Tema 5 El Sexenio Democrático 1868-1874. Economía y Sociedad en El Siglo Xix
Tema 5 El Sexenio Democrático 1868-1874. Economía y Sociedad en El Siglo Xix
Tema 5 El Sexenio Democrático 1868-1874. Economía y Sociedad en El Siglo Xix
* Constitución de 1869.
- La Constitución de 1869 recoge los principios básicos del liberalismo democrático y define un amplio régimen de
libertades:
►Soberanía nacional: todos los poderes emanan de la nación, cuya
voluntad general se expresa mediante sus representantes en Cortes,
elegidos por sufragio universal masculino.
► Establece como régimen político una Monarquía Democrática que
limita los poderes del rey y se sustenta en la división de poderes:
● Poder ejecutivo: queda en manos del gobierno, que es responsable
ante las Cortes.
● Poder legislativo: la facultad de elaborar y promulgar las leyes es
exclusiva de las Cortes.
● Poder judicial: se garantiza la independencia del poder judicial,
instituyéndose el sistema de oposiciones para acceder a la carrera
judicial, y se implanta el juicio por jurado.
► Contiene una amplia declaración de derechos, tanto individuales
(libertad de residencia, inviolabilidad del domicilio, libertad de
expresión), como colectivos (derechos de reunión y asociación).
► Regulación de Ayuntamientos y Diputaciones mediante la elección
de los concejales por sufragio y la de los alcaldes entre los concejales.
Libertad de cultos, junto al compromiso del Estado de mantener el
culto y clero católicos.
Tras la aprobación de la Constitución, el General Serrano ocupó la Jefatura del Estado como regente
mientras que el Gobierno Prim emprendió la búsqueda de un nuevo monarca para el trono español: el candidato
elegido fue Amadeo de Saboya, duque de Aosta, quien contaba con el consenso internacional y aceptaba la
concepción democrática de la monarquía.
La política económica de este período se caracteriza por la defensa del librecambismo y la integración de
la economía española en el contexto internacional. Los objetivos eran favorecer la competencia y modernizar las
estructuras productivas de España, para asegurar el desarrollo económico.
Tema 5. El Sexenio Revolucionario. Economía y Sociedad en el siglo XIX.
→ Se racionalizó el sistema monetario, fijándose la peseta como unidad monetaria (octubre de 1868).
→ Concesión de la explotación o venta de las minas, fundamentalmente a empresas de capital inglés y francés,
como forma de conseguir recursos para sanear la Hacienda y reducir la Deuda Pública (Ley de Minas de 1869,
conocida como “Desamortización del subsuelo”).
→ La Ley de Bases Arancelarias (Arancel Figuerola de 1869) supuso la liberalización de los intercambios
exteriores, acabando con la tradición proteccionista de la economía española.
Los sectores populares vieron frustradas sus aspiraciones, lo que empujó a campesinos, jornaleros y
obreros a posiciones cada vez más radicalizadas y de oposición al nuevo régimen político. En un principio el
movimiento obrero apoyó a los republicanos, ya que veían en el cambio de régimen la posibilidad de
transformaciones profundas del orden social. El fracaso de las revueltas republicanas y la penetración de las ideas
de la I Internacional Obrera (acción propagandística de G. Fanelli) dieron lugar a la expansión del anarquismo y del
socialismo entre el proletariado industrial y el campesinado, lo que supone su ruptura política con la burguesía.
una coalición encabezada por Serrano, quien intentó estabilizar el régimen con la instauración de una república
presidencialista de carácter conservador. El gobierno Serrano concentró todo su esfuerzo en sofocar los últimos
focos cantonalistas, hacer frente a los carlistas en el Norte y restablecer el orden y el control del país desde el
poder central. Sin embargo, cada vez era más evidente la falta de apoyos del régimen republicano, al tiempo que
los grupos burgueses y las clases medias se iban incorporando a la causa alfonsina.
El pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto (diciembre de 1874) supuso la
proclamación como rey de Alfonso XII, restaurándose en España la monarquía borbónica, lo que ponía fin a la
primera experiencia republicana de la historia de España.
Las líneas políticas de la nueva monarquía quedaron recogidas en el Manifiesto de Sandhurst: régimen
monárquico de carácter conservador y católico, defensor del orden social, y garantía del funcionamiento del
sistema político liberal.
5.1.5. Evolución del sistema de partidos.
La campaña electoral de 1869 se desarrollo en medio de la polémica sobre la forma de Estado, Monarquía
o República. Los unionistas y progresistas, que dominaban el gobierno, eran partidarios de la Monarquía. Los
demócratas, sin embargo, estaban indecisos y algunos de ellos como Cristiano Martos o Manuel Becerra firmaron
un manifiesto protomonárquico, el Manifiesto de los Címbrios, a favor de una Corona democrática y popular con
sufragio universal. La otra facción demócrata, con José María Orense, Figueras, Castelar y Fernando Garrido,
decidió apoyar la alternativa republicana.
El partido progresista, tras la muerte de Prim se dividió en dos grupos: los constitucionalistas de Sagasta,
partidarios de reconducir la monarquía democrática en sentido conservador, y los radicales, liderados por Ruiz
Zorrilla, que querían llevar la Constitución y el desarrollo de la democracia hasta sus últimas consecuencias.
El Partido Republicano Democrático Federal, también conocido como Partido Federal, fue un partido
político español de carácter federalista y republicano creado tras la Revolución de septiembre de 1868.
Desarrollado a partir de la teoría del pacto de Francisco Pi y Margall.
Al margen del sistema de partidos pero muy relacionados con el republicanismo surgen las primeras
organizaciones obreras de carácter socialista y anarquista, los ecos de la AIT y la Comuna de París provocan la
afluencia de periódicos obreros, los primeros congresos (Barcelona, Valencia, Zaragoza) y la llegada de dirigentes
de la Internacional como Paul Lafargue en 1871. El gobierno se divide, unionistas, moderados y parte del
progresismo pretenden ilegalizar la AIT, los republicanos lo impiden. La proclamación de la República provocó una
oleada de manifestaciones, huelgas y movimientos campesinos que se mezclaron con los contenidos federalistas
del cantonalismo. Esa participación fue utilizada por los sectores conservadores para presentar la insurrección
cantonal como un movimiento revolucionario, e incluir a la AIT en la subsiguiente represión. El gobierno Serrano
decretó, el 10 de enero de 1974, la disolución de la Internacional. Socialismo y anarquismo pasaban a la
clandestinidad.
Coalición revolucionaria
La segunda gran desamortización fue la iniciada con la Ley Madoz de 1855 que establecía la venta de toda
clase de propiedades pertenecientes al Estado, a la Iglesia y a los municipios completando el proceso iniciado por
Mendizábal. La consecuencia fue la eliminación de la propiedad comunal, empeorando la situación económica del
campesinado, y de lo que quedaba de la eclesiástica. La desamortización significó el traspaso de una enorme
masa de tierras a los nuevos propietarios y la fusión de la antigua aristocracia señorial con la burguesía urbana
para crear la nueva burguesía terrateniente.
Las consecuencias de las desamortizaciones fueron diversas. En primer lugar, comportaron un cambio de
propiedad. El 40% de la tierra cambió de manos y tres quintas partes de las propiedades de la Iglesia fueron
vendidas. Pero los compradores fueron sobre todo aristócratas terratenientes que aún engrosaron más su
patrimonio rústico, o comerciantes e industriales, que veían en la tierra un signo de prestigio y de estabilidad
económica. Algunos de los actuales latifundios andaluces datan de esta época.
Una segunda consecuencia de la desamortización fue el deterioro económico que supuso para muchos
agricultores, ya que perdieron los derechos de uso de los bienes comunales. En muchas zonas se produjo una
proletarización de amplios sectores del campesinado. En este sentido, en 1860 la mitad de los asalariados
españoles eran jornaleros del campo.
Por último, aunque no emergió una nueva clase de propietarios activos y emprendedores, como
esperaban Mendizábal y Madoz, con las desamortizaciones sí que se logró una ampliación importante de la
superficie cultivada dedicada a los cereales y, en algunas zonas de la Comunidad Valenciana, de Cataluña y de
Murcia, la expansión del cultivo de la patata y del trigo.
* Avances en la agricultura.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, en la costa mediterránea se fue imponiendo una agricultura
orientada a la comercialización, tanto en el mercado interior como para la exportación. Los cultivos de la vid, de
los cítricos, del arroz -que se cultivaba principalmente en el Empordá (Girona), en el delta del Ebro y en la
Albufera valenciana- y de la caña de azúcar se generalizaron en esta época, junto con otros productos cuyo cultivo
no estaba tan extendido, como los faltos secos, el aceite de oliva y el esparto.
Especialmente la vid, un cultivo tradicional que ya había experimentado cierta expansión de sus
derivados, como los aguardientes y los vinos, tuvo un crecimiento sin precedentes a finales del siglo XIX. Entre
1850 y 1875, España triplicó el volumen de la exportación de vinos a Europa, hecho que se explica por la ruina de
la vid francesa a causa de la filoxera. España se convirtió durante las décadas de 1870 y 1880 en la primera
potencia mundial en producción vinícola. Fue entonces cuando se configuraron zonas que aún tienen en la
actualidad su principal fuente de riqueza en el monocultivo de la vid: La Rioja, el Penedes (Barcelona), Jerez de la
Frontera, la zona de Utiel y Requena (cerca de Valencia), etc. La llegada de la filoxera a España, en los últimos
años del siglo XIX, supuso también una fuerte crisis del sector, hecho que se vio agravado por la caída del precio
del vino en los mercados franceses. En el quinquenio 1892-1896 el vino exportado se redujo en más de un 40%.
Se intentó paliar la caída de las exportaciones agrícolas basadas en el vino con el lanzamiento de nuevos
productos, como el corcho, las cebollas, las almendras y, en especial, las naranjas, producto que experimentó una
constante y creciente demanda exterior y que fue la base de la recuperación, ya en el siglo XX, de gran parte de la
agricultura valenciana.
Aparte de estos sectores agrícolas orientados a la exportación seguía predominando el cultivo cerealista
tradicional y gran parte de su producción se exportaba. Pero el sueño de los terratenientes de que España se
convirtiera en el granero de Europa se vio frustrado al terminar los conflictos europeos, como las guerras de
Crimea (1853-1856) y francoprusiana (1870-1871), ya que el precio del grano español no podía competir con el de
las tierras de cereales francesas, alemanas y británicas.
La escasez de transformaciones en el campo y la limitada productividad agrícola dificultaron el trasvase de
población activa del sector primario a la industria o los servicios y el crecimiento de la demanda de productos
manufacturados, lo que lastró el desarrollo de los demás sectores productivos.
Revolución industrial en España. Sin embargo, actualmente se tiende a realizar análisis de los diferentes procesos
de industrialización, que no revoluciones, y en ese sentido, se ha colocado la industrialización española no tanto
como la historia de un fracaso sino como la de una evolución lenta, de crecimiento débil y condicionada por:
→ El fuerte peso del sector agrario que ya hemos analizado y la gran cantidad de inversiones que fueron hacia el
mismo gracias a las desamortizaciones.
→ La política proteccionista contribuyó inicialmente a preservar la industria nacional frente a la competencia
extranjera, pero a largo plazo desincentivó la incorporación de mejoras técnicas, lo que hizo que la industria
española fuera poco competitiva.
→ El bajo nivel de vida de la población española era un obstáculo para la formación de un mercado lo
suficientemente potente como para estimular la producción de artículos de consumo. Los salarios eran muy bajos
porque sobraba mano de obra en el campo, una excedente de población que no emigraba a las ciudades ante la
falta de empleo industrial. El escaso desarrollo de la industria de bienes de consumo significaba una baja
demanda de maquinaria industrial, lo que a su vez impedía el crecimiento de la siderurgia. 10
→ Inexistencia de un mercado interior por la ausencia de una buena red de carreteras y ferrocarriles, hasta el
punto de que era más barato importar productos extranjeros que comprar los nacionales. A ello hay que añadir la
escasez de las inversiones, salvo en algunas regiones de la periferia.
Otros factores que explican por qué España quedó rezagada en el proceso industrializador europeo son: la
escasez de fuentes de energía por la falta de cursos de agua importantes para obtener energía hidráulica o por la
mala calidad del carbón mineral y las negativas repercusiones de la absorción de gran cantidad de recursos por la
Hacienda Pública, lo que elevó los tipos de interés, encareciendo la financiación de las empresas.
* La industria textil.
Hacia 1830 sólo un sector, el textil, y una ciudad, Barcelona, habían iniciado su industrialización. La
industria catalana sufrió la pérdida de las colonias americanas, pero, a partir de 1832 comenzó una nueva fase de
expansión que se prolongó hasta 1862. Las causas de este despegue hay que buscarlas en dos factores: la
mecanización acelerada y la política proteccionista.
La introducción de la energía del vapor y la mecanización de las fábricas textiles catalanas dio lugar a una
disminución de costes y precios y a una multiplicación de las ventas, aunque fue más rápida en la hilatura que en
el tejido. La política proteccionista prohibió la importación de tejidos de algodón, lo que permitió a los productos
catalanes competir con ventaja en el mercado interior. Esta política permitió mantener la expansión de la
producción, pero ralentizó las inversiones y la modernización.
* La siderurgia.
La siderurgia fue el sector que estimuló el desarrollo de la industria moderna tomando el relevo al sector
algodonero. La fundición de hierro y la elaboración de acero requieren de mineral de buena calidad y de elevadas
cantidades de carbón. Vizcaya poseía importantes minas de hierro y se convirtió en exportador de mineral,
fundamentalmente a Inglaterra. Pero la escasez de minas de carbón, las más importantes de las cuales se hallan
en Asturias, y el bajo poder calorífico del carbón autóctono limitaron el desarrollo de la siderurgia española y
fueron la causa principal del fracaso de las primeras instalaciones.
Los primeros intentos de crear una siderurgia moderna se desarrollaron en Málaga, pero esta tentativa
fracasó por la dificultad de adquirir carbón de coque y la utilización de carbón vegetal, lo que comportó unos
elevados costes de producción. La existencia de yacimientos de hulla en Asturias, la convertiría en el centro
siderúrgico de España entre 1864 y 1879. Pero, a partir de 1876, la llegada de coque galés más barato a Bilbao,
como contrapartida de la exportación de hierro, condujo a la consolidación de la siderurgia en Vizcaya, en
perjuicio de la asturiana. La Sociedad Anónima Altos Hornos de Vizcaya se convirtió en la empresa siderúrgica
española más importante durante gran parte del siglo XX, facilitando el desarrollo de la industria de bienes de
equipo.
Otras industrias de consumo, como la harinera, aceitera, vitivinícola, calzado, cerámica o vidrio crecieron
a lo largo del período, pero su producción era de pequeña escala, con bajos índices de capitalización y, en algunos
casos, con sistemas de producción más artesanales que industriales.
mineros fueron explotados por compañías extranjeras a partir de 1868, obteniendo largas concesiones que les
permitieron modernizar los procedimientos y agotar los recursos. Los principales metales extraídos fueron el
plomo, el cobre y el mercurio (además del hierro vasco, al que ya nos hemos referido). En el último tercio de siglo
la producción de plomo obtenida en España fue la más importante del mundo, y sólo sería superada en las
décadas finales del siglo por la de Estados Unidos, que ya emergía como una gran potencia mundial.
Algo parecido sucedió con la producción de cobre obtenido en el norte de Huelva. La explotación de las
compañías británicas y francesas en las cabeceras de los ríos Tinto y Odiel llegaron a suponer las dos terceras
partes del cobre mundial hasta los años anteriores a la Primera Guerra Mundial. La demanda de este metal había
aumentado enormemente con el desarrollo de la energía eléctrica, ya que el cobre era el conductor de corriente
más barato.
Finalmente, la explotación del mercurio de Almadén (del árabe, la mina) cayó en manos de la familia
Rothschild a cambio de la concesión de un préstamo al gobierno revolucionario de 1868. Esta casa, que ya había
participado en la construcción de diversos tramos del ferrocarril, explotó los yacimientos en exclusiva durante casi
noventa años.
6.1.4. El comercio: escasa vertebración del mercado interior y déficit crónico exterior.
A principios del siglo, el comercio interior en España se reducía a mercados comarcales, apenas
comunicados entre sí y aislados del exterior. Los obstáculos legales y la falta de una red viaria adecuada
contribuían a esta fragmentación. Las reformas liberales (libertad de comercio, abolición de los gremios,
desaparición de las aduanas interiores) contribuyeron a articular un mercado interior, pero esto no hubiera sido
posible sin el impulso a la red de comunicaciones, para lo que resultó decisiva la construcción de la red
ferroviaria.
El escaso desarrollo del comercio exterior antes de 1856 tiene sus causas en la política proteccionista y en
el caos monetario y la revalorización de la moneda, lo que dificultaba su uso en las transacciones exteriores. A
partir de 1856, la nueva legislación y la reducción de aranceles facilitó la entrada de capitales extranjeros y el
aumento del tráfico comercial internacional. Las principales mercancías del comercio exterior a comienzos del
siglo XIX eran el aceite y el vino en las exportaciones y los tejidos de algodón y lino en las importaciones. A finales
de la centuria, el algodón y el carbón habían pasado a ser las dos principales importaciones, mientras en las
exportaciones se habían sumado los minerales a los productos agrarios. Las principales relaciones comerciales se
establecieron con Francia y Gran Bretaña. Tónica general: déficit crónico.
La política comercial centró el gran debate económico del siglo, entre proteccionistas y librecambistas.
Los industriales textiles catalanes, los cerealistas castellanos, el sector carbonífero asturiano y los siderúrgicos
vascos presionaron a los sucesivos gobiernos liberales para conseguir protección a sus productos, mediante el
establecimiento de elevados aranceles. Los librecambistas defendían que la libre entrada de productos
extranjeros estimularía la competitividad de la economía española. Hasta 1870 y coincidiendo con las etapas de
gobiernos progresistas avanzó el librecambismo. A partir de 1870, en consonancia con el resto de Europa, se pasó
a una etapa dominada por el proteccionismo.
peninsular para la construcción del ferrocarril lo ofrece el hecho de que, ya en el tramo inaugural, a pesar de
seguir la línea costera, fue necesario excavar un túnel (el de Montgat) que horadase la montaña. Dos años
después, en 1851, se inauguró el segundo ferrocarril peninsular entre Madrid y Aranjuez, financiado por el
empresario, y entonces ministro de Hacienda, José de Salamanca.
Hasta 1855 el ritmo de construcción fue lento. A las líneas señaladas se unieron pequeños tramos en la
región de Barcelona, Valencia, Jerez o Asturias. El tramo más largo se estableció entre Madrid y Albacete,
prolongando la línea inaugurada en 1851.
A partir de 1855, con los progresistas en el poder, el ritmo de concesión y construcción de nuevas líneas
se aceleró. La Ley General de Ferrocarriles aprobada ese año establecía condiciones extraordinariamente
favorables para atraer el capital extranjero. En estas ventajosas circunstancias, diversas sociedades constituidas
por banqueros e industriales franceses, ingleses, alemanes o belgas, con participación de aristócratas y banqueros
españoles, obtuvieron las adjudicaciones y rivalizaron por construir y explotar las líneas ferroviarias.
El Gobierno pretendía enlazar las regiones del centro con la costa y las fronteras. Por su parte, los grupos 12
particulares beneficiarios de las concesiones estaban interesados en conectar las zonas productoras de materias
primas con los puertos. De este modo, los intereses de unos y otros dieron una impronta radial a la red
ferroviaria. Algunas regiones extremas, como Galicia y Almería, permanecían aisladas. A la manera de Francia, los
brazos convergían hacia la capital, en este caso Madrid, situación que favorecía también el control del territorio,
porque el ferrocarril permitía movilizar las tropas rápidamente. Precisamente, fueron los criterios militares los
que impulsaron la decisión de adoptar un ancho de vía distinto al empleado en Europa. Se pensaba que esta
circunstancia impediría una posible invasión exterior; también se adujeron razones técnicas que aludían a las
dificultades ofrecidas por el relieve peninsular, pero lo cierto es que la mayor anchura de las vías españolas aisló a
España de la red ferroviaria europea.
Antes de la crisis generalizada en Europa, en 1866 se habían construido 4.826 km de vías férreas, un tercio
de las dimensiones que habría de tener en vísperas de la Primera Guerra Mundial: 14.675 kilómetros en 1910.
Siempre que se aborda el tema del ferrocarril en España cabe plantearse una pregunta hipotética, sí en
lugar de importar todo el material ferroviario se hubiera apostado por la industria nacional unificando demanda y
oferta, ¿se hubiera inducido un proceso de industrialización más rápido? Es un sugerente pregunta que no tiene
fácil respuesta ya que en esos momentos la siderúrgica española era prácticamente inexistente.
Es importante incluir dentro del avance de los comunicaciones que durante la segunda mitad del siglo XIX
esta situación mejoró bastante. En 1850 se estableció el servicio de correos y, en 1852, se inauguró el servicio de
telégrafos, que fue extendiéndose por las principales ciudades. Ello permitió un desarrollo importante de las
comunicaciones y una gran expansión de la prensa diaria, ya que podían ofrecerse noticias con rapidez desde
cualquier punto de España.
La revolución liberal-burguesa transformó las relaciones sociales al igualar a todos los ciudadanos ante la
ley. La consecuencia fue el fin de la sociedad estamental, basada en la desigualdad jurídica entre unos estamentos
privilegiados (nobleza y clero) y el resto de grupos sociales que integraban el Tercer Estado, y el paso a una
sociedad de clases, en la que las diferencias entre los grupos sociales se establecen en función de la riqueza. Es la
sociedad capitalista, basada en el predominio social de los propietarios.
Como la nobleza era la mayor poseedora de tierras, un porcentaje considerable de la riqueza nacional acababa en
manos de los nobles terratenientes.
El poder y la influencia de la nobleza no provenían sólo de su riqueza. Los nobles constituían el grupo de
influencia en la Corte y formaban parte de la alta oficialidad del ejército y la mayoría de los miembros del Senado
ostentaban títulos nobiliarios. Debemos tener en cuenta que apareció una nueva nobleza titulada (nueva elite
cortesana de Isabel II) estrechamente vinculada a la burguesía de los negocios.
5.3.2. La burguesía.
El proceso de revolución liberal fue conformando una burguesía vinculada a los negocios que resultó ser
la otra gran beneficiaria de las transformaciones sociales, económicas y políticas del período. El grupo más
dinámico estuvo constituido por un restringido núcleo ligado a los nuevos centros de poder, a las profesiones
liberales, al capital extranjero y a la banca (burguesía financiera).
Gran parte de esta incipiente burguesía se sintió más atraída por la inversión en tierras que por la
aventura industrial. Así, consiguieron propiedades a costa de los bienes de la Iglesia y de los municipios y pasaron 14
a engrosar las filas de los propietarios agrícolas, convirtiéndose en rentistas (burguesía agraria o terrateniente).
El proceso industrializador quedó limitado a unas determinadas zonas del país, y la burguesía industrial,
básicamente catalana o vasca, ocupó un lugar secundario en la organización del aparato estatal. Esta burguesía se
preocupó esencialmente por conseguir del Estado una política proteccionista para su industria.
De forma sintética podemos hablar de:
→ Burguesía dedicada al comercio. Comercio de vinos, cereales, etc..
→ Burguesía agraria y latifundista (terratenientes): nutrían el grupo de los caciques, sin mentalidad capitalista.
Mayoritaria.
→ Burguesía industrial, catalana fundamentalmente, liberalismo conservador y defensa del proteccionismo.
Derivan posteriormente hacia el nacionalismo.
→ Burguesía financiera: especulación ferroviaria, bolsa y banca.
5.3.3. Las clases medias.
Constituían un grupo intermedio entre los poderosos y las clases populares y era numéricamente poco
importante (5 % de la población), lo que evidencia la polarización de la sociedad española y explica en parte la
violencia que adquirirá la lucha social. Su escasa importancia es reflejo del todavía débil proceso de
industrialización y urbanización del país.
- Este grupo integraba a medianos propietarios de tierras, comerciantes, pequeños fabricantes, profesionales
liberales o empleados públicos. Eran propietarios, poseían rentas o empleos, pero su riqueza era mucho menor
que la de las clases dirigentes (nobleza y gran burguesía). Su expansión estuvo ligada al desarrollo urbano y al
crecimiento de la Administración y de los servicios. Constituían un grupo influyente y de gran compromiso político
vinculado al progresismo.
5.3.4. Las clases populares.
Con el término de clases populares agrupamos a todos aquellos que, en el proceso de revolución liberal,
pasaron a constituir el grupo social desfavorecido: antiguos artesanos, campesinos pobres y jornaleros sin tierras
y el nuevo proletariado surgido con la industrialización.
La pervivencia del mundo artesano continuó siendo muy importante y en gran parte de España realizaban
la mayoría de los productos manufacturados. Este grupo social protagonizó acciones de protesta como reacción a
la mecanización de la producción (ejemplo: incendio del Vapor Bonaplata en Barcelona en 1835).
La disolución del régimen señorial y las desamortizaciones no alteraron sustancialmente la estructura de
la propiedad de la tierra, caracterizada por su concentración en pocas manos, dando lugar a la formación de un
amplio grupo de campesinos sin tierra o con pequeñas parcelas que, al no tener la salida de la industria,
permanecieron en el campo como jornaleros en unas condiciones de vida muy duras y con unos salarios muy
bajos y cuya principal aspiración fue el acceso a la propiedad de la tierra.
Las nuevas fábricas utilizaban mano de obra asalariada (el proletariado). El crecimiento del proletariado
fue paralelo al proceso de industrialización. Las jornadas laborales eran de 12 a 14 horas en establecimientos
oscuros y mal ventilados, los salarios eran muy bajos, especialmente los de mujeres y niños y los trabajadores
estaban sometidos a una férrea disciplina. A las duras condiciones laborales, se sumaban unas deficientes
condiciones de vida: los salarios apenas daban para comer, las casas eran pequeñas y estaban ubicadas en barrios
hacinados y degradados que carecían de servicios de alumbrado y de cloacas.
Tema 5. El Sexenio Revolucionario. Economía y Sociedad en el siglo XIX.