Victor Hugo

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V, HUGO
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G BI BL I OTECA DE GRANDES NOVEL AS
VICTOR HUGO
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C A N T O S D E L C R E P S C U L O
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VOCES INTERIORES
HOJAS DE OTOO
TRADUCCI N DE
PEDRO PEDRAZA Y PAEZ
BARCELONA!
B A MN SOP E A , EDI TO
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FONDO
RICARDO COVARRBIAS
D E R E C H O S R E S E R VA D O S
P A P I L L A A L F O N S I N A
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A M. L :
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Ramn Sopena, impresor y editor, Provenza, 83 a 07.Barcelona
RAYOS Y SOMBRAS
P R E F A C I O
Un poeta escribi el Paraso el teatro, tanto por el pensamies-
Perdido y otro poeta escribi las to, como por medio del cora-
TinieUas. , . ^ , ,
Entre el Edn y las Tinieblas Sin embargo, existe el drama
media un mundo; entre el prjnci- en la poesa y existe la poesa
pio y el fin media la vida; entre el en el drama. El drama y la poesa
primer hombre y el ltimo media se compenetran como todas las
el hombre. facultades en el hombre, como
El hombre existe de dos ma- todos los rayos en el universo. La
eras: segn la sociedad y segn accin tiene momentos de tenta-
la naturaleza. Dios pone en l sia. Macbeth dice: El vencejo can-
la pasin, la sociedad pone la ta en lo alto de la torre. El Cid di-
accin, y la naturaleza la fanta- ce: Esta obscura claridad que cae
5
j
a
de las estrellas. Scapin dice: El
De la pasin combinada con cielo se ha disfrazado esta tarde
la accin, esto es, de la vida en de Escaramuccio. Nadie puede
el presente y de la historia en dejar de ver en el mundo ni el
el pasado, nace el drama. De la cielo azul, ni ios rboles verdes, ni
pasin combinada con la fairta- la noche sombra, niel silbido (tei
sia nace la poesa propiamente viento, ni el trinar de los pjaros.
Qcha. Ninguna criatura puede substraer-
Cuando la pintura del pasado se de la creacin,
desciende hasta los detalles de la Por su parte, la fantasa tam-
ciencia, cuando la pintura de la bjn tiene momentos de accin,
vida desciende hasta las delicado- El idilio en Gallus es pattico
zas del anlisis, el drama se trueca como un acto quinto; el cuarto
en novela. La novela no es otra libro de la Eneida es una trage-
cosa que el drama desarrollado dia, y Horacio tiene una oda que
en mayores proporciones que en Molire ha convertido en come.
dia: Doee gratas eram tibi, es en nstrs das grandes y no-
el Despecho amoroso. bles poetas, Que intervenan per-
Todo se completa, todo se ac- sonal y directamente en las agita-
pla y se fecunda por este acopla- ciones cotidianas de la vida po-
miento. La sociedad se mueve ltica. Pero, a nuestro juicio, un
dentro de la naturaleza, y la na- poeta completo, que el acaso o
turaleza envuelve a la sociedad, su voluntad le hubieran separado
El poeta dedica uno de sus ojos de ellas, al menos por el tiempo
a la humanidad y el otro a la necesrio, preservndole durante
naturaleza: el primero de estos ese tiempo del contacto inmedia-
ojos se llama observacin y el to con los gobiernos y con los
segundo imaginacin. De la doble partidos, podra producir tam-
mirada fija siempre en un doble bin una obra grande,
objeto nace en el fondo del cere- Ninguna sujecin, ninguna ca-
bro del poeta la inspiracin una dena; sera libre en sus ideas y
y mltiple, simple y compleja, en sus actos; en su benevolencia
que se llama genio. para con los que trabajan, en su
Apresurmonos a declarar des- aversin para los que perjudican,
de ahora, que en todo lo que el en su amor para los que sirven
autor de este libro acaba de decir y en su piedad para los que su-
como en lo que dir luego, no fren. Sera libre para obstruir el
ha querido hacer referencia a s camino a todas las mentiras, de
mismo. El humilde y severo artis- cualquier parte y de cualquier
ta debe tener el derecho de expli- partido que viniesen; libre de un-
car el arte con la cabeza desnuda cir los principios que empantanan
y los ojos bajos. Por desconocido los intereses, libre para proteger
e insuficiente que sea, no puede a todas las miserias, libre para
prohibrsele, ante las puras y eter- arrodillarse ante todos los acn- i
as condiciones de la gloria, esta tecimientos. Aunque odiase al rey
contemplacin, que constituye su no dejara de amar al pueblo, ni
vida. El hombre respira, el artis- injuriara a las dinastas reinan-
ta aspira. Por otra parte, no hay tes para consolar a las dinastas
ningn pobre pastor que, embria- cadas, ni ultrajara a las razas
gado con el aroma de las flores y muertas, simpatizando con los re-
deslumbrado por la luz de las es- yes del porvenir. Vivira en la
trellas, no haya exclamado, al me- naturaleza y con la sociedad. Si-
nos una vez en su vida, al baar guiendo su inspiracin, sin ms
sus pies desnudos en el arroyo, objeto que pensar y obligar a pen-
donde abrevan sus ovejas: Qui- sar, con el corazn lleno de efu-
siera ser emperador! sin y la mirada preada de paz,
Dicho esto continuemos. ira a visitar a su tiempo a la
Obras inmortales han escrito primavera en los prados, al pra-
cipe en el Louvre, al proscripto
en la crcel. Cuando vituperase
aqu o all una de las leyes de
los cdigos humanos, se sabra
que pasa los das y las noches
estudiando las cosas eternales en
el texto de los cdigos divinos.
Nada le perturbara en su pro-
funda y austera contemplacin,
ni el paso ardiente de los acon-
tecimientos pblicos, porque se
los asimilara y les dara su sig-
nificacin en su trabajo; ni la ve-
cindad accidental de dolores pri-
vados, porque el hbito de pensar
nos dota de facilidad para con-
solar; ni la conmocin interior de
sus sufrimientos personales, por-
que. al travs de nuestras aflic-
ciones entrevemos a Dios, y des-
pus de llorar, meditara.
En sus dramas, verso y prosa,
en sus comedias y novelas, inter-
vendran la historia y la inven-
cin, la vida de los pueblos y la
vida de los individuos, las ense-
anzas que se desprenden de los
crmenes de los reyes, como de
las tragedias antiguas, y la til
pintura de los vicios populares,
como en la antigua comedia. Ve-
lando de propsito las excepcio-
nes vergonzosas, inspirara ve-
neracin a la ancianidad, pin-
tando a la vejez cada da ms
grande; inspirara compasin ha-
cia la mujer, presentndola siem-
pre dbil; inspirara el culto a
las afecciones naturales, demos-
trando que hay siempre algo sa-
grado, divino y virtuoso en los
dos grandes sentimientos sobre
que descansa el mundo desde
Adn y Eva: la paternidad y la
maternidad. En fin, realzara en
todas partes la dignidad de la
criatura humana, probando que
en el fondo de todos los hombres,
por malvados que sean, Dios ha
colocado una chispa, que un soplo
desde las alturas puede reavivar,
chispa que la ceniza no oculta
ni el fango extingue; esta chispa
es el alma.
En sus poemas consignara con-
sejos para los tiempos presentes,
fantsticas inquisiciones sobre el
provenir: el reflejo, ya deslum-
brador, ya siniestro, de los suce-
sos contemporneos. Hablara de
los panteones, de las tumbas, de
las ruinas, de los recuerdos; de
la caridad para con los pobres,
de la ternura para con los misera-
bles, de las estaciones, del sol,
de los campos, del mar, de las
montaas; mirara furtivamente
al santuario del alma, en el que
se perciben sobre misterioso altar
como por la puerta entreabierta
de una capilla, las hermosas urnas
de oro que encierran la fe, la espe-
ranza, la poesa y el amor; hara,
finalmente, la profunda pintura
del yo, que es la obra ms amplia,
ms general y ms universal que
el pensador puede realizar.
Como todos los poetas que me-
ditan y que superponen constan-
temente su espritu al universo,
dejara brillar al travs de todas
sus creaciones, poemas o dramas,
el esplendor de la creacin de
Dios. En sus tragedias se oira
cantar a los pjaros y se vera de filosofa y de armona, este
sufrir al homhre en sus paisajes, ideal del poema y del poeta, tie-
Nada ms diverso, en apariencia, ne derecho a proponrselo todo
que sus poemas, que en el fondo pensador como objeto, como am-
tendran unidad y coherencia. Su bicin, como principio y como fin.
obra, considerada como sntesis, El autor de este libro ha dicho ya
se parecera a la tierra; tendra en otra parte y ms de una vez,
producciones de todas clases, pero que es uno de ios que lo intentan
presidira una sola idea a todas con perseverancia, con concien-
sus concepciones; producira o- cja y con lealtad. Nada ms. No
res de todas las especies, pero deja correr a la ventura lo que
slo tendra una savia para todas han dado en llamar su inspira-
las races. cin; se dirige incesantemente ha-
Profesara culto a la concien- efe el hombre, hacia la naturaleza
ca como J uvenal, el que noche y hacia Dios. Cada obra nueva
y da senta tener un testigo den- que produce levanta ms el velo
tro de s mismo, nocte dieque su- que oculta su pensamiento, y
um gestare in pcctore testan; el quiz los espritus reflexivos ha-
culto al pensamiento como Dante, brn echado de ver la unidad que
que dice que son los condenados preside a la coleccin de sus obras
los que no piensan le gente dolo- que a primera vista parecen ais-
rose ch'anno perduto il ben del jadas y divergentes.
intelletto; el culto a la naturaleza Piensa el autor que el verdade-
como San Agustn, que sin te- ro poeta, independientemente de
mer ser declarado pantesta, lia- los pensamientos que le sugiere
ma al cielo una criatura inteli- su propia organizacin y de los
gente: Coelum cceli creativa est que le sugiera la verdad eterna,
ahqua intellectualis. debe contener la suma de las
Lo que conseguira con el con- ideas de su tiempo,
junto de su obra, con todos sus Respecto a este volumen de
dramas, sus poesas y sus pensa- poesas que publica ahora, habla-
mientos amontonados, ese poeta, r poco. Lo que quisiera que fuese
ese filsofo, ese espritu, lo que lo ha dicho en las lneas prece-
eonseguira sera realizar la gran dentes; lo que sea realmente po-
epopeya misteriosa, de la que ca- dr apreciarlo el lector,
da uno de nosotros encierra un No hablar el autor del estilo
canto dentro de s mismo, de la ni de la forma de este volumen,
que Milton escribi el prlogo y porque los que acostumbran a
Byron el eplogo: el poema del leer lo que l escribe saben desde
hombre. hace jargo tiempo que admite al-
Esta vida imponente del artis- gunas veces y en ciertos casos
ta civilizador, este vasto trabajo la vaga semiiuz en el pensamien-
to, pero que casi nunca la admite
en la expresin. Sin desconocer
el mrito de la elevada poesa
del Norte, representada en Fran-
cia por admirables poetas, su
gusto literario le hace preferir la
forma meridional y exacta. Es
apasionado del sol; la Biblia es
su libro; Virgilio y Dante son sus
divinos maestros. Es un poeta
cuya infancia slo ha sido una
larga fantasa interpolada con es-
tudios exactos, y esta infancia es
la que ha formado su espritu co-
mo es hoy. No comprende que
haya incompatibilidad entre lo
exacto y lo potico. El nmero
existe en el arte lo mismo que en
la ciencia. El lgebra entra en la
astronoma, y la astronoma es
del dominio de la poesa; el lge-
bra entra en la msica, y la m-
sica es del domonio de la poesa.
El espritu del hombre posee tres
llaves que lo abren todo: el n-
mero, la letra y la nota. Saber,
pensar, imaginar. Esto es todo.
4 de Mayo de 1840b
RAYOS Y SOMBRAS
i
FUNCI N DEL POETA
I
Por qu te aislas, oh poetal
entre la multitud? Qu son para
ti los partidos, caos sin rayos?
En su atmsfera viciada, muere
marchita tu poesa, su soplo disi-
pa tu incienso, y tu corazn en
las serviles luchas, es como esas
hierbas de las ciudades que pi-
san los pies de los transentes.
En las brumosas capitales, no
oyes con espanto cmo se chocan
esas dos potencias, el pueblo y el
rey? Sus odios y sus rencillas,
por qu quieres que hieran tus
odos, oh poeta, maestro, sem-
brador? Entrgate enteramente
al Dios que adoras, y no te con-
fundas con los hombres que viven
Bn constante y rumorosa agi-
tacin.
*
* *
Alma depurada, vete a reso-
nar en el concierto pacfico; flor
sagrada, vete a abrir tu corola
bajo los amplios cielos del desier-
to; busca, soador, las soledades,
las grutas discretas; busca el olvi-
do para encontrar el amor; busca
el silencio para or la voz severa
y tierna de las alturas; busca la
sombra para ver brillar la luz.
*
* *
Vete a los bosques, vete a las
playas; confunde tus cantos ins-
pirados con la cancin de las
hojas y con el himno de las olas;
Dios te espera en las soledades;
Dio> no se encuentra entre las
muchedumbres; el hombre es pe-
queo, ingrato y vano; en los
campos todo vibra y suspira; la
naturaleza es ia gran lira, de la
que el poeta es el arco divino.
*
* *
Lbrate prudentemente de
nuestras tempestades; que para
ti las cosas del Imperio, que pa-
san peligrosamente sin brjula
y sin timn, sean como el bajel
que en sombra noche de diciem-
bre ve pasar el pescador desde
el fondo de su choza, en la que
yacen amontonadas las secas re-
des, oyendo el ruido siniestro
que mueven los mstiles agitados
por la tormenta.
floridas para ios pjaros, el arro-
yo para la hierba de las llanuras,
para las bocas las copas llenas de
licor y el pensamiento oara los
espritus.
*
* *
Asi lo quiere D OJ S en estos
tiempos revueltos en los que cada
uno trabaja y sirve. Malhaya el
que diga a sus hermanos: me
vuelvo al desierto; malhaya el
que se calza las sandalias cuando
los odios y los escndalos atormen-
tan y agitan al pueblo; vergenza
al pensador que se mutila y,
cantor intil, abandona la ciudad.
*
* *
n
El poeta, en tiempos impos,
jAy! exclama e poeta; es- debe preparar la venida de das
toy enamorado de las aguas y mejores. Es el hombre de las
de los bosques, y brotan en m utopas; debe tener los pies aqu
los ms felices pensamientos de sus y las miradas en otra parte; ya
apacibles murmullos. La creacin se le insulte, ya se le elogie, se-
no conoce el odio, ni pone obs- mejante a los profetas, debe sos-
tculos ni cadenas. Los prados tener en la mano una antorcha,
y los montes son bienhechores; y agitndola sobre todas las ca-
los soles me explican las rosas, y bezas, hacer llamear siempre el
ante la serenidad de las cosas, mi porvenir,
alma brilla por todas partes
* *
*
* *
Comprende, cuando los pue-
Te amo, santa naturaleza, y Dios vegetan, que sus sueos e-
quisiera absorberme en ti, pero nos de amor se componen de las
en este siglo de lucha, cada uno se sombras que en l proyectan los
debe a los dems, cada pensador hechos que brillarn un da. Se
constituye una fuerza. Dios cre burlan de l; mas, qu importa?
la savia para el tronco. J as ramas Piensa, v ms de un alma escri-
be en el silencio lo que la mul-
titud no comprende. Compadece
a sus frivolos desprecia dores, pero
sabe que hay sabios falsos que
al oirle se le ren en voz alta y
que, no obstante, meditan en
voz baja.
*
* *
Muchedumbre que extiendes
sobre nuestras ilusiones las olas
de la duda y de la irona, como el
Ocano sobre las playas su re-
suello y sus sollozos, la idea augus-
ta que te regocija aun tartamu-
dea en estos momentos, pero
lleva el sello de la vida. Eva con-
tiene la raza humana, un huevo
eontiene un guila, una bellota
contiene la encina y una utopa
es una cuna
e
*
* 4
De esa cuna, cuando llegue la
hora, veris salir deslumhrados
una sociedad mejor, para corazo-
nes mejor preparados a recibirla;
de ella veris salir el deber que da
a luz el derecho, el orden santo,
la fe triunfante y las costumbres,
ese cambiante grupo que al andar
alegre o lgubre, va sembrando
tras s algo, que la ley recoge
cuando pasa despus
* *
Mas para cobijar esos podero-
sos grmenes se necesitan cora-
zones inspirados, puros, firmes,
penetrado de rayos divinos. Sin
marineros naufraga el bajel, y
como a los dos flancos de un nan
vo, para hender las olas de la
multitud insensata, a los, dos
costados del pensamiento es pre-
ciso que remen grandes espritus.
*
* *
Lejos de vosotros, santas teo-
ras, cdigos prometidos del por-
venir, est ese retrico de pli-
dos labios, que vive sin esperanza
y sin recuerdo, que sigui en
otros tiempos la hiz de vuestra
estrella, pero que despus, ras-
gando el velo de las ilusiones,
dej que violasen su alma lo
que hay de ms infame: la ava-
ricia y la ambicin
*
* *
Lejos de vosotros, esos escri-
bas de corazn srdido, que en
secreto dicen con impudencia a
la esplndida corrupcin:Cor-
tesana, acarciame! y que a ve-
ces, en su embriaguez, del templo
donde so su juventud se atre-
ven a repasar el camino y acer-
carse hipcritamente a las ideas
castas, llevando en las manos
el hedor de la crpula.
*
* *
Lejos de vosotros, esos docto-
res, de los que desconfa el sabio,
que a su pesar es severo con ellos;
esos doctores que en su propio
inters, comercian con la filoso-
fa; mercaderes viles y enrique-
cidos que abriga el templo y
que turban las oraciones del sacer-
dote, fijando en las columnas de
la iglesia sus inmundos escritos.
*
* *
Lejos de vosotros, esos jve-
nes infames que cuentan sus das
por noches y que las pasan des-
honrando a las mujeres que el
hambre arrastra al antro del vi-
cio; cobardes que, cuando deli-
ran, debe decirles una voz secre-
ra:Esa mujer que el oro atra-
jo y que la orga hizo caer, no
tuvo ms remedio que elegir entre
dos tumbas entre la Morgue y
tu lecho.
Lejos de vosotros, las insen-
satas cleras que rugen en las
callejuelas; lejos de vosotros, esos
gatos populares que se conver-
tirn en tigres algn da, y los
aduladores del pueblo o del tro-
no, y los egostas, que de si
hacen el centro y lo mejor, y
todos aquellos que son tizones
sin llama, cuyo pecho est sin
alma, cuya alma est sin Dios.
Si slo existiesen semejantes
hombres, justo Dios, con qu
amargura el poeta maldecira este
siglo! Se velara la faz, y llorando
al caer el da, de pie en el umbral
de su casa, al descender la noche
siniestra, arrojara la ceniza a
los cuatro puntos del horizonte.
Pero Dios nunca nos abando-
na; nunca, ocultndose tras los
montes, el sol desaparece por
completo; siempre en los silen-
ciosos valles, siempre en las almas
ciegas, siempre en los corazones
que el orgullo corrompe, deja
brillar algunos rayos en las cimas
y las verdades en algunas fren-
tes.
*
*
Valor, pues, espritus pensa-
dores, cerebros que roe la ansie-
dad, corazones enfermos, almas
heridas que rogis y que pensis.
Doctores que vagis sin obje-
to y sin tregua, que creis que
con slo extender la mano ve-
ris adquirir forma a vuestros
pensamientos en la obscuridad
de los caminos;
*
* *
Filsofos cuyo espritu padece,
y que posedos de divino espanto
os agarris a los bordes del abis-
mo, suspendidos de las malezas
del barranco;
*
* *
Nufragos de todo los siste-
mas que de la borrasca triste y
vencedora salisteis temblando, sin
salvar de ella ms aue vuestro
corazn;
*
* *
Sabios que veis nacer el alba
todas las maanas en medio de
las flores y que regresis baados
de celestes claridades;
ridad de los tiempos futuros, slo
l distingue en sus senos sombros
el germen que todava no se ha
desarrollado. El poeta es carioso
como una mujer, y Dios habla a
su alma en voz baja, como habla
a los bostf ues y a las olas.
*
* *
*
* *
Hombres perseverantes que de-
seis conseguir la felicidad y no
perdis nunca por completo la
esperanza, ese pao del manto
del Seor;
*
* *
Tened, tened valor, que en la
sombra o en la espuma, el fin apa*
[ recer muy pronto: el gnero hu-
mano, empaado por la bruma,
I es el enigma, pero no es la palabra-
*
* *
Bastantes noches y bastantes
tempestades han osbcurecido
vuestras vidas; levantad la fren-
te, levantad los ojos, que brilla
la luz en las alturas.
* * *
Pueblos! Od al poeta! escu-
chad al sagrado soador! En vues-
,tra noche, que sin su auxilio se-
j ra incompleta, slo l vierte al-
.guna luz. Penetrando en la obscu-
E1 es el que, a pesar de los abro-
os del camino, a pesar de la en-
vidia y de las burlas, marcha
inclinndose sobre las ruinas y
recogiendo las tradiciones. De la
tradicin fecunda sale todo lo que
cubre el mundo, todo lo que cobija
el cielo. Toda idea humana o
divina, que echa raices en el
pasado, extiende su ramaje en
el porvenir.
*
* *
El poeta brilla y refleja su lus
sobre la verdad eterna; su alma
la hace resplandecer con maravi-
llosa claridad, inundando con su
luz las ciudades y los desiertos
los palacios y las cabaas, los lla-
nos y los montes. La enciende
para todos, porque la poesa es
la estrella que gua hasta Dios a
los reyes y a los pastores.,
f& de marzo.1. de abril de 1833.
I I
EL 7 DE AGOSTO DE 1829
Era el 7 de agosto; era el pri-
mer dia de su ltimo ao de rei-
nado. Solos, en un real sitio, dos
hombres, caminando el uno al
lado del otro, por lugares en que
tenan que tocarse codo con codo,
iban hablando. Ese recuerdo que-
d grabado en mi corazn. El
primero tena el aspecto triste,
grave y fatigado, y su dbil cabe-
za soportaba un grave proyecto.
Dos charreteras, con corona, so-
brecargaban su uniforme verde,
con orillo purpurino, y la orden
del Toisn caa sobre su pecho,
suspendida por un largo cordn
ondeado de azur cambiante. Era
un rey anciano, con los cabellos
plateados, que se doblaba bajo
el peso de los aos y bajo el peso
de la monarqua. EJ otro era un
joven que jams visitaba los pa-
lacios, un poeta, un viandante,
una voz intil.
* f * *
Estaban hablando los dos sin
testigos, sin misterios, en un ga-
binete sencillo y solitario, pero
majestuoso. Las acciones de los
honibres dejan sus huellas en los
sitios donde pasan: bajo aquel
mismo techo realizronse en otros
tiempos grandes sucesos y ocu-
rrieron grandes ideas. All mismo,
cruzando las dos manos sobre la
espalda, conmoviendo el piso con
sus terribles pasos, con frecuencia
el emperador, siendo seor del
mundo, absorto en sus colosales
proyectos, paseaba desde la puer-
ta hasta la ventana.
*
* *
Una mesa y un silln de tercio-
pelo reflejaban en las lunas de
un espejo sus pesados y dorados
pies. Por una puerta-vidriera se
entrevean en otras cmaras mul-
titud de armarios de Boule, de
vajillas del J apn, de lacas, de
esmaltes y de candeleros de oro
de muchsimos brazos; se entre-
vea un saln rojo adornado coa
espejos de Venecia, Heno de bron-
ces griegos, en el que se multi-
plicaban las araas de cristal.
*
* *
De qu trataban el poeta jo
ven y el rey anciano? De un
pobre ngel cado, del amor que
redima el alma de Marin, lavn-
dola como a la Magdalena, que
haca cojear, que la estropeaba,
arrastrndola, la censura, serpien-
te que la haba mordido en el
pie.
El poeta quiso presentar en el
teatro a Luis X I I I , a ese monarca
que era gobernado por un sacei^- puede disputrselos: no es su ene
dote, a todo un siglo, a un mar- migo, y no hay por qu encoleri-
qus, a verdugos, a locos, a bate- zarle ni entregarle al odio de los
leros, para que acudiese la multi- que desean torturarle; no deben
tud y para que a travs del lian- torturar ai poeta, cuya mano ce-
to, en un drama chispeante y som- rrada est llena de truenos! Los;
bro, viera pasar la sombra del tiranos de abajo perjudican al rey
plido cardenal, de arriba. El pueblo, que lo presen-
cia, recoge las palabras de la Musa
*** cuando la indignacin, hasta el rey
que se reverencia, sube desde la
El anciano vacilaba: Para frente pensadora del artista. Se-
qu sirve presentar sin velos a or, no debemos apoyarnos en lo
Luis XI I I , a ese rey miserable? que se bambolea: la censura es um
para qu remover su cadver en techo ruinoso, mal apuntalado, dis-
ia tumba? A qu conduce esto?... puesto siempre a desplomarse so-
No han pasado ya esos tiempos? bre las gentes que abriga. Seor, el
no vamos caminando hacia la li- soplo imprudente, lejos de apa-
bertad? No es hora ya, despus de gar aviva la hoguera, y de un arte
quince aos de prueba, de resta- luminoso hace un arte incendiario.,
blecer el dique y de contener el Por otra parte, deseando slo que
ro? Ciertamente, un rey puede adquiera verdadero esplendor real,
tomar lo que ha dado. En cuanto esta gran nacin, en vez de los
al teatro, estando como est mina- cuadros dignos de imitacin que
do el trono, es necesario ahogar con ofreca en ella el gran Luis, el
las dos manos llamas tan auda- Rey-sol, que teniendo bajo su
ees, porque el pblico es el pueblo, cetro el equilibrio del mundo ha-,
y una comedia puede hacer bro- ca dichoso a Racine y dejaba,
tar chispas que enciendan el fue- en libertad a Molire, se ofrece
go de las revoluciones. el espectculo que causan un gru-
po de censores armados, que ha-
blan en voz baja, y que, cazado-
dores traidores, acostados en tie-
Con el debido respeto a los re- rra, esperan la hora en que el
yes, el poeta luchaba firmemente, drama, ese, digno len, entre en
como hombre apasionado por el su antro, esto es, en la historia.
arte y por la libertad, y contest
al noble anciano: Todo es grave ***
en este siglo, en el que nada est
fijo. El arte tranquilo y poderoso Al llegar aqu vi el anciano,
se expresa con franqueza. Le per- volvi hacia l la cabeza, y lie-!
tenecen los reyes muertos; nadie vando ms all su pensamiento
R AY OS. 2
inquieto, olvidndose del drama todo pareca azul l, que era pen-
y del poeta, ste, pensativo son- sador, vea a cada comento la
deaba el vasto destino que entre- luz lejana de algn relampago.
vea eu. el fondo de aquel triste ^
rey. Despus, escogiendo palabras * *
ciue no pudiesen herir los augus-
to7odos
P
, di jle: que los tiempos Carlos X, sonriendo respondio:
raen consigo corrientes iiresisti- -Oh poeta!, - Pbr la noche to-
bles- que ni puentes, ni canales, ni do estaba resplandeciente de luz
G n e o s ! ni nadie excepto y de
Dios, puede detener y domar las dad; gozoso Saint-Cloud, vea He-
olas del pueblo, cuando llega la gar hasta l soldados principes,
hora de la marea alta para este criados, que atropelladamente lie-
Ocano; que el navio ms podero- gaban al suntuoso palacio cuya
so zozobra o se pierde cuando fachada, reproducida por el refle-
c t o navegar contra la conien- jo en el Sena pareca acariciar
te y contra los vientos; que en cariosamente las lineas de sus
esta lucha insensata siempre en- rboles. Chispeando el Louvre,
cuentra rocas donde destrozarse p a r e c a contestar a su jubilo des-
detrs de l; siempre encuentra de lejos, all en el centro de la
al siglo, a las costumbres, y el ciudad; y ese regio conjunto ofre-
-spiitu al que osa oponerse, y ca un aspecto tranquilo, y su
que deba haber servido de puerto reposo solemne tenia un no se que
para salvar la nave. Hijo de una de grandioso, que pareca que
vendeana- prosi gui el poeta,- haba de ser eterno,
en su corazn no habra ya acaso
amor pero no anidaba el odio y ***
le suplicaba que creyera, al menos
en aquellos momentos, al que se Holyrood! Holyrood! Abada
inclinaba mirando hacia el pasa- fatal, en la que la ley dura, amar-
do, y cuya compasin era como ga e inflexiva del destino est
una hiedra, que se pegaba a los escrita por todas partes; claustro,
reyes, esto es, que se pegaba a palacio y tumba, cuyos muros
as ruinas. 1 destino hace a veces austeros encierran a los reyes, a
terribles jugadas, y los reyes de- la muerte y a Dios; a esos tres
ben pensar, en sus das tempes- grandes misterios, a esas tres
tuosos, en la nube obscura que sombras majestades!...
se ve aparecer en el lejano hori-
zonte. Para el que no piensa, en ***
aquellos das apareca tranquila
la Francia; pero en su cielo, empa- Castillo desmoronado, valle ex-
ado por escasa bruma, en el que piatorio, en el que el pensador
oye en los aires y en la historia,
dando un doble consejo a los am ***
biciosos, dos voces confundidas
que rugen: el rumor del mar pro- Holyrood, Holyrood! Los abro-
fundo y el ruido lejano de las jos brotan en tus losas. Las ca-
revoluciones. bras pacen al pie de tus torres
feudales. Oh furor de los ardien-
*** tes rivales que corren a encon-
trarse! Amores! Damley! Rizzio!
Soledad, donde algunas veces qu es de vuestra nada? Los dos
se ven venir los cervatillos de estn all, uno al lado de otro,
las colinas inmediatas a hollar convertidos, respectivamente, en
bajo las encinas los cspedes dor- una sombra y en una mancha
midos, y que para aspirar el viento que ensucia el pavimento!
en el claro del bosque, asustados
y temblando, se empinan sobre ***
sus pies.
+
Terrible leccin se desprende
* * de tus bvedas fnebres, que
pueden leer los humanos en tus
Noble iglesia, donde rezaban trastornados muros, que tienen
los reyes del tiempo viejo, que impreso el sello de una fortuna
bajo los arcos gticos tenan por extraa, y que se ven iluminados
pavimento as tumbas de los mo- p
or
ese reflejo de luna que lanza
narcas sus antecesores; puerta
e
l pasado...!
tan custodiada en otros das por
guardias y por arqueros, y que *
un pastor ahora cierra por medio * *
de una vieja llave.
l 0 h pal ac 0) o h mi na> r o deado s
* de augusta aureola, benditos
* * seis! Ante vosotros nos inclina-
^ . mos con respeto, porque el ancia-
Pradera en la que, cuando la
no r ey
de Francia encontr all
perra agitaba aquella comarca, hospitalidad melanclica y som-
montaeses reunan a
b
ra, que reciben y que devuel-
sus clans semisalvajes y sus gro-
v en
i
os
Estuardos a los Borbones.
seros batallones; en la que ahora,
sobre la hierba y al sol, bajo la
hiedra, las viejas descalzas, que
marchan sobre las piedras, ponen
a secar sus andrajos.
I I I
AL REY LUI S FEL I PE
despus de la sentencia de muerte
pronunciada el 12 de julio
de 1839.
Por vuestro ngel, que vol
?,1 cielo, a la manera de una palo-
ma; por ese nio real, tierno y
frgil como una caa, perdonad
una vez ms; perdn en nombre
de la tumba; perdn en nombre
de la cual
12 de julio, media noche.
Pero no es la iglesia, con sit
bvedas sublimes, con sus prti-
cos, con sus vidrios de colores,-
con sus lmparas, lo que atrae
mis miradas, no; es esa boardi-
lla mezquina y situada all arri-
ba, de donde sale una armona
tierna y sonora, como si cantase
un pjaro en el alero de su
tejado.
*
* *
El edificio santo es Hermoso*
pero ese miserable aposento me
atrae; a la altiva encina prefiero
el nido de musgo y al huracn
el cfiro; mi espritu, cuando se
pierde entre las olas del mar, pre-
fiere el alga obscura a los gigantes
acantilados y la pobre golondri-
na a la esplendidez del Oca-
no.
rv
Imponente se alza la vasta
iglesia; en sus altos campanarios
se ostenta la ojiva adornada de
flores de piedra; resplandece su
prtico con su rosetn abierto,
y la noche hace hormiguear bajo
la bveda enorme, ngeles, vr-
genes, el cielo y el infierno, todo
un mundo espantoso y confundi-
do, como entrevisto al travs de
un sueo
. n
Mezquino tugurio! Al travs
de un claro entre las hojas, su
pequea ventana se abre como
marayillada cerca del prtico g-
tico; su verde persiana, suspen-
dida por tres clavos, atada por
un extremo y suelta por el otro,
se abre coquetonamente como
un abanico de desmesurado ta-
mao.
A la parte exterior tranquila-
mente duerme un gato, cerca de
una hermosa azucena, que llena
con sus races y corona con sus
flores un tiesto de forma extraa,
de porcelana azul, que ostenta,
pintado, un hermoso paisaje chi-
nesco, en el que algunos pavos
reales-abren sus, anchas y platea-
das colas.
*
* *
En el interior de aquel aposen-
to de vez en cuando brilla y pasa
una sombra, una figura, un hada,
una joven hija del pueblo, que
entona alegres canciones; una
hurfana, que vive sola en ese
asilo, cuyo aspecto inocente y tran-
quilo indica que puede mirar
y ver distintamente el rostro del
Seor.
*
* *
Slo al verla se comprende su
inocencia. Del manantial de su
alma mana agua pura; es ave
tierna e ignora que existen caza-
dores; las alas de esa mariposa
conservan todo el polvo de oro;
el corazn de la tierna virgen
guarda toda su luz; la perla del
roco del alba se mantiene an
en la corola de la flore
*
* *
A esa obscura boardilla parece
fjue la vista vea llegar todo un
mundo de alegra; el rumor de la
plaza y de los transentes, los
juegos y la algazara de los nios,
las mujeres que con tardo paso
entran en la iglesia, el sonido de
las canciones que se oyen en las
calles, rayos de luz de arriba y
reflejos mil de abajo.
*
* *
Nia feliz! A su alrededor,
como alrededor de un templo
todo es puro y modesto, todo
ofrece buenos ejemplos. La abeja
labra la miel, la flor sonre miran-
do al cielo, el campanario da
sombra, y ante la ventana, todas
las noches, sumisa a las rdenes
del Creador, aparece una resplan-
deciente estrella.
*
* *
El cuello virginal de la doncella
no se descubre entre preciosos y
transparentes encajes de que ella
carece, porque le cubre pdica-
mente un limpio pauelo; no
lleva perlas en la frente, pero
tampoco arrugas; sus ojos castos
y vivos tienen miradas lmpidas;
brillando tanto sus ojos, para
au quiere diamantes?
ni
En el ngulo del aposento se
ve la modesta cama. Sobre la
mesa est abierto el libro en el
2, -VCTOR HUGO
q u e D i o s se hace visible para nos- do l conduca a sus t ent es
tros y que encierra la leyenda a los encarnizados combates para
devota' de los santos; y en un que conquistasen el mondo, la
rincn obscuro, cerca de la chi- dejaba suspendida sobre todas
menea, entre la Santa Virgen y las frentes durante la gierra y
un ramo bendito, aparece clava- despus de terminada les deca,
do en la pared con cuatro alfile- -Veni d por ellal
res el retrato de Napolen.
* *
* * Despus les entregaba su cruz,
Aquella guila encerrada en esa y vertan lgrimas los ojos de
iala? ;Por qu no? En la obs- aquellos hroes que adoraban en
S dad de esa mansin serena, silencio a aquel semidis inven-
al a que nada es sombro, donde cible: hubirase dicho queencen-
descansa la hermosa nia, pura diendo con su alma la de sus
como ima azucena, en esa morada soldados, y t o c a n " pechos
de naz de gracia y de alegra, con sus dedo de fuego, hacia
plceme o r ! el fondo de" mi brotar en ellos aquella estrella
fantasa el ruido de los pesados del corazon.
caones que rodaron hacia los
campos de Austerlitz.
* *
J u n t o a l retrato del emperador, Cuando despierta esa joven,
coi ti tuyendo el orgullo de la canta; despus trabaja pensativa,
pobre hurfana, brilla una cruz senada en su silla de paja co
de honor, smbolo de victoria, cruz siendo y bordando y mientras
de un soldado, muerto como un que, pensando en Dios, senci la
L e en ej campo de batalla, y sin temor, se dedica a cumplir
S e que desde el fondo de su su tarea, el silencio se sienta en
tumba hace brillar un rayo de el umbral de su puerta.
gloria sobre su hiia.
#
* *
Asi, Seor, protegis su mora-
I V
da; as en ese solitario refugio,
ninguna inquietud, ningn que-
.Cruz de Napolen! J oya de branto turba la paz de la doee-
la gu^a' Corona de laurel cir- lia, que niega por los que mu er en
c l n S e'brillantes rayos! Cuan- en los naufragios, y cuya ora,
cion puede subir hasta el cielo,
sin empaar la serenidad del fir-
mamento.
Pero si el spid se esconde
entre la hierba, ay! el gusano roe
la fruta ms hermosa. Para tur-
bar una vida basta una mirada.
El mal puede aparecer a los ful-
gores de una antorcha bendita.
La curiosidad que arde en el
espritu de la virgen, abre ms
tarde una llaga en el corazn de
la mujer.
*
* *
Un libro antiguo, inmundo, de
esos que causan nuseas, qued
olvidado en un armario viejo;
una novela del siglo anterior,
corruptor reinado de Voltaire,
de ese genio, que a cumplir fatal
misin fu lanzado al mundo por
el demonio.
vi
Epoca que, manchada de vino
y de sangre, hasta en tu agona,
conservaste la risa delirante del
festn; siglo diez y ocho impo
y castigado, sociedad sin Dios,
por Dios destruida, que rompien-
do con el hacha el cetro y la
espada, siendo joven ofendiste al
amor y siendo vieja a la piedad.
Mesa testigo de la desenfre-
nada orga, que terminas en pa-
tbulo; mundo, ciego para Cristo,
alumbrado por Satans, aver-
gncense tus escritores ante las
naciones; su fama proyecta la
sombra de tus delitos y su som-
bra gloria surge de las revolu-
ciones.
Vil
Frgil barca que bogas a po-
cos pasos de un abismo, gurdate,
nia, preserva tu corazn, que
no sufre todava, pobre hija de
Eva; Voltaire, que es la serpiente,
la duda, la irona, se oculta en
un rincn de tu bendito aposento;
te espa con sus ojos ardientes
y sonre.
*
* *
Tiembla! Ese sofista ha son
deado muchos lodazales! Tiem-
bla! Ese sabio falso ha causado
la perdicin de muchos ngeles!
Ese demonio, ese negro milano
se precipita sobre los corazones
felices, los desgarra, y muchas
veces, de sus crueles uas, yo he
visto caer pluma tras pluma esas
blancas alas, que hacen que vuele
el alma y se remonte hasta e:
cielo.
*
* *
Cuenta todos los latidos que
hacen palpitar tu seno; el menor
movimiento de tu espritu en la
obscuridad, si se inclina hacia l,
hace resplandecer sus ojos, y co-
mo un lobo que est ojo avizor,
como un tigre que acecha, hay
momentos que levanta la mons-
truosa cabeza, que slo para el
poeta es visible.
vm
jAy! si tu casta mano abriera
* ese libro maldito, morira repen-
tinamente Dios en tu corazn
leal; inclinaras triste tu serena
frente, para ver pasar en lonta-
nanza por esplndida alameda
deslumbradoras carrozas que vue-
lan arrastradas por algeros caba-
llos, y maana acaso te burla-
ras del virginal pudor.
*
* *
Turbaran tu sueo por la no-
che, en el lecho, visiones extraas,
que haran huir al ms tmido de
los ngeles; ya no dormiras, ni
tendras deseos de cantar; y tu
^espritu, hundido ya en el ocano
de los delirios, ira vacilando,
desarraigado como alga flotante,
desde el placer al oprobio y del
flujo al reflujo.
I X
Te est mirando la cruz honor-
fica de tu padre, que con la Guar-
dia imperial muri heroicamente;
pdele consejo, ngel tentado; de-
ja que te aconseje tambin, que
te gue y que te salve, esa azuce-
na que embellece tu ventaba y
que confunde su aroma con el
perfume de tu virginidad.
* *
Deja que te aconsejen los san-
tos afilerados en la puerta de
la fachada de la iglesia; deja que
te aconseje la blanca paloma que
pasa volando por delante de tu
ventana; oye la voz del rgano
que entona religiosos himnos; to-
ma consejos del azul puro del
cielo, que tan de cerca ves desde
tu morada.
*
* *
Deja que te aconseje la inge-
niosa aguja, que te ayuda en tu
labor, que est presente cuando
tu rezas y que te dice en voz baj a:
Trabaja. jEscchalal Dios hizo
que nacieran del trabajo dos hijas:
la virtud que da pureza a la
alegra, y la alegra que presta
atractivo a la virtud.
*
* *
Escucha ese sinnmero de vo-
ces acentuadas y cariosas, que
murmuran en los vientos, que
bajan de las nubes, que ascien-
den vagamente de los sitios silen-
ciosos, que salen de las castas
gotas del roco, que te repiten
los cantos de los pjaros y que
te dicen todas a la vez:S
pura como el cielo.
S pura como el cielo, como la
ola y como el alba, como el alegre
nido, como la torre altiva, como
la gavilla de la mies, como la
estrella, como la flor, como todo
aquello que sonre, como todo lo
que canta, como todo lo que des-
cansa en la paz de la inocencia.
Vive serena; la calma del cora-
zn se retrata en el rostro. La
tranquilidad constituye la majes-
tad del sabio. S alegre. La fe
no necesita ser austera; la sonri-
sa de la mujer es un reflejo del
cielo; la alegra es aquel calor
que lanza en las almas la claridad
celestial que se llama la verdad.
En la cumbre de las torres de-
rruidas Dios coloca deliciosos ni-
dos y florecillas que brillan entre
la hierba espesa, porque hasta
en su natural tristeza las mismas
ruinas necesitan de juventud, luz
y vida.
Sobre todo s buena. La bon-
dad contiene todas las excelen-
tes cualidades. I ndulgente, el Se-
or hizo nacer de la bondad
los pensamientos fraternales. La
bondad constituye el fondo de las
naturalezas augustas. Con esa sola
virtud form Dios el corazn de
los justos, como model con un
solo zafiro la cpula del cielo.
De ese modo permanecers
siempre pura como la azucena y
blanca como el cisne entre los
seres marcados por la seal divi-
na; y exenta de miedo y de cuida-
dos sers de los que, amontonan-
do las riquezas de las acciones
buenas, logran que su barca fon-
dee en el puerto, rezan todos los
das y duermen tranquilos todas
las noches.
EL POETA A S MISMO
*
* *
Llnese, pues, de alegra tu
espritu, que la alegra lo vivifica
todo en la naturaleza inmensa.
Mientras que sobre los bosques
y sobre los prados derrama el
cielo sus luces y su esplendor,
t, poeta tranquilo, reparte pr-
digamente entre las familias, los
20 -VCTOR HDGO
nios, las doncellas y aun entre
los ancianos tus cantos religiosos
*
* *
Seala con el dedo el puerto a
todos aquellos que luchan contra
el mar, azotados por el aquiln;
muestra a las doncellas el faro
luminoso de la inocencia, a la
multitud el altar escarnecido por
el impo, a los jvenes el porve-
nir, a los viejos la eternidad.
*
* *
Para que se mnitre tu deseo
en todos los mortales, ensea a to-
dos ellos el lado ms saliente de
la verdad; para que todo aquel
que piensa encuentre en ti el
modo de calmar su pensamiento,
inculca, la idea de Dios en todos
los corazones, sembrando en cada
uno la palabra reveladora.
* *
De este modo, silenciosamente
en la obscuridad, tu espritu, que
es un soador solitario, del cual
brotan los versos, que Dios bende-
cir, se identificar con la mente
del pueblo que te escucha, y
saldrn de ella como salen las
races de una encina entreabrien-
do un suelo de granito.
29de junio de 1839.
V
Se crea ciegamente en los tiem-
pos en que el pastor nocturno, en
el espacio, por encima de l,
vea algunas veces, envuelto en
un negro torbellino de lluvias y
de truenos, pasar velozmente la
deslumbradora sombra de un pro-
feta, que un espritu arrastraba
hacia el desierto.
*
* *
Se crea ciegamente en la po-
ca de los bardos y de los trova-
dores, cuando armado todo un
mundo se lanzaba a la conquista
del monte calvario para libertar
la Santa Cruz, para visitar el
lago sombro donde J ess salv
a Pedro, y el Horeb y el Cedrn, y
las antiguos sepulcros de los reyes.
*
* *
Se crea ciegamente en aquel si-
glo religioso en el que el rey Luis,
en el momento de robar a Luisa
La Vallire, se arrodillaba asus-
tado ante un crucifijo; en el que
el altar brillaba al lado del trono;
en el que el rey deca: Pa dre
mo, slo Dios es grande! y el
obispo le responda:Dios slo
es grande, hiio mo!
*
* *
Ahora los pastores duermen en
los barrancos, J erusalem est en
poder del Turco y las mieses
divinas no tienen ya segador; la
monarqua camina hacia su ocaso
y se levanta el sol del pueblo^ay!
el hombre ya no cree; el hombre
slo desvara: qu es lo que vale
ms, Seor?
29 de marzo de 1839.
VI
Oh pueblo! Dentro del crneo
de esos hombres, en la mente taci-
turna y venerada del tribuno y
del cenobita, en esa frente, de
la que un da las revoluciones,
entreabrindola, harn salir vi-
siones, habita un pensamiento
espantoso.
De este modo en la I ndia, al-
gunas veces, el curioso pasajero
contempla con respeto un monte
misterioso, cuya cima toca en
las nubes, y sin acercarse a l,
medita y cree que en aquellas
rocas, que en aquellas aguas y
en aquellos tristes bosques se
oculta una divinidad.
*
# *
En el interior de aquel monte
se ha labrado una pagoda, y
cuando llega el da de inaugurar-
la, cae derribada la puerta que
cegaba su entrada; el pueblo,
entusiasmado, corre a admirarla,
y entonces el dolo, que es un
feto ciego y monstruoso, sale de
la hendida montaa.
10 de abril de 1839.
VI I
EL MUNDO Y EL SIGLO
Qu es lo que habis hecho,
Seor? De qu sirve vuestra
obra? Para qu sirve el agua
del ro y el relmpago de la tor-
menta? Para qu los prados,
donde los arroyos lavan el csped,
y en los verdes collados los in-
mensos ganados, entre los que
ladran los perros de caza? Para
qu la primavera, en la que el
aire es tibio y todo florece, y la
abeja ladrona que roba la esencia
a las flores? Para qu esa niebla
que sube de las aldeas? Para
qu esa sombra que proyecta el
ramaje de los rboles? Para qu
ese mar sembrado de islotes?
JPara qu los bosques inmensos,
las grutas y los sitios sombros? nada en el misterio y sin levantar
Para qu, todas las tardes, du- la vista hacia los consejos divinos,
rante el verano, abrasado por el que flotan en las altas esferas bajo
sol como por un carbn candente, la forma sagrada o bajo el velo
entre vapores removidos por los brillante de una nube o de una
vientos, alumbran su ocaso nubes estrella? Todo eso sucede para
encendidas? Para qu enrojecer que esta poca, en el sombro
os viedos, lanzando sobre ellos fastidio en que se nutre, convier-
rayos que hinchan los racimos ta al.oprimido de ayer en opresor
maduros? Para qu inclinar so- de hoy para que le desgarren sus
bre sus ejes movibles el globo locos sueos; para que el pueblo,
monstruoso con todas sus ciuda- multitud en la que yacen con-
des, los montes y los mares que fundidos tantos sabios, lo mismo
flotan a su alrededor, haciendo que los reyes, tenga la brutalidad
que se mueva en rotacin verti- por ltima razn y responda a
ginosa, para que la luz lo dore las balas ciegas con los adoqui-
o para que la sombra lo oculte? nes estpidos? Todo eso sucede
De qu os sirven las olas, las para que los motines conmuevan
nubes, y de que, en el ms pro- las ciudades, para que hasta la
fundo secreto, dentro de la flor libertad se convierta en tirana?
germine el fruto? Para qu fe- Todo eso sucede para que el
cundar el ter y las olas, rodear a honor de los antiguos gentiles-
Ios soles de mundos, poblar de hombres, conducidos por ellos
astros errantes la inmensidad de mismos al carril que seguimos,
los cielos, amontonar en todos los se ligue tristemente a los parti-
sentdos millones de leguas, y dos? Es acaso para que a su odio
con la vaguedad de lo infinito se aada un juramento a la ma-
te ir de indefinido color azulado era que al viejo pual se le
J as llanuras y las montaas? Pa- pone una nueva hoja? Todo
ra qu instalar en las alturas y esto sucede para que el prncipe,
en las profundidades tan espanto- hombre que naci de una mujer
so hacinamiento de sombras y de para brillar pronto y vivir poco,
esplendores? Para qu perfumar, se imagine ser rey, como vos
calentar, nutrir, brillar, amar y sois Dios? Todo eso sucede para
traducir incesantemente para los que los justos vivan tristes, para
ojos carnales y para los ojos del que reine la iniquidad, para que
pensamiento vuestra idea eterna la invidia lacere los corazones que
en espectculo eterno? Sucede hubiera engrandecido el amor?
todo eso para que en este siglo, en Todo eso sucede para que el sa-
et que la ley cae convertida en ce- cerdote, triste y defectuoso aps-
nizas, el hombre pase sin ver, sin tol, camine abriendo un ojo y ce-
creer, sin comprender, sin buscar rrando el otro, insulte a la natu-
raleza en nombre del verbo es-
crito, y no comprenda que aqu
todo est en el espritu, que el
soplo de Dios lo mismo alcanza
a los hombres que a la arcilla, y
que el rbol y la flor son tam-
bin vivos comentarios del Evan- VI H
gelio? Todo eso sucede para que
a nadie, en fin, grande o pequeo, j , SEOR DUQUE DE * * *
inquiriendo los caminos de la tum-
ba, le inquiete lo desconocido, y J ulio, vuestro castillo, que tie-
como el buey conducido por el ne la torre vieja y la casa nueva,
instinto, cada uno trace su surco se refleja en el Loire por la parte
sin pensar en la espiga; para que en que el ro, cerca de Blois,
la humanidad, careciendo de pro- ensanchando su esplndido cauce,
fetas, abandonase la admiracin como una madre que habla en
que vuestras obras le causaban; voz baja a su nio que tiene en
para que el hombre no vea bri- su regazo, estrecha una deliciosa
llar en su corazn el alba, ni la isla en sus brazos replegados. Po-
azucena, ni el ngel, ni el nio, ni seis todos los bienes que el hom-
el alma, ese rayo de luz pura, ni bre puede alcanzar. Os sonres
la creacin, ese inmenso pao- viendo cmo llega el verano, y
rama...? oiris muy pronto, al travs de
los rboles, las risas alegres que
*** desde la aldea llagarn hasta
vuestra heredad. Pasado ya ei
Por eso pensativo exclamo mu- abril, veis en ella que llega ahora
chas veces:Estaremos qui- el mayo, el mes del amor; mayo
zs condenados y malditos? Los que cada da extiende ms sus
que vivimos hoy gozando de fal- verdes vestiduras y que, como el
sa prosperidad, seremos deshere- nio levita, encargado de adornar
dados de la herencia de nuestros el templo, suspende en las flori-
padres? Seor, haceos cargo de das ramas las flores, de las que
que los hombres de esta poca sale el incienso, y los nidos, de los
estn ciegos, lejos de vos y fio- que surge el canto,
tando entre muchas sombras.
Extinguid vuestros soles o rea- ^
nimad su fuego; corregid vuestro
mundo o concededle un alma. Me escribs que en este momen-
17 de j ul i o de 1839. to el friso blasonado de vuestra
chimenea est sobrecargado con
un montn de antiguas ruinas
las grutas y los sitios sombros? nada en el misterio y sin levantar
Para qu, todas las tardes, du- la vista hacia los consejos divinos,
rante el verano, abrasado por el que flotan en las altas esferas bajo
sol como por un carbn candente, la forma sagrada o bajo el velo
entre vapores removidos por los brillante de una nube o de una
vientos, alumbran su ocaso nubes estrella? Todo eso sucede para
encendidas? Para qu enrojecer que esta poca, en el sombro
os viedos, lanzando sobre ellos fastidio en que se nutre, convier-
rayos que hinchan los racimos ta al.oprimido de ayer en opresor
maduros? Para qu inclinar so- de hoy para que le desgarren sus
bre sus ejes movibles el globo locos sueos; para que el pueblo,
monstruoso con todas sus ciuda- multitud en la que yacen con-
des, los montes y los mares que fundidos tantos sabios, lo mismo
flotan a su alrededor, haciendo que los reyes, tenga la brutalidad
que se mueva en rotacin verti- por ltima razn y responda a
ginosa, para que la luz lo dore las balas ciegas con los adoqui-
o para que la sombra lo oculte? nes estpidos? Todo eso sucede
De qu os sirven las olas, las para que los motines conmuevan
nubes, y de que, en el ms pro- las ciudades, para que hasta la
fundo secreto, dentro de la flor libertad se convierta en tirana?
germine el fruto? Para qu fe- Todo eso sucede para que el
cundar el ter y las olas, rodear a honor de los antiguos gentiles-
Ios soles de mundos, poblar de hombres, conducidos por ellos
astros errantes la inmensidad de mismos al carril que seguimos,
los cielos, amontonar en todos los se ligue tristemente a los parti-
sentdos millones de leguas, y dos? Es acaso para que a su odio
con la vaguedad de lo infinito se aada un juramento a la ma-
te ir de indefinido color azulado era que al viejo pual se le
J as llanuras y las montaas? Pa- pone una nueva hoja? Todo
ra qu instalar en las alturas y esto sucede para que el prncipe,
en las profundidades tan espanto- hombre que naci de una mujer
so hacinamiento de sombras y de para brillar pronto y vivir poco,
esplendores? Para qu perfumar, se imagine ser rey, como vos
calentar, nutrir, brillar, amar y sois Dios? Todo eso sucede para
traducir incesantemente para los que los justos vivan tristes, para
ojos carnales y para los ojos del que reine la iniquidad, para que
pensamiento vuestra idea eterna la invidia lacere los corazones que
en espectculo eterno? Sucede hubiera engrandecido el amor?
todo eso para que en este siglo, en Todo eso sucede para que el sa-
el que la ley cae convertida en ce- cerdote, triste y defectuoso aps-
nizas, el hombre pase sin ver, sin tol, camine abriendo un ojo y ce-
creer, sin comprender, sin buscar rrando el otro, insulte a la natu-
raleza en nombre del verbo es-
crito, y no comprenda que aqu
todo est en el espritu, que el
soplo de Dios lo mismo alcanza
a los hombres que a la arcilla, y
que el rbol y la flor son tam-
bin vivos comentarios del Evan- VI H
gelio? Todo eso sucede para que
a nadie, en fin, grande o pequeo, j , SEOR DUQUE DE * * *
inquiriendo los caminos de la tum-
ba, le inquiete lo desconocido, y J ulio, vuestro castillo, que tie-
como el buey conducido por el ne la torre vieja y la casa nueva,
instinto, cada uno trace su surco se refleja en el Loire por la parte
sin pensar en la espiga; para que en que el ro, cerca de Blois,
la humanidad, careciendo de pro- ensanchando su esplndido cauce,
fetas, abandonase la admiracin como una madre que habla en
que vuestras obras le causaban; voz baja a su nio que tiene en
para que el hombre no vea bri-
S
u regazo, estrecha una deliciosa
llar en su corazn el alba, ni la isla en sus brazos replegados. Po-
azucena, ni el ngel, ni el nio, ni seis todos los bienes que el hom-
el alma, ese rayo de luz pura, ni bre puede alcanzar. Os sonres
la creacin, ese inmenso pao- viendo cmo llega el verano, y
rama...? oiris muy pronto, al travs de
los rboles, las risas alegres que
*** desde la aldea llagarn hasta
vuestra heredad. Pasado ya ei
Por eso pensativo exclamo mu- abril, veis en ella que llega ahora
chas veces:Estaremos qui- el mayo, el mes del amor; mayo
zs condenados y malditos? Los que cada da extiende ms sus
que vivimos hoy gozando de fal- verdes vestiduras y que, como el
sa prosperidad, seremos deshere- nio levita, encargado de adornar
dados de la herencia de nuestros el templo, suspende en las flori-
padres? Seor, haceos cargo de das ramas las flores, de las que
que los hombres de esta poca sale el incienso, y los nidos, de los
estn ciegos, lejos de vos y fio- que surge el canto,
tando entre muchas sombras.
Extinguid vuestros soles o rea- ^
nimad su fuego; corregid vuestro
mundo o concededle un alma. Me escribs que en este momen-
17de j ul i o de 1839. to el friso blasonado de vuestra
chimenea est sobrecargado con
un montn de antiguas ruinas
que en otros tiempos ganaron para todo, dejad tranquilos esos
batallas, de espadas, de cimeras, campos, o por mejor decir, esas
etctera, etc. Me escribs tam- cenizas. Vivid feliz paseando des-
bin que vuestros arrendadores, de el alba por ocultos senderos,
cavando con los bueyes, han tro- llevando de la mano a una mujer
pezado con un sepulcro al abrir y contemplando en ese pinto-
un surco. Vuestro campo de Csar resco paisaje cmo se regocija
ha tenido que sufrir esta muesca. Dios en la estacin de las rosas;
Os perteneca todo un campo de y despus, entrando en casa y
batalla, y vuestros rudos lea- sacando del cofre carcomido el
dores, con el ruido de sus hachas, ejemplar antiguo del Virgilio que
han turbado con frecuencia las yo he ledo tantas veces, e u-
sombras de esos seres que vagan minando vuestra alma con las
entre vuestras encinas, haciendo antiguas claridades, leed al tier-
al mismo tiempo huir a los cuer- no y eximio poeta, oh J ulio! y
YP& meditad.
Sabis, amigo mi, que, es-
pectador serio, he meditado mu-
chas veces en esos campos glorio-
sos, a los que el arado oblig, a
ellos que fueron testigos de anti-
guas guerras, a dar cosechas como
los campos ordinarios; que seme-
jantes a un rey cado, que teme
despertar, cuando se le aparece
su antigua gloria al soar, duran-
te el da dejan que camine el
boyero por sus trigales y durante
la noche que reciban la visita de
las guilas.
*
* *
Aunque sois hijos de un siglo
en el que todo se vende, respetad
la Roma muerta que est al lado
de la aldea viva, y ya que en
vuestro corazn tenis compasin
*
* *
Porque han llegado los tiempos
presentidos por el poeta. Hoy
da, en esa llanura silenciosa, en
esos campos, algunas veces el
labrador inclinado sobre el surco,
encuentra la negra punta de un
dardo que cree cada del cielo,
y otras veces ve que chocan con-
fusamente en el fondo del terreno
que escarba, cascos vacos, dardos
tomados de orn, y abriendo tum-
bas colmadas de humanas ruinas,
le hace palidecer el tamao de
los esqueletones romanos.
Mayo de 1839.
tranquilo la felicidad compaera
de los nios, que es un reflejo
puro de la felicidad de las ma-
dres.
I X
A FANNY DE P.
ifa que tu edad temprana lo
consiente, re, que todo te aca-
ricia: hermosa nia, juega, can-
ta, s flor, s aurora!
*
* *
No pienses en lo que encierra
el porvenir; el cielo es negro y
la vida sombra; no pienses que
el hombre en el mundo solo hace
un poco de ruido en el seno de
abundante sombra.
*
* *
Por"desgracia sabemos que la
vida es muy triste: nia, con fre-
cuencia los ojos que ms brillan
son los que derraman mayor can-
tidad de lgrimas.
*
* *
T que no has sufrido an
ningn dolor, todo lo posees,
delirio y alegra, la inocencia
que hace soar y la ignorancia
crue hace sonrer.
*
* #
Azucena preservada del soplo
de los vientos, llena tu corazn
*
* *
El candor embellece tu sem-
blante, y yo prefiero a todas las
claridades, la que veo brillar en
tus pupilas, que sale del foco de
tu alma.
*
* *
Vives sin inquietudes y sin
pesares; la familia te idolatra; en
el verano corres por entre las
flores y en el invierno juegas i un-
to al hogar
*
* *
La poesa, emanacin de los
cielos, mora cerca de ti, nia; tu
madre la refleja en sus ojos y
tu padre en su pensamiento.
*
* *
Aprovecha esa hermosa edad,
disfruta, que la alegra se disipa
en seguida, y los que vivimos ms
tristes hemos tenido tambin
nuestra infancia deslumbradora.
*
* *
Como aquel que reza antes de
morir, permteme que te bendiga
antes de que abandone yo la
tierra: ngel, ests llamada a
convertirte en mrtir; ni a, se-
rs una mujer.
febrero de 1840.
X
Como en los estanques ador-
mecidos bajo el dosel de los bos-
ques, en muchas almas se ven
dos cosas a un mismo tiempo:
el cielo, reflejado en el agua que
apenas se mueve con todos sus
rayos y todas sus nubes, y el
fondo del estanque, sombro, dor-
mido y sucio," en el que reptiles
negros vagamente hormiguean.
7 demayo de 1838,
XI
FIAT VOLUNTAS
Pobre mujerl Se le ha tras-
tornado el juiciol En los salones
indiferentes, en conversaciones
ftiles, el mundo anunci ayer
que estaba loca, y aadi hoy
que haba muerto; yo solo en el
Cementerio, hollando los cspe-
des, visito la tumba, en la que se
enterr su vida despus de morir
su razn.
*
* *
Loca y muertal Dios mo, por
qu? Por un nio frgil, cuyas
pupilas estn cerradas para siem-
pre; por un recin nacido, de co-
lores frescos, que hace poco, como
las moscas penden de las flores,
penda de su seno, riendo y llo-
rando, privndola del sueo du-
rante noches enteras; por ese
nio que est callando, por ese
nio que ahora est dormido.
*
Cuando vi a su hijo por la
tarde de un da triste, porque
ella llamaba su hijo a esa sombra
vana, cuando vi a su hijo helado,
no llor. La leche ya intil de
su seno, con la fiebre, de repente,
turbaron su cabeza, haciendo tem-
blar los labios; y desde ese da,
sin ver y sin hablar, permaneci
indiferente a todo, buscando en
la obscuridad una cosa perdida,
a su hijo desaparecido en la vaga
extensin; y algunos momentos
inclinaba el odo al andar, como
si debajo de tierra oyese el susu-
rro de un cntico.
*
* *
Una mujer del pueblo, que un
da la vi pasar por la calle aco-
sada por una multitud, al ver
cunto sufra, adivin su des-
gracia. Los hombres* al ver su
hermosa frente lvida y sus mi-
radas mas, que perseguan una
quimera, exclamaban: Pobre
local; pero esa mujer deca:
Pobre madre!
* *
Pobre madre, en efecto. Sus-
piros ahogados interrumpan al-
gunas veces su voz, que murmu-
raba: Mi hijo! Algunas veces,
en la calle, hundidos los pies en
el barro, buscaba con la vista una
claridad desaparecida en el cielo;
porque el alma del nio, al volar
a las supremas regiones haba
llevado consigo el juicio de su
pobre madre.
*
* *
I ntil era decirle, hablando con
voz remisa que esos son aconte-
cimientos naturales de la vida;
que todo aquel que nace, muere;
que hay nios que Dios, que todo
nos lo presta, pero que nada nos
da, para que refresquen nuestras
frentes con sus alas blancas, hace
que se posen como pjaros por
un da solo en los rboles del
mundo; intil era decirle todo
esto, porque ella no lo oa; con la
vista fija, miraba siempre ante
s abrirse los brazos de su hijo.
De sus juguetes haba formado
una capilla, y as muri la pobre
en menos de dos meses; que nada
es tan poderoso como los peque-
os brazos de los nios muertos
para arrastrar pronto las madres
a la tumba; donde el nio cae.
RAY OS.3
pronto la mujer cae tambin*
Qu es para ella una casa desier-
ta? Qu es para ella un lecho
sin la cuna al lado? Para qu
sirven las miradas maternales si
no han de velar al nio que duer-
me? Para qu sirve su blanco
seno sin los labios rosados del
*
* *
Despus de pasar mucho tiem-
po con el corazn y con los ojos
apagados, vagando alrededor de
la tumba de su hijo, la desventu-
rada perdi la vida a los dos me-
ses. Ayer estuvo loca y hoy mu-
ri. Basta que un pjaro se pose
en una playa, para que otro com-
paero suyo se apresure a seguir-
le, y siempre hay un tercero que
va delante. Apenas acababa de
abrir sus alas a los vientos, fu
el hermoso nio a caer dentro de
la tumba; ella le sigui despus,
como una paloma sigue a otra
paloma,
*
& *
Yo exclame-Seor! vuestras
leyes son austeras. Seor! las
habis rodeado de misterios, as
para el hombre como para el
amor, para los rboles y para las
aves, hasta para el lquido nutri-
tivo de que necesita el nio en
la cuna, que es a un tiempo, am-
brosa y veneno, miel dulce y li-
cor amargo, destinado a nutrir
al hijo o a matar a la madre!
17 de febrero de 1837.
XI I
A LAURA, DUQUESA DE A.
Ya que no han comprendido,
en su mezquino pensamiento, que
cuando se ha posedo esplendor,
poder y orgullo como t lo has
posedo, sera un acto magnni-
mo para Francia conceder la li-
mosna de una fosa a tu noble
fretro (1);
*
* *
Ya que no han comprendido
que la que sin temor celebr siem-
pre la gloria y castig a los verdu-
gos, tiene derecho a reposar sobre
la colina santa, descansar a la
sombra de los hroes;
* *
Ya que el recuerdo de nuestras
grandes batallas no arde encendi-
do en ellos como sagrada antor-
cha; ya que no tienen corazn
ni entraas; ya que te han rehu-
sado hasta la piedra para edifi-
car tu sepulcro,
(1) El Consejo municipal de Par s rehus
conceder seis pies de ti erra en el cementerio
del Padre-Lachaisse para la viuda de J unofc,
antiguo gobernador de Par a
El ministro del I nterior tambin rehus un
cedazo de mrmol para dicho monumento.
(Peridicos de febrero de 1840.)
Nos corresponde a nosotros en-
tonar un cntico expiatorio; nos
corresponde a nosotros manifes-
tarte nuestro duelo, de rodillas;
nos corresponde a nosotros hacer
revivir tu recuerdo, enterrndolo
en versos afectuosos y tristes;
*
* *
Nos corresponde a nosotros esta
vez preservar tu muerte del olvi-
do, que es su plido compaero;
nos corresponde deshojar rosas
sobre tus cenizas; nos correspon-
de cubrir de laureles tu ilustre
nombre;
*
* *
Ya que una estpida afrenta,
pobre mujer muerta, sube hasta
tu frente, que el Csar coron,
a m, a quien ofreciste la mano de
amiga, me corresponde decirte en
voz baja: Nada temas! Yo te
defiendo!
* *
Tengo que cumplir mi misin;
porque armdo con una lira que
debe lanzar a los vientos himnos
irritados y ardientes, custodi el
tesoro de las glorias del imperio,
y no he de consentir jams que
nadie atente contra ellas.
*
* *
Tu noble corazn conservaba
para m fieles recuerdos: en nues-
tro cielo siniestro y en nuestros
tristes das tu espritu cerna so-
bre m sus generosas alas muchas
veces como un guila y como un
ngel siempre:
***, XI I I
Porque tuerte para sufrir tus Pozos de la India! Tumbas
desgracias y abnegada para reme- monumentales, que en vuestro
diar las nuestras, abandonada a interior slo ofrecis a la pertur-
la tempestad, vctima de tu ad- bada vista un amasijo de gradas
versa suerte, no imitaste el fu- y de rampas, fros calabozos, eo-
nesto ejemplo de tantos otros rredores alumbrados por lmpa-
y de una cobarda hiciste surgir ras, conjunto que rueda girando
un puerto de refugio; sobre si mismo, vigas en las que
la araa tiende sus tenues hilos,
bloques que bosquejan por todas
partes siniestros perfiles, techum-
Porque t, la Musa ilustre, y bres de granito, agujereadas como
yo, el obscuro apstol, hemos frgiles telas, por cuyos grandes
trado a la tierra la misma mi- huecos se ve brillar alguna estre-
sin y un profundo lazo nos ata Ha, caos que forman los muros,
el uno al otro, a ti, viuda de un cmaras, tramos, confusas y rui-
hroe, y a m, hijo de un soldado, nosas escaleras, criptas que lle-
nan de religioso horror vuestra
inmensa y prodigiosa bveda, ca-
vernas donde nadie se atreve a
Por lo que, smdesmayar jams penetrar, ante vuestras profun-
en esta Babilonia, besando los didades he palidecido con fre-
desgarrones de las vilipendiadas cuencia, como se palidece ante
banderas, exclam defendiendo un abismo, espantosas Babeles
al emperador: Devolvedle su que fantase Piraneso!...
Columna! y exclam defendin- Entrad si os atrevis!...
dote:Concededle su tumba!... Sobre el dormido pavimento las
Febrero de 1840. sombras de los arcos se cruzan
tristemente; el empedrado en al-
gunas partes, torcindose baj o
los escombros, se entreabre para
dejar libre paso escalones som-
bros, que por una gradera en
caracol se hunden en un subte-
rrneo sm lonao, mientras otros
escalones silben hasta arriba, has-
ta llegar al techo. A dnde van?
Dios lo sabe. Por los huecos de
un arco vaco, un hilo de agua
que cae despide lvida claridad.
Una bveda de verdosa frente,
gotea dentro de un pozo. En la
obscuridad, un pesado montn de
rocas sin apoyo ge ve detenido
por zarzas trepadoras; una cuerda
que pende de un montn de
apilados maderos cae hasta el
nivel de la mano del viajero cu-
rioso. En una cueva, inclinado
sobre un libro y leyendo, un
viejo sobrehumano, debajo de una
roca, que amenaza desplomarse,
parece que viva all olvidado
por la muerte. Esfinges, bueyes
de bronce, acurrucados sobre el
estrave, forman los chapiteles de
los pilares decrpitos; el spid
de ojos ardientes, agitando sus
pupilas, desliza su cabeza chata
por las hendiduras de las piedras.
Todo se mueve y se tuerce bajo
los techos entreabiertos. Las pa-
redes rezuman y se ven hormi-
guear, a travs de las hojarascas
rojas, saliendo por entre los mr-
moles, monstruos que podran
tomarse por races de aquellos
rboles. Por todas partes, en las
paredes del sombro monumento,
un no s qu de horrible se arras-
tra confusamente, y el que reco-
rre ese ddalo disforme, como si
se apoderara de l un enorme
plipo, por encima de l y por
debajo, parece que sienta vovir
y moverse el monstruoso edi-
ficio.
*
* *
En esas horas en que el esp-
ritu y la vista, recorrindolo todo,
tratan de ver en la noche el fondo
de las cosas, mis miradas se per-
dieron en esos terribles sitios, y
contemplndolos, he exclamado
muchas veces:Sueos de gra-
nito, grutas fantsticas, criptas,
palacios, tumbas repletas de va-
gos rumores, sois menos brumo-
sos, menos ignorados, menos pro-
fundos y menos desesperados que
el destino; el destino, ese antro
habitado por nuestros temores,
en el que el alma, perdida en
espantosos laberintos, en el fon-
do, al travs de la obscuridad,
y produciendo ruidos sordos, en
un abismo desconocido, mira caer
la corriente de los das!
14 de abri l de 1839.
XI V
EN EL CEMENTERI O DE. . .
La multitud de los vivos re
corriendo tras sus locuras, ya
en busca de placeres, ya al en-
cuentro de los dolores; pero yo,
que soy soador, me imagino que
los olvidados muertos tienen sus celestial, la azucena parece ms
miradas fijas en m. pura y el pjaro ms tierno.
*
* *
Saben que soy el honbre de
las soledades, el paseante que me-
dita bajo el follaje de rboles
espesos, el espritu que encuentra,
considerando todos los dolores,
en la superficie de todo la duda,
y en el fondo de todo la paz.
*
* *
Saben que me inclino y medi-
to sobre los bojes, sobre las fosas
y sobre las cruces; oyen el rumor
de mis pasos cuando camino sobre
las hojas secas, y me han visto
contemplar las sombras de los
bosques.
*
* *
Comprenden mi voz, que se
levanta en medio del mundo, me-
jor que vosotros, vivos luchado-
res; los himnos de mi lira, que se
ocultan en mi alma, para vosotros
son cnticos y para ellos son
sollozos.
*
* *
Olvidados por Jos vivos, Ies
queda la naturaleza. En el jar-
dn de los muertos, donde un da
^reposaremos todos, el alba lanza
una mirada ms serena y ms
*
* *
All es donde yo vivo! Co-
giendo rosas blancas, consolando
las tumbas abandonadas desde
hace mucho tiempo, paso y vuel-
vo a pasar; separo las ramas,
muevo mido en la hierba, y los
muertos parece que se regocijen.
*
* *
All sueo, y vagando por el
campo sumido en el letargo, veo,
con los ojos abiertos de mi pen-
samiento, cmo se transforma mi
alma en un mundo mgico, espejo
misterioso del universo visible.
*
* *
Mirando sin verles, escarabajos
misteriosos, ramajes confusos, form-
inas y colores vagos, all, sentado
sobre las piedras cadas, y en ple-
na obscuridad, me asaltan des-
lumbramientos de claridades y de
flores.
*
* *
All el sueo ideal que se posa
sobre mis prpados, flota como
velo luminoso entre la tierra y
mis miradas; all mis dudas ingra-
tas se funden en plegarias, que
empiezo a murmurar de pie y
que termino de rodillas.
rrneo sm lonao, mientras otros
escalones silben hasta arriba, has-
ta llegar al techo. A dnde van?
Dios lo sabe. Por los huecos de
un arco vaco, un hilo de agua
que cae despide lvida claridad.
Una bveda de verdosa frente,
gotea dentro de un pozo. En la
obscuridad, un pesado montn de
rocas sin apoyo ge ve detenido
por zarzas trepadoras; una cuerda
que pende de un montn de
apilados maderos cae hasta el
nivel de la mano del viajero cu-
rioso. En una cueva, inclinado
sobre un libro y leyendo, un
viejo sobrehumano, debajo de una
roca, que amenaza desplomarse,
parece que viva all olvidado
por la muerte. Esfinges, bueyes
de bronce, acurrucados sobre el
estrave, forman los chapiteles de
los pilares decrpitos; el spid
de ojos ardientes, agitando sus
pupilas, desliza su cabeza chata
por las hendiduras de las piedras.
Todo se mueve y se tuerce bajo
los techos entreabiertos. Las pa-
redes rezuman y se ven hormi-
guear, a travs de las hojarascas
rojas, saliendo por entre los mr-
moles, monstruos que podran
tomarse por races de aquellos
rboles. Por todas partes, en las
paredes del sombro monumento,
un no s qu de horrible se arras-
tra confusamente, y el que reco-
rre ese ddalo disforme, como si
se apoderara de l un enorme
plipo, por encima de l y por
debajo, parece que sienta vovir
y moverse el monstruoso edi-
ficio.
*
* *
En esas horas en que el esp-
ritu y la vista, recorrindolo todo,
tratan de ver en la noche el fondo
de las cosas, mis miradas se per-
dieron en esos terribles sitios, y
contemplndolos, he exclamado
muchas veces:Sueos de gra-
nito, grutas fantsticas, criptas,
palacios, tumbas repletas de va-
gos rumores, sois menos brumo-
sos, menos ignorados, menos pro-
fundos y menos desesperados que
el destino; el destino, ese antro
habitado por nuestros temores,
en el que el alma, perdida en
espantosos laberintos, en el fon-
do, al travs de la obscuridad,
y produciendo ruidos sordos, en
un abismo desconocido, mira caer
la corriente de los das!
14 de abri l de 1839.
XI V
ETF EL CEMENTERI O DE. . .
La multitud de los vivos re
corriendo tras sus locuras, ya
en busca de placeres, ya al en-
cuentro de los dolores; pero yo,
que soy soador, me imagino que
los olvidados muertos tienen sus celestial, la azucena parece ms
miradas fijas en m. pura y el pjaro ms tierno.
*
* *
Saben que soy el hombre de
las soledades, el paseante que me-
dita bajo el follaje de rboles
espesos, el espritu que encuentra,
considerando todos los dolores,
en la superficie de todo la duda,
y en el fondo de todo la paz.
*
* *
Saben que me inclino y medi-
to sobre los bojes, sobre las fosas
y sobre las cruces; oyen el rumor
de mis pasos cuando camino sobre
las hojas secas, y me han visto
contemplar las sombras de los
bosques.
*
* *
Comprenden mi voz, que se
levanta en medio del mundo, me-
jor que vosotros, vivos luchado-
res; los himnos de mi lira, que se
ocultan en mi alma, para vosotros
son cnticos y para ellos son
sollozos.
*
* *
Olvidados por Jos vivos, Ies
queda la naturaleza. En el jar-
dn de los muertos, donde un da
^reposaremos todos, el alba lanza
una mirada ms serena y ms
*
* *
All es donde yo vivo! Co-
giendo rosas blancas, consolando
las tumbas abandonadas desde
hace mucho tiempo, paso y vuel-
vo a pasar; separo las ramas,
muevo mido en la hierba, y los
muertos parece que se regocijen.
*
* *
All sueo, y vagando por el
campo sumido en el letargo, veo,
con los ojos abiertos de mi pen-
samiento, cmo se transforma mi
alma en un mundo mgico, espejo
misterioso del universo visible.
*
* *
Mirando sin verles, escarabajos
misteriosos, ramajes confusos, form-
inas y colores vagos, all, sentado
sobre las piedras cadas, y en ple-
na obscuridad, me asaltan des-
lumbramientos de claridades y de
flores.
*
* *
All el sueo ideal que se posa
sobre mis prpados, flota como
velo luminoso entre la tierra y
mis miradas; all mis dudas ingra-
tas se funden en plegarias, que
empiezo a murmurar de pie y
que termino de rodillas.
alma, a Dios en su profunda tran-
* quilidad. Que viva o que muera
* * el nio, siempre brilla. En el mun-
Como vuela la paloma nasta do, en el que necesitamos el auxi-
el hueco de las rocas para encon- lio de todos, en el que nuestros
trar en ellas la gota de roco que das inciertos estn pendientes de
cae antes de que aparezca el sol, tantas ignotas contingencias, es
mi espritu sediento, a la obscu- un gua que desvanece las brumas
ridad de las tumbas va a beber que a nuestro alrededor levantan
una gota de fe, de esperanza y las dudas y los vicios; cuando
de a

o r
vive el nio, ensea a las madres
,, ' 1 Qo la verdadera senda del deber;
Marzode 1840
cuando el nio muere, descubre
a stas la verdad sin velos; en
el mundo es para ellas una antor-
cha y en el cielo es una estrella.
27 de marzo de 1840.
XV
Madres, el nio que juguetea
alegre en vuestro hogar, ms de-
licado que las flores y ms tran-
quilo que el cielo, os debe inspirar
que tengis cario, pudor y pru-
dencia. El nio es una llama
pura cuyo calor acaricia; es la
alegra santa; es la felicidad sagra-
da; es un reflejo dorado del nom-
bre paterno, cuyo reflejo os basta
para ver con claridad en la obscu-
ridad de vuestra alma. Madres,
el hijo que lloris y que vol
hacia el cielo, cuando levantis
la frente hacia la esfera estrella-
da, derrama sobre vuestros dolo-
res un fulgor augusto, porque el
inocente brilla tanto como el jus-
tificado. Os hace ver con dulce
claridad, al travs del orgullo, de
las virtudes, de las desgracias y
de la noche que enluta vuestra
XVI
Marineros, oh, marineros! da-
ris al viento las velas; bogaris,
unas veces alegres y otras con
abatimiento, contemplando al ful-
gor de las estrellas la p&ya, el
escollo o el puerto, segn el vien-
to os empuje;
Envidiosos, hincaris el diente
en el basamento de las estatuas;
pjaros, cantaris; ramajes, os cu-
briris de hojas verdes; puertas,
crujiris cubiertas de hiedra; cam-
panas, haris vivir y soar a las
aldeas;
* *
Viajeros, acomodando vuestra
naturaleza a las costumbres de
todos los hombres, vagaris me-
ditabundos sobre la tierra; pensa-
tivos recorreris el mundo en que
habitamos, acordndoos algunas
veces de los que moran en las
tumbas;
* *
Encinas, creceris en el fondo
de las soledades en brumosas lon-
tananzas; viejos sauces, adopta-
ris tristes actitudes y contem-
plaris vagamente vuestra propia
imagen en los arroyos;
*
* *
Nidos, temblaris al sentir den-
tro de vosotros cmo se van for-
mando las alas de los pequeos
pajarillos; surcos, os estremece-
ris al sentir la trepidacin del
crecimiento del trigo; antorchas,
arrojaris rojas chispas que for-
marn un torbellino humeante,
parecido a Un espritu contur-
bado;
*
* *
Rayos, manifestaris el poder
de Dios, a quien adoran los mares
riachuelos, nutriris las flores, cu-
yos capullos se abrieron en abril;
vuestras corrientes reflejarn la
sombra del hombre, pero fluirn
siempre y el hombre se extin-
guir en breve.
Cada cosa y cada alma, cada
ser y cada objeto seguirn su
curso, su ley, su pasin, y su fin,
aportando su piedrezuela para la
obra indefinida, que, con el con-
cluso del gnero humano, cons-
tituye la creacin.
*
* *
Y yo contemplar a Dios, padre
del mundo, que nos entrega, para
mitigar nuestra sed, tanto en la
sombra, como en la claridad, el
cielo, esa inmensa urna, en la
que podemos ^^r la _ calma y
la serenidad.
5 deV3 -839.,
XVI I
ESPECTCULV TRANQUI LI ZADOS
Todo es uz, todo alegra; la
diligente e Incansable araa ata
a los tulipanes de seda us redons
dos encajes de plata.
*
* *
La estremecida mariposa fija sus
asombrados ojos en el estanque
esplndido, donde pulula todo
un mundo misterioso.
V
* *
La rosa parece que, rejuvene-
cida, extiende sus ptalos a las
obisas, y el pjaro canta armonio-
samente en las ramas baadas
por los rayos del sol.
*
* *
Su voz nenice a Dios que,
visible siempre para los corazo-
nes puros, form el alba, prpado
de fuego, para el cielo, pupila
azul.
*
* *
En el fondo de los bosques,
donde se embotan todos los rui-
dos, el temeroso gamo corre y
brinca, y en las alfombras de mus-
go brilla el escarabajo como un
objeto de oro vivo.
La luna, durante el da, est
plida como un alegre convales-
ciente, y con ternura abre sus
ojos de palo, cuya dulzura ex-
quisita desciende hasta nosotros.
La abeja con el alel juguetea,
acariciando la vieja tapia; el sur-
co caliente alegremente se des-
pierta removido por el obscuro
germen.
*
* *
Todo vive y ostenta su belle-
za; iluminada por un sol ardiente,
la sombra huye del agua que pasa,
y el cielo se ostenta azul sobre
el collado verde.
*
* *
La llanura brilla dichosa y pu-
ra, el bosque verdea, la hierba
florece. Mortal, nada temas; la
naturaleza es poseedora del gran
secreto y se sonre.
1.de j uai o de 1839.
XVI I I
jMe entusiasma el armonioso
repique de tes campanas en tus
viejas ciudades, oh antiguo pas,
fiel guardin de las costumbres
domsticas, noble pas de Flan-
des, en el que el cierzo se entibia,
calentado por el sol de Castilla y
se junta al mediodal El toque
matutino suena en la hora ines-
perada y loca que el ojo del hom-
bre cree ver ataviada como una
danzante espaola que apareciese
sbitamente por el hueco vivo
y clarsimo que dejara una puer-
ta que se abriese en el obscuro
ambiente de la noche que huye.
Llega sacudiendo sobre los techos
aletargados su delantal de plata, horas meditando para volver a
bordado de notas musicales de colocar en su sitio, en el fondo
mgicos sonidos; despertando sin de mi cerebro, mis ideas, mis
miramientos a los cansados dur- planes, mis visiones, los objetos
mientes; saltando a pequeos pa- eternos de mi meditacin, Dios,
sos como un pajarillo alegre; vi- el hombre, el porvenir, la razn
brante como un dardo que tiem- y la demencia, y mis sistemas,
bla en el blanco donde acaba de montn sombro, andamiaje in-
clavarse; por una delicada esca- menso, descompuesto de repente
lera de cristal invisible, espantado por las preguntas que al azar
y danzarn, desciende de la altura; hace un nio. Pero ya que por
y el espritu, ese atento vigilante fin, sondeando mis destinos, me
que no carece de ojos y de odos, preguntis por mis aos juveni-
mientras que l va, viene, sube les; ya que, hijos mos, todo lo
y baj a siempre, oye el ruido que queris saber, os voy a referir mis
sus pasos producen aj marchar de primeros instintos y mi primera
grada en gradal esperanza.
*
* *
Tuve durante mi efmera infan-
cia tres maestros: un jardn, un
anciano sacerdote y mi madre.
XI X El jardn era grande y misterioso;
altsimas tapias le ocultaban a
to QUE SUCED A EW LAS FUL DENSES l
as
curiosas miradas, estaba lleno
HACI A 1813 de mil flores y de mil insectos,
lleno de susurros y de aromas;
Nios, puras y hermosas fren- en su centro era casi un vergel
tes inclinadas hacia m, boquitas y en su fondo era casi un bosque,
adornadas con dientes de esmal- El sacerdote excesivamente era-
te, que me preguntis el por qu papado de Tcito y de Homero,
<le todas las cosas, que me inte- era 'un anciano carioso; mi ma-
rro gis sobre ms de un gran dre... era mi madre. As creca
problema, pretendiendo que de yo, bajo esa triple influencia,
lo que es obscuro para m mismo
os d a conocer el sentido verda-
j!
*
js
dero y la palabra decisiva, os
apoderis de tal modo de mi esp- Un da... Oh, si Gautier me
tu pensador, que en repetidas prestara su lpiz, con un solo trazo
ocasiones, cuando sals de mi es- os dibujara una figura que, como
tancia, hijos mos, paso algunas funesto augurio, entr un da en
casa de mi madre. Era un doctor
de frente estrecha, de aspecto
solemne, que si os lo pudiera
mostrar conseguira hacer abrir Ese hombre, calvo y vestido
vuestros labios con esa risa des- de negro, repugnante para mi y
lumbradora y Cndida que mu- que a primera vista sobresalt
chas veces me enajena. Cuando a mi madre, a pesar de su humil-
entr ese hombre, estaba yo ju- de actitud, vena a traer conse-
gando en el jardn, y al verle me jos y solcitas prevenciones.
qued parado de repente. Era el Que el nio no estaba bien diri-
director de un colegio cualquiera, gido; que muchas veces se llevaba
el libro para dar rienda suelta
* a sus pensamientos en los bosques;
* * que creca a la ventura en esta

t
. soledad; que deba corregirse esto;
Los taitones que Loypei sueie
l es
{
udi o
severo deba hacer-
agrupar alrededor de una concha *
en J a obs c ur i dad de
i
os
claus-
los faunos con que Watteau pobl
u n a l mpaT a c oI gada
los bosques, las brujas de Rem- ^ ^
al umJ ) r a a d e n
brandt, los gnomos de Goya os
est udi ant
es que estn escribiendo,
distintos demonios, las pesadillas
ac l ar a meJ or el sen
ti do de las
vanas con que Callot nendose
obr as de H 0r ac 0) a c 4t ul o y
atormentaba a San Antonio son .
eJ
j
dej a
feos, pero no carecen de artsticos
caer
^ ^
en J ()s r boI es y en
atractivos; son deformes, pero un
J as flo
^
una ] abr aj q u e
destello de vida anima sus sem-
er a
.
Q J os ni os? separ a
.
blantes, y muchas veces sus ojos *
M
ma d r esi vi e
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^
en J os r bol es y en
atractivos; son deformes, pero un '
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j
a )ra> q u e
destello de vida anima sus sem- - ' ,
blantes, y muchas veces sus ojos
lanzan rpidos relmpagos: ese trabajasen mucho y se
doctor era muy feo, pero adems ^
der r aj nar
era muy estpido. lgrimas. Adems de esto, el cole-
gio ofreca con amabilidad al ni-
*** o, que suspira por la libertad, el
aire y el sol, sus bancos de made-
Perdonadme si os hablo con ra, sus corredores flanqueados de
la franca sinceridad del estudian- dormitorios, sus salas con cerrojos,
te; hago mal. Procurad olvidar y en las que en todos los pilares
lo que os acabo de decir, puesto est esculpido con un clavo viejo
que, toda vez que he perdido la el fastidio de los estudiantes. Sus
gracia de la niez, perturbada por maestros que le obligan cargn-
un pedante, no debo conservar la dol de mamotrecos a escatimar
clera de aquel entonces. las horas del recreo con recargos
de trabajo y sin agua, sin prados, la inquietaba y la privaba sin
sin rboles, sin frutos maduros, tregua del descanso,
su joven corazn haba de ence-
rrarse entre cuatro paredes.
Era en el verano, la hora en
que asoma en el cielo la luna,
Cuando se despidi aquel hom- una de esas hermosas noches
bre, mi madre qued triste y parecidas al da, que tienen menos
preocupada por sus palabras, claridad que l, pero ms ternura,
Qu hacer? Quin tena razn? y mi madre paseaba por el parque
El sombro colegio o aquella casa triste e indecisa como siempre,
feliz? Quin logra mejor la edu- preguntando en voz baja al agua,
cacin en la infancia, el estudiante al cielo, al bosque, y escuchando
turbulento o el nio solitario? al azar las voces que oa. Era en
Estos problemas, estas cuestio- aquellos momentos en que el jar-
nes, la hacan titubear; el asunto din est en apacible calma, cuan-
era grave. Mi madre, despus de do en la maleza corre el invisible
todo, era una sencilla mujer, cuya insecto, cuando los rayos claros
alma no formaron los libros, sino de la luna hacen brillar la loza
el destino; cmo haba de tener azul dla cpula oriental del som-
valor para oponerse a ese trgico bro Val-de-Grace, y el claustro
profeta, que con tono y con ade- del convento arruinado, pero agra-
manes magistrales le hablaba en dable a la vista; cuando en las
nombre de los griegos y de los estatuas, silenciosamente, se mue-
latinos? El sacerdote, sin duda, ve la sombra que proyectan las
era sabio; pero, ensea mejor ramas; cuando las flores de los
slo un profesor que un colegio? rboles y de los arbustos, jun-
Adems, el hombre ms vulgar tando sus perfumes a los cantos
pronuncia en ocasiones palabras de los pjaros, se reflejan en las
sacramentales, como: Es indis- balsas y en los charcos, o se escon-
pensable! As conviene etc. que den entre las hierbas; cuando el
turban muchas veces a la mujer abedul, inclinada su soberbia copa
ms despejada. Pobre madre! sobre los estanques y cohfundin-
Qu camino escogera de los do la con la de los lamos blancos,
dos? La suerte de su hijo penda tiembla suspendido sobre la su-
de sus manos, en las que tembl- perficie del agua; cuando el cielo
rosa sostena la pesada balanza, brilla por entre los claros del ra-
y crea que en algunos momentos maje, y de las chimeneas salen
sta se inclinaba hacia el colegio, nubes de humo; cuando ese deli-
oponiendo mi felicidad futura a cioso jardn, radiante paraso, con
mi felicidad presente. Esta idea sus mltiples voces habla a mi
ladre en voz naja, dicindole
cariosamente:iDi anos a tu
frijol
* *
Deja con nosotros a tu hijo y
no te inquietes, madre cariosa; no
entregues su frente pura y su al-
ma Cndida a la multitud, que la
multitud es un torrente que des-
troza todo aquello que arrastra.
Los nios tienen miedo como los
pjaros. Deja que tu hijo se en-
tregue a nuestros aires puros, a
nuestros hmedos vapores, a
nuestros suspiros ligeros; nos-
otros slo le inspiraremos buenos
pensamientos y substituiremos a
la claridad del alba de su inteli-
gencia, la ardiente luz del da;
Dios aparecer visible ante sus
miradas, porque nosotros somos
las flores, las ramas, las clarida-
des, la naturaleza, el manantial
eterno que mitiga la sed de todas
clases, que lava todas las alas;
los bosques y los campos, que
slo comprende el sabio y que
forman la educacin de los gran-
des espritus. Deja que crezca tu
nio entre nuestros rumores su-
blimes. Le saturaremos de esos
'ntimos aromas que el soplo celes-
tial esparci en todos nuestros
dominios, que hacen salir del co-
razn del hombre y ascender has-
ta Dios como el canto de un lad,
como el incienso de un pebetero,
l a esperanza, el amor, la oracin
y el xtasis. Haremos que sus
jos se inclinen hacia las sombras
de la tierra, haca el secreto di
todo lo que se presente ante sus
pasos. Convertiremos al nio en
hombre y al hombre en poeta.
Debes escogernos a nosotros para
formar sus sentidos, porque nos-
otros le ensearemos de qu ma-
nera desde el alba hasta la noche,
desde las encinas hasta los mos-
quitos, la vida bajo mil aspectos
sonre en las verdes llanuras,
llenndolo todo de reflejos, de
colores y de sombras. Te lo devol-
veremos sencillo e iluminado por
la contemplacin del cielo, y ha-
remos que germine en l por todas
partes esa bondad que nace del
espectculo de la naturaleza. D-
janos a tu hijo; le formaremos
el corazn de suerte que compren-
da a la mujer y el espritu senci-
llo, en el que nacern con facili-
dad sueos y quimeras; de ese
modo tomar a Dios como libro
y los campos por gramtica, y
su alma, como la de todos los
soadores, a la manera que el
sol que fecunda las flores, lanzar
rayos sobre todas las ideas.
*
As hablaron, en las horas en
que la ciudad estaba dormida, el
astro, la planta y el rbol; mi
madre los escuchaba,
*
* *
Cumplieron, lujos mos, su
sagrada promesa? Lo ignoro; slo
s que mi querida madre les
prest asentimiento, y dispensn-
dome del encierro del colegio,
confi mi juventud a las tiernas
lecciones de la naturaleza.
*
* *
Desde entonces, esperando que
llegase la noche, durante cuyas
horas me dedicaba al estudio, to-
do el da, libre y feliz, poda reco-
rrer segn mi capricho el delicioso
jardn, contemplando sus dorados
frutos, el agua corriente o estan-
cada, los gigantescos rboles, las
pintadas flores y los prados y los
bosques, que mi espritu por la
noche volva a ver reflejados en
Virgilio como en un espejo.
*
* *
Hijos mos, disfrutad de los
campos, de los valles, de las fuen-
tes, de los caminos, que la ltima
luz de la tarde llena de voces
lejanas; de las olas y de los sur-
cos, en los que germina el pensa-
miento a la par que germina la
espiga. Cogeos de las manos y
recorred el parque, y cuando
oigis cantar a un pjaro, imagi-
naos que en sus trinos os la voz
de Dios. La vida, con el choque
de pasiones contrarias, os espera;
sed buenos, profesaos siempre
unos a otros cario fraternal, y
unidos contra el mundo que co-
rrompe el espritu, seris siempre
fuertes; no olvidis nunca que
los seres escogidos creados para
la posea y para la ilustracin;
que los corazones en que Dios
pone ecos para todos los rumores
que anima misterioso sentido, en
un sonido, en un vago murmullo,
oyen y aprenden los consejos de
la naturaleza.
Mayo de 1839.
XX
AL ESCULTOR DAVI D
I
David! A la manera que un
gran rey reparte, entre los pr-
cipes sus hijos, sus Estados por
provincias, Dios concede a cada
artista un imperio distinto: al
poeta le da la inspiracin esparci-
da por todo el universo, la vida
y el pensamiento, el esplndido
enjambre de variadas estrofas,
que vuelan desde el hombre hasta
el ngel y desde el monstruo hasta
la flor; al escultor le atribuye el
imperio de la forma; al pintor los
colores; al msico el mundo inde-
finible de los sonidos;
* *
Le da la forma al escultor.
S, pero sabes muy bien, t, que
eres eminente escultor, que la
forma es el todo y es nada. No
es nada sin el espritu, es todo
cuando expresa la idea. Se nece-
ladre en voz naja, dicindole
cariosamente:iDi anos a tu
frijol
* *
Deja con nosotros a tu hijo y
no te inquietes, madre cariosa; no
entregues su frente pura y su al-
ma Cndida a la multitud, que la
multitud es un torrente que des-
troza todo aquello que arrastra.
Los nios tienen miedo como los
pjaros. Deja que tu hijo se en-
tregue a nuestros aires puros, a
nuestros hmedos vapores, a
nuestros suspiros ligeros; nos-
otros slo le inspiraremos buenos
pensamientos y substituiremos a
la claridad del alba de su inteli-
gencia, la ardiente luz del da;
Dios aparecer visible ante sus
miradas, porque nosotros somos
las flores, las ramas, las clarida-
des, la naturaleza, el manantial
eterno que mitiga la sed de todas
clases, que lava todas las alas;
los bosques y los campos, que
slo comprende el sabio y que
forman la educacin de los gran-
des espritus. Deja que crezca tu
nio entre nuestros rumores su-
blimes. Le saturaremos de esos
'ntimos aromas que el soplo celes-
tial esparci en todos nuestros
dominios, que hacen salir del co-
razn del hombre y ascender has-
ta Dios como el canto de un lad,
como el incienso de un pebetero,
l a esperanza, el amor, la oracin
y el xtasis. Haremos que sus
jos se inclinen hacia las sombras
de la tierra, haca el secreto di
todo lo que se presente ante sus
pasos. Convertiremos al nio en
hombre y al hombre en poeta.
Debes escogernos a nosotros para
formar sus sentidos, porque nos-
otros le ensearemos de qu ma-
nera desde el alba hasta la noche,
desde las encinas hasta los mos-
quitos, la vida bajo mil aspectos
sonre en las verdes llanuras,
llenndolo todo de reflejos, de
colores y de sombras. Te lo devol-
veremos sencillo e iluminado por
la contemplacin del cielo, y ha-
remos que germine en l por todas
partes esa bondad que nace del
espectculo de la naturaleza. D-
janos a tu hijo; le formaremos
el corazn de suerte que compren-
da a la mujer y el espritu senci-
llo, en el que nacern con facili-
dad sueos y quimeras; de ese
modo tomar a Dios como libro
y los campos por gramtica, y
su alma, como la de todos los
soadores, a la manera que el
sol que fecunda las flores, lanzar
rayos sobre todas las ideas.
*
As hablaron, en las horas en
que la ciudad estaba dormida, el
astro, la planta y el rbol; mi
madre los escuchaba,
*
* *
Cumplieron, lujos mos, su
sagrada promesa? Lo ignoro; slo
s que mi querida madre les
prest asentimiento, y dispensn-
dome del encierro del colegio,
confi mi juventud a las tiernas
lecciones de la naturaleza.
*
* *
Desde entonces, esperando que
llegase la noche, durante cuyas
horas me dedicaba al estudio, to-
do el da, libre y feliz, poda reco-
rrer segn mi capricho el delicioso
jardn, contemplando sus dorados
frutos, el agua corriente o estan-
cada, los gigantescos rboles, las
pintadas flores y los prados y los
bosques, que mi espritu por la
noche volva a ver reflejados en
Virgilio como en un espejo.
*
* *
Hijos mos, disfrutad de los
campos, de los valles, de las fuen-
tes, de los caminos, que la ltima
luz de la tarde llena de voces
lejanas; de las olas y de los sur-
cos, en los que germina el pensa-
miento a la par que germina la
espiga. Cogeos de las manos y
recorred el parque, y cuando
oigis cantar a un pjaro, imagi-
naos que en sus trinos os la voz
de Dios. La vida, con el choque
de pasiones contrarias, os espera;
sed buenos, profesaos siempre
unos a otros cario fraternal, y
unidos contra el mundo que co-
rrompe el espritu, seris siempre
fuertes; no olvidis nunca que
los seres escogidos creados para
la posea y para la ilustracin;
que los corazones en que Dios
pone ecos para todos los rumores
que anima misterioso sentido, en
un sonido, en un vago murmullo,
oyen y aprenden los consejos de
la naturaleza.
Mayo de 1839.
XX
AL ESCULTOR DAVI D
I
David! A la manera que un
gran rey reparte, entre los pr-
cipes sus hijos, sus Estados por
provincias, Dios concede a cada
artista un imperio distinto: al
poeta le da la inspiracin esparci-
da por todo el universo, la vida
y el pensamiento, el esplndido
enjambre de variadas estrofas,
que vuelan desde el hombre hasta
el ngel y desde el monstruo hasta
la flor; al escultor le atribuye el
imperio de la forma; al pintor los
colores; al msico el mundo inde-
finible de los sonidos;
* *
Le da la forma al escultor.
S, pero sabes muy bien, t, que
eres eminente escultor, que la
forma es el todo y es nada. No
es nada sin el espritu, es todo
cuando expresa la idea. Se nece-
sita que, bajo un cielo, a los radian-
tes fulgores del sol, de pie bajo
las lmparas del templo o de no-
che en un antro sagrado, en el
fondo de un bosque dormido o
en el escenario de un teatro, la
figura de piedra, de cobre o de
yeso, ostente inspiradamente, en
su frente digna, el rayo de la
belleza, el relmpago de la glo-
ria. Poderoso aliento debe pres-
tar movimiento a su nariz; vigoro-
sa fuerza debe henchir su pecho;
risuea gracia debe perfilar sus
dedos, y en su boca muda debe
adivinarse la voz. Preciso es que
sea dura y fra al contacto de la
mano, pero viva se se la mira,
y que ante el pensamiento, ante
las miradas del alma y ante las
miradas del cielo, ostente su ma-
jestuosa desnudez, como estaba
Adn desnudo ante la presencia
de Dios. Es preciso que, como la
casta Venus, surja del seno de las
olas, sembrando desde lejos la
vida y el amor en el mupdo y
convirtiendo a su alrededor, en
su genial continente, por todas
partes donde se derrame y cai-
gan gotas de oro del agua que
humedece su cabellera, cada hier-
ba en una flor y cada ojo en una
estrella. Se necesita, cuando el
arte cristiano anima al escultor,
que teniendo el mismo encanto
alcance mayor elevacin, que ame
platnicamente, y sonriendo se
burle de Satn, que, en el marti-
rio, cante sufriendo el tormento
de la rueda, o que, virgen divina,
estrella de los mares, su mirada
sea tan amorosa que apacige la
clera de las olas.
n
Esto es lo que t conoces, no-
ble escultor; t, que desde las
profundidades del arte te tras*
ladaste al santuario siendo muy
joven, para ya no salir jams de
l! Espritu que, posndose sobre
las ms altas cumbres, para crear
tu obra grande y armoniosa te
apropiaste de la inspiracin de
los genios; t, que eres el maestro
a la par severo y tierno, que ilu-
mina a un mismo tiempo con
sus dobles rayos de inspiracin
el joven Rafael y el viejo Miguel
Angel; t, que sabes tan perfecta-
mente cul es el soplo del genio
que algunas veces, como sombro
viento, arrastra al escultor desde
la oda ligera hasta la inmensa
epopeya.
in
Los grandes hombres, esos h-
roes o pensadores, esos semi-
dioses, sucesivamente han pasado
radiantes por delante de los pue-
blos; unos armados con la espada,
los otros con un libro en la mano;
stos sealando con el dedo el
camino que los dems han de re-
correr, aqullos forzando a la
causa cue brote del efecto; el
artista trayendo una fantasa y el hombre se aventura a penetrar
el sabio trayendo un hecho; uno en su sombro y brillante desier-
encuentra el imn, la imprenta, to, y cuando el arte apaga su,
la brjula; otro descubre un mun- sed en el manantial pursimo de
do, y otro entona versos inspira- la naturaleza. Todos esos hoju-
dos que llevan el consuelo al bres, corazones sencillos, espritus
espritu. Este rey, justo y pro- de la verdad, que sintetizan en
fundo, para alivio de su fatiga ellos la humanidad entera, pen-
en el camino, lleva francamente sativos o brillando, estn de pie
la libertad de la mano; aquellos en la historia, y todos sufren su
tribunos han puesto freno a las martirio despus de haber con-
Repblicas; este sacerdote, fun- seguido su triunfo. La virtud es
dador de piadosos hospicios, bajo un libro austero y victorioso, que
su techo calentado por el aliento todos los padres deben hacer que
de Dios, acoge al nio que carece deletreen sus hijos; cada hombre
de madre y al anciano que no ilustre que nace marcado con el
tiene casa ni hogar; ese mago, sello divino, de ese gran alfabeto
cuyo espritu estudia las estrellas, es una letra santa. A sus pies
levant uno tras otro todos los estn agrupados sus sagrados sm-
velos de Isis; ese juez, aboliendo bolos; los astros, las liras, el
la infame carreta, ha roto el cdi- comps, los leones desmesurados y
go, echando de l al verdugo, sem- las guilas de ojos de fuego y de
brando de escuelas las aldeas y amplsimas alas. El escultor des-
pensamientos en los corazones; lumbrado contempla esas figuras,
ese otro contuvo en instantes pe- y piensa en la patria, en las tum-
ligrosos con sus poderosas manos bas clebres, en las ciudades a
a la imponente multitud gran las que deben ofrecerse ejemplos
destructora de coronas; otros eternos; y en su magnfica visin,
atravesaron, por un puente poco alumbrados por suaves reflejos,
seguro, la mina que un fuerte engrandecindose sobre el suelo
encerraba en su flanco, salvando ms y ms a cada momento, como
la brecha que hace hundir a una bajos relieves latentes confusa-
muralla; en esta poca burlona mente en el fondo de su espritu,
y llena de odio, estos nobles poe- que torturan el pensamiento, ba-
tas cantan en coro a las naciones rrunta en la obscuridad los enor-
nsombrecidas y les advierten mes frontones,
que son vctimas de la discordia,
con la voz augusta y tierna de i
V
los campos y de los bosques, por-
que el himno universal extingue No es cierto que, silenciosa-
las pasiones; porque sobre todo mente, en tu cerebro as se va
en los das de revolucin es cuando bosquejando el edificio y cons-
trayndose la obra? No es esto
Jo que experimenta tu alma con-
movida cuando se remueve den-
tro de ella un tenebroso panten?
No es as, maestro, cmo se une
el hombre a la arquitectura y
la idea a la piedra grantica?
Qu noble es en esos momentos
tu misin! En los umbrales de
tu frontn recibes como un hus-
ped la visita de esos hombres
superiores. Sobre un bloque de
Pares te sientas cara a cara,
con todos esos hroes, y all,
ante tus miradas, que no desfa-
llecen jams, esas sombras, que
t convertirs en bronce o en
mrmol, se estremecen ante ti.
El porvenir te pertenece, el por-
venir, que es el fin de todos los
deseos y que tu puedes conce-
drselo a quien t quieras. Tra-
tndolos a todos con eximia equi-
dad, siendo a un mismo tiempo
sacerdote y escultor, juez y poeta
a la vez, aceptando a este, recha-
zando a aquel, celebrando a Na-
polen y condenando a Atila,
engrandeciendo algunas veces al
uno con el contraste del otro,
quitando de su sitio al guerrero
para colocar mejor al apstol, t
creas dioses! T le dices, descen-
diendo de tu altura, al veterano
soldado o al anciano humilde
pastor: Entrad; os conozco,
y voy a coronaros.Y t dices
tambin a los reyes;No s
quines sois!
V
Porque no basta haber sido
reyes ni haber llevado en la mano
el cetro, el globo y la cruz, para
que el poeta digno y para que el
digno escultor hagan brillar ater-
namente vuestro negro pao mor-
tuorio y os hagan abrir las puertas
del Panthen; vosotros mismos,
oh reyes! sois quienes con vues-
tras propias manos edificis el
edificio de vuestra gloria o de
vuestra ignominia. Se puede ven-
cer al mundo, disponer de un
pueblo, influir sobre un siglo, cu-
rar sus llagas o enconarlas: cuan-
do acabis de cumplir vuestra
respectiva misin, de su cumpli-
miento saldr una voz, de odio
o de amor, sombra como el
ruido que producen los cerrojos
en las torres, o tierna como el
quejido de la trtola, que har
conmover las piedras de vuestras
tumbas. Esta voz, que es el por-
venir, que est inclinado de ante-
mano y que oye desde lejos,
no admite adulaciones ni caricias,
ni mentiras ni hosannas, no; los
vicios repugnantes, las traicio-
nes y los crmenes, as como los
sacrificios y las virtudes sublimes,
constituyen un testimonio nte-
gro e irrevocable.
vi
Que la inspiracin no abando-
ne nunca tu taller! En l. el si-
lenco, ex arte, ei estudio, que hace
transcurrir las horas con rapidez,
lanzados en mi rincn los ensa-
yos que rechazaste, teniendo a VII
una parte a J oan Goujon y a
la otra a Phidias, piedras empe- Entre tanto, t, que recorres
zadas a desbastar, algunas, esta- senderos descononocidos, petri-
tuas inmviles bustos en acti- ficador del bronce, moldeador <fe
tud de meditar, esparcindose all los pensamientos, hazte cargo de
no s qu tranquilidad que se la pequeez de los hombres y
desprende de los artesones; todo permanece altivo sobre todos los
es grandioso, todo encanta. T, partidos. Conserva la dignidad
a quien ilumina el interior del de tu sublime cincel; no dejes qu
'arte divino, miras pagar grave y pase por tu mrmol la lima de
silenciosamente por tu alma traiir las sombras pasiones que roen
quila, a la luz que procede de a tantos espritus. Miguel Angel
las regiones celestes* todos los tuvo por suya a Roma y tu do-
nobles aspectos de la figura ha- minas en Pars; da, pues, a tu
mana. Como por el interior de patria el noble ejemplo de que
una iglesia transita lentamente los mercaderes viles no entran
y pensativo un gran pueblo, al en el templo, de que los furores
que un Dios sonre, esos faatas- de los tribunos no penetran en
mas serenos pasan a travs de el corazn del artista sagrado,
tu espritu. Vagan en el fondo Niega tu arte a las cortes y con-
de tus poticas fantasas, llenas sagra tus vigilias al mebk>; pero
de sombra y de claridad, de vagos aparta de tus odos las palabras
prticos, que unas veces son pa- de los que te adulan en las plazas,
lacios dorados, otras dormidas Debes en tu taller entregarte
tumbas; secreta arquitectura, in- la fantasa y detestar todos los
menso amontonamiento, del que vicios en que est sumergida IQ
emanan rumores gozosos o pa- humanidad, gradualmente des*
ideros, llena las perspectivas de lumbrndote con tus propias
tu inmenso pensamiento. La anti- obras; aquello que esos hombres,
gua Babel, que muri, revive en maquinan destruir o edificar en
la imaginacin de los soadores, las tinieblas, no equivale a las
revive en tu cerebro, David! La miradas que diriges a lo alto
espiral se enrosca, el pilar se buscando la belleza pura, lo gran-
proyecta, y en el fondo de tu dioso en el arte; su misin es
imaginacin vegeta el bosque de rastrera y la tuya augusta, y no
frondosos capiteles, lleno de p- debis confundiros ni un solo
jaros y de flores. momento en la misma visin, en
RAYOS.4
la misma ceguedad, en los mis-
mos deseos odiosos o insensatos,
ellos, que son esclavos de pigmeos,
y t, que eres padre de colosos.
Abri l de 1840,
XXI
A UN POETA
Oculta tu vida, amigo, y difun-
de tu espritu. Un cerro cubierto
de csped; mi barranco, por cuyas
escarpadas laderas suban triscan-
do las blancas cabras; un valle
cubierto por las ramas de los
rboles, cuajados de nidos de
pajarillos, murmuradores, pallan-
tes, que el viento mueve blanda-
mente, desde cuya altura cae
algunas veces, como cae un zequ
de oro arrojado por una mano
distrada, un rayo de sol en tu
alma recogida; un montn de
rocas, colocadas caprichosamente
por la naturaleza para despertar
ios ecos en el fondo del bosque
dormido, es lo que te hace falta
para retiro, para vivienda. All
es donde debes pasar tus das
en un hogar situado en uno de
esos sitios, que all se deslizar
tu vida tranquila e ignorada, y
all dirigirs tu corazn hacia
los nios y tu alma hacia los muer-
tos. Desde all, al mismo tiempo,
puedes lanzar al mundo siguien-
do el capricho de tu vagarosa
imaginacin, los vuelos libres de
tu poesa, que, atravesando por
las roncas ciudades y por los
campos taciturnos y elevndose
hasta lo infinito, despertar en
las almas inmensa corriente de
ideas, y t vive feliz en la obscu-
ridad y gozars de tranquilidad
venerable y sagrada, misterioso
pensador. Si alguna vez el viajero,
enfermo o desengaado, llega ca-
sualmente a tu retiro, podr aspi-
rar en l la paz, la esperanza, el
olvido del cansancio y el olvido
del peligro, bebiendo todo eso en
tu espritu lmpido, sin sospechar
y sin creer que un pueblo entero
apaga su sed en el mismo ma-
nantial. S pequeo como una
fuentecilla y grande como un ro.
25 de abri l de 1839,
XXI I
UNA GUI TARRA
Gastibelza, hombre armado con
la carabina, cantaba de este mo-
do:Hay alguno en este pas
que conozca a Doa Sabina? Bai-
lad, cantad, villanos, que la noche
se extiende ya por los campos y
por la ciudad... El viento que
sopla de la montaa me volver
locol
Quin de vosotros ha cono-
cido a Doa Sabina, mi seora?
Su madre era la vieja morisca
de Antequera, que por las noches
silbaba en la Torre-Magna como
un buho... El viento que so-
pla de la montaa me volver
I 'oco!
* *
Bailad, cantad. Se han de gozar
Tos bienes que cada hora nos ofre-
ce. Era joven, y sus ojos alegres
encerraban fatal augurio, asi co-
mo eran deslumbradores... El
viento que sopla de la montaa
me volver loco!
Comparada con ella pareca
fea la reina, cuando por la tarde
pasaban ambas por el puente de
Toledo. Un rosario de la poca
de Carlo-Magno adornaba su cue-
llo... El aire que sopla de la mon-
taa me volver locol
El rey, vindola tan hermosa,
deca a su sobrino:Por una
sonrisa suya, por un cabello, por
un beso, yo dara, infante, toda
la Espaa y las tierras del Pe-
r!... El viento que sopla de la
montaa me volver loco!
No s si yo adoraba a esa dama;
slo s que por una sola de sus
miradas cariosas, yo, que nada
poseo, contento hubiera pasado
en el presidio diez anos de mi
vida... El viento que sopla de la
montaa me volver loco!
*'
* *
Un da clarsimo de verano,
un da feliz en que fu a pasead
a la playa con su hermana, cuan-
do jugueteaban las dos, alcanc
a ver su pie y hasta la rodilla...
El viento que sopla de la mon-
taa me volveril loco!
*
* *
Cuando contemplaba a esa jo-
ven, yo, pastor de este cantn,
crea ver a la hermossima Cleo-
patra, que, segn dicen, atado
por el cabestro guiaba a su antojo
a Csar, emperador de la Alema-
nia... El viento que sopla de la
montaa me volver loco!
* * *
Bailad, cantad, villanos, que
ya lleg la noche. Un da Doa
Sabina lo vendi todo; vendi
su hermosura de paloma y su
amor por una alhaja, por un ani-
llo de oro del conde de Saldaa...
El viento que sopla de la monta-
a me volver locol
*
* *
S! no me siento en un Danco,
voy a caer al suelo, porque estoy
rendido. Doa Sabina huy con
ese conde por el camino de Cer-
daa, y dnete fueron no s...
El viento que. sopla de la monta-
a me volver Iocol
Cmo* suspiraban, lograaremos
encantar a las hermosas, sin tener
a mano filtros sutiles^Amad
decaellas.
13. de j ul i o d& 1838-
*
* *
Desde mi choza yo la vi pasar,
y ya no. supe ms de ella. Desde
aquel fe. vivo triste y disgustado,
ociosa y pensativo, la vista fija
en el camino que ella sigui y
con la daga colgada de un clavo.
El viento que sopla de la monta-
a me ha vuelto locol
5 de mayo de 1836.
XXI V
Cuando me hablas de gloria*
amargamente sonro; esa voz, que
t erees veraz, s^yo muy bien
que miente. La gloria rpidamen-
te se disipa; la envidia, que ostenta
sangrienta antorcha, no perdona
a esa estatua que se sienta en el
umbral de una tumba. La pros-
peridad se desvanece; el poder
cae y s, pierde; el amor que con-
suela vale ms y hace menos
ruido
X X I I I
OTRA GUI TARRA
Cmo lograremos, suspiraban
ellos, huir de los alguaciles con
las barquillas de que disponemos?
Remad, decan ellas.
Cmo, suspiraban, oMdar las
querellas, miserias y peligros?
Dormid, decan ellas.
* *
No quiero otra eosa en el mun-
do que tu sonrisa y tu voz cari-
osa, aire libre, sombra y flores
y rayos de luz en el bosque; slo
quiero que me acompaen en
mis alegras o en mis dolores
tu mirada, que es mi estrella, y.
tu boca, que es mi flor.
* *
Bajo tus rosados prpados, quff
ocultan luz celestial, todo un
universo dormita, pero yo en
ellos slo busco amor. Mi pensa-
miento, urna profunda llena de
magnfico licor, que bastara para
llenar el mundo, slo quiere He*
nar tu corazn.
X X V
*
* *
AL PASAR POR LA PLAZA I ) LUI S XV
Canta! que te oigo extasiado. UN D A DE FI ESTA PBLI CA
jRietel que as soy feliz. As me
olvido de la multitud rumorosa Soador, me dijo ella, por
y lejana. Sumido en amorosa qu vens aqu tan triste? Por
embriaguez, en vano, para rom- qu embebido en vuestros pensa-
per nuestros nudos, veo pasar mientes, vens a meditar a una
oando a los poetas luminosos, fiesta pblica?Mientras ella me
Me aconsejan que me separe de preguntaba, apoyando su hermo-
ti; pero yo prefiero, a la gloriosa
so
brazo en el mo, le contest:
msica que me despierta, tus En esta plaza fu donde nuestra
canciones que me adormecen, poca inquieta coloc una piedra
para ocultar una idea; en esta pla-
*** za en un da de brillante sol, la
gran nacin de la gran ciudad
Prefiero a que mi nombre cele- acudi a ver pasar con pompa y
brado brille con luz inmortal, fausto a una tierna hermosura,
que una mitad de mi mismo que-
a
un ngel, que pareca haber
de en la tierra para amarte. Deja plegado las alas, virgen el da
que en el misterio y en la obscu- anterior, y que entonces mostra-
ridad melanclico te adore, que ba en su rostro la fresca palidez
l a tristeza es el sitio sombro y el asombro propios de la recin
donde el amor brilla ms. Angel casada; a una mujer que al mis-
de ojos radiantes, mujer de vida
mo
tiempo era reina, estrella y
desgraciada, haz que vuele con- flor; que una, para encantar a
tigo mi alma bajo tus alas y la multitud por su presencia fas-
deja que rinda mi corazn a tus tinada, al dulce nombre de Anto-
P
KS
- nieta el sagrado nombre de Mara.
12 de octubre de 1837. Su principe, el esposo, la seguia,
y al ver cmo se sonrean uno al
, otro, el pblico, que se fijaba
en ellos, exclam;Cunta di-
cha!
*
* *
S! no me siento en un canco,
voy a caer al suelo, porque estoy
rendido. Doa Sabina huy con
ese conde por el camino de Cer-
da a, y donde fueron no s...
El viento que. sopla de la monta-
a me volver Iocol
Cmo* suspiraban, lograaremos
encantar a las hermosas, sin tener
a mano filtros sutiles?Amad
decan ellas.
13. de j ul i o d& 1838-
*
* *
Desde mi choza yo la vi pasar,
y ya no. supe ms de ella. Desde
aquel fe. vivo triste y disgustado,,
ociosa y pensativo, la vista fija
en el camino que ella sigui y
con la daga colgada de un clavo.
El viento que sopla de la monta-
a me ha vuelto locoi
5 de mayo de 1836.
XXI V
Cuando me hablas de gloria*
amargamente sonro; esa voz, que
t erees veraz, s^yo muy bien
que miente. La gloria rpidamen-
te se disipa; la envidia, que ostenta
sangrienta antorcha, no perdona
a esa estatua que se sienta en el
umbral de una tumba. La pros-
peridad se desvanece; el poder
cae y s, pierde; el amor que con-
suela vale ms y hace menos
ruido.
xxnx
OTRA GUI TARRA
Cmo lograremos, suspiraban
ellos, huir de los alguaciles con
las barquillas de que disponemos?
Remad, decan ellas.
Cmo, suspiraban, oMdar las
querellas, miserias y peligros?
Dormid, decan ellas*
* *
No quiero otra eosa en el mun-
do que tu sonrisa y tu voz cari-
osa, aire libre, sombra y flores
y rayos de luz en el bosque; slo
quiero que me acompaen en
mis alegras o en mis dolores
tu mirada, que es mi estrella, y.
tu boca, que es mi flor.
* *
Bajo tus rosados prpados, quff
ocultan luz celestial, todo un
universo dormita, pero yo en
ellos slo busco amor. Mi pensa-
miento, urna profunda llena de
magnfico licor, que bastara para
llenar el mundo, slo quiere He*
nar tu corazn.
X X V
*
* *
AL PASAR POR LA PLAZA DE LUI S XV
Canta! que te oigo extasiado. UN D A DE FI ESTA PBLI CA
jRefcd que as soy feliz. As me
olvido de la multitud rumorosa Soador, me dijo ella, por
y lejana. Sumido en amorosa q
a
vens aqu tan triste? Por
embriaguez, en vano, para rom- qu embebido en vuestros pensa-
per nuestros nudos, veo pasar mientes, vens a meditar a una
soando a los poetas luminosos, fiesta pblica?Mientras ella me
Me aconsejan que me separe de preguntaba, apoyando su hermo-
ti; pero yo prefiero, a la gloriosa
so
brazo en el mo, le contest:
msica que me despierta, tus En esta plaza fu donde nuestra
canciones que me adormecen. poca inquieta coloc una piedra
para ocultar una idea; en esta pla-
*** za en un da de brillante sol, la
gran nacin de la gran ciudad
Prefiero a que mi nombre cele- acudi a ver pasar con pompa y
brado brille con luz inmortal, fausto a una tierna hermosura,
que una mitad de mi mismo que-
a
un ngel, que pareca haber
de en la tierra para amarte. Deja plegado las alas, virgen el da
que en el misterio y en la ofcscu- anterior, y que entonces mostra-
ridad melanclico te adore, que ba en su rostro la fresca palidez
l a tristeza es el sitio sombro y el asombro propios de la recin
donde el amor brilla ms. Angel casada; a una mujer que al mis-
de ojos radiantes, mujer de vida mo tiempo era reina, estrella y
desgraciada, haz que vuele con- flor; que una, para encantar a
tigo mi alma bajo tus alas y la multitud por su presencia fas-
deja que rinda mi corazn a tus tinada, al dulce nombre de Anto-
P
KS
- nieta el sagrado nombre de Mara.
12 de octahre deW7. Su prncipe, el esposo, la seguia,
y al ver cmo se sonrean uno al
, otro, el pblico, que se fijaba
en ellos, exclam;Cunta di-
cha!
*
* *
Despus que esto dije, call,
porque mi corazn qued sombro;
dej que mi compaera se ocupa-
ra de la fiesta'y de sus innumera-
bles ruidos; del ro, que surcaban
muchos bajeles empavesados; del
pueblo, de los nios que jugaban,
de la alegra que rebosaban todos
los rostros al oir los acordes de
las msicas. Abstrayndome yo
en el pensamiento fijo que me
preocupaba, me deca a mi mis-
mo: Poder sobrehumano que,
segn tu voluntad, diriges a los
hombres, abismo en cuyo fondo
desde Adn est dando vueltas
el gnero humano! Cmo nos
coges y cmo nos rechazas! Cmo
te burlas de nuestras prosperida-
des! Oh Dios, edificamos nues-
tras obras de piedra sobre la
arena! Est sumergido el hombre
en profunda noche! Todo lo que
el hombre edifica, en cuanto la
obra est terminada, se desmoro-
na sobre l, y sucede que, cuando
creemos alcanzar venturoso por-
venir, la suerte se burla de nos-
otros, y bajo nuestros mismos
pasos comienza a cavar la tierra
preparando nuestro hundimiento.
Luis XVI , el da mismo de sus
bodas, haba sentado ya el pie
en la plaza fatal, en la que,
formndose lentamente a impul-
sos del soplo del Altsimo, a la
manera que un grano en la tierra,
germinaba su cadalso.
10 do abri l de 1839.
XXVI
MI L CAMINOS Y UN SOLO OBJ ETO
El cazador, sentado sobre la
hierba del bosque, suea hermo-
sas mujeres, y en la obscuridad
cree algunas veces ver cmo pa-
san formas indecisas. El soldado
piensa en la suerte que le ha cabi-
do, mientras sirve de fundamento
a los imperios, y entre sus lejanos
recuerdos entrev vagas sonrisas.
El pastor aguarda paciente, mi-
rando la bveda azulada, la hora
apacible en que se va a abrir la
estrella, flor de fuego, que nace
de un tallo invisible. Contempla
cmo las jvenes doncellas, al se
gar los trigos de oro, entonan can-
ciones, que acaso delatan los en-
sueos de su imaginacin. Mira
cmo vaga por los floridos cam-
pos, con la espalda encorvada y
con los ojos inclinados al suelo,
el poeta, ese cazador que quiere
prender en sus lazos a los elevados
pensamientos. Mira en alta mar
cmo los marineros ansian volver
a la tierra, cansados de luchar
con las olas y desean con anhelo
ver el humo de su hogar. Mira c-
mo se elevan a las alturas los
clebres pensadores, esos espri-
tus que dominan a los mortales,
de igual manera que las encinas
dominan a los otros rboles del
bosque. Mira cmo la madre se
complace en evocar en su imagi-
nacin al hijo que nacer de ella,
sombra que ha de convertirse
en luz, germen que adquirir
vida.
*
* *
Todos, tanto los que viven ale-
gxes, como aquellos que viven
abrumados por la tristeza, llevan,
sin nubes y sin manchas, una
palabra que brilla escrita en su
frente y otra palabra que llevan
escondida en el alma. Segn los
designios del Seor, esta palabra
es diferente en cada uno de los
mortales: en unos es Glora, en
otros es Felicidad; en estos Virtud,
en aquellos Patria. La palabra
escondida no cambia jams, es
la misma en todos los corazones;
en ellos canta o susurra en voz
baja. Es la palabra que tiene
poder bastante para adormecer
el mayor fastidio y pesar; es el
misterioso suspiro que lanza todo
lo creado; es la palabra de la que
brotan las otras palabras, como
de un tronco que llena con sus
ramas todas las lenguas del mun-
do; es el verbo obscuro o lumino-
so, que brilla en los reflejos de los
ros, en el faro, en el sol, en las
sombras y solitarias antorchas;
que se confunde con el ruido de
los caaverales, con el rumoroso
estremecimiento de las palomas;
que charla y re en las cunas y que
vive en el fondo de los sepulcros:
que hace abrir en los nosques los
grmenes de las hojas, los murmu-
llos y las alas, la clemencia en el
corazn de los reyes magnnimos
y la sonrisa en los labios de las
hermosas; es la que junta los
prados con las aguas; es el encan-
to que participa del gorjeo ms
tierno de los pjaros y del per-
fume ms grato de las rosas; es
el himno que el abismo de los
mares canta al empujar las velas
al puerto; es el misterio de los
vastos ocanos; es el secreto de
las estrellas; esta palabra, que
fund eternamente la segunda de
las dos Romas, se llama fe, en
el lenguaje del cielo, y amor, en
el lenguaje de los hombres.
*
* *
Amar es poseer el hilo del la-
berinto, luz que alumbra todos
los caminos, copa al alcance de
todos los labios; amar es compren-
der el cielo; es tener, estando
dormidos o despiertos, claridad
para los ojos y msica para los
odos; es inclinar el alma hacia
la parte divina de todas las cosas;
por eso t, dolo mo, confundes
tu corazn y tus sentidos, en el
retiro en que me recibes, con los
dilogos que susurran las olas,
los astros y las hojas. Los crista-
les dejan pasar la luz, y de igual
manera, a pesar de las bruma
y de las dudas, al travs del amor
pasan todas las verdades, ngel
mo. El hombre y la mujer, grupo
feliz, cuyos corazones laten aj
5G ye*
unisono, ven ei cielo a su alrede-
dor y son transparentes el uno pa-
ra el otro; retratan, -como un lago
que refleja un astro en su aguas
cristalinas, del Dios invisible la
luminosa figura. jAmmonos Los
bosques estn frondosos, el esto
brilla resplandeciente de luz; los
grmenes se entreabren, las olas
ge derraman y la hierba crece.
Que recorra lejos de nosotros la
multitud caminos insensatos?
ammonos, roguemos a Dios y
dejemos que divaguen nuestros
pensamientos. El amor ofrece a
nuestra alma la prueba de que
existe Dios: es indispensable que
haya un cuerpo en alguna parte
para que el espejo proyecte so.
sombra.
23 de maj o de 1839-
XXVI I
Cuando yo duerma acercate a
mi lecho, como al Petrarca apa-
recise Laura, que si al pasar me
rozas con tu aliento, de repente
pii boca se entreabrir,
*
* *
Sobre mi frente, cuando termina
en mi imaginacin un sueo largo
y sombro, tu mirada, como un
astro que sale, la ilumina y de
repente otro grato sueo me arru-
llar.
uceo
Si aesj>ues, sobre mis labios,
donde voltea una llama, relm-
pago de amor, al pasar depositas
un beso, convirtindote de nge!
en mujer, de repente mi alma
despertar.
19 de i uni o e 1839.
XXVI I I
A UWA J OVEN
En determinadas ocasiones un
perfume despierta un pensamien-
to. Hermosa joven, acariciada por
el alba de la vida, cerrad ese
abanico alado, de prpura y de
oro, que se agita en vuestras
manos como una gran mariposa,
y despus escuchadme.Dios
concedi el aroma a las flores.
La rosa que se marchita sobre
vuestro seno, no exhalara ese
perfume que, como incienso divi-
no, sube hasta vuestro lindo ros-
tro, si su tallo, del agua, del aire
y de la verdura, de toda la creacin
no tomase algn elemento, si por
algn punto no se hubiera sumer-
gido profundamente en el seno
misterioso de la tierra. All, por
medio de un trabajo lento, cuyo
secreto mecanismo slo Dios cono-
ce. de la frescura de la ola que
VICTOR HOAA 57
corre, Ge la claridad y la luz del rosas la tierra y las mujeres el
da, del soplo de lo que fluye, de cielo,
lo que vegeta o se arrastra, del 16 de maj o de 1837.
espritu que vive en la obscuridad
subterrnea, humo, honda o va-
por, se apropi algo; la calma del
antro sombro, del diamante sus
luces, del bosque la sombra y
acaso algn hlito inefable del
mar lejano. Es un viviente alam-
bique preparado por Dios, en
el que se funde y se rehace la
tierra con los bosques, los cam-
pos, las nubes y las aguas; y el Me entregaba a mi fantasa,
aire, penetrando en la humilde Luis, en el momento en que mo-
raz, resignada a este trabajo ra la ltima luz de la tarde y
desconocido, para la hermosa flor los postreros rayos del sol chis-
guerda ese perfume tan suave, peaban en la llanura, y me pareca
que desde la naturaleza llega oir hacia el cielo ascender confu-
hasta vos, que os encanta y que smente mltiple e inmensa ala-
conmueve vuestro espritu, por- banza de las dos extremidades
que el alma de la flor habla al de la creacin*
al corazn de la mujer.
* *
*
* *
Lo que Dios creo diminuto elo-
Odme una palabra ms y des- giaba a lo que Dios cre gigantes-
pus os dejar entregada a vues- co, y me pareci ver que sonrea
tras fantasas. Para que pueda el coloso al tomo y la estrella a
pumplir la ley de su destino, cada la antorcha; pareca dotada la
cosa en el mundo tiene su supre- naturaleza de un alma amante,
mo atractivo; para que la flor La montaa exclamaba:Qu
^espida agradable olor y para que hermosa es la flor! El mosquito
la virgen ame, para que sacando exclamaba:Qu hermoso es el
la vida del gran centro comn, Ocano!
las corolas tengan alma y las Agosto de 1839
mujeres su perfume, fecundadas
v
J as otras por el sol que brilla o
'tonas por el amor que fascina, ne-
pesitan flor y belleza; necesitan
/tener por races, aqullas el mundo
;rea y sta el mundo ideal; las
XXI X
A LUI S B
XXX
En el mundo, donde plegamos
nuestra tienda al declinar el da,
no esperes encontrar la felicidad;
contntate con el amor; excepto
l, todo se desvanece. El hombre
es un rbol al que la savia falta
antes de florecer, y su vida siem-
pre se desliza por la pendiente
de la desgracia. Todos los morta-
les corren tras de la alegra, y
la esperanza sonre a todos ellos;
todos tienden su mano temblorosa
hacia algn objeto brillante. Pero
a todas las almas, modestas u
orgullosas, la desgracia llega a
pasos lentos, como un espectro
que tiene los pies de piedra. Todo
nos falta, excepto los pesares. La
felicidad para el hombre en este
valle de lgrimas slo es la sombra
de las cosas que estn ms all
de l. La esperanza es el alba
indecisa que aparece en el hori-
zonte de nuestros deseos; es el
reflejo dorado, que vislumbramos
en lontananza, de un rayo miste-
rioso; es el reflejo, obscuro o
brillante, que en su eterna calma
vierlen sobre nosotros las felicida-
des del cielo; son las visiones ine-
fables que a nuestros ojos malditos
brillan a travs del ramaje de los
rboles del paraso; es la sombra
que, en nuestras playas, proyec
tan esos rboles prodigiosos, cu-
yos vagos murmullos oye el alma
en sus delirios; a ese reflejo de
bienes sin nombre le damos el
nombre de felicidad, e, insensatos,
queremos coger con las manos
esa. sombra, que es la sombra
que proyecta Dios. Nadie puede
ascender a esas alturas; preciso
es permanecer en la tierra: si nos
hace sonrer lo que soamos, lo
que sufrimos en la realidad nos
hace llorar. Ya que todo un Dios
tuvo que padecer sangriento Cal-
vario, tenlo por seguro, no debe-
mos lamentar nuestra suerte: su-
framos, ya que sta es la ley seve-
ra de la vida, y amemos, ya que
sta es la ley suave. Amemos!
Liguemos nuestras dos vidas: el
que es prudente no se expone
solo en una barca; los dos ojos
constituyen la fisonoma, las dos
alas forman el pjaro. Ligumo-
nos los dos! Todo nos invita a
amarnos; ya que la vida es corta,
tengamos una sola vida para los
dos, tengamos para los dos una
sola esperanza. Ya que nacimos
para sufrir, encontrar alivio a
mis dolores si mis ilusiones cons-
tituyen tus ensueos, si mis l-
grimas se confunden con tu llanto
20 de mayo do 1838.
sentido no comprenda, para ha-
cer rer a algn inmundo viejo
que se embriaga en alguna taber-
na, y la canta con tanta gracia,
que algunas veces las abyectas
XXXI monedas que por ello le dan mi-
tigan su hambre; monedas del
ENCUENTRO infierno ofrecidas por su pecado
sobre las que ha escupido sa
Despus de dar una limosna inmunda baba el demonio. Du-
al ms joven, pensativo el fil- rante algunos momentos comen,
sofo se par a contemplarlos, detrs de un matorral, temblando
Prolongado ayuno haba enflaque- como cervatillos, porque les pegan
cido sus cuerpecitos; eran cuatro, muchas veces y los arrojan de
y estaban sentados en tierra for- todas partes. De esta manera
mando corro: repartan entre s esos inocentes condenados pasan
un pedazo de pan negro y lo todos los das hambrientos por
coman con avidez, pero con as- delante de la puerta de mi casa,
pecto tan triste y tan doliente, por delante de las puertas de las
que al verlos, cualquiera mujer vuestras, y vagan al azar condu-
hubiera prorrumpido en llanto, cidos por el mayor.
Estaban abandonados en el mun-
do aquellos cuatro nios, perd-
dos entre la muchedumbre huma-
na. Carecan de padre y de madre, Entonces el que meditaba mir
y no podan disponer ni de un hacia lo alto; sus ojos slo vieron
miserable tugurio que les sirviera el ter tranquilo y clido, el sol
de abrigo. Iban con los pies des- benvolo, la atmsfera llena de
calzos, exceptuado el ltimo que alas doradas, la serenidad de la
arrastraba, con sus pies vacilan- bveda azul y la dicha y los can-
tes, unos zapatos viejos demasia- tos risueos de los pjaros ale-
do grandes para l, atados con gres, que desde el firmamento
una rada cinta. Con frecuencia caan llegando hasta los nios,
pasaban las noches durmiendo 33do abri l de 1837.
en los fosos de los fortificaciones.
Sus manos enrojecidas haban
sido rosadas cuando esos infeli-
ces nacieron al mundo. El domin-
go vagaban por la aldea pidien-
do de puerta en puerta. El ms
pequeo, plido y enfermizo, can-
taba una cancin obscena, cuyo
gQ yC9X9R SW30
deliciosas palabras que se pro-
nuncian a media voz: el amor
renace en los corazones, como las
hojas en el bosque.
XXXI I ***
Cuando os congregis multitu- Ella le respondi con voz sono-
des tumultuosas, para ir a perae- ra y S ^ M *
Li rl e hasta su soledad, exeitn- muy fuerte. Seguro de que Oos
Sos unos a otros, furiosos, encar- os encamina, teniendo la vi ta
Htodw el veredero pwblo, el fija en un objeto segus vuestra
pueblo serio, ^e cela al oir camino, marchando recto y orgu-
S S que ibais bus- lioso, sin miedo 1 manana, sin
cando a un L gn en su antro, inquietaros por el pasado y nada
drasn de ojos ardientes y de puede turbar, arrebatada toda
tt Escamoso, se asombra al vuestra alma, la " a on
darse cuenta de que es objeto de que os oculta la vida. Pero yo
vuestras ^^secuciones un hom- lloro. Oci osa si endo
bre pensador, misterioso y bueno. ^ ^ ^ S e n S
21 de abril de 1839. * wveztm semejante al vuestro,
excepto en abrigar esperanza, su-
fro en este mundo, mientras vos
cantis en otro distinto. Todo me
entristece; el porvenir que yo
Y Y Y T T I veo al resplandor de una luz
engaadora, la agria razn que
T a ninmA rechaza a! amoT, y los punzantes
LA SOMBRA
cel 0Sj
cuando otra mujer pretende
El le deca:Tristes son vues- i nsegui r ^ y ^ ^ J Z
tras canciones. Qu tenis? An- de esas mui das
OPI inouieto ;por qu empaan el corazon, y la suerte, que nos
fas S a s westxosdufcesojos? persigue sin cansaise jams
Poi qu como junco doblado por Cuanto mas
una rfaga de viento, inclinis la yo mas sombra Vos caminis,
frente que est ms sombra por yo os sigo; andis, y yo tenblo,
momentos? Debis regocijaros y mientras
r>orcue llega la primavera, la proyectos entre los dos, parece
he mosa estci n del mes de abril, que vos ignoris todos M ? * *
los S o s los aromas, las cancio- difciles que hay que cruzar en
n e s ^ teosas somisas y las la toa, yo me austro
Go vuestros pasos, pobre mujer
herida. La sombra proyectada
por un cuerpo erguido^aparece a
veces quebradas-
Abri l de 183...
XXXI
TRISTEZA 3>E OETMPIO
No estaban obscuros los cam-
pos, ni los cielos silenciosos; el
da brillaba en a azul e inmensa
esfera de los cielos, el aire era
perfumado, las praderas apare-
can verdes cuando volvi a ver
aquellos sitios, en los que tantas
heridas haba recibida su cora-
zn.
*
* *
Sonrea el otoo; los collados
hacia las llanuras inclinaban sus
rboles frondosos, que empeza-
ban a amarillear; el cielo estaba
sereno, y los pjaros, elevando las
miradas a lo alto, decan quizs
a Dios algo del hombre en sus
cnticos sagrados.
* *
Quiso vover a verlo todo; el
estanque que est junto al manan-
tial, la casucha donde la Rmosna
vaci su bolsa, el antiqusimo
fresno, los sitios retirados test-
gos del amor, perdidos en el
fondo del bosque, y el rbol baj o
cuya copa, al confundir sus almas
cambiando sus besos, se olvida-
roa de todo.
*
*
Buse el jardn, la casa aislada,
a verja tras la que se sumerge la
vista, en una oblicua calle de r-
bolesy y se ven los vergeles en
declive. Caminaba plido y pen-
sativo, y al ruido producido por
sus pasos, vea detrs de cada
rbol levantarse la sombra de los
pasados dfes.
Oa susurrar en el inferior del
bosque querido al delicioso vien-
to, que pone en conmocin nues-
tras almas, despertando en ellas
el amor, que, agitando la encina
o balanceando la rosa, parece
ser el espritu universal que va
posndose sucesivamente sobre
todos los objetos.
*
* *
Las hojas cadas en el nosquc
solitario, que al pisarlas se levan
taban del suelo, corran por el
jardn; no de otro modo, algunas
veces, cuando el alma est triste,
nuestros pensamientos vuelan por
un momento con alas descom-
puestas y vuelven a caer de re-
pente al slelo.
gQ yC9X9R SW30
deliciosas palabras que se pro-
nuncian a media voz: el amor
renace en los corazones, como las
hojas en el bosque.
XXXI I ***
Cuando os congregis multitu- Ella le respondi con voz sono-
des tumultuosas, para ir a peise- ra y
L i rl e hasta su soledad, excitn- muy fuerte. Seguro de que Oos
Sos unos a otros, furiosos, enear- os encamina, teniendo la vista
ntodw el veredero pwblo, el fija en un obj et o segus vuestra
pueblo serio, ^e A al oir camino, marchando recto y orgu-
S S que ibais bus- lioso, sin miedo al manana, sin
cando a un L gn en su antro, inquietaros por el pasado y nada
drasn de ojos ardientes y de puede turbar, arrebatada toda
tt Escamoso, se asombra al vuestra alma, la
darse cuenta de que es objeto de que os oculta la vida. Pero yo
vuestras ^^"secuciones un hom- lloro. Oci osa si endo
bre pensador, misterioso y bueno. ^ ^ ^ S e n S
21 de abril de 1839. * wveztm semejante ai vuestro,
excepto en abrigar esperanza, su-
fro en este mundo, mientras vos
cantis en otro distinto. Todo me
entristece; el porvenir que yo
Y Y Y T T I veo al resplandor de una luz
engaadora, la agria razn que
T A ninmA rechaza a! amoT, y los punzantes
LA SOMBRA
cel 0Sj
cuando otra mujer pretende
El le deca:Tristes son vues- i nsegui r ^ y ^ ^ J Z
t r as canciones.

Q* tenis? An- de esas mirada^
OP! inouieto ;por qu empaan el corazon, y la suerte, que nos
fas S a s westxos dl ceseos? persigue sin cansaise jams
Porgu como junco doblado por Cuanto mas
una rfaga de viento, inclinis la yo mas sombra Vos caminis,
frente que est ms sombra por yo os sigo; andis, y yo tiemblo,
momentos? Debis regocijaros y mientras
r>orcue llega la primavera, la proyectos entre los dos, parece
he mosa estei n del mes de abril, que vos ignoris todos M ? * *
los S o s los aromas, las cancio- difciles que hay que cruzar en
nel los bos' as somisas y las la toa, yo me arrastro siguen-
Go vuestros pasos, pobre mujer
herida. La sombra proyectada
por un cuerpo erguido^aparece a
veces quebradas-
Abri l de 183...
XXXI
TRISTEZA DE OETMPIO
No estaban obscuros los cam-
pos, ni los cielos silenciosos; el
da brillaba en la azul e inmensa
esfera de los cielos, el aire era
perfumado, las praderas apare-
can verdes cuando volvi a ver
aquellos sitios, en los que tantas
heridas haba recibida su cora-
zn.
*
* *
Sonrea el otoo; los collados
hacia ks llanuras inclinaban sus
rboles frondosos, que empeza-
ban a amarillear; el cielo estaba
sereno, y los pjaros, elevando las
miradas a lo alto, decan quizs
a Dios algo del hombre en sus
cnticos sagrados.
* *
Quiso vover a verlo todo; el
estanque que est junto al manan-
tial, la casucha donde la Rmosna
vaci su bolsa, el antiqusimo
fresno, los sitios retirados test*-
gos del amor, perdidos en el
fondo del bosque, y el rbol baj o
cuya copa, al confundir sus almas
cambiando sus besos, se olvida-
ron de todo.
*
*
Buse el jardn, la casa aislada,
ia verja tras la que se sumerge la
vista, en una oblicua calle de r-
boles, y se ven los vergeles en
declive. Caminaba plido y pen-
sativo, y al ruido producido por
sus pasos, vea detrs de cada
rbol levantarse la sombra de los
pasados dfes.
Oa susurrar en el inferior del
bosque querido al delicioso vien-
to, que pone en conmocin nues-
tras almas, despertando en ellas
el amor, que, agitando la encina
o balanceando la rosa, parece
ser el espritu universal que va
posndose sucesivamente sobre
todos los objetos.
*
* *
Las hojas cadas en el nosque
solitario, que al pisarlas se levan
taban del suelo, corran por el
jardn; no de otro modo, algunas
veces, cuando el alma est triste,
nuestros pensamientos vuelan por
un momento con alas descom-
puestas y vuehren a caer de re-
pente al s^elo.
*
* *
Contempl durante mucho
tiempo las magnficas formas que
la naturaleza ostenta en los cam-
pos sumidos en la calma, y estuvo
all pensativo hasta la noche; todo
el da vag a lo largo del barranco,
admirando sucesivamente el cielo
que no es otra cosa que la faz
divina reproducida por el divino
espejo del lago.
*
* *
Ay! Recordando sus amorosas
aventuras, lo escudriaba todo,
y abstenindose de entrar en los
sitios cerrados, como un paria,
anduvo errante durante todo el
da. Al anochecer, sintiendo que
la tristeza le oprima el corazn,
exclam:
*
# *
Visitando estos sitios con
el alma conmovida, quise saber
si la copa conservaba todava
el licor que en otro tiempo con-
tuvo, quise ver qu haba hecho
^ste dichoso valle de los recuerdos
que de l haba conservad mi
corazn.
J U
1*
* *
Poco tiempo es suficiente para
cambiarlo todol La tranquila na-
turaleza todo lo olvida, y rompe
gn sus continuas metamorfosis
las misteriosas azaas que atan
nuestros corazones.
*
* *
Nuestros rsticos asilos de ho-
jarasca se han convertido en inex-
tricables malezas; el rbol en
cuya corteza escribimos nuestros
nombres est ya derribado; nues-
tras rosas han sido saqueadaf
en los cercados por los nio?
que jugaban saltando el foso
*
* *
Una pared ceg la fuente don-
de en las horas calurosas ella
beba al bajar de los bosques;
loqueando, coga el agua en el
hueco de su mano y dejaba caer
lquidas perlas de entre sus dedos.
*
* *
Han empedrado el camino s-
pero y desigual, que entre la
arena se dibujaba bien, de cuya
angostura nos reamos con fre-
cuencia, porque con frecuencia
le recorramos los dos estrechados
uno contra otro.
Aqu falta un trozo ae bosque
y all est ms frondoso; no queda
casi nada vivo de lo que ayer
contempl; y como un montn de
ceniza apagada y fra, el montn
de mis recuerdos se dispersa a
todos los vientos.
*
* *
No volvern jams para mi
tas dichosas horas ya pasadas?
Acaso nuestra existencia ha ter-
minado ya? El aire juguetea con
las hojas llevando consigo mis
quejas y la casa me mira como
si va no me conociera.
*
*
Otros desconocidos vendrn a
gozar de nuestros campos, de
nuestras grutas, de nuestros reti-
ros; y otras mujeres, que indis-
cretamente vendrn aqu a ba-
arse, turbarn el agua pura que
en otros das ba tus pies des-
nudos.
*
*
Otros pasan ahora por donde
antes nosotros hemos pasado; co-
mo nosotros vinimos aqu, otros
vendrn; y el sueo que empez
a bosquejarse en nuestras dos
almas, otros le continuarn sin
poderlo terminar quizs.
*
t *
Intilmente hemos sentido
aqu mutua adoracin; nada resta
ya de estos floridos sitios, en los
que confundamos nuestras dos
existencias, participando de la
misma pasin; la impasible natu-
raleza todo lo ha cambiadol
*
* *
Nadie en el mundo termina ni
concluye nada, ni los peores ni
los mejores de entre los mortales;
todos nos despertamos en el mis-
mo punto del sueo; todo empieza
en este mundo y todo termina
fuera de l.
* *
Vendrn otros felices aman-
tes a disfrutar en este delicioso
refugio, reunidos en alegres pare-
jas, todo lo' que la naturaleza, al
amor que se esconde, presta de
fantstico y solemne.
*
* *
- r
Decidme, narra neos, arroyos,
vides, grutas, bosques y malezas:
vais a elevar vuestros murmu-
llos para otros amantes, vais a
prodigarles vuestra sombra y
vuestros olores, y olvidarnos a
nosotros, tan identificados con
vuestra belleza, que prestbamos
de continuo atencin vuestros
rumores sin tratar de turbar vues-
tros misterios?
*
*
Responded, valle puro, hermo-
sa soledad, que la naturaleza abri-
ga en tan hermoso retiro: cuando
dormiremos los dos en la actitud
que da a los muertos la forma de
la tumba, serais capaces de
ser insensibles basta el punto de
creer, sabiendo que hemos abanr
donado esta vida, muertos nuesr
tros amores y continuar, sin em-
bargo, sonriendo y halagando a
otros amantes?
nuestro amor, y obliga al valle
lugar de nuestras delicias a borrar
nuestras huellas y a olvidar nues-
tros nombres.
*
* 4
Cuando veis vagar por vues-
tros senderos nuestras sombras,
que recorrern vuestros montes
y vuestros bosques, no nos con-
taris. ya esos secretos, que se
revelas a los amigos antiguos
cuando los volvemos a ver?
* *
Y si en escondido retiro de
vuestros bosques, ocultos en la
espesura, dos amantes se acari-
cian tiernamente, no murmura-
ris a su odo estas palabras:
Ahora que gozis de la- vida,
pensad en los muertos?
*
* *
Dios nos concede prestadas
por un momento las praderas y
las fuentes, los bosques susurran-
tes, las rocas mudas, los cielos
azules, las llanuras y los lagos,
para halagar nuestros corazones,
nuestra fantasa y nuestro amor;
despus nos priva de ellos; apaga
nuestra llama, sumerge en la
noche el antro donde irradiaba
*
* *
Pues bien; olvidadnos, casa,
J ardn, arboleda; hierba, borra los
caminos que hemos recorrido;
abrojo, esconde nuestras huellas;
cantad, pjaros; corred, arroyue-
los; creced, ramas y hojas, que
aquellos a quienes habis olvida-
do aunea se olvidarn de vos-
otros.
* *
Vosotros habis sido para nos*
otros, la sombra del amor en s
mismo, el fresco oasis que encon-
tramos en medio del desierto;
vosotros fuisteis el secreto refu-
gio, donde ella y yo hemos Hora-
do cogidos de fas manos.
* *
Todas las pasiomes se alejan
r medida que avanzan los aos,
llevndose unas la mscara y
otras el pual, como compaa
de histriones que viaja cantando,
y que desaparecen trasponiendo
los eollados.
* A
Pero t, amor, nunca desag&t
reces; t, que a modo de estrella
o como antorcha luminosa disipas
nuestras memas; tu, a quien de-
bemos la alegra y sobre todo las
lgrimas; t, a quien en la ju-
ventud se maldice v en la veie*
se adora,
* *
En esos das en los que inclina
la cabeza el peso de los aos;
cuando el hombre, que ya no
forma proyectos, sin ilusiones y
sin objeto, conoce que slo es
ya una ruina de s mismo, en la
que yacen derribadas sus virtu-
des y sus fantasas,
*
* *
Cuanao nuestro pensamiento
desciende hasta el fondo de nues-
tro ser a contar, en nuestro triste
y helado corazn, como se cuen-
tan los muertos en un campo de
batalla, cuntas son las ilusiones
disipadas y los dolores sufridos;
*
* *
A la manera que aquel que
busca con una lmpara en la
mano, lejos de la realidad, lejos
del mundo burlador, el pensa-
miento llega lentamente por obs-
cura vertiente hasta el fondo
desolado del abismo interior;
*
* *
Y all, en aquella densa obscu-
ridad, el alma, en sus ms escon-
didos repliegues, siente una cosa
HA TOS.5
velada que palpita todava...
Eres t, que ests adormecido,
sagrado recuerdo!
Octubrede 183... .
XXXV
LA MSTf DATA DEL SIGLO DI EZ
1 SEI S
Antiguos amigos mos, jvenes
en otro tiempo, que ahora, como
yo, soportis el peso de los aos,
quin de vosotros, repetidas ve-
ces, cuando la afliccin ha tortu-
rado vuestro espritu, no busc
la calma en las armonas de un
canto? Quin no dej penetrar
las melodas en su pensamiento,
y sin olvidar a los seres queridos
que fallecieron, no encontr sa-
tisfaccin y lgrimas a un mismo
tiempo oyendo los concertados
sonidos de los instrumentos y
la armoniosa cadencia de las vo-
ces humanas?
u
Escuchad, escuchad; a una se-
al del maestro el arco se preci-
pita sobre todos los violines; la
orquesta, estremecindose, se re
en el sitio que en el teatro le
est destinado. As, oor la tarde.
cuando del campo se escapa un
sordo murmullo, omos aunque
no los vemos, la risa estridente de
los vendimiadores en la via.
Como sobre la columna un frgil
chapitel, el dulce son de la flauta
eleva sus notas agudas. Las esca-
las musicales, castas hermanas
escondidas, vaciando y llenando
alternativamente sus nforas in-
clinadas, se cogen de las manos
y cantan por turno, mientras
que ligero viento hace flotar a
su alrededor, como ligero velo
de un divino grupo, sus encajes
de sonidos que el flautn recorta
sbitamente. Ya suena el cla-
rn; al oirle todo se despierta
sobresaltado y salta a un mismo
tiempo. Las cajas producen mil
ecos, batiendo sus flancos enor-
mes, y hacen aullar al rebao
de los instrumentos grandes, y el
aire se llena de los acordes furio-
sos que lanzan las serpientes de
cobre, vasto tumulto en el que se
oye suspirar al oboe. De repente,
de arriba a bajo, la cortina se
corre, y sombra y viva toda la
sinfona aparece en un himno;
despus, como en un caos que
volviera a apoderarse de un
mundo, todo se pierde entre los
pliegues de profunda niebla.
Cada forma del canto pasa di-
ciendo: jBasta! Los sonidos
chispeantes dispersados se extin-
guen. La noche que va esparcien-
do y agrandando sus vapores,
borra el contorno de las vagas
melodas. Los corazones escuchan
y el alma se conmueve oyendo el
concierto que vuela a todos los
vientos con alas de llama, oyen-
do ese mar en el que el cres-
cendo hincha sus olas movedizas.
m
Poderoso Palestrna, antiguo
maestro, antiguo genio, yo os
saludo, porque sois el padre de
la armona; el gran ro de la m-
sica que beben los humanos sale
de vos como mana el agua de
un manantial; Gulck y Beetho-
ven, esas grandes ramas, proceden
del rbol de vuestra inspiracin
y se han formado con vuestra
savia; Mozart, vuestro hijo, ha
tomado de vuestros altares esa
nueva lira que los mortales des-
conocan antes de l y que son
en el siglo diez y seis vigorosa-
mente pulsada por vuestros dedos
creadores, y a vos, maestro, se
dirigen todos nuestros suspiros
en cuanto una voz canta y en
cuanto un alma responde a ella.
*
* *
se maestro, semejante al Crea-
dor, hizo brotar de su imagina-
cin ese universo de sonidos dul-
ces y sombros a la vez, ecos del
Dios oculto, del que el mundo
es la voz. Ese joven, hijo de la
rubia Italia, se apoder acaso del
alma inmensa de ese pueblo llena
hasta los bordes? Qu soplo,
qu trabajo, qu intuicin le con-
virti en gigante, en dios de las en el jardn y todo aquello que
emociones, al que se dirigen todos es inocente en el mundo tartamu-
Ios mortales, sobre el que se apoya dea como t. Sers poeta, esto
la parte noble del corazn huma- es, el hombre que ve a Dios,
no? Dnde adquiri esa voz que No temas a la ciencia, que aunque
omos de rodillas? Quin vierte es spero el camino que a ella
en l lo que l a su vez, vuelve conduce, es el que eligen los gran-
a verter sobre nosotros? des corazones; la religin y la
poesa esmaltan los dos bordes de
sus matorrales florecientes, y t
puedes coger por el camino el
n
espino blanco y las campanillas
azules; andars por l durante mu-
jMisterio profundo que envuel- chas leguas sin que te sientas do-
ven las infancias sublimesl Quin minado por el fastidio ni la fatiga,
hace que nazca la flor en la pen- Ven, oye las vagas plticas de
diente del abismo y el poeta al
I a
naturaleza; ve en cada objeto
borde de las pasiones? Qu Dios
resa
l tar la parbola, en el ser
hace aparecer a su vista fantasas universal contempla el eterno sm-
extranas, mostrndole al astro
boI ()j el h o mb r e y el des
ti no, el
en la obscuridad, y de que modo
r bol y el bosque
,
y
contempla
bajo un crespn negro ve la son-
c m0j
pendientes de las ramas los
risa embriagante de una beldad,
dol or es que nos ab r u man j l os
el ideal, al travs del transparente
con
suelos para mitigarlos se in-
de la realidad?
cl i nan hac i a n u es t r

f ren
tes, y
contempla cmo, de un modo
*' =1 semejante al espritu radiante del
justo, el sol esplendente, encendi-
. Quin coge de la mano a un do en los cielos, aparece como una
aio desde la infancia y le dice: gloria?
En la aurora de tu existencia y
antes que el sol del medioda haya
marchitado tu corazn, ven, que
v
quiero entreabrirte innumerables
profundidades; ven, que quiero As tambin Palestrina, en el
llenar de luz tus ojos ensombrec- hombre y en la naturaleza debi
dos; ven, que quiero que oigas oir esas voces y esos murmullos,
conmigo lo que slo se explica En la edad en que el corazn son-
mas alia de este mundo, el mur- re, l, ya pensativo, deba haber
mullo confuso de las esferas y de recogido en su espritu, como el
las flores, porque, nio, sabe ro recoge en las ondas fugitivas,
esto, el astro en el cielo y la rosa todo lo que caa en l de las nubes
o de las playas. Debi pasearse dos piedras, al chirrido penetra n-
meditabundo desde la niez por te del zueco, la sombra ertfre las
los campos desde la hora del alba; tumbas de los monjes, al campo
debi pasear por los sitios ms dorado por el alba donde las
recnditos de los espesos bosques mieses conversan entre si, al m-
y por el borde de los precipicios, diarse para vernos pasar, como
unas veces sumido en la obscuri- un numeroso y soliviantado pue-
dad, otras deslumhrado por qui- blo que se asoma al borde de los
meras, y abrir su alma cuando caminos; a la abeja que canta
la primavera baa las flores del zumbando al hablar a las rosas:
vergel en el agua de los estanques, cuntas veces, escrutador tee-
cuando la hiedra sube enroscada broso, suea, tratando de explicar-
a las ramas y cuando la hierba se qu es lo que se comunicar,
confunde, al mezclarlos, los bo- entre s!
tones de oro con las margaritas.
* *
*
* * - Cuntas veces, al anochecer.
En la hora indecisa del creps- despus de sus largos paseos, sin
culo de la tarde, en la que todo hacer caso al pasar de las serena-
se adormece, en la que el corazn tas que oa debajo de los baleo*
olvida sus sufrimientos, los pja- nes, cuando se retiraba contento,
ros sus cantos y los rebaos dejan grave y mudo, algo extraordma-
sus pastos, cuntas veces ante rio senta moverse en su corazon!
su vista el carro de un labrador, Abeja, elaboraba su miel y por
grupo vivo de ruido de caballos grados iba viviendo todo lo que
y de voces, ha trepado con gran fermentaba en su pensamiento,
esfuerzo por el flanco abrupto de dedicndose al santo trabaio de
algn collado del bosque, por al- los poetas
gn camino abierto entre las ama-
rillentas tierras, mientras que cer- ***
ca de un arroyo, que hua por
entre alisos, oa el gemido en En su cerebro, imagen del un-
lontananza de una destemplada verso, el aire corra, los pjaros
campana en el fondo de un valle cantaban, las llamas y las ola?
obscuro...! se agitaban, y la cosecha de mie-
ses doraba la tierra, y las casas
* y los montes se confundan en
* * la obscuridad; llegaba la noche,
C unt as veces, prestando odos que obliga al bruto a esconderse
al rumor de las cabanas, a la e n s u a n t r o , al hombree n su mora<
brizna de hierba que silba entre da, y los espesos bosaues, que un
cfiro grato remova dulcemente, del corazn, nagan sonrer al
renaciendo gozosos al desaparecer justo y meditar al perverso; pare-
el invierno, sacudan sus frondo- ce que nos hacen respirar perfu-
sos penachos verdes. De este mo- mes de incensarios y de cirios,
do en espritu, en forma, en som- y nos parece asistir a la aparicin
bra y en luz, el mundo entero se de uno de esos ngeles vrgenes,
derram en su almal que Giotto soaba y que el Dante
vea; seres tranquilos que se cier-
nen sobre el mundo inquieto,
con sus ojos azules, con su ves-
vi tidura de palo, y que mientras
en la esfera lmpida se abre en
No fue pmtor ni escultor; fu el Oriente el punto de oro de una
aisico. Lleg, nuevo Orfeo, des- estrella, por un hermoso campo
pus del Orfeo antiguo, y as de trboles vagan sonriendo,
como el Ocano slo aporta sus
olas, l slo aport al arte del
misterio y de la vaguedad la
lira que llora en voz baja, can-
tando en alta voz, que lleva a to-
dos un sonido que cada uno tra-
n i
duce en distinta palabra; el lad
en el que se retrata de un modo Dichosos los que vivieron en
inefable la indefinible fantasa aquel sublime siglo, en que, lan-
que se disipa al rayar la primera zando todava sus dorados re-
luz de la aurora; porque l no fie jos en la cumbre del genio
vea nada por la parte brillante, humano, el antiguo sol gtico
porque su espritu, del mundo mora en el horizonte! En aquel
que a su vista hormigueaba en siglo, en el que llevndose a la
la indefinida sombra, amortigua- tumba su secreto, muerta ya la
ba los colores y sacaba la armona, catedral sobre una tierra infiel,
no haca ya brotar iglesias a su
alrededor. Epoca inmensa, obs-
truida an por todas partes, como
Por eso siempre su nimno, al Una Babel arruinada en escom-
descender del cielo, penetra en bros, de torreones, de campana-
Ios espritus por su lado religioso, rios,v de flechas entrelazadas, de
como un rayo de luz por los cris- vastos y diferentes edificios; enor-
tales de una iglesia. Cuando omos me hacinamiento de genios y de
sus cantos, idealizados por nes- piedras, que iba sepultndose po-
tra alma, parece que sus armo- co a poco en la obscuridad; miste-
nas. hiriendo las fibras delicada^ rioso siglo, en el que la ciencia
obscura agonizaba a la sombra del
antiguo Ddalo, mientras que en
el otro extremo del nebuloso ho-
rizonte, entre el Tasso y Lutero,
entre esas dos frondosas encinas,
serena e iluminando con su luz
plida, la cpula maravillosa de
la arquitectura santa, en el cielo
que admiraba Alberto Durero,
ascenda la msica, esa preciosa
luna del arte!
29 de mayo de 1837.,
XXXVI
LA ESTATU
Hacia mucho fro y pareca
que tiritaba. Bajo un dosel de
ramas secas, una antigua estatua,
con la espalda negra y los pies
cubiertos por la hierba, repre-
sentacin de un viejo fauno, co-
locado en el parque desierto,
con la frente inclinada, tocaba
las ramas de los rboles, y la
mitad inferior de un cuerpo se
perda dentro del tazn de mr-
mol. All estaba pensativo, atado
a la tierra, y como toda cosa
inmvil, olvidado.
*
Le rodeaban muchos rboles,
azotados por un viento de hielo,
que, como l, haban envejecido
en aquel mismo sitio; entre gigan-
tseos castaos, desprovistos de
hojas y de pjaros, entre las ramas
taladas, apareca su figura plida.
Desagradable noche de invierno,
sin estrellas y sin luna, caa con
rapidez entre la niebla difusa.
Ms lejos, otros rboles cruzaban
entre s su desnudo ramaje; ms
lejos an, otros se destacaban en
el espacio, levantando en el celaje
gris multitud de pequeas ramas
negras, torcidas y entrelazadas,
y aparecan por todas partes, con-
fundidos unos con otros en el
horizonte, perdido en vapores va-
gos, como un gran rebao de
enormes erizos. All slo se vea
el viejo fauno, un cielo sombro
y un bosque negro.
*
* *
Al acaso, entre la bruma po-
dan distinguirse a lo lejos, en
una larga terraza, sentadas sobre
la hierba, cerca de un pequeo
estanque, indecisas ninfas, a las
que en otros tiempos avergonza-
ban las miradas, y ahora avergon-
zaba el olvido de aquel parque
desierto
*
* *
El viejo fauno se rea. Entre
las dudosas sombras que entris-
tecan la alberca y que provoca-
ban el rubor de las ninfas, el
viejo fauno se rea; me acerqu
a l, observando para mi que to-
dos los grandes escultores, desean-
do ser admirados, condenan Dar
siempre las ninfas a ostentar el
pudor y los faunos la risa con-
tinua,
*
* *
Compadeciendo al pobre mr-
mol y sin herir sus odos, porque
el mrmol oye lo que se le dice
con el pensamiento, le habl de
este modo:Habitante de las
selvas, sois hijo del siglo galante;
cuntas cosas habris presencia-
do en aquella poca feliz! Perte-
necais a la corte? Asistais a
sus fiestas? Para que os divir-
tierais os colocaron cerca esas
ninfas. Para vos, en esos bosques,
hbiles manos han interpolado
para vuestro recreo, los dioses
griegos con los Csares romanos,
y entre fuentes, artsticamente
adornadas, han construido en el
jardn ddalos inextricables. Ha-
bitante de las selvas, contadme
algo de lo que presenciasteis en
aquellos tiempos felices; revelad-
me los secretos de ese fastuoso
pasado, colmado de amoros dis-
cretos, en el cual, formando parte
de la corte de los glandes reyes,
abundaban los grandes poetas.
Deben estar frescos estos recuer-
dos en vuestra memoria. Referd-
melos, como podrais contrselos
a los rboles, a los vientos o a la
hierba jams pisada por pie algu-
no. Desde un extremo al otro
de esta espesa fila de rboles,
antiguo y griego burln, habis
visto algunas veces pasar cerca
de vos, al lado del hermoso Lau-
trec, a la reina earnesa, Margari-
ta, la de los ojos tiernos, y habis
lanzado miradas oblicuas a Hrc-
les Farnesio? Solo, cubierto con
el verde follaje mojado, amable
hijo de las selvas, habis aconse-
jado, segn las aficiones de cada
uno, a Racau como pastor, a
Regnier como stiro? Habis
visto algunas veces, hacia el me-
dioda, sudar a Vicente de Paul
aconsejando a Gondi, sentados
los dos en ese banco? Siguieron
vuestras escrutadoras miradas a
Ana de Austria y a Buckingham,
a Luis y a la Fontange, y visteis
si volvan la faz ruborizada para
dirigir la vista hacia vos, al oir
vuestras risas, desde lo ms es-
peso del bosque? Os consulta-
ron sobre el tirso o sobre la hiedra
cuando en aquel famoso baile
de forma singular, la corte del
dios Febo o la corte del dios
Pan llamaban a la Montespn
con el nombre de Amarilis? Hu-
yendo de los cortesanos, que des-
deaban oirle, La Fontaine no
vino hasta vos llorando a conta-
ros las pesadumbres de sus ninfas
de Vaux? Qu os deca Boileau,
qu os deca Legris a vos, fauno
literato, que en los pasados tiem-
pos sostenais un dilogo en una
deliciosa gloga con el poeta Vir-
gilio, y que hacais surgir sobre
el naciente csped al pesado es-
pondeo (1) y al ligero dctilo?
Habis visto juguetear en la
(1) Espondeo y dcti l o son metros o
medi das de determi nados versos l ati nos.
(N. del T.)
espesura del bosque a la apasio-
nada Chevreuse y a la soberbia
Thiange? Su carioso grupo os
rode alguna vez tan locamente
que el sol recortara de sbito,
abrindose paso al travs de una
nube, vuestro perfil lascivo sobre
su garganta desnuda? El rbol
que os da sombra preserv algu-
nas veces de los rayos del sol la
prpura roja del traje que vesta
el cardenal Mazzarino? Tuvis-
teis la honra de ver cmo Molire
vagaba pensativo por el jardn?
Alguna vez recitando en voz
alta algn verso melodioso, os
ha tuteado familiarmente, como
es costumbre entre semidioses?
Ese pensador, que penetraba
todos los corazones, no tena
miedo de vuestra desnudez, y
en su espritu no os confront
con el hombre, encontrndoos,
espectro cnico, menos triste, fro,
perverso e irnico, que este lti-
mo al comparar vuestra risa pe-
trificada a nuestra risa humana?
*
* *
As le habl bajo el espeso ra-
maje, y ni siquiera me contest
con un murmullo. Inclin el odo
sobre el fro mrmol, pero nada
o que me hablara del pasado.
La plida claridad del da que
expiraba, iluminaba vagamente
al inmvil stiro, mudo a mis pa-
labras y sordo a mis splicas,
* *
Mene ja cabeza y me aleje
abandonndole all. Entonces, de
los obscuros matorrales, de las
ramas secas y de los antros secre-
tos, esparcidos por los bosques,
me pareci que de repente sala
una voz, que en mi alma desper-
taba un eco vago y sonoro, como
si saliera del fondo de un nfora:
*
* *
Imprudente poeta, qu pre-
tendes? jDeja en paz a los faunos
abandonados bajo los rboles!
Ignoras que es una impiedad
visitar los sitios secretos y sacu-
dir, aunque sea impulsados por
el cario, ese musgo que pende
de los siglos arruinados y pertur-
bar con voces indiscretas el re-
cuerdo de los muertos en sus
sombros retiros?
*
* *
entonces me march, pasando
por los jardines que se desvane-
can ya en las sombras de la no-
che, mientras que las ramas de
los rboles se cubran de misterios
y detrs de m el fauno solitario,
obscuro jeroglfico de un antiguo
alfabeto, continuaba riendo en
presencia de la noche que se ave-
cinaba.
* *
Caminaba contemplando con
miradas tristes esos dulces re-
cuerdos de la beldad, de la pri-
mavera y de la aurora, en el
ambiente y a mis pies, esparcidos,
oniundidos y notantes; hojas
del anterior verano, mujeres de
tiempos que pasaron para no
volver, y entrevea a lo lejos,
bajo sombros ramajes, mrmo-
les en el bosque y sombras en el
pasado.
Diciembre de 1837.
XXXVI I
Siempre he sentido cario para
con los seres alados. Cuando era
nio, buscaba nidos de pjaros
entre las espesas ramas, y en se-
guida construa para los pajari-
llos jaulas de caa, que yo coloca-
ba sobre el musgo verde: ms
tarde les soltaba abriendo las
puertas de su encierro, y ellos, o
no se escapaban, o si huan al
bosque, venan a m cuando yo
les llamaba. Durante mucho tiem-
po nos amamos una paloma y yo.
Ahora he aprendido el arte de
domesticar las almas.
12 de abri l de 1840 ,
AXXV1I 1
VERSOS ESCRITOS EN LA TUMBA DE
UN NI O EN LA ORILLA DEL MAE
Hiedra, csped, hierba, flores
y caas, iglesia en la que el esp-
ritu ve a Dios, insectos cue mur-
muris al odo del pastor, dormido
sobre las flores; vientos, olas,
murmullos, bosques que ofrecis
materia de meditaciones al via-
jero, frutos que cais del rbol,
estrellas que cais del cielo, pja-
ros alegres, olas quejumbrosas,
cfiro que murmura en los prados,
mar en cuyo seno se cra la perla,
tierra donde germina la espiga,
naturaleza de donde todo sale
y adonde todo vuelve, no movis
ruido alrededor de esa tumba;
dejad que el nio duerma, dejad
que llore la madre.
1840.
XXXI X
A. L .
Toda esperanza es frgil como
una caa. Dios tiene en su manos
nuestras vidas y las hila en su
huso fatal; cuando el hilo se rom-
pe, nuestra existencia acaba, por-
que en cada cuna germina una
tumba.
- *
* *
n otro tiempo, el porvenir
con luz radiante se presentaba a
mi alma deslumbrada; era un
cielo cubierto de estrellas, una
ola coronada de espumosa cresta,
pero ese falso espejismo se des-
vaneci
*
, * *
Si a tu lado alguno llora djale
que llore sin preguntarle el por
qu; las lgrimas sirven y muchas
veces consuelan; adems, las l-
grimas, nia, siempre lavan algo.
2 de j uni o de 1839.
XL
CERUL EUM MARE
Cuando medito sentado sobre
un acantilado o en el interior
de un bosque, en una noche del
esto, poseyendo triste experien-
cia de la vida, contemplo la eter-
nidad. , ^
* *
A travs de mi obscura suerte
distingo a Dios con claridad, como
a travs del ramaje de los rboles
se entrev el firmamento*
*
1
* *
El firmamento, en el que ios
mentidos sabios buscan, como
lo hacemos nosotros, el consejo
y la verdad; el firmamento lleno
de nubes, el firmamento colmado
do de soles.
*
* *
Soplo divino purifica nuestro
barro; el mundo se debe entera-
mente a Dios; cada flor es una ala-
banza de su poder y cada perfume
un incienso que hacia l se dirige.
*
* *
De noche parceme percibir
que el mismo Dios se inclina hacia
el hombre palpitante. La tierra
reza y el cielo ama. Alguno habla
v alguno oye con atencin*
*
H* '
Sin embargo, Seor, ocultas tu
presencia a nuestros anhelos; po-
nes la copa all arriba y dejas
los labios aqu abajo,
*
* *
Pero un da nos revelaras, Dios
mo, ese tu secreto impenetrable;
cuando vayamos a ver de mundo
en mundo extenderse ms cada
vez tu inefable unidad;
*
* *
Cuando usquemos en los cie-
los que t gobiernas la sombra
de los que hemos amado en la
tierra, a la manera de una banda-,
da de grandes guilas que vuela
a las cumbres de los montes.
Porque cuando la muerte nos
reclama, el espritu rompe la cr-
cel del cuerpo; porque la tumba
es un nido, en el que el alma abre
sus alas como lo hace el paj arillo.
Oh, Seor! La miserable cria-
tura podr ver, cuando le llegue
su hora, la otra parte de la natu-
raleza que hoy desconoce sobre
la que viertes la claridad del
da.
*
* *
Y poetas y pensadores podre-
mos entonces comparar con los
mundos que creaste los mundos
que so nuestra imaginacin.
*
* *
Vagamos en la obscuridad yen-
do donde otros se encaminaron y
omos voces fnebres, que pro-
nuncian palabras para nosotros
desconocidas.
*
* *
Todos los pensadores parece
que se esfuercen en aterrorizar
a las frgiles criaturas; el sabio di-
ce:El cielo est vaco! El
sacerdote dice:El infierno est
lleno!
Mdicos sin medicinas, oh do-
lor! profetas de vista torpe; unos
entregan a Satans nuestras al-
mas, y otros quieren apartarlas
de J ess.
Esperando nuestra hora vaga-
mos por el mundo como rebao
sin pastor, encerrando en nosotros
este gran misterio; ojo limitado
y mirada infinita.
*
* *
El homore elige su camino a
la ventura, y siempre, por su
propia voluntad o a la fuerza,
vive doblegado bajo el peso de
las pasiones.
*
* *
La humanidad, sin ley y sin
gua, siguiendo desconocida sen-
da, es como un viajero que recorre
ignorados caminos despus que
el sol se ha escondido en el ocaso,
*
* *
Camina, pero la niebla cubre
la llanura, el huracn azota los
rboles, y los objetos que apenas
percibe presentan aspecto sinies-
tro.
*
* *
De este modo, caminando entre
escombros, en este siglo, el gnero
humano, al pasar, ve figuras som-
bras que se inclinan a su paso.
*
* *
ttt,.jo.ti& los soadores nos re-
cogemos fatigados bajo un techo
que se desploma, y contemplamos
a la muchedumbre que a tientas
ge sumerge en Ja obscuridad,
*
* *
Buscamos con taciturna inquie-
tud, tratando de adivinar el pro-
blema que nos propone la obscu-
ridad que a todos nos rodea; y
mientras que nos extraviamos
en es>s vanos deseos, el destino
impasible sigue realizando su mi-
sin.
*
V omos en la nocne de nuestra
esclavitud el soplo del destino
que pasa y el rumor producido
por el roce al volver las hojas
del libro de nuestra existen*
cia.
*
* *
Cuando ruge ese viento que
nos empuja al sepulcro, juntad las
pianos y bajad los ojos, y procu-
HTJGO
rad que brille alguna claridad en
ese libro misterioso.
* *
De dnde surgir la luz? Dios
dice:De vosotros mismos; en-
cended el corazn por alguna parte
para que os alumbre.
*
* *
Cuando el corazn arde en lia
mas, se puede sin temor leer lo
que escribe el Seor. Leda a
. su claridad santa, la palabra vir-
tud significa felicidad,
*
* *
Es preciso amar; si existe amor
en vano la obcuridad trata de
cegar los ojos de nuestro espritu:
creed y abriris los prpados;
amad y vern vuestras pupilas.
*
* *
Desde lo alto de los cleios lu-
minosos, las verdades en lonta-
nanza han de limitarse a reflejar
en el libro del alma sus vagas
claridades. _
De noche no hay ojos que pue
J an leer a la sola luz de las estre-
llas ; pero el amor baja hasta
nosotros para prestarnos su luz,
y una lmpara ayuda a los soles.
*
* *
Para que en la sombra que nos
envuelve podamos leer en todos
los momentos, el amor aade su
claridad humana a los rayos de
luz celestial.
*
* *
Amad, pues, porque tocio nos
prueba que el espritu slo deste-
lla poca luz, y todo el problema
se encierra muchas veces en el
corazn de una mujer, nos sumi-
nistra la explicacin de Dios
*
* *
Gota de agua pura o chispa
de la llama, ese verbo intimo que
no est escrito en ninguna parte,
o viene a condensarse en mi alma
o resplandece en mi espritu.
ia idea desnuda, al travs de
las olas o del ter, llega hasta
mi corazn, desde el fondo del
cielo, como una estrella, o desde
el fondo del mar, como una perla.
Agosto de 1839,
As medito, asi me preocupo,
mientras que a los ojos asom-
brados de los marineros la no-
che sombra sumerge a cada ins-
tante grupos de astros en las
olas.
Creyendo en el imperio de Dios,
Humilde y religioso le admiro, y
aspiro por los poros de mi cuerpo
ese espectculo prodigioso.
*
* i
Entre las olas mecidas por los
vientos y el cielo, abismo deslum-
brador, siempre los ojos del pen-
samiento ven algo que sube o que
desciende.,
XL1
Dios que sonre y que otorga,
Dios que auxilia al que en l es-
pera, si sois buena estar satisfe-
cho. El mundo en el que todo
chispea, pero en el que nada se
inflama, si sois hermosa, estar
entusiasmado. Mi corazn en el
retiro amoroso donde le embriagan
vuestros ojos lindos, si sois feliz,
estar contento.
XLI 1
LOS NUFEAG03
Cuntos marineros, cuntos ca-
pitanes, que marcharon alegres
a remotos pases, desaparecieron
en un mar proceloso, en una
noche sin luna, sepultados para
siempre en la inmensidad ciega del
Ocano!
*
* *
Cuntos capitanes murieron
junto con la tripulacin! La tem-
pestad, de sus vidas arranc todas
las pginas, y el soplo del huracn
dispers todo el libro; al sumergir-
los en el abismo, cada ola, a su
vez, recogi parte de su botn;
una se apoder del esquife y otra
de los marineros.
Nadie sabe qu fu de ellos*
al rodar en las sombras exten-
siones, chocando contra escollos
desconocidos; y muchos seres que-
ridos han muerto despus de haber
esperado intilmente durante mu-
chos das a los que ya nunca re-
gresaran a su hogar,
*
* *
Hablando de vosotros en las
veladas de invierno, formando
crculo, sentadas sobre ancoras
mohosas, vuestras familias os re-
cordarn,refiriendo vuestras aven-
turas, mientras que ya dormais
el sueo eterno en el fondo de los
mares.
*
* * _ >
Preguntbanse unos a otros:
Dnde estarn? Sern reyes en
alguna isla? Nos habrn abando-
nado para vivir en pas ms fr-
til?Despus, poco a poco, fue-
ron enterrando tambin vuestro
recuerdo. El cuerpo se pierde
en el agua y el nombre en la me-
moria. El tiempo, que sobre lo
pasado extiende espeso velo, so-
bre el Ocano extiende el olvido
ms profundo.
*
* *
No se tarda en olvidar a ios
infortunados nufragos. Solas, du-
rante las largas noches de tem-
pestad, vuestras plidas viudas,
cansadas de esperaros, se ocupan
todava de vosotros, removiendo
las cenizas de su hogar a la par
que las cenizas de su corazn.
"V cuando la muerte cierra para
siempre sus prpados, nadie os
recuerda ya; ni una grosera piedra
contiene vuestro nombre dentro
de un cementerio; no est escrito
en la corteza de un sauce, que el
otoo deshoja; nadie se acuerda
ya de vuestro nombre.
*
* *
XLI I I
NOCHES DE J UNI O
Dnde estn los marineros
que se ahogaron en el mar en las
noches obscuras? Olas gigantes- XLI V
cas, vosotras conocis sus lgu-
bres historias; olas, tan temidas SABI DUR A
de las madres, vosotras las re-
fers en las mareas altas, y por a Luisa B.
eso al referirlas rugs cuando por
la noche llegis hasta nosotros / >
r
,
A
azotando las playas. .
Julio de 1836 . No hay que esperar, pues, que
nada grande, santo, puro, nada
que sea digno del cielo, nada que
ennoblezca el siglo en que vivimos
brote del corazn del hombre?
Del hombre, sujeto a las necesi-
dades del cuerpo! Ser siem-
pre su tarea slo gozar, descender
a tientas a la tumba, perseguir
todo aquello que se arrastra y
En el verano, cuando el da todo lo que vuela, consagrarse al
ha desaparecido, la llanura sal- srdido inters y afanarse por
picada de flores derrama aroma j
a
loca vanidad; llenar, sin cuidar-
embnagador, y con los ojos ce-
se
del deber, una carta con frases
iTados y el odo atento a todos
0
palabras, o un mostrador de
los rumores, dormita a medias escudos; no levantar nunca la
en un sueno transparente.
v i st a a
j
as
aturas y rerse del
sacrificio y de la virtud? Esta es
*** tu vida, hombre; slo tienes, de
noche y de da, por esperanza y
Los astros son mas puros, fa por objeto, por culto y por amor,
sombra ms agradable; vaga me- la moneda inmunda arrastrada
dia luz tie la cpula eterna, y por el fango, y que al cogerla te
el alba, tierna, y plida, esperan- ensucia las manos; sin compren-
do la hora de aparecer, dirase der que meditar es tu destino,
que vagua toda la noche or de- que tu destino es ser mago y ser
bajo del cielo. rey, ser un alquimista que ali-
18
37- mente el fuego baio ese sombro
XLI 1
LOS NUFEAGOS
Cuntos marineros, cuntos ca-
pitanes, que marcharon alegres
a remotos pases, desaparecieron
en un mar proceloso, en una
noche sin luna, sepultados para
siempre en la inmensidad ciega del
Ocano!
*
* *
Cuntos capitanes murieron
junto con la tripulacin! La tem-
pestad, de sus vidas arranc todas
las pginas, y el soplo del huracn
dispers todo el libro; al sumergir-
los en el abismo, cada ola, a su
vez, recogi parte de su botn;
una se apoder del esquife y otra
de los marineros.
Nadie sabe qu fu de ellos*
al rodar en las sombras exten-
siones, chocando contra escollos
desconocidos; y muchos seres que-
ridos han muerto despus de haber
esperado intilmente durante mu-
chos das a los que ya nunca re?-
gresaran a su hogar,
*
* *
Hablando de vosotros en las
veladas de invierno, formando
crculo, sentadas sobre ancoras
mohosas, vuestras familias os re-
cordarn,refiriendo vuestras aven-
turas, mientras que ya dormais
el sueo eterno en el fondo de los
mares.
*
* * _ >
Preguntbanse unos a otros:
Dnde estarn? Sern reyes en
alguna isla? Nos habrn abando-
nado para vivir en pas ms fr-
til?Despus, poco a poco, fue-
ron enterrando tambin vuestro
recuerdo. El cuerpo se pierde
en el agua y el nombre en la me-
moria. El tiempo, que sobre lo
pasado extiende espeso velo, so-
bre el Ocano extiende el olvido
ms profundo.
*
* *
No se tarda en olvidar a ios
infortunados nufragos. Solas, du-
rante las largas noches de tem-
pestad, vuestras plidas viudas,
cansadas de esperaros, se ocupan
todava de vosotros, removiendo
las cenizas de su hogar a la par
que las cenizas de su corazn.
"V cuando la muerte cierra para
siempre sus prpados, nadie os
recuerda ya; ni una grosera piedra
contiene vuestro nombre dentro
de un cementerio; no est escrito
en la corteza de un sauce, que el
otoo deshoja; nadie se acuerda
ya de vuestro nombre.
*
* *
XLI I I
NOCHES DE J UNI O
Dnde estn los marineros
que se ahogaron en el mar en las
noches obscuras? Olas gigantes- XLI V
cas, vosotras conocis sus lgu-
bres historias; olas, tan temidas SABI DUR A
de las madres, vosotras las re-
fers en las mareas altas, y por a Luisa B.
eso al referirlas rugs cuando por
la noche llegis hasta nosotros / >
r
,
A
azotando las playas. .
Julio de 1836 . No nay que esperar, pues, que
nada grande, santo, puro, nada
que sea digno del cielo, nada que
ennoblezca el siglo en que vivimos
brote del corazn del hombre?
Del hombre, sujeto a las necesi-
dades del cuerpo! Ser siem-
pre su tarea slo gozar, descender
a tientas a la tumba, perseguir
todo aquello que se arrastra y
En el verano, cuando el da todo lo que vuela, consagrarse al
ha desaparecido, la llanura sal- srdido inters y afanarse por
picada de flores derrama aroma j
a
loca vanidad; llenar, sin cuidar-
embnagador, y con los ojos ce-
S
e del deber, una carta con frases
nados y el odo atento a todos
0
palabras, o un mostrador de
los rumores, dormita a medias escudos; no levantar nunca la
en un sueno transparente.
v i st a a
las alturas y rerse del
sacrificio y de la virtud? Esta es
*** tu vida, hombre; slo tienes, de
noche y de da, por esperanza y
Los astros son mas puros, fa por objeto, por culto y por amor,
sombra ms agradable; vaga me- la moneda inmunda arrastrada
dia luz tie la cpula eterna, y por el fango, y que al cogerla te
el alba, tierna, y plida, esperan- ensucia las manos; sin compren-
do la hora de aparecer, dirase der que meditar es tu destino,
que vagua toda la noche or de- que tu destino es ser mago y ser
bajo del cielo. rey, ser un alquimista que ali-
1837. mente el fuego baio ese sombro
alambique que se llama alma, viado! En todo el universo, los
haciendo pasar por ese ardiente seres, los montes, los bosques y
crisol a la naturaleza y al mundo, las praderas, el da que dora el
buscando y encontrando en ellos cielo, el agua que lava los barran-
a
Dios.
cos
> conservan como el da que
salieron de las manos divinas
* toda su pureza y todo su candor;
slo el hombre ha degeneradol
El bruto se mueve invariable- Creado para imperar en la natu-
mente dentro de su esfera y el raleza y para ser el mejor, se ha
elemento se rige por sus reglas, convertido en el peor; debiendo
El molusco vive en las olas y el florecer como rbol selecto, slo
guila en la nieve. Todo en el es un tronco vil con ramaje negro,
mundo tiene su regin, su objeto que la edad desarraiga y que el
y su destino. La espuma del mar vicio deshoja, cuyas ramas no
no es un desecho intil; el oleaje ostentan el uto que Dios quiere
sabe lo que hace y el viento no recoger; tronco en el que nunca
ignora quin le impulsa; como el nos apoyamos sin peligro, en el
templo que brilla con la claridad que la sociedad ingerta las pasio-
suave de las lmparas, obedien- nes. Profunda fu la cada del
tes las estrellas brillan en el hombre: ignora y niega, mientras
cielo azul; todas las maanas, que a su alrededor la creacin
vibrando como santas liras, los afirma; vctima de sus sentidos,
pjaros cantan alabanzas al Crea- cuyo yugo le esclaviza, el hombre
dor. El ser est lleno de amor y vegeta y la cosa vive
el mundo est lleno de fe. Todo en
el mundo observa indefectiblemen-
te su ley y obedece al mandato
divino; el pjaro a su instinto y el
rbol a sus races. El enorme
Ocano que se detiene en la playa, Al hablaros yo de este modo,
la golondrina que se dirige al Sur, me escuchabais y me compren-
el imn que seala siempre al dais; y vos, cuya alma ingenua se
Norte, la nube amontonada sobre transparenta en vuestras pala-
islas de hielo, que, atravesando la bras, me dirigisteis entonces vues-
altura de los cielos, pasa al soplo tra calmante e inefable sonrisa:
del abril desde el Polo hasta el
Ecuador, la savia que se esparce ***.
por las fibras de las ramas, todos
los objetos creados siguen imper- La humanidad se regenera,
turbablemente su marcado cami- y aunque vacilante y caminando
no; slo el hombre se ha extra- en la obscuridad, se dirige ha'
cia la aurora. Todo hombre tie-
ne en el mundo dos aspectos;
el del bien y el del mal. Vitupe- TTI
rarlo todo es no comprender nada.
Las almas de los humanos tienen Por qu os presentis conti-
tga de oro y de plomo. El espritu nuamente ante mi imaginacin,
del sabio debe ser prudente y das de mi niez y de mi alegra?
no debe lanzar indistintamente Quin te abre a cada momento
sus rayos por todas partes. Para en nuestros corazones casi mar-
el siglo actual, como ste le hace chitos, ch flor luminosa de los
sufrir, es siempre injusto, y todo recuerdos lejanos? Qu Cndido
en l le parecen delitos. Nuestra y qu feliz era yo entonces! En
poca, tan insultada, tiene su Ja clase, un banco de encina gasta-
lado sublime; vos mismo lo habis do, una mesa, un pupitre, un tin-
dicho, enojado poeta! tero negro y pesado y una lmpa-
ra me acogan grave y cariosa-
*** mente. Mi maestro, como os he
dicho con frecuencia, era Un sa-
En vuestro aposento, asilo uus_ cerdote, tranquilo y bondadoso, de
toe y respetado, as! me contestas mirada penetrante, candoroso co-
teis, sencilla y serena. Vuestra mo un sabio, maligno como un
frente Mi aba con el reflejo de nio, que, abrazndome, deca de
los damascos de color de escarlata, m con elogio:Aunque no tiene
y para m, en aquel momento, a ms que nueve aos, ya explica
la luz de vuestros ojos levantados, a Tcito. Estudiaba con Eugenio,
el techo se convirti en cielo.
a
quien Dios arrebat la vida, y
a pesar de mis pocos aos me
** preocupaba la meditacin. Mien-
tras escriba, usando muchos bar-
E1 acento augusto y pacfico barismos al desarrollar el tema
de la razn, la equidad, la bondad impuesto, tratando de buscar sen-
serfica, el olvido de los agravios tidos inesperados a las frases do
y de los errores de los dems, que i
os
autores, con la frente y la
tanta majestad presta a las almas espalda inclinadas sebre la mesa,
virtuosas, dotaban a vuestras her-
me
pareca oir confusamente en
mosas palabras de la tranquila
m
i s odos las palabrss griegas
pandeza que en s encierra todo
y
latinas, bachilleras y familia-
lo natural. res, tiznadas de tinta, y alegres
como estudiantes, cuchichear, co-
. mo los pjaros reunidos sobre
un rama, entre las hojas del pesa-
do diccionario. Rumores ms dul-t
RAYOS.a.
ees que el rumor que produce un pernizo haba destruido; o
una bandada que vuela, soplos porque alguien en mi cuarto haba
apagados como los suspiros de la abierto las jaulas y haba dejado
noche, que hacan a cada momen- volar a los pjaros, que muy
to, bajo las manecillas de cobre, contentos se haban ido muy lejos
estremecerse ligeramente las n- a buscar la libertad, o quizs a dar
ginas del libro antiguo. en manos del cazador. Yo corra
entonces, rabiando y rojo de in-
**, dignacin a contrselo a mi madre
y maldeca al perrazo, al jardinero
Despis que cumplamos nes'- estpido y a los infames caza-
tra tarea, corramos ligeros a dores; pero con una sola mirada
jugar en los inmensos jardines; mi madre me devolva la erdida
yo, con paso desigual, segua a calma,
mis hermanos mayores, y las es-
trellas tranquilas iluminaban el
horizonte, y el tierno ruiseor,
I y
cantando en la obscuridad, daba
lecciones de msica a toda la Ahora ya no me encolerizo poi
naturaleza; mientras que yo, nio encontrar una jaula vaca, porque
locuaz y aturdido, lanzando a
ge
pongan mis pjaros al alcance
todas partes miradas francas pero de los tiros del cazador, ni porque
osadas, y chispeando de gozo, lie-
u n per
ro destroce las flores de un
vaba bajo el brazo, atados con jardinillo; esas insignificantes ca-
tres cordeles, a Horacio con sus tstrofes desesperan a los nios?
festines, a Virgilio con sus selvas,
per
o como en una iglesia, el hom-
a todo el Olimpo, a Theseo, a fcre s e tranquiliza en los grandes
Hercules, a Ceres y a J uno, a la dolores. Cuando ha sufrido terri-
hidra de Lerna y al f amoso Len tIes pesadumbres, el corazn ad-
de la roca Nemea. quiere reposo, como los ojos ad-
quieren sueo. De los negros gua-
*** rismos de nuestros sufrimientos
la sabidura es la suma. Compro-
Cuando llegaba a casa ae mi bndola Dios, parece que dice
madre, en repetidas ocasiones, al hombre:HEZ que pase tu
gracias al azar miserable que se espritu a travs de las desdichas,
burla del nio, senta grandes pe- como el grano en la criba, y saldr
sadumbres y grandes cleras, por- de ellas mejor. Viv, sufr, juzgo
que no haba encontrado como y me calmo. Si algunas veces
siempre junto a los tejos scula- aun la clera hace inclinar en mi
res, el hermoso jardincillo que alma la balanza en donde peso
yo me cultivaba, y que ai pasar, el mundo y mi corazn; si slo
abriendo un ojo condeno y vitu-
pero con francas palabras, vos,
noble y santa mujer, consegus
que mi voz irritada y agria vuelva
a adquirir la calma en que vive
de ordinario mi espritu; conozco
que vos tenis bastante poder
para disipar mis tempestades, y
que consegus del hombre austero
y triste lo que obtuvo en tiempos
pasados del nio tierno su made,
aquel gran corazn que duerme
el sueo eterno.
v
Aora escuchadme,Mi razn,
que vacila, oye algunas veces
tres voces poderosas que murmu-
ian, una despus de otra y algu-
nas veces todas a un tiempo. La
primera voz me dice:Irrtate,
poeta, al ver que el infierno aplau-
de todo lo que esta poca imagina,
crea o intenta. Permanece airado!
Este siglo es como una impura red
* la que el hombre atrae la volup-
tuosidad y los vicios. La verdad,
que hizo en otro tiempo resplan-
decer a Roma, se remont al cielo;
el amor es ya desconocido para
el hombre. No rechaces la Musa
armada, que en otras pocas visi-
taba como austera amiga a los
dos sombros gigantes, Amos y
J eremas. Los hombres son ingra-
tos, envidiosos, mendaces y mal-
vados; algunos perpetran crme-
nes, y a todos los deslumhra la
vanidad: unos tienen la sangre
de Can y todos tienen la sangre
de Eva. Seor, la cruz se bambo-
lea y la oracin asoma 3ra a pocos
labios. Murmuran de ti dentro de
tu mismo templo; el Evangelio
era la sagrada ley y el sacerdote
el ejemplo noble; el libro y el sa-
cerdote ya no existen. La fe, esa
hoguera que estaba encendida
en todos los hogares, que desig-
naba a Cristo los hombres escogi-
dos, que purificaba en otros tiem-
pos los labios de los apstoles,
slo es ya un carbn apagado,
con que los nios ensucian, burln-
dose, las paredes de los templos.
*
* *
La segunda voz me dice:
Perdona y ama! El Dios que
adoramos es indulgente y no
ser severo para con el hombre.
Soador! respeta a la hormiga
tanto como al len, que en la na-
turaleza nada hay pequeo. El
ser universal se compone de to-
mos, y Dios vive en todos ellos.
Cultiva en tu corazn el amor y
la piedad. Si la suerte te obliga
a examinar de cerca al hombre,
que por lo general es frivolo,
ciego y temerario, templa la seve-
ridad del juez con las lgrimas
del hermano. Cuanto existe en el
mundo, aire, flor, csped, el grupo
de nios que juega a la puerta de
tu casa, el mendigo sentado en la
hierba, la contemplacin de esa3
mujeres desdichadas que viven
baadas en lgrimas, como las
algas en el mar; el hombre, ese
espectador; el mundo, ese cuadro; que le amen jOh sabidura! E&pl-
todo ese conjunto augusto, que ritu puro! {Serenidad suprema!
al insensato desazona, debe con- Zeus! jlrmensul! Wishnou! j J -
seguir de ti que dirijas cada vez piterl jJ ehov! Dios que buscaba
ms los anhelos de tu vida hacia Scrates y que J ess revel! jUni-
ese ojo misterioso que, invisible co y verdadero Dios! A ti, que
testigo de todo, nos mira a todos haces morir a los hombres y
sin cesar. No enciendas ningn creas el cielo para una eternidad;
infierno con ningn tizn ardien- a ti, que colocado en el espacio,
te, no agraves ningn peso. De- en esa tienda cuyos lienzos con-
muestra la existencia del alma y mueve tu poderoso aliento, qu
de Dios, que el espritu es ininor- te importan los mortales insen-
tal y la tumba irrevocable, y satos que se arrastran unos tras
suaviza el rigor de esa mano di- otros hacia las tinieblas del ocaso,
vina, que a menudo nos oprime y que son fantasmas de los que
y que graba con signos inmorta- no te acuerdas, y que son, ante
les la palabra J ams sobre los tu faz inmensa, vanas sombras
sepulcros y la palabra Siempre que van y vienen?...
en los altares.
*
* *
vi
La tercera voz me dice:Qu
ms da amar que odiar? Los can-
tos, las imprecaciones, que entre- En mt onscuro cuarto de estu-
mos o que salgamos, el bien, el dio, donde sobre una mesa hay
mal, la muerte, ni los vicios, qu muchos libros entreabiertos, don-
importa todo esto al cielo radian- de una Biblia sonre a Virgilio,
te?... Por eso la vegetacin viva oigo yo esas tres voces. Si mi cere*
y ciega produce menos hojas, bro dbil se asombra, persisto, y
menos rboles, menos liqenes, sin temores y sin sobresalto las
menos hierbas y menos agua? dejo ejecutar en m lo que se
Por eso las olas son menos azu- proponen. Porque los hombres,
les y el bosque menos frondoso? perturbados con esas metamor-
E1 sol que sonre a las flores en fosis, componen su sabidura con
los jardines, a los reyes en los la menor ciencia posible. Todos
palacios, a los forzados en los cometen el error de ver la verdad,
presidios, pierde su brillo y vierte cada uno desde su ventana, y
menos rayos cuando el mundo se slo por un lado, sin que ninguno
olvida de una virtud? No; Pan de ellos, atrados por ese peasco
no ha menester de que le recen ni sublime, le d la vuelta y suba
hasta su cumbre. Y de ese triple
aspecto de las cosas del mundo,
de ese triple consejo, que el hom-
bre no alcanza a comprender; de
mi corazn, que Dios ve, en el
que el odio se embota, brota una
benevolencia tierna y universal,
que dora como la luz del alba y
enternece de antemano los versos
que en embrin llevo en mi mente,
para acabar de crearlos en los
campos con el aroma que se
exhala de las llanuras, a la som-
bra que proyectan las nubes y al
murmurio de las fuentes.
Abril de 1840.
FI N DE RAY OS Y SOMBRAS
C A N T O S D E L C R E P S C U L O
P R E F A C I O
La poesa que encabeza esta chas veces un reflejo de lo que
coleccin indica el pensamiento es general; no cree que su indi-
que entraa. El preludio explica vidualidad, como se dice hoy da
los Cantos del Crepsculo. con poca propiedad, valga la
Todo en la actualidad, as las pena de estudiarse ms que bajo
deas como las cosas, la sociedad este concepto, por lo que cual-
y el individuo, pasan por un ere- quiera idea que se forme de ella
psculo. Cul sea ste y qu ven- slo se entrever confusamente
dr detrs de l, es la cuestin en sus libros. Lejos est el autor
ms ardua de todas las que se de suponer que las partes de que
agitan confusamente en este siglo, consta particularmente ste, pue-
La sociedad espera que todo lo dan considerarse como mate-
que est en su horizonte se ilu- rales positivos para escribir la
mine o se extinga por completo, historia de cualquier corazn hu-
Nada ms diremos sobre esto, y mano: hay muchas fantasas en
tambin seremos parcos en pala- este libro.
bras respecto a esta coleccin. Lo que principalmente ha tra-
Para qu hemos de hacer notar tado de expresar en esta coleccin,
el hilo casi invisible que liga este lo que en ella ms ha preocupado
libro de poesas a los libros pre- al autor es el estado extrao y
cedentes?... Ofrece el mismo pen- crepuscular del alma y de la
Sarniento con otras inquietudes, sociedad en el siglo en que vivi-
las mismas olas con otros vientos, mos: es esa bruma exterior, esa
la misma frente con diferentes vacilacin interior; es esa semi-
arrugas, la misma vida en distinta claridad que nos rodea; por eso
edad. se hallan en este libro las esperan-
E1 autor no insiste sobre esto; zas confundidas con las dudas,
slo deja subsistir en sus obras cantos de amor interrumpidos por
1que es personal, por ser mu- lamentos, cierta serenidad compe-.
C A N T O S D E L C R E P S C U L O
P R E F A C I O
La poesa que encabeza esta chas veces un reflejo de lo que
coleccin indica el pensamiento es general; no cree que su indi-
que entraa. El preludio explica vidualidad, como se dice hoy da
los Cantos del Crepsculo. con poca propiedad, valga la
Todo en la actualidad, as las pena de estudiarse ms que bajo
deas como las cosas, la sociedad este concepto, por lo que cual-
y el individuo, pasan por un ere- quiera idea que se forme de ella
psculo. Cul sea ste y qu ven- slo se entrever confusamente
dr detrs de l, es la cuestin en sus libros. Lejos est el autor
ms ardua de todas las que se de suponer que las partes de que
agitan confusamente en este siglo, consta particularmente ste, pue-
La sociedad espera que todo lo dan considerarse como mate-
que est en su horizonte se ilu- rales positivos para escribir la
mine o se extinga por completo, historia de cualquier corazn hu-
Nada ms diremos sobre esto, y mano: hay muchas fantasas en
tambin seremos parcos en pala- este libro.
bras respecto a esta coleccin. Lo que principalmente ha tra-
Para qu hemos de hacer notar tado de expresar en esta coleccin,
el hilo casi invisible que liga este lo que en ella ms ha preocupado
libro de poesas a los libros pre- al autor es el estado extrao y
cedentes?... Ofrece el mismo pen- crepuscular del alma y de la
Sarniento con otras inquietudes, sociedad en el siglo en que vivi-
las mismas olas con otros vientos, mos: es esa bruma exterior, esa
la misma frente con diferentes vacilacin interior; es esa semi-
arrugas, la misma vida en distinta claridad que nos rodea; por eso
edad. se hallan en este libro las esperan-
E1 autor no insiste sobre esto; zas confundidas con las dudas,
slo deja subsistir en sus obras cantos de amor interrumpidos por
1que es personal, por ser mu- lamentos, cierta serenidad compe-.
netrada de tristeza, abatimientos
que se regocijan vigorizados de
repente, desfallecimientos que co-
bran bros, esa tranquilidad acom-
paada del sufrimiento, esas tur-
paciones interiores que se tras-
lucen apenas en la superficie de
los versos, los tumultos polticos
examinados con calma, esos re-
tornos religiosos de la plaza p-
blica a la familia, el temor de que
todo desaparezca y nos deje en
la obscuridad, y en algunos mo-
mentos la gozosa y ardiente fe
en el progreso eterno y posible
de la humanidad.
En este libro, indigno de ocu-
parse de objetos tan grandiosos,
combaten entre s todos los ene-
migos; la duda y el dogma, el
da y la noche, el punto sombro
y el punto luminoso, como en
todo lo que se presenta ante
nuestra vista, como todo lo que
pensamos en este siglo, en nues-
tras teoras polticas, en las opi-
niones religiosas, en la existencia
domstica, en la historia y en la
vida que llevamos.
La ltima palabra que aade
a lo dicho el autor, es, que en
esta poca de espera y de transi-
cin, en esta poca en que la
discusin es tan encarnizada y
de tal modo llevada a su ltimo
extremo, en la que slo se escu-
chan, se comprenden y se aplau-
den estos dos monoslabos, s y
no, no pertenece Ja resolucin
definitiva a los que niegan, ni a
los que afirman, sino a los que
esperan.
25 de octubre e 1
PRELUDIO
Qu nombre hemos de darte,
poca de transicin en que nos
encontramos? Baa todas las
frentes lvido sudor, y en las altu-
ras del cielo, lo mismo que en el
corazn de los hombres, se con-
funden las tinieblas con las luces
*
* *
Creencias, esperanzas, pasio
nes, desesperacin, nada de esto
aparece en plena claridad y nada
de-esto est obscuro por completo;
y el mundo, sobre el que flotan
las apariencias, parece cubierto
por una sombra en la que todo
reluce.
i
*
* *
El ruido que produce esta som-
bra encallece el pensamiento; todo
se confunde en ella, desde el
canto del cazador hasta el estre-
mecimiento de la hoja que roza
el aire y que oculta un nido u
oculta una flor.
*
* *
Todo se confunde en ella; los
que se extravan en los senderos y
buscan su camino a travs de
los campos; las caas verdes que
frotan unas con otras sus lucien-
tes hojas; los Angelus lejanos en-
van sus taidos a los cielos;
*
*
.. La medra que de estremece en
las hendiduras se las bvedas;
el aquiln que ataca al marinero
que perece; los carros detenidos
en las vueltas de los caminos,
enganchndose unos a otros por
el eje, como nosotros por el es-
pritu:
* * *
El pordiosero lloroso que cami-
na extenuado; el que se entrega
a Satans o el que invoca a J eho-
v
; el clamor de los transentes
que se pierde a ios lejos; voz al
del corazn que siente, el rumor
de los pasos que se disipa;
*
* *
Las olas, cuyo nmero t solo,
Dios, cuentas; el viento que huye;
el pedrusco que el arroyo lava de
sus impurezas, y todo aquello
que, para realizar los vanos pro-
yectos del hombre, la reja dice
al surco y la rueda al empedrado;
*
* *
Y la barca, dentro de la que
en la obscuridad se oye gemir una
lira y que abandonando las playas
se entrega a la corriente, y el
rgano de los bosques que suspira
en las montaas, y el murmullo
de voces que surge del seno de
las ciudades,
*
# *
Y el hombre que gime y que
duda; porque en este siglo, vcti-
ma de sonrisas burlonas, todas
las convicciones al poco tiempo
dejan el poso de la duda, que no
es otra cosa que las heces del
fondo del corazn.
Y de esos ruidos diversos se
compone el extrao canto, temi-
ble o propicio, que entona nues-
tra poca que trabaja, como se-
pulturero o como nodriza; que
al azar prepara un monumento
o tal vez cava una tumba.
* *
El Oriente! qu es lo que veis
;n el Oriente, poetas? Volved
hacia all los ojos y los espritus.
Ay! respondieron las voces de
aqullos, durante mucho tiempo
mudas; vemos que nace all abajo
un da misterioso.
*
* *
Un da misterioso en el callado
cielo, que blanquea el horizonte
ms all de las colinas, semejante
al lejano fuego de una fragua
nocturna que se distingue antes
de oir el ruido de los martillos.
*
* *
Pero ignoramos si esa aurora
lejana anuncia el verdadero da,
el ardiente sol, porque sobrevi-
niendo sobre nosotros la obscuri-
dad, esa hora inesperada, lo que
creemos Oriente puede ser el
Occidente.
*
* *
1Quizs sea una noche lo que
tomamos por una aurora; quizs
sse sol que el hombre desea ver
en su cnit y derramar sus rayos
en el horizonte, quiz ese sol que
esperamos, es un sol que entra en
su ocaso.
*
beor! es verdaderamente una
aurora crue alborea? Nuestra an-
VICTOB HUGO qj!
siedad crece de punto a cada
instante. Vemos demasiado ya ***
o no vemos bastante an? Seor,
estamos en el fin o en el principio? oozando de tan poca claridad,
* ningn alma est tranquila. Sen-
* * tado en un banco y apoyado en
Se extiende por el alma y por
I a pared
>
se
encorva el anciano
la tierra espantoso crepsculo, sacerdote, y apenas su vista en
Los ojos que ha de alumbrar, en .
del d a
nebuloso le per-
otro universo, ese ignorado sol
mi t e
deletrear el libro obscuro que
que viene o que se va, estn
t i ene
en sus manos,
cerrados ya, o no se han abierto
todava?... *
t
*** En vano, sacerdote, piensas y
rr .
x
t e
esfuerzas en tu trabajo. El hom-
tse confuso tumulto, que para bre no comprende ya lo que Dios
Z T Z *
s

, nt u
?
es el
le revel. Por todas partes, los sen-
ruido que hormiguea en todos tidos dudosos erizan tupidos ma-
jos lugares, de alas que en todas trrales; la amenaza est aqu aba-
partes se disponen a volar, quizs jo, pero la promesa est all
lo produzca en estos momentos arriba,
el mundo, que dice: Adis!
Ese tumulto confuso que hiere W
uei m
porta! Sin saber cul ser
nuestros odos, puro algunas ve- J
1

SU6r te f utur a
> dormidos o
ees como un hlito y delicioso
Spl er t os eI
destino nos arrastra;
como los sonidos de un lad ^ -
S6a par a mori r
> 3
ra
sea para
quizs lo ocasiona un edn que
ynvsr
' .
nue
stro siglo no tiene ms
se despierta. Quizs en estos mo-
r emedl 0
cumplirlo,
mentos el mundo exclama: iHu-
ixal
*** El horizonte, donde resuena
alegra o de tristeza? AUi canta pronto enrojecerse? Esniritu riel
o t Z C l J f
habI a h0mbK
> V em e n m o L t '
i u^roso? AUi el Z h ^
t0S 3
^
l a s o mb r a
y
a a
des-
ra,canta ogl me? murmu- cender o e, astro vaya a sur-
uno y los rumores de todos, el
/ poeta, en sus cantos rebosantea
de amargura, refleja, como eco
Vuelto como los dems hacia triste y sereno, todo lo que el
el Oriente incierto, recogiendo alma suea y todo lo que el mun-
todos los ruidos dulces o formi- do canta o balbucea, esperando lo
dables, los murmullos de las que nos ofrezca el porvenir,
alturas, que responden a los
nuestros, y los suspiros de cada 0 <k octubre de 1835,
CANTOS DELCREPSCULO
i
VERSOS ESCRI TOS DESPUS DE J UMO
DE 1830~
I
Hermanos mos, tambin vos-
otros contis con jornadas glo-
riosas, con victorias coronadas de
flores, con cvicos laureles, con
muertos enterrados, con triunfos
que son tan halageos en la
aurora de la vida y con estandar-
tes noveles, pero ya agujereados,
y capaces de causar envidia a
las viejas banderas de Austerlitz!
*
* *
Podis estar orgullosos, porque
equivalis a vuestros padres. Ha-
bis sacado vivos del sudario los
derechos del pueblo, que ste
conquist despus de muchas gue-
rras. J ulio os di, para salvar
a vuestras familias, tres de esos
hermosos soles que incendian las
Bastillas; vuestros padres no tui
vieron ms que uno slo.
Sois sus dignos hijos; su sangre,
que corre por vuestras venas, y
su alma, que habis heredado, os
prestan un valor heroico. Con-
tinuasteis lo que ellos comenzaron;
vuestra madre es la fecunda Fran-
cia, que cuando le parece, para
servir de ejemplo al mundo, hace
que transcurra un siglo entero en
un solo da.
La Inglaterra celosa, como la
Grecia homrica; toda Europa
os admira; la joven Amrica se
levanta y os aplaude batiendo
palmas desde las playas de sus
mares. Tres das os han bastado
para romper vuestras cadenas,
sois descendientes de una raza
de bravos, sois hijos de gigantes.
uno y los rumores de todos, el
/ poeta, en sus cantos rebosantea
de amargura, refleja, como eco
Vuelto como los dems hacia triste y sereno, todo lo que el
el Oriente incierto, recogiendo alma suea y todo lo que el mun-
todos los ruidos dulces o formi- do canta o balbucea, esperando lo
dables, los murmullos de las que nos ofrezca el porvenir,
alturas, que responden a los
nuestros, y los suspiros de cada 0 <k octubre de 1835,
CANTOS DELCREPSCULO
i
VERSOS ESCRI TOS DESPUS DE J ULI O
DE 1830~
I
Hermanos mos, tambin vos-
otros contis con jornadas glo-
riosas, con victorias coronadas de
flores, con cvicos laureles, con
muertos enterrados, con triunfos
que son tan halageos en la
aurora de la vida y con estandar-
tes noveles, pero ya agujereados,
y capaces de causar envidia a
las viejas banderas de Austerlitz!
*
* *
Podis estar orgullosos, porque
equivalis a vuestros padres. Ha-
bis sacado vivos del sudario los
derechos del pueblo, que ste
conquist despus de muchas gue-
rras. J ulio os di, para salvar
a vuestras familias, tres de esos
hermosos soles que incendian las
Bastillas; vuestros padres no tui
vieron ms que uno slo.
Sois sus dignos hijos; su sangre,
que corre por vuestras venas, y
su alma, que habis heredado, os
prestan un valor heroico. Con-
tinuasteis lo que ellos comenzaron;
vuestra madre es la fecunda Fran-
cia, que cuando le parece, para
servir de ejemplo al mundo, hace
que transcurra un siglo entero en
un solo da.
La Inglaterra celosa, como la
Grecia homrica; toda Europa
os admira; la joven Amrica se
levanta y os aplaude batiendo
palmas desde las playas de sus
mares. Tres das os han bastado
para romper vuestras cadenas,
sois descendientes de una raza
de bravos, sois hijos de gigantes.
94 VICTOR HG6
vuelta en una red de inicuas
\eyes, cada imo de vosotros excla-
nrEsto es una infame trai-
For vosotros trazaron ellos ei cin! Los pueblos tienen su maa-
circulo triunfal de planos de bata- na. Para hacerles que pierdan
lias, el camino victorioso que, el camino no basta que una mano
partiendo de Francia para abar- desleal le cambie el letrero in-
car el mundo, y pasando por dicador.
Moscou, por Cdiz, por Roma y
por el Cairo, va desde J emmapes **#
hasta Montmirail. ,
Cuando la palabra brilla, des-
truye los imponentes obstculos.
Verdad, t sabes cmo los dien-
Sois los Hijos de aquellos De- tes destrozan las mordazas; puede
licosos liceos, en los que aplauds-
U
n rey cerrarte su Louvre, apagar
teis nuestras pasadas victorias, en j
a
antorcha que te alumbra o
los que buscabais descanso a la hacer que la extingan los criados,
sombra de los pliegues de un es- p
er
o esa llama abrasa al que la
tandarte; por los que con fre- toca, y tu boca no se puede ce-
cuencia Napolen, absorbido en
r r ar c on
j
a
misma facilidad que
su gran pensamiento, pasando, i
a pue
rta de un palacio
cruzado de brazos, por en me-
dio de vuestras espesas filas, os ***
magnetiz con sus miradas. , . ,
Consentiremos que todos nues-
*** tros adelantos, que el progreso
que debemos a nuestros padres
Aguila, que ellos deban seguir! que el trabajo de la raza humana
Aguila de nuestro ejrcito, cuyas se pierdan para nosotros en ur
sangrientas plumas estn sem- instante? Dejaremos que nos
bradas en muchos sitios; t que arrebaten las leyes y las Consti-
los cobijaste bajo tus alas pater- tuciones? Veremos impasibles
nales, contmplalos con alegra; que derriben encarnizados como
Cres madre y debes estar satisfe- si fuera un frgil edificio, tu obra
cha, porque has dado a luz tan de cuarenta aos, laboriosa Li-
bravos aguiluchos _ berta d?
rr *
n * *
Cuando, asustada nuestra ciu- Por semejantes hombres se
dad, se despert una maana han blandido las espadas desde
sorprendida y agarrotada en- el Norte al Medioda? Por hona-
VCTOR HUGO 95
bres como stos se han sembrado
de cadveres los campos de bata-
lla? Por hombres de esta calaa
nuestros heroicos padres han so-
brepujado en valor a los griegos
y a los romanos?
*
*
Los insensatos que cometen
semejantes atentados, no se dan
cuenta de que desde que su poder
se eleva el horizonte se pone ms
negro? En la ceguedad de su
locura no ven que est rebosando
la copa, que se les espa desde
lejos, que en lontananza relam-
paguea, y que el len popular
aguza siniestramente las garras?
ra
Todos se sublevaron; ei Hom-
bre, el nio, la mujer: todos los
que no carecan de alma, todos
los que podan disponer de sus
brazos, todos acudieron. Tumul-
tuosamente la ciudad se lanz
impetuosamente noche y da con-
tra batallones enteros. Intilmen-
te las balas, la metralla, los obu-
ses y los caonazos desgarraban
las entraas de la ciudad; lienzos
de pared y edificios caan arrui-
nados; en las puertas de las casas
haba hacinamientos de cadveres;
las bocas de los caones desde
lejos abran brechas en la muche-
dumbre; pero ella volva a cerrar-
se compacta como un mar, y con
su ardiente resuello aumentaba
el gento de ios arrabales y en
todos los campanarios resonaba
el toque de rebato.
iv
I res das, tres nocfi.es en aque-
lla fragua el pueblo se encenda
en fuego, destrozando la banda
bearnesa con el hierro de la lanza
de J ena. En vano diez nuevas
legiones se lanzaron con mpetu
en el formidable foco, porque
caballos y jinetes se fundieron
en l como las ramas secas que
arden en un brasero.
r
*
fc *
Cmo conseguiste apaciguar tu
clera, soberana ciudad, vence-
dora en tres das? Cmo conse-
guiste, ro popular, entrar de nue-
vo en tu lecho y volver a seguir
tu interrumpido curso? Tierra
que temblabas al furor tempestuo-
so de la venganza popular, cmo
conseguiste ser inteligente, cmo
conseguiste saber elegir al cas-
tigar?
*
* *
JES que haba muenos corazo-
nes estoicos entre vosotros, ciuda-
danos; es que la heroica juventud
luchaba a vuestro lado. En ade-
lante, en todas las ocasiones esta-
ris unidos por un alma comn,
por el alma que brill en todas
vuestras hazaas. Os honraron
96 VCTOR
esas jornadas: ayer no erais sino
una multitud, pero hoy ya sois
un pueblo.
*
* *
A pueblo semejante han em-
bestido los audaces consejeros del
perjurio, calamidades que la Pro-
videncia enva en das determina-
dos a los ltimos reyes de una
raza fatal. Desgraciados aquellos
que creen, cegados por su pro-
fundo error, que pueden apode-
rarse de la libertad del mundo,
como de un pjaro crue se pilla
en un lazo!
*
* *
No ocultis nada de lo que pas-
Las cicatrices embellecen la fren-
te de los soldados. Dejemos que
conserve la ciudad herida las
cicatrices del combate. Llenemos
con sus heroicos muertos los se-
pulcros del Pantheon; no permi-
tamos que se borre ningn recuer
do; restituyamos su tumba a
Luis XVI y su columna a Napo-
len.
v
Dejadme que llore a la raza
muerta que trajo el destierro y
que el destierro se volvi a llevar.
Acompaemos siquiera hasta las
fronteras a los antiguos reyes de
nuestros padres. Rinde, bandera
de Fleurus, los honores militares
a la oriflama que se val
HVG6
#
* *
No pronunciar palabras que
puedan molestarles; no quiero
que les maltrate la despedida de
la lira; no he de ofender al ancia-
no que camina hacia el destierro;
no debo ensaarme con el cado;
no quiero apretar la corona de
espinas que la mano del infortu-
nio puso sobre sus cabellos blan-
cos.
*
* *
Cuando son desgraciados, mi
voz apenas termina el himno que
elev a sus dolores, cuya cadena
se prolonga. En mis cantos ben-
digo siempre al destierro y a la
tumba, y mientras que los dems
saludan la aurora de un nuevo
reinado, mi poesa, en viaje luc
tuoso, ir mucho tiempo an desde
Santa Elena hasta San Dionisio.
*
* *
Pero que sirva de leccin fatal
y eterna a esos pigmeos, extran-
jeros en la tierra natal, que hacen
reinar a los reyes por satisfacer
sus ambiciones-, y que, petrificn-
dolo todo bajo su grupo inmvil,
acucurrados, atizan con su soplo
dbil la ceniza aun mal apagada
de las revoluciones.
VCTOR HUGO 97
VI
Magnfico se os ofrece el por-
venir, juventud de Francia, jve-
nes amigos mos; un siglo puro
y pacfico se abre paso ante
vosotros. Cada da traer una
nueva conquista. Veremos majes-
tuosamente, desde la base hasta
la cumbre, subir de grada en
grada a la irresistible libertad.
*
* *
Vuestros gigantescos padres fue-
ron fuertes y generosos. I ntimida-
das las naciones, se pusieron bajo
su tutela; tan victoriosos fueron
en la guerra, que todos los pue-
blos proclamaban el nombre de
Francia, abandonando sus anti-
guos hbitos y acudiendo a cu-
brirse con la sombra de Napolen.
*
* *
A vosotros os impulsa tambin
esa noble ambicin. Lograd que
en todas partes sea libre el pensa-
miento y que cada nacin sea so-
berana de s misma. Ensead la
libertad a los que viven en las
tinieblas de la obscura noche,
alumbradles el camino, guiad sus
pasos y haced que la humanidad
se dirija haeia ese sublime objeto.
*
* *
Que el espritu, segn sus deseos,
siga con ms libre vuelo a las
artes, a la poesa o a la ciencia;
que. para todo el que lo implore,
el trono tenga eco benvolo y
sonoro; que, para hacer al rey
ms digno, aumente y repita ince-
santemente todos los consejos de
la prudencia y todas las quejas
de la desgracia.
* *
Sacerdotes, id a rezar ante las
fosas; qu vais a hacer en las
catacumbas ostentando brillan-
tes vestiduras de prpura y de
oro? Id all, pero sin lujosa mitra,
sin vana pompa, sin levantar un
trono en esos sitios sagrados, que
slo requieren oraciones y limos-
nas; una cruz de madera y un
altar de piedra es suficiente para
los hombres, como basta para
Dios.
VI I
Desde este momento, si os de-
dicis slo a encaminar bien las
almas, si sois pobres como el
pueblo y modestos como las mu-
jeres, nada debis temer; la Igle-
sia es vuestro puerto de refugio:
cuando durante mucho tiempo
ruge la boca del Vesubio, cuando
la espumosa lava como un vino
en su cbete asoma roja a sus
bordes,
* *
Npoles se estremece; lloroso
el pueblo y asustado, corre, se
HAZOS.7
98 V CTOR
postra ante la tierra convulsiva,
y pide al volcn colrico que le
tenga compasin; pero l no le
hace caso, y lanza un vmito
continuo de ceniza y de humo, que
se agranda sin cesar sobre la
inflamada cima como el cuello
de un buitre en medio de los
aires.
*
* *
De repente estalla un relmpa-
go; fuera del inmeso crter salta
a borbotones, frenticamente la
erupcin, y adis frontn griego
y templo toscano! Las llamas, las
llamas con su fuego pintan las
velas de color de prpura, y se
extiende la lava como una cabe-
llera por las espaldas del volcn.
*
* *
Corre la lava profundamente,
esa lava que fecunda los campos
y que abre puertos en las olas;
mar, playas, archipilagos, todo
se estremece a un tiempo; las
olas de fuego ruedan rojas y
humeantes y los palacios de N-
poles tiemblan, como las hojas
de los bosques cuando sopla >
huracn.
HOGO
y los gigantes campanarios, con-
movindose hasta su base, tocan
involuntariamente a rebato.
*
* *
Dios as lo quiere; desfruyendo
las ciudades, llenando los valles
de escombros, borrando las islas,
trastornando mar y tierra, per-
dona el Vesubio, junto a su crter,
a la humilde ermita, en la que,
arrodillado reza un anciano sa-
cerdote.
10de agosto de 1830.
I I
A LA COLUMNA
Muchos di putados pi di e-
ron que l a Cmara i ntervi -
ni ese para que l as ceni zas
de Napol en fuesen trasl a-
dadas a l a Col umna de l a
pl aza de Vendme. Des-
pus de corta del i beraci n,
l a Cmara pas a l a orden
del d a.
(Cmara de los diputados
Sesin del 7 de Octubre d
1830.)
I
*
* *
Prodigioso caos! Las calles se
llenan de ceniza, la tierra vuelve
a vomitar las casas desaparecidas,
cada techo extraviado choca con
el techo prximo, el mar salta
en el golfo, la llanura se enciende
Cuando l edificaba con sus
manos colosales ese pilar enorme
para su trono, apoyada por la
Europa que era su vasalla; ese
bronce ante el que todo es polvo
y arena, sublime monumento, dos
veces imperecedero, fundido en
su gloria y en el duro bronce;
VCTOR HUGO 99
diente lanz a brazadas los cao"
*** nes enemigos.
Cuando le construa, para que
un da en la ciudad la guerra
extranjera o la guerra civil se Despus parta de nuevo a
estrellasen contra l y para que ganar otras batallas; despojaba
palidecieran en nuestras plazas otra vez a sus enemigos de los
los frgiles herederos de Csar afustes dispersos, y transportando
y de Alejandro, nos ofreci ese el bronce cogido a la Roma fran-
espectculo magnfico. - cesa, preguntaba a los fundido-
res que se inclinaban hacia el
*** horno ardiente:Tenis bastan-
tes?
El recorri la tierra, seguido de
sus fieles veteranos, que consti-
tuan su nacin militar, y cuyos
nombres conoca; los reyes huan El ide este monumento; los
en su presencia; los reyes no fuegos del polgono, la bomba,
tenan su talla; les venca y re- el sable y el oro de la dragona
corra los campamentos enemigos constituyeron sus primeros jue-
recogiendo todos sus caones. gos: siendo general, como por va
de pasatiempo, se apoder de las
*** pirmides; siendo emperador, qui-
_ , so realizar algo ms grandioso.
Despues regresaba con su gran-
de ejrcito, embarazando con su ^
botn el paso de la Francia y su
Luovre de granito, y los parisin- Y construy esa Columna. Con
?es le reciban con locas aclama- su mano romana torci, mezclan-
ciones de jbilo, a la manera que do en su colosal monumento los
los aguiluchos reciben al guila despojos de todo un siglo famoso,
cuando vuelve a su nido con la los Alpes, que se inclinaron a su
fcresa. paso; al Nilo, al Rhin, al Tber,
al brillante Austerlitz, al fro y
*** nebul o^ Eylau.
Y apartando con el' pie todo ^
ese metal sonoro, iba a visitar
el inmenso recipiente, donde her- Porque cual antiguo Enclado
va an en estado* lquido el prob a escalar el treno universal,
monumento cuyo molde forj su removiendo la tierra y el cielo
pensamiento, y en su foco ar- y amontonando durante veinte
aos a "Wagran sobre Marengo,
a Champaubert sobre Arcle, a
Pelion sobre Ossa.
*
* *
Cuando pasaste grave y sereno
en un inolvidable da por la plaza
de "Vendme, hroe adorado por
el pueblo, y tranquilo descubriste
$u magnfico monumento, que
contena con gesto pacfico a tus
cuatro aquilas de bronce;
*
* *
Cuando a tu alrededor bullan
innumerables vasallos, como se
congregaban alrededor de Paulo
Emilio los nios romanos, yo,
nio tambin entonces de seis
aos, colocado en primera linea
ante tu paso y ansioso por ver
tu fisonoma, te aplauda iren-
tico de entusiasmo.
*
*
Quin fe hubiera dicho enton-
ces, al contemplarte colocado en
la cima de la Columna, soando
an en porvenir ms deslumbra-
dor, que llegara un da que ha-
bras de sufrir la afrenta de que
muchos abogados pleitearan para
que ese monumento no guardase
tus cenizas!...
n
Espera, loca juventud, que no
es hora todava. A qu conduce
hablarnos de Arcle, de Wagran
HUGO
y del Tabor? Porque haya manda-
do un ejrcito, porque se haya
apoderado de algunas ciudades,
creis que va a debilitarse la
Europa, si l no atrailla alrededor
de su tumba a los jadeantes
Demstenes?
* *
Por otra parte el cielo no est
tranquilo y nos perturban fatales
inquietudes; en el desigual empe-
drado de la ciudad aun resuena
el eco de sus pasos. Por qu
tributarle esos honores supremos?
Por qu edificarle un templo?
Somos un pueblo extrao! Dejad
pasar a todos los grandes hom-
bres! Napolen tiene mucha prisa.
*
* *
Vivimos ya tranquilos y sin
temor alguno? Pensaremos en ese
'nmortal cuando los dems h-
roes tengan sus monumentos; en-
tretanto, tened paciencia; que
esperen sus restos humanos, esos
despojos de Napolen, que su
valor se tranquilice, y mientras
tanto, que entreguen su medida
al sepulturero del Pantheon.
nr
Sitiar cien ciudades, ganar se-
senta batallas, llenar el universo
con su nombre; conseguir en el
mundo cuanto se propusiera; ha-
ber arrebatado en su blica carre-
ra el Kremlin al czar Pedro y
el Escorial a Carlos V; hacer pesar
su recuerdo sobre nuestros ene-
migos aterrorizados; devorar tan
amargas lgrimas en la crcel
de su destierro; haber alcanzado
incomparable fortuna, haberse
apoderado de un cetro nico,
y no poder comprar seis pies de
tierra debajo de los caones que
conquist!.
I V
Compren derase que naciese
este temor de que la spera liber-
tad temiese sembrar en la ciudad
sus cenizas; que fuera esa estoica
virgen la que proscribiera el nom-
bre glorioso del emperador que
naci para reinar y para conquis-
tar, que recordaba a Esparta y
a Roma, y que temiera que la
sombra de un grande hombre
la impidiese realizar sus prop-
sitos.
*
* *
Pero no; la libertad tiene ya
conciencia de su fuerza. Un trono
es bajo su mano como el mur-
dago en la corteza de un rbol,
cuando la raza de los reyes falta
al derecho jurado. Y entre nos-
otros hemos visto pasar de una
manera maravillosa a la raza ms
antigua y a la ms moderna; este
siglo, en menos de treinta aos,
ha devorado a las dos.
*
% *
La Francia guerrera y apaci-
ble tiene dos hijas de la misma
sangre; la una hace al ejrcito
invencible, la otra poderoso al
pueblo. La gloria, que no es la
primognita, ni tiene ejrcito, ni
corona, ni pavs, ni cetro; la
gloria no es falaz, y no debe cau-
sar miedo a su hermana mayor
la libertad.
v
Han rechizado la reliquia in-
mortal por envidia, porque pali-
decen ante ella; temen ver a su
frente al emperador y de que se
eclipsen las lmparas que alum-
bran sus festines ante el sol bri-
llante de Austerlitz.
*
* *
Eso, no obstante, hubiera sido
digno. Si dentro de la Columna
los franceses hubieran sabido que
se guardaban los inmortales des-
pojos del emperador, quin es
capaz de prever en una guerra
civil hasta dnde stos hubieran
entusiasmado todos los corazo-
nes?
* *
Si alguna vez el extranjero,
oh ciudad soberanal trajera a
pacer les caballos de la Ukrania
en tu suelo querido, sin duda algu-
na esos huesos hubieran germi-
nado, dando luz a soldados en
tu recinto conmovido.
*
* *
Acaso, Columna, algn dia, des-
cendiendo a tu base el peregrino
pensativo y contemplando con
xtasis esos despojos mortales,
arrodillado ante ti, querra pesar
el polvo que un Napolen puede
ocupar en el hueco de la mano
*
* #
Hubieran podido conservarse
esos maravillosos despojos y con-
templar en ellos el brazo fuerte,
el atrevido pecho, el pie que du-
rante doce aos acicate al mun-
do, el hueco de aquellos ojos que
fascinaron a las multitudes, la
frente prodigiosa y el crneo fun-
dido en el molde del globo im-
perial.
*
# *
Entonces nos parecera or que
desde lo alto de la Columna sala
el confuso ruido de armas de las
batallas y rugir las bocas de los
caones, el relinchar de los caba-
llos, el barullo de las ciudades al-
menadas, de los clarines, de los
tambores, el temible estrpito de
este grito: Napolen!
*** VA
Retricos tmidos que acabis
de envolveros en la toga, no qui-
sisteis consolar a esa viuda, digna
de ser venerada por todos los
partidos, y al repartiros el impe-
rio de Alejandro, tenis miedo
de una sombra, tenis miedo de
un puado de cenizas. Oh, sois
muy pequeos!
#
vi
Permanece en tu sepulcro, per-
manece en el espumoso peasco,
en el que con la rapidez de una
bomba caste caliente an y
humeante. Permanece en la spe-
ra isla de Santa Elena, en la que
sorprendido el hombre, contempla
en toda su magnitud los azares de
la fortuna; permanece en la obs-
curidad que te envuelve bajo el
sauce sagrado, cuyas hojas se
desparraman Dor todo el uni-
verso,
*
* *
Al menos all duermes sin que
nadie te ultraje. Con frecuencia
all te despiertan los llantos de
cario y de rabia de un soldado
rojo, que se arrodilla ante ti.
Desde all puedes ver, si te levan-
tas de tu sarcfago, desde lo alto
de las playas, por la extensin
azul de las aguas, correr hacia
tu roca solitaria todas las velas
de los barcos, como si corriesen
a buscar el Verdadero centro de
la tierra.
vn
Duerme, que quizs llegar el
da en que iremos a buscarte, pues
para nosotros eres como una di-
vinidad y nunca fuiste el seor;
porque nos afecta tu destino fatal,
y, ya sigamos la bandera tricolor,
ya nos gue la oriflama, no esta-
mos pendientes de esa cuerda in-
fame que te arranca de tu pe-
destal.
*
* *
Celebraremos por ti magnfi-
cos funerales; quizs tambin nos-
otros libraremos nuestras bata-
llas; defenderemos y haremos que
sea respetado tu sepulcro; re-
uniremos ante l a la Europa, al
Africa y al Asia, y llevaremos all
a la poesa joven cantando a la
libertad.
*
* *
Te encontrars bien entre nos-
otros, tendido bajo tu Columna,
en el seno del poderoso Pars
que fermenta y que hierve bajo
un cielo que tantn tempestades
han ensombrecido, debajo del em-
pedrado sobre el que ruedan los
caones, sobre el que las legiones
pasan, sobre el que el pueblo ruge
a semejanza de la mar.
*
* *
Si el pueblo slo reserva para
los tiranos los rayos y el abismo,
tambin reserva para tu tumba
centenaria (nica majestad de
que es cortesano) profundo ge-
mido, infinito y carioso, que
har que tu sombra no eche aqu
de menos el incesante murmullo
del Ocano.
9 de octubre de 1830.
I I I
HI MNO
Aquellos que murieron heroica-
mente por la patria tienen dere-
cho a que la multutid acuda a
rezar ante sus tumbas. Entre los
nombres clebres su nombre ser
el ms ilustre; comparadas con
la suya, todas las glorias sern
efmeras y se disiparn. Como
una cariosa madre, la voz de un
pueblo entero los mecer en la
sepultura.
* *
Gloria a nuestra eterna Fran-
cia! Gloria a los que murieron
por ella; a los mrtires, a los va-
lientes, a los fuertes, a los que
les imitan, a los que desean
ocupar un sitio en el templo de
la i i mi oi uJ i V^d y mueren como
i ^S fj Si u '
*
* *
Para los que as sucumben, para
conservar su memoria, el alto
en tu suelo querido, sin duda algu-
na esos huesos hubieran germi-
nado, dando luz a soldados en
tu recinto conmovido.
*
* *
Acaso, Columna, algn dia, des-
cendiendo a tu base el peregrino
pensativo y contemplando con
xtasis esos despojos mortales,
arrodillado ante ti, querra pesar
el polvo que un Napolen puede
ocupar en el hueco de la mano
*
* #
Hubieran podido conservarse
esos maravillosos despojos y con-
templar en ellos el brazo fuerte,
el atrevido pecho, el pie que du-
rante doce aos acicate al mun-
do, el hueco de aquellos ojos que
fascinaron a las multitudes, la
frente prodigiosa y el crneo fun-
dido en el molde del globo im-
perial.
*
# *
Entonces nos parecera or que
desde lo alto de la Columna sala
el confuso ruido de armas de las
batallas y rugir las bocas de los
caones, el relinchar de los caba-
llos, el barullo de las ciudades al-
menadas, de los clarines, de los
tambores, el temible estrpito de
este grito: Napolen!
*** VA
Retricos tmidos que acabis
de envolveros en la toga, no qui-
sisteis consolar a esa viuda, digna
de ser venerada por todos los
partidos, y al repartiros el impe-
rio de Alejandro, tenis miedo
de una sombra, tenis miedo de
un puado de cenizas. Oh, sois
muy pequeos!
#
vi
Permanece en tu sepulcro, per-
manece en el espumoso peasco,
en el que con la rapidez de una
bomba caste caliente an y
humeante. Permanece en la spe-
ra isla de Santa Elena, en la que
sorprendido el hombre, contempla
en toda su magnitud los azares de
la fortuna; permanece en la obs-
curidad que te envuelve bajo el
sauce sagrado, cuyas hojas se
desparraman Dor todo el uni-
verso,
*
* *
Al menos all duermes sin que
nadie te ultraje. Con frecuencia
all te despiertan los llantos de
cario y de rabia de un soldado
rojo, que se arrodilla ante ti.
Desde all puedes ver, si te levan-
tas de tu sarcfago, desde lo alto
de las playas, por la extensin
azul de las aguas, correr hacia
tu roca solitaria todas las velas
de los barcos, como si corriesen
a buscar el Verdadero centro de
la tierra.
vn
Duerme, que quizs llegar el
da en que iremos a buscarte, pues
para nosotros eres como una di-
vinidad y nunca fuiste el seor;
porque nos afecta tu destino fatal,
y, ya sigamos la bandera tricolor,
ya nos gue la oriflama, no esta-
mos pendientes de esa cuerda in-
fame que te arranca de tu pe-
destal.
*
* *
Celebraremos por ti magnfi-
cos funerales; quizs tambin nos-
otros libraremos nuestras bata-
llas; defenderemos y haremos que
sea respetado tu sepulcro; re-
uniremos ante l a la Europa, al
Africa y al Asia, y llevaremos all
a la poesa joven cantando a la
libertad.
*
* *
Te encontrars bien entre nos-
otros, tendido bajo tu Columna,
en el seno del poderoso Pars
que fermenta y que hierve bajo
un cielo que tantn tempestades
han ensombrecido, debajo del em-
pedrado sobre el que ruedan los
caones, sobre el que las legiones
pasan, sobre el que el pueblo ruge
a semejanza de la mar.
*
* *
Si el pueblo slo reserva para
los tiranos los rayos y el abismo,
tambin reserva para tu tumba
centenaria (nica majestad de
que es cortesano) profundo ge-
mido, infinito y carioso, que
har que tu sombra no eche aqu
de menos el incesante murmullo
del Ocano.
9 de octubre de 1830.
I I I
HI MNO
Aquellos que murieron heroica-
mente por la patria tienen dere-
cho a que la multutid acuda a
rezar ante sus tumbas. Entre los
nombres clebres su nombre ser
el ms ilustre; comparadas con
la suya, todas las glorias sern
efmeras y se disiparn. Como
una cariosa madre, la voz de un
pueblo entero los mecer en la
sepultura.
* *
Gloria a nuestra eterna Fran-
cia! Gloria a los que murieron
por ella; a los mrtires, a los va-
lientes, a los fuertes, a los que
les imitan, a los que desean
ocupar un sitio en el templo de
la iunioi uJ io^d y mueren como
i ^S fj Si u '
*
* *
Para los que as sucumben, para
conservar su memoria, el alto
Pantheon eleva hasta las nubes,
por encima de las mil. torres que
embellecen la ciudad de Pars,
reina de nuestras modernas Tyros
y de nuestras Babilonias, esa
corona de-columnas, que los rayos
del sol doran eternamente.
*
* *
Gloria a nuestra eterna Fran-
cia! Gloria a los que murieron
por ella; alos mrtires, a los va-
lientes, a los fuertes, a los que
les imitan, a los que desean ocu-
par un sitio en el templo de la
inmortalidad y mueren como los
hroes!
*
* *
Para semejantes muertos, en
vano la noche sombra del olvido,
a la que va a parar y desvanecer-
se todo lo que desaparece, pasa
por su sepulcro, ante el que nos
prosternamos; porque todos los
das aparece para ellos la gloria,
esa aurora cuya luz serena hace
brillar su memoria y dora su
recuerdo.
* *
Gloria a nuestra eterna Fran-
cia! Gloria a los que murieron
por ella; a los mrtires, a los va-
lientes, a los fuertes, a los que
les imitan, a los que desean ocu-
par un sitio en el templo de la
inmortalidad y mueren como los
hroes!
J ul i o de 1831.
IV
BODAS Y FESTI NES
La sala es grande, esplndida;
la mesa es inmensa. Siempre por
algn extremo empieza el mgico
festn, en el que se amontonan el
oro, el cristal y la plata cincelada.
En esa larga mesa tienen sitio
todos los sexos y todas las edades.
El veterano que ha tomado parte
durante cuarenta aos en los
trabajes de la guerra, grave y
serio; el joven rubio a quien ape-
nas apunta el bezo, la joven de
miradas tiernas, el nio que bal-
bucea, el anciano que tartamudea,
todos comen, todos tienen apetito,
y el apetito les regocija, y los que
ms se encarnizan en la comida
son aquellos que ya no tienen
dientes y los que no los tie-
nen an.
* *
Cascos, cimeras, florones, ban-
deras triunfales, leones coronados,
buitres, bucfalos, estrellas de
plata en obscuro campo de sino-
pie, abejas de oro sobre eampo de
gules de prpura y azucenas en
fondo de azur, cadenas, todas las
formas extraas de la herldica,
como leopardos alados, guilas y
grifos, se arremolinan alrededor
de los coirvidados, se encaraman
a los techos, se retuercen en los
arabescos de las alfombras, su-
mergen su atrevido pico en la
copa esculpida y suspenden en
los artesones cortinajes deslum-
bradores, que cuelgan desde las
vigas del techo hasta las cabezas
de los comensales y cuyas franjas
soberbias las rozan, como pasan
los pjaros rozando la hierba con
J as alas. Como en el banquete
todo resuena y todo brilla, parece
que se lo disputen la luz y el
ruido.
* *
Por todas las ventanas sale
el rumor de la fiesta. Los convida-
dos cien sus frentes con coronas
y ocupan un trono donde se sienta
el orgullo, llevando un cetro en
la mano y una cadena al pie;
algunos quiz quisieran escabu-
llirse de all, y el esclavo mejor
atado es el dueo de la casa.
*
# *
El poder embriagador que con-
vierte al hombre en Dios; el amor,
miel y veneno a un tiempo mismo;
el amor, filtro de fuego, que se
compone de los confundidos hli-
tos del hombre y de la mujer, de
ios estremecimientos de la carne
y de las ilusiones del alma; el
placer, hijo de la noche, cuyos
ojos ardientes de esperanza lan-
guidecen por la maana y se en-
cienden por la noche; las jauras,
los picadores, la caza, los que pa-
san el da corriendo por el campo
en pos del sonido de la bocina;
los lechos de cedro y de plata
sobredorada, contrados, ms bien
que para el sueo, para la volup-
tuosidad; los lujossimos palacios,
que al pobre envidioso hacen
crujir los dientes; los parques
majestuosos de los que entre
la hojarasca se distinguen las
paredes, en los que de noche se
oyen msicas que salen del seno
de los estanques; el pudor de las
beldades, fcilmente vencido; la
justicia vendida por la cantidad
de oro convenida; el terror de
los pequeos, el respeto de los
transentes; la guerra, que es
elemento que sazona la felicidad
de los poderosos; el can lleno
hasta la boca de metralla, que
asoma el largo cuello fuera de las
murallas; el regimiento en marcha,
plipo de mil pies; la gran capital,
produciendo su multiplicado mur-
mullo; todo lo que lanza al cielo,
sea ciudad, sea ejrcito, olas de
polvo y olas de humo; el presu-
puesto, enorme monstruo, ad-
mirable pez al que todos le echan
el anzuelo por todas partes y
que, flotando en olas de oro,
arrastra el vientre cubierto de
escamas que son las monedas:
tales son los manjares divinos
que en platos dorados sirven a
los convidados cien criados a un
mismo tiempo y que en los hor-
nillos del laboratorio sombro y
subterrneo que arde en la obs-
curidad prepara noche y' da para
el real festn ese alquimista que se
llama Destino.
*
El sombro anfitrin no quiere
que haya platos vacos, y los
sirven con tal profusin, que har-
tan a los ms voraces; que para
elegir mejor entre los sabrosos
bocados tienen por consejeros a su
conciencia, o lo que as se llama;
compaera perspicaz, gua segura
del hombre, al que por impru-
dencia, las nodrizas de los reyes,
desde que stos empiezan a jugar,
les sacan los ojos.
*
* *
En esa larga mesa se sientan los
grandes y los felices del mundo,
para gozar del inagotable bien-
estar de su vida, para embriagarse
en el esplndido festn, en el que
a travs de esplendores brillantes
ven desfilar por su imaginacin
flotantes imgenes; y las risas,
las conversaciones, las lmparas y
los vinos provocan en el alma
ardiente torbellino, mientras que
la vista deslumbrada vaga ale-
gremente desde todo lo que fluye
hasta todo lo que llamea.
* *
Pero de repente, mientras que
los cantos y las risas hacen olvi-
dar a los convidados el mundo
exterior; en los momentos en
que la mesa, la sala, los criados,
los comensales y las lmparas
brillan con ms esplendidez y
la orquesta escondida difunde ms
alegres y ms voluptuosos soni"
dos; en los momentos culminantes
de la embriaguez y del delirio,
en los que se hace burla con des-
precio del pueblo, que, cubierto
de andrajos, est sentado a la
puerta, suenan en la escalera
precipitadamente los pasos de
alguien que sube, los pasos de
uno a quien nadie esperaba y
que, sin embargo, la prudencia
peda que se contase con l
* *
No cerris la puerta. Os precisa
abrirla y dejar que entre al que
se presente. Y unas veces es
la muerte y otras el destierro que
llega jadeante; la una con el se-
pulcro, el otro con una tienda;
la muerte con pies de plomo, el
destierro con pasos ligeros, espec
tro que viste un traje extranjeros
*
* *
El espectro es espantoso; entra
en la sala y proyecta sobre todas
las frentes su sombra colosal;
los convidados se encorvan como
los rboles al solpo de los vientos;
el espectro escoge a uno de ellos,
con frecuencia al que est ms
ebrio, le separa de la mesa, con
asombro de todos, y se lo lleva
cuando aun tiene los labios mo-
jados de vino.
20 de agosto de 1832.
V
NAPOLEN H
I
Mil ochocientos once! Felices
aquellos tiempos en que los pue-
blos innumerables prosternados
esperaban ante una negra nube sa-
ber la voluntad del cielo, cuando
vean conmoverse las monarquas
seculares y contemplaban el Lou-
vre, que tronaba y relampagueaba
como un nuevo monte Sina!
*
* *
Inclinados, como el caballo que
oye el rumor de los pasos de su
dueo, se decan unos a otros:
Grande ser el ser que nazca;
maana espera tener un heredero
el glorioso imperio. Qu ser lo
que conceda el Seor al hombre
que, superior a Csar, absorbe
en su suerte la suerte del gnero
humano?
*
* *
Mientras hablaban as, la enor-
me y brillante nube se entreabri,
apareciendo en ella el hombre
predestinado; estticos los pue-
blos enmudecieron a impulsos del
respeto y l, levantando los bra-
zos, present al mundo un nio
recin nacido.
*
*
En cuanto el nio respir, sobre
la cpula de los Invlidos ondea-
ron estremecidas las banderas,
como se estremecen las espigas
al soplo de los vientos; y el pri-
mer grito del nio, que la nodriza
apacigua, hace saltar y aullar
de contento a los caones mons-
truosos agazapados en el edificio.
El, orgulloso de este aconte-
cimiento, abri al fin los dos bra-
zos, que hasta entonces tena
siempre cruzados sobre el pecho,
y el nio, sostenido por las manos
paternales, inundado por los res-
plandores de sus pupilas impe-
riales, lanzaba miradas brillantes.
*
* *
Cuando present al heredero
de sus tronos a las antiguas nacio-
nes y a las antiguas coronas, sa-
tisfecho como el guila que ha
subido a descansar a una alta
cumbre, exclam con jbilo:
El porvenir me pertenece: el
porvenir es mo.
n
No, el porvenir no pertenece a,
nadie; el porvenir slo pertenece
a Dios. Cada vez que suena una^
hora en el reloj, todo lo viviente
se despide de nosotros. El porve-
nir es un misterio. Todas las cosas
que nos deslumhran en el mundo,
gloria, fortuna militar, corona
real, brillantes victorias, ambi-
ciones realizadas, slo se posan
un momento sobre nosotros como
los pjaros en las extremidades de
las ramas.
* *
No; por poderoso que sea el
hombre, ya ra, ya llore, nunca
consigue hacerte hablar, ni que
abras antes de tiempo la mano
helada, fantasma mudo, sombra
nuestra, espectro enmascarado,
que sigues nuestros pasos y al
que llamamos Ma&ana.
*
* *
Maana! Quin sabe lo que
traer maana?... El hombre siem-
bra hoy la causa y Dios hace que
madure maana el efecto. Maana
es el rayo que rasga el velo, es
la nube que apaga la luz de la
estrella, es el ariete que bate las
torres, es el astro que cambia de
Zona, es el trono con el terciopelo
desgarrado, que deja ver su armar
zn de madera.
*
+ *
Maana es el caballo que cae
al suelo cubierto de espuma; ma-
ana es, oh conquistador! Moscou,
que arde de noche como una an-
torcha; es tu guardia veterana,
que cubre de cadveres la llanura;
maana es Waterlo, maana es
* Santa Elena, maana es la tum-
ba.
*
* *
Pudiste entrar en las ciudades
al galope de tu corcel, cortar las
guerras civiles con el filo de tu ace-
ro; pudiste cegar el paso del
altivo Tmesis, tener fascinada
a la victoria, enamorada de tus
clarines; romper las puertas ce-
rradas, sobrepujar a todos los
capitanes, conceder como insig-
nia a tus ejrcitos la estrella de
tus espuelas; pero Dios se reserv
la duracin de todo esto y te dej
un pequeo espacio de tiempo;
pudiste ocupar todo el sitio de
la tierra; pudiste tomar, impulsa-
do por tu ambicin, la Europa a
Carie-Magno y el Asia a Mahoma,
pero no podrs nunca conquistar
el Maana aue est en Doder del
Eterno!
m
Terrible leccin la que sufriste!
Cuando tu hijo recibi como un
chupador la corona de Roma, re-
vestido con un nombre resonante;
cuando fu presentada la tem-
blorosa frente real ante el pueblo,
maravillado de ver que un rey era
al mismo tiempo tan grande y
tan pequeo;
*
* *
Cuando su padre para l haba
ganado tantas batallas; cuando
hubo acumulado las filas de sus
ejrcitos, murallonesvivientes, al-
YtCTOK HUGO 109
rededor de la cuna del risueo segn la fuerza de sus dientes, se
recin nacido; cuando ese gran apoder de la presa; Inglaterra
obrero haba casi casi ya reedi- tom el guila y Austria el agui-
ficado el mundo, como su imagi- lucho
nacin soaba; *
* *
*** Ya sabis el destino que le die-
Cuanao as manos paternales
r o n
^
v
#nt e histrico. Durante
lo tenan todo preparado para do-
sei s an05 en d
f
t i ei T 0 i e e n
f
tar al tierno nio de esplendores naron pasando los cerrojos los
eternos; cuando poda suponer Pedentes reyes, poniendo su gran
que tena segura una existencia
en
atrecho calabozo
magnfica para l; cuando para alo * ,
jar un da al monarca hereditario, * *
se haban abierto ya bajo tierra El
va
estierro no hubiera sido
los cimientos de mrmol para sus
mn
doloroso para l si no hubiera
palacios; amado algn ser en el mundo;
pero los corazones de len son
* * los verdaderos corazones de pa-
r
. . , dre, y l amaba entraablemente
, P
a
f J f
m
f _*L
s ed
a su hijo; slo conservaba en la
haban colocado delante de Fran- ^j
d
J
QS
^
d r et r at o de u n
c*a un -enorme cliz, lleno del ^
de mi mu n d
vino de la esperanza, antes que
c o

z n y ae
mo
pudiera gustar una sola gota de
J

ese veneno dorado, antes que sus
labios rozasen los bordes de la
copa, sobrevino un cosaco que, por la noche, cuando sus mira-
arrebatando al nio y colocn- das se perdan en el techo de su
dolo a su grupa, azorado huy dormitorio, lo que agitaba su
con l. imaginacin era aquello que le
atraa de su pasadomientras
sus carceleros, centinelas coloca-
I v
dos all para espiar de da y de
, , , .. noche el vuelo de sus pensamien-
El guila una tarde, se cer- tos, vean aparecer sombras pasa-
Wp
n
r f L H
a
- T
y U na
sof e! su frente,
tuerte rfaga de viento le rompi
las dos alas; al caer produjo en *
los aires luminoso surco, y enton-
ces todos se abalanzaron a su nido No le preocupaba la brillante
con siniestra alegra; cada uno, epopeya que poco tiempo antes
haba escrito con la punta de la
espada; no eran Arcle, Auster-
litz ni Montmirail; ni el recuerdo
de las altsimas pirmides, ni el
pach del Cairo y sus caballos n-
midas, que mordan el pretal
del suyo.
*
* *
No era el ruido de las bombas
y de la metralla, que a sus pies
durante veinte aos produjeron
las batallas, desencadenadas en
negros torbellinos, cuando con sus
manos plantaba en ese mar pro-
celoso sus banderas en medio de
la refriega, como si fuesen los
mstiles levantados por la correc-
ta alineacin de sus batallones.
*
* 5 C
No pensaba en Madrid, e
Kremlin ni el Pharo, ni en la
diana resonando al romper el da,
ni en sus vivacs dormitando a la
luz de las estrellas, ni en sus cabe-
lludos dragones, ni en sus granade-
ros picos, ni en sus rojos lanceros
que hormiguearon entre las picas,
como las amapolas entre la espe-
sura de los trigos.
*
* *
No le preocupaba nada de eso,
sino nicamente el recuerdo de
un hermoso y sonrosado nio, que
dorma con la boca semiabierta,
mientras que, cariosamente, su
cuidadosa nodriza, ensendole
una gota de leche suspendida en
el pezn dei pecno, e excitana a
que se sonriese.
*
* *
El padre entonces apoyaba los
codos en los brazos del silln y
desahogaba el pecho henchido de
sollozos, y lloraba de cario.
Bendito seas, pobre nio, hoy
desaparecido de la tierra, nico
ser que podas distraer su pensa-
miento de la infortunada prdida
del trono del mundo!
v
Hoy los dos han muerto.
Seor, tenis el terrible derecho de
disponer de los mortales. Empe-
zasteis por arrebatar al hroe in-
vencible; despus hicisteis lo mis-
mo con el nio; diez aos os basta-
ron para preparar el sudario del
padre y el del hijo. Gloria, juven-
tud y orgullo son los bienes que la
tumba nos arrebata. El hombre
bien quisiera dejar alguna cosa
junto a la puerta de su sepulcro,
pero la Muerte le niega este con-
suelo! Cada elemento vuelve adon-
de todo debe descender: el aire
se apodera del humo, la tierra
de las cenizas y el olvido del
nombre del hombre.
vi
Oh, revoluciones! Soy el ltimo
de los marineros e ignoro lo que
Dios elabora en la obscuridad,
debajo del tumulto de vuestras
olas. La multitud se burla y os
odia; pero, quin sabe de qu ma-
nera Dios trabaja? Quin sabe
V T
si el oleaje que se estremece, si
el grito de los amargos abismos, . .
si la tromba, si los bueno, y los
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'
0 DEL E A m3 DE
T)R ViTi'Fi
rayos son necesarios para que los
man produzcan la perla?
E
,
H ot e
,
de V ] e i I um na de
* /to a bajo su fachada; el prncipe
* * y mil luces brillan all, y la fiesta
Entretanto es temible esa 'tm- de esta noche va a resplandecer
pestad para los pueblos y para
c o mo
alumbra la inspiracin en
las naciones, porque es un mar I
a
frente del poeta sagrado. Pero
ciego y sordo el pueblo en revo-
esa
fiesta no ha sido, amigos mos,
lucin. Poeta, de qu sirve tu un pensamiento oportuno; nada
cantar? Los cnticos que tu genio justifica que Francia ofrezca
esboza caen en las olas inquietas, este banquete; verdaderamente
que no los oyen; la bruma enron-
no
es un baile lo que se necesita
quece tu voz, el viento lleva lejos P
ar a
aliviar los dolores de la
tu pluma, pobre pjaro que can- ciudad,
tas en la punta del mstil de un *
buque perdido! * *
#
Hubiera sido ms oportuno ce-
* * rrar algunas llagas abiertas de
Larga es la noche y la tormenta
l as q
T
as s t an a l os
hombres
eterna; el cielo no presenta ni pensadores, apuntalar la escalera
un pequeo espacio azul; hombres ?
ue desde aba

l l e

a
kasta
ai T
~
y cosas, en revuelta mezcolanza
ba
'. aumentar los talleres, dismi-
ruedan hacia el abismo; todo aba-
nui r l os
P
atl bl l
l os; hubiera sido
te el rumbo y se hunde en las P
refe
rible socorrer a los nios
olas, reyes en la cuna y seores
pobre
3
s car ecen
de pan; hubie-
del mundo; el grande y el infante
r a sl do
P
ref er
&
l e
devolver el pa-
Napolen. Todo se borra, todo
r ai so al desd
i chado impo en vez
se desata; una ola sucede a otra,
de
encender araas y a que pasen
y l que pasa, olvida lo mismo al
l a noc he
despiertos algunos locos
Leviatn que al Alcin. entrados al vrtigo del baile.
Agosto de 1832. *
* *
Reinas de nuestros hogares,
mujeres puras y generosas, flores
haba escrito con la punta de la
espada; no eran Arcle, Auster-
litz ni Montmirail; ni el recuerdo
de las altsimas pirmides, ni el
pach del Cairo y sus caballos n-
midas, que mordan el pretal
del suyo.
*
* *
No era el ruido de las bombas
y de la metralla, que a sus pies
durante veinte aos produjeron
las batallas, desencadenadas en
negros torbellinos, cuando con sus
manos plantaba en ese mar pro-
celoso sus banderas en medio de
la refriega, como si fuesen los
mstiles levantados por la correc-
ta alineacin de sus batallones.
*
* 5 C
No pensaba en Madrid, e
Kremlin ni el Pharo, ni en la
diana resonando al romper el da,
ni en sus vivacs dormitando a la
luz de las estrellas, ni en sus cabe-
lludos dragones, ni en sus granade-
ros picos, ni en sus rojos lanceros
que hormiguearon entre las picas,
como las amapolas entre la espe-
sura de los trigos.
*
* *
No le preocupaba nada de eso,
sino nicamente el recuerdo de
un hermoso y sonrosado nio, que
dorma con la boca semiabierta,
mientras que, cariosamente, su
cuidadosa nodriza, ensendole
una gota de leche suspendida en
el pezn dei pecno, e excitana a
que se sonriese.
*
* *
El padre entonces apoyaba los
codos en los brazos del silln y
desahogaba el pecho henchido de
sollozos, y lloraba de cario.
Bendito seas, pobre nio, hoy
desaparecido de la tierra, nico
ser que podas distraer su pensa-
miento de la infortunada prdida
del trono del mundo!
v
Hoy los dos han muerto.
Seor, tenis el terrible derecho de
disponer de los mortales. Empe-
zasteis por arrebatar al hroe in-
vencible; despus hicisteis lo mis-
mo con el nio; diez aos os basta-
ron para preparar el sudario del
padre y el del hijo. Gloria, juven-
tud y orgullo son los bienes que la
tumba nos arrebata. El hombro
bien quisiera dejar alguna cosa
junto a la puerta de su sepulcro,
pero la Muerte le niega este con-
suelo! Cada elemento vuelve adon-
de todo debe descender: el aire
se apodera del humo, la tierra
de las cenizas y el olvido del
nombre del hombre.
vi
Oh, revoluciones! Soy el ltimo
de los marineros e ignoro lo que
Dios elabora en la obscuridad,
debajo del tumulto de vuestras
olas. La multitud se burla y os
odia; pero, quin sabe de qu ma-
nera Dios trabaja? Quin sabe
V T
si el oleaje que se estremece, si
el grito de los amargos abismos, . .
si la tromba, si los buenos y los
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rayos son necesarios para que los
man produzcan la perla?
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* /to a bajo su fachada; el prncipe
* * y mil luces brillan all, y la fiesta
Entretanto es temible esa 'tm-
de
esta noche va a resplandecer
pestad para los pueblos y para
c o mo
alumbra la inspiracin en
las naciones, porque es un mar I
a
frente del poeta sagrado. Pero
ciego y sordo el pueblo en revo-
esa
fiesta no ha sido, amigos mos,
lucin. Poeta, de qu sirve tu pensamiento oportuno; nada
cantar? Los cnticos que tu genio justifica que Francia ofrezca
esboza caen en las olas inquietas, este banquete; verdaderamente
que no los oyen; la bruma enron-
no
es un baile lo que se necesita
quece tu voz, el viento lleva lejos P
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liviar los dolores de la
tu pluma, pobre pjaro que can- ciudad,
tas en la punta del mstil de un *
buque perdido! * *
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Hubiera sido ms oportuno ce-
* * rrar algunas llagas abiertas de
Larga es la noche y la tormenta
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encender araas y a que pasen
y l que pasa, olvida lo mismo al
l a noc he des
P
i er tos
^gunos locos
Leviatn que al Alcin. entrados al vrtigo del baile.
Agosto de 1832. *
* *
Reinas de nuestros hogares,
mujeres puras y generosas, flores
que perfumis nuestras viviendas,
a quienes la felicidad aconseja
permanecer virtuosas, que nunca
habis combatido contra el mal
{
a quienes la infame envenenadora
del hambre nunca ha dicho:
Yendedme vuestro cuerpo, esto
es, vuestra alma; vosotras cuyo
corazn alberga la alegra y la
inocencia, vosotras que asists
alegres a esta fiesta, mientras hay
otros que sufren en otras partes,
porque no sabis que existen esos
dolores, porque la casualidad os
puso en la esfera ms alta y
vivs y brillis sin ver, pues tanto
os deslumhran los rayos de la
felicidad, a los que bajo de vos-
otras gimen en las tinieblas.
*
El prncipe, ei neo, el universo
entero slo piensa en regocijaros
al ver que nadis en la abundancia.
Poseis la belleza, disfrutis de
ricas galas; el susurro de las fiestas
os embriaga, y como vuelan hacia
la luz las mariposas, volis hacia
todos los goces de la vida. Acuds
a este baile ignorando que entre
la gente que os sigue, que entre
la muchedumbre que slo llega
hasta las puertas, se encuentran
otras mujeres, vestidas con tanto
lujo como vosotras, que se ador-
nan para luego venderse en las
calles; que como vosotras para
acudir al baile, deslumbrantes
y semidesnudas, se presentan para
veros pasar, ocultando su desgra-
cia tras cnica sonrisa, llevando
flores en la cabeza, barro en los
pies y odio en el pecho.
Mayo de1832.
V I I
eor, si queris proteger a 1a
Francia, no debis consentir las
eternas luchas ni que la devoran,
ni la existencia de esos tronos
que se levantan y que se de-
rriban en un momento, ni las
tristes libertades que unos y otros
nos conceden y que nos arreba-
tan, ni el torrente de lgrimas,
de pasiones y de ideas que siem-
bran en las costumbres sus olas
desbordadas; ni esos tribunos que
oponen una Constitucin a un
abuso, ni la guerra, cada vez ms
sombra y ms profunda, que
hacen los partidos al poder y el
poder a los partidos; ni la repul-
sin de los grandes, que irrita a los
pequeos; ni esos rumores, esos
choques, esos clamores, esos sis-
temas que se fraguan en la obscu-
ridad y que consiguen que el
tumulto, el odio y el ruido infor-
men los discursos, y que son la
causa de que por la noche, cuando
queremos entregarnos al reposo,
se oiga el estrpito que produ-
cen los pesados caones que rue-
dan por el empedrado.
30de agesto de 1832.
VI I I
A CANAEIS
Canaris! Te habamos echado
en olvido! Cuando ha pasado la
hora del hroe, cuando el actor
sublime hizo ya llorar o reir y
pronunci en su tiempo las pala-
bras que Dios le dictaba; cuando,
llegados en el momento oportuno
de las revoluciones, los grandes
hombres acabaron de realizar sus
trascendentales actos, brillantes
o sombros, y vuelven a entrar
en la obscuridad, su nombre se
olvida del mismo modo que el de
los actores. Y hasta que llegue
el da en que un inspirado poeta
pueda crear un mundo, se apodere
de ellos y encienda una aureola
sobre su frente, nadie los recuerda
y la multitud clamorosa que otras
veces, en el instante de verlos apa-
recer, los aplauda, si se Ies nom-
bra delante de ella, estupefacta,
pregunta: Quin es ese hom-
bre?...
*
* *
Te habamos olvidado, Cana-
ris, y se haba eclipsado tu gloria.
Movemos mucho calmoreo, pero
en l no suenan aclamaciones ni
cantos en tu alabanza; la multitud
no sabe ya pronunciar tu nombre
ilustre; el sol de tu fama se escon-
di en el ocaso; ayer exclamba-
mos: Grecia, Atenas, Esparta,-
Lenidas, Botzaris, Demstenes,
Canaris... luego lleg el entreac-
to, y ahora en nuestra imagina-
cin, que llenaba tu apoteosis/
la borramos para escribir en ell
otros nombres. Adis, hroes grie-
gos! Vuestros laureles estn mar-
chitos y nuestras miradas se diri-
gen a otras orientaciones. Ya no
se oye forjar tu gloria sobre el
yunque de la prensa, gigante que
enciende todos los fuegos, prodi-
gioso cclope de voz tonante, a
la que ms de un Ulises hizo sal-
tar el nico ojo algunas veces.
Oh prensa! Eres un obrero que
despiertas todos los das y que
deshaces con frecuencia lo que
hiciste el da anterior; pero ya que
es as, forja al menos con tus ma-
nos soberanas una armadura de
bronce para todo aquello que sea
justo.
*
* *
Te habamos olvidado; pero,
qu te importa? Te resta, nota-
ble marino, el oleaje que te sos-
tiene sobre tu navio, el viento pro-
picio y la estrella de la tarde, que
te ve partir. Te queda la esperan-
za, el azar, las aventuras, tus
viajes, el cambio eterno de obje-
tos y de lugares, la gozosa llegada
i
y la alegre partida; el orgullo que,
siente el hombre libre de vivir,
en un brick fuerte, ligero y bien
1
provisto, ya tenga que franquear,
sinuoso estrecho, ya le balancee,
BAYOS.8
suavemente el Ocano, ya le com-
batan los aquilones y las tempes-
tades.
*
* *
Te quedan, oh griego! el cielo
sin nubes y el mar azul, tus lige-
ras guilas que en un vuelo reco-
rren una legua, tu sol puro en
todas las estaciones, la tranquila
belleza de los tibios horizontes,
tu lenguaje armonioso y sensual,
que con el transcurso del tiempo
ha participado de los idiomas de
itaJ ia, el idioma de Homero, en el
que el Dante ha ingertado algu-
nas palabras. Te quedan tus teso-
ros de hombre libre; el largo fusil
con arabescos, el yatagn espln-
dido, les anchos, calzones de hilo,
les caftanes de terciopelo rojo
franjeados de oro. Cuando tu
navio huye sobre el mar, costean-
do orgulloso playas clebres, te
queda el goce de entrever, ya un
frontn blanco en las brumas de
la tarde, ya en un sendero cercano
al mar a una mujer de Tebas o
de Salamina, aldeana de lindos
ojos, que va a vender trigo y
que aguija la yunta de bueyes,
sentada sobre un carro homrico,
como la antigua Isis en los bajos
relieves de Egino.
Octubre de 1832.
I X
Sola al pie de la torre, de la que
sale la voz del amo, cuya sombra
aparece a cada momento en el
umbral de la puerta, acostumbra-
da a ver que el esposo se convierte
en verdugo, plida y arrodillada
en el suelo, ests, triste Polonia,
vencida y atada y prxima a la
muerte. Tus manos blancas a
falta de tus hijos estrechan sobre
el pecho un crucifijo empapado
en tu sangre. Los baehkirs (1)
han pisoteado tu manto real, que
conserva an las huellas de los
clavos de sus sandalias. Cada
instante se oye rugir una voz, el
ruido de pasos, y se ve relucir un
sable; y tu, cogindote a los muros
que baas con tus lgrimas, y
levantando los moribundos bra-
zos, la decada frente y los ojos
empaados ya por la sombra de la
muerte, exclamas:Francia, her-
mana ma, no quieres venir a
defenderme?
Septiembre de 1835.
X
AL HOMBRE QUE VENDE A UNA MUJ EB
Es una vergenza, no slo para
esta mujer, que fu sagrada para
todos, de corazn dbil, pero de
(1) Bachkirs: puebl os que habi tan al
pi e de los montea Ural es, al Sudeste, entre
los ros Ural y Vol ga.(N. del T.)
alma grande, sino tambin para
l, porque significa la deshonra *
de su nombre en lo futuro, los
blancos cabellos de su padre infa- Vuelve a la obscuridad, guarida
mados, la profanacin del pudor de todos los monstruos infaman-
pblico; es el honor, es la fe, es la tes, que desde hace cuarenta aos
compasin, es el juramento lo babean nuestras ruinas; vuelve
que con infame cobarda ese judo a tu cloaca y no asomes nunca la
v endi
cabeza a la luz del da; y como el
^ humo que abandonado a los vien-
tos infecta y todos, al pasar cerca
J udo, los impuros mercaderes de l, lo evitan, vague tu vida a
a los que vendiste su alma aguar- la ventura de ribera en ribera,
darn mucho tiempo, antes que No hables, cllate porque aca-
otro hombre ms miserable an has de vender el tesoro del honor,
vaya a reclamarles el fondo del y no puede haber excusa alguna
saco lleno de oro que hicieron para tu crimen,
vomitar sobre ti.
*
* * *
* *
Eres ms que judo, eres un
S m enc ont r ar
3
ams
un amigo
inmundo pagano, un renegado
t e r eci ba al abr i
S
de su
te-
vergenza y escoria del mundo' '
an d a c o mo ot r o
^d o erran-
un apstata, un traidor extran-
t e
'
c ai mna
cargado con el oro
jero, que nos obliga a pensar que T *
SG V e r eI uci r ent r e l os dedo s
despus de los trastornos y de las , ^
11131108 mal
cerradas. Todos
guerras civiles, queda an algn
I os bi enes deI mund
o, como madu-
bandido, algn forzado, que quie-
r os r aci m

3
' penden de las vides
re hincar el diente en Francia en
q m haU as en t u
camino, porque
el pan de la traicin.
en l a t i er r a el rico t od
o lo consigue
excepcin hecha del honor, porque
*** el honor no se compra. Apresrate
t(VrA
^ , .
a
gozar, maldito, y camina sin
No comprendiste, miserable, tregua, y que todos, al verte
que siempre debe mirarse con pasar, exclamen: - Ese es el
l t
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0S; qne no Cobard
e! Camina! sin tener otro
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^-
h0 q u e nos
compaero que tu remordimiento.
11113
de reyes, Camina! El desprecio pblico,
de la que fuimos vasallos, no debe que es la sombra de la vileza, de
ponerse en venta en un infame ao en ao crece y rechaza sin
2
y
3
u
.
e
; yunque dej de cesar, hacindose cada vez ms
remar, no dejo de ser mujer? denso para los traidores perver-
sos, como las hojas se reproducen
cada vez ms en los ahetos, que
estn siempre verdes
*
Cuando llegue el da en que la
emboscada de la muerte, que se
abre de pronto para los mortales,
espantado, te haga pasar de la
vida a la realidad sombra, eterna
e inmvil; cuando cada vez ms
solo y ms dbil te afiances intil-
mente a tu tesoro; cuando la
muerte se te acerque, estando
acostado sobre un montn de oro
y vace con brusco movimiento
tu mano llena y crispada, con la
misma facilidad que el hombre
abre la mano de un nio, entonces
en el abismo adonde se precipi-
tan los traidores, unos sucios de
cieno, otros manchados de sangre,
caers perdido en la playa fatal
entrevista por el Dante, caers
condenado y sumido en la deses-
peracin, para que tu crimen no
quede sin castigo y para que tu
alma, errando entre las otras
almas, sea la ms abyecta entre
las ms infames! Cuando los hom-
bres mendaces cuyos repugnan-
tes nombres escribi la historia te
vean entre ellos, esos hombres,
a quienes el oro hizo cometer
toda clase de delitos, a los que
todos los pueblos, al pasar, escu-
pen en el rostro, los ms descono-
cidos como los ms famosos, que
conservan an en los labios la
huella de un beso traidor, J udas
que vende a su Dios, Leclerc
que vende a su ciudad, grupo de
miradas siniestras, raza ingrata
y vil, todos ellos te recibirn
jubilosos, y Louvel, asqueado,
se negar a estrecharte la m^no.
J ul i o de 1835.
XI '
Prncipe, permitidme que os
recuerde vuestra memorable ac-
cin, sin pensar en la alta esfera
que ocupis. Un padre con sus
hijos, envueltos en profundas ti-
nieblas, corran a perderse en el
fondo de un abismo de dolores,
el padre en el crimen y las hijas
en la deshonra. Como viajeros
extraviados durante la noche se
llaman unos a otros de un extre-
mo a otro de la montaa; en la
pendiente del abismo se dirigie-
ron a vos, llamndoos; yo tam-
bin os llam y os dije:Esos
pobres extraviados van a caer
en el precipicio; tendedles la ma-
no, socorredles!Vos mirasteis a
la orilla del camino; sin preguntar
sus nombres os inclinasteis para
tenderles las manos, los salvas-
teis, y a m, a quien pensativo
contemplabais, me disteis las gra-
cias.
* *
Eso es noble, eso es grandioso!
seor. Recogidos bajo la tienda
de campaa que tuvisteis la bon-
dad de desplegar para ellos, estn
all recobrando la esperanza, la su fluido tesoro las enhiestas pun-
fuerza y el valor, y tratando de tas de hierro que se levantan
entrever, merced a los rayos de hacia el cielo, as es el dichoso
vuestra gracia, que han taladrado prncipe de caritativos sentimien-
sus obscuras nubes, el horizonte tos, que ve, como desde lo alto
menos triste para proseguir su ca- de los cielos sombros e inflamados,
mino. Ese grupo, estremecido an, llegar todo su oro a las manos de
por vos se libra de la perdicin, los necesitados,
y como el pjaro mojado por la 15 de septiembre de 1834.
tempestad, se abriga en una enci-
na, esperando para volar que se
le seque la humedad de sus alas.
*** XI I
J oven de corazn noble, obrad
A
A NARI S
siempre de este modo: abrid siem-
pre la puerta al pobre; tended """En qu consiste que mi pen-
siempre la mano al borde del Sarniento se dirige de continuo
abismo, en el que se precipita la hacia ti, griego ilustre, en quien
desgracia y del que sale convert- nadie piensa ms que yo? En
da en crimen; sed la llave santa qu consiste que yo solo trato de
que muchas veces reemplaza a rehabilitar tu gloria? Mientras
la antorcha, que abre la esperanza que muchos retricos locuaces
y cierra la tumba. gu^en a los tablados para llamar
la atencin, por qu mi espritu
*** se vuelve hacia ti, hacia ti que
ests olvidado por el mundo?
Sed el refugio, el apoyo, el Es que te vi tranquilo y grandioso
techo y el puerto del que es infe- cubierto de laureles. Los que can-
hz; que asi conseguiris que de- tamos somos apasionados de los
rramen en vuestras manos lgri- guerreros, como sin duda t lo se-
mas de cario el proscripto, la rs de los poetas. Tus acciones
joven que va a extraviarse, el proprocionan materia a nes-
anciano necesitado y los nios tros cantos, porque el hroe es
que tintan de fro y carecen de fuerte y el poeta es sagrado. Los
maare y de pan. poderosos poetas que ningn vien-
to arrastra son semejantes al
*** volcn de Sicilia, que muchas
.
r
veces habrs "visto humear; sobre
Como ia altiva nube, que cu las olas, esos poetas, como el
vuelo sublime deja que le roben Etna llameante, conservan la lava
en el corazn y dejan que fructi-
fiquen las espigas en la ""ubre.
*
* *
Adems, tuvo siempre mi alma
por instinto, cuando el caos de
humo y de llamas, cuando el
gran torbellino que nos arrastra
hacia el da y hacia la noche
pas rugiendo sobre los hroes
y sobre los sabios, y cuando des-
pus que ha pasado se suele ir a
visitar la playa, el anhelo de ir
yo tambin a ella a recoger a
los nufragos, a los olvidados y
a los muertos.
*
* *
No eches nada de menos; que
t sacaste la mejor parte. Enveje-
cer en este Pars que se lamenta
y que llora, que canta deslum-
hrado por mil visiones; ser admi-
rado dos das por una desconoci-
da multitud; eir en el abismo, al
que afluyen todos los arroyos,
el ruido que produce un nombre
que cae de improviso sobre la
muchedumbre; ser arbusto entre
la hierba y gigante entre los pig-
meos, todo esto no equivale, hijo
del mar, a la dicha de surcar esas
olas que vieron partir a Argos y
llegar a Coln.
*
* *
Si t nos vieses, hijo del Archi-
pilago, cuando la prensa dirige
a todos unnime llamamiento,
fortificar a toda prisa un derecho
que tratan de destruir; y a la mul-
titud, entregada al que nos quiere
dirigir contra un poder pigmeo
tocando a rebato, arrojarnos en
tropel al asalto de una ley, cmo
despreciaras nuestros combates
de nios, t que rompes las cade-
nas con sacudidas solamente; t,
cuyo fuerte brazo durante la no-
che enva los capitanes pachs
que estn solazndose con sus
icoglans, sus negros y sus mujeres
desnudas a despertarse en el otro
mundo!
*
* #
Qu te importa que te olvi-
den aquellos de quienes t te
reiras si los vieras de cerca?
Qu te importan sus corazones
de cera o de piedra, ese tratante,
que es una sanguijuela del pue-
blo, que slo sirve para llenarse
de oro, como la esponja se llena de
agua; ese comerciante vido,
puesto de codos sobre el mostra-
dor, ni ese joven enervado, de
rostro imbcil, eunuco del cora-
zn, que slo admira en Pars las
mujeres de raza y los caballos
de precio? Qu te importa Pars,
que sucesivamente se duerme y
se despierta, y sufre pesadillas,
esperando con impaciencia que
brille la luz del da? Qu te im-
porta Londres, en el que el hos-
pital es inferior al Hipdromo,
ni Roma, que slo es ya la som-
bra de lo que fu la antigua Ciu-
dad Eterna?
*
* *
Qu te importa de todo eso?
Entretanto, t, de pie en el puer-
to, vendes a algn ingls un pasa-
je a bordo de tu buque; o haces
rodar y alinear en la playa los
fardos que durante mucho tiempo
el marcader ha esperado; o son-
riendo acoges a tus iguales, a tus
amigos los patronos de Corinto
y de Argos, y quizs en estos
momentos alguna mujer de Grecia
a la que una venda psgana sujeta
las negras trenzas, que es madre
fecunda o acaso doncella, fija
en ti sus hermosos ojos transpa-
rentes, recuerda a Psara, a Cho
y el mar que Canaris llen con
su fama, y admirndote desde
lejos, como se admira a un rey
sin osar hablarte, pasa rezando
por ti.
21 de mayo de 1833.
XI I I
No haba cumplido an veinte
aos y haba abusado ya de todo
lo que puede amarse, mancharse
o romperse. Las plidas voluptuo-
sidades, al orle, salan atropella-
damente de su impura guarida,
cuando su sombra pasaba cerca
de ellas. Agotsba noche y da
su savia en las orgas, como se
gasta la cera ardiente en la mecha
de los cirios. En el verano se dedi-
caba a la caza y en el invierno
acuda al teatro de, la Opera, a
oir por casualidad a Gluck o a
Mczart. J ams apagaba su sed
en los grandes manantiales que
hicieron brotar Homero y Shakes-
peare. No crea en nada, no so-
aba nunca; el aburrimiento bos-
tezaba en la cabecera de su lecho.
Su irona infecunda ladraba a
todo lo que era digno y noble;
compraba el amor y era capaz
de vender a Dios. La naturaleza,
el mar, el cielo y las estrellas no
le inspiraban otra cosa que el
fastidio; no le gustaba el campo;
su madre le aburra, y al fin, ener-
vado, y no sabiendo ya qu hacer,
sin odio y sin cario, antes de
morir, desazonado por el temor
del da siguiente, una noche que
encontr una pistola a mano,
arroj el alma al cielo, como el
qu arroja una taza vaca al techo
del gabinete.
*
* *
J oven, fuiste cobarde, imbcil
y perverso y no te compadecemos.
Cuando recorre un campo el hierro
cortante del arado, compadece-
mos acaso a Ja ciz; a que destru-
ye? Pero s que compadecemos con
todo nuestro corazn a la que tuvo
la desdicha de dar a luz semejante
hijo, a tu madre, pobre y anciana
mujer, encorvada por el peso de
los aos, que te meci en la cuna
y a quien tu arrastras al sepulcro
*
* *
Tambin compadecemos, y es
sagrada para nosotros, a pesar d
en el corazn y dejan que fructi-
fiquen las espigas en la ""obre.
*
* *
Ademas, tuvo siempre mi alma
por instinto, cuando el caos de
humo y de llamas, cuando el
gran torbellino que nos arrastra
hacia el da y hacia la noche
pas rugiendo sobre los hroes
y sobre los sabios, y cuando des-
pus que ha pasado se suele ir a
visitar la playa, el anhelo de ir
yo tambin a ella a recoger a
los nufragos, a los olvidados y
a los muertos.
*
* *
No eches nada de menos; que
t sacaste la mejor parte. Enveje-
cer en este Pars que se lamenta
y que llora, que canta deslum-
hrado por mil visiones; ser admi-
rado dos das por una desconoci-
da multitud; eir en el abismo, al
que afluyen todos los arroyos,
el ruido que produce un nombre
que cae de improviso sobre la
muchedumbre; ser arbusto entre
la hierba y gigante entre los pig-
meos, todo esto no equivale, hijo
del mar, a la dicha de surcar esas
olas que vieron partir a Argos y
llegar a Coln.
*
* *
Si t nos vieses, hijo del Archi-
pilago, cuando la prensa dirige
a todos unnime llamamiento,
fortificar a toda prisa un derecho
que tratan de destruir; y a la mul-
titud, entregada al que nos quiere
dirigir contra un poder pigmeo
tocando a rebato, arrojarnos en
tropel al asalto de una ley, cmo
despreciaras nuestros combates
de nios, t que rompes las cade-
nas con sacudidas solamente; t,
cuyo fuerte brazo durante la no-
che enva los capitanes pachs
que estn solazndose con sus
icoglans, sus negros y sus mujeres
desnudas a despertarse en el otro
mundo!
*
* #
Qu te importa que te olvi-
den aquellos de quienes t te
reiras si los vieras de cerca?
Qu te importan sus corazones
de cera o de piedra, ese tratante,
que es una sanguijuela del pue-
blo, que slo sirve para llenarse
de oro, como la esponja se llena de
agua; ese comerciante vido,
puesto de codos sobre el mostra-
dor, ni ese joven enervado, de
rostro imbcil, eunuco del cora-
zn, que slo admira en Pars las
mujeres de raza y los caballos
de precio? Qu te importa Pars,
que sucesivamente se duerme y
se despierta, y sufre pesadillas,
esperando con impaciencia que
brille la luz del da? Qu te im-
porta Londres, en el que el hos-
pital es inferior al Hipdromo,
ni Roma, que slo es ya la som-
bra de lo que fu la antigua Ciu-
dad Eterna?
*
* *
Qu te importa de todo eso?
Entretanto, t, de pie en el puer-
to, vendes a algn ingls un pasa-
je a bordo de tu buque; o haces
rodar y alinear en la playa los
fardos que durante mucho tiempo
el marcader ha esperado; o son-
riendo acoges a tus iguales, a tus
amigos los patronos de Corinto
y de Argos, y quizs en estos
momentos alguna mujer de Grecia
a la que una venda pagana sujeta
las negras trenzas, que es madre
fecunda o acaso doncella, fija
en ti sus hermosos ojos transpa-
rentes, recuerda a Psara, a Cho
y el mar que Canaris llen con
su fama, y admirndote desde
lejos, como se admira a un rey
sin osar hablarte, pasa rezando
por ti.
21 de mayo de 1833.
XI I I
No haba cumplido an veinte
aos y haba abusado ya de todo
lo que puede amarse, mancharse
o romperse. Las plidas voluptuo-
sidades, al oirle, salan atropella-
damente de su impura guarida,
cuando su sombra pasaba cerca
de ellas. Agotaba noche y da
su savia en las orgas, como se
gasta la cera ardiente en la mecha
de los cirios. En el verano se dedi-
caba a la caza y en el invierno
acuda al teatro de la Opera, a
oir por casualidad a Gluck o a
Mczart. J ams apagaba su sed
en los grandes manantiales que
hicieron brotar Homero y Shakes-
peare. No crea en nada, no so-
aba nunca; el aburrimiento bos-
tezaba en la cabecera de su lecho.
Su irona infecunda ladraba a
todo lo que era digno y noble;
compraba el amor y era capaz
de vender a Dios. La naturaleza,
el mar, el cielo y las estrellas no
le inspiraban otra cosa que el
fastidio; no le gustaba el campo;
su madre le aburra, y al fin, ener-
vado, y no sabiendo ya qu hacer,
sin odio y sin cario, antes de
morir, desazonado por el temor
del da siguiente, una noche que
encontr una pistola a mano,
arroj el alma al cielo, como el
qu arroja una taza vaca al techo
del gabinete.
*
* *
J oven, fuiste cobarde, imbcil
y perverso y no te compadecemos.
Cuando recorre un campo el hierro
cortante del arado, compadece-
mos acaso a Ja cizaa que destru-
ye? Pero s que compadecemos con
todo nuestro corazn a la que tuvo
la desdicha de dar a luz semejante
hijo, a tu madre, pobre y anciana
mujer, encorvada por el peso de
los aos, que te meci en la cuna
y a quien tu arrastras al sepulcro
*
* *
Tambin compadecemos, y es
sagrada para nosotros, a pesar d
$u deshonor, a Ja triste joven,
antes pura y cariosa, que viva
cantando en su pobre cuarto
donde tu oro la sedujo; que se
dej tentar creyendo que as ahu-
yentaba de ella el hambre y al
mismo tiempo se proporcionaba
la felicidad; que luego cay ro-
dando hasta la muchedumbre, que
hoy la pisotea, que llora la vir-
ginidad perdida que t le arreba-
taste; pobre bcaro de flores ca-
do en medio del arroyo!
*
* *
No eres t a quien compadece-
mos, sombra vana, cifra que no te
has unido nunca a otra alguna
para formar ninguna cantidad;
compadecemos tu reputacin,
ayer pura y hoy envilecida; com-
padecemos a tu padre, que muri
siendo venerable soldado de nues-
tro antiguo ejrcito; compadece-
mos a tus servidores, a tus parien-
tes y a tus amigos; y aun a tu
perro, que te era muy leal y al
que tratabas a palos.
*
* *
Pero t, orgulloso sombro, rico
de infecundo corazn, que viviste
impotente y que mueres en la in-
utilidad; t que terminaste tus
das para que se ocuparan de ti,
entra en la eterna noche sin que
se entere nadie; eso es lo que te
corresponde. Sal del festn sin
que se apague ni una sola luz;
cae en el torrente sin perturbar
siquiera la superficie. Este siglo
tiene un gran pensamiento y ca-
mina decidido a conseguir lo que
se propone; tu sepulcro no le har
tropezar; no le preocupa el ruido
que produce tu puerta al cerrarse.
Qu has logrado con cumplir tu
capricho? Gon tu voluptuosidad,
la tumba; y con tu vanidad el ol-
vido.
Abril de 1831,
*
* *
Evidentemente, muertes como
esa, ignoradas o conocidas no im- j
portan al siglo ni le perjudican, I
tii siquiera piensa en ellas; pero
cuando, agigantndose en el negro
horizonte, el suicidio ciego ex-
tiende sus negras alas, y arrastra
tras si ms seres a cada instante;
cuando apaga en todas partes ;|
contra los designios de Dios cora- j
zones llenos de vida; cuando el||
hbil pintor Robert, que ocultaba |
tras sus miradas serenas las tor-j
mentas que agitaban su alma, re-1
chaza el cliz de la existencia |
cuando le ve vaco de amor; I
cuando Castlereah, ese ingls que S
tena algo de cartagins y del
espartano, se hunde el acero en i
el corazn y muere desengaado, I
hastiado de poder y cansado del
astucias; cuando Babbe inunda de |
veneno sus heridas; cuando Gros, |
jadeante, siendo dbil y viejo, I
se arroja al ro para que no le
crean envidioso; cuando este aqu- i
ln mortal disminuye a la familia, I
entonces el creyente ora y el pen* I
sador medita. Tal vez la humani-
dad camina demasiado de prisa.
Qu pretende este siglo? A
; dnde corre ese rebao de espri-
ritus? Increble parece que mu-
chos en el mundo, al ver perdidas
sus esperanzas, se anticipen la
muerte; este es mal de un siglo
que trabaja continuamente y en
el que todo se descompone. Cul
ser el remedio y cul es la causa?
Ser acaso que la fe decrece a
medida que la razn aumenta,
como sol que camina hacia su
ocaso? Ser acaso que el hombre
no cuenta para nada con Dios?
Ser acaso que se sumerge en una
noche profunda, cuya obscuridad
slo puede iluminar la lmpara
de J ess? No es hora ya, tras de
tantas tempestades, de inclinar
la cabeza y de reedificar el altar?
Debemos echar de menos los
tiempos antiguos en que los vi-
vientes crean aquello mismo que
haban credo los que murieron,
aquellos tiempos felices en los que
la Biblia abierta deslum>-
Q
ba al
mundo?
*
* *
Problemas arriesgados pero
dignos de meditacin; cuestiones
muy poco claras que inducen al
pensador poeta a vagar por la
ciudad en las horas en que ya
slo encuentra al trasnochador y
a la ronda de la noche, que se apa-
rece como una visin que va pal-
pando en la obscuridad todos los
rincones de las calles.
XI V
No insultis nunca a la mujer
que se pierde. Quin sabe qu
terrible peso hizo caer a la pobre?
Quin sabe por cunto tiempo
ha sido vctima del hambre? Cuan-
do el viento de la desventura
sacuda su virtud, quin no ha
visto a esas desdichadas mujeres
agarrarse mucho tiempo a ella ha-
ciendo esfuerzos sobrehumanos?
Son esas infelices como la gota de
lluvia que se ve chispear en el
extremo de una rama, en la que
refleja el cielo, y que sacudindola
con el rbol cae, y siendo perlas
antes de caer, es fango cuando
ha cado.
*
* *
Nuestra es la culpa; es tuya,
rico, de tu oro; ese fango encierra,
no obstante, an el agua pura*
para que la gota de agua salga
del polvo y vuelva a ser perla
y brille con su prstino brillo,
basta un solo rayo de sol, como a
la mujer le basta un rayo de amor.
6 de septiembre de 1835,
4 de septiembre de 1835.
XV
CONSEJ O
No Han echado an retoos
en las ramas flotantes de nuestra
tierra, en la que desde hace cua-
renta aos tantas almas han fra-
casado, las doctrinas de frutos de
oro, esperanza de las naciones,
que la frrea mano de las revolu-
ciones sacudi sobre nuestras ca-
bezas!
*
* *
Los esperamos siempre.Se_
or, tened compasin de los pue
blos que, disfrutando de una semi-
felicidad, pasan de una esperanza
a otra y haced que aparezca el
hombre que elijis entre los tri-
bunos y entre los reyes que ha-
cis pasar con la rapidez de un
meteoro por la Francia.
*
* *
Quin puede hoy creer que
es fuerte, poderoso y soberano?
Quin puede, al lavantar iner-
tes barreras, aunque sean de bron-
ce, asegurar que nadie las traspa-
sar, en este tumultuoso siglo de
trastornos y de glorias, en el que
las caas que se inclinan en los
bordes de los estanques duran
ms que las monarquas?
*
* *
Reyes! el pao grosero siente
envidia del terciopelo. El pue-
blo tiene fro durante el in-
vierno y hambre durante todo
el ao; mejorad su condicin.
Abrid las escuelas para los hijos
y los talleres para los pobres, y \
a todos ofrecedles el augusto
asilo de vuestros brazos.
*
* *
La bondad de los reyes debe
hacer que los pueblos sean bue-
nos; con frecuencia nos afligen
extraas desgracias; pensad que
Dios es nuestro nico Seor. Siem-
pre hay alguien que recoja los
beneficios; pensad en esto, reyes,
que ocupis unos tronos que tie-
nen socavados sus fundamentos
y a quienes agobia un pasado
que quizs est preado de un
porvenir inesperado.
*
* *
Dad a todos, que quizs un
da os recompensarn. Dad, que
ignoramos qu clase de espigas
germinarn en nuestro siglo alre-
dedor de los tronos. Dad con la
mano derecha a los buenos y
con la izquierda a los malos, y
de igual manera que el labrador
siembra su grano en el campo,
sembrad vosotros limosnas en los
corazones.
' *
* *
Oh reyes! el pan que se da al
viejo desvalido, la pobre adoles-
cente a quien se libra de caer en
la infamia, el beneficio sonriente
y oculto que se hace por todas
partes donde hay necesitados, el
clamor de gratitud de una madre
reconocida, el nio salvado que
levanta entre el pueblo y vosotros
las alegres manos, son el mejor
dique para contener la multitud
furiosa. No os durmis, que ya
se amontonan en lontananza los
elementos del porvenirc
*
* *
Sucede algunas veces en nues-
tro siglo que un impetuoso vien-
to de tempestad alborota de re-
pente al oleaje humano, viento
de desgracia, que, como todos los
austros, est impulsado por los
aires que han estado comprimidos
mucho tiempo en alguna parte;
viento que dispersa el humo de
todos los hogares, que sopla a la
vez sobre todos los hombres, y
que, como antorcha en los mares,
los hace espumear y arranca chis-
pas de la cresta de sus olas; con-
mueve todas las ciudadelas y
todos los diques, y velozmente
presenta al desnudo, a la sociedad,
los abismos tenebrosos, las brumo-
mosas cumbres, las llanuras sere-
nas; viento fatal que confunde en
un solo grupo, agitndolos, a los
malos y a los buenos, que arranca
muchas tejas de las viejas techum-
bres de los imperios, y que, fp
mando en el Estado, de arriba
a bajo, a los hombres que derriba,
amontonndoles en la obscuridad
en esa hora de borrasca y persi-
guindoles a un tiempo con sus
ondas, con sus rumores y con sus
rugidos, arrastra al pueblo en
tropel y lanza toda esa tempes-
tad a las puertas de un palacio.
*
* *
Palacio sombro que est su-
mergido en la obscuridad de la
noche, y en el que al rugir la
'ormenta las ilusiones se aniqui-
lan, unas lloiando y otras riendo
alegremente. Cuando llega esta
hora fatal, el velo se desgarra, y
adis sueos de oro! Se despier-
tan en el palacio y sus moradores
se encuentran con que los toca
un espectro que tiene manos da
carne; es la realidad que los apre-
cia al peso. El que antes soaba
en Carlomagno ahora se acuerda
de Luis XVI . Hora tremenda
para la monarqua, en la que,
dudando de la eficacia de los
caones, en la que llamando a
sus amigos por sus nombres, oyen-
do los rugidos de la tempestad,
espera, con la vista fija en los
cristales y los odos en los resqui-
cios de las puertas. Hora en la
que se ve en el rincn de una c-
mara palidecer a la pobre reina
extranjera, estrechando a sus hi-
jas contra su corazn; en la quo
los nios de la familia real aprie-
tan con ternura las manos leales
de algn fiel veterano, y pregun-
tan entre sollozos a los criados,
que no les responden ya, qu sig-
nifican esos rumores, ese terror,
ese misterio, esa conmocin de
la tierra que sienten temblar bajo
pus plantas, y que no tiembla bajo
los pies de otros nios.
*
* *
Levantis fortificaciones en las
Silenciosas Tulleras, obstrus los
puentes con caones y obuses,
cubrs las boca-calles de regimien-
tos... Para qu os ha de servir?
A cada instante aumenta la mu-
chedumbre desesperada y terri-
ble; y qu le importa, en la hora
de la marea, que salga y suba
aullando desde el fondo del abis-
mo amargo, la metralla a la
multitud, ni el granizo al mar?
*
* *
Terribles acontecimientos lo
s
que se realizan en nuestros das!
En ellos, slo estrechndose los
hombres unos contra otros, con-
siguen derribar torreones para-
petos y castillos, y apoyndose
intilmente en los arrabales, las
plidas guarniciones, caen tritu-
radas con sus frreos caones y
con las paredes que les servan de
resguardo.
*
K Cmo se ha de defender un
rey que est asediado por todo
un pueblo? Ms ligero sobre el
oleaje que el flotante corcho, ms
vacilante que la sombra cuando
se aproxima la luz, escuchando
sin oir y mirando sin ver, se es-
tremece al oir el bramido de la
tempestad y tiembla. Slo los
reyes pasan momentos semejan-
tes!
*
* *
De qu les sirven en momen-
tos tales las leales espadas, las
lneas de caones y de soldados,
los encendidos vivacs, el general
escogido a quien fi su custodia,
(fue quizs est soando ponerse
otro entorchado de qu le sir-
ven sus coraceros, de qu la verja
de hierro cerrada y las mechas
encendidas? Tiene necesidad de un i
capitn heroico y slo cuenta con j
un ejercito. Cmo oponerse al
inmenso empuje de ese pueblo,
mar arrastrado por una idea,
vasta inundacin de hombres, de
mujeres y de nios!
*
* *
Desgraciado de i entonces! I
Ser preciso, Dios mo, que volva- I
mos a ver la parte monstruosa
de las revoluciones! Quin es
capaz de apaciguar el mar? I
Quin puede contener el oleaje
de Pars y de Londres, sobre todo
cuando, atronada la ciudad por I
el redoble de los tambores, siente
que nada en sus olas la hidra de
los arrabales? Qu va a suceder
en ese palacio en el que se derrum-
ba el imperio, en el que van a
caer las puertas ante la muche-
dumbre, en el que se habla de mis-
teriosas fugas?...
*
* *
Estall al fin la tormenta; ca
yeron las barreras del trono! Pero
Dios guarda un tesoro para aquel
que supo hacer limosna. Si en
tiempos ms prsperos dej el
prncipe la huella de sus pasos
en los tugurios de los mendigos,
si les hizo algunas veces secretos
beneficios, si perdon cuando la
ley quera matar, no tiene derecho
a perder la esperanza de salvarse.
El pueblo puede olvidar esto en
sus das de clera, pero Dios no lo
olvida jams. A menudo el grito
de compasin que saliendo del
corazn pronuncian los labios,
desarma con voz imperiosa al
hombre cruel que tiene en sus
manos una presa con la que se
quiere ensaar; las madres con-
siguen librar a los nios de las
bocas de los leones.
*
* *
En los momentos ms terribles
del naufragio, cuando se ve que
las balas son impotentes contra
la ola, cuando el populacho, lleno
de clera, ladrando en el umbral
como un perro para que le abran
la puerta, llega salpicando de
lodo los capiteles del Louvre;
cuando ese populacho, Ocano
que no tiene hora fija para su
reflujo en el instante en que nada
le pone obstculos, sube y aulla,
ofrece con frecuencia el espectcu-
lo que otras veces nos ha presen-
tado la historia, de que una buen
accin, escondida en un sitio som-
bro, saliendo luminosa de la obs-
curidad detenga al pueblo colri-
co, parodiando a Dios: No irs
ms all!
Diciembre de 1834
XVI
El grande hombre que es ven-
cido puede perder en un instante
su gloria, su imperio y su brillante
cetro; puede perder hasta el pres-
tigio de su grandeza que ilumina*
ha su frente como una aureola,
pero conserva siempre su genio;
*
* *
As, cuando en la batalla, se des-
truye una bandera, todo lo que
en ella es seda, oropel o franja de
oro queda desgarrado por el fuego
de la metralla y desaparece peda-
zo a pedazo, como arrancado por
el pico de una ave de rapia
*
* *
Pero esto nada importa; la
bandera, a travs del horrible
fuego de la batalla, en medio de
los gritos, las embestidas, las
12G VCTR
voces de mando, en lo alto del
asta, de donde penda la tela de
prpura que ahora vuela hecha re-
tazos conserva siempre el guila
de bronce.
' 21 de febrero de 1835.
XVI I
A ALFONSO BABLE
Con frecuencia, en mis horas
tristes me he acordado de ti
noble amigo, severo historiador,
dormido ya en la tumba; me he
acordado porque echaba de menos
entre nosotros tu voz augusta y
fuerte y llena de equidad; porque
nos falta tu mano, que saba gra-
tar con caracteres indelebles en
un siglo en que el oro extrava a
ios sabios, en que el pensamiento
es esclavo del dinero, tiempo de
frutos abortados, de tallos rotos,
de instintos desnaturalizados, de
razones corrompidas, en el que
todo est disperso en el espritu
humano, el presente que flota
a la ventura sobre el pasado. Si
estuvieras entre nosotros, tu elo-
cuencia majestuosa vibrara tran-
quila y serena en medio de nues-
tro tumultuoso oleaje; serviras de
puente tendido entre las orillas
para atravesar la corriente.
*
* *
Persuadiras a los partidos de
que levantan demasiado polvo
HUU
en torno de la razn y que no nos j
permiten verla con claridad; al I
pueblo, de que sobre todos indis-1
tintamente debe pesar la ley de! ?
trabajo y de que es bastante fuer- g
te para no envidiar a nadie; al i
^)oder, que no debe vengarse %
nunca; que para el pensador es
un espectculo extrao y triste I
que la ley, que ha de ser una diosa \
impasible y serena, salga en de-1
terminadas ocasiones de la urna |
consular con miradas feroces y I
arrebatada de clera.
*
* *
A ios jvenes a quienes mira
bas con benevolencia, y cuya edad
los mece en inquietas ilusiones, f
les diras: Amigos, habis nacido i
para disfrutar de tiempos felices; I
no admitis los errores de vues-I
tros padres; madurad los pensa- i
mientos; huid de toda clase de do-1
rados y falaces sistemas y de las I
esperanzas que en vuestros co-|
razones hace brotar la Amrica,!
pueblo que vive entregado a en-1
sayos, nacin de chiripa, sin ra- Sj
ees, sin pasado, sin historia y sin I
arte; libraos de la sabidura impa j
y envenenada que sali del cerebro j
de Voltaire, hija de la ignorancia I
y del orgullo, que pretende aplicar I
las leyes de los antiguos tiempos |
a las costumbres actuales, que I
rehace un caos de todo cuanto I
fu un mundo, que hunde ruda-1
mente el casco estrecho de Espar-1
ta en la frente del viejo Pars; que I
en los tiempos pasados, mal com- I
prendidos, v*ola descaradamente
al sabio para convertirle en un
monstruo que inspirara terror
a su padre, de tal modo, que, tem-
blando, los antiguos hroes, han
cubierto, por ello, su faz, y des-
pus de tres mil aos, casndose
con Licurgo, sus amorosas cari-
cias han dado a luz a Robespier-
re!
#
* *
Nos diras a todos:No os
durmis; vigilad y estad prontos,
porque ya paso a paso se desliza
en la obscuridad la mano del caza-
dor que inquiere por todas partes
donde oye cantar dentro de los
nidos que cobijan los pensamien-
tos; porque los corazones ms no-
bles estn vencidos o cansados;
porque Polonia, cargada de ca-
denas, ni aun puede morder el
pie del czar que le aprieta la
garganta; porque de da en da
se ve que los reyes prolongan en
la fragua la cadena que forjan
para la gigantesca libertad, que
est adormecida a su lado, No
durmis y trabajad sin descanso,
grandes y pequeos, que cada uno
tiene sealada su tarea en el tra-
bajo; cada uno tiene que llevar
su piedra al edificio, cuya cumbre
aun ha de costar grandes sacrifi-
cios para quedar rematada. No se
ha concluido el trabajo por haber
logrado destronar a un rey; nada
significa un rey cado; es mucho
ms difcil y cosa de mucho mayor
empeo mejorar las costumbres
a h u g o ' 127
que abatir a los reyes. Nada est
an terminado; ni la ruina ni el
bosquejo. Desarrollis infinitos
planos, pero no los realizis. Os
llenis de mutuos aplausos a vos-
otros mismos por haber hecho
multitud de leyes, que habis
amontonado al azar. Trabajad,
que no ha llegado an la hora del
descanso. Buscis algo descono-
cido, pero sin tener verdadera
fe y verdadero cario; nada entre
vosotros brilla con verdadera luz;
crepsculos y nieblas obscurecen
vuestros sistemas, y en las leyes
y en las costumbres, y hasta en
los espritus, slo aparece el alba
plida o la rubicunda puesta del
sol, pero no la luz clara del medio-
da.
?
*
* *
As nos hablaras escribiendo
libros austeros, como hablaban
en otro tiempo los antiguos ceno-
bitas que poblaban los desiertos,
como hablan todos aquellos que
nos hacen enmudecer, y te escu-
charamos como el mundo de
entonces escuchaba a los antiguos.
*
* *
Ay! A cada instante ignorados
y tempestuosos vientos amonto-
nan ms sombras y ms brumas en
nuestros horizontes; cada vez apa-
rece el porvenir ms obscuro.
Con el corazn sereno, con la paz
en el espritu, te dedico estos
versos, a ti que duermes el profun-
do sueo, a ti que ignoras lo-que
pasa entre nosotros. Te dirijo
estos versos llenos de tristes pre-
sagios. El furioso combate co-
mienza a trabarse entre el dere-
cho de creer y el derecho de su-
primir lo superfluo; la batalla en
la que las leyes atacan a las ideas,
se entabla otra vez en mares des-
conocidos; y yo mismo, en estos
momentos, pensativo en mi hogar,
olvidando a Procusto desde hace
cinco aos, oigo ladrar fuera de
la puerta que encierra el drama
augusto a la censura de hlito
inmundo, de uas negras, a esa
perra que, humillada la frente,
sigue a todos los poderes, mascan-
do siempre con sus puercas qui-
jadas, joh Musa! algn pedazo de
tu estrellado manto.
14 de septiembre de 1835..
la lluvia y el nuraen. Este fu
su castigo por haber abandonado
mi morada. Ayer cant y hoy
llora; ahora cojea, despus de
haberse cernido en los aires.
u
Hasta que el viento se lo lleVe
conmigo otra vez, abridle, Mara,
la puerta de vuestro gabinete y
recomponed sus versos estropea-
dos. Permitid que unos momentos
descanse en vuestra alcoba, en la
que se respira refrigerante calor,
y que se caliente en el fuego de
vuestro trpode; permitidle que
a vuestro lado se acueste, y ya
que es pjaro, que tiembla y que
palpita aterido de fro, abrigadle
bajo vuestros pies.
18 de enero de 1832.
XVI I I
AJJ ENVI AR LAS HOJ AS DE OTOO A
HADAME***
I
Este libro errante, que sale con
el ala rota y apenas puede volar,
que el viento lanza contra vues-
tra ventana, como pedrisco de
granizo que golpea en las paredes,
acaba de pasar por las tempesta-
des pblicas, y el pobre recin
nacido tuvo que soportar el fro,
XI X
Poeta Anacreonte, manantial
ertico que filtras desde la cum-
bre de la sabidura antigua, ma*
nantial que encontramos al trepar,
hasta aquella altura; que fluyes en'
la sombra, lmpido, derramndote
por el csped; plcenme tus cn-
ticos, tierno poeta: cuando la
senda que conduce hasta la cima
es rpida, muchas veces, cuando
no fatiga el calor de los rayos sola-
res, nos causa grata sensacin
beber del arroyuelo que pasa
cernido por entre los montes.
21 de agosto de 1835.
te arrastrado; el esquife busca
un puerto, la abeja busca un sau-
ce, la brjula busca el polo y yo
me afano buscando la verdad.
XX
i
Comienza a brillar la aurora
y las sombras se desvanecen; los
sueos y las brumas se disipan con
la noche; se entreabren a un tiem-
po soolientas las pupilas y las
rosas; se oye el murmullo del
despertar de la naturaleza.
*
* *
Todo canta y susurra, todo
habla al unsono, verdura y humo,
nidos y techos; el viento habla a
las encinas, el agua a las fuentes;
todos los alientos se convierten
en voces.
*
* *
Todo vuelve a adquirir su pro-
pia alma;el nio recupera su jugue-
te, el hogar su llama, el violn su
arco; locura o demencia en todo
el mundo, cada cual reanuda el
trabajo empezado^
*
* *
Todo aquello que piensa o todo
Jo que ama agitndose sin cesar
hacia un supremo objeto se sien-
EA Y OS.9
n
JLa verdad profunda; solidsimo
granito que en el fondo de todos
los mares encontr siempre mi
ncora, al recorrer el mundo por
el que pasan en el abismo obscu-,
ro innumerables sueos.
*
* *
La verdad, hermoso ro que
nunca se ciega, manantial en el
que todos apagan su sed, tallo en
el que todo florece, lmpara que
Dios coloca junto a todas las
causas, luz que los objetos envan
radiante al espritu.
*
* *
Arbol de ruda corteza, encina
de vasta copa, que el hombre do-
bla o rompe segn se lo permite su
fuerza; cuya sombra se extiende;
rbol en el que todos encuentran
un refugio, unos sobre las ramas,
otros en el tronco,
*
* *
Monte por el que corren todos
los arroyos, precipicio en el que
todos se sumergen; centella su-
blime, que brota del trono de Dios
rayo de luz, objeto de las blas-
femias de los hombres, ojo tran-,
quilo y supremo, que en la misma
frente de Dios el hombre revent
un da.
ra
Oh tierra! maravillosa natura-
leza, cuyo brillo susurrante llena
nuestros odos y deslumhra nues-
tros ojos. Playas donde mueren
las olas, bosques de los cuales
la brisa entresaca sombras mis-
teriosas en el horizonte vago.
*
* *
Azul con que se vela el agua
del abismo amargo, cuando, de-
jando que mi barca huya a la
merced del viento, inclinndome
sobre las ondas, oigo en el inte-
rior del alma el epitalamio que
canta el mar.
*
* *
Azul no menos puro del son-
riente cielo, que admiro cuando
trato de escuchar lo que dice el
espritu, cuando intento desci-
frar las obscuras palabras que
el viento murmura y que las es-
trellas escriben.
*
* *
Creacin pura, ser universal,
ocano que cies por entero al
universo, astro que hace brotar
el soplo del Seor, flores de donde
acaso l recoge la miel.
*
* *
Campias, hojarascas, campa-
narios de las aldeas, humildes y
majestuosos a la vez! Montes
frescos, aurora pura y clara, son-
risa deliciosa del astro eterno!
Seis acaso un libro inagotable,
en el que cada uno de los morta-
les desea, para vivir, leer frases
tan profundas que en vano se
someteran al examen en las que
el ojo ve un mundo y el alma
encuentra un Dios?...
*
* *
Hermoso libro que hojean los
corazones Cndidos, en el que los
pensadores barruntan sentidos ig-
norados, y en el que los elegidos
de Dios escriben en el margen:
Somos los enviados!
*
* *
Santo libro, en cuyas pginas
el velo que flota en todos los luga-
res, en el que la estrella que brilla
para todas las miradas slo traza
misteriosamente un nombre ni-
co, solitario, un nombre en la
tierra y un nombre en los cielos!
*
* *
Libro de salvacin, en que el
corazn encuentra su alimento
y que todos los sabios se esfuer-
zan por descifrar; cuyo sentido
rebelde se resiste a ser explicado
algunas veces; libro que deletrea.
Pitgoras y que lee Moiss.
Di ci embre de 1834.
xxr
Ayer, la noche de verano, que
a entrambos nos envolva con
sus velos, ostentaba tantas estre-
llas, que era en verdad digna de
ti; tan serena estaba y tan fresca;
SU brisa era tan agradable; de
tal manera apagaba todos los
rumores y tan cariosanente es-
parca su roco sobre las flores
y sobre nosotros.
*
* *
Estaba yo delante de ti, alegre
y enamorado, porque t me mi-
rabas con la suprema expresin
de tu cario; yo admiraba la
belleza de tu frente, y sin que una
palabra tuya me revelase lo que
pensabas, la tierna ilusin que
de tu corazn emanaba vena a
manifestarse dentro del mo.
*
* *
Y yo bendeca a Dios, cuya
gracia infinita puso tanta armona
en la noche y en ti, que por devol-
verme la calma y por concederme
la ventura, os hizo a las dos tan
lindas y tan puras, tan llenas de
rayos, de perfumes y de murmu-
llos, a ti y a la noche.
#
* *
Bendigamos a Dios, rindindole
el homenaje de nuestra fe profun-
da, porque El cre tu alma, por-
que El hizo la tierra; encanta mi
corazn y deslumhra mis ojos; le
encuentro en el fondo de todos
los misterios, y es obra suya que
en el mundo brillen tus miradas,
a la manera que en el cielo brillan
las estrellas.
*
* *
Es Dios el que hizo del amor
el mvil supremo de los actos
humanos, el amor en el que todo
vive, el amor en el que todo des-
cansa; es Dios quien form la
noche ms hermosa que el da;
es Dios quien en tu cuerpo, mi
soberana beldad, verti la hermo-
sura como con una copa llena y
derram el amor hasta rebosar
en mi corazn.
* *
Deja, pues, que te ame, que
el amor es la vida; es lo que se
encuentra a faltar y es lo que se
envidia cuando la juventud cami-
na hacia el ocaso. Sin l nada hay
completo, sin l nada brilla; la
belleza es la frente, el amor es la
diadema; djame que te corone!
*
* *
Lo que llena el alma no es un
puado de oro, ni tampoco el
espejismo de la gloria; ambas co-
sas son el orgullo que traemos de
los combates: no la satisface tam-
poco la loca ambicin, que suea
132
VICTOR HUGO
en quimeras y que roe tristemente en el que puedan cogerse azuce-
la iorteza amarga de todas las as, madreselvas y jazmmes, de-
cosas d? la S seo recorrer ese camino donde has
puesto tus pies.
f
* *
El alma necesita para ser di-
chosa el himeneo de dos pensa-
mientos: suspiros ahogados, ma-
nos tiernamente estrechadas, el
licor perfumado del beso, que una
mirada embriague a otra mirada,
y oir los cnticos de esa dulce lira
que se llama el corazn.
*
* *
Nada hay en el mundo que no
se rija por su ley secreta, que no
tenga su sitio querido y predilec-
to, su guarida, su retiro, al que
instintos irresistibles nos encami-
nan noche y da; el pescador tiene
su barca en que se cifra su esperan-
za, los cisnes el lago, las guilas las
montaas y las almas el amor.
2] de mayo de 1833
Si existe un seno palpitante
de amor, digno y honrado, capaz
de realizar los mayores sacrificios
por la mujer querida, cuyo cora-
zn late siempre a impulsos de los
deseos ms dignos, quiero hacer
de l la almohada donde descanse
tu frente.
*
* *
Si existe algn sueo de amor,
perfumado de rosas, en el que
cada da broten nuevos placeres,
un sueo bendito por la mano de
Dios, en el que un alma se une
a otra alma, quiero de l hacer
nuestro nido y colocar en l tu
corazn.
18 de febrero de 1834.
XXI I
CANCIN NUEVA SOBRE UN AI RE
ANTI GUO
Si pasas por algn sitio cubier-
to de verde csped, que el cielo
roca, en el que esmalten todas
las estaciones alguna flor abierta,
XXI I I
OTRA CANCIN
El alba nace y tu puerta est
todava cerrada; por qu duermes
an, vida ma? Si se despierta
la rosa, por qu t no has des-
pertado? Vida ma, oye; escucha
al amante que te canta llorando.
*
* *
Muchos somos los que llamamos
a tu puerta. La aurora te dice:
Yo soy la luz!; el pjaro te dice:
Yo soy la armona!; y mi cora-
zn te dice: Yo soy el amor!
Vida ma, oye; escucha al amante
que te canta llorando.
* *
Te adoro como a un ngel y te
amo como a una mujer. Dios,
que por medio de ti, me ha com-
pletado, cre mi amor para tu
al ma y mis miradas para contem-
plar tu hermosura. Vida ma, oye;
escucha al amante que te canta
llorando.
Febrero de 183...
xxrv
Quisiera ser el objeto nico y
completo de tu pensamiento mien-
tras que me esperas, cansada de
andar, debajo del rbol a orillas
del lago, lejos de las miradas de
los importunos, cuando a tus pies
el oloroso valle, lleno de bruma
que se eleva hacia el sol, humea
como un pebetero colmado de
ardientes perfumes.
*
* *
Quisiera que todo cuanto al-
canza tu vista, los collados, las
llanuras, los floridos arbustos, el
prado verde, el sendero que con-
duce a las aldeas y el barranco
profundo, que se desborda en
hojarasca, como el mar en olas,
*
* *
Que el bosque, el jardn, la
casa, el nubarrn, que todos los
puntos confusos que a lo lejos se
ven temblar, que la rama cargada
de frutos maduros, que la hoja
seca que el otoo arranca, que
todo cuanto se arrastra, marcha
o vuela,
*
* *
Que esa tupida red de objetos
que te rodea, y de la que el rbol
frondoso que te cobija es el primer
eslabn; que la hierba y la hoja,
las olas y la tierra, la sombra,
la luz y la llama, adquiriesen voz,
se convirtieran en un alma y mur-
muraran mi nombre a tu odo.
Enghi en, 14 de septiembre de 1834.
4
XXV
Ya que puse mis labios en tu
copa llena todava; ya que escond
entre tus manos mi frente plida;
ya que respir algunas veces el
hlito perfumado de tu alma,
*
* *
Ta que me fu concedido oir
de tus labios las frases cariosas
en las que se derrama misteriosa-
mente el corazn; ya que he visto
llorar; ya que he visto sonrer
tu boca junto a mi boca y tus VWT
ojos junto a mis ojos, XXV i
*
* *
Ya que he visto brillar sobre
mi orgullosa frente un rayo de
luz de tu destino que est siempre
velado; ya que he visto caer en
la corriente de mi vida una hoja
de rosa, arrancada de la flor de
la tuya.
*
* *
Puedo muy bien decir a ios
aos fugaces:Pasad, pasad!
que no temo envejecer; pasad
arrastrando con vosotros las flo-
res marchitas, que yo conservo
en el alma una flor que nada ni
nadie puede marchitar!
*
* *
Aunque vuestras alas choquen
contra l, no lograris derramar
el vaso donde apago mi sed, y
que est lleno hasta los bordes;
mi alma encierra ms fuego que
ceniza podis derramar vosotros;
el amor es ms poderoso en mi
corazn que en vosotros lo es el
olvido.
1. de enero de 1835.
A IIA SEORI TA J .
Cantad, cantad, joven inspira-
da! Es sagrada la mujer que canta,
lo es an para los perversos. Ben-
dita la mujer que canta; su belleza
defiende su genio. Los ojos her-
mosos realzan los hermosos ver-
sos.
*
* *
/o, que vivo devorando mis
propias iras, me complazco en
ver brillar vuestra aurora exenta
de tempestades, y sonro cuando
miro vuestros alegres ojos. Cantad,
pues, esas melodas arrebatadoras.
Para m la corona de espinas,
para vos la corona de flores!
*
* *
Hubb /un tiempo, tiempo de
embriaguez, en el que la aurora
que para vos brilla hoy, brillaba
en mi esplendorosa primavera;
hubo una poca en que el orgullo,
la alegra y el xtasis se desborda-
ban de mis diez y siete aos, como
el vino puro rebosa de la copa de
oro.
*
* #
Entonces, siempre presente
dentro de mi alma, deslumbradora
quimera lijaba en m sus irresis-
tibles ojos; entonces, en las ren-
tes perspectivas de verdegueantes
cielos azules, de aguas difanas,
flotaban alucinadas mis miradas.
*
* *
Entonces, yo deca a las estre-
llas:Astro mo, en vano te
ocultas, porque yo s que 110 dejas
de brillar en las alturas. Enton-
ces, yo deca a las liberas:Vos-
otras sois la gloria, y yo llegar
hasta ella, porque cada uno de
mis das es una ola.
*
* *
Yo le deca al bosque:Selva
sombra, como t, encierra mi
pecho innumerables murmullos.
Yo deca al guila:Contempla
mi frente. Yo deca a las copas
vacas: Estoy saturado de ideas
ardientes que embriagarn a las
almas.
*
* *
Entonces desde el fondo de
veinte clices, roco, amor, per-
fumes y delicias suban a despa-
rramarse en mi sueo; tena mis
canastillos llenos de flores, y como
un vivo enjambre de abejas, mis
pensamientos volaban hacia el
col.
*
* *
Como la luz de la luna plida
y la roja hoguera del pastor se
reflejan en las aguas del mismo
arroyo; como en los bosques hu-
medecidos, a travs del ruido de
las hojas, se oye el ruido de los
paj arillos.
*
* *
Mientras que todo me estaba
diciendo: Ama! Escuchando esto
fuera de m mismo, embriagado
de incienso y de armona, oa,
a la manera de arrebatador mur-
mullo, el canto de toda la natura-
leza en el tumulto de mis sentidos.
*
* *
Y las rosas que el abril amonto-
na en las noches de verano alum-
bradas por la luna, los senderos
que crujen bajo los pasos del
viajero, los temibles escollos, los
viejos troncos de rboles disfor-
mes que se inclinan en el borde
de los caminos,
*
* *
Me hablaban ese idioma auste-
ro, idioma de la sombra y del mis-
terio, que pregunta a todos:Qu
es lo que se sabe?; que hay mo-
mentos en los que casi ahogada,
confusamente canta notas para
Orfeo y pronuncia palabras para
Platn.
*
* *
La tierra me deca:Poeta! El
cielo me repeta:Profeta! An-
da, habla, ensea, bendice, in-
en las que se derrama misteriosa-
mente el corazn; ya que he visto
llorar; ya que he visto sonrer
tu boca junto a mi boca y tus VWT
ojos junto a mis ojos, XXV i
*
* *
Ya que he visto brillar sobre
mi orgullosa frente un rayo de
luz de tu destino que est siempre
velado; ya que he visto caer en
la corriente de mi vida una hoja
de rosa, arrancada de la flor de
la tuya.
*
* *
Puedo muy bien decir a ios
aos fugaces:Pasad, pasad!
que no temo envejecer; pasad
arrastrando con vosotros las flo-
res marchitas, que yo conservo
en el alma una flor que nada ni
nadie puede marchitar!
*
* *
Aunque vuestras alas choquen
contra l, no lograris derramar
el vaso donde apago mi sed, y
que est lleno hasta los bordes;
mi alma encierra ms fuego que
ceniza podis derramar vosotros;
el amor es ms poderoso en mi
corazn que en vosotros lo es el
olvido.
1.de enero de 1835.
A IIA SEORI TA J .
Cantad, cantad, joven inspira-
da! Es sagrada la mujer que canta,
lo es an para los perversos. Ben-
dita la mujer que canta; su belleza
defiende su genio. Los ojos her-
mosos realzan los hermosos ver-
sos.
*
* *
/o, que vivo devorando mis
propias iras, me complazco en
ver brillar vuestra aurora exenta
de tempestades, y sonro cuando
miro vuestros alegres ojos. Cantad,
pues, esas melodas arrebatadoras.
Para m la corona de espinas,
para vos la corona de flores!
*
* *
Hufcb /un tiempo, tiempo de
embriaguez, en el que la aurora
que para vos brilla hoy, brillaba
en mi esplendorosa primavera;
hubo una poca en que el orgullo,
la alegra y el xtasis se desborda-
ban de mis diez y siete aos, como
el vino puro rebosa de la copa de
oro.
*
* #
Entonces, siempre presente
dentro de mi alma, deslumbradora
quimera lijaba en m sus irresis-
tibles ojos; entonces, en las ren-
tes perspectivas de verdegueantes
cielos azules, de aguas difanas,
flotaban alucinadas mis miradas.
*
* *
Entonces, yo deca a las estre-
llas:Astro mo, en vano te
ocultas, porque yo s que 110 dejas
de brillar en las alturas. Enton-
ces, yo deca a las liberas:Vos-
otras sois la gloria, y yo llegar
hasta ella, porque cada uno de
mis das es una ola.
*
* *
Yo le deca al bosque:Selva
sombra, como t, encierra mi
pecho innumerables murmullos.
Yo deca al guila:Contempla
mi frente. Yo deca a las copas
vacas: Estoy saturado de ideas
ardientes que embriagarn a las
almas.
*
* *
Entonces desde el fondo de
veinte clices, roco, amor, per-
fumes y delicias suban a despa-
rramarse en mi sueo; tena mis
canastillos llenos de flores, y como
un vivo enjambre de abejas, mis
pensamientos volaban hacia el
col.
*
* *
Como la luz de la luna plida
y la roja hoguera del pastor se
reflejan en as aguas del mismo
arroyo; como en los bosques hu-
medecidos, a travs del ruido de
las hojas, se oye el ruido de los
paj arillos.
*
* *
Mientras que todo me estaba
diciendo: Ama! Escuchando esto
fuera de m mismo, embriagado
de incienso y de armona, oa,
a la manera de arrebatador mur-
mullo, el canto de toda la natura-
leza en el tumulto de mis sentidos.
*
* *
Y las rosas que el abril amonto-
na en las noches de verano alum-
bradas por la luna, los senderos
que crujen bajo los pasos del
viajero, los temibles escollos, los
viejos troncos de rboles disfor-
mes que se inclinan en el borde
de los caminos,
*
* *
Me hablaban ese idioma auste-
ro, idioma de la sombra y del mis-
terio, que pregunta a todos:Qu
es lo que se sabe?; que hay mo-
mentos en los que casi ahogada,
confusamente canta notas para
Orfeo y pronuncia palabras para
Platn.
*
* *
La tierra me deca:Poeta! El
cielo me repeta:Profeta! An-
da, habla, ensea, bendice, in-
clina la urna de los cantos su-
blimes y virtela sobre los valles
en las cumbres, en los aires y en
los nidos.
*
* *
Pero esos tiempos pasaron: en
la actualidad, aunque parezco
que soy dichoso a aquellos que
no me conocen, tengo el corazn
muy triste; abrigo bajo mi techo
un mal husped; soy como la torre
al ta y esplndida que encierra
una sombra atalaya.
*
* *
Cubre la obscuridad mi alma;
oculto bajo aparentes prosperi-
dades, el dolor llora en el interior
de mi casa; roe un gusano mi
racimo maduro, y siempre algn
trueno se oye a lo le os en mi hori-
zonte.
*
* *
La esperanza me conduce a
puertas que estn cerradas. El
mundo est lleno de objetos, que
slo vemos por uno de sus lados;
la suerte se burla de nuestros de-
seos, y la vida es como la rueda de
un carro que da vueltas en el
polvo.
*
* *
A medida que los aos, ms
plidos y ms tristes, van pasando
sobre m, veo que desaparecen
volando mis ilusiones, como esas
abejas de vida efmera que no
consiguieron elaborar miel.
*
* *
En vano trato de atizar en mi
mismo e fuego tierno y ardiente
del amor que arde sobre todos los
trpodes, porque mi alma, infla-
mada, se remonta hacia el cielo
convertida en humo, o cae en ce-
nizas bajo mis pies.
* *
Mi estrella se ha ocultado detrs
de negros nubarrones; la rosa no
ha vuelto ya a abrirse en las ramas
agostadas de mi existencia; en
el fondo de la copa se encuentran
las heces; en el fondo de los desva-
rios la locura y en el fondo de
la aurora la negra noche.
*
* *
Siempre alguna boca marchi-
ta, a la que compasivamente ye
haba alimentado, se complugo en
ultrajarme; por eso pensamien-
tos amargos y cuerdas rotas pen-
den ahora nicamente de mi lira.
*
* *
Mi abril muere hoja por hoja;
en cada rama que se desgaja, sur-
ge la espina del dolor; cada hier-
ba cubre para m una sierpe, y el
odio sube a destruir mis obras
como los machos cabros suben
a manchar con su baba los ctisos
en flor. , J
* *
La majestuosa naturaleza, la
naturaleza que os fascina, ofende
mis miradas tristes, que no resis-
ten la luz del medioda, que se
encuentran ms a su placer a la
luz del alba; y la misma voz que
a m me dice que llore, es la que os
dice a vos que cantis.
*
* *
Cantad, hermosa inspirada; sa-
ludad a esa risuea aurora, que
ayer a m tambin me embriag;
que no permanecen para siempre
sus sonrisas ni su luz, y quizs
algn da se deslizar de vues-
tras pupilas alguna lgrima.
*
* *
Entonces os compadecer, con
toda mi alma; que cuando una
mujer llora, sus lgrimas son
todo amargura, sus lgrimas son
sublimes, porque brotan de un
abismo ms profundo que las
gotas de agua que sobre las peas
de la costa arroja el mar.
1. de marzo de 1835.
XXVI I
LA FLOR Y LA MARI POSA
La pobre flor deca a la pintada
mariposa:No huyas! Qu dife-
rentes son nuestros destinos! Yo
me quedo y t te vas!
*
* *
No obstante, nos amamos, vivi-
mos sin la compaa de los hom-
bres, lejos de elles, y se dice que
las dos somos flores
*
* *
Pero, ay de m! t vuelas por
el espacio y mi destino cruel me
encadena a la tierra, cuando qui-
siera con mi hlito embalsamar
tu vuelo en el ter!...
*
* *
Te marchas, luego vuelves, des-
pus corres a lucir tus galas en
otra parte; por eso cuando vienes
todos les das al amanecer me
encuentras llena de lgrimas.
*
* *
Ah! Para que el amor fluya del
mismo modo en nuestra vida,
amor mo, arraiga en el suelo
como yo, o dame alas como las
tuyas!
ENV O A * * *
Rosas y mariposas, la tumba
nos junta tarde o temprano. Por
qu esperar hasta este momento?
Quieres que vivamos juntas en
cualquier sitio?
*
* *
En cualquier sitio, en los aires,
si en ellos se mece tu vuelo; en
los campos, si es en los campos
donde tu cliz vierte su tesoro.
*
* *
Donde tu quieras! Lo mismo
me da que seas hlito o color,
que seas mariposa brillante o
corola llena de roco, que seas
ala o que seas flor.
* *
Vivir juntas desde luego es
el bien necesario y real; despus
podemos elegir al azar, o la tierra
o el cielo.
7 de diciembre de 1835.
XXVI I I
EN LA OB.TT.TiA DEL MAR
Contempla ese esplndido es-
pectculo! Ese inmenso paisaje,
que a nuestra vista siempre ter-
mina y vuelve siempre a empezar;
esos trigos, esas aguas, esos prados,
ese frondoso bosque, esa choza en
cuyo interior se oyen alegres risas,
el Ocano prximo a la llanura,
ese golfo, obra de Dios, embelleci-
do por el hombre, que ostenta el
sello de las manos del uno y del
otro; ese montn de rocas que
sustentan a ese otro montn de to-
rres, esas landas, esos bosques, esas
crestas destrczadas, esas grutas a
flor de agua que beben las mareas,
esa montaa que tiene la frente
coronada de nubes, que uno de
sus pliegues encierra un verde
valle, como una nia lleva flores
en su regazo; esa ciudad que se
columbra confusamente a travs
de la bruma, con sus mil techos
apiados; el rumor de innumera-
bles pasos y del roce de un bosque
de ramas, de voces y de canciones
que se oye a cada momento; esas
olas que se deshinchan al morir
en la playa, ese pjaro que cruza
veloz el firmamento; aqu una
carreta; all bajo un arado, ms
lejos una quilla, que ambos trazan
a un tiempo su surco; esos rbo-
les, esos mstiles; en lontananza,
por detrs de las lejanas colinas,
esos celajes de formas inciertas;
todo eso que vemos, brumoso o
transparente, flotando en las cla-
ridades, vagando en las sombras,
huyendo, de pie, inclinado, hormi-
gueando o solitario, olas, rocas,
cspedes, todo eso mralo con
atencin; todo eso es la tierra.
*
* *
Contempla tambin este otro
esplndido espectculo! Mira so-
bre tu frente esa inmensa exten-
sin llena de nubes fantsticas,
de la que penden cual ropajes de
prpura; esa extensin azul, que
por la noche estar cubierta de
sombra infinita; ese espacio col-
mado de armona eterna, ese
radiante sol, que poderosamente
adquiere a nuestra vista todas
las formas; que algunas veces,
transformando en metales las nie-
blas, hace que aparezcan en el
aire esplndidas ruinas; confuso
hacinamiento, montones chis-
peantes de labores de cobre y de
bronce, cayendo unas sobre otras
corazas, escudos, armaduras,
caparazones de oro caprichosa-
mente agrupados en las nubes;
mira ese ter, ese Ocano tan azul,
sin playas y sin fondo, sin lmites
y sin centro, en el que est como
sumergido todo lo que respira,
se mueve o gravita; tiene su ola
que se une a las otras que pasan
a un mismo tiempo, confundin-
dose en el infinito; el aire tibio
y los vientos helados, las auroras
y los crepsculos, los vientos del
invierno, el ardor de las canculas,
de los incensarios, las estrellas
que bordan el manto obscuro de
la noche, y las bruas de gasa,
adornos del alba, y la confusa
estrella que casi se confunde con
la nocturna obscuridad; brumas,
ecos, nieblas, humos, mil cosas
que no tienen nombre en ningn
idioma, las ondas de la luz y las
ondas del ruido, todo cuanto se
ve de da, todo lo que se oye du-
rante la noche, nubes, azur, es-
pacio, ter, abismos, ese fluido
Ocano, esas regiones transparen-
tes, llenas de fuego, de resplan-
dores y de relmpagos, hacia las
que se siente arrastrada el alma
del hombre, hacia las que nosotros
dos queremos huir, para vivir cer-
ca de los pjaros y lejos de los
mundos; ese conjunto inefable,
inmenso y maravilloso, contm-
plalo bien; eso es el cielo.
*
* *
La tierra es hermosa y el cielo
es magnfico; pero cuando palpita
tu seno y relucen tus ojos, cuando
tus graciosos pasos corren ligeros
pisando la hierba, promoviendo
un rumor ms dulce que el de una
lira;
*
* *
Cuando tu fresca sonrisa, auro-
ra de tu alma, se levanta reflejn-
dose sobre m y regocijndome, y
desde tu rosada boca, donde nace,
llega hasta mi frente.
#
* *
Cuando algunas veces, aunque
no te vea, tu dulce voz acaricia
mi odo, al modo que el murmu-
rio del agua que se pierde en la
sombra de una playa o como
el canto de un pjaro que omos
en sueos;
*
* *
Cuando mi poesa, insultada y
proscripta, en su camino descansa
un momento sobre tu regazo, y
mi pensamiento triste encuentra
abrigo en el tuyo, como una lm-
para nocturna que se apoya en
una mano alabastrina;
*
* *
Cuando nos encontramos uno
junto al otro, los dos en el vallejj
cuando tu alma asomada en tus
ojos, contempla, vertiendo l-
grimas, el espectculo de alguna
virtud en el mundo o de alguna
estrella en el cielo;
*
* *
Cuando brilla bajo tus cejas,
como el fuego encendido debajo
'de las ramas, tu hermosa mirada,
empaada por acerbos dolores;
cuando los infortunios pasados
vienen de sbito a tu memoria, y
tratando se sonreame, rompes a
llorpr?
* *
Cuando mi cuerpo y mi vida
vibran al impulso de tu aliento
como teirblorcsa lira; cuando tus
dedos, pesndose sebre los mos
estremecidos, hacen cantar en
mi corazn una meloda celestial;
*
* *
Cuando yo te contemplo, oh
encanto de mi vida!; cuando tu
noble naturaleza se presenta a
mis miradas ccmo la ardiente
zarza que contena a Dios, abrien-
do todas sus flores y lanzando
todos sus esplendores,
*
* *
La esencia que te do eso encie-
rra, lo que tu beldad exhala
ioche y da como perfume com-
puesto del arcma de cien rosas,
es superior a la tierra y al cielo;
ese perfume es el amor.
7 de octubre de 1834.
XXI X
Toda vez efue amargan nuestros
das perturbaciones y calamidades
sin cuento; ya que todo lo que t
pretendes ligar se desata por todas
partes; ya que nuestros padres
y nuestras madres se fueron ya
all donde iremos todos; ya que
los nios durmieron el sueo eter-
no antes que nosotros; ya que la
tierra, hacia la que inclinas tu
frente regndola con tus lgrimas,
conserva nuestras races y algu-
nas de nuestras flores; ya que coa
la vez de los que se aman confun-
den sus voces aquellos que en
otro tiempo se amaron; ya que
hasta nuestras propias ilusiones
estn llenas de las obscuridades
de otros das; ya que al tiempo de
catar el xtasis sentimos desbor-
darse el dolor; ya que la vida es
como una copa que no se consigue
llenar ni dejar vaca; ya que a
medida que avanzamos, nos hun-
dimos ms profundamente en la
obscuridad; ya que la falaz espe-
ranza agot los cuentos que nos
refera para adormecernos; ya que
cuando suena la campana del
reloj nada nos promete para ma-
ana; ya que no conocemos a
nadie de los que transitan por
nuestro camino... levanta tu es-
pritu lejos de este mundo, pon tu
esperanza en ms altas regiones,
que tu perla no se encuentra en
estos mares, que tu camino no
est en la tierra. Ya que tu noche
no est estrellada, ven a mecerte
en las olas del mar; tu noche es
obscura como la muerte y tu
vida tiene olas amargas como el
Ocano. La sombra y el abismo
tienen un misterio que nunca los
mortales penetrarn; Dios les
manda que enmudezcan hasta
el da en que todo se aclare. I n-
tilmente los ojos mortales de las
infinitas olas quieren buscar el
fondo; intilmente se han empe-
ado en sondear la profundidad
del cielo. Pide a ese mundo noc-
turno que le conceda la paz a tu
corazn solitario; pide una gota a
esa urna, pide un canto a ese con-
cierto. Levntate a esferas supe-
riores a aquellas en que se ciernen
otras mujeres, y deja vagar tus
hermosos ojos entre el cielo donde
estn las almas y la tierra donde
se encuentran las tumbas.
19 de febrero de 1835.
XXX
ESPERANZA -EN Dl S
Espera, nio, espera en el ma-
ana, ten esperanza siempre: ten-
gamos fe en el porvenir. Cada vez
que en el cielo brille la aurora, rece-
mos, que Dios la bendecir. Nues-
tras culpas, pobre ngel mo, cau-
saron nuestros sufrimientos. Tal
vez si rezamos mucho tiempo
arrodillados, cuando Dios bendi-
ga todas las inocencias y todos
los arrepentimientos, nos bende-
cir tambin a nosotros.
Octubrede 1834.
XXXI
Ya que el florido mayo nos
invita a recorrer los prados llenos
de flores, ven; no te canses de
admirar la campia, los bosques,
los sitios umbros, los rayos de la
luna en las orillas de los dormidos
lagos, el sendero que llega a su
trmino y el camino que comienza
para llegar a l, la brisa y la pri-
mavera y el horizonte azul. Ven,
y que las miradas de las pudoro-
sas estrellas, que veladas llegan
hasta nuestro mundo; que el rbol
bien oliente, que el soplo abrasa-
dor del medioda que corre sobre
los campos, y la sombra y el sol,
y las olas y la verdura y la clari-
dad de toda la naturaleza hagan
que se abra en ti una doble flor,
la belleza en tu rostro y el amor
en tu corazn.
21 de mayo de 1835.,
XXXI I
A LUI S B.
El viajero a quien conocisteis,
amigo mo, y que os revel los
pesares que atormentaban su co-
ojos, contempla, vertiendo l-
grimas, el espectculo de alguna
virtud en el mundo o de alguna
estrella en el cielo;
*
* *
Cuando brilla bajo tus cejas,
como el fuego encendido debajo
'de las ramas, tu hermosa mirada,
empaada por acerbos dolores;
cuando los infortunios pasados
vienen de sbito a tu memoria, y
tratando se sonreame, rompes a
llorar?
* *
Cuando mi cuerpo y mi vida
vibran al impulso de tu aliento
como teirbloicsa lira; cuando tus
dedos, pesndose sebre los mos
estremecidos, hacen cantar en
mi corazn una meloda celestial;
*
* *
Cuando yo te contemplo, oh
encanto de mi vida!; cuando tu
noble naturaleza se presenta a
mis miradas ccmo la ardiente
zarza que ccntena a Dios, abrien-
do todas sus flores y lanzando
todos sus esplendores,
*
* *
La esencia que te do eso encie-
rra, lo que tu beldad exhala
noche y da como perfume com-
puesto del arcma de cien rosas,
es superior a la tierra y al cielo;
ese perfume es el amor.
7 de octubre de 1834.
XXI X
Toda vez que amargan nuestros
das perturbaciones y calamidades
sin cuento; ya que todo lo que t
pretendes ligar se desata por todas
partes; ya que nuestros padres
y nuestras madres se fueron ya
all donde iremos todos; ya que
los nios durmieron el sueo eter-
no antes que nosotros; ya que la
tierra, hacia la que inclinas tu
frente regndola con tus lgrimas,
conserva nuestras races y algu-
nas de nuestras flores; ya que coa
la vez de los que se aman confun-
den sus voces aquellos que en
otro tiempo se amaron; ya que
hasta nuestras propias ilusiones
estn llenas de las obscuridades
de otros das; ya que al tiempo de
catar el xtasis sentimos desbor-
darse el dolor; ya que la vida es
como una copa que no se consigue
llenar ni dejar vaca; ya que a
medida que avanzamos, nos hun-
dimos ms profundamente en la
obscuridad; ya que la falaz espe-
ranza agot los cuentos que nos
refera para adormecernos; ya que
cuando suena la campana del
reloj nada nos promete para ma-
ana; ya que no conocemos a
nadie de los que transitan por
nuestro camino... levanta tu es-
pritu lejos de este mundo, pon tu
esperanza en ms altas regiones,
que tu perla no se encuentra en
estos mares, que tu camino no
est en la tierra. Ya que tu noche
no est estrellada, ven a mecerte
en las olas del mar; tu noche es
obscura como la muerte y tu
vida tiene olas amargas como el
Ocano. La sombra y el abismo
tienen un misterio que nunca los
mortales penetrarn; Dios les
manda que enmudezcan hasta
el da en que todo se aclare. I n-
tilmente los ojos mortales de las
infinitas olas quieren buscar el
fondo; intilmente se han empe-
ado en sondear la profundidad
del cielo. Pide a ese mundo noc-
turno que le conceda la paz a tu
corazn solitario; pide una gota a
esa urna, pide un canto a ese con-
cierto. Levntate a esferas supe-
riores a aquellas en que se ciernen
otras mujeres, y deja vagar tus
hermosos ojos entre el cielo donde
estn las almas y la tierra donde
se encuentran las tumbas.
19 de febrero de 1835.
XXX
ESPERANZA -EN Dl S
Espera, nio, espera en el ma-
ana, ten esperanza siempre: ten-
gamos fe en el porvenir. Cada vez
que en el cielo brille la aurora, rece-
mos, que Dios la bendecir. Nues-
tras culpas, pobre ngel mo, cau-
saron nuestros sufrimientos. Tal
vez si rezamos mucho tiempo
arrodillados, cuando Dios bendi-
ga todas las inocencias y todos
los arrepentimientos, nos bende-
cir tambin a nosotros.
Octubrede 1834.
XXXI
Ya que el florido mayo nos
invita a recorrer los prados llenos
de flores, ven; no te canses de
admirar la campia, los bosques,
los sitios umbros, los rayos de la
luna en las orillas de los dormidos
lagos, el sendero que llega a su
trmino y el camino que comienza
para llegar a l, la brisa y la pri-
mavera y el horizonte azul. Ven,
y que las miradas de las pudoro-
sas estrellas, que veladas llegan
hasta nuestro mundo; que el rbol
bien oliente, que el soplo abrasa-
dor del medioda que corre sobre
los campos, y la sombra y el sol,
y las olas y la verdura y la clari-
dad de toda la naturaleza hagan
que se abra en ti una doble flor,
la belleza en tu rostro y el amor
en tu corazn.
21 de mayo de 1835.,
XXXI I
A LUI S B.
El viajero a quien conocisteis,
amigo mo, y que os revel los
pesares que atormentaban su co-
142
VCT0E
razn, cuando la noche extenda
su manto, subi solo y triste al
campanario aislado y lgubre,
donde el hombre se oculta para
esconder sus pensamientos y don-
de los pjaros construyen sus
nidos.
*
* *
Subi por la espiral de escalo-
nes gastados, sostenidos por pare-
des rajadas por el soplo violen-
to y helado del cierzo, sin mirar
hacia abajo de la escalera; despus
penetr bajo la bveda de arcos
apuntalados, en la que la campa-
na, esperando el momento de
lanzar el toque de Oraciones, dor-
ma, como un pjaro de bronce, en
su jaula de encina.
*
* *
Vasta y poderosa campana de
badajo monstruoso! Un cable muy
fuerte tena atado en el cuello, y
el ojo que se aventuraba a mirar
bajo su cpula metlica vea es-
trecharse en su concavidad anchos
crculos de sombra. Los reflejos
de la luz se hundan por los bordes
de la campana y el fondo de ella
estaba obscuro. De momento en
momento bajo esa bveda, en la
que quedaba el ambiente en vi-
bracin, se oa menearse algo so-
noro, se perciban rumores des-
lizarse por las paredes, como si
en aquella obscuridad, hablando
con voces confusas, donde dor-
man las legiones aladas, las no-
HGO
tas cuchicheasen serni-despiertas
Ruidos dudosos que llegaban a
los odos y perciba el alma, por-
que hasta cuando estn adorme-
cidos, sin movimiento y sin cla-
ridad, el volcn humea y la cam-
pana suspira. La campana! eco
del cielo que resuena en la tierra,
voz rugiente que habla con el
lenguaje del trueno, que sirve lo
mismo para la tiudad que para
el mar, vaso lleno de rumor que
se vaca en los aires!
*
* *
En esa campana, en su severa
superficie, todos aquellos que la
haban visitado dejaron huellas de
su paso. En todas partes de ella,
impuras frases grabadas en el
cobre destruan la inscirpcin de
su bautismo natal. Poda distin-
guirse an en su parte ms alta
una corona cincelada, que haba
sido desfigurada a martillazos.
Haban abierto muchos surcos
en el metal, en los que nada habla
germinado; unos sembraron aqu
su vida inmunda, otros escribie-
ron sus deseos perdidos, algunos
su amor, todos la impiedad, pro-
fanando de este modo la campana
bendecida.
*
* *
Entonces, mientras que el aira
soplaba con furor y en los caminos
chirriaban los ejes de los carros,
mientras los campos difundan su
aroma, los hombres sus rumores
y las chimeneas lanzaban su humo,
VICTOR HDGO 143
el viajero sinti ante aquel monu-
mento de bronce, como el rbol
inquieto siente confusamente que
se posan muchas alas sobre sus
hojas, posarse en su mente una
bandada de pensamientos.
i
Sola en el sombro y alto cam-
panario, desde donde tu soplo
desciende hasta las casas estreme-
cidas, oh campana! suspendida
en el espacio, que te balanceas con
frecuencia, dormitas en este mo-
mento en la obscuridad, teniendo
bajo tu bveda profunda, adorme-
cidos tus sones, mientras que un
espritu que hacia ti se dirige
silencioso tambin, contempla tu
mutismo; es qu por ventura
te das cuenta, por ese instinto
vago y tierno que revela siempre
una hermana a su hermana, de
que en esta hora en que se duerme
la tarde que muere, se encuentra
mi alma cerca de ti, tan vibrante
como tu misma, que muchas veces
despide sonidos solemnes y que
se queja al amor como t elevas
tus quejas al cielo?
n
Ay! En los primeros aos de mi
juventud, cuando tena an la
conciencia tranquila y alegre, so-
bre su virgen metal, como t,
Campana, mi alma tambin tena
escrito su augusto origen, y ade-
ms una inscripcin santa, la
corona que dej impresa en ella
mi madre; pero tambin otros
transentes, que se dirigen al
corazn por el camino de los sen-
tidos, que cuando el acaso los
trae hasta nosotros suben nuestra
escalera y abren nuestra puerta,
que vienen frecuentemente a en-
contrar al hombre en su lugar sa-
grado y que taen en l; no por
Dios, sino por las pasiones, turba
que un da vino a visitar mi alma,
y subiendo hasta ella, trocando el
cuchillo en buril, sin respetar las
palabras sagradas que tena es-
culpidas, grabando all la injuria,
el error y la blasfemia, la rayaron
en todos sentidos, como han raya-
do tu bronce, campana, y el nom-
bre sagrado del Seor qued en
ella desfigurado e ilegible.
Pero eso qu le importa a
la campana ni qu le importa a
mi alma? Cuando el Espritu
Santo la reclame en su da y en
su hora, cuando las toque taen-
do sobre una y otra y les diga:
Cantad, de pronto por todas
partes, de su conmovido seno,
que ahora est obscuro, a travs
de su superficie, travs de sus
profanaciones, su majestuoso so-
nido vibrar esparcindose en los
aires. Ser el hosanna de todas
las criaturas; ser, Seor, tu pen-
samiento, ser, oh naturaleza, tu
expresin! Lo que saldr de am-
bas con sollozos y con sonidos,
144 VCTOB
como el agua del ventisquero,
como el viento de los mares, como
la luz de la aurora, ser la inmen-
sa armona que todo lo dice, que
todo lo expresa; los suspiros del
corazn, los arrebatos de la mul-
titud, el grito de lo que asciende
y el clamor de lo se que desploma,
la conmocin de les hombres ante
las pasiones, el adis que al disi-
parse canta la ilusin. La esperan-
za extinguida, la barca estrellada
contra la playa, la mujer acongo-
jada y la doncella que suea, la
virtud que se compone de lo
mejor y de lo ms punzante de
la desgracia, el altar envuelto
en nubes de incienso, las madres
reteniendo a los hijos junto a s,
la noche que impone silencio dia-
riamente al universo, concedien-
do slo la palabra al mar; las
puestas del sol ardientes, las auro-
ras estrelladas, las horas de sol y
de luna, los montes y las olas
proclamando a un mismo tiempo
el nombre augusto que impulsa
todas las voces, el himno inexpli-
cable que con el ruido de las alas
vuela desde el nido del guila
hasta el de las golondrinas, y
ese crculo, en torno del cual el
hombre da pronto la vuelta, ese
crculo que forman la inocencia,
la fe, la plegaria y el amor.
I V
Entonces es cuando, conmovi-
dos y turbados por esos inexpli-
cables sonidos, el pueblo en la
HUGO
ciudad, el hombre en los campos
y el sabio tratando vanamente de
comprender esas voces, se incli-
nan en silencio; entonces es cuan-
do el nio alegre corre al lado de
su madre y le seala el cielo; en-
tonces es cuando todos sienten
el influjo de un blsamo que se
derrama sobre sus dolores ocul-
tos; entonces es cuando la multi-
tud, lo mismo que el que sufre
en la soledad, se embriagan be-
biendo en el mismo vaso; entonces
es cuando la doncella, sentada
junto a la fuente, da tregua a sus
fantasas para escuchar esos ru-
mores lejanos; entonces es cuando
los buenos, los dbiles, los perver-
sos y los creyentes, todos, pros-
ternados ante el campanario, oyen
embelesados y al mismo tiempo
con terror, como el ruido sordo
del mar alborotado, el clamor de
la gran alma de bronce que en las
altura se lamenta.
v
Himno de la naturaleza y de
a humanidad, himno sin cesar
repetido por todos los ecos, himno
que desde las alturas desciende
hasta el abismo, y que desde las
profundidades del armonioso pre- 5
cipicio se remonta hasta el cielo.
Cntico que se oye en los montes
y en las llanuras, y que se desliza
sobre las aguas en el ro y hace
estremecer al bosque. Hinmo que
la maana evapora en las aguas
y que la noche adormece en el
nido de ios pjaros; palabra que
dice la campana a las otras cam-
panas que suenan, y que el alma
revela a las almas consoladas;
salmo inmenso y sin fin, que son
incapaces de traducir las lenguas
de los hombres, y que expresan
por completo estas dos frases
supremas: rezo y amol
*
* *
Y este salmo brillante, este
himno superior, que tintinea en
los aires menos que en los corazo-
nes, para salir ms abundante de
sus abismos sonoros, abre todos
los poros del alma y de la campa-
na. Las dos le cantaron a un tiem-
po con inefable voz, con voz tan
pura como el susurro del manan-
tial, tan casta como el suspiro de
un amor secreto, tan virginal
orno el canto que entona cada
da la aurora. Cuando ese himno
se canta, todo habla en los dos
instrumentos, de amor, de armo-
na y de xtasis; entonces no slo
no queda en su superficie lo que
resta del verbo santo, que cada
da se borra, sino que tampoco
nada de lo que grab en el pro-
fanado bronce el visitador imb-
cil, la irona y la afrenta, las blas-
femias, la destruida corona; todo
adquiere vida al impulso de sus
vibraciones, y todo, metamorfo-
sendose en su veloz balanceo,
confundir, sin perturbar el con-
junto serfico, el canto lastimero
y tierno con su voz magnifica.
La blasfemia inscrita sobre el
BAYOS.--10
1 HGO 145
bendecido metal se borrar al
sonar el sagrado concierto; cada
palabra que reniega y cada pala-
bra que duda, en ese torrente de
amor dejar caer su gota, y para
que suene el himno puro y sereno,
ninguna cosa impura quedar en
la boca de la campana
VI
Este es el triunfo magnfico
de vuestra ley sublime, Seor.
Es un espectculo augusto e ine-
fable, para los hombres y para
los ngeles, que lo que profana el
impo al pasar, apenas lo toca
!
vuestro espritu, se borre, y que
sin pensar en su indigno ultraje
cante con el amor en el corazn
y con la blasfemia en la frente.
*
* *
^ed aqu por que pendiente,
dividindose en arroyos, se desli-
zaba ola a ola la corriente de
los pensamientos del viajero,
aumentada a cada instante con
los sollozos de su corazn. La
noche, que aquel que est triste
ama como a una hermana, cuando
l descendi de la torre, haba
cubierto el horizonte; parti, y
la corriente incierta de la vida
arrastr hacia sucesos amontona-
dos en otra parte a ese hombre
melanclico, cuya alma, vctima
de su mala suerte, sumisa y re-
belde a la vez a los pensamientos
que le acababan de atormentar,
CT OB HUGO
146
^ra de cera para el sentimiento y
de bronce para la resistencia.
XXXI I I
EN LA I GL ESI A DE * * *
Haban desaparecido de l las
manos que le hacan lanzar soni-
dos por todas sus lenguas y que
hace poco hacan estremecer al
rgano, arrancndole notas so-
noras.
*
* *
i
Las hacan brotar sus manos
Era una iglesia humilde de soberanas, crispndose y alargn-
arco elptico, la iglesia donde en- dose sobre el teclado, y fluir a lo
tramos, en la que desde hace i ^go de los grandes tubos de
trescienios aos inmenso nmero metal, como fluye el agua de una
de fieles se haban postrado a esponja,
orar.
*
* *
El majestuoso rgano estaba
Aquella iglesia estaba triste gravemente silencioso en la soli-
y silenciosa a la cada de la tarde; taria nave, sin producir el nico
el altar no tena servidores, y concierto, el nico gemido que
como un corazn sin amor, tena encadena la tierra con el cielo,
apagadas las luces.
I*
* *
*
Sin producir la nica voz que
Las antfonas, cuyos cantos puede, como el murmullo de las
reglament en los tiempos pri- olas y como el susurro de los
mitivos San Pablo, sobre las si- bosques, balbucear en la tierra
lias del coro, desde donde toman el principio de las cosas infinitas.
1 vuelo, haban plegado sus alas.
*
* #
*
* * S e ado r mec a l a i gl esi a a l a hora
El inspirado msico, que sobre en que t te duermes, tranquila
todos los asistentes esparce sus naturaleza, y apenas alguna lam-
simpatas, haba abandonado para all en el fondo de los corre-
ya el rgano, cuerpo vasto, que dores alumbraba chisporroteando
se haba quedado sin alma. en la sombra obscuridad.
VCIOB HPGO:
347
Apenas se oa flotar en ella
algn suspiro, alguna palabra pro-
nunciada en voz baja, como cuan-
do por un bosque que se adormece
se oye pasar el ltimo vuelo de
un pjaro.
Y experimentbamos con emo-
cin creciente bajo aquellas bve-
das sombras, que algo grandioso,
santo y delicioso se disipaba en
la obscuridad.
*
* *
Aquella iglesia estaba triste y
silenciosa a la cada de la tarde;
el altar no tena servidores, y
como un corazn sin amor, sus
luces estaban apagadas.
*
* *
Entonces, tembloroso, inclinas-
teis la taciturna frente, como
barco que zozobra, mientras que
fuera de la iglesia se oa en la
ciudad pasar inmenso murmullo
de voces.
n
Las voces que pasaban decan
alegremente: Disfrutemos de
los goces del mundo; para nos-
otros las copas de oro llenas de
vinos deliciosos; para los dems
los clices rebosantes de amar-
gura.
*
* *
Gocemos! La vida es corta y
pasa con rapidez; nadie sabe cun-
do ha de morir; la lazada que une
al cuerpo con el alma se desata
en el momento en que menos lo
esperamos.
*
*
Tomemos de los objetos lo
agradable que contienen; el calor
de la llama, el vino de la uva, el
aroma de la flor y el amor de la
muier.
*
* *
Gocmoslo todo; de la prima-
vera hasta la ltima brisa, del da
hasta el ltimo rayo de luz, de
la hermosura hasta la postrera
sonrisa.
#
* *
Apurmoslo todo, que trans-
curra nuestra vida de embriaguez
en embriaguez; amigos mos, lo
que va a perderse muchas veces
nos acaricia mejor.
*
* *
Del licor que apuramos pre-
fiero siempre el del fondo del vaso,
que suele ser ms dulce la lti-
ma gota de la copa.
*
* *
Por que todos gustamos siem-
pre de sumergirnos en el mar de
148
V C T 0 R
las voluptuosidades? Por ver si al-
guna perla desconocida se halla
oculta en el fondo de esas olas.
* *
Nos satisface desflorar apenas
lo (fue podemos gozar; de nada sir-
ve vivir faltos de aliento, como
los nios cuando acaban de co-
rrer por las llanuras.
*
* *
Gocemos libremente; nada te-
nemos que hacer; la felicidad nos
invita; hagamos que, como un
tizn encendido bajo el morillo,
se deslice brillante nuestra vida.
*
* *
No imitemos al loco que vive
entregado al fastidio y que pasa
la vida suspirando; los frutos
ms hermosos que produce la
tierra suelen comerlos las bocas
que ren.
*
* *
Como nosotros qe remos,
los que viven tristes tambin
mancillan algunas veces su alma;
para emponzoar sus corazones
basta que lancen sus rayos el
oro o la mujer.
*
* #
Caen como nosotros a pesar
de su loco orgullo y de su sufri-
miento estril; las olas ms gi-
hu Gi-
gantescas, cuando tropiezan con j
un escollo, se deshacen en espuma,
*
* *
Vivamos, pues, y bebamos, I
desde la noche hasta la aurora, I
para olvidamos de nosotros mis- I
mos, y despleguemos alegremente I
el mantel del festn, para que sir- I
va de mortaja a los pesares.
*
* *
La tristeza letal es la sombra |
que proyecta andando el placer; |
caminemos, pues, dirigiendo la I
vista hacia el sol y no veremos I
esa sombra.
|
Nada debe importarnos el do-1
lor, la desgracia y la desespera-1
cin que produzcan las alegras,!
ni que dejemos tras de nosotros I
algo sombro que se arrastre por I
nuestro mismo camino.
*
* *
Ni lo sabemos ni queremos j
saberlo 1 Aljense de nosotros los
pesares y los dolores; cuando
marchitamos coronas de flores,
quin se compadece de lasTosas/
*
* *
Los verdaderos bienes de estol
mundo, y en el otro no pensamos,
consisten en todo lo que nos rego-|
cija, en todo lo que nos propor-J
clona un canto, un rayo de luz
o un perfume.
*
* *
No consisten en el maana,
sino en el hoy; en todo lo que nos
hace gozar o reir, en unos ojos
enamorados, en senos palpitan-
tes.
*
* *
Consiste en la orga opulenta
que causa la envidia de los que
estn excluidos de ella, que re
y se'tambalea a la luz de las an-
torchas.
n
Y mientras esas voces, que
aumentaban incesantemente, ex-
clamaban:Alegra, placer, go-
ces, y felicidad, vosotros excla-
mabais: Recemos.
I V
Mientras esas voces aloorota-
han, vosotros murmurabais con
acento dbil: Dios, que me ha-
bis criado, me reservasteis para
el combate del mundo, combate
que me hace temblar!
*
* *
Tened compasin de mj. El
esquife que me arrastra no tiene
Velas ni remos; por qu no tenis
ngeles que velen por las mujeres,
como los hay que velan por los
nios?...
*
* *
S que los das de nuestra vida
son un soplo ante vuestra eterni-
dad; s que slo vos sois el Ser
real, eterno y luminoso, y que
todo lo dems es sombra.
*
* *
Lo s; pero en esta sombra
en la que fluctan nuestros cora-
zones, pregunto dnde est mi
camino. Alguien me responde-
r? Suplico y espero, llamo y
escucho.
*
* *
Pero nadie me contesta ni
viene, y a cada momento veo
que se tienden lazos por la va
que he de seguir, Por qu no
tenis ngeles que velen por las
mujeres, como los hay que velan
por los nios?
*
* *
Seor! Carezco del hogar tran-
quilo, de la familia cariosa; ni
poseo palacio soberbio, ni pobre
cabaa, ni faro que me ensee
el camino, ni amistad que estre-
che mi mano, ni amor que la
acaricie.
*
* *
Seor! Estoy sola en el mundo?
en l vegeto y lloro; olvidada entre
las ruinas de todos mis seres que-
jidos, paso la vida en la soledad.
*
* *
Sin embargo, no he causado
ningn dao a ese mundo que
no se preocupa de m, y vos sa-
bis que mis acciones dignas me
permiten levantar la frente.
*
* *
La mitad de lo que poseo ne
dado gustosa a los pobres y nadie
me compadece, a m, que tengo
compasin de todos; a m, que
sufro y que alivio los dolores
ajenos.
*
* *
Ya lo sabis, Seor; no ha>
nadie que enjugue mis lgrimas;
todo aquello en que apoyo mi
mano se rompe, todo tiembla
bajo mis pies.
*
* *
En la cuna no tuve juguetes
y en la vida no consegu felicidad.
Seor, esta no es vuestra ley. Los
rayos del sol, en mi cielo tempes-
tuoso, uno tras otro se desvane-
cen.
*
* *
Ni siquiera disfruto del flujo
y del reflujo de las claridades y
de las sombras; mi espritu de
da en da se sumerge ms cada
vez en pensamientos lgubres.
#
* #
Si es cierto que en los corazo-
nes inocentes que sufren difun-
ds vuestra gracia, Seor, soste-
nedme, sostenedme, porque estoy
a punto de caer!
v
Contemplando estaba yo a la
que a Dios diriga sus preces en
el sagrado templo, y encontrando
grave y digna de aquel lugar
sagrado a la hermosa desconsola-
da, le dije:
vi
Seora, por qu os ator-
menta ese pesar, por qu no secis
las lgrimas, poseyendo como po-
seis ese delicioso corazn, obscu-
ro como la noche v tierno como
la aurora?
*
* *
Qu os importa que la vida,
que tan desigual es en el mundo
sea aciaga para vos, si estis do-
tada de un alma angelical?
*
* *
Quizs muy pronto esa alma
volar a las regiones celestiales
y os conducir a ellas, librndoos
de los sufrimientos y de las amar-
guras de la tierra.
*
* *
Sed como el pjaro que se posa
un instante en una rama frgil,
y que aunque conoce que sta
se dobla, canta, sin preocuparse
por ello, porque sabe que tiene
alas.
25 de octubre de 1834.
se reira de m el que as me viera-
porque, lejos del tumulto de.
mundo, tus pdicas canciones,
tus nobles elegas, vrgenes de
suaves contornos y de miradas
azules, pasan ante mi vista, lle-
vando en sus frentes puras, en los
sonetos esculturales, tu hermoso
estilo, que lanza chispas de ins-
piracin en frescas metforas.
24 de octubre de 1835.
XXXI V
ESCRI TOS EN LA PRI MERA PGI NA DE
UN EJ EMPL AR DEL PETRARCA
Cuando con el alba del cario
se colora mi alma; cuando, casto
amante de Laura, sin sentir el
viento helado de la burla, mi
pensamiento, como una flor, se
abre hoja a hoja en las profundi-
dades del corazn, tomo tu her-
moso libro, encendido en luz ce-
lestial, en el que con frecuencia,
junto al xtasis, murmura la re-
signacin; tu hermoso libro, en
el que se ve, como un oleaje de
cristal, que por arenas de oro
fluye a su capricho, tanto amor
correr sobre tanta poesa! Llego
a tu fuente predilecta, y sentado
junto a ella, leo de nuevo tus
misteriosos versos, ese envidiable
tesoro, esa flor amorosa que, ence-
rrada en los bosques, despus de
quinientos aos perfuma an a
Vaucluse! Mientras que leo ese li-
bro, meditabundo y reflexionando,
XXXV
Hay. hombres que en todos
los sentidos dejan que transcurra
su vida, entregados a sus deseos
y a sus instintos; todo en ellos
ocurre a la merced de lo que sobre-
venga; la accin carece en ellos
de direccin y el pie de inteligen-
cia; siguen a la ventura el pro-
yecto o el desvaro de los dems,
entran por las puertas que se les
abren y se dejan llevar por el vien-
to que sopla; slo los absorbe la
brevedad del presente; ni piensan
en el pasado ni se preocupan del
porvenir. Su espritu fleta y duda.
Marchan sin preferir ningn ca-
mino, y todo se borra en ellos
mesuradamente, el fastidio con la
alegra, el ayer con el hoy. Viven
no ms para el da. No tienen
trazada ninguna regla que ponga
lmite a sus deseos. Cuando pien-
san una hora, segn lo exigen las
pasiones, nada lejano influye en
su existencia; en la idea (fue siguen
en aquel momento, y para su
corazn, que carece de cario y
de pesares, el pasado no tiene
races y el porvenir no tiene flores.
*
* *
Pero vos que sois a alegra
de mi alma, que desde hace doce
aos fuisteis sucesivamente para:
m ngel y mujer, sostenindome
en las altas regiones y ayudndo-
me en las bajas, ascendindome
con vuestras alas o calmndome
en vuestros brazos; vos, que ha-
blando siempre con el corazn,
hacis perceptible a la vista la
calma interior por medio de la
paz exterior, la dulzura del esp-
fi tu por la salud del cuerpo, la
bondad por la alegra y la vir-
tud suprema por la suprema belle-
za; vos, que sois el faro que me
guia, mi polo, mi imn, mientras
que flotamos a merced de los
acontecimientos, sabis que todas
las almas tienen que regirse por
sus leyes, y todo en vos permanece
sereno, fiel y resplandeciente, no
descomponis el todo armonioso,
y como en la esfera celeste, nada
en vos se transforna; sonriendo,
vuestra alma se nlaza con vues-
tro espritu; vuestra vida, algunas
veces empaada por el llanto, se-
creta como el nido que gime en el
bosque, como la muda corriente
que fluye sobre el musgo, la for-
ma el concierto dulce y tierno de
la bondad, de la virtud y de la
belleza, es un himno que cantis
a Dios. Al veros tan perfecta y
tan hermosa, me parece que una
msica pura, igual y solemne,
al andar se desprenda de todos
vuestros movimientos; los de las
dems son rumores, pero los vues-
tros son un canto.
17 de octubre de 1834.
XXXVI
S para siempre bendita, Eva,
a quien ninguna fruta seduce,
que feliz habitas de la virtud las
puras cumbres, alma sin tacha
y sin repliegues, que baas tus
alas Cndidas en un arroyo miste-
rioso, matizado de reflejos es-
plndidos, oculta y lejos de las
miradas del mundo!
*
* *
Sabes lo que dice de ti el
indigente cuando pasas?Esa es
la mujer llena de gracia que son-
re al suplicante; conmovida por
nuestro infortunio, inclina hacia
nuestro lecho su radiante faz y
palabras melodiosas salen para
nosotros de sus tiernos labios.
*
* *
Sabes lo que dice de ti la
inconsolable viuda, dirigiendo las
miradas al cielo? Lleg hasta
mi un ngel a echar gotas de miel
en la copa de mi amargura; como
el roco sobre la hierba, sobre W
miseria llovieron sus beneficios,
y se comprendieron nuestros cora-
zones, a pesar de que era dichosa
y vo desventurada.
*
* *
Conoc que de ninguna impu-
reza participa su alegra y que su
frente es pura como el azul del
cielo, y ella comprendi bien que
el dolor en que estoy sumida da
resignacin a mis pesares; ella
comprendi mis lgrimas y yo
comprend su sonrisa.
*
* *
Para Hablar de los hurfanos,
cuando al amo? del hogar, juntan-
do mis rodillas, siento en ellas a
tus hijos que se te parecen; cuando
les refiero que en el invierno
sombro, el hambre y otras pena-
lidades se apoderan de los nios
pobres y abandonados, que vagan
por las calles descalzos;
*
* *
Mientras en silencio el grupo
de tus hijos me oye y suspira,
sabes qu parece que me digan
con sus ojos, que son iguales a
los tuyos? Pohrecitos nios, ve-
nid a nuestra casa y en ella todos
nos esforzaremos por alegraros,
y nuestra madre ser una madre
para vosotros.
* *
Sabes t lo que dice m cora-
zn?Ella es indulgente y cari-
osa; sus labios no rehusan catar
el ms amargo licor. Madre seme-
jante a su hija, en medio de la
familia, ilumina mi frente som-
bra con los rayos de su cario y de
su bondad.
*
* *
Superior a las pasiones y do-
minando la clera tu noble esp-
ritu, slo sabe realizar acciones
nobles; cuando sobre nosotros di-
fundes tus afectos, sometes a tu
influjo nuestros corazones. Del
cisne slo pueden caer plumas
blancas.
18deoctubre de 1835.
XXXVI I
A LUI SA B.
I
Al ao que huye le sigue otro
ao; ste muere tambin a su vez;
el tiempo no deja de caminar
adelante, y acercndonos a los
lmites de la vida, un invierno ms
pas sobre nuestras primaveras.
*
* *
El tiempo, los aos y los das
son palabras en las que la multi-
tud no se fija bastante, son pala-
bras profundas que nunca medi-
ta; de las horas que huyen escu-
chan los consejos muy pocos mor-
tales.
wt
VTCTOR HUGO
* *
Los nombres gastan las horas
fugitivas en satisfacer sus locas
pasiones, en locas voluptuosida-
des, creyendo que Dios los ech
al mundo slo para gozar de los
cantos, de los banquetes, de las
risas y de la hermosura.
He apurado todo ese licor?
No tengo ya virio para aplacar
mi sed, ni amor para saciar mi
alma? quin ha vaciado al mismo
tiempo mi copa y mi corazn?
*
* *
Consume el hombre intilmente
la vida entregndose a los place-
res. Est seguro de vivir maa-
na? Est seguro de vivir hoy?
Malgastando sus das, sabe qu
es lo que malgasta? No cuenta su
nmero, pero lo cuenta Dios.
* *
Apenas le ocurre un pensamien-
to serio, cuando, en un banquete
que satisface sus deseos, embria-
gado, en l comprende que se le
debilita la cabeza y que caen al
mismo tiempo las flores que le
coronan y sus propios cabellos.
*
* *
Cuando todos sus proyectos,
uno tras otro, prematuramente se
deshacen; cuando ve morir sus
ilusiones; cuando conoce que el
nivel de sus das, que se escurren,
baja rpidamente como nn to-
rrente en el verano,
Entonces, extrandose, pare-
ce que reclama, y pregunta:
*
* *
Al ver que nadie le contesta,
sumido en la tristeza, con la
frente plida, dbiles las manos,
helado su aliento, vanamente re-
mueve dentro de s mismo el
montn de cenizas d 1 fuego ex-
tinguido que se llama ayer.
n
As transcurre para nosotros
la vida; pero vos, dotada de alma
fuerte y de corazn magnnimo,
exclamis: N da me importa
que el tiempo huya sin cesar y
que su soplo arrastre a su paso,
a travs de la duracin y del
espacio, los hombres y los das.
*
* *
Porque tenis aficin a lo nico
que puede vivir, inclinis la fren-
te sobre el libro del Dante o
sobre las notas de Mozart. Sois
apasionada por todo lo inmortal,
y nada de lo que el tiempo arreba-
ta atrae vuestros pensamientos.
*
* #
Algunas veces, cuando el esp-
ritu os conmueve, ardientes can-
tares se escapan de vuestra alma,
msica que entona cantos irresis-
V CTOB HUGO 1 5 5
tibies, cuyos sones, que son ms
ligeros que el alma de los cfiros,
palpitan y hacen vibrar como li-
ras las fibras de nuestros corazo-
nes
- XXXVI I I
*
* *
En este siglo en cuyo horizonte
brillan relmpagos, en el que el
mundo, lanzado de tempestad en
tempestad, clama presa del terror,
en medio de la noche, que se con-
densa ms y ms a cada momento,
consegus conservar una sereni-
dad que atraviesa sin turbarse la
borrasca exterior.
*
* *
Vivid siempre as, consagrada
a la familia, que es el centro a
cuyo alrededor todo gravita y
brilla; seguid prodigando la in-
dulgencia y economizando el vi-
tuperio; seguid siendo la mujer de
corazn grave y carioso, que es
seria para con el hombre y jugue-
tona con el nio,
*
* *
Ya que para conservar la be-
lleza del alma, para llenar el cora-
zn y la cabeza de pensamientos
nobles tenis lo que en el mundo,
despus de Dios, es ms querido
y ms sagrado, un padre con
cabellos blancos.
31 de diciembre de 1831.
LA DUDA
A LUI SA B.
En nuestros dascompadeced-
nos, mujer tierna y noble,el
interior del hombre presenta un
sombro cuadro, en el que una
serpiente visiblemente aparece en
el manantial del agua, y la incre-
dulidad se arrastra en el fondo de
nuestro corazn.
*
* *
Vos, que nunca contestis con
una sonrisa sarcstica a las aflic-
ciones que perturban las almas;
vos, que vivs siempre serena,
atenta y oculta; que juntis a
una inteligencia varonil, el delica-
do corazn propio de la mujer;
*
* *
Si me preguntis vos, que sois
musa, a m, que soy poeta, por
qu vivo agitado, por qu est
mi frente sombra, por qu en
la inquietud se arrastra mi vida
como en el aire una rama desga-
jada, por qu quiero saber qu es
lo que murmuran los vientos, por
qu continuamente permanezco
en vela meditabundo, o por qu
despierto de mi sueo antes que
los pjaros y antes que los nios;
* *
Los nombres gastan las horas
fugitivas en satisfacer sus locas
pasiones, en locas voluptuosida-
des, creyendo que Dios los ech
al mundo slo para gozar de los
cantos, de los banquetes, de las
risas y de la hermosura.
He apurado todo ese licor?
No tengo ya virio para aplacar
mi sed, ni amor para saciar mi
alma? quin ha vaciado al mismo
tiempo mi copa y mi corazn?
*
* *
Consume el hombre intilmente
la vida entregndose a los place-
res. Est seguro de vivir maa-
na? Est seguro de vivir hoy?
Malgastando sus das, sabe qu
es lo que malgasta? No cuenta su
nmero, pero lo cuenta Dios.
* *
Apenas le ocurre un pensamien-
to serio, cuando, en un banquete
que satisface sus deseos, embria-
gado, en l comprende que se le
debilita la cabeza y que caen al
mismo tiempo las flores que le
coronan y sus propios cabellos.
*
* *
Cuando todos sus proyectos,
uno tras otro, prematuramente se
deshacen; cuando ve morir sus
ilusiones; cuando conoce que el
nivel de sus das, que se escurren,
baja rpidamente como nn to-
rrente en el verano,
Entonces, extrandose, pare-
ce que reclama, y pregunta:
*
* *
Al ver que nadie le contesta,
sumido en la tristeza, con la
frente plida, dbiles las manos,
helado su aliento, vanamente re-
mueve dentro de s mismo el
montn de cenizas d 1 fuego ex-
tinguido que se llama ayer.
n
As transcurre para nosotros
la vida; pero vos, dotada de alma
fuerte y de corazn magnnimo,
exclamis: N da me importa
que el tiempo huya sin cesar y
que su soplo arrastre a su paso,
a travs de la duracin y del
espacio, los hombres y los das.
*
* *
Porque tenis aficin a lo nico
que puede vivir, inclinis la fren-
te sobre el libro del Dante o
sobre las notas de Mozart. Sois
apasionada por todo lo inmortal,
y nada de lo que el tiempo arreba-
ta atrae vuestros pensamientos.
*
* #
Algunas veces, cuando el esp-
ritu os conmueve, ardientes can-
tares se escapan de vuestra alma,
msica que entona cantos irresis-
tibies, cuyos sones, que son ms
ligeros que el alma de los cfiros,
palpitan y hacen vibrar como li-
ras las fibras de nuestros corazo-
nes
- XXXVI I
*
* *
En este siglo en cuyo horizonte
brillan relmpagos, en el que el
mundo, lanzado de tempestad en
tempestad, clama presa del terror,
en medio de la noche, que se con-
densa ms y ms a cada momento,
consegus conservar una sereni-
dad que atraviesa sin turbarse la
borrasca exterior.
*
* *
Vivid siempre as, consagrada
a la familia, que es el centro a
cuyo alrededor te do gravita y
brilla; seguid prodigando la in-
dulgencia y economizando el vi-
tuperio; seguid siendo la mujer de
corazn grave y carioso, que es
seria para con el hombre y jugue-
tona con el nio,
*
* *
Ya que para conservar ja be-
lleza del alma, para llenar el cora-
zn y la cabeza de pensamientos
nobles tenis lo que en el mundo,
despus de Dios, es ms querido
y ms sagrado, un padre con
cabellos blancos.
31 de diciembre de 1831.
LA DUDA
A LUI SA B.
En nuestros dascompadeced-
nos, mujer tierna y noble,el
interior del hombre presenta un
sombro cuadro, en el que una
serpiente visiblemente aparece en
el manantial del agua, y la incre-
dulidad se arrastra en el fondo de
nuestro corazn.
*
* *
Vos, que nunca contestis con
una sonrisa sarcstica a las aflic-
ciones que perturban las almas;
vos, que vivs siempre serena,
atenta y oculta; que juntis a
una inteligencia varonil, el delica-
do corazn propio de la mujer;
*
* *
Si me preguntis vos, que sois
musa, a m, que soy poeta, por
qu vivo agitado, por qu est
mi frente sombra, por qu en
la inquietud se arrastra mi vida
como en el aire una rama desga-
jada, por qu quiero saber qu es
lo que murmuran los vientos, por
qu continuamente permanezco
en vela meditabundo, o por qu
despierto de mi sueo antes que
los pjaros y antes que los nios;
Por que cuando la bruma ha
desgarrado sus velos yo visito
los valles y contemplo sucesiva-
mente la alfombra que forman las
flores y la bveda tachonada de
estrellas, os dir: que dentro de
m llevo un enemigo, la duda,
que me arrastra a vagar por el
bosque sombro, espectro miope
y sordo, formado de luz y de
sombra, que me muestra y me
oculta a un mismo tiempo todo
a medias;
cielo misterioso y claro que es
transparente para los ojos, pero
impenetrable para las almas
* *
Este es el martirio que nosotros,
hijos de las pasiones, sufrimos,
nosotros, cuyo esp: itu no puede
tener vuestra serenidad sublime;
nosotros, cuya cuna, peligrosa-
mente suspendida sobre el abis-
mo, flot sobre el mar proceloso
de las revoluciones.
*
* *
Os dir que pregunto a cada
instante a un instinto interior
que balbucea prisionero de mis
sentidos, combatido por la nece-
sidad de creer y el deseo de negar,
y que el espritu se re del cora-
zn aue llora.
*
* *
Por eso veis que hablo con
frecuencia en voz baja, y que co-
mo el mendigo hambriento que
delira, sentado en el umbral de
una puerta cerrada, parece que
como l espero a alguien, que no
la abre nunca.
*
* *
Las supersticiones, esas repug-
nantes vvoras, hormiguean en
nuestro cerebro, matando todo
germen, y arrastramos en nues-
tros corazones el cadver putre-
facto de la religin, que viva
en el alma de nuestros padres,
*
* *
He aqu por qu camino triste
y meditabundo, por qu con fre-
cuencia miro y escucho por la
noche, y solitario vago al azar por
un sendero durante las horas en
las que aquel que pasea es sospe-
choso.
*
* *
*
* *
Dichoso aquel que puede amar,
y que en su noche obscura, al
La duda! Palabra fnebre que buscar la fe, puede encontrar el
en letras flamgeras veo escrita amor; al menos a ese le ilumina
en todas partes, en el alba, en la luz de una lmpara, mientra
el relmpago, en el azul de ese espera que le alumbre el dial
Dichoso es ese cozazn! Amar, es en el mundo a ese inconsolable
casi creer. ngel; si empaados por el llanto
13 de octubre de 1835. sus ojos castos, con ms frecuen-
cia se elevan hacia el cielo que
se inclinan hacia la tumba, con
tanta pesadumbre, que su cora-
zn parece que no haya elegido
XXXI X an entre su madre que est en
el cielo, o sus hijos que viven en
DATE LI LI A la tierra; si cuando, por la Pascua o
por la Navidad, la iglesia, al caer
Si encontris en alguna parte la noche, se llena de pasos confu-
una mujer de frente pura, de sos y de cirios llameantes; cuando
paso grave, de ojos tiernos, acom- el humo a la manera de una nube
paada por cuatro nios, de los sale de los incensarios; cuando
que el ltimo apenas sabe andar, en medio de los cnticos de los
que los vigila a todos, y que si pa- hombres, de las mujeres y de los
sa por su lado algn anciano men- nios, un alma sale de todas
digo pone una humilde limosna esas almas; si lejos de la muche-
en manos del nio pequeo para dumbre, tras una columna obs-
que se la d; si cuando s zahiere cura, veis sobres lir, por encima
a un hombre bien reputado esta de cuatro cabezas de nios agrupa-
mujer oye en silencio la diatriba, dos, otra cabeza de miradas puras,
duda de lo que oye, y despus os en las que se confunden la clari-
dice:Esperemos para juzgar, dad virginal con la luz de la ma-
Quin es capaz de emitir un ternidad, oh! quienquiera que
juicio imparcial? Hay gran ten- seis, bendecilda, que es ella, la
dencia a deslucir todo lo que hermana de mi alma inmortal,
brilla: la alabanza es tarda y el mi orgullo, mi esperanza y mi
vituperio vuela.Si cuando un refugio. Es ella! La virtud que,
recuerdo, o quizs un remord- se inclina hacia m, la figura de,
miento, o tal vez el acaso os con- alabastro escondida en mi propio
ducen a la ciudad de los muertos, hogar; el rbol que por el camino,
y veis, al doblar una de sus recn- que yo recorro vierte a menudo
ditas calles, rezar junto a una sus frutos y su sombra siempre;
tumba, con sus hijos, a un ser la mujer que encuentra en mi
gracioso, que llora sonriendo; si alegra su felicidad suprema, y
de su seno destrozado, el dolor que si titubeamos mis hijos o yo,
y el xtasis se desbordan, como con sus palabras y sus miradas
sale el agua por las resquebraja- serenas, a ellos los sostiene de
duras de un vaso; si nada le queda la mano y a m me sostiene apo.
yando sobre el suyo mi corazn; partes; es en mi helada bruma
la (fue si alguna vez mi inclina- una flor de belleza que la bondad
cin me arrastra al mal, es la perfuma, y participa su natura-
nica que puede castigarme, pero leza del himeneo misterioso de
que me perdona; que de mis pro- esas dos cualidades: como flor
yectos descabellados me aparta pertenece a la tierra y como
y me absuelve, a quien yo amo perfume al cielo,
siempre y que me sigue a todas 16 de octubre de 1834
FI N DE CANTOS DEL CREPSCUL O
/
VOCES INTERIORES
PREFACIO
La Porcia de Shakespeare habla mismo grupo de cantos esa triple
en alguna parte de cierta msica palabra que encierra una triple
que el hombre tiene dentro de s. enseanza: la primera se dirige
Desgraciado, exclama, el que particularmente al corazn, la
no la oye!Pues esa msica segunda al alma y la tercera al
tambin se encierra en la natura- espritu. Tres radios de un solo
leza: si este libro representa algo, crculo.
representa el eco, dbil y confuso Adems, en ese grupo, en la
sin duda, pero fiel, del canto que poca en que vivimos, se encuen-
responde en nuestro interior al tra al hombre comprendido ente-
canto que omos fuera de nosotros. ramente bajo el triple aspecto
Por lo dems, siendo este eco de nuestra vida: El hogar, el cam-
ntimo y secreto para el autor la po y la calle. El hogar es nuestro
poesa, este libro, excepcin echa propio corazn; el campo es don-
de nuevos matices y de desarro- de nos habla la naturaleza, y la
los que exige la poca, es slo calle es la tormenta de losacon-
la continuacin de los preceden- tecimientos polticos,
tes. Lo que contiene, los otros lo Digmoslo de paso: en este
contenan tambin, con la nica choque de hombres, de doctrinas
diferencia que en las Orientales, y de intereses, que se lanzan
por ejemplo, la flor est ms violentamente todos los das con-
abierta; en las Voces interiores tra cada una de las obras que pro-
la gota de roco o de lluvia estar duce este siglo, el poeta ha de
ms oculta. La poesa es como desempear una misin seria. Sin
Dios: una e inagotable. ocuparnos ahora de su influen-
Si el hombre oye una voz, si cia civilizadora, tiene la misin
la oye la naturaleza, tambin la de elevar, cuando lo merezcan
oyen los acontecimientos. El autor los acontecinientos polticos a la
siempre ha credo que era la dignidad de acontecimientos his-
misin del poeta fundir en un tricos; para esto necesita abar-
yando sobre el suyo mi corazn; partes; es en mi helada bruma
la (fue si alguna vez mi inclina- una flor de belleza que la bondad
cin me arrastra al mal, es la perfuma, y participa su natura-
nica que puede castigarme, pero leza del himeneo misterioso de
que me perdona; que de mis pro- esas dos cualidades: como flor
yectos descabellados me aparta pertenece a la tierra y como
y me absuelve, a quien yo amo perfume al cielo,
siempre y que me sigue a todas 16 de octubre de 1834
FI N DE CANTOS DEL CREPSCUL O
/
VOCES INTERIORES
PREFACIO
La Porcia de Shakespeare habla mismo grupo de cantos esa triple
en alguna parte de cierta msica palabra que encierra una triple
que el hombre tiene dentro de s. enseanza: la primera se dirige
Desgraciado, exclama, el que particularmente al corazn, la
no la oye!Pues esa msica segunda al alma y la tercera al
tambin se encierra en la natura- espritu. Tres radios de un solo
leza: si este libro representa algo, crculo.
representa el eco, dbil y confuso Adems, en ese grupo, en la
sin duda, pero fiel, del canto que poca en que vivimos, se encuen-
responde en nuestro interior al tra al hombre comprendido ente-
canto que omos fuera de nosotros. ramente bajo el triple aspecto
Por lo dems, siendo este eco de nuestra vida: El hogar, el cam-
ntimo y secreto para el autor la po y la calle. El hogar es nuestro
poesa, este libro, excepcin echa propio corazn; el campo es don-
de nuevos matices y de desarro- de nos habla la naturaleza, y la
los que exige la poca, es slo calle es la tormenta de losacon-
la continuacin de los preceden- tecimientos polticos,
tes. Lo que contiene, los otros lo Digmoslo de paso: en este
contenan tambin, con la nica choque de hombres, de doctrinas
diferencia que en las Orientales, y de intereses, que se lanzan
por ejemplo, la flor est ms violentamente todos los das con-
abierta; en las Voces interiores tra cada una de las obras que pro-
la gota de roco o de lluvia estar duce este siglo, el poeta ha de
ms oculta. La poesa es como desempear una misin seria. Sin
Dios: una e inagotable. ocuparnos ahora de su influen-
Si el hombre oye una voz, si cia civilizadora, tiene la misin
la oye la naturaleza, tambin la de elevar, cuando lo merezcan
oyen los acontecimientos. El autor los acontecinientos polticos a la
siempre ha credo que era la dignidad de acontecimientos his-
misin del poeta fundir en un tricos; para esto necesita abar-
car todos sus contemporneos
con las miradas tranquilas que
la historia dirige al pasado; no de-
jarse engaar por ilusiones pti-
cas, por espejismos falaces, y
que lo coloque todo en adecua-
da perspectiva, disminuyendo
esto y engrandeciendo aquello;
no debe ser cmplice de ningn
hecho de fuerza; debe mantenerse
con firmeza, austero y benvolo
en medio del tumulto; indulgente
algunas veces, lo que es difcil;
imparcial siempre, lo que es ms
difcil an; debe profesa de cora-
zn la simptica inteligencia de
las revoluciones, que indica que
se desprecian los motines; por
tener grave respeto al pueblo,
que se alia con el desdn al popu-
lacho, su espritu no debe con-
ceder nada a las insignificantes
cleras ni a las pequeas vanida-
des; que su elogio, como su vitu-
perio, tome con frecuencia, segn
le convenga, ya el espritu de la
corte, ya el espritu de las faccio-
nes: necesita saludar la bandera
tricolor sin insultar a las flores
de lis, y poder en el mismo libro,
casi en la misma pgina, afear la
conducta del hombre que vendi
a una mujer y elogiar al joven y
noble prncipe por una buena
accin; glorificar la alta idea es-
culpida en el Arco de la Estrella
y compadecer la idea triste ence-
rrada en la tumba de Carlos X.
Debe atender a todo, ser sincero
y desinteresado, y como hemos di-
cho ya en otra parte, no ser tribu-
tario de nada, ni de sus propios
resentimientos, ni de sus agravios
personales, consiguiendo de esta
guisa estar en ocasiones irritado
como hombre y sereno como poe-
ta. Es necesario, en fin, que en
estos tiempos, encarnizados en
la lucha furiosa de las opiniones,
en medio de las atracciones vio-
lentas que su razn tiene que su-
frir sin desviarse, tenga siempre
presente este objeto severo: incli-
narse a la parte generosa de todos
los partidos y no torcerse nunca
hacia su parte perversa.
El poder del poeta nace de su
propia independencia.
El autor, como se ve, no pres-
cinde de ninguna de las condicio-
nes rigurosamente necesarias en
la misin que se ha impuesto.
Comprendido as el resultado del
arte, ha de ser ste la dulcifica-
cin de los espritus y de las cos-
tumbres; el arte as comprendido
significa civilizacin. A este resul-
tado, aunque el autor de este
libro carezca de mrito para de-
sempear tan alta funcin, con-
tinuar recorriendo todo los cami-
no que tiene abiertos su pensa-
miento, por el teatro, por el libro,
por la novela, por el drama, por
la historia y por la poesa. Lo in-
tenta, lo ensaya y lo comprende.
Muchas simpatas nobles e inte-
ligentes le apoyan; si consigue
su objeto, a ellas y no a l se debe-
r el xito.
En cuanto a la dedicatoria que
encabeza este libro, despus de
haber escrito las lneas preceden-
tes, el autor no cree que necesite
decir que se la ha sugerido un
sentimiento tranquilo y religioso.
Se comprender sin esfuerzo que
ante estos dos monumentos, el
Arco de la Estrella y la tumba de
su padre, uno nacional y otro
domstico, pero los dos sagrados
para l, no podan ocurrirsele ms
que pensamientos serios y graves:
nicamente seala una omisin,
y esperando que la reparen en
el sitio oportuno, el autor la repa-
ra al frente de este libro, conce-
diendo a su padre una hoja de
papel, que es todo aquello de
que puede disponer, sintiendo que
esa hoja no sea de granito; obra
como cualquiera hubiera obrado
hallndose en su situacin. Cum
pie sencillamente con un deber
ni ms ni menos, y lo cumple como
se deben cumplir todos los debe-
res, sin clera, sin vanidad y
sin hacer ruido. A nadie admira-
r que obre as. Despus de todo
a Francia nada debe importarle
que caiga una hoja de su espesa
corona de gloria, ni que esta hoja
la recoja un hijo. La nacin es
grande y la familia insignificante;
lo que no es nada para la primera,
es el todo para la segunda. Fran-
cia puede olvidar, pero la familia
debe acordarse.
Par s. 24 de j uni o de 1837.
BAYOJ.43
ma
Ib
: I 'IS.
VOCES INTERIORES
i
Este siglo es grande'y fuerte y
est animado por un noble impul-
so; por todas partes va como mi-
sionero el pensamiento, y el ruido
del trabajo, entre la algaraba
humana, se confunde con el ruidn
divino de la creacin.
*
* *
Por todas partes, en las canda-
ses y en la soledad, el hombre es
fiel a la leche que le ha nutrido,
y en el bloque informe de la som-
bra multitud el pensamiento ac-
"vo esculpe las naciones
El patbulo envejece y se des-
morona; la plaza de la Greve se
lava; el motn se duerme. Van a
aparecer mejores das. El pueblo
tiene su clera, como el volcn
tiene su lava, que primero devas-
ta, pero que despus fecunda.
*
* *
Poderosos poetas, que Dios im-
pulsa, lanzan sobre nosotros los
rayos de sus inspiradas frentes.
El arte tiene frescos valles, en los
que las almas, inclinadas sobre
ellos, beben la poesa en sagrados
arroyos.
' *
* *
Piedra a piedra, pensando en
las antiguas y extinguidas creen-
cias, en la sociedad que se bam-
bolea a todos los vientos reedifica
el pensador estas dos columnas
santas: el respeto a los ancianos
V el amor a los nios.
*
* *
El deber, hijo del derecho,
habita en nuestros hogares como
un husped augusto. Los mend -
digos agrupados a la sombra de
los prticos, tienen menos odo
Ui el corazn que tenan antes,
y menos ira en los ojos.
*
* *
La austera verdad no tiene ya
sus puertas cerradas y descifra-
mos toda palabra. Nuestro esp-
ritu, pasmado, leyendo continua-
mente en el libro de la naturaleza,
descubre en el universo un senti-
do inesperado.
*
* *
Oh poetas! El hierro y el vapor
ardiente, mientras vosotros so-
is, libran en la tierra del anti-
guo peso a los objetos pendien-
tes que sobre pesados ejes tritu-
raban los empedrados.
El hombre obliga que le sirva
a la materia ciega. Piensa, busca
y crea. Merced a su vivo soplo,
los grmenes dispersos por toda
la naturaleza tiemblan, como se
estremece un bosque al soplo del
viento.
*
*
S, todo camina, todo crece.
Cada hora fugitiva que pasa deja
su huella. Surge un gran siglo, y
contemplando de lejos luminosas
playas, el hombre ve, como un
ro, crecer y engrandecerse su
destino.
*
* *
En el magnfico progreso, del _
que nuestra poca se vanagloria,,
en medio del poderoso brillo de-
un si gl o deslumbrador, me espan-
ta en secreto, Dios mo, que el.
eco de tu voz vaya debilitn-
dose...
15 de abril de 1837.
I I
STTNT LACRTME RERUM
I
Muri. Ninguno de los grupos del
pueblo, urna de donde sale la cle-
ra o el amor, ha manifestado a su
muerte compasin, ni alabanza, ni
respeto, nada. No ha cambiado en
lo ms mnimo el aspecto de este
siglo tempestuoso, mar erizado de
arrecifes, en el que el hecho, ese
oleaje sombro, se deshace en espu-
ma a su choque contra las ideas.En
ningn templo de nuestras ciuda-
des le lloraron, ni se oy el toque
de difuntos. La prensa vocinglera,
esa loba pendenciera, apenas se
dign volver la cabeza y mirar
desdeosamente; ni siquiera la
omos gruir irritada y morder en
esa prpura; todo y todos siguie-
ron su curso natural; las mareas
en la playa, la multitud afanosa
tras el dinero, el pensador tras el
desarrollo de sus ideas, todo con-
tinu lo mismo; nadie exclam
siquiera:Un rey acaba de mo-
rir!
x
Ttricos caones, alineados de-
lante de los Invlidos, como las
esfinges al pie de las grandes
pirmides; dragones de bronce,
enormes, de abiertas fauces, te-
rribles guardianes de ese palacio,
edificado por manos de gigantes,
al oir la exclamacin, que en
otros tiempos os hubiera hecho
rugir a todos:El rey de Fran-
cia ha muerto!cmo es que
como el len cautivo, sacudiendo
su cadena, no os habis estreme-
cido sobre la curea, y despertn-
doos sbitamente, no os habis
dicho unos a otros:El rey de
Francia ha muerto?Cmo es
que sin hacer salvas fnebres ha
sido clavado el sarcfago silen-
ciosamente? Cmo es que no
' ha salido siquiera de vuestros
afustes, sordos caones, el mur-
mullo confuso que el vago batir
de las alas de la noche arranca
a las armaduras vacas? Es (fue
os habis prostituido en nuestras
luchas civiles, y sois ahora, como
nuestros nobles, viles y sonoros?
Es que ya viejos y enmohecidos,
remachados en vuestro sitio, arro-
dillados siempre ante todo lo que
pasa, retirados del combate y
custodiados en algn obscuro rin-
cn por veteranos lisiados, olvi-
dados del ejrcito, servs nica-
mente para nacer humo ante
todos los vencedores, y reservn-
doos para esas solemnidades, ha-
bis arraigado en esta cobarda?
Cobardes caones que la guerra
rechaza, cuya voz se malgasta en
las fiestas, vosotros que glorifi-
cis a los que vienen, pero no a
los que se van; vosotros que sois
cortesanos de bronce desde hace
treinta aos, y lo mismo habis
adorado a Enricfue IV que a
Luis XI , habiendo tributado vues-
tros aplausos a todo y a todo
habis saludado, callando slo
cuando el pueblo silba! Cobardes!
sents preferencias por los hom-
bres afortunados: en el ardiente
molde, al construiros el fundidor,
mezcl con el estao y el cobre
el olvido de aquel que cae vencido;
porque el que muere desterrado
no vivi para vosotros; porque
vuestros pulmones de hierro, de
los que sale un hlito de fuego,
permanecen mudos para Goritz,
lo mismo que para Santa Elena.
Sois infames!... Pero no; nosotros
somos los insensatos y los que me-
recemos el desprecio, porque vos-
otros nos obedecis; sois prisio-
neros y esclavos. La guerra os
emplaz* para surgir en las bata-
llas, y nosotros os empleamos para
salpicaros con el cieno de Pars,
y os encerramos bajo sellos dentro
de un palacio centenario, para
introducir en vuestro vientre un
relmpago que en nada se parece
al rayo. Nosotros debemos ser
los infamados, porque pusimos
nuestra alma abyecta en esos
bronces sagrados. Salimos del feso afecto a todos los que pade
oprobio, y ellos permanecen en l cieron, excepto a los malvados
cautivos; el da en que mueren Qu me importa, despus de
los reyes proscriptos, no pueden, todo, que seis aos atrs ese rey
lanzando nubes de humo, pro- fuese separado de las testas coro
longar en Pars sus brillantes so- nadas, ruina lanzada en la playa
J lozos, y a semejanza de perros por las olas de los acontecimien*
atados a las murallas, con que- tos; que durante mucho tiempo
jumbroso aullido asistir a los viviese en la obscuridad, y, que
funerales. Mudos, con los cuellos llegando a los umbrales de la ve-
inclinados hacia el suelo, perma- jez, sin trono y sin diadema,
necis ah inactivos y tristes, agonizase en el destierro, que es
pensando en la bajeza de los la primera muerte de los reyes?
hombres, que consigue lograr que Le dife, sin miedo de que nadie
los caones sientan el rubor de me censure, que su advenimiento
la vergenza. al trono tuvo por hermana a mi
juventud, que Saint-Remy nos
recibi dentro de sus triunfales
m
muros en el mismo da a los dos,
a l viejo, a m casi nio, y que no
Os callis, pero yo no puede quiero que el arpa que son en
callarme; mi Musa, que algunas elogio suyo consienta que se ce-
veces se resiste a cantar a la auro- rre silenciosamente el atad para
ra, nunca se niega a cantar al ese rey muerto. Mientras que en
sol poniente; yo que en otro lontananza la multitud susurra,
tiempo fui recibido como un la augusta piedad, servidora de
husped en Reims por el rey los proscriptos, que los entierra
Carlos, yo que compadec sus con su mortaja ms limpia, no
desgracias y que censur sus de- pedir intilmente a mi afligido
fectos, yo no me callar. Deseen- pensamiento un pedazo de ter-
der encorvado hasta el subterr- ciopelo para cubrir ese fretro
neo profundo donde duerme su augusto,
ltimo sueo ese rey cado; sus-
pender mi alma en la obscura b-
veda, y sin cesar, por su triste
recuerdo, mi espritu, en estos
I V
tiempos en los que es contagioso
el olvido har que velen sus som- Magnifico estaba ei palacio de
bra mis versos religiosos. Nada Versalles en aquellos das puros
me importa que todo el mundo y felices que esmaltaban su frente
le olvide; yo quiero dedicarle con trida clase de prosperidades,
los cantos de mi lira, que yo pro- El fausto all no conoca lmites;
los nobles, ios palaciegas, todos
seguan a su seor, y como a un
mismo trmino se dirigen cien
caminos, a l arribaban todas las
grandezas.
*
* *
En la poca de nuestros padres,
Versales resplandeca an: los
leones poseen amplias cavernas
y los prncipes palacios regios.
Cada vez que el envidioso pueblo
contemplaba desde su sencilla
morada ese soberbio palacio, vol-
va ms plido a su obscuridad,
llevando en los ojos un esplndido
deslumhran,iento de reyes, de mu-
jeres y de dioses.
*
A * *
Entonces rean y esperaban
tres nios bajo sus artesonados
techos; los dos Luises, primogni-
tos de Francia, y el joven y her-
moso Carlos, conde de Artois,
los tres nacidos bajo el regio do-
sel, semillas de prspera suerte
para la nacin; cerca de ellos
estaba el rey, en quien tiene
todo su principio, debajo de ellos
el pueblo inmenso y encima \
bondad de Dios.
v
Quin les hubiera predicho
entonces el cruel destino que les
esperaba? Quin les hubiera pro-
nosticado que vendra un da en
que Francia no se acordara
de ellos ni de su triste historia,
as como el Ocano no se acuerda
tampoco de los nufragos?...
#
* *
Quin les hubiera dicho que
un da caeran desplomados del
techo desnudo de las Tulleras
lises y delfines, como montn de
armas viejas, y que ms tarde,
en misteriosa poca futura, un
corso, que no haba nacido an,
esculpira un guila en el frontn
del Louvre?
* *
Quin les dira que su morada
real de Saint-Cloud se alhajara
para otro, y que en sus hermosos
jardines de Le Notre, por los que
sentan tanto cario, deliciosos
parques, en los que reparaban
las juveniles fuerzas, los caballos
de Crimea haban de morder un
da las cortezas de los rboles
sp.culares de Luis el Grande?
vi
En esos felices tiempos, oh
Lios! con qu terror, espantada
su madre, plida y temblorosa,
los hubiera estrechado contra su
corazn si alguna visin, turban-
do sus das gozosos, se les hubiera
aparecido, lanzando este grito
terrible:Nios, los tres seris
reyes!
antiguas ruinas ae Francia, e
primero se llamar Luis XVI y e'
ltimo se llamar Carlos X.
Esa voz proftica tambin Hu-
biera podido aadir: Nios, ser
muy triste vuestra aurora; para
vosotros sern los cetros infaus- ^ nio mayor poco apegado
tos presentes. Por qu el Dios
a
]
a
vida, que no confe en k
que quiere castigar a Babilonia gloria ni en el afecto del pueblo
os hace nacer en esta poca al y q
ue
adquiera el valor que nece-
pie del trono? Qu delito habis
s
j ta para resistir a la negra tene-
cometido, pobres inocentes? brosidad que hacia l avanza;
que piense en el cielo lluvioso y
*** en el chirrido de las ruedas de
una carreta, y que entrevea en
..Hermosos ninos, que siendo
I ont ananz aj
sobresaliendo por en-
tan puros y tan tiernos miris
c i ma de J a muche
dumbre, la si-
con sorpresa que todos os adulan,
l uet a C0I l f usa de
un patbulo,
veis ancianos con vestiduras de
escarlata que os hablan doblada ^
la rodilla, y que cuando los seve-
ros Malesherbes levantan la fren- Drfei manos por el nacimiento
te con orgullo, os marchis a ju- y por la desgracia, los 'otros dos
gar a los jardines, sin pensar que nios huirn arrastrados por los
acabarn todas esas adulaciones aquilones; el reinado de Luis,
ni que vuestra raza, que zozobra, rey de algunos desterrados sola-
esconde en el misterio, en sus mente, comienza en el destierro,
dos extremos, a Ravaillac en el y el de Carlos en l sucumbe; el
pasado y a Robesnierre en ej primero no ser consagrado y
porvenir? el segundo carecer de sepulcro;
i faltar un cadver en Reims y
*** otro en San Dionisio.
j
Al Louvre, cuyos viejos muros
guardan los retratos de los reyes
aventureros, id a ver cmo os ni
miran Carlos I y J acobo I I .
Obscurece vuestro horizonte una Esa horrible leyenda es la his-
nube, y el suelo extranjero, la toria de nuestros padres, que
tierra natal, el motn y la guerra duermen el ltimo sueo, cosa
desastrosa, devorarn vuestros que parece increble, nosotros que
das malditos. De vosotros tres, vivimos lo hemos presencia-
nios. sobre los que pesan las do.
Esos infortunios y otros ms
dej caer scbre ellos la mano del
Seor; ahora creed en la aurora!
despus de esto creed en la feli-
cidad!
Mar profundo de las revolu-
ciones, terribles enseanzas en
el alborotado movimiento de
vuestras olas se ven flotar confu-
samente!
*
* *
Creed en el cielo siempre lm-
pido! Tened fe en el porvenir que
tanto nos halaga! El porvenir
es un fantasma que lo promete
todo y no posee nada; tiene las
manos vacas!
*
* *
Los coioscs tienen los pies de
arcilla; vuestro abismo, Seor, es
un misterio insondable. Luis XV
fu el culpable y Luis XVI el
castigado!
*
* *
l castigo yerra un camino y
se desva por decreto del Altsimo;
el que obr mal vivi larga vida
y posey el trono, y el inocente
sucumbi en el patbulo*
*
* #
Las iatas que cometi el abue-
lo recaern sobre los hijos, y en
vano se defendern de ellas; cuan-
do se precipita la nieve sobre
el padre, el hijo sufre las conse-
cuencias del alud.
VI I I
Carlos X! El Seor que da
y que quita todo cuanto le place
forj para su cabeza una corona
demasiado pesada! El imperio
aun estaba muy prximo y los
tiempos eran muy difciles. Una
gran sombra se proyectaba en
toda la Francia, la figura colosal
del emperador. El pueblo, el ejr-
cito, la nacin y la Europa domi-
nada, petrificados por aquella po-
derosa mano, necesitaban un glo-
rioso reinado, y para satisfacerse
Pars, as como despus de Csar,
Augusto llen las aspiraciones de
Roma, despus de Napolen
necesitaba de un gigante.
*
* *
Carlos no fu ms que un hom-
bre. Tuvo miedo de subir a la
cumbre. * El abismo atrae. Vcti-
ma de un vrtigo falaz, cerrando
los ojos a la luz, se precipit en
la abierta sima. Silencio ante su
tumba, porque en ella todo termi-
na; apenas habr legado un vago
recuerdo al pueblo, que, semejan-
te al agua, pasa, claro o turbio.
cerca de todo, sin participar de
nada ms que de la obscuridad.
*
* *
No esperis que yo dirija amar-
gos reproches a ese cado; no soy
el pjaro que grita en las playas
del mar, y que al ver cmo se
desprende el rayo de las nubes,
lanza a los marineros perdidos
graznidos siniestros. Aislado con
frecuencia de todas las pasiones,
he rehuido siempre los besos
traidores y el himno con que nos
halaga la popularidad con su
voz aduladora, por lo que no
esperis que compre hoy elogios
para m, prodigndole vitupe-
rios: el que quiera zaherir a los
reyes cados, que convierta su
calvario en una vil picota, que yo
no afligir a Carlos X en su sarc-
fago, como no le aflig en otros
das en su destierro.
infortunio. Pueblo, seamos ce
mentes, seamos fuertes y olvi-
demos. J ams el hedor de los
muertos atrajo a los leones. En-
cierra sublime grandeza el odio
de un gran pueblo cuando perdo-
na al que desciende al sepulcro
y combate a sus enemigos que
estn en pie. Le combatisteis
cuando era rey poderoso; muerto,
ya no os debis ocupar de l;
yo no creo que sea digno de un
pueblo como el de Francia jun-
tar al brazo aue mata la mano que
abofetea.
I X
t
Descansa, hijo de Francia, en
fa tumba del destierro que te re-
tiene lejos de la Patria! Dormid,
Majestad! Conviene que esta
sombra velada, que ese anciano
pastor muerto lejos del rebao
de su pueblo, ese rey casi secu-
lar, yazga en reposo eterno; que
goce al menos de la paz tran-
quila de las tumbas, ya que mien-
tras vivi sufri los vaivenes del
Nosotros, que somos pastores
de los espritus, que desde los
bordes del camino observamos
todos los pases que da el gnero
humano, poetas por nuestros can-
tos, pensadores por nuestras ideas,
empujemos hacia el sendero de la
razn a las almas retardadas;
apresuremos la llegada de la era
en que se unan con amorosa
lazada el trabajo popular y el
trabajo real; en la que la ira y el
poder se divorcien; en la que los
que sean fuertes teman a su mis-
ma fuerza, y en que tiemblen de
respeto a un mismo tiempo los
reyes ante sus deberes y los pue-
blos ante sus derechos. Ayudemos
a los acontecimientos que el Se-
or enva para que abran una
senda o para que cierren el cami-
no a las revoluciones, cuya super-
ficie fermenta; a los cambios re-
pentmos que todo 10 conmueven, juega en la ciudad, porque enton-
a que desaparezcan las nubes del ees todos exclamarn:Es muy
alma, a colocar por encima de justo dejarle la patria al que ha
las leyes, como una aureola, el perdido el trono!
sentimiento profundo que est ^
concentrado en nosotros, que el * *
hombre llama duda y la mujer
compasin; apliquemos en bene- poesa! Tu vuelo se refugia
ficio de la clemencia los altos
en
ado cuando, aullando los
hechos que sobrevengan en el partidos luchan entre si en de-
Estado, que consiguen, al con- enfrenada orgia; cuando la nece-
siderar a los vencidos y a los dad, segn las disposiciones de
vencedores, hacer que vacile la su codigo formidable castiga al
certidumbre humana; hagamos ^erte, al db y aun al inocente,
que llegue pronto la hora en que y sorda e mplacable extiende su
sobre los sepulcros fros slo se anatema desde la faz arrugada
escriban palabras de perdn y
del
anciano hasta la frente tersa
de esperanza; consigamos que del
muertos ya el emperador y los *
Capetos, no se excluya a stos de * *
San Dionisio ni a aqul de su
eg
entonces de un soio
Columna. De nada sirve esta ^ ^
h a d a l as r egi ones de
la luz,
accin vengativa. p
ar
a que tu difana pureza no se
salpique con el fango y con el
* * polvo de los caminos que nosotros
hollamos, y para que las nubes
Llegara un ola en que se com-
l as tempes
tades, que pasan so-
prenda en todo el mundo que
r e nuest r as cabez as
,
sl o
puedan
ninguna ley tiene derecho, sin
desenC
adenarse debajo de tus pies
faltar a la equidad, a exigir que
expen todos el delito que uno .
solo cometi, ni a hacer que beba el >- * *
hijo la hil que derram su abuelo.
Cuando un aguilucho real caiga l u sabes que es el hombre un
de su encumbrado nido, no se le astro que carece de rbita, que
castigar por haber sufrido el vaga a la merced de todos los
castigo del guila; conservando vientos; t sabes que la injusticia
el derecho que ha comprado de habita entre los hombres, y que
confiar el poder y de entregar el nuestros corazones son una espe-
trono y el Louvre al ms digno, ci de cucos en los que, soberanas,
podr el pueblo sin espanto ni las pasiones, grupo horrible contra
zozobra ver que un nio ms el que en vano combatimos, se*.
semejantes a Hambrientas fieras,
devoran a la casta virtud,
*
* *
Todo lo que sufre se agita a
impulsos del odio; todo lo que
vive arrastra un remordimiento
Slo los muertos pueden vana-
gloriarse de haber roto sus cade-
nas. Por lo que, viendo en todas
partes que se agita la vida entre
la envidia y la rabia, considerando
toda su maldad, t, poesa, si
algunas veces desciendes hasta la
tierra, a la manera que un pjaro
solitario, te posas sobre una tum-
ba!
Noyiembrda 1836.
I I I
Cul es el fin ae todo? La
vida o la muerte? Son las olas en
que flotamos, o es el abismo
donde caemos? Cul es el fin
lejano de tantos pasos cruzados?
La cuna contiene al hombre o
al destino? Venimos al mundo
con nuestros dolores o con nues-
tras alegras, a ser reyes predes-
tinados o a ser vctimas fatales?
Decidnos, Seor, si no habis
creado al hombre por casualidad,
si su calvario est oculto en el
establo y si los delicados nidos,
que el alba ilumina, en los que
nacen las plumas entre flores,
han construido para ios pja
; o para los cazadores?...
24 de marzo de 1837,
IV
EL AECO DEL TEITXNFO
I *
jTu, cuya atrevida bveda en
lontananza, dorada por el sol
poniente, cubre de azul celeste
ingente Arco; t, que elevas a
gran altura la frente serena, cons-
truido para trocar debajo de ti
la campia en abismo y para ser-
vir de base a algn guila sublime
que venga a posarse en ella, y
que ser de bronce!
*
* *
Vasto amontonamiento cince-
lado por la historia, montn de
piedras edificado sobre otro mon-
tn de gloria, edificio nunca visto;
t, que el hombre que inaugur
nuestro siglo, en el porvenir lejano
deslumhrado entrevea!
*
* *
Aunque eres soberbio, no ests
terminado, no, ya que ningn
transente, sentado a tu sombra
sobre la hierba, fija en ti sus mi-
radas pensativas, mientras que,
trivial errante y vagabunda, por
entre tus cuatro pies hormiguea
toda la ciudad, como entre los
pies de un elefante.
*
* *
Algo le falta a tu real belleza,
ifue los siglos venideros traern
para tu apoteosis. Falta que en tu
cspide aparezca el sombro mon-
tn de aos, que cuelguen confu-
samente arruinados de las bre-
chas abiertas en tu frontn.
*
* *
Te faltan las arrugas, te lalta
la venerable antigedad, te falta
el pasado, esa pirmide a la que
todos los siglos aportan su piedra;
te faltan los capiteles rotos, la
hierba en los fustes; le falta a tu
bveda aquel susurro misterioso
que se confunde con el silencio, el
confuso cuchicheo de los recuer-
dos.
*
* *
La vejez corona y las ruinas
deifican. Necesita tener el edifi-
cio un pasado de dolores, de triun-
fo o de remordimiento: nos com-
place al hollar su recinto, encon-
trar en el polvo que nuestros pies
levantan alguna parte de la ceni-
za de los muertos.
*
* *
Necesita el frontn deshojarse
como pierde su fronda un rbol;
necesita que el liquen, que es el
orn del mrmol, con su dorada
lepra tizne sus paredes; y que la
vetustez, que borra todos los pri-
mores del arte, se pose en las es-
culturas, royendo sus fisonomas,
como un pjaro devora un fruto
ya maduro.
*
*
Necesita que antiqusimo en-
losado ondule bajo sus prticos;
que la hiedra viva trepe hasta
las inertes hojas de acanto labra-
das en piedra; que el agua duerma
en los huecos; que la caritide
conmovida se resista, ya fatigada,
a sostener el arquitrabe y excla-
me: No puedo ms!
* *
No basta que entre piedras
recin trabajadas giman las bri-
sas y las noches lloren; ms her-
mosas que un monumento recin
construido son las ruinas de un
antiguo palacio. Para que la luna
embote a travs de la obscuridad
la sombra con el rayo y el rayo
con la sombra, necesita disponer
de ruinas a falta de tumbas.
*
* *
Queris que una torre o una
iglesia se conviertan en monumen-
tos, que los de el alma idealice
la forma y la altura? Pues espe-
rad que se cubran de musgo y
dejad que el tiempo trabaje en
las estatuas; el tiempo, que es
el gran escultor.
Se necesita que el anciano ca-
duco abrumado por el nmero de
sus aos, llevando a su hijo de
la mano, pase por debajo del
sombro arco y nombre a Napo-
len, como se nombra a Ciro, y
le diga al nio sealndole con
sus manos descarnadas: Ves
esa enorme puerta? Pues tiene
tres mil aos, y por ella han
pasado infinidad de generaciones
que ya desaparecieron.
n
Pars es la ciudad madre, es
el sitio solemne donde el efmero
torbellino gira en un centro eter-
no! Pars es fuego sombro o
estrella pura! Taciturna Isis cu-
bierta con un velo, araa que teje
inmensa tela, en la que se pren-
den las naciones; pecho lleno de
lquido vital, al que para nutrirse
de ideas acuden las generaciones
Cuando Pars se dedica al tra-
bajo en clamorosa fragua, coge
a los pueblos dichosos, valientes
o sabios, sus leyes, sus dioses
y sus costumbres. En su hornaza,
revolvindolos todos, funde,
transforma y renueva la ciencia
universal que toma prestada, y
despus vuelve a distribuir a
los pueblos sus cetros, sus diade-
mas, sus preocupaciones y sus
sistemas, que han sido retorcidos
por sus fuertes manos.
*
* *
Pars conserva sin darse cuenta
de ello las insignias militares y
los incensarios; todas las maanas
erige una gloria, todas las noches
apaga un sol; con la idea y con
la espada rehace, reclava y le-
vanta la escala que desde el
mundo conduce al cielo; mula
de Menfis y de Roma, edifica
?n este siglo una Babel para los
hombres y un Pantheon para los
dioses.
#
*
Ciudad envuelta por una tor-
menta incesante de da y de
noche, despierta a ese gigante
que se llama Europa con sus cam-
panas o con sus tambores. Ya
vigile o ya duerma, oye esa
ciudad susurrar sobre ella un
enjambre de abejas, como susu-
rran en un bosque. Pars siempre
clama y ruge. Nadie sabe cunto
perdera el mundo el da en que
Pars tomase el partido de ca-
llarse.
m
Callar sin embargo! Cuando
hayan transcurrido muchos me-
ses, muchos aos, muchos siglos;
cuando esa ribera contra la que
el agua se estrella bajo los puen-
tes, se restituya a los juncos
que se inclinan murmurando;
*
* #
Cuando el Sena huya por entre
las piedras que le obstruyen, la-
miendo alguna vieja cpula hun-
dida en sus aguas, escuchando
el rumor del suave cfiro que lle-
va hasta las nubes el estremeci-
miento de las hojas y el canto
de las aves;
*
* *
Cuando fluir de noche, blanco
y feliz en la obscuridad, adorme-
ciendo su oleaje, largo tiempo
trastornado; cuando pueda por
fin oir las innumerables voces que
pasan vagamente por la bveda
estrellada;
*
e *
Cuando esa ciudad, aturdida
y ruda trabajadora, apresurando
el destino que la espera, caiga
convertida en polvo a los golpes
de su propio martillo y haga de
su bronce moneda acuada y de
su mrmol losas para el e.tnoe-
drado;
*
* *
Cuando de todos los techos,
de los campanarios, de los prti-
cos, de los frontones, de las cpu-
las que hoy embellecen a la ciudad
no queden ya ms, en su inmensa
pampia, que dos torres de gra-
nito construidas por Carlomagn
0
y una Columna de bronce erigid
3
por Napolen;
*
* *
T, entonces, formaras ei com-
plemento de ese tringulo subli-
me! El bronce simbolizar la
gloria y el granito la fe; y en
cuanto a ti, t sers la puerta
abierta sobre la cumbre, que diga:
Es preciso subir para llegar
fcas+a m .
*
*
Saludars desde lejos a la anti-
qusima iglesia, a la altiva Colum-
na, cuya fama crece de da en
da, que quizs est an de pie
o cada y semejante a la mons-
truosa trompeta de un desapare-
cido titn.
*
* *
Y sopre las dos ruinas que re-
unir el destino, har que, para ti,
resplandezcan a un mismo tiempo
dos signos triunfantes, que de
lejos se parecen hasta confundir-
se, pero que de cerca, son muy
difcn^te- una espada y una cruz.
*
* *
Sobre vosotros tres descansa-
rn mil aos de nuestra Francia.
La Columna es un cntico ento-
nado a un imperio apenas nacido;
tu concluirs el himno que ella
empieza; ella exclama: Auster-
litz!; t exclamars: Champau- sobre sus mil pies las relucientes
bertl escamas, que ya furiosa se enrosca
al pie de las torres, ya con movi-
miento formidable y tranquilo
I v
agujerea un fuerte de piedra y
Entonces sers eterno y esta- atraviesa una ciudad, con su
rs completo, Arco! Cuando todo vanguardia ruidosa, en la du*
lo que el Sena refleja en sus olas redoblan vemte tambores
desaparezca para siempre; cuando ^
de la ciudad que igual a Roma * *
slo queden un ngel, una guila ^ ^ ^
egt e} ei i per ador
y un hombre de pie sobre tres
r o deado de sus capi t aneS) pen
-
lugares encumbrados; sando si ir a tierras lejanas
* para hacer que sirvan de objeto
* * a sus triunfos o si preferir, para
Entonces ser cuando el rey formalizar el ataque o para aten-
el sabio y el poeta, todos aquellos der a la defensa, la curva de Ani-
que tengan presente el pasado, bal, el ngulo de Alejandro o
te admirarn vivo, junto a Pars el cuadro de Csar,
muerto; y para ver mejor tu faz, ^
que destella un pensamiento som- * *
bro, arrancarn de ti la hiedra J ^
J a
^ ^
c on sug
como levantan los nietos el velo abiertas de las cue el
que cubre la frente de la abuela P
ocas
Ciertas, e las que ei
., humo asciende formando densas
017111 a
' nubes, cae y vuelve a remontarse;
* la artillera que deshace una ciu-
dad, destruye las guarniciones,
En los sillares de tus muros, arruina por la brecha que abre,
que para ellos no sern vulgares, ms ancha a eada momento, to-
estudiarn nuestras costumbres, rres, cpulas, puentes y campana-
nuestros hroes, nuestras guerras, rios, y que, al modo que un arado
meditabundos a tus pies; creern colosal, abre un surco a travs de
presenciar, a lo largo de tu ani- las casas.
mado friso, el resurgimiento del
gran pueblo y del gran ejrcito, *"*
y exclamarn: , , , ,
J
Y todos los recuerdos que so-
*, bre tu frente silenciosa, cada,'
siglo, al pasar, haya dejado im-
Mirad, ah est el regimien- presos, acudirn al pensamiento
to; esa serpiente de las batallas, de aquellos que te admiran; arran-
carn de tus muros tu antigua Se me antoja que los techos gti-
historia, y dirn, colocando un eos se ren, cuando el tiempo, en
glorioso penacho sobre tu ipw.n- sus antiguos frisos, quita una pie-
cible cimera- dra y pone en su lugar un nido-
* *
* * * *
Todo era grandioso en aque- til tiempo es quien vierte en
lia poca antigua! Si los aos no los monumentos ese vago olor de
hubieran devastado ese prtico, madreselva sobre los pisos que
Hubiramos encontrado curiosi- quizs sostuvieron los huesos de
dades maravillosas; pero el tiem- los cadveres; es el que puebla de
po, que hace crecer con abundan- pajarillos las feroces esculturas,
cia las zarzas y la hiedra, se apo- haciendo que vivan en los hue-
dera de los monumentos y rasga eos y que de las bocas de piedra
del libro las pginas ms intere- surian cantos y chillidos,
jantes.
*
*
c
Si alguna Venus desnuda gime
v
convertida en mrmol, el tiempo
Pero el tiemno nada arrebata
l a si r ve y l a acari ci a
> ?
al abr i
Pero el tiempo nada arrebata
de i m 6 n i c o her l di co c on v eI o
a los objetos; y ms de un porti- J
de hoj ar asc a l a c ubr e
co elogiado sin razn, en sus len- ^ ^ ^
baj o sus i eg
f dauSf v^der a b X V l o ?
ar t st i cos ex t i ende u n a
adquinr verdadera belleza. A los
florida al f on) r a de hi er
ba, fresco
monumentos que nosotros vene- . . . , ^ , ' ,
. \ . _ mosaico labrado por el mes de
ramos, presta el tiempo un severo , ..
encanto; nunca, por ms que rom-
pa y cubra de moho el traje que
les quita, equivale ste al traje
;on que los adorna vi
Muchas veces el pasado oculta
ms de mi secreto, cuya mancha
El tiempo es quien llena de reaparece sobre los antiqusimos
arrugas las piedras talladas; el que mui os; con frecuencia el edificio
por el ngulo de un mrmol rido cado, por su soledad y por su
pasa la mano inteligente; el tem- sombra, se asemeja a un rey
po, para corregir el monumento, destronado. No hay gloria donde
enrosca "una serpiente viva en no hay muchedumbre. Roma que-
]os nudos de una hidra de granito, d humillada y Venecia viste da
BATOS. 12
luto. Todas las ruinas empiezan
por el orgullo; ste es el primer
frontn que se desploma.
*
t=*
Atenas est triste, y oculta
frente al Parthenon las huellas
de los ingleses y la de los caones,
y lamentndose al ver sus torres
mutiladas, piensa en el artista
griego que erigi con sus manos
algo semejante a la sonrisa huma-
na en el contorno de los propy-
leos.
*
* *
Tebas posee sus templos muer-
tos, sobre cuyo pavimento se
arrastra serpenteando la vbora
de frente chata y de mirada bri-
llante alrededor de las columnas,
y slo algn guila de gran tama-
o habita como soberana en los
pilares de Rhamss, cuyas lmi-
nas de bronce se desprenden de
ellos como carcomidas corte-
zas.
* *
En las ruinas de Gur, donde se
oyen los graznidos de los buhos,
caminando, el tigre dobla y rompe
los bambes, sale volando el bui-
tre, y la leona al pie de aquellos
muros misteriosos, acomoda el gru-
po inquieto de los cachorros, que
an no han abierto los ojos y
que hozan buscando los pezones
sobre su vientre.
* *
La silenciosa Palenqu yace
en medio de las lagunas donde
verdean malezas y arbustos sin
cuento, y apenas entre sus espe-
sos bloques de alta hierba se oye
deslizar a los lagartos, y obstru-
yen sus paredes rboles de fruto
colorado obscuro, en cuyas copas
revolotean, iluminados por el sol,
hermosos pjaros de color de
cobre rojo.
*
* *
J umieges, mudo en su dolor,
ahoga un triste eco en su portaln
normando y deja que canten en
sus ruinas-los nidos que se abri-
gan en sus torres, de los que el
viento de la tarde hace caer sobre
las losas una lluvia de plumas de
las palomas.
*
* *
Como madre melanclica y se-
vera que oculta bajo su manto
a su nio abofeteado, el Egipto,
sentado junto a las orillas del
Nilo, envuelve en sus inmensas s-
banas de arena sus colosales esfin-
ges personificaciones de la muer-
te, cuyas caras desfigur el pie
brutal de Cambyses.
vn
Pero nadie atentar a tu pdica
majestad, puerta santa; jams ve-
rs profanado tu verdeante mr-
mol; tu arcada virginal no ser
profanada, y los pueblos que han
de nacer acudirn con la cabeza
descubierta a saludar tu frente
coronada.
* *
Siempre el pastor acurrucado
en los trigales ver cernerse sobre
tu remate bandadas de guilas;
sobre l siempre la gloria encende-
r su faro, y slo entonando en
tu loor blicas armonas, por deba-
jo de ti, altivo Arco, pasarn los
siglos.
*
*
* *
Nada parecido a una afrenta
se atrever a manchar tus muros,
a los que sube la marea de los
aos a imprimir sus huellas, y
podrs en esos campos en que
las tres quedarn aisladas en la
soledad, contemplar con orgullo
a las dos torres, tus abuelas, y
a la Columna, tu hermana.
*
* #
Porque jams se ocult crimen
alguno bajo tu base, ni se amasa-
ron tus cimientos con sangre, y
ningn delito se ha sembrado en
tus races para proyectar sombra
siniestra en tus ruinas, que pueda
confundir con tus laureles su
repugnante hojarasca.
*
* *
Mientras que esas ciudades,
sepultadas en sus propias cenizas.
cometieron en otros tiempos ac-
ciones malditas y ebrias de clera
derramaron sangre, dijo el Seor
a la naturaleza:Reedifica tus
palacios, ya que el hombre profa-
n su arquitectura.
*
* *
For eso desaparecieron. Visita-
dos por los chacales, sus muros se
van arruinando sobre las hierbas
parsitas; se instalan los estan-
ques y duermen debajo de las
ruinosas bvedas; sobre los Nero-
nes esculpidos caminan las fieras;
se abren las cavernas que les
sirven de guarida all donde exis-
tieron cmaras incestuosas. El
tigre puede pasar por los sitios
que fueron teatro de los crmenes
que el hombre cometi.
vm
Si en el porvenir, en das muy
lejanos, cuando tres mil aos
hayan pasado sobre nuestros des-
pojos mortales, a la cada de la
tarde, un hombre sentado en
la colina contemplase el Sena,
cmo, por su aspecto triste y
silencioso, los sitios donde exis-
ti Pars llevaran el asombro a
sus miradas! Si es a la hora en
que los vapores ocultan la faz.
del rojizo sol poniente, si es a
la hora en que se ennegrecen las
copas de los rboles, en ese cre-
psculo en el que nada es real, en
el que la flor se duerme y se des-
nierta la estreUa, vera ese obser- memoria le recuerda esa noche,
S como a travs de un velo, una de nuestras grandesj oches
como se nos ofrecen las imgenes vspera de nuestros grandes das
I S la llanura inmensa en la que el emperador evocando
vlla bruma aparecer a sus pies, un manana glorioso, se dorma
ffiEdol lentamente en la esperando ver la aparicin del
vaguead nocturna, y borrando alba de su victoria,
por grados bosque, collados y ^
cspedes, a medida que avanzase *'*
t ^ t ' ^ Z T ^ s Cuando eso viajero, hacia media
en la cue se crfe ver que huyen noche, fatigado por sus prop os
t s Obitos" tomando formas ex- pensamientos, cansado de r los
tatos e sumiria e xtasis ver mil rumores de ese mundo desape-
dormidos eM>campos en los que reci d
0
despufede estar apoyado
a Atipprr un mido, de codos mucho tiempo en tas
^ o ^ f e a
1
; onnas d e ^ m m e ^
res indecisos! iCmo se imagina- tomado el camino de egreso,
ra ver figuras sentadas en los cuando en ese enorme desierto,
arbustos inclinados, en los rbo- no hollado por los pasos humanos
ks aue estn a la orilla del agua, nada inquiete el rubor que Roma
S I S 5 WI :
festuca: -
^ habrn apagado los ojos de la Columna estremecerse y contes-
los hoX es y slo quedar vivos tar, y sus soldados de cobre y ta.
" s s s s a a r U J S
hundida entie la w
J l l i da en t u so
berbia cima, mcor-
* pojndose de sbito sobre sus
* * hroes, cuyas pupilas estn encen-
jQu espectculo! Asi pere- didas, sacudir sus alas eternas
cen las obras de los pueblos! El Por qu despertaran? de donde
pasado es un abismo* profundo.
Para ese transente tendr gran to, que soplando sobre los gue
inters nuestra'historia, sobre to- rreros esculpidos har que se
do si despertando de repente, su muevan y que se agiten, como las
Hojaz de 1a enema? Dios nica-
mente lo Sebe y nadie puede
penetrar sus misterios. Los gue-
rreros se dirn unos a otros en voz
baja: De pie!; y los del noventa
y seis y los del mil ochocientos
once, los que levantan hasta las
nubes la espiral de bronce, los
que liga a la tierra el zcalo de
granito, todos arrastrando al com-
bate a los caballos que relinchan,
a las banderas que ahueca el
viento y a los rodantes caones,
se lanzarn en tropel a encontrar-
se en empeada refriega. Entonces
se oir en tus muros el sonido de
los clarines; las bombas, los tam-
bores, el galopar de los escuadro-
nes, los grites y el tumulto y el
estruendo de la batalla, saldrn
confusamente de las pierdas ch-
cela das, y desde la base hasta
la cspide del enorme pilar se
oirn los rugidos y los clamores
de cien batallas. De pronto, ano-
nadando al enemigo vencido, so-
narn los cnticos de la victoria,
y las aclamaciones se contestarn
desde ti hasta la Columna. Luego
reinar en vosotros dos profundo
silencio, el rumor festivo del triun-
fo llenar el valle, y a los lejos,
Nuestra Seora, envuelta en la
bruma, iluminando su cruz, como
si fuese un lbaro, os cantar en
la obscuridad un vago Te-Deum,
*
* *
i
Ilustre monumentoI ine aqu
el inmenso desvaro que haces
brotar en la fantasa del poeta;
Arco, hoy guerrero, ayer religio-
so; sueo bosquejado en la piedra,
puerta milagrosa de un palacio
de gigantes; cuando de polvorosa
hiedra cubro tus esculturas, cuan-
do veo en el fondo de las pocas
futuras la lista de los hroes que
te adornan relucir y brillar a
travs del ramaje frondoso de
los aos, como a travs de las
hojas de los rboles brillan las
estrellas, entonces inclino la fren-
te ante tu grandeza y te admiro;
pero hijo carioso y visitador
artstico, lamento, Arco sublime,
que Fidias haya muerto y que
hayas olvidado a mi padre.
2 de febrero de 1837.
V
DI OS EST SI EMPRE ALL
I
Luando el verano llega, el pobre
est satisfecho; el verano es la
estacin de los calores; en l el
aire es tibio y la aurora es fresca;
el verano es la mirada de Dios.
* *
En el verano la noche es difa-
na y semejante al da claro y
lmpido; la tarde se tie de dora-
dos resplandores, la llanura pare-
ce de oro y se oyen cnticos en
los aires.
pierta la estreUa, vera ese obser- memoria le recuerda esa noche,
S como a travs de un velo, una de nuestras grandesj oches
como se nos ofrecen las imgenes vspera de nuestros grandes das
I S la llanura inmensa en la que el emperador ev^ndo
vlla bruma aparecer a sus pies, un manana glorioso, se dorma
lLsarchndose
P
lentamente en la esperando ver la aparicin del
vaguead nocturna, y boirando alba de su victoria,
por grados bosque, collados y ^
cspedes, a medida que avanzase *'*
t ^ t ' ^ Z T ^ s Cuando eso viajero, hacia media
en la cue se crfe ver que huyen noche, fatigado por sus prop os
t s Obitos" tomando formas ex- pensamientos, cansado de r los
tatos e sumiria e xtasis ver mil rumores de ese mundo desape-
dormidos eM>campos en los que reci d
0
despufede estar apoyado
A Atipprr un ruido, de codos mucho tiempo en las
^ o ^ f e a
1
; onnas d e ^ m m e ^
res indecisos! iCmo se imagina- tomado el camino de egreso,
ra ver figuras sentadas en los cuando en ese enorme desierto,
arbustos inclinados, en los rbo- no hollado por los pasos humanos
ks aue estn a la orilla del agua, nada inquiete el rubor que Roma
S I s a s -
festuca: s J S
^ habrn apagado los ojos de la Columna estremecerse y contes-
los hoX es y slo quedar vivos tar, y sus soldados de cobre y ta.
hundida entie la nrum*. ^ ^
sober f ) i a ci ma? i ncor
.
* pojndose de sbito sobre sus
* * hroes, cuyas pupilas estn encen-
jQu espectculo! jAsi pere- didas, sacudir sus alas eternas
cen las obras de los pueblos! El Por qu despertaran? de donde
pasado es un abismo
P
profundo.
Para ese transente tendr gran to, que soplando sobre los gue
inters nuestra'historia, sobre to- rreros esculpidos har que se
do si despertando de repente, su muevan y que se agiten, como las
nojaz de 1a enema? Dios nica-
mente lo sabe y nadie puede
penetrar sus misterios. Los gue-
rreros se dirn unos a otros en voz
baja: De pie!; y los del noventa
y seis y los del mil ochocientos
once, los que levantan hasta las
nubes la espiral de bronce, los
que liga a la tierra el zcalo de
granito, todos arrastrando al com-
bate a los caballos que relinchan,
a las banderas que ahueca el
viento y a los rodantes caones,
se lanzarn en tropel a encontrar-
se en empeada refriega. Entonces
se oir en tus muros el sonido de
los clarines; las bombas, los tam-
bores, el galopar de los escuadro-
nes, los grites y el tumulto y el
estruendo de la batalla, saldrn
confusamente de las pierdas ch-
cela das, y desde la base hasta
la cspide del enorme pilar se
oirn los rugidos y los clamores
de cien batallas. De pronto, ano-
nadando al enemigo vencido, so-
narn los cnticos de la victoria,
y las aclamaciones se contestarn
desde ti hasta la Columna. Luego
reinar en vosotros dos profundo
silencio, el rumor festivo del triun-
fo llenar el valle, y a los lejos,
Nuestra Seora, envuelta en la
bruma, iluminando su cruz, como
si fuese un lbaro, os cantar en
la obscuridad un vago Te-Deum,
*
* *
i
(Ilustre monumentoI ti e aqu
el inmenso desvaro que haces
brotar en la fantasa del poeta;
Arco, hoy guerrero, ayer religio-
so; sueo bosquejado en la piedra,
puerta milagrosa de un palacio
de gigantes; cuando de polvorosa
hiedra cubro tus esculturas, cuan-
do veo en el fondo de las pocas
futuras la lista de los hroes que
te adornan relucir y brillar a
travs del ramaje frondoso de
los aos, como a travs de las
hojas de los rboles brillan las
estrellas, entonces inclino la fren-
te ante tu grandeza y te admiro;
pero hijo carioso y visitador
artstico, lamento, Arco sublime,
que Fidias haya muerto y que
hayas olvidado a mi padre.
2 de febrero de 1837.
V
DI OS EST SI EMPRE ALL
I
Luando el verano llega, el pobre
est satisfecho; el verano es la
estacin de los calores; en l el
aire es tibio y la aurora es fresca;
el verano es la mirada de Dios.
* *
En el verano la noche es difa-
na y semejante al da claro y
lmpido; la tarde se tie de dora-
dos resplandores, la llanura pare-
ce de oro y se oyen cnticos en
los aires.
182
vi cT0B
*
* #
En verano, desvelada la natu-
raleza, difunde la vida por todar
partes, en el rbol vistindole de
espesas hojas y en el hombre col-
mndole de beneficios.
* *
Todas las sombras parece (jue
dicen auna voz:Viajero, ven
aqu a descansar! La naturaleza
entonces enva sonrisas al alba
y besos a las olas.
*
* *
Esconde, cubrindola en las
espesuras, lejos del mundo burln
y sordo, una lira en cada bosque
y un odo en nuestro corazn
*
* *
Da vida y alegra a ios pobres
que salieron del invierno; vierte
sobre ellos a plenas manos la
luz del sol desde un cielo puro,
y parece que les diga:-Vivid!.
*
* *
En las chozas, en las cabaas,
despreciadas por los que habitan
las ciudades, alegre la naturaleza
hace brotar muchas flores, para
venderlas en los palacios.
*
# *
Este es el lujo de las moradas
pebres; las flores Cndidas no
temen perder sus perfumes ni
. HCGO
ensuciar sus clices con el contac-
to de los andrajos de los desdi-
chados.
*
* *
En la enredadera florida de m
techo los jazmines se abren y se
posan y la flor de lis a nadie des-
precia, ella que podra despreciar
a todos.
r
*
* *
Entonces, la casucha donde er
musgo se ostenta entre la modes-
ta paja muestra con cariosa
dignidad las viejas paredes borda-
das de rosas-
*
* *
Los "luminosos rayos del alba,
llegando hasta las obscuridades
de la casucha, producen la ilusin
de que es de oro la tela de araa,
extendida entre las vigas del
techo.
*
* *
El alma del pobre entonces esw
contenta, bendice y aclama a
Dios, de quien percibe el hlitG
celestial en todos los soplos de
la maana-
*
* *
El aire le alegra y le reanima;
goza del ambiente de la primave-
ra: canta un pjaro en su ventana
y la alegra canta en su corazn.
hermoso; sonrete, y yo ir a de-
*** crselo a tu madre en su tumba.
Entonces, si el hurfano se *
despierta sin tener hogar ni ma- * *
dre, y reza a Dios, oye una voz
E 1 n i 0j
oyendo esta voz cari-
misteriosa que le dice al odo:
os aj
^ a que es un ser aban-
Ven baj o mi dosel azul! donado en la tierra, y desciende
lleno de alegra desde las colinas
*** a los bosques.
El Louvre es igual a las ca- *
baas bajo mi prbelln celeste; * *
ven baj o el cielo lleno de luz, ven
C o n t e mp I a
placentero en ellos
baj o el cielo cuajado de zafires. ^
el r bo l t i ene i mt os>
^
l a
#
hierba tiene flores, y ve como
* * juguetean los pjaros en las altas
Conoc a tu padre y a tu ma-
ramas de l as enci as
-
dre en sus tiempos felices y en ^
sus tiempos desgraciados; traba- * *
josa fu su vida, pero yo fui siem- gg mira la cara en un remanso
pre tierno para ellos. del arroyuelo; desaparece su tris-
^ teza; los matorrales le detienen
* * al pasar v se sienta a jugar con las
YO cubr sus sepulturas de P
i edras
*
floridas hierbas que las adornan
y defienden; ven, yo soy la natu- * *
raleza; soy tu abuela, y t eres p
or l a noc
h
e
, al regresar al
mi nieto. albergue, donde suele dormir, no
^ le recibir la duea riindole;
* * le embelesan tanto las estrellas.
Produzco abundantes rosas y <
ue
se acuesta y se, duerme a su
riqusimas frutas; de ellas te lie- resplandor,
nar las manos; hablar cariosa-
#
mente contigo y t me sonreirs. * *
(ojuermete tranquilamente,
que Dios te despertar.Sal.
Deseo ver tu sonrisa, pobre la luna y le acaricia con ms sua-
nio, que ests triste y eres muy vidad el sol.
* *
*
* *
La luna nos invita a descansar
de nuestros trabajos y de nuestros
dolores; hace brotar los sueos,
y el sol slo hace que se abran
las flores
*
* *
Cuando ei pajarillo oculta su
nido entre las colgantes ramas;
cuando seca al sol sus plumas
todo mojado canturrea.
*
* %
Me he imaginado con trecuen-
cia en mis vigilias que la prdiga
naturaleza dedica en voz baja
sus maravillas a aquellos que pa-
decen durante el invierno.
*
* *
Es buena para todos, aun para
el malvado; Dios se lo permite;
pero sobre todo es cariosa para
con el pobre, que era el predilecto,
de J esucristo.
*
* * S
Siempre serena y majestuosa,
regala al augusto indigente sus
dones de reina magnfica y le pro-
diga sus cuidados de esclava inte
J igeiite.
*
* *
Tiene hambre el pobre? La
naturaleza dice a la rama:-Cae,
fruto dorado. Tienes sed?co-
rre, arroyuelo. Tienes fro?Vi-
vifcale, soL
ii
Pero ay! julio est ya tocando
a su fin, y disipndose el esto,
cae hoja a hoja en la hierba y da
por da en el pasado.
*
* *
ii octubre le hace perder sus
resplandores, y los bosques, en
sus azules perspectivas, cubren
de rojizo color las fras espaldas de
los collados.
* *
El invierno aparece entre innu-
merables nubes y lanza del cielo
al verano, semejante al tiempo
ese segador sombro que va siem
pre en pos del sembrador eterno.
* *
Entonces el pobre se espanta y
reza, porque en el invierno duer-
me Dios, y el hambre lvida y
flaca tiembla rondando junto al
hogar apagado.
*
* *
Cree ver que una mano de hielo,
mutilando el da y obscurecindo-
lo, arrebata todos los frutos de
los rboles v todos los rayos del
cielo.
los que dan y lievo ja alegra a
*** los que reciben.
L.lora al ver muerta la naturale-
za, al tener que sufrir la ruda ley
del invierno. De repente un n- Caridad, modesta y augusta, te
gel abre la puerta del tugurio y hizo participante el Seor de lo
exclama sonriendo!/} al pobre: que tiene de celeste el ngel y
Soy yo. de lo que tiene de cariosa la
, * mujer.
* * - *
Este ngel tembloroso, que da,
es la limosna, de ojos tiernos, de Sobre el abandonado lecho del
frente cndida, semejante a la anciano inclina su graciosa frente,
fe, que es hermana suya. y no hay nada tan hermoso como
ella en el mundo entero.
*
* *
*
Yo soy la caridad, la amiga * *
del indigente que se despierta
C o mo c u an d o
estrecha entre
antes de que amanezca, cuando la
gtl g ma n o s
divinas los pies desnu-
naturaleza est an adormecida,
dos de
j
og ni os y
calienta su
y a quien Dios dice:-A ti te
Decho en
tre sus rodillas,
toca.
i *
* * *
*
Vengo a visitar ra caballa, Va de tugurio en tugurio llevan-
que tan triste est en invierno; do el regocijo a los pobres, ofre-
soy la hija de la oracin y abro cindoles vino, pan, aceite y alien-
las manos con mucha facilidad, to para sufrir los sinsabores de la
vida.
#
* * *
* *
Acuao porque es cruda la
estacin. Acudo porque el indi- Sobre todos, ama de todo cora-
gente tiene fro. Acudo porque el zn a los dbiles desgraciados,
toldo de verdura no sombrea ya a los que cien la triple diadema
el techo de tu cabaa. de la inocencia, de la pobreza,
y de la pequeez.
* * *
*
>-
- "Suplico siempre y nunca orde-
no; profesando cario a todos los .Porque son mejores a esa edad
hombres, dejo satisfechos a acrue- que nosotros los mayores; ademn
del pan de que ios nombres nece-
sitan, les da el beso que hace falta
a los nios.
*
*
Mientras socorriendo su nambre
comen llorando ese pan, en la
calle los gua por la mano, para
que no les atropellen los transen-
tes.
#
* *
Y si en estos instantes pasa por
su lado algn rico, lo atrae hacia
el nio, tirndole suavemente de
la ropa.
*
* *
Despus, por los nios ruega
tambin a la multitud de corazn
duro, a la multitud que, cuando
se la suplica se escapa como el
agua que huye.
*
* *
Desgraciado el ser impuro que
canta alegremente, mientras el
aquiln sopla sobre el pebre nio
acurrucado en el umbral de una
puerta.
Es espectculo triste y fatal
ver que, mientras en la morada
de los opulentos arden luces y
fuegos en los salones preparados
para el festn, los pobres tiritan
de fro bajo un techo lleno de
goteras.
*
* *
Dadme para que yo pueda dar
c
Tengo en mi nido pjaros desnu
dos. Dad, malvados, para qu<
Dios os perdone; dfd, hombres
buenos, para que Dios os ben-
diga.
* *
Dichosos los hombres carita
tivos! El que da a los pobres
presta a Dios. El beneficio que se
hace consuela el alma y nunca se
echa en olvido por completo.
*
*
Dichoso aquel que recoge er>
su casa por la noche al pobre y
abandonado nio que llora, como
recoge el avaro una moneda de
oro'
*
* *
Conquista un verdadero teso-
ro aquel que consigue que un
grupo de nios, que encontr
llorando, recen por l a Dios y se
queden sonriendo con alegra
*
* *
RL<OS bienes que doy al que me
ana, Dios no consentir que los
pierda; el oro que se siembra en la
mano del pobre, el rico lo cose-
char centuplicado en el cie-
lo.
I I I
Pobres, ya brille o ya desapa-
rezca el verano, nunca desespe-
ris; el Dios que sufri y que go-
bierna el universo dirige sus pasos
por el sendero en que vosotros ca-
minis.
*
* *
Para vestiros se desnuda, y es
bueno hasta para el hombre per-
verso, que, como el metal lleno
de moho, se endurece en el mal.
*
* *
Es tierno hasta cuando apura
toda la hil por salvar al impo,
que le insulta sin temerle. No es
guila altiva ni soberbio len; es
carioso y compasivo cordero.
*
* *
Cuando arrastramos una pesa-
da cadena, la rompe eslabn tras
eslabn. Para el espritu es una
paloma y para el corazn es un
cordero.
*
* #
JLos que arrastris una vida
de sufrimientos, esperad, que l
os ve y lo sabe todo, y el da de
la justicia encontraris la recom-
pensa.
*
* *
Es el Dios del Evangelio; tiene
-en sus manos vuestro corazn, y
aunque sabe que es frgil, no
quiere que se rompa.
*
* *
Cuando el verano desaparece,
cuando llegua el invierno sombro
hasta a travs del cielo que llora,
se adivina su sonrisa eterna,
*
* *
Porque sobre los que sufren,
en invierno, en verano, de noche
y de da, de diferentes tunas Dios
derrama los. arroyos balsmicos
de su cario,
*
# *
Y su bondad inagotable ofrece
a la humanidad los pechos de las
dos cariosas madres, la natura-
leza y la caridad.
11 de febrero de 1837.
VI
Disfrutemos de la vida, ex-
claman en su loca embriaguez;
sentmonos a la mesa y apuremos
los placeres del festn; no nos im-
porte en qu surcos sembremos
nuestros gustos; como somos ri-
cos, hemos de derrochar nuestra,
riqueza; como somos jvenes, de-,
hemos derrochar la vida.
*
* *
Cierra esa Biblia, joven reli-
gioso; abandona el colegio y la
iglesia y ven con nosotros a
nuestro palacio; rebosando ale-
gra en l, senados por cien cria-
dos, remos, bebemcs y cantamos,
y no slo no ofendemos a Dios,
sino que le permitimos que nos
piuestre se cielo azul por entre
los arcos de nuestros prticos,,
*
* *
De 'qu te servir consumirte
en el estudio? S bes qu dirn
de ti las hermosas de ojos tiernos,
cuya sonrisa vale un trono?
Te llamarn joven intil y se
burlarn de ti, lamentando que
te empeas en que tu rostro se
vuelva amarillento como tu libro.
*
* *
Nosotros vivimos entre muje-
res hermosas, entre fiestas y con-
ciertos; gozamos de placeres des-
conocidos para la multitud, cuan-
do en la orquesta la msica tan
pronto asciende, tan pronto baja,
ya se extiende en ondas sonoras,
' ya vuela convertida en polvo
armonioso,
*
* #
En estos tiempos ios hombres
hacen intervenir en todo a la m-
si ca y a ios cantos. Por esto,
amigos, nos entusiasma la guerra,
noble diosa en la que todos soa-
mos cuando somos nios, y que
, hace, resonar a la cabeza de sus
legiones los claiines que tienen
la boca de metal.
* *
Oh reyes! para vosotros reser-
vamos la guerra y para nosotros
reservamos los placeres; vivid para
satisfacer el orgullo,como nosotros
para satisfacer nuestras pasiones,
todos tenemos nuestros proslitos;
a vosotros os temen y a nosotros ,
nos aman; a vosotros os pertene-
cen los imperios, a nosotros los
gabinetes perfumados; a vosotros
los hombres y a nosotros las
mujeres.
*
Nos dan lstima los sacerdo-
tes, los magos, los doctores y los
sabios; pobres soadores, que pre-
tenden explicar el misterio tras
el que se oculta el Eterno, ya
descifrndolo en un libro, ya sen-
tados por la noche sobre la te-
chumbre de los palacios, dele-
treando estrella tras estrella.
*
* *
os reimos de esos locos quo
buscan el centro del globo obs-
curo del cielo! Slo es real en
el mundo lo que el hombre tiene
en la mano; preferimos a su santa
felicidad los placeres malditos;
trocamos por una hermosa Eva
su incierto paraso y su estrellada
bveda por una manzana.
*
* #
Qu vale la ciencia compara-
da con el amor? El invierno pro-
duce la nieve y el sol la luz del
da. Amemos y cantemos, sin
hacer caso de palabras vacas VD
de sentido; preferimos a los dis-
cursos lacrimosos el choque de A VIRGILIO
las copas de oro, a las caras de los
sabios las fisonomas de las her-
mosas enlocfuecidas.
Oh Virgilio, oh poeta, oh maes-
* tro mo divino! Ven,. salgamos de
* * esta ciudad de murmullo vano
AT
. . , , . . y siniastro, dijemos esa ciudad
Naturaleza bebemos de las co-
gi gant esca? d

r a )S a L ut ec i
mentes que de ti fluyen; nos
er a ten i : l si gl l i f i cante ef l t i eI

apresuramos siempre a gozar a
de t us Csa

res? que l anz a


expensas del pensador prudente,
a h baj o d n o mb r e
que opina de otro modo, y solo
h
J
el muj l d
,
d m s
nos ocupamos en aceptar todos Caridad que Atenas y ms rui do
los bienes, sin eleccin alguna, y
auP
R
o ma
-en convertirlos en un mundo de
placeres. Dios, por su parte, que
.)bre como quiera.
Para ti, que hiciste, como en los
* bosques cae el agua del cielo, caer
de hoja en hoja tus versos mis-
. . , ,. teriosos; para ti, cuyo pensamien-
Entretanto, el sabio, que cono-
t o l l ena mi
f
anta
s a, he encontra-
ce el destino del hombre en el d o U n s i t i o p i n t o r e s C o y sombro
mundo, recoge con tristeza as
ent r e B u c y Meu
don, sumido en
migajas del festn mientras los
pr o
f
undo o M d o ; he
encontrado,
que asi acaban de hablar se en-
car o poet a} UI 1 pur o vaI l e si t uado
tregan a la embriaguez de la orga;
ent r e dos co
l l ad& deliciosos, re-
y repartiendo el pan entre los
t i r o agr adabI e par a l os
amantes
pobres olvidados y los indigentes
que deseej l ocul t ar se
/
ent r e ol as
afligidos, les dice: Rogad a Dios
do nni das y en
tre espesas ramas,
por esos hombres que cantan!...
do nde uo pen
etran los rayos del
_ 4de marzo de 1837. _
S
ol que iluminan el bosque, fresco
asilo donde impera la sombra.
* *
*
* *
Para ti lo busqu una maana
en que, alegre v satisfecho, vaga-
Iglesia y ven con nosotros a
nuestro palacio; rebosando ale-
gra en l, senados por cien cria-
dos, remos, bebemos y cantamos,
y no slo no ofendemos a Dios,
sino que le permitimos que nos
piuestre se cielo azul por entre
los arcos de nuestros prticos,,
*
* *
De 'qu te servir consumirte
en el estudio? Sabes qu dirn
de ti las hermosas de ojos tiernos,
cuya sonrisa vale un trono?
Te llamarn joven intil y se
burlarn de ti, lamentando que
te empeas en que tu rostro se
vuelva amarillento como tu libro.
*
* *
Nosotros vivimos entre muje-
res hermosas, entre fiestas y con-
ciertos; gozamos de placeres des-
conocidos para la multitud, cuan-
do en la orquesta la msica tan
pronto asciende, tan pronto baja,
ya se extiende en ondas sonoras,
' ya vuela convertida en polvo
armonioso,
*
* #
En estos tiempos ios hombres
hacen intervenir en todo a la m-
si ca y a ios cantos. Por esto,
amigos, nos entusiasma la guerra,
noble diosa en la que todos soa-
mos cuando somos nios, y que
, hace, resonar a la cabeza de sus
legiones los clarines que tienen
la boca de metal.
* *
Un reyes! para vosotros reser-
vamos la guerra y para nosotros
reservamos los placeres; vivid para
satisfacer el orgullo,como nosotros
para satisfacer nuestras pasiones,
todos tenemos nuestros proslitos;
a vosotros os temen y a nosotros ,
nos aman; a vosotros os pertene-
cen los imperios, a nosotros los
gabinetes perfumados; a vosotros
los hombres y a nosotros las
mujeres.
*
Nos dan lstima los sacerdo-
tes, los magos, los doctores y los
sabios; pobres soadores, que pre-
tenden explicar el misterio tras
el que se oculta el Eterno, ya
descifrndolo en un libro, ya sen-
tados por la noche sobre la te-
chumbre de los palacios, dele-
treando estrella tras estrella.
*
* *
os reimos de esos locos qua
buscan el centro del globo obs-
curo del cielo! Slo es real en
el mundo lo que el hombre tiene
en la mano; preferimos a su santa
felicidad los placeres malditos;
trocamos por una hermosa Eva
su incierto paraso y su estrellada
bveda por una manzana.
*
* #
Qu vale la ciencia compara-
da con el amor? El invierno pro-
duce la nieve y el sol la luz del
da. Amemos y cantemos, sin
hacer caso de palabras vacas VD
de sentido; preferimos a los dis-
cursos lacrimosos el choque de A VIRGILIO
las copas de oro, a las caras de los
sabios las fisonomas de las her-
mosas enlocfuecidas.
Oh Virgilio, oh poeta, oh maes-
* tro mo divino! Ven,. salgamos de
* * esta ciudad de murmullo vano
AT
. , , , . . y siniastro, dijemos esa ciudad
Naturaleza, bebemos de las co-
gi gant esca? d

r a )S a L ut ec i
mentes que de ti fluyen; nos
er a ten i : l si gl l i f i cante ef l t i eI

apresuramos siempre a gozar a
de t us Csa

res? que l anz a


expensas del pensador prudente,
a h baj o d n o mb r e
que opina de otro modo, y solo
h
J
el muj l d
,
d m s
nos ocupamos en aceptar todos Caridad que Atenas y ms rui do
los bienes, sin eleccin alguna, y
auP
R
o ma
-en convertirlos en un mundo de
placeres. Dios, por su parte, que
.)bre como quiera.
Para ti, que hiciste, como en los
* bosques cae el agua del cielo, caer
de hoja en hoja tus versos mis-
. . , ,. teriosos; para ti, cuyo pensamien-
Entretanto, el sabio, que cono-
t o U eaa
mi fantasa, he encontra-
ce el destino del hombre en el d o U n s i t i o p i n t o r e s C o y sombro
mundo, recoge con tristeza as
ent r e B u c y Meu
don, sumido en
migajas del festn, mientras los
pr o
f
undo ol
-^
do; he
encontrado,
que asi acaban de hablar se en-
car o poet a} UI 1 pur o vaI l e si t uado
tregan a la embriaguez de la orga;
ent r e dos co
l l ad& deliciosos, re-
y repartiendo el pan entre los
t i r o agr ada
bl e para los amantes
pobres olvidados y los indigentes
que deseej l ocul t ar se
/
ent r e ol as
afligidos, les dice: Rogad a Dios dormidas y entre espesas ramas,
por esos hombres que cantan!...
do nde uo
penetran los rayos del
_ 4de marzo de 1837. _
S
ol que iluminan el bosque, fresco
asilo donde impera la sombra.
* *
*
* *
Para ti lo busqu una maana
en que, alegre v satisfecho, vaga-
b
a C
on el corazn lleno de amor;
Para ti lo busqu recorriendo el
bosque con aquella que conoce
todos los secretos que en mi alma
se ocultan, y que sola conmigo,
perdidos en aquellas soledades,
sera mi Licoris si yo fuera tu
Gallus.
*
* *
Porque ella profesa con entu-
siasmo el culto misterioso a la
antigua naturaleza: como nos-
otros, poeta, se apasiona de todos
sus rumores: se reduce el ruido de
los alegres nidos que sale del som-
bro bosque, y por la tarde con-
templan en el fondo del valle los
collados que se reflejan invertidos
en el lago; le place ver cuando se
hunde el sol en el ocaso, cmo va
perdiendo su resplandor rojizo,
y la pobre cabana, y el antro cuya
entrada obstruyen los matorrales,
el agua que corre, los prados, los
montes y el refulgente espacio.
*
* *
Ya que estamos en la estacin
de las clemtides, poeta, si t
quieres, por la noche recorreremos
los tres ese valle salvaje, sepa-
rando las ramas, sin que despier-
ten ecos nuestros silenciosos pa-
sos; iremos los tres, es decir, los
dos, para estudiar la soledad, y
all la sorprenderemos en su secre-
ta actitud. En la dudosa penum-
bra, que hace que el rbol de un
tronco nudoso adquiera por lo
noche monstruoso perfil humano,
dejaremos humear, al lado de un
citiso, nuestra hoguera que se
apague, por no haber ningn
pastor que la atice, y escuchando
los vagos murmullos de la noche,
a la luz de la luna, rpidamente
atravesaremos las malezas y po-
dremos ver de soslayo cmo dan-
zan los stiros, que Alnhesibeo
imita.
23demarzo de 18..-
VI I I
Permitidme que os hable, en-
candora joven! Dante os hubiera
colocado entre los ngeles y Vir-
gilio entre las diosas. Son irresis-
bles vuestros ojos, tenis frente
escultural y abrs los labios con
expresin juguetona; podrais lle-
var altiva entre las ms altivas
la coraza de las antiguas guerre-
ras. La multitud de las beldades
del gyneceo o del serrallo admira-
ra vuestros labios de coral. Celli-
ni sonreira al veros dotada de
tan atractivas gracias, y escul-
piendo vuestra figura en un vaso
griego, os hara salir de un hermo-
so cliz de oro o de una azucena
convertida en mujer, pero sin
dejar de ser azucena, o de una de
esas maravillosas flores del loto,
que trabajaron sus manos, ricas
flores del arte, envidia de la natu-
raleza.
*
# *
Permitidme que os hable, bel-
dad de ojos divinos! Era un da
esplendoroso el primer da que os
vi. El recuerdo de ese da ha
dejado un rayo de luz en vuestro
corazn, como lo dej en el mo?
Os sonres?... Dadme la mano y
venid conmigo. La primavera abre
sus flores, el camino est protegi-
do por la sombra, el aire es tibio,
y no lejos de aqu, en los prximos
bosques, el musgo verde y espeso
tiende una alfombra a los pies de
las encinas.
21de abri l de 1837.
I X
MI ENTRAS L A VENTANA ESTABA
ABI ERTA
Poeta, tenas la ventana abier-
ta cuando la mujer a la que en
voz baja tu corazn habla, con
frecuencia en un silln reclinaba
la cabeza, y deca:No os fiis
de m, amigo, porque ahora mi
vida se desliza a la sombra de la
vuestra.
* *
No os fiis de que mis miradas
se fijen en vuestros ojos y de que
reservo mi ms cariosa sonrisa
para vuestra sonrisa grave; no
os fiis de que, consagrndome a
vuestro cario, os ofrezca mi
corazn, como un libro en el que
slo vos tenis derecho a escri-
bir,
*
* *
Que nadie sabe si llegar un
da en que me excite la curiosidad
de perturbar vuestro cario y
de sobresaltar vuestra mirada, o
me asalte el inquieto capricho, el
burln deseo de destruir de re-
pente la paz de vuestro corazn,
de igual manera que un nio des-
truye un objeto precioso.
* *
Todos los hombres queris que
la mujer conserve dignidad y
altivez, porque esto satisface
vuestro orgullo, y que consigan
las llamas de vuestro amor, que
reflejan sobre nosotras, que la
altiva se convierta en sumisa a
vne-strn cario.
*
* *
Enorgulleceos de que soy asi.
Porque esos hombres que veis
pasar con frialdad por mi lado, y
que corren cariosos tras otras
mujeres, si yo quisierapero no
pienso en ello porque no quiero
perturbar vuestra paz,mis ojos
soolientos haran pronto brotar
Uflmsfi en los suyos.
*
* *
As hablaba una mujer encan-
tadora. tierna y digna, dejando
sobre los brazos del silln de ter-
ciopelo arrastrar sus mangas, y
t te imaginabas que a esa mujer
amante le sonrea el libro de la
Ilada, que tena abierto sobre las
rodillas.
*
* *
Hermoso libro que los dos
juntos leis con frecuencia! La
apasionan como a ti sus atrevidos
combates, en los que la guerra
agita sus olas, y aunque es mujer,
no aborrece al poeta que canta
a Helena, esa mujer que te ena-
mora, a pesar de que prefiere lo
ancianos a las hermosas.
*
* *
Ella sube algunas veces a la
cumbre de sus jvenes amores,
a mirar en el oleaje de los tiempos
pasados qu sombra proyecta en
ella esta quimera; porque as
como de un monte cae el agua
a torrentes, el pasado murmura-
dor sale y corre en arroyos brotan-
do de tu seno, gigante Homero y
26 de febrero de 1837,
X
A AL BERTO DURERO
En los antiguos bosques, en
los que la savia corre desde la
madera negra de los alisos hasta
el tronco blanco de los lamos,
muchas veces a travs de un claro
entre la espesa arboleda, plido,
asustado, no atrevindote a mi-
rar hacia atrs, te has apresurado
a salir, tembloroso y convulso,
antiguo y phsador pintor, joh
Alberto Durero! Se comprende,
estudiando tus hermosos cuadros,
cfue en los frondosos bosques,
tus ojos visionarios vean distin-
tamente, a pesar de la obscuridad,
al fauno de aplastados dedos, al
silvano de ojos verdes, a Pan,
que cubre de flores el asilo donde
t te recoges, y a la antigua drade
que tiene las manos llenas de
hojas.
*
* *
Los bosques para ti son un
mundo temible; en ellos se con-
funde ante tus miradas lo ideal
con lo real; en ellos se inclinan
pensativos los seculares pinos,
los gigantes olmos cuyos torcidos
i r majes muestran sus formas ex-
traas, y en su grupo sombro,
agitados por los vientos, nada hay
completamente muerto ni com-
pletamente vivo. El berro bebe;
el agua corre; los fresnos, sobre
las pendientes, bajo las hierbas
silvestres y sobre las zarzas tre-
padoras, encogen lentamente sus
pies renegridos y nudosos. Las flo-
res, de cuello de cisne, toman a los
lagos por espejos; y para ti, que
al pasar por all despertabas a
extraas quimeras de escamosas
espaldas, que apretaban con sus
dedos los nudos de los rboles y
eme en el fondo de un antro obs-
curo fijaban los relumbrantes ojos,
para ti, la vegetacin, el espritu,
la materia y la fuerza estn cu-
biertos de piel ruda o de corteza
viva.
*
* *
Por los bosques jams he vaga-
do como t, maestro, sin que en
mi corazn haya penetrado el
horror, sin ver estremecerse la
hierba y sin ver que el viento me-
ca confusos pensamientos colga-
dos en todas las ramas. Slo Dios,
que es el testigo de los hechos
misteriosos, slo Dios sabe con
qu frecuencia, en estos sitios
salvajes, he sentido en ellos como
dentro de m palpitar y vivir un
alma, y sonrerse y hablarse en
la obscuridad en voz remisa las
encinas monstruosas que tanto
abundan en los bosques.
20 de abri l de 1837.
XI
ros la movediza rama; ya que la
aurora regala a las clemtides
gotas de roco; ya que cuando llega
a descansar en la playa la onda'
amarga estampa un beso sobre'
fe ribera; te doy en estos momen-
tos, inclinado hacia ti, lo mejor de
1
lo que yo poseo.
Recibe, pues, mi triste pensa-
miento, que, como impregnado de
roco, te lo dedico llorando. Recibe,
amor mo, mis innumerables de-!
seos; acepta la luz y la sombra de
todos los das de mi vida. Recibe
1
mi entusiasmo, mi embriaguez
y mi cario, y todas las caricias
que te dedico en mis canciones.
Toma mi espritu, que libremente
boga a la ventura y del que tu
mirada es la nica estrella. Admi-
te mi Musa, mecida por horas
soolientas, y que, llorando cuan-
do t lloras, tiene casi siempre los
ojos anegados en llanto. Acepta,
beldad celeste, dolo mo, mi co-
razn, al que nada le quedara si
perdiese tu cario.
Ya que en la tierra todas las
almas ofrecen a alguien su msi-
ca, su llama o su perfume; ya
que todos los objetos presentan
en el mundo sus espinas o sus
rosas a sus amores; ya que abril
presta a las encinas grato murmu-
llo; ya que la noche concede a las
penas el olvido en el sueo; ya
que el aire proporciona a los pja-
XI I
A OL
Oh poeta! Voy amorosamente
a remover hasta el fondo de tu
profundo pensamiento.
HATOS.13
*
*
No la conocas; la viste por
primera vez una tarde cuando
el sol iba hacia su ocaso, una tarde
en que de repente se te apareci
fresca y hermosa en un luminoso
sitio, menos brillante que ella.
En sus cabellos relucan las face-
tas de mil diamantes; andaba
majestuosamente, era blanca, de
ojos negros, de alta estatura, y
entusiasmaba a la multitud que
la vea pasar. Todo en ella era
fuego brillante o ardor sonriente.
Algunas veces las palabras caan
de su boca como las espigas dora-
das caen del saco de la espigadora.
Sala de sus labios un vapor lu-
minoso. Todos lanzaban exclama-
ciones, admirando sucesivamente
su frente en la que bullan mil
pensamientos, abierta ante el
amor su inefable sonrisa, y como
des respiraderos de un encendido
foco, sus ojos, que permitan adi-
vinar su corazn ardiente. Andaba,
y pas como inflamado pjaro,
encendiendo sin saberlo un ho-
guera en los corazones, fijando
nicamente la vista en el camino
que iba siguiendo y dejando a
todos deslumhrados al pasar.
*
* *
T la contemplabas sin atre-
verte a aproximarte a ella, porque
el barril de plvora tiene miedo a
las chispas.
26 de mayo de 1837.
XI I I
J oven poeta, ese malvado hace
una guerra cobarde y no le asusta
tu indignacin; creme y no hagas
caso de ese Zoilo de miradas trai-
doras; no hagas caso de ese desdi-
chado socarrn. Respira en la
atmsfera de tu desprecio y tu
odio hace su felicidad. Sabe que
puede manchar impunemente las
reputaciones mejor adquiridas y
que es demasiado venenoso para
que nadie le quiera tocar. Nada
teme: es semejante al hongo dis-
forme que brota en una noche
al pie de una encina, que deja
pacer los cabritillos a su alrededor
y que hinquen los dientes en los
tiernos arbustos, porque tiene el
convencimiento de que si se acer-
can a l sabr vengarse, y como
est henchido de veneno, espera
tranquilo que se atrevan a mor-
derle.
18 de mayo de 1837.
XI V
ABRI L .A L UI S B.
Luis, he ah el tiempo de res-
pirar l aroma de las rosas, de
abrir los cristales de las ventanas
que por tanto tiempo estuvieron
cerradas; el tiempo de admirar
las bellezas divinas de la natura'
leza, que flotan en los montes,
en los bosques y en los barrancos,
en las ondas, en la sombra y en
los vientos.
*
* *
Luis, he aqu el tiempo de que
repose el alma en la tranquila son-
risa impregnada de una vaga
llama que irradia en la frente del
cielo difano; he aqu la hora de
que se dilate el corazn como
agua que humea y de que las
nubes y las brumas se disipen en
la exteiixin azul.
*
* *
g
He aqu el tiempo en que lo_
amantes marchen unidos por deba
jo de los verdes pabellones de los
rboles y de que sacudan sus alas,
humedecidas por el invierno; he
aqu la hora de que cante el rui-
seor, cuya voz tierna encierra
bastante armona para que se
difunda por todos los amores
que salen del corazn.
*
* *
Lleg el tiempo de que crezcan
los trigos, de que juegue el nio,
murmure el agua y se recolecten
las frutas y las rosas; lleg el
tiempo de que el cabritillo, furti-
va y graciosamente, mordiendo
en las hojas bajas de algn rbol
inclinado, haga precis que acuda
corriendo el cabrero.
*
#
Lleg el tiempo en que, pen-
sando en los ya pasados dolores
exclamamos: Ya desapareci.
Lleg el tiempo en que el sol
derrama la alegra, en que los
nidos cantan en los rboles: nos-
otros, mientras en lontananza
todo vibra y tiembla satisfecho,
nos encaminaremos al bosque, y
si vos as lo queris, andando,
juntos meditaremos;
*
* *
Meditaremos entrambos en
aquella lindsima doncella que
duerme eternamente enterrada
bajo la hierba salpicada de floreci-
llas de oro, donde el pjaro va a
buscar los granos de mijo, y que
este invierno pasado, creyendo go-
zar an de larga vida, hizo que le
prometiera su madre un traje de
primavera.
Abril de 1837.
XV
LA VACA
: A la puerta de una casa de
campo, algunas veces, hacia el
medioda, al calor de los rayos
solares, sentado un anciano, ante
quien pollos y gallinas pasan le-
vantando sus crestas rojas, en un
sitio donde los guardianes del
sueo de la casa, los dogos, en
sus perreras oyen los alegres can-
tares del centinela que les despier-
ta, el canto del gallo, se haba de-
tenido en aquellos momentos una
vaca soberbia, enorme, bermeja
y manchada de blanco, cariosa
como una cierva en medio de sus
cervatillos; hormigueaba bajo su
vientre un grupo de nios peque-
uelos, de dientes de mrmol,
frescos, pero firmes, y todos a la
vez gritando llamaban a otros
ms pequeos, que se apresura-
ban temblando a robar a la leche-
ra ausente, la leche, que extraan
chupando los pezones fecundos de
su madre la vaca; sta, compla-
ciente y poderosa y llena del teso-
ro de la vida, apenas mova sus
costados, pintados como la piel
del leopardo, y distrada miraba
vagamente al azar en la inmensi-
dad.
*
* *
De este modo, naturaleza, fue'/i-
te de vida de los humanos, madre
universal de toda cosa creada,
todos nosotros a la vez, msticos
y carnales, buscando sombra y
leche bajo tus flancos eternos,
todos confundidos permanecemos
suspendidos por todas partes de
tus colosales pechos; y mientras
que hambrientos armamos gran
vocero, en tus inagotables ma-
nantiales apagamos la sed, t,
tranquila, inmvil, ests pensan-
do en Dios.
" 15 de mavo de 1837.
XVI
PASADO
Era un antiguo castillo de la
poca de Luis XI I I . El sol po-
niente enrojeca el solitario edi-
ficio. Desde lejos, cada ventana,
transformada en una fragua,
haba perdido su forma; pareca
una inmensa brasa, y el techo
desapareca entre los rayos de
fuego que lanzaba el sol.
*
A nuestra vista se extenda
como derruida gloria, uno de esos
parques en los que la hierba ha
borrado el camino, en los que en
un rincn sobre un pedestal gris,
la taciturna estatua del invierno,
casi cubierta por la hiedra, se
oculta como si tuviera fro.
*
* *
.La gran alberca dorma como
lago solitario. Un Neptuno verdi-
negro se enmoheca en el agua,
los caares ocultaban las olas,
el agua se filtraba en la tierra y
los rboles mezclaban unos con
otros sus ramajes, que en otros
tiempos inspiraron las rimas de
Boileau.
* *
Veanse en algunos instantes
correr por los espesos bosques
hermosos cieivos, que pareca que
desafiaban ufanos a ios cazadores;
y en el mrmol blanco, que anti-
qusimo tronco de rbol apuntala,
debajo de un planto de carpes,
trocado en barrera, se oa suspi-
rar a las dos hermanas, Gabriela
y Venus.
*
* *
Ya no pasaban por aquellos jar-
dines mudos con las capas levan-
das marcialmente por la punta
de los espadones; los tritones
parecan que haban cerrado los
ojos, y en la obscuridad, entre-
abriendo sus mandbulas de pie-
dra, presa del fastidio, una anti-
gua gruta bostezaba sumida en
el fango de los bosques.
*
* *
Entonces es dije:Ese casti-
llo abandonado encerr el amor,
con tanta intensidad como palpi-
ta en vuestros corazones, y risas,
y gloria e innumerables fiestas;
y su pasada alegra es la que le
convierte hoy en sombro, como
se ennegrece un vaso enmohecido
por el licor que en l est conte-
nido.
*
* *
Entraban en esa giuta, cuyo
piso cubre el musgo, con ios oos
bajos y el seno palpitante, la
hermosa Caussade o la joven
Candale, de un regio amante con-
quista feudal, que al penetrar
en la gruta deca: Seor, y al
salir: Luis al monarca.
*
* *
Entonces, como ahora, dos co-
razones unidos vagaban bajo,
aquellos rboles, que de tantos
amores fueron testigos, l llamaba
a su duquesa ngel entre las muje-
res, y con miradas ardientes y
con el alma apasionada se deslum-
hraban e! uno ai otro.
*
* *
Entonces se oan risas apaga-
das, perdidas en el fondo de los
bosques; risas que nacan de otros
amantes entregados a la felicidad.
De vez en cuando una pausa dete-
na el curso de sus delirios: l
preguntaba con ternura:Por
qu suspiras? Ella cariosamente
le responda: Por qu te que-
das pensativo?
*
* *
Los dos, el ngel y el rey, con
las manos entrelazadas, camina-
ban contentos y orgullosos, ho-
llando los verdes cspedes, cam-
biando sus miradas, sus hlitos y
sus pensamientos!... jTiempos des-
vanecidos, esplendores eclipsa-
dos, soles traspuestos en el ho-
rizonte!...
L de abri l de 1835.
sueo de la casa, los dogos, en
sus perreras oyen los alegres can-
tares del centinela que les despier-
ta, el canto del gallo, se haba de-
tenido en aquellos momentos una
vaca soberbia, enorme, bermeja
y manchada de blanco, cariosa
como una cierva en medio de sus
cervatillos; hormigueaba bajo su
vientre un grupo de nios peque-
uelos, de dientes de mrmol,
frescos, pero firmes, y todos a la
vez gritando llamaban a otros
ms pequeos, que se apresura-
ban temblando a robar a la leche-
ra ausente, la leche, que extraan
chupando los pezones fecundos de
su madre la vaca; sta, compla-
ciente y poderosa y llena del teso-
ro de la vida, apenas mova sus
costados, pintados como la piel
del leopardo, y distrada miraba
vagamente al azar en la inmensi-
dad.
*
* *
De este modo, naturaleza, fue'/i-
te de vida de los humanos, madre
universal de toda cosa creada,
todos nosotros a la vez, msticos
y carnales, buscando sombra y
leche bajo tus flancos eternos,
todos confundidos permanecemos
suspendidos por todas partes de
tus colosales pechos; y mientras
que hambrientos armamos gran
vocero, en tus inagotables ma-
nantiales apagamos la sed, t,
tranquila, inmvil, ests pensan-
do en Dios.
" 15 de mavo de 1837.
XVI
PASADO
Era un antiguo castillo de la
poca de Luis XI I I . El sol po-
niente enrojeca el solitario edi-
ficio. Desde lejos, cada ventana,
transformada en una fragua,
haba perdido su forma; pareca
una inmensa brasa, y el techo
desapareca entre los rayos de
fuego que lanzaba el sol.
*
A nuestra vista se extenda
como derruida gloria, uno de esos
parques en los que la hierba ha
borrado el camino, en los que en
un rincn sobre un pedestal gris,
la taciturna estatua del invierno,
casi cubierta por la hiedra, se
oculta como si tuviera fro.
*
* *
.La gran alberca dorma como
lago solitario. Un Neptuno verdi-
negro se enmoheca en el agua,
los caares ocultaban las olas,
el agua se filtraba en la tierra y
los rboles mezclaban unos con
otros sus ramajes, que en otros
tiempos inspiraron las rimas de
Boileau.
* *
Veanse en algunos instantes
correr por los espesos bosques
hermosos cieivos, que pareca que
desafiaban ufanos a los cazadores;
y en el mrmol blanco, que anti-
qusimo tronco de rbol apuntala,
debajo de un planto de carpes,
trocado en barrera, se oa suspi-
rar a las dos hermanas, Gabriela
y Venus.
*
* *
Ya no pasaban por aquellos jar-
dines mudos con las capas levan-
das marcialmente por la punta
de los espadones; los tritones
parecan que haban cerrado los
ojos, y en la obscuridad, entre-
abriendo sus mandbulas de pie-
dra, presa del fastidio, una anti-
gua gruta bostezaba sumida en
el fango de los bosques.
*
* *
Entonces es dije:Ese casti-
llo abandonado encerr el amor,
con tanta intensidad como palpi-
ta en vuestros corazones, y risas,
y gloria e innumerables fiestas;
y su pasada alegra es la que le
convierte hoy en sombro, como
se ennegrece un vaso enmohecido
por el licor que en l est conte-
nido.
*
* *
Entraban en esa giuta, cuyo
piso cubre el musgo, con ios oos
bajos y el seno palpitante, la
hermosa Caussade o la joven
Candale, de un regio amante con-
quista feudal, que al penetrar
en la gruta deca: Seor, y al
salir: Luis al monarca.
*
* *
Entonces, como ahora, dos co-
razones unidos vagaban bajo,
aquellos rboles, que de tantos
amores fueron testigos, l llamaba
a su duquesa ngel entre las muje-
res, y con miradas ardientes y
con el alma apasionada se deslum-
hraban e! uno ai otro.
*
* *
Entonces se oan risas apaga-
das, perdidas en el fondo de los
bosques; risas que nacan de otros
amantes entregados a la felicidad.
De vez en cuando una pausa dete-
na el curso de sus delirios: l
preguntaba con ternura:Por
qu suspiras? Ella cariosamente
le responda: Por qu te que-
das pensativo?
*
* *
Los dos, el ngel y el rey, con
las manos entrelazadas, camina-
ban contentos y orgullosos, ho-
llando los verdes cspedes, cam-
biando sus miradas, sus hlitos y
sus pensamientos!... Tiempos des-
vanecidos, esplendores eclipsa-
dos, soles traspuestos en el ho-
rizonte!...
L de abri l de 1835.
extraviados en la cuenta de su
nmero, yo cuento las sombras y
t cuentas las claridades.
*
* *
Todos ios mortales, cumpliendo
la suprema ley, bogamos hasta
Cerca de la barquilla del pes- el fin de la vida: no hay hombre
cador que se balancea, cuando los alguno en el mundo que no siem-
dos al caer el da bogamos en bre o que no trabaje en suelo
nuestro esquife, dejando que can- estril.
te aqul y que gima el oleaje;
+
* *
*
* * El Hombre vive sonre un mai
cuando nos sentamos al abrigo que ruge; el huracn tuerce su
de las extendidas velas y a su rumbo, rema en medio de una
sombra, cuando tu mirada fija profunda obscuridad, y la espe-
parece que quiera recoger la luz ranza se le escapa por las hendi-
do las estrellas; duras de su bajel.
# *
* * * * *
Cuando los dos creemos leer ' Su vela, que agujerea el viento
lo que est escrito en el libro de poco a poco se va desgarrando;
la naturaleza, repndeme:en qu las corrientes , se burlan de su
consiste que en tanto que mi camino, y los obstculos es-
corazn suspira, tus labios se pumean sin cesar sobre su proa.
sonren?
#
* *
*
* * Ayl iodo en la naturaleza cum-
Dime, cmo es que a cada oa pie la ey que le ha sido impuesta:
que pasa el pensamiento llena donde qiiera que dirijamos nues-
mi alma, como una copa de hil? tras miradas, vemos siempre una
Es que yo miro el ramaje de los onda que se estremece y un hom-
rboles mientras que t contem- bre que camina. ,
pas.alucelo; :u ^ ,
* *
* * Dnde vas?Hacia la eterna
Es que yo veo las olas sombras noche. Dnde vas?Hacia el
y t los [brillantes[astros; es que, eterno da. Y t?A indagar
XVI I
E N EL MAR
si es preciso creer.Y t?
Yo voy hacia la gloria.Y t?
Yo voy en busca del amor.
*
* *
Todos caminis hacia la tumba,
todos vais hacia lo desconocido;
guila, buitre o paloma, cais don-
de todo cae y de donde nada vuel-
ve jams.
*
* *
Vais los desconocidos al mis-
mo lugar a donde van los hombres
ms celebrados, donde va la flor
que se abre en abril, donde va
la aurora, donde va la noche.
*
* *
Para qu os tomis tanto tra-
bajo, para qu sufrs tantas in-
quietudes? Bebed el agua de las
fuentes, sacudid las bellotas de
las encinas, amad, y despus,
entregaos al sueo eterno.
*
* *
Porque despus que, comu las
abejas, pasis la vida trabajando,
soando maravillas, viviendo con
inquietud y con sobresalto,
*
* *
aK *.
Sabis qu es lo que va a
posarse sobre vuestra ms lindo
rosa o sobre la ms cndida de
vuestras azucenas? Es el olvido
para las cosas y la tumba para
l hombre,
*
* *
Porque el Seor pone fuera de
nuestro alcance las frutas en cuan-
to las hemos cogido. Al navio le
manda: Encalla! A la llama le
dice: Espira! A la flor le dice:
[Marchtate!
*
* *
Al guerrero, que se cubre de
gloria, le dice:Me reservo la
ltima palabra; sube, asciende,
que desde la cumbre ms alta la
cada ser ms profunda.
*
* *
Dice a la joven enamorada:
Deslumhra pronto a tu amante;
s hermosa antes de morir; brilla
por un instante, que luego sers
ceniza eternamente.
*
* *
Mortal, el orden sobrehumano,
al que te opones, te envuelve y
te absorbe: qujate, si te atreves,
a Dios, que cre al cielo tan gran-
de y al hombre tan pequeo.
*
* *
Que dude o que niegue, el
mortal pasa combatiendo por el
camino de su vida, y la armona
eterna pesa como una irona sobre
el tumulto de los hombres.
* *
Todos los ialsos bienes que en-
vidiamos pasan en un soplo como
una tarde de mayo, y todo se XVI I J
extrava en la obscuridad: nada
nos queda de la vida, excepto el Algunas veces en Virgilio, di-
haber amado. vino poeta, que era casi un ngel,
^ despiden los versos extrao rejs-
* * plandor: es porque comenzaba a
w entrever en sueos lo que sucede-
eor eso yo humillo la cabeza , ,
f
^
cuando t yergues la frente; por f
P

r
?
Ue er a
u ' ' el poeta que cantaba en los mo-
eso yo, sombro poeta escucho
m
f ^
lo eme me facen las oto.
pr i mer o
. ^
d o s en
es
* que, sin que l mismo lo supiese,
* * posea una de esas almas que el
' Por eso, para que me respondan lejano Oriente tea con -sus vagas
sobresaltado e inquieto las inte- claridades y que se baaba en la
rrogo, y en el fondo del abismo luz naciente del Cristo misterioso,
que sondeo columbro el cieno mezr ^
clado^con el agua, ^ * =
* jjloa quiso que ai nacer ei
Hijo del hombre, la aurora de
No contemples el abismo como Beln purificase la frente de Ro-
lo hago yo; t, por el contrario, ma.
cndida y pura, hacia la luz blan- 22 dmarzo d1837
ca de las estrellas dirige las tran- ,
quilas miradas.
* *
Haces nen: contempla como ios XI X
astros fulguran en el cielo, ya
que el instinto te atrae hacia las A U N K I UO
alturas. Mira cmo Dios sonre,
mientras yo miro cmo el hombre J oven, te compadezco; y esto
llora. no obstante, admiro tu inmenso
9 d noviembre de 1836, y delicioso parque, cuyo lmite
no se columbra, triste o alegre,
, segn la estacin que rige el tena*
po, de ooce leguas e extensin,
fileno de rboles y de matorrales
y de caseros.
*
* *
Admiro tus dominios, y sin
embargo, te compadezco, porque
en tus frondosos bosques, en los
que la primavera derrama todo
su esplendor, no se encuentra una
sola ruina tan miserable como lo
es un hombre gastado, marchito,
desprovisto de ilusiones, rico y
sin voluptuosidad, joven y sin
pasiones, cuyo corazn destroza-
do no encierra otra cosa sino un
triste montn de copas vacas,
de vasos rotos, que slo conser-
van el fastidio, y de los que huye-
ron para siempre la pureza, la
alegra y el amor.
*
* *
Me inspiras lstima, tu, que
te figuras causar envidia; esa
esplndida morada lanza sobre
tu corazn y sobre tu vida, irni-
ca sombra, y se re, encerrando
tu juventud destruida dentro de
un marco deslumhrador.-
*
* *
Crees poseer verdaderamente
ese floreciente territorio, en el
que el rbol forma una cpula,
en el que el estanque aparece
dorado a los rayos del sol poniente
y donde en el bosque, el monte
en cuya cumbre sobresale una
torre, dibuja tan hermoso grupo?
Ese es un sitio sagrado para el
que sabe encontrar en los prados,
en las aguas y en los valles la
silueta de la faz eterna, de la que
el rostro .humano slo es la sombra
carnal!
*
* *
Qu haces t ah? Nunca 5e te
ve, cuando la primera luz de la
maana ilumina las techumbres,
salir, coger una flor, copa irisada,
que las plantas presentan a los
pjaros, llenas de roco, detenerte
algunas veces, reanudar en el libro
la interrumpida lectura, caminan-
do lentamente, cuando el rumor
del viento corta en estrofas incier-
tas la montona cancin que mur-
muran las fuentes.
*
* *
Nunca has recorrido de cumbre
en cumbre la crestera que forman
los collados; nunca has gozado
en mirar el agua que refleja algn
sauce nudoso, retorcido como un
atleta; jams, fijando tu espritu
indiferente en algn misterio, has
tratado de comprender en qu se
ocupa el olmo secular inclinado y
mirando extenderse a sus pies la
inmensidad de la llanura.
*
* *
Nunca en el verano, cuando e
sol fulgura en el medioda, cuan-
do toda la naturaleza est amo-
dorrada, nunca el cervatillo pere-
zoso, agazapado en el interior del
agreste antro, te vi en la soledad
caminar lenta y gravemente, co-
mo temiendo despertar a alguien,
y vagar por los tupidos bosques,
en los que el silencio duerme sobre
el colchn de terciopelo formado
por el musgo.
*
* *
Qu te importa todo eso?
Te fatigan la vista el. verdor de
los campos, las nubes y el azul
del cielo. No eres de esos locos que
van vanaglorindose de ello, agu-
zando el odo para atender a las
voces que cantan por todas par-
tes, que dan gracias al Seor por-
que hizo que floreciese la prima-
vera, que recogen los nidos y
que contemplan durante mucho
tiempo algn hongo, extrao
monstruo de la hierba. Tu espeso
bosque parece que reclame en
el mes de abril que le recorran
parejas de amantes, frentes refle-
xivas y corazones que suspiren;
y t que los recorres, te afanas en
calcular cunto te producir la
tala; en calcular que Pars, que
es un anciano que tirita de fro
en el invierno, espera con ansia
el fuego para entrar en calor.
Mientras nuestros ojos son presa
del encanto contemplando la na-
turaleza, tus miradas slo se fijan
en los trigos convertidos en harina
y la pradera en heno; para ti el
labrador slo es un rstico a quien
se paga; para ti toda nube de hu-
mo ondulante, en el claro paisaje,
sale de un hogar impuro, donde
cuece alguna grosera vianda.
Cuando la tarde va a expirar,
cuando te retiras montado a ca-
ballo, con las piernas pendientes,
y ves que los boyeros desalados,
con sus vigorosos brazos pican
a dos gigantescos bueyes, que por
torcido camino se apresuran a
regresar antes de tiempo al esta-
blo, en presencia de ese cuadro,
slo piensas en los reparos de
mampostera que tienes necesi-
dad de disponer, en vender tus
silos y en si menguar o no tu
renta.
*
* *
Cuando llega la hora del
crepsculo, despus de haber pa-
sado un da montono, te encie-
rras en tu casa, sin sospechar que
las tibias noches de otoo vier-
ten su casto aliento sobre las coli-
nas; pero eso nada te importa.
Tampoco sabes que hay quien
pasa la vida al lado de las modes-
tas jvenes, cuyas sonrosadas
frentes brillan al reflejo de las
lmparas, que estn sentadas for-
mando crculo, bordando y depar-
tiendo entre s familiarmente; que
ocultan sus deseos y su corazn,
quiz embalsamado por un vago
amor, flor que nadie coge, perfu-
me que slo se percibe hablando
en voz baja con ellas. Ese cuadro
te hace burlonamente sonrer y
sepultarte vivo en una habitacin
de tu casa con otros hombres
como t, sentados alrededor de
una mesa cubierta con un tapete
verde, a la luz de cuatro bujas,
y pasar la noche jugando. Sin
embargo los rayos de la luna ilu-
minan de Heno tu ventana. Para ellos nada hay estril en
esos frescos lugares. Todo ah
- encierra dones secretos para el
* * que sabe recogerlos. El espritu
que se ve en esos sitios libre del
jh ridculo insensato! Te lo rugido de las pasiones, medita
digo verdaderamente; esos domi- junto a un rbol muerto y junto
nios, esos prados, esos bosques y a las ruinas de un antiguo puente,
esos valles, esos campos que hasta Todos los objetos que componen
en el invierno ofrecen sus atrae- el bosque responden a algn ob-
tivos, no te pertenecen, no los jeto semejante que existe en el
posees; no los comprendes*- bosque del alma. La extinguida
hoguera de un pastor recuerda el
* amor ardiente. Todo sirve para
* * aconsejar al que piensa, sea joven
o viejo. Nos pinchan las zarzas
Los paseantes, los nios y los lo mismo que los envidiosos; las
poetas que gozan de la espesura hojas invitan a tener fe, y las
de tu bosque, el pintor que le re- olas, fluyendo ligeras, nos advier-
corre enamorado del paisaje, el ten que nos apresuremos, porque
amante a quien slo preocupa una las horas pasan veloces. Para ellos
mujer, el sabio cuyo corazn nada es mudo ni est fro, nada
rebosa amargura y vienen a re- est muerto. Una gota de sangre
frescar en esta soledad, aqul su que esmalte una pluma despierta
amor y ste su estudio; todos en sus almas un remordimiento;
los que, saboreando la belleza de los manantiales se truecan en ros
ese lugar, desean, separndose de de lgrimas; la flor que se inclina
los hombres, aproximarse a Dios, al margen del ro les dice: jAcor-,
y que disipando aqu sus tristes daos, almas hurfanas! Para ellos
sinsabores adquieren en el bosque el antro profundo oculta en su"
algo del inmenso reposo de la cavidad un sueo brillante, y la
creacin, todos los hombres po- noche, en su cielo colmado dej
bres, pero que no son ambicio- constelaciones, el rbol, a travs
sos y que a ti te dan lstima, son de su ramaje, les ensean el astro
en este frondoso parque ms ricos luminoso y las palomas blancas,!
que t, estn en su casa ms que prestando consuelo a los corazo-J
t en la tuya, aunque t seas nes desgraciados, porque los pja-J
dueo de talar el bosque y de ven- ros les dicen: Amad! y las estre-i
der sus frutos. Jas: Creed!
He aqui lo que en tus dominios
la vaga obscuridad de las mur-
murantes ramas vierte en las
almas de los que sufren.Y tu
mi haces?-Todos los ancs va
a hundirse en corrientes de oro
al fondo de tu cofre el inefable te-
soro de todo ese murmullo, de
esa sombra, de esos rumores que
salen de los rboles estremecidos
por el viento, y abandonas esos
bosques, en los que el amor se
embriaga, por un palco de la
Opera.
*
* #
Si al menos la msica te llega-
se al coraznl Pero no; entre ti
y el arte el oro levanta una infa-
me barrera. El espritu que com-
prende el arte comprende tam-
bin todo lo dems. Vas, pues,
all a dormirte en el teatro, sin
sospechar siquiera que as como
los tesoros que te produce tu
heredad, Gluck es un bosque su-
blime y Mozart es un claro y nente
manantial.
*
* *
|>uermes en el teatro, y algunas
veces, sonrindote la moda, te lla-
ma la atencin, dicindote: Ad-
mira, rico! Entonces, aturdido
y voceando, te despiertas y pre-
ra tu extrao orgullo si te dije-
ran que aquella cbra que te sirve
de espectculo era una urna en
la que una mujer haba vertido
todo su corazn.
#
* *
Seor de esa soberbia heredad,
guijarro vil incrustado en radian-
tes rubes, murdago parsito
bichado por la savia de las enci-
nas, miserable rico!-Vive, pues,
as, ya que eso para ti es vivir.
Vive sin corazn, sin fe y sin pen-
samiento; vive para esa pasin vil
que se llama oro y para esa otra
pasin vana que se llama orgullo.
Vegeta, ya que slo tienes sangre
en las venas, ya que no te das
cuenta de que Dios se estremece
en caas, que abre sus ojos con
la aurora y que canta con los p-
jaros; ya que en 1 s
descienden en suave declive, don-
de humean las cabaas junto al
lago, bajo los rboles, en tus
propios jardines, eres tan poco
perspicaz en tu vido instinto,
eres tan reacio a la vida y a sus
armonas, como el lobo salvaje
que vaga por las selvas.
22 de mayo de 1837*
XX
Mirad. Los nios estn senta-
SSrSS
Su hermana mayor; Inquieta, con-
templando sus inocentes juegos,
se agita pensando en el porvenir
que a ella y a ellos les reservar
el destino.
*
* *
J unto a ella se extinguen los
lloros y nacen las risas. Su cora-
zn es tan puro, tan semejante al
de los nios, su claridad es tan
casta, que al transcurrir su vida
llena de cuidados a travs de sus
das, se transfigura en poesa.
*
*
Les sigue siempre, vigilante
y previsora, ya enero los junte
alrededor del hogar, ya la dulce
brisa del mes de mayo, que riza
el arroyuelo, remueva sobre sus
cabecitas las hojas, mientras ju-
guetean bajo la copa de los rbo-
les.
*
* *
Algunas veces, cuando al pasar
cerca de ellos un mendigo con-
templa con envidia un hermoso
juguete de plata, la madre, que
est presente, slo necesita diri-
gir una sonrisa a sus hijos para
convertir el juguete en una li-
mosna y a los nios en ngeles
juegan alegres, como los pj aros
en las playas, mi corazn se dilata
y se reanima y siento poco a poco
que se borran las arrugas de mi
frente.
J uni o de 1834.
XXI
En el antiguo jardn, cuyas
espaciosas calles sombrean dos
filas de tilos, tan castos y tan ve-
lados, que la flor que all se abre
parece un incensario; donde las
horas, marcando en la arena sus
pasos desde el alba hasta la noche,
proyectan sucesivamente en las
pilas de las fuentes de mrmol
los rayos del sol y la sombra de
los rboles, vosotros sabis, oh
ngeles! que yo, pensativo y cari-
oso, contemplaba a la claridad
del da cmo jugueteaba el pjaro
volando, cmo se plegaban las
ramas y cuntos y cun abundan-
tes tiernos pensamientos invadan
mi imaginacin, mientras que el.
querido nio, en cuya frente depo-
sitaba mis besos, correteando sin
cesar, haca apresurar mis pasos
y me llevaba arrastrando hacia,
la gruta engalanada con los fes-j
tones de las hiedras.
*
* *
Y yo, que tengo a la vista a la
madre y a los hijos, mientras que
muy cerca de m los pequeuelos
sos hinchados, o de pesados ale-
jandrinos, montados unos sobre
otros, como los estudiantes al
levantarse de sus bancos? Otro
XXI I os hubiera dicho:Muchas gra-
cias; me habis robado la presa
A L OS P J A ROS QUE H Y E RON que destinaba al folletn; pero yo
os he regaado. He cometido un
Nios, volved; poco ha, impru- error grave y ridculo; chiquillos
dentemente, regaando contra deliciosos, que no quisisteis mco-
vosotros, os he desterrado de mi modar a Hrcules, yo os asust
gabinete. Qu motivo me disteis dicindoos; -I dos de aqu! De-
p a r a e s o ? Qu hicisteis, bandidos jadme solo! Pobre de mi! Ya
de labios de color de rosa? Qu me qued solo; y que? Vaya un
crimen habis cometido? Qu triunfo! Pero a vosotros que os
travesura? /Haber roto en mil importa?... Encontrasteis la hber-
pedazos un jarro del J apn? tad fuera de mi cuarto, respiras-
; Haber agujereado aquel retrato teis el abe libre, corristeis <
viejo? /Haber enriquecido miher- hermoso parque a disfrutar del
moso misal gtico, trazando con cielo claro, de la primavera, de la
vuestras manos dibujos fantsti- naturaleza apacible, de ese poema
eos? No, nada de eso. Esta maa- de Dios que vale mas que los mos,
na, aprovechando los momentos en el que el nio puede coger una
en que os habis quedado solos flor, como una estrofa viva, sin
en mi cuarto, cogisteis entre mis que nadie le ria ni le asuste, y
papeles una hoja que contena yo qued solo y triste, deslizando-1
el conjunto informe de algunos me por la pendiente que se llama
versos, que yo estaba componien- fastidio; porque hacia ya pincho
do, y de comn acuerdo, los habis rato que estaba sentado en la
arrojado al fuego para divertiros, antesala, esperando, al doctor i-
para contemplar cmo suben las gls, que no os puede ver y que
chispas por entre la ceniza negra, aguardaba a que vosotros saiie-1
Esto es todo: pensabais en jugar seis para entrar.
y creais haber obrado bien.
#
* #
* * Qu har? Leer algn libro?
Famosa prdida, en verdad! No. Dictar versos? Para qu?
no debo encolerizarme, Qu Todo me abur r e: los esmaltes
valor tiene una estrofa que na- blancos o azules, la esfera que
ci mientras vosotros juguetea- h a c e d a r v uel t as al cielo sobre su
bais, ni una oda llena de ver- eje, los hermosos msectos pinta-
dos en mis tazas de Sajonia, todo
me aburre; tengo el pensamiento
fijo en vosotros. En cuanto hubis-
teis salido perd la alegra, me
qued sin la satisfaccin que me
causa el ruido que movis a mi
alrededor, y sin poder contem-
plar cmo el ms pequeo se
esfuerza a leer sealando con el
dedo las palabras, ni vuestras
risas francas y sinceras, que po-
nen al descubierto sartas de per-
las colocadas entre los labios.
*
* *
Seguramente los espritus, los
silfos y las hadas, que las bocana-
das del viento traen a mi cuarto;
los gnomos acurrucados all arri-
ba, cerca del techo; los duendes
familiares, que cuchichean en los
rincones a mis vasos chinescos, to-
do ese invisible enjambre de ale-
gres demonios, ha debido rerse
fe carcajadas cuando en su presen-
cia os vieron extraer de mi car-
tera los exmetros, a medio hacer
y sin corregir, sacarlos de ella y
arrojarlos al, fuego, y aplaudir
con gran contento al ver que con
esos versos tan feos habais le-
vantado una llama tan hermosa.
*
* *
Nios traviesos, a quienes obli-
gu a salir de aqu, volved a mi
cuarto a charlar, a saltar, a can-
tar, a abrir todos cuantos libros
queris, a darme empujoncitos
en el brazo mientras estoy escri-
biendo. Convengo en que obr
mal y en que vosotros tenis
razn; pero quin no regaa
alguna vez sin motivo? Es preciso
ser indulgentes. Ya que todos
somos miserables, los pequeos
no deben ser severos. Nios que-
ridos, todas las maanas vuestra
alma cariosa se abre a la alegra,
como una ventana a la luz del da,
y verdaderamente sera un hermo-
so milagro que el nio alegre fuese
un dechado de prudencia. El des-
tino os acaricia en la niez; pero
nosotros, que ya reflexionamos,
que somos hombres, tenemos el
carcter agrio y pendenciero, te-
nemos nuestros das de mal humor
y de fastidio. Esta maana llova,
y hoy hace mucho fro. Por el cielo
ha pasado hace poco una nube de
mal aspecto. Adems siempre se
tiene algn remordimiento. Esto
nos hace ser malos algunas veces;
comprenderis lo que os digo
cuando la edad ensombrezca vues-
tros rostros, cuando seis mayo-
res.
*
* *
Ya os dije que hice mal, pero
estoy ya bastante castigado; de-
bis perdonarme y volver a mi
cuarto; venid, hagamos las paces.
Tomad; os entrego mis lpices,
mis papeles, mi antiguo comps
despuntado, mis lacas, todos esos
juguetes del hombre que envidia
el nio; os entregar todo lo que
queris. Podis sentaros sobre
mi mesa-escritorio, o subiros a
ella de pie; podis cantar, arras-
trar mi silln grande, y arrojar
al banco esculpido, todos a la vez,
vuestros agudos juguetes, que
estropean la madera. Os permiti-
r tambin, os lo permitir con
todo mi corazn, que hojeis
siempre que queris mi Biblia
pintada, que hasta ahora habis
tenido miedo de tocar, y en nna
de cuyas Mininas se ve a Dios
Padre vestido de emperador.
*
* *
Despus quemaris los versos
que tengo esparcidos sobre mi
mesa, si os divierte ver cmo se
convierten en humo; no sera tan
complaciente para con vosotros
si estuviramos en casa del nota-
ble poeta Mery, cuyos versos
vuelan hasta los cielos. Pero, qu
importan los mos!... Vosotros
sois toda mi poesa y mi espritu
se acomoda a vuestros caprichos;
sois los reflejos y los rayos de luz
con que ilumino mis sombras
rimas. Nios, cuya vida anima
la esperanza; nios, a quienes la
ignorancia da alegra, nunca ha-
bis sufrido y no podis apreciar
cuando el pensamiento cansa y fa-
tiga al taciturno poeta, qu dulce
calor difunde en l vuestras sonri-
sas. No podis comprender cun-
to necesita entonces de la sereni-
dad que brilla en vuestras fren-
tes!
Volved a mi cuarto, si no que-
ris que permanezca triste y
sombro por vuestro abandono,
como el pescador de Etretat, que,
cansado de un largo invierno,
medita apoyndose en los codos
y se fastidia contemplando desde
su ventana el cielo inundado de
lluvia.
23 de abri l de 1837.
XXI I I
En qu pienso? Ay! Separado |
de vosotros, hijos mos, lejos del |
techo bajo que habitis, en vos-1
otros pienso, en vosotros que sois!
la esperanza del esto de mi vida,
vstagos que todos los aos cre-|
cen y agrandan la sombra del|
muro de mi existencia. Pienso P
en los dos pequeos que lloran f
rindose, que empiezan a balbu-l
cear, y que juegan y se quejanf
y que disputan; pienso despusl
con inquietud en los dos mayores,!
que, ms tauditos, inclinan alga-I
as veces la cabeza, el uno cu-j'
rioso v el otro pensativo.
* *
Solo y triste en la playa, porl
la tarde, escuchando las cancio-J
nes de los marineros, en la hora
en que las olas, abrindose y
cerrndose, confunden eon el
viento sus hlitos marinos, y en
la que se perciben en los aires ine-
fables ecos, que provienen de la
tierra o cue emergen de las aguas*
estoy pensando en vosotros, hijos
mos, en la casa, en la familia,
en la alegre mesa, en el fuego del
hogar y en todas las solicitudes
con que cuidan de vosotros vues-
tra madre tan tierna y vuestro
abuelo tan carioso. Y mientras
que el lquido Ocano se extiende
a mis pies, mientras contemplo
ese espejo colosal de las estrellas,
y los marinos, tras las velas de
sus buques, dejan vagar la vista
desde el infinito de los mares
hasta el infinito de los cielos, pen-
sando yo nicamente en vosotros,
contemplo y sondeo el cario que
os profeso en la profundidad de
mi alma; amor tierno, poderoso
y eterno; comparado con l, el
mar es pequeo.
J ul i o de 1836,
XXI V
UNA NOCHE E N L A QUE SE OY E EL
MA R SI N V E RL E
De dnde salen esos rumores
sordos que se oyen hacia el mar,
esas voces profundas y llorosas
que resuenan sin cesar, que rugen
de continuo interrumpidas sola-
mente por el soplo del huracn
que toca su trompa?
*
* *
Cmo llueve esta noche,
husped mo! All en lontananza
el cielo est todo cubierto de
BATOS.14
negro capuz; el mar aparece muy
hinchado. El soplo del huracn
hace resonar su trompa.
*
* *
Marineros nufragos, perdidos
all a lo lejos que tendis intil-
mente los brazos a la ingrata
tierra; od cmo el huracn sopla
en el tubo de su trompa.
*
* *
Hombres imprudentes! El vien-
to desgarra las velas como si las
despedazase a mordiscos con sus
feroces dientes: en el cielo no
luce una sola estrella. El huracn
sopla con fuerza en el tubo de su
trompa.
*
* *
El marino suea en horrible
pesadilla que la mar engruesa
y la que la bruma oculta el faro,
candelero que Dios conserva sobre
la playa. El huracn sopla ms
feroz que nunca en el tubo de su
trompa!
XXV
TENTA NDA VI A ESTD
No os asustis inquieta madre,
cuya bondad no tiene trmino,
al ver que siendo an tan pequeo
es ya tan grave y tan iuicjoso,
- Gomo pajarillo blanco que, solo
sobre un arrecife, ve que sube
hacia l el Ocano desde el fondo
de las tinieblas, contempla ya
ia vida, inmensa y sombra, ve
cmo avanza paso a paso; pero,
pesar de eso, cariosa madre,
no os asustis.
*
* *
No os inquietis, y cariosa-
mente besad la frente reflexiva
del nio, que no es un sabio, que
no es un prodigio, que slo es un
soador: ms vale que sea as;
esto debe enorguleceros. La medi-
tacin es hermana del genio; el
nio soador precede al hombre
pensador, y el pensamiento es
tan poderoso, que muestra a Mil-
ion el cielo y a Dante el infierno.
*
* *
Un da ser grande; no dudis
que le espera un porvenir de glo-
ria al nio misterioso que todo lo
pregunta y que todo lo inquiere.
Quin sabe si recoger del suelo,
sin gran fatiga, el colosal cincel
que al morir dej caer Miguel
Angel y esculpir en el mrmol
sorprendentes batallas? Quin
sabe si, como Francisco I o como
Sonaparte, tomar para jugar al
ajedrez a la Europa por tablero?
Quin sabe si ir, bogando a
toda vela, o ajusfando a sus ojos
l cristal del telescopio, y encon-
trar su vista perspicaz en la
esfera azul o en el mar profundo
un astro como lo hizo Herschell
o un mundo como lo descubri
Coln?
*
* *
Quin sabe lo que le reservar
el porvenir? Dejad que crezca
ese nio serio, que ni siquiera
se da cuenta de la curiosidad con
que le vemos crecer. Quiz piense
ya ese nio dbil del mismo modo
que pensaba aquel otro nio que
luego se llam Virgilio, en el
combate que persigue siempre
al que es poeta brillante; quiz
piense ya en intentarlo, en vencer,
y en que pregone la gloria su
nombre brillante con las cien
voces estridentes de sus trompe-
tas.
9 de j uni o de 1835
XXVI
Hermosa nia, el amor es al
principio como un espejo, en el
que la mujer coqueta y linda
gusta verse retratada, y al que se
mira alegre o pensativa; despus,
como la virtud, cuando se ha
posesionado de vuestra corazn,
lanza de l el mal y el vicio,
y refleja el alma pura y blanca.
*
* *
Despus, descendiendo un poco,
resbalan vuestros pies y llega a
ser un abismo: en vano las manos
se cogen a los bordes, porque dan-
do tumbos cais en el fondo del
agua. El amor es atractivo, puro
y mortal. No te fes de l! Le suce-
de a la mujer que se abandona
al amor lo que al nio que, atrado
por la corriente de un ro, se mira
en l, se lava y se ahoga.
25de febrero de 1837.
XXVI I
DESPUS DE UNA LECTURA. DEL
DANTE
Cuando el poeta pinta el infier-
no, pinta su propia vida. Su vida,
que es una sombra que huye de
los espectros que la persiguen;
bosque misterioso, en el que, asus-
tado, sus pasos se extravan fuera
de los caminos conocidos; sombro
viaje, que obstruyen disformes
obstculos; espiral de bordes du-
dosos, de enormes profundidades,
cuyos crculos temibles avanzan
cada vez ms hacia la obscuridad,
donde se mueve el infierno inde-
ciso y vivo. Esa pendiente se
pierde en la obscura bruma; en
cada una de sus gradas est sen-
tada una queja, y se oye un dbil
rumor de crujidos de dientes en
aquella impenetrable noche. All
estn las visiones, los ensueos,
las quimeras; los ojos que el dolor
convierte en amargos manantia-
les; y el amor, pareja enlazada,
triste y ardiente, pasa abrasndo-
se dentro de un torbellino con
una llaga abierta en el flanco;
en un rincn estn la venganza y
el hambre, impas hermanas, acu-
rrucadas las dos juntas sobre un
crneo rodo, la plida miseria,
la ambicin, el orgullo alimentn-
dose de s mismo, la inmunda lu-
juria y la avaricia infame; ms
lejos la cobarda, el miedo, la
traicin, y ms abajo an, en la
profundidad del abismo, el odio
haciendo muecas de dolor.
*
* *
Eso es la vida, inspirado poeta,
y obstruyen su brumoso camino
terribles obstculos. Pero para
que nada falte en ella, en su cami-
no estrecho nos mostris siempre,
de pie a vuestro lado y guiando
vuestros pasos al genio de frente
serena, de ojos resplandecientes,
a Virgilio, que os dice: Continue-
mos!
6 deagosto de 1837.
XXVI I I
PENSAR, DUDAR
A. L U I S A B . t.
Ya os he dicho que nuestra
incurable llaga, que nuestra nube
negra, no disipada por ningn
viento, que lo que hace palidecer
y arrugar la frente, que lo que msj
nos hace sufrir, es la spera ansie-j
212
VC T 0&
dad, es la fatal agona que hunde
nuestros corazones en el abismo,
cuando la suerte, ponindonos
cara a cara con nuestra miseria,
plantea ante nosotros de sbito
esta sombra cuestin:Alma,
qu crees?Esa es la vacilacin
profunda y temible en que se
encuentra ante la esfinge que lla-
mamos el mundo, nuestro espri-
tu, ms temeroso que deslumhra-
do, que no se atreve a decir que
no v que no puede decir que s.
*
* *
Esa es la imperfeccin de nues-
tra raza. De qu est cierto y
bien seguro el hombre? Qu es
lo permanente? Qu es lo transi-
torio? Qu es lo quimrico y qu
es lo real? Cundo obtendremos
la explicacin del cielo? Por qu
en los senderos, llenos de sofismas,
tropezamos todos? Por qu, esp-
ritus obscuros, temblamos durante
la noche, en las horas en que la
bruma invade el corazn lo mismo
que el firmamento? Hasta el alba
es sombra y oculta un gran pro-
blema, y algunos pensadores, en-
contrando escollos hasta en los ni-
os, dudan lo mismo de. las cunas
que de los atades.
HUGO
pesares pero no remordimientos:
el odio ajeno puede haberle creado
enemigos, pero no el suyo propio;
es un sabio de la poca de Aurelio
o de Adriano. Es pobre, pero vive
satisfecho: su cabeza est cubier-
ta de cabellos blancos y llenan su
cerebro tranquilos pensamientos.
Profesa afecto fraternal a todos
los hombres, es hermano de los
desgraciados y padre de los des-
validos. Su vida es muy sencilla,
y se desliza lejos del ruido de las
ciudades. Pasa los das en los
campos recrendose en mirar c-
mo bailan los campesinos, leyendo
algn libro antiguo, griego, en el
que reviven los hroes de Atenas
y de la Lacedemonia, dando li-
mosna a los nios que encuentra
a su paso. Todos los das, cuando
el sol desciende, l desciende tam-
bin y regresa a su casa y se sienta
a la mesa, en la que toma frugal
comida; luego entra en su dormi-
torio, y qu hace all ese justo
que vive contento? Sin deseos, sm
faustos y sin dolores, piensa, me,
dita y duda...
*
* *
*
* *
Ved ese hombre; es justo, bueno
y prudente. No hay hil interior
alguna que haga palidecer su
rostro; si por alguna parte tiene
el corazn ya muerto, podr tener
En las tinieblas humanas todo
se presenta brumoso y vacilante!
Sobre todo en los das en que todo
se hunde, en que la desgracia se
apodera de nuestra alma y sacude
nuestra vida, cuando somos vc-
timas de la suerte fatal, cuando
no poseemos ya otra cosa mas
que un libro roto, una noche
tenebrosa, un pensamiento hun-
dido ante el abismo que se abre mirar con lstima nuestras falsas
a nuestros pies, un corazn que glorias, y nuestro loco orgullo,
han abandonado las ilusiones, fr- que se apoya en el vaco, debe
gil barquilla sin mstiles, sobre el provocar en ti extraa compa-
que las pasiones, furiosos marine- sin!.. Ten compasin de nosotros
ros, patalean y se baten por la pero compasin tierna, porque
eleccin del camino; cuando slo escuchamos y omos y nada pde-
se piensa, haciendo furiosos es- mos comprender!
fuerzos, en buscar para salvarse
una brjula, un puerto, un ncora
para anclar, un faro para asegurar
la direccin, con qu terror, pilo- Nuestra falta de fe, nuestra
tos angustiados, nos damos cuen- incredulidad, ignorancia o tien-
ta de que nos falta la fe, la fe, cia, sabidura o vanidad, llmela
esa pura antorcha que tranquiliza como quiera nuestro orgullo, es
al sobresaltado, esa palabra de es- el vicio de este siglo o es la des-
peranza que est escrita en la lti- gracia del hombre? Es un mal
ma pgina del libro, esa chalupa pasajero o es una eterna desgra-
nica en la que se puede salvar cia? Habr creado Dios el cielo
la tripulacin! que las nubes ocultan eternamen-
t nuestra vista, para que le
estudiemos? Dios no ha confirma-
do al hombre en ninguna certi-
Por qu, pobres insensatos, dumbre. Pensar no es creer. Hay
nos mostramos, pues, tan orgullo- momentos en que omos una voz
sos?Di, alma siempre serena, que confusamente nos dice:
qu piensas t, t, a quien la Vuestra obra es perecedera; no
suerte expone con tanta modestia confiis en ella; todo cuanto el
a la gloria y con tan dulee facili- hombre edifica, lo edifica sobre
dad al odio; t, cuyo espritu, arena; todo lo que construye,
siempre igual y siempre puro, pronto o tarde lo cubre la hierba;
razonable y tranquilo, en las altu- todo lo que levanta, lo erige para
ras, lejos de nosotros, brilla como -que lo destruyan los vientos del
una estrella fija en el fondo del desierto. Todos los asilos donde
cielo esplndido; sol, al que no se refugia vuestra alma, la gloria,
llega el vaivn del abismo y de que slo es una prpura; el amor,
la inmensidad; donde flotan, des- que slo es una llama; la altiva
perdigados por los vientos, tan- ambicin con su manto de estra-
tos astros fatigados y tantos mun- lias, que entrega a todos los vien-
-dos que cuelgan? qu piensas, tos sus banderas ondeantes; la
qu te parece de nuestra arrogan- riqueza, siempre sentada sobre
,eia y nuestra ceguedad? Debes su gavilla de mieses; la ciencia,
tan altiva y tan soberbia; el po-
der bajo el dosel y el placer entre
las flores, no son ms que tiendas
de campaa; el edificio est en
otra parte. Pasad ms adelante;
buscad ms lejos los verdaderos
bienes; la tienda de campaa slo
dura un da, mortales!
*
* *
Omos esta voz, que nos deja
mucho tiempo pensativos, y cree-
mos ver el cielo menos obscuro
por momentos, como a travs de
la bruma se distinguen las playas
y se ven llenas de vagas perspec-
tivas.
*
* *
Qu creer? Muchas veces, qui-
zs con ojo avizor, he abordado
ese problema, en el que se pierde
la sonda, esas vastas cuestiones
cuyo aspecto cambia de perspec-
tiva a cada instante; he removido
la superficie y el fondo, me he
sumergido en ese abismo y he
llegado hasta su profundidad.
* .
* *
Os aseguro, vientos de la maa-
na y de la tarde os aseguro, estre-
llas de la noche, que impulsado
por austero pensamiento, muchas
veces he intentado, muchas veces
he ascendido solo, buscando en
el espacio algo que me conteste,
a esos altos sitios desde los que se
ve la figura del mundo. Con fre-
cuencia he credo sobre las altas
y desiertas cumbres, que mientras
que los ros, los campos, los
bosques, las ciudades y las ruinas
yacan detrs de m, los montes
humeaban como incensarios, y
que en lontananza el Ocano des-
parramando sus olas, mezclaba
su murmullo salvaje con el mur-
mullo inmenso de la naturale-
za.
*
* *
Y yo preguntaba a las olas que
rugan, a los torreones que se
derrumbaban, a la noche llena de
estrellas, a las flores, a los torren-
tes, a las pintadas frutas, a los
montes, a los campos y a los
boscrues: Sabis algo?...
*
* *
Lvxi frecuencia, en las horas en
que la tarde y el viento hacen
que el viajero camine pensativo,
me he dicho a m mismo:La
inmensa naturaleza, la creacin
que sirve a la criatura, lo sabe
todo; todo estara claro para el
que pudiese comprenderlo. Como
el mudo que sabe la palabra de un
gran secreto, y pugna porque no
puede revelarlo, parece que haya
momentos en que la naturaleza
quiera decir lo que sabe, pero
Dios le ataja la palabra. En vano
prestis odo, que no comprende?
ris sus murmullos; porque ese
cntico que se escapa de las cam-
pias frtiles, confundido con el
rumor que sale de las ciudades,
os rugientes truenos, los vientos
sordos o lastimeros, las olas del
mar, que vienen, aullan y se van,
todas esas voces no son ms que
un tartamudeo inmenso.
*
* *
Slo el hombre puede hablar,
pero el hombre no sabe lo que
sucede en el mundo, y por inex-
plicable sentencia todo se lo ocul-
ta una nube, y el alma del que
muere huye llevndose consigo
la explicacin del misterio. Poi
eso empezar sonriendo y concluir
negando es lo ms cmodo, es
lo ms fcil y es lo que hacen los
hombres. Lo poco que creemos
se armoniza con lo poco que so-
mos.
*
* *
Ya que Dios as lo hizo, sera
esto lo ms conveniente para
nosotros; quizs mayor claridad
nos cegara: con frecuencia se
rompe la rama que est demasiado
cargada de frutos. Qu sera de
nosotros, si Dios, desde la altura
de su eternidad, precipitase sobre
la razn humana el torrente de la
verdad? El vaso es demasiado
pequeo para contenerla entera,
y basta que cada alma recoja una
gota, aunque est mezclada con
el error. Todos los hombres tie-
nen en s algo obscuro que recha-
za la fe. Dios y la muerte son pa-
labras sin fondo que ocultan un
abismo. Del corazn ms sublime
se apodera el terror cuando se
atreve a surcar esos grandes ma-
res que no pueden franquearse
de un solo vuelo. Pocos pj am
atraviesan el Ocano sin dar re-
poso a sus alas. No hay un sole
creyente que no dude ni tiemble
en ciertos momentos. Qu alma
no es dbil y no se siente fatiga-
da? Resignmonos y continuemos
nuestro camino. Todo cuerpo
arrastra su sombra y todo esp-
ritu su duda
Septiembrede 1835.
XXI X
A EUGENI O, VI ZCONDE H.
Ya que le plugo al Seor que-
brantarte, joh poeta!; ya que
plugo al Seor comprimir tu ca-
beza con su mano omnipotente,
convirtindola en una urna santa
que contenga el xtasis, encerrar
en ella el genio y marcarla con
un sello de bronce;
*
* *
Ya que el Seor te concedi,
por insondable misterio, un pozc
para que no bebas, una voz par
que calles, y soplando en tu frenti
como barquilla errante y llena di
agua, hizo rodar tu espritu
travs del Ocano sin fondo d(
la locura;
tan altiva y tan soberbia; el po-
der bajo el dosel y el placer entre
las flores, no son ms que tiendas
de campaa; el edificio est en
otra parte. Pasad ms adelante;
buscad ms lejos los verdaderos
bienes; la tienda de campaa slo
dura un da, mortales!
*
* *
Omos esta voz, que nos deja
mucho tiempo pensativos, y cree-
mos ver el cielo menos obscuro
por momentos, como a travs de
la bruma se distinguen las playas
y se ven llenas de vagas perspec-
tivas.
*
* *
Qu creer? Muchas veces, qui-
zs con ojo avizor, he abordado
ese problema, en el que se pierde
la sonda, esas vastas cuestiones
cuyo aspecto cambia de perspec-
tiva a cada instante; he removido
la superficie y el fondo, me he
sumergido en ese abismo y he
llegado hasta su profundidad.
* .
* *
Os aseguro, vientos de la maa-
na y de la tarde os aseguro, estre-
llas de la noche, que impulsado
por austero pensamiento, muchas
veces he intentado, muchas veces
he ascendido solo, buscando en
el espacio algo que me conteste,
a esos altos sitios desde los que se
ve la figura del mundo. Con fre-
cuencia he credo sobre las altas
y desiertas cumbres, que mientras
que los ros, los campos, los
bosques, las ciudades y las ruinas
yacan detrs de m, los montes
humeaban como incensarios, y
que en lontananza el Ocano des-
parramando sus olas, mezclaba
su murmullo salvaje con el mur-
mullo inmenso de la naturale-
za.
*
* *
Y yo preguntaba a las olas que
rugan, a los torreones que se
derrumbaban, a la noche llena de
estrellas, a las flores, a los torren-
tes, a las pintadas frutas, a los
montes, a los campos y a los
boscrues: Sabis algo?...
*
* *
Lvxi frecuencia, en las horas en
que la tarde y el viento hacen
que el viajero camine pensativo,
me he dicho a m mismo:La
inmensa naturaleza, la creacin
que sirve a la criatura, lo sabe
todo; todo estara claro para el
que pudiese comprenderlo. Como
el mudo que sabe la palabra de un
gran secreto, y pugna porque no
puede revelarlo, parece que haya
momentos en que la naturaleza
quiera decir lo que sabe, pero
Dios le ataja la palabra. En vano
prestis odo, que no comprende?
ris sus murmullos; porque ese
cntico que se escapa de las cam-
pias frtiles, confundido con el
rumor que sale de las ciudades,
os rugientes truenos, los vientos
sordos o lastimeros, las olas del
mar, que vienen, aullan y se van,
todas esas voces no son ms que
un tartamudeo inmenso.
*
* *
Slo el hombre puede hablar,
pero el hombre no sabe lo que
sucede en el mundo, y por inex-
plicable sentencia todo se lo ocul-
ta una nube, y el alma del que
muere huye llevndose consigo
la explicacin del misterio. Poi
eso empezar sonriendo y concluir
negando es lo ms cmodo, es
lo ms fcil y es lo que hacen los
hombres. Lo poco que creemos
se armoniza con lo poco que so-
mos.
*
* *
Ya que Dios as lo hizo, sera
esto lo ms conveniente para
nosotros; quizs mayor claridad
nos cegara: con frecuencia se
rompe la rama que est demasiado
cargada de frutos. Qu sera de
nosotros, si Dios, desde la altura
de su eternidad, precipitase sobre
la razn humana el torrente de la
verdad? El vaso es demasiado
pequeo para contenerla entera,
y basta que cada alma recoja una
gota, aunque est mezclada con
el error. Todos los hombres tie-
nen en s algo obscuro que recha-
za la fe. Dios y la muerte son pa-
labras sin fondo que ocultan un
abismo. Del corazn ms sublime
se apodera el terror cuando se
atreve a surcar esos grandes ma-
res que no pueden franquearse
de un solo vuelo. Pocos pj am
atraviesan el Ocano sin dar re-
poso a sus alas. No hay un sole
creyente que no dude ni tiemble
en ciertos momentos. Qu alma
no es dbil y no se siente fatiga-
da? Resignmonos y continuemos
nuestro camino. Todo cuerpo
arrastra su sombra y todo esp-
ritu su duda
Septiembrede 1835.
XXI X
A EUGENI O, VI ZCONDE H.
Ya que le plugo al Seor que-
brantarte, joh poeta!; ya que
plugo al Seor comprimir tu ca-
beza con su mano omnipotente,
convirtindola en una urna santa
que contenga el xtasis, encerrar
en ella el genio y marcarla con
un sello de bronce;
*
* *
Ya que el Seor te concedi,
por insondable misterio, un poze
para que no bebas, una voz par
que calles, y soplando en tu frente
como barquilla errante y llena di
agua, hizo rodar tu espritu
travs del Ocano sin fondo d(
la locura;
*
* *
Puesto que quiso que cayeses,
y que slo la muerte helada te
hiciese revivir, abriendo tu pen-
samiento para otros horizontes;
pues que Dios, al encel arte en
la jaula de carne, pobre guila, te
concedi sus alas y no su vista, te
di el alma y te neg la razn;
*
* *
Al menos partes llevando Cn-
dida vestidura, hermano mo, y
regresas a Dios como cae el agua
que se derrama por su peso natu-
ral; vuelves a Dios, candoroso
y puro, como hacia El va la luz
y como va el aroma que desde
las flores asciende hacia el cielo.
*
* *
No hablaste ni obraste mal;
como muere una virgen, como
vuela un ngel, as abandonaste
el mundo; nada manch tu mano
ni tu corazn; apenas tuviste
tiempo para pensar.
* *
As como el diamante, cuando
el fuego lo abrasa, desaparece
completamente y sin dejar ceniza,
como un relmpago se disipa
sin dejar sombro rastro, sin dejar
sombra en el mundo, as se des-
vaneci tu espritu.
*
* *
Carioso compaero de mi pa-
sada infancia, destinado de ante-
mano a un triste porvenir, dime
si ahora que la muerte ha desper-
tado tu alma, dime si ahora te
acuerdas de aquellos tiempos.
*
* *
Debes acordarte de nuestros
tiernos aos; cuando los destinos
de los dos unan nuestras existen-
cias; cuando Napolen brillaba co-
mo un faro, y cuando nosotros,
nios, oamos el toque de su
clarn victorioso, como una jau-
ra oye el sonido de la bocina.
Te acordars de las Fuldenses
y de la grande calle de rboles,
en la que nuestras voces infanti-
les y nuestros juegos despertaron
en los rincones de sus muros, en
las fuentes, en los nidos de los
pjaros y en los huecos de las
encinas tantos ecos deliciosos.
*
* *
Tiempos felices! Aurora pron-
to disipada! Por qu Dios pone
lo mejor de la vida al principio de
ella?... Cualquiera hubiera dicho
que el antiguo monasterio, para
presenciar nuestra alegra, abra
misteriosamente sus adormecidos
ojos. Te acuerdas, hermano mo?
Pasada la hora del estudio, cmo
corramos por aquella soledad!
Escondidos tras de ios rboles,
para cazar esos insectos saltari-
nes, nos llegaba la hierba hasta
las rodillas, porque la hierba era
muy alta y nosotros muy .bajitos.
>5!
* *
Nios vivarachos, corramos
desenfrenados, persiguiendo en los
aires a los alados insectos; por la
noche estbamos rendidos, can-
sados de tanto jugar, y entrba-
mos alegres y bulliciosos donde
estaban nuestras madres, que nos
colmaban de caricias.
*
* *
Despus nos meca el mismo
sueo a los dos, acostados en la
misma cama; luego despertba-
mos al mismo tiempo; y mojando
en la leche acabada de ordear el
mismo pan, causaba risa en la
misma mesa nuestro extraordi-
nario apetito, y volvamos a nues-
tros juegos y a hacer ramilletes
de flores.
*
* *
Y ahora duermes en lo alto de
la verde colina que, abierta a
todos los vientos y entregada a
todos los furores del invierno,
no tiene ms techumbre que el
cielo, y ahora duermes convertido
en cenizas en un lecho de arcilla,
y yo permanezco entre los seres
vivientes de la ciudad.
*
* *
Yo me qued en el mundo para
seguir soportando las amarguras
de la vida; para oir sonar mi nom-
bre en los clarines de la celebridad,
y ocultar, como en Esparta son-
riendo, cuando entra en ella la
envidiosa felina que me roe el
vientre y que abrigo bajo mi ves-
tidura. Voy a continuar mi empe-
zada obra; voy a entregar mi
barca frgil a las embravecidas
olas; voy a luchar contra la suerte
y a envidiar a los que duermen
el sueo silencioso y eterno.
*
* *
Me consagro a placeres auste-
ros. Como el sacerdote se consagra
a la Iglesia, yo me entrego al
arte que entusiasma, al arte que
civiliza, mejorando a los hombres,
y que, como el sembrador que
arroja a lo lejos los granos, sem-
brando la naturaleza en el alma
humana, har que en ella germine
Dios.
*
* *
Cuando el pueblo en el teatro
escucha mis pensamientos espar-
cidos en los dramas que yo he
compuesto, corro all, e inclinado
hacia el apiado pblico, estu-
dindole de cerca sobre mi fron-
doso drama, cuyo ramaje se do-
bla, oigo caer sus lgrimas, como
cae la lluvia en las hojas de los
rboles del bosque.
*
* *
Pero qu trabajo tan ingrato!
Sobre todo cuando la envidia,
con el corazn repleto de amargu-
ra, con la mirada vaca, convier-
te, en las viles necesidades de las
luchas vulgares, la boca sonriente
de un amigo en una boca que
muerde. Qu vida y qu siglo!
Virtud, gloria, poder, genio y fe,
todo aquello en lo que debamos
creer, lo que nos resta de los
esplendores pasados, provocan la
risa y se escarnece!
*
* *
Cunta calumnia y cunta ba-
jeza! Cuntos libelos, que flagelan
sin cesar todo lo puro, todo lo
noble y todo lo digno; que hiriendo
a la verdad con mercenaria lanza,
plida y crucificada, le ofrecen de
beber en la esponja de hil!
*
* *
El hombre en pos del placer
se lanza por cien senderos; slo
piensa en vivir alegre; su nico
dolo es el dinero. Nuestras pasio-
nes abren infames garras, y con
ellas arrastran, como si fuese un
harapo, lo que conservaban nues-
tras almas de sagrado y casto.
A qu conduce tanto odio, to-
marse tanto trabajo y ocasionar
tanto dao, cuando todos hemos
de morir, cuando descenderemos
donde todos descienden, cuando
dentro de poco, slo seremos una
sombra, un puado de polvo,
sobre el que la hierba crecer?...
#
* *
Para qu agotar la vida en
vanas voluptuosidades? Por qu
crearse fortunas infames con los
infortunios ajenos? Todo cae en
el suelo, y la fruta verde que pen-
de de las ramas no se madura
maana para la boca hambrienta
que hoy es devorada a su vez
* i
* *
Lo que creemos ser y lo que I
somos, belleza, riqueza, honores, I
todo cuanto suean los hombres j
y todo lo que hacen, confusamente I
a travs de aclamaciones o de I
silbidos, se lo llevan rpidamente I
las nubes al abismo profundo del I
olvidp.
* *
Causa eterna y lgubre fatiga!
ver el pueblo alborotado rebasar I
sus diques en terribles momentos, I
cuando ese sombro ocano de los j
espritus, cuyo fondo es insonda-1
ble, forma alrededor de toda idea
grande un tempestuoso murmu-
lio... Oh, nada de esto se oye en
la alta colina, donde t tranquila-
mente descansas!
#
* #
All puedes reposar; all mue-
ren los vanos clamores de los
hombres. Todos los das, desde
el Levante hasta el Poniente,]
paseando sobre tu fosa su ardien-
te antorcha, impasible el sol seme- j
jante a la esperanza, dora por
ambos lados, sin ninguna prefe-
rencia, la cruz de tu sepulcro.
*
* *
All t slo oyes el rumor de
la agitada hierba y de los sacudi-
dos matorrales, los pasos del se-
pulturero, el tenue golpecito de
frutas que caen al suelo desde
los rboles y la cancin que entona
el boyero cuando desciende a la
llanura, de regreso a su hogar.
Mayo de 1837.
XXX
A OL I MPO
Un da, el amigo que te resta
despus de tu desgracia, lamente-
ba tus infortunios, y mientras
l te compadeca, tu sonrisa su-
blime contestaba a sus lgrimas:
i
He aqu que te encuentras ya,
t, a quien admir la multitud,
desarraigado, marchito, cado so-
bre una pendiente, como un derri-
bado cedro.
#
* *
Ah ests, cado a los pies de
innumerables envidiosos y de
transentes burlones, t, cuya
frente soberbia humillaba y obs-
cureca a las frentes inferio-
res.
Tu frondosa copa yace en el
polvo, tus races estn al descu-
bierto, fuera de su sitio, y no
debes esperar ya ni abrigo de la
tierra ni compasin del cielo.
*
* *
Ayer fueron objeto de venera-
cin tus ojos y tu frente severa,
ayer respetaron tu nombre, y
hoy los malvados se conjuraron
para exterminarte, arrastrados
por la envidia.
*
* *
Lanzando gritos de alegra se
reunieron para gozar contando
tus heridas y contando tus dolo-
res, como se juntan los bandidos
para contar el dinero sobre el
piso de piedra de su antro.
*
* *
Tu pura fama, digna de ser
imitada, perdi ya su prestigio,
babeada en todos los sentidos
por les repugnantes reptiles que
la ensucian.
*
* *
Iluminada por la llama, a
todas horas visible, de tu radian-
te nombre, tu vida, expuesta a
las orillas del camino, es un blanco
que se ofrece a todo el que pasa,
luchas vulgares, la boca sonriente
de un amigo en una boca que
muerde. Qu vida y qu siglo!
Virtud, gloria, poder, genio y fe,
todo aquello en lo que debamos
creer, lo que nos resta de los
esplendores pasados, provocan la
risa y se escarnece!
*
* *
Cunta calumnia y cunta ba-
jeza! Cuntos libelos, que flagelan
sin cesar todo lo puro, todo lo
noble y todo lo digno; que hiriendo
a la verdad con mercenaria lanza,
plida y crucificada, le ofrecen de
beber en la esponja de hil!
*
* *
El hombre en pos del placer
se lanza por cien senderos; slo
piensa en vivir alegre; su nico
dolo es el dinero. Nuestras pasio-
nes abren infames garras, y con
ellas arrastran, como si fuese un
harapo, lo que conservaban nues-
tras almas de sagrado y casto.
A qu conduce tanto odio, to-
marse tanto trabajo y ocasionar
tanto dao, cuando todos hemos
de morir, cuando descenderemos
donde todos descienden, cuando
dentro de poco, slo seremos una
sombra, un puado de polvo,
sobre el que la hierba crecer?...
#
* *
Para qu agotar la vida en
vanas voluptuosidades? Por qu
crearse fortunas infames con los
infortunios ajenos? Todo cae en
el suelo, y la fruta verde que pen-
de de las ramas no se madura
maana para la boca hambrienta
que hoy es devorada a su vez
* i
* *
Lo que creemos ser y lo que I
somos, belleza, riqueza, honores, I
todo cuanto suean los hombres j
y todo lo que hacen, confusamente I
a travs de aclamaciones o de I
silbidos, se lo llevan rpidamente I
las nubes al abismo profundo del I
olvidp.
* *
Causa eterna y lgubre fatiga!
ver el pueblo alborotado rebasar I
sus diques en terribles momentos, I
cuando ese sombro ocano de los j
espritus, cuyo fondo es insonda-1
ble, forma alrededor de toda idea
grande un tempestuoso murmu-
lio... Oh, nada de esto se oye en
la alta colina, donde t tranquila-
mente descansas!
#
* #
All puedes reposar; all mue-
ren los vanos clamores de los
hombres. Todos los das, desde
el Levante hasta el Poniente,]
paseando sobre tu fosa su ardien-
te antorcha, impasible el sol seme- j
jante a la esperanza, dora por
ambos lados, sin ninguna prefe-
rencia, la cruz de tu sepulcro.
*
* *
All t slo oyes el rumor de
la agitada hierba y de los sacudi-
dos matorrales, los pasos del se-
pulturero, el tenue golpecito de
frutas que caen al suelo desde
los rboles y la cancin que entona
el boyero cuando desciende a la
llanura, de regreso a su hogar.
Mayo de 1837.
XXX
A OL I MPO
Un da, el amigo que te resta
despus de tu desgracia, lamente-
ba tus infortunios, y mientras
l te compadeca, tu sonrisa su-
blime contestaba a sus lgrimas:
i
He aqu que te encuentras ya,
t, a quien admir la multitud,
desarraigado, marchito, cado so-
bre una pendiente, como un derri-
bado cedro.
#
* *
Ah ests, cado a los pies de
innumerables envidiosos y de
transentes burlones, t, cuya
frente soberbia humillaba y obs-
cureca a las frentes inferio-
res.
Tu frondosa copa yace en el
polvo, tus races estn al descu-
bierto, fuera de su sitio, y no
debes esperar ya ni abrigo de la
tierra ni compasin del cielo.
*
* *
Ayer fueron objeto de venera-
cin tus ojos y tu frente severa,
ayer respetaron tu nombre, y
hoy los malvados se conjuraron
para exterminarte, arrastrados
por la envidia.
*
* *
Lanzando gritos de alegra se
reunieron para gozar contando
tus heridas y contando tus dolo-
res, como se juntan los bandidos
para contar el dinero sobre el
piso de piedra de su antro.
*
* *
Tu pura fama, digna de ser
imitada, perdi ya su prestigio,
babeada en todos los sentidos
por les repugnantes reptiles que
la ensucian.
*
* *
Iluminada por la llama, a
todas horas visible, de tu radian-
te nombre, tu vida, expuesta a
las orillas del camino, es un blanco
que se ofrece a todo el que pasa,
En el que cien flechas, silbando
siniestramente siempre en la obs-
curidad, se clavan sucesivamente,
as dirigidas a tu corazn y
otras apuntando a tu gloria.
*
* *
Tu reputacin, que a menudo
hemos aclamado, se dispersa y
huye al soplo nocivo de los hom-
bres, como la hoja al soplo del
,viento.
*
# *
Tu alma, que ayer proclam-
bamos rbitra del derecho y del
deber, es hoy como una taberna,
en la que la gente se asoma a
las ventanas para contemplar den-
tro de ella la loca orga que exalta
los corazones y rebosa las copas
de vino.
*
* *
Se han apoderado de ti tus
enemigos, han agostado tu vida
en flor, y han arrastrado tu repu-
tacin por el barro de las calle-
juelas.
* *
* Tus nermosas vestiduras irri-
taban sus furores, y han envile-
cido tu prpura y han convertido
en forzado a un emperador.
*
* *
Nada te defiende ya; para
odiarte todos se confabulan, todos
te han abandonado; tus amigos
se han quedado inmviles, como
los que sealan silenciosamente
las ruinas de un palacio.
I I
Pero para el que comprende la
magnanimidad de tu alma, ahora
eres ms grande que jams lo
fuiste; tu vida, que hoy dificul-
tan los obstculos, ofrece el ru-
mor de un torrente,
*
* *
Los que en tus das tempestuo-
sos y sublimes se acercan a ti sin
sobresalto, dicen que han visto
terribles abismos que amenazaban
tragarte.
*
* *
. Pero quizs a travs del pre-
cipicio inmenso y a travs de
tu corazn podr distinguirse la
perla de la inocencia, si se pro*
fundiza en su interior.
* *
*
Se detienen en el camino aque-
llos que ven tu alma envuelta
en nieblas; pero yo, que soy juez
y testigo, s que se encuentra
una bveda estrellada, si se avan-
za ms.
*
* *
Mas, qu te importa que ei
mundo encarnizado te persiga y
que tu nombre sea para l como
los copos de nieve, lanzados a
todos los vientos?
*
* *
Qu saben los hombres? Debe-
ran callar. Con qu derecho
juzgamos, nosotros que no pode-
mos ver nada en el cielo ni en la
tierra sin postrarnos de hinojos?...
*
* *
Somos tan insensatos, que no
nos damos cuenta de nuestra igno-
rancia, que no comprendemos que
la certidumbre no puede ser patri-
monio de la razn del hombre,
como no puede ste asir las olas
con las manos.
*
* *
Las moja en ellas un momento
pero huyen de l en seguida; se
le escapan, sin poder ellas nunca
calmar la sed de la boca ni la del
corazn.
* *
Las apariencias nos engaan
y nos fascinan. Es de da? Es de
noche? Nada hay absoluto. Todos
los frutos tienen su raz y toda
raz tiene su fruto.
*
* *
Lo que hace palidecer vuestra
fisonoma da serenidad a mi fren-
te; todo lo del mundo tiene dos
aspectos: una faz sombra y otra
luminosa.
La nube negra, terror de los
marineros que se ponen lvidos
cuando la ven llegar, para el
labrador que lucha con la aridez
de la tierra significa un saco lleno
de espigas.
*
* *
Para juzgar a un destino me-
nester ser conocer su fondo mis-
terioso; lo que yace en el fango,
quiz muy pronto adefuirir alas
en el cielo.
*
* *
Un alma se transforma, y
prxima a abrirse, se arrastra
y espera; hoy es larva informe,
y al brillar el alba de maana
ser mariposa de brillantes co-
lores.
m
Entretanto, t sufres; t, sobre
quien la irona agota todas sus
invectivas, al ver que la calumnia
te muerde por todas partes.
*
* #
Huyes plido y goteando san-
gre, y en la soledad penetra la
tristeza en tu alma, como el agua
en un pozo filtrndose gota a
gota.
*
* *
Huyes a la soledad como len
herido, lamentando tu amarga
suerte, y al llegar la noche, te
encuentra en la misma actitud
en que te dej la maana.
*
* *
All, pensativo, buscando re-
poso en la obscuridad y en el
silencio, meditando algunas ve-
ces en la soledad, desde el alba
hasta la noche, en la forma de las
montaas;
#
* *
0 contemplando desde la rida
playa el esquife combatido por
las olas, que huye rompiendo el
hilo que ligaba a la tierra el cora-
zn de los marinerosi
#
# *
Y el inmenso Ocano que sur-
can mil velas en el que el sol se
oculta, el Ocano que respira
como un pecho humano, levantn-
dose y deprimindose alternativa-
mente;
Desde lo alto de las rocas de
la playa, desde el fondo de los
bosques frondosos, confundes tu
espritu con las grandes armonas
de inexplicable sentido,
*
* *
Que abarcando todo cuanto
hay en el mundo, alcanzan desde
el guila hasta la serpiente y
difunden la naturaleza toda en el
pensamiento del hombre.
I V
Consulate, poeta: un da, qui-
z muy pronto, conocern los
hombres su error y te aplaudirn
los que hoy te zahieren.
*
* *
Tu ultrajada gloria se ver
restablecida maana, como brilla
el mrmol del suelo lavado al
da siguiente de un festn.
*
* *
En vano tus enemigos habrn
lanzado al mundo su burlona risa;
en vano habrn esparcido por
los caminos los secretos de tu
corazn.
*
* *
No prevalecern los hombres
que sobre ti tendieron traidoras
redes, y pasarn como los fuegos
fatuos pasan a travs de los caa-
verales,
*
* *
Conservarn siempre hacia ti
el odio que los demonios mantie-
nen contra Dios, pero un soplo
apagar en su boca impura sus
palabras de fuego.
*
* *
Se desvanecern, y la multitud
encantada contemplar con asom-
bro su desaparicin, ver que del
montn de sombras que sobre ti
amonton la envidia surge de
nuevo tu frente majestuosa.
*
* *
Entretanto, ten lstima de
esa multitud que desconoce tus
cantares, y que por todas partes
se desliza arrastrada por perver-
sa pendientes.
*
* #
Deja que en ese caos, que nada
ilumina, se arrastren culebreando
los ignorantes; deja que en l se
arrastre el orgulloso, cuya voz
enronquece la clera, como el
agua engruesa los torrentes;
*
* *
Deja que all se arrastre la
beldad sin amor, que nos extrava,
cuya flotante ropa es una red en
la que quedan presos los insen-
satos;
*
* *
Deja que all se arrastren los
retricos que vociferan al hablar,
y esos hombres sin fe, sin culto
y sin brjula, que viven a tientas,
*
* *
Y los viles aduladores que se
arrastran ante el poderoso, y los
ciegos ambiciosos que, como las
hiedras, trepan unos sobre otros.
*
* *
No, poeta; t no arrastras la
misma cadena que los hombres
que viven no ms que un da;
son viles y t eres grande; su
yugo lo forma el odio, y el tuyo
lo forma el amor.
*
* *
No tienes nada de comn con
ese mundo menguado de empozo-
ador aliento, porque es para tus
ojos espectculo sublime que la
mano del Seor,
*
# *
Lejos del comn sendero en
que la multitud se lanza tras las
ilusiones, vive cavando en ti el
genio, con el potente arado de la
pasin.
*
* *
Cuando hubo terminado de ha-
blar, t le contestaste con voz
enternecida, con voz parecida
a la suya, pero ms fuerte, como
si el mar hablase dirigiendo sus
palabras a un rio.
*
* *
No me consueles ni te aflijas;
estoy sereno y tranquilo. No miro
a este mundo, sino que dirijo
mis miradas a un mundo invisi-
ble.
*
* *
Los hombres, amigo mo, no
son peores de lo que puedes supo-
ner; pero la suerte es cruel; ella
es la que llena de vino o de hil
el puro cristal de la copa.
*
* *
Vivo meditando y escucho c-
mo suspiran los cipreses en torno
de las cruces, cmo murmura el
ro y cmo llora la cabana en un
rincn de la llanura.
*
* *
Recogiendo el grito sordo de
1
pjaro que huye, del carro que
arrastra las mieses, los gemidos
de las caas y los murmullos
de las matas de hierba;
*
* *
Escuchando el arrullo de las
olas, que pueden adormecerme,
sin temer a los vientos, vago
errante por los sitios ms elevados
desde los que se oye gemir a
todo lo que fu creado.
* *
Desde all veo, como lmpara
encendida ante un altar, humear
la lejana chimenea, y durante
la noche comparo con las luces
que se encienden en el cielo las
lucecitas que alumbran el mundo.
*
* *
All entrego a todos los vien-
tos mi sereno espritu, como las
aves les entregan su pluma; all
medito sobre la desgracia del
hombre, y desde all oigo mejor
el ruido incesante de esa fragua,
*
* *
All contemplo conmovido to-
do cuanto mi vista alcanza, olas,
tierra, vegetacin, y veo al hom-
bre en lontananza atravesar la
naturaleza como misterioso tran-
sente.
* *
Por qu quejarme, pues? Los
hombres sufren sin descanso innu-
merables aflicciones; lleg la noche
para m, y slo conservo en mi
horizonte,
*
* *
Algo como un rayo de la tarde,
en lo alto de un monte obscuro,
el divino rayo del amor, que cubre
de oro todava la parte pura y
suprema de mi alma!
* *
* * * * V
Sin duda alguna, durante el Seamos grandes y cumplamos
abril de mi vida, siendo joven y nuestra misin; dejemos que, acia-
crdulo, ignorando el fondo de gos o funestos, brillen sobre nos-
las cosas, tuve sueos de oro, co- otros el rayo y el sol, esas dos cla-
mo todos los soadores del mun- ridades celestes,
do.
Dejemos que ruja debajo de
Sin duda vi coronada mi frente nosotros el huracn irritado, que
por la juventud con su guirnalda nos asedia sin cesar, y conserve-
de rosas; pero me crees ahora mos la tranquilidad en nuestra
bastante loco para imaginarme frente, como el monte conserva
que las rosas son eternas? la nieve.
* *
* * * *
Las quimeras, que siendo nio Porque ningn mortal puede
cre tocar con mis manos, han des- por mucho que se obstine que-
aparecido de mi vista para siem- brantar con sus pasiones estas
pre, y digo a la felicidad lo mismo dos leyes, que se llaman Exoia-
que dice el marino al alejarse de cin v Destino,
las playas.
*
*
Que ei orgullo humano d
Qu me importa?... Me de" el nombre que quiera al Destino;
leito en mi profunda calma; sobre su rueda inmensa y fatal siempre
todo tengo compasin a las muje- dar vueltas hacia Dios, siempre
res: pero yo vivo teniendo fijos dar vueltas hacia el hombre.
los ojos en el cielo, adonde llegan
slo las alas y las almas.
*
* *
Dios da a cada uno el destino XXXI
que le corresponde, lo mismo al
fuerte que al dbil; como cuida-
doso maestro, se levanta tempra- La tumba dice a la rosa-
110 para distribuir el trabajo entre Qu haces de las lgrimas del
los mortales. roco que sobre ti vierte la aurora,
BATOS.15
LA TUMBA Y LA ROSA
flor de mis amores?Y ella le tu fuerza y tu energa hasta que
contesta:-Qu haces t, de lo llegue la hora de estallar, hora
que cae en tu abismo, que siempre que est ms cercana de lo que se
est abierto? ^e. El que sabe refrenar su
ierza, la aumenta.
*
* * *
* *
La rosa dice:Sombra tum-
ba el roco lo convierto en un Conserva delante de todos la
perfume de mbar y de miel. actitud majestuosa de una diosa
La tumba responde:Flor pa- prudente, que espera para casti-
idera, cada alma que recibo la gar; que reuniendo su fuerza, co-
convierto en ngel en el cielo. mo un sagrado tesoro, purera
3 de j uni o de 1837. haber blandido el ltigo hace
tiempo, pero que no ha querido
castigar an.
XXXI I ***
Sigue contemplando el cielo y
Oh Musa! detente; Musa que
e
j
m
undo para que te vean pasar
cantas la ley justa y el derecho tranquila por entre todos aque-
soberano; de cuya boca salen j
l os
q
ue S
e dedican a trabajos
palabras ardientes, chispas del inmundos, los traficantes viles,
fuego que arde dentro de tu alma; enamorados del oro; los engaado-
nada digas an, deja que corra
r es
pblicos, cuya maldad se
el tiempo, espera que llegue el
ocu
i ta en su alma hipcrita y
momento oportuno de hablar. q
ue
dora por el exterior algn
Sufre lo que ests presenciando
f al s0
mrito; los que en las calles
como virgen resignada, y que ni
ven
den sus discursos y estn dis-
una sola contraccin de tus labios
pues
tos, si les pagan para ello,
revele la clera que ruge en el
a
escarnecer la ley; los falsos ami-
fondo de tu corazn. En este
g0S)
^ siembran las enemistades
siglo en que cada uno de los hom-
y l os
odios; los locos que pasan la
bres, ahogando o fecundando algo,
noc he y e
l da en los placeres
se esparce a la ventura, como el opugnantes de las orgas,
agua en una tempestad, en el
que por todas partes se muestran ***
la impotencia y la rabia, el ms
f u e r t e e s aquel que sabe contener Escudria sus corazones coa
su fuerza. La superficie del Oca- tus ardientes miradas, y cuando
no algunas veces no presenta el pueblo se pregunte:-Sobre
ti una da arruga; no gastes, nes, auines van caer los rayos que
amagan nuestras cabezas?Que
cada uno de ellos, repasando su
conducta presa del terror, tem-
blando exclame:Quizs sobre
m!...
*
* *
Mientras llega esa hora, perma-
nece impasible y serena. No arras-
tres por el barro la fimbria de
tu manto; y que todos esos tiem-
blen desde este momento al ver
junto a ti, formidable, posand
su garra de len sobre tu inspirada
lira su clera soberbia amordza-
da a tus pies.
Septiembre de 1836
Ic
H O JA S D E O T O O
PREFACIO
El actual momento poltico es rumor sordo que producen las
grave, nadie lo duda, y el autor revoluciones, hundidas an en
menos que ninguno. En el inte- sus trabajos de zapa, edificando
rior estn puestas en tela de jui- debajo de todos los reinos de
ci todas las soluciones sociales, Europa sus galeras subterrneas,
todas las piezas principales del que sirven de ramificacin a la
cuerpo poltico estn metidas en revolucin central, cuyo crter
la fragua de una revolucin y es Pars. Tanto en el interior
colocadas en el yunque sonoro como en el exterior, se ven en
de la Prensa; la antigua palabra estos momentos luchar las creen-
paira, que en otros tiempos fu cias y trabajar las conciencias;
tan brillante casi como la palabra aparecen nuevas religiones balbu-
monarqua, se transforma como ceando frmulas, malas por una
sta y cambia de sentido; resuena parte y buenas por otra, que slo
perpetuamente la tribuna en la son transformacin de las anti-
prensa y la prensa en la tribuna; guas religiones que mudan de piel;
el motn se hace el muerto. En se ve que Roma, la ciudad de la
el exterior, aqu y all, ante la fe, se dispone a levantarse quizs
faz de Europa, se asesina a pue- hasta la altura de Pars, que es
blos enteros, se les deportan en la ciudad de la inteligencia; se
masa, se les carga de cadenas; ven depurarse en todas partes
Irlanda est convertida en un las teoras, las utopas y los siste-
cementerio, Italia en un presidio; mas, y sondear la cuestin del
la Siberia se puebla con los deste- porvenir como se sonde la cues-
rrados de Polonia; en todas partes, tin del pasado. A estas alturas
hasta en los Estados ms tranqui- nos encontramos en el mes de
los, sale de su lugar algo carcom- noviembre de 1831.
do, y llega a todos los odos el I ndudablemente en semejantes
H O JA S D E O T O O
PREFACIO
El actual momento poltico es rumor sordo que producen las
grave, nadie lo duda, y el autor revoluciones, hundidas an en
menos que ninguno. En e! inte- sus trabajos de zapa, edificando
rior estn puestas en tela de jui- debajo de todos los reinos de
ci todas las soluciones sociales, Europa sus galeras subterrneas,
todas las piezas principales del que sirven de ramificacin a la
cuerpo poltico estn metidas en revolucin central, cuyo crter
la fragua de una revolucin y es Pars. Tanto en el interior
colocadas en el yunque sonoro como en el exterior, se ven en
de la Prensa; la antigua palabra estos momentos luchar las creen-
paira, que en otros tiempos fu cias y trabajar las conciencias;
tan brillante casi como la palabra aparecen nuevas religiones balbu-
monarqua, se transforma como ceando frmulas, malas por una
sta y cambia de sentido; resuena parte y buenas por otra, que slo
perpetuamente la tribuna en la son transformacin de las anti-
prensa y la prensa en la tribuna; guas religiones que mudan de piel;
el motn se hace el muerto. En se ve que Roma, la ciudad de la
el exterior, aqu y all, ante la fe, se dispone a levantarse quizs
faz de Europa, se asesina a pue- hasta la altura de Pars, que es
blos enteros, se les deportan en la ciudad de la inteligencia; se
masa, se les carga de cadenas; ven depurarse en todas partes
Irlanda est convertida en un las teoras, las utopas y los siste-
cementerio, Italia en un presidio; mas, y sondear la cuestin del
la Siberia se puebla con los deste- porvenir como se sonde la cues-
rrados de Polonia; en todas partes, tin del pasado. A estas alturas
hasta en los Estados ms tranqui- nos encontramos en el mes de
los, sale de su lugar algo carcom- noviembre de 1831.
do, y llega a todos los odos el I ndudablemente en semejantes
230
V I C T O R H U G O
momentos, ante ei conflicto de las
ideas, de las creencias y de los
errores, que estn embebecidos
en dilucidar y en redactar des-
pus de discusin pblica la nueva
frmula de la humanidad en el
siglo diez y nueve, se tendr por
una locura publicar un libro de
versos desprovistos de inters.
Pero, por qu ha de ser locura?
El autor ha credo siempre que
el arte tiene su ley, que nunca deja
de seguir, como todo lo del mun-
do. Porque la tierra tiemble no
hemos de poder caminar? Fijaos
en el siglo diez y seis; ese siglo
marca una gran poca para la
sociedad humana, pero tambin
una gran poca para, el arte: fu
el paso de la unidad religiosa
y poltica a la libertad de concien-
cia y a la libertad social; el paso
de la ortodoxia al cisma, de la dis-
ciplina al examen, de la gran
sntesis sacerdotal, que constitu-
y la Edad Media, al anlisis
filosfico, que la disolver, es
todo eso; y es tambin el cambio
magnfico y deslumbrador de in-
numerables perspectivas desde el
arte gtico hasta el arte clsico.
Es en todas partes en el suelo de
la antigua Europa el advenimien-
to de nuevos sucesos y al mismo
tiempo la aparicin de obras
maestras del arte. Mientras se
convocaba la dieta de Worms,
se estaba pintando la capilla Six-
tina. En aquella poca vive Lute-
ro, pero tambin vive Miguel
Angel.
Porque en la hora oresente
algunas antiguallas vayan desapa-
reciendo entre nosotros una tras
otra, no es motivo para que no
surjan otras novedades de sus
escombros; para que el arte, que
es eterno, no contine floreciendo
entre las ruinas de una sociedad
que ya no existe y entre los albo-
res de una sociedad que no existe
todava. Porque en la tribuna
haya muchos Demstenes y Cice-
rones, porque contemos con dema-
siados Mirabeau, no es esto mo-
tivo para que no podamos tener
en algn obscuro rincn un poeta.
Es cosa evidente que, cualquiera
que sea el tumulto de la plaza
pblica, el arte persiste, el arte
se empea siempre en ser fiel
a s mismo, tenax propositi: por-
que la poesa no se dirige slo a
un vasallo de una monarqua,
o a un senador de una oligarqua,
a un ciudadano de una repblica,
ni al hijo de ninguna nacin; se
dirige al hombre en absoluto.
Al adolescente le habla de amor,
al padre de la familia, al ancia-
no del pasado, y hgase lo que
se quiera, cualquier carcter que
tengan las revoluciones futuras,
a pesar de todos los cambios pol-
ticos, existirn siempre ni o^ma-
dres, doncellas, ancianos y hom-
bres que amarn, que gozarn
y que sufrirn. Para ellos, pues,
se escribe la poesa. Las revolu-
ciones, que son tos gloriosos cam-
bios de edad de la humanidad, to-
do lo transforman, menos el cora-
zn humano. El corazn humano
es como la tierra: puede sembrar-
V1CTOB HGO 231
s
e, plantarse o 'edificar lo que se Al contrario que ios nuques, los
quiera en su superficie; pero no por pjaros slo vuelan bien contra
eso dejar de seguir produciendo el viento, y la poesa es como los
sus verduras, sus flores y sus fru- pjaros. Musa ales, dice un escri-
tos naturales; jams las azadas ni tor antiguo,
las sondas le perturbarn en sus Por este motivo es ms hermosa
profundidades; continuar siendo y ms fuerte cuando se lanza en
siempre tierra, como l ser siem- medio de los huracanes polticos,
pre corazn humano; ser siempre El que siente la poesa de cierto
l la base del arte, como ella sigue modo, prefiere verla habitar en
siempre siendo la naturaleza. Pa- las montaas y entre las ruinas,
ra destruir el arte sera preciso cernindose sobre los aludes, ba-
destruir primero el corazn huma- tiendo sus alas mientras ruge la
no
- tempestad, que verla que huye
Puede presentrsenos ua obje- en busca de primavera eterna;
cin de otra clase. No cabe duda prefiere que sea guila a que sea
que hasta en el momento ms golondrina,
crtico de una crisis poltica puede Apresurmonos a declarar aho-
aparecer en el horizonte una obra ra que en todo lo que el autor
de arte; pero la atencin y la acaba de decir, para explicar la
inteligencia de todo el mundo, oportunidad de dar a luz el libro
no sern absorbidas en la obra de verdadera poesa que aparece
social que elaboran en comn en los momentos en les que la
para que se fijen todos los ojos prosa domina en los espritus, y
en esta obra de arte? Esta slo que tal vez publica por eso, no
es cuestin de segundo orden, ha querido aludir ni remotamente
cuestin de xito; cuestin del a su propia obra, cuya insuficien-
librero y no del poeta. Los hechos cia conoce. Comprende el autor
contestan ordinariamente s o no que el artista que es capaz de
a las objeciones de esta clase, que probar la vitalidad del arte en
en el fondo son poco importan- medio del estruendo de una revo-
tes. Indudablemente hay momen- lucin, el poeta que hace brillar
tos ei que los negocios materia- la poesa entre dos motines, es
les de la sociedad se imponen y un gran hombre, es un genio,
los ccidentes polticos que se un ojo, ofzalmos, como dice ad-
encuentran en el camino embro- mirablemente la metfora griega,
Han y absorben la atencin gene- y el autor nunca tuvo la preten-
ral; pero esto qu importa? Ade- sin de aspirar al esplendor de
ms, porque el viento no sea favo- altos ttulos. No; si publica en
rabie para la poesa, segn se dice, este mes de noviembre de 1831 las
esto no es un motivo para que HOJ A S DE OTOO es porque cree
la poesa no desplegue el vuelo, que es curioso ofrecer a la luz
pblica el contraste que ofrecen tro alrededor; una flor que se
Fa tranquilidad de sus versos y marchita, una estrella que cae,
la agitacin febril de los espritus, un sol que se pone, una iglesia
Exper^rienta, al abandonar este sin techo, la llegada .esperada
libro intil al oleaje popular, que de un amigo de colegio casi olvi-
arrastra por el suelo tantas obras dado, pero siempre 1
mejores, el placer melanclico lo intimo del alma; la contempla-
r e' se encuentra en lanzar una cin de los hombres de potrosa
flor a un torrente para ver lo que voluntad que cambian el destino
le sucede Si se le permite usar o a quienes ste destroza; el paso
una imagen algo atrevida, dir por el mundo de uno de esos. seres
que el volcn de una revolucin dbiles que no piensan en el por-
^ abri ante sus pies, le tent y venir, ya sean nios ya sean re-
w precipit en l. Sabe perfecta- yes. Encarnan tambin estas p* ,
mente el autor que Empedocles ginas la v a n i d a d de los proyecto
T sun gran hombre y ^ue slo y de las esperanzas, el amor a los
ha quedado de l la huella de su veinte aos y a los treinta; de*
rL fl to ci iben la tristeza que se encuentra
Deja, pues, tranquilo que este en la dicha, se ocupan de la inflm-
libro siga su destino lber ibis d
f
d de pesares que nos asaltan
Twbfn y maana se volver en la vida; son esas e egias que
f otra parte. Adems, q u e l corazn del poeta deja escapar
representan estas pginas que por todas sus hendiduras
eritreca al acaso, para que las Hace dos mil anos que d,jo
arrastre el primer viento que so- Terencio; Plenas nmarum sum;
pie? Hojas cados, hojas muertas, ac alque lilac P^fl
110
-
como lashojES del otoo. No se Este es el sitio oportuno de
enr
n
trar en estas pginas poe- contestar a los que preguntaron
s a u sa y tumultuosa, sino al autor si comprendera en es e
serenes y apacibles, versos libro las dos o tres odas que le
de mi a, del hegar domstico, inspiraron los acontecimientos ac-
de a ",1a pvrda, veiscs del tuales y que public en tras pax-
interior del alma. Son como mira- tes. El autor no puede satisfacer
das tristes y resignadas que se e s t o s deseos, porque e n las HOJ AS
tozan aqu y all, sobre lo que DE OTOO no cabe la poesa que
S t e y sobre lo qi e ha existido; se llama poltica y que el llama
A sent an el eco de esos pensa- histrica: esas poesas yehemen-
mfentos inexpresables muchas tes y apasionadas perturbaran
veces que despiertan confusa- la calma y la unidad de este
mente en nuestro espritu los libro; adems, el autor,piensa
m objetos de la creacin que incluirlas en una coleccion de
S ren o que languidecen a nes- poesas polticas, que espera.para.
publicara un momento ms opor-
tuno.
De lo (fue ser esa coleccin,
de las simpatas que la hayan
inspirado, se puede juzgar por
la poesa cuarenta del libro que
publicamos. Esto no obstante,
en la posicin independiente y
desinteresada en que el autor
permanece, desprovisto de odio
y de gratitud poltica, sin deber
nada a los poderosos de hoy,
cree tener derecho para decir de
antemano que estos versos los
ha producido un hombre honrado,
sencillo y serio, que desea todas
las libertades y todos los progre-
sos, siempre que se realicen con
precaucin y con prudencia; que
en realidad no profesa la misma
opinin que profesaba diez aos
atrs sobre los varios incidentes
que constituyen las cuestiones
polticas, pero que en este cambio
de conviccin siempre le aconsej
la conciencia y nunca su propio
inters. Repetir tambin lo que
ya ha dicho en otra parte, esto
es, que cualquiera que sea su par-
cialidad apasionada en favor de los
pueblos en la inmensa cuestin
que se agita en el siglo diez y
nueve, entre ellos y los reyes,
no olvidar nunca las opiniones,
la creencia, ni los errores de su
primera juventud. No necesitar
que nadie le recuerde que era a
los diez y siete aos estuardista,
jacobino y caballero; que casi
am a la Vende antes que a la
Francia; que si su padre fu uno
de los primeros voluntarios de
la gran Repblica, su madre, cuan-
do tena quince aos, fu un ven-
deana como madame de Bon
chap y como madame de La-
rochejaquelein. J ams insulta-
r a la raza cada, porque tuvo
fe en ella; por otra parte, cuales-
quiera que sean las faltas y aun
los crmenes, esta es la poca de
pronunciar el nombre de Borbn
con gravedad y con respeto, ya
que en el da de hoy el anciano
que fu rey tiene coronada la
cabeza de cabellos blancos.
Par s, 24 de noviembre dj 1831.
HOJ AS DE OTOO
i
' Haba cumplido el siglo dos
aos; Roma reemplazaba a Espar-
ta, y ya en Bonaparte apuntaba
un Napolen; que en el primer
cnsul, la frente del emperador
rompa ya la mscara, que le
vena estrecha. Entonces en Be-
sancon, antigua ciudad espaola,
naci, hijo a la vez de sangre
bretona y de sangre lorenesa, un
nio plido, enteco y dbil. Aban-
donado de todos, menos de aque-
lla que le di el ser, su cuello se
doblaba como frgil caa, por lo
que su madre le hizo construir
al mismo tiempo la cuna y el
atad. Ese nio, que naturalmen-
te deba borrarse del libro de la
vida, porque no ofreca esperan-
zas de ver el sol del da siguiente,
ese nio era yo.
*
* *
Quizs os referir en otra oca-
sin cuntos cuidados, cuntas
solicitudes, cunto cario, prodi-
gados para sostener mi vida, sen-
tenciada a muerte desde mi na-
cimiento, me hicieron ser dos ve-
ces el hijo de mi querida madre!...
*
* *
El amor maternal es el amor
que nadie puede echar en olvido;
es el pan maravilloso que un Dios
reparte y multiplica; es la mesa
preparada siempre en el hogar
paterno: cada uno tiene en ella
su parte y al mismo tiempo la
ocupa toda entera.
*
* *
Os referir un da, cuando la
dudosa noche impulse a hablar
a mi vejez charladora, cmo el
destino de gloria y de terror,
que hizo que el emperador remo-
viese el mundo todo, me arras-
tr con su soplo tempestuoso y
entreg mi infancia a todos los
vientos; porque cuando el aquiln
bate las olas palpitantes del Oca-
no, ste zarandea al mismo tiem-
po al colosal navio de tres puen-
tes que a la hoja de los rboles
de la playa que, arrastrada por
l, rueda, hasta, el mar.
*
* *
Ahora, joven todava y ya expe-
rimentado, llevo grabados pro-
fundamente en m algunos recuer-
dos, y puede comprenderse que
he sufrido mucho al ver los plie-
gues que en mi frente trazaron mis
pensamientos. Quizs ms de un
anciano palidecera si pudiese pe-
netrar, como en un abismo, entre
las olas que agitaron mi alma, en
la que mi pensamiento vive. Vera
lo que sufr, vera lo que intent,
vera lo que me minti, y se con-
vencera de que en mi tierna edad,
en la que el porvenir me deba son-
rer, el libro de mi corazn tiene
escritas ya todas sus pginas.
*
* *
Si algunas veces se scapan de
mi cerebro los pensamientos y st
dispersan por el mundo mis can-
ciones; si me place ocultar el
amor y el dolor bajo los velos de
una novela irnica y burlona; si
conmuevo el teatro con mi fan-
tasa; si he chocado ante los ojos
le la muchedumbre con hombres
vivos como ella, hombres que yo
creo que hablan al pueblo con
mi propia voz; si mi cabeza, foco
que ilumina mi espritu, arroja
de s verse s que hierven y humean
en el ritmo profundo, molde mis-
terioso del que sale la estrofa
abriendo sus alas en el espacio, es
que el amor, la tumba, la gloria,
la vida, la ola que huye perseguida
por otra ola, todos los alientos,
todos los rayos, propicios o fata-
les, hacen relucir y vibrar mi
alma de cristal, mi alma que tiene
mil voces, mi alma que Dios puso
en el centro de todo, como un eco
sonoro.
*
Pero pase sin mancharme por
los das infaustos, y s de dnde
vengo si ignoro a dnde voy. El
huracn de los partidos, con sus
vientos de fuego, sin alterar las
olas, ha removido mi alma. Nada
inmundo qued en mi corazn; no
hay en l limo impuro que aguar-
de el soplo de un viento para em-
paa
r
su transparencia.
#
* *
Despus e entonar mis cn-
ticos, oigo y contemplo al empe-
rador cado, levantndole un tem-
plo en la obscuridad. Amo a la
libertad por sus frutos y por sus
flores, al trono por su derecho,
al rey por sus desgracias, fiel
siempre a la sangre que han infil-
trado en mis venas, mi padre
que era un veterano, y mi madre, porque indudablemente lo habris
que era una vendeana. visto de lejos antes de llegar all,
junio de 1830 Subid al montecillo, desde el cual
distinguiris en la llanura la ciu-
dad escalonada en forma de anfi-
teatro; la iglesia, con el Loira,
por el que cruzan barcos; con sus
mil archipilagos, movedizos co-
mo sus olas, y ms abajo veris
a Chambord con sus cien torreci-
A M. L UI S B.. Has. No levantis los ojos al cielo
y mirad a vuestros pies
L yrnas donrae al ta, solo Laureni b
sepulcrum. ^
V I RGI L I O. *
Luis, cuando en uno de vues- Luis, la casa que desde all se
tros viajes vayis a visitar a Bur- divisa, que tiene paredes de piedra
dos, a Pau, a Bayona y sus de- con techos de pizarra, blanca y
liciosas playas, a Tolosa la romana cuadrada, situada en la falda de
en la queden das ms venturosos, la verde colina y que, oculta
siendo nio, saqu la poesa de sus apenas a las miradas curiosas, se
flores, pasad por Blois. Cuando destaca pintorescamente entre
lleguis all, dejad en casa a dos vergeles, encierra grandes re-
vuestros compaeros de exped- cuerdos para m. Contempladla,
cin, y mientras que se quedan que esa casa perteneci a mi pa-
jugando, hablando o durmiendo, dre. En ella se retir cuando puso
acompaado slo de vuestro libre fin a la guerra aquel a quien tan-
pensamiento, atravesando a Blois tas veces os he nombrado en mis
subid la escalera de calles jams versos, a quien vos no conocisteis
inundada por el Lona en tiempo y que hubierais querido si le
de avenidas; dejad a un lado el hubieseis tratado
castillo, aunque es sombro y
poderoso, aunque conserva en la
j!
*
A
fachada una mancha de sangre;
admirad al pasar su torre oct- Contemplando esa casa, amigo
gona, pero pasad. Y saliendo mo, recordad a vuestra madre
de la ciudad, hacia el Medioda, y a vuestra hermana y pensad:
buscad un montecillo verde, cir- Mi amigo no volver ya a ver en
cular, que sufre la carga de un ella dormido a su anciano padre!
rbol grande, de igual manera que Perdi la santa defensa que pro-
la cimera de un casco soporta mo- tege la vida hasta ms all de la
vediza pluma. Lo encontraris, niez; perdi al prudente piloto
que ofrece su experiencia al joven de gloria y de grandeza, y disipa-
marinero para dominar las tem- dos los sueos dorados de la espe-
pestades. De su padre muerto ranza, no le quedar otra ilusin
slo le queda el augusto recuerdo: que la del trabajo. La espigadora
ya no coronar su gloria con su que recorre los barbechos para
vejez; ya no oir de sus labios el llenar el cesto de espigas, se quita
relato de sus batallas, ya no aca- los vestidos de los das de fiesta
riciar sus cabellos blancos con y los cuelga de un arbusto; pero
manos infantiles; ya no estar por la tarde, de las ramas del ar-
orgulloso de dar a conocer a la busto recoge esos vestidos, y
muchedumbre a su padre, el vene- cantando regocijada volver a su
rabie veterano, el antiguo general; casa, hermosa y bien vestida; pero
ya est desierto ese hogar, en el en el valle de lgrimas de la vida
que el padre se estremeca regoci- no halla nunca el hombre en la
jado cuando el perro fiel con sus tarde de su existencia el arbusto
alegres ladridos le anunciaba que verde donde encuentre colgados
volva su hijo a la casa paterna, la esperanza, la ilusin, la mo-
*
* *
cenca y el amor de que se ha des-
prendido.
Cay el gran rbol que estaba
solo en el valle, y en adelante el ^ ^ continuar la tarea
arbusto sufrir desnudo la furia
ej n endi da> mi e
ntras que su fa-
del aquiln. Cuando desaparece ^
est r ec hada a s u
alrededor,
el abuelo del seno de la fami-
gobr e sU f r ente> en l a
^ i
os
aos
lia, el grupo de hurfanos, que gj
pri mi
rn la huella de sus pasos!
componen la madre, el rnno y la
y er c aer amont
onarse sin cesar
doncella, se estrecha ms alrede-
ni eve de l os d aS}
blanquea
dor del padre que ocupa des-
nuest r a
^ ^
de entonces el sitio del abuelo.
Se abrigan a su sombra, contra
#
los ardores del sol y contra las * *
inclemencias de la lluvia y se
apoyan en su tronco. A l le co- Del veterano de tantas guerras
rresponde vigilarles, ensearles, hoy no le queda a su hijo, mudo y
sufrir, trabajar por todos y sacrifi- resignado, sino una tumba vacia
carse; pronto, a su ancianidad des- y esa casa blanca y cuadrada, que
ender la prudencia, sus aos de- se distingue al pie de la colma y
saparecern sucesivamente, robn- que conserva el perfume de la
dol la alegra y el amor, los sueos cariosa hospitalidad.
Al menos hubiera posedo en
Pars un sepulcro de piedra o de
prfido; las tumbas de las guilas
del imperio estn all; all reposan
dos antiguos generales que murie-
ron en el da de la victoria, como
los antiguos hroes, o que, echan-
do quizs de menos los caones
y las bombas, murieron en ese
otro campo de batalla que es la
tribuna; sus hijos colocaron jun-
tas las cenizas de unos y de otros,
con la idea quiz de que stos
pudiesen conversar en el otro
mundo con aquellos que fueron
sus compaeros de armas.
* *
Esa casa de Blois, risuea,
aunque enlutada, pequea y ele-
gante, con hiedra en el umbral de
la puerta, consigue que el viajero
la contemple como delicioso re-
tiro para descansar de la vida;
tan frescos colores pintan su
fachada nueval tan cercada est
de rboles verdes y de flores!
Casa y sepulcro! jAy! Para encon-
trar los restos del padre que des-
apareci en la sombra y eterna
noche, dnde ha de dirigir su
hijo los inciertos pasos?... Solita-
ria casa, t no encierras sus mor-
tales despojos; tumba, t tampo-
co posees su cadver!
J uni o de 1830.
I I I
SUEO DE UN TRANSEUNTE A
PROPSI TO DE UN REY
Proebete auras, vos qui continetis
multitudides et placetis vobis in tur-
bia nationum, quoniamnon custodia-
tas legemjustitite, eque secundum
vol untatem Dei ambulastis.
SAP. V I .
El otro da, carrozas y caballos
moviendo gran estrpito, llevaban
al rey de Npoles vestido de
rigurosa gala a la corte. Yo me
hallaba en el Carrousel, confundi-
do con la multitud, que flua
incesantemente por sus tres porti-
llos, y que es capaz de atravesar-
los cuatrocientas veces cada ao
para ver pasar a un prncipe a
para ir a mirar la hora en el cua-
drante. Segua yo lentamente a
la multitud, pensando que viva
an en el mundo el hijo primog*
nito del antiguo pueblo romano,
que en da memorable arranc
del suelo las torres de la Bastilla.
Me par; el suizo haba cerrada
la verja de hierro. Redoblaban los
tambores, y entre aclamaciones
pasaba cada uno de los coches,
tirado por ocho caballos. Loa
sones de las msicas llenaban los
anchos patios del palacio, llenos
de oficiales que erguan la cabeza
empenachada, y los bravos corce-
les pasaban sin asombrarse, orgu-
llosos de ver que ante ellos se
inclinaban las banderas. Fij ndo-
se en aquella tumultuosa algazara,
una vieja andrajosa, que llevaba
un cesto colgado de su brazo, de-
ca en voz alta:Un rey! He
visto tantos reyes en la poca del
emperador!...
* #
Entonces acudieron a mi ima-
ginacin las carrozas doradas, la
lujosa corte imperial con sus rojas
libreas, y mientras pasaba ante
m cien veces el pueblo inquieto
y vocinglero, me qued pensativo,
recordando otros tiempos pasa-
dos. La vieja se march hacia
la plaza de la Greve, prosiguiendo
su camino, y me dej meditabun-
do, como cuando el pjaro, al
abandonar el bosque, deja tem-
blorosa la rama donde antes se
pos.
& -
Oh! exciam, extendiendo a
mano sobre mi frente; filosofa,
has descendido hasta el pueblo,
y los pequeos dirigen a los gran-
des altivas miradas; el pueblo ha
llegado hasta ti; lleg tarde, pero
lleg. Sabe ya despreciar; ,nada
le causa admiracin, ni ama, ni
teme; sabe sobre todo pronunciar
austeros juicios. Se dirige muchas
veces a s propio, estas preguntas:
.Cmo se gobierna el mundo?
Qu hacen los reyes? Por qu
ocupan el trono? Por qu des-
tierran? Medita en la actualidad
como un juez supremo; lo com^
prende todo, y se cree bastante
fuerte para castigar y para absol-
ver el pueblo, a quien destierran
y que permite reinar a los reyes.
La corte viste de gala, mientras
que debajo de ella, como bajo el
buque que se balancea en el Oca-
no el mar se mueve incesante-
mente, el pueblo ruge, el pueblo
del que las miradas de ningn rey
puede sondear el fondo.
*
* #
La demencia y la traicin dicen
>in cesar:Oh reyes! confiad
vuestra tarea al sinnmero de
brazos ilustres que sostienen vues-
tros pasos. Dormid; no estudiis
nada, ni meditis nunca; temed
que vuestra frente, rodeada de
mgico prestigio, al ensancharse
haga saltar la corona.
*
* *
Yo digo lo contrario:Oh re-
yes! velad, velad y gobernad leal-
mente: no nos quitis los derechos
que hemos adquirido; no tiris
demasiado de la brida rebelde,
que conseguiris que se encabrite
la libertad que os sostiene; sed
de nuestra poca y seguid los
consejos leales; tratad de ser gran-
des, ya que ha crecido el pueblo.
Od en lontananza ese murmullo,
que se oye de vez en cuando y
que crece sin medida a cada mo-
mento; lo produce el pueblo que
viene; es la marea alta que sube
sin cesar, atrada por su planeta.
Cada siglo a su vez, sea de hierre
o de oro, se sumerge en el mar,
como un cabo sobre el que saltan
las olas, con sus leyes, sus cos-
tumbres y sus monumentos; todo
eso desaparece para siempre en
el fondo de un Ocano (fue no
tiene reflujo. Desgraciado de
aquel que por la tarde se queda
retrasado en la playa, y no pre-
gunta al pescador que huye en
su barca por qu se oye en el
espacio tan confuso ruido! Reyes,
daos prisa a entrar a convivir
con el siglo actual y a abandonar
las antiguas playas!... Dejad si-
tio bastante al mar de la moderna
multitud, porque sino pereceris
sumergidos en el oleaje en que
se hundi el siglo pasado.
*
* *
De este modo las palapras de
la anciana que pas' removieron
mis pensamientos en el fondo de
mi cerebro. Estaba en ellos com-
pletamente absorbido, cuando un
soldado, que estaba en su punto
de centinela, me dijo en voz alta:
Compaero, ya se ha puesto el
sol!
18 de mayo de 1830.
IV
De todo, nada De todos, nadie.
CALDERN.
Qu te importa, corazn mos
el nacimiento de los reyes, ni la
victorias que obligan a que se'
volteen las campanas y atruenen
el espacio los caones, ni glorificar
al Seor con cultos pomposos,
ni ver de noche, en las ciudades-
despiertas, brillantes ilumina-
ciones?
*
N *
Aparta de la tierra tus miradas
y fjalas slo en la grandeza de
Dios. En el mundo todo es vani-
dad; la gloria desaparece con r-
pido vuelo; las coronas, las mitras
de oro brillan, pero duran no ms
que un instante; no valen ms que
la hebra de hierba que Dios ha
creado para que la golondrina
construya su nido.
*
* *
Cuanto mayor es la grandeza
humana, ms pronto se extingue,
la bomba alcanza antes al obelisco
gigante que a la humilde torreci-
lla donde se abrigan las palomas.
Siempre por medio de la muerte
Dios se une a los reyes; la dorada
BAYOS.16
242
VICT0B
corona tiene por remate su cruz,
y su templo esta embaldosado
con sus tumbas.
*
* *
Ni la altara de las torres, ni
el esplendor de los palacios del
mundo, ni Napolen, ni Csar,
ni Mahoma, ni Perieles, nada hay
me no caiga, nada hay que no se
hunda en el misterioso abismo
que confunde al espritu: a pocos
pies debajo de la superficie de la
tierra reina el silencio ms pro-
fundo; slo en el exterior suenan
el ruido y el estruendo.
30 de junio de 1830
V
L O QUE s e OY E EN LO ALTO DE
LA MONTAA
Oh al ti tudo!
Habis subido alguna vez si-
lenciosamente a la cumbre de un
monte para ver el cielo ms de
cerca? En las playas del Sund
o en las costas de la Bretaa?
Habis tenido alguna vez el
Ocano al pie de alguna montaa,
y en la cima, en medio de la
inmensidad, inclinado hacia las
olas, os habis puesto a escuchar?
#
Os dir lo que desde all se oye.
Al menos, un da que, soolien-
to, mi pensamiento tendi su
vuelo por una playa, y desde la
cumbre de un monte, cuyo pie se
sumerga en el golfo amargo, vi
a un lado la tierra y al otro el mar,
escuchaba yo, y o; y jams voz
semejante sali de ninguna boca,
ni conmovi tanto el odo de na-
die.
*
*
Primero o un ruido, confuso,
inmenso, ms vago que el viento
que pasa por entre rboles espe-
sos, lleno de armonas brillantes,
de suaves murmullos, delicioso
como un canto que se oye de
noche, fuerte como el choque de
las armaduras cuando la pelea
estrecha los escuadrones y sopla
furiosa en la boca de los clarines.
Era ese ruido semejante a una
msica inefable, que lida osci-
laba sin cesar alrededor del mun-
do, y que en los vastos horizontes,
en sus olas sonoras, rodaba ensan-
chando sus rbitas infinitas hasta
el fondo, en el que su flujo iba
a perderse en la obscuridad junto
con el tiempo, el espacio, la forma
y el nmero. Como otra nueva at-
msfera esparcida y desbordada,
el himno eterno inundaba todo
el globo: el mundo, envuelto en
esta sinfona, como vuela en los
aires, corra por en medio de este
VCTOB HUGO' 243
concierto. Pensativo ofa yo esas vantaba para cantar a su vez.
arpas etreas.
*
*
Pronto distingu, confusas y
Como el bblico len amansado
por Daniel, el Ocano, durante
algunos momentos, baj el diapa-
sn de su voz alta, y yo crea,
en la encendida puesta del sol,
*
* *
*
* *
" """giu v>uuius<ts y K^fi a uci SUI,
veladas, dos voces en ese solo
ver
P
asar I a
mano de Dios por
rumor, mezcladas una con otra,
l a me ena
de oro que se mov*
desde la tierra y desde el mar, ex-
soI ) re e
agitado mar.
tendindose hasta el cielo, que
entonaban a un tiempo el canto
universal; y distingua una de
otra, como se diferencian dos v ai f; ,
r i t o . ,ue se en.au
baj
Z
msica, la otra voz, semejante al
grito de un corcel, que se asusta,
clamaba, como el gozne enmoheci-
do de la puerta del infierno, y se
Una venia de los mares, ento- oan lloros, gritos, injurias, anate-
nando un himno de gloria; era la mas y maldiciones entre el rugido
voz de las olas, que se hablan unas tonante del rumor humano, como
a otras; la otra se elevaba de la al llegar la noche se ven pasar a
tierra en que vivimos, y era triste: bandadas por los valles las aves de
era el murmullo humano, y en el rapia. Qu era ese tumulto, en el
gran concierto que suena noche que vibraban mil ecos? Era el gri-
y da, cada ola tena su voz y to de doloT del mundo y del horn-
eada hombre produca su ruido, bre que lloraban. Esas dos voces
extraas e inauditas, que rena-
can sin cesar y que sin cesar se
desvanecan, que oye el Eterno
Como acabo de decir, el Ocano
dur ant e t o da I a
eternidad, tienen
tranquilo esparca su voz alegre
1111nomJ ) r e: una de
ellas se llama
y cantaba como un arpa en el
Nai
uraleza v la otra Humanidad.
templo de Sin, celebrando la
hermosura de la naturaleza. Su
clamor, arrastrado por las rfagas
ael viento, ascenda sin cesar Entonces medit, y mi espritu
tnunfalmente hasta la presencia jams despleg tanto sus alas;
oeDI OS, y cuando una de la olas, en mi sombra jams haba colum-
v
puede domar
> ^a brado tanta luz; y medit por
y quedaba silenciosa, otra se le- largo tiempo, contemplando alter-
*
* *
*
* *
242
V I C T 0B
corona tiene por remate su cruz,
y su templo esta embaldosado
con sus tumbas.
*
* *
Ni la altara de las torres, ni
el esplendor de los palacios del
mundo, ni Napolen, ni Csar,
ni Mahoma, ni Perieles, nada hay
me no caiga, nada hay que no se
hunda en el misterioso abismo
que confunde al espritu: a pocos
pies debajo de la superficie de la
tierra reina el silencio ms pro-
fundo; slo en el exterior suenan
el ruido y el estruendo.
30 de junio de 1830
V
L O QUE SE OY E EN LO ALTO DE
LA MONTAA
Oh al ti tudo!
Habis subido alguna vez si-
lenciosamente a la cumbre de un
monte para ver el cielo ms de
cerca? En las playas del Sund
o en las costas de la Bretaa?
Habis tenido alguna vez el
Ocano al pie de alguna montaa,
y en la cima, en medio de la
inmensidad, inclinado hacia las
olas, os habis puesto a escuchar?
#
Os dir lo que desde all se oye.
Al menos, un da que, soolien-
to, mi pensamiento tendi su
vuelo por una playa, y desde la
cumbre de un monte, cuyo pie se
sumerga en el golfo amargo, vi
a un lado la tierra y al otro el mar,
escuchaba yo, y o; y jams voz
semejante sali de ninguna boca,
ni conmovi tanto el odo de na-
die.
*
*
Primero o un ruido, confuso,
inmenso, ms vago que el viento
que pasa por entre rboles espe-
sos, lleno de armonas brillantes,
de suaves murmullos, delicioso
como un canto que se oye de
noche, fuerte como el choque de
las armaduras cuando la pelea
estrecha los escuadrones y sopla
furiosa en la boca de los clarines.
Era ese ruido semejante a una
msica inefable, que lida osci-
laba sin cesar alrededor del mun-
do, y que en los vastos horizontes,
en sus olas sonoras, rodaba ensan-
chando sus rbitas infinitas hasta
el fondo, en el que su flujo iba
a perderse en la obscuridad junto
con el tiempo, el espacio, la forma
y el nmero. Como otra nueva at-
msfera esparcida y desbordada,
el himno eterno inundaba todo
el globo: el mundo, envuelto en
esta sinfona, como vuela en los
aires, corra por en medio de este
VCTOB HUGO' 243
concierto. Pensativo ola yo esas vantaba para cantar a su vez.
arpas etreas.
*
*
Pronto distingu, confusas y
Como el bblico len amansado
por Daniel, el Ocano, durante
algunos momentos, baj el diapa-
sn de su voz alta, y yo crea,
en la encendida puesta del sol,
*
* *
*
* *
- " " " gi u v>wuus<ts y ucj sui ,
veladas, dos voces en ese solo
ver
P
asar I a
mano de Dios por
rumor, mezcladas una con otra,
l a me ena
de oro que se mov*
desde la tierra y desde el mar, ex-
soI ) re e
agitado mar.
tendindose hasta el cielo, que
entonaban a un tiempo el canto
universal; y distingua una de
otra, como se diferencian dos v ai f; ,
r i t o . que se en. au
baj
Z
c !
e l ^ c = t S l E g Z
msica, la otra voz, semejante al
grito de un corcel, que se asusta,
clamaba, como el gozne enmoheci-
do de la puerta del infierno, y se
Una venia de los mares, ento- oan lloros, gritos, injurias, anate-
nando un himno de gloria; era la mas y maldiciones entre el rugido
voz de las olas, que se hablan unas tonante del rumor humano, como
a otras; la otra se elevaba de la al llegar la noche se ven pasar a
tierra en que vivimos, y era triste: bandadas por los valles las aves de
era el murmullo humano, y en el rapia. Qu era ese tumulto, en el
gran concierto que suena noche que vibraban mil ecos? Era el gri-
y da, cada ola tena su voz y to de doloT del mundo y del horn-
eada hombre produca su ruido, bre que lloraban. Esas dos voces
extraas e inauditas, que rena-
can sin cesar y que sin cesar se
desvanecan, que oye el Eterno
Como acabo de decir, el Ocano
dur ant e t o da I a
eternidad, tienen
tranquilo esparca su voz alegre
1111nomJ ) r e: una de el
las se llama
y cantaba como un arpa en el
Nai
waleza v la otra Humanidad.
templo de Sin, celebrando la
hermosura de la naturaleza. Su
clamor, arrastrado por las rfagas
ael viento, ascenda sin cesar Entonces medit, y mi espritu
tnunfalmente hasta la presencia jams despleg tanto sus alas;
OE DI OS, y cuando una de la olas, en mi sombra jams haba colum-
que l slo puede domar, caa brado tanta luz; y medit por
y quedaba silenciosa, otra se le- largo tiempo, contemplando alter-
*
* *
*
* *
24?
VCTOR HUGO
nativamente, despus del abismo
obscuro que me ocultaban las
olas, el abismo insondable que
se abra en mi alma. Despues
me pregunt:por qu el hombre
est en el mundo, con qu objeto,
qu hace el alma, qu es mejor,
ser o vivir, y por qu Dios, que
es el nico que sabe leer en su
libro, casa eternamente con hime-
neo fatal el canto de la naturale-
za con el gemido de la humani-
dad?
27 de j ul i o de 1829.
tes para que dejaseis o recogiereis,
y semejante al labrador que siem-
bra y que cosecha, en todos los
sitios que habis recorrido habis
tomado y dejado algo a vuestro
paso.
* *
Mientras que yo, menos dicho-
so y con menos experiencia que
vos, contemplaba el paso un ifor-
me de las estaciones por el mismo
horizonte; como el rbol verde,
que seala desde lejos mi casa,
echando races en el umbral de
la puerta, vegetaba yo aislado,
deshojando all mis das.
VI
A UN VI AJ ERO
L e une parti e du monde lie
sai t poi nt comme 1* autrevi t et
Be gouverne.
F E L I P E DE COMMI SE S.
Regresis de uno de esos largos
viajes que nos hacen envejecer
prematuramente y adquirir expe-
riencia apenas salidos de la cuna;
en vuestra larga carrera, habis
visto las olas de todos los mares,
y el surco que vuestro bajel ha
abierto en ellos pudiera dar la
vuelta al mundo.
* *
El sol de veinte cielos alumbr
vuestra vida; vuestros inconstan-
tes deseos os llevaron a todas par-
* *
Cansado de cambiar de "paisa-
jes y de hombres, regresis al
fin fatigado en demanda de repo-
so, y melanclicamente me refers
vuestras excursiones infecundas, y
vuestros pies, que han hollado el
polvo de tres mundos, se calien-
tan junto al fuego de mi hogar.
* *
Y ahora, llena la mente de
pensamientos, acariciando las ca-
bezas blondas de los ninos, me
hablis, preguntndome con
amarga solicitud:-Donde est
tu padre? Dnde tu hijo? Dnde
tu madre? Viajan tambin?...
*
t=*
tn el viaje que estn haciendo
no brillan el sol ni la luna; ningu-
VICTOE HIGO 245
no ai emprenderlo puede llevar
consigo sus bienes ni su oro; Dios ***
no lo permite: el viaje que han
emprendido es largo y sin trmi-
L a S1
^
10 mu
y pronto mi pri-
no; en l se camina con lentitud; g
mt o
; despus mi padre, no-
ese viaie lo haremos todos.
We v et er ano
' curtido por el sol de
cuarenta aos de guerra: ahora
^ los tres duermen el sueo eterno,
y sus espritus estn haciendo el
Presencie su partida, como asist sombro viaje para llegar all
a la vuestra. En diversas estacio-
ad o n d e t o do s
iremos,
nes los tres, uno tras otro, me *
abandonaron para siempre; des- * *
pus de su hora ltima enterr a
Si quer i s d ar me
g ^
c u an d o
esos seres, para mi tan queridos.
en
el espacio brille la luna, subi-
Pui como un avaro, y escond den-
r em0
s los dos a la colina donde
tro de la tierra mi tesoro.
yacei l
nuestros antepasados, y
^ os preguntar, sealndoos la ciu-
* * dad muerta que no est lejos de
r
^ r. , la ciudad dormida: cul de las
LOS vi pamr. Consternado y
dos d u er me me
j or?
afligido, he visto por tres veces
un pao negro sembrado de blan- ^*
#
cas lgrimas tendido en esta casa;
besando las manos fras de esos Venid; los dos, silenciosos y
tres seres, llor como una mujer; echados en el suelo, oiremos,
pero despus de verles cerrados mientras Pars hace callar su rui-
en el atad, mi alma se persuadi doso torbellino, a ese milln de
de que sus almas abran sus alas muertos, a esa mies humana, sur-
de oro. gir confusamente de sus sepul-
cros, como los granos surgen del
surco en que fueron sembrados.
-Les vi partir como tres goion-
drinas, que van a buscar muy lejos
otras primaveras ms hermosas Cuntos viven alegres que de-
y estos ms frescos; mi madre ban llorar eternamente a los
entrevi el cielo, y parti la pri- seres a quienes amaronl El tiempo
mera, y al expirar, sus ojos vela- trae consigo el olvido; el recuerdo
dos por la agona destellaron ce- de los que murieron se desvanece
lestial resplandor, (fue nunca olvi- con mucha rapidez; tardan ms
dar. en convertirse en polvo que en
borrarse de nuestra menguada
mente.
Viajero, viajero, cun locos
somos! Quin sabe cuntos muer-
tos quedan olvidados a cada hora
que pasa, y de los ms dignos y
de los ms queridos? Quin pue-
de presumir cuntos dolores se
embotan, quin puede sospechar
cuntas tumbas ocultan cada da
las matas de hierba que crecen?
6 de julio de 1829.
VI I
A N T E U N V E N T I S Q U E R O D E L
R D A N O
Causa tangor ab omni.
OVI DI O.
Muchas veces, cuando mi esp-
ritu, que sufre muchas transfor-
maciones, flota y rueda adorme-
cido en el mar de la vida, Dios,
foco de la verdadera luz, que no
alumbra a los ojos humanos,
misterioso sol que abrasa al alma,
le hiere con uno de sus rayos
y le recoge y le hape remontarse,
hasta los cielos.
Entonces, mi elevada poesa,
como nube errante, vuela capri-
chosa, sin elegir el camino, esde
el Occidente al Sur, desde el
Norte hasta el Oriente; y al colum-
brar, desde la altura de las radian-
tes bvedas, las ciudades del mun-
do, desdendolas, huye de ellas.
*
* *
Despus, en el celaje de la ma-
ana, brillando como una estrella,
tan pronto recorta una franja para
su velo; tan pronto, como un gue-
rrero que hace crujir el metal de
su arns al andar, lanza relmpa-
gos al bosque que susurra; tai,
pronto al pasar enrojece su negra
armadura en la .fragua del so,
poniente.
*
* *
AI fn, sobre un encumbrado
monte, sobre Alpes de nieve,
envidioso huracn la desgarra,
Pero qu importa? Suspendida
la nube sobre el abierto abismo, se
trueca en fresco ventisquero, y
con los mil florones que erizan
su cima fabrica una corona para
el monte gigantesco.
*
* *
uomo la alta cima de la colosal
montaa, levanta tambin su for-
midable cresta. El arco iris va-
cilante brilla en su flanco de acero,
y todas las tardes, mientras queda
sumida en la sombra la falda de
la montaa, el sol, obrando como
la lava sobre la nieve, convierte
en crter el ventisquero.
*
* *
Su frente blanca brilla de noche
como una aurora eterna; el gamo,
asustado, huye con pies veloces
como unas alas; la misma guila
le teme; la tempestad se arras-
tra debajo de l; el ojo humano
apenas alcanza a distinguirlo;
itan cercano est del cielo!
#
* *
Solo hasta sus alturas, sin te-
mor y sin vrtigo, mi espritu,
olvidndose del mundo, contem-
pla ese da estrellado, ese cielo
que no es azul, y ve muy de cerca
los esplendores siderales con que
la noche dibuja en lontananza
esas sombras catedrales.
*
* *
Le hiere otra vez, le precipita
y cambia los prismas del ventis-
quero en olas mezcladas con cieno.
Entonces cae, entonces, desper-
tando ecos mil, vuelve a caer
convertido en torrente en el oca-
no del mundo, en el caos ciego y
sordo, en el mar inmenso y pro-
fundo en el que se parecen unas
a otras todas las olas.
*
* *
As mis pensamientos, lanza-
dos incesantemente por un soplo
divino en un crculo eterno, desde
el ocano de la vida, cuyas olas
tambin son amargas, ascienden
siempre hacia ei cielo, y vuelven
a caer en el seno de los mares.
1. de mayo de 1828.
VI I I
, A M . D A V I D , E S C U L T O R
D' hommes tu nous fa 6 dieux.
RGNI ER.
Si yo fuera uno de esos hombres
geniales de uno de los siglos que
fueron, que reinan an en nues-
tra poca desde el fondo del pasa-
do; si yo fuera un prncipe o un
poeta, o uno de esos genios cuyo
recuerdo no puede borrar el tiem-
po, y que en das de calma o de
tempestad, ya se les adore, ya se
les ultraje, su memoria llega hasta
el porvenir;
*
* #
bi yo fuera uno de esos focos
luminosos, en los que se fijan
todos los ojos y que viven en el
pensamiento universal; si yo fuese
uno de esos hombres cuyas esta-
tuas se ven combatidas en todos
los momentos por el oleaje de las
edades, y que si caen destronados
de su pedestal, con el bronce au-
gusto que los simboliza se funden
campanas para los templos o
caones para las batallas:
248 VI CTOR HUGO
tas el sublime coloso que en su
mano ostenta el faro.
51 yo luese uno de esos nombres ^
sublimes, David, mi cuerpo, crea-
do para ser vctima del dolor, cuando a tu vista brilla el
bajo tu influencia creadora rena- pensamiento en las facciones de
cera para vivir eternamente. Y ^ gj.
aj l
hombre, te apresuras a
en el remate de algn monumen- reproducirle en mrmol, lo fijas,
to o de algn teatro, coloso de
y l og
pueblos, contemplando la
bronce o de piedra, surgira en lo
es
tatua, exclaman: Es l! Pero
alto de la ciudad como gigante
aj l t es de que pue
da comprenderlo
centinela que la vigilase, osten-
a
multitud, vaga mucho tiempo
tando una actitud eterna de genin p
or t u ce
rebro, como ola flamean-
y de majestad, te en el fondo del volcn subte-
rrneo, y antes de que salga a la
*** luz del da la dejas que hierva por
algn tiemp) en tu alma.
Porque t, cuando muere un
hroe, sabes resucitarle, le sacas *
de la tumba para hacerle vivir * *
perpetuamente. Rival^de Ferrara
nues t r as ci udade
s de tus
y de R o ma , das la vida al mrmol
di x
multiplcate
f r o de Carrara y al metal humean- ^
di an t eS
semi
5ioses.
te, que en C o n S nuestras ciudades en
Los grandes hombres se tranqiu- ^
el met al c on
.
lizan en su sepulcro cuando tus ^gullo del granito,
manos poderosas, f f ^o l o
8
^ierm q
ue
t pisas!
del bloque o del molde *
abez a
ardi ente^ un W
los lanzan de pie en el mundo de ^ ^ .
dea
^ ^ ^
en bronce.
*
Sin tL su grato recueruo se
perderTen el olvido; t refrescas tonaparte hubiera querido re
su gloria esculpindola sobre un nacer gigantesco y marmreo,
pedestal; el fanal de la fama se trabajado por tus manos; Crom-
perdera para el mundo, extin- well su abuelo y su maestro
Lindose sin morcar en los ma- te hubiera entregado su frente
S ni el derrotero ni los escollos sobrehumana; hubieras esculpi-
si tu soplo no reanimase su luz; do para Espaa a Carlos V y a
t , p a r a ev i t ar l os abi s mo s , l ev an- Carlomagno para Francia, po-
niendo un pe sowe la hidra de
Alemania y el otro sobre las siete
colinas de Roma; prximo a des-
cender al sepulcro, Csar te hu-
biera confiado sus cenizas, y te
hubiera elegido Alejandro para
que le esculpieses en el monte
Athos.
28 de julio de 1828.
IX
A M. DE L AMARTI NE
Te referent fluctua.
HBACI O.
Hace poco la misma borrasca
azotaba nuestros dos esquifes;
las mismas espumosas olas nos
lanzaban contra los mismos arreci-
fes; los mismos odios desbordados
hinchaban el oleaje contra nues-
tras barquillas; y a la manera
de Ocano agitado, la multitud
aullaba a nuestros pies.
*
* *
Qu iba a ser de mi en esa
borrasca? de m, que apenas aca-
baba de salir de la cuna, que viva
al aire libre y en la humilde obs-
curidad? Por qu entregu al
mar, que le rechaza, mi nido de
de musgo, en el que apenas pene-
traba la hiz? por qu entregu
a las rfagas mi hermoso vestido
nupcial, para que le desgarraran
como una vela?
* *
Por qu en mis sueos deli-
rantes, en mis ensueos de ado-
lescente, me entusiasmaban los
navegantes atrevidos, que, pre-
sintiendo un nuevo mundo, enca-
minaron a l sus pasos, cuya mira-
da se fijaba siempre en el cielo,
cuya alma era la obstinada br-
jula, que busca siempre un polo
desconocido?
Esos uamas, de quienes nada
es pacaz de aplacar la ambicin
indomable, saban que no co-
nocamos por completo la obra
de la creacin inmensa. Esos
Colones que con sus poderosas
manos, pesan la tierra y pesan
el mar en la balanza de los cielos,
y viendo que all arriba rinde la
suprema causa, conocen que falta
algo para conseguir el equilibrio
universal.
*
* *
En busca del contrapeso que
le falta, navegan impertrritos
para descubrir el complemento
del globo. Parten, y se les compa-
dece tenindolos por locos; las
ondas los arrastran, y el universo
olvida el viaje y a los viajeros...
De repende salen de las profundi-
dades del mar trayendo de l
248 VI CTOR HUGO
t as el s ubl i me col oso q u e en su
ma n o os t ent a el f ar o.
Si y o l uese u n o de esos H o mb r es ^
s ubl i mes , D av i d , mi c uer po , c r ea-
do p ar a ser v c t i ma del dol or , c u a n d o a t u v i st a br i l l a el
b a j o t u i nf l uenc i a c r eado r a r ena- p en s ami en t o en l as f ac c i ones de
c er a p ar a v i v i r et er n amen t e. Y ^ gj . a j l h o mb r e , t e apr es u r as a
e n el r e ma t e de al gn mo n u me n - r epr oduc i r l e en m r mo l , l o fijas,
t o o de al gn t eat r o , c ol oso de y l o g p u e b l o s , c o n t emp l an d o l a
b r o n c e o de pi edr a, sur gi r a en l o e s t at u a, ex c l aman : E s l ! P er o
al t o de l a c i u d ad c o mo gi gant e a j l t e s d e q u e p u e d a c o mp r en d er l o
c ent i nel a q u e l a vi gi l ase, os t en- a m u l t i t u d , v aga mu c h o t i emp o
t a n d o u n a ac t i t u d et er na de geni n p o r t u c e r eb r o , c o mo ol a flamean-
y de maj es t ad , t e e n el f o n d o del v o l c n s ubt e-
r r neo, y an t es de q u e sal ga a l a
* * * l uz del d a l a dej as q u e hi er v a p o r
al gn t i emp ) e n t u al ma.
Porque t, cuando muere un
hroe, sabes resucitarle, le sacas *
de la tumba para hacerle vivir * *
perpetuamente. Rival^de Ferrara
nues t r as c i udades de
tus
y d e R o m a , das la vida al mrmol
di x
multiplcate
f r o de Carrara y al metal humean- ^
di an t eS
semi
5ioses.
t e, q u e en n S n u es t r as c i udades en
L o s g r an d es h o mb r e s se t r anqr n- ^ e l m e t a l c o n .
l i z an en su s epul c r o c u a n d o t u s ^g u l l o del gr ani t o,
ma n o s po der o s as , f f ^ o l o
8
^i er m ^ t pi sas!
del b l o q u e o del mo l de * a b e z a a r d i e n t e ^ u n W
l os l anz an de pi e en el mu n d o de ^ ^ . d e a ^ ^ ^
en bronce.
*
S i n t L s u g r at o r ec uer uo se
p e r d e r T e n el ol v i do; t r ef r esc as tonaparte h u b i er a quer i do re
s u gl or i a esc ul pi ndol a sobr e u n nac er gi gant es c o y ma r m r e o ,
pedes t al ; el f an al de l a f a ma se t r a b a j a d o p o r t u s ma n o s ; C r o m-
per der a par a el mu n d o , ex t i n- wel l s u ab u el o y s u maes t r o
L i n d o s e si n ma r c a r en l os ma - t e hubi er a en t r eg ad o s u f r ent e
S ni el der r ot er o ni l os escol l os s o b r e h u ma n a ; h u b i er as esc ul p -
si t u sopl o no r ean i mas e s u l uz ; do p ar a E s p a a a C ar l os V y a
t , p a r a ev i t ar l os abi s mo s , l ev an- C ar l o mag n o p a r a F r an c i a, p o -
ni endo u n p e s o pr e l a hi dr a de
A l eman i a y el o t r o s o br e l as si et e
c ol i nas de R o ma ; p r x i mo a des-
c ender al sepul c r o, C s ar t e h u -
bi er a c o nf i ado s us c eni z as, y t e
hubi er a el egi do A l ej an d r o p ar a
q u e l e esc ul pi eses e n el mo n t e
A t h o s .
28 de julio de 1828.
IX
A M. DE L AMARTI NE
Te referent fluctua.
HBACI O.
H a c e p o c o l a mi s ma bo r r as c a
az o t ab a nues t r o s do s esqui f es;
l as mi s ma s es p u mo s as ol as n o s
l anz aban c o nt r a l os mi s mo s ar r ec i -
f es; l os mi s mo s odi os d es b o r d ad o s
h i n c h ab an el ol eaj e c o n t r a nues -
t r as bar qui l l as; y a l a ma n e r a
de O c an o agi t ado , l a mu l t i t u d
aul l aba a nues t r o s pi es.
*
* *
Q u i ba a ser de mi en esa
bo r r as c a? de m , q u e ap en as ac a-
b ab a de sal i r de l a c u n a, q u e v i v a
al ai r e l i br e y en l a h u mi l d e obs -
c ur i dad? P o r q u en t r eg u al
mar , q u e l e r ec haz a, mi n i d o d e
de mu s g o , en el q u e ap en as pene-
t r ab a l a hi z ? p o r q u en t r eg u
a l as r f ag as mi h e r mo s o v es t i do
nupc i al , p ar a q u e l e d es g ar r ar an
c o mo u n a v el a?
* *
P o r q u en mi s s ueo s del i -
r ant es , en mi s ens ueo s de ad o -
l esc ent e, me en t u s i as mab an l os
n av eg an t es at r ev i dos , que, pr e-
s i nt i endo u n n u e v o mu n d o , enc a-
mi n a r o n a l s us pas os , c u y a mi r a-
d a se fijaba s i emp r e en el ci el o,
c u y a a l ma er a l a o b s t i n ad a b r -
j ul a, q u e bus c a s i emp r e u n pol o
des c o no c i do ?
E s o s u a ma s , de qui enes n a d a
es p ac az de apl ac ar l a amb i c i n
i n d o mab l e, s ab an q u e no c o-
n o c amo s po r c o mp l et o l a o br a
de l a c r eac i n i n men s a. E s o s
C ol ones q u e c o n s us po der o s as
ma n o s , pes an l a t i er r a y p es an
el ma r e n l a b al an z a de l os ci el os,
y v i en d o q u e al l ar r i ba r i nde l a
s u p r e ma c aus a, c o no c en q u e f al t a
al go p ar a c o ns egui r el equi l i br i o
uni v er sal .
*
* *
E n b u s c a del c o n t r ap es o q u e
l e f al t a, n a v eg a n i mper t r r i t o s
p ar a des c ubr i r el c o mp l e me n t o
del gl obo. P ar t en , y se l es c o mp a -
dec e t eni ndo l o s p o r l ocos; l as
o n d as l os ar r as t r an, y el uni v er s o
ol v i da el v i aj e y a l os v i aj er os. . .
D e r ep en d e sal en d e l as p r o f u n d i -
d ad es del ma r t r a y e n d o d e l
un mundo, como et buzo sale
despus de haber encontrado una * ***
P
er
*
a
* Nosotros, azotados por la tem-
* pestad, cantando en tono ms
* * alto que el huracn, admirba-
. , mos la belleza y la inmensidad del
Esto imaginaba ^ espumeante Ocano. Mientras que
Cuando amesgue a los pehgros ^ ^
en d aJ ) i sm0 el
de mar msensatamente mi nave-
c o mo de nosot r os
,
cilla tambin yo buscaba im
P
mari ne
ros, cantbamos,
mundo. Pero apenas me ale
sobr e
nuestras
de la ribera, vi que en d salvaje J F
v ef e c o mo
Ocano se miciaba en medro de ^
t empes t ades
, baaba
un torbellino, la lucha que me
desgarra entre las velas del navio
en I aSc
y las alas del aquiln. , *
# *
*** Cambiando nuestras seales y
saludndonos con la voz, como
Durante el huracan sombro
dos
golondrinas hermanas, que-
entrev tu glorioso mstil, que
r
j
amGS
entrambos a un mismo
ms adelantado que el mo com- tj
em
p
0
doblar el mismo promon-
bata en la obscuridad el austro
t 0r 0j
conseguir la misma victoria,
f u r i o s o . En la desencadenada tem- sobrepujar al siglo encendido en
pestad combatimos juntos; yo
c
j
era;
intentbamos el mismo
en mi barca, t en tu ba jel, como ^ ^
y ve
amos surgir de la tem-
el hermano al lado de su hermano p
es
tad al mismo envidioso Ada-
jnastor.
*
* * *
* *
El austro bramaba en nuestras
antenas, el oleaje saltaba por enci- Muy pronto la obscuridad, cada
ma de nuestros puentes, nuestras vez ms densa, o alguna corriente
banderolas se destrozaban no pu- que te arrastr, me hizo perder
diendo resistir a la furia de los de vista tu poderosa nave, cuya
vientos, y las olas furiosas, como sombra flotaba cerca de mi bar-
yeguas nmidas, se erguan y quichuelo. Qued solo, continu
relinchaban lanzando espumara- soplando el huracn, el tiempo
jos y el relmpago, enrojeciendo obscuro y el viento contrario; la
el oleaje, prestaba melenas de sombra me envolvi, aislndome,
llamas a esos corceles del mar. y si no conservara la brujula, no
VICTOR
hubiera sajoido ya a dnde diri-
girme.
*
* *
En tan fatal sobresalto pas
las noches y los das, pensando en
el pas natal, en mi niez y en mis
amores. Si imploraba a las rugien-
tes olas, las cavernas martimas
se abran en el fondo de los mares;
invocaba al cielo, la tempestad,
con ms estrpito y con ms
rabia, sacuda su fajo de relm-
pagos.
* *
Durante mucho tiempo, dejan-
do que rugiesen los huracanes, te
busqu, llamndote; por fin te
veo brillar en el lejano horizonte.
Pero no eres ya la nave por las
airadas olas combatida, errante
y sin rumbo, que soaba ideales
conquistas y que aventuraba en la
furia de las borrascas un viaje
misterioso.
*
* *
Eres ahora un Duque magn-
fico que mecen las ondas apacibles
que en el Ocano en calma entra
por la parte de Oriente. Delante
de sus velas va caminando des-
lumbradora estrella; jams apa-
rece sin que una esplendente
aurora se levante detrs de ella
*
* *
El cielo azul y el mar sereno
le rodean por doquier; por sus
mstiles y por su carena se sumer-
ge en las dos inmensidades; sus
velas parecen alas cuando el vien-
to las hincha; corre, corre hacia
la playa, y como el cisne que nada
parece que haya de echar a volar,
cuando as lo quiera,
#
* *
El pueblo, al que se revela como
una blanca aparicin, le ve con
entusiasmo y le aclama. La mul-
titud inunda las playas para ver-
le llegar al puerto, deseando su
feliz arribo, y el viento propicio
lleva hasta el navio el perfume de
las flores de la tierra, como lleva
hasta Dios el aroma del incienso
y de la mirra.
*
* *
Entra en ei puerto, sublime
navio; echa el ncora lejos de los
escollos; oye la aclamacin unni-
me con que la multitud te saluda;
olvida los sufrimientos del viaje,
el furor de las olas y la clera del
huracn; ponte al abrigo de los
naufragios y rete de los vientos,
que agitan las cadenas del puer-
to.
Regresas de t Amrica, des-
pus de encontrar el mundo. En
medio del mar, con la fuerza de tu
soplo lrico, has abierto las puer-
tas de otro mundo, has desperta-
do un nuevo universo, una crea-
cin semejante a la que brilla
a la luz del sol; has puesto al des-
cubierto los astros infinitos que
dan vueltas alrededor del alma.
*
*
Puedes decir al que lo dude:
Vengo de ese mundo y he cogido
los frutos. Vuestra aurora no es la
verdadera aurora, y vuestra no-
che no es la verdadera noche.
Vuestro sol no es tan esplendoro-
so como aqul; la luz de aquel
mundo brilla ms que la vuestra;
en aquel cielo aparece la faz de
Dios, y yo he visto irradiar una
cruz de estrellas, envuelta en sus
nocturnos velos, como un lbaro
eterno.
* *
Les hablars de aquella al-
fombra de verdura, que han ur-
dido las altas hierbas de sus de-
siertos, de los bosques en los que
el cfiro esparce todas las semillas
en los aires; de los grandes e im-
penetrables bosques; de los cabos,
de donde vuelan las nubes como
el incienso de los sagrados trpo-
des; de sus frutas, dulces com
la ambrosa, y de las minas de la
poesa, cuyo oro deoositas a sus
pies.
* *
Podrs tambin hablarles, sin
agotar por eso tu universo, de sus
montes de gata y de prfido, de
sus .ros inmensos como mares;
de ese mundo recin nacido les
describirs la asombrosa belleza;
les hablars de esa tierra virgen
y fecunda para todos, de esa pa-
tria que a nadie rechaza, y tu
voz inspirada y melodiosa las
har caer de rodillas.
*
*
En 10 sucesivo, en todos tus
viajes al mundo que descubriste,
la multitud ir a despedirte a las
playas, y te rodear como pueblo
que se agrupa en torno de su rey.
Millares de aclamaciones seguirn
por mucho tiempo tu nave al
patir, te desearn viento prspe-
ro, y despus pensarn en ti
hasta que vuelvan a sentarse en
la playa para esperar tu regreso
triunfal.
*
* #
j^ero ya tu bajel duerma en el
puerto, ya se entregue a los emba-
tes de las olas del mar, que gimo-
tean en los costados de mi barco,
en tu serenidad sublime dirige una
vez que otra las miradas hacia
el amsmo, y distinguirs un punto tu desventurado compaero: Co"
negro en tu celo lmpido, y el ln debe compadecer a Lapey-
torbellino sombro y rpido que rouse. Eran uno y otro dos pre-
hace estremecer a una pobre destinados.
V eI a
- J uni o de 1830.
*
* *
Ese es el torbellino que desgarra
mi vela; es el huracn furioso que
apaga toda estrella a medida
que se atreve a mostrarse en el
cielo. Es la tormenta que la arras-
tra, es la nube ardiente que me
escarnece desde la atmsfera, y
que, dando vueltas como una rue-
da, deja caer sobre m popa las
centellas del relmpago.
* *
Si distingues ese punto negro,
acurdate del amigo carioso y
fiel, que siempre sigui de cerca
al viento que se dorma en tu vela-
men. Acurdate que desde el seno
de la tempestad te vi llegar a la
playa triunfante, y que entonces,
levantando la cabeza, se olvid
del peligro en que le tena preso
la tempestad, para celebrar can-
tando tu triunfo.
*
* *
Si mi mundo invisible huye de
m y no puedo alcanzarlo; si mi
misterioso navio se estrella contra
esa tierra ingrata que tenazmente
voy buscando, llora, amigo, por
X
Eatuat infelx.
Un da las colinas al monte
Atlas, celosas, le dijeron: No
tienes como nosotras verdeguean-
tes praderas, sitios cubiertos de
hierba menuda y fresca, adonde
vienen las jvenes a pasear libre-
mente, a reir y a cantar; a nues-
tros pies el Ocano se estrella
murmurando quedamente, y en
nuestras alturas la primavera y
el roco hacen que se abran infini-
dad de flores. Pero en tu montaa
gigante slo se ciernen las gui-
las: quin, como la rama donde
el pjaro hace el nido, doblega tus
inmensas espaldas de granito?
Por qu se ven en tus negros
flancos tan profundos abismos?
por qu estallan en ti tantas tem-
pestades? quin coloc tanta
nieve en tu cumbre, quin inclina
de ese modo tu cima, en la que no
sonre jams la primavera? Qu
sudor es se que te inunda?El
Atlas respondi:Soy as por-
que soporto el peso de un mundo.
21de abril de 1830.
X I
D E S P R E C I O
( o contra todos y todos contra m .
ROMANCE DEL V I E J O A BI A S.
I
Q ui n s ab e l os p e n s a mi e n t o s
cel osos, l os odi os q u e l a env i di a
v a a c u mu l a n d o , l os r es en t i mi en -
t os, l as en emi s t ades , l as pas i ones
y l as t o r me n t a s q u e r u g i r n a
t u al r ededo r , j o v en, q u e apar ec es
c o n l a f r en t e s er ena?
*
* *
T l o i gnor as; p o r q u e mi en t r as
q u e d eb aj o d e t u s pi es a b r e n l a
b o c a l as s er pi ent es ; mi en t r as q u e
esos r i v al es, q u e t c r e as di gnos,
v a n as edi ndo t e, o d e n o c h e se-
c r et amen t e t i enden l az os i nf a-
me s en el c ami n o q u e t h as de
r ec or r er , di st r a do, s u mi d o en t u s
pr o pi o s p en s ami en t o s , mi r an d o
es t s a o t r a par t e.
*
* *
O si h a s t a t i al g u n as v ec es
l l egan s u s c l amo r es , si t u cl er a,
abr i endo s us do s al as i nf l amadas ,
f u l mi n a c o n t r a l a mu l t i t u d q u e
se enc ar ni z a c o nt r a t i , an t es q u e
el v o l c n en c u en t r e l a sal i da, an-
t es de t o ma r l a ma z a c o n l a ma n o ,
t e sonr es y e x c l a ma s : Q u me
i mp o r t a?
*
* *
I n me d i a t a me n t e se p r es en t an
t u i magi nac i n l a f ami l i a, l a
ni ez , el a mo r , D i os , l a pat r i a y
l a l i ber t ad, el deber de pul s ar
l a l i r a y d e r ej uv enec er l a es c ena;
N ap o l e n , ese di os del q u e t
s er s el s ac er dot e; t o d o s l os g r an -
des h o mb r es , a l os q u e sus po c as
des pr ec i ar o n y q u e c o ns t i t uy en
l a r el i gi n del po r v eni r .
n
P r o s egui d en v u es t r a t ar ea,
en emi g o s de s u f ama, nec i a mul t i -
t ud! E n t o r n o de s u geni o z ah er i d
y mo r d ed ; c r i t i c ad si n t r eg u a y si n
r emo r d i mi en t o ; si n des c ans ar , h a -
c ed r o d ar v ues t r o peas c o , env i -
di osos! E l es po et a, c an t a, s u e a
y d u er me.
*
*
V u es t r a v o z est r i dent e, q u e v i -
b r a c o mo u n a es p ad a, sl o es u n a
v o z m s q u e se c o n f u n d e c o n el
r ui do q u e l l ev an t a. L a gl or i a es
u n c onc i er t o q u e des pi er t a mi l
ec os, c or os de demo ni o s , ar mo n as
di v i nas, c nt i c os angl i c os.
*
*
E l p o et a no o s c onoc e. S ab e
p er f ec t amen t e cr ue ex i gen l os d a
del v er an o el agr i o c hi r r i do de l as
c i gar r as y q u e l as f l or es h a n d e
t ener espi nas. E s t a es u n a l ey
de l a nat ur al ez a, p o r l o q u e n o
debe apl as t ar s e a l as c i gar r as;
el ex c es o del bi en es u n mal ; l a
r osa de B en g al a n o t i ene espi nas,
per o t a mp o c o p e r f u me .
*
* *
D es p u es de t o do , l os ami g o s
y l os enemi go s p as an y se di si pan,
y l a mu c h e d u mb r e se pr ec i pi t a
en l a mi s ma t u mb a . N a d a p u ed e
desl uci r al esp r i t u q u e D i o s di s-
t i ngue. T r o no s , c et r os, l aur el es,
t empl o s , c ar r o s t r i unf al es, p u e-
den f o r j ar p ar a l os r ey es c o r o nas
de gl or i a c o n t o d o aquel l o q u e
el geni o d es d e a en el mu n d o r
*
* *
Q u l e i mp o r t an , pues , i os
gr i t os q u e h a c en en r o n q u ec er
v ues t r as g ar g an t as ? Q u l es
ap r o v ec h a a l as ol as ec har e s p u ma
a l a p r o a de l a n av e? E l p o et a
no s abe c mo os l l ami s, y n o se
c ui da d e v os ot r os , y c u an d o p a r a
der r i bar el edi f i ci o q u e l h a l ev an-
t ad o c or r e el s u d o r p o r v u es t r a
f r ent e, h as t a i gno r a q u e esa i n-
di gna f aen a os f at i ga.
m
A d ems , c u a n d o l qui er a, Z oi -
l os env i di osos, s abe q u e p u ed e,
c on su sopl o, ap ag ar el c l amo r de
v u es t r as b o c as v o c i ngl er as y ar r e"
b a t a r t o d as v ues t r as v o c es j u n -
t as, c o mo el v i ent o del ma r ar r as -
t r a a d o n d e l e pl ac e l as c anc i o nes
de l os r emer o s
*
* *
E n v a n o l e r o d ean v ues t r as
i nnumer abl es l egi ones; s ab e q u e
c u an d o qui er a l ev ant ar s e, c u br i r
c o n s u i n men s a s o mb r a t o d as
v ues t r as c abez as; l e b as t ar p r o -
nunc i ar u n a pal abr a p ar a ex t i n -
gui r v ues t r as v oc es dbi l es; c o mo
u n a c ar r et a q u e pas a, n o d ej ar
oi r el s us ur r o q u e l ev an t an mi l l a-
r es de mo s q u i t o s
*
* #
C u an d o l qui er a, esas a n t o r -
c has c o n q u e i l umi ni s v ues t r o s
t empl o s , v ues t r o s dol os, v ues t r o s
di oses y v ues t r o ho gar , f ar o s des -
l u mbr ado r es , pal i dec er n al me -
n o r br i l l o de l as c hi s pas q u e h a g a
sal t ar de l os pi es de s u c or c el .
26 de abril de 1830.
X I I
T , q u e d u r an t e t an t o t i e mp o
h as v i st o br i l l ar a mi l ado el
d a di f ano y p u r o d e l a pr ospe- ,
ridad; t , q u e c u a n d o mi a l ma va- ,
c i l aba y c o mo u n v i aj er o t e pr e-
g u n t a b a q u c a mi n o h ab l a dei
256 ^Iotob
segui r , adormecas en tn s eno
mi s i deas t enebr o s as , y t e l i mi t a-
b as a c o n t es t ar me: S eamo s di -
chosos! C o n t emp l a cmo h o y l a
s o mb r a i n v ad e nues t r o c el aj e,
h az t e c ar go de q u e l a v i da es
s o mbr a; mi r a c mo l a des gr ac i a
v a b o r r an d o p o c o a po c o el az ul
r ad i an t e d e nues t r o firmamento,
y c mo a nues t r a v i st a se v a
o bs c ur ec i endo y t o ma n d o l os t i n-
t es negr o s del c r epsc ul o. E n
el ci el o, del q u e se v a ap o d er an d o
l a no c he, v es t br i l l ar en l ont a-
n a n z a l a l ej ana est r el l a, c o mo u n
oj o l umi no s o , v i v o e i nt el i gent e?
D e t o d as l as v er d ad es que l a f e-
l i c i dad no n o s dej a v er , esa sol a
se n o s apar ec e; es l a p r i mer a q u e
n o s f asc i na c o n s u br i l l ant e l uz .
N u es t r o ci el o, q u e y a l a s o mb r a
n o c h e r ec l ama, n o t i ene b as t an t e
c l ar i dad p ar a ap ag ar l a de esa
est r el l a, y del S ur , del P o n i en t e
o del S ept ent r i n, c ada' s o mb r a
q u e apar ec e pr es t a a ese as t r o u n
r ay o . L l eg ar des pus l a noc he, y
c u a n d o m s dens as se h a g a n l as
t i ni ebl as, m s es pl ndi das l as cl a-
r i dades se o f r ec er n a n u es t r a
en c an t ad a v i st a; mej o r v er emo s
e n l a o bs c ur i dad c hi s pear t o d as
l as v er d ad es j unt as , gr av i t ar en
t o r n o de u n i mper i o s o c ent r o y
r o mp e r y r eno v ar s u c or o mi s t e-
r i oso. L a n o c h e f at al , q u e l a des-
v e n t u r a t r ae, h ac e v er m s c l ar o
el des t i no h u ma n o y n o s s eal a
e n s us do s ex t r emo s est as pal a-
br as, esc r i t as c o n c ar ac t er es de
f uego : A l ma i nmor t al ! E t er ni -
d a d d e Di os!
HGfi
Porque mientras brilla el d a,
l os r ay o s ar di ent es del sol c i eg an
nues t r o s oj os y n u es t r a al ma, y
t r an q u i l amen t e d u d a mo s ; p er o l a
no c he dev uel v e al ci el o s us est r e-
l l as, l mp ar as q u e D i o s s u s p en d e
de s us et r eas b v ed as . L a v i s t a
en l as p r o f u n d i d ad es d es c u b r e
a c ad a i ns t ant e mu n d o s n u ev o s
c u y a ex i st enc i a n o s o s p ec h ab a,
sol es l u mi n o s o s q u e en el ab i s mo
o bs c ur o de l a n o c h e v e br i l l ar .
9 de agosto de 1829.
X I I I
Quot libras i n duce summo ?
JUVKNAIr.
E s c osa q u e h al ag a y q u e l o?
d e m s env i di an, c apt ar s e l a p*
bl i ca es t i mac i n p ar a t o d a l a
v i da, ser el egi do p o r u n p u eb l o
p ar a v en g ar s u af r en t a, d ej ai
huel l a en l a hi st or i a, c an t ar y ad-
qui r i r env i di abl e f a ma . E s cosa
q u e h al ag a r ec or r er l a t i er r a us ur -
p ad a, h ac i en d o v asal l os a l os r e-
yes, ser N ap o l e n , ser el D a n t e j
si n d u d a al g u n a s o n f el i ces l os
hr o es y l os po et as , l os q u e c o n-
si guen q u e l a f uer z a l os c o nv i er t a
en r ey es y l os q u e l o gr an q u e el
es p r i t u l os c o nv i er t a en di oses.
E s c osa q u e h al ag a a u e l os c on-
VCTOR ROGO g- 7
pr o f et as br i l l en en l a n o c h e h u ma - v er u n a mu j e r que pas a b es a r
n a c o mo h i mmo s a s ant o r c has , y u n g u an t e que se cae en ' el r t l
q u e de u n j o v en de v ei nt e a o s a n s i a o s ag o t er a v^da en e l t m t
se ac u er d en v ei nt e si gl os. . . el p o d er y l a g l o r i | 1
16 de j ubo de 1830. j o v en es pur o , di gno, s u b l i me y
t i ene f e en t o d as l as pur ez as! . . .
X I V
Oh primavera, giovent dell'anno !
UH giovent, primavera della vita !
Os h ab l o s i emp r e c o n pl ac er ,
c ar t as de mi j u v en t u d , c ar t as de
amo r ; me ex al t o c on v u es t r a e m-
br i aguez y os l eo en t u s i as mad o y
pues t o de r odi l l as. P e r mi t i d me
que d u r an t e u n o s mo me n t o s r e-
c obr e v u es t r a edad; d e j a d me q u e
me oc ul t e, a h o r a q u e s o y y a u n
h o mb r e c uer do , p ar a l l or ar c o n
v osot r as.
*
* *
T en a ent o nc es di ez y o c h o
aos y v i v a l l eno de i l usi ones;
c ant ando, l a es per anz a me mec a
en s ueo s espl endor osos; l uc a
par a m u n ast r o; t er as p ar a mi
un D i os, q u e y o sl o n o mb r a b a en
secr et o! E r a y o aquel ni o, del
que el h o mb r e casi s e av er g en z a
hoy!
*
* *
T i empo v en t u r o s o ae del i r i os,
ae al egr a y de en t u s i as mo , en el
*
* *
E n l a ac t ual i dad sent , vi y s.
Q u i mp o r t a si h o y me n o s i l u-
si ones v i enen a abr i r mi p u er t a,
q u e g i me al abr i r se? E s a e d a d
ar di ent e, q u e me par ec i s o mb r a
al l ado de l a f el i c i dad a c u y a s o m-
b r a me abr i go, v i er t e en m s us
r ay o s ah o r a.
* *
Q u ma l os hi ce, a o s j uv eni -
l es de mi ex i st enc i a, p ar a q u e t a n
p r o n t o huy esei s y os al ej asei s
de m , c r ey endo d ej ar me c o n t en -
t o ? Q u mal os c aus p a r a q u e
me apar ez c i s h o y t an h er mo s o s ,
h o y que v a n o p u ed o g o z ar de
v o s o t r o s ?
*
* *
A y! c uando, t ar d amen t e, l a
ed ad j uv eni l h a t r ans c ur r i do , l a
ed ad de nues t r o s amo r es y de
nues t r o s del i r i os se n o s apar ec e,
est t i c os y c on l gr i mas en l os
oj os v e mo s mar c h i t as sus i l usi o-
nes y sus qui mer as !
256 ^Iotob
seguir, adormecas en tu seno
mis ideas tenebrosas, y te limita-
bas a contestarme: Seamos di-
chosos! Contempla cmo hoy la
sombra invade nuestro celaje,
hazte cargo de que la vida es
sombra; mira cmo la desgracia
va borrando poco a poco el azul
radiante de nuestro firmamento,
y cmo a nuestra vista se va
obscureciendo y tomando los tin-
tes negros del crepsculo. En
el cielo, del que se va apoderando
la noche, ves t brillar en lonta-
nanza la lejana estrella, como un
ojo luminoso, vivo e inteligente?
De todas las verdades que la fe-
licidad no nos deja ver, esa sola
se nos aparece; es la primera que
nos fascina con su brillante luz.
Nuestro cielo, que ya la sombra
noche reclama, no tiene bastante
claridad para apagar la de esa
estrella, y del Sur, del Poniente
o del Septentrin, cada' sombra
que aparece presta a ese astro un
rayo. Llegar despus la noche, y
cuando ms densas se hagan las
tinieblas, ms esplndidas las cla-
ridades se ofrecern a nuestra
encantada vista; mejor veremos
en la obscuridad chispear todas
las verdades juntas, gravitar en
torno de un imperioso centro y
romper y renovar su coro miste-
rioso. La noche fatal, que la des-
ventura trae, hace ver ms claro
el destino humano y nos seala
en sus dos extremos estas pala-
bras, escritas con caracteres de
fuego:Alma inmortal! Eterni-
dad de Dios!
HGfi
Porque mientras brilla el d a,
los rayos ardientes del sol ciegan
nuestros ojos y nuestra alma, y
tranquilamente dudamos; pero la
noche devuelve al cielo sus estre-
llas, lmparas que Dios suspende
de sus etreas bvedas. La vista
en las profundidades descubre
a cada instante mundos nuevos
cuya existencia no sospechaba,
soles luminosos que en el abismo
obscuro de la noche ve brillar.
9 de agosto de 1829.
XI I I
Quot libras i n duce summo ?
J U V KNAIr.
Es cosa que halaga y que lo?
dems envidian, captarse la p*
blica estimacin para toda la
vida, ser elegido por un pueblo
para vengar su afrenta, dejar
huella en la historia, cantar y ad-
quirir envidiable fama. Es cosa
que halaga recorrer la tierra usur-
pada, haciendo vasallos a los re-
yes, ser Napolen, ser el Dantej
sin duda alguna son felices los
hroes y los poetas, los que con-
siguen que la fuerza los convierta
en reyes y los que logran que el
espritu los convierta en dioses.
Es cosa que halaga aue los con-
VCTOR ROGO g- 7
protetas brillen en la noche huma- ver una mujer que pasa besar
na como luminosas antorchas, y un guante que se cae en'el r tl
que de un joven de veinte aos ansi l L sagoter a v^da en el tmt
se acuerden veinte siglos... el poder y l glori | 1
16de j ubo de 1830. joven es puro, digno, sublime y
tiene fe en todas las purezas!...
XI V
Oh primavera, giovent dell'anno !
UH giovent, primavera della vita !
Os hablo siempre con placer,
cartas de mi juventud, cartas de
amor; me exalto con vuestra em-
briaguez y os leo entusiasmado y
puesto de rodillas. Permitidme
que durante unos momentos re-
cobre vuestra edad; dejadme que
me oculte, ahora que soy ya un
hombre cuerdo, para llorar con
vosotras.
*
* *
Tena entonces diez y ocho
aos y viva lleno de ilusiones;
cantando, la esperanza me meca
en sueos esplendorosos; luca
para m un astro; t eras para mi
un Dios, que yo slo nombraba en
secreto! Era yo aquel nio, del
que el hombre casi se avergenza
hoy!
*
* *
Tiempo venturoso ae delirios,
ae alegra y de entusiasmo, en el
*
* *
En la actualidad sent, vi y s.
Qu importa si hoy menos ilu-
siones vienen a abrir mi puerta,
que gime al abrirse? Esa edad
ardiente, que me pareci sombra
al lado de la felicidad a cuya som-
bra me abrigo, vierte en m sus
rayos ahora.
* *
Qu mal os hice, aos juveni-
les de mi existencia, para que tan
pronto huyeseis y os alejaseis
de m, creyendo dejarme conten-
to? Qu mal os caus para que
me aparezcis hoy tan hermosos,
hoy que va no puedo gozar de
vosotros?
*
* *
Ay! cuando, tardamente, la
edad juvenil ha transcurrido, la
edad de nuestros amores y de
nuestros delirios se nos aparece,
estticos y con lgrimas en los
ojos vemos marchitas sus ilusio-
nes y sus quimeras!
*
* *
Olvidmosla! Cuando muere
la juventud, dejmonos arrebatar
por el mismo viento que se la
llev. Muerta la juventud, nada
queda ya de nosotros mismos, y
el hombre slo es un fantasma
errante que pasa sin proyectar si-
quiera su sombra en la pared.
Mayo de 1830.
XV
Sinite prvulos venire ad me.
J ESUCRI STO.
Los nios estn bien a mi lado.
Quin os ha dicho que la
pompa de jabn hinchada por
mi soplo, caiga en el suelo al
soplo indiscreto de los nios?
Quin os dice que sus juegos y
que sus gritos asustan a las musas
yauyentan a las Peris?... Venid,
nios, venid todos a la vez!
*
* *
Venid y rodeadme! Red, co-
rred, gritad; vuestros ojos risue-
os vertern sobre m rayos de
alegra; vuestra voz infantil me
encantar, porque es la nica que
proviene del exterior, sin pertur-
bar en m espritu el coro de las
voces interiores.
#
* *
Sois importunos querindolos
separar de m! No sabis que
se queda ms sereno y ms tran-
quilo nuestro corazn despus
que hemos visto a los nios jugar
y corretear? No sabis vosotros
cunto placer me, causa ver al
travs de mis trgicas fantasas
pasar esas cabecitas rubias!
*
* *
Tan deliciosa es para vosotros
la vida, que prefers, a oir su ino-
cente algazara, tener la casa vacia
y muda? Por compasin, no pri-
vis al corazn del poeta del rayo
del sol, al cielo sombro, de la
sonrisa del nio.
#
*
Pero sus risas, sus gritos y
sus rias desvanecern en ti la
inspiracin de la musa y esos
cantos delicados que murmura
en voz baja tu al ma. . . - Que me,
importan, musa, cantos y vanida-
des, perder tu gloria y mi inmor-
talidad, si gozo por una hora de
alegra?
*
* *
No es envidiable la ambicin
ni el destino del poeta; canta siem-
pre para despertar un eco en
lontananza, por conseguir un vano
ruido que pasa y desaparece, para
vivir saturado de hieles y de amar-
gura, para expiar durante el da
los delirios de sus noches, para
conquistar un nombre despus
que haya cado en la tumba.
*
* *
i
Prefiero la alegra, prefiero go-
zar de la dicha de estar en mis
momentos de ocio rodeado de la
familia, aunque la gloria ingrata
y frivola, aunque mis versos,
ahuyentados por las risas de los
seres queridos, huyan, como ante
un grupo de estudiantes huye una
bandada de pajarillos.
*
* *
Pero no; sus risas y sus juegos
no son obstculo a mis cantos.
La pintoresca oriental abre con
ms intenso perfume sus vistosas
flores; la balada resulta ms fres-
ca, y la oda no empuja con soplo
menos ardiente el grupo de sus
estrofas aladas.
*
* *
Mis himnos reverdecen ms bri-
llantes y perfumados, como un
jardn en la primavera. Sabed,
amigos mos, amigos mos cuya
alma est agotada, que la infancia
con sus rientes colores da poesa
;ft nuestros versos, como la aurora
riega con su .roco a las Ao-
jes.
Nios, venid! Para vosotros
son los jardines, los patios y las
escaleras; conmoved los pisos,
los techos y los pilares; corred y
susurrad como la abeja en el
campo. Oh juventud! mi alegra,
mi felicidad, mi alma y mis can-
tos te acompaarn siempre don-
de t vayas!
*
* *
Existen para los corazones sor-
dos a los clamores vulgares voces
armoniosas, acordes, rumores que
slo se oyen en los sitios retirados;
notas de un gran concierto, que
se interrumpe con frecuencia;
Vientos, olas, hojas del bosque,
ruidos de los que el alma soolien-
ta forma secretas msicas.
*
* *
Yo, cualquiera que sea el mun-
do, el hombre y el porvenir, ya
tenga necesidad de olvidar o de
acordarme, ya sufra, ya sea di-
choso, slo deseo habitar en la
ciudad de los vivos, en una casa
que llenen continuamente los gri-
tos, las risas y los lloros de los
nios.
*
* *
; Si alguna vez te vuelvo a visi-
tar, hermoso pas, cuya lengua
sonora tanto me agrada, cuya
campia es tan pintoresca, bello
pas en el (pie, siendo yo nio,
segua a Napolen, hermosas ciu-
dades de Valencia, de Castilla,
de Aragn, de la inolvidable Es-
paa,
*
* *
No quiero cruzar vuestras lla-
nuras, ni vuestras ciudades, ni
pasar por vuestros puentes de
un arco construido entre dos mon-
tes, ni contemplar vuestros pala-
cios romanos o moriscos, ni vues-
tro Guadalquivir, que serpentan-
do huye, ms que sentado sobre
uno de esos rsticos carros, que
andan moviendo mucho ruido
con las campanillas sonoras de
sus muas.
11demayo de 1830.
XVI
Cuando el libro sobre el que
se queda dormido todas las noches
mi pensamiento; cuando el aire
de la,casa y los cuidados del hogar;
cuando el murmullo de la ciudad
resuena; cuando las mltiples
ocupaciones que llenan nuestros
das, en su crculo limitado pesan
durante mucho tiempo sobre mi
cabeza y obligan a la mirada de
mi alma a dirigirse hacia la tierra,
mi fantasa se escapa al fin, se va,
corre, y en la llanura toma el sen-
dero que tomar maana, que
la extrava a la ventura, pero que
la hace regresar a su sitio, como
corcel prudente que conoce el
camino. Corre hacia los bosques,
donde en la sombra indecisa flotan
tantos rayos, tantos murmullos
y tantas voces, y se internan en
la espesura de las selvas.
"27de j uni o de 1830.
XVI I
Flevile nescio quid.
OV I DI O.
Por qu ocultarte? Aqu esta-
bas sola y llorando. Qu s lo
que pas ante tus ojos delirantes?
Qu sombra pas flotando sobre
tu alma? La caus un hondo
pesar, o siniestro presentimiento
alguno de los recuerdos juveniles
del pasado, o la vaga debilidad
propia de la mujer?
*
* *
Veas huir ya el amor con sus
'dulzuras y las ilusiones, esas jve-
nes hermanas que en la maana
de la vida vemos danzar en un
porvenir ilimitado, asidas de las
manos, coronadas de flores, y
que mueren antes de que termine
la tarde de la existencia?
*
Viste acaso salir de las dormi-
das tumbas alguna sombra do-
lente y amiga que te preguntaba
en voz baja qu da, por la tarde,
iras a rezar ante las cruces de
piedra, de las que penden muchas
flores marchitas?
*
* *
Pero no; esas visiones no te
perseguan. Tenemos bastante
motivo para llorar cuando com-
prendemos que en el mundo todas
las mieles tienen un fondo de
amargura, todos los cielos son
sombros, todas las ambiciones
engaosas, todas las esperanzas
falaces, y que no hay manos que
puedan retener las olas ni coger
la sombra.
i odo io que vuela en ei mundo
a merced del cfiro que tiene alas
de oro, de prpura y de zafiro,
nos hace correr huyendo delante
de nosotros; pero se disipa el
polvo de las alas de oro, de zafiro
o de prpura, cuando el nio con-
sigue apoderarse de la frgil ma
riposa, cuando el hombre realiza
su esperanza.
*
* *
. Llora, pues. Las lgrimas sien-
tan bien hasta en la felicidad;
tus cantos son ms tiernos cuando
suenan confundidos con tu llanto;
tus ojos puros y fascinadores son
ms irresistibles cuando los enju-
gas; cuando en el verano acaba
de llover, el campo est ms her-
moso, y a la luz del sol el cielo
hace brillar con mayor intensidad
su color azul, lavado por la lluvia.
*
* *
Llora como Raquel, llora como
Sara. Siempre se sufri en el
mundo y siempre se padecer.
Desgraciados los insensatos que
ren! El Seor nos levanta cuando
caemos; prefiere los desgraciados
a los buenos, los que lloran a los
que rezan.
*
* *
Llora y aprenders! Las lgri-
mas son un don del cielo. Muchas
veces el llanto, que sigue al aban-
dono o al eiror, reanima nuestras
fuerzas abatidas; muchas veces
el alma, al considerar la duda que
huye, comprende que el da ante-
rior, que amanece en la obscuri-
dad vierte estos gratos rocos.
*
* *
Llora, pero haces bien ocultn-
dote para llorar. Busca en ti mis-
ma tu propio consuelo. Para cal-
marte, en el fondo de tu corazn
oculta aparte el tesoro de tus l-
grimas y las saborears con frui-
cin.
*
* *
La flor, que se abre al roco de
la maana y que no desea que la
262
V1C T0B
uz del medioda haga admirable
el esplendor tmido de sus hermo-
sos colores, para que no la vean
miradas indiscretas, en el fondo
del cliz que guarda su aroma
esconde muchas veces una perla
hmeda.
J uni o de1830.
XVI I I
Sed satis eet jam posse mori.
L UCANO.
Dnde encontrar la felicidad?
me preguntaba. Desgraciado!
Dios mo, la felicidad vos me la
habis concedido.
*
* *
Nacemos e ignoramos que la
niez pasajera, apacible arroyo
que corre sin arrastrar una sola
gota amarga, es la edad de la
dicha, es el momento ms feliz
que el hombre, sombra que pasa,
obtiene en el mundo. Ms tarde
amamos. Guardamos dentro del
corazn juvenil un nombre mis-
terioso que jams pronuncian los
labios. Aspiramos a las dulzuras
del inefable himeneo; envidiamos
al agua que huye, a la nube que
vuela; sentimos estremecimien-
tos en el alma al oir el timbre de
una voz querida; soamos durante
el da y nos agitamos por las no-
ches, y entre las miradas de todas
las mujeres slo buscamos una
mirada, entre las plantas de abril
slo buscamos una flor, y en el
cielo rojizo slo buscamos un
astro.
*
* *
Despus, celosos y apresurados,
deshojamos las flores en la fuente
de la esposa; sentimos, soms di-
chosos, y por lo tanto, insensatos!
Miramos casi con lgrimas en los
ojos; vemos que el ardor del medio-
da marchita nuestra primavera,
nuestra maana y nuestra juven-
tud, sin tener esperanza de que re-
nazcan una ni otra; perdemos las
ilusiones, y envejecemos bajo el '
peso, siempre creciente, del remor-
dimiento; borramos de la frente
las manchas y las arrugas; senti-
mos pasin por el arte, por los ver-
sos, por los viajes infructuosos, por
los lejanos climas, por los mares
que cruzamos; echamos de menos
aquella edad en la que no dorma-
mos; y al mismo tiempo nos cree-
mos desgraciados y aseguramos
que ayer ramos locos, porque
ahora vivimos con ms calma y
tenemos ms cordura.
*
* #
Por fin llegamos a' la vejez;
como flores mustias, blanquean
nuestros cabellos, y pasan nues-
tros aos; nos lamentamos de
haber perdido los das venturosos
de la niez, y nos burlamos al
mismo tiempo del amdnte y del
poeta, y estando ya prximos a
descender al sepulcro, llamamos
a nuestro alrededor, con los ojos
empaados por el llanto, a nues-
tros hijos, que estn viviendo con
los suyos propios.
*
* *
D& este modo, Dios mo, el
hombre camina siempre con ta-
lante cada vez ms sombro, desde
la radiante cuna hasta la sombra
tumba.
*
* *
Es esto haber vivido? Es
esto haber goza do de alegra, de
amor y de felicidad? Es locura
quejarse? Este es el nctar que
llena nuestra copa? Ay! Nacemos
para vivir y deseamos la muerte;
crecemos lamentando haber per-
dido la niez, envejecemos que-
jndonos de haber perdido la
juventud, mormos lamentando
haber perdido la vejez y la vida.
*
* *
Dnde encontrar la felicidad?
me preguntaba.Desgraciado!
Dios mo, la felicidad vos me la
habis concedido
28 demayo de 1830.
XI X
TJO toit s' egaye et rit.
A NDRS CHENI EB.
Cuando aparece el nio, el crcu-
lo de la familia se regocija y
aplaude ruidosamente. Su inocen-
te mirada, que brilla, hace animar
los ojos de todos, y las frentes ms
tristes y ms ceudas se desarru-
gan de repente al ver aparecer al
juguetn y alegre nio.
*
* *
Ya se introduzca en mi casa el
agradable sol de junio, ya en el
mes de noviembre brille en el
hogar confortador fuego, cuando
llega el nio, llega para nosotros
la alegra. Remos, le reimos, le
llamamos, y su madre tiembla al
verle andar con pasos inseguros.
*
* *
Algunas veces, removiendo las
llamas, nos hablamos de la patria,
de Dios, de los poetas y del alma
que se purifica rezando; pero apa-
rece el nio... y adis cielo, adis
patria, adis poetas, adis filoso-
fa... suspendemos esas conversa-
ciones para colmarle de caricias.
*
* *
Por xa noche, cuando dormimos,
cuando ei espritu suea, cuando
se oye que gimen, como voces que
lloriquean, las olas entre las caas,
si de repente en lontananza brilla
el alba como un faro, su claridad
despierta en los campos una or-
questa de campanas y de pjaros.
*
% *
Nio, t eres la aurora y mi
alma es la llanura, que con sus
ms aromticas flores se embalsa-
ma cuando t la respiras; mi alma
es el bosque, cuya espesura se
llena para ti solo de suaves mur-
mullos y de rayos de oro.
*
* *
Porque tus hermosos ojos des-
tellan infinita dulzura, tus mane-
citas ligeras y suaves no han cau-
sado an dao alguno, tus pies
no se han manchado an en el
fango de la tierra., tu cabeza es
sagrada, nio de cabello rubio,
hermoso ngel que ostentas aureo-
la de orol
*
* *
Eres para nosotros la paloma
del arca: tus pies no pueden andar
por s solos, tus alas son de azur;
contemplas el mundo sin com-
prenderlo todava; gozas de doble
virginidad, de la del cuerpo, e
n
el que nada es inmundo, y de la
del alma, en la que todo es puro.
*
* *
Es delicioso el nio con su
cndida sonrisa, con su buena fe,
con su vocecita que todo lo quiere
decir, con sus lgrimas que se
secan en un momento, dejando
vagar su vista atnita por todas
partes, presentando con afn el
alma a la vida y la boca a los ca-
riosos besos!
*
* *
Seor! preservadme, preservad
a todos los que amo, a mis herma-
nos, a mis padres, a mis amigos y
aun a mis propios enemigos, de
que vean el esto sin flores, la
jaula sin pjaros, la colmena sin
abejas y la casa sin nios.
18 de mayo de 1830.
XX
Beau, rai s sonriant d'aise a cett
vie amere.
SAI NT-BETJ VB.
Dentro de una obscura alcoba,
inmediata a un modesto altar,
el nio duerme junto al lecho de
su madre, y mientras que reposa
VCTOR
con los ojos cefrados, su infantil
imaginacin suea.
*
* *
En sus sueos mgicos ve du-
rante unos instantes la arena de
la playa llena de diamantes, ilu-
minada por ardientes soles, y en
ella hermosas damas que llevan
en sus manos sus preciosas almas.
*
* *
En su prodigioso sueo ve co-
rrer arroyuelos, y oye una voz
que canta en el fondo de sus
aguas. Ve a sus hermanas ms
hermosas, a su padre que las
acaricia, y a su madre, que tiene
alas como los ngeles*
*
* *
Ve muchas cosas a cual ms
bella; ve lleno el corredor de azu-
cenas y de rosas; ve lagos de plata
en los que nadan peces de colores,
y en los que las olas se ocultan
entre caas de oro.
*
* *
Sigue soando, nio; duerme,
amor mo, ya que ignoras todava
a dnde la vida se dirige. Te arras-
tra como alga muerta; pero, qu
importa? La comente te lleva,
pero t no te despiertes.
*
* *
Sin cuida des sin recelo, recorre
durmiendo tu camino, que la
mano fra de la inquietud, no ha
escrito an en tu frente cndida,
tersa y risuea, la palabra Ma-
ana!
*
* *
Duerme en la inocencia: tran-
quilos los ngeles, que conocen la
suerte de los mortales, vindole
desarmado, sin miedo y sin in-
quietud, besan llorando de ternu-
ra sus manecitas.
*
* *
Los ngeles desfloran con sus
labios la boca del nio; ste, al
verles llorar, exclaman:Gabriel!
Pero el ngel que est a su lado y
que le mece en la camita, se pone
n dedo en la boca y con otro
dedo seala al cielo.
*
# *
Entretanto, su madre, que l
contempla despierta a su lado,
cree que una pesadilla est afli-
giendo a su hijo; le oye suspirar,
se acerca, y le hace sonrer dndo-
le un beso.
10 denoviembre de 1831,
*
* *
Por xa noche, cuando dormimos,
cuando ei espritu suea, cuando
se oye que gimen, como voces que
lloriquean, las olas entre las caas,
si de repente en lontananza brilla
el alba como un faro, su claridad
despierta en los campos una or-
questa de campanas y de pjaros.
*
% *
Nio, t eres la aurora y mi
alma es la llanura, que con sus
ms aromticas flores se embalsa-
ma cuando t la respiras; mi alma
es el bosque, cuya espesura se
llena para ti solo de suaves mur-
mullos y de rayos de oro.
*
* *
Porque tus hermosos ojos des-
tellan infinita dulzura, tus mane-
citas ligeras y suaves no han cau-
sado an dao alguno, tus pies
no se han manchado an en el
fango de la tierra., tu cabeza es
sagrada, nio de cabello rubio,
hermoso ngel que ostentas aureo-
la de orol
*
* *
Eres para nosotros la paloma
del arca: tus pies no pueden andar
por s solos, tus alas son de azur;
contemplas el mundo sin com-
prenderlo todava; gozas de doble
virginidad, de la del cuerpo, e
n
el que nada es inmundo, y de la
del alma, en la que todo es puro.
*
* *
Es delicioso el nio con su
cndida sonrisa, con su buena fe,
con su vocecita que todo lo quiere
decir, con sus lgrimas que se
secan en un momento, dejando
vagar su vista atnita por todas
partes, presentando con afn el
alma a la vida y la boca a los ca-
riosos besos!
*
* *
Seor! preservadme, preservad
a todos los que amo, a mis herma-
nos, a mis padres, a mis amigos y
aun a mis propios enemigos, de
que vean el esto sin flores, la
jaula sin pjaros, la colmena sin
abejas y la casa sin nios.
18 de mayo de 1830.
XX
Beau, rai s sonriant d'aise a cett
vie amere.
SAI NT-BETJ VB.
Dentro de una obscura alcoba,
inmediata a un modesto altar,
el nio duerme junto al lecho de
su madre, y mientras que reposa
VCTOR
con los ojos cefrados, su infantil
imaginacin suea.
*
* *
En sus sueos mgicos ve du-
rante unos instantes la arena de
la playa llena de diamantes, ilu-
minada por ardientes soles, y en
ella hermosas damas que llevan
en sus manos sus preciosas almas.
*
* *
En su prodigioso sueo ve co-
rrer arroyuelos, y oye una voz
que canta en el fondo de sus
aguas. Ve a sus hermanas ms
hermosas, a su padre que las
acaricia, y a su madre, que tiene
alas como los ngeles*
*
* *
Ve muchas cosas a cual ms
bella; ve lleno el corredor de azu-
cenas y de rosas; ve lagos de plata
en los que nadan peces de colores,
y en los que las olas se ocultan
entre caas de oro.
*
* *
Sigue soando, nio; duerme,
amor mo, ya que ignoras todava
a dnde la vida se dirige. Te arras-
tra como alga muerta; pero, qu
importa? La comente te lleva,
pero t no te despiertes.
*
* *
Sin cuida des sin recelo, recorre
durmiendo tu camino, que la
mano fra de la inquietud, no ha
escrito an en tu frente cndida,
tersa y risuea, la palabra Ma-
ana!
*
* *
Duerme en la inocencia: tran-
quilos los ngeles, que conocen la
suerte de los mortales, vindole
desarmado, sin miedo y sin in-
quietud, besan llorando de ternu-
ra sus manecitas.
*
* *
Los ngeles desfloran con sus
labios la boca del nio; ste, al
verles llorar, exclaman:Gabriel!
Pero el ngel que est a su lado y
que le mece en la camita, se pone
n dedo en la boca y con otro
dedo seala al cielo.
*
# *
Entretanto, su madre, que l
contempla despierta a su lado,
cree que una pesadilla est afli-
giendo a su hijo; le oye suspirar,
se acerca, y le hace sonrer dndo-
le un beso.
10 denoviembre de 1831.
XXI
Algunas veces, cuando todo
duerme, me siento alegre bajo
la bveda estrellada que en el
azul centellea, y me pongo a escu-
char si de las alturas oigo caer
algn rumor, y as pasan para m,
sin que yo me d cuenta, las
horas, contemplando conmovido
el eterno espectculo que el ra-
diante cielo ofrece al mundo du-
rante la noche.
*
* *
Con frecuencia me He forjado la
ilusin de que esas ardientes es-
trellas, cuando el mundo duerme,
slo ostentaban sus luces para m;
que yo era el nico predestinado
para admirarlas; que era yo, som-
bra obscura y silenciosa, el miste-
rioso rey de aquella fiesta noc-
turna, y que el cielo para m solo
se iluminaba.
Noviembre de 1829.
XXI I
A U N A M U J E R
C est une ame chamante.
DI DEROT.
Hermosa, si yo fuese rey, te
dara mi imperio, mi dosel, mi
cetro, mi pueblo, mi corona de
oro, mis baos de prfido y mis
flotas por una mirada de tus ojos.
*
* *
' Si yo fuese Dios, te dara el
mundo y el mar, los ngeles y los
demonios, el caos profundo, el
espacio, el cielo y la eternidad
por un beso de tus labios.
8 de mayo de 1829
XXI I I
Quien no aua, no vive.
Quienquiera que seis, joven
o viejo, rico o sabio, si aun no
habis expiado durante la noche
el momento de deslizarse un paso
igero y cadencioso, o de ver pasar lasciva, deshojando en su vuelo
un velo blanco que rpidamente mujeres y flores;
huye en la obscuridad, y que, co-
mo un meteoro, en la noche obs-
cura, os deja en el corazn una ***
estela radiante;
Si jams habis descendido de
^ las colinas hasta la llanura lleno
el corazn de emociones divinas;
Si slo conocis, por haberlo "
j amas
'.
al atar de
,
cer
'
ha
\
I os
odo decir al poete enamorado ^
un
.
c i el

que canta y que suspira, esa su- l f
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rema ventura que V ede con-
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seguir la juventud, de poseer un t ^ ^ ^
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corazn enteramente y sin reser- f , f *
ba
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a en I a ms
completa
va, de no tener ms luz, ni ms
sol eaaa
>
estrellas que dos ojos|adorados;
* *
*** Si jams una mano femenina ha
hecho temblar la vuestra; si jams
Si no habis jams esperado, las palabras / Yo te amo! llenaron
taciturno y sombro, al pie de los vuestra alma todo un da; si ja-
cristales del balcn de un saln ms habis desdeado los tronos,
de baile, esplndidamente ilumi- por creer que los que empuan
nado, la hora en que termine la cetros, que los que cien coronas,
fiesta para ver a la beldad que que los que gobiernan un imnerio
adoris, brillante como un relm- no tienen amores;
pago, joven, rosada, con ojos
azules, pasar a travs del resplan- *
dor luminoso de la sala, coronada * *
de flores;
Si, nunca en las horas en que
*** todo dormita, mientras ella, olvi-
dadiza, duerme, no habis Hora-
Si no habis jams sentido el do como un nio, y sufriendo
frenes celoso de ver la mano que- incesantemente no la habis lla-
nda entre otras manos, de ver el mado cien veces desde las prime-
corazn querido latir junto a ras horas de la noche hasta el
otros corazones; si jams habis aparecer de la aurora, creyendo
visto, posedos de noble ira, el siempre que vendra si no cesa-
vals impuro voltear con rapidez bais de llamarla;
bin a cantar. Pero vos no os
ese canto; vos no lo conocis, se-
*** ora. Porque el casto pudor en-
vuelve vuestra alma con sus blan-
Si nunca habis sentido que dos velos, y el ngel a quien el
ta mirada de una mujer en vues- cielo encarg vuestra custodia no
tra alma iluminaba otra alma, se ha ruborizado jams cuando,
que con su amor os pudiera abrir atentamente, mira lo que pasa
un cielo en el mundo; si nunca dentro de vos.
22 de mayo de 1837.
HXV
.Amor, oh' a nuil ' amato, amar perdona,
Mi prese del costui piacer si forte
Che, come vedi, ancor non m' abbandona.
Dant e.
Contemplar en el bao, sin velo
ninguno, a una joven inocente, se-
Mens bl anda i n eorpore bl ando, guir de lejos las velas en el mar,
ver fulgurar en el cielo las estre-
Seora, en torno de vuestra Has y en la hierba los gusanos de
persona tanta gracia derramis, luz.
vuestro canto es tan dulce, vues- ^
tra danza tan arrebatadora, vues- * *
tras miradas tan irresistibles, toda ..
vuestra persona atrae de tal ma- .Ver alrededor de silenciosos
era al corazn, que cuando apa- dolos bailar en corro a las sulta-
recis, joven astro, iluminando as, ver cmo huyen de noche des-
nuestra noche con esa radiante lizndose por el golfo las gondolas
sonrisa, que nos hace estremecer iluminadas,
de gozo como el pjaro en los ^
bosques cuando amanece la auro- f * *
ra, un pensamiento de ternura
se despierta en el fondo de nes- Mirar la luna tranquila dormir
tros corazones, que se ponen tam- bajo la copa de los rboles del
habis sentido que por esa mujer
que hace mofa de vuestras lgri-
mas gustoso expirarais a sus
pies... si no habis sentido nada
de esto, nunca habis amado,
nunca habis sufrido!
Noviembre de 1831.
XXI V
camino; or cmo se quejan las un vstago frgil puede salir tan
arpas, preludiando romanzas de tierno y tan verde de esa rama
amor; vagar por los vergeles, tan negra.
cuando al atardecer las andaluzas
arrojan flores desde sus balcones, *
*
* *
De las loies que el abril ostenta
despojar los olorosos cspedes; ver
tras de ausencia larga y cruel, des-
tacarse en el horizonte el paisaje
de la ciudad natal; eso es nada:
todos los bienes fabulosos o rea-
les que nos concede el destino
nada valen para m; los cambiara
mi alma enamorada por ti, cuando
me miras fijando tus ojos azules
en mis ojos negros.
12 de septiembre de 1828.
XXVI
Oh ! les tendres propos et les charmantes
[choses
Que me di sai t Al i ne en la saison des roses!
Doux zephir qui passiez alors dans ces beaux
XT. [lieux,
N en reportiez-vous rien a l'oreille des dieux ?
L egr ai s.
Pregntame entonces por qu,
mujer amada, cuando en mi alma
cerrada y endurecida penetra tu
soplo despus de haber soportado
la lluvia de las lgrimas, por qu
corre y se remonta hasta ella toda
mi savia; por qu mi alma, cual
flor abierta, arroja de pronto ver-
sos, que yo deshojo a tus pies.
* *
Es que todo lo del mundo se
rige por sus leyes inexorables; es
que la noche clara sucede a las
noches sin luna; es que todo en la
tierra tiene reflujos incesantes; es
que el viento necesita el rbol
y el cfiro las hojas. Es que des-
pus de mi desgracia se me apa-
reci tu sonrisa; es que yo era
el invierno y t eres la primavera.
7 de mayo de 1829.
Mira esa gruesa rama; es dura,
y las nubes vierten la lluvia a
mares sobre su corteza resquebra-
jada, vers cmo una tierna hoja
agujerea sus nudos tan duros, y
te preguntars a ti misma cmo de las vetustas torres, despojos de
XXVI I
A MI S AMI GOS L . B. Y S. B.
Esta ciudad, amigos, es Rouen;
la ciudad de las calles antiguas,
razas que desaparecieron, la ciu-
dad de los cien campanarios que
ensordecen los aires, la de los
castillos, de los palacios y de las
crceles, cuyo frontis erizado de
flechas y de agujas desgarra sin
cesar las brumas del mar.
*
* *
Rouen os retiene en su seno y
os aparta de mi. Muchas veces
me ha ocurrido la idea de ir a
ver a Saint-Ouen, medio destru-
do, y nunca he cumplido este
deseo, porque siempre me han
privado de ello la familia, el estu-
dio, los quehaceres, y sobre todo
la vaga inquietud que hace que
el hombre tema realizar sus de-
seos.
*
* *
Difer ese viaje. La vida se pasa
difiriendo las cosas. De proyecto
en proyecto y de espacio en espa-
cio, vuela constantemente el loco
espritu del hombre. Al fin, un
da, cansado de engaosos sueos,
exclamamos: j Ya es hora de reali-
zarlos! Entonces volvemos la vis-
ta a nuestro alrededor y observa-
mos que ya la muerte nos acecha.
*
* *
Esto sucede con todos mis pla-
nes. Cundo os volver a ver,
Espaa, Venecia con tu golfo,
Roma con tu campia? Cundo
volver a ver a Sicilia, roda por
subterrneo volcn; a Grecia, que
tan familiar es para m; a Cerdea
que no he visto nunca; a las
pirmides del Nilo y a las cate-
drales del Rhin?
*
* *
Quin sabe! Quizs nunca,
Cundo podr refugiarme a ori-
llas del mar, o en un monte cu-
bierto de nieve, o en algn anti-
guo torren lleno de las sombras
de los hroes, en el que el sol, do-
rando las cimas de las torrecillas,
refleje sobre mi frente sus ardien-
tes rayos?
*
* #
Quizs nunca tampoco. Entre-
tanto vivo como una sombra
vana, olvidada en el espacio y
perdida entre el vulgo. Tengo tres
hijos que animan mi hogar, y
cuando la sabidura entreabre la
puerta de mi casa, oigo que me
dice: Amigo, debes estar conten-
to. Qu te importa que est
hecha de un modo o de otro la
tienda de un da, que tendrs
muy pronto que plegar?
*
* *
Adems, la imaginacin me su-
giere cien veces todo cuanto deseo
ver; y lo que deseo ver se me
aparece tan hermoso! Mi imagi-
nacin me representa las Romas
y las Crdobas, que lanzan bri-
llantes resplandores, cuando t.
Musa, sacudes en sus sombros
pilares tu esplndida antorcha.
*
* *
Veo Alhambras, gigantescas ca-
tedrales babeles que en las nubes
esconden sus cimas, negros Esco-
riales, misteriosos retiros, ciudades
antiqusimas semiarruinadas, en
las que se oye noche y da el so-
nido de mil campanas aladas, que
alegremente habitan de da en las
torres.
*
* *
De este modo sueo, y las ciu-
dades ms esplndidas no eclip-
sarn las de mis ensueos con sus
esplendores ideales; quiero con-
servar esta ilusin, ya que la
ilusin se desvanece demasiado
pronto. Todos los hombres con
su fantasa crean en la imagina-
cin un mundo mgico de arte
y de poesa; cada uno de nosotros
tiene su tierra de Canan.
*
* *
Sigamos, pues, soando. Por
qu queremos descender de las
alturas de la fantasa y tocar
aquello que soamos? Qu hare-
mos despus? No tendremos ya
finalidad que perseguir, ni espe-
ranza que nos seduzca; desde la
tierra que se nos concedi no
volveremos ya a la tierra prometi-
>da; Moiss hizo bien en morir.
*
* *
Permanezcamos lejos de los
objetos que encantan nuestra vis-
ta. El arco iris es un poco de va-
por, la nube es humo. El ideal
se deshace en polvo si lo toca la
realidad. Consumen al alma los
sueos de gloria y los sueos de
amor. Como el nio que hace pom-
pas de jabn, cada hombre sopla
burbujas de espuma, en las que
se refleja un cielo.
*
* *
Frgil pompa suspendida en
una caa, que tiembla al ms li-
gero choque, vacila y se disipa!
Estos son nuestros proyectos,
nuestros placeres y nuestras va-
nidades! Loca creacin, que el
cfiro ms leve desbarata! Esfera
de mil colores, formada con una
gota de agua, mundo que un so-
plo crea y que otro soplo des-
truye!.
*
* *
Soar es ser felices y esperar es
vivir. Viajar, recorrer pases le-
janos, es abrigar locos" deseos.
Hay bastante con el viaje eterno.
Todo camina en el mundo hacia
un fin misterioso. Dnde va el
espritu del hombre? Dnde va el
hombre en la tierra? Dnde va
la tierra en el cielo?
272!
V CTOB HDGO
*
* *
Lo sabremos algn da?
Quin romper vuestros velos,
obscuros firmamentos, sembrados
de nubes de apiadas estrellas?
Quin puede, oh mar! descender
a tus profundidades y registrar-
las? Qu ciencia nos lo ensear?
Buscad en el lecho de los mares,
y en el Ocano conocido jams
podris sondear la perla divina
del alma.
*
* *
Qu debemos hacer, qu de-
bemos pensar? Negar, dudar o
creer? Encrucijada tenebrosa!
Triple camino en las tinieblas
de la noche! El hombre ms sabio
se sienta al pie de un rbol y
murmura: Seor, ir donde t
me enves. Espera, y por los tres
sombros caminos, meditabundo
y taciturno, oye caminar al gne-
ro humano.
Mayo de 1830.
X X V I I I
A MI S AMI GOS s. B. Y L . B.
Lamento vuestra ausencia, mis
queridos amigos, el pintor y el
poeta; no me encuentro sin vos-
otros y de continuo os estoy lia-
mando; aborrezco a la Norman-
da, porque os retiene tanto tiem-
po.
*
* *
Llevronse consigo toda mi poe-
sa: uno en su inspirado lad y el
otro en sus inspirados pinceles;
en el manantial de su poesa y de
su pintura beba la inspiracin
mi Musa favorita.
*
* *
Adis, pues, manantial! Adis
cariosos corazones que dulcifica-
ban toda mi vida! Adis, pues,
a la alegra que esos dos seres, de
tan diferente genio, infundan en
mi pecho con idntica amistad!
*
* *
Creo verles aqu an cuando
pasaban discutiendo la ojiva y el
arco delante de un viejo prtico;
o verles en sus momentos de des-
canso buscar detrs de una celo-
sa unos ojos negros a travs
del varillaje de un abanico.
*
# *
De la joven bella y del antiguo
monasterio, t, pntanos la belle-
za; t, descrbenos el misterio,
con ese encanto peculiar de los
dos; a travs del transparente
VlCTOB HUGO 273
velo y de ia amarillenta muralla, desde el mundo real a la invisible
sabis ver, amigos mos, en la esfera; su espiral es profunda y
mujer el amor y Dios en el tem- cuando a ella se desciende, sin
P
J o
- cesar se prolonga y se ensancha,
y el que pasa rozando alguno de
* sus fatales enigmas, regresa p-
* * lido de ese viaje vertiginoso.
Proseguid vuestro camino, ar- ^
tista y apstol, hermanos geme- * *
los; aqul nos pinta el universo
que ste nos explica, porque para El otro da acababa de llover,
vuestra felicidad, cada uno de porque han empaado este ao
vosotros tiene en la tierra su el esto los cierzos y las lluvias,
porcin propia; el pintor tiene y el hermoso mes de mayo, cuya
el mundo; el poeta, el alma, y apacibilidad suele ser engaosa,
los dos, la inspiracin del Omni- toma la mscara del abril, que
sonre y que llora. Haba subido
el transparente de gticos colori-
nes de mi ventana, y contemplaba
desde lejos las flores y los rboles.
Las gotas de la lluvia brillaban
en el verde csped al recibir los
rayos del sol, y mi abierta venta-
na traa desde el jardn a mi tran-
quilo espritu la algazara de los
nios que jugueteaban y el canto
Obscuritate rernmverba sepe obseurantur. enamorado de los pjaros. Pars,
GEEVASI US I BEEI ENSI S. con sus grandes olmos, con sus
casas, con sus cpulas, todo l
LA PENDI ENTE DE L A I MAGI NACI N fl
ota
ba ante mi vista envuelto en
la esplndida luz del sol de mayo.
Me qued absorbido en estas tres
Amigos, no ahondis la pro- armonas, primavera, maana, in-
fundidad de vuestros desvarios, fancia, que se confundan ante
No queris cavar en el suelo de mis ojos y en mi imaginacin: el
vuestras llanuras florecientes, y Sena, como yo, dejaba fluir con
cuando se ofrece a vuestros ojos suavidad las olas por su pendiente
el Ocano dormido, nadad en la y el astro del da evaporaba al
superficie o recorred sus orillas, mismo tiempo en las playas el
El pensamiento es sombro; por agua del ro en nieblas y mi pen-
pendiente insensible se desliza Sarniento en desvarios.
potente.
15de mayo de 1830.
XXI X
BAYOS.18
272
V CTOB HDGO
*
* *
Lo sabremos algn da?
Quin romper vuestros velos,
obscuros firmamentos, sembrados
de nubes de apiadas estrellas?
Quin puede, oh mar! descender
a tus profundidades y registrar-
las? Qu ciencia nos lo ensear?
Buscad en el lecho de los mares,
y en el Ocano conocido jams
podris sondear la perla divina
del alma.
*
* *
Qu debemos hacer, qu de-
bemos pensar? Negar, dudar o
creer? Encrucijada tenebrosa!
Triple camino en las tinieblas
de la noche! El hombre ms sabio
se sienta al pie de un rbol y
murmura: Seor, ir donde t
me enves. Espera, y por los tres
sombros caminos, meditabundo
y taciturno, oye caminar al gne-
ro humano.
Mayo de 1830.
X X V I I I
A MI S AMI GOS s. B. Y L . B.
Lamento vuestra ausencia, mis
queridos amigos, el pintor y el
poeta; no me encuentro sin vos-
otros y de continuo os estoy lla-
mando; aborrezco a la Norman-
da, porque os retiene tanto tiem-
po.
*
* *
Llevronse consigo toda mi poe-
sa: uno en su inspirado lad y el
otro en sus inspirados pinceles;
en el manantial de su poesa y de
su pintura beba la inspiracin
mi Musa favorita.
*
* *
Adis, pues, manantial! Adis
cariosos corazones que dulcifica-
ban toda mi vida! Adis, pues,
a la alegra que esos dos seres, de
tan diferente genio, infundan en
mi pecho con idntica amistad!
*
* *
Creo verles aqu an cuando
pasaban discutiendo la ojiva y el
arco delante de un viejo prtico;
o verles en sus momentos de des-
canso buscar detrs de una celo-
sa unos ojos negros a travs
del varillaje de un abanico.
*
# *
De la joven bella y del antiguo
monasterio, t, pntanos la belle-
za; t, descrbenos el misterio,
con ese encanto peculiar de los
dos; a travs del transparente
VlCTOB BOGO 273
velo y de ia amarillenta muralla, desde el mundo real a la invisible
sabis ver, amigos mos, en la esfera; su espiral es profunda y
mujer el amor y Dios en el tem- cuando a ella se desciende, sin
P
J o
- cesar se prolonga y se ensancha,
y el que pasa rozando alguno de
* sus fatales enigmas, regresa p-
* * do de ese viaje vertiginoso.
Proseguid vuestro camino, ar- ^
tista y apstol, hermanos geme- * *
los; aqul nos pinta el universo
que ste nos explica, porque para El otro da acababa de llover,
vuestra felicidad, cada uno de porque han empaado este ao
vosotros tiene en la tierra su el esto los cierzos y las lluvias,
porcin propia; el pintor tiene y el hermoso mes de mayo, cuya
el mundo; el poeta, el alma, y apacibilidad suele ser engaosa,
los dos, la inspiracin del Omni- toma la mscara del abril, que
sonre y que llora. Haba subido
el transparente de gticos colori-
nes de mi ventana, y contemplaba
desde lejos las flores y los rboles.
Las gotas de la lluvia brillaban
en el verde csped al recibir los
rayos del sol, y mi abierta venta-
na traa desde el jardn a mi tran-
quilo espritu la algazara de los
nios que jugueteaban y el canto
Obscuritate rernmverba sepe obseurantur. enamorado de los pjaros. Pars,
GEEVASI US TI BEBI ENSI S. con sus grandes olmos, con sus
casas, con sus cpulas, todo l
LA PENDI ENTE DE L A I MAGI NACI N A
ota
ba ante mi vista envuelto en
la esplndida luz del sol de mayo.
Me qued absorbido en estas tres
Amigos, no ahondis la pro- armonas, primavera, maana, in-
fundidad de vuestros desvarios, fancia, que se confundan ante
No queris cavar en el suelo de mis ojos y en mi imaginacin: el
vuestras llanuras florecientes, y Sena, como yo, dejaba fluir con
cuando se ofrece a vuestros ojos suavidad las olas por su pendiente
el Ocano dormido, nadad en la y el astro del da evaporaba al
superficie o recorred sus orillas, mismo tiempo en las playas el
El pensamiento es sombro; por agua del ro en nieblas y mi pen-
pendiente insensible se desliza Sarniento en desvarios.
potente.
15de mayo de 1830.
XXI X
BAYOS.18
*
* *
Entonces vi con los ojos de la
mente, alrededor mo, a mis ami-
gos, no confusamente, sino con
la misma claridad que los veo
cuando vienen por la noche a mi
casa; al uno con sus brillantes
pinceles y al otro con sus versos
de ardiente inspiracin; todos los
dems amigos estaban formando
crculo; ciamos y mirbamos; na-
die faltaba a la reunin; asistan
hasta los que se hallaban realizan-
do largos viajes, acudan hasta
les difuntos, conservando el mis-
mo aspecto que cuando vivan.
En cuanto contempl durante
algunos instantes con los ojos de
mi pensamiento a todos mis com-
paeros sentados junto al hogar,
vi que temblaban sus confusos
semblantes y que por grados pali-
decan y se borraban sus facciones
descoloridas, y todos ellos, como
un arroyo que se pierde en un lago,
se desvanecan alrededor de mT
*
* *
Vi con los ojos del pensamiento
una innumerable multitud, un
caos de voces, de ojos, de pasos;
hombres a quienes jams haba
visto, hombres que yo no conoca,
vi todos los vivos! Vi ciudades
murmurando como un bosque
de Amrica o susurrando como
una colmena llena de abejas, cara-
vanas acampadas en el ardiente
desierto, marineros dispersos por
el Ocano! Vi los dos polos, el
mundo entero, el mar, la tierra,
los Alpes de frente nevada, el
Etna con su sombro crter, y
a un mismo tiempo el otoo, el
esto, la primavera y el invierno,
los valles que descendan desde
la tierra hasta el mar y los mares
que inundaban las campias, los
cabos y los grandes continentes,
brumosos, verdes o dorados, inun-
dados constantemente por la in-
mensidad de los mares.
*
# *
Todo esto, como un panorama,
en una cmara obscura, se refleja-
ba en mi espritu; todo esto viva
en l y pasaba! Entonces, fijndo-
se ms atentamente mi pensa-
miento y mi vista en infinitas
perspectivas que el soplo del vien-
to o el paso de las estaciones me
ofrecan a cada momento, vi sur-
gir de pronto, y algunas veces
del fondo de las olas, al lado de
las ciudades vivas de los dos mun-
dos, otras ciudades desconocidas,
nunca vistas, sepulcros ruinosos
de los tiempos pasados, en donde
se hallaban amontonadas torres
y pirmides y ciudades que baa-
ban sus pies en el mar y sus cabe-
zas en el cielo hmedo. Algunas
de ellas salan de debajo de las
ciudaaes vivas, y desde los siglos
pasados hasta la edad presente
pude contar tres pisos de Romas.
Y mientras confundindose los
clamores y gritero de todas las
ciudades de los vivos con el mur-
mullo del pueblo o con los pasos
del ejrcito, las ciudades del pasa-
do, cerradas y mudas, sin lanzar
humo por sus chimeneas, sin que
surgiese ningn rumor de su seno,
callaban y parecan colmenas va-
cas. De improviso o gran es-
truendo. Las razas muertas de
las desoladas ciudades abrieron
las puertas y vi que marchaban
como las ciudades vivas, pero le-
vantando una polvareda mucho
mayor. Entonces vi las torres,
los acueductos, las pirmides y
las columnas; el interior de las
antiguas Babilonias, a Cartago,
Tiro, Tebas y Sin, de donde ince-
santemente salan las generacio-
nes.
*
* i
As lo abarqfp todo; el mundo
con su faz antigua y con su faz
moderna, el pasado y el presente,
los vivos y los muertos, la huma-
nidad entera. Todo me hablaba a
la vez y se me haca comprensible,
el habla del pelasgo Orfeo y del
etrusco Evandro, las ruinas de Ir-
mensul, la esfinge agipcia y la voz
del nuevo mundo, que no es ms
joven que el antiguo.
*
* *
No podra describiros lo que
vea. Era como un inmenso edifi-
cio edificado con el hacinamiento
de siglos y de lugares, en el que
no se podan encontrar ni los bor-
des ni los centros; que sustentaba
en todas sus alturas naciones,
pueblos, razas; millones de obre-
ros humanos, que dejando por
doquiera sus huellas, trabajaban
de noche y de da, hablando cada
uno un idioma y sin entenderse,
y yo recorra, en busca de alguien
que me respondiera, de grada
en grada, esa Babel del mundo.
*
* *
En ese sueo espantoso me
sorprendi la noche, obscurecin-
dolo todo, y en las regiones que
la mirada no puede escudriar
cuanto ms numerosos eran los
hombres, la obscuridad era ms
densa; y slo un soplo que pasaba
de vez en cuando, como para en-
searme aquel hormiguero huma-
no, iluminaba con resplandores
fugaces aquella vasta noche.
*
* *
No tardaron las tinieblas en
envolverme, se disip el horizonte,
las formas se desvanecieron, y el
hombre y los objetos y el ser con
el espritu flotaron a mi soplo y
tembl. Todo hua de mi vista.
Qued solo. La extensin qued
sombra. Unicamente se distin-
gua en lontananza, a travs de la
sombra, como de un Ocano de
olas negras y apretadas, en el
espacio y el tiempo, amontonada
la coleccin de las unidades.
*
* *
El doble mar del tiempo y del
espacio, por el que el navio de la
humanidad navega y va y vuelve
sin cesar, quise sondearlo, quise
llegar a su fondo de arena, cavar
y escrutar all, por sacar de su
abismo alguna extraa riqueza
y deciros si su lecho es de roca o
es de fango. Mi espritu sumergi-
se en ese seno, y en sus profundi-
dades nad solo y desnudo, bo-
gando desde lo inefable hasta lo
invisible... De pronto se volvi,
lanzando terrible grito, fascinado,
jadeante, estpido y lleno de te-
rror, porque en el fondo haba
encontrado la eternidad.
Mayo de 1830.
XXX \
RECUERDO DE LA I NFANCI A
A Jos, conde de S.
Cuneta supercilio,
HORACI O.
t
Un da que en ei Pantheon se
celebraba una gran fiesta, vi pa-
sar a Napolen, cuando yo no
tena ms que siete aos. Para
contemplar su figura heroica me
escabull del lado de mi madre,
porque las hazaas realizadas por
ese hombre exaltaban mi imagi-
nacin; mi cariosa madre, que
con facilidad se sobresaltaba, asus-
tbase al oirme hablar de gue-
rras, de asaltos y de batallas en
mis anos ms tiernos.
*
* *
Lo que hizo que de mi se apo-
derase un santo temor cuando
apareci el emperador a la cabeza
de su squito, mientras los otros
nios preguntaban a sus madres
si era aquel el hroe, no fu el
ver que le segua todo un pueblo,
ni verle desde lejos cubierta la
cabeza con sus viejo sombrero,
V CTOR HCGO 277
ms hermoso en l que una diade- dinario. Hablando con mi padre,
ma, ni que fueran tras de l diez le pregunt:Por qu el empe-
vasallos coronados, que temblan- rador, el enviado de Dios, que
do se fijaban en sus espuelas, todo lo mueve, que todo lo dirige,
ni sus veteranos granaderos, ni tiene esa inmovibilidad y esas
el voltear de las campanas, ni miradas fras?... Mi padre, co-
la iluminacin de la ciudad, ni giendo con sus manos mi dbil
los coros que cantaban; lo que cabeza y mostrndome lejos el
me conmovi y dej en mi ni- espacioso horizonte, me contest:
mo cierta impresin de gravedad La tierra, que ante tus ojos apa-
para siempre, fu, entre los cn- rece inmvil, se conmueve ms
ticos de gloria, entre las aclama- que el aire, ms que las olas y
ciones que levantaba, ver a aquel ms que las llamas, porque el
hombre soberano pasar silencioso germen de todo cuanto existe
y grave como un dios de bronce, se agita en su seno. En sus tene-
brosas profundidades, noche y
da siente sumergirse las races,
serpientes que se nutren en los
arroyos de las savias predispues-
Por la noche se lo cont a mi
t as
' y *** abrevan sin cesar,
padre, mientras se despojaba de
cor r en
P
or eUa mu c h as l l amas
' y
su uniforme de guerra y yo juga- P
r ont o
empapa el cristal, que
ba con sus charreteras; pero mi transforma en diamante tan pron-
padre sacudi la cabeza sin con-
en al

i ma mu

a
sombra alum-
testarme. Con frecuencia una
hl
f. entones de carbunclos; o
idea se apodera de nuestro espri- adiendo a la luz, todava con ms
tu y se nos aparece a cada instan- magnificencia, coloca sobre la
te: la cndida infancia tiene sus
frete
L
del
.
E t n a u n
Penacho de
asombros.
0r 0,
Continuamente esta traba-
jando el interior de la tierra, y su
flanco universal se estremece in-
cesantemente. Gota a gota el
manantial de todos los ros se
filtra en ella por la noche. La
Al da siguiente, para ver a tierra hace aparecer en su super-
puesta de sol, sub con mi padre ficie los trigos, las ciudades, los
a la colina que domina Pars por bosques y los hombres. Contempla
(
Ia parte de Levante, y caminba- cmo todo verdea, cmo todo
.xnos los dos; l pensativo y yo re, cmo todo est vivo; pues
divagando. Aquel hombre se me bien, mientras t ests mirando
apareca como un ser extraor- todo eso, en el seno de la tierra
que nunca se agota de tanto
producir, las futuras cosechas
tiemblan confusamente.
*
* *
De la misma manera, hijo mo,
trabaja el alma activa y fecunda
del poeta que crea y del soldado
que edifica. Pero no se conoce; la
llama interior que los consume
no aparece al exterior. As tam-
bin Napolen, rodeado de es-
plendores y que tanto ruido hizo
al forjar su corona, ese hombre
clebre que ves inmvil y mudo
cruzar las calles, mientras un
pueblo le aclama, quizs siente
bullir y germinar en el fondo de
su cerebro un porvenir. Tal vez
en su imaginacin perspicaz en-
trev que la Europa se transfor-
mar en una Francia inmensa, y
que Berln, Viena, Madrid, Mos-
cou, Londres y Miln vendrn
anualmente a Pars a rendirle
homenaje; que el Vaticano ser
vasallo del Louvre; que se hundi-
rn en el abismo los antiguos
tronos, y que de todas sus ruinas
surgir para la humanidad otro
Carlomagno con otro globo de
oro en la mano. Y dentro del esp-
ritu en donde bulle ese gran desig-
nio tal vez ya caminan los futuros
batallones, tal vez ya se llenan
las playas de Cherburgo de traba-
jadores y de instrumentos, tal
vez ya se est construyendo un
buque colosal, tal vez flota en
sus mares una nueva armada y
en sus playas un nuevo ejrcito,
tal vez en la obscuridad del alma
de ese hombre surge el sol de un
segundo Austerlitz.
*
* #
Algn tiempo despus vi pasar
nuevamente a ese hroe, ms
grande en Pars que Csar en
Roma, y record lo que aos
atrs o de los labios de mi padre.
Se le tributaban honores casi di-
vinos, y le volv a ver pasar tam-
bin pensativo, tambin inmvil
como la primera vez. Le preocu-
paba tormentosamente su colo-
sal proyecto; cien guilas le escol-
taban, como a un Csar romano;
marchaban sus regimientos con
las banderas desplegadas; sus pe-
sados caones, con las bocas in-
clinadas, corran atravesando en-
tre la multitud, produciendo el
ruido del bronce sobre las cureas;
pero en seguida la figura del hroe
desapareci ante mi vista envuel-
to en nubes de polvo, y pas. Pro-
nunciaban su nombre todos los
labios, las campanas eran echadas
al vuelo y tronaban los caones;
su squito produca gran estrpito
en las calles, y con clamores y v-
tores, el pueblo saludaba a ese
transente glorioso.
Noviembre de 1831
XXXI
A MADAME MAR A M.
Ave Mar a, gratia plena.
Vuestras miradas son tmidas
y vuestra frente serena. Aunque
por pudor o por tener de nosotros
compasin nos ocultis vuestra
alma cuando el soplo celeste agita
vuestro corazn, como fuego es-
condido bajo la ceniza, de repente
se inflama y centellea.
tan pronto se difunde en delicados
versos, como al son del piano,
que se estremece cuando cantis,
se explaya en dulcsimas notas
musicales.
*
* *
Hacis soar al poeta que sin
cesar piensa en vos cuando el
cielo est obscuro, cuando la me-
dia noche extiende sus velos;
porque el alma del poeta que se
compone de sombra y de amor, es
una flor nocturna que se entreabre
al morir el da y expone su corola
a la luz de las estrellas.
Q dediciembre de 1830.
*
*
Dejad que oigamos con frecuen-
cia esa voz, que permanece silen-
ciosa. Cuando visteis la luz del
da cantaba un ruiseor. Un sol
delicioso os vi nacer. Siendo
nia estaba a la cabecera de vues-
tra cuna un ngel que os marc
con el sello potico, quizs
Dios, quizs vuestro padre.
*
* *
Dos vrgenes hermanas, la poe-
sa y la msica, llenan vuestro
pensamiento de infinitas dulzuras;
vuestro genio ha gozado de dos
auroras a la vez, vuestro espritu
XXXI I
PARA LOS POBRES
Qui doneau pauvre, prete a Dien.
V. H.
En vuestras fiestas invernales,
vosotros los felices del mundo,
joh ricos! cuando el baile os agite
en voladores crculos; cuando por
todas partes a vuestro alrededo
veis brillar las lmparas, candela-
bros y espejos, y la alegra en e.
rostro de todos los convidados:
cuando con sonoro acento, er
vuestra feliz morada, os en e
reloj la voz grave de las horas, caminan agobiados najo el peso
pensis algunas veces que, qui- de las penas, y pocos son convida-
zs en aquel preciso momento en dos al banquete de la dicha; todos
las calles inmediatas, se detiene no pueden sentarse en l con igual
un indigente hambriento y ve faciUdad. Una ley, que nos parece
pasar vuestras iluminadas silue- injusta en el mundo, dice a unos:
tas tras de los vidrios del saln Gozad! y a los otros: /Envidiad!
lleno de luces?...
*
* *
*
* *
Este pensamiento, amargo y
Pensad que est all abajo,
S 0m
|^
0j
fermenta en silencio en
transido de fro y helado por la
el cor az
6
n
<j
e
i
os
miserables. Ricos
nieve, ese padre indigente, que
hom
j j
r es
felices, que os adorme-
al contemplar vuestra fiesta, ex-
cJ s en l a
voluptuosidad, tened
clama en voz reconcentrada:
cui (
j
a

0
<j
e q u e
los desheredados
Cunta riqueza para uno solo!
de
j
a
f
or t una n0
os arranquen
Qu rico debe ser! Cuntos ami-
de l ag ma n o s esos
bienes super-
gos acuden a su festn! Es muy
fluos que at r ae
n sus miradas; que
dichoso, sus hijos le sonren; con
og l og
^^q ^ j
a
caridad,
lo que valen sus juguetes tendran
para comer pan los mos!
*
* *
#
* *
La benfica caridad que el
, 4. pobre idolatra, que es la madre
Despus el indigente compa- ^
U os q u e t i enen l a suer
te
ra con vuestro saln de baile su
adr as t a> q u e
levanta y sos-
miserable hogar apagado y pobre, F ^
&
^
c a dos J og i nf el i ces;
sus hijos hambrientos su madre sacrificndose cuando sea
plida y andrajosa, tendida sobre J k
c o mo e l D i o s mr t i r
, cuyo
un montn de paja, en el suelo
l o si gue
, exclamar: Bebed,
y tiritando, la anciana abuela, iI P ^
eg mi car ne) st a
es
que el invierno enfrio ya lo bas- >
tente para hacerla entrar en la
ml san

re
'
>)
tumba.
*
*
t *
Que sea ella, oh ricos! la que las
Dios ha establecido estos gra- alhajas, los diamantes las e
dos en la fortuna humana; unos y las perlas, para que el-indigente
se alimente, de los brazos de vues-
tros hijos y del seno de vuestras
mujeres las quite, para drselos
a los pobres.
*
* *
Dad, ricos. La limosna es geme-
la de la oracin. Cuando un ancia-
no, en el umbral de vuestras puer-
tas, helado por el fro del invierno,
en vano os pide de rodillas; cuan-
do sus pequeuelos, con las manos
amoratadas por el fro, recogen
a vuestros pies las migajas del
banquete, Dios, ofendido, aparta
la vista de vosotros.
* *
HUGO 281
so:Nos compadeci; para que
el indigente, helado de fro, fije
miradas menos feroces en vues-
tros salones de baile.
*
* *
Dad, para tener a Dios propi-
cio; para que hasta el mismo per-
verso se incline al pronunciar
vuestro nombre; para que tengis
un hogar tranquilo; para que un
da, en vuestra ltima hora, alcan-
ce la absolucin de vuestros peca-
dos la oracin que rece un mendi-
go por vosotros en el cielo.
Enero de 1830.
Dad, para que Dios, que dota
a las familias, d fuerza a vues-
tros hijos y gracia a vuestras
hijas; para que vuestra via pro-
duzca fruto en abundancia; para
que el trigo se amontone en vues-
tros graneros; para que seis
mejores; para que veis en vues-
tros sueos pasar ngeles por la
noche.
*
* *
- Dad; porque llegar un da ei
que abandonaris el mundo y en
que vuestras limosnas os propor-
cionarn en el cielo una riqueza.
Dad, para que diga el menestero-
XXXI I I
A... TRAPI STA E N L A MEI L L ERA Y B
Hermano mo, la tempestad
fu terrible; el huracn impetuoso
que soplaba arrastrndonos de
escollo en escollo, cuando vos
partisteis abri de par en par el
vasto abismo y amonton las
olas alrededor de vuestro esquife.
*
* *
Sucesivanemte, de prisa, para
evitar el naufragio, para aligerar
reloj la voz grave de las horas, caminan agobiados najo el peso
pensis algunas veces que, qui- de las penas, y pocos son convida-
zs en aquel preciso momento en dos al banquete de la dicha; todos
las calles inmediatas, se detiene no pueden sentarse en l con igual
un indigente hambriento y ve facilidad. Una ley, que nos parece
pasar vuestras iluminadas silue- injusta en el mundo, dice a unos:
tas tras de los vidrios del saln Gozad! y a los otros: /Envidiad!
lleno de luces?...
*
* *
*
* *
Este pensamiento, amargo y
Pensad que est all abajo,
S 0m
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fermenta en silencio en
transido de fro y helado por la
el cor az
6
n
<j
e
i
os
miserables. Ricos
nieve, ese padre indigente, que
hom
k
r es
felices, que os adorme-
al contemplar vuestra fiesta, ex-
cJ s en l a
voluptuosidad, tened
clama en voz reconcentrada:
cui (
j
a

0
<j
e q u e
los desheredados
Cunta riqueza para uno solo!
de
j
a
f
or t una n0
os arranquen
Qu rico debe ser! Cuntos ami-
de l ag ma n o s esos
bienes super-
gos acuden a su festn! Es muy
fluos que at r ae
n sus miradas; que
dichoso, sus hijos le sonren; con
og l og
^^q ^ j
a
caridad,
lo que valen sus juguetes tendran
para comer pan los mos!
*
* *
#
* *
La benfica caridad que el
, 4. pobre idolatra, que es la madre
Despus el indigente compa- ^
U os q u e t i enen l a suer
te
ra con vuestro saln de baile su
adr as t a> q u e
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anta y sos-
miserable hogar apagado y pobre, F ^
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sus hijos hambrientos, su madre sacrificndose cuando sea
plida y andrajosa, tendida sobre J k
c o mo e l D i o s mr r
, cuyo
un montn de paja, en el suelo
l o si gue
, exclamar: Bebed,
y tiritando, la anciana abuela, iI P ^
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, sta es
que el invierno enfrio ya lo bas- >
tente para hacerla entrar en la
ml san

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'
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tumba.
*
*
t *
Que sea ella, oh ricos! la que las
Dios ha establecido estos gra- alhajas, los diamantes lasi cintas
dos en la fortuna humana; unos y las perlas, para que el indigente
se alimente, de los brazos de vues-
tros hijos y del seno de vuestras
mujeres las quite, para drselos
a los pobres.
*
* *
Dad, ricos. La limosna es geme-
la de la oracin. Cuando un ancia-
no, en el umbral de vuestras puer-
tas, helado por el fro del invierno,
en vano os pide de rodillas; cuan-
do sus pequeuelos, con las manos
amoratadas por el fro, recogen
a vuestros pies las migajas del
banquete, Dios, ofendido, aparta
la vista de vosotros.
* *
HUGO 281
so:Nos compadeci; para que
el indigente, helado de fro, fije
miradas menos feroces en vues-
tros salones de baile.
*
* *
Dad, para tener a Dios propi-
cio; para que hasta el mismo per-
verso se incline al pronunciar
vuestro nombre; para que tengis
un hogar tranquilo; para que un
da, en vuestra ltima hora, alcan-
ce la absolucin de vuestros peca-
dos la oracin que rece un mendi-
go por vosotros en el cielo.
Enero de 1830.
Dad, para que Dios, que dota
a las familias, d fuerza a vues-
tros hijos y gracia a vuestras
hijas; para que vuestra via pro-
duzca fruto en abundancia; para
que el trigo se amontone en vues-
tros graneros; para que seis
mejores; para que veis en vues-
tros sueos pasar ngeles por la
noche.
*
* *
- Dad; porque llegar un da ei
que abandonaris el mundo y en
que vuestras limosnas os propor-
cionarn en el cielo una riqueza.
Dad, para cfue diga el menestero-
XXXI I I
A... TRAPI STA E N L A MEI L L ERA Y B
Hermano mo, la tempestad
fu terrible; el huracn impetuoso
que soplaba arrastrndonos de
escollo en escollo, cuando vos
partisteis abri de par en par el
vasto abismo y amonton las
olas alrededor de vuestro esquife.
*
* *
Sucesivanemte, de prisa, para
evitar el naufragio, para aligerar
la nave, expuesta a la terrible
tempestad, casi engullido por las
alborotadas olas, fu preciso que
alijaseis al mar placeres, liber-
tad, fantasa, familia, amor, todos
esos tesoros.
*
* *
Adems necesario fu que vos,
solo y desnudo, bogaseis solitario,
arrastrado por la corriente del
oleaje, sin tocar tierra jams,
sin llevar en el esquife, separado
de los nuestros, ms que la vela
y la brjula, al alma y a Dios.
Mayo de 1830.
XXXI V
BI EV RE
n
A. M. Luisa B.
Un horizon fai t a eonhait ponr l e
pl ai si r des yeux.
FKNBLOM.
r
I
S; este es el valle, el valle
umbro y tranquilo 1 Aqu el vera-
no esparce grata frescura; aqu
duran mucho tiempo las efmeras
flores; aqu el alma contempla,
escucha, adora v aspira y tiene
HUGO
piedad del mundo, loca morada,
en la que el hombre cada da deja
menos espacio para Dios.
* *
Un no en el fondo, cosques so-
bre las dos pendientes: aqu, gran-
des lamos festoneados de trepa-
dora via, praderas en las que
el segador ve curtirse sus brazos
nervudos; all, pensativos sauces
llorando sobre la playa, y que,
como una mujer indolente que
se baa, dejan que moje el agua
el extremo de su cabellera.
* *
* *
All, bajo el vado, se ven, en-
tre aguas cenagosas, cuando le
atraviesan, las piernas de las
jornaleras; campos cuadrilongos
de dorado trigo; estanques de
agua lmpida; en la parte sombra,
paredes gredosas y techos negros;
terrenos obscuros en los barran-
cos, que las lluvias destruyen, y
en lontananza un acueducto que
parece un puente erigido en el
aire.

* *
V coronando sus veerguean-
tes colinas las profundidades del
cielo, surge el pabelln construido
por Dios, que, llenando de da de
pliegues azules el espacio, parece
un dosel suspendido sobre el sol,
de cuyo ropaje slo son visibles
los clavos de plata durante la
noche.
*
* *
Ese es uno de los sitios donde e"
corazn se siente vivificado; algo
celestial flota en aquel ambiente
que le ambriaga; es uno de los
sitios que siendo yo nio prefera,
en el que la belleza serena, nti-
ma e inagotable, derrama en el
alma el sublime olvido de todo
aquello que es desagradable asi
del mundo como de los hombres.
u
Si cuando nace el alba se cami-
na por las lomas cubiertas de
bosque, que sirve de abrigo a los
cervatillos, por el spero camino
cuyas piedras lastiman los piece-
citos de los nios, cuando el sol
aparece y el rbol siente correr
BU savia bajo la corteza, el valle
parece un hermoso ensueo; la
niebla se disipa, la naturaleza se
despierta, la flor rosada se abre,
la brisa suspende en ella una abe-
ja y el roco una gota cristalina.
*
*
el ave de paso, la hierba que tiem-
bla y reluce, el rbol viejo que la
edad doblega, la torrecilla que
est junto al molino, el agua di-
fana del arroyo, todo lo que sonre,
todo lo que canta, todo lo que
suspira, todo lo que alienta, todo
lo que habla, todo produce armo-
nioso rumore
I I I
Si por la tarde, dejando que el
pensamiento divague errante, de
sendero en sendero, desde lo alto
de la colina, descendemos a la ca-
sa, que os excita durante todo
el da a mirar hacia abajo, al fon-
do de la pradera, y que se presen-
ta a la imaginacin como una
benncN flor;
*
* *
Si estis dentro de ella, vos,
cuyas manos consiguen que el
piano hable la lengua propia de
vuestra alma; si es en uno de
aquellos instantes dulces y miste-
riosos en los que la msica, esp-
ritu de arrobamientos y de defi-
ri, cuyas alas hacen el ruido de
una lira, reverbera en vuestros
cantos el brillo de vuestros ojos;
*
* *
En su pintoresco paisaje, en- Si vuestros hijos pequeuelos,
canto de la vista, el arbusto, que buscan constantemente, con-
funden sus alegres risas con las
melodas que modulis; si vues-
tro noble padre sonre contem-
plando los juegos de los nios y
oyendo vuestro canto; si todo esto
sucede, oyendo vuestra voz que
penetra en el interior del alma,
bajo ese cielo tachonado de estre-
llas, se cree en la familia, en el
reposo, en la dicha; el corazn
se inunda de alegra y de amor,
sentimos que nuestros ojos se
humedecen, levantamos las ma-
nos al cielo y no podemos poi
menos que exclamar: iGracias
Seor!
I V
No se desea ya nada ms; por-
que all nuestra alma se sume en
la contemplacin de la natura-
leza y en la poesa, sin pensar de
que cerca, y oculto tras los bos-
ques y tras la cadena de colinas
azules, a cuatro pasos, que llama-
mos cuatro leguas, duerme el
gigante Pars.
* *
No nos acupamos ya de si la
opulenta ciudad, capital predilec-
ta del mundo que est en fusin,
abre o cierra tal da sus crteres
humeantes, ni de cmo miran
los reyes en el momento actual
hervir en ese Vesubio de hombres
la lava de los sucesos.
* Mayo de 1830.
XXXV
PUESTAS DE SOI
Merveilleux tableaux que la vue
dcouvre a la pense.
C. NODI EE.
I-
I
.Plcenme las tardes serenas
y tranquilas, ya doren la frente
de antiguas guaridas sepultadas
entre la hojarasca, ya en lonta-
nanza ensanche su cortinaje la
bruma, ya. los rayos del sol des-
garren en el cielo azul un grupo de
amontonadas nubes.
*
* *
Mirad el cielo! Corren las nubes
reunidas en el espacio, impulsa-
das por los vientos y agrupando
sus caprichosas formas; de repen-
te fulgura en ellas un plido re-
lmpago, como si de sbito un
gigante de los aires las cortase con
su formidable, espada.
El. sol brilla an a travs ae
sus sombras; ya parece que forme
sobre ellas esbeltas cpulas de suspende Dios con profusin en
oro, ya las hace brillar como el la inmensidad del cielo, como un
techo de una choza, ya disputa guerrero que cuelga en las vigas
las nieblas al horizonte, ya recor- del techo sus resonantes armadu-
ta sobre ellas grandes lagos de ras.
luz al caer sobre los hmedos
cspedes.
u
*
* *
* * El sol, precipitado desde las
alturas como un globo de cobre,
Despues se cree ver en el barr- se lanza contra las fraguas remo-
do cielo, suspendido, un gran vidas, cayendo sobre ellas; su cho-
cocodrilo, de espalda ancha y que las desbarata, y hace, en
rayada, con tres filas de dientes copos de fuego, saltar hasta el
de acero; y que sobre su cobrizo cnit la ardiente espuma de las
vientre se desliza un rayo y que nubes.
. cien nubes ardientes brillan junto
a sus flancos obscuros, como esca- ^
mas doradas. * *.
,* Mirad el cielo; desde que huye
* * el da en cualquier sitio y en cual-
quier tiempo que sea, con inefa-
^Despus se levanta en ellas un j)]
e
amor contempladle al travs
palacio. Despus tiemblan por de sus velos, que siempre hallaris
unos momentos y todo huye. El un misterio oculto en el fondo de
edificio de nubes destruido se
su
grave hermosura; se halla este
desploma de repente, se esparce misterio en el invierno, cuando
en lontananza por el cielo, y sus i
os
velos son fnebres como una
conos rojos penden con la punta mortaja, y se encuentra tambin
hacia abajo, sobre nuestras cabe-
en e
\ verano, cuando la noche los
zas, semejantes a montaas pues- borda de rutilantes estrellas.
tas del revs. . _ _ J uni o de 1828.
* *
I I
Esas nubes de oro, de cobre, de
hierro, en las que duermen pro- El da va desapareciendo en lo
duciendo murmullos sordos el hu- alto de los cielos tras los velos del
racn, la tromba y el rayo, las celaje; de vez en cuando se aven-
tura a aparecer una estrella; la
noche lentamente va subiendo a
su trono de tinieblas; una parte
del cielo est ya obscura, en la otra
brilla escasa luz, y sucediendo
a la puesta del sol, el crepsculo
expira por momentos sobre los
negros collados.
cho delante de m, dejando esca-
par suspiros de su boca, como si
la obgase a gemir la fatiga, y
vigilando solo, sobre ella, entre
los ruidos sordos del Ocano y de
la multitud, tener a mis pies la
giganta dormida.
22 de j ul i o de 1828.
*
* *
m
Y all abajo, alumbrando arti-
ficialmente los cristales de sus ,Quiero ir ms lejos, ms lejos
balcones y ventanas con su cate-
a
n! A la luz rojiza del sol po-
dral de flechas dentadas, con las njente, gustara de ver cmo la
torres de sus palacios y las de su obscuridad crece y se extiende en
crcel, con sus altos campanarios, i
os
campos; la ciudad est dema-
irguindose como una sierra colo-
s
j
a
do cerca de m; la oigo y la veo;
sal, la ciudad con sus innmera- p
ar a
entregarme por completo a
bles techos se destaca en el hori-
m
i s pensamientos, la voz cascada
zonte. de Pars murmura demasiado cer-
ca de m.
*
* *
#
* *
Quisiera presenciar desde unA
alterosa torre cmo la ciudad se Quiero huir bastante lejos para
abre bajo mis pies como un abis- que un matorral me oculte la
mo; quisiera huir, oyendo cmo niebla, que Pars lleva en la
muere el vasto murmullo de la frente como un penacho, esa nube
ciudad, que de da suena con ms eterna detenida encima de sus
estrpito que el Sena, cuando ese torres; para que el zumbido dbil
gran ro se irrita contra los puen- del mosquito que pasa apague
tes. en mis odos la gran voz de la
ciudad.
28de agoeto de 1827.
i
Quisiera contemplar a la anti-
gua ciudad, extendida en su le-
I V
Dadme alas y hasta las nubes
dejadme que vuele, dejadme que
suba! En estas pobres regiones
bastante he soado y he sufrido
ya. Dejadme volar hacia otros
mundos. Basta ya de seguir un
faro en las noches tenebrosas;
basta ya de sueos y de dudas; la
voz misteriosa que oigo ac en el
mundo quizs la oir con ms cla-
ridad all arriba.
* *
Prestadme alas o facilitadme
velas; quiero llegar hasta las es-
trellas, o ir en un bajel hasta el ex-
tremo del mundo; quizs all se
encuentre la llave del misterio
que explique el orden universal,
y quizs los poetas lean con faci-
lidad esa pgina del cielo.
Septiembre de 1828.
V
Algunas veces, entre los plie-
gues de engaadoras nubes, all
arriba, a travs de la brechas va-
porosas que agita el viento de
la tarde, detrs de las ltimas
nieblas, acaso ms lejos, aparecen
de repente a la vista los mil
escalones de oro de un edificio de
nubes; y espantados vemos a lo
lejos en la esfera azul, en una isla
del aire que con audaz vuelo se
aventura en el ter, subir hasta
el cielo, con sus escaleras, sus
puentes y sus grandes torres,
alguna Babel desmesurada
8 de j ul i o de 1831.
VI
El sol se ha puesto esta tarde
entre nubes. Maana rugir el
huracn, volvern a aparecer otra
vez el da y la noche, despus
el alba con sus claridades, y todos
los das y todas las noches pasa-
rn as. Pasarn as en multitud
sobre los mares, sobre los montes,
sobre los ros y sobre los bosques,
como confuso himno cantado por
los muertos queridos que amba-
mos cuando vivieron. Y la super-
ficie de las aguas y la frente de las
montaas, arrugadas pero no en-
vejecidas, y los bosques siempre
verdes, se rejuvenecern; pero yo,
inclinando ms cada da la cabe-
za, pasar; y helado a pesar del
sol ardiente, desaparec del
mundo en medio de la fiesta de
la naturaleza, sin que por eso deje
sta nunca de ser frtil ni magni-
fica.
Abril de 1829.
288 VICTOR H U GO
fundir en sus obras, en otro tiem-
po inspiradas por la gracia o el
amor, el fresco encanto de la edad
juvenil.
XXXVI
Ese encanto se pierae para
Llega un da en que de repente siempre. Cuando se van bus-
el artista que gasta prdigamente <^0 al acaso esos pensamientos,
sus das, en el peso de su frente co- q
Ue e n e
j camino encontramos y
noce el peso de los aos. Se des- q
ue
permiten que, por la noche,
pierta una madrugada acosado
ej l t r e e
\
ar
ti sta en su gabinete
por una idea, que le hace excla- orgulloso y altivo, cuando sale
mar:He malgastado mis her-
pa
ra meditar, cuando vaga erran-
mosos das y pocos me quedan
t
e,
y a
p
or
i
os
prados, ya por los
ya! Veo el fondo de mi vida, como Rosques, ya por las encrucijadas
el hombre prdigo ve que est tumultuosas de Pars, siempre en
vaco el fondo de su arca. Co-
e
j f
0n

0
todo, siempre en su
noce que los rayos ardientes del espritu, hasta en las ocasiones
sol hacen inclinar su cabeza, de
en
^
e
j
ar
t
e
\
e
embriaga y le
igual manera que al medioda, s
0n
r e, encuentra con gran triste-
hacen doblar las flores; cuando
z a
j
a
pesadumbre de haber visto
se aventura a andar, cumpliendo desaparecer su pasado, cualquiera
con la ley de su destino, contem- q
ue
ste haya sido,
pa a su paso, mojados los cspe-
Novi embre de 183L
des, como por la maana, y sa-
biendo que su aurora ya se ha
disipado, exclama: Esto lo pro-
duce la lluvia, pero no el roco!
*
* *
Esto es hecho. Su genio ha
adquirido madurez; puede llegar
mejor a las ms altas cumbres; el
hogar que enciende arroja menos
humo; cuando asciende su astro
levanta menos cantidad de bru-
ma; su celebrado corcel recorre Mi hija se dispone a rezar
mejor los campos acotados; pero Anochece ya; va desapareciendo
ya no conserva, ya no puede di- el crepsculo vespertino; la bruma
XXXVI I
L A ORACI N PARA TODOS
.Ora pro cobis1
borra poco a poco los contornos de las manos, con los pies desnudos
las colinas apenas se oye a lo lejos y puestos de rodillas, rezan a la
el ruido lejano de algn carro...; misma hora una misma oracin y
la naturaleza va a entregarse al ruegan por nosotros al Padre
reposo, y el rbol del camino se sa- Universal,
eude al viento de la noche el
polvo que se pos sobre l du-
rante el da. ***
* *
Empiezan en el celaje a cente-
llear las estrellas; la ltima luz
del sol va apagndose; las tinie-
blas empiezan a platear la super-
ficie del agua; surcos, senderos y
matorrales, todo se confunde y
se borra; inquieto el viajero, no
acierta a encontrar su camino.
*
* *
Luego se dormirn. Entonces,
saliendo de la obscuridad, el en-
jambre numeroso de sueos de
oro que nacen cuando se disipan
los ltimos ruidos del da, y oyen-
do desde lejos la respiracin de
las rosadas bocas de los nios, asi
como a los capullos de las flores
acuden las abejas, acudirn a po-
sar su vuelo en las blancas corti-
nas de los lechos infantiles.
*
* *
El da termin; recemos, que Delicioso sueo de la cuna,
ya aparece la noche grave y sere-
ora
ci n de la infancia, cuya voz
na. El viejo pastor, el viento acaricia siempre y no ofende ja-
n las grietas de las torres, los
m
s; dulce religin, que solaza y
estanques, los rebaos, todo sufre <l
ue
sonre; preludio del concier-
y todo se queja. La naturaleza, to de la noche solemne! Como para
fatigada, tiene necesidad de dor- dormir el pjaro introduce la
mir, necesita oraciones y amor, cabeza bajo el ala, el nio ador-
mece en la oracin su inocente
espritu.
*
* *
Esta es la hora en la que los
nios hablan con los ngeles.
Mientras que nosotros corremos Hija ma, ve a rezar. Primero
en busca de locos placeres, todos reza por la que tantas noches
los nios, mirando al cielo, juntas meci tu cuna, por la eme te tom
RAYOS.19
288 VICTOR H U GO
fundir en sus obras, en otro tiem-
po inspiradas por la gracia o el
amor, el fresco encanto de la edad
juvenil.
XXXVI
Ese encanto se pierae para
Llega un da en que de repente siempre. Cuando se van bus-
el artista que gasta prdigamente cando al acaso esos pensamientos,
sus das, en el peso de su frente co- q
Ue e n e
j camino encontramos y
noce el peso de los aos. Se des- q
ue
permiten que, por la noche,
pierta una madrugada acosado
ej l t r e e
\
ar
ti sta en su gabinete
por una idea, que le hace excla- orgulloso y altivo, cuando sale
mar:He malgastado mis her-
pa
ra meditar, cuando vaga erran-
mosos das y pocos me quedan
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or
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os
prados, ya por los
ya! Veo el fondo de mi vida, como Rosques, ya por las encrucijadas
el hombre prdigo ve que est tumultuosas de Pars, siempre en
vaco el fondo de su arca. Co-
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do todo, siempre en su
noce que los rayos ardientes del espritu, hasta en las ocasiones
sol hacen inclinar su cabeza, de
en
^
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te le embriaga y le
igual manera que al medioda,
son
r e, encuentra con gran triste-
hacen doblar las flores; cuando
z a
j
a
pesadumbre de haber visto
se aventura a andar, cumpliendo desaparecer su pasado, cualquiera
con la ley de su destino, contem- q
ue
ste haya sido,
pa a su paso, mojados los cspe-
Novi embre de 183L
des, como por la maana, y sa-
biendo que su aurora ya se ha
disipado, exclama: Esto lo pro-
duce la lluvia, pero no el roco!
*
* *
Esto es hecho. Su genio ha
adquirido madurez; puede llegar
mejor a las ms altas cumbres; el
hogar que enciende arroja menos
humo; cuando asciende su astro
levanta menos cantidad de bru-
ma; su celebrado corcel recorre Mi hija se dispone a rezar
mejor los campos acotados; pero Anochece ya; va desapareciendo
ya no conserva, ya no puede di- el crepsculo vespertino; la bruma
XXXVI I
L A ORACI N PARA TODOS
.Ora pro cobis1
borra poco a poco los contornos de las manos, con los pies desnudos
las colinas apenas se oye a lo lejos y puestos de rodillas, rezan a la
el ruido lejano de algn carro...; misma hora una misma oracin y
la naturaleza va a entregarse al ruegan por nosotros al Padre
reposo, y el rbol del camino se sa- Universal,
eude al viento de la noche el
polvo que se pos sobre l du-
rante el da. ***
* *
Empiezan en el celaje a cente-
llear las estrellas; la ltima luz
del sol va apagndose; las tinie-
blas empiezan a platear la super-
ficie del agua; surcos, senderos y
matorrales, todo se confunde y
se borra; inquieto el viajero, no
acierta a encontrar su camino.
*
* *
Luego se dormirn. Entonces,
saliendo de la obscuridad, el en-
jambre numeroso de sueos de
oro que nacen cuando se disipan
los ltimos ruidos del da, y oyen-
do desde lejos la respiracin de
las rosadas bocas de los nios, asi
como a los capullos de las flores
acuden las abejas, acudirn a po-
sar su vuelo en las blancas corti-
nas de los lechos infantiles.
*
* *
El da termin; recemos, que Delicioso sueo de la cuna,
ya aparece la noche grave y sere- oracin de la infancia, cuya voz
na. El viejo pastor, el viento acaricia siempre y no ofende ja-
n las grietas de las torres, los
m
^s; dulce religin, que solaza y
estanques, los rebaos, todo sufre
ue
sonre; preludio del concier-
y todo se queja. La naturaleza, to de la noche solemne! Como para
fatigada, tiene necesidad de dor- dormir el pjaro introduce la
mir, necesita oraciones y amor, cabeza bajo el ala, el nio ador-
mece en la oracin su inocente
espritu.
*
* *
Esta es la hora en la que los
nios hablan con los ngeles.
Mientras que nosotros corremos Hija ma, ve a rezar. Primero
en busca de locos placeres, todos reza por la que tantas noches
los nios, mirando al cielo, juntas meci tu cuna, por la eme te tom
RAYOS.19
290 VICTOR
en el cielo para ponerte en el
mundo; por tu tierna madre, que
dividiendo en dos partes su vida,
bebi siempre el absintio y guar-
d para ti la miel.
*
* *
Luego reza por mi; yo lo nece-
sito ms que ella. Tu madre es
como t, buena, sencilla y leal;
lleva la frente erguida y tiene el
corazn puro; es prudente y cari-
osa; sufre la vida con paciencia,
se resigna a las desgracias, sin
odiar al que las produce;
*
* *
Siempre cortando flores, nunca
su mano casta roz siquiera la
corteza del vicio; ningn lazo es
capaz de arrastrarla a mentirosas
alegras; olvida por completo las
amarguras pasadas, y no se alo-
jan en su mente esos malos pen-
samientos que pasan por el esp-
ritu como una sombra por encima
del agua.
*
* *
No sabe lo que son las miserias
que en el mundo nos asaltan y
ojal t siempre las ignores! los
placeres falsos, las vanidades, los
remordimientos, las inquietudes
que roen el alma, las pasiones que
flotan sobre el corazn como la
HUGO
espuma, los ntimos recuerdos que
producen afrenta o amargura y
que hacen subir el rubor al rostro.
*
* *
Conozco la vida mejor que ella,
y te ensear, cuando seas mayor
y debas instruirte, que es una lo-
cura dejarnos engaar por la am-
bicin, por la fortuna y por el ar-
te; y que a menudo encontramos
la ignominia en vez de la gloria,
y que en tan azaroso juego se
puede perder el alma.
*
* *
Viviendo se altera el alma; y
aunque de los mortales sea claro
el fin, y nos deje ver la causa,
apresuramos la vejez cuando nos
entregamos al error o al vicio;
por ms que el hombre, internado
ya en la vida, tenga que equivo-
carse y 'que dudar en muchas
ocasiones. Todos los mortales de-
jan alguna parte de s mismos
entre los breales del camino;
el cordero los vellones de lana,
el hombre la virtud.
o *
Reza, pues, por mi. Di esta
oracin: ^Seor, Seor Dios mo,
sois mi padre, sois bueno y sois
todopoderoso; os suplico por todos
nosotros!Deja que vaya tu ora-
cin" adonde tu alma la enva, y limpio como las aras sagradas,
no te preocupes por el camino que se lavan cada da.
que tome;
*
* *
Que todo en el mundo encuen-
tra su natural pendiente. El ro
corre serpenteando por las lla-
nuras hasta el mar; la abeja sabe
que la flor guarda la miel; todas
las alas se dirigen a su punto de
destino: el guila vuela hacia el
sol, el buitre hacia las tumbas,
la golondrina hacia la primavera
y la oracin hacia el cielo.
*
* *
Cuando la oracin que rezas
por m vuela hacia Dios, me quedo
como el esclavo que se sienta en
el valle y deposita su ckr& en la
margen del camino; me encuen-
tro ms aligerado, jorque tu
oracin me quita el peso del haz
de penas, de faltas y de errores
que arrastro gimiendo 7

j . x r
*% -
Reza por tu padre. Reza para
que yo sea digno de ver pasar en
mis sueos un ngel que se cierna
como un cisne, para que mi alma
se purifique; con tu cndidb hli-
to borra mis pecados?,* para que
mi corazn quede Inocente y
I I I
Reza por todos los que pasan
peregrinando por el mundo; por
aquellos que se les borran los sen-
deros, en el mar o en la tierra; por
el insensato que cifra su alegra
en un manto de seda o en la velo-
cidad del galope de un caballo;
por todo aquel que sufre y traba-
ja; por todo el que obre bien y
por todo el que obre mal;
*
* *
Por aquel a quien manchan los
placeres, abrazndole desde la
noche hasta la maana; que la
hora consagrada al rezo la pasa en
los festines, que celebra infame or-
ga en los instantes de la noche en
que el alma eleva al Cielo su
religioso himno, y que cuando
acaba la oracin prosigue en sus
placeres, como si Dios no la hu-
biera odo.
*
*
Reza por las vrgenes consa-
gradas al claustro, por los que
lloran en las crceles, por las
mujeres que venden sus caricias,
por el espritu que suea y que
medita, por el implo que blasfema
de la santa ley. Tu rezo no debe
excluir a nadie, porque t crees
los eme niegan, porque la entreabre en el horizonte supupi -
TnTancia S S a la l eT la pr otej a por pestaas de oro.
*
* *
Reza tambiTpor ios que duer-
men el sueo de la tumba, en
ese negro precipicio que nos esta
tragando incesantemente. Esas
.almas en su adversidad necesitan
que se las quite el moho de sus
cuerpos, y no dejan de sufrir por
estar silenciosas; reza por ellas;
es necesario compadecer a los
muertos.
Pero ios perversos no pueden
dormir as; se agitan inquietos y
fros en sus lechos. Los ngeles no
cantan himnos alrededor de ellos;
les persigue en sus sueos el ma>
que causaron; su noche carece
de crepsculo; el implacable re-
mordimiento, convertido en gusa-
no del sepidcro. les roe el cora-
zn.
I V
Pstrate en el suelo, cae de
hinojos sobre la tierra, en la que
est enterrado el padre de tu pa-
dre y la madre de tu madre, en
la que todo el que vivi duerme
eternamente, en el abismo en que
se mezclan todas las cenizas de
los hombres-
*
* *
Cuando duermes, nia, sonres.
La alegre bandada de los sueos
revolotea en las tinieblas en que
est sumida, se asusta al oirte
respirar, se va, pero vuelve en
'seguida; y abres por fin tus her-
rnosos ojos a la'vez que el alba,
que tambin es un ojo celestial,
*
* *
Rezando t por ellos puedes
alcanzar que el remordimiento
tome alas y desparezca volando;
que un grato calor reanime su
cuerpo yerto, y <fue llegue hasta
ellos un rayo de luz y de vida,
algo semejante al murmullo de
los vientos de los bosques y de
las aguas.
*
* *
Cuando paseas pensativa, a pe-
sar de tu edad infantil, por las
playas, junto a las que las olas
Simen, o por debajo de rboles
de espesas cimas, algunas veces,
en los suspiros de las olas y de
las brisas, no oyes una voz que
te pregunta:-Ni a, cuando re-
zas por m?
*
de *
Esa es a splica de los muer-
tos. Cuando los muertos tienen
quien les rece, sobre la tierra
que los cubre crece la hierba ms
lozana y florida y ningn demomio
se burla de ellos; los muertos ol-
vidados sumidos estn en noche
fra, y siempre algn rbol que
nace sobre ellos les clava despia-
dadamente las races hasta el
corazn.
* *
Reza para que el padre, el
to y los abuelos, que necesitan
de nuestras oraciones, se agiten
conmovidos en sus tumbas, cuan-
do oigan que los nombras, cuan-
do sepan que en el mundo no
los olvidamos.
v
No me corresponde a mi, palo-
ma ma, rezar por todos los mor-
tales, por los vivos que no tienen
fe, ni por los muertos que yacen
en la tamba; no me corresponde
a mi, cuya alma est llena de erro-
res y vaca de fe, rezar por el gne-
ro humano, porque mi voz es
deficiente acaso, Dios mo, para
rezar por m mismo.
Si por los reprobos de la tierra
hay quien deba rezar, eres t,
cuya inocencia subyuga; eres t,
cuya Cndida plegaria puede redi-
mir a los dems. Pregntale a ese
Padre augusto, que sonre cuando
oye tus oraciones, por qu el rbol
ahoga al arbusto, y qu es lo que
hace, desde lo justo a lo injusto,
vacilar a la razn del hombre.
Pregntale que si la sabidura
slo pertenece a la eternidad,
por qu su soplo nos abate, por
qu incesantemente deshoja a la
humanidad en la tumba.
*
* *
Los nios velan en el santo lu-
gar por aquellos que estn con-
sumidos por los vicios; son las
flores que le perfuman, son los
incensarios que humean, son las
voces que llegan hasta Dios. De-
jemos que recen arrodillados los
nios: nosotros, que somos peca-
dores, todos hemos cometido fal-
tas graves, todos nos encontra-
mos en la pendiente del abismo;
dejemos que la niez ore por nos-
otros.
vi
Nia, distribuye tus plegarias
como una limosna; reza por tu
*
* *
padre, por tu madre y por tus
abuelos, por el rico a quien Dios *
niega la felicidad, por el pobre, * *
por la viuda, por el crimen, por
el vicio, reza por todas las mise- Rzale, y cuando notes que
as del mundo. se llene tu alma de grato calor,
ser que El se te acerca, hija ma,
y entonces vierte, como antigua-
mente Mara la hermana de Marta,
todo su perfume a los pies del
Nia, cuando todo el da habis- '
n o
'
jugado bajo los rboles t y tus
hermanos, y estis rendidos de
cansancio por la noche, necesi- VII
tis tomar leche o algn alimento
frugal y que vuestra madre arro-
en J os
^ ^
m J T a 0
di l l ada os l ave l os pi es; pues bien, ^
o1or oso nar d0) t er
,
recorre el mundo un ser que cami- ^
per
f
umes
olorosos! Pra-
na entre los hombres sirvindoles ^ ^
ondg v apo r es
y prestndoles consuelo, a toda
d d
H
pta
l os de la rosa,
hora y en todos lugares, un buen
do ndc
,
a abej a; j azi n n? ga
.
pastor que busca las ovejas des- ^
h u mean t es
i
ncens
ari os, ra-
cimadas, un peregrino que viaja ^
v er des f r ges> do nde l a
de un punto a otro; ese pasaje-
l ondr i na hac e ni do en l a pr i ma
.
ro, ese pastor, ese .peregrino es
azucen
as abiertas a los fres-
Dios.
cos
rocos, jnbar que Dios dora,
soplo de la aurora, hlito de la
* tarde, aroma de la savia de los
* * bosque^, olor de la playa que se
percibe de noche, ramos de flores
Cuando la noche llega est de los altares, llama majestuosa
muy cansado y es preciso, para de las siete lmparas de oro,
verle sonrer, encontrar un alma espritu de fi^s rosas, flotad en los
que le siiva, un nio que le rece, aires! Fiestas, que os regocijen
un poco de cario. Nia, t que el incienso y la algazara! Olores
no sabes engaar, ofrcele tu co- desconocidos, flores abiertas a
razn inocente, temblando y con las brisas de las noches, fragan-
la vista baja, como precioso cliz cias imperecederas, que los arcn-
del que temes que se derrame ni geles fieles traen en sus alas cuan-
una sola gota. do descienden del cielo! lEsencias
Suavsimas de los vergeles de la
luz; en esa augusta esfera satu-
ris al alma que ruega entre sollo-
zos; al alma del nio hurfano
que suplica por su padre, cuya
boca suspira como inefable lira,
con voz que hace sonrer, con voz
que hace brotar las lgrimas!
vni
Cuando esa alma reza, est un
ngel de pie a su lado, rozando
sus cabellos con las plumas de las
alas y enjugando con sus besos
los ojos que las lgrimas humede-
cieran; ngel que acudi al oir
que le llamaba el nio, espritu
que sostiene el libro donde dele-
trea el inocente, y que espera a
que ste haya terminado para re-
montar el vuelo.
* *
Su hermosa frente' inclinada
parece un vaso preparado para
recibir las lgrimas que destila
el corazn infantil; el ngl recoge
las lgrimas del cario y los suspi-
ros del dolor; sin cambiad de natu-
raleza, se llena con las expansio-
nes del alma del 'tio, como el
vaso de cristal se Bna de agua
hasta los bordes sin cambiar de
color.
*
* *
Sin duda recoge para el Seor
el llanto del nio gota a gota y
esa azucena hoja a hoja. Despus
regresar a formar en las celes-
tiales legiones, conservando esos
suspiros y esos perfumes para
presentarlos como en copa rebo-
sante para satisfacer la necesidad
de amor, nica sed de Dios.
*
* *
Nia, en el concierto que desde
la tierra saluda a Dios, tu voz es
entre todas la escogida, porque,
hija ma, tu voz es dulcsima, as-
ciende hasta el cielo tan pura y
expira produciendo tan carioso
murmurio, que las vrgenes del
cielo exclaman al oira:Es la
voz de una hermana nuestra!
I X
Apartada siempre del camino
que sigue el pecador, camina
hacia donde Dios te dirige; nia,
conseiva tu alegra; azucena, con-
serva tu blancura.
*
* *
S numilde y nada te importen
los ricos ni los poderosos, a quie-
nes el ms tenue soplo arrastra;
la verdadera fuerza radica en el
corazn inocente. A menudo Dios
desprecia las altas torres, pero
mira con cario el nido de musgo
donde canta una tierna voz.
*
* *
Permanece en la soledad y en
la pobreza; vive sin inquietud y
no te preocupes de otra cosa sino
de la eternidad. Se encuentran
lejos de nuestras ciudades y lejos
de nuestros tranquilos y puros la-
gos, islas florecientes arrulladas
por ondas azuladas, en las que se
pueden lavar los remordimientos,
que poseen tal encanto, que hasta
el incrdulo cae de hinojos en sus
playas. La sombra que las inunda
nos devuelve la calma y nos hace
mejores; su paz es tan profunda,
que jams en sus olas se han ver-
tido lagrimas. El da, que esplen-
doroso refleja en sus llanuras,
halla las aguas tan serenas, que
apenas su celaje empaa con algu-
na nube.
*
* *
Esos lagos que nada alborota,
Dios los coloca en el mundo,
entre montes gigantescos^ lejos
del soplo letal de los sombros
ocanos, para que ningn viento
rido, para que ninguna ola trai-
dora ricen ni envenenen sus aguas
transparentes, en las que se re-
fleja el- cielo.
*
* *
umbro valle, ya que te ofrece
Dios en l, carioso abrigo. Lago
que el cielo perfuma; el mundo es
un mar cuyo soplo es tempestuo-
so, y su flotante espuma, si cayera
sobre ti, hara amargas tus aguas.
x
Y t, celeste amigo, que eres
custodio de su infancia, que de da
y de noche le defiendes con tus
alas invisibles, trpode donde su
alma se inflama, espritu c'e su
oracin, ngel de mi nia, cisne
de su lago puro,
*
* *
Te la entreg Dios y yo te la
confo', sostn, realza, exhorta,
inspira y fortifica su frgil natu-
raleza humana, para que conserve
siempre, alegre o pesarosa, la
mirada pura, el alma translcida
y la serenidad que hace que todo
el da, sin que ella te vea, apartan-
do de su corazn falsos deseos y
falsas pasiones, ests delante de
ella adorndola, como ella est
adorando a Dios.
J uni o de 1830.
Hija ma, alma feliz, lago de
;ndida pureza, no abandones ese
XXXVI I I
PAU
antiguo; donde la cascada, impul-
sada por el viento, azota los pe-
ascos, que cubre con sus brillan-
tes lgrimas;
*
Por todas partes donde arras-
c
. , , tra el viento un copo de lana o
Si os dicen que el arte y la poe- una ligera pluma, ya sea en el
sia son de la ambrosa eterno mar, ya en una llanura, ya en
raudal que es el ruido que pro- antiguo y frondoso bosque, ya
duce la multitud que os sigue, en islas desiertas, ya en un lago
o de rico saln la fantasa ociosa, solitario, ya encuentre montaas
o la rima que huye alcanzada
0
mares, ya nieve o arena, ya
por otras rimas, no, no le prestis olas o tierra, en todas partes
e
' donde soplen los cuatro vientos-
* *
* * * * *
Sagrados poetas id y derra-
E n
todas partes en donde el
mad vuestro espritu en las cum-
so
i
pon
i ente haga crecer la som-
bres, en las cimas nevadas, com-
br a
,
en
todas partes donde los
1
6n l 0S mo n t es
^rel acen sus abruptas
desiertos donde el espritu se re- cadenas, por donde se extiendan
coge; en los bosques, que el otoo campos floridos, opulentas ciuda-
va despojando hoja a hoja; en des, donde haya cosechas, donde
los lagos que dormitan a la som-
l as
ramas estn cargadas de fru-
bra de los valles; tos, donde el pjaro pueda beber
el roco, all os esperan, id v can-
tad.
* *
*
# Por todas partes donde la natu-
raleza brilla con su hermosura,
donde la hierba nace espesa para I d a las florestas; id a los valles,
el rebao que bala blandamente, formad all un concierto de sus
donde las giles cabras ramonean notas aisladas; robad a la natura-
Ios ctisos en flor, donde canta el leza, que se ofrece a vuestra vista,
pastor, sentado bajo un arco ya la entristezca el invierno, ya
*
* *
Permanece en la soledad y en
la pobreza; vive sin inquietud y
no te preocupes de otra cosa sino
de la eternidad. Se encuentran
lejos de nuestras ciudades y lejos
de nuestros tranquilos y puros la-
gos, islas florecientes arrulladas
por ondas azuladas, en las que se
pueden lavar los remordimientos,
que poseen tal encanto, que hasta
el incrdulo cae de hinojos en sus
playas. La sombra que las inunda
nos devuelve la calma y nos hace
mejores; su paz. es tan profunda,
que jams en sus olas se han ver-
tido lagrimas. El da, que esplen-
doroso refleja en sus llanuras,
halla las aguas tan serenas, que
apenas su celaje empaa con algu-
na nube.
*
* *
Esos lagos que nada alborota,
Dios los coloca en el mundo,
entre montes gigantescos^ lejos
del soplo letal de los sombros
ocanos, para que ningn viento
rido, para que ninguna ola trai-
dora ricen ni envenenen sus aguas
transparentes, en las que se re-
fleja. el- cielo.
*
* *
umbro valle, ya que te ofrece
Dios en l, carioso abrigo. Lago
que el cielo perfuma; el mundo es
un mar cuyo soplo es tempestuo-
so, y su flotante espuma, si cayera
sobre ti, hara amargas tus aguas.
x
Y t, celeste amigo, que eres
custodio de su infancia, que de da
y de noche le defiendes con tus
alas invisibles, trpode donde su
alma se inflama, espritu c'e su
oracin, ngel de mi nia, cisne
de su lago puro,
*
* *
Te la entreg Dios y yo te la
confo', sostn, realza, exhorta,
inspira y fortifica su frgil natu-
raleza humana, para que conserve
siempre, alegre o pesarosa, la
mirada pura, el alma translcida
y la serenidad que hace que todo
el da, sin que ella te vea, apartan-
do de su corazn falsos deseos y
falsas pasiones, ests delante de
ella adorndola, como ella est
adorando a Dios.
J uni o de 1830.
Hija ma, alma feliz, lago de
ndida pureza, no abandones ese
XXXVI I I
PAU
antiguo; donde la cascada, impul-
sada por el viento, azota los pe-
ascos, que cubre con sus brillan-
tes lgrimas;
*
Por todas partes donde arras-
c
. , , tra el viento un copo de lana o
Si os dicen que el arte y la poe- una ligera pluma, ya sea en el
sia son de la ambrosa eterno mar, ya en una llanura, ya en
raudal que es el ruido que pro- antiguo y frondoso bosque, ya
duce la multitud que os sigue, en islas desiertas, ya en un lago
o de rico saln la fantasa ociosa, solitario, ya encuentre montaas
o la rima que huye alcanzada
0
mares, ya nieve o arena, ya
por otras runas, no, no le prestis olas o tierra, en todas partes
e
' donde soplen los cuatro vientos-
* *
* * * * *
Sagrados poetas id y derra-
E n
todas partes en donde el
mad vuestro espnitu en las cum-
S0
1 poniente haga crecer la som-
bres, en las cimas nevadas, com-
br a
,
en
todas partes donde los
1
6n l 0S mo n t es
entrelacen sus abruptas
desiertos donde el espritu se re- cadenas, por donde se extiendan
coge; en los bosques, que el otoo campos floridos, opulentas ciuda-
va despojando hoja a hoja; en
des
, donde haya cosechas, donde
los lagos que dormitan a la som-
l as ra
mas estn cargadas de fru-
bra de los valles; tos, donde el pjaro pueda beber
el roco, all os esperan, id v can-
tad.
* *
*
# Por todas partes donde la natu-
raleza brilla con su hermosura,
donde la hierba nace espesa para I d a las florestas; id a los valles,
el rebao que bala blandamente, formad all un concierto de sus
donde las giles cabras ramonean notas aisladas; robad a la natura-
Ios ctisos en flor, donde canta el leza, que se ofrece a vuestra vista,
pastor, sentado bajo un arco ya la entristezca el invierno, ya
la alegre el verano, la palabra va inunda los campos; cuando la
misteriosa que murmura toda la frente, oculta an entre el ramaje,
creacin. levanta el sol, cual si fuera la
cpula dorada de un palacio de
jt
*
J(t
Oriente que se acercara.
Todo lo llena Dios. B1 mundo ***
es su templo; es su obra viva, en
la que todo le escucha y le con- Contemplad la puesta del sol;
templa, todo le habla y le eleva cuando en la sombra el obscuro
himnos; El es solo y nico. En paisaje, lleno de innumerables
su creacin todo sonre y est ale- sombras, se desvanece poco a poco
gre; la estrella que le mira es una cuando el monte, que yergue la
llama y la flor que se agita delan- alterosa cumbre, parece en aquella
te de l es un perfume. semiobscuridad un gigante ya-
ciente, que, apoyndose sobre el
codo, mira y reflexiona.
*
* * Divinos vates, embriagaos de
la belleza del mundo, de los cspe-
des, de los arroyos, del ramaje, de Si encerris en vuestros esp-
las primeras flores tempranas que ritus un mundo interior de imge-
produce febrero, del agua, del nes, de ideas, de sentimientos
aire de los prados, de amor, de pasiones ardientes,
para fecundar ese mundo cam-
i*^ biadle constantemente por el otro
universo que os inspira, y confun-
Hermanos de las guilas, apa- did vuestra alma con la creacin,
sionados amigos de las monta as
salvajes, copiad sobre todo a la ***
naturaleza en los instantes en
que un viento borrascoso, acre- Oh poetas! El arte es el acento
centando el ronco zumbido, en sublime, sencillo, diverso, pro-
lontananza llena el espacio de fundo, misterioso, ntimo, que
nubes y de sombras, e inclina huye como el agua, y que como
al borde de los negros precipicios ella se desva fcilmente, que se
los sacudidos rboles. reproduce como un eco en todas
las criaturas, y que, pulsado por
vuestras poderosas manos, se ex-
hala de la inmensa lira de la natu-
Contemplad la pureza divina raleza,
del alba, cuando la neblina toda- s de noviembre de i 83i .
lo que diga la multitud; porque,
qu le importa al manantial
dnde van a perderse sus aguas?
Qu me importa a m, teniendo
XXXI X a vista fija en el porvenir, a
dnde va el viento de otoo, cuyo
Antes que mis queridas can- soplo seca, y que pasa llevndose
ciones, jvenes y perfumadas, hu-
e
n sus inquietas alas las hojas de
biesen sido ultrajadas por el mun- i
os
rboles y los versos del poeta?
do, apartadas del pueblo ingrato
que las pisotea, florecan y se mu- *
tiplicaban verdes y frescas sobre
mi frente.
0
y j
oven a
n; y si mi frente, en
* la que germinaron tantas obras
* * y tantas pasiones, se ve surcada
Hoy, del rbol desprendidas, P
or l as
arrugas que marca cada
son flores agostadas por el aqui- da <I
ue
P
asa
>
como mi
surco abier-
ln, y que vuelan desparramadas,
en el l a
P
or el ar ado de mi
Pa-
sudas de fango o de polvo, a mer- Sarniento, en el curso de mi vida
ced de las olas o a merced de los
no he
vi
sto
P
a
sar an treinta vera-
vientos.
nos
- Soy hijo de este siglo. Cada
ao un error se desvanece en
*** mi espritu; con asombro y des-
engaado de todo, nicamente
Como hojas mustias, las veo
r i ndo y a cu
j
t o a l a s ant a patr
i a
caer en el suelo; y la multitud y
a
la santa libertad,
que me rodea, poniendo sus plan-
tas sobre ellas, pasa y se re al *
ver al rbol desnudo. * *
6de septiembre de 1828. Odio cordialmente a la opre-
sin. Me sublevo cuando oigo en
cualquier sitio del mundo, bajo
el reinado de un rey dspota, que
JQ^ demanda piedad un oprimido pue-
blo; cuando veo entregada a los
Toi vertu pleure si j e meurs! VerdugOS tUTCOS por los reyes
ANDBB CHBNISB. cristianos la Grecia, nuestra ma-
dre, que est agonizando; cuando
Voy a decir la ltima palabra y vertiendo sangre Irlanda expi-
a cerrar para siempre este libro, rante, est clavada en la cruz;
que ser en adelante extrao a cuando la Germania se revuelve
mi pensamiento. No escuchar encadenada por diez reyes; cua^
do Lisboa, antes dichosa y espln- sudario, profana a la pura don-
dida, pende de la horca, rindiendo celia que yace en el sepulcro,
el cuello a Miguel; cuando soporta Posedo de este odio, maldigo
el gobierno de Albani el pas de irritado a esos reyes, que ensean
Catn; cuando Npoles come y sus corceles manchados de sangre
dormita; cuando con su bastn, hasta el vientre. Me hago cargo
pesado cetro que el miedo ha entonces de que el poeta debe ser
divinizado, el Austria rompe las un juez; me hago cargo de que la
alas al len de Venecia; cuando musa, indignada, puede atarles
estrangula a Mdena su archidu- su trono como si los atara a i-
que; cuando Dresde lucha y llora famante picota, y trocar en argo-
postrada junto al lecho de un rey lia su cobarde corona, y marcar
caduco; cuando Madrid se ador- en la frente a esos reyes con ver-
mece con sueo letal; cuando Vie- sos que presagien el porvenir. La
na retiene a Miln; cuando al musa debe proteger a los pueblos
len de Blgica, inclinado cmo inermes; en estos casos olvido el
el buey que ara la tierra, no le amor, la niez, la familia, abando-
quedan dientes para romper su no el ocio y los cantos lisonjeros,
mordaza; cuando un repugnante y a mi tierna lira aado una cuer-
cosaco enfurecido viola a la in- da de acero,
feliz YarSOVia y manchando SU Noviembre de 1831
FI N

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