Mito, Ciencia y Sociedad. El Relato Mítico y La Razón Científica Como Formas de Conocimiento
Mito, Ciencia y Sociedad. El Relato Mítico y La Razón Científica Como Formas de Conocimiento
Mito, Ciencia y Sociedad. El Relato Mítico y La Razón Científica Como Formas de Conocimiento
EL RELATO MTICO
Y LA RAZN CIENTFICA COMO FORMAS
DE CONOCIMIENTO
Introduccin
Sigue siendo muy comn en nuestros das pensar que la falsedad del relato mtico puede y debe corregirse a havs de la verdad
de la razn cientfica contempornea. El mito, se entiende, contendra un saber inf.,rior, intuitivo y precientfico, pues suponchia
un recurso cognitivo primitivo basado en la ilusin, el miedo y la
supersticin. La ciencia, por el contrario, se sustentara en argumentos racionales y evidencias empricas, por ende seria muy
superior en sus diagnsticos y prcticas a esas otras formas arcaicas de cognicin e intervencin. El mito nos provee de relatos de
valor ficticio e incierto, se entender, mienhas que la ciencia nos
proporciona una versin muy veraz y muy poco contingente de la
realidad del universo. El progreso humano, resultado en gran
medida de una gradual con-eccin y acumulacin en los conocimientos, nos conducirla as de las sociedades tradicionales a las
sociedades modernas avanzadas. La humanidad estara, en definitiva, poco menos que condenada a caminar hacia un deseable
estadio futuro de perfeccin secular, cientfica y posmitolgica.
La magia, el mito y la religin, se aseverar, son slidos sistemas
de mtodos, creencias y mentalidades activados desde la antigedad para entender y controlar la realidad natural y social que, sin
embargo, sern gradualmente superados y abandonados gracias
al progreso de la ciencia, la difusin de la educacin y el desan-ollo de las ms prsperas civilizaciones. 1
l. James George Frazer, La ranza dorada. Magia y religin, Madrid, FCE,
1981; Lucien Lvy-Bruhl, El abna pri1nitiva, Barcelona, Pennsula, 1927.
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mucha frecuencia la forma del relato mtico. La nan-acin mtica se manifiesta ms all de lo religioso, pero es aqu a todas
luces central e indispensable. A modo de ilustracin pinsese
por ejemplo en el mito sobre la creacin del hombre y el universo relatado en el libro del Gnesis. La verdad ms profunda de la
religin adopta as una estructura misteriosa y enigmtica slo
solventemente expresable a travs de smbolos, relatos metafricos e historias mitolgicas. Es evidente, como sealamos, que
existen mitos especficamente sacros y religiosos, como tambin
los hay de corte ms cultural, poltico o econmico, pero quiz
debamos reparar ahora en que tal vez todo mito es ya de por s
en cierto modo sacro, religioso y trascendente.
El mito, sin embargo, quiz en contra de lo que inicialmente
pudiera parecer, no debera entenderse como una inocente fbula, ficcin o invencin. ste no sera un mero hecho cultural
infantil, salvaje, patolgico y, por ende, plenamente subsanable
y reconducible. El mito es una historia que relata cmo el mundo y el hombre han sido creados y han comenzado a existir. Sus
contenidos responden a las preguntas sobre el origen, el destino
y el sentido del acontecer. ste nan-a acontecimientos prodigiosos, sucedidos en el tiempo fabuloso de los orgenes y protagonizados por seres extraordinarios y sobrenaturales. Aludira a una
nan-acin situada fuera del acaecer ordinario y del tiempo histrico que en principio distingue ntidamente entre el pasado, el
presente y el futuro. Sera, en definitiva, algo mucho ms complejo y sustantivo que un simple cuento falso e ilusorio propio
de las sociedades arcaicas y tradicionales.'
Opacidad y transparencia
El mito ofrece modelos de conducta, contiene un alto potencial de saber, confiere valor y sentido a la existencia y otorga un
capital respaldo nan-ativo y simblico a las creencias y los acontecimientos. A travs de l el misterio se nos toma ms amable,
inteligible y transparente. El mito sera una ficcin colectiva tenida por verdadera y, justamente, cargada de gran fuerza, significado y potencialidad. Se entiende, en ltimo trmino, que el
S. Claude Lvi-Strauss, Antropologa estntctural, Barcelona, Paids, 1987.
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mito quiz sea un ingrediente cultural imprescindible y constantemente reconfigurado. Qu complejo se nos toma, por consiguiente, slo pensar en la mera posibilidad de una sociedad
absolutamente in-eligiosa, desacralizada y desmitificada.' Las personas de todas las sociedades, por supuesto que de las tradicionales pero tambin de las modernas, necesitan disponer de algn tipo de respaldo nan-ativo y simblico en tomo a cuestiones
medulares como de qu pasado proceden, qu sentido tiene su
presente y hacia qu futuro se encaminan. Los mitos, por tanto,
no se hallaran hoy en progresiva decadencia, ni siquiera en estas sociedades modernas en apariencia tan seculares y desacralizadas, pues stos sobreviviran tambin actualmente ms o
menos ocultos y silenciados detrs de muchas utopas, ideologas y aspiraciones contemporneas. 7
Justo en relacin con esta constante antropolgica entiendo
que debe1ia situarse la verdad ms honda, ntima y en gran medida velada del mito, lo sagrado y lo trascendente. 8 Aunque si una
propiedad clave debiera destacarse de los mitos, sta se referira
muy en especial a su gran opacidad cognitiva. El mito, por su
naturaleza, es in-eflexivo, inconsciente e incontrolable. ste, mantendr, se crea y recrea pero, sobre todo, se sufre y padece. Es
cardinal en stos, pues, no su edificacin estratgica sino su muy
escasa transparencia individual y colectiva. Las ideas, que son
conscientes, se ha precisado con indudable discernimiento, se tienen, se producen y son debatibles, mientras que en las creencias,
que son ms hondas e inconscientes, se est; se vive y se dormita.
El sistema de creencias tenido por autntico constituye la base de
nuesh-a vida personal e intelectual, es decir, el vasto y firme ten-eno sobre el que sta surge, acontece y se desenvuelve.'
Los hombres no piensan en los mitos, se sostendr, sino que
son los mitos quienes se piensan a s mismos en y entre los hombres.10 Los mitos, en efecto, estn tan insertos en el carcter humano que se sitan sin duda alguna ms all de toda conciencia
6. mile Durkheim, Las fonnas elen1entales de la vida religiosa, Madrid,
Akal, 1992.
7. Mircea Eliade, Mito y realidad, Barcelona, Labor, 1991.
8. Kurt Hbner, La verdad del mito, Madrid, Siglo XXI, 1996.
9. Jos Ortega y Gasset, Ideas y creencias, Madrid, Espasa-Calpe, 1968.
10. CJaude Lvi-Strauss, Antropologa estructural, Barcelona, Paids, 1987;
y El pensantiento salvaje, Mxico, FCE, 1992.
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critica, racional y deconstructiva. 11 Es muy razonable considerar que toda sociedad necesita para constituirse de una ficcin
colectiva que le aporte sentido, cohesin y auto reconocimiento.
Esa ficcin colectiva ser efectiva en la medida en que enmascare su carcter ficticio, ilusorio y construido. Aqu residira, segn argumentar, su ms alto y noble valor; pero tambin su
ms nociva y terrible amenaza. La eficacia de los mitos y los
sistemas de creencias ser proporcional en sentido inverso a la
descodificacin de los mecanismos soterrados que los hacen
posibles y que hacen de lo que es local, contingente y circunstancial algo necesario, universal e incuestionable. 12
Lntes cognitivos e insuficiencias normativas
El proyecto secular de crtica y desmitificacin habra consistido, asimismo y en coherencia, en procurar separar por completo al logos del mito y a la razn moderna del saber trascendente. Sobre este tipo de concepciones lineales y progresivas se
habran erigido los an muy vigentes mitos de la evolucin, el
progreso, el desarrollo y la modernidad. La fe en el progreso
traducirla esta esperanza casi inmortal en que un futuro mejor
parece aguardar siempre al conjunto de la humanidad. En ltimo trmino la razn cientfica se habra convertido en el motor
cognitivo fundamental del aparentemente progresivo e imparable proceso de seculaiizacin, modernizacin y desacralizacin.13
Claro que la necesaria matizacin de esta \~Sin tan mtica,
reduccionista y autosatisfecha acerca de nuestro sino contemporneo habra supuesto asimismo la mordaz denuncia de nuestra fe en el progreso cientfico y en los adelantos tecnolgicos. 14
La ciencia, tras un sinfn de dulces promesas seguidas en ocasiones de amargas decepciones, finalmente se habra visto forzada
a reconocer que nunca podr sobrepasar ciertos lmites del conocimiento. sta, obviamente, nunca habra podido someter
cognitiva y plenamente a la naturaleza, el riesgo y la adversidad
en sus mltiples expresiones. Existiran varias cuestiones esenciales sobre las cuales la razn cientfica nunca podr obtener
un slido e invariable conocimiento. Tales seran los lmites cognitivos infranqueables relacionados por ejemplo con la muerte,
la conciencia, el origen de la vida, el sentido de la existencia o la
posible (in)finitud del tiempo y el espacio.15
Adems, si bien el progreso cientfico habra propiciado en
gran medida el progreso tecnolgico, la exclusiva razn instrumental se habra demostrado claramente insuficiente a la hora
de procurar forjar cdigos de conducta inequvocos para afrontar con garantas los principales retos ticos y normativos. Es
decir; que incluso los avances ms notorios y espectaculares de
la ciencia y la tcnica modernas no habran conducido por necesidad a un igualmente evidente progreso moral de las sociedades contemporneas. La razn moderna de las sociedades industriales avanzadas, sea bajo el yugo fascista, comunista o
capitalista, traiciona as sus ms nobles potencialidades emancipadoras y se transforma en sierva acrtica e indolente de las
estructuras sociales estabilizadas y estabilizadoras. 16 La exclusiva racionalidad instrumental, ms all de sus complicidades con
las formas sociales opresoras, habna sido adems manifiestamente incapaz de solventar muchos de los ms importantes desafos ticos actuales relacionados por ejemplo con la biotica, el
cambio climtico, la energa nuclear o la ingeniera gentica.17
Incluso quienes ms apasionadamente habran defendido las
bondades de la ciencia moderna y de su poderoso mtodo de
indagacin habran asumido sin muchos reparos que sta nunca ser capaz de esclarecer solventemente cmo empez todo,
para qu estamos aqu, qu debemos hacer a cada momento o
cul es el objetivo ltimo de la existencia. 18
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1
Sueos, 2006.
13. John Bury, La idea de progreso, Madrid, Alianza, 1971; Robert Nisbet,
Historia de la idea de progreso, Barcelona, Gedisa, 1998.
14. John Gray, Contra el progreso y otras ilusiones, Barcelona, Paids, 2006.
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15. J. Habermas y J. Ratzinger, Dialctica de la secularizacin. Sobre la razn y la religin, Madrid, Encuentro, 2006.
16. Herbert Marcuse, El honzbre unidinzensional. Ensayo sobre la ideologa
de la sociedad indust1ial avanzada, Barcelona, Ariel, 1994; Max Horkheimer,
Crtica de la razn instmnzental, Buenos Aires, Sur, 1973.
17. Alain Touraine, Critica de la nzodenzidad, Madrid, Temas de Hoy, 1993;
Gianni Vattimo, Creer que se cree, Buenos Aires, Paids, 1996.
18. Karl R. Popper, l lgica de la investigacin cientfica, Madrid, Tecnos, 1962.
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extremo ms referenciado, trgico ejemplo de una razn cientfica sin conciencia ni escrpulos, es la creacin y el lanzamiento de
las dos bombas atmicas estadounidenses sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. 24 Ese miedo innegable ante los
accidentes nucleares y la utilizacin de las armas atmicas, como
muy bien se ha argumentado, supondra la ms viva expresin de
las amenazas, las inseguddades y los desvelos humanos en un
mundo globalmente atemorizado. 25
Al mismo tiempo, la ciencia actual sera tanto una feliz bendicin como una cruel y fatal maldicin. La ciencia, segn conclufrn algunos analistas sociales, necesitara, para no enfermar
y descarrilar, una clara conciencia tica universal que la limite,
tutele y organice. Estos muy graves riesgos, amenazas y contrariedades le habran acaecido a la ciencia moderna, y al hombre
que la acoge, elogia y glorifica, justamente, por haber pretendido emanciparse por completo de los principios ticos, religiosos
y trascendentes. Una cultura moderna netamente materialista
positivista e instrumental supondra, desde este enclave argu'.
mentativo, la derrota de la razn misma, esto es, la renuncia de
la razn a sus potencialidades ms humanas, nobles y elevadas."
La razn ilustrada, inicialmente, habra arremetido con decidido entusiasmo contra el mito, la creencia y el sentido trascendente. Los nuevos tiempos abrazan as a los nuevos valores
ligados a la verdad, la libertad individual y la justicia social. La
Ilustracin, pues, supondra la negacin de los dolos del pueblo, el abandono de los saberes enraizados en la costumbre pero
no demostrables y el advenimiento de una justicia propiciada
por la revelacin de la verdad de los hechos realmente acontecidos. El hombre moderno e ilustrado se atreve a pensar por s
mismo y a guiar su propio entendimiento, se emancipa de la
tutela de la religin y el orden social establecido y supera la mi24. Pau1 Strathem, Oppenhehner y la boniba atrnica, Madrid, Siglo XXI,
1999; Diana Preston, Antes de Hiroshinza. De lvlarie Curie a la bornba atnzica
Barcelona, Tusquets, 2008.
'
25. Marta Rodrguez Fouz, El nedo nuclear. Amenazas y desvelos en un
mundo globalmente atemorizadon, en J. Beriain e I. Snchez de Ja Yncera
(eds.), Sagrado/profano. Nuevos desafos al proyecto de la nzodernidad, Madrid,
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noria de edad a la que hasta entonces estaba afeirado por pereza, cobarda y acatamiento. 27
La modernidad, por tanto, se enter;der. co'?;' un proc.eso
histrico de progresiva e in-eversible rac1?nalizac10n, formaliz~
cin y desencantamiento." El programa ilustrado, se sostendra,
habra perseguido desde sus comienzos liberar . lo.s hombres
del miedo y el falso saber de los mitos ~ara. constltmrlos .en los
gloriosos seores de la naturaleza. La ciencia moderna, ~m e'?bargo, ya no aspira slo a conocer por cor;ocer, por as1 decir,
sino que persigue sobre todo explotar y dommar a una naturaleza gradualmente expuesta y desmitifica~a. 29 ~a razn, empero,
como tristemente habra mostrado la hlstona moderna Y contempornea, en ocasiones se habra excedi.d? '! descarrila~o,
sublimado y endiosado, traicionado en defimt1va sus _Prop:os
ideales y potencialidades. sta, sin lmites ni ataduras, mvas1va
y dominante, habra tenninado, en mltiples ocasiones, por cosificar y destruir a los propios hombres. En f'l r;ombre Y cor;!
estrecha complicidad de la razn moderna occ1?ental tamb1en
se habran cometido un sinfn de abusos, barbanes Yahopellos.
La fra lgica de la eficacia, la exclusiva racionalid~d ~strumen
tal y la progresiva burocratizac.in de .las orga.mzac10nes, ~or
ejemplo, no slo no habrian evitado smo que 1.ncl~so habnan
contribuido a acrecentar an ms la atroz expenencia de la barbarie en la Alemania de Adolf Hitle1;30 La :azn ilush'.'da ~uede
conducir a la emancipacin de la humamdad, pero s1 olvida su
potencial represivo tambin puede llevar a quienes la acogen Y
la glorifican a su fatal condena y autodestruccin. Hac~r ~~ter;te
esta ambigedad estructural es hacer patente esta condic1on dialctica a travs de la cual los ideales !lustrados pued~',1 tanto
realizarse como traicionarse. La dialctica de la Ilustr~c1on, p;ecisamente, expresara esta circular y perenne paradoa. El rmto
contiene logos y razn y es tambin Ilustracin. A. su ~ez, la Ilustracin nunca est del todo libre de caer en un mito igualmente
. 31
ciego, dogmtico, perverso y d eshl.\ct vo.
27. Immanuel Kant, Qu es la Ilustracin?, Madrid, Alianza, 2004.
28. Max \iVeber, La tica protestante y el esjJbitu del capttalzsnzo, Barcelona,
Pennsula, 1997.
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trascendente. La secularizacin, en tanto que puro proceso histrico, no habra implicado una disolucin progresiva de lo sagrado
sino una nueva pluralidad en sus fo1mas, mudas y metamorfosis.
Aunque no existira un retomo en sentido estricto de lo sagrado,
puesto que lo sagrado nunca habra estado del todo ausente, anulado y desterrado. Este fenmeno, ms concretamente, se debera
a la explicitacin de un claro sentimiento mtico y trascendente
subyacente y reprimido durante la propia modernidad y el citado
proceso de secularizacin. La vigente reactivacin de lo sagrado,
lo mtico y lo religioso, justamente, podra entenderse como una
reaccin no deliberada ante la imposibilidad formal de hallar respuestas racionales firmes y satisfactorias ante esas preguntas ltimas de corte ms existencial y trascendente. 40 El inconsciente
colectivo, frente a las inercias sociales y seculares actuales que
remiten con gran asiduidad a la fragmentacin cognitiva, la inconsistencia nmmativa y la pura funcionalidad instrnmental, ciertamente, siempre se habra mostrado muy reacio a renunciar por
completo a este tipo de narraciones mticas, cerradas y totalizadoras.41 Estaramos presenciando, se afirmar, el regreso del mito
y de su verdad ms misteriosa y alternativa frente al excluyente y
autosatisfecho fanatismo cientificista, un regreso que seguramente
debiera llevar al analista social actual a estar mucho ms atento a
la propia modernidad en sus mltiples derivas, carencias y conh<idicciones.42 Los antiguos y uniformes dioses de origen trascendente y judeocristiano, no obstante, seran ahora sustituidos por
otros nuevos y mltiples, aunque esta vez encarnados en rostros y
formas socioculhu<lles mucho ms abiertos, mundanos, inmanentes y descentrados, tales como el progreso, la modernidad, el
mercado, la democracia, la ciudadana o los nacionalismos.43
40. Daniel Bell, ((The Return of the Sacred? TheArgument on the Future of
Religion, enBritish Joun1al of Sociology, vol. 28, n. 4, 1977, pp. 419-449.
41. Leszek Kolakowski, La presencia del mito, Madrid, Ctedra, 1999; Jos
M. Mardones, El retorno del nzito. La racionalidad 1nito-sinzblica, Madrid,
Sntesis, 2000.
42. Juan M. Snchez-Prieto, El regreso del mito, en I. Olbani. y F.J.
Caspistegui (eds.), La <(nueva histo1ia cultural: la influencia del postestructuralisnzo y el auge de la interdisciplinariedad, Madrid, Editodal Complutense,
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43. Josetxo Beriain, La lucha de los dioses en la tnodenzidad. Del. n1onotefs1no religioso al politefsnio cultural, Barcelona, Anthropos, 2000.
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reconocirrriento de la iffeductible persistencia y la amplia heterogeneidad de las creencias y las prcticas religiosas en el mundo social contemporneo."
El Estado secular, entonces, interpelado en cierto modo por
este tipo de nuevos inteffogantes, podra estar dejando espacio a
la emergencia del Estado postsecular. ste perseguira abrazar y
defender la igual dignidad de sus miembros creyentes y no creyentes. El Estado postsecular, por tanto, asumira la relevancia
vital de la religin y no buscara una conversin secular del conjunto de la ciudadana. As entendido, se afirmar, ste no rechaza frontalmente la posible dimensin pblica de las religiones, se abre igualmente al potencial de saber de sus tradiciones y
reconoce los potenciales recursos morales que proceden de estas comunidades. La religin, se subrayar, busca desprivatizarse, anhela tornarse mucho ms visible socialmente y persigue
desmentir de raz esa imagen algo lnguida y en cierto modo
tergiversada que la quiere presentar en pblico como una simple cuestin intimista, personal y circunstancial. El renovado
discurso religioso, as concebido, podra ser adems una cardinal fuente de sabidura moral y solidaridad ciudadana frente a
la seguramente abusiva mercantilizacin del mundo de la vida y
de las relaciones sociales. Su persistencia, ciertamente, cuestionara la autonoma plena concedida al subsistema poltico convencional, pues se intuye que el discurso religioso podra tener
un razonable reconocimiento pblico tambin incluso en una
sociedad moderna, ilustrada y posmetafisica. so El vigente proceso de desecularizacin y postseculmizacin, por consiguiente,
supondra tanto la repolitizacin de las esferas privadas morales
y religiosas como la renormativizacin de las esferas pblicas
polticas y socioeconmicas. Esta dinmica podra implicar, en
ltima instancia, como se ha expresado, el posible retomo de la
religin de la esfera privada e individual a la esfera pblica y
colectiva.51 Es indiscutible, a mi enteqder, el gran potencial de
unin y vnculo del relato mtico, rligioso y trascendente, por
49. J. Beriain e I. Snchez de la Yncerit' (eds.), Sagrado/profano. Nuevos
desafos al proyecto de la modemidad, Madrid, CIS, 2010.
50. Jrgen Habermas, El discurso filosfico de la nzodemidad, Madrid, Taurus, 1993.
51. Jos Casanova, Religione..'> pithlicas en el tnundo nzoden10, Madrid, Promocin Popular Cristiana, 2000.
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52. J. Habermas y J. Ratzinger, Dialctica de la secula1izacin. Sobre la razn y la religin, Madrid, Encuentro, 2006.
53. Fricdrich Nietzsche, La genealoga de la tnoral, Madrid, Alianza, 1997,
pp. 190-193.
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bre el que muy difcilmente pueden aportarse argumentos racionales ni empricamente demostrables. 60
La ciencia moderna, entonces, quiz cumpla entre nosotros
una funcin no idntica pero s en cie1io modo anloga a la de la
magia, el mito y la religin en las sociedades ms cerradas y tradicionales. La meta es en gran medida equivalente, consiste en intentar acallar los miedos, mitigar las angustias y domesticar las
ince11idumbres. Se busca siempre narrar, nombrar y describir para,
en ltimo trmino, explicar, controlar y dominar a esa realidad
que en modo alguno se deja apresar, domar y someter plenamente. Gracias al conocimiento, en sus plurales manifestaciones, erigimos y damos por vlida esa frtil ficcin que nos empuja a creer
que es amable lo indiferente, ordenado lo incoherente y swniso lo
ingobernable. A travs de estos recursos, en efecto, el ser humano
se coloca a s mismo en condiciones de sintetizar, juzgar y ai1icular su propia experiencia. La religin presupone en la vida un sentido ltimo y trascendente, mientras que la ciencia da por sentado
la existencia en el universo de un orden, una armona, una estructura y unas leyes formales fundamentales. El mito, la religin, el
arte y la ciencia seran actividades humanas y culturales que, por
encima de la pura inmediatez del dato evidente y el objeto observable, producen poderosas formas simblicas y esquemas autnomos de significacin. 61 Ms all de las posibles fricciones y desemejanzas, por ejemplo, tanto el pensamiento religioso tradicional africano como el pensamiento cientfico occidental producen
modelos tericos y principios generales, combinando observaciones, analogas y abstracciones, para as reorientar el sentido comn y el saber de la vida cotidiana, producir orden, unidad y regularidad donde se advierte desorden, diversidad y anomalas y
hacer ms accesibles al entendimiento las realidades veladas, inquietantes y subyacentes. 62
Cabra hablar, de hecho, incluso de un puro instinto humano de clasificacin, codificacin y simbolizacin. Ese fin quiz
60. P. Feyerabend y A. Naei;s,,fl niito de la ciencia y su papel en la sociedad.
i Por qu no ciencia tanzbin pard anarquistas?, Valencia, Cuadernos Teorema
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61. Emst Cassirer, Filosofa de las fonnas shnblicas, Mxico, FCE, 1979.
62. Robn Horton, <<El pensamiento tradicional africano y la ciencia occidentalii, en M. Gluckman, M. Douglas y R. Horton, Ciencia y bmjera, Barcelo-
253
Es indudable que todas las sociedades heredan, emplean, producen y transmiten conocimientos. Aceptemos, en todo caso, no
una razn humana ltima, infalible e incontestable sino maneras
mltiples y legtimas en su plmalidad a la hora de activar lamen63. P. Feyerabend y A. Naess, El nzito de la ciencia y su papel en la sociedad.
Por qu no ciencia tanzbin para anarquistas?, VfJ.lencia, Cuadernos Teorema,
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