El documento argumenta que es necesario un diálogo entre las teorías democráticas contra-hegemónicas y los estudios críticos de la administración pública gerencial. Actualmente hay poca comunicación entre estos campos. Un diálogo podría enriquecer ambos al aportar elementos para desarrollar una teoría democrática basada en las experiencias latinoamericanas y bosquejar un modelo de administración pública que vaya más allá del modelo gerencial dominante e incorpore la participación popular.
El documento argumenta que es necesario un diálogo entre las teorías democráticas contra-hegemónicas y los estudios críticos de la administración pública gerencial. Actualmente hay poca comunicación entre estos campos. Un diálogo podría enriquecer ambos al aportar elementos para desarrollar una teoría democrática basada en las experiencias latinoamericanas y bosquejar un modelo de administración pública que vaya más allá del modelo gerencial dominante e incorpore la participación popular.
El documento argumenta que es necesario un diálogo entre las teorías democráticas contra-hegemónicas y los estudios críticos de la administración pública gerencial. Actualmente hay poca comunicación entre estos campos. Un diálogo podría enriquecer ambos al aportar elementos para desarrollar una teoría democrática basada en las experiencias latinoamericanas y bosquejar un modelo de administración pública que vaya más allá del modelo gerencial dominante e incorpore la participación popular.
El documento argumenta que es necesario un diálogo entre las teorías democráticas contra-hegemónicas y los estudios críticos de la administración pública gerencial. Actualmente hay poca comunicación entre estos campos. Un diálogo podría enriquecer ambos al aportar elementos para desarrollar una teoría democrática basada en las experiencias latinoamericanas y bosquejar un modelo de administración pública que vaya más allá del modelo gerencial dominante e incorpore la participación popular.
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Teoras democrticas contra-hegemnicas y estudios crticos de la
administracin pblica gerencial: un dilogo ms que necesario.
Autor: Gabriel Eduardo Vitullo Vnculo institucional: Profesor de la Universidade Federal do Rio Grande do Norte Correo electrnico: [email protected]
Es muy poco frecuente el dilogo entre las teoras democrticas contra- hegemnicas y los estudios crticos sobre la administracin pblica gerencial. Tal falta de aproximacin y de comunicacin entre ambos espacios trae aparejadas importantes prdidas, tanto para las primeras, como para estos ltimos. En el caso de las teoras democrticas, esa ausencia significa desperdiciar una excelente oportunidad de descender en el grado de abstraccin y de confrontar dichas teoras con lo que ocurre en el terreno en el que el Estado se encuentra con la poblacin, va administracin y va formulacin y ejecucin de las polticas pblicas. En el caso de los estudios sobre la administracin, la falta de contacto con las teoras que buscan construir una concepcin contra-hegemnica de la democracia conlleva la ausencia de marcos de referencia ms firmes a partir de los cuales superar el modelo gerencial, todava hoy dominante. Consecuentemente, en este trabajo buscamos ensayar una aproximacin entre estos dos campos del conocimiento que nos permita:1) aportar elementos que consideramos clave a la hora de desarrollar una teora democrtica que responda a la materialidad y experiencias concretas de las sociedades latinoamericanas realmente existentes y 2) bosquejar un modelo de administracin pblica que deje atrs no slo los modelos patrimonialista y burocrtico, sino tambin el modelo gerencial. Entendemos que el entrecruzamiento entre estos dos espacios puede contribuir para la gestacin de una teora democrtica y de un paradigma de administracin pblica en los que la genuina y efectiva participacin de las mayoras populares constituya la cuestin fundamental. Palabras clave: Democracia; Administracin pblica; Paradigma Gerencial; Crtica.
Trabajo presentado en el Cuarto Congreso Uruguayo de Ciencia Poltica, La Ciencia Poltica desde el Sur. Asociacin Uruguaya de Ciencia Poltica, 14-16 de noviembre de 2012. 2
Otra teora de la democracia?
En la ciencia poltica contempornea, predomina la concepcin elitista o procedimental de la democracia (Almond & Verba, 1963; Crozier, Huntington & Watanuki, 1975; Di Palma, 1990; Diamond, Linz & Lipset, 1989; Domnguez, 1990; Downs, 1999, Higley & Gunther, 1992; Linz & Stepan, 1996; Milbrath, 1965; Morlino, 1987; Sartori, 1989; etc). Dicha concepcin reduce la participacin popular al momento electoral, negando al ciudadano medio cualquier posibilidad de participar en el proceso de toma de decisiones y en la definicin de las principales polticas que habrn de marcar los rumbos de la sociedad de la cual forma parte. Suele atribuirse a Joseph Schumpeter (1961) la paternidad de esta definicin absurdamente acotada del sistema democrtico, expuesta en su Capitalismo, socialismo y democracia, obra publicada en 1942, re-editada y traducida a las ms diversas lenguas. En honor a la verdad, no se debera sealar al economista y cientfico social austraco como nico padre de la criatura. Debemos apuntar tambin a Max Weber y Hans Kelsen como dos figuras emblemticas en la formulacin y consagracin de esta definicin tan pobre, tan limitada, de la democracia, todava hoy abrumadoramente presente en los crculos acadmicos. El propio Weber, en un dilogo trabado en 1919 con el General Ludendorff (Weber, Marianne 1988), expresaba, con contundencia, el significado que l atribua a la expresin democracia. Segn el prestigioso socilogo alemn, la democracia consistira en un mtodo en virtud del cual cabe a la poblacin elegir un lder, quien, una vez en el gobierno, dir ahora cierren la boca y obedezcan. Si su gobierno no llegara a ser del agrado de la poblacin, le restara a esta aguardar a la prxima eleccin para elegir, nuevamente, a otro lder quien tambin dir ahora cllense y obedezcan. La sombra de Mosca y su divisin entre gobernantes y gobernados, las huellas de Pareto y su teora de la circulacin de las elites, los rastros de Michels y su ley de hierro de la oligarqua son ms que evidentes. 3
Frente a esta explicacin, valga la redundancia, tan poco democrtica de la democracia, se han venido desarrollando otras definiciones, con diferentes grados de osada, creatividad y capacidad de enfrentamiento con la nocin hegemnica. Queremos, en estas pginas, dedicar atencin a estas otras definiciones, las cuales buscan resituar la cuestin democrtica entendida como sinnimo de autogobierno popular. Para las distintas orientaciones en que podemos dividir el campo contra- hegemnico, el gran desafo reside en alcanzar el protagonismo popular en el proceso de toma de decisiones. Los diferentes autores enrolados en las corrientes crticas (Bachrach, 1973; Macpherson, 1978; Pateman, 1992; Pennock, 1979; etc) consideran que no es posible hablar de democracia donde impera la pasividad ciudadana. Si no hay espacios para un efectivo involucramiento y real participacin de la poblacin en el proceso poltico, ms all del momento electoral, difcilmente podamos pensar en una democracia que merezca ese nombre. Tampoco es posible pensar en una democracia ms substantiva sin vincular esta al conflicto social. Pues, contra el consensualismo y gradualismo que pregonan los defensores de la concepcin dominante, el conflicto debera ser entendido como el corazn del proceso democrtico, como el motor fundamental que propiciara la defensa y expansin de los derechos ya existentes, as como la conquista de nuevos derechos. Como ya sealamos en otra oportunidad (Vitullo, 2007), entendemos que este concepto es central para un nuevo marco interpretativo del fenmeno democrtico. Una concepcin contra-hegemnica de la democracia debe dejar claramente establecido el carcter potencialmente positivo del conflicto, pues como bien seala Finley (1988:86), en su clsico, Democracia antigua y moderna, [...] el conflicto no slo es inevitable, sino que tambin es una virtud en la poltica democrtica, porque es el conflicto junto con el consentimiento, y no el consentimiento aislado, lo que 4
evita el desgaste de la democracia y que esta se transforme en oligarqua.
Y en este punto seguimos tambin a Marilena Chau (1989; 1990; 2002), quien con su habitual perspicacia sostiene que el conflicto es el eje central en torno del cual se desarrolla el rgimen democrtico. Para la filsofa brasilea, el elemento principal que caracteriza a la poltica, y en especial a la poltica democrtica, es justamente la legitimidad y la necesidad del conflicto. La democracia implica la incorporacin de nuevas voces, nuevas demandas, nuevas identidades, la constitucin de nuevos y ms variados actores, los cuales muchas veces surgen como desafo a las instituciones vigentes. Y la incorporacin y valorizacin del conflicto en el campo de la teora democrtica significa, por ejemplo, cuestionar severamente la nocin de pacto, tan cara a la ciencia poltica dominante. Significa sacar a la luz la relacin que existe entre los procesos de democratizacin negociados y la desmovilizacin popular. Significa, inclusive, observar cules son los efectos negativos que, como bien apunta Sakhela Buhlungu (2003), ejercen los pactos sobre la democracia, al destruir los esfuerzos de autoorganizacin popular y desestimular los movimientos de masa en la esfera poltica. Otro elemento de suma importancia para la edificacin de una definicin contra- hegemnica de la democracia tiene qu ver con la superacin del institucionalismo y de la reduccin de la democracia a un mero procedimiento electoral. Y no que los procedimientos no importen. Como tendremos oportunidad de observar un poco ms adelante, al analizar los pilares que deberan dar sustentacin a un modelo de administracin que rompa con la orientacin gerencial, normas y procedimientos no son una cuestin secundaria. Sin embargo, urge dejar atrs las interpretaciones aun mayoritarias dentro de la ciencia poltica que, negando la propia dinmica social que subyace a todo y cualquier proceso poltico, concentran todas sus atenciones en la discusin institucional, en las reglas del juego, las jugadas estratgicas y los jugadores considerados como ms relevantes. 5
Sostenemos que una concepcin diferente de la democracia debe examinar lo que sucede ms all de las instituciones establecidas y ms all de partidos y pleitos electorales. Debe ampliar la propia definicin de lo que se entiende por mundo de la poltica y prestar ojos y odos a lo que ocurre en las calles, en los barrios, en las fbricas, en el espacio social, a los protagonistas de las luchas por la constitucin de nuevas instancias de reconocimiento y valorizacin de las demandas e intereses populares. Debe estar atenta a las diversas prcticas socio- polticas, a los diversos modos de experimentar y sentir el fenmeno democrtico. Y vale destacar que todas estas cuestiones, que podran parecer bastante obvias para muchos lectores, no son tales. La orientacin dominante en la ciencia poltica de las ltimas dcadas persiste en negar estas dimensiones, preocupada como est con la conservacin de una democracia que opere como garante del orden, del equilibrio, del realismo, de la gobernabilidad institucional y de la estabilidad social. Es frecuente encontrar, en esta literatura, llamados a la moderacin y a evitar por parte de la poblacin el exceso de demandas que podran sobrecargar el sistema, en lnea con las tesis clsicas de Almond y Verba (1963), Huntington (1968), el informe de la Comisin Trilateral (Crozier; Huntington y Watanuki, 1975) y Seymour Lipset (1981), retomadas ms recientemente por Fareed Zakaria (1997; 2003) y varios otros. Vemos, as, que este vaciamiento conceptual de la democracia nada tiene de casual. Al contrario, expresa una situacin en la que los acadmicos se prestan al triste papel de legitimadores del orden dominante y de una democracia pactada, domesticada y funcional al status quo. Son cmplices de la redefinicin de la democracia que acompaa el proceso de desvalorizacin de la ciudadana, en un proceso de promocin de todo un andamiaje legal que formalmente corporifica el poder popular pero que, en la prctica, acta en favor de su limitacin y control. Lneas atrs cuestionamos el excesivo nfasis en la dimensin institucional que opera en el campo mayoritario de la ciencia poltica. Este 6
fenmeno se reproduce, inclusive, entre aquellos que, con una mayor sensibilidad por las cuestiones que afligen a las grandes masas populares, dedican importantes energas al estudio de los mecanismos que, tericamente, posibilitaran una democracia ms participativa. En los hechos, la mayora de tales estudios concentra su atencin en las reglas que organizan el Presupuesto Participativo, en la configuracin de foros, conferencias y audiencias pblicas, en los procesos de constitucin y mecnica de funcionamiento de consejos gestores de polticas pblicas, sin percibir que tales espacios no suelen expresar efectivamente la dinmica social. Rara vez las luchas y demandas ms acuciantes de las clases subalternas encuentran resonancia en tales mbitos, inclusive porque en muchos casos la poblacin ms castigada por el sistema siquiera sabe de su existencia. Llegados a este punto, buscaremos ahora tejer algunas consideraciones sobre el debate trabado en el campo de la administracin pblica, para en un tercer momento, al final de este breve trabajo, poder vincular ambos anlisis.
Modelos de administracin pblica en debate Se ha venido desarrollando, a lo largo de las ltimas dcadas, una concepcin de administracin pblica que busca estructurarse a partir de la emulacin de lo que ocurre en materia organizacional en las grandes empresas capitalistas. De los aos 70 a esta parte, se publicaron muchos libros, manuales, artculos y trabajos acadmicos que defienden la necesidad de incorporar mecanismos, procedimientos e instituciones gerenciales, propios de la administracin privada, a la administracin pblica, dando lugar al New Public Managment (NPM) o Nueva Gestin Pblica (NGP). Una obra emblemtica del movimiento gerencial es La Nouvelle Gestion Publique: pour un Etat sans bureaucratie, de Michel Messenet (1975). Otro texto de cita obligatoria es A public management for all seasons?, en el que Christopher Hood (1991), su autor, ensaya una sistematizacin de lo que vendra a ser esta nueva teora de la administracin pblica. Vale mencionar, tambin, el libro Reinventing Government, de Osborne 7
e Gaebler (1992), que tuvo formidable impacto entre gestores y estudiosos de la administracin. En todas estas obras hay un claro denominador comn: la tesis de que el Estado debe ser dirigido como una empresa, argumentando que esta sera la mejor respuesta o incluso la nica respuesta posible ante los graves problemas y serias deficiencias que tradicionalmente presenta la administracin pblica en las ms diversas latitudes. En un evidente contrapunto con los modelos patrimonialista y burocrtico, que se tratara de superar, el modelo gerencial pone su foco en la incorporacin de herramientas propias de la iniciativa privada que pasan, entre otros ejes, por la flexibilizacin en las relaciones de trabajo, la polivalencia funcional, el desempeo por metas y la gestin por resultados. De modo ms sistemtico, podramos sealar los cinco elementos a seguir como los pilares ms importantes en la configuracin del paradigma gerencial: - descentralizacin del aparato estatal con separacin de las actividades de planificacin y actividades de ejecucin del gobierno. - Privatizacin de las empresas estatales. - Tercerizacin de los servicios pblicos. - Regulacin estatal de las actividades pblicas llevadas a cabo por el sector privado. - Incorporacin de conceptos y herramientas gerenciales, oriundas del sector privado. Varios de estos elementos aparecen de modo explcito en el clsico de Osborne y Gaebler (1992), ya citado. All los autores estadounidenses despliegan una vasta argumentacin que tiene como puntos de apoyo el libro de James Q. Wilson (1989), Bureaucracy, y sus anlisis sobre las reformas administrativas que apuntan hacia el establecimiento del nuevo paradigma, as como las obras de Robert Reich, Alvin Toffler, Harry Boyte, Thomas Peters, Edward Deming y Peter Drucker. Trabajando siempre a partir de una perspectiva que llama a imitar la lgica administrativa de las grandes corporaciones empresariales, Osborne y Gaebler defienden la necesidad de terminar con el legado de la era industrial, con 8
sus jerarquas, estructuras burocrticas fuertemente centralizadas y reglas excesivamente rgidas. Tales caractersticas, segn ellos, no seran compatibles con una nueva era, orientada para la informacin y el conocimiento. En lugar de esto, los autores defienden, entonces, la reduccin de las escalas jerrquicas, la descentralizacin de los procesos decisorios, el uso intensivo de tecnologas y el nfasis en la calidad y la satisfaccin del cliente, configurando un modelo de administracin guiado por una lgica mercantil. En ese libro, Osborne y Gaebler (1992) presentan un declogo que resume, de forma bastante clara, los componentes clave de la nueva orientacin: - No cabe a la administracin pblica la provisin de servicios, sino fiscalizar que estos sean prestados. - Capacitar a las comunidades para que sepan resolver sus propios problemas en lugar de simplemente ofrecer los servicios. - Fomentar la competencia en lugar de los monopolios. - Ser impulsada por las metas o misiones, ms que por procedimientos. - Colocar el foco en los resultados y no ms en los insumos. - Satisfacer las demandas del cliente, no del cuerpo burocrtico. - Buscar nuevas fuentes de financiamiento. - Invertir en la prevencin de problemas ms que en la solucin a las crisis. - Descentralizar la autoridad. - Resolver los problemas al influir en las fuerzas del mercado en lugar de crear programas pblicos. Esto nos remite al tipo de teora del estado subyacente, la teora del estado neoliberal. Pues, como sostiene Dasso Jr. (2006), Como es evidente que la teora de Estado es la que define a la teora de la Administracin Pblica, resulta obvio que la NGP es la teora de Administracin Pblica del Estado ultraliberal. En las palabras de Dasso Jr (2006), la NGP es el pensamiento nico aplicado a la Administracin Pblica. Pensamiento nico porque autores como Luiz Carlos Bresser Pereira (2004; 2008), uno de los principales impulsores de este modelo en Amrica Latina, postulan insistentemente que existen tres formas de administrar el Estado, que remiten a diferentes pocas histricas: administracin 9
patrimonialista, administracin pblica burocrtica y administracin pblica gerencial. En este esquema, no sobra espacio para ningn otro modelo: o se acepta el nuevo paradigma gerencial o se retrocede a alguno de los paradigmas anteriores. Estos elementos aparecen tambin en un documento divulgado por el Centro Latinoamericano para el Desarrollo (CLAD, 1999), en 1998, en el que se expresan las caractersticas que debe asumir la administracin pblica en nuestro continente: profesionalizacin de la alta burocracia, transparencia y mecanismos de responsabilizacin, descentralizacin en la prestacin de los servicios pblicos, desconcentracin de las actividades exclusivas del Estado, control de los resultados, nuevas formas de control, nuevas instancias administrativas autnomas con nfasis en la creacin de agencias, prestacin de servicios orientada para el ciudadano-usuario, entre otros. Estamos, pues, delante de un paradigma que coloca su foco en la clientelizacin del ciudadano. No por casualidad, en muchos textos que adhieren a la orientacin gerencial el trmino ciudadano es remplazado por las expresiones cliente, usuario, contribuyente, o cuanto mucho, por las nociones de ciudadano-cliente o usuario-ciudadano. Y no se puede esperar otra cosa de una concepcin que pone el nfasis en la reduccin de costos, en la eficacia, en la eficiencia, en la emulacin de la competencia empresarial, dando nula importancia a toda y cualquier otra faceta que no sea aquella de carcter econmico. La cuestin empresarial aparece de forma explcita en muchos artculos acadmicos y en documentos oficiales. Vale mencionar, a mero ttulo ilustrativo, el PDRAE (Plan Director de Reforma del Aparato Estatal), producido por el Ministerio de Administracin y Reforma del Estado de Brasil, en 1995. En dicho documento consta la siguiente afirmacin: la administracin pblica gerencial se inspira en la administracin de empresas (MARE, 1995, p.22). Un postulado como este, de carcter privatista y economicista, lleva a desconocer la radical 10
diferencia que se debera establecer entre administracin privada y administracin pblica, pues, mientras la primera se orienta por la bsqueda de beneficios (lucro), la administracin pblica debe o al menos debera guiarse por la afirmacin de la ciudadana, el bienestar de la poblacin y la garanta y expansin de derechos.
Un asunto que merece una atencin especial es el que se refiere a las relaciones entre gestin pblica y poltica. En los diferentes textos guiados por el paradigma gerencial es muy fuerte la argumentacin contra la interferencia de la poltica en el proceso de formulacin y ejecucin de la poltica pblica. Se difunde un discurso que considera a la poltica como un obstculo a superar y que sostiene que la solucin de los problemas remite a cuestiones de carcter tcnico, como si esa solucin no tuviera, ella tambin, un carcter evidentemente poltico. Esto es cada vez ms frecuente en los discursos pblicos e, inclusive, en las campaas electorales: la supremaca de las respuestas tecnocrticas, supuestamente despojadas de cualquier intencionalidad o contenido poltico. Bajo la fuerte influencia de principios exclusivamente econmicos y gerenciales, los tericos de la NGP sostienen, con insistencia, que el carcter poltico del Estado torna ms difcil el proceso de toma de decisiones eficientes y tcnicamente correctas. Cuando, en realidad, no hay como escindir funciones administrativas de funciones polticas, pues toda y cualquier actividad administrativa reviste, tambin, un carcter poltico, no existiendo, consecuentemente, actividades o funciones exclusivamente tcnicas.
Y cabe, aqu, una pregunta crucial: por qu debemos resignarnos a quedar atrapados dentro de este falso dilema? No sera posible, y ms que eso, cada vez ms urgente y necesario, pensar en un paradigma diferente; un paradigma que, en aras de la superacin de los modelos patrimonialista y burocrtico, no termine adhiriendo a la propuesta privatizante gerencial? Este paradigma alternativo se encuentra, por ahora, en un estadio muy embrionario. Algunos intelectuales crticos, principalmente en Amrica Latina, 11
vienen dedicando notables esfuerzos en favor de la formulacin de lo que sera un modelo post-burocrtico no gerencial. Vale citar los nombres de Omar Guerrero (1999), Ana Paula Paes (2005) y Aragon Dasso Jr (2004; 2005; 2006), los cuales ofrecen valiosas indicaciones, importantes pistas de por dnde debera pasar la construccin de otra concepcin de administracin pblica. Pero aun falta mucho por hacer, tanto en trminos de la elaboracin intelectual y la batalla de las ideas, cuanto en el terreno ms propiamente poltico, de difusin de esas ideas y contestacin del sentido comn pro-privatista y pro-gerencial, lamentablemente hoy tan extendido. Falta mucho todava para poder pensar en la consagracin de nuevas miradas y de otras sensibilidades en materia de administracin de la cosa pblica. Una administracin pblica que supere dcadas de frustraciones y desengaos. Una administracin que mejore, efectivamente, las condiciones de vida de las grandes mayoras, que d respuesta a las demandas hasta ahora insatisfechas. Una administracin que se vincule con las vivencias y preocupaciones cotidianas de la poblacin ms pobre.
Hacia un paradigma de la administracin pblica democrtico y no gerencial
Y esta otra administracin pblica debe pasar por un proceso de radical transformacin y resignificacin de las instituciones clave de la administracin pblica, para lo cual necesita apoyarse en otra concepcin de la democracia, superadora de las interpretaciones conservadoras, minimalistas, procedimentalistas, elitistas y autocomplacientes aun hoy dominantes. Una concepcin de la democracia mucho menos institucionalista y gobiernocntrica y mucho ms ligada a lo que ocurre en las bases sociales, prestando especial atencin a las aspiraciones, ambiciones, opiniones y movimientos de los sectores populares y a la relacin que estos entablan con las instituciones administrativas y con el universo de la administracin y de la poltica en un sentido ms amplio, ms rico, ms abarcador. Una concepcin de la democracia y una concepcin de 12
la administracin estrechamente vinculadas a la nocin de justicia y a la lucha por la no dominacin, que ofrezcan verdaderos canales a travs de los cuales las clases subalternas puedan realmente hacer or su voz. Todo esto implica, como decamos ms atrs, una democracia entendida como proyecto histrico de construccin colectiva rumbo a otra sociedad. Una democracia que sea resultado no de pactos de carcter meramente instrumental entre las fracciones de la clase dominante y s fruto de las luchas de las clases subalternas, en la que las disputas y permanentes interacciones substantivas entre los ms diversos grupos y sujetos polticos, econmicos, sociales, culturales, tengan lugar. Una democracia que nos permita pensar el poder poltico de otra manera, [] atendiendo a la articulacin de sus dos irrenunciables dimensiones: el poder institucional (caracterizado por su transitividad, centrado en la autoridad, en la agregacin y en la representacin, por la decisin, por el derecho, por la esfera pblica) y el poder que emerge de la accin colectiva (caracterizado por su instransitividad, la movilizacin, la contestacin, el conflicto y la sociedad civil). (Miz, 2003). O, como bien dice la sociloga argentina Mabel Thwaites Rey (2001), una nueva teora democrtica y tambin, agregamos, una nueva teora de la administracin pblica que se ocupe de los espacios alternativos que se abren para el debate, de los nuevos modos de control y de construccin democrtica y, fundamentalmente, de la irrupcin desordenada y enriquecedora del elemento plebeyo, de lo popular, de la diversidad y creatividad gestada en la realidad cotidiana de los sectores subalternos en aquello que arriesgamos en llamar de tentativas de revitalizar las democracias latinoamericanas realmente existentes. Todo esto nos debera obligar a dar ms valor a lo que ocurre fuera de los espacios institucionales establecidos e, incluso, a lo que ocurre contra tales espacios. La reformulacin de los modos de abordar la cuestin democrtica debe incluir, entonces, las acciones de protesta, las manifestaciones pblicas, las nuevas formas de contestacin y participacin social, los momentos de conflicto, 13
los actos de desobediencia civil Todos procesos que nos alejen de las nociones de orden y estabilidad y nos permitan analizar los nuevos mbitos de inventividad colectiva que van surgiendo en la sociedad. Y tal nuevo cuadro conceptual, a su vez, puede servir de valiosa plataforma de apoyo desde la cual repensar la propia administracin de lo pblico, rescatando la importancia de la poltica y restableciendo los vnculos entre poltica y administracin. Nos atreveramos a ir ms lejos aun: esta otra forma de concebir la administracin de la cosa pblica debera contemplar, con un lugar especial, la politizacin o formacin poltica de los cuadros y empleados de la administracin, lo cual, de forma alguna, debera significar su partidarizacion. Defendemos ac la politizacin entendiendo por tal el proceso de formacin que ensanche horizontes cognitivos y les permita, a los empleados pblicos, entender para qu y para quin administran. Una ciudadana activa debe presuponer, tambin, la activacin poltica de los propios cuadros que desempean las labores de administracin o gestin, garantizando espacios en los que estos, al igual que los dems sectores de la sociedad, puedan hacerse presentes en las grandes discusiones polticas, participar, deliberar y hacer or su voz. Claro que una propuesta como estas no se define en un congreso o en debates acadmicos, y s en la lucha social.
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