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Villacañas
Este documento resume la diferencia entre el enfoque de Max Weber y Otto Hintze en el análisis histórico. Mientras que Weber utilizaba conceptos ideales tipo abstractos y universales, Hintze propuso los "tipos conceptuales" que asumen una mayor dependencia de la realidad histórica. Esto corregía el constructivismo extremo de Weber y permitía identificar continuidades y discontinuidades conceptuales en contextos específicos. Mientras Weber analizaba estructuras de acción a largo plazo para diagnosticar obstáculos a la modernización alemana,
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Este documento resume la diferencia entre el enfoque de Max Weber y Otto Hintze en el análisis histórico. Mientras que Weber utilizaba conceptos ideales tipo abstractos y universales, Hintze propuso los "tipos conceptuales" que asumen una mayor dependencia de la realidad histórica. Esto corregía el constructivismo extremo de Weber y permitía identificar continuidades y discontinuidades conceptuales en contextos específicos. Mientras Weber analizaba estructuras de acción a largo plazo para diagnosticar obstáculos a la modernización alemana,
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141 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica Res publica, 1, 1998, 141-174
HISTORIA DE LOS CONCEPTOS Y
RESPONSABILIDAD POLTICA: un ensayo de contextualizacin Jos Luis Villacaas Berlanga RESUMEN La historia de los conceptos aspira a ser el testigo cientfico de una poca que transcurri envuelta en divisiones endmicas (lucha de clases, de naciones, de bloques internacionales), como consecuencia de la propia radicalizacin ideolgica y revolu- cionaria del proyecto moderno y de las respuestas reaccionarias no menos virulentas. Con la historia de los conceptos queda atrs la ltima empresa cientfica y poltica integradora, la weberiana. Hoy ambos testimonios son de radical importancia para esquivar nuevos fenmenos de ideologizacin, de politizacin total y de fundamen- talismos polticos. ABSTRACT The history of concepts aims to be the scientific witness of a period that was immersed in endemic differences (class, national, international blocs), as a consequence of ideological and revolutionary radicalisation of the modern project and the no less violent reactionary responses. With the history of concepts the last proposal of scientific and political integration, the Weberian one, is left behind. Today, both testimonies are of radical importance in order to avoid new phenomenon of idealogisation, total politicisation and political fundamentalisms. I. TRAS EL UNIVERSO WEBERIANO 1. Ideales tipo. Con toda la consciente ambigedad de la expresin, podemos decir que la obra de R. Koselleck se mueve en un universo metodolgicamente postweberiano. En efecto, ese post encierra una doble cara. La primera es que su obra no puede reducirse a la propuesta cientfica de Weber; pero la segun- da es que quizs no estemos en condiciones de hacernos con lo ms especfi- co de su propio programa sin medirlo comparativamente con el programa cientfico-prctico weberiano. 142 Jos Luis Villacaas Berlanga Ahora bien, para hallar esta diferencia especfica debemos esforzarnos por situar la comparacin de ambos programas en su justo punto. Esta exi- gencia nos obliga a interrogarnos por las premisas ltimas de la propuesta de Koselleck. Propongo, para esta empresa inicial, una aproximacin a partir de los puntos ms evidentes y sealados. A nivel metodolgico, la clave de la diferencia que ms salta a la vista es que la historia social, en cierto modo objetivo de los estudios weberianos, no reclama para Koselleck ni la perfeccin terica de una sociologa com- prensiva, ni la ordenacin terica del material histrico en conceptos ideales- tipo, sino una historia de los conceptos. Esta primera aproximacin, sin embargo, resulta claramente improductiva por abstracta y descarnada, pues los trminos que pone en relacin son demasiado heterogneos. Ya desde la obra de O. Hintze, la prctica histrica comprendi que no haba manera inmediata de usar los conceptos ideales-tipo weberianos, que proponen entramados de sentido y lgicas de accin de amplio alcance, y de validez universal en su abstraccin, para situaciones histricas concretas. En cierto modo, Weber tambin lo saba e hizo frente a su manera a este reto, desplegando estrategias que quizs debieran considerarse con ms detenimiento. Mientras que los ideales tipo weberianos proponan una conti- nuidad de sentido para todo el tiempo histrico, en tanto esquemas racionales puros de accin, la historia social deba identificar contextos, marcar discontinuidades temporales, y por tanto exiga concretar el sentido de los trminos tericos hasta hacerlos medianamente congruentes con el propio objeto de la investigacin. 1 En suma, la historia social deba moverse desde ideales tipo weberianos de corte claramente utpico 2 , metahistrico, nominalista e instrumental, a tipos conceptuales que asumieran ms su de- pendencia de la realidad histrica, su dimensin epistemolgica directa. sta es la base de la categora de Realtypus de Hintze, que correga a su manera el construccionismo weberiano, extremado por el sabio de Heidelberg para 1 Cf. Sandro CHIGNOLA, Storia concettuale e filosofia politica, en Filosofia politica, IV, n1, junio de 1990, p. 9. Para la relacin entre Weber y Hintze, cf. Jnger KOCKA, Otto Hintze and Max Weber: Attempts at a Comparison en Max Weber and his Contemporaries. ed., por W. J. Mommsen and Jnger Osterhammel, The German Historical Institute, London, 1987, pp. 284-295. Para el trmino Realtypus, cf. op. cit., p. 284. 2 Cf. Para este adjetivo, Giuseppe DUSO, Tipi del potere e forma politica moderna in Max Weber, en Max Weber e le scienze sociali del suo tempo, a cura di Marta Losito e Pierangelo Schiera, Societ editrice Il Mulino, Bologna, 1988, pp. 481 y 512. Puede verse abundantes referencias bibliogrficas sobre Hintze a pie de pgina. 143 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica cerrar el paso a todo hegelianismo 3 . Desde este punto de vista, desde luego, Hintze, como ha dicho uno de sus estudiosos, es bastante ms pre-crtico que Weber. Pero al menos resulta claro que sus anlisis histricos de la burocracia prusiana no podan avanzar con el desnudo tipo ideal del burcrata de Weber, sino haciendo intervenir conceptos materiales que mostraban continuidades y discontinuidades en relacin con la idea de burocracia medieval, con la idea de Estado tal y como se dio en Prusia y con la idea de democracia, etctera. El propio Hintze fue consciente de la diferencia esencial de sus plantea- mientos tericos con los de Weber 4 . Para l Weber estaba interesado en ltimo extremo por su presente poltico, inters que ciertamente determina su aproximacin al pasado. Ese presente era observado por Weber desde un punto de vista claramente normativo-valorativo, dada su implicacin en el destino del Estado-nacin alemn, su dios supremo. Ahora bien, ese Estado- nacin no estaba reconciliado con la facticidad de un Reich que, para l, ms bien representaba un peligro para el futuro de Alemania. Desde este punto de vista, sus ideales tipos eran ms bien la forma concreta de la accin racional o irracional tal y como le estaba dada a su presente, y tal y como podan impulsar o entorpecer su meta final, la demo- cratizacin, modernizacin plena y optimizacin del Estado nacional alemn. Para ello, Weber se entreg al anlisis de estructuras de accin no especficamente nacionales, sino universales; no especficamente temporales, sino seculares, como la racionalizacin emergente con la aparicin del cris- tianismo. Finalmente, sobre la base de estos ideales tipos longue dure, en el fondo una teora secular de la racionalizacin como Universalgeschichte, organiz la teora ms concreta de la modernizacin, de claras dimensiones estructurales, en las que se mostraba la afinidad electiva de diferentes ideales tipos de accin social (econmica, religiosa, poltica, etctera). Esta teora, tambin de largo plazo, ofreca herramientas epistemolgicas y crticoprc- 3 Hintze, desde luego, era mucho ms hegeliano que Weber, y en cierto sentido, se hallaba ms identificado con el Estado prusiano que el radicalmente anti-feudal Weber. Esto se ve muy claramente en el concepto de necesidades histricas que propone Hintze y que tiene que ver con las estructuras claves de la razn de Estado, como son las tradiciones histricas, las condiciones geopolticas, etctera. En cierto modo, quizs estas necesidades histricas son las que podran coagular en una Historik, tal y como la entiende el propio Koselleck, en su discurso de homenaje a Gadamer (Cf. R. KOSELLECK y H.G. GADAMER, Histrica y hermenutica, Paids, Barcelona, 1997, con introduccin de J.L. Villacaas y F. Oncina. En cierto modo este artculo contina la reflexin iniciada por el autor en la segunda parte de esta introduccin). En todo caso, Hintze se muestra mucho ms favorable a darle su visto bueno al desarrollo del Estado alemn bajo el Segundo Imperio que Weber. 4 As lo analiz en el ensayo que dedicara a Weber, Max Weber Soziologie, en Gesammelte Abhandlungen zur Soziologie, Politik und Theorie der Geschichte, Vol. II, Soziologie und Geschichte, Gttingen, Wandenhoeck & Ruprecht, 1964, pp. 135-147. 144 Jos Luis Villacaas Berlanga ticas de naturaleza ms concreta. Finalmente, Weber configuraba contextos concretos, en los que sobre todo se intentaba diagnosticar las causas por las que el proceso de racionalizacin moderna alemana se separaba de su ideal tipo, identificando las fuerzas que producan esa separacin (junker, pequea burguesa, burocracias, etctera). Aqu, por tanto, se usaban todos los ideales tipos, tanto de la teora universal, como de la teora de la modernidad, y se mezclaban comprensiva y descriptivamente para mostrar lo distintivo de un caso dado. Con ello se llegaba a algo parecido a un ideal tipo individual, una constelacin histrica propiamente dicha, que ya no era normativa, sino descriptiva de una situacin nica. Como es lgico, estos anlisis situacionales tenan finalmente una orientacin poltica y constituan la dimensin epistemolgica de la tica de la responsabilidad weberiana 5 . Esa complejsima aproximacin a la historia, destinada a impedir toda filosofa de la historia, fuese de la procedencia que fuese, hegeliana o romn- tica, no era ni la empresa, ni la meta final de la obra de Hinzte, desde luego. Su inters por el pasado implicaba claramente la actitud de quien est dis- puesto a valorar la especificidad histrica de ciertos procesos y conceptos, alentada por la facticidad histrica de los mismos, independientemente de su relacin con estructura normativa alguna, y desde luego de su eficacia hist- rica en el presente. 2. Comprender la norma, explicar la facticidad. No podemos olvidar que los ancestros de la historia de los conceptos proceden ms del entorno de O. Hintze y de O. Brunner que de M. Weber. Debemos comprender bien lo que finalmente se esconde tras esta diferencia. Pues Hinzte al menos, y en cierto sentido Brunner, no parecen compartir la estructura bsica del progra- ma weberiano, a saber, la pretensin de discriminar la irracionalidad en las ciencias sociales y la diferencia entre enunciados normativos y enunciados de hecho. En cierto modo, el supuesto ltimo de la idea de historia en Weber resida en comprender por qu la realidad histrica y Alemania era un caso dado se desviaba del ideal tipo, como estructura racional pura de actuacin social. As que la historia no deba mostrarse compasiva con la irracionalidad, esto es, con los desvos reales respecto del ideal de accin, sino explicarlos 5 Resumo quizs en exceso las tesis mantenidas por W. J. MOMMSEN, Gesellschaftliche Bedingtheit und gesellschaftliche Relevanz historischer Aussagen, en Die Funktion der Geschichte in unserer Zeit, ed. E. Weymar and E. Jckel, Klett, Stuttgart, 1975, p. 218ss. Esta tesis ha sido recogida y desplegada en un interesante comentario comparativo con la obra de F. Braudel, por Gnther ROTH, en el ltimo captulo Duration and Rationalization: Fernand Braudel and Max Weber, y en el eplogo al libro Max Webers vision of History. Ethics and Method escrito junto con W. SCHLUCHTER, editado en la University of California Press, Berkeley, 1979, reed. 1984, pp. 166-195 y 195-207. 145 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica causalmente. El ideal tipo se comprende. La historia se explica. Pero se explica causalmente se describe en la medida en que no sea racional. Hay una actitud de base aqu. Weber desea sobre todo que la sociedad y el Estado del Segundo Imperio sean racionales desde el punto de vista moderno, implcitamente normativo, y todo su programa es un ensayo poltico de aproximacin del Segundo Imperio a una idea tipo de racionalidad, tanto en relacin con la sociedad, el Estado, el gobierno, la burocracia o la economa. Situado en una realidad poltica irracional e irresponsable, Weber desea trans- formar su propio Estado mediante la neutralizacin de las causas histricas que lo hacen desviarse de la norma ideal tpica. Esta creencia en la norma ideal moderna no asiste jams a Hintze, que se sita en la facticidad concreta de Prusia como realidad a comprender en su especificidad histrica, como no asisti a Schmitt, para quien la modernidad era ms bien fuente de anomia que haca inevitable el regreso a las fuentes de un nuevo nomos. Finalmente, entonces, la diferencia es de posicionamiento poltico ante la realidad. Mucho ms preparado para justificar y comprender la permanencia de instituciones feudales en Prusia de lo que estaba Weber, Hintze en cierto modo acepta la sntesis de categoras medievales y de catego- ras modernas que constituan la especificidad constitucional del Segundo Reich. En este sentido, la lnea es directa en relacin con la obra histrica de Koselleck, en un sentido que posteriormente veremos. Para Hintze se trata de la heterogeneidad prusiana desde el principio, y desde luego comprende que esta heterogeneidad respecto a otros Estados europeos se debe a la pervivencia de posibilidades de organizacin poltica que en Prusia se han mantenido justo por la mayor presencia del horizonte de sentido medieval. En lugar de asegurarse polticamente contra este hbrido, la historia social de Hintze aspira a negar la necesidad histrica de las formas de organizacin modernas, que en cierto modo eran bsicas para los ideales tipo de Weber. La consecuencia de esta diferencia era muy precisa. Una ordenacin ideal-tpico secretamente anclada en las definiciones de lo moderno resultaba demasiado amplia para comprender la individualidad histrica de Prusia sal- vo como irracionalidad. Ahora, para Hintze, comprender esta individualidad se opona a toda valoracin terica que hiciera de ella algo irracional y, adems, a todo intento prctico de superacin de su irracionalidad desde un pretendido ideal tipo prctico. Esto no significa que se abandonara la dimen- sin prctica de la historia social o poltica as entendida. Simplemente cam- biaba de referencia ltima. Mientras que Hinzte vea en el apoyo a la razn de Estado, tal y como fcticamente estaba dada, el ltimo valor del historiador, Weber siempre condicion la razn de Estado a una compleja normatividad que tiene que ver con su idea de la democracia nacional y con su exigencia de responsabilidad poltica. 146 Jos Luis Villacaas Berlanga Weber en el fondo no se separa del cosmos especficamente moderno y liberal de los conceptos polticos. En cierto modo, la obra de Hintze y Brunner, como la de Schmitt, implica, no slo una crtica de este cosmos, sino tambin una separacin metodolgica del mismo. Para que brille el sentido interno a los estratos medievales que se acumulan en la heterognea Prusia, los concep- tos modernos deben ser conocidos, desde luego, pero neutralizados en su capacidad de proyectarse sobre los tiempos histricos pasados lo que en el fondo haca Weber, con sus ideales tipo, y contaminarlos con su sentido. La racionalidad moderna, proyectada sobre estos otros contextos histricos, ha- ca que estos conceptos medievales aparecieran como irracionales. Pero si se restitua el contexto histrico en el que funcionaban, podran aparecer en su especfica racionalidad. La pluralidad de sentido de la ratio, que Weber haba reconocido y aplicado en el mbito de la historia universal, se proyectaba sobre la propia tradicin europea, mediante una genuina temporalizacin de los conceptos y la demarcacin de su contexto. Con ello, el presente de Prusia, mucho mejor comprendido, pareca no tener que someterse al destino de la normatividad moderna, que apareca as como una de las posibilidades de sentido, pero no como la ideal. 3. Temporalizacin. Con ello se consegua dos cosas a un tiempo. Primero, comprender la modernidad como una posibilidad, al identificar otras racionalidades histricas. Segundo, comprender mejor la propia modernidad, al identificar mejor las metamorfosis de sentido que sufran a menudo las mismas palabras, al pasar de un cosmos premoderno al moderno, en la lnea de la centralidad de la tesis de la secularizacin, introducida por la teologa poltica schmittiana. Ni los conceptos modernos eran los nicos, ni eran autosuficientes en su transparencia semntica. Sabemos que la obra de Koselleck, situada a la distancia de una genera- cin posterior, no asume las premisas radicales de sus ancestros. Sometiendo a crtica la tesis radical de Brunner, Koselleck rechaza la idea de que el lenguaje de las fuentes y el lenguaje de la historiografa puedan ser absoluta- mente superpuestos. El lenguaje de las fuentes no explica el lenguaje de las fuentes. Esto es: la comprensin que tengamos de los elementos medievales o premodernos de sentido no puede construirse exclusivamente con los elemen- tos que nos brindan las fuentes medievales. Las fuentes no se explican a s mismas, no son transparentes sino a travs de ciertos Vorgriffe producidos, como dice Chignola, en el presente de la temporalidad de la representacin historiogrfica. 6 La consecuencia de esta metodologa sera la presentacin 6 Op. cit., p. 22. La opinin de Koselleck aparece citada en el siguiente texto: Mi tesis dice que una estricta, y precisamente una estricta historia de los conceptos, no surge sin definiciones referidas al presente. Esto es lo que sucede incluso desde la obra de Brunner. Una 147 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica del cosmos medieval como un presente esttico, prcticamente ideal, que no muestra su cambio y su transformacin. Resulta claro, sin embargo, que Brunner no est interesado en ese cambio, en la dinmica histrica que vincula el mundo medieval con el mundo moderno, sino esencialmente en el cosmos de sentido medieval, que deslegitima toda pretensin del mundo moderno de convertirse en el nico sentido posible de la poltica y que, como contrapartida, legitima lo que del mundo medieval pueda sobrevivir en la realidad. En cierto modo, se trata de una propuesta materialmente alternativa a Weber, slo que ahora es el mundo medieval el que se presenta en la prctica como un ideal tipo. Naturalmente, la necesidad de un Vorgriff, o lo que la hermenutica llama Vorurteil, sita a Koselleck en una posicin post-crtica respecto de sus maestros, que en cierto modo lo aproxima a Weber: sin referencia a conceptos modernos, no podemos comprender lo peculiar del cosmos constitucional y poltico medieval. Frente a todo historicismo herderiano, que asume la autorreferencialidad de todos los conceptos que se dan en una poca histrica, Koselleck asume la inevitabilidad del presente como punto de referencia de la investigacin histrica. La estrategia de Koselleck para salir de este impass consiste en tempo- ralizar los conceptos que se usan en la historiografa. Ni conceptos ideales tipos de alcance omnitemporal, en cierto modo normas prcticas o leyes universales, ni actos meramente pragmticos de uso conceptual y de valor enteramente puntual, la historia conceptual ante todo necesita definir la rela- cin de un concepto dado con el tiempo histrico en que se va a perseguir y estudiar. La posibilidad de comprender un concepto depende de la compren- sin de su movimiento histrico, de su espacio de validez, de su situacin temporal. Resulta claro que esta previsin incluye algn tipo de teorizacin para definir el contexto en el que los conceptos predeterminan su sentido. En esta teorizacin, de hecho, se debe cumplir la exigencia de autorreflexividad para todo discurso historiogrfico. Finalmente, ah se realiza el gesto moder- no por excelencia, el de organizar el juicio histrico desde la definicin de lo contemporneo. Esta operacin no es inmediata para Koselleck, ni posible sin la periodizacin material del tiempo histrico. Podemos acercarnos entonces a la salida de Koselleck diciendo que se trata de definir previamente una estructura temporal en la que los sucesos discursivos provocados por el uso de los conceptos sean significativos. La diferencia respecto de otras aproximaciones estructurales a la historia reside presentacin de la historia constitucional vinculada al lenguaje de las fuentes sera roma, si los conceptos pasados no fueron descritos o traducidos. De otra manera se tratara de una reedicin del texto de las fuentes antiguas, en una relacin de 1:1, lo que no puede ser la meta de una escritura de la historia. 148 Jos Luis Villacaas Berlanga en que el contexto precondicionante del significado de los actos discursivos es temporal como en Weber, y no es geogrfico o espacial, como en el caso de F. Braudel, que se refiere al mbito del Mediterrneo como juego de aprioris en el que comprender los episodios polticos y las decisiones de los actores histricos. Ahora bien, la definicin de estos espacios y tiempos estructurales, que condicionan el uso conceptual, no puede conquistarse ms que histricamente. De esta forma, la circularidad que la hermenutica, y antes ya Weber, supieron reconocer en el saber histrico, queda aqu igual- mente refrendada. La historia de los conceptos, como cualquier otro discurso histrico, debe saber perfectamente de la contingencia de sus propios aprioris estructurales. Contingencia, sin embargo, no quiere decir arbitrariedad. Al contrario, implica alguna pretensin de realismo, slo que no es un realismo omniabarcante. La realidad permite varias ordenaciones estructurales y tem- porales, pero no permite un constructivismo infinitamente flexible. Parece, entonces, que la historia de los conceptos da ya por supuestos en su prctica narrativa los tiempos estructurales en los que su investigacin se despliega. De otra manera, los periodos histricos que condicionan la significatividad de un uso conceptual no son a su vez fruto y resultado de la historia de los conceptos. Pero s son verificables, comprobables, por el propio resultado de la investigacin que promueven. En el fondo, la historia social y la historia de los conceptos se autoajustan en el proceso de su relacin recproca. Esto es consecuencia de la tesis de que los conceptos tienen un tiempo diferente de las estructuras. El de los primeros es interno a una estructura. La estructuras, por su parte, slo cambian en relacin con otra estructura. Ahora bien, por eso mismo, los cambios y las mutaciones del significado de los conceptos pueden ser un ndice relevante para mostrar la continuidad, el cambio o el devenir de las estructuras histricas. Por eso, el estudio de las estructuras y el de los sucesos discursivos deben ser autno- mos, para que as puedan verificar recprocamente sus hallazgos 7 . El resulta- do no slo identifica la significatividad de los conceptos, en relacin con lo contemporneo, sino tambin en relacin con lo no-contemporneo que al- bergan. 4. Excursus: Discurso y pragmtica o la coherencia terica de una historia de los conceptos. En este contexto, y para sistematizar las potencialidades de la historia conceptual, es muy interesante la polmica que algunos tericos de la historia conceptual mantuvieron con los planteamientos foucaultianos, ms 7 Cf. para este tema, y otros relativos, la segunda parte de la introduccin al texto de KOSELLECK-GADAMER, ya citado, Histrica y hermenutica, op. cit., p. 33 ss. 149 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica cercanos a la nueva poca, y orientados por la nocin de discurso 8 . El artculo pionero de esta aproximacin fue el de Karlheinz Stierle, Historische Semantik und die Geschichtlichkeit der Bedeutung, todava en el libro fundador Historische Semantik und Begriffsgeschichte. El mismo tema fue ulterior- mente analizado por Dietrich Busse, en un libro dedicado al anlisis del programa de la semntica histrica 9 . La tesis central, que supera la semntica anterior de corte saussuriano, y las aproximaciones fenomenolgicas de Merleau Ponty, mantiene que la langue, la intencin significativa y la palabra estn vinculadas a una instancia ulterior y condicionante, que orienta su uso en relacin con fines extralingsticos o pragmticos, y predetermina los roles del hablante. Esa instancia es el discurso como institucin. La historicidad de la significacin est finalmente sobredeterminada por la estructura del discur- so como institucin social. La sociedad, comprendida como un conjunto de discursos, est sometida tanto al sistema discursivo institucionalizado, al orden del discurso, como a esta historicidad propia del uso del discurso en tanto acto. La interpretacin de un texto, por ello, supone ante todo saber leer y desentraar la autointerpretacin que el texto hace de s en la medida en que se coloca en el seno de cierto discurso, antes de cuestionar lo que desde nuestra autointerpretacin podemos decir sobre l. Por lo tanto, una semnti- ca histrica implica ante todo una semntica del discurso en su historicidad especfica. Y dado que cabe identificar palabras que soportan y que organizan las seas de identidad del discurso, y que integran las mximas potencialida- des de cambio y de innovacin del mismo, este planteamiento es convergente con el de la historia conceptual, sostenido por la seleccin de los conceptos fundamentales del discurso poltico-social 10 . De hecho, todo discurso se institucionaliza alrededor de un momento sistemtico en el que estas palabras 8 Por mucho que Koselleck y sus discpulos hayan impulsado una reflexin con pretensiones filosficas generales, capaces de fundar el mtodo de la historia de los conceptos desde una filosofa del lenguaje general, resulta a todas luces claro que las distancias entre esta teora general del lenguaje, tal y como se puede generar desde Wittgenstein hasta Austin y Searle, o como se desarrolla en Francia a travs de la teora del discurso de Foucault, no permite una aproximacin metodolgica a una semntica histrica ms que mediante complejos enunciados intermedios que son aprioris propios de la investigacin histrica. La definicin de histrico de un concepto le viene dada desde su inters relativo a la descripcin del pasado, no desde una semntica general, por mucho que sea diacrnica e histrica. Una semntica histrica no genera ni deduce por s misma el reconocimiento de los conceptos histricos fundamentales que ella haya de estudiar. Pues el carcter histrico de la semntica del uso de los conceptos (con elementos pragmticos, por tanto) es universal, en la medida en que es semntica, no es histrico en la medida en que tiene que ver con el inters especfico del conocimiento histrico. 9 Cf. su libro Historische Semantik, Analysis eines Programms. KlettCotta, Stuttgart, 1987. 10 Cf. Stierle, op. cit., p. 175. 150 Jos Luis Villacaas Berlanga fundamentales son elevadas a problema y referente central. As se configura una parte del discurso que es bastante autorreferencial, que genera su propia tradicin, y que reelabora continuamente sus trminos centrales. De esta tradicin del discurso poltico social a travs de sus usos histricos se quiere apropiar la historia conceptual, diseada alrededor de estos procesos semiticos complejos. Entre las dimensiones semnticas potenciales del discurso como institu- cin, como predeterminacin de sentido, como campo de juego en el que se ejerce un poder comunicativo, como depsito en el que se ha acumulado un continuum de estratos de usos pasados, y las dimensiones actuales de sentido, de referencia, de connotacin, siempre se da la mediacin del contexto. Por eso ningn discurso puede prever cul ser la siguiente tirada de su sentido y, por eso, por mucho que se empee en disminuir la contingencia, resulta imposible evitar la espontaneidad. Slo en el contexto, entonces, se organiza un significado concreto. Con esta funcin decisiva del contexto del discurso en acto, la historicidad del significado queda permanentemente asegurada en sus realizaciones concretas. Pues el contexto no es sino una situacin histri- camente definida. Sin ella, la recepcin sera una eleccin entre demasiadas posibilidades semnticas. As que finalmente el contexto interviene como elemento catalizador de reduccin de complejidad en la recepcin del discur- so. Si la definicin del contexto comn a emisor y receptor no est asegurada, la actualizacin de la potencia semntica del discurso no est garantizada. Con ello Stierle llega al punto central en el que se despeja el problema histrico real de una semntica. Pues, en efecto, hay una asimetra temporal y de contexto entre el emisor y el intrprete, ya que el lector no puede poner en juego sin ms su propio fondo de experiencia, sino que es instruido por la reconstruccin del fondo de experiencia contempornea. Junto a la estabiliza- cin del significado a travs del contexto extralingstico de experiencia, el significado se estabiliza a travs de la experiencia del espacio discursivo mismo, en el que el discurso se halla. 11 Slo por referencia al contexto, entonces, se puede comprender la innovacin semntica no slo como inno- vacin, sino como proceso innovador. Slo entonces la nueva significacin puede ser reconstruible. Ahora bien, el contexto siempre est caracterizado por conjuntos de acciones sociales y, por tanto, slo puede ser caracterizado pragmticamente. Por ello el contexto de la nueva significacin resulta difcil de asegurar. Stierle habla de dos procesos diferentes en este proceso de innovacin semntica. Primero, de la comprensibilidad, y segundo de la aceptabilidad. El primero es condicin del segundo. Un cambio semntico es comprensible si 11 Stierle, op. cit., p. 175. 151 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica es derivable desde el potencial significativo previamente dado por el continuo de significado, de tal manera que el paso est motivado desde la economa semntica del discurso. Pero, para llegar a la aceptabilidad, todava se necesi- ta dar un paso ulterior, a saber, que sea asumible para las propias necesidades de comunicacin de los participantes del discurso. El primero es claramente un argumento semntico, pero el segundo es un argumento pragmtico y nos habla de necesidades no resueltas, en las que intervienen fines extralingsticos que justamente se identifican mediante esa innovacin. Esta necesidad de designacin y de comunicacin, que ya fue reconocida por Humboldt como la condicin de posibilidad que antecede a toda palabra significativa, es de hecho lo que presta su legitimidad a la aceptacin de una palabra. Pero esta necesidad no se investiga ni se reconoce ms que en el propio uso que la sociedad hace de esa misma palabra. De ah la relevancia de la semntica histrica para la historia social. Los caminos para una innovacin de significado son tres, segn Stierle. Primero, un cambio de respecto o de praxis discursiva. Podamos hablar, en trminos ms claros, de una transferencia desde una esfera de accin a otra. As, una palabra pasa de una praxis discursiva en una esfera de accin, en la que tena un lugar muy definido, a otra, en la lucha por abrirse camino y alcanzar una posicin de concepto fundamental, impulsada por necesidades analgicas a las que cumpla en la anterior esfera de accin. Esto es lo que sucede no slo en el llamado proceso de secularizacin. Este proceso tambin es facilitado por la historia de las metforas, en la medida en que stas mantienen un vaco significativo sin cubrir, que puede ser sucesivamente colmado a su paso por los diferentes contextos pragmticos. Segundo, como tensin entre el referente y la referencia, tal y como sucede en la dinmica de la ciencia, ya sea porque la referencia se altera en su capacidad de autopresentacin, ya sea porque el referente disea aspectos nuevos capaces de innovar en su forma de desvelar referencias. Finalmente, se produce un cambio semntico y una innovacin mediante traduccin de lenguajes extran- jeros. Pues la comunidad de discurso no es idntica a la comunidad de lenguaje. As, por ejemplo, la republique des lettres del siglo XVII produjo una comunidad de discurso que, sin embargo, se expresaba en diferentes idiomas. La traduccin de una palabra de un idioma a otro, sin embargo, nunca es automtica, sino que incorpora su metatexto como situacin. Natu- ralmente, este proceso de traduccin puede ser ms o menos transparente, ms o menos explcito y preciso, ms o menos autoconsciente u opaco. El caso es que la transformacin de la significacin es siempre un suceso (ereignishaft) 12 . Sin embargo, el reconocimiento de este suceso puede 12 Stierle, op. cit., p. 186. 152 Jos Luis Villacaas Berlanga ser un largo proceso en el que se registra una sedimentacin de longue dure en el que esta innovacin es posible, comprensible y utilizable. Aqu se alzan estructuras que permiten la innovacin y explican su xito. As se hace necesario complementar un horizonte de pasado y un horizonte de futuro, un horizonte de estructura con un horizonte de sucesos exitosos, un horizonte de continuo significativo sobre el que se dibuja una innovacin. 5. Contexto y periodizacin. Como se puede suponer, la semntica histrica pone en relacin las dimensiones semasiolgicas de la historia de los concep- tos (discurso) con las dimensiones asemasiolgicas (contexto) de la historia estructural o social. Si ha de ser coherente est abocada a reconocer el carcter pragmtico-histrico de toda semntica. Semntica es sobre todo porque define no slo el sentido de las palabras, sino porque define el mbito o escenario discursivo en el que ese sentido es tal. Pragmtica porque recono- ce el estatuto de acontecimiento de todo uso discursivo, significativo en un contexto dado. As que el aspecto pragmtico se usa para definir el aspecto semntico y viceversa. En este crculo, la periodizacin histrica de discur- sos, usos y contextos ofrece la nica manera de evitar la filosofa de la historia. Todo ello es posible slo al precio de mantener consciente su propia contingencia. Se trata aqu de la ordenacin del tiempo histrico desde las huellas del propio tiempo histrico. Ahora bien, esta periodizacin de discursos, usos y contextos, que es de hecho ms concreta que los ideales tipo weberianos, es igualmente construi- da. No la porta el tiempo consigo. Podemos decir en cierto modo que adems es plural. Cada una de las esferas de accin puede tener su propio tempo, sus propios cambios estructurales y sus propios acontecimientos. En ese sentido, deberamos desprendernos de la ltima herencia marxista que est depositada en la nocin de estructura, como si efectivamente diagnosticase el elemento histrico fundamental y mximamente ordenador. La estructura define un proceso de largo plazo que no es sustancial, global, ni capaz de afectar a todos los mbitos sociales por igual. Puede ser una forma vigente durante largo tiempo, pero diferente para cada uno de los plexos de accin social. En este sentido, es muy lgico que se den diferentes ordenaciones estructurales que se relacionan de forma recproca en el escenario del presente histrico, con ms o menos afinidad electiva entre ellas. La vigencia de la ciencia moderna es una estructura de sentido ms amplia que la vigencia de la esttica moderna. La temporalidad importante para comprender los conceptos referidos al eros es diferente a la que rige las relaciones entre los Estados. Por eso creo que la nocin de estructura discursiva con sus conceptos fundamentales, como mbito de temporalizacin del uso de los conceptos en diferentes contextos y por diferentes actores, sustituye con ventaja la 153 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica nocin de constelacin histrica, procedente de Max Weber, tal y como se aplica, p.e. para definir la modernidad inicial a travs de la emergencia de la tica de trabajo, de la aparicin del derecho racional y de la formacin de la burocracia estatal. A pesar de ser ya ms concreta, la categora de la conste- lacin histrica sigue siendo objetivante, se limita a propiciar una convergen- cia de ideales tipo y todava no es capaz de aproximarse a la vida histrica. Por el contrario, la historia de los conceptos pone en marcha un dispositivo ms concreto que el de ideal tipo sociolgico, que los procesos de validez histricouniversal e, incluso, que los procesos estructurales de la moderni- dad, pues vale slo para determinada variacin moderna, la realidad histrica que podemos llamar contempornea; puede adscribrsele un tiempo preciso, y define una lgica general de los actores histricos concretos en ese tiempo. A su vez, la estructura discursiva, en tanto constelacin que rene determinados conceptos histricos capaces de transcender su propio presente puntual, y de condicionar buena parte de las actuaciones histricas, no puede negar su carcter construido de sentido. Entendida as, esa historia de los conceptos, desplegada hasta sus lti- mas consecuencias, es ms electivamente afn con la trama de la relacin social que sostiene el proceso histrico, que la metodologa, un tanto primaria y genrica, de los ideales tipo. No slo permite comprender mejor la accin social, sino historificar las variaciones estratgicas y comunicativas de la misma. De hecho, la relacin social nicamente se despliega en situaciones pragmticas de habla, actos comunicativos que reclaman comprensin, dis- cursos concretos en los que se materializan las oportunidades de los actores de hacerse entender y de influir en la conducta de los dems. Esta dimensin pragmtica de la realidad histrica, el movimiento histrico mismo de los actores sociales, se capta mejor en su individualidad mediante una historia de los conceptos, con sus dimensiones semnticas y pragmticas, que mediante los ideales tipos weberianos. 13 En este sentido, los dos programas, el weberiano 13 Algunos comentaristas de la obra de Koselleck han ensayado vincular la historia de los conceptos con una fundamentacin fenomenolgica de la sociologa que, en la lnea de los discpulos de A. Schtz, como Th. Luckmann y P. L. Berger, transforma los ideales tipo weberianos en las constelaciones de sentido o contenidos eidticos de la fenomenologa. As, Hans Ulrich GUMBRECHT, en su contribucin al colectivo Historische Semantik und Begriffsgeschichte, editado por el propio Koselleck, en la casa Klett-Cotta de Stuttgart en el ao 1978, titulado justamente Fr eine phnomenologische Fundierung der sozialhistorischen Begriffsgeschichte. La obra inspiradora de este lnea de investigacin sera la de A. SCHTZ, La construccin significativa del mundo social, Introduccin a la sociologa comprensiva, trad. de Eduardo J. Prieto, con prlogo de Joan Carles Mlich, Paids, Barcelona, 1993, que, como se sabe es una profunda discusin con la sociologa comprensiva de Max Weber. En esta lnea, desplegando en cierto modo la fenomenologa como semntica, movimiento que ha sido ensayado por diferentes filsofos, Gumbrecht considera que die Begriffsgeschichte als Disziplin ist Teil der historischen Semantik 154 Jos Luis Villacaas Berlanga y el de la historia conceptual, en la comprensin moderada que impulsa Koselleck, no seran contrarios, como en cierto modo lo eran en la obra de Hintze. Ms bien seran complementarios y permitiran profundizar en la temporalizacin no tanto de los procesos de racionalizacin universal, sino de la modernidad europea, cuyos momentos estructurales y acontecimientos discursivos historifica, esto es, describe y comprende. 6. Historia y sujeto moderno. Pero de hecho, la diferencia de planteamiento entre Weber y la Historia de los conceptos reside en la meta final de la historia como disciplina intelectual. Mientras que Weber quera llegar funda- mentalmente a la imputacin causal adecuada de los efectos histricos de la accin humana, con la idea de motivar a una accin racional y responsable que renueve las energas del sujeto moderno en una situacin que podemos ya calificar de reflexiva y epimeteica, la historia conceptual se centra ms en la comprensin de las estrategias de los diferentes actores contemporneos que esgrimen sus opciones prcticas en el discurso poltico-social. Weber sabe que, al reconocer el presente de Alemania, analiza un poca que no viene caracterizada por una racionalidad unvoca interna, sino por un enfrentamien- to estructural de racionalidades a varias bandas. Pero mientras l quiere (op. cit., p. 78). Pero el contenido semntico propiamente dicho lo configuran los Typen, que no pueden ocultar su raz weberiana. Estos Typen son definidos como in vorangegangenen Erfahrungen sedimentierte, einheitliche Bestimmungsrelationen, y en ellos estn implcitas estructuras relevantes con las que finalmente se garantizan la formacin de sentido y significado, la comprensin y la orientacin de los actores sociales, compensando las derivaciones que puedan introducir los hombres desde otras estructuas antropolgicas de sentido, como instintos, afectos, sentimientos, etctera, esto es, los elementos irracionales de Weber. Los Typen acumulan las funciones de los conceptos en Koselleck. Como ellos, posibilitan una kongruente Orientierung in der Umwelt, Kommunikation und gemeinsames Handeln (op. cit., p. 82). Como los concep- tos fundamentales, sobre ellos se articulan las expectativas y las prognosis que determinan la evolucin y la variacin de los sistemas sociales. Ellos son los depsitos de sentido que constitu- yen el fundamento de la sociologa comprensiva. En cierto modo, son los componentes de la Lebenswelt. La consideracin ms bsica de esta lnea de trabajo es que los Typen no existen de forma absoluta, sino en una praxis de interpretacin, de motivacin o de identificacin de relevancia temtica. En este sentido, los Typen estn ms bien dirigidos hacia la comprensin de la accin social. Son, dice el autor, Regeln zur Unterscheidung von Zuordnungshandlungen zu verstehen (op. cit. p. 85). Como resulta claro, los Typen ya no estn diseados tanto para lograr identificar una imputacin causal, sino para lograr una comprensin de la accin social. En este punto son ndices de los cambios de conciencia acerca del qu y del cmo de la situacin en el mundo en que toda experiencia se da. Como resulta claro, la fenomenologa se ha liberado de las ltimas exigencias de cientificidad que, en Weber, todava eran muy intensas, con su reclamo permanente de alcanzar una imputacin causal adecuada. La fenomenologa disuelve ms la realidad social en comprensin social y, en este sentido, reconoce el carcter ms bien construido de la relacin causal. Para la fenomenologa, la pregunta por la historia objetiva (Sachgeschichte) se abandona como metafsica. 155 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica participar activamente en su superacin, a la bsqueda siempre de un sujeto histrico heredero del sujeto moderno, Koselleck quiere hacerse cargo de la profunda realidad y sentido de los diferentes sujetos histricos enfrentados en el tiempo contemporneo. De hecho, l quiere describir una poca que no puede definir para s una norma unvoca o convergente para la accin de las diferentes fuerzas sociales como en el fondo crea tener Weber al ofrecer un ideal prctico para la burguesa liberal democrtica y las fuerzas obreras responsables. Sin ninguna duda, el supuesto weberiano es radicalmente mo- derno: la nacin debe sostenerse en un consenso mayoritario de fuerzas y actitudes ticas, en un consenso poltico eficaz capaz de dar sentido a la idea de contrato. Sea cual sea su creencia poltica, Koselleck nos habla de un mundo donde la idea de nacin ya no ofrece este contrato efectivo, capaz de configurar un sujeto prctico unitario. Del estallido de ese ideal moderno brota la tensin histrica que da vida a la historia de los conceptos, con su pluralidad de sujetos sociales jugando a varias bandas en el discurso poltico. Mientras que Weber finalmente quera mostrar cmo juega la personalidad individual en la historia, dando entrada a factores de irracionalidad respecto a la norma definida en un ideal tipo mximamente racional, la historia de los conceptos, y la historia social que tiene en mente, aspira a producir una transparencia sobre racionalidades en lucha, sobre dinmicas de enfrentamiento y de accin a las que no se hace justicia con la actitud pica y carismticoracional de Weber. En cierto modo, la historia de los conceptos, y su historia social adjunta, ha definido perfecta- mente el horizonte de la contemporaneidad poltica y el espacio de significatividad de la accin social, por lo que no est tan interesada en la imputacin causal, sino en el sentido y la lgica de la historia poltica con- tempornea, como conjunto de estratos heterogneos, procedentes tanto del cosmos moderno, como del cosmos medieval, como de aquellos rdenes de sentido que emergen con la radicalizacin utpica de la modernidad y con la radicalizacin, no menos utpica, del cosmos medieval, eso que se conoce como el pensamiento reaccionario europeo. Mientras que Max Weber todava lucha contra la idea de personalidad romntica, e intenta superarla con la idea de una personalidad responsable y racional, la historia de los conceptos se mueve ms en la lnea de una genuina historia social, y detecta los conceptos que son ndices y factores de las acciones grupales que se disputan el territorio de la accin social en una constelacin histrica dada. Mientras que, de hecho, la personalidad respon- sable en la que pensaba Max Weber tiene un dios propio al que adorar, a saber, el dios del Estadonacin democrtico, que debe asegurarse su lugar bajo el sol para las generaciones futuras, en una lucha entre Estados ms o menos violenta, la personalidad que acaba conformndose en la lectura de la 156 Jos Luis Villacaas Berlanga historia de los conceptos no puede dejar de comprender este dios como uno de los posibles en lucha, contra otros, y reconoce otras agrupaciones sociales que luchan por imponer e institucionalizar sus discursos y defienden otro tipo de posibilidades de sentido. Mientras que Weber, en ltimo extremo y como Epimeteo, quiere vencer reflexivamente al destino, la historia conceptual quiere describir el drama, el texto y la peripecia de una tragedia. Curiosamen- te, la historia de los conceptos es ms politesta que el propio Weber, pues su dimensin internamente polmica recoge los conceptos en liza que se han disputado el tiempo de la contemporaneidad, mientras que Weber, que reco- noca la diversidad social en lucha, en el fondo siempre pens que deba colaborar a que una de las partes fuese hegemnica, a saber, la que represen- taba la opcin liberal progresista como representante poltico de la burguesa moderna, que deba aspirar a cohesionar de forma mxima la nacin en tensa fraternidad con el mundo del trabajo, herederos ambos de la tica calvinista de la profesin. De esta manera, la responsabilidad que cabe pensar para la subjetividad que se atreve a usar en el presente los conceptos polticos, resulta ms fragmentada y ms plural, en la medida en que cada concepto reclama su propia exigencia de responsabilidad. En cierto modo, la historia de los con- ceptos, como ha mostrado Duso, sirve de estmulo para la filosofa poltica porque muestra el aspecto plenamente dilemtico de la teora poltica moder- na. Pero, sobre todo, la historia de los conceptos muestra que estos aspectos dilemticos, intensamente sentidos a travs de su propio uso histrico, estn lastrando la historia de la construccin nacional alemana y del Estado resul- tante, tanto como la historia europea. De hecho, las posiciones tericas postweberianas no son viables si no se diluyen las ilusiones de la existencia de una visin nacional normativamente unitaria del cosmos poltico. La nacin, centro de la teora poltica moderna, no resuelve los dilemas que plantea la filosofa poltica a la contemporaneidad. La historia de los concep- tos ofrece los argumentos de este incapacidad. II. MODERNIDAD Y SATTELZEIT 1. La Sattelzeit como estructura discursiva. De hecho, la diferencia entre Weber y Koselleck procede de los distintos horizontes hermenuticos de eso que se podra llamar heuristische Vorgriffe. En este sentido, Weber estaba interesado esencialmente en la renovacin del ethos que en la primera moder- nidad haba impulsado la subjetividad racional. Su voluntad terica pretenda ofrecer razones para aceptar el moderno capitalismo como el destino no previsto por aquella subjetividad puritana y con el que ella, renovadas sus energas ticas, tena que cargar responsable y trgicamente. La historia con- ceptual, por el contrario, se sita en una fase posterior de la modernidad como 157 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica contexto significativo. Ya no se trata del calvinismo como ethos de la profe- sin que gener a su vez la nueva lgica poltica radical del contrato social 14 . Es bien conocido que ese contexto histrico qued identificado por Koselleck en la Sattelzeit alemana de la segunda mitad del siglo XVIII, verdadero acontecimiento lingstico, perfectamente registrable en los lxicos, diccio- narios y textos de la poca. La diferencia es radical y genera otras muchas. El proyecto terico de Weber nos transportaba a un mundo de responsabilidades individuales, de seriedad personal, de epicidad heroica. La poca que inaugu- ra la revolucin lingstica de la Sattelzeit, por el contrario, viene caracteriza- da sobre todo por la irrupcin de esos grandes nombres colectivos singulari- zados, con todo su potencial de sentido total y de anulacin de la individuali- dad. As, donde la primera modernidad hablaba todava de historias, de revo- luciones, de soberanas, de constituciones, de estados, de economas, de naciones, de federaciones, se pasa a hablar de historia, de revolucin, de Estado, de soberana, de economa y de nacin. El juego de la individualidad heroica y racional, en este contexto de expresiones de valor absoluto se ve considerablemente reducido. El individuo ya no tiene acceso a un contexto cercano y pragmtico de referencias, sino a un universo abstracto e ideolgi- co en el que hay que tomar decisiones de servicio o de sacrificio, de entrega o de lucha. En cierto modo, podramos decir, simplificando un poco las cosas, que Weber ha prestado inters al tempo de la emergencia de la esfera tica de accin el esfuerzo de Habermas por aproximarse a Weber estara justo en esta lnea en un sentido genuinamente moderno, mientras que Koselleck y la historia conceptual prestan atencin a la emergencia del ethos que se disputa el espacio de la poltica genuinamente contempornea lo que a su vez explicara las reservas de Habermas ante el discpulo de Schmitt. Ambos ethoi tienen antecedentes histricos, y surgen de procesos de ms largo alcan- ce, pero cristalizan, tal y como lo entendemos en la actualidad, en estos diversos momentos de la modernidad 15 . En este sentido, estoy de acuerdo con 14 Para analizar el origen calvinista de las filosofas polticas del contrato social, como forma poltica especficamente moderna, cf. la tesis de Antonio RIVERA, dirigida por J.L. Villacaas, La poltica de la modernidad: republicanismo calvinista versus claricalismo jesuita, Universidad de Murcia, 1998. 15 El comentario, pues l mismo no lo propone como objecin, que realiza G. Duso a la categora de Sattelzeit, en el sentido de que tendra como antecedente terico y como clave lgica de su propio devenir la teora hobbesiana de la poltica, como verdadero corte con la tradicin aristotlica, podra entenderse en esta misma lnea: Hobbes verdaderamente genera la teora del contrato que, por muchas razones, est en la base de la emergencia de singulares colectivos. De hecho el mismo mito del Leviatn, iconolgicamente, ya lo es. Pero no hay que olvidar que sera dificil aceptar la tesis de que Hobbes propone la poltica tal y como la entiende la modernidad, y mucho menos la poca contempornea. Por mucho que el Leviatn se haya dejado influir por la realidad social, y lo ha hecho en la medida en que se ha encargado de la 158 Jos Luis Villacaas Berlanga Duso en que una genuina comprensin de los conceptos que juegan dentro de la estructura discursiva de la Sattelzeit implicara una profunda comprensin de la constelacin especficamente moderna, desde el siglo XVII hasta el siglo XVIII, organizada tericamente alrededor de la subjetividad tica y de la teora del contrato. Pero por mucho que estos elementos jueguen con un significado que procede de la modernidad poltica, en la Sattelzeit obtienen una dimensin poltica diferente, fruto de su verificacin prctica en la Revo- lucin y de la reaccin tradicionalista que ellos mismos generan y potencian recprocamente con su comn radicalizacin, su actualizacin continua, su ideologizacin sistemtica, su politizacin absoluta y su democratizacin total 16 . De hecho, como ha sugerido Melvin Richter, la historia conceptual quiere diferenciar tres tipos de conceptos en la Sattelzeit: primero, los con- ceptos de largo tiempo, como por ejemplo democracia, soberana, poder, etctera, que tienen un valor histrico-universal; segundo, los conceptos que efectivamente proceden de la modernidad inicial y que no tienen significado hoy salvo tras una reconstruccin cientfica, pero que determinaron las luchas polticas desde el siglo XVII hasta comienzos del siglo XIX, como contrato social, sociedad civil, divisin de poderes, federacin, etctera; y tercero, aque- llos neologismos como nacionalismo, dictadura, cesarismo, marxismo, internacionalismo, fascismo, etctera, por los que la teora poltica forz su potencial terico, hasta extremos de verdadera ingeniera conceptual, y en los que la teora poltica moderna muestra su problematicidad interna al luchar por institucionalizar discursos incompatibles entre s. 17 Como vemos, este ltimo momento distingue a la historia conceptual de la empresa cientfica de Weber. Esta diferencia slo result posible tras el desenlace de la historia contempor- nea en los fenmenos de dominacin totalitaria, a los que Weber no tuvo acceso. 2. El apriori material de la Sattelzeit. La crtica ha lanzado a Koselleck la objecin obvia de que toda la metodologa de la historia conceptual depende funcin central de mantener la paz, no hay que olvidar que su argumento es la absoluta separa- cin de vida privada y vida pblica, esto es, la retirada de las conviciones de la vida poltica. La ideologizacin del pensamiento poltico, tal y como tiene lugar a partir de 1789, es el fracaso de Hobbes, que ve cmo su gran enemigo, el pensamiento republicano, vuelve a determinar la historia poltica. Por mucho que el nuevo pensamiento utilice la teora del contrato como clave de formacin del Estado, ahora no se trata de un contrato de transferencia de aquella soberna que incluye la posibilidad de nombrar y definir los valores, sino de un contrato que construye una soberana vinculada a los valores y los sujetos que ya intervienen en la definicin misma del contrato. La continudad histrica entre Hobbes y la Sattelzeit es clara, pero esto no da pie a hablar tambin de dependencia lgica de planteamientos. Cf. Giuseppe DUSO, Historisches Lexicon e storia dei concetti, en Filosofia politica VIII, 1, april 1994, 109-120. 16 Cf. op. cit., pp. 109-120. 17 Cf. Melvin RICHTER, Il riconoscimento di un classico contemporaneo: Il Geschichtliche Grundbegriffe e il futuro della ricerca storica, en Filosofa politica, XI, 3, diciembre de 1997, p. 5. 159 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica de esta hiptesis material, de esta organizacin del tiempo histrico a partir de la constelacin Sattelzeit 18 . Resulta claro que esta decisin no est exenta de complejos problemas. Muchos de ellos, sin embargo, no hacen sino invo- car la circularidad propia de todo discurso histrico, que de ser genuino slo puede ordenarse desde s mismo. Pero podemos decir que Koselleck ha sido franco en este asunto y ha mostrado sus cartas acerca de lo que significa propiamente esta Sattelzeit. De hecho, se trata de un acontecimiento estricta- mente alemn que funda una constelacin histrica estrictamente alemana. Podemos caracterizarlo como esa transformacin de una palabra en concepto que permite que la palabra no slo signifique algo concreto, sino que adems refleje y produzca todo un cosmos de relaciones tericas y un complejo de propuestas y programas, de significados y de experiencias que influye en todo el contexto polticosocial. Podemos decir, con pleno convencimiento, que si una histrica conceptual quiere formar parte de una semntica histrica que intervenga en la comprensin de la historia social reciente, entonces, la Sattelzeit configura el contexto estructural discursivo de significatividad prag- mtica de los actos de habla sean orales o escritos en la fuentes que entran en la disciplina como relevantes; la dimensin semasiolgica de las instituciones discursivas que acogen en su seno las dimensiones asemasiolgicas del contexto pragmtico. En la medida en que la dimensin pragmtica es interna a una disciplina que pretende comprender el uso hist- rico y polmico de conceptos, la definicin de un contexto o circunstancia de referencia le resulta igualmente necesaria. En cierto modo, llegar a tener autoconciencia terica de esta tesis es condicin de posibilidad de la propia construccin de un discurso sometido a criterios 19 . 18 Cf. Heiner SCHULTZ, Begriffsgeschichte und Argumentationsgeschichte, en Historische Semantik und Begriffsgeschichte, op. cit., p. 45. 19 En un ensayo muy bien organizado, y que constituye su colaboracin al colectivo terico fundacional de una historia de los conceptos, Historische Semantik und Begriffsgeschichte, Ernst Wolfgang ORTH, defiende una tesis parecida. Tras mostrar las dificultades de una historia con pretensiones de racionalidad, ordena cuatro puntos de inters terico en relacin con una historia de los conceptos. Primero, la orientacin por la significacin y la expresin que permite identificar una dimensin estable en los conceptos; segundo, la discursividad, en la medida en que un concepto siempre es una orientacin en un mundo de posibilidades producido finalmente por un sujeto; tercero, el hecho de que estas orientaciones siempre juegan en un presente con intereses determinados por el contexto pragmtico, por lo que ejercen funciones performativas ms o menos institucionalizadas. Por eso, en cuarto lugar, se requiere la fijacin y el reconoci- miento de las circunstancias estructurales que determinan el sentido del juego pragmtico de los conceptos. Diese Umstnde Knnen nun zwar fr einen bestimmten Kulturkreis hinsichtlich ihrer allgemeinen Struktur und Strukturierungsmglichkeiten gekennzeichnet werden (op. cit., p. 151). Creo que la Sattelzeit juega este papel, una especie de apriori para la comprensin, que, como sucede con todo saber histrico, a su vez procede de la historia. La circularidad de la historia es el smbolo ms preciso de la precariedad de todo saber fundamental por parte del hombre. 160 Jos Luis Villacaas Berlanga Esta tesis es interna a la propia metodologa de la historia conceptual, y por eso un tratamiento especfico que definiera y dibujara esa Sattelzeit, como marco terico de precomprensiones discursivas de los juegos polmicos de conceptos podra, desde luego, complementar el propio tratamiento de pala- bras individualizadas y separadas, tal y como se ha vertido en el Lexicon. La relacin recproca de historia social e historia de los conceptos tendra aqu su juego especfico. En este sentido, Weber oper de una manera inversa, defi- niendo inicialmente la propia poca moderna en su particularidad como gene- ralizacin de la actividad asctica en trabajo que vertebra la totalidad de la sociedad cristiana en nuevos horizontes intramundanos, electivamente afn con la racionalizacin del derecho y de la burocracia del Estado. Lgicamen- te, la operacin que describe Weber no slo es anterior a la Sattelzeit, sino en cierto modo su lgico presupuesto. Como sabemos, el hilo conductor entre ambos momentos histricos se ha querido ver a travs del problema de la secularizacin de las expectativas de salvacin que acabara radicalizando, acelerando y trascendiendo las reclamaciones burguesas, generando un teodicea de la Historia y una transformacin del tiempo histrico. En todo caso, en la Sattelzeit, los conceptos fundamentales experimen- tan esa metamorfosis sobre la base del cudruple movimiento ya citado: temporalizacin, en la medida en que proponen un programa de futuro; ideologizacin, en la medida en que se presentan con una dimensin polmi- ca sistemtica que pretende excluir toda otra alternativa; politizacin, porque ofrecen los fines que deben asumir los elementos sociales y, finalmente, democratizacin, porque reclaman el apoyo de la totalidad del pueblo, al que ofrecen un camino de integracin precisamente por la va de esos conceptos. Naturalmente, el juego de estos cuatro procesos anuncia una ulterior forma de existencia histrica por la que unos conceptos resultan potenciados recproca- mente por otros, produciendo eso que se llama aceleracin del tiempo hist- rico 20 . Apenas puede pasar desapercibido que estos cuatro procesos inician su operatividad en la Prusia de Federico II. Con ello, la base hermenutica de la historia conceptual alcanza el contorno preciso de una identificacin plena- mente significativa. El proceso lingstico que se experimenta en el idioma alemn, y que la semntica histrica quiere evaluar y describir, slo alcanza significado en el momento en que una gran potencia alemana emerge al mundo de valores de la modernidad sta es la diferencia ms precisa con Austria o con el Sacro Imperio Romano Germnico, ya un fsil jurdico y poltico y se apropia aceleradamente de los lentos procesos que las poten- cias estatales occidentales han puesto en marcha durante dos siglos. Este proceso de apropiacin no se vio interrumpido por la emergencia de la 20 Cf. SCHULTZ, op. cit., p. 46. 161 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica Revolucin francesa, pero s alterado. En efecto, la experiencia exitosa de Francia con las guerras revolucionarias ense a las potencias alemanas, sobre todo a Prusia, que el ritmo de apropiacin de las modernos instrumen- tos de intervencin poltica haba ido demasiado lento en unos casos y, en otros, implicaba ciertos riesgos que deban calcularse. Efecto de ese clculo fue la discriminacin entre elementos polticos democrticos a descartar, por un lado, frente a los elementos sociales, tcnicos, econmicos, militares y cientficos a integrar en la configuracin del Estado, por otro. Esta discrimi- nacin permiti la construccin de hbridos como Prusia, con una maquinaria econmica eficaz desde muchos puntos de vista, sostenida por una base social y poltica radicalmente insuficiente para desplegar de forma adecuada su papel histrico. La tensin fundamental que se puede registrar en la Sattelzeit reside en que tiene su punto de partida, a mediados del siglo XVIII, en la existencia de fuerzas sociales que reclaman una comprensin de la sociedad civil y de la historia como proceso unitario, impulsado por una clase tendente a convertir- se en universal, la burguesa, que aspira a fundar un poder representativo de la totalidad del pueblo y a integrarse en un proceso moderno dotado de una ratio de validez universal. Este punto de partida no haba conocido todava la tremenda fisura revolucionaria, que bloquear la tendencia expansiva de la sociedad civil y producir las polticas de enquistamiento estamental y feu- dal, alrededor de las diferencias entre reaccin y revolucin. Aquella inicial comprensin de la sociedad burguesa conservar siempre el reflejo de inter- pretar los conceptos polticos modernos de tal forma que no sean susceptibles de fundar un pensamiento revolucionario basado en la guerra civil. Por eso su hegemona quedar ahogada por el abrazo simultneo de la revolucin y de la reaccin, cuyo ndice ms explcito es la propia figura impotente de Weber. Sin esa recepcin limitada de las categoras propias de la sociedad burguesa moderna, sin esa resistencia a impedir la lucha civil revolucionaria, primero como lucha contra el Antiguo rgimen y luego, de forma radicalizada, como lucha entre las clases capitalista y proletaria, no se entiende la poltica espe- cfica de Prusia, ni su voluntad integradora ms all de toda previsin veros- mil, en la medida en que finalmente se consideraba capaz de compaginar una aristocracia militar y estamental, con una gran clase industrial sin poder poltico y una pequea burguesa nacional sin aspiraciones a tenerlo, enfren- tadas a un proletariado sostenido por una estril retrica revolucionaria, inter- nacionalista y marxista que slo fortaleca el miedo de las clases burguesas. 3. El problema de base: el fracaso alemn. De esta manera, la historia conceptual regresa a temas weberianos. Pues Weber continuamente lucha contra la pretensin de un propio camino constitucional y poltico para Ale- mania, y de su posicin se desprende la voluntad de homogeneizar las formas 162 Jos Luis Villacaas Berlanga y las categoras polticas alemanas con las existentes en Estados Unidos y en Gran Bretaa, que consideraba en lo poltico ms representativas del mundo burgus moderno que Alemania. La precomprensin de la que dependa este proyecto poltico no era otra que la heterogeneidad de facto, desde el punto de vista poltico, social y constitucional, de Alemania frente a sus rivales nacionales; heterogeneidad que conceda a Alemania mnimas posibilidades de triunfar en el escenario del polems internacional y que determin su pretensin de mejorar sus posibilidades polticas por la va del Estado total. La propia estructura de la historia conceptual comparte esta precomprensin y por eso resulta especficamente alemana ya desde el principio. De hecho, la historia conceptual proporciona una prueba masiva de la especfica moderni- zacin alemana. Quizs el punto ms influyente de este supuesto material sea el diferente tempo lento en que la modernidad poltica se configura en Alema- nia, lo que le obliga a mantener por doquier rasgos del lenguaje poltico- social medieval, entrando en todo tipo de transacciones y negociaciones con los conceptos modernos. Al no disponer de un poder soberano y central, como en Francia, capaz de erosionarlas, en Alemania las instancias polticas y sociales originariamente medievales mantuvieron su vigencia durante mu- cho ms tiempo. Tambin de este hecho poltico y social depende el hecho cientfico de la obra de Hintze y de Brunner. Cuando la idea, inicialmente moderada, de la sociedad civil burguesa, como forma socio-poltica de futuro y de progreso, coincidi con un Estado que tuvo la suficiente fuerza para impulsarla prudentemente en una especie de revolucin desde arriba, siempre se pens en un tiempo largo que acabara por transformar y disolver en una lenta metamorfosis a todos los estamentos y estructuras medievales. Cuando la instauracin de esta idea se aceler mediante la comprensin jacobina de la Revolucin francesa, el escenario de asimilacin de la modernidad cambi y se hizo altamente selectivo. Con poca frecuencia se ha pensado que la hiptesis que da sentido al Lexicon es la propia obra de Koselleck como historiador, que lleva por ttulo curiosamente Prusia entre Reforma y Revolucin, una reforma que se inaugura antes de la revolucin y que contina tras ella, a lo largo de la existencia de Prusia, ahora seleccionando los contenidos poltico-sociales a integrar para no propiciar una revolucin social y democrtica. Tal reforma, desde Svarez hasta Stein, como ha quedado muy claro en la obra de Koselleck, tena como finalidad construir una sociedad civil integradora, dirigiendo los procesos que en Fran- cia, y en otros pases, se manifestaban como lucha civil. De esta forma, Prusia quiso evitar los dilemas entre revolucin o reaccin. Esto se hizo a costa de la prdida de claridad en la aplicacin del modelo moderno. Prusia era un Estado, pero no una sociedad poltica y socialmente homognea, as descri- be Koselleck el dficit fundamental del intento de modernidad alemana. De la 163 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica accin del Estado, sin embargo, deba nacer una sociedad civil nueva. En este sentido, la Sattelzeit, como objeto histrico, ya viene claramente identificada al principio del libro 21 . Pero tambin viene identificado el fracaso histrico de Alemania, en este sentido muy claramente cercano al diagnstico de Weber, en la medida en que la accin de los reformadores no pudo construir una sociedad homognea, civil y burguesa, capaz de una poltica moderna. La cita final de la Introduccin de Koselleck a su obra histrica podra haberla firmado igualmente Weber. 4. Politizacin e ideologizacin como apriori discursivo de la Sattelzeit. Qu se ha querido registrar en la Historia conceptual? Desde luego, el carcter polmico del lenguaje de la poltica contempornea, sobre todo en un pas donde no se ha dado una fuerza hegemnica moderna. En este sentido, polems implica diferentes posibilidades en la comprensin de todos los conceptos. Pero, a la vez, en la Sattelzeit se lucha con la pretensin de ordenar la totalidad social. Llevada a su ltimas consecuencias, esta diferen- cia condujo al colapso de Weimar, donde ya no haba un solo sentido comn a los agentes histricos. Por ello, la historia conceptual es tambin el relato de la impotencia por configurar un cosmos coherente de conceptos polticos, impotencia que es algo ms que seal de la debilidad de los agentes histricos y que tambin es ndice de la estructura aportica de los mismos conceptos polticos modernos. De hecho, esta misma apora terica es la condicin tanto de la adaptacin de conceptos medievales, como de la necesidad del compro- miso de los modernos; de la reverencia hacia formas del pasado, como de una radical hostilidad hacia ellos; de la complejidad de la propia lucha entre los elementos del lenguaje medieval, los elementos propios del discurso burgus y los elementos de los discursos revolucionarios en los que se han intentado refundar todas las categoras polticas por las sucesivas oleadas de radicalis- mo idealista e innovacin tcnico-poltica. En este sentido, tenemos aqu la historia de un fracaso de modernizacin, de una imposibilidad de ordenacin social clarificadora y de la definicin estructuralmente clara de un discurso polticosocial. La historia de los conceptos, con este compromiso constante, entrega a la historia social un apoyo ulterior, al mostrar la dificultad de construccin de una sociedad ordenada. De hecho, podemos decir que adems del supuesto histrico material de la Sattelzeit, la historia de los conceptos tiene un segundo supuesto lgico 21 Cf. Preuen zwischen Reform und Revolution, Klett-Cotta, 1981, pp. 1719: Die bewuten Anstrengungen, eine neue politische Terminologie zu finden und auch durchzusetzen, gehren zur modernen sozialen Bewegung. So fhren die Begriffe in unsere Sachthematik, diese aber bleibt, in ihrer Darstellung, auf die ehemals aktuellen Sinngehalte angewiesen. Mit anderen Worten: je mehr sich die reine Geistesgeschichte berholt hat, desto schwieriger ist es, Sozialgeschichte zu schreiben. 164 Jos Luis Villacaas Berlanga terico para definir los conceptos fundamentales. Pues, de hecho, cuando los autores desesperan de encontrar un criterio para reconocer los conceptos fundamentales respecto de los que no lo son 22 , creo que la dificultad reside en no haber descubierto el papel arquitectnico de la nocin de sociedad civil burguesa, tal y como aparece al principio de la poca Sattelzeit, y no sola- mente en la filosofa de Kant. De hecho, los conceptos fundamentales estn en una relacin sistemtica interna con el germen terico de esta categora y la despliegan, la rechazan, la critican, la cuestionan o la destruyen. En cierto modo, temporalizacin, ideologizacin, masificacin y politizacin, son ya elementos potenciales del proyecto burgus, tan pronto se idealiza, o tan pronto cede en la tarea de disciplinar su tempo histrico tarea en la que se especializaron Kant y Lessing y, como tales elementos, sern reforzados por los subrogados del proyecto burgus. Cuando analizamos la obra de Koselleck ms reciente, nos damos cuenta de que toda su produccin versa justamente sobre esta misma categora de lo burgus y sus tensiones con las propias radicalizaciones revolucionarias 23 . Si se me permite la analoga con las categoras kantianas, los conceptos fundamentales son aquellos que ofre- cen las condiciones de posibilidad para pensar la sociedad civil en su combate histrico, finalmente fracasado ante sus propias radicalizaciones revolucio- narias y las respuestas reaccionarias. Weber tambin aspir ante todo a hacer de Alemania un pueblo civil, y con eso quera decir algo parecido a un pueblo capaz de asumir coherentemente, como universales sociales bsicos, los conceptos de la modernidad burguesa. Que Koselleck haya visto en Prusia la problemtica especfica de un pas atrasado y feudal que busca ponerse al da en todas las exigencias de la modernidad estatal y social 24 , sin aceptar las exigencias de la modernidad poltica, y que considerase esas tensiones como una experiencia digna de tenerse en cuenta hasta en la 22 Cf. Por ejemplo Rolf P. HORSTMANN, Kriterien fr Grundbegriff, Anmerkungen zu einer Diskussion, en Historische Semantik und Begriffsgeschichte, op. cit., pp. 37-42, quien ha mostrado, quizs de una manera un tanto ligera, que no hay criterios formales, ni semnticos, ni funcionales para diferenciar entre conceptos fundamentales de otros que no lo sean. Su apuesta por criterios pragmticos es bastante razonable, aunque quizs no debiera caracterizarse como plenamente pragmtica. De hecho, para que exista este criterio pragmtico, el autor considera inevitable que se den los conceptos en el marco de una teora y que, por lo tanto, los conceptos tengan una relaciones de dependencia lgicas y semnticas. 23 Puede verse esta referencia bibliogrfica en la Introduccin a Histrica y Herme- nutica, op. cit., pp. 55-58. 24 Esto lo habra intentado llevar a cabo mediante los tres movimientos de reforma del cdigo general prusiano, de la administracin y del movimiento social, que configuran a su vez un campo de fuerzas que se afecta recprocamente. Cf. Preuen zwischen Reform und Revolution, op. cit., p. 13. 165 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica actualidad, se encarg de dejarlo claro en la introduccin a la edicin italia- na de su famoso libro 25 . Tenemos por tanto que lo que confiere esa especial densidad temporal e histrica al ensayo que dirige Koselleck no es otra cosa que una huella de la peculiar experiencia histrica de Prusia y de Alemania, que tiene que encon- trar un camino para construir una sociedad civil, por una parte, en contra de la resistencia de la sociedad tradicional y estamentaria, y, por otra, en contra de las pretensiones de una sociedad sin clases que propone el movimiento mar- xista, plenamente innovador en la seriedad con que toma en serio las exigen- cias universales de los valores burgueses. Esta experiencia estructural particu- lar explicara el extraordinario sentido polmico de los conceptos, su capaci- dad de intervencin en la realidad, su dimensin de ideologizacin y de politizacin. Nadie queda fuera de ese contexto de lucha y, justo por eso, toda la sociedad se piensa como un espejo roto cuando se contempla alrededor de estos fenmenos globales. Todo esto ya fue reconocido por el propio Koselleck en su escrito inicial sobre las lneas fundamentales del Lexicon 26 . Pero, en el fondo, esta experiencia histrica se mantena vigente cuando el Lexicon se inicia e incluso casi cuando se acaba. Pues esa experiencia es la que mantena dividida Alemania en dos Estados. Y lo que es ms importante, la previsin implcita de este magno diccionario no era precisamente la pacfica destruc- cin del muro de Berln, y la anexin de la DDR a la Repblica Federal, sino justo la inevitable necesidad de conocer la experiencia histrica e ideolgica que llev a esta divisin, para preparar una forma de dilogo que abriera una situacin histrica que a todos los comentaristas le pareca de absoluto blo- queo. Lo que suceda en la Alemania dividida por el muro no era sino expresin dramtica y resultado de la lucha que haba caracterizado la Sattelzeit, 25 La Prusia scomparsa in quanto Stato, ma la sua storia non appartiene soltanto al passato. Leredit prussiana sopravive, in misura maggiore o minore, nei paesi successori: nella Germania democratica e nella Germania federale, oltre che in Russia e in Polonia. Perci, la disputa storiografica non riguarda soltanto la parte avuta dalla Prussia nello scoppio della prima guerra mondiale e nella fine del secondo Impero, il militarismo della costituzione soziale prussiana e lo stesso ruolo svolto nellascesa del nazionalsocialismo, ma va molto al di l di tutto cio. Non esiste infatti un giudizio storiografico che non abbia tuttora un riflesso politico. R. KOSELLECK, La Prussia tra riforma e rivoluzione (17911848). Il Mulino, Bologna, 1988, p. 7. La tesis de fondo es que Prusia intent por todos los medios acelerar su modernizacin poltica y social desde posiciones de atraso importantes, por lo que tuvo que confiar fundamentalmente en una burocracia que sera semejante a la confianza que los pases en desarrollo han puesto en el partido nico. 26 Cf. Richtlinien fr das Lexicon politischsozialer Begriffe der Neuzeit, en Archiv fr Begriffsgeschichte 11, 1967, 8199, donde se registra tanto la confesin de que los conceptos de tradicin y revolucin configuran el ncleo de este Lexicon, como que en l se analizan conceptos que proponen lmites a la experiencia posible y a la teora. 166 Jos Luis Villacaas Berlanga y que incapaz de una sntesis de todos los elementos en liza, haba estallado en dos Estados, que interpretaba cada uno a su manera, en discursos cerrados, la totalidad de los frentes de aquella lucha mantenida durante casi dos siglos. En este sentido, Prusia y Alemania no tenan de especfico sino extremar la estructura aportica misma de la tensin moderna, con sus luchas y fracasos, con sus desajustes entre los valores universales a los que servan y entre ellos el mercado y los aparatos nacionales-estatales de los que hacan uso. III. EL PRESENTE 1. La historia conceptual y el presente. La memoria de los estratos significa- tivos depositados en la historia de los conceptos fundamentales tambin es la memoria de los problemas centrales de la construccin de la sociedad euro- pea continental. Alemania, en este sentido, no es sino un caso extremadamen- te radical de esta evolucin, pero no un caso cualitativamente distinto. En ella se dan de forma ms visible los mismos problemas. En este sentido, para el nuevo contexto, el Lexicon es til ya desde su origen. No hay que olvidar que la meta final de la historia conceptual aspira a mantener en un mbito semntico de alcance europeo el discurso de lo poltico y de lo social. No hay que olvidar que una de las herramientas fundamentales para captar la innovacin de sentido fue la traduccin de palabras desde los diferentes lenguaje euro- peos. No hay que desdear que, por todos sus artculos, el Lexicon inicia una historia conceptual europea, que quizs deba continuarse sistemticamente con equipos europeos organizados. Ya es un sntoma de ello que O. Brunner sea el autor de una obra decisiva como es El problema de una historia social europea. Sobre este continuo, la historia conceptual identifica una serie de sucesos discursivos decisivos para la autorientacin a travs de la reciente historia europea. Ahora bien, el apriori histrico de la Sattelzeit parece finalmente supe- rado. El estallido de todas las caractersticas que definieron esta poca se conoce con el nombre de la postmodernidad. Lo que pueda significar el Lexicon, y la propia disciplina histrica, en esta poca post-revolucionaria, no ha sido pensado de forma explcita por unos autores que jugaron todava con el supuesto de estar inmersos en los ltimos despliegues histricos de esta misma Sattelzeit. En este sentido, el presente en el que nos instalamos noso- tros, intrpretes de la historia conceptual, es ya diferente del presente en el que se iniciaron y se delinearon los planteamientos metodolgicos hasta ahora estudiados. La historia conceptual parece ndice de una poca histrica europea, pero las dimensiones estructurales que caracterizaron su discurso, y que sobredeterminaron sus conceptos, no parecen que sea al mismo tiempo ya un factor histrico. Los conceptos, en los que se centra su narracin, son 167 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica muy importantes para el conocimiento de una poca, pero ya no parecen sin ms ser tambin factores activos de la constitucin del espacio discursivo de la poltica. Y sin embargo, a pesar de que el Lexicon pertenece a un horizonte histrico vertiginosamente alterado respecto de sus previsiones bsicas, ahora alcanza unos niveles de recepcin considerables. Este fenmeno, que bien podra ser perturbador, creo que presenta aspectos positivos muy dignos de consideracin. Cabe decir, sin embargo, que en la medida en que las necesi- dades sentidas por el presente son diferentes, la relacin entre la filosofa poltica y la historia conceptual pueden desplazarse. En todo caso, slo en la medida en que comprendamos de una forma clara la estructura de la Sattelzeit, estaremos en condiciones de comprender el cambio de estructura discursiva que en este momento se est dando, y llegar as a una definicin precisa, histricamente fundada y polticamente relevante, de cul sea nuestro presen- te. De esta forma, se abrira camino un uso discursivo polticamente respon- sable de los conceptos polticos, que eliminara la idealizacin y la sublimacin de los mismos condicin para que fuese viable su actualizacin, democra- tizacin, ideologizacin y politizacin a partir de la clara conciencia no slo de su aporeticidad interna, sino del cambio de escenario estructural en el que han de jugar. 2. Por un presente no ingenuo polticamente. Muchas veces, lo que no parece presente, sin embargo, es un estrato profundo del presente, activo aunque oculto. En este sentido, la noticia de la Sattelzeit es como un mapa de las tensiones subterrneas a nuestra sociedad. Ya no tenemos frente a nosotros el problema urgente de cmo reunificar una Alemania escindida en dos discur- sos autorreferenciales, que sin embargo haban mantenido una larga dialcti- ca en el pasado. No es nuestro problema elaborar un continuo poltico all donde haba un abismo de odio, de guerra y de hostilidad. No aspiramos a elaborar una memoria histrica que nos permita lanzar conceptos de una orilla a la otra del teln de acero, para mantener al menos una autoconciencia precisa de los lmites originarios y de las razones de ambos sistemas. No estn ante nosotros los agentes sociales que, embarcados en un proceso sin precedentes de ideologizacin y politizacin absoluta, se disputaron los esce- narios bsicos del mundo poltico y social. Nuestro Estado de bienestar parece alejado de estos escenarios, pero lo est como el orden de Jpiter respecto del orden de los titanes. De hecho, aquellas tensiones de la Sattelzeit, dulcificadas en sus agitaciones ssmicas, estn en el ncleo ltimo del presen- te. La clave de este asunto consiste en mostrar la relevancia del resultado poltico que las tensiones de los dos ltimos siglos han conocido en este llamado Estado de bienestar a falta de mejor nombre. No se puede asumir 168 Jos Luis Villacaas Berlanga que la razn ltima del Estado de bienestar de postguerra, como sntesis histrica sin precedentes y consenso bsico del discurso de las sociedades actuales, dependiese de la presin que ejercieron los principios del pensa- miento social que inspiraba el marxismo. Podemos defender que la presencia de la URRS sobre Occidente presionase en favor de aquel pacto, pero en modo alguno lo fund. Por mucho que no olvidemos que aquel acuerdo social se lanz como reto a los pases dominados por el socialismo real, para reclamarles una evolucin convergente con Occidente en el sentido de la democratizacin de sus estructuras, no podemos aceptar el carcter meramen- te estratgico o tctico del gran consenso social de postguerra. Esta estrechez de miras sera imperdonable. La operacin por la que se funda el actual Estado obedece tambin al reconocimiento de la inviabilidad de los procesos de ideologizacin, politizacin y masificacin crecientes, sostenidos por la radicalizacin continua de los postulados tericos modernos, tal y como nos lo ofrece la experiencia de Weimar. Responde as a una lgica interna que reflexiona sobre lo que condujo la Sattelzeit al colapso. Este hecho me parece ms profundo que la presin que ejerci la URSS, en cierto modo ella tambin efecto de ese mismo colapso. Por el reconocimiento de aquella inviabilidad, Occidente se asegur su victoria poltica desde el principio sobre un Oriente que carg con la historia sin reflexionar sobre ella. En todo caso, los Estados europeos, con sus diferencias, no disponen todava de otros conceptos polticos diferentes de los que inspiraron la Sattelzeit, slo que frgilmente atemperados en el sentido burgus origina- rio en sus pretensiones de ideologizacin, templados en sus expectativas de temporalizacin, moderados en su voluntad de politizacin y duramente desmovilizados en sus exigencias de democratizacin y masificacin. Esta dependencia de los mismos conceptos polticos resulta explcita en la califi- cacin que finalmente esta poca se da a s misma como postmoderna, confe- sando con ello que no puede prescindir de su condicin de partida. 3. Pensar positivamente la poca. La historia de los conceptos en esta situa- cin produce claramente utilidades que no eran las inicialmente subrayadas, pero que son muy eficaces. Ella es un permanente recuerdo de que cualquier consideracin idealizada o sublimada, esto es, ideologizada, acelerada, politizada y masificada de los conceptos con los que todava jugamos, puede volver a generar las mismas tensiones insolubles de la moderni- dad. Por mucho que esta radicalizacin no dependiera del voluntarismo de nadie dependera de una espiral de refuerzos y radicalizaciones no habra medio terico alguno de pararla ni de disolver las aporas tericas que planteara. No hay que olvidar que tambin y quiz ante todo un libera- lismo tomado radicalmente en serio mostrara lo inaceptable de su mirada sobre la realidad. En ese caso, quizs una historia de los conceptos, que 169 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica permite pensar no slo lo depositado en lo que hemos sido, sino tambin recordar categoras polticas que yacen sepultadas bajo el camino histrico, estara en condiciones de ofrecer alteridades reales, para incidir en un presen- te con unos conceptos capaces de identificar nuestra poca en positivo. Esto es lo que puede suceder si reaparecen teoras de Estados sin soberana, de naciones sin Estado, de poderes que slo se basen en el derecho, sin fuerza coactiva directa o inmediata, o en formas de persuasin social limpia y discursiva, de cuya existencia en otras pocas no nos queda memoria excesi- va. Por mucho que la funcin genrica de la historia de los conceptos sea genricamente la misma, iluminar la autoconciencia crtica de nuestras herra- mientas discursivas de intervencin en la realidad, tal y como lo he defendido en otro sitio 27 , resulta claro que las nuevas estructuras, y los fines pragmti- cos de los nuevos contextos polticos comunicativos, obligarn a una jerarquizacin interna del uso de los materiales discursivos y a un subrayado hasta cierto punto diferente del inicialmente previsto. El Lexicon, aunque construye un sistema de relaciones conceptuales, configura este sistema alre- dedor del problema de los movimientos sociales burgueses que, impulsados y radicalizados por su propia potencia universal, darn paso a los ideales revo- lucionarios y, finalmente, conducirn a la lucha civil de clases. Koselleck, asumiendo como uno de los apriori de una histrica el par de conceptos amigoenemigo, claramente supone esta diferencia como la clave del mun- do que se abre en los tiempos que preparan la Revolucin francesa. En este punto, es el testigo cientfico de una poca que comenz con la aspiracin a construir una sociedad burguesa homognea, embarcada en una utopa de progreso moral y tcnico, y acab con la divisin del mundo occidental en dos universos poltica, social y econmicamente hostiles. Estos universos atravesaron los continentes y los Estados, hasta connotar las estructuras so- ciales ms concretas, como la universidad o la justicia. El resultado material ltimo de esta empresa cientfica podra ofrecer una idea muy concreta de esta poca de las revoluciones que ahora acaba, y que ira desde la compren- sin de un tiempo histrico que conduce aceleradamente a la utopa, hasta los ensayos por definir el sujeto apropiado capaz de impulsar ese proceso de dominio mundial (nacin, Estado, partido, clase o raza). Al lector de estos trabajos histricos y filosficos se le hace muy difcil escapar a la sensacin del carcter insostenible de este proceso, del carcter profundamente inquie- tante del mismo. A su travs, se percibe la destruccin de estructuras antropolgicas bsicas, sin las que la vida del hombre no se podra llamar la 27 Cf. El punto III de la introduccin citada a R. KOSELLECK y H.G. GADAMER, Histri- ca y Hermenutica, pp. 30-53. 170 Jos Luis Villacaas Berlanga misma. Pero todo esto no retira un pice de verdad a la tesis de que la tensin ms bsica dependa del llamado por Stein problema social y su relacin con el Estado moderno. Este problema generaba la lgica por la cual se escindan los universos sociales, pero tambin por la que se ordenaba el espacio del Estado de bienestar, como forma exitosa de escapar a aquella dinmica hist- rica. Hoy convendra, por tanto, no olvidar la lgica de este desmoronamiento del muro de Berln, ni la clave del triunfo de la Europa occidental, que no est en sitio otro que en la capacidad de incorporar la problemtica social al ncleo mismo del sistema democrtico. Por todo ello, quizs la complejidad y la extrema fidelidad del Lexicon a la historia de la Sattelzeit nos impida olvidar las razones por las que un problema la escisin de Europa y de sus sociedades ha dejado hoy de ser una amenaza. Con ello, el mejor servicio que proporciona la empresa de Koselleck a la filosofa poltica actual consiste en que le obliga a no dejarse llevar por la agenda del presente con ingenuidad 28 . La agenda del presente se enfrenta a unos problemas nuevos en la medida en que otros problemas sigan estando suficientemente resueltos, no en la medida en que rompamos toda relacin con ellos. No debemos olvidar que esas soluciones son la condicin de posibilidad de nuestra propia autocomprensin. De no ser as, pronto la agenda del presente ser la del pasado. Los problemas nuevos, la integracin poltica en la Unin Europea de los territorios al Oeste de Rusia, sobre todo, llevan consigo, solidariamente, los estratos de problemas cuya solucin ha permitido a nuestras sociedades movilizar una Europa congelada. Si hay un resultado epistemolgico de la poca de la Sattelzeit, con todas sus radicalizaciones, ste dice que, en ella, se intent resolver desde la estructura del Estadonacin problemas que transcendan este marco. Sin la sntesis de culturas polticas metanacionales que configur el Estado del bienestar euro- peo, y las elevadas normas de justicia distributiva que ha incorporado al sistema poltico, pronto la dualizacin social que est en el origen ltimo de la guerra civil europea, en todas sus manifestaciones, como guerra de clases, de naciones y de Estados, nos har situarnos ante retos y procesos que ya parecan olvidados. Pero aquella sntesis, no hay que olvidarlo, result posi- ble por una clara anti-sublimacin de los componentes ideolgicos, por una reduccin del nivel absoluto conquistado por la poltica, que hasta aquel momento impona una guerra abierta. De esta forma, ha sido sealado que la meta final de la historia conceptual fue ayudar a comprender cuando y por qu surgieron las ideologas, con el fin de combatir el pensamiento de tipo 28 Esta exigencia tambin la ha sentido G. Duso, en el trabajo que se edita en este nmero. 171 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica ideolgico del mundo moderno 29 . Este es uno de los resultados que convie- ne no olvidar, si queremos estar atentos a su no reproduccin. La relevancia de la filosofa poltica, tal y como la ejerce Leo Strauss, por ejemplo, consiste en mostrar permanentemente la distancia entre los elementos tericos de que disponemos y los ideales filosfico-polticos propiamente dichos. De esta manera, la teora poltica reduce su autovaloracin como arma ideolgica, en la medida en que ya no se puede presentar como solucin ideal de los problemas del cosmos poltico. 4. El presente de Europa. En este sentido, la historia conceptual rinde otro servicio a la pretensin de pensar el presente. En efecto, puede dar indicios de una forma de relacionarse con el tiempo que no implica aceleracin, de una forma de relacionarse con los fenmenos sociales que no implica ideologizacin, de una forma de entender la estructura social que no implica politizacin radical, de una forma de entender los conceptos polticos que no implica su idealizacin y sublimacin, de una forma de hablar de la realidad que no implica el uso masivo de colectivos singulares, de historia, de clase, de sujeto, de nacin. La Sattelzeit slo podr ser sustituida por algo diferente a una mera postmodernidad cuando experiencia y expectativa, prognosis y diagnosis estn equilibradas, cuando se acepte una subjetividad no idealizada ni sublimada, cuando se hayan reducido las expectativas de salvacin que alentaban en el seno de la revolucin y de la reaccin, cuando se respete la pluralidad lgica de las diferentes esferas de accin, cuando no se confe en el automatismo narcisista de la reproduccin del sistema, y cuando el utopismo nihilista deje paso a un pensamiento de la tierra. En fin, cuando la forma del futuro pasado se disuelva en una teora del amor al mundo por decirlo con Arendt como poder responsable capaz de contener el tiempo. Ahora bien, el centro de atencin preferente de esta hora no slo es la cohesin y la homogeneidad social interna a las sociedades y a los Estados tradicionales, sino la cohesin y la homogeneidad europea en unos amplios mrgenes constitucionales, que podemos reconocer como las bases republica- nas en las que Kant cifr la condicin bsica del progreso hacia una confede- racin de Estados europeos. A medio plazo, nadie debe ignorar que la solu- cin de la primera cuestin depende del xito de la segunda. Justamente, cuando el horizonte que se nos abre permite esperar realidades inditas hasta ahora en el pasado de Europa, la historia conceptual est en condiciones de prestar servicios adicionales a la intervencin poltica. Justo cuando el hori- zonte histrico concede de nuevo a la accin humana una posibilidad genuina 29 Melvin RICHTER, op. cit., p. 6, aade: De repente, hemos visto cmo la recuperacion del concepto de sociedad civil se ha revelado preciosa para aquellos que se han emancipado del contexto represivo del bloque sovitico. 172 Jos Luis Villacaas Berlanga de innovacin, la historia de los conceptos ofrece elementos fundamentales e indispensables para un uso responsable del lenguaje de la poltica. Primero, porque est en condiciones de mostrar que los propios conceptos con los que ha venido trabajando la Sattelzeit son ellos mismos posibilidades, en modo alguno necesidades universales. Como Brunner record en su obra funda- mental, el lenguaje, el modo conceptual con el que operamos, deriva de una precisa situacin histrica, aquella del nacimiento del mundo moderno y por ella est hoy sustancialmente condicionado 30 . Como tal, sin embargo, esta poca, que forma parte de los sucesos histricos contingentes, implic una interpretacin y apropiacin dentro de las posibles del mundo medieval, cuyo potencial de significado desde luego no agot y cuyo recuerdo puede ofrecer sentido a estas posibilidades no plenamente desarrolladas. Por ejemplo, en estos momentos podra ser interesante pensar cuerpos polticos que no reposen sobre un concepto de soberana definida segn el modelo jacobino. Podra ser igualmente relevante un universo de discurso prctico que no estuviera atravesado por las categoras de la teologa poltica, con su exigencia de omnipotencia final y de decisin ltima inapelable. Por ejemplo, podra ser til una teora de las relaciones internacionales que sepa- rara la organizacin militar, con su jefatura del ejrcito, respecto de la organi- zacin civil. As, tambin podra ser til una teora ms profunda de la divisin de poderes, tal que el poder judicial, sea ordinario, sea de la justicia constitucional, asumiese poderes legislativos capaces de pensar un orden concreto y de garantizar consensos aceptables, etctera. La historia de los conceptos podra motivar a la imaginacin para avanzar hacia formas organizativas claramente inditas y flexibles, y no en ltimo lugar para inte- grar las justas reivindicaciones de las regiones europeas, de tal manera que se escape al dilema entre fueros y constitucin universal y homognea. La situacin del presente viene caracterizada no slo como postmoderna, esto es, capaz de asumir las historias, las diferentes esferas de la accin social, la diferente lgica entre ellas, la irona como forma bsica de regula- cin de las relaciones de las distintas esferas entre s. Tambin viene caracte- rizada por la tendencia a la globalizacin, por una parte, y por el ingreso de los pases europeos en la globalizacin desde las estructuras de la Unin Europea, como cuerpo poltico absolutamente atpico, incapaz de pensarse desde la idea de constitucin tradicional, pero quizs con ms posibilidades de identificarse si se ponen en circulacin aspectos prcticamente olvidados de sentido que regresan ahora como posibilidades antiguamente clausuradas. En todo caso, con esta construccin del espacio europeo se supera, de forma 30 O. BRUNNER, Per una nuova storia costituzionale, ver. itl. de Pierangelo Schiera, Editrice Vita e Pensiero, Milano, 1970, p. 117. 173 Historia de los conceptos y responsabilidad poltica radicalmente innovadora, la aspiracin secular de la hegemona francesa y de la hegemona alemana, las dos grandes potencias que la han disputado de facto desde el siglo XVII hasta el siglo XX. Con ello se consigue un orden espacial de naturaleza continental, un nomos de la tierra que asume el final de en del Estado previsto por Carl Schmitt hacia 1938 y que renueva el pensa- miento tradicional de un ius publicum europum. Este orden espacial de naturaleza continental significa el final tambin de las viejas estrategias brit- nicas de mantener una situacin de equilibrio hostil, y no de cooperacin confederal, entre los Estados europeos. No es de extraar que la historia conceptual, en cierto modo construida por los discpulos de Carl Schmitt, no haya sido recibida con euforia por los representantes de la historia poltica britnica, que ven en ella una construc- cin en ltimo extremo dependiente de la teora y de la periodizacin de la historia europea continental, que apenas nada tiene que ver con la propia tradicin britnica. En este sentido, la resistencia por parte de Pocock y Skinner a superar todo lo que sea una reconstruccin pragmtica de los actos lingsticos de la tradicin poltica, y a verterlos en una exposicin que no sea estrictamente histrica, en el fondo encubre una voluntad de mantenerse fieles a la propia tradicin britnica como contexto ltimo de comprensin de sus propios relatos histricos y, en especial, a aquel momento histrico en el que sincrnicamente se dan cita los debates tericos de los que emergen las tradiciones whig y tory (en la poca de las Revoluciones contra los Estuardo) y los momentos en que estas tradiciones se reformulan (en la poca de 1780 hasta 1830) 31 . En cierto modo, la mayor autoconciencia y la mayor reflexividad metodolgica de Koselleck, en este sentido, al mostrar la propia contingencia incluso de sus supuestos estructurales, permite una mayor posibilidad compa- rativa con otras tradiciones histricas, que una praxis que, como la britnica, finalmente no puede separarse de sus presupuestos implcitos, en ltimo extremo no reconocidos. En este sentido, la actitud de Pocock apenas puede ocultar su apuesta defensiva 32 . 31 Cf. Concetti e discorsi politici: differenze di cultura? A proposito di un intervento di Melvin Richter, de John G.A. POCOCK. En Filosofia Politica, XI, 3, diciembre de 1997. 32 Si pu vedere da questa mia dichiarazione como io sia pronto in un senso preciso ad appoggiare losservazione di Richter che lEuropa di recente unita sentir la necessit di fare linventario dei modi in cui ciascuna dei paesi che la compongono ha compreso il propio passato. Io infatti non credo che lEuropa sar unita in un futuro prossimo, o che lo dovrebbe essere; io penso che Richter ci stia raccontando che unEuropa sempre pi integrata dovr fare i conti con il fato che ci implica diversi passati e diverse metodologie di comprensione di quelli, e che le cose rimaranno e dovranno rimanere cos. POCOCK, op. cit. p. 11. Sin duda, la pregunta ltima de Pocock, que voy a traducir aqu es decisiva. Este es el punto central de la argumentacin que todava me deja perplejo: Qu tipo de relacin existe entre la historia de los conceptos como metodologa y disciplina histrica y la hiptesis de la teora de la Sattelzeit? La respuesta es una 174 Jos Luis Villacaas Berlanga Richter ha sido plenamente consciente de la importancia que puede tener para la genuina construccin europea una serie de estudios comparati- vos sobre los lenguajes polticos en la modernidad de los diferentes Estados europeos. En el momento en que Europa se halle reunida, sentir la necesi- dad, con la meta de proyectar el propio futuro, de hacer el inventario de los modos en que cada uno de los pases que la componen ha interpretado el propio pasado 33 . Ciertamente, sin el monumental Lexicon de Koselleck, esta comparacin sera naturalmente imposible. Ahora resulta finalmente viable. Quizs sea hora de introducir en la agenda de la investigacin filosfica e histrica una reconstruccin comparada de los lenguajes polticos europeos, no tanto desde una perspectiva de su autoafirmacin en tanto tradiciones nacionales, sino desde esa voluntad de comprensin que es el paso previo al reconocimiento de sus limitaciones internas, y de su necesidad de transforma- cin homognea con nuestros consocios europeos. Quizs este nmero de Res publica sirva para llamar la atencin sobre ello. muy clara: una relacin grande e inevitable. Pero ciertamente la Sattelzeit es todo menos una hiptesis arbitraria. Es una estructura altamente significativa para la historia europea. 33 RICHTER, op. cit., p. 10.
Alexandre MATHERON-L'Indignation Et Le Conatus de L'etat Spinoziste. (Spinoza - Puissance Et Ontologie (Actes Du Colloque de Paris-Sorbonne, 13-15 Mai 1993), 153-165) - Kimé (1993)
Alexandre MATHERON-L'Indignation Et Le Conatus de L'etat Spinoziste. (Spinoza - Puissance Et Ontologie (Actes Du Colloque de Paris-Sorbonne, 13-15 Mai 1993), 153-165) - Kimé (1993)