Josep FONTANA - Introducción Al Estudio de La Historia, Selección
Josep FONTANA - Introducción Al Estudio de La Historia, Selección
Josep FONTANA - Introducción Al Estudio de La Historia, Selección
Seleccin
Una de las formas ms antiguas de organizar la desigualdad social es la casta, que tiene
elementos del racismo y de las concepciones de una sociedad estamental. Un sistema de
castas se define como organizacin jerrquicamente ordenada de unidades endogmicas
(es decir, de grupos cuyos miembros slo se casan y reproducen entre ellos), la
pertenencia a las cuales es hereditaria y permanente. Su justificacin acostumbra a ser
religiosa y a basarse motivos de pureza. El ms conocido es el sistema de castas de
India, que comprende cuatro castas o varna (color en snscrito) principales: los
brahmanes (que pueden o no ser sacerdotes y esto marca una divisin adicional dentro
de ellos), los kshatriya (que son fundamentalmente los guerreros), los vaishya
(agricultores, ganaderos, comerciantes, artesanos, hombres de oficio: los productores, en
su nivel medio) y los shudra o intocables (los parias). Este es el esquema esencial,
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aunque hay muchas mezclas intermedias y grupos que quedan al margen del sistema.
Segn el hinduismo la divisin en castas emana de los dioses y es inmutable: todos los
hombres habran salido de Manu: los brahmanes, de la cabeza; los kshatriya, de los
brazos; los vaishya, del muslo, y los shudra, de los pies. Es posible que este sea el
origen las concepciones europeas que ven la sociedad como un cuerpo humano, cuyas
partes son distintas por sus funciones y dignidad, pero dependen unas de otras, y
tambin el de la idea que preside la ordenacin de la sociedad en estamentos.
Shudra parece que era en principio un nombre genrico para toda una serie de castas
inferiores, la mayor parte de cuyos miembros pertenecan a los pueblos conquistados, no
arios, que habitaban anteriormente en la India. Las otras tres castas, por contra,
presentaran a la poblacin aria, organizada segn la divisin trifuncional tradicional:
los que rezan, los que luchan y los que trabajan. Puesto que la fundamentacin religiosa
de la casta se asocia a un criterio de pureza, se entiende que el shudra sea considerado
sucio, impuro, y que no slo no pueda tocar al brahman, sino que existan reglas
que fijan a qu distancia de l debe mantenerse para no contaminarlo. No ha de extraar
que los shudra integren una gran parte de los grupos ms pobres de la sociedad india.
Los manuales de sociologa hablan de sociedades de castas, sociedades estamentales y
sociedades de clases. Ya hemos visto como es la sociedad de castas. La de estamentos
es la que encontramos en la edad media europea y que ha durado hasta la crisis de lo
que se denomina el Antiguo rgimen. La base de este sistema es una especie de divisin
social del trabajo que se presenta como una forma de organizacin impuesta por Dios.
Segn esta ordenacin, los hombres tienen tres funciones esenciales en la sociedad:
unos rezan a Dios para obtener su ayuda (son los clrigos), los otros asumen el papel de
defender a la sociedad de sus enemigos internos y externos (son los caballeros o
militares) y los terceros, que forman la gran masa, trabajan para sustentarse a s mismos
y para mantener a los dems (a los que rezan por ellos y a los que les defienden).
Como se puede ver este es un esquema bastante parecido al de la sociedad india de
castas, que podra completarse si consideramos que en la Europa del Antiguo rgimen la
casta inferior de los parias estaba integrada por los marginales, los judos y los esclavos.
Se ha podido afirmar, por ello, que esta concepcin de la sociedad medieval europea
los tres rdenes del feudalismo, que se nos quiere presentar como una derivacin de
ideas cristianas, procede en realidad de esta antigua concepcin indoeuropea de la
trifuncionalidad social.
y recibiesen una serie de ingresos en nombre de la teora que haca de ellos los
defensores de todos. Una de las causas iniciales de la Revolucin francesa fue el
descontento de los miembros del tercer estado, que inclua a la burguesa, por verse
marginados del gobierno del pas.
Lo que reclamaban los burgueses en Francia era el reconocimiento legal de un hecho, la
jerarqua de la fortuna, que ya haba sido sealado por Fernando lvarez de Toledo en
1602 al decir: Tres estados se consideran en la Repblica: el uno de ricos, el otro de los
pobres, y el otro de los que tienen moderado caudal con que pasar.
La sociedad que reemplazar a la estamental ser en teora una sociedad igualitaria, en
la medida en que no se basa en los privilegios hereditarios: una sociedad de
ciudadanos, miembros de una comunidad nacional. Pero ser una sociedad
estratificada en funcin de la riqueza. Cuando llega el momento de votar, se teme el
voto de los pobres, porque se piensa que actuarn en funcin de sus intereses y, siendo
ms que los ricos, podrn subvertir las reglas de propiedad que les marginan del
bienestar, de modo que se decide que slo puedan ser elegidos los ms ricos y que slo
puedan votar los que tienen unos mnimos de propiedad o de riqueza. Es lo que se
denomina voto censitario, que divide a los hombres en dos grupos: los propiamente
ciudadanos, que son los que tienen derechos polticos y civiles, y los habitantes, que
slo tienen derechos civiles (y que, lgicamente, son la inmensa mayora).
Es entonces cuando el doble juego de trminos de la clasificacin estamental y de la
basada en la fortuna acaba cuajando en una sola gradacin de clases, que mezcla
criterios descriptivos con otros relacionados con la ndole de la riqueza, como puede
verse en un terico ingls que a mediados del siglo XVIII describe la sociedad como
integrada por cinco clases: la nobleza, los propietarios agrarios, los negociantes, los
hombres de oficio y los campesinos.
Las definiciones de clase son muy diversas, pero todas tienen en comn el
reconocimiento del hecho de que en una sociedad basada en la riqueza el elemento
diferenciador es la naturaleza de la que se posee. Karl Marx, que utilizaba los conceptos
y el lenguaje de su tiempo, defini tres clases principales, no nicas, segn cul fuese la
base de su riqueza y la naturaleza de sus ingresos: la de les burgueses (propietarios de
capital que obtienen el beneficio de ste), la de los terratenientes (propietarios de la
tierra de la cual obtienen la renta) y la de los proletarios (que no tienen otra propiedad
que su fuerza de trabajo y obtienen de ella el salario).
Nos enfrentamos ahora a unos conceptos, los de estado y nacin, que acostumbran a
engendrar todo tipo de confusiones. Procederemos gradualmente, empezando por el de
estado, siguiendo por el de nacin y acabando con ese hbrido equvoco que es el de
estado-nacin.
Definir el concepto de estado de acuerdo con las realidades polticas de nuestro tiempo
y transportar la definicin hacia atrs no sirve de nada, porque el estado ha tenido
formas distintas en culturas y momentos diversos. Tampoco ayuda investigar la historia
del vocablo que en esta acepcin parece datar del siglo XVI- porque la realidad que
designa ha sido conocida con anterioridad con otras denominaciones, como la de
repblica. Por tanto, si queremos entender las ambigedades que rodean este
concepto, necesitamos analizarlo histricamente.
El estado, entendido como forma de organizacin civil de las colectividades humanas
estables, es muy antiguo y nace cuando grupos de hombres ms numerosos que las que
componen una tribu o una jefera se coordinan bajo un mando nico. En el mundo
antiguo conocemos las ciudades-estado de Mesopotamia (donde la jerarquizacin social
que consolidaba la desigualdad y pona la violencia legal en manos de un jefe parece
haber surgido hace unos ocho mil aos) y de Grecia, el imperio egipcio, el de Alejandro,
el imperio romano... Todos estos son estados: en cada caso hay un territorio con unos
lmites no exactamente una frontera que es un concepto ms moderno- y un poder que
controla con sus reglas, de modo ms o menos efectivo, al conjunto de las personas que
viven en l.
(...)
La sociedad cristiana medieval, que hered la concepcin romana del estado en la forma
en la que la haban reelaborado las reformas de Diocleciano y Constantino, propugnaba
el establecimiento de una monarqua universal sometida a una cadena de poderes que
tena su origen en Dios, de quien proceda toda autoridad, y que pasaba sucesivamente
por el papa, por el emperador y por los reyes, y de estos a sus subordinados . En la
realidad, sin embargo, esta cadena implicaba una fragmentacin de la capacidad de
gobernar. Los poderes supremos del papa y del emperador no pasaban de tericos, y los
reyes, que eran la mxima autoridad de sus territorios, ejercan el gobierno por medio de
otros poderes que les estaban tericamente subordinados, pero que solo se sometan
efectivamente
cuando
la
relacin
de
fuerzas
era
favorable
al
soberano.
Desde el punto de vista de los recursos, por ejemplo, el rey era poco mas que un gran
seor como los otros, que viva de los ingresos de su dominio. Cuando quera
emprender alguna accin extraordinaria tena que pedir a sus sbditos que le
concediesen recursos en forma de donativos o de servicios, generalmente temporales.
El rey haca su peticin a una representacin de la sociedad en unas cortes de delegados
de los estamentos o brazos, que pactaban con l las concesiones legales que queran a
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cambio de los recursos que le cedan. En el transcurso de la baja edad media las
necesidades de la guerra obligaron a los reyes a reunir cada vez mas a menudo cortes y
parlamentos (durante el siglo XIV el de Inglaterra se convoc 151 veces), lo que facilit
la consolidacin de un sistema representativo, basado en las concesiones polticas
hechas por los soberanos.
Este tipo de estado, en el que el poder estaba fragmentado y donde la administracin y
el tesoro pblico se identificaban con la casa del rey y con su caja , implicaba una
considerable divisin de funciones: los nobles y la iglesia, que reciban directamente
una considerable proporcin de los recursos que se obtenan de los sbditos (en forma
de derechos, diezmos, etc.) se encargaban de una parte de las tareas que hoy atribuimos
habitualmente al estado: la defensa del pas corresponda en buena medida a los nobles,
que iban a la guerra con sus soldados, y la asistencia social y la enseanza a la iglesia.
(...)
En los comienzos de la edad moderna las grandes conmociones sociales y las guerras de
religin crearon una sensacin de inseguridad que hizo sentir en las clases dirigentes la
necesidad de un poder central mas fuerte. Las monarquas del occidente de Europa
aumentaron entonces sus atribuciones polticas, recortando las de la nobleza feudal en lo
que se refiere al nivel superior del gobierno del estado, pero dejando que siguiese
disfrutando plenamente de los privilegios y derechos que le aseguraban la obtencin de
una parte del excedente de los campesinos.
Fue entonces cuando, partiendo de la nueva teora laica del estado iniciada por
Maquiavelo, que dejaba de lado las formulaciones teolgicas para ocuparse de la
prctica real del gobierno , se enunci la doctrina del poder absoluto de los monarcas,
hacindola derivar del principio del derecho romano que sostena que lo que place al
rey tiene fuerza de ley. De este poder absoluto se exceptuaba, segn los tericos
polticos de la poca, todo lo que se refera a los derechos de propiedad, ya que solo los
dspotas y los tiranos podan invadir este terreno. Ms adelante, en el siglo XVII,
Thomas Hobbes legitimara -en el Leviatn (1651)- el poder absoluto como derivado de
un contrato social que los hombres habran hecho con los soberanos para preservar sus
vidas.
La suposicin de que el estado moderno haya surgido con las monarquas absolutas
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esto era Polonia, calificada habitualmente como una repblica de nobles, donde la
corona no era hereditaria sino electiva, y el poder estaba de hecho en manos de los
seores feudales, algunos de los cuales eran mucho ms ricos y poderosos que el rey.
Pierre Goubert nos muestra la realidad del poder monrquico supuestamente absoluto en
la Francia de Luis XIV, en que casi todas las provincias tenan sus privilegios y seguan
sus propias costumbres jurdicas, a las que se aadan los derechos y privilegios de
diversos grupos sociales. Las rdenes venan de Versalles a la velocidad mxima de un
caballo al trote, y dependa de las autoridades locales, y sobre todo de los curas, que se
diesen a conocer a sus administrados en la lengua del lugar, que en dos de cada tres
casos no era el francs. El pueblo, adems, viva segn sus tradiciones ancestrales y
locales, que asuman la edad de oro en el pasado, y sufran mal toda novedad, vista a
menudo como escandalosa, sino impa. Finalmente, en su larga experiencia, este pueblo
desconfiado, desde el momento mismo en que se senta amenazado por una nueva
carga, buscaba los medios ms adecuados para salvarse de ella: la pasividad, la
ignorancia simulada, el silencio y el fraude.
Una de las consecuencias ms graves de la debilidad del poder estatal era la que se
refera a la hacienda. El perodo que va de 1689 a 1815 ha sido calificado como la
segunda guerra de los cien aos por la frecuencia y la importancia de los conflictos
armados entre los pases europeos. La guerra, por otra parte, se haba hecho ms cara,
de modo que a mediados del siglo XVIII el gasto militar directo e indirecto de las
monarquas absolutas llegara a ser ms del 75 por ciento del total del gasto estatal. La
necesidad de hacer frente a esta carga econmica obligaba, por un lado, a aumentar la
presin tributaria y, por otro, a organizar una estructura eficaz de hacienda, que no solo
fuese capaz de recaudar los ingresos ordinarios, sino que pudiese obtener otros
extraordinarios por medio de la deuda pblica cuando fueran necesarios. En este terreno
de la hacienda, los estados que haban conservado y modernizado sus mecanismos
representativos, como ocurra en Holanda y sobre todo en Inglaterra, actuaron con
mucha mayor eficacia que las monarquas absolutas, como Francia o Espaa que
fracasaron por completo.
La incapacidad de estas monarquas absolutas de adaptarse a las exigencias polticas,
financieras y militares de los nuevos tiempos las llev a su ruina. Aplastada por su
situacin financiera y por el rechazo de los estamentos a aceptar nuevas cargas sin un
cambio poltico sustancial, la monarqua francesa se hundi en 1789, con la Revolucin,
y dej paso a un estado representativo de tipo moderno que tom la forma de un estado10
nacin . La monarqua espaola seguira el mismo camino durante la primera mitad del
siglo XIX, forzada de igual forma por su crisis financiera, mientras que los otros pases
europeos, habiendo aprendido la leccin, hicieron una especie de revolucin controlada
desde arriba que les permiti transformarse en estados-nacin, conservando lo ms
posible del viejo orden social.
Las sociedades europeas del antiguo rgimen funcionaban dentro de unas estructuras de
poder que se superponan y se entrecruzaban, y que regulaban la vida de la gente no
tanto por la fuerza como por el consentimiento colectivo: por la aceptacin general de
un orden de cosas que la mayora consideraba justo . Este orden de cosas no se refera
tan solo a la relacin entre gobernantes y gobernados, sino tambin a la subordinacin
que exista en el interior de una familia (entre hombres y mujeres o entre padres e hijos),
a las normas comunitarias de la sociedad campesina, a la reglamentacin del trabajo
entre los gremios, etc. En cada una de estas regulaciones haba a la vez elementos de
subordinacin y de reciprocidad, lo que explica que su aceptacin resultase ms fcil.
Este sistema de relaciones interdependientes, que no se puede reducir a la terica cadena
lineal en que toda autoridad emana del rey, sera de la mayor importancia. En los
lugares en que fue posible que se desarrollasen las formas de asociacin horizontales
de los ciudadanos (gremios, sociedades de oficio, de ayuda mutua, culturales, etc.) y se
reforz el tejido de la sociedad civil, las instituciones de gobierno local resistieron a las
presiones de la monarqua absoluta y se pudo asentar y consolidar el estado
representativo. Por el contrario, donde dominaban las relaciones verticales de jerarqua
y deferencia, el tejido de la sociedad civil result ms dbil, el absolutismo real logr
imponerse, y las formas polticas representativas tardaron mucho ms en aparecer y su
asentamiento result difcil y precario.
La Nacin
una
misma
fuerza:
tareas
distintas
para
una
misma
herramienta.
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La nacin nace de una voluntad colectiva: hay una nacin cuando un grupo
suficientemente grande de hombres y mujeres deciden que ellos forman una nacin; que
creen tener rasgos en comn que los hacen parecidos entre s y los diferencian de otros
(puede haber, por tanto, colectivos que, a pesar de tener un origen comn, estn
divididos por su conciencia nacional). Para Lucien Febvre el estado es una mquina
que no tiene otro objeto que realizar sus fines, normalmente por la fuerza, mientras que
la nacin es la toma de conciencia de un pasado tradicional por parte de grupos
reunidos, de forma voluntaria o a la fuerza, en un mismo marco y que experimentan la
accin cohesionadora cotidiana de la vida en comn .
El Estado-Nacin
tratados o las herencias de los soberanos- para ser miembros iguales de una colectividad
de ciudadanos eterna, porque se basa en la historia.
Para reforzar este sentido de identidad se inventaron los himnos nacionales, las
banderas (que hasta entonces solo tenan una finalidad militar) , y toda la retrica del
patriotismo: en el diccionario de la Academia Espaola de 1791 patria slo significa
el lugar, ciudad o pas en el que se ha nacido. El nuevo sentido no aparece hasta 1884,
cuando no solo se habla de la patria como nacin, sino de lengua nacional, que es la
oficial de un pas, siendo las otras calificadas de dialectos, no por razones filolgicas
sino por una razn poltica.
Pasar de la vieja a la nueva conciencia, de sbdito de un rey a ciudadano de una nacin,
no era difcil en los casos en que el estado coincida con un marco cultural relativamente
homogneo como en Portugal, Holanda o Dinamarca. Pero en los otros casos, que son la
mayora, se daban dos situaciones diferentes: la de los estados plurinacionales y la de
las naciones sin estado.
Cuando un estado plurinacional, como era la mayora de los europeos, quera
transformarse en nacin, tena que fabricar una nacionalidad englobante que
correspondiese a los lmites del estado basndose normalmente en los elementos que le
aportaba la que era dominante en l-, y se esforzaba en convencer al conjunto de los
ciudadanos de que esta nacin era la de todos ellos. En Gran Bretaa este proceso de
asimilacin se produjo desde comienzos del siglo XVIII respecto de Escocia, gracias al
hecho de que el sistema parlamentario permiti unificar los intereses de los grupos
dominantes y facilit la absorcin de las clases superiores escocesas (a fines del siglo
XVIII el galico haba prcticamente dejado de hablarse en Escocia). Fue precisamente
un escocs, James Thompson, quien en 1740 escribi el que posiblemente sea el primer
himno patritico moderno, el Rule Britannia.
Francia, en cambio, tuvo que forzar el proceso despus de la revolucin de 1789,
construyendo una nacin francesa que coincidiese con los lmites del territorio
heredados de la monarqua (el hexgono), sobre la base de perseguir las lenguas locales
para imponer el francs, hacer una divisin provincial que rompa los viejos marcos
histricos, inventar una serie de mitos de la nacin francesa (Clodoveo, Juana de Arco,
etc.). Pero un pas no se hace slo con centralizacin administrativa y mitos. La nacin
francesa se construy sobre todo con un proyecto poltico complejo y ambicioso: con la
articulacin de los intereses de los grupos dominantes, con el refuerzo de los vnculos
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Uno de los problemas ms graves que ha creado una mala comprensin de la naturaleza
y gnesis del estado-nacin ha sido el que ha causado la aplicacin precipitada del
modelo, que haba surgido en la Europa occidental en unas condiciones de asimilacin
poltica previa que facilitaron la compactacin de las nacionalidades preexistentes, a
pases como los de los Balcanes y del este de Europa, donde la mezcla de pueblos en un
mismo territorio que es posiblemente el estadonatural de las sociedades- ha hecho
imposible, o muy difcil, la etnognesis. El fallido intento de crear una nacin
yugoslava, serbianizando a la fuerza a croatas, eslovenos, bosnios o kosovares, es una
muestra elocuente de las consecuencias de ese error.
Hay dos aspectos del estado-nacin que conviene examinar: el de la autonoma del
estado y el de la igualdad poltica de los ciudadanos. Calificar al estado de autnomo
significa que se supone que es una entidad neutral, sin implicaciones en los intereses de
ningn grupo social concreto: un rbitro por encima de todos ellos. Los textos legales se
presentan habitualmente como decisiones dictadas por los gobernantes sin otra
preocupacin que la de conseguir el beneficio del conjunto de los ciudadanos, o por lo
menos el del mayor nmero posible de ellos. Pero la realidad muestra que no siempre es
as. El estado habla en nombre de todos, pero sirve muchas veces a los intereses de
determinados grupos sociales y perjudica a otros. Y acostumbra ocurrir que los
beneficiarios de su actuacin sean las clases dominantes, o bien porque los miembros de
la clase poltica comparten sus intereses, o al menos su visin del mundo, o porque no
se atreven a enfrentarse a ellas. Esto ha conducido a una visin crtica del estado como
una trampa al servicio de los grupos dominantes. Las dos visiones extremas, la del
estado autnomo y la que lo presenta como un fraude, son exageradas.
(...)
El segundo aspecto a considerar es el de la igualdad poltica. El principio bsico del
estado-nacin se identifica con el programa de las revoluciones liberales: libertad,
igualdad y propiedad. Pero el hecho de considerar la propiedad como la base del
ordenamiento social haca ilusoria la igualdad y limitaba la libertad, ya que se acabara
decidiendo que la posesin de propiedad era una condicin necesaria para disfrutar de la
plenitud de los derechos polticos.
Para participar en el proceso electoral, como candidato o como votante, se deban
acreditar unos mnimos de fortuna. Hasta 1850 en la mayora de los pases europeos no
poda votar ms all de un 5-6 por ciento de la poblacin; en 1885 tan solo un 9 por
ciento de los ingleses poda votar (era, ms o menos la misma proporcin que en la
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Atenas clsica). Hasta el siglo XX, adems, el voto les fue negado sistemticamente a
las mujeres.
El miedo al sufragio universal basado en la suposicin, desmentida despus por la
experiencia, de que, siendo los pobres la mayora, votaran unos gobiernos que les
fueran favorables- hizo que se propusieran formas alternativas de organizacin del voto,
como el de las democracias denominadas orgnicas, que no aceptaban el voto
individual de los ciudadanos, sino que queran hacerlo pasar por filtros diversos que
permitieran controlarlo. Resultaba mucho ms eficaz, sin embargo, mantener la ilusin
del sufragio universal y falsear los resultados electorales . La corrupcin electoral ha
sido eliminada de los sistemas democrticos a medida que aumentaba la conciencia de
los electores, por un lado, y que, por otro, el juego poltico iba pasando a las manos de
grandes partidos, que no podran actuar con posibilidades de xito, si se enfrentasen
abiertamente al orden establecido.
Los protagonistas de la vida parlamentaria han sido siempre los partidos polticos.
Nacidos como simples agrupaciones de candidatos que se presentaban individualmente
a los electores, fueron constituyndose gradualmente en organizaciones con afiliados,
programas aprobados colectivamente y una direccin elegida. En el siglo XIX y en las
primeras dcadas del siglo XX los partidos espaoles eran todava simples agrupaciones
de notables, sin organizacin. El primer partido moderno fue el PSOE, que sera el
nico que adoptara las nuevas formas organizativas antes de la segunda repblica
espaola. Por esa misma poca en Alemania, el partido nazi, que lleg a tener cerca de
un milln y medio de afiliados antes de subir al poder, poda crear una potente
maquinaria
sobre
la
base
de
los
recursos
aportados
por
estos.
(...)
proporcionar, por otra parte, una serie de servicios sociales (sanidad, educacin, sistema
de pensiones, etc.) a la poblacin ms desfavorecida, utilizando para ello los ingresos
que obtena de una tributacin progresiva, en que se supona que todos deban pagar en
relacin con su fortuna, sin exenciones ni privilegios, lo que implicaba realizar cierto
grado de redistribucin de la riqueza. Para hacerse cargo de estas responsabilidades
crecientes, el estado necesit disponer de ms recursos. En 1875 los impuestos
representaban en Europa entre un 1,5 y un 9 por ciento del producto bruto de los
diversos pases; en 1975, cien aos despus, entre un 16,5 (en Italia) y un 29,2 (en
Suecia).
Este crecimiento del estado lleg a su punto mximo en los aos que siguieron al
trmino de la segunda guerra mundial, no slo como consecuencia del desarrollo del
llamado estado del bienestar, sino por el avance en los pases industrializados de un
tipo de economa mixta que implicaba una poltica de nacionalizaciones y una fuerte
participacin del estado en la actividad econmica. Como consecuencia de ello, de 1960
a 1995 el gasto de los gobiernos de los pases avanzados se multiplic por dos,
acercndose a un 40 por ciento del producto interior bruto. En la medida de sus
posibilidades, los nuevos gobiernos establecidos en los pases coloniales que accedan a
la independencia imitaron este mismo modelo de actuacin.
Esta situacin comenz a entrar en crisis a partir de 1975, con las dificultades
econmicas de los pases industrializados, la incapacidad de los menos avanzados de
hacer frente a las grandes deudas contradas para financiar su crecimiento econmico y
el abandono del desarrollismo como programa para el progreso de los ms atrasados,
que no slo han experimentado graves retrocesos en sus niveles de bienestar, sino que
en algunos casos Afganistn, Cambodia, Liberia, Ruanda o Somala- han visto
producirse el colapso de sus estados.
Desde los aos ochenta se ha pasado a una visin minimalista del estado, que lleva a la
privatizacin de muchas de las actividades econmicas a su cargo y a desmantelar
buena parte de los servicios sociales que proporcionaba. El programa de cambios que el
Banco Mundial propone para el estado en un mundo en transformacin insiste en
reducir su papel al de sentar las bases de los fundamentos adecuados para los
mercados
Una de las razones de este cambio reside en el hecho de que por primera vez desde
1789, el modo de produccin dominante no tiene que temer ninguna amenaza global.
En estas condiciones la armona social importa mucho menos y no es necesario seguir
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pagndola al elevado precio que costaba en los aos de la guerra fra. Basta con
predicarla desde la escuela, la poltica y los medios de comunicacin, que se esfuerzan
por convencernos de que vivimos en el mejor de los mundos posibles que es, adems,
el nico mundo posible-, de modo que hay que abandonar toda esperanza de cambiarlo
sustancialmente. El estado tendr que inventar un nuevo discurso legitimador para
sobrevivir, por una parte, al descrdito en que ha cado entre unos ciudadanos a los
cuales est dejando de proteger, y por otra, a las amenazas de un liberalismo que est
dispuesto a desmontarlo casi por completo porque piensa que puede privatizar las pocas
funciones que le convienen y obtenerlas a un coste ms bajo.
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