La Naturaleza Del Bien: San Agustín
La Naturaleza Del Bien: San Agustín
La Naturaleza Del Bien: San Agustín
BIEN
SUPREMO
E
INMUTABLE,
DEL
TODOS LOS DEMS BIENES ESPIRITUALES Y CORPORALES
CUAL
PROCEDEN
Dios es el supremo e infinito bien, sobre el cual no hay otro: es el bien inmutable y,
por tanto, esencialmente eterno e inmortal. Todos los dems bienes naturales
tienen en l su origen, pero no son de su misma naturaleza. Lo que es de la
misma naturaleza que l no puede ser ms que l mismo. Todas las dems cosas,
que han sido hechas por l, no son lo que l es. Y puesto que slo l es inmutable,
todo lo que hizo de la nada est sometido a la mutabilidad y al cambio. Es tan
omnipotente, que de la nada, es decir, de lo que no tiene ser, puede crear bienes
grandes y pequeos, celestiales y terrestres, espirituales y corporales.
Es tambin sumamente justo. Por eso, lo que sac de la nada no lo igual a lo que
engendr de su propia naturaleza. De ah que todos los bienes concretos
particulares, lo mismo los grandes que los pequeos, cualquiera que sea su grado
en la escala de los seres, tienen en Dios su principio o causa eficiente.
Por otra parte, toda naturaleza, en s misma considerada, es siempre un bien: no
puede provenir ms que del supremo y verdadero Dios, porque todos los bienes,
los que por su excelencia se aproximan al sumo Bien y los que por su simplicidad
se alejan de l, todos tienen su principio en el Bien supremo.
En consecuencia, todo espritu est sujeto al cambio, y todo cuerpo proviene de
Dios, y a espritu y materia se reduce toda la naturaleza creada. De ah se sigue
necesariamente que toda la naturaleza es espritu o cuerpo. El espritu inmutable
es Dios. El espritu sujeto a mutacin es una naturaleza creada, aun cuando es
superior al cuerpo. A su vez, el cuerpo no es espritu, si bien en sentido figurado
se da al viento el nombre de espritu, porque, no obstante que nos es invisible,
sentimos claramente sus efectos.
CAPTULO II
BASTAN ESTOS PRINCIPIOS PARA REFUTAR A LOS MANIQUEOS
Hay hombres que, no comprendiendo que toda naturaleza, espritu o cuerpo, es
esencialmente buena, porque ven cmo el espritu es vctima de la iniquidad y el
cuerpo lo es de la mortalidad o corrupcin, tratan de defender que Dios no es el
autor ni del espritu malo ni del cuerpo mortal. Pienso que esto ha de serles til, ya
que admiten que el bien no puede provenir ms que del Dios supremo y
verdadero, lo cual es una verdad indiscutible, y si ellos se detienen a examinarla
en s misma y en sus consecuencias, basta para sacarlos del error.
CAPTULO III
LA
MEDIDA,
LA
BELLEZA
BIENES GENERALES, QUE SE HALLAN EN LAS CRIATURAS
EL
ORDEN,
Nosotros los cristianos catlicos adoramos a Dios, de quien proceden todos los
bienes, grandes y pequeos: l es el principio de todo modo, grande o pequeo; el
principio de toda belleza, grande o pequea; el principio de todo orden, grande o
pequeo.
Todas las cosas son tanto mejores cuanto son ms mesuradas, hermosas y
ordenadas, y tanto menos bien encierran cuanto son menos mesuradas, hermosas
y ordenadas. Estas tres cosas, pues: la medida, la forma y el orden-y paso en
silencio otros innumerables bienes que se reducen a stos-, estas tres cosas,
pues: la medida, la belleza y el orden, son como bienes generales, que se
encuentran en todos los seres creados por Dios, lo mismo en los espirituales que
en los corporales.
Por tanto, Dios est sobre toda medida de la criatura, sobre toda belleza y sobre
todo orden, no con superioridad local o espacial, sino con un poder inefable y
divino, porque de l procede toda medida, toda belleza, todo orden. Donde se
encuentran estas tres cosas en grado alto de perfeccin, all hay grandes bienes;
donde la perfeccin de esas propiedades es inferior, inferiores son tambin los
bienes; donde faltan, no hay bien alguno. De la misma manera, donde estas tres
cosas son grandes, grandes son las naturalezas; donde son pequeas, pequeas
o menguadas son tambin las naturalezas, y donde no existen, no existe tampoco
la naturaleza.
De ah se concluye que toda naturaleza es buena.
CAPTULO IV
EL MAL ES LA CORRUPCIN DLA MEDIDA, DE LA BELLEZA Y DEL ORDEN
Por eso, antes de preguntar de dnde procede el mal, es preciso investigar cul es
su naturaleza. Y el mal no es otra cosa que la corrupcin de la medida, de la
belleza y del orden naturales.
La naturaleza mala es, pues, aquella que est corrompida, porque la que no est
corrompida es buena. Pero, aun as corrompida, es buena en cuanto es
naturaleza; en cuanto que est corrompida, es mala.
CAPTULO V
LA
Puede suceder que una naturaleza que ha sido ordenada con mayor perfeccin en
cuanto a la medida y a la belleza naturales, aun estando corrompida, sea mejor
que otra incorrupta, pero de orden inferior por su medida y su belleza. Y as ocurre
que, por razn de la cualidad que va unida a la presencia exterior, es ms
apreciado por los hombres el oro deteriorado que la plata, aun cuando no est
deteriorada, y es ms estimada la plata deteriorada que el plomo pulido.
NATURALEZA
INCORRUPTIBLE
ES
LA QUE PUEDE CORROMPERSE ES UN BIEN RELATIVO
EL
SUMO
BIEN;
BELLEZA
DEL
UNIVERSO
Y MUERTE DE LOS SERES INFERIORES
RESULTA
DE
LA
CORRUPCIN
Las dems cosas, que han sido hechas de la nada y que, ciertamente, son
inferiores al espritu racional, no pueden ser ni felices o dichosas ni infelices. Pero
como son buenas en cuanto a su orden y a su belleza y del sumo Bien, es decir,
de Dios recibieron la existencia y la bondad, por muy pequea e insignificante que
sta sea, han sido ordenadas de tal suerte que las ms dbiles se subordinan a
las ms fuertes, las ms frgiles a las ms duraderas, las menos potentes a las
ms poderosas, y as tambin lo terreno se armoniza con lo celestial en
subordinacin de inferior a superior y ms excelente.
Dentro del orden temporal hay una cierta belleza relativa en los seres, que
aparecen y desaparecen. As, los que perecen o dejan de ser no desfiguran o
perturban la medida, la belleza y orden del conjunto o universales. Sucede aqu lo
mismo que en un discurso bien compuesto y elegante, cuya belleza resulta de la
sucesin armoniosa de las slabas y de los sonidos que se van produciendo y
desvaneciendo.
CAPTULO IX
INSTITUCIN
DIOS
NO
SE
LE
PUEDE
INFERIR
NINGN
NI PUEDE PERJUDICARSE A OTRA NATURALEZA SI NO LO PERMITE L
DAO,
Por lo cual, ninguna cosa puede damnificar a Dios en manera alguna, ni se puede
perjudicar injustamente a otra cualquiera naturaleza sometida a Dios.
As sucede que en relacin con la forma humana, que tiene gran belleza o
prestancia, en su comparacin la belleza de la mona es deforme. Lo cual da
ocasin a que los ignorantes se equivoquen y juzguen que aqulla es un bien y
sta un mal, sin fijarse en la medida que es propia y conveniente al cuerpo de la
mona, la proporcin de sus miembros, la simetra de las partes, el cuidado de su
conservacin y otros detalles que sera prolijo enumerar o describir.
CAPTULO XV
LA BELLEZA CORPORAL DE LA MONA ES UN BIEN, AUNQUE DE ORDEN INFERIOR
Con el fin de que se me entienda lo que vengo diciendo, y lo entiendan aun los
ms rudos, y los pertinaces y los que se obstinan en negar la evidencia de la
verdad se vean obligados a confesarla o admitirla, pregnteseles si la corrupcin
puede perjudicar al cuerpo de la mona. Si puede perjudicarle, de suerte que lo
haga ms deforme, qu es lo que en l disminuye, sino el bien de la belleza?
Pero todava habr alguna belleza, mientras subsista la naturaleza corporal. Por
consiguiente, como la naturaleza se destruye al desaparecer el bien, hay que
concluir que la naturaleza es de por s buena.
De la misma manera decimos que la lentitud es contraria a la rapidez; mas no
puede decirse que es lento lo que de ningn modo se mueve. As tambin
decimos que la voz grave es contraria a la voz aguda, o la spera a la armoniosa;
pero, si suprimes absolutamente toda especie o forma de voz, habr silencio,
porque no existe ningn sonido. Por eso, porque no hay ningn sonido, el silencio
suele ser considerado como lo opuesto o lo contrario de la voz.
Del mismo modo, las cosas luminosas y las oscuras se consideran como
contrarias, aunque las oscuras no carecen totalmente de alguna luz, porque, si
carecieran en absoluto de toda luz, la ausencia de sta seran las tinieblas, como
el silencio es la ausencia de todo sonido.
CAPTULO XVI
DIOS HA ORDENADO CONVENIENTEMENTE LA PRIVACIN DEL BIEN EN LAS COSAS
De tal manera estn ordenadas en el conjunto de la naturaleza las privaciones de
algn bien en las cosas, que no dejan de ejercer convenientemente sus oficios
para quienes sabiamente las consideran. Pues haciendo Dios que en
determinados lugares y tiempos no existiera la luz, hizo tan convenientemente las
tinieblas como los das.
Si nosotros, conteniendo o regulando la voz, podemos interponer
convenientemente el silencio en el lenguaje, con cunta mayor razn no realizar
convenientemente la privacin del bien en algunas cosas el que es perfecto
Artfice de todas ellas? Por eso, en el himno o cntico de los tres jvenes, la luz y
las tinieblas alaban a Dios, es decir, una y otras hacen brotar la alabanza divina en
los corazones de los que saben contemplarlas.
CAPTULO XVII
Todo cambio o mudanza hace no ser a lo que era. Por lo tanto, aqul es
verdaderamente el que es inmutable, y las dems cosas que por l han sido
hechas, de l han recibido el ser, segn su medida.
Sguese que el sumo o soberano Ser tan slo puede tener como opuesto al no
ser, y por eso, as como por l existe todo lo que es bueno, as tambin por l
existe todo lo que naturalmente es o toda naturaleza, porque todo lo que
naturalmente existe es bueno. Como toda naturaleza es buena y todo bien
procede de Dios, conclyese que toda naturaleza proviene de Dios.
CAPTULO XX
E L DOLOR SOLAMENTE SE HALLA EN LAS NATURALEZAS BUENAS
El mismo dolor, que algunos consideran como el principal de los males, ya se d
en el alma o en el cuerpo, no puede existir ms que en las naturalezas que de por
s son buenas. En efecto, todo lo que resiste al dolor rehsa en cierto modo no ser
lo que era, porque era algn bien. Mas el dolor es til cuando fuerza a la
naturaleza a ser mejor; pero si la conduce a ser menos buena, entonces es intil.
La resistencia de la voluntad a un poder superior produce el dolor en el alma, y la
resistencia de los sentidos a un cuerpo ms poderoso lo origina o causa en el
cuerpo. Pero hay males que son peores si no producen dolor, porque peor es
alegrarse de la iniquidad que dolerse de la corrupcin. Sin embargo, semejante
gozo no puede ser efecto sino de la adquisicin de bienes inferiores, mientras que
la iniquidad es la desercin o abandono de los bienes superiores.
Del mismo modo, tratndose del cuerpo, mejor es la lesin o herida con dolor que
la putrefaccin sin dolor, que propiamente se llama corrupcin, la cual no vio, esto
es, no padeci el cuerpo muerto del Seor, conforme haba sido predicho en una
profeca: No dejars que tu santo experimente la corrupcin 2. Porque el que fuese
herido por los clavos y traspasado con la lanza, quin lo negar?
Y tambin la misma putrefaccin, que propiamente es designada con el nombre de
corrupcin, si an le resta en lo interior algo que consumir, aumenta a medida que
va disminuyendo el bien. Si ste fuera totalmente destruido o aniquilado, as como
no quedara ningn bien, tampoco permanecera naturaleza alguna, porque no
habra ya nada que pudiera sufrir la corrupcin, y as ni siquiera habra corrupcin,
porque faltara el ser en el cual pudiera darse.
CAPTULO XXI
MDICO SE DERIVA DE MODO
Por eso ciertamente se llaman mdicas, segn el lenguaje ya comn, las cosas
pequeas y exiguas, porque todava hay en ellas algn modo o medida, sin la cual
ni siquiera seran mdicas y de ningn modo existiran. En cambio, todas aquellas
otras que por el excesivo desarrollo se llaman desproporcionadas, son criticadas
por su mismo exceso. No obstante, es preciso que estn limitadas o coartadas por
alguna medida, en cuanto que estn sujetas a Dios, que todo lo dispuso con
nmero, peso y medida.
CAPTULO XXII
CONVIENE A DIOS LA MEDIDA BAJO ALGUNA RAZN?
No puede decirse que en Dios se d alguna medida, como si se le asignase
alguna limitacin. Mas no por eso es desmesurado o desmedido, siendo l quien
da la medida a todas las cosas para que de alguna manera puedan existir. Ni
tampoco puede decirse que Dios sea mesurado, como si hubiera recibido de
otro alguna medida.
Pero acaso afirmemos de l algo verdadero, diciendo que es la suma medida, si
por ello entendernos el sumo bien. Toda medida o modo, efectivamente, es un
bien en s. De ah que ninguna cosa puede llamarse mesurada, modesta o
modificada sin incluir en ello una justa alabanza, aunque en otro sentido
entendamos por medida el lmite o fin, y as decimos que carece de medida lo que
no tiene fin, cosa que se dice a veces con alabanza, como lo indican aquellas
palabras: Y su reino no tendr fin3. Tambin podra decirse: No tendr lmite o
medida, entendiendo por medida el fin; pues quien de ningn modo o medida
reina, ste ciertamente no reina.
CAPTULO XXIII
POR QU SE DICE A VECES QUE LA MEDIDA, LA BELLEZA Y EL ORDEN SON MALOS
Cuando se dice a veces que la medida, la belleza y el orden son malos, o es
porque son menos perfectos de lo que deban ser o porque no se acomodan a las
cosas a las que corresponden, de suerte que se dicen malos porque son
impropios o inconvenientes. As se dice de alguno que no ha obrado con buenas
medidas, o porque hizo menos de lo que debi hacer, o porque hizo lo que en tal
caso no debi hacer, o porque hizo ms de lo que convena, es decir,
inconvenientemente, de manera que lo que se reprende como mal hecho, no se
reprende por otra razn sino porque no se ha guardado e! modo debido.
Igualmente se dice que la belleza es mala, ya en comparacin con otra belleza
mayor, siendo aqulla menor y sta mayor no por la cantidad, sino por el
esplendor, o ya porque no corresponde a la cosa a la que se le ha aplicado, de
suerte que parece impropia o inconveniente, como no sera decoroso que un
hombre paseara desnudo por la plaza, mientras que no es ofensivo verlo en el
bao.
Del mismo modo, el orden se dice malo cuando se observa menos de lo debido,
de manera que no es malo el orden, sino el desorden, o porque el orden es menor
de lo que debera ser o porque no es como debera ser. No obstante, en donde
existe alguna medida, alguna belleza y algn orden, all hay algn bien y alguna
naturaleza; mas donde no hay ninguna medida, ninguna belleza y ningn orden,
no hay tampoco bien ni naturaleza alguna.
CAPTULO XXIV
SE
ESCRITURA
QUE
DIOS
ES INMUTABLE
Las verdades que profesa nuestra fe y que de algn modo ha investigado la razn,
deben ser corroboradas con testimonios de las Sagradas Escrituras para que
aquellos que no pueden penetrarlas por estar dotados de entendimiento ms corto
las crean por la autoridad divina y as merezcan comprenderlas. Pero los que las
entienden, estando menos instruidos en las sagradas letras, no piensen que
nosotros las profesamos ms por obra de nuestro entendimiento que por hallarse
contenidas en aquellos libros.
Y as, que Dios es inmutable se expresa del siguiente modo en los
Salmos: Mudars las cosas y se cambiarn; pero t eres siempre el mismo4. Y en
el libro de la Sabidura sobre la misma Sabidura: Permaneciendo la misma, todo
lo renueva5. De donde el apstol San Pablo: Al nico Dios, invisible e
incorruptible6. Y el apstol Santiago: Todo buen don ytoda ddiva perfecta viene
de arriba, desciende del Padre de las luces, en el cual no se da mudanza ni
sombra de alteracin7.
Adems, porque lo que engendra de s es idntico a l, dice brevemente el mismo
Hijo: Yo y el Padre somos una sola cosa8. Mas como el Hijo no ha sido hecho y
porque por l han sido hechas todas las cosas, est as escrito: Al principio exista
el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Estaba al principio con
Dios. Todas las cosas fueron hechas por l, y sin l no se hizo nada 9, es decir,
nada ha sido hecho sin l.
CAPTULO XXV
AQUELLO
DEL
EVANGELIO: NADA
ALGUNOS
De muchas maneras atestigua o prueba la Sagrada Escritura que los pecados son
obra de la voluntad de los pecadores, especialmente en aquel pasaje en el que
dice el Apstol:Y piensas t, que condenas a los que eso hacen y, con todo, lo
haces t, que escapars al juicio de Dios? O es que desprecias las riquezas de
su bondad, paciencia y longanimidad, desconociendo que la bondad de Dios te
atrae a penitencia? Pues conforme a tu dureza y a la impenitencia de tu corazn,
te vas atesorando ira para el da de la ira y de la revelacin del justo juicio de Dios,
que dar a cada uno segn sus obras15.
CAPTULO XXIX
DIOS NO ES MANCILLADO POR NUESTROS PECADOS
A pesar de estar en Dios todas las cosas que ha creado, no pueden los que pecan
mancillarle a l, de cuya sabidura se dice: Se extiende y lo penetra todo a causa
de su pureza, y en ella nada hay manchado16.
Es necesario, pues, que as como creemos que Dios es incorruptible e inmutable,
creamos tambin, consiguientemente, que no puede ser mancillado.
CAPTULO XXX
LOS BIENES MS IMPERFECTOS Y TERRENOS SON TAMBIN OBRA DE DIOS
Que tambin hizo Dios los bienes inferiores, esto es, los terrenos y caducos, lo
ensea claramente el Apstol en aquel pasaje en donde, hablando de los
miembros de nuestro cuerpo, dice: De esta suerte, si un miembro es honrado,
todos los otros a una se gozan, y si padece un miembro, todos los miembros
padecen con l; y tambin dice en el mismo lugar: Dios ha dispuesto los miembros
en el cuerpo, cada uno de ellos como ha querido y Dios dispuso el cuerpo dando
mayor decencia al que careca de ella, a fin de que no hubiera escisiones en el
cuerpo, antes todos los miembros se preocupen por igual unos de otros 17.
Y todo esto que as ensalza el Apstol en la medida, en la belleza y en el orden de
los miembros de nuestra carne, se halla tambin en el cuerpo de todos los
animales, lo mismo en los ms grandes que en los ms pequeos; pues la carne
pertenece a la categora de los bienes terrenos y, por consiguiente, a la de los
ms imperfectos.
CAPTULO XXXI
CORRESPONDE A DIOS LO MISMO EL CASTIGAR QUE EL PERDONAR LOS PECADOS
Y as, porque pertenece al juicio divino y no al humano el determinar la cualidad y
la cantidad de la pena debida a cualquiera culpa, est escrito: Oh profundidad de
la riqueza de la sabidura y de la ciencia de Dios! Cun insondables son sus
juicios y cun inescrutables sus caminos!18
Y tambin quepor la bondad de Dios son perdonados los pecados a los
arrepentidos, lo demuestra suficientemente el hecho de haber sido enviado
Jesucristo, el cual muri por nosotros, no en su naturaleza divina, sino en la
saber, la regin inferior y caliginosa del aire, el cual, sin embargo, como tambin
se llama cielo, no el cielo en que estn las estrellas, sino este ms bajo, en cuya
oscuridad se aglomeran las nubes y vuelan las aves -de ah que se pueda hablar
del cielo nublado y de aves del cielo -, por eso es por lo que el apstol San
Pablo llama espritu de maldad en los cielos32 a estos mismos inicuos espritus,
que son envidiosos de nuestro bien y contra los cuales peleamos viviendo
piadosamente. Para que esto no se entienda de los cielos superiores, dice
claramente en otra parte: Conforme al prncipe del imperio del aire, que ahora obra
sobre los hijos de la infidelidad33.
CAPTULO XXXIV
EL PECADO NO ES DESEO DE UNA NATURALEZA MALA, SINO ABANDONO DE OTRA MEJOR
Del mismo modo, porque el pecado no es deseo de naturalezas malas, sino
abandono o renuncia de otras mejores o ms perfectas, se halla escrito as en las
Sagradas Escrituras: Toda criatura de Dios es buena34. Por eso todos los rboles
que Dios plant en el paraso son ciertamente buenos.
El hombre, por lo tanto, no apeteci ninguna naturaleza mala cuando toc el rbol
prohibido, sino que cometi una accin mala al dejar lo ms perfecto; pues mejor
que todas las cosas creadas es el Creador, cuyo mandato no debi ser
quebrantado por gustar de lo prohibido, aunque era bueno, porque, abandonado lo
ms perfecto, se apeteca una cosa buena, que era probada contra el precepto del
Creador.
No haba plantado, pues, Dios un rbol malo en el paraso, sino que l mismo, que
haba prohibido tocarlo, era ms perfecto.
CAPTULO XXXV
EL
RBOL
FUE
PROHIBIDO
A
ADN
NO
PORQUE
SINO PORQUE ERA BUENO AL HOMBRE ESTAR SOMETIDO A DIOS,
ERA
MALO,
DE ELLA
Quin, pues, sera tan necio que llegara a creerse en el deber de vituperar a una
criatura colocada por Dios en el mismo paraso, puesto que ni las espinas ni los
abrojos, que la tierra produjo, segn la voluntad justiciera de Dios, para hacer ms
fatigoso el trabajo del pecador, pueden ser rectamente vituperados? Porque tales
hierbas tienen tambin su medida, su belleza y su orden, que no dejar de
encontrar muy laudables quien discretamente las considere; pero son cosas malas
para aquella naturaleza que era necesario castigar de este modo a causa de su
pecado.
Por consiguiente, el pecado no consiste, como ya he dicho antes, en el deseo de
una naturaleza mala, sino en el abandono de otra ms excelente, de manera que
esa misma preferencia es el mal o el pecado y no la naturaleza, de la cual se
abusa al pecar.
El pecado, pues, consiste en usar mal del bien. Por eso el Apstol censura o
reprende a los ya condenados por el juicio divino, que adoraron y sirvieron a la
criatura en lugar del Creador36. No condena a la criatura, y el que esto hiciere
hara una injuria al Creador; sino que condena a aquellos que abusaron de un
bien, renunciando o abandonando otro de orden superior.
CAPTULO XXXVII
DIOS CONVIERTE EN BIEN EL MAL DE LOS PECADORES
Por lo tanto, si todas las naturalezas conservaran la medida, la belleza y orden
que les es propio, el mal no existira; pero si alguno quisiera abusar de estos
bienes, no por eso triunfar sobre la voluntad de Dios, el cual sabe cmo hacer
entrar justamente a los pecadores en el orden universal, de manera que, si ellos
por la perversidad de su voluntad abusaran de los bienes de la naturaleza, l por
la justicia de su poder, sacar bienes de los males, poniendo en rector orden con
castigos a los que se desordenaron con pecados.
CAPTULO XXXVIII
EL FUEGO ETERNO, QUE ATORMENTA A LOS IMPOS, NO ES UN MAL
Ni el mismo fuego eterno, que ha de atormentar a los rprobos, es de por s una
naturaleza mala, porque tiene tambin su medida, su belleza y su orden, y no ha
sido depravado por ninguna iniquidad. Pero el tormento es un mal para los
condenados, que lo han merecido por sus pecados. La misma luz atormenta a los
que tienen los ojos enfermos, y no es una naturaleza mala.
CAPTULO XXXIX
DCESE
QUE
EL
FUEGO
NO CON LA ETERNIDAD DE DIOS, SINO PORQUE NO TIENE FIN
ES
ETERNO,
El fuego es eterno, pero no del mismo modo que lo es Dios; pues aun cuando no
acabar nunca, tuvo, sin embargo, principio, y Dios no lo ha tenido. Adems, su
naturaleza est sometida al cambio, no obstante haber sido destinado a servir de
castigo perpetuo a los pecadores. La verdadera eternidad es la verdadera
inmortalidad, o sea, la suma inmutabilidad, que es un atributo exclusivo de Dios, el
cual es absoluta y esencialmente inmutable.
PUEDE
PERJUDICAR
SIN LA JUSTA ORDENACIN DE DIOS
DIOS
NI
NINGUNA
CRIATURA,
LA
NATURALEZA
DEL
MAL
venderles por el bajo precio de esos honores tan largas y sacrlegas ficciones.
Afirme lo que le plazca, encierre en ese globo como en una crcel a toda la raza
de las tinieblas y coloque fuera de l la naturaleza humana, a la cual prometa,
despus de aniquilar al enemigo, una tranquilidad perpetua.
He ah que es mayor el castigo de la luz que el de las tinieblas, mayor el castigo
de la naturaleza divina que el de la raza enemiga, porque sta, aunque est
sumida en las tinieblas, es propio de su naturaleza habitar en ellas; mas las almas,
que fueron formadas de la misma substancia de Dios, no podan ser recibidas en
aquel reino pacfico, como l lo califica,y as sern alejadas de la vida y de la
libertad de la luz santa y sern colocadas en el ya citado horrible globo, en donde como l dice- estas almas se unirn a aquellas cosas que amaron, abandonadas
en el mismo globo de tinieblas, a que ellas se hicieron acreedoras por sus propios
mritos.
Acaso carece la voluntad de libre albedro? Mirad cmo, a semejanza de un
demente, ignora lo que dice y, afirmando cosas contrarias, se hace a s mismo una
guerra ms cruel que la que declara a Dios la raza de las tinieblas.
Adems, si las almas de la luz son condenadas porque amaron las tinieblas,
injustamente es condenada la raza de las tinieblas, que am la luz. Y, ciertamente,
los habitantes de las tinieblas amaron la luz desde el principio y quisieron no
apagarla, sino poseerla, aunque violentamente; mas la naturaleza de la luz
pretendi extinguir las tinieblas en la lucha y las am despus de ser vencida.
Escoged lo que os plazca: o am las tinieblas impulsada por la necesidad o por su
libre voluntad. Si lo hizo por necesidad, por qu se la condena? Si por su libre
voluntad, por qu se atribuye a la naturaleza de Dios una iniquidad tan grande?
Si la naturaleza de Dios fue obligada a amar las tinieblas, sguese que no venci,
sino que fue vencida. Si las am de buen grado o libremente, por qu dudan
estos infelices atribuir la voluntad de pecar a la naturaleza, que Dios hizo de la
nada, para no atribursela a la luz que engendr de s mismo?
CAPTULO XLIII
LOS
MANIQUEOS
SUPONEN
ANTES DE MEZCLARSE CON EL MAL
MALES
EN
LA
NATURALEZA
DE
DIOS
He aqu el gran mal de una perniciosa, daosa y cruelsima voluntad, antes de que
se mezclara con ella mal alguno proveniente de la raza adversaria.
Ignoraba Dios por ventura lo que haba de suceder a sus miembros, que
llegaran a amar las tinieblas, hacindose as enemigos de la luz santa, como
Manes afirm, es decir, no solamente enemigos de su Dios, sino tambin de su
Padre, del cual haban salido? Pero cmo es posible que se diera en Dios este
mal tan grande de ignorancia antes de que ningn mal de la raza enemiga se
mezclara con su naturaleza? Y si conoca que se realizara este mal, o haba en l
una crueldad eterna, si no se dola de la futura contaminacin y condenacin de su
naturaleza, o viva en continua afliccin, si se compadeca. Mas de dnde
proceda este mal tan grande de vuestro sumo Bien antes de la mezcla con
vuestro sumo Mal?
Ciertamente que, si la parte de la misma naturaleza divina, que se condena a vivir
eternamente esclavizada en aquel globo, no saba que le amenazaba este mal,
tambin as se dara en la naturaleza de Dios eterna ignorancia; y si lo saba, era
eterna su afliccin o miseria. En uno y en otro caso, de dnde provena a Dios
este mal tan grande, antes de que ningn mal de la raza enemiga se mezclara con
l?
Acaso se complaca Dios con el gozo de una inmensa caridad, porque por medio
de su castigo se preparaba un eterno descanso a los dems moradores de la luz?
Quien comprenda lo absurdo de semejante afirmacin, anatematcela. Si al menos
obrara de este modo para no hacerse ella enemiga de la luz, quiz pudiera ser
alabada, no como naturaleza divina, sino como se elogiara a un hombre que
quisiera padecer algn mal por el bien de su patria, mal que evidentemente sera
temporal y no eterno. Pero ellos dicen que es eterna la sujecin no de una
naturaleza cualquiera, sino de la naturaleza divina, en el abismo de las tinieblas.
Y, en verdad, si la naturaleza de Dios se alegraba de llegar a amar las tinieblas y
hacerse enemiga de la luz santa, su gozo es el ms inicuo, execrable e
inefablemente sacrlego.
Mas de dnde podra provenir este mal tan cruel y horrendo antes de que ningn
mal causado por la raza adversaria se mezclara con la naturaleza divina? Quin
tolerar necedad tan perversa e impa cual es atribuir bienes tan excelentes al
sumo Mal y males tan grandes al sumo Bien, que es Dios?
CAPTULO XLIV
INCREBLES TORPEZAS IMPUTADAS A DIOS POR MANES
Es horrible exponer las torpezas tan sacrlegas e inauditas que les ensea este
error, el ms nefando, aunque no les convence, acerca de la parte de la
naturaleza de Dios, de la que dicen que se halla mezclada en todas las cosas, en
los cielos, en la tierra, en todos los cuerpos, secos y hmedos; en todas las
semillas de los rboles, de las hierbas, de los hombres y de los animales; pero que
no est presente, como decimos nosotros de Dios, por la potencia de su divinidad
sin ningn otro vnculo para gobernar y regir todas las cosas puramente,
firmemente, incorruptiblemente, sino que se halla ligada, oprimida y mancillada, y
que ha de ser desligada, libertada y purificada no slo mediante el curso del sol y
de la luna y por las fuerzas de la luz, sino tambin por los mritos de sus elegidos.
Pues dicen que las fuerzas o energas luminosas se transforman en jvenes
hermosos y se colocan frente a las mujeres de la raza de las tinieblas, y que esas
mismas energas se transforman en bellas mujeres y colocan frente a los varones
de la misma raza de las tinieblas para que por su hermosura se excite y encienda
la deshonestsima libdine de los prncipes de las tinieblas y de ese modo la
substancia vital, es decir, la naturaleza de Dios, a la que suponen aprisionada en
sus cuerpos, huya de los miembros, aflojados por la concupiscencia, y, recogida y
purificada, se vea libre.
Esto leen los infelices maniqueos, esto dicen, oyen y creen, y esto es lo que
consta en el libro VII de su Tesoro, como llaman a cierto escrito de Manes, en el
cual figuran esas blasfemias: Entonces aquel bienaventurado Padre, quien como
lugar de reposo y grandiosas moradas tiene unas luminosas naves, siguiendo los
impulsos de su innata clemencia, le infunde poder a su propia sustancia vital. As
queda desembarazada y liberada de sus impas ataduras, estrecheces y
opresiones. De esta manera, con una orden invisible suya transfigura aquellas sus
potencias contenidas en la citada nave luminosa, y las hace obedecer a las
potencias enemigas, ordenadas por cada uno de los giros celestes.
Como dichas potencias estn dotadas de un doble sexo, masculino y femenino, a
unas, con apariencia de jvenes mancebos, les da orden de someterse a las
potestades contrarias femeninas; y a otras, con formas de esplendentes doncellas,
de someterse a sus contrarios masculinos. El sabe muy bien que todas estas
hostiles potestades se dejan captar con suma facilidad a causa de su innata,
mortfera y desvergonzada lujuria. As, ante la apariencia de estas formas
hermossimas, se emancipan, quedando de este modo libres de sus ataduras.
Pero debis saber que este nuestro Padre bienaventurado se identifica en su ser
con estas potencias de que venimos hablando, las cuales transforma por
necesidad en una perfecta semejanza de mancebos o de doncellas. Se sirve de
ellas como si fueran sus propias armas, y por su medio es como l realiza su
voluntad. Las naves esplendorosas estn llenas de estas divinas virtualidades,
que estn puestas contra los poderes infernales a travs de una especie de unin
matrimonial. Ellas llevan a cabo con rapidez y facilidad lo que hayan pensado. Por
ejemplo, cuando alguna razn pida que estas santas potestades se aparezcan a
hombres, al punto muestran la apariencia de bellsimas doncellas. Y tratndose de
mujeres, dejan a un lado su aspecto femenino y aparecen bajo el aspecto de
jvenes muchachos.
A la vista de tal hermosura, se enciende en aquellas el ardor de la concupiscencia
carnal, rompindose de este modo las ataduras de sus psimos pensamientos,
hecho este que el alma viva, dejada en libertad de los miembros masculinos que la
aprisionaban, aprovecha para evadirse y mezclarse con su pursimo aire.
Purificadas all enteramente las almas, ascienden hasta las resplandecientes
naves, que les estn preparadas para realizar la travesa hacia su patria.
Lo que pueda restar an, portador de las impurezas de la raza enemiga, va
descendiendo a travs de los calores veraniegos en forma de partculas, se
mezcla con los rboles y las dems plantas y toda clase de semillas,
impregnndose de los diversos calores. Y lo mismo que desde esta magnfica y
fulgurante nave las figuras de jvenes y doncellas se aparecen a las enemigas
potestades que moran en los cielos, dotadas de naturaleza gnea; y lo mismo que
una parte de la vida contenida en sus miembros y liberada de esta hermosa visin,
desciende a la tierra por las corrientes calurosas, de igual manera tambin aquella
altsima potestad, que mora en la nave de las aguas vivas bajo la apariencia de
mancebos y vrgenes santas, se aparece, por medio de sus ngeles a las
potestades de naturaleza frgida y hmeda, colocadas en orden por los cielos. Su
aparicin a las mujeres es en forma de muchachos jvenes, y de doncellas a los
hombres.
Con tal transformacin y diversidad en estas personas, divinas y hermossimas,
quedan libres de sus ataduras los prncipes de la estirpe hmeda y frgida, tanto
de hombres como de mujeres, huyendo lo que en ellos hay de vital. En cuanto a
los residuos que an queden, una vez sueltos, descienden a la tierra con las
corrientes fras, y se mezclan con toda clase de productos terrenos
Quin ser capaz de aguantar esto? Quin creer no ya que realmente sea as,
sino que se hayan podido decir tales cosas? Y he aqu que hay quienes temen
anatematizar a Manes, que ensea semejantes impiedades, y no temen creer que
Dios haya hecho y soportado estas cosas.
CAPTULO XLV
ALGUNAS NEFANDAS TORPEZAS ATRIBUIDAS CON RAZN A LOS MANIQUEOS
Aseguran los maniqueos que esa misma parte de la naturaleza de Dios que est
mezclada con el mal se purifica por medio de los elegidos, cuando comen y
beben, porque dicen que est sujeta y unida a todos los alimentos y, al tomarlos
en la comida y en la bebida para el sostenimiento del cuerpo, como si los elegidos
fueran santos, por medio de su santidad es desatada, sealada y libertada.
No advierten estos infelices que no sin razn se les atribuye a ellos lo que en vano
tratan de negar, mientras no condenen sus libros y dejen de ser maniqueos.
Porque si, como afirman, en todas las semillas est ligada y encerrada una parte
de la naturaleza de Dios y es purificada por los elegidos cuando comen, quin no
creer fundadamente que ellos hacen lo mismo que leen en su Tesoro que hacen
los prncipes de las tinieblas, cuando creen y no dudan afirmar que sus cuerpos
proceden de la raza de las tinieblas y que en ellos est ligada y sujeta aquella
sustancia vital, que es una parte de Dios? Y si sta ha de ser libertada y purificada
al comer, como les obliga a confesar su funesto error, quin no ver, quin no se
horrorizar de las muchas y nefandas torpezas que de sus doctrinas se siguen?
CAPTULO XLVI
DOCTRINA ABOMINABLE DE LA CARTA LLAMADA DEL FUNDAMENTO
Sostienen los maniqueos que Adn, el primer hombre, fue creado por algunos
prncipes de las tinieblas, que lo sujetaron para que no huyera de ellos su luz.
Escribi Manes en la carta que llaman del Fundamento cmo el prncipe de las
tinieblas, a quien llaman padre del primer hombre, hubiera hablado y se hubiera
dirigido a los dems prncipes de las tinieblas compaeros suyos: Con inicuas
invenciones dice a los que estaban presentes: Que os parece de esta gran luz
que nace? Mirad cmo se conmueve el polo y quebranta una verdadera multitud
de potestades. Por eso es conveniente que comience preguntndoos por la luz
que conservis en vuestras fuerzas, pues as os representar la imagen de aquel
gran sol que ha aparecido en toda su gloria, y mediante esa imagen podremos
reinar cuando algn da seamos librados de la morada de las tinieblas.
Todos los oyentes, despus de una madura deliberacin, juzgaron que era muy
justo asentir a lo que se les peda. No confiaban, adems, en que haban de
conservar siempre la misma luz, y acordaron ofrecrsela a su Prncipe, esperando
que por este pacto llegaran a reinar.
Ahora hemos de considerar cmo se desprendieron de la luz que posean. Y esto
se halla expuesto en todas las divinas escrituras y todos los arcanos celestes. Y
no es difcil averiguar cmo ha sido dado a los sabios este conocimiento, pues se
le descubre clara y abiertamente al que con sinceridad y fidelidad quisiera
investigarlo.
Como entre los que estaban reunidos era frecuente la promiscuidad sexual de
hombres y mujeres, los empuj a unirse entre s, en cuyo coito unos fecundaron y
las otras concibieron. Los recin nacidos eran semejantes a sus progenitores,
recibiendo mucho ms vigor que sus padres, como primognitos que eran. El
prncipe, tomndolos, se llen de gozo, como si fuera el mejor regalo. Y as como
vemos suceder hoy todava, que la naturaleza del mal, creadora de los cuerpos,
los configura, tomando de ah fuerzas, de igual modo el citado prncipe, recibiendo
la descendencia de sus compaeros dotada de la sensibilidad, la prudencia y la
luz de sus padres, que les viene por generacin, comienza a comrsela.
Una vez repuestas enormes fuerzas por un tal manjar, que no solamente contena
fortaleza, sino astucia y sentido de la depravacin en mucha mayor cantidad,
heredada de la feroz raza de sus padres, hizo llamar a su lado a su propia esposa,
brotada de su misma estirpe, y tras haber tenido con ella comercio carnal, fue
sembrando, como los dems, la abundancia de males que haba devorado. Aadi
l una cierta influencia de su pensamiento y de su poder para que fuese su
espritu el modelador y diseador de todos os seres que l haba difundido. Su
compaera reciba todo esto como suele acoger la semilla una tierra
perfectamente cultivada. Efectivamente, en su seno se iban conformando y
entretejiendo las imgenes de todas las potestades celestes y terrenales, para que
todo ser que fuera formado recibiera su semejanza, es decir, la plenitud del
universo
CAPTULO XLVII
MANES OBLIGA A PRACTICAR ESTAS TORPEZAS NEFANDAS
Oh impa monstruosidad! Oh execrable perversin y corrupcin de las almas
engaadas! Omito el calificar lo que es decir estas cosas de la naturaleza de Dios,
que as es aprisionada. Pero, al menos, fjense estos infelices seducidos y