Bochaca - Catalunya, Espana, Europa
Bochaca - Catalunya, Espana, Europa
Bochaca - Catalunya, Espana, Europa
EDICIONS BAUSP
APARTAT DE CORREUS N 207
BADALONA (BARCELONA)
Este libro que presentamos, fue escrito por el historiador cataln Joaquin Bochaca en el
ao 1979. Era un libreto pequeo (solo meda 10, 5 x 16 cm. ), y tenia solo 44 paginas. Fu
escrito solamente en lengua catalana. Por eso, con algo de paciencia e ilusin, he tenido
el placer de poder traducir al castellano el texto ntegro del libro, traducido de forma
fidedigna del original. Por esa misma razn, tengo el gusto de presentaros unas
interesantes paginas sobre un libro, sino olvidado, si desconocido para la mayoria de
nosotros.
Polmico y al mismo tiempo interesante, siguiendo en la linea del estilo Bochaca, este libro
nos presenta la historia de Catalua haciendo una critica mordaz al Centralismo chauvinista
unificador, y una apuesta por la integracin real de la Europa de los pueblos.
O como dice originalmente en la contraportada:
La aportacin histrica de Catalua para la nacin Europa. Una nueva visin del
nacionalismo cataln , como etnia dentro del conjunto de pueblos blancos.
Catalua, Espaa y Europa. Que papel han jugado dentro de la historia de occidente, y que
papel desenvolvern por el futuro de nuestra raza.
Es un hecho bastante conocido que Europa se enfrenta, al mismo tiempo, a los Brbaros
del Este, y a los que Yockey llama Falseadores de la Cultura (1) que acaparan el poder en
Occidente. Lo que no es tan conocido, adems, es que hay un problema interno,
agraviado y politizado intencionadamente por el Enemigo; el cual ha sido como una vlvula
mal ajustada por la que se han escurrido gran parte de las energas de Europa, se han
estropeado dolorosamente. Este problema intestino es el de su constitucin. Es evidente
que por constitucin no entendemos aquello por lo que Spengler llama anarqua
institucionalizada garantas y peticiones del pueblo contra el Estado, sino que le
conferimos un valor etimolgico. Es decir, el de la composicin de sus partes y la forma de
reagruparlas en un todo armnico y natural.
Es un hecho que Europa constituye una unidad racial, geogrfica (es la pennsula
occidental de Asia), econmica (sus miembros se complementan), tico-religiosa (aquello
que uno dijo, un Cristianismo Positivo), y por encima de todo, sus miembros tienen una
tarea comn, un solo Destino Histrico. Todo con todo, no es menos patente que esta
unidad no presupone una uniformidad con moldes asiticos, ni el predominio de los mas
fuertes sobre los mas dbiles- , mas exactamente, de los mas numerosos encima de
quienes no lo son tanto-, ni la aniquilacin en aras de masianismos locales de la lozana
variedad de pueblos de Europa. Realidad tangible, inamovible, guste o no guste ciertos
espiritus retardatarios, gaullista perifricos trtolos de la llamada Europa de los Estados.
Estos no saben que un Estado es, por definicin, total y que nunca ceder una parte de su
soberana, ni que sea por el bien de Europa.
Desde el Cabo Norte hasta Gibraltar y entre los rocosos promontorios de Galway ( Irlanda) y
los lmites meridionales de Ucrnia hay, en estos momentos, 24 Estados mas menos
independientes sin contar las curiosidades como San Marino, Andorra, Liechtenstein,
Mnaco-. Estos 24 Estados, todos juntos dependen de buena gana por la fuerza- a uno
de los dos bloques; salvo Yugoeslvia que vive, o sobrevive gracias al chantaje poltico.
Son verdaderos vasallos en todas las grandes decisiones de poltica fornea, pero tirnicos
hasta lo irracional en lo que respecta a poltica interior. Como si quisieran descargar sobre
las naciones (o regiones, departamentos, provincias o como quieran llamarlo) el
resentimiento producido por su desagradable dependencia de Washington, Mosc TelAviv. Esto es consecuencia del estpido y miope hpernacionalismo que otras fuerzas
extraeuropeas utilizaron con tal de desatar la catstrofe de 1939, de la que todos los
Estados, naciones y regiones de Europa saldran como los grandes derrotados.
Estos 24 Estados, que no podan moverse sin el permiso de los amos extraeuropeos, que
no podan como la ex Reina de los Mares- salir a pescar bacalao a menos de doscientas
millas de las costas de Islandia sino era con la previa seguridad de que los Srs. Kissinger
Vance regatearan tal pretensin delante de su colega Gromyko. Que no pueden, como
Austria, solicitar la entrada en el Mercado Comn a causa de ciertos acuerdos entre un
paraltico y un atracador de bancos en Yalta. Que, como Espaa, no pueden entrar sin que
el Sr.
Oreja de cincuentamil explicaciones a grandes potencias mundiales como
Luxemburgo y Dinamarca; bien y llegando a hacer numeritos de verdadera mendicidad
como otros estadistas no haban hecho nunca, en circunstancias mucho mas adversas,
enfrente un Hitler en el cenit de su bro militar.
Que no puedan impedir, como a la vencedora Francia, que sus aliados (?) extraeuropeos
inventen, organicen, solivianten y financien irredenciones de color con finalidad de arrancar
en veinte aos un Imperio que le cost trescientos aos y millones de litros de sangre. Que
no pueden como Suecia, que tanto se preocupa de las cosas de Espaa, negarse a una
extradicin de refugiados polticos cuando tal extradicin es pedida (ordenada) por la URSS.
Estos 24 tunantes que, salvo rarsimas excepciones y circunstancias, han olvidado incluso
la nocin de lo que representa el autorespeto delante de los mas fuertes, observan en
cambio una compostura propia de jefe de tribu negra hacia sus componentes regionales
nacionales ; se les niega el ejercicio de derechos inalienables en una poca en la que se
habla un montn de derechos ad nauseam- otorgados por la naturaleza y negados por los
imperativos de una politica que ya en el siglo XVIII denot ser de retardatarios y cortos de
vista.
Y, al fin y al cabo, que son estos 24 mocosos?
Accidentes diplomticos, surgidos del Congreso de Viena y del Dictado de Versalles, como
lo son ahora Blgica, Yugoeslvia, Polonia, Checoeslovquia; anacronismos de otra poca
perpetuados por necesidades de la otra coyuntura financiera , eventualmente, para servir
de refugio legal a las colosales fortunas de los magnates del petrleo de la Mfia, como
Suiza. Pretextos para holdings financieros , a menudo extraeuropeos, como
Luxemburgo.
Contrapesos propiciados por una gran potencia en contra de otras, hace tres siglos como
Portugal. Y la mayora de veces, ha estado el resultado de acuerdos y desavenencias,
enredos, regateos, matrimonios entre parientes bordeando-y ultra excedindose, cuando
convena- el incesto. Todo eso perpetrado desde los herederos de Carlomagno hasta
nuestros das por dinastas aventureras que, como el famoso Archiduque Carlos de
Habsburgo, no dudaban en contribuir en una guerra con tal de disputar el trono de Espaa
a un francs, coronado por su abuelo en Versalles; y en terminar, en plena guerra, renunci
a tal corona porqu haba heredado la de Austria. Cunto dao ha hecho al acuerdo leal
entre los pueblos reales pero no legales- de Europa los descendientes del primer monarca
europeo,
Carlomagno ! Con la aadidura de algunos jardineros cortesanos.
Los herederos de Carlomagno estaban convencidos que su poder no poda tener otro
fundamento que la fuerza. Aparte de la herencia que les ha legado el pap de cualquier
pariente mas lejano, se apoyaban siempre en uno de los Estados de las fincas- que
heredaban, generalmente en el medio de sus posesiones y en detrimento total de los afanes
perifricos.
He aqu el caso del primer Borbn de Espaa, a fin de alcanzar la corona que le haba
adjudicado su abuelo Luis XIV en Versalles (oh, manes de Cisneros!) no dud en perder
las posesiones espaolas en Europa y todava parte del territorio metropolitano, como
Gibraltar y Menora.
En todos los manuales de Historia se ensea en Espaa, que Felipe V fue un gran rey de
Espaa. As lo ha dicho el Sr. Jimnez Caballero, superfalangista de la primera hornada y
el Sr. Snchez Albornoz, republicano de siempre. Y tenan razn, desde su punto de vista
comn. El punto de vista de una Espaa hegemnica y separadora, de una Espaa
castellana, o mas bien dicho de una Espaa que se sirvi de Castilla contra la Espaa total ,
la que engloba tambin los territorios de la antigua Corona de Aragn y Vasconia, como
tambin la olvidada Galicia, pariente cltico y pobre, casi bien incomunicado a las costas
del nublado Atlntico.
Parece que los primitivos pobladores de los Pases Catalanes fueron los ligrios y los
beros, que despus se mezclaron con los celtas ms numerosos-. Por este territorio
pasaron tambin sin dejar no sin esfuerzo vestigios los fenicios y los griegos. Ocuparon
eventualmente algunas zonas del litoral. Catalua comenz a configurarse con los
visigodos.
Los romanos subdividieron la Pennsula Ibrica en tres provincias: la Btica (meridional y
central), la Lusitnia (atlntica y centro-occidental) y Tarraconense (mediterrnea). Pero los
visigodos crearon otra llamada Septimnia, la que abarcaba, adems del territorio galo
(despus provenzal) de Elna, Agda, Carcasona, Narbona, Magalona, Beziers y Nimes y
la casi totalidad de los llamados Pases Catalanes. Este territorio fue el esquema del futuro
Marquesado de Gtia, fundado mas tarde por Carlomagno.
A comienzos del siglo VIII, la decadencia interna de los visigodos de Espaa propici la
invasin rabe. En tres aos los rabes ocuparon la Pennsula Ibrica y en cincuenta aos
se independizaron del Sultanato de Damasco. Pero pronto se subdividen en incontables
reinos de taifas, cosa que facilit la Reconquista Cristiana.
En lo que se refiere a los cristianos ibricos los antiguos celtberos, visigodos- necesitarn
ocho siglos para reconstruir la unidad espaola, y de una forma bastante precaria. Durante
este periodo se elaboran las tres naciones beras: la oriental, la central y la occidental.
Estas, conjuntamente con la nrdica ( o vasca) constituyen en los elementos de un
problema, sino tnico, si cultural poltico espaol, que nicamente la tozudera y la
ofuscacin humana lo hacen de difcil solucin.
La Reconquista del territorio peninsular, que dur desde el 718 al 1492, lo podemos dividir
en cuatro perodos:
1) Nacimiento de las naciones peninsulares. A Len y a Castilla esta fase dur hasta el ao
1037, en el que Fernando I une ambos reinos. El verbo unir, en este caso, no es sino un
amable subterfugio castellano, con el conde Fernn Gonzlez se separ de Len Fernn
Gonzlez fue el primer separatista pennsular-. Despus Castilla se anexion Len y de
este ya no se oye ni gallo ni gallina en la Histria.
Para Catalua, termina el ao 1137, en el que Ramn Berenguer IV se casa con Petronila ,
reina infante heredera de Aragn, ya que su to Ramiro II el Monje -con tal de salvar la
existencia de Aragn- prefiere unirse con Catalua que no con Castilla, la cual aleg unos
derechos dinsticos sobre el Reino de Zaragoza ; derechos derivados ya de la poca que
tal reino era islmico. Castilla ofreci a Aragn la unin, , dicho sea de otra forma, la
absorcin, tal como sucedi con Len. Catalua tiene un doble inters en esta unin. De
mala gana de tener, en aquel momento histrico, un territorio diversas veces mas grande
que el aragons. Los territorios provenzales desde Bearn hasta Nimes, son vasallos del
Conde de Barcelona , que ha extendido sus dominios hasta Tortosa. Ramn Berenguer,
tal como sus predecesores, no puede aspirar al ttulo de rey, por la simple razn que es
vasallo de los reyes francos. Esta situacin procede de la creacin del Marquesado de la
Septimnia para Carlomagno.
Catalua tendr que soportar numerosas guerras contra Francia con fin de defender su
independencia. Y mas tarde, en la Batalla de Muret, Catalua perder casi la totalidad de
sus territorios postpirenaicos en beneficio de los galos. Estos usarn un pretexto religioso
la cruzada contra los albigeses- con tal de anexionarse aquellas tierras. En casarse
Petronila, pues, con Ramn Berenguer , ste obtuvo el titulo de rey, segn el Derecho
Feudal, y al mismo tiempo le libera del vasallaje. Este matrimonio conjura el afn de
anexin de Castilla encima Aragn; la extensin territorial del que no representa, en
En la Catalua del Norte la reconquista es a cargo del imperio carolingio. Los francos,
dueos de toda la Galia despus del triunfo de Poitiers, conquistan la Septimnia y
secundados por la poblacin autctona (visigoda-celtbera), llegan hasta Barcelona, la cual
fue ocupada por Lus el Piadoso el ao 801. Este territorio, primero dividido en un montn
de condaditos, fue unificado en el entorno del conde de Barcelona, feudatario del rey de
Francia. Hasta el conde Borrell II (954-992) que se le independiz an y restando el
vasallaje, el cual dur a desagrado de numerosas guerras franco-catalanas- hasta la boda
de Ramn Berenguer IV con Petronila de Aragn, como ya hemos visto. Sin esperar ayuda
de su soberano francs, el conde cataln Borrell II reconquista Barcelona de una breve
ocupacin rabe de Almanzor, el ao 992. En realidad la ayuda francesa no poda llegar,
porqu Hugo Capeto primer rey de la nueva dinasta franca- no estaba en condiciones de
enviarla. A pesar de todo, Catalua permaneci muy marcada por este origen franco.
Por respeto a sus antiguos soberanos, el condado de Barcelona , mas tarde de Catalua,
no se erigi nunca en reino; como lo hicieron otras comarcas peninsulares, como el exiguo
Reino de Sobrarbe. Hasta el 1180 documentos pblicos catalanes hacen referencia a los
reyes contemporneos de Francia; su escritura no fue la visigoda ( tal como lo era al Reino
de Castilla), sino la carolingia. La toponmia del norte cataln denota que era la escritura y
el habla autctona, y no por eso dej de estar emparentada con la lengua occitana
provenzal y reforzada por estos primeros meridionales galos. Fueron estos los primeros
conquistadores de la Marca Hispnica, nombre que entonces tena la actual Catalua, de la
cual deriv el futuro nombre de Espaa. En lo que se refiere al idioma, el cataln es
hermano del occitano de Provenza, lengua de trovadores y literaria de Catalua hasta el
siglo XIII, en el cual Ramn Llull ( Raimundo Lulio como dicen los manuales de historia
que corren por Espaa ) lo sustituy por el cataln como lengua literria y cientfica.
Este origen franco determin igualmente la poltica de los primeros condes barceloneses,
catalanes, y tambin la de los primeros condes-reyes de Catalua-Aragn, hasta primeros
del siglo XIII. Tal poltica se encarril casi exclusivamente con Francia. Desde Ramn
Berenguer I hasta Jaime I , la poltica matrimonial y, a veces, las guerras, hicieron
posible que la Casa de Barcelona se extendiera en sus dominios desde Lorda ( Lourdes)
hasta Marsella. Y por el interior, hasta Nimes y hasta incluso mas al norte. Finalmente, y
mediante el Tratado de Corbeil, San Lus de Francia y Jaime I , ventilan y arreglan el pleito
franco-cataln. El francs abdic en sus derechos que an vindicaba sobre Catalua, y el
cataln renunci a sus territorios del norte del Pirineo, salvo de la villa de Montpellier,
donde naci Jaime I.
La poltica catalana con Castilla estuvo marcada, durante mucho tiempo, por este carcter
original. Si repasamos la historia, a uno le da la impresin de que la confederacin
catalana-aragonesa solo tiene una mana: ayudar a Castilla en su tarea de rechazar los
rabes de la pennsula, ya fuera por el mero celo cristiano, ya fuera por solidaridad
conracial y sin esperar ninguna reciprocidad. Ramn Berenguer IV , despus de casarse
con Petronila, inaugur una etapa prdiga en intervenciones a favor de Castilla, en tiempos
de Alfonso VI. Fue el monarca cataln quin ayud a su colega castellano a liberar por vez
primera a Almera de los rabes. Fue el mismo Ramn Berenguer IV quin firm con
Alfonso VII el Tratado de Tudiln, por el cual a cambi del retorno de Tarazona, Albarracn
y otras ciudades aragonesas que haban estado ocupadas por tropas castellanas sin previa
declaracin de guerra, se reservaba el territorio (todava islmico) de los Reinos de Valencia
y Murcia todo y renunciando a toda otra conquista peninsular. Su hijo, Alfonso I, de
Castilla, llamado de Antequera, porque conquist a los rabes esta ciudad andaluza). En
el Reino de Aragn permaneci excluida la sucesin femenina otro rasgo tpicamente
francs-. Consecuentemente el pretendido predilecto era Jaime de Urgell, el pariente mas
oportuno.
Sobre este punto no hay ninguna duda. Pero los motivos que hicieron que el llamado
Compromiso Sentencia Arbitral de Caspe se decantara por el Infante castellano como Rey
de Aragn, no tenan nada que ver con el derecho dinstico. Excepto la coaccin ejercida
sobre los nuevos sndicos reunidos en Caspe coaccin materializada por la presencia de
un ejrcito de ocupacin castellano- el motivo principal que decidi la eleccin del futuro rey
Fernando I fue el Cisma de Occidente, el cual traquete la Iglesia.
Efectivamente, el antipapa Benedicto XIII el aragons Pedro de Luna- gan para su causa
al prestigioso dominicano Vicente Ferrer, portavoz principal del reino de Valencia en Caspe.
El Infante Fernando de Antequera haba prometido una obediencia a Benedicto XIII que al
final no cumpli, una vez logrado el trono. Mas tarde, Vicente Ferrer fue canonizado, a
despecho de haber apoyado un antipapa. Sic transit gloria mundi !
El episodio de Caspe es, sin embargo, el prototipo o la prefiguracin, de los reiterados
fracasos polticos de Catalua en sus relaciones con los otros pueblos peninsulares; mal que
el catalanismo historicista le haya querido dar una trascendencia que en realidad no tuvo.
Estos fracasos catalanes han sido sobretodo hacia Castilla.
Hemos dicho ahora mismo que la Sentencia de Caspe no tuvo el alcance que se esperaba.
Porqu, a desagrado de su origen no cataln, el nuevo rey Fernando I pronto marc
distancias con sus parientes de Poniente. Fernando I les dijo que quera seguir siendo un
monarca independiente, ingratitud que puntualmente le sera reprochada.
En el aspecto que tuvo trascendencia la Sentencia de Caspe, fue la de propiciar la unin
peninsular, la cual tomara forma con el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando II de
Aragn. La debilidad de Enrique IV de Castilla (1454-1474 )favoreci la unidad peninsular.
Los nobles castellanos, una vez mas codiciosos de privilegios, se rebelaron contra su rey
bien y presentando como excusa una pretendida ilegitimidad de su hija Juana, y designando
como heredero de la corona castellana su hermano Alfonso.
En morir este, probablemente envenenado, designaron su hermana menor, Isabel.
Enrique IV y su mujer, la reina ofendida, Juana de Portugal, atestaron la legitimidad de su
hija y la proclamaron heredera. Diversas ciudades castellanas les hicieron lado. Portugal
tom parte en pro de la Infanta Juana, prometida de su rey, Alfonso V. Isabel de Castilla,
una vez casado con Fernando II de Aragn, alcanz el triunfo y enseguida proclam la
divisa, tan bonita: Tanto monta , monta tanto, Isabel como Fernando. La realidad fue, en
realidad, que Isabel mont mas que Fernando, pero de largo. Ya que, cuando gracias a
una fantstica lotera histrica, las tierras americanas fueron descubiertas por un navegante
aventurero de origen misterioso, que comand tres carabelas alquiladas por Castilla -es
cierto- pero que el dinero lo afloj el Escribano Racionero (Ministro de Finanzas) de la
Corona de Aragn, Llus de Santngel (2) , las nuevas tierras fueron atribuidas a Castilla
por Isabel, cuando test.
Durante tres siglos, los catalanes no pudieron comerciar con Amrica. El nico comercio lo
hacen por va interpuesta, los ingleses. Los galeones cargados de oro, usurpados a los
indios por cerderos y gente sin oficio ni beneficio, son abordados y saqueados por la
entonces Reina de los Mares y, luego hundidos. A pesar de esto, lleg algo de hecho
lleg mucho- en Sevilla. Y aunque el pueblo espaol no se benefici ( ni tan siquiera las
regiones castellanas o dependientes de Castilla), si que contribuye al enriquecimiento
desmesurado de la nobleza y tambin de una neonobleza de indianos que durante siglos
Fue entonces cuando Fernando el Catlico se dio cuenta de sus errores y los quiso
enmendar.
Con objeto de contrarestar las codicias de Felipe el Hermoso, ayudado por Lus XII,
ambicionaba la corona de Npoles y tambin para dar a Aragn un heredero que rompiera la
unin Tanto monta, No monta tanto- con Castilla, Fernando el Catlico firm el Tratado de
Blois (1505). Este tratado concluye un acuerdo de matrimonio con Germaine de Foix,
sobrina del rey de Francia. De este enlace naci un heredero, en Valladolid, pero muri
dos horas despus del alumbramiento.
Por bien que la unin entre las coronas de Castilla y Aragn fuese puramente personal, la
sola dinmica del poder posibilit que este se desplazara de poco en poco al centro de
Castilla. Primero, el poder radicaba en Valladolid y despus en Madrid, en detrimento de la
periferia.
Contado y debatido, pas aquello que finalmente tena que pasar: Castilla se anexion,
tanto los territorios de la Corona de Aragn, como los de Navarra.
Pero eso si, de la anexin Castilla le llamaba unin. Porqu las leyes del Cdigo Civil de
Castilla se volvieron Cdigo Civil de Espaa bien y imponindose a otros pueblos contra su
voluntad y, tambin, contra su utilidad. Porqu la poltica que sigui Castilla, con el nombre
de espaola, no era otra cosa que castellana.
Poca importancia tiene que en tiempos del primer Borbn, Felipe V, desapareciese el
autogobierno cataln. Ya se haba perdido lo esencial: la confianza. Desde entonces a
ahora prcticamente desde el principio- la desconfianza ha sido el comn denominador de
las relaciones entre el centro y la perifria de la Pennsula Ibrica. Y como muestra un
botn, fijaros en el caso de la Armada Invencible. Esta famosa flota estaba compuesta en
gran parte de navos portugueses, ya que la marina catalana ya no exista y la castellana no
existi jams.
A Felipe II le gustaban los barcos portugueses; entonces confi la comandancia de la
Armada Invencible a un andaluz, el Duque de Medina Sidnia, gran capitn de tierra firme,
pero que en su vida haba navegado jams. Cuando este respetuosamente, plante al rey
que era poco diestro en los asuntos de la mar, el monarca tuvo una respuesta lapidria: No
confi en los hombres, sin en la Providencia. Y la Providencia le demostr que no es
prudente de confiar en los milagros cuando se dispone de medios naturales para alcanzar
un objetivo. Y estos medios existan en Portugal y en Catalua. Estaba Requesens, el
vencedor de Lepanto; estaba Margarit; estaba Adolfo Vas-Nuhnes y otros navegantes
portugueses, que no necesitaban ningn milagro ni ninguna excusa como una tempestad
que hundi solo los barcos espaoles, pero no los ingleses.
El caso cataln en vista el Estado espaol, no es nico, ni tiene nada de original. Algo de
semblanza ocurri y continua pasando alrededor de la geografia europea.
El muy democrtico Estado francs ahoga por sistema los llamados particularismos de
Occitnia, de Crcega, de Alscia, de Bretaa y de la Catalua del Norte.
Hace pocas decadas pas una cosa mucho peor, me refiero a los sinn-feiners irlandeses.
Y ya no hablamos de las innombrables expoliaciones masivas contra minoras alemanas de
los Sudetes o del Bnato; o las humillaciones que sufren los alemanes del Tirol del Sur.
Vale la pena decir que un puado de movimientos regionalistas,
nacionalistas,
autonomistas la eterna y bablica ria de calificativos- se encuentran infiltrados por el
Enemigo, pero esto no quita ni una brizna de su valor, de su postura. Y sobretodo, de la
actitud personal de estos regionalistas, ya que si bien sus movimientos estn minados,
tambin lo estn hasta el tutano- los rgimenes de los Estados. No hay nada ms
centralizador que el comunismo.
Uno de los argumentos contra las autonomas regionales o contra los rgimenes forales o
especiales, es el farisaico e interesado: Ahora que todo el mundo habla de hacer Europa,
no iremos a balcanizarla en cincuenta reinos de Taifa. No se trata de fragmentar, de
dividir, ni de enfrentar. Lo que hace falta es efectuar una unin real, basada en HECHOS
tal y como son; bien y extraando la irritante situacin de colonialismo cultural ( y a veces ,
mas que cultural). Hace falta aniquilar de una vez y para siempre las rias faltas de
consistencia entre los pueblos hermanos de Europa.
Se ha dicho, de Madrid estando y suponemos tambin desde Pars, Londres de
cualquier otro centro oficial multiregional- que si catalanes, vascos , occitanos, bretones,
escoceses hubiesen conseguido la hegemona poltica, no hubiesen otorgado ninguna
autonoma cultural ni interna a castellanos, franceses, ingleses, etc. Puede muy bien ser.
Solo Dios podra saberlo. Y usamos una forma verbal condicional porqu, segn el
Evangelio de San Juan, Dios es REALIDAD, no hiptesis.
Nunca se podr saber aquello que hubiese pasado a la cultura castellana si Fernando el
Catlico hubiese tenido un heredero de sus segundas nupcias con Germana de Foix; o s,
anteriormente, no hubiese muerto envenenado el Principe de Viana o si Inglaterra no
hubiese pactado con el primer Borbn espaol (?) bien y abandonando a los Pases
Catalanes a su suerte, el 1713. Felipe V de Espaa entreg a los ingleses Gibraltar y
Menorca a cambio que estos retiraran la ayuda militar y diplomtica a los catalanes. Esto lo
estipul el Tratado de Utrecht.
Lo que sabemos es aquello que ha pasado; que dicho sea de paso, no fu una historia
hermosa.
Pero si admiten que la historia se hubiese desarrollado al revs (cosa que personalmente,
con ciertos matices, nos sentimos decantados a admitir) esto no saca ninguna brizna del
valor de la compostura autonomista; al contrario, lo refuerza.
Los hipernacionalismos centralizadores de la Edad Moderna RESTARON, y la nueva
Europa , si quiere hacerse, no puede restarse, sin SUMAR. Del mismo modo que una
Espaa castellana (sin Vascnia y contra los catalanes), distrajo fuerzas y energas para
asegurar el predominio del centro sobre la periferia peninsular, renunciando a la
colonizacin del norte de Amrica y prefiriendo que fuera poblada por ingleses (igual que
Australia) antes que por catalanes y aragoneses. As como, en la poca contempornea y
en otro nivel de situacin, Inglaterra, por tener celosa de Alemania, prefiri mas perder su
imperio en beneficio de americanos y soviticos, antes que ver como la Alemania
nacionalsocialista haca realidad la Nueva Europa, el 1940. En nuestros dias, el inmovilista
centralismo que conocemos puede contribuir a entregarnos a todos juntos atados de pies y
manos- al mas centralista de todos los sistemas imaginables: el centralismo sovitico.
Y como colofn final, quiero hacer una advertencia a mis connacionales catalanes. No os
dejeis encaprichar por los encantos de la llamada Democrcia Europea. No sea que, por
rehuir del sucursalismo poltico, creemos partidos ( mas bien dicho , capellitas) a
montones, todos ellos adjetivados democrticos y muchos tambin socialistas . En este
momento (1979) en Catalua hay ms de treinta partidos polticos.
De este modo creemos los catalanes que nos alejamos del sucursalismo de partidos de
Madrid, cuando en realidad caen dentro de la rbita de los mal llamados partidos europeos,
que mereceran llamarse partidos ubicados en Europa. Esto no es serio, recordemos que
nadie se acord del Sahara ex-espaol hasta que fueron descubiertos los yacimientos de
fosfatos. Ahora se ha encontrado petrleo parece que hay en abundancia- delante de las
costas de Tarragona. De repente, por este motivo o por querernos utilizar como ariete
poltico, a las centrales europeas de la socialdemocracia comienzan a hacernos halagos.
Por lo que mas queris , no hagmos el Polisario !!
La patria de Balmes, Verdaguer, Maragall, Muntaner, Llull, Raimon de Panyafort,
Albniz, Granados, Monturiol y Ausis march, no es un vericueto hosco destinado a servir
de campo de batalla, mal que sea una batalla poltica rellena de intereses mezquinos y
bordos, fuera de la cuestin debatida.
Catalua no ha de ser el cortahierro de la democracia en Espaa, sin que tiene que
emplear sus reservas espirituales y fisicas en la modesta medida que le ha dado la
naturaleza. Tiene que procurar en la tarea magna y encendida de contribur ( no restando,
sin SUMANDO ) a la gloriosa unidad de la patria comn : Europa.
Es aleccionador el caso de Espaa, el caso ibrico, ya que Portugal solo se salv de un
verdadero botn unificador gracias a la ayuda naturalmente interesada- de Inglaterra. Y
esto es aleccionador para los que queremos una Europa autnticamente unida, porqu la
queremos en primer lugar, y tambin porqu es el factor esencial para sobrevivir.
El caso ibrico es el mejor exponente de aquello que no hay que hacer por tal de conseguir
la actualizacin de la Idea Poltica de Europa.
Europa no se har a partir de mesianismos locales. No se har tomando como punto de
partida los vericuetos del Yorkshire, ni la meseta carpetobetnica, ni las heladas tierras de
Prusia, ni el genio francs arrastrado por un genial aventurero, como Napolen. Europa se
edificar con la aportacin de todos. Colaboracin en las obligaciones, pero tambin en la
gloria y en el beneficio. Y la colaboracin de todos no se puede hacer a partir de un artificial
monolito uniformista, sin con el respeto con esta maravillosa variedad europea, genio de
la Humanidad.
Unidad en la variedad, he aqu la formula salvadora. Uniformismo mesinico, es la formula
del fracaso, tal como experimentaron todos aquellos europestas (sin saberlo) que fueron
Felipe II, Luis XIV, Napolen Bonaparte y en cierto modo Adolf Hitler, o al menos muchos
de sus hombres de confianza.
Imaginmonos por un momento que hubiera pasado si elementos como Tervoben en
Noruega, Koch en Ucrania y el propio Ribbentrop, en sus tratos con representantes de la
rbita alemana, si se hubieran sentido no tan alemanes y si, mas realistas , y al fin y al
cabo, mas humanos.
Alguien podr alegar que Europa sera mas facil con un solo gobierno monoltico. Iros
a saber !! Si hubiese un solo idioma, en lugar de veintinueve, si hubiese una sola nacin ,
en lugar de cuarenta y tres, si hubiese unas costumbres nicas, portadores de una ley
exclusiva, en lugar de casi cincuenta. Pero todo eso no es as. Y nadie quiere renegar de
su pasado. Nadie quiere perder las seas de identidad. NI NADIE LAS HA DE PERDER.
Europa se har con un gobierno unico para los asuntos exteriores, la diplomacia, el
ejrcito, la seguridad interna de aspecto general y las cuestiones financieras. Con una
autonoma interna anchsima, naturalmente compatible con la seguridad global, con todo
aquello que atae la propia Cultura y el desarrollo intestino de cada una de las naciones o
regiones, Da igual el nombre! que la integran. Europa se har dentro del respeto mutuo de
todos sus miembros. En la unidad sin tirana. En la variedad sin traicin a la patria comn.
Con el afn colectivo de llevar la Humanidad hacia cotas nunca imaginadas hasta ahora.
Cotas que la Era Espacial abre posibilidades inverosmiles al genio de nuestra raza. Europa
se har cuando, finalmente! Sea una realidad la Europa de los pueblos. O no se har.
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NOTAS