Gustavo Santiago

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Gustavo Santiago, El desafo de los valores.

Captulo 2. En qu mundo vivimos?


I. Premodernidad, modernidad, crisis de la modernidad
Hasta aqu hemos desarrollado un aspecto de la compleja trama de los valores. Nos hemos detenido en la disputa
que se da entre aquello que en una sociedad vale y aquello que se sostiene que debe valer. Pero todava nos
mantenemos en una perspectiva amplia que no permite apreciar cules son concretamente los valores a los que
nos referimos.
A lo largo de la historia, tanto los VH como los VD han sufrido importantes modificaciones, mixturas, nacimientos y
defunciones. Sera imposible reconstruir con detalle ese movimiento (y probablemente tan intil como, segn
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Borges, hacer un mapa tan perfecto de la China que tuviera el tamao de la propia China).
Abandonada la pretensin de exhaustividad, lo que nos proponemos es indicar las lneas generales de un
movimiento que tiene suma importancia en los valores aqu y ahora. Porque cuando pensamos en "nuestros valores"
solemos no advertir el recorrido que stos han hecho hasta llegar a nosotros. Creemos, en este sentido, que puede
resultar muy til traer a consideracin una distincin epocal amplia que actualmente se ha tornado usual, en la que
se coloca como centro de referencia a la modernidad, para dirigir desde ella una mirada hacia su pasado y su
presente-futuro.
1. Caractersticas de la modernidad
Suele caracterizarse a la modernidad como un movimiento de transformacin de mltiples dimensiones de la vida
humana (poltica, cultural, religiosa, tica, cientfica, etc.) que se desarrolla a partir del siglo XVII (aunque el
Renacimiento y la Reforma pueden considerarse como sus antecedentes directos), se consolida en el XVIII con la
Ilustracin e ingresa en una importante crisis en el XX, luego de la Segunda Guerra Mundial.
A continuacin desarrollaremos algunos de los numerosos componentes que conforman la identidad de la
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modernidad. Intentando una clasificacin de los mismos, Alexander Koyre seala:
"Algunos historiadores han situado su aspecto ms caracterstico en la secularizacin de la conciencia, en su
alejamiento de objetivos trascendentales y su acercamiento a otros inmanentes; es decir, en la sustitucin del
inters por el otro mundo y la otra vida a favor de la preocupacin por esta vida y este mundo. Algunos otros lo han
situado en el descubrimiento que la conciencia humana hace de su subjetividad esencial y, por tanto, en la
sustitucin del objetivismo de medievales y antiguos por el subjetivismo de los modernos. Incluso otros lo han
situado en el cambio de relaciones entre theora y praxis, en el hecho de que el viejo ideal de la vita contemplativa
cediese su lugar al de la vita activa. Mientras que el hombre medieval y antiguo tenda a la pura contemplacin de la
naturaleza y del ser, el moderno aspira a la dominacin y el seoro (...).
(Esta revolucin) conlleva la destruccin del Ksmos; es decir, la desaparicin (...) de la concepcin del mundo
como un todo finito, cerrado y jerrquicamente ordenado (un todo en el que la jerarqua y estructura del ser,
elvanse desde la tierra oscura, pesada e imperfecta, hasta la mayor y mayor perfeccin de los astros y esferas
celestes). (...) Todo esto, a su vez, entraa que el pensamiento cientfico desestime toda consideracin basada
sobre conceptos axiolgicos, como son los de perfeccin, armona, sentido y finalidad, as como, para terminar, la
expresa desvalorizacin del ser, el divorcio del mundo del valor y del mundo de los hechos".
Detengmonos en algunas de las caractersticas que presenta Koyre:
a) Secularizacin de la conciencia (asimilable, en algunos aspectos, a la "muerte de Dios" de Nietzsche y al
"desencantamiento del mundo" de Weber). Se trata del movimiento de desplazamiento de lo religioso
(particularmente del cristianismo) de las ocupaciones "sociales" y su relegamiento a cuestiones estrictamente
religiosas. Esto es algo que va producindose de un modo progresivo y que afecta en primer lugar a las ciudades. Se
percibe en mbitos tan diferentes como la ciencia, la poltica y la vida cotidiana. Aun cuando el nombre de Dios se
siga invocando, su papel -y el de las instituciones que ofician de sus voceros- va siendo cada vez menos decisivo.
Podramos citar, en este sentido, a figuras como Galileo, que fracasa en su intento de construir la imagen de un
cientfico creyente, o Descartes, acerca de quien se han escrito numerosos trabajos en los que se "demuestra"
tanto la autenticidad como la falsedad de sus manifestaciones religiosas (desde esta ltima perspectiva, se habra
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tratado de una suerte de "cobarda metdica" con la cual Descartes habra buscado ponerse a salvo de la
Inquisicin). Lo que queda claro en la obra de Descartes es que el Dios al que se refiere es ms un super-ingeniero
o arquitecto que el Dios Todopoderoso de la religin.
En el mbito de la Filosofa Poltica, planteos como los de Hobbes, Locke o Rousseau, en los que se recurre a la
"composicin" de un estado originario de la humanidad, slo se entienden si se tiene en cuenta que se trata de
intentos humanos de hacerse cargo de la bsqueda de un fundamento para la sociedad que hasta entonces se daba
por supuesto que se encontraba en sede divina.

Como se ha convertido frecuente sealar luego de los trabajos de Nietzsche, algo que la secularizacin ha dejado
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intacto es la idea de que hay un nico fundamento de la realidad (Nietzsche hablaba de un "montono-tesmo"). Es
decir, el monotesmo es erosionado en su componente "testa", pero no en su idea de unicidad. Se baja a Dios de
su trono (como los revolucionarios hicieron con el rey), pero para pasar a ocupar inmediatamente ese trono con otro
"seor". En rigor, se tratar de una "seora": la Razn. Esta Razn, si bien es una "luz natural' y no sobre-natural, no
deja de tener algo de sobrehumano. No se trata de la razn de ningn individuo particular sino de una entidad
desencarnada, universal. Aquello que hasta el medioevo reposaba en lo divino pasa, a partir de la modernidad, a
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descansar en una fundamentacin racional.
En cuanto a la vida cotidiana, tal como seala Koyre, se produce una "sustitucin del inters por el otro mundo y la
otra vida en favor de la preocupacin por esta vida y este mundo". El concepto de "progreso" gana rpidamente la
calle; los cambios dejan de ser considerados peligrosos o directamente como signos de corrupcin o decadencia -tal
como lo eran en la poca premoderna, al menos desde Scrates- y pasan a ser positivos en s mismos; el afn de
novedades -que se cristalizar con la aparicin de los peridicos y luego con la moda- llega a ser distintivo del
hombre "civilizado".
b) Subjetividad. La modernidad es la poca del surgimiento del sujeto. Cuando en la escuela los chicos hacen
"anlisis sintctico" recurren a una pregunta para identificar al sujeto de la oracin: "Quin realiza la accin?" En
nuestro caso la cuestin es la misma: el hombre, al concebirse como sujeto, pasa a ser quien realiza la accin.
El nacimiento de la subjetividad suele asociarse con el cogito cartesiano. Cuando Descartes formula su clebre
"pienso, luego existo" consigue colocar esa piedra fundamental sobre la que construir todo su edificio conceptual.
Esta idea de un fundamento humano sobre el que repose toda la realidad es la que habilitar al hombre a actuar en
su propio nombre. Ya no es una tradicin sostenida en revelaciones trascendentales lo que legitima la accin humana sino la Razn.
Esto puede percibirse en la resignificacin moderna de otro concepto clave: "revolucin",6 que se aplicar tanto a
las transformaciones polticas (particularmente desde la Revolucin Francesa) como a las que se producen en los
medios de produccin, en la ciencia o el arte. La revolucin implica, a partir de la modernidad, la idea de una
ruptura, un corte brusco, violento, con relacin a cualquier tradicin y, por ende, la postulacin de un comienzo
desde cero que se encuentra legitimado en la racionalidad de la propia accin y que se proyecta hacia un futuro
mejor. El hombre pasa a sentirse, entonces, sujeto de revoluciones que orientan el sentido de la historia. El devenir
humano pasa a ser concebido de modo ms o menos lineal, pero siempre progresivo, como un recorrido que
conduce a un futuro mejor para toda la humanidad. El sujeto es el encargado de postular utopas movilizadoras y de
construir el camino que conduzca a su realizacin. El lluminismo es un claro exponente del "compromiso
civilizatorio" de aquellos que estn en posesin de la "luz natural" de la Razn.
c) Pasaje de la theora a la praxis. El pasaje de la teora a la praxis, o de la va contemplativa a la vita activa,
puede verse claramente en el surgimiento de la "ciencia moderna". Frente a la actitud contemplativa, de reverencia
(el hombre antiguo "se embriagaba con la naturaleza", dir Benjamn)7 ante el Ksmos propia del hombre antiguo y
medieval, actitud acompaada de la apertura necesaria para poder captar todo aquello que la naturaleza (o Dios, o
los dioses a travs de ella) quisiera revelarle, surge la perspectiva de la ciencia moderna en la que el hombre se
coloca como un sujeto que tiene todo el derecho de ejercer el control y dominio sobre ese objeto suyo que es la naturaleza. Por ello, ya no se conformar con esperar pacientemente que ella se le revele, sino que usar su poder
para forzarla a que le confiese todo lo que l necesite saber. El "experimento" no es otra cosa que eso: obligar a la
naturaleza a que se muestre cuando el cientfico decide que debe hacerlo.
Es ilustrativo, en este sentido, el rol que juega la matemtica en el mundo antiguo y en el moderno. Mientras que
para Platn (y antes para los pitagricos), la matemtica es aquello que permite orientarnos en el camino de la contemplacin de las "autnticas realidades", las ideas, que estn en un plano trascendente al hombre (as como el
matemtico no trabaja con tringulos de este mundo, que son imperfectos, sino con la idea de tringulo que es
perfecta, del mismo modo, en este mundo no hallaremos ms que sombras distorsionadas de todo aquello que
existe en el mundo de las ideas, por ejemplo, la justicia, el bien, la belleza, etc.), en el mundo moderno la
matemtica, que continuar ocupando un lugar central en el conocimiento, se transforma en un elemento
privilegiado para conseguir el control y el dominio sobre la naturaleza. Cuando Galileo sostiene que la naturaleza
est escrita en caracteres matemticos no lo est haciendo en el mismo sentido en que podran haberlo dicho los
pitagricos. Veamos una cita de Aristteles en la que se refiere a la concepcin matemtica de los discpulos de
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Pitgoras:
"Los denominados Pitagricos, dedicndose los primeros a las matemticas, las hicieron avanzar, y nutrindose de
ellas, dieron en considerar que sus principios son principios de todas las cosas que son. Y puesto que en ellas lo
primero son los nmeros, crean ver en stos -ms, desde luego, que en el fuego, la tierra y el agua- mltiples
semejanzas con las cosas que son y las que se generan, por ejemplo, que tal propiedad de los nmeros es la
Justicia, y tal otra es el Alma y el Entendimiento, y tal otra la Oportunidad y, en una palabra, lo mismo en los dems
casos, y adems, vean en los nmeros las propiedades y proporciones de las armonas musicales (...) y supusieron
que los elementos de los nmeros son elementos de todas las cosas que son, y que el firmamento entero es
armona y nmero".
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Lo que Galileo, por su parte, pretende no es encontrar proporciones que manifiesten la sabidura de dioses ocultos
sino descifrar el plano con el que el mundo fue construido por el gran Dios-ingeniero para poder ejercer el dominio
sobre l.
Desde esta perspectiva pueden entenderse, tambin, las transformaciones socio-econmicas que se producen en
la misma poca. Tal como expone Garca Orza:
"En el origen del estado burgus no slo est implcito el surgimiento de las nuevas formas de experimentacin
modernas, sino tambin el carcter operativo de las ciencias. Puesto que las nuevas formas de produccin necesitaban de un conocimiento ms profundo de la naturaleza, tal conocimiento no deba entenderse como meramente
contemplativo, es decir, a la vieja manera clsica, sino que deba ser entendido de acuerdo con sus notas ms nuevas
y revolucionarias; para esta poca el conocimiento es, por sobre todas las cosas, poder y dominio. El carcter
operativo de la ciencia favorece las posibilidades de dominio real sobre la naturaleza, dominio que a su vez surge
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de las necesidades de una clase social, de apropiarse de un modo ms racional e intensivo del medio natural".
d) Destruccin del /cosmos. Con la matematizacin de la naturaleza y con la concepcin del universo como infinito,
la idea de una armona en la que el orden natural reflejara un orden axiolgico queda eliminada. El trmino griego
ksmos significaba, originariamente, "orden". Hornero, en la Iliada lo emplea para designar el orden armnico de los
ejrcitos antes de las batallas. Se trataba de un orden cuya belleza trascenda lo meramente esttico para dar
cuenta de una belleza tico-poltica en la que la armona no era excluyente de las distinciones jerrquicas sino que
colaboraba en su exhibicin. Esta concepcin del ksmos como orden jerrquico pas luego a proyectarse hacia los
astros. En efecto, cada noche los griegos asistan al desfile de un ejrcito armonioso que se desplegaba en el
firmamento: las constelaciones. De ah que luego el trmino pasara a ser sinnimo de "universo", perdiendo aquella
connotacin de armona originaria.
A qu se refiere Koyre con la "destruccin del ksmos? En principio, al abandono de la concepcin cosmolgica
aristotlica que, gracias a Ptolomeo, domin a Occidente hasta la modernidad. Veamos una sinttica presentacin de
ella:
"El universo aristotlico se divide en dos regiones diferenciadas: la esfera sublunar, terrestre, que abarca la regin de
espacio comprendida desde la esfera de la\una hasta la Tierra, que ocupa inmvil el centro del universo; la regin
en que el movimiento, natural o violento, de los cuatro elementos (aire, tierra, fuego y agua) da origen a la
naturaleza, y la esfera supralunar, celeste, que comprende la regin que est ms all de la esfera de la Luna hasta
las estrellas fijas, y donde no hay cambio ni alteracin posible, a excepcin del movimiento circular y uniforme de los
planetas llevados por sus esferas. Porque todos los cuerpos buscan su lugar natural y el lugar natural de la tierra,
como cuerpo pesado, es el centro, la Tierra es centro inmvil del universo. Sobre este modelo aristotlico, aplic
Claudio Ptolomaeus, o Ptolomeo, todo el desarrollo que la astronoma observacional y las tcnicas matemticas
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aplicadas a la astronoma haban alcanzado, en el s. I d. C., con el desarrollo de la ciencia helenstica".
Pero, fundamentalmente, Koyre se refiere a la prdida de sentido que conlleva la cada de ese ksmos y su
transformacin en un universo infinito. Nietzsche ilustra la sensacin de desorientacin ante la cada de ese mundo
cuando en La Gaya Ciencia pone en boca de "un loco" las siguientes palabras:
"Qu hemos hecho cuando hemos separado esta tierra de la cadena de su sol? Adnde le conducen ahora sus
movimientos? Lejos de todos los soles? No caemos sin cesar? Hacia delante, hacia atrs, de lado, de todos
lados? Todava hay un arriba y un abajo? No erramos como a travs de una nada infinita? El vaco no nos persigue
con su hlito? No hace ms fro? No veis oscurecer cada vez ms, cada vez ms? No es necesario encender lin11
ternas en pleno medioda?"
Modernidad(es) en Amrica Latina
Lo que acabamos de desarrollar podra denominarse "versin estndar de la modernidad". En efecto, es aquella que
con mnimas variantes podemos encontrar en una buena cantidad de textos en los que se tematiza la cuestin. Ahora
bien, est claro que las cosas no han sucedido exacta ni completamente como aqu se han presentado. La
modernidad es un fenmeno mucho ms complejo y conflictivo, y no puede reducirse a unos pocos conceptos
compartidos. Creemos, s, que lo dicho puede ayudar a pensar en una "matriz comn" en la que coincidan las
diferentes realidades que han compuesto la modernidad. Compartimos, en este sentido, lo que seala J. J.
Brunner.
"No hay algo as como una nica vivencia prototpica de la modernidad, situada por fuera y por encima de los lmites
de la geografa, el tiempo, la clase social y las culturas locales. Sin duda hay una matriz comn (...). Pero, enseguida, existe una gran variedad de modalidades espirituales, vitales, materiales, temporales, sociales y espaciales a
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travs de las cuales los elementos de esa matriz se combinan y especifican."
Por ello, si pretendiramos brindar un panorama acabadamente contextualizado deberamos estrechar nuestro
campo de anlisis a un mnimo posible. Pero, cmo hacerlo en un libro que est destinado a circular entre lectores
de mbitos diferentes al de su produccin? Nuevamente, tomar un concepto amplio como Amrica Latina puede
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ayudarnos a aproximarnos al tipo de planteo situado que proponemos, aun cuando las diferencias entre regiones
latinoamericanas sugeriran la importancia de un trabajo ms especfico.
En ese marco comn latinoamericano podemos sealar, en relacin con la modernidad, algunas particularidades:
a)
Secularizacin conflictiva y parcial. El pensamiento moderno se encuentra en Latinoamrica con un
catolicismo que, a diferencia de lo que suceda en la Europa del siglo XVII, est aqu comenzando a consolidarse y,
en algunos aspectos, est realizando tareas que van a ser compatibles y hasta funcionales con el discurso moderno
(la urbanizacin, el disciplinamiento a travs de escuelas y talleres, la constitucin de un monotesmo que pudiera
servir como elemento nuclear de futuros fundamentos racionales, etc.). Exponiendo la postura de Octavio Paz,
segn la cual la modernidad en Amrica Latina no ha sido ms que un simulacro, Brunner seala:
"El proyecto modernizador (...) se construye sobre una negacin -la del mundo catlico, 'mosaico de supervivencias
precolombinas y formas barrocas'- en tanto que en la sociedad modelo de la modernidad, por el contrario, existi
afinidad entre puritanismo, democracia y capitalismo, mezcla que entonces aparece como verdadera alquimia de la
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modernidad".
b)
El sujeto sujetado. Puede hablarse de una subjetividad moderna latinoamericana? El colonialismo parece
ofrecer una respuesta negativa a la pregunta. Al respecto, Anbal Quijano sostiene:
"Mientras en Europa el mercantilismo va mutndose en capitalismo industrial, en Amrica Latina colonial, y en
particular desde e! ltimo tercio del siglo XVIII, va estandose debido a la poltica econmica de la metrpoli colonial
y al desplazamiento de las relaciones de poder en favor de Inglaterra. As, mientras la modernidad en Europa termina
formando parte de una radical mutacin de la sociedad, alimentndose de los cambios que aparejaba la emergencia
del capitalismo, en Amrica Latina, desde fines del siglo XVIII en adelante, la modernidad es envuelta en un contexto
social adverso, porque el estancamiento econmico y la desintegracin del poder que el mercantilismo articulaba
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permiten que los sectores sociales ms adversos ocupen el primer plano del poder".
De este modo, la modernidad latinoamericana sera una suerte de modernidad refleja pero, al mismo tiempo, sera un
componente esencial de la modernidad "favorecida" que habra aprovechado el colonialismo para generar las condiciones propicias de su consolidacin.
c)
Modernidad "de los intelectuales". A falta de transformaciones en la materialidad cotidiana de la
sociedad, que apenas se recubre de un barniz modernizador, la modernidad se convierte en una cuestin de
pensamiento, de proyectos de intelectuales. Afirma Quijano:
"Durante un tiempo muy largo, la modernidad existir como pura inteligencia, cerrada, incomunicada, casi
incomunicable. Los intelectuales, algunos, podrn pensar con la mxima modernidad, mientras su sociedad se hace
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cada vez menos moderna, menos racional".
d)
Modernidad "despareja". Si bien la modernidad no parece haber llevado a efecto su pretensin (al menos
discursiva) de llegar del mismo modo a todos los sectores, en el caso de Amrica Latina las diferencias toman
dimensiones escandalosas. As, mientras los grandes centros urbanos -y, dentro de ellos, las clases social y
culturalmente elevadas- alcanzan a experimentar los frutos de la modernidad, sectores mucho ms vastos slo
tienen noticia de ellos a travs de los medios de comunicacin o por los esfuerzos desmesurados de la escuela
por hacerlos llegar a todos.
3. La crisis de la modernidad
Los elementos mencionados en el primer punto de este apartado han entrado en crisis a partir de mediados del siglo
XX. Una de las grandes discusiones actuales es, precisamente, hasta qu punto existen salidas para esa crisis.
Bsicamente, podramos dividir en tres las posiciones en disputa: la de aquellos que sostienen que. se trata de una
crisis terminal y que, por lo tanto, debera ir encontrndose una alternativa que reemplace a la modernidad; la de
quienes afirman que la crisis es seria y que muestra un cierto agotamiento, pero que consideran que, corrigiendo
aquello que haya que corregir, la modernidad todava puede salir a flote; y, finalmente, la de quienes piensan que la
modernidad an no ha tenido el tiempo suficiente para acercar todos sus beneficios a la humanidad. En el punto
siguiente vamos a detenernos en el anlisis de algunas de estas posturas.
4. El devenir de los valores
En este movimiento epocal que va desde la premodernidad a la actualidad, tanto los VD como los VH se han visto
profundamente afectados.
Los marcos conceptuales en que se apoyan los VD han ido sufriendo sucesivos desplazamientos en cuanto a su
centralidad o marginalidad en la consideracin general. La secularizacin coloc en el centro a concepciones ticas
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fundadas en la razn y apartadas -o, al menos, independientes- de los valores religiosos. Esto provoc que
nociones como "libertad", "justicia", "amor", "felicidad", etc., fueran completamente resignificadas. Tambin cambi
diametralmente la valoracin del cuerpo, el dinero, el futuro, el tiempo. Como ya hemos sealado, esto no significa
que la perspectiva valorativa sustentada en la religin haya desaparecido, sino que perdi el lugar central que
ocup durante siglos. A su vez, los grandes relatos (polticos, filosficos, cientficos) que apuntalaron firmemente a
los valores desde la modernidad, al ingresar en la crisis actual han visto afectada esa centralidad; slo que hoy
parece no haber un nuevo gran relato fundamentador. Y si no aparece, ese lugar central quedar vaco (al menos
en lo que a VD se refiere). Nos encontramos viviendo en medio del naufragio a que hemos aludido antes. Hay
diversos relatos que, devaluados, compiten infructuosamente por ocupar un lugar dominante. La sensacin es que,
si ninguno de ellos consigue imponerse por sobre los otros, esto sucede porque el centro en cuestin no est vaco,
sino hiperpoblado. Los VH no dejan lugar para otro tipo de valores: lo que vale, hoy, no es lo que debe valer, sino lo
que se muestra como valioso.
Por su parte, los VH tambin han sido afectados por estos movimientos. No slo han cambiado los grandes relatos
hegemnicos; tambin lo han hecho las costumbres, la vida cotidiana, y con ella los hbitos valorativos vigentes en
cada momento. Es decir, no slo variaron los discursos que sancionaban una valoracin positiva o negativa del
cuerpo, el tiempo, el conocimiento, etc., sino que cambi el modo de valorarlos en la vida concreta de todos los
das.
En lo que a la relacin entre los VD y los VH se refiere -como hemos visto hacia el final de captulo anterior-, los VH
han experimentado un notable crecimiento, relegando a los VD a una zona marginal. La puesta en crisis actual de la
nocin de fundamento cara a los VD y la abrumadora presencia de los medios masivos de divulgacin publicitaria
han hecho posible que el conflicto entre VD y VH se resuelva netamente a favor de estos ltimos.
II. Los nombres de nuestro tiempo
Nuestro presente goza del extrao privilegio de ser lugar de disputa de una inmensa cantidad de nombres que
pretenden dar con su caracterstica "esencial". Como sucede siempre con el lenguaje, detrs de esas palabras que
rivalizan hay mucho en juego: categorizar una situacin es comenzar a dominarla.
Sera excesivo pretender que en este texto examinramos con detalle cada una de estas visiones enfrentadas. No
es lo que pretendemos. S, en cambio, brindar un breve esbozo de aquellas que consideramos que tienen mayor
peso en la vida cotidiana y en ciertas teoras de gran circulacin en el campo intelectual latinoamericano. Si no
percibimos mnimamente las caractersticas centrales de nuestro mundo, cmo vamos a pretender adentrarnos
seriamente en un trabajo sobre sus valores?
1. Posmodernidad
Despus de la mitad del siglo XX, los ideales de la modernidad comienzan a ser objeto de profundos
cuestionamientos. La idea de una crisis que afecta a la modernidad como tal parece ser algo indudable. Quienes han
sido ms radicales en este diagnstico de la crisis moderna son los intelectuales conocidos como "posmodernos".
Aun cuando no todos los que han recibido dicha calificacin se reconoceran gustosos en ella, y con la precaucin de
admitir que hay una enorme variedad de perspectivas a las que se ha dado el nombre de "posmodernas", podemos
sostener que el centro del discurso posmoderno consiste en el hecho de sealar que la crisis de la modernidad
es terminal, y que lo ms sano para la humanidad sera "abandonar" los ideales modernos (sin que ese
abandono implique una superacin, porque para que sta tuviera lugar sera imprescindible realizar una rigurosa
evaluacin crtica que reposara en nuevos fundamentos y que reubicara un sentido que permitiera reintroducir una
idea de "progreso"; pero, precisamente, "superacin", "crtica", "fundamento" y "progreso" son nociones
medularmente modernas). Como afirma Gianni Vattimo:
"Si la modernidad se define como la poca de la superacin, de la novedad que envejece y es sustituida
inmediatamente por una novedad ms nueva (...) entonces no se podr salir de la modernidad pensando en
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'superarla'".
"Hablamos de posmoderno porque consideramos que, en algn aspecto suyo esencial, la modernidad ha
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concluido."
Para aproximarnos a la perspectiva posmoderna vamos a distinguir en nuestras consideraciones una "posmodernidad
conceptual" -y nos concentraremos en tres nociones centrales que desde la intelectualidad posmoderna se sealan
como caractersticas de nuestro tiempo- y una posmodernidad como "estilo de vida".
a) Los conceptos centrales de la posmodernidad. Como hemos sealado, la posmodernidad se presenta
como la poca en la que los conceptos nucleares de la modernidad entran en una crisis terminal. De ah que haya sido
denominada tambin "la poca de los fines". Precisamente, en tres de estos fines consideramos que se encuentra
lo sustantivo del planteo posmoderno:
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El fin de los Grandes Relatos


La modernidad se caracteriza por ser una poca de defensa de Grandes Relatos portadores de un sentido nico y
universal que se propone como organizador de la vida entera de los hombres. La ciencia, la poltica, la historia le
permiten al hombre saber quin es, dnde vive, hacia dnde se dirige. Los sistemas filosficos organizan sin
ambigedades el bien y el mal, lo posible y lo imposible.
El nazismo, el stalinismo, los desarrollos tecnocientficos orientados hacia la guerra y la explotacin, la postergacin
excesiva de la realizacin de las utopas anunciadas, quebraron toda confianza en los grandes sistemas, socavaron
los fundamentos en los que stos se apoyaban y generaron un profundo escepticismo que en algunos casos deriv
hacia cierto tipo de relativismo.
A los Grandes Relatos totalizadores que postulaban frreos universalismos, la posmodernidad opuso una pluralidad
de pequeos relatos "dbiles", no expansivos, que se mostraban corno partidarios de la tolerancia y la diversidad.
Quiz el blanco de los ataques ms duros haya sido la razn. Autopostulada originariamente como el elemento que
vena a dar por tierra con la supersticin y los sistemas de dominacin oscurantista; es decir, habindose cargado
sobre ella las esperanzas de una plena liberacin del hombre, se manifest como el componente clave de las
mayores atrocidades del siglo XX. Reducida al clculo y la lgica, fue un factor central en la planificacin y la racionalizacin que alcanzaron su punto culminante en Auschwitz, en la Rusia de Stalin y en el hipercontrol de la vida
productiva capitalista.
Muerte del sujeto
El fin de los Grandes Relatos es concomitante con la muerte del sujeto. Utopas, revoluciones, progreso, slo son
posibles en el marco de un fundamento ltimo que los soporte, de un relato que les confiera sentido y de un sujeto
que sea capaz de llevarlos a cabo. Pero ese sujeto fuerte, autnomo, autosuficiente, dueo de s, se desvanece. En
su reemplazo aparece un sujeto dbil que se concentra en pequeos pero asequibles objetivos, que canjea un gran
futuro prometido por un presente confortable. Las "grandes luchas" de antao se ven ahora como gastos intiles de
fuerza vital. No hay grandes causas sin hombres o instituciones que se ofrezcan para recrearlas.
Fin de la Historia
Cuando se habla del "Fin de la Historia" habitualmente se habla, al menos, de tres cuestiones diferentes. En primer
lugar, si el autor de referencia es Francis Fukuyama, la expresin quiere dar a entender que en la actualidad el devenir histrico se ha detenido en la medida en que ya nada nuevo y relevante va a suceder que pudiera proporcionar
un sentido diferente del que la humanidad ha seguido hasta aqu. Es decir, la Historia se ha terminado porque se ha
consumado. No podemos esperar ms que lo que tenemos (lo que queda, s, es aguardar que los beneficios del
capitalismo actual se extiendan -lentamente- a aquellos lugares en los que todava no ha podido afianzarse). Lo mejor
de la humanidad -cualitativamente hablando- ya lo hemos alcanzado; resta que cuantitativamente pueda
multiplicarse.
En segundo lugar, en autores como Vattimo, fin de la historia significa "fin de un relato unificador de la historia"; fin
de la idea de una nica historia que como un gran ro arrastrara a la humanidad toda. Lo que tenemos, desde esta
perspectiva, es una multiplicidad de "pequeas historias" (con minsculas y en plural), en las que se dan "progresos"
relativos (y no un nico progreso). Nuestro desafo consiste en afrontar "el problema de inventar una humanidad capaz de existir en un mundo en el que la creencia en una tradicin unitaria, dirigida hacia un fin (la salvacin, la
racionalidad cientfica, la recomposicin de la unidad humana tras la alienacin, etc.), ha sido sustituida por la
perturbadora experiencia de la multiplicacin indefinida de los sistemas de valores y de los criterios de
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legitimacin".
Finalmente, si recurrimos a un autor como Fredric Jameson, la historia concluye en la medida en que quedamos
encerradas en un presente eternizado:
"(...) nuestro sistema social contemporneo empez a perder poco a poco su capacidad de retener su propio
pasado y a vivir en un presente perpetuo y un cambio permanente que anula tradiciones como las que, de una
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manera o de otra, toda la informacin social anterior tuvo que preservar".
b) El "estilo de vida posmoderno". El trmino "posmodernidad" se ha empleado, tambin, para brindar una
pretendida descripcin de la vida en los grandes centros urbanos de occidente. En Escenas de la vida
posmoderna, Beatriz Sarlo traza un panorama de este "estilo de vida" desde una perspectiva latinoamericana:
"Como otras naciones de Amrica, la Argentina vive el clima de lo que se llama 'posmodernidad' en el marco
paradjico de una nacin fracturada y empobrecida. Veinte horas de televisin diaria, por cincuenta canales, y una
escuela desarmada, sin prestigio simblico ni recursos materiales: paisajes urbanos trazados segn el ltimo design
del mercado internacional y servicios urbanos en estado crtico. El mercado audiovisual distribuye sus baratijas y
quienes pueden consumirlas se entregan a esta actividad como si fueran habitantes de los barrios ricos de Miami.
Los ms pobres slo pueden conseguir fast-food televisivo; los menos pobres consumen eso y algunos otros
bienes, mientras recuerdan las buenas pocas de la escuela pblica adonde ya no pueden ir sus hijos o donde sus
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hijos ya no reciben lo que los padres recibieron; los otros, eligen dnde quieren, como en todas pactes".20
Algunas de las principales caractersticas de esta posmodernidad -que no todos viven de la misma manera- seran:
Inters por el presente, con ciertas dosis de nostalgia. Se abandona la idea moderna de que lo principal es el
futuro. Se asume que lo nico valioso es el "da a da", el instante, y que ningn futuro prometido puede justificar la
ms mnima penuria en el presente. Los padres que antao se esmeraban por dejarles a sus hijos una herencia que
les asegurara un buen pasar, hoy prefieren gastar todo lo que han recogido "en vida", y dejan a sus hijos la tarea de
esforzarse por conseguir su nivel de vida como ellos lo han hecho (e, incluso, en algunos casos les dejan
cuantiosas deudas por haber gastado ms de lo que posean); si hasta hace algunas dcadas se estimulaba el
ahorro, ahora se incentiva el crdito: gasto hoy, consumo hoy, aunque deba pagar (o refinanciar) maana. Tambin
los objetos han perdido su referencia al futuro. Antes se los compraba pensando en que fueran "para toda la vida".
Hubo una etapa de trnsito en la que los usuarios se escandalizaban al ver que nada duraba, que todo era frgil.
Hoy en da, la exasperacin llega cuando el objeto tarda en estropearse. Afirma Sarlo: "El tiempo fue abolido en los
objetos comunes del mercado, no porque sean eternos sino porque son completamente transitorios. Duran mientras
no se desgaste del todo su valor simblico, porque, adems de mercancas, son objetos hipersignificantes".21 Por
ello, en cuanto la computadora deja de significar "velocidad", "actualidad", "mayor capacidad" el usuario comienza a
desear que se le rompa para tener la excusa de invertir en una nueva. Vivimos, los objetos y las personas, en un
presente continuo. Si se trae algn objeto del pasado no es para recuperar su significado de entonces, sino que se
lo descontextualiza, se lo deshistoriza y se lo transforma en un objeto de consumo ms del presente (por ejemplo,
las remeras con el rostro del Che Guevara en chicos que no tienen ni quieren tener la menor idea de quin fue
Guevara; la imagen de Eva Pern "actualizada" por Madonna).
Hiperindividualismo. A pesar de que nos encontramos en una sociedad en la que todo parece estar conectado,
formar parte de una red, cada individuo vive sus placeres, xitos, fracasos, sufrimientos, de un modo estrictamente
individual. En este sentido, suele hablarse de una forma de vida egosta en la que cada cual busca "salvarse" por su
lado, sin atender a lo que sucede con el ser ms prximo. Justamente, la sensibilidad puede ejercerse con el lejano,
el pobre que veo en televisin o la joven que me cuenta sus penurias va mail desde el otro extremo del planeta,
pero no con aquel que de modo real y no virtual tengo a mi lado. Tampoco se valoran positivamente los
movimientos colectivos ni los reclamos masivos. No se aceptan guas ni maestros. A lo sumo, algunos consejos que
se vierten como "auto-consejos", pero cuya puesta en prctica corre por exclusiva cuenta de cada individuo. Al
referirse a este "individualismo extremo", Sarlo sostiene que "este rasgo se evidencia en la llamada 'cultura juvenil'
tal como la define el mercado, y en un imaginario social habitado por dos fantasmas: la libertad de eleccin sin
lmites como afirmacin abstracta de la individualidad, y el individualismo programado".22 Esto es, se reduce la
libertad a un libre albedro orientado hacia el consumo (me siento ms libre en la medida en que tengo ms
posibilidades de elegir objetos-signo de consumo) y, al mismo tiempo, se programa ese consumo (puedo elegir
"libremente" aquello que el mercado me programa para elegir).
Fragmentacin. El individuo posmoderno no soporta ni los "Grandes Relatos", ni los "relatos grandes". Considera
intil y nocivo enfrentarse con un libro de quinientas pginas que cuente una misma historia o con un programa de
televisin en el que la misma persona hable durante dos minutos. Todo lo fragmenta, lo quiebra, lo rearticula en
pequeas porciones a las que combina con otras venidas desde lugares diferentes. Si un libro no aparece en si
mismo fragmentado, "lo fragmenta" leyndolo al mismo tiempo que a otros cuatro o simultneamente con la
televisin. En cuanto a sta, el programa que prefiere es siempre producto del zappng (que puede ser realizado de
un modo casero, con el control remoto en la mano, o ya preparado por los productores televisivos que han tomado
nota de esta actitud, la han amplificado y consolidado, ofreciendo programas que en s mismos estn construidos
con la lgica del zapping). En las relaciones humanas tambin parece darse una caracterstica semejante. Parejas
cambiantes, combinables con las de otros, breves -pero cuya ruptura no produce grandes dolores-, en las que lo
fundamental -como al ver televisin- est en las sensaciones, los impulsos, los "flashes", y que poco tienen que ver
con los largos noviazgos de hace unas dcadas.
Predominio de la imagen. El individuo posmoderno es un ser de superficie. Es "superficial", pero sin la carga
negativa que esta palabra inclua hasta hace muy poco. Vive su superficialidad como un desafo para aquellos que
an creen en algn tipo de "profundidad". De ah que la imagen (de los objetos, las personas, las pantallas) haya
alcanzado un predominio sobre cualquier otra forma de relacin. Somos lo que los dems ven de nosotros. Cmo
explicar, si no, la importancia que adquieren los cosmticos, las cirugas, las dietas, el gimnasio? El posmoderno no
quiere "tener" un buen cuerpo (ni, mucho menos, un cuerpo "sano"); l es un cuerpo, es aquello que muestra. Hace
veinte aos, una ciruga esttica se haca para "reparar defectos", hoy para "transformar una persona" (en una
publicidad deca algo as como "ven y llvate tu mejor versin"). Una persona morocha se tea de rubia para
ocultar que era morocha, hoy se tie de cualquier color porque quiere verse con ese color. En el caso de los
objetos, la situacin no cambia demasiado. Ms que el contenido, interesa el envase, la publicidad, la forma, el
significado del objeto (cuando un chico elige una galletita, no lo hace tras un anlisis profundo acerca de cules son
sus componentes, sino desde una "consideracin de superficie" en la que evala -de un vistazo- la forma, el color, el
diseo, etc.). El predominio de la imagen se percibe, obviamente, en el predominio de las imgenes. La televisin,
la computadora (sea a travs de video juegos, de Internet o del simple procesador de textos), la publicidad grfica en
7

revistas y en la calle muestran una proliferacin de imgenes. Y, al igual que pasa con las personas, una "buena
imagen" garantiza el xito de una publicidad, de un libro, de un negocio.
Juvenilizacin. Si en la modernidad el modelo de persona era el adulto (el nio slo tena valor en la medida en que
era un "adulto en potencia"), la posmodernidad se caracteriza por colocar a la juventud como un ideal para todas las
generaciones. "Hoy la juventud es ms prestigiosa que nunca -afirma Sarlo- (...). La infancia ya no proporciona un
sustento adecuado a las ilusiones de felicidad, suspensin tranquilizadora de la sexualidad e inocencia. La categora
de 'joven', en cambio, garantiza otro set de ilusiones con la ventaja de que la sexualidad puede ser llamada a
escena y, al mismo tiempo, desplegarse ms libre de sus obligaciones adultas, entre ellas la de la definicin tajante
23
del sexo". El mercado se, encarga de poner a disposicin de los individuos de todas las edades el "equipo completo"
para "sentirse jvenes", para vivir la juventud. Mientras que no hace demasiado un padre se escandalizaba s su
hija cambiaba muy seguido de novio, hoy se alarma si ve que sostiene relaciones de larga duracin, al mismo tiempo
que l, el padre, exhibe sin problemas sus vnculos transitorios con diversas parejas de ocasin.
2. Globalizacin / Glocalzacn
a) Globalizacin
La idea de globalizacin se torn habitual a fines de los aos ochenta, particularmente luego de la cada del muro
de Berln y de la fragmentacin de la URSS.
De un modo ingenuo, se presenta como una nocin progresista que da cuenta de la direccin que estara
tomando la organizacin econmica, poltica y cultural en el nivel mundial. La tecnologa de comunicacin -se
trate de transportes de objetos fsicos o de redes de circulacin de informacin- ha crecido enormemente en
extensin y velocidad, con lo cual, como nunca antes en la historia de la humanidad, es posible comunicarse en
cuestin de segundos con prcticamente cualquier lugar del planeta, transportar informacin, imgenes y,
fundamentalmente, hacer negocios sin importar el lugar fsico en el que uno se encuentre.
Esto ha creado la sensacin de que el mundo se ha "achicado", convirtindose en una pequea aldea.
Las ventajas de esta situacin con respecto a pocas anteriores parecen evidentes. Tenemos un saber cada vez
mayor acerca de nuestro mundo, podemos acceder al conocimiento de diversas culturas sin movernos de
nuestra casa, podemos acceder a los avances tecnolgicos (por ejemplo en medicina) muy rpidamente,
cualquiera que sea el lugar del mundo en que se hayan producido.
24
Zygmunt Bauman muestra cmo, en realidad, la globalizacin no es algo enteramente nuevo. En los primeros
tiempos del Estado-nacin moderno, aquel que tena como principal funcin trazar y conservar las fronteras dentro
de las cuales ejerca su soberana, tambin haba una escena global. Pero, en aquel momento, "la imagen del 'orden
global' se reduca a la suma de rdenes locales, cada uno de ellos sostenido por el eficaz poder de polica de un
25
solo Estado territorial". Con el advenimiento de la "Guerra Fra", a la soberana estatal se le sobrepuso una
metasoberana impuesta por los dos bloques en disputa. Lentamente, la autosuficiencia (econmica, militar, cultural)
de cada Estado se fue debilitando hasta tornarse poco menos que inviable. Una vez producida la cada del Muro de
Berln y el desmantelamiento de la URSS, el panorama result catico. Se asisti a una rpida multiplicacin de
naciones que pretendan alcanzar un reconocimiento como Estados, al tiempo que la nocin misma de Estado se
vaciaba de contenido. Los mercados financieros globales, las empresas transnacionales, los organismos
econmicos mundiales asuman el mando en medio de un "Nuevo Desorden Mundial" en el que los Estados
nacionales nada tenan que aportar, salvo en su funcin de gestores de los intereses internacionales y en la
represin de quienes no se adaptaran a la "flexibilidad" que stos introducan inflexiblemente. Aqu s nos
encontramos de lleno en la "globalizacin".
b)
Qu se globaliza?
Si bien, como veremos, la globalizacin es un proceso que afecta la totalidad de la vida humana, no lo hace porque
todos sus componentes tengan la posibilidad de circular libremente en todo el planeta. Hay algunos elementos que
gozan de ese privilegio, mientras que otros padecen la imposibilidad de hacerlo.
La economa, sin dudas, se ha globalizado. Particularmente en su costado financiero. Hoy se realizan inversiones
de una punta a otra del planeta. El dinero -virtual- circula por las redes informticas en volmenes inmensos a
velocidades que se acercan a lo instantneo. Si a una empresa no le conviene continuar situada en un territorio
determinado puede desplazarse hasta cualquier lugar que ofrezca mejores condiciones sin dejar de producir
durante ese tiempo. En este sentido, la apertura al capital de todo el "mundo del Este" le brind posibilidades
inauditas hasta entonces de contar con una gran cantidad de pases que ofrecen una resistencia mnima a los
intereses de las empresas transnacionales que, con la promesa de una integracin al Primer Mundo, incorporan
trabajadores en condiciones poco menos que inhumanas.
Los medios de comunicacin tambin son causa y efecto de la globalizacin. Causa, en la medida en que es
gracias a las posibilidades que .brinda la actual tecnologa de comunicacin que los capitales pueden fluir del modo
en que lo hacen. Al mismo tiempo, la televisin se ha encargado de producir esa sensacin de achicamiento del
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planeta al "acercarnos" imgenes, costumbres, conflictos de pases cuya existencia era prcticamente desconocida
para nosotros. Efecto, porque la globalizacin de cierto estilo televisivo (CNN, MTV, por ejemplo) transform los
medios de cada pas, "obligndolos" a adoptar su formato. Las emisoras locales no son ms que pequeos (en
trminos econmicos y tcnicos) espejos de las grandes cadenas internacionales.
La fluidez econmica y la llegada de los medios de comunicacin a los ms distantes lugares ha generado,
tambin, una globalizacin del consumo. Las mismas marcas, los mismos avisos, los mismos shoppings se
instalan en las grandes ciudades del mundo.
c)
Quines se globalizan?
Aparentemente, la globalizacin es un proceso que no deja nada afuera. O, al menos, que no deja de afectar a todo
el mundo; aun cuando no lo haga del mismo modo con todos. Hay globalizadores y globalizados; sujetos de la globalizacin y objetos de ella.
Refirindose a las diferencias que consolida la propia globalizacin, Marta Maffei sostiene que esta globalizacin
es:
"Una globalizacin para los ricos, para los desarrollados, para los mercaderes, para los capitales, para las
transnacionales o para las consultoras que pueden libremente invertir, salir, entrar o instalarse en nuestro suelo
para exigir 'gobernabilidad', reglas claras, seguridades, un piso de garantas para sus derechos que el gobierno y la
justicia estn obligados a suministrarles; mientras para nosotros, los trabajadores, no hay piso ni lmite, ni derechos
que puedan oponerse".26
Tambin Bauman muestra cmo la globalizacin, lejos de ser un sistema igualitario, lo que produce es una
acelerada concentracin de capital, finanzas, recursos de eleccin y de accin, libertad para moverse y actuar.
Cuanto ms consiguen esto unos pocos, ms lejos lo ven los dems. Al respecto, Bauman cita un informe de la
ONU en el que se seala que "la riqueza de los primeros 358 'multimillonarios globales' equivale a la suma de los
ingresos de los 2.300 millones de personas ms pobres, o sea, el 45% de la poblacin mundial".27
d) Glocalizacin
Bauman toma de Roland Robertson un trmino que tambin Paul Virilio ha preferido para nominar este proceso
socioeconmico planetario: "glocalizacin". Se trata de un trmino que pretende dar cuenta de lo que "globalizacin"
encubre. En "glocalizacin", el "glo" que lo compone se refiere a la globalizacin en trminos semejantes a los
desarrollados en el punto anterior: globalizacin de la economa, las finanzas, la comunicacin, la cultura. La
novedad, en cambio, est en el "loc" que alude a lo local, al territorio real que est siendo globalizado.
Lo interesante de este enfoque es que se sostiene que, al mismo tiempo y como parte del mismo proceso, hay algo
que adquiere el derecho para circular libremente por todo el planeta y algo que queda irremediablemente fijado a su
suelo. Si tomamos un ejemplo extremo (pero extremadamente real), podemos pensar en los casos frecuentes en
los que una empresa decide trasladarse desde un lugar a otro (que puede encontrarse en la otra punta del mundo)
y lo hace sin dejar de 'producir' un solo da, mientras que, al mismo tiempo, los trabajadores de esa empresa,
imposibilitados de seguirla, quedan anclados en su territorio. A tal punto resultan inmovilizados, que es posible que
ni siquiera cuenten con los medios econmicos para tomar un transporte pblico que les permita buscar trabajo
fuera de su localidad. Como corolario de esto nos encontramos con un mundo en el que "las riquezas son globales,
la miseria es local".28
3. Imperio / imperialismo
a) Imperio
La categora de imperio aplicada a la situacin actual se difundi rpidamente a partir de la aparicin en 2000 de
29
Empire, de Antonio Negri y Michael Hardt. Su traduccin al espaol provoc un autntico revuelo en el campo
intelectual hispanohablante y suscit comentarios y rplicas de los mayores especialistas en ciencias sociales y
filosofa.
Hardt y Negri sostienen que el tiempo del imperialismo -es decir, aquel en el que algunos Estados-nacin
europeos buscaron extender la soberana ms all de sus fronteras- ha concluido; e, incluso, que la propia nocin
de Estado est atravesando una inexorable decadencia. Ahora bien, segn los autores,
"la decadencia de la soberana de los Estados-nacin no implica, sin embargo, que la soberana como tal haya
perdido fuerza (...). Nuestra hiptesis bsica consiste en que la soberana ha adquirido una forma nueva, compuesta por una serie de organismos nacionales y supranacionales unidos por una nica lgica de dominio. Esta
30
nueva forma global de soberana es lo que llamamos 'imperio'".
Los autores sealan, como algunas de las caractersticas principales del imperio: a) ausencia de fronteras; b)
ahistoricidad; c) biopoder.

Ausencia de fronteras. El imperio abarca "todo el mundo habitable". Lo que queda ms all de l "no existe" (o
es el territorio de la barbarie, el "desierto", lo que no cuenta), y todo lo que queda dentro le concierne. Por ello, los
poderes supranacionales
"no intervienen, como ocurra en el antiguo orden internacional, solamente para asegurar o imponer la aplicacin
de compromisos internacionales voluntariamente acordados. Ahora, los sujetos supranacionales, legitimados no
por el derecho sino por el consenso, intervienen en nombre de cualquier tipo de emergencia y de principios ticos
31
superiores".
Esto es lo que los autores denominan "estado de excepcin permanente", que legitima la intervencin militar,
econmica, poltica y moral por parte de las fuerzas del imperio, en la medida en que puedan ver amenazados sus
intereses.
Ahistoricidad. El imperio no se presenta a s mismo como el resultado de un proceso histrico que, habiendo
tenido un origen, pueda llevar a pensar que tenga tambin un fin. No admite su historicidad porque niega su
contingencia. Se propone, al contrario, "como un orden que efectivamente suspende la historia y, en
32
consecuencia, fija el estado existente de cosas por toda la eternidad".
Desde el propio imperio se pretende consolidar la sensacin de que las cosas siempre han sido as y siempre
debern serlo. Se naturaliza la situacin actual, de modo que cualquier intento de plantear una modificacin radical
sea automticamente abortada. El discurso del "fin de la historia", propagado por Francis Fukuyama, ira en esta
lnea: pensar en algn acontecimiento, en alguna novedad significativa en el nivel histrico, es algo absurdo.
Biopoder. Hardt y Negri recurren al concepto de "biopoder" acuado por Foucault para explicar cmo circula el
poder en el imperio:
"El biopoder es una forma de poder que regula la vida social desde su interior, siguindola, interpretndola,
absorbindola y rearticulndola. El poder slo puede alcanzar un dominio efectivo sobre toda la vida de la poblacin
33
cuando llega a constituir una funcin vital, integral, que cada individuo apoya y reactiva voluntariamente".
En el imperio se consuman las pretensiones de control del poder tal como Foucault y Deleuze las haban
34
analizado. El poder saca a la luz toda su fuerza productiva y la emplea en la construccin de las subjetividades que
le resultan ms funcionales.
"Los grandes poderes industriales y financieros producen, entonces, no slo mercancas, sino tambin
subjetividades. Producen subjetividades que a su vez son agentes dentro del contexto poltico: producen
necesidades, relaciones sociales, cuerpos y mentes, lo que equivale a decir que producen productores. En la
35
esfera biopoltica, la vida debe trabajar para la produccin y la produccin, para la vida."
Cmo ejerce el mando el poder imperial?
35

En el imperio, el control se ejerce a travs de "medios globales y absolutos: la bomba, el dinero y el ter",
lesionan la anterior soberana estatal: soberana militar, econmica y cultural.

que

La bomba, entendida como condensacin de las armas ms poderosas (termonucleares, biolgicas), es un


componente legtimo del -y slo del- poder imperial. Esto tiene dos consecuencias importantes: reduce la soberana
de cada Estado-nacin, en la medida en que le quita posibilidades reales de decidir acerca de la guerra y la paz;
37
reduce toda guerra "a una guerra civil". Si los intereses del imperio llegan a estar en peligro, la "autntica" guerra
podra tener lugar.
En cuanto al dinero, los autores sostienen que "la construccin del mercado mundial consisti ante todo en la
38
desconstruccin monetaria de los mercados nacionales", con lo cual se ha dado lugar a una nueva "construccin
39
monetaria basada puramente en las necesidades polticas del imperio".
El ter simboliza a los medios de comunicacin que, en la actualidad, escapan a todo tipo de regulacin que
pudiera ser ejercida desde un Estado, por lo que la soberana, cultural se ve jaqueada. "La comunicacin es la
forma de produccin capitalista en la que el capital logr someter a la sociedad por entero y globalmente a su
rgimen, suprimiendo todo camino alternativo."40
b) Imperialismo
Como hemos mencionado, el libro de Hardt y Negri desat duras polmicas entre quienes vean en l un lcido
anlisis del presente y aquellos que lo encontraban peligrosamente complaciente con los poderes vigentes. Parte de
esa disputa se centr en el concepto que da ttulo al libro. Hardt y Negri insisten una y otra vez en que el imperio es
una etapa posterior al imperialismo; sus crticos, en que es el nombre nuevo de su ms reciente rostro.
En esta lnea, Atilio Born sostiene:
"Nuestros autores parecen no tener la menor conciencia de la continuidad fundamental que existe entre la
supuestamente 'nueva' lgica global del imperio, sus actores fundamentales, sus instituciones, normas, reglas y procedimientos, y la que exista en la fase presuntamente difunta del imperialismo. Hardt y Negri parecen no haberse
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percatado de que los actores estratgicos son los mismos, las grandes empresas transnacionales, pero de base
nacional y los gobiernos de los pases industrializados; que las instituciones decisivas siguen siendo aquellas que
signaron ominosamente la fase imperialista que ellos ya dan por terminada, como el FMI, el Banco Mundial, la OMC y
otras por el estilo; y que las reglas del juego del sistema internacional siguen siendo las que dictan principalmente los
Estados Unidos y el neo-liberalismo global (...). El imperio es la 'etapa superior' del imperialismo y nada ms".41
Born muestra, a travs de ejemplos, cmo en situaciones concretas desde los Estados ms poderosos se ejercen
polticas proteccionistas y de asistencia a empresas supuestamente "a-nacionales"; que el 96% de las doscientas
empresas globales ms importantes tienen sus casas matrices en ocho pases hacia tos que fluyen las ganancias
desde todos los puntos del planeta, que las incursiones militares de importancia estn siempre acompaadas de
beneficios para capitales transnacionales. Es decir, ni todos los Estados han muerto, ni los capitales transnacionales
lo son tanto. Desde esta crtica se insiste en que la descripcin que de la situacin actual se hace en Imperio resulta
perfectamente funcional a los intereses de un imperialismo que goza de perfecta salud. Los cambios ms relevantes
de los ltimos tiempos consistiran en el perfeccionamiento de los mecanismos de control y sometimiento logrado por
los avances tecnolgicos (Born muestra cmo la supuesta circulacin libre de la tecnologa se traduce, en los
hechos, en una distincin entre tecnologa de punta que circula entre algunos pases del Primer Mundo y "tecnologas
obsoletas o semi-obsoletas, verdaderas reliquias ya abandonadas por las naciones que van a la cabeza del concierto
industrial del planeta" para los del Tercer Mundo), el deliberado debilitamiento de la soberana de algunos Estados
nacionales (en beneficio del afianzamiento del poder de otros Estados y sus aliados econmicos), la concentracin
de riquezas, etctera. Cambios que, segn Born, no ameritaran un pasaje de "imperialismo" a "imperio".
4. Sociedad disciplinaria / sociedad de control
a) Sociedad disciplinaria
En Vigilar y castigar, Foucault describe el funcionamiento de ciertas instituciones "de encierro" que, a partir del siglo
XVII, van adquiriendo un creciente protagonismo social y que, en definitiva, derivan en la "sociedad disciplinaria"
actual. Estas instituciones (escuelas, hospitales, cuarteles, fbricas, asilos) ponen en funcionamiento un poder que no
es estrictamente represivo, sino productor. Qu producen? Subjetividades.
"El poder disciplinario [...] no encadena las fuerzas para reducirlas; lo hace de manera que a la vez pueda
multiplicarlas y usarlas I...]."42
"La disciplina 'fabrica' individuos; es la tcnica especfica de un poder que se da los individuos a la vez como objetos
y como instrumentos de su ejercicio."43
"La disciplina fabrica cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos dciles. La disciplina aumenta las fuerzas del cuerpo
(en trminos econmicos de utilidad) y disminuye esas mismas fuerzas (en trminos polticos de obediencia)."44
El poder disciplinario fabrica subjetividades acordes con las necesidades del sistema capitalista que va madurando
en los siglos XVII y XVIII. Como su nombre lo indica, esta modalidad de poder se sostiene en la disciplina. Veamos
qu entiende Foucault por tal:
"La disciplina no puede identificarse ni con una institucin ni con un aparato. Es un tipo de poder, una modalidad para
ejercerlo, implicando todo un conjunto de instrumentos, de tcnicas, de procedimientos, de niveles de aplicacin, de
metas; es una 'fsica' o una 'anatoma' del poder, una tecnologa".45
Son "mtodos que permiten el control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujecin constante
de sus fuerzas y les imponen una relacin de docilidad-utilidad".46
Una de las cuestiones que el poder disciplinario viene a resolver es el manejo de un gran nmero de individuos por
unos pocos. Cmo controlar a treinta o ms chicos con un solo maestro, a cincuenta obreros con un solo capataz, a
cuarenta enfermos con un solo enfermero? Cmo hacer, adems, para que ese control produzca individuos tiles?
Hay dos aspectos clave para lograrlo: la distribucin en el espacio y el empleo del tiempo.
Foucault menciona varias tcnicas ligadas a la distribucin espacial. Aqu nos detendremos en el "Principio de
localizacin elemental": "a cada individuo su lugar; y en cada emplazamiento un individuo [...]. El espacio disciplinario
tiende a dividirse en tantas parcelas como cuerpos o elementos a repartirse hay".47
Pensando en la escuela, esto significara que el aula se transforma en un tablero en el que a cada casilla se le asigna
un nico elemento, un alumno. Esto le permite al docente saber siempre y de un vistazo dnde estn sus alumnos.
En rigor, su mirada no se dirige al alumno sino al lugar que ste debe ocupar. No puede haber ms casillas libres que
las que figuran en el parte de aula o en el registro; no puede haber agrupaciones imprevistas; no puede haber
permutaciones. Aqu todo movimiento es sospechoso, pero, al mismo tiempo, evidente. Cada pieza del tablero debe
legitimar con algn motivo claro o autorizacin explcita sus desplazamientos. En palabras del autor:
"Es preciso anular los efectos de las distribuciones indecisas, la desaparicin incontrolada de los individuos, su
11

circulacin difusa, su coagulacin inutilizable y peligrosa; tctica de antidesercin, de antivagabundeo, de


antiaglomeracin. Se trata [...] de instaurar las comunicaciones tiles, interrumpir las que no lo son, poder en cada
instante vigilar la conducta de cada cual, apreciarla, sancionarla, medir las cualidades o los mritos. Procedimiento,
pues, para conocer, para dominar y para utilizar".48
En cuanto al tiempo, el poder disciplinario pone el acento en la fractura, la parcelacin, en la que cada momento tiene
asignada una actividad especfica. No slo hay un tiempo acotado para cada materia -ya la misma divisin en
materias o asignaturas apunta a la fragmentacin-, sino que cada actividad tiene tambin un tiempo definido y, en la
medida de lo posible, fraccionado en partes diferentes con un tiempo previo asignado. Tambin el recreo tiene su
tiempo perfectamente administrado: hay un momento para ir al bao -sin amontonamientos, ordenadamente-, uno
para jugar y conversar -sin que se trate de juegos que alteren a los chicos y les impidan regresar en las condiciones
apropiadas para continuar con el desarrollo de las asignaturas-, uno para formar y volver al aula.
Esta parcelacin del tiempo permite un control efectivo sobre las actividades y los individuos que las realizan, y,
simultneamente, pone a salvo su utilidad. Si se mira con detenimiento esta distribucin cronolgica se ve que no
hay, en realidad, tiempo libre: incluso los supuestos momentos de descanso o distensin estn pensados en funcin
de la utilidad (los chicos van al bao en el recreo para poder aprovechar mejor las horas de clase).
Se pretende, sostiene Foucault, "asegurar la calidad del tiempo empleado: control ininterrumpido, presin de los
vigilantes, supresin de todo cuanto puede perturbar y distraer, se trata de constituir un tiempo ntegramente til".49
Todo aquello que atente contra esa utilidad del tiempo debe ser eliminado. El tiempo est tan profundamente
cuantificado, es tan "contabilizare" como el espacio. Si a cada alumno le corresponda una parcela de espacio, aqu a
cada actividad le corresponde una parcela de tiempo.
Ahora bien, esta fractura del tiempo no da lugar a una fragmentacin catica, sino que "los procedimientos
disciplinarios hacen aparecer un tiempo lineal cuyos momentos se integran unos a otros, y que se orienta hacia un
punto terminal y estable. En suma, un tiempo 'evolutivo'".50 Es decir, detrs de esta aparente ruptura del tiempo lo
que hay es un orden que pretende intensificar efectos de control y utilidad. Los diversos fragmentos se organizan en
series en las que hay linealidad, acumulacin, multiplicacin de logros.
El control sobre el tiempo, entonces, no slo permite dosificar los contenidos segn las etapas evolutivas de los
chicos, acompaar su crecimiento con una creciente complejidad de los contenidos, sino, igualmente, controlar el
nivel que los alumnos poseen en relacin con su etapa y con otros chicos. Esto posibilita diferenciarlos, clasificarlos
segn el estadio en que se encuentran, para poder utilizarlos del modo ms provechoso. Nuevamente, conocimiento,
dominio y utilizacin.
Vigilancia, sancin, examen
Los alcances de la configuracin del espacio y del tiempo en cuanto a la disciplina se ponen de manifiesto en el
empleo de los tres instrumentos privilegiados por el poder disciplinario: la vigilancia jerrquica, la sancin
normalizadora y el examen.
"El aparato disciplinario perfecto -afirma Foucault- permitira a una sola mirada verlo todo permanentemente."51 Esto
slo es posible cuando el espacio y el tiempo han quedado acabadamente diagramados, cuando a cada casilla
corresponde un elemento y a cada instante una actividad. Algo interesante es que la maquinaria de vigilancia que se
pone en funcionamiento, si bien tiene una marcada direccin de arriba hacia abajo, del docente hacia los alumnos,
tambin permite que haya relaciones laterales (un alumno que denuncia que su compaero no est o que no est
donde debe, que lo hace, incluso, involuntariamente: su presencia puede bastar para que la ausencia de su compaero quede a la vista; una puesta en evidencia por contraste del rendimiento deficiente de alguien en relacin con el
tiempo asignado a una actividad, por ejemplo) y, en menor medida, relaciones de abajo hacia arriba: "vigilantes perpetuamente vigilados".52 El docente vigila a los alumnos, pero, en cierto modo, l tambin est siendo vigilado por
ellos.
En cuanto a la sancin normalizadora, sostiene Foucault:
"En el taller, en la escuela, en el ejrcito, reina una verdadera micropenalidad del tiempo (retrasos, ausencias,
interrupciones de tareas), de la actividad (falta de atencin, descuido, falta de celo), de la manera de ser (descortesa,
desobediencia), de la palabra (charla, insolencia), del cuerpo (actitudes 'incorrectas', gestos impertinentes, suciedad),
de la sexualidad (falta de recato, indecencia)"53
Lo que se penaliza en estos casos es todo aquello que se aparte de la regla, que sea "desviado", que pueda ser
considerado "anormal". Para corregir esas desviaciones se emplean gratificaciones y sanciones que se otorgan a
partir de comparaciones, diferenciaciones, jerarquizaciones, homogeneizaciones y exclusiones.
Por ltimo, en lo que se refiere al examen, Foucault afirma:
"El examen combina las tcnicas de la jerarqua que vigila y las.de la sancin que normaliza. Es una mirada
12

normalizadora, una vigilancia que permite calificar, clasificar y castigar. Establece sobre los individuos una visibilidad
a travs de la cual se los diferencia y se los sanciona".54
En el examen, quien ejerce el poder mira, quien lo padece es observado. La informacin que surge de esa
observacin permite construir legajos -prontuarios- que ayudan a clasificar a los alumnos, haciendo de ellos "casos".
Especialmente cuando se trata de chicos con problemas -de aprendizaje, de conducta, de higiene, etc.-, el hecho de
poseer registros rigurosos permite individualizarlos al mismo tiempo que compararlos con otros casos semejantes.
El panptico
En el siglo XVIII, J. Bentham dise una figura arquitectnica-en la que Foucault encuentra una puesta en extremo de
las aspiraciones del poder disciplinario: el panptico. Se trata de una construccin circular en la que se aloja a los individuos a vigilar (alumnos, presos, enfermos) en habitaciones separadas y en cuyo centro se coloca una torre de
vigilancia. Desde la torre, basta una sola persona para poder visualizar con facilidad todas las celdas. Al mismo tiempo, los reclusos pueden observar a los otros -salvo a los de al lado, con los que no tienen contacto-, pero no al
vigilante, ya que la torre cuenta con un dispositivo que permite mirar sin ser mirado. De este modo, los prisioneros no
saben si estn siendo vigilados o no, pero creen estarlo permanentemente. "De ah el efecto mayor del Panptico:
inducir en el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automtico
del poder. Hacer que la vigilancia sea permanente en sus efectos, incluso si es discontinua en la accin."55
El panptico tiene dos grandes virtudes: es econmico (con un solo vigilante -docente- se puede controlar a un gran
nmero de vigilados -alumnos-) y tiene efectos permanentes. Es decir, cuando los presos abandonen la crcel o los
alumnos la escuela continuarn sintiendo la mirada del vigilante o docente sobre si, lo que les impedir llevar
adelante actos que se aparten de lo normal.
La multiplicacin de dispositivos disciplinarios, muchos de ellos de espritu panptico, da lugar en el s. XX a la
formacin de la "sociedad disciplinaria" en la que, segn Foucault, vivimos. Sostiene el filsofo que estamos "en la
maquinaria panptica, dominados por sus efectos de poder que prolongamos nosotros mismos, ya que somos uno de
sus engranajes".56 Y esto, por supuesto, sin que Foucault haya llegado a ver la proliferacin de cmaras que en la
actualidad multiplican los efectos panpticos sin necesidad de recurrir a un tipo de arquitectura en particular, sino
simplemente contando con los elementos tecnolgicos suficientes.
b) Sociedad de control
Prolongando los trabajos de Foucault, Deleuze sostiene que la sociedad disciplinaria que Foucault haba descubierto
como aquel tipo de sociedad que reemplaza a las de soberana est agotndose y dando lugar a la "sociedad de
control":
"Todos los centros de encierro atraviesan una crisis generalizada: crcel, hospital, fbrica, escuela, familia. La familia
es un interior en crisis, como lo son los dems interiores (el escolar, el profesional, etc.). Los ministros competentes
anuncian constantemente las supuestamente necesarias reformas. Reformar la escuela, reformar la industria,
reformar el hospital, el ejrcito, la crcel; pero todos saben que, en un plazo ms o menos largo, estas instituciones
estn acabadas. Solamente se pretende gestionar su agona y mantener a la gente ocupada mientras se instalan
esas nuevas fuerzas que ya estn llamando a nuestras puertas. Se trata de las sociedades de control que estn
sustituyendo a las disciplinarias."57
Esta sustitucin se lleva a cabo de diversos modos. Por un lado, hay una transformacin en las funciones que
desempeaban las instituciones de encierro; por otro, esas funciones pasan a integrarse en un nico sistema. En la
sociedad disciplinaria, los centros de encierro eran diferentes entre s, aunque podan verse en su funcionamiento
algunas analogas. Ahora, en cambio,
"la familia, la escuela, el ejrcito y la fbrica ya no son medios analgicos distintos que convergen en un mismo
propietario, ya sea el Estado o la iniciativa privada, sino que se han convertido en figuras cifradas, deformables y
transformables, de una misma empresa que ya slo tiene gestores (...). Los diferentes 'controlatorios' son variantes
inseparables que constituyen un sistema de geometra variable cuyo lenguaje es numrico".58
El carcter "cerrado" de las instituciones disciplinarias haca que no hubiera contacto entre ellas. Cuando el individuo
estaba en la escuela se le deca: "ya no ests en tu casa"; cuando pasaba al cuartel, "ya no ests en la escuela". Al
mismo tiempo, al salir de dichas instituciones, su presin sobre el individuo cesaba o se atenuaba considerablemente.
Pero, en las sociedades de control, al tratarse de distintas figuras de un mismo sistema, el individuo no encuentra nunca
un espacio "libre". Es decir, con el paso de la fbrica a la empresa, el trabajo invade todo el tiempo del individuo; aun en
casa puede sonarle el celular y "obligarlo" a ponerse al servicio de la empresa. Del mismo modo, en la educacin ya no
hay una "carrera" que se termine con la obtencin de un ttulo, sino que es imprescindible continuar estudiando a lo
largo de toda la vida:
"la formacin permanente tiende a sustituir a la escuela, y el control continuo tiende a sustituir al examen (...). En las
sociedades disciplinarias siempre haba que volver a empezar (terminada la escuela, empieza el cuartel, despus de
59
ste viene la fbrica), mientras que en las sociedades de control nunca se termina nada".
Siempre trabajando, siempre estudiando, siempre alertas en cuanto a la seguridad. Y, fundamentalmente, siempre
13

controlados, aunque no estemos encerrados. Si el sistema disciplinario obstaculizaba la salida, el de control condiciona los "ingresos":
"El lenguaje numrico de control se compone de cifras que marcan o prohiben el acceso a la informacin (,..), la
60
cifra es una contrasea".
El trabajo constante y la formacin permanente tienen como meta permitirnos ingresar, circular, permanecer en la
sociedad. Para hacerlo debernos aportar informacin continua, engrosar nuestro "banco de datos", dar cuenta de
nuestro patrimonio, de nuestro cumplimiento con las cargas impositivas, acreditar "puntajes" acadmicos, exhibir
cierto nivel de consumo, ostentar nuestra condicin de "comunicados" (debemos ser ubicables en cualquier lugar y
en cualquier momento).
Pero, cul es ese sistema al que "buscamos" ingresar al precio de un control continuo?
"Es un capitalismo de superproduccin (...), lo que intenta vender son servicios, lo que quiere comprar son acciones
(...). Ahora, el instrumento de control social es el marketing, y en l se forma la raza descarada de nuestros dueos
61
(...). El hombre ya no est encerrado, sino endeudado."
Para "pertenecer" hay que endeudarse, a partir de all queda muy poco margen para escapar al control (podemos
pensar en las angustias de algunos sectores que no pueden pagar a fin de mes sus deudas -se trate de la tarjeta de
crdito o de la libreta del almacenero-; pero tambin, en otro orden, en los endeudamientos de algunos Estados
con entidades financieras internacionales -de lo cual en Amrica Latina tenemos una desgraciada experiencia-).
Adems, como los mejores puestos no son para todos, los individuos son arrojados a una feroz competencia entre
ellos. Ya no se trata de la competencia del escolar con su compaero de banco (que permita, hasta cierto punto,
"regular" esfuerzos: bastaba con ver cmo les iba a los otros para saber hasta dnde haba que exigirse de acuerdo
con el lugar al que se quisiera llegar en la escala de la maestra). Todos nos vemos obligados a competir con un
rostro annimo, el de aquel que, sin saberlo, est enfrentndonos a nosotros como el rostro annimo a vencer. De
ah que la formacin y el trabajo sean permanentes. Sabemos que si no hacemos maestras, posgrados, cursos de
"reconversin", perdemos puntos ante quienes s los hacen; si no estamos disponibles las veinticuatro horas del da
para el trabajo corremos el riesgo de ser sustituidos por quienes s lo estn.
"La empresa instituye entre los individuos una rivalidad interminable a modo de sana competicin, como una motivacin
62
excedente que contrapone unos individuos a otros y atraviesa a cada uno de ellos, dividindolo interiormente."
5. Sociedad de/ espectculo / sociedad de consumo
a) Sociedad del espectculo
En 1967, Guy Debord dio a conocer un libro que despert una fuerte polmica: La sociedad del espectculo. Los
ataques contra el autor -por motivos polticos- no lograron neutralizar los aportes de su obra que, con el paso del
tiempo, se convirti en una cita obligada para todo aquel que pretendiera analizar las.relaciones entre los medios
masivos de comunicacin y la sociedad. Veinte aos ms tarde, Debord complet su trabajo con Comentarios sobre
la sociedad del espectculo. En ambos textos nos basaremos para nuestra exposicin.
Veamos, en primer lugar, cmo caracteriza Debord al "espectculo".
"El espectculo no es un conjunto de imgenes, sino una relacin social entre personas mediatizada por
imgenes."
"El espectculo no puede entenderse como el abuso de un mundo visual, el producto de las tcnicas de difusin
masiva de imgenes. Es ms bien una cosmovisin que ha llegado a ser efectiva, a traducirse materialmente. Es
una visin del mundo que se ha objetivado."
"El espectculo, comprendido en su totalidad, es a la vez el resultado y el proyecto del modo de produccin existente.
No es un suplemento al mundo real, su decoracin aadida. Es el corazn del irrealismo de la sociedad real. Bajo
todas sus formas particulares, informacin o propaganda, publicidad o consumo directo de diversiones, el
espectculo constituye el modelo presente de la vida socialmente dominante. Es la afirmacin omnipresente de la
eleccin ya hecha en la produccin y su consumo corolario. Forma y contenido del espectculo son de modo
idntico la justificacin total de las condiciones y de los fines del sistema existente. El espectculo es tambin la
presencia permanente de esta justificacin, como ocupacin de la parte principal del tiempo vivido fuera de la
produccin moderna."
63

"El espectculo es el capital en un grado tal de acumulacin que se transforma en imagen."

"Relacin social mediatizada por imgenes", "cosmovisin", "resultado y proyecto del modo de produccin
existente", "modelo", "capital transformado en imagen"; tales son, entonces, los trminos que Debord emplea para
aproximar una definicin del espectculo.
En el trabajo de 1967, Debord haba distinguido dos formas rivales del poder espectacular: la concentrada, que
14

"colocaba en un primer plano la ideologa resumida en torno a una personalidad dictatorial, haba acompaado a la
contrarrevolucin totalitaria, tanto la nazi como la estalinista"; y la difusa, que representaba la "americanizacin del
64
mundo". En 1988 sostuvo que una nueva forma de espectculo se haba construido y comenzaba a imponerse
combinando las dos anteriores: lo espectacular integrado.
En el aspecto concentrado de esta nueva forma, "el centro dirigente ha pasado a estar oculto: no lo ocupa ya nunca
un jefe conocido ni una ideologa clara"; en relacin con lo difuso, la influencia espectacular marca "hasta el extremo
55
la casi totalidad de las conductas y de los objetos que se producen socialrnente". Es decir, el poder sigue estando
concentrado, pero de una manera ms annima, ms difcil de identificar; por otro lado, su influencia se ha extendido como nunca en la historia: "no existe ya nada, ni en la cultura ni en la naturaleza, que no haya sido
66
transformado y contaminado conforme a los medios y los intereses de la industria moderna".
El poder de lo espectacular es tal que no slo abarca completamente el presente, sino que "es dueo absoluto de los
recuerdos, as como es dueo incontrolado de los proyectos que forjan el porvenir ms lejano. Reina solo en todas
57
partes".
Debord seala cinco caractersticas fundamentales de esta sociedad del espectculo: la innovacin tecnolgica
incesante; la fusin de la economa y el Estado; el secreto generalizado; la falsedad; el presente perpetuo. Vamos a
avanzar en algunos aspectos de estas caractersticas.
Para afianzar su dominio, el espectculo se encarga de hacer desaparecer la informacin relevante acerca del
presente y lo hace mediante una saturacin de informacin irrelevante, de informacin que garantiza la
comunicacin superficial entre la gente, asegurndose, al mismo tiempo, de quitar toda posibilidad de reflexin
acerca de su situacin real; genera una "perpetua sorpresa arbitraria, sin dejar tiempo alguno para la reflexin".68 A
esa desinformacin que se promueve desde la propia informacin que se suministra, se agrega un importante
trabajo para conseguir "el olvido de cuanto, a pesar de todo, acaso se haya llegado a saber".69 En este sentido, es
fundamental conseguir que se pierda todo inters por una perspectiva histrica:
"Con la destruccin de la historia, incluso el acontecimiento contemporneo se pierde inmediatamente en una
lejana fabulosa, entre relatos imposibles de verificar, estadsticas incontrolables, explicaciones inverosmiles y
argumentos insostenibles".70
La historia ha sido, tradicionalmente, un patrn desde el cual evaluar todo acontecimiento. Por lo tanto, el "fin de la
historia" conlleva una prdida de referencia para el acontecimiento presente, ya que no hay parmetros con los
cuales medir la novedad, "y quien vende la novedad tiene todo el inters del mundo en hacer desaparecer el medio
de medirla".71
Debord se refiere tambin al lugar de la educacin en la sociedad del espectculo:
"No sorprende, pues, que los escolares empiecen con facilidad y entusiasmo, desde la infancia, por el Saber Absoluto
de la informtica, mientras ignoran cada vez ms el arte de leer, que requiere a cada lnea un verdadero juicio y que
es, por lo dems, lo nico que puede abrirles el acceso a la vasta experiencia humana anterior al espectculo".72
Cuando los medios "educan" lo hacen manipulando la informacin, simplificando, acelerando para no dejar tiempo a
la reflexin, silenciando lo que no les conviene que se difunda, descontextualizando. Esto lleva a Debord a sostener
que "las enseanzas del espectculo y la ignorancia de los espectadores pasan indebidamente por ser dos factores
antagnicos, cuando en realidad lo uno nace de lo otro".73 Los espectadores son ignorantes no a pesar de que se
educan viendo la televisin sino justamente por ello. Qu hace la escuela para contrarrestar esta ignorancia? En
muchos casos, en lugar de insistir en abrirle paso a la reflexin, a la crtica, que pueden venir de la mano del libro y
de entusiasmarlos con un modo diferente de relacionarse con su realidad, asumen "la sintaxis del espectculo".
"El individuo al que ese pensamiento espectacular empobrecido ha marcado profundamente (...) seguir, en lo
esencial, el lenguaje del espectculo, porque es el nico que le es familiar: es el idioma que ha aprendido a hablar.
Sin duda querr mostrarse hostil a su retrica, pero emplear su sintaxis. ste es uno de los puntos ms importantes
del xito alcanzado por la dominacin espectacular."74
Cuando los maestros optamos por "atraer" a los chicos, generalmente lo hacemos empleando los modos del discurso
del espectculo. Es verdad que esto suele ser efectivo: conseguimos captar la atencin de los alumnos,
entusiasmarlos. Pocas veces nos preguntamos qu consecuencias puede tener introducir esa "sintaxis" meditica en la
escuela. Parecemos creer que en dicha modalidad rio hay intereses ocultos que puedan afectar los contenidos. Cuando
nos refiramos concretamente al tema de los valores, veremos cmo, para trabajarlos seriamente, puede ser fundamental
emplear procedimientos que no tengan nada que ver con la velocidad y la superficialidad irreflexiva de los medios.
b) Sociedad de consumo
"Se puede concebir el consumo como una modalidad caracterstica de nuestra civilizacin industrial. (...) Siempre se
ha comprado, posedo, disfrutado, gastado y, sin embargo, no se 'consuma'. Las fiestas 'primitivas', la prodigalidad del
75
seor feudal, el lujo del burgus del siglo XIX no son consumo."
15

Estas consideraciones enfticas, que reclaman un mayor desarrollo, corresponden al filsofo francs Jean
Baudrillard. Para aceptar que el consumo es algo propio -y exclusivo- de nuestra poca necesitamos mayores
precisiones acerca de la nocin de "consumo" que el autor est empleando:
76

"El consumo es una actividad de manipulacin sistemtica de signos."

Es decir que en el acto de consumo no nos hallamos delante de objetos "materiales" (ropa, comida, automviles,
electrodomsticos, etc.) sino de signos que se asocian con ellos. Los objetos materiales tienen que ver con la
satisfaccin de necesidades, los objetos de consumo tienen que ver con un modo de vida.
"Para volverse objeto de consumo es preciso que el objeto se vuelva signo, es decir, exterior, de alguna manera, a
una relacin que no hace ms que significar. Por consiguiente, arbitrario y no coherente con esta relacin concreta,
pero que cobra su coherencia, y por tanto su sentido, en una relacin abstracta y sistemtica con todos los dems
77
objetos-signo."
Cuando una persona se viste, cubre su cuerpo con prendas que le permiten, por ejemplo, abrigarse. Si slo vemos
este aspecto, no hemos salido del anlisis de la relacin objeto-material / necesidad. Pero, en nuestra sociedad-con
un fuerte acento en las clases sociales elevadas pero, en alguna medida, atravesndolas a todas- no nos vestimos
(slo) para satisfacer una necesidad. Vestirnos es cargar nuestro cuerpo con objetos-signo que "dicen" algo de nosotros. Cmo interpretar esos signos? Ponindolos en relacin con otros, con los cuales conforman un texto. Es
necesario insistir en que el vnculo entre el signo y el objeto es arbitrario. Esto es algo que han entendido muy bien los
publicistas, principales administradores de signos de nuestro tiempo. Basta con hacer un ejercicio muy simple: tapar el
logo de una publicidad grfica y pedirle a alguien que, a partir de la imagen, diga a qu producto se refiere la
publicidad. Si est "bien hecha" (es decir, si es cara), ser una tarea imposible. Signos como la alegra, la juventud, la
belleza, la naturaleza pueden acompaar objetos tan dismiles como bicicletas, cementerios privados, universidades,
shoppings. Prosigue Baudrillard:
"Lo que es consumido nunca son los objetos sino la relacin misma (significada y ausente, incluida y excluida a la
78
vez); es la idea de la relacin la que se consume en la serie de objetos que la exhiben".
Un chico puede insistimos en que lo llevemos a almorzar a una hamburguesera porque "comer ah es divertido";
sera absurdo, una vez en ese lugar, exigirle que se divierta. Es claro que el signo "diversin" ha sido hbil, pero arbitrariamente, asociado con la hamburguesa. Lo que el chico come es la hamburguesa, lo que consume es la idea de
alegra asociada a ella,
"La relacin ya no es vivida: se abstrae y se aniquila en un objeto-signo en el que se consume. (...) hoy en da, todos
los deseos, los proyectos, las exigencias, todas las pasiones y todas las relaciones se abstraen (o se materializan)
79
en signos y en objetos para ser comprados y consumidos."
As, por ejemplo, una madre que consume objetos-signo que hablan de "juventud" (ropa, cosmticos, vocabulario,
etc.) puede "sentirse" ms joven que su hija adolescente si sta se resiste a portar esos signos (aunque
seguramente consumir otros, como aquellos que hablen de "rebelda"); si queremos "sentirnos comunicados",
bastar con que nos coloquemos un celular encima, nos conectemos a Internet y prendamos la televisin (aun
cuando, en rigor, no hablemos con nadie y, si lo hacemos, no pasemos de una charla ligera); si deseamos "estar
alegres" nos pondremos cierta ropa, colocaremos un determinado CD en el equipo de audio o iremos a bailar a
cierto jugar. Es decir, en lugar de vivir las relaciones con los otros -o con uno mismo- nos limitaremos a consumir
los objetos-signo que exhiben la idea de esas relaciones.
Baudrillard destaca la importancia de la inmaterialidad del objeto-signo en la dinmica del consumo.
"Si fuese relativo al orden de las necesidades, se habra de llegar a una satisfaccin. Ahora bien, sabemos que no
80
hay tal: se desea consumir cada vez ms."
El consumo no tiene lmites, entonces, porque "es una prctica idealista total que no tiene nada que ver (ms all de
un determinado umbral) con la satisfaccin de necesidades, ni con el principio de realidad. Es porque est dinamizada
81
por el proyecto perpetuamente decepcionado y sobreentendido en el objeto".
El dinamismo del consumo estriba, justamente, en que aun cuando los signos que mueven el deseo no son tantos
(juventud, belleza, poder, alegra, salud, placer y algunos pocos ms), su asociacin con los objetos vara
continuamente. Es decir, si un auto "encarna" en un determinado momento el "poder", es necesario que
rpidamente ese objeto produzca la decepcin de su propietario para que ste salga a buscar el mismo signo en
otro objeto, aquel que pase a creer que "esta vez s" lo encarna. Claro est, hasta la prxima decepcin.
Como vemos, sostener que vivimos en una "sociedad de consumo" es asumir que el consumo no es algo accesorio
en nuestro tiempo, sino que es "una razn de vivir",82 que la relacin humana hoy "se convierte en relacin de
consumo".83
6. Sociedad de la comunicacin / sociedad informacional

16

a) Sociedad de la comunicacin
El siglo XX tambin fue presentado, en algn momento, como "el siglo de la comunicacin". Los desarrollos
tecnolgicos, tanto en lo que se llamara "medios de comunicacin de masas" y las innovaciones en los medios de
transporte terrestre, areo y, particularmente, espacial, avalaban esa denominacin.
En una investigacin profunda, bien documentada, pero al mismo tiempo reflexiva, Philippe Bretn84 ha mostrado
cmo la comunicacin fue constituyndose en un valor y la "sociedad de la comunicacin" en una utopa desde mucho antes. El promotor de dicha utopa fue Norbert Wiener, el matemtico que sera conocido como "el padre de la
ciberntica", quien en los aos posteriores a la Segunda Guerra mundial se constituy en un "militante de la comunicacin". Los aspectos ms importantes de su propuesta se encuentran en la clave interpretativa que propone para la
sociedad de su poca y en la apuesta por una futura en la que la comunicacin llegara a ser total. En relacin con el
primer aspecto, sostiene Wiener:
"La sociedad puede comprenderse solamente a travs, del estudio de los mensajes y de las facilidades de
transmisin que les son propias".85
Es decir, Wiener no analiza la comunicacin como un fenmeno ms dentro de la sociedad, sino que considera que
la sociedad misma debe entenderse como un proceso comunicativo. La comunicacin pasa a ser as la ciencia paradigmtica. Cmo es concebido el hombre en esta teora? Bretn responde:
"El homo comunicans es un ser sin interioridad y sin cuerpo, que vive en una sociedad que no tiene secretos, un ser
por entero volcado hacia lo social, que slo existe a travs de la informacin y el intercambio, en una sociedad
transparente, gracias a las nuevas 'mquinas de comunicar'".86
Se produce un encuentro fundamental entre el hombre y la mquina: el hombre se maquiniza, su potencial racional
es ledo exclusivamente como capacidad de clculo; al mismo tiempo, las mquinas se humanizan, no slo razonan
sino que toman decisiones y "actan", produciendo efectos a distancia, manipulando objetos, etctera.
Pero, incluso la relacin entre humanos es leda en trminos de conexiones y flujo de informacin:
"El vinculo social funciona basndose en la razn, en el clculo -su modelo es el de la computadora- y, al mismo
87
tiempo, el juego social se convierte en un juego de informacin completa".
Bretn analiza detalladamente las consecuencias de este discurso que hizo de la comunicacin una utopa al
transformarla en un valor. Veamos algunas de ellas:
1. Los medios de comunicacin, al estar sobrevalorados, han absorbido el mensaje. Importa ms la presentacin
televisiva de un hecho que su vivencia; es ms relevante el medio que el mensaje. La gente se sienta a "ver
televisin", independientemente de qu sea lo que se emita en ese momento.
2. Se confunde "informacin" con "conocimiento". Se abruma al espectador con informaciones que no puede
procesar, a las que no puede hallarle el sentido. Sostiene Bretn: "Los medios de comunicacin, al difundir informacin, en su propia defensa, finalmente aumentaron la ignorancia que tenemos del mundo real, pues la ignorancia no
88
tiene mejor aliado que la ilusin de saber".
3. Se generaliza el "estilo meditico". Quienes conducen los programas televisivos simplifican, deforman, recortan,
trivializan. Incluso cuando se convoca a especialistas, stos se encargan de adaptar su lenguaje al medio: "un
especialista o un erudito no hablan si antes no depuraron su discurso de todo lo que se considera 'aburrido' o
incomprensible". Es el mismo tipo de criterio que se traslada luego a la escuela. Tanto los chicos como algunos
docentes califican al 'formato meditico' como el ms idneo para trabajar en clase. El resultado es que las clases
terminan asemejndose a los paneles televisivos cuyo "resultado suele ser lamentable, los argumentos de todos son
89
una especie de picadillo y al pblico no le llega ningn elemento de conocimiento o de reflexin".
4. Nuevo individualismo y aumento de la xenofobia. Bretn es categrico: en "este neoindividualismo (...) el hombre
moderno privilegia tanto la bsqueda desenfrenada de un contacto Virtual' y sin realizacin, como el rechazo, incluso
90
el disgusto, por todo contacto real con el otro". Se prefiere la comunicacin indirecta, sin un encuentro cara a cara,
a tal punto que la compaa del otro es vista como una amenaza de la intimidad, generando una relacin fbica
ante la presencia fsica del otro.
5. Negacin del conflicto. La obsesin por la transparencia total y la armona hacen que se niegue toda posibilidad
de conflicto. Con esto lo que se consigue es que, al no estar habilitado ningn espacio para una confrontacin
no violenta, la nica alternativa sea la fuerza.
En el anlisis de Bretn, como vemos, esta utopa de la comunicacin, surgida para subsanar los horrores de
mediados del siglo XX, termina desembocando en una situacin que no es sustancialmente mucho ms alentadora.
b) Sociedad informacional
En las ltimas dcadas del siglo XX hemos asistido al surgimiento de una revolucin tecnolgica que ha transformado
por completo la vida de Occidente dando lugar a la "sociedad informacional". Tal es el planteo que Manuel Castells
hace en La era de la informacin.91

17

"Este libro estudia el surgimiento de una nueva estructura social, manifestada bajo distintas formas, segn la
diversidad de culturas e instituciones de todo el planeta. Esta nueva estructura social est asociada con el
surgimiento de un nuevo modo de desarrollo, el informacionalismo, definido histricamente por la reestructuracin del
modo capitalista de produccin hacia finales del siglo XX."92
Ms all del ttulo de su libro, Castells aclara que prefiere, como trmino para referirse a nuestra poca,
"informacional" y no "informacin". Segn el autor, cuando se habla de la "sociedad de la informacin" se alude a un
tipo de sociedad que emplea la informacin; en cambio,
"el trmino 'informacional' indica el atributo de una forma especfica de organizacin social en la que la generacin, el
procesamiento y la transmisin de la informacin se convierten en las fuentes fundamentales de la productividad y el
poder, debido a las nuevas condiciones tecnolgicas que surgen en este periodo histrico".93
Cules son las principales caractersticas de la revolucin tecnolgica que da lugar al informacionalismo? El autor
seala cinco de ellas:
1. La informacin como materia prima. Las nuevas tecnologas son creadas para actuar sobre la informacin y
no slo para consumir informacin.
2. Capacidad de penetracin de sus efectos. Los efectos de las nuevas tecnologas penetran en todos los
procesos de nuestra existencia individual y colectiva.
3. Interconexin en red. Estas tecnologas promueven una interconexin que da lugar a diversos sistemas en
red que, a su vez, se conectan entre s.
4. Flexibilidad. Los procesos vinculados a estas tecnologas son reversibles, se reconfiguran permanentemente,
cambian las reglas sin destruir la organizacin.
5. Convergencia de tecnologas. Una pluralidad de tecnologas especficas converge en un sistema integrado.
De las citadas caractersticas, quiz la principal sea la tercera, en la que se plantea la centralidad que en la sociedad
informacional adquiere el concepto de red.
"Las redes son estructuras abiertas, capaces de expandirse sin lmites, integrando nuevos nodos mientras puedan
comunicarse entre s, es decir, siempre que compartan los mismos cdigos de comunicacin (por ejemplo, valores o
metas de actuacin). Una estructura social que se base en las redes es un sistema muy dinmico y abierto,
susceptible de innovarse sin amenazar su equilibrio."94
"El informacionalismo, en su realidad histrica, lleva a la concentracin y globalizacin del capital, precisamente
mediante la utilizacin del poder des-centralizador de las redes. Se desagrega la realizacin del trabajo, se fragmenta
su organizacin, se diversifica su existencia, se divide su accin colectiva. Las redes convergen hacia una metarred
de capital que integra los intereses capitalistas a escala global y a travs de sectores y mbitos de actividad: no sin
conflicto, pero bajo la misma lgica abarcadora.95
III. Objetos de nuestro tiempo
1. Las marcas
Probablemente las marcas formen parte de los objetos ms extraos inventados alguna vez por el hombre. Qu
son? Para qu sirven? Cmo funcionan? No es nada sencillo responder estas preguntas. Lo que s parece claro es
que las marcas dicen mucho acerca de la sociedad en la que circulan. En relacin con la primera cuestin, Naom
Klein aporta una respuesta:
"Debemos considerar la marca como el significado esencial de la gran empresa moderna, y la publicidad como un
96
vehculo que se utiliza para transmitir al mundo ese significado".
La marca es, entonces, algo inmaterial, algo que no debe confundirse con el producto publicitado, aunque entre
marca y producto se establezca una estrecha relacin. Pero que sea inmaterial no quiere decir que no tenga valor.
Muy por el contrario, las marcas tienen una gran incidencia en el precio final de los productos y, al mismo tiempo,
tienen un inmenso valor en s mismas.
"Dentro del precio final establecido por las grandes marcas, los costos de produccin suelen representar un
porcentaje casi insignificante. Una inmensa parte de lo que pagan los consumidores se debe a la sugestin ejercida
sobre ellos. A mediados de la dcada del 90, solamente las empresas norteamericanas destinaban ms de un billn
"97
de euros a la publicidad de sus productos.
El libro negro de las marcas, texto del que fue tomada la cita anterior, es el resultado de una profunda investigacin
que Klaus Werner y Hans Weiss, dos periodistas austracos, realizaron en relacin con asuntos ticamente oscuros
en Ios que estara implicada una importante cantidad de empresas transnacionales de primera lnea. La impresin que
arroja la lectura del texto es que dichas empresas pueden participar en los acontecimientos ms atroces
(financiamiento de guerras, contaminacin y envenenamiento de poblaciones, explotacin inhumana de nios, etc.)
siempre y cuando cuenten con un buen equipo que se encargue de la "limpieza" de la marca. Si el nombre no se
contamina, la empresa no corre riesgos de sufrir ningn contratiempo.
18

La cita anterior contina con el planteo de una pregunta de sentido comn y una respuesta contundente dada a los
autores por un economista norteamericano:
"Por qu las empresas no se ahorran (o no nos ahorran a nosotros) ese dinero y se limitan a vender sus productos
sin fastidiar al mundo entero con su cargosa publicidad? 'Porque los mensajes publicitarios de las empresas,
valindose de modernas tcnicas de comunicacin, han asumido el papel de quienes tradicionalmente creaban
sentidos (las escuelas, las iglesias, las comunidades sociales y las instituciones culturales)' -sostiene Jererny Rifkin.
El economista y escritor norteamericano agrega: 'El comprar una marca transporta a los compradores hacia un
mundo imaginario; tienen la sensacin de que realmente comparten con otros los valores y significados creados por
98
los diseadores'".
Lo vimos al referirnos a la "sociedad de consumo": el consumo no tiene que ver con la satisfaccin de
necesidades sino con los signos. Esos signos encuentran su mxima condensacin en las marcas."
Es importante insistir en la completa disociacin entre el producto y la marca. Klein cita a Peter Schweitzer, un
importante publicitario, quien lo expresa claramente:
"La diferencia entre los productos y las marcas es fundamental. Los productos se hacen en las fbricas; la marca es
100
lo que compra el cliente".
La independencia de la marca en relacin con el producto se percibe en las situaciones en las que los productos
varan sus caractersticas esenciales y, sin embargo, su nivel de compra no se altera o, en una situacin inversa,
cuando el producto sigue siendo el mismo (materialmente), pero vara su consideracin por el pblico -y
seguramente su precio- al cambiar de marca.
a) Pasado y futuro de las marcas
Las marcas estn a tal punto presentes en nuestra vida cotidiana que corremos el riesgo de "naturalizarlas", es
decir de, olvidarnos que tienen una historia. Veamos algunos de sus principales momentos.
En la segunda mitad del siglo XIX tuvieron lugar las primeras campaas masivas de publicidad; pero stas tenan
ms que ver con los productos publicitados que con su nombre:
"Los anuncios deban revelar a los consumidores la existencia de un nuevo invento y luego convencerlos de que sus
vidas seran mejores si utilizaban automviles en vez de carros de caballos, por ejemplo, o telfonos en lugar de
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cartas y luces elctricas en vez de lmparas de kerosn".
A fines del siglo XIX, con el uso masivo de mquinas en la produccin, "la competencia por medio de las marcas lleg
a ser una necesidad: en un contexto de identidad de produccin, era preciso fabricar tanto los productos como su
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diferencia segn la marca". Es decir, las marcas aparecen como un intento de orientar el inters de un tipo de
producto a un producto en particular.
En la dcada del '20 comienzan a asociarse las marcas con una funcin "espiritual"; se las presenta como
productoras de sentimientos. Klein cita a Bruce Barton, un importante publicitario que, en 1923, afirm que el papel
de la publicidad era ayudar a las grandes compaas a "encontrar su alma".
Pero el punto de inflexin en la consideracin de las marcas se produjo en 1988, cuando una importante empresa
compr otra y pag 10.500 millones de dlares por la fbrica ms 2.100 millones por la marca. Del total de 12.600
millones de dlares que invirti, una sexta parte fue para conseguir la marca de los productos. Segn Klein, este
hecho "fue una noticia espectacular para el mundo de la publicidad, que ahora poda decir que los gastos de
103
propaganda representaban algo ms que una estrategia de venta: eran inversiones en valor puro y duro" A partir de
all, el resto de las empresas "entendi" que ms all de cul fuera el producto que fabricaran, lo crucial era encontrar
un nombre desde el cual introducirse en la vida de la gente a travs de la publicidad.
"En el nuevo modelo, el producto siempre es secundario con respecto al producto real, que es la marca (...). Los
productos que tendrn xito en el futuro no sern los que se presenten como 'artculos de consumo', sino como
104
conceptos: la marca como experiencia, como estilo de vida."
Klein analiza distintos casos en los que una marca es introducida en un mbito particular (deportivo, cultural,
educativo) como un componente accesorio de un acontecimiento y muestra de qu modo, rpidamente, la
situacin se invierte: todo pasa a girar alrededor de la marca y el artista, el deportista o el docente se transforman
en meros objetos del decorado que "acompaan" el protagonismo de la marca. Por ello, la periodista canadiense
sostiene que "esta obsesin de las empresas por la identidad de la marca lucha, ya sea de manera encubierta o a la
luz del da, contra los espacios privados y pblicos; contra las instituciones comunes como las escuelas, contra la
105
identidad de los jvenes, contra el concepto de nacionalidad y contra la existencia de espacios no comerciales".
En algunos colegios se ha puesto de moda ensearles el alfabeto a los chicos mediante publicidades (la "m" ya no
es "la eme de mam", sino de "Mc..."). Los efectos del empleo de este recurso son sorprendentes: efectivamente,
los chicos adquieren una rpida familiaridad con las letras... y con las marcas! Tenemos, los docentes, una
mnima idea de lo que significa colocar a las marcas en el lugar de un recurso didctico privilegiado?

19

2. La tecnociencia
Tradicionalmente se diferenciaba "ciencia" de "tecnologa". El primero de estos trminos haca alusin a la investigacin
y a la produccin de conocimiento segn los mtodos que la "comunidad cientfica" avalaba; "tecnologa" era la
aplicacin de dicho conocimiento en la transformacin de la sociedad (en algunos autores se diferencia tambin
"tecnologa" de "tcnica"; ambas implican el empleo de conocimientos para transformar la realidad social, pero mientras
que en la primera se trata de conocimientos cientficos, la segunda utiliza conocimientos de sentido comn).
Esta distincin dio lugar a importantes consecuencias, ya que en ella se apoya la postura tica conocida como "del
martillo". Sintticamente, lo que sta afirma es que as como un martillo no es ni bueno ni malo en s mismo sino que
todo depende de para qu se lo utiliza (reparar un mueble; romperle el crneo a un vecino), la ciencia tampoco es
buena o mala en s misma, sino que tiene buenas o malas aplicaciones tecnolgicas. Uno de los defensores de esta
postura, Mario Bunge, afirma:
"Los investigadores en ciencias bsicas son inocentes de los males sociales de nuestro tiempo, porque slo
procuran conocimiento; y, mientras el conocimiento no se aplique a fines buenos o malos, es moralmente neutral (...).
Los cientficos aplicados y tecnlogos son bichos de una especie totalmente diferente: ellos s pueden llegar a saber
cmo hacer el bien o el mal (...). Por consiguiente, son plenamente responsables de sus actos, aun cuando no hagan
106
'nada ms' que obedecer rdenes".
En otros trminos, la separacin entre ciencia y tecnologa ha servido para "limpiar" a los cientficos de toda
aplicacin peligrosa que se haga de sus conocimientos. La moral no tiene nada que ver con la ciencia, se trata de
rdenes separados tajantemente. El alcance de lo moral comienza cuando los productos circulan, no dentro del
laboratorio.
La expulsin de la tica del mbito cientfico tiene tantos aos como la modernidad; lo que equivale a decir que es tan
vieja como la propia ciencia. Cuando se desarroll el proyecto secularizador moderno, una de sus primeras
exigencias fue que no hubiera intromisiones "extracientficas" (condicionamientos, lmites, definicin de objetivos) en
la bsqueda de la verdad. Es lo que se ha conocido, tambin, con el nombre de "imperativo galileano": "todo lo que
pueda conocerse debe ser, conocido". La evaluacin tica vendra despus, cuando se ponderara la conveniencia
de la aplicacin a la sociedad de algunos de esos conocimientos.
Actualmente, esta distincin entre ciencia y tecnologa ha cado en descrdito. Como afirma Jean Ladrire:
"(...) nos encontramos ante una actividad socialmente organizada, planificada, que persigue objetivos elegidos
conscientemente, y de caractersticas esencialmente prcticas. De una y otra parte nos encontramos con una
investigacin organizada y sistemtica, y este trmino de investigacin parece que puede caracterizar tanto lo que
se hace bajo el nombre tradicional de ciencia como lo que se hace bajo el nombre de tcnica. Por ejemplo, apenas
hay diferencia entre un laboratorio de investigacin vinculado a una universidad donde se lleva a cabo, en principio,
la 'investigacin pura', y un laboratorio de investigacin de una gran empresa, donde se supone que se preocupan
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ante todo de las posibles aplicaciones industriales".
Esta imbricacin entre ciencia y tecnologa ha cristalizado en el trmino "tecnociencia". Desde aquellos que prefieren
esta terminologa, los cientficos no estn ya exentos de ser enfocados desde la tica puesto que, incluso los que se
dedican a la investigacin supuestamente pura, conocen los posibles desarrollos de sus trabajos y pueden, al
menos, intuir cules sern las aplicaciones que se harn de l. En esta lnea, Enrique Mari sostiene que:
"Si toda teora incluye conceptualmente sus condiciones de aplicacin, si toda teora tiene un campo de aplicaciones
propuestas (...), la imagen de la ciencia-martillo a doble uso pierde por completo todo significado. Los cientficos autores
de teoras cuyo campo de aplicacin incluya dispositivos tericos de resultados tecnolgicos directamente criminoides, y
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esto es lo que ocurre en un universo de teoras muy vasto, carecen de todo margen para eludir su responsabilidad".
Adems, cabe recordar que los cientficos actualmente son empleados de empresas poderosas (estatales, privadas
o globales) en las que el inters parece estar lejos de ser filantrpico sino que, como cualquier otra empresa dentro
del sistema, buscan obtener las mayores ganancias posibles. Es usual que una misma empresa que trabaja en salud
tenga, por ejemplo, alguna lnea en la que se trabaje en desarrollos para la comunicacin y armamentos. La empresa
tecno-cientfica forma parte de las disputas en y por el poder. Segn Ester Daz,
"el desarrollo tecnolgico no es autnomo. Pertenece a la produccin del conocimiento cientfico. La investigacin
bsica necesita tecnologa y, obviamente, subsidios. Esto es, capital. El capital se consigue con prestigio, con relaciones, con antecedentes. En fin, con poder. La ciencia, como cualquier actividad humana, forma parte,
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evidentemente, del dispositivo de poder social".
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La tecnociencia y nuestro tiempo


En las ltimas dcadas hemos asistido a una autntica explosin de la tecnociencia. A tal punto que no parece
exagerado afirmar que se ha constituido en la nueva naturaleza del hombre. Y no en una segunda naturaleza, sino
en la primera. Porque la tecnociencia no est, como tiempo atrs, en objetos con los que el hombre se relaciona
externamente, sino que se ha introducido en el hombre mismo. Comemos productos trabajados genticamente,
pensamos al ritmo de la tecnologa de la comunicacin, introducimos en nuestro cuerpo todo un arsenal de
productos bioqumicos -de los que desconocemos la mayor parte de sus consecuencias "secundarias"-, etc.,
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etctera.
En algunas de las ficciones cinematogrficas de mayor impacto (Matrix, Terminator), los hombres se enfrentan a la
tecnociencia representada en "las mquinas". En esas ficciones no se advierte que el hombre no est ya frente a la
tecnociencia; la tecnociencia no es un adversario externo al hombre: l mismo es inconcebible sin la tecnociencia. En
efecto, cmo trazar una frontera clara que permita encontrar al hombre "natural", sin contacto con lo tecnocientfico?
Pensemos que ya en el seno materno el nio es "configurado" desde perspectivas tecnocientficas con las
ecografas, "suplementado", diagnosticado, estimulado, medicado, intervenido quirrgicamente si es necesario,
etctera.
Esto no significa que sin tecnociencia no pueda haber seres humanos. Lo que s intenta sugerir es que sin ella no
existiramos nosotros, seres humanos del siglo XXI. Y, adems, en relacin con la educacin, no parece acertado
seguir insistiendo en tratar a la tecnociencia como algo "accesorio", que se aade o se quita desde afuera. Quiz
deberamos colocar el acento en analizar qu tecnologas estn implicadas en nuestra vida, en qu medida se
pueden regular y orientar sus alcances. Un chico que est varias horas al da conectado a una computadora, a la
televisin, al equipo porttil de audio, piensa, siente, desea, teme, cosas distintas y de un modo diferente que aquel
que est "desenchufado".
3. La televisin
El lugar que la televisin tiene en nuestra sociedad no es -sin dudas- menor. En un informe que a esta altura ya debe
de estar desactualizado, se seala que en EE.UU. el promedio de horas que un adulto ve televisin es de seis horas
y media, mientras que el tiempo en el que sostiene relaciones cara a cara con su familia es de catorce minutos
111
diarios.
Pero no slo se trata de una cuestin cuantitativa; lo ms importante pasa por los efectos que esa presencia tiene en
la vida cotidiana. Al respecto, Beatriz Sarlo seala:
"A algunas horas del da o de la noche, millones estamos mirando televisin en una misma ciudad o en un mismo
pas. Esta coincidencia de visin produce algo ms que puntos de rating. Produce, a no dudarlo, un sistema retrico
cuyas figuras pasan al discurso cotidiano: si la televisin habla como nosotros, tambin nosotros hablamos como la
televisin. En la cultura cotidiana de con sumo ms fugaz, los chistes, los modos de decir, los personajes de la televisin forman parte de un cajn de herramientas cuyo dominio asegura una pertenencia: quien no las conoce es un
112
snob o viene de afuera (...). La sociedad vive en estado de televisin".
Para analizar los efectos de la televisin, Umberto Eco ha planteado una distincin entre una "paleo televisin", que
se presentaban s misma como un espejo que reflejaba la realidad y una "neotelevisin", que asume que no refleja sino que produce una realidad.
"Nos encaminamos (...) hacia una situacin televisiva en que la relacin entre el enunciado y los hechos resulta cada
vez menos relevante, con respecto a la relacin entre la verdad del acto de enunciacin y la experiencia de recepcin
por parte del espectador (...). En los programas de entretenimiento (y en los fenmenos que producen y producirn
de rebote sobre los programas de informacin "pura"), cuenta siempre menos el hecho de que la televisin diga la
verdad que el hecho de que ella sea la verdad, es decir, que est hablando de veras al pblico y con la participacin
(tambin representada como simulacro) del pblico.
Entra as en crisis la relacin de verdad factual sobre la que reposaba la dicotoma entre programas de informacin y
programas de ficcin, y esta crisis tiende cada vez ms a implicar a la televisin en su conjunto, transformndola de
vehculo de hechos (considerado neutral) en aparato para la produccin de hechos; es decir, de espejo de la realidad
113
pasa a ser productora de realidad."
Ahora bien, qu es exactamente lo que produce?
En primer lugar, sus programas. Esto que puede parecer obvio es, sin embargo, ms complejo de lo que parece.
Porque si pensamos en productos "de ficcin" es claro que hay una produccin; no lo es tanto cuando se trata de productos en los que parece haber una referencia hacia algo exterior a la televisin (en este "parece" se juega gran parte
de esta interpretacin). No todos advierten cuando ven, por ejemplo, un partido de ftbol por televisin que lo que
estn mirando no es el partido sino un espectculo televisivo montado a partir de l. Hay un "guin" (los dilogos
entre comentaristas y relator), un "texto" visual producto de montajes, cambios de cmara, "efectos especiales" cmara lenta, imgenes virtuales para determinar la posicin adelantada, etc.-, una "banda musical" (compuesta por
los diferentes tonos del relato que, como en una pelcula de suspenso, nos preparan el nimo para cada situacin;
tambin las publicidades que se incluyen en la transmisin aaden su propia musicalidad), etctera. El televidente no
ve lo mismo que el espectador que est en el estadio -y esto en una pequea medida tiene que ver con una cuestin
de perspectiva visual o de zoom-, sino que tiene acceso a un espectculo mucho ms dinmico, ms rico, ms
114
entretenido. De ah la "necesidad" de instalar pantallas en los estadios.
Si esto no se percibe, en la trasmisin de un espectculo "deportivo", mucho menos en los programas que se
presentan como "informativos". Nunca vemos el accidente, el homicidio, la protesta, la denuncia: lo que vemos es un
espectculo montado a partir de aquello que sucedi, incluso las transmisiones "en vivo" tienen una "produccin". La
disposicin de las cmaras, los comentarios, los acuerdos previos acerca de cules van a ser los temas a "debatir" al
aire, el tiempo ("tirano") que obliga a frases rpidas y eficaces, producen el espectculo televisivo. Dicho de otro
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modo: lo que vemos en la televisin nunca sucede tal y como lo muestra la televisin y, en muchos casos,
sucede de esa forma porque la televisin lo est mostrando.
Esto ltimo nos coloca en un segundo paso en el que podramos decir que la televisin no se conforma con producir
sus programas, sino que "produce" la realidad.
En este sentido, sostiene Bourdieu:
"Los peligros inherentes a la utilizacin cotidiana de la televisin resultan de que la imagen posee la particularidad de
producir lo que los crticos llaman el efecto de realidad, puede mostrar y hacer creer en lo que muestra (...), pretende
ser un instrumento que refleja la realidad, acaba convirtindose en un instrumento que crea una realidad. Vamos
115
cada vez ms hacia universos en que el mundo social est descrito-prescrito por la televisin".
"Una determinada categora de periodistas, contratados a golpe de talonario por su docilidad para someterse sin
escrpulos a las expectativas del pblico menos exigente y, por lo tanto, los ms cnicos, los ms indiferentes a cualquier forma de deontologa y, como no poda ser menos, a cualquier planteamiento poltico, tiende a imponer sus
116
Valores', sus preferencias, sus formas de ser y de hablar, su 'ideal' humano."
"Nuestros presentadores de telediarios, nuestros moderadores de debates, nuestros comentaristas deportivos, se
han convertido, sin tener que esforzarse demasiado, en solapados directores espirituales, portavoces de una moral
tpicamente pequeo burguesa, que dicen 'lo que hay que pensar' de lo que ellos llaman 'los problemas de la
117
sociedad'."
Los medios "instalan la agenda" de temas que alarman, alegran, interesan a la sociedad. Aquel que no consume
programacin televisiva se queda afuera de la vida cotidiana. Pero, junto con la agenda, aportan la "perspectiva
correcta". Incluso cuando supuestamente "abren el debate", se encargan de marcar claramente cules son las
opciones entre las que se puede discutir y el modo en que debe hacerse. Esto ltimo no es un dato menor. Bourdieu
seala la seria dificultad (por no hablar de imposibilidad) de que un tema relevante pueda desarrollarse de un modo
apropiado dentro del formato televisivo en el que la alternativa parecer ser: o el especialista que "baja" el nivel de su
anlisis para adaptarlo al medio o el comunicador que distribuye consideraciones superficiales -porque no puede, por
ignorancia, hacer otra cosa- sobre las ms diversas cuestiones:
"La televisin es un instrumento que, tericamente, ofrece la posibilidad de llegar a todo el mundo. Lo que plantea
una serie de cuestiones previas: est lo que tengo que decir al alcance de todo el mundo? Estoy dispuesto a hacer
118
lo necesario para que mi discurso, por su forma, pueda ser escuchado por todo el mundo?"
"Se puede pensar atenazado por la velocidad? Acaso la televisin, al concederle la palabra a pensadores
supuestamente capaces de pensar a toda velocidad, no se est condenando a no contar ms que con fast thinkers,
119
con pensadores que piensen ms rpido que su sombra?"
Pero la produccin televisiva no se detiene aqu. Al menos desde las perspectivas de autores como Baudrillard, hay
un paso ms. La televisin no slo produce la realidad, sino una "hiperrealidad", una realidad que es ms real
que lo real. Con esta expresin paradjica se quiere sealar, entre otras cosas, que la realidad cotidiana ha
quedado devaluada en su confrontacin con su doble meditico. Es en la pantalla donde el amor, el peligro, la
alegra, la belleza, "son lo que deberan ser". Por eso en la vida de todos los das -siguiendo esta interpretacin- la
gente se empea en vivir imitando en la mxima medida a la televisin. Cuando un chico hace un gol en el campito se
levanta la remera como s debajo tuviera una inscripcin para ser tomada por una cmara; cuando un asaltante grita
"arriba las manos", lo hace como si fuera el protagonista de una pelcula policial; cuando una pareja mantiene
relaciones sexuales "escenifica" al estilo de Hollywood. Los docentes vemos cmo, ante la aparicin de un nuevo
producto "infantil-juvenil" en los medios, el aula se ve modificada. Los chicos "protagonizan" conflictos, amores,
deseos, de un modo extraamente parecido al del programa de televisin.
La hiperrealidad se percibe, tambin, en la bsqueda de legitimacin de la existencia a travs de la televisin. Si una
protesta social no es televisada, no existe; si un candidato poltico no frecuenta el medio, "no lo conoce nadie" (del
mismo modo que un producto comercial que no tiene publicidad: se vencer en la gndola sin que nadie "lo vea").
Una persona llama para concursar en un programa de televisin y antes de cortar pregunta: "Le puedo mandar un
beso a mi novia?" "Claro, dnde est?", le pregunta la conductora. "Ac, al lado mo". Lo que uno puede pensar -si
nunca ha odo hablar de hiperrealidad- es, por qu no le da el beso real y se deja de embromar? Obviamente,
porque el beso meditico es ms real que el real.
En esta misma lnea puede colocarse el abrumador crecimiento de la presencia de las cmaras en la vida cotidiana.
Supermercados, edificios, escuelas, lugares de trabajo, hacen de todos nosotros los protagonistas de un reality
show. Adems, las cmaras personales ya se han transformado en "imprescindibles" en casamientos, fiestas de
cumpleaos y nacimientos (creo que tendra que resultarnos por lo menos tragicmica la imagen del hombre "que
en lugar de ver con sus propios ojos de padre el nacimiento de su hijo est pendiente de cuestiones tcnicas y vive
ese momento como un productor de televisin). Agreguemos que el protagonismo meditico comienza antes del
nacimiento: ya es usual la venta, por parte del "obstetra amigo", del video con la ecografa del 'nio.

22

4. Lo virtual
Si bien la computadora tiene una larga historia, que se remonta nada menos que a Pascal y Leibniz, su ltima
versin, la PC, data de las ltimas dcadas del siglo XX (Apple II a fines de los 70, IBM a principios de los '80).
Mucho ms recientes son las posibilidades tcnicas que han permitido la creacin de multimedias y la conexin en
red.
El camino que conduce a Internet se inicia en la dcada del '60, cuando el Servicio de Proyectos de Investigacin
Avanzada del Departamento de Defensa estadounidense cre ARPANET, la primera red de circulacin de
informacin, "para evitar la toma o la destruccin sovitica de las comunicaciones estadounidenses en caso de una
guerra nuclear".120 ARPANET comienza a funcionar en 1969 y su acceso estaba restringido a militares y cientficos.
En 1983 se produce una divisin, de la que surge MILNET para uso militar, conservndose ARPANET para uso
cientfico. Recin a comienzos de los aos '90 la red se abre a usuarios "comunes", con la creacin de la WEB (que
en 1993 contaba con 130 sitios, en 1994 con 3.000 y en 1998 con 2,2 millones). Segn cifras recientes, provenientes
de un informe de las Naciones Unidas, actualmente hay 401,6 millones de usuarios de Internet en el mundo, de los
cuales 35,4 millones corresponden a Latinoamrica (donde, entre 2001 y 2002 se experiment un crecimiento del
35,5%).
La presencia de la computadora -en ciertas clases socioeconmicas, es cierto, pero con una expansin indudablerivaliza hoy con la de la televisin. Es el lugar privilegiado para la bsqueda de informacin y de entretenimiento. El
impacto en los chicos es incalculable (al regresar de las vacaciones de invierno, este ao, les pregunt a mis
alumnos de 9 ao si haban ido a algn lado y, por primera vez, todo un grupo de varones me contest que haban
ido de vacaciones "a la computadora". Y, en efecto, eso era lo que haban hecho: jugaron en red cerca de ocho horas
diarias durante las dos semanas).
Qu pasa con los chicos que, en plena efervescencia de su potencia vital (y sexual) pasan horas y horas sentados
ante la pantalla "jugando al ftbol", "matando gente", manteniendo "relaciones sexuales" -o, al menos, excitndose
con imgenes y textos-? Jean Baudrillard tambin plantea una pregunta en este sentido, aunque insinuando una
respuesta:
"De dnde sacamos nuestra energa, la que se moviliza en las redes, sino de la desmovilizacin de nuestro propio
121
cuerpo, de la liquidacin del sujeto y de la sustancia material del mundo?"
Es decir que, cuando uno ve a un grupo de chicos jugando "aisladamente conectados" con su computadora, esa
pasin, esa energa que circula por la red, proviene necesariamente de su inmovilidad, de su "actividad pasiva", de
su olvido de lo corporal en beneficio de los goces de un "cuerpo virtual". Por qu, en lugar de jugar al ftbol con la
computadora no salen a jugar con una pelota real a la vereda? Por qu, en lugar de intentar seducir a alguien que
est a kilmetros de distancia -y cuya seduccin no va a poder trascender nunca lo virtual-, no miran y desean a
quien est sentado en la computadora de al lado? Segn el filsofo francs, preferimos la ilusin virtual,
"la de lo ni verdadero ni falso, del ni bien ni mal, la de una indiferenciacin de lo real y lo referencial, la de una
reconstruccin artificial del mundo en la que, al precio de un desencanto total, disfrutamos de una inmunidad
122
total".
El mundo de la pantalla es limpio, dcil, annimo, "sano" (lo ms que puede contagiar, aun tratndose de "relaciones
sexuales", es un virus informtico, nunca el sida). All se puede matar sin ir preso, tener sexo sin riesgo al
embarazo o a enfermedades. Se puede, adems, construir la propia personalidad segn el nimo del momento. No
hay lmites ni consecuencias en la "vida" en la PC. Uno de los inconvenientes que esto acarrea, segn Baudrillard
es que
"ya no sabemos qu hacer con el mundo real. Ya no vemos la necesidad de ese residuo, que se ha vuelto
123
embarazoso":
IV. Los valores actuales
Quiz resulte exagerado plantear, como lo hace el discurso posmoderno, que asistimos hoy al fin de los grandes
relatos. Lo que s resulta verosmil es que esos relatos portadores de sentido se han debilitado a la vez que
multiplicado. Acabamos de verlo en el punto anterior. Las perspectivas que buscan presentar categoras para
entender qu sucede en el mundo y, en definitiva, para construir la propia nocin de "nuestro mundo" son muy
numerosas. En cada una hay un acento, un matiz, un enfoque que aporta a una visin general al mismo tiempo
que entra en tensin con ciertos aspectos de otra.
Sin embargo, en lo que a los valores se refiere, es posible reconocer algunas zonas comunes que marcan una
diferencia epocal con los valores de la modernidad primigenia (la "modernidad slida" a la que suele aludir Bauman).
Los "nuevos" valores seran, entre otros: inters por el presente; individualismo; culto de la imagen; hipervaloracin
del cuerpo y de la juventud; exaltacin de la comunicacin y de la velocidad; dinero; competencia; consumo; utilidad;
virtualizacin; eficacia; tecnologizacin. Esto es lo que los chicos perciben que la sociedad valora de hecho; stos
son los valores que los chicos llevan a la escuela y que, al menos en el discurso, entran en conflicto con otros ms
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tradicionales (que, a su vez, han sufrido mltiples redefiniciones), como la solidaridad, la justicia, la tolerancia, la
amistad, etctera. Son, al mismo tiempo, los valores que se han apoyado fuertemente, ya no en marcos
fundarnentadores, como los VD lo hicieron exitosamente hasta la modernidad, sino en el poder de los productos
clave de nuestro tiempo, como la televisin, la tecnociencia, la publicidad y el mundo virtual, puestos en
funcionamiento por -y subordinados a- el sistema econmico financiero capitalista que impera sin obstculos ni
alternativas visibles en su horizonte.

NOTAS

1. Borges, J. L, Del rigor en la ciencia, Buenos Aires, OCII, Emec, pg. 225.
2. Koyre, A., Del mundo cerrado al universo infinito, Madrid, Siglo XXI, 1971, pgs. 5 y siguientes.
3. Segn la feliz expresin de Ezequiel de Olaso.
4. Cf. Nielzsche, F., El crepsculo de los dolos y El Anticrsto.
5. Foucault ha mostrado como esta razn comienza a introducirse en el seno mismo de la religin a partir de la escolstica. Ver su curso del Collge de
France, Hermenutica del sujeto, Buenos Aires, FCE, 2002.
6. Consideramos imprescindible, sobre este tema, la lectura de Sobre la revolucin, de Hannah Arendt.
7. Benjamn, W., Direccin nica, Madrid, Alfaguara, 1987, pg. 96.
8. Aristteles, Metafsica, Madrid, Credos, 1994,986a-986b.
9. Garca Orza, R., "Introduccin", en Mtodo cientfico y poder poltico. El pensamiento del sigloXVII, Buenos Aires, CEAL, 1992, pg. 22.
10. Jordi Corts Morat y Antoni Martnez Riu, Diccionario de filosofa en CDflOM, Barcelona, Herder,1995-98.
11. F. Nietzsche, La Gaya Ciencia, libro tercero, aforismo 125.
12. J. J. Brunner, "Modernidad", en Altamirano, C.Idir.), Trminos crticos de sociologa de la culfura, Buenos Aires, Raidos, 2002, pgs. 173-180.
13. Brunner, J. J., Los debates sobre la modernidad y el futuro de Amrica Lata, Santiago, Flacso, 1986, pgs. 33 y siguientes.
14. 14. Quijano, A., "Modernidad, identidad y utopa en Amrica Latina", en Imgenes desconocidas, pg. 19 Ibdem.
16. En El fin de la modernidad, Barcelona, Gedisa,1986, pg. 146.
17. En En torno a la posmoderndad, Bogot, Anthropos, 1984, pg. 9.
18. Vattlmo, G., Las aventuras de la diferencia, Barcelona, Pennsula, 1986, pg. 13.
19. Jameson, F., El giro cultural, Buenos Aires, Manantial, 1999, pg. 37.
20. Sarlo, B., Escenas de la vida posmoderna, Buenos Aires, Ariel, 1994, pgs. 7 y siguientes.
21. Pg. 31,
22. Pg. 9.
23. Pg. 41.
24. Bauman, 2., La globaizacin. Consecuencias humanas, Buenos Aires, FCE, 1999.
25. Pg. 85.
26. En Canto maestro, revista de CTERA, Buenos Aires, noviembre, 2000.
27. Bauman, ob. di, pg. 95.
28. Pg. 100.
29. Imperio, Buenos Aires, Paids, 2002.
30. Negri, A., Hardt, M., Imperio, ob. cit., pgs. 13 y siguientes.
31. Pg. 33.
32. Pg. 16.
33. Pg. 38.
34. Ver "Sociedad disciplinaria" y "Sociedad de control", en este mismo captulo.
35. Negri, A., Hardt, M., Imperio, ob. cit., pg. 45.

86. Pag. 61.


87. Pag. 144.

88. Pag. 146.


89. Pag. 155.
90.
91.
92.
93.

Castells, M., La era de la informacin, Mxico, Siglo XXI, 2001.


Pag. 40.
Pag. 47.
Pag. 507.

94. Pag. 511.


95.
96.
97.
98.
99.
100.
101.
102.
103.
104.
105.
106.
107.
108.
109.
110.
111.
112.
113.
114.
115.
116.
117.

Klein, N., No Logo, Buenos Aires, Paids, 200!, pg. 33.


1 libro negro de las marcas, Buenos Aires, Sudamericana, 2003, pg. 36.
dem.
En el texto, los autores dan una lista de las se senta marcas ms valiosas del mundo: las cinco primeras estn, en el momento en el que escribo este trabajo, en objetos que tengo a menos de
un metro de distancia. Lo fuerte de esto es que es muy probable que usted mismo, lector, esl igualmente rodeado por esos productos.
No logo, ob. cit., pg. 238.
Pg. 33.
Pg. 34.
Pg. 36.
Pgs. 48 y siguientes.
Pg. 33.
Bunge, M., Seudodencia e ideologa, Madrid, Alianza, 1985, pg.191.
Ladrire, J., 1 relo de la racionalidad, Salaman ca, Sigueme-Unesco, 1977, pg. 51.
Mari, E., Elementos de epistemologa comparada, Buenos Aires, Punto Sur, 1990, pg. 36.
Daz, E., La produccin de los conceptos ci.enl-fcos, Buenos Aires, Biblos, 1994, pg. 287!
Vaya esle subtitulo como homenaje mnimo a Marta Lpez Gil, autora de un libro cuyo ttulo es, precisamente, La tecnociencia y nuestro tiempo (Edit. Biblios), a la luz del cual surgieron
muchas de las inquietudes que se ven plasma das en estas reflexiones.
Citado por Castells, M. en La era de la informa cin, Mxico, Siglo XXI, 1996, pg. 365.
Sarlo, B., Escenas de la vida posmoderna, Buenos Aires, Ariel, pg. 87.
Eco, U., Las estrategias de la ilusin, Buenos Aires, De la Flor, 1986, pg. 20.
Algo similar ocurre con otros espectculos "televisados": musicales, polticos, teatrales, etctera.
Bourdieu, P., Sobre la elevisin, Barcelona, Ana
grama, 1997, pg. 29.
dem, pg. 74.
dem, pg. 66.
dem, pg. 18.

118. dem, pg. 39.


119. Castells, M., ob. cit., pg. 32.
120. Baudrillard, J., Las estrategias fatales, Barcelona, Anagrama, pg. 57.
121. dem, pg. 64.
122. dem, pg. 65.

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