El Rincon de Los Ninos - Patrick Modiano
El Rincon de Los Ninos - Patrick Modiano
El Rincon de Los Ninos - Patrick Modiano
A Albert Sebag
A Danielle
Cmo lo sabe?
Tena acento parisiense.
Acabo de verla ahora, con Mercadi.
No he tenido mucho xito.
El tono era desenvuelto, pero percib que se
daba cierta importancia.
A Mercadi le da miedo tomar iniciativas
Yo podra encontrar algo para usted Tambin
trabajo en Radio Mundial
Es usted muy amable
Qu tipo de trabajo le gustara hacer en la
radio?
Se encogi de hombros.
Lo que sea
Enfilbamos la carretera de la Corniche.
Baja usted a la ciudad? le pregunt.
S.
Llegamos a la parada del tranva, una casita
blanca en cuyo interior nos sentamos sobre una
banqueta de madera clara, al fresco de la
No.
Nos bajamos en la parada de Cordonel Place.
Me sorprendi que me siguiera, hubiera podido
seguir en el tranva hasta el Fuerte. Con aquel sol
las calles estaban vacas, como de costumbre, y yo
buscaba un pretexto para retenerla todava un
momento a mi lado, el tiempo suficiente para
terminar aquella travesa del desierto que son para
m los primeros momentos de la tarde.
Le apetece beber un zumo de frutas
mientras esperamos a que haga algo menos de
calor?
Si usted quiere.
Esperaba que el cartelito de Cerrado por el
momento no apareciera colgado a la entrada del
Rosal. No haba otros sitios por los alrededores
donde refugiarse. Pero no. La puerta estaba
entreabierta.
Nos sentamos al fondo de la sala, en la mesa
donde la haba visto por primera vez. Coloc el
Por qu no?
Normalmente, los extranjeros que vienen
aqu a exiliarse lo hacen como final de trayecto
Pero usted a su edad
Est usted al final del trayecto? me dijo
con una amplia sonrisa.
Tambin sonre yo y levant mi vaso de agua
mineral. Ella levant el suyo. Brindamos.
Las tiendas estaban abiertas y haba gente por
las calles. Quera volver a su hotel antes de las
cinco. Una cita? Tena amigos en la ciudad? Me
fue imposible no preguntrselo.
Apenas me dijo.
Qu esconda aquella palabra tan vaga:
apenas?
Me dijo que iba a tomar el tranva y me ofrec
a acompaarla hasta la parada. bamos por
Mesquita Street y pasamos delante de los
escaparates de la Cisneros Airways.
No echa usted de menos su mesa?
Qu ms da.
Se detuvo y me mir fijamente, con una mirada
severa que contrastaba con la suavidad de su
rostro.
No me mire usted as Me da miedo.
Pero como permaneca en silencio y no
depona su grave actitud, aad: Estoy
convencido de que si lo necesitara, usted me
prestara dinero Adems, yo no dudara en
pedrselo Los asuntos de dinero carecen de
importancia entre amigos
Pero no somos amigos.
Espero que lleguemos a serlo.
Se le escap una risita infantil que le ilumin
la mirada y le desarrug el ceo.
Le he tenido que decir a mi amigo que haba
recibido un giro de mis padres.
Bueno, de todas formas, soy amigo de su
madre
Ah, claro es verdad
ante?
Desde haca algunas semanas, una cazadora de
ante demasiado pequea para m y con una
cremallera estropeada era su nica preocupacin.
La habamos encontrado en un armario del teatro,
donde haba estado esperando durante veinte aos.
No me atreva a decirle que la haba vuelto a dejar
en su percha, dentro del armario. Tal vez a estas
alturas sigue all, terminando de pudrirse.
Me prometes que todava tienes aquella
cazadora de ante?
Su mirada se ahogaba en una expresin de
angustia insoportable. La suerte del mundo
dependa de aquella vieja cazadora de ante. Fuera
de ella, nada contaba ya.
No me vas a decir que has perdido la
cazadora de ante? Contesta! Dnde est la
cazadora de ante?
Max Montavon pareca sorprendido por el
cometido tan importante de una cazadora de cuero.
contemporneos.
Segu el camino de baldosas y me sent a la
sombra de los eucaliptos, junto a la playa, sobre la
que flotaba una leve bruma de calor. Haba un
bolso de paja en la arena, a unos cincuenta metros
delante de m. Y, al lado, una gran toalla de bao
roja.
El bolso de ella era exactamente de aquella
forma y aquel tamao. Recorr la playa desierta
con la mirada, pero no vi a nadie. El sordo
zumbido de un motor de avin me hizo levantar la
cabeza: un avin de turismo, modelo antiguo, o tal
vez uno de los aparatos del Aeropostal, olvidado
durante medio siglo en un hangar, junto con todas
sus sacas de correspondencia, que por fin un piloto
haba decidido llevar a su destino.
Entornaba los ojos por la reverberacin del
sol en el mar. Pero distingu dos cabezas que
sobresalan del agua inmvil. Alguien nadaba
hacia la playa y permaneca a flote hasta la orilla
direccin al Fuerte.
Tambin para m era la hora de dejar la
sombra de los eucaliptos si quera terminar a
primera hora de la tarde, en Radio Mundial, el
nuevo episodio de mi serial. Les segua a unos
cincuenta metros de distancia. Ella llevaba su
bolso en bandolera, como de costumbre, y l se
haba colocado la toalla de bao rojo en el
hombro izquierdo. Andaban los dos con un aire
indolente, junto a la orilla, por donde la arena est
lisa y hmeda, sin duda para evitar que los pies
desnudos se les hirieran con las conchas o con las
viejas latas de conserva oxidadas que a veces se
esconden entre la arena.
El sol pegaba fuerte y yo me proteg con mi
toalla de bao a modo de turbante. A ellos no
pareca afectarles el calor: iban con la cabeza
desnuda, tan tranquilos. Me qued un rato a la
sombra de un macizo de adelfas, en la linde del
jardn de un chalet donde viva uno de los
Grandes reportajes?
Tard un rato en comprender, hay expresiones
cuyo sentido haba olvidado.
Ah, s Reportajes
Grandes reportajes sobre ciudades donde
suceden cosas: Panam, Tnger, Mxico, Nueva
York, Calcuta No saba que viva usted aqu
Me gustara que me dijera por qu vive aqu
Usted es Jean Moreno Vive usted en Mercedes
Terrace?
Pretenda hacerme comprender que no poda
esquivarle, ya que conoca mi direccin?
Usted escriba libros, de eso hace mucho
tiempo. Me acuerdo de usted, ms o menos
Yo haba echado a andar otra vez. Y l volvi
a seguirme.
El viejo que entrevistaba usted es escritor,
verdad? le pregunt volvindome hacia l.
El viejo?
Lanz una risita de superioridad.
de Magdebourg de ah su apodo.
Se inclin hacia la nia:
Qu bonita es esa cesta de frutas
Y yo le dije la frase ritual:
Es un regalo de Beauchamp
Ah, s Ya veo Os llevo a dar un paseo
en autocar
Tengo que acostar a la nia.
No, hombre, no, qu tontera Estoy seguro
de que ella prefiere dar un paseo en autocar Te
gustara, verdad?
La nia dijo s con timidez. Se mantena
derecha, cargada con la cesta de frutas
escarchadas.
Habis visto mi autocar?
Con un movimiento de la mano nos invit a
subir a bordo. Yo me sent en el asiento de la
izquierda, tras l, sin hacer caso de la nia, que se
desliz en el de la derecha, con su cesta de frutas
escarchadas.
Yo.
Me sobresalt. Y por qu no l? Despus de
todo, entraba dentro de lo posible. Rose-Marie me
hablaba a menudo del encanto de Magdebourg.
Hoy da ya no recuerdo con precisin los rasgos
de su rostro, pero me parece recordar que tena el
pelo rizado y moreno, la piel mate, una suavidad y
una elegancia en su aspecto que vena de un lejano
origen martiniqus o jamaicano.
Eras t?
Se ech a rer.
No. Esta tarde, no. Pero puedo intentar
averiguar quin era.
Me miraba fijamente con aquellos ojos
entornados.
Date cuenta Va a ser difcil Hay tantos,
que uno se pierde Por lo pronto, creo que
podemos eliminar a Beauchamp.
S.
Pero quedan un montn
AZUL
MARINO
QUE
ESTABA
apartarme de l imperceptiblemente.
Estaba
Permaneca inmvil ante la escalinata de
Radio Mundial. An me lanzaba otros nombres,
pero yo me encontraba ya demasiado lejos para
orlos. Ya haba rebasado el pedestal vaco en el
que an estaba grabado el nombre de Javier Cruz
Valer. Y la llamada a la plegaria vespertina de un
muecn a travs de un altavoz ahog la voz de
Mercadi.
El chfer me esperaba en el borde de la acera,
en la parada del tranva.
Llego tarde. Me qued charlando con un
colega francs de Radio Mundial.
Tiene usted derecho a hacer lo que le
parezca.
Era una frase que me deca siempre que
pareca pedir excusas en relacin con la manera en
que empleaba el tiempo.
Tengo una carta para usted.
LA
AVENUE
MAGDEBOURG
JUNOT
EMISIONES
LLAMADO
EN
LENGUA
FRANCESA
FRUTAS
ESCARCHADAS
BANQUETA
De ninguna manera.
Estoy convencido de que se entiende usted
con Mercadi a espaldas mas. Hbleme con
franqueza Si tiene usted la intencin de no
trabajar ms que para las emisiones francesas,
dgamelo.
Qu locura, Carlos Usted sabe que soy su
amigo
De veras es usted mi amigo?
Carlos. Qu disparates piensa usted esta
noche.
S. Disparates, eso es.
De nuevo un silencio. Y yo mantena el
auricular contra mi odo en la oscuridad de la
entrada.
Me haba adormilado Y acabo de
despertarme. Esta hora es bastante difcil, aqu, en
Radio Mundial Es la hora en que terminan la
mayor parte de los programas Se siente uno tan
solo, en esta radio, en el culo del mundo
Pero no oy mi pregunta.
Poco antes, en Saint-Maurice, Rose-Marie me
haba dicho:
Tienes que llevar a la nia a casa de mi
hermano. Se va de vacaciones con l.
Y al preguntarle la direccin de aquel hermano
cuya existencia haba ignorado hasta ese momento,
me haba contestado:
Es en la Porte Dore. La nia conoce el
camino.
Pasado el museo Colonial y las grandes
fuentes, atravesamos el cruce de la porte Dore.
En efecto, la nia saba el camino. Me condujo
ella misma hacia un grupo de edificios que se
levantan hacia el lado izquierdo del cruce y que
bordean el parque.
Durante el camino me haba hablado de su to,
llamndole unas veces Yvon y otras Jean-Jacques,
hasta que le pregunt cul de aquellos nombres era
el suyo.
Pero si t no fumas
Llevaba la pelota entre el brazo y la cadera.
Frunca el ceo. Tal vez comprendi en ese
momento que yo iba a desaparecer de su vida.
S s ahora fumo balbuc.
Entonces, subes enseguida a casa de mi
to Tercer piso a la derecha.
Tercer piso a la derecha.
Sonri.
Me qued unos instantes en el hueco de la
escalera. Escuchaba los botes regulares de la
pelota contra los escalones mientras suba.
Despus, un lejano timbrazo. Una puerta que se
abre y se vuelve a cerrar.
Entr como un sonmbulo en el caf de los
bajos del edificio, que se llama La Potiniere du
Lac, y ped maquinalmente un paquete de gauloises
azules. Pero no vendan tabaco.
Eran las siete y media de la tarde. Desde la
ventana le hice seas al chfer, sentado en el
Boulogne-
Ocupacin.
Y es que, este gran autor, de una extremada
sensibilidad, describe en sus ficciones la
bsqueda de la propia identidad, que oscila entre
el recuerdo desgarrador y la tentacin de la
amnesia benfica.
Notas
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[4]