Virgilio contribuyó a establecer las imágenes populares del infierno a través de su obra La Eneida, donde guía a Eneas en una visita al Hades. La obra describe varios elementos del inframundo como las marismas del Aqueronte, la barca de Caronte para cruzar el río, el perro Cerbero, los Campos Elíseos y el Tártaro con sus terribles tormentos. Virgilio estableció muchas de las representaciones del infierno que perdurarían por siglos.
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Virgilio contribuyó a establecer las imágenes populares del infierno a través de su obra La Eneida, donde guía a Eneas en una visita al Hades. La obra describe varios elementos del inframundo como las marismas del Aqueronte, la barca de Caronte para cruzar el río, el perro Cerbero, los Campos Elíseos y el Tártaro con sus terribles tormentos. Virgilio estableció muchas de las representaciones del infierno que perdurarían por siglos.
Virgilio contribuyó a establecer las imágenes populares del infierno a través de su obra La Eneida, donde guía a Eneas en una visita al Hades. La obra describe varios elementos del inframundo como las marismas del Aqueronte, la barca de Caronte para cruzar el río, el perro Cerbero, los Campos Elíseos y el Tártaro con sus terribles tormentos. Virgilio estableció muchas de las representaciones del infierno que perdurarían por siglos.
Virgilio contribuyó a establecer las imágenes populares del infierno a través de su obra La Eneida, donde guía a Eneas en una visita al Hades. La obra describe varios elementos del inframundo como las marismas del Aqueronte, la barca de Caronte para cruzar el río, el perro Cerbero, los Campos Elíseos y el Tártaro con sus terribles tormentos. Virgilio estableció muchas de las representaciones del infierno que perdurarían por siglos.
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VIRGILIO PADRE DE LOS INFIERNOS POPULARES
Si Platn tiene cierto derecho a ostentar el ttulo de fundador de los infiernos
filosficos, Virgilio ha contribuido en gran manera a establecer las imgenes del infierno popular, puesto que Dante le toma como gua en su gran visita a los lugares infernales. La Eneida es la primera gua turstica del infierno. Los predecesores babilonios, egipcios o hindes se haban limitado a breves visiones muy parciales de dichos lugares. Eneas pasa en ellos un da entero que le permite, guiado por la sibila, inspeccionar completamente al Hades. La calidad de descripcin, que engloba muchos de los elementos conocidos de la mitologa, har de este relato una referencia obligada y contribuir a establecer para muchos siglos un cierto nmero de imgenes. Sigmosle para una rpida visita comentada.
Virgilio nos indica ante todo una de las entradas de los infiernos: Las marismas del Aqueronte, cerca de Cannes en Campaa llamado hoy el lago fusaro, que ser uno de los lugares por donde refluye el ro infernal. Durante siglos, cuando se trate del infierno, las miradas convergern en el sur de Italia y en la Sicilia, volcanes, marismas y paisajes siniestros ofrecen un cuadro apropiado. As pues, Eneas solicita de la Sibila el permiso para descender a los infiernos con el fin de visitar a su padre Anquises. El permiso se le concede, pero va acompaado de ciertas condiciones el cumplimiento de ciertos ritos- y de una advertencia: el viaje es peligroso y es ms fcil bajar que volver a subir. La asociacin de ritos propiciadores y de la pureza de su vida son los seguros obligatorios que hay que firmar antes de aventurarse, muerto o vivo en el Hades.
La entrada se presenta en forma de una caverna rodeada de aguas oscuras que despiden olores nauseabundos. Eneas y Sibila entran en ella y comienza el descenso en la oscuridad: avanzaban en la oscuridad, en la noche solitaria a travs de la sombre y de mansiones vacas y del fantasmal reino de Dios: como si fueran por un sendero a travs del bosque con una casi oculta y una psima luz cuando Jpiter ha sumido el cielo en las sombras y la oscura noche ha privado a las cosas de color. En el vestbulo esperan lgubres personajes: el duelo, los remordimientos, la enfermedad, la vejez, el miedo, el hambre, la pobreza, la guerra, el sufrimiento, la muerte, la prisin, la discordia. Todos ellos, alegoras muy significativas: mediante estos males el infierno se prolonga hasta la tierra; la idea de un infierno que comienza en esta vida nace de estas imgenes. Partiendo de all, habr filsofos que no dudarn en trasladar la casa madre a sus sucursales terrestres.
De pronto, los visitantes se ven asaltados por una caterva de monstruos alados centauros, hidras, arpas, gorgonas- y por los seres ms horribles que haya `podido inventar la mitologa griega. Estas alucinantes criaturas no son ms que sombras; son la prefiguracin de los demonios que, segn la concepcin infernal cristiana, se supone que asaltarn al alma tras la muerte.
Con esto llegamos a uno de los lugares de Hades de Capital importancia: Las orillas del Aqueronte, con sus aguas fangosas, que hay que atravesar en la barca de Caronte. El viejo harapiento es el arquetipo de las futuras representaciones de la muerte: Lleva sobre s una espantosa suciedad; una abundante barba blanca sin cuidar le cae del mentn; sus ojos son fijos en sus hombros lleva atado un srdido manto (...). Es ya muy viejo, pero su vejez es slida y verde como la de un dios. Raudales de lamas pugnan por montar en su barca, pero l no recibe ms que aquellos que recibieron sepultura en la tierra. Los dems, sobre todo los ahogados, permanecern errantes en ese lugar durante cien aos antes de poder atravesar el ro. Esta obsesin de morir en el mar o de no poder ser enterrado ser una de las ms acuciantes en la mentalidad occidental. Eneas encuentra aqu viejos conocidos desaparecidos en el mar e intercambia con ellos algunas palabras.
Una vez atravesado el ro se hallan en la otra orilla ante el cancerbero, el perro feroz, guardin de los infiernos, monstruo de cien cabezas segn Hesiodo y tres segn Virgilio, cuyo cuello est erizado de un centenar de culebras segn Horacio. Homero no dice ni una palabra de este animal, de cuya presencia dan testimonio todos los otros autores. Comienza pues la visita a las diferentes moradas a las que han sido asignadas las almas tras el juicio del tribunal de Minos, asistido, segn la costumbre romana, por jueces designados por la suerte. Aqu se presenta una primera categora que ha planteado siempre serios problemas a los constructores de infiernos: los nios muertos en la infancia antes de cometer algn mal. Qu hacer con estos inocentes? Virgilio no ofrece ninguna solucin Constata que estn all y que lloran, pero contina su camino. Sin embargo, coloca en su compaa otros casos embarazosos sobre los que cabran serias dudas, como el de los condenados a muerte por error y el de los suicidas que llevaron una vida justa.
Llega despus al campo de los lamentos. All, aquellos a quienes un amor ingrato fue devorando y consumiendo cruelmente hallan, en la soledad, senderos que les ocultan y un bosque de mirtos que les da cobijo: sus tormentos no les abandonan ni siquiera en la muerte As pues, las penas del infierno pueden ser la continuacin de los sufrimientos terrestres, lo mismo que entre los sumerios, incluso sin implicacin moral alguna. Pero cerca de all se encuentran los guerreros ilustres muertos en combate que, aparentemente, no tiene ms que hacer que ir repitiendo su infortunio y echar pestes contra los golpes que los batieron. Hasta aqu el infierno no es un lugar de tormentos; la condicin de estos muertos tiene cierta semejanza con la de los muertos que hemos hallado en los primeros infiernos, los infiernos para todos, donde se lleva una vida ralent, cual jugadores fuera de juego, y donde se vive de recuerdos. Se trata de todos los desafortunados de la existencia, amargados por sus obligaciones, envidiosos de la dicha de los dems, siempre lamentando sus desdichas, abandonados a sus tristes pensamientos. Parece ser que los dioses no tienen piedad de las mentalidades tristes.
Pero aqu comienzan las cosas serias. Eneas y la sibila llegan a la gran bifurcacin: a un lado el camino de Elseo para las almas bienaventuradas; al otro el camino de los suplicios que conduce al trtaro, para los malvados. Aqu se levanta una formidable fortaleza d hierro con una enorme puerta y con columnas de acero macizo, un triple cerco rodeado de llamas, el Piriflegetonte. A la entrada Tisfone, una de las furias hace guardia da y noche. Del antro abominable ascienden ruidos de golpes, de cadenas, de alaridos y de lamentos. En este lugar no puede entrar ningn hombre puro. As pues, Eneas tendr que contentase con las explicaciones de la sibila, que le revela el contenido de la pesadilla: Radamantis de Knosos ejerce en estos lugares su dursimo dominio; somete a los malvados a la tortura y al interrogatorio y los obliga a confesar las fechoras que se enorgullecan de haber podido ocultar a los de arriba y cuya expiacin diferan hasta la lejana hora de su muerte. Acto seguido, la vengadora Tisfone, con un ltigo en la mano y saltando sobre los culpables, los flagela y, con su mano izquierda, blandiendo en direccin a ellos, sus torvos reptiles, llama a la feroz caterva de sus hermanas(...). En el interior hay una hidra aun ms feroz, con cincuenta fauces abiertas y negras. Despus el Trtaro mismo se abre hacia las profundidades y se extiende sobre el imperio de las sombras dos veces ms de lo que la vista puede ver de espacio en el cielo etreo (...). All pude ver aun a Ticio, el vstago de la tierra. Madre de todas las cosas, cuyo cuerpo ocupa nueve arpendes: un monstruoso buitre con el pico curvado roe su hgado inmortal y sus entraas fecundas en suplicios, escarbando para encontrar all su alimento; habita en lo profundo de su pecho y no deja un instante d descanso a sus fibras, que se reproducen constantemente. Para qu hablarte de Lapitas, de Ixin o de Pirtoo? Unos empujan una enorme roca o cuelgan desmembrados de los radios de una rueda; el infortunado Teseo est sentado y as permanecer eternamente; Flegias, el ms desgraciado, les advierte a todos y les llama con su potente voz a ser testigos en la sombra: Aprende con mi ejemplo a respetar la justicia y a no despreciar a los dioses Por encima de su cabeza una enorme roca amenaza con desprenderse y parece estar a punto de caer. Sobre altos lechos de fiesta relucen doseles de oro y hay manjares dispuestos con un lujo real ante sus ojos; pero la mayor de las furias est echada a su lado, le impide llevar las manos a la mesa, se levanta blandiendo su hachn y deja or el trueno de su voz. All estn cuantos en su vida odiaron sus hermanos, pegaron a su padre o abusaron de la buena fe del cliente; All estn, (y su nmero es considerable) quienes acumularon riquezas para ellos solos y no dieron una parte a su prjimo: los que murieron por culpa de un adulterio y los que, siguiendo armas impas, no se avergonzaron de traicionar el juramento hecho a sus seores: Todos ellos, prisioneros en este lugar, esperan su castigo. No te importe saber cul ser este castigo ni qu clase de crimen o qu fortuna ha arrastrado a estos hombres a este lugar. Este vendi su patria por l vil metal y le puso un seor todopoderoso; aquel, a cambio de una suma de dinero, hizo dictar leyes y las anul; el de ms all entr en la alcoba de su hija y consum con ella el himeneo prohibido. Todos se atrevieron a cometer un monstruoso crimen y llevaron a cabo su audacia. No, aunque yo tuviera cien lenguas, cien bocas y una vos de hierro, no podra enumerar todas las formas de crmenes ni pasar revista a los nombres de los suplicios.
Aqu tenemos reunidos a cuantos quisieron igualarse a los dioses: el orgullo sigue siendo el pecado por excelencia, el que lleva al hombre o al hroe a ir ms all de su condicin, algo que los dioses no perdonan jams. Jpiter es tan celoso de su poder como Yav: Oto y Efialtes, que pusieron el Pelin sobre el Osa para escalar los cielos y destronarle, se hallan en los infiernos lo mismo que Salmoneo, que se permiti imitar el trueno, patrimonio exclusivo del primero de los dioses. Todos cuantos, de una u otra forma, atentaron contra las prerrogativas de Jpiter estn en los infiernos. Su pecado es semejante al de Adn: El orgullo. Por lo dems, en los infiernos hallamos a los culpables habituales: Perjuros, adlteros, incestuosos, codiciosos, avaros, glotones... Advirtamos, sin embargo, hasta qu punto la lista de las fechoras est ntimamente ligada al derecho romano, como si las leyes humanas estuvieran sancionadas por los dioses: abusar de la buena fe de un cliente est condenado expresamente en la ley de las doce tablas; matar a la mujer y a su amante es perfectamente legal, y la ley Julia de adulteris, del 17 antes de J.C., lo admite an en caso de flagrante delito: por eso se halla en el infierno no el marido homicida, sino su mujer adltera asesinada; quienes faltaron al juramento hecho a su seor son los esclavos que se rebelaron contra l, por los que la poca de Virgilio anda preocupada; quienes venden su patria por el vil metal puede referirse a Curon, que vendi Roma a Csar; quien hace leyes y las anula puede ser Antonio. La lista de los merecedores del infierno est siempre ntimamente unida a la actualidad.
Sea como fuere, el infierno de Virgilio tambin es provisional. Cuando las almas han quedado purificadas, desembarazadas de todas sus iniquidades, permanecen por un tiempo en el elseo, despus, mil aos ms tarde, tras haber bebido el olvido en la fuente de Lete, se reencarnan en otro cuerpo.
El mito de la Eneida tendr un xito considerable. Como relato a la vez potico, alegrico y racional, seducir a generaciones de intelectuales y ejercer, mediante el arte popular, una autntica fascinacin sobre los pueblos. Muchos aspectos de los infierno futuros no sern ms que variantes o glosarios de la Eneida. Pero este infierno popular no es an el infierno total. Le falta la eternidad, aspecto que va a aadirle cristianismo para dar as origen al sufrimiento total.