Pardigmas de Las Culturas de Infancia

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PARADIGMAS DE LAS CULTURAS DE INFANCIA COMO FORMAS DE PODER

INFANT - Materiales de estudio Nro. 1


Autor: Alejandro Cussinovich Villarn
Derechos de edicin:
Instituto de Formacin de Adolescentes y Nios Trabajadores "Nagayama Norio" - INFANT
Calle Enrique del Villar 967 - S.J.M. Lima - Per.
[email protected]
www.infantnagayama.org
+ 51 1 450 2707 - 450 8762
Directora: Esther Daz Gonzles
Diseo y diagramacin: Dora Bardales Roncalla
Fotografa: Yutaka Yoshii
Impresin: Editora Diskcopy S.A.C.
Jr. San Agustn 497 - Surquillo, Lima
500 ejemplares
Lima, mayo del 2010

En ocasin de celebrar el vigsimo aniversario de la aprobacin del la


Convencin Internacional sobre los Derechos del Nio, no se poda abordar
otro tema poltico de tanta importancia para las nuevas generaciones, muy en
particular, para los jvenes profesionales en el campo social, el de la salud
mental, el de lo orientacin vocacional y la tutora, etc. Consideramos este
hecho, adems, una feliz coincidencia con el vigsimo primer ao de la
Facultad de Psicologa de nuestra Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Somos los humanos una especie en la que se ha desarrollado, de forma
inagotable, la capacidad de representarnos la realidad, de producir smbolos
que la expresen, de inventar y reinventar sin fin, de imaginar y crear, de
imaginarnos el universo y crear un universo de universos. Pero nada de ello es
al margen del desarrollo del poder y al mismo tiempo del reconocimiento de
nuestra limitacin, de nuestra incertidumbre frente a la complejidad de lo que
somos y sobre lo que vamos descubriendo. El lenguaje o, ms exactamente, los
lenguajes, son una expresin de estas potencialidades. El lenguaje mismo es
1
una forma de poder y genera poder . Y es que nombrar es una de las fabulosas
posibilidades de nuestra especie, ya que nombrar es el acto de reconocer, de
ubicar, de trascender la apariencia, de identificar y dotar de identidad.
Por ello, nombrar es una responsabilidad poltica, pues de ello se sigue una
forma de relacionarse y de actuar, trtese de otros seres humanos o del
entorno de la naturaleza de la que somos parte. Y es que nombrar es un acto de
transcendencia, vale decir, de sealar, identificar algo de la compleja realidad
que es nombrada. Pero es importante reconocer que slo nombramos lo que
de alguna manera ya ocupa nuestra experiencia afectiva, nuestro mundo
interior de sentimientos.
*
1

Un primer ejercicio de este ensayo apareci en la Rev. Utopa y Libertad, n.1, 2007.
Ver Rafael Echeverra, Ontologa del lenguaje, Garnica, 2006, quien seala cuatro dominios del lenguaje como
fuentes de poder: el dominio de las distinciones; el dominio de los actos lingsticos; el poder sobre otros que nos
da la palabra; el dominio de las conversaciones, p.400-404.

6
Nombrar es la posibilidad de hacer que exista comunicacin y que sta
concrete la cohesin y la coherencia y alumbre proyectos que inviten a
desarrollar nuestra condicin humana. Por ello, eso que llamamos
representaciones sociales y que son la mediacin necesaria para vivir, deben
ser cuidadosamente revisadas para indagar sus implicaciones concretas en las
relaciones humanas que favorecen o que inhiben. Pero igual tarea debe ser
hecha en relacin a los afectos, sentimientos que pueblan nuestra subjetividad
frente a la infancia. As entendemos lo que llamamos las culturas de infancia,
vale decir, las distintas formas de pensar y de actuar que una sociedad reserva
a sus nuevas generaciones. Pero fundamentalmente, son una forma de sentir,
de disponer nuestra afectividad, de adecuar nuestro cuerpo. Toda cultura de
infancia se torna comprensible en el marco de la cultura poltica, social,
escolar, comunitaria de una sociedad, pero insoslayablemente en la cultura
2
emocional, afectiva, en el hombre interior , en la subjetividad social. No hay
cultura de infancia que no encuentre su razn de ser en el horizonte del
conjunto de estructuras y de prcticas sociales dominantes, sean funcionales o
sean ms bien alternativas a stas.
No hay pretensin alguna de establecer la emergencia y consolidacin
histrica de las distintas culturas de infancia que presentamos, ni de los
factores que a lo largo del tiempo explican su conformacin de facto. Nuestro
enfoque, ms bien, refiere a tendencias observables en los escenarios
dominantes en relacin a cmo los nios son considerados en el mbito
societal y en la esfera estatal. Ello revela el tipo de componentes conceptuales
y afectivos que habitan los imaginarios expresados en los sentidos comunes.
Una pregunta central y transversal a la reflexin que recoge este ensayo podra
formularse as: En qu sentido es relevante para la democracia, la ciudadana
y la participacin social y poltica el ejercicio crtico en torno a las culturas de
infancia? Sin lugar a dudas, lo primero que se constata es que las culturas de
infancia son ellas mismas formas de poder, tiempo y espacios de ejercicio de
poder, concrecin de la divisin social del poder en la sociedad, en la familia y
en la institucionalidad general.

Ver Basarab Nicolescu, Manifiesto. Evolucin transdisciplinaria de la educacin, 1996, Pars, p.114 quien nos
recuerda que el hombre interior da vida y sentido a la vida social.

7
Este ensayo aborda en un primer punto la necesidad de una teora crtica de las
representaciones sociales de infancia. Teora crtica que es resultado de la
adopcin de la teora de la transdisciplinariedad, de la complejidad. En un
segundo momento, referiremos a los discursos sobre infancia, cmo se
construyen y cmo son hijos de un contexto cultural dominante en el que
adquieren coherencia y funcionalidad. En un tercer punto sealamos las
caractersticas de nuestra manera de entender los discursos sobre infancia.
Nos detendremos de forma un tanto esquemtica en lo que consideramos ser
las culturas dominantes sobre infancia en el mundo occidental moderno.
Finalmente, abordamos lo que consideramos un acercamiento divergente
para repensar la infancia, pensamiento surgido desde los movimientos
sociales de nios, nias y adolescentes trabajadores. Si bien este ensayo se
escribi para un auditrium de docentes en psicologa, egresados y
estudiantes de dicha disciplina, consideramos que bien puede servir para
pensar la labor de trabajadores sociales, educadores, promotores y
animadores comunitarios, etc.

Esther Daz
Directora
INFANT

Contenido
I.

LAS CULTURAS DE INFANCIA EN EL MARCO DEL ORDEN TUTELAR

II. NECESIDAD DE UNA TEORA CRTICA DE LAS REPRESENTACIONES DE


INFANCIA

10

III. CUANDO LAS CATEGORAS CONCEPTUALES CONFORMAN DISCURSOS

15

IV. CARACTERSTICAS DE NUESTRO DISCURSO SOBRE INFANCIA

18

V. LAS CULTURAS DE INFANCIA HEREDADAS

21

VI. LA CONVENCIN SOBRE LOS DERECHOS DEL NIO

28

VII. LA INFANCIA COMO CO PROTAGONISTA: UNA CULTURA EMERGENTE

30

ALGUNAS CUESTIONES PARA SEGUIR REFLEXIONANDO

32

9
I.- LAS CULTURAS DE INFANCIA EN EL MARCO
DEL ORDEN TUTELAR
Somos herederos de una estructura de sociedad basada en el ideal del orden
social, el ordenamiento tutelar. Histricamente ligado, en el caso peruano muy
en especial, al militarismo tutelar como representante del patriotismo
necesario para el desarrollo de una conciencia de pertenencia a la nacin, y por
la procura moral acaparada por la Iglesia Catlica. Ambas vertientes confluyen
en la conformacin del orden tutelar en el que conviene entender las
relaciones sociales, los vnculos que se establecen entre los distintos sectores
sociales y las representaciones a que deben apelar quienes en la sociedad
peruana son considerados como incapaces o inhabilitados para dar cuenta de
3
sus propios intereses . Este orden tutelar ha cobrado vigencia renovada con el
concordato firmado entre el Estado peruano y el Vaticano a inicios de 1980,
precisamente entre el general que estaba como presidente de entonces y el
representante de la Sede de Roma. Se trata de una forma moderna de
restaurar la relacin entre poder poltico y poder eclesistico catlico, entre
poder terrenal y poder espiritual. Todo ello, como puede intuirse, tiene un
fuerte impacto en lo que refiere a moral social, poltica y moral de la salud
reproductiva, moral y economa, moral y educacin, etc.
Es en el marco del orden tutelar que se ordena y constituye la cultura
emocional, afectiva de la sociedad sobre las infancias; pero que, adems, se
refleja en el derecho, en la normativa. Si bien el orden tutelar no garantiza el
orden social ni puede ser entendido per se como orden constitucional, s
tiende a determinar tendencias autoritarias y de control social y de la mayor
severidad en la penalizacin. El orden tutelar tiene como presupuesto
considerar no slo incapaces a los nios, mal llamados menores, sino a
negarles representacin propia, autonoma y lo que desde hace 35 aos
conocemos como el co-protagonismo de los nios en su sociedad. De all que
se les considere apenas como pre-ciudadanos o futuros ciudadanos.
Es en el espritu y en la letra de esta cultura tutelar, que hay que entender
muchas de las representaciones sobre infancia que se han cultivado en las
3

Ver el excelente trabajo de Guilklermo Nugent, El Orden Tutelar, Lima, 2002, paper de 34 pgs., respecto a la
conformacin de vnculo de dependencia y sumisin de la infancia y el Estado. Ver el consistente estudio de M. Emma
Mannarelli, La Infancia y la configuracin de los vnculos en el Per: Un enfoque histrico en AAVV, Polticas Pblicas e
Infancia en el Per, SCUK, p.11-59.

10
4

sociedades y que no terminan de desaparecer . Para nuestro caso, baste


recordar dos hechos emblemticos. El primero con los intentos desde muchos
sectores del estado y de la sociedad civil por reducir la edad penal y aumentar
la edad para trabajar. El segundo es el reciente debate y aprobacin de la ley de
mendicidad N 28190 que el propio Comit de Ginebra recomienda al Estado
peruano abolir a pedido de organizaciones de NATs.
Asimismo cabe relacionar la cultura tutelar con el llamado paternalismo
5
jurdico , que en concreto se emparenta con el autoritarismo tutelar basado en
el miedo, la amenaza y la sancin a los padres cuando sus hijos han tenido
conductas antisociales.
No obstante, al lado de estas tendencias, siempre hubo pensamientos y
prcticas sociales divergentes. Nuestros pueblos indgenas adems,
permanecieron no slo al margen de muchas de estas perspectivas, sino que
continuaron desarrollando visiones y roles para sus nuevas generaciones, que
bien pueden inspirar otras maneras de entender qu es ser nio y nia en un
pas diverso.

II.- NECESIDAD DE
DE UNA
UNATEORA
TEORA
CRTICA
II.CRTICA
DEDE
LASLAS
REPRESENTACIONES
DE INFANCIA
REPRESENTACIONES
DE INFANCIA
En realidad, la historia recoge ms bien las formas dominantes que la sociedad
se ha dado sobre infancia, desde quienes en dichas sociedades representan el
poder poltico, econmico y social, incluso religioso. Asimismo, resulta casi
inexistente cuanto ms atrs en la historia se quiere ir el registro de
testimonios directos sobre lo que los propios nios pensaban de lo que sobre
6
ellos se deca y decida . Es ms difcil encontrar en los mismos perodos
histricos- un desarrollo extenso de lo que podramos llamar formas
alternativas o divergentes de pensar la infancia, que ciertamente existieron
siempre, y en casos especficos, hasta lograron cuestionar las races
ideolgicas mismas de los modos dominantes de ver y actuar con la infancia. Se
4
5
6

Lo que G. Schibotto llama estereotipos, siempre funcionales al orden dominante. Rev.Itl.NATs, 2010, n.18, p.27ss.
Ver las consideraciones de Ernesto Garcs Valdez, Es ticamente justificable el paternalismo jurdico?, en Tolerancia, Dignidad y
Democracia, 2006, UIGV, 2006, Lima, p.287-308.
Ver Egle Becchi, Storia dell' nfanzia, storia senza parole?, 1996, La Terza, passim: Qu significa escribir una historia de la infancia?.
Se trata de articular la generalidad de parmetros sociales que se utilizan para comprenderla con la especificidad de cada infancia.
Cuanto ms nos remontamos en el tiempo, tanto ms las huellas que podemos encontrar son fugaces, no porque el nio no haya
mantenido su propio rol, sino simplemente porque la concepcin de la infancia es diversa.

11
trata de experiencias, como la de los grandes pedagogos, que en su tiempo
fueron vistas con recelo y que no pasaron de ser eso, experiencias significativas
de relativa duracin en el tiempo. Bastara reconocer los trabajos de O'Neill en
la escuela de Summer Hill, o la colonia Gorki en la que Makarenko trabaj
arduamente con muchachos en conflicto con la ley. La historia de la infancia
puede dar cuenta de estas formas alternativas aunque, finalmente,
marginadas y marginales en el horizonte global. Sin embargo, una de las
limitaciones de aquellas y muchas otras experiencias ms, es que no se
propusieron siempre levantar una nueva matriz de pensamiento sobre
infancia con aspiraciones a repensar la sociedad en su conjunto. Terminaron
siendo formas novedosas de trabajar con la infancia, pero sin fuerza para
arrastrar movimientos sociales que impugnaran y propusieran un status
distinto de la infancia en la sociedad. El discurso occidental sobre los derechos
abre una posibilidad -insuficientemente aprovechada- para hacer que las
infancias fueran reconocidas de forma no meramente instrumental por el
mundo adulto, sino como co-ciudadanos. Es decir, existir como meramente
funcionales al mundo adulto, especialmente a la familia, es no existir social y
polticamente, es existir para el espacio domstico, para el mundo de lo
privado.
a.- La infancia como naturalmente dependiente
Mereci el trato que en la sociedad moderna se dispens a la naturaleza, es
decir, objeto de dominacin, de sometimiento, de colonizacin por parte de
sociedades adultocntricas. Ello explica cun difcil ha sido que los nios sean
acreedores de un real reconocimiento, de aquel que permite existir
socialmente. En la sociologa de la infancia hoy, se habla del nio considerado
7
entonces, como objeto . Ello explica por qu los nios al igual que los indgenas
de poblaciones originarias y las mujeres, fueron objeto sistemtico de
imposicin de modelos de pensamiento, de conducta y de tica en coherencia
8
con el rol que se les asignaba en la vida familiar y social .
b.- Mientras el nio sea considerado objeto, no se constituye en interlocutor
9
vlido para la sociedad y el Estado

7
8
9

A. Proud, Ch.Jenks, A.James, Teorizzare l'Infanzia, Roma, 2002.


Ver las reflexiones de Boaventura de Sousa Santos, Conocer desde el Sur. Por una cultura poltica emancipatoria, 2006,
UNMSM, p.26.
Expresin atribuida a Adela Cortina por AAVV, La construccin de la ciudadana en el siglo XXI2005, OEI.

12
Histricamente, el nio no fue visto como interlocutor vlido. Hasta el da de
hoy son ms bien dudas y reticencias las que asaltan para considerarlo como
tal. Incluso, nos atreveramos a afirmar que la propia Convencin en su artculo
12, a la letra, trasunta esta dificultad. En general el derecho, y la normativa,
como un gesto, con frecuencia ambiguo, de proteccin al nio, se inclin por
curar en salud, vale decir, considerar al nio como privado de capacidad
jurdica o de autorepresentacin en ciertos asuntos. La interlocucin deviene
en vlida si refiere no a una formalidad que deja intocadas las relaciones de
poder en las que el nio contina como sbdito, como objeto. La validez de la
interlocucin radica en su capacidad emancipadora y de transformacin de
todo aquello que reproduzca la dominacin y la sumisin. De no ser as,
estamos ante interlocuciones ficcionales, finalmente funcionales a la sujecin
y el sometimiento.
c.- Paradjicamente el nio se transform en objeto de una intensa inversin
emocional y afectiva
Sin necesariamente haber superado una representacin del nio como objeto,
ste fue arropado de afecto, sentimientos y se transform en un factor de
produccin de subjetividad social que en algunas circunstancias deriv en una
racionalizacin de su dependencia y sometimiento y en otras, podra
potencialmente expresar un factor de emancipacin y desarrollo emocional
personal.
Se hace, entonces, imprescindible elaborar una teora crtica de las culturas de
infancia hasta hoy hegemnicas y con vocacin colonizadora. Una teora
crtica que se consolida no slo como una deconstruccin de dichas culturas
dominantes, sino como inaugurando una nueva matriz epistemolgica que
supere toda complacencia con la modernidad y lo que se ha dado en llamar la
10
posmodernidad celebratoria . Sealamos, entre otras, siete cuestiones que
deben ser campo de accin de una teora crtica antihegemnica en relacin a
la infancia.

10 Boaventura de Sousa Santos, op.cit, p.33.

13
1. Partir de una crtica radical al contrato social subyacente a las culturas hoy
dominantes hijas, finalmente, del pacto de la modernidad occidental. Es
fcil imaginar el reto de pensar en un contrato otro de la infancia con la
sociedad y el Estado, que asegure una revisin de las categoras hasta ahora
presentes y que en el fondo terminan naturalizando, casi biologizando al
nio como an incapaz, objeto de proteccin, perteneciente al mundo de lo
privado, haciendo de sus evolving capacities - la evolucin de sus
capacidades- una justificacin de la gradualidad en el ejercicio de sus
derechos, pero no como un necesario proceso, sino como un argumento
para prolongar su dependencia del mundo adulto.
2. Confrontar no slo los claros remanentes del adultismo, por tiempo
inmemorable sinnimo del varn dominante, sino el adultocentrismo
encarnado en varones y mujeres que confluyen en el control de la infancia.
Ello implica retrabajar la categora de clases de edad, ligada adems al
componente de gnero.
3. Profundizar el cosmopolitismo y pluralismo jurdico frente a la inocultable
tendencia al localismo globalizado y al globalismo localizado en materia
normativa sobre infancia que parecen encarnar formas de paternalismo
11
jurdico .
4. Una teora crtica de las teoras sobre infancia, sin suscribir el relativismo
cultural, est llamada a repensar la infancia desde las cosmovisiones no
occidentales a fin de contribuir a un abordaje conceptual y prctico basados
12
en la intertransculturalidad .
5. Una teora crtica otra, sobre infancia, est igualmente llamada a contribuir
a la refundacin de las relaciones intergeneracionales, vale decir, a un nuevo
pacto social en el que los nios se afirmen como ciudadanos, sujetos
13
polticos , sociales, culturales y econmicos, y en que se reinvente la
14
categora de generacin . Hoy, incluso, las relaciones intergeneracionales
habra que encararlas como una variable de las relaciones interculturales.
11 Boaventura de Sousa Santos, Toward a New Legal Sense. Law, Globalization and emancipation, 2002, Londres, passim; ver Ernesto
Garzn Valds, Es ticamente justificable el paternalismo jurdico, en Tolerancia, dignidad y democracia, U.I.G de la V, 2006, p.287308; ver P.Bourdieu, A forca do Direito, en O Poder Simblico, 2002, BB, p.209-254., ver Danilo Zolo, Globalizazione Una mappa dei
problemi Editori Laterza, 2004, passim.
12 Roberto Padhila.
13 Jens Qvortrup, Il bambino come soggeto poltico, econmico e sociale, 1991, en Politiche sociali per l'Infanzia e l' Adolescenza, ed.
Unicopi, passim.
14 Ver Lex Heerma van Voss, Introduction a AAVV, Generations in Labour History, IISG,1989, n.13, Amsterdam, quien reflexiona

14
6. Una teora crtica sobre infancia, debe asumir igualmente la tarea de
aplicarse a la relacin infancia, educacin, escuela y trabajo a fin no slo de
destrabar los impasses recientemente en la historia creados, sino para
contribuir en el contexto global actual a devolverle el valor que el trabajo ha
tenido y sigue teniendo en algunas culturas, as como un nuevo sentido a la
educacin y las nuevas formas de aprendizaje que las nuevas generaciones
ya vienen haciendo. Aprender para emancipar, como motivacin y funcin
de todo aprendizaje. La teora crtica tendr que contribuir a superar la
15
actual ideologa eufemstica de la escolarizacin .
7. Una teora crtica sobre infancia, tendr que aportar en torno a la manera
cmo se da en la sociedad hoy el reconocimiento de la infancia, por la
transcendencia que el reconocimiento tiene en la formacin de la identidad
personal y social del ser humano. Hoy el mercado desarrolla un cierto
reconocimiento de la infancia, precisamente como consumidora real o
virtualmente consumidora y cliente potencial.
8. Una teora crtica sobre infancia, requiere elaborar una nueva relacin entre
infancia y economa, muy en particular en lo que refiere a economas que
apuntan al suma kausay, el buen vivir, y en lo que se conoce como economa
solidaria.
9. Una teora crtica sobre infancia est igualmente llamada a serlo frente a
discursos centrales de la corriente de pensamiento desde el mundo de los
nios, nias y adolescentes trabajadores: la valoracin crtica del trabajo, el
co-protagonismo, la autonoma orgnica de las organizaciones de nios,
nias y adolescentes, la personalidad protagnica, la participacin
protagnica, por ejemplo.
10. Una teora crtica sobre infancia deber dar su aporte radical para redefinir
en la sociedad la relacin entre cuerpo y poder. El cuerpo del nio en las
culturas aceptadas an en sociedad sigue siendo el lugar privilegiado para
la descarga -con frecuencia impune- de las formas de expresar la ideologa
de la propiedad privada y del poder frente a las nias y nios por parte del
mundo adulto.
sobre el trabajo de Karl Mannheim, Das Problem der Generationen de 1928 que reconoce las generaciones como un fenmeno
social, p.9-19. El autor seala textualmente: Bajo estas condiciones los jvenes adultos especialmente desarrollarn nuevas ideas y
por lo tanto crearn una nueva generacin, p.11.
15 Ver,Helmut Wintersberger, Infancia y ciudadana: el origen generacional del Estado de Bienestar, en Rev. Poltica y Sociedad, vol.43,
n.1, 2006, p.85.

15
11. Una teora crtica, vale decir, que intenta refundar relaciones emancipatorias
de las infancias con las adulteces, inevitablemente se plantea, hoy, la cuestin
de los nuevos intentos de colonizacin moderna y occidental de los pueblos
indgenas y especficamente de las infancias indgenas. Los recientes intentos
de la OIT, por ejemplo, para implantar el plan internacional de erradicacin
del trabajo de los nios y nias, expresa no slo el avasallamiento cultural,
16
sino un nuevo salvacionismo compulsivo, autoritario .

III.- CUANDO
CUANDOLAS
LASCATEGORAS
CATEGORAS
CONCEPTUALES
III.CONCEPTUALES
CONFORMAN
DISCURSOS
CONFORMAN
DISCURSOS
Las categoras por s mismas constituyen una manera de pensar, una pista para
analizar y una direccionalidad para el actuar. Cuando desde las categoras se
hilvanan discursos, se establece un campo conceptual ms amplio, un campo
lingstico que da cuenta de las implicancias sociales del mismo, estamos ante
la construccin de discursos que son argumentativos, que juegan un papel de
fundamentacin que da mejor cuenta del sentido y de la significacin de lo que
todo discurso es portador. Con mucha razn, Zemelman recuerda que no se
trata slo de organizar conocimiento sino de que desempee un papel de
representacin de espacios de vida para los sujetos, tanto concretamente
17
como en el mbito de la simblico . Y es que finalmente, lo que interesa es
ver qu lugar en el discurso se le asigna al sujeto, en nuestro caso, al nio.
Los discursos, de forma narrativa o analtica, son portadores de una fuerza
emancipatoria o de un poder de dominacin y lo son con tanta mayor fuerza
que su coherencia y articulacin juegan un impacto en las subjetividades,
18
instauran identidades y moldean actitudes y comportamientos .
Todo discurso es pues, un acto de interrelacin en torno a un sistema social de
pensamientos, de ideas (como dira Michel Foucault) y adems tiene efectos
en los pensamientos, en las creencias, en los sentimientos, en las acciones de
quien recepciona dicho discurso. Por ms incompleto que sea todo discurso,
en el sentido que es tan importante aquello que deja de decir o que mantiene
16 En Marzo del 2010 se ha celebrado en Cartagena una reunin convocada por la OIT, el Banco Mundial y la UNICEF para abordar con
dirigencias de los pueblos indgenas la cuestin del plan de erradicacin de lo que llaman de forma generalizada, la servidumbre y la
esclavitud en la que estaran los nios indgenas.
17 Hugo Zemelman, El ngel de la historia: determinacin y autonoma de la condicin humana, Anthropos, 2007, p.27.
18 Ibidem, p.103-126, sobre la relacin entre epistemologa y psicologa: la problemtica del desajuste entre el sujeto y sus circunstancias.

16
como presupuesto, ya que el discurso es un factor de construccin de sentido
comn y de opinin pblica. Esto se hace evidente, por ejemplo, en el discurso
con intencin y fuerza persuasiva que sobre nios trabajadores sostiene la
fundacin Pro Nio de la empresa transnacional Telefnica, contribuyendo as
a naturalizar fenmenos que desde una aproximacin etnogrfica, son
estrictamente de carcter socio-cultural. Bien podemos convenir con Pierre
19
Bourdieu , que el discurso as entendido termina constituyendo habitus,
formas de obrar, pensar y sentir que tienen su origen en la posicin de una
persona en la estructura social, sea de manera fctica o de forma meramente
virtual, de identificacin y de aspiracin. Cabe reconocer que ciertos discursos
sobre infancia han conformado una especie de capital ideolgico y cultural que
son verdaderas manifestaciones de poder en la comprensin de fenmenos
sociales. Un ejemplo podemos verlo en la consideracin de la peligrosidad de
los menores de edad y la tendencia a hacer ms severas las leyes o por otro
lado, la exaltacin de la infancia como consumidora en la lgica del mercado.
Pero como veremos ms adelante, siempre fueron emergiendo pensamientos
divergentes y antagnicos a las formas hegemnicas de discursos dominantes
sobre infancia. Normalmente, la historia oficial, no suele dar cuenta de
quienes aparecen como recorriendo un camino considerado como un desvo,
incluso como un extravo. Y es que generalmente en el campo de las
representaciones y acciones que se asientan en un pensamiento divergente,
suelen ser no slo divergentes, sino excluidas, silenciadas.
1.- La cultura como patrimonio organizador
Esta es una expresin de E.Morin quien nos recuerda asimismo que el
patrimonio cultural heredado est inscrito en primer lugar en la memoria de
20
los individuos y de sus colectivos . Este patrimonio se expresa en mltiples
formas y por inagotables caminos y signos. Uno de ellos es el mundo de
representaciones sociales que no slo pretenden reflejar la realidad objetiva
sino que crean inclusive realidades que slo existen como representaciones,
pero que en ellas bien puede concretarse el teorema de Thomas, es decir, si
decimos que algo es real sin serlo, traer consecuencias reales. En otras
palabras, sern igualmente gestoras de sentido y de significaciones. Pero
debemos enfatizar que estas representaciones sociales que habitan sentidos
19 Ver Pierre Bourdieu, O poder simblico, Bertrand Brasil, 2002, en especial el cap.III, A gnese dos conceitos de habitus e de campo,
p.59,-64.
20 Edgard Morin, La Humanidad de la humanidad. La identidad humana, 2003,Catedra, p.184 ss.

17
comunes, que moldean conductas e informan discursos jurdicos, normativos,
pedaggicos, discursos polticos e ideolgicos, constituyen de hecho modos de
relacionarse, de establecer responsabilidades en lo social, en lo poltico, en lo
econmico. Es por ello que hablamos de culturas de infancia, es por ello que se
21
habla de culturas de juventud . Lo importante es entonces entender las
representaciones sociales, en este caso sobre infancias, como un hecho
relacional, siempre en referencia al otro, a lo otro. En este sentido juega un
papel organizador de dichas relaciones, al margen de si stas son de carcter
emancipador o de dominacin.
Pero la construccin de representaciones no es apenas un acto de claridad
conceptual, se trata de un hecho funcional a un proyecto intencional en el que
predominan intereses de quien ms poder tiene. Como veremos, las
representaciones dominantes sobre infancia, son una expresin del rol social,
de la ubicacin del nio en la sociedad, es decir, en la divisin del poder en un
determinado mbito, sea en la familia, en la escuela, o en la sociedad en
general. Sin ms, las propias representaciones sociales de infancia son ellas
mismas resultado de una correlacin de fuerzas y de poder.
2.- El pensamiento oculto de las culturas dominantes sobre infancia
Es sabido que las ideas no caen del cielo, que stas son el producto de
complejos procesos sociales, polticos, culturales, del encuentro de pueblos.
Por lo tanto, tienen historia y van adquiriendo acepciones en su verbalizacin
que es necesario comprender en los contextos histricos en que se usan. Los
epistemes originarios, no estn garantizados con el discurrir del tiempo y de
sus usos en distintos contextos. Es el caso, por ejemplo, de la palabra sujeto,
hoy entendida como un concepto revestido de dignidad, como la mxima
expresin en las culturas occidentales del ser humano, en su etimologa
original subjectum significaba exactamente lo contrario, el sometido, el
sujetado, etc. Otro ejemplo es el de la palabra infante, infans, que es el que no
tiene voz, el que no cuenta, mientras hoy las infancias, el infante goza de
derechos, etc.
Lo que se est planteando en torno a las culturas dominantes de infancia, es
fundamentalmente una cuestin tica que refiere a la condicin humana que
est en juego en cada una de las culturas o de las representaciones sociales que
21 Mario Cerbino et Alii,Culturas Juveniles. Cuerpo, msica, sociabilidad y gnero2001, Quito, CAB, p.13-22.

18
se hacen sobre infancia. Entonces, lo que est en el fondo es la primaca del
22
sujeto, su constitucin democrtica, su naturaleza pblica . Por ello, podemos
asumir que cuando hablamos de culturas de infancia, estamos refiriendo a los
paradigmas que subyacen a las mismas, es decir, el pensamiento oculto que las
23
sostiene y les imprime sentido y direccionalidad . Se ha dicho y escrito que con
la Convencin, se produjo un cambio de paradigma en la comprensin de la
infancia. Consideramos que sta es una afirmacin que debe ser analizada y
eventualmente, matizada y, quiz, desechada, toda vez que desde una matriz
existencial propia de una cosmovisin no occidental, como la andinoamaznica, en este campo de la infancia la CDN no va ms all (aunque mejora
ciertamente) del pensamiento moderno occidental prevalente hasta la ltima
dcada del pasado siglo.

IV.CARACTERSTICAS DE
DENUESTRO
NUESTRO
DISCURSO
IV.- CARACTERSTICAS
DISCURSO
SOBRE
INFANCIA
SOBRE
INFANCIA
En rigor, debiramos nosotros mismos hacer un corte ms directo al intentar
reconocer los acentos del discurso sobre infancia que se va construyendo
desde ciertas experiencias de trabajo con sectores de nios, nias y
adolescentes desde hace siete lustros. Sera necesario asumir seriamente la
teora de la complejidad y desde ella dialogar con las culturas de infancia de
nuestros pueblos indgenas. Todo ello exige un esfuerzo por asumir la
perspectiva, el enfoque de la transdisciplinariedad que se caracteriza por el
rigor y la apertura como la aceptacin de lo desconocido, de lo inesperado y de
24
lo imprevisible . Sin embargo, no se trata de enumerar algunas caractersticas,
sino de cotejarlas con las que en el pensamiento dominante estn an
presentes. Esto equivale al desarrollo de un pensamiento crtico, analtico que
nos destapan la complejidad de los fenmenos y nos invitan a la incertidumbre
no slo de lo criticado sino de las alternativas que en su lugar se propongan.
1.- Poltico vs. privado
Una primera e insoslayable caracterstica de nuestro discurso sobre infancia es
su carcter poltico, es decir, su esencia pblica, pues todo ser humano, a
22 Ver Susana Villavicencio, La (im)posible repblica , CLACSO, 2002, p.88.
23 E. Morin, Las Ideas: Su hbitat, su vida, sus costumbres, su organizacin, Ctedra, 2001, quien llama al paradigma, el soberano
subterrneo, p.216ss.
24 Ver La Carta de la Transdisciplinariedad, Convento de Arrbida, Nov. 1994, Portugal, art,14.

19
fortiori todo nio, es un ser pblico, inters del conjunto de la humanidad.
Ningn ser humano es privatizable, es decir, refundible fuera del mbito de la
responsabilidad de la sociedad, de la especie de la que es parte. Por ello, toda
representacin de la infancia como reducible al fuero de lo privado, de la
exclusiva responsabilidad de la familia, de lo domstico, constituye una
conceptualizacin de funestas consecuencias en el desarrollo de la condicin
social de todo nio, y, adems, una negacin de la experiencia de millones de
nios de los pueblos indgenas para quienes la comunidad constituye su
referente identitario insoslayable.
2.- tico vs. moralista
Sin necesidad de establecer una relacin excluyente, la cuestin de infancia
constituye una cuestin radicalmente tica, toda vez que refiere a las grandes
preguntas sobre la responsabilidad que la humanidad contrae frente a sus
nuevas generaciones. La tica no es un juicio, sino un cuestionamiento por la
capacidad de la sociedad de construir humanidad, de sostener procesos de
humanizacin. Histricamente, se ha cultivado en muchas culturas un cierto
sentimiento de misericordia, de malentendida compasin por la aparente
fragilidad o vulnerabilidad de una criatura. El pietismo religioso como laico y
agnstico, es insuficiente para abordar a la infancia como fenmeno social. Los
moralismos son finalmente legalismos incapaces de movilizar las mejores
energas que requiere todo proceso emancipatorio y de subversin de un
orden injusto.
3.- Utpico vs. pesimismo realista
La realidad concreta pareciera desaconsejar todo entusiasmo y condenar toda
ingenuidad en la labor educativa, en la accin social, en la bsqueda de cambio
y de desarrollo. Pero el pesimismo, tan frecuente en nuestro estado de nimo,
en nuestro clima subjetivo, es antagnico, incompatible con la vocacin
educativa, con la militancia social y poltica. Sin una recuperacin de la utopa,
es intil actuar en funcin de la emancipacin, del desarrollo de las nuevas
generaciones, en la transformacin de maneras de pensar y de actuar, de
comportarse. Como nunca, parece acertada la expresin de Antonio Gramsci,
el pesimismo del anlisis y el optimismo de la accin. En relacin especfica a
los nios, nias y adolescentes trabajadores, podemos decir que detrs de las

20
campaas, de los anlisis y cifras oficiales exhibidas, de los acuerdos
internacionales por la llamada erradicacin del trabajo infantil, de la nueva
hoja de ruta para llegar al 2016 habiendo erradicado dicho flagelo, hace an
ms necesaria la utopa que enarbolan los NNATs organizados frente al
pesimismo de fondo de dichas iniciativas y a las graves limitaciones de los
esfuerzos que desde los aos noventa intenta poner en marcha el programa
25
Ipec de la OIT . Pero el colmo es ahora supeditar el logro de los objetivos del
milenio a la erradicacin del llamado trabajo infantil como queda claramente
advertido en el documento preparatorio a la reunin de La Haya para mayo del
26
2010 . Al respecto, los NATs organizados, siguen luchando por la dignidad y
combatiendo la explotacin de la que pudieran ser objeto.
4.- Prctico vs. pragmatista
Ciertamente que el diletantismo no tiene cabida cuando de trabajar por la
infancia se refiere. Muy en particular cuando de las infancias en situacin de
privacin social, econmica y cultural se trata. Entender la accin con y a favor
de la infancia como una prctica social, significa un permanente llamado y
voluntad poltica a concretar, a responder a las necesidades reales y sentidas.
Para que as sea, se requiere abordar a la infancia como aparte del conjunto de
las estructuras de la sociedad. Todo aislamiento, nos inhibe de considerar a la
infancia como un fenmeno social. Pero conocemos ms bien de polticas
sociales de infancia que tienden a dar respuesta inmediata a cuestiones
puntuales aunque necesarias. El pragmatismo es hacer, o como dicen los
italianos, fare, estrafare e dimenarsi in tutti i sensi, pero abrir la puerta al
asistencialismo, al paternalismo populista a un inmediatismo que termina
alejndonos del cambio y de la justicia social.
Ciertamente que bien pueden agregarse otras caractersticas componentes de
un nuevo discurso sobre infancia. Pero es necesario enfatizar que nuestra
reflexin hasta aqu, tiene como horizonte la cosmovisin occidental. Por ello,
debirase igualmente desarrollar un acercamiento a las culturas andino
amaznicas y el rol que en dichas culturas se suele asignar a los nios como
25 Ver por ejemplo los estudios hechos por el INEI y que paradjicamente terminan demostrando en una lectura cruzada de las cifrasque el nmero de NNATs en el Per va en aumento exponencial, pues hoy habra que considerar ms de tres millones de nios que
trabajan. Esto descalifica todo triunfalismo de los discursos y de las campaas.
26 A. Fyfe,El Movimiento Mundial contra el Trabajo Infantil, OIT, Informes, N. 84, 2009, p.126: Son cada vez ms los que se percatan de
que muchos de los ocho objetivos no son alcanzables si no se afronta el problema del trabajo infantil. Por lo tanto, los ODM
constituyen un instrumento de vital importancia para eliminar el trabajo infantil. Este tipo de argumentacin ya apareca en la Gua
n.3 de la OIT para Parlamentarios y la aplicacin del Convenio 182, p.32 de la ed. en francs: Actualmente, el inters y la reputacin
de un pas a nivel internacional, as como su acceso a los mercados internacionales, depende en gran medida de su compromiso a
atacar el trabajo infantil, en particular, a sus peores formas.

21
parte de la comunidad. Tendramos que hablar entonces del nio como ayllu,
el nio como chacarero, el nio como autoridad, el kamayoq en su propio
entorno, el nio como predictor, etc. y lo que ello significa como funcin social
27.
y ritual
Conscientes de esta limitacin, presentamos algunas representaciones
sociales sobre infancia que pueden permitirnos tener un cuadro general de
cmo en sociedades predominan una u otra de las representaciones. Si bien
construidas en tiempos y contextos diferentes, mantienen cierta vigencia y
suelen reverdecer de cuando en cuando en la subjetividad social.

V.V.-LAS
LASCULTURAS
CULTURASDE
DEINFANCIA
INFANCIAHEREDADAS
HEREDADAS
Lo que sigue es una manera de entender los distintos acentos y orientaciones
que lo que venimos llamando culturas de infancia, en torno a los cuales se han
ido estructurando formas de pensar y de actuar del mundo adulto en relacin a
28
las infancias . Es decir, contamos, segn las regiones del mundo y la historia
propia de cada colectividad, con una pluralidad de perspectivas que es bueno
29
tener en consideracin para no erigir las propias, en un patrn universal .
1.-Los resabios de la cultura patriarcal y racista
En nuestra sociedad predominan culturas heredadas que conviven con nuevas
culturas contemporneas; somos un pas en el que debido a su realidad
multilinge y su composicin pluricultural, no hemos an logrado hacer de la
diferencia y la variedad una riqueza, sino que la tendencia dominante persiste
en considerarla como una dificultad, como un peso difcil de cargar en el
camino al desarrollo y al progreso. El Estado mismo en su organizacin y en su
composicin no permite que ste sea reconocido como expresin de los
pueblos que habitan el pas. Los excluidos de siempre son no slo los pobres,
sino que stos son adems andinos, amaznicos y afrodescendientes y entre
ellos, las mujeres histricamente las ms postergadas. Por ello, no existe
27 Ver Grimaldo Rengifo, Niez y ayllu en la cosmovisin andina, 2003, en Pratec, Huchuy Runa, Jiska Jaqi, p.17-18; Albert Rechnagel,
quien aborda los lmites de la Convencin sobre los Derechos del Nio respecto a las infancias en culturas no occidentales, en Culturas
e Infancia, TdH, 2000, Dficits socio-culturales de la CDN en Rev. Intl. NATs, n.9, 2002 ; DNI,Julin, el nio alcalde, en Rev.
Protagonistas, Bolivia, 1999.
28 En un reciente artculo, Giangi Schibotto, Espacio pblico y participacin infantil, 2010, Rev.Internacional NATs, n.18, p.27ss, ha
desarrollado una tipologa de lo que llamamos culturas o representaciones de infancia.
29 Ver E.Becchi, M.callari,D.R.Romano, A.Cavalli,La pluralit delle prospettive. Tra Natura, Societ, Storia e Ideologia en E.Becchi et alii,
Il Bambino Sociale, privatizzazione e deprivatizzazione dell Infanzia, Feltrinelli, 1979, 241-269.

22
propiamente una cultura de infancia peruana, sino diversas culturas de
infancias aunque alguna sea considerada como formalmente oficial y por ende
como patrn a partir del cual deban medirse las otras infancias realmente
existentes. Y es en dos discursos centrales en los que esta visin se plasma; el
primero es el discurso jurdico, y el segundo es el discurso pedaggico. En
efecto, es a travs del derecho, de la normativa sobre infancia, pero en general
en el conjunto del cuerpo jurdico sucesivamente vigente en el Per, que
podemos colegir la cultura oficial sobre la niez; bastara con hacer un
recuento del pensamiento subyacente a lo largo de la historia de la normativa
en el pas, para entender, por ejemplo, cmo la cultura de la propiedad de los
nios por parte de sus padres ha tenido tanta prevalencia o cmo la expresin
menor equivala a delincuente o infractor.
La historia de la pedagoga y de la educacin en el pas refleja sin timideces la
relacin de poder adultista de maestros sobre alumnos; la permisividad a
formas de castigo equivalentes a verdaderas torturas legitimadas como medio
de enderezamiento y correccin de las criaturas y todo, hecho por el amor que
padres y maestros dispensan a sus hijos o alumnos. Correccionalismo y
autoritarismo prearon la responsabilidad del adulto en la familia, en la
escuela y en la vida social.
Si bien hoy la llamada cultura patriarcal ha sufrido ciertos cambios gracias a la
presin de organizaciones feministas y a movimientos de mujeres,
consideramos que algunos de sus rasgos principales estn latentes y con
frecuencia invaden el campo de las relaciones intrafamiliares y suelen
impregnar subjetividades muy en particular en las relaciones de gnero, pero
tambin en las relaciones intergeneracionales. Estos remanentes resistentes
de la cultura patriarcal explican algunos de los factores de violencia
intrafamiliar as como justifican el castigo fsico infligido a los menores de edad.
2.- La sobrevivencia de la cultura de propiedad o dominacin
Estamos ante una extensin extrema, porque llevada al mbito de las
relaciones intrafamiliares, de la cultura basada en el tutelaje como
simultneamente una forma de expresin de aparente cercana, inters, hasta
de afecto, pero bajo el establecimiento de una relacin signada por la

23
desconfianza en la capacidad del otro, por la voluntad de mantener bajo
dominio, por la negacin de la autonoma de a quien se le hace objeto de
tutelaje. En referencia a la infancia, podemos hablar de un real orden tutelar
que puede dar razn de las formas concretas de dependencia, de postergacin
y de verdadera mutilacin de muchas de sus potencialidades de desarrollo
humano, no fuera sino la posibilidad de tener pensamiento propio, criterio de
30
discernimiento forjado por el esfuerzo y la impronta de autodeterminacin .
Este orden subyace a la tendencia que considera que los nios y las nias son
propiedad de los padres, de los adultos, por lo que su participacin est
supeditada a los criterios de obediencia y sumisin, en el fondo a las pautas
dictadas por los que se sienten dueos de los nios. Esto todava existe como
una ideologa de la funcin maternal y paternal, de que los nios son la primera
responsabilidad de los padres. Es una manera de considerar al sujeto como
objeto de responsabilidad, y aunque nadie suela decir el nio es mi
propiedad, si consentimos como obvio que se diga mi hijo, son nuestros,
yo s lo que necesitas, y como me perteneces yo soy el que va a decidir por ti,
en sentido de pertenencia y propiedad.
Esto marca de cierta forma el pensamiento del nio, ya que por ms cario que
se le de, lo que le va a quedar es que la familia es propietaria de su vida y esto
marca los discursos de participacin. La tendencia subyace adems a la
legitimacin del castigo fsico y la permisividad de la violencia intrafamiliar. El
nio que logra sacudirse de esta forma de ser tratado, suele hacerlo llegada la
adolescencia y no sin rupturas muchas veces violentas con su entorno familiar.
El derecho incluso ha consagrado con aquello del pater familias y
31
modernamente con la normativa sobre la patria potestas o patria potestad.
3.- Mirar al nio como potencialidad y como futuro
El concepto de potencialidad se refiere a percibir al nio como futuro, ser
persona pero despus. Esto no es otra cosa que la postergacin del
reconocimiento del peso social y poltico que tienen todos los nios ms all de
su condicin especfica, de su nivel de desarrollo, en el fondo significa
reconocerlos tan valiosos pero no para ahora sino para ms adelante.
30 Ver las interesantes anotaciones de Guillermo Nugent, El Orden Tutelar. Para entender el conflicto entre sexualidad y polticas
pblicas en Amrica latina, Lima, 2002, passim.
31 Ver Ferran Casas, Infancia y participacin en la ciudaden C.Villagrasa A, I Bavetllat, Por los derechos de la Infancia y de la
Adolescencia, 2009, DDIA-Bosch, p.501-509.

24
Entonces, se han creado pedagogas que apuntan a prepararlos para el
futuro. Se insiste en invertir ahora en los nios para que despus puedan ser
ciudadanos productivos. Pero no es problema de tiempo porque todos somos
potencialmente mejores de lo que estamos siendo ahora. En esta visin, hay
una exaltacin simblica del nio como futuro, hombres del maana. La
ideologa que est por detrs es un escape a la responsabilidad poltica, social y
32
tica que tenemos hoy da con los nios . Una sociedad que enfatiza el nio
como futuro es una sociedad que no quiere que los nios cuestionen el mundo
adulto de hoy, que se lo dejen como ellos lo piensan.
4.- Reales clientes y consumidores para el mercado
Ciertamente que el nio como consumidor, es hoy una de las concepciones
ms extensas en las sociedades regidas por la lgica del mercado, de la codicia
sin lmites y de las indiferencias y cinismos ms abiertos. En ese contexto,
paradjicamente, los nios devienen objeto del consumo, sujetos del
mercado, clientes apetecibles. Desde antes de nacer, cuando en el seno de la
33
madre, el nio ya es objeto del mercado . En este sentido, se puede decir, que
la infancia ha dejado de ser parte del mundo domstico y que ocupa un lugar
privilegiado en los medios, en la propaganda, en las nuevas tecnologas, en las
nuevas lneas de produccin especializadas para bebes, nios, adolescentes,
en la moda, en trabajos para la televisin, etc. Paradjicamente, todo ello va de
la mano con la reticencia e incluso el rechazo a considerar a la niez como actor
social, como ciudadano, como sujeto de derechos polticos, econmicos y
sociales.
5.- Considerarlos como peligrosos: una cultura que los produce
Esta tendencia considera a los nios, las nias y los adolescentes como un
riesgo o amenaza para la sociedad. Esta forma de mirar no slo es con relacin
al nio, sino tambin respecto a las comunidades originarias como signo de
retraso o a los movimientos sociales como peligrosos para el establecimiento
de la democracia. No es inocente que la misma OIT as los considere a los
34
movimientos de NATs de Bolivia, Ecuador, Paraguay y Per . En el fondo los
32 Ver Jens Qvortrup, Il bambino come soggeto poltico, econmico e sociale, 1991, en Politiche sociali per l'Infanzia e l' Adolescenza,
ed. Unicopi.
33 Ver las agudas reflexiones de Gabriela Montes, El corral de la infancia, fce, 2001, passim.
34 OIT, informe de la evaluacin del Programa de Erradicacin del Trabajo Infantil 1992-1996 que estuvo colgado en su pgina web. Ver
respuesta de los Movimientos de NATs en Rev.Internacional NATs, n 9, 2002, p.117-124.

25
menores de edad resultan peligrosos por lo que les falta y por lo que les sobra,
por sus carencias y por sus potencialidades. Se cree que los nios y los
adolescentes son capaces de todo, no hay cosa que no puedan realizar. Si de
asesinos se trata, hay nios que le dan vuelta a otros. Si de ebrios se trata,
hay adolescentes que se embriagan, es decir, su audacia y atrevimiento los
tornan peligrosos a los ojos de la sociedad, del Estado y de sus instituciones.
Las carencias legitimaran como peligroso a un nio pobre ya que es una fuente
de riesgo para s mismo y para los ciudadanos, por ello es comn escuchar:
esos ignorantes son capaces de cualquier cosa. Entonces el concepto de
peligrosidad es propio de una cultura defensiva de la sociedad frente a las
potencialidades del nio, a las audacias de los adolescentes. Actualmente, esta
35
ideologa de la peligrosidad ha reflorecido en las sociedades, los califican de
peligrosos cuando los adolescentes estn organizados en pandillas, barras
bravas, en movilizaciones sociales y polticas, presentes en luchas campesinas,
obreras y no solamente como curiosos.
Despus de los acontecimientos del 11 de septiembre esta cultura de la
peligrosidad aflora y se disean espacios y actividades en las que el ejercicio de
la participacin no ponga en riesgo a la sociedad. Bajar la edad penal es otra
tendencia hija de este paradigma cultural de infancia. La doctrina de la
36
situacin irregular, no ha muerto! est viva en los reflejos espontneos y
primarios, es parte del subconsciente social, habita la subjetividad colectiva.
Quienes son considerados intiles, insignificantes y peligrosos no pueden ser
parte de un contrato social que los reivindique como interlocutores vlidos.
Ello configura un ejemplo del contexto en el que emerge y se constituye lo que
37
se ha dado en llamar el fascismo societario .
6.- Privatizacin de la infancia: una cultura de su insignificancia
Otro rasgo cultural en el abordaje de la infancia ha sido la privatizacin de la
infancia, es decir, a los nios, nias y adolescentes se les niega su participacin
en el espacio pblico y poltico tal como este mbito es entendido,
35 Ver Robert Castel, De la peligrosidad al riesgo 1986, La Piqueta, passim.
36 Ver los excelentes trabajos de Carlos Aguirre recogidos en Dnle duro que no siente. Poder y transgresin en el Per republicano,
2008, Fondo Edit. del Pedaggico San Marcos, en especial Los irrecusables datos de la estadstica del crimen: la construccin social
del delito en la Lima de mediados del siglo XIX, p.115-138.
37 Boaventura de Sousa Santos, ,Nuestra Amrica. Reinventando un paradigma subalterno de reconocimiento y redistribucin paper
traducido por R.Vera Herrera, s/f. El fascismo societario est formado por una serie de procesos sociales mediante los cuales grandes

26
extensamente, por la sociedad poltica y la sociedad civil conformada por
adultos e instituciones de adultos y adultas.
Actualmente, vivimos la paradoja, del ocultamiento social y poltico de la niez
por un lado y, por otro, como nunca, los nios estn en todas las vitrinas, en los
programas de los medios de comunicacin social, se conoce mucho ms lo que
dicen y piensan que hace 20 aos. Los nios aparecen ms; sin embargo, se les
ha quitado el peso y el sentido poltico de su participacin. El problema no
solamente es que escuchemos sus opiniones, sino en reconocerle peso social y
poltico. En efecto, los nios, nias y adolescentes tienen que manifestarse
sobre las polticas pblicas y sus prioridades.
De esta manera se muestra la paradoja entre la visibilizacin de la infancia para
el mercado, pero funcional a su ocultamiento poltico y social un avance en la
otra visibilizacin de la infancia es la Convencin sobre los Derechos del
Nio, porque coloca en la agenda pblica la temtica de la niez y
adolescencia, aunque con un discurso de ocultamiento social del rol poltico de
la infancia en la sociedad. Cuando menciona la participacin, la refiere slo al
mbito de la recreacin, de las expresiones artsticas, es decir, en lo que
alguien consider como el corralito de la infancia, expresamente demarcado
38
en sus lmites y bajo el control de los cuidadores .
No obstante, recientemente el Comit de Ginebra viene elaborando su
Comentario General sobre el Artculo 12 de la Convencin, que representa a
nivel del borrador- un significativo y tendencial avance sobre el derecho a la
participacin de los nios. Todo ello representa, entonces, un franco desafo a
toda tendencia privatizante o reprivatizante de la infancia y una reivindicacin
del derecho que le asiste a ser ciudadana, a no slo opinar, sino a que se de
cuenta de qu se hizo de su opinin. En este sentido, el Comit aclara y supera
las restricciones formales que contiene el texto del artculo 12 de la
Convencin: El Comit insta a los Estados Partes a trasladarse de un enfoque a
la consulta con nios basado en eventos en el cual los nios meramente estn
involucrados en reuniones, conferencias y otros eventos que se dan muy
espordicamente- hacia la inclusin sistemtica de la participacin de los nios
en la creacin de polticas. Se deben introducir mecanismos para
segmentos de la poblacin son expulsados o mantenidos irreversiblemente fuera de cualquier tipo de contrato social(Santos, 1988).
Son rechazados, excluidos y arrojados a una suerte de estado de naturaleza hobbesiana, sea porque nunca han formado parte de
contrato social alguno y probablemente nunca lo hagano porque fueron excluidos o expulsados de algn contrato social del que
eran parte...
38 CDN, art. 31.

27
institucionalizar la participacin en todos los niveles de la toma de decisiones
relevantes del gobierno, incluyendo reformas legislativas, creacin de polticas,
planificacin, recoleccin de datos y colocacin de recursos, n.29, (v).
7.- Prescindibilidad: innecesarios por incapaces
En realidad y a lo largo de la historia, los nios vendran a ser parte de lo que se
39
ha dado en llamar les inutiles au monde, los intiles para el mundo . Otro
elemento que influye en la forma de concebir a los nios, nias y adolescentes
es la prescindibilidad de la infancia. El mundo adulto sabe que puede decidir sin
necesidad de que los nios digan su propia palabra sobre lo que les ataa. Los
nios, nias y adolescentes son prescindibles para los grandes diseos sociales,
polticos, econmicos, culturales. Entonces son prescindibles para la poltica e
imprescindibles para hacerlos consumidores de lo que el sistema produce. Los
nios estn incluidos como consumidores de lo que la sociedad produce para
reproducir su propia estratificacin econmica, social, cultural y poltica. La
prescindibilidad no slo es a nivel macro sino tambin en aspectos cotidianos
como de los maestros de aula que pueden prescindir de los nios y adolescentes
para la programacin del ao y para las decisiones respecto a los grandes
lineamientos de los centros educativos o hasta hace poco los gobiernos locales y
el Congreso de la Repblica que da leyes sin consulta a los nios y nias, etc.
Si se concibe de alguna de estas formas al nio, la consecuencia directa es que
el nio resulta un pre-ciudadano en lo concreto o un ciudadano futuro. En este
sentido, si queremos promover la ciudadana de los nios, nias y
adolescentes, el primer desafo es romper con el esquema jerarquizante
respecto a la niez, con el adultocentrismo y con todas aquellas
representaciones sociales sobre la infancia que la reducen a ser sbdita y no
actora social.
Pero estrictamente hablando, se trata de un intento de prescindibilidad, pues
el nio tiene desde siempre su propia manera de ubicarse en el entorno. Que
no sepamos a ciencia cierta cmo lo hace y qu hace de lo que se intenta
imponerle, es otro problema. Es en este marco que conviene repensar las
complejidades de lo que llamamos procesos de socializacin del nio40.

39 Ver Robert Castel, La monte des incertitudes, Seuil, 2009, p.356;La citoyennet sociale menaceen Cits, 35/2008, p.133-141.
40 Ver el excelente trabajo de Franca Basaglia Ongaro, Socializzazione o corruzione?, en E.Becchi et alii, Il bambino sociale, 1979,
Feltrinelli, p.67-74.

28
VI.- LA
SOBRELOS
LOSDERECHOS
DERECHOS DEL
VI.LA CONVENCIN
CONVENCIN SOBRE
NIODEL NIO
La Convencin sobre los Derechos del Nio (en adelante CDN) constituye ms
de un punto de quiebre con las culturas que se han presentado hasta aqu. En
efecto, la CDN es un piso necesario para seguir repensando a la infancia. Hija de
su tiempo como todo texto jurdico culturalmente construido, la CDN nos abre
un horizonte de carcter antagnico a culturas que se basaron en la
discriminacin, en el desconocimiento del nio como sujeto de derechos, y
rompe con todo intento de ver al nio como exterior a la sociedad y a la
responsabilidad del Estado. La CDN forma parte, entonces, del cuerpo de
derechos humanos y all est su fuerza poltica y tica. Nos ofrece adems
elementos que bien pueden servir para romper con la forma como
tradicionalmente desde hace doscientos veinte aos se incluy en el pacto de
la modernidad al nio en condicin de excluido. Se puede decir que la CDN es
una transicin sufriente desde el cuo liberal burgus a la fuerza
emancipadora del reconocimiento del nio como OTRO, como interlocutor
vlido, es decir, solidario.
La fuerza emancipatoria de la CDN est en haber desnaturalizado al nio como
objeto, incapaz, inferior, como invlido social, poltico, tico, econmico y
reducido a ser considerado slo como productor de sentimiento, de
subjetividades que se condecan con su sometimiento y su insignificancia.
No obstante, la CDN requiere de una necesaria hermenutica de la sospecha.
41
De ello se han ocupado muy desde el principio numerosos autores . Pero lo
que interesa indicar aqu, es la manera cmo la CDN ha sido recepcionada
desde quienes parten de una cosmovisin no occidental y de culturas
originarias en las que , para decirlo en trminos de la academia, se asume una
epistemologa de las infancias que permite comprender de otra manera la vida
de los nios y nias como miembros de su comunidad, como pertenencia a su
entorno global, incluida la pachamama y en las que no existe obligatoriamente
un discurso sobre derechos como se entiende en la modernidad, no slo como
lenguaje, sino incluso en la significacin para la vida que dicho discurso pueda
tener. Ante la CDN, vuelve la reflexin compleja entre universalismo y
41 Ver Irne Thrry, La Covenzione sui Diritti del Bambino: nascita di una nuova ideologia, Ministero dell' Interno, conferencia de 1991
publicada en 1993, passim; Alain Renau, La libration des Enfants Hachette, 2002, passim.

29
especificidad cultural, entre la concepcin abierta de cultura propia, entre lo
que se entiende por intertransculturalidad.
El discurso literal de la CDN no da cuenta formal de algunas categoras que hoy
se dice estn en el contenido y en la intencin que anima a la CDN, por ejemplo:
el nio como ciudadano, como sujeto social, como sujeto de derechos, como
actor, con derecho a participacin, a la participacin activa, a la ciudadana
42
crtica, como sujeto poltico, productor de cultura, etc . Slo un anlisis
sistemtico del texto de la CDN, permite establecer esta relacin. En efecto, la
CDN emplea el lenguaje de los derechos y el lenguaje de las virtudes (manners)
43
y es en la cuestin de ciudadana que ambos se entrelazan .
Pero cabe preguntarse por el tipo de vnculos que la CDN establece entre la
infancia y el Estado, la sociedad, la familia.
Una de las claves que se define como el principio transversal a toda la CDN,
pero en particular, a todo el quehacer frente a la infancia y frente a la vida del
pas, es el llamado inters superior del nio. Antes que un criterio legal, debe
entenderse como una matriz otra desde la que la sociedad y el Estado deben
entenderse a s mismos y cuanto definan como necesario para el bienestar de
la nacin. Dicho de otra manera, el inters superior del nio es un principio no
reductible a las cuestiones especficas de infancia y expresa, entonces una
nueva matriz cultural de la sociedad global y de las infancias todas.
En los ltimos veinte aos se ha producido una sobreproduccin discursiva en
torno a la defensa y promocin de los derechos de la niez y se constata una
desconcertante situacin generalizada de indefensin de la infancia44.
Pero conviene anotar que el riesgo de cooptacin del discurso de los derechos
del nio, bien puede hacerse desde intereses que son antagnicos a los que la
42 Helmut Wintersberger, Infancia y ciudadana: El origen generacional del Estado de Bienestar, en Poltica y Sociedad, 2006, vol. 43,
n.1, p.81-103; N.Taylor, A.Smith, edit. Children as Citizens?, International Voices, 2009, Otago University Press; J.Bhabha, The mere
fortuity of birth? Are Children citizens?, en Journal of Feminist Cultural Studies, June 22, 2004; Jans Marc, Children as citizens.
Toward a Contemporary notion of participation, en CHILDHOOD, vol.11,n 1, 2004; Norwegian University of Sciences and Technology,
Children as newcitizens and the best interest of the Child, a challenge for modern democracies, en internet; ver dos trabajos
pioneros, Judith Ennew How can we define citizenship in childhood?; Hens Van Beer, Exploratory assessment of the current
understanding and level of children's participation among Rdda Barnen's partners and relevant agencies in Ha Noi and Ho Chi Minh
City, April-June 2000.
43 Ver Gabrile Cohn, Civilizacin, ciudadana y civismo: la teora poltica ante los nuevos desafos, CLACSO, 2002, p.17:Podemos leer,
claro est, la ciudadana en dos registros. Primero como participacin activa, considerando el cuerpo constitutivo de la sociedad, en
el registro de las virtudes republicanas, digamos. Despus, como ejercicio de derechos, en el registro de las libertades liberales.
44 Ren Unda, Introduccin, en Rev.FARO, n.1, 2009, UPS, Ecuador, p.5. Ver adems, AAVV, Participacin. Un balance de la CDN,
IFEJANT, 2009, passim.

30
CDN se propusiera. Es lo que Snchez Parga apunta atinadamente cuando se
pregunta si se trata de los derechos del nio o de los derechos del mercado
45
sobre la infancia .

VII.CO PROTAGONISTA:
PROTAGONISTA: UNA
VII.-LA
LAINFANCIA
INFANCIA COMO
COMO CO
UNA EMERGENTE
CULTURA EMERGENTE
CULTURA
Desde hace ms de 30 aos la organizacin de nios trabajadores levant un
discurso inspirado en el dinamismo de los movimientos populares que
emergan con planteamientos propios en la escena poltica, social, econmica y
cultural de entonces. El paradigma del protagonismo como condicin de todo
ser humano a ser s mismo, ha ido cobrando significacin para repensar la
infancia. Como bien lo sealan en el artculo 15 de su declaracin de principios,
los NATs, somos protagonistas, pero debemos aprender a serlo. Ello explica
por qu el eje de su manera de entender a todas las infancias sea el de la
promocin de su protagonismo, de su autonoma, de su iniciativa, de ser sujetos
con capacidades, de ser actores. Desde este paradigma, se recupera -en otro
horizonte- el derecho a la proteccin, el derecho a la participacin y a la
provisin. Mutilarles a las nuevas generaciones el derecho a ser protagonistas,
es afectar su dignidad. Por ello suelen afirmar que no hay protagonismo sino en
la medida en que se contribuye a que otros sean igualmente protagonistas y
que el protagonismo no puede prescindir de la participacin, aunque no toda
participacin construya y exprese el protagonismo de la infancia.
Paradjicamente, en los escenarios cotidianos, tanto en el mbito pblico
como el privado, coexisten de forma tensa y conflictiva, las distintas tendencias
de lo que se ha dado en llamar las culturas de infancia y cmo stas grafican las
relaciones de poder, la divisin generacional del poder. Pero tambin hay
signos de que en algo van cambiando las cosas...lentamente, pero avanzando
desde los propios nios, nias y adolescentes.
El paradigma de la promocin del protagonismo constituye una respuesta a
todo intento de reprivatizar a la infancia y sale, por ello al encuentro de toda
tentacin de retornar a los viejos ideales domsticos en los que por siglos las
sociedades, occidentales, se sintieron cmodas. Desde el protagonismo de
45

Jos Snchez-Parga, Del nio sujeto al nio objeto: una mutacin antropolgica, en Rev.FARO, n.1, 2009, UPS, Ecuador, p.36.

31
todo nio, de las infancias como fenmeno social, se piensa entonces, la
ciudadana desde abajo, siempre en tensin y conflicto con los persistentes
esfuerzos por construir ciudadana y democracia desde arriba, si la categora
topogrfica resulta vlida. El paradigma de la promocin del protagonismo
abre el campo para lo que se ha dado en llamar el retorno del sujeto. Pero con
ello se est aceptando que el discurso del protagonismo est acuado desde la
matriz cultural del occidente moderno y que puede apenas ser una reedicin
de la proclamacin del individuo no exenta de los escollos que histricamente
ha devenido en individualismo. Surge por ende la necesidad de ser crticos de
nuestros propios discursos, muy en particular si tomamos la perspectiva de
nuestras culturas originarias, en las que lo que el protagonismo quiere poner
de relieve, se da de forma estrechamente expresiva de lo que es ser nio o nia
miembros activos y equivalentes al resto de la comunidad. No obstante, desde
una comprensin ms desde la interculturalidad, el protagonismo en los
discursos de los aos sesenta y setenta puede contribuir a una defensa del
46
sujeto individual que es tal en cuanto parte de su colectividad mayor, en una
nueva comprensin de la parte que contiene el todo.
Pero lo que deviene un terreno de mayor exploracin, es cuando el protagonismo
es concebido como un modo de vida de la infancia, como un horizonte desde el
que se constituye la subjetividad infantil, su identidad personal y social.
Ciertamente que afirmar el protagonismo como una manera de ser de todo ser
humano, es decir, su condicin de irrepetible, sealar que adems es un modo de
relacionarse con todos los dems que son exactamente iguales en lo que a esta
condicin nica se refiere, y fundar all su condicin social como de coprotagonismo, abre a la necesidad de entenderse como corresponsables en la
construccin de una nueva humanidad, de un nuevo proyecto de humanismo, de
47
vida societal . En esta matriz conceptual, una vez ms, cabe preguntarse por la
constitucin de la subjetividad del nio indgena que se diferencia en su proceso
48
de cmo en la tradicin occidental aqulla se va dando .
Finalmente pude ser til considerar cmo la propia etimologa de la palabra
protagonismo, nos arroja luces de su riqueza polismica que no lo hacen
intercambiable con ese concepto hbrido y laxo como el de participacin.
46 Alain Tourraine, Critique de la Modernit, Seuil, 1992, p.16.
47 Estas perspectivas las viene trabajando Alfredo Prsico G, investigador del INFANT Nagayama Norio.
48 Jos Schez-Parga, op.cit, p.56-58 que luego de recordar que en el mundo andino la madre lleva casi pegada a su cuerpo y por lago
tiempo a su criatura, anota que esta limitada autonoma del nio y de su cuerpo respecto del cuerpo de la madre , es una manera de
dar al nio una particular forma de persona: de la misma manera que vive sus primeros meses de existencia casi como miembro del
cuerpo de su madre, de manera anloga en el transcurso de su infancia y adolescencia, y posteriormente en su edad adulta, ha de
vivir en cuanto miembro del cuerpo social, tanto de su familia como de la comunidad (ayllu) p.56.

32
Algunas cuestiones para seguir
reflexionando
Si bien este ensayo fue pensado para un grupo de la carrera de psicologa, se
considera que lo central puede extenderse para preguntarnos por nuestro rol
con la infancia desde la condicin de trabajadores sociales, de educadores, de
maestros y maestras, de trabajadores en salud, etc.

Interesa preguntarnos por nuestro rol profesional en cuanto profesionales

en psicologa. Si bien de forma an no extensa como se deseara, se va


reconociendo el rol del psiclogo en la vida de la sociedad, en su necesidad
de bienestar y de calidad de vida humana. Posiblemente, en el marco y las
secuelas del conflicto armado que desgarr al pas y revivi viejas
discriminaciones y expresiones de indiferencia y hasta racismo frente a los
pueblos indgenas que habitan nuestro pas, los psiclogos de todas las
especialidades y no slo los clnicos estn llamados a dar un aporte
necesario en el largo como sufriente proceso de restauracin de
subjetividades sociales e individuales, que hagan creble la posibilidad de
una real reconciliacin. Las nuevas generaciones de nios no pueden cargar
con el lastre de nuestros desencuentros, rencores e indolencias.

Cabe preguntarse por nuestro papel insoslayablemente poltico, en el

sentido que no podemos entender las cuestiones de la personalidad, las


actitudes, los comportamientos y las conductas, as como las tendencias en
los procesos de desarrollo de las nuevas generaciones como algo desligable
de las condiciones sociales, culturales, econmicas y polticas. Y es quiz en
este terreno en que cobra sentido y pertinencia lo que desde la fsica
49
cuntica nos recuerdan sus estudiosos .

Los psiclogos estamos obligados a tener una visin del nio como un sujeto

social como una condicin tica para el ejercicio profesional. Aunque


pareciera tirado de los cabellos, no concebimos un psiclogo que no sea un
49 Ver B.Nicolescu, op.cit, p.13ss: Un nuevo concepto haca as su entrada en la fsica: la no separabilidadLas entidades cunticas
continan interactuando cualquiera sea su alejamiento.

33
apasionado luchador por los derechos humanos, y muy en particular, por los
derechos de las generaciones emergentes. Por ello, la escucha, la consulta,
el tomar en cuenta su voz, lejos de ser una concesin desde el profesional,
debe ser un imprescindible componente de todo ejercicio que quiera ser
expresin de humanizacin y de humanidad del profesional.

El psiclogo en cuanto operador social, tambin cuando su labor se

desarrolla en el recinto de un consultorio, es un privilegiado observador del


clima social y relacional de nuestras familias, de nuestras escuelas, de las
instituciones, de los llamados hogares a los que van a parar nios y nias que
se les considera abandonados o infractores. Es, asimismo, un calificado
testigo de los efectos de la violencia, de las agresiones, de las violaciones
que se perpetran contra los nios. Pero en particular, de los recursos
racionalizadores, justificadores y naturalizadores que subyacen a dichos
dolorosos como abusivos eventos.

Lo que emana de las consideraciones anteriores, es un reto por el rol

colectivo de los psiclogos en nuestra sociedad, vale decir, su real capacidad


como cuerpo, para constituirse en un colectivo que las nuevas generaciones
puedan reconocer como aliados de su necesidad no slo de proteccin, sino
de promocin de contextos favorables a su desarrollo. Hasta la fecha, al
parecer, es muy dbil su presencia como parte de un movimiento social por
la salud mental, por el respeto a los nios y nias, por la construccin del
humor y la alegra, por elevar la autoestima de las nuevas generaciones. El
cuerpo profesional de psiclogos, no es visto por los nios como reales
aliados en la lucha por reivindicar los derechos humanos de las infancias en
el pas. En esto comparten la suerte de los propios maestros y otros gremios,
que en ocasin de cumplirse veinte aos de la Convencin sobre los
Derechos del Nio no han tenido ningn gesto de solidaridad con las
organizaciones de nios y nias en el pas.

El psiclogo tiene una voz autorizada en el mundo escolar, pero muy

particularmente en las evaluaciones de muchachos y muchachas en


conflicto con la ley. Las decisiones de jueces y fiscales penden en medida
respetable de los informes psicolgicos. Por ello la urgencia de que en la

34
formacin general de los futuros profesionales de la psicologa, se incluya,
para todos, una slida formacin en materia de las culturas de infancia y los
paradigmas conceptuales, ideolgicos que subyacen, pues ineludiblemente
son formas de poder, de la divisin intergeneracional del poder.

Quiz como a ningn otro profesional, al psiclogo o psicloga, le

corresponde articular creativamente el rigor de los conocimientos, la


apertura que le permita no instalarse para desgracia de quienes acudan a
su aporte- en el narcisismo profesional, y, adems, un sentido positivo de la
tolerancia que no se confunda ni con la claudicacin ni con la permisibilidad
laxa.

Nos toca a todos, psiclogos, psiclogas, educadores, educadoras,

trabajadores y trabajadoras sociales, terapeutas, fiscales, jueces y juezas,


policas, agentes pastorales, etc, contribuir a que el homo sui
transcendentalis pueda desarrollar las mejores potencialidades que
aseguren que lo que est al centro de nuestra participacin en la vida de las
nuevas generaciones, es la dignidad de los seres humanos y su nobleza
50
infinita .

Universidad Nacional Mayor de San Marcos


Maestra en Psicologa Educativa.
15 de Diciembre del 2009

50 Ibidem, p.115.

Prxima serie materiales de trabajo 2:

EL PARADIGMA DE LA PROMOCIN
DEL PROTAGONISMO
ENTRE LA RACIONALIDAD OCCIDENTAL
Y LA RACIONALIDAD ANDINA Y
AMAZNICA

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