Lins Ribeiro - Cosmopoliticas
Lins Ribeiro - Cosmopoliticas
Lins Ribeiro - Cosmopoliticas
C O S M O P O L T I C A S
Cosmopolitismo es una nocin occidental que sintetiza la necesidad que los agentes sociales tienen de concebir una entidad poltica y cultural ms grande que su propia tierra natal, que incorpore a todos los seres humanos en una escala global.1 Cosmopolita, en la Grecia Antigua, significaba ciudadano del mundo. El cosmopolitismo presupone una actitud positiva con relacin a la diferencia, un deseo de construir alianzas amplias y comunidades globales pacficas e igualitarias, con ciudadanos que seran capaces de comunicarse a travs de fronteras culturales y sociales formando una solidaridad universal. Su fuerza inclusiva es ms evidente en los momentos de crisis de otros modos de representar o atribuir pertenencia a unidades sociopolticas y culturales. Mucho del malestar y de las confusiones que el cosmopolitismo puede provocar estn relacionados con su ambigedad, con su manera particular de reunir diferencia e igualdad, con una aparente paradoja de querer reconciliar los valores universales con la diversidad de ubicaciones de los sujetos construidos cultural e histricamente. La etimologa del trmino griego, cosmopolis, indica ya esta tensin irresuelta: cosmos, un orden natural universal, es relacionado con polis, el orden variable de la sociedad. En consecuencia, de la ciudad democrtica griega a la aldea global, la idea de cosmopolitismo ha sido problematizada por cuestiones como de quin es este mundo. Pueden fuerzas expansionistas externas coexistir con fuerzas localizadas heterogneas? Una respuesta verdaderamente cosmopolita implicara un inters permanente en la diferencia y el reconocimiento de que globalizados y localizados dependen unos de otros para existir.
1. Lo que sigue est basado en Ribeiro (2001). Los trabajos de Anderson (1991), Bohem (1942), Brennan (1997), Cheah y Robbins (1998), Clifford (1992), Featherstone (1990), Garca Canclini (1990), Hannerz (1996c), Harvey (1989), Keck y Sikkink (1998), Rosenau (1990), Sassen (1991), Toulmin (1990) y Wolf (1982) fueron centrales para la elaboracin de este apartado del texto.
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Desde el principio el cosmopolitismo ha sido una categora marcada por la necesidad de negociar con otros y ha reflejado tensiones entre realidades locales y supralocales, perspectivas etnocntricas y relativistas, particularismo y universalismo. Histricamente, el cosmopolitismo ha reflejado las ideologas de distintos perodos y modos de integracin a entidades polticas ms amplias, imperiales o globales. Como una categora usualmente de lite, con frecuencia significa la sofisticacin que resulta de la familiaridad con lo que es diferente. Se ha transformado en metfora para movilidad, migracin, sensibilidad y tolerancia a la otredad, independencia vis--vis autoridades especficas, realidades y demandas transculturales y transnacionales. Sus antnimos en general indican xenofobia, inmovilizacin, provincianismo, soberana restricta, y lealtad a una patria o a un Estado-nacin.
La historia de las relaciones entre concepciones locales y supralocales es probablemente tan antigua cuanto la humanidad. Una fuerte tendencia hacia la realidad local, el particularismo, la diversidad y los contextos puede oscilar, como en el final del Renacimiento o durante la Ilustracin, hacia un nfasis en proposiciones formales generales y atemporales que pretenden ser universales. Con sus races en la Grecia Antigua, el cosmopolitismo ha estado presente en varias formas en las discusiones filosficas y polticas de Occidente. Las conquistas militares de Alejandro Magno (356-323 a.C.) abrieron las condiciones para la existencia de un imperio mundial que supuestamente se destinaba a unir el Oriente y el Occidente en una sola comunidad. El griego se torn la lingua franca de la Edad Helnica (del cuarto al primer siglo antes de Cristo), un perodo que dur hasta el establecimiento de la hegemona romana. A pesar de haber sido el cosmopolitismo una cuestin tratada por filsofos griegos antes del estoicismo, esta escuela, surgida en Atenas alrededor del ao 300 a.C, sistematiz teoras cosmopolitas adelantando visiones como la de una ciudad mundial, un Estado ideal donde todos seran ciudadanos. Los estoicos tuvieron un rol central en la crtica al etnocentrismo de los griegos en contra de los brbaros, y promocionaron un sentido de hermandad, una visin de la humanidad que fue transmitida a los romanos y se anticip a las pretensiones universalistas de la cristiandad. Del Imperio romano, a travs de la Europa medieval, el cosmopolitismo fue transmitido a distintas lites intelectuales y polticas. La Iglesia cristiana tuvo un papel central en la reproduccin de ideales y aparatos que formaron comunidades imaginadas sagradas transculturales y difundieron el latn como la lengua del poder europeo transnacional.
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Algunos de los procesos histricos de larga duracin que fortalecieron el cosmopolitismo se relacionaron con el establecimiento de la modernidad, ella misma una nocin y fuerza cosmopolita civilizatoria. El libro impreso, una nueva tecnologa de comunicacin desarrollada a mediados del siglo XV, se contrapuso a los provincianismos realizando una operacin cosmopolita tpica: el perfeccionamiento de la conciencia de la diversidad y la construccin de comunidades imaginadas ms amplias. La expansin europea del siglo XVI impuls el sistema capitalista mundial por medio de la incorporacin de nuevos territorios y poblaciones, y estableci un colonialismo global, multiplicando el nmero de imgenes y de contactos con otros exticos. La ciencia, la tecnologa y la razn empezaron su camino hacia la hegemona en la construccin de discursos universalizantes. Emergieron mercados y centros urbanos con ciudadanos que experimentaban nuevas formas de individualidad, etiqueta y espacio pblico impregnndose de nuevas ideologas y modos de gobiernos democrticos republicanos. Las revoluciones americana (1776) y francesa (1789) formalmente marcaron este clivaje en el tiempo. La Ilustracin y su Enciclopedia representaron el climax de los ideales universalistas. Relaciones impersonales y annimas, movilidad y extraamiento iban a convertirse en regla para proletarios y burgueses en los centros metropolitanos que se transformaban a causa de la emergente revolucin industrial. Era el momento para que el capital intensificara su alcance global a travs de redes de nuevas lites cosmopolitas coloniales e imperiales conectadas con el desarrollo del Estado-nacin como forma dominante de organizar la ecuacin territorio-cultura-ideologa-poltica-estado. La expansin del Estado-nacin empez con la Paz de Westfalia en 1648 y se consolid en el siglo XIX. Este movimiento sera completado en el siglo XX con la ltima ola de descolonizacin en las dcadas de 1960 y 1970. El crecimiento notable del nacionalismo revigoriz su contraparte, el internacionalismo, especialmente en momentos de crisis del sistema inter-estados. Despus de las dos guerras mundiales se crearon organismos con el fin de regular el sistema mundial y establecer nuevas formas de gobernabilidad global y hegemona: la Liga de las Naciones (1920-1946), el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (1944) y la Organizacin de las Naciones Unidas (1945). Estas agencias son altamente responsables por la diseminacin de iniciativas e ideologas transnacionales. /> En todos estos procesos, muchos pensadores desempearon roles importantes. Defendieron posiciones religiosas, laicas, idealistas, positivistas, socialistas, conservadoras o revolucionarias; lo que demuestra la plasticidad y eficacia del cosmopolitismo a travs de diferentes persuasiones polticas y tericas. Ellos imaginaron una corte y un ejrcito internacionales (Abb de Saint Pierre), una federacin de naciones y la
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paz eterna (Kant), soluciones tecnolgicas para organizar racionalmente al planeta (Saint-Simon, Goethe), alianzas globales contra la opresin (Marx), gobierno y Estado mundiales (H. G. Wells, Lippmann), regulaciones econmicas mundiales (Keynes). La necesidad que los cosmopolitas tienen de comunicarse con una mirada de Otros ha sido un leitmotiv importante para pensadores como Leibnitz (un sistema universal de caracteres) y Sapir (una lengua internacional auxiliar). Esta vieja bsqueda de un mundo desbabelizado, de una comunidad de comunicacin pacfica construida desde la heteroglosia, ha probado ser inviable frente a las formas altamente complejas con que las comunidades lingsticas se reproducen. Adems, la distribucin desigual de poder en el sistema mundial estructur el papel que algunas lenguas -griego, latn, ingls, por ejemplo- tuvieron en la construccin de creles, comunidades e imaginarios cosmopolitas/transnacionales, dejando poco espacio para iniciativas como el esperanto.
Los sentimientos que el cosmopolitismo evoca no se restringen al mundo occidental. Los seres humanos estn siempre interesados en saber de dnde viene la otra gente. La habilidad de localizarse uno mismo y a los otros en trminos geogrficos, culturales y polticos depende de una cantidad de categoras clasificatorias que son cultural e histricamente construidas. Estos modos de representar pertenencia a unidades socioculturales y polticas, modos que unen personas a colectividades y territorios, pueden ser concebidos como un contnuum de crculos concntricos que varan desde las circunstancias locales, fenomenolgicas, a los ms distantes niveles de integracin regional, nacional, internacional y transnacional, cuya influencia est variablemente presente en las vidas de los agentes sociales. Dada la presente naturaleza de la integracin del sistema mundial, todos estos niveles se hallan simultneamente presentes permitiendo sentimientos de mltiples pertenencias, generalmente conceptualizados en trminos de hibridismos. La exposicin diferenciada en un determinado nivel impulsa ciertas formas de representaciones sociales y lealtades que son relacionales y circunstanciales y que definen fronteras identitarias flexibles o rgidas que, por su lado, informan la cooperacin o la competencia entre personas y grupos. Una persona puede tener compromisos simultneos con un vecindario, una ciudad, una regin, un pas, un continente, o ser un transmigrante en una ciudad global, o un nmada global, un empleado de una corporacin transnacional. En gran medida, la duda sobre si el cosmopolitismo es verdaderamente posible reposa sobre la falta de consideracin de la presencia
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simultnea de estas fuerzas de construccin de identidades, algo que evoca concepciones esencialistas de las identidades. La existencia de amplias formas de integrar gente y territorio bajo el mismo paraguas simblico y poltico no significa el fin de formas ms estrechas. De otra manera, cmo se podra explicar la persistencia de los separatismos regionales y tnicos dentro de los estados naciones? Sin embargo, es preciso dejar en claro que mientras todos son locales no todos son globales. Muchas fuerzas hicieron posible el cosmopolitismo contemporneo: el individualismo con su relativo desprendimiento de solidaridades inmediatas y circunscriptas; la expansin global de sistemas econmicos y polticos por medios militares, comerciales y religiosos; el desarrollo de las tecnologas de transporte y comunicacin que intensificaron la compresin del espacio-tiempo y, en consecuencia, la circulacin de personas, informacin y mercancas en escala planetaria; el crecimiento de las ciudades globales con el incremento de la heterogeneidad cultural y tnica que produjeron; el imperio de los medios masivos de comunicacin, especialmente de la televisin global, y la emergencia de la era de la informacin con su red virtual mundial; nuevos actores polticos como las organizaciones no gubernamentales que son alimentadas por ideologas e instituciones transnacionales. Dos crticas se formulan comnmente con respecto al cosmopolitismo: una, que es una representacin social de lite; otra, que es un proyecto imposible. Hay argumentos que contrabalancean ambos puntos. Los intensos movimientos migratorios globales de los dos ltimos siglos aumentaron la existencia de grandes cantidades de personas desarraigadas, complejas segmentaciones tnicas nacionales y urbanas, redes transnacionales y culturas diaspricas que, entremezcladas con los efectos de los medios masivos, crearon un cosmopolitismo popular y alimentaron procesos y visiones de globalizacin desde abajo. En realidad, flujos de globalizacin popular existen desde hace muchos siglos. Con la expansin europea a nivel global a partir del siglo XV, los marineros probablemente formaron las primeras redes populares globalizadas. Linebaugh y Rediker (2000) muestran la importancia de los sistemas globales de trabajo en la expansin del colonialismo, de la clase multitnica, creada por conexiones transatlnticas a lo largo de los siglos, una clase que fue esencial para el desarrollo de la moderna economa global. Resaltan el rol de marineros, prostitutas, esclavos, obreros y otros en la construccin y diseminacin de imaginarios que fundieron diversas redes transatlnticas donde circulaban, por ejemplo, ideas sobre libertad e igualdad. En el presente, existen muchas redes transnacionales de trabajadores del sector informal globalizado, como las que salen desde Ciudad del Este en Paraguay y se distribuyen por distintos pases sudamericanos (en especial por Brasil y Argentina) estructurando ferias populares de venta de productos
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y gadgets globales que simbolizan la modernidad cosmopolita. En estas redes que vinculan Hong Kong con Ciudad del Este, San Pablo, Brasilia, Manaos y con muchas otras ciudades en el interior de Brasil (para quedarnos con el ejemplo brasileo; fenmenos equivalentes ocurren en distintos pases de Amrica latina y en grandes ciudades de Estados Unidos, como Nueva York y Washington), circulan no solamente personas y mercancas sino tambin informacin. Son verdaderos ejemplos de globalizacin desde abajo y muestran cmo camadas populares estn tratando de sacar provecho de los flujos de riqueza que existen hoy en el nivel global. As, es necesario explorar la existencia de varios cosmopolitismos. Los cosmopolitismos populares son distintos de los correspondientes a las corporaciones transnacionales que, por su parte, difieren de aquellos de los turistas burgueses, de los magnates de los negocios o de los acadmicos internacionales. No hay duda de que la exposicin a la diferencia y a la diversidad cultural est aumentando rpidamente as como el nmero de transmigrantes y de grupos diferenciados (frecuentemente grupos ocupacionales) para los cuales la lealtad al Estado-nacin es secundaria. La eficacia de hechos histricos (como la bomba atmica, la integracin planetaria por satlites, la interconexin global de los mercados de acciones, la cultura de consumo global, la Unin Europea) y de nuevas ideologas universalistas (como el ambientalismo y la defensa de los derechos humanos), conjuntamente con el surgimiento de nuevos sujetos polticos y movimientos sociales, ha estimulado todava ms las articulaciones y acciones de un nuevo activismo transnacional. Para algunos, todo esto resultar en la organizacin de una sociedad civil global. A pesar de que estos procesos tambin generan crticas relativistas frente a la distribucin desigual del poder global (en el activismo global la divisin norte/sur tambin significa una lnea de relaciones asimtricas y acceso diferenciado a visibilidad e infraestructura), ellos engendran un cuadro ms concreto para el desarrollo del cosmopolitismo que en cualquier perodo anterior. La extraterritorialidad es otro desafo a los sistemas legales anclados firmemente en legislaciones y jurisdicciones nacionales en un sistema mundial donde operan poderes imperiales o alianzas militares multinacionales.
Cosmopolitismo, globalizacin y transnacionalismo Con la clausura del sistema de estados naciones en la dcada de 1970, cosmopolitismo ms que nunca signific trascender estas entidades. Los estados naciones fueron entonces entendidos como una fuerza homogeneizadora por una emergente crtica posmoderna cansada de las metanarrativas universalistas de la Ilustracin que se basan en matrices discursivas, como el progreso, que fueron incorporadas por las lites de
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los estados naciones contemporneos. Un posmodernismo de inspiracin francesa ocup su lugar en la academia en los Estados Unidos, especialmente en las dcadas de 1980 y 1990, estimulando visiones de heterogeneidad global y multiculturalistas. Entonces, la discusin sobre cosmopolitismo se asoci ntimamente con los debates sobre transnacionalismo. Al trmino de la dcada de 1980, el fin del socialismo real existente ayud a propagar la imagen de un mundo unificado, monopolizado por un capitalismo triunfante bajo la hegemona de poderosas corporaciones transnacionales y del capital financiero globalizado. En el reino del capitalismo flexible posfordista, la globalizacin se transform en un mantra y muchas de las tensiones inherentes al cosmopolitismo fueron dramatizadas dentro del marco de anlisis localista/globalista. Algunas veces estos dos trminos eran vistos como polaridades antitticas, otras veces, como complementarios y articulados. Ideas sobre clases, culturas e identidades transnacionales entraron en el horizonte de las ciencias sociales. Dos son las principales corrientes de intepretacin y promocin del cosmopolitismo transnacional. La primera est dominada por capitalistas transnacionales y sus lites asociadas que alaban el mundo neoliberal sin fronteras, esto es, con acceso irrestricto a mercados, y a recursos sociales y naturales domsticos. Glorifican tambin el fortalecimiento de actores y agencias globales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organizacin Mundial del Comercio. La segunda corriente est compuesta por intelectuales, en el sentido gramsciano (Gramsci 1978). Algunos se encuentran en la academia (trabajando principalmente en las reas de antropologa, ciencia poltica, economa, estudios culturales, filosofa, geografa, literatura, relaciones internacionales, sociologa); otros en organizaciones no gubernamentales y en movimientos sociales. Ellos defienden y propagan visiones de heterogeneidad, heteroglosia, diseminacin, diversidad cultural y apoyan el fortalecimiento de actores locales. Postulan la necesidad de gobernabilidad global y de una sociedad civil global para regular el poder de lites transnacionales desterritorializadas. De las articulaciones internas de la segunda corriente saldrn las cosmopolticas contrahegemnicas para el activismo poltico transnacional. De maneras diferentes, ambos lados se alimentan con ideologas universalistas como, por ejemplo, el desarrollo (con sus promesas de fortuna ilimitada y trascendencia tecnolgica), el republicanismo, el liberalismo, el socialismo, el ambientalismo y la defensa de los derechos humanos. Tambin se fortalecen con los nuevos conjuntos de representaciones transnacionales de actividad poltica y cultural engendrados por las tecnologas de comunicacin de finales del siglo XX. Las tecnologas de la comunicacin se tornaron un foco de exploraciones sobre la cultura global; la emergen-
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cios pblicos electrnicos, hibridismo cultural y comunidades polticas cosmopolitas Internet trajo la posibilidad de que exista una comunidad transnacional imaginada virtual: una multitud cosmopolita descentrada, sincronizada por el ciberespacio, interactuando en tiempo real e involucrada en intercambios econmicos, culturales y polticos globales.
Cosmopolticas ahora!
La particularidad del ejercicio del poder a lo largo del siglo XXI ser el aumento del control a distancia de territorios y personas basado en el incremento exponencial del acceso a la tecnologa, en especial la de vigilancia y control. La necesaria relacin entre control territorial inmediato y poder, que histricamente ha caracterizado a los sistemas de dominacin, es crecientemente relativizada en la prctica de lites desterritorializadas que viven en un mundo transnacionalizado. En consecuencia, metforas como red, diseminacin, flujos, volatilidad y fragmentacin se impusieron como lentes para ver la realidad contempornea. Qu hacer en un mundo globalizado (el eufemismo que esconde las asimetras de poder en el sistema mundial) donde reina el imperio? La resistencia desde perspectivas locales no es suficiente para cambiar el sistema, cada vez ms capacitado para hacer cambios bruscos en la distribucin de capital de manera relativamente independiente de los estados naciones. De hecho, imperio puede ser visto como un rtulo que se populariza porque es una forma de nombrar al capitalismo transnacional del presente. Por ello, la importancia de comprender la dinmica del transnacionalismo para ofrecer cuadros conceptuales que capaciten la toma de decisiones estratgicas en la direccin de alternativas ms justas que las histricamente excluyentes de la lgica capitalista. Por ello, la importancia de crear cosmopolticas que promuevan la construccin de una sociedad civil global y concepciones crticas sobre la globalizacin realmente existente. La nocin de cosmopoltica busca proveer una perspectiva crtica y plural sobre las posibilidades de articulaciones supra- y transnacionalistas basndose, por un lado, en las evocaciones positivas histricamente presentes en la nocin de cosmopolitismo y, por otro, en un anlisis en el que las asimetras de poder son consideraciones fundamentales.2 Cosmopoltica no significa necesariamente una poltica posnacional. Robbins (1998a: 9) afirma que el neologismo intenta subrayar la necesidad de
2. Sobre cosmopoltica vase el libro compilado por Cheah y Robbins (1998), en especial los artculos de Robbins (1998a, 1998b), Cheah (1998a, 1998b), Wilson (1998) y Clifford (1998).
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introducir orden intelectual, responsabilidad y transparencia en el espacio nuevo y dinmico [formado por "el bravo mundo nuevo de la sociedad civil internacional"] de sentimientos, devociones y urgencias exuberantemente incontenibles y para los cuales ningn lxico adecuado tuvo tiempo de desarrollarse. Para m, existen varias cosmopolticas que elaboran discursos contrahegemnicos y que se relacionan con perspectivas ancladas en situaciones particulares, como son los casos de la cosmopoltica poscolonial, de los estudios subalternos, de la cosmopoltica zapatista, o de aquella basada en la interculturalidad que se elabora, por ejemplo, en los Andes, sobre todo en el Ecuador (vase Walsh, Schiwy y Castro-Gmez 2002).3 Articulacin pasa, de nuevo, a ser una palabra clave, pues las cosmopolticas para ser eficaces en el nivel transnacional necesitan articularse en red. No existe una sola cosmopoltica que d cuenta de la complejidad que se requiere en la lucha contrahegemnica global y de la existencia y proliferacin de sujetos crticos en espacios globales fragmentados. Los cosmopolitismos populares y las cosmopolticas necesitan consolidar sus representaciones, que son frecuentemente heterogneas, para identificar sus equivalencias y poder articularse en redes y acciones polticas. Deben ser reflexivos para evitar a) La asuncin acrtica de nuevos culturalismos que, a pesar de ser ms politizados, una vez ms, son exportados con un sello anglosajn y se pretenden universales, b) la ingenuidad de imaginarse que, por ser populares o preocupados por la justicia social, seran inmunes a las distorsiones y problemas intrnsecos a la construccin de agencias y representaciones de poder colectivo. Para ser eficaz, un cosmopolitismo no imperialista, una cosmopoltica que configure activistas polticos transnacionales y formas emancipadoras de conciencia global, tambin necesita hacer uso de la lgica del networking, tpica de la condicin de la transnacionalidad, a fin de ganar empuje y poder desde abajo. Necesita de una compleja articulacin de luchas y sujetos plurales multilocalizados en diferentes glocales y niveles de integracin. En realidad, algunas de las caractersticas centrales de los sujetos polticos transnacionales incluyen la comprensin de que el globalismo produce localismos y viceversa, de que los chauvinismos deben ser sobrepasados, de que las polticas de identidades y los esencialismos estratgicos son momentos de una poltica que slo cobra sentido si su objetivo es llegar a una democracia marcada por una poltica postidentitaria.4
3. Discusiones latinoamericanas crticas sobre la modernidad, el eurocentrismo y la colonialidad del poder son igualmente importantes (vanse Dussel 1993; Lander 1993 y Quijano 1993). 4. Estoy de acuerdo con James Clifford cuando dice que no se puede descartar la importancia de la poltica de la identidad, pero que un abordaje ms realista sera no una antipoltica
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El ciberespacio, con su naturaleza eminentemente transnacional, potencia la capacidad de construccin de cosmopolticas, pero no es una herramienta totalmente suficiente. De hecho, la virtualidad necesita hacerse realidad para tener impacto duradero en el mundo del poder, y la copresencia real, tpica de los rituales, sigue desempeando un papel central en el establecimiento de cadenas complejas de solidaridad entre sujetos polticos activos. De ah la importancia, en los ltimos aos de los rituales de integracin practicados por la sociedad civil global, como el Foro Social Mundial de Porto Alegre, y de las muchas manifestaciones callejeras antiglobalizacin. Estos eventos son igualmente importantes por su capacidad de generar imgenes y discursos alternativos en los circuitos globales. Encuentros como los de Porto Alegre que, a partir de 2001, empezaron a ser realizados por otro tipo de globalizacin, son oportunidades para la difusin y consolidacin de matrices polticas e ideolgicas y para la articulacin de redes de accin dentro de una todava pequea lite contrahegemnica global. De todas maneras, la capacidad de articulacin transnacional en el ciberespacio ha mostrado su eficacia en la organizacin de la mayor manifestacin antiblica de la historia, segn el peridico brasileo Folha de Sao Paulo, que llev, el 15 de febrero de 2003, al menos 5 millones de personas en cerca de 60 pases a la calle para protestar contra la guerra de Estados Unidos contra Irak.5 Sera contradictorio con la propia idea de cosmopoltica creer que puede haber una sola que sea justa y correcta para todos los sujetos glocalizados. Slo pueden existir cosmopolticas, en plural y, por definicin, hbridas. Como otras ideologas/utopas que se enfrentan con las dinmicas entre particularismos y universalismos, las cosmopolticas necesitan partir de la comprensin de que la tensin entre particular y universal es irresoluble y debe permanecer como tal. La resolucin de esta
de la identidad sino una poltica postidentitaria, valorizando una perspectiva cosmopoltica porque en ella identidad no es jams slo localizacin, o encontrar un "hogar" seguro, a pesar de que en ciertas circunstancias esta pueda ser una tarea crucial. Identidad es tambin, irreparablemente, desplazamiento y relocalizacin, la experiencia de sostener y mediar afiliaciones complejas, lazos mltiples. El desafo es articular, no trascender, estos aspectos de la identidad en coaliciones socialistas y democrticas ampliamente definidas (Clifford 1998: 369). 5. Folha de Sao Paulo (16 de febrero de 2003) calific a las manifestaciones como accin global indita, articulada principalmente mediante Internet. Algunos nmeros difundidos por el peridico: Barcelona, 1,3 milln de personas; Roma, 1 milln; Londres, 750.000; Madrid, 660.000; Berln, 600.000; Pars, 250.000; Nueva York; 250.000; Damasco, 200.000; Melbourne, 160.000; Atenas, 150.000; Amsterdam, 70.000; Oslo, 60.000; Bruselas, 50.000; Buenos Aires, 10.000; San Pablo, 8.000; Ciudad del Cabo, 5.000; Tokio, 5.000; Auckland, 5.000; Ro de Janeiro, 3.000; Santiago de Chile, 3.000; Tel Aviv, 3.000.
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tensin en favor de un lado u otro siempre implica la transformacin de un particular en universal, como apunta la crtica a los orientalismos (Said 1978) y a los occidentalismos (Coronil 1996). Est claro que no existen universalismos que no resulten de hegemonas histricamente establecidas. Pero el planteo utpico (en el sentido de la lucha en el presente por el sentido del futuro; vase Ricoeur 1986) que atraviesa la cosmopoltica es justamente la bsqueda, antigua y tal vez interminable de la igualdad entre los diferentes. A pesar de que los embates por el futuro y por el pasado no pueden ser separados y de que las relaciones entre ellos son fundamentales para la constitucin de sujetos polticos, en las cosmopolticas el espacio de la lucha utpica (imprimir un sentido al futuro) es ms importante que el de la lucha ideolgica (imprimir un sentido al pasado). La afirmacin o la representacin de la imposibilidad, como dijo apropiadamente Laclau (2000), es un efecto de la hegemona que se destina a paralizar el reconocimiento de la equivalencia de varias posiciones ancladas en uno o varios particulares que pueden contrarrestar al universalismo dominante.6 Por un lado tenemos el problema de establecer/reconocer las condiciones para la aparicin de sujetos capacitados para actuar crticamente en el mundo transnacional. Por otro, la constatacin de que los universalismos son efectos de poder. Esto, sin embargo, no debe empujarnos al particularismo, una vez que este slo existe en relacin con el universalismo. Tampoco es posible creer que la solucin es propiciar la reproduccin infinita de perspectivas particulares, posicin que, llevada al absurdo, redundara en nativismos incomunicables entre s o en un atomismo donde cada individuo tendra una identidad irreductible a la de los otros. Esta es una proposicin que basta enunciar para darse cuenta de su imposibilidad lgica porque, en ltima instancia, encontraramos la imposibilidad de la vida social, de la vida colectiva, del lenguaje, una especie de Torre de Babel predurkheimiana. En semejante cuadro hipottico la proliferacin de identidades particulares impedira la constitucin de sujetos
6. Laclau (2000: 55), al analizar el nacimiento de un sentido colectivo de transformacin de la hegemona, considera que la sociedad [...] es una pluralidad de grupos y demandas particularistas. Si va a existir el sujeto de una cierta emancipacin global [...] slo puede ser construido polticamente a travs de la equivalencia de una pluralidad de demandas. En consecuencia, estas particularidades tambin son escindidas: a travs de sus equivalencias no slo son ellas mismas sino tambin constituyen un rea de efectos universalizantes, no exactamente la voluntad general de Rousseau, pero una versin pragmtica y contingente de ella. Para Laclau existe hegemona solamente si la dicotoma universalidad/particularidad es superada; la universalidad existe solamente encarnada en -y subvirtiendo- alguna particularidad, pero, a la inversa, ninguna particularidad puede tornarse poltica sin transformarse en el locus de efectos universa-
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colectivos ms amplios. En un mundo destinado a mnadas culturales o psicolgicas sera inevitable la existencia de etnocentrismos y chauvinismos polticamente activos. As, el desafo que se impone es identificar las equivalencias que hacen posible la construccin de nuevos particularismos universales mantenidos en tensin, de cosmopolticas para constituir sujetos colectivos diferenciados actuando en redes de activistas transnacionales. Trtase, por lo tanto, de aceptar la existencia de redes polticas donde particularismos y universalismos se mantengan en tensin permanente y consciente, pues la resolucin de la tensin implicara justamente lo que estamos criticando: el establecimiento de una hegemona que colonice todos los espacios discursivos. En el mbito de una matriz ideolgico-utpica que postula la existencia de una colectividad denominada Amrica latina, mi propio esfuerzo apunta hacia la articulacin de una cosmopoltica que llamo postimperialismo.
Desarrollar cosmopolticas postimperialistas Una vez ms imperio se ha transformado en una palabra clave para pensar al mundo. Algunos podran argumentar que el trmino nunca ha dejado de indicar caractersticas internas de las relaciones de dominacin en el sistema mundial. Despus del final de la Guerra Fra (198991), la geopoltica norteamericana, basada en un poder militar sin igual, ha reabierto, en una era de globalizacin y transnacionalismo exacerbados, la necesidad de discutir la existencia de un imperio verdaderamente planetario. Decir que es necesario considerar el retorno del imperio no significa que estoy de acuerdo con afirmaciones que postulan una unificacin homogeneizada del mundo; estas siempre deben ser vistas de manera crtica, pues la produccin de experiencias heterogneas es algo inherente a la vida. Las crticas a las generalizaciones implcitas en macroteoras muchas veces confunden el nivel de abstraccin involucrado en la identificacin de un sistema global con pura homogeneizacin y olvidan que hablar de un imperio planetario no significa la abolicin de las diferencias locales. En realidad, articulacin y networking, controlados por una hegemona que define los flujos de apropiacin de las riquezas, son caractersticas ms importantes de un imperio que una presumida intencin de dar fin a las diferencias en el sistema. Lo especfico del siglo XXI es que, con la sofisticacin creciente de los medios de ejercer poder a distancia, el imperio puede establecerse y consolidarse por medios ms flexibles que, entretanto, no implican el abandono del recurso a la guerra ni la imposicin rgida de modelos, como ejemplifican la retrica sobre el eje del mal y sus consecuencias.
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Una de las evidencias del retorno del imperio como categora interpretativa fue la acogida que tuvo el libro de Michael Hardt y Antonio Negri (2000). Imperio fue visto por grandes tericos contemporneos como el Manifiesto comunista de nuestro tiempo (Slavoj Zizek), la primera gran sntesis terica del nuevo milenio (Fredric Jameson). Hiprboles de contratapa aparte, Imperio es una obra llena de ideas que hacen pensar, pero al mismo tiempo parece reificar tanto un momento del sistema mundial, pos-Guerra del Golfo (1991), cuanto el surgimiento de tendencias tpicas del capitalismo transnacional, sobre todo en lo que se refiere a sus necesidades de crear un ambiente previsible, preferentemente a travs de normas y regulaciones que vayan ms all de los estados naciones. Imperio se deja llevar, por ejemplo, por la idea de un poder de polica global que se efectuara por medio de acuerdos supranacionales. La Guerra del Golfo, de nuevo, y las intervenciones de las Naciones Unidas, a travs de una alianza militar bajo la hegemona norteamericana, vienen a la mente. Pero Imperio fue escrito antes del 11 de septiembre de 2001 y del rebrote de la retrica agresiva de los Estados Unidos como voceros de la civilizacin globalizada, incluyendo su derecho de hacer una guerra justa en contra de Afganistn y las redes terroristas, y el proyecto de aplastar a Irak que result en la guerra de 2003. Imperio tambin fue escrito antes de las grandes manifestaciones callejeras antiglobalizacin, cuyo hito inicial sigue siendo Seattle (diciembre de 1999), y antes del primer Foro Social Mundial de Porto Alegre (enero de 2001), acciones que simbolizan la conciencia por parte de la incipiente sociedad civil global de que otra globalizacin no slo es posible sino necesaria (sobre los movimientos por otra globalizacin vase Escobar 2003). Est claro que no podemos equiparar al imperialismo del siglo XXI con los imperialismos pasados. Sin embargo, a pesar de sus muchas contribuciones y del objetivo respetable de identificar la emergencia de un rgimen especfico de relaciones globales, el libro de Hardt y Negri tiene varias limitaciones: exagera la decadencia del poder del Estado-nacin en la actualidad; hace demasiado hincapi sobre una pretendida soberana del imperio entendido como una entidad descentralizada y desterritorializada; atribuye la capacidad de cambiar la situacin presente a un sujeto demasiado amorfo, la multitud; y, en ltima instancia, genera un clima interpretativo sobre la eficacia del poder extremadamente totalizador, algo tpico de algunas aplicaciones de las teoras de Michel Foucault que hacen que la jaula de hierro weberiana parezca ms bien un playground. Tal vez, la crtica ms fuerte contra Imperio sea el libro de Atilio A. Born (2002) escrito desde una perspectiva marxista que algunos podran llamar ms ortodoxa. No es mi objetivo extenderme en la consideracin del libro de Hardt y Negri sino proponer, en este primer captulo, la necesidad de construir
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una cosmopoltica. El presente libro representa una tentativa explcita de desarrollar cosmopolticas postimperialistas, desde mi posicin como sujeto que trabaja en la academia latinoamericana. Este trabajo no fue totalmente elaborado con la nocin de postimperialismo en mente en tanto varios de sus captulos fueron escritos antes del anlisis incluido en el captulo 2. En este camino, el dilogo con el poscolonialismo y con el multiculturalismo fue importante porque me hizo llegar a la necesidad de plantear la nocin de cosmopolticas (algo que por primera vez hago en este captulo) para poder buscar las equivalencias entre ellas. El objetivo es generar nuevas condiciones de conversabilidad, de intercambios democrticos progresistas, dentro de una comunidad de comunicacin heteroglsica. En este sentido, veo al poscolonialismo como una cosmopoltica de intelectuales de pases que fueron colonias del imperio britnico y cuyo proceso de descolonizacin empez despus de la Segunda Guerra Mundial. Las diferencias y equivalencias entre el postimperialismo, como un particularismo que se plantea desde Latinoamrica, y el poscolonialismo deben ser explicitadas para que podamos encontrar sus potencialidades conjuntas. Ejemplifiquemos rpidamente. Chakrabarty (2000) plantea que una tarea central del poscolonialismo es provincializar a Europa. Ya para el postimperialismo una tarea fundamental es provincializar a Estados Unidos. El mismo movimiento se aplica al multiculturalismo, una cosmopoltica anglosajona altamente marcada por la historia de la colonizacin y de la segmentacin tnica de pases que fueron colonias britnicas. La profundidad de los procesos de mestizaje en Amrica latina, su importancia histrica en los procesos de construccin nacional y en las representaciones sobre la regin (vase, por ejemplo, De la Cadena 2000: 12 ss.) llevan a la comprensin de que la forma preferencial del multiculturalismo en esta rea del mundo es necesariamente atravesada por hibridismos intensos. Inspirado en Hollinger (1995), el filsofo canadiense Kymlicka (2001: 266) analiza dos modelos de multiculturalismo: un multiculturalismo pluralista, que trata a los grupos como sujetos de derechos permanentes, respeta fronteras y sita a las personas dentro de uno o de otro grupo en una serie de grupos etnorraciales que necesitan ser protegidos, y otro multiculturalismo cosmopolita que acepta fronteras cambiantes, identidades mltiples e identidades hbridas.7 En Amrica latina se ve, sobre todo en los debates acerca de la accin afirmativa, la influencia de ambos. Kymlicka evala positivamente el multiculturalis-
7. Kymlicka critica la interpretacin de Hollinger como poco sensible a grupos no inmigrantes, y en particular a aquellos grupos que fueron conquistados o colonizados (p. 267). Segn l, la teora de Hollinger no considera las demandas nacionalistas de estos grupos (p. 268).
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mo cosmopolita porque result, en Canad, en un grado ms alto de hibridismo. Frente al hibridismo latinoamericano (Garca Canclini 1990), podramos partir del supuesto de que en la regin existe un multiculturalismo cosmopolita. No creo que esta constatacin sea suficiente. Hay que ser todava ms explcito. Inspirado en la antropofagia cultural planteada por el movimiento modernista brasileo en las primeras dcadas del siglo XX, yo dira que, tanto en trminos de polticas democrticas dentro de los estados naciones latinoamericanos cuanto en trminos de una cosmopoltica postimperialista, el multiculturalismo latinoamericano debe ser denominado multiculturalismo hbrido. Un multiculturalismo que, crtico de los usos polticos ligados a los discursos del mestizaje y de democracias raciales en la regin, reconozca, al mismo tiempo, su especificidad, esto es, las particularidades de las relaciones intertnicas y raciales en un continente que no siente vergenza de ser hbrido. Al contrario de lo que ocurre en otras situaciones (vase, por ejemplo, en Barnes 1982; Madan 1982; Kashoki 1982; Mafeje 2001, la importancia evidente de discusiones nativistas entre intelectuales africanos e indios), en el postimperialismo no existe la necesidad absoluta de una epistemologa nativa para escapar de los ardides de la modernidad y del desarrollo en nuestra Amrica. Incluso porque no hay nada menos nativo que la discusin sobre epistemologa, el estudio de representaciones mentales que naci en una determinada poca en Europa y triunf al asociarse con las demandas de profesores alemanes de filosofa en el final del siglo XIX (Rabinow 1986, apud Mafeje 2001). Esto, obviamente, no quiere decir que la crtica epistemolgica sea innecesaria. Es claro que no existen epistemologas sin relacin con lo sociopoltico y cultural. En este sentido todas las epistemologas reflejan sus circunstancias y las formas de poder a travs de las cuales son histricamente configuradas. Pero es importante notar que en el mundo actual, donde no hay ms espacios fuera del alcance del capitalismo (Jameson 1984), no se puede esperar que nativos puedan formular un discurso puro en ninguna parte del mundo. Es posible que la glorificacin de la perspectiva nativa como salida autntica para una crisis que se postula universal sea apenas una sublimacin del fracaso de algunos intelectuales acadmicos en el mundo de la poltica. Quiero dejar en claro que toda poblacin humana es afectada por hibridismos provocados por procesos de difusin, como se deca antes, o de diseminacin, como se dice ahora, ya que no existen poblaciones aisladas. Al mismo tiempo, no me interesa plantear argumentos formales sobre grados diferenciados de hibridismo. Es igualmente necesario decir que las poblaciones indgenas en Amrica latina desde hace mucho tiempo forman parte, en menor o mayor grado, de redes que las ponen en relaciones complejas con el sistema capitalista en expansin (vase, por
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ejemplo, Wolf 1955, 1956). Ya Garca Canclini afirm que la hibridez tiene un largo trayecto en las culturas latinoamericanas (1990: 305). En el presente, nuevas formas de hibridismos provocadas por la globalizacin contempornea son vividas por indgenas de Oaxaca y de Chiapas, por ejemplo, en Mxico. Los primeros muchas veces, efecto perverso de la migracin transnacional, aprenden su lengua nativa en Los Angeles (Kearney 1996). Los segundos en gran medida forman parte de un movimiento y una matriz discursiva poltica hbridos, el zapatismo, de insercin transnacional y operando fuertemente en el ciberespacio (AbdelMoneim 2002). Algo parecido pasa con el discurso de los movimientos indgenas en Ecuador y en la Amazonia. El ejemplo de los yanomami, frecuentemente estereotipados como el grupo indgena ms primitivo del mundo, es altamente ilustrativo. Su poltica intertnica apunta a la existencia de una intertextualidad cultural que funde discursos chamni-os con discursos ambientalistas occidentales (Albert 1995). En realidad, mi perspectiva es explcitamente experimental y no tengo deseos ocultos (e imposibles) de colonizar todo el espacio crtico del pensamiento latinoamericano. Estoy convencido de que es hora de formular propuestas que busquen nuevas condiciones de conversabilidad en un mundo acadmico transnacionalizado y nuevas geopolticas del conocimiento (vanse Mignolo 2002; Walsh 2002).8 Estas nuevas condiciones deben ser preferentemente postuladas desde lugares no hegemnicos pues, entre otros motivos, los sitios de produccin de teora crtica en las academias del norte, aunque sean puntos importantes de redes transnacionales contrahegemnicas, son frecuentemente pautados por una agenda que no es universal (sino frecuentemente hegemonizada por contextos sociolgicos anglosajones) y, muchas veces involuntariamente, mantienen relaciones asimtricas de poder con lo que algunos llaman periferias acadmicas. Como investigador, valorizo la formacin de conocimiento a partir de investigaciones. Creo que es ms fcil empezar planteando una inver8. Por ello formo parte de un grupo que se denomina Red de Antropologas Mundiales (www.worldanthronet.org). Con la misma intencin de pluralizar las voces presentes en el panorama internacional, organic una edicin especial del Journal of Latn American Anthropology (vol. 4, n 2 y vol. 5, n 1, 1999/2000) que se llam Reading Brazilian Anthropologists y se compone de artculos totalmente escritos por brasileos. Con la antroploga peruana Marisol de la Cadena, organizamos el foro de polticas pblicas World Anthropologies for World Publics, en la 101 Reunin Anual de la Asociacin Americana de Antropologa (2002). Para ir ms all de un dilogo con las antropologas hegemnicas, organic, con el antroplogo colombiano Arturo Escobar, el Simposio Internacional World Anthropologies: Disciplinary Transformations within Systems of Power (2003), de la Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research. Como investigador, hice trabajos de campo en San Francisco, California, y en Washington, D.C. (vanse los captulos 6 y 7).
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sin de las relaciones coloniales presentes en las formas de pensar nuestra realidad si buscamos nuevos temas de investigacin. Un camino, por el cual varios ya pasaron y muchos todava van a hacerlo, es desnaturalizar la imagen seductora de la Amrica, lase Estados Unidos, en nuestros pases. Para llevarlo a cabo de manera realmente profunda, dependemos de investigaciones hechas a partir de diferentes perspectivas latinoamericanas. Desnaturalizar la imagen seductora de la Amrica es tarea tanto ms complicada que la crtica al eurocentrismo. De hecho, desde una perspectiva postimperialista, necesitamos urgentemente una crtica no chauvinista al norteamericanocentrismo que, versin modificada del eurocentrismo, es cada vez ms capilar en todas esferas de la vida pblica y privada. En esta direccin, lo que hace falta inmediatamente son investigaciones crticas sobre las lites del norte, del capitalismo transnacional, sus discursos, agencias y agentes. No pretendo repetir aqu lo que plantear en el prximo captulo y quiero recordar, una vez ms, que mis propios argumentos en el transcurso de este libro no estn totalmente basados en una cosmopoltica postimperialista. Por el contrario mi trayectoria de investigacin y la escritura de los captulos de este libro me hicieron llegar al presente punto de vista. De todas maneras, el contenido del libro como un todo se relaciona positivamente con el universo en discusin. Adems de este captulo, el volumen est dividido en tres partes. La primera se compone de tres ensayos cruciales para armar el cuadro en el que se ubicarn mis argumentos. El segundo captulo es, como he anticipado, donde postulo la necesidad de una perspectiva latinoamericana sobre los procesos de globalizacin (perspectiva que irnicamente llamo postimperialismo). El captulo 3 es otro ensayo de importancia central porque, hoy, difcilmente habr tarea ms importante para la construccin de cosmopolticas que comprender la cuestin de la transnacionalidad. La fuerza de los biotecnopoderes y de la cultura tecnocientfica torna necesario abordar el papel de la tecnologa y de la ciencia en la construccin de matrices ideolgicas y utpicas del presente. Es lo que hago en el captulo 4 donde, adems, considero cmo tensiones que son metaforizadas como guerras de las ciencias en los Estados Unidos seran dramatizadas diferentemente en Amrica latina. La segunda parte se dedica a comprender a personas y situaciones concretas en el mundo globalizado/transnacional y est ampliamente basada en una perspectiva postimperialista en tanto se trata de un antroplogo latinoamericano haciendo investigaciones etnogrficas en el Norte o, como es el caso de los captulos 4 y 5, con lites poderosas del sistema mundial. Esta segunda parte es una exploracin antropolgica de varias de las cuestiones relevadas en los captulos anteriores. El problema de las reconstrucciones identitarias es central dado que condensa, para los indi-
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viduos, los dramas que acompaan a la fragmentacin y el aumento de exposicin a mltiples alteridades. Espero que el hecho de que las investigaciones de campo hayan sido realizadas fuera de mi pas de origen pueda servir de inspiracin para jvenes investigadores interesados en profundizar el extraamiento y el descotidianizar tpicos de la experiencia etnogrfica (Ribeiro 1999b). Como afirmo en el captulo sobre postimperialismo, es cada vez ms necesario multiplicar, en Amrica latina, las investigaciones hechas en escenarios globales a partir de nuestras propias indagaciones. Lamentablemente, son escasos los equipos internacionales de investigacin. Los bichos-de-obra (captulo 5), nmadas globales y habitantes de los circuitos migratorios del sistema mundial, son un ejemplo claro de una identidad transnacional con todos los problemas de ambigedades asociados. La investigacin sobre la segmentacin tnica del mercado de trabajo del Banco Mundial (captulo 6), en Washington, es un primer paso que debe ser seguido por muchos, en la direccin del estudio de lites gerenciales globales. La investigacin sobre los brasileos en California (captulo 7) permiti explorar etnogrficamente las imgenes y los estereotipos ligados a la identidad nacional de los brasileos en una situacin donde se transformaron en minora tnica. Permiti, igualmente, registrar algunas cuestiones relativas al problema de la ciudadana transnacional. En la tercera parte, en los dos ltimos captulos, retomo el tema de la transnacionalidad, pero esta vez centro mi anlisis en el surgimiento de una comunidad transnacional imaginada-virtual (captulo 8). Internet es la base tecnosimblica de esta comunidad. La comunidad transnacional imaginada-virtual generada a partir del globalismo y del transnacionalismo propiciar el desarrollo de una sociedad civil global. Es claro que otras dinmicas ya en curso, como los rituales de integracin de lites progresistas en el Foro Social Mundial de Porto Alegre y otros eventos y dinmicas mencionados en el captulo 3, resultan fundamentales para tejer las redes concretas de activistas y actores transnacionales. Pero la conciencia de pertenecer a un mundo cada vez ms chico en el que el papel integrador de la media global es cada vez ms intenso, se ve incrementada en gran medida por Internet, el medio de comunicacin interactivo y simultneo que posibilita intercambios complejos de informacin y datos entre individuos e instituciones en escala planetaria. Si hablar de una comunidad nacional imaginada significa tener en cuenta una enorme abstraccin, hablar de una comunidad transnacional implica reconocer que las relaciones entre fuerzas de heterogeneizacin y de homogeneizacin se dan (y darn) de formas cada vez ms complejas. Adems, dentro de Internet florecen el testimonio poltico a distancia (con las transmisiones va satlite hace mucho que se puede ver lo que est del otro lado del mundo en vivo) y el activismo poltico a distancia (cibercampaas polti-
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cas como la hecha por la extradicin de Pinochet unos aos atrs). Temas que tocan al corazn poltico de la comunidad transnacional imaginadavirtual se transforman en una gigantesca bola de nieve virtual global que termina enviando un mensaje a las lites que detentan el poder: nosotros los estamos mirando! La apoteosis de Internet como nueva tecnologa de comunicacin ya pas. Tal brote de tecnotopa dej un saldo positivo: el aumento de la percepcin de la importancia de la virtualidad en la constitucin de los sujetos individuales y colectivos. Me refiero al papel de la imaginacin en la constitucin de una nueva colectividad, pero enfatizo el lugar especial de la virtualidad en este proceso. En realidad, al analizar la existencia del espacio-pblico-virtual (captulo 9), estoy proponiendo que las tecnologas de comunicacin (en el sentido ms amplio posible, esto es, desde el lenguaje hablado hasta Internet) son instancias generadoras de sentidos de colectividad que influyen diferenciadamente sobre las formas de sociabilidad y de accin de las personas y grupos. El aumento de la importancia de la media y de nuevos regmenes de visibilidad slo dej en claro la existencia de este espacio-pblico-virtual que, como todo lo que es virtual, no tiene fronteras rgidas y puede, por lo tanto, variar de lo local a lo transnacional. La calidad de la relacin entre el espacio-pblico-real y el espacio-pblico-virtual es un componente progresivamente importante para la construccin de cosmopolticas en la contemporaneidad. Espero que las contribuciones de este libro tambin lo sean.