Reglas y Formas de Vida La Filosofia Del Segundo Wittgenstein

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REGLAS Y FORMAS DE VIDA



(Aclaraciones preliminares acerca de las
Investigaciones Filosficas de Ludwig Wittgenstein)















Rita Lpez Panach

Septiembre, 1999.







2






INTRODUCCIN

"El filsofo no es ciudadano de ninguna
comunidad de ideas. Eso es lo que hace de l un
filsofo"
Ludwig Wittgenstein


La ubicacin de Wittgenstein dentro de la historia de las corrientes o sistemas
filosficos es complicada, no slo en razn del giro que pudiera experimentar su
pensamiento a lo largo de su vida, sino tambin por lo singular del caso, en cuanto que
se trata de un pensamiento desligado de toda escuela, visceralmente insatisfecho con
cualquier interpretacin que de l pudiera darse, e ignorante en gran medida de los
precedentes clsicos a sus grandes temas de estudio. Especialmente en lo que respecta a
la ltima etapa de su pensamiento, una simple observacin superficial de su obra escrita
nos muestra cmo Wittgenstein dialoga prcticamente nica y exclusivamente consigo
mismo o contra lo anteriormente defendido por l en el Tractatus, en una suerte de
autorreferencialidad -acorde, por otra parte, con su temperamento- a la que llega
seguramente movido por la ntima conviccin de que las reflexiones plasmadas en la
primera de sus obras constituyen en todo caso la nica alternativa real a su nueva
orientacin especulativa: la nica, de hecho, capaz de reflejar a su parecer el "sentir
comn" de su poca y su recelo hacia la metafsica dominante, (aunque en ningn caso,
desde luego, piense Wittgenstein en este perodo de su vida que su opera prima se
encuentre por ello menos viciada por las graves confusiones que imperan en el entorno
3
de la filosofa, y, por consiguiente, precise al igual que stas de ser seriamente
reconsiderada desde coordenadas diametralmente opuestas)
1


Slo sobre esta pista, -la marcada, por tanto, por el Tractatus, antes que las que
pudieran insinuarse con arreglo a otros "caminos secundarios"- podremos, en nuestra
opinin, intentar dibujar el mapa sobre el que su pensamiento hubo de moverse a lo
largo de una trayectoria aparentemente quebrada. Y, a juzgar por el criterio de los que le
siguieron, es decir, por aquellos que acogieron con entusiasmo esa obra primera
creyendo encontrar en ella la solucin a todos los problemas que durante siglos haban
lastrado el "seguro camino" de la filosofa, podramos dejar por sentado al inicio de este
trabajo -aunque sea de un modo todava muy cauteloso y pendiente de la confirmacin
que le otorgaran las pginas siguientes-, que en las Investigaciones Filosficas es
entablada una "cierta relacin" con un campo de problemas, corriente filosfica o estilo
de pensamiento que, comnmente llamado "epistemologa", habra influido de modo
determinante en todo el curso de las meditaciones wittgensteinianas. Qu habremos de
entender por esa referencia oscura a "cierta relacin" que atraviesa de parte a parte el
pensamiento de nuestro autor depende ahora, por tanto, fundamentalmente de dos cosas:
en primer lugar, y obviamente, de qu sea aquello que entendamos por "epistemologa"
tras su reiterado cuestionamiento o problematizacin instruido desde el marco
conceptual de la obra de Wittgenstein; y en segundo lugar, y especialmente, de en qu
pueda consistir aquello que, en concreto, la ltima filosofa de Wittgenstein pudiera
haberse propuesto objetarle.

Primeramente, dejemos aqu brevemente indicado algo por lo dems bsico: que
por el trmino "epistemologa", lejos de lo que su etimologa estricta indica, -y como
sucede al fin y al cabo con todas las cosas-, solemos entender hoy un cierto carcter
reflexivo del estatuto terico del conocimiento fruto de las obras o situaciones histricas
concretas que le dieron en su da cuerpo histrico. De estas "adherencias" seculares que
acarrea el campo histrico de la "epistemologa" moderna, aquellas que ms nos

1
En un artculo de Anthony Kenny titulado "El fantasma del Tractatus" (en El legado de Wittgenstein,
pgs. 35-53) se sostiene que, en el periodo de su ltima filosofa, Wittgenstein tergirversaba las tesis del
Tractatus para resaltar las transformaciones acometidas, y ocultar, en cambio, la considerable continuidad
que, segn el autor de este artculo, existe realmente entre sus primeros y sus ltimos escritos.
4
interesan para el estudio y anlisis de Wittgenstein son, antes que nada, aquellas que en
los albores mismos de ese tiempo moderno o tiempo de la Modernidad coadyuvaron el
triunfo del cartesianismo y consiguientemente de las filosofas centradas en torno al
problema del sujeto, desplazando de este modo todo aquello que podra haber sido de
incumbencia de una "epistemologa" en su sentido etimolgico estricto, alrededor de la
cuestin del alcance ontolgico de nuestras representaciones, es decir, en torno a la
pregunta por la posibilidad de que mis pensamientos se refieran a objetos reales. Del
mismo modo, otro de los "restos histricos" que pudieran interesarnos en tanto
conformadores de la impronta de la epistemologa heredada por Wittgenstein que
andamos buscando, lo constituye, ya en nuestro siglo, la arrogacin por parte de la
filosofa positivista del titulo de "epistemolgica", adscribiendo desde ese mismo
momento a la "epistemologa" el talante desdeoso hacia las cuestiones ontolgicas casi
emblemtico de esta corriente y adoptado en su da una vez que supuso haber
consolidado sus mtodos cognoscitivos con independencia de los problemas clsicos de
la metafsica (Carnap, Quine).

La acogida de la primera de estas perspectivas que hemos sealado como
caractersticas de la epistemologa (la que incide en el problema de la "representacin")
por parte de Wittgenstein en el Tractatus es ms o menos clara, aunque su respuesta a
los problemas de ella heredados fue tanto ms innovadora cuanto enormemente alejada
de las escuelas que dominaban la filosofa analtica de su tiempo (la teora de la
referencia russelliana, o los tambin llamados "denotacionismos", herederos de los
"nominalismos" clsicos). Paradjicamente, (o, tal vez, debido precisamente al estilo
crptico de la obra), sta reaccin fue interpretada como una continuacin y desarrollo
de la tradicin analtica denotacionista, ms que cmo una inconciliable ruptura con
ella, y nicamente tras el paso de los aos se ira haciendo paulatinamente posible
reivindicar una lectura trascendentalista (as denominada por algunos)
2
de la obra del


2
El primer lugar donde se introdujo esta interpretacin fue el captulo final del libro de Erik Stenius,
Wittgenstein Tractatus, Oxford, Balckwell 1960, pero posteriormente fue tambin respaldada por
Wolfgang Stegmller (Hauptstrmungen der Gegenwartphillosophie, Stuttgent, Alfred Kroner, 1969),
Allan Janik y Stephen Toulmin (Wittgensteins Viena, Nueva York, Simon and Schuster, 1973), Karl Otto
Apel (Transformation der Philosophie, Frankfurt, Suhrkampf, 1976, vol.1), Isidoro Reguera (La Miseria
de la Razn, Madrid, Taurus, 1984.

5
joven Wittgenstein. Las modificaciones que estaba destinada a introducir en la exgesis
del Tractatus esta nueva lectura no iban a ser pequeas, pues, segn sta, la relaciones
entre representaciones y mundo podran resumirse aproximadamente de la siguiente
forma: efectivamente, existen nombres que designan cosas del mundo, como afirma
la doctrina referencialista, pero esta relacin no constituye el origen de la
significacin o del sentido
3
, sino slo el de la verdad o falsedad de las
proposiciones. El sentido slo puede ser hallado dentro del entramado constituido por la
estructura de la proposicin, la cual, sin embargo, no designa por su parte nada del
mundo y solamente puede decirse de ella que comparte con aquel una forma lgica
comn. De esta manera, la relacin entre representaciones y mundo (Bilder y
Sachverhalten) consistir, en consecuencia, en que las primeras, en el caso de poseer la
forma lgica adecuada de la proposicin, (o, lo que es lo mismo, en el caso de poseer
"sentido") "muestren" la forma lgica de los "hechos" que configuran el mundo en
virtud del isomorfismo y, consiguientemente, las condiciones exigidas para su
verificacin (de la proposicin). No obstante, de semejante enfoque en ningn caso
podra extraerse algo as (e importa subrayar insistentemente este punto) como una
visin del "calco" o "rplica" de la realidad realizado mediante nuestro lenguaje, como
haba entendido gran parte de la tradicin analtica que le precedi en Cambridge. Las
razones que asisten a esta imposibilidad son claras para esta segunda y posterior
tradicin de lectura del Tractatus: que las proposiciones "muestren" la forma lgica de
la realidad, pero no puedan propiamente "hablar" de ella, se debe a que la forma lgica
de las oraciones enunciativas (aquellas que describen "estados de cosas") slo se
sostiene en tanto que exprese las condiciones de verificabilidad que tendra que
satisfacer la proposicin para ser verdadera; en cambio, cuando se habla de la "forma
lgica" como tal, es decir, cuando se la trata como a un objeto, en realidad
presuponemos para nuestras oraciones una forma lgica desde la que hablar de la que
propiamente carecen -pues no existe ningn criterio que pudiera llevarnos a hacerlas
verdaderas o falsas-, y slo por una analoga injustificada o copia de las proposiciones
del lenguaje que hablan del mundo, podramos pretender construir las oraciones que

3
Aunque Wittgenstein hereda de Frege la distincin tcnica entre "sentido" y "referencia" ("Sinn" y
Bedeutung"), en realidad sigue utilizando indistintamente ambos trminos para lo que haba sido el
"sentido" fregeano, aunque quiz con el matiz en el Tractatus de utilizar "Bedeutung", para la funcin
simblica que adquiere un nombre por el hecho de adscribirse a la sintaxis de una proposicin, y "Sinn"
para la proposicin. Para la referencia utiliza mayoritariamente la forma verbal "(sich) bezihen".
6
hablan de las relaciones del lenguaje (las proposiciones de la lgica), o acerca de las
relaciones entre lenguaje y mundo (las de la filosofa). En sentido estricto, ambos casos
seran nicamente calificados de sin-sentidos, pues, obviamente, no puede tener sentido
una oracin que no puede ser ni verdadera ni falsa.
En lo relativo al "sujeto" portador de las representaciones tpico de la concepcin
moderna a la que nos referamos, de l se afirma en el Tractatus que tampoco puede
decirse nada ("no puede ser visto el ojo con el que se ve)
4
, sino slo, una vez ms,
"mostrarse". Esto, de todas formas, no es algo que nos importe todava excesivamente
(en las Investigaciones, en cambio, s que tendr fuertes implicaciones), puesto que las
representaciones, que es lo que antes queramos destacar entre lo legados por la naciente
filosofa moderna (y por tanto, segn la interpretacin que aqu hemos consignado,
propio de la epistemologa), sean de un sujeto descriptible o mostrable, no parecen
perder su caracterstica cualidad de pensamientos, -o, por decirlo con otras palabras,
actos mentales o de naturaleza mental.

En cuanto a la segunda de las caracterizaciones que hemos propuesto para situar
"la Epistemologa" -la que la estimula al desprecio hacia las cuestiones ontolgicas
propio de la filosofa positivista-, tambin en este caso los intrpretes han diferido
acerca de cul pudiera ser el papel de la primera obra de Wittgenstein a este propsito:
de todos es conocido que los integrantes del Crculo de Viena aplaudieron el aforismo
que sirve como conclusin al Tractatus en tanto que contundentemente acallaba la
palabrera metafsica dejando as, al fin, el camino libre a la lgica y a la ciencia, a pesar
de que, en rigor, la propuesta del Tractatus hubiera catalogado como sin-sentidos
incluso a las proposiciones de la ciencia, -tal como se especifica en la proposicin
4.1272-, en base a su afn generalizador
5
Esta interpretacin, no obstante, ha sido

4
Tractatus, 5.633.

5
Tractatus. 4.1272. "As el nombre variable `X es el signo genuino del pseudo-concepto objeto./
Siempre que la palabra `objeto (`cosa, etc.) es usada correctamente, se expresa en la escritura conceptual
mediante el nombre variable. Por ejemplo, en la proposicin `hay 2 objetos que... mediante `(E x,y)...
/Siempre que se usa de otro modo, es decir, como palabra conceptual genuina, surgen
pseudoproposiciones absurdas. /As, por ejemplo, no cabe decir `Hay objetos como se dice, pongamos
por caso, `Hay libros. Como tampoco `Hay 100 objetos o `hay x objetos /Y es absurdo hablar del
nmero de todos los objetos. /igual vale para las palabras`complejo, `hecho,`funcin,`nmero, etc./
Todas ellas designan conceptos formales y se representan en la escritura conceptual mediante variables,
no mediante funciones o clases,.(Como crean Frege y RusselI / Expresiones como `1 es un nmero,
7
fuertemente criticada posteriormente, sealando cmo esta afiliacin no supondra
alegra alguna para Wittgenstein, sino que, al contrario, (y aportando como testimonio
una carta que el filsofo haba mandado al editor de un conocido peridico austraco,
Ludwig von Ficker,
6
en cuyo texto se deca que lo que ms importa al hombre es
precisamente aquello de lo que no puede hablar), se extrajeron algunas conclusiones en
virtud de las cuales podra leerse en el Tractatus una crtica del lenguaje similar a la
kantiana o, incluso, extremando esta posible lnea interpretativa, una filosofa de corte
existencialista.
Han sido concepciones como stas, como era de esperar, las que han hecho
especial hincapi en sacar a la luz el lado ms mstico que efectivamente en muchos
momentos se dej traslucir en los escritos o lecciones de Wittgenstein. Pero lo que, de
cualquier manera, a nuestro efecto nos parece en realidad ms importante de las
contribuciones de esta corriente interpretativa para la comprensin del pensamiento del
Tractatus, -aunque no inmediata o necesariamente cierta, como desde determinadas
apologas de ella se pretende-, es la aproximacin que llevan a cabo entre la "forma
lgica" wittgensteiniana y las "condiciones de posibilidad de la experiencia" kantianas
por cuanto asignan a la primera la misin de hacer posible el "anlisis" del lenguaje, y, a
las segundas, la de hacer posible asimismo la crtica de los principios de la ciencia,
siendo desarrolladas ambas tareas segn los cnones de la lgica trascendental.

Sea como fuere, no entraremos mucho ms en este trabajo a dilucidar tales
cuestiones con respecto a la primera filosofa de Wittgenstein. S lo intentaremos, en
cambio, ms detenidamente y a lo largo de todo este trabajo, con respecto a las
Investigaciones Filosficas, por lo que, por ahora, diremos nicamente que nos parece
claro desde esta obra el propsito por parte de Wittgenstein de desmontar el primero de
los planteamientos epistemolgicos citados. Al menos por dos razones: en primer lugar,

`slo hay un ceroy similares son absurdas. / (Tan absurdo es decir `slo hay un 1como absurdo sera
decir: 2 x 2 es igual a 4 a las 3 horas).

6
"Mi obra consta de dos partes: la que presento aqu ms todo lo que no he escrito. Y es precisamente
esta segunda parte la importante. Mi libro traza lmites a la esfera de lo tico desde dentro, por as
decirlo, y estoy convencido de que ste es el nico modo riguroso de trazar estos lmites. En pocas
palabras, creo que donde muchos otros estn hoy simplemente parloteando, he logrado en mi libro
ponerlo todo firmemente en su lugar guardando silencio sobre ello". L Wttgenstein, Briefe an Ludwig
von Ficker, Salzburg, Otto Mller, 1969, p.36.

8
"la representacin" (aunque ostente la forma de una proposicin lgicamente correcta)
es desbancada en su papel significativo, -es decir, ignorada- en cuanto donadora del
criterio con respecto a juicios con sentido; en segundo lugar, la "significacin" no har a
partir de ahora ms referencia a "entes" de ningn tipo (ni reales, ni ideales, ni
mentales), sino tan slo a "usos", -y, quiz (pero esto es cuestionable, comprometido y
habr que examinarlo con gran detenimiento y matiz para no caer en malentendidos), a
lo que Wittgenstein llama "formas de vida"-, con lo que la forma de referirse al mundo
ser muy diferente a la postulada por una suerte de estructura "cognoscitiva".

Con respecto a la segunda de las cuestiones que caracterizaban la epistemologa,
resulta sorprendente que existan tantas y diferentes interpretaciones al respecto, sobre
todo teniendo en cuenta que el propio Wittgenstein apenas roza el tema y cuando as lo
hace, raras veces excede la forma alusiva. Aunque las interpretaciones acerca de este
punto son polmicas, las nociones sobre las que la mayora de las atenciones recaen son,
bsicamente, las -en gran parte- enigmticas de "forma de vida", "gramtica profunda" y
las de "comprensin" y "seguimiento de reglas", de ah que su examen detallado se haga
preciso para poner algo de orden entre las mltiples consecuencias que desde
prcticamente todos los frentes contemporneos del debate filosfico pretenden ser
recabadas de la ltima filosofa de Wittgenstein.

Este ltimo sera, por tanto, el objetivo final del trabajo: el de tratar de ordenar
las posibles consecuencias que el ltimo pensamiento de Wittgenstein podra involucrar
con respecto a la epistemologa y ontologa contemporneas. Con arreglo a esta meta,
entender de manera correcta lo que Wittgenstein significa para la teora
representacionalista ser fundamental, pues, slo comprendiendo esto, podremos
"apresar" hermenuticamente la nocin de "regla" introducida por primera vez en sus
escritos o lecciones de las Investigaciones Filosficas, para, a travs de ella, acceder al
posible ensamblaje de sta con una "forma de vida" o con lo que desde otra perspectiva
podra denominarse tambin (y sta es una de las cuestiones que habremos de aclarar)
"gramtica profunda.


9
* * *

Para ello, hemos considerado que la mejor forma de circunscribir las nociones
que nos interesa aclarar del pensamiento de Wittgenstein es perseguirlas, no slo entre
aquellos de sus textos en los que tienen una presencia significativa, sino tambin a
travs de las lecturas u objeciones tanto posibles como reales que tienen su origen en la
lectura de esta ltima gran obra de Wittgenstein que son las Investigaciones Filosficas.
De este modo, hemos hecho intervenir a lo largo de este trabajo como interlocutores
suyos, tanto a algunos de sus intrpretes ms leales, como puede serlo Anthony Kenny,
como a pensadores de reconocido prestigio, -aunque quiz pertenecientes a entornos no
inmediatamente reconocidos como wittgensteianos-, como son Noam Chomsky o Karl
Otto Apel, pero tambin incluso a personajes estereotpicos o imaginarios, como sern
por ejemplo el del relativista cultural , el conductista, o un peculiar chinche
escptico (as le hemos llamado ms adelante), que nos sern de suma utilidad para el
nuestro propsito de exprimir al mximo la interpretacin que defendemos a base de
retorcerla, una y otra vez, por medio de aquellas objeciones o malinterpretaciones que
podran hacerla tambalear. Quede con esto claro, pues, que ni nos interesa
especialmente combatir a los autores que para este fin hemos elegido en funciones de
contrapunto a Wittgenstein, ni nos quedar ms remedio, -seguramente en ms
ocasiones de las que nos gustara reconocer-, que admitir el hecho de que hayamos sido
a veces algo injustos con ellos y con los tpicos crticos que a estos propsitos hemos
recogido aqu. Esto es algo a lo que tendremos en todo caso que arriesgarnos si lo que
pretendemos es trazar un mapa general que trate de dar cuenta de todos los caminos que
intentan aproximarse hasta un determinado punto, -y, entre ellos descubrir los que se
quedan an muy lejanos, o a aquellos que gravitan alrededor suyo sin conseguir
estrechar las distancias, o los que, en cambio, constituyen eficientsimos atajos para
evitar pasos en falso -aunque ninguno de estos caminos haya sido efectivamente
recorrido y considerado en todos sus recovecos. Si Wittgenstein concibi la obra que
nosotros tenemos en nuestro punto de mira Las Investigaciones Filosficas- como un
lbum en el que se recogieran todos los apuntes, recuerdos e impresiones de un largo
viaje, nosotros nos conformaremos, por decirlo as, con haber conseguido planificar
10
bien ese viaje, con la finalidad, cuando menos, de no perdernos, y la expectativa de
sacarle provecho cuando por fin nos embarquemos.

El caso de Wittgenstein es delicado a este respecto, pues, si bien otros
pensadores se ofrecen ellos mismos a recomendar y facilitar todos los preparativos
necesarios para que viajemos con ellos, stas, desde luego, no son las circunstancias que
rodean el estudio de Wittgenstein. En el imaginario de los filsofos, Wittgenstein
representa ante todo la soledad, una soledad irremediable (expresada en su filosofa y en
su vida) que pareca ir incrementndose conforme la admiracin creca en torno suyo, y
con ella, el inters de sus discpulos por llegar a hacerse valer como sus interlocutores.
Pese a todo, ni Wittgenstein ni su filosofa se caracterizaron nuca por su predisposicin
a entablar el dilogo ni con la tradicin ni con los pensadores que le fueron
contemporneos. Wittgenstein fue el enfant terrible de la filosofa del S.XX y, quiz
como desquite histrico a este desprecio suyo, la cantidad de literatura secundaria que
tras su muerte se dedic al intento de entrar en dilogo con sus propuestas fue enorme.
Como le suceda al narrador de El innombrable de Becket, estamos ante un hombre
maldecido con la incapacidad de hablar y la incapacidad de permanecer callado".
















11


CAPITULO 1:
DE LAS CONDICIONES DE VERDAD A LAS CONDICIONES DE
ASEVERABILIDAD

Nada se puede demostrar en este terreno,
pero s sealar algo.
Martin Heidegger, Identidad y Diferencia.

Con la clebre distincin entre el decir y el mostrar, Wittgenstein haba
intentado, ya en el Tractatus, socavar las bases de todo intelectualismo que pretendiese
pronunciarse sobre las cuestiones habitualmente consideradas como especulativas,
ticas, religiosas o artsticas, pero no slo desacreditando a stas en su vertiente
metafsica, sino tambin, -por si fuera poco-, a la filosofa de la lgica, y en general, a
cualquier intento por intelectualizar, (esto es: por poner bajo el intelecto o bajo su
equivalente en la terminologa del primer Wittgenstein: la forma lgica), tanto las reglas
que rigen el lenguaje, como aquellas que rigen nuestra relacin con el mundo, con otros
hombres o con Dios, es decir, cualquier cosa abocada a ser expresada mediante
proposiciones carentes de la forma lgica de un estado de cosas. Menos an si cabe
entraba en la consideracin del Tractatus dejar estos discursos en las manos de alguna
forma opuesta de subjetivismo: el campo de aplicabilidad de las condiciones lgicas
deba estar ntidamente delimitado desde ellas mismas y no desde lo que el hombre
creyera o pudiera a voluntad hacer con ellas. Ya mencionamos igualmente en la
introduccin -aunque de manera rpida-, que las primeras reflexiones de Wittgenstein
rechazaban el esquema nominalista como responsable suficiente del sentido -en tanto
que el sentido es patrimonio exclusivo de la proposicin y las proposiciones no
designan nada del mundo, sino que nicamente "muestran" la forma lgica de los
estados de cosas posibles-, y que slo mantena un reducto del mismo en tanto que
12
necesario para la verificacin, es decir, para la conversin de una proposicin que
solamente tiene sentido, en, adems, una proposicin verdadera
7
.
A pesar de que Wittgenstein, como ya apuntbamos anteriormente, afirmar ms
tarde en las Investigaciones enfrentarse principalmente a sus primeras tesis y
argumentaciones, podramos, -pensamos que sin demasiado desacierto-, aseverar que
los verdaderos adversarios contra los que luch (y en no pequea medida consigui
reducir), son en esta ocasin los mismos que rechazaba ya en el Tractatus (cualquier
clase de platonismos, subjetivismos o nominalismos en el sentido recin esbozado;
aunque tal vez sea cierto que en las Investigaciones Wittgenstein extiende su condena
no slo contra stos, sino contra cualquier tipo de "-ismo" en general). Asimismo,
decamos tambin que el problema a desentraar es el mismo en las Investigaciones que
el que protagonizaba el Tratactus, o sea, el de elucidar la determinacin del "sentido" de
nuestras aseveraciones, aunque esta vez desde una sintaxis algo ms ampliada: aquella
que involucra en su consideracin la perspectiva de los juegos del lenguaje.

(Un inciso llama aqu a nuestra puerta: no deseamos, desde luego, que con esto
pueda llegar a entenderse que menospreciamos de algn modo la dimensin del cambio
que se produjo desde su primera a su ltima obra, ni menos an el rigor y franqueza
intelectuales que pensamos reside en semejante transformacin radical de los propios
pensamientos. No. Al contrario: precisamente porque consideramos que los motivos de
fondo apenas han cambiado, pero s y de una forma completa la perspectiva, el esquema
e incluso el estilo sobre los que discurrir su pensamiento posterior, es por lo que an
podemos asombrarnos en mayor medida de la magnitud de su hazaa. Pues si los
motivos de un pensador cambian, en esta mudanza es fcil que sean trastocadas tambin
las formas de ver y de pensar con que contaba, pero si en cambio son constantes, habr
que ser todo un titn para tener la fuerza de ponerlo todo del revs y crear nuevos
esquemas e instrumental casi desde la "pura potencia" y obstinacin -y no, como todos
tendemos demasiado frecuentemente a hacer, desde algn prejuicio o perspectiva

7
Esto no significa entender la verdad como externa al sentido, como defendan Frege y Russell.
Wittgenstein conceba que comprender el sentido de una proposicin implica (como contenido suyo)
entender su modo de verificacin, por lo que su verdad, en la coyuntura de "ser el caso", sera interna, o
dicho de otro modo, "continua" al sentido.

13
anterior, sobre todo cuando sta se ha alzado ya con xito sobre las opiniones
predominantes de su tiempo).

Este nuevo planteamiento que Wittgenstein pone al servicio de sus antiguos
motivos, parte de la conviccin de que el significado de una palabra, puesto que no hace
referencia ni a cosas (o estados del mundo), ni a entidades abstractas (ens rationis), ni a
objetos mentales (o contenidos de conciencia), y, probablemente, a ninguna otra clase
de regin ntica explorada o inexplorada, ha de cifrarse nicamente en su "uso" en el
lenguaje: preguntar por el significado de una palabra es por tanto equivalente a
preguntar por el cmo y el cundo debo usarla en los contextos sociales de la
comunicacin y las prcticas humanas - habida cuenta de que la multiformidad de las
respuestas a estos concretos interrogantes concernientes a la funcin del lenguaje
abarcan un universo entero de connotaciones significativas acerca de el mundo.
Ahora bien, la tesis del "significado" como "uso" no es slo propia de
Wittgenstein y los wittgensteinanos, sino que ha sido tambin compartida
posteriormente por la llamada "Filosofa del Lenguaje Ordinario" (cuyos mximos
representantes son Austin, Ryle, Strawson, etc), engendrada principalmente en la
Universidad de Oxford entre los aos 50 y 70. En realidad, tanto unos como otros,
segn puntualiza A. Garca Surez,
8
lo que comparten se tratara ms bien de una "no-
tesis" antes que de una efectiva "tesis", puesto que el nico vnculo que une a los cuatro
autores citados (y con ellos a sus partidarios respectivos), es tan slo la reticencia a
aceptar semnticas precedentes e, inspirados por ella, su patente denuedo por
destruirlas.
9
Pues efectivamente, se suele entender que Wittgenstein y los que con l
comparten esta doctrina no ofrecen nuevas soluciones al problema de la significacin,
sino tan slo la demostracin de la imposibilidad de stas, ya que, en efecto, por una
parte con "significar" no se alude a ningn tipo de fenmeno unvoco que pudiera estar
implicado todas y cada una de las veces que decimos que una palabra significa algo y,

8
En El Impacto de Wittgenstein en la Filosofa del Lenguaje Contemporneo" en AAVV, Wittgenstein-
Heidegger, Badajoz, Montano, 1990.


9
En realidad, tambin compartieron en comn lo que se llam la "Defensa del Lenguaje Ordinario", que
habitualmente viene a ser identificada con lo que se llama la Escuela de Oxford, aunque esta se verificase
programticamente de muy diversas maneras.

14
por tanto, sera intil cualquier intento por construir una teora general del significado.
Y, por otra parte, si el trmino "significado" puede, a partir de las argumentaciones que
expondremos despus, ser siempre sustituido por la nocin de "uso en el lenguaje", tal y
como se afirma en la consigna que lleg a hacerse clebre entre los filsofos del
lenguaje ordinario ( "Dont ask for the meaning, ask for the use"), en realidad bajo estos
parmetros la nocin deviene superflua y fcilmente podra ser simplemente suprimida
tal y como Quine, de hecho, lleg a proponer en un conocido artculo suyo
10
. Pero,
claro, supuesta la supresin de un trmino y de la constelacin de pre-juicios e
implicaciones (incluso vitales) que trae consigo ...cmo sostener, entonces, la
pretensin de hacer una teora sobre l? En esto consistira, segn Garca Surez, la
presunta "no-tesis" de estos filsofos, es decir, su negativa compartida a "poner" algn
tipo de afirmacin acerca de la esencia.
11

Con todo, lo cierto es que Wittgenstein nunca tuvo la intencin de suprimir el
trmino "significado" de su vocabulario: nicamente vino a variar su valor en el juego
de sus acepciones. Sin embargo, otra nocin, hasta entonces considerada definitoria en
este campo, casi podra decirse que fue erradicada de sus consideraciones acerca del
significado: la nocin crucial de la "verdad". Ciertamente, la mencin a la verdad no es
ni siquiera pertinente respecto a la mayora de los usos de nuestro lenguaje, puesto que
son las menos de las veces las que nos expresamos enunciado un hecho o describiendo
"neutralmente" una situacin (PhU, 27). De esta consideracin, entre otras, se piensa
que parti Wittgenstein para abandonar progresivamente el verificacionismo inherente a

10
W.V. Quine, "Le Mythe de la signification", en La Philosophie Analitique, Cahiers de Royaumont,
Philosophie nIV, Editions de Minuit, Paris, 1962

11
Respecto al problema de si deben considerarse sus aportaciones como verdaderas "tesis" sobre el
significado o no, podra ser curioso notar que una conclusin al respecto podra desprenderse de su modo
de escritura, como sucede, p.e, en el 43, donde la nocin "significado" representativa de su propia tesis
est escrita del modo habitual, mientras que el "significado" que se pretende denotado por una palabra
-esto es, algo imposible o al menos incompleto dentro de la concepcin del segundo Wittgenstein- ira en
cursiva. Wittgenstein es remiso a eliminar este ltimo (aunque produzca, ciertamente, mistificaciones y
usos indebidos), siendo, de hecho, un uso del lenguaje en el que nos manejamos. Contra el lenguaje
ordinario no est nunca Wittgenstein, sino que slo estara ocasionalmente en contra de la extrapolacin
filosfica indebida de este uso singular. Si, efectivamente, Wittgenstein utiliza dos escrituras del trmino
"significado", como sucede en el texto que a continuacin transcribimos para hacer este razonamiento
ms explcito, esto podra ir en contra de la sugerencia propuesta por Garca Surez de que, en rigor, no
hay tesis wittgensteiniana del significado, puesto que la diferencia de escrituras estara proyectada a fin de
distinguir la suya propia de la posiblemente deformada: "Para una gran clase de casos de utilizacin de la
palabra `significado -aunque no para todos los casos de su utilizacin- puede explicarse esta palabra as:
El significado de una palabra es su uso en el lenguaje. / Y el significado de un nombre se explica a veces
sealando a su portador."
15
su primera filosofa hacia una concepcin basada nicamente en las condiciones de
"uso" de nuestras expresiones. Pero adems de esta observacin cabal, digna de un
hombre de mundo, tambin cabe suponer que existieran razones inmanentes a la
capacidad de su instrumental tcnico (el lgico) que invitaran a efectuar este salto.

La doctrina dominante cuando Wittgenstein lleg a Cambridge para estudiar con
Russell, haba sido durante tres dcadas el clculo proposicional o lgica de predicados
creado por Frege. Esta teora haba sustituido a la teora clsica del silogismo cimentada
en la relacin sujeto-predicado, por una nueva formalizacin basada en la distincin
tomada de las matemticas entre funcin y argumento, gracias a la cual podan
ampliarse las posibilidades del clculo de inferencias a la aplicacin en situaciones o
tramas lgicas cada vez ms complejas y, al mismo tiempo, con la ventaja adicional de
desarrollarse de una forma considerablemente ms econmica. Las proposiciones, pues,
pueden descomponerse en funciones y argumentos, de modo similar a los del anlisis
matemtico, si , por ejemplo, por "el ro que pasa por x" entendemos la funcin que
toma como valor "Sena" cuando "Pars" es el valor del argumento o, -pongamos por
caso-, "Manzanares", cuando la x toma el valor de "Madrid". De igual manera, los
enunciados ms complejos, como por ejemplo "Mara quiere a Juan", se pueden
descomponer bajo la forma "Mara quiere a x", siendo Juan un posible valor del
argumento, bien segn la funcin "y quiere a Juan", o bien incluso bajo el grado
superior de abstraccin "y quiere a x". Pero al contrario que las expresiones anteriores,
estas funciones incompletas de enunciados complejos -llamadas predicados-, parecen no
indicar ningn objeto cuando sus variables son sustituidas por valores definidos, sino
que tan slo dan como resultado bien una oracin verdadera o bien una oracin falsa.
Frege llam a este valor que las funciones toman dependiendo de los distintos
argumentos su valor de verdad, lo cual no tiene nunca capacidad para designar objetos o
situaciones del mundo. Russell, en cambio, no puso inconvenientes a que las
proposiciones, adems de valor de verdad, tuvieran tambin referencia al mundo,
indicando una situacin o estado de cosas. Frege, y posteriormente Wittgenstein, se
negaron a esto por una razn fundamental: los nombres o incluso las descripciones (tal
y como seran llamadas las expresiones aludidas del tipo "el ro que pasa por Pars", en
la nomenclatura russelliana) adquieren significado en virtud de una relacin "semntica"
16
directa con los objetos del mundo que designan; las proposiciones, en cambio, si son
realmente capaces de transformar o aadir de alguna manera "sentido" a los objetos
separados que las componen -es decir, proporcionan algo ms que una pura suma o
relacin de significados individuales-, es en virtud de propiedades ahora "sintcticas",
las cuales no tienen (o no tienen por qu tener) "referencia" (es decir, correlato objetual)
en el mundo. A pesar de todo, Frege acab postulando como solucin a este problema
la designacin de dos objetos ideales como referentes de las proposiciones verdaderas y
falsas, los de "Lo Verdadero" y "Lo Falso", mientras que Wittgenstein se conformaba
con afirmar la conocida tesis de que la proposicin slo "muestra" la estructura lgica
de los estados de cosas, a la que ya hemos aludido varias veces en este trabajo. El
inters por postular una semntica estricta correspondiente a las proposiciones era, por
otra parte, fundamental para la legitimacin de la lgica o de la matemtica, como ya
hemos indicado alguna vez, puesto que slo de ste modo podan ser ellas mismas
convertidas en "smbolos", es decir, pasar a formar parte de una estructura sintctica
superior, siendo las propias proposiciones, esta vez, los constituyentes atmicos entre
los que se establece una proposicin de esta clase superior (metalenguajes).
En definitiva, bien fuera al servicio exclusivo de proposiciones de experiencia
(Wittgenstein), bien igualmente como asiento para las proposiciones metalingsticas
(Frege y Russell), la empresa central de la filosofa analtica radicada en estos autores
consista por estas fechas en conseguir que todas las expresiones pudieran tener valor de
verdad, es decir, en desarrollar una teora, esquema, o modo de formalizacin que
permitiera dar cuenta de todas las posibles combinaciones sintcticas en trminos de
condiciones semnticas. Puestas as las cosas, la contribucin fundamental del Tractatus
no poda ser concebida ms que a estos efectos: la aportacin de un modo segn el cual
todo enunciado acerca de complejos puede ser resuelto en un enunciado acerca de sus
componentes.
Envuelto en este clima y en este mtodo, aunque seguro de que los caminos
emprendidos no podran de manera alguna llegar ms lejos de hasta dnde l los haba
llevado, - de hecho, tras la escritura del Tractatus, Wittgenstein se "exili" durante diez
aos de los estudios filosficos, convencido verdaderamente de que no quedaba trabajo
por hacer, ni nada ms sobre la tierra que pensar en clave filosfica-, no es tarea sencilla
en lo que resta averiguar cules podran ser las razones tcnicas que le impulsasen
17
finalmente a retirarse de la ptica semntica de estudio, (es decir y como hemos visto,
la relativa a las condiciones de verdad de las proposiciones), puesto que ella constitua
hasta entonces la base irrenunciable de la investigacin filosfica misma. Anthony
Kenny, en el captulo sexto de su libro "Wittgenstein"
12
, sugiere que el abandono de las
consideraciones semnticas, y, con ello, del papel predominante que "las condiciones de
verdad" hubieron de jugar en el examen acerca del fenmeno de la significacin, se
debe a un crecimiento del dominio de la sintaxis causado por el hallazgo de valores
simblicos inesperados en los que antes haba considerado tomos semnticos
elementales. En el Tractatus, en efecto, las proposiciones elementales haban sido
consideradas independientes entre s, y slo eran susceptibles de una conexin posible
en el mbito de la proposicin mediante su articulacin conforme a reglas sintcticas.
Pero ahora, en un segundo momento, Wittgenstein repara en la dificultad de hallar
elementos de sentido de los que verdaderamente pueda decirse que son independientes
de cualesquiera otros, como nos muestra, por ejemplo, el hecho de que "se pueda inferir
de la existencia de un estado de cosas la no existencia de otro, como sucede en la
proposicin "Un hombre mide dos metros de alto, de modo que no mide tres metros de
alto"
13
o tambin en los casos en que podra aplicarse a la realidad algo as como una
escala, tal y como sucede incluso para la proposicin elemental que predica el "color"
de un objeto, caso paradigmtico hasta entonces para la filosofa analtica de Moore y
Russell de los tomos simples elementales
14
. A partir de estas observaciones, entonces,

12
Anthony Kenny, Wittgenstein, Penguin Press, Middlesex, Inglaterra, 1972 (las referencias estn
tomadas, en cambio, de la versin castellana del libro citada en la bibliografa, pgs. 100-107)

13
En las conversaciones que wittgenstein mantuvo con Waissman edurante los aos 1926 y 1929 (en
Weissmann, Notes on talks with Wittgenstein 1965, recogido en Wittgenstein y el Crculo de Viena,
Mexico, Fondo de Cultura Econmica, 1974, pgs.63-64).

14
La nueva posicin al respecto se refleja en el siguiente texto de Wittgenstein, tambin procedente de las
conversaciones con Waismann: "Con frecuencia imaginamos que llevamos dentro de nosotros una
especie de imagen de memoria de los colores y que esa imagen de memoria la comparamos con un color
cuando lo vemos. Imaginamos que lo que tiene lugar es una especie de comparacin. Esto no es as del
todo. Imaginemos el caso siguiente. Usted ha visto un azul determinado, digamos el azul del cielo, ya
ahora yo le muestro a usted varios ejemplos de azul. Usted dice `No, no, no era ese, o ese, o ese. Ese, ese
es No es como si usted tuviera varias teclas en su cabeza, y yo hiciera intentos hasta que consigo pulsar
una tecla determinada y entonces suena una campanilla?no es as como tiene lugar el reconocimiento del
color? Suena en m una campanilla? Hay una especie de `click a la vista del color correcto? No! Al
contrario, yo se, ante un azul determinado, no slo que no es el color correcto, sino tambin en qu
direccin debo cambiar el color para llegar al color correcto. Si usted tiene que mezclar los colores yo
puedo guiarle diciendo: ms blanco, ms blanco, ahora es demasiado, un poco ms de azul, etc. eso
significa: cada color presupone el sistema entero de color Op.cit. pgs. 87-88.

18
el que una palabra tenga el mismo significado que otra no significar que ambas
denoten un mismo objeto, sino que poseen la misma sintaxis, esto es, el mismo grado de
colocacin en una escala. La sugerencia de Kenny consiste en ver esta necesaria
ampliacin de la sintaxis y supresin de la independencia que haba sido estipulada en
el Tractatus entre las proposiciones elementales, como una transicin necesaria hacia su
posterior concepcin en torno a juegos del lenguaje. Para Kenny, -con sus palabras-, en
ese momento Wittgenstein "Al haber dejado de creer que las proposiciones elementales
eran independientes entre s cay en la cuenta de que las reglas para la combinacin
veritativo-funcional de oraciones necesitaban ser suplementadas con `reglas que tengan
su raz en la sintaxis interna de las oraciones
15
. Era el estudio de estas reglas internas, y
de las relaciones internas entre proposiciones elementales, lo que condujo a la teora de
los juegos del lenguaje que tan importante papel desempe en su ltima filosofa. Los
sistemas de proposiciones que son como escalas son juegos de lenguaje en embrin"
16

Pese a que an hubiera de andarse un largo camino para que estos "embriones de
juegos" llegasen a convertirse en la genuina nocin de juegos del lenguaje desarrollada
en plenitud en los Cuadernos Azul y Marrn y en las Investigaciones, se habra dado
efectivamente un paso enormemente importante en esta direccin al abandonar la
atencin sobre las condiciones de verdad o verificacin en favor de la interrogacin por
el contexto sintctico al que las palabras pertenecen (un pequeo paso para Wittgenstein
que habra sin embargo de alejarle un mundo del ideal de filosofa patrocinado bajo las
premisas de Frege y Russell.)
Entre las motivaciones o instrumentos heredados de los tiempos del Tractatus y
de la poca en que mantuvo una comunidad de propsitos con Frege y Russell, an
podramos encontrar un segundo resorte para que el esquema basado en condiciones de
verdad de las proposiciones pudiera ser trastocado en pos de uno nuevo apuntalado
sobre las condiciones del "uso" de los enunciados. Este segundo incentivo pudo crecer
de la siguiente manera en su mente, -conjeturalmente hablando-: aunque Wittgenstein se
hubiera negado a postular en el Tractatus referencia semntica alguna a las
proposiciones en cuanto tales, esto no significaba en modo alguno que hubiera sido
puesto en cuestin el esquema verificacionista en el que tanto proposiciones como
nombres habran de inscribirse siempre y cuando ello fuera posible. La lgica del

15
Op. Cit, pg. 80.
19
"mostrar" constitua, por tanto, tan solo un salvavidas al que agarrarse una vez
enredados en una situacin de por s comprometida, pero en modo alguno poda
considerarse como una solucin definitiva a los problemas comunes al movimiento
analtico. El objetivo comn tanto de Frege, como de Russell y Wittgenstein, tal y como
les hemos presentado aqu, habra consistido en descubrir la manera en que las
proposiciones, como, por ejemplo, puede ser la de hay una mosca en mi sopa,
efectivamente indiquen, seales o muestren que hay una mosca en mi sopa. Lo que
sucede aqu es que si queremos que la proposicin sea verificable, (esto es, que pueda
ser verdadera o falsa), y para ello escudriamos atentamente en los mtodos de
proyeccin, slo conseguiremos verificar la mesa, la sopa, la mosca y quiz el
camarero, la cuchara y algunas cosas ms, pero en ningn momento el estado de cosas
en cuanto tal expresado por la proposicin "hay una mosca en mi sopa". De resultas de
lo cual, cabe preguntarse...efectivamente queremos que la proposicin sea verdadera o
falsa? de veras queremos que sea verificable en los mismos trminos en que entienden
esta operacin los filsofos en sus academias?. En honor a la verdad, lo que
normalmente queremos es propiamente indicar el hecho de que efectivamente hay una
mosca en mi sopa, y que el camarero pueda reconocerlo y asentir a ello tambin, de
manera que se vea constreido, p.e., a aceptar mi peticin del libro de reclamaciones o
del insecticida o del nmero de la protectora de animales. Mas, para estos fines, no es
mejor y ms sencillo mtodo precisamente el que consiste en algo tan natural como
nicamente "usar" la expresin "hay una mosca en mis sopa?. Slo reemplazando la
teora de las condiciones de verdad por una teora del uso, deja de ser problemtica la
referencia a estados de cosas del mundo. Pues slo desde el momento en que, como un
requisito indispensable a rellenar para cumplir una formalidad terica, pedimos algo tan
extrao y oscuro como una "referencia" -lo cual, en rigor, ni es necesario, ni podra
sernos en algn modo concedido-, es cuando aparecen los problemas y se agotan las
posibilidades del anlisis filosfico-lingstico.
Uno de los rasgos esenciales a la nueva filosofa de Wittgenstein, es,
precisamente, su crtica a esta tendencia a postular entes o cualidades como origen de
las experiencias posibles, como si stas tuvieran siempre que inscribirse en una
situacin de estructura "causal". Una concepcin basada en "condiciones de verdad" -

16
Op.cit. pg.106.
20
como puede ser la del Tractatus o la filosofa analtica anterior a Wittgenstein, pero
tambin la que sirve de paradigma a las ciencias naturales- convierte en un problema
semntico-referencial lo que, en realidad, tan slo podra ser, -en caso de ser
efectivamente algo problemtico, lo cual es ya dudoso- un problema epistemolgico. Es
decir, preguntamos "qu es lo que hace que...?" o "cul es la causa de...?" en lugar de
preguntarnos "cmo sabemos que...?" En un texto escrito por Wittgenstein algunos
aos antes de las Investigaciones y titulado Causa y efecto: aprehensin intuituiva
17
, es
expresada la censura por parte de Wittgenstein hacia la frecuente asimilacin de los
fenmenos lingsticos a los fenmenos naturales, y Wittgenstein insiste repetidamente
en que hay casos en los que se quiere aplicar el principio de induccin, es decir, postular
una causa, incluso en situaciones ante las que, o bien no existe regularidad reconocible
sobre la que establecer inferencia alguna, o bien ni siquiera es necesaria, pues existen
otro tipo de reglas que proporcionan a la situacin legalidad suficiente como para que
no haya que recurrir a una entidad que pretenda ser legitimadora, como lo es la nocin
de "causa". En el texto citado, Wittgenstein ilustra cmo este esquema est
necesariamente presupuesto en el mtodo cientfico, pero seala que, puesto que incluso
el cientfico podra, en teora, prescindir de l (lo que no sucede es que lo haga nunca,
puesto que no le conviene, en tanto que tal esquema ha sido, hasta el momento, til a la
ciencia, -o, por lo menos, esta es la opinin ms comn
18
), lo que no tiene sentido es

17
Estos escritos fueron recuperados entre el legado pstumo de Wittgenstein por Rush Rhees y editados
en 1976 con este ttulo, aunque realmente fueron escritos entre finales de septiembre y finales de octubre
de 1937. La versin espaola ha sido recientemente realizada por Angel Garca Rodrguez, en la
recopilacin de escritos de Wittgenstein publicados pstumamente titulada Ocasiones Filosficas,
Madrid, Ctedra, D.L Teorema Serie Mayor, 1997.

18
26.9.37.: "Piensa en dos gneros diferentes de plantas, A y B, de las cuales se obtienen semillas; las
semillas de ambos gneros parecen iguales e incluso despus de la ms escrupulosa investigacin no
podemos establecer diferencia alguna entre ellas. Pero de las semillas de una planta-A salen ms plantas-
A, de las semillas de una planta-B, plantas-B. Podemos predecir qu planta resultar de tal grano de
semilla, si sabemos de qu planta procede. -Ahora bien, hemos de contentarnos con esto o debemos
decir: "Tiene que haber una diferencia en las semillas mismas, pues de lo contrario no podran producir
`plantas diferentes; sus antecedentes por s solos no pueden ser la causa de sus desarrollos posteriores, a
menos que los antecedentes hayan dejado huella en las semillas mismas". Y si no encontramos ninguna
diferencia en las semillas? Y el hecho es: no hemos predicho el desarrollo a partir de las peculiaridades de
la semilla, sino de sus antecedentes. Si digo: stos no pueden ser la causa del desarrollo, esto no significa
entonces que no pueda predecir el desarrollo a partir de los antecedentes, pues esto es lo que hago, sino
que significa ms bien que no llamamos a esto una `conexin causal, que justamente aqu no predecimos
el efecto a partir de la causa. Y la protesta: "tiene que haber una diferencia en las semillas, incluso si no la
encontramos", no cambia para nada los hechos; expresa cun poderoso es en nosotros el impulso de verlo
todo bajo el esquema de causa y efecto". Cuando la gente habla de grafologa, fisiognoma y cosas
semejantes, se oye constantemente la oracin: "naturalmente, el carcter debe expresarse de alguna
21
que lo empleemos tambin en situaciones que carezcan de esta dimensin cientfica,
cuando ni la comprensin ni el contexto de suyo lo reclamen, e, incluso, donde puede
crear ms problemas de los que soluciona.
En estos escritos anteriores a las Investigaciones , Wittgenstein denomina a esta
forma de comprensin liberada de la postulacin de causas y de la consideracin
semntica de las condiciones de verdad, mediante el quiz en exceso nebuloso y
cargado de connotaciones impropias nombre de "intuicin" o "aprehensin intuitiva"
19
,
y que incluso podra resultar peligroso para los fines wittgensteinianos, por cuanto que
la "intuicin" podra ser confundida con una captacin cognoscitiva privilegiada al
modo de la intuicin clara y distinta cartesiana o al de las intuiciones fenomenolgicas,
experiencias singulares que pretenden ser susceptibles de "etiquetado y conserva" para
ulterior utilizacin en sistemas axiomticos o teoremas. Esta no es en absoluto la
intencin de Wittgenstein, pero tampoco se resigna a interpretar todas las experiencias
bajo el patrn de la causalidad, por lo que en cierto momento escribe: "Por qu se
llama a lo que reconocemos inmediatamente del mismo modo que aquello que nos
ensea la coincidencia de experiencias repetidas? Hasta qu punto es lo mismo? (Lo
que fluye de una fuente de conocimiento distinta es otra fuente de conocimiento)"; y
tambin: "Se puede reconocer la existencia de un mecanismo de dos maneras: en primer
lugar, vindolo; en segundo lugar, viendo sus efectos". No podramos decir: el
enunciado "aqu existe un mecanismo de tal y tal gnero" se usa de dos maneras: A) si
se puede ver tal mecanismo; b) si se reconocen efectos como los que un mecanismo
podra producir"
20
. Wittgenstein considera un grave error nuestra tendencia a clasificar
o medir nuestras experiencias conforme a los parmetros de la ciencia natural. En su
lenguaje, (tendremos oportunidad de volver a ello ms adelante) por "intuicin" no hay
que entender nunca aprehensin de un "ente" ideal o mental, sino que con esta
expresin se hace alusin a un cierto juego lingstico para el cual o bien no son

manera en la escritura -o en el rostro, etc". Debe, es decir: queremos aplicar esta concepcin sean cuales
sean las circunstancias, Op. Cit, pgs. 370-371.

19
Wittgenstein comienza su escrito atribuyendo a Russell la idea y el tecnicismo de que "antes de que se
reconozca algo como causa por la repeticin de una experiencia, ha de reconocerse algo como causa por
intuicin", que l mismo pretende comentar y desarrollar. El editor de la edicin espaola (op.cit),
sugiere que Wittgenstein podra querer referirse la artculo de Russell "The Limits of Empiricism",
publicado en Proceedings of the Aristotelian Society, 1935/36, pero en ste realmente nunca utiliza el
trmino "intuicin", sino ms bien otros como son "percibir" o "ver" (percepcin o visin).

22
relevantes o bien no conocemos las conexiones causales determinadas que nos han
llevado a adquirirlo. "Veo algo rojo" o "tengo dolor", son enunciados para cuya
adecuada comprensin no es necesario remontarse hasta algn tipo de causa, y de
concederse que en la mayora de los casos nuestra identificacin lingstica es de este
orden, podramos claramente abstenernos de postular causas a su base (conscientes o
inconscientes), puesto que aunque ellas acten hipotticamente de algn modo (p.e.,
neurofisiolgicamente) sobre nuestra conducta, mientras no transgredan su mbito de
definicin, jams podremos incluirlas como pertenecientes a nuestro lenguaje. Tenemos
la tendencia a camuflar nuestra ignorancia, dice Wittgenstein, tratando de postular
causas all donde ni siquiera son precisas. En continuidad con ello, dice Wittgenstein "se
podra pensar en un uso del lenguaje en el que no se dijese: `se desconoce quin hizo
esto, sino `El Sr. Desconocido ha hecho esto, para no tener que decir que no se sabe
algo"
21
. Ms adelante (en el Cuaderno Azul, como veremos) comenzar a concretar en
mayor medida su posicin al respecto, calificando a la comprensin o utilizacin de un
trmino o grupo significante que se produce sin induccin, o de manera inmediata,
como aquella que tiene lugar "segn criterios".

La nocin wittgensteiniana de "criterio" ha sido polmica entre los intrpretes de
Wittgenstein,
22
lo cual no carece de importancia, pues esta nocin constituye el
instrumento conceptual bsico de su ltima filosofa. Como ya hemos apuntado, la
naturaleza del "criterio" no se evidencia preguntando "cul es la causa?" o "qu es lo
que hace que...?", sino mediante la interrogacin "cmo sabes que tal y cual es el
caso?"; es, por tanto, algn tipo de fundamento o evidencia lo que se busca con ella: un
fundamento o justificacin que de cuenta del uso de expresiones o de la comprensin

20
Ludwig Wittgenstein, Causa y efecto:aprehensin intuitiva, en Ocasiones Filosficas, pg. 376.

21
Op. cit., pg.379.

22
La polmica fue desatada fundamentalmente por Roger Albritton quien, en su artculo titulado "On
Wittgensteins Use of the Term `Criterion ( en Wittgenstein. The Philosophical Investigations, Pitcher
(ed.), Londres, MzMillan, 1966), defenda una posible discordancia entre las acepciones usadas por
Wittgenstein respecto a la nocin de "criterio". Contra esta sugerencia, o con el objeto de resolver estas
posibles discordancias, surgieron posteriormente los artculos de Wellman,,"Wttgensteins Conception of
a Criterion", en Wittgenstein and the Problem of Other Minds, Morick (ed.), Nueva York, Mc Graw-Hill,
1967) y Kenny, ("Criterion", en The Encyclopedia of Philosophy, P.Edwards (ed.), Londres, McMillan,
1968. Vol.", pp.258-261) entre otros, adems de algunas argumentaciones de Hacker en su libro Insight
and Illusion, Oxford: Clarendon 1972o de Shoemaker (Self-Knowledge and Self-Identity, Ithaca, Nueva
York; Cornell University Press, 1963).
23
del uso de expresiones. La controversia entre los intrpretes comienza a la hora de
delimitar qu tipo de fundamento es el estipulado cuando se tiene lo que Wittgenstein
cataloga como "un criterio". Aunque Wittgenstein haya criticado la postulacin de
"causas" o "cualidades" tras los fenmenos o experiencias que observamos con
regularidad, la nocin de "criterio" no tiene por qu limitarse a la simple observacin e
induccin de las regularidades. Existe entre los fenmenos que identificamos como
regulares o entre los usos habituales de las expresiones lingsticas, -dir Wittgenstein-,
un tipo de relacin ms vinculante que la puramente inductiva, y es la estipulada en el
"significado" de las expresiones. Atendiendo a ello, en el pargrafo 354 de las
Investigaciones, as como en algn lugar del Cuaderno Azul
23
, Wittgenstein distingue
entre "criterios" y "sntomas". "Sntomas" son, primeramente, aquellos signos que
conocemos exclusivamente como fruto de la regularidad de la naturaleza, pero que no
constituyen parte alguna del significado; los "criterios", en cambio, son de incumbencia
de aquellas reglas que determinan el significado de las expresiones, es decir, aquellos
ndices por los que reconocemos cundo debe ser empleado un determinado trmino, o
en qu sentido debe ser interpretado. En consecuencia, el criterio contribuye a la
"gramtica" de una expresin, en tanto que los sntomas, -siendo de por s mudos,
puramente factuales, hasta que son puestos en relacin por un criterio-, conforman tan
slo el contenido sinttico del criterio. Precisamente en el Cuaderno Azul Wittgenstein
ejemplifica esto de la siguiente manera: "Introduzcamos dos trminos antitticos para
evitar ciertas confusiones elementales: a la pregunta: `cmo sabe usted que sucede tal y
tal cosa?, contestamos unas veces dando `criterios y otras dando `sntomas. Si la
ciencia mdica llama angina a una inflamacin causada por un bacilo particular y
preguntamos en un caso concreto `porqu dice usted que este hombre tiene angina?, la
contestacin `he encontrado el bacilo tal y tal en su sangre nos proporciona el criterio,
o lo que podemos llamar el criterio definidor de la angina. Por el contrario, si la
respuesta fuese `tiene la garganta inflamada, puede darnos un sntoma de la angina.
Llamo `sntoma a un fenmeno que la experiencia nos ha enseado que coincide, de un
modo o de otro, con el fenmeno que es nuestro criterio definidor. Entonces decir `Un
hombre tiene angina si se encuentra en l este bacilo es una tautologa o es un modo

23
Wittgenstein, The Blue and Brown Books (cito por la edicin castellana, Los Cuadernos Azul y Marrn,
Tecnos, 3 ed. 1998, pg. 53).

24
descuidado de establecer la definicin de `angina. Pero decir `Un hombre tiene angina
siempre que tiene la garganta inflamada es hacer una hiptesis.
24

La mencin en este texto a la tautologicidad de la relacin segn criterios hizo
que algunos de los exgetas tomaran la relacin aqu descrita como una relacin lgica
o incluso deductiva, en trminos de una condicin necesaria y suficiente. En las
Investigaciones, en cambio, existen textos bastantes para mostrarnos que sta no es la
idea de Wittgenstein, ya que numerosas veces Wittgenstein se refiere ms bien a otro
tipo de justificacin (la cual, como dice A. Garca Surez
25
, "es ms dbil que la
relacin existente entre las premisas y la conclusin de un argumento vlido, pero ms
fuerte que la relacin existente entre dos fenmenos asociados por experiencia"). La
relacin "conceptual" que propone Wittgenstein admite la posibilidad de la existencia
de diferentes criterios para un mismo estado de cosas (como sucede en el caso de la
lectura, PhU 164, o, tambin, en el de la identidad de una persona, PhU, 404), para
el cual, en caso de entrar en conflicto los pretendientes a criterio (como sugiere
Kenny
26
), no todos resultarn a la par ser decisivos. Pese a las complicaciones que
aquejan a la propuesta interpretativa de Kenny (y que sern analizadas ms tarde), en
general parece plausible el hecho de que, en el contexto de las Investigaciones, los
criterios y aquello de lo que son criterios gocen ambos de cierta independencia mutua,
es decir, que sea posible que en ocasiones puedan ser encontrados a otros efectos -por
decirlo en la terminologa de Wittgenstein-, como partcipes en iguales condiciones de
otros "juegos" distintos.
No siempre, de todas formas, la frontera entre criterios y sntomas es clara
27
y
desde luego, nunca definitiva. Esto, a veces, constituye un malentendido que
Wittgenstein trata de subsanar, pero que no siempre es de fcil de resolver: en algunas

24
Ibidem.

25
Alfonso Garca Surez, La lgica de la Experiencia. Wittgenstein y el Problema del Lenguaje Privado.
Tecnos, Madrid, 1976, p.161.

26
Anthony Kenny, Criterion.

27
En el 354 de las Investigaciones escribe Wittgenstein: la fluctuacin en la gramtica entre criterios y
sntomas hace que se produzca la apariencia de que slo hay en suma sntomas. Decimos, por ejemplo: `la
experiencia ensea que llueve cuando baja el barmetro, pero tambin ensea que llueve cuando tenemos
determinadas sensaciones de humedad y fro, o tal y cual impresin visual. A favor de esto se da como
argumento el que esas impresiones sensoriales pueden engaarnos. Pero no se tiene en cuanta el hecho de
que precisamente nos produzcan la falsa apariencia de lluvia se basa en una definicin.
25
ocasiones, en efecto, verdaderamente no es posible diferenciar cul es el criterio
definidor y cul el sntoma, ms que arbitrando una decisin ad hoc carente de mayor
fundamento, tal y como se expresa en el Cuaderno Azul
28
. E incluso, con el paso del
tiempo o el cambio de circunstancias, es posible que los sntomas acaben convirtindose
en criterios o viceversa (PhU, 79). Un situacin tal, de todas maneras, no puede
llevarnos a la conclusin de que todo son sntomas, pues para que exista significado
siempre ha de haber detrs algn criterio. Todo ello (la necesidad del criterio ms la
imposibilidad de eludir esta posible vacilacin e incluso indeterminacin que en
ocasiones tiene lugar en este trance), ser fundamental para la investigacin que nos
proponemos llevar a cabo en los siguientes captulos, por lo que, por el momento,
dejaremos el problema aqu slo planteado de modo preliminar en vista de una ulterior
discusin detallada.

El abandono, por tanto, del diseo basado en condiciones de verdad, es el que en
definitiva lleva a Wittgenstein al punto de vista alternativo acerca de las condiciones de
"uso", es decir, a aquella consideracin que se pregunta nicamente por los criterios y
ya no por los referentes o las causas de nuestras expresiones. Inmediatamente, con esta
transformacin habrn de aparecer como resultantes suyas dos nuevos instrumentos de
anlisis del fenmeno lingstico cabalmente ms apropiados que los antiguos a los
fines de esta nueva perspectiva. Aunque son de sobra conocidos, aqu haremos -aunque
slo sea someramente- una presentacin de ellos: en primer lugar, el juego lingstico,
tecnicismo alternativo por derecho propio al de "la proposicin" o "el argumento"
antiguos, en tanto que es lo que funciona de marco para el anlisis preciso del
significado de una expresin, o, incluso, para que esta pueda tener meramente sentido
(e.d., de igual modo que en la filosofa del Tractatus un nombre no tena sentido si no
perteneca a una proposicin, en la filosofa posterior de las Investigaciones una
expresin lingstica tampoco puede eventualmente decirse que lo tiene a menos que
pertenezca, y est dirigido, a una disposicin llamada "juego lingstico"). En segundo
lugar, encontramos la nocin de "parecido de familia", que vendra en este caso a
sustituir la nocin de "concepto" en funciones de "universal lingstico". Si las
expresiones han perdido en la nueva filosofa de Wittgenstein todo prrito semntico,

28
Los Cuadernos Azul y Marrn, pg. 53.
26
no habr instancia terica alguna que utilizar como reemplazo, (tal y como sucedi
hasta que Wittgenstein diera el primer impulso a esta nueva concepcin en las teoras
del significado), sino que en cada ocasin particular sern el uso y el contexto los que
determinen la valencia significativa de cada expresin. Como contrapartida a esto,
podra alegarse efectivamente que s que contamos con unas monedas de cambio,
llamadas palabras, que se usan regularmente en situaciones iguales o parecidas. Por
supuesto, Wittgenstein no puede ni quiere negar esto; sin embargo, a lo que s se negar
es a la consecuencia ilegitima inferida de esto, de que el uso de expresiones iguales
implique la existencia de un contenido semntico comn a todas ellas. Lo que se da
entre ellas, -dir Wittgenstain-, es tan slo un parecido de familia.
Esta nocin de "parecido de familia" se desarrolla por primera vez en el
Cuaderno Azul y se asume por completo ya en las Investigaciones. Su acuacin parte
de la constatacin de que la entidades que subsumimos bajo un trmino general no
tienen porqu tener algo necesariamente en comn, cuando tan solo "forman una familia
cuyos miembros tienen aires de familia. Algunos de ellos tienen la misma nariz; otros
las mismas cejas, y unos terceros, el mismo modo de andar; y estas semejanzas se
superponen. La idea de que un concepto general es una propiedad comn de sus casos
particulares est conectada con otras ideas primitivas y demasiado simples, de la
estructura del lenguaje"
29

El trmino "parecido de familia", por tanto (es importante subrayarlo), con todo
lo que tiene de revolucionario de la comprensin tradicional de la naturaleza de los
conceptos, no puede entenderse una vez ms como portador de una nocin ms laxa
pero al fin y al cabo, homloga a la de los universales lingsticos, pues, si el plano de
generalidad de que estos gozaban en las concepciones analticas anteriores era
puramente inductivo (cuando no atribuido a un orden eidtico substancial de raigambre
platnica), en la concepcin de Wittgenstein el vnculo que une a las palabras de
idntico significante no slo es inductivo, sino tambin y sobre todo normativo, en
cuanto que est estipulado por la reglas de uso de la palabra en un determinado
contexto, (sociedad, forma de vida....).
Precisamente, la procedencia de esta normatividad es una de las cuestiones ms
difciles de resolver dentro de la filosofa de las Investigaciones y a su dilucidacin es a

29
Los Cuadernos Azul y Marrn, pg.45.
27
lo que intentaremos dedicar los siguientes captulos. Pues el viraje de nuestra atencin
desde lo que son las condiciones de verdad a las de aseverabilidad no convierte
necesariamente a la filosofa -como, por otra parte, tantas veces Wittgenstein afirma- en
una tarea puramente descriptiva de las regularidades, sino que, si adems quiere poder
legitimarse para denunciar cundo un uso es adecuado a la gramtica de un vocablo y a
su situacin y cundo no, debe poder dar cuenta de cul es el tipo de legalidad o
convenio que asume, y cmo stos podran surgir en forma de reglas desde las
diferentes formas de vida. Estas cuestiones son las que trataremos de abordar a
continuacin.























28


CAPITULO 2:
LA DEFENSA DEL LENGUAJE AD HOC.


Pues donde faltan los conceptos,
siempre se encuentra una palabra a tiempo
Goethe, Fausto.


En un primer momento, y hasta dos dcadas despus de la publicacin de las
Investigaciones Filosficas, los temas que haban acaparado el inters de la mayora de
los crticos y comentaristas fueron los de la crtica del atomismo lgico, el examen de
las nociones de juego de lenguaje y de parecido de familia, y la indagacin acerca de la
peculiar aportacin wittgensteiniana a la definicin de la naturaleza de la filosofa. Pero
sobre todos ellos, destaca el tema que ms bibliografa gener durante aquellos aos: el
de la crtica del lenguaje privado, tema que haba sido difusamente pergeado en obras
y lecciones anteriores de Wittgenstein, pero nunca estructurado de una forma tan
completa e incisiva como se presenta en las Investigaciones, dilatndose a lo largo de
una extensa seccin de la obra que ocupa los pargrafos que van del 243 al 363. A partir
de 1975, no obstante, el foco de atencin se vio desplazado hacia las secciones que
preceden a esta argumentacin (PhU, I 138-242), dedicadas al problema del
atenimiento a reglas, y que desde entonces son mayoritariamente consideradas como el
ncleo de toda la obra, all donde se expresa la concepcin ms innovadora de la nueva
filosofa de Wittgenstein y la ms capaz de dotar de un sentido rector a todo el resto de
la exposicin.
Podra decirse que desde que M. Dummet en el ao 1959
30
propusiera una
novedosa aunque polmica interpretacin sobre el nudo crucial de esta seccin de las
Investigaciones, se puso en marcha un intenso debate que no slo atrajo la atencin de

30
Michael Dummet, Wittgensteins Philosophy of Mathematics, Philosophical Revew, vol.68 (1959)
pgs.324-248.

29
los expertos o de los ms escrupulosos exgetas de la obra de Wittgenstein, sino que
implic igualmente a todos aquellos que pudieran estar interesados en colegir las
consecuencias que, en un pensamiento tan sugerente como lo era entonces el de
Wittgenstein, podan estar implicadas con respecto a temas aparentemente tan dispares
como son la fundamentacin de la matemtica o de las ciencias sociales. Lo que
sucedi fue que Dummet haba puesto en relacin las secciones dedicadas al
seguimiento de reglas con algunos pasajes de otra de las obras publicadas
pstumamente por los albaceas literarios de Wittgenstein, -las Observaciones sobre los
Fundamentos de la Matemtica-, con objeto de resolver la cuestin de la posible
convencionalidad de las reglas de la matemtica que haba permanecido como uno de
los asuntos pendientes de la filosofa del Crculo de Viena. En efecto: conforme a los
contenidos del Tractatus que el grupo positivista asume como propios, como ya hemos
comentado anteriormente, las proposiciones analticas de la lgica y de la matemtica
haban sido calificadas como sin-sentidos, por lo que, si los neo-positivistas queran
seguir defendiendo la posibilidad de su ideal epistmico, deban apresurarse para
encontrar un modo de conciliar su empirismo radical con el reconocimiento de la
necesidad lgica y matemtica. Para ello, Ayer y Carnap propusieron convertir las
proposiciones analticas de la lgica y de la matemtica en vlidas por convencin,
creyendo salvar as la trampa pertrechada por Wittgenstein en el Tractatus en la que
caera todo el que pretendiera hablar de las normas de la lgica, o de el lenguaje, y esto
mediante un ingenioso artificio: postular verdades necesarias teniendo en cuenta las
reglas de uso del lenguaje, pero sin que esto signifique que se las identifique con las
reglas de este uso, que en realidad , no se adscribe a ningn tipo de ley necesaria, pues
es slo emprico y contingente. De forma ms clara lo expresa el mismo Ayer con un
ejemplo: Es un hecho contingente y emprico que la palabra anterior se usa en
nuestro idioma para significar anterior, y es una regla de lenguaje arbitraria, aunque
conveniente, que las palabras que designan relaciones temporales se usen
transitivamente; pero dada esta regla, la proposicin que dice que, si A es anterior a B y
B es anterior a C, A es anterior a C, se torna una verdad necesaria. Una solucin
similar fue postulada por Russell ya en el mismo prlogo del Tractatus (en razn del
cual, como es sabido, Wittgenstein acus a Russell acremente de no haber entendido
nada de lo que se planteaba en la obra) para superar el abismo ente el decir y el
30
mostrar del que all hablaba Wittgenstein mediante la postulacin de una jerarqua de
lenguajes artificiales potencialmente infinita: los conocidos metalenguajes.
Wittgenstein (como, de igual modo, ms tarde observar tambin Quine
31
), no obstante,
opuso serias objeciones a este tipo de procedimientos con el argumento de que, puesto
que el conjunto de las leyes de la lgica o de la matemtica o de los metalenguajes es
infinito, y slo un nmero finito de reglas podra haber sido estipulado directamente por
convencin, esto significara de hecho que el conjunto restante de los enunciados
lgicos o matemticos deban ser las consecuencias derivadas de las convenciones
primitivas. Pero si esto fuera as...Cules seran las reglas que rigen tal derivacin de
un enunciado hasta sus consecuencias? No habran de ser ellas mismas, tambin,
lgicas?
32
De modo que, en palabras de Putnam,
33
tendramos el absurdo resultado que
se formula bajo la forma: logic is true by conventions plus logic (la lgica es
verdadera por convencin ms lgica).
A la vista de esta serie de problemas, Dummet en su artculo atribuye a
Wittgenstein una cierta solucin del dilema por medio de una eficaz huida hacia
adelante (as son, por cierto y en general, tratados en las Investigaciones todos los
problemas incoados por el Tractatus): estipulando un modo segn el cul siempre y
todas las reglas de la lgica y de la matemtica (incluso las que regulan cada uno de
los pequeos casos intermedios) pudieran tener cierto carcter convencional, aunque eso
s, al precio de no poder conocer de antemano la regla que en cada caso est siendo
usada, sino siempre de modo posterior a su aplicacin. Dummet entendi este
procedimiento -que enseguida trataremos de explicar- meramente como un artificio que
trataba de solucionar ad hoc el dilema especfico citado de importancia exclusiva slo
para la fundamentacin de la matemtica y de la lgica, pero, pensamos nosotros,
acometindolo de una forma tal, que se olvida en su exposicin, de todo aquello
pertinente a lo que se refiere a las conexiones que el argumento tiene con el resto de la
obra y con el resto de nociones con las que, conjuntamente, puede llegar a cobrar un

31
W.V. Quine, Two Dogmas of Empiricism, Philosophical Revew 60, 1951. Pgs. 20-43.

32
Se trata de nuevo del viejo problema del Tractatus: no se puede ver con el ojo que ves, o lo que es lo
mismo, no se pueden deducir las leyes lgicas mediante las propias leyes lgicas.

33
Hilary Putnam, Realism and Reason: Philosophical Papers, vol 3. Cambridge University Press., 1983.
Cap 7. Pg. 117

31
sentido ms pleno y aceptable. Sensible a esta disonancia, Dummet opone contra
Wittgenstein que se trata de un convencionalismo radical difcil de tragar
34
, puesto
que, si en rigor no existe ninguna necesidad legal que empuje al hablante a ceirse a una
regla u otra, no se ve claro de dnde puede proceder una compulsin tan tpicamente
nuestra, partcipe de una extraa tendencia a extraer normas tan slidas y ordenadas
como las de la lgica o la matemtica nicamente desde la ms pura arbitrariedad.
Evidentemente, la propuesta levant el revuelo previsible entre los defensores de
Wittgenstein, que rechazaron tajantemente la propuesta de Dummet a favor de una
cierta lectura de estas decisivas secciones en la lnea de lo que vino a denominarse
naturalismo. (De la interpretacin naturalista nos ocuparemos detenidamente en el
prximo captulo, pero antes querramos exponer la propuesta de Wittgenstein y
Dummet, esta vez bajo unos cnones que nos parecen ms correctos: los diseados y
publicados en torno a este tema por el americano Saul Kripke en el ao 1981
35
, donde se
recoge la sugerencia de Dummet pero insertndola -a nuestro parecer, debidamente- en
el interior de la argumentacin global wittgensteiniana, dado que en realidad se trata de
una lectura bastante ceida al propio texto de Wittgenstein, -aunque, si se quiere, ms
explcita.)

Wittgenstein: reglas y lenguaje privado, la obra de Kripke por medio de la cual
podremos admitir la sugerencia de Dummet como nuestra, trata de mostrar cmo la
particular manera de concebir el seguimiento de reglas en la ltima obra de Wittgenstein
implica ya de suyo la crtica a los lenguajes privados desarrollada inmediatamente
despus. El inters que pueda tener anticipar de este modo la crtica a los lenguajes
privados, (que, como antes dijimos haba centrado el inters de la mayora de los
crticos durante ms de dos dcadas), reside en que, por una parte, nos permite
interpretar las Investigaciones como un todo unitario y no desgajado en crticas o
razonamientos independientes como haba sido realizado hasta entonces, de modo que
esto comporte interesantes consecuencias para lo que entendamos propiamente por

34
Esta es la traduccin que A. Garca Surez propone (Modos de Significar, Tecnos , Madird 1997, pg.
237) a la expresion full-blooded conventionalism que es la utilizada por Dummet, op.cit. pg. 329.

35
Saul Kripke, Wittgenstein on Rules and Private Language. An Elementary Exposition. Basil
Blackwell Publisher Limited, 1982. A partir de aqu citar segn la paginacin de la versin castellana de
este escrito: Wittgenstein: Reglas y Lenguaje Privado. Universidad Autnoma de Mexico, 1989.
32
uso, como veremos ms adelante
36
. Por otra, nos permite tambin, de este modo,
interpretar desde un enfoque nico las conclusiones aportadas por Wittgenstein con
respecto a los dos mbitos de problemas que ocuparon fundamentalmente la
investigacin de toda su vida: los concernientes a la filosofa del lenguaje por un lado, y
los relacionados con la filosofa de las matemticas por otro. El convencionalismo
radical, -como haba sido llamado por Dummet-, podra alumbrar as, bajo esta nueva
cara presentada por Kripke, todo el pensamiento de Wittgenstein y no slo un aspecto
particular del mismo, como hasta entonces se haba entendido. Intentaremos ver
tambin, con esta exposicin, cmo este tratamiento ha sido tambin clave para que a
partir de los aos 80 se comenzara a acudir a Wittgenstein en bsqueda de
planteamientos que pudieran ser integrados a las ciencias sociales e incluso utilizados
para aportar argumentos refinados lgicamente al sin duda hoy vigente debate en torno
a la inconmesurabilidad de los paradigmas culturales. Vemoslo, pues.

La secciones pertenecientes a las Investigaciones que suelen considerarse
normalmente como aquellas consagradas a tratar la posibilidad del acto de seguir una
regla son, si somos estrictos, las que van desde el pargrafo 198 al 242 de la primera
parte. Mas, no obstante, para una consideracin ms profunda de todo lo que en esta
cuestin est implicado son importantes tambin para el tema las secciones 85 a 91, 138
a 155 y 179 a 197 respectivamente, por cuanto que anticipan el tema y evalan adems
la posible faceta introspectiva de un fenmeno tan polmico como lo es el de la
comprensin. (Asimismo, como veremos, se ven involucrados tambin a nuestro
juicio en esta importante clarificacin aquellos pargrafos destinados a ejemplificar lo
expuesto mediante el examen de un caso particular de atenimiento a reglas, como lo es
el del fenmeno de la lectura e los 156-178). Anlogamente, los pargrafos clave de
las Observaciones sobre los Fundamentos de la Matemtica, son, pertenecientes a la
primera parte, los nmeros 2, 8-10, 35-40, 119-126, 162, y, de la tercera, los 48-49.
(Existen tambin muchos pasajes de los Cuadernos Azul y Marrn donde se hace
explcito el mismo problema aqu aludido, pero aqu sern obviados por lo que
juzgamos su estrecho paralelismo con las secciones correspondientes de las
Investigaciones).

36
Cf. Infra Pgs. 81-82 de este trabajo.
33
La clave para la comprensin de este asunto reside en lo que Kripke llama la
paradoja escptica de las Investigaciones, planteada por Wittgenstein en la seccin
201: Nuestra paradoja era esta: una regla no poda determinar ningn curso de accin
porque todo curso de accin puede hacerse concordar con la regla. La respuesta era: Si
todo puede hacerse concordar con la regla, entonces tambin puede hacerse discordar.
De donde no habra ni concordancia ni desacuerdo. La finalidad de la supuesta
paradoja consiste en hacer ver la diferencia entre la interpretacin de una regla y la regla
misma, y por esta causa, como hasta ahora decamos, es fundamental comprender la
crtica a la filosofa representacionalista para captar este nuevo modo de ver que en estas
secciones nos es propuesto. Muchas veces se incurre en el error en tomar lo que es slo
una interpretacin por la regla misma, y lo que quiere demostrar Wittgenstein (y Kripke
a partir suyo) es que cuando as lo hacemos nos encontramos con que la interpretacin
adolece de la capacidad de hacer ver que su expresin (su algoritmo, su esquema) sea lo
que efectivamente es o haba sido seguido como pauta por alguien en una determinada
prctica, uso del lenguaje o cualquier otra operacin que recayese bajo reglas. Pero
veamos todo esto ms detenidamente:

En los pargrafos 85-88 y a partir del 138 de las Investigaciones , Wittgenstein
constata que, para cada formulacin de una regla, son siempre muy numerosas las
interpretaciones que podran ser dadas de ella; nunca hay un nico modo de interpretar
una regla, y como el nico modo de explicar por qu adoptamos una interpretacin de la
regla en vez de otra es aducir una nueva regla de interpretacin, esta segunda podra a
su vez ser interpretada de diversas maneras, y as indefinidamente. La conclusin no
puede ser otra que, en algn momento de esta cadena ilimitada de interpretaciones, cada
uno de nosotros ha cesado de persistir en el proceso de fundamentacin y aplica la regla
a ciegas (PhU, 219), esto es, sin interpretacin. De aqu podramos aplicar un
sencillo modus tollens: si la regla se aplica sin interpretacin, entonces no es la
interpretacin de la regla la que gua la aplicacin de la regla a situaciones concretas.
Qu otra cosa podra guiarlas entonces? Cmo puede una regla ser convertida en
motivo de mi accin, si no es en tanto que yo la concibo de alguna manera y entiendo
que significa regirse de una nica y determinada manera, que me indica la propia regla?
Tengo razones para seguir las reglas que sigo o me limito a seguirlas irreflexivamente?
34
Este razonamiento, de todas formas, est configurado, por as decirlo, desde el
final, o sea, desde el conocimiento del desenlace de la argumentacin wittgensteiniana.
Para que podamos entender mejor cmo se llega hasta ella, Kripke nos presenta en su
escrito a un inigualable chinche escptico que podra someternos a un largo martirio
(desde la pg. 17 hasta la 65 de su libro!) en el caso de que intentramos defender la
interpretacin ms acorde al sentido comn. La estrategia que el escptico sigue es la
siguiente: habindoseme planteado realizar la operacin 65 + 57, contesto sin titubear :
122. El escptico me mira extraado y me pregunta por la razn de mi seguridad en el
clculo, ante lo cual yo le contesto que de sobra me es familiar la operacin simbolizada
por el signo + (ms ) y conocida con el nombre de adicin, y la cual he aplicado
cientos de veces. No contento con ello, el escptico me dice que, en realidad, yo estoy
malinterpretando mi propia concepcin del pasado. Que con ms y con el smbolo + ,
yo en realidad siempre haba querido decir tas, operacin que exiga para todos los
casos dar como solucin la correspondiente a la funcin ms, excepto para aquel en
que se tratase de operar con los nmeros 65 y 57, en cuyo caso deberamos dar como
respuesta 5 . Yo contraataco argumentando que en el pasado tampoco habra dado por
respuesta 5, porque el procedimiento que sigo es independiente de cul sea la variable
que en cada caso me sea dada para realizar la operacin. El incansable escptico
contesta entonces que, ciertamente, puede ser que yo ahora me maneje as, pero que
desde luego mi operacin es arbitraria, puesto que yo hasta entonces habra siempre
tratado la operacin como tindependiente, que significa que la operacin es siempre
independiente de cules sean en cada caso las variables excepto en el caso de 65 y 57,
en el cual la respuesta debe ser 5. El proceso obviamente puede proseguirse hasta el
infinito y, de hecho, en la versin de Kripke son expuestas las ms variadas rplicas y
contrarrplicas fruto del intento por escapar del acoso del escptico, argumentaciones
que, de pasada, pondrn de manifiesto muchos de los inconvenientes que presentan las
teoras que clsicamente han sido destinadas a explicar el peculiar fenmeno en el que
consiste seguir una regla (la interpretacin de Kripke pretende poner contra las
cuerdas tanto al mentalismo de Chomsky
37
), como al disposicionalismo de Russell
38
,

37
Kripke, op.cit, pg.55

38
Ibid, pg.53.
35
como incluso, en el polo opuesto, al conductismo disposicionalista de Quine
39
. El
corolario de esta larga discusin circular es que no existe ningn hecho acerca de m o
de mi comportamiento que permita distinguir entre mi referencia a una interpretacin de
la regla en concreto ms bien que a alguna otra compatible con mis actos e incluso a mi
posible no-referencia a ninguna en absoluto.

Aunque existen serias crticas acerca de la fidelidad del tratamiento de Kripke
respecto a los argumentos de Wittgentein
40
, el propio Kripke reconoce que al mismo
Wittgenstein nunca le hubiera gustado exponer el argumento de forma tan explcita,
insistente y directa, pues, en honor a la defensa del lenguaje ordinario que la ltima
filosofa de Wittgenstein tambin quiere representar, no puede pretenderse exagerar la
negacin de un hecho que, al parecer, todo el mundo admite sin mayores problemas.
Debe por lo tanto quedar claro que el ataque de Wittgenstein va lanzado tan slo contra
el hecho superlativo (PhU, 192) que la filosofa extrae del hecho a secas que
utiliza el lenguaje corriente, y que el callejn sin salida en que nos deja Kripke es duro y
directo nica y exclusivamente a este respecto
41
. La nica salida que le quedara, por
otra parte, a este aparente pozo sin fondo y que tambin Kripke considera, -no sin sus
correlativas dificultades desde el texto de Wittgenstein-, es acorde, creemos, con el
significado global de las Investigaciones y proporciona adems un apoyo mucho ms
slido a nociones como las de juego del lenguaje, uso contextual, o lenguaje
pblico, nociones que, sin l, tendran que ser asumidas a un nivel mucho ms
intuitivo.
La solucin en cuestin que segn esta interpretacin propone Wittgenstein, no
es directa (como lo sera si pretendiese reconocer que el escepticismo no estaba
justificado), sino ella misma de nuevo escptica, puesto que acepta e integra la
argumentacin escptica, pero arguyendo que la justificacin de nuestra confianza en el

39
Ibid, pg.63-65.

40
As, entre los propios wittgensteinianos partidarios del llamado a partir de Dummet,
convencionalismo, tambin critican como extremada a la posicin de Kripke, por ejemplo, Backer and
Hacker y Rodrguez Pereyra.

41
Kripke, op.cit. Pg.22.
36
atenimiento a reglas no necesita de la interpretacin que el escptico se haba encargado
de eliminar, pues antes bien lo que concierne a su justificacin viene a otro recaudo.
42

En la nueva filosofa de Wittgenstein, el sentido mismo de lo se requiere para constituir
la justificacin de un enunciado, de una emisin de palabras cualquiera, o de una
conducta determinada, ha cambiado respecto a lo que era previsible de parte de una
justificacin filosfca como puede ser la del Tractatus o cualquier otra que entienda
por justificacin de un hecho la satisfaccin, demostracin o indicacin plenas de sus
condiciones de verdad correspondientes. Como dijimos ya en el primer captulo de este
trabajo, en las Investigaciones han sido sustituidas en su labor legitimadora las
susodichas condiciones de verdad por las ahora distintas condiciones de aseverabilidad,
lo que es decir: la justificacin que consiste en dar cuenta de las circunstancias
especificables que actan como razn suficiente para que la emisin de una serie de
palabras sea efectivamente producida, siendo esta razn suficiente ninguna otra cosa
ms que la constatacin de que el juego de aseverarlas tiene un papel en nuestras
vidas
43
. No es necesario, por tanto, que apelemos a un hecho determinado (ni mental ni
emprico) para justificar nuestra afirmacin de que he seguido la regla ms y no tas
en todas las operaciones que he hecho a lo largo de mi vida, como s sucedera en
cambio bajo un esquema de condiciones de verdad, en el que la posibilidad de mi
afirmacin se jugara en que, de facto, yo hubiera efectivamente seguido tal o cual regla,
-o, al menos, hubiera podido seguirla pero por alguna razn mintiese a este respecto-
cosa que, si concedemos validez a la paradoja escptica, nunca podramos demostrar (ni
siquiera ante nosotros mismos). A este respecto hace Kripke una aguda observacin
(que servir tambin como argumento en la clsica discusin perteneciente a la filosofa
anglosajona en torno al problema de las Otras Mentes): no se trata de que nuestra
finitud, primitivismo o incapacidad teleptica nos impidan asistir a las
representaciones de otros, y que por ello estemos abocados a conducirnos por criterios
conductistas, sino que sea lo que sea ver en mi mente, el escptico asevera que

42
PhU, 217: cmo puedo seguir una regla? si esta no es una pregunta por las causas, entonces lo es
por la justificacin de que acte as siguindola.

43
En el siguiente captulo analizaremos con mayor detenimiento qu puede querer decirse con ste
formar parte de nuestras vidas.
37
inclusive si Dios lo hiciera, de todos modos no podra determinar si en efecto yo tena
en mi mente la adicin mediante `ms
44
.
Bajo el nuevo patrn para la justificacin, por tanto, mis afirmaciones en favor
de la aplicacin de la regla tal, de un determinado modo y en favor tambin de la
concordancia con mis usos pasados estn justificadas si existen circunstancias
especificables en las que el juego del lenguaje al que pertenecen tales aseveraciones
tenga efectivamente un papel en nuestras vidas. Si nos preguntamos, para agotar el
argumento, dnde tienen lugar estos juegos y en qu aspecto de la vida pueden tener
sentido, es decir, si nos preguntamos por su lugar o circunstancia, nos dir Kripke, sta
slo puede ser la vida en comunidad, nico lugar (topos) virtual en el que los socios
habrn de ponerse de acuerdo en cuanto a las pautas de accin colectivas, puesto que
eso es fundamentalmente en lo que consiste vivir en comunidad
45
. La comunidad es,
adems, el nico lugar donde entablar juegos del lenguaje, -por as decirlo-,
metalingusticos, tiene un papel relevante, y, por ello, algn tipo de justificacin
concreta en cada caso. Las dificultades principales con las que se haban encontrado
Wittgenstein y sus seguidores en el Tractatus, o Russell y Ayer para salvar sus propios
sistemas lgicos de la quema perpetrada por la extensin hasta sus feudos del desierto
del sin.sentido, habran sido resueltas, esta vez s definitivamente, de haber sido
posible hallar una forma de hablar acerca de nuestro propio lenguaje o repertorio de
usos lingusticos determinados que no tuviera para ello la necesidad de representar a la
forma lgica de nuestros usos, ni las pretensiones de ser huella o copia intelectual
de nuestros usos en el lenguaje, dado que este tipo de relacin es del todo
inaprehensible en los justos trminos del viejo problema bautizado por Aristteles como
el del Tercer Hombre. En el nuevo esquema propuesto por Wittgenstein los
metalenguajes (lenguaje-discurso/lenguaje-objeto) poseen justificacin propia, esto
es, una funcionalidad determinada dentro de unos juegos del lenguaje, y pueden
aparecer (y aparecen) en circunstancias concretas de la vida entre los hombres sin
necesitar, en modo alguno, legitimarse en base a una quimrica referencia al lenguaje
real o bsico.

44
Saul Kripke, op.cit. pg.23.

45
Utilizamos este trmino con independencia de la clsica distincin entre Gesellschaft y
Gemeinschatf; en todo caso a lo que no referimos con la comunidad, es a la vida en comn o puesta
en comn de pautas de accin en una colectividad..
38
En realidad, y como se habr podido fcilmente adivinar, ya estamos empleando
un vocabulario ilcito dentro de la concepcin wittgensteiniana al hablar de
metalenguajes (Wittgenstein, de hecho, no utiliza a lo largo de las Investigaciones en
ningn momento esta palabra). En la hermenutica de los juegos del lenguaje no existen
lenguajes ms bsicos o simples que otros, ni tomos lingsticos que pudieran ser
transportados de juego en juego impregnndoles de este modo de su capacidad
significativa, como se critica explcitamente en los pargrafos 46 a 48. La capacidad
significativa se crea en cada nuevo uso, y los juegos se interrelacionan pero sin
dotarse jerrquicamente de sentido en este proceso
46
. Los juegos que aqu hemos
llamado metalingsticos no tienen por que hablar de ningn tipo de fantasma
lgico (en tanto que se trata de una entidad extraa) supuestamente independizable de
ciertos usos particulares del lenguaje ordinario, sino que antes al contrario surgen para
resolver una dificultad real dentro de la plural y heterognea comunidad lingstica: la
imposibilidad de conformarse (no slo los filsofos a los que les gustara poder hablar
de lgica, sino tambin cualquier hombre que necesite o quiera ponerse de acuerdo con
otro) con un lenguaje tan corto en sus potencialidades expresivas como podra ser el
delimitado por el Tractatus.

Quiz las razones hasta aqu aducidas puedan dejar la impresin de que las
reglas gracias a las que acto (tanto cuando efecto una suma, como cuando leo, como
cuando identifico a determinado animal con el nombre de gato), son vagas o
indefinidas mientras las aplico, a no ser que surja el juego del lenguaje en el que alguien
me pregunte por la regla que en determinado momento he usado y entonces me decida
por una u otra versin. O, incluso, tambin podra reprocharse que, an en el caso de
que yo pudiera dar explicaciones de la regla en particular manejada, estas explicaciones
nunca seran completas (siempre habra aspectos de interpretacin de las sub-reglas

46
La negacin por parte de Wittgenstein a establecer gradaciones categoriales entre los juegos
lingsticos,tuvo su precedente en el Tractatus. Efectivamente, la principal aportacin tcnica que las
tablas de verdad inventadas por Wittgenstein supusieron sobre la conceptografa fregeana, fue la
disolucin del sistema axiomtico entre las verdades lgicas que sta ltima teora estableca. En el
Tractatus todas las verdades lgicas, ya fueran de proposiciones simples o complejas, tenan la misma
gradacin, y lo mismo sucede en las Investigaciones, donde entre los lenguajes que hablan de cualquier
cosa y los que hablan del lenguaje mismo o de las formas o intenciones presentes en la expresin, no
puede establecerse ordenacin alguna, como pretende Apel en La Transformacin de la Filosofa (235-
237, de la edicin castellana). Esta propuesta y reformulacin de la comprensin segn juegos
lingsticos por parte de Apel, ser, de todas formas en el prximo captulo evaluada.
39
implicadas sin especificar), y que, por tanto, estaramos otra vez de vuelta al punto de
partida. Pero ninguna de estas dos consecuencias, creemos, se extraen de la propuesta de
Wittgenstein. Ambas objeciones siguen concibiendo la adscripcin de una accin a una
regla como mediada por algn acto mental ms o menos ignoto, y en el uso de reglas lo
que verdaderamente sucede es que cada uno obra por inclinacin
47
hacia una u otra
prctica. Estas inclinaciones han sido adquiridas por el adiestramiento al que nuestra
propia comunidad nos somete y pueden perfectamente ser consideradas como
naturales en el sentido de que son las que mejor se adaptan al funcionamiento
natural de la vida dentro de una colectividad, siendo as que, por lo general, no se les
pide ser justificadas. Cuando un usuario del lenguaje determinado, ante una operacin
del tipo 65 + 57 se siente inclinado a ofrecer como respuesta 122, sabremos que
pertenece a nuestra comunidad lingstica, puesto que se trata de la misma respuesta a la
que nosotros tambin nos habramos sentido inclinados. Esa inclinacin comn es lo
que llamamos regla de nuestra comunidad, y es claro que funciona como determinante
de las acciones al margen de justificaciones posteriores para apuntalarlas tericamente.
Si, por ejemplo, el interpelado diera por respuesta el nmero 8, yo me vera obligado a
preguntarle otra vez (por si acaso se trata de un error), y en caso de que persistiera en su
afirmacin, tendra que preguntarle por la interpretacin de la regla que sigue. l
podra, por hiptesis, hacerme ver con su explicacin que est manejando el segundo de
los trminos como si tuviera un signo negativo delante, con lo cual yo reconocera
otra de las reglas de mi comunidad y no tendra que preguntarle ms por su
interpretacin, sino nicamente indicarle que yo estaba refirindome a la otra regla de
la comunidad, y ensearle, quiz mediante un tercero, que en ausencia del signo -,
nuestra comunidad da por respuesta 122. En resumen: las interpretaciones slo vienen
realmente al caso cuando, dentro de una comunidad, existe una ambigedad en la
aplicacin de la regla y queremos hacer ver a los dems cul es nuestra inclinacin en
un determinado caso (inclinacin que compartiran quiz slo unos cuantos, mientras
que habra otros que no), pero nunca son ellas las que determinan la conducta. En
cualquier caso, como expresa P Winch
48
: Slo en una situacin en la que tiene sentido

47
Evidentemente, por ahora, el uso de este trmino es demasiado ambiguo e impreciso, pero trataremos
de precisar la naturaleza de esta inclinacin , en el tercer captulo cuando sea puesta en conexin con la
complicada nocin de forma de vida.

48
Peter Winch, Ciencia Social Y Filosofa, Buenos Aires, Amorrotu, 1972 . Pg. 34.
40
suponer que alguien ms puede, en principio, descubrir la regla que estoy siguiendo, es
posible decir inteligiblemente que estoy, de algn modo, siguiendo una regla.

Las consecuencias que acarrea esta concepcin son enormes: para empezar,
parece que acaba con la vieja idea de que son las concepciones que el hombre tiene de
su mundo las que dirigen sus acciones, sus transformaciones, o su comunicacin con los
otros, al afirmar que no es a estas ideas, al menos literalmente, a quienes podemos hacer
responsables de aquello que nos gua de unas acciones a otras. Ms adelante veremos
que esto no es exactamente as: las ideas e interpretaciones s tienen algn papel en los
juegos del lenguaje del hombre, aunque ste no sea el de dotar de significado a nuestras
expresiones, ni tampoco el de justificar nuestros procedimientos en el manejo de reglas.
Antes de dedicarnos, de todas formas, a abordar esta posible relacin entre
nuestras interpretaciones o figuras mentales -pues, aunque a veces se le atribuye a
Wittgenstein una posicin conductista que exigira negar este tipo de entidades,
Wittgenstein verdaderamente nunca hace tal cosa- y nuestro seguimiento de reglas o
vida en comunidad, intentaremos primero examinar, aunque sea brevemente, las
derivaciones que implica esta propuesta interpretativa para una concepcin semantista
como pudiera serlo por ejemplo la de Noam Chomsky, sobre todo tomando en cuenta el
hecho de que ste haya querido defenderse de las fatales consecuencias que acarreara
para su teora asumir la concepcin aqu presentada de Wittgenstein y Kripke, atacando
los argumentos de ambos ( Chomsky trata a Wittgenstein y a Kriipke como si fueran
uno slo, puesto que, como l mismo dice, no duda en ningn momento de que la
interpretacin de Kripke sea adecuada)
49

La tesis wittgensteiniana del significado como uso perjudica los presupuestos
de la Gramtica Generativa y Universal chomskyana en tanto que arranca la
lingisticidad del marco de la psicologa del individuo y ataca frontalmente la nocin
de conocimiento de una lengua (en la terminologa de Chomsky, la competencia)
concebido como un estado de la mente o cerebro de un sujeto individual. Al dar este
paso, la perspectiva de Wittgenstein abole tambin la esperanza chomskyana de que
algn da las ciencias naturales progresen de tal modo que sean capaces de dar cuenta de

49
Noam Chomsky, Knowledge of Language: Its Nature, Origins and Use, 1985. Las citas , en cambio,
pertenecen a la versin castellana: El Conocimiento del Lenguaje. Su naturaleza y su uso. Ediciones
Altaya 1998, Madrid. Pg.246.
41
la competencia lingstica al explicar los procesos lingsticos a nivel neurofisiolgico,
pues, segn afirma, los enunciados de la gramtica son fcticos, en el mismo sentido
que son fcticos los enunciados de las ciencias naturales. El concepto de lo natural,
obviamente, establece grandes diferencias entre Wittgenstein y Chomsky
50
.
La principal objecin que Chomsky hace a la concepcin aqu descrita, consiste
bsicamente en sealar que tal solucin de la cuestin del atenimiento a reglas no es
descriptivamente adecuada
51
a lo que sucede en la experiencia, puntualizacin que
comporta una seriedad mayor utilizada contra Wittgenstein que si se dirigiera contra
cualquier otro pensador, en tanto que la teora de Wittgenstein no pretende ser
explicativa, sino descriptiva, y esta intencin se muestra como capital en toda la
elaboracin de su obra. El lingista alude con esta crtica fundamentalmente a la
multitud de casos en que yo puedo reconocer en las acciones de otros la utilizacin de
una regla sin la necesidad correlativa de que yo tenga que compartirla y, -aunque pueda
parecer sorprendente-, aade, que adems, nuestra conclusin de que siguen reglas
diferentes de las nuestras no tiene ninguna funcin obvia o utilidad en nuestras vidas
52
.
No creo que los ejemplos que a este fin aduce Chomsky para ilustrar un problema que
podra llegar a ser grave (ya veremos ms tarde en qu medida), sean amenazadores en
alguna medida para la posicin wittgensteiniana, pero es cierto que Kripke, creemos, no
llega a completar del todo el razonamiento desplegado en este punto por Wittgenstein
(aunque s sugiere la direccin en que podra desarrollarse en algunas notas y en el post-
scriptum sobre el problema de las Otras Mentes que completa la obra en la edicin
mexicana). Con lo que, a no ser que introduzcamos algn elemento ms en la
argumentacin, no podremos despejar estas nuevas crticas que desde un principio
creemos infundadas.
En efecto: Chomsky alude a la facilidad con que reconocemos la regla seguida
por un nio que todava no ha aprendido correctamente a hablar y dice and en lugar
de anduve, aunque los resultados de la aplicacin de su regla difieran de los nuestros
o de los de nuestra comunidad. De igual modo, nos dice, somos capaces de reconocer
que gentes de otras lenguas o culturas siguen reglas independientemente de que seamos

50
Recurdese cmo interpretaba Wittgenstein lo natural. Cf. supra la pginas 38 de este trabajo.

51
Ibid. Pg.250.

52
Ibid. Pg. 251.
42
nosotros capaces o no de hacernos participes de ellas. Tambin, segn Chomsky, se
supone que constituira una objecin al planteamiento de Wittgenstein el hecho de que
los hombres puedan, si quieren, incluso llegar a violar sus propias reglas, sin que esto
signifique que dejen de tenerlas. Seguramente, creemos, Chomsky no ha entendido bien
la propuesta de Wittgenstein mediada por Kripke, y esto puede revelarse en el hecho de
que atribuya al austraco la defensa de que las reglas son descripciones de la conducta
o de las regularidades en la conducta.
53
Esta interpretacin conductista de los textos del
ltimo periodo de Wittgentein es bastante usual, aunque claramente ignorante de ciertas
aportaciones que en este aspecto hizo Wittgenstein y que impiden asimilarla a ella en
medida alguna. Evidentemente, cualquiera puede verificar las experiencias que aduce
Chomsky: no slo sabemos que otras personas pueden utilizar reglas diferentes a las
nuestras, sino que incluso, en ocasiones, (como sucede claramente en el caso del nio, o
como est supuesto como fundamento de la investigacin antropolgica), podemos
imaginarlas, emularlas y hacerlas funcionar como si fuesen las nuestras, anticipando de
este modo sus respuestas: si en el particular idioma del nio me preguntasen por el
pretrito indefinido del verbo conducir, todo adulto sabra que la respuesta correcta
sera conduc, aunque en circunstancias normales jams hubiera cometido tal atentado
contra la gramtica. Tendramos entonces que preguntarnos: Cmo puede esto ser
posible, cmo puedo suponer yo mismo un esquema de su regla, si, ni l mismo, utiliza
propiamente tal esquema? El caso es similar al de la cuestionabilidad de utilizar
enunciados del tipo el tiene un dolor o l siente ira, que tanto se ha estudiado en los
mbitos filosficos anglosajones, en razn de que parece imposible que yo le atribuya a
otro un dolor como el que yo siento
54
, como si el concepto-dolor en general (sin
referencia a nadie en concreto que lo sienta) pudiera ser abstrado del que lo padece y
adjudicado a unos y a otros. Del mismo modo que sentir un dolor es una experiencia y
no una representacin de cosa alguna, (esto ha sido llamado habitualmente la tesis no-
cognitiva de las declaraciones, y se puede hallar expresada en el 245: de mi no

53
Ibid. Pg.252.

54
En la Introduccin (pg.5) mencionbamos que en las Investigaciones sera importante que ya en el
Tractatus el sujeto estuviera ausente incluso en su solipsismo. Solo partiendo de una concepcin
semejante, podr ahora decir Wittgenstein que no son concebibles sensaciones que no sean mas, pues
en la medida en que yo mismo no puedo encontrarme en ellas, por mucho que me busque, tampoco
abstraerme, salirme fuera de la consideracin.

43
puede decirse -excepto quiz en broma- que s que tengo un dolor) seguir una regla
es una prctica y tampoco constituye la representacin de nada. Pero si, como ya
apuntbamos ms arriba, Wittgenstein transforma su filosofa precisamente para ser
ms justo con el lenguaje ordinario (PhU, 116), ante estos casos no debera poder
ignorar el hecho de que exista un lenguaje que habla de las sensaciones de los dems (y
que no meramente describe su conducta), y un lenguaje que atribuye reglas a los dems
(y que no meramente comparte el juego y sigue las reglas). Ser necesario, entonces,
que, como para todo uso del lenguaje, busquemos cules son las circunstancias bajo las
cuales tiene sentido para nuestras vidas que exista un juego de lenguaje que utilice este
tipo de afirmaciones. Y se da el caso de que, para la vida en comunidad, existe un
determinado juego del lenguaje que podramos denominar como el de la simpata que
funciona con gran generalidad y de modo bastante eficiente: se tratara de un juego
segn el cual no slo tratemos las conductas de los otros descriptivamente (de modo que
slo podramos hacerlo atendiendo a los signos visibles de su conducta), sino bajo la
regla como si les sucediese lo mismo que nos sucede a nosotros. Creer que a alguien
le duele la cabeza, no significa que de algn modo yo sienta su dolor o me acontezca
sentir dolor en su cabeza (posibilidades que examina Wittgenstein en los pargrafos
300-302 y 309-311), sino imaginar mi dolor en el otro, ponerme a m mismo en el lugar
del otro. Slo abrindonos a un mundo de enunciados en el que no todos son
descriptivos, como se realiza en las Investigaciones a diferencia del Tractatus,
podremos comprender que hay imgenes que no son figuras(PhU, 301), es decir,
imgenes que ciertamente no describen el mundo, pero que tienen una clara utilidad
en nuestras vidas: sin ir ms lejos, fomentar la ayuda e inducir a la compasin. Decir, de
igual manera, de algn tercero que sigue reglas, es conceder que su prctica puede ser
similar a la ma en los casos en los que doy respuestas, o identifico objetos, o practico
cualquier actividad reglada, etc, y entonces puedo tratar de imaginarme a mi mismo
siguiendo otras reglas con slo ponerme en la situacin apropiada (la del nio, o la del
extranjero). Y en este sentido es en el que una interpretacin puede tener papel en un
juego del lenguaje: no determinando la aplicacin de la regla, sino simulando
precisamente, jugando- un cambio de mi persona, mi forma de vida y de mis
inclinaciones. La existencia de tales expresiones no es de un orden descriptivo, nos dice
Wittgenstein, pero son el nico modo de que podamos creer lo que los dems nos dicen,
44
(que les duele algo o que su comportamiento no es arbitrario), incluso tambin de
adivinar estados o formas de actuar en otros que carecen de motivos o capacidad para
expresarlas (por ejemplo, -seala Wittgenstein
55
- el caso de la madre que nota un
comportamiento extrao en su beb e infiere que debe dolerle algo. Es curioso observar
que, en sentido estricto, la madre no conoce del nio ms que su inslito
comportamiento y que su inferencia no le permite conocer nada ms de l, pero, sin
embargo, es mucho ms efectivo para que corra a socorrerle el que imagine la
sensacin de un dolor propio transferido al nio, que el sentir ella misma el dolor del
nio, algo que adems de absurdo sera imposible). Este tipo de afinidades que he
calificado con el nombre de simpata, estn presentes en nuestras vidas en el mismo
plano objetivo que cualquier juego del lenguaje, sirven a la vida en comunidad y
pertenecen, de igual modo que las reglas lingsticas, a lo que Chomsky llamara la
competencia lingstica del integrante de una comunidad. Hay que ser cuidadoso, de
todas formas para no confundir esta nocin, ni con ningn tipo de sentimiento , ni con
una deduccin por analoga, ni con ningn lugar incontaminado del cualquier otro: la
simpata es slo un juego del lenguaje, contaminado en cuanto que slo son sus
circunstancias particulares las que le dan origen (y porque parte de experiencias, por
decirlo as , narradas en palabras, y sufridas en las carnes de un individuo concreto
en lugar de apelar a un hipottico lenguaje o experiencia universal), y que, como
cualquier otro juego lingstico, se rige por criterios y no por sentimientos o decisiones
infundamentadas de analoga
56
.
Podemos observar que este tipo de razonamiento no podra nunca darse en un
esquema conductista como el que tan a menudo se le atribuye a Wittgenstein. El
filsofo o psiclogo conductista estara todava guiado para su interpretacin de la
conducta humana por un esquema semntico segn lo que decamos en el primer
captulo- es decir, basado en condiciones de verdad. sta es la razn de que conciba la
interpretacin de la conducta ajena (incluso de la propia), bajo los parmetros del

55
Ludwig Wittgenstein, Causa y Efecto: Aprehensin intuitiva. En Ocasiones Filosficas, pg. 374.

56
Podemos dar por concluido, por tanto, el examen de la propuesta crtica de Chomsky, desde el
momento en que, 1, hemos comprobado que existen juegos con reglas propias que consisten en
identificar las reglas de conductas diferentes a las propias, y, 2, hemos igaulmente definido cul es el
papel de este tipo de juegos en nuestra sociedad. (Cf. La objecin de Chomsky a este respecto se
encuentra en la pgina 40 de este trabajo).

45
lenguaje descriptivo y tienda a identificar la conducta con el hecho mismo (sensacin o
estado) del que se habla, puesto que , bajo este esquema no cabe otra relacin que la
semntica: o su contenido es el mismo o no lo es. Wittgenstein en cambio, concibe la
conducta como criterio de la adscripcin de un estado o una sensacin a un
determinado sujeto, incluso a uno mismo, lo cual ni identifica la conducta con la
sensacin o el estado de los que hablamos (pues una identificacin hecha de este modo
siempre sera semntica), ni necesita que exista la sensacin o el estado como hecho
representable: de lo nico que es criterio el criterio es de la propia adscripcin de un
determinado estado a un determinado individuo. Buck
57
intenta atacar la concepcin de
Wittgenstein afirmando que este modo de comprensin lleva necesariamente consigo el
extrao corolario de que uno mismo necesitara criterios externos para apercibirse de
sus propios estados, es decir, que bajo este esquema sera necesario escuchar el grito
proferido por uno mismo, para poder concluir que a uno le duele algo. Pero esto
naturalmente no es as ni en la realidad ni en la filosofa de Wittgenstein, y en el
pargrafo 290 de las Investigaciones Wittgenstein escribe: No identifico ciertamente,
mi sensacin mediante criterios, sino que uso la misma expresin. Ciertamente
necesitamos conocer criterios externos (esto es, de la comunidad) para que la nocin de
dolor tenga un significado, pero esto no implica que, adems, no puedan existir lo que
Wittgenstein llama sntomas
58
. El sntoma no lo es del hecho de que algo me duela,
si con esto entendemos solamente mi sensacin privada, sino que la sensacin misma
(el dolor , en cuanto sensacin privada) es la que constituye un sntoma de algo para
lo que, -si es que es significativo pblicamente (aunque esto sea una redundancia) ,es
decir, si uso la palabra dolor y los dems me entienden-, debe existir, adems de mi
sntoma privado, un criterio pblico que estipule la regla de uso del trmino en cuestin.
La crtica a los lenguajes privados que Wittgenstein lleva acabo en las Investigaciones
se basa en este argumento: para que exista un lenguaje (significacin), no basta con que
haya sntomas, sino que es necesario que existan criterios, los cuales slo aparecen en
un mbito pblico. Respecto a la crtica de Buck, efectivamente, es posible que yo

57
Si los predicados mentales tienen su criterio en la conducta,...qu sucede con los autoatributos de
esos predicados? tiene que observar uno su propia conducta, escuchar sus propias manifestaciones, afn
de descubrir que est enojado, que le duelen las muelas, etc? Roger Buck, Non-Other minds Analytical
Philosophy, Oxford, Ed. R.J. Butler, 1962, pgs. 187-210.

58
Explicbamos esta nocin en el captulo 1, pgs. 22-24.
46
conozca mi dolor o cualquier otro tipo de sensacin sin necesidad de atender a un
criterio externo, pero slo importando el significado establecido mediante criterios
externos a una experiencia ma que solo adscribo al significado prestado, por
induccin. En definitiva, Wittgenstein en momento alguno dice que yo no sienta o que
de mi propio sentimiento yo no pueda extraer juicios del tipo: tengo un dolor en el
hombro. Lo nico a lo que obliga su crtica es a que este juicio no constituya ninguna
verdad de primera mano, sino tan slo una aplicacin singular de un trmino pblico
regulada por las circunstancias de su aplicacin (La investigacin de Wittgenstein
atiende a aquello que hace posible el fenmeno de la significacin, y no al despliegue
temporal en el que ste se manifiesta).

Se da tambin frecuentemente un grave malentendido con respecto a la
concepcin wittgensteiniana del seguimiento de las reglas que induce, incluso a
posiciones relativamente afines a la de Wittgenstein como puede ser la de Strawson , a
cierta reticencia para afirmar que el significado de una palabra no es otra cosa que su
uso en el lenguaje, y que, aparte de esto, no constituye ninguna otra entidad que
pudiera circular o almacenarse semnticamente en los discursos vigentes de una
sociedad
59
. El problema podra consistir en lo siguiente: que el significado slo sea
establecido, cada vez, en el marco del juego lingstico al que en cada caso pertenece, y
que ello mismo constituya la justificacin de nuestras expresiones, podra hacernos
pensar que este proceso de creacin lingstica ha de tener lugar cada vez que
empleamos el lenguaje, cada vez que identificamos un objeto o cada vez que realizamos
cualquier otro tipo de operacin sometida a reglas. Incluso Wittgenstein parecera en
ocasiones ser incongruente con esta rgida tesis acerca del significado contextual,
pues dice (PhU, 289): Usar una palabra sin justificacin no significa usarla
injustamente. O tambin podra parecer que se permite cierta relajacin de la teora
respecto a los casos que acabamos de comentar de experiencia privada, en los que, una
vez constituido el significado parece como si pudisemos prescindir de su carcter
convencional, y usarlo como si ya fuera un ente al que es posible recurrir en nuevos
casos No ira en contra de su propia teora permitir un uso de expresiones sin criterio
ni justificacin?. Insina esto la posibilidad de que los significados pudiesen quedar

59
Strawson, P.F. Critical notice, en Mind, vol LXIII, 1964. Pgs. 84 y ss.
47
de alguna manera fosilizados para permitir su posterior utilizacin? Pero si los
significados no son entidades de ningn tipo, qu es lo que podra quedar fosilizado?
Otra de las innovaciones que, a nuestro parecer, la tesis wittgensteiniana del uso
representa para la teora clsica de la significacin es la posibilidad de separar
expresin y significado distancindose as al mismo tiempo tanto de esencialismos
como de nominalismos. En stos, la expresin nombraba inmediatamente a la entidad
mental u objeto, pero desde Wittgentein sabemos que esas entidades que parecan ser
llamadas con la pronunciacin de una expresin, funcionan tan slo como imgenes
(es decir, del mismo modo que cualquier representacin, como los dibujos que ilustran
un libro
60
, acompaando al significado) algo distinto de la significacin. Igualmente
que en los casos anteriormente explicados, las imgenes puede ser utilizadas, y, de igual
modo las expresiones, independientemente de los criterios que les dan su significado, y
de hecho, as ocurre una gran mayora de las veces. La insistencia de Wittgenstein
consiste, no en que, de hecho, cada uso de una expresin sea establecido por un criterio
externo (de la comunidad), sino en que siempre ha de ser posible establecerlo. En
consecuencia: los significados no se fosilizan sino que se definen siempre en cada uso,
pero s quedan en el recuerdo las imgenes, explicaciones o interpretaciones que los
acompaan. Estas, de todas formas, aunque no sean las que determinen el significado en
sentido estricto, si coadyuvarn a la importante funcin de lograr el acuerdo necesario
para que una regla sea adoptada: en definitiva son las imgenes, interpretaciones o la
historia comunes aquellos que conforman la comunidad. Cul sea el papel concreto que
estas nociones cumplan en la propuesta wittgensteiniana de los juegos del lenguaje es
algo que veremos con detenimiento en el prximo captulo.

La nueva enseanza que nos proporciona la nueva concepcin es, como dice
Winch, que Un uso aislado del lenguaje no est solo
61
. Tenemos tendencia a creer que
el filsofo o el terico del lenguaje que se atreve a ofrecer una forma nueva de entender
el problema de la significacin nos dota de un nuevo modelo o lente con los que
observar cada fenmeno a otra luz, pero, en el caso de Wittgenstein, ni siquiera para la
aplicacin de sus modos de ver son vlidas las generalizaciones. De igual modo que

60
PhU, 2 Parte, XI, pg. 445 de la edicin bilinge, ed. Crtica.

61
P. Winch, Op.cit. pg. 41
48
confiar en la definicin que nos da un concepto es engaoso si queremos ver a su travs
la familia entera de objetos que en los diferentes contextos se nos dan con un mismo
nombre, para entender cmo significan los hombres en una sociedad es necesario que
atendamos a la familia entera de contextos en que decimos que una expresin es
significativa y as comprobaremos que la lente con la que contbamos para entender el
proceso nunca puede aplicarse exactamente del mismo modo. Aunque recalcbamos al
comienzo de este trabajo la existencia de cierta continuidad en las distintas filosofas de
Wittgenstein con respecto a los motivos que le impulsan, lo cierto es que desde la
perspectiva general y el resultado contemplado como un todo puede decirse sin riesgo a
equivocarse que ha cambiado gravemente desde lo que se apuntaba en el Tractatus.
Incluso en la propia forma externa de la exposicin de sus dos obras magnas podemos
percibir la transformacin de un sistema rigurosamente axiomtico a la ptica bastante
ms deslabazada de un lbum de paisajes, -como se dice en el prlogo mismo de las
Investigaciones-, en el cual algunos aforismos se autojustifican, otros explican o hacen
referencia a otros mencionados anteriormente, y otros corrigen dificultades que hayan
podido surgir de la confrontacin de dos argumentos diferentes, pues, segn advierte el
autor, la naturaleza misma de la investigacin nos obliga a atravesar en zigzag un
amplio dominio de pensamiento en todas direcciones (PhU, prlogo). Habra que
entender, por tanto, la forma literaria de su propia obra, del mismo modo que el propio
Wittgenstein quiere que sean comprendidos el conjunto de los juegos del lenguaje de
una comunidad, esto es: agregando paulatinamente los nuevos aadidos y reparaciones
que se han ido construyendo sobre los viejos usos, o, como se dice en uno de sus ms
conocidos aforismos (PhU, 18): Nuestro lenguaje puede verse como una vieja
ciudad: una maraa de callejas y plazas, de viejas y nuevas casas, y de casa con anexos
de diversos perodos; y esto rodeado de un conjunto de barrios nuevos con casas rectas
y regulares y con casas uniformes (En otro vocabulario de dira que se trata de una
Tpica).

Sea como fuere, no podemos dudar de la honestidad y rigor filosficos que
Wittgenstein demostr al ser capaz de reelaborar de tal modo la forma general de
comprender las justificaciones del lenguaje conforme se le iban transformando en las
manos. El Tractatus presentaba un paradigma atomista en el que el significado de las
49
proposiciones elementales se postulaba independiente en el trnsito de unas a otras y
donde la viabilidad de las teoras (cientficas, p.e, aunque las condiciones que impona
una concepcin tan estricta de la significacin hiciera imposible su adecuacin a otro
tipo de teoras) se apostaba en la verdad o falsedad de los tomos de sentido que
sostenan al edificio entero como fundamento. La nueva descripcin holstica a la vez
que pluralista de las Investigaciones establece, en cambio, todos globales de sentido
en los que cada intento por descomponer analticamente los juegos y reglas en ellos
implicados en bsqueda de un origen o pilar que pudiera sostener el sentido de la
totalidad abocan al fracaso, por cuanto que las explicaciones o explicitaciones de los
usos lingsticos y de sus reglas no cesan nunca de interpelar a otras reglas, y, si en
algn momento este proceso llegara a detenerse, sera tan slo ante un contingente as
somos (PhU, 217) sin siquiera capacidad para reunir estatuto ontolgico suficiente
como para constituir un a priori humano de corte antropolgico. (Es decir, que si
hubiramos empezado a perseguir este hilo interpretativo de las reglas desde otro punto
o perspectiva de la geografa del juego, habramos seguramente concluido en algn otro
as somos distinto que, de cualquier manera, en el momento en el que resolvamos dar
fin a esta tarea reinterpretativa infinita se mostrara siempre en su condicin de
arbitrario. De esto hablaremos, de todos modos, en la prxima seccin).
Por consiguiente, en el nuevo sistema (si es que as podemos llamar al
planteamiento que nos es propuesto), la fuerza y estabilidad del todo no procede de la
verdad, fiabilidad o fortaleza de las partes, como suceda bajo el esquema atomista, o de
la capacidad integradora de una estructura que pudiera servir como marco de nuestra
experiencia, sino que la nica cohesin y fiabilidad que nos garantizan estos aqu
llamados todos de sentido nicamente puede proceder de los parches o soluciones
ad hoc que, bajo la forma de juegos de lenguaje, se han ido agregando ante las
dificultades que surgen de la conjuncin de contingencias. Si nuestras prcticas regladas
llegan a ser suficientes como para que puedan suscitarse ambigedades, inventaremos
un juego de lenguaje que permita hablar sobre ellas, darles una interpretacin comn y
llegar a ponernos nuevamente de acuerdo. Asimismo, si los datos conductuales no son
suficientes para prestarnos unos a los otros la cooperacin requerida por la coexistencia
social, habremos de inventar un juego de lenguaje que establezca lazos de unin, esa
inasible cualidad a la que estamos facultados gracias a la flexibilidad del lenguaje y que
50
antes hemos denominado (en el sentido griego) sympathia la cual, por supuesto, bien
entendida su recta sentido, no niega la existencia del dilogo e incluso de la discordia.

No obstante, an nos queda algo en el tintero que, si bien no fuera lo que ms
directamente ocup a Wittgenstein durante la escritura de sus obras, s ha mantenido
ocupados a todos sus herederos y, en general, a todos aquellos interesados en sacar
provecho de las sugerentes ideas de este pensador: se trata en este caso de intentar
ensamblar todas las piezas, unas veces para destruir de nuevo y repetidamente el puzzle,
otras para construir con l un suelo desde el que moverse. Este intento reconstructor del
Todo en el que se inscribe lo descrito por Wittgenstein -abordado ms por sus lectores
que por l mismo-, ha querido superar lo que en las Investigaciones poda haber
significado tan slo una leccin especial de Gramtica para ir ms all, y obligarle a
tomar postura en cuanto a las implicaciones que esta nueva filosofa pudiera contener en
lo que respecta a la nocin de Forma de vida. Esta es la cuestin a la que dedicaremos
el siguiente captulo.

















51

CAPITULO 3:
REGLAS Y FORMAS DE VIDA.


El smum humano se expresa en un
smum lingstico
Laura Riding



Adems de una tesis sobre el uso del lenguaje, numerosos intrpretes han credo
hallar en la filosofa de Wittgenstein indicios para suponer a su base implcitamente
algn tipo de substrato prelingstico que, segn los casos, podra condicionar la
comprensin global de la aportacin wittgensteiniana, bien malversndola y hacindola
tomar a su cargo ciertas consecuencias, que, en nuestra opinin, no son apropiadas
dentro de la concepcin del filsofo, o bien completndola y haciendo ver a su vez el
convencionalismo radical del que hablaba Dummet como algo ms digerible a
como nos haba sido ampliamente pintado antes. Tales indicios parecen ser, segn la
literatura ms al uso, en primer lugar la remisin en algunas ocasiones por parte de
Wittgenstein a la nocin de la forma de vida como criterio ltimo de la legitimacin
de un uso lingstico particular, y, en segundo lugar, aunque sirviendo a los mismos
supuestos fines, la apelacin a leyes naturales o a lo natural que tambin puede
encontrarse en diversas -no muchas- secciones. Unas y otras vertientes interpretativas
han tratado de poner de manifiesto la presencia de un ltimo reducto de onticidad (de
objetividad ntica, o de ser) que sera imposible contemplar solamente como producto
de algn juego del lenguaje determinado, y que, de acuerdo con el espritu de estas
interpretaciones, podra acabar por arrogarse la responsabilidad del fenmeno
lingstico en su totalidad, (por lo que su consideracin, se dice, sera necesaria para
sopesar el alcance de la teora en su conjunto y de los problemas o soluciones a los que
nos conduce).

52
[De cualquier forma, no se puede pasar por alto el hecho de que,
independientemente de la posible validez que tengan estas interpretaciones, en cada
caso sirven o han servido a finalidades definidas de menor o mayor fuste.
Efectivamente, de esta manera podra decirse que las aportaciones de Wittgenstein han
sido atendidas por sus intrpretes incluso a la hora de tratar el propio trabajo
wittgensteiniano como objeto de estudio, lo que, segn la mxima adoptada por el
profesor mexicano Rossi-Landi en 1970, se expresa de la forma: No busques el
significado de un filsofo, busca su uso: el significado de un filsofo es su uso en la
cultura. Conforme a este precepto, numerosos estudiosos han utilizado las tesis de
Wittgenstein en proporcin al grado de servidumbre o apoyo que para la defensa de sus
propias ideas pudieran suministrar, por lo que, si queremos llegar hasta alguna
conclusin definitiva respecto a este asunto, no solo tendremos que cotejar el grado de
fidelidad a los textos de filsofo por parte de cada una de estas lecturas, sino tambin
sopesar el alcance de sus consecuencias.]

Comentbamos al comienzo del captulo segundo que el artculo de M. Dummet,
Wittgensteins Philosophy of Mathematics, adems de a la suya propia, haba dado
pie a otra nueva interpretacin de las secciones en cuestin, surgida como respuesta a
las tesis de Dummet y en defensa a su vez de un supuestamente ms adecuado punto de
vista acerca de los textos de Wittgenstein, dentro del cual, y en base a la reivindicacin
wittgensteiniana de entender los juegos del lenguaje como, en ltima instancia, formas
de vida (PhU, 19), Wittgenstein estara adscrito a un naturalismo de filiacin
humeana. El precursor de esta interpretacin fue Barry Stroud, el cual, en su artculo
Wittgenstein and Logical Necessity del ao 1965
62
, criticaba el convencionalismo
propuesto por Dummet desechando la idea de que en el seguimiento de reglas est
presente algn tipo de decisin y afirmando que lo que hay, en su lugar, es una forma de
vida, la cual, -junto con nuestra naturaleza, nuestra biologa, y nuestra historia cultural-,
constituye la fuente de necesidad impresa en nuestro uso de las reglas procedente de la
comunidad a la que pertenecemos. Efectivamente: tampoco nosotros entendamos el
seguimiento de reglas como una decisin ex nihilo, (y, de hecho, no fue ste nuestro

62
Barry Stroud, Wittgenstein and Logical Necessitty, en Pitcher (ed.), Wittgenstein: The Philosophical
Investigations, McMillan, Londres, 1966. Pgs.477-496.
53
tratamiento expositivo del fenmeno en el captulo anterior), pero la aceptacin de la
alternativa promovida por Stroud tiene muchas posibles variantes e implicaciones que
tendremos que examinar prudentemente antes de sentenciarla como adecuada o
repudiable.
La argumentacin de Stroud atribuye al chinche escptico wittgensteiniano de
las secciones 138-242, un papel simplemente retrico o artificial, calidad de mero
peldao perteneciente a una escalera ms larga y necesario tan solo en cuanto til para
poder llegar a una concepcin ms completa e integral dentro ya del marco de las
clebres formas de vida acuadas por Wittgenstein. Su sugerencia consiste en que,
una vez que hemos llegado al final de esta escalera (una vieja metfora de Sexto
Emprico popularizada precisamente por el Tractatus), pierde ya todo sentido
imaginarnos la existencia de aquel extravagante matemtico (que nos trae el recuerdo de
Scrates), pues...a qu juego del lenguaje adscribir su denodada insistencia? cul sera
su finalidad o necesidad en el contexto de la vida de los hombres? estara l mismo
dispuesto, p.e., a pagar la hipoteca de su casa conforme a funciones tas o
tindependientes?
La interpretacin de Stroud, a diferencia de la de Kripke, presenta una solucin
directa, no escptica, a la presunta paradoja aludida por Wittgenstein en el 201 de las
Investigaciones
63
, para lo cual se vale de la refutacin del hecho de que, en definitiva,
exista alguna indeterminacin en el uso de reglas que pudiera servir como fuente de
diversas interpretaciones, o dicho con sus palabras: no es que l el escptico- haya
elegido un modo de proceder y nosotros otro, sino que l sera un ser diferente de
nosotros con el que no podramos entrar en comunicacin significativa
64
. La
concordancia de la que Wittgenstein habla no podra darse meramente entre
definiciones o juicios, sino, ms bien, entre formas de vida.
La crtica de Stroud parece efectivamente plausible, y, de hecho, esta
interpretacin en la lnea naturalista es la ms aceptada entre los exgetas hoy en da.
Pero es peligrosa, creemos nosotros, pues puede fcilmente conducir a concepciones
que rebajan la aportacin de la ltima filosofa de Wittgenstein a niveles especulativos

63
Cf. Supra, pg.32.

64
Barry Stroud, op.cit, pgs. 488-489,
54
muy por debajo de sus expectativas. Veamos ahora las posibles crticas que podran
serle hechas desde el texto mismo de las Investigaciones.

Si el naturalismo quiere atacar la posible indeterminacin en el uso de reglas
que defenda la paradoja escptica, est forzado a sostener que, para cada caso y
ocasin en que se pueda afirmar que alguien sigue una regla, los caracteres ineludibles
de su forma de vida deben de haber anulado de antemano todas las alternativas
pensables como orientaciones posibles de conducta y presentar exclusivamente una
pauta nica. No se tratara aqu de que todas las acciones concretas de un individuo
estn predeterminadas por la forma de vida, como pretendera algn tipo de extremado
conductismo (ni ms ni menos que lo descrito en la utopa skinneriana de Walden
Dos), pero s, en cambio, de que lo estn sus pautas de conducta (que l siempre podra
violar, bien por error, irracionalidad, insatisfaccin, o por razones inherentes a algn
rasgo no compartido de su forma de vida...) Esto, creemos nosotros, es ms un
postulado que algo demostrable y, de hecho, casi ninguno de los naturalismos de
los que aqu hablamos ha dado alguna indicacin plausible acerca de cmo podra ser
esto posible. En cierto modo, recuerda a uno de los problema arrastrados desde tiempos
de Kant por algunos de sus herederos en el mbito de la filosofa moral: el de la
imposibilidad de la motivacin mltiple
65
. Tal vez, restringirnos al ejemplo originario
de la polmica Dummet-Stroud sea en este punto engaoso, pues Wittgenstein no llama
slo obrar segn reglas a actividades tan estrictamente reguladas como la ejecucin de
una suma, sino tambin a cualquier tipo de actividad lingstica significativa y, por esta
razn, la mayor o menor laxitud en la vinculacin de reglas podra venir determinada en
cada caso por el tipo de accin o aserto de que se trate. Numerosas veces creo obrar
motivado por un cmulo de circunstancias y esto no significa que realmente haya

65
La imposibilidad de la motivacin mltiple en la filosofa moral kantiana se converta en un problema a
la hora de determinar si , por ejemplo, una madre cuidaba a sus hijos por deber o por inclinacin. Aunque
en Wittgeistein este problema no tiene visos morales, tambin es de gran importancia que podamos
ponernos llegar a alguna conclusin acerca de si varios criterios o varias reglas son posibles
simultneamente, es decir, si tiene cabida en la adscripcin de reglas la indeterminacin de la que
hablaban Dummet y Kripke. Recordemos que en al captulo 1, pg.23, mencionbamos la observacin
que Kenny haca acerca del hecho de que bajo la concepcin de Wittgenstein tena que ser posible la
coexistencia de varios criterios para una concreta accin significativa. Precisamente, creemos nosotros, es
sta la posibilidad que los que aqu hemos llamado naturalistas tratan de evitar, y la que tendremos, por
tanto, que examinaar a lo largo de este captulo.
55
obrado por una razn o por otra, pero que, en el fondo, no sea consciente de ello
66
, ni
tampoco que mi obra no haya sido significativa (en tanto que pueda entenderse como no
habiendo sido guiada por regla alguna) o crasamente arbitraria, sino que, lo que sucede
es que en cada una de las situaciones diferentes en las que me exprese y ante cada
presencia o intercambio con distintos interlocutores, pero slo desde estas instancias de
dilogo, podr decirse (con mi aprobacin) que efectivamente haba escuchado a estos
o a estos otros motivos, y que tal o tal otra de mis inclinaciones triunf sobre las dems
concediendo un mayor peso a unos motivos frente a otros. De esta manera, la regla y la
comprensin (la suya y la ma propia) sern determinados dependiendo del tipo de
rasgos comunes que compartamos mis interlocutores y yo.
Segn esta ltima descripcin parece plausible entender que, segn los casos,
sucediera que unos se ajustasen ms al tipo de acuerdo resultante descrito por Dummet
(del convencionalismo radical), y otros, en cambio, ms adecuados al sealado por
Stroud (el naturalista). Mas precisamente es esta situacin de doble cara lo que
expres Wittgenstein mediante la nocin de parecidos de familia que ya examinamos
antes: segn ella, no se puede imponer ninguna plantilla unitaria para entender ningn
proceso, y, por supuesto, tampoco en el actual caso. Pues, conforme a lo dicho, entre las
acciones y las expresiones regladas que pudiramos concebir, algunas parecen encajar
mejor en modelos firmemente establecidos (como sucede con las operaciones de la
matemtica, por ejemplo), mientras otras (por ejemplo las que rigen las motivaciones
personales), parecen ms bien sujetas a regulaciones considerablemente ms laxas que
pueden ser modificadas en el ltimo instante e interpretadas de forma diferente (y
posiblemente de forma correcta) segn sea el espectador o mi interlocutor en cada
circunstancia. Mantener ambas posibilidades en nuestra perspectiva es la intencin de la
nocin wittgensteiniana de parecido de familia, pues incluso el concepto que
podamos hacernos del fenmeno de la vinculacin de reglas, puede ser comprendido de
este modo, sin que sea necesario encontrar un principio rector que discrimine cul entre

66
Existen escritos de Wittgenstein en los que se reconoce cierta admiracin por la obra de Freud, pero en
los que tambin se expresa una advertencia contra el error de tomar las explicaciones psicoanalticas que
aluden al inconsciente por algo ms que por mitologas, es decir, por otorgar a lo que es slo
satisfaccin humana en la propia interpretacin, como descripciones cientficas, o, menos an como
fuente original de sentido (como gramtica). En Isidoro Reguera (ed.), Lecciones y conversaciones
sobre esttica, psicologa y creencia religiosa, Barcelona, Paids I.C.E./U.A.B,1992.


56
las dos opciones (Dummet o Stroud) es la ms acertada. Como esto, de cualquier forma,
no significa en modo alguno que debamos abstenernos de pretender entender
filosficamente el comportamiento fenomenolgico (sensu lato) del lenguaje, nada nos
impide realmente seguir investigando con minucia cada uno de las opciones lingsticas
que se presenten ante nuestros ojos, aunque sea sin el afn uniformizador de la
metafsica o como si se tratase de una competicin donde alguno de los adversarios, -y
el otro no-, hubiera de llevarse el trofeo.

En todo caso, las interpretaciones aqu llamadas naturalistas no parecen haber
hecho gran cosa, a nuestro juicio, por elucidar la cuestin planteada de si la regla ha de
estar unvocamente determinada o no, lo que supondra, para nosotros, la forma ms
directa de oponerse a la versin que pretenden cuestionar (Dummet-Kripke). S, en
cambio, como antes decamos, han indagado en la nocin de forma de vida o lo
natural para extraer consecuencias apropiadas a sus propios objetivos. Vemoslas a
continuacin.

La primera es la que se apoya en la nocin de forma de vida para defender el
ya clsico relativismo cultural en el que sta sera equiparada a los paradigmas
culturales de corte kuhniano. Tal interpretacin reivindica para su causa la exhortacin
por parte de Wittgenstein a la contencin por parte del filsofo a la mera tarea
descriptiva y a su reserva ante planteamientos de aspiracin explicativa, as como las
posiciones que en un escrito tardo
67
mantena Wittgenstein ante las tesis del clebre
estudio de George Frazer, La Rama Dorada. Ciertamente, en dicho texto
Wittgenstein polemizaba con las explicaciones dadas por el antroplogo invitndole a
limitarse a la descripcin y a conceder algo as como un principio de caridad (en la
terminologa de Roland Barthes) que diera paso al reconocimiento de la posibilidad de
existencia de razones vitales especficas dadas en el seno de la cultura estudiada que
quiz a nosotros (e.d., en este caso al antroplogo observador) puedan no persuadirnos.
Las apresuradas deducciones de los relativistas a este respecto quiz no sean del todo
pertinentes (pues de hecho, tambin podra suceder que Wittgenstein no aprobase, sin

67
Organizado y editado pstumamente por Rush Rhees y recogido para la edicin castellana en la
compilacin titulada Ocasiones Filosficas, Ctedra, Teorema, 1997.

57
ms, las explicaciones de Frazer, a la vista de lo cual, entienda que atenerse a una
descripcin es siempre preferible a una mala explicacin), pero la propuesta no puede
ser fcilmente desestimada, puesto que, al margen de los textos mencionados, el
concepto de comprensin en Wittgenstein es ms vital que teortico, y dado que,
efectivamente, pone serias dificultades a una explicacin externa que, -para colmo de
extraamientos tildados de cientficos-, no comparta adems la forma de vida de
aquellos a quienes pretende entender (como reformula el principio antropolgico de
Heinsenberg propuesto por Margaret Mead: el observador modifica necesariamente lo
observado con su observacin).
Plenamente imbuido de esta lectura de Wittgenstein, Peter Winch
68
aduce para el
problema de la comprensin de otras culturas el mismo argumento que Stroud haba
utilizado contra Dummet
69
, esto es: la adhesin a una forma de vida y slo ella es la
que logra que ante una accin sepamos inequvocamente que ha de ser una determinada
regla y ninguna otra la que est en un momento dado teniendo lugar, por lo que, si no
compartimos la forma de vida, nunca podremos saber qu es inteligible y qu no a los
integrantes de una cultura extraa, qu les est prohibido y qu permitido, que les cabe
desear o esperar y que no, etc, (y lo mismo les suceder, presumiblemente, a ellos con
respecto a nosotros). A este efecto, parece que la interpretacin convencionalista de
Dummet sera casi ms optimista, puesto que postula que, con tal de que exista voluntad
de acuerdo (algn proyecto o menesterosidad comn), dos individualidades de
diferentes culturas podran entenderse y crear nuevas reglas para su mutuo concierto, -
eso s, con unas dosis mayores de paciencia. Ambas alternativas las estudiaremos, de
todas maneras ms tarde cuando hayamos peregrinado un poco ms -y procurando no
dejarnos nada- por lo largo y ancho de todos los aspectos que podran estar implicados
en esta polmica, slo al final de lo cual estaremos cualificados para una crtica ms
general que trataremos de hacer tras el examen detallado de las propuestas encontradas.

Con las miras puestas en propsitos ulteriores muy diferentes, tambin se ha
querido encontrar en las alusiones de Wittgenstein a nociones tales como las de leyes
de la naturaleza, lo natural en el hombre, o la naturaleza humana, la referencia a

68
Naturaleza y convencin, en Comprender una Sociedad Primitiva, Paids, 1994.

69
Cf. Supra pg.51 de este trabajo.
58
unos supuestos universales lingsticos o unas estructuras legales previas
70
inherentes
a la especie humana que haran posible explicar la capacidad por parte del hombre para
el adiestramiento y la adscripcin a reglas al margen de la especificidad de su cultura.
Lo que se busca en estas interpretaciones es hallar algn marco explicativo que pudiera
diferenciar la conducta bajo reglas comunitarias que propone Wittgenstein, de la
conducta bajo reglas aprendidas conforme al esquema didico clsico de estmulo-
respuesta analizado por los conductistas. La adscripcin de un individuo a las reglas de
su comunidad no es un mecanismo causal como afirmara la ortodoxia conductista,
pero, entonces...a qu puede referirse Wittgenstein cuando nos habla de
inclinaciones o de hacer lo que a uno se le ocurra (PhU, 239), describiendo as lo
que sucede en el modelo del seguimiento de reglas? Y es que, efectivamente, el
adiestramiento de una persona dentro de una comunidad consiste gran parte de las veces
en estmulos, respuestas, refuerzos y todo el elenco restante de elementos y estados que
los anlisis psicolgicos tematizan en sus laboratorios. Pero, bajo la ptica de
Wittgenstein, esto no implica que las respuestas (acciones y reacciones) de un individuo
particular se rijan por un mecanismo causal, aunque tampoco, por descontado, (como ya
hemos visto anteriormente), podamos interpretar este fenmeno como si pudiramos
tener in mente algn tipo de pauta de accin o de bsqueda representacional sobre la
que guiarnos luego como si de la resolucin de un acertijo se tratase. Para Wittgenstein,
seguir una regla no es ninguna de estas dos cosas, sino que es un tipo de conducta
dice- anloga a la de obedecer una orden (PhU, 206), y esto indica una presin
ciertamente externa (el adiestramiento), pero, igualmente, la posibilidad de resistirse a
ella, de malinterpretarla, ignorarla, o de cumplirla de diversas formas, posibilidades
todas que no cabran dentro de la estrecha retcula del conductismo vulgar, pero sin que
tampoco hayan que entenderse del modo representacionalista mencionado, como si el
resultado de mi adiestramiento hubiese configurado un esquema o matriz cuyas
directrices pudiesen seguirse de diversos modos o incluso no seguirse.
Aplicado a lo que andamos persiguiendo, diremos que el imperativo inducido
por el adiestramiento constituye el origen del seguimiento de reglas, pero, como tantas
veces hemos sealado para toda eventualidad que acte sobre la conciencia, no puede

70
De las que algunos comentaristas dicen que son similares a las establecidas por Kant como es el caso de
Josep LL. Blasco, en Lenguaje, Filosofa y Conocimiento, Ariel, Barcelona, 1973.pg 119.

59
constituir en modo alguno su justificacin. La posibilidad de corregir las acciones de los
otros y de justificarlas indefinidamente en bsqueda de acuerdos, determina
suficientemente el hecho de que las inclinaciones no sean seguidas como las de
autmatas. Actuar, aunque sea de la manera ms espontnea e irreflexiva, e
independientemente de cmo hayamos llegado hasta ah (es decir, independientemente
de cules sean las estructuras a priori de nuestra mente en las que se imprima el
aprendizaje), significa adems siempre entrar en un juego del lenguaje comn desde
donde mis inclinaciones pueden reforzarse o rechazarse, razonarse o interpretarse, y, en
virtud de ello, donde ya no cabe hablar de mi inclinacin como algo puramente natural o
causal, esto es, como de algo que no admitiese razones, pues con su entrada en el juego
lingstico se apropia de las razones inmanentes a los efectos y relaciones que ste
genera.
Por tanto, desde este punto de vista, toda explicacin que tratsemos de ligar a
nuestra conducta, acciones o reglas gramaticales retrotrayndonos hasta un posible
origen de las mismas (naturaleza, estructura mental, a priori del aprendizaje), es
impertinente para el hecho significativo que reside en este entrar en los juegos con y
de las palabras que hemos descrito. Por muy lejos que llegsemos reinterpretando
nuestras propias reglas a la bsqueda de un universal lingstico o naturaleza que
pudiera descansar a su base, nunca podramos salir en este proceso de lo que podramos
llamar el orden de las interpretaciones y que, como hemos visto, no es en absoluto el
que determina el criterio de uso de las palabras, ni, por tanto, su significado. Si nos
obcecamos explicando y reexplicando nuestra conducta y los fenmenos concomitantes
de un modo retrospectivo, sin salir nunca del orden de las interpretaciones, quiz
lleguemos a hacer ciencia natural o antropologa, pero no entraremos en tratos con
fenmeno alguno de significacin (ni daremos, por tanto, de este modo, con ninguna
teora del significado).
En la vida diaria, es decir, para entenderse cotidianamente entre los hombres,
tampoco suelen ser necesarias tantas explicaciones, y, si damos crdito a los
razonamientos expuestos en el captulo anterior, sabremos adems que esta espiral de
explicaciones de las explicaciones o de interpretacin de las interpretaciones en algn
momento llegar o bien a parecernos absurda (pero si todos ya sabemos a lo que nos
referimos! -se dice tras una morosa matizacin de las posiciones previas) y a
60
cansarnos, o bien mejor a darse por concluida, -como ya sealamos anteriormente-,
mediante un sencillo as somos. Pero estas apelaciones ltimas, sea a nuestro modo
de ser, sea a nuestra forma de vida, no pueden ser tomadas como aquello que buscan
los filsofos como naturaleza o a priori lingstico, sino solamente como una parte
ms del juego del lenguaje: aquella, en efecto, que le permite darse por concluido en
algn punto y poder dejar a la accin y a la palabra seguir adelante. Lo que aqu hemos
llamado el orden de las interpretaciones, en el que los interlocutores se explican y
aducen las causas que les han llevado a pronunciar un determinado aserto, tiene como
funcin en el juego del lenguaje lograr el acuerdo o manifestar el desacuerdo (mediante
una prctica que expone lo que une o desune a dos hablantes de una comunidad), pero
ms all de ello no posee valor causal alguno, ni siquiera determinante, de la accin a la
que pretende respaldar racionalmente por medio de una larga serie de retrocesos
hermenuticos. Nos parece, por tanto, profundamente ilegtimo que se pretenda poner
estas nociones a la base del fenmeno lingstico en su totalidad, -ya sea dentro de una
determinada cultura, ya sea con respecto al gnero humano en su totalidad-, si con ello
se pretende encontrar una causa de las adscripciones de un individuo a una regla,
cuando precisamente Wittgenstein no ha cesado de insistir en que lo nico que puede
cumplir esta funcin es una siempre renovada y retroalimentada prctica.

En este marco de referencia, es digna de mencionarse de nuevo la posicin de
Chomsky en tanto paradigma no obstante insigne de cmo este tipo de apelaciones
ltimas pueden ser malversadas con el propsito final de hacer comulgar a Wittgenstein
con posiciones del todo contrarias. Otra vez en su libro El conocimiento del lenguaje,
Chomsky utiliza una afirmacin del libro de Kripke (en concreto la que dice: En
particular, restricciones de especie altamente especficas -una forma de vida- llevan a
que un nio proyecte, sobre la base de haber estado expuesto a un corpus limitado de
oraciones, una variedad de oraciones nuevas para situaciones nuevas
71
) para integrar,
-mediante las nociones de forma de vida y restricciones de especie, y el rechazo
consiguiente de la crtica a los lenguajes privados que cree haber dado por zanjada en
prrafos anteriores-, la concepcin witgensteiniana sometida a este tamiz en el interior
de la suya propia, es decir, dentro de las mallas de la Gramtica Universal chomskiana.

71
Kripke, op.cit. pg.114.
61
Este es un transplante verosmil, nos dice
72
, porque son precisamente las restricciones
que la especie nos impone el objeto temtico de su proyecto cientifista destinado a
abarcar la comunidad de todos los lenguajes, o sea, exactamente lo que l denomina la
Gramtica Universal arriba mencionada. Asimismo, la forma de vida cuadrara
tambin en la ecuacin chomskiana dotando por su parte al individuo de unas
capacidades y una concrecin de su actividad lingstica posible, del mismo modo que
lo hace su nocin de competencia. La nocin de Gramtica Generativa, por ltimo,
dara cuenta de la mutua interdependencia de las aserciones dentro de un juego
lingstico (o, incluso, de la que componen los diversos juegos lingsticos entre s), con
lo que el escenario de la apropiacin chomskiana de los tpicos del segundo
Wittgenstein en trminos de una gnoseologa de visos semantistas estara as al fin
concluso y completo.
No querramos entrar en la cuestin de si la operacin de Chomsky es en s
legtima o no, una vez que los extremos de la cuestin han sido puestos en circulacin
por parte de reconocidos wittgenstinianos, pero tampoco entraremos en examinar cul
podra ser la visin particular de Kripke que le llev a aducir tales restricciones de la
especie, pues esta afirmacin es puntual y, precisamente por el hecho de constituir una
corroboracin ajena al hilo argumental de su exposicin, significativamente colocada en
una pequea nota. Lo que s nos interesaba positivamente ilustrar con la mencin a este
escrito, -y por eso hemos vuelto ahora a l-, es la tesitura de cmo una desmedida
atencin a las nociones de naturaleza humana o forma de vida (las cuales, por otra parte,
no aparecen ms que una y seis veces respectivamente a lo largo de toda la obra, pero
que, de hecho, tienen una gran presencia en la bibliografa), podra desvirtuar la entera
aportacin del austraco a las meditaciones acerca de filosofa del lenguaje.

En su artculo Two conflicting interpretations of language in Wittgensteins
Investigations
73
, Karsten Harries nos sita esta misma problemtica en trminos de
dos posibles lecturas de la obra de Wittgenstein
74
, las cuales, con ribetes kantianos, l

72
Chomsky, op.cit. pgs. 256-258.

73
Karsten Harries, Two conflicting Interpretations of Language in Wittgensteins Investigations, en
Kant-Studien, 1968, Tomo 4. Pgs 397-409.

62
denomina respectivamente la interpretacin trascendentalista y la realista acerca de
su filosofa. Pese a su aparente contradiccin, -dice este autor-, en las Investigaciones es
posible encontrar indicios suficientes tanto a favor de la una como de la otra: la
interpretacin que este autor denomina como la realista sera aquella segn el cual se
entiende que la realidad trasciende el lenguaje, y por tanto donde el lenguaje es
entendido como un fenmeno del mundo; la interpretacin trascendental, en cambio,
concibe los lmites del lenguaje como los lmites de mi mundo, y de ello deriva una
oposicin hacia las pretensiones de fundamentar el lenguaje desde una supuesta forma
de vida o naturaleza tal y como suceda en aquellas concepciones que acabamos de
examinar.
Una de las sugerencias decisivas de este artculo es la de que slo desde una
posicin realista es concebible la defensa del relativismo cultural. Esta conexin ya
poda vislumbrarse en lo que al respecto sealbamos ms arriba: desde luego, el
relativismo ha de inscribirse en una posicin de las que aqu son clasificadas como
realistas dado que hace responsable de las diferencias culturales precisamente a una
especie de substrato prelingstico de lo real. Pero en el artculo de Harries se apunta a
algo an ms interesante: no slo sucede que el relativismo se apoye eventualmente
sobre la hiptesis de un suelo prelingstico del mundo o del ser, sino que, no de otro
modo est en las posibilidades intrnsecas del relativismo enunciar tesis o hiptesis de
corte epistemolgico u ontolgico alguno, lo que es lo mismo que decir que el realismo
concebido de esta forma es conditio sine qua non del relativismo. Esto es sumamente
importante, pues pone de manifiesto una exigencia caracterstica del relativismo: slo si
existe un modo de acceso a otras culturas que sea diferente del lingstico, podremos
postular la multiplicidad irreconciliable de los lenguajes propugnada por el relativismo.
Y que si el acceso a las diferencias de otra cultura tiene lugar, en cambio,
lingsticamente, esto significa que existe entablado un juego del lenguaje ya en curso y
que, por tanto, podemos hablar de la existencia de cierto encuentro de horizontes
entre nosotros y quienquiera que sean ellos. Aunque Harries no quiera descartar la
versin que llama realista de las Investigaciones quiz por algn tipo de exigencia
filolgica-, nosotros creemos que el espritu de esta interpretacin est, de todos modos,

74
Harries observa que las dos lecturas aparentemente contradictorias que se propone exponer igualmente
son posibles del Tractatus aunque, naturalmente, por diferentes motivos. Ibid. Pg. 398.

63
en fuerte contradiccin con las intenciones de Wittgenstein, comoquiera que la
posibilidad de conocer otras realidades o formas de vida por medios diferentes a los
de los juegos del lenguaje no podra colmarla ms que algn tipo de ciencia que
permitiese un acercamiento al objeto de su estudio, -digmoslo as-, desde fuera. La
argumentacin sera del tipo: podemos suponer que los habitantes de tal regin son
personas puesto que fsicamente se parecen mucho a nosotros (de hecho, anthropos
parece que significa en griego antiguo rostro de varn), por lo tanto, a buen seguro
que son capaces de orientar su comportamiento conforme a reglas de accin y
comunicacin compartidas en el espacio de su comunidad. Naturalmente, este tipo de
razonamiento se podra hacer, pero ya conocemos cul es la clase de objecin que
Wittgenstein opona a las concepciones que pretendan solucionar el problema de las
otras mentes por analoga, es decir, bajo el esquema inferencial de si yo soy una
persona y tengo sensaciones, puedo suponer que si l es tambin una persona, tendr
igualmente sensaciones. Recordemos que, del mismo modo que no tena sentido
extrapolar mis sensaciones a otro sujeto , -como si stas fuesen representaciones
independizables en la conciencia del sujeto que las siente-, la afirmacin de que mi
comunidad (la sociedad en que habito, mi pas, mi familia...) tiene reglas, es ms
compleja de aprehender teorticamente de lo que los relativistas entienden, puesto que
no alude a principios demarcadores, -como podran serlo las fronteras o las
constituciones-, ni siquiera a los registros de nuestras prcticas, -como los diccionarios
o los libros de historia- , sino a la prcticas efectivas que los integrantes de cualquier
forma de organizacin humana verifican en toda ocasin, y cuya comunidad o falta de
comunidad -lo que nos une y lo que nos separa- ponen en cada situacin de manifiesto.
Cmo podra, -se preguntara Wittgentein-, con vistas a la extrapolacin arriba
sintetizada, de algn modo representarse una tal prctica sin hacer referencia al contexto
ni a los agentes ni a, p.e., utilidad alguna especificable? Por ello, creemos, el
conocimiento de otras culturas debe pensarse como producido sin el recurso a atajos o
asideros extra-lingusticos, y la diferencia qua diferencia, en tanto que solo puede ser
captada desde dentro (in medias res).

Por otro lado, tambin Karl Otto Apel ha entendido la forma de vida en la que
han de inscribirse los juegos lingsticos de una forma parecida a la que venimos
64
exponiendo (tambin en la lnea de la concepcin de Winch que describamos ms
arriba
75
), y con similares consecuencias. Aunque analizaremos algo ms adelante en
qu consiste la propuesta concreta de Apel, nos limitaremos por ahora solamente a
comentar lo que concierne a una peculiar crtica que este autor hace a Wittgenstein en
razn de lo que l entiende como una presunta inconmensurabilidad de los juegos
lingsticos hermenuticos
76
. As, Apel entiende que si es la forma de vida de una
cultura o sociedad lo que condiciona sus juegos lingsticos, hay que resignarse a que
exista una imposibilidad esencial para la existencia de los juegos lingsticos que tratan
de interpretar otras culturas u otras formas de vida (es decir, precisamente aquellos que
Apel denomina hermenuticos). Para que estos juegos sean posibles, -piensa Apel-,
sera necesario postular un nuevo espacio comn a todos los juegos, homlogo (pero
ms comprehensivo) del que representan dentro de la concepcin wittgensteiniana las
formas de vida, y desde el cual podran ya los juegos interpretarse desde unos a otros.
Casi no es necesario decir que este espacio comn sera el del continuum del dilogo,
solucin a modo de clave de bveda que, a juicio de Apel, se echara en falta en un
hipottico paradigma wittgensteiniano, y cuya ausencia le condenara a un insoslayable
relativismo cultural que es el que pretende el propio Apel corregir.
En nuestra opinin, la interpretacin de Wittgenstein por parte de Apel, -al
menos en lo que concierne a las formas de vida-, es errnea, y su rectificacin,
distorsionante, puesto que dichas formas de vida no pueden ser entendidas bajo el
patrn dialctico del condicionamiento histrico (arraigado en un horizonte histrico del
sentido semejante al que se concibe desde la hermenutica gadameriana) como el que
Apel parece tener en mente. Este malentendido de base ser adems el que haga
inviable a la larga, (siempre y cuando, claro, se quiera permanecer dentro de la
estructura del juego filosfico que Wittgenstein propone), la propuesta de Apel de
establecer un lugar del dilogo desde el que se pueda plantear un juego de todos los
juegos. Como se observa fcilmente ante este tipo de interpretaciones o
autoatribuciones por parte de algunos de los pensadores contemporneos de la herencia
wittgensteiniana, se hace sumamente importante establecer cul podra ser el papel o

75
Cf.supra, pg.56.

76
K.O.Apel, Wittgenstein y el problema de la comprensin hermenutica, en La Transformacin de la
Filosofa, vol. 1. pg. 354.
65
tipo de condicionamiento que se juega en la forma de vida en lo que toca a la
asuncin de reglas o juegos en una determinada comunidad, puesto que sta cuestin es
en muchos casos la que define la viabilidad de los diferentes proyectos filosficos que
pretendan estar construidos sobre el tipo particular de lgica sui generis que sera la
desplegada por la idea del juego lingstico. Todo esto, de todas formas, volveremos a
verlo con algo ms de detalle un poco ms adelante.

A la base de estos contrargumentos que venimos exponiendo para defender (y
encontrar) lo que entendemos como la ms apropiada (a los textos y a los fines)
interpretacin de la segunda filosofa de Wittgenstein, se encuentra la crtica al uso de la
nocin de causalidad -o , en general, a la postulacin de entes , cualidades, condiciones,
etc., en situaciones en las que no vienen realmente al caso- presente en el pensamiento
de Wittgenstein y de la que ya comentamos algo en el primer captulo
77
. Ya anunciamos
entonces que no se trata en el caso de Wittgenstein de reiterar la argumentacin de
Hume dirigida contra la nocin de causalidad en s misma, sino de indicar un frecuente
mal uso de la nocin. Wittgenstein protesta contra el hecho de que califiquemos a
menudo de causas a eventos o acciones que no hemos visto repetirse una y otra vez y
sobre las que no podramos establecer ninguna induccin suficiente (ejemplo: si se
dice: `estoy aterrorizado porque l tiene un aspecto muy siniestro, parece como si aqu
se reconociese inmediatamente una causa sin experimentos repetidos
78
). En algunos
de sus textos se sugiere que lo que entendemos cuando postulamos una causa, cualidad,
naturaleza o esencia tras los hechos, no es una remisin a ningn ente
extralingstico, sino que lo que hacemos realmente es simplemente utilizar un
determinado juego lingstico que consiste en sealar a un culpable
79
.El interrogante,
entonces, que deberamos plantearnos a la vista de todas las interpretaciones que hasta
ahora hemos presentado en torno a la nocin de forma de vida, se formulara as: es
siempre pertinente en filosofa, -sea hermenutica o antropolgica-, el juego lingstico
de sealar a un culpable? Y si pudiramos coincidir en que esto no tiene por qu ser


78
Ludwig Wittgenstein, Causa y efecto: aprehensin intuitiva, op.cit. pg.368.

79
Op.cit. pg. 370.

66
as...No deberamos entender de otro modo la nocin de forma de vida para que no
nos induzca a incurrir en semejantes malentendidos?


No obstante, no todos los naturalismos entienden la determinacin por parte
de la forma de vida como una determinacin causal (tampoco lo haca as Apel), sino
que, como algunos autores han reconocido siguiendo a Wittgenstein,
80
no puede haber
un nico modo de relacionar las premisas factuales que han ido configurando nuestra
forma de vida con la estructura de las normas bajo las que acierta a regirse, -ni tampoco,
por tanto, un nico modo de determinarlas. Estos autores han ofrecido varias
alternativas para la interpretacin de esta relacin. Por ejemplo, Michael Polanyi
81

entiende que la forma de vida (entendida como nuestras propias aserciones pasadas o
como tambin las aserciones de nuestros padres o antepasados) est implicada en
nuestra adopcin de reglas lingsticas en la justa medida en que esta supone un
compromiso tcito entre aseveraciones o aprendizajes pasados y los usos presentes.
Dentro de esta concepcin, una expresin no se considera significativa si no est
acompaada por algn sentimiento heurstico que simbolice la adopcin de este
compromiso. Polanyi piensa, pues, que no son las palabras las que tienen significado
sino el hablante o el oyente los que quieren decir algo con ellas
82
, por lo que, si
queremos encontrar una razn de la regularidad de los usos, slo podr darse en cuanto
que los hombres hayan querido adoptar el compromiso de usarlos regularmente.
Evidentemente, esta interpretacin clarifica muy poco el problema que venimos
tratando, pues, precisamente, es la propia nocin de compromiso (vinculacin,
adscripcin a una regla) la que tratamos en todo este captulo de precisar, y quedarse en
este punto nos parece simplemente quedarnos con la indagacin an por hacer y la
pregunta pendiente. Si, en cualquier caso, Polanyi se refiere a un determinado
sentimiento, quiz inculcado a travs de nuestra forma de vida, pero reconocido
exclusivamente mediante experiencia privada, sta no podr ser en ningn caso la

80
Por ejemplo Peter Winch, en su artculo Naturaleza y Convencin recogido en Comprender una
Sociedad Primitiva, Barcelona, Paids, 1994. Pg.119

81
Las referencias estn tomadas del escrito de peter winch, op.cit, pgs.129-133.

82
Ibidem.
67
solucin al problema que hemos encontrado para la correcta exgesis del pensamiento
de Wittgenstein.
A la interpretacin de Polanyi, de hecho, no le faltan detractores. Sin ir ms
lejos, Peter Winch
83
rechaza esta solucin, pero proponiendo a su vez que la vinculacin
entre forma de vida (hechos factuales) y reglas lingsticas bien pudiera ser lgica, y
que ste es el caso, por ejemplo, de muchas de las reglas morales que las comunidades
poseen. La nocin de lgica, segn Winch, es la nocin de lo que es y la de lo que no
es inteligible en la conducta humana y puede aplicarse a todo lo que los hombre hagan.
Si se abstrae de la manera en que viven los hombre, entonces pierde su significado
como lgica, incluso en su aplicacin en las relaciones entre enunciados, pues un
enunciado es, esencialmente, algo que los hombres pueden hacer en el curso de sus
vidas
84
. Pero con eso y con todo, la lgica -en este preciso sentido- de una sociedad no
puede reducirse a ser descrita o no, o a indicar lo que parece en cada caso inteligible.
Para la propuesta de Winch debe ser posible, adems, hacer el experimento (abstracto?,
-nos preguntamos nosotros) de ponerla a funcionar y a generar normas acerca de lo
inteligible y lo no inteligible a partir de algunas de las condiciones inherentes a una
forma de vida determinada. Esto hace Winch para demostrar la absoluta necesidad de
la presencia de normas morales en toda sociedad humana, e incluso la universalidad de
algunas de ellas, en base al nico rasgo comn de todas las posibles forma de vida,
que es el de constituir una comunidad lingstica. Esto es lo que sucede, por ejemplo,
con la norma moral de ser veraces o decir siempre la verdad, puesto que, segn Winch,
la idea de una sociedad lingstica que no la posea se contradice a s misma
85
, ya que
la aceptacin de esta norma es necesaria para poder establecer la distincin entre
enunciados verdaderos y falsos y no existe una alternativa o excepcin posible:
Supongamos, per absurdum, que se optara por la otra alternativa: que los que
actualmente denominamos enunciados verdaderos fueran siempre pronunciados en el
lugar de los que ahora llamamos enunciados falsos y viceversa. Todo lo que ocurrira
sera que los enunciados acabaran tomndose en el sentido contrario al que se toman
actualmente. Esto es, aquellas emisiones que, tal y como son las cosas, expresan

83
Winch, Naturaleza y Convencin pg. 130.

84
Op.cit, pg.120

85
Op.cit, pg. 128.
68
enunciados verdaderos (falsos) expresaran entonces enunciados falsos (verdaderos).
As la suposicin de que decir mentiras podra ser la norma y decir la verdad una
desviacin de aquella se contradice a s misma. Y, de nuevo, si per absurdum, la
incidencia de enunciados verdaderos y falsos fuera estadsticamente aleatoria, no
podra haber ninguna distincin entre verdad y falsedad en absoluto y, por tanto,
ninguna comunicacin, pues para comunicarse debe ser posible que las palabras que se
dicen se tomen por parte de los interlocutores de ciertos modos especficos. Sera
entonces un sinsentido llamar a la norma de decir la verdad una convencin social, si
por ello se entendiera que puede existir una sociedad humana en la que no se aceptara
en general tal norma
86

La argumentacin, por otra parte, recuerda enormemente a la kantiana respecto
al Imperativo Categrico: en primer lugar, la lgica (o Razn pura) tiene poder para
legislar sobre normas morales; adems, stas tienen siempre forma negativa (pues
proceden de la contradiccin en la que incurre la posible mxima con su adopcin como
norma universalizable dentro de una sociedad); y, por ltimo, aunque Winch hubiera
comenzado afirmando en su escrito que la lgica no es nada sin la comunidad a la que
pertenece, sin embargo, en la argumentacin inmediatamente siguiente, la nica
caracterstica de su comunidad imaginaria relevante para la cuestin que nos ocupa es
una capacidad lingstica tan fantstica como desprovista, -cuando menos en el ejemplo
propuesto-, de cualquier determinacin que pudiera estorbar el trabajo de la lgica (o de
la Razn pura). Son tambin muy similares a los correspondientes kantianos los pasajes
en los que analiza las posibilidades y reacciones ante la mentira: el deber de no mentir
nunca se retrae; si acaso, podemos atender a otras razones (no morales) para hacer caso
omiso de la norma moral. Aceptara Wittgenstein todo esto? Encajara la lgica de los
juegos del lenguaje dentro de este modelo de lgica, entendida como razn pura?
87


86
Op. Cit, pgs. 128-129.

87
En el 554 de las Investigaciones, por ejemplo, se hace alusin a una comunidad de seres humanos
fcilmente concebible, que poseyera una lgica ms primitiva que la nuestra en la que la operacin de
negar una oracin no fuera algo tan fcil como simplemente aadir un no a una oracin afirmativa, sino
que implicara un medio distinto de expresin. En esta sociedad, creemos nosotros, la operacin lgica que
consiste en extraer conclusiones a partir del principio de no contradiccin no sera tan sencillo, pues al
conjunto de las expresiones afirmativas no le correspondera un conjunto de igual extensin de las
expresiones negativas, ya que este modo de negar que consiste en la simple adicin de la partcula no
jams podra ser usado en tal sociedad hipottica: existiran posiblemente otros modos de negar (otros
juegos), pero no tendra por qu establecerse alguna relacin directa entre las oraciones que afirman y las
que niegan.
69
Existe tambin un intento similar al de Winch del que ya hemos mencionado
alguno de sus propsitos: aquel que emprende Apel con su proyecto de juego
lingstico trascendental de la comunidad ilimitada de comunicacin
88
. En uno de los
captulos del primer volumen de la Transformacin de la Filosofa, Apel expone sus
intenciones de desarrollar una nueva filosofa trascendental (en el preciso sentido que le
otorg inauguralmente Kant) que sea capaz de dar cuenta de las condiciones de
posibilidad y validez de la ciencia (salvo que esta vez se trata de la ciencia social, no de
la natural como haba hecho Kant), slo que, ahora, desde un marco distinto del que el
kantismo estableciera en su da el de la conciencia trascendental- y que es el de la
aceptacin de la nocin de juego lingstico wittgensteiniano como condicin y modelo
trascendental de la posibilidad de las ciencias sociales (en la medida en que hace posible
la comunidad de comunicacin, del mismo modo que la conciencia trascendental
kantiana haca posible la experiencia). Apel
89
cree posible transformar la evidencia de
la conciencia comn al cartesianismo, kantismo, e incluso, a la fenomenologa
husserliana, en validez intersubjetiva a priori en caso de que consigamos vincularla a
un juego lingstico consensuado para toda la comunidad (ilimitada) de la comunicacin
mediante la formacin de reglas semntico-pragmticas. El poder vinculante
(legislador) de las antiguas evidencias de la conciencia, no slo gana de este modo en
cuanto al tamao del objeto de su legislacin (ahora, no slo la conciencia sin sus
excedentes inasimilables de inconsciencia, sino toda la potencialmente infinita
comunidad de comunicacin), sino tambin en su propia dialctica interna, pues ahora
no slo ejercer su legitimacin a priori sobre determinados enunciados o evidencias,
sino sobre todo el entero sistema argumentativo que se desarrolle en el curso de ese
juego consensuado de los fines pragmticos del dilogo. Se tratara, por tanto y en otras
palabras, de postular un acuerdo previo intersubjetivo, o espacio del dilogo, desde el
cual podra ser posible un juego lingstico tal que permitiera el cruce hermenutico
entre las diferentes formas de vida o culturas (dondequiera que se encontraran situadas
geogrfica o histricamente), y desde el cual, por tanto, seran felizmente resueltas las

88
K.O. Apel, La Comunidad de Comunicacin como Presupuesto Trascendental de las Ciencias
Sociales , La Transformacin de la Filosofa, vol. 2, Taurus, 1985, pg. 209-249.

89
Op. Cit, pgs. 210-211.
70
dificultades comunicativas e interpretativas que estn efectivamente presentes en las
ciencias sociales y en sus objetos reales de estudio.
El problema principal de esta propuesta es, en principio, obvio: cmo podra
producirse semejante acuerdo? desde qu intereses u horizontes valorativos?
podramos querer participar en un juego al que tuviramos que asistir desnudos de
todo inters, prejuicios o lenguaje propios?. Pues difcilmente se puede ocultar que la
instrumentacin de un juego de todos los juegos lingisticos pasa necesariamente por
la absorcin de todas esas pequeas diferencias (tremendas naderas o enormes
minucias, como diramos remedando el ttulo de aquel libro de Chesterton) entre unos
juegos y otros que son su ms honda razn de ser y que entraan adems la ligazn
fundamental que une a un lenguaje con las prcticas vitales que expresa y en las que
stas se proyectan indisociablemente de aqul. Semejante anulacin en aras de la
generalidad, por ms que esta se autodenomine prgmatica, es obviamente ardua e
incluso probablemente alienante, pero lo que desde luego podemos afirmar con toda
seguridad, es que se trata de una maniobra absolutamente contraria a la concepcin
wittgensteiniana de los juegos lingsticos. Pero esto, de todas formas, no es lo que
pretende Apel. Pues ciertamente Apel no pretende inventar un juego lingstico tal para
todos y para nadie (como reza el subttulo del Zaratustra de Nietzsche), desde ninguna
parte pero dirigido a todos los tiempos, sino que afirma haberlo encontrado ya, entre los
intersticios de los juegos lingsticos mismos, como condicin de la existencia de los
metalenguajes y en tanto aparicin espontanea de una autogradacin automtica de
los mismos que tendra lugar entre los diferentes juegos cuando stos entran en relacin
interpretativa mutua en el seno de la vida social. Asimismo, Apel critica rotundamente
la opcin del convencionalismo radical que Dummet
90
ofrece para el seguimiento de
reglas, pues, creemos nosotros, no le es conveniente en absoluto para estipular unas
condiciones de los juegos que los determinen desde un principio a ser de un modo
concreto, acorde al juego lingstico superior que se ha sido establecido a priori como el
transcendental. As lo expone l mismo: Ciertamente, la posibilidad de semejante
acuerdo en los criterios (paradigmata, standards) para decidir correctamente en todas las
situaciones posibles de la vida, presupone, a mi juicio, lo siguiente: el acuerdo
lingstico mismo en cada juego lingstico posible est vinculado a priori a reglas que,

90
Op. Cit. Pg. 233.
71
no slo no pueden establecerse mediante convenciones, sino que posibilitan las
convenciones; por ejemplo la norma de respetar las reglas en el contexto social, que
implica, entre otras cosas, la norma del discurso verdadero. A mi juicio tales
metarreglas de todas la reglas establecidas convencionalmente no pertenecen a
determinados juegos lingsticos o formas de vida, sino al juego lingstico
trascendental de la ilimitada comunidad de comunicacin
91
. Del mismo modo que
sucede en la propuesta de Winch, las metarreglas necesariamente presentes en toda
comunidad de comunicacin, aunque de origen lgico, resultan tener tambin contenido
moral: una tica mnima ha de presidirlas, -dice Apel-, que consista en lo que Peirce
llamaba un socialismo lgico, es decir, en el compromiso a la realizacin histrica
de la comunidad y a la reconstruccin de la autoexperiencia histrica del gnero
humano
92


Los mtodo de Winch y Apel, aunque sin duda bienintencionado, es ilegtimo
dentro de los parmetros del ltimo pensamiento de Wittgenstein, del mismo modo que
lo eran los intentos de Ayer y Russell
93
por extraer del lenguaje ordinario (contingente y
emprico) reglas de la lgica o metalenguajes concretos, para concederles al cabo
validez universal. Apel, igual que haca Ayer, intenta compensar este inconveniente
pretextando que su juego lingstico trascendental es netamente convencional, pero lo
que quedara an por resolver con este nuevo argumento es la cuestin acerca de qu
tipo de convencionalismo es el concerniente a este caso, y, por tanto, si permite superar
los viejos problemas con los que se encontraba el convencionalismo de Ayer, o, por el
contrario, se encuentra con los nuevos problemas que implicaba el convencionalismo
radical de Dummet. Ciertamente, en las Investigaciones ya no tiene vigencia la
distincin entre decir y mostrar, por lo que los metalenguajes son perfectamente
legtimos, aunque slo en el contexto de una sociedad determinada (cosa que sera ms
que dudoso aducir de los modelos de comunidad que presentan tanto Winch como
Apel), pero no slo: adems tienen que surgir como pertenecientes a un juego
lingstico concreto, no como una teora que pretenda desbordar los juegos concretos

91
Op. Cit. Pgs 233-234.

92
Op. Cit. Pg 218.

93
Cf. Pg.28 de este trabajo.
72
del lugar de su aparicin para venir a justificarlos despus, sin embargo, desde arriba
(de nuevo como huella o copia exportable a todo espacio y todo tiempo). La lgica no
puede operar en el vaco; pero tampoco en el plenum saturado de la moral que se
antepone a las prcticas lingsticas concretas, en s mismas expresivas.

En ocasiones se ha interpretado la nocin de forma de vida que venimos
nosotros aqu persiguiendo, de un modo distinto a los hasta ahora esbozados, que es
aquel segn el cual la forma de vida podra ser una expresin de finitud y, en este
sentido, limitar, condicionar o definir nuestras posibilidades lingsticas. La finitud
lingstica sealada mediante la apelacin a la forma de vida podra ser entendida de
varias maneras. La primera sera aquella segn la cual la finitud es entendida como
limitacin fsica, posibilidad que ya hemos examinado brevemente mediante los
ejemplos en los que aludamos a Chomsky y que pretendan sugerirnos entre otras
cosas-, que las constricciones fsicas impiden la comunicacin de los estados de
conciencia. Ya fue suficientemente criticada en pginas anteriores esta concepcin, por
lo que ahora tan slo remitiremos a ellas.
94
Igualmente familiar nos es la segunda, que
acenta la limitacin a la que nos somete la lgica. Un caso de ella lo tendramos en la
propuesta de Winch para construir las normas morales que tambin conocimos ya en
pginas anteriores
95
. De hecho, en la introduccin que el propio Winch hace a una
compilacin de artculos sobre Wittgenstein realizada por l en el ao 1969
96
, se afirma
que el logro definitivo de las Investigaciones (y en ellas de la nocin de forma de
vida), consiste en haber podido salvar la unidad de la lgica, que por efecto de las
impositivas condiciones del Tractatus, habramos visto tambalearse. Pero claro, lo que
estara an por justificar es el hecho de que Winch entienda que la lgica que
necesariamente condiciona nuestras capacidades lingsticas tenga que ser una y la
misma, o, al menos, la fuente de todos los usos, y que esta haya de contar siempre con
el recurso procedimental de extraer conclusiones del principio de no-contradiccin
97
. La
lgica desplegada por los juegos, en todo caso, no puede ser entendida como algo

94
Cf. Supra Pgs. 39-41 de este trabajo.

95
Cf. Supra. Pgs. 66-67-

96
Winch, Peter (ed.) Studies in the Philosophy of Wittgenstein, Londres, Routledge and keagal Paul
limited, 1969 (hay traduccin castellana en Eudeba, 1971).
73
previo a lo que los juegos se adscriben, sino como algo que generan desde s mismos a
la manera de leyes internas de consumo tambin interno (y esta generacin de las
propias reglas tampoco puede ser interpretada conforme a leyes lgicas que no fueran
internas), por lo que, en consecuencia, en ninguna medida podra suponer una limitacin
a las capacidades lingsticas.
Llegamos as a la tercera y ms plausible -aunque modesta- forma de entender la
apelacin a la forma de vida como una expresin de finitud, consistente en
contemplar nicamente los juegos lingsticos, -sus reglas y sus consecuencias- bajo la
categora modal de la contingencia. Desde este punto de vista, el recurso
wittgensteiniano a la forma de vida no tendra por qu remitir a ninguna causa,
condicin o manera de ser, ni determinar concretamente nuestras reglas lingsticas o su
uso, sino que alegar el as somos como Wittgenstein lo hace tendra como nica
funcin remitir a aquel estrato ontolgico para el que no tienen cabida explicaciones ni
valores absolutos y que es el de finitud o contingencia. La atencin a la nocin de
forma de vida, en este caso, proveera de una consciencia de finitud similar a la que el
mundo del hombre y de la experiencia (realidad como fenmeno) posea frente a la
cosa en s kantiana (realidad como nomeno), puesto que aqu no puede entenderse en
ningn caso que se trate de dos planos o mbitos diferenciados, donde uno de ellos, el
de lo noumnico, pudiera actuar, limitar o causar el mundo fenomnico (pues estas son
para Kant, como es sabido, categoras de la experiencia posible)
98
. Pensar la forma de
vida como la otra cara de la moneda (como describa Heidegger la relacin entre el
fenmeno y el nomeno kantianos
99
) de nuestros juegos y nuestra gramtica, no dice
nada de ellos como tampoco de aqulla; tan slo acenta el hecho de que los fenmenos
o enunciados, o juegos, o bien narraciones- pueden ser contemplados bajo diversos
respectos y como conformando sentidos e intenciones muy diferentes, cosa que, slo

97
Cf. La nota n 87 de este trabajo.

98
Sobreentendida tambin la importante diferencia de que aqu el fenmeno siquiera puede presentar el
aspecto de interioridad frente a la exterioridad terica o prctica de lo noumnico que ciertas
interpretaciones (la neokantiana, por ejemplo) atribuan al ermitao de Knisberg.

99
El doble carcter del ente como fenmeno y como cosa en s corresponde a la doble manera segn
la cual se refiera al conocimiento finito o al infinito: el ente en tanto creacin y el mismo ente como
objeto (...) La cosa-en-s no es otro objeto, sino otra relacin (respectus) de la representacin respecto
al mismo objeto Martin Heidegger, Kant y el problema de la metafsica, traduccin de Gred Ibscher
Roth, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1993.

74
desde una inicial consideracin de la contingencia es decir, desde una
desfundamentacin y ausencia de vnculos legitimadores como punto de partida- puede
ser correctamente asimilada. El ser est en principio abierto a cualquier uso o respecto
bajo los que se le quiera describir; asimismo, tanto la regulacin de la gramtica como
la descripcin de las formas de vida, constituyen dos perspectivas con un telos propio,
en cada caso definible, sobre un mismo mundo de relaciones.

Con independencia de las conclusiones que hasta aqu hayamos podido extraer,
puede decirse, no obstante, que el propio texto wittgensteiniano motiva el hecho de que
existan problemas para entender correctamente la importancia de la nocin de forma de
vida respecto a la adopcin de reglas, en la medida en que pueden encontrarse en l
ciertas ambivalencias. As, por ejemplo, han fomentado en gran parte la interpretacin
naturalista de las formas de vida que aqu venimos tratando, los pasajes en que
Wittgenstein habla de la utilidad del significado y no meramente de su utilizacin.
De igual modo, han fomentado esta interpretacin aquellos pasajes en los que
Wittgenstein explica las expresiones significativas del lenguaje humano (p.e., las de
dolor) como sustituciones de expresiones naturales. Creemos que ambas referencias
problemticas (y favorecedoras de la interpretacin naturalista) estn conectadas por
medio de lo que Wittgenstein concibi respecto a un tipo de juegos lingsticos
denominados como primitivos. Desentraar, pues, cul es el papel que estos tienen en
el contexto de la filosofa de Wittgenstein, nos servir para calibrar la importancia de las
tendencias naturalistas presentes en su escrito con respecto al sentido global de su
aportacin.

Cuando decimos que el significado de una palabra es su uso, efectivamente
esto se puede entender de dos maneras: como algo til a unos determinados fines, o
bien como algo que puede ser simplemente utilizado en un determinado contexto. La
primera de estas acepciones se refiere a una utilidad extralingstica (pragmatista,
diramos hoy), y se encuentra, bsicamente, en los primeros ejemplos que Wittgenstein
propone como modelo de los juegos del lenguaje, aquellos a los que l mismo denomina
como primitivos.
100
En stos , Wittgenstein escenifica para el lector un problema real,

100
As, el de la compra de manzanas (PhU 1), el del albail y su ayudante ( PhU 2), etc.
75
con unos actores y un contexto definidos, para cuya resolucin ha de inventarse un
juego del lenguaje especfico que sirva a los fines de la situacin real. Algunas de las
interpretaciones de la nocin de forma de vida que hemos venido apuntando hasta
aqu, recurran a estas secciones como modelo de la situacin global de todos los juegos
del lenguaje. La forma de vida sera, bajo este punto de vista, el lugar donde se
generan los problemas o requerimientos, y el lenguaje, un medio o instrumento para
resolverlos. Pero esta representacin de los elementos implicados resulta algo simplista
y no est falta adems de complicaciones en tanto que presenta situaciones en exceso
automatizadas, ya que podran ser vlidas de igual modo para el lenguaje entre un
hombre y su mascota, e incluso para una lavadora y su usuario
101
. Podra decirse,
adems, que la atencin por parte de Wittgenstein sobre estos juegos primitivos fue
abandonada progresivamente en el tiempo transcurrido entre la poca en que se dictaron
las lecciones de Los Cuadernos Azul y Marrn y la de las Investigaciones, y que en esta
ltima obra el mismo Wittgenstein se mostr ms cauto y apunt que los juegos de
lenguaje primitivos no representan realmente a ningn juego del lenguaje observable
(PhU, 5), y que slo pueden entenderse como artificios pertenecientes a su mtodo de
exposicin. Si nos quedamos en el marco de las situaciones planteadas por los juegos
primitivos (en los que, por cierto, Apel cree que Wittgenstein est ofrecindonos algo
as como una ontologa fundamental
102
), podremos vernos abocados a un lenguaje
carente de sintaxis y constituido nicamente por rdenes, (como observa acertadamente
Anthony Kenny
103
y reconoce asimismo Wittgenstein en las secciones 18 y 19 de las
Investigaciones), pues podra parecer que la teora del uso slo tendra validez para
oraciones completas (en realidad, slo para rdenes) y no para las palabras o el resto de
sus elementos integrantes. Acaso es que no podra servir la teora del uso para saber
si una oracin est aceptablemente construida, o es que es necesario que cada uno de los

101
En el 25 de las Investigaciones, reconoce Wittgenstein que los animales puedan tener un lenguaje
como el de los juegos primitivos

102
No obstante, los anlisis ejemplares de `juegos lingsticos que presentan los apuntes de las
lecciones de 1933-35 (...) y las Philosophische Untersuchungen, (...), contienen al menos de manera
implcita- una teora no slo de la constitucin del objeto, sino tambin y primariamente de la
liberacin preobjetiva del mundo desde la comprensin previa del ser que se da en el lenguaje
cotidiano entretejido con la praxis vital. K.O. Apel, Wittgenstein y Heidegger: La pregunta por el
sentido del ser y la sospecha de carencia de sentido dirigida contra toda metafsica, en La
Transformacin de la Filosofa. Vol. 1. Pg. 243

103
A. Kenny, Wittgenstein, op.cit. pg. 151.
76
usos introduzca alguna modificacin en el mundo? Wittgenstein no niega que los
usos puedan tener alguna finalidad extralingstica, pero, desde luego, lo que no
pueden es ser concebidos de ningn modo como un medio para un fin. En general,
dice Kenny apoyndose en las secciones 466-468 de las Investigaciones, no pensamos
o usamos el lenguaje porque hayamos visto que es un buen negocio
104
El uso del
lenguaje ha de entenderse ante todo como utilizacin, utilizacin de expresiones en un
medio lingstico (el juego) y con fines mayormente comunicativos. La metfora de la
caja de herramientas no se muestra adecuada cuando lo que queremos es desplazarnos
de los juegos primitivos, -estipulados con el fin de captar una idea-, a los juegos
lingsticos reales. El lenguaje no es slo un instrumento (lo seran sus propios
elementos si los desgajsemos de su contexto, pero sus fines continuaran siendo
intralingsticos), sino tambin y sobre todo, el entorno en el cual nos movemos.
Wittgenstein a menudo utiliza la metfora de la habitacin para referirse al modo de
hablar propio e idiosincrsico de cada uno (PhU, 400-401). En esta habitacin, el
lenguaje siempre habla de s mismo: de los objetos que identifica, de experiencias que
slo podran surgir de una vida con lenguaje
105
, e incluso a veces de su propia sonoridad
o de los significantes que superficialmente lo componen (as hace, en parte, la poesa,
PhU, 531)
106
. Cada uno de ellos es un juego de este lenguaje o de el lenguaje.

En definitiva, slo entendiendo el lenguaje como entorno (habitacin) adems
de cmo instrumento, podremos alcanzar la comprensin correcta de lo que significa
para Wittgenstein una forma de vida. Pues no se puede entender sta como algo
extralingustico (la cosa en s, la geografa, la lgica pura, el azar...) que nos afecta y
se entromete en nuestros juegos no se sabe muy bien cmo. En el 494 de las
Investigaciones expresa Wittgenstein que el aparato al que llamamos lenguaje ha de
ser tratado de forma amplia: el aparato de nuestro lenguaje corriente, de nuestro
lenguaje verbal, es todo lo que llamamos lenguaje; y luego otras cosas por su analoga o

104
Kenny, op.cit. pg.150.

105
As, por ejemplo, en el 342 de las Investigaciones, Wittgenstein da muestras de su escepticismo ante
las palabras de un sordomudo que afirman haber tenido experiencia de Dios antes de haber aprendido a
hablar.

106
Roland Barthes llama incidentalmente fuego del lenguaje a esta pasin por el significante
presente en la poesa. El placer del texto, Siglo XXI, Argentina 1974, pgs. 25-26.
77
comparabilidad con eso. La forma de vida es ella misma lingstica (y, por tanto,
afectada de las propiedades del lenguaje corriente: contingencia, paraloga, apertura a la
vez que circularidad, etc.) y, si no queremos caer en los malentendidos provocados por
su rica connotacin, mejor ser que la pensemos (cuando estudiamos su papel en la
determinacin de reglas, pues, naturalmente el trmino puede ser usado para todo
aquello donde tenga cabida) nada ms pero tampoco nada menos- que como
equivalente o muy cercana a lo que otra veces llama Wittgenstein gramtica profunda.
Recordemos que Wittgenstein llama gramtica a todo esa enmaraada red de
relaciones que se establecen mediante criterios y reglas, es decir, aquellas que
configuran aqu y all el significado. A veces se ha querido ver en el apelativo de
profunda la ensima remisin a lugares bsicos o comunes a todos los hombres y
situaciones lingsticas, a algn substrato que condicionase toda la funcin significativa
en su conjunto, y por ello, el concepto de forma de vida ha sido entendido como algo
de una naturaleza pre-lingstica, lo cual nos parece, como ya hemos venido diciendo
durante todo este captulo, algo contrario al espritu de la aportacin del llamado
segundo Wittgensteien
107
. Las conexiones y condiciones significativas siempre son
internas, y para que existan condiciones o determinaciones, stas slo pueden serlo
desde el plano de lo actualmente significante
108
.

107
La gramtica profunda en las Investigaciones expresa la misma cosa que lo que otras veces
Wittgenstein llama simplemente gramtica, es decir, la llamada de atencin sobre la vinculacin del
significado que se produce en el juego del lenguaje. Si en ocasiones Wittgenstein cree necesario solapar
a esta expresin el adjetivo de profunda, esto es slo para distinguirla de la gramtica superficial, es
decir, de aquella que se ensea en las escuelas, la que establece divisiones y reglas sin atender a los
juegos del lenguaje.

108
Sera interesante comparar la propuesta realizada desde la semitica por Roland Barthes, con sta que
aqu estamos tratando en Wittgenstein en cuanto a la dialctica entre uso y utilizacin. Para el francs,
tambin esta diferenciacin opera nicamente fuera de toda realidad, tal y como se expresa en un texto de
su libro Elementos de Semiologa, pg. 43-44, y, lo que llamar funcin-uso, tampoco podr, en suma,
constituir nada ms que un momento abstracto y puramente metodogico: Esto permite, quiz, entrever
la naturaleza del signo semiolgico en relacin al signo lingstico. Al igual que su modelo, el signo
semiolgico est tambin compuesto por un significante y un significado (en el cdigo de la circulacin,
por ejemplo, el color de un semforo es una orden de circulacin), pero se separa de l a nivel de sus
sustancias. Muchos sistemas semiolgicos (objetos, gestos, imgenes) tienen una sustancia de expresin
cuyo ser no est en la significacin; suelen ser objetos de uso, separados de la sociedad con fines de
significacin: el vestido sirve para protegerse, la comida para nutrirse, aunque sirvan tambin para
significar. Propondremos llamar tambin a estos signos semiolgicos de orden utilitario y funcional,
funcin-signo. La funcin-signo da testimonio de un doble movimiento que hay que analizar. En un
primer momento (esta descomposicin es puramente operativa y no implica una temporalidad real), la
funcin se prea de sentido; esta semantizacin es fatal: por el slo hecho de que exista sociedad,
cualquier uso se convierte en signo e este uso. La funcin del impermeable es la de proteger contra la
lluvia, pero esta funcin es indisociable del signo mismo de una cierta situacin atmosfrica; dado que
78

Aun as, legtimamente en el interior de la habitacin lingstica de la que
venimos hablando, y sin necesidad de apelar a instancias previas o externas al lenguaje,
podemos encontrar el desdoblamiento ms o menos pronunciado (y quiz innecesario
en la medida en que pudiera tratarse de dos caras de la misma moneda ) al que ya
apuntbamos algo ms arriba al comentar la posibilidad de entender la nocin de forma
de vida como expresin de finitud: se tratara de nuevo de una polarizacin ejercida
sobre los conceptos de gramtica y forma de vida. La diferencia entre ambas
nociones ha sido tambin pronunciada en su propio inters por los herederos (y
reformadores) de la dialctica hegeliana, -como podra, quiz, decirse de Jrgen
Habermas y Karl Otto Apel- pues si, bajo estos nuevos parmetros, la forma de vida ya
no puede ser entendida como causa o condicin externa determinante de la gramtica
de los juegos, puede ser mantenida sin embargo como relevante para nuestras
consideraciones con tal de que, desde la particular dialctica de los juegos que tendra
lugar en la habitacin lingstica a la que nos hemos referido, pueda ser cognoscitiva,
crtica y reflexivamente ponderada, posibilitndose de esta manera y al fin, el ideal
emancipatorio que, desde tiempos de la Ilustracin, se trata por distintos mtodos y
caminos de pensar. O dicho con otras palabras: dado la forma de vida no puede
explicar nuestros juegos y reglas, una alternativa posible consiste en postular que tal
vez se exprese en ellos, posibilitando as el que los juegos pudieran interpretarse
como un modo caracterstico de auto-comprensin de la condicin presente. En
efecto, Apel (e igualmente en otros lugares Habermas y Winch) reprocha precisamente

nuestra sociedad no produce ms que objetos standarizados, normalizados, estos objetos son
necesariamente las ejecuciones de un modelo, las hablas de una lengua, las sustancias de una forma
insignificante. Para encontrar un objeto insignificante habra que imaginarse un utensilio absolutamente
improvisado y que no se aproximara nada a un modelo inexistente: hiptesis prcticamente inviable en
cualquier sociedad. Esta semantizacin de los usos es capital: efectivamente muestra que no hay nada real
que no sea inteligible, y debera inducirnos a confundir sociologa con socio-lgica. Pero una vez
constituido el signo la sociedad puede perfectamente re-funcionalizarlo, hablar de l como de un objeto
de uso: se hablar de l como de un objeto de uso: se hablar de un vestido de piel como si sirviera
nicamente para proteger del fro. Esta funcionalizacin habitual, que para existir necesita de un segundo
lenguaje, no se identifica en absoluto con la primera funcionalizacin (por lo dems puramente ideal): por
su parte, la funcin re-presentada corresponde a una segunda institucin semntica (camuflada) que
pertenece al orden de la connotacin. Por tanto, la funcin-signo tiene probablemente un valor
antropolgico, ya que es la unidad misma en la que se entremezclan las relaciones de lo tcnico y de lo
insignificante . Obviamente y, a pesar del paralelismo, nos consta que la perspectiva y el inters de
estudio de Barthes son muy diferentes a los de Wittgenstein.


79
a Wittgenstein el que esta cuestin no est del todo aclarada ni comentada o
simplemente apuntada dentro de su esquema. El hecho de que, en el marco de sus
juegos del lenguaje, no se de cabida ni a la Historia, ni a algn tipo de
Autoconciencia reflexiva
109
, mueve a que el mismo Apel se proponga la tarea de
prolongar por su cuenta y riesgo el incompleto trabajo de Wittgenstein de forma que sea
posible entender los juegos lingsticos y la gramtica de cada situacin bajo el patrn
hegeliano de la mediacin. El sujeto y el objeto hegelianos unidos en esta dialctica y
co-penetracin mutua que Apel vindica, tendran su equivalencia en el Wittgenstein
corregido y ampliado de esta manera por l mismo en un reajuste de la forma de vida
entendida ahora como la imagen o el concepto que el lenguaje en su compleccin se
hace de s propio a travs de los juegos lingsticos y en tanto receptculo de los
juegos o usos lingsticos que no tienen otro status que el de ser proyectados para
esa imagen o forma de vida. Del mismo modo que los naturalismos que hasta ahora
hemos presentado, Apel se pregunta cmo podra ser posible un entendimiento
lingstico si no es sobre un fondo de sentido (comprensin hermenutica)
generado histricamente, y para el desarrollo ese mismo fondo (hegelianamente, el
mundo y la historia entendidos como el despliegue orientado del motor productivo de
sentido). De ah la crtica realizada a Wittgenstein por la grave omisin de no introducir
en ningn momento en sus consideraciones a la historia, y permanecer as en todo
momento dentro de la concepcin ingenua y esttica (espacial, y no temporal) propia del
lenguaje ordinario: al parecer, a Wittgenstein (al igual que al hablante individual), le
basta con conocer (utilizar) las reglas vigentes de uso del lenguaje sincrona-, y no
necesita inscribir estas reglas en horizonte histrico alguno de comprensin diacrona-.
Al igual que suceda en el Tractatus, para la comprensin parece ser suficiente con
conocer la forma lgica, y ms all de ello no se cree necesario, como solicitara Apel
(y muchos otros), acudir hasta el sentido histrico de sta. Apel llega a decir de la
filosofa de Wittgenstein: En Wittgenstein no entra en consideracin ni el ltimo
intento de todo juego lingstico hacia la autorreflexin, que es lo que posibilita toda
traduccin e interpretacin en el sentido de las ciencias del espritu, ni la continuidad
basada en aqul de un dilogo entre los hombres capaz de servir de enlace entre todos

109
K.O. Apel. Wittgenstein y Heidegger: la pregunta por el sentido del Ser y la sospecha de carencia de
Sentido dirigida contra toda metafsica, Transformacin de la Filosofa, pg. 258.

80
los juegos lingsticos. Su anlisis del lenguaje es ahistrico y lo que es casi evidente-
sin ninguna meta especulativa lejana (como pudiera serlo la de una correccin
progresiva del lenguaje y forma de vida en la lnea de una profundizacin en la
comprensin del mundo y de uno mismo as como de una eliminacin de todos los
impedimentos al entendimiento entre los hombres)
110

Efectivamente, lo que parece distanciar a Apel de Wittgenstein, es el hecho de
que este ltimo no encuentre entre los propios juegos lingsticos dados histricamente
un sentido o destino susceptible de ser ledo en ellos (y, quiz, acelerado o
controlado racionalmente por mor de la accin humana), tal y como pudiera encontrarse
en concepciones sistemticas de la historia como la paradigmticamente propuesta por
Hegel, o como la que, ms atrs en el tiempo, inspiraba la doctrina del plan providencial
preordenado por Dios con respecto a las res gestae meramente narrativas de Agustn de
Hipona (Civitas Dei). Evidentemente, en Wittgenstein los juegos lingsticos son
histricos, aunque de una manera ms parecida a aquello que Hegel hubiera
denominado historia emprica que de una filosofa que intente encontrar en la forma
de vida histrica de los pueblos la fuente de sentido (u horizonte de comprensin) que
ilumina y otorga significacin al devenir de los sucesos o usos lingsticos concretos. Y
esto no por un simple olvido u omisin accidental, sino por una discrepancia de fondo:
en Wittgenstein no es posible leer en las formas de vida, pues ni en ellas, ni en la
historia, ni en lo que llamamos paradigmas culturales o tradiciones (ni tan siquiera en
las formulaciones de las reglas mismas como tales), estara impreso lo que llamamos el
sentido. El sentido no viene como adherido o almacenado en las reglas o a los hbitos,
como constituyendo un peculiar diccionario suyo, sino que nicamente se encuentra en
el uso y regulacin pblicos y concretos de las expresiones, (y, como defendamos
en la seccin anterior, este regulacin se produce siempre ad hoc), y es en este punto
en el que Wittgenstein parece desligarse de doctrinas como las de Apel y Habermas, o
igualmente a estos mismos respectos de una visin hermenutica como la gadameriana.
Aunque la idea que estamos defendiendo no carece de complicaciones (que
enseguida trataremos de abordar), existen varias razones ms que dificultan la posible
prolongacin de la filosofa del llamado segundo Wittgenstein promovida de la manera
expuesta por Apel.

110
Ibidem.pg.258.
81

La primera de ellas consiste en la imposibilidad de tratar a la forma de vida (o
al trasfondo histrico, que para este caso vendra a ser lo mismo), como a un individuo
abstracto o sujeto que pudiera servir como nexo de continuidad en el movimiento que se
afirma da sentido a un proceso histrico,
111
pero sobre todo en la medida en que stos
suelen ser entendidos como condicin o carcter que imprimen un sentido definido
a las situaciones concretas que les advienen. La forma de vida es una situacin
determinada irrebasable, con la que, efectivamente, el hombre cuenta a la hora de
establecer sus juegos o construcciones, pero de ningn modo ella misma un sujeto, ni
tampoco un constructo o un juego de carcter sinptico o general que, estando ya en
funcionamient, pudiera dotar de sentido a los juegos particulares que bajo su cobertura
tuvieran lugar imponiendo sobre ellos unas reglas bsicas. Los juegos (o
construcciones) no funcionan nunca como condiciones de otros juegos, sino como
contextos o referentes posicionales de otros juegos, lo cual es objeto de un
tratamiento filosfico bien distinto; no prestan o imponen sus reglas de unos a
otros, (como suceda en los metalenguajes de Apel
112
) sino que, si acaso, son tenidas
en cuenta nicamente como datos que pudieran ser imitados, transformados,
conjugados, controlados o despreciados. La historia, por tanto, en Wittgenstein tendra
una funcin estrictamente ejemplarizante o de almacenamiento de diferentes pautas
regulativas suministradas por los sucesos lingisticos pretritos, pero no ella misma un
devenir histrico continuo con sentido propio. Dentro de la concepcin de Wittgenstein,
que un pueblo posea memoria histrica le ampliar sus posibilidades de juego, le
facilitara -o no- el hacerse ms libre y ms racional, y le permitir concebir juegos ms
adaptados a sus expectativas, pero, igualmente, tomar distancia con respecto al pasado
cuando las circunstancias lo requieran. Segn el esquema sistemtico de la historia, en
cambio, un pueblo que carezca de una interpretacin lineal de su pasado histrico (sin
que esta, por supuesto, tenga que ser entendida de un modo representativo), es

111
Anthony Kenny denomina la falacia del homnculo a la aplicacin imprudente de predicados de
seres humanos insuficientemente humaniformes, puesto que en su forma ms ingenua equivale a postular
un hombrecillo dentro de un hombre para explicar la experiencia y la conducta humanas. La acusacin
de esta falacia se apoya suficientemente en textos de las Investigaciones (p.e. 281), pero lo que ms nos
interesa aqu y ahora, es que la misma falacia podra cometerse (aun cuando no sera adecuado mi
nombre para la misma) debida a la incauta aplicacin de predicados de seres humanos, tales como
comunidades y estados. Kenny, A. la falacia del Homnculo, en El legado de Wittgenstein, pgs.188-
202.
82
sencillamente inviable, lo cual nos parece una descripcin que no es empricamente
cierta (pueden concebirse e incluso hallarse comunidades que viven al da, o pueblos
vinculados a una memoria inamovible), ni tampoco necesariamente ideal para los fines
de la emancipacin en tanto que dificulta la toma de distancia real con respecto a las
propias concepciones.
Existe, adems, en estas concepciones que comentamos, un resto del
naturalismo que venamos examinando a lo largo de esta seccin, y que lleva a
considerar de una manera demasiado natural, antes que lingstica, a esta forma de
vida que pudiera servir de contexto a los juegos wittgensteinianos. En general, esto es
puesto de manifiesto fcilmente en las propuestas de muchos de los intrpretes (o en sus
particulares adaptaciones de la tesis del significado como uso de Wittgenstein), con la
frecuente insistencia propia de estos autores en que el significado se encuentra antes en
el uso que en su regulacin pblica (el tipo de acuerdo peculiar que describa el
convencionalismo radical descrito en la seccin anterior). El rasgo comn de muchos
de los que se han considerado a s mismos como receptores de la ltima filosofa de
Wittgenstein, ha sido el de su pretensin de haber recogido la idea de que el significado
reside en el uso o la prctica de una determinada regla lingstica, aunque prescindiendo
o considerando como inesenciales las tesis de la crtica del lenguaje privado, tambin
claves para la argumentacin desarrollada en las Investigaciones
113
El origen de estas
interpretaciones que pretenden poder prescindir de la comunidad como juez o testigo
necesario para que se pueda hablar de un uso, creemos, podra residir en la propensin
o en el intento enconado por separar a Wittgenstein de sus antiguas tendencias
verificacionistas que haban sido compartidas con los pensadores del Crculo de
Viena . Pero, quiz, en la poca de las Investigaciones, Wittgenstein en cierto sentido
no se haba distanciado del todo de la idea de que para que haya significado es necesario

112
Cf, supra, pg.69.

113
Esto es muy comn entre los intrpretes: tambin lo hace Ernst Tugendahat, en los captulos 5 y 6 de
su libro Selbstbewusstsein und Selbstebestimmung. Sprachanalytische Interpretationen, insistiendo en
conceder prioridad al hecho de que el significado se constituye en el uso antes que en algn tipo de
acuerdo o convencin. Igualmente Gonzalo Rodrguez Pereyra en su artculo La anotacin 202 de las
Investigaciones Filosficas de Wittgenstein , ( Anales del Seminario de Metafsica, n27-1993. Editorial
Complutense. Madrid), critica el escrito de Kripke en cuanto que ste entiende la determinacin de reglas
como algo esencialmente pblico, mientras l prefiere la interpretacin segn la cual las reglas son
determinadas slo por la prctica. Tambin Strawson adopta la tesis del significado como uso de un
modo que no implica ni asume la crtica contra los lenguajes privados.

83
que exista alguien que pudiera ejercer de juez externo (interno al lenguaje, en tanto que
transcendente a la subjetividad), y no slo que usemos o practiquemos de facto una
determinada expresin de forma regular (pues segn lo que tantas veces ha argumentado
Wittgenstein en su crtica a los lenguajes privados...quin podra dar cuenta de tal
regularidad?).
Si la tesis del uso en cuestin se considera como ajena a su constatacin
pblica (y esto es lo que creemos que hace Apel al identificar el hbito con la regla y
con el sentido, y al prescindir de convencionalismos ad hoc
114
), quiz podamos,
empero, encontrarnos con el problema de que, si no es la confirmacin pblica la que
controla o asume la regulacin, qu o quin podra entonces hacerlo? y, ms an: qu
podra en absoluto significar, para estos autores, el uso independientemente de esta
instancia?. En nuestra opinin, lo que en estas concepciones se defiende es una
asimilacin entre uso y conducta con base a la sugerencia en algunos lugares
formulada por Wittgenstein de que algunas de las expresiones significativas vienen
meramente a sustituir a una correspondiente expresin natural producida
espontneamente (PhU 244). Conceder excesiva importancia a este apunte de
Wittgenstein, no obstante, peca del primitivismo que ms arriba rechazbamos como
algo ms definitivo que un mero artificio metodolgico para introducir los juegos, pero
tambin, -y lo que es ms grave-, nos lleva necesariamente hacia un anlisis de sesgo
antropolgico que consideramos del todo inadecuado dentro de los parmetros
establecidos en las Investigaciones
115
. Efectivamente, la configuracin de base de estas
interpretaciones consistira en afirmar que los hombres son seres conformados biolgica
e histricamente de tal y cual modo y que es este horizonte el que provee de sentido a
las reglas que usa, y, por tanto, al mundo compuesto por reglas" en el que se mueve.
Pero en Wittgenstein, como ya hemos dicho anteriormente, las reglas no poseen

114
Apel critica explcitamente estos convencionalismos en La Comunidad de Comunicacin como
Presupuesto Trascendental de las Ciencias Sociales, en La transformacin de la filosofa, vol. 2, pg. A
Apel le parece inadmisible que no slo el significado de los signos depende de la regla de su aplicacin:
tambin el sentido de las reglas-de-aplicacin depende en todo momento segn parece- de las
convenciones sobe su aplicacin, pg.233.

115
En su artculo Heidegger urbanizado pgs. 98-102, Quintn Racionero analiza este giro
antropolgico recomendado por Austin, y asumido ms o menos explcitamente en los intentos llevados
a cabo para la prolongacin de la ltima filosofa de Wittgenstein por parte de autores como Winch, Apel,
Habermas o incluso Luhmann, mostrando perfectamente cmo en todos ellos las nociones de significado
o sentido son identificadas con o definidas por las propias reglas (por ejemplo Luhmann: las reglas
mismas han de estar ya dotadas de sentido, si quieren fundamentar algo).
84
significado por s mismas en este sentido. De igual modo que en el Tractatus las
palabras solo tenan sentido dentro de la proposicin, y la proposicin misma, slo en
cuanto que estuviera relacionada con el conjunto de las proposiciones, en la nueva
filosofa de Wittgenstein, la regla slo adquiere sentido en cuanto que participa en un
juego del lenguaje determinado, y la forma de vida configura un horizonte que no es
de sentido, -sino de algo distinto que en seguida trataremos de precisar-, por lo que
no es posible bajo el esquema de Wittgenstein dar cabida de nuevo al proyecto
hegeliano, y entender los juegos de lenguaje como mediaciones de la reflexin. Todos
los autores que hasta aqu hemos reunido bajo el rotulo de naturalistas quiz algo
imprecisamente-, en realidad slo comparten el rasgo comn de haber desligado de su
uso legtimo a la nocin de forma de vida (donde uso legtimo no significa aqu
cosa distinta de el hecho de usarlo slo en situaciones parecidas a aquellas en que
Wittgenstein la utiliza; utilizarlo, pues, segn su misma gramtica), habindola separado
conceptualmente de las nociones de gramtica y de uso por medio de una operacin
de estirpe hegeliana cuyo fin claro es poder luego hacerla llegar a una reconciliacin
dialctica con ellas.

Dejando de lado ya las propuestas de Apel e intentando aportar a estos
problemas alguna interpretacin por nuestra parte, podramos decir, de todos modos,
que quiz la cuestin ms difcil de resolver dentro de la filosofa del ltimo
Wittgenstein sea precisamente la comprensin de la forma de vida, si con ello
tratamos de evitar que sta sea entendida como horizonte histrico de sentido, entendido
ste del modo que hemos tratado de criticar aqu. Pues, en efecto, sera inconcebible
pretender que las reglas sean creadas slo para el momento en que se usan, y que los
usos y los significados no estuviesen conformados o connotados histricamente.
(Ya en el captulo anterior
116
hacamos referencia a la posible semantizacin o
fosilizacin de los usos como a una de las cuestiones ms difciles de resolver dentro del
marco de las Investigaciones). Se puede reparar igualmente en que el acuerdo
expresado por Wittgenstein no puede referirse en ningn caso a un uso individual o
contrato en el sentido estricto (siempre mitolgico) de aquel que es realizado entre
dos personas, sino que ms bien se refiere al uso tpico establecido por medio de

116
Cf. Supra, pg.46.
85
situaciones que se repiten con cierta regularidad. Ante el reconocimiento de que me
encuentro en una de stas, utilizo la regla tal y como la he aprendido, sin que exista
ninguna invencin, ni decisin, ni pacto, ni, se dira dentro de esta perspectiva,
donacin de sentido alguna. Mas... es efectivamente el sentido lo que utilizo
cuando uso la regla? o no sucede ms bien que le doy sentido a mi accin, cuando
utilizo una regla, y ello segn cul sea en cada caso la regla que utilice? y qu significa
utilizar una regla? no dijimos que una regla no poda ser ninguna gua representacional,
puesto que necesitara una nueva regla que me indicase cmo interpretarla? Y si resulta
que ahora decimos que tampoco podemos interpretarla como impresa en nuestra
conducta o modo de ser, fruto del aprendizaje y origen de las acciones que
considero significativas...cmo puede formar la regla parte de mi forma de vida,
dotando de sentido a mis acciones?

Esta forma de razonar, creemos, sera calificada por parte de Wittgenstein como
una forma desconfiada de pensar, heredera de la filosofa cartesiana en cuanto que
pretende comenzar desde la duda: en un texto que ya hemos citado
117
escribe
Wittgenstein que la forma bsica de un juego no puede incluir la duda y que la duda
es un momento de vacilacin y es muy esencialmente , una excepcin a la regla. Es
decir, para dudar, hay que estar ya dentro del lenguaje. En cambio, formular la pregunta
acerca de cmo sea posible que las formas de vida o el adiestramiento puedan lograr el
sentido (y con l, el acuerdo y la comunidad) es una forma desconfiada de pensar,
porque parte slo de lo que a veces sucede el error o el mal entendimiento- y lo
convierte en el paradigma del cmo sucede
118
. Si, por el contrario, abordamos el
problema desde el polo opuesto desde el juego que funciona, desde la comprensin
mutua entre hombres-, desde una forma confiada de pensar, podremos entender mejor la
relacin existente entre lo que llamamos forma de vida y nuestras reglas.
Obviamente, por confianza (al igual que anteriormente por simpata) no entendemos
ningn sentimiento o bondad de espritu que pudiera ser proyectado hacia los dems
(cmo?), pues esto estara de nuevo establecido desde el marco de la desconfianza, en
el que las voluntades tienen que dar pasos de gigante para unirse. Por confianza

117
Causa y efecto: aprehensin intuitiva, en Ocasiones filosficas, 372 y 382.

118
Gadamer, por lo contrario, dice que as es: se parte del des-acuerdo.
86
entendemos aqu tan slo el lugar pblico y lingstico al que accede todo el que
pretende jugar en l. Pero, por supuesto, con esta nocin de confianza que parece
hemos puesto a la base de todos los juegos como la mera caracterizacin de la
naturaleza intersubjetiva de su ligazn interna, tampoco puede entenderse en ningn
momento algo equivalente al ya mencionado en este trabajo juego trascendental de la
comunidad ilimitada de comunicacin postulado por Apel. La confianza no hace tanto
referencia a un juego concreto (que pudiera imponer sus reglas, su modo de discurso y
su argumentacin, como pretende Apel) , sino a una situacin determinada
119
:
exactamente, a la situacin bsica que consiste nicamente en encontrar el significado
de las palabras como ser viviente en un medio pblico, y convertido en fantasma,
en cambio, si se le fuerza a subsistir en un medio privado (aislado). El significado ha de
ser pblico (es decir, compartido, lo cual es algo bien distinto que lo que se entiende
como fruto de un consenso; en otras palabras: podra decirse que el significado es
pblico, no forzosamente poltico en sentido moderno), y en l la forma de vida slo
influye en la determinacin de los juegos lingsticos en cuanto situacin compartida
120
.
Resumiendo, el punto esencial de nuestra argumentacin sera: no hay
significado sin situacin compartida, pero, como razonbamos ms arriba, esto no nos
conduce necesariamente a una posicin relativista o culturalista, pues la cultura,
entendida como la carga de sentido que cada interlocutor de un hipottico dilogo
pudiese llevar consigo, podra resultar relevante para las reglas que estipulemos para
entendernos o bien no serlo. Para el dilogo, no siempre es necesario ponerse en el lugar
del otro (es decir, en el lugar de sus condicionamientos histricos o culturales), sino,
sobre todo, participar de una situacin comn que sea dependiente del arbitraje de una
serie de soluciones comunes. En estos casos, aquellas reglas que no son ya propiedad de
uno ni de otro (puesto que cobran su sentido en este juego particular establecido a partir
de ese instante), sern reglas mutuas si ambos interesados lo aceptan, con independencia
de cmo las interprete cada parte, de cul haya sido su trayectoria hasta entonces, o de

119
Ya sealbamos anteriormente (pg.80), de todas formas, que los juegos previos no son nunca
entendidos como condicionamiento, sino como situacin o contexto, por lo que, a estos efectos, no
tiene importancia si, a lo que aqu hemos llamado confianza, se lo considera como un juego o como la
situacin con la que ha de contar todo juego.

120
Como escribe Lyotard, El consenso es un horizonte, nunca es adquirido, (en La condicin
postmoderna, Catedra, Teorema Serie Mayor, 1989).

87
los fines que igualmente cada uno por separado espere de ellas
121
. Evidentemente,
compartir la forma de vida, -es decir, situaciones previas en las que ya entonces
cremos haber compartido reglas-, ayuda a explicarnos los unos a los otros lo que
hacemos y, por tanto, abandonar pronto las explicaciones (o a no emprenderlas siquiera)
para pasar inmediatamente a la accin bajo esas reglas comunes sin tener que
retrotraerse al infinito explicitndonos recprocamente las reglas y sub-reglas que
componen los respectivos usos o acciones significativas. Por decirlo as, el mayor o
menor grado de pertenencia a una forma de vida sera un ndice del tiempo preciso
empleado para el proceso de aclaraciones que necesitamos prestarnos los unos a los
otros ante una actividad comn, proceso necesario hasta el punto y medida de cumplir
su cometido de dejarnos vivir, es decir, de permitirnos pasar de nuestra comprensin
comn a la accin (entendida sta en todo momento como lingstica).
Si, ante una determinada actividad o prctica reglada (como es, por ejemplo, la
de la suma) alguien nos interrumpiera a cada momento reclamndonos una justificacin
de cada paso dado (como haca el chinche escptico presentado en el segundo
captulo), conjeturaramos razonablemente que tal personaje no comparte nuestra forma
de vida, ya que su presencia (como situacin) no nos deja vivir (es decir, efectuar al
fin la suma). Indica Wittgenstein en diferentes lugares que las preguntas acerca de este
tipo de justificaciones, slo las hacen los filsofos y los extraos. Los extraos, porque
se encuentran ante reglas desconocidas y necesitan, aparte de las acciones normalmente
observables, ms datos (acciones adicionales, quiere decirse, pues no se trata de develar
algo que estaba oculto, sino tan slo de ampliar la cantidad o mejorar la calidad de la
observacin discriminndola de otras) que les faculten o capaciten para poder ensayar y
experimentar con el cuerpo, con el habla, con la memoria y las anticipaciones- hasta

121
Podra parecer que defendemos una concepcin convencionalista demasiado ingenua e ignorante de
aportaciones como las que, desde Foucault, tienen gran presencia en el pensamiento contemporneo, y
que entienden el hecho significativo como basado en una estructura microfsica de poder y dominacin
que pudiera parecer que nosotros pasamos por alto en favor de una concepcin ingenua de aprobacin
respetuosa entre ciudadanos. Evidentemente, todo aquello que pertenece materialmente a lo que aqu
hemos llamado situacin o forma de vida, -donde se encontraran las redes de poder/saber
mencionadas-, puede y suele tener una presencia ineludible, y no en vano aunque en un sentido figurado
podramos decir de ellas, con Foucault, que nos secuestran como la ms vil de las organizaciones
criminales. En rigor, no obstante, dentro de la concepcin de la ltima filosofa de Wittgenstein, estas
estructuras no pueden legislar o crear juegos venideros. Ontolgicamente hablando, las estructuras de
poder/saber mantienen sus campos objetivos abiertos, y a cada momento exhiben la posibilidad de ser
reestructurados puesto que slo se rigen por reglas (aunque stas sean duras), y no por frreos principios
epistmicos, -como pensaba, al menos, el primer Foucault.

88
llegar al punto en que tambin l sea capaz de mover con competencia sus propias
piezas en el tablero de juego. El extrao, adems, no tiene porqu tratar de hacer
compatibles sin contradiccin los nuevos juegos aprendidos con los que ya domina,
como si de una conquista de la autenticidad existencial se tratase. Jugar a un juego ajeno
no requiere imposibles acrobacias mentales, sino slo practicar el juego evitando, en la
medida de lo posible, que nuestros compaeros de juego nos llamen continuamente la
atencin a causa de nuestras faltas. Si todos vivimos naturalmente entre varios juegos
movindonos con soltura de unos a otros sin traumas de incompatibilidad, al extrao no
le ser difcil (o, cuando menos, no imposible o psicolgicamente insoportable) transitar
entre otros distintos y forneos.
Los filsofos, en cambio, preguntan porque esperan encontrar algo distinto que
una simple nueva accin para imitar, porque desean suspender la vida y el lenguaje,
como si as pudieran atrapar desprevenido a algn algo -sentido o entidad-, que
anduviera rondando oculto entre o por encima de los hombres. La frialdad que
Wittgenstein mantiene frente a la filosofa, proviene precisamente de aqu: si el filsofo
pretende aguardar a completar el decurso incesante de las explicaciones para dar algn
paso en algn determinado juego, es que habita en el error, pues que este proceso llegue
en algn momento a su feliz fin es desde su punto de vista radicalmente imposible. Si,
en cambio, no est interesado en participar, en un sentido u otro, en los juegos, sino que
sus objetivos son otros... para qu, entonces, tantas preguntas?
122


Slo si asumimos este transformacin fundamental en lo que significa la tarea
inquisitiva de la actividad filosfica, podr tener sta alguna cabida crtica dentro del
marco de los juegos lingsticos propuesto por Wittgenstein en el contexto de las
Investigaciones filosoficas. No de otro modo conceba Wittgenstein la filosofa: como
una actividad concentrada sobre los problemas concretos, locales y reales de los usos



122
Debemos recalcar, por si acaso esta cuestin no haba quedado del todo clara en la argumentacin del
segundo captulo, que el hecho de que la explicitacin de reglas no pueda lgicamente tener un fin
definido, no implica ningn decisionismo, es decir, que este proceso no se detiene irracional o
arbitrariamente el proceso en un punto por fines prcticos, sino que, al contrario, se detiene sensata y
racionalmente precisamente en vista de la consecucin racional de tales fines prcticos ( estos son los que
demandan racionalidad, y de ella, emana la del proceso).
89
lingsticos y cuyas respuestas y contrapartidas son efectivamente posibles, por lo que,
ya en un texto tardo, dejaba escrito este pasaje con el que ponemos punto final :

La inquietud en filosofa, podra decirse, proviene de que miramos la filosofa,
la vemos, de forma errnea, a saber, como si estuviera dividida en (interminables) tiras
longitudinales, en vez de estarlo en (limitadas) tiras transversales. Esta inversin del
modo de concebirla constituye la mayor dificultad. Porque es como si quisiramos
atrapar la tira interminable y nos quejramos de que no sea posible hacerlo trozo a
trozo. Por supuesto no, si entendemos que un trozo es una interminable tira
longitudinal. S, en cambio, si entendemos que se trata de una tira transversal.- pero
as no vamos a llegar nunca al final del trabajo! Claro que no, porque no tiene fin.





















90


CONCLUSION
Hace falta estar ciego,
tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,
cal viva,
arena hirviendo,
para no ver la luz que salta en nuestros actos,
que ilumina por dentro nuestra lengua,
nuestra diaria palabra.
Rafael Alberti, De un Momento a Otro.
(Poesa e Historia).



Si, como nos proponamos en la Introduccin, nos ceimos a la pauta de lectura
consistente en perseguir la relacin de Wittgenstein con la epistemologa como
orientacin nuestra, podramos sealar a estas alturas que el talante epistemolgico que
pudiera en su da haber caracterizado al Tractatus, fue desapareciendo gradualmente
conforme su pensamiento fue tranformndose en aqul representado por las
Investigaciones Filosficas. El paulatino abandono de los vnculos que su primera
filosofa mantuviera con la tradicin epistemolgica tuvo lugar de forma simultnea y
correlativa con respecto a los dos rasgos que, en las primeras pginas de este trabajo,
consignbamos como los inconfundibles y privativos de la epistemologa, esto es:
aquellos que la emparentan con una teora de la representacin y aquellos otros que la
quieren separar de una ontologa posible. La maduracin de la concepcin de
Wittgenstein, a nuestro parecer, se relaciona con estas dos instancias en la medida en
que tuvo lugar sobre el progresivo rechazo de la investigacin dirigida a conformar un
sistema coherente de representacin y la sustitucin consiguiente de estos objetivos por
la adopcin, tambin gradual, de un mayor compromiso ontolgico con respecto al
lenguaje humano.
El sueo metafsico de la filosofa analtica de la poca en que Wittgenstein
lleg a Cambridge, haba consistido en la reconstruccin del modelo representacional y
91
lgico a fin de perfeccionarlo en todos sus requerimientos, pero, como ya dijimos en su
momento, tratar el mundo de la significacin nicamente desde una depuracin de lo
que constituye nuestro mtodo de proyeccin, conduce a los problemas de justificacin
de nuestro mtodo o de la legitimacin del supuesto isomorfismo establecido entre ese
mismo esquema nuestro y el mundo real. El desprecio por la ontologa por parte de los
pensadores del Crculo de Viena, era un coherente corolario desprendido de esta
situacin, puesto que, efectivamente, si furamos capaces de colmar todos nuestros
deseos y expectativas con una maquinaria propia, aquello que le fuera ajeno podra
perfecta y justificadamente quedar fuera de nuestra consideracin. Pero, obviamente, ni
la maquinaria, ni ninguno de los mtodos lgicos propuestos por los pensadores que
rodeaban al Wittgenstein del Tractatus, eran ni mucho menos perfectos, e incluso,
paradjicamente, el lenguaje natural usado por los hombres representaba, en la mayora
de los casos, una solucin mejor que cualquiera de los lenguajes artificiales estipulados
por la filosofa. Cambiar, de todos modos, el modelo de un lenguaje ideal por uno
distinto, aunque ste sea el del lenguaje ordinario de los hombres, no torna sin ms el
enfoque epistemolgico en uno de ndole ontolgica, como ms arriba sugeramos que
sucede en Wittgenstein. Para ello ha de perderse tambin lo que en un principio
considerbamos la meta de nuestro estudio, es decir, ha de abandonarse adems la
preocupacin por el perfeccionamiento del mtodo y el prurito arquitectnico de una
teora. Pues precisamente lo que a los filsofos analticos anteriores a Wittgenstein les
haba parecido constituir la incapacidad de el lenguaje natural para suministrar y
sustentar l mismo El Mtodo, -esto es: su versatilidad y su aparente incompatibilidad
con cualquier esquema unificador-, ser lo que sirva ms tarde de palanca a
Wittgenstein para despegarse de la reelaboracin infinita de un sistema unificador que
abarque la totalidad del problema de la significacin desde una perspectiva nica. Una
vez adoptada la conviccin de que el lenguaje ms ptimo entre los posibles es el real,
podr Wittgenstein escuchar los requerimientos (posiblemente mltiples y diferenciados
segn el caso, y, de suyo, reacios al mtodo) del lenguaje real (la cosa misma del
lenguaje, por decirlo as), en vez de aplicarse a la consagracin de los nuestros propios,
o a la fundamentacin lgica de las insuficiencias de un programa filosfico
determinado. Y a esto ya s puede llamrsele con propiedad variar el punto de vista de la
92
epistemologa por el de una ontologa racional, al menos hasta donde nosotros
alcanzamos en estas materias.
Este cambio de perspectiva, adems, acaba con los problemas clsicos de la
epistemologa para legitimar su representatividad acerca de los hechos del mundo, y,
por ello, tambin con los intentos por establecer el puente que ligue nuestras
concepciones con los heterogneos hechos del mundo. Desde la nueva hiptesis, no
sern necesarios los puentes, pues en ella no existe nada parecido a una doctrina que
pudiera desarrollarse como independiente de los hechos: las nicas concepciones que
hay son las que surgen de los contextos mundanos, y, si esto es as, se convierte en
absurdo preguntarse por si efectivamente ellas dan cuenta o no del plano de lo
mundano.

Existe un modo, de todas maneras, en que las preguntas por la legitimacin de
estas concepciones mundanas mantienen su vigencia an dentro de una enfoque de
compromiso ontolgico y no solamente epistemolgico, en una direccin que
podra oponer a la concepcin de Wittgenstein importantes objeciones y que ya hemos
visitado en este trabajo alguna vez : se trata de la calificacin por parte de la teora
crtica, del ncleo de estas conceptualizaciones mundanas como ideologas.
Efectivamente, la ontologa resultante de este giro wittgensteiniano desde los
lenguajes ideales al lenguaje ordinario, es una ontologa pluralista que pone a un mismo
nivel, como hemos repetido durante todo este trabajo, a los metalenguajes y a los
lenguajes a secas, a los juegos lingsticos pasados y a los venideros, y tambin a los
juegos fundadores de las sociedades y a los que constituyen las modas ms ligeras. No
se puede negar que existe una dificultad real, dentro de la filosofa de Wittgenstein, para
establecer una crtica entre los lenguajes, si se quiere que esta crtica represente algo
ms que un nuevo metalenguaje situado al mismo nivel ontolgico que el resto de ellos.
Apel y Habermas podran acusar, por esta razn, a Wittgenstein de conservador, pues, al
no establecer diferenciacin alguna entre ideologas y discurso racional, y, de este
modo, tratar todos los juegos como ideologas
123
, este esquema impedira al hombre una
progresiva liberacin de las ideologas y prejuicios irracionales que le supeditan sus
actos y pensamientos, declarando as imposible una nocin constructiva de libertad
93
(pues si la libertad, diran estos autores, no significa en ltimo trmino emancipacin,
qu significar entonces?). Comentbamos nosotros, por el contrario, en algn lugar de
este trabajo, que en cierto sentido la concepcin de Wittgenstein permita una mayor
libertad frente a los propios juegos como lo son las ideologas, en tanto que la
separacin entre hechos y discursos o entre reglas e interpretaciones que hemos tratado
de exponer aqu, deja abierta la posibilidad de nuevos aprovechamientos de los medios
lingsticos e histricos con los que en cada caso contamos. Desde luego, la capacidad
de crtica del sistema de los juegos wittgensteinianos no garantiza, en ningn momento,
que las ideologas que pudieran lastrarnos en el camino hacia una vida mejor, sean
eliminadas en la reflexin racional, pero, en cambio, les obliga a legitimar su presencia
en cada ocasin que se presenten, por lo que el anquilosamiento de normas equivocadas
se hace difcil si la dinmica de los juegos es la apropiada. Recordemos la oposicin por
parte de Wittgenstein a que las reglas fuesen seguidas conforme a un patrn
memorstico o aprendido mecnicamente, y a que pretendiesen ser usadas sin contar con
el juego al que en cada caso pertenecen, es decir, con aquel lugar donde cada
movimiento depende de los realizados por los co-partcipes, y donde las pautas
aprendidas nunca pueden considerarse como cerradas, sino siempre en tanto que
abiertas a las modificaciones que la situacin concreta pudiera suscitar.
La conocida afirmacin de las Investigaciones de que la filosofa deja todo
como est (PhU, 124), ha contribuido igualmente a fomentar la imagen conservadora
y resignada del paradigma que hemos estudiado. Sobre todo, si entendemos el
contextualismo de los juegos bsicamente como un condicionamiento material que no
podemos eludir, podra parecer que tanto la racionalidad como la imaginacin para
emprender nuevos juegos, estaran imposibilitadas para luchar de alguna manera por
optimizar, o simplemente modificar su situacin. Pero sta sera una concepcin que
concede una preponderancia de la utilidad sobre la utilizacin que ya criticamos
como injusta con las aportaciones de Wittgenstein, pues el uso (y con el la
estipulacin de juegos), como ya explicamos en su momento, no tiene por qu hacer
solamente referencia a lo que nos coacciona como necesidad imperiosa desde fuera del
lenguaje, sino tambin a todo aquello que puediramos utilizar (desde dentro del

123
El mismo Horkheimer apuntaba en el ao 37: Un concepto global e indeferenciado de ideologa
aboca a la nada.
94
lenguaje, e incluso , en ocasiones, nicamente por puro recreo), para dar intensidad,
variedad o vuelo a nuestra vida lingstica.

La concepcin de Wittgenstein, como algunas de las que en este siglo han sido
llamadas post-histricas, propende una concepcin espacial de la movilidad o
incluso de la crtica entre los juegos, mientras que una concepcin como la de Apel y
Habermas plantean una concepcin ms bien temporal de estos procesos. Una
concepcin espacial, frente a una temporal de la crtica entre juegos, creemos, es ms
justa y abierta con respecto a la diferencia , aunque tambin, -como ha sido puesto de
manifiesto por algunos autores, como por ejemplo, Luhmann-, sea posible en este
contexto tratar de imponer criterios unificadores sobre los juegos, procurando as
reducir la complejidad de base a un control jerarquizado de los contextos. Esto, se dice,
es lo que tiene lugar en una sociedad de la informacin (como tan a menudo es
llamada la nuestra), mediante la difusin e imposicin de criterios de eficacia, posible
en estos contextos gracias a las tcnicas telemticas.
En los ltimos aos, la proliferacin de los lenguajes inconexos y la
desinstitucionalizacn de los discursos, parejas a un incremento cuantitativo desorbitado
de los medios de informacin de masas, han mostrado la relevancia de estudiar los
fenmenos social y lingstico, y el posible surgimiento en ellos de formaciones tpicas
de la voluntad de poder -como aquella que presumamos como posible en el prrafo
anterior-, pero esta vez slo plausiblemente desde una perspectiva que de cuenta de la
pluralidad de los juegos como es la wittgensteiniana, es decir, desde una concepcin
espacial y pluralista. Del mismo modo que Vattimo atribua a la hermenutica la
funcin de koin del pensamiento filosfico contemporneo (p-e, en Ms all de la
interpretacin), algunos pensadores de actualidad (como, podra, por ejemplo, leerse en
Lyotard
124
) atribuyen esta funcin dentro del marco de la contemporaneidad a los juegos
lingsticos, lo que significa otorgar credibilidad a la siguiente afirmacin: en el
pensamiento filosfico contemporneo no slo se asume de modo ampliamente
compartido la clebre consigna de que no hay hechos, sino slo interpretaciones, sino
tambin, que la perspectiva de anlisis y crtica de unos discursos sobre otros (es decir,
precisamente, esta hermenutica) ha de ser enmarcada en un planteamiento de juegos

124
Lyotard, loc. cit.
95
como el que en este trabajo hemos tratado de exponer. Es decir, ms all de la
interpretacin (como buscaba Vattimo), lo que podramos encontrar es, precisamente, el
juego regulado pblicamente donde se encuentran las interpretaciones, tal y como
hemos tratado de defender a lo largo de todo este trabajo.


Sean todas estas cuestiones, no obstante, dejadas sobre la mesa pues constituyen
lo que a nosotros nos parecen los interrogantes y las propuestas que la segunda filosofa
de Wittgenstein deja abiertos para un dilogo con el pensamiento contemporneo en su
totalidad. Ellos mismos, de todas maneras, ni han sido ni son el objeto de este trabajo, y,
por ello, no queremos, al menos en este lugar y momento, entrar a discutirlas. En este
texto, hemos querido, por el contrario, limitarnos a delinear cules seran los rasgos
fundamentales que caracterizan a una teora del significado como uso , y cul la
naturaleza de un lazo social que quiere ser entendido bajo la forma de juegos
lingsticos.
Las discusiones reconstruidas en este trabajo entre los que aqu hemos llamado
naturalistas, convencionalistas radicales o tericos crticos han tenido como nico
objeto efectuar una limpieza o criba (en unos aspectos ms lograda que en otros) del
paradigma de los juegos wittgensteinianos de todo aquello que pudiera impedir la
multiplicacin incesante y en todas las direcciones posibles de los juegos, y esto, en la
medida en que hemos tratado de reducir al estatuto de contingencias, a todo aquello que
pretende hacerse valer como condicionamiento o constriccin adicional a los que
estrictamente en cada juego localizado y, como parte del juego, vienen al caso.
Aunque numerosas veces se ha querido reprochar a Wittgenstein las dificultades
que su diseo opondra a la invencin de nuevos juegos, no creemos que esta objecin
tenga demasiado fundamento. Todo juego, bajo esta concepcin, es siempre nuevo cada
una de las veces que se juega, pues las reglas no son nunca establecidas de una vez por
todas antes de comenzar una partida (pues esto sera imposible, si prestamos odos a
la paradoja escptica), sino que se establecen en el juego, en funcin de lo que se da
por sentado y no se cuestiona y de aquello que se especifica o se comprende como
relevante en cada ocasin. Desde luego, lo que no puede concebirse dentro de este
marco es que con las posibles invenciones se miente algo extra-ordinario, es decir,
96
un modo absolutamente novedoso para lograr por fin escapar a la rutina o los
prejuicios de la cotidianidad de los usos, donde, por el contrario, stos son regidos
repetitivamente por los mismos patrones que se reproducen una y otra vez (como si
pudiese copiarse algo situado ms all de las propias acciones; las acciones mismas s
pueden copiarse, pero si en esta imitacin no se da un mnimo de seleccin de modelos
y decisin individual, no puede con propiedad hablarse de que existe un juego). En la
propuesta de Wittgenstein, ciertamente, la ruptura radical con todos los juegos
anteriores no existe, desde el momento en que la novedad no puede consistir en nada
ms que un juego, situado al lado de otros que ya funcionaban y que eran bien
mayoritaria o bien minoritariamente compartidos. Como contrapartida a esta aparente
carencia, la apertura a los nuevos usos est siempre dada en todos y cada uno de los
juegos particulares y precisamente ella constituye la esencia del juego. Habr, por
supuesto, quienes jueguen sin extraer todo su partido a esta fuente de novedad en los
usos y en la significacin, -fuente que puede alimentarse de la observacin, el contraste
cultural, o la memoria histrica-, pero de ellos no podr decirse ms que, en el fondo,
no son otra cosa que unos malos jugadores.
















97










BIBLIOGRAFA CONSULTADA:

Obras de Wittgenstein:

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Jacobo Muoz e Isidoro Reguera, Madrid, Alianza Universidad, tercera reimpresin,
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Garca Surez y Ulises Moulines, Investigaciones Filosofica, Barcelona, Crtica,
1988).
- Wittgensteins Lectures and Conversations on Aesthetics, Psychology and Religious
Belief, Oxford, Basil Blackwell, 1966 (Trad,. Cast. Isidoro Reguera, Lecciones y
conversaciones sobre esttica, psicologa y creencia religiosa, Barcelona, Paids, 1
reimpresin, 1996)
- The blue and brown books, Oxford, Basil Blackwell & Mott, Ltd, 1968 (Trad Cast.
Francisco Gracia Guillen, Los cuadernos azul y marrn, Madrid, Tecnos, 3
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by G.E.M. Anscombe (Trad. Cast. Alejandro Tomasini Bassols, Observaciones
sobre los colores, Barcelona, Paids Esttica, 1994)
- Remarks on the Foundations of Mathematics 3
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Alianza Editorial).
- ber Gewissheit, Oxford, Basil Blackwell, compilado por GEM Anscombe y G. H.
von Wright, 1979 (Trad. Cast. Josep Llus Predes y Vicent Raga, Sobre la certeza,
Barcelona, Gedisa, tercera reimpresin 1997)
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Madrid, Ctedra, D.L, Teorema Serie Mayor, 1997).
Literatura secundaria:


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Joaquim Sempere, Barcelona, Crtica, 1986)
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- Kenny, Anthony. Wittgenstein, Middlesex, The Penguin press, 1972 (Trad. Cast.
Alfredo Deao, Wittgenstein, Madrid, Alianza editorial, 1995, tercera reimpresin).
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Universidad autnoma de Mxico, 1989).
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99
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- Waismann, F. Wittgenstein y el Crculo de Viena, Mexico, Fondo de Cultura
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Otros autores:

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transformacin de la filosofa, Madrid, Taurus, 1985).
- Barthes, Roland. Elements de Semiologie. Paris, Editions du Seuil. (Trad. Cast.
Alberto Mndez, Elementos de semiologa, Madrid , Alberto Corazn,
Comunicacin, 1971).
- Chomsky, Noam. Knowlegde of language: Its Nature, Origins and Use, s. l., 1985
(Trad. Cast. Eduardo Bustos Guadao, El conocimiento del lenguaje, Madrid,
Ediciones Altaya, 1989).
- Dummet, Michael. The Seas of Language. Oxford, Clarendom Press, 1993.
- Garca Suarez, Alfonso. Modos de significar. Una introduccin temtica a la
filosofa del lenguaje , Madrid, Tecnos, 1997.
- Lyotard, Jean-Francois, La condicin postmoderna. Informe sobre el saber. Trad:
Mariano Antoln Rato, Madrid, Ctedra, Teorema Serie mayor, 1.989.
- Putnam, Hilary. Realism and Reason. Philosophical Papers, vol.3. Cambridge
University Press, 1983.
100
- Putnam, Hilary. Reason, Truth and History. Cambridge University Press, 1981.
(Trad. Cast. Jos Miguel Esteban Cloquell, Razn, verdad e historia. Madrid,
Tecnos, 1988).
- Rorty, Richard. The Linguistic Turn: Recent Essays in Philosophical Method,
Chicago, University of Chicago Press, 1967 (Trad. Cast. de Gabriel Bello, El giro
lingstico: Dificultades metafilosficas de la filosofa lingstica., Barcelona,
Paidos I.C.E/ U.A.B., 1998).
- Tugendhat, Ernst. Selbstbewusstsein und Selbstbestimmung. Sprachanalytische
Interpretationen. Frankfurt am Main, Suhrkamp Verlag, 1979. (Trad. Cast. Rosa
helena Santos-Ihlau, Autoconciencia y Autodeterminacin. Una interpretacin
lingstico-analtica. Mexico, Fondo de Cultura Econmica, 1993).
- Winch, Peter. The Idee of a Social Science and its Relation to Philosophy. Londres,
Routledge and Keagal Paul Limited, 1958 (Trad. Mara Rosa Vigan de Bonacalza,
Ciencia social y filosofa. Buenos Aires, Amorrotu editores, 1972).

Artculos:

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en Pitcher, F. (ed), Wittgenstein: The Philosophical Investigations, Nueva York,
Anchor Book, 1966.
- Dummet, Michael, Wittgensteins Philosophy of Mathematics en Philosophical
Revew, LXVIII, 1959. Pgs. 324-348.
- Garca Selgas, Fernando J. Wittgenstein y la reconstruccin de la teora social, en
Pecelln, M. Y Reguera, I. (eds), Wittgenstein-Heidegger, Badajoz, Montano, 1990.
Pgs. 69-86.
- Garca Surez, Alfonso. El impacto de Wittgenstein en la Filosofa del lenguaje
contemporneo, en Pecelln, M. Y Reguera, I. (eds), Wittgenstein-Heidegger,
Badajoz, Montano, 1990. Pgs. 135-150.
- Harries, Karsten, Two conflicting Interpretations of language in Wittgensteins
Investigations, en Kant-Studien, 1968, Tomo 4. Pgs. 397-409.
- Racionero, Quintn: Heidegger Urbanizado , en Revista de Filosofa, vol. 4
(1991), n 5, pgs. 65-131. Editorial Complutense. Madrid.
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- Racionero, Quintn: Postmodernidad e Historia (Tareas de la Investigacin
histrica en tiempos de la posthistoria), en Anales del Seminario de Metafsica, n
31-1997. Pgs.185-216.
- Rodrguez Pereyra, Gomzalo: La anotacin 202 de las Investigaciones Filosficas
de Wittgenstein, en Anales del seminario de metafsica, n 27-1993.
- Stroud, Barry. Wittgenstein and Logical Necessity, 1965. Recogido en Pitcher, F
(ed.), Wittgenstein: The Philosophical Investigations, Nueva York, Anchor Book,
1966. Pgs.: 477-496.
- Winch, Peter. Nature and Convention, en Understanding a primitive Society,
Oxford, Blackwell, 1987. (trad. Cast. de M Jos Nicolau y Gloria Llorens,
Comprender una Sociedad Primitiva, Barcelona, Paids ibrica. Pensamiento
Contemporneo n 33, 1994.




















102










INDICE:

1. INTRODUCCIN...............................................................................................pg. 1.
2. CAPTULO 1: DE LAS CONDICIONES DE VERDAD A LAS CONDICIONES
DE ASEVERABILIDAD:.......................................................pg. 10.
Los adversarios comunes (intelectualismo, subjetivismo, nominalismo) como nexo de
continuidad entre el Tractatus y las Investigaciones Filosficas La gestacin de la tesis del
significado como uso Las dificultades inherentes a la cuestin de la referencia de los
enunciados proposicionales en las lgicas de Frege y Russell, y la solucin wittgensteiniana del
mostrar El paulatino abandono de la consideracin fundada sobre condiciones de verdad
(el triunfo de la sintaxis y de la pragmtica sobre la semntica) La negativa wittgensteiniana a
la postulacin de causas o entidades distintas y separadas de los sucesos como explicaciones
suyas Criterios y sntomas Las nociones de juego lingstico y de parecido de
familia.

3. CAPTULO 2: LA DEFENSA DE UN LENGUAJE AD HOC....................pg. 27.
Las secciones dedicadas al seguimiento de reglas en las Investigaciones El
convencionalismo radical de Wittgenstein-Dummet frente a los problemas de una posible
fundamentacin por convencin de los metalenguajes y los lenguajes matemticos La
recepcin de este planteamiento por parte de Kripke dentro de una concepcin global ms amplia
La paradoja escptica del 201 y la posibilidad de una reinterpretacin infinita de cada regla
La no necesidad de apelar a algn hecho real o mental como justificacin de una afirmacin
dentro de un esquema de condiciones de aseverabilidad La vida en comunidad como origen
de los metalenguajes entendidos como soluciones ad hoc y la ausencia de diferencias de rango
entre stos y el resto de los usos lingsticos La relacin entre interpretaciones o figuras
103
mentales y reglas, y el papel de las primeras en la creacin de nuevos juegos lingsticos (la
empata, la anticipacin de conductas diferentes, las experiencia privada) - La posibilidad de una
semantizacin de los usos El modelo de la corregibilidad ad hoc del lenguaje.

4. CAPTULO 3 : REGLAS Y FORMAS DE VIDA:..........................................pg. 50.
Los complementos a la teora esbozada: la forma de vida y lo natural La crtica de
Stroud al convencionalismo radical y la defensa de un interpretacin naturalista Los
problemas surgidos de la sustantivizacin de la nocin de forma de vida (relativismo cultural,
a prioris del adiestramiento, el innatismo chomskyano, realismo, inconmesurabilidad de los
paradigmas hermenuticos) Los problemas surgidos de entender la forma de vida como
restriccin o compromiso respecto a algn tipo de legalidad (a nuestras acciones pasadas, a la
legalidad lgica, o a las reglas del juego a priori estipulado para la comunidad ilimitada de
comunicacin) Uso y utilizacin: el lenguaje como habitacin - Los problemas surgidos de
entender la forma de vida como fundamento de una posible reflexin y apropiacin crtica de
la tradicin Diferenciacin entre uso y conducta, y entre hechos y discursos Conclusiones y
recapitulacin posible para el mejor entendimiento de la nocin de forma de vida.

5. CONCLUSIN...................................................................................................pg. 89.
6. BIBLIOGRAFA CONSULTADA....................................................................pg. 96.
7. INDICE.............................................................................................................pg. 101.















104

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