Pensamiento Carlos V
Pensamiento Carlos V
Pensamiento Carlos V
POLTICO DE CARLOS V
Cuando Carlos V acaba de recibir la corona de los reinos hispnicos, parece que se extiende ante Europa un largo futuro de paz
y de concordia. Un gran humanista, en el que muchos reconocen por entonces la frmula del espritu europeo, Erasmo de Roterdam, escribe en esas fechas a algunos de sus amigos, cartas llenas de confianza. En una de ellas se expresa as: Podemos felicitarnos de nuestra edad; ser una edad de oro (i).
Efectivamente, la constelacin de cuatro prncipes, formados, al
modo de la poca, en una mezcla de caballera y humanismo
-Maximiliano I, Enrique VIII, Carlos I y aun el rey francs
Francisco I parecen integrar un grupo de prncipes bien avenidos, con un mismo espritu y una cultura comn, que van a ser
capaces de actuar conjuntamente en empresas universales, dando
realidad poltica a la Cristiandad.
El mismo ao en que Carlos llega a Espaa, se clausura el
V Concilio de Letrn. En l se han definido los posibles contenidos de esas empresas comunes: asegurar la paz entre los prncipes cristianos; reformar la Iglesia, corrigiendo los abusos que por
todas partes se denuncian; reducir las herejas que amenazan la
unidad del cristianismo, y hacer la guerra al infiel que ataca sin
cesar los pueblos cristianos y cuyo poder aparece ms colosal de
da en da. Todos hablan de estos temas; todos reclaman esta
cudruple accin. El Papa Len X parece estar dispuesto a orientar hacia esas metas su gobierno de la Iglesia y con ella de los
Estados pontificios. Por delante, proclama aquella que por el momento representa el peligro mayor ya que los otros fines, por
obra de ese mismo Concilio Lateranense, se consideran en vas de
(i)
consecucin (2). Y, por eso, al terminar el Concilio, Len X anuncia la cruzada contra el infiel y enva cuatro legados cuatro
grandes figuras de la Iglesia a los reyes de Espaa, Francia,
Inglaterra y al Emperador de Alemania. Todos contestan con entusiasmo. Carlos es el ltimo en enviar la respuesta y ello le vale
una reprimenda pontificia. Pero, en compensacin, es el ms resuelto y preciso en sus ofrecimientos. Esos ofrecimientos estn
hechos desde Flandes; por tanto antes de que entre en contacto
directamente con el sentir espaol.
Contemplando, casi un siglo despus, el panorama de los aos
I I I 2
5 5' 5 ^r. Prudencio de Sandoval escriba: Quieta estaba
la Cristiandad en Europa y con grandes esperanzas de una larga
paz, de un siglo feliz y bienaventurado. Mas la inconstancia de la
vida humana en un punto lo alter, inquietando el mar de pensamientos de los Prncipes y Repblicas cristianas con tan larga tempestad de continuas y sangrientas guerras que duraron todos los
das de la vida del prncipe que escribimos, que fueron casi cuarenta aos, en que murieron ms de quinientas mil personas, la
flor de Europa, y las fuerzas de la Repblica cristiana (3). Qu
es lo que pudo alterar eso que, con ajustada metfora, por lo profundo y tormentoso. Fray Prudencio llama el mar de pensamientos de los prncipes?
Hubo motivos de hecho, basados en conveniencias particulares las maquinaciones del Papa para unirse al rey de Francia y,
aprovechando los comienzos del reinado de Carlos en Espaa, hacerle la guerra y quebrantar su superioridad en Italia; o los fines
interesados de Carlos que en sus promesas para la Cruzada mira
a comprometer al Papa y que no pueda oponerse, como efectivamente no pudo hacerlo, a su eleccin imperial. Pero hubo otras
razones tambin, que son las que a nosotros nos corresponde investigar. Ese siglo XVI, al que el mismo Sandoval al comenzar su
Historia del Emperador, llama inquieto siglo, no poda ser de
otra condicin: difcilmente se encontrar una poca que viva
una ms honda tensin entre lo nuevo y lo antiguo, entre lo medieval y lo moderno. Y crisis as, con ser crisis espirituales, llevan
siempre consigo grandes trastornos externos.
(2) Las actas del Concilio pueden verse en Mansi, t. XXXII, pginas 650-1.002.
(3) Historia de la vida y hechos del Emperador Carlos V. Ed. de Barcelona, 1625; vol. I, pg. 372.
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cularismo de carcter estatal que desarrolla en l ciertos comportamientos de tipo maquiavlico y le hace aceptar la nueva
tcnica militar (10); la concepcin patrimonial de la dominacin poltica que propiamente aparece como tal, esto es, como
un dominio ( n ) ; y el derecho del Imperio, como sistema jurterritorios, desde Dinamarca a Bohemia, Lorena, Saboya, etc. Por eso,
en 1548, aconseja a su hijo que se vuelva a casar y tenga muchos hijos,
pues son la mejor manera de conservar los reinos y vasallos (LAIGLESIA :
Estudios histricos, I, 116).
(to) Sobre cmo, por debajo de su poltica imperial, se da en l una
atencin a los problemas de la maquinaria estatal en los reinos particulares,
puede servir de ejemplo eminentemente el conjunto de instrucciones acerca del funcionamiento de los Consejos que deja cuando en 1543 abandona
la Pennsula y encarga del gobierno de los reinos hispnicos a su hijo
Felipe. Mientras se plantean ante l graves problemas polticos externos,
Carlos piensa en el orden administrativo que ha de seguirse en la lugartenencia de su hijo (ver esas Instrucciones en LAIGLESIA: Estudios histricos, I, pgs. 41 y sigs.). En la instruccin personal para su hijo sorprende el minucioso e ntimo conocimiento que de las facultades e intenciones de cada uno de sus ministros espaoles posee y cmo los tiene
presentes en el momento de abandonar la Pennsula. Segn la nueva tcnica burocrtica estatal, previene a su hijo que no d demasiada entrada
en las cosas pblicas, salvo en las militares, a! Duque de Alba, por ser
cosas del govierno del reyno, donde no es bien que entren grandes
(LAIGLESIA, ob. cit., pg. 85). Y hay referencias a la peculiar condicin
jurdica y poltica de algunos de los reinos, como esa en que alude a Aragn: Ms presto podryedes herrar en esta governacin que en la de
Castilla, asy por ser los fueros y constituciones tales, como porque sus
paciones no son menores que las de otros, y osan las ms mostrar y tienen
ms desculpas, y asy menos manera de poderlas averyguar y castigar.
Finalmente la preocupacin por las fronteras, que seala a su hijo
(LAIGLESIA, pg. 106) es, no menos, manifestacin de una actitud poltica
moderna, poco armonizable con una concepcin imperial universal. Otros
aspectos interesantes estudia SNCHEZ AGESTA en su trabajo El podero rea]
absoluto en el testamento de 1554 {Sobre los orgenes de la concepcin del
Estado), en el vo!. Carlos V (1500-1558), publicado por la Universidad
de Granada.
(11) Esa idea patrimonial, cuyo respeto exiga como base de la paz,
es uno de los factores que ms desfavorablemente influyeron en la poltica
de Carlos, que ms fracasos le ocasionaron, y que, sin embargo, con ms
fidelidad mantiene. En las Instrucciones de 4 y 6 de mayo de 1543, dice
a su hijo que emprende el viaje para que no os dexase menos herencia
que de mis padres hered. En 1548, aconseja a su hijo que conserve el
Franco-Condado, el ms antiguo patrimonio de la Casa de Borgoa y, a
pesar de las amarguras y conflictos que le ha costado tan en balde, recuerda el Ducado de Borgoa. propio i verdadero patrimonio mo (LA-
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II
Todo esto lleva un prlogo, claro est, en el que aqu apenas
vamos a entretenernos, pero del que necesitamos recordar algunos puntos, porque de l vienen muchas de las cosas que hallamos despus. En ese prlogo se nos aparece Carlos como un
prncipe borgon, que siendo tal tiene, de pronto, que ajustarse a
ser rey de Espaa, para, inmediatamente despus, encontrarse
convertido en Emperador y tener que adecuar a esta nueva funcin su figura de gobernante.
Como vastago primognito de la Casa de Borgoa la maison de Bourgogne, no el Imperio, haba sido para Maximiliano
el centro de sus intereses Carlos recibe su educacin y lleva a
(13) Carlos V y sus banqueros.
Madrid, 1943.
IOO
lector del Chevalier deliber protagonista de torneos a lo divino, lee tambin con gusto las obras del Dr. Constantino Ponce
de la Fuente (15), y es tambin quien dirige a Erasmo la famosa
carta en que le exalta como a aquel que ha hecho por la defensa
de la religin ms que prncipes, universidades y pontfices (16).
Olivier de la Marche, cuyo libro seguir leyendo Carlos en
su retiro de Yuste, escribi un largo poema en ochenta y seis
estrofas, dedicado al futuro Emperador cuando era nio y todava no llevaba ms ttulo que el de Archiduque de Austria:
Predestination de septs fes et leurs dons a Monseigneur l'Archiduc. En l le exalta como
digne d'avoir et gouverner province (17).
(18) Citado por BRANDI, pg. 184 y sigs. Carlos considera que el mejor
remedio de su situacin podra ser una franca guerra, en la que aleanzase gloria y aumentase su podero, como medios para asegurar la paz.
Son stas, ideas que se encuentran una vez ms en el obispo de Guevara
ver mi estudio Visin utpica del Imperio de Carlos V en la Espaa
d esu poca, publ. en el vol. cit. de la Universidad de Granada. Que alguna
de estas deas de Guevara se encuentre en obra impresa con posterioridad a
la fecha en que la misma aparece en el Emperador, no significa nada, puesto
que sabemos que el Emperador haba ledo manuscritas algunas obras del
obispo. Pero, adems, no pretendemos afirmar una relacin casual entre
el pensamiento de Guevara y el de Carlos, sino ayudar a mostrar cmo se
trata de un conjunto de ideas que pertenecen al grupo del Emperador y
sus consejeros, sin que puedan atribuirse a uno solo de stos en la mayor
parte de los casos.
(19) Al atribuir un carcter borgon a esta cultura caballeresca tal
como se da en Carlos, no necesitamos atenernos a una directa y constante
influencia personal sobre l, que excluya la de otros factores. Esa cultura
caballeresca, desde el centro de Borgoa ha irradiado por el occidente
europeo y se encuentra en todas partes. ngel Ferrari mostr su influjo
sobre Fernando el Catlico, para interpretar algunas de cuyas acciones,
sobre todo de tipo militar, hay que acudir a un esquema de comportamiento caballeresco (ver Fernando el Catlico en Baltasar Gradan. Madrid.
1944, pg. 504, y Medievalismo y teologa', separata de la Revista
nal. Madrid, 1945; pg. 21).
(20) B. A. E., XXI, pg. 448.
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brar el Concilio, le insta a ello porque ser obra heroica y hazaa inmortal {21). Pero el espritu de Felipe va hacia otro mundo de ideales.
Carlos se siente heredero y solidario de esos prncipes borgoones que, buscando honra, perdieron un gran Estado. El,
en su primera fase, y en el fondo siempre ya hemos visto antes su recuerdo en fecha avanzada del ((patrimonio de Borgoa
quiere alcanzar la honra a la que aspira, precisamente recuperando esas tierras que a sus antepasados les fueron arrebatadas.
Cuando ya tiene sobre s todos los ttulos que tan prdigamente
tantas herencias reunieron en l, al preparar desde Flandes su
regreso a Espaa, en su testamento de 1522, redactado en Bruselas, pide ser enterrado, si a la hora de su muerte el Ducado de
Borgoa ha vuelto a ser suyo, en la iglesia de los Cartujos de
Dijn, junto a los cuerpos de sus predecesores: Felipe el Atrevido, su hijo Juan, Felipe el Bueno, que en vida fueron duques
de Borgoa {22), estampas de un mundo brillante, espiritual, convencional y heroico. Segn Carlos, sus familiares eran personajes
para ser representados en vidrieras, como esas que encarg de
s mismo y de los suyos para los ventanales de Santa Gdula, o
en miniaturas del arte franco-borgon que Carlos contempla en
su ('Libro de horas (23).
Se ha hablado por Calmette y algunos otros de influencias
borgoonas en las concepciones polticas sobre las que se forma
el complejo imperial hispano-austraco de los Habsburgos (24).
Por su propio origen, vemos que es algo que tuvo que ser as.
Por esa razn hay que contar con la penetracin en la poltica
espaola de dos ideas de fuente centroeuropea: la de unidad
poltica de la cristiandad y la de cruzada contra el infiel (25). Pero
sera absurdo hacer de Carlos un (soberano borgon, como al-
(21)
LAIGLESIA, ob.
cit.,
I, pg.
94.
LAS
III
Antes de haber pisado tierra espaola, Carlos, desde Flandes,
se ha titulado rey de Espaa. La opinin espaola prefera que
se hubiera titulado regente, mientras viviera su madre. Para ven'
cer esa opinin adversa espaola, invoca que ha sido determi'
nado a ello por el Papa y el Emperador, que lo llaman as. Y
aceptando, con mayor o menor satisfaccin, esta tesis, los del Consejo informan al Remo que ha sido aconsejado y persuadido por
nuestro muy Santo Padre y por el Emperador, su abuelo, y por
los otros reyes y potentados de la Cristiandad. El doctor Carvajal, que a requerimientos de Cisneros, informa sobre el caso,
aduce el antecedente de ejemplos anteriores y reconoce que a
Su Santidad y a la Santa Sede Apostlica, entre los que no conocen superior, pertenecen semejantes materias y la determinacin de ellas. Pero aade Carvajal que no estara de ms conseguir el consentimiento del Reino en Cortes (26). Vemos que,
frente al prenacionalismo celoso de los Reyes Catlicos. Carlos,
en cuanto rey, se considera como parte del grupo de reyes cristianos que gobiernan la Cristiandad, con cierta dependencia del
Emperador y del Papa. Como se dice en la literatura del final
de la Edad Media, l se tiene por un rey del Imperio forma
de pensar que penetra en Espaa en la literatura de ficcin en
fecha muy tarda, al final de la Edad Media (27).
Esto no quiere decir que no vea en su posicin de rey una
instancia de superioridad y que no se estime con posibilidad de
negociar, desde una posicin de autonoma, con el Papa. Carlos,
desde Flandes, al conocer la muerte de su abuelo Fernando, escribe a Len X, y se apresura a llevar al nimo del Pontfice,
con el recuerdo del poder de su abuelo que l hereda, y de su
(26) ALONSO DE SANTA C R U Z : Crnica del Emperador Carlos V. Volumen 1,'pgs. i i 2 y sigs.
(27) La emplean RODRGUEZ DEL PADRN y otros. El pensamiento poltico espaol se mantiene siempre refractario a esta idea de Imperio.
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particular de Espaa. Por eso, se hace constar cmo por ser rey
y rey cristiano y tener nombre de catlico y venir y descender
de reyes que tantas y tan gloriosas victorias han habido contra
infieles, sea obligado a responder por la honra de Dios y defensin de su santa fe catlica.
Pero an as, en las Cortes de Valladolid hay, de parte de los
procuradores, una franca oposicin a la Cruzada, a la que se juzga
como una empresa demasiado lejana y ajena a los intereses espaoles que se reducen a la proteccin del norte de frica. Las
Cortes contestaron pidiendo que no se obligara a nadie a tomar
la bula de la cruzada, que se corrigiesen los desrdenes eclesisticos y que se pusiera lmite a los excesos de los representantes
de la Curia (29). Era una actitud anloga, en esta materia, a la
de la Dieta de Maguncia del ao antes. Carlos, desde su plano
de rey, tropezaba ya con problemas que tenan una proyeccin
general, hacia los que iba su inters y que le resultaba difcil
articular con la opinin particular de sus reinos.
Pensamos que la conciencia de esos problemas influy ya en
su pretensin al Imperio. Es cierto que en la manera de manifestarse sta puede parecer al pronto pretender tan slo el dominio poltico sobre otras tierras ms. Es posible que al postular
la empresa de la Cruzada, tratase de poder reunir, sin levantar
suspicacias, un poderoso ejrcito del que disponer ante cualquier
eventualidad europea y conseguir, de paso, una importante ayuda
econmica de las Cortes y del Clero. Pero lo cierto es que, al
considerar la posible eleccin al Imperio, prende en Carlos rpidamente la idea de dotarlo, una vez en sus manos, de unos fines
concretos y a la vez universales, como en principio lo era su jurisdiccin.
Desde muy pronto, y cualquiera que sea su procedencia, se
muestra en l una peculiar concepcin del Imperio. Si rechaza el
plan de hacer elegir a su hermano Fernando para la Corona imperial, esgrime como argumento que no podr ste mantener la
carga del Imperio sobre la base de los territorios austracos, ya
que para oponerse a los prncipes que inquietan la paz, extirpar
a los herejes y vencer a los infieles que amenazan directamente
al Imperio, hace falta todo el poder que slo Carlos puede re(29) Cortes de los antiguos remos de Len y Castilla, t. IV, pginas 274 y sigs.
107
unir (30). Coincidente con esta visin general del Imperio, hay
otro dato de gran inters. Es sabida que Len X, al tener noticia
de las aspiraciones de Carlos, exterioriz una violenta indignacin y record la prohibicin decretada por Julio II de que quien
poseyera la investidura de aples y Sicilia obtuviera la corona
de Emperador. Por entonces, se hallaba en Espaa, ocupado en
el negocio de la Cruzada, una gran figura del humanismo italiano y fervoroso miembro de la Orden de San Agustn, el Cardenal Gil de Viterbo, que aos antes, al empezar el Concilio
Lateranense, haba pronunciado en l la oracin de apertura,
dando expresin en ella a los ideales de la poca {31). Carlos y
sus consejeros consiguen de l que escriba desde Barcelona una
larga carta al Papa, en defensa de la candidatura imperial de
Carlos. Pues bien, esa carta contiene toda una concepcin del
imperio que va a tener su desarrollo en el futuro inmediato.
El Cardenal legado expone al Papa y creemos ver en ello el
punto de vista de Carlos y sus consejeros-- cmo es necesario
un Emperador que asuma la ejecucin de las empresas de la cristiandad y que pueda superar y pacificar para ello a los prncipes
cristianos, objeto que slo puede conseguir alguien que, en las
circunstancias en que se est, sea adems rey de Espaa y posea
su poder y sus riquezas. Toda una actualizacin de la idea imperial se contiene en esa epstola, en una direccin que ser seguida, como vamos a ver, por el propio Carlos (32).
Conocida es la reaccin espaola, basada en estimar el imperio tal como histricamente se hablaba a comienzos del siglo xvi:
una jurisdiccin puramente particular, cuya grandeza aparente
era una amenaza para la libertad y la independencia de los pueblos que se vean sometidos a ella. Esa reaccin hispnica est
bien referida en el cronista Santa Cruz. Irrit a los espaoles el
hecho de que, aunque en la firma de los documentos reales se
LAS
de
10S
ANTONIO MARAVALL
IV
En los alrededores de Carlos en Gattinara, en el Obispo de
Badajoz, etc. la doctrina jurdica tradicional no satisface. Tampoco al joven Carlos que, impulsado por el afn caballeresco de
un gtico tardo, hacia las cosas grandes y siempre inspirado en
las corrientes de universalidad cristiana, pretende dar nueva realidad a ese imperio que recibe. En ello se funda al reclamar la
eleccin imperial para s y rechazar el plan de elegir a Fernando.
Sabido es que, por otra parte, los humanistas, como esos de su
squito a los que nos hemos referido, aspiran a dar una proyeccin social y poltica a la universalidad de la cultura que se esfuerzan en renovar. En 12 de julio de 1519 Gattinara dirige una
memoria al Emperador, en la que sostiene la preeminencia suya
sobre todos los reyes y prncipes, refiere su poder comparativamente a Carlomagno, con lo que, a travs de la tradicin medieval,
enlaza con la doctrina de la translatio impeni y empalma con
el Imperio romano antiguo, y al contemplar la reunin de tan
extensos dominios en la mano de su seor y el efectivo poder
que ste posee le dice se halla en camino de la monarqua universal.
No hay que tomar en un sentido demasiado literal esa expresin de monarqua universal. La usa Gattinara y la usan tambin
un gran nmero de espaoles. Si la emplea Hernando de Acua en su tan citado soneto, la usa tambin precisamente come
equivalente a Imperio, Antonio de Guevara (35); se sirve de
ella, en 1530, Garra de Loayssa, en relacin con Carlos (36); y
Fernndez de Oviedo y tantos otros (37). Son legin los que la
utilizan sin que en todos estos casos pueda drsele ms que un
valor exaltatorio y ditirmbico. Es ms, el hecho de que Ruiz de
(35) Ver mi estudio citado en la nota 18.
(36) En las epstolas llenas de consejos polticos que le escribe desde
Roma, en 1530, dice al Emperador que l le hace tales advertencias con
deseo de veros monarca del mundo. (Ver GARCA BE LOAYSSA, CardenalObispo de Osma: Cartas al Emperador Carlos V, escritas en los aos
de 1530-1532 por su confesor, ed. de Heine, Berln, 1848: la cita en la
pgina 20.)
(37) FERNNDEZ DE OVIEDO le augura ser universal y nico monarca
en el mundo, B. A. E., t. XXII; pg. 483.
UO
63,
ao
195^.
LAS
por s, dice de ordinario: el Imperio de Alemania; mas cuando narra esos momentos iniciales del gobierno de Carlos y comenta y reproduce la pragmtica de Barcelona a que antes nos
referimos, recogiendo la versin oficial, explica que aqulla se
dio porque se guardase la dignidad del Imperio de Roma, conjugando con ello la libertad de Espaa, de no ser sujeta a los
emperadores de Roma (40). Despus, el fondo de cultura renacentista de la poca ayudar a adornar de frecuentes referencias
clsicas los elogios al Emperador. Las ciudades, al recibirle por
primera vez, le exaltan con motivos clsicos {41). Se le compara a Alejandro, a Csar; se sostiene que su nombre ser ms claro que el de los emperadores romanos, y no se olvida de aludir a
Carlomagno, lazo de unin con la tradicin imperial de Roma;
pero en todo ello hay, en su origen y adems de la influencia humanista, la idea poltica concreta de universalizar su nuevo Imperio.
Cuando Carlos, al abandonar la pennsula en 1520 redacta
los poderes, como gobernador, de Adriano, juega en el texto con
todas estas ideas que llevamos expuestas. Hay una lnea en ese
documento que merece especial atencin; nos referimos a cuando escribe <Jos electos emperadores mis antecesores de cualquier
nacin que fuesen... (42). No puede estar ms claro el sentido
doctrinal de la expresin: el Imperio atae a las naciones cristianas y el Emperador puede proceder de cualquiera de ellas, como
en esa ocasin procede de Espaa. Tal es la tesis que expondr
sobre lo que el Imperio es, a fin de que los espaoles no se sientan extraos y opuestos a l, un humanista del squito del Emperador, Sauerman, que acompaando a aqul en su viaje de La
Corua a Flandes, escribe y publica en Lovaina en ese mismo
ao de 1520 una obra titulada Hispaniae consolatio.
Este esquema a que responde el pensamiento de Carlos se
completa en su versin para espaoles, cuando es expuesto en
(40) Crnica, I, pg. 204. Como un eco lejano de esa tesis romanista,
al narrar la recepcin por Carlos, en Aquisgrn, de la primera corona, la
de Carlomagno, comenta SANDOVAL: (Contar por menudo las ceremonias de la coronacin para que todos entiendan que si es grande la gloria
del Imperio romano, no son menores las obligaciones que el Emperador
tiene, antes sin comparacin mayores. Vol. I, pg. 368.
(41) D E BOOM: Les voyages de Charles Qwint. Bruselas, 1957.
(42) DANVILA: Historia crtica de las Comunidades. Vol. I, pg. 336.
"3
aceptaron la idea de Carlos y colaboraron en sus empresas fielmente. Esos ttulos imperiales de Carlos que en principio soliviantaron a los espaoles son aceptados en relacin a su persona por stos, de modo que se insertan, como una demasiado dcil pieza,
en el mecanismo del Imperio. Tan es as, que a los alemanes y
a otros les produce impresin de una situacin de servidumbre,
y cuando, con ms fortuna que los espaoles, protestan Je que
se les pretenda reducir a una situacin de esa naturaleza, se hace
comn decir que no quieren ser mandados a la facn d'Espagne. Hay en ello la rplica de un sentimiento nacional herido al ver acompaado al Emperador en territorio alemn de tropas espaolas, y encontrarse con que para la campaa de Alemania se hace general al Duque de Alba. Es una reaccin la que
provocan los espaoles junto a Carlos, al aparecer en Alemania,
anloga a la que provocaron los flamencos cuando le rodeaban en
su primera aparicin ante los espaoles (44).
Cada vez es mayor el nmero de colaboradores espaoles en
los altos puestos del gobierno. Y no slo sucede as, sino que crece una influencia espaola difusa. Brandi ha observado cmo en
el Consejo, a partir de 1527. de da en da aumenta el elemento espaol y en sus sesiones se expresan en castellano no slo
Loayssa y Manuel, sino Gattinara, Nassau y el propio Emperador (45). Y no hay que echar en olvido que Carlos hace de su
hijo un espaol.
En cierta forma se puede considerar como muestra principal
de ese proceso de espaolizacin su hoy famoso discurso ante el
Papa y los Cardenales, en Roma. Es de observar que ni la proposicin real de las Cortes de Valladolid de 1537. al dar cuenta
incidentalmente del hecho, ni ms tarde el propio Emperador
en sus Memorias, ni Santa Cruz en su Crnica, hacen mencin, al
ocuparse de ese discurso, de que fuera pronunciado en espaol.
Y sin embargo, el hecho, como demostr Morel-Fatio, es negable, lo cual quiere decir que no fue un acto realizado con particular designio por el Emperador, que tuviera un carcter extra(44) Recordemos que para un burgus flamenco que escribi sus impresiones con motivo del primer v;aje de Carlos a Espaa, resulta insoportable la desconsideracin y atrevimiento de los espaoles con su prncipe. LAURENT VITAL: Premier voyage de Charles Quint en Espagne de
1517 a 1518, ed. de Gachard y Piot. Bruselas, 1881.
(45) Ob. cit.. pg. 222.
ordinario y al que, en consecuencia, pudiera atribursele una significacin especial. Morel-Fatio reduce el hecho a mnimas proporciones: puesto que el Emperador en Roma no poda hablar
ni latn ni italiano, ya que ni uno ni otro los conoca para servirse de ellos en un discurso pblico durante hora y media, y
puesto que dadas las circunstancias no poda emplear el francs
que le era familiar, no le qued otra posibilidad que la de hablar
en espaol (46). Pero Morel-Fatio olvid que en la fecha en
que pronuncia ese discurso el espaol le era tan familiar o ms
que el francs, por lo menos en ambientes espaoles, de los que
tan frecuentemente anduvo rodeado, y que el hecho de pronunciar en Roma ese discurso en espaol quiere decir que, para l,
Roma era un medio espaol. Efectivamente, no slo habl en
espaol en Roma, sino que de tiempo atrs todos sus embajadores y agentes diplomticos en Roma y la mayor parte de los
candidatos a cardenales que presenta son espaoles. Y todos ellos,
incluso al dirigirse a los Papas, lo hacan frecuentemente en espaol. Concluyamos de ello que en Roma tan inserto se hallaba
el Emperador en su ambiente espaol, que no dio particular sentido a emplear all la lengua de la que se serva de ordinario en
sus relaciones con Roma. Ms tarde, en las circunstancias de la
guerra contra la Liga de Esmalkalda, ese proceso no hizo ms
que acentuarse. Avila cuenta que las ciudades que se le rendan
se presentaban ante l hablndole en espaol, porque entendan
que era su lengua ms natural. La causa de hablarle en espaol
dice que fue parecerles que era ms acatamiento hablarle en lengua que ms natural es suya y ms tratable, que no en la propia
delloS" (47)- Sandoval, que reproduce textualmente el fragmento que acabamos de citar, da otros interesantes datos {48).
Sin embargo, lo que no podemos afirmar es que las ideas polticas de Carlos y de sus consejeros respondieran a tradicin espaola. Eran, en cierta forma, un ruptura manifiesta con ella, y
de ah los trastornos de que fue acompaada su implantacin.
Ningn pas como Espaa, antes de la etapa de Carlos, haba
sido ms ajeno en su historia y en su pensamiento poltico a la
(46) >L'Espagnol langue universelle>,, en Eludes sur l'Espagne. IV serie : pgs. 189 y sigs.
(47) B. A. E., XXI, pg. 434.
(48) Ob. cit., vol. II. pgs. 439-455.
tradicin impenal. Ello no obsta, claro est, para que, segn sostiene Menndez Pidal, esas ideas de Carlos fueran pensadas por
mentes espaolas, o por lo menos, que mentes espaolas colabo'
raran decisivamente en la formulacin de sus concepciones imperiales {49).
Tratemos de precisar ms nuestra idea. El contenido de la
poltica que Carlos enuncia responde a un pensamiento que se
encuentra por todas partes. Es el de las gentes cultas europeas en
las que la cultura humanista ha creado o renovado una conciencia universal. Ya lo vimos formulado en el Concilio de Letrn,
con carcter general para todos los prncipes. Cada uno de stos.
a su vez, lo afirma como tarea propia y se lo encomiendan en particular los letrados que estn junto a l. Veamos un claro ejemplo: el cannigo de Toledo Alonso Ortiz, en el escrito en que
comenta el atentado de que haba sido objeto en Barcelona Fernando el Catlico, le escribe que espera alcance la paz entre los
prncipes cristianos, "para que entendays en la reformacin de
los daos que hay en toda la repblica christiana y os esforces
para extirpar los poderos de los infieles y reparar las caydas de
la Iglesia catlica (49 bis). Como puede fcilmente observarse,
es la misma frmula de tantos documentos de Carlos. Lo nuevo
en ste no est en la enunciacin de ese contenido, sino en la
solucin imperial que para alcanzarlo postula.
Sin duda, el Imperio de Carlos no fue nunca, ni pudo serlo,
una unidad orgnica. No tena una estructura compacta, apoyada en una red institucional, ni poda tenerla. Despus de muerto Gattinara no tuvo ni un canciller comn. Fue, en principio,
una yuxtaposicin de reinos y principados en su mano, y Carlos
quiso llegar a su fusin no por amalgama jurdica, sino por una
idea cuya fuerza fuera capaz de mantenerlo en unin. Esa era la
(49) La idea imperial de Carlos V, en el vol. de este ttulo publicado
por la Coleccin Austral. Madrid, y Fray Antonio de Guevara y la
idea imperial de Carlos V. en Archivo Ibero-Americano,
VI, 22-2};
pginas 331 y sigs.
(49 bis) Los tratados del Doctor Alonso Ortiz., ed. de Sevilla. 1493;
folio V. En el mismo lugar se dirige el autor a los reyes pidindoles
que con bra^o poderoso reparis muy animosos las roturas que en la
Iglesia tienen fecha los infieles, y reformes los estados della; animando al
pastor universal para que reforme los desrdenes que ha sembrado el
enemigo humano, anteponiendo lo temporal a lo espiritual.
121
insistir en la obligacin que es lo mismo que decir en la autoridad que posee en las cosas de la religin. Con ello pretender
juzgar y aun intervenir en el gobierno de la Iglesia. Sandoval, que
parece depender aqu de un relato contemporneo, cuenta que el
Emperador, en Bolonia, encareci al Papa Clemente cunto haba
deseado entrevisatrse con l no ms de para que de comn VO'
luntad vuestra Beatitud y yo ordenemos y pongamos en concierto
las cosas de la Religin Cristiana que estn tan extragadas {54).
Y esta es la tesis que Clemente Vil no-admiti, como no la
admitir tampoco Paulo III: que en las materias de religin y
hereja fuera competente supremamente el Emperador, no ya para
definir, ni siquiera para proteger, y que todo rey que le fuera
hostil fuese considerado enemigo o, cuando menos, perturbador
de la Cristiandad. Por la gran amenaza que representa su poder
para los dems y por sus exigencias, los Papas, al contrario de lo
que el Emperador pretende, estn dispuestos a considerarle a l
ms fuerte y peligroso perturbador que otros, y ms de una vez
Paulo III recuerda a los embajadores imperiales que si el rey Francisco tiene trato con l turco, el Emperador es aliado del ms nefasto hereje, el rey de Inglaterra contra el cual el Papa quiso en
algn momento dirigir una cruzada y el Emperador anul la iniciativa {55).
Carlos ve siempre identificadas las conveniencias polticas de
sus reinos y tierras con las de la Cristiandad, porque tiene que
ser as, ya que l es la cabeza y en cierto sentido el todo de
la repblica cristiana. Tericamente, esa era la razn del Sacro
Imperio. Prcticamente, en sus das se lo dicen ms de una vez
sus consejeros. Garca de Loayssa le escribe que el cuidado de
toda la repblica cristiana la ha puesto Dios en vuestras ma-
nos (56). En la primera Instruccin de gobierno a su hijo (noviembre de 1539) le escribe Carlos que se ocupa del servicio de
Dios, bien pblico de la Cristiandad y de nuestros reinos, tierras
y vasallos. El trata de asumir esa carga como la obligacin que
por su dignidad imperial tiene y an lo manda decir en Cortes de Valladolid, de 1548 y 1555, al terminar su obra, y as lo
reconocen consejeros, embajadores, cronistas, etc. Y centra tsto se
levantan los Papas, poniendo dificultades a sus dos exigencia*
constantes: la reunin del Concilio y la condenacin del rey de
Francia.
En ocasin en que su embajador en Roma, Juan de Vega, negocia una vez ms ciertas concesiones al Emperador sobre los bienes de la Iglesia espaola, para ayuda de sus empresas, el Papa
se niega a ello, ya que, afirm ste, su oficio era procurar la
paz y que la guerra se mantena con dinero. Los. aos de esta
nueva etapa 1530-1550 son los de ms profunda tensin y
ms radical discrepancia con el Pontificado, a pesar de la gravedad
de algunos hechos, como el saqueo de Roma, acontecidos en la
dcada anterior. Al agente diplomtico Pedro de Marquina, Paulo III le hace observar agriamente que l haba observado, segn su oficio, la neutralidad y que in aeternum la guardara.
Por esta poca, los diplomticos imperiales en Roma amenazan
ms de una vez con lo que al Papa Clemente le haba sucedido
el asalto a la Ciudad Santa y prisin del Pontfice, lo u>a!
es mucho peor y ms acremente hostil que el imprevisto saqueo
de 1527. En uno de esos momentos, Paulo III responde a Pedro de
Marquina unas palabras que nos ponen de manifiesto todo el problema poltico en torno a la idea de Imperio que, por debajo de
los constantes incidentes, se debata. Segn el informe del Secretario Marquina, le dijo el Papa que la potestad de S. M. no era
la Suprema, y porque no suprimiese la suya (esto es, su potestad
pontificia) que la tena de Dios, hara cuanto pudiese poniendo
su vida por ello cuantas veces fuese necesario. El Papa estima
que es Carlos el desagradecido por los beneficios que de l ha recibido, entre ellos le dice el Imperio, que no es hacienda
que S. M. haba heredado con el Ducado de Austria (57). Parece
(60) Ed. de Heme, ya cit., pgs. 51-52, 57, 83, 89, 145, 157, 164-165.
(61) Cuando despus de celebradas muchas de estas reuniones, se da
cuenta de ellas a la opinin de las Cortes espaolas, en 1542, se define
as este tipo de conferencia: Un ayuntamiento y comunicacin de letrados, as! de los catlicos como de los desviados de la fe, para ver si se
podran concordar las diferencias en la religin, LAIGLES1A, I, pg. 412.
129
Carlos desarrolla su propio programa. En l, un cierto esplritualismo de tono erasmista, un universalismo mezclado de tradicin
y humanismo, y una actitud celosa, quasi-gibelina a veces, de defensa de las prorrogativas del poder imperial {65), dan lugar a
que Carlos se manifieste polticamente en pugna con la Santa
Sede, movido de una esperanza final de reforma y restauracin
de la Cristiandad y un propsito inmediato de pacificar Alemania,
tareas en las que l, el Emperador, haba de tener el papel principal, cosa que era precisamente lo que Roma trataba de evitar. Y he
aqu que en este momento en que se da en la Curia la que Batailln ha llamado una promocin erasmista de Cardenales, la
oposicin no sea menor a las pretensiones reformistas imperiales,
no por ser pretensiones de reforma, sino por ser pretensiones imperiales.
Sobre la base de ese eramismo, ms o menos difuso, Carlos
sigue su poltica de los coloquios sobre la religin. En alguna ocasin llega a hablar el Emperador del establecimiento de una base
de acuerdo entre ambas religiones", en tanto se llega al Concilio. Una actitud semejante, acentuada en la Dieta de Spira, le vali la censura de un severo breve pontificio, en el que se le recuerdan los castigos sufridos por emperadores que fueron enemigos de la fe. Y aludiendo en sus Memorias a este incidente, Carlos comenta que no contest, porque no poda hacerlo sin perjuicio del decoro y autoridad de los dos jefes de la cristiandad
idea medieval imperial esta de los dos jefes de la Cristiandad
que los Papas haban eliminado de su poltica moderna (66).
Carlos puede pensar, en los aos que siguen a Bolonia, que el
carisma de la coronacin no es suficiente. Con su espritu caballeresco, piensa que le es necesario remontarse a una cumbre de
(65) BRANDI, junto a su aspecto conocido mmo defensor del catolicismo, lo presenta como mantenedor de los derechos del Imperio y de la
potestad civil, frente a la jerarqua romana (pg. 433). Esto sera aceptable
si Carlos no se hubiera movido en ese plano de agustinismo medieval, que
llev de nuevo a confundir las dos esferas, contra la direccin secularizadora de la poltica propia del Estado moderno. Por eso, los que pensando
en Carlos recordaban a Cariomagno no andaban desorientados. Ese agustinismo se dio tambin, claro es, en sus colaboradores de tipo erasmiano,
como Alfonso de Valds (ver mi art. La visin utpica..., ya cit.)
(66) Ed. de Morel-Fatio, en apndice a su Historiographie de Charles
Quint. Pars, 1913; la cita en la pg. 257.
gloria, para desde ella imponerse moralmente al Papa y a los prncipes. De ah, la jornada de Tnez, en la que intenta demostrar
que slo l es campen contra los enemigos de la cristiandad. Gonzalo de lllescas, al escribir el relato de esta accin, nos dice que
emprendi tan esforzada hazaa por su fama y reputacin, pero
aade un motivo ms hondo, en el que vemos la raz poltica del
hecho: Con tomar l solo y a su costa y por su misma persona
esta empresa comn, disminua el crdito de sus mulos, y pareca que les causaba confusin (67). De ah tambin que de Tnez
marche a Roma para explotar all las consecuencias de su xito
-de esa confusin en que cree haber puesto a sus mulos. Qu
es lo que en esa ocasin pide en su famoso discurso en espaol?
Dos cosas principales: la reforma de la Iglesia por medio de un
Concilio y la pronunciacin de la Santa Sede contra el Rey de
Francia, amigo de los turcos, y enemigo, por tanto, de los pueblos
cristianos.
El Concilio, a pesar de todo, tardar an muchos aos en reunirse. En cambio, a continuacin del golpe de teatro de Roma,
el rey de Francia ataca a Italia, despoja al duque de Saboya de sus
dominios, conquista Piamonte y se instala en Turn, amenazando
Miln. Miln va a ser el gran problema poltico de los aos 15351545. Varias veces negocia sobre l y hasta ofrece cederlo al duque
de Orlens o al de Angulema que haban de casar con princesas
de la Casa de Austria. Carlos haba recibido de Gattinara su inters por Miln. Pero la solucin de Gattinara era cederlo, nunca
conservarlo, aunque cederlo en manos que ofreciesen confianza.
Al pronto tal parece ser la, sin embargo, titubeante actitud de
Carlos; pero pronto advierte que Miln es necesario para mantener sujeta a Italia, para contener al rey de Francia, para dominar
rpidamente una situacin peligrosa en Alemania, para formar con
los Pases Bajos el eje en que se apoye la superioridad militar en
Europa. Carlos, mientras se ocupa de los protestantes en Alemana y guerrea o hace la paz con el rey de Francia, se ocupa de
buscar una organizacin firme y eficaz para esas dos bases principales de su poder. Y esto es nuevo en su actitud.
Las versiones ms autorizadas del Discurso de Roma, hacen
(67) lomada de Carlos V a Tnez, B. A. E., XXI, pg. 453. Con un
punto de vista espaol y cristiano directo, desaconsej esa empresa de
Tnez el ms importante consejero de Carlos en Espaa, presidente del
Consejo de Castilla y arzobispo de Toledo, don Juan de Tavera.
132
133
VI
El Emperador, mientras se ocupaba en resolver el problema
poltico'religioso alemn, no advirti el proceso de nacionalizacin
que se estaba produciendo en Alemania y, a la vez, el proceso
de estatalizacin del poder de los prncipes. Especialmente para lo
primero el Emperador sufri de grave miopa, no slo en relacin
con Alemania, sino tambin respecto a otros de sus dominios. Esto
no se opone a que, en definitiva, el resultado histrico de su accin
fuera el de liberar diversos territorios de la dependencia en que se
hallaban durante siglos bajo el Imperio y los hiciera marchar por
el camino de su conversin en modernas naciones. Es ms, esa
marcha histrica hacia la formacin de un espritu nacional no se
manifiesta, al pronto, en Alemania frente al Emperador y contra
el Imperio. Si Lutero habla de la nacin alemana, considera al
Emperador como cabeza de la misma que Dios le ha dado para
cumplir su destino. Los humanistas reformados, tales como Hutten,
Eberlin, Vadian, etc., estn con el Emperador y centran en l su
pensamiento gibelino y patritico, y como han hecho del caso de
Reuchlin una cuestin alemana y han querido convertir a Erasmo
en un alemn, conciben tambin a Carlos como el prncipe que ha
de alcanzar la liberacin espiritual de Alemania y ha de despertar
su conciencia nacional (70).
Catlicos y protestantes estn con el Emperador, aunque los
primeros lamenten e! incumplimiento en que est dejando los decretos de 1521 en Worms, y los segundos se vean obligados
a achacar su desorientacin o su incomprensin a la ausencia
suya de Alemania y a su desconocimiento de las cosas de este
pas; pero, incluso cuando algunos de estos protestantes se dispongan a enfrentrsele, pretendern hacerlo en tanto que fieles
subditos suyos que protegen sus intereses permanentes frente a su
ofuscada voluntad actual (71). Esto ltimo revela que en esa adhe(70) GRAVIER ha estudiado con interesante documentacin este tema
en su obra Luiher et Vopinin publique. Pars, 1942: 1a cita en las pginas 50 y sigs.
(71) GRAVIER. ob. cit., pgs. 133 y sigs.
134
sin al Emperador no se busca tanto la posibilidad de verse favorecidos con su poder como conseguir transformarlo en representante de una conciencia alemana.
Es cierto que la Reforma, si se atiene a una religiosidad de
tipo medieval, como sostiene Troeltsch (72), acentu, no obstante.
el proceso de nacionalizacin de Alemania, superando en este aspecto el mundo de la Edad Media. Si Lutero empieza pensando
en una Iglesia universal invisible, la presin de las circunstancias
histricas le reducen a lmites alemanes, y. su pacto con el poder
de los prncipes en la ocasin de la guerra de los campesinos, al
convertirle en adulator principum, hace de l, ms marcadamente
an, un factor que opera a favor de la nacionalidad, polticamente
afirmada en un poder estatal. Si Carlos hubiera reunido ese poder estatal en su mano, la nacionalizacin de Alemania hubiera
dado un paso colosal, y con esa unidad polticamente asegurada,
hubiera tenido mayores posibilidades de refundir la unidad religiosa del pas. Pero frente a las tendencias nacionales, Carlos, ms
que nunca, proclama una idea medieval de Imperio, y de este
modo hizo que todos aquellos que se sentan insuperablemente adversos a esa concepcin imperial, se vieran empujados consecuentemente al campo de la Reforma. De este modo, contra su volun'
tad, Carlos consigui que lo importante en Lutero, lo decisivo en
su actitud para el momento, fuera no sus novedades dogmticas,
discutidas por las muchas sectas que en seguida se formaron, ni
menos sus reformas disciplinarias que el propio Lutero tuvo que
enmendar en un sentido cada vez ms autoritario, sino lo que haba en l de espritu alemn, nacional. Probablemente, Carlos puls
esa nueva y extraa realidad. Brandi cita una carta que escribe a
su hermano Fernando, en la temprana fecha de 1528, poniendo
ciertos reparos a una nueva Dieta, porque el contacto directo de
los alemanes consigo mismos les inclina ms al error y a la disidencia en que estn (73). Pero la raz del sentimiento de comunidad que lleva a estas actitudes en las que se anticipa una presencia nacional, es lo que Carlos no capt, imbuido de su idea del
Imperio mundial. Contra esas nuevas tendencias se estrella una
(72)
135
minios centroeuropos. Va a tratar de resolverlos, no ya en esa forma arbitral o jurisdiccional con que ha hecho aparecer al Imperio
frecuentemente hasta entonces, sino en una efectiva y firme solucin militar {76). No lo formula como una nueva idea poltica; pero
lo siente como una necesidad. De ah, la guerra que francamente
lleva a cabo contra el duque de Cleve, para arrebatarle el ducado
de Geldres que aqul usurp, e incorporarlo a los Pases Bajos,
cuya organizacin completa, aadindoles los seoros de Utrech
y Frisia, desgajados del Imperio alemn. De ah la guerra contra
el rey de Francia que victoriosamente le llevar a veinte leguas de
Pars, y le permitir conseguir con la paz de Crspy una provisional, o mejor, aparente aceptacin de su poltica de Imperio por
parte del rey francs (76 bis). Y todo ello le da claridad a la sospecha en que se encuentra, segn confiesa por entonces el Env
perador, de que slo un procedimiento de fuerza permitir resol'
ver la cuestin de los protestantes. Si poco antes, en la guerra
con el rey francs, ha ido al lad del cismtico y hertico rey de
Inglaterra, ahora tendr como aliado a un paladn protestante
ambicioso: Mauricio de Sajonia. Pero esto no importa. El Emperador considera que derrotadas las fuerzas de la Liga de Esmalkalda, la cuestin protestante est resuelta.
La actitud de Carlos es tan decidida y parece responder a un
convencimiento tan firme, que el legado pontificio, cardenal Farnesio, al encontrarse con l en Spira, sorprendido de este giro
del pensamiento del Emperador, y por ste no demasiado bien
recibido, regresa rpidamente a Roma a informar de la nueva si-tuacin. Carlos, aunque le cuesta mucho decidirse a ese empeo y
se mueve con gran lentitud, est convencido de que su manera de
entender el Imperio le lleva a hacer la guerra a los protestantes.
Su confesor, el dominico Pedro de Soto, exaltado partidario de la
guerra, la presenta a sus ojos como una guerra religiosa, hasta el
punto de que est dispuesto a darle todas las facilidades de conciencia, incluso para que se apropie los bienes eclesisticos necesarios, si el Papa no accede a otorgarle esta ayuda. Para Soto no hay
(76) Ver RASSOW: Die Kaiser-Idee Karls V, dargestellt an der Politik der Jahre J528-1540. Berln, 1932.
(76 bis) En ella el Rey Francisco se obliga a ayudar militarmente al
Emperador, si hace falta, para lograr la reforma de la Iglesia, la reduccin
He les herejes y la guerra contra el infiel, que son empresas que corresponde dirigir a la autoridad imperial.
'37
V.
CARRO,
ob.
cit.,
pg.
128.
138
LAS
P.
VENANCIO CARRO,
ob.
cit.,
pg.
147.
(81) SANTA CRUZ cuenta {Crnica, IV, pg. 186) que el Emperador
dijo al Legado que le entreg en Monzn la bula de convocatoria del
Concilio que aquel no era tiempo para que Su Santidad pretendiera semejante cosa; y a continuacin transcribe la larga y enrgica carta dirigida
al Papa.
TOUTICO
DE CARLOS V
paso importante. Aprovechando la revuelta de los Ducados de Parma y Piacenza, contra el hijo del Papa, Pedro Luis Farnesio, y
el sangriento fin de ste, echa mano Carlos de esos territorios por
medio de su gobernador en Miln, Ferrante Gonzaga, y al anexionarlos al Ducado milans, los incorpora a la Corona de Espaa.
En la nueva lnea de su pensamiento, segn la cual considera el
Imperio como una mxima organizacin de poder, lo conseguido
es importante. No quiere decir esto que por debajo de esa idea
militar de Imperio no siguiera conservndose la idea universal deJ
mismo, con sus consabidos fines de reforma y unidad. Precisamente en esa ocasin, alrededor de 1547, se levanta contra el Papa
Paulo III, entre los imperiales, una enrgica pugna en la que salen
a relucir polmicamente los mismos ideales que en torno a Carlos se han manifestado en las etapas anteriores y que el Emperador haba hecho suyos. Nada se parece ms a los Dilogos de
A. de Valds que el annimo Dilogo entre Caronte y el nima
de Pedro Luis Farnesio (83). En l aparece Carlos como protector
de la Cristiandad, al que nadie osar oponerse porque est puesto
para vencer a los tiranos figura segn la cual son vistos Paulo
III y sus familiares, contra los cuales es legtima la resistencia,
lo que quiere decir que ha sido legtimo el acto de dar muerte
a su hijo. Como la hereja ha nacido de los vicios y pecados de
Roma, corregidos stos se remediar aqulla, y la Iglesia, con la
reforma de las costumbres, volver a unirse. Tal ser la obra del
Emperador que ha de salir al cabo con la empresa tan santa que
ha tomado de juntar al Concilio (84).
Pese a tales esperanzas en quienes se hallaban a su alrededor,
resultando imposible acudir al Concilio, Carlos volver provisionalmente a su poltica de reuniones y negociaciones y se llegar a
proclamar el nterim de Augsburgo. A los catlicos no les satisfa-
LAS
143
144
RESUME
L'auteur nous montre que Charles Quint voulut construir une
image doctrnale de l'Empire. Avec l'esprit chevaleresque et universaliste qui Iw est propre, fit siens les ideaux du, Moyen Age.
Aux idaux humanistes du XVs. Charles ajouta une con'
ception politique, celle de renouveler l'ide d'Empire et faire de
ses entreprises, l'objet de la politique de l'Empire, comme l'hum'
nisme le dsirait, en leur donnant une direction politique unverselle.
Cette idee impriale de Charles connah trois phases. En premier heu, t pense: Que mon Empire soit rellement umversel,
qu'il soit par dessus toutes les nations.
En second lien, Charles V estime que tant que la dissension
religieuse ne sera pas finie, et que les forces de l'Allemagne ne
seront pas unifies, il ne sera pas possible de construir l'image
de l'Empire qu'il dsire. Son mouvement s'oriente comme "une
aide a l'Allemagne" selon ses propres termes.
Dans une troisieme phase, Charles prtend construir, sans te'
nir compte d'aucun lien traditionnel, une image nouvelle de l'Enj'
pire; un pays spcial, dont le pouvoir rel lui assure une hg'
monie politique universelle. C'est le cas de l'Espagne avec ses deux
fortes bases en Italie et dans les Flandres. Ainsi, Charles V mettra
fin pour toujours a la tradition impriale du Moyen Age en don'
nant ralit a une nouvelle formule de l'Empire.
(90)
CALVETE:
Vid-e,
ed.
cit..
vol.
45
II,
pg.
428.
,0
5 M M A RY
The author shows that Charles the Fifth tried to bud an Ernpire "ufch a doctrinal structure. He bound the ideis of the lcm>
Muidle Ages -with his knightly and universal sense.
Charles added to these humanistic ideis of the XVth century
a politic conception. He renerwed the aim of the Christian Humanists, that ivas the Imperial idea, of making his undertakings
the object of the Empire and giving them a sense of universal
politic.
Charles' idea developed in three stages. Firstly; My Empire
tnust be umversal and over all nations; Secondly. So long as the
religious disagreement is not settled and tfe Germn army not
unified, t TVM be impossible to build the structure of the Empire
for -which I aim. His ivorh is directed as an "Aid to Germany";
they are his own words. Thirdly: Charles built nvithout any traditional bounds a new image of the Empire: the image of a special country whose actual pmver assures him a political and universal hegemony. Spain is an example ivith two firm bases in
Italy and the Netherlands.
n this manner Charles closes for ever the traditional idea of
the Empire of the Middle Ages, giving reality to a modern symbol
of tht Empire.
14b