Briones
Briones
Briones
Argentinas
Polticas indigenistas y formaciones
provinciales de alteridad
Claudia Briones
editora
geaprona
ra.
ndice
Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Captulo 1:
Formaciones de alteridad:
contextos globales, procesos nacionales y provinciales. . . . . . . . . . 11
Claudia Briones
Captulo 2:
El estado del malestar. Movimientos indgenas y procesos de
desincorporacin en la Argentina: el caso Huarpe. . . . . . . . . . . . 45
Diego Escolar
Captulo 3:
Trayectorias de oposicin.
Los mapuches y tehuelches frente a la hegemona en Chubut . . . . . . 79
Ana Ramos y Walter Delrio
Captulo 4:
Tierras, indios y zonas en la provincia de Ro Negro . . . . . . . . . 119
Lorena Cauqueo, Laura Kropff,
Mariela Rodrguez y Ana Vivaldi
Captulo 5:
La mstica neuquina. Marcas y disputas de provinciana
y alteridad en una provincia joven . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
Laura Mombello
Captulo 6:
Polticas indigenistas en Neuqun: pasado y presente . . . . . . . . . 179
Carlos Falaschi O., Fernando M. Snchez y Andrea P. Szulc
Captulo 7:
Salteidad y pueblos indgenas: continuidad
y cambio en identidades y moralidades . . . . . . . . . . . . . . . . 221
Paula Lanusse y Axel Lazzari
Captulo 8:
Poltica indigenista del estado democrtico salteo entre 1986 y 2004 251
Morita Carrasco
Captulo 9:
Neoindigenismo de necesidad y urgencia: la inclusin de los Pueblos
Indgenas en la agenda del Estado neoasistencialista . . . . . . . . . . 291
Diana Lenton y Mariana Lorenzetti
Bibliografa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 325
Prefacio
El GELIND ha venido trabajando con financiamiento del CONICET desde 1997 bajo la direccin de la Dra. Alejandra Siffredi, y con financiamiento UBACYT bajo mi direccin entre 1998
y 2001. Originalmente, el equipo estuvo adems integrado por Morita Carrasco, Diego Escolar, Diana Lenton, Axel Lazzari, Juan Manuel Obarrio, y Ana Spadafora.
Claudia Briones
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Entre 1995 y 1998, esta labor qued enmarcada en el UBACYT FI020, Discurso y Metadiscurso como procesos de produccin cultural en el rea mapuche argentina., que dirig con la
colaboracin de la Dra. Luca Golluscio y la participacin de Silvia Calcagno, Corina Courtis,
Diego Escolar, Diana Lenton, Ana Ramos y Vivian Spoliansky. Entre 1998 y 2001, continuamos esta lnea de investigacin desde el UBACYT FI059 Construcciones de alteridad. Discursos de pertenencia y exclusin., dirigido por la Dra. Luca Golluscio, al que se sumaron Walter Delrio, Yun Sil Jen, Laura Kropff, Claudia Oxman, Mariela Rodrguez, Susana Skura y
Alejandra Vidal.
Prefacio
dados de las geografa simblica hegemnica de nacin desde estilos provinciales de ser argentino histricamente gestados. Esto es, nos propusimos reconstruir diferentes estilos de provincialidad para ver cmo cada
cual matiza procesos generales de alterizacin segn formas igualmente
matizadas de anclar la pertenencia nacional. Entendiendo entonces que
las fronteras provinciales (econmicas, sociales, polticas, identitarias)
emergen, se resignifican y se disputan en y a travs de prcticas complejas
de incorporacin/subordinacin de la provincia y sus sujetos a la nacin-como-estado, postulamos la provincia cada provincia como
construccin histrica problemtica que, yendo ms all de una mera instancia jurdico-administrativa y una geografa naturalizada, devena nivel
crtico de lectura de aboriginalidades situadas. Concibiendo a su vez que
los reclamos indgenas dialogan y reinscriben crticamente construcciones e imaginarios hegemnicos de distintos rdenes, asumimos incluso que el anlisis de las formas que han ido tomando las demandas indgenas es una va de acceso privilegiada para mapear tanto los conflictos
entre el estilo nacional y los estilos provinciales de imaginacin de otros
internos, como la efectividad residual de condiciones materiales de existencia de larga duracin, acuadas en esa tensin entre lineamientos de
orden nacional y provincial.
Presentamos por tanto aqu los resultados de nuestros primeros aos
de trabajo. Los entendemos y compartimos como articulacin de diagnsticos y descripciones densas sobre las cuales amarrar algunas explicaciones provisionales, para profundizar de aqu en ms nuevos interrogantes surgidos a partir tanto de los desempeos en curso de los agentes y
agencias evaluadas, como de nuestro propio trabajo. Si no es sencillo sostener en el tiempo la conformacin de un equipo de investigacin en contextos que no contemplan retribuciones para integrantes sin insercin
institucional rentada, la pasin y dedicacin de los integrantes han suplido las insuficiencias provenientes de financiamientos exiguos. En tal
sentido, agradecemos a la Universidad de Buenos Aires la libertad que nos
diera para conformar un colectivo interdisciplinario con mayora de antroplogos, pero tambin un abogado y un historiador tan diasprico
como diverso en su composicin y afiliaciones institucionales. Esto es, un
equipo integrado por personas con residencia permanente en Buenos
Aires, pero tambin en Neuqun, Ro Negro o en lugares transitorios de
perfeccionamiento; todos nosotros docentes e investigadores formados y
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en formacin, en su mayora de la propia UBA, pero tambin de la Universidad Nacional del COMAHUE y del CONICET, algunos como becarios y/o
tesistas de licenciatura, maestra y doctorado en la institucin patrocinante o en otras instituciones nacionales y del extranjero.
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Marzo 2005
Captulo 1:
un trabajando sobre coyunturas, localidades y agentividades sociopolticas especficas, quienes acompaamos los movimientos indgenas de
organizacin y reclamo, debemos contextuar nuestras explicaciones en dos
marcos problemticos de referencia que tambin atraviesan explcita o implcitamente los captulos de este libro.
Por un lado, venimos asistiendo desde fines de los 80 a un proceso de juridizacin del derecho indgena a la diferencia cultural, ligado a que se lo
empieza a ver como parte de los derechos humanos, aunque con especialidad histrica y prctica propias. Este reconocimiento, que no casualmente ha ido de la mano de lo que en lenguaje cotidiano se denomina
avance del neoliberalismo, ha tendido a transnacionalizarse. No obstante, cada pas signatario de acuerdos y convenciones programticas internacionales y productor de polticas indigenistas ha ensayado con mayor o
menor compromiso operativizaciones dispares. Esas operativizaciones dicen mucho en verdad de las formas en que cada pas ha venido hablando
(Corrigan y Sayer, 1985) a sus ciudadanos indgenas incluidos y administrando histricamente las relaciones con los Pueblos Originarios. En tal
sentido, el desafo explicativo radica en posicionarnos dentro de un marco
que nos permita explorar y dar cuenta de la tensin entre procesos de larga
duracin y transformaciones epocales recientes.
Por otro lado, tienen razn los indgenas cuando sostienen que las fronteras que se han impuesto sobre los pueblos originarios son para su devenir
una ocurrencia tan tarda como arbitraria, que ha dejado incluso a varios de
ellos inexplicablemente separados en distintos pases y provincias. No obstante, en tanto dispositivos de territorializacin de soberanas correspon1
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dientes a distintos niveles de estatalidad, las fronteras tienen capacidad performativa en lo que hace a inscribir subjetividades ciudadanas. Para
explorar por ende la materialidad de sus efectos substancializadores y diferenciadores, todo marco explicativo requiere no slo temporalizar sino
tambin espacializar las prcticas que las estructuran y que quedan por ellas
estructuradas.
En este captulo introducimos algunos conceptos, discusiones y posicionamientos respecto de ambas cuestiones y efectuamos algunas consideraciones sobre las repercusiones y superficies de emergencia que los procesos
mencionados han mostrado en nuestro pas. Muchas de las precisiones que
realizamos forman parte del acervo de discusin compartido por los autores
de este libro, por lo que de alguna manera sirven de marco introductorio a
los captulos sucesivos. Sin embargo, ciertos desarrollos, nociones y lecturas
de la situacin nacional responden a un enfoque ms bien personal, por lo
que slo cabe responsabilizarme a m de su autora.
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riamente parte de las poblaciones nacionales que peor ranquean en trminos de Necesidades Bsicas Insatisfechas. Por la otra, a que los restantes
componentes no indgenas de estas poblaciones muchas veces recepcionen
desfavorablemente la particularidad de sus reclamos, concurriendo con
interpretaciones hegemnicas que estigmatizan las demandas y demandantes indgenas como encarnacin de meras instrumentalizaciones identitarias para sacar provecho de circunstancias difciles para todos. 2
Segundo, se viene dando una curiosa convergencia entre las demandas
indgenas de participacin y la manera en que la gubernamentalidad neoliberal tiende a auto-responsabilizar a los ciudadanos de su propio futuro, en
tanto sujetos definidos como consumidores autnomos y con libertad de
eleccin (Rose, 2003). Evelina Dagnino (2002a, 2002b y 2004) define esta
convergencia como confluencia perversa, en tanto las justas demandas de
participacin activa que se realizan desde la sociedad civil se ven potenciadas por una reconfiguracin de la sociedad poltica que viene promoviendo el repliegue estatal al momento de atender responsabilidades sociales bsicas. Los esposos Comaroff (Comaroff y Comaroff, 2002)
identifican esta paradoja como la que lleva a promover una politizacin de
las identidades en contextos de despolitizacin de la poltica. En otra parte,
sugerimos cmo la misma opera en el pas alentando cambios sobre las polticas de la subjetividad y las concepciones de la poltica (Briones, Cauqueo, Kropff y Leuman, 2004).
Tercero, los pueblos indgenas vienen denunciando que las retricas
complacientes de las agencias multilaterales e incluso las de algunos estados
rara vez son acompaadas y avaladas por medidas conducentes a una redistribucin de recursos que sea paralela a la de reconocimientos simblicos.
Ms all de estas punzantes y acertadas imputaciones, lo paradjico es que a
veces las objeciones formuladas acaben reiterando los fundamentos del
mismo orden capitalista avanzado del que se sospecha, en tanto llevan a debatir soluciones que terminan tambin postulando la diversidad como bien
de mercado (Segato, 2002; Zizek, 2001). Me refiero con esto a que defender prcticas y saberes desde nociones de patrimonio y propiedad intelectual conlleva para los PIs el riesgo de aceptar transformar tambin su
espiritualidad en mercanca.
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Algunas contextuaciones y contra-argumentos que rebaten lecturas sociales y acadmicas instrumentalistas pueden verse en Briones (1998a; 2001b; 2005a).
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Ahora bien, el punto que me interesa destacar es que, a pesar de tendencias generales y paradojas compartidas, estas redefiniciones no han operado
en el vaco. Por el contrario, historias y trayectorias particulares de insercin en el sistema-mundo han llevado a que, en cada pas y regin, las
agendas multilateralmente fijadas para la adecuacin de marcos polticos y
legales de gestin de la diversidad se fuesen procesando desde agendas propias. En cada pas, entonces, esa apropiacin de agendas se realiza desde y
contra ordenamientos sedimentados que ejercen sus propias fricciones al
nuevo sentido comn de la poca, dando por resultado lo que podramos
llamar neoliberalizaciones de los estados y las culturas a la argentina, a la
ecuatoriana, a la chilena, etc. Paralelamente y como seala Fabiola
Escrzaga (2004), si la constitucin de los PIs en sujetos polticos y actores
sociales ha avanzado a ritmo dispar en los distintos pases de Amrica Latina, ello se debe a la interaccin de una serie de variables, que requieren
pensar comparativamente factores dispares que van desde las dimensiones
demogrficas y el emplazamiento territorial de la poblacin indgena, hasta
el carcter de las relaciones intertnicas, la vinculacin de las organizaciones
polticas con los sujetos tnicos, y la maduracin del o los movimientos indgenas en cada pas; desde la capacidad hegemnica de cada Estado-Nacin para garantizar la gobernabilidad del pas y para el ejercicio de la soberana, hasta los contextos polticos, econmicos y sociales que cada Estado
promueve y regula, incluyendo en ello la presencia de entidades internacionales como complemento o sustituto de estados dbiles.
No siendo ste el lugar para examinar las peculiaridades de las polticas
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de diversidad que se dan a partir de los aos 80 en Amrica Latina, me gustara sobre estas bases de problematizacin y contextuacin de la poca,
compartir algunos conceptos que he/mos venido desarrollando para leer
las peculiaridades nacionales como parte de ordenamientos ms vastos
que no se acotan a lo poltico. Articulando de maneras sui generis los recursos econmicos en disputa, los mecanismos polticos para asegurar esos
recursos y las concepciones sociales legitimadoras de lo que en cada momento se pueda definir como statu quo (Cornell, 1990), sostuvimos en otra
parte que esos ordenamientos han resultado en co-construcciones situadas
de aboriginalidad y nacin (Briones, 1998a). Postulamos ahora que los
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Para obtener un panorama en esta direccin, consultar por ejemplo Escrzaga (2004); Gros
(2000); Sieder (2002 y 2004).
Formaciones de alteridad
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Para evitar caer en la sustancializacin que implica hablar de grupos tnicos y grupos raciales o razas perdiendo la posibilidad de entender cmo lo que aparece sustancial es so-
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de aboriginalidad (Briones, 1998a) como tipo de alteridad cuya particularidad ha pasado en todo caso por sublimar las dinmicas y efectos de la relacin colonial como distancias culturales, temporales y espaciales respecto
de la autoctona de algunos. Pero como otras alterizaciones, la aboriginalidad tambin ha conllevado jerarquizar horizontal y verticalmente al conjunto de ciudadanos normales/normalizados y a los definidos como otros
internos (en este caso, indgenas, aborgenes, indios, etc.), en base a dispositivos de totalizacin e individuacin que inscriben campos de visin diferenciados para cada cual (Corrigan y Sayer, 1985), segn estrategias de espacializacin, temporalizacin y substancializacin (Alonso, 1994) que
atribuyen dispares consistencias, porosidades y fisuras a los contornos
(auto)adscriptivos tanto del nosotros desmarcado como de los contingentes sociales selectiva y explcitamente etnicizados y/o racializados.
Ahora bien, la necesidad de poner la cuestin indgena en una matriz
ms compleja de alterizaciones y normalizaciones, nos fue llevando a introducir otros conceptos. Sostuvimos que la posibilidad de explicar la re-produccin material e ideolgica de grupos selectivamente racializados y etnicizados desde un abordaje materialista dependa de prestar atencin no slo
a la economa poltica, sino a la economa poltica de produccin de diversidad cultural (Briones, 2001a). Partiendo de ver a la cultura como un hacer
reflexivo, como un medio de significacin que puede tomarse a s mismo
como objeto de predicacin (Briones y Golluscio, 1994), advertimos no
slo que la cultura es un proceso disputado de construccin de significado,
sino que toda cultura produce su propia metacultura (Urban, 1992), esto
es, nociones en base a las que ciertos aspectos se naturalizan y definen como
a-culturales, mientras algunos se marcan como atributo particular de
ciertos otros, o se enfatizan como propios, o incluso se desmarcan como generales o compartidos. Al convertir explcita o implcitamente a las cultura
propia y ajena en objetos de la representacin cultural, esas nociones
ciohistricamente sustancializado y cmo un mismo sector puede ser individualizado a partir
de marcas de distinto tipo definimos la racializacin como forma social de marcacin de alteridad que niega la posibilidad de que cierta diferencia/marca se diluya completamente, ya por
miscegenacin, ya por homogenizacin cultural, descartando la opcin de smosis a travs de
las fronteras sociales, esto es, de fusin en una comunidad poltica envolvente que tambin se
racializa por contraste. Definimos como etnicizacin, en cambio, a aquellas formas de marcacin que, basndose en divisiones en la cultura en vez de en la naturaleza, contemplan la
desmarcacin/invisibilizacin y apostando a la modificabilidad de ciertas diferencias/marcas prevn o promueven la posibilidad general de pase u smosis entre categorizaciones sociales con distinto grado de inclusividad (Briones, 2002b).
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componente irreductible de las identidades colectivas y de la estructura social. Entendemos por tanto que tales formaciones no slo producen categoras y criterios de identificacin/clasificacin y pertenencia, sino que administrando jerarquizaciones socioculturales regulan condiciones de
existencia diferenciales para los distintos tipos de otros internos que se reconocen como formando parte histrica o reciente de la sociedad sobre la cual
un determinado Estado-Nacin extiende su soberana. As, aun cuando
tales contingentes son construidos como parcialmente segregados y segregables en base a caractersticas supuestamente propias que portaran valencias bio-morales concretas de autenticidad, los mismos van quedando
siempre definidos por una triangulacin que los especifica entre s y los
(re)posiciona vis--vis con el ser nacional (Briones, 1998c).
Paralelamente, an cuando las formaciones nacionales de alteridad
tienen una notable eficacia residual por la forma en que se entraman desde
lo que hegemnicamente se erige como mito-motor de la identidad nacional, con el tiempo se transforman como ilustran algunos estudios de
caso que se presentan en este libro tanto las valencias o valorizaciones relativas de los diversos contingentes, como las polticas que, de forma siempre
contextual y temporalmente contingente, buscan fortalecer o debilitar los
distintos contornos (auto)adscriptivos. En este marco, la puesta en proceso
de las formaciones nacionales de alteridad no es una cuestin menor para
dar cuenta de su historicidad y de las emergencias en verdad, re-articulaciones identitarias que ciertos contextos posibilitan, al tender a desestabilizar o desmantelar instalaciones estratgicas previamente disponibles.
Por otra parte, dichas formaciones y su transformacin vale enfatizarlo nunca son efecto de prcticas estatales solamente. Sin embargo, por
ser los Estados-Nacin puntos de condensacin de un vasto conjunto de
tecnologas, dispositivos e instituciones que inscriben lugares de autoridad
socialmente abstractos, impersonales, soberanos y autnomos, pero siempre territorialmente basados desde donde hablar en nombre de la sociedad
como un todo y mantener un orden basado en la ley (Parekh, 2000), ni las
prcticas estatales son secundarias en el entramado de las formaciones nacionales de alteridad, ni tampoco es una cuestin menor entender la lgica
espacial en y a travs de la cual los estados actualizan las formaciones de
alteridad en que su ejercicio de regulacin se apoya.
Para dar cuenta entonces de esa lgica es que propusimos ver cmo se
van transformando las geografas estatales de inclusin y exclusin, esto es, las
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articulaciones histricamente situadas y cambiantes mediante las cuales niveles anidados de estatalidad5 ponderan y ubican en tiempo y espacio su
diversidad interior (Briones, 2001a). Llegamos por esta va a lo que es cometido central de este libro, esto es, no slo pensar cartogrficamente (de
Souza Santos, 1991), sino tambin tomar en cuenta niveles provinciales de
estatalidad. Segn lo vemos, porque los estados provinciales tambin
operan como instancias fundamentales de articulacin que generan representaciones localizadas sobre el estado-como-idea (Abrams, 1988) y sobre
la poltica, administrando a su vez sus propias formaciones locales de alteridad para especificarse en relacin a la identidad nacional desde formas
neuquinas, salteas, chubutenses, etc., de ser argentinos. En trminos de
efectos, son precisamente estos niveles los que permiten explicar variaciones en la organizacin y demandas de un mismo pueblo indgena segn
las distintas provincias en que se encuentra, as como semejanzas entre organizaciones y reclamos de distintos pueblos indgenas que forman parte de
una misma provincia. Y en este sentido es que decamos que, a pesar de su
arbitrariedad, las fronteras estatales, tanto federales cuanto provinciales,
portan su propia materialidad.
En lneas generales, el esfuerzo por hacer cartografas est inspirado en
los trabajos de Lawrence Grossberg y en su propuesta de contrarrestar las
polticas modernas y posmodernas de la diferencia, viendo cmo los tres
planos principales de individuacin sujetos con subjetividad, self con identidad y agentes con capacidad de agencia pueden ser entendidos no slo
desde un sentido temporal sino dentro de una lgica espacial. Es que la idea
de que las identidades se construyen por diferencia es, segn este autor
(1996), legado tpico de una modernidad que siempre se ha construido a s
misma diferencindose de otro como tradicin en sentido temporal, o
como los primitivos/los tnicos en tanto otros espaciales transformados en otros temporales en un juego que confina a los/sus otros a responder por inversin. Para escapar entonces a esta idea de diferencia y a los
efectos ideolgicos de la misma modernidad, Grossberg propone empezar a
notar que la peculiaridad de lo moderno aunque se construya a s mismo
en clave temporal, haciendo de la subjetividad una conciencia del tiempo
interno, de la identidad una construccin temporal de la diferencia, y de la
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Concretamente, Estado federal y estados provinciales incluso municipales como formaciones pluricentradas y multidimensionales que condensan discursos y prcticas polticas de diferente tipo en un hacer sistemtico de regulacin y normalizacin de lo social (Hall, 1985).
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Desde esta mirada, la subjetividad se nos revela como experiencia del mundo desde posiciones
particulares que, aunque sean direcciones temporarias, determinan el acceso al conocimiento y devienen lugares de apego construidos como hogares desde cuya geografa hablamos.
En similar direccin, el self o la identidad remite a diferentes vectores de existencia ligados a espacios tanto regionales como nacionales y globales que pudiendo estar enclavados, o permitir
mucha movilidad, o excluirnos de otros involucran un sistema complejo de movilidades superpuestas y en competencia, e incluso condicionan las alianzas que se pueden realizar entre
distintas identidades o mapas de existencia espacial. La agencia, por su parte, emerge como
una cuestin de distribucin de agentes y de actos dentro de espacios y lugares que no son
puntos de origen pre-existentes, sino producto de sus esfuerzos por organizar un espacio limitado. Remite as a instalaciones estratgicas posibilitadas por movilidades estructuradas que
definen y habilitan ciertas formas de agencia y no otras para poblaciones particulares (Grossberg, 1996).
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receptividad y digestin que en cada lugar tienen ciertas modas e imposiciones globales para la gestin de la diversidad, tanto por parte de sus bloques hegemnicos como de los pueblos indgenas que en ellos habitan. Por
el otro, porque asimismo nos permiten, en un doble movimiento homlogo, explorar las digestiones por parte de PIs, elites locales y estados provinciales de los criterios de gestin de la diversidad promovidos por el
Estado federal, as como la recepcin e impacto de las propuestas emanadas
de distintas provincias en el mbito nacional.
Formaciones de alteridad
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encuentran tambin sedimentadas en el sentido comn. Por ende este sentido comn siempre es un buen lugar para examinar algunos de esos encuadres de una manera expeditiva, con el propsito central de poner en contexto algunas peculiaridades contemporneas y tener un piso para pensar
Argentina no slo en relacin a otros pases, sino tambin como es el
sentido de este libro desde las superficies de emergencia que esos encuadres muestran en distintas provincias.
Si la versin dominante del crisol de razas a la argentina predica que
los peruanos vinieron de los incas; los mejicanos, de los aztecas; y los argentinos, de los barcos, las implicancias de semejante aseveracin ins8
criben al menos un doble juego. A la par de trazar distancias ntidas respecto de ciertos otros externos (los aindiados hermanos de ciertos pases
latinoamericanos) en base a un ideario de nacin homogneamente blanca
y europea, se secuestra y silencia internamente la existencia de otro tipo de
alteridades, como la de los pueblos indgenassupuestamente, siempre
pocos en nmero y siempre a punto de terminar de desaparecer por completoy tambin la de los afro-descendientes, pues las poblaciones asociadas a un remoto pasado africano ligado a la esclavitud no encuentran cabida alguna en un venir de los barcos que parece acotarse a los siglos XIX y
9
XX.
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Las ideas presentadas en este acpite han sido progresivamente desarrolladas en distintos trabajos, pero estas pginas guardan muchas afinidades con uno en particular (Briones, 2004),
que fue escrito casi en paralelo. Aqu el propsito es trazar una acuarela que enfatice los rasgos
preponderantes en las imgenes y prcticas propiciadas desde los centros de poder material y
simblico que, en Argentina y como reza el dicho sobre Dios, a menudo vienen atendiendo
en/desde Buenos Aires y/o se instalan en una lugar porteo de enunciacin. Los captulos sucesivos mostrarn los no pocos matices y desafos que se realizan desde distintas provincias o
sectores y en diferentes pocas sobre estas narrativas maestras de nacionalidad y estatalidad.
As, la supuesta extincin de las personas de color y sus cofradas acontece en los imaginarios
nacionales de manera tan subrepticia como misteriosa y silenciosa. A travs de los actos escolares, por ejemplo, los nios aprenden que slo para el festejo del 25 de Mayo de 1810, por el
inicio de la independencia nacional, les toca a algunos disfrazarse de caballeros patriotas y damas de sociedad, mientras que a otros y otras le corresponde ennegrecer sus caras con corcho,
para representar a serenos, candileros, mazamorreras, vendedoras de empanadas, jaboneros
heredados de la sociedad colonial. Ninguna otra representacin de la historia patria requiere
volver a usar los corchos ennegrecidos, como si la presencia de negros en esa historia no se extendiese ms all de los momentos iniciales de conformacin de un pas independiente. En
consecuencia, no sorprende que quienes hoy puedan ser a simple vista clasificables como
negros negros mota o negros negros, dira Frigerio (2002), para recuperar la diferencia
que hace el sentido comn entre afro-descendientes y los cabecitas negra queden vinculados a migraciones ms o menos recientes, producidas supuestamente no ya desde frica sino
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desde Uruguay, Brasil o los EE.UU. puesto que tampoco est demasiado visibilizada la inmigracin caboverdiana (de Liboreiro, 2001).
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11 Me refiero a la sancin en 1902 de la Ley de Residencia que autoriza la deportacin de elementos indeseables, mayormente sospechados de anarquistas y comunistas complementada
en 1910 por la Ley de Defensa Social, que permite encarcelar a disidentes polticos del pas. En
el marco del debate para la aprobacin de esta ley, el Diputado Ayarragaray buscar matar varios pjaros de un tiro al momento de enumerar una lista de indeseables. Adems de los
anarquistas, propone tambin excluir ...la inmigracin amarilla que estamos amenazados de
recibir () En este sentido, debemos proceder con sentido cientfico. Nosotros no necesitamos inmigracin amarilla, sino padres y madres europeas, de raza blanca, para superiorizar los
elementos hbridos y mestizos que constituyen la base de la poblacin del pas y que posiblemente son de origen amarillo (en Lenton 1994). La novedad de este testimonio respecto de
otros es menos la racializacin que abarca y ordina aqu a los mestizos respecto de la raza blanca, que la claridad con que muestra una lgica hipogmica (Harrison 1995). Retomaremos
luego la operatoria de esta lgica. Baste decir aqu respecto del razonamiento de Ayarragaray
que los mestizos o criollos deben ser superiorizados porque son fruto de una mezcla hispano-indgena donde el componente indgena racialmente subvaluado aqu, adems, en base a
la atribucin de orgenes transpacficos prehistricos tambin amarillos contamin y arrastr hacia abajo al que por s mismo estaba un poco mejor valuado (el espaol).
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la trastienda. Esta idea de que los argentinos vinimos de los barcos se refuerza con la propensin especular a expulsar fuera del territorio imaginario
de la nacin a quienes se asocian con categoras fuertemente marcadas, mediante una comn atribucin de extranjera que ha ido recayendo sobre distintos destinatarios a lo largo de la historia nacional, segn distintos grupos
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fuesen adquiriendo sospechosa visibilidad.
A este respecto, es por ejemplo sugestiva la perseverancia con que desde
fines del siglo pasado se viene reiterando el aserto de que los Tehuelche
(siempre a punto de total extincin) son los verdaderos indios argentinos
de la Patagonia, a diferencia de los ms numerosos (y por ende conflictuantes) Mapuche, pasibles siempre de ser rotulados como chilenos por
ende, indgenas invasores o visitantes, sin derechos segn las versiones
ms reaccionarias a reclamar hoy reconocimientos territoriales (Briones,
1999; Briones y Daz, 2000; Cauqueo, Kropff, Rodrguez & Vivaldi en
este volumen; Lazzari y Lenton, 2000; Ramos & Delrio en este volumen;
Rodrguez, 1999; Rodrguez y Ramos, 2000). En similar direccin y mostrando la eficacia residual de esta lgica, he escuchado a conciudadanos salteos y jujeos denunciar el trato discriminatorio al que estaban siendo sometidos cuando se los estigmatizaba como bolitas o bolivianos es decir,
cuando se los desnacionalizaba por su aspecto durante la irrupcin de xenofobia que acompa el fin de la era menemista. En este marco, tampoco
sorprende tanto un acontecimiento que tom estado pblico ms recientemente, hecho vergonzoso que algunos consideran anacrnico y otros
vemos como sntoma preocupante de la formacin de alteridad que todava
es propia del pas. Brevemente, funcionarios de migraciones acusaron a la
Sra. Mara Magdalena Lamadrid de utilizar un pasaporte falso, basndose
tambin en su aspecto. En lo que califican como un gesto de indiscriminacin del nosotros nacional, Natalia Otero y Laura Colabella (2002) explican los criterios en que tales funcionarios apoyaban su brillante deduccin: como no hay argentinos negros, toda persona de aspecto afro debe
ser extranjera.
A su vez, estas formas de territorializar y diferenciar pertenencias se imbrican con una segunda lgica de substancializacin (Alonso, 1994) que
entrama la gran familia argentina en base a maquinarias diferenciadoras
12 Agradezco a Ricardo Abduca un comentario que, realizado hace varios aos al pasar, me invit
a prestar atencin a este punto y me llev a empezar a hacer un mapa de recurrencias en esta
direccin.
Formaciones de alteridad
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que aplican de manera asimtrica los principios de jus solis y el jus sanguinis
para argentinizar o extranjerizar selectivamente distintas alteridades. Por
ejemplo, mientras idealmente la ciudadana argentina se adquiere por el
principio de jus solis principio que permiti argentinizar a la descendencia
de la inmigracin europea otras alteridades son permanentemente extranjerizadas en base a la aplicacin asimtrica del principio del jus sanguinis.
As, la chilenidad imputada a habitantes mapuche suele corresponderse no
con su lugar de nacimiento sino con el lugar de procedencia se sus
antepasados remotos (Briones y Lenton, 1997).
Paralelamente, las dos lgicas anteriores se articulan con una que, adoptando en lo explcito la ideologa racial propia de los EE.UU. ideologa que
toma la negritud como eptome de lo racial lleva simultneamente a negar
la existencia de racismo en el pas y a interiorizar las lneas de color. Esta tercera lgica preside complejamente la vigencia de dispares requisitos para la
argentinizacin de distintos tipos de otros internos, a la par de propiciar
una peculiar racializacin de la subalternidad (Guber, 2002; Margulis,
Urresti et al., 1998; Ratier, 1971), para dar cuenta de quienes no pueden
ser ni eyectados ni extranjerizados, a riesgo de perder una masa crtica de
subalternos que hegemonizar. Pero vayamos por partes.
Una vez que la nacin argentina se postula (desea ver o proyectar) como
homogneamente blanca y europea hallando en esto un criterio de diferenciacin fundamental respecto de otros pases de Latinoamrica no
queda lugar para dos movimientos que han sido ensayados por otras ideologas nacionales. El primer movimiento se liga a que el precepto de homogeneidad desaconseja trazar como en EE.UU., por ejemplo lneas de color
que dividan una entidad discreta e introduzcan un diagrama de mosaico.
Posiblemente, el deseo de europeizar la nacin en todo sentido estuviese en
la base de una irrestricta admiracin por ciertos pases europeos como
Francia y Gran Bretaa, cuyo liberalismo y trayectorias coloniales les permitan practicar ultramarinamente un racismo que a diferencia de los
EE.UU. tendan a enmascarar puertas adentro. En este sentido, la admiracin hacia los EE.UU. pareca ya desde Sarmiento expuesta a cierta cautela, entre otras cosas por la forma de hacer de las lneas de color un principio estructurante de la nacin. Obviamente, esta autodefinicin por
contraste lejos est de impedir la ocurrencia de racismo. En todo caso, lo
alimenta en base a otro tipo de prcticas de racializacin. As, la recurrente
posibilidad de sostener al menos desde la dcada de 1870 que ya no haba
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Claudia Briones
negros argentinos (de Liboreiro, 2001) no pasa simplemente por no quererlos ver como veremos, el color se ve y toma en cuenta, pero para interpretarlo de otra manera sino por teoras sociales de la raza que operan en
base a ideas sui generis o bien de extincin o bien de paulatina asimilabilidad. Esas teoras alimentan a la vez hiptesis distintivas respecto de las posibilidades, operatoria y consecuencias del mestizaje y el blanqueamiento lo que nos remite al segundo movimiento particularizador del
caso argentino que me interesa explicitar.
El mito del desierto a ser poblado (europeizado) mediante polticas de
inmigracin se basa en una valoracin no slo de los indgenas sino de las
masas hispano-indgenas o criollas que tempranamente muestra que el discurso hegemnico de la nacionalidad argentina va a adoptar una ideologa
de mestizaje muy distinta a la vigente en otros pases de Latinoamrica,
donde la hibridacin opera como tropo maestro de la conformacin nacional (Briones, 2002b). En trminos de espacializacin del pas, Villar
(1993) sostiene que el hinterland portuario a ser domesticado reconoce dos
grandes reas en tensa oposicin y complementacin: la tierra adentro
bajo control indgena, y la frontera, como lugar de interfase con la ocupacin criolla. Sarmiento es ejemplo pionero de la barbarizacin de los indios
de tierra adentroy, por extensin, de la de gauchos, montoneros y paisanos de la frontera (Svampa, 1994; Briones, 1998c). No obstante y
como muestra Diego Escolar (2003) para la zona de Cuyo, incluso para el
mismo Sarmiento los lmites entre ambos colectivos son mucho ms
ambiguos de lo que el discurso hegemnico quiere reconocer de manera
explcita.
A este respecto, es muy ilustrativa la forma en que el Ministro de Guerra
y Marina Benjamn Victorica trata de apaciguar la preocupacin del senador Aristbulo del Valle, atribulado por definir si y en qu proporcin era
lcita la poltica del Poder Ejecutivo de incorporar indgenas sometidos al
ejrcito nacional, como recurso apto para civilizar extender el control
social sobre estas poblaciones luego de su derrota militar. En verdad, del
Valle est inquieto frente a la doble paradoja de incorporar a quienes hasta
hace poco eran enemigos del pas proveyndolos de armas y, ms an, hacindolos custodios de la seguridad nacional. Para explicar que, en verdad,
no son tantos los indios de tropa como el legislador supone, Victorica
proporciona una respuesta que ejemplifica la coexistencia conflictiva de cri-
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terios adscriptivos de que hablamos, as como teoras de lo racial muy diferentes a las vigentes por ejemplo en EE.UU. Dice Victorica:
El seor senador se equivoca tomando por indios de la Pampa a individuos
del pas, que indios parecen por su color trigueo (Lenton, 1992:34-5).
En suma, la postura que sostiene el Ministro para fijar la identidad de algunos contingentes sociales en ciertas direcciones y no en otras parte de que
no se puede confundir ser con parecer. As, si en EE.UU. no hay forma
de que quien parece negro no lo sea, en Argentina se puede parecer indgena por el color de la piel pero no serlo. Sugestivamente, empero, si proponer que las marcas corporales no permitiran establecer lindes inequvocos entre indgenas y (ciertos) criollos parece etnicizar la aboriginalidad,
paralelamente nos muestra que el color no se abandona como medio para
describir/significar/predicar sobre la realidad de la membresa de ciertos
contingentes desmarcados como individuos del pas, en pro de consolidar una hegemona por transformacin que, para reforzar las posiciones
de los grupos dominantes, apuesta a una pronta homogenizacin cultural
de la heterogeneidad (Briones, 1998a). En este marco, no sorprende que
muchas dcadas despus el interior aparezca asaltando el puerto de
Buenos Aires a travs de contingentes de cabecitas negras. Pero antes de
desarrollar este punto, bien vale explorar en qu direcciones s se racializa la
aboriginalidad y, por contraste, a la Nacin Argentina, una Nacin supuestamente sin otro color ms que el puro blanco.
Sostuve en otra parte que, en trminos de incorporacin al nosotros nacional, se habilitaron distintas trayectorias para alteridades construidas
sobre diversas marcas, etnicizadas para los inmigrantes europeos a quienes
caba recorrer la senda de argentinizacin, racializadas para los PIs, para
quienes un proceso equivalente se defina como blanqueamiento porque,
a diferencia de los primeros, no eran ya blancos. En relacin a esto y a diferencia de otros pases latinoamericanos, en Argentina el mestizaje ha tendido a quedar definido por una lgica de hipodescendencia, que hace que la
categora marcada (en este caso,lo indgena) tienda a absorber a la mezclada y que el mestizo est categorialmente ms cerca del indgena que del
no indgena (Briones, 1998c). En este marco, el punto a destacar es que,
a partir de un opaco pero sostenido distanciamiento entre mestizos (cate-
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esttica (chabacanera), de espacialidad (villeros, ocupas ilegales), de hbitos de trabajo (desocupados, criminales, cartoneros) y convicciones polticas (peronistas por propensin clientelar, piqueteros).
Lo destacable es que la obvia racializacin que este rtulo connota no admite fciles equivalencias con construcciones de negritud propias de otros
contextos. A diferencia de los EE.UU., jams el cabecita negra ha sido proclamado como categora completamente separada o segregable mediante
apartheid como los afro-americanos hasta mediados de siglo ni digna de
respeto y de expesar y recrear su diferencia como los afroamericanos en
la actualidad. Tampoco es como el white trash o el red neck pues,
adems de estigmatizaciones de clase, pesan sobre el cabecita otras marcas
de alteridad de origen que lo construyen como anomala respecto del argentino tipo, como si fuese un producto incompleto o fallado (en el sentido civilizatorio) del crisol de razas que emblanqueci y europeiz la argentinidad. A su vez, si lo comparamos con la lectura que hace Segato
(1998b) de la negritud en Brasil, el cabecita negra tampoco impregna al
argentino tipo ni le infunde una cuota de ambigedad, porque ste se
asume como irremediablemente blanco aunque no precise automarcarse explcitamente en estos trminos por el simple hecho de que en
Argentina no habra negros-negros. Por el contrario, el cabecita negra es
ms bien el entenado vergonzante que se interpela como tal dentro de la familia, pero del que no se habla frente a terceros. Ante stos, ha operado ms
bien como el esqueleto a esconder en el ropero (Briones, 1998b).
En sntesis, tiene razn Frigerio (2002) al insistir que los cabecitas negras en Argentina no se explican meramente por cuestiones de clase, aun
cuando sean estos los vocabularios que priman en el pas. Es en este marco
que el autor aconseja no minimizar la incidencia en la construccin de
dicha categora de prcticas de racializacin que explcitamente siguen modelos antes usados para subalternizar a los afro-descendientes. Por mi parte,
ms que intentar ver qu grupo subalterno funciona como parmetro de la
racializacin de la subalternidad en Argentina, me parece importante enfa15 Como resea Guber (2002: 363) a partir de los trabajos de Hugo Ratier, con la cada del segundo gobierno peronista, el mote de cabecita dio lugar al de villero. Si aqul haba correspondido al de un actor social en avance [los descamisados peronistas], el segundo se refera a
otro en retroceso. Agregara que al da de hoy lgicas de desplazamiento semejantes estigmatizan por ecuacin a los sujetos de espacializaciones modernizadas, como los ocupas de las
casas tomadas y los gronchos (negros culturalmente hablando) de los conventillos devenidos pensiones baratas u hoteles familiares.
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17 Incluira en esto las experiencias y reflexiones de un dirigente Mapuche, las cuales constituyen
un acabado ejemplo de la asimetra que rige tanto las desmarcaciones hegemnicas de la aboriginalidad, como las re-marcaciones racializantes y estigmatizadoras de los sectores populares.
En el Festival DERHUMLAC (Derechos Humanos en Amrica Latina y el Caribe) que se hiciera en el Centro Cultural Recoleta durante 1997 y para denunciar prcticas que apuntan a la
prdida forzosa de adscripciones indgenas, este panelista sostuvo que muchos de los que ustedes llamaban cabecitas negras ramos nosotros, los indgenas que vinimos a Buenos Aires.
Pero nosotros siempre fuimos y seremos Mapuche.
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diversas de radicacin, que fueron desde la mayor tendencia a arraigar indgenas a travs de la figura de misiones religiosas en Tierra del Fuego y
zona chaquea (supuesto reducto de los contingentes ms mviles y ms
salvajes) que en Pampa y Patagonia, hasta la negacin explcita de permisos a ciertos grupos en estas ltimas regiones, la colocacin de algunos en
Colonias agropastoriles o la extensin para otros de permisos precarios
(Briones y Delrio, 2002; Delrio, 2003).
Si lo pensamos en relacin con algunas de las ocurrencias analizadas en
este libro, el punto a destacar es que, paralelamente a esta diversidad de percepciones y evaluaciones por parte del estado central respecto del potencial
de asimilacin de distintos pueblos indgenas, otros dos factores tuvieron
enorme gravitacin en la poltica de dar respuestas estatales puntuales a
casos puntuales que ha sido distintiva del indigenismo nacional desde los
momentos claves de consolidacin del estado argentino, cuando se verificara y completara el avance militar sobre tierra de indios: las distintas maneras de escenificar y disputar las marcas indgenas por parte de la agencia
aborigen y, sobre todo, la forma en que capitales privados, agentes evangelizadores y funcionarios locales procuraron poner en marcha sus iniciativas,
intereses y visiones particulares, a veces resignificando y a veces interfiriendo con los proyectos federales de colonizacin y de argentinizacin de
los pueblos originarios. En todo caso, tratamientos contingentes a distintos
pueblos y a distintos segmentos de un mismo pueblo irn desembocando
en una multiplicidad de trayectorias de gran influencia en las posibilidades
indgenas de auto-organizacin y de redefinicin de estrategias de comunalizacin (Brow, 1990) para mantener lmites grupales e intereses consistentes, as como en la inscripcin del tipo de demandas que se irn
efectuando por parte de esta agencia diversificada.
A su vez, economas polticas ms o menos localizadas de produccin
cultural irn tambin tensando las relaciones entre representaciones colectivas y afiliaciones sociales. Aludo, por ejemplo, a cmo la experiencia de
trabajo en los ingenios azucareros del norte del pas reclutadores de mano
de obra indgena temporaria entre distintos pueblos indgenas radicados en
Argentina pero tambin en Bolivia y Paraguay coadyuvar a una peculiar
estratificacin de pertenencias. Los cazadores-recolectores chaqueos que
siempre hacan los trabajos menos calificados y peor pagos fueron quedando localizados en los peldaos ms bajos de la jerarqua, y vinculados a
una distancia y exotismo mximo respecto por ejemplo de pueblos vallistos
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y pueos, ms prontamente rotulados como campesinizados o campesinizables (ver Carrasco y Lanusse & Lazzari en este volumen). Fue operando
aqu aunque a pequea escala un juego de distinciones y jerarquizaciones
entre pueblos de tierras altas y bajas semejante al que se ha dado en Per y
Bolivia, aunque ese juego fuera tercerizado en el contexto argentino por la
ubicacin siempre ms ambigua de contingentes Ava-Guaran (Gordillo y
Hirsch, 2003). Todo esto en el marco de una geografa simblica de nacin
que como vimos dej improntas en las representaciones y afiliaciones de
ciudadanos indgenas y no indgenas al construir como desiertos las regiones con poblacin indgena (regin patagnica, chaquea y noreste), y
heredar de la colonia una tendencia invisibilizadora en provincias viejas de
Cuyo y particularmente del Noroeste, donde en una misma provincia
como la de Salta se ha apuntado a campesinizar a los Kollas y a externalizar
(chaquenizar) a los silvcolas del Pilcomayo.
Un pas que ms all de los proyectos iniciales tendi a consolidar latifundios en distintas partes del pas, sin llegar nunca a realizar, como otros
pases latinoamericanos, una reforma agraria que posibilitara la titularizacin de la pequea propiedad rural y/o un reparto ms justo de la tierra, y
que generalizara entre campesinos indgenas y no indgenas las prcticas de
auto-organizacin. Un pas que, a diferencia de Mxico, ni acept ni reconoci la persistencia de instituciones coloniales como los sistemas de cargo
en la re-organizacin ms contempornea de las comunidades indgenas, ni
convirti al indigenismo en poltica de estado y empresa del campo intelectual pas que, menos an, ofici como Mxico de defensor de un modelo
de nacin mestiza basado en la idea de una raza csmica, y que lejos est
de empezar a discutir regmenes de autonoma (Bartolom, 1996 a y b). Un
pas que, como Brasil, interpel a los indgenas como sujetos relativamente
incapaces, necesitados de su funcin tutelar, y los ha responsabilizado de
un subdesarrollo siempre preocupante, objeto potencial adems del accionar de agitadores dispuestos a usar la causa de los primeros para sus pro18
pios fines. Pero, en definitiva, un pas que a diferencia de Brasil jams
plane la domesticacin de los indgenas basndose en una estrategia sistemtica de atraccin (Ramos, 1998), ni pudo nunca definir una agencia
18 Adems de haber experiencia y anlisis acumulados respecto a sospechas y acusaciones de
este tipo para Brasil y Argentina (Ramos 1991 y 1997a; Briones y Daz 2000), cabe mencionar
que tendencias similares se observan en Venezuela y otros pases de Amrica Latina (Hill
1994; Iturralde 1997).
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Por lo pronto, Argentina ha sido un pas tan negador que la lucha indgena ms sostenida ha pasado y pasa por lograr visibilidad y por vencer estereotipos que no slo asumen la desindianizacin en contextos urbanos (ver
por ejemplo Escolar; Falaschi, Snchez & Szulc; y Ramos & Delrio, todos en
este volumen), sino que instalan severas sospechas sobre la autenticidad de
intelectuales indgenas cuya escolarizacin o capacidad poltica los distancia
de la imagen del indgena verdadero, tan pasivo e incompetente, como sumiso y fcil de satisfacer desde polticas asistenciales mnimas. En trminos
de movilidades estructuradas, mientras la permanencia en comunidades ha
conspirado histricamente contra las posibilidades de escolarizacin y de una
readscripcin de clase ascendente, la migracin a los centros urbanos lejos
est de garantizar la profesionalizacin de una intelligentzia indgena. Cuando esa profesionalizacin acontece, las presiones desadscriptivas propias de
los medios urbanos son tan fuertes que muchos invisibilizan su pertenencia.
Aunque ese proceso ha comenzado a revertirse y varias organizaciones surgidas en las ciudades pero con trabajo de base o comunitario han sido formadas por activistas culturales que han tenido posibilidades de estudiar o
estn estudiando, es justamente sobre estos cuadros donde se depositan mayores cuestionamientos y requerimientos que operan en base a estndares dobles en trminos de autenticidad, legitimidad y representatividad (Briones,
1998a). Por eso son tan sostenidas las luchas para dar visibilidad a la presencia y derechos indgenas en general, pero particularmente para convertir el
reconocimiento de los problemas afrontados en situaciones urbanas en tema
de agenda pblica, ya que muchas legislaciones y polticas an confinan la
cuestin y las incipientes soluciones esbozadas al mbito rural. En este marco
tambin se comprende por qu son altas las demandas de proyectos que
apunten al fortalecimiento institucional y organizativo (Carrasco, 2002;
Briones, 2002a y 2005b).
A su vez, el hecho de que el paternalismo estatal hacia la ciudadana indgena se concentrara fundamentalmente en la provisin peridica de bienes
de consumo bsicos y en la extensin de servicios elementales ha comportado, entre otras cosas, que una escassima parte de las comunidades llegara
con ttulo de propiedad de las tierras tradicionalmente ocupadas a la reforma constitucional de 1994 y a la discusin de la nocin de territorio que
progresivamente se instala. Paralelamente entonces a la bsqueda de una
visibilidad basada menos en prejuicios de larga data que en una ajustada
apreciacin de las dispares condiciones de vida al interior de un mismo PI,
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Claudia Briones
buena parte de las demandas y esfuerzos de las bases se concentran en regularizar la precariedad de las respectivas situaciones dominiales y los atropellos que al da de hoy esa precariedad sigue permitiendo. Es en este
marco que ciertos formadores de opinin se sienten an habilitados a seguir
pasando por alto el mandato constitucional de asegurar a los PIs la posesin y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan y la entrega
de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano, y tratan de construir
20
los reclamos de tierras y territorios como amenaza a la propiedad privada.
Paralelamente, aunque la autonoma todava no pasa de ser una reivindicacin discursiva, su planteamiento se toma como excusa para instalar fortsimas sospechas de politizacin intolerable (Briones, 1999), ya sea segn
algunos a manos de agitadores falsamente autoproclamados indgenas, o ya
sea segn otros por obra de organizaciones pseudo ambientalistas y
21
pseudo indigenistas asociadas sinrgicamente. En todo caso, aun cuando
por ejemplo la propuesta mapuche de la zona de Pulmar en Neuqun
como territorio indgena protegido haya servido de base para el programa
de Desarrollo de Comunidades Indgenas que cuenta con financiamiento del Banco Mundial para trabajar en tres reas indgenas piloto (comunidades mapuche de Pulmar en Neuqun, comunidades diaguito-calchaqu y quilmes de Amaycha del Valle en Tucumn y comunidades kolla
20 Dijo recientemente Daniel Gallo, comentarista de temas militares del diario conservador de
circulacin nacional La Nacin, el domingo 4 de julio de 2004: El indigenismo se hace fuerte
en su relacin con la tierra: en la mayora de los casos, las comunidades se autosostienen con el
trabajo agrario de nivel de supervivencia. El conflicto se ocasiona con el cruce de intereses entre quienes estn en un lugar que dicen les pertenece por herencia de sangre y aquellos que exhiben ttulos de propiedad con sellos aceptados en cualquier tribunal del siglo XXI. Nada ingenuamente, cita las palabras del intelectual Marcos Aguinis quien fij su posicin en una
nota publicada por el mismo diario en el mes de marzo pasado: La reinvindicacin indigenista se basa en mitos, confunde, distorsiona y contiene la trampa de conmover nuestros sentimientos de solidaridad. As como el marxismo conmova con su promesa de poner fin a la explotacin del hombre, y slo llev a nuevas formas de explotacin y tragedia, el indigenismo
promete acabar con las injusticias padecidas desde los tiempos de la colonia y slo conseguir
profundizar su marginacin. En todo caso, la nota que se llama La protesta de la tierra explicita en su copete: La corriente de indigenismo que en los ltimos tiempos ha sacudido al
continente y derrocado a gobernantes en Bolivia y Ecuador se encuentra a las puertas de la
Argentina, donde aunque aislados ya han estallado conflictos por posesiones de tierras. Qu
hay detrs de estos reclamos y la estrategia de confluir con las protestas piqueteras.
21 Verbatim de Bustos, Ricardo 2004 Columna Abierta: Un atropello a las ideas Diario El
Oeste, Esquel. Versin electrnica. 30 de septiembre. (Bajado el 2 de octubre y disponible en
http://www.diarioeloeste.com.ar/EdicAnt/300904/opinion.htm).
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de Finca Santiago en Salta), no se ha instalado an ningn proyecto concreto que ensaye modelos de reconocimiento ni de territorios continuos, ni
de territorios no territorializados.22 Ms an, el nico reclamo especfico en
esta direccin el de reconocimiento de un territorio unificado por la Asociacin Lhaka Honhat que reune a ms de treinta comunidades integradas
por cinco pueblos en el chaco centro-occidental salteo (Carrasco y Briones, 1996) ha sido continuamente saboteado por un gobierno provincial
que incumple todos los acuerdos que viene firmando desde fines de los 80 y
por sucesivas administraciones federales que, invocando la autonoma provincial, se rehsa a intervenir activamente para honrar sus responsabilidades y demandar el efectivo cumplimiento de la constitucin nacional.
Por ello, este caso ha llegado a la Comisin Interamericana de Derechos
Humanos, donde igualmente transita un estancado proceso de solucin
amistosa (Carrasco, 2004).
A su vez, polticas estatales de invisibilizacin y fragmentacin de la ciudadana indgena y recrudecimientos cclicos de picos de represin a la actividad poltica han generado dispares dependencias entre los distintos PIs
respecto de equipos de apoyo confesionales, partidocrticos o tcnicos (Carrasco, 2002) y, consecuentemente, conspirado contra la emergencia a
nivel nacional de organizaciones pan-indgenas fuertes, con una visin y retrica compartida y con capacidad de perdurar en el tiempo. A su vez, las
circunstancias por las que atraves la conflictividad del pas en torno a la
crisis de Diciembre de 2001 generaron una inusitada cada e invisibilizacin de la cuestin indgena en los temas de agenda nacional. No obstante,
a partir de fines de 2003 especialmente, los PIs y algunas de sus organizaciones vienen realizando distintos esfuerzos de convergencia para recrear
un campo de interlocucin comn a nivel nacional. Al da de hoy, tales intentos quedan atravesados por la explicitacin de diversos debates, mayor22 El principal objetivo del DCI para las tres reas indgenas piloto es establecer las bases para el
desarrollo comunitario y la proteccin y gestin de recursos naturales en las tierras de las comunidades indgenas. Ello incluye el fortalecimiento social y cultural de las comunidades indgenas, la mejora de las capacidades indgenas para una gestin sustentable y el aumento de la
capacidad de gestin al interior de las comunidades y en relacin a la articulacin con todos los
niveles de gobierno y otros actores involucrados en las r eas piloto y respecto a los pueblos indgenas en general. Ver Banco Mundial (2004) Lecciones aprendidas en el Proyecto de Desarrollo de las Comunidades Indgenas (DCI) en Argentina. (Disponible en www-wds.worldbank.org/servlet/WDSContentServer/WDSP/IB/2004/06/03/000160016_200406031624
34/Original/292000wp0span.doc. Bajado el 10/09/2004).
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mente centrados en la conveniencia o no de integrar recursos humanos propios en los organismos estatales para empujar la poltica indgena, aceptar
o no financiamiento de agencias multilaterales para mover proyectos de
desarrollo, y dirigir los reclamos fundamentalmente al poder ejecutivo o a
los tres poderes de la repblica (Briones, 2005b).
En cuanto a los contextos de la lucha indgena, no es un dato menor que,
hasta hace relativamente pocos aos, el supuestamente satisfactorio perfil
econmico del pas (en trminos de PBI y PBI per capita) no pusiera a la
Argentina en la lista de pases prioritarios para diversas ONGs de apoyo.
Esto es, an cuando el grueso de la ciudadana indgena en Argentina se
ubicase entre los sectores ms afectados por el peor coeficiente de NBI, los
guarismos seguan planteando a Argentina como un pas de excepcin respecto de otros pases latinoamericanos. Similar razonamiento primaba
23
entre las agencias multilaterales, lo que dio como resultado un pas escasamente onguizado en comparacin a otros pases de Latinoamrica.
Aunque estas tendencias comenzaron a revertirse de manera sorda a mediados de los 70 y acelerada en los 90, parecieran haberse hecho socialmente insufribles recin en Diciembre de 2001. Entonces, el pas una vez
aspirante a ser el granero del mundo encontr a muchos de sus ciudadanos en las calles, confrontando con la realidad de haber dejado caer a la
mitad de la poblacin bajo la lnea de pobreza, y trepar el desempleo a casi
el 20% guarismo que rondaba el 40% de incluirse el sub-empleo o los empleos precarios y en negro. Esta agudizacin de los malestares sociales impact los escenarios analizados y al GEAPRONA mismo, que estaba en sus
tramos iniciales de conformacin. Devino inevitable empezar a abordar algunas de las superficies de emergencia de la debacle.
Como lo muestran Lenton & Lorenzetti (en este volumen), tal vez lo
destacable es cmo semejante contexto sirvi para convertir las propensiones neoindigenistas que se venan manifestando por parte del Estado federal propensiones apoyadas en impulsar estilos restringidos de consulta y
participacin (Briones y Carrasco, 2004:229) en lo que las autoras acaban
llamando un neoindigenismo de necesidad y urgencia, esto es, una forma
23 El Banco Mundial por ejemplo considera a la Argentina un pas de ingreso alto medio por exportaciones, aunque severamente endeudado. Si la primera rotulacin relaciona al pas con
Hungra, Arabia Saud, Botswana, Turqua, Croacia, Estonia, Omn y Venezuela entre otros,
la segunda lo vincula con Etiopa, Mozambique, Guinea, Burundi y Burkina Faso (Mastrngelo 2004).
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Captulo 2:
Investigador del CONICET en el CRICyT: Centro de Investigaciones Cientficas y Tecnolgicas (Mendoza) y docente del Doctorado en Ciencias Sociales - UNCuyo.
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Si inicialmente los promotores huarpes eran pequeos intelectuales, artistas, artesanos, maestros, exponentes en general de una pequea burguesa urbana, en la actualidad los principales protagonistas del movimiento huarpe son campesinos de escasos recursos y baja visibilidad
poltica y social. Mientras el objetivo principal de los primeros fue y contina siendo instalar la idea de la existencia de una identidad huarpe vigente con base en tradiciones, caractersticas biolgicas y esencias inmateriales, el accionar de los segundos est centrado preponderantemente en la
preservacin y recuperacin de su acceso a la tierra, el agua y de patrones
ecolgicos histricos hoy degradados del hbitat que ocupan.
Sin embargo, mientras los militantes huarpes urbanos instalaron el debate sobre la identidad huarpe y lograron el reconocimiento oficial (provincial, nacional y eventualmente municipal) a su existencia, fueron los rurales
quienes terminaron obteniendo, a la postre, mayor aceptacin social como
legtimos o autnticos referentes de la huarpidad en detrimento de los
primeros.
Este peso especfico que adquiere la ruralidad en el movimiento huarpe
es concordante con un conjunto de experiencias histricas y, especficamente, con imaginarios raciales y metaculturales selectivamente elaborados
y reproducidos a partir de las mismas. Dentro de los estndares culturales
de autenticidad aborigen (Jackson, 1995; Briones, 1998a) operantes en
Cuyo, uno de los tpicos principales es el que considera a los pobladores rurales como reales o potenciales verdaderos indios o descendientes de indios en detrimento de los urbanos, siempre devaluados en su autenticidad
y sospechados o percibidos como indios truchos. Esta diferenciacin no
slo es planteada por aquellos que descalifican al movimiento huarpe, sino
por puesteros rurales para legitimarse como verdaderos frente a los militantes urbanos; pero tambin, paradjicamente, por stos ltimos, quienes
remiten su autenticidad huarpe al argumento de ser oriundos del desierto
o bien provenir de all sus ancestros cercanos.
En este captulo analizo dos aspectos significativos del emergente huarpe
que de algn modo parecen replicarse en otros movimientos de afirmacin
aborigen en Argentina y que considero relacionados entre s. Me refiero al
vnculo entre la representacin rural y especficamente rural-marginal
de la autenticidad aborigen, y las experiencias de incorporacin y desincorporacin estatal de las poblaciones rurales subalternas de la regin como
cuerpo biopoltico y ciudadana durante la mayor parte del siglo XX.
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Estos territorios originales se sitan en reas rurales de Cuyo, y sus destinos finales han sido las
capitales provinciales de San Juan, Mendoza, y en menor medida Crdoba, o la ciudad de
Buenos Aires. Calingasta es uno de estos territorios expulsores, como lo son tambin poblados
y parajes rurales como Caucete, Los Berros, Pedernal, Cochagual y Media Agua, el rea de las
ex Lagunas de Guanacache y otras reas rurales del rido noreste mendocino.
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Diego Escolar
Como refiere la cita que inaugura este acpite, las migraciones internas
en la Argentina han sido una realidad dominante en la demografa del siglo
XX, al ritmo de una creciente demanda de mano de obra industrial bajo la
dinmica de sustitucin de importaciones y la intensificacin de desequilibrios econmicos regionales desde la dcada de 1930.
Ya desde el ltimo cuarto del siglo XIX, las economas mendocina y sanjuanina se haban orientado progresivamente hacia la industria vitivincola
en gran escala, generando un creciente proletariado rural impulsado por el
incremento masivo de la demanda de fuerza de trabajo para el ciclo viatero
y bodeguero (Bragoni y Richard, 1998). La obtencin de la mano de obra
recay tanto en la inmigracin europea y chilena como, preponderantemente, en la poblacin rural autctona, presionada por un sordo proceso
de expropiacin de tierras y agua que se agudiz dramticamente hacia la
dcada de 1930. El caso paradigmtico, nuevamente, es el desecamiento
del complejo palustre de Guanacache por la apropiacin masiva de los caudales de los Ros Mendoza y San Juan en los oasis centrales y la tala y extrac3
cin indiscriminada de lea. La concentracin del control sobre tierras,
agua y fuerza de trabajo fue posibilitada, en gran medida, por la coercin
extraeconmica y el control poltico de los aparatos de estado (fundamentalmente la polica y administracin de justicia). Pero tambin, en trminos
de historia cultural, por el terror inscripto en la memoria colectiva durante
la represin de formas de resistencia campesina en el siglo XIX, en particular
de las montoneras tardas de 1860-1870 que tuvieron una fuerte connotacin de resistencia rural (Escolar 2003).
Hacia la dcada de 1920 en Cuyo (anticipndose a lo que ocurrira en el
plano nacional en la del 40), estos cambios fueron acompaados por transformaciones clave en la relacin entre el estado (y su representacin cultural) y los sujetos populares (y su representacin cultural). Bajo los gobiernos populistas (escindidos del Partido Radical) de el Macho Federico
Cantoni y el Gauchito Lencinas, el estado asumi nuevas atribuciones de
regulacin econmica y de bienestar social, promoviendo legislacin sobre
condiciones de trabajo, salario mnimo, seguridad social, y postulndose
3
Esta rea se haba constituido desde la poca hispana en una zona de refugio para huarpes y
otros grupos indgenas, que haban mantenido una importante economa basada en la ganadera, la pesca, la caza y la agricultura (Rusconi 1961, Prieto 2000) y un beligerante grado de autonoma poltica hasta la dcada de 1870 (Escolar 1999 y 2003).
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4
Los populismos cuyanos de Lencinas en Mendoza y Cantoni en San Juan quebraron durante
la dcada de 1920 la hegemona conservadora, anticipando con sus actos de gobierno y el estilo de movilizacin de los sectores subalternos muchas de las medidas y estrategias de incorporacin poltica que implementara Pern a nivel nacional en la dcada de 1940.
Me refiero a la incorporacin masiva en un mercado de trabajo capitalista asalariado, mediando la simultnea prdida de acceso a recursos econmicos domsticos de subsistencia. Por
cierto, en este caso hasta el da de hoy uno y otro proceso distan de ser absolutos en las reas rurales.
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Relatos de migraciones rurales e incorporacin laboral y poltica son habituales entre ancianos adscriptos como huarpes y radicados en reas urbanas. Giran en torno al xodo, ingreso al mercado de trabajo o a la pequea burguesa de los viateros, militancia o adhesin sindical o partidaria
con Cantoni, Lencinas y ms tarde el peronismo y, finalmente, aoranza de
sus tierras originarias y necesidad actual de recuperacin (o elaboracin) de
una memoria aborigen.
La atribucin de sentido huarpe a las experiencias de dispora rural, sin
embargo, no es privativa de quienes vivieron dichas experiencias, sino que
se produce tambin entre adscriptos de mediana edad o jvenes, nacidos en
reas urbanas, que rescatan el origen (pico) rural de sus padres y abuelos
como argumento de su propia condicin huarpe. De hecho, puede afirmarse que existen ciertos estndares de memoria colectiva que habilitaran
a determinados actores a identificarse o ser identificados como indios,
huarpes o descendientes de tales, aunque no siempre emerjan como un argumento tnico consciente o explcito. Como he mostrado en otro lugar
(Escolar, 2003), las identificaciones huarpes o indgenas estn apoyadas en
naturalizaciones biolgicas y culturales que se traducen en categoras automticas de percepcin, pese a que no exista un lmite tnico claramente establecido en el sentido de Barth (1976), es decir, aunque las marcas ligadas
a un sentido huarpe no siempre sean diacrticas ni conformen una distincin permanente entre grupos.
En el Departamento sanjuanino de Calingasta, por ejemplo, incluso
aquellas personas menos dispuestas en aceptar un posible ascendiente aborigen de la poblacin se muestran entusiastas al afirmar que algunos individuos o grupos son descendientes de indios, a juzgar por su aspecto fsico.
Rasgos faciales, color de piel, tipo y color de cabellos o un conjunto que no
se desglosa en detalles tiene una buena pinta, basta mirarlos, es
negro, fiero, se le cae la jeta de indio pueden ser considerados prueba
inapelable y automtica de ser indio.
Un propietario minifundista, de tez blanca y una posicin relativamente
acomodada para los estndares locales, no tuvo empacho en admitir espontneamente que todava quedan indios. Luego de que mencionara como
tales a una serie de pobladores locales, la mayora viejos arrieros, le pregunt
por qu los calificaba de indios. Su principal argumento es el de que poseen
cara de indio. Posteriormente, se refiri como indios e indiecitos a la mayora de la poblacin local: son todos indios, basta verles las caras. Por el
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Diego Escolar
contrario, un vecino suyo, de igual posicin social pero poseedor de tez oscura y otros rasgos connotados como indios, elude afirmar cualquier resabio
indgena y toda conversacin relacionada con el tema. A pesar de poseer un
fenotipo supuestamente indgena, forma parte de la elite local; es propietario de tierras y desarrolla exitosos cultivos exportables. Ha sido un
ejecutivo vitivincola fuera de su poblado natal, al que volvi en edad
madura.
Existe, ms bien, una percepcin racializada que puede tener tanto signo
negativo como positivo. Entre activistas huarpes urbanos, por ejemplo,
tener cara de indio u otros rasgos somticos constituye uno de los puntos
principales sobre el que se elabora la autoconciencia aborigen y se decide
la adscripcin huarpe, aunque tambin sean la base de poderosos sentimientos de vergenza o resentimiento.
K es un joven de treinta aos, estudiante de artes y msico de su propia
banda de Blues. Es miembro de la Comunidad Huarpe del Cuyum, la promotora histrica de las identificaciones huarpe en San Juan. Al momento
de conocerlo, en 1998, me coment que haca un ao se identificaba como
huarpe, aunque siempre tuve esa idea pero no le daba pelota. Segn l, su
inters reciente en identificarse pblicamente como huarpe fue una reaccin a prejuicios discriminatorios cotidianos que sufri durante toda su
vida, particularmente en ciertos espacios que, como aprendi, podran estarle vedados a causa de su aspecto fsico. Como ejemplo, cuenta que en los
supermercados habitualmente lo vigila de cerca un agente de seguridad
porque soy negro, fiero, tengo el pelo largo y por ah tengo cara de trnsfuga. K posee algunos de los diferentes rasgos faciales caractersticos de
muchos sanjuaninos, que suelen ser atribuidos a un fenotipo indgena.
Su percepcin de la inconveniencia de tener cara de indio se hizo crudamente patente cuando intent formarse profesionalmente en la Escuela de
Enologa (tpica carrera y proyecto de ascenso social de jvenes de clase
media), y al cabo de unos meses dej sus estudios a causa de la discriminacin. La adscripcin huarpe provoc tambin resistencias en su entorno ntimo. En un almuerzo familiar unos primos se sintieron avergonzados
porque K dijo que su apellido era de origen indgena y, ms an, porque
realiz complejos trmites para adoptar dicho apellido, adscripto por va
materna. En el caso de sus amigos, la negacin o sorpresa inicial por su
identificacin huarpe se tradujo rpidamente en aceptacin. K explic que
en todos los casos, la renuencia de quienes no aceptan su identificacin ra-
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seal con cierta emocin, mostraran que su abuelo era indio. Tambin
afirm que ella sera descendiente de huarpes por cierta marca corporal secreta y su color de cabello, que probaran su pertenencia al linaje del ca7
cique huarpe Angaco.
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Durante una conversacin en Barreal con un grupo de jvenes, uno
trajo dos viejas fotografas para demostrar que su abuelo era indio, al igual
que la abuela de un cuado. No ves las caras?, me dijo, sealando a una
anciana de tez morena, arrugada y con trenzas renegridas y a un anciano
alto, moreno, con barba y bigote.
La fotografa produce tan vigoroso efecto de verdad que inclusive el slo
hecho de ser fotografiado por un gringo de la ciudad puede articular
pragmticamente el debate sobre la identidad aborigen. Estando en Las Lagunas, tom una fotografa de un puestero y su mujer. Aunque prcticamente no habamos mencionado la cuestin indgena, en el momento de la
foto el lacnico puestero acot, irnicamente: La foto del cacique!.
Sin embargo, casi todos los testimonios o comentarios referidos al carcter biolgico de lo indgena observable en las fotos muestran que los
rasgos tenidos en cuenta no se agotan en el fenotipo, sino que incluyen un
conjunto ms general de manifestaciones que suponen determinadas interpretaciones compartidas.
Las fotos de abuelos o bisabuelos que traen los entrevistados de Calingasta, San Juan, Mendoza o Las Lagunas, muestran mujeres y hombres con
sus rostros curtidos, arrugados, jinetes aperados en plata y tejedoras con
largas trenzas y vestidos largos de telas rsticas. A veces se observa con claridad el paisaje, los tiles de labranza, viejos ranchos de adobe, tapia o caa.
Y sobre todo, los fotografiados presentan cierta actitud y aspecto corporal
que los observadores locales automticamente asocian a lo indgena pero
tambin, de un modo general, a la vida en el campo. Cuerpos nudosos y
fuertes, deteriorados por el paso del tiempo y el rigor climtico, manos callosas, miradas tmidas, desconfiadas, arrobadas aunque puedan tener un
sutil sesgo desafiante. Pero sus fenotipos no son en rigor distintos de los de
aquellos jvenes que sostienen las fotografas, aunque estos se consideren a
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Cuya hija, segn tradiciones locales que se remontan al menos a la literatura sarmientina (Sarmiento 1966 [1850]), trab enlace con el pelirrojo capitn espaol Juan de Mallea, a poco de
la fundacin de San Juan.
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s mismos generalmente slo como descendientes de indios mientras definen a sus abuelos como indios puros. 9
La circunscripcin de categoras raciales de lo indgena parece recaer,
ms que en la mera existencia de caracteres biolgicos marcados, en una narrativa subyacente que habilita que ciertos rasgos observables (biolgicos o
no) naturalizados, sealen o permitan imaginar, a un determinado pblico,
contextos histricos, sociales o culturales que rodearon o moldearon a
aquellos cuerpos. Estas categoras raciales incorporan subrepticiamente representaciones de prcticas y procesos sociales cuyas marcas pueden ser inferidas por un observador culturalmente competente a partir de determinadas imgenes visuales por ejemplo, a partir de marcas somticas
producto de la edad y condiciones de vida de las personas, la ropa, el gesto,
los arreglos corporales, el entorno.
Con base en un recorrido etnogrfico e histrico sobre la construccin
de percepciones tnicas y raciales en Cuyo (Escolar, 2003), he propuesto
que estas representaciones biolgicas de alteridad, declaradamente fenotpicas pero que codifican culturalmente circunstancias histricas, sociales y
culturales, pueden ser mejor denominadas fenomitos. Las racializaciones fenomticas naturalizan y eventualmente desplazan simblicamente los contextos culturales, circunstancias sociales o experiencias histricas que las
habilitaron, construyendo al rasgo fenomtico como un fetiche de la historia y el conflicto social. O sea, la historicidad y condicin social de dichos
rasgos se oblitera en el mismo proceso que las inscribe como rasgos
fenotpicos, pero no desaparecen de su hermenutica popular.
Sin embargo, no siempre estas representaciones biolgicas se instituyen
como marcas fcilmente visibles, sino que incorporan diversos planos de
representacin y niveles de abstraccin. Una informante de la localidad calingastina de Barreal que defina a sus abuelos maternos slo como descendientes de indios, cambi radicalmente su opinin al describir el estado de
conservacin del cuerpo de su abuelo muerto, hallado luego de muchos
aos a la intemperie en la precordillera.
Esto es semejante a lo que seala Cowlinshaw (1988) para el caso de los aborgenes australianos, y lo que diferencia este caso de aquellos en los que la vara para calificar el grado de mezcla es un abstracto quantum de sangre independientemente del aspecto, como por ejemplo
en el anlisis de la etnognesis indgena en Canad de Rossens (1989).
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Coincidiendo con Z, varios informantes asocian explcita o implcitamente el paso a la dependencia de alimentos y artculos de consumo masivo
a la transformacin de los antiguos o indios en los actuales pobladores
locales desmarcados. Pero recprocamente, este marco narrativo puede
servir tambin, segn las circunstancias, para marcar como indios o descendientes a muchos de los habitantes actuales, que an consumen con asiduidad productos de la caza, recoleccin o cocina tradicional. En Tamberas, el propietario blanco que sealaba a la mayora de sus vecinos como
indios apoyaba tal aseveracin (entre otros argumentos) en la continuidad
culinaria de recetas como las mencionadas ms arriba, basadas en charque
de guanaco, verdura deshidratada y maz, zapallo y porotos.
Como he dicho, as como la realizacin fenomtica puede implicar diversos
niveles de visibilidad de los rasgos marcados, tambin habilita distintos grados
de abstraccin, desplazamiento y sublimacin en stos de la propia historicidad
implicada en su formacin y fijacin simblica. En el mitema de la alimentacin de los antiguos/indios, la mitologizacin biolgica puede tanto referir explcitamente a e historizar parcialmente transformaciones socioculturales,
como elidir todo rastro de causalidad u origen del rasgo fenomtico, obviando
cualquier referencia a las condiciones o argumentos sociales y culturales que lo
constituyen. En el relato de la preservacin inusitada del cadver de su abuelo,
la informante ya citada supona como causa del fenmeno la alimentacin de
los antiguos, aunque este argumento slo se manifest en un tramo posterior
de la conversacin y en referencia a otros hechos narrados. Uno de los jvenes
de Barreal que mostraba la foto de su abuelo recordaba como evidencia de su
condicin indgena la dentadura completamente gastada, aplanada, como
muelitas, rasgo que haca extensivo a otros ancianos considerados indios. Sin
embargo, por otra informacin sabemos que estas deformaciones pueden deberse a tcnicas de procesado de alimentos generalizadas en el rea hasta mediados del siglo XX. Muchos informantes recuerdan el uso de conanas de piedra
para majar y moler maz, vainas de algarrobo o trigo. Segn Rusconi (1961),
un tipo de desgaste dentario similar se aprecia en muchos esqueletos precoloniales, y sera resultado de la masticacin de pequeas partculas de roca desprendidas habitualmente de los morteros y conanas en el proceso de molienda
11
de maz y algarrobo.
11 Carlos Rusconi afirm haber observado un particular desgaste de las coronas dentales en crneos de aborgenes que se encontraran desprovistas de los tubrculos molares o bien presentando una superficie lisa y rebajada hacia un costado (1961: 263).
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14 Canals Frau arriba a la conclusin de que los hurpidos habran constituido un tipo racial independiente, emparentado sin embargo con el de los comechingones de Crdoba, los puelches de Cuyo y los pehuenches antiguos al sur del Ro Diamante y Neuqun (Canals Frau
1946, especialmente: 50-52).
61
La frontera entre el indio y el criollo se presenta como un nudo problemtico tanto en la actualidad como en aquella poca. Rusconi caracterizar
a los sujetos segn una clasificacin que incluye desde el indio puro hasta
el criollo, pasando por tipos tales como el criollo con pocos rasgos indgenas, mestizo con muy poca mezcla, huarpeano, tipo puro
puelche, tipo puro pehuenche, etc. El principal criterio de decisin operante en las decisiones de Rusconi sobre el carcter indgena o criollo de los
actores es su edad. Todos los nios o jvenes son criollos, aunque sus padres tengan apellido indgena y sean considerados indgenas por el propio
Rusconi. Pero, las descripciones de unos y otros no permite inferir cules
son los rasgos por los cuales los hijos son ms criollos o mestizos que los
padres o los jvenes que los viejos.
La teora de Rusconi es que los indios se convierten en criollos de
acuerdo al impacto del medio social, cultural, geogrfico y psicolgico en
que se insertan, cambios que no slo modelan su psiquis y su conducta,
sino tambin sus caracteres somticos, aunque no medien cruzamiento
de sangres o modificaciones genticas. Es decir, los caracteres biolgicos indgenas se pierden en el paso entre generaciones, a veces en un lapso muy
corto y sobre todo sin mediar intercambios o mezclas de sangre.
Pero esta teora parece haber sido disputada entonces por los propios laguneros. Frecuentemente, la falsa inmanencia fenotpica que por un lado
lleva a Rusconi a ver criollos choca con la informacin proporcionada
por los propios fotografiados respecto de su cercana ascendencia huarpe.
Toribio Guaquinchay ha nacido en el departamento de San Martn,
Mendoza, en 1909. Trabaja hace 16 aos en el ferrocarril y es encargado
de una estacin del Departamento de Las Heras. La foto est tomada en
1943, junto a un moderno edificio, rodeado de enredaderas. Mira la cmara sonriente y confiado. Es de mediana estatura y complexin robusta.
Est vestido de impecable traje oscuro con chaleco, corbata clara y pauelo blanco al cuello, perfectamente afeitado y peinado, con el cabello
corto y sin sombrero. No importa que Toribio reconstruya su genealoga
huarpe hasta cuatro generaciones, o que mencione que los Guaquinchay,
junto con los Talquenca, Allaime, Guayama, Lencinas, Jofr y otros
forman parte de una extensa familia de sus antepasados. Toribio es un
trabajador incorporado, un moderno empleado de servicios pblicos;
acta, se viste y habla en forma civilizada. Trnsito Tagua tambin est
fotografiada en 1943, a los 35 aos de edad. Nada nos dice Rusconi de su
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actividad, o dnde vive. Pero la foto est tomada en plena ciudad de Mendoza, junto al Museo de Historia Natural. Trnsito est sonriente, con un
beb en brazos, de sobretodo oscuro, con el cabello hasta los hombros,
suelto y peinado con raya al costado. Tambin es definida como criolla,
aunque sus padres son huarpes, tal vez puros, dice Rusconi seguramente
por informacin de la propia Trnsito. La fotografa de Mateo Talquenca, de 19, est tomada junto a un puesto de las Lagunas. Pero su
porte es erguido, su cutis no est agrietado, su sombrero negro est an en
buen estado y lleva saco con camisa abotonada hasta el cuello. Est definido como criollo, aunque su madre sea catalogada como mestizo
huarpe y l mismo se asemeje ms que ningn otro al tipo huarpano de
15
Canals Frau: alto, flaco, desgarbado.
Al comentarme las fotos de Rusconi y las reproducciones de cuadros de
16
Roig Matns, el septuagenario Sixto Jofr no slo reconoci a la mayora
de los retratados, contemporneos de su infancia en las Lagunas, sino que
asumi esas imgenes como prueba incontrastable de su identidad huarpe:
Era un indio muy entero, mire este huarpe. Realizando un breve experimento, mostr a distintos entrevistados las fotos y reproducciones de cuadros sobre laguneros de la dcada de 1930. Tanto activistas huarpes como
personas que slo se asumen descendientes sealaron como indios o
huarpes puros a todos los fotografiados, aunque la mayora de los retratados haban sido caracterizados explcitamente por sus realizadores como
tipos criollos, salvo una minora considerada con rasgos indgenas.
Los ancianos arrugados, con la piel reseca por los agentes climticos, los
ojos hundidos u oblicuos, sus cuerpos nudosos, las uas partidas, cabellos
desgreados, vestimentas radas, miradas desconfiadas, parecen abonar el
estereotipo visual de los indios. Mientras tanto, la mayora de los observadores, al igual que Rusconi y Roig Matons, percibe como criollos a los
jvenes, nios y en menor medida personas de mediana edad que en las
fotos aparecen erguidos, con la piel ms tersa, sus huesos menos visibles y
en especial cuando los rodea un entorno urbano y estn vestidos con ropa
de la ciudad. Se proyecta en ellos una disposicin ms cosmopolita,
cierto glamour civilizado.
15 Ver nota nmero 14.
16 Reproducidas con gran calidad de impresin en un libro recientemente editado por sus hijos
(Roig, Fidel A, Arturo Roig y Hnos. 1999)
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jetos definidos como indgenas a recibir un indito flujo de programas asistenciales o de desarrollo desde el Estado, organismos multilaterales u ONGs
(Isla, 2002). Sin embargo, mi anlisis del caso huarpe permite apreciar que
la coyuntura de la emergencia o reemergencia de identificaciones indgenas
excede la eficacia de aquello que con cierto reduccionismo suele ser sealado como su principal causa: el mero oportunismo, fruto de una racionalidad poltica instrumental de coyuntura de grupos que se disfrazan de
indios para acceder a recursos. Sin negar el impacto de estos factores, puede
sealarse que esta perspectiva no agrega demasiado a la comprensin del fenmeno. Por un lado, en trminos analticos supone casi una verdad de perogrullo, ya que difcilmente pueda encontrarse algn caso actual o histrico de etnognesis sea la proliferacin, creacin, fisin y fusin o
invisibilizacin de identidades y grupos tnicos en el que no hayan estado
involucrados, en distintos perodos, factores polticos y socioeconmicos
coyunturales (Escolar, 2003). Por el otro, el aspecto instrumental de las
identificaciones tnicas no difiere sustancialmente del que puede detectarse
en la historia o la actualidad de otros grupos o identidades colectivas, como
por ejemplo las identidades regionales, nacionales o de clase modernas,
grupos de status o corporativos, las cuales, ms all de su definicin en trminos culturales, tradicionales o sentimentales son siempre (en tanto derivadas o articuladoras de relaciones econmicas, de poder o autoridad)
identidades polticas.
En efecto, poco aportara el postulado conceptual de instrumentalidad
como causa sin cotejo etnogrfico de las prcticas sociales a la comprensin
de aspectos cruciales de nuestra problemtica. Por ejemplo, cmo y por qu
el movimiento indgena en la Argentina se articula sobre determinadas
identificaciones y significados y no otros, qu factores habilitan que para
mucha gente sea natural y legtimo identificarse como indgenas, cmo los
actores de identidades emergentes o invisibilizadas consiguen rpidamente
revisar y naturalizar su historia colectiva en trminos de historia indgena,
cmo y por qu muchos tpicos de tales historias involucran memorias que
remiten a eventos sumamente distantes (doscientos o cuatrocientos aos).
En este sentido, resulta ajustado el reclamo de Briones (1998) de resistir estructurar nuestro anlisis de la aboriginalidad desde un estril debate en
torno a la autenticidad cultural y, en cambio enfocarla ms como proceso
de larga duracin que como circunstancia, tanto en su carcter construido
en el presente como en trminos de historias de formacin de grupo de
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19 En Iglesia, por ejemplo, de los $230.000 que se repartiran por Coparticipacin Federal,
$210.000 se destinaran a sueldos, mientras que slo los $20.000 restantes se aplicaran a servicios (Pastor 1999: 2.3).
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En las proximidades de la ruta que une San Juan con San Luis y Buenos Aires.
El Leoncito en Calingasta, San Guillermo en Iglesia e Ischigualasto en Valle Frtil.
Los Morrillos en Calingasta, bajo la supervisin de la Fundacin Vida Silvestre Argentina.
Esta poltica afect gravemente la economa de pobladores locales de escasos recursos que en
una importante proporcin se abastecan de carne a partir de la caza del guanaco. Un guanaco
proporciona aproximadamente la carne para un mes a un grupo familiar pequeo.
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en esas reas, amenazadas en su continuidad. La cada de las relativas garantas oficiosas respecto del acceso a dichos recursos gener entre los subalternos rurales, e incluso entre sectores medios locales, una percepcin de
las reservas y (por derivacin) del estado como enemigo expropiador de recursos tradicionales de las economas domsticas, en general bsicos para la
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subsistencia.
En este sentido, tanto las demandas huarpes o indgenas rurales como las
urbanas parecen estructurarse como contradictorias demandas al Estado y a
una determinada idea del estado. Por un lado, se reclama una retirada
formal del Estado y la recuperacin del acceso a la tierra y otros recursos. Por
el otro, con cierta perpleja nostalgia y despecho de trabajadores desincorporados, se demanda el retorno del Estado como dador, garante de derechos,
benefactor, protector o empleador a travs de demandas de trabajo, educacin pblica o pasantas. Especialmente, son los hombres de mediana de
edad, los que han nacido y vivido en el paradigma ideolgico y material de la
incorporacin, quienes reclaman la vuelta del estado y su recuperacin del
status de homo laborans. Entre actores rurales, es habitual que las demandas
de retirada del estado o diferimientos de tierras comunales (de hecho ms
que de derecho) se reclame paralelamente que el estado o el municipio
ponga una fbrica o traigan mquinas para trabajar. Al mismo tiempo,
son los miembros de este grupo de edad los ms reacios a identificarse como
indios huarpes, o descendientes.
Estas redefiniciones en el papel del Estado y sus contradictorias presiones y ausencias no slo han impactado en la poblacin sanjuanina
en un plano estrictamente econmico, sino tambin en las representaciones que amplios sectores populares tenan sobre s mismos, su pasado
y en especial su destino.
Como vemos en el libro Los Nuevos Perdedores (Grillo Padr S. y C. de la
Vega, 2000) las percepciones de la clase media urbana sanjuanina sobre su
estrepitosa cada en la dcada de 1990 incluyen una fuerte crisis de iden-
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Eplogo
Los sentidos inscriptos en las interpelaciones huarpe e indio en Cuyo parecen remitir directamente al proceso secular de incorporacin estatal, poltica, capitalista y ciudadana de poblaciones y territorios, en particular de las
reas rurales con un dficit secular de control social por parte de las elites
urbanas regionales hacia la segunda mitad del siglo XIX.
Por un lado, los eventos que representan dicho proceso fundamentalmente los proyectados a las primeras dcadas del siglo XX, con la incorporacin bajo el modelo de reciprocidad estatal benigna son directamente
vinculados a la desaparicin de las identificaciones indgenas o de los
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mismos indios o antiguos. Esta representacin cultural est grficamente expresada en los discursos y percepciones fenomticos que inscriben lo indgena como una naturaleza biolgica supuestamente monoltica, pero paradjicamente variable, de acuerdo a la transformacin del modo de
produccin de soberana hacia uno basado en la sujecin mediante incorporacin poltica, ciudadana y generalizacin del asalariamiento.
Pero esta aparente maleabilidad de los argumentos y representaciones fenotpicas de la condicin indgena, sin embargo, no es meramente coyuntural ni es explicable por simples invenciones instrumentales. Como hemos
visto, en primer lugar, los fenomitos indgenas y huarpes son autnticos
productos sociales compartidos por grupos antagnicos, tanto por aquellos
marcados tnica o racialmente como potenciales indios, como por
quienes se consideran a s mismos genuinamente no-indios, y tanto por
aquellos sospechados de manipulacin como por quienes los acusan de
tales prcticas. En segundo lugar, estos fenomitos como otros aspectos de
memorias huarpe o indgenas que no hemos analizado en este trabajo
(Escolar, 2003, 1999) parecen tener una profundidad histrica muy superior al actual perodo de emergencia tnica huarpe o indgena y estaban
plenamente vigentes, por ejemplo, en las primeras dcadas del siglo XX.
Como hemos analizado en la primera parte de este artculo, si bien se constituyen como codificadores histricos que resignifican la nocin de naturaleza indgena de acuerdo a transformaciones en las condiciones sociales y
polticas, los argumentos fenomticos mantienen el sentido racializante o
de-racializante atribuido a un tipo de experiencia histrica especfica, bsicamente la que hemos denominado en sentido amplio incorporacin
estatal.
Mientras el discurso de Rusconi y otros en la dcada de 1930 evidencia
cmo la representacin de este proceso subyace a la construccin de sujetos
racialmente no indios o no-huarpes, actores actuales inmersos en una
experiencia de desencantamiento y frustracin (en lugar de una de fe en el
progreso y el desarrollo del estado-mundo-de vida) respecto de las promesas reciprocitarias de la incorporacin, proyectan o habilitan una naturaleza indgena y huarpe sobre los mismos conos fenotpicos y los sujetos
anteriores a dicho perodo histrico. En esta situacin, experiencias y memorias colectivas de larga duracin que exceden la creacin por parte de los
actores son el ncleo de la rearticulacin de subjetividades aborgenes. As,
mientras que el proceso de incorporacin puede haber sido el principal
77
28 En una asamblea de protesta por el cierre del enclave minero de Ro Turbio, Hernn Vidal
(1997) recoge el siguiente discurso [Reclamamos] el respeto que nos merecemos como santacruceos argentinos () [Queremos] ser ciudadanos de primera, no de cuarta, ni Kelpers ()
no somos indios y nos quieren engaar con plazas y lucecitas de colores; no somos indios, ni
bestias salvajes, somos seres humanos (Vidal 1997: 16). El mismo ao, una piquetera jujea
explicaba que Todos creen que somos indios; que no sabemos pensar ni hablar () slo pedimos trabajo; ni limosna ni subsidios () Que nos den la posibilidad de tener un trabajo digno
(La Nacin 28/5/1997).
Captulo 3:
Trayectorias de oposicin.
Los mapuches y tehuelches frente
a la hegemona en Chubut
1
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Trayectorias de oposicin
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matrices de diversidad que son escenificadas para contar los orgenes de una
identidad provincial, nos hemos dirigido a la Casa de la Provincia de Chubut, en Buenos Aires. Por consiguiente, el corpus de este apartado est conformado por la bibliografa, los folletos y las pginas de internet que fueron
seleccionados por la provincia como textos oficiales sobre su historia.
En dicho corpus se destaca que el contexto patagnico est definido por
problemas comunes. Sin embargo, se aclara que emerge un perfil particular
de una identidad chubutense: En las primeras dcadas del siglo XX, las
nuevas unidades adquieren, poco a poco, una personalidad diferenciada
(www.Patagonia.com.ar). Por lo tanto, los diversos relatos, aun cuando incorporan sus propios nfasis y acentos, presuponen una misma seleccin y
combinacin de acontecimientos. La historia comienza con la descripcin
socio-econmica de los tehuelches, los primeros pobladores; prosigue con
la incursin del caballo, la invasin araucana, los contactos pacficos con
las primeras agencias colonizadoras, los padres salesianos y los inmigrantes
galeses, y los contactos blicos, cuyo hito es la campaa al desierto; y finaliza con la sociedad de inmigrantes, la punta boliche y la civilizacin.
Los tehuelches constituyen, en estas narraciones, el componente aborigen idealizado y mtico de los orgenes (Rodrguez 1999). As, estos primitivos habitantes de la Patagonia quienes desarrollaron formas de vida
simples, en completa armona e integracin con su medio (AA.VV.,
1994:7) no formaran parte de los tiempos de la historia y el cambio; copindose a s mismos a travs de los siglos: dependan de la caza de guanacos y avestruces, recorran su extenso territorio, utilizaban el arco y la
flecha, se alimentaban de carne de guanaco y confeccionaban toldos.
La construccin ahistrica del tehuelche, su pasividad frente a los acontecimientos, y su escasa o nula participacin en la historia conforman el estereotipo hegemnico que lleva a afirmar, por ejemplo, que los tehuelches
han tenido una incidencia casi nula sobre el medio, en el que se comportaban como un elemento ms del ecosistema natural ( AA.VV., 1996:83).
El cambio habra sido producido, entonces, por otros sujetos histricos;
el devenir de la historia comienza cuando la Patagonia: [] habra de sufrir un doble proceso de aculturacin, europeo-criollo y araucano, mucho
antes de que en su mbito se establecieran inmigrantes blancos o indgenas
araucanos (Museo Leleque).
Los araucanos, primero, y las campaas militares, despus, protagonizaran el desenlace de este primer captulo. Es entonces cuando la historia ofi-
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Trayectorias de oposicin
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Fenmeno discursivo por el cual ciertas acciones son reemplazadas por construcciones nominales sustantivas, borrando las huellas temporales y de agentividad. De este modo, la nominalizacin no slo desdibuja la responsabilidad del agente, sino que tambin define los hechos
como algo dado y fuera de debate.
Trayectorias de oposicin
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Los folletos del Museo Leleque describen sus instalaciones: se est trabajando sobre la idea de
recuperar este boliche, como lugar de encuentro tal como lo fue en la antigedad, el edificio anexo, con funciones de tienda y cafetera, recrea el ambiente y las instalaciones de un negocio de ramos generales patagnico de los que se establecieron en las dcadas de 1920 y
1930. El negocio de ramos generales fue el punto de arranque de la insercin productiva de
inmigrantes con distintos orgenes. Primero el boliche, luego venan los lanares y, por ltimo,
la propiedad de la tierra (Museo Leleque).
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Existen otras leyes y decretos especficos. En los ltimos 15 aos, con marchas y contramarchas, la provincia de Chubut ha elaborado un importante cuerpo jurdico sobre la cuestin indgena (ver Hualpa 2003). Para un anlisis ms amplio sobre la legislacin indgena en el contexto nacional ver Carrasco (2000) y Gelind (2000a y 2000b).
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de los pueblos indgenas llevada adelante por la Secretara de Desarrollo Social y el INAI.
En sus objetivos, el programa era presentado como un proyecto integral
a travs de subprogramas y proyectos puntuales, para ir dando respuesta a
las necesidades manifiestas ms urgentes. Estas medidas concretas consistan en mensurar la totalidad de las Comunidades Aborgenes, alambrar
los predios y gestionar los respectivos ttulos de propiedad; propiciar un
relevamiento para obtener datos precisos respecto a totales de comunidades existentes; dotar de la infraestructura social bsica a las comunidades; rescatar el patrimonio cultural promoviendo la creacin de un
Mercado artesanal; y capacitar en la comercializacin e incentivar emprendimientos productivos.
El nuevo signo del multiculturalismo no modific en lo medular ciertas
construcciones del espacio de los otros al interior de la matriz local de diversidad. Por el contrario, los cambios jurdico-polticos reforzaron territorializaciones de larga data.
En efecto, las polticas de reconocimiento tienden a fijar la residencia de
las comunidades aborgenes y de los sujetos indgenas en mbitos rurales.
Cuando el Programa integral de Comunidades Aborgenes seala que su destinatario son las comunidades aborgenes de toda la provincia se aclara
que la poblacin objetivo est constituida por: la poblacin aborigen organizada en comunidades o agrupaciones y la poblacin aborigen dispersa asentada en zona rural.
El mbito rural es concebido como el espacio de la comunidad aborigen,
el lugar donde se considera, en consecuencia, debera producirse el mantenimiento de la tradicin cultural: teniendo en cuenta que las comunidades
aborgenes afirman constantemente su identidad y trabajan para preservar
su cultura. Por lo tanto, constituye tambin un objetivo del Programa
rescatar el patrimonio cultural comprendido por artesanas, prcticas
herbolarias y tcnicas de curacin ancestral, entre otras actividades tradicionales.
Esta posicin tradicional del aborigen est constituida y reforzada
tambin por un estereotipo que lo coloca en la marginalidad econmica.
Este lugar en las relaciones sociales de produccin es concebido como parte
de la tradicin y, por lo tanto, resulta de una explicacin ahistrica. Esta
condicin es presentada como resultado de lgicas econmicas o modos
tradicionales de vida, ms que como resultado de procesos histricos de
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octubre de 2002 por la fuerza policial, debido a una orden del juez
Jos Colabelli (Juzgado de Instruccin de Esquel) motivada ante la
denuncia del gerente de la estancia Leleque, Ronald Mac Donald,
quien reclama que dicho lote es parte de la mencionada estancia.
Vuelta del Ro, comunidad mapuche ubicada en la regin Noroeste
de la provincia, en lotes pertenecientes a la Colonia Aborigen Cushamen colonia creada por decreto presidencial de 1899, firmado
por Julio Roca ante el reclamo llevado adelante por el cacique Miguel ancuche Nahuelquir, y que responda a lo establecido por la
7
ley 1501, llamada Ley Argentina del Hogar. All, luego de la
creacin del Estado Provincial del Chubut, el comerciante
Abraham Breide se instala en las tierras a partir del desalojo de pobladores que se haban endeudado con l y comienza a cercar una
enorme superficie. En 1963, obtiene el ttulo de propiedad sobre
varios lotes y en 1973 transfiere sus ttulos de propiedad a Haikel El
Khazen, quien ya posea otros lotes en la colonia. En 1994, sus sucesores entablan una demanda de desalojo judicial contra algunas familias de la Comunidad Vuelta del Ro, la cual fue resuelta en favor
de la comunidad. Esta obtuvo tambin el reconocimiento de su
Personera Jurdica por parte de los gobiernos nacional y provincial.
En 2000 la familia El Khazen realiz una denuncia penal contra los
pobladores de la comunidad por usurpacin de inmuebles, denuncia que tramita ante el juzgado de Instruccin del Dr. Jos Colabelli. Ese mismo ao, el 4 de octubre de 2002, se pide una medida
cautelar consistente en la expulsin de la familia Fermn y de todo
otro ocupante del predio, medida que se intenta llevar a cabo el 15
de marzo del 2003, derrumbndose la casa de la Familia Fermn por
parte de la polica de El Maitn, ante una orden del juez Colabelli.
La comunidad logra evitar el desalojo en aquella oportunidad. El 7
de noviembre, el juez subrogante en la causa Penal que se sigue contra el Sr. Fermn por delito de usurpacin dict su sobreseimiento
definitivo. De acuerdo con la posicin de la comunidad, la causa retorn a la Sede Civil y la Magistratura de Chubut pidi el enjuicia7
Esta norma estaba dirigida a ubicar a los argentinos sin tierra, de bajos recursos, y estipulaba
que se subdividieran lotes de 625 ha, los que seran entregados a colonos, quienes luego de 5 aos
de ocupacin, y luego de realizar ciertas mejoras recibiran el ttulo definitivo de propiedad.
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Para mayor informacin sobre las polticas de radicacin luego de las campaas militares ver
Briones y Delrio (2002).
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11 Ac no es posible generar espacios de dilogo ni con los funcionarios provinciales ni con los
municipales. Hay un racismo institucional que hoy se expresa en su ms alto grado, porque parece no importar si gendarmera o la polica desalojan o reprimen. Slo nos queda que la gente
comn mapuche y no-mapuche se entere y de alguna u otra manera pueda reaccionar (Comunidad Vuelta del Ro 11-11-02).
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hecho reabri el debate sobre el arbitraje del Estado nacional. Los puntos
centrales de esta discusin giran, en principio, en torno al proceso histrico que preexiste a los ttulos de propiedad en cuestin. La comunidad
Vuelta del Ro exige al Estado una investigacin profunda sobre estos hechos: antes del estado ofrecer plata tendra que investigar a esta gente,
desde dnde empieza ah, cmo obtuvieron el ttulo de propiedad,
quines estuvieron primero, de dnde vinieron los Breide, los bolicheros, quines somos los que estamos en la tierra. El punto siguiente de
la discusin ha sido la violencia que ha sufrido la comunidad por parte del
Estado y los privados en nombre de la ley, desde el momento en que se
judicializ el conflicto: [] en qu sentido le van a pagar a ellos, cuando
ellos vinieron a hacer cuntas cosas! Hundieron todos los capitales que
haba de los nuestros abuelos, de los nuestros padres. En definitiva, la
postura de la comunidad consiste en no aceptar la expropiacin de las tierras como una solucin neutral del conflicto y plantear una revisin de los
fundamentos del Estado nacional en su desempeo como rbitro.
En segundo lugar, y en relacin con lo tratado hasta aqu, el caso Vuelta
del Ro ha puesto en relieve la naturalizacin hegemnica de la nocin de
propiedad privada. En los comunicados de prensa, en las conversaciones
personales que hemos mantenido con algunos de ellos y en las discusiones
del Parlamento, los mapuche-tehuelches han ido proponiendo, en torno a
este conflicto especfico, la deconstruccin de la nocin de propiedad y la
puesta en primer plano de su gnesis histrica.
Por un lado, se describe y denuncia un modelo tradicional de operatoria
provincial, esto es, la complicidad y el manejo corporativo entre gobierno,
elites y justicia. De esta forma, los indgenas desnaturalizan las nominalizaciones hegemnicas endeudamiento, progreso, explotacin ganadera
que la historia y los documentos oficiales proponen como causas del traspaso de tierras. En esta misma lnea argumental, la firma aborigen que
aparece en los papeles y documentos que portan los terratenientes deja de
tener valor legal para los mapuche-tehuelches. La firma no es tanto la representacin de una identidad, como el signo de una relacin asimtrica y un
engao (no le cuesta nada a un bolichero obtener una firma). La OCMT
afirma, al respecto, que en la cultura mapuche no hay ninguna palabra que
quiera decir propiedad privada; la idea de ser dueo de todo resulta incomprensible para este pensamiento, por lo tanto, la firma no puede ser
otra cosa que la huella de un engao (2003).
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producido un modelo de marginalidad y en refutar los supuestos que lo sostienen. Por un lado, como hemos visto en el caso de la prdida de tierras, la
visualizacin del endeudamiento de los pequeos productores como resultado de fuerzas econmicas y de su propia imprevisin y, por el otro, el
concebir a las migraciones del campo a la ciudad como la instancia final de
disolucin de la identidad tnica. As, la agencia de los pueblos originarios lleva adelante una lucha tanto en el frente de la Historia, describiendo y
denunciando estas nominalizaciones, como en el devenir, reivindicando la
identidad mapuche-tehuelche de individuos y comunidades urbanas y sealando que la Historia no ha terminado, que otras movilidades, como de
la ciudad al campo, tambin son posibles.
Sin embargo, esta movilidad implica enfrentarse con fuertes estereotipos
relacionados, en primer lugar, con la discriminacin de los indgenas en los
centros urbanos y la interpretacin hegemnica que establece que el indgena fuera de su comunidad no es objeto de una reivindicacin histrica.
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la mayora estaba viviendo en la ciudad porque no tenan un lugar territorial, ms que nada. Como te deca que este seor, Said Bestenne, agarr
y alambr, no le import que la mayora de la gente se quede sin lugar
[] la misma gente, los mismos pobladores que vivan anterior fueron tomando una decisin de decir bueno, nos vamos a empezar a organizar.
La idea de nosotros era volver de vuelta al lugar donde estbamos antes,
porque no era la forma estar viviendo en la ciudad (Comunidad Futa
Huau, 2003).
La tierra, a travs de la recuperacin de la Historia, es colocada como el
elemento clave de la cultura. Se presenta entonces como incompatible cualquier poltica de reconocimiento que no aborde la cuestin. La recuperacin de la tierra es la recuperacin de la cultura: lo fundamental que nosotros veamos era que dentro de todo ese marco haba que recuperar la parte
ceremonial ms que nada y despus empezar con las diferentes recuperaciones (Comunidad Futa Huau, 2003).
As, el programa de accin introduce fuertes disonancias con el espacio hegemnicamente concebido para los indgenas urbanos. El recuerdo de los ancianos y las construcciones idealizadas del pasado que, entre los jvenes urbanos, actualizaban sentimientos de unidad comenzaron a corporizarse a
travs de prcticas concretas. El proceso de comunalizacin se fue gestando
en la ciudad recuperando las formas tradicionales de organizacin hasta
que la comunidad comenz a intervenir en el acontecer de su propia historia: cuando la comunidad se empez a organizar fuimos eligiendo nombre
por nombre y autoridad por autoridad, a cada cul la funcin que iba a cumplir dentro de la comunidad (Comunidad Futa Huau, 2003).
Al tensionar el estereotipo del indgena urbano y refutar el lugar social
de marginalidad, dispersin y prdida cultural en el que se los haba posicionado, las relaciones con el Estado tambin se ven transformadas. Desde
esta nueva posicin, se plantea un tipo de movilidad que desestructura las
maquinarias territorializadoras hegemnicas, puesto que se incorporan tpicos que otrora no estaban presentes en las polticas sociales y de reconocimiento, como ser el derecho a la representacin poltica, el derecho a controlar los espacios sagrados y, principalmente, la posibilidad de reversin de
las corrientes migratorias: el retorno a la tierra como derecho y justicia histrica.
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los reclamos indgenas. En el lugar del demandante se constituye una comunidad toda y, en consecuencia, el conflicto deja de estar reducido al caso
especfico de una familia, un lote o un engao en particular.
[] recuperamos la escuela all, se vinieron de todos lados, juntaron
muchos [] toda la comunidad, por todos lados vinieron a la comunidad
para cortar el alambre, uno agarr la tenaza, otro agarr la piedra, otro
agarr para cortar el alambre, otro agarr el cuchillo [] firme noms en
esa escuela, toda la comunidad ma (Comunidad Futa Huau, II Parlamento Mapuche).
Los indgenas urbanos revierten el estigma de la disolucin tnica y
comunitaria. Por un lado, historizan las razones econmicas y polticas de
su condicin material. Por el otro, cuestionan los supuestos de extincin
(que la movilidad campo-ciudad supona) a partir de desandar la historia y
fortalecer la identificacin comunitaria y tnica. Finalmente, procuran ampliar los lmites de los lugares disponibles, ms all de las territorializaciones
del Estado: La idea es que cada comunidad est organizada y tome decisiones independizadas del gobierno (Comunidad Futa Huau, 2003).
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esta forma, las muy queridas culturas aborigenes aparecen como ajenas y
sin relacin directa con la familia Curianco.
En breve, constituye este caso un nuevo modo de circular por el espacio
social por parte de los pueblos originarios, identificando nuevas seales
para orientar su marcha e impugnar los modos establecidos de transitar y
ocupar ciertos lugares:
Cuando se plantea ese tipo de salida el gobierno hace todo lo posible para
impedir que esto no se transforme en un faro, en una luz para la gente que
est desesperanzada en los barrios (OCMT, 23/03/03).
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16 Por ejemplo, en uno de los comunicados de la OCMT escriban: queremos destacar que esta
accin del pueblo mapuche cont con la solidaridad de compaeros no mapuche que se acercaron desde diferentes puntos del noroeste del Chubut, especialmente de la asamblea de vecinos auto-convocados de Esquel, con quienes estamos llevando adelante la lucha contra la minera canadiense Meridian Gold Inc. (OCMT 14-2-03).
17 Hemos reunido aqu expresiones utilizadas en los discursos pblicos de los mapuches, los comunicados de prensa y los medios de comunicacin nacionales.
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hace unos aos que se vienen realizando tareas conjuntas, los emprendimientos mineros especficamente los de la empresa Meridian Gold y sus
amenazas ecolgicas sobre la ciudad de Esquel permitieron profundizar estas alianzas:
cuando la impunidad y la prepotencia lleg tambin a la sociedad esquelense, se dej de mirar de afuera los reclamos mapuches (OCMT 2003).
La denuncia de nuevas prospecciones mineras realizadas en varias comunidades no slo pone en evidencia los intereses del Estado y de las empresas
sobre los recursos de la zona, sino que estrech an ms los lazos entre indgenas y no indgenas. En el marco de ese NO conjunto, Vuelta del Ro
devino en uno de los principales emblemas en contra de los intereses econmicos y multinacionales sobre las tierras de la Patagonia. Articulando con
discursos ecologistas y tursticos, el discurso mapuche sobre el territorio
plante sus propias aristas: el derecho a decidir usos alternativos no meramente econmicos sobre las tierras, y otros marcos para interpretar la relacin con la naturaleza donde no habra lugar para la negociacin y los precios de mercado.
El punto de vista mapuche afirma una unidad de identificacin entre la
gente y la tierra; sta es una relacin cargada de historia y sentimientos de
pertenencia donde el afecto determina el modo de habitar los espacios y de
pelear por ellos. El nfasis en los componentes afectivos tambin motiva, en
los no mapuche, sentimientos locales o nacionales sobre el territorio que
habitan. As, los discursos pblicos mapuches yuxtaponen con frecuencia
distintas comunidades y sentidos de pertenencia, para especificar las
alianzas posibles e identificar a los otros. Estos ltimos son, principalmente, terratenientes extranjeros que, an cuando hayan nacido en esta
tierra, sus intereses y afectos son forneos (ver el uso irnico, made in
Argentina).
Cuando hablamos de usurpacin de nuestro territorio no slo nos referimos
a las compras de miles y miles de hectreas que estn haciendo los extranjeros. Los terratenientes nacionales, made in Argentina, son cmplices de
estas compras y del saqueo de los recursos (OCMT, 23/03/03).
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Esta tendencia hacia la articulacin indgenas y no indgenas, y el distanciamiento complementario de los otros los extranjeros, se profundiz a partir del conflicto de la comunidad Curianco. El grupo Benetton,
con quien ellos disputan las tierras, adquiere un valor metonmico, y representa el poder mundial, los grupos empresariales y los grupos mineros.
Benetton es parte de una narrativa indgena de injusticias, usurpacin y
despojos, en versin globalizada (OCMT, 07/02/03), pero tambin de
una narrativa nacional de despreocupacin y sumisin a los intereses econmicos extranjeros.
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tinua, de un Pueblo que diariamente produce hechos significantes. La especificidad de cada conflicto repercute y se enmarca en una praxis mapuche
ms amplia, an cuando no se articulen las acciones. El espacio interaccional en el que se inscribe la comunicacin seala, entonces, nuevos
rumbos en la lucha mapuche. Los ltimos conflictos pusieron de manifiesto esta nueva modalidad de hacer sentido: un milln y medio de mapuches producen permanentemente mensajes al mundo.
En segundo lugar, esta trayectoria conjunta ha tenido como premisa central el cuestionamiento al sistema estatal. Partiendo de una construccin
histrica de estado, como institucin racista, denuncian su hacer represivo
y responsable en la imposicin de un idioma, una religin y un sistema jurdico. Algunos activistas indgenas interpretan que el hecho de haber operativizado sus denuncias y reclamos al estado a partir de agencias internacionales
ONGs, por ejemplo podra ser ledo como una estrategia errada que los
coloca en el papel de ser un instrumento del capitalismo en el desmembramiento del estado.
En tercer lugar, entonces, ellos responden estas voces crticas hacia el
movimiento mapuche a travs de los usos simblicos que hacen de los conflictos locales. Los enemigos, definidos como empresas multinacionales
son los que han fijado el rumbo del Estado y de las polticas multiculturalistas, y son estos sentidos hegemnicos los que Vuelta del Ro y Curianco
intentan impugnar.
Los comunicados de prensa denuncian fundamentalmente un estado
corporativo y reclaman por un estado ms justo que renuncie a los intereses econmicos del sistema capitalista internacional; que empresas como
Meridian Gold y Benetton dejen, por ejemplo, de ser asistidas por la expeditiva y obsecuente justicia provincial. Este nuevo estado debe estar basado en
una prctica real de reconocimiento de la diversidad cultural y de defensa del
inters de la sociedad civil en contra de las multinacionales. Desde este ngulo, la retrica publicitaria con la que el grupo Benetton se presenta internacionalmente constituye un referente central en los comunicados mapuches:
Nos hablar del hambre quien desaloj a la familia mapuche Curianco?
(OCMT, 28/02/03).
19 hoy es ac, maana en Neuqun, pasado es en Temuco, pasado es ms al sur, y recuperar
tierras y se pelean contra los carabineros, y nos enfrentamos con la gendarmera, contra la federal, contra los pacos all, es un pueblo que est ah, est intentando buscar un poco de libertad (OCMT 2003).
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Fuentes utilizadas
Oficiales:
AA.VV.
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Mapuche-tehuelche
OCMT, 14-09-02. Benetton acusa a mapuche de usurpacin. Comunicado p-
blico.
Comunidad mapuche-tehuelche Vuelta del Ro, 11-11-02. Comunicado del
Lof Vuelta del Ro.
Comunidad mapuche-tehuelche Vuelta del Ro, 13-11-02. Ola de desalojos.
Peligro en territorio mapuche, comunidad mapuche-tehuelche Vuelta de
Ro. Comunicado de prensa.
OCMT, 07-02-03. No al saqueo de nuestro Territorio. Folleto repartido por las
comunidades mapuche en el corte de ruta, febrero 2003.
OCMT, 14-2-03. Reafirmamos la lucha por nuestros derechos ancestrales y
contra la usurpacin del Wallmapu. Comunicado de prensa.
OCMT, 28-02-03. Benetton: la corporacin de la Impostura, los colores de la
simulacin. Comunicado de prensa.
OCMT, 18-3-03. Aumenta la solidaridad contra el desalojo en Vuelta del Ro.
Comunicado de prensa.
OCMT, 23-03-03. Entrevista realizada por H. Scandizzo a un miembro de la
OCMT, Revista Caldenia, La Pampa.
OCMT, 5-7-03. Frenemos la mano de los verdugos. Comunicado de prensa.
OCMT, 6-10-03. Chubut: la injusticia es ley. Comunicado de prensa.
Scandizzo, Hernn 2002. La ambicin Benetton, la resistencia mapuche, en
Peridico Vasco Egunkaria (10-11-02).
Comunidad Pillan Mahuiza, 2003a. Conferencia realizada por miembros de la
comunidad en la Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos
Aires (14-04-03).
Comunidad Pillan Mahuiza, 2003b. Discurso pronunciado en la marcha del
24 de abril del 2003, Ciudad de Buenos Aires. No al Remate de la Patagonia y en Defensa de los Pueblos Originarios en Lucha. Organizadores:
comunidad Pillan Mahuiza y Asamblea de Vecinos por el No a la Mina
(Esquel).
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Mapuche-tehuelche
OCMT, 14-09-02. Benetton acusa a mapuche de usurpacin. Comunicado p-
blico.
Comunidad mapuche-tehuelche Vuelta del Ro, 11-11-02. Comunicado del
Lof Vuelta del Ro.
Comunidad mapuche-tehuelche Vuelta del Ro, 13-11-02. Ola de desalojos.
Peligro en territorio mapuche, comunidad mapuche-tehuelche Vuelta de
Ro. Comunicado de prensa.
OCMT, 07-02-03. No al saqueo de nuestro Territorio. Folleto repartido por las
comunidades mapuche en el corte de ruta, febrero 2003.
OCMT, 14-2-03. Reafirmamos la lucha por nuestros derechos ancestrales y
contra la usurpacin del Wallmapu. Comunicado de prensa.
OCMT, 28-02-03. Benetton: la corporacin de la Impostura, los colores de la
simulacin. Comunicado de prensa.
OCMT, 18-3-03. Aumenta la solidaridad contra el desalojo en Vuelta del Ro.
Comunicado de prensa.
OCMT, 23-03-03. Entrevista realizada por H. Scandizzo a un miembro de la
OCMT, Revista Caldenia, La Pampa.
OCMT, 5-7-03. Frenemos la mano de los verdugos. Comunicado de prensa.
OCMT, 6-10-03. Chubut: la injusticia es ley. Comunicado de prensa.
Scandizzo, Hernn 2002. La ambicin Benetton, la resistencia mapuche, en
Peridico Vasco Egunkaria (10-11-02).
Comunidad Pillan Mahuiza, 2003a. Conferencia realizada por miembros de la
comunidad en la Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos
Aires (14-04-03).
Comunidad Pillan Mahuiza, 2003b. Discurso pronunciado en la marcha del
24 de abril del 2003, Ciudad de Buenos Aires. No al Remate de la Patagonia y en Defensa de los Pueblos Originarios en Lucha. Organizadores:
comunidad Pillan Mahuiza y Asamblea de Vecinos por el No a la Mina
(Esquel).
Captulo 4:
Estudiante de Ciencias de la Comunicacin de la Universidad Nacional del Comahue e integrante de la Campaa de Autoafirmacin Mapuche Wefkvletuyi.
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La zona ms productiva es el Valle, toda produccin agrcola, de exportacin. Son todos migrantes en esa zona, europeos. ltimamente hay muchos ucranianos, son muy trabajadores, pero algunos no hablan castellano.
El resto es turismo. Pods consultar en esa seccin. Tens toda la zona andina que ahora est con todo, esta es una buena temporada por la cantidad de extranjeros.
Ante nuestra pregunta sobre la existencia de bibliografa histrica se recompuso, se desplaz hacia atrs en su silla impulsada por rueditas y de un
armario con carpetas polvorientas sac un libro negro: Ac est todo, todo
lo que necesites de la historia de la provincia, es especfica de Ro Negro,
detall. Se trataba de Historia de Ro Negro, un volumen de varios autores coordinado por Hctor Daniel Rey y Luis Vidal, editado en 1974
(AA.VV., 1974), que constituye la nica publicacin oficial del gobierno de
6
la provincia y se utiliza, hoy en da, como texto escolar.
Luego de agotar la ayuda de la encargada del rea de cultura nos dirigimos a la seccin de turismo localizada en la sala contigua. Esta sala, la ms
grande y luminosa, denotaba un mayor cuidado que la seccin anterior. En
todos los rincones proliferaban folletos que miramos mientras esperbamos
ser atendidas. stos promocionaban Cabaas en la Cordillera, Turismo
aventura, Toda la nieve y una Estancia patagnica que nos llam la
7
atencin porque el folleto utilizaba como logotipo un kulxug mapuche con
la iconografa tradicional, a la vez que propona pasar das de campo en una
de las estancias ms antiguas de la Patagonia. Cuando la empleada de turismo prolijamente vestida con una camisa y pauelo al cuello nos
atendi y escuch nuestras inquietudes comenz a contarnos sobre las dos
reas fundamentales para el turismo: la Zona Cordillerana y la Costa:
Para la primera tens principalmente todo lo que es San Carlos de Bariloche y alrededores, ah hay actividad todo el ao. En la costa tens actividad en la temporada de verano.
6
7
La provincia ha apoyado, con posterioridad, publicaciones de autores que escriben en este libro.
Se trata de un instrumento de percusin que tiene una gran importancia ceremonial para los
mapuche.
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gundos pensando y nos dijo que lo que hay para hacer en esa zona es tomar
La Trochita que es un tren histrico de trocha angosta. Inclusive viene
gente de Europa para hacer el recorrido. Es muy pintoresco, atraviesa toda
la zona sur. Muy seca pero va de largo hasta Esquel, otra zona preciosa para
recorrer, con mucho lago.
Otras personas esperaban en el recinto para ser atendidas, pero antes de
irnos dejamos caer una ltima pregunta; un tema que nadie haba mencionado hasta el momento: los indgenas. Coment entonces:
Estn todos en la Lnea Sur, cran ovejas pero hay mezcla con los criollos. Todos viven parecido en el campo. Los pueblos son muy precarios
eso no est para el turismo, no hay infraestructura. La gente pregunta si se
puede ir a una comunidad, pero por ahora no hay nada. Habra que prepararlo.
Luego de esta breve experiencia con los empleados de la casa de la provincia nos volvimos y comenzamos a analizar los materiales que nos haban
dado, recordando los detalles de la interaccin.
El informe elaborado en 1994 por el rea de Informacin General es un
texto desordenado cuya estructura general resulta difcil de determinar en
la maraa de subttulos y acpites y genera la misma impresin de abandono que el aspecto total de la casa de la provincia. Este documento subdivide a la provincia en cinco zonas: Alto Valle, Valle Inferior, Zona Andina,
Costa Atlntica y Regin Sur (tambin denominada Lnea Sur en refe8
rencia al trazado del ferrocarril). En la descripcin de cada zona prima el
eje econmico, aunque se incluyen tambin aspectos histrico-culturales y
demogrficos.
Entre las distintas zonas, la del valle es presentada como la ms prspera.
Aunque el texto hace hincapi en el aspecto econmico, ms precisamente
en el sistema de riego que permite la fruticultura y ha convertido a la regin
en un emporio de riqueza y de esfuerzo creador, tambin menciona que
la ciudad de Chimpay (en el valle medio) fue la cuna de Ceferino Namucur. Al referirse al punto de vista poblacional, explica que la Campaa
del desierto, con sus guardias y fortines, al fusionar al indio permiti in8
El informe describe marginalmente tambin dos zonas en el norte y en el noreste, pero se trata
de regiones que no son contempladas en ninguno de los otros materiales de la misma casa.
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agua y los pejerreyes introducidos, as como los troncos petrificados, vestigios arqueolgicos e inesperadas y enigmticas pinturas rupestres que despiertan la curiosidad y poseen inters cientfico. Inesperados y enigmticos vestigios que en nada parecen relacionarse con su poblacin actual, es
decir, con el 13% de la poblacin total de la provincia que el documento
describe como poblacin con claro predominio indgena que se dedica a
la cra de ovinos [A.I.G.C.R.N., op. cit.:7]. Tan baja densidad demogrfica se
explica por el hecho de tratarse de una meseta de una altura media de 200 a
300 mts. de clima muy rido, con vientos fuertes y persistentes, heladas durante casi todo el ao, poca agua, suelos que sufren la erosin elica e hdrica y con vegetacin herbcea o arbustiva [ A.I.G.C.R.N., op. cit.:7].
Si bien la informacin acerca de la distribucin de la poblacin est salpicada a lo largo de todo el texto, cuenta, adems, con un apartado propio
titulado Conformacin tnica. A partir de una mirada organicista, la diversidad que el texto presenta con los trminos razas y nacionalidades
parece integrarse, sin conflicto, en una cartografa diversa en cuanto al valor
productivo de sus recursos naturales. Veamos la cita completa:
Con la conquista del desierto, la poblacin indgena se recluye en reserva
en la zona centro-sur, fundamentalmente. As la zona del Valle recibe
una afluencia de espaoles e italianos a partir de 1915. Obviamente, el
fenmeno migratorio en esta zona incluye ingleses, yugoslavos, checoslovacos, rusos, etc. Este fenmeno tambin se repite en el Valle Inferior (zona
de Viedma). En la zona Centro-Sur aparece la mayor concentracin de
habitantes con ascendencia rabe de la provincia. En cambio, en la Zona
Andina este fenmeno se da con poblacin de origen alemn, suizo, austracos, etc., que buscaron en la zona de los lagos y los bosques un paisaje y
clima similar al de su pas natal. Obviamente, en todos los casos, la presencia espaola e italiana tambin es importante. En resumen, Ro Negro
puede decir que, a pesar de su reducida poblacin, posee una variada
gama de razas y nacionalidades que conviven en armona [A.I.G.C.R.N.,
op. cit.:11].
Es la insercin como productor frutcola experto en cultivo bajo
riego, como criador de ovinos o como ingenioso empresario de turismo lo que define a los pobladores. Cuando no hay una referencia a la
127
Para un anlisis de la rearticulacin de identidades estigmatizadas como la de chileno o indio en la ciudad de Bariloche ver Kropff (2001).
128
129
diferentes grupos indgenas. La siguiente cita de Rodolfo Casamiquela sintetiza esta corriente de pensamiento sustentada en una clasificacin racializada de la diversidad en la que se superponen categoras dismiles tales
como la etnicidad, la provincialidad y la nacionalidad:
la prctica extincin de la sangre fuguida y lguida, y su reemplazo por la
pmpida: se trata, culturalmente, de tehuelches, emparentados ntimamente con los cazadores del interior de la Patagonia y del sur de Buenos
Aires [] En ese grupo ha de buscarse el entronque de viejos linajes locales,
como los Linares, Entraigas y otros; esto obviamente en la segunda mitad del
siglo pasado. Es durante l que se notan las influencias araucanas, arribadas
al sur del Neuqun hacia comienzos del siglo XVII y a la pampa a mediados
de ese siglo. Es durante l que los indgenas dichos de la costa se transformaron en amigos y colaboraron continuamente -y decisivamente- en la defensa de Patagones contra aquellos, los indios chilenos (vorogas y
pehuenches) de Calfucur y Reuque, de Namuncur despus. Es durante l
que arribaron al interior de la provincia la cermica pintada, las raederas
de cueros dobles y otros elementos (arqueolgicos) de origen araucano, neuquino o chileno, junto con la ropa tejida [AA.VV., 1974:45].
El concepto de araucanizacin de las pampas, que sustenta el planteo expuesto, refiere a la supuesta expansin de los indios chilenos (araucanos
agricultores) sobre territorio argentino, generando la aculturacin de los
indios argentinos (pampas o tehuelche cazadores y recolectores) y su degeneracin, por adoptar el caballo y dedicarse al saqueo de los pueblos y las estancias de la pampa. Este concepto tiene sus orgenes en producciones intelectuales vinculadas a la construccin de una narrativa nacional y,
especficamente, en los aportes de los intelectuales orgnicos del roquismo,
como Estanislao Zeballos, para justificar la conquista militar de los territorios de Pampa y Patagonia (Lenton, 1998). Estos aportes fueron introducidos en el pensamiento antropolgico acadmico por investigadores como
Salvador Canals Frau, en la dcada del 1930, y desarrollados por Marcelo
Brmida y Milcades Vignati (entre otros) en la dcada del 1960, siendo
11
uno de sus exponentes actuales el mismo Rodolfo Casamiquela.
11 Lazzari y Lenton (2000) analizan las connotaciones polticas de esta nocin y deconstruyen las
concepciones de cultura y sociedad que la sustentan, exponiendo el carcter difusionista y es-
130
131
Algunos individuos en los alrededores de la meseta de Somoncur y sureste y centro-sur de la provincia. En la misin del Limay, y a lo largo del
Negro, prcticamente nada Y habra que esperar a la venida de los
grupos araucanizados del sur de Buenos Aires (tribus de Catriel y Maic),
de la pampa central (Namucur, etctera), del sur del Neuqun, y por fin
-ya en este siglo- de toda una neo-migracin araucana-chilena, para que
el territorio adquiriera su fisonoma indgena actual [AA.VV., op.
cit.:46].
A partir de la obra de sus intelectuales, Ro Negro se presenta a s misma
como una provincia sin aborgenes que fue repoblada despus de la campaa por grupos ya araucanizados (es decir, chilenizados) de otras provincias y de araucanos chilenos de corrientes migratorias an ms nuevas y,
por lo tanto, ms extranjeras. La siguiente cita de Casamiquela sintetiza
esta posicin:
De una manera o de otra, los pobladores del mbito rural de Ro Negro, de
origen predominantemente aborigen en la primera capa del poblamiento, o
sustrato, estaban todos identificados por un rasgo cultural fundamental: el
de ser poseedores de una economa de pastores nmadas o seminmadas []
Con estos antecedentes el antroplogo, por lo menos, no esperara que los cultivadores brotaran por generacin espontnea en el interior mesetario de la
provincia Ellos habran de aparecer despus en las porciones superior y
media del ro Negro, o en El Bolsn, y naturalmente fueron europeos en
mayor medida. No sucedi lo mismo en el valle inferior, en donde el predomino de la mentalidad ganadera se mantuvo hasta prcticamente nuestros
das. Es explicable, claro [] en Bariloche, en fin, el poblamiento moderno
habra de hacerse a expensas de pioneros venidos de fuera, argentinos o europeos, y ellos -a falta de un verdadero sustrato indgena, deshecho all- fueron
directamente los ganaderos, en general grandes ganaderos. Despus, razones
ecolgicas trajeron a los suizos, a los alemanes procedentes de similares
climas, beneficiarios de otras culturas. As se explica, a rasgos muy grandes,
el mosaico racial y cultural que presenta nuestra singular Provincia de Ro
Negro [AA.VV., op. cit.:46-47].
132
La hiptesis de la relacin entre las zonas y las subjetividades que sostiene la idea de que la provincia constituye un mosaico racial y cultural
es explicada por Casamiquela a partir de un despoblamiento fundamental
ocurrido en la campaa del desierto (aqu con un particularmente poderoso
efecto desertificador). Los argumentos complementarios tienen que ver
con los condicionamientos naturales y tambin con la composicin tnica
que resulta de las diferentes corrientes migratorias que se ubican en cada
zona, generando un mosaico. A partir de all, es claramente la estrategia
econmica desarrollada por cada una de las corrientes migratorias portadoras, a su vez, de una cultura especfica la que define el carcter de cada
12
una de las zonas. No resulta extrao, entonces, que la construccin de lo
indgena a nivel provincial est fuertemente situada en la zona de la Lnea
Sur y que se plantee en trminos de demandas de los pequeos productores de ganado lanar.
Otro de los resultados del proceso de construccin de subjetividades provinciales es que la articulacin econmica se imponga sobre el clivaje tnico,
partiendo de la naturalizacin del mestizaje como forma progresiva de extincin de los indgenas y de la consecuente construccin de la figura del paisano como protagonista principal de las demandas. Es desde ese lugar legitimado que, paradjicamente, se articulan agencias que apuntan al
reconocimiento indgena:
12 El escenario social construido por el discurso hegemnico en la subregin Alto Valle est caracterizado por el protagonismo de la figura del chacarero y la presencia claramente subalterna del paisano o pen. En su etnografa de los chacareros, Ferreyra (2002) seala que la
marcacin tnica de los paisanos como indios ocurre cuando se les atribuye conductas negativas en el trabajo de la chacra y que las diferencias entre chacareros y paisanos son explicadas
por los chacareros en trminos de diferencia cultural. Por otra parte, la presencia chilena en la
regin es omitida por los discursos oficiales. La autoadscripcin en trminos nacionales por
parte de estos migrantes y sus hijos emerge como resultado de una disputa con prcticas y discursos fuertemente discriminatorios y su legitimidad se construye a partir de la insercin econmica como trabajador frutcola (Trpin 2004) apelando, de este modo, a un argumento claramente rionegrino segn la matriz que estamos analizando. El protagonismo del chacarero
es producido tambin por las representaciones generadas por los museos de la regin, cuyo relato pico nombra a los primeros chacareros emigrados de Europa con la categora sufrida y
gloriosa de pionero. Esta misma categora es utilizada en otras subregiones para colocar en el
centro de la escena a otros actores siempre llegados de allende los mares. Los indgenas en los
museos del Alto Valle se colocan en un estadio primario anterior a la llegada de los pioneros,
enfatizando la idea de extincin y asimilacin. En el museo de Gral. Roca llama la atencin
que la figura de Aim Pain, una referente mapuche que vivi a mediados del siglo XX, aparezca en la sala de Primeros Pobladores (Kropff N.d.).
133
Por qu una Ley para los paisanos? Los espaoles, al llegar a estas tierras,
traan consigo un sistema de vida diferente al que se practicaba aqu, pero
sin tomar en cuenta nada crea un sistema de documentacin que daba la
propiedad de las tierras a quienes ellos elegan, que jams fueron sus verdaderos dueos: los paisanos. An hoy se sigue desplazando al paisano de
su tierra, de sus derechos. An mucha gente sigue pensando que el nico
destino de un paisano es ser pen rural y el de su mujer, empleada domstica. Es por todo esto que la Ley del indgena se hace absolutamente necesaria para comenzar a solucionar algunas de las injusticias que nuestros
antepasados pusieron sobre los hombros del paisano. [Gente de la tierra,
1990:2].
134
15 Los 80 y 90 estn marcados por las protestas de los empleados estatales, sobre todo por los sectores involucrados en la educacin y la salud. La privatizacin de los ferrocarriles deja a los
productores de la Lnea Sur con menos posibilidades de transportar la produccin lanera. Por
ende, la aplicacin de polticas neoliberales caracteriza el perodo cuando surgi ms fuertemente la organizacin indgena en la provincia (Navarro Floria y Nicolletti 2001).
16 Segn un ex consejero del CODECI proveniente del CAI, esta decisin del obispado impide la
entrada de ENDEPA en la provincia.
135
rrocos de las diversas localidades de la Lnea Sur se hacen cargo del proyecto
y del Centro para el Desarrollo de Comunidades (CEDEC), organizacin ligada a la Iglesia que llevaba a cabo una tarea de promocin en la regin
desde el ao 1975. La propuesta del Plan tiene la capacidad de incorporar al
17
recientemente creado Centro Mapuche Bariloche (Gutirrez, 2001:293).
Ante las demandas y la presin poltica de este movimiento, el gobierno
provincial responde con un proyecto de ley para regular la situacin de la
poblacin indgena. La propuesta original inclua la creacin de un Consejo Asesor Aborigen con delegados de los parajes nombrados por el gobierno. La gente, que ya estaba comenzando a organizarse en cooperativas a
travs del plan de promotores, logra imponer sus propios delegados, cambiando tambin el nombre del Consejo por el de Consejo Asesor Indgena.
El CAI surge entonces como organizacin indgena que, sin embargo, tam18
bin nuclea y representa a los pequeos productores 4 no aborgenes y est
estrechamente vinculada al Obispo Hesayne (Mombello, 1991).
Finalmente, luego de tres aos de negociaciones, la ley 2287 se sanciona
como resultado de un proceso conflictivo entre el Estado, la iglesia y el CAI
(Mombello, op. cit., Gutirrez, op. cit. y Menni, 1996). Luego de esta fuerte
disputa en la que el CAI se fortaleci como organizacin recibiendo el respaldo tanto de partidos polticos como de sindicatos y organizaciones de
derechos humanos, entre otras agrupaciones se logr que la ley incluyera
la perspectiva de la organizacin. En la misma ley se dispone la creacin del
Consejo de Desarrollo de las Comunidades Indgenas (CODECI) que debe
encargarse de ejecutar la ley y debe estar compuesto por tres representantes
del CAI y dos del poder ejecutivo provincial.
17 En su anlisis del surgimiento del CAI, Fuentes (1999) otorga un papel protagnico al Partido
Intransigente que, a principios de los 80, estaba estrechamente vinculado al movimiento de
defensa de los Derechos Humanos en Bariloche. Segn esta perspectiva, que surge de una investigacin de historia oral que retoma testimonios de activistas del Centro Mapuche Bariloche (CMB), el CMB habra surgido de la apertura poltica del PI y El CAI surgi como iniciativa de algunos integrantes del Centro Mapuche que consideraban prioritario profundizar el
rumbo de toda organizacin popular en direccin a las luchas sociales ms ambiciosas y, adems, pretenda la formacin de un cuerpo de delegados rurales (op. cit.: 25). Lo que estas diferentes interpretaciones permiten entrever es que se trat de una organizacin que, efectivamente, logr nuclear con alto grado de protagonismo a diferentes sectores que hoy narran la
historia reclamando agencia sobre su creacin.
18 Por pequeos productores para esta zona se entiende a los que poseen menos de 1000 cabezas
de ganado.
136
21 Define a las comunidades mapuche como conjunto de familias que se reconozcan como tales, con identidad, cultura y organizacin social propia, concentradas o dispersas, autctonas o
de probada antigedad de asentamiento en el territorio de la Provincia o cuyas formas de vida
se hallen regidas total o parcialmente por sus propias costumbres o tradiciones. (art. 11) Basa
su definicin en la ley nacional 23.302 y provincial 2287.
137
23 Es as que encontramos trminos como potencialidad agroforestal y agroindustrial, explotacin racional, estabilidad socioeconmica, uso sostenido y sustentable y mantenimiento del recurso para las futuras generaciones.
138
26 Un dato que suma a favor de a esta hiptesis es que el legislador Barbeito es, hoy en da, ministro del ejecutivo provincial.
139
27 Captulo I, Artculo 2: [] Se considera indio mapuche, a todo aquel individuo que, independientemente de su lugar de residencia habitual se defina como tal, y sea reconocido por la
familia, asentamiento o comunidad a la que pertenezca en virtud de los mecanismos que el
pueblo mapuche instrumente para su reconocimiento.
140
29 Entre las organizaciones mapuche con visibilidad pblica encontramos, por un lado, diferentes comunidades y centros mapuche urbanos nucleados en la Coordinadora del Parlamento
Mapuche de Ro Negro y representados en el CODECI. La estructura actual de la Coordinadora se basa en mesitas que corresponden a las diferentes zonas de la provincia. Por otro lado
est el CAI que a veces aparece como CAI andino en los comunicados de prensa. Tambin
trabajan con temas relacionados a la cuestin indgena la Federacin de Cooperativas y Ente
de la Lnea Sur. A esto se debe sumar un movimiento mapuche urbano compuesto por jvenes, que comenz a ocupar la arena pblica a partir del ao 2001 en Bariloche y Gral. Roca
141
142
fundamentales la de evitar las migraciones de estos pobladores a los centros urbanos, afirma de esta manera la condicin rural de la poblacin
indgena.
En un documento de prensa del 18 de junio de 2003, el Consejo Asesor
Indgena sostiene que todos los proyectos legislativos se basan en el inters
de poner en manos de las empresas privadas de inversores extranjeros y
nacionales, no slo las tierras sino todo lo que ellos llaman recursos natura30
les. El cai se posiciona activamente en contra de estos proyectos, considerndolos como parte de una poltica global; denuncia la alianza del estado provincial con estos intereses y su conducta obsecuente con los
lineamientos del Banco Mundial que posibilitan la entrada de las grandes
31
empresas terratenientes. En este marco, el codeci es incluido dentro del
Estado y definido como su oficina para indgenas. En el mismo comunicado, el CAI se autodefine como organizacin mapuche mayoritariamente campesina perteneciente a un Pueblo Originario, que se posiciona junto al pueblo trabajador que es vctima de una conquista en
trminos de despojo econmico al igual que los mapuches. Se trata de una
articulacin tnica fuertemente entrelazada con un posicionamiento de
32
clase (geaprona, 2001).
Mientras en el convenio el estado provincial aparece como una instancia
abierta a la consulta y a la colaboracin con las organizaciones indgenas, en
el comunicado del CAI se lo presenta como obsecuente a los intereses de las
transnacionales y de los terratenientes, definiendo estos espacios de consulta como parte de una estrategia de cooptacin de dirigentes.
En cuanto a la construccin de la alteridad indgena, en el convenio resulta significativa la ausencia de referencias a lo mapuche en favor de la
utilizacin de la categora indgena. Si bien la Coordinadora utiliza la ca30 Y contina: Basta con leer en el ltimo mes las declaraciones pblicas de la Secretaria de Minera (Wagner) cuando acompaa a una empresa alemana interesada en la explotacin petrolfera
en su recorrida por la meseta de Somoncura, rea que fue solicitada por esta empresa.
31 En este terreno, denuncia al estado provincial y a las ONGs como generadores de proyectos
econmicos que permiten la cooptacin de organizaciones y dirigentes, con lo cual se neutraliza toda oposicin y resistencia. Como fundamento de su posicin, el comunicado de prensa
seala la concordancia del decreto de regularizacin de Tierras de 2001, impulsado por el gobernador Verani, con los proyectos legislativos referidos, las declaraciones de representantes
de la Secretara de Minera, el Proyecto Patagonia XXI y el Proyecto Provincias II.
32 Este planteo se concreta en estrategias polticas que pasan por la articulacin con organizaciones campesinas de Argentina y latinoamrica (Valverde 2001).
143
33 Como por ejemplo cuando se afirma El Wallmapu no se vende, se defiende!! MARICI WEU!!
(diez veces estamos vivos, diez veces venceremos) [CAI 13-7-01].
34 Desde la Comunidad Kom Kie Mu y el CAI estamos decididos a seguir siendo lo que somos
y eso significa no entregar nuestro Wall Mapu. Los Mapuche contamos con nuestro newen
(fuerza), que es la Organizacin y la lucha. Nuestro Rakizuam (pensamiento) y nuestras decisiones en los Traum (asambleas), nos unen en ese camino que, desde hace tiempo, construimos junto a tantos otros explotados y marginados de este sistema que nos imponen (CAI Zona
Andina 29/7/00).
144
Palabras finales
En este captulo presentamos diferentes discursos que disputan la representacin de lo indgena en la provincia de Ro Negro. Por un lado, presentamos los documentos oficiales de la casa de la provincia y la voz de algunos intelectuales. Por otro lado, introdujimos el debate legislativo sobre el problema de la propiedad de la tierra y, por ltimo, presentamos
documentos firmados por tres instancias organizativas mapuche: el
CODECI, la Coordinadora y el CAI. Para cerrar este anlisis, retomaremos
tres ejes que atraviesan estos discursos: la zonificacin, la definicin de la
poblacin indgena a partir del eje econmico y su circunscripcin geogrfica al mbito rural de la Lnea Sur. Luego dejaremos planteadas dos
discusiones que nos parecen significativas: la cuestin de las categoras
que construyen aboriginalidad y el problema de la representatividad.
El principio determinista del aislamiento geogrfico se puede observar
en los documentos oficiales y la produccin de los intelectuales a partir de
la estricta distribucin de la poblacin en zonas. Este aislamiento se fundamenta a partir de las caractersticas naturales que, combinadas con las caractersticas culturales intrnsecas de las corrientes migratorias que se
asientan en cada zona, acaban produciendo sistemas econmicos diferentes. Estos documentos no reconocen grupos humanos preexistentes que
tengan continuidad en el presente, ya que la conquista militar parece haber
tenido un efecto desertificador. Luego llegaron diversas corrientes migratorias que se pueden clasificar entre extranjeros deseables y extranjeros indeseables. Entre los deseables, se encuentran las corrientes europeas que se
caracterizan por su potencial de trabajo. Entre los indeseables se encuentran los chilenos que quedan circunscriptos al rea cordillerana. Tambin
los indgenas acaban siendo, en el relato, extranjeros indeseables debido a la
atribucin de chilenidad (mediada por neuquinidad en algunos casos). Los
verdaderos indios argentinos fueron desplazados por los indios chilenos, haciendo que la provincia se extranjerice completamente.
Aunque la Ley 2287 y los proyectos legislativos refieren a tierras fiscales sin circunscribirlas a subregiones, en el proyecto de Barbeito y Gimnez el mapa del plan piloto corresponde a la Zona Andina y en el de
Bolonci se menciona nicamente parajes y entidades de administracin
de la Regin Sur. En cuanto a las organizaciones, la zonificacin se ve
reproducida en diferentes momentos de la historia poltica del CAI con sus
145
146
indgena que no est vinculada al problema de la tierra. Ro Negro, a diferencia de Chubut y Neuqun, presenta un cuadro en el que dos organizaciones distintas se centran en el mismo objetivo principal: la regularizacin
de la propiedad de la tierra.35 Si bien la Coordinadora del Parlamento Mapuche de Ro Negro trabaja tambin en el proyecto provincial de educacin bilinge y participa del debate del censo indgena nacional, sigue
siendo la cuestin de la tierra que fue el fundamento principal de su creacin (Informe CODECI, 2001) el objetivo bsico de las polticas que implementa a travs del CODECI y cuyo destinatario es el pequeo productor
y criancero (Gob. de Ro Negro 2000). En cuanto al CAI, desde el momento en que se presenta como organizacin mapuche-campesina, la base
econmica del planteo es explcita. Esto se complementa con las constantes
afirmaciones sobre la articulacin de clase trabajadora del pueblo mapuche.
La circunscripcin geogrfica de la presencia mapuche se advierte, en los
discursos oficiales que hemos analizado, en la localizacin de los indgenas
estrictamente en la Lnea Sur, sin considerar su presencia en otras zonas. Se
trata, tambin, de una circunscripcin rural, ya que no se toma en cuenta la
presencia mapuche urbana. Esta distribucin forma parte de un discurso
que entrelaza localizacin y mestizaje, una unidad en la que la mezcla es
leda como extincin debida a la prdida o desaparicin de la pureza racial. Si relacionamos esta posicin con el estilo rionegrino de construccin
de subjetividades a partir del sustrato material, es decir, de la insercin econmica, no resulta extrao que los reclamos de las organizaciones indgenas
36
se articulen con los reclamos de los pobladores rurales de la zona. Sin embargo encontramos un principio de cuestionamiento a esta circunscripcin
en el hecho de que, tanto la Coordinadora como el CAI, tengan (o hayan tenido en su historia) representantes de otras zonas: Valle, Zona Andina y
35 En Neuqun, por ejemplo, la demanda mapuche incluye reivindicaciones diversas entre las
que se encuentran los problemas de tierras, pero tambin fuertemente enfatizadas por el discurso pblico de las organizaciones demandas en el campo de la justicia y la educacin.
36 No debemos dejar de tener en cuenta que, a lo largo de su historia, algunas organizaciones intentaron estrategias que se despegaban de esta articulacin. Entre ellas se destaca la participacin del Centro Mapuche Bariloche (que ahora forma parte de la Coordinadora del Parlamento Mapuche de Ro Negro) en la experiencia de la Tayi Kie Getuan (para volver a ser uno),
un intento poltico de coordinar organizaciones en base a su pertenencia mapuche que reuni,
entre 1992 y 1995, organizaciones de Neuqun y Ro Negro (Briones, 1999).
147
37
Zona Atlntica. Entonces, aunque el activismo se oriente a la problemtica de la Lnea Sur, la conformacin de las organizaciones denota presencia
mapuche en zonas que, segn el discurso oficial, carecen de poblacin indgena.
Como producto del proceso rionegrino de construccin de aboriginalidad a partir de la naturalizacin del mestizaje, la categora de paisano es
el primer espacio legitimado para presentar demandas marcadas tnicamente en la arena jurdica provincial a mediados de la dcada de 1980.
Como producto del debate de la ley 2287 del que participaron el Estado, la
iglesia y el CAI, la categora indgena se impone sobre la de aborigen
propuesta inicialmente por el gobierno (Mombello, op. cit.). En consecuencia, ambas categoras, indgena y paisano, coexisten en los primeros documentos del CAI. Los debates sobre los derechos indgenas en Latinoamrica y Argentina en los 90, adems del activismo poltico cultural
de las organizaciones mapuche, introduce las categoras de Pueblo Originario y Pueblo Mapuche (que conforman un campo semntico con las
categoras de comunidad, territorio, reparacin histrica, preexistencia, etc.), adems de palabras y frases formulaicas en mapuzugun y castellano. Ninguna categora es eliminada de los discursos pblicos, ya sean
legislativos o polticos, sino que se superponen generando discursos densos
en referencias intertextuales que otorgan especificidad a la discusin de la
38
cuestin indgena en la provincia.
Asimismo, los diferentes momentos del debate legislativo llevaron a reconocer distintos referentes representativos del indgena rionegrino. En
la Ley 2287 queda claro que la organizacin considerada representativa es
el Consejo Asesor Indgena, mientras que en los proyectos que se encuentran en la legislatura se reconoce al CODECI (Muoz), a la Coordinadora
37 Los grupos de jvenes mapuche que surgieron a partir del ao 2000 en Bariloche y Gral. Roca
no reproducen estructuras zonificadas en su funcionamiento. De hecho tampoco reproducen
una estructura provincializada, ya que tienen fluidos intercambios y proyectos en comn con
organizaciones de Chubut, Neuqun e incluso Temuco. En cuanto a la ruralizacin de la demanda, estos grupos no slo plantean la legitimidad de la presencia mapuche urbana, sino la
situacin urbana como un objeto especfico de activismo. En este sentido resultan planteos innovadores con respecto al discurso de las organizaciones de la provincia (Cauqueo 2003;
Kropff 2004).
38 A esto se suman categoras nuevas que dan cuenta de procesos recientes vinculados a la legitimacin de la presencia mapuche urbana: mapurbe, wariache y mapunky, entre otras.
(Cauqueo op. cit.; Kropff op. cit.).
148
Fuentes utilizadas
AA.VV.
149
Gente de la tierra
1990. Gente de la tierra. rgano oficial de la comisin para el estudio del problema indgena compuesta por cinco legisladores y Consejo Asesor Indgena, Legislatura de Ro Negro 1 (1), noviembre.
Captulo 5:
La mstica neuquina.
Marcas y disputas de provinciana
y alteridad en una provincia joven
Laura Mombello
Para tener un parmetro, el crecimiento demogrfico anual entre 1980 y 1991 alcanz en
Neuqun el 45 por mil, mientras que la tasa de crecimiento anual del pas para el mismo perodo fue del 15 por mil (Colantuono, 1995). Segn los datos del censo de 1991, el 47 por ciento
de la poblacin es menor de 20 aos y el 71 por ciento menor de 35 aos (Direccin Provincial
de Estadsticas y Censos, Anuario 1991).
151
152
Laura Mombello
La mstica neuquina es un concepto emic ampliamente utilizado por los actores sociales de la
provincia, que inclusive se ha hecho extensivo al sentido comn. Favaro, en su artculo referido a la historia poltica neuquina, da cuenta de cmo a partir de la profundizacin del discurso
federalista del Movimiento Popular Neuquino, se articularon los rasgos bsicos de la llamada
mstica neuquina, asegurando las legitimaciones regulativas de la organizacin social de este
espacio (1999: 24).
La mstica neuquina
153
la accin colectiva cuando se hace explcita la compleja trama semitico-poltica que da entidad a la especificidad de lo local.
Proponemos entonces, desentramar esta urdimbre semitico-poltica a
partir de un doble movimiento analtico que nos lleva a recorrer primero algunos de los procesos poltico-institucionales implicados en la conformacin local de hegemona, para analizar luego la Pueblada de Cutral Co, momento crtico y paradigmtico para entender tanto los lmites de esa
hegemona como las mltiples y diversas formas en que se pueden concebir
y jugar las pertenencias. En definitiva, apuntamos a comprender cmo se
enhebra en estos procesos la construccin de provinciana y alteridad de la
cual argumentamos la propuesta contra-hegemnica tambin es constitutiva.
154
Laura Mombello
escudo se ubican unas figuras de tamao mediano, que representan a dinosaurios de distinto tipo. En el puesto de informacin turstica, tambin
ubicado en el ingreso a la ciudad, se le ofrece al visitante una serie de folletos
en los que se presenta al lugar como la cuna del dinosaurio ms grande del
mundo. En esos materiales se muestran dibujos varios y a todo color de los
famosos y atractivos animales prehistricos; ya dentro del folleto y a manera de complemento, se ofrecen algunas fotografas viradas al sepia en las
que se muestran conos del mundo petrolero: torres, cigeas, pozos, barrios petroleros. Sugestivamente, la aparicin de los dinosaurios como protagonistas de la escena local y nueva marca identitaria coincide con la desestructuracin de la vida de estas ciudades como comarcas petroleras,
producto de la privatizacin de la empresa estatal Yacimientos Petrolferos
Fiscales (YPF), llevada a cabo durante los aos 1991 y 1992. La representacin de la vida petrolera, tal como es presentada por los folletos, aparece
efectivamente anclada en un pasado al que solamente se puede conservar
como a una pieza de museo. La razn de ser de Plaza Huincul y Cutral Co
puesta en jaque por las implicancias del proceso de privatizacin intenta ser
suturada a partir de la recuperacin de la vida simblica y econmica de la
zona, ahora explotando a los dinosaurios como recurso natural, con fines
tanto tursticos como identitarios. Paradjicamente, la recuperacin de los
restos de los dinosaurios definitivamente extintos busca inyectar vida en
lugares que agonizan como pueblos petroleros, a pesar de que la explotacin del recurso se encuentra en pleno desarrollo.
El traspaso de la empresa nacional a manos privadas coincidi en Neuqun con el primer gobierno del Sr. Jorge Sobisch, quien a fines de los 80
fundara una lnea interna (denominada lnea blanca) en el partido provincial de sostenida incidencia en la vida provincial: el Movimiento Popular Neuquino (MPN). La lnea blanca vino as a quebrar la hegemona
que, desde que comenz la puja de intereses al interior del partido, se constituy como lnea amarilla en torno a la familia Sapag, gravitante en la
vida poltica desde los inicios de Neuqun como provincia y principal referente poltico del partido y la provincia a lo largo de los treinta y cinco aos
5
de vida institucional. Es que el MPN dirigi los destinos del Estado provincial, prcticamente de sus inicios y hasta la actualidad, casi sin interrup5
La mstica neuquina
155
ciones. En todo caso, la ausencia de una alternativa poltica y de la conformacin de una oposicin significativa dan cuenta del peculiar proceso de
construccin local de hegemona, en el que el Estado y el partido se encuentran fuertemente imbricados.
As, la propuesta que impuls en su momento de aparicin de la lnea
blanca y que logr crear un consenso importante tanto hacia adentro
como hacia fuera del partido estaba fuertemente basada en horizontalizar
y democratizar al MPN. Se presentaba como alternativa al caudillismo
que se reputaba como propio de la forma sapagista de hacer poltica. Se trataba tambin de plantear a la lnea blanca como moderna, frente a la poltica tradicional de la lnea amarilla, a la que se acusaba de antigua y obsoleta. Esa propuesta de modernidad se tradujo, durante el primer
gobierno sobischista (1991-1995), en un modelo de gestin ajustado al impulso poltico-econmico neoliberal que domin en la Argentina de los 90,
de modo que la gestin apoy la poltica de privatizaciones y se aline con
el menemismo.
De la mano de la lnea blanca, el MPN se distanci del discurso histrico
del partido provincial, fuertemente anclado en el federalismo, la autonoma
y la defensa de los intereses locales sobre los recursos naturales. Estos ejes de
construccin poltico-identitaria, comenzaron a ser gravitantes a partir de
los aos 60, cuando los reclamos al gobierno nacional por la explotacin de
los recursos naturales se convirti en una de las dimensiones narrativas en la
que apareci fuertemente la referencia al nosotros neuquino. Por aquellos aos, los diputados locales, por ejemplo, expresaban argumentos como
el siguiente:
Durante setenta aos, los neuquinos, extranjeros en la propia patria, sin
derechos cvicos, ni representantes en el Congreso, quedamos postergados
en el concierto nacional. La Repblica est en deuda con nuestra Provincia, que la ha suministrado por largos aos y sigue hacindolo, ahorro
de divisas, por el abastecimiento de petrleo, gas y materias primas exportables como lana, cuero, frutas y minerales. No ha recibido, en cambio,
ninguna de las obras fundamentales para su desarrollo; solo la herencia de
vivir pobres en una tierra rica (Diario de Sesiones, 1963, tomo I, p.2.).
6
Salvo un primer gobierno radical (1958) y las interrupciones propias de las distintas dictaduras
que atraviesan la historia argentina del siglo XX.
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Laura Mombello
As, desde el discurso oficial, la explotacin de los recursos naturales especialmente del petrleo trascendi la dimensin estrictamente econmica y pas a ubicar un lugar de privilegio en la construccin identitaria. La
cigea y la torre devenidas en monumentos colocados en plazas y escuelas
aparecern como emblemas del progreso, del bienestar y de la lucha por la
defensa de lo nuestro frente al Estado Nacional. Estas representaciones se
irn encarnando, objetivando y resignificando en los discursos proferidos
histricamente por el MPN que, desde su fuerte apelacin a la autonoma y
al federalismo, condenaba el centralismo de Buenos Aires.
Ahora bien, aunque la lucha por la defensa de los intereses provinciales
sobre los recursos naturales fue uno de los ejes de sentido que, con una importante fuerza simblica, ayudaron a visualizar la peculiaridad del MPN, lo
cierto es que las actividades extractivas comenzaron en la etapa territoriana.
Un 29 de octubre de 1918 surgi petrleo por primera vez en lo que hoy es
el tejido de la ciudad de Plaza Huincul. El lugar de afloracin fue denominado Pozo N1. A su alrededor fue construido el Barrio Uno. Ambos
Pozo y Barrio se erigirn como el emblema del progreso y la prosperidad
en medio de un paisaje dominado por la aridez, el fro y el viento.
Cuando fueron iniciadas las explotaciones petrolferas en la zona, naci
la ciudad de Plaza Huincul. La cantidad de gente que arribaba a la regin
por la oferta de trabajo y las posibilidades de prosperidad econmica llev a
la ciudad a crecer lo suficiente como para que, 15 aos ms tarde, tal crecimiento poblacional diera origen a la ciudad de Cutral Co, llamada por los
pobladores de entonces cotidianamente como Pueblo Nuevo. Cutral Co
y Plaza Huincul crecieron como ciudades gemelas y desarrollaron no solo
su vida econmica sino tambin su vida poltica, social y cultural en el
marco de la explotacin petrolera, que le otorgaba sentido a su existencia.
Los centros educativos y sanitarios, las proveeduras y talleres, la actividad
del comercio y la industria estaban asociadas directa e indirectamente al petrleo.
Junto al bienestar y la organizacin social se destac la organizacin poltica de los habitantes del lugar. Felipe Sapag primer intendente de Cutral
Co gobern la ciudad desde 1945 hasta 1955, coincidiendo con el segundo gobierno de Pern a nivel nacional. Durante los ltimos aos de su
gestin (entre 1953 y 1955), la ciudad pas a llamarse Eva Pern. Con la
cada del gobierno peronista y la proscripcin del partido, se retom la denominacin Cutral Co y comenz a organizarse all mismo el Movi-
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157
miento Popular Neuquino como fuerza poltica. As, a lo largo de las dcadas siguientes, la ciudad de Cutral Co se constituira en uno de los polos
ms significativos a nivel provincial, en tanto lugar de concentracin de importantes niveles de recursos econmicos y de organizacin poltica.
Cuando se lleva a cabo el proceso de privatizacin de YPF, en el marco
del proceso de desestructuracin del Estado impulsado por el gobierno nacional, la mayor parte del capital de la empresa estatal pas a manos de
Repsol-YPF (Colantuono y Vives, 1997; Abeles s/f; Muscar Benasayagan,
2000). La privatizacin de YPF no slo afect negativamente a las poblaciones de Cutral Co y Plaza Huincul, en Neuqun, sino que desarticul la
vida econmica, social y poltica de todas aquellas ciudades y pueblos del
interior del pas en los cuales se asientan las explotaciones petroleras.
En el caso especfico de Cutral Co y Plaza Huincul, la privatizacin de
YPF trajo como consecuencia directa la reduccin de personal, que pas de
4000 a 400 empleados. De los cesanteados e indemnizados, alrededor de
1700 inician micro emprendimientos que en general fracasaron (Favaro y
Bucciarelli, 1994). Como consecuencia indirecta pero no menos desestructurante, merm drsticamente la actividad comercial y la demanda de servicios de la cual subsista el resto de la poblacin local, en directa relacin
con los ypefeanos. As, en un lapso de 4 aos, el nmero de desempleados
en ambas localidades alcanz a 5000 personas, esto es, casi el 20 % de la poblacin econmicamente activa. Mientras las indemnizaciones amortiguaron en lo inmediato los efectos devastadores de semejante golpe a la economa local, la crisis se dej sentir con toda su crudeza cinco aos ms
tarde, cuando comenzaron a cerrar una cantidad importante de locales comerciales y la poblacin subsidiaria de los ex-ypefeanos (servicio domstico, changarines, maestros de oficios) se vio rpidamente sumida dentro de
la poblacin de desocupados.
El quiebre en la vida econmica se hizo sentir en primera instancia en el
devenir de los ex ypefeanos, acostumbrados a recibir ingresos superiores a la
media provincial y nacional. Al mismo tiempo, la actividad comercial preparada para un pblico consumidor con un alto poder adquisitivo experiment una brusca cada de la actividad. Se estima que, al dejar de circular
por el mercado local los ingresos mensuales provenientes de los sueldos de
los empleados de YPF, alrededor de un milln de pesos dejaron de ingresar
al circuito comercial. Esto se tradujo directamente en los puestos de trabajo
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que este sector dej de ofrecer, pasando de 1.200 trabajadores a 480 personas afectadas a la actividad comercial en 1995. 7
La dimensin econmica de la vida local no fue la nica que se vio desarticulada a partir de la privatizacin de YPF. La empresa del Estado haba llevado adelante un plan de desarrollo de los lugares en los cuales se asentaban
los barrios petroleros, dedicndose a desarrollar toda la infraestructura necesaria para transformar a estos lugares inhspitos en los cuales se instalaba,
en espacios posibles para llevar a cabo el ritmo propio de la vida cotidiana.
La construccin de barrios con sus correspondientes tendidos de electricidad, redes cloacales y de gas servicios brindados en forma gratuita a sus
empleados hacan que lugares poco atractivos como Cutral Co y Plaza
Huincul de paisaje desrtico y clima riguroso se convirtieran en un polo
de atraccin para mano de obra de la provincia, de otras provincias, y de
pases limtrofes. Es que la organizacin ypefeana de la vida no se limitaba a
crear condiciones de confort; muy por el contrario, la empresa tambin
atenda y garantizaba la salud, la educacin y la recreacin de sus empleados. La construccin del cine teatro y el club deportivo YPF no son ms
que una muestra del grado de penetracin que tena el accionar de la empresa en la vida de estas comunidades. De all la sensacin de brusca conmocin ante un proceso de privatizacin que, en menos de dos aos, termin con un sistema que se haba definido y asentado a lo largo de casi
setenta aos.
En lo que respecta a la lgica de ese proceso, las empresas privadas que se
han hecho cargo de la extraccin petrolera en la zona se rigen por un principio de eficiencia que no contempla el rol social que jug YPF en pocas anteriores. Las mismas adoptan una forma de funcionamiento del tipo enclave, lo cual implica una baja retencin del excedente producido por la
explotacin petrolera en la zona, ya que las empresas a cargo son privadas
y/o extranjeras y sus casas matrices se encuentran en Buenos Aires o el exterior. En cuanto al rgimen de contratacin, suelen ocupar mano de obra
que mayoritariamente no es del lugar; tienen adems un alto nivel de rotacin que no genera asentamientos poblacionales importantes y duraderos y
promueve un escaso arraigo de capitales y una mnima redistribucin de ingresos a nivel local.
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El punto es que con la vida social, econmica y poltica totalmente desarticulada los habitantes de estas ciudades comenzaron a buscar alternativas. Las promesas incumplidas por parte del Estado provincial y las sucesivas frustraciones alrededor de la reconversin productiva de la zona
desembocaron en el Cutralcazo de 1996.
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11 Las picadas son caminos de tierra abiertos en plena meseta por las mismas empresas petroleras,
para circular entre los pozos y dems instalaciones propias de la explotacin. As, si por cual-
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sitiadas por los propios habitantes del lugar y durante una semana la gente
permaneci en la ruta.
La primera decisin fue reorganizarse para poder aguantar la medida
de fuerza, ya que la primera reaccin masiva y espontnea fue la de desconocer la autoridad de los dirigentes partidarios (tanto la de los de la lnea
blanca, que haban instigado la movilizacin, como la de los de la amarilla),
de los lderes sindicales, o de cualquier otro tipo de organizacin con algn
grado de institucionalidad. Naci as la figura de los piqueteros, en referencia a aquellos que se apostaban en los diferentes puntos de interseccin
de caminos, detrs de los neumticos encendidos. Jos recuerda:
el viernes por la noche el ex intendente (de Cutral Co) se puso frente a la
protesta nos convocaron a todos los piqueteros a una asamblea en la
Torre YPF pero no nos dejaron hablar. Ellos tuvieron siempre el micrfono entonces nos fuimos de ah. Nos dimos cuenta de que nos estaban
usando. Fuimos a la radio y convocamos a nuestra propia reunin en el
otro extremo de la ciudad, pero pedimos que los polticos se abstengan de
venir el pueblo ya no quera saber nada de los polticos. Nos decan que
nosotros (los piqueteros) ramos sus representantes (Jos, Cutral Co, noviembre 2001).
12
12 Uso el masculino como genrico por una cuestin prctica, lo que no implica que este trabajo
est dando cuenta de un movimiento exclusivamente masculino. Muy por el contrario las mujeres de Cutral Co tuvieron un papel muy importante en la protesta; una cantidad importante
de delegadas de los piquetes eran mujeres. Las mujeres de distintas clases sociales discutieron
en las asambleas, representaron a los diferentes piquetes en muchos casos, y fue una mujer
(Laura Padilla) la que firm el primer acuerdo con el Gobernador. Este protagonismo no las
condujo a dejar de ocuparse de todos aquellos aspectos que, naturalizados como propios de la
condicin femenina, tienen que ver con el cuidado y la proteccin de las personas, como la alimentacin, el abrigo, la salud, el cuidado de los nios y los rezos.
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nidad es la movilizacin social, expresada especialmente a travs de la costumbre de la sociedad civil de participar de las manifestaciones callejeras
(Mombello, 2003 a y b). Con estos antecedentes, se comprende mejor por
qu, con su arribo a Cutral Co, los dirigentes de la multisecorial otorgaron
un plus de legitimidad a la pueblada, a la que respaldaron con su adhesin
explcita. Sin embargo, tampoco ellos se erigieron como portavoces de los
reclamos locales. El espacio de debate y toma de decisiones, mientras dur
el evento, fue la asamblea con participacin colectiva en la ruta.
A partir de las discusiones que se generaban en las asambleas y ante la diversidad de demandas, la cantidad y disparidad de necesidades que expresaban los diferentes participantes, comenz a tomar fuerza la idea de convocar al Gobernador para comunicarle personalmente el estado de la
situacin local y las diferentes demandas que circulaban entre la gente. As
se consensu un reclamo bsico que unific a los presentes: Que venga
Don Felipe!. La figura del Gobernador apareca como el vehculo ms
apropiado para canalizar los reclamos. Se trataba del lder histrico del Movimiento, que haba construido su legitimidad sobre la base del discurso federalista, lo cual como fue sealado implicaba la defensa de lo local
frente a los intereses de los de afuera. Pero tambin se trataba de un personaje cercano, ya que como ha sido mencionado fue el primer intendente
de Cutral Co, vecino y comerciante del lugar con anterioridad a su gestin
poltica, deviniendo una figura que desarroll como dirigente poltico a
cargo de la funcin pblica fuertes vnculos clientelares con los habitantes.
As, mientras se desarticulaban viejas concepciones sobre las formas de representacin poltica que llevaban a desconocer a dirigentes intermedios, se
recuperaban los repertorios histricos de los modos ms personalizados de
concebir la poltica.
De hecho, Don Felipe representaba (de alguna forma encarnaba para
los lugareos) el Estado de Bienestar perdido. Habiendo sido quien en los
70 y los 80 llev adelante los proyectos poltico-econmicos que consolidaron y sostuvieron la calidad de vida de los neuquinos y defendi los intereses propiamente provinciales, su figura apareca como la de quien en
otros tiempos haba efectivamente dado soluciones a los problemas de la
15
gente.
15 F. Sapag, durante su primer gobierno (1963-1966) estructur una serie de polticas sociales
tendientes a cubrir necesidades bsicas de la poblacin, poniendo en evidencia la ampliacin
de las funciones del Estado. Los aos 70 y 80 tiempos de apogeo del desarrollismo fueron
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Durante la Pueblada, Felipe Sapag se encontraba otra vez a cargo del gobierno y se esperaba de l (y no de sus ministros, ni de los dirigentes partidarios o gremiales) que resolviera la situacin. Si Sapag se construy a s
mismo como un caudillo, ahora la gente esperaba de l que se comportara
como tal, y esto implicaba, primero, ir a verlos a su lugar, escucharlos y
16
tomar las decisiones necesarias para resolver los problemas. Se esperaba
tambin que volviera a asumir el papel de defensor de los intereses locales
frente a la Nacin, porque al fin y al cabo lo que haba sumido a la comarca
petrolera en el estado actual de depresin, pobreza y desocupacin desde
la perspectiva local haba sido la decisin tomada desde Buenos Aires de
privatizar YPF.
En este contexto, la participacin de los integrantes del MPN en el proceso de privatizacin era invisible para los participantes de la Pueblada. En
ese momento, se trataba de recomponer el vnculo con el lder y de reconstruir el bienestar perdido. Estas eran las urgencias.
De hecho, la primera actitud de F. Sapag fue negarse a ir a Cutral Co.
Diego, un allegado a l, ex funcionario de su ltima gestin, relata que:
en ese primer piquete el Gobernador pensaba que era un problema federal, entonces que lo arregle Corach (el Ministro del Interior en ese momento), que lo arregle Menem, los jueces federales (Diego, Neuqun,
noviembre 2002).
Desde la lgica del poder provincial, YPF haba sido una empresa nacional que desde el Estado central se haba decidido desarticular mediante
su venta a extranjeros. Reflexiona aos ms tarde F. Sapag:
las pocas de esplendor econmico de la provincia, debido al aumento de los ingresos del fisco
por las regalas, producto de la intensificacin de la produccin del petrleo, del aumento sostenido de la produccin gasfera, y del funcionamiento a pleno de las centrales hidroelctricas.
Esta situacin econmica permiti al Estado provincial realizar una fuerte y sostenida inversin en salud, educacin y vivienda, haciendo de estos servicios sistemas modelo en el pas. A
esta poltica de desarrollo se sum la redistribucin de bienes y servicios a travs de una extendida red articulada desde el partido.
16 Esperar la presencia de F. Sapag en Cutral Co haca sentido en el marco de una dinmica poltica propia y tradicional del MPN, consistente en la realizacin sistemtica de giras proselitistas encabezadas por el dirigente principal. Durante estas giras ha sido posible para los habitantes entablar una relacin directa con el lder, manifestarle sus necesidades y expectativas, y
recibir de l algn tipo de respuesta.
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Qu podamos hacer nosotros? Salvo levantar nuestra voz ante la Nacin sealando los efectos nocivos de sus decisiones, y esto lo venamos haciendo desde que se empez a hablar de la privatizacin de YPF sin
ningn resultado. Otra cosa no podamos hacer (F. Sapag, reportaje televisivo, Neuqun 1999).
Pero durante la Pueblada, los manifestantes insistan, desde una lgica
diferente, en reclamar la presencia de F. Sapag. En la expresin que venga
Don Felipe quedaron encerradas una serie de complejidades. Concretamente esta expresin condens sentimientos y sentidos encontrados en relacin a los vnculos que los pobladores haban establecido histricamente
con la poltica, la dirigencia y el partido gobernante en Neuqun.
Sin embargo, esto no implicaba necesariamente un reconocimiento de la
representatividad del gobernador. Es que el hecho de que para lograr una
accin organizada sea necesario compartir ciertos significantes no conlleva
necesariamente a una aceptacin o adhesin incondicional a los supuestos
significados implcitos. De hecho, el dirigente estaba fuertemente cuestionando; exista entre los presentes un alto nivel de descontento con su lder y
al mismo tiempo la relacin directa con l apareca como la manera posible de reconstituir la relacin con el poder. En todo caso, el vnculo
clientelar fue el repertorio a partir del cual se logr canalizar y reactivar el
proceso de negociacin de significados y recursos entre partes con intereses
encontrados.
En esta Pueblada, los modos histricos de relacionarse con la dirigencia
eclesial tambin formaron parte del repertorio con el que contaban los cutralquenses, teniendo un grado importante de impacto en el devenir de los
acontecimientos (Properzi, 2003). A travs del Obispo de Neuqun, el Gobernador recibi un papel firmado por el pueblo de Cutral Co en el que se
le solicitaba su intervencin en el conflicto. En este documento se expresaba lo siguiente:
Al Obispo del Neuqun
En base a lo que se habl anoche y hoy a la maana nos autodeclaramos en
estado de emergencia socio econmica.
Solicitamos soluciones inmediatas.
Por lo tanto requerimos su intervencin entre el pueblo y el Gobernador.
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cuando trabajaba en Hidronor en la parte de proyecto estaba desarrollando Chihuidos I y II, y Chihuidos II poda servir para hacer un embalse
aparte de dar energa, traer riego a Cutral Co. Cualquier cosa que se propusiera (desde las demandas de los piqueteros) era proyecto de gobierno, se
pide la reconexin de gas, de la luz y subsidios conceden cuestiones globales y cuestiones pblicas, se accede a todos los puntos y se logra destrabar
el conflicto, no por negociacin sino por sesin total (Julio, Neuqun, febrero 2003).
Con una fuerte decisin de atender todas las demandas, el veterano gobernador que histricamente rigi Neuqun con la premisa primero estn
los neuquinos pareci considerar que el gobierno Nacional deba contribuir a la reparacin histrica del pueblo de Cutral Co y Plaza Huincul.
Asumindose una vez ms como el intermediario entre el pueblo y el
Estado Nacional, se puso al frente de los reclamos de la comarca petrolera.
Ante la situacin de euforia y los aires de triunfo que se respiraban en la
ruta del desierto, los grupos de apoyo y de solidaridad (dirigentes de la multisectorial) emprendieron la vuelta a la ciudad de Neuqun, reflexionando
acerca de los efectos devastadores del clientelismo. Por su parte, la faccin
opositora del MPN se sinti traicionada por los piqueteros, ya que les bast
que el Gobernador los escuchara, firmara un petitorio y repartiera algunos
beneficios para irse a sus casas conformes, sin pedir la destitucin del
mismo. Los distintos actores que se encontraban ocupando el lugar de opositores interpretaron que esta actitud de los cutralquenses significaba apoyo
y/o adhesin a F. Sapag y la lnea interna del MPN que lideraba, no advirtiendo la complejidad semitica comprendida en la expresin que venga
Don Felipe. Esta era una consigna que encerraba ms un modo de intervencin reconocible que la identificacin de algn grupo particular (Farge
y Revel, 1998:62).
La lnea del MPN oficialista y en el poder entenda que esta pobre gente
haba sido manipulada por la faccin opositora que adems haba avalado
el proceso de privatizacin. Desde su perspectiva, a esto se sumaban los
oportunistas (conformadores de la multisectorial), que trataban de adelantar posiciones en el cuadro poltico local, a costa del fracaso de la reconversin productiva del lugar; minimizando as la capacidad de agencia de
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17 Recordemos que hubo una segunda Pueblada, una ao ms tarde, cuyas implicancias, dinmicas y consecuencias fueron muy diferentes. Para una referencia de este segundo episodio y sus
interrelaciones con la primera Pueblada puede consultarse Mombello (2003).
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19 En cuanto a la identidad ypefeana, es importante destacar que, a diferencia de cmo se desarrollaron los sistemas de jerarquizacin en otras zonas de explotacin, si bien en Cutral Co
existe la diferencia entre ypefeanos y no ypefeanos, las relaciones se han construido de modo
ms horizontal. Para un detalle de este proceso en sta y otras localidades petroleras puede
consultarse Svampa (2002).
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22 El himno provincial, instituido como tal en 1982, reza entre otras glosas las siguientes: Neuqun es compromiso, que lo diga la Patria; porque humilde y mestizo, sigue siendo raz. Del
rbol esperanza, man cordillerano, que madura en Nguilleu el fruto ms feliz. Y su tahiel mapuche hoy es canto al pas. Neuqun, pas, pas.
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homogeneizar una realidad multitnica borrando, con una mezcla de coercin y persuasin, todas las culturas menos la que pretende constituir como
dominante (Llobera, 1997). As, la marcacin/desmarcacin de otros internos es tambin constitutiva del proceso de conformacin de la identidad neuquina proceso en el que se desarrolla una poltica muy activa basada en un pluralismo tolerante (Briones y Daz, 2000) que busca la
incorporacin subordinada del otro interno, a partir de una operacin de
reconocimiento superficial de su distintividad.
Ms all de esto, las referencias al mundo mapuche como marca de identidad lograron un grado de sedimentacin importante en la sociedad local.
Los actores sociales que pugnan por la construccin de un entramado
contra-hegemnico retoman esta cuestin incluyndola en su propio marco
interpretativo. En las significaciones que se han ido construyendo en la accin colectiva de estos actores locales, la nocin de derecho jug un papel
fundamental. Efectivamente, bajo el concepto de derecho (ampliamente
legitimado en los distintos niveles de la sociedad, local y nacional, por el paradigma de los derechos humanos) se logr reorganizar a las agrupaciones que
fueron desarticuladas durante el estado de sitio imperante en dictadura. A
partir de la reapertura democrtica, la cuestin de los derechos se constituy
en Neuqun en un marco maestro (Gamson, 1998) que result ampliamente
inclusivo. La nocin de derecho como marco de movilizacin logr captar
solidaridades y movilizar amplios consensos, encontrando su sntesis en la
consigna Neuqun, la Capital de los Derechos Humanos altamente signi23
ficativa para un sector importante de la sociedad local. Es precisamente a
partir de este marco que la alteridad es resignificada y devuelta como elemento primordial de la mstica neuquina, ahora con un contenido nuevo.
En efecto, desde la multisectorial, el significado de lo mapuche entra de
la mano de las reivindicaciones necesarias para la profundizacin de la democracia. En el marco amplio de los derechos, la alteridad es contenida y
apoyada en sus reclamos por el reconocimiento de su especificidad, por su
derecho a la autonoma, al territorio, a la gestin de sus recursos naturales,
por la legitimidad de su lengua.
Aun as, los modos que tienen las principales agencias provinciales de
configurar las representaciones del mundo indgena son tambin reto23 Para una referencia sobre la importancia de esta consigna como acto de identificacin y de su
incidencia en la subjetividad colectiva, puede verse Mombello (2003).
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que tiende tanto a incluir al otro nacional (especialmente porteo) y a producir de nuevo la dinmica interna de la diferencia, como a expulsarlo para
marcar los lmites de la propia identidad.
Es el juego de fronteras el que abre la posibilidad de fijar o articular los
sentidos de las pertenencias locales posibles, ponindolas en relacin con
determinadas nociones de historia, de tradicin, de continuidad y
de autenticidad. De estas nociones entran y salen alteridades y provincianas, entramando animales prehistricos con ideas de progreso, registros etnicizados con ideas de derecho y/o autenticidad, acciones colectivas
con proyectos de bienestar.
Captulo 6:
I. Introduccin
Lic. en Ciencias Antropolgicas (Universidad de Buenos Aires) - Becaria Doctoral (CONICET). Instituto de Ciencias Antropolgicas, FFyL, UBA. A cargo del anlisis del actual proyecto provincial de enseanza de lengua y cultura mapuche.
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El presente captulo apunta entonces a caracterizar dicho estilo provincial de construccin de hegemona a travs de un anlisis de las polticas implementadas por el Estado neuquino en el proceso de incorporacin y administracin de la poblacin indgena.
En atencin a la dimensin histrica que atraviesa tanto la significacin
del problema indgena as como los discursos y prcticas sociales e institucionales, observaremos las variaciones y continuidades en el largo proceso de integracin subordinada de los indgenas a la organizacin sociopoltica del Neuqun, a partir de las campaas militares de fines del siglo XIX
en norpatagonia. As, se desarrolla en primer lugar una resea de las polticas indigenistas durante la etapa territoriana y la etapa de provincializa-
181
cin iniciada hacia mediados del siglo XX. A continuacin, se hace foco en
la situacin ms caracterstica de la ltima dcada, a partir del anlisis de
dos iniciativas del Estado provincial. Mientras una refiere a la poltica de regulacin y control de la organizacin comunitaria a travs de la figura de
personera jurdica, la otra se relaciona con el proyecto oficial de incorporacin de la enseanza de la lengua y cultura mapuche en las escuelas de comunidad escenarios ambos en los que se reactualiza el particular modo en
que el Estado neuquino tiende a procesar los reclamos mapuche.
Con la ley 14.408 de 1955 se otorga a Neuqun el estatus de Provincia, despus de algo ms de
setenta aos de existencia como Territorio Nacional.
182
pacio cordillerano que pese a las estribaciones naturales no operaba como lmite sino como una va de flujo de personas y productos como a la adscripcin tnica y nacional de los habitantes. Pero la relativa indefinicin e incluso
indiferencia que en la vida de los pobladores rurales tenan categoras tales
como argentino, chileno, indgena y criollo entre otras resultaban
difcilmente aceptables para un Estado nacional que se proyectaba sobre territorios nacionales edificados sobre la base de un imaginario de unidad en
el que convergan territorio, nacionalidad y cultura.
En este marco, el Estado nacional tanto en las provincias ms aejas
como en los Territorios nacionales recientes no slo deba garantizar la seguridad de sus fronteras, sino tambin forjar a partir de una multiplicidad
de contingentes humanos, una ciudadana disciplinada y culturalmente
homognea. En el caso neuquino, el tratamiento de la poblacin indgena
sobreviviente a la conquista conjug la representacin inferiorizante de la
concepcin evolucionista y una prctica asimilacionista desplegada a travs
de varias instituciones. En esta direccin pueden citarse la poltica de colonizacin indgena de la dcada del 1930, en el marco de una poltica de
tierras ms amplia que inclua tambin otros sectores sociales y otras modalidades de acceso, como eran las denominadas colonizacin sistematizada
5
y colonizacin de emergencia.
La colonizacin indgena se distingua de las otras dos por las particularidades de la poblacin de destino, tales como el modo comunitario de
vida y de acceso a la tierra, as como las prcticas culturales tradicionales.
Adems, la concesin de tierras a las comunidades indgenas tena como
objetivo su fijacin a la tierra como parte de una estrategia ms amplia de
control poltico y aculturacin. En este sentido, la poltica de sedentarizacin y el fomento de la agricultura se proponan como pasos en el camino
de civilizacin frente a las tradicionales prcticas de nomadismo y caza-recoleccin, que eran evaluadas por la elite gobernante de la poca como
6
frenos para el desarrollo econmico previsto. El fomento de la coloniza5
Persista el problema que observaba el Gobernador Rawson hacia fines del siglo XIX: la poblacin es nmade en su casi totalidad, porque les falta el estmulo del arraigo, la facilidad de adqui-
183
cin y explotacin de las tierras sigui criterios diferenciados segn distintas categoras de pobladores, dando lugar a la distincin entre colonizacin sistematizada, colonizacin indgena y colonizacin de emergencia.
Tambin es de destacar el peso dado a la instruccin pblica con un
claro sesgo patritico y religioso como agencia privilegiada de formacin
cultural y control social (Juliano, 1993) dirigida tanto a nativos como a extranjeros. Esta tendencia puede ilustrarse con el discurso del Gobernador
Peri en 1945 al inaugurar una escuela en Neuqun capital:
Con profundas y patriticas esperanzas, puntualizo la impostergable necesidad de prestar atencin y solucin a los edificios escolares que son, dir,
las incubadoras de nuestra nacionalidad, porque en ellos se adquieren las
primeras inspiraciones de amor a la Patria y a las reglas que regulan la
7
conducta individual y colectiva.
Unos aos despus, en la Memoria de su gestin de 1947 elevada al
P.E.N., el Gobernador Belenguer se justificaba por haber seguido con la cos-
7
8
Citado en Ros, Carlos A. (1980): Gobernadores del Neuqun 1884-1980, op. cit.
Gobernacin del Neuqun. Memoria anual del ao 1947. La mayora de las veces en que aparecen mencionados los indgenas en estas Memorias, es desde un tratamiento estadstico (cantidad de tribus, nombre del cacique, cantidad de miembros, hectreas que cultivan, cantidad de ganado que poseen, estado legal de las tierras que ocupan). Esta informacin est
consignada en forma de cuadro, seguido de un mapa del Territorio con la ubicacin de cada
tribu.
184
acte por s solo como simple ciudadano, y no por intermedio de representantes tribales.
Aun cuando se tolerara o incluso fomentara su modo de asentamiento y
organizacin comunitarios, fundamentalmente por cuestiones prcticas de
fijacin y control, la tendencia de las distintas instituciones y polticas nacionales era desplazar la identificacin primaria del nivel grupal o tribal
en tanto indgena, al nivel de la pertenencia a la Nacin en tanto ciudadano
argentino. En la medida en que estos individuos asumieran su identidad
como indgenas argentinos diferentes de los indgenas chilenos, se estara concretando su integracin subjetiva a la Nacin que antes los incorpor fsicamente por la fuerza.
En esta direccin apuntaba tambin la creacin en 1937 de una Escuela
Granja Hogar en la ciudad de Neuqun, a la que concurriran chicos de las
comunidades para su formacin. En qu y para qu seran formados lo explicita su impulsor, el Gobernador Pilotto:
Esta escuela, que se ocupar de la instruccin general de la niez indgena del Territorio, tendr por especial objeto ensearles un oficio o profesin para que al egresar de ella, vuelvan a sus antiguos hogares educados y
capacitados para, no slo servirse a s mismos, sino para orientar a los
dems e infiltrarles, por reaccin natural, mejores normas de vida, haciendo desaparecer la inercia y despreocupacin que hoy les domina. Funcionar en principio, como ensayo, con slo 30 alumnos. Podr no
obstante, llegar a albergar un importantsimo ncleo de jvenes indgenas,
que encariados con el trabajo, instruidos intelectualmente por la escuela del internado, con un espritu renovado completamente, con principios sanos de moral y de higiene, y con sentimientos de fraternidad, sin
odios ni rencores al volver a sus tribus de origen no podran adaptarse a
vivir en la indigencia y que, por el contrario, reaccionaran en sentido favorable para levantar el nivel de vida de sus congneres; o, fracasados en su
intento, se apartarn para mezclarse con la civilizacin, procurando
mantener ese bienestar que les ha brindado su paso por la escuela, bajo la
tutela del Estado. Todo hace pensar, pues, que con este establecimiento se
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11 Este artculo est ubicado en la Quinta Seccin, titulada Rgimen econmico, junto a otros
tems referidos a la poblacin en general, como por ejemplo el que sostiene que La tierra es un
bien de trabajo y la ley promover una reforma agraria integral. Constitucin de la Provincia
del Neuqun, 1957
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La finalidad del Primer Congreso que ser de carcter tcnico-cientfico es ordenar, sistematizar y documentar todo lo referente al patrimonio material y espiritual, relacionado con los valores del pueblo
araucano, que habit el suelo argentino para reconstruir ese perodo de
nuestra historia patria 12
En relacin a su realizacin, adems de resaltar la participacin de estudiosos del tema, autoridades y medios de prensa, el Gobernador Asmar sealaba la importancia de contar con la presencia serena y evocativa de los
13
caciques mapuches del Neuqun. En este sesgo mistificador de la imagen
de las autoridades mapuche, puede notarse tambin el cambio en su valoracin, especialmente si la contrastamos con la forma en que era evaluado el
ethos indgena unas dcadas antes.
Por ejemplo, hacia 1936 el gobernador Pilotto propona la intervencin
directa en la organizacin de las comunidades para transformar sus modos
de vida tradicionales:
Este Gobierno cree indispensable la creacin de un organismo local, que
tome a su cargo el asesoramiento y direccin de las reducciones o agrupaciones indgenas, con suficientes recursos para el normal desarrollo del trabajo y eliminacin de la vida contemplativa e indolente que ahora
llevan. 14
La nueva valoracin de lo nativo, el relato en tiempo pasado de lo que se15
gua estando presente y muy especialmente presentado en este evento
de 1961 empezara a conformar un modo de reconocimiento folckorizado, una nueva estereotipacin y una nueva versin de integracin subor12 Actas del Primer Congreso del rea Araucanista Argentina. Neuqun, 1963.
13 Honorable Legislatura de la Provincia del Neuqun. Discurso del Gobernador Asmar, 1 de
mayo de 1961.
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puestos sanitarios, que coordinada con la realizacin de campaas de extensin agrcola y de desarrollo y aprovechamiento de sus evidentes y naturales
aptitudes, permitirn elevar las condiciones en que se desenvuelve la vida
de estas familias17
Si bien en 1964 hay una evidente atencin de los problemas y necesidades de la poblacin indgena, no existe an ninguna reparticin provincial destinada especialmente a atender a este sector social. Los programas o
acciones dirigidos a ellos, como a los dems pobladores del rea rural, pasan
principalmente por el Ministerio de Asuntos Agrarios, y los destinados a la
poblacin con graves carencias econmicas sean indgenas o no estn a
cargo del Ministerio de Accin Social.
Por su parte, desde el primer gobierno del Movimiento Popular Neuquino, encabezado por Felipe Sapag en 1964, se asumir la tarea del desarrollo provincial, paralelamente a la construccin discursiva de la neuquinidad (Favaro y Morinelli, 1993) desde una retrica fuertemente
anticentralista, y en consecuencia, antiportea. La confrontacin con el
Estado nacional, denunciado como responsable del abandono y estancamiento de Neuqun, tendr como contracara un nfasis provincialista basado en la unidad y cohesin social ms all de las diferencias existentes. En
este sentido, el discurso poltico de partidos provinciales como el Movimiento Popular Neuquino (MPN) interpela a los partidos nacionales y se
propone constituir el inters comn en trminos de un conflicto primordial: el de la provincia frente al poder central (Palermo, 1988:11).
En el discurso de apertura de las sesiones legislativas de 1964, el mismo
gobernador anunciaba la poltica de regulacin de tierras para las agrupaciones indgenas como un primer paso del Operativo Araucano, que incluira una serie de programas tendientes a asimilarlos al resto de los habitantes del Neuqun, sin distingos de ninguna naturaleza Se prevea la
extensin del sistema de salud y del sistema educativo provinciales a todas
las comunidades, para lo cual existan reservas dentro de las reservas, o
sea, espacios destinados a la escuela, el puesto sanitario y, ocasionalmente,
un destacamento policial. Finalmente, aunque de un peso central, se enca17 Un amplio anlisis histrico, jurdico y econmico del modo de acceso a la tierra previsto para
las comunidades mapuche, as como de los conflictos pasados y presentes derivados de esta situacin, puede verse en UNC-APDH: Informe Final del Proyecto Especial Defensa y Reivindicacin de Tierras Indgenas. Neuqun (1996).
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Al medio, entre nosotros y el indgena corre el ro de la Desconfianza. Tenemos que tender el puente, y pienso, que el puente somos nosotros, con el
SPAI. Nuestra prioridad no es la promocin socio-econmica, sino la promocin humana.
Un poco ms adelante sostena que quien realizar la promocin humana, romper la desconfianza, y se constituir en el puente entre estas dos
orillas [] y ese puente, tiene que apoyarse sobre la otra valla, en los lderes
naturales de la comunidad.19 El discurso finalizaba con una expresin de
deseo: que esta institucin no sea una nueva frustracin para nuestros hermanos, los indgenas, [] que son ms Argentinos que nosotros y que
tienen ms derecho que cualquiera de las otras comunidades que puedan
estar integradas, incorporadas al quehacer y al deber de la Provincia y de la
Nacin.
Sin duda las mejores intenciones presentes en su vocacin misional por
la promocin del modo de vida de los indgenas fuertemente atravesadas
por el discurso de la integracin y el desarrollo que en la poca aparecan
como polticas progresistas impidieron vislumbrar lo que un anlisis crtico retrospectivo permite: la ambigedad de una poltica asistencial que,
por no cuestionar la asimetra constitutiva de la relacin Estado-indgenas,
a la vez que proporciona paliativos a la situacin de penuria y marginacin,
la reproduce, generando a lo sumo una integracin subordinada que profundiza la dependencia.
En tanto estrategia hegemnica del Estado, el tema de la deteccin y formacin de lderes indgenas que menciona Barreto como paso hacia el fomento del protagonismo de las mismas comunidades en el mejoramiento
de sus condiciones de vida (un paso que a la postre fue efectivamente importante) constituy un modo de vehiculizar las demandas de las comunidades por carriles acotados, disciplinando los procedimientos de acuerdo a
la burocracia huinca, a la vez que demarcando claramente los lmites de
los reclamos permisibles. Esta cuestin aparece en estos aos con mucha
fuerza, aunque con auspicios y tendencias polticas variadas. Por ejemplo,
en ocasin del primer Cursillo para lderes indgenas convocado por el
Obispado del Neuqun, y llevado a cabo en junio de 1970, se constituy la
19 Provincia del Neuqun, Ministerio de Bienestar Social, Instituto de Promocin Social. Documento n 8: Discurso pronunciado por el Padre Oscar Barreto en la primera reunin de trabajo del Sistema Provincial de Promocin Social. Zapala, 7 de agosto de 1969.
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Confederacin Indgena Neuquina, que desempeara un papel importante en la comunicacin y articulacin de las comunidades dispersas en el
territorio provincial (Falaschi, 1994). Como se ver, la capacitacin indgena reaparecer con un sentido diferente en la segunda mitad de la dcada
del 80, con la realizacin de una serie de Cursos de Capacitacin de lderes indgenas con ingerencia del gobierno provincial, financiacin y
cuerpo docente de Nacin, y respondiendo a lineamientos de organismos
internacionales.
En todo caso, durante la dcada de los aos 70 sigui funcionando el
SPAI, con la mira puesta en la promocin y asistencia social de las comunidades. Un documento de 1975 resea las acciones llevadas a cabo durante
ese ao por el SPAI en el marco de un Programa Integral de Desarrollo
dirigido a las comunidades rurales marginadas, que inclua desde realizacin de mensuras, mejoramiento de viviendas y construccin de infraestructura comunitaria, hasta proyectos de reactivacin econmica de tipo
20
agropecuario y forestal.
En 1978, durante la ltima dictadura militar (1976-1983) que en el
contexto neuquino revisti la particularidad de no desplazar al MPN del gobierno provincial, el Consejo Federal de Inversiones (CFI) elabor un informe denominado Anlisis socio-econmico, aspectos culturales y tipologa de las comunidades aborgenes del Neuqun, donde se incluye un
captulo en el que se aborda la implementacin de programas y/o proyectos por parte del Gobierno provincial, evaluando la atencin prestada a
21
las distintas comunidades existentes en la provincia. El informe consigna,
adems de cuntos y cules fueron los proyectos elaborados, cuntos y
cules fueron ejecutados. El resultado es de 44% sobre el total de los proyectos, correspondientes en su mayora a ejecucin de mensuras, construccin de escuelas y puestos sanitarios. De los proyectos especficamente econmicos se llev a cabo slo un 14% de lo previsto. El informe establece
tambin una tipologa de las comunidades de acuerdo al grado alto, medio
20 Provincia del Neuqun, Ministerio de Bienestar Social. Documento del SPAI titulado Programas provinciales de desarrollo social integrado para agrupaciones indgenas. Neuqun,
1975.
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o bajo de atencin recibida, dato que evidencia la arbitrariedad en el manejo de estos programas de acuerdo al tipo de vnculo establecido con las
autoridades de las distintas comunidades.
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la lengua, estimulando el desarrollo de las actividades artesanales, respetando el ejercicio pleno del culto y sus creencias religiosas, aprovechando su
difusin en los mbitos Provincial y Nacional. Aqu se evidencia el tipo de
abordaje que ser especialmente cuestionado por las organizaciones mapuche unos aos despus, por tratarse de un reconocimiento meramente
cultural, incluso folklrico de las diferencias, omitiendo cuestiones polticas centrales como territorio, autonoma, derecho consuetudinario, etc.
El otro tem propone: Capacitar a los lderes naturales y jvenes de las
Agrupaciones Indgenas, para que incentiven la participacin activa de los
pobladores en la realizacin de acciones tendientes al logro de un mejor
nivel de vida. Como se seal anteriormente, la deteccin y formacin de
lderes comunitarios que comienza a insinuarse a fines de la dcada del 60
se concreta en una serie de Cursos de Capacitacin de lderes indgenas, durante los aos 1986 y 1988.
Si a primera vista esta iniciativa aparece como un aporte a la capacidad
de gestin de mejoras por parte de los miembros de las propias comunidades (y sin duda tuvo ese efecto), un anlisis detenido permite ver su funcionalidad dentro de un conjunto ms amplio de estrategias de construccin de hegemona por parte del poder estatal provincial. La capacitacin
tambin cumpli un papel de regulacin de los procedimientos y demarcacin de los lmites de los reclamos permisibles, tendiendo a la canalizacin
de las demandas de las comunidades por carriles institucionalmente definidos. Tambin fue una estrategia de cooptacin de referentes indgenas,
que en instancias posteriores se desempearan a su vez como capacitadores
o funcionarios en distintos niveles de la poltica indigenista. Como sostiene
Serbn (1981), las Direcciones de Asuntos Indgenas provinciales incluida
la de Neuqun habran cumplido una funcin de control poltico en dos
sentidos: atemperar los conflictos que se presentasen con las comunidades
indgenas a travs de donaciones y prebendas limitadas, a la vez que asegurar, a travs del control de los mecanismos de poder de las comunidades,
el caudal elector aborigen (Serbn, 1981:417). En todo caso, el objetivo
general declarado de estos cursos era:
Capacitar a jvenes mapuches que renan condiciones y capacidad de liderazgo para promover la participacin de los miembros de sus comunidades y llegar a ser Nehuen-Hueche (Fuerza- Joven).
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24 Corresponden al tramo final del ltimo mandato del gobernador Sapag y al del actual gobernador Sobisch, reelecto en 2003 para un nuevo periodo de gobierno.
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25 El tradicional Ministerio de Bienestar Social es reemplazado en 1995 por el Ministerio de Salud y Accin Social, y nuevamente en 1999, por el Ministerio de Desarrollo Social, vigente
hasta la actualidad.
26 En esta ltima hay otra expresin similar a la anterior, casi redundante: Intervenir en el diseo de polticas culturales que promuevan la identidad provincial, afianzando sentimientos de
pertenencia y rescatando las diversas manifestaciones y patrimonios culturales. Aparece as
claramente enfatizado que el Estado propiciar que la balanza entre identidad provincial (hegemnica) y diversidad se incline hacia la primera.
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30 En relacin con la Resolucin 4811/96, ver una interesante y analtica mirada antropolgica
sobre la significacin y performatividad de las normas legales en GELIND (1999a).
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En tanto la forma comunitaria en el statu quo normativo actual permite un mejor ejercicio y defensa de los derechos fundamentales de los Pueblos Originarios, los obstculos fabricados de facto por los funcionarios
en jurisdiccin de sta y de otras provincias (como la de Salta en el caso
Llaka Honhat) llevan a pensar no slo en un simple dficit de voluntad poltica, sino ms bien en una intencionalidad patente o latente de coartar y limitar al mximo aquellos derechos (de personera y de tierras, especialmente) frente a conflictos actuales o eventuales derivados de su
reconocimiento, en los que subyacen intereses econmicos, hoy domi32
nantes sobre lo poltico y lo social.
El Decreto en cuestin, asimismo, nace con vicio o pecado original, en
tanto su proyecto que interesa y concierne a las Comunidades se dicta
como acto del prncipe, sin ser sometido a debate ni a la obligatoria consulta de los pueblos y comunidades por l afectadas, tal como lo establecen
el artculo 75, inciso 17 de la Constitucin Nacional (CN) y el Convenio
33
N 169 de la O.I.T citas ambas omitidas en los considerandos del De34
creto. Este incursiona adems oblicuamente en otras reas y en perjuicio
de otros derechos indgenas, como por ejemplo en lo que hace a la pose-
32 Cfr. los casos pasados y presentes de las Comunidades Kallfucura, Kaxipayi, y las que circundan el Cerro Chapelco en Neuqun; o el de las Comunidades Com Ki Mu, Malln Ahogado, Vuelta del Ro, Huisca Antieco, y de las familias Curianco-Nahuelquir y M. Fermn en
Ro Negro y Chubut, entre otras. Cfr. Tambin con otros conflictos de familias y comunidades mapuche vs. intereses de Cermica Zann S.A., del Proyecto Mega, del Complejo Invernal Chapelco; de la sucesin Sede e Inmobiliarias en Arroyo Las Minas, de Patagonia Andina
Golf Club, de Benetton Hnos., de minera Meridian Gold, etc.
33 Se compromete la constitucin argentina ante los Pueblos Originarios a asegurar su participacin en la gestin referida a sus recursos naturales y a los dems intereses que los afecten. Establece el artculo 6 del Convenio 169 de la OIT que los gobiernos debern: a) consultar a los
pueblos interesados, mediante procedimientos apropiados y en particular a travs de sus instituciones representativas, cada vez que se prevean medidas legislativas o administrativas susceptibles
de afectarles directamente. Si recursos naturales bsicos son para los Pueblos Indgenas sus
tierras-territorio y otros como el agua, el aire y la integridad de su medio ambiente, el primer
inters que los afecta y demanda su participacin consiste en su Autonoma y en el respeto
debido del Estado a sus propias instituciones y a su derecho consuetudinario. Ver Falaschi,
Caputo y Monte (1994).
34 Lo mismo ocurre con el Decreto N 1181, dictado en materia educativa tambin sin debate
pblico ni consulta con los integrantes de la comunidad educativa (ciudadanos padres de familia y docentes), y con derogacin anunciada ahora por el gobernador suerte que asimismo deseamos al Decreto N 1184.
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sociedad) de la persona jurdica de derecho privado. Para mejor comprensin del tema, decimos que un paralelo anlogo lo da el art. 75 de
la misma C.N., cuando expresa: [] Reconocer [] la posesin y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan; es decir una personalidad y una posesin o propiedad que pueden existir desde antes de
su reconocimiento, ptica poco comn en la formacin en las facultades de Derecho.
c) En tercer lugar y en cuanto a las exigencias previas para el registro, la
Ley Nacional N 23.302 enumera en su artculo 3 las de: Nombre y
domicilio de las Comunidades; Integrantes; Actividad; Pautas de organizacin (culturales): Antecedentes de su preexistencia y reagrupamiento; y finaliza con una zona gris y elstica en extremo, que se
presta a la arbitrariedad: los dems elementos que requiera la autoridad
de aplicacin. El Decreto Reglamentario N 155 de 1989, a su vez,
trata el tema en los arts. 16 al 20, y prev (adems de la coordinacin y
convenios con las Provincias) un censo de los integrantes de las comunidades cuando sea posible. Las encuadra en el art. 33-2 del Cdigo
Civil y, en particular, requiere de manera discreta establece que podrn tenerse en cuenta identidad tnica, lengua autctona actual o
pretrita, cultura y organizacin propias, tradiciones esenciales, convivencia actual o pasada en hbitat comn y la existencia de un ncleo
de al menos tres familias.
38
d) El Decreto provincial sobreabunda, en cambio, requisitos, muchos
de ellos polmicos e incluso peligrosos. Incluso ya antes de enunciarlos
establece: y los que surjan a partir del trabajo de campo a realizarse con
todas y cada una de las Comunidades mapuches. Aqu entramos en la
dimensin desconocida. No se sabe quin llevar a cabo, ni sobre
qu, ni por qu, ni para qu, ni cmo, ni siquiera cundo ser practicable y cundo finalizar ese nebuloso trabajo de campo, en el que adems no habra participacin ni control de la Comunidad, sino por
hiptesis del rgano de aplicacin y con un alcance que se ignora; mxime cuando las comunidades son conminadas a acogerse a este rgimen en el plazo de 12 meses. Qu mayor paradigma de inseguridad
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que son ley para las partes. Adems no las encuadra en los trminos del
Decreto lo que hubiera sido al menos lgico sino en los de una Ley Provincial que no contempla ni la identidad ni los derechos comunitarios indgenas; ley que elptica e ilegalmente se est ampliando o modificando por
decreto, complicando innecesaria, gratuita y lamentablemente las cosas. Va
sin decir la litigiosidad de todos estos aspectos.
Hasta aqu, las consideraciones surgidas de una primera aunque atenta
lectura del Decreto provincial en cotejo con otros instrumentos legales,
aunque este Decreto verdadero chaleco de fuerza para las Comunidades da todava para ms y para hilar ms fino. Por lo pronto, bien merecera otros estudios puntuales la incidencia indirecta pero efectiva (por
nociva) de este instrumento slo formal o aparentemente legal en lo concerniente a los derechos de las Comunidades mapuche sobre sus tierras-territorio.
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44
45 El Consejo Provincial de Educacin, si bien depende del Poder Ejecutivo Provincial, constituye un organismo colegiado, en el que estn representados tambin el gremio docente (ATEN) y
los consejos escolares. Es importante tener en cuenta la iniciativa lanzada en 2003 por el gobernador Jorge Sobisch, luego de ser reelegido para otro perodo en su cargo, en torno a la
creacin de nuevos ministerios del poder ejecutivo, entre ellos el Ministerio de Educacin,
Cultura, Deportes y Juventud, rea que pasara entonces a depender ntegramente del ejecutivo provincial (ver Ro Negro On Line 11-10-2003).
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raciones. Durante lo que resta del ao 1995, el CPE asign a las plantas funcionales de doce establecimientos el cargo de Maestro Especial de Lengua y
Cultura Mapuche, mediante sucesivas resoluciones.46 Resulta llamativa la
concentracin de dichas designaciones nueve sobre un total de doce en el
Distrito Regional IV, hecho que remite una vez ms a la discrecionalidad con
que se aplican este tipo de programas en funcin de la relacin de los funcionarios a cargo con los referentes de las distintas comunidades. Sin embargo,
dichos maestros se desempearon slo durante 1996, luego de lo cual el
cargo fue desactivado (Daz, 2001).
En gran medida como medio para contener las demandas de intercultu47
ralidad que por ese entonces cobraban consenso en la sociedad civil, el
proyecto oficial fue retomado en el ao 2000, bajo la rbita de la Direccin
de Programas Educativos e Idioma Mapuche nueva dependencia del CPE
a cargo de un funcionario mapuche que pas a concentrar las pequeas
decisiones y la informacin correspondiente, interviniendo en la seleccin
48
de los maestros, su capacitacin y la evaluacin de su desempeo. Esta Direccin se reserv tambin la facultad de renovar (o no) ao a ao los nombramientos, con lo cual la eleccin dej de estar en manos de la comunidad
exclusivamente, tornndose en muchos casos en un beneficio ms equivalente por ejemplo a los planes jefes y jefas de hogar a distribuir segn mecanismos clientelares.
El proyecto recibi fuertes crticas desde la Coordinadora de Organiza49
ciones Mapuche y su Centro de Educacin. Las propuestas de este
50
centro fueron ignoradas por la Direccin de Programas Educativos e
Idioma Mapuche que, incumpliendo con lo establecido por la Constitucin Nacional en su artculo 75, inciso 17, no someti su proyecto al debate con las organizaciones mapuche interesadas. Una vez ms, la poltica
provincial redujo la participacin indgena a la designacin de un funcionario mapuche al frente del organismo en cuestin.
46 Resoluciones N 0800 (28-09-95), N 0930 (07-11-95) y N 1052 (28-11-95).
47 Nos referimos en particular al Proyecto de Educacin Intercultural elaborado por la
COM
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como el espacio formativo del Centro de Educacin Mapuche Norgvlamtuleayi, de la Coordinadora de Organizaciones Mapuche de Neuqun, y
la Organizacin Mapuche Puel Pvjv para nios mapuche de la ciudad de
Neuqun, denominado Tukulpazugun donde el aprendizaje del idioma
forma parte de un proyecto poltico ms amplio que resignifica la recuperacin del mapuzugun como parte de la disputa por la autodeterminacin. Al
desplegar estrategias didcticas ms participativas y vivenciales, se genera
en los nios una activa reapropiacin y puesta en prctica del conocimiento
que all circula, como componente relevante de su auto-identificacin
como mapuche.
La descontextualizacin observada en la puesta en prctica del programa
oficial se vincula a su vez con un particular uso escolar de la cultura indgena, consistente en la seleccin de elementos culturales que resaltan la alteridad y su presentacin o recreacin en el espacio escolar, aislndolos de
su contexto socio-histrico. Usos semejantes han sido advertidos en otros
contextos en que se ensayan programas de educacin intercultural bi55
linge. La orientacin del currculum hacia el rescate cultural supone
una seleccin de contenidos tomados del pasado, de la tradicin, deslegitimando a su vez manifestaciones culturales contemporneas (Chiodi,
1997). El temario del 7 Encuentro de Educacin y Cultura Mapuche
coordinado por la Direccin de Programas Educativos e Idioma Mapuche
en el paraje ireco, departamento de Zapala, en agosto de 2002 constituye un claro ejemplo de la reduccin de la cultura mapuche a elementos y
hechos del pasado, de acuerdo con una nocin esencialista, ahistrica y restringida de la cultura, como mbito simblico, desvinculado de las condiciones de vida y trayectoria histrica de esta poblacin.
56
El resultado es el fortalecimiento de una perspectiva armonicista, que
confluye con un estilo provincial de construccin de hegemona que ha incorporado lo mapuche de manera subordinada, neutralizando su conflictividad mediante una reduccin al pasado pre-hispnico, al rea rural y al
mbito de la tradicin.
55 Ver Chiodi (1997) en referencia a la EBI en Chile y Hecht, A. (2004) para la provincia de Formosa.
56 Esta forma de incorporacin de lo mapuche nos recuerda los insistentes llamados que se hacen
a la reconciliacin, ante toda iniciativa de juzgar y penar a los responsables del terrorismo de
estado, pretendiendo que aqu no ha pasado nada, como si el pasado pudiera suprimirse.
216
El esfuerzo por instaurar y transmitir a los nios mapuche esta visin armnica tan cara a la neuquinidad qued de manifiesto en una de las actividades promovidas por la Direccin de Programas Educativos e Idioma
Mapuche. La misma consisti en la traduccin de las estrofas del himno
provincial neuquino al mapuzugun, realizada en los encuentros de capacitacin por el consejo de ancianos y por los maestros que se desempean en
el programa. Segn manifestaron varios de los participantes de dicha actividad, una vez traducido al mapuzugun, el himno que fue interpretado
por el conjunto de maestros mapuche en diversos eventos oficiales qued
instituido como contenido fundamental a ensear a los nios mapuche de
las comunidades, hecho que evidencia el compromiso del programa en
cuestin con la economa poltica de la diversidad imperante a nivel provincial economa que, a la vez que reconoce una cierta validez a la adscripcin mapuche, la subordina a la pertenencia provincial.
Se procede como si la escuela estuviera aislada del contexto histrico y
sociocultural, omitiendo la inferiorizacin y subordinacin que hasta la actualidad sufre el grupo social de pertenencia de los nios, de acuerdo con
un modelo de pluralismo basado en la subordinacin tolerante que, a pesar
de reconocer en cierta medida la heterogeneidad no cuestiona el primado
de tendencias homogeneizadoras (Briones y Daz, 2000:51).
La perspectiva a-conflictiva se extiende asimismo a las relaciones entre el
pueblo mapuche y el histrico accionar de la iglesia. Tal armona es cons57
truida poticamente en la letra del himno provincial, y es polticamente
reforzada mediante la articulacin promovida en la prctica si bien no reconocida oficialmente por la Direccin de Programas Educativos e Idioma Mapuche con instituciones privadas de carcter religioso, tanto catlicas como evanglicas. No slo los docentes de lengua y cultura mapuche
de dichas instituciones participan en los encuentros de perfeccionamiento,
sino que algunos de dichos encuentros se han desarrollado en instalaciones
58
de dichos establecimientos.
57 Una de las estrofas del himno neuquino expresa
Un presagio de machi
le corre por la sangre
multiplicando panes
igual que el nguenechen
58 Esto se da fuertemente en la zona de Junn de los Andes, donde se integran a las actividades del
programa provincial tres establecimientos catlicos (Ceferino Namuncur, Mara Auxiliado-
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A partir de los primeros encuentros de capacitacin y perfeccionamiento, se fij un particular modo de escritura del mapuzugun, cuya castellanizacin es considerada una nueva forma de subordinar lo mapuche a lo
wigka o no mapuche (Briones, 2002d:403) por parte de organizaciones
mapuche que trabajan en cambio con el grafemario Ragileo, un sistema de
signos que utiliza el alfabeto hispano pero reasigna sus correspondencias fonticas para evitar castellanizar la pronunciacin adems de la escritura
(idem). La utilizacin de dicho grafemario ha sido rechazada por el director
de Programas Educativos e Idioma Mapuche y por varios de los maestros
mapuche entrevistados en virtud de su origen chileno. Dicha argumentacin remite al problema chileno como mito en base al cual no slo se ha
implementado y ejercido la soberana nacional en zonas de frontera, sino
tambin erigido la justificacin identitaria neuquina para la provincializacin del desierto (Briones y Daz, 2000:45).
La estandarizacin de la grafa del mapuzugun surgida de la Direccin de
Programas Educativos e Idioma Mapuche no slo se aplica dentro del mbito escolar, sino tambin en el marco de la Direccin General del Registro
de Estado Civil y Capacidad de las Personas. Tomando como parmetro
dicha estandarizacin, tal organismo ha negado la inscripcin de varios
nios con nombre mapuche escrito segn el grafemario Ragileo, anteponiendo dicha resolucin administrativa a normas de jerarqua constitu59
cional, como la Convencin Internacional de los Derechos del Nio.
A su vez, se tiene conocimiento acerca de un extenso proyecto en estado preliminar por el momento de capacitacin y prctica ocupacional
para beneficiarios mapuche adultos. Los fondos solicitados para tal fin seran administrados por esa Direccin del CPE, lo cual supone una ampliacin de su injerencia hacia el mbito de las polticas sociales. Considerando
la actual ausencia en el organigrama del Estado provincial de un organismo
que concentre el diseo, desarrollo y seguimiento de las polticas sociales y
de reconocimiento para el pueblo mapuche, lo antedicho podra interpretarse como una tendencia hacia el progresivo desempeo de dichas funciones por la Direccin de Programas Educativos e Idioma Mapuche, lo
ra, Laura Vicua) y uno evanglico. Ver Ro Negro On Line, 18-06-2000: Ensearn mapuche a jvenes indgenas.
59 Algunos de estos casos han sido llevados al mbito judicial por la Defensora de los derechos
del Nio y el Adolescente, obteniendo un fallo favorable que ha sentado precedente. (Ver Ro
Negro On Line, 04-04-2004: Permiten que escriba su nombre con grafa mapuche.)
218
cual pone en escena una vez ms el reconocimiento folklorizante que histricamente ha desplegado esta provincia, tendiente a inhibir la discusin en
torno a cuestiones polticas centrales a la relacin entre el pueblo mapuche
y el Estado provincial, tales como la cuestin territorial y los mrgenes de
autonoma.
V. Comentarios finales
El anlisis de la historia de la poltica indigenista neuquina, del reciente decreto provincial sobre personera jurdica de las comunidades mapuche y del
proyecto oficial de enseanza de lengua y cultura mapuche en escuelas de comunidad, nos permiten sealar que la poltica indigenista neuquina se ha caracterizado desde un comienzo y hasta el presente por su aspiracin de integrar a la poblacin mapuche al cuerpo de la Nacin en primer trmino, y
particularmente al cuerpo de la Provincia a partir del inicio de la hegemona del MPN. En esto, se despleg una poltica de ciudadanizacin con fuerte
nfasis en la identidad provincial, siempre construida como prioritaria frente
a la pertenencia indgena de este sector primaca an vigente en el mbito
educativo-. Por otro lado, nos encontramos con un Estado provincial que ha
intervenido variada y continuadamente mediante polticas de carcter fuertemente asistencialista, paternalista y clientelar, aunque presentadas como tendientes al desarrollo socioeconmico de las comunidades. La desigual distribucin de los beneficios y programas sociales entre las diversas comunidades en funcin del alineamiento poltico y el grado de relacin de sus
autoridades con los funcionarios estatales constituye una arbitrariedad presente hasta el da de hoy, al igual que el hermetismo con que se maneja la informacin respecto de dichos programas.
En ambos sentidos, se ha tratado de una integracin que, material y simblicamente, ha subordinado a este pueblo. Los reclamos de la poblacin
mapuche por un verdadero reconocimiento polticocultural suelen ser
deslegitimados desde el gobierno, o neutralizados mediante programas
que, tras una retrica concesiva, reproducen la folklorizacin y la reduccin
de la problemtica mapuche al plano de la asistencia social y al mbito
rural. En este sentido, el reclamo de reconocimiento como Pueblo y la reivindicacin de derechos fundamentales como territorio y autonoma que
acompaan el proceso de revitalizacin de la identidad y las organizaciones
219
mapuche de las ltimas dcadas representan una disputa con el modo histricamente asentado de construccin de hegemona en la provincia del
Neuqun.
Fuentes
Actas del Primer Congreso del rea Araucanista Argentina. Neuqun, 1963.
Cdigo Civil de la Nacin Argentina.
Comunidad Kallfucura y Equipo participativo de direccin del Proyecto Defensa y Reivindicacin de Tierras Indgenas, UNCo-ApDH, Neuqun,
1994-1996: Estatuto Autnomo antecedente piloto, Neuqun, 1995.
Convencin Internacional de los Derechos del Nio.
Consejo Federal de Inversiones (CFI) 1978: Anlisis socio-econmico, aspectos culturales y tipologa de las comunidades aborgenes del Neuqun.
Consejo Provincial de Educacin de la Provincia del Neuqun:
Resolucin N 0349 (23-05-95)
Resolucin N 0800 (28-09-95)
Resolucin N 0930 (07-11-95)
Resolucin N 1052 (28-11-95)
Resolucin N 1741 (22-12-00)
Consejo Provincial de Educacin de la Provincia del Neuqun, Direccin de
Prensa y Comunicacin, 09-03-01: Designarn a 39 maestros bilinges
mapuches, disponible en http://www.cpeneuquen.edu.ar/ con acceso el
5-11-03.
Consejo Provincial de Educacin de la Provincia del Neuqun. Direccin de
Programas Educativos e Idioma Mapuche 7 Encuentro de Educacin y
Cultura Mapuche, m.i.
Congreso de la Nacin:
Ley N 14.408, 1955.
Ley N 17.711, 1968.
Ley N 23.302, 1985.
Ley N 24.071, 1992.
Constitucin de la Nacin Argentina. 1994
220
Captulo 7:
Introduccin
223
224
225
Estos son manuales de cuarto grado y segundo ciclo de EGB que circulan en la escuela saltea
desde hace veinte aos. Es en este nivel de la escolaridad donde se trata especficamente el tema
de las provincias.
Slo uno de los manuales (Damin, et al., 1987) contina el relato ms all de la muerte de
Gemes (1821), enfatizando temas como luchas civiles hasta 1852, organizacin nacional
hasta 1880 y los ltimos cien aos.
226
el que hoy predomina en el discurso de la provincialidad, no obstante la importancia que, como veremos, sigue asignndose en l a lo colonial.
Veamos ahora en detalle las narrativas de la fundacin de Salta, del
Seor y la Virgen del Milagro y de la gesta de Gemes, prestando atencin a sus correspondencias ticas: la hidalgua, la devocin catlica y el
patriotismo. Intentaremos mostrar en base a qu discursos y de qu modo
puede el carcter salteo explicar y justificar la jerarqua moral que traza
entre s mismo y las identidades colectivas indgenas que reconoce en su
interior.
227
Casi un siglo antes, el literato y primer gobernador radical Joaqun Castellanos ya expresaba que
en este peligro se fundaba un rasgo de la psicologa saltea. Explicaba que el salteo es precavido porque la necesidad de guerrear desarroll energas activas, y la de precaverse contra la
emboscada o el asalto enemigo, la de prudencia y maa en la poblacin saltea de entonces. Y,
como ocurre siempre en el mecanismo orgnico del hombre, que los rganos sobreviven algn
tiempo a la funcin, los instintos defensivos subsisten en la psicologa saltea despus de dos
centurias que ha desaparecido el amago del indio (Castellanos, 2000 [1903] ).
Recientemente ha aparecido en El Tribuno un artculo que lleva por ttulo La odisea de los
fundadores. El autor comenta la relacin intrnseca entre la basura y la plaza matriz: El sitio
comunitario por excelencia -sino el nico- sera la plaza de la picota, [...] convertido luego en
Plaza 9 de Julio, sera un basural donde los vecinos arrojaban todo aquello que les estorbaba.
Porque es probable que los antiguos, al fin y al cabo abuelos de los salteos actuales, no habrn
sido muy distintos de sus descendientes en materia de picardas. La nica diferencia es que la
basura de los fundadores sera algo ms discreta que la de sus biznietos, porque al menos no
contendra botellas vacas de plstico, bandejas de cartn con restos de pizza o envolturas de
polietileno no degradable (Zamora, 2003). Este relato se inscribe en una tpica retrica populista que nos habla del sacrificio de los primeros pobladores de la ciudad llamndolos pobres
mujeres y superhombres, pero tambin pcaros, compensando as las imgenes de hidalgua de los conquistadores.
228
En esta zona geolgica ocurren muchos sismos, aunque slo adquieren carcter de prueba
los que sucedieron en la ciudad de Salta. Entre otros, cabe mencionar los de la ciudad de Salta
en 1844 y 1858, el de Orn de 1871, el de la Poma en 1930, el de Salta ciudad en 1948, San
Andrs en 1959, Salta ciudad en 1973 y Orn en 1974.
Caro Figueroa, en lnea con la heterodoxia de Castellanos, explica el papel del miedo y la inseguridad en los orgenes religiosos de Salta. [Salta] senta tambin la amenaza de agrietarse por
espasmos de la tierra o perecer por la furia de un cielo que castigaba con sequas o amenazaba
diluvios. Peligros que provocaban miedos; miedos que buscaban conjurarse (Caro Figueroa,
2001a).
229
230
Hasta cierto punto, segn dice Caro Figueroa, el Milagro fue parte de una estrategia evanglica destinada a aplacar la posible resistencia indgena en los primeros tiempos de la colonia.
[El Obispo] Victoria repar en las limitaciones que imponan el medio y la pobreza. Advirti
tambin la importancia de utilizar imgenes para evangelizar, asimilando as la leccin que se
desprendi del culto que los indgenas mexicanos comenzaron a rendir a partir de 1530 a una
Virgen (Guadalupe) pintada en la colina de Tepeyac donde, antes de la Conquista, rendan
culto a una divinidad indgena. Denunciado como escandaloso en 1556, el culto a la Virgen
fue asumido por el clero en 1648. En la segunda mitad del siglo XVI, a la imagen franciscana
que se diriga prioritariamente a los indios, la sucedi una imagen que explotaba el milagro y
trataba de reunir en torno de intercesores comunes a las etnias que componan la sociedad colonial: espaoles, indios, mestizos, negros y mulatos. Fue tambin entonces que comenzaron
a desplegarse como motivos de fe y de culto a los milagros. Ellos servan para excitar y afianzar
la fe sobrenatural. La esperanza en el milagro reduca el miedo provocado por la amenaza de
catstrofes (Caro Figueroa, 2001a).
231
232
11 Para una crtica de la visin populista de este sistema, ver Mata, 1999.
233
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titud para con los indios, para los que mandaba a distribuir sus proclamas
en quichua (Caro Figueroa, 2001d). Por otra parte, tras la muerte de
Gemes, sus gauchos aaden un segundo luto, esta vez en el corbatn del
poncho (Caro Figueroa, 2001d). El poncho deviene un texto que habla de
indios (andinos), mestizos y blancos. En l, un caudillo blanco reconoce la
legimitidad del duelo del indio ante el Inca y luego los gauchos (el
pueblo) abrazan a los indios reconociendo la justicia del reconocimiento
del caudillo.
En el registro histrico podemos observar que lo salteo aparece como
una tradicin el arraigo en un tiempo lento que conserva las esencias
ticas de un pasado glorioso: el honor seorial de los fundadores, la religiosidad catlica y el patriotismo del pueblo provincial. La importancia de
cada uno de estos relatos varan segn los contextos de enunciacin e identificacin.
Segn la lgica expositiva de los manuales, los indios aparecen representados de un modo peyorativo o subsidiando las narrativas centrales. En la
prehistoria y tiempos precolombinos, se enfatizan las formas de vida y
modos de subsistencia de las sociedades indgenas (caza y recoleccin o
agricultura y pastoreo). Mientras en algunos casos se seala que estas actividades corresponden a diferentes grados evolutivos de los indgenas o aborgenes (Valeriano de Niz, 2000), en otros se las califica como diferencias
culturales (Damin et al., 1987). Luego del relato de la fundacin, los manuales plantean los ejes de la historia colonial, destacando sobre todo la
evangelizacin y, en algunos casos, la encomienda y la sociedad de castas,
en las que se hace mencin a los indios dentro de una jerarqua que incluye
blancos, mestizos y negros. En el presente, lo indgena reaparece adjetivando los restos arqueolgicos, artesanas, toponimia, ritos sincrticos, comida, creencias, turismo, etc.; en otras palabras, supervivencias culturales devenidas patrimonio identitario de la provincia.
Cuando se alude a grupos indgenas vivos, aparecen nicamente en el
Chaco, encuadrados en un discurso de supervivencia fsica y misionizacin
catlica. Es de notar que esta supervivencia indgena se ve como pasiva y
transitoria.
La diferencia indgena es doblemente expulsada de la historia, hacia la
prehistoria y hacia la naturaleza. Esto se debe a que la historia slo puede ser
concebida como la disolucin de dicha diferencia en procesos de unificacin y homogeneizacin. Esto queda evidenciado en el mestizaje, en tanto
235
14 Dejamos de lado en esta oportunidad el tratamiento de las categorizaciones de mulato y de negro en el imaginario salteo.
236
237
Si gaucho es el idioma con el cul Salta se entiende con la nacin-puerto, tambin es el lenguaje con el cual mide su propio valor y diversidad interna. Qu representa el gaucho salteo? Se trata de lo mestizo adornado con los valores de honestidad, hombra, lealtad, hospitalidad, amor a la
tierra, respeto a las jerarquas, docilidad y altivez. De qu mezcla tnica proviene este producto moral? El gaucho surge de la unin entre los soldados
conquistadores y las indias convertidas y bautizadas con quienes no era
pecado casarse (Dvalos, 1937:20). Estas indias vivan, sobre todo, en las
reas del primer asentamiento espaol: el Valle de Lerma y los Valles Calchaques. Es en estas zonas y en la frontera con el Chaco donde se distribuyen los
tpicos gauchos:
De oriente a poniente, desde las selvas chaqueas hasta los lmites con las
punas, la poblacin rural de Salta, en su totalidad pertenece a dos razas
gauchas, hispano-hablantes, pastoras, criadoras de toda clase de ganado y
cuyo imprescindible medio de movilidad es el caballo y el mulo (Dvalos,
1937:26-27).
Lo anterior nos lleva a plantear dos ejes de diferenciacin en el modelo
de lo gaucho: uno tnico-geogrfico y otro de clase. En relacin al primer
eje, surge la distincin entre gaucho vallisto y gaucho fronterizo.
Ambos, segn Dvalos, son igualmente mestizos, pero en distintos grados,
ya que provienen de zonas afectadas por desiguales ritmos de mestizacin
(Dvalos, 1937:20). El gaucho de los Valles Calchaques conserva ms
marcas indias, por lo tanto, est menos hispanizado y blanqueado que el
gaucho fronterizo de la zona de las sierras subandinas y el umbral del Chaco
el tpico gaucho de Gemes-.
Ya antes que Dvalos, hacia la dcada de 1900, Bernardo Fras haba
sentido la necesidad de distinguir dos formas sociomorales del gaucho. De
este modo, y en relacin al segundo eje, vemos que gaucho puede referir
tanto a los hombres que provienen de los estratos altos de la sociedad saltea la gente decente o latifundistas como as tambin a sus subordinados peones, arrenderos o puesteros-. Para Fras, gauchos decentes eran casi todos los hombres distinguidos de la poca. Hombres de
ciudad y educados, hijos de buena casa, doctores muchos de ellos y casi
todos de familia acaudalada (Fras en Alvarez, 2003:11). La rstica vida
238
rural iguala a los gauchos decentes con sus peones en tanto hombres de
campo pero, a diferencia de sus sirvientes, los gauchos decentes pueden
hoy estar pialando y enlazando en sus fincas y al otro da vistiendo smoking en el club de la ciudad (Dvalos, 1937:25). El modelo hispanizante
pone en primer plano esta diferencia de clase en tanto estamento o
casta, pues los gauchos latifundistas no son otros que los descendientes
de los espaoles puros, encomenderos por real merced (Dvalos,
1937:20). Decencia es, para Fras, la herencia de costumbres caballerescas de la nobleza hispanocolonial virilidad, destreza ecuestre, honor
que acompaan la propiedad de la tierra. As, dentro del discurso del mestizaje del gaucho nos reencontramos con la jerarqua civilizatoria. Patrones y
peones intercambian desigualmente estilos de vida en paternal familiaridad, ambigua relacin marcada por la distancia social formal y por una
proximidad de hecho, dada a travs de infinidad de gestos (Caro Figueroa,
2001c). El patrn se agaucha generosamente y el pen de adecenta por
imperio de la civilidad y el blanqueamiento.
La fuerza mediadora de lo gaucho depende de su amplia referencialidad geogrfica, tnica, de casta-. En el centro del modelo de mestizaje
se sita el gaucho decente, el patrn latifundista de putativo origen hidalgo. En un segundo crculo, encontramos al otro ms ntimo, el
gaucho-pen, leal y obediente. Dentro de este margen, se ubica el gaucho
fronterizo, con mayores cuotas de sangre hispana, y, un poco ms all,
el gaucho vallisto de memoria calchaqu. Claramente, podemos observar
que este juego de aproximaciones y rechazos se justifica en la pica de la
fundacin de Salta.
En este modelo, a su vez, lo gaucho se distingue y antagoniza con lo colla.
Si el gaucho es el mestizo con disposiciones hacia la apertura de arriba abajo
y de abajo a arriba, del interior al puerto y del puerto al interior el colla es lo
mestizo que se cierra. En otras palabras, el gaucho es puro mestizo, el colla,
mestizo impuro. Por qu? Los que se han propuesto explicitar el modelo de
mestizaje salteo abordaron la cuestin del colla distancindose del significado que ste adquira en el saber popular o la gente despreocupada, a
saber, el de ser un trmino que se refiere a la gente de campo, preferentemente aquella que vive en los cerros. Para la gente de la ciudad, todo el que
no usa gomina y lleva bombacha es colla (Yaez, en Chibn et
al.,1982:170). Mientras que el gaucho como gente de campo pudo remontar el estigma de incultura, el colla apunta Dvalos sigui encerrado
239
15 La puna es el espacio de refugio del colla. En el imaginario de la literatura de Castilla o Dvalos, la puna emerge como la contrapartida del mundo, un dominio seoreado por la muerte.
Con su carga de silencio y tiempo quieto juega simblicamente como la diferencia radical
que permite entender la vida, esto es, la variedad paisajstica y tnica saltea (Chibn et al.,
1982:148-149).
240
Por esta razn, Dvalos se preocupaba por criticar a aquellos que llaman
collas es decir, insultan a los habitantes de los Valles Calchaques,
quienes, para l, no son sino gauchos vallistos. Y agrega que los collas y
los calchaques eran, desde tiempos prehispnicos:
[] dos naciones enemigas, invasora, nmade, hambrienta la una; organizada, laboriosa, rica en reservas agropecuarias la otra. Y rasgo tpico
del colla, rasgo que en vano buscaramos entre los montaeses de Salta: el
colla permanece fiel a su estructura prehistrica [ya que] mantienen vigente su jefe de tribu, sus autoridades y justicia propia, no obstante su acatamiento de la soberana nacional. (Dvalos, 1937:26).
De este modo, collas y gauchos (vallistos y fronterizos) se vuelven entidades opuestas:
El gaucho, al recibir una visita en su rancho, entrega a su hesped su
cama, su comida o su recado, mientras el colla le niega o le escatina el hospedaje o el auxilio auyentndolo con su indiferencia o su desprecio
(Aroz, en Figueroa, 1986:216).
Estas especificaciones antropolgicas no evitan, aun en estos mismos autores, seguir utilizando el trmino colla o coya justificable en orgenes
indgenas an no disueltos del todo para denunciar lealtades dudosas
dentro de la misma comunidad, sea sta nacional, provincial, poltica o de
la casa. Justamente, la peligrosidad de lo colla proviene de que, a diferencia de los indios del Chaco, conoce las maas de los civilizados y, en
contraste con los gauchos, no ha consentido con la intimidad del dominador. Colla, de este modo, simboliza el fracaso del orden provincial
mestizo. En este sentido, no es casual que, en el ao 1937, Dvalos, a ttulo
de autoexpiacin, profetice el retorno del indio:
Bajo la blanda tierra del pucar desierto / como un embrin parsito de
la materna entraa / sentado en sus talones aguarda el indio muerto /
quiz el milagro de una palingenesia extraa (Dvalos, 1937: s/n).
241
242
escuelas y puestos de gendarmera que an precisa ser genuinamente nacionalizado, de ah que suela adscribirse a estos collas a los indios de Bolivia (Dvalos, 1997a, 1937).
Desde la perspectiva del gaucho decente/hidalgo, indios chaqueos y
puneos pueden, por otra parte, ubicarse en distintos lugares de la escala
evolutiva: cazadores-recolectores organizados en bandas nmades y beligerantes, los unos y en un piso superior pastores trashumantes con restos
de autoridad cacical, los otros. En este sentido, los indios del Chaco son los
verdaderos indios de este imaginario, en la medida que muestran los
rasgos ms extremos de salvajismo y naturaleza. La pureza de los indios del
Chaco es originaria, debida a un dficit de contacto, mientras que en los
de la Puna nos encontramos con una especie de pureza reactiva que se
traduce en impenetrabilidad. En ambos casos, la pureza define una diferencia externa con lo salteo que se dispone a ser prontamente fundida en
el crisol, tal como sucedi en el ejemplo calchaqu. En esa rea, los indios si se visibiliza la estirpe aborigen del gaucho vallisto ya no conservan formas sociales cohesivas y viven en el marco de las relaciones de patronazgo tradicionales (Dvalos, 1937). Son, por ello, los ms argentinos
de los indios, aquellos que supuestamente aportaron su sangre a la gesta
gemesiana. Por ltimo, cabe sealar que la pureza atribuida a los indios
del Chaco contrasta con el ncleo de sangre limpia hispana que define y
preserva la distincin en el marco de la mestizacin.
Al igual que el resto de las categoras, la pragmtica de indio excede referentes antropolgico-histricos y se expande como tipificacin negativa
referida a orgenes plebeyos en poblaciones urbanas y rurales. As, tanto
colla y gaucho-pen, en el campo, como las chinas y la chusma de la
ciudad de Salta, pueden devenir indios (ver Dvalos, 1926). Incluso, el
poder oligrquico ha sido denominado indiada durante el irigoyenismo,
con el doble propsito de denunciar su poder feudal sobre los indios y de
criticar su accionar poltico tribal (Caro Figueroa, 1970).
Por ltimo, nos referimos ahora al lugar del inmigrante extranjero en la
matriz provincial saltea. Aqu, Salta se afirma nuevamente contra el modelo tnico nacional de base inmigratoria que afecta, sobre todo, a Buenos
Aires y el litoral. Dvalos ve en Salta una provincia no transformada an
por la inmigracin, por el aumento de explotaciones agrcolas y forestales,
por el refinamiento de los ganados y por el progreso que europeza al resto
de la Repblica (Dvalos, 1937:24). Los relativamente pocos italianos, es-
243
16 Castellanos proyect una embrionaria poltica social con el intento de creacin del Departamento Provincial de Trabajo y la regularizacin del canon de riego.
244
245
18 Ver, entre otros, los trabajos de Caro Figueroa en El portal salteo en Internet (www.redsalta.com) y en la revista Claves de Salta.
246
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248
Conclusiones
En este artculo, hemos descrito y analizado las nociones de salteidad con
el fin de situar las permanencias y cambios en la imaginacin de los indgenas como otros internos. Abordamos la salteidad como una matriz
identitaria que se desdobla en tres narrativas histricas la Fundacin, el
Seor y la Virgen del Milagro y la gesta de Gemes con sus correspondientes calendarios y espacios rituales. A su vez, exploramos los modelos de
mestizaje el hispanizante, el criollo-americanista y cierta heterodoxia implicados y reforzados por estas narrativas. En dichos modelos, identifica19 La autora cita a Castro-Gmez: El latinoamericanismo en tanto que conjunto de discursos
tericos sobre lo propio elaborados desde la ciencia social e incorporados al proyecto decimonnico de racionalizacin jug como un mecanismo panptico de disciplinamiento social
(1998: 200). A mediados del XX, se va delineando [] desde la letra un mito que todava
nos asedia (y nos construye) sin quererlo: el mito de la Amrica mgica [] que ha
sido apropiado por grupos (no letrados) de todos los colores para legitimar y defender sus aspiraciones polticas (Ibid.: 202) (Palermo, 2000).
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250
Chaco y ligado a las clases bajas. El colla est dentro del sujeto provincial que, no obstante, lo vomita constantemente cuando percibe en l las
huellas de la indianidad genrica y/o la indianidad extranjera (boliviana).
En el modelo criollizante, el colla es positivado como criollo (nativo)
de origen indgena y, en tal sentido, se alinea con el gaucho. Es mejor digerido por un ser salteo que ahora se proyecta en una direccin integradora y
democratizante, por un lado, y reparadora del espritu autctono de la
tierra, por otro. Entre las prcticas que desafan estos imaginarios, como dijimos, est la reciente reemergencia indgena en zonas mestizadas tales
como las de Puna y Valles Calchaques, justamente aquellas donde lo
colla y lo gaucho daban la medida justa de la salteidad. La aparicin
del trmino Kolla con K es algo ms que una convencin lingstica;
constituye un acto contra-hegemnico que pone en duda los mitos locales
del mestizaje como proceso ineluctable que desembocara en una salteidad nica y homognea, sea ella aristocrtica, plebeya o metafsica.
Sin duda, una de las posibilidades que abre nuestro trabajo es la de analizar cmo inciden las continuidades y cambios en los modos de imaginar a
los indios de Salta sobre los debates polticos que orientan las polticas
pblicas hacia los pueblos indgenas. En este sentido, podra compararse el
modelo criollo de lo salteo presente en la poltica indigenista y la militancia indgena de los aos 80 basada en apelaciones a la democracia social integradora y la reparacin verticalista con el modelo supuestamente
pluralista de los aos 90 que intenta regular las disputas polticas desde una
retrica de democracia multitnica y multicultural y mecanismos participativos. Otra posibilidad es la de indagar cmo operan estos modelos de
identidad y moralidad en las imgenes recprocas de indios del Chaco y
kollas que construyen los propios indgenas para legitimar sus reclamos y
accin poltica. Hasta entonces, esperamos que este trabajo pueda contribuir a una mejor comprensin de la relacin entre matrices de identidad
provincial y poltica indgena en Salta.
Fuentes Documentales
ASHUR, Eduardo. 1999. Salta y su centro histrico. En: Revista Claves. Documento
electrnico: www.iruya.com/ent/claves/showquestion.asp?faq=18&fldAuto=113, acceso noviembre 30, 2003.
251
252
Captulo 8:
Introduccin
n un momento en que se cumplen diez aos de la reforma de la Constitucin Nacional que consagrara el reconocimiento de los derechos especiales de los pueblos indgenas, realizar una atenta lectura del tratamiento
jurdico-poltico dado por la provincia de Salta a la cuestin indgena resulta una tarea imprescindible. Discutir aqu la manera en que una provincia de antigua raigambre imagina a sus aborgenes, a la par de pensarse
a s misma, puede servir para entender por qu, pese a ensayar una retrica
poltica de lo correcto en materia de derechos indgenas, Salta no resuelve, y
en consecuencia, agrava la situacin de irregularidad jurdica en que se encuentran las comunidades asentadas en la provincia en cuanto a la propiedad de sus territorios.
En este captulo se da por tanto cuenta de la poltica indigenista del estado salteo llevada a cabo entre 1986 y 2004. La primera de estas fechas
corresponde al ao de inclusin en la constitucin de la provincia de un artculo cuyo destinatario son los aborgenes y al comienzo de un estilo poltico caracterizado por la construccin y re-construccin continuas de relaciones clientelares entre el Poder Ejecutivo, con cabeza en el gobernador, y
una cadena de mediadores cuyo eje es el Poder Legislativo de la provincia.
Con fines ilustrativos, el captulo rastrea la evolucin de algunas demandas
territoriales de los indgenas y las transformaciones que se producen en la
poltica indigenista, pues ste es el lugar donde es posible observar tanto las
prcticas polticas de los agentes estatales para conservar la hegemona,
como el creciente poder desafiante de los indgenas. Se priorizan dos momentos en la poltica indigenista; el primero, cuando se despierta el inters
1
Docente-Investigadora de la Seccin Etnologa y Etnografa del Instituto de Ciencias Antropolgicas (FFyL UBA).
253
254
Morita Carrasco
255
I. Antecedentes
En un manuscrito previo del Grupo de Estudios en Legislacin Indgena
(GELIND, 1999b), nos ocupamos de revisar el estilo de la poltica indigenista saltea entre 1986 y 1999. Retomar en forma abreviada algunas de las
conclusiones de aquel trabajo, buscando a la par hacer foco en el tratamiento dado a las demandas indgenas de titulacin de tierras. Tomar como
base algunos casos que han adquirido cierta visibilidad en la esfera pblica,
poniendo de relieve el interjuego de tensiones entre el estilo clientelar de
gestin del indigenismo provincial y el movimiento indgena que no se
subordina a los marcos en que pretende encuadrarlo aqul. El argumento
que busco desarrollar es que las polticas sociales se emplean como instrumentos para neutralizar posibles resistencias de las bases y lograr el consenso necesario para los planes gubernamentales. En estos casos, y como intentar demostrar, las polticas sociales se constituyen en aparatos ideolgicos
del Estado a travs de las cuales ejercer el liderazgo moral necesario para el
mantenimiento de la hegemona.
Frente al fracaso de las polticas de integracin sociocultural de camuflar
lo indgena bajo una sociedad concebida como entidad homognea, los legisladores y el poder ejecutivo salteo ensayarn diversas estrategias de circunscripcin del sujeto indgena codificando sus demandas, para que
puedan acomodarse a los planes polticos. Aunque no deja de recrearse un
estilo de gobernabilidad clientelar ms o menos populista, segn el estilo
personal del gobernante de turno las polticas indigenistas del estado democrtico salteo se fueron adaptando a los contextos polticos
cambiantes, buscando mantener el control de la poblacin indgena.
Si hasta 1983 el poltico salteo haba negado cualquier especificidad tnica y cultural en su poblacin, en 1986 predomina una ideologa enmascaradora de la diferencia que pretende que el indgena es uno ms de nosotros
ciudadanos. En 1998, en cambio, bajo una retrica aggiornada a una poltica de reconocimiento, en boga en el mundo, la diferencia se vuelve repenti3
namente un valor a resaltar, indigenizndose al ciudadano aborigen.
3
Ludovico Incisa (1986:1282) acierta bastante al afirmar que en algunos pases donde no se
ha terminado el proceso de integracin tnica y donde el elemento popular es el que presenta
caractersticas heterogneas, como en Argentina y en Brasil, los populismos no invierten la
tendencia a la fusin tnica sino que la aceleran, favoreciendo la integracin de los elementos
tnicos marginales contraponindolos a los estratos dominantes aunque en estos ltimos los
256
Morita Carrasco
Luego de aos de proscripcin durante la dictadura, los partidos polticos precisaban restaurar la institucionalidad daada y sus bases. Para
ello los polticos de profesin comenzaron por ofrecer al ciudadano a
cambio de legitimacin y sostn electoral toda clase de recursos pblicos
de los que pudieran disponer (cargos, empleos, donaciones, licencias,
proyectos, etc.). Esta clase de dones y favores contribuy a cimentar un
estilo de gobernabilidad basado en relaciones clientelares que, como bien
seala Mastropaolo (1986:273), no trae como resultado una forma de
consenso institucionalizado pero aporta una red de fidelidades personales
a travs del uso personal de los recursos estatales por parte de la clase poltica. Partiendo de stas fidelidades, aunque en trminos ms mediatos, se
consolida el sistema clientelar a travs de la apropiacin de recursos civiles autnomos.
En la provincia de Salta, las polticas sociales nacionales implementadas
a partir de la recuperacin de la democracia permitieron al sistema poltico
local individualizar al sector indgena como pobre, necesitado de proteccin y ayuda para crecer. A partir de este recurso pionero despleg una poltica social propia focalizada, primero, y con participacin de los actores
directos en la fase de implementacin, despus-. Es que cuando los movimientos indgenas y sus protestas fueron hacindose muy visibles y los recursos nacionales dejaron de proveerse, la provincia de Salta opt por una
estrategia de neo-indigenizacin del aborigen que incorpora en el discurso
una poltica de reconocimiento de la diferencia cultural, pero les transfiere
a los indgenas la responsabilidad de gestionar la asistencia que les estaba dirigida, dejando as intacto o, mejor an, reforzando el sistema clientelar que
se haba creado. Se suma a ello el agravante de provocar el surgimiento de
desigualdad entre las bases, que pasaran a depender en forma directa ya no
del poltico salteo, sino del dirigente indgena.
Las dos reformas de la Constitucin provincial son los marcos ideolgicos del indigenismo salteo que se incorpora en 1986 como poltica pblica con la sancin de la ley 6373 y se redefine en 2001 con la implementacin de la ley 7121, proceso ste a partir del cual desarrollar el argumento
propuesto arriba.
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Desde mediados de los aos 80 se van aplicando en toda Amrica Latina polticas sociales que
tienen como objeto a la poblacin considerada pobre o vulnerable. En este contexto, durante
1984, cuando la inflacin alcanzaba al 700% anual, el gobierno nacional resuelve la implementacin del Programa Alimentario Nacional (PAN), consistente en la entrega de una caja
PAN conteniendo algunos productos de la canasta bsica de alimentos a toda la poblacin que,
segn informes previos, se encontraba por debajo de la lnea de pobreza. Mayoritariamente esa
poblacin se situaba entre los indgenas de zonas rurales.
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es en s mismo eficaz; aunque para mantenerse sea necesario hacer concesiones a la base y sostener otras argumentaciones que justifiquen su
persistencia.
As, mientras dur la poltica de asistencia alimentaria y atencin primaria de la salud, los reclamos indgenas no alcanzaban a trascender del
mbito local, tomando recin fuerza en trminos de denuncia de violacin de derechos humanos cuando, por los sucesivos ajustes a la economa
nacional, dejaron de proveerse tales recursos.
En nuestro sistema federal de gobierno, y ante la implementacin de
polticas sociales de supuesto contenido universal, los estados locales (a
su tiempo: provincial y municipal) se ubican a mitad de camino en una
cadena de mediaciones de la accin benfica del Estado central. En esa
posicin, los gobiernos locales aparecen respecto de los beneficiarios de
las polticas sociales en una posicin de superioridad, como patrn que
provee y protege a los actores sociales, que en una posicin de inferioridad deben comportarse como poblacin gobernada y clientes del patrn.
La participacin civil en el manejo de las polticas pblicas (y, hasta
cierto punto la participacin poltica) es una accin voluntaria de los sujetos que, al exigirse como un requisito, queda convertida en una obligacin que los transforma en obedientes y disciplinados ciudadanos encargados de la implementacin de la poltica que les est dirigida.
Justamente con la sancin de la ley 6373 se plantea la siguiente paradoja: se dice a los indgenas que sean libres y autnomos para decidir y
participar, pero se los predispone a cumplir con el mandato del legislador, quien, al referirse a la creacin del Instituto Provincial del Aborigen (IPA), les dice: Esta institucin est destinada a los aborgenes y debe
ser de ellos.
Estatutariamente el directorio se integra con un presidente elegido por el
gobernador; los vocales (uno por cada etnia mayoritaria) representan los intereses de los pueblos indgenas y son elegidos por sus bases. Pero la ley
indgena no prev regla alguna para el proceso eleccionario: integracin de
padrones, requisitos para ser candidato o elector, publicidad, etc. Entonces,
dado que siempre es preciso proceder con urgencia para integrar un organismo de esta naturaleza y debido a que nunca hay tiempo para cumplir
con procedimientos ordinarios, el mecanismo privilegiado por el ejecutivo
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salteo para la constitucin del directorio del IPA fue siempre, de manera
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abierta o solapada, el de cooptacin.
Aun cuando sea difcil de probar, incluso en 2001 cuando por primera
vez se realiza una eleccin ajustada a un procedimiento reglamentado, solapadamente, la cooptacin seguira como se demuestra ms adelante vigente. En ese ao se cont con un padrn, se hizo una campaa proselitista,
se dijo que se realizaran asambleas comunitarias para que cada comunidad
presentara sus candidatos a electores, los cuales fueron reunidos luego por
los interventores normalizadores del IPA en un gran cnclave donde se
eligi de entre todos los ternados un representante por cada pueblo indgena mayoritario. Pero la decisin estaba ya en parte pre-ordenada por los
propios interventores, responsables directos de las campaas proselitistas,
de las presiones para obtener personera jurdica por comunidad bajo un
modelo estatutario genrico, y de otros recursos para influir de un modo
decisivo en la seleccin de los candidatos. Esta forma de cooptacin es muy
difcil de identificar porque en apariencia las normas habran sido formalmente respetadas y los acuerdos ocultos son difciles de probar. Sin embargo, en 2003 un fallo judicial dictamina la existencia de manejos improcedentes e irregularidades en el proceso, como se ver ms adelante.
Ahora bien, en estos escenarios se fueron despertando entre los indgenas algunas vocaciones polticas. En Salta, como en otras provincias del
pas, muchos dirigentes comenzaron su activismo poltico como empleados
de programas sociales como el PAN. La informacin de que disponan
(lugar de asentamiento de las comunidades, composicin y cantidad de integrantes, etc.) era vital para poder ejecutar los planes oficiales. De a poco se
convirtieron en mano derecha de los coordinadores y funcionarios polticos que tenan a su cargo la entrega de alimentos. Simultneamente con
estas actividades fueron adquiriendo mayores responsabilidades y destrezas; con el correr del tiempo, de informantes claves pasaron a ser traductores culturales de las aspiraciones y necesidades de las comunidades donde
realizaban su tarea. Sera muy interesante detenerse a analizar la trayectoria
de algunos de estos dirigentes del indigenismo oficial para comprender la
dinmica poltica del movimiento indgena y su articulacin o no con el estado-como-sistema (Abrams, 1988). En todo caso, lo que importa aqu es
6
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que tales redes de cooperacin fueron para muchos indgenas con vocacin
de polticos la oportunidad para insertarse en el Estado, a veces como asesores informales de los polticos tradicionales (legisladores, secretarios de
estado, funcionarios), y otras como primer paso de aspiraciones personales
de llegar a ser ellos mismos representantes oficiales. Fue as que se form un
cuerpo, bastante reducido por cierto, de dirigentes indgenas quienes sin requerir el consenso de sus bases comenzaron a aparecer en las listas de los
partidos polticos como candidatos a concejales municipales e incluso a diputados provinciales, en tercer o cuarto lugar. Tal es el caso de un integrante del pueblo tup guaran que fuera primero asesor de la Direccin de
Integracin del Aborigen del Ministerio de Bienestar Social, luego vocal del
directorio del IPA, y finalmente diputado provincial por el Partido Justicialista. O el de una mujer del pueblo wich, Octorina Zamora, quien fue primero empleada del PAN, luego asesora indgena del senador del PJ autor del
Proyecto de la Ley 6373 y, finalmente, fundadora del primer partido poltico indgena salteo que compiti en 1989 por el Municipio de Santa Victoria Este en el departamento Rivadavia Banda Norte.
Parece un contrasentido pero as creada la trama de relaciones clientelares entre el sistema poltico salteo y una naciente dirigencia indgena el
IPA se convierte en mediador necesario de la poltica indigenista que los dirigentes cooptados se encargarn de hacer llegar a una masa de supuestos
beneficiarios de la ley, como clientes cautivos de un sistema indigenista estatal perverso.
Las citas textuales de este acpite fueron tomadas de la versin taquigrfica del debate legislativo publicado en el Diario de Sesiones de la Cmara de Diputados de Salta el 6 de mayo de
1986, bajo el ttulo Promocin del desarrollo pleno del aborigen y sus comunidades.
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Las citas textuales de este acpite provienen de la versin taquigrfica de la Convencin Constituyente de Salta publicadas en el Diario de Sesiones de la Convencin el da 21 de mayo de
1986.
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Gordillo y Leguizamn, 2002; Trinchero, 2000) y herido de muerte el pedido de un espacio territorial. De aqu en ms la conflictividad por los reclamos de tierras indgenas se constituir en el principal motivo de confrontacin y lucha contra hegemnica, conflictividad que recrudecer cclicamente, condicionando el mantenimiento de la hegemona a las
concesiones que se realicen.
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12 No hay que olvidar que en esta etapa, inaugural de la redemocratizacin tras ocho aos de dictadura, la fragmentacin poltica y social era de tal magnitud que una parte importante de las
actividades de la dirigencia poltica estaba dirigida a la creacin de bases partidarias.
13 Como vimos, tuvo a su cargo la distribucin de las Cajas del Programa Alimentario Nacional
(PAN).
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creara el IPA; obtuvo su re-eleccin por un nuevo perodo; propuso la reforma de la ley en 1997 y fue convencional constituyente en 1998. Durante
el rgimen de Juan Carlos Romero, fue Secretario de Derechos Humanos
dependiente de la Secretara de Bienestar Social por dos perodos.
Dos figuras ejemplares de un modo de gestin menos moderno que
feudal: el ltimo cumple su funcin articulando deseos, expectativas y necesidades con recursos que el primero pone a su disposicin para el tendido
y mantenimiento de un squito de agradecidos beneficiarios. Es el encargado de dejar bien en claro cul es el origen de los recursos, quin es el benefactor y en nombre de qu loables propsitos se realiza la accin poltica de
dar y recibir. El gobernador encarna el prototipo del pater familias que en la
sociedad feudal brindaba proteccin a una variedad de sujetos, esclavos libertos, familias campesinas de estatus bajo, o extranjeros de reciente inmigracin, todas las cuales no encontraban solucin ms adecuada que la de
buscar la proteccin de las personas importantes que posean la tierra y
cumplan las funciones polticas centrales, ofreciendo a cambio sus propios
servicios (Mastropaolo, 1985). Uno y otro son eslabones igualmente imprescindibles en el entramado de las relaciones polticas que se ir armando
en la primera etapa del indigenismo democrtico salteo y se mantendr en
los aos sucesivos mientras existan recursos econmicos para distribuir a
travs de una cadena de mediaciones, aunque no sern pocas las concesiones que debern hacer ante las demandas crecientes y cada vez ms
visibles en la esfera pblica, de sus clientes indgenas.
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15 En 1989 Survival le escribe una carta al Gobierno de Salta advirtindole sobre la ilegitimidad
de la ley 6469 y sobre la grave violacin de Convenios internacionales (107 de OIT; Declaracin de derechos Humanos). Al ao siguiente remite una carta a la Direccin de Tierras Fiscales Provinciales con el objetivo de aportar a la discusin sobre el tema de tierras algunos datos
contenidos en el Proyecto de Declaracin Universal de los derechos de los pueblos indgenas
(ONU). El gobierno provincial contesta estas cartas comprometindose a revisar su posicin.
En 1991 las comunidades financiadas por Survival y otras ONGs preparan y presentan al go-
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costos a los partidos tradicionales, los que de aqu en ms se veran obligados a integrar candidatos indgenas a sus listas de lemas y sub-lemas algunos de los cuales quedaban incorporados a la municipalidad como concejales y a hacer lugar a las demandas indgenas en sus plataformas. Un
ejemplo de ello es que, habiendo perdido el Justicialismo la eleccin y faltando apenas cinco das para alejarse del manejo de la administracin provincial, el gobernador saliente acceda a la peticin del territorio que hacen
las comunidades del fiscal 55 firmando con los caciques un acta acuerdo,
por la que se compromete a unificar los lotes 55 y 14 a fin de entregar un
nico ttulo de propiedad a las comunidades, asegurando tambin la propiedad de parcelas de tierra a las familias criollas (Carrasco y Briones, 1996;
Gordillo y Leguizamn, 2002; Trinchero, 2000). Este compromiso que
fuera ratificado por un decreto del Ejecutivo provincial, y nunca cumplido es un ejemplo perfecto de la manera en que los reconocimientos
constitucionales y legales se reducen a expresiones huecas, si no existe voluntad poltica de aplicarlos (Gmez, 2004).
Las crecientes demandas y protestas de actores indgenas exigiendo el
cumplimiento de la ley y los compromisos electorales pondrn en estado de
alerta al indigenismo salteo, y aunque prevalecer la concepcin de ver a
los indgenas como objetos de asistencia ms que como sujetos de derechos,
muchos esfuerzos y concesiones debern hacer los legisladores y el poder
ejecutivo para poder mantener el control de la estructura clientelar montada para sostn de la hegemona.
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Aparte de eso, en 1992 Salta aparecer en la primera plana de diarios nacionales e internacionales debido a una sucesin de acontecimientos que tenan a los indgenas como protagonistas. Mientras en Ro de Janeiro la
Cumbre de Presidentes de las Amricas creaba el Fondo de Desarrollo para
los Pueblos Indgenas de Amrica Latina y el Caribe en seal de reparacin
por los daos producidos por la conquista, en Buenos Aires una masiva manifestacin de kollas y wich colm durante veinte das la Plaza de los Dos
Congresos para reclamar los ttulos de propiedad de sus tierras en la provincia de Salta. Prestigiosas figuras del mundo de la cultura y la poltica
aparecan en las fotos junto a los dirigentes indgenas apoyando sus demandas (el escritor Ernesto Sbato, y el Premio Nobel de la Paz Adolfo
Prez Esquivel).
Prologando estas producciones polticas indgenas, algunas escenas ms
dramticas haban dado ya la vuelta al mundo en febrero de ese ao, a raz
de la epidemia de clera desatada en el lote fiscal 55. En versin cruda y
dura, el pas advirti la existencia viva de los indgenas, y la elite saltea se
aprovech de la situacin para resignificar sentidos que asocian lo indgena
a la miseria, la incapacidad, el salvajismo y la brutalidad. A pesar de que la
singularidad cultural del sujeto indgena ya se haba hecho visible de mlti16
ples maneras y se haba instalando en el resto de Amrica Latina, a pesar
de que ya estaba en vigencia el Convenio 169 de OIT que consagra sus derechos especiales y de que estas transformaciones haban provocado cambios sustantivos en el discurso indigenista clsico para dar voz y protagonismo a los indgenas, la intromisin violenta del clera favoreci el rebrote
del paternalismo estatal salteo y actualiz el campo donde sembrar recursos y cosechar agradecidos seguidores.
La campaa de lucha contra el clera se transform en vehculo para el
flujo de toda clase de representantes polticos: presidente, gobernador, senadores, diputados, secretarios de estado, ministros, directores y su nutrida
corte de asistentes (asesores, informantes, punteros). Ninguno de ellos
quera aparecer al margen de la situacin del horror indgena. Da a da se
sucedan en la zona del lote fiscal 55 los aterrizajes de aviones y helicpteros
16 Tngase presente que en varios pases de Amrica Latina se haban realizado enmiendas constitucionales para incluir el reconocimiento tnico y cultural de los pueblos indgenas, su participacin en los asuntos que los afecten y otros derechos asociados (tierra, educacin intercultural, etc.) entre ellos: Brasil, Paraguay, Colombia, Panam, Bolivia, Per, Ecuador (Iturralde,
1997).
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17 Hasta el presidente Menem aprovech la coyuntura para crear un cuerpo de ejrcito de elite
para la erradicacin de la pobreza interna e internacional: los cascos blancos.
18 En marzo de 1993, Lhaka Honhat se rene con el presidente Menem para solicitarle su mediacin en el conflicto que mantiene con la provincia por la titulacin de las tierras en el fiscal 55.
Como resultado de esta presin, el gobernador Ulloa (P. Renovador de Salta) emite el decreto
18 por el cual se crea una Comisin Asesora Honoraria para elaborar una propuesta de entrega
de tierras que satisfaga a los pobladores indgenas y criollos. En julio de 1994 un delegado de
Lhaka Honhat denuncia al Gobierno de la Provincia de Salta ante la 12 Sesin del Grupo de
Trabajo sobre Poblaciones Indgenas de ONU por incumplimiento de sus compromisos en la
entrega de tierras en el fiscal 55.
19 En 1990, con una amplia participacin de indgenas y ONGs, se conform en Buenos Aires el
Foro Permanente para los Derechos de los Pueblos Indgenas. En 1992 la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos realiz con especialistas, organizaciones y dirigentes indgenas unas Jornadas sobre los Derechos de los Pueblos Indgenas, preparatorias de la reforma del
Artculo 67 inciso 15 de la Constitucin Nacional sobre el mantenimiento del trato pacfico
con los indios y su conversin al catolicismo.
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siones. Quizs donde habra que intentar buscar las diferencias es en las maneras en que estos dos estilos de gobernabilidad interpelan a los sujetos que
conforman su base. Aunque no deja de ser paradjico, el pueblo salteo
era para el viejo Romero un grupo, ms bien antagnico; afirmaba su poder
en la masa de pobres, asalariados, campesinos, indgenas y obreros peronistas, pero lo consolidaba en base a alianzas estratgicas con los sectores de
poder econmico locales. El joven Romero basa en cambio su poder en
las corporaciones econmicas extra territoriales: agencias multilaterales de
cooperacin, financistas internacionales, empresas multinacionales de servicios, para lo cual precisa de una red de agentes que puedan crear en los
ciudadanos deseos imaginarios de progreso. El lema de su gestin es Salta
para los salteos: Progreso y Produccin. Su estilo no es populista, aunque
algunas modalidades de ejercicio del poder se instrumenten a partir de estrategias de ese tipo: la relacin dones/favores-recursos instrumentada
desde una cadena de mediaciones; la cooptacin de dirigentes indgenas, la
realizacin de arreglos por fuera de las reglas. Donde el viejo Romero
desplegaba su carisma en relaciones interpersonales con las bases, el joven
se preserva del contacto personal; en pblico le habla al pueblo, pero acta a
travs de un ejrcito de funcionarios de primera y segunda lnea que torna
difcil saber de quin o cmo emergen las decisiones que contradicen lo
dicho por l. Nadie ms que l est habilitado a hacer propuestas; en su
gobierno no hay lugar para la diversidad de estilos. Su modalidad consiste
en controlar todas las formas de ejercicio del poder.
Ahora bien, el mismo ao en que Romero (h) inaugura su administracin, la organizacin indgena del lote fiscal 55 Lhaka Honhat vuelve al
ruedo para exigir una respuesta a su reclamo territorial y, a modo de protesta, ocupa el puente internacional en construccin durante 23 das, recibiendo la adhesin y el apoyo de legisladores nacionales, ONGs, Universidades, medios de prensa nacional e internacional, etc. Solicitan la presencia
del gobernador en la zona para que les diga si va a aceptar o no su pedido de
ttulo, el cual nunca llega, pero la protesta se suspende con la aparicin del
Ministro de Gobierno que firma con los manifestantes un acta comprometindose al dictado de un decreto de entrega de tierras a los 30 das acta
que no se cumple. Por ende, en 1998, Lhaka Honhat acudir a la Comisin
Interamericana de Derechos Humanos para denunciar al Estado argentino
por la violacin de sus derechos humanos. En este contexto, tiene lugar una
segunda reforma de la constitucin provincial que aportar entre otras no-
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vedades nuevas estrategias de control de los indgenas, como se ver en el siguiente acpite.
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22 Las manifestaciones de organizaciones locales fueron acompaadas por organizaciones indgenas nacionales como la Asociacin Indgena de la Repblica Argentina (AIRA). Se conform
una Mesa Coordinadora con representantes indgenas de nueve zonas de la provincia para la
redaccin de un nico proyecto de reforma del artculo 15, que luego de ser discutido y consensuado se elev como propuesta indgena a la Comisin de Declaraciones, Derechos y Garantas. Se conform a su vez un Equipo de Asesores y Apoyo a la iniciativa indgena, integrado por el Centro Para Investigaciones en Historia y Antropologa de la Universidad Nacional
de Salta, ASOCIANA (Asociacin Social de la Dicesis de la Iglesia Anglicana del Norte Argentino), FUNDAPAZ (Fundacin para el Desarrollo en Paz), ADE (Asociacin para el Desarrollo),
ENDEPA (Equipo Nacional de Pastoral Aborigen), el Centro de Estudiantes de la Universidad
Nacional de Salta, y periodistas locales. Fueron tambin adherentes extraterritoriales personalidades como el Premio Nbel de la Paz Adolfo Prez Esquivel, la Hermana Marta Pelloni, varios Obispos y acadmicos de las Universidades de Buenos Aires, Nacional de la Patagonia,
Nacional de Misiones, entre otras.
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rior [] [por vivir] de acuerdo a normas y valores de una cultura inferior (p. 65).
As, las formulaciones de reconocimiento de la especificidad jurdica del
sujeto indgena son slo aparentes y no hay duda de que el motivo de la
aparicin de estas regresiones est vinculado al temor que generan la creciente claridad que exhiben los proyectos indgenas que se instalan y disputan tambin en la arena nacional e internacional,23 el fortalecimiento de
la dirigencia y de los apoyos externos que consiguen todo lo cual va instalando la percepcin de que incluso los reclamos de mxima pueden ser
llevados a la prctica con xito.
Podra postularse, asimismo, que la retrica de los DDHH tiene algo de
contagioso que invita a una adopcin superficial en todos los campos del
ejercicio poltico, sin considerar el costo poltico o las consecuencias que
ello puede acarrear. La forma en que Machuca hace una defensa de la reforma constitucional es un interesante ejemplo de cmo se adopta la nueva
retrica de la diversidad que plantea a nivel de discurso explcito la promesa
de un mundo enteramente novedoso y promisorio, mientras la interpretacin de sus alcances queda subordinada desde concepciones indigenistas
clsicas lo que en conjunto enmascara los aspectos regresivos del artculo
aprobado. En este sentido, las restricciones se indexan mediante comentarios indirectos que ponen lmites al declamado pluralismo jurdico y a la
radical participacin que se prometen. Por ejemplo, respecto de la participacin que la C.N. asegura operativamente, Machuca baja su nivel de derecho especial cuando circunscribe: Asegurar la participacin de los pueblos indgenas en los temas que les afecten no es otra cosa que garantizar el
derecho que tenemos todos los ciudadanos de participar en la gestin de los
intereses que los afecten (p. 76). Del mismo modo, Machuca abre el juego
cuando introduce el concepto de derecho consuetudinario como prctica
que se viene dando de hecho, pero inmediatamente encorseta el alcance de
ese derecho, cuando afirma la necesidad de: admitir lo que se desarrolla
23 En 1995, la comunidad Kolla de Finca Santiago (Iruya) se moviliz a Buenos Aires para reclamar por la ejecucin de la ley de expropiacin que le otorgaba la propiedad de la tierra. Al siguiente ao la comunidad Kolla Tinkunaku de Orn hizo lo propio para reclamar lo mismo.
En 1998 los principales diarios de Europa (Le Monde, Observatorio Romano, The Times, entre otros) publican una solicitada del Pueblo Wich en contra del presidente Menem por la falta de justicia frente a su reclamo de titulacin de tierras en el lote fiscal 55. Los principales diarios nacionales (Clarn, La Nacin, Pgina 12) replican estas noticias.
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en la realidad dndole legitimidad jurdica a esa situacin de hecho (siempre que no contrare a las leyes) (p. 77-8).
En este sentido y aun tomando en cuenta las restricciones introducidas,
parece que los legisladores salteos (como en su momento los constituyentes nacionales) fueron flexibles a seguir el buen discurso de los DD.HH.,
sin ser plenamente concientes de los recursos que ellos mismos habilitaban
para la lucha poltica y jurdica indgena con el establecimiento de los
nuevos marcos legales.
Ms all de lo sealado, un punto de inflexin en el tratamiento del artculo 15 fueron las discusiones acerca de la propiedad colectiva de la tierra.
Luego de irregularidades en el funcionamiento de la comisin y dilaciones
24
injustificadas, la cuestin termin precipitadamente en un pasillo de la
Legislatura (no en la sede de la Asamblea Constituyente), con una comunicacin telefnica del gobernador J. C. Romero imponiendo la inclusin de
la controvertida clusula II que restringe el derecho que dice reconocer.25
Por una parte, se limita el reconocimiento del derecho a la posesin y propiedad a la tierra fiscal una vez que sean saneados los derechos de terceros,
24 La Comisin de Declaraciones, Derechos y Garantas estaba integrada por una mayora de
convencionales del Partido Justicialista (7) y una minora de la Alianza Saltea (UCRRenovador Salteo). Durante dos semanas no realiz ninguna sesin, ya que se trabajaba en los bloques de los partidos polticos. Los representantes indgenas y las organizaciones de apoyo eran
recibidos por separado en los bloques. La primera sesin comenz el 10 de marzo ante la presencia de 150 indgenas, con la lectura de los proyectos ingresados y las expresiones de apoyo
recibidas. Cuando la sesin se levant, las organizaciones de apoyo fueron convocadas por el
presidente de la Convencin (no de la Comisin) y convencionales de ambos bloques para
manifestarles que, si bien no estaba en contra de la presencia de los indgenas me da lstima
que estn ac, sin poder brindarles comodidades., convnzalos ustedes de que se vayan tranquilos, porque no est en el nimo de los convencionales perjudicarlos... Al reanudarse la sesin no se analizaron los proyectos presentados sino slo los de los bloques. Aunque el proyecto de la Alianza no satisfaca las expectativas indgenas, los dirigentes consideraron que poda
ser modificado; luego de una discusin dilatoria y un cuarto intermedio, pas a debatirse el
proyecto justicialista, el que se convertira por simple imposicin numrica en Dictamen de
Mayora. Los representantes indgenas fueron privados de una copia para analizar su contenido, por lo cual se retiraron del recinto a los gritos reclamando justicia e interpelando a los Justicialistas como Hijos de Roca, luego de lo cual realizaron varias notas de prensa. Curiosamente, el diario El Tribuno, propiedad del gobernador, publica una nota donde presenta
este dictamen como un logro del lobby indgena y los convencionales justicialistas.
25 Dice la clusula II del artculo 15 de la Constitucin Saltea reformada en 1998: El Gobierno Provincial genera mecanismos que permitan, tanto a los pobladores indgenas como no indgenas, con su efectiva participacin, consensuar soluciones en lo relacionado con la tierra fiscal, respetando los derechos de terceros.
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27 Por imaginario estatalista aludimos a concepciones que ven al estado como artfice e instrumentador central de las acciones propiamente polticas.
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no viven en el lote; 11 de las 16 mencionadas en el decreto son comunidades periurbanas, sin ningn antecedente de ocupacin, posesin o tenencia del fiscal 4. Ms an, una de las comunidades mencionadas expres
su voluntad de no ser titular del dominio y, sin embargo, queda incluida en
el decreto de entrega. Este decreto establece que la entrega se encuadra en la
Ley 6570 de Colonizacin de Tierras Fiscales; sin embargo, no se respetaron los requisitos que marca la ley para ser acreedor a la tierra. Por el contrario, la demanda del fiscal 55 se formula desde una organizacin de base
que nuclea a cuarenta comunidades que ocupan tradicionalmente las tierras que reclaman; estas comunidades hicieron entrega al gobierno de Salta
de toda la documentacin probatoria (censos, croquis de los asentamientos, mapa territorial, historia de la ocupacin y fundamentacin legal)
para acreditar la legitimacin de su pedido. En la negociacin que se realiza
en el marco del proceso de solucin amistosa ante la CIDH, acta como una
asociacin poltica de jefes de todas las comunidades legalmente constituida sin que el gobierno acepte reconocerla ajustando su accionar al
procedimiento legal (Carrasco y Rossi, 2003). Sin embargo, su demanda
contina irresuelta mientras soporta el continuo hostigamiento del go30
bierno para romper con la organizacin. Como dijo un dirigente de la
zona, el ttulo de propiedad del lote 4 es un ttulo de piqueteros porque se
31
otorg bajo presin e intereses polticos espurios, sin el cumplimiento de
los requisitos legales exigidos por el mismo decreto de adjudicacin
(Palmer, 2004).
Finalmente el 15 de noviembre de 2002 queda conformado el Directorio del IPPIS bajo la presidencia de un dirigente del pueblo Chorote y con
la incorporacin de representantes de los pueblos diaguita y kolla que no
fueran considerados inicialmente. Adems de esta inconcebible exclusin
despus de la visibilidad de la protesta kolla nadie poda negar ya su existencia en la provincia todo el proceso eleccionario estuvo plagado de irregularidades, como se evidencia en un fallo de la justicia local que hace lugar
30 En 1999, encontrndose en marcha la denuncia ante la CIDH, el gobierno hizo entrega de 5
parcelas de tierra a familias criollas y 4 a familias indgenas, como si se tratara de comunidades.
Esta adjudicacin ha sido objetada por la Corte Suprema de Justicia de la Nacin, por la improcedencia y no respeto de la legislacin vigente.
31 El mismo diario El Tribuno (22/10/02) menciona que, segn la justicia, el ttulo se entreg
bajo extorsin agravada, ya que los indgenas amenazaron con sacrificar a una mujer wich y
a su hijo si el gobierno no entregaba el ttulo.
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al amparo presentado por el Presidente del IPPIS en octubre de 2003 en defensa de su cargo y solicitando la homologacin de las representaciones
kolla y diaguita.
Cuando los mecanismos clientelares no responden y la cooptacin no
puede hacerse efectiva, acota Sani (1989), por los medios habituales, se recurre a la coaccin. En 1999 el gobernador Capitn Ulloa dispone la intervencin del IPA aduciendo incapacidad de los indgenas para comprender la
importancia de la Ley 6373 y desorden administrativo. Extraamente la
medida va acompaada de la designacin como interventor de la misma
persona que se vena desempeando como presidente del Instituto, pero
tambin de la cesanta de empleados aborgenes y su reemplazo por profesionales no indgenas a pesar de que la ley da preferencia a la designacin
de indgenas-.
Una vez ms, en octubre de 2003 el gobernador J. C. Romero resuelve la
intervencin del IPPIS por graves irregularidades en el manejo de los
32
fondos detectadas por la Sindicatura General de la provincia. Lo ms
asombroso de esta ltima intervencin es que ella se resuelve en el contexto
de la campaa por la tercera gobernacin de J .C. Romero, al da siguiente
(7/10/03) de emitido el fallo judicial (6/10/03) arriba citado, por violacin
del debido proceso ante lo resuelto por cuatro de los ocho vocales del IPPIS
(Resolucin 28/03). Se dispone, sin motivo alguno, que la presidencia estara a cargo de uno de estos vocales, destituyendo as al presidente, y negando la designacin de los vocales de los pueblos kolla y diaguita, quienes
no figuraban inicialmente como integrantes del Directorio del IPPIS. En el
decreto de intervencin, el ejecutivo hace un sucinto descargo respecto de
la designacin de los representantes kolla y diaguita, argumentando que la
Inspeccin General de Personas Jurdicas no ha participado ni avalado ni
controlado los plenarios correspondientes a estas etnias, habiendo entonces
sido la incorporacin efectuada por el IPPIS de vocales no legitimados vocales electos sin la presencia ni el control del Tribunal Electoral de Garanta
previsto por el decreto 768/02. Por ende, el Gobernador decreta la designacin de una Comisin Interventora y Normalizadora, nombrando entre
sus integrantes a un dirigente que haba sido ya presidente del IPA en otra
32 El contrato de alquiler de la oficina no se encuentra sellado, los gastos de taxis no se encuentran autorizados ni justificados, no se adjuntan rdenes de pago a las rendiciones de cuentas,
los recibos de sueldos incluyen conceptos como compensaciones de gastos y gratificaciones.
(Extrado del expediente judicial.)
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gestin del Partido Justicialista, quien es adems vocal firmante de la resolucin que destituye al Presidente del IPPIS que solicita el amparo.
Entre las funciones a cumplir por la intervencin figuran las siguientes: (a)
elaboracin de una propuesta que prevea la reestructuracin y funcionamiento del IPPIS en un todo de acuerdo a las polticas implementadas por el
poder ejecutivo; (b) coordinar con la Secretara de la Gobernacin de Desarrollo Social la elaboracin y puesta en funcionamiento de las acciones tendientes a la implementacin de programas conjuntos para la atencin de la
poblacin indgena de la provincia; (c) proponer las modificaciones a la Ley
7121 que se consideren necesarias para adecuarla a las actuales y reales necesidades de la poblacin asistida por la citada norma. Dada la magnitud de la
poblacin indgena de la provincia, su dispersin geogrfica y la variedad de
necesidades que presentan y considerando la necesidad del IPPIS de contar
con agentes en las diferentes comunidades aborgenes que oficien de nexo
entre la institucin y sus componentes la gestin 2004 cre para lograr estos
fines un sistema de pasantas rentadas para aborgenes que acabar restaurando en la prctica poltica el mismo estilo clientelar que la retrica de reconocimiento de la diversidad y el protagonismo indgena contradicen.
Palabras finales
Hemos visto en las pginas precedentes la manera en que Salta ensaya una
retrica de enmascaramiento del sujeto indgena primero y de reconocimiento despus, mientras implementa, en la prctica, un estilo de gobernabilidad que valindose de una batera de estrategias de cooptacin y clientelismo niega la diversidad cultural. Desde este marco de interpretacin,
entonces, la poltica indigenista aplicada por el estado democrtico salteo
entre 1986 y 2004 se constituye en recurso para mantener el control de los
sujetos a los cuales est dirigida y para la re-codificacin de sus demandas.
De ello se derivan dos consideraciones. Por una parte, los funcionarios
del sistema poltico salteo y su extensa cadena de mediaciones siguen considerando al indgena como un sujeto necesitado de ayuda para lograr una
ciudadana plena. Por la otra, tales estrategias son parte de los esfuerzos que
se ven obligados a hacer por los cuestionamientos de un actor indgena que
se planta frente a ellos para impulsar reivindicaciones y demandas de una
poltica de identidad propia.
285
Hemos visto tambin la contradiccin existente entre reconocer la especialidad jurdica del sujeto pueblos indgenas y las estrategias de gestin
poltica que lo vuelven a configurar como sector social vulnerable necesitado de atencin. En esto, pareciera que aun con sus particularidades el
estado salteo se anticipa a la poltica que el estado federal har explicita a
partir de 2001 (ver Lenton y Lorenzetti en este mismo volumen).
Sin embargo, si los derechos reconocidos a los indgenas son significativamente distintos a los derechos universales de todos los ciudadanos es
porque tienen por objeto permitirles un mayor grado de desarrollo autnomo. Este desarrollo no debe ser controlado, modificado o conjurado
para alcanzar una vida social integrada a la sociedad nacional, sino todo lo
contrario, porque cuando se poseen facultades plenas para adoptar las decisiones que les incumben, los ciudadanos, y en este caso los pueblos indgenas, no necesitan participar en la sociedad de otra manera ms que sta
(Carrasco, 2004).
En una primera etapa, la poltica indigenista se concibe como una poltica social focalizada que imagina a los indgenas como un sector social
dbil, debido a su condicin de pobre miserable y, consiguientemente lo
interpela como beneficiario pasivo de las acciones del estado proveedor.
En una segunda etapa, el estado descentralizado requiere de ciudadanos
responsables que puedan hacerse cargo de la implementacin de los beneficios que la ley pone a su disposicin. En esta etapa la poltica indigenista interpela al indgena como protagonista, pero dado que sigue siendo un ciudadano incompleto, la participacin esperada es menos una decisin
autnoma que una obligacin. Aunque cambien algunas instancias de funcionamiento, en esta etapa el indigenismo salteo contina como en la anterior interpelando al indgena como beneficiario conformista de la poltica que debe ejecutar, un rehn cautivo que intensifica la cultura clientelar
impuesta por el sistema poltico (Pratesi, 2002). Pero dado que la poltica
indigenista se constituye en relaciones de poder hegemnicas que implican
desde el comienzo el juego de la aceptacin y la resistencia, cuando el activismo indgena siembre incertidumbre en la poltica, se intentar reducir la
contra-ofensiva indgena. Metamorfoseando la participacin en pasantas
en el interior de la institucin indigenista, se propender a que en tanto
agentes internos sean los sujetos mismos los responsables de implementar
el proyecto indigenista (clilentelar) del sistema poltico salteo.
286
Morita Carrasco
Apndice
Cronologa de hechos salientes en materia de indgenas
en la provincia de Salta (1983-2004)
1983. En el marco de la campaa electoral el candidato del partido Justicialista
Sr. Roberto Romero promete la regularizacin jurdica de las tierras fiscales
en el lote fiscal 55. Dpto. Rivadavia.
1983, Octubre. Se emite el decreto 1698 declarando de inters provincial el
Proyecto Determinacin del grado de aculturacin y relevamiento poblacional aborigen para la realizacin del primer censo indgena de la provincia.
1983. La resolucin 1269/83 otorga los recursos financieros para realizar el relevamiento.
1984, Junio. Un grupo de lderes de comunidades del lote fiscal 55 emite el documento Pensamiento indgena y declaracin conjunta por el cual se
oponen a la propuesta oficial de parcelamiento del fiscal y reclaman la titulacin de un territorio sin subdivisiones internas.
1984, Noviembre. Se publica el Censo Aborigen Provincial, realizado en los departamentos de Rivadavia, San Martn, Orn Anta y Metn.
1986, Mayo 6. Se discute en la Legislatura provincial el proyecto de ley del Senador Machuca Promocin del desarrollo pleno del aborigen y de sus comunidades.
1986. Se promulga ese proyecto como ley provincial 6373.
1986, Mayo 21. Asamblea Constituyente. La Comisin Declaraciones, derechos y garantas discute la incorporacin de los derechos de los aborgenes salteos.
1986, Junio 16. Se publica en el Boletn Oficial N 12484 la Constitucin (reformada) de la Provincia de Salta.
1987. Se promulga la Ley 6469 sobre Regularizacin de la situacin ocupacional del lote fiscal 55.
1989. Survival Internacional dirige al gobernador Hernn Cornejo (P.J.) una
carta solicitndole no seguir adelante con la Ley 6469, dado que sta viola
derechos de los indgenas.
1991. Un dirigente indgena del Departamento San Martn llega como Diputado Provincial a la Legislatura.
287
1991. Se forma el partido indgena Tewok Nechaiek que compite en las elecciones generales provinciales en el Municipio de Santa Victoria Este.
1991. El gobernador de la provincia firma con los pobladores indgenas de los
lotes fiscales 55 y 14 un Acta Acuerdo con el propsito de convenir los presupuestos bsicos para la regularizacin jurdica dominial de los espacios
ocupados por las comunidades aborgenes en los mencionados lotes.
1992, Febrero. Se desata la epidemia de clera en el Departamento Rivadavia,
afectando especialmente a las comunidades indgenas de la zona.
1992. El Ministerio de Economa emite el Decreto 2609 ratificando los trminos del acta acuerdo de 1991, definiendo la forma de titularizar las superficies fiscales a nombre de indgenas y criollos de los lotes 55 y 14.
1992. Protesta de indgenas Kolla y Wich en la Capital Federal, por la falta de
cumplimiento oficial en materia de derechos territoriales. Organismos de
Derechos Humanos y personalidades de la cultura apoyan pblicamente los
reclamos. El presidente de la Nacin recibe a los dirigentes y escucha sus reclamos.
1992. Se concreta la ley de expropiacin de las tierras de los Kolla.
1992. La dirigente indgena Rigoberta Mench Tum (Premio Nobel de la Paz)
visita la localidad de Santa Victoria Este y declara a la prensa mundial que
estos son los ms pobres
1993. El gobernador Ulloa (P. Renovador de Salta) emite el decreto 18 por el
cual se crea una Comisin Asesora Honoraria para elaborar una propuesta
de entrega de tierras que satisfaga a los pobladores indgenas y criollos del
lote fiscal 55.
1993, Marzo. Lhaka Honhat se rene con el presidente Menem para solicitarle
su mediacin en el conflicto que mantiene con la provincia por la titulacin
de las tierras en el fiscal 55.
1994, Julio. Un delegado de Lhaka Honhat denuncia al Gobierno de la Provincia de Salta ante la 12 Sesin del Grupo de Trabajo sobre Poblaciones
Indgenas de ONU por incumplimiento de sus compromisos en la entrega
de tierras en el fiscal 55.
1994. Se reforma el artculo 67 inciso 15 de la Constitucin Nacional y se incorporan los Derechos de los pueblos indgenas argentinos, como una materia que requiere tratamiento especial del Congreso de la Nacin.
1996. La Asociacin de Comunidades Aborgenes Lhaka Honhat hace una
toma pacfica del puente internacional Misin La Paz-Pozo Hondo para de-
288
Morita Carrasco
289
290
Morita Carrasco
Gobernaciones
1983-87 Roberto Romero (P.J.)
1987-91 Hernn Cornejo (P.J.)
1991-95 Roberto Ulloa (P. Renovador Salteo)
1995-99 Inicio de El rgimen de Juan Carlos Romero (h) (P.J.)
1999-03 Juan Carlos Romero (P.J.).
2003 Juan Carlos Romero (P.J.) contina.
291
Cmara de Diputados de Salta, Diario de Sesiones del 6 de mayo de 1986, Promocin de Desarrollo Pleno del Aborigen y sus Comunidades, pp. 97-144.
Convencin Constituyente de Salta, Diario de Sesiones del 21 de mayo de
1986:407-415.
Ley 7121 de Desarrollo de los Pueblos Indgenas de Salta Ao 2001
291
Cmara de Diputados de Salta, Diario de Sesiones del 6 de mayo de 1986, Promocin de Desarrollo Pleno del Aborigen y sus Comunidades, pp. 97-144.
Convencin Constituyente de Salta, Diario de Sesiones del 21 de mayo de
1986:407-415.
Ley 7121 de Desarrollo de los Pueblos Indgenas de Salta Ao 2001
Captulo 9:
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Con esto Dagnino hace referencia a la complementariedad, por as decir, instrumental entre los
propsitos del Estado y de la sociedad civil, la cual parece otorgar a algunos encuentros un grado razonable de xito y estabilidad (...) Ella se ha constituido (...) en una estrategia del Estado
para la implementacin del ajuste neoliberal que exige la restriccin de sus responsabilidades
sociales. En este sentido, forma parte de un campo marcado por una confluencia perversa entre
el proyecto participativo, creado en torno a la extensin de la ciudadana y la profundizacin
de la democracia, y el proyecto de un Estado mnimo que se exime progresivamente de su papel de garante de derechos. La perversidad est ubicada en el hecho de que, apuntando hacia
direcciones opuestas y hasta antagnicas, ambos proyectos requieren una sociedad civil activa y
propositiva (2002b: 370-371. nfasis en el original).
297
rieron un nuevo giro. Valindose del activismo recobrado por el sector indgena en las ltimas dcadas y fundamentadas en una retrica con capacidad de encapsular las demandas efectuadas, tales prcticas comenzaron
a patrocinar estilos activos de subsuncin mediante el involucramiento de
los mismos indgenas en polticas sociales autorresponsabilizantes.
298
Sin embargo, a pesar de su entrada en vigencia, algunas agencias del Estado Argentino se han
demorado en aprehender las connotaciones del concepto de Pueblos Indgenas al que se ha
suscripto, especialmente Cancillera que en enero de 2001 fue demandada por la Comisin de
Juristas Indgenas en la Repblica Argentina (CJIRA) por su insistencia en seguir llamndolos
Poblaciones desconociendo as este carcter de Pueblos a los indgenas (Carta de la CJIRA al Presidente de la Nacin F. de la Ra del 4/1/2001; carta de la CJIRA al Defensor del Pueblo de la
Nacin E. Mondino del 11/1/2001).
299
300
de desconocer los resultados del Censo que finalmente se realiz los das
17 y 18 de noviembre de 2001.
Consecuencia directa de esta coyuntura aunque no limitada a ella en
los reclamos que se hicieron fue la ocupacin del INAI el 26 de octubre
de 2001, por dirigentes indgenas y ciudadanos de otros sectores que adhirieron a su reclamo. En el petitorio que un grupo de dirigentes indgenas confeccion en esa oportunidad, se demandaba:
la efectivizacin del acuerdo firmado entre el Estado argentino y las
Naciones Unidas, referido al tema de desarrollo de los programas especiales de trabajo para Comunidades y Organizaciones Indgenas, atendiendo su particularidad y su especificidad en el marco del Encuentro de
Durban; postergacin del censo solicitado por los Pueblos Originarios.
Rediagramacin del mismo con la participacin de nuestras comunidades []; pronta y efectiva accin de parte del Estado Nacional, para
mejorar las precarias condiciones de salud en las cuales se encuentran
nuestros pueblos; urgente aumento del presupuesto para atender el conjunto de nuestras demandas y la participacin efectiva en el INAI; inmediato cumplimiento de los acuerdos que contiene el Convenio 169 de la
OIT, en su totalidad; mejorar los mecanismos de participacin y consulta
en toda poltica que nos involucre, cumpliendo de esta manera con la legislacin nacional e internacional que as lo dispone; una educacin
pluricultural basada en el respeto a las diferencias, que atienda a las
particularidades y necesidades propias de los Pueblos Originarios; solucin de todos los conflictos territoriales, mantenidos con empresas transnacionales, Ejrcito Argentino, policas provinciales y terratenientes
(En Boletn de Pueblos Indgenas, 27/10/01).
En cada una de las coyunturas planteadas, las demandas (especialmente por garanta jurdica y participacin) que los Pueblos Indgenas
realizaron al Estado Argentino durante el 2001 (IWGIA, 2001:177) encontraron cierta resonancia pblica. En todos estos pronunciamientos
significativos a nivel nacional, la reivindicacin indgena de participacin
atendiendo a los compromisos jurdicos enmarcados en el artculo 75
inc.17 de la Constitucin Nacional y el Convenio 169 de la OIT se convirti en el punto de mayor relevancia en los debates suscitados entre las
301
7
Ante la crisis del 19 y 20 de diciembre, la Mesa de Trabajo de los Pueblos Originarios difundi
el da 28 una Declaracin Pblica titulada Posicin de los Pueblos Originarios ante la coyuntura actual, en la que expuso una interpretacin posible de la coyuntura desde los Pueblos Originarios. Con esta declaracin, se intentaba fortalecer una acepcin de su participacin en procesos sociales e histricos ms amplios. Tal participacin parte tanto de un sentimiento
comn con el resto de los argentinos de indignacin y hasto, como del reconocimiento de
la continuidad esencial entre las modalidades extractivas e inhumanas de la poltica imperante
y la accin genocida de los colonizadores europeos. La Declaracin adverta tambin que el
gobierno actual en ese momento encabezado por el Presidente interino Rodrguez Sa proyectaba soluciones econmicas momentneas que no resuelven el problema de fondo, problema
que por el contrario mereca atenderse con un nuevo proyecto de sociedad (Mesa de Trabajo
de los Pueblos Originarios 2001). De esta manera, la Mesa exiga acordar una concepcin de la
justicia social en los trminos que describe Mary Douglas (1997; cit. en Grassi, 2003: 163),
como la constitucin establecida por una comunidad para regular los compromisos individuales de sus miembros, superando la vieja nocin de cosa que puede ser otorgada o solicitada.
302
concepto, que durante el 2001 sintetiz una fuerte demanda por parte de
los pueblos indgenas y domin todas las instancias de visibilidad que
mencionamos anteriormente, se convirti en el centro de la puja, entre
organizaciones indgenas y gobierno, pero tambin entre Poder Ejecutivo
y Poder Legislativo para hegemonizar su significacin y, a partir de all,
acotar y definir la buena poltica. Efectivamente, el discurso poltico es
el campo en el que se dirimen los alcances y lmites de este concepto (participacin) y donde se perciben los lmites de la construccin de los indgenas como sujetos de derecho (GELIND, 1999a). As pues, mientras en
las agencias estatales se abra el debate sobre la participacin indgena, al
mismo tiempo se preparaba el terreno donde se circunscribira la problemtica indgena, proyectando a la misma dentro del horizonte de los programas sociales que seran implementados para sacar al pas de la crisis.
Registro taquigrfico de reunin de la Comisin de Poblacin y Desarrollo. Honorable Senado de la Nacin. En el Saln Auditorio del H. Senado de la Nacin a las 18:21 horas del martes 29 de enero de 2002 (pp. 1-30; m.s.).
Proyecto de ley sobre Pueblos Indgenas de Salvatori y otros. Senado de la Nacin Argentina;
Exp. 1788/01 Fo. 110; m.s. Dicho proyecto ingreso a la Cmara de Senadores el 21 de diciembre de 2001, con la firma de los senadores neuquinos Luz Mara Sapag y Pedro Salvatori y del
salteo Ricardo Gomz Diez. Cabe sealar que los artculos propuestos en el proyecto no modifican la ley de referencia ley 23.302 en trminos de actualizacin jurdica/ideolgica.
Slo se concentra en unos pocos puntos referidos en su mayora a la organizacin interna del
INAI, rgano de aplicacin creado por la ley 23302, especialmente en relacin a la participacin indgena en su gobierno.
303
y las senadoras Luz Sapag y Marcela Lescano, representantes de las provincias de Salta, Neuqun y Formosa respectivamente.
No obstante, dada la reaccin adversa y conjunta expresada con ante10
rioridad por varios dirigentes indgenas a este proyecto y al particular
momento de reacomodamiento en que se discuta inmediatamente
luego del estallido social de diciembre de 2001 que oblig a renunciar al
entonces presidente de la nacin Fernando de La Ra, la reunin se canaliz hacia el tratamiento intensivo de dos puntos: el presupuesto del
INAI cuya acostumbrada exigidad refleja mejor que cualquier discurso
el peso real de la poltica indgena en la agenda estatal y cmo efectivizar
la participacin indgena en el mismo, en consonancia con lo que dispone
la incumplida ley vigente. Estos puntos cobraban especial relevancia en
funcin de delinear qu sera factible realizar y qu no durante el 2002 en
materia indgena, prefijando de este modo los rumbos y lineamientos
polticos tendientes a atender dicha problemtica. Se visualiz as un esfuerzo por parte de los legisladores por definir el lugar ocupado por la
cuestin indgena dentro de la ms amplia cuestin social. De este
modo, la presidenta de la comisin consignaba:
Me parece que en este momento en el que la preferencia para la Argentina es el tema social, es muy importante que las flamantes autoridades
de la Nacin tengan especial conciencia de que no se va a cumplir cabalmente con la prioridad de atender a los temas sociales si no se da una especial importancia al tema aborigen. Caso contrario, va a ocurrir lo de
siempre: la distribucin no va a llegar realmente a las comunidades, que
es donde tiene que llegar prioritariamente (Registro taquigrfico: 1).
As, el tratamiento del presupuesto del INAI ligado a los medios con
los cuales garantizar la participacin indgena en este rgano estatal se
constitua, en palabras de la presidenta de la Comisin, en uno de los
puntos centrales desde donde pensar en: una agenda de trabajo conjunto
10 La oposicin indgena a este proyecto de ley estimul la conformacin de una entidad formada por dirigentes de organizaciones de diversos niveles de representacin, llamada Coordinadora de Organizaciones Indgenas. Esta entidad mantuvo reuniones frecuentes desde diciembre de 2001 con quien estaba entonces a cargo del INAI, Ana Gonzlez Montes, y a partir de
enero de 2002 con su reemplazante, Jorge Pereda. Entre los temas a tratar, estaban la continuidad de proyectos evaluados o adjudicados durante la gestin anterior y, especialmente, el tema
de la participacin indgena en la estructura del INAI.
304
para poder llevar, en lo que queda del ao y con las dificultades econmicas actuales, logros que sean posibles (Registro taquigrfico:3). En
todo caso, despus de reconocer que el tratamiento de un proyecto acorde
al artculo 75, inciso 17 de la Constitucin Nacional y al Convenio 169
de la OIT exigira una ronda de consultas ms extensivas e intensivas con
representantes indgenas y especialistas de otros campos en el tema, las intervenciones de los representantes estatales se focalizaron en los mecanismos con los cuales efectivizar la participacin indgena en el INAI para
cumplimentar con lo prescripto en la Ley 23.302 que, aunque sancionada
en el ao 1985 y reglamentada en 1989, todava no tiene plena vigencia.
Todas las aristas acerca de esta cuestin estuvieron atravesadas por diversas consideraciones, quedando supeditadas a un solo punto: los recursos financieros disponibles.
En este marco, el presidente del INAI propona convocar a un Consejo
transitorio conformado por indgenas que fijara las pautas para el llamado y la convocatoria, con el fin de que no sea slo una accin del
Estado (Registro taquigrfico:4). No obstante, este Consejo no slo
sera transitorio, sino que deba ser pequeo porque no va a haber recursos para convocar a consejos grandes. Y de nada servir convocar consejos si despus no se puede atender los gastos necesarios para el traslado
de los hermanos que hayan sido designados y la atencin de sus gastos de
permanencia en Buenos Aires o en el lugar que se elija para la reunin
(Registro taquigrfico:5). Todo esto sumado a la advertencia de que el
presupuesto a ser asignado es absolutamente insuficiente y quiz no nos
permitira ni siquiera convocar al consejo provisorio (Registro taquigrfico:5).
Planteado de este modo el problema, se agregaban otros dos aspectos
de importancia: quines conformaran el consejo provisorio y cules seran los criterios a adoptar para la convocatoria ms amplia y definitiva.
Respecto al primer aspecto, las propuestas consistan en volver a la
conformacin del consejo provisorio del ao 1998 (formado luego del
Programa de Participacin Indgena de 1997); y/ o convocar a aquellos
partcipes de las rondas iniciadas por la gestin anterior del INAI; o realizar una nueva convocatoria. El planteo de estas posibilidades ponan de
manifiesto los continuos fracasos y dilaciones de la agencia estatal en efectivizar la participacin indgena en dicho instituto, constituyndose el
305
tema en un nudo problemtico de creciente tensin entre los representantes estatales e indgenas.11
Respecto de los criterios para la estructuracin del consejo definitivo,
se abran a su vez varias alternativas a ser ponderadas quedando, sin embargo, tambin determinadas por las consideraciones sealadas. La discusin giraba en torno a si se realizaran asambleas por provincias o por pueblos o, tal como lo dispone la reglamentacin de la Ley 23.302, un
representante por pueblo y por regin (Noroeste, Noreste, Sur y centro).
El presidente del INAI sealaba:
la enorme dificultad que [] significa convocar una representacin
por pueblos. Hay algunos pueblos que son numricamente pequeos y
hay otros que son mucho ms importantes (Registro taquigrfico: 4).
Adems sabemos que hay pueblos que estn en varias provincias y otros
que estn en una sola provincia. De ah la dificultad para determinar
esto [] Creo que muchos de los elementos que deben servir para el ejercicio de los derechos concretos de los pueblos indgenas [] hoy son resorte, por obra de la descentralizacin ejercida por el gobierno nacional,
de las provincias. La educacin, la salud y las tierras, en su mayora, son
propiedad de los estados provinciales [] De ah que me parece que una
representacin slida por provincia va a servir para que las comunidades
indgenas puedan resolver, peticionar y exigir, cuando sea necesario, la
solucin de sus problemas en el mbito donde se generan las decisiones
respecto de su vida (Registro taquigrfico: 5).
La discusin acerca de la forma y el carcter de la participacin indgena quedaba diluida por parte de los representantes del poder legislativo
en la promocin de una forma de participacin a bajo costo. De este
modo la presidenta de la Comisin argumentaba:
306
la primera cuestin concreta a resolver sera analizar si queremos cambiar (la) reglamentacin, atento a los exiguos recursos y las limitaciones que tenemos, a fin de elegir en forma transitoria una
representacin ms rpidamente para que ya este ao haya una presencia efectiva de representantes aborgenes (Registro taquigrfico:6)
[] Si nosotros vamos a las asambleas en cada provincia para que cada
etnia elija su representante, se nos va a ir el ao y algunas provincias lo
harn y otras no. Por eso, tal vez, haya que buscar un mecanismo ms
rpido, que est en manos del INAI, por ahora, con la consulta a las organizaciones ms importantes y despus s, entre todos, avanzar hacia un
sistema que nos vaya acercando cada vez ms a la representacin []
Como la nacin est atravesando una situacin de crisis, hay que acortar
caminos y buscar canales de representacin, aunque no sean perfectos
pero s rpidos (Registro taquigrfico:6. nfasis nuestros).
Tal como se trasluce de estas expresiones, la preocupacin estaba ms
ligada a convalidar una mera presencia indgena que a efectivizar una
participacin con poder de intervencin en los asuntos que ataen a los
Pueblos Indgenas. El alcance y la significacin de la participacin indgena fueron socavados al quedar ella supeditada al discurso de la crisis
desde donde se legitimaban los atajos ofrecidos por los representantes
estatales. La preponderancia otorgada al INAI poniendo en sus manos
la bsqueda de mecanismos para la participacin indgena e incluyendo
en esto la arbitrariedad de la determinacin de organizaciones ms importantes que otras acenta el carcter unidireccional de las decisiones.
Tal unidireccionalidad se torna aun ms controvertida al tratarse justamente de dicha cuestin.
Cabe aclarar, sin embargo, que estas propuestas presentadas como soluciones de carcter transitorio dada la coyuntura de crisis coinciden a
grandes rasgos con el articulado del Proyecto de Ley modificatorio de la
23.302 presentado por los senadores de la comisin. En l se propona
reemplazar el actual INAI por un Consejo Federal Indgena conformado
por un director, tres consejeros representantes del PEN y tres consejeros
indgenas. Los tres miembros indgenas se elegiran la primera vez por
sorteo y en adelante en forma rotativa, sin indicar la amplitud ni la calidad de la muestra sobre la que se sortearan o designaran los tres miem-
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aborgenes impone la consideracin de sus particularidades, especialmente desde la esfera pblica. Consideramos la presente propuesta, corolario necesario al reconocimiento y respeto de esa diversidad (Senado
de la Nacin, Proyecto N 544/02).
Desde esta perspectiva, son las carencias las que definen las particularidades. stas, as definidas, ofician la circunscripcin del colectivo indgena como objeto de asistencia. Particularidad asociada a vulnerabilidad constituye un binomio que legitima el carcter de una intervencin
poltica tendiente a naturalizar tal situacin ms que a problematizarla.
Esta concepcin parece estar cercana a aquella que, apelando a la cultura
de la pobreza (Lewis, 1961), explica a la misma como un estado dado por
comportamientos culturales y no como condiciones emergentes de relaciones sociales entramadas en procesos histrico-polticos.
El respeto a la idiosincrasia y la cultura de las comunidades queda diluido en la mera consideracin de aquellas particularidades que prefiguran al indgena necesitado de asistencia. De esta manera, si bien las
carencias que justifican la inclusin al plan deben ser contempladas, al
mismo tiempo son ignoradas, en tanto, el objetivo del plan se restringe a
otorgar 150 pesos mensuales, desatendindose de promover los medios
para garantizar el acceso a esos requisitos bsicos exigidos. A su vez, la
supeditacin del ordenamiento jurdico referido al derecho indgena a necesidades determinadas de ese modo diluye el alcance del mismo, y opera
en desmedro de la consolidacin de un sujeto de derecho, a travs de
una poltica de asistencia que intenta emular una poltica de reconocimiento.
Como organismo estatal, el INAI, no escap a esta corriente. La mayor
parte de su personal qued afectado de una u otra manera a la ejecucin
del Programa Jefes y Jefas, que se defini como prioritaria por encima de
los objetivos especficos del Instituto. La participacin del INAI en el Plan
Jefes y Jefas requiri al principio del establecimiento de un acuerdo ad hoc
entre el Ministerio de Desarrollo Social y el de Trabajo, para aceitar los
procedimientos entre el INAI y ambos ministerios y as salvar ciertas especificidades de modo que las comunidades indgenas pudieran efectivamente acceder a este derecho paradjicamente definido por su universalidad.
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relaciones que el INAI haba logrado construir y/o mantener, a pesar del
exiguo presupuesto y de los consabidos defectos de ambigedad y desorientacin crnicos en la gestin estatal de la poltica hacia indgenas.
En este sentido, vale observar que desde la fecha de su creacin y de su
reglamentacin en 1989, el INAI ha sido progresivamente desjerarquizado
y vaciado de sus funciones especficas. Esta agencia estatal, que tendra
como objetivo generar polticas de derecho en relacin a los Pueblos Originarios, no se ha caracterizado por mantener proyectos y programas de
accin continua, siendo stos reemplazados frecuentemente por acciones
aisladas que motorizan a la institucin en un sentido y que no siempre
mantienen continuidad. Durante el 2002, esta tendencia se profundiz,
al quedar el INAI subsumido a una poltica social de carcter neoasistencialista que marchaba a contrapelo de una poltica pasible de ser enmarcada en trminos de reconocimiento y afirmacin de los Derechos Indgenas. Nos referimos especialmente a funciones de asercin de derechos
en funcin de su reconocimiento constitucional como pueblos preexistentes, funciones que no tienen que ver con ayudas, ni con representacin de grupos subordinados.
No obstante todos los pronunciamientos oficiales efectuados, en agosto
de 2002 organizaciones representativas de distintos sectores sociales (entre
ellas organizaciones indgenas) se manifestaban frente al Instituto Nacional
contra la Discriminacin, Xenofobia y Racismo (INADI) por la falta de entrega de 3500 planes sociales. Planes que, otorgados en diciembre de 2001,
haban sido reconvertidos para unificarlos en los Planes Jefes y Jefas de
Hogar. Los reclamos realizados en esa oportunidad hacan evidentes las
tensiones ya mencionadas: la presidenta de la Comisin de Mujeres Indgenas (Isabel Condori) expresaba:
por primera vez en diciembre, la comunidad indgena logr un plan social a travs de las resoluciones 899 y 992. Estaban destinados a proyectos productivos. Con ellos se pensaban desarrollar y apoyar microemprendimientos. Pero, ahora, este plan se canaliz en uno slo: el de Jefas
queos pueblos, que contempla la ayuda del Ejrcito para la construccin de huertas, utilizando la mano de obra reunida por los beneficiarios. Nuevamente, la ilustracin de la nota
incluye una fotografa en la que la Sra. Duhalde abraza a una aborigen wichi en ocasin de
su visita en mayo al Nordeste (Clarn 25/8/02: 7).
314
y Jefes de Familia por lo que muchos de los que haban sido asignados
quedan afuera (Clarn 21/08/02).
Por su parte, frente al cuestionamiento de otras dependencias estatales
(Secretara de Coordinacin del Ministerio de trabajo) recibido por el
INADI por la forma de otorgar planes, su presidente (Enrique Oteiza) sealaba:
Nos dicen que las organizaciones nos encarguemos de hacer la reconversin de las planillas de otorgamiento anteriores a las actuales de Jefas y
jefes, ignorando que para informar a nuestros hermanos que viven en las
comunidades a veces se necesita tiempo y dinero. Hay lugares que no
tienen telfono y hacer una fotocopia cuesta ms de 10 centavos. Tiene
que bajar en mula o caballo por horas hasta el pueblo, gastar en comida y
eso nadie lo considera (Clarn 21/08/02).
En esta coyuntura, los sucesivos viajes de Chiche Duhalde como Coordinadora de Polticas Sociales a distintas localidades provinciales muchas de ellas con poblacin mayoritariamente indgena parecan buscar
un efecto de sentido tendiente a revertir los cuestionamientos manifestados por diferentes sectores. En la difusin que el Poder Ejecutivo Nacional efectuaba de las giras, el acento estaba puesto en mostrar a un
Estado que, frente a la crisis, se autoasignaba el papel de reconstruir las
redes sociales devastadas, resaltando dicha imagen mediante un plus simblico: la inclusin del sector indgena. Al presentar a ste como el ms
excluido entre los excluidos, se procuraba reforzar la universalidad de un
14
plan que toma en consideracin incluso a los diferentes. De tal modo,
se buscaba contrarrestar las denuncias sobre el funcionamiento del pro14 Vale anotar que, dada la exigencia de una contraprestacin a los beneficiarios del Plan, la inclusin entre ellos de indgenas a travs del INAI tuvo como efecto imprevisto y secundario,
por ejemplo, la estimulacin de la formacin de talleres de lengua y cultura aborigen y enseanza de produccin de artesanas. Paradjicamente, una contracara del efecto cotidiano del
Plan en las comunidades indgenas aparece retratada en el informe brindado por Clarn en
abril de 2004, segn el cual un equipo de pediatras constat el aumento de las tasas de desnutricin entre los pueblos kollas del rea de San Antonio de los Cobres a partir de 2002. En la
versin de los agentes sanitarios locales, desde que empezaron los Planes Jefas y Jefes de Hogar, las mams han tenido que salir a prestar servicios y han descuidado un poco a los chicos
(Clarn, 11/4/2004).
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gular los Planes Jefas y Jefes de Hogar. Ahora bien, si bien no renuncian a
una incorporacin subordinada del indgena mediante la extensin de
planes sociales focalizados que se pretenden revestir de un carcter universalizador, las intervenciones estatales analizadas lo hacen de un nuevo
modo. Investidas de un aura democratizante, abiertas a las demandas
formuladas, sensibles a los problemas sociales, incentivan la asuncin
activa por parte de los llamados beneficiarios de su autocuidado, con el
fin de que stos adhieran con su compromiso a la resolucin de su
propia exclusin.
Lo que parece abrirse paso en materia de poltica indgena a partir de
estos ltimos aos es una nueva forma de intervencin que tiene como
pilar la participacin estrategia que permite legitimar los corrimientos
sucesivos de las agencias estatales en determinados asuntos, poniendo el
acento en las responsabilidades que, en todo caso y segn esta perspectiva,
deben asumir los indgenas a fin de concretar los propsitos definidos de
antemano por ellas mismas. As es como comienzan a proliferar los discursos estatales que explican el estado de exclusin del sector indgena
atribuyndolo a su falta de capacidad organizativa, tanto para efectivizar
su participacin en el gobierno del Instituto Nacional de Asuntos Indgenas, como para conseguir el financiamiento de becas o la adjudicacin
de programas sociales. Se consolida as un proceso de construccin de hegemona en el cual lo que comienza siendo una norma que debe ser implantada en el interior de los ciudadanos puede ser reformulada como una
demanda que los ciudadanos pueden hacer a las autoridades (Rose,
1997:39).
Sobre este teln de fondo, en los das 16 y 17 de agosto de 2002 se produjo un hecho que puso en evidencia los lmites de la poltica indigenista
gubernamental. Nos referimos al conjunto de hechos denunciados en
Lote 68, en las afueras de la capital de Formosa donde, segn se denunci
pblicamente, una fuerza policial amparada por el prejuicio racial co17
meti graves abusos en perjuicio de familias Qom. Ante los hechos con17 Un indio debe pagar fue el lema que moviliz a ms de 100 policas para ingresar a la comunidad, detener y torturar a ciudadanos Qom, incluyendo menores de edad, en supuesta
venganza por un hecho delictivo no aclarado. El hecho fue difundido, denunciado y repudiado por ENDEPA, APDH Formosa, SERPAJ, INCUPO, Equipo Pueblos Indgenas y Equipo Nizkor entre otras instituciones y mereci en esos das la visita al Lote 68 de la Comisin de
DDHH de la Cmara de Diputados de la Nacin representada en la Diputada Nacional M.
Bordenave.
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sumados que expusieron dramticamente la vulnerabilidad de los ciudadanos indgenas en una sociedad construida en base a la legitimacin
poltica de la desigualdad el gobierno nacional, interpelado por el Relator Especial sobre la Tortura de las Naciones Unidas, Theo Van Boven,
inici una cadena de pase de consultas que fue de la Direccin de
DD.HH. del Ministerio de Relaciones Exteriores a la Secretara de DD.HH.
del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos y al INADI
(Ministerio del Interior) y, de estas dos agencias al INAI (Ministerio de
Desarrollo Social). El presidente del INAI pidi entonces un informe al
presidente del Instituto de Comunidades Aborgenes de Formosa, Roberto Vizcano, y reenvi la respuesta de ste a los anteriores. De esta manera, cada agencia gubernamental nacional eludi dar una respuesta por
s misma, localizando la responsabilidad en otra parte de la estructura, y
los hechos quedaron finalmente relegados a un asunto que competira a la
justicia ordinaria provincial.
El reclamo de los Qom no fue atendido con la misma premura y formalidad ms all de una carta de J. Pereda disculpndose por no haber
concurrido al lugar durante su visita a Formosa en la semana de los hechos
denunciados, pese a que entre los denunciantes se encontraban algunos
de quienes en el 2001 haban sido llamados provisoriamente a integrar la
participacin indgena en el Consejo Provisorio del INAI. Es decir, el gobierno en su conjunto y cada una de sus instituciones no se hicieron cargo
de que entre los factores que intervinieron en este hecho se contaba no
slo la violencia policial que en verdad, afecta a sectores ms amplios de
la poblacin y que se muestra como coletazo de estilos y relaciones de
poder cimentados durante la ltima dictadura militar y an no desmantelados sino especialmente la conflictividad intertnica que se dirime
siempre en favor del sector hegemnico y que no se soluciona con la instalacin de Consejos Consultivos locales. La declamada participacin de dirigentes en las cadenas de distribucin de favores gubernamentales no alcanz para enfrentar la impunidad de los violentos.
De esta manera, el gobierno nacional y especialmente el INAI como
agencia especfica, a travs de su Presidencia se neg a asumir la oportunidad de encarar la poltica indgena como algo ms que la inclusin de
indgenas en listas de beneficiarios de asistencia de necesidades elementales, profundizando el carcter fragmentador de su lectura de la realidad
social y desoyendo la experiencia de dcadas de historia.
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