Sorpresas Que Da La Vida - Silvia Carpallo
Sorpresas Que Da La Vida - Silvia Carpallo
Sorpresas Que Da La Vida - Silvia Carpallo
Silvia C. Carpallo
pedido de carne especial para las cenas de esta noche. Entra l mismo a
cargarlo, y yo me quedo como una tonta ah parada, observando. Sus
brazos fuertes en tensin por el peso, el sudor que se limpia de la frente,
e incluso el olor a carne. Todo resulta primi vo, visceral. Vuelvo a
morderme el labio. Mi cuerpo est all, plantado en la cocina, pero mi
mente no. Mi mente est en algn lugar perdido, en el que dejo de ser la
mujer que siempre he sido, para conver rme en una autn ca cazadora
que devora con ansias a su presa. Me excito. Nunca he sen do una
atraccin tan sica, tan simplemente animal por un hombre. Siempre he
defendido aquello de que el sico no es tan importante, que al nal te
enamoras de la persona. De hecho yo no me enamor de Luis por su
sico, ni mucho menos. Sin embargo, mi imaginacin ahora mismo me
delata, ya que nos pone a Mario y a m sobre la encimera de la cocina,
embadurnados de aceite, haciendo posturas imposibles, en las que me
llena como nunca nadie me ha llenado. Noto mi humedad entre las
piernas, y me siento turbada, aun sabiendo que slo yo puedo notarlo,
que slo yo puedo escuchar lo que mi cuerpo me est gritando.
Reacciono y salgo de la cocina algo apurada. Los clientes de la comida
ya se han ido, pero necesito un momento antes de ponerme a recoger.
Me meto en el bao de seoras, y me echo agua bien fra en la cara y la
nuca. Me miro en el espejo, sudorosa, con las pupilas dilatadas, los
carillos enrojecidos, y s que no va a bastar con eso. S perfectamente lo
que necesito, lo mismo que s que no soy capaz de hacerlo. O s? Lo
necesito ms que el aire que respiro. Por qu no? Echo el cerrojo.
Pongo mi espalda contra la puerta. No estoy siendo nada racional, si
medito bien esto me morira de vergenza slo por el hecho de haberlo
pensado. Por eso, antes de que mi cabeza comience a funcionar,
empiezo a acariciarme poco a poco el cuello, los pechos por encima de la
camisa blanca e inmaculada. La imagen del cuerpo grande de Mario
vuelve a asaltarme. Abro las piernas y dejo que mi mano se pierda
dentro de mi minifalda negra, y presione mi sexo a travs de mis medias.
Necesito ms. El olor, el sudor, sus brazos fuertes. Meto mi mano dentro
de las medias, y despus, dentro de mis bragas, que ya estn tan
hmedas como yo. Busco mis puntos de placer, esos que he aprendido a
Camino deprisa por la calle, hasta que me encuentro con la puerta del
hotel en el que me han citado. Miro el reloj, son las siete en punto.
Espero no ser la primera en llegar. Cojo aire, me atuso la ropa, y entro
decida por la puerta, con tan mala suerte, que en mi intento de parecer
sexy a la par que sos cada, casi me tuerzo un pie con los tacones
nuevos. Me recompongo, me quito las gafas de sol, y al ver que no hay
ninguna cara conocida a la vista, me acerco al mostrador de recepcin.
-
Buenos das. Tena una cita aqu con el seor Mario Mario
Garzn.
Un momen to que lo miro, por favor- la recepcionista mira
algo en el ordenador, y en seguida sonre-. S, la estn esperando
Por fin ests aqu! Tena mis dudas de que al final vinieras.
Por qu? Llego tarde? No habamos quedado a las siete?
S, pero es que hemos llegado un poco antes- me molesta esa
respuesta, es que queran empezar antes sin m? Pero por lo
que veo la cama est hecha, y la nica prueba de su presencia es
que ya hay servidas dos copas de champn. Alex se da cuenta del
rastreo de mi mirada, y va corriendo a coger otra copa de
champn para m, as que la sigo dentro de la habitacin, y cierro
la puerta del mundo real tras de m.
Me alegra que te hayas decidido a venir, yo tampoco las
tena todas conmigo- Mario sale del bao, y segn lo veo se me
encoje hasta el alma. Lleva unos pantalones vaqueros rotos, y
Madre ma, no me creo que esto sea real. Esto solo pasa en las
pelculas y desde luego, de pasarle a alguien, no me pasa a m. Creo que
esa es la frase ms larga que este hombre me ha dirigido desde que lo
conozco, y sin embargo, ahora mismo eso no es impedimento alguno
para que pueda entregarle todo mi cuerpo, sin condiciones. Mis deseos
no se hacen esperar. La boca de Mario empieza a perderse en mi
clavcula, y sus manos suben de mi cintura, hasta mis pechos, que
masajea con maestra. Mario sabe muy bien lo que se hace. Cierro los
ojos y echo la cabeza hacia atrs. Sin pensarlo, pego mi culo a su
entrepierna, y me restriego. Su sexo responde en seguida, y la boca se
me hace agua de pensar en introducirlo en todos los vacos de mi
cuerpo. Pero entonces, algo me distrae. Alejandra se acerca a nosotros, y
su presencia me saca totalmente de contexto.
De pronto, Alejandra y Mario empiezan a besarse, mientras yo me
encuentro extraamente en medio. Los pechos de mi amiga estn tan
pegados a mi cuerpo como el sexo de mi hombre de acero, y no s muy
bien cmo actuar entre ellos. Esto debera ser excitante, pero de
momento slo es desconcertante.
-
cada uno de sus roces como un regalo. Algo hace clic dentro de m. Algo
que en realidad creo que nunca haba llegado a sen r. Es un deseo tan
atroz, que casi duele. Mientras sigo cabalgando a Mario, beso con un
hambre voraz la boca de mi amiga, que ahora deja que sus manos se
sumerjan en mi vulva, buscando la liberacin de mi placer en mi cltoris.
Abro los ojos, y la observo, cojo entre mis manos sus pechos, y dejo que
nuestras caricias, las de ambas, me lleven al cielo. Me rompo en dos. El
orgasmo llega como un torrente, y me lleva consigo, a cualquier parte
menos a la habitacin del hotel en la que me estoy montando un tro. Es
elctrico, abrasador. Es vida en estado puro. Cuando vuelvo a abrir los
ojos, estoy totalmente perpleja.
***
Voy contenta al trabajo, de hecho, l mamente, siempre voy muy
contenta. Y eso, incluso teniendo en cuenta que hoy por n
inauguramos la nueva terraza de verano y la cosa promete estar
concurrida. Cuando llego veo que Mario est descargando cosas en la
puerta, pero gira la cabeza y hace como si no me hubiera visto. No me ha
vuelto a dirigir la palabra desde que sal de aquella habitacin de hotel,
y la verdad, tampoco me importa.
Entro en el restaurante, busco mi delantal, me hago mi coleta, y me
pongo manos a la obra, sonriendo a todo aqul que me dedica unos
minutos de su empo para un buenos das. Cuando me dirijo al bao,
veo que Alejandra sale justo por la puerta. Sonro, la cojo de la mueca,
y vuelvo a empujarla hacia dentro. Sin pensarlo, echo el cerrojo, la
abordo contra la puerta, y la beso con todas mis ganas. Siento calambres
en mi vagina solo de sen r el roce de sus pechos con los mos, y me
entran ganas de desnudarla, de lamer su cuerpo de color caramelo, y de
dejar que ella naufrague en el mo aqu mismo. Pero ya habr empo
para eso esta noche en su casa.
-