Domingo Muñoz Leon - Universalidad de La Salvacion en La Apocaliptica

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Revista Bblica Ao 56 N 55 1994/3 Pgs.

129-148

[129]

UNIVERSALIDAD DE LA SALVACIN
EN LA APOCALPTICA
(Daniel, 4 de Esdras y 2 de Baruc)


Domingo Muoz Len




La corriente apocalptica
1
nace de la profeca y ms concretamente de la investigacin de aquellos
lugares profticos que hablan del futuro de Israel, de la humanidad y del mundo material. Sin duda
alguna la Apocalptica se ocupa tambin de los orgenes (protologa) pero ese inters est en
funcin de la escatologa. Si interesa el pecado de Adn (o de los ngeles) es para ver sus
consecuencias en la humanidad y en la situacin presente. Si interesa la historia de la Salvacin es
para calcular su rumbo.
La consideracin apocalptica del futuro contempla dos horizontes: el horizonte de la vida presente
(es decir en la tierra) y concretamente la instauracin del Reino Mesinico tras la destruccin de los
poderes bestiales; y el horizonte del ms all, es decir, la salvacin o condenacin eternas en el
Paraso o en la Gehenna.
Ambos horizontes a veces se confunden, pero poco a poco la distincin va tomando consistencia.
Para nuestro propsito la atencin se va a concretar especialmente en la universalidad de la
salvacin en el ms all.


1
La bibliografa sobre la apocalptica puede formar ya un grueso volumen. A continuacin indicamos
solamente algunos de los ttulos que consideramos ms importantes: Collins. J. J.. (ed.). Apocalypse: The
Morphology of a Genre (Missoula 1979) (=Semeia 14); Hellholm. D. (ed.). Apocalypticism in the
Mediterranean World and in the Near East. Proceedings of the International Conference on Apocalypticism.
Uppsala, August 12-17, 1979 (Tubinga 1983); Koch, K.-Schmidt, J. M., Apokalyptik (Darmstadt 1982)
(Wege der Forschung 365); Lambrecht, J. (Ed.). L'Apocalypse johannique et l'apocalyptique dans le N.T.
(BETL. 53). Gembloux: Duculot. Leuven. 1980; Russell. S.D., The Method and Message of the Jewish
Apocalyptic (Londres 1964;
2
1982); Sacchi. P., Per una storia dell'apocalittica. Atti del terzo convegno
dell'Assoc. Ital. per lo Studio del Giudaismo Idice, Bologna. 9-11 novembre 1982 (Roma 1985) 9-34.
[130]
1. Universalidad de la salvacin en el libro de Daniel

La estructura profunda de este prodigioso libro se organiza en torno a tres grandes afirmaciones.
- El Reino de Dios (mediante el Hijo del hombre) llevar consigo la derrota de los poderes
(imperios) idlatras.
- El Fin estar precedido de una Gran Tribulacin que supondr el sufrimiento y la muerte violenta
de muchos fieles.
- Habr una resurreccin para gloria (de la que sern beneficiados los mrtires) y una resurreccin
para castigo eterno (para los perseguidores). No est claro si se trata de salvacin en el Cielo y de
condenacin en el Infierno.
Veamos ahora los principales episodios del Libro y las indicaciones en relacin con nuestro tema.

A) El sueo de la Estatua (c. 2) es una primera versin de la sucesin de los cuatro imperios
(idlatras) y del advenimiento del reino de Dios. La perspectiva es claramente terrena y
nacionalista aunque ese reino sustituir a todos los dems. La profesin de fe del Rey no aclara
tampoco el asunto. Hela aqu:

Verdaderamente vuestro Dios es el Dios de los dioses y el seor de los reyes, el revelador de los
misterios, ya que t has podido revelar este misterio (Dan 2,47).

B) La seccin dedicada a la adoracin de la estatua de oro (3,1-4, 30) con las adiciones del
Cntico de Azaras en el horno (3,24- 50) y el cntico de los tres jvenes (3,51-90) nos informa de
la liberacin milagrosa de los judos condenados al homo de fuego. En el reconocimiento del
milagro por parte de Nabucodonosor hay un acento de universalidad (3,29). Pero evidentemente
nada que pueda entenderse de universalidad de la salvacin.

C) El relato de el sueo (el rbol talado) y la locura de Nabucodonosor (3,31-4,34) comienza
con una indicacin de universalidad (Nabucodonosor se dirige a todos los pueblos, naciones y
lenguas de toda la tierra: 3,31; Vgt 3,98).
Asimismo las descripciones del reino de Dios de "generacin en generacin" (3,33; 4,31) as como
las denominaciones de rey del cielo (4,34) o Altsimo (3,32; 4,14.31) implican sin duda una cierta
universalidad pero la dimensin d salvacin no est explcita.

D) En la seccin dedicada al Festn de Baltasar (5,1-6,1) el castigo enviado por el Altsimo (o el
Dios del cielo) tiene como motivo el orgullo y la idolatra. El imperio babilnico aparece con
dimensin de universalidad (todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban) pero es una
universalidad conseguida con la tirana.

E) El relato de Daniel en el foso de los leones (6,26-29) culmina con la confesin del rey que
tambin tiene acentos de universalidad.

[131]
Entonces, el rey Daro escribi a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitaban en toda la
tierra: "Sea grande vuestra paz! Por mi se decreta que en todos los dominios de mi reino se tema
y se tiemble ante el Dios de Daniel. Porque l es el Dios vivo, que subsiste por siempre, -su reino
no ser destruido y su imperio durar hasta el fin-, el que salva y libera obra seales y milagros en
los cielos y en la tierra; el que ha salvado a Daniel del poder los leones" (Dan 6, 26-28).
2


F) La seccin central del Libro de Daniel es la visin de las cuatro Bestias y el Hijo del hombre.
Los imperios sucesivos representan principalmente los perseguidores del pueblo de Dios. El Hijo
del hombre es la representacin del Reino de Dios.
Ya en la descripcin del Hijo del hombre encontramos una nota de la universalidad de su reino:

A l se le dio imperio, honor y reino,
y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron.
Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasar,
y su reino no ser destruido jams (Dan 7,14).

Despus, en la explicacin, ese Reino aparece como entregado a los Santos del Altsimo (bien sean
los ngeles o el "pueblo santo").
3
El pueblo sufrir la prueba (bajo Antoco Epfanes) pero Dios
juzgar al tirano perseguidor. Tambin aqu aparece la universalidad del Reinado:

Y el reino y el imperio y la grandeza de los reinos
bajo los cielos todos
sern dados al pueblo de los santos del Altsimo.
Reino eterno es su reino,
y todos los imperios le servirn y obedecern (Dan 7,27).

La universalidad del reino sin duda est relacionada con la salvacin. Sin embargo la visin no
habla explcitamente de ello.


2
Sobre el alcance de este texto puede verse el reciente articulo de Prinsloo G.T.M.. Two poems in a sea of
prose: The content and context of Daniel 2. 20-23 and 6,27-28*. JSOT 59 (1992) 93- l08.
3
La referencia al pueblo santo es defendida vigorosamente por Hartmann, L.F. -Di Lella. A.A., The Book of
Daniel (AB. New York. Doubleday, 1978) en el c. XIII de la Introduccin ("'The Son of Man in Daniel 7"),
p. 85-l02. No obstante la opinin de J. Coppens y otros autores sobre la referencia a los ngeles podra tener
su puesto en una consideracin diacrnica del c. 7. La alusin a una figura mesinico-escatolgica
(representativa del pueblo) es defendida por Haag. E., Der Menschensohn und die Heiligen (des) Hchsten.
Eine literar-, form- und traditionsgeschichtliche Untersuchung zu Daniel 7 en Van der Woude. A-S. (Ed.).
The Book of Daniel in the Light of New Findings. (BETL. CVI) Leuven, 1993, p, 137-185. El autor distingue
el escrito primitivo que sera del siglo III antes de Cristo y la reelaboracin que sera del siglo II (en relacin
con los acontecimientos de Antoco IV Epfanes).
[132]
G) La visin de "el carnero y el macho cabro" (8,1-27) no contempla directamente el tema de la
universalidad. En cambio la Profeca de las setenta semanas (9,1-29) contiene una referencia a la
instauracin de la Justicia eterna (9,24) que nos remite al tiempo mesinico escatolgico. No se
explicita la universalidad de la salvacin en la vida del ms all pero los trminos de la profeca, a
la luz de 12,1-3, son suficientemente amplios como para aludir a los bienes de la salvacin
completa.
4


H) La primera parte de la gran visin, es decir, la seccin relativa al tiempo de la ira ( 10, 1-11,19)
no contiene, como es lgico, alusiones a la salvacin. En cambio, la segunda seccin, es decir, la
ltima parte del libro de Daniel, titulada "El tiempo del Fin" contiene una aportacin fundamental.
El primer apartado (11,40-45) contiene una descripcin (en futuro proftico-apocalptico) del fin de
Antoco Epfanes. La expresin "Al tiempo del Fin" con que comienza la seccin nos indica que el
autor asocia este acontecimiento con la escatologa (quiere esto decir que piensa en el fin del
mundo?). A continuacin se habla de la gran crisis:

En aquel tiempo surgir Miguel, el gran Prncipe que defiende a los hijos de tu pueblo. Ser aqul
un tiempo de angustia como no habr habido hasta entonces otro desde que existen las naciones.
En aquel tiempo se salvar tu pueblo: todos los que se encuentren inscritos en el Libro (Dan 12,1).

El texto comienza con la expresin "En aquel tiempo" que, situada despus de la muerte del
perseguidor, no puede tener otra referencia que el horizonte mesinico-escatolgico. El anuncio de
la gran tribulacin debe aludir a la crisis del final de la historia. La salvacin de que se habla,
relacionada con el pueblo de Dios, parece no obstante ser un primer estadio que se sita todava en
la historia terrena.
5
La mencin de Miguel (como defensor) hace suponer que se trata de un
momento de peligro pero el autor no es ms explcito. La frase "todos los inscritos en el libro"
(Vase tambin Dan 7, 10 y cf. Ex 32,32-33; Sal 69, 29; 139,16; Is 4,3; Lc 10,20; Ap 20,12) no
parece negar la universalidad de la salvacin. nicamente sera una forma de expresar la relacin
con las obras buenas.
A continuacin viene la seccin sobre la Resurreccin y la Retribucin.

Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarn, unos para la vida eterna, otros
para el oprobio, para el horror

4
Sobre el sentido mesinico de estas expresiones de 9. 24 vase Dimant, D., The Seventy Weeks Chronology
(Dan 9.24-2 7) in the Light of New Qumranic Texts, en Van der Woude, A.S. (o.c. en nota 2), p. 57-76.
5
Vase Raurell, F., The Doxa of the Seer in Dan LXX 12,13, en Van der Woude. A.S., (o.c. en nota 3) p.
520-532. El autor ofrece una divisin del c. 12 de Daniel y de las caractersticas de la versin de los LXX.
[133] eterno. Los doctos brillarn como el fulgor del firmamento, y los que ensearon a la multitud
la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad (Dan 12,2-3).

Es difcil saber si nuestro texto piensa en una vida eterna aqu en la tierra (como entienden los
Testigos de Jehov) o en la vida en el ms all.
En cualquier caso nuestro texto no contempla una universalidad explicita ("muchos de los que
duermen").
6
Quiz porque piensa slo en el premio de los martirizados y en el castigo de los
perseguidores.

I) Visin de conjunto

El libro de Daniel est dominado por la situacin de persecucin que sufre el pueblo de Dios. La
perspectiva del advenimiento del reino del Hijo del hombre (personificacin de los Santos del
Altsimo) que instaura la justicia, se mantiene en el horizonte de la vida terrena. Se habla
ciertamente de la resurreccin para la vida eterna o para el oprobio eterno (y sta es una cumbre de
la revelacin del Antiguo Testamento) pero esta resurreccin est tambin afirmada en funcin de
los perseguidos (que sern recompensados) y de los perseguidores (que sern castigados). No
encontramos una afirmacin explicita de la universalidad de la salvacin. No obstante, una vez
sentado el principio de la esperanza en la resurreccin y el juicio divino tras la muerte, est abierto
el camino para el progreso que en este campo realizar la apocalptica posterior.


2. Universalidad de la salvacin en el 4 de Esdras

El Cuarto de Esdras (c. 3-14), tal y como ha llegado a nosotros, es una obra compleja. No nos
referimos ahora a las adiciones de los c. 1-2 (llamados actualmente 5 de Esdras) ni a los c. 15-16,
tambin claras adiciones, (y actualmente llamados 6 de Esdras). Cindonos a los c. 3-14, el texto
actual es fruto de un proceso de reelaboraciones. En la base est el escrito fundamental, un
apocalipsis dividido en siete visiones que se ponen bajo la autora de Esdras. Las tres primeras
visiones contienen los signos del Fin distribuyendo el material de un Catlogo de los Signos que se
inspira en las predicciones profticas; la cuarta visin (La mujer en llanto) es una transicin; las dos
visiones siguientes (El guila y el Len = quinta visin; y el Hijo del hombre =

6
Hartmann. L.F.-Di Lella. A.A. (o.c. en nota 3) discuten (p. 306-311) el alcance de Dan 12,1-2 y
concretamente el significado de "muchos" (rabbm). Los autores repasan las principales opiniones y se
adhieren a la explicacin de Alfrink (L'ide de rsurrection") Bib 40 (1959) 362-371. La resurreccin sera
solamente para los israelitas fieles. Los dems no resucitaran. Ello sera el oprobio (dera'on). No obstante
los autores indican que "our author (Daniel) must be credited with giving the first sure teaching of life
beyond the grave" (p. 309).
[134] sexta visin) contienen actualizada la profeca del c. 7 de Daniel. La ltima visin tiene como
contenido la restauracin de las Escrituras por Esdras bajo la inspiracin del Espritu Santo.
Este escrito fundamental ha sido ampliado especialmente en la visin tercera con una serie de
desarrollos sobre todo en relacin con la suerte de los salvados y de la condenacin en el ms all
(en consecuencia esta seccin es de gran inters).
Otra serie de adiciones o de glosas pequeas tienen por finalidad identificar al Mesas con Jess, el
Hijo de Dios. Se trata evidentemente de interpolaciones cristianas. Ellas hicieron que este libro
apocalptico gozara de gran aceptacin en la comunidad cristiana y que su transmisin se hiciese
dentro de la Vulgata (o como Apndice).

A) La primera visin (3,1-4,19): Primera relacin de los signos del Fin

Esta visin comienza con una invocacin inicial que resume la historia de la Salvacin desde Adn
hasta David. El apocalptico contempla la universalidad de la muerte de todos por el diluvio, con la
excepcin de No (4 Esd 3,7-10).
Tras el diluvio de nuevo se multiplica la impiedad. El autor ve la causa de esta universalidad de la
maldad en el "corazn maligno" de Adn y de su descendencia (toda la humanidad). Incluso Israel
cuya eleccin se canta, obr el mal:

Y esto ocurri durante numerosos aos
y los que habitaban la ciudad pecaron
haciendo en todo como haba hecho Adn
y todas sus generaciones
puesto que tambin ellos seguan (la inclinacin)
del corazn maligno (4 Esd 3,25-26).

No obstante el vidente presenta a Dios una pregunta angustiosa. Aunque Israel ha pecado, no son
muchos ms pecadores los habitantes de Babilonia? Y entonces por qu Israel ha sido entregado a
sus enemigos?
El dilogo entre el ngel y el vidente se centra en tomo al tiempo del fin que el ngel anuncia como
prximo "cuando est completo el nmero de vuestros semejantes" (4,36).
El fin llegar pues a su tiempo y de hecho ya queda muy poco. Como rasgo de la proximidad del
fin se indica la multiplicacin de la injusticia y de la incontinencia sobre la tierra.

B) La segunda visin (5,20-6,34): Segunda relacin de los signos del fin

Comienza con una invocacin inicial en que se pone de relieve la eleccin de Israel entre todos los
pueblos para preguntarse despus cmo el elegido ha sido entregado en manos de los otros.
El dilogo entre el ngel y el vidente termina en una nueva descripcin de los signos del Fin.

[135] Respecto de la universalidad de la salvacin no se encuentra prcticamente nada en esta
visin.

C) Tercera visin (6,38-9,25): Tercera relacin de los signos del Fin

Estamos ante la visin ms larga y complicada. He aqu las diversas secciones:

a) El autor comienza asimismo con una invocacin inicial (6,38-59) que recuerda la obra de los seis
das. Esta creacin habra sido hecha, segn el autor, a causa de Israel, el primognito y el
unignito. Cmo entonces Israel no posee el mundo como heredad, sino que se ve en la situacin
presente?

b) El ngel le responde (7,1-25) que la entrada hacia la herencia es angustiosa y difcil. Los
buenos llegaran a la salvacin y los malos no la vern. Conviene observar que el autor parece aqu
tener presente, al referirse a los malos, no slo a los gentiles sino a los israelitas que no observan la
Ley.

c) A continuacin (7,26-44) viene una descripcin de la realizacin del Fin (quiz tambin
tomada del Catlogo de los Signos?): La aparicin de la Esposa-Ciudad, el reinado del Mesas con
los suyos durante cuatrocientos aos, la muerte del Mesas, la vuelta de todo al silencio, la
resurreccin y juicio universales con la condenacin de los malos al fuego y la ida de los buenos al
lugar de descanso.

d) En este momento el apocalptico plantea el problema de la salvacin de muy pocos y la
condenacin de la mayora.

Y ahora veo que en el mundo futuro pertenecer a pocos gozar de la felicidad y a muchos (sufrir)
los tormentos. Pues el corazn malo prevaleci en nosotros alejndonos de estos (bienes) y nos
condujo a la corrupcin y a los caminos de la muerte, nos mostr las sendas de la perdicin y nos
alej de la vida, y esto no a pocos sino a casi todos los que han sido creados (4 Esd 7,47-48).

Como se ve, la postura de esta seccin es profundamente pesimista (sea del autor primero o sea un
desarrollo posterior). Ciertamente la razn que se da (el pecado de la humanidad) no niega que
Dios ofrezca la salvacin a todos los hombres, pero la reflexin que se aade a continuacin parece
negarla. En efecto para justificar el hecho de que no hay que preocuparse porque sean pocos los que
se salven y muchos los que se condenan, el autor recurre a la comparacin con la situacin de las
piedras preciosas (que son pocas) mientras que el plomo y la arcilla abundan. La consideracin que
se pone en labios de Dios no puede ser ms desoladora:

De la misma forma ocurre con la creacin en relacin con lo prometido por m: Yo me gozar ms
sobre los pocos que se salvan, puesto que ellos son los que hicieron que mi Gloria dominara y por
[136] ellos es ahora invocado mi nombre. Y no me entristecer por la muchedumbre de los que se
pierden puesto que ellos son semejantes al vapor y comparables a la llama y al humo: ardieron,
hirvieron y fueron consumidos (4 Esd 7,60-61).

La comparacin del apocalptico haba sido desafortunada y en consecuencia la aplicacin lo es
tambin.

e) Sigue (7,62-74) una lamentacin por el gnero humano y su suerte y encontramos una nueva
respuesta divina poniendo de relieve que el hombre es responsable por no guardar la ley divina. El
autor habla de los habitantes del mundo (7,72.74) y en consecuencia su mirada es universal "porque
teniendo razn obran la iniquidad" (7,72).

f) Sigue una seccin sobre el estadio intermedio (7,75-79). Se nos informa de la situacin de los
malos y de los buenos tras la muerte, los primeros vagando sin consuelo hasta que llegue el juicio
divino que les condenar, y los segundos (los buenos) alegres por la Gloria que pronto van a
recibir. Como duracin de esta situacin se indican siete das, despus permanecern en sus
moradas hasta el juicio.

g) En una nueva seccin encontramos una pregunta sobre la posibilidad de interceder por los
difuntos (7,102-115). La respuesta es que ms all de esta vida ya no hay posibilidad de cambio.

h) Sigue una nueva lamentacin del apocalptico e imprecacin contra Adn (7,1 16-131). Aqu
volvemos a encontrar la concepcin pesimista de la condenacin de todos:

Y respond: Esta es mi primera y ltima palabra: Mejor hubiera sido que la tierra no produjera a
Adn o que, tras haberle producido, le hubiera obligado a no pecar: Pues de qu les sirve a todos
vivir al presente en la tristeza y una vez muertos esperar el castigo? (4 Esd 7,116-117).

La respuesta divina deja suponer que algunos se salvarn (7,127-131).

i) A continuacin encontramos una apelacin a la misericordia divina en forma de un precioso
midrash sobre Ex 34, 6ss (7,132s). Tal vez sea el lugar ms importante para el problema de la
universidad de la salvacin. He aqu uno de los trminos que comenta el autor.

Y rico en misericordia porque multiplica su amor misericordioso con los presentes, pasados y
futuros (4 Esd 7,136).

Esta apelacin a la misericordia divina transporta el tema de la salvacin de las obras a la gracia.
Pero curiosamente en este Midrash no aparecen claras las referencias a la universalidad de la
resurreccin.

j) Como respuesta a la apelacin anterior, se vuelve en un nuevo desarrollo (8,1-14) a la
comparacin con los metales preciosos y a la consiguiente afirmacin de que son muy pocos los
que se salvan.

[137]
Esta idea se expresa al comienzo de la seccin:

El Altsimo hizo este mundo a causa de muchos, pero el mundo futuro a causa de pocos (4 Esd 8,1).

Lo mismo se dice al final del desarrollo:

Muchos ciertamente han sido creados, pero pocos se salvarn.

k) El apocalptico reacciona ahora (8,4-14) orando al Altsimo por los hombres describiendo con
vigor el complicado proceso de formacin del hombre en el seno materno y termina diciendo:

Si pues con tanta facilidad haces perecer al que ha sido plasmado mediante tu mandato con tantos
trabajos para qu haba sido hecho? (4 Esd 8,14).

1) El apocalptico pasa ahora de la preocupacin por todos los hombres a la preocupacin por
Israel (8,15-19).
En primer lugar parece dejar al misterio de Dios el problema de la salvacin de cada hombre:

Y ahora pues seguir hablando: en relacin con (la suerte de) de cada hombre, t sabes ms, pero
es en relacin con tu pueblo lo que a m me duele y en relacin con tu heredad por lo que yo me
lamento (4 Esd 8,15).

La preocupacin por Israel da paso a las secciones siguientes.

m) Oracin de Esdras (8, 20-36)
Esta pieza magnfica, que ha sido transmitida tambin en los leccionarios, parece asimismo remitir
el problema de la salvacin a la misericordia divina. El autor reconoce los pecados de las naciones
y de Israel pero confa en la misericordia divina:

Pues qu es el hombre para que te ares con l o el gnero humano para que te amargues con l
?. Pues en verdad no hay nadie de los nacidos que se haya comportado limpiamente, ni alguno de
los que creen que no haya pecado. Por ello, en esto se manifestar tu justicia y tu bondad, Seor,
cuando te compadezcas de los que no tienen sustancia de obras buenas (4 Esd 8,34-36).

n) En una nueva seccin (8,37-45) hallamos la respuesta divina, esta vez con la comparacin de la
semilla que se pierde y la que fructifica en grano.
El apocalptico no se resigna e insiste:

La semilla del agricultor, si no nace es porque no ha recibido la lluvia a su tiempo y, si se
corrompe por la muchedumbre de la lluvia, se pierde, pero acaso al hijo del hombre que ha sido
plasmado por tus manos y creado (nombrado) a tu imagen puesto que le has hecho semejante a
aquel por el que hiciste todo, lo vas a comparar con la semilla del agricultor? No (sea as) con
nosotros,
[138] sino perdona a tu pueblo y compadcete de tu heredad pues te compadeces de tu creatura (4
Esd 8, 43-45).

) Las dos secciones siguientes nos describen la suerte de los salvados (8,52-54) y la justa
condenacin de los malvados (8,55-62). El autor pone en labios de Dios la siguiente afirmacin:

As como las cosas predichas os esperan (a los justos ?) as para ellos (los malos) estn
preparados la sed y los tormentos, pues, aunque el Altsimo no quiera que los hombres se pierdan,
ellos, siendo como haban sido creados, ultrajaron el nombre del que los haba creado y fueron
ingratos al que les haba preparado la vida. Por ello... (4 Esd 8, 59-60).

El sujeto son "los hombres" (en consecuencia la voluntad salvfica es universal). La causa de la
condenacin es el pecado.

o) En el apartado siguiente (8,63-9,13) se nos da una nueva parte del catlogo de los signos, y se
indica el cmo de la salvacin:

Y todo el que se salvare y pueda escapar por sus obras o por la fe mediante la cual crey, este ser
librado de los peligros predichos y ver mi salvacin en mi tierra y en mis fronteras que santifiqu
desde la eternidad (4 Esd 9, 7-8).

p) La seccin final de esta tercera visin lleva de nuevo al pesimismo. El vidente afirma:

Anteriormente dije y ahora digo y despus dir que son ms los que se pierden que los que se
salvan como las olas superan a una gota (3 Esd 9,15-16).

Y Dios, tras indicar que l ha creado el mundo para el hombre, pero este se ha querido ir a la
perdicin, aade:

Y vi mi mundo (y he aqu que estaba perdido, mi orbe) y he aqu que peligraba por los
pensamientos que en l surgieron y mir y apenas pude preservar algo, salvando para mi un grano
de un racimo y una planta de una gran extensin (de bosque). Perezca pues la muchedumbre que
ha nacido sin causa (sentido) y sea conservado mi grano y mi planta que con tanto trabajo llev a
perfeccin (4 Esd 9, 20-22).

Decididamente nuestro libro se sita en el ms negro pesimismo en relacin con la salvacin del
gnero humano.

D) La cuarta visin: Mujer en llanto y su transfiguracin (9,26-10,60)

La visin comienza, como las tres anteriores, con una invocacin inicial (9,29-37). En ella el autor
recuerda el gran beneficio de la donacin de la Ley en el Sina, aunque reconoce que sus padres no
la observaron.
La visin propiamente representa a una mujer en llanto que se
[139] lamenta por la muerte de su hijo nico, nacido tras treinta aos de splica al Altsimo. El
vidente trata de consolarla ponindole ante los ojos la suerte de Sin sumida en la tristeza y abatida
por la tribulacin. En este momento el autor pasa de la consideracin de Sin a la consideracin de
la tierra y expresa su pensamiento sobre la perdicin casi total de la humanidad:

Pregunta a la tierra y te dir que es ella la que debe llorar por tantos como han germinado sobre
ella; y de ella misma desde el comienzo hemos nacido todos y otros seguirn viniendo y casi todos
ellos caminan a la perdicin y su muchedumbre va al exterminio y quin debe tener mayor dolor,
la que ha perdido tan gran muchedumbre, o t que te dueles por uno solo? (4 Esd 10,9-11).

Como puede verse, el autor parece relacionar perdicin con el pecado de origen (en otros lugares lo
expresa abiertamente) (Vase tambin 10,14).
La transformacin de la Mujer en una ciudad (Sin) se mantiene en la esperanza escatolgica de
Israel.

E) La visin quinta: El guila y el Len (11,1-12,51)

Representa una actualizacin de la visin de las cuatro Bestias y el Hijo del hombre del libro de
Daniel.
La visin contempla el Fin desde el punto de vista del combate escatolgico entre la Bestia y el
Mesas. El inters por la salvacin en el ms all, queda en la penumbra. Por ello es el imperio
idlatra el que es vencido y el pueblo de Dios consolado. El autor parece situar pues este episodio
con anterioridad del da del juicio, como indican las ltimas palabras de 12,34 ("hasta que llegue el
fin").

F) Visin Sexta. El hombre sobre las nubes y el combate escatolgico. El hombre y la
muchedumbre pacfica (13,1-58)

Esta visin es paralela a la anterior y en cierto modo complementaria. El Mesas aparece
representado en el hombre sobre las nubes siguiendo a Dan 7. La muchedumbre que se rene para
presentar la batalla (combate escatolgico) es aniquilada por el aliento del Mesas (la espada que
sale de su boca).
El tema de la salvacin no se plantea explcitamente pero la visin da a entender que la
muchedumbre (todos los pueblos coaligados) es exterminada.
Por otra parte el relato acerca de la muchedumbre pacfica y el resto de lo que haba quedado en
Palestina no habla tampoco de salvacin. Quiz se supone un perodo de reinado terreno del Mesas
de tipo milenarista.
En cuanto a la seccin de los signos (13,30-31) se mantiene en los tpicos de las luchas intestinas.

[140]
G) Visin sptima: Esdras inspirado restaura las Escrituras (14,1-48)

Esta ltima visin comienza con un orculo divino (desde la zarza) en que Dios recuerda los
beneficios para con el pueblo: la liberacin de Egipto y la donacin de la Ley a Moiss. Dios
anuncia a Esdras su partida de este mundo. De nuevo aparece la visin pesimista del autor:

En efecto, cuanto ms invlido se hace el mundo por la vejez, tanto ms se multiplicarn los males
sobre los habitantes de la tierra. Pues se alej la verdad y se acerc la mentira, pues ya se
apresura a venir el guila que viste en la visin (4 Esd 14,15-17).

Esdras presenta ante el Seor el hecho de que la Ley ha sido quemada y pide el Espritu Santo para
rehacer las Escrituras. Dios accede.
Esdras se despide del pueblo y les exhorta por ltima vez.

Si pues dominis vuestro sentido y adoctrinis vuestro corazn, durante la vida seris guardados y
tras la muerte conseguiris misericordia. Pues vendr el juicio despus de la muerte, cuando de
nuevo resucitemos, y entonces aparecern los nombres de los justos y sern mostrados los hechos
de los impos (4 Esd 14,34-35).

La mencin del juicio segn las obras (tras la resurreccin) implica una norma universal y la
responsabilidad moral como criterio de salvacin o condenacin.

H) Visin de conjunto

El libro 4 de Esdras nos presenta una lucha en repetidos asaltos entre el apocalptico, que no se
resigna a que la mayor parte de la humanidad se condene, y Dios que responde al apocalptico "Te
falta mucho para que puedas amar a mi creatura ms que Yo" (8,47).
Al hablar de "creatura" est puesta la dimensin universal de la salvacin o de la condenacin. Las
alusiones a la Ley no anulan esta dimensin universal porque el autor insiste en que no basta con
tener la Ley sino que hay que cumplirla.
La visin tercera, con sus sucesivos desarrollos, es un intento de protesta-queja contra la situacin
de condenacin de la humanidad que el autor parece recibir como doctrina tradicional. A la vez es
un esfuerzo por justificar a Dios en este supuesto y abrir caminos de luz al angustioso problema. En
el recurso a la misericordia divina para que se compadezca de su "criatura", late la preocupacin
universalista del autor o de los que han proseguido (o actualizado) su obra. La tensin entre las
intervenciones de Esdras y de Uriel en el dilogo pone de relieve esta dimensin universalista.
Las afirmaciones de la voluntad salvfica universal son claras: "El Altsimo no quiere que los
hombres se pierdan" (8,59). No obstante, la concepcin de la perdicin de la mayora apenas llega a
ser superada.

[141] En esta conviccin parece tener gran influencia el peso que se le concede a la culpa original:
el "corazn maligno" heredado de Adn.
El camino de la salvacin que vanas veces se apunta, es decir, la obediencia, que se concreta en las
obras y la fe (cf. Esd 9,7-8), parece estar abierto a todos los hombres (la mencin de la fe tal vez se
deba a una mano cristiana que ha querido dar razn del camino evanglico). Pero el autor,
especialmente con la comparacin de los metales preciosos (escasos) y los viles (abundantes), se ha
encerrado en el oscuro callejn del pesimismo. Solo las patticas invocaciones a la misericordia de
Dios, v. gr. 8,36, dejan el espacio abierto a una salida de salvacin.
7


3. Universalidad de la salvacin en el Apocalipsis siraco de Baruc (2 de Baruc)

Este libro apocalptico tiene grandes semejanzas con el 4 de Esdras. Ambos pertenecen
sustancialmente, a la misma poca (final del siglo I de la Era Cristiana). La obra est articulada
tambin en siete partes aunque no tan claramente delimitadas como en el 4 de Esdras. La temtica
es parecida. Situndose en la perspectiva de la cada de Jerusaln por los caldeos (pero pensando en
la destruccin llevada a cabo por los romanos) el autor plantea el problema de la situacin actual
de Israel y acude a la escatologa como clave para justificar a Dios y consolar al pueblo. Esta
escatologa, como la del 4 de Esdras, tiene una doble dimensin: la salvacin o condenacin en el
ms all y la victoria del Mesas al final de la historia.
En cuanto a la estructura de superficie del texto podemos indicar lo siguiente: las tres primeras
visiones anuncian los signos del Fin en la perspectiva de los castigos finales y del advenimiento del
reino mesinico; la visin cuarta se centra en la temtica del enfrentamiento entre los reinos
idlatras y el Mesas (como las visiones quinta y sexta del 4 de Esdras); la visin quinta es una
plegaria y lamentacin de Baruc por la suerte de la humanidad: la visin sexta contiene una
descripcin de toda la historia con la imagen de la sucesin de las aguas negras y las aguas
luminosas y acaba tambin con la temtica de los ltimos tiempos (desrdenes, turbacin, hambre,
etc. y finalmente el reino mesinico).


7
Vase A.LL. Thompson. Responsability for evil in the theodicy of IV Ezra. Scholars Press. Missoula.
Montana 1977, p. 321. El mismo autor (p. 341-342) apunta con acierto al hecho de que el episodio final del
4 de Esdras (c. 14) con la restauracin de las Escrituras supone que el apocaliptico quiere sentar las bases
para un mundo menos intolerable aqu: The fact that the author of IV Ezra plunged to such great depths in
his search for answers makes his return all the more remarkable, and even if he did not find a satisfactory
rational solution, his experience will remain as a noble witness to the resilience of the Jewish spirit in a time
of crisis" (p. 342).
[142]
A) Primera Parte: Visin del asedio de Jerusaln: Anuncio del Fin (1,1-12, 5)

El libro se abre con el orculo divino dirigido a Baruc para que abandone la ciudad que va a ser
destruida (1, 1 - 2, 2), Baruc intercede por Jerusaln (c. 3). El profeta discpulo de Jeremas
pregunta a Dios si ser preciso que el mundo vuelva a su origen y que el universo retorne al
silencio primordial, y pregunta:

Ser llevada la muchedumbre de almas y no ser ya llamada por su nombre la naturaleza
humana? (3,8).

Este rasgo de universalidad cede en seguida el puesto a una pregunta sobre el pueblo elegido.
La respuesta divina es que Jerusaln ser castigada pero que el mundo no ser entregado al olvido
(4,1). La Jerusaln terrena no es lo mismo que la celeste, mostrada a Adn, a Abraham, a Moiss.
Se relata la intervencin anglica antes de la cada de Jerusaln y la quema de la ciudad por los
caldeos (6,1-7,4). Jeremas marcha a Babilonia mientras que Baruc se queda en la tierra donde Dios
le mostrar lo que suceder al final de los das (9,1-10,1). Sigue la gran lamentacin de Baruc
(10,6-12,4). El autor hace una pattica llamada a la naturaleza y a la sociedad para que se asocien al
dolor de Sin.

B) Segunda Parte: Dios anuncia un juicio justo (13,1-20,6)

Esta parte comienza con un orculo divino a Baruc mientras se encuentra en la Montaa de Sin
(12,1). Dios quiere que permanezca como testigo de la destruccin de Jerusaln. Las naciones que
han destruido a Jerusaln sern juzgadas "porque el Altsimo no hace acepcin de personas" (13,8).
Los pueblos y naciones son culpables de haber sometido a sus pies la tierra y de haber abusado,
contra toda justicia, de las criaturas que en ella se encuentran (13,11).
Baruc manifiesta (13,4-19) su sorpresa ante el designio divino viendo cmo Sin ha sido castigada
y los pueblos (que son ms pecadores) viven en prosperidad. Pero quin podr penetrar el Juicio
de Dios? El hombre es como soplo que se va. Ciertamente los justos, al dejar la vida, esperan el
mundo que Dios les ha prometido. Pero nosotros (dice Baruc) nos esperarnos sino males para los
tiempos que van a venir. El apocalptico recuerda que Dios por su palabra cre el mundo y despus
al hombre como intendente de las obras divinas. As pues el mundo fue creado para el hombre y no
el hombre para el mundo. En cambio se pregunta Baruc por qu la creacin permanece y el hombre
desaparece.
Dios responde a Baruc (15,1-8) indicando que el hombre perece justificadamente por no obedecer
la Ley mientras que los justos (a favor de los cuales ha sido hecho el mundo) poseern tambin el
mundo futuro.
La mencin de la donacin de la Ley (que indicara particularis-
[143] mo) parece no obstante estar empleada en sentido amplio (como la conciencia).
En la seccin "Dios juzgar al hombre segn su estado final" (18,1-20,2) encontramos un anuncio
de la proximidad del Fin. Dios ordena a Baruc guardarlo todo secreto y le promete revelarle las
instrucciones sobre el fin de los tiempos.

C) Parte tercera: Universalidad del juicio divino; Plagas de los ltimos tiempos y abundancia del
Reino mesinico (21,1-34,1)

Tras la Introduccin encontramos una plegaria inicial (21,4-26) en que Baruc invoca a Dios
recordando la obra creadora y la maravilla de los asistentes al trono divino. Dentro de esta
invocacin encontramos estas expresiones sobre la universalidad de la obra creadora.

T slo puedes sostener (en el ser) a los que son, a los que han pasado y a los que vendrn, los
pecadores y los justos [mientras que t eres viviente e insondable].
T slo eres viviente, inmortal e insondable; t conoces el nmero de los hombres...
T sabes (el lugar) que reservas para el fin de unos, los que pecaron, y para la consumacin de los
otros, los que han sido justificados.
Porque si existiera para todos solamente la vida de aqu abajo, no existira nada de ms amargo
(21,9-13).

Como se ve, la salvacin o la condenacin se pone en funcin del comportamiento, y son varios los
detalles que indican que el autor contempla el destino en la vida futura como dependiendo del
comportamiento de cada uno.
La plegaria contina preguntando a Dios cuando llegar el fin y rogndole que manifieste su gloria
cumpliendo la promesa hecha a los elegidos.
La respuesta del Altsimo (22,1-25,4) indicando que hay un tiempo para cada cosa y anunciando el
fin de los signos contiene unas indicaciones interesantes para el tema de la universalidad.

Porque de la misma manera que yo no he olvidado a los hombres, los que hay ahora y los que
pasaron as me acordar de los que vendrn. Cuando Adn pec y la muerte fue decretada sobre
los que nacieron de l, la multitud de los que nacieron de l fue enumerada mientras que eran
preparados para este (determinado)nmero un lugar donde habitaran los vivos y otro (lugar)
donde seran guardados los muertos.
As pues mientras no est completo el nmero que ha sido fijado de antemano, no ser salvada la
creacin, porque mi espritu crea la vida y el Sheol recibe los muertos (24,3-5).

Un poco ms adelante prosiguen las mismas indicaciones de carcter universal:

[144]
He aqu que vienen das en que sern abiertos los libros donde estn escritas las faltas de los
pecadores y tambin los tesoros donde estn amasadas (las obras de) justicia de los que han sido
justificados en el interior de la creacin. En aquel tiempo reconocers, t y otros que estarn
contigo, cun grande fue la longanimidad del Altsimo de generacin en generacin y qu paciente
fue para los nacidos (de mujer), pecadores y justificados (24,1-2).

La doce plagas que se anuncian para el fin (26,1-28,2) tienen una dimensin universal. Por su parte
el vidente pregunta si tales plagas se realizarn en un solo lugar o en un solo punto de la tierra o si
ser afectado el universo entero (28,6-7). La respuesta divina es clara: "Lo que entonces suceder,
afectar a toda la tierra", es decir, a todos los vivientes (29,1-2). Sin embargo se indica que la
proteccin divina se reducir solamente a los que estn en la Tierra (de Israel).
A continuacin se anuncia la revelacin del Mesas y, tras el perodo de su reinado, se menciona el
retorno del Mesas en gloria y la resurreccin de todos los que se durmieron esperando la
resurreccin. Las almas de los justos se alegrarn, las almas de los malvados se desesperarn
viendo el castigo que les aguarda (30,1-4).
El Discurso de Baruc al pueblo anuncia la destruccin del edificio de Sin, su reconstruccin y su
nueva ruina. Pero ms terrible que estas dos tribulaciones ser el combate final cuando el
Todopoderoso renovar sus creaturas.

D) Cuarta Parte: Visin de la Via y el cedro (el cuarto Reino de Daniel), La victoria del Mesas y
el establecimiento del reino mesinico (35,1-47,1).

Baruc, situado sobre (las ruinas del) lugar santo se lamenta con llanto (35,1-5), Mientras se queda
dormido en aquel sitio, tiene una visin (el cedro y la via: 36,1-37,1).
Baruc pregunta por el sentido de la visin que le es interpretada en clave de los cuatro reinos de
Daniel: El cedro es el cuarto Reino y la via representa al Mesas.
La aplicacin recibe una dimensin escatolgica de manera que el cuarto reino termina con el
combate escatolgico (paralelo al primer combate escatolgico del Apocalipsis y a la visin del
guila y el Len del 4 de Esdras).
Baruc pregunta por la extensin que alcanzarn estos sucesos y quin ser digno de ser salvado,
dado que muchos israelitas se han apartado de la alianza, mientras que otros (romanos?) se han
hecho proslitos. Cmo se tendr en cuenta esta situacin? La respuesta divina es que la situacin
del final de la vida es la nica que se tendr en cuenta.
Sigue el anuncio de la asuncin de Baruc (43,1-3) y el Testamento de Baruc a los ancianos (44,1-
47,1).
En esta seccin se repite de nuevo que Dios no hace acepcin de
[145] personas, dando como razn que Dios nos ha formado (44,4). El mundo futuro ser pleno y
los justos lo heredarn. Los impos irn al fuego.

E) Quinta parte: Plegaria de Baruc (intercediendo) y anuncio de una retribucin justa (47,2-52,8)

La seccin comienza con una plegaria de Baruc intercediendo por el pueblo (48,1-24). En esta
plegaria el autor tiene una serie de expresiones que indican la universalidad del plan de Dios
(aunque insistiendo en la eleccin de Israel).

T fijas el nmero de los que pasan y son conservados
y T preparas una morada para los que sern (48,6).
T te acuerdas de los orgenes que t creaste.
T no te olvidas de la perdicin futura (48, 7),
T instruyes las criaturas por tu inteligencia (48,9).
No te irrites contra el hombre porque no es nada (48,14).
Por un don tuyo hemos venido al mundo y entrarnos en l sin
nuestro consentimiento (48,15).

Pero de este pensamiento universalista pronto se pasa a la exaltacin de la Ley en un lugar que se
ha hecho famoso:

Porque nosotros todos somos un solo pueblo, renombrado, nosotros que hemos recibido del nico
una sola Ley (48,24).

La respuesta divina insiste en el anuncio de un justo castigo. Se describe la decadencia moral de los
ltimos tiempos y la intervencin divina con el fuego (48,39).
Baruc se lamenta del pecado de Adn y de los pecados de los impos nacidos de l pero pasa a
interesarse por la suerte de los justos y pregunta por el futuro que les aguarda (48[42-49,3). Dios le
responde anunciando la resurreccin y el juicio (50,1-4). Se describe (51,1-16) la transformacin de
los impos (en peor aspecto) y de los justos (en aspecto glorioso), la condenacin de los impos al
suplicio y la contemplacin del paraso por parte de los justos. Estos ltimos son definidos con
expresiones que hacen referencia a la vez a las obras y a la eleccin (esperanza en la Ley). Sigue
(31,1-8) una exhortacin a los justos a que sufran con paciencia y se dispongan para recibir la
recompensa.

F) Sexta Parte: Visin de la nube y de las aguas negras y luminosas (53,1-77,17)

Esta seccin comienza (53,1-12) con la visin de la nube y de las sucesivas aguas. Estas son negras
o luminosas y se alternan durante doce perodos cada vez ms negras o ms luminosas
respectivamente. Al final un relmpago restaura los daos producidos por las ltimas aguas negras.
Baruc suplica (54, lss) a Dios la interpretacin de la visin. La
[146] oracin contiene tambin relatos universalistas. As por ejemplo en 54,13 se dice "Aunque t
gobiernas en tu Sabidura todas las creaturas que tu diestra ha creado". La condenacin es debida a
las acciones del hombre.

Cada uno de los que han nacido de l (de Adn) se ha preparado para s mismo el suplicio futuro o
ha escogido las glorias futuras (54, 15).

En una frase notable el autor afirma:

Porque Adam no es responsable sino de s mismo. Y todos nosotros somos para nosotros mismos
Adam (54,19).
8


A continuacin (55, lss) el ngel Ramael es enviado para explicar a Baruc la visin. El contenido
de sta es la sucesin de los tiempos desde la creacin hasta la consumacin; de estos tiempos unos
estn en la mentira (aguas negras) y otros en la verdad (aguas luminosas).
Las primeras aguas negras corresponden a la cada de Adn con su consecuencias y la unin de los
ngeles con las mujeres (aquellos fueron encerrados con cadenas). Los habitantes de la tierra
perecieron por las aguas del diluvio.
Las segundas aguas, luminosas, son los patriarcas (57,1-3).
Las terceras aguas, negras, representan la tirana de Egipto que reduce a la esclavitud a los
israelitas (58,1-2). Los egipcios tambin parecieron.
Las cuartas aguas, luminosas, representan a Moiss y a todos los que se le asemejan (59, lss). Dios
hizo ver a Moiss todos los misterios de la naturaleza y del ms all (Gehenna y lugar de la
esperanza).
Las quintas aguas, negras, es el periodo de los Jueces con las abominaciones de los amorreos y con
la contaminacin de Israel (60, lss).
Las sextas aguas, luminosas, son los tiempos de David y Salomn (con la construccin del
Santuario y el esplendor de la liturgia) (61,1ss).
Las sptimas aguas, negras, son los tiempos de los reyes del Norte con sus idolatras e iniquidades
hasta el destierro (las naciones tambin obraron impamente) (62,1ss).
Las octavas aguas, luminosas, representan el perodo de Ezequas, rey de Jud, y la prodigiosa
liberacin de Jerusaln del asedio de Senaquerib (63, lss).
Las novenas aguas, negras, es la impiedad universal en tiempo de Manass, sus sacrilegios y el
castigo consiguiente con la cautividad de Jud que fue decretada en sus das (64, lss).


8
P. Bogaert. Apocalypse de Baruch, Paris. du Cerf. 1969 (SC 145). Tom. II, p. 105 afirma: "il (el autor) se
contente d'affirmer, plus nettement s'il se peut, la doctrine de la responsabilit personnelle. Il ne faudrait pas
voir l une ngation de la doctrine chrtienne du pch originel".
[147] Las dcimas aguas, luminosas, representan la generacin de Josas que restableci el culto y
castigo a los impos (66, lss).
Las undcimas aguas, luminosas, representan la reconstruccin de Sin (68, lss).
Las ltimas aguas negras contempladas por el vidente, ms negras que todas las precedentes, es
decir, las que vinieron tras las doce vistas anteriormente, hacen referencia al mundo entero y se
refieren a los desrdenes, luchas, guerras, hambres que se sucedern en los ltimos tiempos (70,
lss).
Las ltimas aguas luminosas representan los tiempos mesinicos.
Los pueblos que hayan sometido a Israel sern castigados, el resto de pueblos ser salvado (72,
1ss).
Se describen los bienes de la poca mesinica (72,1-73,4).

G) Sptima Parte: Envo de la Carta (77,18-87,1)

Esta ltima seccin presenta el contenido de una Carta que Baruc enva a Babilonia por medio de
un guila. En ella el autor se dirige a los deportados de Israel. En consecuencia sus perspectivas no
son universales. No obstante hay una serie de lugares que tienen presente el porvenir de toda la
humanidad.
As en 83, 1-4 pone de relieve que el juicio ser universal. La reflexin sobre la vanidad de lo
presente (83,9-21) es tambin de carcter universal.
En cuanto a la salvacin, aunque a veces el autor parece distinguir entre los israelitas y los paganos
(que sern condenados), otras veces afirma que la medida del juicio son las obras: "El har perecer
a los que se manchan con los pecados" (85,15).

H) Visin de conjunto

El 2 de Baruc coincide con el 4 de Esdras en la visin pesimista de la salvacin.
9
No obstante se
insiste ms en la responsabilidad de los que se pierden puesto que los hombres, al pecar, se hace
cada uno Adn para s mismo.
Las perspectivas del Fin acaban en la Resurreccin y en el paraso o la condenacin. El camino es
la Ley para los israelitas.
10
Para el resto

9
La tensin de los dos libros apocalpticos de finales del siglo primero ha sido estudiada con profundidad
por W. Harnisch. Verhngnis una Verheissung der Geschichte: Untersuchungen zum Zeit und
Geschichtsverstndnis im 4. Buch Ezra und in der syr. Baruchapokalypse. (FRLANT, 97). Gttingen. 1969.
Aunque algunas de las perspectivas del autor hoy son discutidas, la obra introduce plenamente en el espritu
de la apocalptica.
10
A. LL. Thompson, o.c. en nota 3, p. 322-323 dedica un apartado al siguiente tema "Individual
Responsability in IV Ezra: Summary and Comparison with II Baruch. La comparacin entre ambos
apocalipsis en relacin con la universalidad de la salvacin la resume dicho autor con estas palabras: The
author of II Baruch does not show the same depth of agony over the human dilemma as does the author of
IV Ezra" (p. 323).
[148] de la humanidad el apocalptico presupone la ignorancia y el error.
Cabe tambin fuera de la Ley la posibilidad de salvacin?.
11
El apocalptico lo presupone al
recurrir a la idea de que cada hombre es responsable de s mismo ante Dios.

4. Conclusin

El pensamiento de la extensin o universalidad de la salvacin se plantea de distinta manera en el
libro de Daniel y en los otros dos libros apocalpticos. En Daniel se afirma la universalidad del
dominio divino pero el nfasis se pone en la confrontacin entre los imperios perseguidores del
pueblo de Dios, especialmente el Cuarto Reino (Antoco IV Epfanes), y el Reino de los Santos del
Altsimo representado en el Hijo del hombre. La mencin de la resurreccin de "muchos" parece
que se mantiene en la esperanza de la retribucin de los israelitas fieles hasta el martirio.
En el 4 de Esdras el problema de la universalidad de la salvacin es central. El autor est
profundamente consternado por la perdicin de la "mayora" (que no tienen obras: 8,36). El recurso
a la misericordia divina es la nica va que el autor deja abierta.
En el 2 de Baruc encontramos asimismo una preocupacin por el camino de perdicin que lleva la
humanidad y tambin los israelitas que no obedecen a la Ley. Cada hombre se hace Adn para s
mismo.
La victoria del Mesas que tanto en el 4 de Esdras como en el 2 de Baruc inaugurar el reino
mesinico, en la ptica de ambos apocalipsis, beneficiar a muy pocos. La salvacin o rescate por
"muchos" que contempla la fe cristiana (Mt 20,28) no entra en el mbito de la apocalptica juda. La
visin de Apc 7,9 "una muchedumbre inmensa, que nadie podra contar, de toda nacin, razas,
pueblos y lenguas, de pie delante del Trono y el Cordero" supone ya la idea cristiana del sacrificio
del Cordero que quita el pecado del mundo.


11
Sobre el pesimismo de la apocalptica y la diferencia para con la visin evanglica nos permitimos remitir
a nuestro articulo Jess y la apocalptica pesimista. (A propsito de Lc 18,8b y Mt 24,12. "Estudios
Bblicos" 46 (1988) 457-496. Una comparacin entre las estructuras del 4 de Esdras y 2 de Baruc por una
parte y el Apocalipsis de Juan por otra la hemos estudiado en La estructura del Apocalipsis de Juan. Una
aproximacin a la luz de la composicin del 4 de Esdras y del 2 de Baruc. "Estudios Bblicos" 43 (1985)
125-172.

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