Blanco Aguinaga - Historia Social de La Literatura Española Tomo 1
Blanco Aguinaga - Historia Social de La Literatura Española Tomo 1
Blanco Aguinaga - Historia Social de La Literatura Española Tomo 1
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FACULTAD DE HUMANIDADES
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CARLOS
JULIO
BLANCO
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RODRGUEZ
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IRIS M . Z A V A L A
Historia social
dla
Literatura espaola
(en lengua castellana)
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Coordinador
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NACIONAL
SUPERIOR
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Tomo I
Obra Completa
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V
SUMARIO
Explicacin previa
I.
9
43
EDAD MEDIA
hasta el si45
XIII
EDAD CONFLICTIVA
81
115
-
195
197
249
285
ndice general
363
EXPLICACIN
PREVIA
Cuando se trata de examinar la conexin entre la produccin intelectual y la produccin material hay que tener
cuidado, ante todo, de no concebir sta como una categora
general, sino bajo una forma histrica determinada y concreta... Si no enfocamos la produccin material bajo una
forma histrica especfica, jams podremos alcanzar a discernir lo que hay de preciso en la produccin intelectual
correspondiente y en la correlacin entre ambas.
(Karl Marx, Historia crtica de la teora
de la plusvala).
TODO PRODUCTO material humano vasija, espada, automvil, catedral, poema, incluso si resulta de la produccin mecnica, ocupa su lugar en el mundo con una unicidad indiscutible.
La particularidad de la obra artstica, sin embargo, se nos hace
presente con caractersticas y pretensiones de muy especial privilegio. Su distancia de lo comn-prctico que en el caso de la
obra literaria sera lo que separa la lengua potica de la lengua
cotidiana hace que se nos aparezca como radicalmente otra que
la realidad, como autosuficiente y, por tanto, como irreductible a
nada que no sea ella misma. Puede as parecer que cada obra de
arte, cada obra literaria en nuestro caso, ocupa su lugar en el mundo en desconexin absoluta con cualquier otro producto humano.
10
Tal peculiaridad de lo literario, aunque imprecisamente reconocida por todos y hasta estudiada por la esttica idealista,
siempre preocupada por el no s qu que distingue a las obras de
arte, fue en verdad desatendida por la crtica positivista que
domina la historia literaria del siglo xix. Partiendo del hecho de
que, a pesar de su aparente independencia, la obra literaria es un
producto histrico, reflejo de la vida del autor, la crtica positivista cay en un pseudocientifismo elemental y mecanicista, a partir
del cual se perda una y otra vez en las biografas de los autores
por ejemplo o en las tradicionales investigaciones acerca de
las fuentes; un tipo de erudicin que, si no es en s despreciable, rara vez llega a decirnos algo concreto sobre las peculiaridades reales de este o aquel texto
Frente a ello, el gran mrito de la esttica vanguardista que
se perfila claramente a mediados del xix desde Poe y Baudelaire, por ejemplo y que culmina en el mundo hispnico con los
diversos ismos de la segunda dcada del siglo xx, radica en su insistencia exacerbada en llamar la atencin sobre esa mencionada
peculiaridad de la obra literaria. E n su larga lucha contra el positivismo, la esttica vanguardista no se vio razonada crticamente
hasta la aparicin 1915-1917 de los brillantes'estudios tericos de los formalistas ruso-soviticos.
E n el formalismo ruso es central la ya indicada distincin programtica entre lengua cotidiana y lengua potica. Los formalistas
no lograron, desde luego, trazar jams con nitidez la lnea divisoria
entre los dos modos de lengua, porque, de hecho, no hay solucin
de continuidad entre una y otra. Queda, sin embargo, claro que
en un texto literario la lengua ve extremadas algunas de sus caractersticas constantes hasta tal punto que el producto esttico
resulta inconfundible con el discurso cotidiano. La frmula ms
general de Romn Jakobson parece, en este sentido, enteramente
satisfactoria. E n efecto, si en todo hablar opera un proceso de
seleccin y de combinacin (de palabras, fonemas, ritmos, etc.), lo
caracterstico de la lengua potica o literaria, en general es 1?
acusada importancia que en ella adquiere la combinacin de lo
1 Recurdese el clsico y agresivo artculo de Miguel de Unamuno Sobre
la erudicin y la crtica, Obras Completas, III {Madrid, 1960), pp. 902-925,
y lo que, irnicamente, dice Amrica Castro en Los espaoles: cmo llegaron
a serlo (Madrid, 1965). p. 247.
EXPLICACIN PREVIA
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12
EXPLICACIN PREVIA
13
gua cotidiana y lengua potica e insistiendo en la peculiar autonoma del texto, la estilstica propone tambin que para llegar a la
mayor comprensin de ste se debe recurrir, cuando ello sea necesario, a datos que otros llamaran extraliterarios, tales como
vida social, biografa, ideas de una poca, relaciones literarias, etimologas, etc. No es de extraar que, por tanto, los trabajos
de los grandes maestros de la estilstica K a r l Vossler, Leo Spitzer. Amado Alonso, Dmaso Alonso, Raimundo L i d a vayan
desde los ms estrictos anlisis formales hasta la historia de la
literatura y de las ideas. Sin embargo, en un rapto de apasionamiento formalista, Dmaso Alonso lleg a escribir que el estilo
es el nico objeto de la investigacin cientfica de lo literario, "
aunque en otro momento, embarcado en una de sus ms acuciantes aproximaciones crticas, cayese en la cuenta de que algo se le
escapaba, que no poda penetrar el misterio ltimo de la poesa.
Y exclama entonces:
Tiremos nuestra intil estilstica! Tiremos toda la pedantera filolgica! No nos sirven para nada! Estamos exactamente en la orilla del
misterio. E l misterio se llama amor, y se llama poesa! '2
Derivamos as hacia el irracionalismo en que se revela el fundamento idealista del formalismo de pretensiones cientficas. Nadie
que est en su sano juicio pretender jams agotar el significado
de un texto, pero en cuanto que ste es una estructura esttica socialmente producida, cabe aprehender la tendencia central de su
significado sin que puedan aceptarse como igualmente vlidas lecturas racionalmente excluyentcs. Slo el formalismo ms abstracto
y pseudocientfico puede tener la pretensin de captar, definir y
clasificar lo que los formalistas rusos llamaban lo trasracional,
con la intencin implcita, cabe suponer, de generar con ello otros
textos de igual calidad misteriosa. Y por ello es natural que
desde ese formalismo se caiga en la desesperacin irracional, que,
a rengln seguido, conduce a la propuesta de la inutilidad de toda
crtica literaria.
'O No se olvide que, segn algunos formalistas, tambin sera necesario
explicar algo del contexto, por ejemplo, la personalidad y naturaleza del hablante en la obra.
11 Poesa espaola (Madrid, 1966, 5."), p. 482.
12 Jhid., p. 104.
14
Desde tales desesperaciones basta un paso para llegar a la afirmacin de nuestro castizo Azorfi:
>.
... el misterio del escritor no lo penetrar jams nadie. E l misterio de la
obra literaria no ser jams por nadie enteramente esclarecido '3.
Tras afirmacin tan obviamente indiscutible se esconde, en realidad, la idea de que no se puede alcanzar un conocimiento significativo de texto alguno, ya que cada obra literaria supone algo
distinto para cada uno de sus lectores. As, desde la erudicin y
la objetividad de este literario pluralismo democrtico, se nos
devuelve sutilmente al ms descarado irracionalismo.
Un importante intento de volver al rigor y a la voluntad cientfica iniciales de los formalistas rusos ha sido en nuestros das
el estructuraUsmo. E n la crtica literaria estructuralista se conjugan la lingstica moderna, los hallazgos antropolgicos de LvStrauss y de su escuela, y, directamente en la obra de Jakobson,
13 El escritor (Buenos Aires, 1955), p. 87.
1^ Apud. H . Coombes: Literature and Criticism (Penguin Books, 1963),
pgina 8.
'5 Sontag: Contra la interpretacin (Barcelona, 1969).
16 Concepts of Criticism (Yaie University Press, 1964, 2.'), p. 316.
EXPLICACIN PREVIA
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16
17
EXPLICACIN PREVIA
desatendiendo, al igual que la lingstica y la antropologa estructurales, a la semntica. Por lo mismo, desatiende a la historicidad
del texto, a la inevitable dialctica que se establece entre l segn las palabras de Godelier ya citadas y las restantes estructuras sociales que caracterizan las sociedades concretas en que el
texto se ha producido. As, la crtica literaria estructuralista no
slo empobrece el significado de cada texto particular, sino que
dicho en el lenguaje de Tinianov se niega a intentar establecer relaciones entre la serie literaria y las otras series, entre las cuales es central la que el mismo Tinianov llamaba la serie
vida social. E n lo que sera un acto de desesperacin extrema
producida por esta dificultad no por ms sofisticado muy distinto del ya mencionado de Dmaso Alonso, Roland Barthes ha
llegado a negar la validez o existencia real de la crtica literaria,
que, segn l, no sera sino un discurso sobre el discurso, una infinita variacin en torno a metforas, con eliminacin de toda
pretensin de conocimiento, tanto de los textos particulares como
de la historia literaria.
El anlisis estructural no abarca la Historia porque desde el principio ha separado el anlisis de la forma de las relaciones de parentesco
del anlisis de sus funciones. No es que niegue tales funciones, sino que
jams las explora como tales, y gracias a ello nunca ha analizado el problema de la arliculacin real de las relaciones de parentesco y de las'
restantes estructuras sociales que caracterizan las sociedades concretas,
histricamente determinadas... 21
No son bsicamente distintas las dificultades del estructuralismo aplicado a la crtica literaria. Por una parte, y ya desde los
tiempos heroicos del formalismo ruso, se trata de crear la ciencia
de lo literario (o, en trminos post-chomskyanos, la gramtica
de la poesa, de la literatura). Los hallazgos y avances en esta direccin parecen indiscutibles; as, por ejemplo, la clasificacin de
las seis funciones del mensaje segn Jakobson (referencia!, emotiva, conativa, ftica, metalingstica y potica),
o los anlisis
de las tmidades del relato segn Todorov, Greimas y Barthes, por
ejemplo. Todo ello resulta de mxima utilidad como instrumentos
de trabajo si se manejan desideologizndolos. Pero ms ac de lo
literario, segn indicbamos al comienzo de esta Explicacin
Previa, se encuentra siempre en su especificidad el texto particular al que se dirige nuestra atencin. A l tratar de l y un notable ejemplo sera el famoso estudio de Jakobson y Lvi-Strauss
sobre el soneto de Baudelaire titulado Los gatos , la crtica
literaria estructuralista tiende irremediablemente a la abstraccin.
5 Cf. B. Pignaud ct al.: Sartre, el ltimo metafsica (Buenos Aires, 1968),
pp. 133-149.
20 La mayor parte de los trabajos citados en nota 17 ofrecen crticas, a
menudo violentas, del estructuralismo desde puntos de vista marxistas.
21 Op. cit. en nota 17, p, 62.
22 En trabajo citado en nota 2.
23 Una versin en castellano de este trabajo ha sido publicada en Buenos
Aires, 1970 (Ed. Signos),
18
Slo desde la perspectiva dialctica, contra todo positivismo y contra toda visin idealista de la Historia, ha de ser posible una verdadera historia de la literatura y una crtica literaria.
Partimos, es claro, de los fundamentos de la visin marxista
del mundo, que trataremos ahora de exponer sencillamente. Tenemos presente, en primer lugar, la teora de la produccin, calificada de premisa por Marx ya en La ideologa alemana (1846):
Podemos distinguir al hombre de los anmales por la conciencia, por
la religin y por todo lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales en el momento en que comienza a producir sus
medios de existencia, paso adelante determinado por su propia constitucin fsica. Dedicndose a la produccin de estos medios de existencia,
los hombres edifican indirectamente su propia vida material... La forma
en que los individuos manifiestan su vida refleja exactamente eso que
son. Eso que son coincide, entonces, con su produccin, tanto con lo
que producen como con la forma en que lo producen. Lo que son los
individuos depende, pues, de las condiciones materiales de su produccin 25.
25
26
27
York,
EXPLICACIN PREVIA
'
19
Inseparable de la teora de la produccin as entendida, inseparable de tal materialismo histrico, es, por lo tanto, la teora
de las clases y su lucha, ya que desde los inicios de lo que llamamos Historia, las formas o modos especficos de produccin se
asientan en unas relaciones sociales, a las que al propio tiempo
conforman, y en las que jurdica y polticamente se distinguen propietarios y no propietarios de los medios de produccin. A cada
forma especfica de produccin le corresponden relaciones sociales
de produccin especficas (como amo-esclavo, seor-siervo, capitalista-proletario), y el antagonismo entre las clases se desarrolla,
por lo tanto, de maneras especficas y diferentes. U n antagonismo
que se resuelve siempre por la va revolucionara, esto es, el derrocamiento de las viejas relaciones de produccin y la instauracin
dominante de las nuevas fuerzas productivas. La produccin, la
lucha de clases y la revolucin, que de manera general y abstracta
han de entenderse como motores de la Historia, dejan de tener
valor cientfico si no se entienden como leyes para el estudio de
lo particular y concreto.
Es el realismo, por lo tanto, otro de los puntales de la teora
marxista de la Historia. Por realismo entendemos a nivel filosfico una concepcin del mundo que sostiene que la materia
existe independientemente de nuestra conciencia de ella, y que,
como consecuencia, propone que
no es nunca la conciencia lo que determina la vida, sino que es la vida
lo que determina la conciencia 23.
28 Marx: Ideologa
20
Ser preciso recordar que las relaciones entre estructura y superestructura no son en modo alguno mecnicas ni automticas, y
que la segunda no depende de manera inmediata de la primera.
As, aunque el propio Engels reconoca en una carta de 1890 a
J. Bloch que el que los discpulos hagan a veces ms hincapi
del debido en el aspecto econmico es cosa de la que, en parte,
tenemos la culpa Marx y yo mismo, deja tambin en claro, en
texto tan conocido como siempre necesario, que
segn la concepcin materialista de la Historia, el factor que en Uima
instancia determina la Historia es la produccin y la reproduccin de la
vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca ms que esto. Si alguien
lo tergiversa diciendo que el factor econmico es el nico determinante,
convertir aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situacin econmica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levantan... ejercen tambin su influencia sobre el
curso de las luchas histricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma 30.
No existe, pues, una relacin mecnica, simple, entre la produccin material y la conciencia, entre la base y la superestructura. Tales precisiones son de sobra conocidas dentro del pensamiento marxista, pero suelen pasarse por alto por ignorancia
o por mala intencin en los ataques que desde el pensamiento
burgus se hacen contra el marxismo vulgar, expresin bajo la
cual acaba siempre por englobarse al marxismo todo. Conviene,
pues, detenerse algo ms en el problema, recordando otra famosa
carta de Engels en que explica cmo l y Marx insistieron en
derivar de los hechos econmicos bsicos las ideas polticas, jurdicas, etc., y los actos condicionados por ellas, y cmo
al proceder d esta manera, el contenido nos haca olvidar la forma, es
decir, el proceso de gnesis de estas ideas, etc. Con ello proporcionamos
29 Apud Obras escogidas de K. Marx y F. Engels, I (Madrid, 197'
pgina 373.
30 Carta a J. Bloch, en Marx-Engels, ed. cit.. I, pp, 520-522.
EXPLICACIN PREVIA
21
a nuestros adversarios un buen pretexto para sus errores y tergiversaciones,.. Es la historia de siempre: en los comienzos se descuida la forma para atender al contenido. Con esto se halla relacionado tambin el
necio modo de ver de los idelogos: como negamos un desarrollo histrico independiente a las distintas esferas ideolgicas, les negamos tambin [segn ellos] todo efecto histrico. Este modo de ver se basa en
una representacin vulgar antidialctica de la causa y el efecto como
dos polos fijamente opuestos, en un olvido absoluto del juego de acciones y reacciones. Que un factor histrico, una vez alumbrado por
otros hechos, que son en ltima instancia hechos econmicos, repercute
a su vez sobre lo que le rodea, e incluso sobre sus propias causas, es
cosa que olvidan, a veces muy intencionadamente, esos caballeros... 31
22
EXPLICACIN PREVIA
23
Pero las nociones de forma histrica determinada, tendencia dominante, acomodo y antagonismo ideolgico aaden
gran complejidad al asunto. E l modo de produccin burgus o
capitalista que de las dos maneras lo llamaba M a r x , por ejemplo, lleva ya un largusimo tiempo de existencia, mas dentro de
l, y especialmente si tenemos en cuenta las diferentes zonas geogrficas en que se desarrolla con peculiaridades especficas, se encuentran diversos perodos en los que ese modo de produccin
lucha contra el modo de produccin feudal todava dominante, o
se impone y pasa a ser el modo dominante, o entra en una fase
nueva (como puede ser el imperialismo). E n cada uno de estos
momentos, la produccin literaria puede reflejar una lucha entre
la aceptacin y el rechazo de lo que nace, la aceptacin o el rechazo de lo que domina, etc. A su vez y por ejemplo, el rechazo de
la tendencia dominante puede darse en una obra literaria desde
una perspectiva que se apega a las relaciones sociales que mueren
o que van a morir como resultado del modo de produccin que
nace. O , por el contrario, ese rechazo puede darse desde una perspectiva que mira ms all del predominio de un cierto modo de
produccin dominante en un momento histrico determinado.
Y en cada uno de estos casos ha de merecernos especial atencin
el sentido de clase de la obra, con plena conciencia de que en
muchas ocasiones particularmente en momentos de transicin
histrica adems de las contradicciones de clase hemos de encontrar contradicciones en la clase misma desde cuya perspectiva
se produce esa obra literaria.
As pues, en general, no puede concebirse una relacin mecnica entre base y superestructura, y en cada momento determinado, en cada obra determinada, ha de prestarse gran atencin a
las posibles y diversas contradicciones. Pero en cualquier caso es
fundamental ante todo acercarse a la obra literaria desde la voluntad de conocimiento cientfico de las condiciones materiales de
vida, de las relaciones de produccin existentes en el momento
histrico del cual, de alguna manera, la obra es reflejo ideolgico.
Todo lo cual nos lleva a una de las teoras bsicas de la crtica
literaria marxista, la del reflejo, inseparable, por lo dems, de la
35 Sobre este asunto, cf., por ejemplo. Ernst Fischer: La necesidad del
arte (Barcelona, 1973, 3,^). pp. 168-169.
25
EXPLICACIN PREVIA
que tanto en el reflejo cotidiano como en el cientfico pueda acertar o errar con respecto a la respuesta adecuada que se da a la
realidad, al tratar de aprehenderla para actuar sobre ella. Segn
Lenin, se trata de un continuo acercarse a la adecuacin absoluta
entre realidad y trabajo, realidad y abstraccin:
24
No tenemos, por el momento, un trmino que sustituya a reflejo, pero ha de quedar claro que, segin explica Lukcs, contra
lo que supone el idealismo filosfico moderno pervirtiendo el
pensamiento marxista desde la perspectiva burguesa, el reflejo
de la realidad no puede identificarse dogmticamente, sin fundamentacin real ni anlisis, con una mecnica copia de la realidad, porque
lo que importa epistemolgicamente es saber cmo se comporta respecto
de la realidad objetiva la imagen producida en la consccncia; el hombre
no puede limitarse a que obren sobre l las impresiones de la realidad;
so pena de ruina catastrfica, tiene que reaccionar ante ella 37.
91.
II. p. 20.
Esttica, I. pp. 259-262.
Ibid., p, 261.
Ibid.. p. 257.
26
EXPLICACIN
PREVIA
27
28
EXPLICACIN PREVIA
N i lo uno ni lo otro. Cada obra literaria, producto de determinadas condiciones sociales, refleja una particular visin del mundo, un modo especfico de conocimiento que pretenda y sigue
pretendiendo imponerse a sus lectores u oyentes: esta es su peculiar manera de intentar transformar el mundo. Frente a este hecho, la crtica literaria ha de ser, precisamente, crtica; ha de negarse a suspender el juicio histrico al negarse a aceptar la realidad
de un texto cualquiera como algo fijo, permanente y vaco de
tendencia o partidismo; ha de mantener frente a l un tipo de dstanciamiento comprometido similar al que exiga Brecht frente a
su propio teatro. Y de ningn modo puede olvidar que los valores eternos e inmutables de que se supone son portadoras las
obras maestras han sido siempre difundidos por un aparato
cultural que en nuestros das es (en las escuelas, por ejemplo)
parte integral del aparato del Estado, y, en general, aparato comercial de la clase dominante. Pues
la clase que controla los medios de produccin material controla tambin los medios de produccin intelectual. Las ideas de la clase dominante son en cada poca las ideas dominantes, es decir, la clase que
ejerce el poder rnaterial dominante en la sociedad resulta al mismo tiempo la fuerza espiritual dominante. La clase que controla los medios de
produccin material controla tambin los medios de produccin intelectual... 47
*7 Marx: Ideologa alemana, ed. cit., p. 78.
29
la que posee el control de la emisin y circulacin de los mensajes verbales y no verbales constitutivos de una comunidad especfica
51
EXPLICACIN PREVIA
de la organizacin revolucionaria. Son ejemplares, sin ir ms lejos, los mismos Plejanov y Mehring. E l primero, introductor del
marxismo en Rusia, terico de altura, vive sin embargo constantemente inmerso en la poltica, en la que fue duramente criticado
por sus posiciones mencheviques; Mehring, doctor en Filosofa
por la universidad de Leipzig, fue miembro del grupo Espartaco
fundado por Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, pas muchos
meses en la crcel y muri a los pocos das de saber del asesinato
de sus dos compaeros: no le sobr precisamente el tiempo para
dedicarse a la literatura. A pesar de sus muchas actividades, sin
embargo, Plejanov nos ha dejado entre otras cosas su fundamental estudio sobre El arte y la veda social en el que se establece la relacin ideolgica existente entre las poesas francesa y rusa
del siglo XIX y el pensamiento burgus, mientras que Mehring, un
tanto en la misma lnea, tiene estudios brillantes sobre Ibsen y
Dickens, entre otros. Los anlisis de Plejanov son, sin duda, excesivamente mecanicistas todava, y Mehring tiende tal vez hacia un
radicalismo de izquierda sorprendentemente simplista en hombre
tan sutil y culto. Pero los dos (como en alguna ocasin Rosa
Luxemburgo) establecen firmemente la relacin Literatura-Historia, Literatura-Sociedad; as como la nocin de literatura como
instrumento transmisor de ideologa.
jadas paradigmticamente en la protagonizada entre Brecht y L u kcs (y otros} y llevada a cabo en la revista alemana Linkskurve.
Todo gira ah alrededor de la nocin de realismo, que Brecht entiende de manera crtica y libre en sus posibilidades formales segn aqu le hemos citado, en tanto que Lukcs identificaba realismo con una manera de narrar una tcnica, un estilo, la
caracterstica del realismo burgus del siglo x i x cuyo modelo sera
Balzac. Por supuesto que el asunto es muchsimo ms complejo
y no es fcil desentenderse n i en la teora ni en la praxis de
las ideas de Lukcs, en que se tiene muy presente la posibiHdad
inmediata de comunicacin con los lectores potenciales. Aquella
polmica fue zanjada por la va stalinista en el Congreso de Escritores de Mosc en 1934 con la decisin a favor del realismo socialista, pero dista mucho hoy mismo de estar resuelta. Por lo dems, inevitablemente, los acuerdos entre Lukcs y Brecht son mltiples y fundamentales, ya que en ningn momento se ponen en
duda las nociones clave de superestructura, ideologa, historicidad,
lucha de clases, etc. Lukcs, por supuesto y resulta osado simplificar de tal manera obra tan compleja como la suya, ha sido
en nuestros das el gran exponente de la teora del reflejo y el
^ns agudo crtico del irracionalismo (de lo que, en general, l llama
vanguardia). Y es absolutamente indispensable s i bien muy
discutida su obra sobre la novela histrica.
Los aos treinta, con el alza de los movimientos revolucionarios en todo el mundo, vieron un auge de la crtica literaria marxista, dentro de una tendencia general hacia el mecanicismo. L o
que no excluye que adems de las obras primeras de Brecht
y Lukcs se encuentren trabajos todava hoy necesarios. Siempre ser fructfera, por ejemplo, la lectura del ingls Christopher
Caudwell militante de base, muerto en Espaa, donde luch con
las Brigadas Internacionales, cuya Ilusin y realidad, estudio
un tanto abigarrado de la historia de la poesa, tiene momentos
de una brillantez extraordinaria. Y no estar de ms recordar a
Walter Benjamin, un tanto heterodoxo, extrao siempre, cuyos
estudios sobre Baudelaire (y la ciudad como alienacin), as como
sobre la reproduccin mecnica del arte, siguen siendo fundamentales.
30
32
EXPLICACIN PREVIA
mo
y con la mayor amplitud posible de criterio, partiendo de
los principios bsicos arriba esbozados en los cuales todas las
tendencias se asientan, asumiendo nuestras limitaciones, en esa
fecundidad pretendemos que se inscriba el presente trabajo al
intentar ver de qu manera los escritores que nos ocupan se
enfrentan con los problemas de la realidad, de la Historia, del
hombre en sus especficas situaciones sociales. Debemos intentar
descubrir el mtodo creador que ha originado cada obra literar i a , " que depende, como ya hemos visto, de las relaciones del
autor con el mundo exterior, en el grado de concienciacin o de
mediatizacin de ese autor, en el nivel de reflejo de la realidad
objetiva, en las conexiones entre forma y contenido, y sin olvidar
en ningn momento la especificidad peculiar de toda obra artstica
y literaria.
33
Nada de lo cual, por supuesto, garantiza el acierto en los juicios crticos, ya que as entendida, la crtica literaria marxista no
es un instrumento cuya aplicacin mecnica produzca infaliblemente resultados correctos en la interpretacin. Pero como se ha
dicho del pensamiento marxista en conjunto,
^
hay que dejar claro que el marxismo no reclama para su concepcin del
mundo, el materialismo dialctico, ms que una ventaja: la de que dicha interpretacin de la realidad ayuda a los investigadores en cada
campo de la ciencia a ver y comprender los hechos... 52
34
EXPLICACIN PREVIA
III
A partir de estas ideas, con la preocupacin constante de situar autores, obras y corrientes literarias en su preciso contexto
histrico, hemos querido montar y estructurar esta Historia social
de la literatura espaola, que podramos definir como una historia dentro de la Historia. E n cuanto que se trata de una historia
crtica, hemos cuestionado lo ms sistemticamente posible los
tpicos recibidos, intentando superar las simplificaciones degradantes y falaces, E n muchos casos nuestro trabajo puede tener
aspectos desmitificadores; pero no sucede as por el mero placer
de hacerlo, sino, por el contrario y precisamente, con objeto de
poner al descubierto las autnticas lneas de fuerza de una literatura rica y compleja. Unas lneas que insistimos era necesario
integrar en sus coordenadas histricas. Y todo ello intentando
mantenernos siempre en niveles concretos, no abstractos, realistas; pero tambin sin temor a la generalizacin necesaria.
Ha sido preciso, para empezar, llamar a las cosas por su nombre, sustituir un lxico decididamente culturalista por otro de ms
exacto significado histrico. Utilizar, por ejemplo, palabras como
Renacimiento, renacentista o humanismo, significa contribuir a la
persistencia de un confusionismo tan nebuloso como abrumador.
Frente a tales trminos hablamos de burguesa en auge y de bur54 N . Salomn; Recherches sur le thme
temps de Lope de Vega (Burdeos, 1967), p.
au
35
gus, entendiendo que humanismo no es sino el nombre convencional tras el cual se oculta, sencillamente, la compleja ideologa
de la que, andando el tiempo, sera la nueva clase dominante, la
Burguesa.
Los problemas con que nos hemos enfrentado durante nuestra
tarea no han sido, en verdad, sencillos. Por lo pronto, como todo
el que tiene la osada de escribir una historia de la literatura, hemos tenido que abrirnos paso entre la broza crtica previa que,
selvticamente, inundaba el camino de diez siglos de produccin
literaria que ha habido que releer y en no pocos casos leer por
primera v e z con cuidado, Pero adems y muy especialmente,
ha sido necesario repensarlo todo, ya que una aproximacin a la
historia de la literatura como la que aqu se ofrece parece ser indita en el mbito espaol, con algunas excepciones no muj^ satisfactorias.
Pues aparte de algunos trabajos de alto nivel, los manuales, las historias y las monografas, escritas por peninsulares
o no, tienden al positivismo o al idealismo desenfrenado, a la
repeticin incansable de lugares comunes, al plagio incluso. A ms
de llevar, como ha dicho Juan Goytisolo, la impronta inconfundible de nuestra sempiterna derecha.
Nuestra o de allende los
Pirineos, cabra aadir. Por otro lado, nuestro intento de situar
la literatura espaola en un contexto histrico realista no hubiera
sido posible sin el enorme avance de la historiografa espaola
durante los ltimos veinte aos: sin las obras que el lector ver
citadas en sus lugares correspondientes, sin los esplndidos trabajos de historia econmica y de sociologa que hoy se van imponiendo, hubiera sido intil pensar siquiera en una historia de la
literatura como la aqu esbozada.
Nuestro estudio, en fin, y como deca no sin irona Jaume
Vicens Vives de su Aproximacin a la Historia de Espaa, pretende ser tambin un libro para mayores. Esto es, para estudiantes y estudiosos que quieran acercarse a la literatura espaola
sin anteojeras ni prejuicios, sean de signo triunfalista o negativista. Pues las cosas, en suma, son como son, esto es, como la
Historia nos ensea, y no como ciertas ensoaciones pico-nacio55 Pensamos en Juan Chabs: Literatura espaola, 1898-1930 (La Habana,
1952), y en Max Aub: Manual de historia de la literatura espaola (Madrid, 1974).
56 En la Presentacin crtica de su traduccin de la Obra inglesa de
Jos Mara Blanco-White (Buenos Aires, 1972). Hay ahora edicin espaola.
36
EXPLICACIN PREVIA
IV
37
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juda, musulmana plantea, sin lugar a dudas, el problema evidente del mudejarismo, de la simbiosis de esas tres civilizaciones.
Tal hecho, absolutamente fundamental y caracterstico de lo espaol, es tenido en cuenta en el presente libro en todo momento,
pero ello no significa que nos ocupemos aqu de las importantes
manifestaciones literarias en lengua rabe o hebrea del abigarrado
mundo medieval. La nuestra no es una historia imperialista. Y por
razones semejantes, tampoco nos ocupamos de la literatura de las
restantes nacionalidades peninsulares cuando stas se han expresado en sus propias lenguas; Catalua, Euskad, Galicia, Portugal.
EXPLICACIN
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PREVIA
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