Lelia Area - Las Tablas de Sangre de José Rivera Indarte
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Proferir lo inaudito:
Tablas de Sangre de Jos Rivera Indarte
Lelia Area, Universidad Nacional de Rosario-Fundacin
del Gran Rosario
Rosas fue lo que el pueblo argentino quiso que fuese.
A ntonio Zinny, Historia de los gobernadores de las provincias argentinas
I. Preliminar
El movimiento de independencia hispanoamericano, lejos de conducir a
la organizacin de estados independientes, instal a las nuevas naciones
en un estado de guerra, producto de la imposibilidad de consolidar algn
tipo de proyecto hegemnico por parte de las facciones en pugna. Esta reduccin a guerra se dio, no slo, en el campo de batalla sino quecomo
es posible de pensarse proyect al mismo espacio discursivo, haciendo
que la palabra se constituyese en un arma ms para la eliminacin del enemigo. Tomando ora la pluma ora la espada, de acuerdo a una tradicin
hispnica de largo arraigo, el liderazgo poltico se materializ entonces
a travs de una profusa productividad discursiva que, desde nuestra
perspectiva actual, llena los intersticios de la accin militar y da sentido a
los avatares de la lucha.
En este contexto, el lenguaje fue una herramienta fundamental para convencer de la verdad de una realidad queparadjicamenteno para todos
era ni tan real ni tan verdadera. Sera posible decir, entonces, que las naciones surgen desde la ciudad escrituraria que postul ngel Rama en La ciudad
letrada (1984); aunque slo algunos lo supieran. Los caudillos, y a su modo
tambin los escritores, lucharon para concretar una independencia que no
todos deseaban. As, el lenguaje no solamente se limita a demarcar una reali189
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dad, sino que se convierte en un acto de poder en la medida en que tanto persigue crear la realidad cuanto imponer una nacin donde algunos creen que
no existe, enterando a los dems por el mismo acto de la palabra todopoderosa. De esta suerte, la palabra escrita en Amrica, desde la Conquista en
adelante, sera un instrumento de poder al servicio de las clases dominantes,
ya se llamaran espaolas, criollas, siervas o liberales (DAlessandro).
Es precisamente en este marco que me interesa evocar la polmica
sentencia de David Vias cuando planteaba que la literatura argentina
[comenzaba] con [Juan Manuel de] Rosas (Literatura Argentina 4) para
situarla simblicamente en una librera facciosa donde se funda, en 1837,
el Saln Literario; percibido como el lugar de convocatoria a partir del cual
se armaron las fronteras intelectuales de una generacin poltica que produce y se produce desde lo literario. Una generacin fundada como una escena de lucha de polaridades antitticas desde donde inscribe un territorio
escindido, desgarrado en el que el escritorel letradocumple un papel
de desconcierto poltico que, al mismo tiempo, produce una revolucin
cultural.
Aclaremos un poco esta afirmacin. En 1837 hace dos aos que Juan
Manuel de Rosas ha llegado por segunda vez al poder, en este caso como el
indiscutido jefe de su provincia de Buenos Aires y de la faccin federal en
un desunido pas. Su victoria se aparece a todos como un hecho irreversible y destinado a gravitar durante dcadas sobre la vida de una nacin
en formacin. Es entonces cuando un grupo de jvenes provenientes de
las elites letradas de Buenos Aires y el Interior se declaran destinados a
tomar el relevo de la clase poltica que ha guiado al pas desde la revolucin
de Independencia hasta el fracaso del intento de organizacin unitaria de
18241827; fracaso evidente, si se evala el triunfo en el pas y en Buenos
Aires de los amenazantes jefes federales. Frente a ese grupo unitario relegado por el paso del tiempo y aniquilado por el fracaso, se erige un nuevo
grupo que se autodefine como la Nueva Generacin.1 Si ese fracaso unitario
puede ser ubicado en el fatigado espacio de supervivencia del Iluminismo,
la Nueva Generacin se coloca bajo el signo del Romanticismo y por lo
tanto se considera mejor preparada para asumir la funcin directiva.
En este marco, la idea de la soberana letrada, justificada por la posesin exclusiva del sistema de ideas de cuya aplicacin dependiera el cuerpo
poltico (y no slo poltico) de la nacin explica el entusiasmo con que la
Nueva Generacin asume de Victor Cousin el principio de la soberana de la
razn. Esteban Echeverra convertira esta conviccin en doctrina cuando
en 1838 escribe el Credo de la Joven Generacin. De esta suerte, la avasalladora pretensin de constituirse en guas del nuevo pas (y su justificacin
por la posesin de un salvador sistema de ideas que no llega a definirse con
precisin) estuvo destinada a alcanzar indudable influencia (aunque no
evidente en lo inmediato). Heredera de ella era la idea de accin y enfrenta-
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miento polticos, las que para encontrar su justificacin, debieron plantearse como imposicin a una Argentina que en treinta aos de revolucin no
haba encontrado su forma.
En 1837 la Nueva Generacin se percibe a s misma como la nica gua
poltica (posible) de la nacin. Pero . . . est Rosas. Rosas que representa el
nicoy ltimoobstculo para el advenimiento de una etapa utpica
de paz y progreso. Adolfo Prieto defini claramente este momento de la
historia argentina como
un verdadero trauma de la conciencia colectiva, un golpe que escindi a la
sociedad en rprobos y elegidos, condenando a los dos sectores a la mutua
recriminacin, [situacin que] la literatura de esos aos agigant y volvi
ms espesa la sustancia de un conflicto tpicamente maniqueo, y la literatura posterior, desgajada de las bases histricas y sociales que le dieron origen continu, sin embargo, reviviendo en la conciencia colectiva las viejas
tensiones del conflicto. Rprobos y elegidos otra vez. Rprobos reducidos
al silencio y a la postergacin sistemtica. Elegidos que poseen la verdad
nica y la direccin exclusiva del proceso social (Prieto 37).
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Desde ese contexto blico causado por el fracaso del proyecto hispanoamericano, la representacinRosas aparece como el horizonte posible a
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Ahora bien, quin haba sido ese Jos Rivera Indarte en el marco de la letra
facciosa que novelizara la figura del Gran Antagonista? Panfletario de violentas pasiones, Rivera Indarte (18141845) curiosamente haba atravesado
la Biblioteca como acrrimo rosista en una primera poca de su existencia. Ser en este marco que los relatos de poca lo ubiquen enfrentadoy
enfrentndosea los Jvenes de Mayo por medio de la prosa y el verso, del
peridico y del libelo.
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As, Rosas y sus opositores sera el primero de los grandes textos propagandsticos escritos contra Rosas. Publicado inicialmente como una
serie de artculos periodsticos, su lectura se difundi de tal manera que
podemos, sin lugar a dudas, figurar el impacto que debe haber tenido en
diversos lectores influyentes europeos. Sin embargo, ser precisamente el
apndice Tablas de Sangre. Es accin santa matar a Rosas el texto que
inscriba tanto la aberracin demonaca del pater-Rosas cuanto el nombre
de autor de Rivera Indarte ms all de las fronteras patrias.
Ser desde Tablas de sangre donde la poca se enfrenta a una enumeracin desplegada en forma monstruosamente ordenadavalga el oxmoronde los crmenes cometidos por el Restaurador de las Leyes en los catorce primeros aos de su gobierno; es una acusacin formidable e ingeniosa, trazada, en cuanto a su disposicin escenogrfica, a la manera de un
implacable y glido diccionario donde resuenan todos los tonos atribuibles
a un registro maldito mientras se formula un siniestro balance a travs
del cual se fija el nmero de vctimas en ms de veinte mil, para el lapso
analizado.10 A manera de conclusin a su Tablassi bien paradjicamente,
se podra tambin considerarla como el repetido mito de origen de una
narrativa fundacional que an hoy no ha (a)callado ni sus temas ni sus
tonosdice:
Le cuestan al Ro de la Plata los gobiernos de Rosas, por los clculos ms
bajos, veintids mil y treinta habitantes!! los ms activos e inteligentes
de la poblacin, muertos a veneno, lanza, fuego y cuchillo sin formacin
de causa, por el capricho de un solo hombre, y casi todos privados de los
consuelos temporales y religiosos con que la civilizacin rodea el lecho del
moribundo. La emigracin de las familias argentinas que han hudo [sic]
de los gobiernos de los gobiernos de Rosas y se han asilado en la Repblica
Oriental, en el Brasil, en Chile, Per y Bolivia, no baja de treinta mil personas Qu administraciones tan caras las de Rosas! Qu precio tan subido
cuesta a Buenos Aires la suma del poder pblico, la mas-horca y el placer
de estar gobernado por Rosas!!!!! (Tablas de sangre 90).
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Para finalizar digamos que, como relato de relatos, versiones y perversionesal decir de Borgestodo ello ha pesado (y sigue pesando) en el
debe y el haber del rosismo y, en consecuencia, en la construccin de las
polaridades antitticas, desde todo punto de vista oximornicas, que han
sostenido el montaje y andamiaje de la figura biblioteco-lgica-Rosas, en la
escenografa de la cultura poltica argentina.
Notas
1 El grupo se haba inaugurado oficialmente en Junio de 1837, cuando comenzaron a reunirse en
la librera de Marcos Sastre; all, sus miembros leeran y discutiran obras de Victor Cousin,
Franois Guizot, Eugne Lermenier, Edgar Quinet, Abel-Franois Villemain, Claude-Henri de
Rouvroy, Conde Saint-Simon, Gaston Leroux, Flicit de Lamennais, Giuseppe Mazzini, Alexis
de Tocqueville, entre muchos otros. Parte de su prctica fue integrar a los tradicionales antagonistas. Los rbitros culturales del gobierno de Rosas, Pedro de Angelis y Felipe Senillosa, fueron
calurosamente invitados a sumarse al Saln. As lo hicieron aunque lo abandonaron rpidamente.
Ya a principios de 1838, Rosas haba clausurado la librera.
2 Busco articular esta figura de Biblioteca con la pretensin de instalarla como una figura de
lectura que opere como referencia de esa maravillosa imagen narrativa que alguna vez nos
regalara Borges cuando (casi) felizmente concluye que la Biblioteca perdurar: iluminada,
solitaria, infinita, perfectamente inmvil, armada de volmenes preciosos, intil, incorruptible,
secreta. [] Acabo de escribir infinita. [] Yo me atrevo a insinuar esta solucin del antiguo
problema: La biblioteca es ilimitada y peridica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier
direccin, comprobara al cabo de los siglos que los mismos volmenes se repiten en el mismo
desorden (que, repetido, sera un orden del Orden). (La biblioteca de Babel 470471). En
este contexto, digamos adems que la modalidad facciosa, adems de referir a una accin
beligerante tambin remite a la otra cara de algo).
3 En Ttem y Tab, Freud expone la idea de Darwin segn la cual la forma primordial de la
sociedad humana fue la de una horda gobernada despticamente por un macho fuerte. Segn
Freud, los hermanos dentro de la horda confabularon contra el poder del padre y le asesinaron.
Posteriormente, el sentimiento de culpa y el temor a que volviese del ms all dieron origen a la
religin y los sentimientos ticos. As, la imagen de este padre primitivo e hiperfuerte es la que se
reanima en el pensamiento primitivo de la masa frente al conductor. Por cierto que esta imagen
aparece tambin en los mitos y en los sueos. La historia de David frente a Goliat ejemplifica una
de estas variantes.
4 Jorge Rivera sostiene que la novela de folletn ocup con fuerza avasalladora la imaginacin de
los lectores del siglo XIX. Su universo, construido a base de falsas identidades, reconocimientos
imprevisibles, sustituciones misteriosas y asedios a la inocencia reivindicada, hizo resurgir en
plena revolucin industrial, curiosamente amalgamados con elementos de la novela burguesa
realista, las fantasas ms antiguas de la imaginacin popular (Antologa de la novela popular).
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5 La composicin, publicada en hoja suelta con la efigie de Rosas, sale a la venta cuando ste asume
por segunda vez el poder. La msica fue compuesta por Esteban Manzini; se estren el 13 de junio
de 1835, en el teatro Coliseo.
6 Las voces partidarias alertan que Rosas habra tenido un sentido estricto de la justicia y si bien
haba perdonado algunas veces a sus enemigos polticos (el general Paz, los conspiradores de
1839, el coronel Pedro Daz, entre otros), no lo hizo con aqullos acusados de delitos comunes
y menos tratndose de correligionarios o familiares a quienes crea obligados ms que otros a
respetar las leyes.
7 Como emblema generacional, la bsqueda del origen involucraba un elemento regenerador; era
la preocupacin por hallar lo primigenio, lo que no tena antecedentes, el tiempo fuerte en que
se fijaban los rasgos del espritu popular, el que los artistas deban escrutar para plasmarlo en sus
obras, caos que devendra orden por la mediacin del logos y que volvera al pueblo, debidamente
compuesto, por una segunda mediacin, la que el letrado cumplira precisamente entre el logos y
el pueblo. As, la vuelta al origen obligaba, entonces, a una reflexin crtica sobre la historia patria
y, en sentido contrario, era una imposicin de la misma historia vivida. Los jvenes del 37 aceptaban el programa de la revolucin pero no sus consecuencias histricas; para ellos, aqul haba
sido un plan correcto que haba degenerado, por lo que se impona el tiempo de su regeneracin
(Matamoro 38).
8 Permtaseme jugar con las posibilidades semnticas de ambos significantes como referencia
emblemtica al heimlich / unheimlich freudiano.
9 Dice Saldas al respecto: Despus de este viaje aparece, no un distinto Rivera Indarte, que s
el mismo propagandista fogoso; con la diferencia de que en Buenos Aires exaltaba Rozas y
alardeaba de federal fantico, y en Montevideo comenz exaltar al partido unitario alardeando
de tal. Sus panegiristas y correligionarios de Montevideo decan que esto fue una regeneracin
en l. Pero el hecho es que profes un fanatismo idntico en tendencias al que dej de profesar y
que sigui siendo el incansable propagandista de los odios que desgarraron su patria. Si un tercer
partido hubiese disputado el predominio absoluto en la Repblica, ste habra pertenecido
Rivera Indarte, y se habra asimilado estos nuevos rencores para desahogarlos contra el partido
unitario cuyo servicio se consagr (Saldas 43-44).
10 Los partidarios de Don Juan Manuel, citando el Atlas de Londres del 1 de marzo de 1845, en
artculo reproducido por Emile Girardin en La Presse de Pars, afirman que la casa Lafone & Co.,
concesionaria de la aduana de Montevideo, habra pagado la macabra nmina a un penique el
cadver. Rivera Indarte habra reunido 480 muertes y le atribuy a Rosas todos los crmenes posibles: el de Quiroga y su comitiva, Heredia, Villafae, entre otros, mientras denunciaba nombres
repetidos y otros individualizados por las iniciales N. N. Los mtodos variaban: fusilamientos, degellos, envenenamientos. De ser ciertas las imputaciones del rosismo, los 480 cadveres habran
reportado dos suculentas libras esterlinas para Rivera Indarte. Pero la lista no termina all, ya que
las Tablas agregaban 22560 cados y posibles cados en todas las batallas y combates habidos en la
Argentina desde 1829 en adelante (Rosa, Rosas).
11 Resulta necesario recordar que la figura ms importante del delito poltico es y ser, al menos
en la historia de Occidente, la del tiranicidio, es decir, la muerte violenta de quien encarna
despticamente el poder poltico. Los ms representativos doctores de la Iglesia, durante la Edad
Media, tales como Santo Toms y Francisco Surez, elaboran y preconizan la tesis de la licitud
y legitimidad de la rebelin contra el tirano, cuando el gobierno se hace intolerable, llegando a
justificar el tiranicidio, considerado como un derecho de los pueblos oprimidos por el dspota.
Roma no se haba quedado atrs en cuanto al tiranicidio, ya que el asesinato de Julio Csar es el
ms importante tiranicidio que registra su historia. Sin embargo, la teora que sobre el tiranicidio
ha gozado de mayor difusin y autoridad es la del jesuita espaol Padre Juan de Mariana, quien
afirmara que el tirano es una bestia feroz, que gobierna a sangre y fuego, que desgarra la patria y
que llega a convertirse en un verdadero enemigo pblico. No hay duda respecto a la legitimidad
del derecho a asesinarlo, derecho que pertenece a cualquier ciudadano, sin que deba preceder
a su ejercicio deliberacin alguna por parte de los dems. Su doctrina del tiranicidio comprende
dos hiptesis: cuando el prncipe ocupa el trono sin derecho alguno y sin consentimiento de los
ciudadanosy por medio de la fuerza y de las armaslcitamente puede llegar a quitrsele la
vida y despojarlo del trono, puesto que es enemigo pblico y oprime al pas con todos los males.
La otra posibilidad, se produce cuando el tirano es elevado al trono por consentimiento o por
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derecho hereditario, en esa situacin se deberan tolerar todos sus vicios mientras no llegue a
despojar pblicamente todas las leyes de la honestidad y del pudor que debe observar.
12 No habr mujer en Buenos Aires bastante heroica para imitar a Judith y a Carlota Corday?
[] Mujeres de Buenos Aires! Si alguna de vosotras emprende tan santa y gloriosa obra, no se
descuide de envenenar el hierro que destine a ella en un veneno activo, en tintura de cobre, arsnico, cido prsico; entonces una tijera, una aguja, ser bastante, y ms si la clava en el vientre
del obeso tirano, donde la punta libertadora penetrar sin obstculo como la tienta en el barro
hmedo y fofo. [] De tantas mujeres que insulta y deshonra, que penetras hasta l, no habr
una que asesinndolo quiera hacerse la mujer de la patria? Cun fcil sera esto a las Escurras, las
Aranas, las Aljibeles, las Medranos, las Carretones y tantas otras! La misma infame Manuela se
lavara de su mancha profunda en la sangre de su espantoso seductor (Tablas de sangre 160).
13 Despus que mates a Rosas no correr ya una lgrima, una sola gota de sangre no manchar
estas campaas y ciudades, cubiertas hoy de huesos humanos. La libertad, la dicha, la paz, la prosperidad se debern slo a ti, hombre-Dios, a quien estoy mirando, aunque todava no te conozco
y ests incgnito para el mundo. Bendito una y mil veces ser el da en que naciste. La virtud ms
pura, el pensamiento de Dios moraba en el alma de la que te concibi. Un momento te bastar
para cumplir tu grande apostolado, misionero sublime de expiacin y de sangre; pero medtalo
bien para que no te falle. Te queremos salvador y no mrtir (Tablas de sangre 196).
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