La Casa Maldita

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LA CASA MALDITA

Howard Phillips Lovecraft


I
Rara vez deja de haber irona incluso en el mayor de los horrores. Algunas
veces forma parte directa de la trama de los sucesos, mientras que otras
slo atae a la posicin fortuita de stos entre las personas y los lugares Un
magnfico ejemplo de este ltimo caso puede encontrarse en la antigua
ciudad de Providence, donde acostumbraba a ir Edgar Allan Poe, a mediados
del siglo pasado, durante su infructuoso galanteo a Mrs. Whitman, poeta de
excelentes dotes. Poe sola parar en la Mansin House nuevo nombre de la
Hostera de la Bola de Oro, cuyo techo cobij a Washington, a Jefferson y a
Lafayette, y su paseo preferido era hacia el Norte, por la misma calle,
donde se encontraban la casa de Mts. Whitman y el vecino cementerio de St.
John, situado en la falda de la colina, cuyo recoleto recinto, con abundancia
de lpidas del siglo XVII, le fascinaba de manera especial.
Lo irnico del caso es que en el curso de aquel paseo, tantas veces repetido,
el ms grande maestro de lo terrible y de lo fantstico tena que pasar por
delante de cierta casa situada en el lado oriental de la calle; un edificio
deslucido y anticuado que se hallaba posado sobre la brusca subida de la
ladera de la colina, con un amplio y descuidado jardn que databa de la
poca en que la regin era en parte campo abierto. No parece que Poe
escribiera o hablara nunca de la casa, ni se tiene noticia de que hubiera
reparado en ella. y, sin embargo, aquella morada para las dos personas en
posesin de cierta informacin, iguala o supera en horror a las ms
descabelladas fantasas del genio que con tanta frecuencia pas por delante
de ella sin saber lo que ocultaba y se alza con mirada maliciosa y rgida
como smbolo de todo lo que es indeciblemente espantoso.
La casa era en realidad, contina siendo de las que atraen el inters de
los curiosos. Originalmente granja, por lo menos en parte, tena el habitual
aspecto colonial de las casas prsperas de tejado puntiagudo de la Nueva
Inglaterra de mediados del siglo XVIII, con dos pisos y tico, prtico
georgiano y paredes interiores recubiertas de madera, como dictaba la
evolucin del gusto en esa poca. Estaba orientada hacia el Sur y tena un
elevado tejado cuyos dos aleros daban, respectivamente, a la ladera de la
colina y a la calle. Su construccin, de hace ms de siglo y medio, se haba
adaptado al nivelado y al enderezamiento del camino en aquella vecindad

particular, pues Benefit Street, llamada originalmente Back Street, se traz


como sinuoso sendero entre los sepulcros de los primeros colonos y slo se
enderez cuando el traslado de los cadveres al Cementerio del Norte
permiti abrir camino a travs de los antiguos predios familiares.
En un principio, el muro posterior se alzaba sobre un campo de hierba que
quedaba como a veinte pies por encima del nivel de la calle, pero un
ensanchamiento de sta; aproximadamente en tiempos de la Guerra de la
Independencia, absorbi casi todo el espacio intermedio y dej los cimientos
al aire, por lo que hubo que construir en el stano un muro de ladrillo, que
dio a esta hundida parte de la casa una fachada dotada de puerta y dos
ventanas por encima del nivel del suelo, casi a la altura de la calle nueva.
Cuando se construy la acera hace un siglo, se elimin el resto del espacio
intermedio, y en sus paseos Poe debi de ver slo un muro vertical de
ladrillo que naca del borde de la acera, coronado a una altura de diez pies
por la pesada silueta de la antigua casa entejada propiamente dicha.
Los terrenos, propiedad de la familia, se extendan por la parte trasera y
suban un buen trecho por la loma, hasta casi llegar a Wheaton Street. El
espacio al sur de la casa, el que lindaba con Benefit Street, quedaba,
naturalmente, muy por encima del nivel de la actual acera, formando una
plataforma que acababa en un muro de guijas hmedas y mohosas horadado
por un tramo muy inclinado de estrechos escalones que conduca al interior,
entre paredes que formaban una especie de desfiladero, y desembocando en
la parte superior en un despeinado macizo de csped, muros de ladrillo
rezumantes y jardines descuidados, cuyas desmanteladas urnas de
cemento, tiestos herrumbosos cados de trpodes de nudosas patas y
objetos parecidos hacan parecer ms atractiva, por contraste, la puerta
principal, maltratada por la intemperie, con su montante roto, pilastras
jnicas podridas y carcomida cornisa triangular.
Lo que o de muchacho acerca de la Casa Maldita fue simplemente que la
gente mora en ella en cantidad alarmante. Esa haba sido la razn, me
decan, por la que sus primeros propietarios la haban abandonado unos
veinte aos despus de haberla construido. La casa era, evidentemente,
malsana, tal vez a. causa de la humedad y de los hongos que crecan en el
stano, del tufo enfermizo que lo contaminaba todo, de las corrientes de los
pasillos o de la calidad del agua de la bomba y del pozo. Estas cosas ya eran
lo bastante malas y a ellas culpaban, las personas que yo conoca, de las
desgracias de la casa. nicamente los cuadernos de notas, de mi to el
anticuario, Dr. Elihu Whipple, me revelaron detalladamente las ms oscuras y
vagas suposiciones que formaban una corriente folklrica subterrnea entre
los sirvientes ms antiguos y la gente humilde, conjeturas que nunca
llegaron muy lejos y fueron en su mayor parte olvidadas cuando Providence
se convirti en ciudad importante con una poblacin moderna y cambiante.

En realidad, los habitantes serios de la ciudad nunca consideraron la casa


como encantada exactamente. No se hablaba de ruidos de cadenas, ni de
heladas corrientes de aire, ni de apagones de luces, ni de caras en las
ventanas. Los extremistas decan que traa mala suerte, pero no pasaban
de ah. Lo indiscutible era que en ella moran gran nmero de personas, o,
mejor dicho, que en ella haban muerto un gran nmero de personas, pues
despus de ciertos peculiares acontecimientos ocurridos all hace ms de
sesenta aos, el edificio haba quedado abandonado debido a la
imposibilidad de alquilarlo. Aquellas personas no murieron todas
repentinamente por una causa determinada; pareca ms bien que su
vitalidad iba siendo minada de un modo insidioso y que su resistencia
dependa de su mayor o menor fortaleza natural. Y las que no moran
mostraban en diversos grados un tipo de anemia o consuncin, y a veces
una decadencia de las facultades mentales, que no hablaban a favor de la
salubridad del edificio. Debe aadirse que las casas vecinas parecan estar
completamente libres de aquella perniciosa condicin.
Esto es cuanto saba antes que mis insistentes preguntas llevaran a mi to a
mostrarme las notas que finalmente nos embarcaron en nuestra espantosa
investigacin. En mi niez, la Casa Maldita estaba vaca, con sus rboles
desnudos, nudosos y viejos, su alta hierba de una palidez extraa y cizaa
de aspecto de pesadilla en el abandonado patio en el que jams se posaban
los pjaros. Los muchachos solamos invadir la finca, y an recuerdo mi
terror juvenil provocado no slo por la morbosa calidad de aquella siniestra
vegetacin, sino ante la atmsfera y el olor de la ruinosa casa, cuya puerta
abierta cruzbamos frecuentemente en busca de emociones. Los cristales de
las ventanas estaban rotos en su mayora, y una indescriptible desolacin
rodeaban los precarios paneles de madera que cubran las paredes, los
desvencijados postigos interiores, el papel de los muros que colgaba a tiras,
la escayola que se desmoronaba, las inseguras escaleras y los pocos
muebles estropeados que todava quedaban. El polvo y las telaraas daban
un mayor matiz de abandono a aquel ambiente atemorizador, y muy valiente
tena que ser el muchacho que se aventuraba por la escalera que conduca al
desvn, una pieza espaciosa y alargada, con vigas al descubierto, iluminada
solamente por la incierta luz de las pequeas buhardillas de sus extremos y
repleta de un montn de arcones, sillas y ruecas rotas que infinitos aos de
abandono haban cubierto y adornado de formas monstruosas y diablicas.
Pero, despus de todo, el desvn no era la parte ms terrible de la casa. Lo
que nos provocaba mayor repulsin era el hmedo stano, aunque quedaba
completamente por encima del nivel del suelo en el lado que miraba a la
calle, separado de la concurrida acera por un endeble tabique de ladrillo en
el que se abran una puerta y una ventana. No sabamos si frecuentarlo
atrados por su estmulo fantasmal, o rehuirlo para bien del alma y la
cordura. En primer lugar, el mal olor de la casa era ms pronunciado all; y,
adems, no nos gustaban la blanca fungosidad que brotaba algunas veces
del duro suelo de tierra en los veranos lluviosos. Aquellos hongos, de

grotesco parecido con la vegetacin del patio exterior, tenan formas


verdaderamente horribles, detestables caricaturas de setas de especies
desconocidas. Se pudran pronto y en determinada fase de su
descomposicin adquiran una leve fosforescencia, de modo que los
transentes nocturnos hablaban, a veces, de los fuegos fatuos que brillaban
detrs de los destrozados cristales de las ventanas, por las que se esparca
el mal olor.
Nunca, ni siquiera en las ms descabelladas vsperas de Todos los Santos,
bajamos al stano de noche, pero en algunas de nuestras visitas diurnas
pudimos percibir la fosforescencia, especialmente si el da era oscuro y
hmedo. Tambin captbamos a menudo una cosa ms sutil, algo muy
extrao que era, sin embargo, y en el mejor de los casos, apenas una
sugestin. Me refiero a una mancha nebulosa y blanquecina en el suelo de
tierra, un depsito, vago y cambiante de moho y nitro que, en ocasiones,
creamos ver entre la esparcida fungosidad cerca del inmenso fogn de la
cocina del stano. Algunas veces nos pareca que aquella mancha tena una
extraa semejanza con la figura de una persona encorvada, aunque
generalmente no exista tal parecido, y con frecuencia ni siquiera la veamos.
Cierta tarde de lluvia en que aquella sensacin fue particularmente intensa y
en que, adems, haba credo ver una especie de emanacin tenue,
amarillenta y temblorosa que brotaba del dibujo en direccin a la campana
de la chimenea, le habl a mi to del asunto. Se limit a sonrer ante aquella
curiosa fantasa, pero me pareci que haba en su sonrisa un matiz de
reminiscencia. Ms tarde me enter de que en algunas de las antiguas
leyendas que circulaban por la regin haba una idea similar a la ma, una
idea que tambin aluda a las formas de vampiro y de lobo que tomaba el
humo de la gran chimenea, y de los anmalos contornos adoptados por
algunas de las retorcidas races de rbol que se abran camino hasta el
stano por entre las piedras sueltas de los cimientos.
II
Mi to no me dio a conocer las notas e informes que haba reunido acerca de
la Casa Maldita hasta que fui un hombre adulto. El Dr. Whipple era un mdico
sensato y conservador de la antigua escuela, y a pesar del inters que le
inspiraba la casa no deseaba alentar a un muchacho a pensar en cosas
anormales. Sus propias opiniones, en el sentido de que el edificio haba sido
construido en un paraje insalubre, no tenan nada de anormal, pero se daba
cuenta de que el pintoresquismo de lo que haba suscitado su propio inters
podra asociarse en la mente fantstica de un muchacho con toda clase de
macabras imaginaciones.
Mi to era un soltern, un hombre de pelo blanco, de rostro rasurado vestido
a la antigua e historiador local notable, que haba roto frecuentemente una
lanza contra guardianes de la tradicin tan polmicos como Signey S. Rider

y Thomas W. Bicknell. Viva con un criado en una antigua casa georgiana de


aldabn, escalinata y barandal de hierro que se alzaba amenazadoramente
en North Court, calle de empinada pendiente, junto a la mansin colonial de
ladrillo en la que su abuelo primo de un famoso corsario, el capitn
Whipple, que en 1772 quem la goleta Gaspee de Su Majestad, haba
votado el 4 de mayo de 1776 por la independencia de la colonia de Rhode
Island. A su alrededor, en la hmeda biblioteca de techo bajo y blancos
paneles que la humedad haca amarillear, de pesada repisa tallada sobre la
chimenea y ventanas de pequeos cristales color vino, se guardaban las
reliquias y documentos de su antigua familia, entre los cuales haba muchas
ambiguas alusiones a la Casa Maldita de Benefit Street. Ese malsano lugar
no se encuentra lejos, pues Benefit Street corre a lo largo del borde de la
precipitada pendiente por encima del Tribunal, por donde treparon las
primeras casas de los colonizadores.
Cuando mi to me consider lo bastante maduro como para digerirla, puso
ante mis ojos una crnica realmente extraa. A pesar de la longitud de su
contenido, lleno de estadsticas y montonas genealogas, corra por ella
una hebra continua de tenaz y persistente horror y de malignidad
preternatural que me impresionaron ms que al buen doctor. Sucesos
independientes encajaban entre si de manera asombrosa, y detalles al
parecer insignificantes prometan un potencial de espantosas posibilidades.
Una nueva y ardiente curiosidad brot en m, comparada con la cual la que
sent de muchacho era dbil y rudimentaria. La primera revelacin me llev a
realizar una investigacin a fondo y finalmente a aquella estremecedora
bsqueda que result tan desastrosa para m y para los mos. Pues mi to
insisti en unirse a las pesquisas que yo haba iniciado, y tras haber estado
cierta noche en aquella casa, no volvi a salir conmigo. Ahora estoy solo, sin
aquel espritu amable cuyos largos aos estuvieron llenos de honor, virtud,
buen gusto, benevolencia y erudicin. He erigido una urna de mrmol en
memoria suya en el Cementerio de St. John el lugar bien amado de Poe,
el recogido soto de altsimos sauces que queda sobre la loma, en donde
tumbas y lpidas se agrupan serenamente entre la mole blanquecina de la
iglesia, las casas y los muros de contencin de Benefit Street.
La historia de la casa, que se abra paso entre un laberinto de fechas, no
revelaba nada siniestro en lo referente a su construccin, ni en lo referente a
la honorable familia que la edific. Y, sin embargo, desde sus comienzos la
rode un aura de calamidades, que pronto adquiri proporciones de mal
agero. La historia cuidadosamente recopilada por mi to comenzaba con la
construccin del edificio en 1763, y desarrollaba el tema con una
desacostumbrada cantidad de detalles. Sus primeros moradores fueron
William Harris, su esposa Rhoby Dexter y sus hijos, Elkanah, nacida en 1755;
Abigail, nacida en 1757; William, Junior, nacido en 1759, y Ruth, nacida en
1761. Harris era un adinerado mercader y marino, dedicado al comercio con
las Indias Occidentales y relacionado con la firma de Obadiah Brown y sus
sobrinos. Despus de la muerte de Brown en 1761, la nueva casa de

Nicholas Brown & Co. le nombr capitn del bergantn Prudence, construido
en Providence, de 120 toneladas, lo que le permiti construir la nueva casa
que haba anhelado tener desde que contrajo matrimonio.
El lugar que haba elegido una parte de la recientemente enderezada Back
Street, calle nueva y de buen vecindario, que corra a lo largo de la ladera de
la colina que dominaba el populoso Cheapside reuna todo lo que pudiera
desearse, y la casa haca honor al solar que ocupaba. Era todo lo buena que
poda ser dada una fortuna moderada, y Harris se apresur a mudarse a ella
antes que naciera el quinto hijo que esperaba la familia. Este hijo, un varn,
lleg en diciembre, pero naci muerto. Durante un siglo y medio no iba a
nacer en aquella casa ningn nio vivo.
En el mes de abril, cayeron enfermos los nios, y Abigail y Ruth murieron
poco despus. El Dr. Job Ives diagnostic el mal como una clase de fiebre
infantil, aunque hubo otros que hablaron de simple debilitacin y
decaimiento. En cualquier caso, la enfermedad pareca ser contagiosa, pues
en el mes de junio Hannah Bowen, una de las dos criadas de la casa, muri
de la misma dolencia. Eh Lideason, la otra criada, se quejaba
constantemente de debilidad, y hubiera regresado a la granja de su padre de
no haber sido por el gran cario que le cobr a Mehitabel Rehoboth, que
haba reemplazado a Hannah. Eh falleci al ao siguiente, ao triste en
verdad, pues en l muri el mismo William Harris, debilitado por el clima de
la Martinica, donde sus ocupaciones lo haban retenido durante largas
temporadas en la dcada anterior.
Rhoby, su viuda, nunca se repuso de la prdida de su marido, y la muerte de
su primognita, Elkanah, ocurrida dos aos despus, signific el golpe
decisivo a su razn. En 1768 fue vctima de una locura benigna, y qued
recluida en el piso superior de la casa; su hermana mayor, Mercy Dexter,
soltera, lleg a la casa para cuidar de la familia. Mercy era una mujer muy
poco agraciada, huesuda y de gran fortaleza fsica; pero su salud empeor
visiblemente desde su llegada. Profesaba un profundo afecto a su
desventurada hermana y un cario especial al nico sobrino que le quedaba,
William, que luego de haber sido un nio fuerte y robusto se haba
convertido en un muchacho flacucho y enfermizo. Ese mismo ao muri
Mehitabel, y el otro criado, Preserved Smith, se march sin dar una
explicacin coherente, o aduciendo simplemente algunas historias poco
razonables y diciendo que no le gustaba el olor de la casa. Durante algn
tiempo, Mercy no pudo conseguir ms ayuda, pues siete muertes y un caso
de locura, todo ello en un perodo de cinco aos, haban comenzado a
fomentar habladuras, repetidas primeramente junto a la lumbre, y
convertidas luego en absurdos rumores. Finalmente, consigui unos criados
que no eran del pueblo: Ann White, una mujer melanclica de la parte de
North Kingstown que hoy forma la villa de Exeter, y un hombre competente
venido de Boston que se llamaba Zenas Low.

Ann White fue la primera en dar forma definida a los rumores. Mercy nunca
debi tomar a criada alguna de la comarca de Nooseneck Hill, pues esas
tierras remotas y atrasadas eran entonces, como hoy, semillero de las ms
inquietantes supersticiones. En 1892, fecha relativamente reciente, las
gentes de Exeter desenterraron un cadver y quemaron ceremonialmente el
corazn para impedir ciertas supuestas apariciones nocivas para la salud y
la paz de la poblacin, y puede imaginarse cul era el punto de vista de esa
comarca en 1768. Ann habl mucho e indiscretamente, y al cabo de unos
meses Mercy la despidi reemplazndola con una fiel y amable criada de
Newport, Mara Robbins.
Mientras tanto, la infortunada Rhoby Harris, en su locura daba rienda suelta
a sueos y falsas aprensiones de la ms horrible especie. Haba veces en
que sus gritos se hacan insoportables y durante largos perodos deca tales
horrores que su hijo tuvo que ser enviado a casa de su primo, Peleg Harris,
que viva, en Presbyterian Lane, cerca del nuevo edificio del colegio
universitario. El muchacho pareca mejorar despus de estas visitas, y de
haber sido Mercy tan. inteligente como bien intencionada, hubiera dejado
que el chico se quedara a vivir permanentemente en casa de Peleg. La
tradicin no est de acuerdo en lo que Mrs. Harris gritaba en sus estallidos
de violencia, o, mejor dicho, los relatos son tan absurdos que se invalidan a
s mismos. Pues resulta, efectivamente, absurdo or que una mujer que
solamente tena rudimentarios conocimientos del francs, gritara durante
horas enteras empleando un francs grosero y coloquial, o que, la misma
persona, en la vigilada soledad de su habitacin, se quejara amarga y
excitadamente de una presencia que la miraba fijamente y la atormentaba
con dentelladas y mordiscos. Zena, el criado, muri en 1772, y cuando
Mistress Harris se enter, lo celebr con risas y alborozo, algo
incomprensible en ella. Al ao siguiente falleci, siendo enterrada en el
Cementerio del Norte, junto a su marido.
Cuando comenz la guerra con Inglaterra en 1775, William Harris, a pesar de
sus diecisis aos y de su endeble constitucin, consigui alistarse en el
Ejrcito de Observacin a las rdenes del general Greene, y a partir de
entonces empez a mejorar de salud y a ganar en prestigio. En 1780, siendo
capitn de las fuerzas de Rhode Island en Nueva Jersey, mandadas por el
coronel Angell, conoci a Phebe Hetfield, de Elizabeth town, contrajo
matrimonio con ella y la llev consigo a Providence al ao siguiente cuando
le licenciaron honrosamente en el ejrcito.
El regreso del joven soldado no fue un acontecimiento feliz. La casa, es
cierto, se encontraba an en buen estado; la calle se haba ensanchado y le
haban cambiado el nombre de Back Street por el de Benefit Street. Pero el
antes robusto cuerpo de Mercy Dexter se haba encogido y desmejorado
curiosamente, y ahora era una pattica figura encorvada de voz cavernosa y
desconcertante palidez, caracterstica singularmente compartida por Mara,
la nica criada que quedaba. En el otoo de 1782, Phebe Harris dio a luz una

hija muerta, y el da 15 del siguiente mes de mayo, Mercy falleca tras una
vida laboriosa, austera y virtuosa.
William Harris, convencido por fin de la naturaleza radicalmente malsana de
su casa, decidi abandonarla y cerrarla para siempre. Consigui alojamiento
provisional para su esposa y para l en la Hostera de la Bola de Oro,
recientemente abierta, y dispuso la construccin de una casa nueva y mejor
en Westminster Street, en el ensanche de la ciudad, al otro lado del Gran
Puente. All naci en 1785 su hijo Dutee, y all vivi la familia hasta que el
desarrollo y necesidades del comercio los llevaron a instalarse al otro lado
del ro; y ms all de la loma en Angell Street, en el nuevo bardo residencial
del Este, en donde el desaparecido Archer Harris construy su suntuosa y
fea residencia con tejado a la francesa en 1876. William y Phebe murieron
vctimas de la epidemia de fiebre amarilla en 1797, pero Dutee fue criado por
su primo Rathbone Harris, hijo de Peleg.
Rathbone era un hombre prctico y arrend la casa de Benefit Street, a pesar
del deseo de William de conservarla desalquilada. Juzg que tena la
obligacin hacia su pupilo de sacar el mximo beneficio del patrimonio del
muchacho, y no le importaron las muertes y enfermedades que ocasionaron
continuos cambios de inquilinos, ni la creciente aversin que la casa
generalmente inspiraba. Es probable que sintiera nicamente enojo cuando,
en 1804, las autoridades municipales le dieron orden de fumigarla con
azufre, alquitrn y alcanfor como consecuencia del comentado fallecimiento
de cuatro personas, probablemente causado por un brote de fiebre
epidmica. Se dijo que el lugar ola a fiebre.
El propio Dutee no pens gran cosa en la casa, pues lleg a ser oficial de un
barco corsario y prest servicios con distincin en el Vigilant, mandado por
el capitn Cahoone en la guerra de 1812. Regres ileso, contrajo matrimonio
en 1814 y fue padre aquella memorable noche del 23 de septiembre de 1815,
en que una gran tormenta arrastr las aguas de la baha hasta que cubrieron
la mitad de la ciudad lanzando una gran balandra a buena altura de
Westminster Street de modo que sus mstiles casi golpearon las ventanas
de los Harris en simblica afirmacin de que el recin nacido, Welcome, era
hijo de marino.
Welcome no sobrevivi a su padre, pero s vivi lo suficiente para morir
gloriosamente en Fredericksburg en 1862. Ni l ni su hijo Archer supieron
nada de la Casa Maldita, sino que era un engorro casi imposible de arrendar,
tal vez a causa de la perniciosa humedad y del olor a viejo y a abandono. En
realidad, no volvi a ser alquilada despus de una serie de muertes que
culminaron en 1861, y que pasaron inadvertidas a causa de la emocin de la
guerra. Carrington Harris, el ltimo descendiente varn de la familia, la
conoca slo como un lugar abandonado, pintoresco y centro de leyendas
hasta que yo le cont mi experiencia. Se propona derribarla y construir en el
solar un nuevo edificio de apartamentos, pero despus de mi relato decidi

dejarla en pie, instalar caeras y alquilarla. No se ha tropezado todava con


ninguna dificultad para encontrar inquilinos. El horror ha desaparecido.
III
Puede imaginarse lo profundamente que me impresionaron los anales de los
Harris. En esta ininterrumpida historia pareca anidar una persistente maldad
superior a todo lo que yo haba conocido en la naturaleza; una maldad
claramente relacionada con la casa, y no con la familia. Confirm esta
impresin la coleccin menos sistemtica de heterogneos datos de mi to
leyendas procedentes de habladuras de criados, recortes de peridicos,
copias, certificados de defuncin extendidos por mdicos colegas suyos y
cosas semejantes. No puedo reproducir todo ese material, pues mi to fue un
incansable investigador del pasado y sinti gran inters por la Casa Maldita;
pero puedo referirme a diversos puntos destacados que llaman la atencin
por su repeticin en muchos informes procedentes de diversas fuentes. Por
ejemplo, los rumores de la servidumbre coincidan casi unnimemente en
atribuir al stano, con sus hongos y su mal olor, la supremaca en la
perniciosa influencia. Hubo criadas Ann White especialmente que se
resistan a usar la cocina del stano, y por lo menos tres leyendas muy
concretas hablaban de las extraas formas, casi humanas o diablicas, que
tomaban las races de los rboles y las manchas de moho en esa parte de la
casa. Estas ltimas me interesaban profundamente recordando lo que yo
haba visto de chico, pero tuve la sensacin de que la mayor parte de lo
importante haba quedado en cada caso oscurecido en buena parte por
aadiduras sacadas del comn acerbo de cuentos locales de fantasmas.
Ann White, con su supersticin tpica de Exeter, haba difundido la ms
estrambtica y al mismo tiempo ms coherente de las historias o patraas,
segn la cual tena que estar enterrado bajo la casa uno de esos vampiros, o
muertos que conservan la forma corporal y viven de la sangre o del aliento
de los seres vivos, cuyas espantosas huestes envan sus formas o espritus
acechantes al exterior durante la noche. Para acabar con un vampiro, dicen
las comadres, hay que desenterrarlo y quemarle el corazn, o por lo menos
atravesrselo con una estaca, y la tenaz insistencia de Ann en que deba
cavarse el suelo del stano en busca de cadveres haba sido la causa
principal de que la despidieran.
Pero sus historias encontraron un amplio auditorio, y se aceptaron ms
fcilmente porque la casa estaba edificada efectivamente en un lugar que en
otra poca sirviera de cementerio. Para m esto tena menos importancia que
ciertos detalles realmente desconcertantes la queja del criado, Preserved
Smith, que haba precedido a Ann sin or jams hablar de ella, de que algo
le chupaba el aliento por la noche; los certificados de defuncin de las
vctimas de la fiebre en 1804, expedidos por el Dr. Chad Hopkins, es que se
mencionaba que las cuatro personas carecan inexplicablemente de sangre;

y los oscuros desvaros de la pobre Rhoby Harris cuando se quejaba de los


agudos dientes y ojos vidriosos de una presencia semivisible.
Aunque libre de vanas supersticiones, estas cosas me producan una
extraa sensacin que se intensific al leer dos recortes de peridico de
fechas muy distintas relativos a muertes acaecidas en la Casa Maldita uno
de la Providence Gazette and Country-Journal, del 12 de abril de 1815, y el
otro del Daily Transcript and Chronicle, del 27 de octubre de 1845, y que
detallaban un espeluznante suceso cuya repeticin resultaba extraa. Parece
ser que en ambos casos la persona agonizante, en 1815 una dulce anciana
llamada Stafford, y en 1845 un maestro de mediana edad llamado Eleazer
Durfee, se transfigur horriblemente, vidrindose su mirada e intentando
morder la garganta del mdico que le atenda: Todava ms extrao fue el
caso que puso trmino al alquiler de la vivienda, una serie de muertes por
anemia precedidas de locura en el curso de la cual los enfermos atentaban
contra la vida de sus parientes mediante incisiones en el cuello o en las
muecas.
Esto ocurri en 1860 y 1861, cuando mi to comenzaba a ejercer su profesin
de mdico; y antes de partir para el frente oy hablar mucho del caso a sus
colegas ms viejos. Lo que resultaba verdaderamente inexplicable era la
forma en que las vctimas gente ignorante, pues aquella casa maloliente y
rehuida no poda alquilarse a otra clase de personas, balbuceaban
imprecaciones en francs, lengua que era imposible que hubieran estudiado
verdaderamente. Aquello haca pensar en la pobre Rhoby Harris de casi cien
aos antes, y tanto impresion esto a mi to que empez a reunir datos
histricos acerca de la casa a su regreso de la guerra, despus de escuchar
los relatos personales de los doctores Chase y Whitmarsh. Realmente,
comprob que mi to haba pensado mucho en el asunto y de que se
alegraba de mi propio inters abierto y comprensivo que le permita discutir
conmigo cosas de las que otros se hubieran redo. Su imaginacin no haba
llegado tan lejos como la ma, pero presenta que el lugar tena algo de raro
por su potencial para la imaginacin y que mereca ser tenido en cuenta
como inspiracin en el terreno de lo grotesco y lo macabro.
Por mi parte estaba dispuesto a tomar todo el asunto con gran seriedad y
empec inmediatamente no slo a revisar las pruebas, sino a acumular
tantos datos como pudiera reunir. Habl muchas veces con Archer Harris, el
anciano propietario de la casa, antes que muriera en 1916, y obtuve de l y
de su hermana soltera todava viva, una autntica corroboracin de todos
los datos que mi to haba reunido acerca de la familia. Pero cuando les
pregunt qu relacin pudo tener la casa con Francia o con su lengua, se
confesaron tan desconcertados e ignorantes respecto a ese asunto, como
yo. Archer nada saba, y lo nico que pudo decir su hermana era que
posiblemente su abuelo, Dutee Harris, haba odo hablar de algo capaz de
arrojar alguna luz sobre el tema. El viejo marino, que sobrevivi dos aos a
su hijo muerto en la guerra, no conoci por si mismo la leyenda, pero

recordaba que su primera niera, la anciana Mara Robbins, pareca estar


vagamente enterada de algo que poda haber dado cierto extrao significado
a los desvaros franceses de Rhoby Harris que tantas veces haba odo en
los ltimos das de aquella desgraciada mujer. Mara haba vivido en la Casa
Maldita desde 1769 hasta que la familia se mud en 1783 y haba visto morir
a Mercy Dexter. Una vez le insinu algo a Dutee, an nio, sobre un detalle
algo extrao de los ltimos momentos de Mercy, pero el chico lo haba
olvidado todo excepto que se trataba de algo raro. La nieta recordaba aquel
detalle de un modo confuso. Ni ella ni su hermano estaban tan interesados
en la casa como Carrington, el hijo de Archer y actual propietario, con quien
habl despus de lo que me pas.
Una vez que consegu de la familia Harris todos los datos que saban, me
dediqu a investigar los antiguos archivos y documentos de la ciudad con
ms cuidado y minuciosidad que lo haba hecho mi to. Lo que buscaba era
una historia completa del solar en que se construy la casa desde la
fundacin de la ciudad, ocurrida en 1636, o aun desde tiempos anteriores, si
es que poda desenterrar alguna leyenda de los indios Narragansett con el
fin de obtener los datos. Encontr, para empezar, que aquellos terrenos
formaron parte de una larga franja de tierra otorgada originalmente a John
Throckmorton, una de las muchas similares que comenzaban en Town
Street, junto al ro, y se extendan sobre la colina hasta un lugar que
coincida aproximadamente con la de la moderna Hope Street. La propiedad
de Throckmorton, naturalmente, se haba subdividido posteriormente, y
dediqu mucho tiempo y trabajo a investigar qu haba sido de aquella parte
por la que luego correra Back o Benefit Street. Parece, segn rumores, que
haba sido el cementerio de los Throckmorton, pero cuando estudi ms
cuidadosamente los documentos, descubr que todas las tumbas haban
sido trasladadas en una fecha anterior al Cementerio del Norte, situado en la
Pawtucket West Road.
Y de pronto encontr, por pura casualidad, pues no estaba en los legajos
principales y muy bien pudo pasarme inadvertido, algo que me emocion
profundamente, pues encajaba con algunos de los aspectos ms extraos
del caso. Era un documento de arrendamiento de 1697, relativo a un
pequeo trozo de tierra, y otorgado a un tal Etienne Roulet y a su esposa. Al
fin haba aparecido el elemento francs, y tambin otro ms profundamente
horripilante que el nombre evoc extrayndolo de mis inslitas y
heterogneas lecturas, lo que me llev a estudiar febrilmente el plano del
lugar tal como haba sido antes del trazado de la Back Street entre 1747 y
1758. Encontr lo que a medias esperaba; en el solar donde se alzaba ahora
la Casa Maldita, detrs de una casita de planta baja, los Roulets haban
enterrado a sus muertos, sin que existiera constancia de ningn traslado de
tumbas. El documento terminaba de un modo confuso y tuve que buscar en
los archivos de la Sociedad Histrica de Rhode Island y en la Biblioteca
Shepley hasta encontrar una referencia local al nombre de Etienne Roulet.
Por fin encontr algo y de tan vago y monstruoso significado que decid

investigar inmediatamente el stano de la Casa Maldita con una nueva y


emocionada minuciosidad.
Al parecer, los Roulets llegaron en 1696 de East Greenwich a la costa
occidental de la baha de Narragansett. Eran hugonotes procedentes de
Caude, y haban tropezado con una fuerte oposicin antes de que se les
permitiera instalarse en Providence. La impopularidad les haba acosado en
East Greenwich, a donde llegaron en 1686 despus de la revocacin del
Edicto de Nantes, y decan las malas lenguas que la ojeriza proceda de algo
ms que de los prejuicios raciales o nacionales, o de las rencillas sobre
tierras que afectaron a otros colonizadores franceses que disputaron con los
ingleses, rencillas que ni siquiera el gobernador Andros pudo apaciguar.
Pero su ardiente protestantismo demasiado ardiente, segn algunos y
su manifiesta afliccin cuando los echaron del pueblo hizo que les
concedieran refugio; y el aceitunado Etienne Roulet, menos ducho en faenas
agrcolas que en leer extraos libros y dibujar raros diagramas, logr que le
dieran un puesto de oficinista en el muelle de Pardon Tillinghast, en el
extremo sur de Town Street. Pero tuvo lugar un alboroto de algn tipo, tal
vez cuarenta aos ms tarde, despus de la muerte del viejo Roulet, y nadie
pareca haber vuelto a or hablar de la familia desde entonces.
Al parecer, durante ms de un siglo se record bien a los Roulet, y se habl
frecuentemente de ellos como protagonistas de incidentes ocurridos en la
vida apacible del puerto de Nueva Inglaterra. Paul, el hijo de Etienne,
muchacho taciturno cuya conducta impredecible probablemente haba
provocado el escndalo que hizo desaparecer a la familia, fue especialmente
motivo de conjeturas; y aunque Providence no comparti nunca los temores
a la brujera de sus vecinos puritanos, insinuaban las viejas comadres que
las plegarias de Paul no eran proferidas en el momento adecuado ni
dirigidas a quien deban dirigirse. Todo esto constituy la base de la leyenda
conocida por la anciana Mara Robbins. La relacin que pudiera tener con
los desvaros en francs de Rhoby Harris y de otros habitantes de la Casa
Maldita, slo podran determinarlo la imaginacin o algn descubrimiento
futuro. Me pregunt cuntos de los que haban conocido las leyendas haban
sabido de aquel eslabn ms con lo terrible, que mis extensas lecturas me
permitieron descubrir; un dato significativo encontrado en los anales del
horror morboso y que habla de Jacques Roulet, de Caude, condenado en
1598 a morir en la hoguera por demonaco, salvado luego de las llamas por
el Parlament de Pars y encerrado en un manicomio. Fue encontrado en un
bosque cubierto de sangre y de jirones de carne, poco despus de que una
pareja de lobos dieran muerte a un muchacho y lo despedazaran. Se haba
visto escapar ileso a uno de los lobos. Sin duda una bonita historia para
escucharla al lado de la chimenea, con un nombre y un lugar extraamente
significativos, pero llegu a la conclusin de que no era posible que los
chismosos de Providence en general pudieran conocerla. De haberse
sabido, la coincidencia de los nombres hubiera provocado acciones
drsticas inducidas por el miedo, aunque, no pudo haber sido su difusin,

aunque entre susurros, la causa del alboroto final que hizo desaparecer a los
Roulet de la ciudad?
Comenc a visitar el lugar maldito con creciente frecuencia, a estudiar la
malsana vegetacin del jardn, a examinar todas las paredes de la casa y a
revisar, pulgada a pulgada, el suelo de tierra del stano. Finalmente, con
permiso de Carrington Harris, me procur una llave para la puerta del stano
que haba dejado de usarse y que daba directamente a Benefit Street, pues
prefera tener una salida ms directa al exterior que la que brindaban las
oscuras escaleras, el vestbulo del piso bajo y la puerta principal. All, donde
lo morboso acechaba en cada rincn, investigu y hurgu en los largos
atardeceres en que el sol se filtraba por la puerta cubierta de telaraas que
quedaba por encima del nivel del piso y que me situaba tan slo a unos
cuantos pies de la apacible acera de la calle. Ninguna novedad premi mi
labor, slo la deprimente y mohosa humedad y las leves sugerencias de
olores desagradables y salitrosos perfiles en el suelo, y supongo que
muchos transentes debieron de mirarme con curiosidad a travs de los
cristales rotos.
Finalmente, por una sugerencia de mi to, decid convertir en nocturnas mis
visitas, y una noche de tormenta gui el rayo de luz de una linterna elctrica
por el suelo rezumante en que se dibujaban extraas siluetas y en el que
brotaban hongos semifosforescentes. El lugar me haba deprimido
curiosamente aquella tarde, y casi estaba preparado cuando v o cre ver
entre los blanquecinos sedimentos la silueta especialmente definida de la
sombra encorvada que haba imaginado desde muchacho. Su claridad era
asombrosa y sin precedentes, y mientras la observaba cre ver de nuevo el
tenue y tembloroso hlito amarillento que me haba asustado una tarde
lluviosa. haca muchos aos.
Se elev por encima de la mancha antropomrfica de moho que haba junto
a la chimenea: era un vapor sutil, malsano, casi luminoso que mientras
flotaba tembloroso en el aire hmedo pareca adoptar una forma vaga,
incierta y maligna, para luego disiparse gradualmente en una desvada nube
subiendo a travs de la oscuridad de la gran chimenea y dejando un
repulsivo hedor a su paso. Fue en verdad horrible, y mucho ms para m, por
lo que saba del lugar. Negndome a huir, lo contempl hasta que se
desvaneci, y mientras lo miraba sent que tambin aquello me observaba
vidamente con ojos ms imaginables que visibles. Cuando se lo cont a mi
to le impresion profundamente, y despus de una hora de reflexin, tom
una decisin definitiva y drstica. Sopesando mentalmente la importancia de
la cuestin, y el significado de nuestra relacin con ella, insisti en que
ambos debamos probar, y si era posible destruir, el misterioso horror de la
casa dedicndonos una noche, o varias, a vigilar juntos, dispuestos a actuar
violentamente en aquella bodega mohosa y apestada de los hongos.

IV
El mircoles, 25 de junio de 1919, despus de informar debidamente a
Carrington Harris, aunque sin comunicarle lo que esperbamos encontrar, mi
to y yo llevamos a la Casa Maldita dos hamacas y un catre de campaa
plegables junto con unos aparatos cientficos de gran peso y complejidad.
Pusimos todo en el stano durante el da y tapamos las ventanas con papel,
con la intencin de volver por la noche para nuestra primera guardia.
Habamos cerrado con llave la puerta del stano que llevaba al piso bajo, y
dado que tenamos llave para la puerta que daba a la calle, estbamos
dispuestos a dejar all los costosos y delicados aparatos, conseguidos en
secreto y a un elevado precio, tantos das como fuera necesario. Nuestro
plan era permanecer despiertos hasta muy tarde y vigilar luego por turno
durante guardias de dos horas; yo me encargara de la primera y mi
compaero de la segunda; el que quedara libre descansara en el catre.
Mi to asumi la direccin de nuestra aventura y consigui los instrumentos
en los laboratorios de la Universidad de Brown y en la Armera de Cranston
Street, poniendo de manifiesto la gran vitalidad y resistencia de que
disfrutaba a sus ochenta y un aos. Elihu Whipple haba vivido de acuerdo
con las leyes higinicas que haba predicado como mdico, y de no haber
sido por lo que luego ocurri, an estara entre nosotros lleno de vigor. Slo
dos personas saben o sospechan lo que ocurri: Carrington Harris y yo.
Tuve que contrselo a Harris porque era el propietario de la casa y mereca
saber lo que haba salido de ella. Adems, habamos hablado con l antes de
iniciar nuestras investigaciones, y, al producirse la desaparicin de, mi to,
supe que sabra comprender y ayudarme a dar unas explicaciones pblicas
vitales y necesarias. Palideci al orme, pero acept ayudarme y decidi que
ya no habra peligro en alquilar la casa.
Decir que no estbamos nerviosos en aquella lluviosa noche de vigilancia
sera faltar a la verdad. Ninguno de los dos ramos, como he dicho,
supersticiosos, pero el estudio cientfico y la reflexin nos haban enseado
que el conocido universo de tres dimensiones abarca una mnima parte de la
sustancia y energa del cosmos total. En aquel caso, existan numerosas
pruebas autnticas de la existencia de fuerzas dotadas de un gran poder y,
desde el punto de Vista humano, de una excepcional maldad. Afirmar que
creamos realmente en vampiros o en hombres-lobo no sera exacto. Ms
bien puede decirse que no estbamos dispuestos a negar la posibilidad de
ciertas modificaciones anormales y sin clasificar de la energa vital y la
materia diluida, existentes con poca frecuencia en el espacio tridimensional
a causa de su ms ntima relacin con otras unidades espaciales, pero lo
suficientemente prximas a la nuestra como para manifestarse
ocasionalmente en formas que, por faltarnos una perspectiva adecuada,
escapan a nuestra comprensin.

En resumen, creamos mi to y yo que una incontrovertible serie de factores


indicaban la existencia de un influjo persistente en la Casa Maldita que se
remontaba a uno u otro de los colonos franceses de haca dos siglos y que
segua actuando segn inslitas y desconocidas leyes del movimiento
atmico y electrnico. La historia de la familia Roulet pareca demostrar que
sus miembros haban posedo una anormal afinidad con crculos de
entidades exteriores, de esferas oscuras que slo inspiran repulsin y terror
a las personas normales. No habran puesto en movimiento los alborotos
de la dcada de 1730 ciertas configuraciones cinticas en el morboso
cerebro de alguno de sus miembros especialmente en el del siniestro Paul
Roulet que habran sobrevivido misteriosamente a los cuerpos asesinados
y continuado funcionando en algn espacio multidimensional con las
fuerzas originales impulsadas por un odio frentico de la comunidad
invadida?
Indudablemente, esto no sera una imposibilidad fsica o bioqumica a la luz
de la ciencia moderna que incluye la teora de la relatividad y de la accin
intraatmica. Es fcil imaginar un ncleo extrao de sustancia o energa,
carente o no de forma, mantenido vivo por sustracciones imperceptibles o
inmateriales de fuerza vital, o de tejidos corporales y fluidos de otros seres
vivos ms palpables en los cuales penetra y con cuyos tejidos llega incluso
a confundirse. Puede ser hostil de manera activa, u obedecer sencillamente
a impulsos ciegos de conservacin. En cualquier caso, semejante monstruo
ha de ser forzosamente, en nuestro esquema vital una anomala y un intruso,
y su eliminacin es deber primordial de todo hombre que no sea enemigo de
la vida, la salud, y la cordura del mundo.
Lo que nos desconcertaba era nuestra completa ignorancia de la apariencia
bajo la cual podamos encontrar aquello Ninguna persona cuerda lo haba
visto, y pocas lo haban sentido de manera concreta. Poda ser energa pura
una forma etrea y ajena al reino de la sustancia, o poda ser
parcialmente material, una masa desconocida y ambigua de plasticidad,
capaz de transformarse a voluntad en una nebulosa aproximacin de un
estado slido, liquido, gaseoso o a cualquier otro estado tenuemente carente
de partculas. La mancha antropomrfica de mohoso salitre del suelo, la
configuracin o silueta del amarillento vapor y la curvatura de las races en
algunas de las antiguas leyendas, tendan a confirmar por lo menos una
remota y recordada conexin con la forma humana; pero nadie poda saber
con certeza hasta qu punto era representativa o permanente aquella
similitud.
Disponamos de dos armas para combatirlo: una vlvula Crookes de rayos
catdicos de considerable tamao, especialmente equipada y alimentada por
potentes acumuladores, con pantallas y reflectores especiales por si la cosa
era intangible y slo poda ser destruida, con radiaciones de ter de gran
intensidad, y un par de lanzallamas militares de los que haban sido
utilizados en la Guerra Mundial, por si era parcialmente materia y susceptible

de destruccin mecnica, pues, al. igual que los supersticiosos labriegos de


Exeter, estbamos dispuestos a quemarle el corazn, si haba algn corazn
que quemar. Todo este equipo de agresin qued instalado en el stano en
lugares cuidadosamente dispuestos con relacin al catre y a las sillas y a la
zona delante de la chimenea donde el moho haba tomado extraas formas.
Esa incitante mancha, dicho sea de paso, era slo levemente visible cuando
instalamos el catre, las sillas y los instrumentos, y cuando regresamos por la
noche para iniciar la vigilancia. Por un momento dud haberla visto alguna
vez dibujada con mayor firmeza, pero entonces record las leyendas.
Nuestra guardia en el stano comenz a las diez de la noche, y discurri sin
que el transcurso de las horas aportara ninguna novedad. El dbil
resplandor que se filtraba hasta el stano procedente de las farolas de la
calle azotadas por la lluvia y la tenue fosforescencia de los detestables
hongos nos permitan ver la humedad de la pared de piedra, de la que haba
desaparecido todo vestigio del enjalbegado original; el suelo de tierra
cubierto en parte de verdn y de repulsivos hongos; los restos podridos de
las que fueron mesas, banquetas y sillas, y otros muebles no identificables;
los gruesos maderos del piso superior y las grandes vigas del techo; la
desvencijada puerta de tablones que conduca a cuartuchos y salas situados
bajo otros aposentos de la casa; la escalera de piedra medio desmoronada
con su estropeado pasamanos de madera; la tosca chimenea de ladrillos
ennegrecidos en la que unos herrumbosos trozos de hierro recordaban que
all hubo en otros tiempos trbedes, morillos, espetones, aguilones y otros
adminculos del cocinero cuyos nombres han cado casi en el olvido, as
como la puerta del horno de ladrillo y la pesada e intrincada maquinaria
destructiva que habamos llevado.
Como en mis anteriores exploraciones, habamos dejado abierta la puerta
que daba a la calle, para tener una va de escape prctica y directa en el caso
de que tuviramos que enfrentarnos con manifestaciones imposibles de
dominar. Pensbamos que nuestra larga presencia nocturna atraera a
cualquier ente maligno que all acechara; y que, estando preparados,
podramos eliminarlo con alguno de los medios de que disponamos,
despus de haberlo reconocido y observado suficientemente. No tenamos la
menor idea del tiempo que exigira evocar y destruir la cosa. Sabamos,
desde luego, que la aventura era arriesgada, ya que no podamos intuir la
fuerza con que se manifestara el fenmeno. Pero pensbamos que el juego
vala la pena y lo emprendimos solos y sin vacilar, comprendiendo que
buscar ayuda slo nos expondra al ridculo y tal vez condujera al fracaso de
nuestros planes. Ese era nuestro estado de nimo mientras charlbamos,
avanzada la noche, hasta que el aire sooliento de mi to me record que
haba llegado el momento de que fuera a descansar un par de horas.
Algo semejante al miedo me hel el corazn cuando qued all sentado en la
madrugada y sin compaa, y digo sin compaa porque quien permanece
junto a una persona dormida est verdaderamente solo, tal vez ms solo de

lo que pueda imaginar. Mi to respiraba pesadamente, el rumor de la lluvia


acompaaba sus aspiraciones punteadas por otro sonido de agua que
goteaba en el interior de la casa, porque sta era muy hmeda an en tiempo
seco y con aquella tormenta pareca un pantano. Me puse a mirar
detenidamente la vieja mampostera de las paredes a la luz de los hongos y
de los dbiles reflejos que se filtraban por las persianas; en una ocasin,
cuando aquel ruido estaba a punto de hacerme perder la paciencia, abr la
puerta y mir arriba y abajo de la calle alegrando mis ojos con cosas
conocidas y tambin el olfato con el aire puro y saludable. Pero no sucedi
nada que recompensara mi vigilancia y bostec repetidamente mientras la
fatiga comenzaba a predominar sobre el temor.
Luego, el or a mi to moverse en sueos, atrajo mi atencin. Durante la
ltima mitad de la primera hora se haba movido varias veces, intranquilo,
pero ahora estaba respirando con anormal irregularidad, suspirando a veces
quejosamente. Lo enfoqu con mi linterna elctrica y lo vi con la cara vuelta
hacia atrs, por lo que me levant y cruc hasta el otro lado del catre y lo
enfoqu nuevamente para ver si pareca tener algn dolor. v algo que me
alarm de forma sorprendente, teniendo en cuenta su relativa nimiedad.
Debi ser, sencillamente, la asociacin de una circunstancia poco frecuente
con la siniestra naturaleza del lugar en que nos encontrbamos y la ndole
de nuestra misin, ya que la situacin en s no tena nada de espantoso ni de
anormal. Simplemente, la expresin del rostro de mi to, perturbado por los
sueos extraos que nuestra situacin provocaba, revelaba una gran
agitacin y no pareca ser propia de l. Su expresin habitual era apacible y
tranquila, mientras que ahora parecan luchar dentro de l diversas
emociones. Creo que lo que me inquiet principalmente fue esa variedad. Mi
to, mientras jadeaba y se mova con creciente inquietud y con ojos que
haba empezado a abrir, no pareca uno, sino muchos hombres, y daba la
curiosa sensacin de extraamiento de s mismo.
De repente, comenz a murmurar, y no me gust el aspecto de su boca y de
sus dientes mientras hablaba. Al principio no pude entender las palabras que
deca, pero luego mi asombro fue muy grande cuando reconoc en ellas algo
que me dej helado hasta que record la gran cultura de mi to y las
interminables traducciones que haba hecho de artculos de antropologa y
temas de la antigedad para la Revue des Deux Mondes. Pues el respetable
doctor Whipple estaba murmurando en francs, y las pocas frases que pude
captar parecan estar relacionadas con los ms oscuros mitos que haba
adaptado de la famosa revista de Pars.
De pronto, la frente de mi to se moj de sudor y l se incorpor
bruscamente, medio despierto. Dej de murmurar en francs para dar un
grito en ingls, y exclam en tono angustiado:
Mi aliento..., mi aliento!

Despert por completo y, recobrando su rostro la expresin normal, tom mi


mano y comenz a relatarme un sueo cuyo espantoso significado slo
pude intuir con asombro.
Dijo que haba pasado flotando desde una serie corriente de escenas
soadas a otra cuya rareza no poda relacionarse con nada que hubiera
ledo. Era de este mundo, y, sin embargo, ajena a l, una oscura confusin
geomtrica en la cual podan verse elementos de cosas familiares en las ms
anormales e inquietantes combinaciones. Se adverta una sugerencia de
imgenes extraamente desordenadas superpuestas unas a otras; una
perspectiva en la que lo esencial del tiempo, y tambin del espacio, pareca
disuelto y mezclado de la manera ms ilgica. En esta caleidoscpica
vorgine de imgenes fantasmales haba instantneas ocasionales, si puede
emplearse esta palabra, de singular claridad, pero de inexplicable
heterogeneidad.
En un momento mi to crey yacer en una fosa recin abierta, mientras una
multitud de rostros con alborotados rizos y sombreros tricornios lo miraban
ceudos desde lo alto. En otro momento le pareci estar dentro de una casa,
aparentemente antigua; cuyos habitantes y detalles cambiaban
continuamente y no poda recordar los rostros ni los muebles, ni siquiera la
habitacin, dado que puertas y ventanas cambiaban de forma y posicin con
la misma volubilidad que los dems objetos. Lo ms raro, y mi to se refiri a
ello en el tono de quien no espera que le crean, era que muchos de los
extraos rostros que haba entrevisto en sueos tenan indudablemente los
rasgos de la familia Harris. Y todo el tiempo tuvo la sensacin personal de
ahogo, como si algo de naturaleza penetrante se hubiera esparcido por todo
su cuerpo y estuviese tratando de aduearse de sus funciones vitales. Me
estremec al pensar en esos procesos vitales, desgastados por ochenta y un
aos de trabajo continuo, luchando contra fuerzas desconocidas de las que
un organismo ms joven y robusto huira con temor; pero al cabo de un
momento me dije que los sueos slo son sueos y que aquellas turbadoras
visiones no eran, a lo sumo, ms, que la reaccin de mi to a las
investigaciones y esperanzas que haban llenado nuestras mentes, con
exclusin de cualquier otra idea.
La conversacin contribuy tambin a disipar mi sensacin de rareza, y no
tard en rendirme a los bostezos, con lo cual aprovech mi turno para
dormir. Mi to pareca ahora muy despierto y se alegr que le hubiera llegado
el turno de vigilar, aunque la pesadilla lo haba despertado mucho antes de
las dos horas de descanso que le correspondan. Pronto me dorm e
inmediatamente me vi acosado por sueos de la ms inquietante naturaleza.
En mis visiones experiment una soledad csmica y abismal, que la
hostilidad me acosaba desde todos los rincones de alguna prisin en que
me hallaba encerrado. Me pareci estar atado y amordazado, atormentado
por los resonantes gritos de multitudes lejanas, sedientas de mi sangre. Se
me present el rostro de mi to con expresin menos placentera que la que

tena cuando lo vea despierto, y recuerdo mis intiles tentativas de gritar.


No fue un reposo agradable, y por un instante no lament el alarido que
atraves las barreras del sueo y me dej en una penetrante y sorprendida
vigilia, en la que cada objeto que tena a la vista se destacaba con una
nitidez y realidad superiores a lo natural.
V
Haba estado echado de espaldas a mi to, por lo que al despertar
bruscamente slo vi la puerta que daba a la calle, la ventana que quedaba
ms hacia el Norte y la pared, la parte del suelo y el techo del norte de la
habitacin, todo ello fotografiado con mrbida inmediatez en mi cerebro y
con una luz ms brillante que la de los hongos o la que llegaba desde la
calle. No era una luz intensa, ni mucho menos, ni siquiera suficiente para
leer un libro corriente. Pero proyectaba la sombra de mi cuerpo y de la cama
sobre el suelo y tena una fuerza penetrante y amarillenta que sugera las
cosas con ms fuerza que la misma luminosidad. Percib esto claramente,
aunque dos de mis sentidos estaban violentamente trastornados. Pues
resonaba en mis odos el eco de aquel grito escalofriante, en tanto que
asqueaba mi olfato el hedor que llenaba el lugar. Mi mente, tan alerta como
mis sentidos, reconoci lo anormal; y casi automticamente salt de la cama
y me volv para tomar los instrumentos de destruccin que habamos dejado
instalados sobre la mancha de humedad, delante de la chimenea. Mientras
me volva, tema lo peor, ya que el grito lo haba proferido la voz de mi to e
ignoraba contra qu amenaza tendra que defenderle y defenderme.
Pero lo que vi fue peor de lo que haba imaginado. Hay horrores que son ms
que horrendos, y aqul era uno de esos ncleos de horror de las pesadillas
que condensaba todo el espanto que el cosmos reserva para fulminar a unos
cuantos seres malditos y desgraciados. De la tierra apestada por los hongos,
brotaba una luz vaporosa, amarillenta, malsana y cadavrica que se elevaba
hasta tomar una vaga forma gigantesca de incierta silueta humana mitad
hombre y mitad monstruo, a travs de la cual pude ver la campana y el hogar
de la chimenea que quedaban detrs. Era todo ojos lupinos y burlones y
la rugosa cabeza como de insecto se desvaneca en lo alto en una tenue
neblina que se enroscaba horriblemente y acababa por desaparecer por la
chimenea. Digo que vi aquello, pero slo he conseguido rastrear su
abominable tentativa de forma a travs del recuerdo consciente. Entonces
no tuvo para m sino el aspecto de una nube en aparente ebullicin,
ligeramente fosforescente, de repugnante fungosidad, que rodeaba y
disolva en horrible plasticidad el nico objeto en el cual se concentraba mi
atencin. Ese objeto era el venerado Elihu Whipple, que con el rostro
ennegrecido y las facciones desfiguradas me miraba descaradamente y
murmuraba palabras incomprensibles en tanto que procuraba alcanzarme
con unas garras goteantes para despedazarme con la furia que aquel horror
le haba inculcado.

Tan slo la rutina me salv de la locura. Me haba preparado para el


momento decisivo y este entrenamiento ciego fue lo que me ayud.
Comprendiendo que aquel burbujeante maleficio no era de sustancia
vulnerable para la fuerza fsica o la qumica, hice caso omiso del lanzallamas
que estaba a mi izquierda, conect la corriente de la vlvula catdica y lo
enfoqu hacia aquella escena blasfema lanzando contra ella las ms
potentes radiaciones de ter que el artificio humano puede extraer del
espacio y las corrientes de la naturaleza. Se produjo una neblina azulada y
un frentico chisporroteo, y la fosforescencia amarilla perdi luminosidad.
Pero me di cuenta de que la prdida de luz era solamente efecto del
contraste y que las ondas del aparato eran absolutamente ineficaces.
Entonces, en medio de aquel demonaco espectculo, vi un nuevo horror
que me lanz vacilante y tembloroso hacia la puerta no cerrada con llave que
se abra a la calle tranquila, sin cuidarme de los anmalos horrores que
desataba sobre el mundo, ni lo que los hombres pudieran pensar y juzgar de
mi conducta. En aquella mezcla de penumbra azulada y amarillenta, la silueta
de mi to haba comenzado una nauseabunda licuefaccin cuya esencia
resulta imposible de describir, y en el curso de la cual se producan en su
rostro unos cambios de identidad que slo la locura puede concebir. Era
simultneamente un demonio y una multitud, un matadero y una procesin.
Iluminada por aquella luz hbrida e incierta, la cara de gelatina se trasmutaba
y adquira una docena, una veintena, un centenar de aspectos; y con una
mueca fue cayendo al suelo coronando un cuerpo que se derreta como si
fuera de sebo y presentando en caricatura las facciones de legiones de seres
que eran y no eran desconocidos.
v las facciones de la estirpe de los Harris, varones y mujeres, adultos y
nios y otros rostros viejos y jvenes, bastos y refinados, familiares y
desconocidos. Durante un segundo apareci una imitacin envilecida de una
miniatura de la pobre Rhoby Harris que haba visto en el Museo de la
Escuela de Dibujo, y otra vez me pareci ver la huesuda imagen de Mercy
Dexter, tal como la recordaba en un cuadro que haba en la casa de
Carrington Harris. Aquello sobrepasaba en horror todo lo imaginable. Hacia
el final, cuando una extraa mezcla de facciones de sirvientes y nios
pequeos titilaba cerca del suelo sobre el que prosperaban los hongos, tuve
la impresin que los distintos rostros luchaban entre s y procuraban formar
unos rasgos semejantes a los del bondadoso rostro de mi to. Me gusta
pensar que l existi en aquel momento y que trat de decirme adis. Creo
que de mi seca garganta sali un gemido de despedida en el momento en
que sala tropezando a la calle; un hilillo de grasa me sigui por la puerta
hasta la acera empapada por la lluvia.
El resto es sombro y monstruoso. En la calle mojada no haba nadie y no
haba en todo el mundo una sola persona con la cual me hubiera atrevido a
hablar. Anduve sin rumbo, pas por College Hill y ante el Athenaeum, baj
por Hopkins Street y cruc el puente que lleva a la parte ms animada de la

ciudad, en donde los elevados edificios parecan protegerme, como las


cosas materiales modernas protegen al mundo contra los antiguos y
malficos prodigios. Luego, la aurora gris rompi. hmedamente por el Este,
recortando la silueta de la loma arcaica y los venerables campanarios que
sobre ella se alzaban, atrayndome al lugar en donde mi terrible tarea estaba
sin acabar. Finalmente, mojado, sin sombrero, ofuscado por la luminosidad
de la maana, entr por la puerta tremenda de Benefit Street que haba
dejado entreabierta y que todava se meca misteriosamente a la vista de la
gente madrugadora con la que no me atrev a hablar.
Haba desaparecido la grasa, pues el mohoso suelo era poroso. Y delante de
la chimenea no quedaba vestigio de la gigantesca forma de salitre doblada
sobre s misma. v la cama, las sillas, los instrumentos, mi sombrero
abandonado y el de paja amarillenta de mi to. Me dominaba la incertidumbre
y apenas poda recordar lo que era sueo y lo que era realidad. Luego, poco
a poco, fue recobrando el sentido y supe que haba presenciado cosas ms
espantosas que las que haba soado. Me sent y trat de conjeturar en la
medida en que la razn me lo permiti, qu haba acontecido y cmo podra
acabar con el horror, si en realidad haba existido. No pareca ser algo
material, ni etreo, ni ninguna otra cosa concebible por una mente mortal.
Qu poda ser, pues, sino alguna emanacin extica? Algn vapor
vampiresco como el que la gente rstica de Exeter dice que flota sobre
algunos cementerios? Pens que aqulla era la clave, y volv a mirar el suelo
en donde hongos y salitre haban tomado extraas formas. Al cabo de diez
minutos ya haba decidido. Tomando mi sombrero, me march a casa, me
ba, com y encargu por telfono un pico, una pala, una mscara antigs y
seis garrafones de cido sulfrico, todo lo cual deberan entregarme a la
maana siguiente en la puerta del stano de la Casa Maldita de Benefit
Street. Despus trat de dormir, pero, al no conseguirlo, pas, las horas
leyendo y componiendo versos anodinos para serenarme.
A las once de la maana del da siguiente comenc a cavar, Haca un tiempo
soleado, y lo celebr. Segua solo, ya que por mucho temor que me inspirara
el horror desconocido, tema ms a la idea de contarle a alguien lo sucedido.
Posteriormente le revel todo a Harris, por pura necesidad y porque l haba
odo ya algunas antiguas leyendas que podan predisponerle a la credulidad.
Al revolver la negra tierra delante de la chimenea, la pala hizo fluir de los
blancos hongos un viscoso zumo amarillo, y yo tembl por lo que podra
descubrir. Algunos secretos del interior de la tierra no son buenos para el
gnero humano y aqul me pareca uno de ellos.
Me temblaban las manos perceptiblemente, pero no por eso dej de cavar; y
al cabo de un rato lo haca dentro de la gran fosa que haba abierto. A
medida que el agujero se hacia ms hondo tena ya alrededor de seis pies
cuadrados, el nauseabundo olor aumentaba y no dud ms de mi
inminente contacto con la cosa infernal cuyas emanaciones haban
embrujado la casa durante ms de un siglo y medio. Me pregunt qu

aspecto tendra, cuales seran su forma y sustancia y qu tamao habra


cobrado al cabo de tantos aos de alimentarse chupando vidas ajenas.
Finalmente, sal del agujero, esparc la tierra amontonada, y luego dispuse
los garrafones de cido alrededor de dos de los bordes, de modo que
cuando fuera necesario pudiera vaciarlos todos rpidamente en la fosa.
Despus de eso ech tierra sobre los otros dos lados cavando ms
lentamente y colocndome la mscara antigs cuando el olor aument. Me
encontraba casi acobardado por la proximidad de un algo sin nombre que tal
vez encontrara en el fondo de la fosa.
De pronto la pala choc contra algo ms blando que la tierra. Me estremec y
me dispuse a salir del agujero, en el cual estaba ahora hundido hasta el
cuello. Pero recobr el valor, y segu sacando tierra a la luz de la linterna
elctrica que haba llevado conmigo. La superficie que descubr era
semitraslcida y vidriosa, una especie de gelatina congelada y
semiputrefacta. Segu quitando tierra y vi que tena forma. Haba una grieta
sobre la cual se doblaba parte de aquella sustancia. Lo que qued a la vista
era aproximadamente cilndrico; algo semejante a un gigantesco tubo de
chimenea doblado cuya parte ms gruesa medira dos pies de dimetro.
Excav un poco ms y luego sal bruscamente del agujero para apartarme de
tan repugnante hallazgo. Destap frenticamente los pesados garrafones y
vert el corrosivo contenido uno y otro en aquella fosa sepulcral y sobre
aquella increble anormalidad cuyo gigantesco codo haba visto.
El cegador torbellino de vapores amarillo-verdosos que ascendi
tempestuosamente de la fosa cuando cay el torrente de cido, nunca se
borrar de mi memoria. La gente de toda aquella colina habla del da
amarillo, en que unos vapores virulentos y horribles se elevaron desde el
montn de residuos vertidos por una fbrica en el ro Providence, pero yo s
lo muy equivocados que estn en cuanto al origen. Tambin hablan del
espantoso rugido que brot al mismo tiempo de alguna caera subterrnea
de gas o de agua, y de nuevo podra corregirles si me atreviera. Fue algo
impresionante y no comprendo cmo estoy vivo despus de haber pasado
por aquella experiencia. Tras vaciar el cuarto garrafn, que tuve que utilizar
cuando las emanaciones haban empezado a filtrarse por la mscara, me
desmay, pero cuando me recuper, vi que ya no salan ms vapores de la
fosa.
Vaci los otros dos sin ningn resultado concreto, y, al cabo de un rato, me
pareci que ya no haba peligro en volver a rellenar la fosa. cuando termin
mi tarea empezaba a anochecer, pero el miedo haba desaparecido del lugar.
La humedad era menos ftida y los extraos hongos se haban marchitado,
convirtindose en un polvo grisceo que se esparca como ceniza por el
suelo. Uno de los terrores ms ocultos de la tierra haba desaparecido para
siempre, y si hay infierno, al fin haba ido a parar a l el alma diablica de un
ser maldito. Cuando apison la ltima paletada de tierra mohosa, derram la

primera lgrima de las muchas que he vertido en sincero homenaje a la


memoria de mi querido to.
A la primavera siguiente ya no brot una hierba plida, ni creci cizaa de
desconocida especie, en el jardn escalonado de la Casa Maldita, y poco
despus Carrington Harris alquil su propiedad. Todava tiene un aspecto
fantasmal pero su peculiaridad me subyuga y sentir alivio, mezclado con
una pena extraa, cuando la derriben para convertirla en un vulgar edificio
de apartamentos o en una deslucida tienda. Los estriles rboles del jardn
han comenzado a dar unas manzanitas dulces, y el ao pasado anidaron los
pjaros en sus nudosas ramas.

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