Cristina de Pisan
Cristina de Pisan
Cristina de Pisan
año 1430. Tommaso da Pizzano era su padre, un astrologo, físico y canciller de la Republica de
Venecia; había estudiado en la universidad de Bolonia siendo esta la más avanzada
intelectualmente en su momento. Cuando cristina tenia cuatro años su padre acepta una
invitación a la corte del rey Carlos V de Francia como físico real.
Luego de haberse establecido en Francia la familia de Cristina, el rey manda a que la hija de su
físico participara en todas las fiestas y divertimentos de la corte compatibles con su edad, pero
más importante que nada que fuera educada como una princesa. De esta manera queda su
vida enmarcada dentro de una corte de ambiente humanista.
El rey Carlos V de Valois hizo entrar a la biblioteca real unos mil libros, de los cuales entre ellos
estaban las obras de Aristóteles y tratados de cosmografía. Se rodeo de seglares y humanistas.
El teocentrismo que concebía a Dios como el centro de todo, deja paso al antropocentrismo,
donde el hombre ocupa el centro y se erige como la medida de todas las cosas. En este
sentido, el humanismo exalta las cualidades de la naturaleza humana por su propio valor.
La filosofía humanista ofrecía nuevas formas de pensar y reflexionar acerca de las artes, las
ciencias y la política, lo cual revolucionó el ámbito cultural y supuso un periodo de transición
entre la Edad Media y la Modernidad.
La madre de cristina era hija del anatomista Mondino de Luzzi, aparece de todos modos en el
libro la ciudad de las damas como defensora de la dedicación de su hija a las tareas del hogar,
esto en contraste con su padre que la impulsa hacia el estudio. Tanto el circula familiar de
Cristina como el de la corte en Francia obedecen a un espíritu crítico, de libre examen y basado
en la experiencia, esto es evidente en el libro donde reivindica la experiencia que de su propio
cuerpo tienen las mujeres para contrarrestar el discurso misógino que sostiene la autoridad
masculina de la época.
La educación de Cristina, si bien fue impulsada por su padre, fue mas que nada autodidacta ya
que tenía a su disposición la colección de libros del rey.
Sobre la educación que pretendía darle su madre habla cristina por boca de una de su
consejera en el libro I “tu padre, gran sabio y filosofo, no pensaba que por dedicarse a la
ciencia fueran a valer menos las mujeres. Al contrario, como bien sabes, le causó gran alegría
tu inclinación hacia el estudio. Fueron los prejuicios femeninos de tu madre los que te
impidieron durante tu juventud profundizar y extender tus conocimientos, porque ella quería
que te entretuvieras en hilar y otras menudencias que son ocupación habitual de las mujeres”.
De todos modos, esto no impidió el amor filial de cristina hacia su mama. Ella aparece en el
libro desde el umbral de forma prosaica, propia de la función materna y nutricia,
interrumpiendo la lectura de su hija para llamarla a cenar resaltando así la necesidad del
sustento alimenticio, tan importante como el intelectual. Libro II madre dando pecho en la
cárcel.
A los 15 se casa con Estienne du Castel, hijo de una familia noble Picardía, que teniendo
veinticuatro años acababa de obtener el cargo de notario del rey.
En 1379, en el mismo año en que cristina se casa, muere la esposa del rey y al año siguiente
muere el sucediéndolo su hijo de once años Carlos VI el cual comenzó a disminuir los ingresos
de su marido. Su padre que fue desestimado por el nuevo rey murió en 1387 por una
enfermedad, dos años mas tarde muere su marido por la peste dejando así a Cristina viuda con
tres hijos. El rey había dejado de pagar los honorarios de su secretario, también unos
mercaderes habían robado la dote de sus hijos.
Empieza a así una pelea de juicios y pleito por recuperar sus bienes. De esa experiencia se fue
forjando su carrera. Viendo que la justicia tardaría años en devolverle lo que le pertenecía, se
dedico completamente a la escritura como profesional. En 1404 cuenta en la mutación de la
fortuna lo que supuso esa dedicación a la literatura, describiéndola como un cambio o
mutación: fortuna la convirtió en el hombre para pilotar su nave. Esta mutación implica un
cambio de papeles de una mujer que es encargada de las tareas domesticas a viuda que lleva
el papel tradicional del hombre manteniendo ella a su familia.
Pero esto no lo explica todo sobre su vocación literaria, reducir a Cristina a una historia de
superación personal es erróneo. Ya que hay algo que irrumpe en su vida, es que impulso
político que aparece en esta época en el campo de las letras y que lleva a situarse en el plano
de la reflexión en los escritores del siglo XV abracando temas de dimensión universal como lo
es la condición femenina, la historia de las mujeres o el poder político.
Desde ese punto cristina hasta el momento de su muerte estuvo atravesada por la política sea
ya hablando de su vida, de las mujeres o de la situación de Francia.
Cabe destacar su defensa de la mujer frente a los ataques de Jean de Meung en la segunda
parte del romance de la rosa y el Libro de las lamentaciones de Mateolo (siglo XIII). Ambas
obras, así como autores como Ovidio y Boccaccio, son objeto de crítica en La ciudad de las
damas. De este modo, participó en la primera polémica literaria francesa con dos obras:
Epístola al dios del amor (1399), que fue escrita en oposición a las actitudes cortesanas en
torno al amor, y la ciudad de las damas (1405), en la que se relatan hazañas heroicas de
mujeres, tomadas de la historia y de la mitología.
Finalmente, y a modo de conclusión, a los sesenta y seis años, en 1430, Christine fallecería en
el monasterio francés de Poissy, al que se había retirado con su hija en 1411, tras haber
estallado cuatro años antes en París la guerra civil entre las facciones armagnac y borgoñona.
Como dato curioso, cabe señalar que Christine no sólo redactaba las obras, sino que también
las copiaba y las ilustraba con miniaturas, es decir, participaba en todo el proceso de creación y
difusión de sus escritos, por lo que es importante valorar su labor, toda una mujer adelantada
a su época.
Cristina afirma y reafirma con su nombre la autoridad femenina a examinar las lecciones de
nuestra experiencia personal frente a las verdades del docto discurso varonil.
Entre 1400 y 1410, Christine produjo una obra considerable, tanto en prosa como en verso,
cosechando gran éxito primero como poetisa, como epistológrafa, y produciendo obras tan
importantes como La ciudad de las damas. Se trata de una de sus obras más importantes e
influyentes, a través de la cual se muestra el deseo y lucha de Christine por otorgar un lugar
predominante a las mujeres en la sociedad. Se trata de una obra base ante la defensa de las
mujeres en una sociedad misógina, que tomaba como base y doctrina la supremacía tanto
física como intelectual de los hombres frente a las mujeres.
En el libro se representa una ciudad idealizada gobernada únicamente por mujeres. La autora
imagina un tiempo vivido en el espacio imaginario de su Ciudad de damas, una ciudad habitada
exclusivamente por mujeres virtuosas. La autora refleja un amplio espacio en el cual sus
enseñanzas pueden contribuir a transformar la realidad y a hacerla más justa para las mujeres.
Fue escrita en 1405, con el fin de mostrar su desacuerdo con los autores e intelectuales de la
época que proclamaban y defendían la naturaleza no moral de las mujeres, acusándolas de ser
fuente y origen del mal.
La obra se encuentra inspirada en la obra de Boccaccio, y está escrito como un diálogo entre
estudiante y maestro, articulado a través de las figuras alegóricas de la Razón, la Justicia y la
Rectitud, las cuales conversan con Christine y la invitan a construir una ciudad para mujeres
virtuosas de todos los tiempos, en un mundo hecho para los hombres;
"una Ciudad levantada y edificada para todas las mujeres de mérito, las de ayer, hoy y
mañana”.
Razón, Derechura y Justicia van proporcionando a la escritora las mejores piedras con las
cuales construir los diferentes recintos de la Ciudad. Las protagonistas de la obra son todas las
mujeres que la historia, la mitología y la leyenda han consagrado después de demostrar su
ingenio, su constancia, su arte, su virtud, su entrega, su fidelidad, su valor en la guerra y en la
defensa de unos principios. A todas ellas se las iguala por su mérito, y no por la condición de su
nacimiento o posición social.
Esta obra alegórica, se basa en eliminar, de la ciudad construida, los prejuicios que se tienen de
las mujeres. Los cimientos, las altas murallas y fosos, los palacios y mansiones se construyen
con todas las mujeres anónimas que colectivamente protagonizaron algún hecho meritorio y
con las mujeres que han quedado con su nombre propio en el registro de la historia, por citar
algunas; Cornificia a Safo, poetas y filósofas de gran inteligencia y cultura; de Semíramis a
Clelia, de María Magdalena a Santa Marina que sintieron piedad; de la emperatriz Nicaula a la
reina Fredegunda, que gobernaron con justicia y sentido de la política.
Con esta construcción Cristina de Pisan toma como sus referentes, adopta y acepta la
autoridad de otras mujeres y construye una genealogía femenina que, cinco siglos más tarde,
continúa teniendo plena vigencia como motor del movimiento de emancipación de la mujer.
Se trata de una obra que supuso un importante avance para lograr la igualdad de las mujeres
frente a los hombres, valorando sus virtudes y dotándolas de fuerza y lucha.
A modo de conclusión, es necesario añadir que la ciudad construida por Cristina de Pisan con la
ayuda de la Razón, de la Derechura y de la Justicia, no es sólo un espacio metafórico en el cual
proteger a las mujeres, sino también un espacio de relaciones regidas por el derecho, es decir
un espacio de ciudadanía.
Así el nombre de cristina va ligado a su papel de capeona, defensora de las causas justa, la
causa de las mujeres como aparece el libro, hace su entrada en el mundo de la política para
defender a las mujeres, a eso nos referimos con su mutación a mujer de letras.
El modelo polémico articula todo el texto de La Ciudad de las Damas: Cristina siempre se
anticipa a un adversario emboscado, el varón implícito o explícito con el que contiende hasta
arrebatarle todas sus armas dialécticas. Pone su pluma al servicio de la defensa del sexo
femenino contra sus acusadores, libres hasta entonces de expresar sus prejuicios misóginos.
Corno explica Razón a Cristina: «Dejada sin defensa, la plaza mejor fortificada caería
rápidamente y podría ganarse la causa más injusta pleiteando sin la parte contraria» Es el
estilo que predomina en los primeros capítulos de la obra, donde Cristina expone, para
rebatirlos, los argumentos de! discurso masculino, citando opiniones de «doctos varones»
Los ejemplos de castidad preservada se repiten en tono triunfal en el libro III, donde Justicia
relata varios episodios de violaciones frustradas; dignatarios y emperadores romanos resultan
vencidos en sus conquistas amorosas por una milicia de vírgenes y santas mártires. La mujer,
que llega a ser igual o superior al hombre en la guerra -véanse las hazañas de Semiramis y
Pentesilea, o cómo dos doncellas derribaron a Hércules y a Aquiles-, lo vence también en la
guerra amorosa, bien atrincherándose en la castidad hasta el martirio, bien por la astucia, bien
sobrepasando a maridos y amantes por sus cualidades morales. Cristina evita, en cambio,
reproducir los ejemplos de Boccaccio de varones domados y humillados por mujeres, como
Hércules atado a la rueca, es decir, castrado en su virilidad por una labor tan femenina: la
mujer no necesita humillar al hombre, sino que lo sobrepasa por su sola superioridad moral.
Cristina propone cuatro métodos de asentar la autoridad femenina primero, con la experiencia
que de su propio cuerpo tienen las mujeres (1,9); en segundo lugar, gracias al diálogo con
mujeres de todas las condiciones que han tenido a bien confiarle sus secretos, y alude, al
respecto, a lo interesante que resultaría reunir información sobre la vida familiar tal como se
desarrolla en el secreto de los hogares -lo que hoy llamamos «encuesta sociológica" queda ya
formulado en el capítulo 13 del libro H-; luego figura la tradición oral-aunque a veces
transcrita- de sibilas y profetisas (H, 1-7), y, finalmente, replanteando los escritos que reflejan
la autoridad masculina desde un punto de vista femenino, sobre todo en lo que respecta a la
historia de las mujeres, tal como lo hace la autora cuando reutiliza, a veces de modo
«subversivo», sus fuentes, como, por ejemplo, Boccaccio, en un proceso de reconstrucción y
edificación de una nueva autocriticas femenina, como hemos indicado.
Claustro del convento, las murallas de la ciudadela, la Ciudad de las Damas como baluarte para
resistir el asedio de la violencia masculina, escrita o gestual, la metáfora de la mujer que se
encierra para liberarse vuelve a menudo a la obra de Cristina de Pizán como un elogio de
mujeres independientes, que rompieron vínculos familiares y escaparon de la autoridad
paterna y o marital para recluirse en abadías; algo que, por supuesto, tenemos que situar en la
época recordando que aquélla solía ser la única salida para las mujeres que tenían
pretensiones intelectuales o aspiraban a recibir estudios o, más simple aún, querían llegar a
ser ellas mismas.
El papel que juega la castidad. Mantenerse virgen o casta, encerrándose en su cuerpo sin
volver a tener relaciones con su marido o amante tras un encuentro sólo destinado a
engendrar -recordemos el Eros fugaz de las amazonas-, era para una mujer el único modo de
librarse de pesadas ataduras domésticas de por vida.
La castidad no significa tanto pureza para las ciudadanas que habitan La Ciudad de las Damas,
como fuerza e independencia. La virginidad marca el camino de la fama y «autorrealización»
de las mujeres; liberándose del yugo matrimonial, abandonan el papel tradicional de esposas y
madres. Como se lo aconseja Cristina en el último capítulo del libro, también rechazan los
fáciles amoríos que comprometerían su libertad: «Huid, damas mías, huid del insensato amor
con que os apremian. Huid de la enloquecida pasión, cuyos juegos placenteros siempre
terminan en perjuicio vuestro", consejos no moralizantes sino obligados y de buen sentido en
la condición femenina de la época.
Cada uno de los tres libros que forman La Ciudad de las Damas ofrece el diálogo de la escritora
con una de sus maestras – las tres Damas alegóricas – en el que ella plantea sus inquietudes en
torno a la naturaleza de la mujer como ser social y como individuo. Las tres Damas alegóricas
le van respondiendo mediante sencillas explicaciones y ejemplificaciones. En el primer libro
Cristina “interroga con la azada de la inteligencia” a Razón, la cual contribuye a poner
entendimiento a los hombres y mujeres y porta un espejo refulgente como emblema, para que
cada uno y cada una se vea “en su alma y conciencia, y conozca sus vicios y defectos”. Va
analizando detalladamente los principales defectos que erróneamente se consideran propios
de la mujer: coquetería, superficialidad, murmuración, frivolidad, etc. Comienza el inventario
de ejemplos con las mujeres novotestamentarias cercanas a Jesús. Razón culmina su
exposición con ejemplos de mujeres guerreras y de gran sentido político, mujeres sabias y
creativas y, por último, con damas de templado juicio. Con el primer libro quedan levantados
los cimientos y las murallas de la Ciudad.
En el libro segundo habla Derechura, la Dama que exhorta a hacer el bien. Es la Virtud que
lleva en su mano una regla con la cual se pueden “trazar los límites de cualquier cosa”, y que
es muy útil para “levantar los grandes templos, diseñar y construir calles y plazas, palacios,
casas y alhóndigas”. La Ciudad está sellada con un mortero mezclado con tinta. “Anda, mezcla
con tinta este mortero y usa sin reparos esta argamasa, porque yo te proveeré con gran
cantidad de ella”, dice en el primer capítulo. Derechura compila historias de mujeres de visión
profética como las sibilas, también historias de mujeres ejemplares por su amor filial, otras
tantas por su amor conyugal. A su vez cita modelos de mujeres castas que repulsan ser
violadas, mujeres famosas por sus cualidades morales más que por su belleza, y pone ejemplos
de mujeres generosas. Asimismo, dedica siete capítulos a ilustrar la constancia femenina,
contrastada con la masculina, y otros cinco a relatar beneficios que las mujeres han traído al
mundo. De especial interés son los argumentos que da en el capítulo 36 a favor de que las
mujeres estudien, de su gran capacidad para hacerlo y de los beneficios que ello aporta a ellas
mismas y a la humanidad entera.
Justicia es la Dama que guía a Cristina a lo largo del tercer y último libro. Es la Virtud que
garantiza el orden, el equilibrio, en el cielo, en la tierra y en el infierno. Lleva en su mano
diestra un cáliz de oro; con él atribuye a cada uno lo que se merece. El Libro III comienza con la
Ciudad ya acabada: los palacios ya están amueblados, pavimentadas y decoradas las calles por
donde mujeres de todos los rangos y condiciones saldrán a recibir al modelo representativo
por excelencia: la Virgen María. El recibimiento de la Reina de los Cielos a la Ciudad es
apoteósico:
"Te acogemos, Reina del Cielo, con la misma salutación que te dio el ángel y que tanto te
agradó: Ave María. El pueblo de las mujeres te pide que te dignes a convivir con ellas.
Concédeles la gracia de ser su protectora, defensora, baluarte contra los ataques de sus
enemigos; la fuente de virtud donde saciarán su sed y se curarán de todo vicio. ¡Ven a
nosotras, Reina Celeste, Templo Divino, Claustro del Espíritu Santo, Receptáculo de la Trinidad,
Gozo de los ángeles, Estrella, Vasija, Nave y Refugio de los extraviados, ¡Esperanza de los
creyentes”!
Tras la Virgen, las historias de santas, beatas y mártires van llenando todo el espacio
construido. Cristina concluye la ciudad de las damas con una sincera carta a modo de discurso
directo en la que aconseja a todas las mujeres que nunca les falte paciencia, conciencia y
lucidez para poder desenmascarar los falsos juicios que sobre ellas hagan los hombres. Las
insta a que busquen la virtud y les alienta a que hagan frente a la adversidad. Por último,
sugiere que rechacen a los “hipócritas que se valen de las armas de la seducción” porque,
como bien dice, “desgraciadamente…. esconden envenenados dardos que luego os han de
doler”.
LE ROMAN DE LA ROSE
La contestación a la obra el romance de la rosa, fue uno de los momentos más significativos de
Christine, cuyo objetivo era el enfrentamiento frente a la denigración de la mujer. Alrededor
del 1400 se abrió en la escena intelectual parisina un debate en torno a la vigencia de dicho
libro y los méritos literarios de sus autores, el cual fue compuesto hacia 1245 y es la obra
cortés por excelencia, donde se unen los temas de la lírica amorosa y la poesía. En la obra, la
mujer queda reducida a un mero objeto de placer. En este sentido, Le Romance de la rosa
refleja dos escuelas amorosas bien distintas: por un lado, la escuela del amor cortés encarnada
por Guillaume de Lorris (1256) y, por otro lado, la escuela naturalista encabezada por Jean de
Meun (1276) que abandona el amor espiritualizado y artificioso al reivindicar la espontaneidad
del deseo. En un tono realista y directo desmantela las bases del amor cortés, por ello, toda
relación amorosa que no esté encaminada hacia la procreación no sólo es pecaminosa sino
improductiva y estéril. En la obra se afirma que el amor es una fuerza natural cuyo único fin es
la propagación de la especie.
Cabe realizar una breve aportación acerca del amor cortesano. Este concepto peculiar del
amor tuvo diferentes características, la dama se hallaba en una posición de superioridad con
relación a su amante. El amor estaba, por tanto, feudalizado, el amante servía a su dama tan
humildemente como el vasallo servía a su amo.
Una asociación estrecha de las virtudes sociales con el amor, y la elevada posición conferida a
la mujer como inspiradora de las mismas, se reflejan en la concepción y la práctica del amor
cortés. Finalmente quedó muy poco del amor cortesano, cuyo declive se puede apreciar al
comparar la primera y segunda parte de Le Romance de la rosa.
En este contexto misógino se produjo una reacción entre las mismas mujeres, lo cual inspiró
un cambio violento de todas las formas de vida. La reacción más clara en contra de la misoginia
se encontró en la literatura, en poemas y narraciones de alabanza a la mujer. Ya en el siglo XV,
la controversia relativa a la mujer tomó un nuevo aspecto cuando la corte francesa intentó
retomar los antiguos ideales del amor cortesano, bajo la influencia de Christine de Pisan.
El papel de Christine de Pisan en esta sociedad fue de gran importancia, ya que era una
sociedad patriarcal, donde la mujer estaba totalmente subordinada al hombre, sin embargo,
gracias a su fuerza se convirtió en un “hombre de letras”, capaz de sustentar a su familia con
sus publicaciones, y a la vez expresar su opinión y lucha frente a la subordinación de la mujer.
Existían ideas contradictorias con respecto a la mujer que se formularon en la Edad Media, por
un lado, estaba la sujeción, y por el otro la adoración, ambas cumplían un papel en situar a la
mujer en la posición que ocupó en la Edad Media, y en dictar o modificarlas condiciones de su
existencia en las edades posteriores.
Cristina constituyó un intento por eliminar las restricciones de las mujeres. En todas sus obras
se advierte un rechazo de la tradición frente a una renovación del espíritu. Christine luchó
contra la literatura misógina, pero también contra las normas sociales de su tiempo. A
comienzos del siglo XV, algunas mujeres tomaron la palabra para luchas contra la misoginia,
imperante en el pensar masculino. El movimiento buscaba el modo de “universalizar la
cuestión y trascender el sistema de valores de su tiempo planteando una auténtica concepción
general de la humanidad.”
Cristina de pisan en la ciudad de las damas de 1405 sostuvo que la misoginia era un
planteamiento ajeno a la realidad histórica, defendiendo la memoria femenina. La denuncia de
Cristina estará vigente durante años, y se convertirá en el modelo que seguirían las mujeres
que protestaron por la imagen que la literatura misógina había creado de ellas. La misoginia se
había apoderado de la sociedad europea, cumplía una función y la reacción que provocaba no
era de indignación.
Cristina, se negó a aceptar la inferioridad femenina. Otra cuestión clave que aparece en la obra
es la defensa del derecho de la mujer a acceder a una educación similar a la del hombre, ya
que el problema de la desigualdad entre los sexos radicaba, especialmente en la educación.
La lectura y estudio de la ciudad de las damas, uno de los principales tratados que se
encuentran en los orígenes del feminismo, y que nos acerca a una apasionada defensa de la
mujer y de sus derechos mucho antes de las reivindicaciones teóricas o prácticas de Mary
Wollstonecraft. El alcance de los escritos de Christine de Pisan sería limitado en una sociedad
de corte patriarcal, pero la originalidad y firmeza de su pensamiento nos permite sostener que
esta autora puede ser considerada intelectualmente una de las figuras clave de la
emancipación de la mujer.
LA QUERELLA DE MUJERES
Es necesario aclarar que el feminismo surge a finales del siglo XVIII, en el contexto teórico de la
Ilustración y del contrato social. Su actitud peculiar, teórica y política, es la reivindicación de los
derechos, distinguiéndola de la queja, entendiendo con esta última una actitud recurrente de
las mujeres a lo largo de la historia, que se afirma como género literario con la conocida
Querelle des femmes en el siglo XIV y tiene en la obra de Christine de Pisan la ciudad de las
damas uno de sus ejemplos más destacados. Mientras que la vindicación reclama la igualdad
en la querelle, las mujeres abogarían en defensa de su sexo, pero sin cuestionar la lógica del
sistema y del poder patriarcal.
La Querelle des femmes eclosionó en Europa a finales del siglo XIII, período que culmina con la
decadencia del periodo medieval y el paso del orden feudal al Estado moderno. La emergente
cultura humanística y renacentista se contraponía a la persistencia de la cultura escolástica
clerical, caracterizada por los ideales misóginos.
Este movimiento estaba ya formado en el siglo XIV y en él participaron tanto hombres como
mujeres, cuya forma y contenido feminista se la dio Christine, debido al debate en torno al
Roman de la Rose, y la difusión de obras suyas, convirtiéndolo en un fenómeno internacional.
El momento que hizo nacer este movimiento fue la publicación, en 1277, de una versión
ampliada del Roman de la Rose de la mano de Jean de Meun, y que anteriormente ya hemos
explicado. La protesta de las mujeres contra los argumentos misóginos de este y otros autores
arraigó rápidamente en la Universidad y en las Cortes europeas y el debate se prolongó hasta
el estallido de la Revolución Francesa. Tal acontecimiento cambió radicalmente el escenario,
marcando el nacimiento del Feminismo como movimiento político: la protesta de las mujeres
escapó del ámbito privado para alienarse con la práctica política y con la lucha social. La
Querelle des femmes mantuvo un carácter esencialmente reactivo e ideológico.
Las ideólogas de este movimiento no se limitaron a dar voz pública al pensamiento, además
recogieron formas de expresión y de resistencia, mediante dos argumentos que han perdurado
en la crítica feminista, por un lado, la definición del cuerpo de mujer y por otro, el del género
femenino. Estas mujeres comenzaron a manifestar públicamente sus intenciones, derechos y a
desafiar al mundo establecido, una sociedad gobernada por y para los hombres.
En el debate académico de la Querella de las mujeres participaron desde mediados del siglo
XIII principalmente hombres: unos a favor, otros en contra de la tesis de la "superioridad
natural" que ellos se atribuían. Esta situación cambió en torno al año 1400 cuando intervino en
la Querella, Christine de Pisan. Ella le dio a la Querella de las mujeres, por primera vez,
contenidos feministas. Desde ese momento, la Querella conservó dichos contenidos feministas
y desarrolló otros nuevos mientras duró en Europa, es decir, hasta la Revolución Francesa. La
disputa sobre la naturaleza femenina merece una consideración especial dentro de los temas
de la querella, pues en buena medida pudo contribuir a mostrar el camino que debían de
seguir las mujeres.
Y el tema central: la dificultad del gobierno de la Tierra. Igual que Beatriz le explica a Dante,
explicará a Christine la Sibila: “Y a fin de que no te maravilles, sabe que en la Tierra no hay
quien gobierne; por lo cual va tan descarriada la raza humana”.
Christine de Pisan declara en del camino del largo estudio la necesidad y el placer del estudio.
Enseñanza y aprendizaje, mostrar y ver, ver y comprender, son las parejas de sentido que
estructuran su texto. Frente al silencio que la sociedad medieval le imponía a la mujer,
Christine pregunta y cuenta lo que ve y lo que descubre, sin caer en el error de la palabra
excesiva. El ansia de saber se resuelve en un aprendizaje de la mesura y en una palabra que la
mujer controla.
VIAJE ALEGORICO
Christine la reserva para los escritos en los que trata de ella misma, de su pasado, de su
itinerario personal y de su condición de mujer. En estas obras es sorprendente el predominio
de figuras femeninas; Christine es su interlocutora privilegiada, la que se beneficia de su
consuelo, de sus enseñanzas y consejos. Estas figuras revelan el sentido de las cosas; son la
proyección idealizada de la Sabiduría a la que Cristina quiere consagrar su existencia. Su
atributo principal es la palabra, orientada al diálogo. La alegoría permite la transposición de las
etapas del pensamiento y de la argumentación, gracias a la alternancia de discursos
contradictorios o complementarios. La preparación de la narradora pasa por un estado de
ensoñación que favorece el recuerdo de las miserias del mundo. Entonces aparece la Sibila
“dame ancienne et moult rassise” « ameresse de sapience» experta en ciencias y en leyes. Este
es el comienzo del Camino, que se repetirá en La Ciudad de las Damas.
trata de una alegoría de orientación práctica. Un concepto clave, de origen tomista, “la
perfección de las costumbres y las virtudes” se convierte en el hilo conductor que esclarece el
procedimiento. El contrato de lectura es claro: Cristina presenta la obra como un “dit”. En el
prólogo del Camino insiste sobre la intención didáctica (vv. 56-48), retoma la imagen del
discípulo-escritor para conseguir dos cosas: subrayar el valor de la Sibila como mujer cuyo
saber y prudencia exceden las de los autores, pues es profeta y consejera de los reyes
romanos, y elevarse ella misma, como mujer escritora, dotada de prudencia y ciencia, al rango
de “autor” de libros cultos y provechosos para los príncipes de Francia.
Christine muestra cómo surge en ella el amor al estudio y a la sabiduría, el deseo del bien, de
ser útil a los demás. El amor de la ciencia conduce al amor del prójimo y al amor de la justicia.
Este aprendizaje supone un recorrido, una subida gradual a las regiones del saber. En cada
etapa de su viaje recibe una enseñanza sobre las maravillas que se ofrecen a sus ojos. Guiada
por la Sibila, Christine se entrega a una enumeración erudita de los diferentes campos del
saber. La Sibila de Cumas le habla sobre la influencia de los planetas en los destinos humanos.
Los cuerpos celestes son calificados como “Influencias” y “Destinos”. Las exposiciones cultas
en boca de la Sibila sensibilizan al lector sobre un orden, una belleza y una bondad que
emanan de Dios, mientras que el viaje metafórico a través de las regiones del saber revela el
desorden que reina en la Tierra y que se opone a la belleza de las esferas celestes.
Christine evoca las hambrunas, las rebeliones, las guerras y sus desastrosas consecuencias.
Esta enumeración se articula alrededor del campo semántico del “caos”, también sugiere que
es posible resistir a estas influencias nefastas actuando con mayor discernimiento y prudencia.
Las figuras alegóricas insisten en la importancia del estudio que permite afrontar serenamente
las tribulaciones de la vida; le proponen una filosofía práctica (en la línea de Boecio) para
alcanzar la sabiduría mediante acciones justas y virtuosas. Christine atribuye a Razón un lugar
preponderante: es la figura alegórica que preside el debate entre Nobleza, Riqueza, Caballería
y Sabiduría, aparece rodeada de ángeles. Razón es un concepto clave en el libro; su función es
determinar cuál es la virtud que mejor caracteriza al buen príncipe.
Christine se convierte en la escriba de Razón para despertar las conciencias de los príncipes y
recordarles sus deberes, y Razón sugiere que el buen príncipe debe ser, ante todo, justo. En la
conclusión, Christine apela al juicio de su lector como abogado, para que triunfe la virtud y
para que reine la justicia; inscribe su “dit” en una especie de poética de la prudencia, con la
que intenta influir en el transcurrir de la historia. Si no puede cambiar el presente de
conflictos, su discurso podrá incitar a sus lectores a practicar la virtud de la prudencia.
Christine se ha convertido en secretaria de la Sabiduría, que deberá conducir a una reforma de
las costumbres. Por eso, el camino del largo estudio es también un tratado, donde Christine se
atreve con la teoría, hasta entonces sólo propia de hombres, de “espíritus sutiles”. Varias
isotopías funcionan en el camino para declarar la necesidad y el placer del estudio, y para
atribuirle un lugar a la mujer en esta empresa. Aprender se declina en la metáfora tradicional
del “camino de la vida”, en viajes extraordinarios y maravillosos. Christine recorrerá este
camino guiada por la Sibila. En el origen está el deseo de saber, la búsqueda del conocimiento
que exige esfuerzo. “Querer saber” es el leitmotiv que ordena el texto.