Marcuse, Herbert - Ensayos Sobre Politica Y Cultura
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Herbert Marcuse
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presenta bajo una concreta forma histrica en las sociedades capitalistas. Tal forma es la
del principio de actuacin, en virtud del cual el individuo ha tenido que renunciar a la
sexualidad pregenital, en aras de una organizacin social que hace del cuerpo un
instrumento de trabajo ante todo.
La tendencia oculta del psicoanlisis desvelada por Marcuse pone as de relieve que
es posible una civilizacin menos represiva y gratificante, en la que Eros instintos de
vida predomine sobre Thanatos instintos de muerte. Pero para ello sera necesario
el fin del trabajo enajenado y la existencia del organismo como sujeto de
autorealizacin.
La ltima de las grandes aportaciones de Marcuse se dio a principios de los aos
sesenta con El hombre unidimensional, cuyo subttulo es el de Ensayo sobre la ideologa
de la sociedad industrial avanzada. En un prefacio escrito en 1967, el propio Marcuse
defini el contenido de esta obra, en la que se enfrent de modo abierto con el
establishment: He analizado en este libro algunas tendencias del capitalismo americano
que conducen a una
"sociedad cerrada", cerrada porque disciplina e integra todas las dimensiones de la
existencia, privada o pblica. Dos resultados de esta sociedad son de particular
importancia: la asimilacin de las fuerzas y de los intereses de la oposicin en un sistema
al que se oponan en las etapas anteriores del capitalismo, y la administracin y la
movilizacin metdicas de los instintos humanos, lo que hace as socialmente manejables y
utilizables a elementos explosivos y "anti-sociales" del inconsciente.
En este lcido anlisis marcusiano, se destaca que las contradicciones del modo de
produccin capitalista siguen subsistiendo, pero enmascaradas.
La ideologa de las sociedades avanzadas ha conseguido desplazar las causas reales de la
dominacin. Elemento central de esta ideologa es el positivismo, que desde el campo de la
ciencia proclama la supuesta racionalidad de una realidad que es irracional. El
pensamiento, como la sociedad misma, se ha vuelto unidimensional, y el resultado de
todo ello es desolador: Los individuos y las clases se lee en el mencionado prefacio
reproducen la represin mejor que en ninguna poca anterior, pues el proceso de
integracin tiene lugar, en lo esencial, sin un terror abierto: la democracia consolida la
dominacin ms firmemente que el absolutismo, y libertad administrada y represin
instintiva llegan a ser fuentes renovadas sin cesar de la productividad.
Una excelente muestra de los distintos aspectos del pensamiento marcusiano, de su
riqueza de contenidos y de sus lcidos anlisis, se encuentra en estos Ensayos sobre
poltica y cultura. Se trata de un volumen que rene trabajos escritos en los aos sesenta, a
excepcin de La dialctica y la lgica despus de la segunda guerra mundial y de La
ideologa de la muerte, que datan respectivamente de 1955 y 1959. Todos los ensayos, por
tanto, pertenecen a la poca de madurez de Marcuse, y la mayora de ellos presentan una
faceta combativa y militante, que se corresponde, en el tiempo, con el auge de los
movimientos contestatarios. Respecto a stos, cabe decir que Marcuse nunca se hizo
ilusiones, como tampoco las tuvo por lo que hace a los intelectuales. Nuestro papel...
se lee en "La liberacin de la sociedad opulenta", uno de los ensayos que integran el
presente libro es un papel limitado. En ningn caso debemos hacernos ilusiones. Pero
todava es peor sucumbir al derrotismo ampliamente difundido que presenciamos.
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CRONOLOGA
1898 19 de julio: Herbert Marcuse nace en Berln, en el seno de una familia juda.
1900 Freud: La interpretacin de los sueos.
1909
1917
1918
1919
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encerrada en un universo histrico muy especfico. Los individuos que componen el grueso
de la poblacin en las "sociedades opulentas" viven en un universo de defensa y agresin
permanentes. Este universo se manifiesta a s mismo en la guerra contra el Vietcong y en la
lucha contra los negros, en la enorme red de industrias y servicios que trabajan para el
establishment militar y sus anejos; pero se manifiesta tambin en la violencia liberada y
convertida en productiva por la ciencia y la tecnologa, en el terror de la publicidad y la
diversin impuestas a pblicos esclavizados. He de insistir, contra el viejo argumento de
que la violencia y la agresin han sido siempre un factor normal en todas las sociedades, en
la diferencia cualitativa. No es solamente la magnitud del potencial de destruccin y el
alcance de su realizacin lo que distingue una carrera de carretas de una carrera de
automviles, un can de un proyectil balstico, la energa hidrulica de la energa nuclear.
Parecidamente, no son solamente la velocidad y el alcance lo que distingue los medios de
comunicacin de masas de sus predecesores.
Se introduce la cualidad nueva por la progresiva transferencia de poder del individuo
humano al aparato tcnico o burocrtico, del trabajo vivo al trabajo muerto, del control
personal al control remoto, de una mquina (o grupo de mquinas) a todo un sistema
mecanizado. Quisiera repetir que
(todava) no estoy valorando este proceso: puede ser progresivo o regresivo, humanizador
o deshumanizador. Pero lo que ocurre en realidad es que en esta transferencia de poder se
produce tambin una transferencia del sentimiento de responsabilidad: se exime al
individuo de ser una persona autnoma: en el trabajo y en el tiempo libre, en sus
necesidades y satisfacciones, en su pensamiento y en sus emociones.
Al mismo tiempo, sin embargo, esta exencin no es una liberacin del trabajo alienado:
los individuos deben seguir gastando su energa fsica e intelectual en la lucha por la
existencia, por la posicin social, por mejorar; deben padecer, utilizar y aprovechar el
aparato que les impone esta necesidad. La nueva heteronoma en el mundo del trabajo no
se compensa con una nueva autonoma del mundo del trabajo: ]a alienacin se intensifica
cuando pasa a ser transparentemente irracional, y se convierte en improductiva cuando
sostiene una productividad represiva. Y cuando la sociedad establecida entrega las
mercancas que elevan el nivel de vida, la alienacin llega a un punto en el cual la
consciencia de la alienacin es ampliamente reprimida: los individuos se identifican con su
ser-para-otros.
En tales circunstancias, la sociedad necesita de un Enemigo contra el cual hayan de ser
defendidas las condiciones predominantes y contra el cual pueda liberarse la energa
agresiva que no sea posible canalizar en la lucha por la existencia normal y diaria. Los
individuos llamados a desarrollar la Gran Sociedad viven en una sociedad que hace la
guerra o est preparada para hacerla en todo el mundo. Cualquier discusin que no
encuadre la Gran Sociedad en la estructura internacional seguir siendo propaganda,
discusin ideolgica. El Enemigo no es un factor cualquiera entre otros; no es una
contingencia que una valoracin de la Gran Sociedad pueda ignorar o que pueda
mencionar de pasada: su existencia es un factor determinante tanto en el interior como en
el exterior, en los negocios y en la educacin, en la ciencia y en el descanso.
Aqu solamente nos ocupamos del Enemigo en relacin con el programa de la Gran
Sociedad, y, ms especficamente, con el modo en que el Enemigo (o, mejor, la
representacin del Enemigo y de la lucha contra l) afecta a los individuos, a la gente de la
que se supone que ha de convertir la "sociedad opulenta" en la Gran Sociedad. As, no se
trata de en qu grado la industria del armamento y sus "multiplicadores" se han convertido
en una parte indispensable de la "sociedad opulenta", ni de si la actual dominacin y la
poltica del establishment militar van en. el sentido del "inters nacional" (si el inters
nacional se define en trminos distintos de los empleados por los mismos que hacen la
poltica). La cuestin que deseo plantear es ms bien la siguiente: la existencia del
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Hoy no se necesita una larga discusin para mostrar que han desaparecido las condiciones
en que poda florecer esta forma de empresa individual. La sociedad americana
contempornea ha superado el estadio de productividad en el que las unidades productivas
individuales se aventuran en la libre competencia entre s; con la transformacin del
capitalismo liberal en capitalismo organizado, la "individualidad" en la esfera econmica
se ha vuelto anticuada, disminuida por el rpido y abrumador crecimiento de la
productividad del trabajo y por el crecimiento de los medios e instrumentos para utilizar
esta productividad. Dado este desarrollo histrico, se plantea la cuestin de dnde y cmo
podemos contemplar, en la sociedad industrial avanzada de nuestro tipo, el
desenvolvimiento y la expresin de la individualidad creadora. Pero antes de entrar en esta
discusin deseo seguir las vicisitudes de la individualidad en aquella dimensin en la que
el individuo es "creador" en el sentido ms autntico: la de la literatura y las artes.
En realidad, la dimensin artstica parece haber sido el nico verdadero hogar del
individuo, el nico lugar en que el hombre poda ser un individuo tanto en su existencia
material como en su existencia inteligible: no solamente como hombre interior, sino como
hombre exterior. En contraste con el individuo econmico, el artista realiza su
individualidad en una forma de trabajo creador que la cultura moderna ha glorificado como
una manifestacin de la libertad superior y de los valores ms elevados. Y a diferencia de
la autonoma moral y espiritual interna atribuida al individuo
("persona") por la filosofa idealista, la libertad del artista est hecha de algo ms
sustancial; se expresa a s misma en su oeuvre y en su vida. Las grandes personalidades del
Renacimiento podan conjugar el individualismo artstico, poltico y econmico: la frase
de Jakob Burckhardt, "el estado como obra de arte", expresa esta unidad. La frase puede
transmitir una imagen altamente idealizada, pero seala el abismo que separa los orgenes
del individualismo de sus estadios posteriores. En la sociedad burguesa plenamente
desarrollada, el valor de mercado sobresee el valor de la creatividad individual; cuando
esta ltima sirve para incrementar el primero, lo que se reafirma es el mercado ms que el
individuo. El individuo, en el sentido "clsico" pleno, como un autntico yo, ahora
solamente aparece posible en contra de su sociedad, en conflicto esencial con las normas y
valores establecidos: es un extrao, un extranjero o un miembro de la "emigracin
interna". En esta sociedad, el individuo no puede realizarse a s mismo, no puede alcanzar
su propio yo: tal es el mensaje de la literatura representativa al menos desde el Sturm und
Drang hasta Ibsen. En la inevitable lucha con la sociedad, el individuo (siempre en el
sentido enftico del trmino) o bien perece o bien dimite, renuncia a la libertad y a la
felicidad sin compromisos que eran al principio la premisa y el objetivo del
"desenvolvimiento". El individuo creador empieza como no-conformista; en la sociedad
establecida, no puede ser "realista" sin traicionarse a s mismo; su autonoma es la de su
imaginacin, que tiene su racionalidad y su verdad propias (acaso ms vlidas y ms
racionales que las del Sistema). Pero cuando se pone a vivir y a trabajar de acuerdo
consigo mismo y con sus facultades, reconoce que debe dimitir de s mismo y encontrar su
autonoma en la razn ms que en la imaginacin. En otras palabras: el individuo se
encuentra a s mismo en la medida en que aprende a limitarse a s mismo y a reconciliar su
felicidad con su ser infeliz: autonoma significa resignacin.
sta es la historia del gran proceso, tal como la ilustran las novelas Wilhelm Meister,
L'ducation sentimentale, Grne Heinrich, la recherche du temps perdu.
Educacin para el disentimiento Hay, sin embargo, otra forma en la que el individuo
aparece en la sociedad burguesa y en la que acaso realiza ms plenamente su
individualidad:
la del poete maudit. En realidad vive su propia vida: la vive al margen y en contra de la
sociedad.
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El individuo, se hace autntico como proscrito, como adicto a las drogas, como
enfermo o como genio. Todava se conserva algo de esta autenticidad en el "bohemio";
incluso en el beatnik; ambos grupos representan manifestaciones vagamente protegidas y
toleradas de la libertad y la felicidad individual de que no goza el ciudadano, el cual define
la libertad y la felicidad en los trminos de su gobierno y de su sociedad ms que en los
suyos propios.
Esta larga digresin desde la Gran Sociedad me ha parecido necesaria para separar la
ideologa del individuo de su realizacin, y para sealar cmo el individuo creador ha
estado generalmente localizado en la "dimensin artstica", es decir, en la esfera que ha
permanecido hasta ahora ms alejada de los problemas de la vida diaria; en una especie de
realidad inmaterial, ms espiritual.
Todava se refleja algo de esto en el nfasis del presidente Johnson en la belleza, en la
imaginacin (la cual, sin embargo, emparejada a la "innovacin", tiene una resonancia
tcnico-comercial) y en la creatividad. Y algunos observadores de la escena contempornea
plantean explcitamente el problema del lugar y la funcin del individuo "creador" en la
sociedad industrial avanzada. De hecho, con el crecimiento de esta sociedad y con la
extensin de la automacin, la produccin masiva y la estandarizacin en las cuestiones de
la vida diaria, la "individualidad" se reserva cada vez ms para las zonas residuales de
actividad o receptividad "creadora", cualquiera que sea lo que signifique esto ltimo. En el
contexto de las declaraciones autorizadas sobre la Gran Sociedad, "creador" parece
referirse a la produccin de cosas, servicios, obras y espacios que sean no solamente tiles,
sino tambin bellos; que satisfagan necesidades no solamente materiales, sino tambin
espirituales; que aumenten la libertad, la alegra y la riqueza de la existencia humana.
Debemos subrayar desde el principio que esta bsqueda del individuo creador en la
sociedad industrial avanzada implica directamente la organizacin social del trabajo. Pues
si la creatividad ha de ser algo ms que un privilegio individual limitado a una lite,
entonces debe ser un modo de existencia posible para todos los miembros de la Gran
Sociedad, sin ms discriminacin que la apuntada por la misma diversidad de las
capacidades individuales. Adems, las realizaciones de la creatividad han de ser producidas
en el proceso material de la produccin (en forma de casas, parques, adornos, objets d'art),
o el proceso material de la produccin ha de proporcionar la base y el entorno materiales
para la creacin y la recepcin de estos bienes. Cmo y dnde puede desarrollarse, a
escala social, la creatividad individual en una sociedad en la que la produccin material es
mecanizada, automatizada y regulada cada vez ms? Se presentan por s mismas las
alternativas siguientes: 1) o bien la produccin material modifica fundamentalmente su
carcter y se transforma de trabajo "alienado" en trabajo no-alenado; 2) o bien la
produccin material se divorcia por completo de la individualidad creadora (salvo en lo
relativo a la inteligencia y la imaginacin tecnolgica llamadas a cuidar el aparato
productivo), y los individuos son creadores fuera del proceso de la produccin material.
Empezar por la primera alternativa. Un progreso ulterior de la sociedad industrial
equivale a progresar en la mecanizacin y en la produccin masiva. La reduccin de la
energa individual en la produccin de las necesidades es tambin un progreso en trminos
humanos; la eliminacin de la fuerza de trabajo individual de esta produccin sera el
mayor triunfo de la industria y de la ciencia. Todo intento de invertir la tendencia a escala
social reintroduciendo modos de trabajo ms prximos al trabajo manual y al artesanado, o
reduciendo el aparato mecanizado mientras se deja intacto el control social establecido del
proceso de produccin y distribucin, sera regresivo en trminos tanto de eficacia como de
progreso humano.1
As, el surgimiento del individuo autnomo y creador no puede ser contemplado como una
transformacin gradual del trabajo alienado existente en trabajo no alienado. En otras
palabras: el individuo no nacer como trabajador, tcnico, ingeniero o cientfico que
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tambin un cambio radical en la relacin entre las sociedades ricas y pobres, el surgimiento
de una sociedad internacional ms all del capitalismo y del comunismo.
En ambos aspectos, el concepto tradicional de individuo, tanto en su forma liberal
clsica como en su forma marxista, parece insostenible, superado (aufgehoben) por el
desarrollo histrico de la productividad. La individualidad, la "persona"
como agente autnomo, encontrara cada vez menos espacio en el proceso del trabajo.
En la primera alternativa (ampliacin y mejoramiento del status quo), la individualidad
sera (y acaso tendra que ser) mantenida y propiciada "artificialmente": una especie de
individualidad organizada y administrada, expresada en adornos externos, artilugios,
modas, aficiones y, fuera del proceso del trabajo, en ocio cultivado, decoracin y labores
artsticas. La individualidad autntica seguira siendo el distintivo del artista creador, del
escritor o del msico. La idea de generalizar este potencial creador entre toda la poblacin
va en contra de la misma funcin y de la verdad de la creacin artstica como forma de
expresin; no porque haya de seguir siendo necesariamente el privilegio de unos pocos,
sino porque implica la disociacin del sentido comn y de los valores comunes y su
negacin: la incorporacin de una realidad cualitativamente diferente a la sociedad
establecida. En el caso de la segunda alternativa (transformacin fundamental de la
sociedad), la individualidad se referira a una dimensin existencial completamente nueva:
al dominio del juego, del experimento y de la imaginacin, que se halla hoy fuera del
alcance de toda poltica y de todo programa.
Deseo concluir con una nota menos utpica.
Tal vez mis dudas ms serias con respecto a la Gran Sociedad estn ocasionadas por el
hecho de que la poltica exterior norteamericana invalida el programa interior de la Gran
Sociedad. Los problemas de la coexistencia, de las relaciones con los pases pobres, del
neocolonialismo y el establishment militar no son factores externos contingentes: por el
contrario, determinan las perspectivas de desarrollo, de mejora, e incluso la existencia
continuada de una sociedad, sea grande o no tan grande. Las declaraciones acerca de la
necesidad de extender a otras naciones el programa norteamericano resultan contradichas
por la brutal y sucia guerra de Vietnam, por la intervencin directa o indirecta contra el
cambio social dondequiera que amenaza los intereses creados, por el florecimiento de
bases militares en todo el globo. Pues estas condiciones dan prueba de la dominacin de
poderes incompatibles con el gran designio de paz, de libertad y de justicia. Es la
existencia de estos poderes, ms que la ausencia de posibilidades y de intenciones, lo que
da al programa su carcter ideolgico. La Gran Sociedad ser una sociedad que pueda
existir y desarrollarse en paz, sin necesidad de montar una maquinaria para la defensa y la
agresin, o no ser nada.
Ensayo publicado en el libro colectivo Science and Culture, compilado por Gerald Holton, Houghton Mifflin Co ,
Boston, 1965
1965 by the American Academy of Arts and Sciences.
Mi punto de partida es la definicin de cultura dada por Webster, esto es, la cultura
como el complejo de creencias, realizaciones, tradiciones, etc., distintivas, que constituyen
el "teln de fondo"
de una sociedad. Generalmente han sido excluidas del uso tradicional del trmino
"realizaciones" como la destruccin y el crimen y "tradiciones" como la crueldad y el
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fanatismo; yo seguir este uso, aunque puede mostrarse necesario reintroducir estas
cualidades en la definicin. Mi discusin se centrar en la relacin entre el "teln de
fondo"
(cultura) y el "fondo":* la cultura aparece as como el complejo de objetivos (valores)
morales, intelectuales y estticos que una sociedad considera que constituye el designio de
la organizacin, la divisin y la direccin de su trabajo, "el bien" que se supone realiza el
modo de vida que ha establecido.
Por ejemplo, el aumento de la libertad pblica y privada, la reduccin de las
desigualdades que impiden el desarrollo del "individuo" o de la "personalidad", y una
administracin racional y eficaz pueden tomarse como los "valores culturales"
representativos de la sociedad individual avanzada
(su negacin es condenada oficialmente tanto en Oriente como en Occidente).
Hablamos de una cultura existente (pasada o presente) solamente si sus objetivos y
valores representativos se han traducido (o se traducen) de algn modo en la realidad
social. Pueden darse variaciones considerables en la medida y la adecuacin de esa
traduccin, pero las instituciones y relaciones predominantes entre los miembros de la
sociedad correspondiente deben mostrar una afinidad demostrable con los valores
afirmados: deben proporcionar una base para su realizacin posible. En otras palabras, la
cultura es algo ms que una mera ideologa. Observando los objetivos declarados de la
civilizacin occidental y su pretensin de realizarlos, podramos definir la cultura como un
proceso de humanizacin, caracterizado por el esfuerzo colectivo por proteger la vida
humana, por apaciguar la lucha por la existencia mantenindola dentro de lmites
gobernables, por estabilizar una organizacin productiva de la sociedad, por desarrollar las
facultades intelectuales del hombre, y por reducir y sublimar las agresiones, la violencia y
la miseria.
Pero es preciso hacer dos precisiones desde el principio: 1) la "validez" de la
cultura siempre ha estado limitada a un universo especfico, constituido por una identidad
tribal, nacional, religiosa u otra. Ideas como las de igualdad y libertad raramente han sido
traducidas en la realidad para beneficio de todos los miembros de la sociedad; algunos
grupos (y grupos amplios) siempre han quedado excluidos de los beneficios y las ventajas
de la cultura. Ha existido siempre un universo "exterior" al que no estaban destinados los
objetivos culturales: el Enemigo, el Otro, el Extranjero, el Paria, trminos todos ellos que
se refieren primariamente no ya a individuos sino a grupos, a religiones, a "modos de vida"
(ways of life), a sistemas sociales.
Al tratarse del Enemigo (que tambin tiene su manifestacin dentro de nuestro propio
universo), la cultura queda suspendida o incluso prohibida, y frecuentemente se deja va
libre a la inhumanidad.
2) Es altamente cuestionable, especialmente si observamos la situacin contempornea,
que la agresin, la violencia, la crueldad y la miseria se hayan reducido realmente con el
desarrollo de la civilizacin. La cultura es el proceso de sublimacin, y hoy la violencia y
la agresin parecen estar menos sublimadas que en anteriores perodos de la historia; su
predominio a escala tan amplia invalida la idea de un progreso en la humanizacin.
Adems, la violencia y la agresin, y su institucionalizacin, muy bien pueden ser parte
integrante de la cultura, de modo que la consecucin de o la aproximacin a objetivos
culturales tiene lugar mediante la prctica de la crueldad y la violencia.
Esto puede explicar la paradoja de que una parte tan amplia de la cultura superior de
Occidente, de su arte y de su literatura, haya consistido en protesta, en crtica y en condena
de la cultura; y no slo de su miserable traduccin en la realidad, sino de su propio
contenido y de sus mismos principios.
De acuerdo con los anteriores supuestos, el reexamen de una cultura dada implica la
relacin de los valores a los hechos, no como un problema lgico o epistemolgico, sino
como un problema de estructura social: cmo estn relacionados los medios de la
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sociedad a los fines que ella misma profesa? Se supone que los fines son los definidos por
la "cultura superior" (aceptada socialmente); as, se trata de valores que han de
incorporarse, ms o menos adecuadamente, en las instituciones y relaciones sociales. La
cuestin, por consiguiente, puede formularse ms concretamente: cmo estn
relacionadas la literatura, las artes, la filosofa, la ciencia o la religin de una sociedad a
su comportamiento real? La amplitud de este problema excluye aqu toda discusin que no
sea en trminos de ciertas hiptesis relativas a las tendencias actuales.
Est generalmente admitido que los valores culturales (humanizacin) y las
instituciones y las polticas existentes de una sociedad, raramente, por no decir nunca, se
hallan en armona. Esta opinin ha encontrado expresin en la distincin entre cultura y
civilizacin, segn la cual "cultura" se refiere a cierta dimensin superior de autonoma y
realizacin humana, mientras que "civilizacin" designa el reino de la necesidad, del
trabajo y del comportamiento socialmente necesarios, en el que el hombre no se halla
realmente en s mismo y en su propio elemento, sino que est sometido a la heteronoma, a
las condiciones y necesidades externas.
El reino de la necesidad puede ser (y ha sido) reducido y mitigado. De hecho, el concepto
de progreso nicamente es aplicable a este reino (progreso tcnico), a los adelantos en la
civilizacin, pero estos adelantos no han eliminado la tensin entre cultura y civilizacin.
Incluso pueden haber agravado la dicotoma hasta un grado en que las inmensas
posibilidades abiertas por el progreso tcnico aparecen en acentuado contraste con su
limitada y deformada realizacin. Al mismo tiempo, sin embargo, el conflicto entre la
capacidad material e intelectual de la sociedad industrial avanzada, por una parte, y su
utilizacin represiva, por otra, est siendo eliminado a su vez por el condicionamiento
previo sistemtico de las necesidades individuales y por la administracin de satisfaccin
sistemtica. La incorporacin de la cultura superior al trabajo diario y al tiempo libre, el
consumo organizado de belleza, goce y dolor, se han convertido en parte integrante de la
administracin social del individuo, en puntos necesarios para la reproduccin de la
"sociedad opulenta". La tensin entre cultura y sociedad, entre produccin material e
intelectual, ha sido eliminada tan eficazmente que se plantea la cuestin de si, dadas las
tendencias predominantes en la sociedad industrial avanzada, puede mantenerse todava la
distincin entre cultura y civilizacin. Ms precisamente, no ha sido resuelta la tensin
entre medios y fines, entre valores culturales y hechos sociales, por la absorcin de los
fines por los medios? No se ha producido una coordinacin "prematura", represiva e
incluso violenta de la cultura con la civilizacin, por virtud de la cual esta ltima se ha
liberado de algunos frenos efectivos a sus tendencias destructivas? Con esta integracin de
la cultura en la sociedad, la ltima tiende a convertirse en totalitaria incluso donde
conserva las formas y las instituciones democrticas.
En la tradicin acadmica, estas divisiones tuvieron en otro tiempo su paralelismo en la
distincin entre ciencias naturales, por una parte, y todas las dems ciencias sociales,
humanidades, etc., por otra. Esta distincin entre las ciencias ha quedado hoy
completamente anticuada: la ciencia natural, las ciencias sociales e incluso las
humanidades se estn asimilando entre s por sus mtodos y por sus conceptos, como
ejemplifican la difusin del empirismo positivista, la lucha contra todo lo que pueda
calificarse de "metafsica", el estudio directo de la teora "pura" y la disposicin de todas
las disciplinas a organizarse en beneficio del inters nacional o corporativo. Este cambio
dentro del sistema educativo est de acuerdo con los cambios fundamentales de la sociedad
contempornea, que afectan a toda la dicotoma anteriormente reseada en la tabla: la
civilizacin tecnolgica tiende a eliminar los objetos trascendentes de la cultura
(trascendentes respecto de los objetivos socialmente establecidos) y, por consiguiente, a
eliminar o {educir aquellos factores o elementos de cultura antagnicos o extraos a las
formas dadas de civilizacin. No es necesario repetir aqu la conocida afirmacin de que la
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operativas a las reglas que gobiernan la sociedad establecida, pues los patrones de las
ciencias del comportamiento son los de la sociedad a cuyo comportamiento estn
vinculadas.
Sin embargo, la desarraigada dimensin no-operativa era el ncleo de la cultura
tradicional, el "teln de fondo" de la sociedad moderna hasta el final del perodo del
liberalismo; de manera general, el perodo transcurrido entre las dos guerras mundiales
seala la etapa final de esta fase. En virtud de su distanciamiento del universo del trabajo
socialmente necesario, de las necesidades y el comportamiento socialmente tiles, y a
causa de su separacin de la lucha diaria por la existencia, la cultura poda crear y
preservar el espacio intelectual en el que podan desarrollarse la transgresin crtica, la
oposicin y la negacin; se trataba de una esfera privada y de autonoma en la que el
espritu poda encontrar un punto de apoyo exterior al Sistema, desde el cual considerar
ste en una perspectiva diferente, comprenderlo con conceptos diferentes y descubrir
posibilidades e imgenes prohibidas. Este punto de apoyo parece haber desaparecido.
Para evitar cualquier interpretacin equvoca romntica, permtaseme repetir que la
cultura ha sido siempre privilegio de una pequea minora, una cuestin de riqueza, tiempo
y fortuna. Para la plebe infraprivilegiada, los "valores superiores" de la cultura han sido
siempre meras palabras o exhortaciones vacas, ilusiones y engaos; en el mejor de los
casos se trataba de ilusiones y aspiraciones que quedaban insatisfechas. Con todo, la
posicin privilegiada de la cultura, el abismo entre la civilizacin material y la cultura
intelectual, entre necesidad y libertad, era tambin el abismo que protega como una
"reserva" el reino de la cultura no cientfica. All la literatura y las artes podan alcanzar y
comunicar verdades que en la sociedad establecida eran negadas y reprimidas, o bien
convertidas en conceptos y mdulos socialmente tiles. Anlogamente, la filosofa y la
religin podan formular y comunicar imperativos morales de validez humana universal,
a menudo en contradiccin radical con la moralidad socialmente til. En este sentido, me
atrevo a decir que la cultura no cientfica estaba menos sublimada que la forma en la cual
se traduca en los valores sociales y en la conducta real, y ciertamente menos sublimada
que las nada inhibidas novelas de nuestros das; y estaba menos sublimada porque el estilo
inhibido y mediatizado de la cultura superior evalua como lo "negativo", las inflexibles
necesidades "y esperanzas del hombre, que la literatura de hoy presenta en su realizacin
predominante socialmente, impregnadas de la represin predominante.
La cultura superior existe todava. Es ms asequible que nunca; se lee, se contempla y
se escucha ms ampliamente que nunca; sin embargo, la sociedad ha estado clausurando el
espacio espiritual y fsico en el que es posible comprender esta cultura en su sustancia
cognoscitiva, en su exacta verdad. Lo operativo, tanto en el pensamiento como en el
comportamiento, relega estas verdades al terreno personal, subjetivo, emocional; as
pueden encajar fcilmente en el Sistema. La trascendencia cualitativa y crtica de la cultura
est siendo eliminada y lo negativo integrado en lo positivo. Los elementos de oposicin
de la cultura se ven disminuidos as: la civilizacin toma, organiza, compra y vende
cultura; ideas sustancialmente no operativas y no conductistas se traducen a trminos
operativos y conductistas, y esta traduccin no es simplemente un proceso metodolgico,
sino un proceso social e incluso poltico. Tras las observaciones precedentes, podemos
expresar ahora la principal consecuencia de este proceso en una frmula: la integracin de
los valores culturales en la sociedad establecida invalida la alienacin de la cukura de la
civilizacin, allanando, consiguientemente, la tensin entre el "deber ser" y el "ser" (que es
una tensin histrica, real), entre lo posible y lo actual, entre el futuro y el presente, entre
la libertad y la necesidad.
La consecuencia es que los contenidos autnomos y crticos de la cultura se convierten
en contenidos educativos, sublimantes y relajantes: en un vehculo de adaptacin.
Cualquier autntica creacin literaria, artstica, musical o filosfica habla en un
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capacidad los que bloquean la comprensin de las causas del conflicto y Jas posibilidades
de solucin; las posibilidades de una pacificacin de la lucha por la existencia, individual y
social, dentro de la nacin y a escala internacional.
En las zonas ms altamente desarrolladas de la civilizacin industrial, que proporcionan
el modelo cultural del periodo contemporneo, la enorme productividad del sistema
establecido aumenta y satisface las necesidades de la plebe mediante una administracin
total que procura que las necesidades del individuo sean las que perpetan y fortalecen el
sistema. El elemento racional necesario para el cambio cualitativo se evapora as, y con l
se evapora el elemento racional para la alienacin de la cultura respecto de la civilizacin.
Si la cambiante relacin entre cultura y civilizacin es obra de la nueva sociedad
tecnolgica y si es sostenida constantemente por sta, entonces una "redefinicin"
teortica, independientemente de lo justificada que est, puede seguir siendo acadmica en
la medida en que vaya contra la tendencia predominante. Pero tambin aqu el mismo
alejamiento y la misma "pureza" del esfuerzo teortico, su aparente debilidad frente a las
realidades, puede convertirse en una posicin de fuerza si no sacrifica su abstraccin
acomodndose a un positivismo y un empirismo falaces, y falaces en la medida en que
estos modos de pensamiento estn orientados hacia una experiencia que, en realidad, es
solamente un sector mutilado de la experiencia, aislado de los factores y de las fuerzas que
determinan la experiencia. La absorcin administrativa de la cultura por la civilizacin es
el resultado de la orientacin establecida del progreso cientfico y tcnico, de la creciente
conquista del hombre y de la naturaleza por los poderes que organizan esta conquista y que
utilizan el creciente nivel de vida para perpetuar su organizacin de la lucha por la
existencia.
Hoy esta organizacin acta a travs de la movilizacin permanente del pueblo para la
eventualidad de la guerra nuclear, y a travs de la movilizacin continuada de la agresin
socialmente necesaria, de la hostilidad, la frustracin y el resentimiento engendrado por la
lucha por la existencia en la "sociedad opulenta". Tal es el universo que en las zonas ms
avanzadas de la civilizacin industrial determina y limita la experiencia; la limita
reprimiendo las alternativas reales, no utpicas.
Se trata de alternativas cualitativas, pues la pacificacin de la lucha por la existencia, la
redefinicin del trabajo en trminos de una libre realizacin de las necesidades y facultades
humanas, no solamente presupone instituciones esencialmente diferentes sino tambin
hombres esencialmente diferentes, hombres que ya no tengan que ganarse la vida por
medio del trabajo alienado. Esta diferencia no puede aparecer en el interior de la estructura
opresiva de instituciones esencialmente creadas para organizar el trabajo alienado. En estas
circunstancias, la alteracin de la direccin de progreso establecida significara un cambio
social fundamental. Pero el cambi social presupone la necesidad vital de l, la experiencia
de unas condiciones intolerables y de sus alternativas, y esta necesidad y esta experiencia
son aquello cuyo desarrollo se impide en la cultura establecida. Su liberacin est
condicionada previamente a la restauracin de la dimensin cultural perdida que estaba
protegida (no importa cun precariamente) del poder totalitario de la sociedad: era la
dimensin espiritual de la autonoma.
La educacin para la independencia intelectual y emocional es cosa que suena como el
enunciado de un objetivo generalmente aceptado. En realidad es un programa totalmente
subversivo que supone la violacin de algunos de los tabs democrticos ms fuertes. Pues
la cultura democrtica predominante propicia la heteronoma disfrazada de autonoma,
detiene el desarrollo de necesidades con el disfraz de promoverlas y detiene el
pensamiento y la experiencia bajo la apariencia de extenderlas en todas partes y para
todos. La gente goza de un considerable mbito de libertad al comprar y vender, al buscar
trabajos y al escogerlos, al expresar su opinin y al ir de un sitio a otro, pero sus libertades
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no trascienden ni con mucho el sistema social establecido que determina sus necesidades,
su eleccin y sus opiniones. La libertad misma acta como vehculo de adaptacin y
limitacin. Estas tendencias represivas (y regresivas) van de la mano con la
transformacin de la sociedad tecnolgica en virtud de la administracin total de los
hombres, y los cambios simultneos a ello en el empleo, la mentalidad y la funcin
poltica del "pueblo" afectan a los fundamentos mismos de la democracia. Acaso sea
suficiente enumerar aqu algunos de los fenmenos que nos son familiares.
Podemos advertir, en primer lugar, una creciente pasividad del pueblo respecto del
omnipresente aparato poltico y econmico, una sumisin a su "enorme productividad y a
su utilizacin "desde arriba", una separacin de los individuos de las fuentes de poder y de
informacin, que convierte a los receptores de esta en objetos de la administracin. Las
necesidades de la sociedad establecida son interiorizadas y se convierten en necesidades
individuales; el comportamiento exigido y las aspiraciones deseables se convierten en algo
espontneo. En los estadios de desarrollo superiores, esta coordinacin total procede sin
terror y sin la abrogacin del proceso democrtico.
Por el contrario, hay al mismo tiempo una creciente independencia de los dirigentes
elegidos respecto del electorado, el cual est constituido por una opinin pblica modelada
por los intereses econmicos y polticos predominantes. Su dominio aparece como el
dominio de la racionalidad productiva y tecnolgica. Y este dominio, como tal, es aceptado
y defendido y el pueblo lo hace suyo. La consecuencia es un estado de interdependencia
general que oculta la jerarqua real. Tras el velo de la racionalidad tecnolgica, se acepta la
heteronoma universal como si se tratara de unas libertades y unos bienes ofrecidos por la
"sociedad opulenta".
En estas condiciones, la creacin (o re-creacin) de un refugio de independencia
espiritual (la independencia prctica, poltica, queda efectivamente bloqueada por el poder
concentrado y la coordinacin en la sociedad industrial avanzada) ha de asumir la forma de
una retirada, de un aislamiento voluntario, de un "elitismo" intelectual.
Y, en realidad, una redefinicin de la cultura tendra que ir en contra de las tendencias ms
poderosas. Significara la liberacin del pensamiento, la investigacin, la enseanza y el
aprendizaje del universo establecido de adaptacin y de comportamiento y la elaboracin
de mtodos y conceptos capaces de superar racionalmente los lmites de los hechos y
"valores" establecidos. En trminos de las disciplinas acadmicas, esto significara hacer
pasar el nfasis principal a la teora "pura", es decir, a la sociologa teortica, a la ciencia
poltica, a la psicologa, a la filosofa especulativa, etc. Las consecuencia sobre la
organizacin de la educacin seran mas importantes: el cambio conducira a la creacin
de universidades de "lite", separadas de los colleges, que conservaran y reforzaran su
carcter de escuelas vocacionales en el ms amplio sentido. Una completa independencia
financiera sera el requisito indispensable de lo anterior:
hoy ms que nunca importa la fuente del apoyo material. Ningn patrocinador privado
individual sera capaz de financiar la educacin que puede preparar el fondo espiritual para
una jerarqua cualitativamente diferente de valores y de poder.
Una educacin as podra ser imaginada como preocupacin de un gobierno deseoso y
capaz de contrarrestar la tendencia poltica y popular predominante, y esta condicin se
formula nicamente para revelar su carcter utpica La idea misma de unas universidades
de lite intelectual se denuncia hoy como una tendencia antidemocrtica, incluso aunque el
acento se cargue sobre "intelectual" y el trmino "lite" designe una seleccin realizada en
la escuela y en la poblacin de los colleges en general; una seleccin realizada nicamente
por el mrito, es decir, segn la inclinacin y la capacidad para el pensamiento teortico.
En realidad la idea es antidemocrtica si la democracia de masas establecida y su
educacin se toman como la realizacin de una democracia que corresponde exactamente
a las formas histricamente posibles de libertad e igualdad. No creo que ste sea el caso.
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Me siento muy contento al ver aqu tantas flores; por eso quisiera recordarles que las
flores, por s mismas, no tienen ms poder que el de los hombres y mujeres que las
protegen y las toman a su cuidado contra la agresin y la destruccin.
Como filsofo sin esperanza para el cual la filosofa se ha vuelto inseparable de la
poltica, temo tener que dar hoy aqu una charla ms bien filosfica, y debo solicitar la
indulgencia de ustedes. Estamos tratando de la dialctica de la liberacin (expresin
redundante, en realidad, pues creo que toda dialctica es liberacin); y no solamente de
liberacin en un sentido intelectual, sino de liberacin que comprende al espritu y al
cuerpo, liberacin que comprende toda la existencia humana. Pinsese en Platn: la
liberacin de la existencia en la caverna. Pinsese en Hegel: liberacin en el sentido de
progreso y libertad a escala histrica. Pinsese en Marx. Ahora bien:
en qu sentido toda dialctica es liberacin?
Es liberacin del sistema represivo, de un sistema malo y falso, ya se trate de un
sistema orgnico, de un sistema social, de un sistema mental o intelectual: liberacin por
las fuerzas que se desarrollan dentro de tal sistema. He aqu un punto decisivo. Y liberacin
en virtud de la contradiccin engendrada por el sistema, precisamente porque es un sistema
malo, falso.
Estoy empleando aqu intencionadamente trminos filosficos y morales; valores:
'malo', 'falso'.
Pues sin un objetivo justificable objetivamente de una existencia humana mejor y libre,
toda liberacin puede carecer de significado; ser, a lo sumo, un progreso dentro de la
servidumbre. Creo que tambin en Marx el socialismo debe ser. Este 'debe' pertenece a la
esencia misma del socialismo cientfico. Debe ser; podramos decir que se trata de una
necesidad biolgica, sociolgica y poltica. Es una necesidad biolgica en la medida en
que una sociedad socialista, segn Marx, ha de conformarse al mismo logos de la vida, a
las posibilidades esenciales de una existencia humana, y ello no slo mental o
intelectualmente, sino tambin orgnicamente.
Vayamos ahora al presente y a nuestra propia situacin. Creo que nos hallamos frente a
una situacin nueva en la historia, pues hoy tenemos que ser liberados de una sociedad que
funciona relativamente bien, que es rica y poderosa. Estoy refirindome aqu a la
liberacin de la sociedad opulenta, es decir, de las sociedades industriales avanzadas. El
problema con que nos enfrentamos es la necesidad de liberacin no ya de una sociedad
pobre, no ya de una sociedad en desintegracin, ni siquiera en muchos casos de una
sociedad terrorista, sino de una sociedad que desarrolla en gran medida las necesidades
materiales e incluso culturales del hombre de una sociedad que, por emplear un slogan,
entrega las mercancas a una parte de la poblacin cada vez mayor. Y eso implica que
nos estamos enfrentando con la liberacin de una sociedad donde la liberacin carece
aparentemente de una base de masas. Conocemos muy bien los mecanismos sociales de
manipulacin, adoctrinamiento y represin a los que se debe esta falta de una base de
masas, y la integracin de la mayora de las fuerzas de oposicin en el sistema social
establecido. Pero debo subrayar una vez ms que no se trata simplemente de una
integracin ideolgica; que no se trata simplemente de una integracin social; que
precisamente se produce en una base fuerte y rica que posibilita que la sociedad se
desarrolle y satisfaga las necesidades materiales y culturales mejor que nunca.
Sin embargo, el conocimiento de los mecanismos de manipulacin o de represin, que
llegan hasta el inconsciente mismo del hombre, no lo es todo. Creo que nosotros (y
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emplear "nosotros" durante toda mi charla) hemos sido demasiado vacilantes, hemos
estado demasiado confundidos, comprensiblemente confundidos, para insistir en las
caractersticas radicales e integrales de una sociedad socialista, en su diferencia cualitativa
de todas las sociedades establecidas: la diferencia cualitativa en virtud de la cual el
socialismo es en realidad la negacin de los sistemas establecidos, independientemente de
lo productivos o lo poderosos que sean o puedan parecer. En otras palabras y ste es uno
de los muchos puntos en que estoy en desacuerdo con Paul Goodman, nuestro fallo no
ha consistido en haber sido demasiado inmodestos, sino en que hemos sido demasiado
modestos.
Hemos reprimido, por decirlo as, mucho de lo que deberamos haber dicho y de lo que
deberamos haber acentuado.
Si hoy estas caractersticas integrales, estas caractersticas verdaderamente radicales
que convierten a la sociedad socialista en una negacin concreta de las sociedades
existentes; si esta diferencia cualitativa aparece hoy como utpica, como idealista, como
metafsica, sa es precisamente la forma en que han de aparecer estas caractersticas
radicales si han de ser realmente una negacin concreta de la sociedad establecida, si el
socialismo es en realidad la ruptura de la historia, la ruptura radical, el salto al reino de la
libertad: una ruptura total.
Demos un ejemplo de cmo esta consciencia o semiconsciencia de la necesidad de una
ruptura total as ha estado presente en algunas de las grandes luchas sociales de nuestra
poca. Walter Benjamn cita relatos segn los cuales durante la Comuna de Pars, en todas
las esquinas de la ciudad de Pars haba gente que disparaba contra los relojes de las torres
de las iglesias, de los palacios, etc., y que consiguientemente expresaba consciente o
semiconscientemente la necesidad de detener el tiempo, de que al menos haba que detener
el tiempo predominante, la sucesin temporal establecida, y que deba comenzar un tiempo
nuevo un nfasis muy fuerte en la diferencia cualitativa y en la totalidad de la ruptura
entre la nueva sociedad y la antigua.
En este sentido, quisiera discutir con ustedes aqu los requisitos previos reprimidos del
cambio cualitativo. Hablo intencionadamente de "cambio cualitativo" y no de "revolucin"
porque sabemos de demasiadas revoluciones a travs de las cuales se ha mantenido la
sucesin de represin: de revoluciones que han sustituido un sistema de dominacin por
otro. Debemos volvernos conscientes de las caractersticas esencialmente nuevas que
distinguen a una sociedad libre como una negacin definitiva de las sociedades existentes,
y debemos empezar por formular estas caractersticas, sin que importe lo metafsicas, sin
que importe lo utpicas, e incluso dira sin que importe lo ridiculas que puedan parecer a la
gente normal en todos los campos, tanto a la derecha como a la izquierda.
Qu es la dialctica de liberacin de que nos ocupamos aqu? Es la construccin de
una sociedad libre, construccin que depende en primer lugar del predominio de la
necesidad vital de abolir los sistemas de servidumbre establecidos y, en segundo lugar y
esto es decisivo, que depende del compromiso vital, de la lucha, tanto consciente como
subconsciente e inconsciente, por los valores cualitativamente diferentes de una existencia
humana libre. Sin el surgimiento de esas necesidades y satisfacciones nuevas las
necesidades y las satisfacciones del hombre libre, sin que importe lo vastas que sean,
solamente se sustituira un sistema de servidumbre por otro sistema de servidumbre. Y
tampoco puede considerarse el surgimiento y quisiera subrayar esto de esas nuevas
necesidades y satisfacciones como un mero subproducto, como la mera consecuencia de
unas instituciones sociales cambiadas. Lo hemos visto ya, es un hecho de la experiencia. El
desenvolvimiento de las nuevas instituciones puede ser realizado ya, y realizado por
hombres con necesidades nuevas. Esto, de pasada, es la idea bsica subyacente al propio
concepto de Marx del proletariado como agente histrico de la revolucin. Marx vea en el
proletariado industrial al agente histrico de la revolucin no solamente por ser la clase
fundamental en el proceso material de la produccin;
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masivas de las necesidades esto es, por un control social sistemtico no solamente de la
consciencia del hombre sino tambin de su inconsciente. Este control se ha hecho
posible por las propias conquistas de las mayores ciencias liberadoras de nuestra poca,
en la psicologa, principalmente el psicoanlisis y la psiquiatra. Que pudieran convertirse
y se hayan convertido al mismo tiempo en poderosos instrumentos de represin es, una
vez ms, uno de los aspectos terribles de la dialctica de la liberacin.
Esta divergencia entre la necesidad objetiva y la necesidad subjetiva altera
completamente sugiero yo la base, las perspectivas y la estrategia de la liberacin.
Esta situacin presupone el surgimiento de necesidades nuevas, cualitativamente diferentes
e incluso opuestas a las necesidades agresivas y represivas predominantes: el surgimiento
de un nuevo tipo de hombre, con un impulso vital, biolgico, hacia la liberacin, y con una
consciencia capaz de rasgar completamente el velo material e ideolgico de la sociedad
opulenta.
En otras palabras: la liberacin parece afirmarse sobre la apertura y la activacin de una
dimensin profunda de la existencia humana, que est junto a la base material tradicional y
por debajo de ella:
no una dimensin idealista, superior y colocada por encima de la base material, sino
una dimensin ms material todava que la base material, una dimensin por debajo de la
base material. A continuacin ilustrar lo que quiero decir.
El nfasis en esta nueva dimensin no significa sustituir la poltica por la psicologa, sino
lo contrario. En ltimo trmino significa tomar en consideracin el hecho de que la
sociedad ha invadido incluso las races ms profundas de la existencia individual, incluso
el inconsciente del hombre. Nosotros debemos atacar las raices de la sociedad en los
individuos mismos, en los individuos que a causa de la manipulacin social, reproducen
constantemente la sucesin de represin incluso a travs de la mayor revolucin.
Sugiero que este cambio no es simplemente un cambio ideolgico. Est dictado por el
desarrollo real de una sociedad industrial que ha introducido unos factores que
anteriormente la teora poda despreciar, y proceder correctamente al hacerlo.
Est dictado por el desarrollo real de la sociedad industrial, por el tremendo
crecimiento de su productividad material y tcnica, que ha superado y vuelto anticuados
los objetivos y las condiciones previas tradicionales de la liberacin.
Nos enfrentamos aqu con la cuestin siguiente: la liberacin de la sociedad opulenta,
es lo mismo que la transicin del capitalismo al socialismo?
La respuesta que apunto yo es que no es lo mismo si el socialismo se define
simplemente como el desarrollo planificado de las fuerzas productivas y la racionalizacin
de los recursos (aunque esto sigue siendo un requisito previo para toda liberacin). Es lo
mismo que la transicin del capitalismo al socialismo si el socialismo se define en sus
trminos ms utpicos, es decir, entre otras cosas, por la abolicin del trabajo, la
terminacin de la lucha por la existencia esto es, la vida como fin en s misma y no ya
como un medio para un fin, y la liberacin de la sensibilidad y la sensualidad humanas,
no como un factor privado, sino como una fuerza para la transformacin de la existencia
humana y de su entorno. Conceder a la sensibilidad y a la sensualidad sus propios derechos
es, creo, uno de los objetivos bsicos del socialismo integral. Se trata de caractersticas
cualitativament diferentes de una sociedad libre. Presuponen, como habrn podido ver
ustedes ya, una trans-valoracin total de los valores, una nueva antropologa. Presuponen
un tipo de hombre que rechace los principios de actuacin que gobiernan las sociedades
establecidas; un tipo de hombre que se haya liberado por s mismo de la agresividad y la
brutalidad inherentes a la organizacin de la sociedad establecida, y a su moralidad
puritana e hipcrita; un tipo de hombre que sea biolgicamente incapaz de combatir en las
guerras y de crear sufrimiento; un tipo de hombre que tenga una buena consciencia del
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Por s mismos no son ni pueden ser una clase revolucionaria; pero pueden convertirse en el
catalizador y tienen una funcin preparatoria d e ciertamente que no por primera vez, pues
de hecho todas las revoluciones empiezan por ah, hoy acaso ms que nunca. Pues y
tambin para esto tenemos una base muy material y muy concreta en este grupo sern
reclutados los detentadores de posiciones decisivas en el proceso productivo, y en el futuro
ms todava que hasta ahora. Me refiero a lo que podemos llamar el creciente carcter
cientfico del proceso de la produccin material, en virtud de lo cual cambia el papel de los
intelectuales. En este grupo se reclutarn los detentadores decisivos de las posiciones
decisivas: cientficos, investigadores, tcnicos, ingenieros e incluso psiclogos, pues la
psicologa seguir siendo un instrumento socialmente necesario, ya de servidumbre, ya de
liberacin.
Esta clase, la intelligentsia, ha sido llamada la nueva clase obrera. Creo que esta
denominacin es cuando menos prematura. Los intelectuales son hoy y no deberamos
olvidarlo los beneficiarios predilectos del sistema establecido. Pero se encuentran
tambin en la fuente misma de las notorias contradicciones entre la capacidad liberadora de
la ciencia y su empleo esclavizador y represivo. Activar la contradiccin manipulada y
reprimida, hacerla actuar como un catalizador del cambio, he aqu una de las principales
tareas de la oposicin hoy. Sigue siendo y debe seguir siendo una tarea poltica.
Nuestra tarea es la educacin, pero educacin en un sentido nuevo. Hoy la educacin,
al ser tanto teora como prctica, y prctica poltica, es algo ms que la discusin, ms que
ensear, ms que aprender y escribir. A menos que vaya ms all de las aulas, ms all del
instituto, de la facultad, de la universidad, la educacin seguir siendo impotente. Hoy la
educacin debe comprender el espritu y el cuerpo, la razn y la imaginacin, las
necesidades intelectuales y del instinto, pues nuestra existencia entera ha pasado a ser el
sujeto/objeto de la poltica, de la ingeniera social. Subrayo que no se trata de hacer
polticas las facultades y las universidades, de politizar el sistema educativo. El sistema
educativo es poltico ya. Slo necesito recordarles a ustedes el grado increble en que las
universidades (estoy hablando de los Estados Unidos) estn comprometidas por enormes
fondos para la investigacin (cuya naturaleza conocen ustedes en muchos casos) del
gobierno y de los diversos organismos paragubernamentales.
El sistema educativo es poltico, de modo que no somos nosotros quienes tratamos de
politizarlo.
Lo que propugnamos es una contra-poltica, opuesta a la poltica establecida. Y en este
sentido debemos hacer frente a esta sociedad en su propia base de movilizacin total.
Debemos hacer frente al adoctrinamiento para la servidumbre con el adoctrinamiento para
la libertad. Cada uno de nosotros debe engendrar en s mismo, y tratar de engendrar en los
dems, la necesidad instintiva de una vida sin temor, sin brutalidad, sin estupidez. Y
debemos comprender que podemos engendrar la repulsin instintiva e intelectual frente a
los valores de una opulencia que difunde la agresividad y la represin por todo el mundo.
Antes de concluir quisiera decir dos palabras sobre los hippies. Me parece un
fenmeno serio.
Si estamos hablando del surgimiento de una repulsin instintiva frente a los valores de la
sociedad opulenta, creo que es el lugar adecuado para examinarlo. Me parece que los
hippies, como todo movimiento no conformista de izquierda, estn divididos. Que hay dos
partes, o partidos, o tendencias. Buena parte del movimiento es mera mascarada y
bufonera a nivel privado, y consiguientemente, en realidad, como ha sugerido Gerassi,
completamente inofensivo; algo muy simptico y atractivo, pero nada ms. Sin embargo, la
cuestin no termina aqu. Hay entre los hippies, y especialmente en tendencias hippies
como los diggers y los provos, un elemento poltico inherente, acaso todava ms en los
Estados Unidos que aqu en Gran Bretaa. Se trata de la aparicin cierta de nuevos valores
y necesidades instintivos. Esta experiencia existe. Hay una sensibilizacin nueva contra el
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centroeuropeas, es decir, despus de 1921. La construccin del socialismo sobre una base
atrasada y (durante un largo perodo futuro) aislada no encontraba una gua teortica en la
teora marxiana.
Lenin y, tambin, Stalin jams abandonaron la idea de que el "socialismo en un solo pas"
slo poda vencer finalmente mediante el triunfo del socialismo en las condiciones
industriales avanzadas de Occidente. En este aspecto, el stalinismo sigui siendo tan
ortodoxo como el leninismo.
En seguida, sin embargo, el crecimiento del estado sovitico hasta convertirse en una
fuerte potencia nacional e internacional condujo a una unificacin e integracin del mundo
occidental que hizo que la espera de un derrumbamiento interno del capitalismo pareciera
menos realista que nunca. Este "desarrollo desigual hacia el socialismo" dentro y fuera de
la Unin Sovitica engendr la grieta entre teora y prctica caracterstica del marxismo
sovitico. El objetivo segua siendo el mismo, pero las vas y los medios para alcanzarlo se
haban vuelto muy diferentes. Como resultado de los cambios histricos en el terreno
internacional, el portador histrico de la dialctica revolucionaria no era ya el proletariado
industrial de los pases industriales avanzados, sino el estado sovitico. Su desarrollo iba a
ser interpretado en trminos de una dialctica socialista y no ya capitalista, en trminos de
contradicciones no-antagnicas ms que en trminos de contradicciones antagnicas.
Y fuera de la rbita sovitica, estaba todava la dialctica del capitalismo. Durante el
perodo stalinista, la interrelacin entre ambas fue casi un tab. Slo recientemente han
aparecido indicios de que, de acuerdo con una reorientacin general de la poltica
sovitica, se define de nuevo el problema de la dialctica. Para comprender las
implicaciones de este proceso ser necesaria una reformulacin de la funcin original de
la dialctica marxiana.
Marx elabor su dialctica como un instrumento conceptual para comprender una
sociedad intrnsecamente antagnica. La disolucin de las nociones fijas y estables de
filosofa, de economa poltica y de sociologa en sus contradictorios componentes
equivala a "reflejar" la estructura real y l movimiento de esa sociedad: la dialctica era la
reproduccin terica de lo que ocurra en la realidad. Para reproducirlo adecuadamente, y
proporcionar la verdadera teora de esta sociedad, las categoras tradicionales tenan que
ser nuevamente definidas puesto que, en vez de revelar lo que ocurra, lo ocultaban. La
teora de la sociedad tena que ser elaborada segn sus propios trminos. Pero la relacin
dialctica entre la estructura del pensamiento y la estructura de la realidad no es
simplemente la relacin de correspondencia y reflejo. Si Hegel, consistentemente,
contraviene la distincin claramente establecida entre el pensamiento y su objeto, si habla
de "contradicciones" (que es un trmino "lgico") de la realidad, del "movimiento" de los
conceptos, de la cantidad que se "convierte" en cualidad, en realidad estipula una identidad
especfica entre el pensamiento y su objeto, los asimila el uno al otro. Pero puede
presumirse que la sabidura de sus crticos, los cuales sealan que Hegel confunde dos
mbitos especialmente diferentes, no excedi los alcances de su inteligencia y de su
consciencia. Segn Hegel, la distincin tradicional entre idea y realidad es "abstracta";
falsea y prejuzga la relacin real. El pensamiento y su objeto tienen un comn
denominador, que es a su vez "real", que constituye la sustancia tanto del pensamiento
como de su objeto. Este comn denominador, esta estructura comn al pensamiento y al
objeto es la estructura del Ser como proceso que comprende al hombre y a la naturaleza, a
la idea y a la realidad. El proceso del pensamiento, si es verdadero, esto es, si "aprehende"
la realidad, si es el concepto (Begriff) de su objeto, es el proceso en el que el objeto se
constituye a s mismo, se convierte en lo que es, se desarrolla a s mismo. Este proceso
aparece como tal en tres mbitos diferentes del Ser: en la naturaleza, en la historia
propiamente dicha y en el pensamiento "puro" (Lgica). stos son estadios de
"realizacin" esencialmente diferentes, realidades esencialmente distintas. La Lgica de
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El informe acerca de los resultados de la discusin sobre la lgica resume: "las formas
lgicas y las leyes del pensamiento no son una sobrestructura superior a y colocada por
encima de la base..." "La lgica formal es la ciencia de las leyes elementales y de la
forma del pensamiento correcto." "No hay dos lgicas formales, una lgica antigua,
metafsica, y una lgica nueva, dialctica... Hay solamente una lgica formal, univer 24. V.
I. C HEBKESOV , en Voprosy filosofii, n.o 2 (1950).
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LA IDE0L06A DE LA MUERTE
Der Mensch stirbt auch aus Gewohnheit...
HEGEL Il regardait la souffrance et la mort comme les effets bereux de sa toute-puissance et de sa souveraine
bont.
ANATOLE FRANCE Ensayo publicado originalmente en el libro colectivo The Meaning of Death, compilado por Herman
Feifel. McGraw-Hill, Nueva York, 1959.
1959 by the McGraw-Hill Book Company, Inc., Nueva York.
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Vivir sin angustia es en realidad la nica definicin sin compromisos de la libertad porque
comprende todo el contenido de la esperanza: la felicidad tanto material como espiritual.
Pero no puede haber (o ms bien no debera haber) vida sin angustia mientras no se haya
dominado la muerte, y no en el sentido de una expectacin y una aceptacin conscientes
de la muerte de cualquier modo que viniere, sino en el sentido de quitarle su horror y su
incalculable poder, as como su santidad trascendental. Esto significa que la lucha
sistemtica y concertada contra la muerte en todas sus formas debera ser llevada ms all
de los lmites declarados socialmente tab. La lucha contra la enfermedad no es lo mismo
que la lucha contra la muerte. Parece existir un punto en el que la primera deja de
prolongarse en la segunda. Parece que una barrera mental profundamente arraigada detiene
la voluntad antes de llegar a la barrera tcnica. El hombre parece inclinarse ante lo
inevitable sin estar realmente convencido de que lo es. La barrera est defendida por todos
los valores perpetuados socialmente, vinculados a las caractersticas redentoras e incluso
creadoras de la muerte: su necesidad natural y esencial ("la vida no sera vida sin la
muerte"). La breve e incalculable duracin de la vida impone una renuncia y una
servidumbre constantes, un esfuerzo heroico y un sacrificio por el futuro. La ideologa de
la muerte acta en todas las formas de "ascetismo intramundano". La destruccin de la
ideologa de la muerte supondra una transvaloracin explosiva de los conceptos sociales:
la buena consciencia de ser un cobarde, la desglorificacin y la desubliniacin;
supondra un nuevo "principio de realidad" que liberara el "principio del placer" en vez
de reprimirlo.
La mera formulacin de estos objetivos indica por qu han sido convertidos tan
rgidamente en tabs. Su realizacin equivaldra al derrumbamiento de la civilizacin
establecida. Freud ha mostrado las consecuencias de una desintegracin
(hipottica) o incluso de una relajacin esencial del "principio de realidad"
predominante: la relacin dinmica entre eros y el instinto de muerte es tal que una
reduccin del segundo por debajo del nivel en que funciona de un modo socialmente til
liberara al primero ms all del nivel "tolerable". Ello supondra un grado de
desublimacin que arruinara las conquistas ms valiosas de la civilizacin. La visin de
Freud fue lo bastante penetrante para invocar en contra de su propia concepcin el tab que
violaba. E] psicoanlisis casi se ha liberado a s mismo de estas especulaciones
"acientficas". No es ste el lugar apropiado para discutir si la afirmacin de la muerte
expresa un "deseo de morir" profundamente arraigado, o un "instinto de muerte" primario
en toda vida orgnica, o si este "instinto" no se ha convertido en una "segunda naturaleza"
bajo el impacto histrico de la civilizacin. El manejo de la muerte por la sociedad y su
actitud hacia ella parecen reforzar la hiptesis relativa al carcter histrico del instinto de
muerte.
Tanto el temor a la muerte cuanto su represin en la aceptacin de la muerte como una
necesidad sancionada entran como factores de cohesin en la organizacin de la sociedad.
El hecho natural de la muerte se convierte en una institucin social.
Ninguna dominacin es completa sin la amenaza de muerte y sin el derecho reconocido
a dispensar la muerte muerte por sentencia legal, en la guerra, por hambre. Y ninguna
dominacin es completa si la muerte, institucionalizada de este modo, no se reconoce
como algo ms que una necesidad natural y un hecho bruto: como algo justificado y como
una justificacin. Esta justificacin parece ser en ltimo trmino, y dejando de lado los
detalles, el sentimiento de culpa individual derivado de la culpa universal que es la vida
misma, la vida del cuerpo. La idea cristiana primitiva, segn la cual todo gobierno secular
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Herbert Marcuse
Herbert Marcuse
todos sus ciudadanos; el juicio final del homicida corresponde a Dios y no al hombre,
etctera. Sin embargo, por razones ms materiales, el individuo ha dejado de tener poder
"para hacer algo" desde hace mucho, y esta falta de poder se racionaliza en la forma de
obligacin moral, de virtud o de honor. Todas estas explicaciones, con todo, parecen
venirse abajo ante una cuestin central: su carcter no disfrazado, casi exhibicionista, de
afirmacin, de consentimiento instintivo. En realidad parece difcil rechazar la hiptesis de
Freud de un deseo de muerte insuficientemente reprimido. Pero dir, una vez ms, que el
impulso biolgico que acta en el deseo de muerte puede no ser tan biolgico. La
necesidad de sacrificar la vida del individuo de modo que pueda continuar la vida del
"conjunto" puede haber sido "alimentada" por fuerzas histricas. Aqu el "conjunto no es la
especie natural, la humanidad: se trata ms bien de la totalidad de instituciones y relaciones
que han creado los hombres a lo largo de su historia. Esta totalidad, sin la afirmacin
instintiva de su indiscutible prioridad, puede estar en peligro de desintegracin. Cuando
Hegel deca que la historia es el altar de la matanza en el que la felicidad de los individuos
se sacrifica al progreso de la Razn, no se refera a un proceso natural.
Sealaba un hecho histrico. La muerte en el altar del sacrificio de la historia, la muerte
que la sociedad de a los individuos no es mera naturaleza: es tambin Razn (con R
mayscula). A travs de la muerte en el campo del honor, en las minas y en los caminos
reales, por la enfermedad y la miseria no dominadas, por obra del Estado y de sus rganos,
la civilizacin progresa. Puede concebirse el progreso en estas condiciones a lo largo de
siglos sin el consentimiento efectivo de los individuos, sin un acuerdo instintivo ya que
no consciente que complemente y sostenga la sumisin impuesta por obediencia
voluntaria? Y si prevalece semejante consentimiento "voluntario", cules son sus races y
sus razones?
Las preguntas nos hacen volver al comienzo.
La sumisin a la muerte es sumisin al seor de la muerte: a la polis, al Estado, a la
naturaleza o al dios. El juez no es el individuo, sino un poder superior; el poder sobre la
muerte y tambin poder sobre la vida. Pero sta es slo la mitad de la historia. La otra es la
disposicin, el deseo de abandonar una vida de falsedad, una vida que traiciona no
solamente los sueos de la juventud sino tambin las esperanzas y promesas maduras del
hombre. Se refieren al ms all, al ms all del cielo, o del espritu, o de la nada. Lo
decisivo es el elemento de protesta: protesta por parte de quienes carecen de poder. Y
puesto que carecen de poder, no solamente se someten, sino que perdonan a quienes
distribuyen la muerte. Semejante perdn puede congraciar al poder supremo y asegurar su
amor, pero tambin consagra la debilidad. La idea de Nietzsche de la genealoga de la
moral se aplica tambin a la actitud moral hacia la muerte. Los esclavos se rebelan y
triunfan no liberndose a s mismos, sino proclamando que su debilidad es la corona de
la humanidad. Y la impotencia de la protesta perpeta el poder temido y odiado.
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