La Teoría Literaria Hoy, Conceptos, Enfoques, Debates (Amícola y de Diego) PDF
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Literatura
ndice
PRLOGO
1. LITERATURA por Cristian Vaccarini
2. CLASICISMOS por Claudia Fernndez
3. REALISMOS por Fabio Espsito
4. VANGUARDIAS por Enrique Foffani
Prlogo
El proyecto que presentamos en forma de una coleccin de trminos de la teora literaria se
diferencia de los textos ya existentes. Porque los conceptos crticos desarrollados en cada
uno de los apartados del libro tienen un carcter que podramos denominar monogrfico;
esto es, no se limitan a una breve exposicin sobre el tema, y estn escritos por docentes
investigadores convocados de acuerdo con sus respectivas especialidades y desarrollos en
la investigacin. Por una parte, si bien cada una de sus entradas puede leerse de modo
autnomo; por la otra, se manifiesta en este volumen la clara intencin de mostrar una
unicidad conceptual (no perceptible a primera vista), dado que en la base de cada artculo se
halla la idea de la historicidad de cada fenmeno y su condicin de integrar un hecho
cronolgicamente mensurable a partir de su posicin con respecto a las otros conceptos
que han merecido una reflexin. Por el mismo motivo, en tanto el recorte, hasta cierto
punto arbitrario, de expresiones culturales del siglo XX implica necesariamente que el
panorama ofrecido no sea exhaustivo, esa carencia se explica por el deseo de acentuar
algunos fenmenos en detrimento de otros. As, el hecho de que algunos perodos, como
por ejemplo, el romanticismo, no figure en una entrada determinada tiene que ver con la
creencia de los compiladores de que la doctrina romntica ha sentado sus bases en el
pensamiento de una manera tan radical que impregna toda la cultura occidental, a pesar de
los ataques de las vanguardias histricas, y, por tanto, no se halla verdaderamente
circunscripta a un lapso determinado. No ser extrao, entonces, detectar la presencia
indirecta del romanticismo en las entradas dedicadas a Realismos o a Camp. Esa
mltiple ubicuidad de un concepto como romanticismo se proyecta, en nuestros das, en
los llamados Estudios Culturales; finalmente, y despus de no pocas vacilaciones,
decidimos no incluir un apartado con ese ttulo porque entendimos que su presencia se
encontraba dispersa y eficazmente articulada en Culturas populares, Canon, Gender,
entre otros. Por un motivo diferente, no aparecer una entrada dedicada al
Estructuralismo (especialmente de cuo francs). En este ltimo caso, las referencias
podrn encontrarse en los artculos sobre Estructuralismo checo y sobre
Postestructuralismo, dando por sentado que el estructuralismo con sede en Pars tendi
lneas en ambos sentidos, hacia atrs y hacia delante, pero que las cabeceras de puente
fueron, en definitiva, ms importantes que el puente en s. Mostrar representatividad de los
fenmenos descritos segn lo que los compiladores consideramos los avances tericos
fundamentales dentro del rea en el perodo que se abre hacia 1900 ha sido, entonces, ms
importante que el deseo de dar cuenta de todas las manifestaciones empresa imposible
para individuos de comienzos del siglo XXI, cuando se vive plenamente la idea de la crisis
de la concepcin de archivo que cundi hasta 1900.
Esta condicin de registro enciclopdico atpico que nos proponemos no deja de
implicar, por cierto, una toma de posicin con respecto a la tradicin en cada una de las
contribuciones del equipo de colaboradores. En este sentido, se podr observar que hemos
evitado la consabida descripcin de los gneros literarios, por ejemplo. Esta ausencia
tiene, como las otras, una justificacin. Consideramos, as, que la bibliografa acerca de los
gneros literarios ha llegado a un camino sin salida despus de siglos de clasificaciones,
siempre incompletas, y que es justamente la figura de Bajtin1 la que le imprime al problema
un sesgo inusitado al tomar el tema desde lo que l denominar con verdadero xito los
gneros discursivos, como aquellas grillas de la cultura con la que los hablantes elaboran
sus diferentes instancias de comunicacin. En ese sentido, los gneros literarios
aparecern como tipos especiales de gneros discursivos, y como tales sern vistos como
mutables dentro de condiciones socio-histricas que vienen a consolidar y completar los
aspectos estticos. Desde estas coordenadas, es posible advertir la intencin general que
motiva la publicacin de este libro: producir un texto de referencia que sea, a la vez, un
instrumento pedaggico para quienes se inician en el estudio de la literatura y de la teora
literaria, y una suerte de estado de la cuestin con relacin a una serie de conceptos que
consideramos particularmente relevantes y tericamente significativos.
En relacin con lo dicho, es importante anotar que el sistema de referencias con
flechas permitir tener presente la organizacin general de los artculos que fueron
pensados como un conjunto de investigaciones redactadas en forma de red. De modo
complementario al sistema de interreferencialidad de los artculos funciona el aparato de las
1
En cuanto a la transcripcin de los nombres rusos, hemos optado por una forma fontica coincidente con el
habla culta rioplatense, pero prescindiendo de los acentos (que comportaban otra serie de problemas de
reproduccin).
glosas. Las nociones de cierta complejidad aparecern, por cierto, en muchos casos
explicadas dentro del mismo texto, pero para agilizar la lectura muchas otras de esas
nociones complejas aparecern en el Glosario que se halla al final del volumen. Se las
individualizar gracias a su aparicin en cursivas precedida de asterisco.
En tanto el presente volumen tiene como funcin servir de libro de cabecera para los
estudios literarios en distintos niveles, hemos optado por introducir los libros de referencia
a partir de su ao de publicacin en la lengua original y citarlos de ese modo,
independientemente de la edicin o traduccin que se haya utilizado en la investigacin
respectiva. Los datos completos del texto citado irn, sin embargo, en el apartado
respectivo de cada artculo titulado Bibliografa citada. Hay que decir tambin que para
complementar este sistema hemos creado un apartado independiente titulado Para seguir
leyendo, donde aparecern al fin de cada artculo los textos que, sin haber sido citados
expresamente, pueden ofrecer una reflexin valiosa afn con el tema tratado. El glosario
ubicado al final del volumen se complementa con el ndice onomstico, donde los
lectores podrn descubrir la vigencia de cada uno de los escritores citados a partir de su
rastreo en los textos y la frecuencia en sus apariciones en cada uno de los artculos y en el
libro en general.
Por ltimo, la mayora de los colaboradores del presente volumen son
investigadores del Centro de Teora y Crtica Literaria y docentes de la Facultad de
Humanidades de la Universidad Nacional de la Plata. Pero hemos convocado tambin, para
el desarrollo de algunos conceptos, a colegas de otras universidades. A todos ellos, nuestro
agradecimiento por haber aceptado participar del proyecto y por el compromiso que
pusieron de relieve en su trabajo.
1
Literatura
por Cristian Vaccarini
Ninguna categora, por nica y escogida que sea,
ni siquiera la categora esttica central de la ley formal,
puede constituir la esencia del arte,
ni es suficiente para que se emitan juicios sobre sus obras.
socioculturales y con ciertos modos de ser ledo; relaciones y modos que le asignan carcter
literario. Estas concepciones niegan que haya un factor inmanente que le d condicin de literario
a un texto con independencia de los contextos socioculturales en el que circula y es ledo. Suelen
destacar que el carcter literario o extraliterario de un texto parte de un consenso social y que,
por lo tanto, es dinmico e inestable. Dicho consenso se establece y se reformula, en ltima
instancia, a partir de las operaciones que realizan ciertas instituciones y ciertos actores del campo
cultural. Estas conceptualizaciones se ubican de manera mucho ms explcita en los contextos de
produccin y recepcin de los textos en la modernidad, y resultan, por razones histricas y
lgicas, tributarias del primer conjunto de definiciones: para atribuirle a un texto la condicin de
literario se parte de un *imaginario que considera alguna concepcin esencialista.
Una conceptualizacin esencialista de largo recorrido y generalizado xito en el siglo XX
es la que define literatura por medio de algn rasgo especfico del lenguaje utilizado. En la
teora literaria contempornea, fueron los formalistas rusos ( Formalismo ruso) los primeros
en proponerla. En una primera etapa, sintetizada en el clebre artculo El arte como artificio de
Viktor Shklovski, publicado en 1916/1917, se opusieron dos tipos de lenguaje: el lenguaje
ordinario y el lenguaje literario. Este es una lengua desviada, fuera de lo comn; dicha
desviacin se debe a una serie de procedimientos formales a los que el lenguaje es sometido para
convertirlo en material de una obra de arte. Segn Shklovski, este trabajo que realiza el escritor
con el lenguaje se propone brindar una obra que presente la realidad de una manera novedosa, a
partir de relaciones que no son las habituales. Este proceso de *ostranenie (traducido
habitualmente como extraamiento) procura que el lector desautomatice su percepcin de la
realidad. De este modo, la lengua utilizada en los textos literarios sera una lengua intensificada,
que se desviara de los usos cotidianos y referenciales, y que estara elaborada intencionalmente
para lograr cierto efecto.
Shklovski define como objeto esttico a los objetos creados mediante procedimientos
particulares, cuya finalidad es la de asegurar para estos objetos una percepcin esttica
(Todorov 1965: 57). En ese artculo, y en otros posteriores, Shklovski insisti en la oposicin
entre la lengua cotidiana y la lengua potica, diferente de aquella por el carcter perceptible de
su construccin. As, lo que diferenciaba al arte (a la literatura) de otras prcticas lingsticas
era cierto uso del material (de la lengua).
lado expresivo que conlleva el tono y la actitud del emisor; se trata de un lenguaje que quiere
influir en el lector y hace hincapi en el signo mismo. En el segundo, los recursos del lenguaje se
explotan ms deliberada y sistemticamente: el lenguaje potico organiza y tensa los recursos del
lenguaje cotidiano, y a veces lo violenta.
As, seran literarias las obras en las que predominara la funcin esttica (aunque los
autores admiten que la funcin esttica es fluctuante y hay obras que pueden ser consideradas
literarias en un momento y no en otro), y que presentaran un mundo referencial de ficcin
(aunque esos mismos crticos reconocen la existencia de casos fronterizos). En suma, la literatura
es definida con los rasgos de expresin personal, realizacin y explotacin del lenguaje, falta de
propsito prctico y carcter ficticio. Una obra literaria es una organizacin sumamente
compleja, de carcter estratificado, con mltiples sentidos y relaciones. Se trata de todo un
sistema o estructura de signos que sirve a un fin esttico especfico, cuya ndole se sintetiza en
La capacidad especial que tiene el lenguaje literario para provocar una objetividad sui generis
[realidad evocada o producida por la literatura] y el carcter estructurado del conjunto, por el
cual lo provocado se torna una unidad (Wellek y Warren 1948: 20).
Las posiciones esencialistas reseadas ofrecen un factor comn: el de la intencionalidad.
Presuponen un sujeto consciente de estar escribiendo algo caracterizado como literatura y, por
ende, de utilizar los mecanismos y recursos de produccin textual que inscriban su escrito en esa
categora. Pero otras posturas propondrn que un texto puede ser ledo como literario
independientemente de las intenciones del autor. Un escrito puede comenzar a vivir como
historia o filosofa y, posteriormente, ser clasificado como literatura (). Algunos textos nacen
literarios; a otros se les impone el carcter literario (Eagleton 1983: 19-20).
De todos modos, el nfasis colocado en el lector no debe llamar a confusin: no se trata de
cualquier lector, sino de ciertos agentes culturales que, por su posicin dentro del campo cultural,
gozan de mayor poder, material o simblico, que otros para definir qu es literatura y qu no,
para incluir y excluir. Entre esos agentes tenemos a los crticos, los profesores, las editoriales, los
agentes literarios, los jurados, los libreros, las revistas literarias (), los grandes medios de
difusin. El reconocimiento de un texto como literario y, en consecuencia, como digno de ser
editado, se realiza en el interior de un sistema selectivo que, presidido por las tendencias del
gusto, abarca a editores y crticos (Sarlo y Altamirano 1993: 75).2
Entramos as en las perspectivas relacionales, en las cuales parece imposible tratar la
cuestin de qu es literatura sin recurrir a la nocin de institucin. En la dcada del 30, los
estudios del checo Jan Mukaovsk ( Estructuralismo checo) aportaron una nueva mirada a
la concepcin del arte y, por consiguiente, de la literatura. Mukaovsk postula que lo esttico
en general, y el arte en particular, son fenmenos irreductiblemente sociales, que presentan una
triple faz: la funcin, la norma y el valor. La funcin esttica no posee un lmite fijo con otras
funciones, y no existen objetos que por su esencia y su estructura sean de por s estticos,
independientemente de la poca, el lugar y el criterio con que se los considera y valora. Los
lmites de la esfera esttica son variables; sin embargo, en cada comunidad sociocultural hay una
localizacin ms o menos generalizada de la misma.
Si esta funcin predomina sobre otras en un objeto determinado nos encontramos con el
arte, pero aqu tambin se abre una relativizacin crucial. El arte tampoco es una esfera de
fronteras inamovibles, de manera que, si nos centramos en la literatura, un mismo texto puede ser
considerado literario por una comunidad y no literario por otra; o recibir categorizaciones
diferentes en momentos distintos de la vida de una misma comunidad. Refirindose a la
valoracin esttica, Mukaovsk destac que las sociedades crean instituciones y rganos que la
regulan; sin forzar su pensamiento, podemos ampliar el concepto diciendo que tambin le
asignan un carcter dominante a la funcin esttica en ciertos objetos y no en otros. Sea como
fuere, Mukaovsk abre el campo del arte, disuelve sus lmites y lo sumerge en un mundo de
tensiones (de Diego 2006: 173), en el que son permanentes las reconfiguraciones y los
conflictos.
Para sintetizar su posicin con respecto a las posibles maneras de definir la literatura, el
crtico ingls Terry Eagleton (1983) pas revista a cuatro posturas con larga tradicin en las
sociedades occidentales, y trat de demostrar sus falencias. As, cuestion las definiciones de la
categora basadas en el carcter ficcional de los textos, en un uso especfico de la lengua, en su
Queda, en este marco, la pregunta por la ndole literaria de ciertos textos, como los producidos en la escuela,
en talleres de escritura y en circuitos ms informales, que no llegan a la edicin y la publicacin industriales. Todo
ello, sin hablar de los nuevos circuitos de circulacin, como los blogs.
ndole no pragmtica y en una valoracin que equipara literatura a textos bien escritos.
Veamos brevemente cada una de sus objeciones.
En la primera de ellas, Eagleton argumenta que se incluyen dentro de la categora muchos
textos no ficcionales y, a la inversa, textos ficcionales como las historietas suelen ser excluidos
de ella. Al respecto acotemos que, por ejemplo, Recuerdos de provincia de Sarmiento y Una
excursin a los indios ranqueles de Mansilla han sido incluidos sistemticamente en la literatura
argentina. Por otra parte, un factor aun ms importante es que la diferencia entre realidad y
ficcin que es hoy predominante en las sociedades modernas, resulta invlida para otras pocas
de la historia. Ello anula cualquier posibilidad de definir de modo transhistrico la literatura
como equivalente a ficcin.
Su segunda refutacin toma como blanco la literatura definida a partir de un determinado
uso del lenguaje. Para ello sostiene, a partir de la nocin lingstica de registro, que es iluso
pensar que hay un lenguaje normal, vlido para todos los hablantes. Si bien reconoce que para
los formalistas ( Formalismo ruso) lo literario era una funcin de las relaciones
diferenciales entre dos formas de expresin y no una propiedad inmutable (Eagleton 1983: 16;
cursivas del original), Eagleton insiste en que para ellos la rarefaccin del lenguaje era la
esencia de lo literario. Adems, esgrime otro argumento, el de que no todas las desviaciones de
la norma lingstica, como los argots, son literarias.
Su tercer ataque se dirige contra la literatura entendida como un discurso no pragmtico,
pues en buena parte de lo que se clasifica como literatura el valor-verdad y la pertinencia
prctica de lo que se dice se considera importante para el efecto total. (Eagleton 1983: 19;
cursivas del original). En este punto, Eagleton plantea que cualquier texto, como el horario de
los ferrocarriles, puede leerse como literario, y que cualquier texto literario puede leerse
pragmticamente (pinsese, por ejemplo, en el uso de cortejo que se da a los poemas amorosos).
De este modo, la ndole literaria de un texto se dejara en manos del receptor, y literatura sera
una forma de relacionarse con los escritos. Eagleton es categrico: No hay absolutamente nada
que constituya la `esencia misma de la literatura (20). Sin embargo, podemos plantearnos que
ciertas definiciones o concepciones de qu es literatura funcionan en las sociedades occidentales
modernas, ms all del mayor o menor rigor con que estn formuladas y de los intereses
ideolgicos que se hallen en su origen. Esas definiciones, que son puestas en circulacin,
principalmente, por los medios de difusin, por la escuela y por la crtica, son, como la lengua
de Saussure, siempre previas al sujeto. Para que un texto no literario sea ledo como literatura
es necesario que haya, en circulacin social, una concepcin previa de qu es literatura.3
Por ltimo, afirma Eagleton, si por literatura se entiende un texto altamente valorado, se
debe abandonar toda pretensin objetiva de poder caracterizar la categora. Si literatura es
un texto considerado bueno, queda excluida lgicamente la posibilidad de que exista literatura
mediocre o, aun, mala. Pero ms importante es el hecho de que no existe la valoracin objetiva:
el valor es transitorio y significa lo que algunas personas aprecian en circunstancias
especficas, basndose en determinados criterios y a la luz de fines preestablecidos (Eagleton
1983: 23).
Eagleton concluye que no hay ningn rasgo esencial que permita incluir a un texto
dentro de la literatura, ni en la actualidad ni con respecto a pocas pasadas. La literatura es una
categora inestable, dependiente de categoras valorativas, y que ciertos textos y no otros sean
incluidos en ella obedece a una compleja red de instancias sociales, es decir ideolgicas.
Podemos decir, entonces, que si la literatura es todo aquello que es considerado como
literatura en una sociedad dada, la tautologa slo puede resolverse por medio de un anlisis de
los agentes y factores culturales que realizan y sostienen esa definicin en esa sociedad.
Otra perspectiva que cuestiona las posiciones esencialistas la encontramos en Susana
Reisz de Rivarola, quien plantea que, desde Aristteles, han predominado dos tipos de
definiciones: la de la literatura como texto ficcional y la de la literatura como sistema
estructurado y autosuficiente, bello en el sentido de no pragmtico. As, el mensaje artstico se
caracterizara por su *autotelismo, es decir, la capacidad de atrapar la atencin del receptor por
la presencia de una `forma o `estructura en la que todos los elementos se interrelacionan.
(Reisz de Rivarola 1986: 22). La autora se encarga de criticar, en las posiciones de V. M. de
Aguiar e Silva y de Ren Wellek y Austin Warren, la homologacin entre *autotelismo y
ficcionalidad que realizan, y de sostener que gran parte de la lrica no admite la distincin entre
ficcional y no ficcional. Segn su anlisis, hay una serie de falsas premisas en la base de las
posturas esencialistas. La primera de ellas es la que considera que la orientacin del mensaje
hacia s mismo es un rasgo distintivo, exclusivo y excluyente de la literatura. La segunda falsa
premisa es la que identifica literatura con ficcionalidad, que excluye parte de la poesa del siglo
Esta consideracin, claro est, no invalida el propsito de Eagleton de desmontar esas concepciones usuales y
desentraar sus motivaciones ideolgicas.
XX y un amplio repertorio de textos como los relatos de viajes, las autobiografas, las
memorias, los diarios personales, y tambin presenta el problema de no considerar que hay
muchos textos ficcionales que no son considerados literarios, como los chistes. La tercera
premisa errada, y que la autora le objeta especialmente a V. M. de Aguiar e Silva, es la que
sostiene que la explotacin sistemtica de los recursos del lenguaje en un texto y su
fictivizacin se implican necesariamente (Reisz de Rivarola 1986: 30). Luego de estas
objeciones tericas, Reisz de Rivarola parte del anlisis del discurso y de las posturas de Juri
Lotman ( Semitica) para proponer una caracterizacin de la literatura que ella llama
estructural-funcional y que aunara particularidades de las definiciones esencialistas y
relacionales. As, el texto literario sera la realizacin de cierto esquema discursivo y, a la vez,
una parte de un hecho institucional en el que adquiere su identidad. Los rasgos distintivos de un
texto literario son:
1. Es literario todo texto capaz de cumplir una funcin esttica dentro de () un determinado sistema
cultural. 2. Para que el texto pueda cumplir esa funcin debe tener una determinada organizacin interna. 3.
() es el mecanismo autoorganizador de la literatura el que dictamina, en cada estadio de su propio
desarrollo, qu estructuras textuales particulares son aptas para cumplir una funcin esttica. 4. Lo que en
ltima instancia determina el carcter literario de un texto es su relacin con un metatexto () que lo
clasifica como tal, lo ordena dentro de una tipologa, proyecta sobre l un valor y orienta su codificacin y
descodificacin segn una compleja jerarqua de normas () 5. Todo texto literario se caracteriza por su
codificacin mltiple () (Reisz de Rivarola 1986: 44).4
Desde otra posicin, la literatura pensada ms como una categora estratgica que
descriptiva aparece en una formulacin de Roland Barthes: si la lengua es el reservorio de las
significaciones cristalizadas, y si esta cristalizacin es siempre, con mayor o menor mediacin,
poltica, slo nos resta combatir la lengua desde dentro de s misma, descarriarla, trampearla: a
esta fullera saludable, a esta esquiva y magnfica engaifa que permite escuchar a la lengua
fuera del poder, en el esplendor de una revolucin permanente del lenguaje, por mi parte yo la
llamo: literatura. (Barthes 1978: 121-2). Y luego: Entiendo por literatura no un cuerpo o una
Teun van Dijk, desde el anlisis del discurso, postula que la literatura no es un tipo de discurso
estructuralmente homogneo. Es ms bien una familia de tipos de discurso, en la que cada tipo puede tener
estructuras textuales muy distintas; la unidad es el resultado de funciones socioculturales similares. Van Dijk
sostiene que las distintas sociedades marcan ciertos tipos de discurso como literarios; y que en ltima
instancia, la literatura se define en su contexto sociocultural. Las instituciones como las escuelas, las
universidades, la crtica literaria, los libros de texto, las antologas, la historiografa literaria, y las
convenciones culturales de ciertas clases sociales o grupos establecern, para cada perodo y cultura, lo que
cuenta como discurso literario (van Dijk 2005: 115 y ss.)
serie de obras, ni siquiera un sector de comercio o de enseanza, sino la grafa compleja de las
marcas de una prctica, la prctica de escribir. (Barthes 1978: 123).
Una reflexin sobre los lmites actuales de lo que an llamamos literatura es aportada
por Claudia Kozak:
Pues la pregunta por los lmites surge cuando algo comienza a hacerse en algn sentido ausente, lejano o al
menos borroso porque su visibilidad se encuentra disminuida, o cuando pierde sus contornos precisos
porque es difcil distinguirlo de otra cosa de la que seguramente en otra poca estaba bien separado.
(Kozak 2006: 11-13).
De este modo, la relacin de la literatura con otras prcticas verbales prximas (guiones,
historietas, canciones) y la tendencia cada vez mayor a leer como literarios textos como los
diarios ntimos y los epistolarios de los escritores provocan el debilitamiento de las fronteras de
la categora.
Por ejemplo, considerada desde la crtica acadmica, la literatura parece haber perdido
cierta especificidad en los ltimos quince aos, para pasar a formar parte de un conjunto mayor,
al que se dedican los llamados estudios culturales ( Culturas populares). Esta redefinicin
del objeto puede deberse a varias causas pero dos factores, que quiz sean las caras de una
misma moneda, aparecen como los ms visibles. Por un lado, el poder de imponer agenda,
para usar una expresin del periodismo poltico, de la academia estadounidense; por el otro, un
fenmeno de alcance mundial pero cuyo epicentro son los Estados Unidos: el imperialismo de la
cultura de masas (que es predominantemente audiovisual), cada vez ms notorio en las ltimas
dcadas.
Aludiendo a prcticas como el cine, la cancin, los graffiti, Kozak opina que la
permeabilidad de las fronteras corre la literatura hacia otro lugar, pero no exactamente hacia el
lugar de esas otras prcticas () sino al de la incerteza de lo que an no podemos nombrar.
(Kozak 2006: 16). Ciertas discusiones sobre la ndole literaria de las historietas, o sobre la
nominacin de Bob Dylan al Premio Nobel de literatura, deberan enmarcarse en este nuevo
contexto.
Por su parte, una tensin que recorri todo el siglo, la del arte frente al mercado (es
decir, la industria cultural de masas) ofrece otros problemas. Para tomar slo un caso, es
frecuente que ciertos agentes culturales les quiten (o no les asignen) la condicin de literario a
ciertos libros, sobre todo novelas, conocidos a partir de una caracterizacin del mercado como
best sellers. As, textos de Sidney Sheldon, Danielle Steel, Federico Andahazi o, en los aos
70, de Poldy Bird son anatematizados y excluidos de la categora, por un lado, mientras por el
otro participan de concursos literarios y ganan premios, o sus autores, como es el caso de Paulo
Coelho, son nombrados miembros de la Academia Brasilea de Letras.
***
La educacin sistematizada, el mercado y la crtica (la periodstica y la acadmica) son las tres
grandes esferas que, en la modernidad, establecen y hacen circular las diferentes concepciones de
la literatura, por medio de sus respectivas instituciones ( Canon). En nuestro pas, la escuela
trabaja sobre todo con definiciones inmanentes, y cumple un papel muy importante en la
transmisin y la reproduccin de estas conceptualizaciones hacia otras esferas de la sociedad. El
mercado ofrece criterios de inclusin que a veces parecen ms amplios o ms heterogneos que
los de la escuela, pero bsicamente se atiene tambin a miradas esencialistas (de esto ltimo no
estoy tan seguro). En cuanto a la crtica, si bien hay una amplia diversidad de funciones, modos y
destinatarios, es la esfera en la que las concepciones relacionales hallan mayor acogida, o al
menos, mayor disposicin a problematizar qu es la literatura.
Los usos actuales de la categora por parte de la escuela y del mercado son retrospectivos,
y es inevitable que as sea pues el tratamiento de la literatura como asignatura responde a
criterios de historizacin, y el del mercado suele corresponderse con el escolar (otra vez: no creo
que sea as). Se incluyen, entonces, textos que en sus respectivos contextos histricos y culturales
eran agrupados bajo otros nombres, ya porque no exista la nocin de literatura como tal, ya
porque su alcance era diferente. Lo mismo sucede, en general, con la crtica periodstica.
En la escuela argentina se advirti una ampliacin del objeto despus de la reinstalacin
democrtica de 1983, ampliacin que an perdura. As, los programas y los manuales de la
asignatura fueron incluyendo textos impensables dcadas antes, aunque es cierto que muchas
veces bajo el rtulo ms abarcador de discurso o estudio del discurso: letras de tangos, de
canciones del rock nacional, historietas, guiones televisivos, entre otras tipologas. Sobre todo
en el nivel medio, en los ltimos veinte aos se han incluido como textos literarios el Diario de
Ana Frank, discursos de Jos Manuel de Estrada, canciones de Serrat y de Fito Pez, historietas
de Fontanarrosa y un largo etctera.
Esta extensin del *corpus aparece en los manuales junto con un posicionamiento terico
que define literatura a partir del predominio de la funcin potica concebida alla Jakobson,
pero que suele prescindir de una reflexin sobre el papel que cumplen las instituciones sociales
en las inclusiones y exclusiones dentro de la categora.5 Resulta al menos problemtico asegurar
que en textos como Facundo, Operacin Masacre o el Himno Nacional predomine la funcin
potica o que carezcan de propsito prctico, para nombrar algunos textos que los jvenes
argentinos suelen ver en la escuela. Problemas similares ofrecen textos como las crnicas de
Indias, las aguafuertes arltianas o gran parte de lo que habitualmente se incluye dentro de la
literatura argentina del siglo XIX.
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Algunas meritorias excepciones son los libros de Daniel Link Literator IV y V (1993 y 1994), para los ltimos
aos de la escuela media; los de la editorial Tinta Fresca (2005 y 2006) para los ltimos aos del tercer ciclo de la
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(1948) Qu es literatura?, Buenos Aires, Losada, 1991. (Trad. cast. de Aurora Bernrdez).
2
Clasicismos
por Claudia N. Fernndez
Cuando en el s. II de nuestra era Aulo Gelio (Noctes Atticae XIX.15) estableca la oposicin
entre el escritor clsico (scriptor classicus) y el escritor proletario (scriptor proletarius),
incorporaba por vez primera y para siempre un trmino de ndole econmico-poltica,
fuertemente connotado, al dominio de la literatura.6 El trmino nunca perder ese sentido
elitista que subyace en su etimologa, porque classicus era, de entre las cinco categoras
censatarias, la del ciudadano que perteneca a la primera clase, la de los mayores
contribuyentes fiscales, en franco contraste por ello con el ciudadano proletario, aquel que
no posea otro bien ms que su prole. Clsico designaba, entonces, a un escritor de primer
orden, slidamente establecido y lo suficientemente bueno como para ser ledo por los
ciudadanos de primera, y no por el pueblo; clsica ser tambin su produccin literaria
vinculada ya desde esta poca con un tiempo pasado, como el mismo Gelio circunscribe al
precisar que se trataba de la cohorte ms antigua de oradores y poetas.
El sentido de excelencia que el trmino clsico refiere desde los orgenes, explica
que, en poca del Humanismo renacentista, sea asociado a los autores de la Antigedad
griega y latina la que terminar siendo, siglos ms tarde, la Antigedad Clsica. Es que
por esos tiempos se empez a juzgar a griegos y romanos portadores de un prestigio digno
de ser imitado y fueron convertidos en los nicos modelos artsticos de perfeccin esttica.
Ese mandato de imitacin de la tradicin grecolatina, esa pretensin por restaurar un pasado
consagrado dogmticamente como patrn cultural, se ver pautado por un conjunto de
directrices normativas que guiarn la actividad de la creacin literaria. Los renacentistas
creern encontrar en la Potica de Aristteles recientemente descubierta la primera
edicin del texto griego es de 1508 la sistematizacin orgnica de ese conjunto de reglas
necesario para componer a la manera clsica. Sabemos que no es sta sino una lectura
distorsionada. No hay en los comentarios del filsofo un tono normativo, sino ms bien
Aulo Gelio fue profesor de retrica y atribuy la distincin al orador Cornelio Fronto.
meras observaciones personales, motivadas, las ms de las veces, por sus gustos
particulares. La Potica pondr en circulacin traducciones, comentarios y discusiones, y
nombres como los de Robertello, Scaligero o Castelvetro estarn unidos a la historia de su
difusin e interpretacin. Vendr a completar las enseanzas del Ars poetica de Horacio,
que hasta ese entonces haba sido la gua literaria y espiritual de las primeras generaciones
de humanistas. A partir de este momento, entonces, clsicos sern los autores
grecolatinos.7
Paralelamente se gesta la otra acepcin ms difundida de lo clsico, en la que
persiste la idea de excelencia manifiesta desde la poca de Aulo Gelio y adjudicada a los
modelos antiguos, con el agregado de la nocin de permanencia en el tiempo, de validez
duradera. Todo lo que sobrevive al tiempo, entonces, llega a ser considerado clsico,
independientemente de su contenido, tendencia, contexto histrico o cultural. Presenta esta
acepcin amplia de lo clsico afinidades evidentes con el concepto de canon (), en tanto
un clsico ocupa siempre un lugar en el canon de una literatura. Dado que el status de
clasicidad es conferido por los otros que atestiguan la capacidad de ciertos textos de
trascender su propio tiempo y espacio, es fcil de ver que no se nace clsico, sino que se
deviene clsico, porque se trata siempre de una apreciacin y un juicio de valor sobre
autores del pasado. La sostenida percepcin de la excelencia a lo largo del tiempo, la
capacidad para responder a la demanda de todas las pocas, se monta muchas veces sobre la
conviccin de la existencia de un sistema de valores universal, inalterable y perpetuo. Por
otro lado, se observa que en la ponderacin de los clsicos las cualidades estticas suelen
confundirse con las ticas: por regla general los autores y textos llamados clsicos son
portadores de virtudes morales, como la madurez, la serenidad, la compostura, el control de
s, el orden y el dominio de las pasiones, que fueron tambin las cualidades exaltadas en los
modelos griegos y latinos. Tampoco puede dejarse de lado la resonancia de la palabra
clase en el concepto de lo clsico, vale decir, de aquello que se ensea en las
El registro de las primeras apariciones del trmino clsico en las diversas lenguas europeas demuestra que
ya para el s. XVI era esta su acepcin ms o menos usual. El francs classique se registra por vez primera en
el Art Potique de Sbillet (1548). La lengua inglesa, por su parte, tiene dos adjetivos para designar lo clsico:
classic y classical. El primero se aplica a la cultura grecolatina en 1628, pero en 1599 ya se haba usado
classical para designar algo de primer rango. En alemn classique data de 1548 y klassisch de 1748.
Klassizitt y classik fueron utilizados en el s. XVIII.
Igual que sus antecesores renacentistas, los mentores del clasicismo francs
rechazan el modelo esttico del pasado reciente reaccionan contra el barroco y
reivindican como innovador un pasado remoto. Fue un factor determinante para el
surgimiento del clasicismo francs en pleno apogeo del reinado de Luis XIV el fuerte
racionalismo que impregnaba su cultura. Esta formacin racionalista concebir la necesidad
de la formulacin de reglas poticas precisas (V.M. de Aguiar e Silva 1967). Para esa nueva
generacin de autores clsicos (como Racine, Molire o Corneille), Boileau ser el
encargado de redactar el credo de sus principios estticos, sobre todo en lo atinente a la
prctica teatral.9
La Potica de Boileau (1673) glosa, y no pocas veces interpreta en demasa,
aspectos de las poticas de Aristteles y Horacio. El crtico francs concibe el gnero
literario como una esencia inmutable, gobernado por tcnicas poticas precisas, que
disciplinan los excesos de la imaginacin. Proclama la preceptiva de las tres unidades
dramticas accin, tiempo y lugar10 y el respeto del decoro y la verosimilitud como
principios rectores de la creacin, basndose en la afirmacin aristotlica de la
universalidad del drama frente a la historia. La mimesis de la naturaleza deber excluir lo
monstruoso, feo y grotesco, y la literatura tendr como finalidad la expresin de lo
razonable y lo que educa. Esta funcin docente del arte, la de corregir el comportamiento
de los hombres y mejorar sus costumbres, se hace especialmente visible en creaciones
moralizantes como las fbulas de La Fontaine, o las comedias de Molire que exponen
frente al pblico los vicios de los personajes.
8
A finales del s. XIX, en un poca hostil al s. XVIII, emergieron los trminos pseudoclasicismo, de clara
connotacin negativa, y el neutro neoclasicismo; ambos referan la poca de Pope y Dryden. Sin embargo el
uso de clasicismo para designar esta misma poca estaba ms extendido.
9
Boileau no est solo. Contribuyeron a la sistematizacin de la doctrina clsica, Nicole, Scudry, d'Aubignac
y Chapelain.
10
Aristteles solo habla de unidad de accin. Castelvetro fue el responsable de la elaboracin de las tres
reglas cuyo cumplimiento a rajatablas ocasion no pocos problemas a los autores de la poca.
El otro debate importante generado por la esttica clasicista surge hacia finales del
s. XVIII, cuando los dardos son disparados por los adalides de la esttica romntica. Para
Wellek (1973: 453) la confrontacin clsico-romntico implic una verdadera revolucin
histrica que sac a la luz la conciencia de la existencia de, al menos, dos tradiciones
literarias. Clsico pierde en este debate su sentido meramente *axiolgico, para pasar a
designar una tendencia estilstica, o un perodo, caracterizados por la compostura, el
autocontrol, la renuncia, el cumplimiento de las normas de la tradicin, la disciplina. La
contienda tuvo su epicentro en Alemania, sobre todo alrededor de las figuras de los
hermanos Schlegel, quienes desde su revista Athenum abogaban por defender los
principios del arte romntico, que acoge las antinomias y las heterogeneidades repudiadas
por el arte clsico. En Francia, Madame de Stal (De l'Allemagne) recoge la contraposicin
entre poesa clsica y romntica y la disputa se hace eco en los manifiestos romnticos
como el Prefacio a Cromwell (1827) de V. Hugo, o lo que se conoci como la batalla de
Hernani (1830), generada a partir del estreno de la pieza teatral homnima tambin de
Hugo. El romanticismo desech los modelos grecolatinos pero no todo el pasado, pues
seal sus preferencias por la Edad Media y el estilo gtico, y tuvo una vasta aceptacin en
el mundo del arte.
En Alemania el clasicismo queda normalmente acotado a las figuras de Schiller y
Goethe,11 pero aun en estos casos se reduce a la poca en que ambos autores apuntaron a la
imitacin de los antiguos recordemos el protagonismo de Goethe en el Sturm und Drang
(Tormenta e mpetu), movimiento precursor del romanticismo. Goethe, en particular, toma
partido expreso por los clsicos segn revela su famosa definicin vertida en carta a
Eckermann (12 de abril de 1829): A lo clsico lo llamo sano, y a lo romntico, lo
enfermo (Eckermann 1836-39: 150), seguramente en vista de los excesos de su coterrneo
Hoffmann o la vehemencia de los romnticos franceses. Su mxima expresin clasicista es
la Ifigenia en Turide (1776-1786), un ejemplo paradigmtico del empeo del clasicismo
por mejorar a los propios griegos. No olvidemos que estamos en la poca en que
Winckelmann sella, con su Geschichte der Kunst des Alterthums [Historia del arte de la
Antigedad] (1764), la definicin del arte clsico en la dupla "noble simplicidad" (edle
11
Lessing podra incorporarse al grupo; la inclusin de nombres como los de Wieland y Herder, en cambio, es
mucho ms discutida.
Einfalt) y "calma grandeza" (stille Grsse). Winckelmann privilegi el arte griego frente al
romano e identific lo clsico con la pureza considerada como un valor absoluto. Su
propuesta deviene la matriz de un proyecto tico pedaggico, no slo del artista sino del
hombre culto, y se construye una metafsica de lo bello que influir en toda la burguesa
ascendente.
Esta visin idealizada y ejemplar de los valores del mundo antiguo comenz a ser
socavada desde el interior mismo de los estudios clsicos. Nuevos descubrimientos
amenazaban los cimientos del edificio neoclsico como el del culto a la blancura del
mrmol del helenismo winckelmanniano, sacando a la luz vestigios arqueolgicos que en
la huella de sus pigmentos testimoniaban la policroma de la arquitectura del mundo
antiguo. Por otro lado, la antropologa histrica, la escuela ritualista de Cambridge por
ejemplo, haca hincapi en el primitivismo de la cultura clsica, sobre todo a partir del
estudio de sus prcticas religiosas.12 Se hace evidente un esfuerzo por historizar la
Antigedad Clsica. Esta tendencia no impidi sin embargo que la operacin *axiolgica
llevada a su cumplimiento por el clasicismo francs del siglo XVII se renovara a finales del
siglo XIX y a comienzos del XX, sobre todo en Francia, donde las referencias a la cultura
grecolatina se dejan leer en la tenaz reelaboracin de mitos griegos (Apollinaire, Cocteau,
Gide, y, fuera del mundo galo, D'Annunzio, Pascoli, Joyce, Stravinsky o von
Hofmannsthal).
La dicotoma clsico-romntico no llega a desvanecerse del todo. Se haba instalado
desde haca tiempo alrededor de cuestiones atinentes a la produccin literaria y a la ndole
de los autores. Stendhal (1823), para citar un ejemplo, consider que Racine, en su propia
poca, debera haberse llamado romntico. Un siglo ms tarde, Gide (Incidences 1924)
define el clasicismo como "romanticismo atenuado", "el arte de expresar ms diciendo
menos", un arte de represin y modestia, y por ello muy bien descripto a travs de la figura
retrica de la *ltotes. En la misma direccin, Valry en 1944 (Variets) afirmaba que todo
clasicismo presupone un romanticismo anterior ("la esencia del clasicismo es venir luego,
el orden presupone un cierto desorden que ha venido a sistematizar"). Las vanguardias, por
su parte, postularon la inactualidad de los clsicos y se rebelaron contra la funcin
12
Nos referimos a estudiosos como Frazer, Murray, Harrinson y Cornford. Hoy muchas de sus teoras han
sido desacreditadas, pero se sigue valorando su propuesta interdisciplinaria para el estudio de la Antigedad
Clsica.
normativa de la tradicin, en pos de exaltar el presente. Segn Bretn, Grecia nunca existi,
mientras los futuristas italianos proponan inundar los museos. La fascinacin del mundo
occidental por los antiguos parece esfumarse en momentos en que una serie de tendencias
artsticas (modern style, art nouveau) impone su rechazo a las tradiciones acadmicas que
dogmatizaban la centralidad de la cultura clsica. Tambin Adorno en su Esttica (1970)
critica al clasicismo y pone en dudas el concepto mismo de clasicidad (Klassizitt)
aplicado al arte de la Antigedad:
La unidad de lo universal y lo particular, organizada por el clasicismo, no se alcanz ni siquiera en el
perodo clsico, por no decir nada de los siguientes. Por eso las estatuas clsicas miran con sus ojos
vacos que ms bien producen un terror arcaico en lugar de esa irradiacin de noble sencillez y
callada grandeza que unos tiempos sensibles proyectaron sobre ellas. (Adorno 1970: 213).
'sirven' para algo. La nica razn que se puede aducir es que leer los clsicos es mejor que
no leer los clsicos".
Tambin Borges subraya el rol del lector en el reconocimiento de un clsico y del
peligro de afirmar que las obras clsicas lo sern para siempre:
Clsico no es un libro (lo repito) que necesariamente posee tales o cuales mritos; es un libro que las
generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una
misteriosa lealtad (Borges 1952: 131)
***
Es un hecho evidente que los referentes clsicos continan vigentes como impulsos vivos
de las creaciones artsticas. Traducidos, adaptados, revisitados, constituyen presencias
culturalmente activas. Afirmar que los textos clsicos no han perdido en nuestra poca su
importancia, no implica adjudicarles la naturaleza de *mitos fundantes, o aceptar sin ms
las correspondencias triviales de considerarlos meras influencias sobre la base de criterios
universalistas que ignoran el cambio del comportamiento humano y la naturaleza cultural
de la conducta (cf. Hardwick 2003: 98ss.). Las motivaciones de sus usos son de por s muy
variadas y no ha desaparecido tampoco la apropiacin de algunos aspectos de la
Antigedad para dar valor y estatus a la propia conducta, en virtud del prestigio que sigue
teniendo la tradicin clsica en algunos sectores (cf. duBois 2001).
Un ejemplo paradigmtico del tipo de migracin que puede registrar un texto
clsico a lo largo de los siglos lo provee sin duda la Antgona de Sfocles, de cuyo
derrotero da cuenta George Steiner en su libro Antgonas. La travesa de un mito universal
por la historia de Occidente. A su entender, la historia de la hija de Edipo recreada por el
dramaturgo griego expresa todas las constantes principales de conflicto propias de la
condicin del hombre: el enfrentamiento entre hombres y mujeres, entre senectud y
juventud, entre la sociedad y el individuo, entre vivos y muertos, entre hombres y dioses.
Steiner entiende que estas antinomias son esenciales y universales y el valor de
Antgona es haberlas expresado en su totalidad (Steiner 1990: 275). Sin embargo, la
historia de la recepcin de la obra sofoclea y de sus reescrituras otra forma de recepcin
() pondra sobre el tapete la operacin selectiva de cada una de estas lecturas y cmo el
marco cultural domina cada una de las nuevas interpretaciones.
Bibliografa citada:
Adorno, Theodor W.
(1970) Teora Esttica. Madrid, Orbis / Hyspamrica, 1983. (Trad. cast. de Fernando Riaza,
revisada por Francisco Prez Gutirrez).
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(1952) "Sobre los clsicos", en Obras completas 1952-1972, Buenos Aires, Emec, 1974,
pp. 130-1.
Calvino, Italo
(1991) "Por qu leer los clsicos", en Por qu leer los clsicos, Barcelona, Tusquets, 1997,
pp. 13-20. (Trad. cast. de Aurora Bernrdez).
de Aguiar e Silva, Vtor Manuel
(1967) Teora de la literatura, Madrid, 1972. (Trad. cast. de Valentn Garca Yebra).
duBois, Page
(2001) Trojan Horses: Saving the Classics from Conservatives, N. York/Londres, New
York University Press.
Eckermann, Johann Peter
(1836-39) Conversaciones con Goethe, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1950. (Trad. cast. de
J. Prez Bances).
Eliot, Thomas Stearns
(1945) "What is a Classic? , "Qu es un clsico?, en Sobre la poesa y los poetas, Buenos
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(1989) Antgona furiosa, en Teatro 3, Buenos Aires, Ediciones de la Flor.
Hardwick, Lorna
(2003) Reception Studies, New Surveys in the Classics N 33, Oxford.
Marechal, Leopoldo
(1951) Antgona Vlez, Buenos Aires, Colihue, 1997.
Porter, James
(2005) "Introduction", en J. Porter (ed.) : Classical Pasts: What is "Classical" about
Classical Antiquity?, Princeton, Princeton University Press.
Reisz, Susana14
(1995) Antgona entre el amor y el furor (o Griselda Gambaro ante el viejo Sfocles), en
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(1850) "Qu es un clsico?", en Retratos literarios, Buenos Aires, Estrada, 1947, pp. 7-25.
(Trad. cast. de Oscar Andrieu).
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(2004) Futuro del "classico", Turn, Einaudi.
Steiner, George
(1990) Antgonas. La travesa de un mito universal por la historia de occidente, Barcelona,
Gedisa, 2000. (Trad. cast. de Alberto L. Bixio).
Wellek, Ren
(1973-4) "Classicism in Literature", en Ph. Wiener (ed.): Dictionary of the History of Ideas.
Studies of Selected Pivotal Ideas, vol I, N.York, Charles Schribner's Sons, pp. 449-56.
Para seguir leyendo:
Coetzee, John Maxwell
(2002) "'Qu es un clsico?' una conferencia", en Cosa extraas. Ensayos, 1986-1999,
Buenos Aires, Debate, 2005, pp. 11-29. (Trad. cast. de Pedro Tena).
Eco, Umberto
(2002) "Sulle spalle dei Gigante", en I. Dionigi (ed.): Di Fronte ai Classici, Miln, Bur
Saggi, pp. 117-38.
Fortini, Franco
(1978) "Classico", Enciclopedia Einaudi, vol. III, Turn, Einaudi, pp. 192-202.
Hytier, Jean
(1967) "The Classicism of the Classics", Yale French Studies 38, pp. 5-17.
Le Goff, Jacques
(1977) "Antico / moderno", Enciclopedia Einaudi, vol. I, Turn, Einaudi, pp. 678-700.
Levin, Harry
(1957) "Contexts of the Classical", en Contexts of Criticism, Cambridge (Mass.), Harvard
University Press.
14
Esta autora borra su segundo apellido (de Rivarola) en las publicaciones de la dcada del 90.
3
Realismos
por Fabio Esposito
Mi obra tiene una geografa, como tiene una genealoga, con sus
familias, lugares y objetos, personas y hechos; como tiene un blasn,
nobles y burgueses, artesanos y campesinos, polticos y petimetres,
un ejrcito; en resumen un mundo.
Honor de Balzac, Prefacio a La comedia humana (1842)
En los estudios literarios realismo es una palabra que puede resultar equvoca debido a la
variedad de sentidos que ha ido acumulando a lo largo de su rica y fluctuante historia. En el
campo de la filosofa, en un principio, ella contaba con un significado completamente
diferente del que posee en la actualidad, pues aluda a la creencia en la realidad de las ideas.
Para la escolstica medieval, realistas eran quienes sostenan que los universales clases y
abstracciones y no los objetos concretos percibidos a travs de los sentidos, eran las
verdaderas realidades. El pensamiento filosfico moderno postula en cambio que lo real se
reduce a los objetos singulares y que la verdad puede ser descubierta por un individuo
gracias a sus sentidos. Esta ltima acepcin es la que se extendi hacia el campo literario
(). Aqu tampoco ha sido un trmino unvoco. En un sentido amplio alude a una actitud
que, desde Homero hasta nuestros das, procura alcanzar una semejanza con lo real. Y en
un sentido restringido es un concepto que remite a un perodo determinado de la historia del
arte y la literatura, dominante sobre todo a lo largo del siglo XIX.
En Palabras clave Raymond Williams traza un recorrido histrico del trmino.
Recuerda que en el siglo XIX fue un vocablo utilizado con cuatro significados: en el campo
filosfico como a) doctrina opuesta al nominalismo y b) trmino que describe las nuevas
teoras naturalistas del mundo fsico; en la vida cotidiana como c) descripcin de la actitud
de enfrentar las cosas como realmente son y no como las imaginamos; y en la literatura y el
arte como d) un mtodo o una actitud que ofrece una descripcin verosmil del mundo. Esta
ltima acepcin es la que ofrece mayores dificultades. Puede entenderse el realismo como
una limitacin pues lo que se describe o representa se ve slo superficialmente, en
trminos de su apariencia exterior y no de su realidad interna o dicho de una manera ms
precisa, hay muchas fuerzas reales desde sentimientos internos hasta movimientos
sociales e histricos subyacentes- que no son accesibles a la observacin corriente. Esta
censura parece reflotar la concepcin idealista latente en la acepcin a). En la superacin de
esta limitacin se fundamentan, como veremos, algunos de los requisitos que Lukcs va a
reclamar al realismo moderno. La ltima objecin consiste en afirmar que el medio en que
se produce la representacin la lengua, la piedra, la pintura, etc. es de naturaleza
diferente de los objetos representados, de manera que el efecto de representacin
verosmil no es ms que una convencin artstica particular (Williams 1976: 276).
Ren Wellek observa, por su parte, que en Francia el trmino realismo se aplic
por primera vez a la literatura concreta en 1826, cuando en el Mercure de France se afirm
que esta doctrina literaria que gana terreno todos los das y conduce a la imitacin
fidedigna ya no de las obras maestras del arte sino de los originales ofrecidos por la
naturaleza podra llamarse realismo. Por entonces equivala a *color local. Pronto se
transfiri a la descripcin minuciosa de las costumbres contemporneas en Balzac y
Murger. Su significado se cristaliz en 1850 en torno a la pintura de Courbet y a las
actividades literarias de Champfleury, quien en 1857 public un volumen de ensayos
titulado Le Ralisme con el cual difundi un credo literario formulado mediante ideas muy
simples: el arte debe dar una representacin verdadera del mundo real; debe estudiar la vida
y las costumbres contemporneas a travs de la observacin meticulosa y el anlisis
cuidadoso; este estudio debe realizarse de manera desapasionada, impersonal y objetiva. Si
bien Wellek reconoce que la cuestin del realismo est presente en toda la historia del arte
y la literatura y que desde Aristteles la gravitacin del concepto de imitacin en toda
teora crtica es una prueba del persistente inters en el problema de la relacin del arte con
la vida, limita el concepto de realismo a la referencia ya no de un estilo artstico que se
manifiesta a lo largo de la historia, sino a una tendencia dominante en el arte
principalmente durante el siglo XIX. Realismo ser para Wellek la representacin objetiva
de la realidad social contempornea (1965: 241). En el contexto histrico europeo, esta
definicin se opone tanto al romanticismo como al clasicismo ( Clasicismos). Que la
representacin sea objetiva implica un rechazo de lo fantstico, lo alegrico y lo
simblico, as como tambin una exclusin de lo improbable y de los episodios
extraordinarios, en tanto que la realidad estara concebida como el mundo ordenado de la
ciencia del siglo XIX, un mundo de causas y efectos, en donde ya no caben los milagros. El
trmino realidad efecta adems un movimiento de inclusin: lo feo y lo bajo ahora son
asuntos legitimados, y temas tabes como el sexo, las enfermedades y las miserias humanas
sern admitidos en el mundo del arte. Esta definicin incluye aspectos formales como la
objetividad de la representacin, pero tambin alude a los contenidos, al considerar la
incorporacin de temas sociales considerados bajos. En este caso cabe recordar la notable
analoga de Henry James cuando afirma que historia y novela, la idea y la forma, son el
hilo y la aguja y nunca me enter de un gremio de sastres que recomendara usar el hilo sin
la aguja o la aguja sin el hilo (1888: 24).
En su clebre The Rise of the Novel Ian Watt indaga en profundidad las relaciones
entre pensamiento literario y filosfico y hace converger el surgimiento del realismo
literario con los cambios epistemolgicos promovidos por la filosofa moderna, en
particular los aportes de Ren Descartes (1596-1650), John Locke (1632-1707) y David
Hume (1711-1776). Aplica el vocablo de manera especfica para remitir a un perodo
artstico caracterizado por una concepcin materialista, mundana y sociolgica del mundo
que forma parte de la visin burguesa, en correspondencia con el avance del empirismo y
de la filosofa moderna. Sin embargo, considerar que el mundo externo es real y que
nuestros sentidos nos pueden aportar una versin verdadera de l no arroja mucha luz sobre
el realismo literario. Para Watt resulta ms determinante que el realismo filosfico est
imbuido de un carcter crtico, anti-tradicional e innovador; que su mtodo se base en el
estudio de las particularidades de la experiencia llevado a cabo por un investigador
individual, libre de las creencias del pasado; y que adquiera importancia la semntica y el
problema de la correspondencia entre las palabras y la realidad. Estos aspectos, concluye,
guardan una analoga con los rasgos distintivos del realismo literario.
Watt afirma que a principios del siglo XVIII surgi en Inglaterra una forma literaria
que signific una profunda ruptura con la prosa narrativa anterior. Sus rasgos ms
originales no se reducan a una cuestin de contenidos, esto es la inclusin de aspectos
bajos de la vida humana, sino a una cuestin formal: El realismo de la novela no reside en
el tipo de vida que presenta, sino en el modo como lo hace (1957: 11). El conjunto de
procedimientos que Watt caracteriza como realismo formal incluye el rechazo de los
grandes argumentos tradicionales, a los que se encuentran atados gneros como la epopeya
seal an ms grande, y en esa forma llev mi calendario de semanas, meses, aos (1719:
33).
En resumen, el realismo formal es para Watt un estilo literario novedoso, que tiene
como propsito la representacin detallada de la vida cotidiana, con una prosa torpe, poco
atenta a las convenciones retricas tradicionales, llevado adelante por hombres provenientes
de sectores sociales que hasta entonces no se haban incorporado al ejercicio de las letras
sino a travs del periodismo, y cuyas obras parecen destinarse a un nuevo pblico lector,
alimentado en las efmeras pginas de la prensa y portador de una sensibilidad burguesa.15
A diferencia de Wellek y de Watt, Erich Auerbach considera el realismo como una
tendencia de la literatura occidental desde los griegos hasta nuestros das. En su gran libro
Mimesis. La representacin de la realidad en la literatura occidental parte de la observacin
de que en la tradicin occidental hay una regla clsica de separacin de los estilos literarios
que prescribe que a los asuntos reales, cotidianos y prcticos les corresponde un estilo bajo y
risible, mientras que a los asuntos sublimes, heroicos o trgicos, un estilo elevado y serio.
Para Auerbach, esta regla de separacin estricta de los estilos en funcin de los contenidos
abordados aparece cuestionada en dos momentos. Primero con la literatura cristiana, en
donde la vida de Cristo mezcla lo cotidiano y vulgar con lo ms sublime y elevado. Y luego
con el realismo francs del siglo XIX, en donde Stendhal, Balzac, los hermanos Goncourt,
Flaubert y Zola derrotaran definitivamente la norma clsica al convertir a personas
corrientes de la vida diaria en objetos de representacin seria, problemtica y hasta trgica.
Si Watt concibe el realismo como un sistema de representacin cuyos procedimientos
aparecen motivados por la singularizacin, el *principio constructivo ( Formalismo ruso)
del sistema formal que Auerbach adjudica a la escuela realista es un sistema de
correspondencias entre los materiales que posibilita la armona entre el personaje y el medio
donde se desarrolla la accin. Este sistema sera el que capta con mayor eficacia la
determinacin histrico-social de las acciones humanas. Tributario del
historicismo
romntico, el realismo moderno elabora tramas narrativas en las cuales las acciones de los
15
Segn Watt, uno de los factores que hicieron posible el surgimiento de esta nueva forma literaria fueron los
cambios que afectaron al pblico lector en Inglaterra durante el siglo XVIII. La tesis de Watt es que la
expansin del pblico produce efectos sobre la produccin literaria ( Recepcin). La amplitud de la
audiencia desencadena cambios en el gusto literario. Declina el predominio de aquellos lectores que se
inclinaban hacia las letras clsicas y crece la influencia de quienes buscaban en la lectura una forma fcil de
entretenimiento, aunque tuviera escaso prestigio entre los literatos (1957: 36-61).
sarmientos decorados con hojas y con flores, un viejo mueble mesita de madera, sobre el cual estaba
una jarra de agua, la palangana y todos los utensilios necesarios para afeitarse. (1835: 181)
A lo largo de su vasta obra crtica el tipo ha sido la categora central en su lectura del realismo. El tipo
encarna la particular sntesis que, tanto en el campo de los caracteres como en el de las situaciones une
orgnicamente lo genrico y lo individual (1965:13). La gran importancia que Lukcs asigna al personaje en
su lectura del sistema del realismo permite comprender las objeciones que formula a Zola, pues en sus
novelas la construccin de los personajes como individualidades es un tanto tosca y las relaciones de los
personajes constituyen tramas muy pobres.
nuevas formas de la experiencia social, es decir insiste en el lazo del realismo con la
representacin crtica del presente. A medida que la Modernidad profundiza sus
transformaciones, las relaciones sociales adquieren mayor complejidad y se vuelve cada
vez ms difcil sostener la idea de una comunidad cognoscible. Las nuevas formas
narrativas sern entonces las encargadas de encarar este conocimiento, esto es, de ejercer la
crtica social, que Williams define como una visin de la naturaleza del hombre y de los
medios para su liberacin en un lugar y un tiempo precisos y determinados (1970: 69).
Desde esta perspectiva adquiere gravitacin la figura de Charles Dickens, cuya obra se
entronca con las nuevas formas de la cultura urbana popular de la sociedad industrial. De
esta manera, aquellos aspectos que seran considerados defectuosos de acuerdo al juicio
crtico tradicional como la presentacin de personajes planos y exagerados, el empleo de un
lenguaje poco analtico, la proliferacin en las tramas narrativas de coincidencias
arbitrarias, revelaciones sbitas y cambios espectaculares de sentimientos, son
revalorizados por Williams como rasgos de una nueva forma literaria relacionada con un
nuevo tipo de ciudad. Estos procedimientos, que Dickens habra adoptado de la cultura
popular urbana, captan en sus innumerables y diversos matices la experiencia moderna de
la multitud y representan los aspectos materiales de la metrpoli como hecho social y
paisaje humano. La obra de Dickens, concluye Williams, aprehende un nuevo tipo de
realidad justamente porque comparte con la cultura popular urbana ciertas experiencias y
respuestas decisivas (1970: 35), El nuevo tipo de experiencia la vida en la ciudad
moderna encuentra su forma en las novelas de Dickens.
En el siglo XX la escuela del realismo ya no ser dominante. La novela deja de
representar una totalidad en la que priva el equilibrio entre el sujeto y su entorno. Y pierde
fuerza la confianza en la posibilidad de conocimiento del individuo y el mundo. Las
certezas del realismo dejan paso a mundos incompletos representados por una conciencia
fragmentada que pone en cuestin las dimensiones sobre las que se asentaban las premisas
fundamentales del realismo: el hombre puede representar el mundo a travs del lenguaje.
En autores como James Joyce y Virginia Woolf el mundo representado aparece como un
reflejo en la conciencia de los personajes de las novelas ( Vanguardias). Desaparece el
punto de vista exterior al mundo novelesco y deja de existir la realidad objetiva
independiente de los contenidos de conciencia de los personajes.
***
En Argentina es muy difcil reconstruir una vigorosa tradicin realista si se trata de
seleccionar un conjunto de obras de un considerable valor esttico. Miguel Dalmaroni
afirma que los libros argentinos cuya significacin slo puede explicarse mediante una
fuerte vinculacin con las poticas realistas pertenecen ms bien a la historia de la mala
literatura (2002). Por esta razn Mara Teresa Gramuglio debe agudizar toda su
perspicacia para trazar el mapa del imperio realista en nuestro pas. Frente al territorio
literario escasamente poblado de nuestro siglo XIX, Gramuglio recurre a El matadero
para sealar un punto de partida de la tradicin realista nacional. As, rescata del texto de
Echeverra la hibridez genrica y lingstica y la representacin cruda de aspectos
brutales de la realidad apuntando a la crtica del presente, no sin antes desbrozar otros
registros como la idealizacin romntica y el cuadro de costumbres. El recorrido
prosigue con las novelas naturalistas surgidas en la dcada de 1880, contina con Fray
Mocho y Roberto Payr para constituir en adelante, con Glvez, con Quiroga, con Lynch,
con el sainete y el teatro social, con Boedo, con Arlt, la tendencia dominante de las
primeras cuatro dcadas del siglo XX (2002:26). La declinacin de la hegemona del
realismo, concluye Gramuglio, no significa su extincin. Por el contrario, esta tendencia se
transforma al mezclarse con los descubrimientos de la novela norteamericana y las
experimentaciones vanguardistas europeas, para dar lugar a buena parte de la mejor
narrativa argentina de la segunda mitad del siglo XX (2002: 27).
Bibliografa citada:
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4
Vanguardias
por Enrique Foffani
El sentido revolucionario de las escuelas o tendencias contemporneas no est en
la creacin de una tcnica nueva. No est tampoco en la traduccin de la tcnica
vieja. Est en el repudio, en el desahucio, en la befa del absoluto burgus.
Jos Carlos Maritegui (1926)
las costumbres, la moral, el modus vivendi, las ideologas, la manera de concebir el mundo.
La radicalidad que acometen las vanguardias es, fundamentalmente, antiburguesa.
Se trata de una radicalidad extrema que el discurso crtico ha tratado de analizar
mediante una constelacin de atributos bastante reconocibles pero difciles de situar en
relacin estricta con sus diversos entornos: as las vanguardias se vuelven rebeldes,
iconoclastas, inconformistas, intransigentes, polemizadoras, disolutivas, provocadoras.
Pero acaso el romanticismo primero y el simbolismo despus no haban sido tambin
movimientos antiburgueses y llevado a cabo asimismo importantes rupturas con la
tradicin? La situacin histrica que viven los movimientos de vanguardia es el factor
determinante: a principios del siglo XX han quedado disueltas en Europa las expectativas
de la revolucin de 1848, las que sern mortalmente heridas ms tarde durante los episodios
de la Comuna de 1871. El crtico italiano Mario De Micheli sostiene en su libro Las
vanguardias artsticas del siglo XX (1966: 18-26) que el origen de las vanguardias se
encuentra en la disolucin de la unidad histrica, poltica y cultural de las fuerzas
burguesas y populares en torno a 1848. En el seno de este perodo conocido como la
poca del imperialismo tiene lugar no slo el afianzamiento del capitalismo sino tambin
la revolucin proletaria, una oposicin que albergaba en su seno la tensin entre
democracia y antidemocracia. Lo que demuestra la lucha de clases del proletariado en la
segunda mitad del siglo XIX es, de hecho, el carcter insuficientemente democrtico de la
democracia burguesa, pues la Comuna de Pars (1870) fue la ltima ocasin en la que
artistas e intelectuales participaron directamente en las luchas polticas. En el plano
histrico, esta derrota signific la discordia entre los artistas e intelectuales y su propia
clase, una dolorosa experiencia que, como apunta De Micheli, har precipitar la crisis de tal
modo que sus consecuencias se extendern hasta la actualidad afectando los problemas de
la cultura y el arte. En consecuencia, el carcter antiburgus que asumirn las vanguardias
artsticas se debe a un airado repudio como describa Maritegui de las obras y las
instituciones surgidas de la burguesa del siglo XIX. Los nuevos principios propulsores no
irrumpen de repente entre las filas vanguardistas; los nuevos brotes artsticos no hubieran
florecido sin la savia existente de las tradiciones, aun cuando ideolgicamente se postule en
el contexto europeo la ilusin de una tabula rasa absoluta contra aqullas. Pero esto no es
lo que sucedi en el contexto de Amrica Latina.
de ser una curiosa forma de *misreading, propia de la hora revulsiva, de la que no tardarn
demasiado en arrepentirse o de terminar aceptando a la larga las deudas contradas con
aqul. Pero no hay vuelta atrs: si no es posible sostener una ruptura definitiva entonces
cabra advertir que son las grietas que provoc las que reorganizan la historia literaria
(artstica) a partir de ese momento considerado crucial en cuanto representa el parmetro
que determina un antes y un despus. En este marco de indiscutibles discontinuidades
producidas por la crisis histrico-cultural de principios del siglo XX y materializadas por la
nocin de ruptura, el crtico ingls Raymond Williams observa sin embargo un fuerte
lazo entre las vanguardias y el teatro naturalista de las ltimas dcadas del siglo XIX,
representado fundamentalmente por Ibsen, Strindberg y Chejov, y propone que el principio
antiburgus de la vanguardia puede rastrearse en las prcticas de estos dramaturgos, al
tratarse de obras que giraban alrededor de furiosas crticas sociales y que se oponan, por
tanto, a la individualista y atemporal concepcin decimonnica del drama burgus: ahora
una potente accin crtica se lanzaba violentamente contra las normas estatuidas de la
sociedad burguesa y el drama se volva bajo y sucio en el lenguaje, profundamente
disidente en la visin inconformista y reacia a cualquier tipo de autocomplacencia, y ms
real que nunca en la construccin de una escenografa comprometida con los ambientes
reales de la vida corriente. El carcter del teatro naturalista no es ciertamente el de la
ruptura pero s el de su paso previo, el de la intensificacin o radicalizacin de los factores
burgueses analizados por Raymond Williams (1997: 112).17 El humanismo del teatro
naturalista se basaba precisamente en que la naturaleza humana, en trminos de Williams,
no era invariable y eterna sino social y culturalmente especfica (1997: 113). Y es esta
especificidad anclada en el aqu y ahora lo que abona el terreno de la ruptura vanguardista
en su rechazo de la concepcin burguesa del arte, cuya autonoma es puesta en entredicho
con el fin de reinsertar el arte en la vida social. De hecho, la ruptura que la vanguardia
propiciaba consista en eliminar la separacin del arte de lo real. Restaurar ese continuum
entre ambos rdenes implic su dimensin utpica y, para muchos crticos entre ellos
Peter Brger, tambin su fracaso. Lo singular del enfoque de Raymond Williams reside en
17
Se trata del artculo de Raymond Williams El teatro como foro poltico (1989) y define 5 factores que
repercuten en el teatro ulterior: 1) la accin contempornea; 2) la escena de la vida cotidiana y local (en el
sentido de autctona y lejos ya del exotismo); 3) las formas corrientes y hasta vulgares del lenguaje; 4) la
secularizacin de la accin dramtica, y 5) la inclusin de las clases pobres en la accin dramtica.
18
La fecha de los comienzos de los diferentes ismos de vanguardia son discutibles y merecera por cierto
una reflexin ms rigurosa, en la medida en que se trata de ismos efmeros, fisparos y, al mismo tiempo,
muchos de ellos enlazados entre s con algn grado de parentesco que no siempre es posible determinar; en
no pocas ocasiones se relacionan a partir de ciertas premisas que comparten por pertenecer a la misma poca,
ser parte del Zeitgeist, es decir, el espritu del tiempo. Es interesante establecer los enlaces entre el futurismo
italiano y el ruso, el ultrasmo espaol y el martinfierrista, el dadasmo y el surrealismo por slo nombrar tres
ejemplos ya trabajados por el discurso crtico. Determinamos las fechas de comienzo de los ms importantes
ismos que segn nuestro criterio ataen a nuestras literaturas latinoamericanas segn las cronologas
establecidas por los estudios de Ral Gustavo Aguirre (1988), Lourdes Cirlot (1995) y Mario De Micheli
(1966). Pensamos que la fecha de inicio es una temporalidad inmersa en la prctica misma del vanguardismo.
Queremos dejar al menos planteado este tema, ya que no podemos analizarlo en los lmites de este trabajo.
Para la relacin entre los formalistas rusos, la vanguardia sovitica y la Revolucin de Octubre de 1917
remitimos a los excelentes trabajos de Emil Volek.
20
Roberto Gonzlez Echevarra vincula el contrapunteo con el witticism y el jeu desprit tpicos del arte y
la literatura de vanguardias y tambin con el joyceano juego de palabras y conceptos que aparecen en el
Finnegans Wake. El crtico escribe sin ambages que fue el espritu contestatario, burln del movimiento
afrocubano y de toda la vanguardia lo que llev a Ortiz a cambiar de orientacin y lo condujo al
Contrapunteo. Sin este cambio se hubiera visto condenado a escribir el tipo de prosa solemne, mezcla de la
acadmico con lo patriotero, de casi todos los maestros del ensayismo latinoamericano (Gonzlez
Echevarra: 1997).
llamadas neovanguardias o, para inaugurar la incipiente moda de los post la cual har
mucha historia en lo que resta del siglo, posvanguardias (). Por lo tanto, bajo la
perspectiva del debate entre Modernidad y Post-Modernidad, las vanguardias histricas se
vieron otra vez sometidas a una recolocacin, no para discutir su importancia ya que se
trata de un acontecimiento crucial en la historiografa de la cultura y el arte del siglo XX
(Hugo Achugar confirma el carcter crucial de las vanguardias histricas al describirlas en
tanto que produccin cultural como un modo de representacin y de transformacin
simblica de la vida social durante las primeras dcadas del siglo XX [1996: 10]), sino
para ser otra vez objeto de un campo de lucha aunque ahora hermenutica por cuanto, dada
la distancia crtica que era posible establecer, las vanguardias histricas cancelan
definitivamente la posibilidad de revitalizar la querella entre antiguos y modernos. El salto
que dieron fue, sin lugar a dudas, hacia adelante y no hacia atrs: un salto alimentado del
vertiginoso y aun as renovable afn por estar siempre en una posicin avant la lettre, una
posicin vida de una temporalidad futurible y, por ello mismo, utpica, un querer estar
siempre en una posicin adelantada que, como actitud, se encontraba ya fuertemente
entramada, como con acierto recuerda Gustavo Lespada,21 en el corazn mismo de la
modernidad occidental, cuya cosmovisin judeo-cristiana conceba el tiempo como una
dimensin lanzada progresivamente hacia adelante, hacia una futuridad promisoria, si no
esperanzada al menos expectante, una temporalidad linealmente teleolgica.
Constatamos, entonces, que la alianza de las vanguardias con la Modernidad es ms
estrecha de lo que muchos crticos estaran dispuestos a admitir. La nocin de futuridad de
las vanguardias histricas (Monteleone 1989: 37-52) no debe ser reducida nicamente a la
versin de la futuridad futurista de Marinetti por ms que el trmino avant-garde diagrame
una doble significacin en la que el acto de avanzar responde por un lado a una posicin
progresista, revolucionaria, liberadora, y por el otro arrastre consigo la rmora ideolgica
de una etimologa demasiado apegada a las estrategias militares. Si el avant se orienta tanto
21
En un estudio indito acerca de la colocacin de Horacio Quiroga entre las filas vanguardistas a partir de la
relacin que se establece entre narracin y procedimientos formales del cine (y no solamente como
tratamiento contenidista), Gustavo Lespada (2007) plantea una nocin de vanguardia prxima a la que
esgrimiera Alfredo Bosi al proponer la de vanguardia enraizada, es decir, una nocin que vuelve a
vincularse con la tradicin. Al respecto escribe: la modernidad es un fenmeno occidental inserto en una
cosmogona propia de la civilizacin judeo-cristiana que depende de una concepcin del tiempo lineal,
sucesivo e irreversible. La modernidad no se da dentro de otras formas de pensamiento como podra ser el
hinduismo o el budismo. Agradecemos al crtico uruguayo que nos haya facilitado su trabajo indito.
la obra de arte tal como haba sido concebida dentro de la sociedad burguesa. Esta es la
hiptesis del crtico alemn Peter Brger en su influyente Teora de la vanguardia
aparecido en 1974, un libro que debe situarse en el marco de una teorizacin del cambio
histrico de la funcin del arte que no haba sido desarrollada ni por Theodor Adorno ni por
Georg Lukcs (Marxismo), aun cuando se ocuparon del fenmeno de las vanguardias
artsticas.
El ncleo de la teora de Peter Brger reside en el hecho de que las vanguardias
histricas buscan volver a insertarse en la praxis vital: de un lado, atacan el status autonmo
de la obra de arte de la sociedad burguesa; del otro, este ataque hace visible que la
autonoma del arte es la condicin de posibilidad para la emergencia de las vanguardias
artsticas. La compleja nocin del arte como institucin ha consistido en que la obra de
arte lleg a ser un fin en s mismo (nocin histrica) y a brindar un placer desinteresado al
receptor (un efecto esttico). Es necesario tener en cuenta, para comprender esta teora, que
el concepto de autonoma del arte no implica en absoluto su desconexin de la sociedad
puesto que la separacin del arte respecto de ella es lisa y llanamente un producto histricosocial. Ahora bien, si el ataque a la categora de obra de arte representa el punto central de
la teora de Brger acerca de las vanguardias histricas, cabra hacer una aclaracin: el
ataque no estuvo dirigido a la categora de obra de arte en s, sino a la categora de obra de
arte orgnica o clsica, tal como hubo de desarrollarse en la historia del arte. Aun a pesar de
la violenta ruptura que las vanguardias histricas haban logrado implementar,22 el ataque a
la autonoma del arte burgus no logr destruir el status de la obra de arte lo cual es una
prueba contundente de su resistencia, adems de la apora en la que, para algunos, haba
incurrido irremediablemente. La conclusin de Brger es que la obra de arte vanguardista, a
la que denomina inorgnica, fracas en su intento por reconciliar el arte a la praxis vital,
es decir, en su afn por lograr la superacin de la institucin-arte. Sin embargo, el sentido
de este fracaso no debera ser entendido en trminos que ignoren el importante rol que las
vanguardias cumplieron en un momento crucial de la historia del arte, un rol en absoluto
superfluo: se trata de una radicalidad tal que impuso un parmetro en el status de la obra de
arte que se volvi fundamental para la ulterior historia del arte. Las dos vanguardias, a las
22
Las tres dimensiones descriptas por Brger son: la obra de arte ya no se presenta como una finalidad en s
misma, su elaboracin ya no responde al individuo o al genio, y la recepcin de la obra es articulada como
una provocacin, como un shock.
que tantos crticos hacen mencin, encarnan la tensin entre vanguardia esttica y
vanguardia poltica, una tensin que reorganiz una nueva praxis vital para el arte diferente
de la ya estatuida segn las normas del esteticismo decimonnico. El tan mencionado
carcter revolucionario de sus proposiciones fue haber puesto en crisis y en entredicho la
obra de arte orgnica o aurtica (en trminos de Peter Brger o Hans Robert Jauss), aun
cuando, como sabemos, haya sobrevivido con tanta resistencia. La ruptura se materializa
as quedando estampada como un sello indeleble incluso en obras posteriores que reniegan
del principio vanguardista, el cual ya no puede ser ignorado. La ruptura no coincide
totalmente con el campo del experimentalismo sino con un conjunto de actitudes y
manifiestos que tienen en comn como gesto una posicin adelantada y, al mismo tiempo,
una posicin intransigente con respecto a la tradicin consagrada por la sociedad burguesa,
desde el momento en que articula el repudio prcticamente de todas las esferas que
constituyen esa tradicin: la religiosa, la cultural, la institucional, la jurdica, la lingstica y
dentro de la esfera esttica los diversos niveles desde los tcnicos, temticos e ideolgicos
hasta los puramente formales. Estas diversas actitudes de rechazo estn dirigidas a la
impugnacin de todo lo existente a travs de la dinmica categora de lo nuevo, cuyo
peligro ms plausible, como advierte Theodor Adorno en su Teora esttica, es concebirla
fuera de la historicidad que necesariamente se infunde y trasfunde al plano de las formas.
Una vez ms constatamos que se trata de la utopa vanguardista que brega por restituir la
no-alienacin ( Marxismo) como una posibilidad reparadora de lo humano. En este
aspecto resulta muy esclarecedor el planteo de Jauss al interpretar la ruptura vanguardista
como el pasaje de la obra aurtica a la obra post-aurtica, percibido como una ganancia
desde el momento en que promova la expansin a otras territorialidades que estaban
tradicionalmente fuera del campo estrictamente artstico. Hay que comprender que una obra
de arte vanguardista ya sea inorgnica (la definicin de Brger, sin dejar de lado los
efectos de shock en la recepcin, apunta a una iconoclasta estructura compositiva que
desplaza la tradicional totalidad hacia la fragmentacin) o ya sea post-aurtica (la
definicin de Jauss hace hincapi en el abandono por parte del receptor de la pasiva
contemplacin en aras de una activa participacin en la obra) se toma a s misma no como
un objeto artificial (fingido) sino como un objeto real (no simulado) que irrumpe con la
fuerza de la experiencia del aqu y ahora, orientada en su singularidad esttica a que el
La frase stream of consciousness fue acuada por el filsofo William James y traducida al mundo
hispnico como fluir (y no corriente) de la conciencia en el sentido de presentar los aspectos psicolgicos
de los personajes en la ficcin literaria. Ahora bien, la significacin tanto de fluir como de conciencia
apunta a la idea de dinamismo en el sentido en que ambos trminos sealan una dimensin no esttica,
siempre mvil, en continuo movimiento.
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Lukcs, Georg.
5
Formalismo ruso / Estructuralismo checo
por Miriam Chiani
hace de una obra dada una obra literaria. Los historiadores de la literatura haban partido
para sus anlisis de un sinfn de aspectos extraliterarios: vida personal, psicologa, poltica,
filosofa, etc.; exista, por lo tanto, un conglomerado de pseudo-disciplinas en lugar de una
ciencia literaria. Si los estudios literarios quieren convertirse en ciencia deben reconocer
como nico personaje al procedimiento; es decir, el aspecto formal (1923). As, pretenden
liberarse de la correlacin fondo/forma que presupone la idea de forma como mera
envoltura, recipiente o vehculo del contenido, ligada a la nocin de poesa como
pensamiento por imgenes, en la que se destaca su capacidad polismica de evocar
mltiples significados, propia de la potica simbolista. En el lenguaje potico, para los
formalistas, la forma se independiza, adquiere valor propio, autnomo, y se caracteriza por
la ndole perceptible o sensible de su construccin, por el volumen de artificios o
procedimientos fnicos, morfolgicos, sintcticos que garantizan su relieve. El aspecto
semntico, devaluado, pasa a ser un material que los formalistas consideran extraliterario
y reducen a una *motivacin o justificacin para la introduccin o exhibicin de
determinados procedimientos. De aqu se deriva la nocin de texto, caracterstica de la
primera etapa formalista, como conjunto o suma de procedimientos. Estas ideas estn
ligadas al concepto de *ostranenie (extraamiento o desfamiliarizacin) desarrollado por
Shklovski en su famoso artculo El arte como artificio. En l, Shklovski sostiene que
nuestra percepcin de la realidad y nuestro lenguaje corriente, por el hbito, se encuentran
automatizados, brindndonos imgenes desledas, elpticas del mundo, que entonces slo
puede ser simplemente reconocido. El lenguaje potico, a travs del oscurecimiento, de la
complejidad de la forma y del consecuente aumento de la duracin e intensidad de la
percepcin, produce un refuerzo de la impresin. De este modo, logra llamar la atencin
sobre s mismo y a la vez procura, no ya un reconocimiento, sino una visin del objeto,
liberndolo del automatismo. El extraamiento implica entonces a la forma y al objeto que,
por el empleo de determinados procedimientos, se nos presenta como nuevo. Para
Shklovski, no son las imgenes las que dan el carcter de tal a la poesa y permiten su
evolucin, sino la introduccin de nuevos mecanismos que estructuran y conforman el
material verbal.
Esta concepcin inicial del lenguaje potico, opuesta expresamente a la del terico
simbolista Potebnia, se vincula a las prcticas vanguardistas del futurismo ruso, cuyos
25
La diferencia entre lenguaje potico y prctico fue introducida por Iakubinski, miembro de la OPOIAZ y
lingista. Segn l, los fenmenos lingsticos se clasifican segn el objetivo por el que el hablante explota el
material verbal. En el lenguaje potico, el objetivo prctico/comunicativo pasa a un segundo plano y las
combinaciones lingsticas adquieren valor por s mismas ( Vanguardias). En el lenguaje prctico como el
objetivo es la comunicacin, las representaciones lingsticas (sonidos, morfemas) son simples vehculos de
informacin. sta es una de las corrientes lingsticas que informan inicialmente la idea formalista de arte
literario como fenmeno verbal; la otra es la lingstica saussuriana que influye ms directamente a partir de
1917 en el Crculo Lingstico de Mosc y particularmente en Jakobson, quien, basndose tambin en la
fenomenologa de Husserl, definir la poesa como un lenguaje inclinado hacia la expresin, en el cual la
funcin comunicativa, que predomina en el lenguaje prctico y en el emotivo, se reduce al mnimo.
26
La zh en este sistema de traduccin del ruso se pronuncia como la J en el nombre Jessica. Su origen est en
la palabra francesa: sujet (en sentido de disposicin temtica).
Como ejemplos de respuestas a estas crticas pueden citarse 5=100: La revolucin y la filologa (Volek
1992: 41) y En torno a la cuestin de los formalistas (Volek 1992: 47), ambos de B. Eichenbaum; y El
llamado mtodo formal (Volek 1992: 43-45) de O. Brik. Las crticas ms serias e importantes realizadas al
formalismo ruso fueron realizadas por Len Trotski (La escuela formal de la poesa y el marxismo, en
Literatura y revolucin, de 1923 [ Marxismo]) y , ms adelante, por Pavel Medvediev (El mtodo formal
en los estudios literarios, de 1928).
28
Despus de la primera etapa, cuyos trabajos ms representativos son: El arte como artificio de
Shklovski (1916), Sobre la moderna poesa rusa de Jakobson (1919), Sobre los sonidos del lenguaje en
verso (1916) de Iakubinski; en el segundo perodo contina la investigacin sobre aspectos ms especficos
del lenguaje potico y sobre narratologa y la motivacin artstica en general. Estudios representativos:
Sobre la teora de la prosa de Shklovski (1925) y Teora de la literatura de Tomashevski (1925). El
estudio del lenguaje potico se orienta ahora hacia caracterizaciones ms precisas del discurso en verso,
dejndose de lado la oposicin lenguaje potico/lenguaje prctico. Estudios representativos: La oda como
gnero oratorio (1922), El problema de la lengua potica (1923) de Tynianov, Ritmo y sintaxis (19201927) de Osip Brik, Sobre el verso checo (1923) de Jakobson, El hecho literario (1924) de Tynianov. En
la tercera etapa aparecen trabajos ms orientados hacia una especie de sociologa interna de la literatura: se
considera el impacto de las editoriales, peridicos y revistas, incluso de las condiciones econmicas en la
produccin literaria, y se establece una dialctica entre literatura y ambiente social a travs de la correlacin
dinmica del hecho literario con las series histricas. A esta etapa corresponden tambin las bsquedas de los
arquetipos subyacentes a las formas actuales del cuento de hadas y el cuento corto. Estudios representativos:
El ambiente social de la literatura (1927) de Eichenbaum, Sobre la evolucin literaria (1927) de
Tynianov, Los problemas del estudio de la literatura y de la lengua (1928) de Jakobson y Tynianov,
Morfologa del cuento (1928) de Vladimir Propp.
El trmino estructuralismo, segn diversos autores, aparece por primera vez en la ponencia de Jakobson
al Primer Congreso de Eslavistas de Praga en 1929. Jakobson fue figura central, adems, en el proceso de
transmisin de ideas formalistas y de desarrollo del estructuralismo: en los aos veinte difundi el formalismo
ruso en Praga, contribuyendo en principio al despliegue del estructuralismo checo y, durante la guerra, emigra
con l la lingstica praguense hacia el incipiente estructuralismo francs.
morfogentica.
Ambos
aspectos,
el
holstico
el
Para Fredric Jameson, Tynianov mantiene el modelo bsico de cambio de Saussure, desestimando as la
importancia efectiva de una impronta del pensamiento marxista (Jameson 1972: 100-102). Peter Steiner
seala, junto a la decisiva influencia de Saussure, tambin la de uno de los principales psiclogos de la
*Gestalt, Kart Koffka, quien desarrolla la idea de conceptos funcionales, utilizados para poner en relacin la
experiencia con otros objetos (otras experiencias u otros estmulos), idea difundida en Rusia durante la
primera dcada del siglo XX, y de Cassirer, conocido tambin por los formalistas. El punto de contacto ms
importante, segn Steiner, entre Cassirer y Tynianov es el uso que ambos hacen de la funcin matemtica
como modelo para la formacin de conceptos en general. La aproximacin a la literatura como un fenmeno
histrico y una jerarqua dinmica, llevada a cabo por Tynianov, ms que un intento de acercamiento al
marxismo, es vista por Steiner como una consecuencia de la fuerza de la tradicin hegeliana en la vida
intelectual rusa. George Steiner, aunque en forma ms general y menos directa no se refiere especficamente
a Tynianov sino al formalismo en conjunto y a sus vnculos posteriores con el estructuralismo checo, vnculos
logrados sin embargo a travs precisamente de las formulaciones de Jakobson y Tynianov, reconoce en el
surgimiento de la colaboracin entre lingstica y potica, producida por el formalismo, la manifestacin de
una revolucin lingstica no limitada a Saussurre, una constelacin ms amplia, cercana a la propuesta por
Peter Steiner, en la que confluyeron diversas corrientes: el desarrollo de la lgica simblica moderna, llevada
a cabo por Hilbert, Frege y el joven Russell; los estudios de Cassirer sobre la naturaleza esencialmente
simblica de la expresin humana, vinculados con la lgica simblica y matemtica; el movimiento
psicoanaltico; la filosofa de Wittgenstein, en tanto terapia del lenguaje, etc. Victor Erlich, en su estudio
pionero sobre el formalismo, admite la importancia de las crticas marxistas para una reelaboracin de las
primeras tesis formalistas. En este sentido, Amcola, sin dejar de reconocer la presencia de Saussurre en el uso
de los conceptos de sistema y funcin, advierte con precisin que ya a partir de 1922, en el artculo La oda
como gnero oratorio, con la incipiente conexin que all se establece entre literatura y otros sectores
sociales, Tynianov comienza a reducir la distancia que lo separa de las posturas dialcticas del marxismo, al
mismo tiempo que se aleja de la visin sostenida por Shklovski y Eichenbaum (Amcola 1997: 106), para
terminar afirmando que en los trabajos posteriores Tynianov concibe la obra en trminos explcitamente
dialcticos.
31
El concepto de dominante, uno de los ms productivos del formalismo ruso, proviene de la filosofa del
arte del alemn Broder Christiansen. Fue usado tambin, con distintos matices, por Eichenbaum y Jakobson.
En lneas generales, adems de establecer un sistema de jerarquizacin entre los elementos, asegura la unidad
elementos subordinados. Las *funciones, y por tanto la jerarqua del sistema, se modifican a
travs de una determinada orientacin o posicionamiento,32 segn la correlacin variable
desde una perspectiva histrico/evolutiva de la obra con otros campos, marcos, series o
sistemas.33 Desde el comienzo, Tynianov piensa la literatura en general en trminos de
lucha y de cambio, trminos presentes ya en su trabajo de 1921 Dostoievski y Gogol. Para
una teora de la parodia. De modo tal que parece ser la perspectiva histrica, el cambio
literario, lo que precede y fundamenta la posterior y progresiva perspectiva relacional.
Es en El hecho literario, de 1927, donde Tynianov se pregunta cmo la teora
literaria puede definir qu es la literatura si las definiciones no pueden constituir, en el
mbito de la literatura, un fundamento slido pues estn sometidas al cambio, son una
consecuencia constantemente modificada por el hecho literario en evolucin.
Desestabilizando las pretensiones iniciales del formalismo de definir la literatura por sus
rasgos fundamentales, Tynianov insiste en que el hecho literario vivo (obras, gneros,
corrientes literarias) barre con todos las definiciones estticas, firmes, pues su nico
principio es el principio propio de la evolucin: la pugna y la sustitucin. Lo que hoy es
percibido como un hecho literario puede no haberlo sido y viceversa:
Las revistas, las miscelneas literarias existan aun antes de nuestra poca, pero slo en nuestro
tiempo se llegaron a considerar como una obra literaria peculiar, como un hecho literario. El
lenguaje transracional (zaum) exista siempre, sea en el lenguaje de los nios o de los sectarios, pero
slo en nuestra poca se convirti en un hecho literario. (Volek 1992: 208)
de la obra y su perceptibilidad, es decir que sea reconocida como tal. Es ndice de literariedad, sometida a la
evolucin y cambio. La dominante es una categora que permite a los formalistas caracterizar, adems de la
obra , el conjunto de obras de un autor, gneros y movimientos literarios.
32
La orientacin o posicionamiento afecta a la dominante y, a travs de ella, permite una mediacin entre
obra /sistema literario y series vecinas (lingstica/mbitos discursivos extra-literarios).
33
Esta idea de obra literaria se enfrenta a la desarrollada por Shklovski como conjunto o suma de
procedimientos de igual valor, esto es, sin jerarqua, esttico, y sin conexiones contextuales. Si se consideran
las categoras de sistema y funcin podra pensarse que Tynianov se acerca a Propp, sin embargo, si para los
morfolgicos funcin denotaba el papel que desempea un elemento respecto del todo y ese todo es un
sistema en tanto que interrelacin de elementos funcionales que se mantienen unidos; para el neoformalismo,
la funcin es la relacin de las variables interdependientes y el sistema un conjunto jerrquico de variables
interdependientes (en Peter Steiner 1984: 102). Otro aspecto importante que distingue a Tynianov tanto de
Shklovski como de Propp es la reinsercin del aspecto semntico: ste no forma parte de un material extraliterario, mera motivacin del procedimiento; ni es variable desestimada en el establecimiento de las unidades
formales de la composicin. Tynianov va a afirmar que material no es en absoluto lo opuesto a forma;
tambin es formal porque no hay material que sea externo a la construccin, para pasar a identificar la idea de
forma con la de conjunto dinmico, en el que el aspecto semntico, el fnico y el morfolgico, mantienen
diversas relaciones de interaccin.y de fuerza, segn los casos.
Desde este marco propone la idea de literatura como construccin verbal dinmica,
cuya especificidad consiste en la aplicacin del factor constructivo/dominante al material,
en la configuracin/deformacin del material, que resulta por lo tanto un elemento de la
forma subordinado a los elementos constructivos puestos de relieve a sus expensas. Si la
relacin entre factor constructivo y material es constante, lo que impulsa la dinmica
evolutiva es una utilizacin diferente de la relacin entre ambos, un *principio constructivo
diferente:
Toda la esencia de una forma nueva consiste en un nuevo principio de construccin, en una nueva
utilizacin de la relacin entre factor constructivo y los factores subordinados, es decir, el material.
(Volek 1992: 213)
En la dinmica evolutiva, Tynianov seala cuatro etapas para destacar que la pugna
y la sustitucin, su ley, constituyen un proceso dialctico complejo: frente a un principio
constructivo automatizado se va perfilando uno contrario; este nuevo principio busca su
aplicacin ms fcil; luego se extiende a la mayor parte de los fenmenos concurrentes para
finalmente a su vez automatizarse y provocar la aparicin de principios contrarios.34 Y este
proceso dialctico de la dinmica evolutiva se enmarca en las complejas relaciones que
Tynianov comienza a establecer entre literatura y *byt, esfera donde el arte encuentra
fenmenos inhabituales para nuevos principios constructivos, o donde los principios
constructivos, franqueando los lmites del arte, se extienden para afectar de distinta manera
fenmenos no literarios o transformarse en ellos. Un ejemplo claro para ambos
movimientos, del byt a la literatura, de la literatura al byt, es el desarrollo por el cual la oda,
el gnero hegemnico en el siglo XVIII, empieza a decaer y a agotarse, paralelamente al
creciente inters por la prosa y por los gneros ms jvenes. Mientras la oda empieza a caer
en la esfera de los versos de ocasin, versos ofrecidos por los solicitantes en una ocasin
cualquiera, y se circunscribe al ambiente social, el romance y la cancin adquieren una
destacada importancia en contraposicin a la palabra oratoria, principio fundamental, antes,
34
Aqu Tynianov se refiere al modo en que las formas pequeas, al automatizarse, subrayan la importancia de
las grandes y viceversa. Siempre a travs de resultados casuales, deslices, en relacin con ciertas normativas,
van perfilndose potenciales principios constructivos: Por ejemplo, bajo el imperio de la forma pequea (en
la lrica, el soneto, los cuartetos, etc.), ser un resultado casual una reunin cualquiera de sonetos, cuartetos,
etc. en una coleccin. Pero cuando la forma pequea se automatiza, este resultado casual se consolida y la
coleccin en cuanto tal se considera como construccin, es decir, aparece la forma grande. (Volek 1992:
215).
orientado
al
estatismo
al
ahistoricismo
Postestructuralismo),
es
fundamentalmente dinmico, ya que enfatiza y vuelve ms concretos los lazos entre los
estudios diacrnicos y los estudios sincrnicos ya establecidos en las Tesis de Jakobson y
Tynianov: ms bien, prioriza los estudios diacrnicos como va de profundizacin de la
nocin de estructura desde una perspectiva semiolgica, donde los factores histricosociales de la produccin del arte son hechos empricos ms que categoras abstractas.35
Frente al estatismo sincronista de la estructura como sistema autnomo, Mukaovsk liga
el estructuralismo al pensamiento histrico al hacer ver cmo la obra o signo no tiene
entidad aislable o individualizable, sino que vive en y desde un sistema de relaciones que
incluye las normas del lector y los valores histrico sociales como elementos de la propia
estructura de significacin (Pozuelo Yvancos 1988 112). La perspectiva semiolgica
permitir introducir la consideracin de los sujetos en la reflexin sobre el hecho artstico,
el que, concebido como signo un mensaje en un modo especfico de comunicacin, en el
que todos los constituyentes, tambin los tradicionalmente llamados formales, son
vehculos de significado, y cuya referencia es el contexto total de los llamados fenmenos
sociales, funciona como un intermediario entre dos partes: supone un dilogo entre autor y
receptor ( Recepcin). El arte se produce, cualquiera sea la poca, para el receptor, que
existe en la imaginacin del autor influyendo de uno u otro modo en el proceso de creacin
artstica. Cuando el artista crea su obra juzgando el efecto que sta tendr sobre el receptor,
cuando concibe la obra como signo, el autor adopta la postura del receptor. Por otra parte,
para insistir en la idea de que la obra no es una expresin directa, espontnea y autntica de
subjetividad, de disposiciones psquicas particulares del autor, Mukaovsk suma al
horizonte del dilogo otra serie de factores que median en la produccin de los signos y de
la personalidad artstica que en ellos se forja: la tradicin artstica ciertos estados del arte
35
Sin una orientacin semitica, el terico del arte se inclinar siempre a considerar la obra, o bien como una
construccin puramente formal, o como un reflejo directo de la disposicin psquica, e incluso fisiolgica, de
su autor respecto a la realidad distintiva expresada en ella, o respecto a la situacin ideolgica, econmica,
social o cultural de un medio dado... Slo el punto de vista semitico permitir reconocer la existencia
autnoma y el dinamismo esencial de la estructura artstica y entender su desarrollo como un movimiento que
es inmanente, aunque en una constante relacin dialctica con el desarrollo de otros mbitos de la cultura.
(Mukaovsk 1973: 37). Oponindose a las concepciones formalista, expresiva, mimtica, y abandonando la
concepcin metafsica y substancialista de lo bello, Mukaovsk desarrollar una esttica, concebida como
parte de la ciencia general de los signos, para destacar la idea de obra como sistema semitico con ciertas
propiedades autnomas pero sin desatender sus relaciones con el lenguaje en general, otros sistemas culturales
y sociales. En lo que respecta a las consideraciones sobre la especificidad de la comunicacin literaria se han
querido ver huellas de la exploracin y desarrollo crtico de tres caminos: el lingstico (Saussure, Bhler y su
sistema funcional del lenguaje), el sociolgico y el fenomenolgico.
Segn Mukaovsk, las normas se basan en una antinomia dialctica: la tendencia a una validez
incondicional y su carcter real, limitado y variable, dado por la posibilidad de su violacin. Se diferencian
segn tiendan a un polo u otro: las jurdicas, por ejemplo, tienden a la validez incondicional; las estticas, por
el contrario, se caracterizan por su violacin permanente. Los valores estn estabilizados por las normas y
ambos son hechos de la conciencia colectiva. Si las normas definen el contenido de la conciencia esttica
colectiva y los posibles literarios, se supone que el valor de un texto cambia cuando cambian las normas que
son aceptadas como pautas de valoracin, segn el predominio de normas ideolgicas o estticas y segn el
cambio de las normas estticas.
Bibliografa citada:
Altamirano, Carlos y Beatriz Sarlo
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Amcola, Jos
(1997) De la forma a la informacin. Bajtn y Lotman en el debate con el formalismo ruso,
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Jem Cabanes).
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ruso, Barcelona, Ariel, 1980. (Trad. cast. de Carlos Manzano).
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1970. (Trad. al francs de Marguerite Derrida para el primer texto y de Tzvetan Todorov
para el segundo). [Edicin cast.: Morfologa del cuento, Buenos Aires, Juan Goyanarte,
1972. (Trad. cast. de la versin francesa por Berta de Tabbush)].
37
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(1971) Extraterritorial. Ensayos sobre literatura y la revolucin del lenguaje, Buenos
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(1984) El formalismo ruso. Una metapotica, Madrid, Akal, 2001. (Trad. cast. de Vicente
Carmona Gonzlez).
Volek, Emil
(1992) Antologa del formalismo ruso y el grupo Bajtn, Madrid, Fundamentos.
Para seguir leyendo:
Doleel, Lubomr
(1990) Historia breve de la potica. Madrid, Sntesis, 1997. (Trad. cast. de Luis Alburquerque).
Erlich, Victor
(1974) El formalismo ruso. Historia, doctrina, Barcelona, Seix Barral.
Freire, Silka
(2007) Teoras literarias del siglo XX: Saberes opuestos, saberes desordenados,
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(1971) Reading in Russian Poetics: Formalists and Structuralists Views, Cambridge
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(1987) Teora de la literatura de los formalistas rusos, Mxico, Siglo XXI. (Trad. cast. de
Ana Mara Nethol).
Volek, Emil
(1986) Metaestructuralismo, Madrid, Fundamentos.
(1995) Antologa del formalismo ruso. Semitica del discurso y posformalismmo
bajtiniano, Madrid, Fundamentos.
VV.AA.
(1968) Problemas del estructuralismo, Mxico, Siglo XXI.
(1969) Claves del estructuralismo, Buenos Aires, Caldn.
(1969) Estructuralismo, Buenos Aires, Nueva Visin.
(1974) Anlisis estructural del relato, Buenos Aires, Tiempo Contemporneo.
6
Marxismo
por Jos Luis de Diego
Karl Marx y Friedrich Engels nunca escribieron un libro o una teora ms o menos
sistemtica sobre arte o literatura. En la dcada del 30, en la Unin Sovitica, Mijail
Lifschitz encar la ardua tarea de seleccionar, del conjunto de su vasta obra, una serie de
fragmentos que se relacionaran ms o menos directamente con el tema que nos ocupa; de
modo que es necesario leer esos fragmentos en el contexto de la produccin sobre
economa, sociedad y poltica. La mayora de las antologas sobre arte y literatura que se
publicaron en diferentes lenguas toman como base el pionero trabajo de Lifschitz. Autores
posteriores identificados con el marxismo, como Georg Lukcs, procuraron establecer una
teora a partir de ese conjunto heterogneo de textos. Aqu, researemos los tpicos
centrales de la obra de Marx y Engels sobre arte y literatura y mencionaremos algunas de
sus principales derivaciones.
En toda sociedad existen tres niveles, tres pisos del edificio social (Lefebvre
1968: 22): a) la base: la divisin y la organizacin del trabajo, el modo y las tcnicas de
produccin; b) la estructura social: las relaciones sociales de produccin, la lucha de clases;
c) la superestructura: ideologas e instituciones, ciencia, arte, pensamiento, religiones. Si no
han existido demasiadas objeciones a la estructuracin de estos tres pisos, las relaciones
que se establecen, o pueden establecerse, entre ellos han suscitado numerosas controversias.
La versin ms difundida postula una relacin de determinacin (Bestimmung). Si
afirmamos que X determina a Y, queremos decir que X puede operar o bien en un sentido
fuerte como causa de Y, o bien en un sentido ms amplio como condicionante o fijacin
de lmites a Y; de modo que modificaciones producidas en X determinarn modificaciones
en Y. Muchas veces se ha ledo de esta manera, por ejemplo, el sentido del coordinante y
en los sintagmas historia y literatura o poltica y literatura. As, en el esquema referido,
la base resulta determinante y las superestructuras determinadas. En el Prlogo a la
La difusin de esta tesis de un modo dogmtico, rgido y acrtico deriv en las acusaciones
de determinismo, economicismo, o de esquema mecanicista que a menudo ha
recibido el marxismo. Pero la crtica a la rigidez de la tesis no ha provenido slo de sus
enemigos, sino tambin de algunos marxistas que se han esforzado en demostrar que esta
lectura de Marx es una deformacin producida por el marxismo vulgar (Snchez Vzquez
1970: 17 y ss.). Para esta defensa han acudido a otros textos. En efecto, por un lado, en La
ideologa alemana,39 Marx y Engels sostienen que estos tres momentos, la fuerza
productora, el estado social y la conciencia, pueden y deben [por efecto de la divisin del
trabajo] entrar en contradiccin entre s (49-50). Por otro, Marx, en la Contribucin...,
postula la tesis del desarrollo desigual del arte y la produccin material, segn la cual
ciertas pocas de florecimiento artstico no estn en modo alguno en relacin con el
desarrollo general de la sociedad, ni, por consiguiente, con el de su base material [...]. Por
ejemplo, los griegos comparados con los modernos o inclusive Shakespeare (74). Por
ltimo, en el epistolario de Engels ya maduro puede advertirse una toma de distancia e
incluso un mea culpa respecto de quienes leyeron en la base material una causa de todos
los hechos de la vida social: Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor econmico es el
nico determinante, convertir aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. [...] El
que los discpulos hagan a veces ms hincapi del debido en el aspecto econmico es cosa
de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo (59 y 62). Una obra fundamental
como el Quijote puede servirnos para ilustrar la tesis y sus limitaciones. Por un lado, con
relacin a la base, se trata de una obra de transicin entre el modo de produccin feudal y el
modo de produccin capitalista; en segundo lugar, escenifica nuevas relaciones sociales
determinadas por esa transicin (un caballero andante desquiciado se enfrenta a un mundo
38
Las citas de Marx y Engels fueron tomadas de la versin espaola de 1972 preparada por Valeriano Bozal
que consta en la bibliografa. En cada caso se seala entre parntesis el nmero de pgina.
39
La ideologa alemana fue escrita por Marx y Engeles entre 1845 y 1846. Su publicacin definitiva es de
1932.
grado de autonoma respecto de la base: as justifica Marx, por ejemplo, que un pueblo
poco desarrollado en su base material, como la Grecia antigua, produjera monumentos
artsticos de extraordinaria calidad.
Uno de los modos ms recurridos para dar cuenta de la relacin basesuperestructura es la metfora del espejo: las manifestaciones superestructurales
(institucionales, jurdicas, y aun artsticas) reflejan las condiciones del desarrollo material.
Tributaria de una extensa tradicin que se funda en la mimesis aristotlica y en la imitatio
latina, pas a formar parte de los ms reiterados lugares comunes: la literatura es un espejo
de la realidad. Pero para explicitar de qu tipo de reflejo se trata, es necesario detenerse un
momento en el concepto de ideologa. En La ideologa alemana, Marx y Engels se valen de
la conocida metfora de la cmara oscura: Y si en toda la ideologa los hombres y sus
relaciones aparecen invertidos como en una cmara oscura, este fenmeno responde a su
proceso histrico de vida, como la inversin de los objetos al proyectarse sobre la retina
responde a su proceso de vida directamente fsico (46). Y Engels, en carta a Conrad
Schmidt, ratifica, aos despus, la idea de inversin:
El reflejo de las condiciones econmicas en forma de principios jurdicos es tambin forzosamente
un reflejo invertido: se opera sin que los sujetos agentes tengan conciencia de ello [...]. Para m es
evidente que esta inversin, que mientras no se la reconoce constituye lo que llamamos concepcin
ideolgica, repercute a su vez sobre la base econmica y puede, dentro de ciertos lmites,
modificarla. (56; la cursiva en el original)
Una de las refutaciones ms tempranas de la teora del reflejo pertenece a Pavel Medvedev. En 1928, en un
texto que suele atribuirse a Mijail Bajtin ( Gneros discursivos), se reemplaza el concepto de reflejo por
el de refraccin (prelomlenie): La ideologa tendra, sin embargo, la particularidad de presentar no un
detiene en las apariencias y capta la esencia de las contradicciones del mundo real el gran
arte, y aquel que queda atrapado en la superficie y no logra superar las limitaciones de su
posicin de clase y no es arte, entonces, sino ideologa. Pero, con qu obras y autores se
puede identificar al gran arte? La respuesta a esta pregunta suscit, en el campo del
marxismo, no pocas controversias.
Seguramente, el hngaro Georg Lukcs ha sido el terico marxista que mayor
influencia ejerci en el campo de la literatura. En oportunidad de editarse en hngaro los
escritos estticos de Marx y Engels, Lukcs escribi una Introduccin en la que ms que
resear interpreta y ampla el legado de sus maestros. La creacin artstica es un tipo
especial de reflejo del mundo externo en la conciencia humana, y agrega: La meta de casi
todos los grandes escritores era la reproduccin potica de la realidad; para todo gran
escritor el verdadero criterio de la grandeza literaria era siempre la fidelidad frente a la
realidad, el apasionado anhelo de una reproduccin completa y real de la realidad
(Shakespeare, Goethe, Balzac, Tolstoi) (1945: 217). Dos conceptos resultan centrales en
su esttica. Uno es el de totalidad, de cuo hegeliano: por un lado, el arte no puede ser
explicado segn sus relaciones inmanentes, ya que forma parte del conjunto histrico,
de la totalidad de la evolucin histrica; por otro, la aspiracin de la literatura es la de
reproducir la totalidad (reproduccin completa y real). Otro es el de tipicidad, que
encuentra su fundamento en las reflexiones de Engels en carta a Margaret Harkness: El
realismo, a mi juicio, supone, adems de la exactitud de los detalles, la representacin
exacta de los caracteres tpicos en circunstancias tpicas (165). As define Lukcs el
concepto de tipo:
[...] el tipo no es el tipo abstracto de la tragedia clsica, no es el personaje de la generacin
idealizante de Schiller, pero menos an es aquello a lo que redujeron la Literatura y la Teora de la
Literatura de Zola y posteriores: el hombre medio. El tipo se caracteriza por el hecho de que en l
concurren todos los rasgos predominantes de aquella unidad dinmica en la cual la autntica
Literatura refleja la vida, de que estas contradicciones, las ms importantes contradicciones sociales,
morales y espirituales de una poca se conjugan en una unidad vital. (1945: 220-221)
directo reflejo de la realidad, sino que ella lo hara en una lnea doble, quebrada, para constituir lo que sera un
signo de segundo grado (Amcola 1997: 149). Ms cercano en el tiempo, el ingls Raymond Williams
sugiere un desplazamiento del reflejo a la mediacin; las mediaciones, instituciones y formaciones,
permitiran replantear la teora de la determinacin (1977: 115-120) ( Campo literario). Para una
actualizacin de los debates sobre ideologa, vase Eagleton (1995).
El gran arte, por lo tanto, es aquel que refleja la totalidad del mundo social, a travs de la
representacin de caracteres y situaciones tpicas; y la conclusin parece evidente: el gran
arte es realista o, en su versin normativa, el gran arte debe ser realista ( Realismos). En
este punto, es necesario contextualizar la posicin de Lukcs y los debates que la anteceden
y suceden.
La Revolucin Rusa, es sabido, marc una inflexin muy profunda en el
pensamiento marxista; y entre los problemas que el nuevo rgimen deba encarar figur la
actividad artstica. Durante los primeros aos, se produjo una fecunda convivencia de
romanticismo revolucionario, escritores vanguardistas en especial, los futuristas (
Vanguardias), crticos formalistas ( Formalismo ruso) y movimientos, como el
Proletkult, que propiciaban un arte proletario. Sin embargo, la dirigencia revolucionaria,
en especial Lenin, fue fuertemente reactiva frente a las novedades de la vanguardia y
termin imponiendo criterios conservadores. Pero, cmo imponer un modelo esttico
identificado precisamente con el rgimen derrocado, el orden burgus? Resulta
sintomtico que, en el mismo ao, 1908, en el octogsimo aniversario de su nacimiento,
Lenin y Trotski publicaran sendos artculos dedicados a Tolstoi (Lenin 1937: 56-63;
Trotski 1923: 275-290). La estrategia de ambos fue la de una apropiacin crtica: atacan su
misticismo y su ingenua reivindicacin del muzhik (campesino ruso), y se apropian de su
simpata por los humildes y su cndido entusiasmo revolucionario. Esta operacin recuerda
los elogios de Marx a Goethe y los de Engels a Balzac, y antecede a las estrategias tericas
de Lukcs. Trotski, por su parte, publica en 1923 una serie de artculos con el ttulo
Literatura y revolucin, y es posible advertir all una mirada ms abierta y comprensiva
hacia los nuevos fenmenos, en especial el futurismo y la escuela crtica formalista,
liderada por Shklovski. Con la muerte de Lenin en 1924, la consolidacin de Stalin como
Secretario General del PCUS y la expulsin de Trotski hacia su primer exilio en 1927, se
instala un Estado policial que comienza a perseguir y expulsar a artistas e intelectuales:
cualquier
atisbo
de
vanguardia
ser
considerado
decadente
y,
por
ende,
El realismo socialista, mtodo de la literatura y crtica literaria soviticas, demanda del verdadero
artista la representacin histricamente concreta de la realidad en su desarrollo revolucionario. Al
mismo tiempo, la verdad y la concrecin histrica de la representacin artstica de la realidad tiene
que combinarse con el objetivo de remodelamiento ideolgico y de educacin de la clase trabajadora
en el espritu del socialismo. (Citado por Fokkema e Ibsch 1977: 121) 41
Resulta comprensible, como se ve, que tanto la cerrazn doctrinaria del rgimen como su
brutal aplicacin motivaran la reaccin de numerosos artistas y escritores, en especial en
Occidente. As, la tozuda defensa de Lukcs del realismo y su incomprensin de los
movimientos de vanguardia terminaron por colocarlo, en los argumentos de quienes lo
atacaban y con cierta injusticia, en el lugar del abogado de la ortodoxia marxista y de la
esttica oficial sovitica. El arte no es un espejo para reflejar el mundo, sino un martillo
con el que golpearlo: la frase, del poeta ruso Vladimir Maiakovski, puede leerse como un
emblema de los artistas marxistas y aun comunistas que desafiaron el canon oficial
sovitico.42 De aquellos intensos debates, se destacan los que Lukcs sostuvo con el
dramaturgo alemn Bertolt Brecht y con el filsofo Theodor Adorno. Para referirnos
brevemente a estos debates, es menester volver por un momento a la teora marxista.
Segn Marx, la divisin del trabajo produjo que algunos obreros se dedicaran slo a
la produccin manual. En el proceso que va de la cooperacin a la manufactura, y de la
manufactura a la gran industria capitalista, esa divisin se agudiza. El capital ejerce una
dominacin material sobre el trabajo, y el obrero se ve obligado a vender su fuerza de
trabajo a cambio de un salario; su propio trabajo se transforma en un valor de cambio y
aborta cualquier forma de creatividad e independencia: se aliena: ... el trabajo pierde todo
carcter de especificidad y de arte. El trabajo se hace, pues, cada vez ms abstracto e
indiferente y la actividad del obrero cada vez ms mecnica y, por tanto, indiferente a su
propia forma (79). El concepto de alienacin alcanza no slo a los trabajadores asalariados
sino tambin a los objetos que producen: [El trabajador] se comporta frente a las
condiciones producidas por l mismo como frente a una riqueza ajena y causante de su
41
Quien orient las polticas culturales del stalinismo fue Andrei Zhdanov, y la cita forma parte de su
discurso en el I Congreso. Suele utilizarse el trmino zhdanovismo para referirse, en literatura, a la versin
ms dura del realismo socialista o para aludir a un rgimen intolerante en el terreno del arte.
42
Otra refutacin o correccin irnica de la teora del reflejo pertenece al escritor gallego Ramn del Valle
Incln. En su novela Luces de bohemia (1924), un personaje afirma: Los hroes clsicos se han ido a pasear
al callejn del Gato. En dicho callejn, que an existe en Madrid, haba unos espejos, cuya superficie estaba
levemente deformada, que evocan los que algunos de nosotros conocimos en los parques de diversiones a los
que concurramos en nuestra infancia.
pobreza (101). Existen, entonces, dos tipos de trabajo: el productivo es el que se cambia
por capital; el improductivo es el que se cambia por una renta. En los textos de Marx, los
escritores y artistas son trabajadores improductivos (El fabricante de pianos reproduce
capital; el pianista no hace ms que cambiar su trabajo por una renta [79]), y los editores y
directores de peridicos y revistas cumplen la funcin de agentes capitalistas; esto es, el
escritor slo es un obrero productivo cuando enriquece a su editor y se transforma en
asalariado de un capitalista. Como se ve, en estos textos el inters de las reflexiones se
desplaza de las determinaciones de la obra de arte hacia los productores de arte. Es
precisamente desde este lugar que Brecht discute con Lukcs. La polmica se inicia en
1932 y se condensa entre 1936 y 1939 en la revista Das Wort, que se publicaba en Mosc
en lengua alemana. En Brecht (1971), los conceptos centrales son trabajo y produccin; en
este sentido, no reniega del trmino realismo, pero s de la teora del reflejo. Mediante la
utilizacin de categoras hasta entonces extraas al lenguaje esttico, como modo de
produccin o fetichizacin y atento a las novedades de las vanguardias, Brecht postula
un arte que procure desalienar y, por tanto, que trabaje en contra de la tradicin heredada.
Es absurdo escribir como lo haca Balzac en el siglo XIX porque el mundo ha cambiado
definitivamente y es menester explorar nuevas tcnicas, ya que resulta imposible considerar
la obra de arte fuera de sus condiciones de produccin y difusin, es decir, una vez
transformada en mercanca.43 De modo que es necesario abandonar el criterio esttico por
el criterio de utilidad; no perseguir lo bello, sino lo efectivamente transformador y
revolucionario. La posicin de Brecht instaur una anttesis entre realismo crtico y
realismo socialista que dividi las aguas de la produccin terica del marxismo sobre
arte. En 1958, Lukcs, en Significado actual del realismo crtico, plantea una posible
conciliacin de la anttesis: el realismo socialista se propone la construccin y
consolidacin del rgimen socialista; el realismo crtico es una herramienta de lucha contra
el sistema capitalista.44 Fue precisamente ese trabajo el que motiv la reaccin de Adorno.
Como Brecht, Adorno pensaba que la obra de arte, durante el capitalismo tardo, se haba
43
Amigo y camarada de Brecht, Walter Benjamin teoriz sobre la importancia de la reproductibilidad tcnica
en los modos de pensar las nuevas manifestaciones artsticas, en especial la fotografa y el cine (1936) (
Literatura y cine).
44
La conciliacin puede leerse en el marco del deshielo producido en el II Congreso de Escritores
Soviticos, en 1954.
transformado en una mercanca como cualquier otra. La industria cultural neutraliza todo
gesto desestabilizador e inquietante y termina por absorber acrticamente las obras de arte,
aun aquellas explcitamente contrarias al sistema. El arte es social no porque transmita
contenidos socialmente progresistas, sino sobre todo por su oposicin a la sociedad,
oposicin que adquiere slo cuando se hace autnomo (Adorno 1970: 296). Estas
consideraciones lo llevan a valorar las producciones artsticas de un modo opuesto a los
juicios de Lukcs. En el arte de las vanguardias, Lukcs slo vea decadencia e
irracionalismo;45 Adorno rescata el gesto rupturista de quienes no aceptan ser digeridos por
la industria cultural: la negatividad se transforma en su valor distintivo. As, mientras
Lukcs destaca la obra de Thomas Mann como heredero de un humanismo social con races
en el siglo XIX, Adorno exalta la figura de Franz Kafka: En su lenguaje se concreta la
afirmacin de que la forma es el lugar del contenido social de las obras de arte (302).
En la dcada de los noventa, el auge de las llamadas estticas *posmodernas (
Postestructuralismo) y su exaltacin de la diferencia, del fragmentarismo, de la
indecibilidad, de los flujos y los puntos de fuga, pusieron en tela de juicio los grandes
relatos omnicomprensivos, como el marxismo y el estructuralismo, dominantes hasta
entrados los aos setenta. Si este proceso se contextualiza, puede leerse como el resultado
de la crisis y derrumbe de los regmenes del socialismo real y del auge de las polticas
neoliberales. En cualquier caso, parece evidente el declive de las teoras marxistas clsicas
sobre el arte y la literatura; prueba de ello es la amplia difusin y vigencia de autores
como Antonio Gramsci, Walter Benjamin y el culturalismo ingls que, aunque
formados en esa tradicin, presentan versiones ms o menos heterodoxas del legado
cannico.
***
No resulta sencillo ordenar el corpus marxista en Argentina; sin embargo, se podran
postular tres momentos diferenciados. El primero de ellos va hasta 1955, con la cada del
primer peronismo; durante este perodo, ejercen una influencia casi hegemnica los
45
Muchas veces, autores marxistas, incluso Lukcs, para justificar la defensa del realismo decimonnico citan
las preferencias literarias de Marx y Engels. Argumento verdaderamente pobre: no hay que olvidar que Marx
y Engels admiraban a Balzac, por ejemplo, que era coetneo; Lukcs rescata a Balzac medio siglo despus,
cuando ya las vanguardias haban socavado el canon realista.
izquierda como del peronismo se radicalizan y optan por la lucha armada como estrategia
para la toma del poder. El campo cultural es particularmente sensible a estos procesos y el
imperio de la poltica termina por abolir los atisbos de autonoma de la actividad artstica y
literaria: estas transformaciones se pueden advertir en la evolucin de las principales
revistas de la izquierda cultural de entonces: Los Libros, Nuevos Aires y en la inflexin de
izquierda nacional o de peronismo revolucionario Crisis. Desde Los Libros y a partir
de 1978 desde Punto de Vista tericos y crticos como Beatriz Sarlo y Ricardo Piglia
ocuparn un lugar central hasta el presente.46
Bibliografa citada:
Adorno, Theodor W.
(1970) Teora Esttica. Madrid, Orbis / Hyspamrica, 1984. (Trad. cast. de Fernando Riaza,
revisada por Francisco Prez Gutirrez).
Amcola, Jos
(1997) De la forma a la informacin. Bajtn y Lotman en el debate con el formalismo ruso.
Rosario, Beatriz Viterbo.
Benjamin, Walter
(1936) La obra de arte en la poca de su reproductibilidad tcnica, en Discursos
interrumpidos I. Madrid, Taurus, 1989: 15-57. (Trad. cast. de Jess Aguirre).
Brecht, Bertolt
(1971) El compromiso en literatura y arte. Barcelona, Pennsula, 1973. (Edicin de Werner
Hetch, trad. cast. de J. Fontcuberta). .
Eagleton, Terry
(1995) Ideologa. Una introduccin. Barcelona, Paids, 2005. (Trad. cast. de Jorge Vigil
Rubio).
Fokkema, Douwe W. e Ibsch, Elrud
(1977) Teoras de la literatura del siglo XX. Madrid, Ctedra, 1984. (Trad. cast. de Gustavo
Domnguez).
46
Un ejemplo claro de los tres momentos en el sistema literario resulta la recepcin de la obra de Roberto
Arlt. Ni comunistas ni socialistas supieron o pudieron valorar sus textos: no pasaban por la red lukacsiana. La
revalorizacin comienza en el segundo momento, con la labor crtica de Contorno, y la consagracin en el
tercer momento, a partir de la publicacin en Los Libros N 29 (1973) de un artculo de Ricardo Piglia con un
ttulo significativamente marxista: Una crtica de la economa literaria.
Lefebvre, Henri
(1968) Forma, funcin y estructura en El capital, en V.A. Estructuralismo y marxismo.
Mxico, Grijalbo, 1970: 9-39.
Lenin-Stalin
(1937: seleccin y traduccin al francs de Jean Frville) Sobre la literatura y el arte. La
Plata, Editorial Calomino, 1946 (traduccin del francs de Alicia Ortiz). Otras ediciones en
espaol: Sobre arte y literatura. Madrid, Jcar, 1975 (traduccin de Fernando Gonzlez
Corrugedo); Sobre arte y literatura. Barcelona, Pennsula, 1975 (versin de Jaume Fuster y
Mara Antonia Oliver).
Lukcs, Georg
(1945) Introduccin a los escritos estticos de Marx y Engels, en Sociologa de la
literatura. Barcelona, Pennsula, 1966: 205-230 (edicin de Peter Ludz, trad. cast. de
Michael Faber-Kaiser).
(1958) Significacin actual del realismo crtico. Mxico, Era, 1963. (Trad. cast. de Mara
Teresa Toral).
Marx, Karl y Engels, Friedrich
(1948; primera edicin en alemn) Textos sobre la produccin artstica. Madrid, Alberto
Corazn, 1972 (traduccin, seleccin, prlogo y notas de Valeriano Bozal; corrige y ampla
la edicin de Ciencia Nueva de 1968). Otras ediciones en espaol: Sobre arte y literatura.
Buenos Aires, Revival, 1964 (traduccin del francs de George Falconet); Sobre el arte.
Buenos Aires, Estudio, 1967 (traduccin de Hctor Rossi.; seleccin de Alfredo Varela a
partir de la edicin de M. Lifschitz); Sobre arte y literatura. Madrid, Ciencia Nueva, 1968
(traduccin e introduccin de Valeriano Bozal); Escritos sobre arte. Barcelona, Pennsula,
1969 (seleccin, prlogo y notas de Carlo Sallinari; traduccin del italiano); Escritos sobre
literatura. Buenos Aires, Colihue, 2003 (seleccin e Introduccin de Miguel Vedda;
traduccin y notas de Fernanda Aren, Silvina Rotemberg y Miguel Vedda).
Medvedev, Pavel
(1928) El mtodo formal en los estudios literarios. Introduccin crtica a una potica
sociolgica. Madrid, Alianza, 1994. (Trad. cast. de Tatiana Bubnova).
Snchez Vzquez, Adolfo
(1970) Esttica y marxismo. 2 tomos. Mxico, ERA (incluye una excelente antologa de
textos y una completsima bibliografa sobre el tema).
Trotski, Len
(1923) Literatura y revolucin. Buenos Aires, Jorge Alvarez, 1964 (prlogo y edicin de
Jorge Abelardo Ramos, traduccin del italiano). Otras ediciones en espaol: Literatura y
revolucin. Buenos Aires, Yunque, 1973; Literatura y revolucin. Madrid, Alianza, 1986.
Williams, Raymond
(1977) Marxismo y literatura. Barcelona, Pennsula, 1980. (Trad. cast. de Pablo Di Masso).
7
Campo literario
por Sergio Pastormerlo
En la sociologa cultural de Pierre Bourdieu las sociedades modernas son concebidas como
conjuntos de campos (artstico, religioso, econmico, cientfico, poltico, etc.) relativamente
autnomos. Cada campo, producto histrico de un proceso de diferenciacin interna a travs
del cual se fueron separando distintas esferas de prcticas, se puede pensar como un pequeo
mundo social en el cual se desarrolla un juego particular, con sus leyes especficas. As, en las
sociedades modernas altamente diferenciadas, el cosmos social aparece constituido por un
conjunto de microcosmos sociales (los diversos campos) que poseen, entre otras
especificidades, sus propias reglas de funcionamiento, sus propias instituciones y un tipo
especfico de capital (poder).
En una perspectiva sincrnica, cada campo social se puede describir como un sistema
de posiciones, cada una de las cuales se define por sus relaciones con otras posiciones. Pensar
en trminos de campos, ha insistido Bourdieu, implica adoptar una forma de pensamiento
relacional,
caracterstica
(aunque
no
exclusivamente)
del
estructuralismo
cientfico, religioso, jurdico, etc. Campo intelectual, otro concepto tpico de Bourdieu
(especialmente del primer Bourdieu), supone, en cambio, un recorte diferente que no se
puede integrar en la serie anterior. Como se ve, los campos son realidades empricas pero
tambin construcciones tericas.47 Cmo podemos reconocer la presencia emprica de un
campo y cmo se articulan entre s los diferentes campos sociales? Son preguntas que
Bourdieu ha respondido cautelosamente o ha preferido, incluso, no responder (Bourdieu y
Wacquant 1995: 66-67, 72-73).
Los conceptos de campo y autonoma resultan indisociables: no hay campo sin un
cierto grado de autonoma que permita reconocerlo como una zona social diferenciada. En
una perspectiva histrica, un campo literario conquista su autonoma y se constituye como tal
a medida que va creando sus propias instituciones y autoridades, con sus criterios de
seleccin y consagracin especficos. O, invirtiendo la formulacin, un campo literario se
constituye como tal en tanto se libera de aquellas instancias de poder o autoridades externas e
inespecficas (Estado, Iglesia, clase dominante) que legislaban en materia de literatura.
Cuando la produccin literaria debe pasar por la censura estatal o eclesistica, los Estados o
las Iglesias actan, al igual que las casas editoriales, como instancias de seleccin que
deciden qu textos se vuelven pblicos y qu textos se mantienen inditos o clandestinos.
No obstante, las editoriales, a diferencia del poder estatal o eclesistico, son instituciones
especficas (y en muchos casos, notablemente autnomas respecto de las reglas especficas
del mercado, orientadas a maximizar los beneficios econmicos) del campo intelectual.
El concepto de campo literario es una respuesta metodolgica al problema de la
mediacin, una cuestin central en el anlisis de las relaciones entre literatura y sociedad.
Una acusacin comn contra las sociologas literarias fue la de olvidar la especificidad de las
prcticas literarias al poner directamente en contacto (sin mediaciones) lo literario y lo social.
En esa lnea, la literatura pudo ser pensada en trminos de reflejo de la sociedad
considerada en su conjunto, y la clase social de origen de un escritor, por ejemplo, pudo
servir para explicar las particularidades de su posicin en tanto escritor o sus obras. Contra
47
Otro concepto fundamental en su sociologa, campo del poder, ejemplifica quiz aun mejor la afirmacin.
A diferencia de los campos que se definen por sus prcticas y capitales especficos (campo literario, campo
cientfico, etc.), el campo del poder es el espacio de relaciones de fuerza o lugar de luchas entre agentes
(individuos) e instituciones que tienen en comn la posesin de los capitales necesarios para ocupar
posiciones dominantes en los diversos campos. El primer paso metodolgico de una investigacin sobre el
campo literario consiste en determinar su posicin dentro del campo del poder.
estas simplificaciones, el concepto de campo literario viene a recordar que escritores como
Baudelaire o Flaubert pertenecieron a la sociedad francesa de mediados del siglo XIX, pero
habitaron tambin y ante todo un mundo social ms reducido y especfico integrado por otros
escritores, crticos, editores e instituciones propias de esa zona social diferenciada y ya
provista para entonces de un importante grado de autonoma. Aunque un campo literario
posea un alto nivel de autonoma, las determinaciones sociales externas nunca dejan de
gravitar en su interior, pero de un modo indirecto: son refractadas (y no reflejadas) por la
lgica especfica del campo, y el desvo o traduccin que sufren las determinaciones ser
mayor cuanto mayor sea el nivel de autonoma, histricamente variable y no necesariamente
creciente, de ese campo.
El concepto de autonomizacin puede referirse al proceso histrico a travs del cual
un campo conquist y consolid su autonoma. Pero autonomizacin puede designar
tambin la decisin metodolgica de otorgar autonoma a un objeto de anlisis. Esta decisin
puede estar o no en correspondencia con el grado de autonoma que ese objeto efectivamente
tuvo segn su ubicacin histrica o su posicin en el campo literario, donde la autonoma no
es una propiedad distribuida uniformemente. La eficacia explicativa del anlisis, por lo tanto,
depender de esa correspondencia. La lectura de la poesa gauchesca (en especial, la llamada
primitiva gauchesca desde Hidalgo hasta el Ascasubi de Paulino Lucero) como literatura
autnoma es una lectura desde luego posible y en algn grado productiva, pero en tanto
prescinda de las fuertes e inmediatas relaciones que el gnero tuvo entonces con la historia
poltica contempornea su capacidad explicativa debera verse limitada. Por el contrario, una
lectura que buscara en la historia poltica las principales y ms pertinentes determinaciones
explicativas de la literatura de Borges, un escritor autnomo en un campo literario que
alcanz su ms alto grado de autonoma, tropezara con las mismas, aunque invertidas,
limitaciones.
Campo literario y mercado
Garca Canclini se refiri a la sociologa cultural de Bourdieu como un marxismo
weberiano que recordaba a Marx por sus olvidos (Bourdieu 1990: 12-17, 43-47).
Ciertamente Weber, sobre todo con su sociologa de las religiones, provey algunos de los
principales puntos de apoyo de la teora de Bourdieu, como tambin la sociologa de Norbert
Elias especialmente sobre la sociedad cortesana francesa del siglo XVII. La atencin
concedida al consumo sobre la produccin, la discusin del concepto de clase social y el
rechazo de la divisin entre base y superestructura son algunos puntos de ruptura con el
paradigma marxista, del que su sociologa es tambin, sin embargo, una prolongacin (
Marxismo). La ruptura reside fundamentalmente en su reconsideracin de las relaciones
entre lo econmico y lo simblico. La continuidad, en el lugar clave que su sociologa le
atribuye a las relaciones de dominacin (con sus luchas) como principios explicativos sociohistricos.
Las herramientas conceptuales y metodolgicas empleadas por Marx para el anlisis
de la economa reaparecen en Bourdieu aplicadas por extensin al universo de lo simblico.
As, retom el concepto de capital para referirse a diversos tipos de poder (cultural, social,
econmico, etc.), liberando al concepto del uso puramente econmico y prolongando su
empleo al anlisis de cualquier prctica social (Gutirrez 1994: 18-19). Lo mismo sucede con
el concepto de mercado e incluso de economa, que en sus escritos admiten sin
redundancia el adjetivo econmico/a. Aqu usamos siempre la palabra mercado (salvo
aclaracin contraria) para referirnos a la instancia propiamente econmica.
El proyecto terico de Bourdieu estuvo centrado en lo que llam una economa de
los bienes simblicos, esto es, espacios de intercambios de bienes que no funcionan segn la
lgica brutalmente explcita e inmediata del toma y daca (antes bien, se apoyan en una
denegacin de lo econmico) ni estn regidos por un inters en la maximizacin del beneficio
monetario. Los intercambios entre los miembros de una familia, las transacciones entre las
Iglesias y sus fieles o las que tienen lugar en el campo cultural son ejemplos de este tipo de
economa basada en cierto desinters econmico ms exactamente, en la denegacin del
inters econmico.
El funcionamiento de un campo literario moderno (y la afirmacin puede extenderse a
todo el campo de produccin cultural) no se funda en la exclusin o negacin de lo
econmico, sino en su *denegacin. El concepto de denegacin, extrado del psicoanlisis
freudiano ( Literatura y psicoanlisis), significa aqu una atenuacin, ocultamiento o
ignorancia parcial, que acta como un eufemismo. En el campo literario, como sucede
siempre en una economa simblica, todo tiene dos dimensiones: una simblica y otra
econmica. As, los escritores son a la vez productores y creadores, y los libros son
los criterios del mercado, era su perfecta inversin (teatro, novela, poesa). La poesa fue a la
vez el gnero menos redituable desde el punto de vista econmico y el ms prestigioso (es
decir, el ms redituable en trminos de capital simblico especfico), mientras que el teatro,
un gnero burgus de pblico amplio y dudoso prestigio, permita obtener ganancias
amplias y seguras a corto plazo. En el siglo XVII, en cambio, estas dos jerarquas coincidan,
sin que se estableciera una oposicin entre beneficios simblicos y econmicos: los gneros
ms legtimos eran tambin los ms rentables y los escritores de ms prestigio eran los que
ms dinero ganaban (1995: 175-178).
Tempranos artculos como Campo intelectual y proyecto creador (1966) o Campo
del poder, campo intelectual y habitus de clase (1971) quedaron rezagados con la
publicacin en 1992 de Las reglas del arte, que reuni y corrigi su anterior produccin
terica sobre los mismos temas. No obstante, la revisin de aquellos textos puede ayudar a
comprender mejor los alcances y limitaciones de sus propuestas tericas, adems de poner al
descubierto algunas de sus procedencias ms especficas. En Campo intelectual y proyecto
creador, Bourdieu citaba a Raymond Williams (Cultura y sociedad, 1958), pero eran ms
frecuentes las citas de Arnold Hauser (Historia social de la literatura y el arte, 1951) y,
especialmente, las de Levin Schcking (El gusto literario, 1931).
En los dos ltimos haba podido encontrar descripciones de procesos de
autonomizacin literaria basadas en varias tradiciones culturales (Francia, Alemania,
Inglaterra), cuyas transformaciones decisivas se ubicaban en el siglo XVIII de una Inglaterra
pionera por sus tempranas transformaciones polticas y econmicas. Tanto Schcking como
Hauser subrayaban el declive de la institucin del mecenazgo y su sustitucin por el mercado
en tanto medio de subsistencia de los escritores como el cambio que inauguraba una
autonomizacin de la literatura que, en este caso, era fundamentalmente una autonomizacin
respecto de las clases dominantes. Levin Schcking seal en el reemplazo de la figura del
mecenas por la del librero-editor la introduccin del mercado en las prcticas literarias, y
consider el sistema de venta de libros o revistas por suscripcin como una instancia
intermedia (patronazgo colectivo). Sobre estas premisas intent explicar los cambios en la
literatura inglesa a mediados del siglo XVIII, pero tambin las diferencias entre el teatro en la
poca de Shakespeare y la poesa pica o lrica contempornea, o las divergencias entre las
literaturas inglesa y francesa de los siglos XVII y XVIII (1996: 24-30).
48
La traduccin me pertenece.
que lo que est en juego merece que se luche) y su producto (las inversiones acumuladas en
las luchas generan creencia en el juego).
Compartida por quienes participan de un juego social, la illusio es tambin, sin
embargo, un obstculo para la comprensin del juego. Solamente se puede fundar una
verdadera ciencia de la obra de arte a condicin de liberarse de la illusio y de suspender la
relacin de complicidad y de connivencia que vincula a todo hombre culto con el juego
cultural para constituir ese juego en objeto (1995: 341). La capacidad de sustraerse a la
illusio especfica del campo literario o intelectual, negada a los escritores o intelectuales,
aparece as como una facultad reservada al socilogo cientfico.
Esta oposicin jerrquica entre dos miradas puede ciertamente despertar algunas
sospechas. Cabe preguntarse, en efecto, cun satisfactorias resultan las insistentes reflexiones
epistemolgicas presentes en la obra de Bourdieu a propsito de la posibilidad y eficacia de
una objetivacin del sujeto objetivante, es decir, sobre las capacidades liberadoras de una
sociologa de la sociologa que incluya al mismo socilogo como objeto, introduciendo en el
anlisis sus propias determinaciones sociales para, de esa manera, escapar de ellas o al menos
restringir su ciega gravitacin. Pero tambin, cun convincente resulta la suposicin segn la
cual los escritores, a pesar del conocimiento directo y detallado que muchos de ellos pueden
alcanzar del mundo literario en el que se encuentran inmersos, ocupando a menudo lugares de
observacin privilegiados, tropiezan con tan serias limitaciones para comprender sus propias
informaciones sobre ese mundo. O, reformulando la segunda pregunta de un modo particular
y ms preciso: cules fueron las ilusiones que le impidieron a Balzac comprender el campo
literario francs de principios del siglo XIX cuando escribi Las ilusiones perdidas (18371843)?
La teora del campo literario de Bourdieu, con su notable grado de sistematicidad y
precisin conceptual, puede ayudar a comprender mejor las historias de David Schard y
Lucien de Rubempr narradas por Balzac en su triloga ( Realismos). Esta fcil
comprobacin, sin embargo, puede tambin subestimar la evidente inversin cronolgica que
supone y el peso que los saberes propios de los escritores sobre el mundo literario o artstico
acumulados en ficciones (como La obra, de mile Zola) o ensayos (como la Introduccin a
la potica, de Paul Valry) tuvieron, directa o indirectamente, sobre el tardo desarrollo de las
de contabilidad de la literatura francesa clsica. Pero, al mismo tiempo, captaba sutilmente las
diferentes combinaciones de lo simblico y lo econmico en la produccin literaria, tanto de
los siglos anteriores como de su poca. Las pensiones otorgadas a los escritores por el rey o
los cortesanos ricos, observaba, tenan un carcter a la vez econmico y honorfico, para el
escritor pero tambin para sus protectores. A Malherbe (1555-1628), con quien comenzaba su
revisin histrica, no lo hera el regalo de una suma de dinero, pero quera que la etiqueta
fuera salvaguardada (Zola 1880: 205) en el acto mismo de ir a recibirlo, y solicitaba a tal
efecto el envo de una carroza. Una doble transaccin, econmica y simblica, de dinero y
distincin, se estableca, en las dos direcciones, entre el escritor y sus protectores.
Actualmente, conclua Zola, las pensiones y canonjas se han vuelto discretas y casi
vergonzosas, y el honor del escritor ha pasado a residir en una independencia obtenida a
travs del mercado: Queris saber qu es lo que nos hace hoy dignos y respetados: el
dinero (225). Esa independencia permita al escritor, como se lo permitira el mismo Zola
casi veinte aos despus con su Jaccuse (1898), decirlo todo, llevando su examen hasta el
rey y hasta Dios sin temer por su pan (Zola 1880: 226). Una lectura de El dinero en la
literatura junto a la de El gusto literario de Levin Schcking (que vio en el naturalismo de
Zola una revolucin literaria tan crucial como la del romanticismo) descubre deudas
generales y de detalle tan notorias entre esos dos textos como las que enlazan el clsico
estudio de Schcking al primer Bourdieu de Campo intelectual y proyecto creador.
Bibliografa citada:
Althusser, Louis
(1969) Ideologa y aparatos ideolgicos de Estado (Notas para una investigacin) en
Escritos, Barcelona, Laia, 1974. (Trad. cast. de Albert Roies Qui).
Bourdieu, Pierre
(1966) Campo intelectual y proyecto creador, en Problemas del estructuralismo, Mxico,
Siglo XXI, 1967. (Trad. cast. de Julieta Campos, Gustavo Esteva y A. de Ezcurda).
(1971) Campo del poder, campo intelectual y habitus de clase, en Campo del poder y
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(1984) Sociologa y cultura, Mxico, Grijalbo, 1990 (introduccin de Nstor Garca Canclini;
traduccin castellana de Martha Pou).
(1987) Cosas dichas, Barcelona, Gedisa, 1993. (Trad. cast. de Margarita Mizraji).
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(1990) Culturas hbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, Mxico,
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Ramos, Julio
8
Imagen de escritor
por Julia Romero
Un escritor crea no solamente el personaje de sus sueos,
sino que deja adherido otro personaje que es l mismo.
J.L.Borges, conferencia en la Escuela Freudiana
de Buenos Aires, 1981
La imagen de un escritor no delinea su vida, sino su deseo,
y su literatura se aparece como forma del inconsciente poltico.
Mara Teresa Gramuglio, La construccin de la imagen, 1992
industria cultural y el *copyright. Es por esta razn que autor apareci como una marca
que otorga unidad a un conjunto de textos (Lejeune 1975).
Cuando se habla de polmicas e intervenciones culturales, en cambio, la
terminologa suele ser otra. Escritor, intelectual son trminos que se relacionan con un
quehacer especfico, sin duda ligados, pero sin ser necesariamente equivalentes. El
intelectual adquiere preeminencia en Francia cuando los nombres de mile Zola y Anatole
France se conocieron no slo como autores de sus obras, sino tambin por su intervencin
en la esfera pblica, especialmente por el conocido caso Dreyfus, militar del ejrcito
francs de origen judo que en 1894 haba sido acusado de traicin por una supuesta entrega
de informacin a un militar alemn, cuando en realidad la acusacin enmascaraba una
accin antisemita del Estado. Esos intelectuales aparecieron en escena como representantes
de la verdad y la justicia, con la misin de asumir el poder espiritual, cuyo nico culto
deba ser el de esos valores universales frente al poder poltico y los prejuicios de la
muchedumbre (Altamirano 2006: 19). Ellos son quienes fundan esa tradicin de figuras de
intelectuales normativos, es decir aquellos que obedecen a una tica y a una misin
salvadora. El concepto de intelectual, entonces, se ligar a esa historia del compromiso
tico, a las valoraciones de cada sociedad y de la poca a la que pertenecen. La expresin
imagen de un intelectual, concilia, en este sentido, el *imaginario del escritor con su
posicionamiento tico.
El filsofo y politlogo italiano Norberto Bobbio considera que los intelectuales se
diferencian de los hombres de accin, porque los primeros son fundamentalmente
pensadores inclusive de la esfera poltica es decir, elaboran ideas, discuten problemas,
mientras que los hombres de accin son los polticos de profesin, se dedican a tomar
decisiones. Dentro de este marco, sostiene que un escritor se convierte en intelectual en
sentido restringido cuando comienza a considerar el vnculo entre poltica y cultura y todo
lo que de l derive como problema (Bobbio 1998). En este sentido, puede notarse la validez
de lo que Carlos Altamirano afirma, ya que respecto de esa figura ideal es que podremos
diferenciar una imagen de escritor intelectual o una imagen de escritor anti-intelectual,
paradoja esta ltima que se dio en la literatura argentina, como veremos.
Durante los perodos de auge del pensamiento nacionalista, por ejemplo, los
intelectuales se definen en relacin con esa ideologa *hegemnica. La concepcin de
49
Dictada en el Colegio Libre de Estudios Superiores, fue publicada en Discusin, 1953 y en Sur n 232,
1955.
50
Entre los temas que ms sobresalieron en la coleccin: Roberto Arlt y la novela argentina; Martnez Estrada
y el ensayo; el intelectual y la poltica, el peronismo y el frondizismo. Oscar Masotta, Len Rozitchner, No
Jitrik, Juan Jos Sebreli, Carlos Correas, Rodolfo Kusch, Adelaida Gigli, Ramn Alcalde y Tulio Halpern
Donghi fueron algunos de los ms importantes colaboradores. En la actualidad la revista se encuentra
completamente digitalizada (CeDInCI 2001).
instrumento a travs del cual el hombre acta. De esta manera, es el escritor el que tiene la
posibilidad de accin tendiente a la transformacin de la sociedad.
Como representante de una conciencia humanista, Sartre confirmaba que un
verdadero intelectual no distingue fronteras y nacionalidades, sino que es un pensador
crtico independiente que posee un lugar simblico fundado en una legitimidad poltica.
Teniendo en cuenta estas afirmaciones, el filsofo francs estaba brindando, sin formularlo,
las bases para una sntesis entre las armas y las letras, dos soluciones que se haban
mantenido separadas y aparecan como excluyentes tres siglos antes, en la formulacin
clsica de Cervantes.51 De forma anloga, en Argentina fue Sarmiento quien haba
consagrado otra famosa dicotoma, y con ella una imagen de intelectual propia del siglo
XIX: civilizacin o barbarie. Con esa dicotoma Sarmiento toma partido por la primera
en su pretensin de encarnar la imagen del intelectual fundador de la Nacin. Como
Sarmiento, los intelectuales del siglo XIX conceban la prctica literaria como subordinada
a la prctica poltica. Civilizacin remiti a la importacin de la cultura europea y
norteamericana para poblar el desierto, previa exterminacin de los indios, un mecanismo
que se repite con otras variantes en las polticas neoliberales. La dicotoma atraviesa toda la
literatura argentina, pero los dos trminos remitieron a diferentes valoraciones segn los
contextos histricos, y fueron parte de *ideologemas que distinguieron tomas de posicin e
imgenes de escritor. Barbarie remiti en el siglo XX al aluvin inmigratorio que para el
nacionalismo de Mallea, en los aos 40, haba debilitado el ser nacional. El trmino
tambin se refiri en otro contexto a las masas peronistas segn la sensibilidad
amenazada de intelectuales que no entendieron, entonces, lo que significaba esa
invasin social. Es la poca en que Cortzar escribe Casa tomadapublicada en la
revista Anales de Buenos Aires que diriga Borges. Pero durante la trayectoria de los
escritores tambin sus imgenes pueden cambiar, y esta caracterstica explicita nuevas
relaciones con el contexto, con nuevos estados de campo, y con la esfera social y poltica.
Nuevas imgenes de Cortzar emergen posteriormente, como se ver luego.
Desde la dcada de los cincuenta, y con la marcada impronta de Sartre, la revista
Contorno hizo su aparicin como alternativa disidente ante los intelectuales liberales de la
51
En el captulo XXXVIII de la Primera Parte de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, puede
leerse el famoso discurso de las armas y las letras en boca de uno de los personajes literarios que ms
trascendencia tuvieron en la historia de la literatura.
revista Sur fundada en 1931, que representaba la lite que haba establecido los
parmetros de la cultura argentina, algunos de cuyos miembros haban sido perseguidos o
silenciados durante el perodo peronista. El gesto de distanciamiento que haba realizado
Sartre respecto de Sur, en la que tambin haba colaborado, se debi a su adscripcin al
marxismo. En Francia, luego de sus colaboraciones en Combat, revista de la resistencia en
Europa, fund una nueva, Les Temps Modernes. Ya desde el prlogo del primer nmero
propona una moral del escritor que puede resumirse en dos consignas: en 1945 afirmaba
que un verdadero escritor ntese el sistema de valor que subyace en las concepciones
deba rechazar el arte por el arte para comprometerse con sus circunstancias, y examinar
las condiciones sociales del hombre. El compromiso no deba olvidar la literatura en ningn
caso, idea coherente con su concepcin de la palabra como accin, que llevara a un acto de
revelacin, regido por un proyecto previo de la forma social a la que se aspira. Contorno
reprodujo este gesto. No hay que olvidar que David Vias se refiri en varias oportunidades
a la influencia de la revista francesa sobre todo el grupo. Esta es la figura de escritor que
ser de gran importancia para los controvertidos aos 60 y 70 en la Argentina, pues va a dar
lugar a una accin poltica como nunca antes se haba dado en la vida pblica, ya que la
convulsin de esos aos se tradujo en una fuerte transformacin en el campo intelectual y la
vida cotidiana; existe un reconocimiento mayoritario de que Contorno modific la manera
de leer la tradicin nacional y la misin de la crtica. Al mismo tiempo, desde Contorno, ya
no fue posible leer de la misma forma que antes la literatura argentina. En medio de un
marco de violencia ascendente y en relacin proporcional a las intervenciones de las
fuerzas armadas en la vida pblica se elaboraron respuestas que desde el mbito de la
cultura marcaban una clara posicin frente a esos acontecimientos, y la figura de escritor
vari de acuerdo a los trminos que cada grupo propona como vlido segn su relacin con
la literatura y su relacin con la sociedad: literatura de compromiso y literatura de
vanguardia conformaron los trminos de una polmica que volva a poner en escena
aquellos combates de la dcada del veinte, formulados en otras dicotomas: preocupacin
social en el grupo literario de Boedo, frente al cosmopolitismo del grupo de Florida,
preocupado por temas y formas de vanguardia. Los escritores de Boedo (Roberto Mariani,
Lenidas Barletta, Elas Castelnuovo, Enrique Amorim, Lorenzo Stanchina, lvaro
Yunque, entre otros) eran en su mayora descendientes de inmigrantes, con una visin
social del arte y estaban nucleados en revistas como Dnamo, Extrema Izquierda y Los
Pensadores. Formaron el primer movimiento de literatura realista y social ( Realismos;
Marxismo) que se dio en Argentina, alrededor de la Editorial Claridad, de Antonio
Zamora. El grupo de Florida (Oliverio Girondo, Jorge Luis Borges, Norah Lange, Francisco
Luis Bernrdez, Leopoldo Marechal, Nicols Olivari, Conrado Nal Roxlo, entre otros)
estaba nucleado en las revistas Proa y Martn Fierro, era ms elitista y promova una
esttica vanguardista ( Vanguardias).52 La polmica, entonces, incluy preguntas sobre
cul es la lengua que debe exhibir la literatura argentina, cul es la realidad que debe ser
representada en esos momentos de emergencia del campo intelectual argentino, cul el
fundamento de valor de la literatura. Estas preguntas siempre persistieron y se replantearon
en cada debate, y a cada respuesta correspondi un posicionamiento y una imagen de
escritor. El caso paradigmtico del escritor fracasado sostiene la imagen de escritor de
Roberto Arlt hasta que escribe el prlogo a Los lanzallamas (1931). All Arlt se enfrenta al
cenculo de los escritores que leen en diferentes lenguas de la fuente original, no de las
versiones en traduccin, y reivindica la cultura de mezcla, la lengua como un mbito donde
impactan las efervescencias sociales, en este caso, el aluvin inmigratorio que alteraba el
paisaje de los cdigos y las costumbres.
En los tambin agitados aos sesenta, las revistas dirigidas por Abelardo Castillo
fueron respuestas que desde el campo cultural argentino llevaron la singular impronta
sartreana.53 En el editorial del N 1 de El Grillo de Papel octubre de 1959 se dice:
creemos que el arte es uno de los instrumentos que el hombre utiliza para transformar la
realidad e integrarse a la lucha revolucionaria. En estos aos se cuestionaron los modos de
representacin estetizantes en favor de esta funcin comprometida y poltica del escritor y
la barricada literaria; una figura de escritor que sintetiza esa oposicin est presente en
algunos artculos de Abelardo Castillo. En un artculo que aparece en El Grillo de Papel,
afirmaba que la vanguardia potica parte de una vanguardia social y de la lucha artstica
52
Pero esta separacin no era tan tajante: Nicols Olivari, fundador del grupo de Boedo, pas a integrar ms
tarde al de Florida; Ral Gonzlez Tun, de Florida, construy sin embargo una poesa de temtica social, y
Roberto Arlt sola frecuentar las reuniones de ambos grupos.
53
El Grillo de Papel sali desde 1959 hasta 1960 (seis nmeros), El Escarabajo de Oro se public desde
1961 a 1974 (cuarenta y ocho nmeros) y El Ornitorrinco desde 1977 a 1986 (catorce nmeros). Desde el
2006 se encuentran digitalizadas y acompaan el libro Animales fabulosos que contiene los estudios crticos
de Elisa Calabrese y Aymar de Llano, entre otros.
para conseguirla: Estar en la vanguardia implica haber reaccionado contra algo, para
negarlo y superarlo y Paradojalmente, nuestros vanguardistas desestiman la acepcin
combativa, vital, del vocablo (agosto-septiembre de 1960). Estas reflexiones sobre el
modo de resolver esa relacin entre literatura, poltica e *imaginarios de identidad nacional
fueron la matriz de imgenes de escritores que si bien se comprometieron con esa realidad
poltica y social no dejaban aparecer estos cuestionamientos en la superficie de sus textos.
La causa es el acatamiento a esta concepcin y por otro lado la retrica de la *eufemizacin
que exiga el campo intelectual en la medida que los mecanismos de censura fueron
acentundose. La otra revista dirigida por Abelardo Castillo, El Escarabajo de Oro (19611974), incorpor una perspectiva latinoamericana; en sus consejos de colaboradores se
encontraban Julio Cortzar, Carlos Fuentes, Miguel ngel Asturias, Augusto Roa Bastos,
Juan Goytisolo, Beatriz Guido, Roberto Fernndez Retamar, Alejandra Pizarnik, Haroldo
Conti, entre los ms importantes. Los escritores Ricardo Piglia y Humberto Costantini
publicaron por primera vez sus textos en esa revista. En torno a ella, las imgenes de los
escritores se construyeron a partir de un lenguaje lcido y conciso para hablar de la
situacin nacional, pero tambin por el surgimiento de poticas que la refieren, atravesadas
por una retrica de desvos. Con El Ornitorrinco (1976-1985), Abelardo Castillo co-dirigi
con Liliana Heker y Sylvia Iparraguirre la ltima de sus revistas que mantuvo una relacin
estrecha con el contexto poltico de la dictadura. Ya con una cierta distancia del concepto
de compromiso que postulaba Contorno, se comenz a reflexionar, especficamente,
sobre la responsabilidad del intelectual, y las imgenes de escritores se vincularon de
forma ms acentuada con la resistencia. Frente a las crticas de despolitizacin, la
revista poda seguir escribindose por sus modos de eufemizar el mensaje. La polmica
estuvo fuera de la escena de las pginas, pero sin embargo en El Ornitorrinco se reprodujo
la solicitada de las Madres de Plaza de Mayo en la que se reclamaba por los desaparecidos.
Tambin, en 1981, Castillo escribi un editorial en el que se refera a la conmemoracin del
da de los Derechos Humanos. En ese mismo ao, por otro lado, la famosa polmica de
Liliana Heker con Julio Cortzar dio muestra de la discusin sobre los modos de resistencia
en un campo intelectual fracturado y dividido entre los que se fueron y los que se
quedaron, polmica que se manifest como estril y que inund el campo intelectual de
Se puede consultar especialmente: Cortzar, Julio y Heker, Liliana. Exilio y literatura, El Ornitorrinco,
n 7. Buenos Aires, enero-febrero de 1980, pp. 3-5; y Carta a una escritora argentina y Respuesta de
Liliana Heker, El Ornitorrinco, n 10. Buenos Aires, octubre-noviembre de 1981, pp. 3-7.
nociones que la teora fundamenta como prcticas del llamado *posmodernismo. Ideologas
*post-industriales y sensibilidades nacientes desde las posguerras hicieron eclosin hacia el
ltimo tercio del siglo XX en sntomas de una poca que yaca y declaraba descreer del
poder de la razn. Si la concepcin de progreso de la humanidad comenz a ponerse en
crisis especialmente despus de las dos guerras mundiales, la experiencia de un mundo
fragmentado invadi desde la cotidianeidad todos los mbitos de la cultura y la sociedad
(Castoriadis 1990; Berman 1982). Devino una nueva etapa de la Modernidad, en la que el
lugar de la verdad fue reemplazado por una concepcin relativista que la fraccion en la
percepcin de mltiples posibilidades y perspectivas. Esta forma caracterizada tambin
por la autonoma extrema del individuo fue la resultante simblica de la fragmentacin de
los grandes relatos. No hay Filosofa, Historia, Religin, Arte, Verdad que sea concebida
como nica para las sociedades o grupos sociales. En la esfera artstica, esas nociones se
tradujeron en prcticas discursivas caracterizadas por la llamada muerte del autor, que en
los aos 60 signific, por una parte, su desvanecimiento como ente regulador en el plano de
las representaciones. Ese desplazamiento o desaparicin no slo fue una innovacin
tcnica, sino que adems trastroc las concepciones del arte y del artista. Si la nocin de
*aura haba sido importante para percibir el gran arte como un arte sin contaminacin con
un aqu y ahora nico y original (Adorno), y el autor haba conservado el halo del *genio
creador que el romanticismo haba reivindicado, la obra comenz a verse como el
emergente de un discurso colectivo desde la ltima vanguardia del siglo, el aqu y ahora
diferente del original (Benjamin) dio lugar a la posvanguardia de los sesenta: el pop art.
As, de forma anloga a las obras de Duchamp, primero, ( Vanguardias), y de
Lichtenstein y Warhol, despus ( Posvanguardias), en artes visuales en las que los
conceptos de autor y originalidad son cuestionados se construy la prctica de la literatura
de Manuel Puig en el mbito de la literatura argentina. A pesar de estar vinculado con las
tradiciones del glamour cinematogrfico, lo que Puig escribe de un modo desviado en los
mrgenes de la literatura de entonces es tambin la auto imagen de s mismo. Esta filiacin
cinematogrfica y la negacin de toda filiacin literaria es exhibida en entrevistas y
artculos que sin lugar a dudas le confieren el carcter de una maniobra que muestra el
posicionamiento en el campo literario, su idea acerca de la tradicin y de lo que la literatura
es. La distancia con que Puig establece su relacin con la tradicin literaria implica ms el
55
Sobre las polmicas de Cortzar remito a de Diego (2003) y al artculo de Martn de Ambrosio Cortzar
polemista. Modelo para armar, Radar Libros, 8 de febrero de 2004.
Pero las figuras de escritor (como los gneros o los valores literarios) no son
esencias intemporales y por eso es de relevancia la observacin de Borges sobre ellas:
podan convertirse en verdaderos prejuicios, y sus operaciones de lectura siempre trataron
de trascenderlas. La originalidad de esas lecturas dej una marca en su escritura, y estuvo
fundada en el desvo de esas imgenes preestablecidas. Ningn escritor como Borges hizo
de las imgenes de escritores un problema crtico central, considerndolas en sus
variaciones histricas y analizando la fuerte gravitacin de las imgenes en el acto de
lectura. Pierre Menard, autor del Quijote, con su procedimiento de atribuciones
errneas ejemplifica cabalmente esta cuestin (Pastormerlo 2007: 28-31).
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Berman, Marshall
9
Canon
por Malena Botto
Pero no cualquiera escribe.
La gente no escribe por una supersticin, porque creen que
hay que hacerlo bien.
Y no es as?
Para nada. A nadie le importa si est bien o est mal. No
sabran cmo juzgarlo, por otra parte. Quin sabe lo que es
un libro bueno o malo, quin sabe lo que hace bueno o malo a
un libro?
Csar Aira, El mago (2003)
Habr alguien dispuesto a pasarse la vida entera leyendo
libro tras libro para discernir valores, y escribiendo sobre ellos
con iscrona puntualidad artculos y ensayos de los que piden
maduracin y tiempo, por el inmenso placer de verse impreso
en letras de molde y ledo por pocos centenares de
personas?
Roberto Giusti, Panorama de la literatura
argentina contempornea (1941)
Las citas en castellano de esta obra provienen de la traduccin llevada a cabo por Paola Piacenza.
Sin embargo, para David Lagmanovich (2000: 81) en las primeras manifestaciones literarias que se
muestran conscientes respecto de la cuestin del canon el paradigma es el poema The Canonization de
John Donne el sentido que aparece es el del deseo de ser canonizado, de alcanzar una fama similar a la de
los santos. Los otros sentidos se aadiran despus, tambin por analoga con el canon bblico. La
interpretacin de Arthur Marotti, a la que Guillory suscribe en la parte final de su trabajo (9), entra
implcitamente en discusin con esa afirmacin de Lagmanovich.
57
escondido u oculto ha sido dejada de lado, vale la pena recordarla aqu). Segn
veremos ms adelante, los debates recientes se interesan particularmente por contraponer lo
cannico con lo marginal, lo excluido o lo contra-cannico. En segundo lugar, los criterios
de seleccin son complejos y de variada ndole: temticos y morales (qu es lo que los
textos dicen), estticos y de gnero (cmo lo dicen, de acuerdo a qu pautas formales y
estilsticas), materiales y econmicos (de acuerdo con las posibilidades de acceso a los
textos, y de produccin y reproduccin de la cultura escrita) y finalmente ideolgicos, en
un sentido amplio que en buena medida determina todos los criterios anteriores. De la
conjugacin de todos estos aspectos surge la idea del valor de una obra. En tercer lugar, el
canon est estrechamente emparentado con la tradicin, otro trmino bastante problemtico
por su complejidad.58 Sin embargo, a pesar de los matices de significacin posibles, parece
haber un consenso crtico en el sentido de que los dominios de la tradicin son ms amplios
que los del canon (hecho que se hace evidente por ejemplo cuando se utiliza la expresin
tradicin oral, en alusin a un repertorio de textos que por definicin nunca sern
cannicos). As, el canon operara una regulacin restrictiva sobre el conjunto de textos
escritos pertenecientes a una tradicin determinada. Es posible pensar que si una tradicin
comporta elementos dismiles, o si en una cultura hay tradiciones diversas tal el caso del
reservorio religioso, filosfico y esttico que constituye el legado de la Antigedad Clsica,
ms las tradiciones *hermenuticas en pugna en la Iglesia Catlica desde su conformacin,
para el caso que comentamos el canon aportara un criterio de unicidad, de relativa
homogeneizacin sobre la diversidad. Ese criterio puede ejercerlo directamente sobre las
obras, o bien sobre las operaciones de lectura (como ocurre con las interpretaciones
alegricas para preservar la unidad del canon, que comenta Lagmanovich). De esta
manera se pone de manifiesto, ms all de la idea de catlogo que produce una ilusin de
fijeza y atemporalidad, que el canon no puede constituirse de una vez y para siempre.
Establece respecto del pasado una tradicin selectiva una visin intencionalmente
selectiva de un pasado configurativo y de un presente preconfigurado, que resulta entonces
58
Raymond Williams (1976: 319-320) distingue dos sentidos principales de tradicin: un sentido activo,
que la muestra como un proceso de transmisin en transformacin permanente (apenas hacen falta dos
generaciones para hacer que algo sea tradicional) y otro pasivo, que tiene un desarrollo ms tardo y que la
relaciona con la idea de respeto y obediencia a lo establecido. De esa acepcin deriva la tendencia creciente
a orientarse hacia antigedad y ceremonia (destacados en el original), y la idea de tradicionalismo como lo
opuesto a la modernizacin y a lo moderno. Cuando se considera la tradicin en relacin contrapuesta con el
canon, tiende a prevalecer el primero de los usos.
La crtica nace en el siglo XVIII y desde entonces mantiene estrechas vinculaciones con el periodismo,
aunque en el siglo XX se desarrolla adems la crtica acadmica como disciplina especializada.
tom como modelo el canon alejandrino, conformado por autores griegos, aadi a ste
escritores y poetas latinos y procur que su canon cumpliera la funcin de una formacin
pedaggica que excediera criterios meramente utilitarios. Si bien la mayor parte de su
Institutionis oratoriae se aboca a la enseanza del arte de hablar, una preceptiva destinada a
la ejercitacin y la formacin profesional del orador, se concibe en el contexto de una
pedagoga general en la que entran en juego tambin criterios estticos y sobre todo
morales. Adems, no se debe olvidar que la retrica constitua un arte de la persuasin,
destinado a influir y, por lo tanto, a dominar.
Con distintas finalidades segn las condiciones sociales, culturales y polticas, la
relacin del canon con la enseanza y con la institucin escolar es sumamente estrecha.
Para Pierre Bourdieu (1992: 222) la escuela resguarda como ninguna otra institucin la
reproduccin hegemnica del canon. Si los textos cannicos tienden a equipararse con los
clsicos, es en buena medida esta nocin de la escuela como institucin conservadora la
que produce una interpretacin de lo clsico como lo opuesto a lo moderno, dado que
clsicos admite tambin la acepcin de textos que se leen en la clase ( Clasicismos).
La consideracin de la escuela como lugar de la reproduccin por excelencia no es menor,
sobre todo cuando se tiene en cuenta que representa para muchas personas la nica
relacin verdadera con la dimensin de lo literario en toda su vida y siempre se trata de
una relacin fundante y condicionante (Ceserani en Bombini 2004: 25). Si es cierto que
existen en las sociedades modernas mltiples formas de contactarse con lo literario,
tambin es verdad que la educacin escolar formal es la nica instancia que en rigor
garantiza e impone, no hay que olvidarlo el acceso a los textos literarios. Si, como afirma
Bourdieu (1992: 223), la escuela aspira al monopolio de la consagracin de las obras del
pasado y de la produccin y la consagracin [] de los consumidores conformes, lo que
se est reproduciendo indefectiblemente es todo un orden social. Sin embargo, las
relaciones al interior del campo de la enseanza son mucho ms complejas y es frecuente
que los profesores de literatura tiendan a reaccionar contra las presiones institucionales y
el orden social en el que residen (Guillory 1990: 5).
Cuando Gustavo Bombini analiza en Los arrabales de la literatura (2004) la
historia de la enseanza de la literatura en el nivel secundario argentino entre 1860 y 1960,
despliega esa complejidad toda vez que da cuenta de los debates en torno a las
Por supuesto, hay excepciones. En otro gnero escolar complementario de los manuales, las antologas, que
constituyen una novedad en los aos cuarenta, s puede registrarse en algn caso la presencia de autores como
Borges y Mallea, entre otros. Por otra parte, la ampliacin del mercado editorial a partir de los aos sesenta
produce una modernizacin en el canon escolar, al publicarse colecciones y manuales que incluyen, por
ejemplo, autores del boom de la literatura latinoamericana. Finalmente, en diversos lugares de su trabajo
Gustavo Bombini registra innovaciones que tienen que ver con las prcticas docentes; una de las ms
destacadas por su amplitud y originalidad, y porque se complementa con una activa participacin en la
reforma de los planes de estudio de 1936 y la elaboracin de programas novedosos para el Instituto del
Profesorado y el Colegio Nacional de La Plata, es la de Pedro Henrquez Urea.
elite acadmica o por los autores de literatura (por ejemplo, los escritores del boom), de
manera que esas construcciones discursivas estaran velando la diversidad existente en las
prcticas y sujetos marginales o contra-hegemnicos. Las dinmicas polticas y culturales
comenzaron a considerarse formando parte de un nuevo contexto global, atravesado por los
debates en torno a la *posmodernidad, algunas de cuyas manifestaciones proponen la
disolucin de categoras como las de sujeto, Estado-nacin, clase o ideologa.
Ese clima no es ajeno al fuerte impulso que, hacia los aos noventa, se les da a los
Estudios Culturales ( Culturas populares) en la academia norteamericana, con un
marcado inters hacia lo latinoamericano, devenido latinoamericanismo. Esta operacin
crtica de sesgo deconstructivo tiende a desdibujar la jerarqua implcita en el binomio
centro-periferia en virtud de su exaltacin de lo perifrico, lo diverso y la *subalternidad, y
conlleva un reconocimiento de que los sujetos y prcticas culturales marginales constituyen
un elemento activo en los procesos de construccin hegemnica. El problema se presenta
cuando los enfoques ms optimistas del pensamiento posmoderno creen encontrar en la
reivindicacin de la *subalternidad latinoamericana una suerte de pre del post: ciertas
tradiciones culturales son rescatadas en tanto experiencias no sistematizadas en un orden
discursivo- que presentaran la posibilidad de subvertir el canon metropolitano, pero
siempre mediante una operacin crtica de representacin discursiva (un hablar sobre o
hablar por) que se realiza en el seno de la academia. Algunos crticos reconocen el
problema de la representacin y los lmites de una marginalidad programada (Jitrik
1996: 23) como gesto poltico-acadmico por parte de una elite intelectual.
El enfoque multiculturalista implica la fragmentacin del canon a partir de la
reivindicacin de una multiplicidad de cnones alternativos que constituiran la expresin
de grupos e identidades histricamente relegados en la cultura occidental: literatura
femenina, literatura chicana, literatura negra americana, etc. Esta ampliacin, basada en la
premisa de representacin de las minoras, parece olvidar a menudo que los procesos de
canonizacin responden a modos de sancin caractersticos de la institucin literaria, por
mucho que ellos puedan entrar en contacto con otras instituciones, y que el canon literario
no representa a un electorado social al modo de una legislatura pseudo-democrtica
(Guillory 1990: 3). La equiparacin de la literatura con expresiones culturales de cualquier
tipo a condicin de que sean marginales pierde de vista su especificidad discursiva y
habilita las crticas conservadoras que intentan reinstalar y preservar el canon occidental
amparndose en la cuestin del valor esttico, pero de un valor que se piensa como
intrnseco a las obras literarias. La polmica intervencin de Harold Bloom sealada al
comienzo va en ese sentido: Bloom se alza contra la expansin de los Estudios Culturales,
que l llama Escuela del Resentimiento o la trama acadmico-periodstica (1994: 14),
ms que para proponer un canon, para denostar lo que considera su destruccin en virtud de
dudosos programas de liberacin social. Para Bloom el juicio sobre las obras literarias ha
de ser puramente esttico e individual (leer al servicio de cualquier ideologa, a mi juicio,
es lo mismo que no leer nada [40] ), la formacin del canon se considera a partir de una
relacin escritor-lector desprovista de mediaciones institucionales, y el autor catedrtico
de la Universidad de Yale se autoproclama incapaz de descubrir ninguna conexin
interna entre cualquier grupo social y la manera concreta en que he pasado mi vida
leyendo, juzgando e interpretando lo que antao denominbamos literatura de
imaginacin (33). Ese contacto vital con la experiencia esttica se convierte en el
fundamento de la lista de autores que propone Bloom como los ms representativos del
canon occidental, conformada por veintisis escritores doce de ellos anglosajones, tres
representantes de la literatura en espaol en su totalidad, y once de otras nacionalidades y
que tiene en Shakespeare su figura central. Sin embargo, la canonicidad en Bloom se
explica mejor por lo que l mismo ha denominado la teora de la angustia de las
influencias, que supone que la literatura funciona de manera *agonstica, y que los grandes
escritores realizan una lectura desviada de las obras que leen en su afn por liberarse de
la influencia de sus precursores. Una obra original con toda la carga romntica que el
trmino supone no slo es el resultado de la lectura de una obra anterior, sino que
constituye en s misma esa lectura, o es la angustia (18) en un sentido no meramente
psicolgico, sino que postula las relaciones intertextuales e histricas en la literatura a
partir de ese dilogo conflictivo que los escritores sostienen a travs de sus obras. La teora
de las influencias de Bloom no slo opera una suerte de seleccin natural entre obras y
autores, sino que supone que la experiencia esttica es intransferible y slo puede ser
experimentada por un yo individual que se define en contra de la sociedad (33). Aunque
las obras puedan ser conservadas y transmitidas por medio de la enseanza, su valor
esttico nada tendra que ver con cuestiones ideolgicas ni con valores morales el arte es
Bibliografa citada:
Bloom, Harold.
(1994) El canon occidental. La escuela y los libros de todas las pocas, Barcelona,
Anagrama, 1995. (Trad. cast. de Damin Alou).
Bombini, Gustavo.
(2004) Los arrabales de la literatura. La historia de la enseanza literaria en la escuela
secundaria argentina (1860-1960), Buenos Aires, Mio y Dvila y Facultad de Filosofa y
Letras.
Bourdieu, Pierre.
61
Una perspectiva que puede leerse en consonancia con la de Bloom es la de George Steiner. En Presencias
reales (1989), Steiner propone una imaginaria repblica contraplatnica de escritores y lectores, de la que los
crticos de arte han quedado excluidos por innecesarios, dado que son las obras de arte las que constituyen
una autntica respuesta crtica a las obras precursoras.
(1992) Las reglas del arte. Gnesis y estructura del campo literario, Barcelona, Anagrama,
1995. (Trad. cast. de Thomas Kauf).
Caballero Wangemert, Mara.
(2000) Canon y corpus. Una aproximacin a la literatura hispanoamericana, en
Wentzlaff-Eggebert, Christian y Traine, Martin (eds): Canon y Poder en Amrica Latina,
Universidad de Colonia [Alemania], Centro de Estudios sobre Espaa, Portugal y Amrica
Latina; pp. 33-77.
Cella, Susana.
(1998) Canon y otras cuestiones, en Cella, Susana (comp.): Dominios de la literatura.
Acerca del canon, Buenos Aires, Losada; pp. 7-16.
Guillory, John.
(1990) Canon, en F.Lentricchia y Th. McLaughlin (eds.): Critical Terms for Literary
Study, Chicago/Londres, University of Chicago Press, 1995; pp. 233-249.
Gutirrez Girardot, Rafael.
(1985) El problema de una periodizacin de la historia literaria latinoamericana, en
Pizarro, Ana (coord.): La literatura latinoamericana como proceso, Buenos Aires, CEAL,
Coleccin Bibliotecas Universitarias; pp. 119-131.
Jitrik, No.
(1996) Cannica, regulatoria y transgresiva, en Cella, Susana (comp.): Dominios de la
literatura. Acerca del canon, Buenos Aires, Losada, 1998; pp. 19-25.
Lagmanovich, David.
(2000) Canon y vanguardia. Una perspectiva sudamericana, en Wentzlaff-Eggebert,
Christian y Traine, Martin (eds.): Canon y Poder en Amrica Latina, Universidad de
Colonia [Alemania], Centro de Estudios sobre Espaa, Portugal y Amrica Latina; pp. 78103.
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(1998) Liturgias y profanaciones, en Cella, Susana (comp.): Dominios de la literatura.
Acerca del canon. Buenos Aires, Losada; pp. 59-83.
Sarlo, Beatriz.
(1995) El lector y sus lmites, en Clarn, Suplemento Cultura y Nacin, 19 de enero.
Steiner, George.
(1989) Presencias reales. Hay algo en lo que decimos? Barcelona, Destino, 1991. (Trad.
cast. de Juan G. Lpez Guix).
Wentzlaff-Eggebert, Christian.
(2000) Canon y poder. Finalidades del canon literario de Quintiliano a Harold Bloom, en
Wentzlaff-Eggebert, Christian y Traine, Martin (eds.): Canon y Poder en Amrica Latina.
10
Recepcin
por Adrin Ferrero
() pues en la obra en que el lector ser por fin
ledo, Biografa del lector, sbese que se dir lo que,
desconcertante, le ocurri con un libro tan zanjeado
que no hubo recurso sino leerlo seguido para
mantener desunida la lectura ()
Macedonio Fernndez, Museo de la novela de la
Eterna (1967)
El sujeto que lee en soledad se asla porque est
inmerso en la sociedad, de lo contrario no precisara
hacerlo.
Ricardo Piglia, El ltimo lector (2005)
Ledo desde el presente, Benjamin est diciendo, entre varias otras cosas, que una
modificacin en nuestra condicin de receptores (una lectura, una vivencia, una
percepcin) modula decisivamente el significado que otorgamos al objeto o al
acontecimiento percibido ulteriormente. La idea es clara, pero no obvia: detrs de la
adquisicin de nuevos saberes o destrezas, de ciertas experiencias o descubrimientos, hay
un antes y un despus en el modo en que el mundo se nos vuelve inteligible. Sabemos que
el acceso a ciertas corrientes de ideas, como el marxismo o el psicoanlisis, por citar slo
dos ejemplos clebres, condicionaron sustantivamente no slo nuestra visin del mundo y
la perspectiva desde la cual lo interpretamos, sino tambin nuestra praxis y nuestras
intervenciones.
Hacia 1962, el semilogo (y ms tarde clebre novelista) Umberto Eco publica su
Opera aperta, con el significativo subttulo de Forma e indeterminacin en el arte
contemporneo; all postula que el gran aporte de las manifestaciones ms renovadoras e
impetuosas del arte contemporneo ha consistido en promover, desde su misma
formulacin, caracterizada por zonas de indeterminacin e incertidumbre, una mayor
libertad para transitarlas o interpretarlas. El rasgo distintivo de estas nuevas obras era que
liberaban y dejaban en manos del lector/receptor un abanico de toma de decisiones en torno
a cmo desandarlas o bien sobre cmo ejecutarlas (en el caso de partituras musicales,
peras o ballets). Ello supone un tipo de constructo cultural fundado en zonas no previstas
desde su diseo (pero tampoco prohibidas), y por supuesto subraya el rasgo activo y, en
programa, supona la primaca del texto y del placer y del goce por sobre los discursos
secundarios fundados en l. En un punto, juicio esttico y juicio poltico iban de la mano:
ambos demandaban como condicin necesaria el librepensamiento. Esa cruzada de Sontag
que ella treinta aos ms tarde, releyndose, evaluar afirmando de s misma, con visible
irona, que estaba plagada de afn evangelizador, represent un combate contra la crtica
de viejo cuo que no vea en las obras sino la encarnacin de valores, cuando no de
virtudes, defectos; comportamientos morales o inmorales, temores y fobias fuertemente
conservadoras y retrgradas.62 En este sentido, leer, el placer de asistir al espectculo de
una obra, de dejarse invadir por ella, supone una actividad subversiva, altamente
antinormalizadora.
Con la avanzada tanto financiera cuanto tecnolgica del capitalismo que condujo
hacia el estallido y la diseminacin de los mass media, primero en las naciones centrales y
al poco tiempo en el entonces llamado Tercer Mundo, tuvieron lugar una serie de hechos
que cambiaron sustancialmente el lugar del sujeto en la sociedad y la produccin y
circulacin de mensajes, tanto estticos como extraestticos. La instalacin de
multinacionales, la propagacin de nuevas tecnologas, ideologas sociales y hbitos de
consumo, de absoluta incidencia en lo cultural, acentu aun ms un paradigma que se
transpuso a las actividades o prcticas de codificacin y decodificacin en la que pareca
adoptar primaca el enfoque comunicacional. En efecto, el auge de la *Teora de la
informacin hablaba de emisores, receptores, canales, mensajes, cdigos ( Semitica).
La instancia receptiva, antes desatendida, fue abordada desde numerosos mbitos, desde
perspectivas crticas como la Escuela de Frankfurt hasta versiones ms recientes del
funcionalismo. En particular, las miradas ms crticas acentuaban la alienacin (
Marxismo) que provocaba la industria cultural, caracterizada por la estereotipia en vez de
un arte de autor, en perjuicio del pblico: individuos considerados no como sujetos sino
como masas impersonales donde era presumible se produjeran procesos de desubjetivacin.
Segn Karlheinz Barck, el hecho de que tanto la teora social como la ciencia literaria
burguesa se centrara a partir de 1960 en el problema del sujeto y la recepcin como
62
En Francia, esa misma batalla tuvo lugar algunos aos antes y la protagonizaron Roland Barthes, como
exponente de la nouvelle critique, y Raymond Picard, en el bando de la crtica ms tradicionalista. Las
intervenciones de Barthes en la polmica fueron publicadas en el volumen Crtica y verdad. Es importante
agregar que Susan Sontag sigui cursos y seminarios en Pars con Roland Barthes, difundi su obra en
E.E.U.U. y escribi varios textos sobre el magisterio y la influencia que ejerci sobre ella.
actividad obedece al cambio del lugar del arte en las sociedades industriales y a la funcin
manipuladora desenmascarada por los detractores del capitalismo (Barck 1987: 161-162).
Con la agitacin de nuevos movimientos culturales sesentistas y el protagonismo de
movimientos juveniles altamente cuestionadores del statu quo cultural, se movilizaron
fuerzas revulsivas desde el punto de vista de las significaciones sociales que instalaron en el
centro de los debates sociales y la opinin pblica nociones antes naturalizadas o tenidas
por indiscutibles. El atributo o la esencia misma de lo artstico o el arte fueron
revisados desde varias perspectivas y reas del saber. Numerosos discursos sociales, desde
el periodismo cultural a las prcticas pedaggicas se hicieron cargo del cataclismo cultural.
La figura misma del productor cultural y el intelectual con responsabilidades ticas pblicas
empez a adquirir resonancia y fundar nuevas imgenes de escritor, de las que la mujer no
se vio excluida merced a una equiparacin en el capital educativo formal. La capacidad de
interpretar del sujeto se rejerarquiz.
En el marco de esta preocupacin por el sujeto, en la Universidad de Constanza, en
Alemania, un grupo de acadmicos, munidos de un amplio bagaje erudito donde se
contaban tanto los antiguos saberes de la Esttica europea como las de las nuevas formas de
produccin, circulacin e interpretacin del arte interrogaron los procesos de construccin y
produccin de significado del arte y la literatura.
En efecto, hacia 1967, Hans Robert Jauss y Wolfgang Iser (y sus discpulos)
sistematizaran lo que dieron en llamar un nuevo paradigma en los estudios literarios,
retomando la conocida nocin del epistemlogo Thomas Kuhn. Alentados por la esperanza
de configurar un modelo interpretativo del arte superador de los anteriores, relevantes pero
no concluyentes, centraron sus esfuerzos en el acto de interpretar una obra. Segn
Wolfgang Iser, la interpretacin comenzaba a descubrir su propia historia, bajo la forma de
distintos indicios y fuentes, y a pensarse a s misma ya no como una operacin natural, sino
como un objeto de descripcin e indagacin. El modelo de la Escuela de Constanza,
bautizado como Esttica o Teora de la Recepcin, haca hincapi en la trada autor,
obra y receptor (a la que Iser agrega la categora de lo real, espacio *cronotopo-lgico
donde esos componentes se insertan y son prcticas situadas histricamente), pero ya no
como unidades inmanentes, esencializadas, sino a partir de circunscribir y establecer el rol
activo, configurador de sentidos, de quien decodifica una obra, que es tal en tanto dialoga
63
Es oportuno sealar que algunos estudiosos advierten retrospectivamente, tanto en la Potica como en la
Retrica de Aristteles, las nociones de efecto esttico (catarsis) y las del esquema comunicativo puesta de
manifiesto en los distintos usos y estrategias que establece la mencionada Retrica. Antes aun, se menciona a
los sofistas como figuras que manipulaban el lenguaje con la idea de inducir un efecto en el auditorio.
64
Una de las composiciones del biografismo, en su versin ms condenada y demonizada pero, por lo mismo,
ms mitificada, era el malditismo (del Marqus de Sade a Arthur Rimbaud, de Charles Baudelaire a
Antonin Artaud). Estas figuras venan a llenar una figura virtualmente construida a partir del exceso y las
pasiones como contrafigura paradigmtica del intelectual ilustrado, bienpensante, recatado y mesurado.
Cuando, aos ms tarde, el eje de los debates terico crticos se desplaz hacia la
obra como foco central, ese movimiento inclusivo y centrpeto de corrientes intelectuales se
caracterizaron por ser *inmanentistas, esto es, por percibir ciertos atributos dentro de la
obra, como un en s. Pese a los matices y particularidades de todas ellas tanto como a sus
apropiaciones regionales, desde la Estilstica (reinante sobre todo en el mundo alemn e
hispnico), el New Criticism (con mayor pregnancia en el mundo anglosajn) y, por
supuesto, el Estructuralismo de la dcada del 50 (que tom prestado su modelo a la
lingstica saussureana y cuya sede ms clebre fue Francia) confinaron al hacedor de la
obra a los inciertos dominios de la subjetividad ( Postestructuralismo). Faltos de la
rigurosidad cientfica y de la neutralidad necesaria para la formulacin de hiptesis
sustentables y demostrables desde una fundamentacin lgica, el autor y su vida no podan
cimentar una mirada crtica que, vida de exactitud y legitimacin, aspiraba ms que nunca,
a
constituir
una
ciencia
de
la
literatura.
Otro
tanto
sucedi
con
el
forma o estructura (lo que supone acabamiento, cerrazn, carcter conclusivo) y no como
proceso, desatendi la obra de arte que, si bien era innegable poda ser formalmente
descripta, no poda ser fijada en un sentido unvoco, objetivo. El sujeto (autor-lectorespectador) no era, en ese marco, ms que una funcin textual, una ficcin crtica cuya
intervencin en la confeccin o recepcin del texto era meramente aleatoria, de modo que
si en algo intervena la Historia era en una Historia de las formas o de las funciones, pero
nunca de los sujetos o de los lectores, menos aun de las clases sociales.
Precisamente esas seran las zonas identificadas como falibles por Hans Robert
Jauss y Wolfgang Iser. Ambos inician, con la publicacin de sendas ponencias en un
volumen programtico una propuesta desde la esttica que pretende superar las dicotomas
que haban confinado la Historia del arte a un catlogo ms o menos fechado de autores, de
obras o de formas. Dichos trabajos (que por momentos adoptan el sesgo resonante y
sensacionalista de una primicia) anuncian que algo ha cambiado en el modo de concebir la
obra de arte. Por supuesto, estos primeros textos de Jauss e Iser, como todo texto de
comienzos, constituyen la instancia de mxima produccin de sentido de su proyecto, y
distan mucho de sus formulaciones posteriores, que ratificarn esa tendencia pero refinarn
tanto los planteos como los recursos y procedern a realizar estudios de casos a ttulo
ejemplificador.
Los esfuerzos de ambos estudiosos se orientaron hacia dos direcciones ntidas,
diferentes pero complementarias. Jauss procurar aplicar a la nocin de recepcin la de
cambio histrico; esto es, historizar los procesos comunicativos de orden artstico,
partiendo de la hiptesis de que la historia de la literatura es la historia de diferentes
concretizaciones de las obras (siempre cambiantes pero plausibles). Sin embargo, no
sostiene que la clave del proceso de comunicacin en una obra literaria estribe nicamente
en el receptor y la construccin de significados que ste realice. Ms bien apunta a sealar
una suerte de proceso dialctico, interactivo, de dilogo entre autor, otra y lector, que por
supuesto no es estable, en tanto y en cuanto esos tres elementos son entidades estrictamente
historizables, que experimentan de manera permanente el devenir histrico. Para Jauss,
dado un productor, que toma la iniciativa de una poiesis (de un hacer, de un construir que
es un poetizar en sentido amplio, en el caso de la literatura), tiene lugar la aisthesis (cuando
la obra, bajo el aspecto de una forma, se concretiza en un receptor particular, es decir,
adquiere una de las tantas realizaciones posibles) para llegar por fin a la catharsis, es decir,
al efecto o cambio que deviene en el receptor durante y una vez que ha concluido el ciclo
de la recepcin. Esta triple secuencia modelara segn una temporalidad estrictamente
cronolgica la forma de actividad que despliega el sujeto receptor, en interaccin con el
productor y su obra.
La historia de la literatura, entonces, no es para Jauss sino la historia de las distintas
concretizaciones particulares de las mismas obras por parte de diferentes receptores (es
decir, captaciones que en un momento histrico tuvieron lugar a partir de una obra por la
intervencin de un sujeto o una comunidad de sujetos) a que ha dado lugar el conjunto de
obras que llamamos literatura (). Es posible rastrear esas concretizaciones o
realizaciones de la obra, por ejemplo en la crtica literaria de distintas pocas (donde se
pueden verificar tanto los cambios como las similitudes en los distintos juicios que mereci
una misma obra, o bien los prejuicios y premisas desde las cuales se formulaban dichos
escritos). Asimismo, en el efecto o impacto constructivo de esa obra en otras (intertextual,
por ejemplo), o bien en cmo esa obra ha sido omitida, silenciada, traducida, adaptada, en
fin, segn el itinerario sinuoso que le ha deparado su destino. Una de las premisas de Jauss
es que la Teora de la Recepcin es no slo una teora de la comunicacin literaria sino,
ms ampliamente, esttica, lo que la sita no slo en el marco de las teoras literarias sino
de las teoras de la comunicacin en general.
Wolfgang Iser, por su parte, ms influido por la fenomenologa iniciada por
Edmund Husserl y ms tarde proseguida por Maurice Merlau-Ponty y Jean-Paul Sartre,
tender a una aproximacin lo ms descriptiva y precisa posible del acto de leer como
instancia constructiva de significados, en especial haciendo hincapi en el acto de leer
como proceso material, que articula lo psquico y lo fsico bajo la forma de percepciones y
de intelecciones. En efecto, para Iser, todo psiquismo humano est fundado en la
corporeidad y por lo tanto est dispuesto en un orden espacio-temporal universal en
permanente devenir.
***
Para finalizar, me interesara, ms que rastrear o reconstruir la historia del desembarco de
las teoras de la recepcin europeas o norteamericanas en nuestro pas o nuestro
subcontinente, sealar dos casos en los que la recepcin de escritores por parte de
formaciones terico-crticas emergentes introdujo un giro decisivo en el modo como sus
textos literarios fueron ledos por la sociedad en general y condicion el futuro de su
incorporacin al canon nacional. Esa multiplicidad de intervenciones decisivas definieron
el lugar movedizo que esos proyectos creadores fueron ocupando en el campo intelectual
argentino hasta delinear un destino ms o menos indiscutido. Me refiero, en primer lugar, al
caso del escritor argentino Roberto Arlt, cuya calidad literaria, si bien de exitosa y esperada
acogida en el mbito de la prensa popular con sus conocidas Aguafuertes porteas, no era
igualmente ponderada en sus novelas y libros de cuentos, de menor circulacin pero de
mayor radicalidad creativa. No es sino a partir de las lecturas que de su obra literaria
producen los integrantes de la revista Contorno ( Revistas literarias), que Arlt se vuelve
legible, deja de ser el escritor que escribe con faltas de ortografa (repudio que Ricardo
Piglia atribuye a la norma pequeoburguesa de la hipercorreccin gramatical) y se
convierte en una suerte de profeta de la trama oculta del capitalismo, que ampara y da
cabida por primera vez en la literatura argentina a figuras anmalas o transgresoras. Ello
fue posible merced al tipo de saberes, por cierto sin precedentes locales, de los que estaban
munidos los contornistas, y con los que pusieron a dialogar su obra atentos a
resemantizarla.
El otro caso paradigmtico, ms tardo y plagado de una serie de malentendidos que
hacen confluir, de modo desconcertante, el bestsellerismo con la experimentacin
neovanguardista, el repudio, la persecucin y la celebridad mundial, es el del escritor
Manuel Puig. Expatriado del pas a una edad muy temprana, apasionado del cine industrial
hollywoodense y el glamour de sus divas, haciendo confluir lenguajes y cdigos artsticos
afines como cine y literatura, o aparentemente opuestos, como lo masivo y lo popular con
las zonas de la produccin cultural ms innovadoras, logr una sntesis que articul obras
transgresoras desde el gnero en sus dos acepciones (de genre, es decir, como gnero
literario, y de gender, es decir como gnero sexual [ Gneros discursivos; Gnero]).
Esas operaciones no fueron visibles ni inteligibles desde sus inicios, ms bien se acus a
Puig de trabajar con las zonas ms degradadas y menos literarias de la literatura. Un
boom terico-crtico, alimentado por el impacto del fermento de nuevas miradas y nuevas
lecturas, se inaugura con los trabajos de Josefina Ludmer, Alan Pauls, Jos Amcola y
Alberto Giordano, entre otros, y supone una suerte de relectura de Puig, de rescate que lo
sita como un verdadero precursor.
Bibliografa citada:
Arlt, Roberto
(1926) El juguete rabioso, en idem: Obra completa, Buenos Aires, Carlos Lohl, 1981, (2
Tomos).
Barck, Karlheinz
(1987) Crtica del problema de la recepcin en las concepciones burguesas de la
literatura, en Dietrich Rall (comp.): En busca del texto. Teora de la recepcin literaria,
Mxico, Universidad Autnoma de Mxico, 1993, pp. 161-163. (Trad. cast. de Sandra
Franco y otros).
Benjamin, Walter
(1972) Discursos interrumpidos I. Filosofa del arte y de la historia, [Seleccin de textos
de W. Benjamin], Buenos Aires, Editorial Taurus, 1989. (Trad. cast. de Jess Aguirre).
Eco, Umberto
(1962) Opera Aperta. Casa Editrice Valentino Bompiani, Miln. [Versin espaola: Obra
abierta, Barcelona, Biblioteca Seix Barral, 1965. (Trad. cast. de Francisca Perujo)].
Iser, Wolfgang
(1976) El acto de leer. Teora del efecto esttico, Madrid, Taurus, 1987. (Trad. de los textos
en alemn por J. A. Gimbernat y de los apartados en ingls por Manuel Barbeito).
Jauss, Hans Robert
(1981) Esttica de la recepcin y comunicacin literaria, en Revista Punto de Vista. Ao
IV, Nmero 12, Julio de 1981. p.p. 34-40. (Trad. cast. de Beatriz Sarlo).
(1992) Experiencia esttica y hermenutica literaria. Ensayos en el campo de la
experiencia esttica, Madrid, Taurus. (Trad. cast. de Jaime Siles y Ela Mara Fernndez
Palacios).
Piglia, Ricardo
(1993) Introduccin y Bibliografa a: Arlt, Roberto. El juguete rabioso, Buenos Aires,
Espasa Calpe, pp.9-29.
(2005) El ltimo lector, Buenos Aires, Anagrama.
Puig, Manuel
(1968) La traicin de Rita Hayworth, Buenos Aires, Sudamericana, 1972
(1973) The Buenos Aires Affair, Buenos Aires, Sudamericana.
Rall, Dietrich (compilador)
11
Revistas literarias y culturales
por Roxana Patio
renovacin en todo el siglo XX. Sin embargo, este segundo momento de la crtica, si bien
valorizaba las revistas de esos aos as como del pasado continental en un gesto
reivindicatorio, posea dos limitaciones: las encapsulaba en un mbito circunscripto sin
demasiada conexin con los campos de problemticas a los que remitan, y adolecan de los
enfoques terico-crticos necesarios para articularlos a ese *corpus mayor. Un ejemplo de
esto podra ser el ya clsico libro de Lafleur, Provenzano y Alonso: Las revistas literarias
argentinas (1893-1967).65 En el contexto latinoamericano, el antecedente obligado en este
perodo son los estudios pioneros de G. Carter Boyd (1959 y 1968) sobre las revistas del
continente; como lo indica el ttulo de su segundo libro, ya a fines de los aos sesenta es
posible reconstruir una historia literaria hispanoamericana a travs de las huellas dejadas en
las revistas. El afn ms antolgico que crtico prima en la elaboracin de estos
emprendimientos que, no obstante, cumplieron con la funcin fundamental de la
recopilacin y el registro sobre los cuales pudieron sostenerse trabajos posteriores, en un
continente caracterizado por la precariedad de sus archivos hemerogrficos. Al final de esta
etapa, empero, puede registrarse un nmero creciente de trabajos sobre revistas que
demuestran una originalidad mayor en los enfoques aunque la mayora de ellos todava
circunscriptos al campo exclusivamente literario. En efecto, esta tendencia de la crtica, si
bien contribuy al anlisis y la difusin del estudio sobre revistas, los alej de su necesaria
articulacin a campos de problemticas que comparte con las lneas nucleares de la cultura
latinoamericana.
El tercer momento en la consideracin de las revistas literarias/culturales se abre a
principio de los aos ochenta y coincide en Amrica Latina con la reforma crtica operada
en los estudios literarios en su cruce con los Estudios Culturales ( Culturas populares).
En efecto, a partir de la apertura de los tabiques disciplinarios y el derrumbamiento de las
divisiorias entre alta y baja cultura propiciados por esta corriente, las revistas dejan de ser
pensadas como "objeto literario" y se
La primera edicin la public ECA en 1962; sin embargo, sta se agot rpidamente y en 1967 se publica la
edicin del CEAL que, corregida y aumentada, es la que ha circulado mayoritariamente. Acaba de publicarse
una reedicin del libro (2006).
la historia de las ideas y la historia intelectual, entre otros saberes que por la poca
presenciaban la labilidad de las fronteras disciplinarias. El estudio de revistas demuestra
cmo los Estudios Culturales permearon la crtica literaria dotndolos de insumos tericos
que favorecieron una ms rica y pertinente interpretacin de su efectivo rol en la trama
cultural de una poca. Dos ejemplos sobre la revista Sur pueden graficar este giro: la
publicacin del Dossier sobre la revista Sur en Punto de Vista66 (1983) y la publicacin en
espaol del libro de John King, Sur. Estudio de la revista argentina y de su papel en el
desarrollo de una cultura 1931-1970 (1989). En ambos se evidencia la huella de la teora
cultural de Raymond Williams ( Campo literario) y, en el caso del primero, un esfuerzo
por sacar a la revista de los parmetros interpretativos desde los que haba sido estudiada
hasta entonces, y por complejizar la nocin de que una revista es bastante ms que un
rgano difusor de una ideologa literaria o cultural; es, ms bien, un espacio de cruce
muchas veces conflictivo de varias lneas ideolgicas que estn presentes en toda dinmica
cultural de manera hegemnica, emergente o residual (Williams 1977: 143-149).
Esta lnea williamsiana es congruente con el modo en que las revistas empiezan a
ser pensadas: como "proyectos intelectuales" de "formaciones" que ejercen una
intervencin aguda aunque breve en la trama cultural. As como los Estudios Culturales, la
Sociologa de la Cultura tambin impact en el estudio de las revistas; en particular, el
aporte de Pierre Bourdieu se revel eficaz para analizar a las revistas como posiciones
desde las cuales los agentes de un campo intelectual fijaban sus relaciones y establecan sus
debates dentro de una problemtica, y el papel de ciertos "intelectuales faros" que guiaron
esas empresas. El estudio bourdieusiano de Anna Boschetti sobre Les Temps Modernes
(1985, traducido al espaol en 1990) fue orientador de este enfoque.
Al mismo tiempo, son las revistas de estos aos entre los ochenta y los noventa
las que realizan una operacin que las distingue: importan, modernizan, actualizan el
campo cultural luego de algn proceso de obturacin de dicha esfera que haya dificultado el
flujo de las nuevas tendencias. As, en el momento de las posdictaduras las revistas del
66
Cf. Mara Teresa Gramuglio. Sur. Constitucin del grupo y proyecto intelectual; Beatriz Sarlo. La
perspectiva americana en los primeros aos de Sur; Jorge Warley. Un acuerdo de orden tico. Punto de
Vista, A VI, N 17, abril-junio 1983.
Cono Sur, por ejemplo, ponen a punto el repertorio del debate modernidad/posmodernidad
y lo procesan de acuerdo a sus propias coyunturas poltico-culturales.67
Los aos noventa y la presente dcada concentrarn la mayor produccin crtica
sobre revistas que, adems de ser cuantitativamente superior, registran este enriquecimiento
que permite analizarlas con un instrumental terico mucho ms sofisticado que en las
etapas anteriores. Marcadamente transdisciplinario, el estudio de revistas posibilit una
amplia revisin de las publicaciones cannicas a la luz de nuevos enfoques a la vez que el
registro de otras menos conocidas y no consideradas hasta entonces. Las revistas fueron en
estos ltimos aos objeto de numerosos encuentros acadmicos y de publicaciones
especializadas que compilaron un trabajo colectivo en el continente (Fell 1990, 1992, 1995;
Sosnowski 1999; Schwartz y Patio 2004), as como tambin se registran trabajos
individuales mayores sobre etapas culturales densas de Amrica Latina basadas en un
trabajo minucioso y productivo sobre numerosas revistas (Gilman 2003) y grupales e
individuales sobre una revista, como Marcha (Moraa y Machn 2003) y Casa de las
Amricas (Quintero Herencia 2002).
Qu estudiar en las revistas?
Esta variacin en los modos de abordaje de las revistas literarias/culturales es consecuencia
del cambio en los objetos de estudio que se construyeron a partir de su anlisis. Y esto es
as porque los interrogantes a los que se sometieron las revistas provienen de distintas
disciplinas, la mayora de las cuales tiene algo para decir sobre los interrogantes literarios.
En otras palabras, cumplieron roles significativos ms all de los bordes del campo
especfico y su originaria contaminacin con esas zonas permiti abordarlas desde
perspectivas ms integradas que enriquecieron el enfoque exclusivamente literario. Veamos
algunos ejemplos de estas perspectivas.
Verdadera sintaxis polifnica, las revista literarias/culturales se han desplazado en
una doble va en la cultura latinoamericana: en su interior, actuaron como generadoras y
sostenedoras de las diversas posiciones que intelectuales y artistas tomaron a lo largo del
siglo, mantenindose dentro del mbito de la cultura letrada; al mismo tiempo, en su
67
Sobre estas operaciones en las revistas culturales argentinas de la posdictadura, vase Patio 1999 y 2003.
Beatriz Sarlo (1992) piensa a la revista como "banco de prueba" o "laboratorio de ideas" de
operaciones intelectuales que luego se consolidan en el campo intelectual o fracasan o caen
en desuso.
Aqu llegamos a un punto central para comprender las razones por las cuales el
estudio de las revistas se mantuvo durante tanto tiempo dentro de la *ancilaridad: en un
campo dominado por la cultura libresca, aquellas textualidades que no alcanzaran ese
rango, aun cuando sus hacedores pertenecieran a la elite letrada, no tenan posibilidades de
ser consideradas dentro del canon literario central. Al mismo tiempo, su naturaleza hbrida
condicin que comparte con los suplementos culturales la remite a un doble campo de
pertenencia: al periodstico, y al intelectual y artstico. La pendularidad con la que las
revistas se desplazan en esta doble dimensin, particularmente en Amrica Latina, lejos de
traerles beneficios, les han aparejado ms de un destierro segn sigan una u otra lgica. Sin
terminar de pertenecer con derecho pleno como objeto de la alta cultura y, paradjicamente,
pensndose a s mismas como espacios restringidos dentro de ella, las revistas asumen esa
doble condicin y alimentan a uno y otro espacio pero no terminan de obtener la ciudadana
en ninguno.
Dentro de la dinmica del campo cultural, las revistas no tienen, de ningn modo,
un lugar definido a priori. Ms que un lugar fijo e inmutable en un orden cultural dado, las
revistas tienen funciones especficas pero variables, ms aun, su lugar hegemnico,
emergente o residual depende de la funcin que cumplan al articularse a campos culturales
diversos y paradigmas estticos e intelectuales diferentes. Es posible distinguir entre
aquellas revistas que funcionan como una institucin (Campo literario), impartidora
tradicional de una legitimidad cultural buscada por muchos y renegada por otros, y las que
no contienen el peso de esa tradicin y por su carcter coyuntural e innovador se permiten
un grado de intervencin ms agudo y definitorio sobre las problemticas de la cultura. Hay
revistas que por su origen, conformacin y trayectoria son revistas institucionales,
dependen de una institucionalidad acadmica y estatal. Este es el caso tpico de las revistas
de crtica literaria vinculadas a las universidades y que tienen una influencia decisiva en la
conformacin del canon literario. Un ejemplo entre los muchos posibles es el de una de las
publicaciones de crtica literaria ms importantes del siglo XX, la Revista Iberoamericana
que nace en Mxico en 1938 como rgano de difusin del Instituto Internacional de
segunda etapa
tipo. El primero se ubica en torno a las vanguardias de los aos 20 e incluye la compleja y
numerosa constelacin de escritores que se nucle alrededor de las revistas de vanguardia.68
Desde el haz de posiciones cuyos polos fueron la vanguardia esttica y la vanguardia
poltica ( Vanguardias), se disea una identidad del escritor que se coloca en la
avanzada de la problemtica de la modernidad cultural y literaria en Amrica latina. El
artista de vanguardia es, a travs de las revistas, un agente modernizador en su versin
moderada o un agente ruptor en su versin ms extrema, pero siempre un intelectual
colocado a contrapelo del estado de las cosas dentro del campo literario. El segundo
momento de inflexin dentro de las identidades intelectuales fijadas en las revistas arranca
en los aos 30 y se prorroga hasta la posguerra, en un punto cercano a la irrupcin del
pensamiento sartreano en la cultura latinoamericana, y que caracterizaremos a
continuacin. Tres revistas del perodo comparten un mismo paradigma en relacin con la
identidad intelectual y artstica: Contemporneos (Mxico 1928-1931), Sur (Buenos Aires
1931-1970) y Orgenes (Cuba 1944-1956). El tercer momento se articula entre los aos 50
y 70 en torno la identidad del escritor comprometido; su productividad es muy alta
particularmente en los 60, aos en los que la revolucin cubana y su revista paradigmtica,
Casa de las Amricas (1960-contina), funcionaron como horizonte para el resto de las
revistas del continente.69
Si dentro de estos tres perodos nos concentramos brevemente en el segundo tal
vez el menos estudiado, podremos detectar algunos aspectos que marcan las instancias de
construccin de la identidad intelectual como configuradora de las operaciones de
ubicacin y seleccin dentro de la tradicin literaria. Qu une a los escritores de
Contemporneos, Sur, y Orgenes, publicaciones enclavadas en contextos sociales y
culturales tan diferentes? En principio, y a la inversa de los vanguardistas, habra que
encontrar los puntos de unin entre ellos en el interior del propio grupo puesto que se trata
de aquellas formaciones en las que deliberadamente est elidido un nosotros
programtico. Las marcas de la vinculacin hay que buscarlas fuera del gesto de
68
De una extensa lista de revistas literarias, rescatamos: Martn Fierro, Proa (Argentina), Klaxon, Revista de
Antropofagia (Brasil), La Pluma, La Cruz del Sur (Uruguay), Mandrgora (Chile), Amauta (Per), Vlvula
(Venuezuela), Revista de Avance (Cuba), las publicaciones del Estridentismo mexicano, etc.
69
Una seleccin de las principales revistas de esta constelacin incluye: Marcha (Uruguay), Casa de las
Amricas (Cuba), Zona Franca (Venezuela), El Grillo de Papel, El Escarabajo de Oro, Crisis (Argentina), O
Pasquim,Opinao, Argumento (Brasil).
no es nunca se propuso ser una revista vinculada a las instituciones. Fue desde sus
difciles inicios la expresin libre de un grupo o formacin intelectual de izquierda que
registr, junto con los cambios en la sociedad y cultura argentinas, sus propios procesos de
transformacin. Dirigida por Beatriz Sarlo, la publicacin cuenta con un Consejo de
Direccin que se ha ido modificando con el paso del tiempo. Edita tres nmeros al ao con
una inusitada regularidad en el azaroso terreno de las publicaciones peridicas culturales.
Podran diferenciarse tres etapas en Punto de Vista. La primera (entre 1978 y 1983)
la ubica en el entramado de las revistas culturales que surgen y se desarrollan como modo
de oposicin a la dictadura. En esta etapa sus redactores esgrimieron las tpicas estrategias
de sobrevivencia: usaron velados sistemas de alusiones, escribieron muchas veces con
seudnimos y el primer editorial aqul que por primera vez refrendaba un nosotros se
public en el nmero 12 de 1981. Se constitua adems un Consejo de Direccin
(compuesto por Carlos Altamirano, Mara Teresa Gramuglio, Ricardo Piglia, Beatriz Sarlo
y Hugo Vezzetti) y se produca un cambio de direccin: de Jorge Sevilla a Beatriz Sarlo
quien continuar hasta el presente. Pero mientras el grueso de las revistas intentaba la
denuncia, Punto de Vista "hablaba de otra cosa. Fue la que con mayor coherencia y
continuidad enfrent el desafo de generar un discurso disidente que no se agotara en un
mero discurso de resistencia. La revista tuvo, en esos aos de oscurantismo, un doble rol:
por un lado posibilit una vital continuidad cultural, manteniendo los puentes de un campo
intelectual diezmado por la represin y el exilio en el momento en que ms dificultosa era
esa tarea, y por el otro actu como renovador e importador de discursos de zonas
ideolgicas ausentes en la cultura institucionalizada por el rgimen. Punto de Vista no
tematizaba la denuncia sino que pona en circulacin otros discursos desde la crtica
cultural y la teora literaria hasta la reflexin sociolgica e histrica que en s mismos
implican una opcin intelectual refractaria a los discursos autoritarios, no slo polticos
sino propiamente culturales.
Con la derrota en la guerra de Malvinas y el acelerado proceso de transicin a la
democracia se inicia la segunda etapa de Punto de Vista que se extiende a lo largo de la
dcada de los ochenta. Coincide con el alejamiento de Ricardo Piglia (1982) y la
incorporacin al Consejo de Direccin de Hilda Sbato (1983) y de Juan Carlos Portantiero
y Jos Aric (1984). Este ao marca el punto de confluencia del grupo de Punto de Vista
con un grupo de intelectuales exiliados en Mxico (Aric, Portantiero, Oscar Tern, Emilio
de Ipola, Sergio Bufano, Nicols Casullo) que describieron un proceso de reforma polticointelectual semejante y cuyas principales lneas pueden encontrarse expuestas en la revista
Controversia (Mxico, 1979-1981). Este punto de confluencia se cristaliza en la formacin
del Club de Cultura Socialista (1984), cuya Declaracin de Principios publica la revista, y
con el ingreso de algunos de ellos al Consejo de Direccin.
En esta segunda etapa de la revista se perciben claramente dos operaciones
principales: el proceso de reforma de la cultura de izquierda y, consecuentemente, la nueva
relacin de los intelectuales con la democracia; y la recuperacin de la tradicin crtica para
toda reflexin intelectual que pretendiera sustraerse al dogmatismo reinante en la mayor
parte de la cultura argentina de entonces. En ese sentido, cabe destacar que el nfasis
principal se coloca en la redefinicin de las lneas de la tradicin literaria y crtica
argentinas. La primera operacin es consecuencia del reprocesamiento crtico de los
paradigmas del marxismo que una franja de los intelectuales de izquierda (que abarca pero
que excede a los miembros de Punto de Vista) realiza por esos aos. El paso al
posmarxismo posibilta la reflexin sobre las relaciones entre socialismo y democracia, as
como la nueva identidad y funcin del intelectual dentro de ese reordenamiento. Los aos
de la transicin y los primeros de la democratizacin son el escenario del trnsito del
intelectual disidente al intelectual autocrtico en la revista. Un trnsito traumtico si se tiene
en cuenta que los materiales ideolgicos con los que se constitua esta nueva identidad eran
producto de una profunda reforma de ideas generada a partir de la crisis de los principales
ejes del paradigma marxista y su acercamiento a la problemtica de la democracia que
ahora se concibe como central, no slo en la reconstruccin de una nueva sociedad sino en
la redefinicin del intelectual dentro de ella.
La segunda tarea, la revisin de la tradicin literaria, constituye uno de los ms
importantes aportes a la cultura argentina de los ltimos aos. Si la revista se haba
propuesto una renovacin del pensamiento crtico (en sus inflexiones polticas, histricas, y
especficamente literarias) que le permitiera revisar los lineamientos anteriores, su
consecuencia es un nuevo sistema interpretativo basado en una relacin diferente entre
poltica, genealogas culturales y literatura. No hay ncleo importante de la literatura
nacional que quede fuera de la relectura de Punto de Vista: Sarmiento, Jos Hernndez y
Martn Fierro, la generacin del 80, el nacionalismo cultural del 900, las vanguardias de la
dcada del 20, las principales revistas culturales (de Sur a Contorno), Martnez Estrada y,
principalmente, la profunda indagacin sobre Borges que recupera para la izquierda del
campo literario un autor clave que las generaciones anteriores dogmatismo mediante no
haban conseguido incorporar. Los artculos de esa etapa exponen esta empresa de
rearmado de un sistema de lectura a partir de nuevas claves ideolgico-estticas.
Una tarea se impone como prioritaria en todos los artculos de literatura: rearmar la
genealoga de la lnea crtica en la literatura argentina sin obturar las zonas que la izquierda
dogmatizada de las dcadas anteriores no haba permitido leer. Podra decirse que, en un
gesto continuidad de esa lnea crtica que la revista reclamaba, Punto de Vista completa
aquello que Contorno no haba conseguido abarcar (Borges, claramente, pero tambin Sur).
Revisa y ordena lo que un nuevo paradigma de lecturas posibilita una vez reprocesadas
claves poltico-ideolgicas que operaron como barreras para la ampliacin de la mirada
crtica. Hay una hiperconciencia de este proceso en los miembros de la revista y podra
afirmarse que su sistema de seleccin temtica est al servicio de esta operacin.
Es asimismo notoria la empresa de puesta al da de la crtica. Desde los primeros
nmeros de los ochenta se evidencia la voluntad de revisar los instrumentos tericos que
dominaron las dcadas pasadas: el estructuralismo lingustico, literario y antropolgico, el
psicoanlisis lacaniano, la lectura althusseriana de la teora social, etc., y el resto del
conjunto terico que prevaleci en la revista Los Libros (1969-1976), antecedente directo
de Punto de Vista. La bsqueda de nuevas alternativas se encamina principalmente hacia el
anlisis cultural y la sociologa de la cultura, en particular hacia Raymond Williams y
Pierre Bourdieu.
La tercera etapa de Punto de Vista arranca a principios de los noventa y se extiende
hasta la actualidad. Las problemticas anteriores dan paso a un abanico temtico de una
densa amplitud. Valga el contraste para decir que se ampla el marco de preocupaciones,
pero que al mismo tiempo se profundiza la complejidad del anlisis. Los debates sobre
modernidad/posmodernidad y su inflexin en Amrica Latina, el avance de los Estudios
Culturales, los estudios de la ciudad particularmente de Buenos Aires, que se transforma
en un objeto privilegiado de indagacin, el anlisis poltico anclado en el caso argentino
pero siempre abierto a las coordenadas del pensamiento contemporneo, las nuevas voces
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70
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12
Culturas populares
por Valeria Sager
Me arrimaba a ellos () para presenciar su
existencia de la que ellos mismos no saban
nada//
Me daba asco pensar as, una vez ms estar
pensando todo lo que a los otros les bastaba
sentir
Julio Cortzar, Las puertas del cielo, en
Bestiario, 1951.
con documentos escritos, y la cultura de las clases subalternas es oral en su mayor parte, las
fuentes son doblemente indirectas: en tanto que escritas; es decir, fueron escritas por
individuos vinculados a la cultura dominante. Esto significa, dice el autor, que las ideas,
creencias y esperanzas de los campesinos y artesanos del pasado nos llegan (cuando nos
llegan) a travs de filtros intermedios y deformantes. (1976: 4).
Tambin Peter Burke en La cultura popular en la Europa moderna plantea el
problema de las fuentes, pero aqu las dificultades que su hallazgo y su interpretacin
acarrean al historiador se desprenden de otras instancias metodolgicas como la que surge
de historizar el momento en el que se produce la constitucin misma de lo popular como
entidad. Es decir, en principio, ubicar en los trabajos de Johann Gottfried von Herder de
fines del siglo XVIII las primeras apariciones de trminos como Volkslied (canto popular) y
al mismo tiempo, fechar por esos mismos aos el momento en el que lo popular comienza a
volverse interesante para los intelectuales europeos. Respecto de esta disposicin, la
primera parte del libro refiere la sorpresa de campesinos y artesanos al ser visitados por
insistentes sujetos de clase media que les pedan que cantaran sus canciones tradicionales
para luego componer con ellas las colecciones que seran adoradas y emuladas por los
poetas romnticos. Para rebelarse contra el clasicismo del siglo XVIII ( Clasicismos) los
integrantes de este movimiento recurrieron a lo salvaje y natural de aquellas baladas
primitivas, sosteniendo que stas pertenecan a todo el pueblo y que aquellos poemas
conformaban la poesa de la naturaleza, que como los rboles simplemente creca.
El estudio de Burke, que comienza a partir de una inquietud muy similar a la que
plantea Ginzburg, se propone reconstruir las actitudes y valores de los vagabundos,
marineros, ladrones, comerciantes y campesinos europeos entre el siglo XVI y el XVIII. La
investigacin se vuelve consistente a partir de una galera de casos y ejemplos valiosos
cuya articulacin demuestra que no es posible comprender las relaciones entre la tradicin
culta y la popular sin considerar la interaccin entre ambas. El modelo de intercambios que
el autor describe concibe una cultura compuesta por tres tipos de influencias, ya que entre
la cultura docta y la de la tradicin oral, sita un grupo de personas (en su mayora semiinstruidos) que actuaban como intermediarios o cumplan una funcin popularizante. Entre
ellos Burke destaca a los trabajadores de las imprentas, en la medida que eran artesanos, y
al mismo tiempo estaban familiarizados con el mundo de los libros. Ente estos casos
parecen deformes, monstruosas, horribles. Entre los estudios a los que La cultura popular
en la Edad Media intenta refutar porque caracterizan al realismo grotesco premoderno a
partir de una concepcin modernizada, se encuentra el de Wolfgang Kayser (1950),71 quien
seala que en este gnero se hace presente el miedo a la vida, en tanto que en esas obras se
mezclan los dominios de lo inanimado, lo animal y lo humano; y que los motivos
preferidos de este modo de representacin son tteres, sonmbulos o animales fantsticos.
Siguiendo la idea formulada por Kayser, aparece con nitidez el cariz que la
configuracin imaginaria de lo popular ha arrastrado hacia el presente. Todo ese universo
*axiolgico de lo inferior, carnal y material ha sido paulatinamente desplazado hacia los
infiernos de la cultura y puede leerse, por eso, en muchas de las manifestaciones
literarias o artsticas subalternas, contracannicas, o bien en el origen de emergentes
cnones alternativos ( Canon). Sin embargo, aunque esos modos de representacin se
despliegan en los bordes del canon, la tensin entre lo culto y lo popular es central en los
debates del arte, la literatura y la cultura en general.
***
En lo que atae a la literatura argentina en particular, el pasaje con el que David Vias
define el conflicto a partir del cual sta se constituye, recoge las tensiones aludidas: La
literatura argentina emerge alrededor de una metfora mayor: la violacin. La explicacin
en la que la sentencia se expande, dice: El matadero y Amalia no son as sino
comentarios de una violencia ejercida desde afuera hacia adentro, de la carne sobre el
espritu [] Y a partir de esa agresin inicial por el revs de la trama los textos del
romanticismo argentino pueden ser ledos como un progresivo programa del espritu y la
literatura contra el ancho y denso predominio de la brbara materia. (1970: 13-14). La
batalla a la que Vias se refiere puede leerse de modo condensado, por ejemplo, en la
opinin que a la lite letrada de la Buenos Aires decimonnica le merecieron los textos
seudo-gauchescos historias de marginados por la ley y gauchos alzados publicados en
forma de folletn y extensamente difundidos:
71
Bajtin cita a Kayser a partir de su trabajo Das Groteske in Malerei und Dichtung, de 1957, reeditado
pstumamente en 1960-1961 en la coleccin Rowohlts Deutsche Enzyklopdie, vase Bajtin (1965: 47 n.).
Desgraciadamente los tales folletines, halagando todas las bajas pasiones de las masas incultas,
adquirieron una popularidad colosal: ediciones econmicas a precios nfimos las pusieron en manos
de los ms menesterosos [] todos los fermentos malsanos de la sociedad experimentaron verdadera
fruicin al leer las hazaas de esos matreros. 72
se expanden por redes textuales (no slo populares) en las que se afirma la diversidad de
significaciones que revisti el criollismo para los diferentes sectores sociales.
Menos interesados por la apropiacin y la circularidad de los niveles culturales,
pero pioneros en investigar estos temas y en otorgarles a los gneros tradicionales de la
cultura popular, como el folletn o el radioteatro, entidad autnoma y legtima; Jorge B.
Rivera, Eduardo Romano y Anbal Ford se abocaron al estudio de literatura popular
situndola en un espacio de dilogo con gneros propios de los medios de comunicacin de
masas, desde fines de los aos 60. Los temas vinculados con este eje, sin embargo,
siguieron siendo minoritarios en el campo de los estudios sobre literatura argentina hasta la
dcada del 80.
El imperio de los sentimientos de Beatriz Sarlo (de 1985), recorre e historiza, por
otra parte, las narraciones semanales que circularon en cientos de miles de ejemplares entre
1917 y 1925, publicadas como colecciones baratas para ser vendidas en los kioscos de
diarios y revistas con ttulos como La Novela Semanal, La Novela de la Juventud, La
Novela para Todos, etc. La investigacin sobre las relaciones mimticas o catrticas entre
estas novelitas y su pblico lector es un antecedente importante de los estudios que
exploran los vnculos entre la poltica, las instituciones culturales y los sectores populares,
como lo hacen Leandro Gutirrez y Luis Alberto Romero en Sectores populares, cultura y
poltica donde las sociedades barriales, la propagacin de bibliotecas populares, la edicin
y recepcin de los libros baratos se examinan para analizar las particularidades de la
tradicin cultural de los sectores que en los aos cuarenta seran interpelados por la palabra
y la figura de Pern. El ncleo de inters en torno del que gira la investigacin de Gutirrez
y Romero, dialoga con teoras en las que lo poltico se instala en el centro de la reflexin y
deja ver ciertos problemas que exceden a los que privilegian los enfoques a los que hemos
hecho referencia.
El conjunto de problemas omitido hasta aqu, seala especialmente en la direccin
de las reflexiones tericas de Antonio Gramsci, y en relacin con ellas, hacia el sistema que
forman las obras de quienes han sido llamados los padres fundadores de los Estudios
Culturales: Richard Hoggart, Edward Palmer Thompson, Raymond Williams y Stuart Hall.
En torno de lo hegemnico. Los Estudios Culturales y la disolucin de la ideologa
Segn Gramsci (1919) la misin del Partido Revolucionario es abolir el orden jurdico que
el sentido comn, en tanto herramienta de clase, pretende hacer pasar por natural y
necesario. Desde esta perspectiva, una de sus principales batallas se dirime en el campo
cultural, a fin de hacer caer la *hegemona de las clases dominantes. La lucha poltica, por
lo tanto, no se circunscribe a la conquista del Estado sino que se extiende y se completa en
el mbito ideolgico cultural ( Campo literario). Es en ese afn por indagar la
articulacin poltica de lo cultural donde confluye la atencin de los primeros culturalistas.
En 1957 se publica en Inglaterra The Uses of Literacy de Hoggart, y un ao despus
Culture and Society de Williams. Luego, en 1964, The Making of the English Working
Class de Thompson y The Popular Arts de Hall. Aunque ese conjunto de obras puede
sealarse ya como momento de nacimiento de los Estudios Culturales, en 1964 se produce
su fundacin institucional, cuando se inaugura el Centro de Estudios Culturales
Contemporneos (Centre for Contemporary Cultural Studies [CCCS]) en la Universidad de
Birmingham, Inglaterra, bajo la direccin de Hoggart hasta 1968 y luego de Hall hasta
1984. Entre los objetivos centrales del grupo se cuentan la bsqueda de una teora
materialista de la cultura, lo que les permite revisar el esquema base-superestructura tal
como haba sido ledo por el marxismo () tradicional; y la intencin de concebir lo
cultural en torno de su dimensin prctica para desestabilizar las concepciones
universalistas por medio de nociones como formacin social, poder cultural, dominacin y
regulacin, resistencia y lucha (Alabarces 2002).
En el conjunto de preocupaciones propias de los primeros impulsos de los Estudios
Culturales se destaca, para el desarrollo de las cuestiones vinculadas con lo popular, el
inters por el concepto gramsciano de *hegemona. Esta categora, definida por Gramsci
como proceso en el que una clase logra que sus intereses sean reconocidos por las clases
subalternas, incluso y sobre todo si van en contra de los intereses propios de stas (Zubieta
2000: 38), fue retomada como elemento nodal en la teora de Thompson. Raymond
Williams (1977) por su parte, la incorpora para explorar las modalidades y configuraciones
de la conciencia relativamente heterogneas, confusas, o inarticuladas que se diferencian de
las formas plenamente sistemticas a las que se reconoce como ideologa de los hombres
reales de un perodo.
encontrado una vlvula de escape en la pelea por diferencias culturales que dejan intacta la
homogeneidad bsica del sistema capitalista mundial.
En el pasaje del libro de Bourdieu que hemos transcripto ms arriba se advierte la
equivalencia imaginaria que funciona en las apreciaciones *axiolgicas de lo popular y lo
femenino, conectando ambas identidades a partir de lo que se les adjudica como elemento
comn: el imperio de lo sensible. Cuando en el libro cuyo nombre se orienta en esta
direccin, Beatriz Sarlo se propone tratar los textos que estudia como literatura (), y
considerarlos con algunos de los instrumentos que la crtica literaria aplica a los productos
de la cultura alta; descubre los cdigos del cuerpo y la mirada tal como se usan y entretejen
en las versiones amorosas, sentimentales o sensibleras del corpus revisado. All aparecen
(como en los epgrafes con los que comienza este trabajo) lo corporal, el sentimiento y la
sensibilidad como claves que permiten leer la trama cultural de los sectores populares.
Bibliografa citada:
Alabarces, Pablo
(2000) Nueve proposiciones en torno a lo popular en Para una teora de las culturas
populares/2. Cuadernillo de Ctedra del Seminario de Cultura popular y cultura masiva.
Buenos Aires, Centro de Estudiantes de Ciencias sociales, UBA.
(2002) Estudios culturales en Carlos Altamirano (dir), Trminos crticos de sociologa de
la cultura. Buenos Aires, Paids.
Bajtin, Mijail
(1965) La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, Madrid, Alianza, 1987.
(Trad. cast. de Julio Forcat y Csar Conroy).
BeasleyMurray, Jon
(2000) Hacia unos estudios culturales impopulares: la perspectiva de la multitud en Mabel
Moraa (ed.): Nuevas Perspectivas desde sobre Amrica Latina. El desafo de los estudios
culturales, Pittsburgh, Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, 2002.
Bourdieu, Pierre
(1997) Meditaciones pascalianas, Barcelona, Anagrama, 1999. (Trad. cast. de Thomas Kauf).
Burke, Peter
(1978) La cultura popular en la Europa moderna, Madrid, Alianza, 1991. (Trad. cast. de
Antonio Feros).
Chartier, Roger
13
Gneros discursivos
por Graciela Goldchluk
Un poeta debe recordar que su poesa es la culpable de la trivialidad de la
vida, y el hombre en la vida ha de saber que su falta de exigencia y de
seriedad en sus problemas existenciales es culpable de la esterilidad del
arte.
Mijail Bajtin, Arte y responsabilidad (1919)
La nocin de gneros discursivos fue introducida por Bajtin (Mijail Mijailovich Bajtin,
1895-1975) en un trabajo escrito en 1952-1953 pero de publicacin pstuma que
revolucion la manera de concebir el problema de los gneros literarios, y ayud a
comprender las formas literarias de la modernidad y de textos considerados *posmodernos
( Posvanguardias; Postestructuralismo). Los gneros discursivos son definidos
como formas tpicas para la estructuracin de una totalidad, relativamente estables (1979:
267) en las que los enunciados, tanto cotidianos como artsticos, se realizan efectivamente.
Esta concepcin del lenguaje en su realizacin efectiva le permite a Bajtin discutir la
nocin de *habla, que Ferdinand de Saussure presentaba en 1916 como acto individual,
frente a la *lengua como hecho social. No hay actos individuales en el lenguaje, ya que
cada enunciado se incluye en una cadena de enunciados que lo precede y anticipa los que lo
pueden confirmar, refutar, etc.
Para comprender el concepto de gnero discursivo se hace necesario considerar de
qu manera los textos de Bajtin enfocan las relaciones entre lengua y literatura, literatura e
ideologa, forma y contenido, y el lugar que autor y receptor ocupan en la obra literaria. En
este terreno Bajtin polemiza tanto con el formalismo (), al que acusa de reduccionismo,
como con la teora del reflejo enunciada por algunos marxistas ( Marxismo). A las
preocupaciones de ambas tendencias por establecer una determinacin social del arte, o por
encontrar algn elemento que sea especficamente literario o artstico, se le opone la frase
de Voloshinov/Bajtin (1926) El arte es social de manera inmanente.74
El discurso literario
En El discurso en la vida y el discurso en la poesa (1926), Bajtin/ Voloshinov analiza un
enunciado cotidiano y encuentra en l todas las potencialidades que hay en la obra de arte.
Para desarrollar su hiptesis, describe una situacin de comunicacin en la que se han
reducido al mximo los componentes: dos personas encerradas en una habitacin que slo
dicen una palabra, traducida al castellano como vaya! o bueno! (o voil! al
francs); es decir, una expresin de sorpresa. A partir de este ejemplo, el enunciado se
descompone en una parte verbal actualizada y un contexto extra-verbal que conforma un
sobreentendido, el cual a su vez est formado por un horizonte espacio-temporal comn,
un conocimiento y comprensin de la situacin y una evaluacin comn. Lo que relaciona
la parte verbal actualizada con el sobreentendido es la entonacin. Este esquema
simplificado, cuyo desarrollo pedaggico hemos presentado en una pgina educativa de
Internet (Delgado y Goldchluk 2000), debe ser comprendido en sus implicancias tericometodolgicas.
La importancia de incluir el sobreentendido como parte del enunciado radica en que
ya no se puede considerar al contexto como una causa externa que determina el mensaje
(desde una rplica cotidiana hasta una novela o poema pico), sino que se lo encuentra en la
misma composicin del discurso, determinando su forma, tono e incluso su contenido. Por
otra parte, el componente verbal del enunciado no se presenta como un reflejo de la
situacin extra-verbal, sino como un resumen evaluativo que realiza un aporte nuevo a la
comunidad en que est enraizado. Es decir, los enunciados no reproducen la situacin
social, sino que la evalan y modifican por su propia existencia. En la frontera entre lo
74
El problema de la autora de los textos firmados por Voloshinov y por Medvedev es ampliamente discutido
entre los estudiosos del tema. Bocharov, amigo personal de Bajtin, aporta datos valiosos en un artculo
recogido en Zavala (1996: 73-116). Bajtin, segn declaraciones propias, escribi estos textos para sus
amigos en un tono que no habra utilizado si hubiese firmado l mismo los trabajos. En algunos casos pudo
haber colaboracin de los firmantes, pero en el caso del artculo de 1926 fue dictado enteramente por Bajtin a
Voloshinov. No obstante, el lugar que la teora de Bajtin asigna a la palabra del otro en la conformacin del
propio discurso obliga a mantener las firmas elegidas para la composicin, que nunca fueron desmentidas
oficialmente en vida del maestro. Es por eso que adoptamos la solucin, consensuada en los ltimos aos y
adoptada por Zavala (1996) y Arn (2006), de mantener ambos nombres en la firma.
Baste para probarlo el ejercicio de repetir la palabra querido con diferentes modulaciones que marcan
intensidad, tono, intencin, y modifican drsticamente el contenido.
enunciado tiene una orientacin principal, que se encuentra arraigada en la situacin social
inmediata y depende de la entonacin que el emisor o autor imprima a su discurso. En los
gneros secundarios cambian todas las relaciones *dialgicas porque los participantes se
encuentran nicamente en el espacio creador de la obra y bajo las condiciones que este
nuevo espacio establece (el lector al que se dirige una comunicacin cientfica no es el
mismo al que se dirige un artculo periodstico, y esto tiene grandes consecuencias en la
forma y contenido del enunciado). Para comprender la refuncionalizacin de los gneros
primarios en los secundarios, por ejemplo un dilogo en una novela, es fundamental tener
en cuenta la propia historia de la formacin de los gneros. Ningn hablante, y mucho
menos un autor literario, dice una palabra o la escribe por primera vez. El momento en que
un autor se decide a cubrir la pgina con un signo lingstico comunicable est
interviniendo en una historia literaria, est estableciendo relaciones de continuidad y
ruptura de las que puede ser o no consciente, pero no puede sustraerse a ellas.
Veamos un momento peculiar del desarrollo de la novela argentina a finales de los
sesenta, a travs de dos autores que a menudo han sido comparados por su tratamiento de la
lengua nacional: Julio Cortzar y Manuel Puig.
Cortzar ampli el campo de lo representable en literatura a partir de la forma. Su
novela emblemtica, Rayuela (1963), incorporara un registro coloquial poco frecuente en
una tradicin que todava dudaba en las formas verbales correspondientes al vos y al
t.76 Detengmonos en el captulo 41 de Rayuela, que contiene la famosa escena de Talita
cabalgando en un tabln que une las ventanas de Oliveira y Traveler. Encontramos all al
menos dos registros: el del narrador que coincide exactamente con el registro hablado por
los personajes masculinos y resulta muy cercano al de Talita y el de Gekrepten y las
vecinas. El lenguaje del narrador, quien, segn algunos, habra contribuido a modernizar el
idioma de la cultura literaria de izquierda, est plagado de citas en un contexto de
familiaridad e irreverencia. El captulo se abre con un prrafo en registro potico que
concluye: martillndolos empecinadamente en una baldosa (pero cualquiera sabe que)
76
Miguel Dalmaroni (2004: 10) resume, desde una perspectiva bajtiniana, el lugar de Cortzar en la literatura
latinoamericana: Cortzar habra contribuido a modernizar el idioma de la cultura literaria de izquierda, lo
que quiere decir que habra provisto una textualidad de vanguardia a la imaginacin y a las subjetividades
polticas vinculadas con la revolucin social, pudimos creer que Cortzar escribi con eficacia ciertos sueos
colectivos porque supo encontrarles la palabra justa, porque supo darles la forma verbal, narrativa que les
corresponda: retrica nueva para ideas nuevas.
Como se ve, la distancia establecida entre el autor como voluntad creadora, el hroe
como tema narrado y como personaje (incluyendo al narrador), y el lector, no depende de
una apreciacin subjetiva sino que se manifiesta materialmente en las relaciones
*dialgicas que se establecen entre las distintas partes de un mismo enunciado y entre
enunciados concretos. El autor no se compromete en este caso con el discurso de
Gekrepten, reproducido por las vecinas, construido con frases hechas que impiden acceder
a una realidad verdadera, el otro lado que persiguen los personajes cortazarianos. Para un
amplio sector de jvenes que se asomaban a la literatura, la posibilidad de identificacin
que esta literatura les brindaba, que los colocaba junto a unos personajes cultos y
Para un anlisis lcido de la construccin del tono en la escritura de Puig, en particular en sus dos primeras
novelas, vase el libro de Alberto Giordano (2001). Para seguir la construccin de la voz a travs de la
escritura de manuscritos, nuestro Estudio Preliminar a la edicin de El beso de la mujer araa, Coleccin
Archivos (Goldchluk 2002). En cuanto a Cortzar, tal vez nunca aclaremos lo suficiente que nos referimos al
autor en el texto y no a la persona en su vida quien, lejos del desprecio, atendi con infinita paciencia
numerosa correspondencia de lectores y de autores noveles, no todos brillantes.
78
Se trata de dos gneros discursivos secundarios literarios y de una tendencia esttica que postul una
nueva novela (*nouveau roman) que exclua expresamente la subjetividad del narrador. En cuanto la
ciencia ficcin, tomamos la definicin de Daniel Link (1994: 7-8) La ciencia ficcin es un relato del futuro
puesto en pasado, a diferencia de la utopa, que habla del futuro pero en presente, y se distingue por
conservar una garanta cientfica que asla el gnero del continuo de la literatura fantstica (10); esta
garanta cientfica requiere un narrador neutral. El relato de espionaje, por su parte, diferenciado de la
novela policial, reconoce su antecedente en la ficcin de guerra (Veraldi 1983: 32-33), y su narrador se
postula como cronista de un mundo desconocido para la mayora.
No me detendr en este trabajo en las nociones de parodia y estilizacin, que Bajtin desarrolla con rigor
pedaggico en el captulo La palabra en Dostoievski (1978, por la edicin de 1993: 253-375). No interesa
en este caso la intrincada clasificacin propuesta, sino la importancia que da Bajtin a la orientacin de la
palabra bivocal: una en la estilizacin, mltiple en la parodia. La voz autoral introduce en la palabra ajena
parodiada una orientacin de sentido absolutamente opuesto a la orientacin ajena (270). Por supuesto, el
trmino parodia tiene una larga tradicin que no nace ni se detiene en Bajtin, pero entendemos que estas
precisiones salvaguardan de ciertas lecturas crticas que, amparadas en una interpretacin laxa del concepto,
acaban por leer toda la literatura en tanto reescritura como pardica.
80
Aunque los poemas picos se hayan originado en cantares que remitan a hechos recientes (pensemos en El
cantar del Mo id que contiene el nombre de un vecino), la forma en que ese tiempo es introducido en el
poema establece una distancia absoluta con respecto al cantor-autor, que resulta en un mismo plano con el
oyente-lector, ambos separados del hroe, es decir del hecho narrado, que ocurri de una vez y para siempre y
no es susceptible de nuevas interpretaciones (a riesgo de abandonar el gnero y convertirse en una novela
sobre Rodrigo Daz de Bibar, por ejemplo). Entre cantor y oyentes por un lado y el hroe de la pica por otro
media la tradicin nacional.
tradicin nacional, sino el futuro concreto inacabado que atae a la nueva imagen del
hombre, incierto, cambiante, en permanente transformacin.
Otro elemento que le da protagonismo a la novela es su capacidad para incorporar
gneros discursivos diversos. No slo gneros primarios, como el dilogo familiar, sino
tambin relatos orales (la forma estilizada del relato oral), cartas, canciones, y hasta
pequeas obras teatrales pueden ser contenidas en una novela, como nos muestra la
heterogeneidad compositiva del Quijote. Estos gneros, aunque mantienen sus
caractersticas especficas, se resignifican al ser absorbidos por el discurso novelesco, que
los tie con su propia concepcin del mundo. De este modo, la teora de la novela que
esboza Bajtin se convierte en una teora de la creacin verbal que permite analizar una
variedad infinita de gneros discursivos, atendiendo a sus caractersticas estructurales
intrnsecas, y al desarrollo histrico de las relaciones jerrquicas que se realizan en ellos.
Bajtin nos ubica en un momento histrico en el que la pureza de los gneros clsicos ha
desaparecido junto con su visin uniforme del mundo. En su lugar, se escuchan nuevas
voces a las que hay que prestar fina atencin.
Toda la obra de Bajtin sostiene una concepcin materialista del arte que es posible
leer en dilogo fecundo con tericos del marxismo crtico en el siglo XX. Basta repasar la
opinin de Adorno sobre Kafka ( Marxismo) para ver la confluencia de las posiciones
del filsofo alemn con la concepcin de Bajtin acerca del lugar de la ideologa en
literatura. Del mismo modo, encontramos que el concepto de estructura del sentir o del
sentimiento (structure of feeling) que postula Raymond Williams ( Culturas
populares) mantiene una deuda con la nocin de sobreentendido ms all de la gnesis
de su desarrollo, y en ese sentido es til leer ambas formulaciones en dilogo objetivo.81
Otros tericos que han abordado la literatura desde posiciones filosficas materialistas
heterodoxas pueden ser ledos con provecho a partir de los estudios bajtinianos: el
acercamiento minucioso de Bajtin a las diferentes entonaciones sociales que cohabitan y
luchan en el lenguaje resulta de gran utilidad para iluminar la nocin de palabra potica
como silencio, como suspensin de la voz del poder en el lenguaje que comparten Barthes
(1972) y Blanchot (1959). En cuanto a Derrida, no slo se escuchan los ecos de Bajtin en el
81
Recomendamos para este punto la lectura del artculo de Dalmaroni (2005), en particular su nocin de
corpus histrico emergente, que construye a partir de Williams.
desmontaje de las instancias de poder que toda formulacin efectiva del lenguaje implica,
sino que el reclamo por fundar una ciencia de la palabra escrita (De la gramatologa,
Derrida 1967) puede encontrar un antecedente en los trabajos del terico ruso sobre la
historia de la novela ( Postestructuralismo). Bajtin (1941) comienza sus
consideraciones sobre la novela sealando que es el nico gnero que nace como un gnero
escrito, mientras que la lrica, la tragedia y la pica nacen cantadas, y slo despus son
copiadas, a veces fragmentariamente. Este rasgo fundacional aparece en Bajtin ligado a dos
aspectos que sern desarrollados extensamente por el filsofo argelino-francs: la
capacidad constitutiva de la palabra escrita para ser reproducida y su consecuente
recontextualizacin, apropiacin y cuestionamiento. En trminos derridianos estaramos
hablando de iterabilidad, diferencia, diseminacin, desde una mirada que, como muestra el
epgrafe de este trabajo, nada tiene ver con la celebracin de una indiferencia irresponsable.
Bibliografa citada:
Amcola, Jos
(1984) Astrologa y fascismo en la obra de Arlt, Buenos Aires, Weimar Ediciones.
(Reeditado por Beatriz Viterbo Editora en 1994.)
Arn, Pampa Olga
(2006) Nuevo diccionario de la teora de Mijal Bajtn, Crdoba, Ferreyra Editor.
Aristteles, Horacio, Boileau
(1977) Poticas, Madrid, Editora Nacional (Trad. cast. de Anbal Gonzlez Prez).
Arlt, Roberto
(1929-1931) Los siete locos/ Los lanzallamas. Edicin crtica coordinada por Mario
Goloboff, ALLCA XX (Coleccin Archivos, N 44), Madrid, 2000.
Bajtin, Mijail Mijailovich
(1978) Problemas de la potica de Dostoievski. Mxico, Fondo de Cultura Econmica,
1993. (Trad. cast. de Tatiana Bubnova).
(1979) La esttica de la creacin verbal, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005. (Trad. cast. de
Tatiana Bubnova). De este libro se han considerado especialmente: Arte y
responsabilidad (1919) y El problema de los gneros discursivos (1952-1953).
(1986) Problemas literarios y estticos, La Habana, Arte y Literatura. (Trad. cast. de
Alfredo Caballero). De este libro se han considerado especialmente: Formas del tiempo y
el cronotopo en la novela. (Ensayos sobre potica histrica) (1937-1938) y
Veraldi, Gabriel
(1983) La novela de espionaje, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1986. (Trad. cast. de
Marcos Lara)
Voloshinov, Valentin/ Bajtin, Mijail
(1926) Le discours dans la vie et le discours dans la posie (Contribution une potique
sociologique), en Todorov, Tzvetan, Mikhal Bakhtine. Le principe dialogique, Pars, du
Seuil (Trad. franc. de Daria Olivier).
Zavala, Iris (coord.)
(1996) Bajtin y sus apcrifos, Barcelona: Antrophos; San Jos de Puerto Rico: Universidad
de Puerto Rico.
Para seguir leyendo:
Amcola, Jos
(1997) De la forma a la informacin. Bajtn y Lotman en el debate con el formalismo ruso,
Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2001. (Publicacin Especial de Orbis Tertius N 2).
Glowinski, Michal
(1993) Los gneros literarios, en: Angenot, Marc y otros. Teora literaria. Mxico, Siglo
XXI: 93-109. (Trad. cast. de Isabel Vericat Nez).
Reisz de Rivarola, Susana
(1986) Los gneros literarios, en Teora literaria: Una propuesta. Lima, Pontificia
Universidad Catlica del Per, pp. 119-132.
Todorov, Tzvetan
(1970) Los gneros literarios, en: Introduccin a la literatura fantstica. Mxico,
Coyoacn, 1994, pp. 7-22. (Trad. cast. de Silvia Delpy).
Voloshinov, Valentn/ Bajtin, Mijail
(1929) El marxismo y la filosofa del lenguaje. (Los principales problemas del mtodo
sociolgico en la ciencia del lenguaje), con prlogo de Iris Zavala, Madrid, Alianza, 1992.
(Trad. cast. de Tatiana Bubnova)
14
Semitica
por Mara Teresa Dalmasso y Pampa Arn
socio-semitica formulada por Eliseo Vern; las especulaciones de Luis Prieto en torno a la
definicin de la semiologa como el estudio de las maneras de conocer la realidad material;
la obra de Nicols Rosa, fundamental en el mbito de la semitica literaria; los aportes de
Oscar Steimberg y de Oscar Traversa, insoslayables a la hora de abordar la semitica de los
medios; as como las profundas disquisiciones de Juan Magarios de Morentn en torno a
los lmites de la disciplina semitica.
Semitica de la cultura en dos versiones: Lotman y Eco
Debemos a la obra y al pensamiento de Lotman82 la creacin de un campo de estudio que
definir como Semitica de la Cultura, destinado a examinar la interaccin de diferentes
sistemas semiticos y los mecanismos reguladores de los universos culturales en su
heterogeneidad y diversidad. En 1964, desde la Universidad de Tartu (Estonia), inici una
publicacin anual que se llam Trabajos sobre sistemas de signos o Semiotika, usando el
trmino (en griego moderno) acuado por John Locke. Para esta empresa cont
inicialmente con el apoyo de un grupo de investigadores de Mosc y de Tartu que se
proponan la convergencia entre estudios literarios y lingsticos, a partir de una comn
herencia formalista ( Formalismo ruso/ Estructuralismo checo). Todos ellos lograrn
una notable evolucin desde los estudios lingstico-estructurales a los estudios semiticos
para analizar los mitos, la religin, las lenguas, el arte, como sistemas modelizantes que
permiten comprender la organizacin, interaccin y transformacin de las culturas.83
La primera etapa del desarrollo del proyecto terico lotmaniano reconoce no slo la
herencia del Crculo Lingstico de Mosc (especialmente de Jakobson), as como del
OPOIAZ petersburguesa y de la semitica y esttica praguense (especialmente de
Mukaovsk), sino tambin la ms notable de la *ciberntica y de la *Teora de la
informacin. Precisamente Lotman ser un eje en el desplazamiento de la categora de
82
Iuri Mijail Lotman (Petrogrado 1922 Tartu 1993). La vida de Lotman pasa por diferentes vicisitudes
unidas a los cambios polticos en Rusia, su pas de origen, desde la creacin de la URSS hasta su
desmembramiento a fines del siglo XX. Estudia y ensea literatura en la Universidad de Petrogrado (San
Petersburgo) hasta que a comienzos del 50 debe exiliarse en Tartu porque su admiracin por los escritores
decabristas (Pushkin, Tolstoi) era vista como sospechosa por el rgimen stalinista. Tartu, a orillas del
Bltico, era una ciudad del territorio de Estonia que, como Lituania y Letonia, haban pasado al dominio
sovitico por un acuerdo poltico militar que los priv de su independencia. Lotman luch arduamente por su
recuperacin
83
Cfr. Entretextos. Revista Electrnica Semestral de Estudios Semiticos de la Cultura, http://
www.ugr.es/mcaceres/Entretextos/.htm
Los textos que Lotman privilegia como objetos de estudio son lo que cumplen una
intensa actividad en el mecanismo de la cultura; no son meros transmisores de significados,
sino generadores de modelos de mundo que se organizan en tanto sistemas de signos: los
rituales, las mitologas, las religiones, los juegos y, muy especialmente, los textos artsticos
(verbales y no verbales) a los que dedica la mayor parte de sus estudios. En estos sistemas,
los textos se comportan como un dispositivo pensante (1981: 119), unidad de
informacin con estructuras muy variadas y a menudo internamente contradictorias, dotado
de principios de autoorganizacin, que cumple ciertas funciones en dicho sistema. Lotman
propone considerar esos textos como una persona semitica o conciencia semitica,
denominacin que aunque presenta complejidades en cuanto a su acepcin, repone la idea
de un mecanismo dotado de autonoma, con duracin temporal, con memoria, y no de un
acontecimiento finito que ocurre una sola vez. El texto trabaja siempre cuando se conecta
con otro texto (un lector, por ejemplo), otra conciencia semitica (individual o colectiva),
que interacta en variadas formas, que puede ser o no homognea con el texto y que puede
traducirlo de modos muy diferentes (1981: 124).
A estas relaciones entre un texto y un intrprete, considerado como otro texto que
hace trabajar al primero, Lotman las llamar relaciones pragmticas (1981: 122), que
son mltiples y que pueden convertir estructuras nucleares de un texto madre en perifricas,
o hallar polifona en textos homogneos. En esto consiste la historia secular de las
interpretaciones que han sufrido los grandes monumentos de la cultura mundial, porque han
reorganizado la estructura inmanente del texto original, segn su propia capacidad de
traducir esos lenguajes. Esta intervencin no podr ya incorporarle cdigos nuevos, pero
puede destruir y recomponer con sus fragmentos otros textos: una catedral construida como
parte de un antiguo templo pagano, una transformacin de un famoso cuadro en un afiche
publicitario, una novela que reescribe un hecho histrico. Las relaciones pragmticas son
relaciones interactivas (traduccin/transcodificacin), pues la conciencia que entra al texto
primario tambin sufre transformaciones que son de diversa ndole, segn la informacin
que el texto vehiculiza, pero que siempre incrementa el conocimiento del interlocutor.
El proyecto de Lotman se afirma en lo que para l es un dficit en las ciencias
humanas, la falta de investigacin cientfica de fenmenos que, como el arte, hacen avanzar
el conocimiento a travs de mecanismos de inteleccin escasamente conocidos. Para ello
busca otros paradigmas disciplinarios que le permitan entender el arte como un lenguaje de
alta complejidad semitica, situado en la frontera entre transmisin de informacin
conocida y produccin de nueva informacin. La formulacin inicial se encuentra en las
Lecciones de potica estructural (1964) y en el libro clave para el tema que es La
estructura del texto artstico (1970) en el que se ocupa especialmente de la obra de arte
verbal. El arte es un sistema en el que la estructura cumple una funcin primordial. Dado
que la complejidad de las estructuras de los objetos semiticos son directamente
proporcionales a la informacin transmitida, se infiere que la estructura artstica cumple
una funcin esencial en la organizacin del mensaje y que, de alterarla, se altera tambin su
contenido. El concepto de estructura, entonces, recubre las nociones de forma y de
contenido que reproduce tanto el modelo existente general de un periodo o tendencia, como
la norma individual que elige el creador.
La estructura dinmica del texto literario, de la cual Lotman se ocupa
especficamente, tiene la facultad de seleccionar los lenguajes del poliglotismo cultural
disponible y reorganizarlos internamente segn una jerarqua. Cabe suponer que cuanto
mayor es la posibilidad de eleccin entre los lenguajes disponibles, mayor es la posibilidad
de informacin que la obra comporta y la memoria que acumula (1970: 36). El texto
literario es un dispositivo capaz de dominar la *entropa informativa convirtindola en una
nueva lengua con capacidad modelizante en mltiples niveles (autor, obra, mundo, lector)
que produce polisemia, conocimiento incesante y exige aprender a leer.
Aunque Lotman se haya ocupado de la descripcin de sistemas de signos en
particular, le interesa el funcionamiento de la cultura como totalidad, como mecanismo
supraindividual histrico, puesto que sostiene que la cultura no es para la humanidad un
suplemento facultativo, sino la condicin necesaria sin la cual su misma existencia aparece
como imposible. La definir como el conjunto de toda la informacin no hereditaria y de
los medios para su conservacin, destruccin, modificacin y transmisin, ya que la lucha
por el control de la informacin es la sntesis de la historia de la cultura. Toda cultura se
recorta (establece fronteras) sobre el fondo de aquello que define como No cultura / Otra
cultura y, desde el modelo histrico que produce, ejercita sus polticas (programas de
comportamiento) sobre los individuos, las prcticas y las instituciones, tanto hacia el
interior como hacia el exterior del propio colectivo.
Umberto Eco (Alessandra, Piamonte, 1932) ha ejercido como catedrtico en Miln, Florencia y Bolonia,
semilogo, filsofo, crtico cultural y escritor de novelas. Su obra es muy amplia y en ella destacan sus
aportes al conocimiento de la Esttica, de las formas y medios de la comunicacin de masas y del
funcionamiento y uso de los signos en la cultura. Fuertemente polmico, varios de sus libros han surgido para
enfrentar otras posiciones, con Croce (y el intuicionismo esttico) en Obra abierta (1962), con Lvi-Strauss
(y el estructuralismo ontolgico) en La estructura ausente (1968), con la reescritura de Greimas en Lector
in fabula (1979) proponiendo una sntesis, y con Rorty (y el deconstruccionismo) en Los lmites de la
interpretacin (1990). Otros libros tericos importantes son: Tratado de Semitica general (1976) y
Semitica y filosofa del lenguaje (1984). Co-fundador y secretario desde 1969 de la AIS (Asociacin
Internacional de Semitica).
creencia. Esta es la ampliacin de la nocin de cdigo, la que tiene que ver con la ley
comunitaria que una vez establecida puede tambin ser violada.
La semitica de Eco no se propone como una teora tipolgica de los signos sino
como una teora de la produccin de signos. Ser una disciplina que se establece como
conocimiento terico slo para los fines de una praxis de los signos (1976: 16). En el
marco de este objetivo, debe comprenderse la funcin semitica atribuida a los textos y la
concepcin del funcionamiento del lenguaje en los procesos de significacin y de
interpretacin. Slo si se atiende a la reflexin sostenida sobre el papel de los cdigos y las
convenciones en las interacciones comunicativas, puede llegarse al ncleo de la posicin
semitica de Eco.
Para fundar su construccin terica, Eco habr de partir de una revisin crtica de lo
que llama una nocin ingenua del signo, para redefinirlo como funcin semitica
(1976: 99-100) que, lejos de ser una funcin fija, es una relacin mltiple y cambiante entre
*funtivos provistos por diferentes subsistemas, dentro de un sistema que los codifica. El
cdigo no es tanto un repertorio de signos como el mecanismo proveedor de las reglas para
generar funciones semiticas incesantes, nuevos signos en diferentes sistemas codificadores
que se acumulan en la memoria colectiva. El concepto de *memoria cultural, que remite a
las tecnologas de la cognicin (y por ende a Lotman), sostiene la nocin de enciclopedia
(Eco 1990: 133), como conjunto de competencias y saberes colectivos, as como la
tradicin sobre la que esos saberes se asientan. Una palabra no es solamente un significado
en el diccionario, es tambin la posibilidad, registrada por el cdigo, de un potencial
semntico resuelto en diferentes recorridos semiticos, histricamente variable, que puede
ser evocado por el usuario segn su competencia. Es la representacin de todos los
recorridos posibles de la significacin en incesante dinamismo.
Pero, a qu refieren los signos? En qu se funda la teora de la significacin
postulada por Eco? Los signos o mejor, el contenido de los signos, ms que designar
objetos transmiten porciones de informacin elaboradas por la cultura en una cadena
ilimitada de transformaciones que producen la ampliacin incesante del conocimiento.
Cobra aqu toda su importancia la nocin de interpretante de Peirce, as como la de
semiosis, que Eco tambin adopta. El hombre como intrprete es la garanta
metodolgica de ese proceso contemplado en abstraccin y es tambin el lmite natural de
cuya base se encuentra la experiencia cultural compartida a travs del *lenguaje. El texto
prev las competencias de su lector y al mismo tiempo provee los datos necesarios para su
interpretacin.
El modelo de las estrategias textuales que Eco presenta en Lector in fabula ha
tenido gran aceptacin y difusin, especialmente a partir de su puesta en ficcin en El
nombre de la rosa (1980, adaptada para el cine en 1986), novela histrica y filosfica con
argumento de thriller que acontece en el Medioevo. Muestra el aspecto pragmtico de
reponer al autor y al lector en el texto jugando como en un tablero las apuestas para
descubrir la prxima movida. Todo parece indicar que la obra de Borges es evocada en esta
novela: laberintos, libros apcrifos e incluso un bibliotecario ciego llamado Jorge de
Burgos. La argumentacin de la verdad, el fanatismo, la hereja, la quema de libros y el
proceso inquisitorial recuerdan tambin el cuento de Borges Los telogos y su afirmacin
Las herejas que debemos temer son las que pueden confundirse con la ortodoxia (1974:
550).
Bibliografa citada:
Amcola, Jos
(1997) De la forma a la informacin. Bajtn y Lotman en el debate del formalismo ruso,
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Para seguir leyendo:
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Mounin, George
(1970) Introduction la smiologie, Pars, Minuit. (Trad. castell.: Introduccin a la
semiologa, Barcelona, Anagrama, 1972).
15
Literatura y cine
por Jos Miguel Onaindia y Fernando Madedo
Introduccin
Tras un perodo de fascinacin por el nuevo descubrimiento, fruto de aos de avances
tecnolgicos y bsquedas hacia la reproduccin mecnica del movimiento, el cine
alumbraba un mundo de ficcin como lo poda ofrecer una obra teatral o literaria. Un
mundo que se exhiba como la imaginacin de aquel que lo creaba y que remita a las
formas dadas por la novela o las piezas teatrales para relatar historias. Pese a que en un
comienzo el cine no se alej tanto de esas formas literarias, fue a partir de la mitad de la
dcada del diez donde se vieron las claras diferencias en sus sistemas de representacin,
con la institucionalizacin de un lenguaje cinematogrfico y, con ello, quedaron al
descubierto los incipientes procedimientos lingsticos del cine que lo separaban de las
otras artes.
El nuevo modo de relatar historias comenzaba a dejar de lado la mera reproduccin
mecnica de la realidad para dar paso a la narracin y el tejido de una red de smbolos que
pona de manifiesto la expresin particular del artista. Los mismos creadores del
cinematgrafo dieron el puntapi inicial al cine argumental, que hasta ese momento slo
haba visto la forma del documento con las famosas vistas que mostraban apenas
segundos de algn suceso social (La sortie des usines Lumire, 1895) o de fascinacin
fsica (La mer, 1895). Fue en el mismo ao en que los hermanos Lumire patentaron el
invento cuando dieron a conocer el cortometraje de una duracin no mayor al minuto
titulado El regador regado (L'arroseur arros, 1895), donde un chico jugaba una mala
pasada a un regador obstruyndole la manguera con la que trabajaba. Con ese minuto de
ficcin y bajo la estructura del gag visual, que sera fundante de las slapstick comedies (que
escenificaban bofetadas mediante un artificio ingenioso) del perodo mudo, el cine empieza
a demostrar que tambin poda ser un espectculo no solamente de feria como en sus
comienzos. Si para los hermanos Lumire el nuevo invento no habra tenido motivacin
alguna ms que como un fenmeno mecnico, fue Georges Mlis, que habra estado
presente en la primera proyeccin de la historia el 28 de diciembre de 1895 en el Grand
Caf de Pars, quien como un visionario descubra las posibilidades para llevar a la pantalla
el ilusionismo que haba puesto en escena en el Teatro Robert-Houdin.
Algunos filmes iniciales en la relacin entre el cine, la literatura y el teatro tomaron
obras de Charles Dickens y de Alexandre Dumas (Padre), pero fueron hechos aislados
dirigidos en forma annima y carentes de importancia histrica. El gran salto lo dio Mlis
al llevar a la pantalla la novela de Jules Verne De la Terre la Lune (1882) y tambin la
de H.G. Wells First Men in the Moon (1901) en su pelcula El viaje a la luna (Le voyage
dans la lune, 1902). De esta forma, en el film de Georges Mlis se comenzaban a expresar
los mecanismos de traslado de historias de un lenguaje a otro. La pelcula signific un
viraje en materia de argumentacin de la cual se poda servir el cine y, sobre todo, cmo
ste poda brindarle un interesante valor simblico y sintctico a la puesta en escena de la
obra preexistente.
Pero fue bien entrada la primera dcada del siglo XX cuando el film dart francs
tom una posicin clara y con una funcin determinada para la incipiente relacin entre un
lenguaje y otro. Los hermanos Lafitte, para aquel entonces, inauguraban en Francia un
movimiento que tenda a interesar en el cine a la lite burguesa llevando clsicos
interpretados por actores de renombre como Sarah Bernhardt o Albert Lambert. El primer
film fue El asesinato del Duque de Guisa de Charles Le Bargy (L'assassinat du Duc de
Guise, 1908), aunque rpidamente el propsito se extiende ms all de Francia, llegando a
Italia con el film Quo Vadis? (Enrico Guazzoni, 1912), ms orientado al relato histrico.
En el mismo ao que se daba a conocer el film de Le Bargy, un joven quien sera
ms tarde el padre del lenguaje cinematogrfico incursionaba en el cine con The
Adventures of Dollie (1908). Incluso en los primeros filmes de David W. Griffith pueden
observarse algunas relaciones existentes entre la literatura y el cine, como el caso de The
Sealed Room (1909) sobre el cuento de Edgar Allan Poe El barril de amontillado (The
Cask of Amontillado, 1846). En 1915 ser cuando Griffith alcance el mayor logro, en este
caso con El nacimiento de una nacin (The Birth of a Nation), basada en la novela de
Thomas F. Dixon Jr., The Clansman (1905). Aunque no deja de sonar paradjico que el
film fundante del lenguaje cinematogrfico haya estado basado en una novela, ello permite
comprender una vez ms cmo el cine en sus comienzos se vali de los elementos
compositivos y narrativos de otras artes como el teatro, la pintura y, por supuesto, la
literatura. Y no deja de tener importancia si se considera la influencia que ha tenido la
literatura de Dickens sobre Griffith, como l mismo lo expresara. O as como
tempranamente lo analizara Sergei M. Eisenstein: La semejanza de Dickens con las
caractersticas del cine en mtodo, estilo y particularmente en punto de vista y exposicin
es realmente asombrosa. Y podra ser que en la naturaleza de estas caractersticas
precisamente, en su comunidad tanto para Dickens como para el cine, resida parte del
secreto de ese xito masivo que ambos, dejando de lado los temas y tramas, ganaron y
siguen ganando para ese tipo especfico de exposicin y escritura (Eisenstein 1949: 191).
Porque fue en los primeros veinte aos del cine que la relacin entre ese arte y la
literatura no tendra una relacin fundada ms que en lo puramente argumental, dejando de
lado las mutaciones sintcticas y semnticas propicias a la institucionalizacin de su
lenguaje. De esta forma, la relacin entre cine y literatura fue, desde el origen del cine
argumental, tensa y conflictiva. El cine trat o al menos as lo hizo un sector de esta nueva
expresin esttica de buscar en la literatura la legitimacin como expresin artstica que
en un primer momento se le negaba; y en este camino muchas veces equivoc el propsito,
pues produjo pelculas que no explotaban sus elementos sustanciales como lo son la imagen
y el sonido. La diversidad del sistema simblico de ambas expresiones crea una dificultad
inicial para transponer un texto literario a una obra audiovisual. Sin embargo, hay un
elemento comn que es el relato, y la transmisin conceptual, que les otorga un innegable
punto de relacin.
Algunos intentos de asociar de forma sintctica y gramaticalmente la literatura y el
cine han llevado a pensar el plano como una palabra, tal el caso del mismo Eisenstein, o a
encontrar el recurso que ms se ajuste a la forma de la escritura flmica, quiz el caso del
*travelling (usado por Jean-Luc Godard), o bien la restitucin de la esencialidad del texto
literario aportndole desde el cine los recursos del primer plano, por ejemplo, tal como lo
pensara Andr Bazin. El conflicto surge por los diferentes lenguajes de ambas artes, que
impiden se cuente una historia o se exponga una idea de manera semejante. A pesar de lo
expresado por aquellos tericos, la palabra escrita y su sistema de articulacin no
encuentran equivalentes exactos en la expresin audiovisual. Puede acaso sostenerse que
bajo la lluvia (Singin' in the Rain, de Stanley Donen, 1952), respectivamente. O novelistas
como William Faulkner que adaptara la novela de Raymond Chandler El sueo eterno
(1939) para el film homnimo de Howard Hawks (The Big Sleep, 1946).
Los escritores, sin embargo, no se hacan cargo nicamente de los dilogos, que
corresponderan a las palabras propiamente dichas. En muchas ocasiones se llevaban a la
pantalla grande sus obras teatrales o sus novelas, en otras colaboraban con la historia de los
guiones y en otras realizaban la propia adaptacin de sus textos literarios para el rodaje del
film. Porque justamente eran los dramaturgos y los novelistas quienes tenan la imaginacin
necesaria para poder plasmar en un guin las imgenes que suscitaban aquellos textos que
se decidan llevar al cine. Tal como lo expresara Javier Coma, puede ayudar a
comprender lo que los productores flmicos deseaban de los guionistas en el marco del
sonoro el hecho de que recurrieran escasamente a los escritores radiofnicos en la fase del
cambio: estos no visualizaban. En cambio, s lo hacan los autores teatrales. (Coma 1993:
50).
A partir de esa misma idea de visualizacin puede esgrimirse todo concepto de
traspaso de un lenguaje literario a un lenguaje cinematogrfico, pues el visualizar implica,
tal como lo estipula el Diccionario de la Real Academia Espaola, representar mediante
imgenes pticas fenmenos de otro carcter. (DRAE 2001). Es decir que los escritores no
hacan ms que visualizar la literatura plasmando las imgenes y sonidos suscitados en un
guin, que no era otra cosa que la gua a partir de la cual se filmara la pelcula. Y con ello
se esboza el mecanismo que implicar una cierta transformacin en el pasaje de un arte a
otro. Ya que como toda obra es una unidad de contenido y forma, lo que interesa a la hora
de adaptar la literatura al cine no es slo la forma sino tambin el contenido. Y en ese
traspaso del contenido, que haba tenido la forma de la literatura y cierta gramtica propia
de su lenguaje en una primera instancia, a la forma del cine con sus propias reglas
lingsticas en segunda instancia, el adaptador pone en juego una fidelidad y tambin una
re-creacin. As, en los diversos estudios que se han llevado a cabo sobre este tema, se
discute acaso cul es el nombre que mejor expresa el mecanismo de traspaso de un libro a
una pelcula. Los trminos intentan dar cuenta de las variaciones que sufren las relaciones
entre ambos lenguajes en el pasaje de uno a otro. Se presenta un debate entre los conceptos
de adaptacin y transposicin.
activa que, como sostiene la misma autora, tiene el mismo propsito de servir al autor
literario reconociendo los valores de su obra, pero al mismo tiempo pretende no perder su
carcter autnomo respecto a la obra literaria, lo que implica la bsqueda de medios
especficamente cinematogrficos para trasladar al lenguaje y la esttica cinematogrficos
el mundo expresado en el original literario. (2005: 27).
Otra posibilidad postulada por la teora es la interpretacin, en donde nos
encontramos frente al mecanismo ms cercano a la transposicin antes expuesta y que no
implica otra cosa que una apropiacin del texto preexistente por el nuevo lenguaje en el
que, al apartarse del relato literario, el cineasta aporta una nueva visin sobre el contenido
trasladado. Por ltimo, nos encontramos frente al modo ms libre de realizar el traspaso de
un lenguaje a otro, con el mecanismo de la variacin, en tanto que comprende la
modificacin y transformacin del contenido original sin ningn tipo de intencin de
fidelidad y bajo el nico propsito de tomar algunos elementos de la literatura para generar
una nueva obra cinematogrfica, aunque con reminiscencias de aqulla.
Los lmites del traslado de la literatura al cine son endebles y, en consecuencia, no
se presentan como categoras cerradas. Puede suceder incluso que en un film se encuentren
presentes dos o ms textos literarios sobre los que se basa su guin y con ello, diferentes
mecanismos de traslacin que se entrecruzan entre uno y otro. Pero dejemos de lado las
preocupaciones tericas y veamos cules han sido a lo largo de la historia estas formas y
mecanismos de relacin entre el cine y la literatura en el caso argentino.
Cine argentino y literatura
En el incipiente cine argentino, la incorporacin de la ficcin gener la expectativa del gran
pblico que se mostraba interesado en ver films argumentales de produccin local. De esta
forma, la etapa de las vistas cinematogrficas que haban sido tomadas en un primer
comienzo por el precursor Eugne Py, dejaba paso al amplio gnero flmico que se
inauguraba con El fusilamiento de Dorrego de Mario Gallo (1909).
A travs de aquel film iniciador de la ficcin en el cine de nuestro pas es posible
advertir una tendencia que se generalizara en aos posteriores, cuando el cine llev a la
pantalla argumentos provenientes de la literatura. La pelcula de Mario Gallo inaugur una
tradicin cinematogrfica que invitaba a nutrir los argumentos con las historias extradas de
la literatura tanto nacional como extranjera.
Si bien El fusilamiento de Dorrego no estuvo basado en un texto literario, s lo
estuvo en torno a un acontecimiento histrico que perteneca al *imaginario social y que,
por lo tanto, podramos considerarlo como un cuento popular de tradicin oral. El mismo
Max Glcksmann haba comprendido el xito que tena este gnero, pues ya habindose
puesto al hombro la Casa Lepage, comenz a invertir en pelculas que adaptasen al cine
sucesos de ndole histrica y nacional.
Pero fue a mitad de los aos diez, en el mismo ao que en la ciudad de Los ngeles
(Estados Unidos) se daba a conocer El nacimiento de una nacin, en el que se llevara a la
pantalla el Martn Fierro de Jos Hernndez (1872), con un guin de Humberto Cairo y el
importante aporte de Jos Gonzlez Castillo que, segn Domingo Di Nbila, habra sido
quien suprimi los interttulos explicativos por fragmentos de la obra literaria (Di Nbila
1960). Nobleza gaucha (1915), tal el ttulo de aquella pelcula, signific el primer xito del
cine argentino, que se inscribe en la tradicin popular que contina en los aos posteriores.
Como seal Claudio Espaa, la primera pelcula que adapt una obra extranjera al
cine argentino fue La casa de Quirs, de Jos Luis Moglia Barth (1937), segn la novela de
Carlos Arniches. El escritor espaol tras un viaje hacia Buenos Aires entr en contacto con
los estudios Argentina Sono Film y trabaj para la pelcula adaptando el guin junto a su
director como dialoguista y supervisor del argumento (Moncho Aguirre 2001).
Aunque en el momento ms frecuente de las adaptaciones de obras extranjeras a
pelculas argentinas se realizaran films como Safo, historia de una pasin (1943),
melodrama de Carlos Hugo Christensen, o Dios se lo pague de Luis Csar Amadori (1948),
que llevaban a la pantalla historias extranjeras pero contextualizndolas y adaptndolas a
historias argentinas, segn las obras literarias de Alphonse Daudet y Joracy Camargo,
respectivamente; se impuso un freno a esa tendencia por una medida de censura del
Secretario de Prensa y Difusin, Ral Alejandro Apold, con la intencin de llevar al cine
temas de ndole nacional y referidos a la poltica de su gobierno. Por esos aos grandes
autores extranjeros que van desde Luigi Pirandello (Todo sea para bien, 1957), Henrik
Ibsen (Casa de muecas, 1943), Len Tolstoi (Celos, 1946), Gustave Flaubert (Madame
Bovary, 1947), Alejandro Casona (La barca sin pescador, 1950), y hasta Jean-Paul Sartre
(A puerta cerrada, 1962) tuvieron en el cine argentino sus versiones cinematogrficas. Sin
embargo, desde aquella Nobleza gaucha de 1915 es posible observar cmo el cine
argentino se vali tambin en igual medida de obras literarias nacionales, llevando al medio
audiovisual autores como Ricardo Rojas (El santo de la espada, 1970), Leopoldo Lugones
(La guerra gaucha, 1942), Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares (Invasin, 1969),
Silvina Ocampo (Tres historias fantsticas, 1964), Julio Cortzar (La cifra impar, 1962), y
la lista contina con Jos Bianco, Beatriz Guido, Marco Denevi, Silvina Bullrich, Ricardo
Piglia o Juan Jos Saer, para nombrar algunos, a quienes recurrieron cineastas de diferentes
formaciones y generaciones para crear sus obras.
Grandes sucesos populares (La guerra gaucha, Los isleros, Martn Fierro, El santo
de la espada, Juan Moreira, La tregua, entre otros) o pelculas de autor (La mano en la
trampa, Circe, Invasin, El perseguidor), buscaron en la literatura la fuente de inspiracin
para sus argumentos. Los modos en que cada una de las pelculas trasladaba la literatura al
cine eran variados y caben dentro de las categoras expuestas en el acpite anterior.
La literatura universal y nacional fueron objetos de estas operaciones dismiles, en
muchos casos errneas y grandilocuentes, en otras superadoras del original. Algunos
directores de diferentes pocas del cine nacional desarrollaron sus obras casi
exclusivamente basadas en textos literarios. Tal vez el exponente ms destacado sea Mario
Sofficci, que desde el ya mencionado Ibsen (La dama del mar, 1954) a Marco Denevi
(Rosaura a las diez, 1958) realiz una de las ms extensas carreras cinematogrficas de
nuestro cine, a partir de la adaptacin de textos literarios.
Leopoldo Torre Nilsson, por otro lado, inaugur el cine de autor en nuestro pas,
basando su voluminosa produccin fundamentalmente en obras de Beatriz Guido, Bioy
Casares, Dalmiro Senz, Roberto Arlt, Manuel Puig y hasta Carmen Laforet (Graciela,
versin de la novela Nada). Tambin Manuel Antn y Sergio Renn utilizaron textos
literarios para desarrollar sus obras cinematogrficas, de indudable condicin autoral.
El cine argentino en sus comienzos, y atravesando su perodo de clasicismo y su
perodo de modernidad, recurri en innumerables ocasiones a la literatura para la creacin
de las obras audiovisuales. Si bien hacia mediados de la dcada del noventa con el
surgimiento de una nueva ola de directores jvenes la cinematografa nacional se alej en
parte de la literatura, es posible tambin comprender cmo sigue estando presente esa
tradicin iniciada en las primeras expresiones de nuestro cine, a travs de directores como
Adrin Caetano que comenz su carrera con aquella Pizza, birra, faso en 1997, emblema
del nuevo cine argentino de los noventa, para casi una dcada despus realizar pelculas con
adaptaciones de obras literarias, como el caso de su film Crnica de una fuga en 2006 o la
anunciada Leopardo al sol segn la novela de Laura Restrepo.
Pero centrmonos en dos films para analizar cmo se han dado las relaciones entre
literatura y cine. Proponemos dos pelculas que corresponden a la misma dcada y que han
adaptado una obra nacional y una extranjera, como lo son la novela La guerra gaucha de
Leopoldo Lugones y El abanico de Lady Windermere de Oscar Wilde. En lo que sigue,
Historia de una mala mujer (1948) de Luis Saslavsky y La guerra gaucha (1942) de Lucas
Demare, sern los films que abordaremos.
Analisis particular de dos pelculas
Historia de una mala mujer (1948)
Tal vez quien encuentre citado este ttulo en una antologa del cine argentino, carezca de
elementos para intuir que detrs de tan comercial nombre se oculta una versin de El
abanico de Lady Windermere, de Oscar Wilde, realizado por el tambin escritor Luis
Saslavsky. No fue la nica incursin del cine argentino en la literatura de este escritor
admirado, lejano en sus formas a la idiosincrasia y humor cultivado en nuestro pas. S es
casi unnime que fue la produccin ms lograda y en la opinin de Di Nbila ... uno de los
ms dignos encuentros entre los cineastas y las obras famosas... (Di Nbila 1960: 96-97).
El destacado cineasta eligi un procedimiento habitual en las versiones de grandes
obras de la literatura universal, consistente en quitarle definicin al lugar donde transcurre
la accin. Gran problema a resolver en estos casos, porque la dificultad de trasladar el
espacio original al argentino produce una artificiosidad en la accin, mucho ms cuando no
existe la intencin de que el relato se despegue del cdigo realista ( Realismos). De esta
forma, el mecanismo de traspaso de un lenguaje a otro opera en la forma de la adaptacin
activa, tal como se la ha caracterizado precedentemente. Sin embargo, aun a partir de este
procedimiento se advierte la dificultad de otorgar verosimilitud cinematogrfica a una
historia indudablemente ajena al territorio y a la cultura donde la operacin de adaptacin
se realiza. Por ello y a fin de establecer un equilibrio, el film usa dos procedimientos
estrictamente cinematogrficos:
1) Esteticismo de imagen:
Saslavsky recurri a una composicin pictrica de la imagen, con cuadros de indudable
belleza para los cdigos de la poca y apoyado en impecable escenografa, vestuario,
iluminacin y montaje, cuidado y afn con el espritu de la obra teatral original y con el
carcter del autor transpuesto.
2) Eleccin del elenco:
Con este filme, se present en el cine argentino a una estrella internacional, Dolores del
Ro, lo que justificaba la apelacin a un texto de la literatura universal y la indefinicin del
lugar de la accin. La sofisticacin de la actriz otorg cierto prestigio a un texto que pareca
casi imposible de funcionar dentro del mbito argentino. Acompaada de un elenco de
atractivas figuras locales, acostumbradas a actuar en espaol neutro, la obra tuvo, por la
calidad e infrecuencia de una estrella internacional a la cabeza del equipo de actores, mayor
credibilidad que otras adaptaciones de este tipo.
La decisin de Saslavsky de dar un espacio indefinido a la accin no fue original,
pero tampoco fue el nico camino que siguieron otros directores con grandes textos
universales. Luis Csar Amadori en su adaptacin de Ana Karenina, eligi situar el drama
en nuestro territorio y as tambin lo hizo Ernesto Arancibia con Casa de muecas de
Henrik Ibsen.
Consideramos, por lo tanto, que esta pelcula de Saslavsky constituye un ejemplo de
los problemas de las adaptaciones de obras universales a una cinematografa nacional y
tambin cules fueron y son los procedimientos cinematogrficos aplicables para
resolverlos.
La guerra gaucha (1942)
Adems de constituir hasta ese momento el mayor xito del cine argentino, es tambin uno
de los mejores casos de anlisis de traslacin de una obra eminentemente literaria y que
ofreca dificultades diversas para ser convertida en obra cinematogrfica.
Di Nbila cita al respecto un texto publicado por Guillermo Corti en Cine Nro. 14 y
que constituye, a su entender, un ejemplo del ejercicio de la traslacin cinematogrfica de
Bibliografa citada:
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(1993) Historia del Cine Americano (1930/1960), Barcelona, Alertes.
16
Literatura y psicoanlisis
por Isabel Supp
Cuando descubr que el Dr. Miguel Kohan Miller haba analizado a Jorge Luis Borges
(entre 1945 y 1948), a Manuel Peyrou, a Rosa Chacel, supe que la conexin de nuestra
literatura con el psicoanlisis estaba an por estudiarse. Y no se trata de algo puntual, sino
de cierto aire tenemos esa palabra que puede encontrarse en Cortzar, de otra manera en
Sbato. Un cierto aire que en la poca en que Manuel Puig comienza a publicar tiene una
determinada configuracin, pero que puede rastrearse en los aos 30 cuando incluso los
hilos de la ficcin y de la ciencia se cruzaban en determinado autor
Germn Garca, El psicoanlisis y los debates culturales: ejemplos argentinos (2005)
En 1930 Freud recibi el nico premio de su vida. Sin embargo, no se trat de ningn
reconocimiento cientfico, sino del Premio Goethe de Literatura que le fue otorgado por La
interpretacin de los sueos, cuya publicacin en 1900 haba establecido un hito en el
mundo de las ideas occidentales. El hecho de que este famoso libro se lea como si fuese
una novela no se le ha escapado a su autor. De hecho, ya en sus Estudios sobre la histeria
(1893-1895), l mismo proclam que presentaba sus casos a la manera que son
presentados por los poetas (citado por Speranza 2000: 157). Ms tarde, Freud describe su
propio discurso analtico como ficcin terica y declara que El novelista ha precedido
siempre al hombre de la ciencia (159). De hecho, segn Freud, no podra ser de otra
forma, ya que el material en cuestin, la psique humana, no admitira otro tratamiento. De
esa manera, el padre del psicoanlisis se presentaba como un autor impelido por la
necesidad de difundir lo que aprenda de su clnica.
Por cierto, adems de psicoanalista, Sigmund Freud (1856-1939) tambin era un
hombre de letras que tena una gran aficin por las artes plsticas. Sin las repetidas
referencias a Sfocles, Goethe, Schiller, Heine y Shakespeare, su obra no sera la misma,
no slo porque perdera su belleza estilstica, sino porque sin los aportes de la literatura
muchos conceptos acuados por el psicoanlisis seran simplemente inconcebibles.
Freud dedic numerosos estudios a la literatura y al arte: El chiste y su relacin con el inconsciente (1905);
Los caracteres psicopticos en la escena (1905-1906); Delirios y sueos en la Gradiva de Jensen (1906);
La creacin literaria y el sueo diurno (1908); Un recuerdo de infancia de Leonardo da Vinci (1910); El
tema de los tres cofres (1913); El Moiss de Miguel ngel (1914); Algunos tipos de caracteres puestos en
evidencia por el psicoanlisis (1915-1916); Un recuerdo de infancia en Ficcin y verdad, de Goethe
(1917); La inquietante extraeza o Lo siniestro (1919) Dostoievski y el parricidio (1928).
literarios de las obras de su inters (El chiste y su relacin con el inconsciente, El poeta
y el ensueo, La inquietante extraeza).
Como decamos, entonces, lejos de cumplir una mera funcin ornamental, la
literatura constituye un elemento imprescindible en la obra freudiana. En sus Estudios
sobre la histeria, Freud se asombra ante el descubrimiento de que todas sus pacientes
mientan, ya que sus relatos difieren considerablemente de los datos biogrficos obtenidos a
travs de otras fuentes. Sin embargo, despus de este desconcierto inicial, Freud llega a la
conclusin de que, as como una obra literaria tiene su verdad potica, el aparato psquico
posee una verdad psquica propia. De modo que, ante la presencia de un trauma psquico,
poco importa si se trata de una trauma real o de una sugestin traumtica, ya que para el
paciente no existe diferencia entre lo uno y lo otro.
Otra enseanza fundamental de la literatura, que funciona como premisa para los
hallazgos del psicoanlisis, consiste en la gran importancia de la semntica y la lingstica
para el descubrimiento del funcionamiento del aparato psquico. Implcita a lo largo de la
obra freudiana, esta nocin relativa al lenguaje va encontrar su mxima expresin en el
postulado lacaniano de que el *inconsciente se estructura de modo similar a un lenguaje.
Si bien Freud no lo explicita, parece trabajar con esta premisa cuando empieza su
estudio sobre lo siniestro o lo extrao inquietante con un estudio lingstico. Slo despus
de un minucioso desmenuzamiento del trmino alemn unheimlich [siniestro; no
familiar],86 Freud est en condiciones de explicar en qu consiste esa inquietante extraeza
que provoca el famoso cuento de E.T.A. Hoffmann El hombre de arena.
La gran importancia del lenguaje para el psicoanlisis se inscribe de manera
ejemplar en La interpretacin de los sueos. All, Freud crea lo que en trminos
estructuralistas se podra definir como la gramtica del lenguaje de los sueos. Resulta
particularmente interesante observar la relacin que esta obra establece entre el lenguaje
onrico y el lenguaje de las expresiones artsticas. Segn revela el mismo ttulo del captulo,
El trabajo del sueo, en ambos casos se trata de un proceso de elaboracin.
86
Freud empieza su artculo con un estudio lingstico en el que da cuenta de los distintos matices de
significado del adjetivo heimlich que se refiere a algo familiar o conocido [Heim es hogar en alemn;
cf. el ingls: home] y que se relaciona con el sentirse cmodo en el territorio hogareo. Sin embargo, existe
una desviacin en el trmino positivo que lo acerca a su contrario, unheimlich, siniestro para terminar por
ser lo familiar amenazante: Das Unheimliche. De ese *oxmoron nace la ambivalencia inquietante, ese
sentimiento aparentemente tan inefable que nos inspira el cuento de Hoffmann.
***
El psicoanlisis no podra prescindir de la literatura. En reconocimiento de esta deuda, casi
todos los grandes nombres del psicoanlisis, desde Otto Rank, Karl Abraham, Sandor
Ferenczi y Karl Jung a Melanie Klein han dedicado escritos a la literatura. Esto sin
mencionar a Jacques Lacan, cuya doctrina se construye sobre la importancia del
*significante. Lacan, como exgeta de Freud y estudioso de Hegel, acua sus conceptos
ms importantes analizando obras de Shakespeare y Poe. Sin embargo, las respuestas
literarias a la nueva ciencia han sido extremadamente diversas. Rechazado con indignacin
por unos, el psicoanlisis tambin encontr fervientes adherentes entre literatos y escritores.
De hecho, fueron sobre todo los medios literarios los que dieron a conocer las doctrinas
freudianas a un pblico ms amplio.
Desde su nacimiento, el movimiento surrealista, agrupado alrededor de Andr
Breton, y con el padrinazgo de Andr Gide, Paul Valry y Albert Thibaudet, se situ en un
terreno estrechamente ligado al psicoanlisis. En verdad, muchos artistas y escritores se
sintieron atrados por la joven ciencia. En las obras y revistas surrealistas abundan los
trminos y conceptos psicoanalticos ( Vanguardias; Revistas literarias). Siguiendo
a los romnticos alemanes y a Grard de Nerval (aunque rechazando la dimensin mstica
de este ltimo), fueron principalmente los poetas franceses los que empezaron a introducir
el *inconsciente y sus manifestaciones en sus obras.- Se sabe que algunos integrantes del
movimiento surrealista buscaron establecer un contacto directo con Sigmund Freud, quien
87
rechaz responder a estas demandas, ya que l apuntaba a poner orden donde los
surrealistas festejaban la incomprensibilidad y el caos inherentes a las fuerzas del
*inconsciente.
En Amrica, la vanguardia brasilea encontr en el psicoanlisis no slo un nuevo
vocabulario y una fuente de inspiracin, sino tambin un cuerpo de ideas que se
complementaba con su preocupacin por la naturaleza salvaje del ser humano. Abaporu88 y
Sigmund Freud se encuentran ntimamente vinculados en los escritos del grupo formado
alrededor de Oswald de Andrade. Tambin del otro lado de la cordillera, en el Per, se
apreciaba la importancia cultural de la nueva ciencia. Maritegui escriba sobre las
relaciones potencialmente fructferas entre psicoanlisis y literatura ( Vanguardias).
Si bien hubo algunos precursores, en el caso argentino, tanto el surrealismo como el
psicoanlisis encontraron una entrada bastante tarda en el campo de la literatura. El grupo
de Florida demostraba un pronunciado rechazo hacia el psicoanlisis. Aunque la revista
Martn Fierro ( Revistas literarias) lo reconoca como un nuevo sistema de terapia, el
psicoanlisis no le despertaba inters artstico alguno. La ruptura con la literatura
tradicional y sus orgenes ideolgicos y sociales fue definida en trminos puramente
estticos. Este proyecto se caracterizaba por su carcter fuertemente antipsicolgico, y por
ello rechazaba tanto el surrealismo, como el futurismo y el modernismo brasileo.
En su encuentro con la literatura y el arte, el psicoanlisis no slo influy sobre el
proceso creativo en s, sino que tambin transform los modos de recepcin, tanto la de los
lectores como la de la crtica. Entre 1940 y 1960 esta ltima comenz a incorporar nociones
psicoanalticas, aunque en un primer momento este proceso se desarroll slo de manera
implcita, ya que las referencias al psicoanlisis eran escasas en esos primeros estudios.
En cambio, s existen numerosas crticas al psicoanlisis, adems de una gran
cantidad de vulgarizaciones de las doctrinas freudianas. Sin embargo, Anne Clancier opina
que se puede considerar que la crtica temtica se debe a una infiltracin de las formas de
pensar psicoanalticas en la crtica literaria, como de hecho ocurri en otros campos
(Clancier 1973: 35). De esa manera, la influencia del psicoanlisis sobre la crtica literaria
puede ser tanto directa como indirecta.
88
Es una referencia al Canbal del Nuevo Mundo representado en el cuadro homnimo de Tarsilia do Amaral.
El antropfago constituye una de las figuras ms emblemticas del modernismo brasilero. En l se inspira
tambin Oswald de Andrade.
Pintor ingls cuyos retratos sobreponen ciertos rasgos hereditarios en los miembros de una misma familia.
Al describir el trabajo del sueo en el Captulo IV de La interpretacin de los sueos, Freud tambin cita a
Galton.
privilegian los dos primeros. Sin embargo, las cuatro categoras se han revelado complejas
y la legitimidad de la crtica psicoanaltica ha sido muy criticada. Mientras psicoanalizar al
autor es una cuestin puramente especulativa, el psicoanlisis del contenido, o sea, de las
motivaciones inconscientes de los personajes, tiene tambin un valor limitado. Adems, a
menudo los estudios psicoanalticos del contenido de una obra se muestran reductivos o se
estancan en la bsqueda de smbolos arquetpicos. Gracias al psicoanlisis, sin embargo, se
empez a leer no solamente el texto, sino tambin sus blancos y todo lo que est entre
lneas. Como dice Eagleton, se trata de una sospecha hermenutica, ya que esta lectura no
consiste nicamente en descifrar el nivel *inconsciente del texto, sino tambin en descubrir
los procesos mediante los cuales ste fue generado. En esta bsqueda adquieren
importancia las deformaciones, ambigedades, silencios y ausencias. De esta manera la
obra se vuelve polismica, el sentido surge y se escapa permanentemente por los quiebres y
fisuras del lenguaje y de la semntica. As, la crtica despus de Freud, lejos de poder
refugiarse en un afn armonizador, se vio impulsada hacia un vertiginoso viaje por las
esferas ms inquietantes de la creacin humana.
Sin embargo, no todo se juega en la oscuridad de la psique. Desde el ttulo del
cuento de Poe, The Purloined Letter,90 la referencia al papel del lenguaje y a los
significantes que lo constituyen resulta evidente. La lectura lacaniana describe el
psicoanlisis en su relacin con el lenguaje y el deseo *inconsciente que se halla en su base.
La carta robada (o mejor, escamoteada) aparece como un *significante en movimiento,
inefable y sin embargo nunca oculto. Lo que es ms, la carta se encuentra tan puesta en
evidencia que se vuelve invisible a los ojos de aquellos que la buscan con desesperacin en
los escondites ms ocultos.
De esa manera, la teora de la lectura del significante acuada por Lacan presenta
una nueva concepcin del psicoanlisis cuya trascendencia para la teora y crtica literaria
resulta evidente. Segn la teora lacaniana, el sentido no se encuentra nicamente
encriptado en las manifestaciones de nuestros movimientos psquicos ms oscuros, sino que
por lo contrario hilvana la superficie de todo tejido textual. Cabe recordar que Lacan
plantea el mismo *inconsciente como constituido por significantes. Por lo tanto, el trabajo
del analista consiste en la cuidadosa escucha de la cadena significante y de aquellas
90
desviaciones y retornos en los discursos que marcan la presencia del deseo *inconsciente.
Este deseo inconsciente y para siempre inefable constituye, segn Lacan, el significado. En
la lectura lacaniana, el mismo movimiento circular y constante de la carta o del significante
problematiza la relacin entre la posibilidad de un encuentro entre el *significante y el
significado. Esa cuestin pertenece tanto al campo del psicoanlisis como a la teora
literaria. De hecho ha llevado a una gran polmica entre ambos como dentro de los
respectivos campos. Remite al problema del signo y al desacuerdo de Derrida con Lacan.
A quin pertenece la carta, cul es su destino y quin es su destinatario?Qu es la verdad
y qu es la diseminacin? La respuesta a esa pregunta jugar el papel de gua de la lectura.
El uso del psicoanlisis por parte de la crtica literaria corre el peligro de llevar la
interpretacin al callejn sin salida del lugar comn adems de perder de vista su razn de
ser, la literatura. Sin embargo, por otro lado, esta interrelacin puede generar aportes muy
valiosos. Se trata de relacionar los dos campos de manera que permitan crear un nuevo
dispositivo terico. En este sentido, propongo seguir los postulados de Peter Brooks cuando
afirma:
And Freuds own project was much more closely concerned with the use and understanding of signs,
especially narrative signs, than has usually been acknowledged, as the reading of Freud by Jacques
Lacan can help to see. It is not that I am interested in the psychoanalytic study of authors or readers,
or fictional characters, which have been the usual objects of attention for psychoanalytically
informed literary criticism. Rather, I want to see the text itself as a system of internal energies and
tensions, compulsions, resistances, and desires (Brooks 1992: XIV).
[Y el propio proyecto de Freud estuvo mucho ms empeado en dilucidar el uso y la comprensin de
los signos, especialmente de los signos narrativos, que lo que generalmente se ha reconocido, un
aporte que la lectura que de Freud hizo Lacan ha contribuido a percibir. No se trata de que yo mismo
est interesado en el estudio psicoanaltico de autores o de lectores o siquiera de personajes, que han
sido el tema corriente de la crtica literaria orientada en esa direccin. Ms bien, lo que me interesa es
ver el texto mismo como un sistema en pugna con energas internas y tensiones, compulsiones,
resistencias y deseos].91
***
Para explicitar una interpretacin eclctica en el sentido de Peter Brooks, quiero proponer a
modo de ejemplo un aspecto de El beso de la mujer araa de Manuel Puig. A travs de la
narracin de Molina y de los comentarios de Valentn, las pelculas articulan los deseos
inconscientes de los protagonistas. Son estos relatos y de ninguna manera la accin
principal lo que genera la movilidad psquica. La evolucin de los personajes se efecta a
travs de un desplazamiento narrativo. De esa manera se engendra una cadena metonmica
91
La traduccin me pertenece.
de relatos cuya progresin est impulsada por el deseo. En ese proceso de desplazamientos
identificatorios no slo un relato lleva a otro, sino que adems presenciamos una
transformacin de otro tipo: la imagen flmica es traducida por la palabra y transformada
por los aportes de la subjetividad de Molina antes de convertirse en escritura. Por lo tanto
nos situamos ante un proceso que tiene una doble relacin con el mtodo freudiano
(Amcola 1992: 73). En el caso de Molina, el equivalente a sus pensamientos onricos son
los profundos conflictos y deseos que lo impulsan a la eleccin de una pelcula determinada
y llevan a su narracin. Junto a la censura estos ltimos generan los desvos del texto (o
supuesto texto) flmico original, de sus cambios, agregados o lagunas. De hecho, Freud
describe el contenido manifiesto del sueo como una formacin de compromiso, y por lo
tanto parecido a los sntomas en la histeria. Para que un elemento de los pensamientos
onricos pueda alcanzar el contenido manifiesto o en el caso del Beso... pueda ser relatado
como texto flmico debe cumplir con ciertos requisitos. Principalmente se debe sustraer de
la censura onrica que impide el acceso de los deseos inconscientes al sueo. Si estos
ltimos logran a pesar de todo alcanzar una figuracin dentro del contenido manifiesto y de
esa manera nos permiten rastrearlos mediante la interpretacin, esto se debe al hecho de
que el choque entre deseo inconsciente y censura ha producido una formacin de
compromiso. De otra manera, confinado al oscuro reino del *inconsciente, el deseo onrico
aflora en estado deformado en el contenido manifiesto. La condensacin, el desplazamiento
y el enfoque de la figurabilidad encubren lo que de otro modo sera insoportable para la
conciencia, creando as las bellas y significativas sentencias poticas cuyas maravillas
describe Freud.
Tambin es interesante constatar que una de las particularidades del trabajo de
condensacin consiste en la eleccin de elementos con determinacin mltiple en cuanto a
los pensamientos onricos. Por lo tanto, cada elemento del contenido manifiesto se
constituye como punto nodal que se conecta por hilos asociativos con el contenido latente y
viceversa. En su teora sobre los sueos, Freud considera todas las desviaciones del texto
onrico que se cometen durante su relato como parte del sueo, ya que estn impulsadas por
los mismos mecanismos que llevaron a la formacin del sueo. En el caso del Beso... se ve
claramente que tambin ah los mismos motivos que llevan a Molina a elegir una pelcula
tambin causan su deformacin. De suma importancia resultan ser las lagunas de olvido en
el relato del texto flmico. De hecho son ellas las que dan la clave para su interpretacin. El
film recontado por Molina, La mujer pantera, contiene dos lagunas. En el borde de las
reas vedadas por la censura, Molina vacila y slo avanza empujado por Valentn quien en
este caso desempea la funcin de un psicoanalista: No s si es ah que la saluda una que
la asusta... (Puig 1976/2002: 18). Es evidente que inconscientemente Molina vincula la
escena flmica con su propio pacto con el director de la crcel, el cual no quiere revelar a
Valentn. Sin embargo, al mismo tiempo le es imposible olvidarlo ya que la polica al igual
que las panteras en la pelcula, llaman su atencin cada vez que busca internarse junto a
Valentn dentro de una clula narcisista.
Tambin la segunda laguna mnemnica se relaciona con la parte rara de Irena que
irrumpe y amenaza con ponerla en evidencia cuando los pjaros huyen de ella. Played by
Simone Simon, the girl becomes a pathetically tortured creature, as terrifying to herself as
to others (Campos 2002: 538). Lo mismo es cierto para Molina que establece una
identificacin introyectiva con Irena. No poder esconder su lado abyecto significa una
experiencia traumtica para l. Su cuerpo de hombre cuya presencia no puede negar le
impide encarnarse por completo en una de sus heronas. De la misma forma la naturaleza
felina de Irena le impide alcanzar la felicidad como mujer del arquitecto.
Concuerdo con Ren Campos cuando postula que ya, a partir de esta primera
pelcula, Molina empieza a llevar a cabo una deconstruccin de la mascarada de la
femineidad. Inconscientemente sabe que su nica posibilidad de resolver el desencuentro
entre la realidad y su deseo de encarnar el fetiche flmico reside en una reconsideracin de
su castracin simblica. Por lo tanto empieza ya a partir de La mujer pantera a revalidar los
elementos transgresores en bsqueda de una nueva identidad. Los sucesivos acercamientos
a la imagen final constituyen el cumplimiento del deseo planteado por Freud. Campos
plantea, por cierto, una progresiva toma de conciencia de sus modelos por parte de Molina.
A medida que su cadena de identificaciones lo va acercando a la imagen final de la mujer
araa, la toma de conciencia de Molina respecto de sus modelos crece. El decorador de
vidrieras se convierte en *bricoleur de identidad cada vez ms hbil. Al mismo tiempo el
esquemtico Valentn se convierte en el inventor de la mujer araa y abandona el orden
simblico para entregarse a una peripecia imaginaria.
Bibliografa citada:
Amcola, Jos
(1992) Manuel Puig y la tela que atrapa al lector, Buenos Aires, Grupo Editor
Latinoamericano.
Brooks, Peter
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(2002) I m ready for my close up: los ensayos de la herona, en Puig, M., El beso de la
mujer araa, Edicin crtica coordinada por J.Amcola y J. Panesi, Madrid, ALLCA XX
(Coleccin Archivos No. 42), pp. 535-549.
Clancier, Anne
(1973) Psicoanlisis, literatura, crtica, Madrid, Ctedra,1976.
Eagleton, Terry
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Mauron, Charles
(1963) Des mtaphores obsdantes au mythe personnel. Introduction la psicocritique,
Pars, Jos Corti.
Puig, Manuel
(1976-2002) El beso de la mujer araa, Edicin crtica coordinada por J.Amcola y J.
Panesi Madrid, ALLCA XX (Coleccin Archivos No. 42).
Para seguir leyendo:
Baln, Jorge
(1991) Cuntame tu vida, Buenos Aires, Asociacin Psicoanaltica Argentina.
Freud, Sigmund, Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu , 2002 (Trad. cast. de
JosLuis Etcheverry). De aqu especialmente:
-Introduccin al narcisismo, vol. XIV, pp.65-98.
-Ms all del principio del placer, vol. XVIII, pp. 1- 62.
Kobrin, Susana
(1992) La literatura en Freud: cuando el psicoanlisis lee, Buenos Aires, Ediciones Letra
Buena.
Libertella, Hctor (comp.)
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Lacan, Jacques
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(1975) Le Sminaire, Pars, du Seuil.
Plotkin, Mariano Ben
(1993) Freud en las pampas, Buenos Aires, Sudamericana.
Vezzetti, Hugo
(1996) Aventuras de Freud en el pas de los argentinos: De Jos Ingenieros a Enrique
Pichon Rivire, Buenos Aires, Paids.
17
Posvanguardias
por Susana Rosano
92
Estas declaraciones de Andy Warhol fueron reproducidas en el libro de John Russell y Suzi Gablik Pop Art
Redefined, y estn citadas en Huyssen 1987: 257.
Incluso en la reproduccin ms lograda, dice Walter Benjamin, siempre falta algo: el aqu y ahora de la
obra de arte, su existencia irrepetible en el lugar en que se encuentra, y es precisamente ese aqu y ahora el
que constituye el concepto de su autenticidad, de su aura, y el que se desbarata en la era de la reproduccin
tcnica. El aura est ligada a su aqu y ahora. Del aura no hay copia, sostiene, para indicar que sta jams se
desliga de su funcin ritual, y que la tcnica reproductiva desvincula lo reproducido del mbito de la tradicin
(Benjamin 1936: 22).
94
Esta es precisamente la idea que desarrolla Octavio Paz en su artculo El ocaso de la vanguardia (1974).
Ms all de sus diferentes apropiaciones y de la variada cantidad de usos a los que ha sido sometido,
preferimos en este artculo utilizar el trmino posmodernismo para referirnos a un fenmeno cultural de la
sociedad contempornea, mientras el trmino posvanguardia hace referencia al campo ms especfico del
arte. Como bien consigna Huyssen, desde los aos sesenta, el trmino posmodernismo fue reuniendo varias
capas de sentido. El que le daremos aqu se relaciona con los movimientos artsticos norteamericanos pop y
performance, el experimentalismo en la danza, el teatro y la ficcin, y ciertas tendencias en la crtica literaria,
que incluyen la obra de Leslie Fiedler, entre otros.
no
duda
en
incluir
Michael
Foucault
Jacques
Derrida
96
Calinescu se refiere a algunos puntos de esta polmica. Es tambin sumamente til el artculo de Richard
Rorty (1985).
vanguardia pop, que haba surgido sobre todo de la publicidad, la volvi rentable casi de
inmediato y fue entonces rpidamente reabsorbida por la *industria cultural. Pero, como
dice Andreas Huyssen, ms all de lo ilusoria que hoy nos pueda parecer su eficacia, el
ataque a la institucin arte es siempre un ataque a las instituciones sociales hegemnicas, y
esto lo demuestran las encarnizadas polmicas de los sesenta sobre si el arte pop era o no
un arte legtimo.
La crisis del *modernismo en sentido de vanguardia se vincula sin lugar a dudas con
la emergencia de la problemtica de la otredad que, de la mano del aluvin posmoderno,
irrumpi en la escena de los sesenta a partir de las diferencias en los acercamientos a la
subjetividad, el gnero () y la sexualidad, pero tambin la etnia y la clase. La percepcin
del debilitamiento de varios de los *mitos de la razn ilustrada se produce en sintona con el
descubrimiento de que el proyecto iluminista no logr ocultar las mltiples y heterogneas
lgicas que funcionaban en las sociedades y que los nacionalismos no pudieron
homogeneizar. La diferencia es la gran palabra de la posmodernidad. Descentrado, el sujeto
posmoderno juega en distintos mbitos, en distintas afiliaciones (Said) o de acuerdo a
variadas posiciones de sujeto (Laclau).
Tal vez debido a los acelerados procesos de la globalizacin, desde hace un par de
dcadas se vienen infiltrando en Amrica Latina argumentos celebratorios de la retrica
posmoderna. La reiterada frase desde dnde hablar y conceptos como los de
diversidad, globalizacin, multiculturalidad, hibridez, heterogeneidad, antiesencialismo, han marcado por cierto una manera de concebir la historia fuera de los
marcos tradicionales de Occidente. Por ello, podramos articular la toma de posiciones
posmoderna como un discurso que busca imposibilitar, al menos, cuatro creencias bsicas:
las ideas de progreso, la de vanguardia, la de homogeneidad y la de ideologa. La idea de
progreso indefinido aparece refutada, ya que no existe ms la creencia en una racionalidad
especfica que regule el movimiento de la historia sino fuerzas mltiples, incongruentes,
que ofrecen muchas veces resultados que no eran los esperados, provisionales, parciales y
dispersos. La idea de la vanguardia tambin se ve puesta en entredicho por el
convencimiento de que ningn grupo, sea artstico, poltico, etctera, puede estar destinado
a establecer orientaciones totalizantes. La etapa posmoderna da por tierra, adems, con la
idea de integrar a la modernizacin en un proceso de homogeneizacin progresiva y, en
cuarto lugar, tambin se astilla la creencia en las ideologas, en tanto visiones integradoras
del mundo que nos permitan explicar una gran cantidad de fenmenos a partir de unos
pocos principios bsicos (Hopenhayn 1995: 96).
Al reivindicar la retrica de la impureza, la posvanguardia, pero tambin esta
dimensin crtica de la posmodernidad, nos permiten entender nuestro momento histrico y
su bsqueda de una tradicin alternativa, lo que se manifiesta en el inters que despiertan
en la actualidad las formaciones culturales no dominadas por un pensamiento *logocntrico
y tecnocrtico, en el descentramiento de las nociones tradicionales de identidad, en la
indagacin de las historias de las mujeres y de cualquier tipo de minoras. Y en el campo
esttico, esta retrica de la impureza socava para siempre aquella gran divisin de la que
habla Andrea Huyssen: la de la existencia de un arte elevado, por un lado, y otro masivo,
popular, enquistado en la industria cultural. Ya las vanguardias histricas haban
demostrado con su ataque a la institucin arte cmo el arte culto se haba convertido en un
sistema de apoyo a la hegemona cultural burguesa. De esta manera, combati con xito y
dentro del proyecto de la modernidad el esteticismo del siglo XIX que insista en la
autonoma absoluta del arte y tambin al realismo tradicional, enclaustrado en el dogma de
la representacin mimtica.
Para terminar, recordemos que en los tiempos de la posvanguardia estas visiones
heroicas de la Modernidad y del arte como fuerza de cambio social y como voz genuina de
crtica y protesta son ya cosas del pasado. El posmodernismo permiti abordar con agudeza
los lmites del discurso esttico de la Modernidad, y las posvanguardias nos encuentran
tambin bajo la certeza de que el arte no persigue exclusivamente algn telos de
abstraccin, no representacin o sublimidad. Lo que se ha vuelto obsoleto es el dogma del
modernismo, lo que implica tan slo una de sus lecturas: la que promueve esta visin
teleolgica del progreso y la modernizacin. Despus del pop art, el pedestal de la alta
cultura ha sido dinamitado y ya no ocupa el lugar privilegiado que antes ocupaba. Desde los
sesenta, el arte se ha autonomizado de su fin esttico, y las actividades artsticas se han
vuelto ms difciles de encasillar en categoras o instituciones estables como la academia, el
museo o incluso el circuito de galeras. Por otra parte, los lmites que separan los distintos
gneros ( Gneros discursivos) y medios artsticos (cuya especificidad haba sido
fuertemente defendida por los modernistas) empiezan a disolverse. La *intermedialidad y
tambin la violacin de las supuestas fronteras entre artes espaciales y temporales son hoy
un impulso central de la teora del arte contemporneo. En este sentido, casi todo lo que se
muestra en las salas de los museos hoy en da tiene que ver con esta redefinicin del arte
que se seala como el mejor legado de la obra de Marcel Duchamp. Bajo el deseo de ser
otro, en esa gimnasia del fuera de campo,97 las artes visuales, pero tambin el cine y la
literatura, se lanzan hacia afuera de sus medios especficos y encuentran all su mayor
fuerza y efectividad. De esta manera, y en sintona con la ruptura de los grandes relatos y
de los paradigmas rgidos, el arte de la posvanguardia encuentra su mayor fuerza creativa
en esta retrica de la impureza.
***
Tal vez en el campo de la literatura () la visibilidad que viene teniendo la crnica desde
la dcada del ochenta en toda Amrica Latina sea un buen ejemplo de las rupturas de la
posvanguardia. Gnero discursivo hbrido, a caballo entre el periodismo y la literatura,
entre el registro de lo real y la pura ficcin, la crnica permite dar cuenta en sus mltiples
apropiaciones y en obras tan dismiles como las de los chilenos Pedro Lemebel y
Diamela Eltit, el mexicano Carlos Monsivis o los puertorriqueos Edgardo Rodrguez
Juli y Luis Rafael Snchez de los miedos que producen las mega-ciudades
latinoamericanas en el fin del siglo XX. Con la emergencia de nuevos sujetos colectivos,
nuevas formas de produccin cultural y movimientos sociales que no siempre son
registrados de la misma manera por la alta literatura, el espacio de la crnica es mixto: a
veces su circulacin se da en las formas de la comunicacin masiva, como el diario o la
radio es el caso de Pedro Lemebel; a veces se integra a la alta literatura a partir del
formato libro, como en Carlos Monsivis y Elena Poniatowska. La crnica, incluso, ha sido
absorbida como forma de la crtica cultural en textos como Escenas de la vida posmoderna,
de Beatriz Sarlo. Sin embargo, ms all de su formato, persiste en la fragmentariedad de la
crnica el registro de la inestabilidad y la violencia que viven las ciudades y los sujetos
latinoamericanos. Y en este sentido, la obra del chileno Pedro Lemebel es paradigmtica en
su valoracin de los espacios marginales de la sociedad chilena. Textos como La esquina es
97
El trmino est tomado del excelente libro de Graciela Speranza (2006), que me brind un estmulo
fundamental en la escritura de este artculo.
mi corazn: crnica urbana (1995); Loco afn: crnicas de sidario (1996) y De perlas y
cicatrices (1998) producen un lugar de resistencia a los gneros literarios tradicionales (
Gneros discursivos), donde los cuerpos marginales reproducen en las crnicas el
encuentro de formas de escritura de origen diverso (oralidad, historia, literatura,
periodismo, antropologa). De esta manera, destruyendo los binarismos hombre-mujer,
centro-periferia, por medio de la parodia y la irona, la obra de Lemebel muestra en su
factura los procedimientos ms relevantes de la posvanguardia.
En el caso de la literatura argentina, la obra de Csar Aira pone en funcionamiento
gran parte de los procedimientos de las posvanguardias. Algunos crticos incluso leen en su
esttica del continuo narrativo un nuevo comienzo en la literatura argentina: un arte de la
invencin que se produce bajo el efecto Duchamp, capaz de alcanzar lo nuevo solamente a
partir de la repeticin y la redundancia, es decir, de la retrica de la impureza (Speranza
2006: 290). Narrador extraordinariamente prolfico, desde Moreira (1975) y Ema, la
cautiva (1981), Csar Aira contribuye con sus ms de cuarenta libros publicados a la
construccin de una esttica que se define precisamente por su indiferencia ante la
correccin y la pulcritud de las bellas letras y del estilo elegante que parecen ser la mejor
herencia borgeana. Su burla ante los mitos fundadores de la nacionalidad, su provocacin a
las figuras consagradas de la literatura argentina como Juan Jos Saer y Ricardo Piglia; su
culto expreso a la frivolidad, a lo intrascendente; su humor irnico, permiten ubicar la obra
de Csar Aira dentro de los parmetros de la posvanguardia. Como dice Sandra Contreras,
para Aira el relato es la forma y la forma es la afirmacin de la potencia absoluta y
autnoma de la invencin, su continuo, diseminado a partir de la proliferacin incesante de
lo heterogneo. Y algo ms que lo emparienta con los procedimientos de la posvanguardia:
al hacer una virtud del hecho de escribir mal, Aira dinamita un valor hegemnico de la
buena literatura argentina. En este sentido, el final de La liebre (1991) es un claro
ejemplo de la esttica de la impureza, all donde la tradicin nacional de la literatura de
viajes da paso a otro gnero, absolutamente marginal: el de las series de televisin y de las
pelculas de dudosa calidad.
Bibliografa citada:
Aira, Csar
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18
Postesctructuralismo
por Isabel Alicia Quintana
98
Muchos publican en la revista Tel-Quel (nombre de un texto de Paul Valry) fundada en los 60, en donde
proponen una articulacin entre las teoras de Marx, Freud, Nietzsche y la lingstica de Chomsky.
El ttulo glosa el neologismo que Derrida formul al introducir una a en la palabra diffrence. En francs el
verbo diffrer comprende dos significados: diferir y disentir, pero no existe ningn sustantivo que los exprese.
En la palabra diffrance se uniran ambos sentidos (diferimiento y disentimiento) dando cuenta conjuntamente
de una configuracin espacial y temporal de la diferencia. La distincin entre diffrence y diffrance no puede
ser captada por la audiencia ya que las dos palabras suenan igual, slo en la escritura la distincin emerge
como tal.
figurado; por el contrario, ellas mismas reconocen sus formulaciones siempre ambiguas e
indeterminadas. De esta manera, la literatura se deconstruira a s misma por un mecanismo
autorreferencial. El crtico, entonces, asumir una tarea de segundo orden: la de describir
esos procesos internos a los textos.
As como Paul de Man recoge y reformula la idea del carcter retrico del lenguaje
planteado por Derrida, tambin Barthes, en su perodo postestructuralista, coincidir con
este ltimo en la nocin de texto y lector. Desde el comienzo de su obra, Barthes pone
atencin en el lenguaje como productor de verdades que se encuentran naturalizadas en
nuestra sociedad y ampla el campo de investigacin hacia otros objetos. A partir de una
perspectiva semiolgica ( Semitica), le interesa particularmente el estudio de los *mitos
(Mythologies 1957), los cuales se conforman por elementos que pueden ser heterogneos
entre s desfigurando su carcter artificioso e ideolgico. El *mito deforma el sentido
original dando lugar a un segundo sistema a partir del cual se generarn otros significados.
La tarea de la crtica consiste en hacer explcitos dichos procedimientos.
En el pasaje que lleva a Barthes del estructuralismo al postestructuralismo existe
una obra que claramente ilustra ese momento de inflexin: S/Z (1970). All analiza una
novela corta de Honor de Balzac, Sarrasine (1830), interpretada como una obra lmite del
realismo ( Realismos). A travs de la formulacin de diferentes cdigos: simblico,
hermenutico, etc. realiza una lectura crispada que desintegra los cdigos realistas un
ordenamiento determinado de los signos, los sexos y el dinero sobre los que la novela se
sustenta (1970: 181).
Este ejercicio de lectura que realiza Barthes habr de radicalizarse aun ms cuando,
tras los hechos histricos acontecidos en Francia en el 68, el crtico avance a una antiteora de la escritura que rechaza todo sistema conceptual de pensamiento. En Le plaisir
du texte (1973) plantea dislocar la tirana del significado por medio de un libre juego del
lenguaje en donde el sujeto pueda liberarse de su propia identidad. Escritura y teora dejan
de constituir dos instancias separadas de la actividad humana; ambas conforman una
prctica en donde el deseo rige la lectura. El texto es entendido como un tejido de mltiples
significantes sin orden ni jerarquas en donde el sentido aparece desplazado
constantemente. Lo que importa es el sujeto lector, productor de un texto infinito en donde
nada se constata ni reafirma; es un acto de resistencia (Giordano 1995: 56) que lucha contra
Barthes cita a Cobra de Sarduy como ejemplo de escritura de goce en 1973: 17-18.
101
ese exceso ineliminable del lenguaje y que es justamente lo que lo constituye como tal
que desarticula toda subjetividad (Foucault 1984: 329).
Ms adelante, Foucault abandonar este enfoque centrado en la pregunta por el ser
del lenguaje y el ser del hombre para observar cmo las prcticas discursivas y las no
discursivas son formadoras de la subjetividad (Castro 2004: 194). Se ampla as la nocin
de prcticas que ya no sern estrictamente formadoras de saber sino tambin de poder y se
incluye un aspecto tico: las relaciones del sujeto consigo mismo. Estos tres aspectos se
encuentran imbricados en los estudios que realiza sobre la relacin entre locura y razn, ley
y castigo, enfermedad y salud en Surveiller et punir (1975) e Histoire de la sexualit (19761984). En dicha teora son centrales dos aspectos: el poder asociado con el conocimiento, el
cuerpo castigado y la sexualidad, y el poder entendido ya no como una figura jurdica
filosfica propia de la Ilustracin y representativa de la autoridad, sino como una
tecnologa; es decir como el conjunto de tcnicas que buscan castigar o disciplinar los
cuerpos. El poder se encuentra disperso en toda la sociedad y produce efectos y debe ser
pensando en funcin de las prcticas discursivas imperantes. Por ejemplo, la explosin de
diversas teoras sobre la sexualidad y la actividad sexual durante las ltimas dcadas ms
que explicar determinadas prcticas constituyen ellas mismas prcticas o, ms bien,
tecnologas situadas en un especfico contexto histrico (Lechte 1994: 114).
La perspectiva de Foucault nos lleva, en definitiva, a considerar nuestras propias
perspectivas tericas como prcticas que producen derivaciones en el entretejido social. En
este sentido, el psicoanlisis constituye una prctica discursiva especfica que a lo largo del
siglo XX gener un determinado sujeto sexuado y deseante que Deleuze y Guattari en el
L`Anti-Oedipe: capitalisme et schizophrnie (1972) postulan socavar a partir de lo que
denominan un esquizoanlisis. El discurso analtico, segn afirman estos autores, ata al
sujeto a una historia familiar de la cual no podr luego escapar convirtindolo en neurtico:
Edipo es la historia de un error que bloquea al *inconsciente. Por ello es necesario
mantener al deseo siempre oscilante y abierto, apartado del discurso analtico. El arte, la
literatura y el cine constituyen esos lugares donde el sntoma desaparece a partir del flujo
de fuerzas que atraviesan y desconfiguran las espacialidades jerrquicas.
En Kafka: pour une littrature mineure (1975) Deleuze y Guattari conectan las
luchas polticas de las minoras con las experimentaciones formales tpicas de las
vanguardias (Bogue 2005: 168). Estas escrituras produciran desplazamientos en los lugares
asignados
por
medio
de
un
uso
diferente
de
la
lengua
provocando
una
Bibliografa citada:
Barthes, Roland
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Para seguir leyendo:
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19
Neobarroco
por Sonia Bertn
La desmesura y el lujo han hecho del barroco un perodo histrico y cultural cargado de
riqueza, pero tambin, lo han emplazado como un concepto especialmente complejo para
analizarlo y definirlo. Dichas caractersticas promovieron en la crtica de arte posturas
dismiles y contrapuestas, como el desdn y el olvido o el reconocimiento y la exaltacin.
Si bien no existen diferencias en relacin con la ubicacin tmporo-espacial ya que
se acuerda en ubicar al barroco como un movimiento que acontece entre fines del siglo XVI
y principios del XVIII y que abarca gran parte de Europa, s surgen opiniones
controvertidas en la caracterizacin que de l se realizan. En este sentido, la primera
controversia atae al origen que se le atribuye al concepto. Tanto es as que Victor-Lucien
Tapi dedica un captulo de Le baroque (1961) a desarrollar la historia de las definiciones
por las que atraves la palabra. En este texto afirma que la primera aparicin del trmino
corresponde al diccionario de Furetire en 1690 en el que baroque es utilizado como una
expresin de la joyera que slo se aplica a las perlas que no son perfectamente redondas
(5).
Carmen Bustillo, retomando las apreciaciones de John Mller, seala tres aspectos
claves en la evolucin del concepto. A saber: 1. de lo peyorativo a lo elogioso; 2. de una
evaluacin subjetiva general a un conjunto de rasgos especficos y 3. de un adjetivo sin
referente histrico preciso [] hasta designar la totalidad de la cultura y comprender todas
las ramas del arte, ciencias y vida social de la poca (1988: 32). As, por ejemplo, desde
la obra de Benedetto Croce Storia dellet barocca in Italia (1929), en la que persiste la
imagen de un barroco imperfecto como contraposicin a la perfeccin renacentista, a la de
Heinrich Wlfflin Renaissance und Barock (1888), existe una distancia considerable por la
cual esta ltima se constituye en uno de los pilares fundamentales para la revalorizacin del
barroco que se ha producido en el siglo XX. Wlfflin no interpreta la progresin del
Renacimiento al barroco como una evolucin en el sentido de progreso sino como la
oposicin de dos formas de visin, de dos soluciones fundamentalmente distintas, cada una
realizada en su propio orden (Bustillo 1988: 31).
Es posible sintetizar las aproximaciones al barroco en tres posiciones
fundamentales: una que enfatiza el referente histrico y sociolgico; otra que defiende lo
tipolgico intemporal como la verdadera esencia generadora; una tercera que busca en la
evolucin de las formas clave para la comprensin del fenmeno (Bustillo 1988: 41). La
primera de estas posturas entiende el barroco como respuesta a la crisis que sumi al
hombre en un estado de inestabilidad permanente y que tuvo que ver, para autores como
Arnold Hauser, con el llamado giro copernicano. Este desplazamiento de la Tierra desde
el centro hacia la periferia del sistema cosmolgico, propuesto por Coprnico en 1543,
implic echar por tierra tanto el geocentrismo como el antropocentrismo, ambos propios del
perodo renacentista, y sumergir al sujeto en una condicin de profundo desequilibrio social
y personal en el que Dios y la palabra representativa son objeto de bsqueda persistente.
En este orden de cosas, Severo Sarduy en Barroco (1974) y Barroco y Neobarroco
(1972) se distancia de Hauser cuando propone a Kepler y no a Coprnico como el
verdadero revolucionario del conocimiento cosmolgico ya que ste ltimo mantiene una
visin concntrica del sistema planetario mientras que Kepler plantea que la figura que
describen los planetas alrededor del Sol es la elipse y no el crculo. De esta manera, en
lugar de desplazamiento lo que se produce es un descentramiento, es decir, un
desdoblamiento del centro por medio del cual un lado es iluminado mientras que el otro
permanece en la oscuridad aunque tan operante como su doble visible. Este
descentramiento se percibe especialmente en el terreno de la literatura, en la que Espaa
tiene un papel estelar. All descuella la figura de Gngora102 cuyo proyecto creador tuvo
ramificaciones en territorio hispanoamericano en una representante excepcional como lo
fue Sor Juana Ins de la Cruz.103
102
Luis de Gngora y Argote (1561-1627) fue el representante ms conspicuo de la poesa barroca en Europa
con su obra titulada Soledades (1613).
103
Sor Juana Ins de la Cruz (1651-1695) sigui la preceptiva espaola y en su poesa se distingui por el
gusto en la construccin potica con el uso del hiprbaton, como rompecabezas para armar, como puede verse
Antonio Maravall, por otra parte, desarrolla la idea de crisis que estara en la base
del barroco teniendo en cuenta los aspectos sociales y econmicos del siglo XVII europeo.
Para este autor, el barroco es una respuesta al desajuste de una sociedad en cuyo interior se
han desarrollado fuerzas que la impulsan a cambiar y pugnan con otras ms poderosas cuyo
objetivo es la conservacin (1981: 69). Se instituye, entonces, como cultura dirigida,
como operacin social tendente a contener las fuerzas dispersadoras que amenazaban con
descomponer el orden tradicional (71). A esta negacin de la posibilidad subversiva del
barroco, nuevamente Sarduy le contrapone un barroco actual como reflejo estructural de la
inarmona y de la ruptura de la homogeneidad ( Postestructuralismo). Un neobarroco
que no constituye propiamente una repeticin del barroco del siglo XVII sino la
reapropiacin contextualizada de algunos de sus elementos y, consecuentemente, una nueva
mirada en torno a las circunstancias en las que est inmerso que permite entrever sus
posibles connotaciones crticas y polticas. En contraste con estas perspectivas, la postura
de Eugenio DOrs en Lo barroco (1964) se opone a los conceptos de estilo y de poca ya
que considera al barroco como una constante de la naturaleza y el espritu humano, una
esencia universal regida por el ritmo cclico del eterno retorno y presente en diferentes
manifestaciones (Guerrero 1987: 14). La caracterizacin que hace DOrs sobre el barroco
como expresin en la que las lneas se entrecruzan, se tuercen o se quiebran, los volmenes
se animan por los efectos de contraste, el movimiento se opone al equilibrio, la armona y la
estabilidad, y las fuerzas de la pasin prevalecen sobre las de la disciplina es lo que le
permite encontrar expresiones en todas las fases histricas e instituirlo como un intrprete
eterno de aquello que las reglas y la mesura no son capaces de expresar suficientemente.
Siempre que encontramos reunidas en un solo gesto varias intenciones contradictorias, el
resultado estilstico pertenece a la categora del Barroco expresa DOrs (1964: 29), y su
caracterizacin es tan vaga y su afirmacin tan amplia que no se puede menos que afirmar
que su teora es indiscutible pero tambin inaceptable en tanto se sustenta en la
simplificacin esttica y la despreocupacin socio- histrica y poltica.
en su famoso poema Primero sueo (de 1691). En esta composicin que se solaza con lo imaginativo
gracias a la estratagema de la lgica del sueo, el Yo lrico acredita su condicin femenina y lcida de la vida
en este final: ...mientras nuestro Hemisferio la dorada/ ilustraba del sol madeja hermosa/ que con luz
judiciosa/ de orden distributivo, repartiendo/ a las cosas visibles sus colores/ iba, y restituyendo/ entera a los
sentidos exteriores/ su operacin, quedando a la luz ms cierta/ el Mundo iluminado, y yo despierta. (de la
Cruz 1691: 201).
entre s, tales como Jos Lezama Lima (1910-1976),104 Alejo Carpentier (1904-1980)105 y
el mencionado Severo Sarduy (1937-1993). Por su parte, el trmino neobarroso,
empleado por Nstor Perlongher (1945-1993) para referirse a ciertas manifestaciones
literarias del cono sur, constituye un nuevo giro a este problema.
En una conferencia realizada en Caracas en 1975, y luego publicada con el ttulo
Lo barroco y lo real maravilloso en Tientos y diferencias, Carpentier afirmaba que El
barroquismo tiene que verse, de acuerdo con Eugenio DOrs [] como una constante
humana (1987: 105). Esta aseveracin dista de ser slo una declaracin potica. Por el
contrario, encierra una propuesta cultural y poltica que adquirir trascendencia
insoslayable tanto por su magnitud como por la del lugar que ocupa Carpentier en el campo
intelectual latinoamericano ( Campo literario) ya que es esta atemporalidad, producto
de la repeticin cclica en los ms variados espacios, lo que le permite asumir la teora
dorsiana como propia y establecer una correspondencia directa entre barroco y Amrica
Latina. Pero la atemporalidad no slo implica repeticin sino, tambin, acumulacin,
superposicin de tiempos, sincretismo. Por qu Amrica Latina es la tierra de eleccin
del barroco? se pregunta Carpentier. Porque toda simbiosis, todo mestizaje, engendra
barroquismo (112). Es decir, all donde haya en un solo gesto varias intenciones
contradictorias habr barroco y para Carpentier es sta una caracterstica esencial, no
circunstancial, de Amrica: Nuestro mundo es barroco por la arquitectura [] por el
enrevesamiento y la complejidad de su naturaleza y su vegetacin, por la policroma de
cuanto nos circunda, por la pulsin telrica de los fenmenos a que estamos todava
sometidos (116). El Barroco es intrnseco a Amrica Latina, abarca todos los espectros,
desde la naturaleza a la historia, el arte, la cultura y, por todo esto, la identidad. Nos define,
nos explica, nos limita, nos excede. Nos constituye como americanos y crea en nosotros la
conciencia de ser otra cosa, de ser una cosa nueva [] de ser un criollo; y el espritu
criollo de por s es un espritu barroco (112).106
104
Lezama Lima public entre otras obras la novela Paradiso (1966), en la que aludiendo a La divina
comedia de Dante, cre un universo laberntico en el espacio acotado de La Habana.
105
Carpentier se destac como musiclogo y novelista. Entre sus obras ms destacadas se encuentra la novela
El siglo de las luces (1963), en la que da forma a modo de novela histrica a las contradicciones entre la
cultura europea e hispanoamericana, un tema que puede considerarse capital en su creacin esttica.
106
Sincretismo, mestizaje, criollismo son conceptos que han sido revisados y discutidos en mltiples
oportunidades. Los tomo aqu con el sentido con que los usa Carpentier.
Semitica;
y que termina circunscribiendo una rbita a su alrededor de cuya lectura es posible inferirlo
(1389): [la proliferacin exige] para hacer adivinable lo que oblitera, para rozar con su
perfrasis el significante excluido, expulsado, y dibujar la ausencia que seala, esa
traslacin, ese recorrido alrededor de lo que falta y cuya falta lo constituye (1391). De tal
modo, la proliferacin, anloga a la metonimia, cuya operacin gravita precisamente en el
metonimia/proliferacin/elipsis
constituyen,
entonces,
elementos fundantes del neobarroco porque permiten establecer relaciones con otras reas
del pensamiento contemporneo. Pero tambin porque lo conectan, sin instituir
homologaciones simplificadoras de las diferencias histricas, con el barroco clsico en
funcin de las teorizaciones del mismo Sarduy, mediante las cuales construye analogas
entre la metfora y la rbita circular de los planetas proclamada por el modelo cosmolgico
galileano, y la elipsis y la rbita elptica del espacio kepleriano ya que, si la primera
constituye un desplazamiento siempre a igual distancia alrededor de un centro
esplendente (1222), la segunda opera como denegacin de un elemento y concentracin
metonmica de la luz en otro (1231).
Ya en un nivel que abarca la totalidad del texto, Sarduy enfatiza la parodia en tanto
espacio de *dialogismo ( Gneros discursivos; Semitica) y *carnavalizacin (
Culturas populares) como un procedimiento de especial relevancia que, para el caso de
establecer una semiologa del barroco latinoamericano, debe tenerse en cuenta a travs de
elementos como la intertextualidad y la *intratextualidad. As, el espacio barroco no slo
es de artificio extremo sino, y como consecuencia de esto, es el de la superabundancia y el
desperdicio que, en contraposicin con el lenguaje econmico de la funcin comunicativa
se complace en el suplemento, en la demasa y la prdida parcial de su objeto. O mejor: en
la bsqueda, por definicin frustrada, del objeto parcial (1401). El lenguaje barroco,
entonces, funciona como una amenaza, una parodia de la administracin tacaa de la
economa burguesa en tanto tiene como nica finalidad el derroche, el malgasto en funcin
del placer ( Postestructuralismo).
Juego, derroche, exceso, superabundancia y malgasto que no se agotan en los
procedimientos hasta aqu mencionados sino que incluyen otros como la anamorfosis, la
simulacin y el *trompe-l oeil, entre otros, que constituyen una puesta en escena del
horror al vaco, es decir, un mecanismo que resalta el lenguaje hasta extremos
107
Este mismo procedimiento pero en relacin con el cuerpo es lo que Sarduy interpreta como fetiche y que
define como proyeccin brutal de la luz [] que se concentra en una parte del cuerpo []. Esa iluminacin
sectaria relega el resto del cuerpo [] a una zona annima y lejana, excluida de la representacin y del
deseo (1294).
identidades (Minelli 2006: 79) por lo que, haciendo fluir el discurso intelectual por los
devenires femeninos que llevan a un primer plano la cuestin de la corporalidad,
Perlongher traza un registro potico-poltico en contra del discurso patriarcal de la tradicin
literaria de
Bibliografa citada:
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Sarduy, Severo
20
Androginia
por Mariano Garca
La aparicin del ideal andrgino, a pesar de la recepcin adversa que suele generar
espontneamente en la sociedad, es un fenmeno de carcter cclico aunque reconocible a
lo largo de las ms variadas y dismiles pocas. Al analizar algunas de sus caractersticas se
comprende el porqu de sus sucesivos avatares y su llamativa capacidad de supervivencia
como formacin cultural.
El andrgino est en la base de las cosmogonas: los dioses primigenios suelen ser,
por razones obvias, andrginos (salvo casos como el de la mitologa egipcia donde un dios,
ms expeditivamente, crea el mundo mediante la masturbacin), an en el caso del judeocristianismo, por ms que ste se haya esforzado en atemperar las huellas de androginia que
pueden encontrarse, sin ir demasiado lejos, en los dos comienzos del libro del Gnesis. Que
esta figura pueble las cosmogonas poco tiene de extrao, pues el *mito del andrgino
sigue, en su estructura tripartita, el mismo esquema de: a) separacin o cada, b) bsqueda
del estado de perfeccin, y por ltimo c) estado de perfeccin alcanzado o recuperado.
Culturalmente, el andrgino estuvo asociado a aspectos msticos y religiosos desde el
momento en que toda aspiracin a la androginia era considerada en ltima instancia una
aspiracin trascendente, superadora de las polaridades bsicas, y esta trascendencia por
muchos siglos se consider relacionada con lo divino o eventualmente con lo semidivino
(por ejemplo los ngeles); en suma, como un estado de superacin de los opuestos
privativos conocido como el misterio de la *coincidentia oppositorum (Eliade 1962: 114
ss.). Esta asociacin de la androginia con lo divino tambin gener para su presentacin una
recurrencia de contextos escatolgicos, situaciones en los lmites del tiempo humano, ya
que lo divino no participa de dicha temporalidad sino que en cierto modo la rodea o la
contiene.
El primer documento importante de la Antigedad en presentar el mito del
andrgino es el que desarrolla el personaje de Aristfanes en el Banquete de Platn, escrito
hacia 385 a.C.108 En este dilogo filosfico, donde el tema propuesto a debate es el misterio
del amor, Aristfanes expresa su opinin entre las de los otros discpulos: al comienzo
haba tres sexos: los hombres, descendientes del sol, las mujeres, descendientes de la tierra,
y los andrginos, descendientes de la luna, astro que participaba tanto del sol como de la
tierra. Estos ltimos habran desaparecido, dejando tras de s tan slo su nombre.109
Aristfanes, segn la versin de Platn, describe a estos seres primitivos como esfricos,
combinacin de hombre-hombre, mujer-mujer y hombre-mujer, dotados de todos los
atributos humanos pero potenciados por la combinacin, lo que los llenaba de orgullo al
extremo de que fueron castigados por los dioses con la divisin de cada esfera en dos
mitades. As, cada cual fue relegado a pasar la vida en busca de su mitad perdida.
Imposibilitados para reproducirse en su nuevo estado, Zeus les da una ayuda desplazando
sus genitales hacia adelante.110 Entre ironas y bromas, hay all una justificacin explcita
del amor intermasculino (no hacen esto por desvergenza, sino por valenta, virilidad y
hombra, porque sienten predileccin por lo que es semejante a ellos, 191d-192b), aunque
no es casual que Platn haya puesto este discurso en boca de un poeta y no de un filsofo, y
sobre todo de un poeta que escribi Lisstrata, drama que cuestiona los estereotipos
sexuales (Friedrichsmeyer 1983: 16).
Tambin Ovidio, en sus Metamorfosis, trata algunos casos de androginia,
concentrndose sobre todo en la figura de Tiresias, que por separar con un palo a dos
serpientes que copulaban es castigado por los dioses convirtindose sucesivamente en
108
No obstante en el Timeo, Platn desarrolla un mito de creacin contrastante, segn el cual los ancestros de
la humanidad eran hombres muy masculinos; los ms dbiles entre ellos, al reencarnar, habran generado el
otro sexo.
109
En griego, tanto en el caso de las palabras compuestas hermafrodita como andrgino, la idea responde
al mismo tipo de composicin lexical: Hermes + Afrodita, por una parte, y - (hombre) (mujer), por la otra; pero el uso es especfico en cada caso. As, el nombre ms genrico de
andrgino expresa la abstraccin de hombre y mujer en un solo ser (un estado anmico, mental o espiritual),
mientras que los nombres propios ocultos en la palabra hermafrodita designan cualidades semejantes pero a
nivel corporal. Hoy en da se adopta el trmino menos *connotado de intersexual para designar la
coexistencia orgnica de ambos sexos (Capurro 2004).
110
La explicacin anatmica que da Platn es farragosa y la traduccin merece cotejarse con el original
griego, pero la idea aproximada es que cuando estaban enteros, los hombres eran una esfera y por lo tanto
rodaban. Una vez cortados deben aprender a caminar sobre sus dos piernas, aunque Zeus amenaza con volver
a dividirlos si se siguen rebelando. Freud, en El malestar en la cultura (1930: Cap. IV n. 1), asocia el
surgimiento del pudor genital con el momento en que el ser humano comienza a caminar erecto, debiendo
exhibir as lo que antes estaba medio oculto. Por su parte Lvi-Strauss, en Antropologa estructural (1958:
Cap. XI), analiza los *mitemas del ciclo de Edipo, donde se repite la idea de dificultad para caminar erecto,
o sea la transicin de animal a hombre.
mujer y luego en hombre por determinada cantidad de aos; los dioses, pasado un tiempo,
lo convocan como rbitro para saber quin goza ms durante el acto sexual, si el varn o la
mujer.111 No obstante se ha subrayado en ms de una ocasin que, en la Antigedad
grecolatina, la aparicin de un ser bisexuado o hermafrodita en la realidad se consideraba
un prodigio funesto del que haba que purificar a la comunidad y al territorio donde ste se
estableca. La yuxtaposicin de sexos representaba ya entonces una amenaza insoportable
que cuestionaba la oposicin fundamental sobre la que se levantan las instituciones
sociales, econmicas, polticas, jurdicas y religiosas que rigen las comunidades. El sexo
(del latn sexus, derivado de la raz sec-, que dio seco, cortar, separar, partir) deba ser
considerado no slo como un rgano para cumplir con una funcin determinada, sino
tambin (y sobre todo) como un signo que indicaba qu papel podra tener un individuo en
un sistema dado (Brisson 1986: 32).
La tradicin hebrea tambin lleva la marca, menos obvia, del antiguo mito de una
deidad andrgina. Se dice en el comienzo del Antiguo Testamento que conforme a la
imagen de Dios lo cre, y los cre macho y hembra (Gn. 1, 27); en el segundo relato,
escrito en otro momento histrico por otra mano, Dios duerme a Adn y le saca una
costilla, de modo que antes de la operacin Adn habra existido como andrgino (queda
para otro cuerpo de leyendas hebreas Lilith, la sexualmente agresiva primera mujer de
Adn que quiso equipararse a l y que fue repudiada y condenada a vagar como ente
desencarnado). El relato de la costilla de Adn, ms el papel de la mujer como tentadora,
pretende justificar la postura relativamente inferior de la mujer frente al hombre; tambin el
Cristianismo desvalorizar el papel de la mujer y de hecho buscar negar la sexualidad
idealizando el celibato y la virginidad (Friedrichsmeyer 1983: 17). Por lo visto, a partir de
su separacin parece obligatorio que una de las mitades andrginas deba ser inferior a la
otra, establecindose as lo que Jacques Derrida llamara una jerarqua violenta. Para
terminar con los textos de carcter religioso, agregaremos que las referencias a un absoluto
andrgino tambin aparecen en textos no cannicos ( Canon) como los evangelios
apcrifos y los textos *gnsticos descubiertos en Egipto en 1945.
111
El adivino Tiresias, figura clave de Edipo rey, representa un caso de androginia sucesiva, frente a la ms
habitual androginia simultnea.
112
Patriarca de los alquimistas, Hermes Trismegisto fue asociado por los colonos griegos de Alejandra con
Thoth y su figura presenta para ellos vnculos con el Mercurio latino y el Moiss cristiano, ya que fue
Hermes, padre de la interpretacin, quien dio a conocer los mandamientos de su arte a travs de la tabula
smaragdina o tabla de esmeralda.
serpiente, el perro, el huevo, la letra y,113 la cuadratura del crculo, se proponen como
smbolos andrginos al tiempo que el andrgino mismo, como rebis (cosa doble), pasa
a simbolizar el Caos como estadio original o primigenio y, finalmente alado, este Rebis
alqumico es la correspondencia personificada de la sabidura csmica, reflejo de la Sofa
celeste (Zolla 1986: 129-138). Aunque las enigmticas afirmaciones de estos sistemas
pareceran en principio apartar al andrgino de la literatura y del arte en general, resulta
innegable que la alquimia aporta una vasta iconografa que ayuda a su manera a establecer
una perspectiva del mito. Basta con reflexionar sobre el ideal de belleza renacentista que se
plasma, por ejemplo, en un Leonardo da Vinci, donde, tal como lo analiza Josephin
Pladan, imgenes inquietantemente andrginas como la de su San Juan Bautista, combinan
la autoridad cerebral del hombre con la voluptuosidad gentil de la mujer, para dar por
resultado un androginismo moral (Pladan en Praz 1969: 277).
Un importante lazo entre hermetismo y cristianismo es el que confluye en la obra
del mstico protestante Jakob Bhme,114 muy influenciado por las doctrinas de Paracelso y
transmisor de una forma de pensamiento que une las ideas del neoplatonismo y la Cbala
con aquellas del cristianismo, incorporando al andrgino en el proceso de salvacin: para
Bhme, tanto Adn como su descendiente Cristo son hombres virginales [mnnliche
Jungfrauen] y cualquier individuo puede ser transmutado en la perfeccin andrgina por
el solo hecho de amar a Cristo. El misticismo de Emmanuel Swedenborg y algunos focos
doctrinales del pietismo alemn, entre otras dependencias teolgicas, se informarn de la
obra de este tesofo, importante influencia en el primer romanticismo alemn, que
encontrar en la obra de Novalis y Friedrich Schlegel a dos continuadores que comienzan a
enfocarse no tanto en aspectos msticos como psicolgicos del ideal andrgino.
El andrgino se nos pierde de vista por un tiempo hasta el ajetreado siglo XVIII, en
que vuelve a asomar, junto con los mencionados romnticos, en una clase muy particular de
textos que, a grandes rasgos, son los que Todorov define como literatura fantstica
precisamente porque en ellos el valor funcional y genrico ms destacado es el de la
vacilacin [hsitation]. Ttulos como Le diable amoureuse (1776) de Jacques Cazotte,
113
Segn la informacin aportada por Filn sera el smbolo de la palabra penetrando la esencia de los seres.
Para los gnsticos naasenos representa la naturaleza ntima del ser, que es hombre y mujer a la vez (Zolla
1986: 133).
114
El pensamiento de Bhme es accesible a partir de la primera edicin de sus obras completas en alemn, en
1682; nunca fue aceptado por la ortodoxia.
Manuscrit trouv Saragosse (1797), del noble polaco Jan Potocki (que escribi su
admirable libro en francs), o la tremendamente exitosa The Monk (1796), del
parlamentario britnico Matthew Gregory Lewis, junto con Vathek (1786), del estrafalario
William Beckford, proponen mundos de apariencias engaosas donde la sexualidad
reprimida eclosiona en la presentacin de figuras ambiguas, travestidas, espectrales, en
marcos de violentos claroscuros y generalmente con hecatombes finales de intenciones
edificantes. Esta atraccin por el lado oscuro (que explota el costado negativo o
degradado del mito, a juicio de Eliade) surge sin duda como reaccin al exceso de luces
del siglo, junto con una renovada corriente de ocultismo.115 Esta tendencia, que en cierto
modo culmina en la sorprendente Frankenstein de Mary Shelley (que en cierto aspecto
dramatiza la vanidad demirgica de recrear al viejo andrgino platnico) dar paso en el
siglo XIX a otra bsqueda menos *teratolgica.
No parece casual que en 1835 se hayan publicado dos novelas cargadas de
androginia: Mademoiselle de Maupin de Thophile Gautier (cuyo famoso prlogo contiene
un manifiesto del arte por el arte), y que toma para su protagonista rasgos de la escritora
George Sand; y Sraphta, de Balzac, exposicin ficcional de la doctrina swedenborgiana
del amor conyugal. Ms an que Gautier, Balzac presenta en la geografa extraada de
Noruega a un ser misterioso al que una chica que lo ama ve como hombre y un chico que la
ama ve como mujer. Balzac siempre estuvo atento a las distintas formas de amor que puede
concebir el hombre y trat el tema de la homosexualidad femenina y masculina en La fille
aux yeux dor y Splendeurs et misres des courtisanes respectivamente, as como el tema
del castrato en Sarrasine, que Roland Barthes (en S/Z) consider un texto lmite del
realismo ( Realismos; Postestructuralismo) porque, entre otras cosas, all se abordan
los problemas de representacin literaria que suscita un ser para el que no hay una
designacin apropiada en el lenguaje.116 Esta fase positiva de la androginia se ve
contrastada por una serie de andrginos ms materialistas, por as decir, que comienzan a
poblar la segunda mitad del siglo XIX y que Frdric Monneyron denomina andrginos
115
As, E.T.A. Hoffmann publica entre 1816 y 1817 sus famosas Nachtstcke, piezas nocturnas,
oponindose claramente a la metfora lumnica de la Aufklrung (Ilustracin o Iluminismo).
116
El personaje de la Zambinella, de Balzac, es lo que en la antigedad se denominaba neutrum utrumque, ni
lo uno ni lo otro. La preocupacin de Balzac por el tercer sexo aparece plasmada no sin humor en el cartel
de entrada de la Maison Vauquer, en Le Pre Goriot [El to Goriot], que dice: Pension bourgeoise des deux
sexes et autres.
otro masculino (animus) a la mujer. Sin embargo las investigaciones de Jung parecen
haber rendido mejores frutos no tanto en la realidad como en la literatura, donde su doctrina
ofrece elementos (sobre todo en cuanto al estudio de los smbolos) a algunas ramas de la
crtica literaria como el sistema de Gaston Bachelard, la *mitocrtica del francs Gilbert
Durand y la *crtica mitopotica o arquetpica del canadiense Northrop Frye, entre otras.
Orlando (1928), de Virginia Woolf, puede considerarse un ttulo sintomtico de las
ansiedades sexuales que se viven en el cambio de siglo, ya que all la impronta feminista de
la autora adopta un tono de denuncia al presentar un andrgino sucesivo que, durante su
fase de mujer, queda imposibilitado para recibir su herencia, una fastuosa mansin, debido
a la legislacin britnica. Podra decirse que todo el grupo de Bloomsbury (Virginia y
Vanessa Woolf, Roger Fry, Lytton Strachey, Maynard Keynes, E. M. Forster), as como
tambin, al margen de este grupo, el novelista D. H. Lawrence, experimentan y viven en el
intento de superar las dicotomas sexuales bsicas para pasar a un estado superior de
sexualidad sintetizada. Tambin en la obra del irlands Samuel Beckett, que se ubica en el
punto de inflexin entre *modernismo (en sentido de modernism) y posmodernismo,
abundan seres progresivamente indiferenciados o asexuados, como lo demuestra
particularmente su novela El innombrable (1953).
El paulatino desarrollo de la ciencia ficcin crear un lugar particularmente
habitable para los personajes andrginos, viejos inquilinos de la literatura fantstica. Como
gnero menor, menos vigilado y sometido a las rgidas normalizaciones del canon (), la
ciencia ficcin se acostumbr a incluir criaturas con sexualidades complejas y a menudo
desafiantes. Uno de los autores que frecuent el ideal de la androginia fue el ahora poco
conocido Theodore Sturgeon, quien en Venus plus X (1960) presenta una sociedad futurista
donde los seres humanos han llegado a una encomiable superacin de las polaridades
sexuales. Ya en su anterior novela More than Human (1953) seis personajes marginales,
freaks con poderes ultrasensoriales, funcionaban como una unidad orgnica. El
estadounidense William S. Burroughs pas de las crnicas de su vida como drogadicto y
homosexual al terreno de la ciencia ficcin vanguardista ms moderna (
Posvanguardia), donde se presenta una variedad, positiva y negativa, de yuxtaposiciones
genricas textuales y sexuales, sobre todo en ttulos como The Wild Boys (una sociedad de
muchachos que llega a la autofecundacin y logra prescindir de la mujer) o Cities of the
En la ciencia ficcin el tpico es recurrente y suele aparecer asociado a los marcos escatolgicos o
apocalpticos propios del gnero. As se plantea por ejemplo en The draught de J. G. Ballard o en
Slaughterhouse five de Kurt Vonnegut, entre muchas otras.
118
El ideal andrgino es una constante del arte y la cultura orientales, desde el budismo zen y su doctrina de
abolicin de toda polaridad hasta el emblema andrgino por excelencia: el ying y el yang.
119
Hay que tener en cuenta que antes del hormigueo de ambigedades a lo Velvet Goldmine ya la pera sac
amplio partido del travestismo: por razones de necesidad los hombres (castrados) representaron al principio
papeles femeninos. Luego las mujeres, adems de asumir los papeles femeninos, hicieron papeles de
Bowie posando como Ziggy Stardust o como la Sylvia Scarlett (en la pelcula homnima de
1935) de Katharine Hepburn, cuyo personaje ostenta una actitud andrgina, y donde el
imaginario busca sus fuentes en mticas deidades andrginas del celuloide, tales como
Marlene Dietrich. Por supuesto que el arte del siglo XX ha revisitado la androginia desde
todos los flancos posibles, baste como ejemplo el Autorretrato de Robert Mapplethorpe
(1980), los fotomontajes de David La Chapelle u obras como El ocano (1943), entre varias
de Ren Magritte (Estrella de Diego 1992). Asimismo el cine (a diferencia del teatro, que
desde la antigedad omiti tratarla en escena) utiliz la androginia a menudo para
situaciones cmicas (el caso arquetpico es el del espritu de un hombre en cuerpo de mujer
y a la inversa) pero tambin trgicas y de denuncia (Boys Dont Cry, 1999).
En el mbito de la sociologa corresponde al francs Michel Foucault encarar
diversos casos de hermafroditismo (coexistencia fsica de ambos sexos) tanto en su ciclo de
clases de 1974-1975 en el Collge de France y transcriptas y recopiladas bajo el ttulo de
Los anormales, como en la presentacin de una dramtica confesin del siglo XIX, Alexina
B..., sombro caso de un intersexual que no logra encontrar su lugar en la sociedad y acaba
suicidndose. El procedimiento de Foucault consiste en ir estudiando las diversas
articulaciones de la ley con respecto a lo que la sociedad determina como anomalas. Qu
es el monstruo en una tradicin a la vez jurdica y cientfica?, se pregunta Foucault.
Desde la Edad Media hasta el siglo XVIII que nos ocupa es, esencialmente, la mezcla [...].
Es la mixtura de dos especies [...]. Es la mixtura de dos individuos [...]. Es la mixtura de
dos sexos: quien es a la vez hombre y mujer es un monstruo (Foucault 1999: 68).
***
La literatura que surge de una cultura necesariamente hbrida como la argentina no puede
ignorar sin mala fe un fenmeno como el del ideal andrgino. No obstante el discurso de
una supersexualidad masculina, de una panvirilidad excluyente, absorbi por mucho
tiempo la posibilidad de llegar a su representacin. El recurso al travestismo que atestigua
la obra de Juana Manuela Gorriti slo aparece como rmora tarda del romanticismo que la
nutre, aunque adquiere algo ms de consistencia en La bolsa de huesos (1896) de Eduardo
adolescentes, como el mozartiano Cherubino de Las bodas de Fgaro. En el siglo XX Richard Strauss y su
libretista Hugo von Hoffmannstahl concentraron vertiginosamente esta tradicin en Der Rosenkavalier.
aflorar por mucho tiempo, y el andrgino le sirve, como smbolo de smbolos, para hurgar
esos pasajes transitivos entre gneros discursivos () y gnero () sexual, entre gender
[en sentido de gnero sexual] y genre [en sentido de gnero literario], sin miedo a mostrar
personajes (l incluido) en un flujo de mutaciones que no menoscaban ninguna dignidad
sino que por el contrario enriquecen su experiencia.
La androginia es pues un ideal que recorre, con mayor o menor visibilidad, la
historia cultural del hombre. Hasta ahora confinado al mundo ideal de la literatura () y
el arte, su traspaso a la realidad sin los estigmas negativos del hermafrodita parece
posible segn lo atestigua el estudio de Fabio Lorenzi-Cioldi, que desde el campo de la
psicologa social aspira a definir un nuevo estado de androginia viable y ya no utpico. La
sociedad el estatuto social de grupos y las relaciones entre grupos frena o favorece la
androginia. [...] el abandono de una definicin nica de androginia recuerda [...] que la
identidad del individuo --de la que la androginia es una modalidad importante-- est
indisolublemente ligada a grupos de pertenencia (Lorenzi-Cioldi 1994: 230). Contra la
versin negativa del monstruo que debe permanecer oculto, exiliado por la sociedad,
depende de todos posibilitar un modelo social que favorezca la diversa, mltiple y siempre
enriquecedora fusin de elementos masculinos y femeninos de toda personalidad.
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Para seguir leyendo:
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21
Gnero (Gender)
por Mnica Cohendoz
No habr un maricn en alguna esquina desafiando el
futuro de su hombre nuevo?
Pedro Lemebel, Loco afn. Crnicas del Sidario (1996)
Las diversas identidades que encontramos en la sociedad * post-industrial, a fines del siglo
XX, junto con el proceso de expansin de la sociedad civil, es el escenario histrico de la
problemtica de gender. Segn Stuart Hall, la pluralizacin de la vida social produce una
expansin de las posiciones y las identidades disponibles para toda la gente (1990: 95). Los
nuevos movimientos sociales incluyeron las demandas surgidas de estos actores emergentes
y replantearon el problema de la subjetividad a la luz de la multiplicacin de los puntos de
poder y sus lneas de interseccin con el pensamiento *posmoderno (Michel Foucault,
Jacques Derrida, Jean-Franois Lyotard). El feminismo y los movimientos sociales
alrededor de las polticas sexuales tuvieron un efecto desestabilizador de las tradiciones
establecidas en torno a la identidad, al poner nfasis en el carcter relacional y no esencial
de la subjetividad ( Posvanguardias; Postestructuralismo).
La segunda ola del feminismo alcanz a ser un movimiento social en los pases
centrales en la dcada del 60; segn Nancy Fraser (1997), incluy en su desarrollo diversas
tendencias polticas y tericas que pretendieron superar la concepcin universalista de la
primera etapa del feminismo. Frente a sus antecesoras conocidas como las feministas de la
igualdad, las feministas de la diferencia concebirn el gnero como social, no determinado
por la anatoma, por lo tanto rechazan el determinismo biolgico del "sexo" o la "diferencia
sexual" utilizados habitualmente para justificar la discriminacin.
La perspectiva de gnero presenta un nuevo impulso en el feminismo ingls de los
ochenta, que ha hecho suya la palabra gender, segn Joan Scott (1986), para evitar el
trmino mujer y para no caer en una mirada esencialista. El concepto es empleado para
trazar las coordenadas de un nuevo campo de estudios (las mujeres, los nios, las familias y
las ideologas implcitas) que lleva a la conceptualizacin del gnero como una categora
producida social, histrica y culturalmente. A diferencia de mujer y varn, feminidad
Gnero y discurso
El enfoque de gnero propone la revisin de conceptos de las ciencias sociales que estn
impregnados de valoraciones sexistas y han consolidado *unidades del discurso para
problematizar de modo radical la *racionalidad moderna. El enfoque crtico de Michel
Foucault sobre las condiciones de produccin discursivas que han constituido rdenes de
disciplinamiento de las subjetividades en la Modernidad ofrece un marco terico para
revisar los discursos y sus efectos en la constitucin de subjetividades. Foucault
consideraba que nuestra sociedad "habla prolijamente de su propio silencio, se obstina en
detallar lo que no dice, denuncia los poderes que ejerce y promete liberarse de las leyes que
la hacen funcionar" (Foucault 1984: 14). As, Foucault denuncia la hiptesis de un presunto
silencio, para afirmar que el sexo fue, en verdad, "introducido en el discurso de modo
pleno: hemos vivido sumergidos en mltiples discursos sobre la sexualidad, pronunciados
por la Iglesia, por la psiquiatra, por la sexologa, por el derecho. Foucault se empea, por
ello, en estudiar estos discursos y sus efectos, analizando no slo cmo, a travs de ellos, se
produjeron y multiplicaron las clasificaciones sobre las "especies" o "tipos" de sexualidad,
sino tambin cmo se ampliaron los modos de controlarla. Tal proceso hizo posible, segn
l, la formacin de un "discurso reverso", esto es, un discurso producido a partir del lugar
que haba sido sealado como el lugar de la perversidad, como el lugar de desvo y de la
patologa: la homosexualidad.
La construccin discursiva de las sexualidades, expuesta por Foucault, va a ser
fundamental para la teora queer ( Camp). Los queer studies constituyen un marco de
trabajo (framework) multidisciplinario integrado a modo de provincia en los Estudios
Culturales (Culturas populares). El trmino queer, que significa "raro" o "extrao", fue
resignificado por grupos activistas radicales como ACT UP, Queer Nation y Las
Vengadoras Lesbianas. Tericas y tericos de esta perspectiva argumentan que las
identidades son siempre mltiples y compuestas por un infinito nmero de instancias:
orientacin sexual, raza, clase, gnero, edad, nacionalidad, etc. Frente a los movimientos
que promueven la integracin y el reconocimiento de los derechos civiles de gays y
lesbianas, los representantes del ataque queer sostienen una postura ms radical: por
ejemplo, Beatriz Preciado quien en su Manifiesto contrasexual (2002) proclama la
liquidacin de toda la serie de binomios tradicionales que han servido como fundamento de
la filosofa moderna y de la reflexin feminista, as como de ciertas teoras gays: las
oposiciones homosexualidad/ heterosexualidad, hombre/ mujer, masculino/ femenino,
naturaleza/ tecnologa.
La operacin de deconstruccin ( Postestructuralismo), propuesta por Jacques
Derrida (1967 a; 1967 b), aparecer como el procedimiento metodolgico ms productivo
para dar cuenta de esta multiplicidad y diversidad. Conforme con Derrida, la lgica
occidental opera, tradicionalmente, a travs de binarismos: ste es un pensamiento que elige
y fija como fundantes o centrales una idea, una entidad o un sujeto, determinando, a partir
de ese lugar, la posicin del "otro", o su opuesto subordinado. El binarismo refuerza las
operaciones
de
dominacin,
exclusin
asimetra
socio-simblica
imperantes,
obstaculizando todo concepto de justicia para con los que Derrida caracteriza como "los no
presentes". El suplemento que queda fuera del binarismo es la multiplicidad abolida por la
lgica dual; el propsito de Derrida no es abolir las diferencias sino inscribirlas en trminos
no oposicionales. El concepto de diferencia es clave porque niega la posibilidad de reducir
las mltiples experiencias a una unidad marcada por la oposicin sexual masculino/
femenino.
"el exterior" para los cuerpos que "materializan la norma", los cuerpos que efectivamente
importan (Judith Butler 1993). Butler dirige, as, su crtica y su argumentacin contra la
oposicin binaria heterosexual-homosexual. Afirma que la oposicin preside no slo los
discursos homofbicos ( Camp), sino que contina presente tambin en los discursos
favorables a la homosexualidad. Sea para defender la integracin de los/las homosexuales o
para reivindicar una especie o una comunidad separada; sea para considerar la sexualidad
como originalmente natural o para considerarla como socialmente construida, estos
discursos no escapan de la referencia a la heterosexualidad como norma. Frente a una
actividad reproductiva, meramente biolgica, el lenguaje interpela al sujeto excluido desde
el extraamiento que provoca la palabra del otro.
Esta operacin de subversin la encontramos en la poesa de Nstor Perlongher
cuando usa el mito de Eva Pern en El cadver de la Nacin. En el poema, el cuerpo de
Evita se satura de sentidos ajenos a los que portaba en la historia de la Nacin mediante la
barroquizacin ( Neobarroco) .El cadver ya no es cuerpo real muerto, sino una
fervorosa fantasa zombi: zombi escarlata, nylon Revlon, flecos / kanekalon, uas que la
manicura, con un esmero / de pelcula talla, tajea un corredor / de alambres. (en Alambres
1987). De esta manera el cuerpo de Eva se desvincula de los orgenes histricos, sexuales,
materiales para mostrarse deseante (no sujeto a ninguna norma).
Estas ideas cuestionan al sujeto de la escritura desde dos aspectos: tanto por su
existencia a priori como por su adscripcin a un universal. Dice Judith Butler que "negarse
a presuponer la nocin de sujeto desde el principio, no es lo mismo que negar o abandonar
esta nocin totalmente; por el contrario, es preguntar por el proceso de construccin"
(1990: 11). En este sentido, no implica la postulacin de la "muerte del sujeto", sino
sustraerlo/ a de las determinaciones unvocas y *falocntricas por un lado y, por otro,
resignificarlo/ a en trminos de un lenguaje no excluyente para poner en evidencia la
permanente disputa que significa su uso. As se ponen en juego las posibilidades de
intervencin poltica desde la poesa a partir de la ruptura de la ilusin de un sujeto
autnomo, individuo que expresa su subjetividad en el lenguaje (idealismo que choca
contra la materialidad social de la lengua). En tanto el sujeto est constituido a travs de un
proceso de diferenciacin, "los actos de diferenciacin lo distinguen de un exterior
constitutivo, un dominio de alteridad degradada, asociada convencionalmente a lo
femenino, pero no exclusivamente" (Judith Butler 1990: 13). Por lo tanto la capacidad de
actuar es siempre una prerrogativa poltica.
Judith Butler se pregunta Cmo figura un cuerpo en su superficie la invisibilidad
misma de su profundidad escondida? (1990: 164). No hay autoconstruccin, sino una
dependencia de un sistema previo, una especie de mquina discursiva que produce sujetos.
El sujeto emerge dentro de una matriz determinante en la que se establecen a priori y
naturalizados los gneros. El sujeto es producido por efecto de una identificacin en el
mapa de la binariedad heterosexual, especie de rejilla a travs de la que se naturalizan los
cuerpos para responder al modelo sexual establecido. Esta norma heterosexual constituye
un sistema de exclusiones, cuyo efecto es distinguir lo legtimo de lo abyecto. Puesta en
discusin la norma, promueve una conciencia reflexiva sobre el lenguaje cuyo uso se
transforma en un espacio de disputa poltica: ya sea por el gnero, ya sea por la etnia o por
el sector social de pertenencia. Asumir esta diferencia como materialidad de la propia
prctica de la escritura es un problema de gnero. Por lo tanto los estudios de gnero abren
un debate sobre la prctica de la literatura en tanto cuestionan la relacin entre subjetividad
y escritura.
El cuerpo de la escritura
En 1976 Hlne Cixous public el ensayo Le rire de la Mduse, donde postula que las
mujeres escriben desde una visin de mundo diferente a la *falogocntrica; la Medusa re
porque se desliza por debajo de las palabras. La petrificacin de la escritura es aparente.
Aqu se propone una potica del texto donde la sexualidad femenina parta del tratamiento
del deseo y del cuerpo desde la perspectiva de la mujer y hacia la mujer. Cixous establece,
entonces, que para deconstruir la oposicin binaria de lo masculino y femenino es necesario
considerarla como una relacin heterognea que no encapsule ambos trminos en una
diferencia exclusiva. Como estn planteadas las cosas, la oposicin cae en el juego
patriarcal del opresor y el oprimido; por ello, es necesario encontrar una nueva
significacin para cada uno de los trminos a partir de ellos mismos. No se trata ya de
asumir la diferencia sino de generar diferencias productoras de mltiples voces, registros y
experiencias. Por lo tanto, la postulacin de una criture fminine se erigira como una
praxis de ruptura y transformacin. He ah su rasgo subversivo.
Butler 1991: 119). Con ello se demanda una accin poltica radical que liberara al
movimiento de mujeres de la bsqueda de similitud y unidad entre ellas o de afirmacin de
la propia singularidad, para celebrar la diversidad, tanto entre las mujeres como en la propia
subjetividad de cada una.
El heterosexismo que coagula el lenguaje y vincula lo femenino a la reproduccin
genital y *falocntrica es el lmite para las subjetividades nmades. El sujeto homosexual
se concreta mediante un proceso en el que es sometido a la violencia del orden simblico,
por la que el cuerpo es percibido como extrao al entrar en la zona de la significacin; este
sujeto es interpelado por lo abyecto del sistema simblico heterosexual, resignifica el orden
discursivo y con ello hace proliferar las identidades ms all de los modelos binarios
heterosexuales; las implicaciones de esta proliferacin afectan los distintos discursos que se
entrecruzan en la enunciacin potica a travs de la retrica del yo.
***
Eroica (1988) de Diana Bellessi se propone romper el silencio y restablecer el habla
femenina como subjetividad en revuelta. Esta autora imprime a su voz un aire de cosa
viva en la que el ataque al centro que levanta la travesa del deseo... y en este pasaje, la
extranjera al binarismo heterosexual, se vuelve, en su mirarse narcisista en las aguas de otra
mujer, identidad, espacio conquistado para otras (Anah Mallol 2003: 124). Su potica
plantea la intervencin pblica, el uso de la voz para disputar en la escena social. La radical
recuperacin de la sexualidad de las mujeres que el feminismo lesbiano conlleva es
profundamente poltica y crucial para el entendimiento de la poesa como un lenguaje de
lucha poltica que Bellessi propone a travs de la bsqueda de connotaciones y
denotaciones diferentes, porque el lenguaje que la cultura le ofrece no la contiene. Se siente
fuera de la ley del discurso canonizado y se ubica en una genealoga potica cuyos
miembros son: Muriel Rukeyser, Ursula Le Guin, Anne Sexton, y entre sus filiaciones
latinoamericanas, Gabriela Mistral y Alejandra Pizarnik.
Bellessi realiza, en 1984, un ciclo de lecturas de poesa en el teatro San Martn de la
ciudad de Buenos Aires, acontecimiento que marca el trnsito a la democracia en tanto
muestra la palabra potica silenciada durante la dictadura militar. As no sorprende que
Nicols Rosa y Arturo Carrera sealen el carcter espectacular y monstruoso de la poesa
de fines del siglo XX, dado que se constituye en el marco de puestas en escenas que obligan
a ver y a escuchar lo que anteriormente estaba reprimido. Por otro lado, Daniel
Freidemberg afirma que en esa poca se daba algo as como una ideologa
(paradjicamente asentada a menudo en el combate contra la intromisin de lo ideolgico
en lo literario) (2006: 161). Se trata, en fin, de una ideologa esttica que no rechaza el
gesto poltico, sino que lo establece en trminos de transformacin del habla hegemnica.
Por ello, la poesa de Bellessi pretende ser un punto de inflexin en el proceso de
constitucin de las identidades nmades, pues recorre desde las luchas por transgredir los
roles masculino/ femenino a las declaraciones radicales que formula en Lo propio y lo
ajeno al interrogarse Qu sucede cuando la autora lesbiana se desoculta y funda all su
paradigma en la interseccin de otras causas sociales? (Diana Bellessi 1996: 39). Los
mrgenes que la problemtica de gender abre no slo posicionan la subjetividad literaria,
sino que la tornan poltica al buscar derribar las fronteras del lenguaje social cuando ste
pretende someter la enunciacin a la ley heterosexual.
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22
Camp
por Jos Amcola
El catolicismo es muy rico en ritos y ceremonias y viv
esta parte teatral con gran desmesura. Adems participaba
activamente en el ceremonial porque era el nio que cantaba,
que lea...y empiezo a interpretar de acuerdo con mi sensibilidad.
Yo no tengo nada que ver con Lefvre [obispo que sostuvo
una disputa en contra de las reformas del Vaticano]
pero un ritual ejecutado en latn, que es una lengua
hermtica, es lo ms efectista. Conscientemente les robaba
la religin a ellos y la converta en cosa ma. Yo cantaba
mi solo y se lo dedicaba a un compaero que estaba all, yo le miraba
y l lo saba. Converta aquella ceremonia en un rito
completamente privado con toda la riqueza del paganismo
y con todos aquellos medios a mi disposicin.
Esto ha sido una constante en mi vida.
Pedro Almodvar (1994)
La primera etimologa registrada de la palabra camp (de 1909) en el slang ingls asociaba
el trmino con el verbo francs se camper, que significa: se tenir dans une attitude fire,
provocante (Larousse 1959: 159); es decir, plantarse en actitud arrogante, provocativa
[ante algo o alguien], donde suenan ecos del vocabulario de campaas militares del siglo
XIX (Mark Booth en Cleto 1999: 75) y que en castellano se hallara en la expresin muy
campante. Sin embargo, la suerte del vocablo estuvo ligada ms bien al escndalo
conectado con una figura clave de la vida neoyorkina de los aos 20: la actriz Mae West. Es
sabido, adems, que durante el estreno de Pleasure Man (1918), obra escrita, actuada y
dirigida por Mae West, la polica neoyorkina subi al escenario para tapar la boca de los
actores e impedir as la vuelta de tuerca semitica () de una femineidad estereotipada a
cargo de varones (Hamilton 1995: 120). Lo que se realizaba all como una *performance de
gnero era, en rigor, bastante ms serio de lo que pareca (Hamilton 1995: 135).
Guardado en el desvn privado de la sub-cultura homosexual neoyorkina durante
algunas dcadas despus del uso escandaloso de Mae West, el vocablo camp tuvo, luego,
una sorpresiva irrupcin literaria cuando el escritor anglo-americano Christopher
Isherwood lo incluy en una novela aparecida en 1954 (The World in the Evening),
dedicndole un comentario por boca de sus personajes y, sobre todo, dndole ahora una
jerarqua especial, al hacerlo digno de una atencin intelectual, como vena sindolo el
trmino alemn *Kitsch, con el que el camp tiene ciertos puntos de contacto (Amcola
2000: 52 y ss).120 Sin embargo, fue Susan Sontag la que dio carta de ciudadana al vocablo
en 1964 al tratar de definir lo camp mediante apuntes ligeros (o notas) para una revista
que, luego, pasaron a integrar su libro titulado Contra la interpretacin (1966), y cuyo tono
general parece seguir el modo de las mythologies urbanas de Roland Barthes de 1957 (
Recepcin; Postestructuralismo).
Susan Sontag fue una pionera en su acercamiento al tema, fijando la nocin como
una sensibilidad que dara base a un tipo de gusto. Segn esta escritora, la esencia del
camp sera its love of the unnatural: of artifice and exaggeration (Sontag, 1964: 275). En
este sentido, Sontag acierta al afirmar que el/ lo camp convertira lo serio en frvolo y que
sera una manera de mirar el mundo como fenmeno esttico. En su Nota 2 aparece, sin
embargo, la primera grave limitacin de Sontag quizs debido a la idea generalizada en su
momento de buscar el compromiso poltico explcito en cada fenmeno, a partir de la
influencia en los intelectuales del marxismo () de Sartre , pues all la autora sostiene
que la sensibilidad camp es no comprometida y despolitizada o, al menos, apoltica
(Sontag en la traduccin de 1984: 305).
Notes on Camp acredita, sin embargo, algunos aciertos de percepcin,
especialmente cuando se refiere a la presencia de la androginia () en el tema que analiza
y que, por mi parte, considero como uno de los elementos constantes de la *performance
del camp. El andrgino sera, entonces, segn la autora uno de los ms repetidos
*Leitmotive de la imaginera camp (Nota 9) y para ello no habra ms que pensar en la
figura de Oscar Wilde, quien ser la primera vctima en base a su modo de se camper
ante la sociedad, mostrando una imagen de escritor () que fue, luego, descubierta como
una gran impostura (Amcola 2006: 30). Por otro lado, resulta evidente que Sontag se
refiere en su artculo a la diferente recepcin () que van sufriendo a lo largo de las
120
Philip Core, por su parte, rastre una temprana referencia a lo camp como la mentira que dice la verdad
en un aforismo de Jean Cocteau de 1922 y se sirvi de l para darle ttulo a su enciclopedia sobre el tema
(Core 1984:9).
pocas cada una de las manifestaciones artsticas.121 De ese modo, la autora debe admitir
que es el desfase del gusto esttico en una poca determinada con respecto a un estilo
anterior, lo que hace que esas manifestaciones previas cobren una ptina de envejecimiento
y se hallen repentinamente a contracorriente del canon () del nuevo momento. Ms
agudeza revela Sontag, en cambio, cuando al final de su exposicin (Notas 51 y 52)
sostiene que el gusto camp se puede relacionar con una postura snob,122 pero dado que en
su poca no existiran autnticos aristcratas al viejo estilo (apadrinando extravagancias),
ese lugar lo habran ocupado en el siglo XX los grupos homosexuales.123 Estos grupos
habran comprado, as, su integracin en la sociedad, promoviendo justamente esa
sensibilidad esttica y de all la importancia de lo camp como una brecha en el gusto
general de nuestra poca. Es indudable, as, para la autora que hay mucho de camp en el
pop art como lucha en contra de las instituciones ( Campo literario) artsticas
dominantes. Y es evidente que Susan Sontag est pensando en la obra y las actividades de
alguien como Andy Warhol, quien adems de haber asumido pblicamente su
homosexualidad era un maestro de la provocacin. En este sentido, podemos decir que el
camp, al pasar de su mbito de origen como trmino de una jerga cerrada hasta invadir
otras esferas pblicas, est mostrando en su vinculacin con la figura de Andy Warhol un
nexo indiscutible con la posvanguardias () que van a caracterizar a la cultura de la
segunda mitad del siglo XX. Las vanguardias () de los aos 20, en cambio, haban sido
incapaces de adoptarlo, quizs justamente por el rechazo de estos movimientos para
vincularse con la idea de exceso, ya sea por su horror ante cualquier apasionamiento
exagerado por sumisin a la todava reinante *doctrina romntica o por la cercana del
121
Dado que el estructuralismo checo ( ) de Jan Mukaovsk no se haba difundido todava en 1966, Susan
Sontag est revelando en estos ejemplos una visin adelantada para su poca en cuanto a los cambios en los
valores estticos.
122
Es interesante sealar que Susan Sontag no repara en la etimologa de la palabra snob (originada en un
latinismo: s[ine] nob[ilitate]: que no se tiene nobleza o clase). En rigor, hoy en da la palabra snob podra
oponerse, por su origen latino, a la palabra clsico classicus: que indica que se pertenece a la primera
clase [social]. Segn Susan Sontag, entonces, hay algo de disidente en los que no tienen clase, pues estos
grupos marcaran brechas del gusto para los dems e impondran, as, una nueva sensibilidad que desbaratara
todos los clasicismos ( ).
123
Notemos que los movimientos de liberacin no haban puesto en circulacin todava la palabra gay, que
Sontag no pudo entonces utilizar.
124
Joan Copjec relaciona el melodrama (lleno de tableaux vivants estticos, de personajes estereotipados, de
presentacin de la virtud recompensada, de secretos llevados a la tumba, del despertar de la voz de la sangre,
etc.) con los gestos estereotipados de la histrica segn fue definida por Freud y Lacan (Copjec 2002: 173174). Por aqu surgira una llamativa vinculacin entre la representacin de la diva y su gesticulacin
exagerada en el acto camp con las seales de una conducta femenina (al mximo de su expresin) vista como
histrica desde la mirada cientfica masculina.
125
No es casual que los as llamados Estudios Culturales ( Culturas populares) hayan nacido en Inglaterra
en el mismo momento en que se toma conciencia de una palabra del slang (el camp) de una comunidad
marginada.
en cambio, el camp saca toda su energa de esa ambivalencia de los juicios estticos.126 En
ese proceso complejo de ida y vuelta se patentiza una profunda revisin, entre otras cosas,
de todo el sistema de la diferencia sexual, que aparece, as, al mismo tiempo, exhibida y
puesta en jaque. Por ello, uno de los tericos ms lcidos al respecto, Andrew Ross, insiste
en la idea de que los aos 60 le dieron un nuevo mpetu al camp, cuando la televisin
norteamericana empez a pasar hacia 1960 pelculas viejas de la poca de oro del cine de
Hollywood, desatando entre los televidentes muchos de ellos gays que empezaban a
buscar visibilidad social una hollywoodmana y un gusto rtro o de revival que tambin
contribuan a la formacin de una identidad al mismo tiempo que promovan la
identificacin con las protagonistas flmicas (como la identificacin con una Gloria
Swanson en la escena final de Sunset Boulevard [El ocaso de una vida], 1950). Por ello,
para Andrew Ross el camp contendra, entre otras cosas, un comentario explcito en su
acento sobre las modas pasadas y la gestualidad sumamente expresiva del cine mudo y/ o
del expresionismo acerca de las dificultades en la supervivencia de ciertos estilos de vida.
As, segn este mismo autor la identificacin de los grupos gays con las divas del cine se
bas en su relacin con esas mujeres como sujetos fuertemente emocionales de la pantalla,
una pantalla que divida el mundo drsticamente entre los varones que ocupaban la esfera
de la accin, y las mujeres que eran confinadas a los sentimientos (Andrew en Bergman
1993: 55-62). Clave para esta evolucin puede haber sido tambin el gnero ( Gneros
discursivos) del show fingido en que un varn imita a una diva mimando su voz en el
escenario de una discoteca gay, y cuyo epicentro dramtico debe ser el parecido supremo
con el modelo (por ejemplo, Marilyn Monroe), pero que llega a su clmax cuando el
imitador se quita la peluca, para poner en evidencia el hecho de que est sirviendo a dos
patrones.
126
En mi opinin, la obra de Manuel Puig presenta una potica camp domesticada por otras voces, como
sucede con el discurso del personaje de Molina en contacto con el discurso poltico de Valentn en El beso de
la mujer araa (1976). No es, sin embargo, vano acotar que Valentn termina siendo absorbido tambin por el
discurso camp de su interlocutor. Con todo, es importante sealar que Puig dej sin publicar sus guiones y
obras a medio pulir, que son la mirada ms camp de toda su produccin, como si un censor interior le
estuviera vedando lo que era menos publicable para un pblico todava no preparado a las innovaciones. Esa
parte oculta del iceberg parece estar armando una nueva lnea en la evolucin literaria de esta regin literaria
de Amrica en las obras de Csar Aira y sucesores, que deciden cortar por lo sano con la mesura que Borges
haba institucionalizado como propia de la tradicin argentina por antonomasia.
Para Moe Meyer, por otro lado, el camp debera entenderse como un epifenmeno
de la discriminacin sobre el sujeto queer ( Gnero),127 dentro del orden dominante. En
este sentido, el mayor error de las notas de Susan Sontag es no haber percibido el hecho de
que el camp llevaba en su registro una reaccin alocada contra la *homofobia (Meyer 1994:
113 y ss.). De ese modo, el camp sera el conjunto de prcticas y estrategias para poner en
acto la identidad queer y as darle una visibilidad que le haba sido negada. Por ello, el
camp, como una esttica espectacular del movimiento queer,128 no pretende aumentar la
propia estima homosexual como en el momento gay, sino que propicia la parodia sobre
la diferencia. Esto puede ocasionar el rechazo y provocar con su virulencia una crisis, lo
que no deja de ser una de las metas revulsivas del operativo queer.129 Lo interesante del
fenmeno del camp es que en su recorrido de un siglo de existencia y en su paulatina
politizacin ya se ha tornado un eje visible e indiscutible de una crtica general de la
cultura. En rigor, los aparatos de representacin oficiales prohiban la exhibicin del deseo
no normativizado y lo que vino a hacer el camp fue desafiar esa misma barrera a partir de la
creacin de una estrategia potica.130
Por otra parte, es oportuno recordar como lo aclara Fabio Cleto en su extenso
trabajo de investigacin sobre el tema que la palabra queer aparece ya documentada a
mediados del siglo XVIII en Inglaterra en conexin con el dinero en el sentido de falso,
no honesto o mal habido, y que slo a partir de 1900 el trmino empez a aparecer
asociado, de modo discriminatorio, con la homosexualidad. Sin embargo, a diferencia de lo
gay y lesbiano, surgido de las teorizaciones feministas sobre la diferencia sexual en los
127
La palabra queer en su uso actual implica una *catacresis. El vocablo, desactivado en sus esquirlas
despectivas, ha cobrado una significacin positiva que, sin embargo, no perdera la memoria de la
discriminacin. Esto sera, adems, un proceso tpicamente queer, porque implicara una crtica poltica que
lleva consigo un extraamiento o torcedura del vocabulario en uso.
128
Es importante sealar que hubo algunas corrientes crticas, nacidas en Francia, como la deconstruccin y el
as llamado postestructuralismo ( ) que fueron cruciales en el desmontaje de las certezas
institucionalizadas y que en su crtica cultural llevaron agua para el molino de los estudios queer en una
medida que todava est por investigar.
129
El concepto de queer debe entenderse, por un lado, como una amalgama de procesos identitarios para
individuos culturalmente marginados, y, por otro, como un modelo terico que se halla en proceso de devenir
(Jagose 1996: 1).
130
Otro modo de explicar la diferencia entre el modo de una aceptacin de la homosexualidad como la
soaron los frentes gays en los sesenta y la distorsin que trabaja con el principio del rechazo por medio de
una queerness estara en el ejemplo del llamado jump cut (corte saltado) de la cmara cinematogrfica. Con
dicho corte el cine independiente se opuso a la prescripcin tradicional de que el ojo de la cmara se hallara a
30 grados de la visin del espectador como medio para lograr el realismo ( Realismos). Esta mxima
infringida podra compararse, entonces, con la ruptura que pretende introducir en la cultura la mirada camp
(Meyer 1994: 127).
aos 60 y 70, el trmino queer pone sobre el tapete un modelo constructivista de identidad,
englobando tanto el sexo como el gnero, y se manifiesta (por va del absurdo) en contra de
cualquier enfoque esencialista, que haya sido fruto de un modo de *interpelacin
ideolgica hacia los sujetos, ya sea como una interpelacin que implique el hecho de
sujetarlos como proceso de sujecin o el de la condicin de hacerlos Sujetos como
proceso de subjetivacin (Cleto 1999: 14). El camp es, por ello, en primera instancia una
cuestin de auto-representacin y una potica ms que una sensibilidad o un gusto como
crey Susan Sontag y, as, debe entenderse como una teatralizacin discursiva y gestual
que sale del teatro para ganar la barricada (Mark Booth en Cleto 1999: 69).
El libro Homos (1995) de Leo Bersani, que me interesa comentar ahora, se
encuentra estructurado mediante un andamiaje terico que se caracteriza por una atenta
escucha de los discursos feministas, como si la chispa para el cambio se hubiera dado en
ese encuentro entre feminismo, literatura y psicoanlisis (), la trada tpica de los
trabajos de este autor. Bersani reflexiona en su obra sobre la cuestin de la paulatina
renovacin de las etiquetas para denominar a los grupos como homosexuales, primero,
gays y lesbianas, despus, y gente queer, en la actualidad. Segn este autor, los
cambios en las denominaciones son, por una parte, dignos de apoyo, pero, por otro lado,
tambin se hacen merecedores de resistencia (Bersani 1995: 2). Y es justamente esta
postura ambigua la que se hallara en la razn de ser de su estudio. El hecho de que una
inclinacin sexual como la homosexual haya fraguado en la fijacin de una personalidad
caracterstica es decir, en una especie de esencia determinada sexualmente: los
homosexuales no le parece a Bersani un proceso que emerja de una actitud cientfica
abstracta y desinteresada. En rigor, de este modo el pensamiento victoriano pretendi
manipular las conciencias catalogando a tipos humanos a partir de su carcter y/ o
inclinacin sexual. El movimiento iniciado entre 1965 y 1970 en Estados Unidos se resisti
vigorosamente a esta determinacin, elaborando como respuesta la conciencia de una
identidad que rebautiz como gay (tanto en el sentido de vida licenciosa como
alegre) y de cuya energa para la provocacin se obtuvo un monto incalculable de
reconocimiento social, impensable antes de la dcada de los 60. La comunidad gay termin
siendo, sin embargo, absorbida por los cdigos del sistema capitalista segn se ve en el
modo en que la publicidad trata de atraerla como parte simblica de consumidores de alto
poder adquisitivo, por lo menos en EE.UU. Leo Bersani, por su parte, insiste en que una
postura ms progresista vendra a ser asumida en la actualidad por los grupos que se
autodenominan queer, en tanto ellos sostienen el principio del ejercicio de la sexualidad
en un continuum de preferencias e inclinaciones sin cortes fijos.
Siguiendo a Bersani, sin embargo, la identidad comunitaria de los grupos
caracterizados por sus relaciones sexuales intermasculinas o interfemeninas es
necesaria, porque esa identidad permite poner en jaque los privilegios usufructuados por los
grupos dominantes. De aqu que este autor no est de acuerdo, por un lado, con la
formacin de un ghetto gay, pero, al mismo tiempo, rechace, por otro lado, la idea de una
disolucin de la conciencia comunitaria de esos mismos grupos, como pareci haberse
difundido en la dcada del 80.131 Por el contrario, Bersani propicia la conciencia
celebratoria en la bsqueda de lo mismo (sameness), lejos de la vivencia de la
homosexualidad como enfermedad o trauma. Es aqu donde cobra sentido naturalmente la
potica camp, que viene a funcionar como un patrimonio propio de la esttica queer, a
travs del *principio constructivo ( Formalismo ruso) de la incongruencia y los
quiebres de sentido.132
Tanto la homosexualidad como la heterosexualidad seran, por lo tanto, elecciones
situacionales y, en este sentido, el punto esencial contra el esencialismo es que ninguna
tendencia sexual estara dada de antemano (Bersani 1995: 57). En definitiva, contra lo que
crey el *Higienismo del siglo XIX nunca se ha podido probar cientficamente el anclaje
corporal de la as llamada homosexualidad (cf, Harold Beaver en Cleto 1999: 162). De
todos modos, como advierte Tzvetan Todorov denominar una cosa es darle ya una
existencia (Todorov 1977: 282), algo que sostuvieron siempre las sociedades primitivas
(Todorov 1977: 262). Y en este caso el acto *performativo de denominar a un grupo por su
131
El rechazo al as llamado ghetto gay desde dentro de la propia comunidad puede documentarse para la
Argentina en el artculo de Manuel Puig, aparecido en 1990 en la revista El Porteo, cuya primera frase es:
La homosexualidad no existe (Puig 1990: 32) y que representa un gran cambio con respecto a las famosas
notas al pie de su novela de 1976 El beso de la mujer araa, donde se registraban las voces que la venan
explicando. Los editores de la revista cometieron el error (doble) de citar esa frase transformndola en: Los
homosexuales no existen, que NO es lo mismo que lo que declaraba el autor en el texto.
132
La incongruencia puede darse en el plano de la construccin y del sentido como un *zeugma o en el plano
exclusivo del sentido (por ambigedad semntica). Como ejemplo de esto ltimo obsrvese la frase tpica de
los medios gays en ingls: as camp as a row of tents (tan camp como una hilera de carpas), donde se
juega no slo con la etimologa, sino con la contradiccin, puesto que un campamento (militar) sera algo
completamente exento del glamour y del Kitsch que exhibe el camp. Aqu la frase no es irnica, sino que saca
toda su fuerza de lo incongruente.
inclinacin sexual ha funcionado con los homosexuales que fueron inventados a partir de
la formulacin de esa etiqueta en 1869 (Halperin 1990: 155). As, es coherente que Leo
Bersani haya titulado su libro como lo ha hecho Homos para subrayar la existencia actual
de esos grupos, aunque ello no conlleva automticamente que exista un concepto tan poco
cientfico como la homosexualidad, segn la ptica queer. Para Bersani, en definitiva, la
sexualidad est intrincadamente unida a lo poltico y, para ello, slo resta poner en escena
una potica camp, como la que exhibe, por ejemplo, Pedro Almodvar en la entrevista
citada en el epgrafe del presente texto, cuando declara que de nio era ya capaz de
torcer(cf. la etimologa de la palabra queer) la direccin de la ceremonia en que
actuaba de monaguillo para convertirla en un rito del cual l y su espectador privilegiado
posean el cdigo (Almodvar en Ribas 1994: 22).
La potica del camp vino a subrayar, por lo tanto, la ligazn entre lo poltico y la
sexualidad desde el momento en que los agentes de polica invadieron el teatro para
cubrir la boca de los actores que campeaban sobre el escenario en la obra montada por
Mae West. Ese choque en 1918 no fue, en definitiva, tan diferente del desafo a las
instituciones que los grupos gays ms afeminados escenificaron en la calle de Nueva York
luego de la razzia del Stonewall Inn en junio de 1969, dando lugar, mucho ms tarde, a
una celebracin que fue llamada la del da del Orgullo Gay. Esa salida a la calle no
signific, en el fondo, otra cosa que el hacerse cargo del estigma torcindolo para la
propia ventaja y all tambin tuvo la queerness su bautismo.
***
Para finalizar, digamos que los primeros mentores del camp como Oscar Wilde y Mae West
o los directores de cine de origen alemn Joseph von Sternberg y Douglas Sirk, que
vinieron despus, abrieron las brechas que luego habran de recorrer otros cineastas. As,
films como The Rocky Horror Picture Show de 1977 (Core 1984: 159), permitieron la
relacin del nuevo mundo del rock con el camp, o The Adventures of Priscilla, Queen of the
Desert, de 1994, descubrieron lo oculto dentro de las familias burguesamente constituidas;
pero tambin las pelculas de Almodvar en Espaa, de Rosa von Praunheim y Hans Jrgen
Bibliografa citada:
Ackroyd, Peter
(1979) Dressing Up. Transvestism and Drag: The History of an Obsession, N.York, Simon
and Shuster.
133
Este director mexicano film en su pas una adaptacin hecha por Manuel Puig de la nouvelle de Jos
Donoso El lugar sin lmites (1966), que no slo es el mejor ejemplo del camp flmico latinoamericano, sino
que tambin es un caso posible de una relacin excelente entre literatura y cine ( ), en el plano de la
adaptacin de un texto literario (Amcola 2006).
Amcola, Jos
(2000) Camp y posvanguardia. Manifestaciones culturales de un siglo fenecido, Buenos
Aires, Paids.
(2006) Hell has no limits: de Jos Donoso a Manuel Puig, en D.Ingenschay (ed.): Desde
aceras opuestas. Literatura/cultura gay y lesbiana en Latinoamrica, Madrid/ Francfort,
Iberoamericana/Vervuert, pp. 21-35.
Bergman, David (Comp.)
(1993) Camp Grounds. Style and Homosexuality, Amherst, Univ. of Massachussets Press.
Bersani, Leo
(1995) Homos, Cambridge (Mass.), Harvard University Press.
Cleto, Fabio (Comp.)
(1999) Camp. Queer Aesthetics and the Performing Subject: A Reader, Edimburgo,
Edinburgh University Press.
Copi [Ral Damonte Taborda]
(1969) Eva Pron, en idem: Thtre, Pars, Christian Bourgois, 1986, pp. 89-135.
(1973) LUruguayen, Pars, Christian, Bourgois, 1972.
(1979) La vie est un tango, Pars, Hallier.
(1981) La vida es un tango, Barcelona, Anagrama.
Copjec, Joan
(2002) Imaginemos que la mujer no existe. tica y sublimacin, Buenos Aires, Fondo de
Cultura Econmica, 2006. (Trad. cast. de T.Arijn).
Core, Philip
(1984) Camp. The Lie that Tells the Truth, Londres, Plexus.
Jagose, Annamarie
(1996) Queer Theory. An Introduction, N.York, New York University Press.
Halperin, David M.
Glosario
abducciones: En la deduccin, se postula una ley general y se analizan casos particulares
para su verificacin (o eventual refutacin); en la induccin, se observan casos
particulares y, a partir de ellos, se formula una ley de alcance general. Cuntos casos es
necesario considerar para llegar a una ley: mil, cien, diez, uno? Cuando se analiza un solo
caso y se conjetura que ese caso puede refutar una ley general, estamos ante una
abduccin. Se trata de una conjetura cientficamente arriesgada; por eso suele afirmarse
que buena parte de las teoras cientficas revolucionarias, que alteran los paradigmas
vigentes, se han iniciado en procedimientos abductivos [en Semitica].
agonstica/o (del griego , crculo de arena donde se desarrollan los juegos, juego,
competencia, torneo, lucha): El trmino haba sido extendido ya en Grecia a las
competiciones teatrales y, por lo tanto, usado como en el caso del contexto de la palabra
protagonista (contendiente o personaje principal). Una concepcin agonstica de la
literatura implicara la nocin no idlica de los integrantes en la contienda, sino
embarcados en la batalla por la destitucin del otro y la imposicin de su propio punto de
vista o de su universo creativo [en Canon].
ancilaridad (del latn ancilla, sirvienta): Trmino usado para indicar que un rea
funciona como herramienta con respecto a otra y, por lo tanto, como subsidiaria. Este
sera el caso, por ejemplo, de la gentica textual que estudia manuscritos de escritores
modernos y que puede ser utilizada de modo ancilar en la interpretacin literaria de
textos de los siglos XIX y XX de autores que hayan dejado rastros escritos del proceso de
su escritura. En el contexto de las revistas literarias y culturales puede decirse que esos
rganos se presentan mostrando su ancilaridad para el estudio del campo literario y/o
intelectual de una formacin social determinada [en Revistas literarias].
Antiguo Rgimen (Ancien Rgime): fue la denominacin empleada por los partidarios de
la Revolucin Francesa (1789) para referirse al orden poltico anterior. Si bien suele
aplicarse por extensin a otras monarquas europeas occidentales, la expresin, cuyo uso
letrado qued consolidado con El Antiguo Rgimen y la Revolucin (1856) de Alexis de
Tocqueville (1805-1859), encuentra su origen y su forma modlica en la historia francesa.
Como perodo histrico coincide aproximadamente con la llamada Edad Moderna, ya que
sus inicios se remontan hasta finales de la Edad Media y, ms especficamente, a la
dinasta de los Valois (siglos XIV-XVI). El Antiguo Rgimen suele ser considerado como
un perodo de transicin entre el feudalismo y el capitalismo durante el cual se
mantuvieron rasgos del orden feudal, como los privilegios estamentales, al tiempo que la
monarqua, con el reinado de Luis XIV como paradigma, alcanzaba una gran
concentracin de poder poltico [en Campo literario, Culturas populares].
apora: Figura del discurso en la que el hablante asume estar en duda frente a un dilema.
Un ejemplo notable es el ser o no ser de Hamlet. Para la deconstruccin se trata del
punto paradjico en que un texto ya no puede resolver sus propios significados
Bergson ha tenido una influencia enorme desde el comienzo del siglo XX. Sobre todo es
su concepcin de la dure, el punto de partida de todos los nuevos anlisis del tiempo [en
Vanguardias].
bricoleur: En la teora antropolgica de Lvi-Strauss, el bricoleur es la persona que
utiliza los desechos o las cosas en desuso para producir nuevos objetos. Este concepto
adquiri una importancia inusitada en las tcnicas del pop art, que se difundieron primero
en Estados Unidos a partir de la dcada del 60 y, luego, se expandieron por el mundo
hasta influir en la visin de un arte rupturista que llevaba a sus ltimas consecuencias las
polmicas de las fronteras artsticas inauguradas por las as llamadas vanguardias
histricas [en Literatura y psicoanlisis].
byt (del ruso , cotidianeidad, vida cotidiana, medio social, ambiente, condiciones
materias de la vida): El trmino byt cobr importancia en la dcada del 20 entre los
formalistas rusos, cuando apareci en algunos artculos, especialmente del grupo de San
Petersburgo, dado que parece salir al encuentro de las crticas que se les hacan a los
formalistas en el sentido de su *inmanentismo en los anlisis literarios. Mediante este
concepto los formalistas pudieron atestiguar que tambin les interesaban los fenmenos
que rodeaban al hecho literario. De modo similar al concepto de serie, tambin
aparecido en los textos de los miembros de la OPOIAZ la serie literaria acreditaba su
condicin de vinculacin con las otras series de una sociedad gracias al uso del lenguaje
como correa de transmisin, el trmino byt permita enfocar los aspectos literarios en
relacin con cualquiera de los otros fenmenos sociales [en Formalismo ruso].
carnavalizacin: Trmino con el que Mijail Bajtin (1895-1975) designa la influencia
determinante del carnaval (espectculo sincrtico de carcter ritual) sobre la literatura,
especialmente en su aspecto genrico. Aunque central para la formulacin de las tesis de
La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento (1965), el concepto de
carnavalizacin, ha sido desarrollado con mayor detenimiento en Problemas de la
Potica de Dostoievsky (1963). All, Bajtin define cuatro categoras esenciales de lo
carnavalesco: el contacto familiar entre la gente; la excentricidad que permite a los
aspectos subliminales de la naturaleza humana manifestarse concretamente; la presencia
de la disparidad entre lo sagrado y lo profano, o lo grande y lo miserable; y finalmente, la
profanacin, es decir, el sistema de rebajamientos y de obscenidades relacionadas con la
fuerza de la tierra y del cuerpo. La importancia de la carnavalizacin literaria radica
principalmente por intermediacin de las categoras recin mencionadas, convertidas
en procedimientos en la destruccin de la distancia pica y trgica y en la eliminacin
(caracterstica del Renacimiento) de toda clase de barreras entre los gneros, entre los
sistemas cerrados de pensamiento y entre diversos estilos [en Culturas populares,
Neobarroco].
catacresis: Figura del discurso que implica que una palabra habitual sufra un vuelco
profundo de sentido, como, por ejemplo, cuando se llama gato a una prostituta. La
catacresis puede servir como acto de provocacin en las manos de los grupos
emancipatorios y obtener, as, relevancia poltica [en Camp].
puede ser tambin funcin si debido a la miopa no se comporta con destreza en un duelo
y muere [en Literatura, Realismos, Formalismo ruso].
funcin ftica (del lenguaje): ftico (del griego , hablar), segn lo haba teorizado
Roman Jakobson (1896-1982), quien sostena que el hablante se expresa en determinadas
circunstancias con la intencin de establecer, prolongar o interrumpir la comunicacin,
sin el nimo de transmitir otra informacin (el caso, de decir bueno o che). Responde
a la necesidad de iniciar o fortalecer el contacto entre los participantes de la situacin
comunicativa, adems de revelar si el canal comunicativo en cuestin est funcionando
correctamente. En la teora psicoanaltica de Lacan el uso del trmino adquiere un nuevo
significado al ser trasladado a la situacin de los procesos psquicos, en tanto la psique
para el autor francs estara estructurada como un lenguaje [en Literatura y
psicoanlisis].
funtivo: Unidad funcional que permite la correlacin codificadora entre una expresin y
un contenido que da lugar a una funcin semitica, reconociendo que el mismo funtivo
puede entrar tambin en correlacin con otros elementos, por ejemplo, la expresin
gato asociada al instrumento mecnico o al animal domstico. A nivel retrico, en el
caso del uso de una palabra en un modo figurativo nuevo, podra hablarse de una figura
del discurso conocida como *catacresis [en Semitica].
genio: El trmino empieza a usarse en el siglo XVIII conectado con las ideas de
espritu e inspiracin. En este sentido aparece utilizado durante el perodo de la
Ilustracin aplicado a cualquier individuo de gran talento y capaz de riqueza inventiva o
creativa. El concepto goz de tal difusin que sirvi desde su primer momento para
expresar el misterio de la creacin literaria y cientfica llevado a cabo por algunos seres
particularmente dotados como artistas o cientficos. Hoy en da la nocin ha perdido
fuerza, en tanto ella atribuye nicamente al talento innato el origen de toda inventiva. Del
mismo modo, la frmula complementaria de Zeitgeist (el espritu de una poca) ha
pasado a ser sospechosa porque ella evita entrar en una precisin de los contextos
histrico-sociales en que se dan los fenmenos y en lugar de comentarlos los reduce a una
condicin general del momento, obviando detalles particulares. As, tanto la nocin de
genio como la de espritu de una poca pueden servir de excusa para no desarrollar
interpretaciones ms osadas acerca del misterio de la produccin literaria, que, en
definitiva, se debe a mltiples factores, entre los que el pblico receptor no es un
elemento menor [en Imagen de escritor, Recepcin].
gestltica/o: Referido a Gestalt, palabra alemana que remite a una nocin psicolgica y
cuya significacin aproximada es estructura, forma, formacin, conformacin, figura.
Gestalt es una escuela que surgi en el siglo XIX a partir de las nuevas teoras de la
percepcin y conform la Gestaltpsychologie o Psicologa de la estructura o de la forma.
El trmino se utiliza para describir la manera en que la mente organiza los elementos que
le llegan a travs de los canales sensoriales o de la memoria. La configuracin que surge
como resultado de nuestra experiencia del medio ambiente, tiene un carcter primario por
sobre los componentes que la conforman. Su estructura puede ser planteada como una
totalidad psquica compuesta de elementos que se relacionan de manera solidaria entre s.
Este funcionamiento recproco es, al mismo tiempo, interdependiente y el sentido slo
puede extraerse de la totalidad integral y no de una sola de sus partes. Por eso lo que el
sujeto capta es una totalidad estructurada y no una mera suma de las partes. [en
Vanguardias, Formalismo ruso].
gnstica/o, gnosticismo: Conjunto de grupos religiosos, escuelas y sistemas que se
desarrollaron en el mundo helenstico durante los siglos II y III d.C., que presentan un
conjunto de rasgos en comn. Uno de ellos es la actitud constante de rechazo del mundo y
de la historia. Otro aspecto es el lenguaje dualista caracterstico de cualquiera de los
textos gnsticos y que surge del anticosmismo que considera la existencia terrenal
profundamente mala y absurda. Un importante cuerpo de trece cdices con gran cantidad
de textos gnsticos muy diversos, es el de la biblioteca copta de Nag Hammadi
descubierta en 1945. El crtico norteamericano Harold Bloom ha utilizado teora y
trminos gnsticos (pleroma, kenosis, etc.) para abordar la poesa [en Androginia].
habla: Es la emisin efectiva del lenguaje. Saussure (1857-1913) ubica esta categora en
la psiquis del individuo, y le da un carcter ms o menos accidental. La oposicin entre
lengua y habla le permite a Saussure el estudio de un objeto abstracto (la lengua),
separado de sus realizaciones individuales (el habla) [en Gneros discursivos,
Postestructuralismo].
hegemnica/o, hegemona: Supremaca de una ideologa, de una cultura o de una
poltica sobre otra. Trmino de vital importancia en la teora cultural. Cf. Antonio
Gramsci (1891-1937), Raymond Williams (1921-1988) [en Campo literario, Imagen de
escritor, Canon, Culturas populares].
hermeneuta, hermenutica (del griego ): Significa expresin (de un
pensamiento), explicacin y especialmente interpretacin. Tal sentido procede del
uso de para designar el arte o la ciencia de la interpretacin de las Sagradas
Escrituras a partir del siglo XVI. Este arte puede ser: 1) interpretacin literal o
averiguacin del sentido de las expresiones empleadas por medio de un anlisis de las
significaciones lingsticas, o 2) interpretacin doctrinal, en la cual lo importante no es la
expresin verbal, sino el pensamiento. Al respecto, se destacan los estudios de Friedrich
Schleiermacher (1768-1834) quien postula una hermenutica que no es externa a lo
interpretado. Wilhelm Dilthey (1833-1911), a su vez, siguiendo a Schleiermacher,
concibe la hermenutica como una interpretacin basada en un previo conocimiento de
los datos de la realidad que se trata de comprender, pero que a la vez da sentido a stos
por medio de un proceso inevitablemente circular. La hermenutica permite comprender a
un autor mejor de lo que el propio autor se entiende a s mismo, y a una poca histrica
mejor de lo que pudieron comprenderla quienes vivieron en ella. Hans Georg Gadamer
(1900- 2002), por su lado, plantea que la hermenutica es el examen de las condiciones en
que tiene lugar la comprensin. Por lo tanto, considera una relacin y no un determinado
objeto, como lo es un texto. El lenguaje, para l, que es la forma en que se manifiesta
dicha relacin, es fundamental pero no como un objeto a ser comprendido, sino como un
acontecimiento cuyo sentido se trata de penetrar. Finalmente, para Gadamer, la
hermenutica es la condicin para el planteamiento de cuestiones y preguntas [en
Vanguardias, Canon, Recepcin, Postestructuralismo].
heteroglosia: Segn Mijail Bajtin (1895-1975) existen distintos niveles en la lengua que
ponen en escena las mltiples voces que traman el discurso social. Considera que el
dinamismo de estas voces vuelve impredecible el discurso. El pluralismo real del discurso
es su capacidad de resistir a la estructuracin de la norma [en Gnero].
higienismo: Perodo de la medicina de la segunda mitad del siglo XIX que, basndose en
la lucha exitosa contra las epidemias y los virus, extendi la idea de lo asptico a todos
los renglones de la sociedad. Erradicar focos de presunta infeccin fue su consigna [en
Camp].
historicismo romntico: El historicismo es un conjunto de doctrinas que coinciden en
subrayar el carcter histrico del hombre. En el caso de la literatura, el historicismo
desplaza, hacia fines del siglo XVIII, y en particular, a partir de la obra de Johann G.
Herder (1744-1803), a las concepciones puramente estticas del Iluminismo, y coincide
con el origen del romanticismo. En este sentido, resulta simultneo con la celebracin del
espritu del pueblo (Volksgeist), caracterstico de cada nacin, el que ser de duradera
influencia en las composiciones literarias [en Realismos].
homofobia: Reaccin violenta contra las personas con conductas sexuales consideradas
desviadas, segn puede ejemplificarse en la nouvelle de Jos Donoso (1924-1997) El
lugar sin lmites (1966) [en Camp].
ideologema: En las teoras de Mijail Bajtin (1895-1975) sobre la narrativa, el ideologema
designa aquellos trminos o expresiones que inducen a una determinada ideologa.
Frederic Jameson (1934) discute el trmino y lo define como un complejo conceptual
histrico que puede proyectarse a s mismo como sistema de valor o concepto filosfico,
segn el cual el principio constructivo de una obra de arte aparece como manifestacin de
la ideologa hegemnica de la poca [en Imagen de escritor].
imaginario: Representaciones simblicas de un escritor, de un pblico, de una cultura o
una sociedad. Cornelius Castoriadis (1922-1997) lo piensa como el sistema de
significaciones y simbolizaciones de una comunidad, contextualizado por la historia,
totalizante y a la vez abierto. Para Jacques Lacan (1901-1981) lo imaginario es junto con
lo real y lo simblico, una de las tres instancias en que se estructura el inconsciente. La
definicin de lo real en Lacan necesita ser precisada como aquello que no arriba al
estadio de su simbolizacin discursiva, mientras que lo simblico sera el estadio final
en el que las representaciones son simbolizadas por medio del lenguaje [en Literatura,
Imagen de escritor, Literatura y cine, Posvanguardias, Postestructuralismo].
(el) inconsciente: En el siglo XVIII se haba desarrollado ya la idea de que la autonoma
de la conciencia estaba limitada por fuerzas desconocidas y a veces, destructivas. Franz
Anton Mesmer (1734-1815) ser quien, en el siglo siguiente, hablar del inconsciente
como una disociacin de la conciencia. El aporte de Freud (1856-1939) consisti en haber
elaborado un andamiaje terico de su funcionamiento a partir de la interpretacin de los
sueos (1900). Para este autor el acto creativo se halla bajo el dominio del principio del
placer y, por eso, representa una satisfaccin sustituta que colma los deseos de la libido
trmino del latn (acentuado en la segunda slaba) que condensa la idea de energas
puede acceder precisamente a travs de dicho texto. As, una obra de ficcin puede alterar
o eliminar algunas de las leyes fsicas imperantes en el mundo real (como sucede en la
ciencia ficcin o en la novela fantstica), o bien conservarlas y construir un mundo
cercano al real (como sucede en la novela realista). Umberto Eco ha estudiado las
diversas formas en que la ciencia ficcin postula mundos posibles [en Semitica].
nmade, nomadismo: Gilles Deleuze (1925-1995) y Flix Guattari (1930-1992) en
Antiedipo. Capitalismo y esquizofrenia (1985) sostienen que la esquizofrenia no es slo
una enfermedad mental sino poltica y social en el capitalismo. Tanto el capitalismo como
la esquizofrenia emiten flujos desterritorializados y descodificados. Mientras que el
primero intenta reterritorializar a travs de la axiomtica abstracta que impone el dinero,
el esquizofrnico emprende la fuga de todo territorio. Ven en esta resistencia un modelo
de pensamiento, el nmade, que puede ser alternativo de las jerarquas que impone la
racionalidad capitalista. Sin lmites ni fronteras el pensamiento nmade no se somete a la
disciplina de lo establecido [en Gnero].
nouveau roman: Corriente literaria surgida en Francia a finales de los aos 50, que
intenta una renovacin vanguardista en la prosa slo comparable a la antes desarrollada
en poesa. La expresin significa nueva novela y fue acuada por un crtico del diario
parisiense Le Monde que en 1957 coment las novelas La celosa, de Alain RobbeGrillet, y Tropismos, de Nathalie Sarraute. Este movimiento se define por la eliminacin
del punto de vista subjetivo en la narracin, en beneficio de la descripcin material y
minuciosa del mundo tal como es percibido. En su ataque a la estructura novelesca
decimonnica se rechaza el desarrollo lineal de la accin que conduce a un desenlace, y
se reemplaza la caracterizacin de los personajes por el libre fluir de la conciencia. Estos
escritores, entre los que se suele incluir a Marguerite Duras (1914-1996), tuvieron gran
influencia en el movimiento cinematogrfico conocido como nouvelle vague, del que
participaron frecuentemente como guionistas [en Gneros discursivos].
objet trouv: Este procedimiento forma parte de una categora vanguardista como el azar
que es comn a varios ismos, aun cuando sean los dadastas y los surrealistas quienes
ms teorizan sobre este aspecto. No menos importante, es su funcin en la tcnica del
collage tan utilizada por los cubistas. Se trata del uso de materiales expuestos al hallazgo,
cuyo efecto no es otro que sorprender por medio de lo inesperado. La tcnica se logra
mediante el choque de un contraste violento entre dos materiales heterogneos entre s.
Como lo describe Peter Brger en su Teora de la vanguardia, el objet trouv no es el
resultado de un trabajo individual sino el de un hallazgo fortuito en el cual se concreta la
intencin vanguardista de conciliacin del arte y la praxis vital. A su vez es necesario
vincular este procedimiento con el ready-made de Marcel Duchamp (1887-1968) que
pertenece al tpico tratamiento por parte de los vanguardistas de los objetos, que ya
podemos encontrar en la marca impasible de los poetas parnasianos y en la esttica de la
impersonalidad propugnada por Mallarm. Los vanguardistas infunden a los objetos el
ideal de una objetivacin crtica basada en la libre asociacin o en el hallazgo fortuito
nacido de un contraste [en Vanguardias].
ostranenie (en ruso: ): Para Shklovski y el primer formalismo, se trata del
procedimiento (y tambin del efecto resultante, o al menos esperado) mediante el cual el
post-industrial: Segn Daniel Bell el capitalismo de fines del Siglo XX atraviesa una
etapa diferente, caracterizada por su complejidad en tanto que el motor de la misma ya no
es la produccin de mercancas como en la etapa industrial, sino la produccin de
informacin para el avance tcnico. El consumo masivo y la fragmentacin de las
identidades son otras de las caractersticas de esta etapa histrica [en Imagen de escritor,
Posvanguardias, Gnero].
principio constructivo: Desde una perspectiva sistemtica como la del formalismo ruso,
el texto se define como un conjunto de relaciones funcionales ordenadas segn una
funcin hegemnica, que Tynianov (1894-1943) denomina principio constructivo. El
principio constructivo es excntrico, esto es, deforma los materiales incluidos en el texto
[en Realismos, Formalismo ruso, Camp].
ptolemaica/o: Se aplica a lo perteneciente o relativo a la dinasta ptolemaica, sucesora de
Alejandro Magno en Egipto, que rein desde el s. IV a.C. hasta el I d.C. Durante el
reinado de los Ptolomeos se fundaron en Alejandra la famosa Biblioteca y el Museo, los
centros intelectuales ms importantes en estos siglos [en Clasicismos].
racionalidad moderna: En el marco de proceso histrico de la modernidad, producto del
advenimiento del sistema capitalista, se despliega un tipo de racionalidad. La misma
reviste por un lado un carcter global y acumulativo (desarrollo de tcnicas,
conocimientos, instrumentos, clases, ideologas, instituciones, etc.) y por otro un carcter
expansivo (proceso que se origina en Europa occidental y luego se propaga como forma
imperialista por todo el mundo). La especificidad del mundo occidental y de la
modernidad est vinculada segn Max Weber (1864-1920) con la racionalizacin y el
desencantamiento del mundo. Esos dos principios de accin social, que solo
encontramos en Occidente, se expresan de una forma especialmente significativa en la
organizacin capitalista del trabajo y en el Estado burocrtico moderno, con su nfasis en
el criterio de eficacia (lgica social basada en el pensamiento estratgico del clculo
racional) [en Gnero].
realia: el conjunto de todo aquello que se considera de existencia verdadera [en
Semitica].
represin: En sentido propio, operacin por la cual el sujeto intenta rechazar o mantener
en el inconsciente representaciones ligadas a una pulsin. La represin se produce en
aquellos casos en que la satisfaccin de una pulsin ofrecera peligro de provocar
displacer en virtud de otras exigencias. Puede considerarse como un proceso psquico
universal en tanto se hallara en el origen de la constitucin del inconsciente como
dominio separado del resto del psiquismo [en Neobarroco].
retrica, dimensin retrica (etimolgicamente, la palabra es un helenismo que
proviene del griego []): La retrica tiene su origen en la Grecia clsica.
Los tratadistas clsicos la entendieron como el arte de la elocuencia en las formas del
decir que busca producir efectos persuasivos en el pblico. Se configura como un sistema
de reglas y recursos que actan en distintos niveles en la construccin de un discurso. En
la Edad Media era un elemento esencial de la educacin universitaria que comprenda
tanto el aprendizaje de las figuras del lenguaje (hiprbole, anttesis, contraste, etc.) como
el arte de la memorizacin. A partir del romanticismo, el trmino retrica adquiere una
connotacin negativa ya que supone la suntuosidad ineficaz y vaca del lenguaje pblico.
La crtica contempornea, a su vez, se refiere a la dimensin retrica de la literatura para
sealar aquellos aspectos de las obras que remiten al plano de los usos del lenguaje. El
tipo de preguntas que la retrica busca responder no refiere a qu es lo que se dice en un
discurso, sino cmo y cundo fue pronunciado, quin lo hizo, en qu momento, etc.. Esto
es, aquello que la tradicin retrica clsica sistematiz bajo el rtulo de las circunstancias
de enunciacin de un discurso [en Postestructuralismo].
risa carnavalesca: Concepto surgido hacia 1940 en los escritos de Bajtin, por el que la
alegra del carnaval sera un elemento desestabilizador que habra venido a socavar la
seriedad de la cultura oficial durante la Edad Media. Los intentos de reprimirla habran
sido intiles, dado que ella renace en diferentes mbitos, como, por ejemplo, en la forma
novelstica, que encuentra su energa para renovarse en lo que Bajtin denomin
consecuentemente la *carnavalizacin [en neros discursivos, Neobarroco, Camp].
semiosfera: trmino acuado por Lotman (por analoga con biosfera, el mundo de la
materia viva) que a la manera de un ecosistema cultural es el espacio del intercambio
semitico. Es un concepto abstracto, pero cabe imaginarlo como un espacio dinmico, de
lmites imprecisos, en cuyo interior se producen constantemente procesos de semiosis
(traduccin, interpretacin, transformacin de unos signos en otros) y est atravesado por
mltiples fronteras, internas y externas. Para dar un ejemplo literario: en el Martn Fierro,
para la semiosfera del gaucho, el indio y el inmigrante italiano eran fronteras, porque
estaban en un espacio ajeno, otra semiosfera, donde se codificaba de modo diferente el
mundo, se tenan otras costumbres, se hablaba otra lengua. Toda cultura define siempre los
lmites de su propia semiosfera y adopta una actitud interesada u hostil hacia el espacio
alosemitico. [en Semitica].
significante: En la teora psicoanaltica de Lacan el uso del trmino saussuriano de
significante que apareca como la imagen acstica en contrapartida con el concepto ms
importante de significado para formar juntos el signo lingstico, adquiere una nueva
dimensin, pues el pensador francs invierte las jerarquas. El significante se torna una
instancia aislada carente de significacin (como una letra, un rasgo, una palabra-smbolo)
pero determinante en tanto funcin para el discurso o el destino del sujeto [en Literatura y
psicoanlisis, Postestructuralismo].
subalternidad: Por su carcter relativo, este concepto puede referir a cualquier situacin
de dominio. Antonio Gramsci (1891-1937) us el trmino en sus Cuadernos de la crcel
en la dcada de 1930 para designar a los grupos socialmente subordinados dominados y
explotados que carecan de conciencia de clase y por lo tanto de la unidad y la
organizacin de quienes tienen el poder. En los aos 80, surge en la India postcolonial el
Subaltern Studies Group fundado por Ranajit Guha. En los estudios y ensayos del grupo
se construye una contra-narrativa que invierte el punto de vista historiogrfico
hegemnico para escribir una historia en la que se considera la contribucin del pueblo
por s mismo, de forma independiente de los grupos dominantes [en Canon, Culturas
populares].
sujeto cartesiano: Se refiere a la concepcin del sujeto elaborada por el filsofo francs
Ren Descartes (1596-1650). La divisin caracterstica de su concepto del sujeto, basada
en un dualismo de mente y cuerpo no fue una innovacin total (exista en el platonismo y
en filosofas cristianas anteriores), pero la argumentacin usada por l tuvo influencia en
el pensamiento posterior y signific una ruptura con la filosofa escolstica tarda. Su
argumento dice que la distincin entre cuerpo y mente es concebida por el yo pensante en
tanto que idea clara y distinta. El yo se percibe como res pensante no extensa, a la vez
que puede pensar de manera clara y distinta al cuerpo en tanto que res no pensante
extensa. Se sigue que la mente, una cosa pensante, puede existir separada del cuerpo
extenso, y ser por lo tanto una sustancia distinta del cuerpo, una sustancia cuya esencia es
el pensamiento. El concepto de sustancia es el que la define como aquello que puede
existir no dependiendo para su existencia de otra cosa. Segn Descartes, cada sustancia
tiene un atributo principal que caracteriza su naturaleza. Para la mente, se trata del
pensamiento. Para el cuerpo, de la extensin. A diferencia del principio aristotlico la
mente no es principio de vida, sino de pensamiento. Es una sustancia genuina, que si bien
involucra a la razn, tambin abarca otras formas de pensamiento [en
Postestructuralismo].
supresin: En sentido amplio, operacin psquica que tiende a hacer desaparecer de la
conciencia un contenido no placentero o inoportuno. En este sentido, la supresin sera un
tipo especial de represin. En sentido ms estricto, designa ciertas operaciones del sentido
anterior distinto de la represin:
a) ya sea por el carcter consciente de la operacin y por el hecho de que el contenido
suprimido se convierte simplemente en pre-consciente y no en inconsciente.
b) ya sea, en el caso de la supresin de un afecto, porque ste no es transpuesto al
inconsciente sino inhibido, abolido. [en Neobarroco].
teleolgica/o, teleologa: (Del griego , fin, y -loga). Dcese del estudio de los fines
o propsitos, o la doctrina filosfica de las causas finales. Usos ms recientes lo definen
simplemente como la atribucin de una finalidad u objetivo a procesos concretos. Vase
tambin *autotelismo [en Formalismo ruso, Posvanguardias].
Teora de la dependencia: se trata de un discurso elaborado entre los aos 50 y 70
especialmente en Amrica Latina, a partir de la reflexin de una serie de cientficos
sociales ante la situacin de estancamiento socio-econmico de los pases
latinoamericanos. Punto central es la crtica a una concepcin del desarrollo fruto de la
Modernidad, que lo ve como un proceso lineal y que toma como modelo la manera en que
se dio en Europa. Segn esta teora, las relaciones entre los pases o regiones se plantean
de modo espacial en la conformacin de centros o periferias, que traducen diferencias
estructurales. Existen asimetras entre los pases que hacen imposible una competencia
legtima entre ellos y que impiden, por lo tanto, el adelanto de los pases situados en
desventaja. El cambio de perspectiva que introdujo esta crtica, implic por un lado el
cuestionamiento de la concepcin evolucionista del desarrollo. Por el otro, la
consideracin de numerosos factores que los modelos econmicos no solan tener en
cuenta al analizar la dependencia, de carcter tanto social, como poltico y cultural [en
Canon].
Teora de la informacin: Rama de la teora matemtica de la probabilidad y la
estadstica que estudia la informacin y todo lo relacionado con ella: canales, compresin
de datos, criptografa y temas relacionados. Fue iniciada por Claude E. Shannon a travs
de un artculo publicado en el Bell System Technical Journal en 1948, titulado Una teora
matemtica de la comunicacin. La informacin es tratada como magnitud fsica y para
caracterizar la informacin de una secuencia de smbolos se utiliza la *entropa [en
Recepcin, Semitica].
teratologa (del griego -, monstruo o cosa monstruosa): Literalmente
ciencia de los monstruos, es una disciplina asociada al positivismo decimonnico y
encuentra un punto de partida en los trabajos del naturalista Geoffroy Saint-Hilaire (17721844), partidario del evolucionismo que se concentra en las malformaciones congnitas.
Michel Foucault (1926-1984), en sus investigaciones sobre los hermafroditas, revis los
aspectos represivos de este discurso cientfico [en Androginia].
tipo primigenio (Urtypus): Esta idea usada por Goethe hacia 1790 implicaba en este
autor una bsqueda de armona en la naturaleza y fue ejemplificada en el caso de la
botnica con la hoja de una planta, en la que el escritor y naturalista alemn vea
concentrado el misterio del funcionamiento de todo el organismo. El modelo ltimo o
sumo, denominado Urtypus, poda tambin pensarse en el caso de la literatura, cuando
en este campo se encontraban clulas temticas que podan servir como generadoras de
toda una cadena de textos, por ejemplo, la de los amantes infelices como en La nueva
Helosa de Rousseau [en Formalismo ruso].
travelling: Es un desplazamiento de cmara unidireccional sobre un eje recto o curvo en
forma paralela al objeto o sujeto representado. Sus variantes pueden ser: hacia adelante,
hacia atrs, hacia la izquierda y hacia la derecha [en Literatura y cine].
trompe-loeil: Es una expresin francesa que significa engaar al ojo. Se refiere a una
tcnica pictrica que busca el engao de la vista mediante juegos de perspectiva y otros
recursos pticos. Se pueden encontrar tanto bajo la forma de pinturas murales, como de
efectos en la decoracin o de artificios arquitectnicos. Para el escritor cubano Severo
Sarduy (1937-1993) es, junto a la anamorfosis y la copia, uno de los tres momentos que
constituyen la simulacin en tanto no se definen ni justifican a partir de las proporciones
verdaderas sino que simulan utilizando la posicin del observador, es decir, incluyndolo
en la impostura. Como recurso consiste, entonces, en hacerse pasar por el referente,
codificarlo al punto de identificarse con l, negando, de este modo, el arte, la tcnica. [en
Neobarroco].
unidades del discurso: Michel Foucault en Arqueologa del saber (1970) sostiene que el
discurso de las ciencias sociales ha consolidado rdenes con el propsito de producir
efectos de verdad cuyo fundamento son unidades formadas para legitimar saberes y
umbrales del discurso. Se trata de un saber que ha funcionado como orden de las cosas
Los autores
Jos Amcola se doctor en la Universidad de Gotinga, Alemania, en 1982 con una
investigacin sobre la obra de Arlt. Desde 1986 es Profesor Titular de la Universidad
Nacional de La Plata. Ha publicado estudios crticos sobre Cortzar y Puig, adems de
ensayos sobre el formalismo ruso, el camp, la novela gtica y la autobiografa.
Pampa Olga Arn es Doctora en Letras Modernas por la Universidad Nacional de
Crdoba. Profesora regular de Teora y Metodologa del estudio literario II (Escuela de
Letras, FFyH) y Directora alterna del Doctorado en Semitica (CEA FFyH, UNC). Su
campo de trabajo especfico es el anlisis del discurso literario desde una perspectiva
sociocultural.
Sonia Bertn es Profesora en Letras y Especialista en Estudios Sociales y Culturales.
Realiza su Doctorado en Letras en la Universidad Nacional de La Plata. Es becaria de
CONICET. Se desempea como Jefe de Trabajos Prcticos Regular en la Universidad
Nacional de La Pampa.
Malena Botto naci en 1976 y es Profesora en Letras por la UNLP. Se desempea como
Ayudante Diplomada de Introduccin a la Literatura y como docente del Curso Nivelatorio
para Ingresantes a las Carreras de Letras en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educacin de esa Universidad, donde cursa sus estudios de Maestra en Ciencias Sociales.
Cuenta con una beca de investigacin otorgada por la Comisin de Investigaciones
Cientficas de la Provincia de Buenos Aires (CIC).
Miriam Chiani es Licenciada en Letras por la Universidad Nacional de La Plata, donde se
desempea como Profesora Adjunta a cargo de la Ctedra de Teora Literaria I. Ha
publicado numerosos ensayos sobre problemas de teora literaria y de literatura argentina en
revistas especializadas nacionales y extranjeras.
Mnica Cohendoz es Licenciada en Letras, Magister en Estudios Sociales y Culturales. Su
tesis de posgrado Las mil y una Eva: entre el peronismo y el Rojas vincula la potica de
Nstor Perlongher a la formacin cultural en la posdictadura y las luchas de gnero que se
suceden en Argentina entre 1970 y 1990. Ejerce como docente e investigadora en la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de
Buenos Aires.
Jos Luis de Diego es Doctor en Letras y Profesor de la Universidad Nacional de La Plata.
Ha publicado Quin de nosotros escribir el Facundo?Intelectuales y escritores en
Argentina (1970-1986) (2001); La verdad sospechosa. Ensayos sobre literatura argentina y
teora literaria (2006) Una potica del error. Las novelas de Juan Martini (2007) y, como
director, Editores y polticas editoriales en Argentina (1880-2000) (2006).