El Proximo Oriente Antiguo Vol - II - Gonzalez Wagner, C.

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La realeza y el estado palatino

ms que campos para su abastecimiento y espacio defensivo, y era el espaci6 ocupado por la ciudad, y no por su campia, el que s e ccnsideraba sagrado, ya que la fundacin d e la ciudad era, en s misma, una accin sagrada
realizada por la voluntad d e los dioses, d e la que los hombres no eran sino
simples ejecutores.
El Estado palaiino s e caracterizaba, por tanto, por su fraqlidad estructural, que estaba condicionaba por la inexistencia d e un sentimiento d e cohesin nacional, consecuencia d e su articulacin a dos niveles, Por una parte e-(funcionarios, comerciantes, etc.) que
sector d e los _dependientes&-p-alacio
r_..._
_ _ . .eran los nicos que compartan con el rey las ventajas d e la gestin y cntribuan a determinarla, por otra la poblacin que, pasivamente, y a cambio furdamentalmente d e una propaganda que ensalzaba las bondades del gobierno deseado por los dioses, era la que suministraba el soporte humano y
econmico, y a la que no le importaba demasiado que s e produjera un cambio en la cspide, ya que su situacin concreta apenas s e vera modificada.
En circunstancias en las que el rey garantizaba seguridad y un bienestar relativo, la fragilidad estructural del Estado palatino apenas tena alguna incidencia poltica directa. Pero en circunstancias y condiciones adversas, cuando las amenazas militares y pofiticas, el hambre y la miseria s e enseoreaban
del pas, dicha fragilidad adquira una importancia poltica considerable. Por
otra parte, a medida que el Estado palatino s e dotaba d e comotaciones territoriales, lo que suceda cuando un palacio, y el rey que lo gobernaba, ejercan su poder sobre una zona o regin geogrfica ms o menos amplia, a
dicha f r a o d a d s e vena a aadir la tensin resultante d e los esfuerzos centralizadores del palacio, y el deseo por parte d e algunas ciudades, o sectores d e la nobleza, d e conservar su autonoma a toda costa, lo que puede haguar en un inters por la secesin que acta descentralizadoramente. En
segn qu contextos, los esfuerzos centralizadores prevalecern sobre sus
contrarios y a la inversa. AU donde la base productiva que confiere su fortaleza econmica, poltica y militar al palacio no e s capaz d e asegurale ms
que unos medios y unos recursos exiguos, sin la posibilidad local d e incrementarlos, como suceda en Siria y Palestina, los estados no rebasarn sus
pequeas dimensiones y sern incapaces d e imponerse sobre otros para
crear imperios ms extensos.
La fragmentacin poltica ser la caracterstica predominante, si bien
coyunturalmente algunos estados, merced sobre todo al control del comercio ms que al ejercicio d e la fuerza militar, pueden alzarse en una suerte d e
hegemona, caso d e Ebla, Yamhad o Ugarit, sobre sus ms prximos vecinos. Por contra, donde la base productiva asegura medios y recursos ms
que suficientes, caso d e Mesopotamia, los estados s e enzarzarn en unaserie
sucesiva d e contiendas por la hegemona que culminarn con la formacin
d e imperios d e extensin variable y que, fmalrnente, darn lugar a la conso-

ciones intermedias y no debernos concebir estas dos variantes como realidades estticas, sino que, por el contrario, fueron consecuencia d e la distinta dinmica d e los procesos histricos.

la
n-

ia
f !:

.. ..

5.2.1. La legitimidad y las funciones del rey

(21

11;

En gran medida la legitimidad del poder real s e asociaba muy estrechamente con el ejercicio d e sus funciones, para lo cual haba sido. .designado por los dioses, por lo que el primer hecho mediante el que s e produ&
la legitimacin del rey era el de su eleccin. La cosa puede parecer sencilla, pero no siempre resultaba exenta d e complicaciones. Aunque normalmente tenda a imponerse la sucesin dinstica, por la cual uno de los hiJos
scedera en el trono a su padre, ningn principio poltico o religioso aseguraba que esto fuera as. Ni siquiera entre los propios hijos del rey e s t a b a
siempre establecido un orden sucesorio claro. Aunque la primogenitura, propia d e las sociedades patriarcales, constitua una realidad social con fuerza
suficiente como para influir en la sucesin hereditaria al trono -habida ciienta d e que la realeza tambin lieg a considerarse como una posesin familiar- en la prctica muchas veces no era el mayor d e los hijos del monarca
el que llevaba fi~alrnentela corona. Tras todo ello haba motivos d e tipo teolgico, que eran los que justificaban la existencia y el poder mismos de la
realeza. De acuerdo con la ideologa imperante, la realeza haba surgido por
designio y voluntad d e los dioses y eran ellos los encargados, en ltima instancia, d e elegir quin iba a ser rey. Por supuesto, la designacin d e los dioses poda manifestarse de maneras bien diversas y as, los presagios, los sueos y la prueba prctica del xito eran
.
n.~....~ r .m
.. ..
a ~ m . e n t e . ~ , ~ ~ n s i d ecomo
rados
indicaciones d e su voluntad. De hecho, como nos muestran los textos, desd e la leyenda urdida por Sargn el acadio para justificar su acceso a la realeza resaltando precisamente sus oscuros orgenes, hasta las proclamas d e
los ltimos reyes asirios, era la eleccin divina y no el origen lo que s e consideraba como fuente d e la autoridad del rey.
La designacin del rey por parte d e los dioses sufri una evolucin paralela a las ideas d e hegemona y su realizacin por parte d e los monarcas. En
los primeros tiempos era el dios d e la ciudad, por mandato d e Enlil, divinidad suprema del panten mesopotrnico, el encargado d e efectuar la eleccin del rey, pero cuando algunas ciudades, como Akkad, Ur, Babilonia, Assur
o Nhive ejercieron su predominio durante generaciones sobre el resto del
pas, o sobre gran parte d e ste, se pas a considerar que la asamblea d e
los dioses haba otorgado el gobierno temporal a una ciudad determinada
j a r a ejercerlo sobre las otras. Los mismos dioses reunidos en asamblea decidiran el final d e la hegemona d e una ciudad y el comienzo d e la d e otra, d e
,

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lo

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a:

la misma manera que decidieron entregar la hegemona a Marduk, legitimando d e este modo el encumbramiento d e Babilonia.
-Unvezproduci.dalaelecc j&pmr~p.ame.e. los bio_sec.,...deacuerdo con
.... ..~. hac+n,sgrep~s.entaltes
terrenales, el
la interpretacin que d e-su voluntad
futuro rey reciba en el curso d e la ceremonia d e la coronacin las insignias
d e la realeza, el cetro, la corona, la tiara y el bastn d e mando, custodiadas
hasta entonces en el templo del dios d e la ciudad. La misma ceremonia, que
culminaba
...,
.~ con la entronizacin del nuevo rey, implicaba su aceptacin por
-p a s e d e la pob1aci.n-los niiembros de la comunidad que representaba jnte
los dioses- que asista as explcitamente
...~ ~...- a la ratificacin
......
.~ --del
. . .vnculo
. _ .. . existente
. .. ._.
entre el rey_yJa..di-dad.
El reconocimiento d e los reyes d e los pases vecinos, que se produca con un intercambio d e cartas, embajadores y regalos
en el momento d e la entronizacin, constitua un factor ms d e legitimacin,
incluso entre los usurpadores, pues, e n este ltimo caso, la pragmtica d e la
poltica impona el valor d e la utilidad frente a cualquier otro tipo d e consideracin. Tras la coronacin, los altos dignatarios ofrecan sus oraciones y
rendan homenaje al nuevo rey, que decida sobre su futuro al frente d e los
asuntos del reino.
~ez.euLtrmo,el.rey.se_le.gitimabaencuanto..dispensador deviia,
eseTTlmente.alimentoy proteccin. Vid&.hcie&con
su mediacin
__ ante
@ dioses que la siembra prospere, las cosechas y los
sean Edm-.
dos, los das sigan a las noches, aseqxando, en definitiva, que no s e perturb e-ni
...- interrumpa
.
el orden (divino) del.mundo.
. . . ,-. -Era una funcin en extremo
-.~.
.- . ~.. .".d'ificil y comprometida, que implicaba la interpretacin d e los signos sobrenaturales y procedimientos rituales en los que no faltaba la m a q a analcjca,
como cuando el rey libaba sobre el surco recin abierto para hacer descender en su momento las lluvias que aseguraran la prxima cosecha, y que
no admita distraccin ni descanso, aunque en determinadas cuestiones no
consideradas de primer orden el rey poda delegar en sus dignatarios.El_

__

-=

---U-

su sentido cuando se -$a del funcionario depalac-io, literalmente alimentaPero para actuar como.prote.ctor y garante d e la vidaera preciso, ante

s u p~e~blo
.---qt.e eil~sy ..a.dministraren s u ~ n a m b r e , e l . ~ e i que
w , no era otra

s e retiraba a dormir al templo, aunque ocurra que tambin en palacio poda


ser avisado en sueos por los dioses, o, d e manera ms activa, interrogndoles a travs d e los orculos. En esta labor el rey no se encontraba solo.
Aunque l mismo sola asumir, en su doble papel d e servidor d e los dioses
e intrprete d e su voluntad, una alta jerarqua sacerdotal, s e rodeaba d e un
amplio cuerpo d e sacerdotes y adivinos que le proporcionaban informes a
administracin d e ese reino d e a~uerdo.co~n1~a
diario.,Pero en la ___
-_
-'untad. d e
sus dueos, los.dioses, el rey actuaba tambin como representata.d-el-g~gblo ante los mismos y era tanto su voz como el responsable d e s u . c o a p r tamiento..Ello.le prop.orcionaba la capacidad d e interceder por suss~$aatos,
no tanto individualmente sino g m o comunidad, y asentar sobre-ma-base--6rme su capacidad de gobernarlos.
como
~. inte.~retedela_v_ol+tad&%a
el rey,estabaleSrtlmabo p a a m a r
decisiones
....
y realizar acciones que, por consiguiente, no~admilendis,asj-on.
Donde quiera que s e ponga el lmite entre la esfera humana y la divina, el
rey es el personaje ms prximo a l. Aunque el rey prudente y sabio se
rodear d e consejeros y asesores d e confianza, slo en la medida en que
crea han interpretado correctamente la voluntad d e los dioses, sern su voz
Y SU consejo tenidos en cuenta. C~mo_se-l&r.d.e.l-.divinidades, _e&ey se
manifestaba en $u func~@d_eo$ructo .y r e s t a ~ a b o ~ d e s u s . ~ , & ~ s ,
LOS templos. No-se podaprestar mayor servicio
. .
.
a un-dios que-constmyndole su morada. El servicio a los dioses, que no s e hallaba exento d e zozobras, como cuando algn presagio vaticinaba una amenaza o un peligro inmnente que poda ser interpretado, por el propio rey, como una consecuencia
mediante una elaboracin ideold e haberles servido mal, s~_p~ese.nt&a,
gica, com~o.s.e.rvicio-al pueblo. Adems d e la administracin cotidiana, el
servicio'al pueblo, tal como lo propagaba la ideologa que legitimaba los
poderes y las funciones del rey, se produca por el mismo hecho d e su existencia. El
.y.-Erey
:-'
egxLt.e-)~~gn
-ello
-~-.-.
rinde
~..
. .... un servicio al pueblo, pues garantiza el
mantenimiento
...del orden csmico y. social
'al hacer realidad lo que-~.no eran
. _
- =-~__
d e-los
. dioses,
.. -.--funcin para la %e b e creada por aqullos
sino
~-los
.- .. .designios
~.
.. .
-la-realeza. Esta idea s e expresa, sobre todo, en la participacin activa del rey
en los acontecimientos que tenan que ver con la renovacin del mundo. As,
el rey presida y protagonizaba en gran medida las fiestas d e renovacin d e
la naturaleza, que garantizaban la prosperidad para el prximo ao, la celebracin del Ao Nuevo a comienzos d e la primavera o del otoo, en que se
produca la hierogarnia, la unin sagrada del rey, en su papel d e dios res~IC_~_-.._.__.

;
~

catado, con la diosa-madre proveedora d e la fertilidad y la abundancia. Ejerciendo el papel d e protagonista en el ritual que escenificaba el mito csmico, agrario y social, el rey garantizaba la existencia del orden querido por
los dioses y renda el supremo servicio a su pueblo.

5.2.2. El problema sucesorio

La fragilidad del Estado palatino, encarnado en la figura del rey, obedeca fundamentalmente a !a disociacin entre la cspide poltica y la poblacin
campesina. Desde esta perspectiva, entre el pueblo llano, a l que menos le
llegaban los favores reales y ms indirectamente participaba d e los beneficios del gobierno del rey, primaba muchas veces la fidelidad a su comunidad d e origen y residencia antes que hacia el monarca. Los cambios producidos en la cspide poltica apenas le afectaban en lo cotidiano, por lo que
mostraba frecuentemente una actitud indiferente hacia ellos. Esta tendencia
se hizo ms notable a medida que los reinos aumentaban d e tamao, convirtindose en imperios que ejercan el dominio sobre zonas cada vez ms
amplias. En la primitiva comunidad del templo, en tiempos d e la formacin
d e las primeras ciudades sumerias, la identidad d e intereses entre los gobernantes (el templo) y los gobernados (las aldeas) no tena porqu resultar
imposible. Aunque en la prctica la lite gerencia1 s e aprovechara del tra-.
bajo d e los campesinos, gran parte d e cuya produccin s e almacenaba en
los templos, la administracin an s e hallaba relativamente cerca, y los beneficios d e su actuacin, aportando seguridad y garantizando el funcionarniento del especializado sistema productivo, tal vez pudieran an ser apreciados
por la gente que trabajaba en los campos, que se beneficiaba, en ltimo trmino, d e las reservas guardadas en los almacenes en perodos d e escasez,
y d e un sistema d e trabajo estable en el que muchos reciban raciones diarias del templo. Tal vez los dependientes del templo s e encontrarn en una
situacin d e menor precariedad, ante las adversidades que pueden acompaar a la vida agrcola (malas cosechas, plagas, etc.),que los pequeos propietarios independientes, pero stos podan recurrir en caso d e emergencia a las reservas d e los almacenes, y la servidumbre, como la conoceremos
luego, an no haba alcanzado un peso social signifcativo.A medida que las
comunidades del templo fueron integradas en el marco d e la ciudad y luego supeditadas a la autoridad d e un palacio, la disociacin d e intereses s e
fue haciendo mucho ms notable. Y cuando diversas ciudades junto con sus
territorios fueron integradas en un reino ms grande, y finalmente varios d e
estos reinos en un imperio, la mayor parte d e la poblacin apenas poda
albergar haca sus gobernantes ms que temor y odio, si s e les senta como
opresores, o en el mejor d e los casos indiferencia.

.-

No obstante, en el palacio s e escondan los autnticos peligros para el


rey, habida cuenta d e la escasa posibilidad d e que una persona corriente,
un sbdito cualquiera, pudiera acceder algn da a su presencia. Pero la fragilidad del rey no implicaba, en cambio, la d e la realeza. El que personas
distintas pudieran ocupar el mismo trono no pona en peligro la existencia
d e ste. Nadie cuestionaba el orden poltico ni s e prevea una alternativa. Un
reydeterminado poda resultar mejor o peor, pero la realeza era la nica forma en que s e conceba el gobierno "por cuenta d e los dioses".
Desde un principio uno d e los problemas que hubo d e afrontarse fue el d e
regular la sucesin al trono, establecida por va hereditaria entre los hijos del
rey. Se estimaba que la realeza, que originariamente haba descendido d e los
cielos, deba trasmitirse d e padres a hijos por va hereditaria, ya que si los dioses haban designado a una ciudad para ejercer el dominio del pas, deban
ser los sucesores del rey d e tal ciudad los destinados a ejercerlo. Pero no haba
ninguna razn ms, salvo la capacidad del monarca reinante d e asociar al trono a uno d e sus hijos o familiares en una corregencia, procedimiento que fue
utilizado, sobre todo, por los asirios del ltimo perodo. Como prueba d e que
la sucesin no s e consideraba directa d e padre a hijo, los ritos funerarios del
monarca fallecido apenas guardaban relacin con el acceso d e su sucesor al
trono, tratndose ms bien d e un simple acto d e devocin. Por todo ello, la
perspectiva d e llevar la corona suscitaba no pocas veces la ambicin d e familiares y cortesanos. Las usupaciones fueron un fenmeno relativamente becuente a lo largo d e toda la historia d e aquellas monarquas, favorecidas en
ocasiones por el respaldo d e la nobleza o el clero.
En algunos lugares, y a diferencia d e Mesopotamia, el orden d e sucesin
no estaba siquiera mnimamente regulado. Entre los hititas las sucesin no
estaba reglamentada originariamente, siendo el sucesor elegido por el rey
y presentado para su proclamacin ante la asamblea d e los nobles, hasta que
Telepinu modific tal estado d e cosas, instaurando un orden sucesorio fijo
que supona la trasmisin hereditaria del trono por va patriheal, frente a la
antigua influencia matrilineal propia del pas d e Hatti en el que los hititas s e
haban asentado. El problema sucesorio alcanz, no obstante, una especial
virulencia entre stos y tambin entre los asirios, arrastrando a sus respectivos pases a la guerra civil. Otras veces se resolva mediante un golpe d e Estado, urdido por una camarilla palaciega que resida en una corte presa d e intrigas, conjuras y conspiraciones. Algunos altos dignatarios y funcionarios d e
rango elevado gozaban d e gran poder, lo que les serva para tramar complots
contra sus soberanos. En otras ocasiones eran las mismas reinas quienes participaban o incitaban la conjura, a n d e favorecer los intereses d e tal o cual
candidato frente a sus hermanos y otros parientes. Para asegurar que la sucesin en el trono se efectuase con normalidad se poda recurrir a la d g s m - ~ l n
o a la regencia, que fue particularmente utilizada por los asirios. Asociar al tro-T.---

-.-.,.>

no al heredero designado, encomendndole algunas tareas en la gestin del


Estado, puede resultar un procedimiento eficaz, y d e hecho viene a equivaler
a una regencia. El monarca d e Asiria consultaba a los dioses si deseaban que
alguno d e sus hijos le sucediera,tras lo cual, y si la respuesta era h a t i v a , s e
instalaha al presunto heredero en el "Palacio del Prncipe Heredero" y comenzaban a encomendrsele algunas tareas propias del ejercicio del poder real,
como representar al rey en celebraciones oficiales,supervisar los grandes festivales religosos o alguna misin especial d e ndole diplomtica o militar. Con
la designacin, que poda ser revocable, s e pretenda asimismo resolver el
conflicto entre los distintos hijos del rey y evitar la aparicin de otros candidatos al trono, lo que no aseguraba, sin embargo, que, muerto el rey, los restantes hermanos no impugnasen la designacin del heredero como, de hecho,
sucedi ms d e uca vez. Que no siempre los monarcas estaban seguros d e
que su eleccin fuese finalmente respetada s e percibe en la previa exigencia,
mediante j,xarnento, a los dignatarios, funcionarios y parientes d e respetar la
designacin real, d e tutelar la eleccin hecha por el rey.
En el ambiente d e intrigas, desatadas por las envidias y ambiciones d e
los hermanos de! heredero, la regencia de la;ema_Ee se converta muchas
veces en un factor d e estabilidad que permita realizar la sucesin. A pesar
del factor hereditario, no slo los miembros d e la familia real podan en la
prctica aspirar a reinar. Militares,sacerdotes y funcionarios:todos ellos prximos a la realeza, abrigaban ocasionalmente expectativas similares, ms
proclives en los tiempos d e crisis e inestabilidad poltica. En un contexto tal,
el peso del ejrcito poda ser determinante, permitiendo a uno d e sus generales acceder al poder mediante un golpe d e fuerza. Cuando esto ocurra,
poda suceder que los intereses d e los templos (y sus sacerdotes) s e encontraran detrs d e la accin militar y dispuestos a legtirnar al nuevo monarca,
cuya ascensin al trono s e haba producido d e forma irregular. Otras veces
un miembro d e la administracin del palacio, un alto funcionario emparentado o no con el rey, poda rebelarse contra ! o, sencillamente, desobedecerle, creando un reino nuevo sobre una provincia marginal o perifrica,
aprovechando d e este modo las tensiones descentralizadoras subyacentes,
impulsadas por !os deseos de autonoma d e sus habitantes. Tal fue el caso,
por ejemplo, d e Ishbi-Erra, autoproclamado soberano d e Isin a expensas d e
Ibbi-Sin, ltimo monarca d e Ur.
El momento ms crtico en la sucesin corresponda a la emonizacin_
d e un nuevo rey. Entonces era cuando con mayor xito poda contestarse su
legttimidad, cuando s e producan las revueltas y sublevaciones, lo que no
exclua totalmente la ausencia d e conjuras palaciegas durante su reinado.
Incluso antes d e la designacin, uno d e los hijos (y sus partidarios) poda
intentar hacer valer sus derechos por la fuerza, para no verse excluido. Otras
veces la consecuencia d e la eleccin real era, precisamente, la movilizacin

de los excluidos, que podan urdir el asesinato o la rebelin contra el monarca. Aunque variaba un tanto, en segn qu pocas y lugares, los monarcas,
independienteinente d e la forma en que hubieran llegado al trono (sucesin
.' legtima o usurpacin), se preocupaban mediante la propaganda en atraers e la voluntad de la poblacin. Era particularmente significativo en el caso de
los usurpadores que podan llegar a esgrimir, propagandsticamente, sus
oscuros orgenes como una muestra de su designacin por la divinidad. La
leyenda d e Sargn el acadio constituye un buen ejemplo al respecto. Tambin era importante hacerse reconocer por los reyes d e otros estados, lo que
s e converta en una demostracin de legitimidad.
Que la vida del rey poda encontrarse amenazada se desprende de todas
las precauciones que solan rodear su persona, incluidos catadores de alimentos y bebidas, personajes stos que tenan un rango oficial. Dichas precauciones abarcaban incluso el campo d e la magia, a fin de proteger al rey contra los
conjuros de sus posibles enemigos, dentro y fuera d e palacio, para lo que se
elega un 'Uoble" al que se sentaba en el trono para que recibiera en su persona todas las desgracias destinadas al autntico monarca, que d e esta forma
quedaba libre de sus efectos malignos. Muchas d e estas precauciones obedecan a una idea general sobre la importancia extraordinaria de la persona del
rey como garante del correcto funcionamiento del mundo. Era malo que el rey
enfermara o envejeciera, que se debilitara de cualquier forma, ya que ello contribuira a perturbar el orden de las cosas, por lo que deba estar protegido.
Pero tambin existan acechanzas y peligros concretos. Normalmente no se utilizabari procedimientos "mgicos" para prevenirlos, sino otros mucho ms desacralizados.Los altos funcionarios y algunos dignatarios de la corte eran eunucos, porque de esta forma, al carecer de descendencia, sus intereses personales
se encontraran ms prximos al rey. En un estadio temprano de la evolucin
poltica, la ideologa de la realeza estableci que la muerte del monarca implicaba la de sus cortesanos y dignatanos ms allegados, a los que el rey conceda el "favor" de acompaarle en el otro mundo, Las tumbas reales d e Ur son
un testimonio espeluznante d e una prctica, conocida tambin en otros sitios,
como Egipto o China, destinada a preservar la segundad en tomo a la persona
del monarca. Largavida al rey!.pues pocos a quienes en palacio estaba reservada una suerte tal, desearan acortarla precipitando con eilo el final de su propia existencia. Cuando el control sobre la camarilla palaciega adquin formas
ms eficaces y sofisticadas tal prctica cay finalmente en desuso.
'

5.2.3. La ideologa del poder real

Los ttulos y eptetos que utilizaron los monarcas en el Prximo Oriente


Antiguo expresar1 con claridad el sentido d e la ideologa que rodeaba a la

Figura 5.6. Estela de Naram-Sirn en la que el rey acadio marcha victorioso al rente
d e sus tropas contra los montaeses. Se le presenta tocado con la tiara, atributo d e
los dioses (Museo del Louvre).

podemos leer: "(Yosoy) Hamrnurabi, el pastor, el elegido de Edil; el que amontona opulencia y prosperidad; el que prove abundantemente toda suerte de
cosas para Nippur-Duranl,el piadoso proveedordel Ekur, e1 poderoso rey que
ha restaurado en su IugarEn'du,que ha p d c a d o el culto del Eabzu. El que tempestea en las Cuatro Partes; el que magndca el nombre de Babiloma; el que
contenta el corazn de Marduk, su seor; el que todos los das se haila (al servicio del) Esagil. (Soy) descendiente de la realeza, a quikn ha creado Sin: el que
ha motivado la prosperidad de U?,el humilde suplicante que ha proporcionado la abundancia al Ekisnugal.(Soy) el rey juicioso, obediente a Shamash, (soy)
el poderoso: el que ha consolidadolos cimientos de Sippar:el que viste de ver-

.i:

dorla capilla de Aya... (Soy) el hroe que otorga gracia a Larsa:el que ha renovado el Ebabbarpara Shamash, su aliado;el seor que ha hecho vivir a U
& el
que ha sumustrado a sus gentes las aguas de la opulencia; el que ha erigido a
lo alto la cspide del Eanna; el que ha acumulado ilimitadamente riquezaspara
Anum ypara Istar. (Soy) el protector del Pas, el que ha vuelto a reunirlas gentes dispersas de Isin... " (CH 1, 50,II,1-50) El texto prosigue y en l Hamrnurabi an ha d e calificarse d e "dragn d e reyes", "red contra los enemigos", "fiero toro que cornea a los enemigos", "rey que d a la vida", "muy sabio
gobernador", "intachable prncipe", "primero d e los reyes", "prncipe piadoso'', "pastor d e pueblos", "rey supremo" y "Sol d e Babiionia".
Pesg..a_d&npe
-.___
otro i n t e n t o ~ d e d i ~ z a c i n . , - ~ ~ m ~ e l - d e l - Sin, los reyes eran ~ o n s i d e r ~ dcomo
o s s ~ e ~ o s ~ d e ~ o s . @ i ~ ~ , ~ ~por
esignados
stos como sus representantes en la tierra. Algunos monarcas, como los reyes
d e la Tercera Dinasta d e Ur, algunos d e Isin y Eshnunna, y tambin unos
pocos soberanos kasitas, utilizaron el determinativo divino -una estrelladelante d e sus nombres. Sin embargo esto no les converta en dioses, sino
que ms bien actuaba como un instrumento d e control y poder poltico. Colocndose deliberadamente en el lugar que corresponda a los dioses d e las
ciudades conquistadas, sus gentes s e vean obligados a expresar pblicamente sumisin, rindindoles culto, cosa que nunca ocurri en sus ciudades
d e origen, donde tales reyes eran considerados siempre representantes d e
los dioses. Es en este mismo sentido que debemos comprender, seguramente, el ttulo que toma Hammurabi d e "dios d e reyes" (Frankfort, 1981:
322-2). Como representantes d e los dioses su poder les era concedido por
mediacin e intervencin divina: "La funcin decisoria adquiere varias formas d e valor sagrado, que facilita la aceptacin d e las decisiones por parte
d e una poblacin que no e s consultada y no comparte necesariamente los
intereses que han inducido a decidir en un sentido determinado. La decisin
adquiere fuerza y estabilidad cuando se presenta no ya como decisin humana, sino como resolucin divina, que el grupo dirigente s e limita a interpretar y a transmitir al resto d e la comunidad. El rey s e convierte en sumo sacerdote del dios ciudadano, reside en el complejo templario y duige la acumulacin
d e los excedentes, los suministros d e trabajo, las decisiones polticas, en nombre del dios, no en su propio nombre" (Liverani, 1987: 311). As, frecuentemente, el resultado d e su gestin s e presenta en la propaganda como un reino feliz -a veces tan manifiestamente exagerado en su carcter ideal, que
ms bien parece un pas d e Jauja- con el objeto d e fortalecer la ideologa
sobre la que descansa el poder regio. La prosperidad se subraya d e diversas maneras: lluvias abundantes, muchos nacimientos, ausencia d e enfermedades, intenso comercio que hace llegar desde la "periferia", desde el
exterior, una afluencia enorme d e bienes y riquezas, expresin todo ello d e
la capacidad del rey para gobernar. Esta imagen del reino feliz s e proyecta,
~

contrastndose con el pasado y con los reinos vecinos. La infelicidad pretrita o la confusin externa convierte al rey actual en capaz y justo.

5.2.4. El sbdito ante e l r e y

En el mito los dioses s e renen en asamblea. No es un recuerdo de un tiemi


. --. . . -.
po anterior, y por consigieilte~~strico;-sino
el re&de
un hecho contemporneo, la reunin de-los hombres :'lbresua escala d e su comunidad (poblado o ciudad), encargados d e resolver los asuntos cotidianos y, por supuesto,
sin competencia en las altas esferas polticas. En las leyendas,
-.
como la d e Gilgamesh, los "ciudadanos" tambin se reunan para reb-endar las decisiones d e
sus reyes y del consejo d e notables o "ancianos". En estos textos se basa, precisamente, la teona d e una "democracia primitiva", originariamente propia d e
las antiguas ciudades sumerias (Jacobsen, 1951) y por otra parte no muy bien
documentada. Yombres "libres", en cuanto que propietarios, en el seno d e su
comunidad, pero sbditos sin iniciativa y sin voz de cara al palacio y al rey.
El mon-arca resulta inaccesible p g a l a gente normal que jams soar
poner un pie en su palacio. A lo sumo, s e le podr contemplar desde la distancia, con ocasin d e la celebracin d e alguna d e l a s ~ b a n d efestividades,
s
cuyo ceremonial preside. En el caso d e las gentes. d e una ciudad dominada
por los ejrcitos~ylos administradores d e un rey d e otra ciudad, d e los habitantes d e esa realidad que nosotros llamamos imperio, esa distancia adquiere an una mayor magnitud. D e esta forma, el sbdito carecer d e cualquier
iniciativa poltica d e cara al palacio, an cuando se encuentre perfectamente
integrado en su comunidad. Es el palacio el que lleva siempre la iniciativa en
las.relaciones con
... .-.los
. mjernkos &)~,com~md,ades~con~ossie~os
del ry.
Desde el palacio s e fijan y exigen las tasas e impuestos, s e proclaman las leyes
y~e&ctos;-seT-eali%-las
levas militares y laborales, se persigue y castiga a
los
.- fugitivos.
.
Por el contrario, aunque las comunidades o los mismos individuo~
p-dan dirigirse al rey, escribindole, lo normal es no obtener nunca
respuesta. Mientras que el rey s e hace or y obedecer a travs d e la propaganda y, sobre todo, d e los funcionarios d e palacio, es muy a c i l , por no decir
imposible, que el sbdito o el siervo haga or su voz ante l.
Si a nivel individual es la inaccesibilidad lo que caracteriza las relaciones
o ,comunidad, las
[email protected]
el
entre el sbdito y el rey, a +ve1 ~ j e ~ t i vde
~.palacio suelen estar presididas por una cierta b-actura d e intereses, que encontrar diversasformas d e manifestarse. Unas veces ser urhlema respecto a la
fidelidad que puede brotar en ocasiones, introduciendo tensin en las relaciones mutuas, como en el caso d e los fugitivos reclmados que han huido para
refugiarse entre los suyos, o en el d e la resistencia por parte d e la aldea a entregar el excedente o los productos demandados. Tensin que tender a aurnen~

tar en aquellas situaciones en las que el palacio acta d e manera en extremo


rapaz y opresora, cristalizando en la figura del funcionario perifrico, del adrni-

palacio y la asamblea de ancianos o d e notables de la comunidad. Mediante la


propaganda_crza. _ey?tcela p_obhcion.una predisposicin
. . . . .. ..a obedecer,@esentando la imagen -...
del
-.rey
....~.~~
como
. . ... j-to>,capaz, sabio,oheroico y s u reino como
~m_a.cnst~&zaconfe
de.la abundancia.~
la segundad, @e resultar muy eficaz en las situaciones precisas en las que la voluntad real se manifieste a travs
d e sus funcionarios. Por otra parte, el carcter insistente d e la propaganda r e g a
alimenta la sospecha d e que, ms que ante unos medios no siempre eficaces
el mensaje deseado -como pudieran ser los utpicos edictos d e fijad e &dir
cin d e precios en conbaste con las remisiones d e deudas que pretendan "restablecer la justicia en el pas '-, nos hallamos ante gentes a las que se adoctrina
con dificultad. Por ello, el equilibrio, no siempre conseguido, se intentar buscar en una dosificada mezcla d e propaganda y coercin.
Otras veces, la no coincidencia de intereses se manifiesta en el estatuto pnvilegiado d e ciertas comunidades, templos, santuarios o ciudades d e tradicin
e importancia histrica y religiosa, como Nippu, R s s u o la misma Babilonia,
cuyos ciudadanos libres, d e hecho una pequea parte d e la poblacin, gozan
d e exenciones &cales y laborales, no estando sometidos, por lo tanto, a las prestaciones obligatorias d e trabajo, ni al pago d e las tasas. Dichas "autonomas"
ciudadanas,
con su estatuto
especial
d e libertades.-hdirqutu-,
fueron u&&
.. ...
. ._
. -. --_a menudo por los reyes como medidas para ganarse a sus poblaciones, normalmente incorporadas tras un proceso hegemnico o d e conquista, y para dar
as mayor estabilidad a su reino. Lgposlcibn.del~sibditoque viva en alguna d e
aquellas ciudades, a las-q-e.se concedan
-. .
.. tales privilegios,era mejor, que duda
cabe, que en el caso contrario,pero-lainaccesibilidadindividual ffente al monarca apenas variaba. Bien es cierto que en algunas situaciones concretas, y siempre en el plano de la colectividad d e hombres b r e s representada por la comunidad, algunas ciudades importantes como Assur o Babilonia dejaban sentir s u
voz en palacio, pero no es menos cierto que los intentos de acallarla o, simplemente, de no escucharla, tampoco fueron raros, a lo que se sum la intencin
ms agresiva d e algunos monarcas d e acabar con sus libertadas, restituidas
casi siempre, como una pieza ms de la lucha poltica,por sus sucesores.
1

5,3. La diversidad de manifestaciones histricas de la realeza


Como tuvimos ocasin d e ver en el primer volumen d e este libro, el proceso histrico s e desarroll e n el Prximo Oriente Antiguo, en lo que c&l

cierne a las'fonnas polticas, desde los reinos de dmensiones cantonales propios de las ciudades surnerias ms antiguas hasta los imperios territoriales y
burocrticos cada vez ms extensos. As, pudiera parecer que una lnea d e
continuidad se extiende desde la primera y etnera "qificacin" d e Lugalzaguesi hasta la culminacin en el imperio "universal" aquemnida, como
realizacin mxima que comprenda todos los pases una vez independientes o cunas d e imperios ellos mismos en el Prximo Oriente, pasando por las
experiencias histricas previas d e los imperios babilonio, asirio e hitita en
sus respectivas fases d e desarrollo y apogeo. Entendida d e tal forma, dicha
evolucin pudiera parecer tambin como somtida a alguna clase de destino histrico, impulsado, bien por la ambicin d e los monarcas, bien por la
misma concatenacin d e los acontecimientos. Tal visin resulta tremendamente simplificadora, al poner el nfasis en las pocas mejor documentadas
que fueron aquellas que, por regla general, correspondieron al apogeo d e
los imperios, margmando las pocas d e crisis, recesin y fragmentacin, as
como los estados que, como las ciudades cananeo-fenicias, persistieron a lo
largo d e los siglos en su carcter no expansivo. Tampoco tiene en cuenta las
autnticas razones, d e ndole econmica, ideolgica y militar, que permitan
la reconstruccin, una y otra vez, d e los imperios, muchos, por otra parte, efmeros. Tales razones tienen que ver, con las caracteristicas propias del Estao menos indiferente quin ocupe el poder, con una cobertura ideolgica que
equipara 61orden csmico con el orden poltico, y, en un terreno mucho ms
prctico, con la necesidad del control d e los recursos locales y distantes, condicionados en no poca medida por una infraestructura tecnolgica que no
resultaba fcil reemplazar. Por eso no caba otra alternativa que, superada
la crisis y el fraccionamiento, reconstruir el sistema y segur utilizando sus
mtodos. El hecho d e que los imperios cada vez fuerw ms extensos, sobre
todo en el primer
milenio, est en relacin con el nuevo armamento y las tc. ~ - . - . ~
nicas milirares a disposicin d e los palacios as como con los nuevos mtodos d e sujecin d e los territorios conquistados. Pero dichos imperios tambin~fuero~frgiles
y no muyduraderos, como consecuencia d e la
multiplicacin d e las tensiones centrfugas que crecieron d e manera paralela a su extensin y del aumento d e la falta d e cohesin entre sus elementos
integrantes, ocasionada por las luchas polticas internas y el desplazamiento masivo d e poblaciones para asegurar su control. Tal le ocurri a Asiria y
-

la dinasta inauguradapor S a r S n W - a l
que no desaparecieron
l o ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ahora
~ a~una~autoridad
~ m ms
e fuerte
t i yd centralio s
zada. El propio Sargn tuvo cuidado d e justificar su gobierno en todo momento de acuerdo con las tradiciones surnerias precedentes, y as s e proclam
"ung~dode-Anum" y "vicario d e Enlil", dos d e las ms importantes diwlidades d e Surner. Pero a todo ello s~~p~~.u~~o..~~caw~pttoPPnnu.eev,o,
consecuencia en parte d e sus realizaciones mditares, que no habra d e ser olvidado y que incluso alimentara la imaginacin d e cronistas muy posteriores, "el
rey hroe-conquistador". Es algo que s e percbe muy bien en el tono y el contenido d e sus inscripciones. En ellas no s e hace recuento d e las conskuc~

"

u. ~ ~ ~~ ~ - . - m

niendo una estrella, determinativo propio d e las divinidades, al nombre del


monarca.
5.3.3. Ebla y Assur. Los r e y e s m e r c a d e r e s

El reino sirio d e Ebla, destruido fnalrnente por las expediciones del acadio Naram-Sin, presentaba unas peculiaridades que contrastan con lo conocido hasta entonces en la llanura mesopotmica. De_-m.ayo~.exe~~lon
que
cualquiera d e los estados d e dimensiones cantonales d e Mesopot,arnia,pero
menos urbanizado y con menor
densidadbegoolg-n,as como dotado de
.
G'6ase-med~6almbientaldiferente, su monarqua, que revela en algunos
elementos una cierta y superficial influencia surneria, representa un modelo

como el gobierno d e una provincia, no por designacin regia sino por su

sele a su hijo Shulgi-, protector d e los pobres, los hurfanos y las viudas contra la rapacidad d e lo ricos y poderosos, como una vez haba hecho Urukagna. El rey neosurnerio, que ya no tiene otros rivaies en el pas, pues slo el
rey d e Ur es lugal, habiendo quedado los ensi locales reducidos a la condicin d e gobernadores dependientes del poder central, s e convirti tambin,
segn la antigua tradicin, en un gran constructor d e templos, como un poco
antes lo haba sido Gudea, el ensi d e Lagash. sta fue una poca relativamente pacfica, al menos en la baja Mesopotarnia que formaba el ncleo del
imperio. El pas d e Surner y Akkad s e encontraba pacificado y las campaas
militares, corno las realizadas por Shulgi y Amar-Sin, se dirigan sobre todo
hacia la periferia. Un perodo, por tanto, no muy proclive para la aparicin
d e reyes heroicos y conquistadores al ms puro estilo acadio inaugurado por
Sargn, si bien los reyes d e Ur mantuvieron el determinativo divino delante
d e sus nombres, lo cual favoreca sus aspiraciones d e control poltico sobre
las ciudades sometidas, y al igual que los grandes soberanos d e Akkad utilizaron los ttulos d e "rey d e Sumer y Akkad" y "rey d e las Cuatro Partes"
para expresar esa ideologa del dominio universal, que si en las fronteras s e
realizaba, como antes, mediante campaas militares sucesivas, dentro del
imperio s e impona mediante procedimientos polticos y administrativos. El
propio Shulgi haca constatar e n sus inscripciones, como un mrito, el no
haber destruido ciudades ni anegado el pas con la guerra.

Desaparecido
_ .-_.._ el imperio. d e Ur,:-lossoberanos, en su mayora amoritas,
que pugnaron por la hegemona, cuando Isin unas veces y Larsa otras fueron capaces d e ejercitarla, actuaron en la ms estricta continuidad respecto
a sus predecesores neosumerios. Elmantenirniento~deldeterminativodivino delante d e sus nombres daba fe d e unas aspiraciones que, sin embargo,
en 6chas ocasiones resultaba muy difcil realizar. En aquel ambiente d e
fragmentacin poltica y guerras incesantes, la figura del rey result acrecentada tanto por sus xitos militares, como por sus capacidades administrativas y, sobre todo, por su eficacia en el mantenimiento d e un equilibrio a
medio plazo, en el que muchas veies resida la clave final d e la victoria. En
htiempo en que ningn rey era poderoso sin el concurso d e otros reyes,
en palabras del propio Hammurabi, stos eran aspectos que pasaban a un
primer plano. El desarrollo arquitectnico del palacio, caracterstico d e este
perodo, con uno d e sus mejores ejemplos en el bien conocido palacio d e
Mari, en el &ates medio, e s el claro exponente d e una realeza en la que
los procedimientos burocrticos y diplomticos han adquirido un importante protagonismo, al tiempo que concentra un enorme poder en la figura del

.'

rey (oux,' 1981:234 y SS). Y sin embargo, ello no sigmficaba,ni mucho menos,
una renuncia a los procedurilentos militares ni a las aspiraciones de un dominio
universal, como s e percibe por ejemplo en las campaas del asirio Shamsh
Adad y en su ostentoso ttuo d e "Rey de la Totalidad", sino la combinacin de
medios diplomticos y polticos, junto a los militares, en una escala no conc&da hasfa entonces.
Si la situacin poltica, con la fragmentacin caracterstica hasta el triunfo de Hammurabi, impona un nuevo equilibrio y otra forma d e hacer las
cosas, en el contexto social el aumento d e las desigualdades y de la presin
sobre los ms humildes, situ otra vez en primer plano la figura del rey como
dispensador de justicia, protector de los dbiles frente a los poderosos mediante los edictos d e meshamm (justicia), que solan proclamarse cada comienzo de reinado, pero que en ocasiones un mismo rey haba de decretar otras
cuantas veces. Un cierto proceso d e humanizacin de la realeza, como a
veces s e le ha definido, que la acerca ms, en trminos siempre relativos y
nada concretos, a sus sbditos; una acentuacin d e los aspectos d e la figura
del rey que ms podan incidir en los intereses de la poblacin: proteccin
y justicia. Por influencia amorita, que introdujo en Mesopotamia los ideales
d e la igualdad tribal, redehidos luego -claro est- en el ambiente d e la corte y de la ciudad, el rey justo s e asimila a la imagen del rey "pastor " que cuida de un rebao humano al que vigila y protege. ~d2Ynasadc~ensador
d e proteccin y justicia, el rey segua actuando como otorgador de vida, responsable de "dar d e comer alimentos preciados a las gentes, d e hacerles
beber agua dulce", como rezan las inscripciones, y en tal funcin s e distingue sobre todo por la construccin d e canales, que ya no e s una empresa
dirigida por el dios, como ocurra en la tradicin ms antigua, sino por l mismo al frente de la comunidad, principal beneficiaria d e su gestin y su esfuerzo. Porque el rey es, adems, esforzado y sabio, y como tal s e manifiesta con
claridad en aquel que, sin duda, fue el ms importante de la poca, el babilonio Harnmurabi, tambin d e origen amorita, y creador d e un nuevo irnperio en el que se plasmaba una vez ms la realizacin de las aspiraciones arropadas por la vieja ideologa del dominio universal. Por eso, este soberano
utilizaba los ttulos de "Rey d e la Totalidad" o "Rey d e las Cuatro Partes del
Mundo" con lo que haca gala, como mucho antes Sargn, del carcter universal d e su dominio. Era adems, y en esto Harnmurabi no s e distingua d e
otros monarcas, sumo legislador, juez y general en jefe de los ejrcitos, hallndose auxiliado en sus tareas d e gobierno por una serie d e dignatarios que,
al igual que antes, no obedecan en las funciones que desempeaban a una
estricta reglamentacin ministerial. No haba, como veremos en otro captulo, especializacin d e cargos. Como servidores, ante todo, del rey posean
poderes considerables y diversos que en ocasiones podan dar lugar a un
cierto conflicto de atribuciones.

..

5.3.6. El rey opresor: imperios y reinos en el Bronce Tardo


,.

A mediados dei-se-gundo milenio s e produjo una nueva transformacin


Tal
en la realeza que afect al modelo d e rey~enel-Prximo.Q~knte.htiguo.
cambio fue consecuencia, sobre todo, d e la confluencia d e dos tipos d e factores, los que procedan.delas.circ~s~ancjas..pr.opias
d e la poltica regional
que caracterizaron el perodo, con su dpisin en grandes imperios y pequenos reinos y principados -grarides cortes i n grandes reyes frente a pequeos palacios y reyes "vasallos"-, y lo; procedentes del ambiente social y
palatina,-caracter.izado..po~
el a u g e d e una aristocracia militar que se convirti en
. -.. ~.
el
. soporte
. - ., . ms inmediato del poder real. De acuerdo con esta ltima perspectiva, el rey pas, d e ser el jefe.y repres-entaqede la comunidad
l
d. e una
. .restringida elite d e poder,
ante los dlqses, -a c~nstituirsee n ~ elder
d e protector d e los dbiles y los oprimidos a ser cmplice d e los poderosos
y 195 opresores; con quienes conviva en su corte y combata en su ejrcito.
los edictos d e justicia, mediante los cuales se perdonaban las
deudas y s e aliviaba la situacin d e los ms humildes, y s e persigue irnplacablemente a los fugitivos, a todos aquellos que huyen d e las tremendas cargas que han pasado a constituir las imposiciones fiscales y las prestaciones
obligatorias al palacio. Ante el deterioro social, los reyes reaccionan con
dureza en vez d e con justicia, debido a que sus prioridades s e encuentran
en otra parte. En un contexto d e guerras incesantes, en las que s e ven envueltos los grandes imperios -Egipto, Mitanni, Hatti, Asiria- y los pequeos reinos y principados como tributarios suyos, adquiri otra vez primaca el carcter heroico del rey junto con sus dotes d e fuerza, valor y agresividad. Pero
y el rey, pese a su hazaas,
la guerra e s ahora_una__gqerraespec.ializada
depende d e sus.cambatientes en carros tirados-por caballos -maryannuque por lo tanto han pasado a ocupar, como vimos en otro captulo, el primer lugar en la jerarqua social mediante concesiones regias a costa d e los
~~

esa parecen

res hacia-su rey: Los grandes reyes, que utilizan entre ellos el cahficativo d e
"hermanos", en el reconocimiento d e que la suya e s una relacin horizontal,
entre iguales, al margen d e su carcter pacfico o conflictivo, exig,enla fidelida&k&s pequeos reyes y prncipes en unarelacin vertical, similar a la
que-mantienencon-sus funcionarios, que no contempla la contrapartida. Si el
gran-rey ayuda a un rey pequeo, es por su propio inters en el complejo
juego poltico, en el que ste no e s ms que otra pieza d e su estrategia no
porque en modo alguno deba hacerlo. An as, se acaban imponiendo algunas consideraciones prcticas. El gran rey que sistemticamente s e desentiende d e las peticiones d e ayuda y apoyo que le hacen llegar los reyes y

prncipes tributarios, s e encontrar, cuando su poder sea menos evidente,


bien por enfrentamiento con otro poder regional, como un imperio enemigo, bien por crisis poltica interna, con la posibilidad nada remota d e que s e
produzcan fugas entre las ilas d e sus tributarios, que deciden romper su fidelidad y buscar un seor ms solcito con sus demandas. As, la poltica del
gran rey se d e b e mantener en un equilibrio entre la fidelidad absoluta que
le deben los estados y~reinostributarios y la necesidad prctica d e alirqentar dicha fidelidad, adems de con el temor a las represalias, con el cumplimiento efectivo de algunas de sus peticiones. A diferencia de la relacin entre
el rey y los sbditos de su reino, no s e trata aqu de una ficcin d e intercarnbio, en la que el sbdito no recibe ms que propaganda -la ilusin d e que
efectivamente recibe algo, vida y proteccin a cambio de su soporte alpalacio concretado en forma d e exacciones y prestaciones personales-, sino d e
un intercambio desigual, pero autntico. En un perodo en el que a muchos
d e los sbditos cada vez les costaba ms aceptar el mensaje d e la propaganda real, que precisamente retraa la justicia y las formas d e proteccin
no mihtar frente al auge d e la dunensin heroica del rey, exigiendo sumisin
y fidelidad incondicional, la satisfaccin d e las peticiones d e los pequeos
reyes y prncipes al gran rey, que normalmente graban en torno a la proteccin d e su trono frente a los enemigos y usurpadores, poda producirse
con relativa frecuencia. De esta forma, la fidelidad, expresada mediante juramento ante los dioses, quedaba alimentada por el proceder del monarca,
cuyo sbditos eran ms los reyes y prncipes sometidos, que las gentes d e
su propio pas, convertidas en siervos.

5.3.1. El rey justo, sabio y bondadoso: la influencia del elemento tribal

a comienzos del primer milenio


El fnd~dela Edad del Bronce.trajo consigo una grave crisis del Estado
imperios y el resurgimiento del elemento nomada pastoril, encarnado esta
vez por los arameos. En consecuencia, surgi en aquel ambiente un nuevo
modelo-dgrey, con una gran influencia de procedencia tribal, que s e impu-"
so Con fuerza sobre los estados que s e formaron, contando con el aporte
nmada y de los hapim resedentarizados, d e la desmembracin d e los reinos e imperios anteriores, Se trata del "reyjuez", que era a la vez smbolo
d e la unidad
.
nacional, idea nueva d e procden.cia tnbal, y jefe del pueblo 6 n ~
armas, que contrasta enormemente con el tipo d e reyes propios del perodo anterior. Este tipo d e realeza "igualitaria" s e vio pronto absorbida por el
ambiente ciudadano imperante, transformndose finalmente, coi% ocrrien Israel y otros sitios, en una realeza ms acorde con las tradiciones hist.,

ricas y polticas del Prximo Oriente Antiguo, y por ello menos igualitaria y
ms jerarquizante. An as, no dej d e ejercer cierta influencia, y el hecho es
que determinados rasgos d e arbitrariedad y opresin, que haban sido tpicos d e la poca precedente, desaparecieron con ella, dando lugar a un rebrote d e la imagen del "rey justo y recto", preocupado por el bienestar d e su
pueblo, que hace justicia personalmente y vuelve a proclamar edictos d e
remisin d e deudas. "Sabidura" y "bondad d e corazn" sern los requisitos necesarios ahora, junto con la rectitud d e proceder, para contar con la
proteccin d e los dioses.

5.3.8. Las monarquas de las ciudades fenicias


Como en otros sitios, la forma d e gobierno en Fenicia consista en la
monarqua hereditaria d e derecho divino. ~ a m b i naqu los reyes parecen
haberPr&tado especial atencin a la sucesin dinstica, si bien en diversas
ocasiones las guerras y las conspiraciones palaciegas alteraron la sucesin
establecida. El concepto de la realeza, que comparte la mismas caractersticas que hallamos en otraspartes, nos es ilusKado por algunas inscripciones-en las que el monarca e s car.acterizado como "justo': y "virtuoso", as
; como por la actividad que, al igual que otros soberanos orientales, desplegaron.las~rey.esfenicios en la construccin d e templos y la ereccin y dedic%!n.de estatuas. A lo que
la reina no estaba desprovista d e facultades: poda actuar como regente y compartir las altas funciones sacerdotales
con el rey, si bien seguramente deba desposarse para poder acceder a tales
prerrogativas. El carcter-religioso de la-monarquafenicio-cananea-seadvierte con c l i i d a d , como en otrossitios, en las funciones
.
d e sumo sac&docio
que desempean el rey y reina, que eran, respectivamente, sacerdote y
s a c e ~ d ~ o ~ i s a &mas
l a importante divinidad agrcola local.
prxirno-orienLa peculiaridad propia d e la re~&<@liic~-~fi~~~onjunto
tal radica, sin embargo, en que, a partir de la expansin.me@terr-&eaap-1.0-.
..
movida por monarcas
. ..
como Hirarn
~- .
ds]~iro,contemporneo d e Salomn, y
como consecuencia d e la misma, hdoo d e ejercer su poder en el marco d e
un ambiente urbano caracteri2ado por el a u g e d e na $arcpYa que obtey qe se'hallaba parna su riqueza e influencia
-- .. de1
-.
comercio-e.n_uitrmq
_ cialiente des+ncul&da del palazio y ms pr-a-a
lostemplos, que por primera vez desempean-una funci6in economica d e envergadura, como
impulsores y garantes d e la expansin comercial.-Dicha oIjgarqua.Uegar a
reemp~a~ar~~laxdazacorno
f o m a cle.cJobiernoen i% colonias mediter&
neas, y en las me@polis a m a r en ocasiones como un factor aadido
a.---'
la
- -. .-~.
contiendapoltica d e h d ~ l e ~ s t i cPor
a . lo dems, su presencia en el seno
d e la asamblea d e notables d e laciudad, conocida en la regin eri los siglos
~

_M----

.'

precedentes, la dotar d e un dinamismo e influencia nuevos, convirtindola


en copartcipe d e determinados asuntos polticos, como parecen haber sido
ciertos episodios d e confkcto en la suceiin al trono, mediante la tutela d e la
regencia. No sabemos si la evolucin d e esta misma asamblea llev tiempo
despus a la formacin d e una asamblea ms amplia, d e carcter netamente ciudadano, como atestiguan algunos documentos tardos (Bondi, 1988: 126),
pero su presencia poltica junto al monarca fenicio, como por ejemplo en el
tratado entre Asarhadon d e Asiria y Baal de Tiro, constituye un hecho signrficativo.
Fenicia no constituy nunca una entidad poltica unitaria d e carcter nacional. Por e1 contrario, la~regins e hallaba fra~grnei;ifda.enuna serie.de.@iudades-estado d e mayor o menor importancia, que politicamente eran autnomase independientes entre s.-Estoquiere decir que cada unaposea su
propio sistema d e autogobierno, muy semejantes entre s, y slo en poca
d e los persas s e estableci en Trpoli un consejo federal al que cada una
enviaba sus representantes. Algunas d e estas ciudades ejercieron una especie d e hegemona sobre las restantes, d e cuyo funcionamiento apenas sabemos nada. Durante el tercer milenio o la Edad del Bronce Antiguo fue Biblos
el centro polticamente ms importante, y el hecho d e que los archivos d e la
ciudad siria d e Ebla, con la que comerciaba, no mencionen nunca a los monarcas d e otras ciudades cananeas como 'Tiro, ha llevado a pensar que tal vez
Biblos las controlara en el marco de un Estado que las abarcara con sus territorios. Ugarit s e distingui, junto con la misma Biblos, durante casi todo el
segundo milenio (Edades del Bronce Medio y Reciente), para dejar paso, tras
su destruccin por los "Pueblos del Mar", a Sidn. La preponderancia d e sta
parece haber sido un hecho durante la Primera Edad del Hierro (1200-900
a. C.) para ser a continuacin desbancada, en circunstancias que se nos cscapan, por Tiro que, entre otras, ahora ejercer su hegemona sobre ella durante la Segunda Edad del Hierro (900-550 a. C.).Su capitulacin ante los ejrcitos d e Nabucodonosor d e Babilonia marcara el inicio d e un cierto declive
que habra d e favorecer nuevamente a Sidn durante el perodo persa (ltima Edad del Hierro: 550-330), para ser d e nuevo brevemente desplazada
por Tiro tras su destruccin a consecuencia d e su revuelta contra Persia. En
la mayora d e las ocasiones, estas hegemonas no parecer haber implicado
la desaparicin de las dinastas locales d e aquellas ciudades, controladas por
otro centro d e poder ms importante, al igual que no desaparecieron en el
contexto d e los imperios regionales cuando todas eilas, junto con los principados sirios y cananeos, s e hallaban sometidas al poder d e Egipto, Mitanni
o Hatti, por lo que debemos pensar que sus reyes quedaran supeditados,
como entonces, a la autoridad principal d e un soberano poderoso. "Grandes" reyes y "pequeos" reyes, aunque ciertamente a una escala local y
mucho ms reducida,

5.3.9.' La evolucin d e la monarqua asiria

Asiria representa un caso particular y notable que merece una atencin


particular. Por un lado su incorporacin al concierto de las grandes-potencias regionales fue, como vimos, tarda, y se produjo casi al final d e la Edad.
del~Tcji-ke.~or
otra los cambios sociales y militares tuvieron en ella un carcter ms per-rico, si bien los principios sobre los que descansaba la autoridad real eran similares a los que encontramos en otras partes. Parcialmente
arameizada en un momento posterior, debe a las gue.rras contra Babilonia y,
sobre todo, a la amenaza que representaba la presencia de elemento nmada estepario y los pueblos d e las montaas, el impulso militar y poltico sobre
el que s e gest finalmente una expansin imperial tan vigorosa, ,como inaccesible se fue tornando su realeza.
En las fiestas d e alatu, en las que s e proceda a la renovacin d e los ritos
d e coronacin, s e le recordaba al rey d e Asiria su carcter de shangu d e
A s s u , e s decir, sacerdote y administrador del dios nacional, cuyo dominio
deba velar y ampliar. Este mismo principio de autoridad, revestido de idntica cubierta ideolgica, fue aplicado a todos los niveles de la jerarqua administrativa, desde los ms altos dignatarios hasta los humildes escribas. Por
supuesto que la reparticin del poder, y la trasmisin de la autoridad que irnplica, era desproporcional a medida que s e escalaba los ms altos cargos d e la
administracin, pero la autoridad real, que emanaba de la esfera divina,no
tena, en principio, cortapisa ni paliativo alguno. Claro est que tal justificacin
ideolgica no fue siempre eficaz para librar a los dspotas asirios d e la amenaza de las intrigas, conjuas y revueltas promovidas por los nobles de palacio, los poderosos gobernadores de provincias, e incluso los miembros de la
propia familia real. A este respecto, el problema sucesorio era especialmente grave y no lleg a encontrar nunca una solucin satisfactoria. Buena prueba del poder de la nobleza palaciega y d e las distintas camarillas radicaba en
el hecho de que, desde las revueltas del siglo IX a. C., el derecho d e prirnogenitura no volvi a tenerse en cuenta. C u a l p e r a , arropado por un conveniente apoyo, poda albergar aspiraciones al trono, con la nica condicin, no
siempre respetada, d e pertenecer a la lnea dinstica, por lo que los reyes
adqurieron finalmente la costumbre de asociar al heredero d e su eleccin al
ejercicio del poder. Los elegidos entraban de esta forma en (dacasa de la sucesin o -bit nduti-, palacio residencia del prncipe heredero y sede del gobierno, con lo que su designacin como sucesores del rey quedaba formalizada.
Durante. .el imperio, la realeza asiria; encarnada en la persona del monarca
absoluto, sh$@~del dios Assu, a quien en ltimo trmino perteneca todo, diriga la produccin agrcola e industrial, controlaba los intercambios comerciales y emprenda obras de inters pblico. Tareas desde siempre de~losreyes,
pero que &ora alcanzaban unas dimensiones gigantescas, como gigantesca se
~

por la conquista. Un rey d e siervos resultaba un rey inaccesible. No haba


apenas ciudades o aldeas libres a donde pueda (y deba) dirigir su atencin.
Por eso sta s e concentra en la Corte y la administracin, no como instituciones, sino en las personas que las componen. Fuera no existe nada para el
rey asirio, siendo asunto d e sus nobles y funcionarios. El rey inaccesible s e
convierte en terrorfico para sus enemigos, antes incluso d e librarse la batalla. Su sla existencia debe ser motivo d e inquetud para sus adversarios, no
por su mpetu y valor, sino sencillamente por estar sentado en el trono.
Dentro _
d .e este
la autonoma del individuo no era muy amplia y
_ _ .sistema
.
los agentes y funcionqios
qe
ejecutaban las rdenes disponan d e un mar-gen d%n-?c<&va
.muy reducido. La eficacia del conjunto dependa por lo
dFm-%en ltima instancia, d e la agilidad y regularidad d e los servicios d e
informacin y correos que, a travs d e una bien nutrida red d e carreteras y
postas, aseguraban el funcionamiento del aparato administrativo, manteniendo
siempre al corriente al rey y al equipo d e gobierno central d e todo aquello
que ocurra, incluso en los confines alejados del imperio, y transmitiendo con
prontitud las rdenes y directrices que emanaban d e palacio a los centros
d e la administracin provincial y local.
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5.3.10. Persia y el Gran Rey


Apesar de su tremendo poder y sus acentuados rasgos despticos el Gran
Rey, al igual que en toda la tradicin prximo oriental anterior, no era un dios,
pero s el nico en el que operaban los poderes de Ahura-Mazda para mantener el buen~orrden-arta- en el mundo. La inaccesibilidad
de los monarcas asi. .
rios se mantuvo en los soberanos aquemezdas, que apenas aparecan ante el
pueblo y estaban rodeados d e un rgido ceremonial en la Corte, pero se hailaba desprovista ahora d e sus aspectos ms crueles y tampoco s e haba perdido el carcter "nacional" d e la monarqua persa. La principal misin del titular
d e la-realeza,como en tiempos d e los "reyes-justos", era.hg..&e~reir@ la
verdad, asegurando el curnpbiento del derecho
~-.
. ... y castigando la iniquidad y la
mentira.~ o d e a d ode
s unacorte fabulosa y de una jmportante nobleza,los monarcas aquemnidas consiguieron hacerse obedecer, no tanto por la eficacia d e
los procedimientos administrativos,que haban heredado de las experiencias
histricas y polticas que les precedieron, cuanto por sus propios mritos y su
energa personal. Cuando aqullos y sta fallaban, o eran escasos, las tendencias centrfugas, encarnadas en algunos strapas y en la vocacin secesionista
d e diversas provincias -como Egipto-, jurlto con la amenaza d e usurpaciones
y crisis polticas internas -todos ellos problemas muy antipos- confluan peligrosarnente y la unidad del imperio corra serio peligro.
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