UNLP Imágenes y Discursos Sober Los Jóvenes

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Imgenes y discursos sobre los jvenes

Universidad de Buenos Aires


Facultad de Filosofa y Letras

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin Decano | Anbal Viguera Vicedecano | Mauricio Chama Secretaria de Asuntos Acadmicos Ana Julia Ramrez Secretario de Posgrado | Fabio Espsito Secretaria de Investigacin | Susana Ortale Secretaria de Extensin Universitaria Laura Agratti Secretaria Administrativa Liliana Barbis Secretaria de Asuntos Estudiantiles Mara Eugenia Zaparart

Provincia de Buenos Aires Gobernador Dn. Daniel Scioli Vicegobernador Lic. Gabriel Mariotto Directora General de Cultura y Educacin Presidenta del Consejo General de Cultura y Educacin Dra. Nora De Lucia Vicepresidente del Consejo General de Cultura y Educacin Dr. Claudio Crissio Directora Provincial de Educacin Secundaria Mg. Claudia Bracchi Director Provincial de Proyectos Especiales Cdor. Fernando Spinoso Director de Contenidos Educativos Prof. Fernando Arce

IdIHCS Directora | Gloria B. Chicote

Facultad de Filosofa y Letras Universidad de Buenos Aires Decano | Hctor Hugo Trinchero Secretaria Acadmica | Graciela Morgade Secretaria de Hacienda y Admministracin Marcela Lamelza Secretario de Extensin Universitaria y Bienestar Estudiantil | Alejandro Valitutti Secretario General | Jorge Gugliotta Secretario de Posgrado | Pablo Ciccolella Subsecretaria de Bibliotecas Mara Rosa Mostaccio

Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educacin Director | Jos Antonio Castorina Secretaria Acadmica | Victoria Orce Directora del Programa Transformaciones sociales, subjetividad y procesos educativos | Carina V. Kaplan

Imgenes y discursos sobre los jvenes

Dra. Carina V. Kaplan / Mg. Claudia C. Bracchi

Direccin General de Cultura y Educacin Imgenes y discursos sobre los jvenes / Gloria Beatriz Chicote ... [et.al.]; compilado por Carina V. Kaplan y Claudia C. Bracchi. 1a ed. - La Plata: Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin, 2013. 380 p.; 210x148 cm. ISBN 978-950-34-1005-9 1. Educacin. 2. Jvenes. I. Chicote, Gloria Beatriz II. Kaplan, Carina V., comp. III. Bracchi, Claudia C., comp. CDD 370.1 Fecha de catalogacin: 02/09/2013

Compiladoras: Dra. Carina V. Kaplan y Mg. Claudia C. Bracchi Coordinacin General de la Publicacin: Lic. Esp. Natalia Sternschein y Mg. Mara Ins Gabbai Equipo de docentes investigadores UBA: UNLP y CONICET y DGCYE: Claudia Bracchi | Carina V. Kaplan | Mara Ins Gabbai | Victoria Orce | Lucas Krotsch | Gabriel Brener | Demin Kaplan | Natalia Sternschein | Clara Bravin | Marta Sipes | Sebastin Urquiza | Javier Pen | Agustina Mutchinick | Sebastin Garca | Pablo di Napoli | Virginia Saez | Vernica Silva | Natalia Adduci | Sebastin Gmez | Juan Bautista Eyharchet | Ezequiel Szapu | Daro Arvalos | Paula Suarez | Santiago Zemaitis | Guido Schiano di Schecaro. Colaboradores en el proceso de desgrabacin: Matas Causa, Liliana Vgolo e integrantes del Equipo Tic de la provincia de Buenos Aires. Correccin de estilo: Lic. Esp. Natalia Sternschein

2012, Direccin General de Cultura y Educacin Direccin de Contenidos Educativos Coordinacin rea editorial DCV Bibiana Maresca Edicin Mara Cecilia Antunez | Lic. Leandro Bonavita | Ricardo Gonzalez | Patricio Miller | Lic. Fernando Rodriguez | Lic. Mariela Vilchez Diseo y Armado DCV Mara Eugenia Nelli ISBN 978-950-34-1005-9

Ejemplar de distribucin gratuita. Prohibida su venta. Hecho el depsito que marca la Ley N 11.723 [email protected]

ndice

Palabras preliminares .......................................................................................................... 7 Bienvenida institucional .................................................................................................. 13 Jvenes, educacin y cambios sociales: palabras introductorias, Gloria Chicote ................................................................................15 Marco institucional, Claudia Bracchi .................................................................................... 19 Conocimientos que permiten mejorar el propio sistema educativo, Jos Antonio Castorina / Victoria Orce .....................................25 Relaciones entre la universidad y el sistema educativo ................................................ 31 Relaciones entre la universidad y el sistema educativo, Mario Oporto ................................. 33 Las dimensiones de los posibles vnculos entre escuela y universidad, Anbal Viguera ...........45 Experiencias recientes en la Facultad de Filosofa y Letras (UBA), Hctor Hugo Trinchero ........ 53 Educacin, ciudadana, jvenes y poltica en el Bicentenario ....................................... 59 Mujeres, educacin y ciudadana, Dora Barrancos ............................................................... 61 Juventud, ciudadana y seguridad prospectiva, Juan Carlos Geneyro ....................................67 Pensar la educacin como poltica integradora, Pablo Urquiza ............................................. 77 Transformaciones en la sociedad argentina. Los jvenes y los medios .........................83 Sobre algunos debates pendientes en educacin, medios y cultura, Alejandro Kaufman ......85 Jvenes y medios: los desafos de la integracin de las TIC en el sistema educativo, Alejandro Lucangioli ........................................................95 La educacin, la escuela y los jvenes en el cambio epocal .......................................... 109 La persistencia de la desigualdad, Carina V. Kaplan ............................................................. 111 Retricas aguantadoras y eritas convertibles, Pablo Alabarces ............................................ 127 Sujetos de derecho, escuelas y polticas en tensin, Elena Duro ..........................................137 Figuraciones y educacin: escuela, jvenes y profesores, Ademir Gebara ............................. 147

La construccin social de la experiencia juvenil y estudiantil ..................................... 163 La construccin social de la experiencia estudiantil: vinculaciones entre las trayectorias sociales y escolares desde una perspectiva socioeducativa, Mara Ins Gabbai .................................................................................................................165 Diferentes, personales y visibles. Experiencias y creatividad en lo cotidiano, Mauricio Antunes Tavares .....................................173 La experiencia intergeneracional de los nativos paritarios, Sergio Balardini .............................193 Conictividad escolar y modelos de autoridad: tensiones desde los aos 60, Daniel Mguez ......................................................................... 199 El movimiento estudiantil de 1968 en Mxico y la resistencia multitudinaria, Jess Martn del Campo ........................................................................................................223 El default que nos qued, Luciana Peker ...............................................................................233

El papel de la formacin docente en las transformaciones de la educacin secundaria ............................................................................................... 239 Transformaciones organizacionales, un desafo en el nivel secundario y en la formacin docente, Graciela Lombardi ..................................................................... 241 Entre reformas y realidades educativas: el rol del maestro y la escuela secundaria, Etelvina Sandoval Flores ........................................249 Formacin de profesores y educacin secundaria en Brasil: apuntes iniciales, Magda Sarat y Reinaldo Dos Santos ...........................................................269 La escuela media en su lmite, Guillermina Tiramonti .............................................................283 Trayectorias de jvenes, judicializacin, estigmatizacin y estrategias biogrcas .........................................................................297 Construccin de sentidos culturales en la escuela secundaria, Flora Hillert ..............................299 Trayectorias laborales de jvenes e incidencias de las instituciones de formacin profesional: algunas reexiones para la escuela secundaria, Claudia Jacinto .............................................. 311 El delito, los delitos, la pena, las no penas, Juan Pegoraro ................................................... 323 Las maras. Las pandillas callejeras en Centroamrica, Wim Savenije ..................................... 335 Homenaje a la incansable lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo ................................373 Carta abierta a Estela de Carlotto, Abuela de todos, Guido Schiano di Schecaro ....................375 Palabras de Estela de Carlotto, Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo ............................... 377

Palabras preliminares
Mg. Claudia C. Bracchi / Dra. Carina V. Kaplan

El presente libro rene las ideas y los debates expuestos en el marco de las Primeras Jornadas Internacionales Sociedades contemporneas, subjetividad y escuela. Imgenes y discursos sobre los jvenes, realizadas durante el 16 y 17 de junio del ao 2011 en la Biblioteca Nacional. Durante dos das, cada uno de los especialistas invitados (investigadores, docentes, legisladores, periodistas y funcionarios, tanto nacionales como internacionales) disertaron sobre mltiples temticas vinculadas con las juventudes desde diversas perspectivas, experiencias y campos de estudio, ante un auditorio masivo y comprometido, compuesto por equipos de investigacin, supervisores, directivos, docentes y estudiantes del sistema educativo, muchos de nivel secundario y del mbito universitario. Las mesas propuestas coordinadas y comentadas por el Lic. Gabriel Brener, hoy Subsecretario de Equidad y Calidad Educativa y el Dr. Lucas Krotsch, investigador principal de IICE-FFYL-UBA / Profesor, UNLA, se centraron en el anlisis de los jvenes desde distintas dimensiones, haciendo hincapi en sus necesidades, sus historias, sus prcticas, sus vnculos. Con cada mesa, se pretendi desmontar aquellas visiones estigmatizantes y judicializantes que recaen sobre ellos y profundizar los anlisis que posibiliten otras miradas. El papel de la escuela ha sido uno de los ejes centrales de las disertaciones de los participantes quienes, en varios casos, consideraron el tema desde una perspectiva latinoamericana.

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En cuanto a los aspectos tcnicos de la compilacin de los trabajos que aqu se exponen, cabe destacar que las ponencias que se presentan adquirieron, bsicamente, dos formatos: algunos autores prerieron modicar la desgrabacin original para realizar en base a ella un nuevo escrito, que incluye comentarios y referencias bibliogrcas; otros, en cambio, optaron por revisar sus textos y conservar los rasgos de la oralidad propios de sus ponencias. El orden y el agrupamiento de los trabajos guardan relacin con la agenda que se observ durante las jornadas: estuvieron organizadas en siete mesas, cada una centrada en un tema especco, a las que asistieron distintos especialistas que imprimieron una mirada particular a la temtica, una impronta especca en cada caso. Cabe destacar que a estas Jornadas asisti una invitada especial, Estela de Carlotto, quien realiz el cierre del encuentro. Su honda presencia, que evoca la lucha de nuestras Abuelas de Plaza de Mayo y la reivindicacin del protagonismo juvenil, le dio un sentido esperanzador a los testimonios y las voces de cada uno de los disertantes. Esta publicacin se inicia con la bienvenida institucional, donde se dejaron planteados los interrogantes respecto de la relacin entre educacin, sociedad y juventudes, para luego profundizar en el tema de las transformaciones socioeconmicas y culturales necesarias para producir condiciones de vida ms justas para todos los jvenes. Luego de realizada la presentacin, se inici la primera mesa, Relaciones entre la Universidad y el Sistema Educativo. El eje de las exposiciones fue el vnculo entre las juventudes y la universidad a lo largo de la historia. Se hizo hincapi en la necesidad de profundizar los esfuerzos para lograr la democratizacin de la Universidad, de modo que se generen las condiciones necesarias para que los jvenes accedan a las distintas casas de estudios y permanezcan en el sistema universitario. Tambin se analizaron las tensiones entre el mundo acadmico y el mundo de las decisiones polticas, con el objetivo de establecer puentes que posibiliten lograr una educacin de calidad para todos y todas, en el marco de la Ley de Educacin Nacional vigente desde el ao 2006 en nuestro pas. Finalmente, para pensar esta relacin entre la universidad y el sistema educativo se abordaron tres dimensiones: articulacin entre niveles, for-

macin docente y vinculacin poltico-acadmica permanente. Dichas dimensiones se consideran atravesadas por la convergencia poltica en torno de la formacin de una ciudadana crtica. En la siguiente mesa, Educacin, ciudadana, jvenes y poltica en el Bicentenario, los especialistas abordaron varias cuestiones. Primero, la mirada histrica sobre el lugar de la mujer en los diversos espacios formativos y en las actividades econmicas, sus luchas y transformaciones en la subjetividad a lo largo de 200 aos. Luego, la necesidad de desarrollar y aanzar polticas de inclusin social por parte del Estado; en este marco se avanz en el concepto de seguridad prospectiva como condicin sine qua non para una ciudadana autnoma, digna y solidaria. Por ltimo, se expuso acerca de la experiencia del Parlamento Juvenil del Mercosur, de la Direccin Nacional de Polticas Socioeducativas, en la cual los jvenes en tanto actores claves del proceso educativo debatieron, intercambiaron ideas y elaboraron propuestas para una escuela de calidad, ms inclusiva y ms democrtica. En la mesa Transformaciones en la sociedad argentina: los jvenes y los medios se analizaron las diferencias, no siempre percibidas, entre informacin y comunicacin en la cultura meditica y cmo inuyen en la representacin de lo real, en la construccin de la verdad y del conocimiento entendido en un sentido representacional. Asimismo, se abordaron conceptos como el de estetizacin de la poltica, vinculado con la hegemona de la modalidad del entretenimiento, en la que se suspende la racionalidad crtica para establecer entre el individuo y el medio un vnculo de tipo libidinal, afectivo, sensible. Tambin, desde un enfoque diferente, vinculado con las nuevas tecnologas, se presentaron los desafos de la integracin de las TIC (Tecnologas de la informacin y la comunicacin) en el sistema educativo, en el marco del programa Conectar Igualdad, haciendo nfasis en tres aspectos fundamentales: la conguracin de la subjetividad de los jvenes con relacin a los nuevos medios; la produccin de conocimientos por parte de aquellos algo indito hasta hace algunos aos, cuando solo los adultos eran los encargados de generar contenidos; y la concepcin del estudiante como sujeto de derecho a una educacin de calidad, al acceso a la informacin, a la participacin y al ejercicio pleno de la ciudadana.

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En la mesa La educacin, la escuela y los jvenes en el cambio epocal se realiz un recorrido histrico sobre la condicin de subalternidad de los jvenes, que muestra que esta no es algo reciente ni local, sino que tiene sus antecedentes en la historia de Occidente. Asimismo, se analizaron las prcticas juveniles de hoy atravesadas por la denominada subcultura del aguante, muy centradas en lo corporal y difciles de comprender, en ocasiones, desde la cultura letrada escolar. Tambin se narraron, en esta seccin, las historias y experiencias de desigualdad educativa, que posibilitan entender las consecuencias directas en las subjetividades de los jvenes, a la vez que se esboz la urgencia de involucrarlos en las decisiones polticas de las instituciones para generar una mayor inclusin. Finalmente, se efectu un anlisis de las transformaciones del sistema familiar tradicional en relacin con la educacin de los jvenes. En la mesa La construccin social de la experiencia juvenil y estudiantil se indag acerca de la produccin de sentido, las percepciones y las trayectorias de los jvenes, desde un enfoque sociocultural. Tambin se examinaron las caracterizaciones hegemnicas de la juventud marcadas por imgenes discriminatorias, fundamentalmente, en funcin de las clases sociales. Si bien el trabajo presentado toma como base los planteos de una investigacin en el contexto brasileo, es posible establecer correspondencias con los pases de la regin. En el anlisis realizado se sostiene que las imgenes mediticas sobre las clases ms bajas solo muestran lo feo, sucio y violento, instaurando de este modo una situacin paradjica: mientras que la juventud es amada, los jvenes reales son odiados. Cabe sealar que en esta mesa se analizaron los vnculos intergeneracionales que intervienen en la vida familiar y en las dinmicas escolares. Se puso nfasis en la cuestin de la distribucin y circulacin del poder en las instituciones sociales y en la construccin de los tipos de autoridad. Se present tambin un estudio sobre la conictividad escolar y los modelos de autoridad desde los aos 60 para poder dar cuenta de las tensiones entre viejas y nuevas formas que se producen hoy en el interior de la escuela. A esta altura de las jornadas, los debates adquiran mayor participacin, en forma de preguntas y comentarios referidos a los temas presentados. En esta mesa se reexion sobre el movimiento estudiantil de 1968 en Mxico y la resistencia multitudinaria al rgimen auto-

ritario y criminal dominante que dej sus marcas, las cuales pueden rastrearse al da de hoy. Debates, intercambios, presentacin de investigaciones. Una mesa que cerr con una exposicin sobre los anlisis de los discursos y las imgenes sobre los jvenes en los medios, desde la mirada de una periodista, que fue dando cuenta de cmo los medios de comunicacin construyen las noticias de modo diferente segn la clase social a la que pertenezca quien est involucrado en un hecho. La mesa El papel de la formacin docente en las transformaciones de la educacin secundaria comenz con una revisin sobre las experiencias de enseanza y modos de acompaar al profesional durante su formacin, teniendo en cuenta los nuevos escenarios con los que se encuentran los docentes al comenzar sus prcticas. Luego se present un trabajo sobre los cambios en la escuela secundaria en Mxico, las propuestas para la formacin, las normativas elaboradas, las condiciones laborales y acadmicas en las que se ejerce la docencia y las nuevas demandas socioeducativas que surgen en las escuelas. Se avanz en sealar los apoyos que los docentes requieren para contribuir a una mejora de la educacin secundaria. Asimismo, se present un trabajo acerca de la formacin de profesores en Brasil, que destac la relacin entre escuela y familia, el ordenamiento legal, las dicultades que tienen los docentes que reciben a jvenes provenientes de diferentes contextos sociales y las propuestas de formacin en las instituciones de enseanza superior, en el intento de disminuir dichas dicultades. Luego se realiz un recorrido histrico del sistema escolar formatos, alternativas y lmites para entender el papel de la escuela secundaria actual, teniendo en cuenta los cambios culturales de las ltimas dcadas. En la mesa Trayectorias de jvenes, judicializacin, estigmatizacin y estrategias biogrcas se abord el contenido de los sentidos culturales que construye y transmite la escuela y sobre los cambios que pueden fortalecer su sentido democrtico. Desde otro enfoque, se analizaron las trayectorias laborales de los jvenes y cmo instituciones como la escuela inciden en la formacin profesional. Una tercera exposicin desarroll un anlisis sociolgico del delito, las relaciones que subyacen entre la construccin del orden social y la

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estructura cultural que lo institucionaliza, tomando la gura del delincuente asociado al joven, pobre, marginal (y generalmente desocupado) como parte del orden instituido y naturalizado. Finalmente, se present una investigacin sobre las maras (nombre que se utiliza para denominar a las pandillas callejeras en Centroamrica) y la violencia vinculada al narcotrco, el secuestro y los asaltos. Es importante sealar que se han incluido estudios del equipo de profesores e investigadores que promovieron y llevaron a cabo la coordinacin organizativa y acadmica de estas jornadas. Finalmente, se considera necesario destacar la necesidad de historizar la mirada social estigmatizante, incluso racista, que se viene construyendo respecto de los jvenes. El enfoque de largo plazo que se propone para analizar este tema posibilita demostrar que subyace un discurso social que intenta imponerse como verdad: la imagen de lo juvenil subalterno como delincuencial tiene races profundas en nuestra matriz social. En denitiva, se trata de cambiar esta mirada, y estas jornadas han hecho una contribucin central. La pedagoga es constitutivamente una praxis poltica, ya que permite problematizar e intervenir sobre el mundo social. Las Jornadas concluyeron con un homenaje una carta redactada y leda por un estudiante de Ciencias de la Educacin a la referente de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, en reconocimiento a la incansable lucha por la verdad, la memoria y la justicia. Luego, fue Estela quien pronunci las palabras del cierre de estas jornadas. Palabras cargadas de sentido, claridad y compromiso. Estas primeras Jornadas Internacionales posibilitaron que los anlisis, debates e intercambios fueran ejes en cada mesa de trabajo planicada. Una jornada donde la universidad y el sistema educativo compartieron las discusiones y preocupaciones, en la cual se propusieron agendas de trabajo conjunto sobre ellos, los jvenes, que son lo mejor que tenemos.

Bienvenida institucional

Jvenes, educacin y cambios sociales: palabras introductorias, Gloria Chicote Conocimientos que permiten mejorar el propio sistema educativo, Jos Antonio Castorina / Victoria Orce Marco institucional de este encuentro, Claudia Bracchi

Jvenes, educacin y cambios sociales: palabras introductorias


Gloria Chicote

Los espacios de debate como estas Jornadas deben servir para producir saberes que acten positivamente en relacin con la formacin de los jvenes y que contrarresten los discursos de marginacin, de exclusin que circulan en algunos mbitos.

Celebro especialmente que, una vez ms, la reexin sobre los nexos entre educacin, sociedad y juventud convoque a los investigadores de las universidades nacionales, quienes da a da trabajamos por vincular nuestro quehacer, por denicin de carcter escritural, con los requerimientos imperiosos de un contexto social en constante movilidad y con las necesidades de deniciones urgentes. La educacin de los jvenes es quizs uno de esos temas en los cuales los tiempos largos de la deliberacin terica deben ser traccionados por la urgencia de la accin concreta y la inmediatez de los posicionamientos ideolgicos. La movilidad y la diversidad intrnsecas de las identidades juveniles y la continua reconguracin de sus imgenes estn tensionada por distintas inuencias. En este entramado mltiple y heterogneo conviven la doxa de criminalizacin, la interaccin con las nuevas tecnologas, la inuencia de los medios de comunicacin y las construcciones efectuadas por las polticas de Estado, ente otros factores. Estas intervenciones en pugna nos obligan a nosotros, responsables del circuito educativo, a buscar espacios de debate como estas Jornadas

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y a producir saberes que acten positivamente, contrarrestando los discursos de marginacin, de exclusin y hasta de exterminio que pululan en distintos mbitos en los que se predica, en relacin con la formacin de jvenes, el exacerbamiento de los valores individualistas o la competencia canbal propia del ms puro mercantilismo, junto con la incitacin al consumo desenfrenado. Una de las funciones de los que investigamos y gestionamos estos temas es, por supuesto, el anlisis y la interpretacin de cada uno de los componentes de un imaginario de la juventud vigente en nuestra sociedad contempornea. Pero, asimismo, debe ser nuestro objetivo la creacin de discursos renovados que intervengan crticamente sobre el sistema y lo modiquen. Una vez ms, debe ser dicho que es imprescindible que estos discursos tengan el lema prioritario de la inclusin de todos los jvenes en un sistema educativo laico, gratuito y destinado a la poblacin en su conjunto. Una vez ms, debe ser recordado que es necesario que esa inclusin contemple la tolerancia, la solidaridad y el respeto por las diferencias de los sujetos. Una vez ms, debe ser aclarado que la inclusin, debido a la movilidad caracterstica de este mundo globalizado, no est restringida a jvenes argentinos sino que implica tambin a jvenes procedentes del resto del mundo, en especial de otros pases de Latinoamrica. Y, una vez ms, debe reiterarse que esa inclusin imperiosamente debe dirigirse a los ms excluidos, a los que estn en los mrgenes de la sociedad: el proceso educativo debe ser capaz de hacerlos transitar el camino que va desde la estigmatizacin hacia la emblematizacin de sus respectivas marcas identitarias.

Gloria Chicote
Dra. en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Profesora titular de Literatura Espaola I de la UNLP, Investigadora Independiente del Secrit (Conicet), directora de Olivar. En 2003 fue becaria de la Fundacin Alexander von Humboldt. Sus investigaciones se reeren a las manifestaciones literarias de tradicin oral desde la Edad Media hasta el presente. Actualmente se desempea como Vicedecana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin de la Universidad Nacional de La Plata.

Sobre estos desafos vamos a escuchar las voces de los especialistas que disertarn entre hoy y maana. Este mbito de unas nuevas jornadas referidas a la investigacin sobre educacin nos obliga a comprometernos y comprometer a los jvenes en la participacin activa, en el cuestionamiento de estas tensiones y en la puesta en marcha de transformaciones que conduzcan a condiciones de vida ms justas, ms equitativas y, fundamentalmente, ms libres para todos.

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Marco institucional
Claudia Bracchi

Las escuelas deben brindar a los jvenes los saberes, las herramientas para ejercer su ciudadana plena, para desempearse en el mundo del trabajo, para que sigan una carrera en nuestras universidades. Se trata de que esta escuela contribuya para que cada uno pueda realizar su particular proyecto de vida.

Es un placer dar comienzo a estas jornadas internacionales y poder presentar el marco poltico institucional en el que se desarrollan. Ante todo, quiero celebrar que varias instituciones relacionadas con el campo educativo se han comprometido para organizar estas jornadas. Instituciones del Estado, tanto nacional como provincial, trabajamos en conjunto para lograr su mejor desarrollo. Como ustedes saben, este evento surge a partir de la iniciativa de los integrantes de un equipo de investigacin que viene trabajando el tema de las violencias en el campo educativo desde 2004. Es un equipo al que fueron sumndose jvenes investigadores, tesistas, becarios y estudiantes. Los primeros resultados de estas investigaciones estn expresados en distintas publicaciones que, de manera individual o colectiva, hemos realizado (entre ellas se destacan Violencias en plural y, luego, Violencia escolar bajo sospecha, ambos dirigidos por la Dra. Carina Kaplan). El eje central de nuestros trabajos ha sido jvenes, violencias y escuela secundaria. Los intercambios y las discusiones desarrolladas en el interior del equipo se extendieron y vincularon con el trabajo que se viene desarro-

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llando desde la Direccin Provincial de Educacin Secundaria (DPESEC), que se sum a pensar en conjunto unas jornadas como las que hoy se inician. Las instituciones organizadoras son las siguientes. Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educacin (IICE), Facultad de Filosofa y Letras, UBA. Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin, UNLP. Direccin Provincial de Educacin Secundaria, DGCYE, Provincia de Buenos Aires. Fondo para la Investigacin Cientfica y Tecnolgica (Foncyt), Agencia Nacional de Promocin Cientca y Tecnolgica, Ministerio de Ciencia, Tecnologa e Innovacin Productiva. Como Directora Provincial de Educacin Secundaria e integrante del proyecto de investigacin, s que los temas que van a ser trabajados en estas jornadas son de central inters, ya que la escuela secundaria y los jvenes son nuestro norte (o, mejor dicho, nuestro sur). Para la educacin secundaria hoy obligatoria por primera vez en la historia de nuestro pas, que implica y obliga al Estado a garantizar el ingreso, la permanencia y el egreso con conocimiento de todos los adolescentes y jvenes, la produccin de conocimiento en torno de los temas que hoy nos convocan son fundamentales a la hora de pensar la

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Claudia Bracchi
Prof. en Ciencias de la Educacin por la UNLP y Mg. en Ciencias Sociales por la Flacso. Profesora titular ordinaria en la ctedra Fundamentos de la Educacin de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP y Profesora Adjunta Ordinaria en la Ctedra Sociologa de la Educacin de la UNLP Es investigadora principal del Programa de Investigacin sobre Transformaciones Sociales, Subjetividad y Procesos Educativos con sede en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educacin de la UBA dirigido por la Dra Carina V. Kaplan. Fue Subsecretaria de Educacin de la DGCYE de la Provincia de Buenos Aires. Actualmente se desempea como Directora Provincial de Educacin Secundaria de la DGCYE.

escuela y la poltica estratgica para universalizar la educacin de este nivel de enseanza. Hoy, en este lugar, estn presentes estudiantes y docentes de las universidades, equipos de investigacin, docentes, directivos y supervisores del sistema educativo de distintos distritos de la provincia de Buenos Aires. Para todos ellos organizamos estas jornadas con distintas temticas, diversos enfoques, avances de investigaciones, reexiones tericas, experiencias de trabajo que giran en torno de las imgenes y los discursos sobre los jvenes. A travs de las distintas mesas y paneles podremos elaborar en conjunto una agenda comn que posibilite lneas de investigacin, y tambin deniciones que sirvan para la toma de decisiones de poltica educativa. Estamos en otro momento histrico en el que distintas leyes se estn llevando a cabo, como es la Ley de Educacin Nacional, la Ley de Educacin Provincial y la Ley de Promocin y Proteccin de Derechos de Nias, Nios y Adolescentes. Estas representan el marco normativo para el campo educativo y, especcamente, expresan nuestro horizonte de derechos, de garantizar derechos. Para la escuela secundaria es un momento particular porque estas mismas leyes establecen la obligatoriedad del nivel, deniendo claramente que sus nes son formar para la ciudadana, para el trabajo y para seguir estudiando. Se trata de pensar esta escuela secundaria que en su historia se constituy bajo otro proyecto poltico y, por lo tanto, era para pocos, con un sello selectivo para que, efectivamente, sea para todos. Y cuando decimos todos pensamos en los jvenes que viven en las zonas urbanas y en el campo, los que ayudan en el sostenimiento familiar, las que son mams y los que son paps adolescentes, los jvenes que estn privados de su libertad y tienen derecho social a la educacin, y los que presentan una discapacidad. Esto nos indica que no hay una nica manera de ir a la escuela secundaria y que necesitamos pensar una escuela que d respuesta a las distintas historias de los jvenes en nuestro pas. Implementar polticas tendientes a esto implica, como ya hemos mencionado, que la escuela debe formar para la ciudadana, para el trabajo y para los estudios superiores.

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Cuando decimos formar para la ciudadana, pensamos en la ciudadana en el presente y no cuando los adolescentes sean adultos. Queremos una escuela secundaria que rompa con las representaciones sociales acerca de que hay algunas que forman trabajadores y, otras, futuros estudiantes universitarios. Las escuelas, todas en su conjunto, deben brindar a los jvenes los saberes socialmente valorados y las herramientas necesarias para ejercer su ciudadana plena, formarlos para la democracia para su participacin poltica, para que se puedan incorporar y desempear en el mundo del trabajo y asimismo, prepararlos para que sigan una carrera en nuestras universidades (pero no solo que ingresen, sino que puedan entrar, permanecer y terminarla). En denitiva, se trata de que esta escuela secundaria pueda contribuir para que cada uno de estos jvenes pueda realizar su proyecto de vida. En las investigaciones que venimos desarrollando, distintos avances y resultados obtenidos hasta el momento van mostrando la necesidad de analizar, discutir y profundizar las miradas que se construyen sobre los jvenes y, especcamente, sobre los jvenes y la escuela. Sobre estos marcos fuimos discutiendo y analizando cules podran ser los recortes para abordar las temticas que conformaron cada una de las mesas, haciendo hincapi en el anlisis de los jvenes y de la escuela hoy, en esta sociedad contempornea. Poder analizar aquellos discursos que muchas veces estigmatizan a nuestra juventud, a nuestros alumnos, es uno de los objetivos fundamentales de nuestros trabajos; no solo analizarlos sino desarticular aquellos discursos que los muestran como peligrosos, apticos, desinteresados, que no leen, que no participan. Pensamos en la necesidad de empezar a mostrar a los jvenes en clave de posibilidad. Es claro que a partir de 2003 en adelante, la Argentina comenz a transitar otro momento histrico; se produjeron cambios polticos en lo econmico, social y cultural que hoy posibilitan que haya mayores oportunidades. Hubo un pasaje de polticas focalizadas, que buscaban al pobre para implementar compensacin o asistencia, hacia polticas universales que alcanzan al conjunto. La Asignacin Universal por Hijo es una muestra clara de que ms chicos hoy estn en las escuelas aprendiendo; las escuelas secundarias

estn trabajando con planes de mejora, con horas institucionales para la enseanza y con polticas de inclusin (para que los que no estn, vayan a las escuelas; para que los que se fueron, vuelvan; para que los que estn, se queden y aprendan) que garantizan derechos. Inclusin y calidad suelen aparecer como categoras en tensin, principalmente de la mano de aquellos discursos que combinan la expansin educativa con el deterioro de la calidad. Desde una perspectiva democrtica, la gestin pblica de la educacin debe trabajar por una educacin de calidad social para todos. Creo que todos los que estamos ac formamos parte de una generacin que tiene como marca trabajar intensamente para garantizar derechos. Sabemos que los cambios no se dan de un da para el otro, que requieren de tiempo, trabajo, mucho esfuerzo, sostenimiento a futuro y de polticas de Estado con continuidad, que se consoliden, que se profundicen. El camino es difcil, complejo y, por lo tanto, demandar tambin, de parte de todos nosotros, respuestas complejas. Las transformaciones sociales, culturales y juveniles que se han ido produciendo en los ltimos veinte aos han contribuido para que el escenario no sea el mismo. No se trata entonces de una escuela secundaria obligatoria que se reconstituye sobre modelos anteriores, sino de una escuela secundaria acorde con el nuevo momento histrico que vivimos. Es por eso que los temas que sern abordados en estos dos das son fundamentales para quienes pensamos en la educacin hoy, para nuestro pas y para la regin. Para el sistema educativo este tipo de jornadas, con el aporte de intelectuales, investigadores, docentes, son de central inters poltico, tanto para nuestro pas como para los pases hermanos. Adems de los colegas argentinos, contamos con la presencia de los colegas de Brasil, Salvador y Paraguay. Ser por medio del intercambio y del trabajo articulado de las instituciones estatales, hoy presentes, que se podr profundizar una poltica educativa inclusiva y de calidad para todos. Agradezco en nombre de las tres instituciones que convocan a estas jornadas la presencia de todos y de cada uno de ustedes, y espero que podamos intercambiar opiniones, resultados de investigaciones, anlisis, para que esto se cristalice en polticas pblicas para seguir realizando un

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proyecto de pas basado en la inclusin y en la redistribucin de bienes materiales y simblicos. Tambin agradecemos el apoyo recibido para la realizacin de estas jornadas del Ministerio de Educacin de la Nacin, del Conicet, de Unicef, de la Universidad Pedaggica Nacional de Mxico, del Instituto Nacional de Formacin Docente, la Universidad Federal da Grande Dourados, de la Fundacin Joaqun Nabuco y muy especialmente de la Subsecretara de Prensa de la Presidencia de la Nacin, que ha venido a cubrir este encuentro. Agradecemos todo el trabajo que hizo el Comit Organizador de estas Jornadas, la Direccin Provincial de Educacin Secundaria, y especialmente a Ins Gabbai. Entonces, con mucha felicidad, damos inicio a estas Jornadas, seguros de estar emprendiendo la mejor de las tareas.

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Conocimientos que permiten mejorar el propio sistema educativo


Jos Antonio Castorina / Victoria Orce

Es fundamental que los resultados de las investigaciones se transeran no solo a la academia sino tambin y en especial al sistema educativo; de modo tal que impacten en las polticas educativas y promuevan la intervencin de los investigadores en debates referidos a la educacin y la cultura actual del pas.

El objetivo central de la investigacin educativa en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educacin (IICE, Facultad de Filosofa y Letras de la UBA) es la produccin de conocimientos a partir del anlisis y del estudio sistemtico de los problemas presentes en el campo educativo, abarcando un amplio espectro de tpicos tales como la produccin y circulacin de conocimientos en los sistemas de enseanza, las relaciones entre las organizaciones educativas y la comunidad, el fracaso escolar, la desigualdad educativa, la formacin de los docentes, la articulacin entre educacin y trabajo, entre otros. Ahora bien, para la poltica cientca del IICE resulta fundamental, adems, que los resultados obtenidos sean transferidos no solo a la vida acadmica universitaria, sino muy especialmente al propio sistema educativo, de modo que impacten sobre las polticas educativas del pas y promuevan la intervencin de los investigadores en debates referidos a la situacin de la educacin y la cultura argentina, en otros escenarios. Estas Jornadas representan para el Instituto una muestra precisa del tipo de actividades acadmicas que nos proponemos desarrollar.

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El programa de investigacin sobre Transformaciones sociales, subjetividad y procesos educativos, dirigido por la Dra. Carina Kaplan, nuclea una serie de proyectos de investigacin cuyos objetivos de indagacin, hiptesis y problemticas estudiadas han inspirado los ejes y las mesas de debate constituidas para estas jornadas. Esto se hace evidente al evocar algunas de las preguntas centrales en los proyectos de investigacin mencionados: Qu tipos de vnculo construyen los jvenes con la autoridad? Qu rol juega la violencia en las relaciones de poder entre los actores de la escuela? Qu tensiones existen entre la condicin estudiantil y la condicin juvenil? Qu miedo perciben los jvenes respec-

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Jos Antonio Castorina


Prof. y Mg. en Filosofa. Se doctor en Educacin por la Universidad Federal do Rio Grande do Sul. Profesor Titular de la ctedra de Psicologa y Epistemologa Gentica de la Facultad de Psicologa y de la ctedra de Psicologa Gentica de la Facultad de Filosofa y Letras, UBA. Docente del posgrado de Constructivismo y Educacin (Flacso). Director del proyecto de investigacin Construccin del conocimiento social: problemas tericos a partir de indagaciones psicogenticas, de la Secretara de Ciencia y Tcnica de la UBA. Investigador del Conicet. Actualmente se desempea como director del IICE- UBA.

Victoria Orce
Secretaria Acadmica del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educacin, Facultad de Filosofa y Letras, UBA. Docente de la ctedra de Administracin de la Educacin de la Carrera de Ciencias de la Educacin, FFYL, UBA. Profesora titular ordinaria de la asignatura Diseo Curricular en el Instituto Nacional del Arte (IUNA). Investigadora del Programa de Investigacin sobre Transformaciones Sociales, Subjetividad y Procesos Educativos con sede en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educacin de la UBA, dirigido por la Dra. Carina V. Kaplan

to de su futuro? Qu tensiones operan para la exteriorizacin de coacciones externas o la autorregulacin de los comportamientos por parte de jvenes estudiantes? Qu tensiones se producen en las relaciones intergeneracionales o intrageneracionales, dentro y fuera de la escuela? Cules son los efectos de las doxas criminalizantes y del sentido comn punitivo sobre la autoimagen que construyen los jvenes? En esta lnea de investigacin, el principal interrogante se reere a los lmites y las posibilidades simblicas de constitucin de identidad de los jvenes escolarizados, en contextos signados por la exclusin y la violencia social. Contextos que no podemos dejar de considerar como resultado de las polticas neoliberales, cuando el Estado pierde su rol central, y delega ciertas funciones econmicas y de organizacin de la vida social hacia el mercado. La consideracin del papel que desempea el Estado es fundamental por las consecuencias que tiene en la construccin de subjetividad por parte de los actores involucrados en los procesos sociales. Al limitarse las funciones civilizatorias y al reducir el Estado su funcin de inversin social, se da lugar al surgimiento de procesos de descivilizacin y despacicacin. Dichos procesos ubican a los sujetos frente a la necesidad de autogestionarse con los recursos que tienen disponibles segn su capital social, econmico y cultural. De esa manera, quienes no cuentan con la posibilidad de acceder a esas formas de capital no solo quedan excluidos sino que pueden ser destinatarios de diversas formas de represin y violencia (Kantarovich, Kaplan, Orce, 2006). El enfoque terico adoptado en estos proyectos discute fuertemente con aquellos que portan una mirada de desconanza hacia los jvenes y estudiantes, estigmatizndolos o criminalizndolos. Por el contrario, lo que se propone es profundizar en una conceptualizacin socioeducativa especca y alternativa, que permita sacar la interpretacin de la violencia de su naturalizacin reduccionista o de su remisin descriptiva a las vivencias subjetivas (Castorina y Kaplan, 2009). Lo ms interesante de esta perspectiva es que pone el acento en las voces de los jvenes, en sus reexiones y opiniones. A travs de un amplio trabajo de campo llevado a cabo en el marco de este programa de investigacin, se realizaron entrevistas, con tcnica de focus group, a estudiantes secundarios de escuelas pblicas de la ciudad de La Plata. En estas entrevistas los estudiantes expresaron, entre otras cuestiones,

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su inters por diferenciarse de los estigmas sociales que los marcan, etiquetan e, incluso, condenan. Una de las principales fuentes de estigmatizacin que reconocen son los medios de comunicacin. Esto los lleva a pensar y decir que los medios transmiten un discurso que exagera, que construye una visin de los chicos con la que, por un lado, se identican pero no en todo lo que se muestra acerca de cmo son los jvenes. Reconocen la generalizacin y reexionan sobre ella, identicndose solamente con lo que la palabra joven denota y no con el signicado que se le atribuye socialmente. Juventud, como deca Bourdieu (1984), no es ms que una palabra, una clasicacin que, basada en el hecho biolgico de tener una cierta edad, impone reglas a los comportamientos de las personas. Referirse a la juventud en trminos de grupo constituido con intereses comunes, borra el plural (juventudes) y las diferencias en las condiciones de existencia de los diversos grupos que integran los jvenes. Por cierto, los jvenes estudiantes que fueron entrevistados constituyen un grupo concreto, que vive una manera especca de ser jvenes; tienen sus propias visiones del mundo, reconocen el ir a la escuela como un relativo privilegio, lo mismo que tener una familia que los apoya y se interesa por ellos. Se diferencian de otros jvenes de otros grupos sociales, tanto de los que tienen menos posibilidades cuanto de aquellos que tienen mejor situacin econmica, van a colegios a los que asisten estudiantes de altos recursos o tienen familias socialmente percibidas como bien constituidas. Constituyen un grupo con conexin generacional ya que comparten la oportunidad de participar en los mismos sucesos y en los mismos contenidos vitales que sus contemporneos (Orce, 2012). Para estos jvenes, la desigualdad, as como la pobreza, las carencias y la falta de oportunidades son mencionadas como factores predominantes para explicar la violencia, que es percibida fundamentalmente como social y coyuntural. Sin duda, desarrollos de investigacin como los mencionados, llevados adelante por Carina Kaplan y su equipo, ayudarn a comprender polticamente la necesidad de la inclusin de los jvenes en el sistema educativo; servirn para desmiticar el sentido comn sobre la violencia fuera y dentro de la escuela y comprender los conictos originados en las relaciones de los grupos escolares con otra perspectiva.

Por lo tanto, es un alto honor para este instituto de investigaciones darle la bienvenida a los investigadores, funcionarios y comunicadores sociales que participarn en los debates. Desde el punto de vista institucional, esperamos que las preguntas que se formulen y los intercambios en las diversas mesas, que contemplan muy diversas temticas relacionadas con los jvenes y la educacin, sean un insumo signicativo para la investigacin educativa. Dado el carcter internacional de las Jornadas, se lograr tambin consolidar los lazos acadmicos con colegas de otros pases, como Brasil y Mxico, que se ocupan de estudiar las problemticas de los jvenes en sus diferentes dimensiones. Pero tambin creemos que los debates servirn fundamentalmente para generar nuevas reexiones por parte de los actores encargados de la educacin de los jvenes. Finalmente, queremos mencionar el apoyo de las diversas instituciones coorganizadoras del evento, como la Facultad de Ciencias Humanas y Educacin de la Universidad Nacional de La Plata y, muy especialmente, la Direccin de Educacin Secundaria de la Direccin General de Educacin de la Provincia de Buenos Aires. Por ltimo, agradecemos la generosa tarea de todas las personas involucradas en la organizacin de las Jornadas; en particular, agradecemos la responsabilidad, el entusiasmo, la dedicacin, del Comit Acadmico y de los becarios, tesistas y estudiantes que integran el equipo de investigacin de la Dra. Kaplan. Nuevamente, bienvenidos y muchos xitos en la jornada.

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Relaciones entre la universidad y el sistema educativo

Relaciones entre la universidad y el sistema educativo, Mario Oporto Las dimensiones de los posibles vnculos entre escuela y universidad, Anbal Viguera Experiencias recientes en la Facultad de Filosofa y Letras (UBA), Hugo Trinchero

Relaciones entre la universidad y el sistema educativo


Mario Oporto

Hay otro modelo de enseanza opuesto al modelo que expulsa en nombre de la excelencia: el de ensear en nombre de la inclusin. Para este, incluir es ensear: un alumno est incluido cuando aprendi en el acto educativo. Educar a todos es clave para la transformacin de la escuela secundaria.

Escuela secundaria y universidad: complementacin, continuidad Muy buenos das. Estoy muy agradecido por la invitacin, me han recordado todas esas cosas que antes haca. Voy a tratar de hablar con ustedes de las decisiones polticas y del mundo acadmico. Cuando uno est frente a un auditorio acadmico, encuentra muchas ideas que le aportan los participantes. Tambin, cuando uno est en la situacin de la decisin poltica, lo primero que renace es una pregunta extremadamente clsica, que ha titulado un libro tambin clsico, Qu hacer?; luego, intenta escuchar ideas. Cada vez que participo de un congreso, un encuentro o un seminario, o en cualquiera de estas actividades colectivas porque son muy frecuentes-, mi mayor expectativa es recibir, como resultado, una agenda de conclusiones que nos ayude a tener ms ideas y que compense nuestra especialidad. Nosotros nos hemos especializado en la construccin poltica de un sistema de gobierno muy complejo, como es el sistema educativo de la Provincia de Buenos Aires; esa especializacin nos ha capacitado para intervenir con gran energa en algunos temas, fundamentalmente, discutir presupuestos, tratar de lograr intervenciones

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territoriales rpidas y ecientes, poder resolver con bastante ecacia el progreso permanente en las relaciones laborales. La verdad es que esos son los instrumentos para llevar adelante una buena educacin; para utilizarlos, se necesitan ideas. Creo que ah est la tensin entre el mundo acadmico y el mundo de las decisiones polticas que ya ha sido expuesto, en parte, desde la visin de la universidad, entre el mundo de los problemas y el mundo de las soluciones; entre los que estamos ms entrenados para encontrarles nuevos problemas a las soluciones y los que estamos permanentemente presionados para encontrarles rpidas soluciones a los problemas de todos los das. Esta tensin entre el mundo poltico y el acadmico se agudiz frente a cierto prestigio que gan, increblemente, el pragmatismo en la poltica. Eso llev a tomar distancia, y a calicar casi como una ingenuidad idealista el tomar decisiones basadas en ciertos conocimientos y cierta experiencia y cierta teora. Tambin creo que, muchas veces, el mundo acadmico tiene el problema de producir para sus propios colegas; entonces, buscar ese dilogo con la vida poltica es muy importante, porque en muchos casos evita perder tiempo. Felizmente, en nuestro pas hay muchas instituciones que han acumulado conocimientos, reexiones, hiptesis alternativas; si la poltica las tomara, el margen de error en muchas acciones sera menor.

Mario Oporto
Es Diputado de la Nacin por la provincia de Buenos Aires. Acumula una vasta experiencia en el mximo nivel de la gestin educativa en esa jurisdiccin, donde se desempe al frente de la DGCYE durante dos perodos (2001-2005 y 2007-2011) y, previamente, cumpli funciones como Subsecretario de Educacin entre los aos 1999 y 2001. Es profesor de Historia en diversas universidades nacionales e internacionales. Se desempe como Jefe de Gabinete del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, y Senador electo por la Primera Seccin en los comicios de renovacin legislativa en la misma provincia.

Yo siempre cuento un relato de una cena que me contaron; sospecho que tal vez no sea cierto, pero no importa. Es una conversacin entre De Gaulle y Fernand Braudel. Se dice que, durante toda la cena, Braudel habl de Europa y De Gaulle call; sobre el caf nal, De Gaulle hizo una sola pregunta: Cmo divido Alemania?. Cuando nos enfrentamos a problemas similares al de Cmo divido Alemania?, en general recibimos un conjunto de estadsticas, comparaciones, problemas, alternativas. Pero nosotros tenemos que decidir rumbos de la poltica que, en general, benecian y perjudican en distintas proporciones; y tenemos que decidir rumbos que benecien a la mayora y que perjudiquen a la minora, digamos. Por otro lado (y ya entro en nuestro pronstico de la escuela secundaria), hay que trabajar para poder efectivizar algunas ideas que tenemos y, adems, tratar de evitar algunas equivocaciones. La primera equivocacin que hay que evitar es que las excepciones oculten el promedio. Vivimos discutiendo sobre excepcionalidades y viendo poco el promedio. En segundo lugar, poder efectivizar algo que en nuestra gestin tenemos como clave, que deseamos y por lo cual trabajamos, que es educar a todos los adolescentes de las escuelas secundarias. Nos empecinamos en educar a todos: a los que tienen facilidad para el estudio y a los que tienen dificultad para el estudio, a los que tienen voluntad de estudiar y a los que no la tienen, a los que tienen familias que los ayudan y alientan y a aquellos a quienes no los han acompaado nunca. La verdad es que hay que poner ms nfasis en los que son ms dbiles; por eso, lo que nosotros queremos es educar a todos y cambiar estructuralmente la escuela secundaria. Y por eso apoyamos este concepto de obligatoriedad que marca la ley, que es un avance enorme (sin enceguecernos con el concepto de obligatoriedad, porque que la ley diga que es obligatoria no signica que sea obligatoria) y que cambia, aparte, un concepto de obligatoriedad ya muy arraigado histricamente en la Argentina. Tambin tenemos que tener paciencia. La historia se construye con cierto grado de paciencia. Porque, si no, tenemos que contestar preguntas rutinarias periodsticas sobre cmo es que la educacin es obligatoria en la secundaria y ustedes no lo han logrado todava?. La

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Ley tiene dos o tres aos; sera necesario considerar que con la Ley 1420 se tardaron 80 aos en lograr la educacin comn obligatoria para la escuela primaria. No signica que yo est diciendo que tardaremos 80 aos, sino que hay que medir el progreso anualmente; eso lleva tambin a la educacin inicial, a la universalizacin de la sala de cuatro, que nosotros queremos que sea tambin la sala de tres. El concepto de obligatoriedad tambin es diferente a la idea de obligatoriedad que se tiene en la conciencia histrica, vinculada con la primaria. Porque la verdad es que en la ley 1420 la obligatoriedad estaba puesta en la familia, y hasta haba mecanismos de sancin y de control hacia esas familias que no llevaban a los chicos a la escuela. En este caso, la obligatoriedad de la secundaria est puesta ms en el Estado que en la familia; es un Estado que tiene la obligacin de generar las condiciones sociales para que todos estudien y terminen la escuela, la obligacin no recae tanto en la obligacin del estudiante y de la familia. Adems, es otra edad, de mayor autonoma; entonces, es ms complejo. Adems, no tenemos experiencia previa: somos la primera generacin de argentinos que decidi que todos los adolescentes terminen la escuela secundaria. Por lo tanto, nos cuesta comparar con experiencias anteriores, porque la experiencia anterior por la que pasamos todos era una escuela selectiva. Entonces, nuestro modelo es el de la construccin futura y del cambio de cultura de la institucin secundaria. Por eso desalentamos a los que se ponan contentos cuando pensaban que esta medida era una medida restauradora de la vieja escuela secundaria, y lo expresaban con el nfasis del triunfo: Vamos a volver a la vieja escuela secundaria; un nfasis bastante entendible por el tremendo fracaso del polimodal, que casi todos sabamos que ocurrira, desde antes que se implementara. Es de esos fracasos que no se entienden; porque hay fracasos que se evalan con la experiencia pero, este, era ya sabido. Fundamentalmente, porque no tena consenso y, por lo tanto, era difcil llevar adelante un proyecto de esa magnitud sin que los actores principales, que eran los docentes, estuviesen de acuerdo. Pero tampoco la vieja escuela secundaria es la que queremos. En primer lugar, porque educaba a pocos, aunque los medios enfaticen a esa escuela como una gran escuela secundaria que tena sus mritos. Pero cuando uno se relaciona en la vida cotidiana con las preguntas y

las respuestas de los medios de comunicacin, se detectan las ironas. Vamos a volver a esa escuela secundaria que dio los Premios Nobel, dicen generalmente, pero yo dira que tambin dio dictadores. Seguramente dio dos excepcionalidades, promedio, ms o menos; tal vez algo satisfactorio, para un porcentaje reducido. Pero nosotros hemos decidido educar a todos y es un desafo enorme. Siempre repito que tenemos dos modelos que son aplicables, a los cuales estamos naturalmente acostumbrados. Un modelo es el que expulsa en nombre de la excelencia, que es el de los que critican el facilismo y, en general, sin darse cuenta, lo que pregonan es el facilismo de los docentes: Doy clases y no me importa si me escuchan, evalo y no me importan los resultados de esa evaluacin y, si se van, mala suerte; yo soy exigente. Es una cosa muy fcil. Algo ms difcil es acompaar, personalizar, volver a dar una clase que no se entendi, volver a dar alternativas de evaluacin que sin rebajar la exigencia, no se reexige con el fracaso. Es un modelo fcilmente aplicable; es el que, en general, conocemos muchos: dos o tres pautas claras vinculadas con la promocin, la disciplina y la permanencia o presentismo; y bastante desinters en el destino de cada uno de los alumnos. El Estado puede brindar una educacin gratuita, un servicio gratuito, que tendra las mismas caractersticas que uno sealaba para la universidad: no era gratuita, pagaba un grupo, pagaban todos, y se desentenda de esos destinos, se expulsaba en nombre de la excelencia. Es un modelo, no es difcil de aplicar y creo que no tiene buenos resultados. Hay otro modelo. Es el de ensear en nombre de la inclusin y entender que no hay aprendizaje que no sea en nombre de la inclusin. Porque, para este modelo, incluir es ensear; o sea que un alumno est incluido cuando aprendi en el acto educativo: si no aprendi, vamos generando una falsedad de inclusin, que se paga despus. Educar a todos es difcil; implica creatividad. Por eso necesitamos ideas y vamos a ir corrigiendo sobre la marcha. Porque nosotros tenemos que incluir, tenemos que dar alta calidad de aprendizaje a los egresados, tenemos que generar y esto s es un papel ineludible del Estado condiciones materiales concretas para que los docentes den buenas clases, y condiciones materiales concretas para que los alumnos puedan aprender.

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Pero todas las cosas que nosotros hacemos estn vinculadas con la calidad educativa. Que pareciera que para algunos es como una etapa diferente a la de la inclusin, o una etapa diferente a la de otras polticas pblicas. A m me lo dicen siempre; me dicen Qu pena que usted siempre tenga que estar discutiendo salarios y no est discutiendo cosas profundas de calidad educativa con los gremios. Yo les digo dos cosas. Una, que s lo hago, pero a los medios no les importa cuando discuto otras cosas; en general, no hay movileros en la puerta de mi ocina cuando discuto temas que hacen a lo pedaggico, pero hay cien movileros cuando hay discusin de salarios. Segundo, cuando discuto salarios, discuto calidad educativa, salvo que no crea que sea calidad educativa que los docentes no estn denigrados salarialmente. Para nosotros es todo lo que hace a la calidad y hay que construir un modelo de escuela secundaria para adolescentes. Es un paso adelante haber reconstruido la escuela de seis aos para los adolescentes. Que tenga un modelo original, que no se desentienda de los alumnos, que sea una escuela de exigencia. Nosotros creemos que la desercin est ms vinculada con la negligencia que con la exigencia. No creemos que una escuela exigente no deba acompaar, tampoco que tienda a la expulsin; una escuela que no acompaa, se desentiende de los alumnos y no ensea, tiende al desinters. Y tambin tenemos un modelo al cual podemos mirar, no para copiar ni comparar, porque es un modelo histrico distinto, una etapa diferente de la educacin, pero es la escuela primaria, que ha tenido experiencias importantes en educar a todos con cierto nivel de aprendizaje; hay all una experiencia. Tambin es necesario debatir en forma pblica y permanente esta idea de que esta sociedad decidi educar a todos en la escuela secundaria. Pareciera un consenso, pero no es tan fcil, no es que todos estn de acuerdo en que hay que educar a todos, principalmente por sus comportamientos. Voy a contar dos prejuicios sobre dos polticas que para nosotros fueron muy importantes y estn siendo muy impactantes para nuestro sistema educativo. En primer lugar, la Asignacin Universal por Hijo, que nos est impactando, yo creo, ms en la retencin que en la inclusin, porque haba una dinmica previa de inclusin en nuestra sociedad, que tiende a anotar a esos chicos en la escuela, y somos exi-

tosos en el ingreso y somos bastante menos exitosos en la retencin, y menos aun en el aprendizaje. Fui a un congreso donde me preguntaron Ustedes vigilan en qu gastan el dinero de la Asignacin Universal por Hijo?. Me preguntan eso en los congresos de educacin docente; en primer lugar, porque creen que es un programa social (y la Asignacin Universal por Hijo no es un programa social, es un derecho universal); en segundo lugar, porque creen que a los pobres hay que vigilarlos en qu gastan el dinero, pero por supuesto que ellos no permitiran que les vigilemos qu hacen con lo que cobran por su trabajo en blanco. Algo similar sucede con las netbooks para los alumnos. El prejuicio es Ustedes controlan que no jueguen con las netbooks?. Porque los chicos de la clase media alta, a quienes se las compran los paps, pueden jugar, pero los pobres, a los que se las da el Estado, slo tienen que estudiar. Esto es complejo, pero creo que hay enormes progresos y los tenemos que seguir acentuando. En nuestro caso, desde el Estado, aun cuando sabemos que la mayora de los temas de la educacin se resuelven en las aulas, y que ah hay que apuntar, fortalecer, y ah hay que acompaar a los docentes. Nosotros tenemos que tomar medidas generales y esas medidas generales tienen que tener en la escuela secundaria acciones concretas de ms dedicacin, ms cargos, ms equipamiento, mejor infraestructura, siempre generando condiciones materiales para que la institucin pueda tener sus proyectos y para que los docentes puedan ensear con tranquilidad, defendiendo a rajatabla la libertad de aprender. Preferimos que el docente se equivoque en el aula y corrija, y no equivocarnos nosotros en el poder central, porque eso no se corrige por mucho tiempo y los riesgos son enormes. Pero hay que dar posibilidades materiales, democratizar las decisiones y ampliar la participacin comunitaria en las escuelas, fomentando toda forma de representatividad tanto a nivel distrital, gremial, docente y de los centros de estudiantes. Tambin creemos que las medidas que vayamos tomando tienen que ir tendiendo a que los alumnos no solo egresen, sino que tengan democracia en el horizonte de eleccin futura y, por lo tanto, el ingreso a la Universidad es importantsimo para nosotros. Las buenas universidades son un faro para el sistema educativo. Hemos vivido bastante divorcia-

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dos, como vern. Dos temas diferentes: si la Universidad no depende del sistema educativo provincial no signica que no forma parte del sistema de educacin pblica de la provincia de Buenos Aires. No es un tema de dependencia, sino que es un solo sistema. Por eso nosotros tratamos de acercarnos a la universidad con la humildad que implica decir que queremos escuchar y queremos intercambiar experiencias y evitar la tensin que genera echarnos culpas mutuas, que no hacen bien. Es cierto que hay un inmenso crecimiento de matrcula universitaria, as lo declara el rector o presidente de la Universidad Nacional de La Plata; esa es la experiencia que estn viviendo las universidades nuevas, que han duplicado su proyeccin de matriculados para el primer ao, el crecimiento de las otras universidades del conurbano. Esto se ha transformado en una noticia de estos das. Hoy Clarn dice: Hay crecimiento de matrcula pero el primer ao lo terminan el 25 por ciento, algo as. Ahora, cmo van a medir los que van a terminar en n de ao si estamos en junio? Lo que estamos diciendo es que hubo ms inscriptos este ao; por lo tanto, saber cuntos van a terminar me parece que es un apresuramiento. El artculo haca referencia a cmo los chicos participan de los ingresos universitarios pero, realmente, hay algn chico que sali de la escuela secundaria no sabiendo absolutamente nada y que sabe mucho por haber hecho 45 o 60 das de un curso? Ninguno de nosotros, que trabajamos en educacin, lo creemos. Solo sabemos dos cosas. Por un lado, un buen curso tal vez despierta saberes adquiridos anteriormente; por otro, sabemos que incluso los que estamos aqu, que nos consideramos bastante formados en cada una de nuestras especialidades, de todos modos tendramos que prepararnos previamente si nos tomaran un examen. Eso es una reexin. La otra, que fue nuestra principal pregunta cuando intentamos dialogar con las universidades, es por qu no articulamos un trabajo entre el egreso del secundario y el ingreso a la universidad. Le llamamos ingreso a la ms amplia de las deniciones: un ingreso selectivo, otros excluyentes, otros tienen materias introductorias, otros tienen cursos de nivelacin, otros de materias comunes. Hay distintas maneras de dar los primeros pasos o tener las primeras experiencias en la universidad. Busquemos con sinceridad y honradez mutua, cules son los conocimientos y las habilidades que en esos primeros momentos,

primeros aos o primeras materias, es realmente necesario tener para seguir adelante con una carrera universitaria. Desde el sistema educativo, desde la escuela secundaria, tenemos que comprometernos a cumplir con los requerimientos universitarios; le pedimos a la Universidad, a cambio, que despus les requiera a los alumnos ese tipo de conocimientos y ese tipo de habilidades, y no otras. Si decimos que lo importante es la lectura comprensiva, o poder comparar situaciones, o resolver problemas, o tener pensamientos crticos, despus no tomemos multiple choice, sino digamos que es importante que puedan resolver temas de conocimientos con el multiple choice, y si despus nos convencen o nos convencemos mutuamente, llegamos a un acuerdo y en la secundaria los entrenamos para ello. Lo que debemos evitar es generar dos discursos diferentes: nosotros, en la escuela secundaria, no podemos caer en la negligencia de que no nos interesen los requerimientos universitarios; la universidad tampoco puede abocarse a descubrir qu es lo que no saben para impedirles que entren. Y la verdad es que este trabajo lo hemos hecho con los rectores, primero, y con los secretarios acadmicos de las universidades, luego en nuestro caso, lo condujo Daniel Belinche, que es Subsecretario de Educacin, y tuvo realmente muchos xitos. El trabajo tuvo ese objetivo, es decir: pensar entre todos cmo mirar el ltimo ao de la escuela secundaria y el primer ao de la Universidad, pensndolos como una unidad; que la escuela secundaria sea capaz de parecerse lo ms posible a lo que le va a ocurrir a ese alumno en la Universidad y la Universidad no olvide que, el ao anterior, ese alumno estaba en la escuela secundaria. Se trata de lograr que el salto sea menor. En esto estamos trabajando. Estamos dispuestos a tomar recursos de la investigacin universitaria en estos temas, porque la verdad es que creemos, sinceramente, desde las direcciones polticas, que no hay acuerdos sin recursos y que no hay acuerdos que no se sellen con compromisos concretos y materiales de seguir avanzando. Queremos que con las universidades haya acuerdos generales y acuerdos bilaterales; acuerdos generales que hacen a las grandes polticas de articulacin y acuerdos bilaterales para fortalecer los trabajos que las universidades, ms all de nosotros, vienen haciendo con las escuelas de nuestra Provincia. Muchas de estas tienen relaciones con la Universidad regio-

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nal, hacen cursos de capacitacin, reciben profesores universitarios, hay trabajo de extensin; a todo eso debemos hacerlo ms slido, elegir las lneas estratgicas que cada una de nuestras regiones necesita y fortalecerlas, diciendo a las universidades que esta relacin no sea el resultado de un voluntarismo, sino que sea el resultado de un programa de trabajo y que pueda sustentarse en el tiempo. Nos interesa muchsimo el intercambio de experiencias docentes, no solo de la formacin docente. Muchsimos de nuestros docentes son docentes universitarios, pero muchos otros no. Tenemos que darles posibilidades a nuestros docentes en la secundaria de tener experiencias de vida universitaria, porque se amplan universos y se amplan conocimientos; y tambin tenemos que lograr que aquellos docentes universitarios que estn ocupados en la produccin intelectual pero no tienen experiencia en educacin secundaria, se acerquen a ella: que vean la realidad, que vean las dicultades, sin prejuicios. Que ninguno de nosotros vaya a creer que hay algunos que estn para investigar y no saben ensear y algunos otros que saben ensear, que ensean con conocimientos muy antiguos y obsoletos y no estn para investigar. Creo que lo que hay que hacer es estar todos juntos para intercambiar experiencias. Nos parece que es fundamental que lleguen a las bibliotecas escolares los materiales bibliogrcos que los docentes y los alumnos utilizan en el primer ao de la Universidad; los materiales fundamentales de lectura y de trabajo de los primeros tiempos universitarios tienen que ser de trabajo cotidiano en el ltimo ao de la escuela secundaria. No puede ser que uno descubra autores en casi todos las materias introductorias que en la escuela secundaria nunca han sido referidos, ah estamos desfasados de orientacin. Por supuesto, tambin, hacer mucho hincapi en las habilidades necesarias. Para dar un ejemplo de debate, si no arbitrario, extremo: si para la universidad es fundamental que un alumno que ingresa a cualquier facultad sepa ingls, en la escuela secundaria tiene que ensearse ingls; si la escuela ensea ingls y despus se pide francs estamos teatralizando esto. La bsqueda de acuerdos para nosotros es muy importante. La verdad es que siempre que puedo hablar con los alumnos de quinto ao los aliento a que sigan estudiando, porque tambin en esta relacin de Universidad y escuela secundaria est el papel de los adultos. Si alentamos, si a esos

chicos les damos la idea de que es posible, de que es un futuro interesante, las consecuencias son muy diferentes a darles un discurso de desaliento, del estilo No es para vos, Si trabajs, no vas a poder estudiar. Porque uno siempre arranca con mucha debilidad; ese aliento es necesario. Siempre les digo a los chicos que en este pas necesitamos que haya cientcos, investigadores, artistas, pensadores, tcnicos; que haya una serie de actores polticos de importancia, que hacen a la ciencia, al arte, al pensamiento y a la tcnica; y que si esos hombres y mujeres salen del conjunto del pueblo, de esta sociedad, va a ser mucho mejor que si salen de la elite que puede educarse con aranceles y en una universidad extranjera con lo bueno que es, a veces, educarse en una universidad extranjera. Nuestro trabajo es ampliar las posibilidades para que esos chicos lleguen. Tambin tenemos que acompaar la articulacin de la escuela secundaria con la educacin superior o universitaria. Como decamos, la relacin no tiene que ser de rivalidad sino de complementacin. Y el guante lo tomamos primero nosotros, porque la verdad es que tenemos un intrincado sistema educativo; ustedes saben que el sistema educativo de la provincia de Buenos Aires es como un elefante: uno toma carrera, le pega con un palo y ni se inmuta, pero un da pasa al lado con una plumita, le toca una pata, y el elefante le pega una patada y lo manda al diablo As es este sistema educativo, a veces muy progre en el discurso y extremadamente conservador en sus prcticas: Hay que cambiar el mundo, pero que no nos cambien el escritorio de lugar. Cada cosa que uno decide es muy difcil, por eso abrir las puertas es muy importante. Hay que profundizar este modelo y bancarse, como decamos recin, la crtica, la discusin; bancarse el conicto inclusive, que es de donde se sale adelante. Y nosotros tomamos el primer guante, digo, porque tambin tenemos que valorar en nuestra formacin la capacitacin y el puntaje docente en las carreras orientadas: tenemos que superar la trama de cursos desarticulados que suman puntaje pero no suman formacin; no puede ser que valgan ms diez cursos de cualquier cosa que una licenciatura o un doctorado. Ese es nuestro guante. Tambin articular y saber que el horizonte de los jvenes que terminan la escuela secundaria puede ser la universidad, puede ser un muy buen instituto terciario para tcnicos de formacin docente y, tambin,

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tenemos que lograr que, algn da, pueda ser un orgullo para muchos jvenes, despus de su escuela secundaria, hacer una formacin profesional en un ocio de alta calidad, que nos permita mejorar el mercado laboral pero que sea, adems, no una alternativa de fracaso familiar sino un orgullo de continuidad de su formacin personal. La verdad es que nosotros terminamos diciendo que la alianza con la universidad es fundamental. Saben por qu? Porque el objetivo que tenemos es uno de los ms nobles: que todos los chicos de la escuela secundaria egresen de ella con conocimientos para ser buenos ciudadanos, para trabajar, para participar de la vida democrtica y comunitaria y para poder seguir sus estudios universitarios. Esos objetivos, que son muy lindos de decir, son muy difciles, extremadamente difciles de lograr. Si las mejores instituciones de nuestra sociedad no llevan adelante una alianza slida con un programa nico, la tarea va a ser ms difcil; y si lo hacemos, la tarea va a ser muchsimo ms fcil.

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Las dimensiones de los posibles vnculos entre escuela y universidad


Anbal Viguera

La convergencia en torno de ciertos objetivos polticos puede ser el eje vertebrador de las relaciones que deben profundizarse entre universidad y sistema educativo; estamos en un momento histrico en el que es a la vez posible y necesario explorar ese camino.

Agradezco la posibilidad de participar en este encuentro tan signicativo, y en especial la oportunidad de exponer en este panel que nos convoca con el ttulo de Relaciones entre la universidad y el sistema educativo. Me propongo exponer algunas ideas respecto a cmo pensar esa relacin, ideas que tendrn un sesgo denido tanto por mi formacin acadmica como por mi insercin institucional: provengo de las ciencias sociales y en este momento soy decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin de la UNLP; es desde esa doble perspectiva que puedo reexionar sobre la cuestin que nos ocupa. Son ideas que estn tambin atravesadas por la productiva experiencia que hemos tenido en los ltimos aos en nuestra Facultad, en cuanto a la posibilidad de lograr una efectiva convergencia con las polticas educativas que se vienen llevando a cabo desde el mbito de la Direccin General de Cultura y Educacin de la provincia de Buenos Aires. Creo que se puede plantear la relacin entre sistema educativo y universidad en al menos tres dimensiones, a las que voy a referirme: la dimensin de la articulacin, la de la formacin docente y la que podra denominarse como de vinculacin poltico-acadmica permanente. A su vez, creo que

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cabe pensar a estas tres dimensiones como atravesadas por la convergencia poltica en torno de la formacin de una ciudadana crtica. Asimismo, estas relaciones deben ser tomadas como dos partes de un sistema, universidad y escuelas; debemos reconocer que histricamente ambas partes han estado permeadas por cierta exterioridad o ajenidad. Ese es el gran desafo que tenemos por delante: sin duda, son mbitos diferentes con lgicas y desafos distintos pero tenemos hoy la gran responsabilidad de construir puentes entre estas dos partes de un mismo sistema. La primera dimensin que sealo remite a la articulacin entre la educacin secundaria y la universidad. Esta es una de las cuestiones de las que ms se habla en los medios y suele ocurrir que est bastante trivializada en su anlisis o atravesada por premisas o prejuicios inconducentes; pero, al menos, esa presencia meditica permite construir cierto consenso respecto de la necesidad de repensar y facilitar el trnsito entre ambos niveles del sistema educativo. Podr decirse que esta es una dimensin que abarca solo a quienes tienen la voluntad y la posibilidad de seguir una carrera universitaria, pero ese es justamente un universo de jvenes que tenemos el desafo de ampliar y de contener adecuadamente en dicho trayecto. Se trata entonces de elaborar estrategias para una transicin ms natural, menos traumtica y a la vez exitosa, que consideren ese trnsito como un camino a construir conjuntamente. Se trata de elaborar estra-

Anbal Viguera
Prof. en Historia y Lic. en Sociologa por la UNLP, Dr. en Ciencias Sociales (FlacsoMxico). Decano y Prof. Tit. e Investigador de la UNLP. Director del CISH (Centro de Investigaciones sociohistricas, UNLP) y de la revista Sociohistrica. Dirige y ha dirigido proyectos acreditados por la UNLP. Dicta cursos en la Maestra en Historia y Memoria, Maestra y Doctorado en Ciencias Sociales (Facultad de Humanidades, UNLP); Maestra en Integracin Latinoamericana (Facultad de Ciencias Jurdicas, UNLP); Doctorado en Ciencias Sociales (Flacso- Arg.). Se desempea como decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin de la UNLP.

tegias que no lo visualicen como un salto, que suponga que al entrar a la universidad el alumno ya debe llegar con un piso de saberes necesarios (que suelen pensarse, adems, en trminos de contenidos). En la propia universidad este tema est muy frecuentemente atravesado por un discurso culpabilizador los chicos llegan sin saber nada, se escucha demasiado a menudo y suele ser el sistema educativo quien carga con esa culpa. Tenemos el desafo y la responsabilidad de desmontar estas visiones y trabajar mancomunadamente el problema, pensando el ltimo tramo de la escuela secundaria y el primero de las universidades de manera realmente articulada, como un camino compartido, y no desde la idea de que existira un umbral necesario que debe medirse de manera supuestamente objetiva antes de ingresar a una carrera. Muchas veces, a travs de las estrategias de ingreso, descubrimos que ese abismo que se pregona no es tal y que, con algunas prcticas que se implementan, en el curso de un par de meses los alumnos hacen un clic con respecto a saberes previos, saberes que realmente traen de la escuela pero que es necesario reactivar. No podemos saber en marzo del primer ao de la universidad quines estn o no en condiciones de continuar; eso hay que trabajarlo durante los primeros tramos de las carreras universitarias y es un proceso que debe ser apoyado partiendo de la perspectiva de la retencin y no de la implementacin de un ltro apresurado. En este sentido, ms que en determinados contenidos, sabemos que una de las mayores dicultades se da en las prcticas de lectura y escritura, en la capacidad de abstraccin y de anlisis. Ese es un terreno comn a las distintas carreras para recorrer entre la escuela y los primeros tramos curriculares de las universidades. Es fundamental reconocer que los contenidos disciplinares son ms fciles de adquirir si se cuenta con las herramientas necesarias, y que los propios contenidos son justamente portadores de herramientas para pensar, para escribir, para leer, para argumentar, y para hacerlo crticamente. En este sentido, se ha venido trabajando a nivel provincial, a travs de un plan de trabajo conjunto entre la Direccin General de Cultura y Educacin y las universidades con sede en la provincia de Buenos Aires, es decir, ya hay un terreno que se est comenzando a recorrer. Desde la universidad, me parece que tenemos que concebir al primer ao como un perodo contenedor, netamente introductorio, ms all de las estrategias de ingreso; y esto, a la vez, supone

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pensar a las carreras universitarias como trayectos complejos y escalonados que suponen niveles de maduracin creciente en los estudiantes. Hay un segundo aspecto que tiene que ver con la articulacin aunque suele dejarse de lado y es el reto de profundizar la masividad en el acceso a la educacin en sus distintos niveles. La escuela secundaria es hoy obligatoria, lo que es una conquista muy valiosa y, a la vez, es un desafo para la universidad, que tiene que aumentar su capacidad de inclusin: tenemos que traer ms estudiantes a las universidades, sin tenerle miedo a la masividad porque sabemos ya que ella no se contrapone con la calidad de la educacin. Este es sin duda un asunto complejo, ya que debe pensarse en relacin con la necesidad de profesionales universitarios que tiene la sociedad, pero ese no puede ser un parmetro excluyente y adems, creo que estamos en una situacin en la que todava es necesario impulsar de manera general el acceso a los estudios universitarios: garantizar la igualdad de oportunidades para acceder a una formacin terciaria es, en s misma, una necesidad social y poltica, y un aporte a la construccin de ciudadana, incluso cuando no todos los que ingresen se reciban. El gran desafo en este sentido es tener ms cantidad de alumnos en la etapa nal de la escuela secundaria que tengan el deseo y la oportunidad de entrar a una institucin universitaria o terciaria, porque todava a muchos les est vedada siquiera la posibilidad de pensar eso como una opcin. Y estoy hablando bsicamente de seguir acercando a los sectores populares a la universidad, lo cual requiere de distintas polticas a nivel nacional y tambin de aportes que pueden realizar las propias universidades, por ejemplo, a travs de las polticas de bienestar que ayuden a contener a quienes ya ingresaron. Pero se trata fundamentalmente de atraer a estudiantes potenciales que se encuentran entre los sectores ms excluidos, de contribuir a romper con la cadena de desventajas estructurales que atrapa a muchos jvenes de sectores populares en un territorio social del que no pueden salir; es all donde nos encontramos otra vez con la necesidad de articular estrategias con el conjunto del sistema educativo que permitan potenciar y profundizar las polticas de inclusin que se vienen desarrollando a nivel nacional en los ltimos aos. La segunda dimensin que quera plantear es la que tiene que ver con la formacin de docentes, que no es una funcin privativa de la

universidad pero s un aspecto central en las carreras de profesorados universitarios. Me parece que esta cuestin suele estar atravesada por lo que yo entiendo como una falsa dicotoma entre lo disciplinar y lo pedaggico, es decir, entre la doble necesidad de formar docentes con herramientas pedaggicas y docentes con conocimientos disciplinares. Creo que cuando pensamos as perdemos de vista lo fundamental, que es la dimensin poltica de la formacin, que atraviesa tanto a la formacin disciplinar como a la pedaggica. La formacin en la disciplina no tiene por qu suponer necesariamente una desviacin academicista, aunque podamos caer en ella. Los profesores deberan salir de las universidades y de otros mbitos de formacin con conocimientos slidos en trminos de contenidos pero tambin preparados para poder transmitir a travs de esos contenidos disciplinares herramientas crticas, estilos de pensar, criterios de anlisis, perspectivas transformadoras sobre la sociedad. Podemos pensar ejemplos, que en mi caso provendrn de las ciencias sociales. As, los contenidos disciplinares de estas en general, y de la sociologa en particular, deben poder brindar a los alumnos una visin de la totalidad social que contribuya a la formacin de ciudadanos crticos. A travs de la sociologa se pueden formar ciudadanos que sean un poquito socilogos, en el sentido de que tengan la capacidad de ver a la sociedad como un conjunto atravesado por desigualdades estructurales y por relaciones de poder y de dominacin que permean a los distintos mbitos de la vida social y cultural. Es justamente esa mirada sociolgica la que permite pensar una totalidad inherentemente desigual y conictiva a la que hay que transformar; de ese modo, se estar resistiendo la fragmentacin propia del sentido comn, siempre conservador y, sobre todo, naturalizador de esas desigualdades y denominaciones. Es desde esta perspectiva sociolgica que pueden pensarse, por ejemplo, los movimientos sociales y los diferentes modos de participacin poltica, rescatando en ellos las relaciones de lucha, la dimensin conictiva. As se contribuye a la recuperacin de la idea de la poltica como herramienta de transformacin progresiva de la sociedad y se recupera tambin la necesidad de analizar la realidad desde una perspectiva centrada en los intereses populares. Por otra parte, y poniendo otros ejemplos, los contenidos de losofa deben apuntar a desnaturalizar las nociones comunes en general, a problematizar las armaciones, a convertir certezas

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en nuevos interrogantes. La historia como contenido formador tambin puede permitir contribuir a la desnaturalizacin de la realidad existente, de las relaciones de poder establecidas, y a entender que todo eso es parte de un proceso histrico y que, por lo tanto, puede a su vez transformarse. Como dice el historiador mexicano Enrique Florescano, la historia permite asimismo dotar a las luchas populares de tradiciones y smbolos, de referencias histricas que sirvan como estmulo y como herramientas de identidad colectiva. La geografa tambin puede participar de estas orientaciones, hacindonos pensar las dimensiones sociales del territorio y del medio ambiente. Justamente, hubo muchos debates en torno del nuevo Diseo Curricular de la escuela secundaria en la provincia de Buenos Aires; algunos criticaron que se estaba apostando a una geografa socializante: bueno, de eso se trata precisamente, en este caso podemos pensar que, en geografa, la excelencia acadmica pasa por ah, por la articulacin de la geografa con la mirada crtica de las ciencias sociales. En los ltimos tiempos nos pasa muy a menudo que cuando miramos quin critica y cmo, nos damos cuenta de que estamos avanzando en direcciones correctas. La reforma curricular de la nueva escuela secundaria habilita precisamente la posibilidad de que los contenidos disciplinares puedan trabajarse en funcin de estos objetivos; por algo han despertado algunas resistencias. En denitiva, quiero rescatar entonces una perspectiva poltica respecto de la formacin de la carrera docente y que puede servir a la vez para superar esa falsa dicotoma entre lo pedaggico y lo didctico. Puede y debe haber un nexo entre las herramientas pedaggicas y la construccin de un pensamiento analtico que contribuya a una socializacin polticamente crtica de los jvenes. Me cuesta pensar de manera disociada la capacidad de transmisin (en trminos pedaggicos) de la reexin sobre cmo combatir, desde la escuela, el sentido comn conservador que se reproduce desde tantos mbitos de poder como lo son, en primer lugar, las grandes corporaciones mediticas. Un apuesta interesante es entonces la de pensar, desde la formacin docente y la vinculacin entre la universidad y el sistema educativo, en cmo ganarle al mensaje fcil de algunos medios. Si esta segunda dimensin se refera a la formacin de los futuros docentes mientras todava estn en la universidad, la tercera es la que

de algn modo puede prolongar y potenciar esa formacin inicial a travs de una vinculacin permanente con las escuelas, con los docentes ya en ejercicio, y con el sistema en su conjunto mediante las polticas educativas. Ac la relacin requiere una vez ms de las tres patas: escuelas, universidad y Estado. La universidad puede aportar propuestas de actualizacin disciplinar para los profesores que estn en las escuelas, pensada siempre con el criterio poltico que he subrayado al hablar de la formacin docente: se trata de contribuir a que los docentes del sistema operen como intelectuales crticos. La universidad se caracteriza por una permanente reexin sobre las propias prcticas y sobre los contenidos, a la vez que por la produccin constante de nuevos conocimientos. La actualizacin debe contribuir a garantizar que esas nuevas investigaciones lleguen a las escuelas en trminos de contenidos, pero sobre todo debe promover la reexin constante sobre la prctica educativa, y la relectura de los contenidos disciplinares en funcin de las transformaciones que se van dando en la sociedad. No se trata de ir con las nuevas verdades al sistema educativo, sino de proponer herramientas para una relectura permanente de la realidad social. La universidad es al mismo tiempo un mbito de investigacin sobre todo esto, sobre las transformaciones sociales dentro de las cuales se ubica la escuela y sobre la situacin de los jvenes, un mbito desde el cual se puede y se debe reexionar sobre la realidad con la que se encuentran los docentes en la escuela, algo de lo que esta jornada es un ejemplo muy claro. Pero en esta dimensin es fundamental pensar en un ida y vuelta, porque la conexin con el mundo de la escuela tiene que revertir tambin hacia adentro de la universidad para repensar los contenidos disciplinares y su transmisin. Tambin le cabe a la universidad la posibilidad de colaborar en el diseo de las polticas educativas. Para eso se requiere predisposicin desde la universidad para pensar en estos puentes y vnculos de los que estamos hablando aqu, y tambin receptividad desde el Estado para recurrir a los saberes y las reexiones que pueden aportarse desde aquella. Sin ese reconocimiento mutuo no hay posibilidad de vinculacin, y eso es algo que debe construirse desde la voluntad poltica. En este punto quiero destacar que hemos tenido una experiencia muy rica en los ltimos aos, en la relacin entre nuestra facultad y la Direccin General de Cultura y Educacin de la provincia de Buenos Aires, en la que

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hemos encontrado una receptividad muy especial. Esta vinculacin ha sido novedosa para nosotros, casi indita respecto de experiencias anteriores, y se ha expresado en la realizacin conjunta de cursos de actualizacin docente, en la participacin de profesores de nuestra facultad en la elaboracin de los nuevos diseos curriculares de la Nueva Escuela Secundaria o en la implementacin del Plan Provincial de Lectura, que ha sido uno de los ejes de las polticas educativas provinciales. Para terminar, entonces, retomo algo que dije al principio: creo que lo que atraviesa a estas tres dimensiones posibles para tender puentes entre universidad y sistema educativo es el desafo de lograr una convergencia poltica en torno de ciertos objetivos. En denitiva, creo que la sociedad necesita jvenes socializados en una mirada politizada, crtica de la realidad social; es decir, con anticuerpos frente al sentido comn que naturaliza y reproduce la dominacin y las desigualdades sociales, con anticuerpos frente a esa mirada tcnica con la que nos inundaron en los aos noventa y que converta a los problemas sociales y econmicos en objeto de soluciones tcnicas o administrativas, sin mediacin alguna de la poltica y del conicto de intereses. Con anticuerpos, tambin, contra las miradas mercantilizadoras e individualistas que calaron hondo en al etapa que comenz con la dictadura cvico militar y culmin en la dcada de los noventa. Creo que esta convergencia en torno de objetivos polticos puede ser el eje vertebrador de las relaciones que tenemos que profundizar entre universidad y sistema educativo; estamos en un momento histrico en el que es a la vez posible y necesario explorar ese camino.

Experiencias recientes en la Facultad de Filosofa y Letras (UBA)


Hugo Trinchero

La tarea de los jvenes es desaar a la autoridad. Quienes tienen el honor de estar al frente de una institucin pblica y democrtica como la universidad deben dar lugar a ese desafo, para mejorar cada da el proceso democratizador de construccin de un conocimiento realmente crtico y comprometido.

Buenos das a todos y a todas, gracias por la invitacin y por estar aqu. Cuando pens en cmo encarar y expresar algo de mis vivencias como decano de la Facultad de Filosofa y Letras (Universidad de Buenos Aires) y su vnculo con los jvenes, record que la relacin juventud-universidad en esta semana es muy particular porque estamos recordando la reforma universitaria de 1918. Este es un evento muy signicativo ya que fue all, en ese acto, donde la juventud se revel en un contexto de transformaciones importantes en nuestro pas y en el mundo: la Primera Guerra Mundial, un hecho que, desde el punto de vista de la teora hegemnica, es bastante extico. Recordemos que la teora econmica siempre habl de la autorregulacin de la sociedad civil en la modernidad; sin embargo, aparece una guerra como organizadora de las disputas econmicas, culturales, territoriales, en un mundo que se supona que era de paz y de progreso ilimitado. Tambin en un contexto donde, por primera vez, la clase media argentina participaba del poder poltico de la mano del yrigoyenismo, que planteaba un programa popular y nacional que impact tambin en el espritu juvenil dentro del mbito universitario que segua dominado, a pesar de todos esos cambios, por el discurso eclesial, por el

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poder autoritario. Frente a esto, los jvenes se revelaron. Como antroplogo, uno puede hablar de los procesos de estigmatizacin que son sintomticos en nuestros pases pero tambin podemos dar cuenta de las resistencias, de las formas creativas que han desarrollado los jvenes en nuestro medio, juntamente con los trabajadores, para resistir la estigmatizacin y transformar esa realidad dura y difcil de lo cotidiano. El maniesto de 1918 planteaba a los jvenes reformistas que los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan. Algo as como que el proceso de democratizacin de la universidad y la articulacin con los trabajadores recin comenzaba; era adems necesario pensar la universidad y nuestro pas en el contexto latinoamericano porque, decan, vivimos una hora americana. Un segundo hecho que vale la pena destacar (y que a veces descuidamos, producto tal vez de nuestras zonceras, como dira Jauretche) es que, durante el gobierno del general Pern, la universidad pblica se desarancel y por ello se dice que la universidad pblica es gratuita. Sin embargo, cabe una breve reexin al respecto: debemos sealar que la universidad pblica es nanciada por el Estado y, por lo tanto, la pagan las mayoras populares. Entonces, sera pertinente decir que la universidad es desarancelada lo cual, es conceptualmente diferente a que sea gratuita. La universidad pblica es gratuita para los que estamos en ella pero tiene un costo social para los que no estn, porque nuestro sistema impositivo es regresivo. Todava

Hugo Trinchero
Lic. en Antropologa Social, Mg. de Antropologa Social de Suecia, es Mg. en Administracin Pblica en Mxico y Dr. en Antropologa por la Facultad de Filosofa y Letras de la UBA. Se especializa en antropologa econmica, antropologa del desarrollo, antropologa rural y particularmente en estudios tnicos con especial nfasis en poblaciones indgenas o pueblos originarios. Es Decano de la Facultad de Filosofa y Letras de la UBA y profesor de la carrera de Ciencias Antropolgicas en esta misma facultad. Es investigador independiente del Conicet.

hoy, a pesar de que este gobierno, como todos saben, est intentando transformar las desigualdades heredadas, las inequidades en el aporte de la ciudadana al sostenimiento del Estado, del pas, an subsisten. Son los trabajadores quienes tienen en sus espaldas el mayor peso de las contribuciones impositivas que sostienen, entre otras cosas, la universidad pblica. Por esto, nuestra universidad no es gratuita, es desarancelada y la pagan mayoritariamente los trabajadores. Esa mirada no debemos perderla nunca pues remite necesariamente a las transformaciones necesarias y pendientes en aras de promover polticas de igualdad. Uno de los puntos de reexin en estas jornadas es la relacin entre los jvenes y la autoridad, una relacin que en nuestra facultad es muy difcil. Cuando uno construye una gestin, un proyecto, surgen voces que te dicen que hay que construir un movimiento estudiantil propio, a imagen y semejanza de lo que queremos hacer, cosa a la que yo me he negado siempre. Porque creo que la tarea de los jvenes, del movimiento estudiantil, es desaar a la autoridad. As como la reforma de 1918 fue un reto a ese anquilosamiento del saber por parte del autoritarismo, creo que quienes tenemos el honor y el privilegio de estar al frente de una institucin pblica y democrtica como nuestra universidad, o que pretende ser tal, debemos dar lugar a que nos desafen y nos provoquen para mejorar cada da ms ese proceso democratizador de construir un conocimiento realmente crtico y comprometido. Porque la excelencia no sirve si ese conocimiento no tiene pertinencia ni compromiso con las transformaciones necesarias. As es que tenemos tres ejes del saber universitario: excelencia, pertinencia y compromiso. Me gustara aclarar que muchas veces se confunde el compromiso con la falta de objetividad y eso es un error severo porque la forma en que se construye el conocimiento en nuestras universidades tiene redes y relaciones de poder que solamente pueden ser destrabadas desde el compromiso. No es una paradoja epistmica, el nivel de exclusin; es una realidad que tambin atraviesa a nuestras universidades. Cuando uno ve el nivel de pobreza en Amrica Latina, el nivel de desempleo y la manera cmo muchas veces explicamos esas problemticas desde diferentes categoras instituidas, se impone la crtica reexiva. Por ejemplo, cuando se hace referencia al tercer sector (terminologa muy en boga en la ltimas dcadas) no damos cuenta de lo que implica la reproduccin de este

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tipo de conceptos. Esto es que la economa poltica clsica, por ejemplo, afrimaba que la sociedad se ordenaba, en funcin de la teora de Adam Smith, sobre los tres factores: tierra, trabajo y capital. Cada uno aportaba la produccin de una mercanca y reciba por ello una remuneracin acorde con ese aporte. Todo se regulaba en los mercados, en funcin de una teora que se asemejaba a la fsica, porque haba un precio natural de las cosas, que funcionaba como un centro de gravedad para explicar la tendencia a la autorregulacin de la sociedad civil. Obviamente, las guerras, la crisis del 30, la Segunda Guerra Mundial, la violencia cotidiana en el mundo es la que est ordenando este capitalismo que, cada vez, sabe menos para donde ir. Y frente a esta realidad de la exclusin y la violencia desmesurada que tiene este capitalismo, aparece la teora de los tres sectores constituidos por el Estado, que tiene su propia lgica econmica de nanciamiento hacia sus instituciones tradicionales; las empresas y el mercado, que tambin tienen su propia lgica de asignacin de sus recursos, y el tercer sector, hegemonizado por la Iglesia y el onigesmo que han pretendido tambin desvincular a la universidad de la poltica. Si este gobierno ha tenido un xito impresionante en cuanto a su interpelacin a la sociedad se debe, precisamente, porque ha roto este paradigma del autocentramiento de los tres sectores para tratar de articular y reorganizar la sociedad poltica de otra manera, cambiando ese no se puede al que nos tenan acostumbrados. Por eso es que retomo la idea de la juventud como motor de cambio fundamental en nuestra universidad en sintona con las transformaciones de la sociedad porque, de lo contrario, dentro del movimiento estudiantil, tambin surge el escepticismo como nico horizonte. Recuerdo que en los aos 60 y 70, durante el Mayo Francs, los estudiantes salieron a manifestarse. Ellos tambin tenan consignas fuertes: seamos realistas pidamos lo imposible; o los lemas de losofa como Herclito vive, Parmnides ha muerto. Esas frases son tan creativas que marcaban precisamente el lugar de la juventud, que no es posible ni es tan fcil estigmatizar, controlar, reprimir. En esa lnea, nuestra facultad intenta ponerse en sintona con el movimiento estudiantil, a pesar de las crticas que tenemos. Cualquiera que entre en la Facultad de Filosofa y Letras va a ver al decano puesto en todos los carteles, estigmatizado, al revs; y me parece muy bien, porque eso nos desafa a ver qu hacemos con nuestra facultad frente

a esta demanda, este inters de los jvenes por la crtica, por participar, ms all de que pensemos que en algunos puntos estn equivocados. Precisamente, es en ese error que est la salud de la crtica. Si bien la universidad pblica al ser no arancelada permite la entrada a sectores que antes no podan acceder a ella, todava hay muchas deudas que tenemos como producto, en algunos casos, del escaso compromiso con la necesidad de generar transformaciones sociales. Nosotros como investigadores, estamos imbuidos en nuestras dinmicas autoreproductivas y nos cuesta ver lo que est pasando fuera de nuestro cubculo, de nuestro laboratorio, de nuestras ctedras, nuestras facultades. Ms all de que uno se ponga a analizar ms epistemolgicamente ciertas categoras que nos atraviesan, hay muchas cuestiones para reexionar en nuestra propia UBA vinculadas, por ejemplo, con la concentracin de la oferta educativa en Capital Federal con respecto a otros lugares (por ejemplo, con los posgrados, porque se supone que ac estara la demanda). Entonces uno se pregunta esto es el conocimiento pblico? Esta es la no mercantilizacin del conocimiento? Creo que una poltica universitaria servira para poder pensar en esto, entre otras cosas. De todos modos, algunos pequeos esfuerzos estamos haciendo desde nuestra facultad. Nos interesa consolidar a nuestros docentes auxiliares que estn muy formados, que ya tienen sus doctorados y algunos post doctorados; tambin, masicar los concursos, porque tenemos una deuda histrica respecto de ello ya que no se venan concursando estos cargos auxiliares. Pudimos crear un espacio como el Centro de Innovacin para el Desarrollo y la Accin Comunitaria en el sur de la Ciudad, porque si hay algo que no tiene la UBA, por ejemplo, es una poltica para el sur de Buenos Aires, que es donde estn los problemas fundamentalmente sociales y humansticos. Este centro de innovacin que fundamos, en colaboracin con el Ministerio de Trabajo y el Ministerio de Desarrollo Social, trata de poner a disposicin de la gente ciertas herramientas del campo de las Ciencias de la Educacin, as como de la Antropologa, para la formacin profesional, en un contexto en el que las polticas del gobierno de la ciudad tienden a retirarse del sur y de los programas sociales. Otra cuestin que tambin me parece muy innovadora es el ciclo Crnicas de la Universidad en el Canal Encuentro, que trata de mostrar

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y reejar la subjetividad de los jvenes de hoy en la universidad, lo que ellos hacen, lo creativo. Tenemos ms de 350 proyectos de investigacin, organizados por los estudiantes en los Programas de Reconocimiento Institucional. Por ejemplo, uno de los programas muestra un grupo de historiadores narrando historias en los colectivos, en los subtes, discutindolas con los ciudadanos, repensando la historia nacional, o interviniendo los monumentos de la ciudad y de la Argentina, porque la historia ocial dice bastante de lo que es nuestro pas. Me re mucho en una intervencin que hicieron en uno de los monumentos emblemticos de la ciudad cuya consigna fue: Mejor un Mayo Francs que un Julio Argentino, mostrando de alguna manera una intervencin sobre la realidad de modo creativo y juvenil, algo que, realmente, cada da me apasiona ms.

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Educacin, ciudadana, jvenes y poltica en el Bicentenario

Mujeres, educacin y ciudadana, Dora Barrancos Pensar la educacin como poltica integradora, Pablo Urquiza Juventud, ciudadana y seguridad prospectiva, Juan Carlos Geneyro

Mujeres, educacin y ciudadana


Dora Barrancos

Una mirada histrica que permite reflexionar acerca de la importancia de la incorporacin de las mujeres en los diversos espacios formativos y en las actividades econmicas, en pos de una democracia completa y una ciudadana plena.

Agradezco profundamente este polifactico encuentro de instituciones prestigiosas. Voy a referirme a una temtica vinculada a los jvenes sujetos fundamentales para la renovacin social; dado que me espe cializo en gnero. En este panel que est dedicado a reexionar sobre educacin, jvenes y ciudadana, la cuestin que quiero sealar es que las mujeres ejercen una ciudadana menguada, especialmente las jvenes y aun ms las pertenecientes a los sectores populares. Me gustara comenzar con un relato histrico que ser necesariamente sucinto acerca de cmo ha sido la lenta construccin de la ciudadana, comenzando por un pantallazo de cmo fue la conquista del Derecho a la Educacin por parte de las mujeres. Hubo un momento en la historia en el que algunas mujeres, sobre todo en Bolonia, Italia, llegaron a ser catedrticas, pero desde el siglo XVII en adelante hubo una verdadera contraccin del acceso de las mujeres a la educacin. Las restricciones fueron mayores en el siglo XIX, en que avanzaron los derechos individuales masculinos, pero disminuyeron los de las mujeres. En las primeras dcadas de ese siglo slo algunas universidades norteamericanas y algunas instituciones suizas, para sealar las ms ade-

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lantadas, admitieron aunque muy lentamente y, por cierto, con desgano a las jvenes dentro de sus claustros. Universidades tan importantes como Oxford y Cambridge, recin las incluyeron en los ltimos tramos de ese siglo y con enormes trabas para obtener los ttulos. Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, en 1948, fue aceptada la titulacin plena de las mujeres en esas dos instituciones. Tal vez ahora podemos entender porqu fueron los varones los que se hicieron cargo del desarrollo cientco decimonnico. Como lo han manifestado con especial vigor las epistemlogas feministas basta mencionar a Sandra Harding y a Evelyn Fox Keller, las ciencias se desarrollaron desde una perspectiva centralmente masculina, exhibiendo un punto de vista que se sintetiza con el concepto de falogocentrismo. En la Argentina, la admisin de mujeres en la vida universitaria tambin comenz a nes del siglo XIX y con muchas dicultades. Cecilia Grierson fue nuestra primera mdica y Elvira Rawson, la segunda; ambas tuvieron que abrirse paso en un ambiente profesional absolutamente misgino y fueron contadas las que lograron ascender en sus respectivas carreras hasta bien entrado el siglo pasado. Es posible sostener que en casi todo el mundo, medicina fue una de las pocas especialidades fuera de las disciplinas humansticas permeable a las mujeres. Se trataba de una formacin que exiga de modo relevante el atributo del cuidado y de la atencin, por lo tanto se corresponda en buena medida con el estereotipo de la condicin femenina. La naturaleza asistencial de las mujeres, sus dotes para cuidar, constituan un aspecto dominante para incorporarlas a los estudios mdicos.

Dora Barrancos
Directora del Conicet, representante del rea de Ciencias Sociales y Humanidades, investigadora del Instituto Interdisciplinario de Gnero de la Facultad de Filosofa y Letras de la UBA . Como investigadora, se ha dedicado a estudiar la agencia femenina y el feminismo en la Argentina, el rol de la educacin en la historia argentina y sus aspectos polticos. Es autora de numerosas publicaciones, entre las cuales se encuentran Las mujeres y su lucha en la historia argentina.

En nuestro pas, esta circunstancia sent un precedente que abri camino para el ingreso de las jvenes en Qumica. En los aos veinte hubo un grupo de muchachas que se form en ese campo del conocimiento y, desde luego, no dejaron de ser observadas como una rareza por sus colegas. Puede pensarse que las egresadas pudieron compatibilizar la vida domstica con la actividad profesional, pues algunas bioqumicas pudieron montar laboratorios en sus propias casas. Las historias de dos qumicas de esa poca, a las cuales entrevist hace un tiempo ambas llegaron a cumplir cien aos, permiten inferir, sin embargo, que era difcil sostener una carrera y que slo una frrea voluntad de realizacin profesional haca posible desempearse fuera del mbito domstico. No debe extraar que muchas universitarias terminaran no ejerciendo la profesin para dedicarse a la atencin de los hogares. En los aos treinta y cuarenta se produjeron transformaciones singulares en la subjetividad femenina. Fue un perodo de transicin en el que consiguieron irradiarse unas sensibilidades un poco menos apegadas a la moral constrictora burguesa, que contribua fuertemente a obturar el desempeo econmico de las jvenes. Ya durante el transcurso de la dcada del 20 hubo cambios que deslindaron los tiempos, la propia moda determin el acortamiento de las cabelleras todo un signo de la constitucin de lo femenino, y tambin de las polleras. El cinematgrafo tuvo una notable expansin y los modelos femeninos que mostraba eran mucho ms osados que los cannicos normativos, los avisos publicitarios mostraron cuerpos mucho menos vestidos y ms seductores, invitando a ser imitados. Como he dicho antes, las muchachas de clase media pudieron ingresar a nuevas carreras, pero especialmente debe computarse la saga feminista. Fueron aos en que las feministas ampliaron su actuacin, sobre todo para ganar igualdad jurdica y el derecho al sufragio. Nuevos grupos de mujeres se sumaron a esas demandas y su agencia llev a que, en 1932, la Cmara de Diputados debatiera el voto y hasta lo consagrara, pero esa media sancin no fue convalidada por un senado conservador que ni siquiera posibilit la oportunidad de su tratamiento. En los aos posteriores las mujeres jvenes, sobre todo las solteras, incrementaron su presencia en diversas actividades econmicas, en particular en el sector servicios. Las mujeres que provenan de los segmentos medios tuvieron una presencia proverbial en el magisterio circunstancia que en

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verdad se remonta al siglo XIX; y quienes tenan como origen las capas sociales ms bajas, desempearon labores de auxilio domstico. A mediados de los aos cuarenta se produjeron importantes cambios en nuestra sociedad, siendo remarcable la asuncin del rgimen peronista y la ampliacin de la matrcula en la enseanza secundaria y universitaria durante su desempeo. Tanto es as que en los aos cincuenta, la Argentina poda exhibir los estndares de inclusin de jvenes en los estudios universitarios ms altos que ningn otro pas de Amrica Latina. La ampliacin de las oportunidades de enseanza secundaria para las mujeres permiti su incorporacin masiva a la universidad en los aos sesenta y, aunque todos los ambientes se poblaron con muchachas, la enorme mayora se concentr en las Ciencias Sociales y en las Humanidades. No puedo dejar de mencionar una circunstancia que pone de maniesto el carcter segregado, en materia de gnero, del magisterio universitario: si bien el nmero de docentes mujeres se increment, el 95% de los profesores de la Universidad de Buenos Aires eran varones. La expansin extraordinaria de la matrcula femenina en las ltimas dcadas del siglo pasado debe decirse que el fenmeno no ha sido exclusivo de nuestro pas tuvo una serie de consecuencias que impacta en nuestros das. Las universidades presentan una signicativa matrcula femenina en casi todos los campos disciplinarios, menos en las Ingenieras, donde su presencia es esquiva y habra que pensar en una profunda reforma de la escuela media para mejorar la situacin. Las vocaciones tecnolgicas de las mujeres deben asistirse a travs de incentivos, de medidas de accin positiva, para facilitar la eleccin y la continuidad en las reas tecnolgicas complejas en las que mengua su participacin, comenzando por la educacin secundaria. Se ha sostenido que la obturacin del mercado laboral para las mujeres en las actividades de mayor productividad obedece a su menor calicacin. Es un punto de vista que debe alterarse, pues no resulta consistente con los datos empricos. Si observamos a las mujeres de sectores populares, veremos que estn formalmente ms calicadas que los varones, dado que tienen mejor desempeo en la escuela primaria, egresan en mayor proporcin de las escuelas medias y tienen mayor permanencia en las universidades. No obstante, contina existiendo una severa segmentacin del mercado laboral que exhibe actividades

a las que todava slo acceden los varones, podra decirse que la mayor parte de las actividades transformadoras industriales les pertenecen. Para una participacin democrtica entre los gneros, no basta con una mayor matrcula en la universidad, sino que deben ampliarse las capacidades profesionales, especialmente en las reas tcnicas y tecnicadas, comenzando por la escuela media. Hay que pensar cmo incorporar a las mujeres en los ocios tpicos de los varones, redisear los espacios escolares y extinguir los dispositivos misginos donde los profesores de disciplinas tcnicas dan preferencia a los varones. Se impone subvertir estas modalidades pedaggicas pero, sobre todo, es imprescindible reconvertir el modelo hegemnico de enseanza-aprendizaje. No hay conocimiento progresivo si no hay democratizacin e igualdad de oportunidades y en esto el Estado tiene gran responsabilidad, dado que es su funcin proponer las transformaciones en la educacin y tambin intervenir en el mercado laboral para garantizar la equidad. Debe entenderse que mercado laboral es todo el conjunto de actividades econmicas que comprende tanto a las empresas privadas y a las diversas formas de empleadores, como al sector pblico, cualquiera sea su especializacin en materia de produccin de bienes y servicios. En denitiva, deseo subrayar que sin la incorporacin plena de las mujeres en los diversos procesos del conocimiento y en todas las actividades econmicas, no hay democracia completa ni ciudadana plena. Las jvenes deben encontrar caminos que clausuren las dicultades histricas con que se ha enfrentado el gnero. Y este es uno de los grandes desafos de nuestro tiempo.

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Juventud, ciudadana y seguridad prospectiva


Juan Carlos Geneyro

El autor seala la necesidad de desarrollar y aanzar polticas de inclusin social por parte del Estado. Para ello apela al concepto de seguridad prospectiva, a partir del cual menciona las condiciones que considera indispensables para los proyectos de vida y el ejercicio de una ciudadana autnoma, digna y solidaria.

Abordar cuestiones relativas a la juventud implica, ms tarde o ms temprano, hacer referencia a futuro, a mandatos y legados generacionales que los jvenes recibirn de sus mayores; al igual que viejos y nuevos desafos, cuando asuman plenamente la ciudadana. Pero tambin podemos considerar a la juventud como una realidad actual y actuante, dado que sus condiciones reales de existencia condicionan, en buena medida, la mayor o menor plenitud del ejercicio de dicha ciudadana. Bajo estas perspectivas, quizs fuera ms acertado hablar de juventudes para dar cuenta de la heterogeneidad de situaciones y posiciones sociales de quienes comprendemos que la categora de juventud indica una variada y desigual diversidad de posicionamientos sociales, econmicos y culturales que impactan en las posibilidades de su insercin plena como ciudadanos, condicionando la realizacin y la calidad de sus proyectos de vida, as como nuestro proyecto de pas y de democracia. Posiciones sociales desiguales que, por supuesto, afectan tambin el trnsito hacia la juventud de quienes estn comprendidos en el trmino niez. El futuro de la ciudadana se gesta en nuestra actualidad, por ello la necesidad de desarrollar y aanzar prioritariamente las polticas de in-

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clusin social orientadas al abatimiento de exclusiones, primordialmente de nios y jvenes, que conlleva determinar quines estn excluidos y respecto de qu. Sin duda que hay ciertas condiciones o bienes indispensables que estn comprendidos en el qu; entre ellos, son para m bienes indeclinables: la alimentacin, la salud, la educacin y, por cierto, el trabajo, indispensable para el ejercicio autnomo y digno de la propia vida y de la ciudadana. Aos atrs, un destacado acadmico mexicano, Pablo Gonzlez Casanovas, adverta que las consignas de lucha futura ya no seran contra la explotacin, tal como lo haban hecho en pocas pasadas movimientos sociales, polticos y sindicales, sino contra la exclusin, y que sta ltima sera ms oprobiosa y ms funesta en sus consecuencias dado que quienes estuvieran afectados por ella quedaran en la periferia de todo posicionamiento laboral y social. Esto, debido a que la exclusin deja, a quienes alcanza, fuera de todo tipo de relacin social desde la cual sea posible luchar para el aanzamiento y vigencia de sus derechos, tanto en el terreno laboral como en el social. El tema de la inclusin es de vieja data. Como expresin de ella, aunque no utilizaran ese concepto expresamente, muy diversos autores consideraron prioritaria la inclusin educativa para cualicar la ciudadana. As, por ejemplo, Jean Jacques Rousseau postula en sus Consideraciones sobre el gobierno de Polonia que, siendo todos los individuos constitucionalmente iguales, el Estado debe proveer las condiciones para que

Juan Carlos Geneyro


Licenciado y Profesor en Ciencias de la Educacin, por la Universidad Nacional del Litoral, Argentina; Magster en Educacin, por la Universidad de Puerto Rico; Doctor en Filosofa por la Universidad Autnoma de Barcelona, Espaa. Profesor titular ordinario del Departamento de Planicacin y Polticas Pblicas de la Universidad Nacional de Lans, Argentina. Director del Programa Interinstitucional de Doctorado en Educacin UNLA, Untref, Unsam, Argentina.

todos los nios y jvenes tengan una misma educacin, sea a travs de una educacin pblica homognea o mediante subsidios para que puedan ingresar a las escuelas privadas si no hay aquella. (Rousseau, 1988) Por su parte, Marie-Jean-Antoine Nicolas de Caritat, marqus de Condorcet, consigna en el Informe sobre la organizacin general de la instruccin pblica que presenta ante la Asamblea en abril de 1792, que el Estado no deba limitarse a garantizar slo la instruccin pblica bsica entonces de cuatro aos para quienes provenan de los sectores sociales ms humildes. Consideraba que, en tanto ellos luego se ocuparan en los trabajos menos calicados y por tanto menos demandantes de conocimientos, prontamente lo adquirido quedara inexorablemente en desuso: situacin esta que muchos aos despus se denomin analfabetismo funcional. Por ello, el informe propona que el Estado se obligara a proveerles una mayor educacin, que les favoreciera mejores horizontes para su vida personal y su conguracin como ciudadanos (Condorcet, 1997). En nuestra historia patria hay mltiples ejemplos de quienes consideraron a la educacin como un requisito indeclinable y un recurso indispensable para la inclusin social, cultural y poltica. Como ejemplo, basta releer de Domingo Faustino Sarmiento las primeras pginas de De la Educacin Popular, editado en 1849, en las que destaca la importancia estratgica de la educacin no solo como condicin necesaria para generar un futuro con certidumbre y dignidad para todos los ciudadanos, sino tambin para elaborar y realizar un proyecto poltico y social de pas:
De este principio imprescriptible [la igualdad de derechos de todos los hombres] hoy nace la obligacin de todo gobierno de proveer de educacin a las generaciones venideras [] El poder, la riqueza y la fuerza de una nacin dependen de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen; y la educacin pblica no debe tener otro n que aumentar estas fuerzas de produccin, de accin y de direccin, aumentando cada vez ms el nmero de individuos que las posean [] La dignidad del Estado, la gloria de una nacin no pueden ya cifrarse, pues, sino en la dignidad de condicin de sus sbditos (Sarmiento, 2011).

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Desde otra ptica y en otro contexto socio-histrico, a principios de los aos setenta del siglo pasado, un clsico de la sociologa americana, Talcott Parsons, sealaba como rasgo distintivo de la moderna sociedad

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democrtica la capacidad de inclusin cvica y social, poniendo como ejemplo de ese tipo de sociedad a Estados Unidos. Huelga decir que sostena la vigencia de dicho rasgo en la sociedad estadounidense cuando todava en ella decenas de miles de personas tenan retaceados o negados derechos civiles y polticos por ser negros. (Parsons, 1971). En nuestro caso, la inclusin se ha instalado en la sociedad argentina como una decidida poltica de Estado por el actual gobierno, la que debemos celebrar y apoyar con activa adhesin porque su cometido reconoce una importancia estratgica para el futuro de nuestra patria y de nuestra democracia. No obstante, debemos estar atentos para que los programas alentados por dicha poltica no se desvirten en la prctica y se desmerezcan sus propsitos de mejorar las condiciones de vida y de seguridad prospectiva de los nios y jvenes que estn ms privados de los bienes antes enumerados. Apelar a este concepto de seguridad prospectiva demanda explanar el signicado que le otorgo, para lo cual quiero buscar referencias conceptuales en algunos legados principales de la losofa poltica moderna; y tambin recuperar ideas de algunos autores que antes, durante y despus de la Revolucin Francesa propusieron acciones destinadas a abatir aquellas desigualdades que favorecan que muchos nios y jvenes, futuros ciudadanos, tuvieran como horizonte cierto las vicisitudes y riesgos de la exclusin. En la gnesis de la losofa poltica moderna, ocupada en buscar legitimidad para un nuevo orden econmico, poltico y social, el De Cive y el Leviathan de Thomas Hobbes, as como los Ensayos sobre el Gobierno Civil de John Locke, entre otros, instalaron valores y preceptos fundacionales de ese nuevo orden, tales como la libertad, la igualdad, la seguridad. El precepto de hombres libres e iguales nutre la legitimidad del nuevo orden, segn pacto o contrato convenido entre los libres e iguales, para obtener condiciones que garantizaran un mejor ejercicio de la libertad individual y una mayor seguridad de vida y de posesin de bienes. Sin embargo, los atributos de libertad y de igualdad estaban limitados a determinados grupos. Reinhard Bendix seala que los postulados de la igualdad de ciudadana y las desigualdades de clase se desarrollaron juntos. (Bendix, 1974) Esos grupos, cobijados en el precepto hombres libres e iguales fueron, en boca de sus intelectuales orgnicos, quienes decidieron instalar un orden societal y cedieron el ejercicio de ciertos

derechos naturales a una autoridad o poder poltico mediante un pacto de sujecin, para superar un estado de naturaleza preado de inseguridades y riesgos para sus vidas y sus bienes. Qu llevaba a esos hombres a ceder su derecho natural, a defender su vida y sus propiedades, a una instancia ajena a s mismo? La certeza que dicha instancia tendra suciente poder y autoridad para salvaguardar su vida y sus bienes, mucho ms que la que pudiera lograr por s mismo frente a mltiples posibles adversarios deseosos de apropiarse de lo suyo. En sntesis, el pacto de sujecin otorgaba seguridad de vida ante los riesgos de perderla en la defensa de sus bienes, generaba certidumbre y abra un horizonte promisorio para su libertad y sus intereses mundanos. Hay que apuntar que, desde entonces y hasta bien avanzado el siglo XIX, bajo esta perspectiva, la ciudadana se asent en la propiedad y en el trabajo, agregndose un mnimo de educacin como atributo insoslayable de la misma. Siendo as, no es arriesgado armar que en la base fundacional de la losofa poltica moderna, especialmente en los autores antes citados y en quienes les sucedieron en esa lnea de pensamiento, el nuevo orden social se asent ms en el principio de igualdad de posiciones de los actores partcipes del pacto, relativizando consecuentemente el alcance del principio de igualdad de oportunidades. (Dubet, 2011) Como lo he sealado en otros escritos (Geneyro, 2007; 2009; 2011), el desarrollo histrico de esta propuesta, que remite a un pacto de sujecin de los iguales con el n obtener garantas para su libertad y su seguridad personal, no gener horizontes promisorios para muchos individuos y tampoco favoreci un ejercicio pleno de la ciudadana. Ms bien, ellos experimentaron inseguridades, desamparos y exclusiones. Consecuentemente, la igualdad de sujecin qued bajo sospecha y un malestar qued as instalado en el devenir de ese vasto proceso sociohistrico de Occidente llamado Modernidad; malestar que an persiste en nuestras democracias actuales. Aqu encuentro parte del sentido que imprimo al concepto de seguridad prospectiva, cuando lo reero a nuestra juventud y donde tambin se nutren de legitimidad las polticas de inclusin social emprendidas por el Estado en los ltimos aos. Veamos por qu. Aquellos primeros lsofos modernos, orgnicos a los intereses de una clase social ascendente que disputaba poder poltico a la monarqua para

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aanzar y ampliar sus posesiones e intereses econmicos, demandaban seguridad de vida y de posesin a la autoridad a la cual se sujetaban. Desde ella abran el horizonte hacia una vida prspera y promisoria. Una seguridad acorde a sus condiciones reales de existencia, dado que ya acreditaban posesin de bienes y condiciones potenciales para acrecentarlas. Es innegable que Locke, mucho ms que Hobbes, estaba preocupado por garantizar amplias condiciones para el ejercicio de la libertad individual y desechaba cualquier autoridad que se arrogara todo el poder porque, siendo as, estaban dadas las condiciones para que pudiera desconocer el origen de su autoridad y vulnerara los intereses y propiedades de quienes se la haban otorgado; de ah su propuesta de la divisin de poderes. Pero no es menos cierto que ambos coincidan en cuanto a los nes ltimos del Estado antes expuestos, entre ellos, el de la seguridad. Cometido estatal que determinados individuos libres e iguales le demandaban en su accionar (algunos sucesores de Locke, tales como Wilhelm von Humboldt y John Stuart Mill, siguieron sosteniendo dicha concepcin sobre el Estado). No obstante, fue evidente que el precepto hombres libres e iguales no cobij de la misma manera a la inmensa mayora de los individuos. Una tesis para invitar a la polmica: aquellos principales actores de la modernidad involucrados en la fundacin de un nuevo orden poltico, econmico y social, superador del orden monrquico-feudal, adjudicaron a la libertad preeminencia respecto del valor de la igualdad. Sin embargo, como clase o grupo de hombres libres e iguales se constituyeron y se reconocieron como tales desde una igualdad de posiciones y desde los mismos orgenes de la losofa poltica moderna; sus intelectuales fueron portavoces de sus demandas al Estado, al que concibieron como salvaguarda de sus libertades, sus posesiones y sus intereses. Esta situacin fue advertida, entre otros, por Jean Jacques Rousseau; recordemos que para l la factibilidad del contrato social descansaba en la premisa de que sus condiciones de sujecin no fueran ms exigentes para unos que para otros. Para ello era necesario que no hubiera marcadas desigualdades de posicin entre quienes acordaban dicho contrato. Adems, y a contrapelo del liberalismo anglosajn, concibi que la asamblea soberana, mediante la voluntad general que se expresaba en ella, garantizara ms libertad pero tambin ms igualdad para todos los ciuda-

danos. El Estado, mandatario de esa voluntad general, deba atemperar con sus acciones la desigualdad, cuando no favorecer una mayor igualdad de posiciones. As queda explicitado no slo en el Contrato Social, sino en algunas otras de sus obras a las que ya he referido para dar cuenta de ese nimo de igualdad y de inclusin que caracteriza a sus propuestas. Si contraponemos la posicin de Rousseau a las tesis del liberalismo ms aejo, encarnado en guras como Locke, podemos encontrar la plenitud de sentido de una frase que formul dcadas atrs Norberto Bobbio para ilustrar la disyuntiva que aqueja a la losofa poltica moderna desde sus inicios y que llega hasta nuestros das: ms iguales o ms libres? Esa disyuntiva planteada por Bobbio, que tambin advirti sobre las promesas no cumplidas de la democracia, hoy puedo interpelarla con otros interrogantes: quines ms libres y respecto de quines ms iguales? Sin duda, con esos interrogantes reero a quienes las libertades negativas no les son sucientes para poder ejercer y disfrutar plenamente de su derecho indeclinable a la libertad, ya que carecen de aquellas condiciones de existencia materiales y simblicas que sustentan las llamadas libertades positivas. En otras palabras, el liberalismo originario postul una amplia disposicin de libertad y seguridad para quienes ya detentaban ciertas condiciones de existencia y se reconocan en una igualdad de posiciones para lo cual era necesario el establecimiento y sujecin a una autoridad estatal que les brindara esas garantas. Pero el Estado no deba restringir el ejercicio de las libertades individuales en sus distintas manifestaciones, entre ellos la libertad de los padres en cuanto a decidir sobre la educacin de sus hijos, tampoco intervenir y/o limitar la consecucin y posesin de bienes (de ah el concepto de libertades negativas), sino garantizar que terceros no vulneraran esos derechos y esos bienes. En virtud de que, en tanto clase social, ya detentaban y actuaban segn determinadas condiciones materiales y simblicas que les permitan ejercer lo que pudiramos llamar libertades positivas, tampoco concibieron o alentaron que el Estado tuviera como principal mandato proporcionar dichas condiciones a quienes estuvieran carentes de las mismas; las que en todo caso deban generrselas por sus propias acciones y muy excepcionalmente mediante alguna accin estatal (Locke, 1986; Humboldt, 1988; Mill, 1981; Spencer, 1980).

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Hemos visto que en el transcurso de la Modernidad hubo otros legados, provenientes de aqullos preocupados no slo por la realizacin del valor de la libertad sino tambin por el de la igualdad. Estos abordaron cuestiones relativas a lo que hoy comprende la inclusin social, dado que sus anlisis de los entornos sociales de su poca les indicaban la necesidad de que el Estado, cuando no la sociedad toda como apuntan algunos, deba generar condiciones para que quienes estuvieran desprovistos de las condiciones bsicas antes mencionadas pudieran acceder a ellas para realizarse como personas y ciudadanos con liberad y dignidad. En aquel entonces, esas propuestas otorgaban a la educacin un papel protagnico, cuando no nico, para la consecucin de ese objetivo. Con el transcurrir del tiempo, el desarrollo de un capitalismo voraz, tal como lo caracterizara Len XIII en su encclica Rerum Novarum, as como sus consecuencias en vastos sectores de la poblacin europea hacia nales de la primera mitad del siglo XIX y luego en los aos sucesivos, llevaron a plantear la necesidad de otras condiciones, adems de la educacin, para hacer posible una seguridad de vida prospectiva. Esto es, disponer de salud, nutricin, abrigo, educacin y, como dije antes, de trabajo. Sin ellos, las inseguridades y los desamparos seran ms bien los horizontes de nios y jvenes privados de esos bienes; indeclinables para ponderar la calidad de sociedades democrticas. Porque, cmo pensar que desde las privaciones de esos bienes bsicos o desde la exclusin pueden alentarse proyectos de vida que ofrezcan horizontes de certidumbre, de seguridad y de prosperidad? Es decir, de una seguridad prospectiva. Al respecto, quiero citar una reexin hecha por mile Durkheim cuando su pas conmemoraba el centenario de la Revolucin Francesa, porque de ella podremos extraer un concepto o categora de importancia para nuestro anlisis.
Hubo un tiempo en el cual la servidumbre material, contrada en ciertas condiciones, no pareca de ninguna manera inmoral; la hemos abolido, pero qu formas de servidumbre moral subsisten? Puede decirse que un hombre que no tiene de qu vivir es autnomo, que es dueo de sus actos? Cules son, pues, las dependencias legtimas y cules las ilegtimas? No puede darse una respuesta denitiva a estos problemas. Los derechos individuales estn en evolucin: progresan sin cesar y no es posible ponerles un lmite que no deban de superar (Durkheim, 2003).

Tambin nosotros venimos de conmemorar y festejar el bicentenario de la Revolucin de Mayo y en poco tiempo celebraremos la ms plausible de sus consecuencias: la abolicin de la esclavitud en nuestra patria; una dependencia ilegtima abatida desde entonces. No obstante, como alerta Durkheim, debemos interrogarnos sobre otras dependencias ilegtimas que subsisten en la actualidad. La cuestin, pues, consiste en ahuyentar o en abatir las dependencias ilegtimas, particularmente de la niez y la juventud que las padecen, porque ellas empobrecen sus perspectivas de vida futura y empobrece la calidad del ejercicio de su libertad y de su ciudadana actual o futura; de ah la prioridad y legitimidad de las polticas y programas de inclusin emprendidas por el Estado en los ltimos tiempos. Finalmente, entonces, cul es carcter o la cualidad que puede ampliar y enriquecer el signicado en las demandas de seguridad, no ya solamente la que se reclama hoy obviamente tambin necesaria como eco o reverberacin del legado fundacional de aquellos hombres libres e iguales en su bsqueda de seguridad de vida y seguridad de propiedad? La respuesta consiste en instalar el derecho a la seguridad prospectiva, porque sta demanda la disposicin de condiciones o bienes que considero indeclinables para todo ciudadano y especialmente para nios y jvenes: salud, alimentacin, abrigo, educacin; nalmente, trabajo, considerando las argumentaciones expuestas. Todas condiciones indispensables para los proyectos de vida y el ejercicio de una ciudadana autnoma, digna y tambin solidaria. Sin una seguridad prospectiva mal pueden los jvenes proyectar sus vidas y congurarse desde su actualidad como ciudadanos. En este sentido, creo que podemos convenir que la igualdad de oportunidades es ms franca, ms cabal, cuando la sostiene y alienta una mayor igualdad en las posiciones sociales y no cuando la soslaya. Por todo lo expuesto, adhiero a una concepcin de democracia y a una poltica que entienden que al Estado le cabe y le corresponde un papel relevante en la formulacin y ejecucin de polticas de inclusin, de las que sin duda no debieran excluirse o considerarse eximidos para su realizacin otros actores de la sociedad civil. Entiendo que esta adhesin no violenta los supuestos que llevaron a aqullos hombres libres e iguales, en los inicios de la Modernidad, a encomendar al Estado el mandato y las acciones que correspondieran para el resguardo de sus vidas, de sus bienes, de su seguridad personal y de la paz social. Ms bien, pretende la

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inclusin de muchos ms bajo ese mandato y al amparo de ese precepto fundacional de la losofa poltica moderna que instal dos valores irrenunciables: libertad e igualdad. Para ello, es necesaria en nuestra actualidad ms justicia social y a ella concurren las polticas y programas de inclusin que lleva a cabo el gobierno nacional. Como he apuntado antes, sin duda que para una consecucin ms plena de dicha justicia es insoslayable la concurrencia de la solidaridad social. Pero este tema demanda, por su importancia y su centralidad en las cuestiones ticas y polticas de nuestras democracias, otra ponencia.

Bibliografa
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Pensar la educacin como poltica integradora


Pablo Urquiza

A partir del relato de distintas experiencias, el autor se centra en el rol de los jvenes como actores de lo educativo; para encontrar en ellos claves que permitan pensar una escuela de mayor calidad, ms inclusiva y ms democrtica.

El lugar en el cual me desempeo como integrante de un equipo dentro del Ministerio de Educacin de la Nacin tiene a su cargo la conduccin de la parte superestructural del sistema educativo. Si bien este Ministerio de Educacin se jact durante muchos aos de llamarse a s mismo ministerio sin escuelas, desde el ao 2003 a esta parte asumi la responsabilidad y lo dice el ministro Alberto Sileoni por las 45 mil escuelas de nuestro pas, y esa responsabilidad es la que me tiene hoy aqu como invitado. Quiero traer a este espacio la palabra de muchos jvenes que participan en acciones de poltica educativa, que estamos llevando adelante junto a los ministerios de educacin provinciales y las escuelas secundarias. Porque me parece que contribuye a pensar y pensarnos en torno a estas juventudes, las que transitan y las que no transitan la escuela secundaria y debieran hacerlo. Para nosotros, la educacin de estos jvenes es un mandato tico, poltico y legal, esto ltimo por la Ley de Educacin Nacional que impone la escuela secundaria como obligatoria. La Ley 1420 de Educacin Comn logr garantizar el acceso a la escolaridad bsica, a la escolaridad primaria, 60 o 70 aos despus de haber

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sido enunciada. Esperemos que esta vez el plazo sea ms corto para que podamos decir que todos los jvenes estn incluidos en la escuela secundaria. El ministro Mario Oporto deca que todo lo educativo se resuelve en las aulas. Creo que tambin, lo que contribuye a que esto se pueda resolver en las aulas es un conjunto de polticas y un modelo que tenga como eje la inclusin, la justicia social y la igualdad de oportunidades. La educacin tiene que ser una poltica integradora ms, dentro de estas polticas que hoy denominamos socioeducativas; que muchas veces se llamaron polticas compensatorias, porque desde lo educativo se compensaban las desigualdades. Las mismas que, por otro carril, el modelo socioeconmico iba generando. Las polticas son las que integran y pueden determinar que haya mejores trayectorias educativas. En este sentido, pensamos que la calidad y la inclusin deben ser las caras de una misma moneda, porque inclusin tambin es calidad. Un alumno que hoy tiene una netbook, tiene una mejor calidad educativa. Un docente que tiene un buen salario, tambin tiene mejor calidad educativa o las condiciones para lograrla. Tener mil edicios escolares nuevos en los ltimos aos tambin, para nosotros, signica calidad educativa. Dentro de este contexto, quera presentarles una lnea de trabajo que desarrollamos ya hace dos aos en el mbito educativo. Se trata del Parlamento Juvenil del Mercosur. Algo que el Ministerio de Educacin se deba porque, si bien nuestro sistema educativo est, por mandato, orientado y diagramado en torno a los niveles educativos, pensamos que debiera haber polticas que integren a los jvenes de distintos sectores sociales, especialmente a aquellos que no estn en la escuela.

Pablo Urquiza
Trabajador social. Se desempe como Director Nacional de Polticas Socioeducativas del Ministerio de Educacin de la Nacin (2008-2011). Se desempea como docente en la Universidad de La Matanza. Ha participado tambin como Coordinador general de Programacin de la Organizacin de Estados Iberoamericanos. Actualmente se desempea como Jefe de Gabinete del Ministerio de Educacin de la Nacin.

Para comenzar a contar esta experiencia quiero traer un pequeo relato de una adolescente de una escuela del Gran Buenos Aires. En una sesin plenaria en torno al Parlamento Juvenil, dice al grupo de docentes con los que estaba trabajando: lo que ustedes tienen que entender es que nosotros nos damos cuenta de que a ustedes no les importamos. Eso orient parte del debate para lograr que los adolescentes pongan en palabras aquellas sensaciones que tienen de ellos mismos, y sobre los adultos, no solo los docentes, sino los adultos en general. Se generaron espacios para que debatan e intercambien ideas, participen, cuestionen; pero tambin para que elaboren propuestas que les permitan pensarse a futuro. Creo que un rasgo distintivo de los ltimos aos de la Argentina es que hemos podido alterar en parte porque creo que an tenemos una deuda social muy importante a este grupo de jvenes que algunos investigadores llaman los ni-ni, porque ni trabajan ni estudian. En este punto, considero que, como sociedad, nos debemos una discusin en torno a qu escuelas o espacios educativos son los destinados a estos jvenes, para que puedan manifestarse y proponer en trminos de futuro. Asimismo, cuando en muchos de los encuentros veo a los alumnos con la netbook, observo que all est la idea de futuro. Del mismo modo en que aparece cuando se abren nuevas universidades pblicas en muchos lugares de nuestro pas y los jvenes dicen voy a seguir estudiando tal cosa; voy a seguir trabajando y estudiando. Creo que ah hay un camino. Esta experiencia del Parlamento Juvenil que les comento, moviliz el ao pasado a cerca de 130 mil jvenes de la escuela secundaria que debatieron, propusieron y construyeron material que es muy rico para el mundo de la investigacin acadmica. En ese sentido, creo que la universidad y el sistema educativo debieran tener una comunicacin ms uida. Estos encuentros pueden ser un insumo muy interesante para trabajar en torno a imgenes y discursos, a las subjetividades de los adolescentes, que no slo eran argentinos. Haba jvenes de pases del Mercosur que discutan en torno a los ejes de derechos humanos, jvenes, trabajo e inclusin educativa. Este espacio permiti trabajar en distintas instancias a nivel local, regional, provincial y nacional. Diversos representantes de los pases del

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Mercosur, del Unasur, tuvieron la posibilidad de elaborar documentos de construcciones y de lneas de accin en torno a qu escuela quieren los propios estudiantes para las generaciones del Bicentenario. A raz de ello, un grupo de ms de 150 jvenes de todos los pases fue invitado por el canciller brasileo al Foro Social de Iguaz que se realiz en diciembre del ao pasado. Si bien esta instancia regional se va a realizar en forma bianual en los pases del Mercosur, en la Argentina hemos decidido que esto se lleve a cabo anualmente. Este ao estamos desarrollando la segunda instancia sobre la consigna Participar es la tarea, que los mismos jvenes han elegido para titular a este nuevo encuentro. Trabajaremos sobre cinco ejes: participacin poltica y jvenes estudiantes; derechos humanos; derecho a la salud; integracin latinoamericana y comunicacin y medios. El rasgo distintivo es que no slo se van a convocar estudiantes, sino tambin a docentes. Estamos convencidos de que estos espacios de participacin, de trabajo, de produccin, promueven entre tantas cosas que cumplamos con la Ley de Educacin Nacional. La misma establece, como objetivo de la educacin secundaria, formar ciudadanos plenos. De modo que estamos cumpliendo el mandato social de que esta Ley pueda ser un instrumento de inclusin y de equidad. Incluso hemos dado un paso ms, porque entendemos que los debates no debieran ser slo cuestiones deliberativas, sino que necesitan plasmarse en un encuentro con legisladores, ministros de educacin, autoridades educativas, para que puedan transformarse en proyectos socioeducativos juveniles. La idea es que, a partir de la organizacin que tienen estos jvenes, o las que se vayan desarrollando, puedan tener la posibilidad de independizarse y actuar con su comunidad, para que sean ellos los actores de las transformaciones de las propias escuelas. Desde el sistema educativo, la mayora de las acciones relativas a las escuelas estn orientadas a los docentes como actores de lo educativo. Si incluimos a los jvenes para que, a partir de iniciativas propias, se vinculen con lo social, lo poltico, lo cultural, fortalecemos ese espacio de participacin democrtica y de construccin de ciudadana. En este sentido, el verano pasado realizamos, junto con diversos grupos de jvenes, estudiantes, organizaciones sociales, juveniles y sindicales, acciones que han permitido pintar y refaccionar mil escuelas. Las

jornadas llevaron el nombre de Nstor Kirchner, lo cual ha sido decidido por las propias organizaciones. Un dato distintivo que observamos en estos encuentros es que los jvenes se incorporaron a la poltica a partir de la gura del ex presidente, de un hombre que los ha puesto en el lugar de poder reconciliarse con la poltica. Por otra parte, quera destacar, en torno al tema de las juventudes y la participacin sindical, que en el Parlamento surge fuertemente la vinculacin de la juventud con el trabajo. Que hoy haya una organizacin social y poltica que se vuelva a referir a s misma como jvenes que trabajamos, nos hace ver que hay una nueva conguracin de actores y de poca. Para ir cerrando, creo que estos espacios de participacin juvenil donde el Estado tiene la responsabilidad de promoverlos, auspiciarlos, dejarlos uir y no conducirlos, tienen de legtimo el hecho de que aquellas decisiones, discusiones, propuestas e iniciativas que surgen, deben transformarse en acciones de polticas educativas. Es el Estado el que debe favorecerlos y fortalecerlos. Tenemos un fuerte insumo que nos permite escuchar y retomar las palabras de los jvenes para investigar y tomar decisiones. Todo esto nos demuestra que en estos actores del sistema educativo, que son los alumnos, tambin se encuentran claves para pensar una escuela de ms calidad, ms inclusiva, ms democrtica. Una escuela que respete y reconozca ms al universo y se integre social, cultural, emocional y educativamente en todos los mbitos de la vida comunitaria.

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Imgenes y discursos sobre los jvenes

Transformaciones en la sociedad argentina. Los jvenes y los medios

Sobre algunos debates pendientes en educacin, medios y cultura, Alejandro Kaufman Jvenes y medios: los desafos de la integracin de TIC en el sistema educativo, Alejandro Lucangioli

Sobre algunos debates pendientes en educacin, medios y cultura


Alejandro Kaufman

El autor retoma la nocin de estetizacin de la poltica para reexionar de qu manera la historia de la escolaridad y de la cultura constituyeron ciertos valores en la denicin de las relaciones intersubjetivas y con el entorno. Toma como contexto la industria del entretenimiento.

Actualmente estamos inmersos en una confusin entre informacin y comunicacin. Si bien son dos cosas que tienen mucho en comn, presentan diferencias decisivas. Por lo general, cuando hablamos de medios, de cultura meditica y de nuevas tecnologas, hay razones histricas y culturales por las cuales el abordaje que se hace de todo eso es de tipo informacional, en trminos de la representacin de lo real, del sujeto de la conciencia. Asuntos que tienen que ver con la verdad, con lo epistemolgico, con el conocimiento entendido en un sentido representacional. Asimismo, nuestra escuela forma sujetos de la conciencia, es decir, sujetos cognitivos que suponen un conocimiento de lo real. Esto implica un problema respecto a lo poltico-cultural y a las relaciones entre juventud, escuela y medios de comunicacin, dado que hay otra dimensin que plantea lo comunicacional, cultural, meditico, representacional. Es la dimensin que podramos llamar libidinal, esttica, de los estados mentales, de los afectos o de las retricas. La cuestin de la esttica en relacin a la poltica, a lo colectivo, a la cultura, parecera ser un tema de la derecha, cuya conguracin fue instituida por el fascismo. Es lo que Walter Benjamin refera como

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estetizacin de la poltica. Este asunto est tan desconsiderado que, incluso en mbitos especializados, los implicados en el tema no participan de lo concernido por la cuestin. No es raro, ni slo un asunto de conocimiento o desconocimiento, hallar una confusin entre politizar la esttica y estetizar la poltica como si fueran trminos intercambiables de una misma ecuacin. Mientras la izquierda habla de politizar la esttica, abordar los problemas socio-polticos y socio-histricos vinculados con el arte o la esttica, el fascismo procede a la inversa, es decir, plantea estetizar la poltica. Esto signica conducir a las multitudes a constituirse en sujetos de la sensibilidad, de los umbrales afectivos. Tiene una estrecha vinculacin con la intervencin autoritaria sobre los comportamientos masivos, de las multitudes, con lo que podramos denominar la manipulacin. En el orden del sentido comn se suele mencionar a Paul Joseph Goebbels: miente, miente, que algo quedar; en trminos de la verdad y lo real. Como si la forma de combatir al fascismo o a la hegemona de la derecha demandara oponer la verdad a la mentira. Sin embargo, esta es una faceta, porque la estetizacin de la poltica supone un campo de fuerzas, de tensiones y confrontaciones que no tiene relacin con la temtica de la verdad. No es esta la que est en juego de forma primordial, dado que los enunciados tienen una nalidad distinta a la de establecer una mentira en trminos cognitivos. Por tanto, aunque se desmientan, mantienen su ecacia.

Alejandro Kaufman
Profesor en UBA y en la Unqui. Investigador del Instituto Gino Germani. Ensayista y crtico de la cultura. Fue Director de la Carrera de Ciencias de la Comunicacin de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Docente de posgrado en diversas universidades nacionales, y profesor visitante en las Universidades de Bienl, Alemania, San Diego y en la escuela de Altos Estudios de Pars.

Nuestra escuela prescinde de la dimensin esttica. No tenemos como premisa que un estudiante, despus de su paso por la escuela primaria y la secundaria, tenga que saber cantar, representar una obra teatral, describir o narrar. Eso en nuestra cultura no est presente, sino la idea de que lo que hay que saber es acerca de lo real, la ciencia y sus alrededores. Paradjicamente, la relacin con la ciencia es dbil como cultura, basta considerar el nivel de ignorancia de los medios de comunicacin con respecto a ello. Vase lo que ocurre cuando hay una epidemia o noticias ambientales por ejemplo, el accidente nuclear en Japn; el nivel de la cultura cientca promedio de la prensa es muy bajo. Pero no se trata de ello, tampoco se sabe que no se sabe y no tiene ninguna relevancia el no saber. Aludo a quienes comparten responsabilidades editoriales y presumen la interlocucin con un pblico que no requiere ser tratado de otra manera que con una simplicidad asombrosa. Algo semejante ocurre tambin con intelectuales humansticos de la mayor jerarqua, capaces de interpelar culturalmente a sujetos polticos y dejarlos avergonzados y, sin embargo, no tienen prurito ni escrpulo en exhibir la mayor ignorancia sobre lo que atae al conocimiento cientco. Es decir, no piensan que hay cercana entre tener una cierta idea de lo que es la teora de la evolucin y el hecho de conocer a Shakespeare. Vale aclarar que no estoy sealando esto como un problema de conocimiento o desconocimiento, sino como un problema cultural que tiene que ver con el modo en que pensamos las cosas colectivamente. El modo en que la historia de nuestra escolaridad y la historia de la cultura constituyeron ciertos valores sobre cmo denir la relacin que tenemos entre nosotros y con nuestro entorno. La obturacin del problema de la estetizacin de la poltica y de la estetizacin de la cultura se constituy en la primera mitad del siglo XX. Un experimento pionero, de inters para esta problemtica, tuvo lugar cuando, en 1938, en los Estados Unidos, Orson Welles hizo un programa de radio sobre la famosa novela, La guerra de los mundos, de Herbert George Wells, acerca de la invasin de la tierra por los marcianos. No obstante tratarse explcita e inequvocamente de una ccin, produjo un importante efecto de realidad. Todos los das nos invaden los marcianos, decamos hace unos pocos aos, como un gesto crtico a los medios que atemorizan a la

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poblacin de manera sistemtica y permanente; ahora deliberada, no involuntaria como sucedi con los marcianos de 1938. Cuando se atemoriza a la poblacin y es lo que tambin importa con respecto al caso de Welles la cuestin no es del orden de la verdad o de lo real, no es si los marcianos estn o no invadiendo la tierra, sino cmo se cuenta eso, qu efecto se produce sobre el pblico, qu tipo de consecuencia tiene respecto a los estados de conciencia. Es decir, resultaba equivalente atemorizar de manera presuntamente directa a una poblacin, que relatar ccionalmente que invadieron los marcianos. Esta problemtica dene un techo para la lucha cultural y poltica, porque lo que estamos discutiendo es del orden de la verdad, la formulacin de la verdad o de la mentira. No estamos discutiendo, como sucede en las sociedades normales en tanto nos propongamos acercarnos a una sociedad normal sobre la convivencia, los efectos, el trato, el respeto recproco, el debate pblico racional como valor. Un signo indicativo de que podramos estar acercndonos a una sociedad normal tendra lugar si ya no discutiramos el tema de la seguridad. En algunas situaciones se nos presenta ms bien el estado del escndalo moral, con efectos triviales, anecdticos, ms que intimidatorios, tal como ocurre en sociedades normales. Entonces ya no est todo el mundo tan atemorizado porque lo van a asaltar de da o de noche, en cualquier momento y lugar, o porque lo van a violar y secuestrar. Ustedes saben que en la capital de Mxico se cuentan en decenas de miles las vctimas de la violencia de los ltimos aos. Hablando con una argentina que vive en Mxico, ella me contaba de su incomodidad, de su malestar en el estado cultural nuestro, porque en el Distrito Federal de Mxico no hay una narrativa de la inseguridad comparable con la nuestra, no obstante los ms de cuarenta mil muertos. Por otra parte, ustedes saben cmo son esas muertes, el tipo de violencia, de una brutalidad y nivel de ostensin terribles. Nosotros solemos describirnos como si tuviramos los cuarenta mil muertos, en contraste con las actitudes diferentes de los mexicanos. Entonces, hay una discrepancia de proporciones entre representaciones y acontecimientos. Los estados mentales mantienen una relativa independencia respecto de lo que sucede. En Sarajevo la gente iba a comprar el pan bajo los bombardeos. Recuerdo un relato que deca que cuando iban a la panadera, el

problema era si iban varios en la por un sitio estrecho, porque al primero que pasaba, el francotirador no le tiraba, al segundo le disparaba pero no le daba y el tercero era el que reciba por n el disparo. Entonces para ir a comprar el pan por la maana haba que hacer clculos sobre la puntera de los francotiradores. Susan Sontag, cuando visit Sarajevo con una voluntad de contribuir culturalmente, llev el montaje de una obra de teatro para ofrecerles esta actividad a quienes vivan aquella tragedia. Actu sobre los estados mentales, efectivamente habitantes de una situacin extrema, con un antdoto, con una elaboracin dramtica; no con una inmersin en el pnico y la desesperacin. Por qu todo esto nos resulta tan extrao, tan incomprensible, tan ajeno? Porque la nuestra es una sociedad profundamente involucrada con la estetizacin de la poltica. La estetizacin de la poltica en el siglo XXI tiene relacin con el modo en que se desenvuelve la industria del entretenimiento. La palabra entretenimiento es una palabra inocente, est ligada al juego. Parece una palabra muy vinculada a la escuela tambin es lo que pasa, por ejemplo, en el recreo, o a la idea de que la pedagoga tiene que ser entretenida. El entretenimiento es algo que acontece en un estado mental que no es el de la conciencia, la racionalidad, el estado de la crtica: es un estado mental donde todas esas dimensiones se relajan o se suspenden. Donde el vnculo que se establece entre el individuo y el medio o el entorno es de tipo libidinal, afectivo, sensible. Esto tiene varias connotaciones, entre ellas el hecho de que cuando uno se ofrece a un entretenimiento est en un estado importante de desprevencin. Es decir, exponerse a un entretenimiento desde el punto de vista de las problemticas de la ciudadana, de la poltica o de la conciencia es equivalente a dejarse operar por un cirujano: no decido lo que hago cuando me opera porque estoy durmiendo. La metfora es exagerada para acentuar lo que quiero decir; si voy al teatro, voy al circo o me pongo a ver una pelcula, dejo de ser completamente dueo de mi voluntad y de mi conciencia en el momento en el que me pongo a ver esa obra como espectador. Es por ello que algunas estticas de vanguardia interpelan al espectador para que sea un partcipe activo. Por lo tanto, en la medida en que la cultura del entretenimiento prevalece en los medios de comunicacin, no se desenvuelve una distancia

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crtica respecto de la sociedad del entretenimiento. La sociedad de los medios de comunicacin, de las nuevas tecnologas, no es solamente una sociedad de la informacin, es una sociedad del entretenimiento, de la gestin de los estados mentales. Fue en una novela, Neuromante, donde se invent la palabra ciberespacio. La invent un novelista, no la inventaron los matemticos que hacen los algoritmos del software sino que fue William Gibson, para describir una sociedad en la cual la gente est conectada entre las redes y el sistema psiconeurosiolgico. La mente, el sistema psiconeurosiolgico, se conecta por un dispositivo de carcter virtual, informtico. Lo que ocurre ah son diversos tipos de acontecimientos, muchos de los cuales son de tipo cognitivo, informacional, representacional, vinculados con lo real. Pero muchos otros estn relacionados con una dimensin esttica en el sentido de la sensibilidad; basta recordar que la etimologa de esttica remite a lo sensible o al estado de la sensibilidad. Lo contrario es la anestesia, que tiene la misma raz que esttica. En esta discusin reside una de las razones de la crisis profunda que transita la escuela, en tanto la escuela moderna concierne al orden de lo real, de la conciencia, de la informacin, compite frente a los jvenes con la sociedad del entretenimiento. Entonces, en las horas de clase lo que se desenvuelve no es el entretenimiento, sino ese orden racional que en estos contextos resulta confuso. Y es una confusin que nuestra ltima dictadura, en particular, estetiz. El problema con los medios no es slo todo lo que estamos diciendo habitualmente sobre sus contenidos y agendas, sino la estetizacin, la manera de entender el entretenimiento, la diversin, la distraccin que comenz a producirse masivamente en la dictadura. Las derechas estn defendiendo ese estado de cosas con uas y dientes, y ese aspecto de la batalla cultural como se la suele denominar, ms all de la discusin sobre si es o no una batalla, ese aspecto todava mantiene su hegemona. Y no depende solamente del monopolio ni de la pluralidad de voces. Si en el contexto de una mayor oferta comunicacional no se pone en tela de juicio la hegemona de la modalidad del entretenimiento, asistimos a escenas catastrcas como las que vivimos a diario. Qu sucede con el escndalo? No mancha a alguien en el orden de la racionalidad, sino en lo libidinal, es decir, la mancha que se produce sobre alguien

que es difamado es lo que conduce al orden de la violencia simblica y tambin luego de la violencia efectiva. Es la manera en que ocurren los linchamientos, los actos de violencia racista, las manipulaciones de masas. Ocurren en ese marco, no en el orden de la racionalidad. La discriminacin racial no es una opinin, no se detecta preguntndole a la gente qu opina, al menos no con la importancia que se le suele asignar. Puedo pensar que los miembros de un grupo tnico son feos y como una opinin cosmtica es prejuiciosa y revulsiva; pero tal opinin no se sigue necesariamente con el modo en el que alguien va actuar. Tampoco es que sea una opinin meramente inocente, pero no es decisiva respecto de la violencia. Sin embargo, s se vinculan con el modo en que alguien va a comportarse; los procesos difamatorios llevan a que el estado mental de un colectivo establezca una mancha sobre otro grupo. Y eso es lo que produce las condiciones en las cuales tiene lugar la violencia, por omisin o por accin. Lo que hizo posible la sociedad de los desaparecidos fue el estado de distraccin y estupidez en que estaba sumergida la cultura meditica en ese momento entre otras razones, desde luego. Nuestra dictadura fue ejemplar en eso, porque utiliz el aspecto de la manipulacin esttica del totalitarismo, aunque no sus aspectos doctrinarios, conceptuales, de la conciencia. No hubo un desarrollo poltico-doctrinario de tipo ideolgico propio de la dictadura. Pero lo que s hubo fue un desarrollo de la industria del entretenimiento. No es indiferente la aparicin de la televisin a color en ese momento. No es casual el papel que desempe el mundial de ftbol. Como tampoco son casuales los premios, promociones y el lugar social que tuvieron las guras del entretenimiento de esos aos. Algunas personas se consideraban inocentes porque hacan chistes para nios, les preguntaban sobre el sabor de la sal, y entonces parecan ingenuas y meritorias. Las mismas ocupaban lugares destacados en la industria cultural de la dictadura haciendo pelculas sobre policas. Es decir, mostraban cmo los genocidas y criminales eran buena gente y hacan pelculas de aventuras. Esto ha pasado a formar parte del olvido. Hay una cuestin que ocurre en nuestros medios de comunicacin actuales, que afectan tambin al conjunto de las tecnologas y que lleva a la escuela a un estado de retraimiento, a un estado de minusvala, a estar

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a la defensiva. Como docente universitario cuando estoy en un ambiente pedaggico lo menciono en el sentido de la prctica profesional: dictamos muchas horas de clase, por lo tanto, compartimos con muchos de quienes estn aqu presentes la experiencia de estar frente a un aula. Suelo pedirles a mis estudiantes su correo electrnico, y es as como se detectan las poblaciones que tienen e-mail desde la infancia. En su mayora son direcciones de hotmail con nombres infantiles. No pusieron el nombre y apellido que es lo que a uno le pasa cuando ya tiene un trabajo o va a la escuela. Pero tambin, el ao pasado, tuve una alumna que traa los trabajos escritos en mquina de escribir, en un contexto urbano en el cual todos los dems tenan correos infantiles, menos ella, y ah est la brecha. Aun en un lugar privilegiado, con todo el orden simblico que implica el planteo de la igualdad. Es por eso que tenemos tanta inadvertencia con respecto a los problemas de la violencia en contextos de igualdad relativa o mayoritaria. La violencia en la escuela no tiene nada que ver con el orden de lo real, ni de la conciencia. Son cuestiones que acontecen en ese otro orden de los comportamientos masivos, de los grupos, de los colectivos, de lo pasional, de los temores, de las ansiedades. Padecemos un desconocimiento prctico, colectivo, de lo que es la violencia simblica. La violencia simblica se produce cuando alguien dice algo sobre una minora que histricamente fue segregada, despreciada o maltratada. Ya sean indios, negros, pobres, judos, o quien sea que haya sido humillado histricamente, proscripto, asesinado, perseguido, masacrado. En nuestro pas hay que incluir a esta lista, la violencia poltica. La izquierda, la subversin, la guerrilla estn incluidas dentro de esa violencia, tanto en sus versiones populistas como clasistas. Hablar de los montoneros del modo como se habla tantas veces, forma parte de la misma trama simblica que hablar de los pueblos originarios, en tanto son quienes han sido exterminados. Hubo corresponsabilidad con las muertes del indoamericano cuando se difundieron pblicamente enunciaciones de desprecio hacia los inmigrantes desde un cargo de gobierno. Tal corresponsabilidad se constituy por la violencia simblica precedente y predisponente de las muertes del indoamericano. Esto, en cualquier sociedad normal, en la que nos querramos convertir, pasa a formar parte de la agenda, porque cuando

la derecha esgrime el escndalo, la mancha, el progresismo responde con la gestin crtica de los enunciados pblicos. La cuestin de la violencia, entonces, no tiene que ver con la exhibicin obscena de cadveres en tanto meras imgenes, tiene que ver con la gestin afectiva de las poblaciones implicadas por las modalidades de edicin y los contextos. Del mismo modo ocurre con el tratamiento de la mujer, no se puede decir cualquier cosa de una mujer, no se le puede cortar su pollera en la televisin o exhibirla como un objeto. Esto implica corresponsabilidades, porque da lugar a determinaciones sobre lo que ocurre en la calle con las violaciones, con el maltrato de las mujeres, con el hecho de que la mujer no pueda caminar por la calle igual que un varn por la noche. Esto es lo preocupante, no es el piropo o que alguien le diga algo agradable a una mujer, lo conictivo es que una mujer no pueda caminar por la calle en condiciones de igualdad con un varn. En este momento estamos en un estado de la conciencia en el que una chica puede recibir una computadora en condiciones igualitarias, pero no puede caminar por la calle con esa computadora. Estamos en una cultura en la cual la mujer est sistemticamente descalicada, cosa que no se percibe ni se problematiza en la medida de lo necesario, aun con todos los avances que hubo. Para terminar, cuando educamos a los jvenes consintiendo con la idea de que el pluralismo es lo que la televisin ejemplica, que dos personas griten y se peleen en un programa de chimentos, o como jurado de un programa de competencias, nuestros estudiantes asumen esa representacin de lo que es debatir. El pluralismo no es eso. Se puede exponer a alguien monologando con inteligencia crtica y su ejemplo aportar ms a la pluralidad que cantidades equivalentes de tiempo empleadas en discusiones presentadas como rias. Cuando se exhiben polarizaciones en forma de ria los debates se convierten en un espectculo donde impera lo afectivo, para ver quin gana, quin vence, quin es ms agresivo y sorprende al otro; es como ver boxeo. Eso se ha instalado en nuestra lgica. La construccin de una sociedad convivencial sustentada sobre la justicia social y el acceso igualitario al conocimiento requiere entre nosotros, habida cuenta de nuestra historia reciente, de una sistematizacin de esfuerzos esttico poltico-culturales, para delimitar y contener

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el consentimiento con la crueldad y la violencia simblica en el sentido comn. No es slo un asunto de leyes progresivas que enuncien transgresiones a la correccin poltica, sino de instalar prcticas decentes en las relaciones sociales, aun en el seno de los conictos presentes en toda vida en comn.

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Jvenes y medios: los desafos de la integracin de las TIC en el sistema educativo


Alejandro Lucangioli

Es difcil imaginar cul ser el impacto del Programa Conectar Igualdad sobre las transformaciones futuras de la sociedad y de la educacin argentina. Aqu el autor propone analizarlo a partir de tres ejes: la construccin de la subjetividad, los jvenes y la produccin de conocimiento y el tema de los derechos.

Hace ya casi dos aos que el Programa Conectar Igualdad distribuye netbooks a cada alumno y cada docente de la educacin secundaria, especial y superior. Su impacto en las escuelas y las familias se hace visible en la produccin de nuevos procesos culturales y de efectos, que se reejan en los relatos que los diferentes actores hacen respecto de la importancia que tienen, tanto la tenencia del recurso, como su uso pedaggico y social. Desde hace unos aos a esta parte las nuevas tecnologas de la informacin y la comunicacin (TIC) se han convertido en un poderoso medio para las sociedades en general y para los jvenes en particular. Esto es as porque posibilitan el acceso a mltiples fuentes con abundante cantidad de informacin: la comunicacin entre personas y organizaciones; la construccin de redes sociales que operan como verdaderas instituciones virtuales; el desarrollo de sistemas de educacin virtual a distancia; entre otras. Ahora bien, en todas estas funciones, los usuarios no son sujetos pasivos, realizan una cantidad signicativa de operaciones cognitivas complejas y, adems, y no menos relevante, tienen la posibilidad de

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interactuar con otros, sean estos gobiernos, instituciones o personas. Todo esto sin importar los horarios ni la localizacin geogrca que los usuarios tengan, ni el tiempo de atencin que le dediquen. Es decir, los tiempos en que estas tecnologas procesan una operacin no requieren de una permanencia constante frente a la pantalla. En cualquier situacin espacio-temporal las TIC pueden operar para que el usuario tenga lo que necesite, siempre que cuente con los conocimientos necesarios y las condiciones de infraestructura del sistema lo permitan. Resulta complejo y aventurado imaginar cules sern las consecuencias que el Programa Conectar Igualdad tendr sobre las transformaciones futuras de la sociedad y de la educacin argentinas. Se plantean aqu tres cuestiones centrales que pueden ayudar a dar algunos pasos en esta direccin. La primera tiene que ver con la construccin de la subjetividad. Cmo la relacin con estos nuevos medios, que en los ltimos aos se han ido propagando con una masividad insospechada, nos constituye como sujetos, tanto a los jvenes como a quienes somos adultos. Esto tambin implica analizar los modos en los cuales la informacin y los conocimientos que circulan por estos nuevos medios, nos producen y nos hacen sujetos con ciertas caractersticas polticas y sociales. La segunda cuestin est referida al tema de los jvenes y la produccin de conocimiento. Desde las perspectivas poltico-ideolgicas clsicas, sean tradicionales y conservadoras o positivistas-funcionalistas,

Alejandro Lucangioli
Lic. y profesor en Ciencias de la Educacin, UBA. Ha sido coordinador tcnico pedaggico de diversos programas destinados a la transformacin del Nivel Secundario. Actualmente se desempaa como Coordinador de Fortalecimiento Institucional y Apoyo a las Jurisdicciones del Programa Conectar Igualdad del Ministerio de Educacin de la Nacin.

la produccin de conocimiento ha sido siempre un espacio restringido a los adultos formados en diferentes trayectorias profesionales, sean estas universitarias, profesorados, carreras y trayectorias laborales que otorgan cierta formacin profunda a partir de la experiencia. En sntesis, son los adultos quienes estn habilitados y acostumbrados a ser parte del proceso activo de produccin de conocimiento, y son los circuitos acadmicos o los de trabajo profesional los espacios en los cuales es habitual que esto ocurra; y que desde all se sistematicen, cobren una forma literaria y se difundan. Hoy la integracin de las TIC en el espacio escolar, pone estas perspectivas en tela de juicio, a partir de procesos que realizan los jvenes, que van ms all de una apropiacin meramente instrumental de estas nuevas herramientas. Por ltimo, el tema de los derechos. Por un lado, una mejor dotacin y calidad de recursos en las escuelas argentinas implica la necesidad de analizar los modos en que el Derecho a la Educacin se realiza y, en este contexto, repensar los modos en que su no cumplimiento atenta contra los derechos humanos bsicos y la construccin de una ciudadana plena. Por otro lado, la distribucin social de las TIC a partir de los establecimientos educativos, nos remite a pensar en achicar la brecha de inclusin digital en las familias, buscando la restitucin de la ciudadana en todos los sectores sociales. La cuestin de la subjetividad Para abordar este primer aspecto es necesario considerar a los medios no como medios de comunicacin, sino como dispositivos tecnolgicos que la humanidad crea para satisfacer sus necesidades y poder observar de qu manera estas son satisfechas. Mujeres y hombres como sujetos de derecho estn interactuando en relaciones productivas, sociales, polticas y culturales. Diferentes perspectivas tericas analizan cmo a lo largo de la historia humana se denieron los modos a partir de los cuales la relacin con los medios, o con las herramientas tecnolgicas, constituyeron a los sujetos. No es necesario hacer aqu historia social, pero si se piensa de qu manera Marx dena las clases, es posible advertir que su constitucin tena que ver con la propiedad del dispositivo tecnolgico. Es decir, la propiedad de los medios de produccin. Adems, el trabajador se constitua como tal, desarrolla-

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ba su subjetividad, en la relacin con el propietario de los medios (burguesa/ proletariado), as como en el proceso de uso de ese medio de produccin en el que venda su fuerza de trabajo a cambio del salario. La propiedad hace a la clase y el uso hace al desarrollo de la fuerza de trabajo. Los medios han constituido histricamente a los sujetos. Quienes son docentes o trabajan en educacin lo pueden identicar fcilmente cuando se observan los modos en que los medios tecnolgicos y sus metodologas han rubricado diferentes corrientes pedaggicas que atravesaron la escuela en el tiempo, sin importar desde qu perspectiva se haga el anlisis, sea este crtico o funcionalista. Lo relevante aqu son los procesos de enseanza, los modos en los cuales el conocimiento se transmite y la incidencia de los recursos y procesos tecnolgicos que demuestran o denotan u ocultan relaciones de autoridad, lugares sociales, interrelaciones, tensiones, negociaciones y conictos por acceder al conocimiento. Por lo tanto, no es slo la interrelacin entre los sujetos la que construye subjetividad. Es verdad que docentes y alumnos se construyen a s mismos en la relacin asimtrica que los une; sin docentes no hay sujetos-alumnos y sin alumnos no hay sujetos-docentes. Pero tambin es cierto que el modo en el que cada uno se asume en esa subjetividad tiene relacin con los medios tecnolgicos (infraestructura, recursos y mtodos) presentes en los procesos de trabajo en que docentes y alumnos participan. En este sentido, la modernidad ha creado uno de los dispositivos tcnicos ms extraordinarios: la maquinaria escolar. Es Julia Varela quien utiliza esta denominacin para referirse al dispositivo destinado a producir no slo saberes especcos vinculados a lo que es la enseanza sino, adems, cierto tipo de relaciones y cierto tipo de subjetividades. La pedagoga brasilea Acacia Zeneida Kuenzer explicaba la correspondencia entre los modos en que se discriminan ciencia, tecnologa y cultura en los procesos de trabajo escolar y los modos en que se discriminan en el mundo del trabajo en general. Esto implica un proceso de construccin de subjetividades en el espacio educativo, que luego se realizan en la vida social y econmica. Desde esa perspectiva, se puede pensar que el vnculo que establecemos desde pequeos con diferentes tipos de medios tecnolgicos, est naturalmente incidiendo sobre la constitucin de nuestra subjetividad.

Los modos en los cuales percibimos el mundo y nos hacemos como sujetos tienen que ver con cmo nos vinculamos con los otros, dentro o en el marco de la accin de muchos de estos dispositivos. Entonces, si analizamos algunas de estas premisas podemos entender rpidamente que hay un entramado de necesidades individuales, necesidades sociales y de ejercicio del poder que estn atravesando permanentemente el desarrollo de estos medios, en cualquier espacio social en el cual se desencadenen y se proyecten. Esto es vlido tanto para una institucin escolar como para cualquier tipo de medio de comunicacin. En denitiva, tanto la escuela como los medios, ms all de su intencionalidad o no, estn orientados a transformar nuestra propia naturaleza humana. Interpelan nuestra conciencia y, muchas veces, a partir de esa informacin sistemtica en el caso de las instituciones educativas, dscola en el caso de los medios de comunicacin nos constituyen como sujetos participantes o sujetos subordinados de ciertas lgicas de poder, de ciertas relaciones sociales y de ciertos discursos polticos que, como dira Paulo Freire, tendramos que detenernos a analizarlos respecto del poder pedaggico o sea poltico que tienen. Por tanto, no es solo que constituyen lo que el sujeto es, sino que ensean los modos predeterminados por el discurso hegemnico para construir su propia materialidad de vida y ser lo que debe ser, en lugar de expandir de modo crtico su propio potencial humano. Un buen ejemplo de lo dicho lo constituye el anlisis que Michel Foucault realiz en su obra Vigilar y Castigar hace treinta y siete aos atrs. En ella describe cmo el poder y el control se realizan a partir de la accin pedaggica de diferentes medios que operan para homogeneizar a los sujetos e instalar como natural lo que en la contemporaneidad se denomina pensamiento nico, o visiones nicas acerca de lo que el mundo debe ser. En el transcurrir cotidiano, los seres humanos tienen la posibilidad de construir su propia materialidad de vida, sus propias condiciones de existencia, en disputa permanente con estas orientaciones poltico-ideolgicas del poder y del control; esto ocurre tambin en las instituciones educativas. Los actores sociales tienen la potencialidad de no aceptar taxativamente los procesos de reproduccin que operan en el sistema escolar, sino que, como docentes y alumnos, pueden interpelar y resistir todo el tiempo a estas presiones. Luego, o adscriben y naturalizan sus

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visiones del mundo, o divagan entre estas posiciones y aquellas progresistas, pero funcionales al poder, desarrollando un sentido comn eclctico y proclive a acomodarse a cualquier circunstancia, o bien se construyen como sujetos crticos. En esa trama se desarroll histricamente la formacin del ciudadano y la formacin del trabajador, as como la necesidad de incorporar a la masa social en la estructura de una sociedad capitalista en ascenso. En ese marco se fue consolidando el discurso escolar, las deniciones de docentes y alumnos, el currculum, el uso de ciertos contenidos y el desarrollo de distintas corrientes metodolgicas. Desde esta perspectiva, la irrupcin de los celulares primero y de las netbooks despus, con carcter masivo en las escuelas, lo que estn poniendo en tela de juicio al menos en trminos coyunturales, es este tipo de entramados con sus discursos constituidos mucho tiempo atrs. La cuestin de los jvenes y la produccin de conocimiento No es comn para la poblacin adulta, por presupuestos de falsas ideologas, pensar a los jvenes como sujetos que producen conocimiento, como sujetos que desarrollan prcticas pedaggicas ms all de lo formal escolar, que son constitutivas de su formacin poltica como ciudadanos de un conglomerado social. Es necesario detenerse a observar de qu manera tensionan, los jvenes, la subjetividad que histricamente form la escuela, y de qu manera el mundo adulto cataliza esto o lo resiste o lo niega. Son aspectos que estn todo el tiempo en juego, cuando ests tecnologas que son mucho ms que una tecnologa aplicada al proceso de enseanza, invaden el territorio institucional. La integracin de las TIC produce nuevos procesos de trabajo escolar (por ejemplo, algunos de estos procesos se apoyan en la lgica 1 a 1, una computadora por alumno, aunque no es la nica), que implican diferentes posiciones de los alumnos, replanteos del lugar que los docentes tienen y necesitan, la posibilidad de repensar los procesos de enseanza, la aparicin de lgicas relacionales diferentes, donde los alumnos se apropian de un saber especco que los adultos, y en particular los docentes, no tienen y que probablemente no logren tener o lo hagan parcialmente en tiempos muchos ms lentos.

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La necesidad de que la escuela incorpore algunas de estas perspectivas, implica poder operar desde una toma de conciencia. La autoridad y los saberes de los adultos deben permitir que estos nuevos conocimientos que producen tanto los nuevos procesos de trabajo como los alumnos se sistematicen, circulen y sean aprovechados en los procesos de enseanza y aprendizaje que se realizan en las escuelas; en especial con las disciplinas del currculum. Pensar esto desde los saberes, signica la posibilidad de que las instituciones educativas puedan asimilar parte de la informacin que circula, contrastarla, cotejarla, interpelar los discursos de verdad y poder darle sentido en un marco de aprendizaje nuevo. Es relevante ejemplicar aqu con dos breves relatos que son bastante elocuentes de algunos impactos que produce la llegada del equipamiento informtico en los alumnos, tanto en el mbito de la escuela como en la sociedad civil. En una escuela secundaria de Ro Negro formaron a un grupo de alumnos por curso (mentores/tutores alumnos) en soluciones tecnolgicas y destrezas en el manejo de la herramienta, para que fueran referentes en el proceso de integracin de las TIC. De este modo, los docentes saban con nombre y apellido a qu alumno recurrir si tenan algn problema durante su clase. La consecuencia inmediata que produjo esta estrategia fue la disminucin de los temores de los docentes respecto a que los alumnos sepan ms que ellos. Son los mismos alumnos quienes los ayudan a resolver cualquier problema vinculado al uso del equipamiento y la posibilidad de poder aplicarlo en un proceso de enseanza diferente. Al ao subsiguiente ingresaron nuevos alumnos al sistema de mentores, por lo cual desarrollaron un proceso de formacin en cascada, los alumnos de segundo ao capacitaron a los de primero. Los referentes de los cursos superiores retiraron a los mentores de segundo ao, con la autorizacin de sus docentes, y armaron un taller de edicin de video con un grupo de veinte alumnos. Este taller de desarroll en el laboratorio de informtica que casi no se utiliza por tener todos los alumnos de la escuela una netbook, en horario escolar y sin que estuvieran en conocimiento las autoridades escolares. La razn del taller era que los docentes demandaban el uso de imgenes en los procesos de enseanza. Un preceptor encontr a los alumnos desarrollando la actividad e inmediatamente inform al jefe de preceptores y este

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a la directora, quien se encontr ante el dilema de sancionar a un grupo de alumnos que estaban fuera de sus clases por estar desarrollando una actividad educativa dentro de la escuela. Es decir, si reconocerlos como sujetos de sancin o como sujetos que pueden apropiarse del espacio escolar para desarrollar estrategias formativas, organizadas por ellos mismos, con el n de mejorar los procesos de trabajo de sus docentes. Es posible observar en el relato la interpelacin que la aparicin de las tecnologas provoca sobre la arena institucional: cambios en la construccin del sujeto alumno, nuevos procesos de trabajo, circulacin de saberes producidos por los jvenes tanto hacia los docentes como hacia el grupo de pares, cambios en el ejercicio de la autoridad de los docentes y de los directivos, entre otros aspectos. La integracin de herramientas informticas en los procesos de trabajo escolar muestra, en este ejemplo, algunos cambios en la constitucin de la subjetividad de los distintos actores. La segunda historia est relacionada con la familia. En una escuela de la provincia de Mendoza, un joven se presenta a la direccin de la escuela para expresar su negativa de prestarle a su padre la netbook, ya que la necesitaba para estudiar. Cuando el joven regresaba a su hogar, el padre lo esperaba para utilizar el equipamiento y poder recuperar el vnculo con su familia de origen. En efecto, gracias al recurso pudo reencontrarse con su hermano a quien no vea desde haca veinte aos y que viva en la Capital Federal. Con la ayuda de su hijo pudo ingresar a la Direccin Nacional de Migraciones, que le remiti una certicacin con los nombres de los familiares que haban entrado al pas por primera vez hace casi un siglo. En el Hotel de Inmigrantes encontraron los primeros descendientes de la familia que nacieron en el territorio nacional y pudo reconstruir la dispora de sus cinco hermanos muchos de ellos desconocidos para l que vivan en diferentes lugares del pas. El impacto simblico que tiene en las familias la incorporacin de las TIC es insospechado, ms aun para aquellos que tienen prejuicios acerca de cmo los jvenes y las familias harn uso de estos recursos. Este es un verdadero reto tambin para directivos y docentes que, por un lado, se ven como sujetos alejados de estas tecnologas y de los discursos que las promueven y les dan entidad; y por otro, viven la presin de tener que apropiarse e integrarlas a sus vidas para no quedar fuera del juego.

Estas historias o relatos contienen respuestas a ciertos discursos adultos conservadores que suelen armar los pibes ahora van a ver cualquier cosa con estas computadoras, no puedo saber que estn haciendo los alumnos con sus netbook porque no tengo la pantalla de frente, sino la tapa o las familias tienen que saber cmo controlar a sus hijos, buscando conformar un ncleo de sentido comn que hace pie en la autoridad de los adultos respecto de la dinmica del poder y del control, al tiempo que asumen el ejercicio ms represivo del Estado. Su nalidad consiste en inhibir aquello que no tienen certeza de que ocurra pero pone en riesgo el status quo y su poder. En un video, una alumna con su netbook remarca procesos que se producen en su escuela que antes no ocurran. Estos tienen que ver con cambios en las posiciones de los distintos actores y en la circulacin de saberes, mostrando un desarrollo incipiente de un espacio escolar diferente. A lo largo de las imgenes, nombra a su familia, a sus profesores, a sus compaeros, as como las distintas relaciones que tienen en los procesos de enseanza y de aprendizaje. Constituye un buen reejo de muchas historias que se han desarrollado en el proceso de incorporacin de las TIC en las prcticas pedaggicas, respecto de ansiedades, expectativas y necesidades de transformacin de la vida en las escuelas, as como de posibilidades de transformacin social. No hay una conciencia acabada aunque s algunas visiones, aun en quienes trabajan en la rbita del Estado, de cul ser el verdadero impacto que esto puede tener de ac a un futuro no lejano, tanto en trminos de cambio en las instituciones, de formacin de los recursos humanos, de cambios en el mercado de trabajo, de valorizacin en la formacin de los sujetos sociales, de capacidad de interpelacin poltica, de modicacin de procesos productivos y de desarrollo de un modelo de pas nuevo, entre otros aspectos. El ltimo punto que recorta la cuestin de los saberes tiene relacin con un debate que necesariamente debe darse en las instituciones, y tiene que ver con que no alcanza con la posibilidad de contener e integrar el recurso tecnolgico; es necesario que docentes y alumnos tengan fcil acceso a las mltiples fuentes de informacin, a diferentes bibliotecas, a cantidad de recursos multimediales y a contenidos digitales. Esto implica no slo una operacin de infraestructura tecnolgica, sino

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tambin la necesidad de las escuelas de volver a pensarse a s mismas, que los directores evalen la posibilidad de ir desarrollando un proceso de gestin diferente donde estos medios tengan una presencia directa. Habra que considerar, en este contexto de expansin digital, si la arquitectura real que tiene la escuela puede traducirse en una arquitectura virtual que contenga nuevas interrelaciones con los mismos sujetos que se vinculan cotidianamente en la institucin, trabajando en el mundo virtual, en otro tipo de saberes y conocimientos. El vnculo que establecen la familia y la escuela podra tener otros circuitos de trabajo, otros regmenes de informacin y comunicacin, abriendo la posibilidad de ver el da a da en la escuela de modo accesible al pblico, todos aspectos a las cuales los jvenes estn habilitados y habituados en sus recorridos virtuales. De hecho, cuando se accede a las redes sociales y se aprecian los modos y los lenguajes en los cuales interactan, se observa que la habilitacin y la legitimidad del acceso que estos jvenes tienen con la tecnologa, no est mediado slo por las imgenes que ven, sino por la posibilidad de vincularse y relacionarse con otros. Estas tecnologas tambin rompen fuertemente con la gramtica escolar, porque incorporan otros lenguajes. En trminos econmicos, cuando se incorporan a un proceso de trabajo, incluso el pedaggico, tiende a haber ms eciencia y mayor rapidez en la distribucin de bienes culturales. Esto es inevitable, el quid aqu es ver cmo operan los procesos de apropiacin en poblaciones que son de base heterognea. Se est abriendo un mundo nuevo que an es posible ver de reojo y que asienta sus principios en la necesidad de romper parte de los discursos de verdad que construy la modernidad sobre la escuela. Es sin duda necesario que esto ocurra para que docentes y alumnos puedan ser, en la dinmica de integracin de las TIC, generadores de cambios dentro de las instituciones educativas. Esto tambin va a ocurrir con las universidades. Hay universidades que han recibido estudiantes que egresaron de las escuelas secundarias con sus mquinas. Y quienes estn en los cursos iniciales de las facultades van a tener que empezar a pensar cmo van a trabajar con estos alumnos que vienen de la escuela secundaria con sus netbook y desarrollos cognitivos diferentes, cuya potencialidad en este nuevo espacio institucional requiere ser trabajada.

La cuestin de los derechos Por ltimo, una de las cuestiones esenciales que tiene la irrupcin de las TIC en las escuelas es el tema de los derechos, que necesariamente tiene que estar en la agenda del debate sobre su integracin en la vida escolar y familiar. Cuando se escuchan las opiniones de los adultos referidas al control de lo que los jvenes pueden hacer con estas herramientas, las fronteras entre la tica y la restriccin de los derechos se hacen muy borrosas. Los hijos e hijas no van a hacer cosas muy diferentes a las que hacen o hicieron sus padres, sino estaramos negando que el entorno familiar es un entramado donde se producen, circulan y transrieren bienes y procesos culturales que se reproducen, aunque no solamente, de generacin en generacin. La integracin masiva de las TIC, en la vida cotidiana de las escuelas y de las familias, implica trabajar para garantizar el derecho de inclusin digital; achicando las brechas sociales respecto del acceso a la informacin, del uso de recursos digitales y virtuales, y de la produccin de conocimiento, entre otros aspectos. El punto aqu es que la garanta de acceso, en este caso, no es para unos pocos o de carcter focalizado, sino que es para todos, de alcance universal. Ahora bien, distribuir computadoras a los jvenes no es solamente garantizar el derecho de inclusin digital; es poder trabajar sobre otro derecho que est referido a la funcin de la escuela, el derecho de todos de poder participar de la distribucin de los saberes. Como deca una alumna de provincia de Buenos Aires en un video, est bueno que tengamos todos (netbook), no unos s y otros no y que sean las mismas para todos. Esta perspectiva no slo implica una denicin a priori del sujeto de derecho como sujeto de ciudadana, sino de otra construccin de Estado. En este sentido, es necesario aclarar de qu estamos hablando. Por un lado, hay muchos jvenes de clase media alta que expresan que este equipamiento slo debiera ser entregado a quienes ms lo necesitan, los pobres, porque para ellos es algo accesible. Por otro lado, en los barrios ms pobres es comn escuchar a los jvenes armar que estos recursos a ellos no les van a llegar o que no se los merecen. Este tipo de discurso naturalizado en las posiciones sociales conforma dos caras de la enajenacin del concepto de ciudadana a manos de

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las polticas neoliberales basadas en el individualismo extremo. Lo que se est expresando aqu es la necesidad de entender que, en trminos polticos y pedaggicos, se debe volver a constituir al sujeto de derecho, al ciudadano en ambos espacios sociales. Ahora bien, construir una ciudadana que recupere y pueda participar de nuevos derechos de modo pleno, en la cual el acceso al bienestar y a los benecios sociales que garantizan la igualdad de oportunidades no est determinado por el poder adquisitivo o la posibilidad individual de acceso a bienes materiales, implica tambin una nueva denicin de modelo de Estado. Un Estado en el cual todos los habitantes, sin importar su posicin social, su lugar de residencia, su identidad comunitaria, sus creencias o sus orgenes, sean beneciarios y participen del conjunto de polticas estatales destinadas a garantizar la realizacin de los derechos. Esta cuestin es crucial si hablamos del Derecho a la Educacin y de los docentes como hacedores de la poltica educativa y portadores de derechos que deben ser realizados en el acto de educar. Si los docentes van ms all de la racionalidad tcnica que ha ido deniendo su funcin en las ltimas dcadas y recuperan la dimensin poltica de la accin pedaggica, se estarn realizando como ciudadanos que cumplen la tarea de distribuir socialmente los saberes a travs de los procesos de enseanza. En esta direccin, cada vez que un alumno abandone la escuela ser vulnerado el propio derecho de ciudadana del docente al no garantizar, como agente del Estado, el Derecho a la Educacin y una distribucin justa de los saberes. Es aqu donde el ejercicio de la ciudadana como subjetividad constituida vuelve a ser interpelada en el ejercicio del propio trabajo pedaggico. No basta slo con que todos los alumnos y alumnas tengan las mquinas sobre sus escritorios, es necesario que todos aprendan, se apropien de los saberes, produzcan nuevos conocimientos y se construyan como ciudadanos en el mismo proceso. En una escuela con matriz elitista y selectiva, los discursos que justican la exclusin social y educativa de los jvenes de su espacio de derecho devienen del ejercicio del poder autoritario y hegemnico que ejercen los actores operando dicha matriz. A modo de ejemplo: la escuela no es para estos jvenes, a estos jvenes no les da la cabeza, a los jvenes no les interesa nada, mucho menos la escuela, no se

va a poder controlar lo que los jvenes hacen con estas computadoras, entre otros muchos ejemplos. Estos relatos no tardan mucho en calar de modo profundo y formar parte del sentido comn, y es naturalizado, tanto por adultos como por jvenes, porque se han reproducido durante muchos aos y han sido asimilados por generaciones que transitaron la vida escolar, la formacin y el trabajo docente, como algo inherente al proceso educativo. Desde una perspectiva crtica, es necesario plantear que la construccin de la ciudadana como subjetividad embebida de derechos se produce en el ejercicio mismo de la ciudadana, no slo cuando se ejerce el sufragio, sino tambin cuando se realiza el sujeto de modo pleno. En el caso de los docentes, cuando pueden transformar su saber en conocimiento, para ser enseado a todos los jvenes que estn en la escuela. En el caso de los alumnos, cuando pueden participar plenamente del banquete del conocimiento y de la distribucin de bienes culturales que se debiera producir cotidianamente en las instituciones educativas. Si quienes son adultos responsables asumen su momento histrico y se animan a recorrer ese proceso, entonces van a poder realizar una mejor escuela, transformadora y diferente a la conocida. No se trata slo de la cantidad de inversin de recurso humano trabajando en reforma curricular, en capacitacin, en transformacin de contenidos o en nuevos procesos metodolgicos, sino se trata del docente como sujeto poltico asegurando el derecho a la educacin. La consecuencia, si esto no sucede, en una escuela secundaria que est peleando por romper su discurso de selectividad que viene trayendo hace doscientos aos, ser el aumento de la brecha, no tecnolgica sino social. Aquellos que tienen recursos propios y potencialidad con las tecnologas van a acceder a un desarrollo sin lmites. Por su parte, aquellos que no los tengan, de no mediar el Estado, las instituciones y los adultos que all se desempean, garantizando los derechos, sern partcipes de las mismas desigualdades, pero ahora de modo ms fuerte, ms rpido y ms eciente de las que se hayan conocido en el pasado. Cuando se plantea mejorar la calidad de la escuela y que esto sea reejo de una nueva escuela secundaria, se est hablando de un escenario en que los discursos que circulen ah, sean discursos que habiliten a docentes y alumnos a discutir poltica: a m me preocupa la calidad de la

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educacin, dice un joven en otro video. Eso es un discurso poltico que debe ser tomado y hecho propio por la escuela para ser debatido. Si los docentes promueven y desarrollan intensamente estos procesos pedaggicos y miran su prctica desde all, no slo tendrn en sus manos herramientas ms poderosas para defender y realizar el derecho a la educacin para todos, estarn, adems, en el camino de formar sujetos transformadores, ciudadanos de pleno derecho, que no slo sern capaces de realizar mejores trayectorias de vida futura, sino de construir una sociedad ms igualitaria y justa.

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La educacin, la escuela y los jvenes en el cambio epocal

La persistencia de la desigualdad, Carina V. Kaplan Retricas aguantadoras y eritas convertibles, Pablo Alabarces Sujetos de derecho, escuelas y polticas en tensin, Elena Duro Figuraciones y educacin: escuela, jvenes y profesores, Ademir Gebara

La persistencia de la desigualdad

La condicin de subalternidad y el sentimiento de exclusin de los y las jvenes Carina V. Kaplan

La autora analiza la estigmatizacin que sufren los jvenes, caracterizados como peligrosos, al tiempo que son considerados la promesa del futuro. Expone su investigacin acerca de los vnculos que ellos desarrollan en la escuela y su dicultad para constituir identidades profundas.

Qu simboliza caracterizar a los y las jvenes estudiantes como subalternos? En principio, representa una toma de posicin desde una perspectiva histrica de larga duracin. Signica revisitar y poner en tensin categoras como las de marginalidad, pobreza, exclusin. Cuando Robert Castel (2010) se sumerge en los caminos de la desaliacin, ms especcamente, al recorrer la gura de los marginales en la historia, aparecen los estudiantes pobres atravesados por situaciones inestables, frgiles, representados sin un lugar asignado en las sociedades, jugndose en los mrgenes, siendo criminalizados. Existe una maquinaria ideolgica que alude a ellos bajo discursos como los pobres son vagos, hay gente que nace para mandar y otros para obedecer, en los barrios precarios se concentra la poblacin con baja capacidad intelectual, los jvenes son propensos a la delincuencia. El racismo biologicista, el racismo de la inteligencia, la ideologa de los talentos naturales, la ideologa de los dones sociales, el discurso de los genes (de la violencia, de la inteligencia, de la capacidad/posibilidad para aprender, de la propensin innata al crimen y la crcel), son tan solo algunas de las falsas medidas que en nombre de cierta ciencia se han consolidado histricamente para legi-

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timar la desigualdad. La operacin ideolgica consiste en transmutar el orden social injusto por un supuesto orden biolgico dado por naturaleza, inexorable. De este modo, la precariedad termina siendo tan natural como el aire que respiramos. Si realizamos un recorrido sociohistrico y poltico sobre la problemtica del desempleo y la exclusin social a nivel internacional, y en Amrica Latina en particular, podremos observar que los jvenes han sido uno de los grupos sociales ms castigados en las ltimas dcadas y que la escuela secundaria, bajo las condiciones estructurales y simblicas del desempleo y la precarizacin, fue debilitndose en su promesa igualadora. Sin embargo, la escuela ha cumplido un papel fundamental sosteniendo el sufrimiento social de los individuos y grupos ms afectados por los procesos brutales de exclusin social. Precisamente, la integracin de las nuevas generaciones a la vida social plena a partir de su trayectoria educativa representa uno de los ms importantes desafos para las polticas pblicas y para el sistema escolar de la regin. Uno de los mayores retos es cmo transmitir y edicar una perspectiva cientca crtica alternativa a la patologizacin y criminalizacin de los estudiantes. Un aspecto que me interesa mencionar por la relevancia que est teniendo en nuestra sociedad es acerca de las perspectivas que asocian mecnicamente las violencias en la institucin educativa con las

Carina V. Kaplan
Dra. en Educacin por la UBA, Mg. en Ciencias Sociales y Educacin por la Flacso, Lic. y Prof. en Ciencias de la Educacin por la UBA. Prof. Titular Ordinaria en la Ctedra de Sociologa de la Educacin de la Fahce-UNLP y Prof. Adj. Reg. en las Ctedras de Sociologa de la Educacin y de Teoras Sociolgicas en la UBA. Investigadora del Conicet. Dirige el Programa de Investigacin sobre Transformaciones Sociales, Subjetividad y Procesos Educativos con sede en la UBA. Consultora en temticas de convivencia y violencia en la escuela en la DGCYE de la provincia de Buenos Aires.

del campo de la criminologa, con los delitos y el crimen. La nocin lombrosiana del delincuente nato o de la existencia de un gen de la delincuencia, atraviesa muchos de los anlisis que se hacen sobre los alumnos caracterizados como violentos. Estos enfoques portan una mirada de desconanza hacia los jvenes y adolescentes que los muestra como peligrosos y de los cuales habra que resguardarse o protegerse. La estigmatizacin y criminalizacin es uno de los fenmenos que intentamos comprender con nuestras investigaciones, haciendo foco en los procesos de construccin de la subjetividad social. La hiptesis sustantiva que arrojan nuestros estudios es que el sinsentido de la existencia individual y social puede ser una fuente para los comportamientos asociados con la violencia. El sentimiento de rechazo, de descrdito, de falta de respeto que experimentan es una seal de que algo funciona mal con nuestros jvenes. El sentimiento de ser humillado queda circunscrito o tender a estar ms reforzado en los dominados, en los excluidos, en los ms dbiles. No sentirse parte, no ser dignicados, ser inferiorizados o minimizados, permite interpretar ciertos comportamientos violentos hacia los otros e incluso contra s mismos. Lo cierto es que histricamente los y las jvenes han sido atravesados por su condicin de subalternidad y prevalece sobre ellos (si adoptamos una perspectiva de largo alcance), una mirada social estigmatizante. La pregunta que nos surgi respecto de esta problemtica es acerca de los procesos y las experiencias de subjetivacin que construyen los jvenes escolarizados en torno a la violencia y sus relaciones con la desigualdad social. Las sociedades atravesadas por la violencia, la fragmentacin y la disolucin de los vnculos de conanza y respeto por los otros (los extranjeros, los diferentes, los desposedos; y en los ltimos tiempos se extiende la desconanza hacia los propios miembros del grupo) tendern a fabricar individuos con poca capacidad de regular sus instintos y emociones violentas. La escalada de los actos de violencia preocupa porque hace patente la descomposicin interna de la cohesin social, contra la cual las instituciones sociales se muestran hasta cierto punto impotentes, y tambin pone en evidencia la complejidad de constituir identidades personales y colectivas profundas y duraderas. Se constata hoy un discurso dual sobre los y las adolescentes y jvenes: son la promesa del futuro a la vez que violentos criminales que

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amenazan la tranquilidad social. El lenguaje penal cobra protagonismo. El miedo extensivo a que los jvenes cometan homicidios no se condice con los hechos y estadsticas pero s prevalece como eje para justicar la mirada social de peligrosidad. Este miedo social no es nuevo y es por ello que es necesario primero historizar la mirada social estigmatizante, incluso racista que se ha construido respecto de los jvenes no solo aqu, sino a lo largo de la historia moderna de Occidente. Robert Muchembled (2010) es uno de los autores que estudia el comportamiento violento en Europa Occidental y observa que la palabra violencia surge a comienzos del siglo XIII, deriva del latn vis, que signica fuerza, vigor, y caracteriza a un ser humano iracundo y brutal. El trmino se empleaba para describir las expresiones ms extremas y nocivas de dicho vigor asociado a los varones. Occidente inventa el concepto de adolescencia como una etapa turbulenta e insumisa a los ojos del poder establecido que tema no poder controlar las energas de la juventud. Esto que describe Muchembled nos invita a pensar en dos aspectos de un mismo fenmeno: por un lado, los jvenes son caracterizados como indisciplinados, descontrolados, y por otro como rebeldes, desaantes del statu quo. Este discurso social dual acerca de los jvenes no es nuevo; ya en el siglo XVI, la juventud (que en ese entonces se refera a lo que hoy llamamos adolescencia), era a la vez prometedora y la peor y la ms peligrosa de todas. La moral cristiana dominante trat de incitar a los varones jvenes a poner su fuerza y vitalidad al servicio del orden establecido bajo la promesa de acceder a una existencia adulta completa, agradable y prestigiosa. La categora de adolescente se va transformando en un estigma, concebida como intrnsecamente vergonzante y amenazadora. La rebelda en los jvenes se trasmuta en un rasgo intrnseco negativo de este grupo social. Las mutaciones sociales, econmicas y culturales de Europa del siglo XVIII transforman esa visin dualista. En el paso del siglo XVIII al XIX, la delincuencia juvenil cobra importancia como problema social. En este punto hay un debate entre los historiadores respecto del surgimiento de dicho fenmeno ya que parece indicar que emerge de forma brusca en el momento en que justo aparece el concepto de adolescencia, cuando hasta entonces se hablaba ms vagamente de jvenes casaderos.

El empleo de un lenguaje penal transforma profundamente la mirada colectiva sobre la infancia y el perodo de transicin hacia la vida adulta. La imagen de brutalidad excesiva que haba predominado para todos, se ir haciendo ms selectiva y se imputar a una minora juzgada como anormal que se abandona a los golpes y a las lesiones; en particular, que se le imputan homicidios. La construccin sobre la delincuencia juvenil se instaura como un separador social que permite distinguir la paja del trigo: por un lado existe la juventud dorada, que transita dcilmente por la pubertad y, por el otro, estn los jvenes de sectores subalternos que continan pelendose con navajas y sern calificados como salvajes, vulgares y ramplones. A principios del siglo XIX en Francia el joven tipicado como delincuente es individualizado por su contraste con el joven normal. As, a la gura del nio de clase obrera se le opone la del nio inocente y puro perteneciente a la clase media o alta. Estos orgenes son los que se utilizan para tratar de explicar una supuesta acin a la delincuencia de algunos adolescentes varones. Mencionemos, asimismo, que la gura de la muchacha delincuente prcticamente no aparece. A comienzos del siglo XIX, en Inglaterra, el sistema judicial persegua a los varones atravesados por su condicin marginal. El esteriotipo femenino, por su parte, estaba construido alrededor de la inmoralidad sexual. Estos miedos sociales sobre los adolescentes de sectores populares se expanden por toda Europa, en especial en Inglaterra y Francia en la segunda mitad del siglo XIX. Es en este periodo entonces cuando se impone el concepto de delincuencia juvenil para caracterizar la agresividad de una minora de las grandes ciudades industriales. Es conveniente mencionar en este punto la idea planteada por Norbert Elias (1993), demostrando que civilizacin y violencia no son anttesis. El hombre est en proceso continuo para civilizarse, es decir para mejorar sus estndares de conducta y de comportamiento, controlar sus emociones, buscar las nuevas maneras de organizarse colectivamente, previniendo los conictos basados en la violencia fsica tratando de dar prioridad al dilogo, a la construccin del argumento como instrumento principal de la defensa de sus intereses.

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Es bajo el monopolio de la fuerza fsica por parte del Estado y la estabilidad creciente de los rganos centrales de la sociedad que el autodominio de las emociones y del afecto se convierte en una segunda naturaleza del comportamiento de los individuos. Segn Elias (1993), las formas de violencia no fsica que haban existido siempre, pero que hasta entonces haban sido mezcladas o fundidas con la fuerza fsica, son ahora separadas de estas ltimas. El proceso civilizador, tambin es un proceso continuo para percibir y practicar la violencia fsica. Sin embargo, lo que cambia en el curso del proceso civilizador es la percepcin que los individuos tienen sobre las manifestaciones consideradas como violentas. En las sociedades ms complejas, poltica y econmicamente ms desarrolladas, la violencia fsica es monopolio del Estado. Las disputas o los conictos entre los individuos deben ser solucionados bajo la mediacin de aquel, es decir, solamente se le permite al Estado el uso de la fuerza y de la violencia fsica. En denitiva, las sociedades ms complejas han asumido como instrumento principal de disputa la argumentacin, la persuasin a travs de la palabra, prescindiendo de la fuerza fsica y de la violencia para la solucin de conictos. Las fuerzas de la oratoria y del discurso bien estructurado superan a la fuerza muscular. La amenaza fsica al individuo lentamente pierde su personalidad, pues se queda sujeta al control del Estado, un control ms riguroso, calculable y predecible. En sntesis, la previsin referente al futuro aument y esto signic no solamente un incremento en los indicadores de la esperanza de vida, sino fundamentalmente el avance en la conducta humana y la posibilidad de planear el futuro. Despus de todo, la vida de los guerreros en la Edad Media, como bien demostr Elias, era continua y directamente amenazada por actos de violencia fsica. La consecuencia inmediata del aumento de los niveles de autodominio o autocontrol de las emociones fue que la vida se torn relativamente menos peligrosa, pero tambin menos emocional, tal vez menos agradable respecto de la satisfaccin directa del placer, pues la energa emocional se contiene de manera de no permitir la satisfaccin verdadera; el supery humano entra en escena controlando los instintos primarios y las pasiones prohibidas socialmente. Elias (2000) sostiene que ese aprendizaje de los autocontroles

nunca es indoloro o suave y deja siempre unas heridas. La pacicacin deviene de la internalizacin de las coacciones exteriores, en el mismo proceso en que se constituye la personalidad moderna. Pues bien, tras este breve aunque necesario recorrido sociohistrico, se hace evidente que en todas las pocas se verica la dicultad de insercin de los adolescentes y jvenes en el mundo adulto. Las bandas o grupos, que a los ojos de las generaciones adultas suelen ser percibidas como hordas de adolescentes salvajes, y que tien gran parte de las representaciones simblicas en las relaciones intergeneracionales, pueden sin embargo ofrecer a los jvenes una socializacin entre iguales y funcionar como vlvula de escape ante las miradas estigmatizantes, las injusticias sociales y los sinsentidos de sus existencias individuales y sociales. La atribucin y nominacin de violento fabrica una barrera social o muro simblico producto del proceso de estigmatizacin de los jvenes que opera como mecanismo regulador del umbral de la tolerancia supuestamente admitido por el orden social, a la vez que da cuenta del lugar que ocupa la diferencia en las sociedades occidentales. No es casual, as, que se los piense como individuos o grupos fuera de control (de las emociones). Lo cual equivaldra a decir que no se adaptan al rgimen de vergenza reinante en el mundo social del que participan. En los procesos de asignacin y auto-asignacin de etiquetas y tipicaciones, en nuestro caso la de violento, se pone en juego una dinmica de poder entre la atribucin a un supuesto ser de unas determinadas cualidades vinculadas a las apariencias. La apariencia de pobre (el hbito corpreo como indicio de clase o, lo que es equivalente, el cuerpo tratado socialmente), por ejemplo, est asociada a la del ser violento y a la incivilidad en general, provocando una suerte de discurso racista sobre los jvenes surcados por la condicin de marginalidad y subalternidad. Un comportamiento social de cierta cualidad violento pasa, de este modo, a ser tratado como un dato esencial de un tipo de individuo o de cierto grupo. La violencia delictiva va creando una gramtica propia que se expresa en un discurso cerrado y hegemnico sobre la inseguridad, homologando pobreza, inmigracin, desempleo, exclusin social, violencias y conformando un estereotipo de joven violento que se asocia al varn, joven y pobre. Si bien la exclusin y la violencia en sus mltiples for-

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mas constituyen una relacin social que imbrica el mundo material y el simblico, esto no signica reducir la violencia a la exclusin; en todo caso, se trata de entender que este vnculo debe ser aprehendido en el marco de procesos estructurales de largo alcance caracterizados por la fragmentacin, la des-civilizacin, la exclusin y las profundas desigualdades que han llevado a diversas transformaciones en la constitucin de la subjetividad. Luego de esta breve historizacin y de la perspectiva terica de abordaje, me gustara compartir con ustedes algunos resultados de los estudios que venimos efectuando dentro del equipo de investigacin. Hemos realizado un extenso trabajo de campo en dos escuelas secundarias de la ciudad de La Plata que atienden a sectores sociales populares y sectores medios. Indagamos cuestiones vinculadas con la construccin de la otredad, la produccin de vnculos entre pares, las determinaciones de los comportamientos sociales violentos, la construccin de la categora de alumno violento, el lugar de la autoridad. Con los resultados de las entrevistas a los estudiantes, construimos una serie de dimensiones analticas de las cuales por cuestiones de tiempo solo me referir a cuatro de ellas. La primera dimensin que construimos reere a las distinciones segn tribus urbanas. Para la mayora de los jvenes entrevistados, dos de los principales indicadores de un potencial joven violento son la vestimenta y el corte de cabello. Del mismo modo, existe una apariencia del no violento. Lo llamativo es que de los 49 alumnos que fueron entrevistados, un gran porcentaje estaba dentro de la clasicacin de aspecto violento, conforme a la propia taxonomizacin que inclua los siguientes indicadores: gorras, zapatillas de marca, conjuntos deportivos en contextos no deportivos, ropa que te comprs en La Salada, cortes de pelo determinados y cabezas rapadas. Para denir el aspecto no violento, en cambio, se utilizaron las siguientes caractersticas: trajes, corbatas, camisas lisas, vestidos de esta, peinados cuidados y prolijos (como para una esta), chombas y vestimenta sport, como camisas a cuadros o estampadas y jeans. Es interesante destacar que el aspecto no violento se corresponde con un joven que no existe, al menos en Argentina o fuera de las cciones televisivas. En lneas generales, un vestuario elegante sera indicador

de no violencia, mientras que uno deportivo de La Salada sera indicador de violencia. Ahora bien, cuando se los indaga para observar el grado de aceptacin de las hiptesis biologicistas deterministas que sostienen que si alguien es pobre, es violento o que la violencia est en los genes, ellos tienden a negarlas explicando que nadie nace violento. En general, los estudiantes entrevistados son muy concientes de la exclusin y encuentran en la brecha social algunas respuestas a los actos de violencia. Muchas veces se roba o se ataca a alguien porque el otro tiene y vos no. Ac hay algunos que tienen mucho y otros que no tienen nada de nada. El que no tiene, tiene bronca. La publicidad que ves todo el tiempo es otro tema: te muestra el mejor celular, la mejor ropa, vacaciones y un pibe capaz que no puede comprarse nada de eso. Y entonces se pone loco. Aun as, reexionando sobre las causas sociales de la violencia, reproducen cierto discurso hegemnico que expresan que determinados cortes de pelo, vestimentas, poses y tonalidades de piel podran funcionar como credenciales casi perfectas de identicacin del joven violento. Incluso hasta han considerado que hay una tpica cara de pobre. La segunda dimensin es la que reere a la construccin del otro como amenaza. En varios momentos de las entrevistas, los estudiantes decan si veo a alguien con esa cara, me cruzo de vereda, lo cual constituye una clara expresin del efecto simblico de la exclusin. La discriminacin implica la desvalorizacin de un otro a quien se desconoce, se teme, y del cual se supone entonces que es necesario aislar y protegerse. A ese otro se le pone un nombre, se lo clasica y se lo dene (y conna). Por ejemplo, el que es pobre y con determinados rasgos fsicos es sospechado de ser ladrn y/o violento. Y al igual que con las distinciones que construyen por la forma de vestirse, muchos de los estudiantes que discriminan a otro por la cara o el hbito corpreo, poseen rasgos similares con aquel que es percibido como amenazante. De algn modo, funciona entonces un proceso de auto-atribucin de esa adjetivacin negativa. El mismo prejuicio opera cuando los adolescentes entrevistados describen como alguien que no es violento a un joven sonriente, de tez clara, rubio, en una pose que demuestra cierta seguridad de s mismo.

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En otros trminos, en el imaginario de los alumnos existe una construccin previa del otro que tambin se traduce en diversas clasicaciones sociales (que los estudiantes reproducen) como por ejemplo, diferenciar el tipo de escuela en funcin de la poblacin que a ella concurre. En este sentido, no opera la distincin respecto de por ejemplo la oferta educativa sino del status socioeconmico de los estudiantes que van all: escuelas que aun siendo cntricas son percibidas como de menor nivel, las escuelas de los barrios (perifricas, desprotegidas, desiguales, de peor nivel). Puede haber una escuela ac a la vuelta pero que puede ser de otro nivel, donde los chicos no van a estudiar. Si vos vas a estudiar, no te vas a pelear. Hay escuelas que te exigen para pasar de ao. En otras da lo mismo, si estudis o no estudis, si aprobs o no aprobs. Eso termina siendo un descontrol. Hay escuelas que los pibes entran cuando quieren, o se van cuando quieren. Se levantan si se les canta en medio de una hora y se van. La escuela privada tambin aparece como un otro aunque no en trminos amenazantes. Se la percibe como el escenario de un tipo distinto de violencia entre los jvenes, ms vinculada al sinsentido. De acuerdo a las declaraciones de los estudiantes, la violencia en la escuela de rbita privada no surgira de la necesidad econmica o del deseo de tener, sino que por el contrario estara relacionada a la falta de deseo dado que se supone los que concurren all lo tienen todo. Los de la escuela privada, si se pelean se pelean por otra cosa, por diversin o por alcohol. Para hacerse los vivos. Porque estn aburridos. A su vez, existe cierta concepcin de que los jvenes que estudian en las escuelas privadas son mandados por sus padres sin posibilidad de rebelarse. Ellos de algn modo tambin son pobrecitos pero (a diferencia de los que asisten a escuelas pertenecientes a los sectores ms desfavorecidos) por una supuesta falta de auto-determinacin o autonoma respecto del mandato familiar. La tercera dimensin hace referencia a la violencia y el papel de la escuela. Para los jvenes entrevistados, la escuela constituye el segundo espacio de pacicacin (el primero es la familia nuclear). La funcin de

formacin o de instruccin aparecen en un lugar subsidiario frente al de alejar de la calle o de la mala junta. Te pueden ensear en la escuela a no ser violento, o que con la violencia no se resuelven los problemas, que se resuelven hablando. Para m, en cambio, el nico motivo por el que te ayuda a ser menos violento es porque te aleja de la calle, que ah s es donde aprends a ser violento. Ests menos en la calle. La escuela te aleja de la mala junta. Y por eso termins siendo menos violento. Y capaz que cuando volvs a juntarte con tus amigos volvs a ser el mismo violento. O capaz que no, que aprends. Te puede ayudar con los psiclogos de la escuela porque vas y habls. Y bueno, la verdad es que un poco te aleja, porque al darte la oportunidad de una carrera o de un futuro, vas a tener menos posibilidades de convertirte en un chorro o delincuente en general. Si tomamos los fundamentos principales por los cuales los jvenes sostienen que la escuela aparta de la violencia, observamos que se debe a que te mejora la junta, es un lugar donde se puede hablar con alguien si tens algn problema, es un espacio donde se puede pensar un futuro en trminos de oportunidades laborales. La cuestin de la representacin simblica del futuro (ligada a las condiciones y experiencias del presente) constituye un elemento medular para interpretar las relaciones entre violencia y jvenes. La junta, trmino que se utiliza en las crceles, aparece de manera recurrente como explicacin al desarrollo de conductas violentas. En todos los grupos y niveles socioeconmicos surgi el concepto de manera reiterada. En los grupos de nivel socioeconmico ms bajos se escuch tambin el trmino rancho. Rancho es la junta carcelaria; el grupo de individuos que en un penal comparten las comidas, el sector de literas, su vida cotidiana. Tambin la familia tiene un rol fundamental en una especie de asociacin con la escuela. Es aquella la que decide el proyecto escolar para su hijo. Capaz que otro pibe que los padres no se preocupan termina sin ir a la escuela. Y a la larga, con los pibes del barrio termina mal. En cualquier caso, la escuela aparece en el discurso de los jvenes como una situacin de relativo privilegio. Ellos dicen: Nosotros tenemos la suerte de poder venir a la escuela, otros no pueden.

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Incluso, la escuela aparece como espacio simblico de posibilidad. Cuando se les pregunta cmo resolveran ellos la violencia en la sociedad responden por un lado, dndoles trabajo y por otro, a travs de la escuela no tanto por lo que esta ensea, dicen sino por lo que aprenden solos entre los compaeros con la sociedad que se arma all, por los vnculos afectivos que se establecen. En ese sentido, el reclamo de mayor contencin por parte de la escuela se hace evidente en sus declaraciones. Yo creo que mucho depende de la contencin. Porque muchas veces la escuela te excluye y no te contiene. A la escuela se le escapan los problemas que tens, no importan los problemas que te suceden a vos, no te llega a cubrir todo. Yo veo a la escuela como que vens al colegio y nada ms. Por ah hay otros chicos que la necesitan y el colegio no llega a involucrarse en lo que se tiene que involucrar para ayudar a ese chico. Los docentes dicen que en realidad el colegio tiene que ser de inclusin, la segunda casa y todo lo que nos dicen, pero no se produce. Asimismo, frente a la dicultad de la familia de brindar ciertos recursos, la escuela aparece como un lugar de posibilidad, ir a la escuela podra torcer el destino pre-asignado de origen. Para estos grupos de jvenes, las razones de la violencia estaran ms relacionadas con la falta de oportunidades y la desigualdad dado que, por un lado, no todos tienen la oportunidad de ir a la escuela por ms que no se pague porque hay otras necesidades que tienen que satisfacer y por eso tienen que ir a trabajar y por el otro, tambin puede ocurrir que uno que no tiene nada, al ver a otro que tiene todo (hacen referencia a las zapatillas de marca y la ropa) le produce bronca y eso puede generar las condiciones para que se produzcan situaciones de violencia. A su vez, ellos mencionan que los jvenes identicados como violentos son producto de haber sido violentados previamente, situacin que se encuentra invisibilizada para el resto de la sociedad. La sociedad en general sospecha ms de los pobres por una cuestin de prejuicio porque hay mucha gente rica que ha robado y te aseguro que ha dejado muchas ms muertes que la que deja la delincuencia hoy en da. La cuarta dimensin que nos pareci interesante tiene que ver con el lenguaje carcelario. Recurrentemente se observa un manejo de cierto

lenguaje tumbero que es como se denomina al lenguaje carcelario. La utilizacin del mismo en algunos casos es parte del vocabulario habitual a la vez que queda bien ante los dems. Los trminos ms escuchados durante las entrevistas con los grupos analizados fueron los siguientes. Ponerse el cartel, (mostrar a los dems que uno es malo, violento, peligroso). La junta, (con quines se juntan, vinculado al grupo de pertenencia y equivalente a la muletilla tipo que, empleado por algunos jvenes de clases sociales ms altas, los chetos). Pararse de manos, (en relacin a responder con violencia a una agresin, una mirada, etctera). Rescatarse, (calmarse, tranquilizarse, no drogarse). Gato, (forma de llamar a otro o a la polica) Gorra, (forma de llamar a la polica). Si bien este lenguaje tiene mayor presencia en los grupos pertenecientes a los niveles socioeconmicos ms bajos, es escuchado tambin en forma frecuente en los grupos de niveles socioeconmicos altos. Al preguntarles por qu lo usan, algunos dicen que lo escuchan en la calle, otros que tienen cerca gente que estuvo o est involucrada en temas penales y otros porque sus compaeros hablan as, por ms que estn muy lejos de la realidad carcelaria. Ese lenguaje est en todas partes. En el boliche, en la escuela en la tele En la tele? S, mucho. Todo el tiempo. Est lleno de programas que muestran eso. Hay uno ahora que entrevistan gente en la crcel. Y por qu muestran tanto eso? Porque garpa, da rating. A la gente le debe gustar aprender no s. El lenguaje para ellos no solo es natural, constituye parte de su cotidianeidad, son sus cdigos, sino que lo registran como habitual en ciertos programas de televisin que justamente son los que estigmatizan a los jvenes, mostrndolos como peligrosos, amenazantes, asocindolos invariablemente a algn tipo de violencia, descontextualizando sus situaciones de marginalidad y exclusin social. Justamente all, en los programas donde se hace una espectacularizacin de la violencia, ellos encuentran algo que genera algn tipo de identicacin, reco-

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nocen que hay en esos programas algo para aprender. Teniendo en cuenta que una de las formas para hacerse respetar, segn los jvenes entrevistados, pasa por inspirar miedo en el otro, entonces, esos programas tienen algo para ensear. Se constituye de este modo un crculo vicioso, la profeca autocumplida. Tanto nfasis se hace sobre el par jvenes-violentos que nalmente ellos, los aludidos, nos demuestran que pueden lograrlo. De ese modo, cumplen con lo que la sociedad pareciera esperar de ellos. Es importante subrayar que esto no implica adoptar las posturas deterministas de los medios de comunicacin sino que en todo caso, deja en evidencia la falta de discursos alternativos que muestren que efectivamente existen otros mecanismos para hacerse respetar sin necesidad de amedrentar al otro, que los jvenes y sobre todo los pobres que son los ms expuestos por estos medios no son una masa homognea y violenta, sino que pueden ser de otro modo si se les proporciona los recursos materiales, simblicos, afectivos que necesitan. Evidentemente (como ellos mencionan), el lenguaje carcelario, los modos de comportarse y sobrevivir estn en todas partes, todo el tiempo, en el boliche, en la escuela, en la tele. Tambin debemos destacar que en los medios de comunicacin no todos se encuentran representados del mismo modo, los jvenes que tienen dinero (en trminos de los jvenes entrevistados) constituiran la versin (y excepcin) exitosa. Para ir cerrando, me gustara hacer una ltima consideracin. Teniendo en cuenta que la violencia es una cualidad relacional, creo que es fundamental interpretar las relaciones entre violencia y jvenes desde un enfoque alternativo al hegemnico, para lo cual es preciso tener en cuenta que en todas las pocas los jvenes necesitan primordialmente cuatro cosas: perspectivas de futuro; referenciarse con un grupo de pertenencia en un mundo en que las diferencias entre las distintas generaciones son muy grandes; un ideal que d sentido a su vida y aun ms que sea superior a la propia vida; gozar de respeto y estima social. Si vinculamos estas necesidades que tienen los jvenes con nuestra hiptesis acerca de que los comportamientos violentos pueden ser provocados por el sinsentido de la existencia individual y social, entonces la alternativa de realizar actos de violencia podra constituir, en trminos

de Bourdieu, un medio desesperado de existir frente a los otros ante la imposibilidad de ser reconocidos por la sociedad, de tener un lugar, de signicar algo para alguien. Para muchos de ellos esa expresin del deseo de existir es preferible a no ser nada; y este es un sentimiento que atraviesa a los y las jvenes de todas las clases sociales. Por ello es fundamental que como adultos los valoremos y reconozcamos sus posibilidades porque seguramente sern oportunidades para que puedan encontrar sentidos a sus vidas.

Bibliografa
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Pablo Alabarces

Las relaciones escolares estn atravesadas por la subcultura del aguante, que crea una moralidad que regula los intercambios, ordena, explica y motiva prcticas centradas en la dimensin de lo corporal. El autor sostiene que la institucin escolar percibe a los jvenes como subalternos y no es capaz de comprenderlos.

Les agradezco mucho que estn ac, as como la invitacin a los colegas y amigos. Tengo que confesar que al comienzo tuve algunas resistencias porque mis trnsitos por los mbitos de las discusiones sobre educacin son espordicos; bsicamente porque no soy un experto en ellas, s muy poco sobre el tema de la escuela, la educacin y sus alrededores, salvo lo que uno puede haber aprendido de los aos de Filosofa y Letras donde compartamos el mismo espacio, o actualmente, en mi trabajo en la universidad y en el Conicet donde tengo el gusto y el orgullo de tener grandes colegas que trabajan en estas temticas. Pero no hay ni smosis ni nada que permita aprender todo lo que ellos y ellas s saben. Poco s de aquello que se est discutiendo ac, sobre educacin y escuela; incluso mis hijos ya han terminado la secundaria, y ni siquiera estn en la universidad, porque entran y salen de sus carreras. En una poca me jactaba de la experiencia educativa autobiogrca que viva con ellos y me permita decir qu mal est la escuela, qu mal que estn mis hijos: pobre sociologa, por cierto, que hace pasar la posibilidad de generalizacin por la experiencia personal.

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Tampoco puedo decir que soy un juvenlogo: en los ltimos aos, el campo de los estudios sobre jvenes ha logrado una gran autonoma, una gran potencia, con muchos y muchas colegas trabajando. Remarco la cuestin de gnero porque las mejores entre ellas son compaeras y estn haciendo un trabajo maravilloso como Mariana Chavez, Silvia Elizalde y Florencia Saintout, y han logrado mucha autonoma como campo especco. Campo que en algn momento toqu y merode, trabajando con culturas populares, con los fenmenos de la msica popular en particular en los ltimos aos de los ochenta, y en el que sigo merodeando y sigo en contacto porque he vuelto a insistir con el trabajo sobre msica popular y, dentro de ella, por supuesto, el rock, la cumbia y sus alrededores; e inevitablemente viene la interseccin, porque lo que nos ponen en contacto son los mismos sujetos. Tanto los juvenlogos como los popularlogos no tenemos ms remedio que contactarnos. Y entiendo que esta mesa podra ser un buen punto de encuentro en el cual justamente podamos combinar perspectivas; no s si alguno de nosotros se anima a hacer una sntesis de todo esto, pero en ltima instancia la sntesis es a la que ustedes puedan llegar o no; y espero que este sea un punto de dilogo en donde voy a hablar de algunas cosas de las que s con un poco ms de precisin. Las cosas sobre las que conozco son la cultura popular, los medios de comunicacin, la cultura de masas, y una serie de prcticas que hemos estudiado en tanto que son parte de las culturas populares, campo

Pablo Alabarces
Doctor en Sociologa por la University of Brighton. Profesor Titular Regular de la UBA en la Facultad de Ciencias Sociales, e Investigador Principal del Conicet en el Instituto Gino Germani. Prof. Tit. del Seminario de Cultura Popular en la carrera de Ciencias de la Comunicacin de la Facultad de Ciencias Sociales en la UBA. Trabaj como Coord. del Grupo de trabajo Deporte y Sociedad de Clacso. Prof. Tit. de Sociologa del Deporte en la UNLP. Dicta clases de posgrado en la Universidad Estadual de Campinas (Brasil)

que debera ser objeto de otra mesa. Toda una serie de prcticas que estos sujetos que nos intersectan es decir, sobre los que yo tengo que estudiar y sobre y con los que ustedes tienen que trabajar y tienen que convivir despliegan de una manera muy amplia; prcticas que estos sujetos y estas sujetas (a partir de ahora cancelo la correccin de gnero) arman cotidianamente. Por otro lado hay otra cuestin que en el cruce, en la interseccin, aparece ms clara: es el hecho de que parte de la crisis de la categora de cultura popular nos ha llevado a explorar la categora de subalternidad, categora que es un poco no quiero decir ms precisa pero por lo menos nos permite explorar otras zonas que no son las tradicionalmente exploradas en la categora culturas populares. Entonces, en la categora de subalternidad podemos trabajar una gama muy amplia de articulaciones distintas de las relaciones de poder que colocan a ciertos sujetos y grupos en situaciones subalternas. Dentro de ellas est la clase, que es aquella que dena tradicionalmente la cuestin de lo popular; pero tambin est el gnero y la edad, justamente aquella que nos pone en contacto con la cuestin de las culturas juveniles. Estoy haciendo intentos importantes para explicar por qu estoy ac, razones en las que creo y sigo creyendo: porque la categora de subalternidad es la que nos permite ponernos en contacto, porque implica hablar de sujetos populares y hablar de sujetos juveniles y tambin hablar de sujetos escolares; y tambin pensar las distintas relaciones que se establecen en el interior de las instituciones escolares, donde las relaciones de poder implican necesariamente estas relaciones de subalternizacin que se producen continuamente. Y a la vez, no es menor recordarlo, debemos pensar las relaciones de poder y subalternizacin que se producen inclusive en el interior de los grupos subalternizados, que es una situacin con la que nos encontramos continuamente: hasta donde s, en investigaciones en escuelas tambin se encuentran y tambin se trabajan y piensan. Cuando me pidieron o tuvieron la ilusin de tener un texto para esta conferencia, respond que jams llego con un texto a una conferencia, sino que bsicamente las conferencias me permiten poner en orden las ideas; entonces llego con algunas ideas que voy ordenando y espero que en el momento de la charla se empiecen a acomodar. Lo que s pienso es un ttulo, porque es lo que me permite pensar ciertas ideas y no otras; y ese ttulo que

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propuse fue Retricas aguantadoras y eritas convertibles. Y por qu esto? Pens un ttulo que pudiera causar una sonrisa porque el foco, el ttulo, anuncia el ncleo a partir del cual pensar ciertas prcticas, que encuentro ya no comunes sino hegemnicas en el mundo de los sujetos juveniles, en el mundo de los sujetos populares y su interseccin. Tambin me pregunto porque no lo s, pero me lo pregunto hasta qu punto estas prcticas tienen impacto fuerte en los mbitos escolares. Y estoy seguro de que tienen un gran impacto, porque forman parte de una trama crucial de las subjetividades de los chicos y chicas en los tiempos contemporneos; pero quiero presentarlas adems con la vuelta que la investigacin de muchos aos le quiere dar a esto. No se trata de aislar, comprender, presentar ciertas prcticas a las que llamamos, como efecto periodstico, cultura del aguante porque as los periodistas entienden rpido. Todos ustedes saben que no se trata de una cultura, se trata de una subcultura, de un estilo; no denomina una cosmovisin completa sino ms bien una cosmovisin parcial que pone en contacto a ciertos grupos. Pero entonces, a estas subculturas del aguante, sobre las que venimos trabajando obsesivamente, las encontramos en el itinerario del mundo futbolstico pero se han desbordado por completo y atraviesan de manera muy amplia distintos mundos de lo social y cultural, pero tambin distintos mundos de las clases. No se trata solamente de prcticas o de repertorios o de retricas de ambientes populares en el sentido de la clase social. Hemos tendido a interpretar a esta serie de prcticas bastante complejas como una lgica, lo que nos puede permitir inferir determinadas cuestiones ms amplias, ms generalizadoras pero tambin, inclusive, nos debera permitir inferir determinadas polticas educativas, sociales, culturales. Yo no s lo que la escuela est haciendo hoy con los chicos pero cuando escucho a los colegas y a la gente en la vida cotidiana que hablan del deterioro de la calidad educativa, lo que s me animo a asegurar es que lo que la sociedad adulta hace con los jvenes, no solo la escuela sino la sociedad adulta en general, es no conocerlos; y tambin me atrevera a asegurar que no se preocupa por conocerlos. Bsicamente, se empean en marcar distancia entre aquello que se imaginan que deberan ser los jvenes y aquello que los jvenes persistente y testarudamente insisten en mostrar que son.

Yo creo que en parte eso se debe a que la escuela, a pesar de todo lo que le ha ocurrido en los ltimos aos, que los expertos describirn con mayor conocimiento que el mo sigue atravesada fuertemente por lo letrado y eso parece ser lo que ha permanecido con las dicultades y desafos que el mundo contemporneo le ha marcado continuamente de una manera acelerada y escandalosa en los ltimos veinte aos. Por el contrario, la dimensin corporal que ese mundo letrado rechaza porque no puede penetrar ni puede comprender, es parte de mi objeto de estudio y es la que abordar a continuacin. Vamos a ver un video, es un sketch que todo el mundo debe conocer, pero que me permite mostrar las cosas de las que quiero hablar. Se trata de la parodia que el personaje Peter Capusotto, interpretado por el actor Diego Capusotto con brillantes guiones propios, en coautora con Pedro Saborido, hace de los modos en que se transforman canciones del rock en letras de hinchadas futbolsticas. El video puede verse en http://www.youtube.com/watch?v=z3kXQnEnnQE. La inteligencia de la parodia consiste en explicar en siete minutos lo que uno necesita diez aos para investigar y unas veinte pginas para explicar. Est todo a la vista, est tan a la vista que est puesto por escrito y adems puesto corporalmente. Habrn visto que los dos fragmentos donde Capussotto canta la cancin en donde se pone en juego la retrica aguantadora nalizan con l mismo tomndose los genitales, con lo cual marca corporalmente todo aquello que la retrica est describiendo y que seala, bsicamente, un ejercicio de prcticas corporales; una retrica que, como Capusotto seala con claridad meridiana, constituye un mundo metafrico, el que a su vez indica una lgica absolutamente polar entre hombres y no hombres; es decir, sin mujeres. Un universo exclusiva y cerradamente masculino, donde el polo positivo pertenece al macho y el negativo al no-macho, bsicamente reemplazado por el puto lo estoy diciendo sin sonrojarme ni rerme, estoy usando palabras latinas; a partir de esa bipolaridad, en consecuencia, todo se ordena en torno del eje metafrico penetracin anal o como mucho sexo oral, pero siempre entre hombres. Ahora bien qu hacen las mujeres al ser atravesadas por un lenguaje tan exacerbadamente masculino? No hace falta que empecemos a pensar en nuestra alumnita de cuarto grado porque todas las chicas hoy estn

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hablando este lenguaje. Es decir, estn siendo habladas por un lenguaje desaforadamente masculino, cerradamente masculino. Desde ya, un lenguaje con mucho de metfora. Por supuesto, los enfrentamientos entre grupos no se verican a travs de penetraciones sino a travs del intercambio de golpes. Este supone la penetracin como forma metafrica; pero no implica una homofobia exacerbada ni literal, pues tal como aparece en nuestras investigaciones hay lderes de hinchadas que son homosexuales y sin embargo, su hinchada los reconoce en tanto y en cuanto tengan el aguante necesario, entendiendo el aguante como una capacidad para la pelea independiente de su capacidad sexual o su orientacin sexual. Es decir, es un universo metafrico muy complejo, no solamente porque dene una lgica en donde la mayor o menor vala est indicada por el largo del pene o por la capacidad de realizar una cantidad de sexo oral o de sexo anal. Es un mundo, por lo menos, discutible y no demasiado cautivante. Lo ms interesante es la relacin que existe con el combate, con los cuerpos entrenados para el combate. Uno de los grandes problemas del aguante es que no consiste solamente en alentar, en seguir, cuestin que se maniesta en el mundo de la cumbia, del rock y tambin del ftbol; sino que tambin es necesario que se verique en el enfrentamiento. Una barra, una hinchada, un grupo, puede decir que tiene aguante pero tiene que comprobarlo, es decir, sin pelea no hay aguante; por lo tanto sin aguante no debiera haber pelea, y esta es una de las cosas que ms quiero sealar: que en torno del aguante gira uno de los problemas centrales de la cultura juvenil: la violencia (y no solo la futbolstica); es decir, al grito de aguante tal o cual se genera la mayor cantidad de peleas entre barrios, grupos, etctera. Adems, es una lgica tan completa que obliga a la amplia mayora de nuestros jvenes a comportarse de acuerdo con ella; esto es, no se puede retroceder, porque plantarse es lo que permite vericar ese capital, entendiendo al aguante como un capital simblico. A partir de ah, viene esa condicin de macho o no macho que de ella se deriva. Ahora bien, insisto en la palabra lgica porque no se trata solamente de una retrica. Lo que hemos encontrado, y ya no es una hiptesis de trabajo sino que es una armacin bastante concluyente, es que se trata de una lgica que ordena las prcticas. Se trata de una moralidad

que dene lo que est bien y lo que est mal, y en consecuencia los sujetos capturados en ella que, reitero, son ampliamente mayoritarios en los sectores juveniles, y no es un fenmeno meramente porteo o urbano sino que es nacional se comportan de acuerdo a esa moralidad y ordenan sus acciones en funcin de ella. No se trata, ni mucho menos, de una accin instintiva, intuitiva y menos aun debido a esquemas que los medios nos tienen acostumbrados, como es la acumulacin de adjetivos: violentos, drogadictos, alcohlicos, salvajes, bestias, etctera. Por el contrario, se trata de una lgica de la prctica y una lgica de la moralidad para no usar tambin la categora de racionalidad, que nos llevara a otra discusin. Es una moralidad completa que regula los intercambios, ordena, explica y motiva una larga serie de prcticas. Esto nos conduce a dos direcciones largas de explicar aqu pero, a grandes rasgos, como para ir cerrando, una de las direcciones posibles es que deberamos entender que los aguantadores y las aguantadoras lo hacen plenamente conscientes de que estn en una posicin subalterna. Convencidos de la legitimidad de su moralidad, les parece que es irreprochable y lo hacen sabiendo que disputan espacios con otras moralidades que adems son hegemnicas y que condenan a esa moral como subalterna, que debe ser abolida, combatida. Esto es: en el mismo momento en que los jvenes pueden llamar putos a la yuta o que pueden llamar chetos a los otros, o caretas, estn dndole nuevamente una dimensin tica a la clasicacin. Al careta, al otro, se lo identica con la posicin hegemnica. El problema del caretaje consiste en no reconocer la pluralidad de mundos morales; lo que nos estn diciendo en el uso y abuso de la retrica y de la tica del aguante, entre muchas otras cosas, es que hay mltiples ticas y que una sociedad compleja tiene que admitir la pluralidad de mundos morales, algunos mejores y otros peores. El mundo moral del aguante, por cierto, no es el mo, no es mi favorito, y digo ms, ese machismo exacerbado no contribuye a despertar mis simpatas. Pero existe como moralidad, funciona como tal y hay que entenderlo como una moralidad y no como gestos instintivos, salvajes, expulsados del proceso socializatorio. Me acordaba de este argumento cuando un colega recordaba a Elias y a los hooligans ingleses. Nuestros eritas aguantadores tampoco responden a los sectores ms rudos de la clase obrera, como deca la primera sociologa eliasiana de

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los hooligans; insisto, no hay determinacin de clases en esto, porque se atraviesa de una manera mucho ms transversal la estructura social. La segunda direccin es aquella que tiene que ver con lo que hablaba al comienzo sobre lo letrado y lo corporal. Se trata de una experiencia bsicamente corporal en torno a la cual se construyen identidades muy poderosas, lo cual no signica, por ejemplo, dar vuelta todos los giros lingsticos ni los avances en las teoras modernas de las identidades de treinta aos para ac. No estoy sosteniendo que las identidades hayan dejado de ser discursivas, mviles, complejas, variables, y que hayan vuelto a ser esenciales y corporales. Lo que estoy diciendo es que tambin son corporales; que un mundo que confa de una manera fuertsima en el espacio de lo simblico para construir identidad y la vida de relaciones e intercambio, no se da cuenta de que en torno del cuerpo tambin est funcionando una armacin de identidad muy poderosa y potente, se est construyendo un relato de la identidad que no descuida lo lingstico. La experiencia del aguante tambin es el relato de este, es la cicatriz que como smbolo indica el aguante, y tambin es el cntico en torno de aquel, son una serie de cdigos muy complejos. Lo lingstico no desaparece, sino que debe compartir espacios con una serie de prcticas e identidades que estn basadas de una manera muy poderosa sobre el cuerpo. Inclusive en el lenguaje del otro, las prcticas de discriminacin a las que estos actores son sometidos tambin son lingsticas dado que se los calica como bestias, salvajes, animales, inadaptados. Insisto, entonces, lo simblico no desaparece bajo esa forma, ocupa otro lugar para que lo corporal reaparezca; y cierro con esto, porque los que escribimos sobre la violencia futbolstica creemos que es expandible a otros campos, a los mismos sujetos en otras instituciones. Sostenemos, justamente, que este imperialismo lingstico, es decir, la idea de que la lengua denomina al sujeto y este es aquello que la lengua denomina, muestra el fracaso de las declamadas polticas de prevencin, porque estas interpelan a los sujetos desde lgicas que son ajenas a las experiencias que constituyen estos sentidos. Son polticas que trabajan desde un lenguaje radicalmente diferente, que no entiende que esa prctica es otra. Entonces, cuando el discurso hegemnico, y en muchos casos la escuela, participa de esto y renuncia a la interpretacin calicando de irracional la prctica es porque se concibe que asignarle racionalidad a esa prctica

implicara reponer lo corporal como signicante, lo que a nuestra cultura no le interesa demasiado y a la escuela cada vez menos. Tal vez esto sea un exceso, pido disculpas. Alguien que viene a mostrar un video donde se presume de romper culos no puede ser otra cosa que un provocador profesional, quizs estoy interpelando en un sentido equivocado a gente que est desarrollando polticas mucho ms adecuadas, pero el diagnstico del que parto es muy fuerte: seguimos sin entender a los jvenes. Inclusive mi propia descripcin puede ser un poco parcial o esquemtica. Creo que estoy presentando lneas insucientes para reclamar ciertos cambios radicales, que necesitan de intervencin poltica por cierto, una dimensin ms amplia que lo meramente estatal, pero este es el rol de los intelectuales, el rol de la academia: tratar de generar el tipo de discusin que nos permita intervenciones de este gnero. Por eso la provocacin, por eso el movimiento en exceso.

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Imgenes y discursos sobre los jvenes

Sujetos de derecho, escuelas y polticas en tensin


Elena Duro

Las voces y los reclamos de los adolescentes obligan a pensar en las necesarias transformaciones que deben producirse en las instituciones educativas para que sean inclusivas, participativas y abiertas a sus integrantes; sin perder la calidad acadmica que estos requieren.

El ttulo de la ponencia de hoy es Sujetos de derecho, escuelas y polticas en tensin. No quiero plantear la tensin como un aspecto negativo sino que he escrito mucho sobre eso y creo que tenemos que empezar a pensar todos que las instituciones educativas tienen que estar casi en cambio constante. El hecho de que no lo estn quiere decir que la escuela se va a quedar mucho ms atrs de lo que la escuela tradicional en general se queda hoy. Esto no quiere decir que transformemos todos los das la escuela pero quiere decir que hay que pensar escuelas en movimiento, instituciones en movimiento. Primero vamos a ver un video con testimonios de algunos jvenes estudiantes:
Soy Andrs de La Matanza, provincia de Buenos Aires. Una buena escuela secundaria debera ser ms inclusiva en el sentido de las clases sociales, las diferencias sociales que existen entre los alumnos y las que existen entre profesores y alumnos a lo que tendra que tener una escuela secundaria buena es un centro de estudiantes bien organizado por los alumnos y con actividades regulares como un peridico o radios

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abiertas, actividades para la integracin de los alumnos, ms all de las funciones que debera cumplir el Estado en la infraestructura y dems. Soy Leandro, tengo 17 aos y soy de la ciudad de Santa Fe, soy miembro del centro de estudiantes de la escuela. Lo que ms me gust de las distintas ediciones del parlamento juvenil del Mercosur 2010 fue, por un lado, que nos den a las jvenes y a los jvenes la posibilidad de participar activamente y de opinar respecto de un tema que es tan particular como la educacin y, por el otro lado, lo que me gust tambin fue el hecho de poder intercambiar experiencias y conocer las perspectivas de gente de mi provincia y de todo el pas. En mi opinin, una escuela secundaria tiene que ser inclusiva, tiene que tener en cuenta todas las realidades y tiene que incluirlas dentro de su seno y exaltar las diferentes caractersticas, exaltar la diversidad. Antes la escuela tenda a uniformar y a querer eliminar las diferencias y ahora yo creo que la escuela tiene que acoger todas esas diferencias, por un lado, y por el otro tiene que tener excelencia acadmica, o sea, tiene que servir para preparar al adolescente para que en el futuro sea estudiante universitario, sea ciudadano, o sea buen trabajador, yo creo que este es un eje principal. Adems, tiene que ser una escuela participativa porque tiene que incluir, tiene que estar abierta a que sus integrantes, sean docentes, directivos o estudiantes, tengan la posibilidad de ir redeniendo, redescubriendo y, sobre todo, participando activamente de la toma de decisiones y de la vida institucional en general.

Elena Duro
Profesora en Ciencias de la Educacin de la UNLP, es docente de Pedagoga Didctica y Psicologa Educacional en esa misma universidad. Desde el ao 2000 es la responsable de educacin de Unicef Argentina; ha realizado estudios sobre diversos temas entre ellos, los pueblos indgenas en la Argentina, el derecho a la educacin, la situacin socioeducativa de los nios, nias y adolescentes en comunidades indgenas. Fue consultora del Instituto Interamericano de Derechos Humanos.

Para m, la educacin es nuestra base de vida, lo que me determina como persona y lo que determina mi futuro. Para m es lo mas grande que hay, estudiar es lo que te hace libre y ver a todos esos pibes que estn interesados, eso es libertad. Me forma como persona. Es lo que yo quiero ser el da de maana. Yo creo que, poniendo empeo, vamos a cambiar el mundo, partiendo de la educacin, no?. El porcentaje de chicos qom que vienen a la escuela, en los primeros ciclos, en los primeros aos de la escuela, son muchos, pero se va desgranado a medida que pasan los aos, digamos, en sptimo, octavo y noveno son menos los qom que vienen. Porque ellos tienen que aprender su lengua, tienen que aprender a escribir su lengua, y no se pueden comparar con nosotros que tenemos una sola lengua y la entendemos muy bien, y tomamos un texto y entendemos todo el vocabulario o entendemos a los otros nios y ellos no entienden nada el vocabulario de ese texto. Nadie trabaja con los tiempos de ellos. Ellos necesitan ms tiempo para asimilar los temas. Yo creo que la escuela secundaria no tiene en cuenta la educacin bilinge, intercultural. Se insisti mucho en la escuela primaria pero en secundaria todava no, es todo nuevo.

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Una directiva deca la autoestima de nuestro pueblo est en realidad muy baja, es crtico esto, porque lo vemos en nuestros adolescentes, lo vemos en nuestros nios, yo lo observo en los juegos de mi hija por ejemplo, esa autoestima nunca la vamos a poder lograr mientras neguemos nuestra identidad como pueblo Qom, mientras absorbamos lo que los medios de comunicacin nos tiran todos los das, porque yo no tengo vergenza en decir que quiz nosotros no les estamos dando a nuestros jvenes lo que ellos necesitan y de la forma que lo necesitan. Pienso que los que estamos a cargo de las escuelas para jvenes y adultos, tendramos que reunirnos y ver, estudiar y acordar junto con algunos de ellos para ver si estamos equivocados o acertados, o puede ser que a lo mejor no les interese lo que le damos o puede que nosotros decimos que la educacin es valedera porque los va a llevar a un futuro mejor y quiz ellos nunca ven el futuro ni cerca ni lejos. Ahora les voy a hablar sobre el resultado de las tres mil opiniones de chicos que haban repetido en el sptimo, octavo y noveno ao de la

Escuela Secundaria Bsica. Cmo repercute en sus subjetividades el fracaso escolar, el problema de la sobreedad. Qu piensan los chicos que fracasan? No estamos hablando de chicos que fueron indagados en la provincia de Buenos Aires, sino en Misiones, en Formosa, en Chaco y en Jujuy. Ellos dicen lo siguiente: Como era la primera vez que repeta, me sent una burra, era una vergenza ir al mismo grado, pareca que no quera seguir la escuela. Pero igual me puse las pilas y anduve mal pero anduve y ahora se me acabaron las bateras de mi pila; nada, solamente pens que era una estpida porque en estos momentos podra estar en segundo ao, mis compaeros del ao pasado se burlan y tengo mucha vergenza. Sent que el mundo se me acababa, me sent avergonzado, me enter cuando la profesora dijo: ahora voy a decir quin pas y quin no pas. Me sent mal y encima no me dieron oportunidad para rendir en marzo, directamente repet. No saba que me quedaba libre, ese da fui a la escuela como siempre y la preceptora me dijo: no pods cursar. Despus se les pregunt a los alumnos qu crean que se poda hacer para mejorar la enseanza y mejorar sus trayectorias escolares y el 26% de estos 3000 chicos indagados contest: mejorar la explicacin de los contenidos, el 19% dijo: que escuchen los docentes a sus alumnos y mejoren el dilogo con ellos. Respecto de las caractersticas de un buen docente dijeron: que escuchen a los alumnos, que no tengan preferidos en el curso, que sean justos, que sepan explicar y entenderte cuando no entends el tema, que acepten opiniones, que repitan si es necesario varias veces los temas; si nosotros los respetamos ellos tambin nos tienen que respetar, si les pedimos que expliquen muchas veces, nos tienen que explicar; que hayan elegido la vocacin docente, que ayuden ms seguido a los alumnos preguntndoles cmo estn con sus familias, que los ayuden en sus problemas, no solo en sus estudios, que hablen ms con los alumnos y no falten, que les enseen bien a los alumnos y que los respeten, etctera.

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Estas son las opiniones de un conjunto grande de adolescentes, los primeros que escuchamos eran prcticamente lderes en un encuentro de 1000 jvenes de todo el pas donde los que hablaban fueron elegidos, el ltimo era ya casi un cuadro poltico, era el presidente del centro de estudiantes, los chicos indgenas que tenamos grabados estaban traducidos porque hablaban muy muy bajo, ustedes saben que hoy solamente el 12% de los adolescentes indgenas que habitan en zonas rurales accede a la escuela secundaria en la Argentina. Mi objetivo hoy era trasmitirles las voces y los reclamos de los adolescentes y tambin lo que pasa con las subjetividades de ese 40% de jvenes que vienen con la historia de fracaso de la escuela primaria. Actualmente, tenemos hasta chicos que estn repitiendo el nivel inicial, repiten salita de 5!; que alguien me explique qu signica eso. Qu signica el fracaso en los chicos? Tenemos el 40% de chicos que fracasan, lo que constituye la antesala del abandono. Adems de las voces de los chicos, quiero compartirles algunas de mis preocupaciones: en primer lugar, en el plano terico del debate educativo, en los ltimos 10 o 20 aos en el pas identico cinco grandes temas: uno es los nes y modos de hacer poltica; el segundo, las relaciones entre educacin y trabajo; el tercero, la articulacin de las polticas pblicas que promueven mejores condiciones a la poblacin estudiantil y a sus familias; el cuarto, el rol de las TIC y el quinto, las interpretaciones sobre el sujeto de aprendizaje, este nuevo adolescente que de repente aparece en las escuelas y que es tan diferente a un adolescente de hace 20 aos atrs. En estos temas que aparecen siempre como debates se presentan antinomias o alternativas excluyentes, por ejemplo, si vemos el primero (modos y nes de hacer poltica), hace 20 aos que discutimos el rol de lo universal versus (ahora) lo particular o lo individual, cuando antes era lo universal versus lo focalizado, lo universal versus lo compensatorio, lo universal versus la discriminacin positiva, el problema del centralismo versus la territorialidad. Todos los autores que nosotros conocemos estn discutiendo estos temas pero no se debate acerca de las relaciones de poder que engloban cada una de estas tremendas deniciones, el rol del centralismo que denen las leyes. Quiero dar grandes ejemplos: tenemos una extraordinaria poltica de salud sexual reproductiva, tenemos una extraordinaria poltica de formacin docente, de prevencin

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de adicciones y, sin embargo, no todas las provincias argentinas han adherido con la misma fuerza, ni vigor, ni inters a estos nuevos temas emergentes que son tan importantes para la educacin. En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, se crearon las salas maternales pero lamentablemente no se expandieron a otras jurisdicciones. Existen interpretaciones de polticas o de lineamientos de modalidades que establece la Ley de Educacin Nacional que son malinterpretadas por algunas provincias. Hace unos das me deca una ministra no, nosotros estamos muy contentos porque tenemos la modalidad educativa de encierro para el nivel bsico, y yo pensaba: es el mximo del absurdo de interpretacin de lo que podra ser una ley nacional, todos saben que por la Ley de Proteccin Integral de la Infancia y Adolescencia, todos los chicos de la escuela primaria y secundaria deben estar estudiando en escuelas comunes. Tampoco nadie debate en estas grandes discusiones tericas, la segmentacin cada vez ms fuerte que hay entre el sector pblico y el sector privado de la educacin en nuestro sistema educativo. El segundo tema que mencion es sobre la relacin de la educacin y el mundo del trabajo. Ac tampoco est cerrado el debate, fjense que hay leyes que se yuxtaponen; tenemos una ley de educacin obligatoria secundaria y una ley que habilita el trabajo a partir de los 16 aos. Pero adems hay un 40% de la poblacin con sobreedad, con historias de fracasos y, sin duda alguna, una gran parte de ese 40% est trabajando en el sector informal, muchas veces en condiciones de explotacin. Mientras en la teora seguimos planteando educacin comn o educacin tcnica o educacin profesional o educacin que ensee competencias y habilidades bsicas para el mundo laboral. Cul es el vnculo de la educacin con las demandas laborales? La escuela se tiene que adecuar al mundo del trabajo? Bueno, la decisin que se ha tomado es una fuerte educacin tcnica profesional a nivel nacional, con una fuertsima inversin en un conjunto de escuelas, mientras que el resto tienen una formacin mucho ms generalista. La pregunta que me hago entonces es cunto se estn formando los docentes en la Argentina para realmente poder orientar a los jvenes de hoy en una sociedad desigual donde el mercado laboral es tan fragmentado, donde el sector es generalmente informal para los estudiantes de la educacin

secundaria que acceden a un primer empleo? Hay muy poca informacin disponible para los docentes de escuelas secundarias acerca de cmo orientar a los jvenes en el mundo del trabajo. El tercer gran tema en el mundo de la teora que est en debate es la articulacin de las polticas sociales para mejorar las condiciones de educabilidad. Sin duda alguna, el sistema educativo en Amrica Latina es bastante determinista porque termina repitiendo las condiciones sociales de origen de las familias, es decir, a menor ingreso en el hogar, menores posibilidades tienen los hijos de educarse. Por ello, la educacin ya no sera un problema estrictamente educativo. Entonces, cuando hablamos de articulacin e integrabilidad de polticas pblicas destinadas a la adolescencia y a la juventud, de qu estamos hablando exactamente? En primer lugar, para hablar de articulacin e intersectorialidad en polticas pblicas que apoyen a los jvenes para que puedan permanecer en la escuela, tenemos que pensar que necesitamos datos acerca de la situacin de los adolescentes. Argentina, en el concierto de Amrica Latina, es uno de los pases que tiene menor informacin. Me reero a los datos sobre salud, DNI, actividad laboral, situacin de conictividad o no conictividad con la edad penal, etctera. Hay una serie de datos sobre la juventud y la adolescencia que Argentina no tiene, que no se relevan. El otro tema es quin monitorea esa articulacin entre polticas pblicas de apoyo a la educacin, un buen ejemplo es la Asignacin Universal por Hijo, es una muy buena poltica de transferencia de efectivo para los hogares, ahora, en qu medida es condicin suciente para promover la educacin y permanencia en el sistema educativo de los nios y jvenes? Son los ingresos de los hogares los que hoy hacen fundamentalmente que un adolescente abandone la secundaria? Son preguntas para compartir porque estos grandes temas la teora no los est tocando. El cuarto tema es el rol de las TIC en la formacin de los adolescentes. Ac volvemos a las relaciones de poder entre el centro y la periferia; yo no discuto que est bien o est mal que se haya tomado la determinacin de una inversin tan grande en la compra de computadoras, de laptops para los chicos de escuelas secundaria, seguramente es una buena decisin, el da de maana se monitorearn y se estudiarn, de hecho se estn estudiando, estos avances, pero tenemos que ver eso tambin en la perspectiva de cules son los fondos que tienen las pro-

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vincias o un conjunto de provincias argentinas para poder garantizar las condiciones ms bsicas que tienen los chicos como sujetos de derecho como es el de acceder a un banco o si hablamos de equidad hoy, por ejemplo, analizar qu est sucediendo en la provincia de Santa Cruz, en donde todava sigue el conicto docente y hay un silencio bastante importante al respecto. El ltimo gran tema es el de las adolescencias. Hay adolescentes urbanos, semi urbanos, rurales, adolescentes indgenas, semi indgenas. Existe diversidad cultural, la cultura juvenil se opone a la cultura escolar, hay adolescentes que no estudian ni trabajan y tenemos el enorme problema de la exclusin de la adolescencia y la juventud en Amrica Latina. Esta cuestin de dividir y fragmentar a los adolescentes necesita ser atravesada por una dimensin que no siempre es considerada que es la de ser concebidos como sujetos de derecho que, sostengo, es el elemento igualador, quizs el nico elemento igualador que podamos pensar para toda la poblacin de adolescentes y jvenes que transitan la escuela secundaria. Es evidente que a pesar de la centralidad de estos cinco grandes temas, no estamos encontrando las mejores respuestas. La pregunta es por qu no podemos pensar todos juntos otras escuelas secundarias? Si realmente los cambios han sido tan acelerados y los resultados que se alcanzan tan magros, tanto en la regin como en nuestro pas insistiendo con los mismos formatos, por qu no empezar a probar como lo viene haciendo el equipo de Secundaria de la Direccin General de Cultura y Educacin de la provincia de Buenos Aires nuevos formatos de escuelas secundarias, ms exibles, que se adecuen a las condiciones, posibilidades y oportunidades de los adolescentes sin perder la calidad acadmica que estos requieren? Por qu no empezar a discutir ms seriamente en Argentina, a pesar de ser uno de los pases que ms invierten en educacin, sobrepasando ya largamente el 6% del Producto Bruto, si realmente con este porcentaje de inversin educativa es posible una educacin inclusiva y de calidad para todos? Por qu no se debate de una vez lo que es la calidad educativa? Muchos de los que estamos ac podemos coincidir en que las pruebas internacionales miden una parte de la realidad educativa, no toda, y que esas pruebas no pueden ser un referente para conducir u orientar

nuestras polticas; no obstante, tenemos que denir la calidad y ver qu est pasando dentro de nuestras escuelas. Seguramente, la calidad va a ser entendida en una dimensin mucho ms amplia que no contempla solamente el resultado de los aprendizajes sino que abarca la permanencia en las escuelas, la participacin, la proteccin del conjunto de derechos vulnerados de la adolescencia, el trabajo en red de las escuelas, los espacios de formacin docente, la suciencia de recursos humanos y equipamiento, en n, una cantidad de variables que hay que denir. El no hacerlo, nos impide tambin implementar polticas que monitoreen nuestras inversiones y los esfuerzos que realiza la sociedad, el gobierno nacional y los provinciales. Por qu en estos debates tan relevantes en el plano terico no se toca nunca la estructura de gestin de los ministerios de educacin de las provincias y de la nacin? Muchas veces se piensan polticas y planes a nivel central cuando las provincias excepto Buenos Aires, que es fuerte tienen por todo apoyo para las escuelas secundarias 3 o 5 supervisores entre el ministerio, el equipo central y las escuelas; o hay provincias que desde hace 30 aos no cambian los directores de las escuelas. Me pregunto, si se modicaron tanto las cosas, por qu no formamos de otro modo a los que hoy gestionan escuelas secundarias? Gestionar una escuela de 1000 o 1500 alumnos es hoy algo tan complejo y difcil que necesita de nuevas estrategias y saberes para afrontar los problemas de exclusin, la conictividad social, las tensiones constantes. Cmo hacemos para revertir o cambiar esa situacin? Para nalizar me gustara recordar que todos sabemos la importancia que tienen las subjetividades tanto de los adolescentes como de los adultos en su accionar, en su sistema de creencias. Ustedes vieron en los relatos del comienzo lo que decan los estudiantes, pero esos testimonios eran de lderes que estn incluidos y que, sin duda alguna, cuentan con posibilidades reales de tener un proyecto de vida. Ahora bien, si yo les pudiese leer los relatos (s que ya no hay tiempo) de los adolescentes indgenas se daran cuenta de que directamente no pueden forjarse ningn proyecto, y ellos como cualquier adolescente son absolutamente conscientes de que viven en un mundo desigual y que son desiguales las oportunidades de formacin. Del mismo modo, las subjetividades determinan el accionar de los docentes, de los profesores, de los directivos de las escuelas.

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Muchos de los que hemos estado a cargo de la gestin sabemos que es muy complejo encontrar el 100% del cuerpo docente que quiera que todos los chicos estn incluidos en la escuela. Es un dato objetivo de la realidad, es as. La inclusin no es un tema que el conjunto de la comunidad educativa quiera y desee. Tenemos un 40% de jvenes que ven su futuro truncado por sus experiencias de fracaso, entonces creo que trabajar sobre la subjetividades de los profesionales que estn a cargo de la formacin de la infancia y de la adolescencia es clave, del mismo modo que es fundamental hacer participar a los adolescentes en las polticas que los involucra. Para ello, es condicin escuchar a nuestros jvenes para denir la escuela secundaria que Argentina necesita para que realmente incluya a todos.

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Figuraciones y educacin: escuela, jvenes y profesores


Ademir Gebara

El autor estudia la evolucin de los procesos educacionales desde la antigedad hasta nuestros das y analiza un proceso de larga duracin que ha provocado la disfuncionalizacin del sistema familiar tradicional en relacin con la educacin del joven y, a la vez, un proceso de refuncionalizacin de lo familiar.

Este artculo parte de una armacin inicial: la educacin, los jvenes y la escuela son procesos que abarcan diferentes perodos histricos y que encuentran en la institucin escolar su foco fundamental de convergencia, congurando diferentes y crecientes nexos de tal manera que, a inicios del siglo XXI, estos procesos se entrelazan plenamente y, quizs, de modo irremediable. Me propongo desarrollar este argumento desde una perspectiva conguracional. En este sentido, la educacin, la escuela y los jvenes sern sometidos a un abordaje lineal de larga duracin, para intentar acentuar los cambios de largo plazo vericados en la articulacin de estos tres temas, los cuales se conguran de mltiples maneras en pocas diferentes. Recurrir a una visin de largo plazo puede ser til para identicar cmo este proceso se desarroll, conduciendo a una creciente escolarizacin de los procesos educacionales y provocando una disfuncionalizacin del sistema familiar tradicional en relacin a la educacin del joven y, a la vez, un proceso de refuncionalizacin familiar. Veamos, desde una perspectiva de largo plazo, cmo se dio el funcionamiento de este proceso en el desarrollo educacional. El sistema

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educacional romano, tanto en la repblica como en el imperio, estuvo totalmente basado en el sistema griego. Este proceso fue antolgicamente descrito por Horacio mediante sus bien conocidas palabras: la cautiva Grecia captur a su feroz conquistador e introdujo las artes en el rudo Lacio que consigna Plinio el joven, siguiendo las cartas de aquel ilustre romano. Clarke (1968: 200), presenta documentos bastantes esclarecedores:
En tiempos antiguos, los romanos acostumbraban aprender con los ms viejos no solo observndolos, sino tambin viendo lo que ellos mismos deberan eventualmente hacer, y a su vez, transmitirlo a generaciones ms jvenes. Durante la infancia eran iniciados en el servicio del campo, de modo que pudiesen dirigir obedeciendo, y actuar como lderes; entonces, como candidatos, ellos se apostaban en las puertas del senado y observaban los concejos de estado. Cada uno contaba con su padre como profesor o, si no lo tuviese, con el amigo ms adulto y distinguido.

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Esta cita, la primera de Plinio el joven, enfatiza el or y el ver lo que los adultos hacan en el desarrollo del proceso de aprendizaje. En sntesis, se aprende a mandar obedeciendo y a ser lder siguiendo. Recurriendo a Plutarco, Clarke contrasta los mtodos de aprendizaje del perodo romano con los del perodo en el cual los griegos estaban presentes en la educacin de los romanos, durante el siglo II a.C.

Ademir Gebara
Ademir Gebara es licenciado en Historia y Educacin Fsica, titulado en la Ponticia Universidad de Campinas PUC, Magster en Historia Social titulado en la Universidad de Sao Paulo y Doctor en Historia Econmica por la LSE. Universidad de Londres. Profesor jubilado de la Unicamp y actualmente Profesor Visitante Nacional Senior de la Capes en la Universidad Federal da Grande Dourados. Es investigador del Programa de Investigacin sobre Transformaciones Sociales, Subjetividad y Procesos Educativos con sede en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educacin de la UBA, dirigido por la Dra Carina V. Kaplan.

El hijo de Catn aprendi a leer y estudi leyes e historia romanas, aprendi a lanzar dardos, luchas con armadura, a montar a caballo, boxear y nadar, siendo su propio padre el instructor de todas esas materias. Paulo Emilio, por su parte, contrat todo un ejrcito de tutores griegos para educar a su hijo: gramticos, lsofos, retricos, profesores de escultura y diseo y especialistas en caza. (p. 200)

Educar, para el mundo antiguo, hace referencia a un aprendizaje elitista, donde comandar es mandar, por lo tanto, formarse para el ejrcito y la poltica son las referencias en torno de las cuales giran los procesos educativos. La poblacin libre y los esclavos son mandados y comandados, y es en ese universo en donde se desarrolla el aprendiz. Antes de Gutenberg, el eje central de los procesos pedaggicos era la oratoria. Para esto basta recorrer los espacios autobiogrcos de Cicern en Brutus para vericar la dimensin de esta armacin. No sera abusivo considerar que toda la educacin medieval rearma esta tendencia con una fuerte carga teolgica, especialmente en Europa Occidental, con la presencia de monasterios y de copistas que conservan obras del mundo grecorromano. Con la imprenta, contamos con los primeros indicios, referentes a la articulacin entre la educacin y la escuela (Barzun, 2002: 208-210). Por un lado, podemos situar el mtodo jesutico (Ratio Studiorum) y, por otro, las propuestas de Comenius (Orbis Sensalium Pictus), que tienen como centro la presencia del nio y del joven a los cuales se dirigan estos mtodos pedaggicos. No es mi intencin discutir en este espacio la naturaleza de las propuestas, sus objetivos y su efectividad, lo que es importante sealar es que el locus de la educacin de los jvenes es propuesto para un lugar especco, fuera del universo familiar, en el convento formador de clrigos profesionales. Con Comenius esa propuesta se agrega a la educacin gratuita brindada por el Estado. Con todo, existe un dato signicativo que el presente frecuentemente oscurece: el signicado histrico de las diferentes fases de la vida humana y, en este caso, la referencia al joven. Cul es el signicado de la infancia y la juventud en una perspectiva de largo plazo? Frederic Mauro (1969) sintetiza la situacin demogrca europea, del siglo XVI, planteando una referencia general sobre el movimiento

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poblacional del continente, de manera tal que nos permite visualizar el signicado del concepto de infancia en aquel momento:


La pirmide de edades merecera tambin algunas reexiones. Hasta 1453, la peste y la guerra diezmaron a la poblacin comprendida entre los veinte y cuarenta aos [...] Con el Renacimiento y los grandes descubrimientos, se produjo un nuevo descenso de jvenes motivados por la marcha a la aventura de ultramar y tierra adentro, sobre todo soldados, marinos y artesanos cualicados [...] Naturalmente, esta poblacin apenas conoca la infancia y la juventud. Lo que Philippe Aris dijo del siglo XVII puede aplicarse tambin al XVI. El hombre de cuarenta aos era un vejestorio. (pp. 53- 54).

Por un lado, tenemos esta armacin apoyada en Aris, segn la cual un hombre de cuarenta aos ya es viejo, y por otro la percepcin de que la poblacin no debera, con aquellas condiciones sanitarias, tener un crecimiento signicativamente diferente al del mundo grecorromano. Al respecto Mc Neil (1998: 246) asevera:

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Durante el siglo XVIII la situacin empieza a cambiar; pero esto no sucede hasta despus de 1850, cuando la prctica de la medicina y la organizacin de los servicios mdicos comenzaron a marcar diferencias en las tasas de sobrevivencia humana y en el crecimiento poblacional.

Godechot (1969: 207) rearma estas aseveraciones en relacin a la demografa americana:


Pese al medio siglo de guerras, el balance, para Europa y Amrica, es positivo. La poblacin aument en proporciones considerables. En Europa pas de 160 millones hacia 1770, a 210 millones en 1815; en Amrica, de 17 millones en 1770, a 30 millones en 1815.

El aumento considerable de la poblacin se reere a un nmero que es comparado con la actualidad, pues permite dar cuenta de las proporciones en las cuales nos debemos basar para pensar la infancia y la juventud en una perspectiva de largo plazo.

Contamos aqu con los mismos indicadores de innumerables excavaciones en Europa, relativas a la expansin romana en Galia, indicadores de las guerras en contra de los celtas, que constatan que los esqueletos encontrados pertenecan a guerreros sepultados que oscilaban entre los 15 y 30 aos de edad y rearman, de esta manera, que este era el perodo de su vida adulta, lo cual explica las condiciones de vida, alimentacin, sanidad y el apoyo tecnolgico hacia la salud. Por ello, el hombre de 40 aos era un viejo. De esta manera, el perodo de vida que conocemos como infancia/ juventud era hasta los 15 aos como mximo, teniendo en cuenta una altsima tasa de mortalidad. Retomando el texto de Mauro, vericamos, desde el punto de vista de la educacin, cmo la escuela asume una posicin esclarecedora corroborada por otros autores, pues esta permite validar la dimensin poblacional y, al interior de ella, el volumen aproximado de nios y jvenes. De este modo vemos cmo la escuela puede ser situada en este universo:
Las necesidades culturales sealaban el violento contraste entre una elite ampliada por la utilizacin del libro impreso y la gran masa analfabeta. La repblica de las letras en la que se saba leer y escribir y la de los mercaderes en la que se saba contar se distinguan del pueblo [...] No haba gastos culturales para el pueblo, aparte de la escuela, del cura de la parroquia o del convento vecino (p. 74).

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En la misma direccin, Aris (1981) formula una propuesta mucho ms importante para el argumento que estamos desarrollando, pues dene el momento en el cual la escuela se torna el ncleo del sistema educacional, y con ello el tiempo vivido por el joven es crecientemente construido en torno a la escuela.
El tiempo de escolaridad de las nias no se difundira antes del siglo XVIII e inicios del XIX [...] En el caso de los nios, la escolarizacin se extendi primero a los grupos de jerarqua socialmedia. La alta nobleza y los artesanos permanecieron, ambos, eles al antiguo aprendizaje [...] La supervivencia del antiguo aprendizaje en los dos extremos de la escala social

no impidi su declive: la escuela venci [...] nuestra civilizacin moderna de base escolar fue entonces denitivamente establecida (p. 233).

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En relacin con la educacin de las mujeres, su implementacin se retardara. Aris llama la atencin sobre un fenmeno permanente en los procesos educacionales: la elite nunca tuvo problemas educacionales; desde Roma, o desde siempre, fue educada para mandar y comandar. El concepto de capital cultural de Bourdieu (1998) cabe aqu como un excelente inductor para esta discusin. El establecimiento de la civilizacin moderna, de base escolar, apenas se vericara a partir del siglo XIX, cuando el avance cientco, tecnolgico y poltico, con la monopolizacin y el desarrollo de los instrumentos de violencia por parte del Estado orienten la educacin escolar hacia las elites, como complemento de la educacin familiar. Elias (1994) sintetiza estos argumentos acentuado sus componentes histricos y sociolgicos en el moldeamiento de comportamientos de nios y jvenes hacia los patrones de comportamiento y valores de las generaciones pasadas. De todas maneras, es importante recordar que las nuevas conguraciones generacionales estructuran sus interdependencias no solo con el universo adulto; el cambio en la balanza de poder entre generaciones se ha modicado en direccin de las generaciones ms jvenes y es en este contexto que la conuencia entre jvenes, escuela y educacin se hace evidente.


De este modo parece resultar bastante claro cmo se plantea la cuestin en el caso del nio: es imposible comprender los problemas psquicos de los adolescentes si nos empeamos en creer que cada individuo tiene el mismo tipo de evolucin en todos los tiempos. El problema de la conciencia y de la emotividad infantil se congura de modo distinto y cambia segn el tipo de relaciones entre el nio y los adultos. Ahora bien, estas relaciones tienen una forma especca en cada sociedad, en correspondencia con el carcter particular de cada estructura social; en la sociedad caballeresca son distintas a las de la sociedad ciudadanaburguesa; en la sociedad secular de la Edad Media son distintas a las de la sociedad de la Edad Moderna. Solamente es posible comprender los problemas que se derivan de la integracin y de la modelacin de los adolescentes en relacin con las pautas de los adultos (por ejemplo

los problemas especcos de la pubertad en nuestra sociedad civilizada) cuando se toma en consideracin la parte histrica y, tambin, la estructura de la totalidad social, que es la que fomenta y sostiene esta pauta del comportamiento de los adultos y esta conguracin especial de las relaciones entre los adultos y los nios (p.182).

Del guerrero medieval educado para luchar al acadmico contemporneo, educado en los diferentes campos del conocimiento cientco y tecnolgico, tenemos procesos civilizadores actuando en diferentes niveles y especializados de tal manera que implicaron la intervencin de educadores profesionales. Norbert Elias denomin como proceso civilizador a esta creciente monopolizacin de la violencia y de la economa a cargo de los Estados nacionales, encubriendo un progresivo renamiento de comportamientos de parte de los altos estratos de la poblacin gradualmente democratizados, o dicho de otra manera: las disputas entre caballeros y grupos armados se realiza ahora al interior de las cortes y los parlamentos. El punto central en el cual se apoya la teora de los procesos civilizadores de Norbert Elias es la existencia de este proceso ciego (no planeado), y empricamente evidente. Se trata del proceso cortesano y/o parlamentarizacin de los guerreros medievales; esto equivale a decir en trminos prcticos que la violencia encubierta de los guerreros da lugar al debate y al renamiento de las actitudes de los cortesanos y parlamentarios. La solucin de los conictos y el control de la violencia pasan a ser encaminados de formas distintas en relacin al uso inmediato y explcito de la fuerza/violencia. Por otro lado, podemos decir en relacin al argumento que estamos tratando, que la educacin de los jvenes, centrada en el aprendizaje de tcnicas y destrezas para el uso de armas, se convierte ahora en el renamiento de comportamientos y dominio de estrategias de convivencia que privilegian un mayor control emocional y capacidad de argumentacin y de convencimiento, casi como una mayor habilidad de seduccin. Lejos de constituir una anttesis, violencia y civilizacin son procesos complementarios, son formas especcas de interdependencia. La civilizacin depender del nivel de control de la violencia, del monopolio de los impuestos que permiten constituir una fuerza sucientemente

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efectiva para imponer la pacicacin interna. O sea, el crecimiento de la economa y el establecimiento de disposiciones estatales de gobierno juegan un papel fundamental en este proceso. De acuerdo con los elementos esenciales identicados para caracterizar el proceso civilizador, Elias formula una trada de controles bsicos, que demostraran el nivel de desenvolvimiento de una civilizacin: a. Control de hechos naturales, pues las ciencias de la naturaleza se desarrollarn an ms, dado que el control de los hechos humanos se verica previamente, sobre todo, por el mayor distanciamiento de los humanos en relacin con los fenmenos naturales. El avance cientco y tecnolgico corresponde al nivel de control del hombre en relacin a los acontecimientos suscitados en la naturaleza no humana. b. Control de las relaciones entre humanos, es decir de las relaciones sociales. Las ciencias naturales se desarrollan mucho ms que las ciencias sociales, como consecuencia de la dicultad mayor de controlar las relaciones sociales, dado el encubrimiento emocional que tenemos en las relaciones entre humanos. c. El ejercicio del autocontrol, aquello que el individuo aprendi durante su vida. Sin correr mucho riesgo y para ser el al pensamiento de Elias puedo armar aqu el papel central de la educacin y de la escuela en su teora, pues el desarrollo del conocimiento humano sucede siempre al interior de las conguraciones vividas y es un aspecto fundamental del desarrollo de las personas en la sociedad. En un primer momento, en unidades de subsistencia ms simples como la familia o el grupo, en un segundo momento, en conguraciones ms complejas, como el sistema escolar. La educacin es un proceso intrnseco a la existencia de vida social de los humanoides en lo que se reere al aprendizaje en su sentido ms amplio; la misma da sentido a la existencia de una intervencin normativa y/o pedaggica en el comportamiento/aprendizaje de un ser humano. Elias (2009) argumenta que el aprendizaje sera aquello que el individuo aprende durante su vida, considerando tambin la sumatoria de los saberes transmitidos por las generaciones pasadas, en el sentido

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de ejercer el autocontrol. El aprendizaje en los seres humanos sucede al interior de conguraciones vividas, lo que constituye un aspecto fundamental para el desarrollo de las personas en sociedad, implicando que somos capaces de aprender ms que otras especies, de deleitarse por aprender y de construir dimensiones de tiempo y smbolo. En este mismo texto Elias formula tres hiptesis para comprender el proceso de aprendizaje en lo que se reere a los seres humanos. La primera hiptesis arma que nuestra especie representa una ruptura evolutiva, pues en los humanos se rompi el equilibrio de poder entre las conductas aprendidas y no aprendidas. Por primera vez en el proceso evolutivo, los comportamientos aprendidos se convierten en preponderantes con respecto a los no aprendidos. La construccin de una dimensin simblica, inherente a los procesos socializadores de la especie humana, aceleran y establecen la construccin de hbitos capaces de solidicar aprendizajes tcnicos, emocionales y organizacionales orientados a los sistemas democratizantes y autosustentados. La segunda hiptesis arma que los humanos no solo aprenden ms que las otras especies, sino que ellos deben aprender ms para convertirse en adultos plenamente funcionales. Estas maneras no aprendidas de direccionamiento comportamental perdieron su rigidez gentica, sobreponindose y subordinndose a las formas aprendidas de orientacin, como la comunicacin y la transmisin del conocimiento social existente. La tercera hiptesis arma que ninguna emocin de una persona adulta es, en cualquier caso, un patrn de reaccin genticamente establecido. De esta manera, las emociones son resultado de una amalgama en el proceso de aprendizaje y de procesos genticamente heredados; actan entonces componentes culturales y biolgicos, siendo el aprendizaje un elemento fundamental en los niveles comportamentales y emocionales. En consecuencia, lo aprendido y la educacin tienen un desarrollo histrico que no es nico, pues histricas e innumerables intervenciones pedaggicas son posibles para el aprendizaje. La forma por la cual el grupo social, familia o tribu educa permite diferentes aprendizajes en relacin con los comportamientos y la absorcin del conocimiento acumulado. Esta armacin es importante en el sentido de distinguir y comprender el proceso por el cual el aprendizaje y la educacin se

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superponen para explicar el surgimiento de la escuela, siendo esta un centro de intervencin pedaggica correspondiente a las formas de organizacin social estatal. Por otro lado, aquello que se espera del proceso de aprendizaje de un individuo, especialmente tratndose de un nio, no puede ser uniformizado para todas las pocas; si es verdad que los mecanismos psicolgicos de los individuos de una misma especie, desde el punto de vista de su funcionamiento neurosiolgico, estn presentes en todos ellos, tambin es cierto que en estos individuos se instauran condicionantes histricos de mltiples dimensiones temporales y simblicas. Elias (1994) plantea este hecho de manera clara, indicando las conexiones en relacin con este proceso con el de control de las emociones, controles pertinentes a los procesos de individualizacin y autorregulacin, tomados en diferentes momentos histricos en la relacin entre generaciones.

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Por otra parte, la manera en que una sociedad de este nivel trata la adaptacin del individuo a sus funciones y tareas de adulto, muchas veces favorece en gran medida esta escisin y esta tensin anmica. Cuanto ms intensa y multilateral es la regulacin de los instintos, cuanto ms estable es la formacin del sper-yo, necesario para el cumplimiento de las funciones del adulto en una sociedad, mayor ser tambin, ineluctablemente, la distancia entre la conducta del nio y la del adulto. Precisamente porque es tan grande el abismo entre la actitud de los nios y la actitud que se exige a un adulto, al adolescente ya se lo sita, como sucede en sociedades ms simple con los nios, directamente en el primer peldao del escalafn funcional del que algn da tendr que alcanzar la cima. El adolescente ya no aprende su futura funcin directamente al servicio de un maestro, como haca el escudero de un caballero o el aprendiz del maestro de gremio, sino que de momento se le excluye de la sociedad y de los crculos de los adultos durante un perodo de tiempo cada vez ms prolongado. Los jvenes de capas funcionales cada vez ms amplias ya no son preparados para la vida adulta directamente, sino indirectamente, a travs de instituciones especializadas, escuelas y universidades (p.32 33).

Llegamos entonces a la sociedad escolarizada, de hecho, probablemente no haya existido institucin, durante los ltimos dos siglos, con un grado de difusin y democratizacin integral como el vericado en el sistema escolar. En consecuencia, se produce un proceso de profesionalizacin, en especial si hacemos referencia a la profesin escolar especcamente, y se crean otras especialidades que integrarn el sistema escolar: psiclogos, pedagogos, administradores, juristas y nutricionistas son ejemplos claros del avance identicado. Es importante no tomar este desarrollo como si fuera paralelo al desarrollo tecnolgico, o de tecnologas utilizadas en o para la educacin. Como planteaba Elias (1993):
No es la tecnologa la causa de esta transformacin de los comportamientos. Lo que nosotros llamamos tcnica no es ms que uno de los smbolos de las ltimas formas de consolidacin de aquella previsin permanente a la que obliga la constitucin de secuencias cada vez ms prolongadas de acciones y la competencia entre unidades vinculadas de este modo. Las formas de comportamiento civilizado se difunden en estos otros mbitos en la medida en que se da la integracin en la nueva red de interdependencias que, a su vez, transforman la estructura de la sociedad y las relaciones humanas en su conjunto. La tcnica, la enseanza escolar, son manifestaciones parciales (p.212).

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Sin embargo, no se trata de abordar tema tecnolgico por separado, sino que es una cuestin que envuelve un proceso de profesionalizacin creciente y diversicado, pues involucra profesionales que deben trabajar con los estudiantes de forma permanente y con edades cada vez ms heterogneas. Si hasta el siglo XVII una persona de 40 aos era un viejo, y una persona de 15 un adulto, hoy, son todos jvenes desde el punto de vista educativo bajo la presencia de un profesor, presencia diversicada en relacin con los contenidos y con las edades de los estudiantes que cada vez se involucran en procesos de educacin permanentes. Ya no es la familia el centro del proceso educativo. A partir del siglo XIX diferentes estratos de la poblacin, independientemente del gnero, no solo identican la educacin/escuela como rol del Estado, sino que reivindican la democratizacin y ampliacin de las actividades escolarizadas, escuela de tiempo completo o programas educacionales ms all de los contenidos disciplinares.

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Podramos hablar de una desfuncionalizacin de la familia? Estaremos frente a un sistema escolar de cuya gestin el Estado est a cargo, modelando a los ciudadanos segn contenidos uniformados? Seran estos profesionales, profesores mediadores de este proceso? Si bien no es posible una respuesta plena a estos cuestionamientos, podemos abordar el debate comprendiendo la guracin y el desarrollo de estos profesionales-profesores, profesionales que, en la actualidad, conviven con los jvenes de la escuela y la universidad, convivencia preponderantemente moldeada al interior de la escuela. Desde Talcott Parsons (1902), encontramos una preocupacin por el estudio sociolgico de las profesiones. Profesiones y estructura social (1939), y posteriormente El mirar de un socilogo sobre la profesin legal y Estructura social y proceso dinmico: el caso de la prctica mdica moderna, son textos que buscan identicar una cuestin clave: por qu en la economa moderna, las ocupaciones y el nmero de profesiones crecieron aceleradamente? El planteamiento hecho por Parsons tiene sentido segn el anlisis de las profesiones en la sociedad norteamericana, no obstante, en Inglaterra este trmino fue hace mucho tiempo utilizado tomando en cuenta el nmero reducido de ocupaciones consideradas respetables y ejercidas por un gentleman. Estas ocupaciones se constituyeron en un importante componente del poder del sistema britnico. Incluso con los cambios ocurridos en el transcurso del tiempo, algunos hechos pueden ser vericados mediante un comentario elaborado por Elias (1964), sintetizado de la siguiente manera: el trmino profesin denota ocupacin que demanda un conocimiento altamente especializado y habilidades requeridas aun en situaciones en que existiera una injerencia terica, no solo por la prctica. Estos conocimientos adquiridos deben ponerse a prueba mediante un examen, elaborado por una universidad o alguna institucin autorizada, otorgando al postulante una autoridad implcita para atender personas o servicios especcos. Esta autoridad se desarrolla a travs de reglamentos planteados por asociaciones de profesionales, en la regulacin de reglas de entrada, prctica profesional y remuneracin. Una profesin es un tipo de ocupacin donde los servicios constituyen un producto ofertado, sin existir una produccin de bienes para la venta; la profesin no involucra el trabajo manual (existiendo excepciones en el caso de los cirujanos).

Originalmente el trmino haca referencia a los sacerdotes, mdicos y abogados, lo que permita a algunos sectores de la elite un rendimiento favorable sin la necesidad de un trabajo manual. La amplitud del trmino se alter en el transcurso de los siglos XVIII y XIX. Entre los primeros y nuevos grupos de profesionales se destacan los religiosos, los docentes de las universidades, los militares, en especial ociales de marina, seguidos de funcionarios pblicos y arquitectos. En el transcurso del siglo XX, de una manera general, podemos armar que las profesiones abarcan las ocupaciones en las cuales se requera una formacin acadmica o cientca formalizada por un diploma. En el presente la tendencia es masicar la posibilidad de una formacin profesional. Ren Moelker y Stephen Mennell, cuando escriben la introduccin de The Genesis of the Naval Prossion (Elias, 2007), presentan un planteamiento relevante sobre las profesiones en Inglaterra, idea propuesta inicialmente por un joven colega de Elias, Terence Johnson, mediante publicaciones realizadas algunas dcadas ms tarde, durante los aos 1970. Tanto este trabajo como el artculo de Elias presentaron poco inters al ser publicados, no obstante, nos interesa saber cmo y por qu este trabajo se volvi, ms tarde, tan signicativo. Tal vez un aspecto distintivo del trabajo de Elias sea exactamente su profundo anlisis en relacin al problema de la formacin de las profesiones en el contexto del desarrollo social de largo plazo. Contamos con trabajos extensos y calicados con respecto a la poltica martima britnica en este perodo. Con todo, Elias, en contraposicin a la historiografa de los aos 1960 enfocada en transformaciones estructurales, apunta hacia un proceso de larga duracin, donde se pregunta por qu esto ocurri en Inglaterra y no en otra parte, y cules fueron las consecuencias para el desarrollo del podero naval ingls. Su tesis central es que, a diferencia de otras potencias europeas como, por ejemplo, Francia y Espaa, donde la rivalidad entre marineros/hombres de mar y militares fue contenida, en el caso ingls esta rivalidad se transform en un aspecto fundamental en la fusin de las competencias militares y nuticas. Drake y Doughty son sus personajes emblemticos, el primero capitn de navo, el segundo comandante militar de la expedicin que dej Plymouth en 1577. Si nos detenemos en los detalles de las tensiones entre

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los dos grupos sociales, nos acercamos al planteamiento central formulado por Elias: cmo puede un caballero volverse un hombre de mar sin perder su casta, sin perder su posicin social. La sociognesis de la profesin naval, o el surgimiento de los ociales marineros est, en este proceso, permeado por la rivalidad entre estos grupos sociales divergentes. Una cuestin clave, entonces, es tratar el surgimiento de las profesiones a partir de una sociologa de los conictos. Al respecto, Elias apunta algunos conceptos relevantes, entre ellos: 1) la existencia de un mecanismo real en el arbitraje de los conictos. Arbitraje no quiere decir necesariamente el favorecimiento de una posicin o la resolucin de un problema. El rey tiene poca fuerza y poder si en un conicto los grupos sociales se unen contra l. Pero, en cuanto la ambivalencia de intereses crece, el mecanismo real funciona plenamente, el rey y los nobles constituyen un foco de poder con una lgica propia. 2) la relacin entre grupos. Cuando los grupos menores se unen a grupos mayores la tensin en la construccin de sus identidades se da en una relacin entre carisma y anomia, esto quiere decir que las distinciones de estatus entre los grupos estn enraizadas en una balanza de poder desigual entre ellos, tornndose difcil para el grupo ms dbil resistir a una imagen negativa respecto de ellos construida por el grupo ms poderoso. De la misma manera, dos sugerencias metodolgicas son claramente planteadas. La primera se reere a la posibilidad de revelar macroestructuras a partir del estudio de microestructuras; tal camino es una constante en los trabajos de Elias, como en su obra maestra El proceso de civilizacin, cuya principal fuente documental son los libros acerca de las buenas maneras, en especial La civilidad pueril de Erasmo. Una segunda sugerencia referencial es su formulacin segn la cual la historia de una profesin es la historia econmica y social de un pas. Como l mismo plantea en la introduccin de Gentleman and Tarpaulins (2007):
Todas, profesiones, ocupaciones o cualquier nombre que se le quiera dar, son de una manera particular independientes, no de las personas, sino de aquellas personas particulares que se presentan en un momento determinado. Las profesiones continan existiendo en cuanto sus representantes actuales fallecen [...] Como los idiomas, ellas presuponen la existencia de todo un grupo. Y si ellas cambian, o si una nueva

ocupacin emerge dentro de la comunidad, de nuevo, estos cambios no son simplemente debido a acciones o pensamientos de una u otra persona en particular, aun tratndose de cientcos o inventores. Es el cambio de situaciones de toda la comunidad que genera las condiciones para el surgimiento de una nueva ocupacin y determina el curso de su desarrollo (p. 291).

Al abordar el proceso mediante el cual la escuela, los jvenes y la profesin de profesor se superponen, pretendemos sealar, en una perspectiva conguracional, que el desarrollo implic tambin la refuncionalizacin de la familia, desfuncionalizada en su plena funcin educativa. Por lo tanto, este proceso fue solo de prdidas funcionales. Es por ello que preferimos el trmino refuncionalizacin, que da a entender que las unidades familiares pasaron a tener articulaciones diferenciadas, de acuerdo con los procesos de escolaridad, se involucran diferentes edades en distintos momentos histricos. Ser joven en el siglo XV no es lo mismo que serlo en el siglo XIX y esto no es solo identicando las peculiaridades de cada momento histrico, sino tambin considerando que hoy un hombre de 40 aos ya no es un viejo. Por otro lado, la creciente intervencin estatal en este proceso, manteniendo y organizando escuelas que ocupan cada vez ms el tiempo diario de la vida de los jvenes y recientemente de los adultos, torna ms compleja la presencia familiar en este proceso. Las relaciones de poder se transforman al interior de la familia y por fuera con el sistema educativo en relacin con la posicin de los nios y jvenes. La presencia del profesor profesional plantea nuevas situaciones an no estudiadas ni comprendidas sucientemente. Este profesor interviene normativamente en la educacin de jvenes y adultos, convirtindose en una gura central en este proceso, pues, adems de estar presente en todos los niveles de la educacin, ocupa espacios de poder en los cuales acta como especialista de tiempo completo, dominando amplios campos del saber disciplinar y relacional. Para nalizar este argumento, me gustara enfatizar la importancia y la presencia creciente y diversicada del profesor como componente fundamental para la comprensin de los procesos educacionales desarrollados por las sociedades contemporneas.

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La construccin social de la experiencia juvenil y estudiantil

La construccin social de la experiencia estudiantil: vinculaciones entre las trayectorias sociales y escolares desde una perspectiva socioeducativa, Mara Ins Gabbai Diferentes, personales y visibles. Experiencias y creatividad en lo cotidiano, Mauricio Antunes Tavares La experiencia intergeneracional de los nativos paritarios, Sergio Balardini Conictividad escolar y modelos de autoridad: tensiones desde los aos 60, Daniel Mguez El movimiento estudiantil de 1968 en Mxico y la resistencia multitudinaria, Jess Mara del Campo El default que nos qued, Luciana Peker

La construccin social de la experiencia estudiantil: vinculaciones entre las trayectorias sociales y escolares desde una perspectiva socioeducativa
Mara Ins Gabbai

La autora plantea la necesidad de romper con los posicionamientos deterministas y reduccionistas en la comprensin de los itinerarios educativos a la vez que propone recuperar el enfoque sociocultural y atender a los contextos especcos dentro de los cuales se desarrollan las trayectorias escolares.

Voy a presentar una serie de dimensiones fundamentales para el estudio de las trayectorias de los estudiantes de la escuela secundaria. Algunas de estas cuestiones ya han sido presentadas en distintos materiales elaborados en conjunto con la Doctora Carina Kaplan y la Magster Claudia Bracchi donde nos preguntamos cmo se estn desplegando las trayectorias educativas, los recorridos por el sistema educativo de los nios y jvenes en un contexto mayor de produccin. Como sabemos, en la dcada de los 90, Argentina y las sociedades latinoamericanas atravesaron por varios procesos de redenicin tanto estructurales como institucionales. Estas transformaciones supusieron una reconguracin del rol del Estado. Como consecuencia de los cambios que se produjeron, nuestro pas se vio envuelto en un proceso de polarizacin, segmentacin, expulsin y fragmentacin social. Este cambio estructural no tard demasiado en llegar a las instituciones ni en impactar en quienes las habitan. Si bien desde el ao 2003 se han denido diferentes polticas educativas que nos alejan sustancialmente del contexto social de los 90, las transformaciones ocurridas a partir de la implementacin de las polticas

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neoliberales han marcado a los jvenes y a sus familias en la dcada pasada, dejando como saldo un diferencial en la distribucin de bienes tanto materiales como simblicos necesarios para el sostenimiento de sus recorridos por la escuela secundaria. Pensemos principalmente cmo la implementacin del paquete ideolgico neoliberal interpel a la escuela (especcamente al nivel secundario), dejando marcas en los nios, jvenes y familias de los sectores ms vulnerables. Varias investigaciones de carcter nacional e internacional han mostrado cmo junto con la ampliacin de las desigualdades sociales se produjo la consolidacin de las desigualdades escolares. Esto se debe entre otras razones al crecimiento de la divergencia en la oferta brindada entre escuelas y en la generacin de circuitos diferenciales de escolarizacin, y por lo tanto condiciones y posibilidades desiguales de acceso al sistema. Es por ello que insistimos en la necesidad de estudiar, analizar y caracterizar las trayectorias educativas de los jvenes para comprender las diversas formas que tienen de construir su experiencia escolar. Uno de los puntos fundamentales es que los estudios sobre las trayectorias escolares deben realizarse desde un enfoque sociocultural, el

Mara Ins Gabbai


Magster en Ciencias sociales con Orientacin en Educacin por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), Especialista en Poltica Educativa (Flacso), Profesora en Ciencias de la Educacin (Fahce-UNLP). Actualmente es Jefa de Trabajo de Prcticos de la Ctedra de Sociologa de la Educacin (Depto. De Ciencias de la Educacin Fahce-UNLP). Se desempe como Asesora en la Subsecretara de Educacin de la DGCYE de la provincia de Buenos Aires. Actualmente ocupa el mimo cargo en la Direccin Provincial de Educacin Secundaria de la DGCYE. Es investigadora del Programa de Investigacin sobre Transformaciones Sociales, Subjetividad y Procesos Educativos con sede en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educacin de la UBA.

cual supone que para el anlisis de las mismas es necesario romper con los posicionamientos deterministas y reduccionistas para avanzar en la comprensin de los itinerarios educativos realizados por los estudiantes, con nfasis en los contextos especcos de produccin. Luego de las indagaciones tericas y empricas que venimos realizando desde el equipo de investigacin conducidos por Carina Kaplan, sostenemos como principio bsico para esta reexin que las trayectorias educativas son, en conjunto, condicionantes (experiencias, saberes, etctera) que inciden en el recorrido de los sujetos por las instituciones educativas. Es decir que al analizar las trayectorias educativas de los jvenes, estaremos observando ese mosaico que el sujeto va congurando a medida que avanza en el recorrido escolar. Estudiarlo, implica referirnos a los avances, las elecciones realizadas en los itinerarios emprendidos, los retrocesos, en algunos casos los abandonos y en otros los cambios de escuelas realizados entre varias situaciones posibles. En esta misma lnea, nos oponemos a aquellas visiones que se reeren a los recorridos educativos como exitosos o fracasados, trminos utilizados tanto en discusiones acadmicas como polticas que signan a los estudiantes con marcas negativas, culpabilizndolos por sus destinos escolares y sociales sin dar cuenta de las responsabilidades de otros agentes e instituciones y las condiciones sociales en las que estos jvenes se desarrollan. Si bien la literatura educativa seal en varias oportunidades que los estudiantes transitan una experiencia educativa homognea o comn, se hace necesario explicar que la experiencia escolar de los estudiantes es diversa y adquiere rasgos propios y singulares segn los diferentes grupos de alumnos y los contextos de produccin. En este sentido, ms que hablar de la experiencia educativa de los estudiantes nos encontramos en presencia de distintas experiencias educativas no lineales ni homogneas sino caracterizadas por la heterogeneidad. Por ello preferimos el uso de la nocin de experiencias educativas en plural. Otro de los interrogantes que presentamos al momento de estudiar las trayectorias se encuentra vinculado con el concepto de juventud. Especcamente nos preguntamos qu supone ser joven? Qu supone ser joven e ir a la escuela? Se es joven solo a partir de un corte o denicin etaria? Hay un solo modo de experimentar y vivenciar esta etapa de la vida?

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La propia denicin qu supone ser joven responde siempre a una forma nica de lo que es o debera ser la juventud. Ya desde hace varios aos la literatura acadmica argentina y latinoamericana insiste sobre la necesidad de desnaturalizar esta categora y conceptualizarla en trminos socioculturales. Estas posiciones cuestionan aquellos posicionamientos ideolgicos que promueven una visin unicadora de los jvenes como si existiese, en trminos de Rosana Reguillo Cruz, una nica manera de ser joven. La operacin radica en pensar esta categora como si fuera una esencia o un periodo de transicin. Por el contrario, insistimos sobre la necesidad de pensar a las juventudes en plural. Cules son las ideas hegemnicas que construidas sociohistricamente generan representaciones sociales de los jvenes? Si bien a lo largo de la historia los jvenes fueron visibilizados de diversas formas (vinculados a las guerrillas, a movimientos de resistencia, a grupos estudiantiles, etctera), en la dcada del 90 fueron vistos especialmente como problema social, como causantes de la violencia en la sociedad, caracterizados como violentos y peligrosos. Estos discursos que actualmente existen encuentran en el factor individual la supuesta explicacin para describir los comportamientos de los jvenes, sin tener en cuenta el contexto donde se desarrollan dichos actos ni los aspectos relacionales y vinculares que se establecen con los dems. Estos discursos penetran en la escuela y muchas veces en la construccin escolar de los jvenes, donde el factor individual se vuelve la causa, la primera y la ltima explicacin en relacin a los itinerarios escolares. Por ello sostenemos que al no tomar en cuenta los contextos sociales sobre los cuales se estn congurando las trayectorias escolares, se invisibiliza la compleja red de relaciones de base social que condicionan el paso por la escuela generando as explicaciones esencialistas donde lo personal tiene su primaca. La construccin hegemnica que se hace de la juventud a travs de diferentes discursos (meditico, poltico, social, escolar, acadmico), no solo habla de ellos sino que tambin pretende hablar por ellos: estn desganados, estn aburridos, no les interesa la escuela, no les interesa estudiar. Como estos discursos son tan comunes, son naturalizados y llegan muy pocas veces a cuestionarse dentro de la propia escuela.

A continuacin quisiera presentar algunas de las conclusiones a las que hemos arribado con el equipo de investigacin y que ponen en jaque aquellos discursos. Me detendr especcamente en el valor, el sentido y el lugar que ocupa para los estudiantes secundarios de nuestro pas el paso por la escuela. En primer lugar, observamos que la valoracin que hacen sobre la institucin escolar adquiere diversos sentidos de acuerdo a sus biografas personales, laborales y familiares. Cuando preguntamos: para qu sirve la escuela?, casi la mitad de los 663 estudiantes encuestados manifestaron que la escuela orienta al alumno para la vida. A ello se puede aadir que casi un 30% valora dicha institucin en lo que concierne a la esfera de la formacin para la ciudadana. Asimismo, tres de cada diez jvenes interrogados subraya la capacidad de la escuela para estimular la inteligencia. En el caso de los jvenes que asisten a escuelas de sectores medios, el porcentaje ms alto se registra en la categora prepara para la universidad, mientras que los jvenes que asisten a escuelas de sectores socioeconmicos bajos manifestaron en mayor medida que prepara para el trabajo. Como indicaba al inicio, no podemos comprender estas percepciones y las formas de valoracin hacia la escuela si desconocemos el contexto social de sus biografas. En este sentido sostenemos que en situaciones de inestabilidad en las condiciones de vida, precariedad laboral, vulnerabilidad social (como elementos presentes en las condiciones familiares), es sumamente destacable que uno de los sentidos mayoritariamente expresados por los estudiantes pertenecientes a los sectores medios-bajos, es el que asocia a la escuela con la posibilidad del ingreso al mercado laboral. Hay expectativas diferentes depositadas en la escuela segn el origen socioeconmico de los estudiantes: para el caso de los sectores medios-bajos, la escuela resulta un espacio asociado a la posibilidad de revertir, quiz, la situacin de precariedad en que estos jvenes viven. La relacin entre acceso a la educacin y el ingreso al mundo del trabajo en el futuro se transforma en ellos en una certeza arraigada. Los estudiantes valoran la institucin escolar y confan en ella, la revalorizan y la exponen como lugar de aprendizaje y podramos sostener como un espacio de posibilidad. Qu ocurri cuando indaga-

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mos sobre los sueos y las expectativas? La principal perspectiva de los estudiantes es tener una profesin/ttulo universitario y conseguir un buen trabajo. En relacin con esta ltima, vemos una diferencia signicativa en el porcentaje de respuestas segn se trate de alumnos con trayectoria escolar interrumpida o no interrumpida: mientras que quienes han visto su trayectoria escolar interrumpida tienen como uno de sus principales anhelos la obtencin de un empleo (44,7%), aquellos que no han visto interrumpida su trayectoria lo tienen entre sus principales deseos pero en menor proporcin (30,8%). La universidad parece ser una expectativa en comn para estudiantes de diversas fracciones de clase, es decir, aparece como un sueo compartido tanto por los jvenes de escuelas de nivel socioeconmico medio como del bajo, y por los jvenes con trayectorias interrumpidas y no interrumpidas. Contrariamente a los resultados que arrojan nuestras investigaciones sobre la escuela como espacio de posibilidad, recibimos diariamente imgenes mediticas que nos muestran espectacularmente a la escuela como si fuera un reducto de violencia, como un lugar no conable. La conanza es, ante todo, un modo de movernos en el mundo, es una forma de tener seguridad. Al indagar en la dimensin de la conanza, observamos que casi 7 de cada 10 estudiantes que asisten a las escuelas que atienden sectores predominantemente bajos confan en esta institucin. En este sentido sostenemos que la conanza, la valoracin positiva y la permanencia (el 90% de los estudiantes expres que jams abandon la escuela) entran en juego cuando analizamos las concepciones y opiniones sobre la violencia ya que, seguramente, estar en la escuela y encontrar un sentido, tener la posibilidad de construir un proyecto de vida (la escuela orienta al alumno, prepara para la universidad sostuvieron los estudiantes entrevistados) permiten conar en esa institucin posibilitando la autorregulacin de la conducta y por lo tanto las condiciones para estar y convivir con los otros. Por ello quisiera advertir que para una democratizacin real del acceso que atienda a las necesidades de los estudiantes, cualquier agenda de poltica educativa debe tener como herramienta de trabajo el conocimiento de los datos y el anlisis sobre cmo los jvenes estn desplegando sus trayectos formativos y experiencias subjetivas. Desatender esta cuestin pondra en peligro tanto la inclusin como la permanencia con aprendizaje, y el egreso para el nivel secundario.

Por lo tanto, es necesario subrayar la importancia de la obligatoriedad de la escuela secundaria porque representa una promesa, un desafo histrico, como en otros momentos fue la escolaridad primaria. Para concluir, y poniendo en dilogo lo expresado anteriormente, quisiera destacar las polticas implementadas por la Direccin Provincial de Educacin Secundaria de la provincia de Buenos Aires, dado que las lneas de trabajo que se plantearon para la gestin 2007-2011 nos convocan a pensar en torno de los lmites de la forma escolar tradicional dado que en la mayora de los casos se parte de ella. El marco general de los Diseos Curriculares del nivel y las polticas educativas implementadas propone una nueva concepcin pedaggica de los sujetos destinatarios debido a que los nuevos diseos curriculares se basan en el reconocimiento de la condicin juvenil y de las prcticas que los jvenes realizan. Partir de este reconocimiento es pensar que los jvenes utilizan diferentes estrategias para construir sus trayectorias sociales y escolares. Signica adems confrontar aquellas miradas hegemnicas deterministas que an se encuentran presentes en nuestro sistema educativo. El desafo est planteado, tomar tiempo saber si los cambios propuestos impactarn efectivamente en la dinmica escolar, en las prcticas docentes, en las concepciones sobre los estudiantes, o si se tratar de una nueva reforma que apenas logre rozar la cultura escolar excluyente legitimada histricamente por este nivel de enseanza.

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Diferentes, personales y visibles. Experiencias y creatividad en lo cotidiano


Mauricio Antunes Tavares

Las caracterizaciones de la juventud en los medios de comunicacin realzan los rasgos individualistas y consumistas y se convierten en imgenes discriminatorias de las clases sociales ms bajas. Esto crea una situacin paradjica: mientras que la juventud es amada, los jvenes reales son odiados.

Los jvenes de hoyquieren ser diferentes,personales y visibles.En otras palabras, el xito dela accinque ellos proponen est relacionadocon el conocimiento de las diferencias sociales, con el deseo de transformar los sentimientospersonalesy con la ecacia dela visibilidad desu presencia [...] Por tanto, esos jvenes estn dentro del espritu de su tiempo (Novaes,Regina. 2002,53). Pensar al joven como alguien que est dentro del espritu de su poca requiere considerar las dimensiones de tiempo y espacio social en su vida cotidiana.Si la juventud puede ser representada por la imagen mitolgica de Jano que tiene dos caras, la de un viejo y la de un joven, se debe a que simboliza a la vez una amenaza de presentes oscuros y la promesa de un futuro brillante (Pampols, C. F. 2004, 257).Vamos entonces a pensar a los jvenes latinoamericanos. Si ellos mirasen el pasado van a constatar cunta gente fue huyendo de la miseria y de las dictaduras que asolaron Amrica Latina desde los tiempos coloniales hasta nuestros das.Y si despus volvieran al futuro, quizs soaran con la posibilidad de vivir en pases prsperos, ya que esta sigue siendo la eterna promesa de los sucesivos gobiernos

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que ocupan el poder en nuestros pases, incluso en este perodo de democratizacin.Este venir-a-ser est presente en el imaginario colectivo brasileo de muchas generaciones, y el famoso lema Brasil es el pas del futuro parece estar pegado a la identidad nacional; pero cada vez que pensamos que estamos cerca de alcanzar ese futuro, tropezamos.Sin embargo, el escenario es seductor: el uso de imgenes de las sociedades ms ricas del mundo como un ideal a alcanzar, el discurso hegemnico mantiene viva la idea de que este futuro es posible para nosotros, y por lo tanto, el sistema mantiene su funcionamientoa pesar de la exclusin de gran parte de la poblacin, especialmente joven, que es el mayor grupo de la poblacin de Amrica Latina. Pero en el proyecto capitalista hegemnico el futuro no es para todos: en el capitalismo se abandon el proyecto de las promesas de la modernidad, del progreso para todos y ahora, se declara sin pudor que es solamente para los ms capaces. Aquel escenario que Robert Castel indicaba que comenzaba a tomar forma en la Europa de la dcada de 1990 lo estamos viendo con ms claridad desde la crisis de 2008, y que se profundiza an ms en el 2011 con el colapso del sistema nanciero, vctima de su propia codicia. Los Estados nacionales, en consonancia con el proyecto neoliberal, se desresponsabilizan no solo en lo que respecta a las relaciones capital/trabajo, sino a toda la cuestin social, siendo capaces de condenar a toda una generacin al desempleo y a la precariedad para salvar el sistema, para despedir a la gente.

Mauricio Antunes Tavares


Doctor en Sociologa, Investigador Adjunto y Coordinador General de Estudios educativos en la Fundao Joaquim Nabuco (institucin de investigacin ligada al Ministerio de Educacin), con sede en la Ciudad de Recife, capital del Estado de Pernambuco, Brasil. Es investigador del Programa de Investigacin sobre Transformaciones Sociales, Subjetividad y Procesos Educativos con sede en el Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educacin de la UBA dirigido por la Dra. Carina V. Kaplan.

La ideologa liberal individualista puede verse mejor en los discursos construidos alrededor de la idea de la juventud traducida por los medios de comunicacin de masas: aparece siempre asociada con la velocidad, la agilidad, la valenta de asumir riesgos, la belleza y el vigor fsico.El discurso visual se produce a travs de imgenes con personas que hacen deportes extremos, uso de mquinas que se ejecutan en tierra, mar y cielo y las ltimas tecnologas de comunicacin, mostrando un cuerpo escultural por la fuerza y capaz de superar las situaciones de riesgo.Subliminalmente, la interaccin entre trabajo y ocio se muestra a travs del telfono, ordenador porttil que revela que el estilo de vida que le permite disfrutar del placer es el resultado de xito en el trabajo.Por lo tanto, el ocio y el trabajo aparecen como elementos que constituyen un estilo de vida y una forma de cuidado de s, donde el riesgo est siempre presente pero es superado por las personas bien preparadas, valientes, hermosas, o que tienen el espritu joven, que van a los gimnasios de musculacin, salones de belleza y clnicas de ciruga plstica. Estas caracterizaciones de la juventud y los jvenes que hacen hincapi en los rasgos individualistas y consumistas se convierten en el discurso hegemnico en las imgenes discriminatorias de las clases sociales: el xito; las imgenes, muestran una vida estilizada y llena de bienes de consumo. En las clases ms bajas,las imgenes solo muestran lo que es feo, sucio y violento. Este discurso de los medios contribuye a crear una situacin paradjica: mientras que la juventud es amada, los jvenes reales son odiados. Porque esa juventud idealizada y presentada como portadora de la belleza, del valor y del placer, se transforma en un estilo de vida de personas adultas y maduras, lo cual contribuye al xito del mercado capitalista. Pero los jvenes reales presentes en los medios de comunicacin son especialmente los desempleados, los que habitan en los barrios y centros urbanos grateros, rockeros, raperos, bailarines de la calle, encargados de coches, recolectores de residuos reciclables, trabajadores no calicados y los jvenes de barrios de tugurios y barrios pobres, que constituyen la mayor parte de la poblacin predominantemente joven de los pases latinoamericanos. Estos son odiados y tratados como clase peligrosa, alborotadores, punks, stones, como la generacin perdida. A juzgar por los modelos distorsionados de presentacin de los jvenes,

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podemos asumir que aquellos son la expresin radical de una sociedad que ha agotado los procedimientos para la construccin de subjetividades colectivas.Sin embargo, son estos los puntos de referencia culturales que prevalecen en las experiencias generacionales de los jvenes de hoy? Es posible que los jvenes tengan experiencias que no estn marcadas por la exacerbacin del individualismo y el consumismo? Para buscar respuestas a estas preguntas, incluso si son respuestas parciales, basamos nuestros argumentos en las experiencias de una parte de los jvenes brasileos, sujetos de nuestra investigacin: jvenes que viven en los suburbios de las grandes ciudades en el noreste de Brasil (la regin ms pobre del pas ya que histricamente se han considerado una periferia del capitalismo brasileo), y los jvenes que viven en el noreste rural, es decir, la periferia de la periferia. Indagamos en las relacionesde estos jvenes con las escuelas pblicas, escuelas periferia, aquellas que no tuvieron de parte del Estado las condiciones necesarias para proporcionar una educacin de calidad.Por lo tanto, utilizamos el concepto de periferia en un sentido amplio referido tanto a las condiciones de vida en los barrios pobres de las grandes ciudades el uso ms coloquial de la periferia y tambin extendemos el trmino al capitalismo perifrico,las culturas no hegemnicas, por lo tanto, estn en pie como un contador en relacin con la cultura de masas/industria cultural, y en ese sentido, la nocin de periferia se aplica a aquellos fuera de las principales minoras dominantes hegemnicas, los forasteros, los grupos marginales en relacin con los sistemas dominantes. (Canclini, Nstor. 2009). Avanzaremos hacia una reexin sobre las experiencias sociales de los jvenes de los suburbios, dentro y fuera del sistema escolar teniendo en cuenta la situacin paradjica de estos jvenes perifricos, que ora se dirigen hacia la integracin del sistema, ora se mueven en las protestas contra el ordenestablecido cuestionando la situacin perifrica que los reta a ser creativos para sobrevivir en el capitalismo, que es el reejo de estas experiencias en el sistema escolar. Cada uno sigue su camino. Sobre las trayectorias individuales y colectivas La transicin a la edad adulta, otrora denida a partir de marcadores estables como el nal de la escolarizacin, el logro de la independencia nan-

ciera a travs del trabajo y por ltimo la formacin de una familia nuclear autnoma, ya no reejan las circunstancias reales de vida de los jvenesen los das actuales marcados por la inestabilidad econmica y social. Jos Machado Pais apunta a la ambigedad del proceso de transicin cuando se confronta con lo que l llama el principio de reversibilidad, que no es ms que la alternancia de las condiciones consideradas denitivas de una transicin efectuada.El investigador portugus ha hecho un llamamiento a los jvenes de la generacin del yo-yo, que va y viene entre las situaciones tales como estar casado o soltero (incluida la separacin), estar empleado o desempleado, estar estudiando o tomando un descanso y que dejan lacasa de los padres y luego regresan a ella. Pensar el pasaje de la juventud a la vida adulta a partir del concepto de transicin, diculta la teorizacin sobre la diversidad de situaciones sociales de los jvenes puesto que remite a contextos socioculturales especcos, especialmente en sociedades que como la brasilea son muy inestables desde el punto de vista de laempleabilidad y presentan una gran variabilidad en las formas de organizacin de la vida y la vivienda. El concepto de transicin presupone un adulto en una forma idealizada tomndolo como un modelo de identidad (Bourdieu, Pierre. 1983), como si la vida adulta se congurase como una etapa de elecciones consolidadas y de estabilidad, y la juventud por el contrario fuese una etapa deinestabilidad e indeniciones (Vianna, H. 1997).Bajo las condiciones de la vida contempornea, la nocin de transicin no explica mucho. Hoy todo va demasiado rpido. Un estmulo es pronto sustituido por otro ya que la situacin que origin el primero ya no es la misma que era cuando produjo el estmulo. La emocin es de corta duracin.Los jvenes hacen proyecciones para su vida pero estas no pueden ser implementadas en los proyectos de vida.En un momento de incertidumbre es necesario pensar en el corto plazo, lo que debe hacerse para asegurar la vida cotidiana, la transformacin de los deseos en los proyectos de vida depende de una serie de combinaciones favorables y por tanto, cualquiera que seael proyecto, siempre ser incierto y sujeto a negociacin y modicacin.La lgica de la accin de los jvenes de hoy en busca de la autonoma en relacin a la familia (considerando las inestabilidades estructurales), se acerca ms a la idea de trayectoria que a la de transicin, entendiendo que una trayectoria es el efecto de mltiples

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relaciones de interdependencia, que implican tantoaspectos socioculturales como psicosociales de los individuos (Elias, Norbert. 1994, 1997). La nocin de trayectoria incorpora la idea del riesgo necesario, que es el que los jvenes estn dispuestos a asumir y son imponderables, que vienen de los acontecimientos y los efectos que escapan a la previsibilidad de los actores.Por lo tanto una trayectoria incluye el itinerario que se espera que los jvenes recorran en la sociedad a travs del estudio, el trabajo, la formacin de una familia, pero tambin se hace de las insurgencias, incorporando la lgica de los riesgos y lo imponderable como fuerzas vitales(De Ketele, Jean-Marie. 1999). El riesgo puede tener un doble sentido: uno positivo relacionado con el clculo utilitario en esta bsqueda del xito, cuando el negocio requiere de riesgos para obtener mayores ganancias, y el sentido negativo, asociado con personas o situaciones especcas, para lo cual se esperala ocurrencia de un accidente o evento que afecte adversamente el tema (La Mendola, Salvatore. 2005).El primer sentido est ms presente en las acciones de los jvenes, especialmente los que viven en situacin de desventaja social, procurando por medios lcitos o ilcitos superar estos inconvenientes.El segundo sentido, el negativo, est ms presente en las proyecciones que la sociedad hace sobre los jvenes que viven en los mrgenes: de ellos se espera lo peor. Uno de los efectos de estos discursos relativos a la juventud en situacin de riesgo es la produccin de la conformidad y la pasividad en la sociedad con respecto a la violencia que afecta a los jvenes.En Brasil, los homicidios y la violencia interpersonal es la causa principal de muerte en el grupo de 15 a 24 aos y esta tasa se mantiene casi sin cambios durante ms de una dcada, cuando comenzaron las primeras encuestas.Es como si la sociedad aceptase que ese es el destino de los jvenes que viven en barrios marginales y suburbios de las grandes ciudades.Y este aspecto revela otro efecto de ese discurso y que es la estigmatizacin de los jvenes pobres, basado en los marcadores de origen de clase, color o regionalidad (Tavares. 2009). Si por una parte del territorio surgen identicaciones de los jvenes como una zona que perciben como suya, como un lugar en el que ellos dominan los cdigos de sociabilidad y por tanto pueden sentirse protegidos, por otra parte el territorio tambin se utiliza parala demarcacin de las fronteras y para caracterizar el lugar de los aspectos selecciona-

dos con el n de lograr los objetivos predenidos.En lo que reere a la lucha contra el narcotrco por ejemplo, en las zonas urbanas la polica dene las favelas como un territorio ocupado y esto lleva a la identicacin por la sociedad entre el narcotrco y la favela, lo que refuerza los estereotipos que alimentan el proceso de estigmatizacin y la exclusin de estas poblaciones. Para evitar esta trampa de la generalizacin que conduce a la estigmatizacin y que produce amenazas en la vida de todos, los jvenes de las favelas tratan de caracterizar las diferencias entre ellos visualmente, utilizando prendas de vestir, cierta msica, marcando los lugares de reunin para cada tribu, y otras estrategiasvisuales no siempre percibidas por los menos familiarizados.La identicacin y la diferenciacin, convergen en la disidencia.Las demandas de los jvenes por el reconocimiento de su individualidad, de cada uno como una persona distinta, es una estrategia para escapar de esta morticante generalizacin.Sin embargo, esas reivindicaciones solo hacen efecto y por esto mismo, cuando se las entiende como estrategias colectivas para la produccin de nuevas subjetividades, como producto de las experiencias vividas por los colectivos, no solo por los individuos, que sienten las experiencias de forma similar y producen signicadosque colectivamente son atribuidos a esas experiencias. Territorios y lugares de las identicaciones y diferenciaciones Regina Novaes seala que el elemento comn entre las generaciones nacidas en la ciudad de Ro de Janeiro de la dcada de 1970 independientemente de la clase social, es el miedo. Miedo a morir, a causa de la creciente violencia ya sea de los delincuentes o de los agentes de la polica.Tambin el miedo al fracaso, de no tener trabajo, de no conseguir una posicin que pueda garantizar el acceso al mundo del consumo tan valorizado en las sociedades contemporneas. La ciudad llamada maravillosa en realidad se convirti en la ciudad del miedo, al igual que muchas otras ciudades de Brasil y del continente. El lugar de residencia es un factor importante en las interacciones sociales. Dependiendo de la residencia, las posibilidades de intercambios materiales y simblicos aumentan o disminuyen, acrecientan o restringen el acceso. Pero esto no se reere especcamente

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a la situacin geogrca del lugar, a su mayor o menor distancia de los centros de desarrollo ms dinmicos. Estamos hablando de una dimensin de la vida que conecta al individuo con las representaciones que se hacen sobre el lugar.En la actualidad, la direccin es ms que un marcador de las desigualdades sociales y de clase, pues es usado para estigmatizar a los habitantes de los lugares considerados violentos (Novaes, Regina. 2006; Tavares, Mauricio Antunes. 2009). La estigmatizacin es un proceso que se apoya en la produccin de estereotipos.Estos son construcciones discursivas apoyadas en imgenes y palabras cuidadosamente dispuestas para etiquetar y hacer reducciones generalizantes a partir de la seleccin o atribucin de caractersticas negativas sobre personas y lugares.Los estereotipos se denen como mensajes que presentan una verdad construida por la repeticin de las mismas palabras e imgenes, simplicadas sucientemente para reducir a esa persona o lugar al contenido que se pretende asociar a ellos. En este sentido, el discurso del estereotipo es una voz arrogante que juzga tener el derecho de decir lo que el otro es en pocas palabras (Albuquerque, Junior. 2001:20). Los jvenes que viven en las afueras de los centros urbanos o en zonas rurales conocidos por la presencia de la produccin de drogas son el objetivo de este discurso de los estereotipos.Sobre ellos se proyectan las peores expectativas: violentos, peligrosos, ociosos, amantes de lo que es inmoral o ilegal (Tavares, Mauricio Antunes; Jess, Alexandro Silva de, 2007).Cuando los jvenes de las favelas brasileas, sea en Recife, Ro de Janeiro y San Paulo van en busca de empleo y son abordados por la polica en las calles, basta decir donde viven para ser tratados con frialdad y desprecio.Es como si cada uno de ellos fuera portador de las caractersticas negativas que son resaltadas por los estereotipos que se construyen sobre el lugar donde viven. Amn del propio miedo al que estn sujetos por vivir en lugares donde el Estado no garantiza la seguridad de los residentes y por el contrario a menudo se comporta como una fuerza agresora, estos jvenes siguen teniendo la sensacin de despertar el miedo en la gente, estigmatizados por la apariencia y la pertenencia a los lugares del miedo. Lugares que las personas respetables evitan pasar y de residentes que son rechazados por la sociedad de las personas respetables.

El lugar tambin expresa la jerarqua de los valores de una sociedad (Tuan, Yi-Fu. 1983). Pero a travs de las experiencias otorgamos signicados a los espacios, construimos los sentimientos de pertenencia a los lugares. Podemos sentirnos libres o atrapados, conforme a las vivencias que tenemos en ellos. Nuestras grandes ciudades pueden ser percibidas como un espacio de libertad donde el colectivo ejerce formas menos personalizadas de control social sobre las personas en comparacin con las pequeas ciudades, pero tambin puede ser experimentado como un lugar de privaciones para los miles de personas que no pueden permitirse el lujo deasistir a los lugares de cultura y ocio de la ciudad, o que han sido traumatizados por experiencias de violencia en el espacio urbano.Las experiencias que vivimos en los espacios determinan nuestros sentimientos sobre ellos. El lugar existe a diferentes escalas (Tuan, Yi-Fu. 1983, 165),cuanto ms nos movemos en el espacio social, mayor es la sensacin de libertad que experimentamos.Ser libre es ejercer el poder de trascender la condicin actual, y una de las formas ms simples de la trascendencia es la locomocin. En las sociedades contemporneas, las tecnologas nos permiten movernos por el espacio globalizado de las comunicaciones virtuales alargando nuestro espectro de experimentacin de relaciones sociales.Podemos interactuar con cientos de personas conectadas en Facebook y Twitter, y tal vez al mismo tiempo acortamos la distancia entre las personas que encontramos en el espacio pblico. Adems de la conectividad en el mundo virtual, otra forma de conexin que permite a los jvenes trascender algunos de los lmites que marcan el lugar donde viven es a travs de proyectos sociales, por lo menos los buenos proyectos con jvenes que son un factor de diferenciacin y de alteracin del campo de posibilidades de cada lugar (Novaes, Mauricio Antunes. 2006; Tavares, Regina. 2009).Los proyectos de las ONG todava tienen la ventaja de ser ms exibles en comparacin con los proyectos del gobierno, pudiendo ser adaptados para satisfacer las demandas de los grupos sociales que participan.Estas organizaciones ayudan a poner al joven en la escena.En las ciudades donde operan, incluyen a los jvenes de la periferia en el escenario de las polticas pblicas del mismo que modo ocurre en el campo con la juventud rural.

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Se trata de iniciativas que ofrecen oportunidades a los jvenes a vivir experiencias de negociacin, incluso en condiciones mismas de realizacin del proyecto, ubicndolos en el lugar de protagonistas y co-responsables de las acciones.Tambin son espacios que crean nuevas redes de interlocutores, conectan jvenes de varias partes sea promoviendo el acceso a internet, facilitando las oportunidades de las reuniones entre ellos para compartir ideales e intereses similares o a travs del intercambio y la participacin en eventos. Las investigaciones realizadas en los eventos de jvenes, por ejemplo en los organizados por el sindicato de trabajadores rurales del MST, sealan que esos momentos son ricos en la promocin del intercambio de jvenes de diferentes mundos rurales y urbanos del pas (Castro, E. G. de. 2009).Estos encuentros favorecen las manifestaciones de la juventud como una idea-fuerza capaz de en determinadas circunstancias producir una pauta de reivindicaciones comunes y de ser representados como un grupo social.Pero por otro lado, permite la manifestacin de las tensiones y diferencias de orden cultural, tnico, religioso, de gnero, orientacin sexual y clase social.Algunas identicaciones entre estos jvenes emergen en el plano de la subjetividad y de los sentimientos compartidos y atraviesan las fronteras de los grupos sociales, tal es el caso del miedo a morir o el miedo al fracaso como nos hemos referido anteriormente.Tambin comparten el descubrimiento del placer, el amor y el intercambio sobre las experiencias de la vida cotidiana y el deseo de un mundo mejor, de paz, de dignidad para todos, de la bsqueda de un desarrollo que no destruya la naturaleza. Es cierto que los jvenes de hoy estn menos dedicados a las organizaciones polticas tradicionales como los sindicatos y los partidos o tendencias polticas.Es ms fcil que los jvenes se movilicen en torno de causas la preservacin del medio ambiente, contra el racismo, etctera y que se organicen para actuar en el mbito cultural.Sin embargo, estos nuevos compromisos alcanzan a una minora de jvenes.De todos modos, minoras tambin eran los jvenes que lucharon contra las dictaduras latinoamericanas o los identicados como, por ejemplo, la generacin del 68.Las minoras son importantes fuentes para problematizar la vida cotidiana y promover nuevas formas de ver y vivir en el mundo.Mannheim (1982) atribuye a la juventud la capacidad de reno-

var el repertorio cultural como resultado del contrato original, que es ese proceso de poner en tensin los valores aprendidos en los procesos de socializacin hechos en las experiencias propias de cada poca; no obstante, no conceba a la juventud como un todo sino que tambin refera a una minora esa capacidad de transformacin. Para Norbert Elias, los jvenes tienen una dosis mayor de esa fuerza que l llam como la necesidad de signicacin de la vida y que mueve a las personas a buscar una tica y una esttica diferentes. Pero tambin seala que solamente una pequea parte de los jvenes creaban antiactitudes, es decir las actitudes que iban directamente en contra de los valores y costumbres de la poca. Qu es lo que sera tpico de estos jvenes que participan en diversas causas hoy en da? En una lectura comparativa de dos generaciones, Regina Novaes retrata a los jvenes militantes de los aos 1960-70 pertenecientes a organizaciones de izquierda y pastorales de la Iglesia vinculados a la teologa de la liberacin, que procuraban ser iguales e invisibles tratando de organizar al pueblo para convertirse en los autores de la transformacin.Y aade que los jvenes de hoy quieren mayor visibilidad de sus acciones, la autora de lo que hacen y el reconocimiento de que son diferentes de aquellos que permanecen indiferentes a las causas que ellos denuncian, incluso aunque sean el pueblo. Los jvenes que en los aos 1960-70 estaban activos en organizaciones de izquierda y en la pastoral social crean que las ideas que haban defendido tenan la fuerza para concientizar al pueblo y transformarlo en protagonista del cambio social.Por esto, en el caso de los activistas de izquierda, procuraban estar entre el pueblo como personas iguales e impersonales siguiendo una racionalidad materialista. En el caso de los clrigos y agentes pastorales, las acciones se basaban en la solidaridad cristiana.Estos jvenes activistas del pasado crean que eran instrumentos para movilizar al pueblo, actor adormecido. Entre una y otra poca han cambiado muchas cosas en el mundo.En poltica, el n de la URSS y la cada del Muro de Berln golpearon a los partidos polticos de izquierda. La poltica dominada tradicionalmente por los sindicatos y los partidos polticos vera a la juventud avanzar rpidamente.Hoy da la participacin de los jvenes ocurre en torno a situaciones particulares de los grupos, a excepcin de la causa ecolgica

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que sigue siendo un tema universal.Las acciones son ms localizadas y organizadas en torno a situaciones especcas, y esto tambin se aplica a la causa ecolgica, lo que demuestra que la universalidad de la causa no corresponde a la universalidad de la accin.Solo acontecen grandes movilizaciones en tiempos de crisis o en eventos que forman parte de una agenda ms amplia de la poltica tradicional, tales como el Foro Social Mundial o la Parada Gay. De acuerdo con esta lectura sostenemos que los jvenes de hoy, especialmente los organizados en causas sociales o de trabajo en el campo cultural, quieren ser reconocidos como autores, buscan dar visibilidad a sus acciones y demandas, a sus causas, asus culturas, a sus identidades.En torno a la posicin de disidentes reclaman el derecho a impugnar los estilos de vida ajustados a la cultura dominante (Jos Machado Pais, 2006). De las experiencias de vida a la experiencia escolar Walter Benjamin a principios del siglo XX seal la paradoja de vivir en un mundo cada vez ms poblado de estmulos, pero contradictoriamente sostena que las personas estaban cada vez ms pobres de experiencias.El racionalismo cientco sustituy la experiencia como fuente de conocimiento por el experimento, el cual no es ms que la combinacin de elementos en circunstancias controladas por los humanos.En la experiencia, aprendemos con la razn y el cuerpo, en el experimento, solo la razn pura es lo que nos gobierna (Immanuel Kant, 2009). Entendemos la experiencia como Heidegger:
[...] Hacer una experiencia con algo signica que algo nos sucede, nos llega, que se apodera de nosotros, que cae y se vuelve.Cuando hablamos de hacer una experiencia eso no signica precisamente que dejamos que esta pase, hacerla signica aqu: sufrir, padecer, tomar lo que nos alcanza receptivamente, aceptar la medida en que nos sometemos a ella.Hacer una experiencia quiere decir, entonces, aceptar la medida en que nos sometemos a eso.Por lo tanto, puede ser procesada por dichos experimentos, de un da para otro, o en el curso del tiempo (Jorge Larrosa, 2007: 134).

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La experiencia entonces sera aquello que nos afecta, que nos mueve, que deja huella en nosotros.La experiencia no es lo que sucede en la vida, sino lo que sucede en nuestras vidas produciendo signicados, recuerdos, aprendizajes.Consumimos el arte, pero el arte que consumimos nos atraviesa sin dejar una huella en nosotros.Estamos informados, pero nada nos conmueve en lo ntimo (Jorge Larrosa, 2007: 132).Hay una diferencia entre lo que sabemos y lo que somos.En este concepto de experiencia tomado de Heidegger est implcita la idea de que esta sera mediadora entre el conocimiento y la vida, una manera de aprender a vivir que va ms all del alcance de conocimiento acadmico/cientco y llega a todos los niveles de la vida: intelectual, moral, poltico, esttico y afectivo.Mientras que la ciencia y la tecnologa se ocupan de las cosas universales y objetivas, la experiencia traduce cosas particulares y subjetivas, relativas a lo que se sufre en ellas y por las que se va madurando.La experiencia congura una personalidad, un carcter, una sensibilidad, forjando en la persona la tica (un modo de conducirse) y la esttica (un estilo). (Jorge Larrosa, 2007: 138). Para Nstor Canclini, los sujetos que crean nuevos estilos de vida y modos de conducta viven en trnsito hacia la interculturalidad, entre su origen y los lugares por donde circulan protagonizando prcticas sociales de resistencia y de creacin, aun con las limitaciones del cotidiano dela sociedad (Nstor Garca Canclini, 2009: 197). Este sujeto se forja en la experiencia social de los que viven en condiciones subalternas, los outsiders del sistema, de los que viven en las periferias de los sistemas de produccin y circulacin de bienes materiales y culturales.Puede ser un pueblo indgena del continente americano que se conecta con grupos de diversos pases, organizaciones multilaterales y empresas para negociar las condiciones que permitan mejorar la vida de la comunidad; pueden ser los inmigrantes latinos que viven en las ciudades estadounidenses y europeas aprendiendo nuevos idiomas y nuevas culturas mientras que en la vida cotidiana se van inuenciando en el idioma y las costumbres de estos pueblos con los que se mezclan; pueden serlos grupos de jvenes del hip-hop y el grati, los movimientos de las personas sin hogar que ocupan predios vacos en los centros de las ciudades, los Sin Tierra que se movilizan para regresar a la tierra, grupos de promocin de productos de tecnologa,arte y cultura, y muchos otros actores sociales que transgreden las delimitaciones sociales que denen la propiedad, que pertenecen

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a determinadas colectividades materiales y simblicas y no a otras.Esos son algunos de los actores que experimentan procesos hibridadores deslocalizando las relaciones de poder centro/periferia, dando visibilidad a las formas silenciosas de resistencia contra las imposiciones de los centros de poder, y al hacerlo silenciosamente en lo cotidiano implosionan las formas tradicionales de jerarqua entre centro y periferia, dominante y dominado, para multiplicar las relaciones de intercambio, confundiendo las deniciones y lmites entre ambos (Nstor Garca Canclini, 2009). Por esto, para Canclini, las ciencias sociales deberan identicar y comprender los lugares en los cuales los sujetos subalternos en la vida cotidiana entran en contradiccin y conicto con la estructura social, y cmo potencialmente crean mecanismos de escape y resistenciadelimitando espacios marginales y alternativos que interactan con el sistema pero tambin lo debilitan. Estos actores viven experiencias que evocan una heterogeneidad de lo vivido, una diversidad, (Dubet, Francois. 1996:184).Son situaciones que conducen a los actores a combinar diferentes lgicas de accin para encontrar respuestas a la pluralidad de situaciones y limitaciones. Segn Dubet, son tres los tipos de lgica de accin presentes en las interacciones sociales: la lgica de la integracin, de la estrategia, y la del sujeto o la subjetividad.La primera, la lgica de la integracin, es la dimensin donde operan las identicaciones de origen, de nacimiento, de valores culturales fuertemente arraigados que las interacciones sociales van forjando en la denicin de las distancias entre nosotros y ellos por la diferencia y la extraeza.La segunda lgica denominada de la estrategia es la realizacin de la identidad integradora en un contexto de competencia, cuando la identidad social se convierte en un recurso para lograr los objetivos. Y en tercer lugar, la lgica de la subjetividad, reconoce al sujeto como creador en la sociedad en la medida en que admite que el individuo no es reducible a sus funciones o sus intereses pudiendo actuar de manera crtica y creativa.Para ejercer esta actividad crtica, se supone la existencia de una lgica cultural por la cual el actor se distingue de otros tipos de lgica: [...] la subjetivacin es inconcebible sin la referencia a una concepcin de la creatividad humana y de una tica, sin unadenicin de la autonoma (Francois Dubet, 1996: 191).

Para este mismo autor, la nocin de experiencia social contribuye decisivamente a superar la idea de accin global del sistema y su opuesto, es decir el proyecto global de desalienacin y emancipacin de la humanidad. La complejidad de pensar la vida en las sociedades contemporneas nos obliga a revisar constantemente las categoras con las cuales estbamos acostumbrados a pensar el mundo en la modernidad. La revolucin digital, con la consiguiente intensicacin de las comunicaciones y la produccin de bienes materiales y culturales, el crecimiento del capital nanciero y la profundizacin de la industrializacin y los efectos perjudiciales de estos sobre la subjetividad (Simone Weil, 1979), modicaron profundamente la manera en que producimos y,en consecuencia, la forma en que vivimos. Retomar la experiencia como fuente de pensamiento nos permite hoy rechazar el monopolio de la racionalidad cientca occidental, la forma en que ella fue construida, excluyendo el mundo sensible en la produccin de las verdades como propulsor de un proyecto emancipatorio que liberara a la humanidad de las opresiones.La concepcin del sujeto de la experiencia social diere de la forma en que se concibe al sujeto en el historicismo y en la razn iluminista.Si bien Dubet admiti que nadie vive de la representacin social del sujeto, cualquiera sea, como la de un ego que vive a pesar de la sociedad, el autor arma la idea de que el sujeto se produce en la interdependencia entre las acciones individuales y que su identidad est formada porsu tensin con el mundo. La nocin de experiencia acarrea la tensin que se puede encontrar en la realidad multifactica de la vida de los jvenes, tensiones que tambin derivan del esfuerzo continuo de la combinacin de esas lgicas de accin en bsqueda de oportunidades de realizacin.Son tantas las combinaciones como la variabilidad de las experiencias juveniles, por esto es que los jvenes pueden oscilar de una conducta a otra dependiendo de las circunstancias y las oportunidades: Ellos viven en varios mundos almismo tiempo, tanto en las comunidades y en una cultura de masas, en la exclusin econmica y en una sociedad de consumo, en el racismo y la participacin poltica... (Francois Dubet, 1996:18). Por lo tanto, se puede decir que la juventud de los suburbios son ejemplos vivos de las contradicciones de nuestra sociedad: si los jvenes pobres son excluidos de los diferentes mercados el mercado escolar, el

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mercado laboral y el mercado del consumo, ellos se constituyen como excluidos perono como marginales en la medida en que participan plenamente de la cultura de masas, que les posibilita crear estticas estilizando la vida en los suburbios.La integracin que la sociedad les seala, implica la aceptacin de la dominacin y el monopolio de la violencia por parte del Estado.Las experiencias que vivencian tienen el sentido de aprender a ser parte, a integrar, pero sin aceptar pasivamente la subalternidad como horizonte de la vida. Si la experiencia es una forma de aprendizaje en la vida, entonces, qu es lo que la escuela tiene que ensear a los jvenes y cmo ensea lo que tiene que ensear?Qu es lo que la escuela tiene para ofrecer a los jvenes que quieren ser diferentes, personales y visibles? Para el socilogo portugus Rui Canarias la escuela moderna sigue una forma que se puede llamar universal: la organizacin se basa en la distincin de clases de edad y las jerarquas en el aprendizaje del contenido en torno de los cuales se renen los salones de clases, que son ms o menos homogneos en la edad o en el nivel de conocimiento del contenido, y los coloca bajo la tutela de un profesor. Esta construccin histrica que evolucion de la forma un maestro a un aprendiz y asumi la forma escolar un profesor para una clase es lo que viabiliz el sistema escolar.Y este sistema proporcion la masicacin de la escolarizacin, especialmente desde la segunda mitad del siglo pasado cuando se comienza a hablar de la crisis de la educacin.La crisis entonces tiene su origen en esta brecha que surge entre una institucin diseada para estandarizar el proceso de enseanza, tratando de homogeneizar el pblico, y el ingreso de un pblico cada vez ms heterogneo, aumentando y diversicando las tensiones internas dentro del sistema escolar.La homogeneizacin del pblico era un efecto provocado por el proceso de enseanza a partir del mecanismo de evaluacin individual del desempeo escolar.Sin embargo, la valorizacin de la educacin pblica por las clases populares y la concientizacin y conquista de los derechos de ciudadana por esta poblacin transforman en cuestin social la evasin y la repitencia escolar, antes ausentes del debate pblico. Estamos de acuerdo con Rui Canarias en que la educacin que est en crisis es la de la escuela de los diferentes. El programa escolar se basa en la idea de que la escuela debe formar ciudadanos a partir de los valores considerados comunes en la sociedad,

independientemente del pblico que atienda.Un programa como este est profundamente arraigado en el republicanismo, pero encuentra un pblico que reclama el reconocimiento de la diferencia, la valorizacin de la persona y de las referencias identitarias ms signicativas que se forjaron en las experiencias de la vida cotidiana.Este aprendizaje que viene de las experiencias no encuentra cabida en el programa escolar, porque uno de los fundamentos de la escuela es precisamente la separacin entre el saber y el hacer. Por esto los jvenes en la escuela van a hacer uso del espacio escolar de forma de recrear dentro de la escuela el ambiente para mostrar las experiencias que ellos viven afuera.Esta es una estrategia para dar visibilidad a sus conocimientos y prcticas que no tienen recepcin en la institucin.Siguiendo la lnea de Michel de Certeau en relacin con la capacidad de inventar nuevas formas de usos y costumbres, podemos decir que los jvenes reinventan la escuela en el uso del espacio-tiempo de la vida escolar.Y lo hacen transgrediendo normas, subvirtiendo los usos de los espacios para crear un escenario que les recuerda su territorio ya que el programa escolar tambin se caracteriza por ser extraterritorial, santuario separado para el conocimiento acadmico. La experiencia escolar negativa puede ser manifestada por una queja comn entre muchos jvenes: la rutina escolar aburrida. Muchos testimonios de los jvenes que participaron de nuestra investigacin apuntan a la vivencia en el sistema escolar como una rutina, como una obligacin, como una etapa soportada obligatoriamente para alcanzar las metas que tienen poco o nada que ver con el conocimiento Conclusin La heterogeneidad de la conducta de los jvenes en el barrio y en las escuelas del barrio oscila entre las estrategias de integracin y de subjetivacin, formando un caldo de acciones que no son fciles de comprender con los cdigos de sociabilidad que operamos. La integracin a la que aspiran no puede ser la esperada por nosotros los adultos tal como vivimos en la sociedad actual. Muchas veces, son acciones que denuncian la forma en que nos integramos a la sociedad y nosotros las interpretamos como acciones anti-sociales. Las conductas excesivas, las tensiones que llevan a las explosiones de violencia no parecen explicarse

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nicamente desde una racionalidad desviante. El patrn de comportamiento puede ser mucho ms complejo que el de la clasicacin comportamiento desviante. Observando las trayectorias escolares y las condiciones de vida de muchos de esos jvenes que estn en las escuelas pblicas perifricas, podemos entender porqu los jvenes se aferran al presente y se consagran a este como el tiempo ms valioso para sus vidas. En la vida contempornea de nuestras sociedades, donde el riesgo y la precariedad estn presentes desde los contratos de trabajo hasta los contratos matrimoniales, cuando el pasado es el desencanto y el futuro, improbable, toda la densidad de la vida est en este instante. Pensando en el sentido intercultural del tiempo, como nos propone Nstor Canclini (2009), vemos que el tiempo es distinto en cada sociedad, el sentido que el tiempo tiene en la contemporaneidad es el siguiente: todo est en este instante! Y ese presentismo no es caracterstica exclusiva de las culturas juveniles, sino que est incrustado en las actuales condiciones de reproduccin del capital, la comunicacin, la poltica, la vida cotidiana y el consumo. En el mercado nanciero, un momento es suciente para quebrar un banco, comprar una empresa, fundir un pas en recesin. La comunicacin es posible con un clic del mouse, podemos conversar con personas en cualquier parte del mundo y al mismo tiempo, nuestros ojos pueden pasear por los blogs de noticias y cuando leemos la portada del peridico del da siguiente nos parece que las noticias del da anterior ya son viejas. Con una tarjeta de crdito adquirimos cremas de tratamiento antienvejecimiento para mantenernos jvenes, en apariencia, a medida que envejecemos. Aceleramos el tiempo de hacer y retardamos el tiempo de ser. Como una de las principales instituciones socializadoras de los individuos en la sociedad moderna, la escuela es parte del arsenal de posibilidades que esa misma sociedad ofrece para formar a los jvenes y, al mismo tiempo, les da la oportunidad de crear expectativas de satisfaccin personal. Pero tambin la escuela, contribuyendo a ampliar el conocimiento y las posibilidades de desarrollo de las capacidades individuales, colabora tambin en aumentar las posibilidades de frustracin de los jvenes (Elias, 1994b). Sometidos a un programa extenso de estudios, largo en el tiempo, empleado para aprender la variedad y

cantidad de contenidos curriculares de diferentes disciplinas, gran parte del conocimiento que se exige que los jvenes aprendan para progresar en el sistema escolar deber ser abandonado cuando, en la vida adulta, opten por una carrera profesional. La forma a travs de la cual la experiencia escolar ser vivida tendr muchas variantes debido a las estructuras objetivas que condicionan la relacin de enseanza y aprendizaje, y debido tambin a las experiencias de subjetivacin, como muchas veces ocurre en nuestras escuelas. Sea cual sea el resultado nal de las trayectorias escolares de los jvenes, los efectos de la experiencia escolar van a inuenciar las posibilidades futuras de cada uno.

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La experiencia intergeneracional de los nativos paritarios


Sergio Balardini

Las necesidades materiales operan en ciertos sectores como dinmicas socioculturales, expectativas y deseos de los adultos que no estn dispuestos a renunciar a sus satisfacciones individuales. La falta de este equilibrio genera en ocasiones que nias, nios y adolescentes se sientan ms hurfanos que autnomos.

Me gustara hacer referencia a lo intergeneracional en relacin con cuestiones vinculadas a los cambios en las instituciones, a la autonoma de la familia, a las iniciaciones ms tempranas, a la cuestin de gnero, a los derechos y a la lgica del cambio como algo permanente. Empezar por las transformaciones de la vida familiar porque all es donde se generan ciertas dinmicas que son tambin polticas. Es en la familia donde se construyen otras relaciones de poder y nuevas subjetividades a travs del intercambio con las nuevas generaciones. Por un lado, contamos hoy con diversos tipos de familia reconocidas socialmente: las ensambladas, los hogares monoparentales, las uniones de hecho, etctera. Todas bien diferentes de aquella idealizada de: padre, madre e hijos, con mujer en el hogar y varn omniprovidente. Y por otro, tenemos nuevos roles para las mujeres diferentes de aquel tradicional de la reproduccin, de lo domstico por los cuales salen al mundo productivo, pblico y poltico, transformando subsidiariamente toda una serie de dinmicas al interior de la familia (y con ello no quiero decir que haya una nueva distribucin igualitaria de roles, sino que se ampla esencialmente el de las unas frente a los otros).

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Estamos junto a mujeres que pueden sostener hogares monoparentales, que tienen sus propios recursos por haber ingresado al mercado de trabajo, que tienen vida pblica y productiva y esto redunda en un cambio en la relacin de poder y en la dinmica de la toma de decisiones al interior del grupo familiar. Cambian las relaciones de poder entre varones y mujeres y, como consecuencia, se hace necesario dialogar, consensuar y negociar, frente a otras voces que disienten de la autoridad tradicional. Adems, a la hora de argumentar nos hallamos frente a una variedad de discursos en juego: ms racionales o afectivos, tradicionales o referidos a las costumbres, vinculados al inters personal, a las ganas, y todos operan como igualmente legtimos. De este modo se rompe con el modelo del varn omnisapiente que decida para y por todos, pero no para pasar a un nuevo modelo nico a seguir sino para hacer convivir mltiples alternativas sobre los modos de tomar decisiones y junto con ello de construir autoridad. Diana Mafa dice algo muy interesante al respecto: sostiene que cuando se rompe el modelo hegemnico en cuestiones de gnero, en un primer momento aparece un segundo modelo, pero rpidamente aparece un tercero y enseguida un cuarto; en denitiva, lo que importa es la ruptura del dique que operaba como muro de contencin. Al tiempo que se quiebra, se constituye un dispositivo diferente para producir autoridad, para reconocer cmo se toman las decisiones, cmo se constituyen los saberes, cmo se sostienen y respaldan en los sujetos y a travs de qu dinmicas. Pero esto no se trata slo de mujeres y de varones (padre y madre en la escena clsica), ya que adems hay otras guras

Sergio Balardini
Licenciado en Psicologa, especialista en temas de adolescencia y juventud. Es Director de Proyectos de la Fundacin Friedrich Ebert, participa del Programa de Estudios de Juventud de la Flacso, y es consultor de la Organizacin Iberoamericana de la Juventud (OIJ). A lo largo de los aos ha desarrollado diversas actividades vinculadas al desarrollo social, educacin y juventud, a nivel municipal, provincial y nacional.

dentro de la familia ampliada, los abuelos y las abuelas, y que no son los de hace 30 o 40 aos: son abuelas y abuelos muy activos, hasta pueden ser colegas de sus hijos y adems tienen una vida creativa, productiva e interesante. Si los padres dicen hoy te dejamos al nene, ellos responden pero nosotros tambin tenemos planes. Es decir, el coro de quienes tienen voz propia y algo para decir se ampla, y, adems estn los hijos e hijas que invitados tantas veces a opinar, hacen preguntas, sugieren, se consultan entre ellos, forman alianzas temporales (frente a una eleccin) y, a veces, frentes de largo aliento (ms programticos). Se va construyendo as una relacin en que unos y otros opinan y los que antes detentaban el poder de modo autoritario (aunque fuese bienhechor o benevolente), comienzan a integrar al resto que proclama yo hablo, yo pienso diferente y quiero comunicarlo, aun cuando en lo particular nadie les haya pedido opinin. En denitiva, surgen en el seno de las familias unas dinmicas de poder, de reconocimiento de la autoridad, modos de tomar decisiones, de intervenir en ellas y en el lmite, de respeto, muy diferentes de las tradicionales. Ahora bien, estas nuevas caractersticas se trasladan a travs de las alumnas y alumnos, y de sus padres y madres, a instituciones como la escuela. Hay un artculo que se conoci ya en los noventa, su ttulo es Aliengenas en el aula1 y que expresa bien esta circunstancia, docentes en situacin ulica que en lugar de verse frente al sujeto pedaggico prometido encuentran frente a ellos a pequeos aliens, que manejan cdigos de comunicacin y conductas extraos a su cultura (y formacin docente). Muy aleccionadora gura; sin embargo, me gustara resaltar que es de doble va, es decir que quien est frente a los pequeos aliens resulta para estos un gigante marciano, o sea, para ellos tambin es alguien que se maneja con un cdigo que les es extrao. El gran cambio se produce en la distribucin de poder entre los gneros y en la modalidad de procesar la toma de decisiones con nfasis performtico en las familias. Desde luego que en esto tambin aportan los medios de comunicacin que a travs de distintos programas muestran dichas transformaciones, sea en tono de drama, comedia o docu1

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Bigum; Green, Aliens in the classroom (Extraos en el aula). Camberwell, Victoria, vol. 37, n 2.

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mental. En cuanto a las publicidades, vemos en ellas una puja de nuevos y viejos modelos. Y en lo que hace a programas especcamente creados (diseados?) para nias y nios, hay una mayor complejidad en tramas y desarrollos. Antes los roles de gnero eran siempre los mismos, las mujeres como princesas o brujas, en cambio ahora las chicas son superpoderosas, heronas de todo tipo y color con las que se pueden identicar. No est de ms agregar que en un contexto como el de Latinoamrica ya tenemos en nuestro haber varias presidentas: Cristina Fernndez, Michele Bachelet, Dilma Rousseff, slo por nombrar algunas. Creo que hoy existe una suerte de desregulacin entre generaciones y donde muchas veces no queda claro si los adultos dejan hacer a sus hijos para que estos construyan autonoma o si hay cierto abandono de parte de los adultos. Es un tema complejo porque por un lado pueden existir necesidades materiales (un factor econmico que inuye con fuerza en determinados sectores), pero en otros operan claramente dinmicas socioculturales, expectativas y deseos de los adultos que no renuncian a sus satisfacciones individuales, al tiempo para compartir con amigos, a sus gustos y modalidades de consumo no siempre compartibles con sus hijos e hijas. Sin nimo de juzgar, es evidente que no siempre se halla un nuevo equilibrio y, en consecuencia, es frecuente que nias, nios y adolescentes muchas veces se sientan ms hurfanos que autnomos. Dada la complejidad de estos vnculos, me pareci oportuno desarrollar cuatro tipos tericos, ideales, que puedan facilitar la comprensin de las diferentes posiciones desde las que se construye la autoridad en las relaciones familiares. El primero de ellos hace referencia a la autoridad conservadora, jerrquica, autoritaria, centrada en el adulto, en nada dialogal, el modo frente al que la generacin de jvenes de los sesenta se rebel. El segundo es una autoridad liberal, que es horizontal aunque pasiva y donde los adultos tienen dicultades para ejercer su rol, en la que los jvenes cada vez ms buscan las respuestas entre pares. En la pelcula Nadar solo se puede ver un ejemplo de ello, una relacin entre padre e hijo horizontal pero sin direccin, el padre aparece despus, no antecede, no previene, se construye un vnculo que no es dialogal aunque presume de horizontal. El tercer modelo es el de la autoridad democrtica, que si por un lado es horizontal, es tambin activa, lo cual la vuelve muy compleja

porque trata de ir al encuentro, al reconocimiento de los derechos de la generacin ms joven, pero al mismo tiempo tambin es asimtrica en cuanto a las responsabilidades puestas en juego. All encontramos la produccin de diferencia fundamental para la generacin de nuevos sentidos. Y nalmente podramos ver un cuarto tipo de autoridad radical, que en ocasiones se confunde con la liberal pero en la que se acenta la simetra desde una conviccin ideolgica y no desde la imposibilidad de ejercer el rol. Un enfoque con efectos muy diferentes si se aplica a nios, adolescentes o jvenes. Vale aclarar que estas cuatro categoras representan ideales, no se encuentran en la realidad de manera pura sino que por el contrario hay cruces entre unas y otras que dan cuenta de una enorme complejidad. En cuanto a las atribuciones modernas del rol de adulto (que desde luego podrn discutirse pero no obviarse), la siguientes cuatro aparecen como las fundamentales: proteccin, provisin, proyeccin y transmisin. Si nos preguntamos en cada caso cmo es la intervencin de los adultos, nos encontraremos con que las ejercen con menos intensidad y presencia, e incluso en muchos casos quienes las ejercen, cmo pueden y en las condiciones que les ha tocado, son los nios o adolescentes mismos. Pareciera que ha llegado la hora de preguntarnos sobre el modo de ser adulto hoy, sobre las distintas adulteces, y matizar un poco la pregunta sobre las adolescencias. En ese marco entran en juego diferencias marcadas con el ayer noms, en dnde el conicto entre las generaciones se expresa actualmente ms en trminos de desconexin que de rebelda. La condicin es que hay menos adulto slido y rgido frente al cual rebelarse, entonces, a qu oponerse? Podramos decir que el conicto entre generaciones se traduce ms en la imposibilidad de encontrar a los jvenes donde uno los espera, es como si estuviesen en una especie de mundo paralelo. Cuando los vemos no necesariamente estn, y cuando no los vemos, tal vez estn. Tambin existe hoy una nueva distribucin de saberes socialmente relevantes que est presente en los vnculos familiares, especialmente evidente en el caso de las habilidades tecnolgicas. Estamos ante la emergencia de una generacin de nativos paritarios con la cual hay una relacin de horizontalidad de nuevo tipo, don-

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de se toman decisiones entre pares, entre distintos gneros. Se establecen nuevas jerarquas plebeyas frente al saber experto, se construyen las respuestas entre todos, incluso tambin las preguntas, estableciendo de este modo familias deliberantes de diverso tipo en las cuales opera la interactividad con otros, que ahora son escuchados. A su vez, todos nos hemos vistos seducidos por la dimensin del consumo muchas veces en demrito a la de la ciudadana. Parte de ese proceso deriva en una mayor autonoma de la familia, en iniciaciones ms tempranas, en una dinmica de pares que se distingue por el hecho de no estar tensionada por impares. El marco es una sociedad en la que pesa menos lo estable y lo rgido, el arraigo en el pasado y la proyeccin al futuro, y en la que se hace ms relevante el cambio como algo permanente asentado en un consumo viral que se replica en todos los rdenes, tambin en las relaciones interpersonales que asumen la exibilidad y la incertidumbre como rasgo. Una especie de sobrecarga de presente. Y por supuesto estos cambios, estas nuevas escenas, se trasladan a la escuela generando una ruptura entre las correlatividades, entre edades y saberes. Hoy la tecnologa, las pantallas, invaden la vida de los adolescentes y jvenes con mltiples informaciones en cualquier momento y lugar. Se dan cambios en las relaciones de gnero y generacionales, rupturas de un modelo hegemnico de autoridad que no desaparece, sino que sigue operando de diversos modos pero ahora junto a otros. Todo esto transforma tambin las relaciones en la escuela, donde parte de la experiencia, de la tradicin y de los viejos saberes histricamente constituidos pierden pertinencia y comienzan a enfrentarse con nuevos saberes que traen los chicos, como tambin nuevos modos de procesar los vnculos entre pares e impares. De esta manera la autoridad cada vez ms se convierte en algo que se construye y se produce a diario y se encuentra menos determinada y cerrada por la institucin, tensionada con lo que sucede en las nuevas familias (mientras que antes la dinmica de estas la acompaaban), sino que la autoridad se nos presenta en un entorno y con actores claramente dinmicos, diferentes y activos que reclaman por un lugar.

Conictividad escolar y modelos de autoridad: tensiones desde los aos 60


Daniel Mguez - Paola Gallo

Los cambios en la estructura social desde mediados de los aos 70, profundizados en la dcada del 90, erosionaron viejas formas de articulacin social estructuradas en torno a la familia nuclear, los vnculos asalariados, y los ciclos escolares prolongados como estrategias de ascenso social.

Introduccin En el transcurso de los ltimos aos la articulacin entre el mundo familiar y la institucin escolar ha sido objeto de renovado inters en el campo de los estudios sociales. En cierta medida, ello se debe a que tanto en el medio escolar como en el contexto familiar los vnculos intergeneracionales se han vuelto problemticos. Esto es, las relaciones entre adultos y jvenes no se desenvuelven siguiendo parmetros naturalizados al punto de expresarse como pautas de comportamiento espontneas e irreexivas (un habitus), sino que los actores involucrados en este tipo de relacin deben realizar permanentes esfuerzos por desarrollar formas de interaccin satisfactorias para el conjunto de los involucrados. A decir verdad, siempre la trama de articulaciones entre generaciones, particularmente entre adolescentes y mayores, ha sido objeto de tensiones; sin embargo lo que distingue a esos vnculos hoy no es tanto la presencia de conictos como la relativizacin de las formas tradicionales de respuesta a ellos. Si antes las sanciones en la escuela (amonestaciones, suspensiones y expulsiones) o en la familia (castigos, o incluso tambin la expulsin del seno familiar) estaban claramente esta-

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blecidas, hoy no es consistentemente as y se buscan permanentemente formatos novedosos para establecer esas regulaciones en los vnculos de autoridad (Tenti, 2004), la eliminacin del rgimen de sanciones disciplinarias a travs de amonestaciones y su sustitucin por los consejos de convivencia escolar. En este marco, nuestra hiptesis es que las regulaciones de los vnculos intergeneracionales se han fragilizado al comps de un creciente debilitamiento de los modelos tradicionales de autoridad que normalmente modelaban esos vnculos. A su vez, dicho debilitamiento se explicara por una serie de procesos complejos que no son necesariamente excluyentes entre s y que tampoco tienen cronologas plenamente coincidentes. Un proceso de ms largo aliento, aunque con algunas inexiones notorias,

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Daniel Mguez
Es Ph. D. en Antropologa Social por la Universidad Libre de Amsterdam y Licenciado en Sociologa por la Universidad de Buenos Aires. Ha hecho pasantas posdoctorales en la Universidad de Yale, Estados Unidos. Se desempea actualmente como docente de grado y posgrado en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires y es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Cientcas y Tcnicas. Desde el ao 1988 ha abordado en sus investigaciones temticas que articulan cultura y marginalidad, concentrndose en las reas de religin, educacin y delito. Investigador del Conicet.

Paola Gallo
Profesora y Licenciada en Historia. Diplomada en Estudios Avanzados en Cultura y Sociedad (Instituto de Altos Estudios Sociales de la USAM) y Doctora en Historia por la UNCPBA. Becaria doctoral y posdoctoral de Conicet hasta abril 2011. Se desempea como auxiliar docente ordinaria en la FCH de la UNCPBA. Actualmente participa como Investigadora en el proyecto Las Dinmicas de la Conictividad Escolar. Exploraciones Diacrnicas y Sincrnicas de los Vnculos Intergeneracionales, nanciado por Conicet (dirigido por el Dr. Daniel Mguez). Radicado en el IEHS.

puede reconocerse en los cambios tendientes a moderar las diferencias jerrquicas en las relaciones intergeneracionales que habran sido mayores en las tradicionales formas de autoridad parental y escolar. Tanto en el espacio escolar como en el familiar, estas mutaciones y emergencias se traduciran en una tensin entre viejos y nuevos modelos de autoridad que lejos de eliminarse uno a otro, conviven desde hace varias dcadas dicultando las posibilidades de un ordenamiento consensuado de las interacciones al interior de esas tramas sociales. Si bien estas dinmicas pueden identicarse en parte con las mutaciones en los vnculos de gnero y generacin que se plantearon a partir de la salida de las mujeres al mercado laboral y de la inuencia del psicoanlisis en las percepciones de las relaciones intrafamiliares y escolares durante las dcadas intermedias del siglo XX, tambin es posible reconocer momentos de aceleracin y profundizacin de ese modelo relacional; por ejemplo en la emergencia de nuevas culturas juveniles en los aos 70 y mas tarde en los aos 80 cuando el retorno de la democracia incentiv la vigencia de nuevas libertades y mayor horizontalidad en los vnculos. A su vez, y de una manera compleja y paradjica, los cambios en la estructura social ocurridos desde mediados de los aos 70 y profundizados en la dcada del 90 contribuyeron a relativizar las formas tradicionales de vinculacin intergeneracional. Los procesos de pauperizacin, de desempleo prolongado y de incremento de la pobreza estructural ocurridos desde esos aos y al menos hasta iniciado el siglo XXI fueron erosionando viejas formas de articulacin social, estructuradas en torno a la familia nuclear, los vnculos asalariados, los ciclos escolares prolongados como estrategias efectivas de ascenso social. De esta manera, a la dinmica de transformacin inducida por una mutacin ideolgica en la sociedad, se sum, con complejas e inesperadas articulaciones, una mutacin estructural de larga duracin. Si bien esta, en algunos sentidos, favoreca la horizontalidad de los vnculos intergeneracionales, lo haca en un contexto que lejos de promover un orden social ms simtrico y democrtico profundizaba las disimetras sociales, al menos entre clases aunque no necesariamente entre generaciones. Partiendo de esta perspectiva, el presente artculo busca explorar esas tensiones entre viejas y nuevas formas de autoridad intergeneracional y la manera en que ellas se asocian al conicto al interior del

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espacio escolar. Se trata en este caso de una primera aproximacin a partir de datos que tienen an un valor ms indicativo de la plausibilidad de esta explicacin que la capacidad de alcanzar una demostracin denitiva de estas hiptesis. De todas maneras, creemos que es posible mostrar hasta cierto punto la productividad de prestar atencin a estas formas de asociacin entre autoridad y conicto. Para ilustrar esto se presentarn sucesivamente datos provenientes de dos fuentes. Por un lado, expondremos resultados de una encuesta exploratoria realizada en escuelas de sectores bajos, medios y altos de una ciudad intermedia de la provincia de Buenos Aires. Por otro, presentaremos los resultados de una indagacin sobre archivos periodsticos de una ciudad intermedia de la provincia de Buenos Aires (Tandil) donde se registraron los modelos de autoridad vigentes en algunos perodos clave del proceso que estudiamos.1 El artculo se ordena, as, en dos partes. Inicialmente, reconstruiremos una imagen sincrnica y esttica de los procesos que estudiamos a travs de los datos de la encuesta. Luego, intentaremos una reconstruccin genealgica de las causas de esas manifestaciones a partir de los datos que surgen de las fuentes histricas.

Conictos en las escuelas y los modelos de autoridad Desde que en setiembre de 2004 un alumno del nivel secundario bale a algunos de sus compaeros en la ciudad de Carmen de Patagones en el sur de la provincia de Buenos Aires ha habido varios intentos de medir los niveles de violencia existente en las escuelas argentinas (Kornblit y Adazko, 2007; Mguez y Tisnes, 2008; Kornblit, Adazko y Mguez, 2008; Kornblit; Adazcko y Di Leo, 2008; Kaplan, 2009). Aunque an los resultados no son sucientemente consistentes como para saber cul es exactamente el nivel de violencia que existe en las escuelas, s es claro que los niveles de conicto son bastante altos. La conictividad,

Analizamos los medios de prensa en circulacin en la ciudad de Tandil en los aos 60 y 70. El trabajo tuvo por objetivo identicar los diferentes modelos de autoridad parental en los diarios El Eco de Tandil y Nueva Era presentes en las notas, noticias, columnas especializadas, en los avisos publicitarios y en los espacios Quejas del Pueblo y Diario del Lector.

sin embargo, no puede reducirse meramente a hechos que involucren el uso de la fuerza fsica o la agresin. Si bien el conicto puede implicar episodios de agresin fsica o diversas formas de maltrato, en la mayora de los casos tiene ms que ver con desacuerdos respecto a las normas y aplicacin de las mismas en el contexto de la comunidad escolar: diferencia de criterios acerca de cmo evaluar el desempeo acadmico de un alumno, o de qu tipo de trato debe existir entre alumnos y docentes o entre estos y sus directivos, o cules son las pautas apropiadas de relacin entre alumnos (Previtali, 2008). En el afn de discernir las causas subyacentes a esta conictividad se ha explorado recurrentemente la incidencia de los niveles de vulnerabilidad social o la condicin socioeconmica del alumnado como sustrato explicativo del conicto. Aunque en algunos casos se ha postulado que la pobreza o la marginalidad es el principal factor subyacente al conicto (Duschatzky y Corea, 2002), en otros casos han surgido resultados ms complejos. Por ejemplo, (Noel, 2010) muestra en su etnografa de escuelas primarias bonaerenses cmo la condicin de pobreza del alumnado no determina por s misma los niveles de conicto existentes en la escuela. Es ms bien el estilo de gestin institucional lo que regula estos niveles de conictividad, al punto que dada una misma condicin social del alumnado existen amplios niveles de variacin en los grados de conicto de acuerdo a la comunidad escolar de que se trate. Adicionalmente, mientras algunas estimaciones cuantitativas no han encontrado niveles de conicto y violencia diferenciales segn condicin socioenconmica (Kornblit y Adazcko, 2007), otras indagaciones, incluso por parte de los mismos autores, s lo han hecho (Kornblit, Adazcko y Di Leo, 2008). Tal vez el quid de esta cuestin radique en diferenciar diversos tipos de violencia, ya que mientras parecera ser que los niveles generales de conictividad no responden a la condicin socioeconmica, ciertos tipos de violencia (fundamentalmente la violencia fsica recurrente y grave) s parecen estar asociadas a condiciones de precariedad material (Mguez y Tisnes, 2008).2

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Los resultados hallados en el caso argentino son consistentes con los hallados en otras partes del mundo (Benbenishty; Astor, 2005; 2007).

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Ahora bien, en la medida en que ha existido una persistente exploracin de las posibles asociaciones entre carencia material y los niveles de conicto y violencia presentes en las escuelas, se han explorado menos otras posibles causas de esa conictividad. Un estudio de Kornblit, Adazko y Mguez muestra que las tensiones entre alumnos y docentes respecto a las reglas o las formas de aplicacin de las mismas, lejos de ser una exclusividad de los sectores ms vulnerables, estn an ms presentes en los sectores sociales ms urbanizados y socioeconmicamente ms acomodados. De manera que, si por un lado, tal como ha postulado Emilio Tenti (1999) es innegable que en parte la conictividad y violencia escolares surgen de un proceso descivilizatorio generado por una creciente pauperizacin de los sectores ms vulnerables de la sociedad, habra otros factores que inciden en el problema. En este caso, nuestra hiptesis es que adems de la transformacin de la estructura social ha sido la mutacin concomitante de los modelos de autoridad lo que ha contribuido a crecientes niveles de conictividad escolar. Como decamos, para mostrar esto recurrimos a una encuesta en la que intentamos medir los modelos de autoridad presentes en escuelas de diversos sectores sociales y su asociacin con distintos tipos de conicto escolar. A modo de hiptesis, lo que encontraramos en esta medicin es la presencia conjunta de diversas formas de autoridad al interior de las mismas comunidades escolares. Para intentar medir los modelos de autoridad que reconocan los alumnos de las escuelas como aquel modelo de autoridad que se instrumentaba en sus familias, partimos de las escalas internacionalmente exploradas sobre los modelos de autoridad familiar (Buri, John; Reitman, David). Luego, tomando en cuenta el contexto nacional reelaboramos esta escala para adaptarla al medio cultural de aplicacin. As, construimos un indicador basado en los mecanismos de toma de decisiones en mbitos familiares integrados por adolescentes entre los 13 y los 15 aos de edad. Adems, indagamos lo mismo respecto de la relacin entre los progenitores de estos alumnos y sus propios padres. Aplicando este procedimiento pudimos observar que en el seno familiar se reconocan modelos de autoridad contrastantes entre las generaciones encuestadas (Tabla I).

Tabla I: En general, cmo se toman las decisiones en tu familia? Cada uno puede actuar segn su propio parecer y nadie es obligado a hacer lo que no le gusta. Las decisiones las toman los mayores teniendo en cuenta la opinin de todos. Las decisiones las toman los mayores sin tener en cuenta las opiniones de los ms chicos. Se hace lo que dice el jefe de la familia porque se considera lo mejor. Total
Fuente: encuesta propia.

Alumnos

Padres

10,6 69,8 11,6 3,2 100

0,6 27,3 27,9 44,2 100

Los datos indican claramente que los alumnos encuestados reconocen como modelo predominante de toma de decisiones en el seo familiar un procedimiento que podramos denominar dialgico (se toman en cuenta las opiniones incluso de los ms jvenes dentro del ncleo familiar). En cambio, puede verse que los padres de estos jvenes reconocen que en sus familias de origen predominaban modelos familiares ms jerrquicos, en el que las opiniones de los menores no eran tenidas en cuenta o que directamente era el jefe de familia el que decida sin considerar otros puntos de vista. Pero aun ms all de las diferencias entre generaciones, lo que la Tabla I muestra es que si bien en cada generacin predomina un modelo de autoridad familiar, este no se impone nunca de manera absoluta. Por ejemplo, en la generacin de los alumnos puede verse que junto al modelo predominante de autoridad dialgica existen tambin minoras signicativas de encuestados que reconocen otros modelos de autoridad familiar. Algo ms de un 10% de los alumnos indica que participan de modelos de toma de decisin familiar ms liberales, en el que no son obligados a actuar en contra de su voluntad. Y algo ms del 14% plantean que en sus casas rigen modelos de autoridad ms jerrquicos. Es decir, que aproximadamente una cuarta parte de los alumnos participa

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de modelos de autoridad que dieren del predominante e incluso del que predomina en la escuela. En sntesis, la Tabla I muestra que entre la generacin de jvenes de entre 13 y 15 aos se reconoce como predominante un modelo de autoridad familiar distinto del que reconocen sus padres en su propio ncleo familiar de origen. Tomando en cuenta las diferencias etreas podemos inferir que la mayor parte de los padres atraves la adolescencia entre los aos 60 y 70, de manera que podra suponerse una modicacin en los modelos de autoridad durante esas dcadas (algo, como veremos, relativamente consistente con lo que muestran las fuentes histricas). Otro dato de inters es que la predominancia de los modelos de autoridad no es nunca absoluta, siempre coexisten diversos modelos en cada instancia. Ahora bien, una cuestin adicional que queramos explorar en la encuesta era la relacin entre estos modelos de autoridad disidentes y las formas de conicto y violencia en el medio escolar. La Tabla II muestra una de las dimensiones en que se produce esta asociacin. No hay espacio aqu para una exhaustiva exposicin de las mltiples maneras en que se produce el conicto en el contexto escolar. En honor a eso hemos elegido una de las ms claras expresiones del mismo, que son los grados de aceptacin y reconocimiento de las reglas que rigen en el contexto escolar. Notablemente, la Tabla II pone en evidencia que la mayor parte de los alumnos esta totalmente de acuerdo con las reglas de la comunidad escolar en la que se encuentra inserto. Incluso, aunque no hay espacio para explayarnos en ello aqu, la mayora de los alumnos reconoce un vnculo dialgico de autoridad con sus docentes. Sin embargo, un dato interesante es que si bien en todos los casos se reconocen y aceptan las reglas de conducta vigentes en las escuelas, existen algunas diferencias interesantes al considerar los niveles de consenso segn los modelos de autoridad familiar. Para simplicar la exposicin en la Tabla II redujimos los modelos de autoridad familiar a tres tipos, el primero de ellos liberal responde a aquellos que contestaron (Tabla I) que no son obligados a hacer lo que no quieren en sus casas. El modelo dialgico incluye a aquellos jvenes encuestados que manifestaron ser consultados a la hora de tomar decisiones. El modelo jerrquico integra a los ltimos dos tems de la Tabla I, donde los ms jvenes en la familia no son consultados.

Tabla II: Conocimiento y aceptacin de las reglas escolares segn modelo de autoridad familiar En desacuerdo Liberal Dialgico Jerrquico 5,5 1,6 6,2 Ms o menos de acuerdo 5,5 11,2 25 Totalmente de acuerdo 88,9 87,2 68,7 Total 100 100 100

Fuente: encuesta propia

La Tabla II muestra una cierta tendencia a que quienes participan de modelos de autoridad ms jerrquicos maniesten menores niveles de acuerdo con las reglas escolares. Es cierto que no se trata de una diferencia dramtica, predomina an en este grupo un fuerte nivel de consenso con las normas escolares. Sin embargo, puede verse que el porcentaje de quienes se maniestan totalmente de acuerdo es alrededor de 20 puntos menor entre quienes participan de modelos jerrquicos de autoridad que entre los restantes alumnos. Una diferencia que se explica, sobre todo, porque un gran porcentaje de los primeros opta por manifestar un acuerdo moderado con las normas (columna central), aunque tambin es mayor el porcentaje de los que se maniestan en desacuerdo con ellas. En sntesis, quienes reconocen modelos jerrquicos de autoridad familiar tienden a entrar ms en tensin con los modelos dialgicos de autoridad docente que reconocen como predominantes en sus escuelas. Otro dato interesante que surgi de la encuesta se relaciona con los vnculos entre los modelos de autoridad familiar y el uso de la fuerza fsica (violencia) o el aislamiento social empleado en la relacin con los compaeros. Otra vez, por razones de espacio hemos simplicado en este caso el anlisis a una forma predominante de uso de la fuerza y de aislamiento social, como son las peleas entre compaeros o la tendencia a estigmatizar a un alumno evitando la interaccin con l. La Tabla III indica la distribucin porcentual de esas formas de conicto segn el modelo de autoridad familiar reconocido por los alumnos en la encuesta.

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Tabla III: Frecuencia de peleas o aislamiento social segn modelo de autoridad familiar Muy pocas o Nunca Todo el tiempo Total algunas veces Fsica Social Fsica Social Fsica Social Liberal 84,2 57,8 10 31,5 2,4 10,5 100 Dialgico 84,2 57,6 10,5 35,3 5,2 6,9 100 Jerrquico 78,2 56,5 21,7 39,1 0 4,3 100
Fuente: encuesta propia

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Los datos revelan una cierta tendencia a que los niveles de agresin fsica entre alumnos sean algo mayores entre aquellos que reconocen modelos jerrquicos de autoridad familiar. Esto puede verse fundamentalmente en que la columna de los nunca muestra un porcentaje algo menor en el caso de esta manifestacin de la autoridad familiar que en el resto de los modelos, mientras que a su vez en la columna muy pocas o algunas veces, adquiere un porcentaje que duplica al de los otros modelos de autoridad. Existe, sin embargo, un dato disonante que es que en la columna todo el tiempo los modelos de autoridad liberal y dialgico poseen porcentajes mayores al del jerrquico. Si bien esto muestra una tendencia contrapuesta a la que estamos indicando aqu se trata de porcentajes notablemente bajos, indicando la ocurrencia de casos aislados y no de una tendencia estadstica consistente. Notablemente, la violencia social posee una tendencia inversa a la encontrada en el caso de la violencia fsica. La primera parece ser algo mayor entre los alumnos que reconocen modelos de autoridad familiar liberal o dialgico en contraposicin a quienes reconocen modelos jerrquicos. Esto se nota sobre todo en el hecho de que los alumnos que maniestan sentirse aislados todo el tiempo representan ms del doble en el caso de los modelos de autoridad familiar liberal que en el jerrquico. En sntesis, puede concluirse que en el contexto escolar actual se maniestan modelos de autoridad contrapuestos asociados diferencialmente a diversas formas de conicto escolar. Mientras, en general, quienes reconocen modelos de autoridad familiar ms horizontales tienen menos conicto con la normativa escolar y menos predisposicin a la violencia fsica, estos incurren ms en el aislamiento social y la estigmatizacin de algunos compaeros.

En cambio, quienes reconocen modelos familiares ms jerrquicos tienen mayor conicto con la norma escolar y mayor predisposicin al uso de la fuerza, aunque menor a la estigmatizacin. Aunque no hay espacio para un anlisis detallado, un dato que no debe dejar de ponerse en consideracin para concluir esta seccin es que al tomar en cuenta la relacin entre modelos de autoridad y la condicin social del alumnado, se pone en evidencia que el modelo dialgico tiene una presencia mayor en los estratos medios y altos, mientras que el modelo jerrquico est ms presente en los estratos sociales ms vulnerables. Esto indica que los modelos de autoridad tienen una relacin concomitante con la condicin socioeconmica, y que posiblemente los efectos encontrados en este caso resulten de la intervencin conjunta de ambos factores.3 Ahora bien, si est claro que la condicin socioeconmica es en parte uno de los factores que se asocia a la presencia de determinados modelos de autoridad familiar, nuestra hiptesis implicaba tambin que paralelamente a este proceso de transformacin estructural, han sido los cambios culturales ocurridos a partir de las dcadas intermedias del siglo XX los que han inducido a la co-presencia de diversos modelos de autoridad familiar en la comunidad escolar. La gnesis de la tensin: los modelos de autoridad familiar entre 1960 y 1975 En un ciclo de conferencias organizadas por la Liga de Padres de Familia de Tandil entre mayo y junio de 1960 sobre minoridad y delincuencia juvenil, uno de los conferencistas intentaba ilustrar didcticamente la raz de los problemas de la poca mediante un ejemplo cotidiano:
Das pasados un proveedor conversaba con un cliente en el patio. Como uno de los chicos del cliente molestara, este lo mand adentro; el chico as lo hizo. El frutero lo mir con cara un poco despavorida. Qu pasa? le pregunt el cliente, y l [frutero] responde: Y le hace caso?
3

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Por motivos de espacio posponemos para un ejercicio ms avanzado de investigacin el anlisis de la varianza que nos permitira discernir la incidencia de cada uno de estos factores por separado.

Pero seor, tiene 9 aos, cmo no me va a hacer caso?, ante lo cual el frutero le contest: S Usted viera lo que yo veo en las casas de los clientes!4.

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No es posible establecer si este relato es una ccin producida por el conferencista o si constituye un hecho real, pero independientemente de ello es claro que la ancdota fue construida para poner sobre el tapete lo que en el rea de la crianza y socializacin de los nios y jvenes preocupaba al orador y seguramente a su audiencia. En este sentido, la ancdota pone en evidencia la preocupacin por un cambio en las formas de ejercicio de autoridad parental, al contrastar dos modelos en pugna: uno que se maniesta en la relacin entre el padre que ejerce un mandato y el hijo que lo obedece y otro que se expresa en el asombro del frutero y que ejemplica la supuesta desaparicin de ese modelo de autoridad parental en la mayora de los hogares que visita en sus repartos. Al problema de los modelos de autoridad en pugna, el conferencista agregaba un segundo problema que segn l acechaba a estos procesos de socializacin. Elaborando sobre la ancdota anterior, el orador construa un nuevo escenario en el que se ponan en evidencia los problemas de comprensin entre generaciones:
[Existen hoy] problemas de crisis de comprensin, sin duda, traducidos en aquella tarjeta que un seor amigo me exhibi furioso, en la cual invitaban a su hija de 15 aos a un asalto: en esa tarjeta guraba S.V. en una de las esquinas. Sabe qu quiere decir S.V.?, sin viejos. Es decir, la manifestacin de quien sabe que los viejos porque 20 aos de diferencia hoy avejentan no saben entender sus diversiones y hasta perturban lo que puede ser una sana distraccin. Dnde est la incomprensin aqu?, sin duda en parte en aquella hija o en aquel hijo y en gran parte en aquellos padres que no han sabido demostrar que son capaces de ser buenas compaas para una noche interesante [] problemas de comprensin y de convivencia.5

4 5

Nueva Era, 2 de junio de 1960. Nueva Era, 2 de junio de 1960.

Como se ve, lo que se va delineando en estas intervenciones es la propuesta de un modelo de regulacin jerrquico de la conducta de los ms jvenes que incluyera formas de comunicacin y comprensin. Pero la aplicacin de estas maneras de regulacin no se agotaban solo en la relacin estricta entre los progenitores y su descendencia, sino que era un modelo propuesto en general como mecanismo que permitiera pautar varios tipos de vnculo intergeneracional. As, la apelacin a una actitud ms comprensiva por parte de los padres se encontraba tambin presente en un ciclo de notas sobre las patotas publicado por el diario El Eco de Tandil en febrero de 1960 y en las intervenciones de los lectores sobre la cuestin. La interpelacin de padre preocupado es un ejemplo de ello:
Sr. Director: La polica debe iniciar su accin contra las patotas. Despacito, como para no espantar el nido. Nadie pide que lo haga ms fuerte porque [] los patoteros son (casi todos) menores de edad, cuando todava la reprimenda a tiempo del padre puede ser tan ecaz como algunas noches de calabozo. Aqu tienen que colaborar muchos. Los padres, en primer trmino [] Hay que cuidar amorosamente a los muchachitos, para que no se desbarranquen. Y cuidarlos con severidad. El padre debe volver a ser el jefe de la casa.6

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Otro indicio de que los aos 60 se caracterizaron por la bsqueda de nuevas formas de autoridad intergeneracional y por las tensiones que esta bsqueda ocasionaba, puede encontrarse en la polmica suscitada en las pginas del diario El Eco por el estreno del lm Los Tramposos en los cines de la ciudad. Segn la crtica elogiosa del diario, la pelcula (de origen francs) retrataba con elocuencia a un grupo de jvenes descredos a quienes una diversidad de motivos entre ellos la incomprensin de los padres y la acumulacin de elementos negativos que abundan en la sociedad moderna, lleva a proclamar la liberacin total7 como modo de vida.8 Ahora bien, aquello que para el crtico de cine del diario representaba una lectura cruda y descarnada de la realidad
El Eco de Tandil, 2 de enero de 1960. Expresin que aluda a la oposicin a todo convencionalismo social, al amor libre y la bsqueda de todo tipo de excesos 8 El Eco de Tandil, 10 de abril de 1960.
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de los jvenes de la poca, no suscitaba la misma respuesta en el conjunto de los lectores. Por ejemplo, para una lectora autodenominada Madre Mara, rmante de una carta dirigida al Diario del Lector, la pelcula era un compendio de inmoralidad y escndalo. Pero para esta lectora resultaba todava ms indignante que el contenido de la pelcula que muchos padres e hijos acudieran untos al cine para verla. As, Madre Mara reclamaba un mayor control (de los padres y de las instancias pblicas), y nalizaba su carta culpabilizando en parte al diario por calicarla de manera elogiosa, interrogndose si el autor de la nota tena hijos para comprender cunto puede corromperlos una pelcula semejante.9 La respuesta no se hizo esperar utilizando tambin el espacio del Diario del Lector. El autor de la nota sobre la pelcula (que declaraba tener 24 aos y ser padre de tres hijos) expona la necesidad de que los padres asistan al cine con sus hijos para verla, pues la misma les permitira comprender mejor la experiencia de los jvenes. Terminaba recomendndole a Madre Mara que:
[] si tiene hijos de esa edad, llveles a ver la pelcula nombrada y luego, en mesa redonda discuta con ellos las conclusiones y se sorprender al ver todo lo qu ignora de sus hijos, y tendr oportunidad de ayudarlos.10

En la polmica, y de manera subyacente, se diriman distintos sentidos sobre lo que se consideraba adecuado o deseable en los vnculos entre padres e hijos, mostrando otra vez la tensin entre modelos dialgicos y jerrquicos. As, mientras que para Madre Mara el control de los hijos y la prohibicin de ciertos temas deba primar la relacin parental, para el articulista se trataba ms bien de compartir la experiencia que permitiera luego dialogar y debatir. Ahora bien, aunque a priori en este debate pareceran cruzarse dos posiciones absolutamente opuestas, un anlisis ms cuidadoso muestra que consistentemente con lo que se vislumbraba en ejemplos anterio9

10

El Eco de Tandil, 12 de abril de 1960. El Eco de Tandil, 18 de abril de 1960.

res, la bsqueda de una nueva forma de autoridad no supona una negacin absoluta de ciertas formas jerrquicas en la construccin de relaciones intergeneracionales. Por el contrario, en su formacin ideal el nuevo modelo propona una suerte de autoridad equilibrada de los adultos en el sentido de que sta deba conciliar la rmeza y la comprensin, el dilogo y el control. Obviamente, estos desplazamientos no operaban sobre un vaco de saberes, prcticas y representaciones. Quienes defendan formas tradicionales de ejercicio de una autoridad jerrquica11 notaban el fuerte matiz que los nuevos modelos implicaban, y quienes promovan la implantacin de estos ltimos tambin reconocan la resistencia que se ejerca frente a ellos: de all las tensiones que se manifestaban en la polmica suscitada por el lm Los Tramposos. La relevancia del debate puede ser reconocida en la prominencia que el tema ocup en los diarios promediando los aos 60. Para esa poca, las cuestiones relacionadas con los vnculos paterno-liales y la autoridad parental haban alcanzado un status propio en las pginas de las publicaciones analizadas. La presencia del discurso psicoanaltico (fundamentalmente en lo que a notas y columnas de especialistas se reere) no parece ser ajena a esta cuestin. Esta presencia se advierte en dos operaciones discursivas bsicas. Por un lado, el desplazamiento de la preocupacin por la familia en su funcin social y moral hacia los vnculos afectivos primarios que se constituyen a su interior: el triangulo bsico entre padre-madre-hijo (Vezzetti, 2000).12 Un ejemplo sintomtico de ello es que el tema se vio desplazado de las pginas de inters general a las dedicadas a la mujer, el hogar y la familia. Por otro lado y junto a ello una resignicacin de la funcin paterna que pas de presentarse como una gura distante y jerrquica a proponerse como una gura ms cercana y ms emocionalmente involucrada con sus hijos.

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Entendemos por formas de ejercicio tradicional de la autoridad a aquellas asentadas sobre relaciones asimtricas, basadas en la palabra del adulto, las decisiones inconsultas y la rmeza en la demanda de obediencia. 12 Un discurso que no es nuevo y que, como seala Vezzetti, se vena desarrollando en el campo psicoanaltico desde los aos 40.
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Ahora bien, no parece conveniente sobredimensionar el peso de la prdica psicoanaltica como matriz explicativa de los cambios en las relaciones entre padres e hijos, ni tampoco, como veremos, su carcter rupturista. De hecho, cuando uno compara los distintos peridicos locales encuentra que el psicoanlisis ingresa a las pginas de los dos principales diarios de la ciudad por vas distintas y tambin con matices entre s. Por ejemplo, en el diario Nueva Era lo haca a travs de notas de expertos que escriban desde algunas ciudades europeas especialmente para el diario.13 Con un lenguaje lavado, didctico, llano y simple, una de las caractersticas ms salientes de estas notas era que iban dirigidas salvo escasas excepciones a ambos progenitores. Otra de las caractersticas es que, aunque no necesariamente se oponan a los modos tradicionales de autoridad parental, s se los criticaba por su vetustez. En este sentido, aunque en las notas se utilizaran expresiones como angustia, estados de ansiedad, trastornos, enjuiciamiento de las guras paternas, los argumentos centrales esgrimidos en las mismas continuaban y reforzaban la explicacin de los cambios en clave generacional, fundamentalmente, en trminos de viejos y nuevos tiempos. As, las nuevas generaciones no podan ser educadas en los mismos mtodos que se haban utilizado en la crianza y educacin de los padres. Los nuevos tiempos exigan de los padres una actitud abierta al dilogo y la comprensin, deban ganarse la conanza de sus hijos, e inspirar afecto en ellos. En contraste con esta perspectiva, en El Eco de Tandil, el discurso psicoanaltico tuvo un lugar ms explcito en la columna Charlas psicoanalticas.14 A diferencia de las notas del Nueva Era, la columna se diriga bsicamente a las madres y si bien no estaba escrita con un lenguaje crptico, las referencias constantes (sin aclaracin) al Yo, el inconsciente, la enuresis, etctera, implicaba, si no una formacin especializada para su lectura, s al menos una cierta familiaridad con algunas
La mayora de las notas no estaban rmadas, lo que hace suponer que eran levantadas de otras publicaciones o escritas por profesionales reconocidos de la comunidad. 14 La columna empieza a publicarse en 1964. Su autora era psicloga, recibida en la UNLP (Universidad Nacional de La Plata).
13

corrientes y teoras psicoanalticas. Desde la columna, la autora revisaba las relaciones paterno-liales (y propona a su vez a sus lectores el mismo examen en la relacin con sus hijos) a la luz de problemas como los trastornos psicolgicos en los nios, los traumas que implicaban el paso de la niez a la adolescencia, el paso de la primaria a la secundaria, los problemas del sueo, las ansiedades maternas, etctera. Ese examen o revisin implicaba bsicamente que los padres deban intentar comprender al nio (o al adolescente) desde su propia perspectiva y no desde la de los adultos, respetarlo en sus tiempos, construir relaciones desde el dilogo, el afecto y la sinceridad. Los padres deban observar y orientar a sus hijos, pero sin invadirlos. Aunque tampoco recomendaba que los padres pasaran a un total segundo plano porque ello negaba la imagen de seguridad que el nio necesitaba para conformar una personalidad equilibrada. De la misma manera, en dos columnas dedicadas a analizar los mtodos de crianza recomendaba que los padres combinaran amor y severidad, premio y castigo, sin (ubicarse) en los extremos.15 En este sentido, ni la prdica psicoanaltica ni la matriz explicativa en clave generacional eran totalmente rupturistas. El tipo de discurso que se difunda desde las notas y columnas analizadas acentuaba y alentaba el componente afectivo, dialoguista y comprensivo en las vnculos paterno-liales, pero lo haca sin cuestionar totalmente el modelo tradicional de autoridad. En otras palabras, afecto y severidad se complementaban, no se oponan. En los aos 70, el modelo de autoridad equilibrado se mantuvo, aunque profundizando la proximidad afectiva. Y si bien esa profundizacin, nuevamente, no implicaba necesariamente una oposicin abierta con las formas de ordenamiento jerrquico dentro del mbito familiar, al menos s pona en suspenso esa jerarqua. Por ejemplo, una publicidad de junio de 1970, en ocasin de la celebracin del da del padre, un aviso publicitario anunciaba: PAP es un hombre cabal. PAP es un amigo sin igual.
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El Eco de Tandil, 24 de octubre de 1965; 25 de octubre de 1965.

PAP es un compaero de erro (subrayado en el original). PAP merece.16 De la misma manera en otro aviso publicitario, un nio describa a su pap como mi mejor amigo.17 Estas imgenes que proponan una relacin cercana y afectiva entre padres e hijos convivan con otras (que de hecho recuerdan a las de nes de los aos 50) en los que las relaciones parentales eran representadas en trminos de una mayor distancia y formalidad (leyendas como distinga a su padre o exprsele su cario en donde el tuteo, presente como veremos en notas y avisos publicitarios de mediados de los 70, se encuentra ausente). Sin embargo, que las relaciones entre padres e hijos empezaran a ser representadas bajo un nuevo prisma, no necesariamente implicaba una inocencia absoluta respecto de la relevancia de mantener ciertas asimetras en los vnculos parentales. As, en una nota de 1970 se les sealaba a los padres que:
la libertad nunca debe llegar al libertinaje [] No perdis de vista que los padres tipo autoritarios estn muy pasados de moda. Pero tambin los que dejan hacer (a los hijos) lo que les ocurra.18

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El Eco de Tandil, 15 de junio de 1970. EL Eco de Tandil, 17 de junio de 1970. 18 Nueva Era, 28 de abril de 1970. El entrecomillado dentro de la cita es original. Por lo dems, una nota de humor publicada en el diario El Eco, titulada Paps Nueva Ola intenta sugerir la manera en que el nuevo modelo despertaba ciertas crticas y rechazos en algunos habitantes de la ciudad: La rueda de comentarios castiga sin piedad a los jvenes. Quienes le critican son personas mayores. Todos se escandalizan de la liberalidad de sus costumbres, de los excesos que parecen cometer. De que las chicas van solas a cualquier hora y a cualquier parte. De que los chicos disponen de dinero, beben y fuman. Es la juventud de la nueva ola!... exclama alguien. No amigo corrige un sacerdote que escucha son los papas nueva ola, los que han perdido el sentido de la autoridad, la prudencia y la facultad de decir no. El Eco de Tandil, 19 de junio de 1970, p.7. No parece casual que el autor haya elegido a personas mayores y a un sacerdote como protagonistas de la ancdota. Los adultos y el sacerdote refuerzan la lectura en clave generacional, y en trmino de la dicotoma entre tradicin
16 17

Hacia mediados de los aos 70, el nuevo modelo de paternidad ser promovido a travs de una serie de notas en las que se les propona a los padres una mayor participacin en el cuidado de sus hijos (bandolos, cambindoles los paales, dndoles de comer) y una relacin ms prxima, uida y afectuosa entre ellos.19 Sin embargo, la presencia de este nuevo modelo de paternidad en las pginas de los diarios no implicaba la ausencia o el desplazamiento en ellas de sus formas tradicionales. As, una nota de 1975 dirigida a los nios en ocasin del da del padre, dena las relaciones entre padre-hijo en trminos de la correccin y la obediencia:
[] cada uno conoce a su pap. Sabe de sus gustos y sus preferencias. Tiene conciencia adems de que la mejor forma de brindarle alegra es con un comportamiento correcto, como l ha enseado, en la escuela, en el trabajo, en el hogar. Es decir, cumpliendo con las obligaciones propias de todo hijo, segn la edad y condicin.20

La publicidad, nuevamente, mostrar de manera explcita cmo ambos modelos convivan al menos en las percepciones de los publicistas que acudan a imgenes que implicaban mayor cercana afectiva o un trato ms distante. En algunos casos padre e hijo aparecan en un mismo nivel. Por ejemplo, en algunas imgenes el padre sostena en brazos a su hijo o le demostraba afecto mediante un beso acompaado con leyendas que acudan al tuteo: pap, necesito hablarte; en tu da... gracias pap!. En otros casos, las imgenes mostraban asimetra: un padre y un hijo caminando, de espaldas, en donde la distancia se reforzaba por la altura del padre y su manera formal de vestir. La pregunta es hasta dnde estas publicidades captaban sentidos generalizados y/o prcticas cotidianas. La posibilidad de que la publicidad pudiera apelar tanto a imgenes que evidenciaban relaciones paternoliales basadas en la proximidad y la amistad, como a la distancia y la
y modernidad del conicto, entre modelos de autoridad. Se hace necesario sealar tambin la distancia entre lo que se puede ver en la lectura de notas, columnas, etctera. sobre los modelos de autoridad propugnados y lo que segn el autor de la nota, perciben las generaciones adultas de la poca. 19 Nueva Era, 13 de junio de 1975; 16 de junio de 1975. 20 Nueva Era, 11 de junio de 1975.

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formalidad, sugiere que el nuevo modelo de paternidad poda encontrarse presente, sino en el plano de las prcticas, en el de los sentidos y las representaciones. Llama la atencin adems la ausencia del tema en los espacios cedidos por ambos diarios a los lectores y sus opiniones. Esto podra sugerir que el problema vinculado al modelo de paternidad ya no generaba controversias, bien porque en el plano de las prcticas stos no parecan haberse transformado demasiado o mas posible an la transformacin se encontraba avanzada y comenzaban a naturalizarse. En sntesis, a partir del anlisis realizado, podemos inferir que durante las dcadas de los 60 y 70 las relaciones paterno-liales y los modelos de autoridad parental experimentaron (como dijimos, sino en el plano de las prcticas, s al menos en de los sentidos y las representaciones), resignicaciones hacia formas ms igualitarias y afectivas. Estas resignicaciones, sin embargo, no actuaron oponindose al modelo anterior. Se trat ms bien de un desplazamiento de modelos ms distantes y jerrquicos a modelos ms horizontales y afectivos de vinculacin entre padres e hijos. En este desplazamiento no se negaba de manera absoluta la relevancia del papel adulto en su funcin de control, orientacin y vigilancia, pero se postulaba la necesidad de que estos actuaran a travs del dilogo, la comprensin y la temperancia. De esta manera, el nuevo modelo parece haberse constituido tanto en complementariedad como en tensin con el modelo tradicional. En este sentido, si bien las nuevas formas de autoridad parental propugnadas no ocluan la posibilidad del tipo tradicional, s abran las puertas para pensar que no se trataba del nico patrn vlido y aceptable al momento de ordenar las relaciones entre padres e hijos. Reexiones Finales Nuestros esfuerzos por ver en qu medida la conictividad escolar se asocia a la co-presencia de diversos modelos de autoridad familiar en las comunidades escolares y la inuencia recproca entre ellos y las condiciones socioeconmicas, han demostrado que ese terreno merece ser explorado pero que tambin se requiere ms investigacin para terminar de captar la particular manera en que se asocian estos fenmenos. El ejercicio que realizamos utilizando los datos provistos por una encuesta muestra la potencialidad del mtodo y tambin sus limitacio-

nes. Por un lado, hemos encontrado que efectivamente se maniestan en los datos de la encuesta asociaciones entre diversos modelos de autoridad familiar y distintas manifestaciones del conicto en el medio escolar. En concreto, pudo verse que la pervivencia de modelos de autoridad jerrquicos en el medio familiar introduce conictos en relacin a los modelos ms dialgicos que predominan en la escuela. Por otro lado, se puso en evidencia que quienes identican en sus familias modelos jerrquicos de autoridad, adems de manifestar en ocasiones menos conformidad con la normativa escolar tambin suelen ser ms proclives a estar involucrados en agresiones fsicas. En contrapartida, quienes participan de modelos ms dialgicos de autoridad familiar tambin suelen practicar ms una suerte de violencia social, estigmatizando y segregando a sus pares. Ahora bien, si estos son en apretada sntesis algunos de los hallazgos que nos ha permitido la encuesta, estn claras a su vez las limitaciones de esta aproximacin. Las tendencias encontradas no son tan marcadas como para suponer que los factores encontrados puedan explicar por s mismos el fenmeno de la conictividad escolar, o como para suponer que hemos logrado una prueba denitiva del vnculo. Quiz el instrumento utilizado, si bien permite conrmar en un cierto grado de generalidad que la asociacin entre modelos de autoridad y conictividad escolar existe, no es tan sutil como para poder mostrar en toda su profundidad cmo esos elementos se asocian. De todas maneras y con estos resguardos, los datos conrman que la hiptesis que sugerimos es plausible y que probablemente otras tcnicas complementarias (como la etnografa o las entrevistas en profundidad) nos permitiran desentraar ms uidamente dichos vnculos. En ese sentido, nuestra exploracin complementaria de fuentes histricas muestra que la presencia de modelos ms jerrquicos de autoridad familiar y otros ms dialgicos efectivamente se constituyeron histricamente como alternativas en el medio cultural nacional. Es decir, los modelos que propone la encuesta no constituyen una arbitrariedad del dispositivo metodolgico que diseamos, sino que poseen encarnadura histrica en la sociedad argentina. Mediante esta va podemos suponer que la presencia actual de modelos de autoridad familiar diversos en el medio escolar, es resultado de un extendido proceso histrico que

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no responde exclusivamente a la mutacin de la estructura social, sino que obedece con cierto grado de autonoma a una dinmica de cambio cultural inducida por la capacidad de interpelacin del discurso psicoanaltico y otras intervenciones profesionales que cobraron incidencia y respeto en amplios sectores de la sociedad argentina desde mediados del siglo XX, como lo expresa la proliferacin de secciones especcas tanto en diarios nacionales como locales. Ahora bien, si hemos hecho un particular esfuerzo para mostrar la posible incidencia de las formas de ejercicio de autoridad en la conictividad escolar, con menos nfasis sealamos tambin que estos modelos rigen de manera diferenciada de acuerdo a los distintos sectores sociales. As, mientras los modelos dialgicos son ms frecuentes en los sectores medios y altos, los modelos jerrquicos son ms comunes en los sectores socialmente ms vulnerables. Lo anteriormente expresado sugiere una perspectiva de anlisis que tambin requiere mayor exploracin de la que hemos podido dedicar aqu, pero que permite la postulacin de una hiptesis productiva. Y esta es que si como lo ha mostrado (Noel, 2009), los niveles de conictividad en escuelas con poblacin con carencias materiales varan de acuerdo con los estilos de gestin institucional, es inferible que si bien la carencia material es un contexto que propicia el conicto, no es por s misma la productora del conicto. Son las particulares pautas de interaccin que los diversos actores de una comunidad escolar cogestionan en ese espacio las que dirimen los niveles de conicto que tendrn lugar en l. Es posible proponer que si bien la coexistencia de modelos diversos de autoridad puede ser una de las fuentes de conicto de una comunidad escolar, es probable que esta situacin evolucione de manera diferenciada en distintos sectores sociales, y que sea sta mediacin (los modelos de autoridad divergentes) la que explique la diversidad de formas de manifestacin del conicto, ms que llanamente las condiciones de carencia y precariedad en s mismas.

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El movimiento estudiantil de 1968 en Mxico y la resistencia multitudinaria


Jess Mara del Campo

En 1968, en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, se cometi un crimen de Estado y comenz a escribirse el epitao del viejo rgimen, autoritario y criminal. Ningn otro hecho se le equipara en entusiasmo, cuestionamientos, profundidad simblica y produccin de imgenes.

El trienio 1968-1971 no es el principio ni el n de la historia pero s un eslabn fundamental en la lucha permanente por las libertades democrticas. Es tambin el momento de irrupcin del estudiantado como portador del malestar y la insatisfaccin con el mundo industrial de la posguerra, y de las esperanzas libertarias y antiautoritarias expresadas de manera multitudinaria y multiforme. Aos de luces intermitentes en el grisceo y represivo contexto de la Guerra Fra. Aos del fantasma de la rebelin estudiantil recorriendo las escuelas y las plazas pblicas, del acoso cotidiano de los jvenes por las fuerzas del orden. Y aos tambin de crcel, de exilio y masacres para responder a la protesta. Durante ese lapso, el en s y para s de los estudiantes se expres en las gigantescas movilizaciones callejeras. Desde el principio, las consignas libertarias de los jvenes rebasaban las demandas inmediatas tradicionales, reclamando o intuyendo de inmediato un mundo nuevo. Para los gobernantes se trataba de molestos disturbios y as eran consignados en la prensa, peor an de conjuras internacionales, del comunismo o de cualquier extremismo, lo cual para justicar la represin daba lo mismo.

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En poco menos de tres aos el gobierno mexicano cometi dos masacres terribles contra los estudiantes: una el 2 de octubre de 1968 y la otra el 10 de junio de 1971. Una tarde, un crimen de Estado Hace cuarenta y tres aos en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco se cometi un crimen de Estado y con ello comenz a escribirse el epitao del viejo rgimen autoritario y criminal dominante hasta entonces. Hace cuarenta y tres aos, la juventud estudiantil a contracorriente de la adversidad represiva, inici la construccin de la modernidad democrtica y libertaria en Mxico. Quienes aquella tarde del 2 de octubre llegamos enjundiosos y alegres para participar en el mitin convocado por el CNH (Consejo Nacional de Huelga), venamos de una intensa jornada de lucha que comenz el 26 de julio. En ese lapso de poco ms de dos meses vivimos una transformacin acelerada de nuestra conciencia, ya no fuimos los mismos. Decidimos que Mxico tampoco sera el mismo. En un lapso breve sucedieron muchos acontecimientos y la gran capacidad de movilizacin del estudiantado, desaante para el rgimen, se hizo evidente en multitudinarias manifestaciones. El rector de la UNAM (Universidad Nacional Autnoma de Mxico), en ese entonces Javier Barros Sierra, encabez una manifestacin el 1 de agosto en protesta por la intervencin del ejrcito en un plantel de la institucin. En ella participaron tanto estudiantes de la UNAM como del IPN (Instituto Politcnico Nacional) y eso no haba sucedido nunca antes. Despus vinieron las del 13 y el 27 de agosto, esta ltima con aproximadamente cuatrocientos mil participantes. Y luego se organiz la manifestacin silenciosa del 13 de septiembre durante la cual slo se oa el eco de las pisadas de los marchistas y el leve

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Jess Mara del Campo


Maestro en Antropologa Social. Profesor Titular de Tiempo Completo en la Universidad Pedaggica Nacional de Mxico. Correo electrnico jmartinmex@ hotmail.com

rumor de la respiracin de todos conteniendo las consignas que seran gritadas hasta el Zcalo. Los carteles usados en esa tarde tenan las imgenes de los principales hroes nacionales. Se organiz as en respuesta a la campaa meditica del gobierno mediante la que deca que el estudiantado en lucha era irreverente, escandaloso y extranjerizante (por llevar carteles con la imagen del Che y ponerle los nombres del Che Guevara y Ho Chi Min a dos auditorios de la UNAM). A partir de entonces el nimo creci, la Manifestacin Silenciosa fue el factor que decidi la trayectoria del Movimiento hasta el 2 de octubre (lvarez, Ral. 2002: 180). Por otra parte, la contracara de las manifestaciones jubilosas fue la participacin del ejrcito desde los primeros das del movimiento. El gobierno decidi que los soldados atacaran, cercaran y exterminaran a los estudiantes en distintas acciones. Por eso los integrantes del Segundo Batalln de Infantera volaron de un bazukazo la puerta histrica de la Preparatoria 1 en el centro de la ciudad (el edicio es parte del Patrimonio Histrico y sede de la primera universidad de Mxico). Por eso el ejrcito tom por asalto la Ciudad Universitaria el 18 de septiembre y el Casco de Santo Toms (campus del IPN) el 23 de septiembre. Cules fueron sus trofeos de guerra? Maestros y estudiantes detenidos. Y todo porque el movimiento exiga el cese a la represin y el dilogo pblico. Para el gobierno disentir de su poltica y expresarlo pblicamente era un delito grave y a quienes lo cometieran haba que someterlos o eliminarlos. Adems del acoso de la polica y del ejrcito, el movimiento se desarroll bajo una campaa meditica en su contra. No somos uno, no somos cien, prensa vendida cuntanos bien era una consigna coreada en las marchas referida a los medios. El control que el gobierno ejerca sobre los mismos era frreo. Ante la desinformacin, el movimiento gener miles de brigadas informativas que hicieron llegar las demandas del mismo a las barriadas, a los mercados, a las fbricas, a las ocinas pblicas y a los camiones de pasajeros de todos los rumbos de la ciudad. Cada activista estudiantil era un informador provisto de su voz y de los volantes impresos en papel revolucin (as se llamaba el papel ms barato). De esa manera se enteraron muchos que el movimiento exiga: el cese a la represin, el castigo y relevo de los jefes policacos, la libertad de los presos polticos, la indemnizacin a los familiares de los heridos

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o fallecidos y la derogacin de los artculos 145 y 145 bis del Cdigo Penal. Estos artculos hablaban del delito de disolucin social que era utilizado por el gobierno para encarcelar disidentes. El CNH (Consejo Nacional de Huelga), rgano de direccin del movimiento, convoc a una concentracin para el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Aquella tarde, cuando apenas se iniciaba el acto y hablaba el primer orador, dos luces de bengala lanzadas desde un helicptero fueron la seal de ataque. La plaza estaba sitiada por el ejrcito y la tropa avanz y cumpli su cometido con ereza. Como resultado hubo centenares de muertos y heridos que quedaron tendidos en la plaza y ms de dos mil asistentes fueron llevados a prisin. La terrible historia del Mxico Brbaro se hizo presente de manera trgica. El mtalos en caliente, frase que usaba el dictador Porrio Daz en relacin a sus opositores, se convirti en Operacin Galeana para asesinar estudiantes en un mitin pacco. Y todo con la frialdad de un crimen largamente planeado por las autoridades, un crimen de Estado. La Escuela de las Amricas, escuela del Ejrcito de EEUU que preparaba militares de algunos pases de Amrica Latina en tcticas de contrainsurgencia, fue el alma mater de los que ejecutaron la operacin. Pero quienes la planearon fueron Gustavo Daz Ordaz, Presidente de la Repblica, y Luis Echeverra lvarez, Secretario de Gobernacin. El Batalln Olimpia y el guante blanco que usaron como contrasea para operar con libertad, al igual que los francotiradores y el triple cerco alrededor de la plaza, todo se hizo con el n de producir muertos, heridos y prisioneros. Al estupor producido por la masacre sobrevino otra barbaridad: los procesos contra los dirigentes del movimiento estudiantil. Siendo las vctimas, a muchos les acumularon ms de veinte delitos. El Estado de Derecho fue quebrantado, prcticamente desapareci. En esas condiciones, en qu instituciones poda creer o conar la juventud? 10 de junio de 1971 En 1971 era Presidente de la Repblica Luis Echeverra lvarez, quien cuando lleg al cargo haba ofrecido apertura democrtica quiz para limpiar su imagen de corresponsable de la poltica represiva seguida en 1968. Las manifestaciones estudiantiles fueron canceladas y eran impedidas las

expresiones de protesta de cualquier sector de la poblacin. Estaban en la crcel todava decenas de los dirigentes estudiantiles apresados en octubre de 1968. En junio de 1971 no haban pasado tres aos de la masacre de Tlatelolco, crimen reprobado nacional e internacionalmente, por lo que volver a ganar la calle con una manifestacin pacca era una idea y una necesidad para el estudiantado que viva un proceso de reorganizacin. Ese mismo ao, en los primeros das de mayo, regresaban de un exilio aberrante e ilegal impuesto por el gobierno los ltimos dirigentes del CNH que haban estado presos. Durante los primeros meses de ese ao se gest en las instituciones educativas de la ciudad de Mxico un movimiento estudiantil en solidaridad con los universitarios del estado de Nuevo Len, quienes peleaban por una Ley Orgnica de su universidad que permitiera una mayor participacin de maestros y estudiantes en su Consejo de Gobierno. Al no resolverse el problema en la entidad, la inconformidad creci y se convirti en un problema nacional. Es entonces que a nales de mayo se pronuncian en solidaridad con aquel movimiento los Comits de Lucha de la mayor parte de las escuelas del IPN, de la UNAM, y de las normales y surge la propuesta de hacer una gran manifestacin en la capital. La manifestacin fue convocada para el jueves 10 de junio por la tarde. Acudieron aproximadamente diez mil jvenes. La manifestacin fue cercada, centenares de estudiantes fueron baleados, decenas de ellos muertos por las balas disparadas por los Halcones, grupo paramilitar patrocinado y cobijado por el gobierno de Echeverra. Los periodistas nacionales y extranjeros que cubran la marcha tambin fueron agredidos y a muchos de ellos, adems de golpearlos, les quitaron sus cmaras y sus rollos fotogrcos para que no quedara huella de la masacre. Pese a ello, algunos reporteros grcos corriendo muchos riesgos, salvaron las imgenes que dan cuenta de las acciones criminales que el gobierno orden aquella tarde. (Martn del Campo, Jess, 2005). La represin del 68 y del 71 y la utilizacin de todo el aparato de Estado que convirti a las vctimas en culpables gener un ambiente de asxia y desesperanza. Despus de Daz Ordaz y Echeverra, los siguientes gobernantes quisieron que el olvido lo borrara todo, que la verdad se ocultara y que la justicia nunca llegara.

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Por contrapartida, con el esfuerzo de muchos, de toda una generacin de luchadores por la democracia, se ha mantenido viva la memoria del 68 y del 71. Esa memoria es ya parte de la conciencia crtica y democrtica de la sociedad mexicana contempornea. Por ese mismo esfuerzo se ha podido llegar a la verdad, la verdad histrica. En particular, las claves de la masacre del 2 de octubre de 1968 han sido esclarecidas con numerosos documentos y testimonios. Sobre el tema existen materiales flmicos que son la base de varios documentales que ilustran claramente sobre el terrible acontecimiento. Lo mismo sucede con la represin del 10 de junio de 1971 conocida como el Halconazo, tanto las fotografa de muchos reporteros, las escenas lmadas por el enviado de la NBC, lo mismo que testimonios con valor ministerial y documentos de archivos ociales, nos llevan a la verdad sobre lo acontecido. (Martn del Campo, Jess. 2011). Pero si bien se ha conservado la memoria y llegado a la verdad histrica, la justicia ha sido aplazada y se encuentra en un punto muerto. Por las insistentes denuncias del Comit del 68 se abri una investigacin sobre el caso al inicio del gobierno de Vicente Fox y se cre una Fiscala Especial sobre Movimientos Sociales y Polticos del Pasado (Femospp). El cmulo de pruebas testimoniales y documentales, sumadas al hecho de que se trat de un acontecimiento pblico y notorio, llev a la propia Fiscala a la conclusin de la responsabilidad principal de Luis Echeverra. Pero a la hora de las consignaciones todos los elementos legalmente vlidos para aplicar justicia se han estrellado contra el muro conservador de las instancias judiciales. Tanto en los tribunales como en la Suprema Corte se han negado a sancionar a los responsables, escurrindose por la puerta falsa de la prescripcin de los crmenes de Estado cometidos por los gobernantes mexicanos, mismos que fueron creados como delitos imprescriptibles. Durante el curso de las investigaciones exigidas por el Comit del 68 se ha ventilado en Mxico el debate actual sobre la desaparicin forzada de personas, la tortura, las ejecuciones y el genocidio y sobre la necesidad de que el Estado, al juzgar crmenes de lesa humanidad est obligado a respetar, proteger, prevenir y garantizar los derechos humanos. Es importante destacar que el gobierno de Vicente Fox (2000-2006) se comprometi a cerrar el crculo vicioso de la impunidad creando una

scala especial a la que nalmente dej a su suerte ya sea por una actitud premeditada o por abandono de la causa. La frase de Fox de No habr piadoso olvido para quienes delinquieron se convirti en lo contario y durante el gobierno de Felipe Caldern (2006-2012), la investigacin se congel. El legado de una generacin Podemos armar que hace cuarenta y tres aos la juventud estudiantil a contracorriente de la adversidad represiva inici la construccin de la modernidad democrtica y libertaria en Mxico. Despus de la represin a movimientos sindicales en la dcada anterior, especialmente entre 1956-1960 contra ferroviarios, maestros y mdicos, el gobierno mexicano no esperaba el surgimiento de la protesta juvenil y menos an que adquiriera tanta fuerza. En los aos inmediatamente posteriores al movimiento de 1968, algunos comenzaron a referirse al mismo como el parteaguas poltico y cultural de la historia moderna de Mxico. El rgimen poltico, se deca, perdi la poca legitimidad que le quedaba por la brutal represin que ejerci contra el estudiantado de la poca. Ejemplo claro de que la intelectualidad mexicana rechazaba la poltica represiva del gobierno contra el movimiento fue la renuncia de Octavio Paz como embajador de Mxico en la India. Tambin contribuy al desprestigio internacional del gobierno el testimonio de la periodista italiana Oriana Falacci, quien se hallaba como corresponsal internacional y cubra los preparativos de las Olimpiadas y el movimiento estudiantil. La tarde del 2 de octubre estuvo en Tlatelolco, y ella misma recibi un tiro en una pierna, demostracin de la brutal accin del ejrcito mexicano. Con el paso del tiempo se ha ido elaborando el concepto de generacin histrica con el que se intenta abarcar la multiplicidad de los nuevos rasgos identitarios de la juventud estudiantil de aquel momento y de la asimilacin que hay en la sociedad sobre el legado de la lucha durante aquel trienio. Un elemento muy importante es el contrapunto existente entre la alegra, la irreverencia y el empoderamiento de los jvenes y la brutalidad con que el gobierno respondi. Son muchos. Vienen a pie, vienen riendo muchachos y muchachas estudiantes que van del brazo en la

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manifestacin con la misma alegra con que hace apenas unos das iban a la feria son las primeras lneas del libro de la escritora Elena Poniatowska sobre el 68, La Noche de Tlatelolco, (Poniatowska, Elena. 1971: 13), y son una clave muy importante para referirse al movimiento. Por su parte, los presidentes sucesivos Daz Ordaz y Echeverra prorieron tremendos discursos descalicando a los jvenes. As, con todo el aparato represivo en contra y con el cerco meditico, cada accin del estudiantado adquiri una dimensin pica. Las ms grandes manifestaciones hasta entonces realizadas en la capital; millares de brigadas informativas por toda la ciudad; la temeridad de los jvenes ponindose frente a los tanques del ejrcito y alegra, mucha alegra frente a un ambiente hostil. Durante el movimiento se gest y se despleg entre los jvenes un nuevo espritu solidario. Lo que comenz como una reaccin inmediata ante una accin desmedida de la polica, se convirti pronto en una protesta social multitudinaria. Y eso era un verdadero desafo a las costumbres de sometimiento ante la represin. En el mismo sentido, el impulso inicial de la movilizacin adquiere gran consistencia con el pliego petitorio de seis puntos. Estos planteaban el cese a la represin, el desmantelamiento de los rganos policacos encargados de la misma y la libertad de los presos polticos. La defensa de las libertades consagradas en la Constitucin con la participacin masiva de los jvenes revela una radicalizacin de su conciencia. En un temprano anlisis de aquel proceso, Ramn Ramrez seala que [] el movimiento adquiere dimensiones nacionales al situar su lucha inicial en planos ms elevados y plantea al pas reivindicaciones de carcter democrtico popular, (Ramn Ramrez, 1969: 21). Desacralizar al Zcalo, la plaza usada exclusivamente para actos ociales, y desacralizarlo con la presencia de la multitud juvenil organizada, de la multitud indignada e irreverente, constituye un hecho de gran relevancia. El Zcalo pas a ser, despus de 1968, la plaza de las libertades. Defender las libertades democrticas ejercindolas y haciendo con las manos la V de la victoria, la V de venceremos que dej su impronta en las protestas sociales posteriores. El movimiento estudiantil de 1968 sacudi a la sociedad mexicana en muchos planos. Por ejemplo, las consignas coreadas en las marchas

ponen de relieve a una juventud que se niega a seguir callada, que se rebela frente a los abusos de los gobernantes y que los desafa y los pone furiosos con sus consignas:
M-xi-co Li-ber-tad M-xi-co Li-ber-tad nete pueblo nete pueblo No queremos Olimpiada! Queremos Revolucin! Che, Che, Che Guevara, Daz Ordaz a la chingada Ho, Ho, Ho Chi Min, Daz Ordaz chin, chin, chin Sal al balcn hocicn

Y en algunas mantas se lean frases como las siguientes:


Estos son los agitadores: ignorancia, hambre, miseria Nada con la fuerza, todo con la razn Libros s, bayonetas no

Carlos Monsivis resume de la siguiente manera el legado del movimiento: Con el 68 da comienzo y en forma multitudinaria la defensa de los derechos humanos en Mxico. Es tambin el enfrentamiento ms lcido al autoritarismo presidencial, el desenvolvimiento de otra idea de juventud, la prdida de respeto a la majestad del poder presidencial. Pero a la distancia, lo innegable a lo largo de esos meses y el mensaje esencial del movimiento es la defensa de los derechos humanos (Carlos Monsivis, 2008: 11). Hasta ahora, ningn otro hecho se equipara al 68 en cuanto al entusiasmo, los cuestionamientos, las bsquedas, en profundidad simblica y produccin de imgenes. En una temprana elaboracin, uno de los dirigentes del movimiento ley un documento al nal del la marcha silenciosa el 13 de septiembre, del que destac algunas palabras: Estamos viendo una luz negada por muchos aos, hay que cuidar que esta luz, deslumbrndonos, no nos ciegue. Porque si eso sucede, perderemos el paso, y este momento ser el instante que nuestro enemigo aprovechar para volver a amordazarnos y a poner cadenas. Pero algo no podr lograr, las vendas quemadas no sern colocadas en nuestros ojos de nueva cuenta, porque algo importante hemos ganado, la con-

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ciencia de la accin, ahora discutimos cmo romper las cadenas, no si se pueden romper Hemos vivido libertad en las calles, hemos vivido democracia en miles de asambleas, de mtines y de manifestaciones. Cuando se conoce lo dulce de la libertad, jams se olviday en este movimiento miles hemos sido libres, verdaderamente libres (Gilberto Guevara, 2004: 257). El impulso multitudinario produjo un cambio sbito de mentalidad en la juventud estudiantil de aquel momento convirtindose en la conciencia crtica de la sociedad mexicana. De una cosa podemos estar seguros, lo que el 68 cambi nunca volvi a ser lo mismo (Adolfo Gilly, 2002: 67). Una generacin de jvenes cambi y contribuy de manera decisiva a la transformacin de un Mxico que es un poco ms democrtico. Para esa generacin, el 68 produjo gasolina pica para alimentar muchos aos de resistencias (Paco Ignacio Taibo II, 1991: 10). 2 de octubre no se olvida!

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Bibliografa
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El default que nos qued


Luciana Peker

En la siguiente ponencia, la autora seala algunas cuentas pendientes del Estado y la sociedad con los jvenes, e invita a reexionar entre otras cosas sobre el modo de abordar el tema por parte de los medios de comunicacin.

En mi recorrido como periodista, una de las notas que ms he cubierto especialmente en los noventa era sobre los los que hacan los estudiantes cuando iban a Bariloche. Y estrictamente la prohibicin, por ejemplo, en San Martn de los Andes, de que fueran los egresados para que no les arruinaran la ciudad con un turismo de mayor poder adquisitivo. Detrs de esa medida y de esas coberturas mediticas, en realidad lo que haba era un par de pibes o pibas que tomaban alcohol; alguno una cosas ms la verdad es que he estado bastante in situ: no mucho ms ni de lo que hacan mis amigos en su momento, ni de lo que hacan otros periodistas, ni de lo que hacen los jvenes ahora, en denitiva, lo que haba era una poltica de un turismo selectivo que prefera que fueran cinco personas y dejaran cinco mil pesos, y no que fueran cincuenta chicos, y dejaran cinco mil pesos. De todos modos, lo interesante de la presentacin de este problema (el caos de los viajes de egresados) era que se presentaba para instalar una campaa que restringa el viaje a sectores vulnerables (adolescentes). Una vez ms podamos ver que la imagen de los y las jvenes es dicotmica. Los medios de comunicacin hacen esta exposicin sobre

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los jvenes: se los muestra angelizados o como demonios. No hay jvenes reales en el medio. No hay pibes y pibas que tengan agujeros por situaciones propias, familiares, sociales y que entonces a partir de eso tomen ms alcohol del que corresponda, por ejemplo como una de las conductas que se seala en calidad de culpables a los chicos y que no se ve como sntoma de las culpas sociales. Los jvenes que muestran los medios alternan entre los que hacen desmanes y los modelos de la pasarela que se supone nos gustara tener a los padres y las madres. No hay pibes y pibas que sean reejo de la sociedad en la que vivimos y de los aos de los que venimos. En mi profesin, creo que esa idea de mandar a cubrir ese tipo de hechos para mostrar a los jvenes como bandidos sin siquiera reexionar sobre el descontrol, sus causas, sino como una forma de demonizarlos, es una parte del modelo de exclusin. Me parece que lo que viene pasando es que hay adolescentes que son incmodos, que son incmodos porque no son hroes, porque reejan los agujeros sociales, porque son el default que nos qued. Hemos pagado la deuda externa, nos queda la interna. Y hay que pagar una deuda con los jvenes. Yo valoro las polticas de inclusin social que hay en este momento como la Asignacin Universal por Hijo o los programas de becas. Pero s que no se resuelve tampoco tan matemticamente la inclusin despus de aos de una cultura de la marginalidad. Hay otra experiencia periodstica que me parece interesante compartir: hace unos aos trabajaba en el diario Crtica de la Argentina que fue

Luciana Peker
Especialista en gnero. Se desempea como relatora del suplemento Las Doce, del diario Pgina 12. Es columnista de Radio Nacional y CN23. Como docente dict cursos de capacitacin sobre los temas de gnero, comunicacin y nuevas tecnologas. Y fue coautora del libro La adolescencia en la Argentina. Sexualidad y Pobreza. Este, entre otros textos, fueron reproducidos en el foro mundial de salud reproductiva de la Universidad de Harvard.

fundado (y fundido) por Jorge Lanata, que era supuestamente progresista y crtico del gobierno. Entonces un da llega a la seccin sociedad el planteo de que hagamos una nota indagando sobre por qu si haba bajado la pobreza no haba disminuido el delito juvenil. Bueno, tenamos que hacer una nota horrible, en contra de los pibes, para concluir que lo que haba que implantar eran polticas de mano dura. En ese momento era muy fuerte el debate sobre la baja de la Ley de imputabilidad y se pensaba (y se piensa) que los que no la defendamos estoy en contra de esa solucin salvo que sea simplemente para otorgarle ms garantas procesales a los menores, suscribamos un progresismo que solo encubra delincuentes. Entonces, fue un trabajo en equipo espontneo, que rescato como de resistencia periodstica, que hacemos muchos de los que nos dedicamos a esto estemos donde estemos, sea en un medio que nos representa como en uno que no nos representa (porque respeto a todos los que tienen ganas de trabajar bien), que se trat de impugnar la hiptesis de que los pibes robaban no porque fueran pobres sino porque eran chorros casi en su ADN. En denitiva, el editor que estaba en contra de la hiptesis que nos haban bajado desde la jefatura del diario y los periodistas nos pusimos en la mesa a debatir (algo que no es habitual en el apuro permanente). Llamamos a todas las fuentes posibles para hacer una nota que despus tuvo poco espacio, pero fue digna. Igualmente, lo valioso fue que no queramos avalar lo que el diario nos quera hacer decir; eso que los medios vienen diciendo y haciendo, que ya se ha convertido en un mal show porque ahora se usa la representacin, el pisco-drama televisivo bastante pattico donde lo trascendente es la actuacin que muestra a unos pibes morochos como chorros y se sugiere que no roban por pobres porque ahora, con menos pobreza, siguen siendo chorros; esto es, lo hacen no porque necesiten robar, sino porque les gusta hacerlo. En cambio, en esa pequea nota mostramos que en una sociedad de consumo se los incita a consumir objetos de clase media y alta, que falta cultura del trabajo, que necesitan tutores para volver a constituirse como trabajadores y que hay niveles de inequidad que no tienen que ver con una ecuacin de pobreza sino con causas ms profundas. Por otro lado, est el caso de Lucila Frend acusada de matar a una amiga. Ms all de que no est todava el veredicto (N de la R: por ahora

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fue declarada inocente), es evidente que cuando la imputada es de clase alta el tratamiento de los medios es diferente. Hay muchas pruebas en el expediente contra esta chica acusada. Sin embargo, en el video que pasan por todos los canales para mostrar la reconstruccin del hecho, aparece la acusada actuando, quebrada, para generar sin dudas la conmiseracin popular. Tambin est el caso de Carlos Carrascosa, condenado por la muerte de su esposa Mara Marta Garca Belsunce en el country El Carmel y cuyas entrevistas, por la forma en que estn hechas, generan mucha empata con el pblico. Es decir, est muy claro cmo los medios de comunicacin muestran una realidad absolutamente diferente segn la clase social a la que pertenezca el acusado. Y no digo que los acusados no puedan defenderse, sino que cuando el imputado es un pibe morocho no tiene las oportunidades de defensa que tiene una chica de la alta sociedad en la Argentina, acusada de matar a una amiga. El otro da vea en un canal a un grupo de chicos que estaban festejando el patrn de Irlanda, San Patricio, y eran mostrados como borrachos jocosos. Sin embargo, cuando los borrachos son jvenes bolivianos son considerados literalmente como peligrosos. Con esto quiero decir que si est mal que todos los pibes se emborrachen vale para todos y en tal caso, deberamos preguntarnos por qu los pibes toman tanto alcohol, qu estn diciendo, qu ayuda necesitan y qu hacemos nosotros los adultos. Sin embargo, no slo no se miran las causas ni cmo ayudarlos sino que se distingue entre borrachos aceptables y borrachos inaceptables. En el ao 2001 escrib junto a otras autoras (la mdica Mabel Bianco y la psicloga Cecilia Correa), un libro que se llam Jvenes, sexualidad y pobreza y est editado por la Fundacin de Estudios e Investigacin de la Mujer (FEIM). En ese momento las cifras eran escalofriantes: el 70% de los jvenes o nios estaban bajo la lnea de pobreza en la Argentina, o sea siete de cada diez. Tambin es impresionante el hecho de que hoy estemos por debajo del 50%; pero tambin me asombra cmo no se habla de esta deuda pendiente que sigue teniendo la sociedad con los jvenes. Siempre parece que los jvenes son los que se portan mal, no nosotros. En estos aos se ha formado (y ustedes lo saben mejor que yo), grandes capas de marginalidad: los pibes no solamente no tienen trabajo, sino que muchos de los que s trabajan son explotados durante

doce horas en un supermercado, son maltratados, cobran una miseria. Por supuesto, sus padres tambin han quedado excluidos del mercado laboral producto de la poltica neoliberal implementada aqu sistemticamente. Hace algunos aos entrevist en un instituto en la provincia de Buenos Aires a un pibe que le faltaba una pierna. Me cont que estaba en la ruta, sali a robar, le dispararon, le bajaron la pierna y a partir de ah, de ese episodio, l siempre dijo: son ellos o yo. Si me preguntan a m, si cuando veo un grupo de pibes cruzo, digo que s porque me da miedo; ahora bien, quin es el culpable del miedo? Yo, y todos los adultos que hicimos que esos pibes piensen que somos nosotros o ellos. Si furamos todos un nosotros se nos ira el miedo. Ellos son capaces de disparar, pero porque nosotros les disparamos antes. Tambin es importante subrayar que hay pibes que tienen la posibilidad de participar, como ocurri cuando los chicos de secundaria tomaron las escuelas para reclamar entre otras cosas por las condiciones edilicias en las que tienen que aprender, por la defensa de la educacin pblica, entre otros motivos. Los escuchabas y escuchaba a las chicas (mucho ms excluidas y burladas en los noticieros televisivos y radiales), y sus discursos eran muy lcidos, hasta una de las alumnas le cerr la boca a Eduardo Feimann cuando la increpaba al sealar que al colegio se va a estudiar, tal como decan en la dictadura. Una de ellas tambin me contaba que los medios de comunicacin, incluso los ms progresistas, hacan entrar siempre a varones y no a las chicas, en una segregacin a las adolescentes que son fcilmente sealadas como peteras pero poco escuchadas como referentes generacionales. No quiero dejar de decir que a pesar de los grandes avances an cuesta difundir que los chicos tienen derecho a pedir anticonceptivos a los 14 aos, solos, sin los padres. La Senadora por San Luis, Liliana Negre de Alonso, dijo que esto era una barbaridad. Bueno, esa barbaridad existe y es una ley: el delito es no cumplirla. La Ley de Educacin Sexual Integral no es una decisin, es una ley. Es una obligacin y todava no se cumple. Y ese es un derecho de los chicos y de las chicas para realmente cortar con los abusos sexuales, para decidir qu hacer con los embarazos no deseados, para sentirse respetados. Me he tomado el trabajo de dar clases de educacin sexual y caer en la cuenta de que lo

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difcil no era darlas, lo difcil era escuchar las cosas que tienen para decir los pibes con padres abusadores, golpeadores, una se queda con ese boomerang. Por eso lo difcil no es decir, sino escuchar. Para cerrar, les propongo y me propongo en relacin con la tarea periodstica, escuchar a los pibes y a las pibas. Ah est el default que nos qued. Y es una deuda que tambin podemos pagar.

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El papel de la formacin docente en las transformaciones de la educacin secundaria

Transformaciones organizacionales, un desafo en el nivel secundario y en la formacin docente, Graciela Lombardi Entre reformas y realidades educativas. Maestros y escuela secundaria, Etelvina Sandoval Flores Formacin de profesores y educacin secundaria en Brasil: apuntes iniciales, Magda Sarat y Reinaldo Dos Santos La escuela media en su lmite, Guillermina Tiramonti

Transformaciones organizacionales, un desafo en el nivel secundario y en la formacin docente

Graciela Lombardi

Un repaso ferviente sobre la actualidad de la formacin docente en el que se convoca a discutir experiencias de enseanza y maneras de acompaar al profesional. Una invitacin a romper con las formas tradicionales de la escuela secundaria, sin dejar de celebrar su actual carcter obligatorio.

La primera cuestin que quera mencionar era que una escuela secundaria obligatoria es algo absolutamente novedoso, diferente, que rompe todas las reglas del juego preexistentes. Siempre pienso qu maravilla vivir un tiempo histrico y un cambio cultural colosal. Lo que quiero decir es que la gente grande como yo se pone contenta porque la obligatoriedad y otras polticas por el estilo cuestionan la certeza que tenamos con respecto a toda nuestra historia. Para pensar en la transformacin de la escuela secundaria no alcanza con un cambio de materias o de contenidos, aunque tengamos que hacerlo, porque entre las primeras cosas que debemos disear est la organizacin por asignaturas, algo que sabemos desde hace mucho tiempo pero que no es tan sencillo de modicar. La pregunta es por qu? Es solamente un problema de organizacin epistemolgica del saber? Es una tozudez burocrtica o administrativa? Creo que, en el fondo, el obstculo ms grande es que la estructura organizacional de las escuelas se corresponde, punto por punto, con la disposicin laboral de los docentes. Cuando la docencia no tiene conanza en que sus gobernantes van a respetar sus derechos laborales adquiridos, se resiste

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hasta con cierta legitimidad a cualquier transformacin organizacional que genere dudas respecto a su derecho laboral. Esto hay que situarlo en una justicada resistencia a la dcada del 90, cuando nuestro pas viva un enaquecimiento del mercado laboral, donde los y las docentes se haban convertido en casi el nico sustento familiar y, adems, miles de profesionales que no eran docentes asistan a las escuelas porque era el nico lugar donde haba empleo, mal pago, pero trabajo al n. En los ltimos seis o siete aos la situacin ha cambiado. Me parece que en la actualidad podramos pensar otras formas de organizacin laboral que, sin lesionar los derechos, modique la lgica de la escuela secundaria, la cual no pertenece solo a ella sino tambin a la de los institutos de formacin docente. Por lo tanto, quiero contarles que la idea es trabajar integralmente en distintas cuestiones que reeren a poltica educativa. Algunas salen rpido y otras son bastante ms difciles de poder sostener. El primer objetivo que nos planteamos fue meternos con el hueso duro del diseo organizacional de los institutos de formacin docente que, en nuestro pas, es heredero de las viejas escuelas normales sarmientinas, con todo el peso simblico y el carcter de intocables que les cabe por la misin cumplida en la ltima parte del siglo XIX y la primera del siglo XX. Mencionar a Sarmiento, a la escuela normal, es un sacrilegio que se supone no deberamos transitar si no queremos perder todo respeto y crdito.

Graciela Lombardi
Licenciada en Ciencias de la Educacin, egresada de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Profesora de la Universidad de Villa Mara, Crdoba. Ex Directora de Capacitacin Docente en MCBA. Ex Coordinadora del Programa Nacional de Capacitacin Docente en el Ministerio Educacin de la Nacin. Fue directora del Infod en el Ministerio de Educacin de la Nacin en el perodo 2008-2011

No obstante hecha esta aclaracin, desde el Instituto Nacional de Formacin Docente elaboramos un Plan Nacional en el ao 2007 con recomendaciones para la modicacin curricular de los profesorados de inicial y primaria. Adems, elaboramos otra resolucin el mismo ao en la cual hablamos sobre la variacin organizacional hacia una institucionalidad diferente. Quiero decir que, en el diseo de las modicaciones de la formacin docente, no pensamos en hacer una cosa primero y otra despus, sino encararlas al mismo tiempo, abrir todos los frentes de discusin desde un principio. Han pasado cuatro aos desde el 2007, debo decir que ha sido bastante sencilla y rpida la produccin de nuevos planes de estudio, de diferentes diseos curriculares en los cuales se introdujeron muchas de las innovaciones propuestas por los docentes. Hay que tener en cuenta que es posible modicar los proyectos de ctedra dos veces al ao, y eso genera dicultades, sobre todo si se quieren incluir nuevos enfoques o lograr una interaccin entre los espacios y las ctedras. Qu es lo que nos lo impide? Si no hay espacios pagos para poder juntarse con los compaeros a discutir, ya no un proyecto de ctedra, sino el plan integral de la formacin docente, cul es el sentido poltico y social que ejecuta todas las normativas aprobadas y el trabajo hecho en estos cuatro aos de formacin docente? No capacitamos cualquier profesional, sino personas que van a llevar adelante prcticas sociales y que, por ser sociales, estn sometidas a marcos de incertidumbre y transformaciones violentas como las que vivimos, pero que tienen como denicin sustantiva la enseanza. A esta palabra tenemos que agregarle algo, enseanza es una intervencin social transformadora que debe producir aprendizaje. Escuchamos reiteradas veces que los docentes utilizan el conocimiento, tanto en la escuela media como en el nivel superior, como una manera de generar distancia con el estudiante. Esto muchas veces se debe a que sus preguntas incomodan y no hay forma de abordarlas. Resulta ms fcil bajar la bibliografa ms compleja, decirles que lean y despus preguntar al respecto. Pero resulta que los jvenes actuales, desde primer ao, cursan la materia Acercamientos a la prctica institucional y no asisten a clase con las lecturas hechas sino tambin con inquietudes del tipo sabe profe, vimos que los

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chicos se tiraban del pelo y la maestra no hizo nada, yo no quiero ser maestra de ese modo. Para poder responder preguntas de la realidad que pueden llegar a generar incomodidad uno debe tratar al estudiante no como el supuesto lector de la biblioteca, igual que fue considerado en la escuela secundaria, sino que tiene que poder incentivar trayectorias y dar tareas que promuevan la autonoma, el movimiento como estudiantes adultos. La primera lucha, entonces, es lograr sistemas acadmicos que faciliten la participacin estudiantil y exibilicen la circulacin. Esta cuestin es clave junto con la discusin acerca de los regmenes orgnicos funcionales. Hace tres aos que se debate qu es un instituto de educacin superior. No queremos decir que un instituto es idntico a la universidad, porque ya tendramos otras voces crticas y alertas para absorber este conjunto. Somos 1200 institutos, 510 privados y 711 de gestin estatal, por lo cual no creo que ninguna universidad del pas pueda integrar semejante tamao organizacional. Por lo tanto, queremos un orden acadmico que respete la condicin adulta y el futuro profesional de la docencia, adems de regmenes orgnicos que reconozcan las cualidades de los institutos de formacin superior y sean propios de este tipo de capacitacin. En consecuencia, un diseo organizacional diferente tiene que ser acompaado por una forma de contrato laboral distinto. Por ejemplo: si trabajo en la universidad y concurso por tanto nmero de horas al frente de estudiantes, pero tambin en el paquete de cargo dispongo de horas dedicadas a la extensin e investigacin, esa situacin debe ser similar en los institutos de formacin docente. No obstante estas dicultades, hay muchas cosas que hemos logrado: avanzamos rpido en la elaboracin de diseos curriculares, invertimos 2600 horas reloj en la formacin de maestros de nivel inicial y primaria e intentaremos modicar la formacin de los profesores de secundaria conjuntamente con las universidades. En ese orden, hicimos una convocatoria abierta, elaboramos un perl deseable de quienes tenan que venir para discutir qu debe saber un profesor de Biologa, Qumica, Matemtica, Historia, Geografa, Lengua y Literatura, Lenguas extranjeras o la materia que fuera. Armamos comisiones mixtas y realizamos preguntas pedaggicas menos convencionales

que las habituales, porque el inters no era hacer un plan de estudios o discutir un tejido curricular sino saber cules son los ncleos organizadores ms importantes del saber disciplinar de cada una de las asignaturas. La idea era superar esa lgica enciclopdica de enumerar todos los temas para poder encontrar una estructura que no excediera los seis grandes ncleos que organizan el saber disciplinar de ese campo. Dado que a nosotros nos interesa la formacin de profesores, tambin les preguntamos qu metas singulares deberan aprender dentro de cada uno de esos grandes ncleos, qu experiencias de aprendizaje debe atravesar un futuro profesor para luego ser capaz de ensear ese contenido, porque la otra cuestin fundamental es que aprendemos en caminos nicos, enseamos por senderos ideales a una poblacin absolutamente heterognea, que parte de saberes distintos. Queremos que todos aprendan matemtica al resolver algoritmos cuando la matemtica, como campo disciplinar, es mucho ms que eso. En consecuencia, el esfuerzo mayor fue imaginar qu experiencias de aprendizaje tenan que atravesar esos futuros docentes para comprender la nocin de nmero o medida, de cuntas maneras se aprenden y se ensean estos conceptos. Con un trabajo que realmente concit mucho inters por parte de los colegas convocados, llegamos a armar matrices de progreso para que expresen qu debera saber de cada uno de estos ncleos conceptuales un estudiante que promedie el profesorado de Biologa y, a la vez, aventuramos desempeos que nos parecan tiles para pensar qu podra haber aprendido un profesor despus de tres o cinco aos de ensear esa materia. Si bien la formacin inicial es denidora de la matriz con que luego se ejerce la tarea, no es esta la consagracin de la perfeccin o de todos los saberes que se tienen que tener. Queremos que se vayan con la conciencia de que hay siempre algo que aprender y por eso nos animamos a imaginar el desempeo de los profesores una vez que hicieron sus primeros aos en la docencia. Estos documentos son interesantes porque constituyen una herramienta para dialogar, confrontar y cuestionar. Adems, se los puede tomar como una recomendacin para que una determinada provincia modique todos sus planes de estudio, si esa fuera la voluntad poltica. Es una instancia que le permite a un director de instituto convocar a todos lo profesores de una carrera para hacer una discusin de esos mate-

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riales, sin necesidad de inmiscuirse en la estructura laboral ni curricular, sino predicar sobre cuestiones importantes como modos de aprendizaje, experiencias de enseanza propuestas y futuros desempeos al nalizar la carrera. Es un contenido de democratizacin y de compromiso para el estudiante, porque evidencia y hace pblico lo que se espera de l. El hecho de que los estudiantes del nivel superior, sean universitarios o pertenezcan a los institutos, no sepan por qu aprueban o desaprueban una materia es grave porque demuestra un modelo de apropiacin del conocimiento transformado en una herramienta de poder que no se comparte con el estudiante. Un alumno que fue sujeto de ese tipo de sometimiento, cmo puede entender, por ejemplo, que l va a tener que ensearles a jvenes que ingresaron a la escuela secundaria debido a la Asignacin Universal por Hijo. Es imposible que lo haga, ese profesor tiene una ruptura entre los cdigos culturales que lo marcaron a fuego y la sociedad que le dice que todos los pibes tienen que estar adentro de los colegios. Pensamos, en consecuencia, que hay que hacer un acompaamiento solidario al profesor que hoy est en la escuela secundaria, que se form con esas matrices de apropiacin sin compartir el conocimiento. Ese profesional tiene que hacer un aprendizaje diferente de lo que signica ser alumno, ese modelo de estudiante no se corresponde con el que tiene frente suyo, no pertenece a esa cultura del disciplinamiento en la cual l fue formado. Por estas cuestiones se est incorporando en los institutos de formacin docente el acompaamiento a los docentes. El formato es similar al del seguimiento de un recin egresado que entra a la institucin con el miedo escnico bien justicado, dado que entra a una escuela secundaria poblada de caras nuevas, en medio de una transformacin colosal de los contextos histricos habituales. Pero vale aclarar que tambin es necesario acompaar a los profesores quebrados, aquellos que han tirado la toalla, porque hay una parte de ellos los menos que lo hacen con una ideologa que niega compartir el conocimiento e incluir a los estudiantes. Es cierto que muchos se dan por vencidos porque no tienen herramientas, pero cuando una escuela logra reponer el sentido de la importancia de la educacin, ese docente le encuentra el inters a su tarea y se moviliza ms fcil en la bsqueda de nuevos instrumentos, otros caminos y recursos.

En la actualidad el Instituto de Formacin Docente tiene un compromiso activo con los formadores para incluirlos en el programa Conectar Igualdad y conseguir que en todos los profesorados que forman docentes de nivel secundario tengan las computadoras respectivas, una para cada uno. Adems, abrimos seminarios que habiliten a los profesores a trabajar con tecnologa, ya que tenemos una responsabilidad poltica con los colegas que van a tener en sus escuelas las mquinas y, por lo tanto, deben estar actualizados. Para los profesorados de nivel inicial y primaria habr aulas digitales mviles, es decir, carritos con mquinas, novedosa modalidad que se va a implementar en los prximos aos en las escuelas. La intencin es construir puentes. Los invitamos a visitar nuestra pgina www.infd.edu.ar para que si trabajan o son estudiantes de la formacin docente se inscriban en la comunidad que les corresponde, participen y aporten ideas. Les aseguro que las cosas que nos escriben los estudiantes muchas veces valen ms que un libro acadmico o una investigacin, porque las narran desde la experiencia. Con el rigor de ser eles a nuestras formaciones acadmicas, de darles a ellos la capacitacin acadmica que les corresponde, queremos tambin que tengan la posibilidad desde que entran a los profesorados de ver cules son las realidades en las que van a tener que trabajar. Por lo tanto, hacemos grandes esfuerzos para acompaar a esos profesionales: nos va muy bien con muchos, ms o menos con otros y muy mal con pocos, este es el estado de situacin.

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Entre reformas y realidades educativas: el rol del maestro y la escuela secundaria


Etelvina Sandoval Flores

La autora nos brinda una perspectiva sociocultural para estudiar el trabajo de los maestros de secundaria en Mxico; analiza las condiciones y prcticas cotidianas de trabajo y repasa crticamente distintas reformas educativas.

Es evidente que la de maestro es una profesin sobre la que se habla mucho, un trabajo que se realiza bajo reectores y que tiene sobre s la mirada inquisitiva de muchos sectores: padres de familia, investigadores, autoridades, sindicatos, comunicadores, polticos, organismos internacionales, entre otros. En estas miradas, la imagen del maestro oscila entre roca que da solidez a la construccin de las personas1 a maestros reprobados responsables de la baja calidad educativa2. Bajo la perspectiva del deber ser, el trabajo docente es actualmente objeto de una serie de crticas y prescripciones que se materializan en reformas educativas y en mltiples proyectos para mejorar su formacin, certicar sus habilidades, evaluar sus resultados y en sntesis, controlar su trabajo.

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Ponencia de la Secretara de Educacin del Estado de Guanajuato (SEG) en el Panel Inaugural del VI Encuentro Internacional de la Red Docente de Amrica Latina y el Caribe Kipus Aseguramiento de la calidad de la profesin docente. Mxico, Distrito Federal, UPN, 2010. 2 Titular del peridico mexicano El Universal, septiembre de 2008.
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Si bien siempre ha tenido un lugar preponderante, en la ltima dcada se ha puesto especial nfasis en el papel del docente para consolidar el cambio educativo y lograr una educacin de calidad. Michael Barber y Mona Mourshed (2008) plantean que la calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus docentes. En Amrica Latina, la Organizacin de Estados Americanos seala como un desafo urgente atender la calidad de la formacin y la prctica de los maestros (OEA, 2004). En tanto, para esta misma regin, la Unesco-Orealc (2011) arma que entre los factores internos que inciden en la calidad de la educacin, ocupa un lugar decisivo la preparacin y el grado de compromiso de los docentes. Para el caso de Mxico, un trabajo reciente de la Organizacin para la Cooperacin y el Desarrollo Econmico considera que es necesaria la construccin de una poltica pblica que impulse un slido sistema que permita seleccionar, preparar, desarrollar y evaluar a los mejores docentes para sus escuelas (OCDE, 2010). En ese marco, la tendencia ha sido el diseo de polticas pblicas que ponen nfasis en la formacin, prctica, certicacin y evaluacin docente como aspectos fundamentales y estrechamente vinculados a la mejora educativa, adems de desarrollar marcos de competencias y caractersticas deseables del profesor (Preal, 2006). La profesin docente se ha visto inmersa en polticas pblicas que privilegian las mejoras cuanticables del trabajo docente y proponen diversos proyectos para incidir en su formacin.

Etelvina Sandoval Flores


Doctora en Pedagoga por la Universidad Nacional Autnoma de Mxico. Profesora- Investigadora de la Universidad Pedaggica Nacional, Mxico. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1999 y socia fundadora del Consejo Mexicano de Investigacin Educativa (COMIE). Actualmente desarrolla una lnea de investigacin que desde una perspectiva sociocultural etnogrca se centra en el anlisis de los procesos de construccin de la profesin docente de niveles bsicos.

Otra corriente de pensamiento ms vinculada a la investigacin, ha estudiado el ocio docente en el contexto de las transformaciones sociales, tecnolgicas y de los sistemas educativos a nivel mundial. Pone el acento en la construccin de nuevas identidades docentes y la manera en que la formacin de maestros debe considerar los actuales desafos educativos (Tenti, 2010). En esta postura se analiza la constitucin de la profesin docente desde distintos ngulos: poltico, social, histrico y cultural. En este artculo nos ubicamos en una perspectiva sociocultural para analizar el trabajo de los maestros de secundaria de Mxico en la actualidad, las condiciones que enfrentan y las prcticas que construyen desde la cotidianidad de su labor. Se parte de la idea que ser maestro es, primero que nada, un trabajo, y como tal depende en gran medida de las condiciones dentro de las cuales se desarrolla, de las restricciones materiales y de la estructura institucional que delimita su propio mbito (Rockwell, 1997). Es en la experiencia escolar concreta donde se conforman las prcticas cotidianas de enseanza, las relaciones y las formas de organizacin institucional en las que el maestro se inserta y en las que hace uso de sus propios conocimientos, recursos y estrategias para hacer frente, de manera diaria, a las exigencias que se le presentan en su quehacer. Desde esta perspectiva es posible reexionar sobre la potencialidad que los maestros tienen para inuir en la transformacin de la escuela secundaria desde su prctica cotidiana y el papel que en ello juega su formacin, tanto la que reciben institucionalmente como la que de facto consolidan en la escuela misma. Para este anlisis recupero algunos elementos de dos investigaciones que realic en perodos distintos. La primera de ellas, iniciada a media-

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Los resultados de la primera investigacin se encuentran en Sandoval, Etelvina (2000). Fue la tesis doctoral de la autora en la cual analiza la vida cotidiana de la escuela y la accin de los sujetos en la construccin de la escuela. La segunda investigacin, actualmente en proceso, es auspiciada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologa (Conacyt) cuyo eje es la formacin en la prctica de profesores principiantes en contextos desfavorecidos. El proyecto incluye a profesores de educacin bsica (primaria y secundaria). En este artculo se consideran algunos resultados referidos a los docentes de secundaria.

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dos de los aos noventa, fue un estudio etnogrco enfocado en la dinmica de la escuela secundaria y sus sujetos. La otra, actualmente en desarrollo, aborda los procesos de aprendizaje de la profesin en que se insertan los profesores durante sus primeros aos de ejercicio.3 Ambos estudios reeren a escuelas y maestros de secundarias urbanas que trabajan en zonas de marginalidad en la ciudad de Mxico. La posibilidad de ver la secundaria en dos momentos distintos, que a su vez coincidieron con el inicio de sendas reformas educativas para el nivel, nos da la oportunidad de pensar en los cambios que ha tenido el trabajo del maestro y la escuela secundaria, as como las continuidades en las prcticas escolares y sus tendencias. El escrito se divide en dos apartados. En el primero se presenta un panorama de la escuela secundaria en Mxico, los problemas por los que atraviesa y las reformas que se han implementado para resolverlos, pone nfasis en la formacin de docentes para este nivel educativo. Si bien no es posible asumir que las polticas normativas son determinantes en el trabajo de los maestros, s es necesario considerarlas como un contexto referencial. En un segundo apartado se muestran los cambios y las continuidades que se han gestado en las condiciones de trabajo de los docentes de secundaria a lo largo de quince aos. La mirada est puesta en lo que los maestros concretan de acuerdo a las reales condiciones de trabajo. La escuela secundaria y sus maestros en Mxico: problemas y reformas Hasta el ao 1992 la escuela secundaria mexicana (nivel educativo que atiende a jvenes entre 12 y 15 aos) formaba parte de la Educacin Media. Constitua el nivel inicial de tres aos despus de la primaria, llamado Educacin Media Bsica, y el bachillerato, siguiente escaln de estudios histricamente vinculado a la universidad, se denominaba Educacin Media Superior. En 1993, en el marco de un acuerdo4 educativo

La referencia es al Acuerdo Nacional para la Modernizacin de la Educacin Bsica (Anmeb) que se considera fundamental para la educacin en Mxico, ya que contempl la descentralizacin educativa, una modicacin curricular y la creacin de nuevos proyectos para la formacin de los profesores en servicio y el reconocimiento diferencial de su trabajo.

nacional, la Ley General de Educacin decret la obligatoriedad de la secundaria y la ubic, junto con la primaria y aos ms tarde el preescolar como parte de la Educacin Bsica Obligatoria. Se fundament entonces que la secundaria representaba el mayor reto pedaggico de la educacin bsica y requera, con urgencia, una redenicin de su sentido educativo pues ofreca una educacin deciente tanto en lo acadmico como en la formacin para el trabajo productivo. En efecto, la secundaria al ser creada como un nivel dependiente de la Secretara de Educacin Pblica (SEP) en 1925, tuvo como nalidad preparar a los jvenes para continuar estudios de carcter superior, pero tambin para capacitarlos para el mundo del trabajo. Este ltimo aspecto era de particular inters para un gobierno que surga de un periodo revolucionario y requera jvenes capacitados para contribuir a la transformacin productiva que en ese momento apremiaba: el pas requera la urgente utilizacin de las actividades de sus ciudadanos y, por tanto, no poda encerrarlos largos aos en las aulas [] para que los hombres rindieran el fruto de sus energas se necesitaba utilizarlas desde temprano (Meneses, 1986). El sentido educativo de la secundaria, claro en el momento de su creacin, fue difuminndose de manera paulatina en consonancia con los cambios econmicos, polticos y sociales del pas. Para 1993, la secundaria no se consideraba ya el nivel educativo ms alto al que podan aspirar los jvenes y la revisin de su utilidad y sentido se planteaba como impostergable en un momento en que el gobierno tena como lema la modernizacin educativa.5 Por lo tanto, su ubicacin como educacin bsica, implic tambin un cambio radical en la concepcin que sobre la secundaria se tena: un desprendimiento de la educacin media y una modicacin en su plan y programas de estudio a n de construir una articulacin con la educacin primaria. El objetivo? Consolidar un ciclo bsico congruente y

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Se trata del gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), cuyo principio se fundamentaba en la modernizacin del pas en todos los aspectos. En educacin su propuesta fue la Modernizacin Educativa, que implicaba una revisin del sistema educativo en general, pero que se centr en la educacin primaria y secundaria.

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continuo integrado por la primaria y la secundaria que adquira por ley el carcter de obligatorio. No obstante, las prcticas escolares, la organizacin y muchas de las formas de operar de la secundaria continuaron intactas. As, el trabajo docente centrado en la especializacin disciplinar, la distribucin de la jornada horaria por materia, un currculum sobrecargado (se consideraba que los jvenes no continuaran capacitndose y era necesario darles el saber de la poca), la contratacin de los docentes por horas en lugar de jornadas, un examen de ingreso selectivo, la formacin profesional heterogenea de los profesores, entre otras, todas ellas caractersticas de su histrica pertenencia a la educacin media, se mantuvieron. Diez aos despus de haberse iniciado la reforma de 1993, se volvi a reconocer que los problemas de la secundaria no haban sido resueltos con su transferencia a la educacin bsica y se propuso una nueva reforma. La justicacin fue la persistencia del problema de la desercin, la alta reprobacin, la eciencia terminal de un ochenta por ciento, los bajos niveles de aprendizaje demostrados en pruebas nacionales e internacionales y, otra vez, la falta de denicin del sentido de este tramo educativo. Las causas de los problemas que en ese momento se esgrimieron fueron la organizacin y funcionamiento de la escuela y la gran cantidad de materias del plan de estudios, aspectos vinculados a prcticas del pasado que permanecan. Es decir, la transformacin de la secundaria en un tramo de la educacin bsica no se haba concretado porque permaneca un modelo educativo y de organizacin escolar que la obstaculizaba. Tambin los maestros fueron responsabilizados por esta situacin debido a diversos aspectos, entre ellos: Limitada posibilidad de interaccin entre el maestro y los alumnos por el numeroso grupo que atiende. Los alumnos, a menudo, son annimos y se pierden en la masa. Poco tiempo del maestro para profundizar en la tarea docente y organizar el trabajo en el aula. Desarticulacin al interior de la escuela. El trabajo colegiado ocurre ocasionalmente. Prevalece la fragmentacin del trabajo docente y el aislamiento. Rara vez los maestros que atienden a un

mismo grupo intercambian puntos de vista sobre sus alumnos, incluso algunos no se conocen. (Miranda y Reynoso, 2006) Con estas consideraciones se propuso una nueva reforma que empez a impulsarse en el ao 2003 y termin de concretarse en el 2006. La apuesta se centr en el currculum como dispositivo para el cambio institucional.6 La lgica subyacente? La manera en que el currculum se articula favorecer la transformacin del resto de las condiciones institucionales de funcionamiento de las escuelas. A diferencia de lo que investigadores del nivel haban sealado, es decir, la necesidad de una reforma estructural, los reformadores arguyeron que esta podra gestarse con base en una modicacin curricular.7 En consecuencia, se intent que los programas de estudio de las distintas materias compartieran temas para impulsar el trabajo interdisciplinario de los profesores, se propuso una modalidad curricular por reas en lugar de asignaturas para disminuir el nmero de materias y se busc liberar a los docentes de horas de docencia para emplear ese tiempo en trabajo acadmico colegiado y atencin a los estudiantes. Para esto ltimo se cre un espacio de tutora con los grupos a n de poder atender de cerca los problemas que se presentaran. Sin embargo, la contratacin por horas de los profesores, generalmente en distintas escuelas, dicult impulsar proyectos colegiados y se convirti en el principal problema. Adems, la heterognea formacin profesional de los docentes no siempre se corresponda con las caractersticas curriculares de la reforma. Algunos especialistas sealaron que existan contradicciones evidentes entre los contenidos de los programas de las materias y el discurso

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Esta propuesta se denomin en un inicio Reforma Integral de la Educacin Secundaria, ya que pretenda atender de raz la problemtica de la secundaria. Su desarrollo fue conictivo, requiri una serie de ajustes y negociaciones con sectores tanto acadmicos como gremiales. En este proceso cambi de nombre hasta quedar solo en Reforma de la Secundaria. De hecho, quienes estuvieron a cargo de la reforma, aceptaron que inicialmente pensaron en una reforma estructural, pero ante las dicultades polticas y nancieras para instrumentarla, decidieron apostar por modicar el currculum para que fuera el detonador de los cambios.

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pedaggico del plan de estudios, que la reforma careca de una visin integral para la formacin del estudiante y no consider en su elaboracin las prcticas educativas vigentes, entre otras cosas (Sandoval, 2007). Todas estas situaciones dicultaron la construccin de comunidades educativas, base de la nueva propuesta de transformacin, por lo cual cada escuela asumi la reforma con sus propios recursos y fue adaptndola a sus condiciones particulares. A seis aos del inicio de esta nueva reforma que, al igual que la anterior, buscaba articular los niveles de la educacin bsica y mejorar la formacin de los estudiantes (ahora con un enfoque basado en el desarrollo de competencias), podemos decir que en trminos generales la educacin secundaria sigue presentando problemas similares a los sealados en los aos noventa, si bien hay diferencias en regiones y escuelas puntuales. Pensar en la educacin que la secundaria brinda a los jvenes no es un asunto trivial, pues de acuerdo con distintos estudios sobre la juventud mexicana, es posible armar que la secundaria, espacio educativo que atiende a jvenes de entre 12 y 15 aos, es en Mxico la ltima posibilidad de contacto con la escuela para un buen nmero de ciudadanos. Las encuestas nacionales sobre la juventud realizadas en 2000, 2005 y 2010 muestran datos coincidentes y verdaderamente alarmantes, casi la mitad de los jvenes de 15 a 19 aos se encuentra fuera de la escuela. Estos mismos anlisis arman que el aumento signicativo de la desercin o abandono escolar se da a partir de los 15 aos (Encuesta Nacional de Juventud 2005). Las cifras anteriores demuestran que el gran problema educativo en Mxico es la carencia de una oferta suciente y de calidad que permita la retencin de los jvenes. Esta informacin nos seala, adems, que la educacin escolarizada mayoritaria para nuestra juventud la constituye la escuela secundaria. Sin embargo, la secundaria se encuentra sumida en un marasmo del que no ha podido salir pese a las reformas que se han instrumentado para mejorarla. Sus principales problemas, reconocidos ocialmente, son el bajo aprovechamiento mostrado en los exmenes nacionales estandarizados que se han convertido desde hace pocos aos en el parmetro para valorar la calidad educativa. La reforma de 2006, pensada como la solucin para modicar las prcticas institucionales y de gestin en la escuela, se encuentra estan-

cada ya que no se generaron las condiciones mnimas para su desarrollo. De esta manera, cada escuela y maestro en particular enfrentan desde sus propias condiciones y concepciones el reto de resolver de la mejor manera posible su misin educativa. Los maestros de secundaria y su formacin Un rasgo distintivo de los docentes que trabajan en secundaria es la heterogeneidad de su formacin profesional.8 A diferencia de sus colegas de primaria cuya raz formativa est en las escuelas normales, entre los profesores de secundaria siempre han existido maestros con distinto origen profesional junto a profesores formados en la Escuela Normal Superior, institucin surgida en los aos cuarenta para formar a los maestros de secundaria. En sus inicios esta institucin reciba como estudiantes a maestros de primaria y preescolar en servicio que, despus de haber estudiado la normal bsica, acudan para cursar una especializacin en algn campo de conocimiento, con lo cual adquiran un nivel escolar similar a la licenciatura y el rango de especialista en alguna de las disciplinas que integraban el currculo de secundaria. Por ello, los estudios del normal superior ponan nfasis en la profundizacin del conocimiento disciplinario y daban por supuesto que la prctica pedaggica y la comprensin del mbito educativo eran elementos con los que ya contaban los estudiantes a partir de su experiencia frente al grupo. En 1999, en el marco de una reforma a la educacin normal, la formacin de maestros de secundaria tuvo un giro importante, ya que la orientacin de generar especialistas se transform por la de darle nfasis a la enseanza directa en el aula. En consecuencia, la observacin y la prctica profesional de los estudiantes normalistas en las escuelas, apoyados en este trayecto por un profesor experto (tutor), se consideraron desde entonces el mbito formativo por excelencia. No obstante, el desconocimiento de las condiciones reales de la escuela secundaria y la pervivencia de viejas concepciones sobre la formacin de maestros que prevalecen, aunado a la falta de precisin del
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En un trabajo reciente sobre los maestros mexicanos se indica que el 57,4% de los maestros de secundaria poseen un ttulo docente, mientras que el resto tiene crditos universitarios sin vnculo con la docencia (Tenti, 2011).

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papel del tutor, parecen mostrar dicultades e incluso contradicciones que no siempre favorecen la reexin y el anlisis de esta realidad para la mejor capacitacin de los futuros maestros. El equilibrio entre la especialidad y la prctica son aspectos no resueltos que todava entran en conicto, pues constituyen rasgos de identidad histrica de las normales superiores. En estas condiciones, los jvenes maestros ya en servicio egresados de la normal superior siguen como antao, expresan que la realidad educativa es muy distinta a los conceptos con que fueron formados. Es decir, se mantiene la idea de la existencia de una escisin entre la formacin inicial y las exigencias de la profesin en s. Lo paradjico es que en Mxico la formacin de los maestros en servicio opera en mbitos e instituciones distintas que no mantienen ningn contacto y tienen criterios en ocasiones divergentes. Igualmente contradictorio es que las normales superiores siempre han estado a la zaga de las reformas que se desarrollan para la secundaria. En ese sentido es posible decir que si bien en los ltimos aos ha existido un acercamiento entre las instituciones encargadas de la formacin inicial y las escuelas secundarias, las lgicas de trabajo de cada una tienen caminos paralelos. Son los sujetos, primero en su calidad de estudiantes y posteriormente como profesores los que adquieren conocimientos y construyen saberes de la profesin en la prctica misma y ante las demandas del contexto educativo. En tanto, los que ingresan a trabajar sin tener una formacin en la escuela normal, pasan directamente y sin ninguna asesora a hacer frente a las exigencias de la docencia, en una circunstancia similar a la que Vonk (1995) dene como el modelo swim or sink (nada o hndete). Los proyectos y programas para la formacin en servicio de los docentes de secundaria parecieran poco pertinentes para atender las necesidades de su prctica. En la investigacin que realic hace quince aos sealaba que los maestros carecan de apoyos acadmicos para su trabajo, cuestin que se agravaba en razn de que una buena proporcin no tena como antecedente una formacin pedaggica o para la enseanza. La situacin actual no es tan distinta, pues bajo la premisa de que debe existir un inters personal para su desarrollo profesional (vinculado generalmente a estmulos econmicos), las autoridades impulsan ofer-

tas de cursos varios a los que los docentes asisten por decisin propia y en su tiempo libre sin que esta oferta tenga una correlacin con los requerimientos de su prctica. El contexto de trabajo del maestro de secundaria: cambios y continuidades De acuerdo con Viao (2006) las reformas educativas fracasan porque ignoran la existencia de tradiciones y regularidades institucionales sedimentadas a lo largo del tiempo. As, la ltima reforma que pensaba que una modicacin al currculum sera el factor que apoyara una serie de cambios en las prcticas institucionales, no consider la situacin real de trabajo de los maestros de secundaria, las formas especcas en que resuelven su prctica en esas circunstancias y las concepciones compartidas sobre lo que es importante en este nivel, es decir, lo que Viao denomina la gramtica escolar. Este autor sostiene que las reformas que se plantean desde el poder poltico y administrativo se adaptan y transforman a las exigencias que provienen de dicha gramtica. Las condiciones de trabajo de los docentes de secundaria forman parte de la experiencia escolar en la que participan los sujetos y que se constituye en un mbito formativo. En los aos noventa armaba que estas eran las ms complejas de toda la educacin bsica. Su contratacin por horas implicaba la atencin a varios grupos y por ende un alto nmero de alumnos, adems de propiciar una organizacin del trabajo segmentada que contribua al aislamiento.
Es posible armar que los maestros de secundaria enfrentan las condiciones de trabajo ms difciles de todo el ciclo bsico: un alto nmero de alumnos que por su edad presentan mayores exigencias hacia el trabajo del maestro y por lo tanto un mayor desgaste emocional y fsico de los docentes, un precario apoyo institucional tanto en lo material como en lo pedaggico, una inestabilidad laboral que crece a medida que ha venido cambiando el perl profesional de los que se insertan a esta actividad, un bajo salario producto del acelerado proceso de desvalorizacin social de su trabajo. Todas estas condiciones se dan en el contexto de una organizacin institucional que apuntala la fragmentacin del cuerpo docente en las escuelas, como es el caso de los nom-

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bramientos en distintos planteles y el agrupamiento por especialidades que dicultan un trabajo colectivo (Sandoval, 2000).

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Qu ha cambiado de este panorama? En la actualidad es posible apreciar que si bien los docentes atienden varios grupos, estos han disminuido en nmero de estudiantes. Los grupos de 45 o 50 estudiantes, comunes en los aos noventa, existen en las escuelas ms solicitadas, por lo general tambin las ms prestigiosas. En la mayora de los colegios los grupos oscilan entre 30 y 35 alumnos, lo que de cualquier manera implica para los docentes de tiempo completo atender ms de 350 estudiantes a la semana. No obstante, hay algunas escuelas, sobre todo las que funcionan en el turno vespertino que trabajan con mucha menos cantidad de matriculados. En la Ciudad de Mxico, la disminucin de la poblacin en edad de cursar la secundaria, ha ocasionado el cierre de los turnos vespertinos, medida impulsada por la autoridad educativa para, adems, recortar las contrataciones de docentes, a pesar de que con ello se saturen los grupos en las escuelas matutinas. La defensa del espacio de trabajo ha llevado a que en muchas escuelas conseguir alumnos sea una actividad extra de los docentes para tener al menos quince estudiantes por grupo (cantidad mnima exigida por la autoridad para permitir la apertura de un conjunto). Como resultado de la disminucin de grupos e incluso el cierre de escuelas, los maestros tienen que trabajar en varios planteles en ocasiones muy alejados entre s, para poder cumplir el nmero de horas contratadas. De esta manera, cada vez se diculta ms la posibilidad de conformar cuerpos docentes estables en la educacin secundaria, a n de impulsar trabajo colegiado y proyectos educativos construidos desde la escuela, como lo contempla la propuesta de reforma, pues la dispersin docente va en aumento. En este mismo sentido se ha agudizado la inestabilidad laboral, pues anteriormente a los egresados de escuelas normales pblicas se les otorgaba una plaza de base inicial de 19 horas, las cuales podan incrementarse al paso del tiempo hasta obtener tiempo completo. Los profesionales universitarios, en cambio, ingresaban a trabajar con contratos temporales (interinatos) de duracin variable.

A partir del ao 2002, se inici una poltica institucional que modic radicalmente la prctica de contratar a los egresados de escuelas normales de manera automtica, pues en algunos estados de la repblica se inaugur la aplicacin de un examen por parte de las autoridades educativas estatales como requisito para el ingreso al servicio. En 2008, esta prctica se ocializ a nivel nacional en el marco de un acuerdo rmado entre la SEP y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educacin. El pacto se denomin Alianza por la Calidad de la Educacin (ACE), que bajo la premisa de contratar a los mejores desalent la demanda en las escuelas normales. Actualmente, cada ao escolar se concursan un determinado nmero de plazas y pueden participar en l egresados de las escuelas normales (pblicas o particulares) de distintas generaciones, as como tambin profesionales formados en otras instituciones. La demanda siempre supera a la oferta, ya que los participantes son tanto maestros en servicio (normalistas y no normalistas) que cubren interinatos y buscan un puesto de trabajo permanente, como egresados de recientes generaciones de la normal que no han podido obtener contratos. A ellos se anexan jvenes sin trabajo con estudios de licenciatura provenientes de diversas instituciones no necesariamente ligadas a la educacin. Pocas plazas, muchos aspirantes, tardanza en los resultados del examen e injerencia sindical producen falta de maestros en las escuelas y la proliferacin de interinatos de corto tiempo para cubrir los distintos grupos. As, la inestabilidad laboral que antes afectaba a los profesionales no normalistas que ingresaban a trabajar en secundarias, hoy se ha extendido a todos, en detrimento de los estudiantes que quedan sin maestros por largos plazos. Una tendencia es evitar la reprobacin de estudiantes. Esto no necesariamente est relacionado con un mejor aprendizaje, sino con la recomendacin de elevar calicaciones para mejorar las estadsticas, lo que lleva a los maestros a bajar sus exigencias con los alumnos y hacer cuentas mgicas, como suele llamarlo una maestra al hecho de considerar aspectos no importantes en la calicacin a n de cumplir con la indicacin de no reprobar. La relacin con los padres de familia es otra de las condiciones del trabajo docente que se ha modicado. Tras aos de desprestigio a la labor del maestro, realizado a travs de medios de comunicacin que

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adjudican a los docentes las fallas educativas y los malos resultados obtenidos por los alumnos en pruebas estandarizadas nacionales o internacionales, es posible percibir en los padres un cierto prejuicio hacia los docentes. Los reclamos por diversas causas van en aumento e incluso en algunas escuelas se ha tomado la decisin de suspender las reuniones entre padres y maestros que antes se hacan cclicamente para la rma de boletas de calicacin. Son las autoridades quienes asumen ahora esta actividad, como una medida para evitar confrontaciones. Nuevas demandas y aprendizajes docentes Mxico cuenta con un sistema educativo amplio, diversicado y con grandes inequidades que impactan en el servicio educativo y su calidad: infraestructura, prestigio, tamao de los planteles, maestros que los atienden. Adems, en la sociedad se han generado cambios sociales, culturales, polticos, demogrcos, econmicos y tecnolgicos que estn presentes en las escuelas y exigen nuevas respuestas educativas a los administradores y a los docentes. La poblacin urbana mayoritaria, la migracin a otros estados del territorio nacional y de manera preponderante a Estados Unidos se ha incrementado y modicado sensiblemente a las comunidades rurales. Es decir, la educacin enfrenta como desafo fundamental el cruce de fronteras culturales (Rosaldo, 1991), derivado de la diversidad del estudiantado. Incluso en el Distrito Federal, capital del pas y zona urbana por excelencia, el fundamental reto educativo lo constituye la diversidad social creciente y sus manifestaciones: nios migrantes indgenas, nios de familias desintegradas, que trabajan, adolescentes en riesgo, poblacin con discapacidad, entre otras. Es posible armar que las condiciones del trabajo para los maestros de secundaria se han complejizado y que ahora se encuentran en medio de nuevas demandas desde distintos mbitos, esto ha llevado a que construyan otras prcticas de trabajo y relaciones con los estudiantes (pese al difcil contexto laboral y a las tradiciones escolares del nivel). Destacan aquellas vinculadas a la presencia de nuevas tecnologas y la manera como las enfrentan. Si bien hay condiciones diferenciales en las escuelas secundarias en la posibilidad de contar con equipos tecnolgicos para el trabajo formal, es notable que la tecnologa est presente a travs de los estudiantes que llevan a la escuela su cultura digital por medio

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de distintas formas de comunicacin (chats, videos, mensajes, telfonos, msica, entre otras). Los maestros enfrentan estos nuevos retos desde sus propios recursos y es posible decir que aun cuando la escuela pretende ignorar su presencia e incluso impedir su ingreso, stos estn ah y los profesores van integrndolos a su relacin pedaggica con los estudiantes. Una investigacin reciente sobre la participacin de los estudiantes en la construccin de la vida escolar (Lpez, 2011) muestra el rezago que la escuela secundaria tiene en relacin con los conocimientos tecnolgicos de los jvenes y que, pese a ello, se considera que el espacio escolar es el nico donde los estudiantes aprenden al respecto. Pero mientras las computadoras en la escuela empiezan apenas a formar parte de la dinmica de las clases, los jvenes mayoritariamente dominan su uso e incluso los maestros recurren a ellos como consultores y apoyo. Es posible apreciar que los profesores jvenes se adaptan ms fcilmente a la posibilidad de integrar las ventajas de la enseanza digital que los que tienen mayor antigedad, quienes las siguen utilizando como instrumento de control (si se portan mal no vamos a la sala de cmputo) o como un medio para liberarse de la responsabilidad de impartir clase. Se aprecia tambin una diferencia entre lo que la escuela intenta promover como aprendizaje por este medio y lo que los jvenes ya conocen. Las escuelas, generalmente mal equipadas, tienen un espacio limitado para incorporar realmente las nuevas tecnologas a la enseanza, a lo que se agrega que los maestros recin se inician en su manejo y que muchos no estn dispuestos a modicar formas tradicionales de trabajo basadas fundamentalmente en la comunicacin verbal. La razn? Implica ms esfuerzo y responsabilidad. No obstante, puede observarse (aun con el estrecho margen de uso de tecnologa en la escuela) que se construyen nuevas formas de comunicacin entre los alumnos y con el maestro, se genera una mejor posibilidad para poner en juego los conocimientos previos con los que cuentan los sujetos (maestros y estudiantes) en un plano ms horizontal. La autoridad formal que tiene el maestro, si bien se mantiene, toma otras formas al abrir la posibilidad de aprendizajes compartidos. Las dicultades del entorno social de las escuelas tambin han modicado algunas prcticas y relaciones escolares. Los problemas que rodean a

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los estudiantes y sus familias (pobreza, violencia, inseguridad, delincuencia, entre otros) se han recrudecido en los ltimos aos, se ltran a los planteles a pesar de que estos intentan construir blindajes. Si bien muchos maestros mantienen la concepcin de un adolescente de manual, cuyos cambios son fundamentalmente fsicos y psicolgicos, sin considerar la inuencia de los contextos sociales y culturales que lo rodean, nuevos temas se han incorporado en la manera de concebir a los estudiantes. Algunos son impulsados por las autoridades educativas a travs de programas como Mochila segura o Escuela segura-Sendero seguro.9 En ese sentido, un tema de moda es el acoso escolar (bullying) sobre el que la autoridad manda hacer estudios estadsticos y da noticias a la prensa, adems de imprimir grandes carteles que se encuentran pegados en las escuelas, aunque en lo concreto los docentes carezcan de apoyos institucionales para atender estos asuntos cuando se presentan.10 En nuestro trabajo de campo reciente en escuelas ubicadas en barrios marginales en la ciudad de Mxico con profesores noveles, ha sido posible ver que los maestros son conscientes de que los estudiantes tienen dicultades por el debilitamiento del tejido social del entorno y la respuesta que dan es la de intentar mejorar el trato al interior del plantel, as como la educacin que les brindan. En consecuencia, buscan estrategias y nuevas formas de trabajo para lograr respuestas positivas en sus alumnos. Si bien persiste la tradicin de mantener el control y la disciplina del estudiantado caracterstico de la secundaria, lo intentan lograr a partir de una relacin de exigencia en el trabajo: aqu a nosotros nos toca ponerles sus lmites, ser estricta. Se necesita mucha rigidez con estos nios, porque estamos en una zona complicada, pero no imposible.11 Pese al inters mostrado hacia los nios y su aprovechamiento, desconocen mucho del contexto externo en el que estos se mueven. De heProgramas que, con la participacin de los padres y/o la polica local, buscan dar seguridad al interior o en los alrededores de la escuela. En realidad, es una vigilancia intimidatoria que poco ha contribuido a atender el problema desde una perspectiva social. 10 El manejo que se le ha dado al tema y su difusin caen en lo que Kaplan (2009) denomina visin judicializante y estigmatizante. 11 Declaraciones de maestras de ingreso reciente al servicio en la escuela secundaria.
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cho, la escuela parece una burbuja impermeable al entorno. Si bien los maestros hacen referencias a que la colonia es peligrosa, que asaltan, que hay narcomenudeo, o incluso se habla, como si fuera leyenda, de alumnos que participan en bandas de delincuentes, nadie reere tener casos concretos de esta ndole. En la escuela son alumnos y como tales, los asuntos que interesan son los referidos a su aprendizaje escolar. El barrio, los amigos, los problemas de la pobreza y la marginacin son ignorados, a ellos les corresponde la enseanza y nada ms, pareciera ser ese el planteamiento. La cantidad de alumnos que atienden puede ser una de las explicaciones. Los docentes estudiados que trabajan 19 horas a la semana (medio tiempo) tienen un promedio de 200 estudiantes (aproximadamente 35 por grupo) lo que hace difcil conocerlos ms all de su categora de buenos o malos alumnos. Para concluir Es evidente que la secundaria requiere mucha mayor atencin institucional. En las actuales condiciones es posible armar que para muchos jvenes ser el ltimo tramo de escolaridad y por ello es importante mejorar la calidad de su oferta. Pero es evidente que esto no es posible nicamente a travs de reformas que, como hemos visto, tienen un impacto limitado en las prcticas escolares, pues no consideran las condiciones reales en que la educacin se gesta desde el aula. Las polticas educativas en la actualidad compartidas a escala internacional, ponen en el centro del debate para la mejora al maestro, sus caractersticas deseables, su formacin y la evaluacin permanente de su trabajo, pero lo hacen al margen del sujeto real y de las condiciones concretas en que desarrolla su ocio. Recuperar las particularidades locales y la heterogeneidad de contextos en que los docentes realizan su labor podra permitir, con toda seguridad, pensar en programas y proyectos que efectivamente incidan en sus prcticas.

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Formacin de profesores y educacin secundaria en Brasil: apuntes iniciales


Magda Sarat - Reinaldo Dos Santos

A travs del anlisis de las relaciones entre la familia y la escuela en el actual Brasil, se sealan coincidencias y divergencias entre los dos principales actores del sistema educativo y se pone de manisesto el fracaso de la legislacin vigente.

En los ltimos diez aos, Brasil ha sufrido transformaciones signicativas en todos los sectores de la vida social, especialmente en la economa. Estos cambios provocaron nuevos modos de vida y patrones de comportamiento social, modicaron la relacin entre las familias y las instituciones educativas. Tales cambios no son recientes y aunque sean un fenmeno del presente tienen su historia desde un tiempo atrs. En este aspecto, queremos sealar el proceso de socializacin que incide directamente en la relacin de los jvenes con sus familias y con la institucin escolar. Tal proceso, histricamente, nos remite al n del perodo medieval, caracterizado como la gnesis de las transformaciones en el proceso de socializacin, que empieza a acentuarse en el interior de las familias y que Norbert Elias (1994) llama proceso civilizatorio. Segn el autor, se caracterizara por la aprehensin de normas y patrones de conducta sociales representadas por etiquetas, pudor, decoro, protocolo, cortesa, trato social, comportamiento en pblico, control de emociones y bsqueda de la abstencin del uso de la violencia como recurso. Inicialmente fue dirigido por la iglesia y despus se extendi a toda la sociedad, imprimi modos de conducta y formas de relacionarse (Santos, 2009).

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En consecuencia, tenemos algunos elementos para indicar que esta carrera de socializacin iniciada en espacios no formales de educacin domstica o religiosa apunta a la necesidad de aprendizajes construidos en contextos primarios que, segn las corrientes sociolgicas basadas en la teora de la socializacin primaria (Oetting y Donnermeyer, 1998), sera realizada por la familia. Si esta es la responsable de la educacin inicial, al comenzar la escuela, el individuo ya ha aprendido una gama de conocimientos que le posibilitan convivir socialmente. Por otro lado, la institucin escolar junto con su obligatoriedad fenmenos de la modernidad tendra como funcin ensear al individuo los contenidos acumulados por la humanidad, los conceptos referentes a la tcnica y a la ciencia que no son posibles de ensear en el espacio domstico. Cada institucin tiene expectativas sobre la formacin del individuo, conviven y actan en la misma sociedad. En este contexto, la escuela espera recibir un individuo formado y poseedor de conocimientos bsicos de socializacin y tendra el rol de dar continuidad al proceso formativo iniciado en la familia. Esta premisa de los estudios sociolgicos y de la comprensin del funcionamiento de la sociedad

Magda Sarat
Profesora Graduada en Pedagoga e Historia. Doctora en Educacin. Profesora del Programa de Posgrado-Maestra en Educacin de la Facultad de Educacin de la Universidad Federal da Grande Dourados, MS/Brasil. Es investigadora del Programa de Investigacin sobre Transformaciones Sociales, Subjetividad y Procesos Educativos con sede en la UBA, dirigido por la Dra Carina V. Kaplan. Investigadora del Proyecto de Fortalecimiento de Posgrado CAFP 031/12 SPU - UBA / UFGD. Res. 224/SPU. Coordinadores Victoria Orce y Ademir Guebara.

Reinaldo Dos Santos


Profesor Graduado en Historia. Doctor en Sociologa. Director de la Facultad de Educacin y Profesor del Programa de Posgrado-Maestra en Educacin de la Facultad de Educacin de la Universidad Federal da Grande Dourados, MS/Brasil. Investigadora del Proyecto de Fortalecimiento de Posgrado CAFP 031/12 SPU-UBA/ UFGD. Res. 224/SPU. Coordinadores Victoria Orce y Ademir Guebara.

se presenta en los dos espacios en los cuales nios y jvenes participan. La propuesta es pensar cmo estos procesos de aprendizajes se establecen. Al trabajar con la perspectiva de proceso nos fundamentamos en Norbert Elias (1994) que entiende a los individuos como sujetos nacidos en un determinado grupo del cual no pueden prescindir para sobrevivir, es en una sociedad de individuos que las relaciones se construyen y permiten que tales aprendizajes sean vivenciados. Solamente en los grupos sociales que frecuenta es que el nio adquiere las condiciones de existencia, pues al nacer los individuos no tienen su propio comportamiento autorregulado, necesitan del otro para tornarse psquicamente adultos: el individuo humano, el nio, no pueden prescindir de la relacin con seres mayores y ms poderosos (Elias, 1994). En este sentido, entendemos las relaciones que se establecen en la escuela como un proceso de formacin que, tericamente, debera complementar la accin de la familia y su participacin en la satisfaccin de la necesidad social que los individuos tienen de autorregulacin. El propio Elias (1994) seala que el nio necesitadel modelaje socialpara convertirse en un ser ms individualizado y complejo,la individualidaddel adulto solo puede ser entendidaen trminos de las relacionesque le son otorgadas por el destino y solo en conexin con la estructura de la sociedad en la que crece. Considerndose los espacios de regulacin de la sociedad occidental, la escuela es un mbito fundamental de socializacin y acta de manera privilegiada junto a nios y jvenes, torna el perodo de la infancia y la juventud como algo primordial para la formacin del individuo, de la personalidad, de la cultura, de los valores y de las relaciones con el grupo. Es a lo largo de estas fases que el individuo puede incorporar en su personalidad los modelos sociales de regulacin del comportamiento, emplendose para eso instancias controladoras, el superego y el ego, y los impulsos de la libido (Elias, 1993). Dichas formas de control tienen sentido y se muestran ecientes desde los primeros aos de vida del individuo. En estas franjas etarias, la necesidad de regulacin de las pulsiones es muy fuerte e instituciones como la escuela, la familia, la iglesia, los grupos sociales de convivencia recproca, se vuelven responsables del control de dichas pulsiones y de los afectos, pues tal aspecto de la formacin humana no es

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natural, sino un proceso en construccin que se establece desde los aprendizajes desarrollados en el contexto social. Segn Elias (2006), aunque los seres humanosno seancivilizados pornaturaleza, tienenpor naturalezauna disposicinque permite, bajo ciertas condiciones, la civilizacin. Tal proceso se presenta marcado por una relacin de interdependencia entre adultos, pero, sobre todo, de los nios en relacin a los adultos, pues el cambio en el control de las pasiones es una conducta que denominamos civilizacin y guarda estrecha relacin con el entrelazamiento e interdependencia creciente de las personas (Elias, 1993). Esta relacin con los adultos es visualizada bajo la perspectiva del papel de las instituciones como la familia y la escuela en el proceso de educacin / civilizacin / socializacin de los nios en nuestra sociedad, que se muestra de forma cada vez ms compleja, pues, aun inspirados en Elias, podemos decir que cuanto ms intrincada sea la sociedad, ms importantes y necesarias sern las formas de regulacin de las conductas y los niveles de control y autocontrol de los individuos para vivir en grupo. A partir de tales reexiones llegamos a la educacin formal de adolescentes y jvenes, punto crucial de este trabajo. La educacin formal est representada por una escolarizacin que se extiende por varios periodos de la vida del individuo (infancia, adolescencia y juventud), si consideramos que en Brasil se denomina Educacin Bsica.1 En Brasil, llamamos Enseanza Secundaria al nivel de capacitacin encargado de la formacin de adolescentes en la franja etaria de 15 a 18 aos y Educacin de Jvenes y Adultos (EJA) al escaln que abarca a jvenes que no consiguieron concluir los estudios en el periodo regular y buscan este acceso escolar de manera tarda. En este contexto, sealamos la formacin de profesores en los cursos de licenciatura que atienden a la Educacin Secundaria, con alumnos de la franja etaria representada por adolescentes y jvenes.2 Estos individuos llegan a la escuela socializados y civilizados por grupos cada vez ms diversicados. A partir de una legislacin inclusiva (Constitucin FeEn Brasil, segn la Ley de Directrices y Bases de la Educacin Nacional (LDBN), la Educacin Bsica comprende la Educacin Infantil (0 a 5 aos), la Enseanza Fundamental (6 a 14 aos) y la Enseanza Secundaria (15 a 17 aos). 2 En Brasil, cursos de licenciatura constituyen carreras universitarias de formacin de profesores.
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deral de 1988, Ley de Directrices y Bases de la Educacin Nacional/LDBN, Estatuto del Nio y del Adolescente, Ley que dispone la Lengua Brasilea de Seales/Libras, entre otras circulares y decretos que regulan la inclusin) en Brasil llega a la escuela un nmero cada vez ms grande de personas de los ms diversos contextos sociales, culturales y tnicos.3 Adems de la diversidad, estos adolescentes y jvenes estn sujetos a los altibajos de las transformaciones sufridas en los contextos poltico, econmico, cultural y biolgico, que plantean innumerables retos a las instituciones como la familia y la escuela, cuestionan su contribucin y su participacin en el proceso de la formacin social de esos grupos. Las demandas de las instituciones familia y escuela en gran medida no corresponden a las expectativas y necesidades de los grupos de adolescentes y jvenes. Al considerar las diferentes expectativas de la familia y de la escuela respecto a los grupos citados, podemos armar que ambas cargan una estrecha relacin de interdependencia que se muestra en el espacio escolar, tornndolo un mbito de conicto donde divergencias, convergencias y contradicciones delinean aspectos cotidianos. En el espacio de la escuela la presencia del profesor o profesora es fundamental. Sin embargo, podramos sealar que su formacin profesional no lo prepara para lidiar con las demandas y expectativas familiares, y de este modo, el docente encuentra muchas dicultades para alcanzar los objetivos esperados por la familia en la formacin del individuo. Por otro lado, los profesionales y la institucin, no aceptan y tienen dicultades para resolver las demandas de la formacin del sujeto y de su histrico ncleo familiar. As, al pensar en las relaciones de interdependencia necesarias a los dos grupos, encontramos, de ambos lados, diferencias que desafan el trabajo docente y comunitario. La familia espera que la escuela consiga educar al adolescente y al joven, prepararlo para la vida profesional futura, mientras que la escuela espera recibir a un individuo civilizado, socializado, que tenga control y autocontrol de sus pulsiones, haya adquirido un comportamiento social aceptable, de acuerdo con las reglas que el propio grupo valoriza e incentiva.
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Legislacin disponible en http://portal.mec.gov.br, sitio consultado en agosto de 2012.

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Como tales expectativas no son concretas, observamos una gran crisis en la escuela de la Educacin Secundaria, la cual presenta ndices de desercin, repitencia, serias dicultades en el vnculo entre profesores y alumnos, aumento de la violencia juvenil y consecuentemente, un desequilibrio social cuando vemos grupos de jvenes que son noticia cotidiana en los medios de comunicacin, envueltos en problemas diversos, adems de los relacionados con el aprendizaje. Frente a esta situacin, el gobierno brasileo estableci polticas de educacin para disminuir los problemas en la formacin de este nivel de enseanza y apunt a una legislacin que se acerque a ese segmento, a partir de la discusin de temticas que interesaran a los jvenes y adolescentes, con espacios para que los profesionales reexionen sobre los diferentes contextos y necesidades de estos grupos. As, con la promulgacin de la legislacin titulada Parmetros Curriculares Nacionales (PCN), se seala la necesidad de reformas curriculares, centrndose en una actualizacin profesional que haga nfasis en la formacin humana general y en contenidos de aprendizaje ms amplios.4 En esa reforma curricular (criticada, entre otras cosas, por su ineciencia) aparecen los llamados temas transversales, como opcin para ser implementados en la Educacin Secundaria. La propuesta de los PCN fue implantada en la escuela brasilea a nales de los aos noventa, con el objetivo de ser trabajada a lo largo del siglo XXI y proponer un cambio curricular para alumnos y profesores.
Los Parmetros Curriculares Nacionales para el Nivel Medio fueron hechos para auxiliar a los equipos escolares en el desempeo de sus puestos de trabajo. Servirn de estmulo y apoyo a la reexin sobre la prctica diaria, la planicacin de clases y, sobre todo, al desarrollodel currculo de la escuela, contribuyendo a la actualizacinprofesional.La formacindel alumnodebe centrarse en la adquisicin deconocimientos bsicos,la preparacin cientca y la capacidad de utilizar diferentes tecnologas relativas a las reas de actuacin. Se propone, en el nivel deeducacin secundaria, la formacin general, en oposicin ala
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Parmetros Curriculares Nacionales para la Enseanza Secundaria, disponible en http://portal.mec.gov.br, sitio consultado en Agosto de 2012.

formacin especca; el desarrollo de capacidades de investigar, buscar informaciones, analizar las selecciones; la capacidad de aprender,crear, formular, en lugar de simples ejercicios dememorizacin(Congreso Nacional de Brasil, 1999).

Los temas transversales seran los responsables de esa formacin general. Se constituiran por la discusin de temticas que atravesaran todos los contenidos escolares, con la mirada puesta en las tendencias educativas de los pases europeos, principalmente Espaa, que fomenta diversas investigaciones en ese mbito. La propuesta fue hacer reformas educativas con nfasis en el trabajo pedaggico. Al respecto, Spencer (1998) seala que en esta estructura,lostemas transversalesson los ejes generadoresde conocimientos, a partirde las experiencias delos alumnos, as como los ejes de unin entre los materiales tradicionales.Estos temasestaran presentes, por lo tanto,de diferentes maneras,en la totalidad de materias de la estructura curricular. La propuesta pedaggica brasilea se bas en las siguientes temticas: tica y sus subtemas (respeto mutuo, justicia, dilogo, solidaridad); Salud, orientacin sexual y sus subtemas (autocuidado, cuerpo, sexualidad, relaciones de gnero y prevencin de las enfermedades de transmisin sexual y vida colectiva); Medio Ambiente y sus subtemas (educacin ambiental, sociedad, manejo y conservacin ambiental); Pluralidad Cultural y sus subtemas (constitucin de la pluralidad cultural en Brasil, el ser humano como agente social y productor de cultura y ciudadana) y Trabajo y Consumo y sus subtemas (relaciones de trabajo, consumo, medios de comunicacin de masas, publicidad y ventas, derechos humanos y ciudadana) entre otros. Adems de temas de inters regional o local que tendran la funcin, apuntada en el documento, de una formacin generalizada y humana. Las temticas tenan el objetivo de fomentar reexiones que hiciesen frente a las necesidades de las instituciones, velen por la relacin entre todos los grupos y segmentos que frecuentan la escuela, principalmente, en la bsqueda de mejorar el contacto con la comunidad y las familias que componen la institucin escolar. En ese contexto, toda la legislacin prevea que la escuela como espacio de educacin sera capaz de llevar a la reexin dichas temticas,

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pues considerndose el objetivo primordial de la escuela como espacio de formacin del individuo, de acceso al conocimiento y a los diferentes procesos de aprendizaje, sera importante aprender sobre la convivencia entre los diferentes grupos que la frecuentan. Sin embargo, es importante resaltar que, si bien ese fue el objetivo y lo que estaba en el discurso del documento, no signica necesariamente que se concret en acciones de la escuela o en cambios en las comunidades. Otro aspecto de las discusiones de los temas transversales implicaba concebir la institucin escolar como un lugar de convivencia de los individuos en situaciones de interdependencia con sus necesidades de ser aceptados, comprendidos y respetados en sus diversidades y diferencias. As, es interesante apuntar que tales procesos de socializacin que estn presentes en la institucin, exponen diferentes intereses, perspectivas, conictos y expectativas que forman parte del crecimiento y de la formacin del ser humano. La escuela puede ser un lugar para aprender a convivir y a civilizarse, pues como mencionamos anteriormente, nuestra individualidad se constituye a partir de las relaciones que mantenemos a lo largo de la vida en el grupo social donde nacemos y crecemos (Elias, 1994). No obstante, aunque haya una legislacin favorable e interesada en esas reexiones, quedan algunas preguntas: Cules son los motivos que nos llevan a continuar con esas dicultades del proceso educativo, formativo y de aprendizaje? Por qu se falla como individuos educados y civilizados en la sociedad? De acuerdo con algunas investigaciones sobre la temtica, tenemos indicadores que sealan el descontento de los adolescentes y jvenes con la escuela fenmeno que no ocurre solamente en Brasil. Desercin, repitencia, falta de estmulo en el aprendizaje, entre otros factores, que alejan a la institucin de las necesidades de los jvenes y sealan una gran necesidad de continuar en la indagacin del tema.5

En Brasil fueron divulgados en septiembre de 2011 los resultados de la evaluacin de la Enseanza Secundaria del ao anterior Examen Nacional de la Enseanza Media (ENEM) y se instaur una polmica discusin sobre los resultados en las instituciones. La evaluacin seal las grandes diferencias entre la escuela pblica y la escuela privada, adems de mostrar las deciencias del Estado como gestor de la educacin del pas.

Otro aspecto de este trabajo lo constituyen los problemas de la formacin de los profesionales que se preparan para actuar en esta esfera y se enfrentan a una situacin desalentadora. La formacin inicial de los profesores en Brasil, en su mayora, se realiza en universidades, en los cursos de licenciatura en las diferentes reas del conocimiento. Podemos adelantar que tal formacin no permite a los profesionales atender las demandas y exigencias de los nuevos modos de aprendizaje y los intereses de adolescentes y jvenes. La capacitacin de profesores en las licenciaturas sufri, a lo largo de los aos, cambios en sus propuestas pedaggicas. Perdi nfasis en los contenidos del rea de humanidades y de la formacin general, a la vez que opt por la especializacin de conocimientos, fragmentndolos en disciplinas y reas de formacin. De ello result un profesional que posee una supuesta especializacin en determinado tema, pero con grandes insuciencias para actuar en contextos escolares diversos que constituyen la realidad social actual. Este orden profesional en las licenciaturas fue acortada y compactada, adecundose a las nuevas polticas econmicas y sociales que tuvieron su apogeo en la dcada del noventa, inspiradas en experiencias y organizaciones internacionales. Tales cambios fueron objeto de crticas por parte de los investigadores de la temtica (Ldke, Moreira y Cunha (1999); Lopes (2002); Dias y Lopes (2003); Freitas (1999); Andr (1999), entre otros autores) que relacionan el mantenimiento de las recientes reformas a una estrecha vinculacin entre la educacin y los intereses del mercado.
Cabe a la educacin de calidad la formacin decapital humano eciente para el mercado.El currculum para la formacin de profesores tambin es partede ese conjunto de reformas.Una serie de reglamentaciones del mbito legislativo, intensicadas en el perodo1999 a 2001, vincula toda y cualquier modicacin en la calidad de la educacin a una modicacin en la formacin de profesores(Dias y Lopes, 2003).

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Destacamos los documentos centrales que sealaron tales cambios: Referencias para la Formacin de Profesores (RFP), el Proyecto de Estructuracin del Curso Normal Superior (Pecns) y las Directrices Curriculares Nacionales para la Formacin de Profesores de la Educacin Bsica (DCN).

Ese nuevo ordenamiento legal cumplir las exigencias de una poltica de acortamiento de la formacin. No obstante, las propuestas curriculares de estos cursos de licenciatura son malogradas en la formacin general, con pocos fundamentos de la educacin, concentrndose en la especializacin del rea pretendida. Los cursos de licenciatura van en direccin contraria a la reforma curricular de la Educacin Secundaria, que en el mismo periodo, propone los temas transversales con el intento de recuperar la formacin general de la misma.
Al evaluar la poltica de formacin de profesores, podemos rearmar que la mejorade la escuela yde la educacin de nuestrosnios, jvenes yadultos se encuentra comprometidacon el desarrollo delas directrices legalesque privilegian el acortamiento de la formacin concursos de menorcarga horariaen relacin a aquellas profesiones msvaloradas socialmente,privilegian la formacin descomprometida con la bsqueda, la investigacin y la formacin multidisciplinar slida (Freitas, 1999).

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En ese contexto, los egresados de los cursos de licenciatura tienen cada vez menos contenidos de educacin (Psicologa de la educacin, Estructura y funcionamiento de la educacin, Didctica, Filosofa, Sociologa, entre otros). Por otro lado, las propuestas curriculares tambin quitaron estos contenidos de la formacin del adolescente y del joven que ingresa a la Educacin Secundaria. De esta manera, con una formacin decitaria se vuelve muy difcil exigir del profesional docente las competencias para realizar un proceso educativo que incluya la necesidad de socializar y civilizar individuos, as como formarlos profesionalmente, con condiciones de asumir la sociedad en la que vive. Los contenidos en las escuelas de Educacin Secundaria no permiten una capacitacin general que est aliada a la formacin profesional, pues su organizacin est centrada en las especializaciones del proceso educativo y el nfasis est en la preparacin del adolescente y del joven para la aprobacin de los exmenes de ingreso a la Enseanza Superior. Es importante sealar que la oferta no atiende a toda la demanda de jvenes respecto a la Enseanza Superior y el ingreso a las Instituciones de Enseanza Superior (IES). Por el contrario, es en buena medida veda-

da a jvenes pertenecientes a las clases menos favorecidas. Hacemos un parntesis para sealar que en los ltimos diez aos el ingreso de los jvenes a la Enseanza Superior creci gracias a las polticas gubernamentales y los programas de acceso y permanencia en la universidad Programa Universidad para Todos (Prouni); Examen Nacional de la Enseanza Media (ENEM); Programa Nacional de Asistencia Estudiantil (Pnaes); las cuotas y reservas de plazas para indgenas, afrodescendientes y estudiantes con orgenes en escuelas pblicas. En este escenario, respecto a la discusin de la formacin de profesores en los cursos de licenciatura, se percibe que la misma se ha vuelto hacia los contenidos especficos y fragmentados que no permiten la adquisicin de una experiencia ms slida en el trato y en la experiencia del trabajo con las diferentes comunidades de donde provienen los adolescentes y los jvenes que estn en la escuela pblica brasilea. Algunas experiencias exitosas de instituciones pblicas en los ltimos aos, sealan la necesidad de adherirse a programas gubernamentales como el de la Reestructuracin de la Universidad Brasilea (Reuni), que tiene el objetivo de ampliar el nmero de plazas, el acceso y la permanencia en la Enseanza Superior. El plan est administrado para favorecer una formacin slida con cursos de licenciatura de cuatro o cinco aos, disciplinas de formacin general que permitan la movilidad acadmica e inversiones en experiencias docentes y prcticas remuneradas. Estos cursos de licenciatura mantienen el acento en la formacin especca y sus propuestas curriculares poseen solamente tres disciplinas bsicas (con carga horaria de entre 68 y 72 horas) con nfasis en la docencia. Las materias son Didctica, Psicologa y Estructura y funcionamiento de la educacin. Con esta nma cantidad de tiempo y la prctica supervisada, el licenciado recibe el ttulo de Profesor de Educacin Secundaria y luego es tirado, por decirlo de algn modo, en el mercado de trabajo y en la institucin escolar. En la escuela, este profesor recibe a alumnos de todos los segmentos, con diferentes procesos de socializacin, diversas experiencias y necesita esforzarse para suplir no solo la formacin general, sino tambin la experiencia especca de cada alumno.

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Bajo ese aspecto nos enfrentamos una vez ms al fracaso del orden legal, que propone perspectivas pero no garantiza las condiciones para concretarlas. Frente a esa situacin, en el ao 2011 pasamos por una nueva reforma en la Educacin Secundaria de nuestro pas, legislacin que prev cambios en la formacin de adolescentes y jvenes con enfoque en los abordajes curriculares. Esta ley, aprobada y sancionada en mayo ltimo por el gobierno brasileo considera modicaciones curriculares, organizacionales y en la gestin del curso secundario en Brasil. El documento Nuevas Directrices Curriculares para la Educacin Secundaria (Aprobado el 4 de mayo de 2011), cuenta con una serie de caractersticas: Flexibilizacin del Currculum:permitir que las comunidades escolares puedan poner nfasis en los aspectos de mayor inters de su grupo social. Ampliacin de la carga horaria que actualmente es de 3 aos:atender la demanda regionaly las especicidades de las propuestas curriculares de las instituciones. Posibilidad de veinte por ciento de clases a distancia para los cursos nocturnos: considerar las condiciones de adolescentes y jvenes trabajadores en diferentes contextos sociales. Perspectiva de trabajos con proyectos diferenciados: atender las demandas de cada comunidad y los intereses de la propuesta curricular local. Organizacin del trabajo en cuatro grandes reas: trabajo, tecnologa, ciencia y cultura. Tales propuestas de cambios tienen el propsito de atender las demandas de los diferentes contextos sociales, especialmente si consideramos las perspectivas de socializacin y civilizacin en la relacin entre familia y comunidad presentada al inicio del presente documento. No obstante, aunque la propuesta sea anunciada con carcter innovador en el mbito de la legislacin, en la prctica presenta dicultades para establecer de forma concreta las necesidades de la escuela pblica. Las Nuevas Directrices Curriculares Nacionales para la Educacin Secundaria que apuntan a la ampliacin de la carga horaria y a la e-

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xibilizacin curricular representan, sin duda, un avance en direccin a una educacin bsica con capacidad para atender a las demandas de la sociedad brasilea, sobre todo a las que provienen de las novedosas conguraciones de la familia, de la escuela y de la relacin entre ellas. Sin embargo, estos cambios en las directrices exigen modicaciones en los cursos y prcticas de formacin inicial de profesores, en los cuales las reas de fundamentos pedaggicos estn prcticamente ausentes, lo cual ocasiona deciencias en los futuros docentes para trabajar con nios, adolescentes y jvenes. Continuar con estas reexiones representa un paso fundamental para la construccin de una educacin para adolescentes y jvenes ms adecuada a la realidad contempornea. Bibliografa
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La escuela media en su lmite


Guillermina Tiramonti

La autora analiza los cambios culturales que incidieron en el desarrollo de los proyectos educativos de las ltimas dcadas y propone una mirada histrica del sistema escolar para entender el rol de la escuela secundaria actual.

Introduccin La escuela media se ha constituido en los ltimos aos en una cuestin central de las agendas de polticos y expertos de la regin. En consecuencia, existe una demanda generalizada por aumentar los aos de escolarizacin de la poblacin hasta llegar a completar el nivel medio. De hecho, una de las metas educativas para el 2021, acordadas por los ministros de educacin de la regin en la XVIII Conferencia Iberoamericana, establece universalizar la educacin primaria y la secundaria bsica y ampliar el acceso a la educacin secundaria superior (Cepal/OEI/SGI, 2010). En la dcada del 90 los propsitos de intervencin y reforma sobre el sistema estuvieron anclados en una racionalidad economicista que destacaba el valor de la educacin para el mercado productivo. Braslavsky (1995) seala que las necesidades y demandas provienen de la exigencia de nuevas tendencias de desarrollo, las cuales hacen imperativo incrementar la productividad de las economas y la competitividad de las naciones. Actualmente, los estudios que plantean la necesidad de la permanencia de los alumnos en las escuelas trasuntan una racionalidad ms

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cercana a lograr la articulacin, cohesin y control de la poblacin que la de los propsitos econmicos (si bien la cohesin social es una exigencia del mercado). El documento de las metas educativas para el 2021 evidencia este objetivo: la permanencia de los alumnos en la escuela durante doce aos no puede alcanzarse si no se aborda al mismo tiempo la colaboracin activa de la familia, su formacin y motivacin, as como el cuidado de la salud y de la alimentacin de los discentes (Cepal/OEI/SGI, 2010). En este trabajo nos proponemos analizar el sentido que se construye cuando se articulan estos mandatos con las condiciones socioculturales en que estos se producen y las posibilidades existentes en el nivel medio de educacin. Las condiciones en que se genera el discurso por la ampliacin En la segunda mitad del siglo XX se sucedieron una serie de cambios que han ido recongurando casi todas las dimensiones de la sociedad. La conceptualizacin de este proceso de modicacin ha sido la temtica central de muchos de los trabajos intelectuales de n de siglo pasado e inicios del actual (Beck, Bauman, Wallerstein, Lipovetsky, Garca Canclini, Barbero, entre otros). Son mltiples los aspectos de la realidad que son afectados por el cambio, difciles de ser escindidos unos de otros y, por supuesto, imposibles de ser abordados en este texto. En relacin al

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Guillermina Tiramonti
Lic. en Ciencia Poltica (Universidad del Salvador) y Mg. en Educacin y Sociedad. Coordin el rea Educacin y Sociedad de la Flacso entre los aos 1993 y 2000. Es Coordinadora Acadmica y profesora de la Maestra en Ciencias Sociales con orientacin en Educacin de Flacso. A su vez es Directora Acadmica del Seminario virtual La educacin secundaria: principales temas y problemas en perspectiva latinoamericana, tambin de Flacso. En la docencia universitaria se desempea como Profesora titular regular de la ctedra Polticas Educativas de la Universidad Nacional de La Plata.

tema que nos ocupa es necesario explicitar dos procesos que afectan claramente a la escolarizacin en general y, en particular, a la escuela secundaria o media. El primero es una transformacin planetaria que podemos ubicar dentro del rubro cambio cultural pero que afecta al conjunto de las instituciones y modos de vida moderna. Mucho se ha escrito sobre este tema sin alcanzar a transformar an la reexin general que da cuenta de las grandes tendencias pedaggicas de la actual conguracin cultural. No obstante, dentro del amplio campo de lo cultural nos interesa hacer hincapi en lo que ha dado en llamarse la metamorfosis del conocimiento (Tobea, 2011). En ella se inscribe el impacto sobre el tradicional mapa epistemolgico que es el fundamento de la actual organizacin curricular de las escuelas medias. Lyotard (1987) mostr en la dcada del 80 el impacto que sobre la valoracin de ciertos saberes tena la utilizacin de nuevas tecnologas de produccin y difusin. A partir de esta observacin marc la primaca del valor de cambio sobre el tradicional valor de uso de los conocimientos. En cuanto al mapa epistemolgico, autores como Ludmer (2010) o Guasch (2005) han sealado el desdibujamiento de las fronteras del conocimiento y la consiguiente erosin de la autonoma de las disciplinas. Del mismo modo, en los ltimos tiempos han proliferado los estudios de juventud que exploran la actual subjetividad de los jvenes, sus consumos y gustos culturales. Autores como Bifo (2007) hablan de la generacin pos alfa para nombrar a aquellos que se desarrollaron en un medio organizado por las tecnologas de comunicacin, cuyas formas de percibir y articularse con el contexto, as como de aprender y procesar lo que de l reciben, han sufrido modicaciones con respecto a las generaciones precedentes. A pesar de estas consideraciones estamos lejos de saber qu alumnos son estos jvenes o si podemos o no pensarlos dentro de la categora mencionada. Asimismo, para algunos analistas culturales como Martn Barbero (1997), la tendencia a futuro es la desaparicin de las instituciones escolares y, se puede deducir tambin, de esta categora de alumno, de igual modo que la modernidad transmut la categora aprendiz por la de alumno. Por ltimo, hay una crisis del supuesto universal que sostiene la concepcin moderna del conocimiento. La relativizacin de la verdad uni-

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versal del conocimiento moderno est ntimamente relacionada con la pluralidad de imgenes y referencias culturales que posibilita la actual sociedad de medios. En general, las cuestiones relacionadas con el cambio cultural han sido enunciadas en trminos de una reconformacin de una nueva sociedad organizada en base al eje del conocimiento y la informacin. En la dcada del 70, el socilogo Daniel Bell, en su libro El advenimiento de la sociedad post-industrial, introdujo la nocin de sociedad de la informacin, caracterizada por su estructuracin alrededor del conocimiento terico, en base al cual se organiza la economa. En el contexto de los aos noventa, las expresiones sociedad de la informacin o sociedad del conocimiento se constituyeron en conceptos centrales de la globalizacin neoliberal, presentados como portadores de una exigencia que justicaba la restructuracin econmica y social que se estaba operando. En el campo educativo se hizo una lectura economicista de estos conceptos y se los adecu a las necesidades y demandas que provienen de las nuevas tendencias de desarrollo, las cuales hacen imperativo incrementar la productividad de la economa y la competitividad de las naciones (Braslavsky, 1995). Esta perspectiva fue hegemnica en las reformas de los noventa, pero an sigue presente en los discursos que legitiman el aumento de la escolarizacin de la poblacin (Fernndez Enguita, 2010). Hay un segundo proceso que nos interesa sealar por su impacto en la construccin de sentidos para la demanda de mayor escolarizacin de los jvenes. En este caso se trata del impacto que sobre las sociedades de la regin ha tenido la mundializacin de los mercados y el cambio en el modelo de acumulacin que, en trminos generales, se nombra como polticas neoliberales, aplicadas en nuestros pases en la dcada del 90. La referencia a este tema es permanente de modo que nos limitaremos a sealar que la reestructuracin a la que fueron sometidas las sociedades latinoamericanas, como consecuencia de la adopcin de las polticas neoliberales, fue acompaada de una redefinicin de la cuestin social, la cual dej de estar basada en la problemtica del trabajo y la respectiva integracin de las personas por medio de esta actividad, a ser definida en torno a la consigna de la lucha contra la pobreza.

Este giro en la concepcin de la problemtica social modic de modo sustancial las orientaciones de las polticas pblicas, tanto en el terreno de las recomendaciones dadas por los organismos internacionales como en el de la formulacin de propuestas a nivel nacional. Las intervenciones del Estado en el campo social cambiaron de perl. En el mbito especcamente educativo esto se tradujo en la implementacin de una serie de programas destinados a compensar las carencias de los sectores ms desfavorecidos del continente. Los ejemplos ms claros fueron el plan de las 900 escuelas en Chile y el Plan Social Argentino. A nes de esa misma dcada, la nueva cuestin social, fue la base de la redenicin sustancial de las polticas educativas transformndolas en estrategias de integracin e inclusin. En la demanda por una mayor incorporacin de la poblacin al sistema educativo juega un papel fundamental la necesidad de los estados de proveer a los jvenes de alguna red institucional que los articule a la sociedad y, a la vez, neutralice la amenaza que proyecta sobre el orden social una poblacin vacante que no estudia ni trabaja. Por estas cuestiones es que en las ltimas dos dcadas las naciones de la regin han desarrollado una poltica agresiva en materia de incorporacin de nuevos sectores sociales al benecio de la educacin. Las condiciones del sistema para dar respuesta a las nuevas exigencias La escuela bsica se instituy en las sociedades modernas con el propsito de socializar al conjunto de la poblacin en los principios, valores, saberes y comportamientos que requera el orden moderno. La escuela secundaria por el contrario, fue creada con un propsito selectivo y por tanto de inclusin elitista destinada a formar un grupo reducido proveniente de los sectores altos de la poblacin o a conformar este grupo y prepararlo para ocupar lugares de jerarqua en el sector pblico o privado. A pesar de este original propsito selectivo, la educacin secundaria se expandi en las ltimas dcadas como resultado de la universalizacin de la escuela primaria y la mayor demanda por educacin de los diferentes sectores sociales, las exigencias del mercado, la necesidad de retardar el ingreso al trabajo de los jvenes y la bsqueda de espacios de contencin y anclaje social para las nuevas generaciones.

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El proceso de expansin se inicio en los aos sesenta con el impulso de las teoras desarrollistas del Capital Humano, adquiri nuevo bros en los noventa como consecuencia de las reformas y las exigencias de competitividad que estas motorizaron, a las que hoy se suma (con diferentes combinaciones segn los pases) la lucha contra la exclusin. El crecimiento se realiz al reproducir las tendencias histricas de desigualdad entre los diferentes sectores sociales, entre poblacin rural y urbana o por etnias; solo han tendido a la igualacin las discriminaciones de sexos. Las reformas se centraron fundamentalmente en la diversicacin de las orientaciones, en el desarrollo del circuito tcnico profesional, en la actualizacin curricular, en la modicacin de la gestin de las instituciones y en la introduccin de nuevos mecanismos de regulacin y control como las evaluaciones de instituciones, docentes y alumnos. Adems, se ampliaron los dispositivos de acompaamiento a las trayectorias escolares a travs de la introduccin de tutores y clases complementarias, se establecieron apoyos a las instituciones mediante una serie importante de programas especiales de mejoramiento de la calidad educativa o de reforzamiento de la capacidad de las instituciones para cohesionar y regular a sus agentes. En los ltimos aos se han agregado proyectos destinados a introducir las nuevas tecnologas en el aula. El resultado es, entre otros, una expansin considerable de las matrculas, acompaado de nuevos fenmenos que marcan el agotamiento de la propuesta de la escuela moderna, la cual debe asumir esta exigencia de incluir a todos en un contexto de cambio cultural como el que se atraviesa en este comienzo de siglo. Un fenmeno que se repite en casi todos los contextos nacionales es el de la prdida del sentido de la escolarizacin para los jvenes. La demanda social por educacin media estuvo fundada en gran medida en que esta institucin brindaba una posibilidad cierta de integracin al mundo laboral, al intercambio cultural y para algunos de pase a la universidad. Esta funcionalidad de la escuela media est hoy en crisis. La escuela secundaria es un nivel necesario, pero no suciente, para el ingreso a un mercado de trabajo cada vez ms restrictivo, que utiliza la credencial educativa como criterio de seleccin y aumenta sus exigencias en proporcin directa a la disminucin de las oportunidades laborales. La inclusin en el mercado formal exige

en la actualidad titulacin y, adems, un capital social que provea a los aspirantes de redes de allegamiento y contactos que le permitan la mencionada insercin. Del mismo modo, pareciera que los jvenes hoy son capaces de obtener fuera de la escuela y en base a la alfabetizacin adquirida en la escuela elemental, los instrumentos que se requieren para el dilogo cultural, a travs de otras agencias no escolares, fundamentalmente mediante el uso de las tecnologas de comunicacin electrnica. La prdida de relevancia cultural de la escuela se traduce en las reiteradas quejas de los docentes por la falta de inters de los alumnos por lo que se ensea y por la ausencia de compromiso con la tarea. El escaso inters suele estar asociado a la antes explicitada prdida de valor de la seguridad laboral de la credencial escolar. No solo los alumnos parecieran haber perdido el sentido de la escolarizacin, sino que este mal se ha instalado tambin en el cuerpo docente, el cual presenta sntomas de agotamiento expresados en tasas altas de inasistencia a los lugares de trabajo, utilizacin desmedida de las licencias laborales y en el descreimiento del valor cultural y social de su tarea. El fenmeno del crecimiento del nivel de desercin y bajo rendimiento en cuanto a logros de aprendizaje da cuenta de las dicultades que tiene el sistema para sostener la escolarizacin secundaria de grupos socioculturales que hasta ahora le eran ajenos. Estos sectores acceden a la escuela desde mundos culturales y sociales extraos para los patrones escolares diseados con referencia a las clases medias y altas de la poblacin.1 Cuando hablamos de patrones escolares aludimos, entre otras cosas, al tipo de familia de la que proviene el alumno, mandatos familiares, consumos culturales, modos de presentacin y utilizacin del cuerpo, patrones lingsticos, utilizacin del tiempo, valoracin de la escolarizacin y modos de relacionarse con los otros. La invariabilidad de los formatos A pesar de haber transcurrido ms de un siglo de la institucionalizacin de la escuela media en la regin y de las transformaciones que se fueron
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Esta brecha cultural resultante del origen social de los alumnos se suma y se combina con las diferencias existentes entre las culturas juveniles y aquella sostenida por la escuela.

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realizando a lo largo de ese siglo, hay ncleos que han permanecido invariables y que conforman lo que algunos autores denominan el formato o la gramtica escolar. La obra de Tyack y Cuban (1995) propone el concepto de gramtica escolar para designar la manera en que las escuelas dividen el tiempo y el espacio, calican a los estudiantes y los asignan a diversas aulas, fragmentan el conocimiento por materias y dan calicaciones o crditos como prueba de que aprendieron. Del mismo modo, Vincent, Lahire y Thin (1994) desarrollan el concepto de forma escolar con el que remiten a una conguracin sociohistrica, surgida en las sociedades europeas entre los siglos XVI y XVII que da como resultado un modo de socializacin escolar que se impuso a otros existentes en la poca. En esta misma lnea, Viao Frago (2002), dene a la cultura escolar como un conjunto de teoras, inercias, hbitos y prcticas sedimentados a lo largo del tiempo en forma de tradiciones, regularidades y reglas de juego. Cuando hablamos de forma escolar hacemos referencia a aquello que conere unidad a una conguracin histrica particular, surgida en determinadas formaciones sociales, que se constituye y tiende a imponerse en otros espacios socioculturales (Southwell, 2011). Anderson (2006), al hablar de la idea de nacionalismo y de las democracias plantea que si bien la creacin de estos artefactos se hizo en Europa a nes del siglo XVIII, estos se volvieron modulares, capaces de ser trasplantados a una gran diversidad de terrenos sociales. Lo que llamamos forma escolar es un mdulo que se gener en la Europa moderna y que fue imitado en nuestros pases. Sin duda, el sistema medio de educacin tuvo un desarrollo propio en cada pas en que se implant. Esta diversidad est relacionada con las diferentes conguraciones culturales que en cada uno de estos espacios nacionales se conformaron a lo largo de su historia. Entendemos una conguracin en el sentido en que lo hace Elias (2001) y lo retoma Grimson (2007), es decir, una sedimentacin generada a travs de la experiencia histrica que construye campos de posibilidades y espacios de interlocucin inteligibles para quienes interactan. Como resultado del anlisis de las actuales caractersticas del nivel medio de educacin, es posible decir que ms all de estas diferencias de conguraciones nacionales se puede identicar un ncleo invariable

que ha sido esencial a todos y, por lo tanto, permanece casi sin cambios, a pesar de las sucesivas reformas a las que ha sido sometido el nivel. Es este formato el que hoy est en cuestin sobre la base de las exigencias que provienen del contexto cultural y social. Los puntos que se detallan a continuacin constituyen aspectos invariables de formato que pueden identicarse en el nivel medio: La clasificacin de los alumnos por edades y su inclusin en grupos diferenciados (esto lo comparte con el nivel elemental). El diseo de un currculum clasificado en distintas disciplinas cuyas fronteras estn denidas y representan el conjunto de saberes considerados legtimos en determinada rama del conocimiento. La incorporacin segregada de los diferentes grupos sociales. En casi todos los pases la ampliacin de las matrculas de nivel medio se hizo a travs de la construccin de circuitos diferenciados que permitieron incluir y, a la vez, construir para los alumnos destinos asociados a su origen social. Las distintas conguraciones nacionales operaron de modo particular la segregacin de su poblacin educada. La organizacin de los cursos por bloques de disciplinas que deben ser aprobados para poder acceder al ao siguiente.2 La asociacin entre disciplina y cargo docente. Por tanto, entre caja curricular y organizacin del trabajo docente.3

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Southwell incluye una referencia a un plan de reforma de la escuela media en 1915, donde Ernesto Nelson, quien fundamenta la propuesta, seala que sera irritante y absurdo el que una biblioteca escatimase los libros a quienes acudiesen en demanda de lectura; que obligase a leer por estantes completos, en los que se hubieran agrupado libros de asuntos inconexos, no permitiendo el paso de uno a otro estante al que no hubiera terminado el precedente. Pues esto exactamente, es lo que ha venido haciendo el colegio. 3 Segn Terigi (2008) la educacin secundaria, la clasicacin de los currculum, el principio de la designacin de los profesores por especialidad y la organizacin del trabajo docente por hora de clase, se enlazaron entre s de tal modo que hoy conforman un trpode de hierro, un patrn organizacional que est en la base de buena parte de las crticas del nivel y que es difcil de modicar.
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Con estas regularidades la educacin media se congur y ampli a lo largo del siglo XX en base a las historias y tradiciones particulares de cada pas. Estas formas peculiares de desarrollo generaron una matriz nacional de educacin media. Las nuevas alternativas y los lmites de la institucionalidad moderna La mayor dicultad para avanzar en la ampliacin de las matrculas de nivel medio est sin duda en la incorporacin de los sectores marginados caracterizados por su extrema pobreza y una historia de pertenencia a los sectores excluidos. En este contexto, los diferentes pases ensayan nuevos dispositivos destinados a posibilitar el acceso de estos grupos a la escuela y aumentar sus posibilidades de concluir su escolarizacin. Entre los dispositivos ms difundidos se encuentran las becas escolares que otorgan a los beneciarios un subsidio econmico, mediante el cual se espera incentivar el compromiso personal y familiar para sostener la escolarizacin. Otro intento lo constituye la elaboracin de una serie de programas destinados a mejorar la articulacin entre la escuela y la comunidad. Se realiza un seguimiento de los posibles alumnos, contactan a las familias y facilitan el acceso. Por ltimo, existen algunas experiencias que modican en parte el formato escolar y generan trayectorias personalizadas segn las posibilidades de los alumnos. Incorporan la gura del tutor, destinados a hacer el seguimiento y apoyar la escolarizacin de los estudiantes. A pesar de la exibilizacin de algunos componentes de la organizacin escolar, estas experiencias no han modicado sustancialmente los formatos preexistentes. En el resto de los sistemas, escuelas privadas en su mayora, se implementan una serie de actividades complementarias al currculum tradicional, las cuales se dictan fuera de turno. En estas jornadas se ensayan otras formas de ensear y aprender, se generan nuevos vnculos entre docentes y alumnos, se hace una utilizacin innovadora de las tecnologas y se incluyen otros saberes o conocimientos (se destacan las artes y la comunicacin). Constituyen espacios de ensayo donde la escuela se anima a abrir la puerta a cuestiones nuevas de la cultura (lenguajes, soportes, saberes, modos de relacin y acercamiento al conocimiento).

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Hay a nuestro criterio, en denitiva, una institucionalidad moderna que est forzada para responder a un contexto que se ha modicado de manera sustancial en las ltimas dcadas. El forzamiento resulta de la presin que ejercen los estados por universalizar un dispositivo destinado a la seleccin, sin que medien modicaciones importantes en el formato original de la escuela. A lo largo de la segunda mitad del siglo pasado y en lo que va de este, el nivel medio encontr un modo de procesar la presin por la inclusin sin sacricar su funcin selectiva. Segreg la poblacin que deba incorporar y la incluy en diferentes circuitos escolares, cada uno de los cuales fue dotado de un determinado patrn de admisin que permiti contener y promover a ese grupo sociocultural y expulsar al resto. Este efecto permiti sostener en simultneo la funcin de incorporacin y seleccin. Aun al instrumentar esta estrategia de incorporacin segregada el dispositivo escolar moderno presenta limitaciones para incorporar y contener a los sectores que por su condicin sociocultural estn ms alejados de las exigencias escolares. Son aquellos cuyo hbito social y cultural no encuentra puntos de contacto con los supuestos a partir de los cuales se organiza la escuela media. Se trata de jvenes que provienen de familias que organizan la vida en el da a da y no incluyen estrategias de largo plazo, como puede ser incluirse en una trayectoria escolar para la obtencin de un ttulo. Tienen vidas que no siguen una sistemtica organizacin de los tiempos diarios, anuales o vitales, como exige la escolarizacin moderna. Es por esta razn que en los ltimos aos los estados han comenzado a generar cambios en el dispositivo escolar para hacer posible esta inclusin. Las experiencias que hay en este sentido exibilizan trayectorias y exigencias sin alcanzar a producir una alternativa vlida para el conjunto de las instituciones. En esta medida resultan ser formatos para pobres que el Estado ensaya en los espacios pblicos, los cuales se han transformado de manera paulatina en eso, circuitos para atender pobres. Cada pas da respuesta a esta exigencia de inclusin acorde a una matriz educativa que construy histricamente a travs de un dilogo que incluy, de modo peculiar, a los operadores del mercado, las exigencias del campo poltico y una determinada conguracin cultural, la

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cual posibilit estrategias diferentes para incluir y a la vez diferenciar a la poblacin agregada. En tanto, hay un forzamiento de la institucin media que proviene de la presin que provoca un medio cultural que no puede ser procesado por un formato que supone otra cultura. Esta dicultad es resuelta con la generacin de una serie de suplementos destinados a dar cabida a lo nuevo sin conmover el currculum tradicional. Estos son esfuerzos dispersos realizados por cada institucin en razn de los recursos con que cuentan y por tanto que benecia a los sectores medios y altos de la poblacin. Avanzar en explorar la posibilidad de otra institucionalidad para la escuela media pareciera ser un camino fructfero para la construccin de una alternativa diseada a la luz de la cultura contempornea y analizar las posibilidades que ella abre para incluir al conjunto de los jvenes.

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Trayectorias de jvenes, judicializacin, estigmatizacin y estrategias biogrcas

Construccin de sentidos culturales en la escuela secundaria, Flora M. Hillert Trayectorias laborales de jvenes e incidencias de las intituciones de formacin profesional: algunas reexiones para la escuela secundaria, Claudia Jacinto El delito, los delitos, la pena, las no penas, Juan S. Pegoraro Las maras. Las pandillas callejeras en Centroamrica, Wim Savenije

Construccin de sentidos culturales en la escuela secundaria


Flora M. Hillert

En la siguiente ponencia se reexiona sobre el contenido de los sentidos culturales que construye y transmite la escuela, sobre su refraccin ideolgica y sobre los cambios que podran fortalecer su sentido democrtico.

Vigencia y ampliacin de la democracia Nuestro pas y nuestra educacin se desenvuelven desde nes de 1983 en un marco democrtico, profundizado incesantemente a partir de mayo de 2003. El juicio a las Juntas militares primero, y la asuncin de la poltica de derechos humanos como cuestin de Estado despus, nos permiten avanzar en el camino de verdad, justicia y castigo a los responsables del genocidio vivido en nuestro suelo. Pero el ejercicio de la democracia trasciende la mirada sobre el pasado, es un eje vertebrador de nuestro presente. En lo poltico asistimos por primera vez en nuestra historia a la vigencia ininterrumpida de la Constitucin y a la efectivizacin de la divisin de poderes. Esto es especialmente apreciado por las generaciones que atravesamos sucesivas y permanentes violaciones del Estado de derecho. En este marco pueden alcanzarse muchas otras conquistas, antes apenas imaginadas, como la aprobacin de la Ley de Matrimonio Igualitario y los proyectos de Ley de Medicamentos, actualmente en debate, o la Ley de Tierras prxima a ingresar al Parlamento. 1
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La Ley de Medicamentos fue aprobada por el Congreso Nacional a nes de junio de 2011. La Ley de Tierras, en diciembre de 2011.

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El movimiento que impulsa la democracia hacia adelante permite adems avanzar en el empoderamiento de nuevos sujetos sociales: as sucede con la Ley de Medios y con la promocin de la poltica de seguridad democrtica. Podemos ver, con distintos grados de protagonismo, cierta redistribucin democrtica de la cultura y la palabra, y con ello cierta redistribucin del poder. Tiene plena vigencia el derecho a manifestarse y reclamar por el salario, la vivienda, la salud y son incesantes las expresiones en esta direccin. Incluso parece factible que la democracia comience a extenderse a otras esferas de las relaciones sociales, por ejemplo a la vida sindical, mbito en el que empieza a limitarse la impunidad en el uso de la fuerza. Por todo esto, y por la ampliacin de los horizontes posibles, nunca ser suciente la valoracin que podamos hacer de la vida democrtica. Sin embargo, esta realidad que se extiende desde hace 28 aos, aparece naturalizada para amplios sectores de las generaciones nacidas en los 80, en los 90, y en lo que va del siglo XXI. Y es necesario que pueda ser apreciada especialmente por estas nuevas generaciones, y no solo por quienes podemos compararla con el pasado. Democratizacin de la escuela secundaria En educacin, y en la escuela secundaria especcamente, esta renovacin democrtica tiene una gravitacin singular. La educacin secundaria fue y es el nivel ms crtico del sistema educativo. Mientras la

Flora M. Hillert
Doctora en Ciencias de la Educacin de la Universidad de Buenos Aires, Profesora Titular de Educacin I en el Departamento de Ciencias de la Educacin e investigadora del IICE (Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educacin) de la facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Autora de Educacin, ciudadana y democracia, y Polticas Curriculares. Sujetos sociales y conocimiento escolar en los vaivenes de lo pblico y lo privado

enseanza bsica y la educacin universitaria tuvieron su propia legislacin desde nes del siglo XIX, en relacin con la escuela secundaria se sucedan histricas controversias sobre sus objetivos preparacin para los estudios superiores vs. preparacin para el trabajo, plasmadas en diversos intentos de reforma. El nivel no tuvo ms normativa propia que el Decreto Jorge de la Torre dictado en la dcada del 30, que eliminaba los centros de estudiantes, autorizaba solo clubes colegiales para desarrollar actividades culturales o deportivas con expresa prohibicin de actividades polticas, e impeda llevar el diario a la escuela. Durante los 90, la Ley Federal de Educacin desarticul totalmente la escuela secundaria reemplazndola por los Ciclos EGB y Polimodal. En 2006 el nivel fue rescatado y establecido como obligatorio por la nueva Ley de Educacin Nacional, y a nes de 2009 la Resolucin N 84 del Consejo Federal de Educacin propuso una profunda reforma estructural y curricular de la escuela secundaria. La reforma sostiene que la enseanza secundaria, a la que describe como fragmentada, desigual, selectiva y excluyente, debe pasar a ser integradora e inclusiva, igualadora, con los objetivos de formar para el ejercicio de la ciudadana activa, el trabajo y la continuidad de los estudios. La obligatoriedad y universalizacin plantean el problema de abordar simultneamente la renovacin de los contenidos, el inters de los adolescentes y de los docentes por la escuela y los aprendizajes, y la democratizacin de la vida escolar, es decir, la participacin protagnica de estudiantes y profesores en distintas actividades e instancias de gobierno institucional. En la lnea de ampliacin de la democracia a que hicimos referencia en la esfera nacional, la democratizacin alcanza tambin a la escuela secundaria. El Decreto Jorge de la Torre fue denitivamente derogado durante la presidencia del Dr. Alfonsn, y las organizaciones estudiantiles resurgen actualmente con fuerzas renovadas. En la Ciudad de Buenos Aires, el movimiento de los centros de estudiantes secundarios pone en evidencia la existencia de nuevos componentes en la subjetividad estudiantil. En la provincia de Buenos Aires, ha habido una poltica proactiva de estmulo a la formacin de organismos estudiantiles: de 57 organizaciones en 2008, se lleg a 761 organizaciones estudiantiles reconocidas en 2010, y a 1800 en 2011.

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Relevamiento de opiniones estudiantiles sobre la democracia Sin embargo, en relacin con la democracia, una encuesta llevada a cabo por el Ministerio de Educacin arroja una alta indiferencia de los jvenes: el 40% de los adolescentes de segundo y tercer ao de secundarias pblicas de Buenos Aires y alrededores cree que la democracia es el mejor sistema poltico, pero un 5% piensa que no, un 30% cree que a veces s, a veces no y el 25% dice que no sabe; solo el 50% cree que deben gobernar el pas los polticos que vota la gente y solo el 40% considera preferible que existan muchos partidos polticos (Clarn, 11 de mayo de 2011). No obstante, creemos que hay otros datos de la realidad que se detectan en el contacto con las instituciones, en actividades que tambin promueven y registran las autoridades, y que perciben y destacan distintos estudios. Podemos citar algunos ejemplos: Sobre el tratamiento de temas de DDHH en la escuela secundaria:
En Melincu, Provincia de Santa Fe, los estudiantes de 5 ao de la Escuela N 425 Pablo Pizzurno, coordinados por la profesora de tica Ciudadana, Juliana Cagrandi, y la directora, Mara Cristina Farioli encontraron en 2003, pistas de una pareja de jvenes desaparecidos durante la ltima dictadura. Los estudiantes continuaron la bsqueda de la verdad aun despus de egresados, se vincularon con la Secretara de Derechos Humanos de Santa Fe, la que acudi al Equipo Argentino de Antropologa Forense. Finalmente seis aos despus, en 2009, se pudo conocer la identidad de los desaparecidos, un joven francs y una joven mejicana. (La Capital, Rosario, 30 /07/2010).

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Sobre el tratamiento de temas de Ciencias Naturales en la escuela secundaria:


El Instituto Provincial de Educacin Media (ipem) N 23 Lino Enea Spilimbergo de Unquillo, Provincia de Crdoba, realiz el diseo y construccin de cocinas solares para familias rurales, e investig su contribucin a la mejora de la calidad de vida de la zona. En la zona rural montaosa de la localidad falta el acceso a la red de gas natural, lo que sumado a la pobreza y la desocupacin genera serios

problemas alimentarios a la poblacin. Los docentes que coordinaron la experiencia recibieron asesoramiento, capacitacin y supervisin del Departamento de Fsica de la Facultad de Ciencias Exactas, Fsicas y Naturales de la Universidad Nacional de Crdoba y de la Asociacin Tcnico Cientca de Crdoba. La institucin pas de ser la escuela de los negros, a ser la escuela que fabrica las cocinas solares (Experiencias ganadoras del Premio Presidencial Escuelas Solidarias 2009, en http://www.me.gov.ar/edusol/archivos/2010_exp_pp2009.pdf).

Sobre el tratamiento del tema de lo pblico en la escuela secundaria:


En el colegio Nicols Avellaneda, de Palermo, Ciudad de Buenos Aires, el centro de estudiantes y una docente organizaron una jornada de protesta consistente en trabajo voluntario: pintaron las aulas y limpiaron los bancos como forma de manifestarse contra la paralizacin de obras de infraestructura en esa escuela. La consigna fue Haciendo lo que (Mauricio) Macri no hace. Trabajaron ms de mil alumnos y casi trescientos docentes de la escuela. Por un lado, queremos educar a los chicos en el cuidado de lo pblico e ir as construyendo ciudadana y, por otro, reclamar por el incumplimiento en los trabajos edilicios en los que incurre el gobierno de la ciudad al paralizar hasta 2011 una obra que dej inutilizadas cuatro aulas, dos baos y la nica salida de emergencia del Avellaneda. Dijo la profesora de Educacin Cvica que promovi la protesta. (Pgina 12, 3/10/2009).

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Estos ejemplos muestran una nueva educacin cvica y democrtica practicada como ciudadana ampliada y activa. Nuestra investigacin En el planteo de nuestra propia investigacin, consideramos que para la renovacin del nivel un problema de la mayor importancia es el de los sentidos que transmite y construye la escuela: los sentidos culturales que los docentes y los estudiantes elaboran y sostienen en sus representaciones y en sus prcticas, como subjetividad colectiva e individual; el sentido que tiene la escuela secundaria para el alumno y el docente, la implicacin personal, subjetiva, de alumnos y docentes con la escuela secundaria. Movidos por esta problemtica, desarrollamos entre 2008 y 2010 un proyecto Ubacyt titulado Los sentidos culturales en las representaciones

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sociales y en las prcticas curriculares de docentes de Enseanza Media en territorios de desigualdad social, que continuamos con un nuevo proyecto a desarrollarse entre 2011-2014 titulado La educacin secundaria en un escenario de reformas: los sentidos culturales en las representaciones y las prcticas de docentes y estudiantes en espacios formativos escolares. Los sentidos culturales son composiciones heterogneas de elementos de cosmovisiones de diversas clases y grupos sociales, que pueden estar en continuidad o reproducir construcciones sociales ideolgicas generales, pero pueden tambin generar quiebres y dar lugar a la produccin de nuevos sentidos (Guber, R. y, R. Daz, 1986). Los sentidos refractan las ideologas y construyen orientaciones en el universo de signicados de sujetos sociales concretos, en contextos histricos coordenadas de tiempo y espacio tambin concretos. Entendemos que la educacin es una forma de produccin cultural y un aspecto de la poltica cultural de una nacin. Por eso la lucha por los sentidos de la cultura que se ensean, se transmiten, se producen, se viven en la actividad educativa, es parte de la lucha por los sentidos de la cultura. La escuela es uno de los mbitos de construccin de sentidos culturales sobre la ciencia, el arte, la democracia o la diversidad, expresados en discursos o cristalizados en prcticas. En el trabajo escolar con el conocimiento, como comprensin de la realidad y/o como transformacin de la misma, se construyen sentidos relativos a las identidades, el pensamiento crtico, la actitud humana activa. Metodolgicamente, ambos proyectos se encuadran en una estrategia cualitativa, intentando recuperar las perspectivas de los sujetos particulares. En el primer proyecto, focalizamos el estudio en las representaciones y las prcticas de los docentes de escuela secundaria. Entendemos que las representaciones y las prcticas son portadoras de matrices de sentidos construidos por sujetos sociales concretos, en contextos concretos, atravesados por signicaciones e ideologas macrosociales. Entendemos las prcticas no como el opuesto de la teora, ni como la aplicacin de una teora, tampoco como conductas o acciones, sino como un hacer pensando y una actividad totalizadora que reconoce momentos de anticipacin, de objetivacin interactiva, de reexin (Schon, D., 1992; Hillert, F.M., 1991; Bourdieu, P., 1975 y 1991 y, Snchez Vzquez, A., 1967).

Las fuentes de informacin indagadas fueron: Los discursos de los docentes Los registros de observaciones Los documentos elaborados o utilizados por docentes y alumnos (planicaciones, guas, bibliografas, producciones) Indagamos dos reas escolares de trabajo con el conocimiento: Comunicacin y Expresin, y Ciencias Sociales. En el rea de las Ciencias Sociales, se incluyen crecientemente contenidos signicativos acerca de la realidad global, latinoamericana, local, el deterioro ecolgico, la guerra, la discriminacin o los derechos humanos, impulsados por el Estado o promovidos por los docentes, temas que en otro registro son trabajados tambin en Lengua y Literatura. A travs de las representaciones y las prcticas buscamos reconstruir sentidos culturales referidos a los siguientes aspectos: El conocimiento, la ciencia y el arte Los derechos humanos y la democracia La formacin de ciudadanos gobernantes o soberanos Lo popular La igualdad y la inclusin

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Desde estos elementos referenciales, en el proyecto 2008-2010 realizamos observaciones en seis escuelas (dos tcnicas, dos bachilleratos, dos escuelas municipales de Educacin Media) y catorce divisiones, asistiendo a clases de ochenta minutos, salvo algunas pocas excepciones. En el proyecto 2011-2014 nos proponemos realizar un trabajo etnogrco en dos escuelas. Algunos primeros resultados En los casos estudiados, hemos hallado que en las representaciones y las prcticas de los docentes: Hoy parece predominar una slida condena del terrorismo de Estado y una acendrada defensa de los derechos humanos; estos

parecen ser contenidos y sentidos fuertemente arraigados en la cultura escolar actual. Se introducen temas candentes de la realidad nacional en el aula, como por ejemplo el tratamiento de la Ley de medios audiovisuales. Se resignifican contenidos histricos en un sentido progresista, por ejemplo, vinculando el pasado con el presente al tratar los contenidos del Bicentenario. Se vinculan los contenidos de la enseanza con situaciones coyunturales de los alumnos, en relacin con la discriminacin y los derechos de los jvenes, la violencia, la aceptacin de la diversidad. Se generan espacios cvicos y culturales extra ulicos, por ejemplo de reclamos, mantenimiento y refaccin de la escuela.

Pero tambin, Encontramos docentes que intentan justificaciones al golpe de Estado en la teora de los dos demonios. Mantienen diferencias entre representaciones y prcticas en relacin con distintas aristas de la discriminacin: social hacia los pobres, de gnero hacia la diversidad, etrea hacia los jvenes. En algunos casos son notables las distancias culturales generacionales entre docentes y alumnos: existen situaciones en que los mismos trminos remiten a referentes muy distintos, o temas que interesan al docente pero no interesan necesariamente a los adolescentes. Las modalidades de la escuela media bachiller, tcnica marcan diferentes expectativas de los profesores acerca de los contenidos que pueden o no interesar a los estudiantes. La persistencia de la desigualdad educativa banaliza el tratamiento de los temas en los sectores ms vulnerables, en los que contina primando el vnculo afectivo. En el trabajo con sectores socioculturales medios los docentes preparan ms sus clases que para contextos socioculturales bajos.

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En general, encontramos que la defensa de la democracia y los derechos humanos se ha consolidado en la escuela secundaria, en las clases sobre la memoria, en los sentidos de los docentes y los estudiantes. El trabajo sobre la memoria moviliza e involucra, implica a docentes y estudiantes, en muchos casos en forma activa. En cambio, resulta mucho ms difcil el trabajo pedaggico acerca de la discriminacin: en nuestras observaciones hemos encontrado un solo ejemplo de una docente que elabor una clase teniendo en cuenta una problemtica especca de discriminacin entre los alumnos. En otros casos, encontramos que se puede ensear la conquista sin tener en cuenta la presencia de estudiantes de ascendencia aborigen, de pases vecinos, o nuevos inmigrantes de otras latitudes; o el embarazo adolescente en general, sin pensar en los adolescentes concretos. La misma ausencia de referencias concretas se encuentra en el abordaje de diferencias sociales y de gnero. A falta de preparacin especca de los docentes, temas cruciales suelen abordarse solo formalmente. Entonces cabe preguntarse: cul es el alcance de los contenidos democrticos, si no se trabaja sobre el problema de la diferencia? Se est limitando la democracia solo a su aspecto poltico? Cmo trabajar temas de igualdaddesigualdaddiversidad? Es posible generar cambios en esta direccin? Evidentemente no mediante el control, no mediante vigilar y castigar, sino solo mediante un trabajo de formacin continua de los docentes, un trabajo pedaggico y cultural, de ampliacin de horizontes, conversaciones, debates, polmicas. La formacin continua de los docentes Como sabemos, los contenidos en educacin atraviesan escenarios distintos que responden a lgicas distintas, irreductibles unas a otras: 1. En el escenario poltico, suelen tomarse grandes decisiones, como la Ley de Educacin Nacional que ja las grandes orientaciones y direcciona los contenidos de la educacin, la Ley de Educacin Sexual, la Ley que establece el Da de la Memoria. En estos casos las iniciativas suelen partir del Poder Ejecutivo, tomadas por funcionarios electos por mayora o designados por quienes han sido electos, y debates parlamentarios que se dirimen por votacin, de

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acuerdo con la regla de mayora. Constituyen decisiones polticas, para la Formacin Docente Inicial y Continua, los lineamientos y prescripciones de la Ley de Educacin Nacional y el Plan Nacional de Formacin Docente 2007-2011 aprobado por el Consejo Federal de Educacin (Resolucin CFE N 23/07). 2. Ms all de las grandes orientaciones, los contenidos formativos son recortados, seleccionados del amplio campo del conocimiento; en este escenario tienen un peso fundamental los contenidos cientcos. En el caso de la ciencia, no se decide por mayora y minora ni por voto; en este campo deberan prevalecer el libre pensamiento y la crtica. Desde la ciencia, la condicin principal para la seleccin de los contenidos de la enseanza en la educacin estatal consiste en orientarse hacia aquel conocimiento que pueda ser sometido a prueba pblica, criticado pblicamente, imperfecto, inacabado, del que se puede y se debe dudar. Estos son los rasgos que caracterizan al conocimiento cientco, que se distingue por ser crtico y no dogmtico. Claro que al momento de dirimir los conocimientos aceptados o rechazados, sus matices y su elaboracin, inciden los paradigmas propios de cada poca, las escuelas cientcas, las miradas de las corporaciones, las del mercado y el Estado, las cosmovisiones de la intersubjetividad compartida. 3. El escenario de la reelaboracin pedaggica se incluye en el mundo de la elaboracin del conocimiento. Esta reelaboracin es intencional, reexiva y crtica, toma en cuenta para la seleccin de contenidos educativos su papel formativo, cultural, lgico, axiolgico, atiende a las condiciones que permitan la problematizacin y apropiacin de los contenidos. 4. A diferencia de los procedimientos cientcos y polticos, en el escenario de la cultura los procedimientos giran en torno del dilogo, la conversacin y la charla, que dejan constancia de las distancias y diferencias y permiten construir puentes y universos comunes entre signicados. Los contenidos de la formacin docente atraviesan todos estos escenarios: el de las decisiones polticas, el de la seleccin curricular, el pedaggico y el cultural, tanto en la formacin inicial como continua.

Creemos que en los cambios necesarios de concepciones, representaciones y prcticas de los docentes es necesario trabajar mucho ms en el escenario cultural, que permite la aproximacin a diversas pocas y sujetos, no en forma esquemtica sino en su complejidad; no reducidos a nociones y conceptos sino incluyendo la presencia de las pasiones, la sensibilidad, los prejuicios, los medios tonos, el dilogo, las negociaciones, el autoconocimiento. Sin abordar el amplio campo cultural parece imposible transitar desde las grandes orientaciones prescriptas a la prctica pedaggica diaria, en temas de igualdad, desigualdad, diversidad. Por eso nuestro aporte tiende a profundizar en el estudio de los sentidos culturales de estudiantes y profesores de enseanza secundaria. Bibliografa
Bourdieu, P., y M. de Saint Martin, Las categoras del juicio profesoral, en Actes de la Recherches en Sciences Sociales, N 3. Pars, 1975. Bourdieu, P, 1991, El sentido prctico. Taurus, Madrid. Guber, R., Daz, R., Sorte, M., Visacovsky, S., La produccin de sentido: un aspecto de la construccin de las relaciones sociales. Nueva Antropologa, Vol IX, N 31, Mxico, 1986. Hillert, F.M., Representacin Social de la Educacin en adultos de la Ciudad de Buenos Aires: padres y docentes de escuela primaria. Proyecto de investigacin Ubacyt, FI 063, 1988-1990, y Conicet 1989-1991 (mimeo), 1991. Snchez Vzquez, A., Filosofa de la praxis. Grijalbo, Mxico. Schn, D,: La formacin de profesionales reexivos. Paids, Buenos Aires, 1992.

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Trayectorias laborales de jvenes e incidencias de las instituciones de formacin profesional: algunas reexiones para la escuela secundaria
Claudia Jacinto

A travs del anlisis de experiencias que lograron incidir en las trayectorias laborales de los jvenes, la autora reexiona acerca de la necesidad de que la escuela articule con otros espacios de participacin social y laboral, y encuentre un mecanismo genuino que contribuya con los procesos de inclusin social.1

1. Los modos de comprender las trayectorias laborales A grandes rasgos, dos abordajes tericos han prevalecido en el anlisis de las trayectorias y primeras transiciones laborales de los jvenes. Una larga tradicin sociolgica se apoya en sealar fuertemente el peso de las determinaciones estructurales sobre los sujetos. En trminos de Bourdieu, a cierto volumen de capital heredado corresponde un conjunto de trayectorias ms o menos probables que conducen a posiciones ms o menos equivalentes, constituyendo el campo de los posibles objetivamente ofrecidos a un agente determinado (Bourdieu, 1988). Habra entonces un fuerte enclasamiento de las trayectorias que se desarrollan, desde estas perspectivas, como predeterminadas. Sin embargo, estos autores tambin sealan la presencia de fuertes desclasamientos en las ltimas dcadas. Estos desclasamientos, en terminos de Bourdieu y de Castel, afectan tanto a las jvenes de las clases trabajadoras como de las clases medias.
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En particular, esta ponencia se nutre del proyecto Trayectorias educativo-laborales de jvenes. Incidencia de polticas y programas de inclusin social que cont con el apoyo de la Agencia Nacional de Investigaciones Cientcas y Tcnicas de la Argentina (Jacinto, 2010).

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Podemos ubicar en este abordaje general a los estudios que muestran los procesos de la transicin como un movimiento con destinos claramente diferentes: en un extremo, algunos jvenes se dirigen hacia la estabilizacin profesional, y en el otro extremo, otros jvenes no llegan nunca a acceder a un empleo de calidad y estable, y estn ms cerca de la exclusin que de la integracin social (Drancourt y RolleauBerger, 2001; Agulhon, 2006; Alaluf, 2003; Salvia, 2008). Aun reconociendo esos mrgenes de posibilidades, algunos estudios se apoyan en el enfoque biogrco, interpretando los hechos de la biografa en el contexto del pasado y de las expectativas de futuro. Dan as voz a las dimensiones ms subjetivas introduciendo razones y sentidos subjetivos de los jvenes en la construccin de sus propias trayectorias. Ahora bien, las trayectorias (desde el xito precoz a las trayectorias de exclusin) son reconocidas como de baja reversibilidad e impactadas por la desigualdad de oportunidades (Casal y otros, 2006). Otro paradigma interpretativo dar ms nfasis a la individualizacin de trayectorias y a sus caractersticas yo-yo (Bois-Reymond y Lpez Blasco, 2004). Ubicndose en las discusiones sobre la posmodernidad, los fuertes procesos de individualismo, la crisis de los marcos de referencia colectivos, van a enfatizar la experiencia subjetiva, los posicionamientos subjetivos frente a las diferentes experiencias, la capacidad de toma de decisiones sobre la propia existencia, y esto va a aparecer al mismo tiempo como un valor y como un riesgo. Desde

Claudia Jacinto
Dra. en Sociologa con especialidad en Amrica Latina de la Universidad Pars III, Francia. Coord. de Prejet, Programa de Estudios sobre Juventud, Educacin y Trabajo en el IDES, Investigadora del Conicet. Docente de posgrado de las Universidades de Bs. As., y de la Repblica de Uruguay. Ex miembro del Comit Editorial de la revista Estudios del Trabajo (Asociacin Argentina de Especialistas en Estudios del trabajo, ASET), del Comit Tcnico de la Red Latinoamericana de Educacin y Trabajo, y representante suplente de la Argentina de Alast.

esta perspectiva, el desclasamiento implica que las trayectorias juveniles ya no puedan determinarse; dada la creciente desestructuracin social resultan relativamente indeterminadas en el sentido de que su curso futuro ya no puede predecirse con suciente certeza a partir del origen de clase (Gil Calvo, 2004). Algunos autores van a enfatizar aqu el peso del pasaje por las instituciones como mediadoras de las transiciones. Subrayan as que la ruptura de las trayectorias predeterminadas se pone especialmente de maniesto en la organizacin social de los ciclos de vida, es decir, en las trayectorias escolares, en el pasaje de la educacin al trabajo, en las movilidades en el curso de la vida activa y en el proceso de salida. Estos momentos claves de los procesos de socializacin estn en crisis desde el doble punto de vista de las instituciones y de los individuos (Dubar, 1996). La individualizacin, la desestandarizacin del trabajo y la fragmentacin de trayectorias vitales y laborales desdibujan la construccin de certidumbres en torno al trabajo y a las formas de pasaje a la vida adulta (Peres Islas y Urteaga, 2001). A partir de esta perspectiva, es preciso estudiar las trayectorias en su individualidad para observar cmo se articulan sus lgicas endgena y exgena a lo largo del tiempo. Algunos autores nalmente van a poner fuertemente el acento en la interdependencia de factores y en el hecho de que las trayectorias no son recorridos cerrados y estn llenas de sucesos imprevisibles (Longo, 2008). A pesar de ello, no dejan de reconocer que ante la desigualdad social en los recursos y oportunidades, las trayectorias se desarrollan frente a opciones biogrcas ms amplias o ms estrechas. La capacidad del individuo de gestionar su propia transicin a la vida adulta depende fundamentalmente del capital social y cultural, del apoyo recibido por su familia y las oportunidades o restricciones relativas a la educacin, el gnero, el origen social y tnico (Walther y Pohl, 2003). En efecto, al mismo tiempo en que se abren posibilidades para la agencia humana, para la creatividad e iniciativa personal en la construccin de la propia identidad (Beck, Giddens y otros, 1997), la falta de recursos y soportes colectivos reduce para muchos al mnimo los mrgenes de maniobra, la posibilidad de desplegar estrategias y proyectos personales. La individualizacin deviene en individuacin forzada (Robles, 1999).

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Nutrindonos de unos y otros aportes, en nuestro propio abordaje interpretativo, concebimos las trayectorias como resultantes de interacciones complejas que se sitan tanto a nivel estructural e institucional macrosocial como a nivel microsocial institucional e individual. Como hemos planteado con anterioridad (Jacinto y otro, 2007) los elementos estructurales conforman la matriz de relaciones objetivas por la cual los individuos transitan, pero no explican en su totalidad las particularidades de cada trayectoria. Voluntad personal y condicionantes estructurales, contextuales e institucionales se conjugan dinmicamente y diversican los recorridos laborales. En el caso de los jvenes con menores oportunidades, las trayectorias se conguran a partir de un interjuego entre las carencias estructurales respecto del acceso a los mecanismos institucionales de inclusin social (educacin, salud, vivienda, etctera) y a los circuitos especcos, en general deteriorados, a los que se logra acceder; a las formas de gestin institucional de la formacin y de la inclusin laboral y/o a sus omisiones, que en conjunto se reejan en debilidades en el acceso a recursos a nivel individual y por ello, en el encaminamiento hacia un mundo de la insercin laboral deteriorado. Sin embargo, los procesos no son tan lineales porque aun entre los sectores de menores recursos las trayectorias se diversican por factores subjetivos y por la particular articulacin de las diferentes esferas de la vida (familiar, escolar, laboral), porque las experiencias subjetivas en torno a las instituciones de la insercin (escuelas, centros de formacin profesional, universidad, empresas, organizaciones de la sociedad civil) pueden ser bien diferentes (cuestin que profundizaremos); nuevas formas de participacin social pueden implicar el acceso a circuitos alternativos de inclusin social. En efecto, otras marcas se inscriben subjetivamente adems de los pasos (muchas veces inconclusos y precarios) por las instituciones tradicionales. Marcas ligadas al territorio y, sobre todo en el caso de los jvenes, a los grupos de pares y bandas, y en algunos casos, el paso por nuevas institucionalidades. Como sostiene Merklen (2005), los nuevos patrones de identicacin frente al debilitamiento de los soportes colectivos e institucionales a veces no se encarnan en las instituciones tradicionales sino en nuevos marcos identitarios ligados a los espacios de residencia y a los grupos de referencia. Estos espacios permiten la construccin de lenguajes y esquemas de percepcin que

se transforman en recursos a modo de un capital social que se hacen necesarios para habitar condiciones de desaliacin. 2. Entre lo estructural y lo institucional en la trayectoria Tres grandes indicadores muestran una ampliacin de las oportunidades de inclusin social de los jvenes en tiempos recientes: la mayor inclusin escolar y las disminuciones del desempleo y la precariedad. Sin embargo, estos fenmenos no alcanzan a la inclusin de todos. Cerca de 50% de los adolescentes no terminan la escuela secundaria en el periodo previsto, y los jvenes siguen duplicando el desempleo de los adultos y accediendo a los empleos ms precarios (OIT, 2011). La persistencia de la desigualdad de oportunidades es evidenciada aun en el marco del mejoramiento de las condiciones. Estudios recientes muestran que a quienes ms les cuesta hacer valer el ttulo de nivel medio en el mercado de trabajo es a los que provienen de hogares con menos recursos o menos capital educativo (Salvia, 2008; Jacinto y Chitarroni, 2009). Tomemos, por ejemplo, cifras de la Encuesta Permanente de Hogares (2006). Se observa que los jvenes no pobres con ttulo secundario son los que presentan una tasa ms baja (33%) de acceso a empleos no registrados. Pero en los jvenes pobres que terminaron el secundario, esa tasa asciende al 81%, lo cual es muy similar en los pobres que no lo terminaron (89%). Respecto a la desocupacin, terminar el secundario para los pobres lleva a tasas de desocupacin mayores que no haberlo terminado: 49% los primeros y 30% los segundos. Esto seguramente est vinculado a que los pobres que terminan el secundario tienen mayores expectativas y probablemente menores urgencias que aquellos que no lo terminaron y deben aceptar sin remedio empleos de bajos niveles de calicacin. Sin embargo, esta situacin es bien distante de la tasa de desocupacin que presentan los no pobres (en torno al 11%), hayan terminado o no el secundario. Estas cifras muestran que el esfuerzo educativo que realizan los pobres est lejos de reejarse en mejores condiciones de insercin laboral. Las tendencias reproductoras priman por sobre las credenciales educativas. La devaluacin de la credencial educativa de nivel medio afecta especialmente a los jvenes provenientes de hogares pobres y va congurando, en trminos de Bourdieu, una generacion engaada entre las expectativas puestas a la educacin y las realidades.

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En sntesis, por un lado los jvenes siguen siendo quienes tienen mayores dicultades en una insercin de calidad al mercado de trabajo, y al mismo tiempo son el grupo que ms ha mejorado su insercin si se los compara con los adultos. Pero esto ltimo no alcanza para superar los peores indicadores de insercin que los caracterizan desde hace dcadas. Entonces, como primera conclusin tenemos un fuerte condicionamiento de las posibilidades de construccin de trayectorias biogrcas para los jvenes, un progreso relativo que no alcanza a producir una mejora general de sus condiciones, pero adems una seal de alarma en torno a que los ms beneciados en el mercado de trabajo por terminar el secundario son los que provienen de hogares no pobres, y los que provienen de sectores pobres no logran quebrar las dicultades de insercin con el ttulo de nivel secundario. Puede una particular experiencia institucional modicar lo que parece ser un fuerte condicionamiento macro-estructural? Este es uno de los interrogantes que asumimos en la lnea de investigacin que venimos desarrollando en Prejet desde hace algunos aos.2 Para ello, asumimos la perspectiva de que los actores institucionales y colectivos que intervienen y median entre las estructuras socioeconmicas y sistmicas y los individuos, tienen un papel relevante en los procesos de transicin (Verdier y Buechtemann, 1998). Desde nuestra perspectiva, la dimensin institucional es central para comprender los alcances de un dispositivo de insercin y su peso sobre las subjetividades y trayectorias (Jacinto y Millenaar, 2009). Las instituciones han sido, a lo largo de la modernidad, no slo dispositivos de control y socializacin, sino espacios de subjetivacin (Dubet y Martucelli, 1997). Conforman los soportes organizadores de los tiempos y dinmicas en las trayectorias, y al mismo tiempo se constituyen en recursos que permiten orientar las estrategias y decisiones. Puede percibirse un proceso paradjico en torno al lugar de las instituciones que acompaan o deberan acompaar la transicin. Por un lado, se asiste sin duda a la crisis y debilitamiento de las grandes instituciones de integracin social de la modernidad (Dubet y Martucelli,
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Lo que sigue en este punto se basa en desarrollos efectuados en Jacinto y Millenaar, 2009; y Jacinto y Millenaar, 2010.

1997; Bauman, 2003, entre otros). Esto refuerza los procesos de individualizacin y, en su aspecto negativo, deja a los individuos angustiados, sin soportes protectores, en particular en el marco de modelos sociopolticos liberales. De hecho, la exclusin social se asocia con una situacin de desaliacin institucional muy vinculada a los problemas de empleo y al hecho de que los derechos sociales han tenido en la segunda parte del siglo veinte una fuerte vinculacin con el hecho de contar con un empleo (Castel, 1997). Pero aun en un marco de declive de las instituciones tradicionales, la forma en que se conforman las trayectorias individuales est articulada con los pasajes y experiencias institucionales y es necesario comprender las articulaciones y procesos que stas despliegan en las biografas individuales. Algunas instituciones tradicionales como las escuelas, aun ante el debilitamiento, se conguran como espacios de insercin social (Jacinto y Freytes Frey, 2004; Tiramonti, 2007). Tambin las organizaciones de la sociedad civil cubren un nuevo papel, desde una perspectiva de construccin de lo pblico no estatal. Las intervenciones en apoyo a la transicin implican tanto la participacin de las instituciones tradicionales como la construccin de nuevas institucionalidades y nuevos actores institucionales. Muchos de ellos, justamente en relacin con la creacin de los puentes entre los jvenes y el empleo como los servicios de intermediacin. Cuando los modelos sociopolticos asumen enfoques basados en los derechos ciudadanos, se despliegan en cierta medida nuevas formas de institucionalizacin que constituyen al mismo tiempo nuevas modalidades de movilizacin de las subjetividades y de las formas de control social. 3. La investigacin: la incidencia de los dispositivos de insercin en las trayectorias de jvenes de sectores populares Este es el marco a partir del cual nosotros estudiamos una serie de centros de formacin profesional (doce), es decir, un grupo de instituciones pblicas no formales que dependen del sistema educativo, un segmento que ha tenido una importante inversin en los ltimos aos pero que no alcanza todava a reejar una formacin profesional de calidad. Nuestra tarea fue, justamente, seleccionar algunas experiencias que podemos llamar de calidad en trminos de la oferta, y ver cmo

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esas experiencias incidan en las trayectorias de insercin de los jvenes ms vulnerables. Ah nos encontramos con algunas buenas noticias que tienen que ver tambin con la mirada conceptual. Le dimos importancia a tres aspectos: uno tena que ver con la calidad de la formacin, otro con el papel de lo institucional, es decir, la escuela como lugar para la construccin de recursos individuales y colectivos, y otro con la construccin subjetiva que favorecan. Qu es lo que vimos? Sintticamente, observamos un papel fundamental de la institucin como mediadora de lo estructural y lo subjetivo. Se trata de jvenes que hasta ese momento haban tenido trayectorias laborales precarias, dentro de un conjunto de precariedades en torno a la inclusin social. En trminos generales, estas instituciones se destacaron por fuertes incidencias en las subjetividades de los jvenes, que se reejaron tanto en la participacin social como en el mejoramiento de sus condiciones laborales. Qu estaba asociado a estas incidencias? En primer lugar, fuertes identidades institucionales, es decir, por un lado, centros de formacin profesional ligados a sindicatos, que son probablemente lo mejor que hay en formacin profesional en Argentina, orientados a formar en una familia ocupacional con slidos vnculos con el propio mercado de trabajo. En los jvenes se observa un fuerte movimiento en las trayectorias laborales: salen de la trayectoria condicionada estructuralmente y logran a partir de una cierta identidad ocupacional, y del certicado, mejorar su insercin, y tambin su participacin social; otro tipo de identidad institucional fuerte aparece en centros de formacin profesional, en muchos casos vinculados a ONG pblicas o privadas sin nes de lucro, que tienen un gran trabajo barrial y al mismo tiempo un compromiso con la calidad de la formacin. Esto se reeja en las trayectorias de los jvenes hacia la economa social e incluso hacia emprendimientos institucionales ligados a los centros. Tambin se evidencia la continuacin de estudios superiores (en jvenes que antes de pasar por el centro no tenan esa expectativa). Es tambin destacable la incidencia en las mujeres, promoviendo la activacin y la participacin social, congurando expectativas de desarrollo personal y social ms all del hogar. Adems de esta slida identidad institucional como estructurante de trayectorias con mayores oportunidades, vemos una fuerte perso-

nalizacin de la relacin joven-adulto, es decir, es muy importante en estas instituciones el trabajo con la subjetividad de los jvenes, y sobre la reexividad, y produce un fortalecimiento de la identidad subjetiva. De ms est decir que el rol docente, y en algunos casos, el rol especco de docente tutor y en otros casos, el profesor del ocio, son centrales en esta cuestin vincular. Lo que observamos en las trayectorias posteriores de los jvenes que estudiamos en esos vnculos son claves en el proceso de conguracin de una identidad profesional y/o de la identidad social. Otra cuestin importante tiene que ver con lo que llamamos la transferencia del capital social institucional. Imaginemos la situacin: llega a las instituciones un joven en general estigmatizado, con una etiqueta, al que en el mercado de trabajo le dicen si vivs all, entonces ac no entrs a este puesto. Por el paso por la institucin, se observa que esa experiencia se suma no solo a su capital cultural sino tambin a su capital social y entonces ya no es dnde vivs sino si vens de esa institucin, te aceptamos. Otra caracterstica de estas instituciones es lo que llamamos el efecto puente, o sea, el establecimiento de puentes con el mercado laboral, en general, un mercado laboral de trabajo en blanco, donde el joven no entrara por sus propios medios. Por ejemplo, los jvenes que hacen prcticas laborales, pasantas en una de estas instituciones, establecan un puente para la insercin en el mercado laboral en blanco. Sumado a ello, algunas instituciones fortalecan esa experiencia con la reexin colectiva sobre la experiencia misma, sobre las condiciones de trabajo, sobre las reglas del juego en el trabajo y la reexin crtica sobre eso, y esta cuestin es mucho ms amplia que la simple valorizacin de un empleo en blanco. Cabe aclarar que no estamos abarcando todas las instituciones de formacin profesional sino un grupo especialmente seleccionado, con fuerte impronta en la inclusin social y en la reconstitucin de identidades sociales, para mostrar el margen de posibilidades en trminos de incidencias en pos de mayor inclusin social. Examinarlas permite abrir la reexin sobre sus intervenciones en tanto soportes organizadores de las trayectorias como en cuanto a los recursos que se proponen brindar para orientar estrategias y decisiones de los jvenes (Jacinto y Millenaar, 2009).

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Reexiones nales Para cerrar, algunas de las reexiones que acaban de hacerse pueden trasladarse a la escuela media. Esta tiene un rol central en estas trayectorias laborales y educativas posteriores. Por qu no explorar las condiciones institucionales y pedaggicas para que la escuela revalorice las estrategias que aparecen en estas nuevas institucionalidades que acaban de mostrarse? Pensar la escuela como puente, la escuela como orientadora y la escuela acompaando trayectorias contribuira claramente a reforzarla como un mecanismo de integracin social. El valor de la escuela articulando con espacios de participacin social y laboral aparece muy fuertemente en la generacin de oportunidades de los jvenes. En general, relegamos esa funcin solo en la escuela tcnica y a veces tampoco aparece claro en la formulacin institucional de la propia escuela tcnica. Como deca, todas las experiencias de formacin profesional nos mostraban que el joven solo, a pesar de la formacin, no llegaba a insertarse laboralmente si no era a travs de ese puente institucional. Sabemos que la escuela no alcanza ni alcanzar a lograr una sociedad mas igualitaria si no est acompaada por otros mecanismos sistmicos de integracin social. Sabemos que muchos son los esfuerzos desde dentro de la escuela para lograr mayor inclusin. La mirada hacia estas experiencias alternativas puede generar nuevos aprendizajes en ese camino.

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El delito, los delitos, la pena, las no penas


Juan S. Pegoraro

En este trabajo se analizan las implicancias de los delitos en la conformacin histrica del orden social; el mismo que instituye la violencia a travs del control social y del sistema penal que operan preservando las desigualdades en todas las esferas de la vida de los sujetos.

Gracias por invitarme a participar en este evento. Podr as plantear algunas reexiones e interrogantes sobre el delito, mejor dicho sobre los delitos y sus implicancias no solo en el campo jurdico-penal sino sobre otros aspectos ms importantes como son sus efectos o consecuencias en el orden social, y aun en la vida cotidiana. En particular me interesa sealar que el delito (evito denominarlo crimen por su connotacin cruenta, que convoca a una de las prohibiciones fundantes de lo social), el delito, deca, es un fenmeno social existente en toda sociedad, e implica una violencia no solo sobre la ley sino sobre el o los derechos-subjetividades-afectividades de otra persona. Si bien el abordaje sociolgico de todo delito parte necesariamente de la forma jurdico-penal que lo dene, no todos los delitos son un fenmeno social de la misma naturaleza; unos son perseguidos y castigados, otros no lo son; algunos delitos son realizados mayormente por pobres, por desesperados sociales, y otros por personas con poder social, poder que generalmente est asociado al bolsillo; algunos delitos son fuertemente repudiados y causan heridas en el entramado social, otros conmueven la sensibilidad colectiva, otros producen desorden social,

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otros rechazan el orden social, otros producen miedo, otros pueden ser imitados, otros no son rechazados por la conciencia colectiva; todo orden social convive con el o los delitos y son un fenmeno social que, atento a su existencia tan generalizada, podemos considerar normal en toda sociedad y poner en duda su incompatibilidad con la existencia del orden social. Es cierto que si la ley dene lo prohibido la transgresin de ella es una posibilidad de la conducta humana, que por momentos llega por su generalizacin a negar en los hechos la existencia de dicha ley. Uno de los padres de la sociologa mile Durkheim en su obra capital La divisin del trabajo social sostiene que el delito se dene en cuanto observable por la reaccin punitiva que produce, su castigo; se castiga porque hiere la conciencia colectiva, y de tal manera se la refuerza, dice, y este castigo dene qu es un delito y qu no lo es y por lo tanto asume un relativismo que niega toda esencialidad ahistrica y aun toda esencialidad. Lo que era delito, otrora uno de los ms castigados como la blasfemia o la hereja, ahora es casi un recuerdo de tiempos pasados. Por otra parte sabemos que muy pocos delitos son castigados la cifra negra de ellos es altsima ya sea porque no se conocen, no se denuncian o no son considerados por la polica u otros organismos de control punitivo. Algunos delitos, por ejemplo los delitos econmicos y entre ellos la evasin impositiva, son escasamente castigados y el orden social ha

Juan S. Pegoraro
Mster en Sociologa (Flacso-Mxico). Profesor Titular de Delito y Sociedad. Sociologa del Sistema Penal. Investigador Titular del Instituto Gino Germani. Dirige el Programa de Estudios del Control Social (Pecos), un Seminario Permanente de Control Social (de posgrado) y la publicacin Delito y Sociedad. Revista de Ciencias Sociales. Ha sido Director de la carrera de Sociologa de la UBA. Profesor invitado en universidades nacionales y en el extranjero. Ha publicado numerosos artculos sobre el tema en Brasil, Ecuador, Mxico, Italia, Venezuela, Colombia y Espaa.

instituido, de manera singular o paradjica, parasos scales para que haya lugares seguros donde refugiar el producto de ese tipo de delito, en especial los econmicos. En general estos delitos son realizados por personas o empresas con poder social y con un know how que les permite realizar este tipo de operaciones. Por supuesto, con la necesaria participacin de asesores jurdico-nancieros, lo que expresa tambin un lazo social con diversos personajes como abogados, contadores, traders, economistas, nancistas, banqueros y tambin familiares, secretarias, empleados diversos. Por otra parte la historia muestra que la violencia delictiva ha tenido y tiene un papel determinante en la construccin del orden social, en especial en la estructura econmica, y nuestro pas no ha sido ajeno a este proceso, como fue el caso de la desposesin-apropiacin de las tierras ocupadas y cultivadas por los pueblos originarios tanto en el norte como en el sur, tanto en el este como en el oeste del pas, previa conquista con su secuela de las masacres de esos pueblos; como dira Amartya Sen, el problema para el orden social no son lo pobres sino los ricos. Hace ya muchos aos vengo trabajando acerca de la naturaleza del orden social y sus relaciones con el control social y el delito y se puede decir que en el imaginario colectivo, selectivamente construido, el delincuente aparece como un joven, pobre, marginal y generalmente tambin desocupado, cuestiones que casi parecieran retroalimentarse y operar como conclusiones lgicas: el que es joven y pobre, comete delitos, a punto tal que en algunos discursos es casi una tautologa. Me interesa sealar alguna relacin entre la construccin del orden social por medio del delito y la estructura econmica-social-poltica que lo logra institucionalizar y legalizar, y tambin naturalizar; para ello es necesario que se olvide la violencia originaria ejercida sobre otros seres humanos previamente deshumanizados o demonizados o cualquier otra forma de interiorizarlos, como lo relata Joseph Conrad en El corazn de las tinieblas o Tzvetan Todorov en La Conquista de Amrica con el modelo del conquistador. Cuando se logran naturalizar las nuevas formas de propiedad, y a sus nuevos propietarios, tal naturalizacin transforma en incmodo o no pertinente preguntarse o rememorar sus orgenes. De todas maneras resulta casi sorprendente la escasa relevancia en el mundo acadmico sobre el modo en que se fue construyendo nuestro pas,

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esta estructura de pas, y sus implicancias en diversos aspectos de la vida social, no solo el campo econmico, sino tambin en el poltico y aun en el cultural. En particular sorprende la omisin por el pensamiento sociolgico de la decisiva importancia del delito en la construccin del orden social, en especial el delito econmico y la violencia originaria con el que fue construido y de alguna manera preservado por las diversas herramientas que utiliza el control social, entre ellas el sistema penal. Por otra parte se supone que la comisin de un delito produce en el actor una culpa ya que eligi obrar mal, violando las leyes, pudiendo haber obrado respetando las leyes. Debo sealar que por mis vivencias en sucesivas visitas a crceles tanto de este pas como de las mismas instituciones en otros pases y en entrevistas a internos, muy pocos han manifestado arrepentimientos por haber cometido un delito y menos aquellos pocos, poqusimos, que estn entre rejas por haber cometido delitos econmicos; su poder social los inmuniza frente al sistema penal, que funciona respetando dicho poder social. Pensar que el sistema penal ha sido creado para perseguir a todos los que cometen delitos es simplemente una ilusin alimentada desde el propio poder social. Para entender qu es realmente el orden social, podemos tomar la distribucin de ingresos en el mundo, por regiones, y considerar la divisin de la poblacin de cada regin en 20% (por quintiles) por su acceso a mayores o menores ingresos:
Africa del Norte y Medio Oriente Quintil 1 Quintil 2 Quintiles 3 y 4 6,90 10,91 36,84 4,52 8,57 33,84 8,76 12,91 38,42 6,84 11,30 37,53 8,83 13,36 40,01 Amrica Latina Sur de Asia Sudeste Asitico Europa Oriental
OCDE

Regin

pases con ingresos altos 6,26 12,15 41,80

Quintil 5 43,35 52,94 39,91 44,33 37,80 39,79 Fuente: Deininger, Klaus y Lyn Squire, New ways of looking at old issues:inequality and growth. World Bank, 1996.

Vemos as en este trabajo realizado por el Banco Mundial que el 20% de la poblacin, por ejemplo en frica del Norte y Medio Oriente

ms rico, se apodera del 43,5% de todos los ingresos y el quintil ms bajo, o sea el ms pobre, del 6,9%. En este cuadro Amrica Latina aparece como la regin ms desigual, estoy hablando del orden social real, donde un 20% (el sector ms alto) se apropia del 52,94%, casi el 53% de todos los ingresos y el quintil ms bajo solo del 4,52. Podemos ver Europa Oriental: all, el quintil ms alto se apropia del 37,80% y el ms bajo del 8,83%. Y en los pases desarrollados? Se supone que all debe haber una menor desigualdad en los ingresos de su poblacin presuponiendo que un mayor desarrollo de sus fuerzas productivas implicara un bienestar generalizado, pero el quintil ms alto se apropia del 39,7 %, casi el 40%, y el quintil ms bajo, de un 6,2%. Es decir, las diferencias no son tantas en comparacin con las otras regiones; entonces, cmo puede pensarse que estas desigualdades son producto solo de conductas humanas morales y apegadas a la ley y no de las variadas formas de violencia delictiva? Cmo se puede construir un orden tan desigual sin violencia delictiva? Todo orden social en la historia humana no se sostiene ni se funda en la moral. No se ha conocido en la humanidad un orden social sostenido solo por cooperacin, altruismo, bondad, solidaridad o fraternidad. El pensamiento sociolgico acerca de la sociedad debe su subordinacin a un particular referente que sostiene que sin ley y por lo tanto obligaciones de unos y derechos de otros, no hay sociedad. La indiferenciacin, la ausencia de jerarquas y desigualdades no sostienen un orden social. De tal manera esta idea casi de sentido comn, se impone en tanto no se indague acerca del origen de la justicia de la ley, que como sabemos por lo menos desde el derrumbe del pensamiento teolgico y su sustitucin por la secularizacin en la Modernidad tiene un origen humano, quiero decir, socialmente humano. La ruptura del orden teolgico produjo una gran debilidad (un pensamiento dbil diran algunos) en la denicin de justicia, porque a partir de ese momento (en realidad un largo y cruento proceso) no hay ms referente (antes era Dios) que pueda decir esto es justo, esto es moral, esto est bien, esto est mal. As por lo menos en el campo de la sociologa ilustrada, laica, secular, se habla de que lo justo est decidido por los seres humanos con capacidad de dictar una ley que precisamente es la ley del conquistador. De aqu que llamar sociedad a lo que existe es encubrir lo que existe en la realidad: un orden social.

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En este proceso histrico social, deca, que podemos llamar Modernidad, la ley se impone al derecho. Qu quiere decir esto? Que a partir de la modernidad solo la ley determina lo que es justo y lo que no lo es; en ella encontramos la justicia; bien, pero es justa la ley?, en otros trminos, qu justicia puede expresar la ley?; y el nacimiento de la ley es acaso un acuerdo de voluntades libres? Michel Foucault dice que la ley no nace de la naturaleza; la ley nace de las batallas reales, de las victorias, las masacres, de las conquistas que tienen su fecha y su horror, la ley nace de las ciudades incendiadas, de las tierras devastadas, de los inocentes que agonizan mientras nace el da. Esta descripcin de Foucault sobre el origen de la ley es una interpelacin a aquellos que piensan que esta nace cuando se juntan dos o tres lsofos y juristas y deciden crearla para el bien de todos. O en todo caso es dictada por alguien que ha conquistado el derecho a dictarla, como sucedi con el Cdigo Civil de Napolen en 1804, por poner un ejemplo. As, suponen que despus de conquistar el poder y un territorio, Napolen convocaba lsofos y juristas para que hicieran las leyes; es cierto que Napolen se asesoraba o l mismo asesoraba a los juristas, pero para que estos le dieran una forma que pareciera ms natural y que no mostrara la violencia originaria. Tambin en nuestro pas el Gral. Julio A. Roca continu otras campaas anteriores, y en 1877 entraba a la Pampa Hmeda y a la Patagonia con el Ejrcito Argentino, y luego de masacrar a los miles de tehuelches, ranqueles o mapuches que la habitaban, tomar a otros prisioneros y connarlos en la isla Martn Garca, repartir a las chinas y a sus hijos como sirvientes para las familias patricias, convocaba a juristas y lsofos para darle forma a las leyes que repartan las tierras entre los civiles y militares que haban contribuido unos nanciando la campaa, otros con el fusil Remington a la desposesin de los habitantes del desierto; as a Jos Martinez de Hoz, bisabuelo del que fuera ministro de Economa de la dictadura cvico-militar entre 1976-83 le adjudicaron 2.500.000ha, y otras cientos de miles de hectreas a miembros de la sociedad Rural. Esta es la Ley, la ley madre de nuestro orden social. Y me parece que esa inteligente, lcida y provocativa denicin de Foucault que cit, habla de lo que puede referir la historia real de la construccin de todo orden social. As podemos armar que el campo

de la justicia viene del campo de la ley que le otorga legitimidad; pero esta imposicin humana nunca es denitiva y por ello el derecho antes de transformarse en ley es un campo de disputa del sentido de lo justo, que se dene por medio de la violencia, de la violencia victoriosa. Pero la disputa no se termina y el orden social est siempre en equilibrio inestable, y se sostiene no tanto en la ley sino en el funcionamiento de ella; el poder es siempre el que hace funcionar la ley, la aplica o la suspende y por ello el Estado de derecho est siempre al borde del estado de excepcin que es su estado natural, y como dira Dario Melossi el Estado es el Estado del Control Social que como ejercicio de poder crea instituciones para poder controlar el Orden Social. De manera paradjica, entonces, la ley es la que expresa la desigualdad y por ello poco tiene que ver con el Derecho o la Justicia; las leyes en concreto, en la realidad son las que expresan, precisamente, las desigualdades. El pensamiento de la modernidad crey que con la ley se impona la igualdad y como advertimos en el cuadro sobre la distribucin de ingresos, precisamente la ley y la violencia que ella expresa sobre el derecho de otros es la que expresa y reproduce esta desigualdad coexistiendo con las frmulas declarativas de nuestra Constitucin Nacional, en las que puede leerse que todo habitante tiene derecho a una vivienda digna, al trabajo, a la educacin, a la salud. Entonces, decamos que la Ley (las leyes ms importantes: la Constitucin Nacional, el Cdigo Civil y el Cdigo Penal) funda la sociedad, el orden social, porque ordena las diferencias, las jerarquas, las desigualdades; y no me reero solo a la ley en abstracto, al enunciado de la ley que dice, por ejemplo, que todos los hombres son iguales ante la ley. Como sabemos los seres humanos ni son iguales por naturaleza ni son iguales por lo tanto ante la ley, y no solo por sus caractersticas naturales, sino por las sociales y por lo tanto la ley se expresa en su funcionamiento y no en su enunciado. Bajo esta premisa tenemos la necesidad de analizar el funcionamiento de la ley, a la que debemos despojar de una supuesta esencialidad, de lo natural o normal, ya que en la ley est la dominacin, el ejercicio del poder. Michel Foucault dice que si estuviera presente la ley en el fondo de uno mismo, no sera la ley sino la suave interioridad de la conciencia; la ley no es natural y no est dentro de nosotros y ello

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explica la existencia de tantas violaciones o transgresiones que hacen a la realidad de la vida social y tambin el control social. Cuntos delitos se comenten en Argentina? Segn los registros del SNIP, el organismo que depende del Ministerio de Justicia que concentra toda la informacin sobre los delitos cometidos en el pas, no llegan a dos millones en un ao. Y ustedes creen que en Argentina solo se cometieron esa cantidad de delitos en el ao 2010? A ver, por ejemplo, cuntos abortos se realizaron en 2010? El aborto, por lo menos hasta ahora, segn la ley penal es considerado un delito; no digo que est bien o mal, pero as lo dice la ley. Segn la Organizacin Mundial de la Salud (organismo de las Naciones Unidas) se practicaron no menos de quinientos mil abortos en nuestro pas en 2010 o sea que si le restamos a aquella cifra total del SNIP, quinientos mil delitos clandestinos, nos quedan alrededor de un milln y medio entre hurtos, robos, asaltos, estafas, defraudaciones, violaciones, lesiones graves algunos pocos homicidios (las estadsticas hablan de que la tasa de homicidios en Argentina es de 5,6% cada 100.000 habitantes), entre otros. Entonces, la ley produce un gran ocultamiento de su origen, de su genealoga y tambin de su funcionamiento selectivo, de su creacin selectiva, porque la ley implica la existencia de un tercero que resuelve un conicto entre dos, es decir, sin un tercero, el Estado en la edad moderna, no hay ley, sino que hay derechos asumidos por unos y por otros ya que cada uno en el conicto cree que su derecho es justo. Y el Estado (el conquistador) resuelve esta apora, esta contradiccin insoluble. Thomas Hobbes dice que la mano que empua la espada es la que dicta la ley. Hay una cuestin ms y es que el sistema penal cumple una funcin compleja en cuanto es selectivo, y lo es de dos maneras: persigue a los pobres y dbiles y deja impunes a los poderosos. Esa doble selectividad del sistema penal funciona conforme a una estructura tambin compleja como es la corporacin judicial, la gran familia judicial, y otra gran familia, que es la corporacin policial. El funcionamiento real de estas dos instituciones preserva el orden social que no podra soportar que se persigan todos los delitos, en especial de las personas o empresas poderosas. La ley en su enunciado indicara que se debe perseguir a todos los que cometen delitos, a los poderosos y a los dbiles, y sin embargo, cuando se visita una crcel, el 98% o el 99% son personas pobres y socialmente dbiles.

Entonces, la funcin que cumplen el sistema penal y el control social punitivo estn ligados a la intencin social de preservar ese orden social, porque esta distribucin de ingresos desigual se cumple adems en las desigualdades en la vivienda, en la educacin, en el trabajo, en la salud. Estos indicadores que mostraba en el cuadro no son solamente nmeros, sino que implican realidades sociales, y el control social punitivo y en gran medida el poder judicial preserva ese orden desigual. No es cierto entonces que el control social trate de modicar las desigualdades del orden social; lo preserva. Esto es lo paradjico del sistema penal: en vez de tener una funcin, digamos de reforma de esta distribucin desigual, de jerarquas, de sometimiento, lo preserva. Es en el Cdigo Civil donde estn legisladas las desigualdades sociales y las relaciones de dominacin. Veamos: qu establece el Cdigo Civil? Las obligaciones del deudor y los derechos del acreedor es justo esto? Es justo que el deudor tenga que pagar siempre y el acreedor pueda cobrar siempre en toda circunstancia? Las leyes son decisiones generales pero las individualidades y los casos especiales no pueden ser resueltos con un ordenamiento legal que establece imperativamente los derechos del acreedor y las obligaciones del deudor. Y cito otra hiptesis foucaultiana: hay que desprenderse de la ilusin de que la penalidad del sistema penal es ante todo una manera de reprimir los delitos; es un fenmeno social complejo del que no pueden dar razn el derecho o la tica. Claro, porque lo que da razn al sistema penal es la conservacin del orden social, de la ley y las leyes y no del derecho y de la tica, no de la justicia, sino de la preservacin del orden tal cual es. Por ello, cuando se habla del fracaso del sistema penal se est aludiendo a una imposibilidad: que se cambie de manera institucional el orden social desigual. Debemos entender lo contrario, que no hay fracaso, el sistema penal funciona as, preservando estas desigualdades, estas inequidades, estas relaciones de dominacin y de sometimiento, porque esta distribucin desigual de ingresos a la cual haca referencia implica tambin relaciones de jerarqua, de desigualdad, de dominacin y sometimiento en lo cotidiano; de esta manera, podemos sostener que la justicia funciona administrando de manera selectiva los ilegalismos de los dbiles y de los poderosos o dominantes. Se suma a esto que en el campo de los estudios criminolgicos se continua con la histrica tradicin de esa disci-

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plina subalterna a la que se la denomina ciencia, y la gran mayora de los criminlogos trabaja sobre el delito comn, sobre sus causas, sobre la supuesta peligrosidad de algunas personas, sobre los individuos que cometen delitos comunes, que por cierto es el delito que ms nos intimida, el que ms nos conmociona afectivamente. Y por otra parte de manera general esos estudios omiten la importancia capital del delito econmico que es el que construye este orden social, por medio de este cdigo civil, de este cdigo penal. Contribuye as a la estrategia del control social de convertir a la delincuencia comn en un hecho que no tenga connotaciones o signicacin poltica, polticamente inofensivo. Por qu cometen delitos los dbiles, los pobres? (nos podramos sorprender de que cometen tan pocos delitos). La respuesta a esto siempre se ha dado en relacin con las necesidades que tienen, pero por qu cometen delito los ricos? Por qu cometen delitos los poderosos, que producen un dao social mucho ms grande? Encontramos ejemplos en toda nuestra historia y recientemente lo padecimos en el 2001, lo vemos en los pases desarrollados desde el 2008, con la crisis que se sucedi por la especulacin inmobiliaria de las grandes compaas y de los bancos, de las grandes empresas nancieras con resultados devastadores para los sectores dbiles. Este fenmeno social tan evidente y de manera paralela su ausencia en la produccin del pensamiento sociolgico nos interpela como integrante del campo acadmico. El lazo social del delito econmico requiere no solo de empresarios sino tambin de profesionales como gerentes, ejecutivos, abogados, lobistas, traders, asesores nancieros, adems de una variada cantidad y calidad de empleados. En una investigacin que realizara hace algunos aos preguntaba a informantes claves si cuando un empresario concurre a un estudio jurdico nanciero para pedir asesoramiento lo hace para cumplir con la ley. Para el Delito Econmico Organizado hacen falta personicaciones sociales diversas en las que participan enlazados, abogados, asesores, chferes, secretarias, familiares, amigos que se unen por este lazo social delictivo, ya sea por accin u omisin que supone reciprocidades y expectativas de intercambio de mercancas diversas, no solo de dinero sino ascensos sociales, reconocimientos varios, inuencias en licitaciones para obras pblicas, y/o para el acceso a car-

gos pblicos, ddivas o favores para s, para familiares y amigos. La impunidad, que es un observable de estos delitos, no puede ser objetivada si no es dentro de las relaciones sociales de desigualdad amparadas por el control social punitivo selectivo que est sujeto o funciona precisamente manteniendo el orden social. Creo as que el delito econmico organizado es una organizacin compleja y velada que produce mltiples relaciones basadas en la economa de mercado. Esto, sumado a la expansin cultural de la sociedad de consumo, necesita por lo menos formas de prevencin y de amparo institucional, por ejemplo del poder policial, no digo solo de policas, sino del poder policial, y no digo solo de jueces, sino del poder judicial. Esta nueva forma se ejerce no solo sobre ciudadanos sino tambin sobre el sistema en su conjunto, sobre el gobierno que es uno de los poderes que existe en la sociedad. Noreena Hertz en su libro El poder en la sombra sostiene que, a nivel mundial, existen 51 empresas que son ms grandes y con mayor poder econmico que 49 pases, que 49 Estados; estas grandes empresas trasnacionales asociadas frecuentemente con empresas locales o subsidiarias son el poder realmente existente que emerge para lograr aumentar sus ganancias que de manera general depositan en parasos scales fuera de todo control tributario o scalimpositivo de los gobiernos, que son de manera frecuente, permisivos o cmplices con estas conductas empresariales. Frente a esta realidad, lo paradojal entonces es que las propias instituciones, en particular el poder judicial y el poder policial, son las encargadas de ejercer el poder social que ampara y preserva estas relaciones sociales con sus polticas de represin de los delitos comunes y de tolerancia cuando no de complicidad con los delitos econmicos. En suma, es acaso cierto que el delito disuelve o debilita el orden social, como lo plantean retricamente gran parte de polticos, funcionarios y numerosos medios de prensa? Dira que el delito comn produce efectos en la vida cotidiana, en particular sensaciones de miedo, pero tambin ese tipo de delitos funciona quizs sin intencin, en hacer menos visible u ocultar importantes y continuados despojos que producen los delitos econmicos en el conjunto de la ciudadana.

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Las maras. Las pandillas callejeras en Centroamrica


Wim Savenije

La retroalimentacin entre las polticas represivas y el actuar de las pandillas juveniles, refuerza la capacidad organizativa y delictiva de estas ltimas. Ante este proceso, Savenije seala la necesidad de generar polticas de seguridad que ofrezcan alternativas reales de inclusin social.

Introduccin Despus dcadas de guerra civil y represin poltica, durante los ochenta y noventa, Amrica Latina logr la transformacin de dictaduras en democracias electorales. Aunque la violencia poltica disminuy considerablemente con el avance de la democracia, qued o se acentu una epidemia de violencia de carcter no poltico (Koonings y Kruijt, 1999 y 2004; Mndez, 1999). No toda esa violencia es nueva, no naci despus de la llegada de la democracia. La violencia vinculada al narcotrco, al secuestro, los robos y asaltos, la violencia domstica, la pandilleril, entre otras, tienen una incidencia en la regin ms all de la poca reciente de las democracias electorales. Sin embargo, varias de esas formas empezaron a llamar la atencin porque se volvieron ms mediticas o porque los fenmenos de los cuales son parte transformaban sus dinmicas, su apariencia e intensidad. As es que en el Tringulo Norte de Centroamrica formado por Guatemala, Honduras y El Salvador desde mediados de los noventa el fenmeno de las pandillas callejeras, popularmente conocidas como maras, se volvi una preocupacin importante. No solamente para los

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habitantes de las zonas urbanas marginales, si bien son ellos los que sufren ms del actuar violento y delictivo de esos grupos. Los peridicos de la regin hablan muy explcitamente de esa situacin. Por ejemplo, bajo el ttulo Pandillas, marca de terror y muerte, el peridico Prensa Libre expresa que la violencia de las maras mantiene en vilo a los guatemaltecos ante impotencia de autoridades (Mndez, 2003a, 2), mientras el peridico La Tribuna de Honduras arma que la poblacin de Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador vive bajo el terror que imponen las maras (El diario de hoy, 2003, 75). La Prensa Grca incluso se reere a El cncer violento de El Salvador (El diario de hoy, 2003, 3). Segn las autoridades de El Salvador:
La evolucin del fenmeno de las pandillas, genera una serie de delitos graves tales como homicidios, asesinato de testigos, secuestros, extorsiones, trco de armas, trco de personas y otros, produciendo serios temores en la sociedad; esto ha llevado a las autoridades a considerarlo como problema de seguridad nacional y regional. (Ministerio de Seguridad Pblica y Justicia, 2007)

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Incluso, el comandante del Comando Sur del ejrcito de los Estados Unidos se preocupa por la amenaza que las maras implican a la seguridad de su rea de responsabilidad. Estima que en Centroamrica existen por lo menos 70.000 pandilleros y considera que la violencia que ellos

Wim Savenije
Investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) en Argentina y El Salvador. Fellow del programa Drogas, Seguridad y Democracia del Social Science Research Council (EE.UU). Profesor del curso de Crimen e inseguridad de la Maestra en Antropologa Social y Poltica de Flacso Argentina. Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad de Utrecht, Holanda. Algunos temas de investigacin y publicaciones son: Maras y barras: pandillas y violencia juvenil en los barrios marginales de Centroamrica, Compitiendo en bravuras: violencia estudiantil en el rea Metropolitana de San Salvador.

utilizan, arrolla las capacidades locales de imponer la ley (Craddock, 2005). En la cotidianidad tanto en Guatemala, como en Honduras y El Salvador, soldados del ejrcito regular refuerzan a la polica por medio de patrullajes conjuntos en las zonas con altos niveles de violencia y delincuencia. En Honduras, un estudio policial revel que supuestamente 80% de los actos delictivos denunciados son cometidos por pandillas (80% de delitos, 2003, 10); y el Ministro de Seguridad de Honduras, Oscar lvarez, tema porque los lderes de maras y pandillas se estaran reuniendo para llevar a cabo acciones contra funcionarios del gobierno (Autoridades temen ataque, 2003, 11). El presidente Antonio Saca de El Salvador sostuvo que: el 60% de los delitos en este pas son cometidos por mareros (pandilleros). No solo asesinatos, delitos en general, incluyendo asesinatos (entrevista con el presidente Antonio Saca, 2005). Sin embargo, no sustent sus aseveraciones con referencias a datos estadsticos policiales o delincuenciales. Las fuerzas de seguridad de Guatemala mantuvieron que el 20 por ciento de los homicidios que ocurren en el pas son cometidos por pandilleros (Mndez, 2003a), mientras la unidad de homicidios de la Polica Nacional Civil de Guatemala sostiene que el 80% de los asesinatos a mujeres est vinculado a las maras (En menos de un mes, 2004). Si esas locuciones reejan una el representacin de la realidad centroamericana es una pregunta abierta; muchas de ellas carecen de sustento en datos conables y pblicamente accesibles. Sin negar que la situacin de seguridad sea muy preocupante y que las pandillas tengan un papel importante en esto, se puede decir que existe un pnico moral (Cohen, 2004/1972) sobre el actuar de las pandillas que resulta en procesos de estigmatizacin de los jvenes de las zonas marginales. Los estigmas sociales, las actitudes negativas y las polticas represivas anunciadas y seguidas ampliamente en los medios de comunicacin han tenido su propia inuencia sobre la vida de las pandillas callejeras. Ms que intentar ponderar el aporte de las actividades delictivas de las maras a la situacin de la inseguridad, el presente artculo quiere arrojar alguna luz sobre la siguiente pregunta: cmo llegaron las pandillas callejeras a tener tanta ascendencia y poder en el Triangulo Norte de Centroamrica? Se trazan algunas dinmicas internas de las

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pandillas, las tensiones con los vecinos de las zonas donde operan y sus relaciones antagnicas con las rivales, que forman juntos parte de los cimientos del arraigo territorial y su adaptacin frente a la represin policial y aislamiento social. Tambin, me ocupar brevemente de algunos procesos de retroalimentacin entre las polticas represivas y el actuar de las pandillas que llevan al fortalecimiento de la articulacin y capacidad organizativa y delictiva de las mismas. El presente anlisis enfatiza la importancia de utilizar conceptos analticos del nivel intermedio o micro social, que se enfocan en las interacciones entre los participantes en diferentes acontecimientos sociales (Short, 1998, 9), especialmente los que enfatizan los procesos grupales. Ese enfoque terico permite aproximarse a los mecanismos sociales (McAdam, Tarrow & Tilly, 2001, 24; Sampson, 2006, 32; Tilly 2005, 28) que mueven el actuar cotidiano de las pandillas y algo importante para el diseo e implementacin de polticas pblicas de seguridad sus reacciones adaptativas frente al rechazo y las presiones policacas, sociales y polticas por parte de la sociedad. La primera parte del presente artculo se enfocar en las pandillas callejeras o maras, sus orgenes en los Estados Unidos, su subsiguiente propagacin por la regin centroamericana y su capacidad de mantener un alto nivel de unin e identidad compartida a pesar de su dispersin geogrca. La segunda parte examina una segunda transformacin que hicieron las pandillas frente a la reaccin represiva por parte de las autoridades. El ltimo apartado muestra que la situacin de las pandillas se ubica cada vez ms fuera del control de los estados del Tringulo Norte. El origen de las maras Las pandillas callejeras del Tringulo Norte tienen su origen en las calles de las grandes ciudades de los Estados Unidos, especialmente en Los ngeles. Escapando a la creciente pobreza, la represin poltica y las guerras civiles en sus pases, muchos centroamericanos emigraron a los Estados Unidos (Hayden, 2004; DeCesare, 1998). Sin embargo, all tampoco lograban escapar de la marginacin. Llegaron a vivir en barrios pobres, a hacinarse en los espacios estrechos que se podan permitir, a sufrir discriminacin por sus orgenes y a encontrar situaciones de trabajo difciles y de bajos ingresos. De esta manera, en una familia de inmigrantes muchas veces

ambos padres o los adultos responsables tenan que trabajar largas horas al da para obtener sucientes ingresos para la familia, dejando a los jvenes sin mayor supervisin en las calles del barrio (Covey, 2003; Vigil, 1988; 2002). Irnicamente, al escapar la exclusin social que sufran en sus pases de origen, encontraron la marginalidad en el pas de sus sueos (ver Chinchilla, Hamilton & Louckey, 1993, 69). Los jvenes inmigrantes desarrollaron una larga tradicin de respuestas propias y conjuntas a la marginacin; una de esas respuestas fueron, justamente, las pandillas. Los jvenes originarios de los pases de Centroamrica llegaron a vivir en las mismas zonas que los jvenes de origen mexicano (chicanos) y esos muchas veces los reciban con los brazos abiertos al encontrarlos en las escuelas o los colegios, al verlos deambulando solos por las calles o cuando encontraban problemas con jvenes de distinto origen u otras pandillas de la zona. Una de las pandillas formadas por chicanos donde entraron tambin jvenes centroamericanos era la 18th Street gang [18] o, el Barrio 18. 1 En los aos ochenta, esa lleg a ser una de las pandillas ms grandes de Los ngeles (DeCesare, 1998; ver tambin: Dunn, 2007; Lopez & Connell, 1996). Al principio de esa misma dcada, siempre en Los ngeles, algunos jvenes salvadoreos se juntaron en una agrupacin que ms adelante se llamara la Mara Salvatrucha [MS] (Hayden, 2004). El nombre reere a un grupo de amigos (mara) de El Salvador (Salva-) astutos (trucha) (Savenije, 2004). Al inicio, sus integrantes estaban ms interesados en pasar el tiempo juntos, en el heavy metal y en protegerse y defenderse mutuamente que en formar una pandilla callejera de verdad. Se autodenominaron mara porque era una palabra comn en El Salvador. Sin embargo, por inmiscuirse en el menudeo de drogas, poseer y consumirlas, o por cometer otros delitos, varios integrantes de la MS cayeron presos. Debido a las experiencias en las crceles, los integrantes de la Salvatrucha empezaron a identicarse y vestirse como pandilleros y a tomar la apariencia de una pandilla californiana. Al inicio de los noventa, la Mara Salvatrucha se haba convertido en una pandilla fuerte, formada por varias clicas.

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Literalmente the Eighteenth Street Gang, se traduce en espaol como la Pandilla de la calle 18, pero en Centroamrica los integrantes hablan del Barrio 18 o Barrio 18 street.

Aunque al inicio las pandillas MS y 18 se llevaban bien, alrededor del ao 1990 eso cambi drsticamente, y aunque las races de ese cambio nos son ignotas, una de las razones probablemente tenga que ver con una creciente frustracin dentro la 18 porque la MS se estaba desarrollando como punto de identicacin y atraccin para los jvenes salvadoreos, incluso para algunos miembros de la misma 18. Un momento importante fue una esta en la cual un miembro de la MS perdi la vida en un altercado con un veterano de la 18 por tener una novia que era miembro de la 18. Despus de este acontecimiento fatal, la clica del pandillero fallecido contraatac y la MS decidi enfrentar el poder establecido de la 18. A partir de ese evento se desencaden una guerra sangrienta entre las dos que sigue hasta hoy en da (ver tambin Hayden, 2004; Davis, 1992) y que despus no solo se traspas a Centroamrica, sino que desarroll all una intensidad mucho ms fuerte. La exportacin de un nuevo modelo pandilleril: las deportaciones Para disminuir los problemas de violencia y delincuencia que causaban en los Estados Unidos, las autoridades recurrieron a la deportacin de jvenes pandilleros inmigrantes. Al nal de los ochenta, el Servicio de Inmigracin y Naturalizacin estadounidense (INS) empez a buscar y deportar activamente a jvenes pandilleros (Davis, 1992). En el ao 1992, el INS ampli esos esfuerzos por medio del Violent Gang Task Force, el cual se concentr en buscar inmigrantes con antecedentes criminales y deportarlos a sus pases de origen (DeCesare, 1998). De esa manera, El Salvador, Honduras y Guatemala empezaron a recibir mayores cantidades de deportados, muchos de ellos jvenes con experiencia en las pandillas provenientes de las grandes ciudades del norte. Ese inujo no solo iba a transformar las pandillas locales de esos pases, sino tambin reorganizar la estructura de las pandillas MS y 18 en los Estados Unidos, volvindolas nexos entre redes trasnacionales. Al regresar a su pas de origen, esos pandilleros formados en las calles estadounidenses crearon y difundieron en la regin centroamericana un nuevo modelo pandilleril. Eso no quiere decir que los deportados fueran los nicos involucrados o que dirigieran las pandillas. Como lo indica un pandillero de Honduras: Han venido deportados, pero a algunos ya los mataron, otros se murieron de cualquier otra cosa, y quienes hemos sobrevivido somos nosotros, los jvenes de aqu, y somos los que hemos

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seguido siempre. 2 Lo cierto es que, sea como sea, tras recibir el inujo de los deportados, los jvenes locales han absorbido la cultura pandilleril de las grandes ciudades de los Estados Unidos y ahora se sienten parte de un conjunto ms grande e importante. Un pandillero lo explica as: No importa de dnde vengamos. Puede ser de aqu en Honduras de cualquier departamento, o puede ser de El Salvador, de Guatemala, o de Estados Unidos. Siempre y cuando sea un Salvatrucha, aqu es un miembro ms de la familia. 3 La inuencia de los deportados afect el panorama de las pandillas existentes y dio la pauta a un fenmeno desde la perspectiva de los jvenes involucrados y despus tambin de las autoridades mucho ms serio. Las pandillas tradicionales locales empezaron a transformarse en clicas de las grandes pandillas, las cuales se propagaron cada vez ms por la regin. La trasnacionalizacin de un fenmeno callejero El auge robusto del fenmeno de las pandillas MS y 18 en el Tringulo Norte, a veces lleva a olvidar que existan pandillas callejeras en la regin desde mucho antes. Levenson (1988/1988) menciona que las pandillas juveniles la Ciudad de Guatemala tienen una historia de dcadas, y que en 1988 existan ms de 60. En una larga lista de pandillas salen nombres como Las Piraas, Las Brujas, Los Guerreros, Los Cobras, Mara Five y Mara 33 (Levenson, 1988/1998). Andino (2005) enumera algunas de las diferentes pandillas que existan antes en Honduras. En la dcada de los 60 y 70 se hallaban Los Estomperis, Los Black Angels, Los Blue Jeans, La Calle de los Perros, etc; Los Siri Pury en los 80; y Los Vatos Locos, Los Cholos y los Pitufos ya existan en los 90 (Andino, 2005: 87).4 Tambin en El Salvador se puede sealar la existencia de varias pandillas desde los aos ochenta, entre otras5: La Morazn, La Chancleta, La
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Entrevista a pandillero de la 18 en Tegucigalpa (Honduras), el 11 de diciembre 2003. Entrevista a pandillero de la MS en San Pedro Sula (Honduras), el 29 de agosto 2000. Castro y Carranza, 2001: 222 cita datos la polica de Honduras entre 1985 y 1999, en los cuales se mencionan varias ms. Ver: Argueta, Caminos, Manca & Salgado (1992) para una lista de diferentes maras o pandillas que existan en el inicio de los noventa.

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Gallo, La Mao-Mao, La Mquina, Los Chicos Malos y Los Caraos. Los miembros de esas pandillas pasaban mucho tiempo juntos, se divertan entre ellos y mantenan rivalidades con otras pandillas. Un ex pandillero relata algo de las dinmicas de los inicios de los aos ochenta cuando l particip: Pas a formar parte de la mara Chancleta, una de las pandillas ms grandes. Entre nosotros jodamos, tombamos, fumbamos cigarros y se pona a verga [borracha] la mara [los amigos], pero no consumamos drogas, porque por eso te expulsaban. La Gallo era la rival, con La Gallo uno se daba verga [se peleaba] seguidito. La AC/DC, que por ah viva cerca, era tranquila con nosotros. Tambin llegaba La Mao-Mao, pero eran poquitos.6 Esas pandillas tradicionales eran principalmente para diversin, con enemistades menos constantes, menos fuertes y menos letales. Los miembros de las maras salen juntos, conversan, bailan, escuchan msica, pelean con otras maras, roban, tienen relaciones romnticas y/o sexuales, se cuidan mutualmente en emergencias y muchos toman drogas y/o alcohol (Levenson, 1988/1998, 29). Muchas de sus lealtades se basaban en el barrio o comunidad como espacio fsico de convivencia y lo consideraban su territorio: Se reunan al nal de los pasajes de las colonias, en las gradas de las casas o en algunos predios baldos aledaos a sus domicilios a jugar [] u organizaban actividades (Smutt y Miranda, 1988, 30). Tambin protegan su colonia contra los grupos de jvenes de las colonias vecinas que supuestamente llegaban a robar o a molestar a la gente. Se trataba de peleas que tenan orgenes tan mundanos como un comentario ofensivo cuando andaban juntos en una esta, o el irteo con la novia de un pandillero de la colonia vecina. Las pandillas tradicionales al igual que las contemporneas se encontraban principalmente en reas urbanas de estatus socioeconmico bajo, donde resaltaban las condiciones de hacinamiento, desempleo o empleo informal, pobreza y marginacin.7 As eran tambin los lugares donde, desde los inicios de los noventa, los pandilleros deportados de las grandes ciudades de los Estados Unidos encontraron una tierra frtil para
Entrevista grupal a ex alumnos en las instalaciones de la Universidad Nacional de El Salvador, el 18 de noviembre 2003. 7 Ver por ejemplo ACJ y Save the Children, 2002: 64; Argueta, Caminos, Manca y Salgado, 1992; Cruz y Portillo, 1998: 156-157; ERIC, Ideso, Idies & Iudop, 2001: 229 y 233; PNUD, 2004: 147; Smutt y Miranda, 1998; Levenson, 1988/1998.
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sus nociones, reglas y conductas, que serviran como un modelo pandilleril diferente. Para muchos de los que viven en las comunidades marginales, el estilo que observan en los jvenes llegados de los Estados Unidos les atrae a la imitacin (Smutt y Miranda, 1998, 37). Apropindose de las nuevas reglas y conductas, paulatinamente las pandillas tradicionales se transformaron unindose como clicas a las dos grandes redes de pandillas. Preguntndose lo que pas en la ciudad El Progreso en Honduras, Castro y Carranza (2001) aluden a que la MS y 18 resultaron ser agrupaciones ms fuertes que se fueron comiendo a los grupos ms dbiles (2001, 240). De un juego de nios a una guerra pandilleril Las clicas de pandillas trasnacionales se consideran agrupaciones ms serias e importantes que las tradicionales. Como seal un pandillero guatemalteco: La pandilla es excesivamente grande, pandilleros hay en El Salvador, Honduras, Nicaragua... La pandilla es algo ms organizado que algunos chavitos pobrecitos que andan as en las calles, que se tatuaron cuando andaban de locos. 8 Efectivamente, parte de la fuerza de las pandillas trasnacionales proviene del compromiso que implica su adhesin. Ellas se consideran a s mismas como un asunto muy grande, no como un juego de nios. Si estar en las tradicionales se haca principalmente por diversin y sus integrantes se podan salir en el momento que queran dar otra direccin a sus vida, las trasnacionales signican una obligacin mayor y una dedicacin de por vida. No es que la diversin no sea una parte importante, sino que al entrar la vida de los jvenes, toma otro camino. Dejan de sentirse parte del barrio, entendido como la comunidad ms bien geogrca donde viven y crecen, y se identican con el barrio como la comunidad pandilleril que trasciende y aglutina a las agrupaciones locales de las diferentes colonias, ciudades, departamentos e incluso pases. Su barrio ahora es el Barrio 18 o la Mara Salvatrucha: Nosotros somos del barrio de La Dieciocho. El Barrio Dieciocho es mas grande que esta comunidad, es todos los barrios, todo los sectores donde est la Dieciocho. 9

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Entrevista a pandillero de la MS en Ciudad de Guatemala (Guatemala), el 28 de abril 2005. 9 Entrevista a pandillero de la 18 en Tegucigalpa (Honduras), el 9 de diciembre 2003.
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Los miembros dejan de ser nios y jvenes comunes, se vuelven pandilleros con sentido de pertenencia y orgullo en su grupo, a quienes les respetan sus compaeros pandilleros o homies y a quines las dems personas en la comunidad y fuera de ella deben respetar tambin: En la mara no se juega, no es un juego de nios. Es un juego de adultos. S, bien serio, porque ah lo que se juega es la vida de uno. Eso es lo que se apuesta en este juego, es la vida.10 A las pandillas les gusta pensarse como una hermandad o familia fuerte, que cuida a sus miembros ms y mejor que la biolgica. La idea es que, entre otras cosas, los miembros se cuidan entre ellos, se apoyan, comparten recursos y comida con los que no la tienen: Yo, para m, al barrio lo considero mi familia. El barrio a m me ha ayudado en muchas cosas. Me ha ayudado en lo econmico, me ha dado amor, me ha dado muchas cosas porque tal vez mi familia, que es mi familia de sangre, nunca me ha podido ayudar.11 La realidad tal vez no siempre puede alcanzar lo que idealmente la pandilla debera ser y signicar para sus miembros, pero sin duda para muchos la pandilla signica una segunda familia,12 muchas veces ms importante que la biolgica. Sin embargo, las consecuencias de pertenecer a esos grupos que cuidan y protegen a sus miembros, que se mueven por otros cdigos sociales, son de gran alcance. La identidad social que comparten como pandilleros se expresa mediante smbolos y/o gestos (tatuajes, grafti, seas manuales, etctera); sin embargo, la solidaridad entre los hermanos, homies o carnales va acompaada por exigencias de lealtad y obligaciones que ataen de por vida. Solidaridad u obediencia hasta la muerte La solidaridad es muy importante en la pandilla. Eso no slo quiere decir no abandonar a sus hermanos en riesgo de que los enemigos los maten o hieran, por ejemplo, huyendo cuando hay peligro o durante un enfrentamiento con la contraria. Los compaeros tienen que cuidarse
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Entrevista a pandillero de la MS en San Pedro Sula (Honduras), el 29 de agosto 2000. 11 Entrevista a pandillero de la 18 en Tegucigalpa (Honduras), el 11 de diciembre 2003. 12 Entrevista grupal a pandilleros de la 18 en San Salvador (El Salvador), el 16 de marzo 2005.

y protegerse mutuamente. La lealtad a la pandilla incluye un aspecto importante de obediencia. No solamente la pandilla espera solidaridad, los integrantes tambin deben respetar sus decisiones y reglas. El incumplimiento lleva a sanciones que varan con la gravedad de la ofensa, de regaos a golpizas, e incluso la muerte del infractor: S, desde maana, hasta el otro mircoles, alguien se ha portado mal, ha falseado el alambre, se le aplica la dosis. Se le lee la cartilla, o sea, se le regaa si l se ha portado mal y si la onda que ha hecho es grave, se le pega.13 Entre los pandilleros se apoyan, no solamente en confrontaciones violentas, sino tambin en cosas ms cotidianas como compartir recursos, comida, apoyo emocional, etctera. Parece rebuscado comparar la lealtad incondicional de un perro a su amo con las relaciones entre humanos, pero es la imagen que pandilleros utilizan para indicar la intensidad de su lealtad. Mi perro, entre pandilleros, quiere decir mi mejor amigo. A veces la lealtad entre pandilleros es tan fuerte que al morir uno de ellos, algunos compaeros se tatan en su memoria una tumba con el nombre del fallecido: En memoria de mi homie Dragoni, la placa [apodo] de l era dragn. Era mi perrito, con el que mejor me llevaba, muri el ao pasado. Aqu hay tres homies, tres tumbas, se llaman el Demente, el Buny y el Maldito. Casi todos los homies andan tumbas de homies muertos.14 Como se ve, las pandillas no se olvidan de sus miembros y de la violencia que sufren. Atacan a la pandilla contraria o la persiguen para vengarse de los muertos, heridos e incluso de las humillaciones que les hayan causado. Llegan hasta guardar la memoria de los homies que cayeron en las batallas. En el territorio de la pandilla conmemoran a los compaeros fallidos pintando una tumba en una pared. Algunos grafti parecen cementerios por la cantidad de tumbas pintadas: Nosotros tenemos grati pintados en las paredes que son las tumbas del barrio 18. Son las tumbas de los homies que han matado, que son del mismo barrio nada ms que los han matado otros vatos de que son enemigos de nosotros.15
Entrevista grupal a pandilleros de la 18 en San Salvador (El Salvador), el 16 de marzo 2005. 14 Entrevista grupal a pandilleros de la 18 en San Pedro Sula (Honduras), el 2 de septiembre 2000. 15 Entrevista a pandillero de la 18 en Tegucigalpa (Honduras), el 9 de diciembre 2003.
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Faltar a la lealtad, es decir, traicionar las reglas de la pandilla y la solidaridad de los pandilleros es una de las fallas ms graves que puede cometer un pandillero. Por ejemplo, revelar los asuntos internos de la pandilla a la polica o acercarse a la contraria es un acto imperdonable, y al miembro que comete esa infraccin la pandilla le da luz verde; es decir, le condena a muerte por querer romper la acogida de su familia. El compromiso que uno establece cuando entra a la pandilla es de por vida. Aunque uno puede arrepentirse o desarrollar en el tiempo otras necesidades que la pandilla no puede satisfacer, la puerta para afuera est cerrada. Abandonar la solidaridad con los compaeros frente a los riesgos que corren los que se quedan va en contra de las reglas formales y los pandilleros pueden resentir mucho a quien lo haga. Pocos reciben el permiso de calmarse.16 Es como una maa, porque, cuando segn, cuando a una maa uno dentra... no sale. Slo muerto, porque si se sale, entonces tambin lo matan17. La pandilla impone las reglas para los vecinos del barrio Para la clica es conveniente mantener buenas relaciones con los residentes de la comunidad que considera su territorio. Adems de ser conocidos de los habitantes quienes son sus vecinos, a veces amigos y familiares viven y operan en el mismo espacio reducido que ellos. No obstante, hay mucha gente que no les quiere, que les tiene miedo, incluso terror. Aunque los pandilleros forman parte de la comunidad, su lealtad es con la pandilla, por ende, las relaciones no suelen ser tan fciles. La clica considera la comunidad su territorio y ese incluye a la gente. La gente debe aceptar que los pandilleros, sin ningn derecho formal, son los que de hecho mandan all. La clica protege su territorio contra los rivales, a veces tambin contra ladrones y otros que vienen a molestar all. Pero tambin cuida que la gente no haga cosas que los perjudique, por ejemplo, llamar a la polica cuando algunos cometen delitos o perturban el orden pblico
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Calmarse quiere decir que un pandillero se retira de la vida pandilleril activa sin abandonar en ningn momento a la pandilla. Ellos son considerados pandilleros calmados y pueden dedicarse a su familia, estudiar, trabajar, etctera. Entrevista a ex pandillero de la 18 en San Pedro Sula (Honduras), el 25 de julio 2000.

en la comunidad. Como lo explica una pandillera: Es que la gente tiene que adaptarse, y tambin sobrevivir a como venga la vida. Hay un lugar, Junqueo, donde la gente se adapt a la pandilla y la pandilla les puso reglas porque alguna gente tambin estaba hostigando.18 Las reglas de lealtad, solidaridad y obediencia no adquieren su importancia por las relaciones con los habitantes de sus territorios. La fuerza centrpeta de esas familias est basada el conicto con la otra pandilla. La presencia de pandilla contraria signica una enemistad letal y un peligro constante. La lgica de este conicto es sencilla pero poderosa: estamos unidos contra ellos: Por el nmero nos matan y por el nmero matamos nosotros.19 La adopcin del nuevo modelo pandilleril no fue un ejercicio de reproducir lo que vena del Norte; ms bien los pandilleros centroamericanos adaptaron el modelo a su propia situacin y circunstancias. Aunque una de las inuencias ms importantes es la enemistad entre la MS y 18, en Centroamrica creci una hostilidad an ms feroz y letal que en los Estados Unidos. Ms all de las relaciones hostiles entre las dos en los Estados Unidos dnde slo son dos de una amplia gama de pandillas de diferentes colores y orgenes tnicos (Vigil, 2002) que de repente se alan o se enfrentan en el Tringulo Norte la otra se volvi su referente principal y su archienemigo. No obstante que las pandillas trasnacionales se modelaron segn la tradicin pandilleril de los barrios de Los ngeles, muchos miembros en la regin desconocen de los orgenes del conicto entre las dos pandillas: Mire, de la enemistad que tenemos, no le puedo decir el motivo. Esa se inici en los Estados Unidos. Usted sabe que estas maras all se hicieron. All nacieron los dos barrios, tanto la Salvatrucha, como su contrario. Si all nacieron, all comenz la enemistad. Yo nunca he ido all, no puedo decirle cmo fue esto. Pero como el problema de uno es de todos, el problema de all est ac. 20 La enemistad entre las pandillas rivales es de vida o muerte y tiene consecuencias profundas en la vida cotidiana de sus miembros. La pandilla exige de ellos que al encontrar integrantes de la contraria, los tienen que atacar y si es posible matarlos.
Entrevista grupal a pandilleros de la 18 en San Salvador, el 14 de agosto 2003. Entrevista grupal a pandilleros de la 18 en San Pedro Sula (Honduras), el 2 de septiembre 2000. 20 Entrevista a pandillero de la MS en San Pedro Sula (Honduras), el 29 de agosto 2000.
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A pesar de que las razones ltimas no son conocidas por todos, la regla es clara. Adems saben perfectamente que los rivales obedecen a la misma y que en la prctica importan poco las consideraciones sobre cumplirla o no hacerlo; si no los embisten primero, los otros lo harn. Yo vengo y tal vez me encuentro a un enemigo, a un Mierda Seca [miembro de la MS], me da pa bajo [me mata] a m. Si yo me pongo vivo, puedo darle pa bajo primero, sino l me va a poner a mi. 21 El perpetuo peligro de un ataque de la contraria los obliga a cuidar y proteger el territorio de la clica; es decir, el barrio donde viven. Los miembros tienen la responsabilidad de vigilarlo y evitar que los enemigos puedan entrar y poner en peligro la vida de los integrantes. As y no sin importancia tambin pueden avisar a los compaeros cuando una patrulla de la polica se acerca para entrar en la comunidad: Tenemos cuidado el territorio, cuando entra otra mara nos avisan porque hay gente en las otras esquinas. Eso se llama cuidar el territorio. Hay gente en las entradas de las colonias, ellos wachan [miran], ellos siempre estn truchos. Cuando algo sucede ya se nos avisa y todo. De todos nos ponemos trucha. 22 Para la poblacin en general la enemistad de las dos pandillas trasnacionales carece de todo sentido; sin embargo, para los pandilleros la presencia y la rivalidad con la contraria parece ser el centro de su mundo, una realidad social que da sentido a su vida e importancia a las relaciones entre ellos, compaeros y enemigos. La enemistad va mano a mano con una absorcin intensa en las dinmicas internas de la clica y en la solidaridad entre los integrantes. Muchas cuestiones importantes para otros jvenes estudiar, conseguir trabajo decentemente pagado, luchar para un futuro mejor retroceden frente a la trascendencia de ser miembro de la 18 o la MS. La enemistad dej de estar relacionada con grupos de jvenes de ciertas comunidades y colonias vecinas, ms bien se convirti en una enemistad ciega contra las letras o el nmero que representan a la contraria: Para nosotros las letras valen demasiado,

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Entrevista a pandillero de la 18 en Tegucigalpa (Honduras), el 9 de diciembre 2003. Entrevista a pandillero de la MS en San Pedro Sula (Honduras), el 29 de agosto 2000.

entonces las cuidamos23, o como ya sealramos: Por el nmero nos matan, y por el nmero matamos nosotros.24 El conicto con la contraria da sentido a la existencia y la cotidianidad de la pandilla. La contraria es el referente preferido y la pandilla tiene que comprobarse siempre mejor que ella. Tiene que ser invencible, aumentar su territorio, tener ms miembros, defender mejor su territorio, matar ms enemigos, etctera, en otras palabras ganar ms puntos que sus rivales. De tal manera, la violencia entre las dos tiene principalmente nes expresivos (Decker y Van Winkle, 1996, 185), sobre todo comunicando quines eran los ms fuertes, ms valientes y, entonces, los mejores. As, matar a un miembro de la enemiga es importante porque l es uno menos de la otra pandilla. Ganamos puntos para nosotros... o sea, por cada persona del otro barrio, porque as ganan ellos puntos cuando matan a un homeboy de nosotros... (Santacruz Giralt y Cruz Alas, 2001, 65). En otras palabras, mostrarse mejor y ms fuerte que la rival se vuelve la obsesin de la pandilla, y esto tambin implica protegerse todos los das del riesgo de volverse vctimas de la contraria: Prcticamente tenemos guerra con ellos, as es el problema [] Cmo le quiero decir? Nosotros peleamos territorio, peleamos barrio, me entiende... Puede ser un sector enemigo, si nosotros nos ponemos a sacarlos de all pues ganamos ese territorio y desde all es otro pedo [lo], ya es el barrio el que controla. As como ellos con nosotros, ellos desean venir a quitarnos un territorio a nosotros, un barrio...., o sea es la meta de nosotros tambin que pierden territorio ellos. La meta ms grande es desaparecerlos. As es con ellos tambin, la meta de ellos es desaparecernos a nosotros.25 Aunque en los Estados Unidos las pandillas MS y 18 a veces reinstalan un pacto de no agresin, llamado Sur 13 para poder enfrentar y defenderse de otras pandillas, sobre todo en los centros penales donde se entremezclan con pandilleros pertenecientes a otros grupos
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Imgenes y discursos sobre los jvenes

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Entrevista a pandillero de la MS en San Pedro Sula (Honduras), el 29 de agosto 2000. Entrevista grupal a pandilleros de la 18 en San Pedro Sula (Honduras), el 2 de septiembre 2000. Entrevista a pandillero de la 18 en Tegucigalpa (Honduras), el 9 de diciembre 2003.

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tnicos, en el Tringulo Norte esos tratos tienden a no funcionar. En las crceles de Centroamrica, las treguas Sur 13 se truncaron hace aos, resultando en confrontaciones sangrientas entre los internos de las dos pandillas. Como consecuencia de esos altercados brutales y para evitar ms violencia entre los reos de las diferentes bandas, las autoridades de El Salvador, Honduras y Guatemala los han separado en diferentes centros penales. As se fueron creando enclaves de la misma pandilla dentro del sistema penal que, adems de desaparecer la posibilidad de aprender una convivencia cotidiana entre pandilleros de las diferentes agrupaciones, dieron lugar a dinmicas internas ms fuertes que generaban ms cohesin y organizacin entre los miembros de la misma pandilla. La animosidad principal de las pandillas no va dirigida contra las autoridades ni la polica. Las pandillas trasnacionales no tienen un plan poltico subversivo, ni mucho inters en involucrarse en la poltica partidaria actual. La polica es considerada primariamente como un estorbo para sus actividades, sobre todo cuando se genera el peligro de que los agentes del orden puedan arrestar y llevarse a los participantes. La confrontacin es con sus pares que forman la otra pandilla, parece que lo dems no importa: Nosotros tenemos rivalidad contra las pandillas de otra ndole, no con la gente. No, es esa pandilla contraria con la que no nos llevamos nosotros que somos barrio. Entonces nosotros somos 18, la otra pandilla es de otra ndole. Claro, con ellos es que no nos entendemos ni nunca nos vamos a entender ni nos vamos a querer.26 Al fondo de esa rivalidad se encuentra el hecho de que se parecen, lo que Ignatieff (1998) llama narcisismo de la menor diferencia.27 Aunque no se quieran, los rivales son muy similares entre s. La mayora de los miembros son jvenes provenientes de comunidades marginales, de situaciones familiares difciles, que encontraron en las calles pares con quienes se sentan entroncados. Las dos pandillas trasnacionales, no obstante sus diferentes historias, parecen ms bien gemelas que pretenden ser distintas. Los pandilleros se visten del mismo estilo, se tatan aunque hay algunas diferencias en los tatuajes especcos
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Entrevista grupal a pandilleros de la 18 en San Salvador, el 14 de agosto 2003. The narcissism of minor difference

muchos consumen drogas (sobre todo marihuana) y delinquen. Adems, ambas valoran mucho la intrepidez y la valenta de sus miembros. No obstante las similitudes para las personas ajenas, para los participantes la distancia entre el nmero y las letras se volvi insondable. La contraria y la propia, siendo tan parecidas, se constituyen archirrivales cuya mera existencia les ofrece la posibilidad de construir una identidad social tan parecida como pandilleros y tan distinta como enemigos. Crean una distancia social pequea tan grande que incluso a veces se niegan a pronunciar el nombre de los rivales. Preeren hablar de la contraria, o ms despectivamente de la Mierda Seca, los panoyos, basura o chuntarada: Nosotros somos pandilla, nosotros somos lo contrario de ellos, ellos son mara28; A ellos de all, les dicen panoyos, que as los insultan. Ellos a nosotros nos dicen Memesero, nos insultan bastantes cosas.29 El que lleva la palabra Los pandilleros que ms valor demuestran en las confrontaciones con los rivales, ganan ms respeto y estatus entre sus compaeros. Si adems se han ganado la conanza de sus compaeros y demuestran que pueden hablar bien en los mirin (reuniones) de la clica, y que tienen cualidades de lder, obtienen cargos ms importantes dentro de la clica y de la pandilla en general. Aunque muchos insisten en que en la pandilla todos son iguales, tambin es claro que hay una jerarqua adentro y entre las clicas. A los pandilleros no les gusta la idea de tener jefes, pero s aceptan que algunos de ellos tienen ms palabra o respeto que otros y entonces se vuelven los palabreros o representantes de la clica: La mara no tiene jefe. Lo que tiene es un vato que rene a la gente. l no es el jefe, porque en las reuniones se toman decisiones. Ah es donde se toman decisiones, ah todos opinan, por eso es que no tenemos jefe.30 Por un lado, en el mbito de la clica es en el mirin donde se toman las decisiones importantes y eligen a sus lderes. Luego, estas personas
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Entrevista a pandillero de la 18 en Tegucigalpa (Honduras), el 9 de diciembre 2003. Entrevista a pandillera de la MS en San Pedro Sula (Honduras), el 31 de agosto 2000. Entrevista a pandillero de la MS en San Pedro Sula (Honduras), el 29 de agosto 2000.

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responden al grupo que los eligi, y en este sentido no hay un jefe. Por otro lado, el respeto y estatus entre los mismos compaeros que se necesita para poder funcionar como lder se gana por las acciones, la conanza alcanzada y su trayectoria en la pandilla. Entonces, no lo logra cualquier pandillero, pues inuyen tanto su historia como sus capacidades de liderazgo. Eso hace que un pandillero con mucha experiencia y que ha mostrado merecer el respeto de los dems con ms facilidad se establezca como lder frente a otros miembros y otras clicas. Los que no ganan tanto respeto y no se desempean como lderes son los soldados de la pandilla: S hay lderes, quiere decir, el que trae la palabra. No es as no ms que se la van a dar, sino que tiene que ganrsela31; Entr en la Mara y me qued como soldado. Eso ha sido tal vez lo mejor, porque si hubiera subido otro grado ms, hubiera tenido ms problemas [para salir de la pandilla].32 De la misma manera que las clicas hacen sus mirins, los lderes de las diferentes clicas por ejemplo, de la zona, la ciudad o la regin se congregan cada cierto tiempo. Con base en esas relaciones surgen estructuras internas ms extensas y lderes ms grandes. No es de extraar que la presencia extensa de las pandillas trasnacionales y los conictos violentos que esas protagonizaban, provocaran una respuesta fuerte por parte de las autoridades. Cmo las polticas de seguridad pblica fortalecieron las maras Las polticas represivas antimaras de ndole mano dura de la ltima dcada, han fomentado una nueva transformacin en la organizacin y las actividades de las pandillas. Por un lado, la represin policial ha generado un creciente aislamiento y rechazo social de los pandilleros. Pero por otro, ha empujado a que las pandillas, casi a la fuerza, pasaran a un fortalecimiento organizacional en el cual las jerarquas internas se ampliaron y robustecieron. Paralelamente, una mayor necesidad de recursos econmicos foment una profesionalizacin de actividades delictivas. El proceso de la segunda transformacin consiste

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Entrevista grupal a pandilleros de la 18 en San Pedro Sula (Honduras), el 2 de septiembre 2000. Entrevista grupal a un pandillero calmado de la 18 (ver nota 16) y un ex pandillero de la MS en San Salvador, el 16 de febrero de 2005.

en que las pandillas trasnacionales se han institucionalizado (Hagedorn, 2006, 190) involucrndose ms profundamente en negocios ilcitos, adquiriendo cada vez ms rasgos de bandas criminales organizadas. Surge la preocupacin de que las polticas de mano dura para enfrentar a las pandillas trasnacionales han tenido el efecto perverso de fortalecerlas. El aislamiento social Las consecuencias de la poltica mano dura fueron grandes para las pandillas. No solamente los pandilleros ya no podan salir libremente a la calle por temor a que la polica los arrestara; muchos pandilleros y lderes de clicas fueron efectivamente encarcelados, especialmente en las redadas masivas durante los primeros meses de su aplicacin. Aunque muchos salieron relativamente rpido a la calle de nuevo, otros se quedaron en prisin. Al inicio las pandillas no solamente se sentan confusas y no saban muy bien como reaccionar ante la represin policaca, tambin se encontraban ms fragmentadas, connadas y aisladas que nunca del resto de la sociedad. La implementacin de las polticas antimaras fue acompaada por un discurso poltico y una cobertura meditica que sealaban ms que antes a las pandillas como un problema grave para toda la sociedad. Los reportajes y las imgenes en la televisin y peridicos generaron, en la gente de las comunidades excluidas, mucha expectativa de que el problema de las pandillas desapareciera de su comunidad, o de que al menos disminuyera (Costa, 2007). Esperamos que capturen a los mareros porque no nos dejan dormir en paz por los delitos que cometen (Redaccin de Nacin, 2003:3), fue la reaccin de un habitante de la colonia Dina que puede considerarse representativa para muchos residentes de otras comunidades. En otra colonia bastin electoral tradicional de la oposicin poltica que se declaraba pblicamente en contra del plan Mano Dura un dirigente de la junta directiva dijo en conanza en realidad queremos que funcione la Mano Dura,33 pero no vea muchos cambios en su propia comunidad. La misma campaa antimaras no solamente responda al terror y rechazo hacia los pandilleros de la poblacin en general, sino que los aumentaba an ms.

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Entrevista dirigente de la junta directiva, el 10 de enero 2004.

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En su anuncio del plan Mano Dura en la noche de 23 de julio de 2003, el presidente Flores expuso que estas pandillas estn asesinando a un promedio de cien personas por mes34, mientras que el peridico nacional El Diario de Hoy, coloc al da siguiente como introduccin a uno de los artculos dedicado al nuevo plan la armacin la mayora de los crmenes es cometido por sujetos que pertenecen a las maras 18 y Salvatrucha (Pandillas dejan muertes, 2003, 4). Como se mencion arriba, el Presidente Antonio Saca mantuvo que el 60% de todos los delitos en El Salvador son cometidos por mareros (entrevista con el presidente Antonio Saca, 2005). No obstante, las cifras de la polica sobre los pandilleros detenidos por homicidios, aunque preocupantes, no sostienen la gravedad de esas aseveraciones. El porcentaje de pandilleros arrestados por la Polica Nacional Civil por ese delito en el periodo 2003-2006, oscila entre el 7,1% y el 24,9% del total de los detenidos por homicidios por ao. Igualmente en Honduras y Guatemala, los pandilleros eran blancos de una guerra meditica. El presidente Maduro de Honduras esgrima pblicamente el surgimiento del escenario de una guerra entre jvenes delincuentes pobres y funcionarios similares a arcngeles defensores del orden pblico (Andino, 2005, 90). Mientras en Guatemala, el vocero de la Polica Nacional Civil responsabiliza a las pandillas juveniles de por lo menos el 70% de los actos delictivos que ocurren en el pas (Rodrguez y Perz, 2005, 19). De suerte que en los tres pases la prensa y las autoridades solan indicar a los miembros de las pandillas como culpables de la mayora de los delitos graves, sin molestarse en proveer pruebas. Las clicas se dieron cuenta de la importancia de sus relaciones con la comunidad, pues tambin de ella dependa su propia proteccin; los pandilleros, ms que antes, intentaron darles un trato cordial a los habitantes que no se inmiscuan en los asuntos de la pandilla. Tambin intentaron reforzar con ms rigor la regla que estipula no robar en la propia colonia, una regla que solan decir con la boca pequea pero que no respetaban siempre en la prctica. Mucha gente haba sido

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Segn las cifras de la Polica Nacional Civil en el ao 2003 hubo un total de 2.197 homicidios, un promedio de 183 por mes. Eso signicara que ms que la mitad de los homicidios fueron cometidos por pandilleros.

asaltada, robada y hurtada por pandilleros de la misma comunidad, es decir, por jvenes que conocan desde mucho tiempo atrs. El hecho de que fuesen esos jvenes quienes les agredan dentro de la comunidad, o incluso en su propia casa, dejaba a los residentes con mayor sensacin de inseguridad, ms atemorizados. Aunque no todos fueron exitosos en soldar relaciones ms cordiales, en varios lados hubo esfuerzos: Siempre hay gente que nos echa rata, nos pone el dedo, y hay gente que no, hay gente tranquila. Pero nosotros lo que estamos tratando es ganarnos ms a la gente.35 No obstante, las polticas de seguridad represivas el operativo Plan Escoba (Guatemala), el operativo Tolerancia Cero y la Operacin Libertad (Honduras) y el plan (Super) Mano Dura (El Salvador) dejaron a las pandillas en un aislamiento social mayor. Generalmente, las relaciones con las comunidades donde estaban ubicadas se volvieron an ms tensas. Acercarse a las pandillas result cada vez ms difcil para la gente y las ONGs que intentaban trabajar en la reinsercin de los jvenes involucrados. Varios proyectos de acercamiento y rehabilitacin pasaron por tiempos difciles o fracasaron por la dicultad de aproximarse a los pandilleros. Al mismo tiempo que las pandillas se quedaron ms ensimismadas y aisladas, en el seno de ellas empezaron a darse cambios sustanciales. En la siguiente seccin se dibuja cmo la organizacin dentro de las pandillas se reforz a raz de las polticas represivas. Una reorganizacin y revitalizacin de la estructura pandilleril Los pandilleros en las comunidades no solamente se encontraron ms aislados teniendo que esconderse para evitar que las patrullas se los llevaran; tambin gran parte de sus compaeros fueron encarcelados. Esa situacin tendra repercusiones internas importantes para la clica. En primer lugar, el respeto a los homies encarcelados y a la pandilla exiga una solidaridad activa; y en segundo lugar, desde la crcel los lderes empezaron a desarrollar una jerarqua ms clara y efectiva. La idea de que los pandilleros se cuidan los unos al los otros, que no dan baja (abandonan) a la pandilla no tena vigencia solamente en el mbito de la comunidad sino tambin dentro de la prisin, y entre los pandilleros
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Entrevista grupal a pandilleros de la 18 en San Salvador (El Salvador), el 16 de marzo 2005.

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de la calle y los encarcelados. En la nueva situacin, la pandilla empez a demandar una solidaridad mayor de sus miembros. Las polticas represivas en forma de capturas masivas por parte de los cuerpos de seguridad, los discursos polticos antimaras y las campaas mediticas, activaron y reforzaron los lmites grupales de las pandillas frente a la sociedad en general. Al mismo tiempo, como otra cara de la misma moneda, generaron un aumento en la interdependencia y cohesin interna (Tilly, 2003, 21; Coser, 1956, 95). Por la enemistad entre las dos pandillas, las autoridades separaron a sus respectivos miembros de tal manera que los integrantes de la MS se encontraban juntos y los de la 18 tambin en los mismos recintos, generalmente separados de los otros reos. La suerte compartida por grupos del mismo color estando juntos da y noche en espacios reducidos fortaleci el esprit de corps frente a los rivales pero tambin frente a las autoridades que los encarcelaron. La proximidad y la congregacin de pares llevaron a procesos grupales organizativos fuertes. Entre otros, se reforz la solidaridad interna, nacieron divisiones de trabajo, aparecieron nuevas reglas informales y formales de conducta, y adems surgieron nuevos lderes y se cristalizaron roles de tenientes y soldados.36 En otras palabras, surgi una estructura ms adecuada para las nuevas condiciones que enfrentaban las pandillas, acorde a las capacidades de sus miembros. De tal manera que la organizacin de las pandillas trasnacionales empez a reforzarse principalmente desde los centros penales. Ese proceso se agrav por la estrategia de las autoridades de dedicar esfuerzos especiales a la caza de lderes (Comandos a la caza, 2003, 3). En la crcel se tropezaban con muchos homeboys que tal vez no conocan antes, y se volvi un lugar de reunin de lderes de diferentes comunidades y zonas donde se ubicaban las clicas de ambas pandillas. Es decir, las polticas represivas juntaron a gran parte de los pandilleros ms diestros. Entonces no sorprende que las dinmicas grupales llevaran
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Procesos similares observaron Sherif, (1999/1956: 418 y 421) y Sherif, Harvey, White, Hood y Sherif, (1988/1961) en sus famosos campos de verano hace muchos aos. No obstante que en esos campos la poblacin consista en jvenes de clase media que no tenan ningn historial de conducta problemtica, los grupos se fortalecan, lderes valientes se instalaban, rivalidades intergrupales se recrudecan e incluso se daban confrontaciones violentas.

a que los lderes se ordenaran de tal manera que produjeran estructuras jerrquicas reforzadas. La crcel se volvi prcticamente el cuartel general de las pandillas, donde por falta de un control efectivo por parte de las autoridades los pandilleros pueden interactuar libremente entre ellos e incluso comunicarse con los de la calle. Las comunicaciones con el mundo de afuera se hacen principalmente a travs de telfono celular o guilas (comunicados) llevados por los visitantes. Esto no quiere decir que no hayan surgido conictos y confrontaciones en el proceso de formacin y consolidacin de nuevos liderazgos. Hubo varios conictos violentos entre los lderes de las mismas pandillas, sin embargo, aqu sigue vigente la ley del ms fuerte: el que sabe imponerse ms, si necesario violentamente, se gana el derecho y el respeto. Adems, la pandilla tiene sus propios mecanismos de imponer orden: Los pandilleros que andan en la calle tienen dos opciones en la vida: morirse, o sea irse al cementerio, o caer al tabo [entrar al presidio]. Todos los vatos que no cumplen los reglamentos, al venir al presidio pagan por no llevar el reglamento de la mara. Se les da lo que ellos necesitan: aqu se les cobra por no acatarse a los reglamentos de la mara.37 Los pandilleros en las calles se vieron confrontados directamente con esa transformacin y por respeto a sus lderes y a la lealtad normativa, fueron obligados a seguir la nueva corriente organizativa. Una de las consecuencias importantes fue que las clicas se volvieron ms integradas a la pandilla a costo de su relativa autonoma. Otra consecuencia fue que los pandilleros en la calle se vean obligados a ayudar de diferentes maneras a los homies presos. Una muestra del creciente poder de las pandillas fuera de la crcel son los intentos, muchas veces exitosos, de entorpecer los procesos judiciales presionando a los posibles testigos contra sus compaeros para desistir en declarar, amenazndoles de muerte o incluso asesinndolos. En algunos casos las pandillas tambin empezaron a poner presin sobre los calmados, exigindoles ayuda y una nueva participacin activa en los asuntos de la pandilla. No aceptar la invitacin poda ser visto como traicin y llevar a consecuencias letales para los pandilleros calmados.
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Entrevista a pandillero de la MS en San Pedro Sula (Honduras), el 29 de agosto 2000.

Irnicamente, lo anterior indica que la capacidad de las pandillas de funcionar como organizaciones integradas aument a consecuencia de la represin masiva contra ellas. Las polticas de seguridad han generado cambios importantes en las estructuras y el funcionamiento de las pandillas trasnacionales. Adaptndose a la nueva situacin, las organizaciones de la MS y la 18 aceleraron su evolucin, logrando niveles de liderazgo ms claros, comunicaciones ms ecientes y una mayor disposicin para seguir rdenes desde arriba. Sin embargo, tambin tuvo otras consecuencias que afectaron de manera directa a la gente en el Tringulo Norte, especialmente a los habitantes de las zonas marginales donde las pandillas tenan sus territorios y profesionalizaron el actuar delictivo de sus empresas. La transformacin del actuar delictivo Las autoridades de la regin suelen acusar a las pandillas trasnacionales de estar involucradas en delitos y crmenes que van ms all del ambiente de la calle, como el trco internacional de drogas, los asaltos a bancos y secuestros. Antes del inicio del operativo Tolerancia Cero, Plan Mano Dura y Plan Escoba haba que tratar esas acusaciones con mucho cuidado. Era muy probable que las demandas de esas actividades excedieran las capacidades organizativas de muchos integrantes de pandillas. Las pocas oportunidades de encontrar trabajo para los jvenes en general (Argello y Contreras, 2002), son an ms reducidas para los jvenes pandilleros. La escasa accesibilidad a recursos econmicos por caminos legales se compensa por medios menos lcitos e incluso ilcitos; por ejemplo, pedir dinero a los residentes al entrar o salir de la colonia, exigir impuestos de guerra a las tiendas y empresas en su territorio, hurtos y robos de menor escala, etctera. El dinero ganado por medios ilcitos no es solamente para el uso individual de los pandilleros involucrados, ellos tambin dan sus aportes a la clica. De ese modo, la pandilla garantiza una base econmica modesta al reconocimiento que anhelan muchos de sus integrantes. Aunque ser pandillero no facilita el acceso al trabajo, ser parte de una pandilla crea ciertas oportunidades alternativas para conseguir recursos econmicos. Aun as, algunas clicas pueden volverse seriamente delictivas cuando sus miembros, al pasar los aos, desarrollan las referidas capacidades y obtienen el capital econmico y social necesario para involucrarse en

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actividades criminales ms profesionales (Savenije y Andrade-Eekhoff, 2003). Incluso ocasionalmente, la inuencia de la participacin en crmenes ms graves puede llegar hasta un punto donde la pandilla ms bien se vuelve una banda organizada de delincuentes, con metas principalmente econmicas, y donde el control territorial se vuelve una herramienta para obtener diferentes tipos de recursos. Esa evolucin ha recibido un impulso fuerte a raz de los cambios esbozados renglones arriba. En primer lugar, el giro en las polticas de seguridad pblica hacia ms represin y menos tolerancia foment que el camino hacia el trabajo e ingresos legales se estrechara an ms: Hay partes que vos entras y te dicen: levntate la camisa y se la levantan. Con dos puntos [tatuados], ya no podes trabajar.38 En segundo lugar, los encarcelamientos masivos aumentaron la necesidad de ingresos nancieros porque los recursos de los centros penales no son sucientes para cubrir las necesidades de los internos. Los presos dependen de otros sus familiares o amigos fuera de la crcel para las cosas de uso o consumo cotidiano, como ropa, zapatos, artculos de higiene personal, cigarros, etctera. Ahora, a los pandilleros que estn en la calle les toca apoyar a los homies capturados. Muchos no tienen los recursos necesarios; provienen de familias pobres, tienen relaciones difciles o rotas con sus propias familias, o incluso tienen familia e hijos que mantener. Entonces necesitan recurrir a la segunda familia, su clica. Por compromiso y respeto a sus compaeros y solidaridad pandilleril, especialmente cuando son lderes, los pandilleros libres intentan recoger recursos econmicos y cosas tiles para poder proporcionrselos. Les compran tarjetas para telfonos celulares aunque esos estn prohibidos dentro los centros penales e incluso a algunos lderes les pagan el servicio de abogados. Les ayudamos a los homies, a los carnales de uno. Tal vez ellos estn torcidos, estn presos, y tal vez necesitan una cosa, y si uno tiene feria [dinero] uno tiene que ver como se la puede mandar a ellos porque ellos necesitan. Pero no es slo porque yo no tenga dinero que voy a venir y me voy a meter a una casa del mismo barrio; no, tampoco. Yo tengo que buscar por otro lado para poderles mandar a ellos lo que ellos necesitan.39
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Entrevista grupal a pandilleros de la 18 en San Salvador, el 14 de agosto 2003. Entrevista a pandillero de la 18 en Tegucigalpa (Honduras), el 9 de diciembre 2003.

Si antes el apoyo que brindaban a los encarcelados ya les pona presiones serias a las clicas, despus de que las polticas represivas llevaron presos a muchos homies, la tarea se volvi ms ardua an. Las reglas de las pandillas y el respeto requerido a los compaeros no cambiaron sus exigencias bajo la presin que les impusieron las autoridades. Aunque de repente las necesidades econmicas se disparaban por la cantidad de pandilleros privados de libertad, las clicas tenan que ver cmo brindaran la ayuda y solidaridad necesitadas. Extorsiones Las crecidas necesidades econmicas de las clicas en las calles vigorizadas por las exigencias de solidaridad, lealtad y obediencia junto con una mayor integracin organizacional y una estructura ms clara de liderazgo, abrieron las puertas a una profesionalizacin del actuar delictivo. Las acciones delictivas de las pandillas se han expandido ms claramente en el campo de las extorsiones. Por ejemplo, en El Salvador la cantidad de los pandilleros entre los detenidos por extorsin aument de 0% en el ao 2003 y 2004 a llegar a ser 14,1% en 2006. No obstante, mientras que la Polica Nacional Civil recibi 295 denuncias por extorsiones durante el ao 2002, en 2006 la cantidad de denuncias se haba cuadruplicado a 1.966. La importancia de la inuencia de las pandillas en las extorsiones no se reeja tanto en las cifras ociales que por las razones explicadas abajo tienden a ser truncadas sino ms en lo que cuentan los involucrados. Por ejemplo, La Prensa Grca del 19 de julio de 2006 narra que los empresarios de microbuses de la ruta 42-B sufrieron ayer la quema de la segunda unidad en menos de 24 horas y la tercera en una semana; sin embargo, al mismo tiempo aade que un empresario de dicha ruta sostuvo que a los pandilleros siempre les paga la denominada renta en la zona del Parque Libertad, en el mercado del Sagrado Corazn y la Plaza Zurita (Marroqun y Villatoro, 2006). Esa noticia resalta no solo la participacin de las pandillas en el negocio de extorsin no necesariamente denunciado a la polica sino tambin la sospecha de que otros descubrieron la posibilidad de ganar dinero fcil por rentear (extorsionar). El total de las denuncias de extorsiones hechas a la polica no resulta ser una medida conable de las extorsiones que acontecen. Las extorsiones especialmente por parte de las pandillas, pero no slo por

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ellas suelen tener una impunidad relativamente grande. Mucha gente y algunas empresas no denuncian las extorsiones de las que son vctimas, menos cuando se trata de extorsionistas que operan en grupo y se sitan cerca de donde residen, producen o tienen sus rutas de transporte. Las represalias pueden ser fuertes cuando los extorsionistas se dan cuenta de que sus vctimas les delatan a la polica y que por esa razn son arrestados y llevados presos. Al nal de 2005 y durante el 2006 las noticias sobre extorsiones ocurran con mucha frecuencia en los peridicos nacionales. El auge en las noticias sobre la ocurrencia de extorsiones, acompaado de paros por parte de compaas de trasporte pblico motivados por el aumento de las extorsiones, el asesinato de cobradores y chferes de los buses, la quema de los mismos al no pagar y el aumento en la cantidad de denuncias y arrestos por extorsin, indican un auge importante en las prcticas extorsionistas en el periodo 2005-2006. Aunque las pandillas son probablemente responsables de solo una parte de las extorsiones, su presencia en ese negocio es importante, especialmente por el carcter organizado de su actuacin. La renta se convirti en una fuente de ingresos importante para las pandillas. El peridico Prensa Libre reporta que en la Ciudad de Guatemala pilotos de autobuses que transitan por las zonas 1, 6, 7, 18, 21 y algunas colonias de Mixco, deben pagar a los antisociales un impuesto diario que oscila entre los Q20 y los Q100 para evitar atracos. En otras zonas, los pandilleros cobran una tarifa de Q10 por cada vuelta que recorra la unidad (Mndez, 2003, 2).40 Aunque muchas de las extorsiones son iniciativas de las clicas, algunas ms elaboradas son planeadas por los lderes presos. Un lder preso de la MS en una entrevista al peridico digital El Faro probablemente exagerando el nivel de coordinacin explica que: Una extorsin es algo planicado. Nadie puede decir voy a extorsionar sin que antes haya un mandato desde la dirigencia [] Las rdenes salen del penal de mxima seguridad hacia el penal de Quezaltepeque. De ah se distribuyen a todo el pas. S hay casos aislados de extorsiones que no vengan con orden. Pero cuando eso pasa es porque hay hambre (Extorsiones: el negocio, 2006). Las vctimas de las extorsiones son muy diversas. Los daos a las empresas con rutas de buses reciben la mayora de la atencin de la prensa. Tambin los
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Q100 quiere decir 100 Quetzales, la moneda nacional de Guatemala. 1 USD = Q7,70

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camiones que suministran las tiendas en las zonas marginales con presencia de pandillas son presas fciles de extorsionar. Prensa Grca report en octubre 2006 que entre 10% y 15% de las colonias del Gran San Salvador han dejado de ser abastecidas con alimentos y bienes de primera necesidad debido a la inseguridad de las zonas, en donde el denominador comn son las extorsiones a manos de pandilleros (Lpez, Contreras, Linares y Henrquez, 2006, 2). Adems de la cora41 que piden a los residentes de las comunidades, exigen renta a las tiendas, comedores, estudiantes y maestros de las escuelas de la zona, taxistas, rutas de buses y otros pequeos y grandes empresarios que se ubican en su territorio. Una manera alternativa que usan los pandilleros para cobrar renta a los comedores es venir a comer y despus salir sin pagar. Parece que todos los que en algn momento residen o cruzan el territorio de una clica y pueden aportar algo, estn en riesgo de volverse vctimas. Los pandilleros no sienten mucha necesidad de negar sus prcticas de extorsin, sencillamente explican que la situacin no les deja otra manera de obtener recursos. De qu tenemos que vivir? La situacin actual con los operativos Mano Dura y Sper Mano Dura es que no podemos salir de la comunidad y nadie nos da trabajo.42 Adems, el fenmeno de las extorsiones tambin se ve reforzado por el hecho que las autoridades tienen relativamente poca inuencia sobre la recaudacin de renta que realizan las pandillas. Los pandilleros hablan sobre ella como si fuera un negocio normal y aceptado. Al mismo tiempo, la prensa suele reportar sobre la cotidianidad y la impunidad de las extorsiones en algunas zonas. Una noticia de la Prensa Grca sobre el negocio de rentear por parte de una clica de la colonia La Campanera en Soyapango (ciudad vecina de San Salvador) detalla que: a pesar de que hay un puesto policial en la entrada de la colonia soyapaneca, el cobro y pago de la extorsin es algo ya aceptado (Distribuidores, 2007, 9). El negocio de drogas Otra actividad que genera ingresos para los miembros de las pandillas es el negocio de las drogas. Es un tema delicado y difcil de conocer en detalle. Por un lado, no todas la clica o sus miembros se meten en l. Por otro, algunos
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Cora = quarter of a dollar Entrevista a pandillero de la 2006.

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en Joya de Cern (El Salvador), el 17 de enero

pandilleros se dedican al menudeo de drogas desde mucho antes de las polticas represivas y a veces la clica pide renta a los vendedores de drogas que operan en su territorio. No obstante, cuando los mismos pandilleros venden droga, suelen ser los lderes los ms involucrados: Los vendedores lo que hacen es pagarle renta a la mara, le da dinero a la semana. Solo se cobra por el motivo que ellos venden en el territorio de la mara, en el territorio de uno. Algunos de la mara han de vender, no todos.43 Algunos lderes se envuelven ms profundamente en el negocio de drogas. En una comunidad en Honduras, por ejemplo, un pandillero se dedicaba a la distribucin de drogas. Conaba a algunos miembros de la clica el trabajo de mula, transportando la droga de una ciudad portuaria a la capital Tegucigalpa. Es importante resaltar que el negocio no era propio de la clica, sino de uno de sus lderes mayores, aunque probablemente aportaba de sus ganancias a las nanzas de la pandilla. El cabecilla que encargaba a otros miembros mandados para su negocio, tena una trayectoria larga y gozaba de mucho respeto. No obstante, surgieron problemas cuando uno de sus pandilleros empleados desobedeci las rdenes de la clica en un conicto con un compaero, adems de apartar y robar porciones de la droga que le haban encargado. Entonces el lder lo mand a matar. Fue asesinado y encontrado en un lugar lejos de la comunidad. Este ltimo ejemplo muestra como uno de los lderes a travs de la drogas, llev a su clica a inmiscuirse en negocios delictivos ms serios. El lder se volvi un puente a travs del cual caractersticas pertenecientes al crimen organizado podan penetrar e inuenciar las dinmicas propias de la pandilla. Aunque el menudeo siempre ha sido parte esencial de la vida pandilleril, entrar en el negocio de distribucin es un paso a actividades claramente distintas al menudeo con los mismos homies, conocidos y otros residentes. Por un lado, la distribucin de drogas se enfoca en un mercado diferente y aunque sea negocio propio de uno de los lderes genera trabajo e ingresos mayores para otros miembros y la clica misma. Por otro lado, promueve que las caractersticas y riesgos propios al negocio de drogas se impongan sobre los de la pandilla. En
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Entrevista a pandillero de la 2000.

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en San Pedro Sula (Honduras), el 29 de agosto

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otras palabras, entrar de lleno en este negocio cambia fundamentalmente el carcter de la clica. En las actividades de extorsin y el negocio de drogas, las pandillas trasnacionales se alejan an ms de las caractersticas de las pandillas callejeras tradicionales. Son expresiones de una profesionalizacin en el actuar delictivo y en el camino han ido adquiriendo rasgos de bandas criminales organizadas. La violencia requerida en esos negocios va principalmente dirigida a la obtencin y proteccin de recursos econmicos. Quemar buses, matar a cobradores o amenazar al dueo de una tienda o comedor por no pagar la renta, es predominantemente una estrategia de maximizar la recaudacin por parte de la pandilla. Matar a empleados que roban de la droga que les haban encargado tiene como objetivo minimizar los costos de transacciones en la distribucin de droga, pero a la vez esa violencia tambin comunica a sus vctimas como los dueos de buses, talleres, comedores, tiendas, etctera y a otra gente de la zona que las pandillas son las que imponen las reglas del juego; manda el mensaje de que ni la polica ni las autoridades formales tienen mucho poder ni importancia en el territorio de la pandilla. La encrucijada de polticas de control y dinmicas sociales Las respuestas a las polticas represivas han tenido efectos que sus diseadores no han deseado ni alcanzado prever. Parece que en vez de garantizar o fortalecer la seguridad pblica, las consecuencias la debilitan an ms. Las pandillas reforzaron la cohesin interna, las relaciones entre las clicas y las relaciones jerrquicas entre los miembros, adems encontraron nuevos caminos para obtener ms recursos econmicos. Las pandillas callejeras han sido mucho ms exibles en sus adaptaciones frente a las presiones sociales y policiales que las fuerzas de seguridad y los polticos quienes, con mucho afn, promovieron esas polticas represivas anticipaban. Eso no es necesariamente as porque los pandilleros sean ms inteligentes y mejores estrategas que los tomadores de decisiones y los policas encargados de solucionar el problema de las maras, aunque es evidente que algunos de ellos efectivamente resultan ser buenos lderes y demuestran ser muy inteligentes. Se pueden distinguir dos procesos sociales que permiten dar ms luz sobre los procesos de retroalimentacin que vigorizaron la organizacin pandilleril

y su actuar delictivo: La reaccin frente a la fuerte represin policial y al creciente aislamiento social y la reaccin frente a las necesidades de recursos nancieros que se dispararon a partir de las polticas de mano dura. En esos procesos tienen un papel importante mecanismos sociales suscitados por las exigencias de lealtad, solidaridad y obediencia a la pandilla. Ambas reacciones se dan en una situacin en la cual las pandillas y muchos de sus miembros no tienen otra opcin que ver cmo se adaptan y cmo sobreviven frente a la adversidad que signican las polticas represivas, las cuales carecen casi por completo de una oferta o invitacin para la reintegracin social. En parte, resultaron creativas por pura fuerza mayor, las pandillas no tenan opcin a corto plazo, no podan tirar la toalla y no exista la posibilidad de rendirse. La vida pandilleril no es un juego en el cual cuando se pierden los partidos los jugadores puede retirarse de la competencia. La pandilla no constituye una empresa que puede declararse en bancarrota cuando el mercado empeora, dejando los empleados libres para buscarse otro trabajo. La membresa de una pandilla callejera trasnacional es de por vida, por eso la represin y el rechazo tiende a aislar a los miembros y hacerlos ms dependientes de su grupo. La cohesin grupal frente a la represin Las redadas masivas, las detenciones arbitrarias y la guerra meditica contra las pandillas refuerzan la estigmatizacin y la marginacin, pero dejan intacto el anhelo por el respeto que promete la pandilla y que compite con la marginacin y la exclusin social que sufren en la sociedad en general. Adems, por su actuar represivo la polica se perla como un adversario poderoso. Las redadas policiales y el riesgo de ser detenido tienen el mismo efecto que la amenaza de la pandilla contraria: refuerzan la cohesin interna por resaltar ms las exigencias de la lealtad, solidaridad y obediencia. Los miembros sienten casi constantemente el peligro, ahora no solamente por la pandilla contraria sino tambin por la polica que hace redadas y patrullas conjuntas con soldados regulares. La interdependencia interna de la pandilla aumenta porque en los nicos que pueden conar son sus compaeros homies. El encarcelamiento masivo hace que los pandilleros detenidos encuentren adentro de los centros penales muchos homeboys que no

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conocan antes. El hacinamiento carcelario que suele ser la regla en la regin crea un mayor contacto entre los pandilleros procedentes de diferentes partes y una fuerte interdependencia entre los pandilleros frente al rechazo y conictos con los reos comunes. Esas condiciones, junto con el sentido de lealtad reforzado y la cohesin interna fortalecida, engendran condiciones ptimas para un mayor desarrollo organizacional pandilleril, fomentando la comunicacin entre los pandilleros, vigorizando las reglas y normas grupales y promoviendo liderazgos ms jerarquizados y fuertes. Respuestas al crecimiento de las necesidades nancieras Tambin el aumento considerable de la cantidad de pandilleros presos reta la hermandad y solidaridad profesadas en la pandilla. Los que siguen en las calles se ven obligados a ayudar nancieramente y materialmente a sus homeboys presos. Las presiones econmicas resultantes provocan que los pandilleros busquen nuevas alternativas de ingresos. Como el acceso a la economa legal les est casi cerrado por completo, no les queda mucho ms que profesionalizar su actuar delictivo para poder obtener los recursos necesarios para sostenerse y sostener a sus familias, para mantener a la clica y a la pandilla y, adems, apoyar a los encarcelados. En otras palabras cumplir con las obligaciones que la lealtad impone. La extorsin masiva y el negocio de droga han sido algunas de las alternativas encontradas. Es demasiado fcil e infundado homologar el involucramiento de las pandillas trasnacionales en el comercio de drogas con los sindicatos de drogas al estilo colombiano o mexicano: Las pandillas callejeras fragmentadas no tienen las redes o el poder para distribuir o controlar drogas a una escala mayor [] La diferencia principal entre un negocio de organizacin de drogas y una pandilla juvenil es que en un negocio de droga todos los miembros son empleados, mientras la pertenencia a una pandilla juvenil solamente requiere aliacin (New York City Police Department, op cit., 211-212).44 Aunque algunos pandilleros lderes han desarrollado las capacidades y contactos para lograr entrar en el negocio
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The fragmented street gangs do not have the network or the power to distribute or control drugs on a large scale [] The primary difference between a drug organization and a youth gang is that in a drug organization all members are employees while youth gang membership only requires afliation.

de la distribucin de drogas, y han llevado consigo algunos miembros de su clica, es difcil imaginar que la pandilla tenga la misma capacidad. Las pandillas se volvieron bandas criminales organizadas? La situacin de seguridad est cada vez ms fuera del control de los Estados de la regin. Todava son pandillas callejeras que ofrecen a los jvenes ms vulnerables de los barrios marginales una inclusin y pertenencia alternativa, respeto y reconocimiento, que la sociedad les niega, hermanad y solidaridad, que la misma familia no le comparte, y amistades de por vida. Una banda criminal organizada o un cartel de droga no pueden llenar esas necesidades psicosociales, aunque les puede ofrecer ms dinero que la pandilla a sus integrantes. Por ende, la naturaleza de las pandillas callejeras no les lleva automticamente en la direccin de volverse organizaciones criminales fuertes con la capacidad organizativa y el armamento necesario para retar a las fuerzas de seguridad y amenazar la seguridad del Estado como sucede, por ejemplo, con los carteles de droga en Colombia y Mxico. Sin embargo, proclamar a las maras como problema de seguridad nacional y por ende combatirlas con iniciativas represivas cortoplacistas y poco pensadas como son las leyes antimaras y polticas de seguridad meramente represivas puede resultar una prediccin que acarrea su propio cumplimiento. Hace falta de una nueva generacin de polticas de seguridad que reemplace las polticas antimaras, que en gran medida han fracasado. Esas deben tomar en serio dentro de su diseo los mecanismos y procesos sociales que dan a las pandillas del Tringulo Norte la capacidad de adaptacin frente a la represin masiva. Para poder neutralizar o incluso utilizar esas dinmicas grupales pandilleriles, las polticas de seguridad deben incluir un aspecto fuertemente social e incluyente, que ofrezca a los pandilleros y a los jvenes en riesgo alternativas reales a la vida pandilleril. Sin romper el aislamiento y rechazo a los pandilleros, especialmente a los que quieren salir e integrarse a la sociedad como ciudadanos comunes. Sin ofrecerles una inclusin alternativa, oportunidades de trabajo e ingresos decentes y la factibilidad de una vida distinta, las pandillas siguen arrinconadas y cerradas, y los pandilleros quedan dependientes y leales a la pandilla. Pero sobretodo, la pandilla sigue encontrando maneras de adaptarse y revertir el impacto de la represin.

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Homenaje a la incansable lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo


Carta abierta a Estela de Carlotto, Abuela de todos, Guido Schiano di Schecaro Palabras de Estela de Carlotto, Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo

Reconocimiento a la incansable lucha de Abuelas de Plaza de Mayo y a la necesidad de pasar y tomar la posta por la verdad, la memoria y la justicia desde el campo educativo. Homenaje a Estela de Carlotto a cargo de Guido Schiano di Schecaro (Investigador Estudiante, IICE-FFYL-UBA / estudiante de la carrera de Ciencias de la Educacin, FAHCE-UNLP) en nombre de los equipos que convocan.

Carta abierta a Estela de Carlotto Abuela de todos


No se puede ocultar lo que eternamente vuelve1 Fernando Kofman

Querida Estela: Nac el 13 de mayo de 1983 en el Hospital Espaol de la ciudad de La Plata. Mis padres se llaman Luis y Olga. Tuve abuelos, tengo dos hermanas. Amo la poesa y la msica. Puedo describirme as. Y sin embargo la paradoja de la historia es esta: todo lo que puedo contar, habla de m pero no me dice; no completamente. Est herido por silencios que me impiden saber con exactitud quin soy. Quin soy? El ruido del golpe todava no acaba, puedo a sentirlo: late en la lengua de los que todava callan, suena en las palabras de los que desconocen su verdadero origen. Lo que intento decir es que es imposible saber quin se es, mientras hay quienes an no lo saben. En tanto esas voces no hablen sino desde una memoria cierta, est en juego la identidad de todos. Por eso ustedes con su bsqueda estn rescatando una parte esencial de nuestro pasado. Lo hacen y lo hicieron enfrentndose a la prueba ms dura: la desaparicin de seres queridos por parte de una dictadura militar. Entregaron su vida con cada paso y por eso ahora nosotros nacemos, una y otra vez. Ah est lo que sembraron, Estela: estn recuperndonos a todos. Por eso me llamo Guido pero tambin me llamo Juan, Victoria, Vernica, vivo en el renacimiento de cada uno de ellos, llevo en m
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Fragmento del poema: Para la memoria no hay olvido.

sus verdaderos nombres. En el encuentro de ellos con su historia, yo tambin soy encontrado. Gracias. Nos salvaron del olvido para siempre. Todas las manos que levantemos llevarn la inercia de las suyas; nuestro destino, su voluntad. No, no se puede medir la inmensidad de su obra porque es imposible abarcar lo que no tiene n. Por eso cualquier homenaje resulta insuciente, incompleto. Solo nos queda tomar la palabra, recordar el camino, con la conviccin fuerte de no dejar de luchar por la verdad, la memoria y la justicia, jams.

Atte. Guido En nombre de todo el Equipo de investigacin, y de la Direccin Provincial de Educacin Secundaria. Argentina, Julio de 2011

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Palabras de Estela de Carlotto

Creo que desde que iniciamos la lucha hace 34 aos todos los das son emotivos. Los primeros fueron con la afectividad del miedo, la soledad, de no saber qu hacer, de buscar solas. Pero lo bueno fue encontrarnos, formar un grupo, constituirnos en lo que ms tarde se llam Abuelas de Plaza de Mayo. Sostengo que no somos mujeres heroicas, distintas o especiales: somos mujeres. Mujeres argentinas. Hay miles de mujeres argentinas que en otros espacios y en distintas circunstancias luchan por la vida y por el otro pero no se sabe, no se las conoce. Algunas tenemos ms trascendencia porque la cosa fue as. Es decir, una dictadura que secuestr treinta mil

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Presidenta de la Asociacin Abuelas de Plaza de Mayo. Referente y militante de los Derechos Humanos en Argentina. Abuelas luch estos ltimos 36 aos para localizar a cada uno de los nietos desaparecidos que continan privados de su identidad, su derecho a vivir con su familia, derechos que son reconocidos a nivel nacional e internacional como derechos humanos universales. Hay ms de 400 nios registrados como desaparecidos. Hasta la fecha hay 107 nietos recuperados.

Estela de Carlotto

personas, que cre ms de seiscientos centros clandestinos de detencin y que gobern con mecanismos perversos e inditos tiene trascendencia. No hay en el mundo actitud que imite la apropiacin de bebs que ocurri en este pas sea en situacin de guerra convencional o no. Los depredadores que hicieron estos crmenes pensaron que, como se trataba de mujeres, bamos a terminar acabadas, destruidas, pero se equivocaron tanto. Insisto, no porque seamos especiales, sino porque cualquier mam cuando el hijo no vuelve o se lo maltrata, se lo asesina, no se queda a llorar en la casa. Sale, expresa el dolor y la acompaa la sociedad. A veces es poca gente, otras mucha ms. Nosotras ahora, despus de treinta y cuatro aos, estamos felizmente acompaadas tanto por la sociedad argentina, como por la internacional. Pero la realidad es que nos toc abrir el camino y por supuesto no fue fcil. Sin dudas, lo mejor que hicimos fue juntarnos, cuantas ms abuelas venan, mayor fuerza podamos tener para sostenernos y reclamar.

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La vida, de manera lgica, nos encuentra ahora ancianas. Se trata de un camino regresivo en cuanto a la presencia: hay algunas que ya se han ido, otras que estn enfermas. Somos pocas, pero hay una fuerza tan grande en las que todava caminamos que resulta muy contagioso. Adems, esta fuerza se alimenta de los ciento cuatro nietos que encontramos. Es un nmero que parece pequeo en treinta cuatro aos, pero de pensar noms lo que es buscarlo desde la nada misma, sin saber el sexo, sus condiciones fsicas, a quin se parece, qu da naci, resulta un milagro. No solo desde la presencia, que es como una resurreccin, sino reexionar cmo fue esa crianza perversa que les dieron, con castigos muchas veces, en crceles de oro. Los quisieron hacer enemigos de sus paps, criarlos ideolgicamente distintos, con profesiones redituables. Pero cuando estos hijos, hoy hombres y mujeres, recuperan su identidad, esa crianza falsa cae, es una cscara. Sale el nieto, el que lleva la sangre del padre y de la madre, la gentica de los ancestros.

Esas cuestiones no las pudo destruir la dictadura. Se trat de ir ganndole al proyecto de esa gente, dndolo vuelta, revirtindolo. Cada nieto es una demostracin de que no fuimos vencidos, al contrario, descubrimos algo nuevo da a da. Cada vez es ms gente, amigos, apoyo, cario y eso nos hace mucho bien. Los jvenes, sobre todo, son para nosotros un aliciente para el alma, son ellos quienes nos hacen decir hay que seguir y qu suerte que estamos. Si son jvenes mejor, porque son nuestro desvelo, los han querido hacer quedar como tontos, distrados, que estn en otra cosa, que no sirven. Sin embargo, las abuelas observamos, en cada contacto con la juventud, la fuerza, el valor, la inteligencia y el compromiso que tienen. No fuimos nosotras quienes descubrimos esas bondades, sino el presidente anterior, Nstor Kirchner, quien les dio a todos los jvenes el lugar que queran y merecan ocupar en la historia del pas. Es decir, el de ser personas activas, comprometidas y militantes. Se trata de nuestras reservas, constituyen el presente pero tambin el futuro de esta sociedad. Las abuelas trabajamos mucho para dejarles un espacio bueno, el mejor pas posible. Este hecho tiene su premio porque la respuesta del cario es ms cario. Por lo tanto, en este da especial, seguimos en la lucha por vencer a la inequidad, la maldad y la perversin. Un ejemplo de esto es que dos personas que por diez aos se negaron, ahora aceptan saber quines son.1 Me reero a los dos posibles nietos apropiados por la seora Herrera de Noble. Decidieron hacerse los anlisis, sern comparados con todo el banco de datos genticos y ah se sabr la verdad. Con paciencia estamos por derrotar al monstruo. Ac estamos las abuelas de pie, mientras tengamos vida. Y el da que no, quedarn nuestros nietos, nuestros otros hijos y ustedes, la sociedad comprometida de este pas. Sabemos que podemos irnos tranquilas, que esta sangre derramada, cada muerte de un ser querido, no ha sido en vano.
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Durante junio de 2011, cuando Estela de Carlotto pronunci sus palabras en las Jornadas, se estaba cotejando el ADN de Felipe y Marcela Herrera de Noble con todo el Banco Nacional de Datos Genticos (BNDG).

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