobre Precios del maz y crisis agrcolas en Mxico y el segundo sobre Origen y desarrollo de los problemas agrarios. Ya en el tiempo en que estuvo al frente de Historia Mexicana como en el que jefatur el Instituto Nacional de Antropologa e Historia, puso a sus numerosos seguidores a escribir sobre la vida material de otras pocas; public descripciones y ensayos sobre desarrollo econmico, y tom como pasatiempo, el hacer catlogos de libros: Bibliografa del maz y muchos otros.

Desde la bibliografa histrico-econmica salta alegremente y sin mayores tropiezos a los estudios historiogrficos, a la investigacin de la Memoria mexicana. Desde el congreso de Chicago de 1981, donde habl de los historiadores y el poder en el Mxico de ahora, ha recibido aplausos en muchos foros como presentador e intrprete de la nueva Clo mexicanista. El nuevo pasado mexicano llega hoy como el primer gran balance de lo conseguido en el conocimiento de la historia mexicana en los ltimos cincuenta aos.

El autor se propuso reunir y evaluar las mudanzas temticas, metodolgicas y tericas que han enriquecido el anlisis del desarrollo histrico de Mxico. Pasa sin ver a la poco cambiante historia narrativa y a las historias pragmtico-ticas que se imparten a millones de alumnos de la educacin bsica y del nivel intermedio. Tampoco le atraen las ltimas sntesis, dirigidas al gran pblico. Enrique Florescano enfoca su anlisis sobre las historias acadmicas, los centenares de monografas fanticas del rigor documental, las que arrancan de modelos tericos, las historias cuantitativas, y en menor escala, las filosofas de la historia. Adems de lo hecho por los paisanos, resume "las teoras, los mtodos y las interpretaciones" que los estudiosos de los pases del primer mundo aplican a la historia mexicana y que sin duda constituyen un "aporte significativo en el conjunto de la produccin histrica nacional". Aunque parezca imposible, el libro de Florescano se ocupa de centenares de monografas enriquecedoras de la imagen dinmica de Mxico.

Conforme a la versin ms cotizada considera las trayectorias de los pueblos precortesianos como parte fundamental de la nacin mexicana, y por lo mismo, pasa revista a los estudios, que solemos llamar arqueolgicos, y que hacen una docena de compatriotas y cien o ms extranjeros, en su gran mayora norteamericanos. En el segundo captulo, casi tan extenso como el inicial, emprende el estudio de los relativamente pocos compatriotas y extranjeros metidos en la "revalorizacin y recuperacin del virreinato". En la tercera jornada, tan corta como los anteriores, llama a juicio a los pocos mexicanos y extranjeros que han reinterpretado a la centuria decimonnica de los cuarenta para ac.

El captulo cuarto llena casi la mitad del libro. En "La Revolucin Mexicana bajo la mira del revisionismo histrico" comparecen algunos senectos historiadores que fueron coetneos de la revolufia, los analistas profesionales de la revolucin que le echaron porras al suceso entre 1950 y 1970 y los autores de una juventud libre e irrespetuosa que son jueces rigurosos de lo que algunos consideraban epopeya popular y primer gran vuelco del siglo XX. Tambin se refiere a los filsofos de la historia que discuten entre s el rtulo que debe llevar la gesta revolucionaria de ac, que no se ponen de acuerdo en llamarle rebelin o revolucin y menos an en apellidarla socialista o democrtico-burguesa.

En el ltimo captulo se tocan autores y libros que no tuvieron cabida en la divisin por periodos; se exponen cuatro logros de la reciente historiografa (el encuentro de los testimonios del pasado con los mtodos y enfoques de las ciencias sociales, el profesionalismo creciente de los clionautas, la pluralidad del ejercicio de la historia y la participacin de otras naciones en la historia mexicana) y cuatro

retrocesos: ausencia de liderazgo en las instituciones encargadas del cultivo de la historia, divorcio creciente entre investigacin y enseanza, prdida de los antiguos niveles de rigor acadmico, y su progresiva sustitucin "por prcticas populistas, ideolgicas y gremiales". Dedica algunos prrafos a los desafos econmicos, polticos y culturales del presente y el futuro, para concluir: "Las necesidades y las demandas de la investigacin y la enseanza histrica estn claramente establecidas por la realidad. Lo que no est claro es si... hay la voluntad para asumirlas y la capacidad para hacerlas efectivas".

En la construccin de esta magnfica obra se hizo muy poco uso de los exmenes historiogrficos y de los repertorios de historiadores e historias elaboradas con anterioridad. Es una sntesis construida sobre fuentes primarias, sobre las obras de los historiadores profesionales de la economa, la sociedad y la cultura, excepto la historiogrfica. Los que hemos escrito sobre tema similar al Nuevo pasado de Mxico en vez de ofendernos por la omisin de lo dicho por nosotros, debiramos aceptar que gracias al viaje directo a las fuentes Florescano consigue una lectura y una visin novedosa de los estudios mexicanistas de los ltimos cincuenta aos. Ciertamente le faltan por revisar libros cercanos a la crnica, biografas, textos escolares, artculos y otros muchos ensayos histricos, pero lo visto, que consta en una bibliografa final de cincuenta pginas, es enorme. Los que ignoran la capacidad de lectura y desvelos de Florescano ponen en duda la posibilidad de anlisis de tanta documentacin. Quienes le conocemos sus prisas y dotes asimiladoras simplemente admiramos su hazaa.

El nuevo pasado mexicano est muy lejos de ser una bibliografa comentada como Mxico en quinientos libros o una gua de cultos que cultivan la historia nacional. Algo notable en este texto de Florescano es el uso sobrio de nombres de personas, institutos y libros. Los que gustan de los directorios deben acudir a la bibliografa. En el cuerpo de la obra se manejan pocos nombres de los que se escriben con mayscula inicial y esto permite recorrer sus pginas sin agobio. Florescano reconoce el valor que tienen las bibliografas, los diccionarios y los directorios. En estos y en otros escritos aboga por la hechura de libros sistematizadores del saber histrico asimilado en y sobre Mxico, pero en esta ocasin se aparta del corte de las obras de referencia tan queridas por los historiadores casados con el positivismo. Aunque comparte con los positivistas la idea del progreso, aunque proclama la superioridad de la nueva historia frente a la antigua, aunque asume sin dudas los nuevos puntos de vista, en esta obra se aparta un tanto de la historia asctica. Pese a su recomendacin de publicar a raudales documentos al uso antiguo; pese a sus aportaciones a la erudicin, ahora se muestra inclinado a comprender a sus colegas segn lo mandan Dilthey, Croce y Collingwood en Europa y O'Gorman en Mxico.

Al llegar al medio siglo de su vida, Enrique Florescano se preocupa por comprender a sus colegas ms que por explicarlos. Se coloca frecuentemente en el punto de vista de sus personajes; repiensa a veces lo pensado por los historiadores que estudia y ve lo positivo de la obra ajena. El que antes desenvainaba el machete a la menor provocacin ahora escucha con serenidad las razones que le asisten al enemigo. Sin apartarse de la justicia, tiende a la conciliacin. Sin abandono de la actitud digna, llega incluso al reconocimiento reverencial del prjimo. Sin mcula para su patriotismo, acepta y agradece los dones historiogrficos de los extranjeros. Es optimista frente a "la diversidad, calidad y profundidad de los estudios dedicados a la historia mexicana", pero no agachn. Aunque sus maestros le pedimos que se abstuviera de juzgar a los hombres del pasado, no son infrecuentes en l los juicios de valor.

En plan de estudioso de Florescano cabra exhibir muchas ms aportaciones de este libro, pero en plan de maestro de ceremonias, de puro presentador periodstico de una obra sin duda ejemplar, slo me resta decir que se deja leer ms o menos con el mismo gusto con que se come el pan caliente. No obstante su oficio de propulsor de la indigesta historia cuantitativa, Florescano maneja un lenguaje muy digerible por claro, por fluido y por cordial.

El pluralsimo Florescano al que unos lo tenan por perdido en la selva de la administracin pblica y otros lo consideraban esclavo sin retorno de las ms somnferas corrientes histricas, est de regreso en la repblica de las ciencias, el arte y la literatura con su libro nmero once, con un libro esclarecedor de dnde est hoy el gremio de los mexicanistas y de la senda a seguir en el futuro inmediato, con un volumen til, y por aadidura, bien construido, inteligente, inteligible, archidocumentado, veraz, generoso y rebosante de mesura y de palabras amistosas. Es un texto sin "norte" arrasador como el que suele invadir las obras de muchos escritores veracruzanos. 01/12/1991 Rumbo a 1492 Guillermo Bonfil, Rolando Cordera Campos, Enrique Florescano, Luis Gonzlez y Gonzlez, Arturo Warman. Este texto es la transcripcin, editada, de la mesa redonda de nexos TV el 31 de diciembre de 1989 y tambin un homenaje a Guillermo Bonfil, que fue colaborador y miembro del consejo editorial de nexos y director de Culturas Populares. Rolando Cordera es economista, director del programa nexos TV. Enrique Florescano es

historiador, presidente de la Fundacin nexos. Luis Gonzlez y Gonzlez es historiador y profesor de El Colegio de Zamora. Arturo Warman es antroplogo y director del Instituto Nacional Indigenista.

ROLANDO CORDERA

Queremos reflexionar y discutir sobre la historia y sobre nuestra historia; la historia larga y compleja que, se nos dice, comenz hace quinientos aos y que los pueblos de Amrica y de Europa se aprestan a recordar, a conmemorar y a pensar de diferentes maneras.

Silvio Zavala dice que el Quinto Centenario debera servirnos para buscar la concordia interior del pas, para pensar en la historia y en la comunidad de pueblos y pases hispanoamericanos pero se lamenta de que esto no se haya logrado y de que esta poca est dominada por la discordia. Qu valor tiene la precisin de Silvio Zavala?

LUIS GONZLEZ

Es muy acertada. Sin duda el Quinto Centenario es un acontecimiento importante. Ya Lpez de Gmara deca en el siglo XVI que despus de la aparicin del hombre sobre la tierra, el acontecimiento ms importante era el Descubrimiento de Amrica. Quizs esa fue una apreciacin exagerada, pero desde el punto de vista europeo este fenmeno signific el paso de lo que llamamos la Edad Media a los Tiempos Modernos. Para Amrica fue el momento de fundacin de las sociedades americanas tal y como ahora las conocemos.

ROLANDO CORDERA

El trmino celebracin es el trmino adecuado para designar este acontecimiento?

LUIS GONZLEZ

Se le puede llamar conmemoracin para evitar pleitos semnticos. Enrique Florescano lo ha dicho en alguna parte: la poca que va del Descubrimiento hasta la Independencia de Mxico siempre ha sido una poca tab para los historiadores. Hay que aprovechar el Quinto Centenario para estudiar por primera vez, y en bloque, esa etapa tan importante para la vida del pas.

ROLANDO CORDERA

El Descubrimiento y su secuela merecen estudio, pero parece que hay un consenso de que luego de esto vino un aplastamiento de la poblacin indgena, algo que incluso ha sido calificado de genocidio. Cmo ubicar el efecto de una historia vlida e incontrovertible?

ENRIQUE FLORESCANO

El descubrimiento y luego la conquista, la colonizacin y el poblamiento de los territorios americanos generaron diversas interpretaciones. La de Lpez de Gmara traduca el sentido imperial del Estado espaol. Los cronistas y los cosmgrafos de Indias y los propios espaoles transmitieron una idea del Descubrimiento y de la obra espaola en Amrica favorable a sus intereses polticos e imperiales.

Con la independencia vino una revalorizacin de la obra conquistadora y colonizadora de Espaa, y eso dio lugar a una visin mexicana y tremendamente crtica de la actuacin espaola. A partir de entonces se ha generado una intensa polmica que da lugar a distintas interpretaciones.

Para volver a lo que deca Silvio Zavala: las interpretaciones que surgieron con el nacionalismo mexicano amputaron el periodo colonial de nuestra historia. El resultado: que no hemos podido incorporar su gran efecto poltico, religioso, cultural y tcnico a nuestra propia historia, lo que tambin ha creado una crisis de identidad. Por eso hay que aprovechar el Quinto Centenario para revalorizar esa historia.

GUILLERMO BONFIL

En el 92 se inicia un proceso de gran importancia para el mundo, pero con signos muy distintos. Yo planteo el inicio de una sociedad colonial que no ha sido superada. Hablo de la sociedad mexicana y su relacin con la poblacin india del pas. De manera que es una fecha simblica.

Debemos estudiar las historias ocultas, las historias de los vencidos y a partir de eso plantear una verdadera construccin de la historia de aqu en adelante.

ARTURO WARMAN

El contacto fue un acontecimiento de enorme magnitud. Pensar en el descubrimiento de un continente que quiz tena 150 millones de habitantes es un poco presuntuoso. Los pobladores de estas tierras no fueron descubiertos; se encontraron con los europeos y por eso hablo de contacto.

La conquista tambin coloca la fecha en una rbita imperial y en eso tambin subrayo el contacto. A partir de entonces cambi la historia del mundo; me refiero a la increble expansin del capitalismo.

ROLANDO CORDERA

Un contacto que implica emulsin o historias paralelas, cruzadas, pero nunca integradas?

ARTURO WARMAN

Implica las dos cosas. Hay emulsiones, hay historias cruzadas, hay historias liquidadas, pueblos y civilizaciones enteras que desaparecen. Es ingenuo enfatizar slo uno de los aspectos; enfatizar el genocidio es derrotista y autodestructivo; celebrar la hispanidad es pretencioso y arrogante, pero ignorar el componente hispnico del mundo que viene despus resulta completamente ilusorio. Todas las perspectivas estn presentes.

Sobre lo que planteaba Silvio Zavala: en esta ocasin hay voces que no haban estado en el debate. Eso por un lado cambia los modales; son voces no acadmicas, voces indgenas que tienen amargura y rencor y eso crea la impresin de que el debate es destructivo. Yo no lo creo. Si admitimos la amargura como algo legtimo y actuamos con tolerancia, el debate puede enriquecerse.

GUILLERMO BONFIL

Por lo menos se han mencionado tres trminos para referirse al acontecimiento. Pero esas nuevas voces de las que hablaba Arturo Warman, es decir las voces de las organizaciones indgenas, de ciertos intelectuales y dirigentes indios, usan un trmino diferente: hablan de 500 aos de invasin.

ROLANDO CORDERA

Pero eso de invasin no ser una invencin?

GUILLERMO BONFIL

Hubo una invasin. Esto es evidente. Al menos as se designa al hecho de que unas gentes que lleguen de fuera, se metan; esto da lugar a un proceso que ya no podramos designar como invasin, pero ah se inicia. Esto arroja una connotacin distinta: el descubrimiento o incluso el trmino encuentro se refieren a una cosa un poco neutra; prefiero el trmino encontronazo, porque me parece ms descriptivo. No es una convergencia, no es una confluencia tranquila; es un choque. Visto desde la perspectiva indgena, representa la invasin de su territorio, la supresin de sus religiones, etctera. Esta perspectiva se manifiesta a travs de las organizaciones indgenas que ms reflexionan y se expresan sobre estos asuntos.

Por otro lado, hay un indigenismo que por fortuna ha cambiado en los ltimos aos: la poltica del Estado o en todo caso la actitud de la sociedad frente a la

poblacin indgena. Las propias organizaciones plantean una poltica india, es decir, la perspectiva de participacin de los indios en los asuntos jurdicos del pas.

ROLANDO CORDERA

La invasin y luego el reclamo de una poltica india son parte de la memoria mexicana?

ENRIQUE FLORESCANO

Eso obedece a una reaccin por recuperar partes oscuras o rechazadas de nuestra historia. Es un reclamo que viene de las organizaciones polticas, las comunidades y los sectores indgenas, y tambin de la sociedad. Y eso se refleja en la investigacin y en la manera en que los investigadores se aproximan a la historia. Si la sociedad se democratiza en ese sentido, debemos decir que tambin se democratiza la visin de la historia. Por eso creo que estamos haciendo una historia ms plural. En Memoria Mexicana intent recoger esas voces para darles presencia en este gran teatro de la interpretacin de la memoria mexicana y de la identidad de los mexicanos con su pasado.

LUIS GONZLEZ

Yo soy ferozmente optimista. Lo que hemos denominado la conquista -la fundacin de esta sociedad mexicana que sigue siendo plural-, en general fue aceptada por los llamados pueblos conquistados; una vasta poblacin sufri un verdadero lavado de cerebro. No comparto la tesis del genocidio; tampoco la idea de que las nuevas formas de sociedad, las nuevas tcnicas de cultivo de la tierra, las nuevas economas, los nuevos valores culturales fueron impuestos por la fuerza. La mayora de las cosas que vinieron con los espaoles fue aceptada por el mayor nmero de las comunidades indgenas. Sobreviven muchas etnias, y sin duda en algunas todava hay resistencia a ese tipo de valores culturales, de organizacin social y a las tcnicas introducidas. Pero gran parte de la poblacin indgena asimil esos valores.

ROLANDO CORDERA

Entonces no hubo un choque civilizatorio?

LUIS GONZLEZ

La contienda fue francamente dbil. Estamos acostumbrados a ver la conquista slo como la toma de Tenochtitlan, pero de hecho hay muchas conquistas. Se trata de una serie de empresas particulares que se dirigieron hacia diversas partes del pas y que tuvieron caractersticas muy diferentes. A veces ni siquiera ocurrieron encuentros armados entre los llamados conquistadores y los conquistados.

GUILLERMO BONFIL

Lamento no estar de acuerdo en algunos puntos con Luis Gonzlez. S hubo una poltica, incluso explcita, de introducir a cualquier precio una serie de cambios en las culturas pre-existentes. Creo que hubo -y hay- una resistencia de parte de los pueblos indios a esa imposicin. Un ejemplo: las formas de religiosidad actual, que aun incorporando elementos formales del cristianismo obedecen a una visin religiosa que no corresponde a la visin cristiana.

Desde el punto de vista biolgico somos mestizos, pero desde el punto de vista cultural somos indios que no sabemos que somos indios. Hay una desindianizacin, una prdida de la identidad india. En muchos aspectos, las formas de conducta y de pensamiento, las aspiraciones obedecen ms a una cultura o civilizacin mesoamericana que a una visin occidental.

ENRIQUE FLORESCANO

Sin embargo, se han creado smbolos, contextos culturales, sociales y polticos que para una gran parte de nosotros configuran al ser mexicano.

La resistencia es un elemento importante dentro del choque entre la cultura hispnica y las civilizaciones autctonas. Ms que en la idea del cambio, las

civilizaciones antiguas se basan en la idea de la unidad de sus intereses e ideas comunitarias y su deseo de perdurar. La intromisin del otro viene a violentar esa idea de permanencia, de unidad y de comunidad. Entonces viene la resistencia. Este es un hecho universal. La historia muestra que despus de 500 aos, con todos los procesos de afectacin, de cambio, de hispanizacin y occidentalizacin, nuestras sociedades indgenas luchan por mantener sus valores comunitarios ancestrales, y se oponen a los cambios. Cuando no estn en condiciones de resistirlos, a veces adaptan o convierten algunos de los elementos de la cultura dominante pero slo para mantener los propios.

ARTURO WARMAN

Estoy en desacuerdo con Guillermo Bonfil y Enrique Florescano. Asistimos al derrumbe de las historias maniqueas de dos bandos enfrentados y al despunte de que hay una identidad que se sustenta en la pluralidad y la diferencia y no en la unidad. Los procesos de integracin conviven con los procesos de resistencia y esto no constituye una anormalidad o un riesgo, sino un sntoma de salud en la vida de una sociedad. Tenemos una identidad muy poderosa, la que nos da la solidaridad, el pacto de soberana que mantenemos frente al exterior. Ah hay una identidad muy profunda y muy arraigada en la historia. Dentro de esa identidad las muchas diferencias son no slo bienvenidas, sino que son indispensables para fortalecerla. Sera muy lamentable que cayramos en el anlisis del Quinto Centenario,-que es el anlisis de la historia mexicana, como un pleito entre dos bandos.

LUIS GONZLEZ

Es cierto, esto no debe dar lugar a que otra vez se enfrenten dos viejas corrientes que vienen desde el siglo XVI: la llamada corriente indigenista y la llamada corriente hispanista. En el siglo XVI los pases que no recibieron tajadas muy grandes de Amrica se resintieron frente a Espaa. As naci una corriente antihispanista y supuestamente indigenista y junto a esto, por supuesto, surgi la corriente hispanista auspiciada por la misma Espaa. Desde la emigracin espaola de 1940, este pleito ya pareca agotado. Entendimos que no exista esa dicotoma, esa enorme diferencia entre el indigenismo y el hispanismo y que ms que nada debamos estudiar lo que sucedi en realidad. Mxico es un pas altamente plural. La pluralidad ahora, estamos convencidos, no nos perjudica. En el siglo pasado se consideraba que esto restaba fuerzas al nacionalismo. Ahora sabemos que el amor

al terruo no se contrapone para nada con el amor a la patria; que se puede ser simultneamente patriota y matriota.

ROLANDO CORDERA

El agregado a la Constitucin para inscribir en ella el pleno reconocimiento de los derechos de las etnias, recoge el afn de definir al Estado como una entidad multitnica y pluricultural?

ENRIQUE FLORESCANO

Una de las consecuencias de la recuperacin de pasados antes suprimidos, conculcados o rechazados, es el reconocimiento de la pluralidad tnica y cultural del pas. Eso se debi en gran parte a la presencia y a la demanda de los sectores indgenas que constituyen una parte importante de la nacin, y a que un grupo muy importante de antroplogos mexicanos recogieron esas demandas y las transformaron en un reconocimiento legal de la riqueza cultural, social, tnica y poltica de esos pueblos. El futuro de la reforma constitucional depender de una correlacin de fuerzas a distintos niveles. El Estado mexicano debe reconocer la existencia y los derechos de los pueblos indios, que forman parte de la sociedad mexicana. El reconocimiento de la pluralidad supone un proyecto hacia el futuro: por primera vez la sociedad mexicana, a travs de sus instancias superiores, reconoce la pluralidad del pas no como un obstculo sino como un potencial. Pero temo que haya ms buenos deseos que realidad concreta. Es decir, hay un clima de reconocimiento al pluralismo en ciertos sectores, pero junto con eso, frente a eso y en contra de eso hay prcticas sociales, decisiones econmicas, etctera, que de ninguna manera estn fundadas en el reconocimiento del pluralismo. Hay que luchar por esos buenos deseos, pero tambin hay que reconocer que en la realidad actual todava enfrentamos una relacin de discriminacin, de opresin, de rechazo hacia la poblacin indgena del pas.

ARTURO WARMAN

Guillermo Bonfil tiene razn. Es intil y destructivo buscar a los culpables de ese complejo proceso que se inici hace quinientos aos; tenemos que reconocer que hubo y hay vctimas, gente excluida a partir de entonces. La intencin de la

propuesta constitucional es provocar la accin positiva del Estado para terminar con esta exclusin. No se trata de expresar buenos deseos sino de que los grupos excluidos por la desigualdad sean objeto de una accin compensatoria y de que estn en condiciones de participar con ms apoyo en un esfuerzo por recuperar su posicin igualitaria en un marco plural. Si no reconocemos la desigualdad, es intil pensar en la pluralidad.

LUIS GONZLEZ

Es necesario reconocer la pluralidad, pero en forma total, no slo reconocer que las etnias indgenas son distintas sino que tambin lo son las distintas comunidades que estn en las doscientas regiones de Mxico y que tambin presentan problemas de desigualdad. Como miembro de una comunidad ranchera s hasta dnde, por ejemplo, en el ambiente de la ciudad de Mxico o en el de Guadalajara, a los de mi regin les llaman cheros, con un gran desprecio. Las etnias y todas las otras comunidades regionales de Mxico deben de ser reconocidas en su peculiaridad y en sus derechos. A eso me refera cuando habl de un reconocimiento total de la pluralidad, que no slo incluya a las sociedades indgenas.

GUILLERMO BONFIL

El problema bsico es que por un lado tenemos la desigualdad y por otro lado la falta de democracia o una democracia incompleta. Cuando se habla del reconocimiento de las doscientas regiones, hacemos referencia a que esas regiones, como cada comunidad, como cada etnia, deben tener un margen mucho mayor de capacidad de decisin sobre los asuntos que les competen. Eso es democracia.

ENRIQUE FLORESCANO

El descubrimiento de Amrica trajo consigo un replanteamiento de las distintas culturas y una formulacin de proyectos para la convivencia. El presente nos plantea lo mismo, nada ms que en un contexto diferente: la pluralidad, el reconocimiento del otro dentro de acuerdos y consensos bsicos que nos permitan, primero, replantear el problema de la formacin histrica con distintas culturas y

distintos proyectos y, segundo, nuestra definicin poltica hacia el futuro con esta diversidad cultural y tnica.

ARTURO WARMAN

La propuesta constitucional incluye la declaracin de que Mxico es una nacin multitnica y pluricultural, pero asimismo tiende a generar una accin ms positiva e intensa hacia la gente ms excluida y desposeda.

El trato de chero es muy violento, pero no se compara al hecho de que un mexicano sea juzgado y condenado en un idioma que no entiende, como sucede con los indgenas.

LUIS GONZLEZ

Hay que aprovechar el momento de los 500 aos para estudiar nuestra compleja y plural realidad nacional. Es la hora de vernos tal y como somos. 01/12/1989 La ndole de los mexicanos vista por ellos mismos Luis Gonzlez y Gonzlez. En busca de Mxico y lo mexicano.

en su conjunto, han seguido muchas pistas. Con morbosa frecuencia, los intelectuales de mayor caletre de las seis ltimas generaciones mexicanas. Caso, Henrquez, Reyes y Vasconcelos esbozan imgenes pequeas, pero de cuerpo entero, de una sociedad en ascuas. Ramos, uno de los dioses mayores de la generacin de 1915, dibuja El perfil del hombre y la cultura en Mxico al terminar la tormenta revolucionaria. Cinco grandes del tramo de desarrollo estabilizador (Carrin, Gmez Robledo, Iturriaga, Paz y Zea) han dicho su verdad, poco optimista, sobre el pueblo que los engloba. El archiinteligente Emilio Uranga inicia un Anlisis del ser del mexicano que continan, con particular entusiasmo, siete apstoles de la generacin del medio siglo: Aramoni, Fuentes, Pealoza, Portilla, Villegas, Villoro y Zad. Tambin algunos que ahora tienen la gerencia de los

destinos de Mxico (Aguilar Camn, Bartra, Bjar, Careaga, Krauze, Meyer, Monsivis y otros) han dado a conocer la idea que se han hecho de su orbe nacional, y segn rumores, los ms lcidos de la generacin de la crisis, que an no cumplen los cuarenta aos de edad, ya buscan empeosamente una visin totalizadora de Mxico, que no slo de algunas de sus reconditeces.

Se cuentan por millares los investigadores especializados en algunos de los aspectos o en algunas zonas de la vasta geografa, del cuerpo econmico, de la organizacin social o de los valores culturales de lo mexicano. Numerosos economistas, socilogos y dems cientficos del hombre de fabricacin universitaria han dado a luz decenas de miles de escritos que iluminan parcelas del quehacer material, de la convivencia y de la cultura de un Mxico en marcha que quiz porque se mueve nunca ha salido bien en ninguna foto parcial ni panormica. Tambin cabe atribuir la impureza de la mayora de las imgenes de Mxico a que han sido tomadas desde la capital de la Repblica, donde se amontonan, como ustedes lo saben muy bien, los estudiosos de ochenta millones de seres humanos repartidos en doscientos millones de hectreas, o en otros trminos, en ocho zonas, treinta y dos estados, doscientos paisajes y ms de dos mil municipios. A lo anterior se juntan otros elementos que oscurecen las fotografas de lo mexicano. No pocas fotos reproducen imgenes anteriores de dudosa vigencia. Muchas monografas y sntesis se basan en estadsticas endebles, y en los mejores casos, en censos de poblacin y econmicos, hijos de la desconfianza nacional. A los elementos anteriores debe agregarse uno de clara deshonestidad: abundan los plumferos que desfiguran los retratos de Mxico con fines de propaganda poltica o simplemente para saciar rencores personales.

La mayora de las imgenes de nuestro pas pecan de poco realismo, son borrosas, mal hechas o alteradas y dirigen la lente indiscreta hacia las partes menos atractivas del cuerpo nacional. Se escribe mucho y con creciente placer de las anomalas estomacales de Mxico, de una vida material en crisis. Tambin se enfoca la cmara, con mucha frecuencia, hacia aspectos dolorosos, granos y chipotes de la sociedad y la poltica nacionales. De la cara, de la repblica, de las ideas, sentimientos y voliciones de la mayora de los mexicanos se escribe relativamente poco. Mxico muestra una cara graciosa y un buen corazn que son, por lo menos, tan merecedores de fotos como el vientre repleto de lombrices y de amibas y las extremidades cascorvas y llenas de nudos. Conviene hacer una foto de Mxico con la suma de las sacadas por ese fotgrafo que los de habla francesa denominan Lui Meme y los hispanohablantes El mismo, en la que resalte el rostro y la cabeza del pas, que no nicamente su crisis estomacal.

De hecho, la nueva imagen del mexicano ya est en hechura. Una de las pistas frecuentadas en este decenio de los ochenta para conocer a Mxico ha consistido en dejar que Mxico hable, que el paciente diga los sntomas de su malestar y de su salud. Ral Bjar y un vasto equipo de colaboradores trabajan Sobre la identidad y el carcter nacionales. Hace unos meses que comenz a circular el folleto prista Mxico habl que resume los frutos de la campaa de "consulta popular" hecha en 1988. Un ao antes apareci Cmo somos los mexicanos, obra coordinada por Alberto Hernndez Medina y Luis Narro Rodrguez y escrita por los coordinadores y Alberto Alvarez, Ivn Zavala, Carlos Muoz, Sylvia Schmelkes, Pablo Latap y Luis Leero, sobre la base de una encuesta nacional en la que 1837 personas desembucharon su idea de Mxico y de su gente. De modo semejante al anterior Enrique Alduncin Abitia pudo hacer Los valores de los mexicanos con ayuda de Banamex y sobre todo de los miles de compatriotas que respondieron al interrogatorio de Alduncin y su equipo ya en plena crisis, que no cuando se supona una riqueza del pas la que debamos aprender a manejar. Con las confesiones contenidas en los libros citados, con algunas notas sacadas de mi buzn y con mucho de lo odo aqu, esbozo esta miniatura del Mxico en vigilia en este penltimo decenio del siglo XX. Aunque algunos mexicanos son proverbialmente insinceros y casi ninguno sigue al pie de la letra el consejo de "concete a ti mismo", es posible hacer, con sus confesiones, una imagen ms realista del mexicano que las basadas en vislumbres, deseos y malos ratos de intelectuales famosos. Cabe empezar el dibujo en donde duele aqu y ahora, en el tringulo que la voz del pueblo denomina

Salud, dinero y amor,

en los tres territorios constitutivos de la vida material, en las partes que segn Juan Ruiz, arcipreste de Hita, y sus psteros Carlos Marx y Segismundo Freud consideran fundamentales. Si se pregunta a demgrafos, economistas, antroplogos, ecologistas y mdicos sobre el estado actual del edificio "Repblica Mexicana" y la salud, economa y comercio sexual de sus moradores casi todos se refieren al desastre nacional, pues los estudiosos del mexicano padecen de pesimismo incurable. En los libros profundos se habla de una poblacin pobre, enfermiza, acurrucada junto a un nopal, con pocos deseos y poca fuerza reproductiva, con muchsimas carencias materiales que el mexicano ignora y no las sufre. Slo uno de cada diez se sabe enfermo o alcohlico. An la poblacin rural que cuenta con un 80% de pobres en el centro y un 94% en el sureste y un 86% en el conjunto del pas no se cree ni pobre ni achacosa.

Las encuestas indican que la mayora de los mexicanos se sienten saludables, felices, con buen nivel de bienestar y muy aptos para la vida ertica. Pablo Latap seala que las dos terceras partes de la poblacin rstica est satisfecha con su vida. A los observadores distantes de la pobreza les parece absurdo que ocho de cada diez familias mexicanas se declaren felices con su situacin econmica, pero as es. Quizs el espritu de sobriedad, tan alabado por las rdenes mendicantes en el siglo XVI, sigue vigente, y no slo en las etnias indgenas, tambin en los segmentos de la poblacin que se llaman campesino, ranchero y laboral. El mayor nmero de quejumbrosos por falta de salud, dinero y amor se da en las clases menos desfavorecidas de las colmenas urbanas.

Lo anterior no quiere decir que nuestros compatriotas quieran permanecer en el grado de bienestar en que viven ahora. Ricos y riquillos aspiran con vehemencia a niveles ms altos de salud, dinero y erotismo. La mayora, sin desvivirse por ello, quiere, segn Enrique Alduncin, "alcanzar niveles de confort equiparables a los de las naciones industrializadas". Un buen nmero ha ido, casi siempre como trabajador, al pas ms confortable del mundo, al que ofrece el mximo placer en casi todos los rdenes, que no en el de la cometunga, y ha llegado a envidiar, aunque sin ponerse amarillo, las comodidades gringas. Contra las creencias de algunos patronos, los obreros encuestados dicen que les gusta la talacha y pocas veces suean en la jubilacin. Casi todos anhelan mejores empleos y mayor ganancia, pero no al punto de que esa ambicin les quite el sueo. Se ambicionan los adelantos tcnicos y los gozos que ofrecen. Durante la campaa electoral de don Carlos Salinas de Gortari se le pidi con insistencia un tro de cosas que tienen que ver con el orden material de la vida: viviendas confortables, agua suficiente y drenaje. En otros asuntos de la mayor importancia, en los de haber mantenencia y ayuntamiento, la mayora de los mexicanos quiere continuar con la costumbre de la comida sabrosa y variada y los hbitos maritales que han regido hasta la fecha. Con todo, crece el nmero de los cuida kilos y salud, de los prfugos del tabaco y de los controladores de la natalidad. En el orden de los bienes materiales los mexicanos se encuentran entre su tradicin casi cincocentenaria y la modernidad con que los tientan los pases del primer mundo. Se mantienen adictos a la vida austera pero siguen encaminndose hacia la vida fcil y abundante rodeada de estufa, refrigerador, tele, radio y transporte con ruedas, ya no con patas. Siguen adictos al placer de la mesa, a la tortilla, al tamal y el mole, pero se someten con facilidad a dietas adelgazadoras. En los cuatro pecados capitales que tienen que ver con la existencia material, se observan las siguientes proclividades: la avaricia tira al alza lo mismo que la lujuria. En cambio disminuye la pereza y quiz tambin la gula.

En los asuntos relativos a la sociabilidad, el panorama de tradicin y modernismo es muy diferente, as como el ejercicio de los pecados capitales relativos a la vida

social como son la soberbia, la ira y la envidia. Segn la propia confesin de los mexicanos su actividad societaria se centra en

El yo, la familia y la patria

aunque en dosis muy diferentes segn la clase, el segmento sociocultural y la zona a que se pertenezca. Como quiera, en ningn sector coincide el punto de vista de sus miembros con la idea de cultos y gobernantes. Las cpulas polticas e intelectuales perciben un hombre de escasa iniciativa individual, irresponsable con los suyos, patriota hasta las cachas y eternamente agradecido con un pap gobierno que le brinda tierra, trabajo remunerador, agua potable, luz nocturna, hospital y medicinas, caminos, escuelas, comisariado ejidal, asociaciones obreras, ayuntamiento, mtines, discursos y frecuentes visitas de funcionarios. Las encuestas revelan una mexicanidad con altas dosis de egosmo, muy familista, patriota de dientes para fuera, aptica en lo poltico y desagradecida con el gobierno. Quiz la parte menos armoniosa del cuerpo nacional sea la relativa a la vida en comn. Es muy digna de atencin la grieta que separa a los gobernantes y a los gobernados, una grieta capaz de producir sismos sociales.

El mexicano, por regla general, se siente, antes que nada, persona. El ms fuerte de sus amores es el amor propio. Nunca ama a su prjimo como a s mismo, salvo si es un familiar. Todas las encuestas coinciden en el familismo de los mexicanos. En Latap se lee: "Prcticamente nadie contest que nunca se siente feliz en su hogar y las proporciones de los que rara vez lo estn son muy pocas... Paradjicamente a la luz de lo anterior, se consideran agresivos en su casa 'a menudo' o por lo menos, 'algunas veces' ". Como quiera, es muy alto el nivel de satisfaccin en la casa. Ninguna de las normas del declogo se cumple con tal gusto como la cuarta. El amor a la madre y a la novia son las principales fuentes de la cursilera mexicana. Los padres experimentan mucho placer en la crianza de los hijos. Por los suyos, se llega hasta el masoquismo. Muchos sienten sabroso sacrificarse por la familia. El ms all del crculo de la familia, en el que se comprenden tambin compadres y arrimados, es otra cosa.

Alrededor del mundo de los seres queridos se levantan amenazantes los del vecindario, los de la regin y los de la patria. Al terruo se le adora, pero con ribetes de desconfianza. Aunque ocho de cada diez compatriotas se sientan muy patriotas y digan que estn muy orgullosos de ser mexicanos, revelan escasa solidaridad nacional. El sentimiento de la desconfianza impide participar a gusto en organizaciones, crea resistencia al pago de los impuestos, ve en las autoridades

moros con tranchete, provoca varios tipos de apata, entre ellos el que ahora est en la punta de todas las lenguas intelectuales, el tipo de la apata poltica que retrae al ciudadano del deporte del voto y que incita al fraude a quienes manejan la votacin pblica.

Enrique Alduncin escribe: "La mayora de los mexicanos tiene como principales objetivos los siguientes: educacin a mis hijos y ayudar a la familia". Esto no quita que miren por su desarrollo individual, que deseen acrecer su cultura y ser mejor por los prximos. Quiz no tanto como a los japoneses, pero les gusta viajar. Les place la vida urbana y quiz no sean los rsticos los que prefieren vivir en el campo. Los oriundos de ste buscan la manera de ser pueblerinos. La mayor parte de los habitantes de Mxico desean mantenerse mexicanos. Con todo, a muchos riquillos les gustara exiliarse y obtener la naturalizacin norteamericana. Son minora los aspirantes a mantener el orden nacional ahora vigente. Predomina el deseo de mudanza, pero la mayor parte de los anhelosos de cambio se inclinan por la reforma, por la cautela, por el paso que dure y no que madure. Ni siquiera uno de cada diez entrevistados prefiere la revolucin violenta, las transformaciones bruscas y veloces. Cabe decir que la sociedad mexicana est como la yegua del rayo; no ha perdido la memoria de los sufrimientos que le produjo la Revolucin, y recuerda las tunas rpidas, pero pobres y efmeras, que dio el nopal revolucionario. Por otra parte, ya se nota una creciente voluntad de participacin poltica en un tercio de la ciudadana, pero los dos tercios restantes siguen tan apolticos que ni siquiera quieren cumplir con el mnimo quehacer de votar. Permanece en poltica el sndrome del importamadrismo, quiz porque hasta ahora se ha tomado muy poco en serio los votos de la ciudadana. La misma gente que se preocupa tanto por el destino de su familia; de su rancho, su pueblo y su ciudad; de sus clubes y asociaciones, es muy desidiosa en los asuntos de orden nacional. Antepone a los intereses de la patria los relativos a

Dios, la costumbre y la tele,

a los valores culturales que actualmente le dan sentido y cohesin a su vida. Sin contar criaturas, noventa y nueve de cada cien sbditos del gobierno de los Estados Unidos Mexicanos creen Dios. La ya centenaria prdica anticatlica de las cpulas poltica e intelectual de este pas le han entrado al pueblo por un odo para salrsele a toda prisa por el otro. A ciento treinta aos de distancia de haberse implantado el jacobinismo como tarea nacional, el 90% de los catecmenos de la educacin antirreligiosa se confiesan catlicos, aunque quiz no tan convencidos como los de la poca de Pedro el Ermitao. La tenaz adherencia a la religin catlica del pueblo mexicano es quiz la causa principal de la poca cuatera entre

gobernantes y gobernados y entre maestros y alumnos. Hablan distintas lenguas culturales la lite y la masa. El cdigo tico de la cumbre tampoco es igual al del llano. Arriba se presume una tica dogmtica, mientras abajo se cree en la flexibilidad de las normas. La creencia popular en lo bueno de la honradez, la dignidad, la iniciativa y el trabajo y en lo feo del robo, la lambisconera, la cerrazn y la pereza, se aviene con la idea de que lo bueno es lo que sirve para el caso.

Cabe atribuir los fuertes sentimientos religiosos de los mexicanos a la furibunda tradicin religiosa de los pueblos mesoamericanos o al espritu de cruzada que tuvo la conquista de los espaoles o al hecho de haber escogido como culto central de Mxico el de la Virgen de Guadalupe, el smbolo de una maternidad tan venerada en estas latitudes. Por angas o por mangas, la mayora de los mexicanos goza an con la recitacin de plegarias, la asistencia al templo, las peregrinaciones a los santuarios de prestigio y otras golosinas del culto. Se trata de un sentimiento religioso que heredo la inclusividad del prehispnico, menos intolerante que el ibrico, que permite devaneos amorosos, que ha dejado lugar para los amores a la ciencia, el arte profano, la lectura de peridicos, y sobre todo al maravilloso mundo que depara la televisin.

En el terreno religioso, nicamente las minoras piden mudanzas. Algunos norteos se han encariado con la moral de algunas sectas protestantes; entre catlicos de aqu y all ha cundido la liturgia carismtica, y ms de una gente del comn ansa el derrame de la teologa de la liberacin, pero el gordo de la gente se muestra conservadora y an no acaba de digerir las mudanzas introducidas por el Concilio Vaticano Segundo. Tampoco se percibe la voluntad mayoritaria de apearse de unos principios ticos susceptibles de adaptacin a las circunstancias. La falta de fanatismo moral, la tolerancia frente a otros modos de ser y de sentir, facilita la entrada de Mxico al club de los abanderados de la modernidad. La ciencia, la diosa de la vanguardia, ya es bien acogida en el pas. Algunos se asustan por la facilidad con que los mexicanos aceptan las modas de otros pases. El cenculo de los cultos est francamente alarmado por la teleadiccin de la muchedumbre placera. Ocho de cada diez mexicanos posee televisores y quiere seguir prendido a la televisin y al plpito.

Lo dicho, si se le quita polvo y paja, se reduce al men siguiente: la mayor parte de los mexicanos en uso de razn, aunque repartidos en un par de sexos, en las dos maneras generales de convivir como son la rstica y la urbana, en cuatro generaciones, en seis o siete segmentos socioculturales, en ocho zonas, treinta y dos estados, doscientas regiones y dos mil cuatrocientos municipios, coinciden hoy, segn confesin propia, en una salud que va de regular a buena, en una

austeridad econmica bien llevada, en el modo liberal y a travs del trabajo de ganarse la vida, en la dignidad del individuo, en el apego a la familia, en el amor al terruo, en sentirse y querer ser mexicanos, en la desconfianza hacia los poderosos y los forasteros, en la apata poltica, en la preferencia por la reforma paulatina y firme, en el repudio al modelo bronco o revolucionario de renovarse, en la religiosidad de estilo catlico, en el guadalupanismo, en la tica prudente o circunstancial, en el gusto por las artes visuales, y en la adiccin a los noticieros, las humoradas, las revistas de luz y sonido y las telenovelas de la televisin. 01/08/1989 El rancho vindicado Luis Gonzlez y Gonzlez. Pierre Francois Baisne: De vacas y rancheros. CEMCA, 1989, 186 pp. (A la venta en la librera Francesa, El Agora, El Juglar, El Parnaso, El Colegio de Mxico).

Pierre-Franois Baisne puso todo lo que estaba de su parte para encerrar, en un profundo estudio de caso, las dos actividades caractersticas de San Jos de Gracia, el pueblo ms ilustre del occidente de Michoacn y del oeste de Mxico, segn la acertada opinin de algunos de sus habitantes. Pedrito, "el francs", vivi el otoo de 1981 y el invierno, la primavera y el verano de 1982 en una casona de tipo tradicional, de las de techo de teja, corredores y pjaros. Todava se le recuerda caminando por las rancheras del contorno municipal, sometiendo a difciles interrogatorios a las autoridades del municipio y a los ganaderos del rumbo, leyendo libros y papeles acerca de San Jos y cantando dulces canciones mientras taa su guitarra. Los sanjoseanos lo recuerdan con cario, pero dicen que si vuelve ahora tendr que rehacer su imagen de la tierra donde se producen los mejores quesos.

Algunos cientficos de la sociedad humana se hacen la ilusin de que ciertos grupos de hombres son como las rocas, prcticamente inmutables. La lite intelectual insiste en llamarlos pueblos sin historia. En esa categora meten a las comunidades de indios y algunas veces, a toda la poblacin rstica. Bernardo Garca Martnez descubre que los indios supuestamente inalterables de la regin serrana del norte de Puebla son dinmicos sin ms. Indgenas, campesinos y rancheros son tan corrientes de agua como los habitantes de las urbes, aquellos en forma de arroyos, y stos de ros. Unos y otros se estancan en algunas ocasiones y se precipitan en otras. En el ltimo sexenio de la vida mexicana, como es pblico y notorio, ha habido saltos y deslizamientos veloces en las distintas corrientes fluviales de la geografa social.

La mnima comuna de San Jos de Gracia se ha vuelto un arroyo que corre con precipitacin quiz por los aires que soplan del norte, o por la presencia en todos los hogares de los medios masivos de comunicacin, o por la crisis econmica, o porque era necesario correr para llegar presentable al primer cumplesiglos. Desde 1987 se desata una visible actividad en San Jos. Con motivo del centenario prximo, el alcalde Jos Partida y toda la gente del municipio deciden librar a la cabecera de cojeras y arrugas mortificantes. En abril de 1987 queda solucionada la angustiosa escasez de agua. En los meses siguientes se remodelan dos puntos reurlgicos de la comuna: el templo y la plaza; se erigen dos estatuas altamente simblicas: la de don Gregorio Gonzlez Pulido, fundador del pueblo, y la de don Apolinar Partida que lo defendi de los desmanes de la revolufia. La estatua del padre Federico Gonzlez Crdenas, caudillo de la restauracin, ya estaba all desde haca veinte aos; desde cuando an no se iniciaba la fiebre de construccin de casas modernas con muros de tabique, cubierto de concreto, sin rejas ni patio central.

Saltan a la vista otras dos modernizaciones: la sustitucin de la piedra bolita en el empedrado de las calles por el concreto parejamente duro y liso y la plantacin de lamos en las banquetas. El pueblo que ha pedido a la Cmara de Diputados su elevacin a la categora de ciudad, se cerr definitivamente al paso de las bestias al poner sus calles al servicio exclusivo de los automviles. Dndose aires de ciudad, San Jos de Gracia celebr su centenario con alboradas, cohetes tronantes y luminosos, juegos mecnicos, multitudes en las calles y el jardn central, comelitones de puertas adentro, charreadas, toda especie de msica, misas y procesiones, muchos bailes y francachelas, espectculos pblicos de ballet, orquestas sinfnicas, nios y adultos cantores, rbol de plvora o castillo de luces, coronacin de reina, discursos vibrantes, carros alegricos, exposiciones en la casa de don Gregorio y la Casa de la Cultura.

Los josefinos residentes en su terruo y los que viven en la ciudad de Mxico, Guadalajara, Los Angeles, Chicago y otras ciudades del pas y de Gringolandia, en nmero que no baj de treinta mil ningn da de la fiesta, aparte del disfrute de alcoholes, comidas extraordinarias, antojitos, crudas, insomnios y todo lo que truena y brilla, se entregaron a dos quehaceres ntimos: el recuerdo de la historia matria y el balance de la situacin actual del terruo. En muchos corrillos, los ancianos, tan abundantes en San Jos, referan hechos y dichos de los padres fundadores, crmenes de las tropas revolucionarias intrusas por ac en los aos 10, proezas de los cristeros a fines de los 20, celebracin de las bodas de oro en 1938, la emigracin de muchas familias a la capital, los trabajos del padre Federico para sacar al pueblo de sus escombros, las aventuras de los braceros que iban al pas

de los grandotes y otros sucesos sentidos importantes por la gente de estos rumbos.

Tambin se dejaron or docenas de estimaciones sobre el progreso de la ciudad de San Jos y el municipio de Marcos Castellanos. La mayora opinaba que la poblacin residente en El Sabino, San Miguel, Paso Real, La Rosa, La Area, Auchn, Estancia del Monte, Izote, Ojo de Rana y otros ranchos y rancheras de la jurisdiccin de San Jos probablemente era igual a la de hace siete aos, de slo tres mil habitantes, pero la cabecera no poda bajar de quince, doce, nueve u ocho mil, segn diversos pareceres. Segn el censo de 1980 la poblacin del pueblo era de 5 802 habitantes pero segn vox populi la cifra de los censores fue deficiente y la poblacin se ha doblado del 80 para ac no obstante el control de nacimientos. Dizque ya hay dos mil casas en la pura cabecera, de las cuales mil seiscientas tienen tomas de agua y de luz y televisin. Y por si fuera poco, ya se dispone de Eco, un peridico local.

Dibujos de Jos Hernndez

Ahora dos sucursales bancarias prestan sus servicios en vez de la nica que conoci Baisne. El nmero de descremadoras y fbricas de queso no parece haber aumentado pero s el de personas que trabajan en ellas. El nmero de pastureras pas de cinco a siete. Quizs el nmero de cabezas de ganado vacuno se mantiene igual. En 1983 y 1986 se exportaron ms de seis mil reses a Quintana Roo y otros sitios. Algunos vendieron todas sus vacas y lo obtenido por las ventas fue a dar a depsitos bancarios que pagaban alrededor de cien por ciento de intereses. El nmero de personas inmersas en labores agropecuarias ha disminuido, pero han aumentado notablemente los obreros, los choferes, los vendedores de comida y de diversos artculos para el hogar. Los talleres de adornos para novia pasaron de dos en 1982 a catorce en 1988, donde trabajan centenares de operarios. Los talleres de sarapes y vestidos subieron de cuatro a doce. El nmero de transportistas de carga y de personas pasa de doscientos. Los restaurantes y taqueras se han duplicado. Las mquinas, las refaccionarias de coches, los talleres mecnicos y elctricos se han triplicado.

Segn opinaban los balanceadores de la vida del San Jos centenario, lo nico que permanece casi igual es la utilizacin de los suelos, la ganadera, las labores del campo y la estructura de la propiedad que son justamente los aspectos que examina con tanta minucia Pierre-Franois Baisne; los anlisis que l hizo de esos medios de produccin que son los parvifundios, las tierras ejidales, la maquinaria

agrcola, las bestias de tiro y los labriegos an son vlidos en gran medida. Las mudanzas en la produccin de vegetales y bovinos, la ordea de vacas, el mejoramiento gentico, la alimentacin, la salud y la mortalidad del ganado vacuno han sido mnimas en el ltimo sexenio. Al parecer slo en la transformacin y la venta de productos agropecuarios ha habido mudanzas dignas de nota. La Agropecuaria Industrial se fue a pique. Segn la opinin de los josefinos ninguna empresa colectiva ha funcionado ni funcionar en su tierra, opinin desmentida por el buen funcionamiento de las cooperativas escolares en el Centro de Bachillerato Tcnico Agropecuario. El nmero de queseras no ha disminuido y por lo menos dos se han mudado a construcciones grandes, nuevas, ad hoc y lujosas. El nmero de obreros en las queseras es un treinta por ciento superior al de 1981. Ahora se fabrica una mayor variedad de quesos. Tambin se han abierto otros mercados, de los cuales el ms rendidor es el de la ciudades fronterizas de Estados Unidos. Los industriales siguen con la cantinela de que la industria de la leche "no es negocio" pero nadie ha visto el desplome de ningn fabricante de quesos y s sntomas de mayor opulencia.

Se puede hablar de opulencia compartida porque en San Jos sobra la demanda de trabajo, a tal grado, que se importa la mano de obra. En este sentido, la investigacin de Pierre-Franois Baisne es muy importante porque pone en duda un mito que tienen muchos creyentes, el de la maldad esencial de la ganadera y de los ganaderos: nocividad econmica, negatividad social, violencia poltica; los ganaderos, en esa versin mtica y mistificadora, talan los montes, erosionan la tierra, hacen desaparecer los cultivos bsicos y los hombres. As como Marx -con razn- pudo decir que en los Altos de Escocia, en el siglo XIX, el ganado menor expuls a los hombres, esos autores creen que el ganado mayor, en Mxico, en el siglo XX se come al hombre. Eso puede ser cierto en el trpico hmedo del sureste, no es el caso de la regiones del altiplano, como los Altos de Jalisco, los Altos de JalMich, o regiones del norte rido, en las cuales la pequea ganadera, la ganadera lechera es la nica manera de utilizar, hoy en da, con el desarrollo del mercado urbano para los derivados de la leche, los escasos recursos naturales. En San Jos, el nmero de los hombres y la calidad de su vida han aumentado, de manera paralela, al nmero de cabezas de ganado vacuno.

El nivel de bienestar de los habitantes del municipio de Marcos Castellanos ha subido, pese a la crisis. Las fiestas del centenario dejaron muy gastada a mucha gente, pero no pobre. Ese festival mostr que los habitantes de las rancheras siguen siendo los coterrneos con menos recursos pero tambin que los josefinos transterrados a la metrpoli, Guadalajara y California ya no son mucho ms opulentos que los residentes en San Jos. Como quiera, las desigualdades de fortuna son todava muy notorias entre pueblerinos, rancheros y urbanos y, dentro de cada sector, entre unos grupos y otros. Con todo, las fiestas limaron lo que

cabra llamar la lucha de clases. Quizs produjeron tambin algunas transformaciones en la mentalidad lugarea. El reiterado recuerdo de padres desaparecidos y la creencia desesperada de que nadie de los ahora celebrantes del primer cumplesiglos estar para el segundo, han abierto cancha a las ideas de lo efmero de la vida, lo intil de afanarse en la junta de recursos econmicos y los beneficios que rinde la alegra de las fiestas. El centenario de San Jos empuja al homo lundens al desplazamiento del homo faber y propicia que las labores agroganaderas, agroindustriales y mercantiles vuelvan al paso de tortuga de otros tiempos.

Quizs el pequeo mundo visto por Baisne atene los negocios ms que por factores de fuera, por los atractivos del ocio. 01/03/1989 Atajo de historiadores Luis Gonzlez y Gonzlez. Las razones y las obras. Crnica del sexenio 1982-1988. Presidencia de la Repblica/Fondo de Cultura Econmica, 7 tomos, Mxico, 1988.

El arte de la crnica es, desde la poca medieval, atajo de gobiernos e historiadores. Tanto a los gobernantes como a los estudiosos del pasado les abrevia el camino al servirles de ayuda de memoria a los primeros y de materia prima semielaborada a los segundos. En el peor de los casos, la crnica es compaera o secretaria eficiente del poder y anticipacin de la historiografa. Pero los reyes de Castilla, los duques de Borgoa, los adalides de las cruzadas y otros grandes de la Edad Media pagaban cronistas no slo para mantenerse al tanto del mundo en torno; tambin para perpetuar su fama. Los cronistas se convirtieron en una especie de notarios de las transacciones polticas y las proezas militares, y en condicin necesaria para adquirir prestigio. Santo no visto dejaba de ser venerado. En algunas ocasiones la crnica se volvi difamatoria, insultante y vehculo de denuncia. En todos los casos, fue reconvertida y vuelta a usar por los historiadores, con excepcin de los positivistas que nicamente vieron en las crnicas dolo, incompetencia, falta de informacin profunda, trivia y chisme.

Se conoce con detalle el nacimiento, la lactancia, los pininos y la recia formacin de lo que ahora lleva el nombre de Mxico, gracias a cuatro especies de cronistas. Los conquistadores de los dos imperios y los muchos seoros de la antigua Mesoamrica, as como de las tribus nmadas del norte, para mantener informada

a la dirigencia, dejar memoria de sus hazaas y conseguir prebendas, hicieron relaciones de sus mritos y servicios algunas muy minuciosas, como las Cartas de relacin, de Hernn Corts y la Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espaa, de Bernal Daz. Los sembradores de las ideas y las costumbres que le dieron sentido y cohesin al estado colonial nacido de la conquista, para informar a sus superiores y proponer modelos de conducta a las siguientes camadas de misioneros y catecmenos, escribieron muchas y extensas crnicas sobre la evangelizacin de los indios. Los humanistas que enseaban en la Pontificia Universidad, como Francisco Cervantes de Salazar, y algunos viajeros, como Carreri, Gage, Morfi y Humboldt, tambin dieron testimonio, a travs de crnicas y libros de viaje, de una Nueva Espaa que mudara aquel nombre por el de Mxico.

Por su parte, el rey al que no se le pona el sol en sus dominios dispuso el nombramiento de cronistas oficiales, "porque ninguna cosa puede ser entendida ni tratada como debe... sin averiguacin cumplida y cierta", de lo recin acontecido en cada una de las provincias del vastsimo imperio espaol. A las crnicas semioficiales de Pedro Mrtir, Fernndez de Oviedo y Lpez de Gmara, siguieron las oficiales de Antonio de Herrera, Gil Gonzlez Dvila y Antonio de Sols, que todava hacen las delicias de los historiadores de la poca colonial de Mxico.

Las luchas por la independencia, las grandes hazaas de los patriotas insurgentes, y en definitiva, la constitucin de los Estados Unidos Mexicanos, han venido en nuestro conocimiento y a nuestra estima gracias a dos tipos de crnica. Una es la ya conocida desde el siglo XVI que para las guerras de emancipacin escribieron Bustamente, Zavala, Mora y Alamn para slo citar a los cuatro mayores evangelistas de esa epopeya. La otra naci junto con los peridicos, con las gacetas del siglo de las luces; con el Diario de Mxico que data de 1805, y con la prensa peridica insurgente. Para distinguirlos de los cronistas de la vieja onda, a los que escriban sobre sucedidos recientes, con brevedad y a las volandas, dio en llamrseles reporteros. En el siglo XIX una nube de reportajes periodsticos acab por ocultar el sol de la crnica. Muchos reporteros se percataron bien pronto de que las buenas noticias eran las malas, de que sus lectores slo queran or sobre abusos de gobernantes, guerras entre naciones y crmenes callejeros y se olvidaron de la marcha normal de la administracin pblica, de los acuerdos entre Estados y de la paulatina mudanza de las costumbres.

Algunas de las autoridades decimonnicas pretendieron defenderse de los reportajes sobre anomalas polticas evitando su publicacin en los peridicos. Otras prefirieron dar libre curso a la prensa independiente y tremendista e introducir, en esos peridicos, reporteros oficiales que contrarrestaran el

amarillismo de los primeros. Lo ms comn fue la publicacin de un diario noticioso que diera a conocer las buenas obras del gobierno y las horas felices de los gobernados como sucedi con El Imparcial, del que se tiraban unos cien mil ejemplares diarios, se venda a precio irrisorio el ejemplar siempre bien impreso y con atractivas ilustraciones. Tambin se orden la hechura de crnicas de ms enjundia, con formato de libro pero restringidas a las actividades del dictador.

La siguiente jornada de la vida de Mxico ha inspirado crnicas tan importantes, extensas y de buen leer similares a suscitadas por la conquista, la lucha independiente y la reforma liberal. Entre las crnicas revolucionarias sobresalen El guila y la serpiente, de Martn Luis Guzmn, los Ocho mil kilmetros en campaa, de Alvaro Obregn, el Mxico insurgente, de John Reed, un buen nmero de libros de Artemio del Valle Arizpe, Renato Leduc y Salvador Novo; las Visiones mexicanas, de Jos Alvarado; Labor periodstica, de Daniel Coso Villegas; las Charlas de sobremesa, de P. Lussa y muchas ms compilaciones de reportajes periodsticos del acontecer mexicano de 1910 para ac y de los que slo cito ahora unas pocas de autores ya difuntos. Como en la centuria anterior, la mayora de los cronistas del presente siglo han navegado con la bandera de reporteros. Son muy pocos los cronistas al uso antiguo, numerosos los que escriben libros de viaje y muchsimos los cronistas de la onda audiovisual, del cine, la radio y la televisin.

Los reportajes de los peridicos por la crnica audiovisual, por los noticieros emitidos, en primer trmino, por el cine; en segundo, por las estaciones de radio, y de los cincuenta para ac, por los canales de la televisin. Da a da, los siete das de la semana, durante las veinticuatro horas de cada vuelta del mundo, se nos pone, a travs de muchas noticias, al tanto de todo lo que pasa aqu y en el resto del planeta, mxime si son acaeceres en donde haya emisin de sangre o actividad de alcoba. Los peridicos, las revistas, el cine, la radio y la tele nos transmiten tal caudal de informacin, tan tremenda y con tanta frecuencia que no es posible ni deseable retenerla, que espontneamente, por salud mental, nos entra por un odo y nos sale por el otro. La proliferacin de crnicas entregadas al goce de la banalidad o de la quejumbre o de la menuda nostalgia o de la exaltacin de vanidosos sin ms, ha hecho necesaria la vuelta al antiguo arte de cronicar.

Sin reprimir reportajes y noticieros cotidianos, sin golpear a la crnica efmera y sus destellos amarillos y rojos, sin ofender a la prensa libre, era necesaria la vuelta a la seleccin de noticias, al diario de sucesos notables, a la crnica al uso antiguo. As como ya lo tienen muchos centros urbanos, la Repblica Mexicana requera cronistas, y dada la magnitud de su poblacin y sus obras, un equipo de cronistas con las mximas facilidades de informacin, con la cordura necesaria para extraer

de montones de paja los granos representativos e influyentes de la accin de los mexicanos y su gobierno, con el espritu de verdad y con la soltura al escribir que les reconocemos a los cronistas de antao.

A la vista de estos volmenes sobre lo sobresaliente de Las razones y las obras del gobierno mexicano y la sociedad actuales, se siente la satisfaccin del deber cumplido por Alejandra Lajous, coordinadora de la crnica del sexenio 1982-1988, por los cronistas Ulises Beltrn, Enrique Crdenas, Santiago Portilla, Antonio Morfn, Graciela Orozco de Andapia, Luca de Pablo, Dora Schael de Obregn y Roberto Villarreal Gonda, amn de quienes recogieron informacin y de los fotgrafos que dotaron a los siete volmenes de excelentes anzuelos visuales. Miguel de la Madrid ha retomado una tarea indispensable y de vieja estirpe, con un alto sentido de responsabilidad que seguramente sabrn apreciar los gobernantes de Mxico en el futuro prximo y los historiadores de todos los futuros.

La crnica, ayer como hoy, cumple con la doble funcin de sistematizar la informacin dispersa y resumir el alud de noticias para facilitarle a la autoridad el conocimiento del entorno social y para servirles a los historiadores, en bandeja de plata, datos para sus novelas verdicas. Sin drselas de profeta, cabe decir que esta crnica de un sexenio crucial de la vida de Mxico, tiene visos de volverse clsica como ya lo son la del rey Alfonso III, las escritas por Villani, Lpez de Ayala, Corts, Bernal, Motolinia, Bustamante, Zarco, Micrs, Cullar, Gutirrez Njera, Guzmn, Novo y muchos ms del distante y del prximo pasado. Una vez desempeada la tarea de supersecretara de la administracin pblica de Mxico, la crnica de Miguel de la Madrid se convertir en pasto de historiadores, aun de aquellos que desconfan de este tipo de testimonios. Los documentos que nunca se propusieron informar pueden servir para hacer la osatura de una historia, pero slo los informativos, como reportajes, noticieros y principalmente crnicas, le permitirn dotarla de carne.

Por ltimo, permtaseme manifestar el deseo de que una empresa como la celebrada ahora no resulte vctima de nuestro sistema mtrico sexenal; el deseo de que perdure, por muchos sexenios y felices das, la costumbre de escribir y publicar la crnica sumaria de las razones y las obras del gobierno mexicano y sus efectos en la vida social. 01/12/1986 Suave matria Luis Gonzlez y Gonzlez.

PATRIOTISMO Y MATRIOTISMO

"LA PATRIA.

es primero" ha sido el lema ms acatado por estudiosos y gobernantes de la Repblica Mexicana de la independencia para ac. Unos y otros se han saltado muy rara vez las bardas de la nacin. La locura de los intelectuales mexicanos por el tema de su patria quiz jams ha sido superado en ningn otro pas. La gran mayora de nuestras pesquisas intelectuales son de asunto patrio. Se averigua y se escribe en muy pequeas dosis acerca de los dems pases o de las partes dismiles de ste. Desde el robo de medio territorio nacional, perpetrado por tropas norteamericanas, los sucesivos grupos dominantes en Mxico han hecho todo lo posible para crear la imagen de una patria epopyica y uniforme; para infundir cario a los hroes que nos dieron patria, odio al invasor y menosprecios a los particularismos nacionales, y para imponer como lema de la mexicanidad la tesis de "nada extico ni nada dismbolo"; equivale decir: "ninguna tarea de mayor ni de menor tamao que el de Mxico". Muy pocas veces nuestras minoras rectoras han apoyado la vocacin universalista, de cruce de todas las culturas, de la sociedad mexicana en su conjunto, as como la vocacin localista, el apego a la tierruca de muchsimos mexicanos.

Para las minoras rectoras de Mxico ste es uno e indivisible pese a sus dos millones de kilmetros cuadrados de territorio, sus tres pisos, sus tres madres, sus tres altiplanos, sus mltiples volcanes, la multitud de valles y antivalles, las muchas regiones asoleadas y desnudas y las pocas regiones vestidas de verde, las nubes artificiales y crecientes sobre media docena de anchas verrugas urbanas, las pocas nubes de verdad y la escasez de agua en la gran mayora de los campos; en suma, una tierra hecha de retazos, un suelo multiforme. En la lite poltica, slo a regaadientes se acepta la disparidad del pas en su aspecto humano, aunque salta a la vista que los ochenta millones de compatriotas no comparten un modelo racial nico; son de variada tesitura fsica. En el extenso y poblado Mxico perviven todos los niveles de la historia universal desde la poca de piedra pulida hasta la poca de la computadora. Pese a todo, el pueblo llamado neoespaol durante tres centurias y mexicano en los dos ltimos siglos tiene tres denominadores hasta cierto punto comunes: la religin catlica y el idioma castellano, adquiridos durante la dominacin ibrica, y el rgimen republicano, uniforme poltico desde el derrumbe de Agustn I. Sin lugar a dudas existe una patria con caractersticas compartidas por casi todos los mexicanos, pero lo sobresaliente es un mosaico multiforme, una surtida variedad de paisajes, razas,

estilos de cultura y niveles histricos que se agrupan en zonas, regiones y municipios.

Con fines puramente administrativos, los mandamases de la metrpoli han permitido la particin de Mxico en sus nueve zonas originales: La pizarra yucateca de los Montejo, Veracruz, Anhuac y los breales del Sur de Hernn Corts, el Occidente de Nuo de Guzmn, el Norcentro de los gambusinos, el Norte de Francisco de Ibarra, el Noreste de Luis de Carvajal y el noroeste de los jesuitas. Las zonas de Mxico tienen muy poca presencia en los pisos altos de la poltica, la economa y la cultura nacionales y no demasiada en el nimo pblico. Nadie puede hablar en serio del separatismo de Yucatn o de solicitudes de autonoma del ancho Norte. Nadie avizora la posibilidad ni la gana de hacer de Mxico ocho estados-naciones, ni siquiera ocho provincias autnomas. Por este lado no hay riesgo a la vista contra la sagrada unidad de la patria.

Tampoco existe riesgo de fractura por el rumbo del falso federalismo. La divisin del pas en treintaiuna entidades federativas, que se dicen irnicamente libres y soberanas, es incapaz de producir disgregacin. Las intendencias, precursoras de los estados, se establecieron para unir los poderes locales al poder central. Los estados del Mxico independiente mantuvieron la vocacin unificadora de las intendencias del poder. Si alguno de ellos toma decisiones propias se le aparta del mando sin miramientos. Con toda justicia, cada mandams de un estado se ha hecho acreedor al ttulo de virrey o intendente. Tampoco cabe aducir como ejemplos de particularismo estatal la pululacin de historias de Aguascalientes, Campeche, Coahuila, Chihuahua, Guanajuato, Jalisco, Michoacn, Nuevo Len, Oaxaca, Puebla, Quertaro, Sonora, Tamaulipas, Veracruz, Yucatn y dems entidades federadas. La gran mayora de las obras relativas a un estado de la repblica han sido escritas para mostrar lo que tiene de comn con el conjunto de Mxico, no para sealar otros climas, modos diferentes de haber mantenencia, hazaas propias, choques con el centro, afanes de autonoma, gustos distintos, maneras de sentir y de pensar exclusivas. Lo que el gobierno y la inteligencia han querido hacer pasar por el Mxico dismbolo son cachos del comn denominador de la patria, son partes de un todo y de ninguna manera todos aparte.

Lo mostrado por los mapas y las leyes como el Mxico mltiple, formado por treinta y una provincias y un distrito federal, es el Mxico nico. La cantinela sobre la abundancia de pequeas naciones, de identidades diferentes en el ancho territorio nacional alude a regiones y terruos. La configuracin del territorio mexicano, tan lleno de sierras y otros obstculos del relieve, ha sido desfavorable para la unidad nacional, ha ayudado a la formacin de doscientas regiones con

"caractersticas inconfundibles que se remontan a los tiempos prehispnicos o a los das de la colonia", segn el poeta Homero Aridjis. La Repblica Mexicana es un haz de regiones, algunas con nombres propios como el valle del Yaqui, los Altos de Jalisco, la Tierra Caliente de Michoacn, la Chontalpa, Mapim, Tarahumara, Costa Grande, el Bajo, la Huasteca, la Laguna, los Tuxtlas, y otras sin nombre, pero s con peculiaridades. "Cada regin -ha dicho Enrique Gonzlez Pedrero- ha creado o recreado sus propias formas de relacin y comercio con la naturaleza, una manera de trabar relaciones sociales y hasta un estilo de ejercitar el poder". La regin mexicana es una unidad cambiante de ndole ecolgica, econmica, histrica y cultural que suele producirse en una rea promedio de diez mil kilmetros cuadrados, que reconoce como cabeza a una ciudad mercado. Generalmente no corresponde a una forma poltico-administrativa. Tampoco la gran mayora de regiones mexicanas ha engendrado agudas conciencias regionales ni pretensiones de autonoma.

Los saberes cientficos sobre esas reas homogneas de caractersticas fsicas y culturales diferentes de las reas vecinas, las regiones de Mxico, son todava pocos e insuficientes. Claudio Stern estableci la existencia de dos centenares de regiones y Gonzalo Aguirre Beltrn, David Barkin, Elinore Barret, Pedro Carrasco, Enrique Crdenas de la Pea, Mario Cerutti, Claudio Dabdoub, Mario Gill, Robert Redfield, Hlene Riviere D'Arc, Bryan Roberts y Ramn Serrera han estudiado algunas de ellas. La regin, a partir de 1979, fecha de arranque del Colegio de Michoacn, se ha vuelto tema de estudio obsesivo. En Colmich, la observan cientficamente Patricia Arias, Brigitte Boehm, Juan Manuel Durn, Jaime Espn, Jos Lameiras y Gustavo Verduzco, en El Colegio de Jalisco, Carlos Alba y Guillermo de la Pea; y en los colegios de la Frontera Norte y Sonora, otros importantes investigadores. La regin, vista con algn recelo por los poderes nacionalistas, ha comenzado a ser contemplada con inters por antroplogos e historiadores. Lo mismo cabe decir de la unidad mnima del mosaico mexicano, de los terruos, los pueblos, los pequeos orbes.

LAS MATRIAS,

los municipios, las parroquias o las patriecitas. Aunque el pequeo mundo municipal de Ramn Lpez Velarde, Juan de la Cabada y Juan Rulfo no cesa de perder sus peculiaridades en los tiempos que corren, es an una realidad muy notoria e influyente en la vida de Mxico. Todava una mitad de los mexicanos se insertan en minisociedades pueblerinas, municipios, terruos, tierrucas, parroquias, patrias chicas o matrias cuyas caractersticas objetivas vamos a esbozar una vez justificado el uso de la palabra matria. Como la palabra madre y

sus derivados se usan frecuentemente en nuestro pas en expresiones injuriosas, han cado en desuso en expresiones llanas. Sin embargo, como en la busca de un trmino evocador de lo opuesto a patria no di con ninguno decente, me inclin por el uso de matria para referirme al pequeo mundo que nos nutre, nos envuelve y nos cuida de los exabruptos patriticos, al orbe minsculo que en alguna forma recuerda el seno de la madre cuyo amparo, como es bien sabido, se prolonga despus del nacimiento.

Una matria o terruo de corte mexicano es difcil de encapsular en una definicin por el enorme surtido de terruos y lo poco que se conoce de ellos. Aqu se parte, para establecer el denominador comn de los aproximadamente dos mil mexicanos, del de su servidor (San Jos de Gracia de la punta occidental del Bajo de Zamora) y de otros doscientos mbitos municipales que constan en libros. Los ms son espacios cortos, en promedio diez veces ms cortos que una regin. El radio de cada una de estas minisociedades se puede abarcar de una sola mirada y recorrer a pie de punta a punta en un slo da. En cuatro de las zonas del pas, en el este, el oeste, el sur y centro, los nichos matrios suelen ser un valle estrecho o una meseta compartida, y en las zonas del norte remoto y del sureste o yucatania, parte de una llanura. Pocas matrias de Mxico sufren fro, y s muchos calores bochornosos. Pocas le piden a San Isidro que quite el agua y ponga el sol. La mayora padece sed. Segn los expertos en economa y salud, los microclimas del territorio mexicano dejan mucho que desear, pero si usted le pregunta a un lugareo por el clima de su tierra le dice que es el mejor del mundo.

Nuestras matrias han estado secularmente en contacto intimo con la tierra. Su gente rstica y semirrstica se ha repartido entre un corto casero llamado pueblo y un nmero indeterminado de rancheras. Por regla general, los pueblos del Sureste, Sur, Oriente y Centro se fundaron con sus calles y plaza, conforme al patrn de retcula o tablero de ajedrez en la segunda mitad del siglo de la conquista, hace cuatrocientos aos. Las cabeceras o pueblos del Occidente y de las zonas del norte fueron trazadas, en su mayor parte, en los siglos de las luces y de las luchas, en los siglos XVIII y XIX. Las poblaciones de modelo rejilla albergaban hasta hace poco entre dos mil y quince mil habitantes, pero ahora algunas doblan la ltima cantidad y siguen siendo pueblos. En la presente poca de explosin demogrfica, en que se reduce al mnimo el nmero de "angelitos" y la gente se multiplica al vapor, apenas ha crecido la cantidad de pueblos pero s aprisa el nmero de habitantes de cada uno. La gente de las rancheras tiende a mudarse a su respectiva cabecera y as contribuye a su crecimiento, pero rara vez hasta el punto de convertirla en verdadera ciudad. La mayora sigue siendo poblado rstico que descarga sus excedentes de humanidad en las ciudades de Mxico, Guadalajara y Monterrey, en algunos prsperos centros de regin, en las capitales de los estados y en las plantaciones de Estados Unidos.

La gente de cada uno de los dos mil municipios mexicanos de dimensiones rsticas y semirrsticas suele estar emparentada y conocerse entre s. Se llaman unos a otros por su nombre de pila, su apellido y su apodo. Los acadmicos dicen que en las pequeas agrupaciones humanas se da el conocimiento interpersonal directo. Hay comunidades, como la ma, donde todos los vecinos somos parientes, donde va uno por la calle dicindoles a los que encuentra: "Qu tal primo?"; "buenos das, to"; "quiubo, compadre"... En ninguna matria se da el caso extremo de ser todos los vecinos "entre s parientes y enemigos todos" pero no son raras las enemistades dentro de la parentalia y sobre todo los conflictos entre unas familias y otras. En las matrias, la estratificacin social es un tanto confusa y dbil. En la arena de las discordias, la lucha entre familias es mucho ms ardua que la lucha de clases. En otros tiempos, los pleitos por tierras tan tpicos de las poblaciones menudas, tenan como contendientes a los hacendados, los comuneros y los parvifundistas. Ahora siguen los conflictos entre stos y los camaradas ejidatarios y entre unos ejidos y otros.

Como es bien sabido, la gran mayora de los hombres de las matrias de Mxico se ocupan en labores agrcolas, ganaderas y artesanales que son ejemplos de inseguridad econmica. El comn denominador de la agricultura es el cultivo del maz, el crecimiento parejo de los maizales. Han aumentado las superficies regadas artificialmente, pero todava la mayor parte de los campesinos hace crecer las milpas con el agua celestial del verano. La menos insegura ganadera suele ser distintivo de las comunidades criollas y mestizas. En las poblaciones de las zonas central, occidental y surea, donde todava se usan lenguas vernculas, la actividad econmica de los meses de secas es artesanal. Pese a que apenas adoran al dios de la economa, aunque son casi ateos en este campo los municipios rsticos arrean dos tipos de negocios o economas. El tipo, en decadencia, procura abastecer a la propia comunidad, es una economa de autoconsumo. El otro tipo, en crecimiento, tiene el propsito de abastecer a las urbes al travs de las ciudades mercado. La siembra del maz y el manejo de las vacas son generalmente actividades masculinas. En el notable nivel de artesanado conseguido por muchos pueblos, hombres y mujeres trabajan al alimn. En la hechura de comidas y la crianza de nios, sigue la primaca femenina. De hecho, las mujeres hacen el vestido, el sustento y la casa. La vida domstica en los terruos o matrias es tan valiosa como la vida pblica, pero sta llama ms la atencin por sus caciques, curas y ferias.

No en todos los terruos mexicanos existe o ha existido un mandams o cacique, pero s en la enorme mayora. Desde el siglo XVI, los antiguos caciques se hicieron una con los espaoles intrusos para mantener enhiesta la institucin del cacicazgo.

El cacique es el hombre poderoso y autocrtico de una matria o terruo que antes era el jefe de una familia que lograba imponerse a las otras familias. Ahora tambin cuenta con el apoyo de las autoridades de la nacin, temerosas de la democracia. Adems de cacique, los pueblos de la Repblica tienen un gobierno municipal. La mayora de las matrias cuenta con un grupo de muncipes. Estos, segn la ley, son elegidos libremente por la mayora ciudadana del municipio; en la realidad los designa el supremo gobierno en connivencia con el cacique de cada matria. En torno a ste, pululan las fuerzas locales: los tenderos y dems riquillos, el presidente municipal, el todista, el doctor, el lambiscn y pico de oro, el chistoso, el listo y el leguleyo.

En cada uno de los dos mil municipios menos poblados de la Repblica imperan matices culturales propios. Por regla general, el paquete de valores que da sentido y cohesin a cada una de las matrias lo administra un cura catlico con la ayuda de las mujeres de la parroquia y a pesar de los retobos del maestro. La mano del seor cura anda especialmente metida en la salvaguarda de los valores ticos y religiosos y en la celebracin de la fiesta patronal. Quin no sabe que cada parroquia de Mxico posee una liturgia especfica y nueve das del calendario para mantener providente y amigo a su patrono celestial, a su santo patrono? La fiesta patronal exhibe en caricatura, a las claras, los aspectos econmicos sociopolticos y culturales de cada terruo, municipio, parroquia, o como ustedes decidan decirle a las matrias, hoy de moda como campos de estudio, aunque cercenadas de

LOS MATRIOTISMOS,

es decir, de sus dimensiones subjetivas. El gusto por la objetividad ha conducido a investigadores con patente de antroplogo o de historiador o de economista a la observacin y el anlisis de la ecologa, los quehaceres econmicos, la organizacin social, la forma de gobierno, la liturgia patronal y las notas pintorescas (cantos, danzas, antojitos y modos de pronunciar) de algunas de las miles de minisociedades que componen la Repblica Mexicana. En mi lista de estudiosos de las patrias chicas figuran 227 personas. En ese catlogo se excluyen eruditos de otras pocas. Son todos autores modernos, en su mayora vivientes y saludables. Casi ninguno proviene de la matria estudiada. La mayora son profesionales de las ciencias del hombre: antroplogos, socilogos, historiadores, folcloristas y juristas. La mitad es de extranjeros, principalmente de norteamericanos. Estos acabarn por someter a rudas investigaciones a las dos mil matrias de Mxico. Han empezado con las ms oscuras y antiguas. Por otra parte, crecen en nmero y sabidura los compatriotas estudiosos de la vida de pueblos y pequeas ciudades. Todava muchos son meros aficionados y dentro de los

instrudos en la universidad, casi todos son flores urbanas que no saben cmo palpita el campo. Como quiera, ya comienzan a dar sus primeros frutos los pueblerinos estudiantes de los colegios de Michoacn, Jalisco, Sonora y la Frontera ocupados en la revelacin de la vida y milagros de las sociedades pueblerinas o matrias. El Colegio de Michoacn ha frecuentado mucho el camino matritico al travs de su corta vida. Destac gente para la hechura de las monografas municipales auspiciadas por el gobernador Torres Manzo. En los doce ltimos meses ha aadido 30 estudios municipales a los casi quinientos, registrados para todo el pas. Medio millar de aportaciones reveladoras del paisaje mexicano no son cualquier cosa. 227 autores y quinientos treinta estudios ya dan para una bibliografa matritica obesa como la que tengo en mi telar.

Una cifra tan considerable de autores y ensayos que descubren matrias de Mxico parecera sugerir que el examen de la multitud de ese tipo de congregaciones est muy adelantado. De hecho falta mucho por hacer. La mayor parte de lo existente se ocupa de pueblos de las reas indgenas. Los municipios o congregaciones de mestizos y criollos, que superan en nmero a las comunidades indgenas, apenas atraen la atencin de los estudiosos. De algunas matrias indias como Chilchota y su pelotn de pueblecitos, hay ms de cuatro buenas investigaciones. De muy pocas matrias de gente moreno-clara hay buenos estudios antropolgicos o histricos. De casi ninguna se ha dado cuenta de su dimensin subjetiva, de su matriotismo. La matria o conjunto de actividades econmicas, intercambio social, manejo del poder, costumbres domsticas, creencias, prcticas religiosas y folclor y el matriotismo o conciencia del propio ser, amor propio y voluntad de diferencia y autodeterminacin son cosas diferentes e igualmente importantes, una ms o menos investigada y la otra apenas entrevista por falta de entrevistadores ad hoc.

La sabidura practicada en el campo, los pueblos y las ciudades pequeas, procura lo concreto y lo propio. Rehuye el saber abstracto. No le halla gusto ni sentido a las lucubraciones filosficas. En las matrias falta la costumbre de la abstraccin. La conciencia pueblerina es lo opuesto del saber universitario que anda en busca de semejanzas. Los lugareos suelen decir con Juan Jos Arreola: "somos muy distintos, y qu hermosamente distintos los habitantes de pueblos cercanos". La conciencia matritica descubre en primer trmino la singularidad propia. Cada matria tiene su modo de entender y de vivir el valle o la meseta que la acoge, su ro y arroyos, su bosque o chaparral, sus aguaceros y heladas, sus animales silvestres y domsticos y el conjunto de su economa. La mayora de los lugareos son como los nobles de Europa, saben el apelativo de sus ancestros por lo menos hasta el nivel bisabuelar. Saben muchas cosas de cada uno de sus contemporneos. Renuevan da a da el conocimiento de su tribu. La conciencia de la patria chica de cada uno de sus miembros suele ser minuciosa y lcida, pero pocas veces se da en libros de geografa, historia o etnografa. El conocimiento

pueblerino de cada pueblo se expresa frecuentemente en forma artstica, en pastorelas, corridos, versos de humor, novelas narradas, mitos histricos y conversaciones donde andan mezclados el saber y la emocin.

Es muy importante la potica de los pueblos, las emociones que suscitan en sus hijos la iglesia donde se arrodillan los suplicantes, "el mercado lleno de legumbres y cestas", los rboles y las aves, "el santo olor de la panadera", el silencio que permite escuchar el paso de las nimas, "el ro que pasa cerca del pueblo", la cumbre que proporciona lea y divisadero, "el pantano en que se cran las ranas". En la gente de ciudades mayores predomina el miedo a las corrientes de agua que se despean, las abruptas montaas, la vegetacin tupida y los animales del campo, pese a las modernas vas de transporte y a la propaganda buclica de los escritores romnticos, del cine y de la televisin. En los pueblos las cumbres no espantan, el paisaje se siente como regazo, se quiere a la tierra natal no obstante que parecen negarlo el uso cada vez mayor de la motosierra para derrumbar encinas y pinos, la cacera y otras modernidades que casi siempre se originan en negocios urbanos. Las particularidades histricas recordadas tambin suscitan fuertes emociones. En suma, la emotividad matriotica hace de la tierra natal un luminoso, dulce y bello regazo con el mejor clima del mundo, el agua ms saludable, los rayos mejores del sol y la luna, las mujeres portadoras de las tres b, las casas como cobija, las comidas para chuparse los dedos, los crmenes ms sonados, el santo ms milagroso y los muertos ms queridos. El sentimiento matritico, aunque menos extrovertido y charangoso que el sentimiento de la patria, es quiz ms fuerte, pero menos exclusivista.

El amor al terruo y sus valores propios, la adhesin de los lugareos a una comunidad corta no suele contraponerse ni al humanismo ni al matriotismo. Las emociones matrias no excluyen los sentimientos patrio y humanitario. Por ejemplo, es posible y nada desusado el ser fiel a las particularidades religiosas de Chalma o San Juan Parangaricutiro y mantenerse fiel a la Iglesia Catlica. Con exclusin de muy pocos matriotismos mexicanos de corte indgena, la actitud matritica se lleva muy bien con el catolicismo, con una religin de ndole universal en la que sus guas constantemente insisten en las verdades eternas y el apego a un pasado largusimo. Los pueblerinos aman y veneran, sin violentarse, a su santo patrono, figura universal, y a los hroes nacionales, invocados, entre gritos, cohetes y balazos, los das quince y diecisis.

En trminos generales, la voluntad de los pueblos mexicanos es conservadora; quieren mantener consigo, sin mayores mudanzas, algunas costumbres domsticas (comidas, casas y modales de cada lugar); la decoracin con macetas, jaulas con

pjaros, imgenes de santos, fotografas de parientes, y la lengua verncula, si la hay. Los gustos y anhelos matriticos, en los aspectos de organizacin social y de valores culturales, miran ms hacia el pasado y menos hacia el futuro. No s cmo decir que la gente de los pueblos es castiza y descastada.

Los antroplogos que se han ocupado del estudio de los quereres pueblerinos coinciden en que lo conservador en cultura no quita el deseo de cambio en otros rdenes de la vida. El paisanaje sustituye alegremente el caballo y el burro por el camin, el coche y la bicicleta. Cambia con gusto las cocinas de lea por las estufas de gas. Si le cae el chauistle, acude al mdico, no al brujo. Se pega al televisor como la gente de ciudad. Las muchachas pueblerinas procuran vestirse segn los dictados de los lanzadores de modas. Hay sed de progreso en el campo, segn dictamen de los urbanitas. No llega a mayores lo que algunos antroplogos llaman: "conflicto entre la preservacin de su propia identidad sociocultural y las ganas de acrecentar su acervo tecnolgico". Cada vez se generaliza ms la idea de que los pueblos de este pas se mantienen adheridos a su pasado y con la mirada dirigida al futuro. Los pueblerinos de ahora comparten con los citadinos el anhelo de salir de pobres, el cario a las mquinas, el gusto por los trabajos con un mnimo de fatiga, la busca de salud, el mpetu democrtico y el deseo de saberes. Contra lo que puedan decir las geras Rodrguez de hoy, el matriotismo mexicano, los Cuauhtitlanes de Mxico estn vidos de tecnologa moderna, no rehuyen el lucro, su individualismo los conduce con naturalidad a la democracia, gustan de saber novedades, or radio y audiover televisin y estar a la moda, pero no han podido hacer buenas migas con

EL PATRIOTISMO IMPACIENTE

y autoritario de los hombres que manejan el volante de la nacin mexicana, con un patriotismo o nacionalismo que ejerce con frecuencia acciones agresivas contra el matriotismo o conciencia de la patria chica, amor por el solar natal y anhelos de las dos mil minoras municipales. El patriotismo de los conductores de la Repblica Mexicana casi siempre ha despreciado al matriotismo y todo lo que huela a rstico. El desprecio se manifiesta de mil formas en decires, actitudes y conductas. Se dice de los villanos, pueblerinos y rancheros que son villanos, pueblerinos y rancheros; esto es, gente de mala entraa, conducta torpe, perezosa, incivil, sin historia, igual en todas partes, sin educacin, desorganizada, burda, lenta, instintiva, insensible, cursi, paya, pasguata, tonta, ignorante, sucia, inmvil, desconfiada, socarrona, obtusa y pendeja. La gente ilustrada de las urbes est segura de que la otra gente no dispone de espritu emprendedor, tira a la inmovilidad, est indotada y llena de prejuicios arcaicos. La minora rectora de Mxico, la que administra el patriotismo

mexicano, no duda acerca del subdesarrollo de la poblacin villana, pueblerina y ranchera. Aun los que se dicen simpatizadores de la vida en ciudades pequeas, pueblos y ranchos expresan su ternura con palabras y actos desdeosos. Ellos adjetivan a los pueblerinos llamndoles ingenuos, inditos y folclricos. El metropolitano, mxime si pertenece al grupo dominante, est seguro de su superioridad frente al hombre de campo y pueblo. Arguye que ciudad y civilizacin son hijas de la misma raz. Les resulta casi imposible deponer su orgullo ciudadano y ponerse al t por t con los patanes que ejercen el matriotismo.

El discurso patritico de ninguna manera es de origen rural. Como dice Miguel de Unamuno, "el sentimiento de patria, de patria grande, de patria histrica, con una bandera y una historia comn y una representacin ante las dems patrias, siendo por ellas reconocida como tal, es un sentimiento de origen ciudadano". El patriotismo nuestro es cosa de metrpolis y lo manejan como cosa propia los habitantes de la ciudad que le impuso su nombre a todo su pas de dos millones de kilmetros cuadrados. Tambin los vecinos de las capitales de los treinta y uno estados y una docena ms de urbes grandotas como Len o Tijuana sobreponen el patriotismo al matriotismo. La conciencia, la emocin y la voluntad patriticas de Mxico estn muy ligadas a los hacinamientos de hombres, al despotismo, a la ilustracin y al afn de modernizacin de los dspotas ilustrados y citadinos del siglo de las luces.

En los caudillos de la independencia de Mxico se mantuvieron vigentes y en estrecha alianza los principios de la ciudadana, el nacionalismo y la modernidad. El estado-nacin, esculpido por los curas de Dolores y Nocuptaro y por el general Iturbide quera ser como los estados-naciones a la moda, de estilo moderno, caracterizados por su fuerte desarrollo econmico, estruendosa revolucin industrial, grandes urbes, vida parlamentaria, gobierno nacido de elecciones libres y universales, pueblo culto, salud, deportes, libertad, glorificacin mitolgica de algunos militares batalladores y de una bandera ensangrentada. El nacionalismo propugnado por todos los gobiernos de la Repblica Mexicana, por los federalistas y los centralistas, los conservadores y los liberales, los porfricos y los revolucionarios, se distingue por su afn modernizador. Aparte de eso, nuestro patriotismo reciente, ahora nacionalismo revolucionario, es tambin mandn, hispanfobo, indigenista, charro, receloso de la iglesia catlica, con complejo de inferioridad, imitador a hurtadillas del arte y la literatura en boga en los pases desarrollados, siempre a punto de inaugurar la democracia, manitico del uniforme, centralista y con poca disposicin verdadera a que sus dos mil y pico de municipios hagan su vida. Se trata de un patriotismo venerador de mrtires, envidioso de los triunfadores, triste, rebosante de miedos. Aunque no lo diga, cree que lo hecho en Mxico est mal hecho y que los mexicanos, quiz por culpa de la dominacin espaola, quiz por el oscurantismo clerical, quiz porque los gringos

nos ven de arriba hacia abajo, acaso por mal comidos, somos incapaces de cosa alguna, mxime si nuestra oriundez es pueblerina. Es un patriotismo pesimista, que no desesperado. Cree a veces en la redencin de la parte rstica del pas si se le trata con modos de pap. El nimo tutelar de nuestro patriotismo est fuera de toda duda.

Los administradores de la nacin, los miembros del gobierno federal y de los gobiernos de los estados han tratado de conducir paternalmente a pueblerinos y rancheros, de meterles las frmulas modernizadoras con mano suave y sin tomar en cuenta para nada sus saberes y experiencias, el amor lugareo a ciertas tradiciones y circunstancias, y lo poco que al pueblerino le importan algunos conocimientos metropolitanos. La actitud patritica de nuestra lite gobernante no slo padece de obsesin modernizadora; tambin le da por convertir la unidad en uniformidad. En nombre de la patria una e indivisible se expulsan bellos y fecundos localismos y sobre todo se gobierna desde el centro, se cae en el mal que lleva el nombre de centralizacin administrativa.

La ciudad de Mxico y sus sucursales dictaminan qu y cmo deben de aprender los nios del conjunto de pueblos de la Repblica. Las diversas crianzas recibidas en los hogares suelen ser atropelladas en todo lo que se aparte de la consigna pedaggica nacional. Segn esto, los nios, como lo dijo alguna vez el claridoso sonorense Elas Calles, son del estado-nacin, de la patria grande y tragona, que no del hogar ni del municipio. Centenares de miles de maestros trabajan en muchsimas escuelas de rancheras y pueblos para convertir a los nios en adultos muy semejantes entre s; procuran la nivelacin; se oponen a transmitir el pasado cultural del terruo donde ensean; son generalmente agentes inmisecordes, que no exitosos, de la poltica centralizadora.

No se comportan mas inteligentes y menos autoritarios quienes llevan a la multitud de cuauhtitlanes mexicanos los planes salvadores de la nacin que se cocinan en las secretaras de Agricultura y Recursos Hidrulicos, Comunicaciones y Transportes, Educacin, Reforma Agraria, Pesca y Turismo. En la ciudad de Mxico, donde el nico cultivo es el de los jardines y la nica ganadera es la de gatos y perros domsticos, se elaboran los planes a que han de ceirse las labores de ejidatarios y parvifundistas de un pas de doscientas regiones ecolgicas diferentes. En la Secretara de Educacin se reconocen las mil diferencias culturales de la patria, pero se olvidan a la hora de hacer el plan global de desarrollo educativo. SEDUE y Reforma Agraria no son menos centralistas. Ni siquiera Turismo, tan promotor de trajes, artesanas y antojitos regionales, sabe

tratar con la matriotera mexicana y apropiarse de las muchas cosas que los pueblerinos saben y los urbanistas ignoran.

El patriotismo ansioso de modernizacin, la impaciencia modernizadora, manejada por los gobiernos federal y estatales al unsono, suscita problemas intiles, se azota, se preocupa, se da topes contra las paredes de los matriotismos. Se corre un cierto peligro de que las duras cabezas de algunos urbanitas derrumben las paredes municipales a fuerza de levantar polvos, hacer olas y esparcir ruinas. Por lo mismo, se impone un cambio de rumbo en el nacionalismo machista y uniformador, un

PLAN SIN VCTIMAS

para resolver la oposicin entre los dspotas ilustrados y el hombre practicante de las enrgicas virtudes de su tierra natal. Se necesita un patriotismo que no se desquite de sus malas pasadas internacionales con los dbiles matriotismos interiores. Aboguemos por un amor patrio que no se encele con el amor de las personas a su tierruca y sus costumbres ancestrales. El mundillo oficial debe aprender a convivir con las personas que se preocupan ms por el mundo o por su matria que por su patria, pues ni los humanistas ni los matriotas ponen en peligro la existencia nacional. Sobre todo los matriotas son incapaces de poner en riesgo de muerte a una nacin enorme. Ni Juchitn ni ningn otro municipio por ms David que se sienta puede vencer al Goliat mexicano. Ningn terruo tiene el deseo y la fuerza requeridas para noquear a la patria. En cambio, todos los terruos pueden ayudar a la realizacin de algunas metas patriticas.

Por diversas razones es muy difcil meter en una ponencia los diversos modos de colaboracin entre los matriotismos y el patriotismo mexicano, las muchas maneras de evitar roces entre los secuaces del ancho mundo del pap gobierno y los prendidos a las faldas maternas o municipales. Como quiera, es conveniente apuntar algunas colaboraciones posibles. El matriotismo puede devenir la escuela de la democracia. Es un lugar comn la afirmacin de que el municipio es el almcigo de la semilla democrtica. En las minisociedades, el anhelo de elegir guas polticos suele ser muy espontneo. Si la tutela de la patria se olvida de intervenir en las elecciones municipales, si se permiten los ayuntamientos elegidos sin consignas, sin recomendaciones, sin sugerencias y sin fraudes del partidazo hasta ahora monopolizador del patriotismo, puede surgir una democracia directa, fundada sobre la igualdad entre los hombres y con escasa ambicin de poder. A partir de la democracia municipal y sin mayores contratiempos, la tan venerada

seora escalara todos los escalones de la vida nacional. Acaso el estado paternalista pierde la adhesin de las clulas municipales por permitirles un autogobierno libremente elegido?

Si se les deja, los matriotismos son escuela de democracia directa, como en la pequea ciudad antigua. Pero tambin pueden ser abastecedores de otras muchas carencias de la poblacin superurbana de nuestros das. Los hombres que enva la urbe para acrecer el producto de las labores agrcolas, ganaderas y agroindustriales suelen fracasar en sus propsitos por exceso de conocimientos generales y escasez de saberes concretos almacenados en los almarios de agricultores, ganaderos y agroindustriales al travs de los siglos. Con un simple acto de humildad, el pap gobierno y sus agricultores chapingueros, ansiosos de hacer producir la tierra, pueden aprender las microgeografas elaboradas por la gente del campo. Lo mismo cabe decir de las tcnicas y usos de labranza de cada lugar. Es muy fcil llegar a contratos de cooperacin econmica entre patriotas y matriotas, siempre y cuando los patriotas estn dispuestos a aprender de los matriotas. Estos, por regla general, se manifiestan dispuestos al uso de tcnicas novedosas si demuestran ser superiores a las antiguas en un determinado terruo. El conocimiento que se tiene de cada uno de los vecinos, la sabidura concreta del prjimo, quiz impida la formacin de cooperativas en muchas comunidades, lo cual no es ninguna catstrofe econmica. Esta se da cuando se impone la cooperativa sin tomar en cuenta el saber concreto de sus miembros. A la falta de consideracin de lo que el paisanaje sabe del vecindario se debi el derrumbe del ejido colectivo.

Los profesionales de la patria, especialmente los polticos, no deben desor las menudas sabiduras de los diferentes pueblos, las tradiciones de cada matria, el amor matrio, los localismos. La educacin nacionalista puede dejar de tener los con las crianzas matriticas y conseguir mayor aprovechamiento de los educandos si incorpora profesores oriundos del lugar donde enseen y sobre todo contenidos de la crianza lugarea. Se puede aadir a la aburrida geografa de la nacin, la geografa municipal contada por alguien que la haya vivido bien. Las lecciones de historia patria que desnacionalizan a tantos nios podran mejorarse si se les acuatan lecciones de historia matria o microhistoria. Sera muy provechoso el tener como profesor visitante de cada escuela rstica y semirrstica a uno o varios cronistas locales. Por otro lado, conviene estimular la historia recordada por los lugareos grabndola y estableciendo en cada cabecera municipal un archivo de la palabra que forme parte de una casa de la cultura que ya debiera ser como el otro templo de cada una de las parroquias mexicanas. Las casas de la cultura, dotadas de biblioteca, archivo, museo, fonoteca, discoteca y escaparate de artesanas de cada uno de los municipios de Mxico, pueden devenir los sitios ms adecuados

para la reconciliacin del patriotismo con el matriotismo, y en definitiva, para el rejuvenecimiento de Mxico y lo mexicano.

Por otra parte, algunas de las medidas oficiales para la regeneracin de los pueblos han sido tomadas de conformidad con los posibles beneficiados. No pocos municipios han sido objeto de programas y an de acciones gubernamentales inteligentes. Me gustara evocar una poltica de nacionalismo revolucionario respetuosa de la sociedad rural. En el sexenio de Crdenas, don Luis Chvez Orozco, encargado de asuntos indgenas, se opuso a la poltica de civilizar y mexicanizar a las numerosas comunidades indgenas aunque lloraran como nios baados con agua fra. Entonces algunos se rieron de las famosas unidades patriticas, de la unidad tnica, de la unidad lingstica, de la unida geogrfica, de la unidad econmica, de la unidad de ideas polticas y de la unidad de leyes; es decir, de la "unidad sagrada de la patria". Entonces estuvo a punto de ponerse en obra un nacionalismo revolucionario respetuoso de los localismos y a la vez impulsor de una patria unida y en orden.

Ahora se vuelve a hablar de nacionalismo revolucionario sin uniforme, de un patriotismo que acepta las infidelidades matriticas, las costumbres diferentes de dos mil y ms municipios. El nuevo patriotismo metropolitano abjura, segn dice, de actitudes autoritarias y machistas. En 1982, junt, entre otros muchos, a simpatizadores de disidencias locales, de matriotismo, para que propusieran formas de ayuda mutua entre el patriotismo modernizante y los matriotismos surtidores de vigorosa cohesin familiar, contacto estrecho con la naturaleza, labor sin prisas, multitud de ferias, inmensa variedad de cocinas o "antojitos", muchos saberes minsculos y prcticos, numerosas y lcidas artesanas, algunas formas de gobierno y diferentes tiples y andaditos. Poco despus tuvo lugar la reforma del artculo 115 de la Constitucin para abrirles brecha a las iniciativas locales y saciar los anhelos de autonoma de los municipios. Con todo, no parece ser el pap gobierno el que resuelva al final la vieja dicotoma, el que regule la

RECONCILIACIN ENTRE PATRIA Y MATRIA,

pues el inseguro, titubeante, receloso, machista y palabrero patriotismo oficial de Mxico suele tardar mucho en los cambios de postura, le cuesta trabajo pasar del dicho al hecho. Quiz ha aceptado la lista de cosas buenas que provienen de las dos mil matrias de Mxico. Quiz se acerca la hora en que va a tener ms sentido la vida en los pueblos menudos. Est claro que de manera espontnea la dicotoma entre la ciudad y el campo, entre la matria y patria se atena, debido

principalmente a la mejora del nivel de vida y sobre todo a los medios de transporte y comunicacin. El labriego y el pueblerino a dado en ir a la ciudad, en romper su claustro. Sus frecuentes viajes, por carreteras asfaltadas y en vehculos veloces que conducen a las urbes, de algn modo significan menoscabo en su repertorio de usos y adquisiciones de otras formas de vida. La facilidad con que ahora los matriotas que visitan las ciudades ha permitido un toma y daca entre las costumbres de la ciudad y las de los pueblos. Los pueblerinos acarrean chucheras y malas artes ciudadanas y colocan lentamente entre los citadinos algunas de sus exquisiteces de ndole artesanal.

Otra manera de acercamiento entre el orden urbano y el rural lo produce el turismo o la visita de la poblacin de la patria a pueblos de cierto tipo, as los situados a la orilla del mar, los prximos a pirmides, los de montaa mientras tengan rboles, los artfices de cermica y ebanistera, los poseedores de aguas termales y los muy exticos. Algunos slo le conceden a los turistas la facultad de prostituir lo que tocan en sus recorridos. Otros hablan del amplio aprendizaje de los vacacionistas cuando se ponen en contacto con la gente buena y simple de las comunidades rsticas. No faltar quien diga que los metropolitanos en vacaciones han introducido a las matrias los blue jeans, el caf con leche, las hamburguesas, las tortas y los refrescos embotellados. Sin duda todos concordamos en lo siguiente: hasta ahora los turistas mexicanos slo sientan ctedra en cosa del 10 por ciento de los dos mil municipios pequeos de la Repblica. Los repartidores de coca cola, las salas de cine, los radios de transistores y los aparatos de televisin s llegan a la gran mayora de las matrias.

En los aos treinta y cuarenta las pelculas mexicanas repartieron las costumbres delictuosas y nocturnas de la gran ciudad y los hbitos ecuestres, las canciones y otras virtudes del paisanaje, con excepcin de los latifundistas. Simultneamente, la radio tambin contribuy al toma y daca de canciones y modos de hablar de algunas matrias y la metrpoli. Enseguida aparece la televisin. Segn Federico Silva, el televisor, un "instrumento satnico, tiende a borrar las diferencias regionales porque todo lo prostituye y estandariza". La satanizacin de la tele est de moda, mxime la de origen privado. Los intelectuales del patriotismo maldicen a Televisa y reconocen en Imevisin un buen instrumento de enseanza. Otros no ven ninguna diferencia apreciable entre los programas informativos y de entretenimiento de las televisiones gubernamental y privada. Una y otra son escuelas seguras de patriotismo modernizador y unificador. Una y otra aplauden con el mismo entusiasmo las travesuras del PRI. Las emisoras de la televisin mexicana son del nico grupo dominante de este pas, aunque unas se manejen con la mano izquierda y otras con la derecha. Los canales de las dos versiones de la tele nacional lanzan un buen nmero de pelculas y telenovelas de otros pases y muchos filmes, videocartuchos, noticieros, comedias, comerciales, deportes,

entrevistas, estampas de como Mxico no hay dos, orquestas sinfnicas y vernculas, chinas y charros cantores y cantantes bailarines unisex acuados en el pas. La televisin imivisiosa emite numerosos programas educativos, algunos destinados claramente a las comunidades rsticas, a las dichosas matrias, a dos mil municipios diferentes que slo se igualan en la actitud sorda y desagradecida. Hay indicios de que los matriotas gustan ms de los potpourrs prodigados siempre en domingo y para gente grande que de los consejos acerca de qu, cundo y cmo sembrar.

Segn los mexicanos superpatriotas, que en los tiempos que corren son tambin archipesimistas, la gente municipal y espesa, la mayora de los matriotas de la Repblica, los numerosos teleadictos de las comunidades pequeas han tomado a pie juntillas las lecciones disolventes de la televisin y han perdido sus virtudes y caractersticas, se han vuelto plebe metropolitana, ya son iguales entre s e iguales a los hombres urbanos de la casta humilde. Por lo mismo, ya es obsoleto o est a punto de serlo el hablar de ciudad y campo, de patria y matrias, de patriotismo y matriotismo. Como quiera, los optimistas no le conceden mucha capacidad de destruccin a los mensajes televisados. Dicen que las pequeas comunas siguen lentas, socarronas, hogareas, religiosas, instintivas y reacias a las abstracciones. Dizque la televisin les ha hecho lo que el aire a Jurez. Otros piensan que los pueblerinos adaptan las lecciones de los medios de comunicacin "a su manera". Nadie habla con seguridad cientfica. El aspirante a conocer el influjo de los medios de comunicacin, como la tele en las matrias, de Mxico "se enfrenta -segn Ramn Gil Olivo- al hecho mayor de la falta de investigaciones que sirvan de gua orientadora sobre el tema y, sobre todo, a requerimientos que provienen tanto de la teora de la informacin, como de la etnografa, de la sociolingstica y de la antropologa cultural". Mientras no se disponga de las noticias necesarias la prudencia dispone el cierre del pico.

Es intil seguir estas disquisiciones mientras no se tenga en mano un mayor nmero de pelos de la burra. Lo muy poco visto por antroplogos, economistas e historiadores acerca del toma y daca entre urbe y pueblos no permite todava extraer consecuencias de valor general y carcter cientfico. Por su parte, el ponente se resiste a encerrar las conductas de los hombres en casilleros; cree pueblerino al fin- en un saber antropolgico tendiente al conocimiento de personas y comunidades concretas. Por lo mismo, no les concede mayor importancia a las generalizaciones acabadas de hacer. Tambin se confiesa alrgico al uso de la terminologa propia de los cientficos sociales. Si hubiese blandido un vocabulario sociolgico su ponencia habra dejado de tener el aspecto de una sarta de viejos lugares comunes. Como qued, es informe insincero, sin mpetu cientfico y sin apariencia de originalidad.

También podría gustarte