Pecado original y culpabilidad cristiana

Adolphe GESCH*

Sumario: Al telogo cristiano se le hace muy incmodo hablar de la culpabilidad, especialmente desde
que, a partir de Pablo y sobre todo Agustn, parece
que es el responsable de una cierta infeccin de la
falta, que a los sufrimientos humanos, fsicos y afectivos, suma los anmicos de una conciencia desgraciada (Hegel). A propsito del pecado original el autor reflexiona sobre el significado del mal y el pecado
en la concepcin cristiana.

Da la impresin que la doctrina del pecado, que

culmina en el dogma del pecado original y la teora
de la salvacin, que suponen salvacin de una falta,
han situado a Occidente en un universo de angustias que podra haberse ahorrado. Una moral sin
pecado, una libertad sin culpa, o una responsabilidad sin juez parece que habran contribuido
mejor a la plena y autnoma realizacin humana.
Incluso algunas ciencias humanas como la psicologa y el psicoanlisis que ayudan al hombre a liberarse de sus fantasmas alienantes y mortferos, parecen corroborar cientficamente esa intuicin. Ser acaso el telogo cristiano el culpable de esta situacin y no le resultara ms honrado, por tanto,
callar?
Desde luego debera hacerlo si el pecado no tuviera un fundamento slido o fuera una invencin
de los sacerdotes para conducir hacia Dios. Pero no
debe callar y es lo que pienso desarrollar en ese artculo si, a despecho de excesos lamentables, hay
en la denuncia del mal y el reconocimiento de la
culpabilidad una parte innegable de verdad y de
verdad liberadora. Tampoco, debe callar, si el anuncio cristiano de salvacin no est anclado en un
culpabilismo morboso ni en la creacin gratuita de
la idea de pecado, sino que se funda en un combate
radical contra el mal, precisamente para buscar
una liberacin total y, en concreto, de las falsas
culpabilidades que encadenan al hombre, precisamente cuando no reconoce el mal.
Mi exposicin abarcar dos aspectos que me
arriesgar a anclar precisamente en la doctrina ms
discutida y difcil: el pecado original. No para hacer
una exposicin metdica del tema, sino para reducir la interpretacin que puede ofrecer, a pesar de
sus posibles exageraciones, a una doble situacin
del hombre en culpabilidad. Quiero exponer que la
doctrina del pecado original es una doctrina de verdad y una doctrina de verdad salvadora.

1. LA DOCTRINA DEL PECADO ORIGINAL ES UNA

DOCTRINA DE VERDAD

Expondr este primer punto en tres etapas: 1. El

mal es una realidad irrecusable. 2. El mal no es, sin
embargo, una propiedad natural de las cosas. 3. El
hombre es, parcialmente, responsable y seor del
mal.

1.1. Verdad de la realidad del mal

Contra todos los ingenuos optimismos, que a mi
juicio son falaces, no se puede negar la realidad del
mal. No se trata obviamente de hallar pecado en todas partes, como lo ha hecho un cierto cristianismo
en exceso moralizador, obsesionado por el mal y el
pecado. Pero negar su existencia es equivocarse y
engaar a los dems; incluso silenciarlo sin desenmascararlo es una catastrfica poltica del avestruz. En la ptica judeo-cristiana confesar el mal es
una leccin de verdad, en s misma salvadora (la
verdad os har libres).
Esa leccin de verdad se apoya en la afirmacin
de que el mundo no es como podra y como debera
ser. El mal no es, de ninguna manera, una simple
espuma superficial, sino que empapa la realidad entera y har ms estragos si no se le mira cara a cara
que si se tiene el coraje de desenmascararlo.
En ese sentido y abordando expresamente el tema por donde ms quema, la figura de la serpiente
adquiere un valor paradigmtico. Antes de discutir
la responsabilidad humana o divina del mal, con el
extrao smbolo de la serpiente se reconoce la existencia de un enigma que muestra, aunque sea de
modo simblico, la realidad tal como es en verdad,
con toda su crudeza, frente a la ceguera ante la
misma de la que la tradicin griega nos muestra diversos ejemplos. El carcter inexplicable del mal
viene subrayado por el origen anterior y enigmtico
de la serpiente. La Biblia no pretende explicar, ni
menos justificar, el mal, sino afirmarlo ah en su
realidad misteriosa, pero flagrante. Algo ha de haber
ocurrido.
Se podr decir que esa afirmacin bblica no es
otra cosa que una observacin de sentido comn
que diversas filosofas en manera alguna han negado. Pensemos, por ejemplo, en Platn, Kant o P. Ri-

PECADO ORIGINAL Y CULPABILIDAD CRISTIANA

coeur. Al hablar del mal radical Kant denuncia a

su manera lo injustificable e incalificable de esta
realidad, que nadie puede negar sin hacerse reo de
una mentira metafsica. El hombre est hecho para
el bien y la felicidad, pero se encuentra en s y en el
mundo con la presencia inquietante de un mal que
le atenaza. Es lo que san Pablo afirma con fuerza en
el conocido texto de Rm 7,15.17-19.
Pero la aportacin especfica cristiana desborda
la simple afirmacin de la existencia del mal como
realidad incomprensible. Lo denuncia radicalmente,
a diferencia de tantas filosofas y esteticismos que
ceden a la tentacin de negarlo o al menos silenciarlo. Pensemos, p. ej. en la tradicin platnica que
le concibe como ausencia de bien.
A diferencia de esos intentos de disimulo, la Biblia llama al mal pecado y con ello quiere rechazarlo, y arrebatarle toda posible sombra de justificacin, sea moral, esttica o racional. El mal es el
sinsentido, lo injustificable. No tiene justificacin
moral, ya que no la hay para un acto malo; ni tampoco racional, ya que no se logra explicar fcilmente. El mal igual que su smbolo, la serpiente, es
puesto en la picota y privado de todo prestigio. El
mal es condenado radicalmente en su ms pura injustificacin. Esa ruda afirmacin impide cualquier
escapatoria.
En el segundo punto, que no debe olvidar el aspecto que acabamos de explicar, expondremos cmo
la verdad de esa rigurosa afirmacin no arrastra de
ninguna forma a una desesperacin infinita.

1.2. El mal no radica en la naturaleza de las

cosas
La tradicin bblica objetiva el mal en la figura
de la serpiente. Pero no lo coloca en la misma naturaleza de las cosas, sino que lo presenta, una vez
ms, tambin de forma peculiar y especfica.
Hay dos formas tpicas de explicar la insercin
del mal en el mundo en las antiguas cosmogonas,
en los esquemas mticos de los orgenes, o en los
pensamientos filosficos, psicolgicos y teolgicos,
que la Biblia rechaza con igual vigor.
1. Las cosmogonas del prximo o medio oriente
afirman la responsabilidad divina de la existencia
del mal en cuanto que la divinidad ha creado una
naturaleza mala o que otros dioses adversarios lo
han introducido en la creacin buena.
En esa hiptesis la creacin es ontolgicamente
mala. El mal arraiga en la misma naturaleza. El
hombre, por tanto, es malo y abandonado a la ms

negra desesperanza. En ese caso no se trata de un

mundo que ha experimentado un suceso originador
del mal, sino que ste le es connatural.
La Biblia al afirmar que la creacin es buena rechaza la interpretacin anterior. Dios no ha querido
el mal e incluso tras su aparicin sigue considerando buena a la creacin y el hombre ha de juzgarla
tambin as. El mal no pertenece a la naturaleza de
las cosas, ni a la voluntad de un Dios perverso, es
por tanto un accidente y un infortunio. Y por consiguiente, si no es resultante de un destino natural,
puede ser combatido.
No se niega su existencia pero no es imparable;
se desliza, como un reptil, en la realidad que le es
ajena. Esa concepcin rechaza todo fatalismo o resignacin estoica, esttica, heroica o trgica. El mal,
simbolizado en la serpiente que destruye y aniquila,
no tiene a Dios por cmplice sino por adversario. Si
Dios fuera cmplice, el mal sera algo natural, y
por tanto una realidad que se impondra fatalmente.
Pero no es as, la creacin sigue siendo buena y el
bien tendr la ltima palabra. Si el mundo est roto
es porque no es como debe ser y, por tanto, puede
reconstruirse.
2. El segundo modelo de insercin del mal, presente en los mitos de la herencia helnica, afirma
que el hombre y no los dioses es la causa del mal
y la causa nica y exclusiva del mismo. As lo expresan los mitos de Ssifo y Prometeo, al indicar que
el hombre comete una falta irreparable contra los
dioses a los que arrebata su propiedad. A partir de
entonces el hombre gime bajo el peso de una culpabilidad que le aplasta, de un mal que ha introducido en el mundo por un acto de desmesura y que, en
consecuencia, le domina fatalmente. Se trata de un
proceso infinito de auto-culpabilizacin que le lleva
a una resignada o fatal desesperanza.
Tampoco esa es la concepcin judeo-cristiana. Si
Dios no es la causa del mal, tampoco el hombre lo
es por entero. Una vez ms el smbolo de la serpiente (ni Dios ni hombre) indica que el hombre no debe
soportar toda la responsabilidad de su existencia.
Subraya que existe un mal innegable, no enteramente imputable al hombre, que le precede, y plagiando a Agustn, podramos decir iam malum erat.
Eso es capital para liberar conscientemente al hombre de un peso aplastante de culpa, frente al cual
de ninguna manera podra resistir y que le machacara y aniquilara, si fuera el nico culpable.
Existe, pues, un mal precedente, que nos envuelve y que el hombre reanuda y recoge. Ese es el
significado de la tentacin en el tema del pecado
original, que significa que nunca somos los iniciadores absolutos del mal cosa que sera horrible

PECADO ORIGINAL Y CULPABILIDAD CRISTIANA

pero s sus vctimas. Y en ese sentido la doctrina del

pecado original es extremadamente liberadora. La
idea de herencia y transmisin tan discutidas por
otro lado pone de relieve la fragilidad original humana, en ese mundo roto, incluso antes de haber
cometido una falta que pudiera hacernos culpables
de verdad. Como explica Ricoeur, no llegamos al
mundo sin equipaje, sin pasado, sin lastre y sin
historia.
As pues los temas de la serpiente y de la tentacin, a mitad de camino entre la inculpacin de
Dios y la plena responsabilidad humana permiten
no caer en una culpabilizacin obsesiva. Y, aunque
sea de paso, notemos que eso es importante en el
tema de la educacin: el nio nace en un mundo
donde el mal est implantado; no es un mundo
inocente.
El tema del castigo del hombre y de la mujer no
deja de tener tambin su poder liberador. Porque el
castigo es el final de la auto-acusacin, o al menos
del auto-castigo devastador que despus de la comisin de una falta no cesara jams de acusarme y
castigarme. El castigo establece y define un final.
Otra figura del relato bblico, el arcngel a la puerta
del paraso, expresa ejemplarmente el juicio que
pone fin al proceso auto-destructor. La espada cierra y finaliza el crculo de la justicia inmanente ya
que el castigo es puesto precisamente por otro
(Dios). Se supera con ello el riesgo de un autocastigo ilimitado, y en el fondo patolgico, si slo dependieran de uno mismo. Y finalmente el reproche divino a los primeros padres es de tonos cordiales y
tiernos en comparacin con el dirigido a la serpiente. Dios permanece al lado del hombre y lucha con
l.
Al referir el origen del mal al plano histrico, a
un accidente, y no al plano metafsico, el pensamiento judeo-cristiano ha corrido el riesgo de una
cierta burla filosfica al abordar el mal como algo
anecdtico y contingente. La filosofa clsica prefiri
hablar en trminos de naturaleza y de sustancia;
as lo hace, por ejemplo, el maniquesmo, relevando
a las cosmogonas gnsticas. Al interpretar el mal
como una realidad contingente, la visin judeocristiana lo excluye de la naturaleza de las cosas para
hacer de l una realidad cultural y, por tanto, sujeta a la libertad y al dominio humanos.

1.3. El hombre, sin embargo, es parcialmente

responsable del mal
Incluso si, segn lo dicho antes, el hombre es
vctima del mal, sin embargo, la tradicin bblica no
le exonera de culpa. Una vez ms afirma una ver-

dad, que comparte con otras concepciones, pero lo

hace de una manera peculiar.
Pienso que la realidad del mundo deja en claro la
parte de responsabilidad que el hombre tiene en el
mal. Y esa parte existe a pesar de la poda que la
psicologa ha efectuado a una incorrecta conciencia
de responsabilidad. Incluso catstrofes naturales
como la de Val dIsre pueden ser atribuidas, en
parte, a la responsabilidad humana.
Pero hay un aspecto propio y de gran valor en la
visin judeocristiana. Tiene dos dimensiones:
1. La responsabilidad en la doctrina del pecado
original es una responsabilidad solidaria y no solitaria. No existe un pecado que me abrume en una
soledad cerrada y desesperada. No existimos solos;
vamos de la mano. La tradicin, al decir que todos
podramos haber cometido el pecado de los primeros padres quiere indicar que Adn y Eva no eran
unos solitarios. Ms an, la idea de la Escritura no
es abrumar a los primeros hombres, sino afirmar
que todos somos iguales.
La idea de herencia subraya que nadie debe sentirse exento e impune de la suerte comn, sea cual
sea su origen biolgico. Somos todos solidarios y
por tanto lo que hacemos lo hacemos a los otros y
viceversa y eso tanto para el bien como para el mal.
El hombre no est, pues, arrojado a la soledad espantosa de un mal cuya responsabilidad le atae
nicamente y por entero.
2. La doctrina del pecado original es una afirmacin de responsabilidad, de libertad. Efectivamente,
hablar de responsabilidad es negar la fatalidad de
las cosas. Decir que el mal no pertenece a la naturaleza de las cosas equivale a decir que el mal, en
parte, ha sido introducido por la accin humana. Es
el tema de la desobediencia y la trasgresin. El
hombre ha introducido, si no el mal, al menos la
falta, el consentimiento, a lo que viene de otra parte. Y ah tiene su raz la responsabilidad.
Este aspecto ha sido muy desarrollado, a partir
de san Agustn, en el Occidente cristiano. Y al poner
en parte el mal en la cuenta del hombre, no slo lo
desfataliza, sino que de alguna forma lo pone en sus
manos como dueo y seor. Si procede de m y no
slo de otra parte, podra no haberlo cometido, ni
cometerlo en el futuro. En efecto t eres culpable
(Can, qu has hecho de tu hermano!), t has pecado, significan t hubieras podido no hacerlo. La
acusacin es a la vez la afirmacin de la capacidad
de evitarlo.
Philippe Nemo ha explicado la secuencia culpabilidad-responsabilidad-libertad. El juicio de culpa-

PECADO ORIGINAL Y CULPABILIDAD CRISTIANA

bilidad me indica que soy responsable y, si lo soy,

aprendo los caminos de la libertad. Es verdad que
no hay que extremar el razonamiento como si fuera
necesaria la culpa para sentirse responsable y libre.
Pero de hecho cometemos el mal. Y a partir de ese
dato, en vez de hundir al hombre en una culpabilidad implacable e infinita, la doctrina del pecado original introduce el tema de la responsabilidad y la
culpa que concluyen y tienen fin. Quien ha actuado
mal puede y podr siempre actuar de otro modo.
Prometeo est condenado para siempre mientras
Adn y Eva son slo castigados y, por tanto, llamados a la correccin y a la recuperacin posible.
El hombre culpable en la tradicin judeocristiana debe responder de sus actos; es responsable ante Dios. Pero es caracterstico de la doctrina
del pecado original que el pecado no rompe definitivamente la relacin con Dios como ocurra en los
mitos de Ssifo o Prometeo. En el paraso, inmediatamente despus del pecado, Dios reaparece de una
forma discreta, como en un encuentro casual y pregunta a Adn como si nada hubiera visto. Todo ello
est muy alejado del guila de Zeus que se abate
sobre los hombres. Dios se presenta ah no para
hundir, sino para reconstruir la situacin personal
y de la pareja en la estima y la confianza. Es lo que
luego dir el Evangelio: Anda y no peques ms. El
hombre no es abandonado. Si se me permite la expresin, podr cargar con su pecado ante Dios y
con Dios, cordero que carga con el pecado del
mundo. Ese tema cristiano est presente desde el
Gnesis.

2. LA DOCTRINA DEL PECADO ORIGINAL ES UNA

DOCTRINA DE VERDAD SALVADORA

En cierto sentido esta afirmacin ya aparece,

como al trasluz, de lo dicho anteriormente. Pues si
el mal no es una realidad natural, ni ontolgica, ni
creada por Dios, ni introducida de una forma plena
por el hombre, es que podra no existir, lo cual implica la idea de salvacin; si se insiste en ese tercero
enigmtico (serpiente, demonio) a quien hay que resistir, si hay una responsabilidad parcial del hombre en la presencia del mal y si Dios permanece
despus de la falta, es que existe, un dominio del
pecado, e incluso, un dominio con Dios. Eso significa que el tema de la salvacin est ya implcito en lo
anterior. Pero hay que ampliar la perspectiva subrayando ms positivamente la carga de salvacin
que hay en la doctrina del pecado original, cosa que
desarrollar por pasos sucesivos.

2.1. Pecado y presencia del Dios de salvacin

El pecado no rompe definitivamente con el Dios

vivo sino en todo caso con el Dios de los filsofos,
obsesivamente apasionado de s, que como el dios
de Prometeo, al ser herido por la falta, se constituye
en enemigo del hombre. El Dios cristiano no hunde
en el fracaso, como esos padres que en vez de sentir
pena por el dao que el nio se ha hecho en la falta
slo tienen ojos para valorar la ofensa que los hijos
les causan. Dios no arrolla a Adn, as como el padre no lo hace con el hijo prdigo. Adems, todo ese
captulo del Gnesis est en el contexto mesinico
salvador de la tradicin yahvista.
Porque, al fin y al cabo, la idea de salvacin se
resume en que nada es inexorable ni se ha perdido
definitivamente; en que todo puede ser renovado y
que existe siempre una segunda oportunidad. Es el
conocido tema de la sobreabundancia de la gracia
que no significa que el tema del pecado se desarrolle
para magnificar el de la salvacin. El mal no es un
instrumento que sirva para elaborar la idea de salvacin. Pues, por lo dems, hay toda una tradicin
cristiana y en particular oriental, que presenta la
salvacin slo en trminos positivos, tratando muy
accidentalmente del pecado. Pero ya que el mal
existe, entonces la presencia de Dios adquiere un
tono liberador. Y en ese aspecto la doctrina del pecado original ya tiene un carcter de salvacin esperanzada y liberadora.

2.2. Pecado y preeminencia del bien

Pero hay ms. La doctrina del pecado original es
salvadora porque adems anuncia que el bien es
sobreabundante. As como Nemo hablaba del exceso de mal yo deseara hablar del exceso de bien
que se identifica con el tema paulino de la sobreabundancia de la gracia, que no es slo suficiente
sino abundante (aunque obviamente no de forma
mgica o mecnica). En ese punto hay que poner en
juego toda la tensin escatolgica de la fe. En ese
aspecto es significativo que la tradicin judeocristiana hable de pecado original y no haya rastro
de mal escatolgico o de pecado escatolgico. Si
el mal alcanzara esa dimensin escatolgica, no habra nada que hacer y estaramos fatalmente abocados a l. Sealar un origen al pecado es afirmar a
la vez la posibilidad de una reversibilidad.

2.3. Pecado y rechazo del culpabilismo

Ms an. Si el pecado es original no es del orden
del presente. Hay lugar, vimos, para la responsabilidad y la culpabilidad. Esas dos afirmaciones parecen conducir de nuevo a una especie de culpabilidad implacablemente prolongada. Es una cuestin
que debe aclararse para poder comprender todo el

PECADO ORIGINAL Y CULPABILIDAD CRISTIANA

poder liberador de la doctrina del pecado original.

La culpabilidad, como sano reconocimiento de una
falta, corresponde a una responsabilidad y una libertad maduras. Pero existe una culpabilidad morbosa que cierra el camino a la conversin y se convierte en el ltimo refugio de un mal que no se puede o, mejor, que no se quiere abandonar y es ah
donde debe actuar a fondo el aspecto salvador del
pecado original.

tar la justa responsabilidad por los pecados, de

hundirse en un culpabilismo sombro que deshonra
a Dios. Y es verdad que Yo estoy reconciliado conmigo mismo. Es ms fcil de lo que se cree, odiarse.
La verdadera gracia est en olvidarse. Pero si todo
orgullo estuviera muerto en usted, la gracia de las
gracias sera amarse humildemente a s mismo,
como un miembro sufriente cualquiera de Jesucristo.

Existe, de hecho, en nuestra conciencia desgraciada una vaga y confusa culpabilidad general a la
que llamo culpabilismo y pienso que es el peor de
los males y el mayor insulto a la salvacin de Dios.

Reconozcamos, pues, que somos culpables, pero,

permtaseme la expresin, reconozcmoslo modestamente. La acusacin debe tender a la salud, a la
liberacin, cosa que no hace el culpabilismo, y s,
en cambio, pretende la prctica penitencial de la
Iglesia. Si hay acusacin propia o de otro slo para
hundir, es mala seal. La acusacin cristiana slo
tiene sentido si es redentora. Y slo en ese sentido
san Pablo juzga saludable la revelacin del propio
pecado. La acusacin salvadora es buena; la destinada a matar es mala. Uno de los sentidos de la
confesin reside precisamente ah: cuando no es
posible reparar el mal y, sin embargo, es necesario
ser liberado y salvado. Tenemos el derecho y el deber de ser felices.

El culpabilismo es una culpabilidad difusa y no

unida a ninguna falta concreta. Probablemente se
trata de una sutil argucia facilitona, ya que una
culpabilidad general parece eximir de todo compromiso de cambio y conversin. Una demasiado fcil y
total asuncin de absoluta culpabilidad puede impedir la verdadera responsabilidad, que exige accin
y no cierra definitivamente el futuro. El culpabilismo acepta la culpabilidad para dispensarse de toda
preocupacin de liberacin.
Esa culpabilidad previa, flotante, vaga, separada
de toda culpa concreta, que hace juzgarse siempre
culpable, conduce a las actuaciones ms duras,
mortificantes o destructoras. Y aunque pueda dar la
impresin, a primera vista, de tratarse de una actuacin muy moral, se obra de hecho bajo el imperio del miedo y por tanto sin libertad.
Es cierto que la responsabilidad puede ser anterior al acto pero no la culpabilidad, que en la situacin cristiana, ni siquiera puede prolongarse con
posterioridad al acto si la palabra perdn ha de tener algn sentido.
El mal del culpabilismo reside en ese deslizamiento hacia una culpabilidad desligada de toda
falta concreta, que hace imposible toda eleccin
porque siempre se teme obrar mal. Esa actitud
puede responder a una verdadera delicadeza moral
pero acaba haciendo imposible toda decisin. Me
parece un ejemplo literario de tal postura el fragmento de la Cartuja de Parma de Stendhal: (Fabricio) era uno de esos raros espritus que tienen remordimientos eternos por cualquier accin generosa
que pudieron hacer y no han hecho. Se trata sin
duda de una actitud noble, pero a dnde conduce?
La acusacin de las faltas no debe provocar el
naufragio personal. Bernanos deca: Es difcil despreciarse sin ofender a Dios en nosotros y aada:
Maana, vuestra falta os inspirar ms dolor que
vergenza; entonces podris pedir perdn a Dios sin
riesgo de ofenderle ms. No se trata pues, al acep-

El hombre no es un ser culpable, es culpable de

tal o cual accin, es transitoriamente culpable de
ese o aquel acto, pero no, repitmoslo, ontolgicamente culpable. Ni siquiera su culpabilidad le convierte en un culpable, cuando habiendo cometido
algn acto malo ha recibido el perdn. Sea cual sea
la acumulacin de actos, el hombre no se convierte
en un ser culpable. Es cierto que lleva los estigmas
del mal, pero el perdn interrumpe, cierra y finiquita la falsa culpabilidad.
La falsa culpabilidad, embota la sensibilidad para la culpabilidad concreta de tal o cual acto y subraymoslo, impide precisamente la verdadera. No
cabe, por tanto confundir la culpabilidad y la mala
conciencia. El catolicismo tiene razn al exigir la
acusacin de actos y no la de un inconcreto ser pecador en general. Es preciso decir: he pecado y no
slo soy pecador.

2.4. Pecado, conciencia, perdn

Hay un ltimo aspecto a sealar: aqul en que la
falta se absuelve. La doctrina del pecado original es
salvadora porque es anuncio de perdn y de remisin. Ricoeur ha insistido sobre el papel del reconocimiento del pecado en los relatos bblicos de la
trasgresin, en el cual puede ser soportado y asumido. El pecado no es lo que mi conciencia me dice
que es pecado, sino lo que Dios juzga como pecado.
Y eso es en extremo liberador. Porque nuestra conciencia es mucho ms dura e implacable que Dios,

PECADO ORIGINAL Y CULPABILIDAD CRISTIANA

o al que creemos tal. No cometamos el error de

identificarle con nuestra conciencia desgraciada;
es muy superior a ella. Es verdad que a veces o incluso a menudo, lo que mi conciencia descubre como pecado lo es tambin ante Dios, pero por el honor de Dios y para nuestra paz, no hemos de confundirlos abusivamente.
La mejor ilustracin del tema la constituyen los
versculos de Juan que vertebran nuestra exposicin: Si decimos: No tenemos pecado, nos engaamos y la verdad no est en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es l para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia... Hijos mos, os escribo esto para que no pequis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo el justo... En esto
conoceremos que somos de la verdad, y tranquilizaremos nuestro corazn ante l, en caso de que nos
condene nuestro corazn pues Dios es mayor que

*
GESCH, A., Pecado original y culpabilidad cristiana,
en SelT, 81 (1982) 57-66. Orig.: Pch originel et culpabilit chrtienne, en La foi et le temps, 10 (1980) 568-586 (=
DP I. Le mal, cap. 3).

nuestro corazn y lo conoce todo. (1Jn 1,8-9; 2,1;

3,19-20).
La realidad cristiana nos asegura que no hay
ms pecado que el perdonado (J. Lacroix), y que
todo lo que desatareis en la tierra ser desatado en
el cielo. Ese texto se dirige a los sucesores de Pedro
pero tambin a cada uno de nosotros. Desgraciadamente con mayor frecuencia atamos ms que
desatamos a los dems y a nosotros mismos. Estemos seguros que si el pecado es un ante Dios lo
sigue siendo siempre. Si se me permite dira: vivamos nuestra situacin ante Aquel que ha permanecido con nosotros. No existe ruptura (en todo caso
el trmino es ambiguo). No aadamos al pecado
cometido el error de ignorar que Dios es ms grande que nuestro corazn.
Condens: Jos M Rocafiguera