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El agua en verso

(Notas para una lectura de poemas)


Antonio CARVAJAL MILENA
Profesor Titular del Departamento de Lingstica General y Teora de la Literatura.
Universidad de Granada. Miembro de nmero de la Academia de Buenas Letras de Granada
Correo electrnico: [email protected]
RESUMEN
El artculo comienza con una reflexin sobre la palabra agua desde el punto de vista mtrico para
pasar a continuacin a estudiar los aspectos estticos y simblicos de dicho elemento y su presencia
en la tradicin potica espaola (Garcilaso de la Vega, Fr. Luis de Len, Juan Ramn Jimnez, Pedro
Salinas, Federico Garca Lorca, etc.), fuentes de la poesa del propio autor.
Palabras clave: Agua, verso, fuentes, renovacin vital, renovacin cultural.
ABSTRACT
The article begins with a study of the word agua (water) in Spanish metrics. After that, it considers
the aesthetical and symbolical aspects of the water and their use in the tradition of Spanish Poetry
(Garcilaso de la Vega, Fray Luis de Len, Juan Ramn Jimnez, Pedro Salinas, Federico Garca Lorca,
et caetera). Finally, the author explains the influence of all this tradition in its own poetry.
Keywords: Water, verse, fountain, vitality renewal, cultural renewal.
Comenzar en prosa para situar el agua en el verso.
Latine aqua. La entendemos en estado lquido. Slida (nieve, hielo, escarcha),
puede gastarnos una buena faena si se nos va la imaginacin, como a Gerardo
Diego, y por una bella metfora se transmuta en confite: Hielo, cristal de aire en
mil hojas. Gaseosa, suele nublarnos la vista. Como nombre de materia no admiti-
ra el plural si no fuera por la enorme cantidad de clases que distinguimos y el nfa-
sis que ponemos en alguna de ellas: Las aguas del olvido, las aguas del deseo, y las
aguas mayores y las menores. Para beberlas, inventamos el vaso y Don Antonio
Machado supo escribir que: Bueno es saber que los vasos / nos sirven para beber.
/ Lo malo es que no sabemos / para qu sirve la sed.
De agua y de sed va esta lectura de poemas. As, canta Pedro Salinas:
Agua en la noche, serpiente indecisa, / silbo menor y rumbo ignorado;
qu da nieve, qu da mar? Dime. / Qu da nube, eco
Balnea ISBN: 84-669-2879-0
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de ti y cauce seco? / Dime.
No lo dir: entre tus labios me tienes, / beso te doy, pero no claridades.
Que compasiones nocturnas te basten / y lo dems a las sombras
djaselo, porque yo he sido hecha / para la sed de los labios que nunca preguntan.
Desde el punto de vista de la mtrica espaola, esta palabra es bislaba y paro-
xtona; por lo tanto, no debiera sufrir alteraciones sea cual fuere su posicin en la
cadena sonora del verso. En efecto, por mucho que relajemos la pronunciacin de
la -g-, la -u- intervoclica se nos convierte en -w- y la dos slabas se mantienen,
frente a lo ocurrido en francs, en que illa aqua latina se ha reducido a leau, y sin
tener que recurrir al reforzamiento de la consonante, como en italiano, acqua, ni ser
tan arcaizantes como los portugueses, cuya goa, con abertura de la -u- en -o-, man-
tiene la condicin trislaba de la palabra, igual que en latn, y la realiza esdrjula,
muy hispnicamente, si bien en el valenciano Ausis March laigua es tambin bis-
laba, como se puede comprobar en sus versos (que copio en trascripcin al cataln
normativo, norma que el poeta desconoca, claro est, como no llam nunca a su
lengua lo que ahora se empean en llamarla), cuando canta: Oh, quan ser que
regar les galtes / daigua de plor ab les llgrimes dolces!
Pero cabe en verso espaol la diresis y, con ella, la posibilidad de que agua sea
trislaba; es ms, el mismo poeta en el mismo poema, puede usar, hasta contiguas,
las dos formas de la misma palabra: Vi resbalar tu llanto, dulces aguas, / agas que
regaron mi esperanza, segn canta un lrico. Esta diresis, que suena algo forzada
pero es muy expresiva como imagen de un lento fluir, se realiza con absoluta flui-
dez en el adjetivo acuoso, y en tantas otras palabras derivadas del radical aqu-
(acuario, aguaducho, acuarela, etc.) pues la posicin del acento facilita la pronun-
ciacin por separado de vocales contiguas, como en este pareado de un satrico:
Acuoso poeta que ha sumado / al Betis de grande agua sus menores.
El horror al hiato mantiene ante nombres de gnero gramatical femenino que
comienzan por - el uso del artculo medieval femenino ela con apcope de la -a:
el alma, el agua, el hacha. Cicern y Virgilio son los primeros en quienes se docu-
menta el uso del verbo hiare, bostezar. Proscribe Cicern el hiato en nombre de la
eufona y del decoro, eufona que alcanza y domina a nuestro vulgo bendito, con
cuyos usos debiramos ser ms atentos y respetuosos, cuando contraviene la norma
acadmica, con la que debemos ser bastante crticos, y usa los determinantes con
morfema masculino en singular: No beber de esa agua / que has sacado de tu
pozo; / yo quiero un agua de fuente, / de la que vemos el fondo. Corrjase acad-
micamente el verso primero y tendremos un cabal ejemplo de cacnfaton.
ntimamente ligada a la mtrica, pero no confundible con ella, est la combina-
toria estrfica donde la rima adquiere todo su sentido. Hasta el siglo XVI el espa-
ol ofrece cuatro ricas rimas que dan para un soneto cannico: agua, fragua, ragua
(cabo de la caaduz) y zagua (barrilla), con un exacto equilibrio entre palabras deri-
vadas del latn (aqua, fabrica) y del rabe (ragwa, sauda). No s si hay algn sone-
to construido con ellas. Las aguas de la mar Oceana nos enviaron, adems de los
ricos alimentos que tanta hambre le quitaron a Europa, las papas, el tomate, el maz,
los pltanos, etc., cuatro rimas ms, una de ellas, la que se confunde con la patria
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de Rubn Daro, desaprovechada: enagua, guagua, nicaragua (balsamina) y piragua.
Veintisiete rimas ms ofrece, inverso, el Diccionario de la Lengua Espaola, al que
se cuela una falsa, payagu, que se dice de los indios del grupo guaycur que habi-
t el Chaco paraguayo frente a la Asuncin. Por lo dems, al no usar en la pennsu-
la hispnica estas palabras nos perdemos una fauna y una flora tan fascinantes
como, a las veces, amenazantes: rboles, arbustos, serpientes, hormigas, aves, fru-
tos, materiales de construccin, medicamentos, lluvias menudas y caladeras, esa
preciosa tapayagua de Honduras que lleva en s todo un mandato de proteccin: tapa
y agua.
Lo normal es que aparezca como rima asonante, con esas dos aes (la u desapa-
rece a efectos de asonancia) que la insertan en el mayor campo rimario del espaol.
El mayor no quiere decir el ms fcil, el riesgo del ripio est en todas y cada una de
las posibles asonantes, por inesperadas que sean. Gracias a la asonancia y a la ver-
satilidad meldica del verso octoslabo, Juan Ramn Jimnez levanta al agua el
mayor monumento lrico de nuestra cultura, su romance
GENERALIFE
(A Isabel Garca Lorca, hadilla del Generalife)
Nadie ms. Abierto todo. Pero ya nadie faltaba.
No eran mujeres, ni nios, no eran hombres, eran lgrimas
(quin se poda llevar la inmensidad de sus lgrimas?)
que temblaban, que corran arrojndose en el agua.
...Hablan las aguas y lloran bajo las adelfas blancas;
bajo las adelfas rosas lloran las aguas y cantan,
por el arrayn en flor, sobre las aguas opacas.
Locura de canto y llanto de las almas, de las lgrimas!
Entre las cuatro paredes, penan las llamas, las aguas;
las almas hablan y lloran, las lgrimas olvidadas;
las aguas cantan y lloran, las emparedadas almas.
...Por all la estn matando!Por all se la llevaban!
(Desnuda se la vea.)Corred, corred, que se escapan!
(Y el alma quiere salirse, mudarse en mano de agua,
acudir a todas partes con palabra desatada,
hacerse lgrima en pena, en las aguas, con las almas...)
Las escaleras arriba!No, la escalera bajaban!
(Qu espantosa confusin de almas, de aguas, de lgrimas;
qu amontonamiento plido de fugas enajenadas!
...Y cmo saber qu quieren? Dnde besar? Cmo, alma,
almas ni lgrimas ver temblorosas en el agua?
No se pueden separar; dejadlas huir, dejadlas!)
...Fueron a oler las magnolias, a asomarse por las tapias,
a esconderse en el ciprs, a hablarle a la fuente baja?
Silencio! Que ya no lloran.Escuchad! Que ya no hablan.
Se ha dormido el agua y suea que la desenlagrimaban;
que las almas que tena, no lgrimas, eran alas;
dulce nia en su jardn, mujer con su rosa grana,
nio que miraba el mundo, hombre con su desposada...
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Que cantaba y que rea... Que cantaba y que lloraba,
con rojos de sol poniente en las lgrimas ms altas,
en el ms alto llamar, rodar de alma ensangrentada!
Cada, tendida, rota el agua celeste y blanca!
Con qu desencajamiento, sobre el brazo se levanta!
Habla con ms fe a sus sueos, que se le van de las ansias;
parece que se resigna dndole la mano al alma,
mientras la estrella de entonces, presencia eterna, la engaa.
Pero se vuelve otra vez del lado de su desgracia;
mete la cara en las manos, no quiere a nadie ni nada,
y clama para morirse, y huye sin esperanza.
...Hablan las aguas y lloran, lloran las almas y cantan.
Oh qu desconsolacin de trada y de llevada;
qu llegar al rincn ltimo en repeticin sonmbula;
qu darse con la cabeza en las finales murallas!
(...En agua el alma se pierde, y el cuerpo baja sin alma;
sin llanto el cuerpo se va, que lo deja con el agua,
llorando, hablando, cantando, con las almas, con las lgrimas
del laberinto de pena, entre las adelfas blancas,
entre las adelfas rosas de la tarde parda y plata,
con el arrayn ya negro, bajo las fuentes cerradas.)
He aqu, sabiamente distribuidas, las rimas bsicas del agua: lgrimas, alma,
plata. Supe qu es la poesa cuando le este romance. Conoca el Generalife prcti-
camente en todos sus estados de estacin y de hora: no lo conoca, no lo haba odo,
olido, percibido en su color y su temperie, tocado en su fertilidad mudable hasta que
el verbo juanramoniano me lo encarn: haba estado en aquel mbito, pero no supe
vivirlo al no tener la palabra.Tener la palabra, el nombre exacto y conseguido de
los nombres, como peda y busc el poeta de Moguer! Oigamos dos versos: Se ha
dormido el agua y suea / que la desenlagrimaban. Ah est el hallazgo, desenla-
grimar, que deja al agua pura en s, libre de pasiones y de sueos, en puro estado de
materia nutricia, que no otra cosa que nutricia significa el adjetivo alma, aplicado
por Virgilio a la madre Venus, y por Fray Luis de Len a la regin luciente donde
tuvieron nuestras almas su morada primera.
Jimnez escribe en 1924 el poema que Federico Garca Lorca proyectaba y
nunca logr. Se lee en la correspondencia de Garca Lorca con Fernndez Almagro,
verano de 1923: Estos das me siento embarazado. He visto un libro admirable que
est por hacer y que quisiera hacerlo yo. Son Las meditaciones y alegras del agua.
Qu maravillas hondas y vivas se pueden decir del agua! El poema del agua que
mi libro tiene se ha abierto dentro de mi alma. Veo un gran poema entre oriental y
cristiano, europeo, del agua; un poema donde se cante en amplios versos o en prosa
muy rubato la vida apasionada y los martirios del agua. Una gran Vida del Agua,
con anlisis detenidsimos del crculo concntrico del reflejo, de la msica borracha
y sin mezcla del silencio que producen las corrientes. El ro y las acequias se me
han entrado. [...] Yo veo ya hasta los captulos y las estancias (habra prosa y verso),
por ejemplo: / Los telares del agua, Mapa del agua, El vado de los sonidos, Medi-
tacin del manantial, El remanso. Yluego, cuando trate..., s, trate! (reza a los san-
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tos para que me den alegra) del agua muerta, qu poema tan emocionante el de la
Alhambra vista como el panten del agua! Todo esto debi contrselo a J. R. Jim-
nez. En julio de 1924, Federico le refiere a Melchor la visita estival de Zenobia
Camprub y Juan Ramn a Granada: Ahora que le he tratado ntimamente he podi-
do observar qu profunda sensibilidad y qu cantidad divina de poesa tiene su
alma. Un da me dijo: Iremos al Generalife a las cinco de la tarde, que es la hora en
que empieza el sufrimiento de los jardines. Estoy citando mi carta a Carmen Laf-
fn, publicada en junio de 2006 por la Fundacin Rodrguez Acosta de Granada en
el catlogo de la exposicin de tan excelente pintora. Tiene Garca Lorca los poe-
mas ms estremecedores con presencia del agua que leerse puedan, esas gacelas y
casidas del Divn del Tamarit, ese Nia ahogada en el pozo de Poeta en Nueva
York, el famoso Romance sonmbulo, bastaran para consagrarlo como el mayor
poeta de las aguas dolientes. Bastarn unas muestras para transmitir su sensacin de
angustia. Frente a la definicin lastimera de Manuel Machado, Granada, agua
oculta que llora, coincidente con el tono elegaco de Villaespesa (Las fuentes de
Granada... habis odo / en la noche de estrellas perfumada / algo ms doloroso que
su triste gemido?), el agua granadina de Garca Lorca es agresiva y letal: Estan-
ques, aljibes y fuentes / levantaban al aire sus espadas, versos de la Casida del
herido por el agua. As comienza la Gacela del nio muerto:
Todas las tardes en Granada, / todas las tardes se muere un nio.
Todas las tardes el agua se sienta / a conversar con sus amigos.
Y termina:
Un gigante de agua cay sobre los montes / y el valle fue rodando con perros y con lirios.
Tu cuerpo, con la sombra violeta de mis manos, / era, muerto en la orilla, un arcngel de fro.
Angustia del agua, imagen de la misma vida desde que Manrique equipar nues-
tras vidas a los ros, y la junta del ro con las aguas totales del mar a la muerte. Gozo
lustral, tambin. En una de sus ms bellas canciones, Lolita se lava: Por las orillas
del ro / se est la noche mojando y en los pechos de Lolita / se mueren de amor los
ramos. En la maravillosa Casida de la muchacha dorada, escrita en el verso ele-
gaco por excelencia, el heptaslabo, con su aire sincopado que lo aproxima al sollo-
zo, estructurada en tres coplas de tres versos que van mudando el motivo central a
modo de estribillos y cuatro coplas de cuatro versos intercaladas dos a dos entre los
estribillos, a modo de mudanzas, asistimos al prodigio de la transfusin de luces y
brillos entre la muchacha y el agua:
La muchacha dorada / se baaba en el agua / y el agua se doraba.
Las algas y las ramas / en sombra la asombraban,
y el ruiseor cantaba / por la muchacha blanca.
Vino la noche clara, / turbia de plata mala,
con peladas montaas / bajo la brisa parda.
La muchacha mojada / era blanca en el agua, / y el agua, llamarada.
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Vino el alba sin mancha, / con mil caras de vaca,
yerta y amortajada / con heladas guirnaldas.
La muchacha de lgrimas / se baaba entre llamas,
y el ruiseor lloraba / con las alas quemadas.
La muchacha dorada / era una blanca garza / y el agua la doraba.
Podramos pasarnos la vida contemplando las aguas de Garca Lorca. Otro Gar-
ca, ste de nombre propio y Lasso de apellido, natural de Toledo, es el verdadero
padre de nuestras aguas lricas. Si las aguas tienen madres de las no que es bueno
salirse, bien pueden tener padres que las fecunden. Garcilaso recoge la simiente lati-
na y medieval, desde el agua manadora de la fuente como constituyente del lugar
ameno hasta la procelosa de los mares en que se ahoga el enamorado Leandro, con
mucho de aquel Horacio que cantaba: O fons Bandusiae, splendidior vitro o que
recelaba, como buen campesino, del mar. A su riqueza como elemento natural une
el agua un amplsimo campo semntico que florece en variadsimos campos lxicos
y se ampla de forma prodigiosa gracias a la analoga. Como Afrodita nace del con-
tacto de la espuma del mar con el semen de Cronos al ser castrado por sus hijos,
nuestra poesa clsica surge del contacto de los metros italianos con la lengua espa-
ola, y surge perfecta y nutricia, alma mater de nuestro ms hondo sentir:
En medio del invierno est templada
el agua dulce desta clara fuente,
y en el verano ms que nieve helada.
Oh claras ondas, cmo veo presente,
en vindoos, la memoria daquel da
de que el alma temblar y arder se siente!
En vuestra claridad vi mi alegra
escurecerse toda y enturbiarse;
cuando os cobr, perd mi compaa.
A quin pudiera igual tormento darse,
que con lo que descansa otro afligido
venga mi corazn a atormentarse?
El dulce murmurar deste rido,
el mover de los rboles al viento,
el suave olor del prado florecido
podrian tornar denfermo y descontento
cualquier pastor del mundo alegre y sano;
yo solo en tanto bien morir me siento.
Son los tercetos ms antiguos del espaol, con los que Albanio inicia su canto y,
con l, la que se denomina gloga II en las ediciones del poeta, primera en el tiem-
po de escritura. He aqu el agua como espejo de la vida y como elemento bsico del
lugar ameno; el agua canta la historia y la refleja a los ojos del sentimiento; he aqu,
tambin, el agua corriente y sonora, compaera y sedante. Garcilaso, inmerso en los
crculos cultos de la poca, lector consciente de Horacio y de Virgilio, no slo apor-
ta una nueva meloda, sino una nueva sensibilidad que se manifiesta, sobre todo, en
la adjetivacin. El primer terceto, En medio del invierno est templada / el agua
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dulce desta clara fuente, / y en el verano ms que nieve helada, hoy no plantea pro-
blema alguno. Dulce se convirti ya hace siglos, en los propios modelos latinos, en
un comodn sensorial y lo mismo se aplica al gusto que al olfato, al odo que a la
vista, o a cualquier sensacin interna grata, pongamos el recuerdo, la elegancia del
estilo en la frase o el amor. Tan acostumbrados estamos a su uso extensivo por ana-
loga que muchos se sorprenden cuando se le aplica a tal uso la etiqueta retrica
correspondiente: sinestesia, cruce de sensaciones, aplicar a lo percibido por un sen-
tido lo que corresponde a la percepcin por otro; as al comenzar el quinto terceto,
el dulce murmurar deste ruido, nadie se sobresalta. Pero clara no se puede decir
de la fuente, sino del agua que mana de ella, como el poeta aplica luego con gran
propiedad a las ondas. Es figura retrica de sonoro nombre, hiplage, que consiste
en desplazar la cualidad de un objeto a otra cosa que est en contacto con ella, por
relacin de contigidad o dependencia. Terminan los tercetos con un quiasmo
exquisito. La denominacin de tal figura viene directamente de explicar en las tabi-
llas o encerados, luego en las pizarras (hoy, en lenguaje pedaggico y, por lo tanto,
de vagos y maleantes, elementos mviles de aprendizaje) cmo los elementos sin-
tcticos aparecen cruzados, con lo que se dibuja una : tornar de enfermo y descon-
tento en alegre y sano. Cuando Albanio se calla, entra Salicio y omos la primera
parfrasis espaola del Beatus ille horaciano:
Cun bienaventurado
aqul puede llamarse
que con la dulce soledad sabraza,
y vive descuidado
y lejos dempacharse
en lo que al alma impide y embaraza!
No ve la llena plaza
ni la soberbia puerta
de los grandes seores,
ni los aduladores
a quien la hambre del favor despierta;
no le ser forzoso
rogar, fingir, temer y estar quejoso.
A la sombra holgando
dun alto pino o robre
o dalguna robusta y verde encina,
el ganado contando
de su manada pobre
que por la verde selva savecina,
plata cendrada y fina,
oro luciente y puro
bajo y vil le parece,
y tanto lo aborrece
que aun no piensa que dello est seguro,
y como est en su seso,
rehuye la cerviz del grave peso.
Convida a un dulce sueo
aquel manso ruido
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del agua que la clara fuente enva,
y las aves sin dueo,
con canto no aprendido,
hinchen el aire de dulce armona.
Hceles compaa,
a la sombra volando
y entre varios olores
gustando tiernas flores,
la solcita abeja susurrando;
los rboles, el viento
al sueo ayudan con su movimiento.
Reparen en la fluidez de estos versos de comps vario, convida a un dulce
sueo / aquel manso ruido / del agua que la clara fuente enva, / y las aves sin dueo,
/ con canto no aprendido y el contraste rtmico del endecaslabo que sigue, con su
comps uniforme: hinchen el aire de dulce armona. Contraste ms evidente cuan-
do llegamos al verso final, donde la fluidez se vuelve casi desmayo por supresin
de un acento esencial: al sueo ayudan con su movimiento. No slo se crea la
nueva sensibilidad con sonidos y conceptos, algo ms hondo, el ritmo, la palabra
sonora y fluida como signo de los movimientos naturales y humanos, incluso los
movimientos internos, estaba aflorando en nuestra poesa con sencillez de agua en
ka fuente.
El agua como espejo centra el episodio inicial de la gloga II. Anticipndose
medio siglo al Alma que canta con el Esposo las intensas coplas de San Juan de la
Cruz y su oh cristalina fuente, /
si en esos tus semblantes plateados / formases de repente / los ojos deseados /
que llevo en las entraas dibujados, Albanio dice a Camila que en aquella fuen-
te clara vera la hermosa cara de aquella que el tanto amaba; ella mira, se ve, y huye
indignada: el amigo de juegos y deportes, el casi hermano, se le declaraba amante.
Oigamos cmo lo cuenta Garcilaso:
Aconteci que en un ardiente siesta,
viniendo de la caza fatigados
en el mejor lugar desta floresta,
ques ste donde stamos asentados,
a la sombra dun rbol aflojamos
las cuerdas a los arcos trabajados;
en aquel prado all nos reclinamos,
y del Cfiro fresco recogiendo
el agradable espirtu, respiramos.
Las flores, a los ojos ofreciendo
diversidad estraa de pintura,
diversamente as estaban oliendo;
y en medio aquesta fuente clara y pura,
que como de cristal resplandeca,
mostrando abiertamente su hondura,
el arena, que doro pareca,
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de blancas pedrezuelas varada,
por do manaba el agua, se bulla.
En derredor, ni sola una pisada
de fiera o de pastor o de ganado
a la sazn estaba sealada.
Despus que con el agua resfrado
hubimos el calor y juntamente
la sed de todo punto mitigado,
ella, que con cuidado diligente
a conocer mi mal tenia el intento
y a escodriar el nimo doliente,
con nuevo ruego y firme juramento
me conjur y rog que le contase
la causa de mi grave pensamiento,
y si era amor, que no me recelase
de hacelle mi caso manifesto
y demostralle aquella que yo amase;
que me juraba que tambin en esto
el verdadero amor que me tena
con pura voluntad estaba presto.
Yo, que tanto callar ya no poda
y claro descubrir menos osara
lo que en el alma triste se senta,
le dije que en aquella fuente clara
veria daquella que yo tanto amaba
abiertamente la hermosa cara;
ella, que ver aqusta deseaba,
con menos diligencia discurriendo
daqulla con quel paso apresuraba,
a la pura fontana fue corriendo,
y en viendo el agua, toda fue alterada,
en ella su figura sola viendo;
y no de otra manera arrebatada
del agua rehuy que si estuviera
de la rabiosa enfermedad tocada,
y sin mirarme, desdeosa y fiera,
no s qu all entre dientes murmurando,
me dej aqu, y aqu quiere que muera.
Qued yo triste y solo all, culpando
mi temerario osar, mi desvaro,
la prdida del bien considerando;
creci de tal manera el dolor mo
y de mi loco error el desconsuelo
que hice de mis lgrimas un ro.
Aqu vendra a pelo acudir al mito de Narciso y tratar de explicar la profeca de
Tiresias: Ser feliz si no se conoce, que desdice cuantas banalidades suelen decir
los falsos psiquiatras acerca de ser tan hermoso cuanto desdichado. Basten, en boca
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de Camila, estos versos (tambin los primeros espaoles con rima al mezzo, es
decir, en la cesura): Ay dulce fuente ma, y de cun alto / con solo un sobresalto
marrojaste! / Sabes que me quitaste, fuente clara, / los ojos de la cara?, que no
quiero / menos un compaero que yo amaba, /mas no como l pensaba.
El verso final que aduje de Albanio, que hice de mis lgrimas un ro, me pone
en camino recto. Tres ros canta Garcilaso: El Tormes, en esta gloga, donde se
llama a los poetas del Tajo para que canten la fortuna de Albanio; el ro patrio en la
tercera, en sta con detalles, sin desdear las aportaciones tcnicas de la poca: Pri-
mero nos sita el lugar de la accin, donde las ninfas tejen con oro que el mismo ro
les suministra, historias tristes de mujeres muertas en la flor de la vida, entre las que
figurar la muerte de Elisa, primorosamente urdida por la ninfa Nise, es decir, Ins
anagramtica: Cerca del Tajo, en soledad amena, / de verdes sauces hay una espe-
sura, / toda de hiedra revestida y llena / que por el tronco va hasta el altura / y as
la teje arriba y encadena / que el sol no halla paso a la verdura; / el agua baa el
prado con sonido, / alegrando la hierba y el odo. // Con tanta mansedumbre el cris-
talino / Tajo en aquella parte caminaba / que pudieran los ojos el camino / determi-
nar apenas que llevaba. He aqu la verbalizacin garcilasiana de la labor de la
ninfa:
La blanca Nise no tom a destajo
de los pasados casos la memoria,
y en la labor de su sotil trabajo
no quiso entretejer antigua historia;
antes, mostrando de su claro Tajo
en su labor la celebrada gloria,
la figur en la parte dond l baa
la ms felice tierra de la Espaa.
Pintado el caudaloso ro se va,
que en spera estrecheza reducido,
un monte casi alrededor cea,
con mpetu corriendo y con rido
querer cercarlo todo pareca
en su volver, mas era afn perdido;
dejbase correr en fin derecho,
contento de lo mucho que habia hecho.
Estaba puesta en la sublime cumbre
del monte, y desde all por l sembrada,
aquella ilustre y clara pesadumbre
dantiguos edificios adornada.
Dall con agradable mansedumbre
el Tajo va siguiendo su jornada
y regando los campos y arboledas
con artificio de las altas ruedas.
Ese artificio era el llamado de Juanelo, ingeniero italiano que llev el agua a la
cima de Toledo. Queda el Danubio, en la Cancin III, ro de soledad y destierro. As
comienza la estrofa primera: Con un manso ruido / dagua corriente y clara / cerca
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el Danubio una isla que pudiera / ser lugar escogido / para que descansara / quien,
como est yo agora, no estuviera. Y la potente estrofa segunda: Aqu estuve yo
puesto, / o por mejor decillo, / preso y forzado y solo en tierra ajena. Al final de la
cancin, el agua es el vehculo transmisor de las palabras del poeta.
Pero si, en la gloga III Nise no tom historia antigua para su labor, hora es de
que abandone la de Garcilaso y satisfaga a quienes me han invitado dndoles unas
muestras de la ma, que paso a situar: Soy nacido en el lindero de la sed, all donde
la vega pugna con el secano. Hijo de labrador, los momentos felices mi infancia y
juventud dependieron del agua. Siempre esper la lluvia como el man y siempre la
he recibido como una bendicin. Lo malo es que, a la vejez, me llega con su admi-
rable prosa aforstica Juan Varo, no recuerdo si en su primer libro Jugador de ven-
taja o en el segundo, Desaforado, y pregunta cuntos malos poemas empiezan
por llueve? As que evitar el presente y comenzar por el futuro (Tigres en el jar-
dn, Otoo):
Llover en la ciudad, como llova tamo dorado en las redondas eras,
y en la copa feliz de las esperas recogeremos toda la alegra.
Vendrn nubes y naves, y qu orga de renovadas y altas primaveras,
el tabaco, el maz y las enteras parras dando su verde meloda.
Llover en tu desnudo fervoroso, llover entre mis labios.Y el esto
dir su adis sereno y empapado. Otro mar, otro otoo, y otro hermoso
atardecer vern tu cuerpo mo, y al pairo restar tu trigo alado.
Campesino irredento, me gusta que me moje la lluvia (en Miradas sobre el
agua):
Como un ciprs erguido enmedio la maana
que al rayo desafa y acaricia la nube,
as se eleva el gozo de la tierra lejana
y del estanque un plpito de leves ondas sube.
En el cuadro sereno que enmarca la ventana
mejor pintor que el tiempo, slo el amor que tuve
a la belleza efmera, sostuve una manzana
y all, sobre las aguas, estremecido, anduve.
Bajo la lluvia anduve, estuve, me sostuve,
y buscando el ciprs, la rama, el paraso
reciente de un verano que as se despeda,
que as me abandonaba, que as quiso dejarme,
me entregaba a las aguas hasta que el cielo quiso
devolverle a la tierra la perpetua alegra
de estanque y paraso y lluvia, por salvarme.
Sea, frente a la lluvia granadina, la colombiana, tan sonora con sus bandas (En
Raso milena y perla, Banda sonora):
Oigo llover: Hacia los parques salgo Me espera all la msica, una banda
de surtidores y de charcos. Canda la tuba otro rumor. Rumores. Algo
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pasa bajo la lluvia. El aleteo de los cardenalillos ha cesado.
Pero no cesa el canto acompasado de la banda, las hojas y el goteo.
De pronto un breve sol o clarinete, un clarinete o colibr, arremete
contra mis labios y los deja heridos. Algo pasa y la lluvia lo provoca
mientras me sabe a corazn la boca y repite la lluvia mis latidos.
Garcilaso fech su epstola a Boscn en Avin, pero no tuvo miradas para el
Rdano. En esa ciudad y a orillas de su ro me acord de una frase de Santa Tere-
sa: Me paro muchas veces a mirar el agua y no s qu es. De ah me surgi el libro
Miradas sobre el agua, y as comienzo a decir, contemplando el Rdano, que tam-
poco nombro: He mirado el hondo ro de amplias compactas aguas, /negro metal
de la noche, quieto a los ojos, sordo al odo, solo / entre frondas espesas y oscuras.
/ El viento estaba echado. Ni un rumor perturbaba / mi instantnea contemplacin,
mi rpida comparacin de aguas y alma, / mi alma honda y amplia y negra y quie-
ta y sorda y sola., etc.No quiero que mis aguas los inunden. Termino con el poema,
Lluvia en La Quintera, donde, con el valle del Guadalquivir como fondo, resu-
mo corrientes y sequas:
I
LA SED no es el hasto.
Surge de ms adentro, no proviene
de la regin del vuelo, con sus negros
pjaros y su cielo rebajado.
Nunca suspira. Clama.
Y se hace llaga de los labios, grieta
de los campos, suplicio de la rosa.
Escuadras, batallones, falansterios
de espinas. Y la espera
de la lluvia, entrevista hacia la muerte.
As en La Quintera,
lugar pequeo que no consta al mundo
pero es el mundo del sediento, el mundo
de la implacable espera, el roto mundo
de la esperanza y de la flor marchitas.
Tendida a las orillas del gran ro
que fue padre fecundo, que es sentina
de la felicidad nunca alcanzada,
alza sus palmas con desmayo, eleva
un crepitar de grietas y terrones,
pero el cielo inclemente no la escucha.
O prefiere burlarla. Esta maana
se revisti de nubes, como sumo
sacerdote imponente ante los ojos
del enfermo ya crnico que espera
de su gesto y su voz slo el milagro.
Pero el rito se cumple vanamente:
Apenas cuatro gotas que no calman
sino avivan la sed. Y las heridas
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duelen por dentro, dejan en el alma
la sed, la sed, la sed. Nunca el hasto.
II
MENUDAMENTE resbal la nube.
Las palmas ebrias, las encinas ebrias,
los ebrios eucaliptos de sed, la recogieron.
Era un agua menuda, fresca y lenta,
primer anuncio del otoo, ms
susurro que cancin sobre las ramas.
Susurro, no rumor, fue su cada.
Los breves campos cultivados dieron
un fulgor momentneo de roco,
mientras de las palmeras descendan
gotas gruesas de barro, sordas, densas
sobre el terruo vido y doliente.
Cerca sonaba el ro, que fue padre
fecundo en otro tiempo y es sentina
de la felicidad nunca alcanzada.
El ancho, el grande, el rumoroso ro,
el celebrado por su arena noble,
el recordado por su faz de olivos.
Sonaba el ro y reson la lluvia
como el pico de un pjaro que caza
breves insectos en los ventanales.
As sonaba, as cantaba. Y hubo
un xtasis de plata en todo el mbito,
un aroma de cuerpos trascendidos.
Pero el viento inclemente
arrebat la nube. El sol cruja.
Al pie de la palmera y de la encina,
un cerco seco, seco y agrietado,
clam su desesperacin. Clamaba.
Porque el xtasis breve abri en la carne
ms sed de lluvia, de rumor de sangre,
de fruicin de los labios, del abrazo,
de la hondura del riego. Y las heridas,
que dolan por dentro, por el alma,
sufran ms la sed, la sed, la sed,
la sed. Nunca el hasto.
III
QU SABES de la sed, t que dibujas
tu nombre con el ndice en el vaho
de esa ventana que se asoma siempre
a la lluvia, a los bosques, al hasto?
Qu sabes t del sol, de ese tremendo
jayn, de ese violento campesino
que se bebe los jugos de la tierra
y deja sorda y blanca la mirada?
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Qu sabes t, tan muelle en las cobijas
de tu pas de nieblas, de este llanto
de sal que abre las grietas de los labios
y arde en la lengua con blasfemia?
Qu,
qu sabes t del cuerpo que recibe
un instante la lluvia y ve marcharse
la nube que lo cubre y se abre y se abre
en grietas hondas duras, con heridas
que le duelen por dentro, por el alma,
con una sed que es grito y nunca hasto?
Ven a La Quintera,
lugar pequeo que no consta al mundo
pero es el mundo del sediento, el mundo
de la implacable espera, el roto mundo
de la esperanza y de la flor marchitas.
Si la vieras en aos de ms lluvia!
Qu resplandor de flores, qu de frutos,
qu vicioso algodn, cunta hortaliza,
qu rosas, qu jazmines, qu alegra,
qu despliegue de aromas, qu esmeraldas
en las palmeras, qu grosor de olivas,
qu ruiseor en la ribera, cuntos
jilgueros en los cardos florecidos!
Es el triunfo de la vida, el gozo
de los cuerpos henchidos, de la amada
morena por el sol que va por vias
plenas de uvas jugosas y se enjoya
de lluvia y su menuda pedrera,
y se mira en los ojos de hondos toros,
y galopa en corceles de semillas,
y es velln en la oveja, cierva dulce
por las quebradas de la montera,
y estalla de candores en la aurora
y destella de estrellas y desliza
sus pies por los trigales con rumores
de amapolas vibrantes entre espigas,
y es toda promisin, toda esperanza,
toda labios de besos y sonrisas,
ella, la tersa amante con terrores
de sed, de sed, y que jams se hasta.
Antonio Carvajal Milena El Agua en verso (Notas para una lectura de poemas)
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