Martirio de Policarpo

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BIBLIOTHECA PATRISTICA

Epstola da Igreja de Esmirna


de Filomlio
(Martrio de Policarpo)

Fonte: http://escrituras.tripod.com

La Iglesia de Dios que reside en Esmirna a la Iglesia de Dios que reside en


Filomelio, y a todas las fraternidades de la santa y universal Iglesia que
reside en todo lugar, misericordia y paz y amor de Dios el Padre y nuestro
Seor Jesucristo os sean multiplicados.
I. Os escribimos, hermanos, un relato de lo que sucedi a los que sufrieron
martirio, y en especial al bienaventurado Policarpo, que puso fin a la
persecucin, habiendo puesto sobre ella, por as decirlo, el sello de su
martirio. Porque casi todos los sucesos antes mencionados acaecieron para
que el Seor pudiera mostrarnos una vez ms un ejemplo de martirio que
es conforme al Evangelio. Porque fue demorndolo para que pudiera ser
entregado, como hizo el Seor, con miras a que nosotros tambin
pudiramos ser imitadores suyos, no mirando slo a lo que nos afecta a
nosotros, sino tambin a lo que afecta a nuestros prjimos. Porque incumbe
al amor verdadero y firme no slo desear ser uno salvado, sino tambin
que lo sean los hermanos.
II. Benditos y nobles son, pues, todos los martirios que tienen lugar segn
la voluntad de Dios (porque nos corresponde ser muy escrupulosos y
asignar a Dios el poder sobre todas las cosas). Porque, quin podra dejar
de admirar su nobleza y resistencia paciente y lealtad al Seor, siendo as
que cuando eran desgarrados por los azotes, de modo que el interior de su
carne quedaba visible incluso hasta las venas y arterias de dentro, lo
soportaban con paciencia, de modo que los mismos que lo contemplaban
tenan compasin y lloraban; en tanto que ellos mismos alcanzaban un
grado tal de valor que ninguno de ellos lanz un grito o un gemido,
mostrndonos con ello a todos que en aquella hora los mrtires de Cristo
que eran torturados estaban ausentes de la carne, o, mejor dicho, que el
Seor estaba presente y en comunin con ellos? Y prestando atencin a la
gracia de Cristo, despreciaban las torturas del mundo, comprando al coste
de una hora el ser librados de un castigo eterno. Y hallaron que el fuego de
sus inhumanos verdugos era fro: porque tenan puestos los ojos en el
hecho de ser librados del fuego eterno que nunca se apaga; en tanto que
los ojos de sus corazones contemplaban las buenas cosas que estn
reservadas para aquellos que soportan con paciencia cosas que no oy
ningn odo o ha visto ojo alguno, y que nunca han entrado en el corazn del
hombre, pero que les fueron mostradas a ellos porque ya no eran hombres,
sino ngeles. Y de la misma manera tambin los que fueron condenados a
las fieras soportaron castigos espantosos, ya que les hicieron echar sobre
conchas aguzadas y sufrir otras formas de torturas diversas, para que el
diablo pudiera conseguir que se retractaran, de ser posible, por la
persistencia del castigo; pues el diablo intent muchas aagazas contra
ellos.

III. Pero, gracias a Dios, El prevaleci contra todo. Porque el noble


Germnico anim la pusilanimidad de ellos por medio de la constancia
que haba en l; y luch con las fieras en una forma destacada. Porque
cuando el procnsul deseaba prevalecer sobre l y le mand que tuviera
compasin de su juventud, l, haciendo uso de violencia, arrastr a la fiera
hacia l, deseando conseguir ms rpidamente ser librado de su vida
injusta y arbitraria. De modo que despus de esto la multitud, asombrada
del valor de los cristianos amados de Dios y temerosos de Dios, levant un
clamor: Fuera los ateos; que vayan a buscar a Policarpo.
IV. Pero un hombre, que se llamaba Quinto, un frigio llegado
recientemente de Frigia, cuando vio las fieras se acobard. Fue l que se
haba forzado a s mismo y a otros a presentarse por su propia y libre
voluntad. De ste el procnsul, con muchos ruegos, consigui que hiciera
el juramento y ofreciera incienso. Por esta causa, pues, hermanos, no
alabamos a los que se entregan ellos mismos, puesto que el Evangelio no
nos ensea esto.
V. Ahora bien, el glorioso Policarpo, al principio, cuando lo oy, lejos de
desanimarse, tena deseos de permanecer en la ciudad; pero la mayora le
persuadieron a que se retirara. As que se retir a una casa de campo no
lejos de la ciudad; y all se qued con unos pocos compaeros, no
haciendo otra cosa noche y da que orar por todos los hombres y por las
iglesias por todo el mundo; porque sta era su costumbre constante. Y
mientras estaba orando tuvo una visin tres das antes de su captura; y vio
que su almohada estaba ardiendo. Y se volvi y dijo a los que estaban con
l: Es menester que sea quemado vivo.
VI. Y como los que le estaban buscando persistan, l se fue a otra casa de
campo; y al poco llegaron all los que le buscaban, y como no le hallaron,
echaron mano de dos muchachos esclavos, uno de los cuales confes bajo
tortura; porque le era imposible permanecer escondido cuando las mismas
personas que le haban delatado eran gente de su propia casa. Y el capitn
de los gendarmes, que result precisamente llamarse Herodes, tena
muchos deseos de llevarle al estadio. (Esto sucedi para que pudiera
cumplir su suerte designada, o sea, el ser hecho participante con Cristo, en
tanto que ellos los que le traicionaban sufran el mismo castigo de
Judas.
VII. As que llevndose al muchacho con ellos, en viernes, hacia la hora de
la cena, los gendarmes y jinetes se dirigieron con sus armas acostumbradas,
apresurndose como contra un ladrn. Y llegando todos ellos tarde al
anochecer, hallaron al hombre echado en cama en un aposento alto de
cierta cabaa; y aunque l podra haberse ido a otro lugar, no quiso,
diciendo: Sea hecha la voluntad de Dios. As que cuando oy que venan,
se dirigi hacia abajo y convers con ellos, en tanto que los presentes se

maravillaban de su edad y de su constancia, preguntndose cmo poda


haber tanta ansia para aprehender a un anciano como l. Con lo cual,
inmediatamente dio orden de que se dispusiera una mesa para ellos, para
que comieran y bebieran en aquella hora tanto como desearan. Y les
persuadi a concederle una hora para que pudiera orar sin ser molestado;
y cuando ellos consintieron, l se levant y or, estando tan lleno de la
gracia de Dios, que durante dos horas no pudo callar, y todos los que le
oan estaban asombrados, y muchos se arrepentan de haber acudido
contra un anciano tan venerable.
VIII. Pero cuando finalmente puso fin a su oracin, despus de recordar a
todos los que en. un momento u otro haban estado en contacto con l,
pequeos y grandes, altos y bajos, y a toda la Iglesia universal por todo el
mundo, lleg la hora de partir, y le sentaron sobre un asno y le llevaron a
la ciudad, y era un gran sbado. Y fue recibido por Herodes, el capitn de
la polica y por su padre Nicetes, los cuales le hicieron bajar de su montura
y subir a su carruaje, y procuraron convencerle, sentndose ellos a su lado
y dicindole: ~,Qu mal hay en decir Csar es Seor, y en ofrecerle
incienso, aadiendo a esto y con ello salvarte? Pero l al principio no
les dio respuesta. Sin embargo, cuando ellos persistieron, les dijo: No
voy a hacer lo que me aconsejis. Entonces ellos, viendo que no podan
persuadirle, hicieron uso de amenazas y le hicieron bajar rpidamente, de
modo que se hiri en la espinilla cuando bajaba del carruaje. Y sin volverse
tan slo, sigui su camino al punto y rpidamente, como si nada le
hubiera sucedido, y fue llevado al estadio; y haba en el estadio un tumulto
tal que no era posible or la voz de ninguno al hablar.
IX. Pero cuando Policarpo entr en el estadio le lleg una voz del cielo:
Mantente firme, Policarpo, y s un hombre. Y nadie vio al que
hablaba, pero los que son de los nuestros que estaban presentes oyeron la
voz. Y al final, cuando fue trado, hubo un gran tumulto, porque oyeron
que haban capturado a Policarpo. As pues, cuando lo presentaron
delante del procnsul, ste inquiri si l era el hombre. Y al confesar que
lo era, intent persuadirle a que se retractara, diciendo: Ten respeto a tu
edad, y otras cosas apropiadas, como acostumbran decir: Jura por el
genio de Csar; y retrctate y di: Fuera los ateos. Entonces Policarpo,
con mirada solemne, contempl toda la multitud de paganos impos que
haba en el estadio, y les hizo seas con la mano; y gimiendo y mirando al
cielo, dijo: Fuera los ateos. Pero cuando el magistrado insisti y le dijo:
Jura, y te soltar; insulta a Cristo, Policarpo dijo: Durante ochenta y
seis aos he sido su siervo, y no me ha hecho mal alguno. Cmo puedo
ahora blasfemar de mi Rey que me ha salvado?
X. Pero cuando el procnsul persisti diciendo: Jura por el genio del
Csar, l contest: Si supones, en vano, que voy a jurar por el genio del
Csar, como dices, y haces ver que no sabes quin soy, te lo dir

claramente: soy cristiano. Pero si quieres aprender la doctrina del


Cristianismo, seala un da y escchame. El procnsul dijo: Convence
al pueblo. Pero Policarpo contest: En cuanto a ti, he considerado que
eres digno de hablarte; porque se nos ha enseado a rendir honor como es
debido a los prncipes y autoridades designadas por Dios, salvo que no sea
en nuestro perjuicio; pero en cuanto a stos, no los considero dignos de
que tenga que defenderme delante de ellos.
XI. Ante lo cual el procnsul dijo: Tengo fieras aqu y te echar a ellas
como no te retractes. Pero l dijo: Que las traigan; porque el
arrepentirse de lo mejor a lo peor es un cambio que no nos es permitido;
pero es noble el cambiar de lo perverso a lo justo. Entonces le dijo:
Har que ardas con fuego si desprecias las fieras, como no te
arrepientas. Pero Policarpo dijo: T me amenazas con fuego que arde
un rato y despus se apaga; pero no sabes nada del fuego del juicio futuro y
del castigo eterno, que est reservado a los impos. Por qu te demoras?
Haz lo que quieras.
XII. Diciendo estas y otras cosas, iba llenndose de valor y gozo, y su
rostro se hencha de gracia, de modo que no slo no se desmay ante las
cosas que le decan, sino que, al contrario, el procnsul estaba asombrado
y envi a su propio heraldo a proclamar tres veces en medio del estadio:
Policarpo ha confesado que es un cristiano. cuando el heraldo hubo
proclamado esto, toda la multitud, tanto de gentiles como de judos que
vivan en Esmirna, clam con ira incontenible y grandes gritos: ste es el
maestro de Asia, el padre de los cristianos, el que derriba nuestros dioses y
ensea a muchos a no sacrificar ni adorar. Diciendo estas cosas, a
grandes gritos pidieron al asiarca Felipe que soltara un len a Policarpo.
Pero l dijo que no poda hacerlo legalmente, puesto que ya haba dado
por terminados los juegos. Entonces ellos decidieron gritar unnimes que
Policarpo deba ser quemado vivo. Porque era menester que se cumpliera
la visin que se le haba mostrado con respecto a su almohada, cuando la
vio ardiendo mientras oraba, y volvindose dijo a los fieles que estaban
con l: Es menester que sea quemado vivo.
XIII. Estas cosas sucedieron rpidamente, ms aprisa de lo que pueden
contar las palabras, y la multitud empez a recoger en obradores y baos
lea y haces, y los judos en especial ayudaron, segn acostumbran. Pero
cuando estuvo listo el montn de leia, l mismo se quit las prendas
externas y se solt la faja, esforzndose tambin en quitarse los zapatos,
aunque no tena la costumbre de hacerlo antes, porque todos los fieles en
todo momento se esforzaban por quin tocara antes su carne. Porque
haba sido tratado con todo honor toda su vida, incluso antes de que le
salieran canas. Al punto, los instrumentos que estaban preparados para la
hoguera fueron colocados a su alrededor; y como iban tambin a clavarle a
la estaca, l dijo: Dejadme como estoy; puesto que El me ha concedido

que pueda resistir el fuego, tambin me conceder que pueda permanecer


inmvil en la hoguera, sin tener que ser sujetado por los clavos.
XIV. Y ellos no le clavaron, pero le amarraron. Entonces l, colocando las
manos detrs y amarrado a la estaca como un noble cordero del gran
rebao para ser como una ofrenda, un holocausto preparado y aceptable a
Dios, mirando al cielo dijo: Oh Seor Dios Todopoderoso, Padre de tu
amado y bendito Hijo Jesucristo, por medio del cual hemos recibido
conocimiento de Ti, el Dios de ngeles y poderes, y de toda creacin y de
toda la raza de los justos, que viven en tu presencia; te bendigo porque me
has concedido este da y hora para que pueda recibir una porcin entre el
nmero de los mrtires en la copa de [tu] Cristo en la resurreccin de vida
eterna, tanto del alma como del cuerpo, en la incorruptibilidad del
Espritu Santo. Que pueda ser recibido con ellos en tu presencia este da,
como un sacrificio rico y aceptable, que T has preparado y revelado de
antemano, y has realizado, T que eres el Dios fiel y verdadero. Por esta
causa, s, y por todas las cosas, te alabo, y bendigo, y glorifico, por medio
del Sumo Sacerdote eterno y celestial, Jesucristo, tu Hijo amado, por
medio del cual, con El y el Espritu Santo, sea gloria ahora y [siempre] y
por todos los siglos. Amn.
XV. Cuando hubo ofrecido el Amn y terminado su oracin, el verdugo
encendi el fuego. Y cuando surgi la llama poderosa, todos los que
pudimos verlo, contemplamos un portento, s, y fuimos preservados para
que pudiramos referir al resto lo que haba sucedido. El fuego, formando
la apariencia de una bveda, como la vela de un navo llenada por el
viento, form una pared alrededor del cuerpo del mrtir; y estaba all en
medio, no como carne quemndose, sino como [un pan en el horno o
como] oro y plata refinados en un horno. Porque percibimos un olor
fragante, como si desprendiera olor de incienso o de algn blsamo
precioso.
XVI. As que, finalmente, los impos, viendo que su cuerpo no poda ser
consumido por el fuego, ordenaron al verdugo que fuera y le apualara
con una daga. Y cuando lo hubo hecho, sali [una paloma y] una cantidad
de sangre tal que extingui el fuego; y toda la multitud se maravill de que
hubiera una diferencia tan grande entre los incrdulos y los elegidos. En el
nmero de stos estaba este hombre, el glorioso mrtir Policarpo, que fue
un maestro apostlico y proftico en nuestros propios das, un obispo de
la santa Iglesia que est en Esmirna. Porque cada palabra que pronunci
su boca se cumpli o bien se cumplir.
XVII. Pero el Maligno, celoso y envidioso, el adversario de la familia de los
justos, habiendo visto la grandeza de su martirio y lo intachable de su vida
desde el principio, y cmo fue coronado con la corona de la inmortalidad,
y hubo ganado un premio que nadie puede desmentir, se las arregl para

que ni aun su pobre cuerpo fuera sacado y llevado por nosotros, aunque
muchos deseaban hacerlo y tocar su carne santa. As que hizo salir a
Nicetes, el padre de Herodes y hermano de Alce, para rogar al magistrado
que no entregara su cuerpo, segn se dijo: para que no abandonen al
crucificado y empiecen a adorar a este hombre; lo cual fue hecho por
instigacin y ruego apremiante de los judos, que tambin vigilaban
cuando iban a sacarle del fuego, no sabiendo que ser imposible que
nosotros abandonemos en este tiempo al Cristo que sufri por la
salvacin de todo el mundo de los que son salvos sufriendo por los
pecadores siendo El inocente, ni adorar a otro. Porque a l, siendo el
Hijo de Dios, le adoramos, pero a los mrtires, como discpulos e
imitadores del Seor, los respetamos y queremos como merecen, por su
afecto incomparable hacia su propio Rey y Maestro. Que nuestra suerte
sea tambin ser hallados copartcipes y condiscpulos de ellos.
XVIII. El centurin, pues, viendo la oposicin levantada por parte de los
judos, le puso en medio y lo quem segn su costumbre. Y as nosotros,
despus, recogimos sus huesos, que son mucho ms valiosos que piedras
preciosas y que oro refinado, y los pusimos en un lugar apropiado; donde
el Seor nos permitir congregarnos, segn podamos, en gozo y alegra, y
celebrar el aniversario de su martirio para la conmemoracin de todos los
que ya han luchado en la contienda y para la enseanza y preparacin de
los que han de hacerlo ms adelante.
XIX. As ha sucedido que el bienaventurado Policarpo, habiendo recibido
el martirio en Esmirna con los de Filadelfia doce en conjunto, es
recordado de modo especial ms que los otros por todos, de manera que se
habla de l incluso entre los paganos en todas partes; porque mostr no
slo que era un maestro notable, sino tambin un mrtir distinguido,
cuyo martirio todos desean imitar, viendo que fue segn el modelo del
Evangelio de Cristo. Habiendo vencido con su sufrimiento al gobernante
injusto en el conflicto y recibido la corona de la inmortalidad, se regocija
en la compaa de los apstoles y de los justos, y glorifica al Dios y Padre
Todopoderoso, y bendice a nuestro Seor Jesucristo, el salvador de
nuestras almas y piloto de nuestros cuerpos y pastor de la Iglesia universal
que se halla por todo el mundo.
XX. En verdad pedisteis que se os mostraran en gran detalle todas las
cosas que han sucedido; pero nosotros, hasta aqu, os hemos mostrado
cmo fue en un sumario por medio de nuestro hermano Marciano.
Cuando os hayis enterado de estas cosas, enviad la carta tambin a otros
hermanos que estn ms lejos, para que ellos tambin puedan glorificar al
Seor, que elige entre sus propios siervos. Ahora, al que es poderoso para
traernos a todos por su gracia y bondad a su reino eterno, por medio de su
Hijo unignito Jesucristo, sea gloria, honor, poder y grandeza para

siempre. Saludad a todos los santos. Los que estn con nosotros os
saludan, y Evaresto, que escribi esta carta, con toda su casa.
XXI. El bienaventurado Policarpo sufri el martirio el segundo da de la
primera parte del mes Xanticus, el sptimo da antes de las calendas de
marzo, en un gran sbado, a la hora octava. Fue capturado por Herodes,
cuando Felipe de Tralles era sumo sacerdote, en el proconsulado de
Statius Quadratus, pero en el reino del Rey eterno Jesucristo. Al cual sea
la gloria, honor, grandeza y trono eterno, de generacin en generacin.
Amn.
XXII. (1) Que Dios os sea propicio, hermanos, en tanto que andis en la
palabra de Jesucristo que es segn el Evangelio; con quien sea la gloria de
Dios para salvacin de sus santos elegidos; as como el bienaventurado
Policarpo sufri el martirio, en cuyas pisadas sea nuestra suene para ser
hallados en el reino de Jesucristo.
(2) Este relato Gayo lo copi de los papeles de Ireneo, un discpulo de
Policarpo. Este mismo vivi tambin con Ireneo.
(3) Y yo Scrates los escrib en Corinto de la copia de Gayo. La gracia sea
con todos los hombres.
(4) Y yo Pionio lo escrib de nuevo de la copia antes mencionada,
habindola buscado (segn el bienaventurado Policarpo me mostr en
una revelacin, como declarar en la secuela), recogindola y juntndola
cuando ya estaba casi desgastada por la edad, para que el Seor Jesucristo
pueda recogerme tambin a m con sus elegidos en su reino celestial; al
cual sea la gloria con el Padre y el Espritu Santo, por los siglos de los
siglos. Amn.
Los tres prrafos precedentes segn se hallan en el manuscrito de Mosc
(2) Este relato lo copi Gayo de los papeles de Ireneo. Este vivi con
Ireneo, que haba sido un discpulo del santo Policarpo. Porque este
Ireneo, estando en Roma al tiempo del martirio del obispo Policarpo,
instruy a muchos; y hay en circulacin muchos tratados ortodoxos y muy
excelentes que son suyos. En stos hace mencin de Policarpo, diciendo
que le haba enseado a l. Y fue capaz de refutar toda hereja y entregar la
regla catlica de la Iglesia tal como la haba recibido del santo. Menciona
este hecho tambin: que cuando Marcin, segn el cual son llamados los
marcionitas, se encontr con el santo Policarpo en una ocasin, y dijo:
Te reconozco, Policarpo, l respondi a Marcin: Ciertamente, te
reconozco como el primognito de Satans. La afirmacin siguiente se
hace tambin en los escritos de Ireneo: que en el mismo da y hora en que
Policarpo era martirizado en Esmirna, Ireneo, estando en la ciudad de

Roma, oy una voz como de una trompeta que deca: Policarpo est
sufriendo el martirio.
(3) De estos papeles de Ireneo, pues, como ya se ha afirmado, Gayo hizo
una copia, y de la copia de Gayo, Iscrates hizo otra en Corinto.
(4) Y yo Pionio de nuevo escribo la copia de Iscrates, habindola
buscado en obediencia a una revelacin del santo Policarpo, juntndola,
cuando ya estaba casi desgastada por los aos, para que el Seor Jesucristo
pueda recogerme tambin a m con sus elegidos en su reino celestial; a
quien sea la gloria con el Padre y el Hijo y el Espritu Santo para siempre
jams. Amn.

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