VAN de MIEROOP Los Otros Actores

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SOCIEDADES DEL CERCANO ORIENTE

Van De Mieroop, Marc (2007) The Eastern Mediterranean in the Age of Ramesses II,
Blackwell: Nueva York. Cap. 3 “The Other Actors: On the Fringes of the States”. Pp. 46-50
Traducción del inglés: Federico Luciani y Giorgina Lo Giudici, 2016.

[46 ] LOS OTROS ACTORES: EN LOS MÁRGENES DE LOS ESTADOS

Los historiadores tienden a centrarse en las personas que participaban en la vida de los
Estados, los actores principales de las historias que escribimos. Después de todo, estas
personas produjeron la mayoría de los registros escritos y arqueológicos a nuestro alcance.
Vivían en ciudades y aldeas y confiaban en los campesinos del country para su sustento.
Pero no debemos olvidarnos que en las periferias del mundo de los actores principales
vivían muchos otras personas que no dejaron restos escritos o monumentales.
Geográficamente, las periferias que habitaban eran tanto el exterior como el interior de los
Estados que estudiamos. Desde las fronteras hacia las tierras distantes vivían pueblos
extranjeros con quienes los residentes de los Estados del Mediterráneo oriental tenían
contactos ocasionales. Pero también al interior del territorio de los Estados, existían
personas que no encajaban en las estructuras sociales de los autores de nuestros textos.
Estas aparecen como parias, marginados, aunque estuvieran en estrecho contacto con los
actores principales. Entre estas personas, los extranjeros y los marginados sociales se
superponían de muchas maneras y compartían un estilo de vida que difería del de la ciudad
y del de los residentes de las aldeas. Para los autores de nuestros textos y documentos,
estas personas eran “los otros”, a quienes veían pero no entendían. Estos ajenos estaban
sin embargo muy vinculados en la historia de la región e ignorarlos es un error. El historiador
necesita estudiarlos a pesar de que sea difícil acceder a ellos.

1
En un sentido, el mundo exterior no tenía límites y los bienes podían viajar
notablemente lejos. La canela y la pimienta del sudeste asiático parece haber llegado a
Egipto, y el lapislázuli –una piedra obtenida en Afganistán- era codiciado por todas las élites
del Mediterráneo oriental. Cuán lejos estos bienes viajaban, cuánto duraba el viaje y cuántos
intermediarios había implicados es imposible de decir. En el tercer milenio, mercaderes del
valle del Indo habían llegado a los puertos babilónicos. Aunque [47] nos falta evidencia más
reciente para comprobarlo, la tecnología necesaria para emprender el viaje todavía estaba
disponible en el segundo milenio tardío. Es posible que los pueblos del Cercano Oriente
navegaran el Océano Índico, pero nada nos lo demuestra. Hacia otra dirección, los
habitantes de las ciudades costeras sirias y Grecia -famosos por su experticia en las artes
de la navegación en el primer milenio temprano- muy probablemente podían alcanzar las
regiones del Mediterráneo oriental en la última parte del segundo milenio. Por los bienes
que dejaron, sabemos que marineros micénicos visitaron Italia y la isla de Sicilia.
No hay registros o descripciones en las altamente letradas sociedades del
Mediterráneo oriental de estos viajes a tierras distantes. Lo más cerca que llegamos es un
registro escrito y una descripción visual de una expedición que promocionó la reina
Hatshepsut al país de Punt, localizado en algún lugar de la costa del Mar Rojo en África
oriental. Los egipcios representaban a Punt como una tierra extranjera habitada por gente
exótica y que vivía en un ambiente natural diferente y en casas extrañas (v. Figura 3.1). Punt
era una tierra de gran misterio.

2
Figura 3.1 Detalle de la representación de la tierra de Punt en el templo de Hatshepsut en Deir el-Bahri. Esta
es una descripción etnográfica porque muestra la flora y fauna del país, y sus (para los ojos egipcios) extrañas
casas sobre plataforma con forma de domo, a las que se accede por una escalera.

[48] Un cuento temprano de Egipto ciertamente pertenece al género de ficción de viajes. La


historia del marinero arruinado, conocido solamente por un manuscrito del segundo milenio
temprano, relata como un egipcio que viajaba al sur del Mar Rojo llegó a una isla habitada
por una gran serpiente, quien le cuenta la triste historia de la muerte de su familia causada
por un meteorito. La serpiente predice que el marinero llegará a su hogar en dos meses, por
lo que debe haber recorrido una gran distancia. No me ocuparé de tales contactos tan
distantes. Me interesa la periferia más inmediata.
El Mediterráneo oriental estaba rodeado por una periferia donde la vida tenía que ser
diferente del centro debido al entorno natural. En los desiertos que rodean a Egipto y entre
la Mesopotamia y Siria y Palestina, y en las montañas de Irán, Anatolia oriental, Trasjordania
y el norte de Grecia; la gente no podía vivir todo el año en asentamientos permanentes, o
solo lo podían hacer en pequeñas comunidades. No podían costearse el estilo de vida
urbana del mundo mediterráneo oriental. Esta periferia, no obstante, no existía solamente
en el exterior del territorio de los Estados. Dentro de cada uno de ellos, había áreas no aptas
para la vida urbana o aldeana. En muchos lugares, la lluvia y buenos suelos para la
agricultura eran escasos o no se podían realizar canales para irrigar los cultivos. Tales áreas
eran muy comunes y estaban lejos de ser uniformes, e incluían zonas montañosas, estepa y
desiertos. Pero estas regiones no estaban despobladas o vacías sino que albergaban
personas con quienes los residentes de las ciudades, los gobernantes y los autores de los
textos que leemos tenían que interactuar. Estas interacciones eran dificultosas y
ambivalentes pero de importancia crucial en la historia de la región; y es por ello que
merecen nuestra atención.

3
Los habiru

Un grupo que ejemplifica perfectamente la compleja relación entre el núcleo de los Estados
y la periferia se identifica con el nombre de Habiru, Hapiru o ‘Apiru (los académicos nos se
ponen de acuerdo sobre cómo escribirlo). La etimología del término sugiere ‘el que ha
abandonado su casa, un refugiado, un exiliado o emigrante’ Los escribas a menudo usaban
para describirlos los términos sumerios o babilónicos para “asesino, ladrón” (sumerio
sa.gaz, babilónico ḫabbatu). Sin bien para el término Habiru ya era viejo para la segunda
mitad del segundo milenio solo en ese momento las personas que identificaba cobraron
gran importancia en el área siropalestina. Las referencias a los habiru aparecen en los
textos cuneiformes de todo el Cercano Oriente: en el Levante en los sitios de Kumidu, Ugarit,
Alalakh y varias ciudades cuyas cartas se encontraron en el archivo de Amarna; en Anatolia
en [49] la ciudad de Hattusa; en Nuzi hacia el norte de la Mesopotamia y en Nippus y
Babilonia en la Baja Mesopotamia. Los egipcios usaban también el término en sus
incripciones en jeroglíficos.
¿Quiénes eran? En el siglo XIX de nuestra era muchos académicos argumentaban
que el nombre se trataba de una designación étnica conectada con el término Hebreo pero
esta idea ya no está más vigente. La mayoría de los estudiosos ve hoy a Habiru como un
término genérico que indica miembros dislocados de las sociedades urbanas y tribales.
Fueron pensados como la “tercera posición”, ni sedentarios ni nómades 1. Tanto en las
sociedades urbanas como tribales, los individuos podían “desprenderse”, abandonar sus
familias a causa de la pobreza, el crimen o razones políticas. Esto incluso sucedía en los
niveles más altos de la sociedad. Idrimi, un miembro de la casa real de Aleppo, relata como
dejó su casa y su hogar y vivió entre los Habiru por siete años:

Tomé mi caballo, mi carro y mi mozo y partí hacia el desierto. Estuve con los guerreros suteos,
pasé la noche con ellos... Al día siguiente me marché y llegué a la tierra de Canaán. Me quedé
en el pueblo de Ammia en Canaán. En Ammia vive gente de Aleppo, de las tierras de Mukish,
niya y Amae. Descubrieron que yo era el hijo de su señor y se reunieron a mi alrededor... Por
siete años viví entre los Habiru2.

1 Bottéro 1981: 89.


2 Smith 1949: 14–16, traducción a partir de Longman 1991: 216–17.

4
Luego de eso, Idrimi se alió con el rey de Mitanni, quien lo nominó como rey de Alalakh. Es
importante notar que Idrimi eligió convertirse en Habiru, no nació como tal. Del mismo
modo, decidió volver a la sociedad urbana.
Los fugitivos encontraban entonces un lugar entre los grupos Habiru. Una vez allí,
nuestras fuentes dicen que adquirían algunas características básicas: se volvían agresivos y
revoltosos. Esa imagen se hace patente en la correspondencia de Amarna. En una carta al
rey egipcio un jefe local de Siria dice:

Y los Habiru capturaron Gilunu, una ciudad del rey, la saquearon y la prendieron fuego, apenas
si una familia de Gilunu escapó3.

No debería sorprendernos la actitud negativa hacia estas personas. Es un tema recurrente


en la literatura mediterránea y en la literatura mundial al respecto. Los grupos que existían
en los márgenes de las sociedades organizadas siempre fueron presentados como hostiles y
malvados. Incluso los nombres que se les asignaron se mantuvieron constantes a lo largo
del tiempo. Si los autores del segundo milenio a.C. hablaban de Habiru “refugiados”, sa.gaz
“asesinos”, ḫabbatu “ladrones”, aquellos del segundo milenio d.C. usaban los términos de
fuorisciti, banditi, ladri, “a nuestros ojos parias sociales, gente inadaptada” 4.
[50] La relación de las sociedades asentadas con los Habiru no estaba exenta de
ambivalencia. Los Habiru del Bronce Tardío eran los reclutas ideales como mercenarios. En
cualquier punto de la historia, los desarraigados se han considerados buenos guerreros
porque su lealtad estaba con quien les pagaba, no con su familia, tribu o país. De este modo
podemos ver Habiru formando parte de los ejércitos siropalestinos al mismo tiempo que el
término se convirtió en la designación para mercenario entre los hititas. Incluso tenían su
dios patrón. Los egipcios usaban a los Habiru en Nubia. Dos cartas encontradas en Kumidu
en el actual Líbano, en las cuales el rey de Egipto le escribió a sus vasallos en Damasco y
Shazena (localización desconocida), contenían este pedido:

3 Knudtzon 1907: 689, traducción de Moran 1992: 265 (carta 185).


4 Braudel 1972: 744.

5
Envíame Habiru..., sobre quien yo escribí en estos términos: “Los daré a las ciudades en la
tierra de Kush (Nubia), para que pueda asentarlos en lugar de aquéllos que deporté”5.

En la competencia regional de Siria-Palestina, muchos Estados trataron de usar a los Habiru


para su provecho, organizándolos y convirtiéndolos en enemigos de los países de donde se
habían escapado. Rib-Hadda de Biblos se quejaba incansablemente al rey de Egipto de que
Abdi-Ashirta de Amurru usaba los Habiru contra él. “Colocó a los Habiru y a los carros y no se
han movido de la entrada de Biblos6”. “Todas las tierras del rey hasta Egipto se convertirán
en Habiru7”. “Ahora escuché que él trajo a todos los Habiru para atacarme” 8. Al parecer,
todos los Estados siropalestinos empleaban Habiru. Las listas de Alalakh mencionan
grandes cantidades de ellos, por ejemplo 1.436 hombres de los cuales 80 eran carreros. En
las cartas a los rey de Egipto los jefes siropalestinos regularmente informan que sus Habiru
están bien, lo que cual revela el status especial de estas tropas en los ejércitos.
Los Habiru no eran los únicos. Eran un grupo entre un miríada de otro a grupos que
aparecen en los textos del Bronce Tardío habitando la periferia de la sociedad. Los autores
de los textos que leemos trataban a estas personas de la misma manera: los consideraban
como fundamentalmente diferentes. Los veían como la negación de los que ellos eran ¿Qué
podemos aprender de estas personas y cuánto de esta imagen era verdadera?

5 Traducción de Edzard 1970: 55–6.


6 Knudtzon 1907: 416, traducción de Moran 1992: 159 (carta 87).
7 Knudtzon 1907: 420, traducción de Moran 1992: 160–1 (carta 88).
8 Knudtzon 1907: 430, traducción de Moran 1992: 164–5 (carta 91).

6
Agricultores y pastores

Las periferias – tanto internas como externas – de los Estados del Mediterráneo
oriental compartían una característica básica, a pesar de su variedad ecológica: [51] no
podían mantener un estilo de vida sedentario. Eran, en consecuencia, el hábitat de la
segunda rama principal de la economía agrícola, el pastoreo. Proveían zonas de pasto para
los extensos rebaños de ovejas y cabras y para los rebaños de ganado que se criaban en
todo el Mediterráneo oriental. En toda la región, la economía de pastoreo se basó en la
trashumancia, el movimiento anual de rebaños entre los pastos de invierno y de verano.
Braudel distinguió dos tipos de trashumancia, a los que denominó normal e inversa. La
trashumancia normal involucraba a los habitantes de las tierras bajas que en verano
llevaban sus rebaños a las montañas, ya que los campos de las tierras bajas se utilizaban
para los cultivos agrícolas. El movimiento de los animales era una búsqueda de espacio. La
trashumancia inversa se daba cuando los habitantes de las tierras altas y sus rebaños se
movían hacia abajo en el invierno para escapar del frío. Así alcanzaban los mercados que
necesitaban para intercambiar sus productos por bienes que no podían generar ellos
mismos.
Al analizar estos movimientos, Braudel se centró en las penínsulas europeas del mar
Mediterráneo. En los dos tipos de trashumancia que describió, los animales terminaban
alejados de los campos y huertos durante en verano. Esto produjo un patrón ideal, ya que en
los meses de verano los agricultores no debían preocuparse por que los rebaños comieran
sus cultivos ya crecidos y podían concentrarse en la cosecha. Pero en el Mediterráneo
oriental las cosas eran más difíciles. El patrón en el que durante el verano los rebaños se
trasladaban a las montañas en búsqueda de buenos pastos existe, efectivamente. Lo vemos
en Grecia, Creta y otras islas, en Anatolia, la zona rural montañosa de Siria-palestina, y a lo
largo de los montes Zagros. Otros patrones de trashumancia eran más comunes, sin
embargo, e iban en dirección opuesta. Implicaban el traslado entre las estepas o desiertos y
las zonas agrícolas a lo largo de los ríos. En el Desierto Sirio, el Negev, los desiertos de los
alrededores de Egipto y la estepa mesopotámica, el pastoreo de invierno era posible lejos de
las tierras de cultivo, pero el pastoreo de invierno no lo era. En la mayoría de estas regiones
los rebaños entraban en los valles en busca de alimento en el apogeo de la temporada
agrícola, cuando los cultivos estaban maduros y era necesario cosecharlos. Los conflictos

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entre los agricultores y los pastores podían, entonces, surgir con facilidad, y los gobernantes
de los Estados intentaban controlar a los pastores, algo que no podían hacer durante el
invierno cuando se encontraban fuera de su alcance. En Egipto la situación era menos
polémica, ya que los rebaños llegaban justo después de que se completara la cosecha.
La trashumancia no significaba deambular sin rumbo, sino que seguía rutas
establecidas. Podían ser cientos de kilómetros (alrededor de 200 kilómetros era
generalmente el límite máximo) pero eran, en gran medida, fijas. Por lo tanto, los estados
podían tratar de establecer puestos de control en donde se supervisara el paso de los
pastores y, de ser necesario, se interrumpiera. Un singular documento egipcio ilustra dicha
[52] práctica. Es una carta de un oficial de frontera del reino de Mernepta, que afirma:

Acabamos de dejar pasar a las tribus Shosu de Edom la fortaleza de Mernepta-contento-con-la-


verdad, que está en Tjeku, hacia los estanques de Per-Atum [de] Mernepta-contento-con-la-
verdad, que están en Tjeku, para mentenerlos vivos y mantener vivo a su ganado.9

La carta muestra que a los pastores de Edom en Transjordania se les permitía ingresar
al Delta del Nilo para que su ganado pastara, pero la interpretación de este documento es
compleja. Es único, por lo tanto no sabemos si las circunstancias registradas fueron
excepcionales o parte del patrón normal de migración de los pastores edomitas. Si la
práctica era común, puede haber implicado un viaje anual de alrededor de 300 kilómetros
desde las áreas montañosas transjordanas, a través de la Península Sinaí, al Delta del Nilo.
Era un viaje largo, que en el reino de Mernepta comenzaba fuera del territorio bajo control
directo de Egipto. Pudo, sin embargo, haber sido un evento inusual, que ameritaba por ello
un anuncio especial. En ese caso, el texto se vuelve prácticamente inútil para un estudio de
los patrones de trashumancia. Las rutas seguidas pueden reconstruirse en ciertas zonas
históricas, pero no en la nuestra. Solo podemos asumir que había ciertas similitudes entre
aquellas del pasado lejano y las de épocas más recientes, pero no podemos estar seguros.
[53] A menudo los investigadores suelen estudiar el estilo de vida de los pastores no
sobre las bases de pruebas antiguas sino a través de paralelos etnográficos. Investigan los
patrones de trashumancia de los pastores modernos en las regiones donde existió el

9 Traducción a partir de Giveon 1971: 131-3 y Wilson en Pritchard 1969: 259.

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nomadismo pastoril antiguo. Existe un peligro en esta práctica, que es asumir que el
comportamiento pastoril no ha cambiado demasiado con el tiempo y que los ambientes
naturales permanecieron más o menos iguales también. Algunos investigadores han
criticado enfáticamente esta suposición. Argumentan que las prácticas tradicionales de hoy
no son necesariamente paralelas al comportamiento de pueblos prehistóricos y antiguos. En
el caso de la trashumancia, la concepción de que los pastores necesitaban trasladarse de
pastos de invierno a pastos de verano es válida únicamente cuando se trata de grandes
rebaños. Los más pequeños podían sobrevivir en lo que había disponible, con la ayuda de la
alimentación por estabulación. Más aún, los terrenos que hoy en día sirven como pasto en
tierras altas eran generalmente demasiado boscosos como para servir a todos menos a los
rebaños más pequeños en el pasado. Y las relaciones sociales y económicas entre los
pastores y los granjeros puede haber cambiado fácilmente desde la antigüedad. Estas
objeciones presentan, de hecho, grandes dificultades para los historiadores, ya que solo
podemos asumir que el estilo de vida general de los pastores ha sobrevivido, pero no
podemos conocer demasiados detalles.
Los historiadores del Mediterráneo Oriental se refieren a los pastores como pastores
nómadas o seminómadas, términos un tanto inusuales que hacen pensar en los nómadas
con camellos o caballos que más tarde se volvieron tan importantes en la historia de la
región. El término seminómada es especialmente confuso, ya que sugiere una fase evolutiva
de un desarrollo entre el nomadismo total y una existencia establecida. El seminomadismo
no era, por cierto, una fase intermedia. Era una forma de vida que sobrevivió por milenios, y
que existe aún hoy en día a pesar de los programas de asentamiento forzoso de los
gobiernos. Yo prefiero, por lo tanto, el término nómadas. Es crucial en el estilo de vida de los
nómadas el hecho de que se trasladaban en dos mundos: dentro y fuera de los estados. Los
gobiernos de los estados trataron de controlarlos por medios militares. Su capacidad para
hacerlo era, sin embargo, débil, debido a que el ambiente natural de los pastores no era
adecuado para conflictos armados convencionales.
Había muchas variedades de estilos de vida no sedentarios, tanto como sedentarios,
dependiendo del ambiente ecológico y de los animales criados. A finales del segundo
milenio, el nomadismo a larga distancia en camello ya no existía, y los nómadas se
trasladaban con rebaños de ganado vacuno, ovejas y cabras. Además de la variación en los
patrones de trashumancia mencionada anteriormente, también existían diferencias en la

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permanencia y la demarcación de las zonas de pastoreo utilizadas. Muchas comunidades de
pastores poseían contacto estrecho con comunidades sedentarias, como dos ramas de un
mismo grupo. Otras migraban más ampliamente y solo podían descansar en campamentos
temporarios. Podían hacerlo en zonas grandes o más restrictivas. Nuestros textos no nos
permiten distinguir entre estos grupos diversos, y nos vemos forzados a estudiarlos a todos
bajo un mismo título.
El limitado conocimiento de los historiadores sobre los pastores es un problema. Estos
pueblos no tenían escritura y, arqueológicamente su presencia no puede establecerse
fácilmente. Los vemos a través de los ojos de los pueblos asentados, y éstos últimos no los
consideraban amablemente. En todas las culturas antiguas, lo nómade se destaca como lo
“extraño” por excelencia. El pueblo civilizado cuyos textos leemos veía al estilo de vida no
sedentario como un signo de primitivismo y falta de cultura. El historiador del Cercano
Oriente se encuentra en una situación precaria. Mientras que en la Grecia clásica, por
ejemplo, encontramos descripciones que parecen etnográficas sobre los nómadas –
naturalmente con su propia agenda – en el Cercano Oriente debemos armar una imagen de
los pastores derivada de fuentes divergentes. La academia produce una imagen de los
pastores basada en referencias de textos literarios combinados con afirmaciones en cartas y
en inscripciones reales. La formulación de esa imagen está muy influenciada por las
cambiantes concepciones de el escritor de hoy en día con respecto al nomadismo antiguo.
En la década de 1960, la vieja idea de nómadas itinerantes del desierto invadiendo las
zonas agrícolas de Medio Oriente en sucesivas oleadas (amorreos, arameos, árabes) fue
reemplazada por [54] una que veía un proceso constante de sedentarización de nómadas
empobrecidos y hostiles. Esa mirada estuvo un tanto desafiada más adelante, y condujo a lo
que parece ser el consenso académico actual. En lugar de una relación antagónica entre
pueblos nómadas y sedentarios, iniciada por el deseo nómada de asentarse, había una
complementariedad entre ambos grupos, que combinaba las dos ramas de la economía
agrícola. Idealmente, el granjero y el pastor vivían una relación simbiótica que beneficiaba a
ambos. El granjero producía cultivos y tenía acceso a bienes manufacturados de los que
carecían los pastores. Los pastores controlaban los productos animales que necesitaban los
pueblos sedentarios: productos lácteos, carne, lana, pieles, intestinos y huesos. En patrones
regulares de trashumancia, los rebaños pastaban los campos vacíos en invierno y
proporcionaban, por lo tanto, fertilización natural y, recortando las plantas jóvenes,

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estimulaban su crecimiento. En verano, los granjeros podían recolectar la cosecha y
almacenarla de forma segura mientras los animales se encontraban fuera de su camino.
La coexistencia idílica no es la que leemos en textos, no solo en el período y la región
en los que nos enfocamos aquí, sino en casi cualquier lugar y momento. Los pastores
nómadas aparecen típicamente retratados como incivilizados, violentos y peligrosos. La
perspectiva negativa constante de los pueblos sedentarios sobre sus vecinos nómadas es
muy notable y es importante para nosotros preguntarnos por qué existía. ¿Es posible que
nosotros, los académicos, idealicemos la interacción entre granjeros y pastores?
¿Cómo eran retratados, entonces, los pastores nómadas? Un primer elemento que se
destaca es la falta de precisión en el uso de nombres. Se preserva un gran número de
nombres: Lullumu, Qutu, Sutu, Habiru, Shosu, Medjay y muchos otros. Suenan como si se
refirieran a grupos de personas bien definidos, tribus o asociaciones tribales. Pero siempre
que los académicos han recolectados datos sobre ellos, hay concluido que los nombres se
aplicaban vagamente y pretendían aludir a un estilo de vida. Por otro lado, los términos
utilizados para designar a los pueblos nómadas en áreas particulares fueron cambiando con
el tiempo. En el norte de Siria, por ejemplo, observamos una sucesión de nombres durante
el final del segundo milenio: Suteos a Ahlamu a arameos. Probablemente hacían referencia
a una variedad de grupos tribales que utilizaban las mismas rutas para sus movimientos
pastorales a través de la región, y la evolución muestra que los autores de nuestros textos
los distinguían de alguna forma y percibían un cambio a través del tiempo. Quizás los grupos
nómadas fueron diferenciados desde el comienzo de su existencia, pero más adelante sus
nombres se convirtieron en términos despectivos. Los Suteos pueden haber sido un grupo
bien definido en el norte de Siria a comienzos del segundo milenio, cuyo nombre pronto se
convirtió en un término genérico para los pastores nómadas. Ese término genérico puede
haber pasado, así, de una lengua a otra para referirse a un grupo de personas
completamente diferente. Los hititas, por ejemplo, utilizaban el [55] nombre Suteo para
referirse a los gasga, pueblo nómada del norte de Anatolia no relacionado, por cierto, con el
grupo del norte de Siria.
La confusión de nombres refleja en parte la idea de que los pueblos nómadas estaban
fuera de la Historia y podían ser designados, por lo tanto, con términos desactualizados. A
los ojos de los autores de nuestros textos, el tiempo se detuvo entre los nómadas. El nombre
de un pueblo que vivía en los Montes Zagros en el tercer milenio, los gutis, seguía siendo útil

11
para los babilonios del primer milenio para referirse a los persas. Esta actitud, sin embargo,
no lo explica todo. Parece haber habido ambivalencias en el uso de tales nombres: a veces
eran indicativos de grupos específicos, otras veces se referían a un estilo de vida. Al no
poder distinguir los dos usos, debemos ser cuidadosos con la compilación de listas de
referencias a un nombre particular utilizando textos de diferentes períodos, estados y
géneros. Combinamos datos con connotaciones muy diferentes.
Los autores de nuestros textos mostraban poco conocimiento acerca de los pueblos
nómadas, más allá de los nombres. Quizás el aspecto más importante de la visión
sedentaria en el Cercano Oriente antiguo sobre los pueblos no sedentarios era que los
consideraban por fuera. Poseían una otredad que los autores de nuestros textos no podían
comprender. Un ejemplo singular de esta actitud aparece en la Historia de Sinuhé en Egipto.
La historia es de una fecha anterior al periodo en discusión aquí – más del comienzo que de
fines del segundo milenio – pero dado que es realmente la única descripción extensa
disponible de la vida entre los pastores nómadas, no podemos ignorarla.
En resumen, la historia es la siguiente: Sinuhé, un alto oficial de la corte del Rey del
siglo veinte, Amenenhat, huye cuando el rey muere aparentemente por temor al Príncipe de
la Corona Sesostris, que se encuentra en ese momento en una campaña contra los libios.
Cruzando el Nilo y los “Muros del Príncipe, hechos para controlar a los asiáticos y para
aplastar a la gente de la arena”, es decir, a los nómadas, llega a Palestina, donde la sed casi
lo mata. Pero un jefe nómada, “un hombre que había estado en Egipto”, lo salva. Sinuhé
termina con la tribu del jefe de la parte alta de Retenu, Amunenshi, un hombre con un
nombre amorreo semítico-occidental, que respeta a Egipto y a su nuevo Rey, Sesostris I.
Sinuhé incluso se casa con la hija de Amunenshi y se le permite elegir una zona en la que
vivir.

Era una hermosa tierra llamada Yaa. En ella había cultivos de higos y uvas, y más vino que
agua. Su miel era abundante, y sus olivos numerosos. En sus árboles había toda variedad de
frutas. Había cebada y espelta, y un sin fin de variedades de ganado vacuno. Lo que me tocó
en suerte como favorecido era estupendo. Él me estableció como jefe de una tribu [56] una de
las mejores de su tierra. Obtuve raciones como pago diario y vino como requerimiento diario,
carne cocida y aves asadas, además de las presas del desierto. Cazaban para mí y dejaban los
alimentos delante de mí, además de la captura de mis perros de caza. Preparaban para mí

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muchas cosas dulces con leche en todo lo cocinado. Pasé muchos años, mientras mis hijos se
convertían en hombres fuertes, cada uno manejando su (propia) tribu10.

Sinuhé se distingue a sí mismo como un gran guerrero, que culmina en un duelo con el
campeón de otra tribu. Como es de esperar, Sinuhé gana la batalla y captura las posesiones
de su oponente como premio. Entonces su éxito como líder tribal se completa, y obtiene
toda la riqueza que podría desear. Pero Sinuhé quiere regresar a Egipto, para vivir cerca de
su Rey y tener un entierro apropiado. Sesostris le concede permiso para regresar, lo
restituye como cortesano y le permite vivir en el palacio y ser enterrado en una pirámide.
La historia está estructurada de forma tal que la vida de Sinuhé como cortesano
egipcio enmarca toda la narración. No hubo ningún cambio en su situación entre el
comienzo y el final de la historia, de modo tal que la parte intermedia – la permanencia de
Sinuhé en Palestina – se destaca como el momento en el que las cosas eran diferentes. El
cambio se enfatiza al cruzar Sinuhé una frontera clara, “los Muros del Príncipe”, que
separaban Egipto de Asia. El ambiente que encuentra en Asia es claramente retratado como
no sedentario: no hay aldeas ni ciudades, Sinuhé vive en una tienda, el ganado es uno de
los recursos principales de su pueblo y de sus enemigos, y la organización social es tribal.
Aún así, la imagen no es un retrato exacto de las condiciones nómadas. La vida de lujo que
Sinuhé lleva en Palestina se parece mucho a la vida de un estado agrícola en Egipto: son
abundantes los árboles de fruta, el grano y los animales de granja, hay gran cantidad de
carne de animales cazados y él “obtenía raciones como pagos diarios”, algo que se adapta
más a la vida de un cortesano egipcio que a la de un nómada palestino. El autor de este
texto quería mostrar que Sinuhé había sido extremadamente exitoso en el extranjero – de lo
contrario su deseo de volver a casa no hubiera sido un fuerte signo de la superioridad de la
vida egipcia – pero solo pudo expresar una vida cómoda como sedentaria. Es, por ende,
inútil para nosotros hoy en día buscar en este texto una guía sobre las condiciones no
sedentarias en Siria-Palestina.
La representación positiva de los nómadas como sucedáneos egipcios en la Historia
de Sinuhé fue una excepción. En todas las fuentes del mundo del Mediterráneo Oriental los
pueblos no sedentarios eran retratados como bandidos y ladrones. No solo ven los autores

10 Simpson 2003: 58.

13
su forma de vida como completamente incompatible con la cultura, también representaban
a los nómadas apenas como humanos. A finales de la Edad del Bronce esa actitud se
resume mejor en otro texto egipcio:

[57] El estrecho valle es peligroso debido a los shosu, escondidos por debajo de los arbustos.
Algunos de ellos tienen cuatro o cinco codos (de altura) entre sus narices y sus pies, y tienen
rostros sombríos. No son amigables y no aceptan la adulación.11

Esta representación es innegablemente un estereotipo: se dice que el salvaje feroz


mide entre 2,5 y 3,5 metros de altura.
La ferocidad es el principal atributo de los nómadas en los textos del Cercano Oriente,
tanto los de la antigüedad como los más recientes. Cada cita de este capítulo demuestra
esto. Casi todas las interacciones entre los estados y los grupos nómadas aparecen como de
naturaleza militar. Los nómadas eran los antagonistas, los objetivos de las campañas
militares. Solo una situación ofrecía la excepción a esta regla. Los miembros de los grupos
nómadas podían volverse militarmente útiles para los estados como mercenarios, lo cual
más bien confirma la noción de que lo único que hacían bien era luchar. Pero estas ideas no
son sorprendentes. Parecen ser estereotipos casi universales: los habitantes de ciudades y
pueblos detestaban a aquellos de las montañas y desiertos. Hay, por lo tanto, una
contradicción entre la imagen negativa de los nómadas, encontrada en los textos de casi
todas las sociedades sedentarias, y la insistencia de la academia moderna en que los
pastores y los granjeros se complementan económicamente unos a otros. Por un lado, los
textos antiguos describen a los nómadas como apenas humanos, incivilizados y agresivos,
por el otro los académicos modernos enfatizan los aspectos positivos del estilo de vida de
los pastores y reiteran que contribuyen a la economía de los pueblos sedentarios. Este
contraste es demasiado escueto, en mi opinión, y no puede atribuirse únicamente a los
prejuicios de los antiguos.
Una de las principales razones de la contradicción parece derivar del hecho de que nos
vemos forzados a agrupar una amplia variedad de pueblos bajo la designación común
“nómada”. Los textos antiguos no nos permiten distinguir entre comunidades de pastores en

11 Traducción a partir de Fischer-Elfert 1986:202.

14
los márgenes de un estado y grupos de bandidos que están presentes en cada sociedad
rural y que se aprovecharon de hecho de las comunidades organizadas bajo control estatal.
Existían muchas variantes de grupos nómadas, y su relación con los estados también
variaba. La complementariedad económica de los granjeros y los pastores no significaba
que ambos tuvieran siempre una relación simbiótica y que ambos fueran conscientes de los
beneficios económicos de la coexistencia armoniosa. Podían interactuar de muchas formas,
y un elemento que debe haber jugado un rol primordial es el grado en el que competían por
los recursos. El tipo de trashumancia en el que los rebaños aparecen en las zonas agrícolas
en el verano cuando los cultivos estaban maduros debe haber provocado grandes
preocupaciones entre los granjeros. Pero en regiones en las que los rebaños se trasladaban
a las zonas altas durante el verano, las tensiones deben haber sido mucho menores. En
general, es importante tener en cuenta [58] que los pastores y los granjeros tienen actitudes
fundamentalmente opuestas hacia el ambiente natural: mientras que los pastores no
desean cambiar el medio ambiente y se trasladan cuando los recursos de un territorio han
sido utilizados, los granjeros siempre intentan mejorar la tierra que trabajan y necesitan
permanecer en ella.

15
Mapa 3.1 Grupos nómades del Mediterráneo Oriental en el Bronce Tardío y sus principales areas de
acción

Los textos a nuestra disposición también colocan a los grupos buscando una entrada
forzada a los territorios del estado (por ejemplo, los libios en Egipto) al mismo nivel que
aquellos que se rehusaban a aceptar la interferencia del estado en sus propios territorios
(por ejemplo los nómadas del norte de Siria contra Asiria). Mucho del antagonismo mostrado
en el material textual puede deberse a la resistencia nómada contra la penetración estatal
antes que a la agresión nómada. Cualquiera que desafiara al estado era considerado como
bandido y rebelde; tal definición agrupa una gran variedad de pueblos. Por otro lado, no
debe pasarse por alto la agresión en el comportamiento de los grupos nómadas. Dado que

16
las restricciones y la violencia no se aplicaban a quienes se encontraban por fuera de su
propia estructura social, la actitud de los nómadas hacia los pueblos sedentarios puede
haber sido extremadamente cruel. No se si esto se debe verdaderamente a su pertenencia a
sociedades enfrentadas donde la revancha es un deber y todos los desacuerdos son
tratados como oportunidades para la violencia, como algunos académicos sugieren, pero su
excesiva crueldad ocasional no puede dejarse de lado. También bandidos sociales, los
fugitivos de las sociedades agrícolas se comportan de maneras despiadadas al lidiar con los
representantes del estado. No debemos idealizar los hábitos de los nómadas.

¿Quiénes eran estos nómadas?

Numerosos pueblos vivieron en las fronteras de los estados de finales de la Era del
Bronce, y sus relaciones con esos estados deben haber variado en muchos aspectos. El
sesgo negativo de la documentación hace que sea difícil separar los prejuicios de la
realidad. Las fuentes tienden a agrupar grupos nómadas dentro y fuera de los estados, lo
cual es sin duda engañoso. Un breve sondeo de las interacciones de algunos de estos
estados con estos grupos ilustra los problemas que enfrentamos.
Comencemos con Egipto. El estado del Nuevo Reino de Egipto se extendía a lo largo
del Valle del Nilo por más de 2,000 kilómetros, pero su alcance en regiones más allá del
valle era débil. Estaba rodeado caso en todas partes por regiones donde la residencia
permanente era imposible. Hacia el Oeste llegaba a la inmensa región del Desierto de
Sahara, cuya franja más septentrional era la única zona adecuada para el pastoreo nómada.
A lo largo de la costa mediterránea del Norte de África vivían varios grupos de tribus, a
quienes los egipcios daban el nombre colectivo de Tjemhu. En este periodo los dos grupos
que parecen haber sido dominantes [60] eran los Libu, “Libios” y los Meshwesh, pero
muchos otros poblaban el oeste del desierto. El centro de sus actividades era
probablemente el Cirenaica, unos 700 kilómetros al Oeste del Delta del Nilo, donde podían
alimentar a sus rebaños, pero una delgada franja relativamente bien irrigada a lo largo de la
costa les permitió moverse hacia el Este y alcanzar Egipto. Es probable que el patrón de
trashumancia con estadías estacionales en el Delta del Nilo haya sido común durante
muchos siglos, y bajo el control de los egipcios. En el siglo trece la situación parece haberse
desarrollado de tal modo que los egipcios percibían la presencia de las tribus del Oeste

17
como un problema. Ramsés II construyó una larga línea de fortalezas a lo largo del borde
Oeste del delta desde Memphis al mar, y a lo largo de la costa libia por al menos 300
kilómetros, aparentemente para poder controlar los movimientos tribales. Su sucesor,
Merneptah, se refirió con gran detalle al modo en que combatió una coalición de libios con
los Pueblos del Mar del norte en su quinto año. Los representó, en textos y en imágenes,
como feroces luchadores tratando de entrar de forzosamente en Egipto, y afirmó que solo su
valiente resistencia los mantuvo alejados. No mucho más tarde, Ramsés III enfrentó
exactamente los mismos problemas. Reivindicó que dos veces en una rápida sucesión
derrotó ampliamente a una alianza entre los libios y los Pueblos del Mar.
[59]
Hay problemas para interpretar las narraciones de estos reyes. ¿Fue la presión de los
libios mayor que lo que había sido antes? De ser así, ¿cuáles fueron las razones? ¿Los
empujaron otros hacia el Este o se enfrentaron a una hambruna? Si se trató de una
hambruna, ¿qué fue lo que la provocó? ¿Tuvo lugar algún tipo de cambio social entre los
grupos libios, que los llevó a buscar un asentamiento permanente, solamente disponible en
el Delta del Nilo? ¿O la competencia por regiones compartidas por grupos con diferentes
estilos de vida se desbordó dentro de Egipto? También es posible que lo que sucedió no
fuera más que una decisión real de interrumpir un patrón habitual de movimientos
pastorales dentro del delta. Los egipcios pueden haber representado acciones militares
bastante triviales contra tales grupos en términos de conflictos de estado contra estado,
porque el lenguaje de las descripciones militares solo preveía conflictos en ese tipo de
escenarios. Más allá de lo que haya pasado en el siglo trece, está claro que los libios
ingresaron a Egipto y se convirtieron en una presencia política importante en el Oeste del
delta y más allá. Algunas de las dinastías que sucedieron al Nuevo Reino egipcio fueron
descendientes de mercenarios libios que se habían establecido allí. ¿Su éxito fue resultado
de sus servicios mercenarios a los egipcios o de una invasión militar? No lo sabemos.
En el Sur, los egipcios enfrentaron diferentes grupos de pueblos nómadas, y sus
interacciones no fueron exactamente las mismas. Las fuentes mencionan una multitud de
nombres de regiones al Sur de Nubia pobladas por nómadas, incluyendo Miu, Irem,
Gawerses, Tiurek, Weresh y Tirawa.

18
Figura 3.2 Tropas Medjay rinden homenaje a su nuevo jefe, Nebamun. Esta escena en una tumba de
Tebas occidental cómo los antiguos nómades hostiles del desierto podían ser completamente integrados al
Estado. Tomado de Davies 1923: pl. 27

[61] El control territorial de Egipto era firme solo hacia el Sur hasta la cuarta catarata, y
estas regiones estaban ubicadas probablemente más allá de ese punto. No era posible ni
necesario el control directo, pero los egipcios exigían el pago de tributo, incluyendo algunos
productos de África central imposibles de obtener de otro modo. La ocasional acción militar
egipcia podía garantizar que continuaran las contribuciones. No hay evidencia de que los
pobladores de regiones al sur de la cuarta catarata intentaran trasladarse al norte dentro
del territorio egipcio. Aún, después de que desapareciera el Nuevo Reino, formaron el núcleo
de un poderoso estado en un punto conquistado al Sur del propio Egipto. ¿Fue su formación
estatal el resultado a largo plazo de los contactos egipcios, o de un desarrollo
independiente?
Los nómadas del desierto oriental eran llamados Medjay, y desde comienzos del
segundo milenio causaron problemas a los egipcios, de forma intermitente. Los Medjay se
trasladaron alrededor del desierto oriental, desde la región situada por debajo de la primera
catarata hasta quizás tan al Norte como el Bajo Egipto. Asaltaban frecuentemente a los

19
mineros de oro y a los transportadores egipcios. Sin embargo, los Medjay resultaban
también útiles para los egipcios. Desde antes del Nuevo Reino eran reclutados como fuerzas
especiales para el ejército. Durante el Nuevo Reino sirvieron como policías, custodiando
cementerios y manteniendo el orden en la aldea. La cabeza de estas tropas era un hombre
de alta reputación. La tumba tebana de un capitán de la policía, Nebamun, está
exquisitamente decorada, incluyendo una escena que muestra a sus hombres rindiéndole
homenaje (ver figura 3,2). Los Medjay podían, por lo tanto, hacer carreras dentro del estado
egipcio.
Finalmente, los egipcios se encontraron con grupos nómadas en la zona siropalestina
que habían conquistado. El paisaje allí era diferente al de Egipto, por lo tanto las
interacciones entre los grupos sedentarios y los nómadas fueron también diferentes. En
lugar de estar ubicados por fuera de las zonas de control estatal, los grupos siropalestinos
residían a menudo en su centro. En este entonces, un bosque muy espeso cubría aún gran
parte de las montañas de la región. El término francés maquis es el que mejor caracteriza el
ambiente natural: plantas resistentes enraizadas en las grietas de las montañas, de alturas
superiores a las de una persona. Los arbustos eran muy difíciles de eliminar, especialmente
con las herramientas de la Edad del Bronce. Los pastos y pequeñas zonas cultivables
estaban disponibles únicamente en las regiones más bajas de la zona montañosa. Era una
zona ideal para los pastores nómadas, imposible de controlar para un ejército regular. Los
habiru se movían por esta zona, y durante la conquista inicial de la región siropalestina por
parte de los egipcios, representaron un desafío militar tan grande como el de las ciudades.
Amenhotep II revindicó – probablemente exagerando – en su lista de botín la captura de
36,000 habiru. [62]
[63] Los habiru no eran el único pueblo en Siria-Palestina que causaba problemas a
los egipcios. Estrechamente relacionados con ellos estaban los Suteos, igualmente odiados
y también integrados en los ejércitos locales. Quizás más concentrados en las zonas
montañosas de Transjordania estaban los Shosu, que aparecen en los textos egipcios
durante todo el Nuevo Reino. Los Shosu eran activos en el Negev, Palestina y también en
Siria, pero probablemente solo como asaltantes más que como pastores. Como
mencionamos anteriormente, el Este del Delta del Nilo debe haber sido importante para
ellos ya que se les permitía utilizarlo para pastar, aunque bajo supervisión del Estado
egipcio. Diferentes pueblos; diferentes regiones; diferentes interacciones; pero los patrones

20
básicos siguen siendo los mismos. Aunque estos grupos se encontraban por fuera del
control directo del Estado egipcio, tenían contacto regular con éste. Las fuentes se centran
en los enfrentamientos militares – una preocupación natural para la contabilidad del
gobierno – pero quizás hayan sido la excepción más que la regla.
Los mismos patrones se atestiguan a través de todo el Mediterráneo oriental. En
Mesopotamia, tanto en Asiria como en Babilonia, el grupo más importante de este período
se llamaba Ahlamu, un nombre que más adelante se asociará con los arameos, cuya
presencia no está certificada antes del siglo doce. No podemos hacer una distinción entre
ambos grupos, y lo mejor parece ser considerarlos como dos pueblos relacionados que
poseían los mismos patrones de trashumancia y las mismas relaciones con los estados. A
comienzos del primer milenio, los arameos se volvieron la fuerza política más poderosa en
una zona inmensa entre el Oeste de Siria y el Golfo Pérsico. Representan un ejemplo más
elocuente de cómo los grupos nómadas pueden establecerse, tomar los centros urbanos y
alcanzar posiciones políticas de liderazgo. A comienzos del primer milenio, los pequeños
estados de Siria eran controlados predominantemente por los arameos, Asiria tenía que
resistir su presión, y los arameos eran una de las poblaciones más numerosas de Babilonia.
Si los arameos estaban de hecho estrechamente vinculados a los Ahlamu, su aparición en la
región no había sido reciente.
Tendemos a ubicar el centro de actividad de los Ahlamu y los arameos en el norte de
Siria donde los asirios los encontraban durante sus campañas. Salmanasar I (reinado 1273
– 1244), por ejemplo, afirma que “Shattuara, rey de la tierra de Hanigalbat, y los ejércitos de
Hatti y los Ahlamu, aprovecharon mis pasajes y mis abrevaderos.”12 No mucho más tarde,
Hattusili III de Hatti, en una larga carta reprendió a Kadashman – Enlil de Babilonia por su
falta de control sobre los Ahlamu, que bloquearon el paso de los mensajeros entre ambos
países. 13 Es posible que la destrucción del estado de Mittanni haya provocado una mayor
libertad de movimiento para los Ahlamu en el norte de Siria. Pero, aún un siglo antes
encontramos a los Ahlamu en un lugar igual de lejano del norte de Siria que Dilmun, la isla
de Bahrein en el Golfo Pérsico. Dos cartas de la época del rey Burnaburiash de Babilonia
(reinó entre 1357 – 1333) poseen quejas sobre los problemas generados por los Ahlamu:

12 Traducción a partir de Grayson 1987: 184.


13 Oppenheim 1967: 140-3.

21
“Aquí los Ahlamu se han llevado los dátiles, de manera que no puedo hacer nada” [64], no
hay nada que pueda hacer”. Y, “Los Ahlamu, de hecho, solo me hablan de violencia y
saqueo; de paz no me hablan. El señor me obligó a preguntarles, pero ellos no
obedecieron”. 14 Debemos ser cuidadosos de no enfocarnos demasiado en el nombre del
pueblo enemigo, sin embargo; el término Ahlamu bien puede haber sido un término genérico
para los nómadas. Para hacer las cosas aún más confusas, el término suteo, muy conocido
en las fuentes siropalestinas, aparece en las fuentes mesopotámicas casi como sinónimo de
Ahlamu.
Las relaciones entre los mesopotámicos sedentarios y los nómadas parecen haberse
vuelto cada vez más hostiles, y a fines del siglo XII los estados estuvieron a la defensiva y
finalmente perdieron el control sobre gran parte de su territorio. Los arameos penetraron en
el corazón de Asiria y forzaron a Tiglatpileser I (reinado 114 – 1076) a abandonar su capital
y retirarse a las montañas. Un poco antes, durante el reinado de Adad-apla-iddina (1168 –
1147), habían saqueado las ciudades de Babilonia llevándose objetos de culto de diferentes
templos. Llamativamente, fueron los asirios quienes recuperaron estas estatuas y las
devolvieron a los babilonios, lo cual sugiere algún tipo de alianza de los pueblos sedentarios
contra los nómadas. Sin embargo, los nómadas parecen haber sido imparables, y la
importancia política de los arameos durante el primer milenio demuestra su éxito definitivo
en la penetración de las zonas sedentarias.
Los asirios no sólo se enfrentaron a los nómadas del oeste, sino también en las
montañas al este y al norte. Nombres como Qutu, Lullumu y Shubaru aparecen entre sus
enemigos, pero probablemente estos nombres se utilizaban indiscriminadamente para
referirse a las tribus de las montañas. Qutu era un término arcaico derivado de las tribus
guti del tercer milenio; Lullumu también era un nombre antiguo que se encuentra en la
segunda mitad del segundo milenio en los entornos geográficos entre el norte de Siria y el
este del Tigris; Shubaru significa simplemente “norteño”. El hecho de que los asirios querían
mantener bajo control a estos pueblos de la montaña está claro, pero la medida de su éxito
es cuestionable. A pesar de los repetidos ataques, las asociaciones tribales orientales de
Uruatri y Nairi resistieron bien la influencia asiria, y a comienzos del primer milenio formaron
el estado Urarteo, durante mucho tiempo uno de los oponentes más formidables de Asiria.

14 Traducción a partir de Comwall 1952.

22
Estos ejemplos, desde los estados sobre los que poseemos la mayor cantidad de
información textual, demuestran los patrones de interacción desde el punto de vista de los
escritores. Los nómadas eran enemigos externos que debían ser dominados. Diferentes
pueblos fueron agrupados sin ningún reconocimiento de las diferencias entre ellos. Los
gobernantes de los estados solo hablaban en términos de enfrentamientos militares y
siempre reivindicaban la victoria sobre los nómadas. La situación política del [65] primer
milenio en toda la región muestra, sin embargo, que los nómadas no habían sido resistido
con éxito y que habían obtenido poder político.

Los nómadas y las reflexiones posteriores acerca del final


de la Edad del Bronce Tardío

La imagen negativa de los nómadas en las fuentes de fines del Bronce Tardío es
ubicua y constante. Los autores de los escritos de fines del segundo milenio, habitantes de
ciudades establecidas, agrupaban a los nómadas, dentro y fuera de las fronteras de los
estados de la época, todos juntos en una masa confusa de nombres, viéndolos a todos
como violentos e indignos de confianza. Los gobernantes de los estados consideraban a los
nómadas como objetivos militares, e intentaban dominarlos porque hacían del campo un
lugar inseguro. Por otro lado, todos reclutaban nómadas como mercenarios, utilizando su
destreza militar en beneficio propio. Los autores sedentarios mostraban un enorme
desconocimiento sobre las formas de vida nómadas. Desde luego, no reconocían la
complementariedad económica que los estudiosos modernos ven entre los pastores
nómadas y los agricultores sedentarios.
Esta constante actitud negativa contrasta sorprendentemente con las tradiciones
narrativas del primer milenio aC. En ese momento, la gente, mirando a su pasado, reconocía
sus raíces entre los nómadas. En lugar de considerar la vida nómada como una negación de
la cultura, la veían como una forma de vida primitiva que habían abandonado. Esa visión se
expresa en las dos tradiciones literarias antiguas del Mediterráneo Oriental que
posteriormente más han informado al mundo occidental.
Los autores clásicos, desde Homero a los escritores romanos, veían a los inmigrantes
dentro del continente griego como los creadores de su propio mundo, el cual había

23
reemplazado al mundo micénico. Tucídides, por ejemplo, fue explícito acerca de los orígenes
nómadas y extranjeros de los habitantes de Grecia:

El país que ahora se llama Hellas no tenía población asentada en la antigüedad; en su lugar
hubo una serie de migraciones, ya que las diversas tribus, bajo constante presión de los
invasores que eran más fuertes que ellas, siempre estaban preparadas para abandonar sus
propios territorios.15

Los griegos del período clásico se enorgullecían de sus diferentes identidades étnicas
– dorios, jónicos, aqueos – e incluso una vez establecidos completamente en ciudades
insistieron en su pertenencia a distintos grupos tribales. Definían su población urbana con el
término phylai, un término más o menos traducible como “tribu”. Al principio, los
académicos modernos veían estos relatos como reflejo de los acontecimientos reales, y
haciendo una selección cuidadosa trataron de [66] reconstruir un intrincado patrón de
migración que cubría la totalidad del mundo egeo. En la actualidad muchos académicos
consideran que esta reconstrucción es inútil porque depende de fuentes dispersas y
contradictorias, y argumentan que la clasificación tribal de los griegos urbanos fue una
invención del siglo VI DC.
Asimismo, los textos bíblicos afirman que los ancestros de los pueblos de Israel y Judá
eran pastores nómadas que vivían en la periferia de la cultura urbana. Las hambrunas los
obligaron a migrar a Egipto, donde residieron durante muchas generaciones, antes de que
sus numerosos descendientes invadieran y conquistaran la tierra de Canaán. Allí
reemplazaron el sistema político existente con una liga de 12 tribus, cada una controlando
un territorio y sus ciudades, y gradualmente esta liga se fue desarrollando hasta convertirse
en un estado territorial bajo el gobierno de un rey. Las últimas etapas de esta evolución no
solo se encontraron en Israel, según la Biblia, sino también en los estados vecinos, como
Edom y Moab. La región siropalestina en su conjunto, así, experimentó una transición de
tribu a estado. En toda su historia posterior, los pueblos de Israel y Judá vieron su filiación
tribal como un elemento fundamental de su identidad, incluso cuando ya estaban asentados
en ciudades. Al igual que los estudiosos clásicos, los de la Biblia han pasado de una lectura
literal de los textos a una más crítica, que niega la historicidad del estilo de vida nómada de

15 Libro I 2, traducido de Wamer 1972:35.

24
los patriarcas, las historias sobre la conquista de Canaán, y las raíces antiguas de las
identidades tribales.
Los debates, tanto académicos como bíblicos, acerca de cuántas de las tradiciones
antiguas podemos aceptar y cuántas deben ser rechazadas continúan propagándose, y la
literatura moderna sobre el tema es enorme. No puedo entrar en el debate. Lo que nos
interesa aquí es el hecho de que en un punto de sus historias, los autores de ambas
tradiciones vieron sus orígenes en las sociedades tribales que habían conquistado la zona
que habitaban y sostuvieron que las divisiones tribales eran importantes en sus propias
épocas. Los griegos, los israelitas y los judíos formularon la idea de que las tribus asentadas
se desarrollaron hasta convertirse en estados. Según su mirada, el desarrollo fue de la
barbarie a la civilización, y Tucídides, por ejemplo, creía que los bárbaros de sus tiempos
vivían como los griegos del pasado. Para los griegos, la evolución entre un estilo de vida
nómada a uno sedentario fue uno de los avances. Al igual que cualquier otro hombre
educado de su época, Lewis Henry Morgan, el fundador de la teoría de la evolución social
moderna del siglo XIX, había interpretado las narrativas griegas y conocía la Biblia hebrea.
En su estudio de la evolución de las sociedades humanas le dedicó mucha atención al
desarrollo griego y mencionó las 12 tribus de Israel, 16 perpetuando así los relatos antiguos
sobre la formación estatal. Al deconstruir los relatos antiguos, estamos deconstruyendo
también el evolucionismo moderno.
A pesar de la confusión y de la parcialidad de nuestras fuentes antiguas acerca del
nomadismo, determinados puntos están claros. Las poblaciones no sedentarias [67] jugaron
un rol importante en el Mediterráneo Oriental a fines del segundo milenio, y existieron
durante toda esta época. No obstante dicha importancia, los autores de los textos que
leemos detestaban, universalmente, a sus vecinos nómadas. Esto implica un fuerte
contraste con la actitud de los habitantes posteriores del Mediterráneo Oriental, que veían
sus orígenes entre estos mismos nómadas. Muchos pueblos del primer milenio
compartieron la idea bíblica de “Mi padre fue un arameo errante”. 17

16 Morgan 1877.
17 Deuteronomio 26:5

25
Ensayos bibliográficos

Para la expedición de Punt, ver Naville 1898. La ubicación de la región es muy


debatida, ver más recientemente Kitchen 2004.
Para las traducciones de La Historia de Sinuhé y la Historia de Náufrago, ver Lichtheim
2006a: 211 – 15 y 222 – 35, Parkinson 1997: 21 – 53 y 89 – 101, y Simpson 2003: 25 –
66. Un análisis importante del discutido Sinuhé se encuentra en Baines 1982.
Sobre los micénicos del Mediterráneo Oriental, ver Harding 1984.
Numerosos estudios tratan sobre los Habiru, por ejemplo, Bottéro 1972 – 75 y 1981,
Greenberg 1955, Liverani 1965, Rowton 1965 and 1976. sobre la etimología del término,
ver Durand 1991: 24.
Muchos arqueólogos e historiadores han analizado el estilo de vida de los pastores,
incluyendo a Brian 1982, Digard 1990, Fales 1976, Halstead 1987, Liverani 1997 a, Rowton
1977, Schwartz 1995, and Spooner 1977. Para el debate de Braudel sobre los patrones de
trashumancia, ver Braudel 1972: 85 – 102.
Sobre bandidos, ver Hobsbawn 1969.
Para estudios sobre grupos nómadas específicos de finales del segundo milenio, ver
por ejemplo Giveon 1971, Klengel 1987 – 90, O'Connor 1987 and 1990, Ward 1972.
Sobre tribus y nómadas en las tradiciones del primer milenio, ver Gottwald 1979, Hall
1997 y Van Seters 1975. Para las descripciones griegas de los pueblos nómadas, ver Hartog
1988.

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