El Proximo Oriente Antiguo Vol - II - Gonzalez Wagner, C.
El Proximo Oriente Antiguo Vol - II - Gonzalez Wagner, C.
El Proximo Oriente Antiguo Vol - II - Gonzalez Wagner, C.
ms que campos para su abastecimiento y espacio defensivo, y era el espaci6 ocupado por la ciudad, y no por su campia, el que s e ccnsideraba sagrado, ya que la fundacin d e la ciudad era, en s misma, una accin sagrada
realizada por la voluntad d e los dioses, d e la que los hombres no eran sino
simples ejecutores.
El Estado palaiino s e caracterizaba, por tanto, por su fraqlidad estructural, que estaba condicionaba por la inexistencia d e un sentimiento d e cohesin nacional, consecuencia d e su articulacin a dos niveles, Por una parte e-(funcionarios, comerciantes, etc.) que
sector d e los _dependientes&-p-alacio
r_..._
_ _ . .eran los nicos que compartan con el rey las ventajas d e la gestin y cntribuan a determinarla, por otra la poblacin que, pasivamente, y a cambio furdamentalmente d e una propaganda que ensalzaba las bondades del gobierno deseado por los dioses, era la que suministraba el soporte humano y
econmico, y a la que no le importaba demasiado que s e produjera un cambio en la cspide, ya que su situacin concreta apenas s e vera modificada.
En circunstancias en las que el rey garantizaba seguridad y un bienestar relativo, la fragilidad estructural del Estado palatino apenas tena alguna incidencia poltica directa. Pero en circunstancias y condiciones adversas, cuando las amenazas militares y pofiticas, el hambre y la miseria s e enseoreaban
del pas, dicha fragilidad adquira una importancia poltica considerable. Por
otra parte, a medida que el Estado palatino s e dotaba d e comotaciones territoriales, lo que suceda cuando un palacio, y el rey que lo gobernaba, ejercan su poder sobre una zona o regin geogrfica ms o menos amplia, a
dicha f r a o d a d s e vena a aadir la tensin resultante d e los esfuerzos centralizadores del palacio, y el deseo por parte d e algunas ciudades, o sectores d e la nobleza, d e conservar su autonoma a toda costa, lo que puede haguar en un inters por la secesin que acta descentralizadoramente. En
segn qu contextos, los esfuerzos centralizadores prevalecern sobre sus
contrarios y a la inversa. AU donde la base productiva que confiere su fortaleza econmica, poltica y militar al palacio no e s capaz d e asegurale ms
que unos medios y unos recursos exiguos, sin la posibilidad local d e incrementarlos, como suceda en Siria y Palestina, los estados no rebasarn sus
pequeas dimensiones y sern incapaces d e imponerse sobre otros para
crear imperios ms extensos.
La fragmentacin poltica ser la caracterstica predominante, si bien
coyunturalmente algunos estados, merced sobre todo al control del comercio ms que al ejercicio d e la fuerza militar, pueden alzarse en una suerte d e
hegemona, caso d e Ebla, Yamhad o Ugarit, sobre sus ms prximos vecinos. Por contra, donde la base productiva asegura medios y recursos ms
que suficientes, caso d e Mesopotamia, los estados s e enzarzarn en unaserie
sucesiva d e contiendas por la hegemona que culminarn con la formacin
d e imperios d e extensin variable y que, fmalrnente, darn lugar a la conso-
ciones intermedias y no debernos concebir estas dos variantes como realidades estticas, sino que, por el contrario, fueron consecuencia d e la distinta dinmica d e los procesos histricos.
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En gran medida la legitimidad del poder real s e asociaba muy estrechamente con el ejercicio d e sus funciones, para lo cual haba sido. .designado por los dioses, por lo que el primer hecho mediante el que s e produ&
la legitimacin del rey era el de su eleccin. La cosa puede parecer sencilla, pero no siempre resultaba exenta d e complicaciones. Aunque normalmente tenda a imponerse la sucesin dinstica, por la cual uno de los hiJos
scedera en el trono a su padre, ningn principio poltico o religioso aseguraba que esto fuera as. Ni siquiera entre los propios hijos del rey e s t a b a
siempre establecido un orden sucesorio claro. Aunque la primogenitura, propia d e las sociedades patriarcales, constitua una realidad social con fuerza
suficiente como para influir en la sucesin hereditaria al trono -habida ciienta d e que la realeza tambin lieg a considerarse como una posesin familiar- en la prctica muchas veces no era el mayor d e los hijos del monarca
el que llevaba fi~alrnentela corona. Tras todo ello haba motivos d e tipo teolgico, que eran los que justificaban la existencia y el poder mismos de la
realeza. De acuerdo con la ideologa imperante, la realeza haba surgido por
designio y voluntad d e los dioses y eran ellos los encargados, en ltima instancia, d e elegir quin iba a ser rey. Por supuesto, la designacin d e los dioses poda manifestarse de maneras bien diversas y as, los presagios, los sueos y la prueba prctica del xito eran
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a ~ m . e n t e . ~ , ~ ~ n s i d ecomo
rados
indicaciones d e su voluntad. De hecho, como nos muestran los textos, desd e la leyenda urdida por Sargn el acadio para justificar su acceso a la realeza resaltando precisamente sus oscuros orgenes, hasta las proclamas d e
los ltimos reyes asirios, era la eleccin divina y no el origen lo que s e consideraba como fuente d e la autoridad del rey.
La designacin del rey por parte d e los dioses sufri una evolucin paralela a las ideas d e hegemona y su realizacin por parte d e los monarcas. En
los primeros tiempos era el dios d e la ciudad, por mandato d e Enlil, divinidad suprema del panten mesopotrnico, el encargado d e efectuar la eleccin del rey, pero cuando algunas ciudades, como Akkad, Ur, Babilonia, Assur
o Nhive ejercieron su predominio durante generaciones sobre el resto del
pas, o sobre gran parte d e ste, se pas a considerar que la asamblea d e
los dioses haba otorgado el gobierno temporal a una ciudad determinada
j a r a ejercerlo sobre las otras. Los mismos dioses reunidos en asamblea decidiran el final d e la hegemona d e una ciudad y el comienzo d e la d e otra, d e
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la misma manera que decidieron entregar la hegemona a Marduk, legitimando d e este modo el encumbramiento d e Babilonia.
-Unvezproduci.dalaelecc j&pmr~p.ame.e. los bio_sec.,...deacuerdo con
.... ..~. hac+n,sgrep~s.entaltes
terrenales, el
la interpretacin que d e-su voluntad
futuro rey reciba en el curso d e la ceremonia d e la coronacin las insignias
d e la realeza, el cetro, la corona, la tiara y el bastn d e mando, custodiadas
hasta entonces en el templo del dios d e la ciudad. La misma ceremonia, que
culminaba
...,
.~ con la entronizacin del nuevo rey, implicaba su aceptacin por
-p a s e d e la pob1aci.n-los niiembros de la comunidad que representaba jnte
los dioses- que asista as explcitamente
...~ ~...- a la ratificacin
......
.~ --del
. . .vnculo
. _ .. . existente
. .. ._.
entre el rey_yJa..di-dad.
El reconocimiento d e los reyes d e los pases vecinos, que se produca con un intercambio d e cartas, embajadores y regalos
en el momento d e la entronizacin, constitua un factor ms d e legitimacin,
incluso entre los usurpadores, pues, e n este ltimo caso, la pragmtica d e la
poltica impona el valor d e la utilidad frente a cualquier otro tipo d e consideracin. Tras la coronacin, los altos dignatarios ofrecan sus oraciones y
rendan homenaje al nuevo rey, que decida sobre su futuro al frente d e los
asuntos del reino.
~ez.euLtrmo,el.rey.se_le.gitimabaencuanto..dispensador deviia,
eseTTlmente.alimentoy proteccin. Vid&.hcie&con
su mediacin
__ ante
@ dioses que la siembra prospere, las cosechas y los
sean Edm-.
dos, los das sigan a las noches, aseqxando, en definitiva, que no s e perturb e-ni
...- interrumpa
.
el orden (divino) del.mundo.
. . . ,-. -Era una funcin en extremo
-.~.
.- . ~.. .".d'ificil y comprometida, que implicaba la interpretacin d e los signos sobrenaturales y procedimientos rituales en los que no faltaba la m a q a analcjca,
como cuando el rey libaba sobre el surco recin abierto para hacer descender en su momento las lluvias que aseguraran la prxima cosecha, y que
no admita distraccin ni descanso, aunque en determinadas cuestiones no
consideradas de primer orden el rey poda delegar en sus dignatarios.El_
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su sentido cuando se -$a del funcionario depalac-io, literalmente alimentaPero para actuar como.prote.ctor y garante d e la vidaera preciso, ante
s u p~e~blo
.---qt.e eil~sy ..a.dministraren s u ~ n a m b r e , e l . ~ e i que
w , no era otra
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catado, con la diosa-madre proveedora d e la fertilidad y la abundancia. Ejerciendo el papel d e protagonista en el ritual que escenificaba el mito csmico, agrario y social, el rey garantizaba la existencia del orden querido por
los dioses y renda el supremo servicio a su pueblo.
La fragilidad del Estado palatino, encarnado en la figura del rey, obedeca fundamentalmente a !a disociacin entre la cspide poltica y la poblacin
campesina. Desde esta perspectiva, entre el pueblo llano, a l que menos le
llegaban los favores reales y ms indirectamente participaba d e los beneficios del gobierno del rey, primaba muchas veces la fidelidad a su comunidad d e origen y residencia antes que hacia el monarca. Los cambios producidos en la cspide poltica apenas le afectaban en lo cotidiano, por lo que
mostraba frecuentemente una actitud indiferente hacia ellos. Esta tendencia
se hizo ms notable a medida que los reinos aumentaban d e tamao, convirtindose en imperios que ejercan el dominio sobre zonas cada vez ms
amplias. En la primitiva comunidad del templo, en tiempos d e la formacin
d e las primeras ciudades sumerias, la identidad d e intereses entre los gobernantes (el templo) y los gobernados (las aldeas) no tena porqu resultar
imposible. Aunque en la prctica la lite gerencia1 s e aprovechara del tra-.
bajo d e los campesinos, gran parte d e cuya produccin s e almacenaba en
los templos, la administracin an s e hallaba relativamente cerca, y los beneficios d e su actuacin, aportando seguridad y garantizando el funcionarniento del especializado sistema productivo, tal vez pudieran an ser apreciados
por la gente que trabajaba en los campos, que se beneficiaba, en ltimo trmino, d e las reservas guardadas en los almacenes en perodos d e escasez,
y d e un sistema d e trabajo estable en el que muchos reciban raciones diarias del templo. Tal vez los dependientes del templo s e encontrarn en una
situacin d e menor precariedad, ante las adversidades que pueden acompaar a la vida agrcola (malas cosechas, plagas, etc.),que los pequeos propietarios independientes, pero stos podan recurrir en caso d e emergencia a las reservas d e los almacenes, y la servidumbre, como la conoceremos
luego, an no haba alcanzado un peso social signifcativo.A medida que las
comunidades del templo fueron integradas en el marco d e la ciudad y luego supeditadas a la autoridad d e un palacio, la disociacin d e intereses s e
fue haciendo mucho ms notable. Y cuando diversas ciudades junto con sus
territorios fueron integradas en un reino ms grande, y finalmente varios d e
estos reinos en un imperio, la mayor parte d e la poblacin apenas poda
albergar haca sus gobernantes ms que temor y odio, si s e les senta como
opresores, o en el mejor d e los casos indiferencia.
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de los excluidos, que podan urdir el asesinato o la rebelin contra el monarca. Aunque variaba un tanto, en segn qu pocas y lugares, los monarcas,
independienteinente d e la forma en que hubieran llegado al trono (sucesin
.' legtima o usurpacin), se preocupaban mediante la propaganda en atraers e la voluntad de la poblacin. Era particularmente significativo en el caso de
los usurpadores que podan llegar a esgrimir, propagandsticamente, sus
oscuros orgenes como una muestra de su designacin por la divinidad. La
leyenda d e Sargn el acadio constituye un buen ejemplo al respecto. Tambin era importante hacerse reconocer por los reyes d e otros estados, lo que
s e converta en una demostracin de legitimidad.
Que la vida del rey poda encontrarse amenazada se desprende de todas
las precauciones que solan rodear su persona, incluidos catadores de alimentos y bebidas, personajes stos que tenan un rango oficial. Dichas precauciones abarcaban incluso el campo d e la magia, a fin de proteger al rey contra los
conjuros de sus posibles enemigos, dentro y fuera d e palacio, para lo que se
elega un 'Uoble" al que se sentaba en el trono para que recibiera en su persona todas las desgracias destinadas al autntico monarca, que d e esta forma
quedaba libre de sus efectos malignos. Muchas d e estas precauciones obedecan a una idea general sobre la importancia extraordinaria de la persona del
rey como garante del correcto funcionamiento del mundo. Era malo que el rey
enfermara o envejeciera, que se debilitara de cualquier forma, ya que ello contribuira a perturbar el orden de las cosas, por lo que deba estar protegido.
Pero tambin existan acechanzas y peligros concretos. Normalmente no se utilizabari procedimientos "mgicos" para prevenirlos, sino otros mucho ms desacralizados.Los altos funcionarios y algunos dignatarios de la corte eran eunucos, porque de esta forma, al carecer de descendencia, sus intereses personales
se encontraran ms prximos al rey. En un estadio temprano de la evolucin
poltica, la ideologa de la realeza estableci que la muerte del monarca implicaba la de sus cortesanos y dignatanos ms allegados, a los que el rey conceda el "favor" de acompaarle en el otro mundo, Las tumbas reales d e Ur son
un testimonio espeluznante d e una prctica, conocida tambin en otros sitios,
como Egipto o China, destinada a preservar la segundad en tomo a la persona
del monarca. Largavida al rey!.pues pocos a quienes en palacio estaba reservada una suerte tal, desearan acortarla precipitando con eilo el final de su propia existencia. Cuando el control sobre la camarilla palaciega adquin formas
ms eficaces y sofisticadas tal prctica cay finalmente en desuso.
'
Figura 5.6. Estela de Naram-Sirn en la que el rey acadio marcha victorioso al rente
d e sus tropas contra los montaeses. Se le presenta tocado con la tiara, atributo d e
los dioses (Museo del Louvre).
podemos leer: "(Yosoy) Hamrnurabi, el pastor, el elegido de Edil; el que amontona opulencia y prosperidad; el que prove abundantemente toda suerte de
cosas para Nippur-Duranl,el piadoso proveedordel Ekur, e1 poderoso rey que
ha restaurado en su IugarEn'du,que ha p d c a d o el culto del Eabzu. El que tempestea en las Cuatro Partes; el que magndca el nombre de Babiloma; el que
contenta el corazn de Marduk, su seor; el que todos los das se haila (al servicio del) Esagil. (Soy) descendiente de la realeza, a quikn ha creado Sin: el que
ha motivado la prosperidad de U?,el humilde suplicante que ha proporcionado la abundancia al Ekisnugal.(Soy) el rey juicioso, obediente a Shamash, (soy)
el poderoso: el que ha consolidadolos cimientos de Sippar:el que viste de ver-
.i:
dorla capilla de Aya... (Soy) el hroe que otorga gracia a Larsa:el que ha renovado el Ebabbarpara Shamash, su aliado;el seor que ha hecho vivir a U
& el
que ha sumustrado a sus gentes las aguas de la opulencia; el que ha erigido a
lo alto la cspide del Eanna; el que ha acumulado ilimitadamente riquezaspara
Anum ypara Istar. (Soy) el protector del Pas, el que ha vuelto a reunirlas gentes dispersas de Isin... " (CH 1, 50,II,1-50) El texto prosigue y en l Hamrnurabi an ha d e calificarse d e "dragn d e reyes", "red contra los enemigos", "fiero toro que cornea a los enemigos", "rey que d a la vida", "muy sabio
gobernador", "intachable prncipe", "primero d e los reyes", "prncipe piadoso'', "pastor d e pueblos", "rey supremo" y "Sol d e Babiionia".
Pesg..a_d&npe
-.___
otro i n t e n t o ~ d e d i ~ z a c i n . , - ~ ~ m ~ e l - d e l - Sin, los reyes eran ~ o n s i d e r ~ dcomo
o s s ~ e ~ o s ~ d e ~ o s . @ i ~ ~ , ~ ~por
esignados
stos como sus representantes en la tierra. Algunos monarcas, como los reyes
d e la Tercera Dinasta d e Ur, algunos d e Isin y Eshnunna, y tambin unos
pocos soberanos kasitas, utilizaron el determinativo divino -una estrelladelante d e sus nombres. Sin embargo esto no les converta en dioses, sino
que ms bien actuaba como un instrumento d e control y poder poltico. Colocndose deliberadamente en el lugar que corresponda a los dioses d e las
ciudades conquistadas, sus gentes s e vean obligados a expresar pblicamente sumisin, rindindoles culto, cosa que nunca ocurri en sus ciudades
d e origen, donde tales reyes eran considerados siempre representantes d e
los dioses. Es en este mismo sentido que debemos comprender, seguramente, el ttulo que toma Hammurabi d e "dios d e reyes" (Frankfort, 1981:
322-2). Como representantes d e los dioses su poder les era concedido por
mediacin e intervencin divina: "La funcin decisoria adquiere varias formas d e valor sagrado, que facilita la aceptacin d e las decisiones por parte
d e una poblacin que no e s consultada y no comparte necesariamente los
intereses que han inducido a decidir en un sentido determinado. La decisin
adquiere fuerza y estabilidad cuando se presenta no ya como decisin humana, sino como resolucin divina, que el grupo dirigente s e limita a interpretar y a transmitir al resto d e la comunidad. El rey s e convierte en sumo sacerdote del dios ciudadano, reside en el complejo templario y duige la acumulacin
d e los excedentes, los suministros d e trabajo, las decisiones polticas, en nombre del dios, no en su propio nombre" (Liverani, 1987: 311). As, frecuentemente, el resultado d e su gestin s e presenta en la propaganda como un reino feliz -a veces tan manifiestamente exagerado en su carcter ideal, que
ms bien parece un pas d e Jauja- con el objeto d e fortalecer la ideologa
sobre la que descansa el poder regio. La prosperidad se subraya d e diversas maneras: lluvias abundantes, muchos nacimientos, ausencia d e enfermedades, intenso comercio que hace llegar desde la "periferia", desde el
exterior, una afluencia enorme d e bienes y riquezas, expresin todo ello d e
la capacidad del rey para gobernar. Esta imagen del reino feliz s e proyecta,
~
contrastndose con el pasado y con los reinos vecinos. La infelicidad pretrita o la confusin externa convierte al rey actual en capaz y justo.
cierne a las'fonnas polticas, desde los reinos de dmensiones cantonales propios de las ciudades surnerias ms antiguas hasta los imperios territoriales y
burocrticos cada vez ms extensos. As, pudiera parecer que una lnea d e
continuidad se extiende desde la primera y etnera "qificacin" d e Lugalzaguesi hasta la culminacin en el imperio "universal" aquemnida, como
realizacin mxima que comprenda todos los pases una vez independientes o cunas d e imperios ellos mismos en el Prximo Oriente, pasando por las
experiencias histricas previas d e los imperios babilonio, asirio e hitita en
sus respectivas fases d e desarrollo y apogeo. Entendida d e tal forma, dicha
evolucin pudiera parecer tambin como somtida a alguna clase de destino histrico, impulsado, bien por la ambicin d e los monarcas, bien por la
misma concatenacin d e los acontecimientos. Tal visin resulta tremendamente simplificadora, al poner el nfasis en las pocas mejor documentadas
que fueron aquellas que, por regla general, correspondieron al apogeo d e
los imperios, margmando las pocas d e crisis, recesin y fragmentacin, as
como los estados que, como las ciudades cananeo-fenicias, persistieron a lo
largo d e los siglos en su carcter no expansivo. Tampoco tiene en cuenta las
autnticas razones, d e ndole econmica, ideolgica y militar, que permitan
la reconstruccin, una y otra vez, d e los imperios, muchos, por otra parte, efmeros. Tales razones tienen que ver, con las caracteristicas propias del Estao menos indiferente quin ocupe el poder, con una cobertura ideolgica que
equipara 61orden csmico con el orden poltico, y, en un terreno mucho ms
prctico, con la necesidad del control d e los recursos locales y distantes, condicionados en no poca medida por una infraestructura tecnolgica que no
resultaba fcil reemplazar. Por eso no caba otra alternativa que, superada
la crisis y el fraccionamiento, reconstruir el sistema y segur utilizando sus
mtodos. El hecho d e que los imperios cada vez fuerw ms extensos, sobre
todo en el primer
milenio, est en relacin con el nuevo armamento y las tc. ~ - . - . ~
nicas milirares a disposicin d e los palacios as como con los nuevos mtodos d e sujecin d e los territorios conquistados. Pero dichos imperios tambin~fuero~frgiles
y no muyduraderos, como consecuencia d e la
multiplicacin d e las tensiones centrfugas que crecieron d e manera paralela a su extensin y del aumento d e la falta d e cohesin entre sus elementos
integrantes, ocasionada por las luchas polticas internas y el desplazamiento masivo d e poblaciones para asegurar su control. Tal le ocurri a Asiria y
-
la dinasta inauguradapor S a r S n W - a l
que no desaparecieron
l o ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ahora
~ a~una~autoridad
~ m ms
e fuerte
t i yd centralio s
zada. El propio Sargn tuvo cuidado d e justificar su gobierno en todo momento de acuerdo con las tradiciones surnerias precedentes, y as s e proclam
"ung~dode-Anum" y "vicario d e Enlil", dos d e las ms importantes diwlidades d e Surner. Pero a todo ello s~~p~~.u~~o..~~caw~pttoPPnnu.eev,o,
consecuencia en parte d e sus realizaciones mditares, que no habra d e ser olvidado y que incluso alimentara la imaginacin d e cronistas muy posteriores, "el
rey hroe-conquistador". Es algo que s e percbe muy bien en el tono y el contenido d e sus inscripciones. En ellas no s e hace recuento d e las conskuc~
"
u. ~ ~ ~~ ~ - . - m
El reino sirio d e Ebla, destruido fnalrnente por las expediciones del acadio Naram-Sin, presentaba unas peculiaridades que contrastan con lo conocido hasta entonces en la llanura mesopotmica. De_-m.ayo~.exe~~lon
que
cualquiera d e los estados d e dimensiones cantonales d e Mesopot,arnia,pero
menos urbanizado y con menor
densidadbegoolg-n,as como dotado de
.
G'6ase-med~6almbientaldiferente, su monarqua, que revela en algunos
elementos una cierta y superficial influencia surneria, representa un modelo
sele a su hijo Shulgi-, protector d e los pobres, los hurfanos y las viudas contra la rapacidad d e lo ricos y poderosos, como una vez haba hecho Urukagna. El rey neosurnerio, que ya no tiene otros rivaies en el pas, pues slo el
rey d e Ur es lugal, habiendo quedado los ensi locales reducidos a la condicin d e gobernadores dependientes del poder central, s e convirti tambin,
segn la antigua tradicin, en un gran constructor d e templos, como un poco
antes lo haba sido Gudea, el ensi d e Lagash. sta fue una poca relativamente pacfica, al menos en la baja Mesopotarnia que formaba el ncleo del
imperio. El pas d e Surner y Akkad s e encontraba pacificado y las campaas
militares, corno las realizadas por Shulgi y Amar-Sin, se dirigan sobre todo
hacia la periferia. Un perodo, por tanto, no muy proclive para la aparicin
d e reyes heroicos y conquistadores al ms puro estilo acadio inaugurado por
Sargn, si bien los reyes d e Ur mantuvieron el determinativo divino delante
d e sus nombres, lo cual favoreca sus aspiraciones d e control poltico sobre
las ciudades sometidas, y al igual que los grandes soberanos d e Akkad utilizaron los ttulos d e "rey d e Sumer y Akkad" y "rey d e las Cuatro Partes"
para expresar esa ideologa del dominio universal, que si en las fronteras s e
realizaba, como antes, mediante campaas militares sucesivas, dentro del
imperio s e impona mediante procedimientos polticos y administrativos. El
propio Shulgi haca constatar e n sus inscripciones, como un mrito, el no
haber destruido ciudades ni anegado el pas con la guerra.
Desaparecido
_ .-_.._ el imperio. d e Ur,:-lossoberanos, en su mayora amoritas,
que pugnaron por la hegemona, cuando Isin unas veces y Larsa otras fueron capaces d e ejercitarla, actuaron en la ms estricta continuidad respecto
a sus predecesores neosumerios. Elmantenirniento~deldeterminativodivino delante d e sus nombres daba fe d e unas aspiraciones que, sin embargo,
en 6chas ocasiones resultaba muy difcil realizar. En aquel ambiente d e
fragmentacin poltica y guerras incesantes, la figura del rey result acrecentada tanto por sus xitos militares, como por sus capacidades administrativas y, sobre todo, por su eficacia en el mantenimiento d e un equilibrio a
medio plazo, en el que muchas veies resida la clave final d e la victoria. En
htiempo en que ningn rey era poderoso sin el concurso d e otros reyes,
en palabras del propio Hammurabi, stos eran aspectos que pasaban a un
primer plano. El desarrollo arquitectnico del palacio, caracterstico d e este
perodo, con uno d e sus mejores ejemplos en el bien conocido palacio d e
Mari, en el &ates medio, e s el claro exponente d e una realeza en la que
los procedimientos burocrticos y diplomticos han adquirido un importante protagonismo, al tiempo que concentra un enorme poder en la figura del
.'
rey (oux,' 1981:234 y SS). Y sin embargo, ello no sigmficaba,ni mucho menos,
una renuncia a los procedurilentos militares ni a las aspiraciones de un dominio
universal, como s e percibe por ejemplo en las campaas del asirio Shamsh
Adad y en su ostentoso ttuo d e "Rey de la Totalidad", sino la combinacin de
medios diplomticos y polticos, junto a los militares, en una escala no conc&da hasfa entonces.
Si la situacin poltica, con la fragmentacin caracterstica hasta el triunfo de Hammurabi, impona un nuevo equilibrio y otra forma d e hacer las
cosas, en el contexto social el aumento d e las desigualdades y de la presin
sobre los ms humildes, situ otra vez en primer plano la figura del rey como
dispensador de justicia, protector de los dbiles frente a los poderosos mediante los edictos d e meshamm (justicia), que solan proclamarse cada comienzo de reinado, pero que en ocasiones un mismo rey haba de decretar otras
cuantas veces. Un cierto proceso d e humanizacin de la realeza, como a
veces s e le ha definido, que la acerca ms, en trminos siempre relativos y
nada concretos, a sus sbditos; una acentuacin d e los aspectos d e la figura
del rey que ms podan incidir en los intereses de la poblacin: proteccin
y justicia. Por influencia amorita, que introdujo en Mesopotamia los ideales
d e la igualdad tribal, redehidos luego -claro est- en el ambiente d e la corte y de la ciudad, el rey justo s e asimila a la imagen del rey "pastor " que cuida de un rebao humano al que vigila y protege. ~d2Ynasadc~ensador
d e proteccin y justicia, el rey segua actuando como otorgador de vida, responsable de "dar d e comer alimentos preciados a las gentes, d e hacerles
beber agua dulce", como rezan las inscripciones, y en tal funcin s e distingue sobre todo por la construccin d e canales, que ya no e s una empresa
dirigida por el dios, como ocurra en la tradicin ms antigua, sino por l mismo al frente de la comunidad, principal beneficiaria d e su gestin y su esfuerzo. Porque el rey es, adems, esforzado y sabio, y como tal s e manifiesta con
claridad en aquel que, sin duda, fue el ms importante de la poca, el babilonio Harnmurabi, tambin d e origen amorita, y creador d e un nuevo irnperio en el que se plasmaba una vez ms la realizacin de las aspiraciones arropadas por la vieja ideologa del dominio universal. Por eso, este soberano
utilizaba los ttulos de "Rey d e la Totalidad" o "Rey d e las Cuatro Partes del
Mundo" con lo que haca gala, como mucho antes Sargn, del carcter universal d e su dominio. Era adems, y en esto Harnmurabi no s e distingua d e
otros monarcas, sumo legislador, juez y general en jefe de los ejrcitos, hallndose auxiliado en sus tareas d e gobierno por una serie d e dignatarios que,
al igual que antes, no obedecan en las funciones que desempeaban a una
estricta reglamentacin ministerial. No haba, como veremos en otro captulo, especializacin d e cargos. Como servidores, ante todo, del rey posean
poderes considerables y diversos que en ocasiones podan dar lugar a un
cierto conflicto de atribuciones.
..
esa parecen
res hacia-su rey: Los grandes reyes, que utilizan entre ellos el cahficativo d e
"hermanos", en el reconocimiento d e que la suya e s una relacin horizontal,
entre iguales, al margen d e su carcter pacfico o conflictivo, exig,enla fidelida&k&s pequeos reyes y prncipes en unarelacin vertical, similar a la
que-mantienencon-sus funcionarios, que no contempla la contrapartida. Si el
gran-rey ayuda a un rey pequeo, es por su propio inters en el complejo
juego poltico, en el que ste no e s ms que otra pieza d e su estrategia no
porque en modo alguno deba hacerlo. An as, se acaban imponiendo algunas consideraciones prcticas. El gran rey que sistemticamente s e desentiende d e las peticiones d e ayuda y apoyo que le hacen llegar los reyes y
ricas y polticas del Prximo Oriente Antiguo, y por ello menos igualitaria y
ms jerarquizante. An as, no dej d e ejercer cierta influencia, y el hecho es
que determinados rasgos d e arbitrariedad y opresin, que haban sido tpicos d e la poca precedente, desaparecieron con ella, dando lugar a un rebrote d e la imagen del "rey justo y recto", preocupado por el bienestar d e su
pueblo, que hace justicia personalmente y vuelve a proclamar edictos d e
remisin d e deudas. "Sabidura" y "bondad d e corazn" sern los requisitos necesarios ahora, junto con la rectitud d e proceder, para contar con la
proteccin d e los dioses.
_M----
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