Reclus El Oceano 2

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'mares donde una causa cualquiera perturba el equilibrio de

nivel, de calor o de salinidad. As, el Atlntico, ms favorecido que el mar del Sur por lluvias y afluentes, no est
ms elevado, y el Pacifico no contiene cantidad ms considerable de sal que los otros ocanos : en todas las partes
del planeta, los mares que baan las tierras ms diversas de
aspecto y de formacin geolgica, tienden a asemejarse por
la composicin, la salinidad y ja mayor parte de los fenmenos de sus aguas. Las <:orrientes son los grandes agentes
de ese equilibrio de los mares, pero por su misma movilidad, por su dependencia de las estaciones, de los vientos,
de la configuracin de las costas, finalmente, por la parte
submarina de su curso, son muy difciles de observar de una
manera sistemtica, y entre las numerosas corrientes generales y parciales, no hay una, ni siquiera el GuLf-Stream,
cuyo curso normal se pueda trazar con precisin. Multiplicanse afortunadamente las obsenaciones cientficas en todos
los puntos del mar, se aaden y enlazan unas a otras, y
acercan poco a poco a la verdad las aproximaciones que
surgen de la comparacin de los hechos. Cada nuevo sondeo,
cada nueva lectura termomtrica es una adquisicin de la
ciencia y permite ver <:on mayor claridad la compleja circulacin de las aguas en el inmenso laberinto del Ocano.

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CAPITULO lll

De las mareas

I
Oscilaciones

deL ni-uel deL mar. mareas.

Teorfa de las

Otro movimiento que agita constantemente las aguas dd


mar es el de las mareas. Mientras las corrientes pasean las
olas de uno a otro Polo y mueven la misma masa del Ocano,
las mareas modifican incesantemente su nivel con las alternativas de flujo y reflujo que dan al agua ele\an o depr~
men sin descanso el conjunto de las ondas en todas las nberas del <Ylobo la playa que invaden y descubren :.ucesivamente e; terreno indeciso entre ambos elementos y forma
alternativamente parte de la cuenca ocenica y del relieve
continental. Dos veces al da son invadidas por las olas
vastas llanuras de arena, como la del monte de San Miguel,
frmanse bahas profundas dentro de la tierra y bogan barcas a toda vela por el sendero que el peatn acaba de dejar.
Dos \'Cces al da, 'la misma ola de marea hace retroceder a
las aguas que le llevan los continentes, transforma en grandes ros humildes arroyuelos, convierte en grande:. puertos
interiores oquedades llenas de cieno y levanta flotas de
barcos por encima de bancos de arena y escollos ocultos Seis
horas despu~s cambia todo de nuevo. Los puertos de marea
quedan sembrados de buques en seco, echados ~n el lodo,
las bocas de los ros dejan al descubierto sus islas de alu' iones, las grandes bahas vuelven a ser llanos arenosos. El
contorno de los continentes cambia constantemente de a~
pecto, el cinturn de los estuarios y de los puertos, de los
escollos, de los bancos de arena y de las playas que rodea
las costas no deja de modificarse y de transformar en la
misma medida la geografa de las riberas. Adems, no pue-

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den yerificarse movimientos tan considerables sin que los


acompaen poderosas corrientes que se dirigen alternaliv~
mente de alta mar al litoral, y de ste a aqulla, y contnbuyen en gran parte a l_a circul_adn y a 1~ mezcla de las
agua~ en el Ocano. La mfiuencta que e~ \'alVn de l~s. t;nareas ejerce indircctame_nte en el comerciO y e~ 1~ ctvthzacin de los pueblos es inmensa; a esos movtmtentos del
mar debe en gran parte Inglaterra s~ podero y su ~uerza.
En todas las pocas, la~ pohlnc10nes de las onllas del
Ocano han comprendido, sin poder darse cuenta de ello,
que los fenmenos alternados del flujo y del reflujo d~pen
den 1le la posicin de la Luna y del Sol respecto a la T1erra.
Las coincidencias que diariamente vean reproducirse entre
los movimientos de las mareas y los de aquellos astros no
pod:m dejarles nin.,una duda de ello. Los marinos v pescadores, acostumbrados a mirar al cielo para buscar fas seales del tiempo y los indicios de la ruta que haban de
seguir, comprobaban fcilmente que la vuelta de cada segunda marea correspond~ exaclame_nte al pas? _de la Luna
por el mismo grado del c1elo, es ~ec1r, al pnnc1p10 del nuevo
dia lunar sea(m
las transformaciOnes de la figura del astro,
0
~n crecie~te en menauante,
en disco, vean cambiar las
o
mareas de una manera regular y ser cada vez ms fuertes,
para disminuir lueo-o de da en da hasta el fin del mes
lunar finalmente ~los movimientos del Sol les anunciaban
tambin por adel~nt.ado el estado _Prximo de . la ola, pues
~1 equinoccio de marzo y el d~ scptlembre v~n ~Ieml?re acompaados de mareas muy fuertes. Esas comctdenctas entre
los fenmenos del mar y los movimientos solares y lunares
son tan sealados, que todas las poblaciones brbaras ~e
las riberas los han notado y han dado toscamente su _teona
~n sus cantos simblicos. As es que las sagas escand~navas
representan :t Thor, el dios de las fuerzas areas, aspirando
e aaua de un cuerno que se s umerge en las profundidades
del Ocano y levantando con poderoso aliento las olas para
dejarlas caer despus. Qu significa esa extraa leyenda
sino que las oscilaciones regulares de la marea dependen
d<' las fuerzas csmicas a que el mismo planeta est sometido?
.
De todos modos_. hay gran ~istancia de esos :ela~os ~Im
blicos de los anttauos escandma\'OS a la teona ctenttfica
de las mareas, seg~ la han sentado las _pesq ui~s. y la sagacidad de Newton y de Laplace. El mismo Phmo, cuando
afirmaba resueltamente que las mareas se ~eb_en a la infiue~
cia combinada del Sol y de la Luna, se hm1taba ~ resum1r
-en trminos precisos lo que saban todos los habttantes de
las riberas del Ocano, pero no habra podido exponer cmo

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st: ;juce ~:.a iofl_uencia. La ~xplicacin de ese misterioso


fen~eno ae la hmchazn pendica de las olas no ha podido mten~rs~ hasta los _tiempos modernos, con auxilio de
los conoc1m1entos obte01dos por los astrnomos sobre la
:n:1rch~ d~ los cuerpos cdestes y de los poderosos medios de
ln~estlga~tn que l~s _hao dado las matemticas. Keplero
fu<: el pnmero que mdtc lo que se babia ele hacer, y Des.car~es y 1ucgo Newlon dieron cada cual su teora explicato~la de la~ mareas, uno por la presin, otro por la atraccwn que CJer~co. el Sol X la Luna en las aguas movibles
del mar. La ultJm~ teona, la de Newton, es la que luego
desarrollaron, J:?Odtficndola mucho, Bernouilli, Enler y
La place, y. coteJaron Lubbock, Whewell, Chazalln y otros
muchos ftst~os con. los he~hos en la ribera del Ocano.
:\Iuy sabsfactona en ctertos aspectos se acepta hoy o-em:ralm~nte, pero todava ~iene contrincantes eminent~s,
~ntre los cuaks hay que ctlar a F. Bouchepoon; muc.hos
fenmenos localc~ _no se comprenden an. Para seguir a las
marcas en sus VIaJes y sus flucuaciones a travs de los mares, no basta .con conocer . l~s leyes de la gravedad ni con
calcular con ngu_~osa prec1s1n la marcha y la posicin de
Jos astros; t~m~1cn h.1y que conocu todos los hechos relatnos al_ mo\'lmlento de los flidos y saber aplicar a todos
~us. fuwmeno~ de acele~~ct~n, de retraso, de cruzamiento,
de mterf~r-:!ncta, de cqull1bno las frmulas ms minuciosas
y ;011~ph~adas de las ~alemticas superiores. Finalmente,
~u1a mdtspensabk no 1gnorar nada de la forma de las rib~..:ras y ~e las desigualdades del fondo del mar.
Reduc1da a sus elementos principales, la teora de las
mareas expuesta por Laplace y admitida lueo-o o-eneralmente
-es J?UY sencilla. No es la Tierra un cuerpo ~isl~do en el espaciO la atraen t~os los astros vecinos, y en gran parte
esa fuerza de atracc1n es la que la hace girar alrededor del
S?l y le d;t la Luna por satlite. Imagnese un momento la
Ttcrra cub1erta d~ a~ua en t oda su redondez y sometida nicamente a la atracctn de la Luna. La parte superficial del
planeta ser ms atrada que el ncleo central por estar
ms cerca del astro que la solicita, y gracias a a facilidad
con 9ue s~s n:tolculas lquidas resbalan unas sobre otras,
se hmch~ra, dtgmoslo asi, hacia la Luna, hasta que su
peso ~.:9whbre la ~uerza que la arrastra. Se formar una tu::nefaccto, cuya c1ma se encontrar exactamente en la lmea
1deal que rene e] centro de la Tierra con el de la Luna. Al
otro _lado del planeta, segn la teora general, las olas deben
9e hmcharse en ola correspondiente por causa precisamente
mver:.a. Las capas lquidas de esa >arte estn ms alejadas
<le la Luna que el ncleo slido, y por lo tanto son menos

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.
ue quedarse bastante atr", )
atra!das que ste y ttenenf q . n cuya cumbre se encuentra
forman asi una nueva turne acct 'u une al planeta con su
en la prolongacin de la linea . q ~o la masa de las aguas.
satlite. Considerada en ~u con~~fpoide cuyo eje mayor se
marinas t oma la forma e un 1 centro
atraccin. R esulta
dirige hacia la Luna, ~u~ ed e ser nula 0 muy dbil en l os
de ello que la marea e e ~iento de revolucin, la Luna ,
polos, puesto que eln s u :r~cuador est en el cenit de las.
al norte o a s ur e . 1
'
Yendo
les 0 s ubtroptca
es.
.
.
. mvil
las d os olas opuesta s
1 ecnones troptca
"'si la Tierra perma~ect~sed tnla m~rcha de la Luna , pero
andarian len~ mente stg:~~no del o-lobo tienen que mov~rse
a consecu<:ncta de la ~~ e e n la re"'dondez t errestre, un?n~ez . ,
. cesar en la parte tlumt
y PersegUirse con rapt
or atracc10n s m

dose la o1a d e may . t as la ola de escasa atracctn se


ttada por la Lulnad ~tef rTierra en la parte ms leja..na det
propaga al otro a o e a. d ~n dia lunar, es decir, dusatlite. Durante el espac:o ut~s que tarde la Tierra en pre1 ante las 24 h oras y so mtn
artes de su superficie al
sentar s ucesivamente t odas las pde ambas olas debe yerifiastro que la acompaa, /adt ~~or del pla neta durante IZ
car un circuit? comple ~ a re";rifica , en efect o, en toda la
horas y 25 mmutosL As~~erosas irregularidades qu~ preextenstn del mar. as
ltura v en el momento preciSO de
senta d. f~nmeno e; sud: todos~ los obstculos que escollos,
s u apanct.n, depen ~n t - y corrientes ocenicas oponen a
islas, contmente.s, vten o::.
la libre circulactn del ~g~ .. ce astro cuya a traccin se maPero no es la L~a e unt olas del Ocano. El Sol, que
ni fiest a de modo senstble ~n ~~s inmensa a travs de los cearrastra a la Luna e n su r def laneta para levantar tarolos, est bastante l~rc~~o La Patraccin total ejercida por
bin las mol~ulas tqu6 as~es mayor que la atraccin total
t:1 Sol en la Tterra es \a2 ~ enderezara las mareas en , erde la Luna, y , por lo n o, las Cevenas si la \'erdadera
daderas mon~as, altas c~~~a en la difer~ncia de atraccin
causa del fluJ o no se encon
sas de las diversas partes de
ejercida en las molculas ac~~
de la Luna a 6o radios
la Tierra. Siendo iguai la c~~~:n~~i satlite es m ucho ms
terrestres nada ~s, a a .
prximas que en las aguas.
fuerte en las reg10nes oc~ meas
s le os en cambio, el
situadas a millares d~ ktlmetros m n lasl m~lculas acuosas.
Sol obra casi de la. mtsma man~ra
o-n los resultados obde toda la superficte lde ~os lmate~te~~ticos la fuerza atraet enidos por los c.lcu .os e os mt . a la de la Luna p .tr,l
ti\'a del S ol es tnfenor en un erclO
leYantar las olas.

de

Dos olas de marca, la 1unar y la solar, se levantan por


},) tanto e n la superficie de l Oc:lno. Deberian dar la. vuelta,
t:na en veinticuatro horas y cincuenta minutos, y otra, en
veinticuatro horas, pero las dos olas de origen di stinto no
se separan en su marcha alrededor del globo g racias a la
movilidad incesante de las aguas, se mezclan, se confunden, y en s u masa comn nicame nte el clculo puede discernir la parte que corresponde a cada astro. Juntas ambas
tumefacciones, viajan en derredor de la Tierra de Este a
Oeste, es decir, en sentido iMerso del movim iento de rotacin del g lobo. Sirviendo as de freno al planeta, a la larga
han de producir esa disminucin de velocidad que los clculos y deducciones de Meyer, Tyndall, J oule, Adams y Delaunay dan como inevitable.
Cuando la Luna llamada nueva vuelve hada nosotros
su faz oscura y se encuen tra casi en la misma direccin que
e: Sol relativamente a la T ierra, las a tracciones de ambos
cuer.pos celestes se suman una a otra, y las dos olas de
marea, levantadas a un tiempo hacia el mismo punto del
espacio, se super ponen exactamente, forman las mareas de
sizigia o mareas vivas, que se yerguen a gran altura sobre
las olas. En el plenilunio, es decir, cuando el astro, completamente iluminado, est en oposicin directa con el Sol ,
trmanse nuevas mareas de sizigia, no menos elevadas que
las primeras, porque bajo la accin de los astros, situados
t:no frente a otro, prodcese una doble tumefaccin en ambos lados de la tierra. Durante las dems fases de la Luna
deja de existir la coincidencia en las cuadraturas los dos
g randes movimiento:-. de la ola son contrarios entre s, y
h marea que representa entonces la ola lunar, disminuda
en toda la altura de la ola solar, es menos a lta que durante
las dems fases de la Luna. Si ambas fuerzas de atraccin
tuvieran igual poder, quedara completamente neutralizada
1~ marea e inmvil el nivel del mar.
Loe; perodos de las mareas son exactamente iguales a
los de los ast ros que las causan. El perodo semidiurno
o de doce horas y veinticinco minutos est compren dido
entre los dos pasos de la Luna por los meridianos opuestos
de cada lado de la Tierra. E l perodo diurno, d urante el cual
el Ocano se eleva y desciende dos veces, corresponde de
modo exacto a lo que dUla una r otacin aparente del satlite alrededor del planeta. La misma. coincidencia se verifica en el perodo semimensual con la vuelta de las mareas
altas. Ocurre de dos en dos semanas con la vuelta de l a
L una llena o nue\a y termina el perodo mensual. Acaba
cuando vuelve a empezar la serie de fases l unares. Es ms:
las mareas tienen tambin su perodo semianual en los equi6 Octano

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nol'Cio~ de marzo y de septiem_br~. porque hallndose entcnces e1 Sol directamente enctma del Ecuador, tc~restre,
ejdce una atraccin .ms fuerte sobre las masas hqu1das, y
las olas de aguas viva~ se_ yerguen a, mayor altura que de
costumbre. Finalme nte , senala el pen~o de la.~ mareas la
poca en que la Tierra .<:st ms prxtm~ al Sol, Y sufre,
pOr ..::ons 1guiente , atracc10n mayor ~sa epoca -corresponde
a l invierno del hemisferio septentnonal, y entonces las
marea ,ivas se elevan con mayor fuerza sobre la costas
de nuestros continentes.
,
De modo que los fenmeno~ de las mareas c. tan e nlazados con los movimientos celestes, y todo ca mbto e n la p~
sicin relativa de los astros que atrae? a nuestro _planeta
5( manifiesta por un ca mbio correspondtent~ e n el mvel_ del
mar. Conociendo anticipadamente el recornd~ d~ la T1erra
por el espacio pre\n los astrnomos las oscl1ac10nes ~utu
ras de las ola~ y pueden dibujar s us curvas para los ::.1gl?s
venideros. Hay que confesar que la t al curva s~o e n teona
e.., verdadera, porque si las ~~reas son en s u ongen hecho~
de orden astronmico, tamb1en son fenmenos _terres~res,
como los vientos, las corrientes ~ l~s de~s m a mfestac10nes
de la vida planetaria o~rece n ;an~c10nes tncesantes, y estn,
di~moslo as, en continua genes1 .

Il

:r

T eora d(. Wh euell sobre d o rige11


propar:acin d t
la s o la s d e m arca.- [';aci 111iento de la m arca en cada
cztcnca ocenica.
Establecimi.ento de l os pucl t os. Lflz cas cotidialcs.

El fsico ingls \\.hewell, que d ura nte largos aos _hizo


laboriosas invest io-aciones sobre lo;:; fenmenos del flUJ O Y
1 efl.ujo, fu el pri~e~o en aplicar e l nombre de .cuna de las
mareas a la extens1n de aguas que cubre ocas1 t oda la sutperficie del hemi ~ferio austral. En esa vasta cuenca, de la
cual son ramificaciones todos l<;>s otros ocanos, es donde,
a s u parecer, la atraccin com~mada del Sol y la Luna leva nta la ola que de orilla ~n o!tlla v~ a chocar con las costas
de Groer.landia y E scandtnavJa. Alh es donde el agua,_ ~o
cos momentos despus del pas~ de la ~J una por el me ndJ ~
no, alcanza la ms alta elevactn de mvel y for~a la pnmera tumefaccin reguladora, a la cual va obedectendo sucesivamente la superficie de t odos los mares, como una

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t...uerda que, sacudida por uno de sus extremos, oscila basta


la otra punta en vibraciones rtmicas.
Segn esa teoria, la ola de marea circula sin cesar en
toda la extensin del Ocano Antrtico, al Sur de las tres
puntas continentales de Ausralia y de Amrica del Sur;
sigue de Este a Oeste el curso aparente de la Luna y describe en t orno de la Tierra una verdadera rbita, semejtmte
a la de los astros. H asta en el Pacfico Central y en el Ocan o Indico obedece la marea a ese impulso normal hacia el
Oeste; casi a un tiempo tropieza con las riberas de Australia y de Nueva Guinea ; despus, a las trece o catorce h~
ras, choca con la costa oriental de Africa, el banco de las
.\gujas y el cabo Guardafl:o ; finalmente, siete u ocho hmas
m tarde da con el litoral de Amrica del Sur, la Tierra
del Fuego y e l estuario del Plata.
Al norte de esas anchas extensiones ocenicas de los mares del Sur, no encontrando las mareas las mismas facilidades para desarrollarse de un modo normal, se ven obligadas a cambiar de direccin, pero a pesar de esta desviactn,
cree \\'hcwell que son prolongaciones de la tumefaccin
p rim1tiva. Detenida por el continente americano, que le
cierra 1 paso, rcpligase hacia el Norte la ola de marea y
sigue el contorno del valle ocenico como un torrente encajonado en el alfoz de una montaa. Chocando a la misma
hora y con ng ulo de la misma oblicuidad con las costas de
Amrica y las del Mundo Antiguo que se encuentra n en las
mismas latitudes, casi simultneamente alcanzar, a cada
lado del Atlntico, la baha de Fundhy y e l canal de Irlanda, donde se observa s u mayor elevacin conocida. La ola
de marea recorre este trayecto de 10.000 kilmetros, segn
\Yhe \\ ell, desde <:1 .cabo de Buena Esperanza hasta las islas
Britm cas e n unas quince h oras ; pero el viaje entero desde
el ceutro del Atlntico ha durado ms de un da, y por el
r etraso g radual del agua e n las orillas de la Gran Bretaa,
la ola de marea no llega en meuos de dos das y medio
b asta la desembocad ura del Tmesis. De modo que la Luna
ha tenido tiempo de levantar cinco mareas consecutivas en
el Pacfico antes que el movimiento de la masa lquida se
haya propagado hasta el m ar del Norte.
Tal es la teora que los trabajos de Whewell han hecho
considerar mucho tiempo como la misma expresin de la
\'erdad . Pero no es seguro que ocurran as las cosas. Com
prubase, efectivamente , que en cada cuenca ocenica paJece que la marea parte del centro y se propaga en todos
sentido~ parale1amente a la direccin general de las costas.
Puede inferirse de ello, naturalmente, que cada g ran divi.-.in del Ocano, considerada como un mar aislado, es ver-

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daderamente cuna de las mareas que chocan con las playas


prximas. Esta idea, que parece probable a primera vi ta,
se ve a!ems confirmada, puesto que los diversos ocano~
est.l.n separados entre si por espacios e~ q~e la marea regular apenas se nota. Asi, entre el. Atlantlco austral y el
boreal limitados oor los promontonos de San Roque y de
Cabo 'verde existe una ancha zona. donde el flujo no hace
variar al nivel martimo ms que en unos 6o 70 centmetros como en las islas de la Ascensin y de Santa Elena.
Ade'ms sean la teora expuesta, del Sur al Norte habra
de prop~ga:'se la ola en las costas de la Repblica Argentina y del Brasil, y precisamente el movimiento se propaga
de Norte a Sur, de Pernambuco a la desembocadura de1
Plata. Viendo enderezarse una ola de marea en aguas del
banco de Terranova, en la parte ms honda del Atlntico
boreal, no es necesario, pues, considerarla como la misma
que doce horas antes se babia elevado, cerca del banco d\..
las Agujas, a la entrada del Atlntico del Sur quiz sea
mejor considerar las oscilaciones que se producen a un tiempo en ambos hemisferios como fenmenos que coinciden con
mutua independencia.
Sin embargo, en cada cuenca aislada los movimientos del
mar son como los ha descrito Whewell. En las costas de
Francia y de las islas Britnicas, la marea llega ciertamente de alta mar, y en su marcha a lo largo de las ribera::.
se retrasa incesantemente con relacin al movimiento intcial
que produjo en medio de la mar la atraccin del Sol y la
Luna. Al penetrar en los mares poco profundos que rodean
lJ.s dos islas de Irlanda y la Gran Bretaa, la ola de marea
modera su velocidad gradualmente. Despus de haber chocado con el cabo Clear y con el promontorio de Lands-End,
se propaga con tal elevacin alrededor de ambas islas que
todava necesita diecinueve horas para llegar cerca del Paso
de Calais, donde encuentra otra ola (nacida doce horas despus que la primera) que vino por el camino ms corto de la
?11ancha. De qu procede esa moderacin en el andar de
la ola? Las investigaciones de astrnomos y fsicos nos lo
ensean. La rapidez de la ola de marea es proporcionada
a la profundidad del Ocano; solicitada por una fuerza
igual, gira una rueda tanto ms de prisa cuanto ms (Onsiderable es su dimetro asimismo la masa precipita o modera su movimiento segn el espesor de la marea de aaua
que recorre. En los parajes donde el fondo del Ocano ;st
a S.ooo metros de la superficie, la velocidad de la ola es de
S.;o kilmetros por hora ; donde la profundidad es de 100
metros, no anda la marea ms que 96 kilmetros en el mismo
espacio de tiempo finalmente, cuando la hondura es de 1 0

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metros, el movimiento del agua es muy lento y no pasa


de 25 kilmetros por hora.
A consecuencia del retraso experimentado por la ola de
marea, el tiempo que transcurre entre el paso de la Luna
por el meridiano y el momento de la pleamar, varia bastante en los distintos puertos prximos entre si. Por ejemplo,
en Gibraltar suele haber coincidencia entre ambos fenmenos, astronmico y martimo; el intervalo es de una hora y
quince minutos en Cdiz, y de cuatro horas en Lisboa. En
Bayona y en Lorient es de tres horas treinta minutos en
la desembocadura del Gironda y en Cherburgo, de 7 h. 40'
en El Havre, de 9 h. 15' ; en Dieppe, de 10 h. 40' ; en Dunkerque, de I I h. 45'. Vara ese intervalo en todas las ribe1as, segn la velocidad de propagacin de la marea a travs
de los mares abiertos, en los golfos y estuarios.
La lnea sinuosa que enlaza todos los puntos del Ocano
donde hay pleamar exactamente a la misma hora, ha recibido de Whewell el nombre de lnea cotidiaL o isorquica;
indica la curva que forma en un momento dado la cresta
de la ola de marea en la superficie del agua. Sobre todo alTededor de las islas Britnicas han sido trazadas con cuidado esas lneas de tumefaccin simultnea. Por el clculo "
la observacin directa se ha logrado reconocer en la extesin movible y agitada casi siempre del mar la parte de oscilacin que corresponde a los fenmenos de flujo y reflujo
se ha conseguido trazar mapas de esos levantamientos y
depresiones invisibles en alta mar, mucho ms exactos que
los de las vastas regiones continentales, poco conocidas todava. Gracias a los trabajos de Whewell, de Oisy, de Lubbok
y de Beechey, se puede seguir ya toda la serie de lneas cotidtales que se suceden de hora en hora alrededor de ambas
grandes islas, desde la cresta llegada de alta mar, que se
desarrolla a - la entrada del canal de la Mancha y del canal
de Irlanda, cuatro horas despus del paso de la Luna por
el meridiano, hasta la tumefaccin que diecinueve horas
despus se encorva al sur del mar de Alemania para penetrar
en el embudo del Paso de Calais, y se encuentra all con
otra ola de marea llegada directamente de la Mancha. La
forma general de esas curvas demuestra de una manera notable que la Yelocidad de la propagacin de las mareas est
en razn directa de la profundidad de los mares. Por todas
partes se ve desarrollar a las lneas cotidiales su parte convexa por encima de los valles ms hondos del lecho marino ;
por todas partes se ve retrasar el movimiento de la ola cerca
de los escollos, bancos y riberas. Podriamos llegar, inspeccionando esas lneas de tumefaccin igual, a indicar exactamente los parajes en que la sonda baja ms tan intimas

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son las relaciones entre causa y efecto, entre la profundi.dat!


del mar y la marcha tlel flujo.

lii
Irregularidades apmc11tcs de las mareas. , ln chum extra ordinaria de la ola en ciertas bahfas. I11: c1fert?ncia del flujo y reflujo. Marcas ~iur11<lS. Desi~ualdadcs entre las marca~ sucrs1-;.a.s.

Innumerables son las irregularidades aparente que presentan los fenmenos de la marea a consecuencia de las desigualdades del relieve submarin o, de las mil quebraduras de
l.t orilla, de las alternativas de vientos y corrientes. Aunqut.
h causa del movimiento ea en todas partes la mi ma, no
puede decirse qu~ en ning-n puestv del mar presenten perfecta coincidencia flujo y reflujo en suo; procedimientos;
~ada promontorio, cada islote, cada roca, es baado ptnaguas que tienen un rgimen distinto en la propagacin d ...
sus mareas. Todo obst culo que rompe el cur o regular dL
las oscilaciones modifica el conjunto de las gracio a::. curva-;
que se repliegan a su alrede<lor.
La diferencia que ms llama la atencin de marino-, y
habitantes del litoral es la de la altura de la mareas. Hay
parte d~ la costas del Ocano donde apenas se nota la ola.
ni aun durante las sizigias del equinoccio, y otra dondt.
~ada marea es un verdadero diluvio y se extiende ha::.ta perderse de vista en enormes espacios que a la hora del reflujo vuelven a aparecer. Ese asombroso contraste entre la
amplitud total de las mareas proceae de la diferente rapide
que presenta la marcha rle las oscilaciones en los mare-. )'
babias del litoral. En efecto, la gran tumefaccin .Jevantada
por los astros puede considerarse formada por gran n men>
de olas sucesivas que ocupan una anc-hura considerable en
la superficie del mar. En pleno Ocano, todas e as rugost<iades viajan con gran velocidad, pero seg n se van acerrnndo a las orillas disminuyen en rapidez, y por lo tanto,
crecen en altura. Slo con ver el mapa de las mareas se
puede afirmar anticipadamente que el flujo se ele,a \ario"metros en todos los golfos donde las lneas cotidiales se
agrupan unas contra otras a consecuencia del retraso _.{radual de la ola de tumefaccin.
Los heC'hos confirman en eso la teora. El golfo de B~n
gala, el de Omn, el mar de la China, las escotaduras de la

86

costa oriental de Patagonia, la baha de Panam, la de Fundy


eutre Nueva Brunswick y Nueva Escocia, la Mancha y el
canal de Irlanda son lugares en que las crestas de iaual tumefacci?n se persiguen de cerca y donde cubre y descubre
alternativamente la <>la mayores extensiones ribt!reas. En
el puerto de Panam las mareas se elevan a ms de siete
mdros, oculta ndo y destapando ucesivamente una playa
inmensa en su movimu.mto diut no ue vaivn, mH.ntras a 6o
kilmetros de distancia escasos, en la otra ori lla d~l istmo,
ap~nas se notan flujo v reflujo.
En el mar de Omn y en d uc la China, la an chura de
l1 marca de equinoccio es de unos 1 r metros en d extremo
de lo~ golfos; en la desembocadura del Severn y en la gran
baha fran cesa del Monte de San Miguel, la diferencia de
altura entre ]ao; mareas altas y las marcas m bajos es de
q o 15 metros . .\1 sur ele) continente de .\mrica, en los
golfos de San Jorge y Santa Cruz, a la entrada del estrecho
de )[a~allanes, Fitz Roy ha medido mareas de 15, de 18 y de
2'> metros de altura; finalmente, en la babia de Fundy, tan
bien dispue.,ta por el contorno de sus riberas y por el relie...-~ de su !echo para retrasar progresi,amente el andar del
fluj o, la diferencia <:ntre pleamar y bajamar de do<; metros
. senta centme tros a la entrada aum<>nta gradualmente
hasta ms de :n junto al extremo del t:mbudo. Esa es probablelllente la parte del litoral ocenico donde se verifican
1as osc ilaci oue:., reg-ulan.s rle la aguas ~le manera ms grandio'>a. Dos veces al da, inmensas playas neutrales, que no
"on ni tic:rra ni mar, se convie1ten en golfo profundos; los
nado-; \arados se cnrlerezan y bogan a toda vela; ciudades
~rdiJa
er: lo interior de las tierras apar cen situada-. <!n
pcnno.;ulas que sitia el mar. En Saint-John, en Nu va
Titunswick, se \'e brillar en la marca baja una cascada en el
fundo del puerto, pero en cuanto el flujo golpea la base del
acanttlado, la altura de la cac:;cada di.-.minuye poco a poco,
queda cubicrh completamente por el agua salada, y verti~ndoc;c a lo lej o'> t!n la explanada superior, permite a las
embarcacioneo.; entrar en la c uenca natural dispuesta encima
de la ca c;ula.
Anlogo-. ienmenos se ,enfican en las dos bahas del
.M onte Je . an )Iiguel y de Se\ rn. Tambin all se convierten p\.ri6dicamente en. goifos, 1os y arroyos, a ll tambin
la-, al)ras -.on puertos de marea d oncle los barcos, excepto lo~
encenauos en las concha , se e~han de lado en la arena o
en d cieno a la hora d~ bajamar. Tambin d espacio que se
extiende entre Noirmontiers y la co ta n~ndeana e'> alternatiYamentc e trecho e istmo : un camino, recorrido 'POr
carros, serpentea por la llanura a renosa <:ntre LharLo ; al-

87

guna~ hcra~ dc~pus, pasan los barcos a toda vela por encima del camino. A veces se ve a los marinos pasearse tranquilamente por la arena cerca del buque varado o revolver
el suelo para buscar conchas; pero si se oye el r ugido lejano de la ola, en pocos segundos sube a bordo la tripulacin, se ha~n los preparativos para un nuevo viaje, y levantada la embarcacin por las olas surca rpidaltilente
el mar.
En las costas occidentales de Europa ofrece la marea ascendente el ms grandioso espectculo en la baha del Monte
dl San Mig-uel : en el centro de la baha se yergue negro
peasco grantico, que es a un tiempo abada, claustro, fortalez.l y crcel, y que con sus rocas abruptas y con su tirni co amontonamiento de pea sobre pea, siglo sobre siglo
) siempre crcel sobre crcel, contrasta con l a triste extensin de la playa. En baja mm, la inmensa llanura de arena,
de unoo., 250 kilmetros cuadrados, parece un lecho de ceniza; p~!ro cuand0 la marea, ms 1pida que el galopar de
un caballo, sube llenando de espuma la pendiente casi insensible, le basta con algunas horas para transformar toda
lJ bahta eu una lmina de agua cenicienta y para penetrar
a lo !ej,.s en !a desembocaduras de los ros hasta el pie de
lo muelles de Avranches y de Pontorsn. Durante el reflujo,
las ag"uao., se retiran con igual rapide.c a ms de 10 kilmetros de la orilla y dejan al descubierto la inmensa playa
de;ierta, recorrida por los deltas subterrneos de los arroyos
tributanos, fotmando de trecho en trecho prfidos abismos
de lodo blando, en los cuales corren gran riesgo de hundirse
los YiaJeros. En iempo de las mareas ele aguas vi,vas se
evala la masa lquida que penetra en la baha en ms de
un billn y 345 millones de metros cbicos, y hasta en las
mareas menos fuertes, e l diluvio que recorre dos veces las
playas durante veinticuatro horas no es inferior a 700 millones d.:! metros. No es de extraar que semejantes torrentes
hayan podido en otros tiempos, impulsados por las tormentas, romper la cordillera de dunas protegida al Norte por
los pLao.;cos de Tombelene y de San Miguel y transformar
en estriles art:oales las hermosas campias, los vastos bosques que se extendan al pie de la ,p ennsula coteotina.
Los e<;tudio:. de Beecbey sobre las mareas de la 1\Iancha
y cld mar ele Irlanda pueden dar por cierto que la enorme
amplitud del flujo y reflujo en la desembocadura del Severn
y (;O la ~ baha'> de Caneale y de San i\Ialo provienen, no
slo dd }e,aotamienlo gradual del fondo, si no tambin de
la supt!rposicin de do, olas que chocan entre s. En efecto,
la cresta de marca que penetra en el canal de Irlanda encuentra, a la altura del golfo donde desemboca el Severo,

88

o()lra cresta prod ucida doce horas antes, que acaba de dar la
~~,udta a toda Irlanda. Ambas olas, unidas en una sola, toman la direccin comn que resulta de sus primeros. impul-.os y se dirigen jnntas al golfo de Severo. Del m1smo
modo, la mar~a que entra en la Mancha choca en aguas de
]usey contra una ola que en veinticuatro horas ba dado la
vuelta a las islas Britnicas y limitndose las dos tuJ!lefaccioncs precipitan su enorme masa lquida en las rocas y
playas de Bretaa.
.
Si se superponen dos mareas cuando, al ventr de puntos
opuestos, se encuentran a .}a hora del plenilunio, en ca~bio
~ neutralizan y s uprimen cuando el flujo de una tropteza
con el refl ujo de la otra; ocurre e nto~ces ~n fenme.no de
interferencia comparable al de dos vtbractones lummosas
<ue mutuamente se apagan. Fitz Roy fu el primero que seal una regin del Ocano en que las mareas contrarias
equilibran la superficie del agua. J;sa regin es el estua.ri,o
del Plata. Al ,er ese golfo, que no tiene menos de 240 ktlomdros de entrada, hay que inclinarse a creer que la amplitud del flujo y reflujo ha de ser enorme como en la baha de
Fundy o en el golfo de Sao Miguel, y ocurre precisamente
lo contrario : las mareas casi no se notan. Las grandes oscilaciones de nivel que se observan en ese estuario se deben
ca:.i Lxclu<;i\amente a las brisas regulares y a l as tormentas
que ,lepnmen las olas en un lado para levantarlas en otro.
\ como en general los vientos de tierra dominan por la ma
iiana, y son sustituidos a la tarde por la brisa del mar, el
flujo y el reflujo, obedeciendo a l impul so alternativo de la
atmsfera, se suceden de doce en dol'e h oras ; la marea sube
por la tatde para bajar a l a maana siguiente. Esa aparente
anomala se explica con facilidad por el encuentro de la
pleamar y la bajamar en la entrada del estuario. Las olas
d~..: marca <ue se dirigen, al Sur hacia el Brasil y al Norte
hacia la Patag"oma, no l'hoca n con las costas a la misma
h ora del da ; se siguen con un intervalo de varias horas y
la-. corrientes laterales derivadas se suceden a la salida del
<.stuatto del Plata, de modo que conservan casi el mismo
ntn.l en la masa lquida. En el momento en que tiende a
prorlucirsc d reflujo de la marea septentrional, llega el
flujJ meridional, cuya presin, obrando en sentido centrar o, {'\ it.1 qul! bajen las aguas; Jueg-o, al pres(;otarse una
nut:\'a marea procedente de las costas del Brasil, la superti e del mar baja ya en los parajes del ur. Crzanse las
tumefacciones y no sufre el agua ninguna oscilacin en la
lnL-a de interferencia.
P robablemente hay que atribuir a fenmenos de la mtsma
Datunleza !a formacin de esas mareas diurna:., stempre

89

escasas, que se 'Presentan en la desembocadura del :Missis ip, en las costas de Nueva Irlanda, en Port Dalrymple de
Tasmania, al sur de la Australia, cerca del golfo del Rey
]01ge, en el golfo de Tonqun, en ija baha de Bahr-el-Benat
del goifo Prsico; finalmente, en el mar Blanco y en muchos
ctro;; sitios del C'ontorno ocenico. Esos cambios lentos de
nivel, cuyo flujo y reflujo duran doce horas cada uno, ofrecen, como las mareas ordinarias, la mayor diversidad en sus
fenmenos, segn la direccin de los vientos y de las corrientes, la posicin respecti\'a del Sol y la Luna y la parte
del mar en que se establece el equilibrio de las aguas. En
la superfi<::ie movible del Ocano, t odas s us ondul aci on~s,
cualquieia que sea su causa, se mezclan y se confunqe n, y
er. esa mezcla, que hace variar sin cesar las olac;, es imposible discernir, sin ijargas y pacientes pesquisas, la parte
correspondiente a cada agente de los que turban la horizontalidad perfecta del nivel martimo. El problema lo puede
ser resuelto de un modo muy general, haciendo caso omiso.
de particularidades mal observadas. Sbese, por ejemplo,
que en el puerto de Veracruz y en el litoral cercano tienen
los vientos marcada preponderan'Cia, porque conserYan a
veces el mismo nivel en la superficie del mar durante da<:.
enteros. En .}as bocas del l\lississip, donde la marea diurna
no uele alcanzar ms que 36 centmetros de a mplitud, e
tambin bastante regulai, y su altura total representa exactamente todos los das la diferencia de nivel entre las dos
olas componentes que se cruzan. Finalmente, la marea de
Tahit, de una altura c.lc 30 centmetros escasos, es la resultante rle o e-ilaciones mucho ms numerosas, pues all se encuentran cuatro fluj os procedentes de los cuatro puntos cardinales, diferentes t odos e n velocidad y en hora de pleamar.
No es de asombrar que en medio de ese cruce general de
mareas del Pacfico, la de Tahit quede neutralizac.la casi
compldamente.
El 'Cana1l de lilanda, tan bien estudiado por Beechey,
cfrece curiossimo e jemplo de equilibrio perfecto del agua,
y eso casi frente al golfo de Bristol, donde el mar s ube y
baja alternativamente 15 metros. Esa parte del canal , cuya
superficie permanece inmvi l, sigue la costa irlanc.lesa, cerca
d e Courtown, al sur c.le Arklow. Nunca e ha obsen ado all
ni subida ni bajada del agua, a unque 1la corriente de la ola
y la del reflujo recorran alternativamente la costa con una
velocidad de ms de s iete kilmetros por hora. El punto
en que las aguas se hallen siempre en equilibrio puede ser
considerado como una especie de eje en el cual se apoyan
~as mare<.~s; su anchura es cada vez ms grande al irse aleJando de esa regin tranquila, al NE. hacia IIolyhead ~-

90

....

Liverpool, al SE. hacia Milford H3:ven y Bristol. Enn~ll~~~


del Norte el encuentro del agua v1va Y .la dmuer~'b . Ju~
del Paso d~ Calais, se seala con otro eJe e elqUl ~enfn~laarece oscilar entre tla.s costas de Holat;tda Y as , . o
'P
d o las corrientes atmosfncas y manhmas
terra stgUlen
b 1)
el m~vimiento de los astros. En dicho lugar ha compro a< o
Hewitt que la marea se eleva a 61 cent<J?e~ros nada m~s, Y
en esa regin, donde las aguas estn cas1 stempre al mtsmo
nivel, se han depositado l os bancos de arena ms numerosos
y considerables.
t
Parece que las corrientes de mare.a qu.:. se encuen ra~
cerca del Paso de Calais, una que ne0:e c.ltrectamente del
Atlntico, otra del mar del Norte, no stguen 1 ~~tro del
canal, y por lo ta nto no chosan de fren.te. La . rotacwn d<. la
Tierra, que en el he.misferio septcntnonal ~~.pulsa a :o~
cuerpos movibles hacta la derecha, hace desnarse en e~
sentido a cada ola de maiea. En la !\lancha, 13: ola de fluJo
que se ha propagado directamente se a~oy~ stempre en el
lado derecho, es decir, al Sur . Por con.sl~Utente, su fuerza
es mucho mayor en las costas de Franela que e n las de Inglaterra, y cuando ha salvado el ~strech o, conserva su preponderancia en el litoral del continente basta las bocas d\.l
)losa; por s u parte, la marea que vi~ne del. ~orte se des\'l.l
tambin hacia la derecha para segutr las r:beras dt; Inglat erra. El cruce de ambas corrientes contranas da ongen en
las costas de Francia y Gran Bretaa a la formacin de ~u
merosos movimientos giratorios, cuyas curvas, que cambtan
sin cesar, forman un verdadero ddalo.
.
En la rada de El Havre, el encuentro c.le las mareas hen,
rpor 'Consecuencia un fenmeno notable y utilsimo para la
navegacin . En lugar de bajar inmediatamente despus d<..:
alcanzar el punto cul minante de la marea, el mar queda 1nm6\'il c.lurante tres horas, y permite as a los na\os n~co
rrer toda la rada y penetrar a gusto en el puerto, bog-ando
constantemente en agua profunda. Los marinos consideraba_
este hecho como una e pecie de milagro antes que "A.; r\!\"<..:lara u \'erdadera causa. Cuando la marea del Atlntico se
desarrolla hacia el Este en medio de la :'\lancha, la deti~n~
en su carrera la pennsula cotentina, y no puede a\anzar
libremente basta pasado el norte del golfo, donde desemboca
el Sena. El ni\el martimo se encuentra entonces m- ele-vado en el centro de la ~:lancha que e n las orilla , \' la-.
aguas refluyen lateralmente hacia la rada de El Havre cotni>
hacia los dems parajes del litoral. En el reflujo, cuando la
corriente de ste se establece en medio del canal, varia la
pendiente, pero antes que las agua- de El Hane hayan podido bajar hacia ese ro central de la )lancha que llc,a al

91

Ocano enorme masa lquida, las sostiene la ola que, despus de haber chocado con el cabo de Antifer, ,ha seguido las
orillas del NE. al SO. hasta el cabo de la Hve; despus,
cuando se ha .p erdido la fuerza de esa marea parcial, otra
marea riberea que ha seguido la costa de Normanda,
desde Waart hasta Trouville, sostiene igual al mar durante
cierto tiempo.
En casi todos l os puertos de ro se comprende que aa
marea descendente dure ms que la ascendente, puesto que
la corriente flll'vial neutraliza el flujo durante un perodo
ms o menos largo, y despus, aadindose al reflujo, acrecienta su duracin. Un hecho de ms dificil explicacin es
que hasta la mayor parte de los puertos alejados de toda
boca de ro, sea ms corta la marea que sube que la que
baja : tambin se ven numerosos ejemplos de lo contrario,
especialmente en el .puerto de Holyhead. Segn la hiptesis
adoptada generalmente, esa duracin mayor del reflujo debe
atribuirse a la rotacin de la Tierra de Oeste a Este. Como
la ola de marea se propaga en sentido inverso, o sea de
Este a Oeste, encontrat en las aguas que ante ella se extienden cierta resistencia; se enderezar y se har ms escarpada, ms rpida hacia Occidente, mientras se alargue
hacia Oriente su pendiente de reflujo. A eso se atribuye la
diferencia de duracin entre ambas fases.
Las desigualdades observadas en ciertos paraJles entre
dos mareas sucesivas son tambin un fenmeno extrao y
sin explicar hasta cierto punto. Esas desigualdades diversas que afectan a .Ja duracin o a la altura respectiva de las
mareas de maana y tarde, o a cada oscilacin en todo su
rgimen, proceden en parte de l a declinacin de la Luna,
e5 decir, de su distancia variable al norte o al sur de la
lnea equinoccial, pero en muchos ~asos las diferencias entre
dos mareas sucesivas son relativamente enormes y no basta
con la explicacin anterior. As es que en Puerto Essington,
en la costa septentrional de Australia, se observan diferencias de altura de r'2o metros entre la oscilacin de la tarde
y -la de la maana. En Singapur, donde la marea media durante las aguas vivas no es ms que de 2'10, la diferencia
entre dos olas que se siguen llega a ser de r'8o. En Kuwachee la variacin diaria no es menos grande, y en el golfo
de Cambaya llega hasta 2'ro y 2'40 metros. En Basadore, a
1a entrada del golfo Prsico, la duracin de una oscilacin
del mar excede a veces en dos horas a la de la oscilacin
siguiente, y ha ocurrido en Petropaulowski, en el Pacfico
del Norte, que han faltado por completo mareas que se
aguardaban. No se pueden explicar esas anomalas sino-ulares ms que por el cru~ de varias olas reflejas, diurna1 y

semidiurnas, que se perturban mutuamente y cuyas oscilaciones confusas son producidas por el encuentro de movi-.
mientos diversos en su origen. As, en la superficie de un
estanque, ondas salidas de puntos diferentes forman inmensa red de lneas entrecruzadas que el soplo del viento mezcla
en olillas indecisas.

IV

Corrientes de ?twrca. - Rasas 'Y torbellinos. bares. - Mmeas fluviales.

Los

Es creencia popular que las oscilaciones de las mareas


van s iempre acompaadas de corrientes que varan con regularidad, segn el flujo y reflujo, y se dirigen en sentido
alterno. Verdad es que ese fenmeno se presenta con bastante frecuencia, sobre todo en la desembocadura de los
ros; generalmente, al elevarse el agua, se precipita una
corriente de olas hacia .] a orilla o Ios estuarios de los ros,
y despus, cuand0 desciende el nivel de la masa lquida, una
corriente de vuelta o reflujo, ayudada por el agua dulce que
Yiene de lo interior, se dirige de nuevo a alta mar. De todos
modos, esa coincidencia de corrientes horizontales con las
oscilaciones verticaks Clel Ocano dista mucho de reproducirse con regularidad en todos los parajes : siendo sencillamente .Ja marea una tumefaccin del mar, puede erguirse
sin que &e verifique ningn movimiento en sentido alguno.
Notable ejemplo se ve en el mar de Irlanda, tan rico en curiosos fenmenos martimos. En medio del canal que separa
de Irlanda la isla de :ran, consrvase el agua perfectamente
tranquila entre dos corrientes contrarias, aunque la mruea
suba all unos seis metros durante las aguas vivas. En cambio se ve en Courtown , en la costa de Arklon, que puede
tener una gran velocidad la corriente determinada por el
encuentro de mareas opuestas, donde la superficie del mar
no sube ni baja . Finalmente, una misma ola puede seguir
direccin constante a travs de dos regiones contig uas del
mar de las cuales una est en flujo y otra en reflujo.
Las corrientes producidas eu los estrechos .p or la diferencia de nivel son a veces extraordinariamente violentas y
con sus cambios bruscos, sus remolinos y torbellinos, pueden clasificarse como muy peligrosos fenmenos del Ocano.
La entrada del 0.,.olfo de las islas normandas es temida de
los navegaytes p or la espantosa velocidad de 1as corrientes

92

93

d<: marea. La rasa Blanchard, estrecho que separa el cabo


la H oque de la isla inglesa de Aurigny (Alverney), es el
lJrimero de esos terribles desfiladeros martimos donde la
ola y el reflujo, apretados entre filas de escollos y bajos
fondos, arrastran aguas vivas con una velocidad de r6 kilmetros por hora . Viene luego el estrecho que lleva el significativo nombre de Paso de la Derrota, en e l cual se enc ue ntran las corrientes que s iguen la abrupta costa occidental cotentina y las que vie ne n directame nte d e alta mar por
la brecha abierta entre las islas de Jersey y Guernesey ;
a ll los ros martimos son menos r pidos, p ero recorren ms
d~ tres metros por segundo. Desde el desastre de la Hoque ,
en que Tourville, impotente para s ubir la formidable corriente de la rasa Blanchard, perdi muc hos de s us navos,
otros muchos se h an estrella do, innumerables tripU!laciones
han perecid o en aquellos formida bles estrechos, escogidos
por Vktor Hugo como teatro del somlbro drama titulado Los
trabajadores del mar.
Los desfi laderos ma rinos que separan del continent e las
t~las H bridas, Oreadas, Shet land, Feroe y Lofoden, cuyas
rocas y escollos desordenados eri7~n un fondo de mar muy
Jesigual y cortado por abismos, tambin son a t ra,esados
por corriente<; de marea tanto ms rpidas y tumultuosas
cuant o ms grande es la diferencia de ni vel entre las dos
capas que se encuentra n en el estrecho. E l ms formidable
,le estos pa os es tal vez e l Great G1tlj o Coircbllreacain
(Caldera del mar m a nchado, en galico), abierto entre las
islas Jura y Scarba, e n la costa occidental de Escocia. A
-cada ca mbio de marea se produce una corrie nte que se dirige, ya a la orilla de tierra fimne, ya hacia a lta mar; el m apa
del almirantazgo ingls calcula s u velocidad e n 17 kilmetros y medio por hora, pero aseguran los marinos que lo
menos alcanza a 20 kil metros ; es decir, que e n los continentes n o hay ro desbordado que corra tan rpidamente.
Ninguna e mbarcadn puede arriesgarse en la fuerza de la
marea en una rasa tan espantosa, sobre t odo cuando el vient o sopla en direccin contraria a la ola, porque el Coirebhrcacain es verdaderamente e n toda s u extensin una caldera
espumosa si n lmites en el h orizonte.
Hay otros conflictos de marea poco menos espantosos,
como el que se observa e n e l estrecho de Pentland, entre
las Shetland y las Oreadas, que determ ina la formacin de
corrientes c-uya rapidez se calcula e n diecisis kil metros
por hora ; pero el ms clebre de t odos esos choques e ntre
dos mareas de distinto nive l es el s ituado hacia 1la extremidad meridional del archipilago de Lofoden, el Moskoe
~ trom, llamado t ambin Maelstrom por los marinos. La
(le~

94

sombra imaginacin de los p ueblos del Norte, inclinada


siempre a crear monstruos, vea e n e l estrecho de Moskoe
Strom un pulpo cuyos 'brazos, de varios cente nares de metros
de largo, a rremolinaban las aguas en inmenso t orbellino para
atraet embarcaciones y tragarlas. De la a ntigua leyenda ha
llegado a quedar en mucha gente la idea de que esa corrient ~ ~s un abismo en forma de e mbudo, al c ual se acercan
gradual me nte los obje tos, formando crculos cada vez ms
cortos, hasta que acaban por s umergirse para s iempre en el
pozo girator io. No hay tal ; los nicos remolinos son t orbellinos pequeos laterales, producidos por el ch oque de las
corrientes, y de un hueco de dos o tres metros escasos. El
fenmeno principal consis te, como e n los anteriormente descri to ... , e n un movimiento r pido de tlas aguas, q ue se dirigen alternativaJmente en uno u otro sentido a cada cambio
de mareas. C uando se eleva e} flujo en alta mar, dirigindose del Sur a l Norte, cierta parte de su masa se vierte con
fuerLa e n el estrecho abierto al S ur, entre las dos islas de
) l oskoc y de 1\foskoe Naes. A medida que la superficie se
'1pr~>~ima al estad? de equilibrio, la corriente, gradualmente
Jeb1htada, Ya hac1a el SO. y despus hacia el Oeste. Sucede
un perodo de calma a estos diversos movimientos de la
>la cuando _queda perfectamente establecido el nivel; pero
pronto empteza otra vez el reflujo, y la corriente toma direccin opuesta, primero hacia el Norte, luego hacia el NE.
y el Esle. De m<;>d:o .que durante el espacio de una marea, las
'1gua" se ha~ dmgtdo alternativamente, aunque con fuerza
Yanable, hac1a todos Jos puntos del horizonte.
Las corrientes de marea que se prod'lloen a la entrada de
l o e; ros dan ,}ugar frecuentemente a movimientos tumult~wsos menos temibles, pero de aspecto no menos aparat oso.
l '..:>OS fenme.nos s uelen llamarse barras o bores. Al pnetrar
en. el estuano de un ro, la ola de marea, retrasada por los
baJ OS fondos y apretada por las riberas necesariamente
tiene que hincharse como ola por el roce d~ la masa lquida
<:ontra su lecho. Todas ~as desembocaduras t odas las bahas
~ n que penetra el flujo tienen, por consio-~iente una barra
pe~o en. muchos sitio.s tl a inclinacin regular d~l fondo, 1~
umformtdad de las nberas o un c ruce de corrientes diversa~, atenan la primera ondulacin de la ola de marea, y
J_eJan qu~ se la confunda con o tras arr ugas de la superficie.
En camb10, en otras partes se renen todas las condiciones
topogrficas para dar gran ?-ltura a la barra y sta se endere~ c~mo muralla movedtza de una orilla a otra del estuano. En las bocas de ciertos ros, como la corriente del
A:nazonas, el Hoogly, el Sena, el Dordoa, el Elba y e l
\\ e::.er, las olas de bore toman enormes proporciones en la

95

poca de las mareas altas y se convierten en formidables


fenmenos . En el Amazonas, la barra, llamada pororoca a
consecuencia del mugido de sus ~guas, dc~se que se yergue
entre olas sucesivas que llegan JUntas a d1ez ~ catorce mebos de altura, y las embarcaciones sorprend1das por tan
sbib diluvio corren riesgo de zozobrar co~o en alta mar.
En la desembocadura. del Ganl7es es tamb1en la barra ~uy
temible, como lo expresa en lenguaje simblico una anttgua
leyenda india. Habien~o tomado. por espo~ Baghorato a 1~
divina Gano-a en med10 de la me\e, la levant en sus bra
zos, y subiendo en su carro, hizo. trazar a am~as ruedas
las orillas del ancho cauce de la d10sa; llegada JUn~o a la
ribera del mar, retrocedi Ganga asustada a11:te el tm1_)ur~
y monstruoso Ocano, huy brus~amente por c1en canales, )
desde entonces va y viene sucesivamente, ya a.venturndose
a bajar de nuevo, ya escapndose otra vez hac1a las montaas dos veces al da.
En 1a baha del Sena es donde se ha. obsenado el bore
con mayor cuidado y regularid~d. Al ven~r del mar con una
velocidad de cinco metros a stete y me~10 por se~~ndo, ~'
dobla el muro lquido por el centro baJO la pres10~ d( .1.
corriente fluvial. Las dos puntas de la .enorme J:?ed1a una
se estrellan entre espuma sobre las nberas, m1entras t;n
medio de la concavidad, la ola lisa y redond~ adelanta :>m
arruo-ar el ao-ua delante de s. Parece que gua un rod1llo
por ~ncima del ro como serpiente gigant~sc<!- : se eleva dos
tres metros por encima de la llanura hqUida y detrs de
0
l se yerguen en arrugas concntricas de olas no menos altas,
yano-uardia de la marea. Todos los obstculos que se oponen
a la"' marcha del bore lo exasperan, acrecentando su mpet~ ;
finalmente, la ola, entrando en una parte del cauce mas
ancha y ms profunda, se calma y .modera gradualmente s u
altura hasta que encuentre otro baJo fondo u otro promontorio. Adems, cada nueva marea se distingue ?e la anterior por la diferencia de los vientos,. d~ las cotnente~ Y de
las masas de agua puestas en mov1mrento .. Nada mas curioso que ver desde lo alto de un pr?montono dos frag~en
tos rechazados oblicuamente por las nberas cruzar sus sm cos
y sus olas.
El nico medio de atenuar la fuerza del bore (que en
muchos estuarios, y, sobre todo, t;n la baha del ~ena, es peligros0 para l~s embarcaci~nes ch1cas) es regu~anza.r, el canal
con la suprestn de los baJOS fondo,;; y 1~ rectlficac10n de. las
riberas. Tambin aseguran a la navegac1n can3:l ms hbre
y profundo los t~abajo:5 que_ precaven los deteneros Cflusa
dos por la excesiVa v10lenc1a de olas de marea. Recle~te
mente el bore del Sena desapareci durante algunos anos

gracias al encauzamiento de un banco de arena que dificultaba la entrada de las olas en el lecho del ro, pero el choque
del bore y de la corriente fluvial han vuelto a formar banco
de arena algo ms lejbs. Al herir el nuevo obstculo, la ola
de marea se yergue, se encabrita para vencerlo. Varios trabajos hidrulicos emprendidos en los cauces del Garona y
del Dordoa, ms arriba de l:lee d' Ambez, han modificado
tambin ms de una vez esos fenmenos.
La aparicin brusca de la marea en los estuarios lleva
consigo la elevacin rpida de las aguas fluvia-les desde el
nivel de la bajamar al de la pleamar.
En Tancarville, que es el sitio en que el Sena desemboca
en la baha y donde la marea excede de la amplitud media
de cuatro metros, toda la subida del agua se Yerifica en dos
horas, mientras el descenso de la masa lquida, rechazada
por la ola, dura. diez. El ro, que tiene que verter en el mar
durante el periodo del reflujo, no s6lo lo que el flujo le ha
llevado, sino tambin el agua dulce que viene ro abajo, ha
de seguir su curso normal hacia el mar durante un espacio
de tiempo ms largo q_ue el empleado ~n retroceder ante la
marea que suba. Para cada punto del lecho del ro es en
general la duracin del flujo tanto ms corta cuanto ms
lejano est aqul del mar : agtase poco a poco la fuerza de
}a marea y hacia el fin de su carrera se limita a retrasar un
momento la rapidez de la corriente fluvial.
La amplitud de las mareas disminuye igualmente en proporcin de su progreso hacia la parte alta del ro. La masa
de agua dulce que corre sin cesar por el canal impide a la
marea baja ahuecarse como lo hace junto al mar, y la menor
duracin de la marea alta no permite a sta elevarse a un
nivel muy superior al alcanzado en las playas y costas bravas ocenicas; en el Garona, la diferencia entre el flujo y
reflujo disminuye gradualmente ms arriba de Bec d'Ambez,
y cerca Je Cortets, a ms de 1 50 kilmetros del mar, desaparece del todo. Verdad es que en ciertos lugares se dan
circunstancias particulares que pueden originar excepciones aparentes de esa ley general; promontorio hay, erguido a travs de la ola de marea, .como e-1 de Tancarville, en
b baha del Sena, que cierra el camino a las aguas marinas
y les da, 'POr lo tanto, .m ayor altura relativa sobre el nivel
dE' la bajamar, pero, a pesar de esas bruscas diferencias, la
amplitud de las mareas no dejla. de disminuir desde ro abajo
hacia ro arriba, y a<:aba por no notarse.

Ocano

96

97

oil.as mareas atlnticas, el nivel del mar apenas cambia, pero


las costas de ltalia las oscilaciones vuelven a ser percepttbles. En Liorna e1 flujo se eleva a unos 30 centmetros; en
Venecia, la diferencia entre alta y baja marea de novilunio
vara de 6o a 90 centmetros. En la desembocadura del Po.
la ola de aguas vt vas no llega a esa altura ; en las costas de
Zante (mar Jnico) no es ms que de 15 centmetros, y en
Corf no pasa de 20 milmetros. En la cuenca oriental del
Mediterrneo tambin es la marea muy floja, pero no ignoran la oscilacin alternativa del mar los pueblos ribereos.
Ornar se refera seguramente al flujo cuando dijo que el mar
.St situado ms arriba que la tierra, y que dia y noche pide
a Dios permiso para inundar los campos.
No slo tiene el Mediterrneo su flujo y reflujo como el
Ocano ; tiene t ambin s us corrientes y torbellinos, y entre
esos fenmenos hay algunos que sin ser tan formidables
como e-1 Maelstrom o la rasa Blanchard, no son menos clebres por la gloria que les di la antig iiedad clsica. El Euripo o estrecho de Egribos, que separa la isla de Negroponto
d<: la Grecia continental, dcese que es a travesado por corrientes extraordinarias que en su asombrosa anomala preentan cierta regularidad. Hasta el octavo da del mes lunar,
el flujo y reflujo, cuya amplitud media es de 30 centmetros.
SI:' suceden normalmente, con una hora sola de retraso, pero
del da noveno al dcimotercero, se precipita de pronto el
movimiento de oscilacin, y durante las veinticuatro horas
no hay menos de doce, trece o catorce mareas con su flujo,
s u calma y su reflujo. Del da 14 al 20, vuelve a reinar el
orden en e l estrecho, y del 21 al 26 otra vez hay cada <lia una
docena de mareas completas. Ese parece ser e1 resultado del
experi mento hecho por los moline~os, que ven gir_ar alternativamente las ruedas de los molmos en un senhdo o en
o tro sean la direccin de la corriente. Por su parte, sostien~n los musulmanes como artculo de fe que las cinco
o leadas del Euripo se suceden reg ularme nte a las cinco. ~oras
de or:tcin, y 1a rpidas obser\'aciones. de. algunos VIaJeros
describen tambin de otro modo las osc1lac10nes del mar en
e! ano-osto canal. El caso es que las corrientes del estrecho
de N;groponto son inexplicables, .Y qu_e si se suceden de tan
extrao modo como cuentan los nberenos, se comprender la
leyenda de que Aristteles, despus de haber tratado ~n
vano de aclarar el misterio, se arroj desesperado en los
torbellinos del Euripo.
Ms famosos an que las corrientes del estrecho de la
E ubea eran los abismos de Scila y Caribdis, desafiados por
primera vez por el sabio Ulises. Segn los cantos homri'Cos.
Jos dos monstruos rugientes que guardan la entrada del e.i
~

V
FLujo y reflujo en Lagos y mare~ ~teriorcs: rrientes deL Euripo. - CanbdLS y Sella.

Co-

La atraccin de .la Luna y del Sol obra !tambin _en los


mares cerrados, pero en las c_uencas de poca extenstn no
tiene la marea espacio necesano para levantarse y d~~vol
verse de modo apreciable. Actllll:lmente el lago Mtchtgn,
que no tiene menos, de ~2.000 ktl6metros cuadrados, es la
superfide l acustre mas ch1ca donde ;;e haya compr_obado con
precisic. la vuelta .regular ~el flUJO y del reflUJO;, segn
el teniente Graham la amplitud de la marea es alh de 75
milmetros es indudable que tambin cuencas lacustres
ms ~uefias experimentarn asimismo oscilaciones normale cada doce horas; medidas cuidadosamente hechas lo
revelarn algn dia.
.
Hasta en el vasto Mediterrneo son poco percepttbles las
mareas como no sea en el aolfo de las Sirtes, entre la antio-ua Pe~tpolis y Tnez. En"' esos sitios, el .fenmeno de flujo
reflujo se verifica con toda regularidad y puede e!:>tudiarse
su marcha lo mismo que en el Ocano. En la desembocadura
del _ ed-Gabs, casi en el fondo de la Sirte pequea, sube
y baja el aaua alternativamente lo menos dos metros. Ms
al Norte, e;; el puerto de Sfax, la diferencia media entre la
pleamar y la bajamar es de 1'50 metr~s, opero e~ la poca d_e
los equinoccios llega a 2'6o, y en 1~ tsla de _DJerbalo, anbg ua isla de los Lotfagos, la amphtud medta de la marea
no es inferior a tres metros. Esta notable altura de las olas
en la ribera de las Sirtes procede indu~a?lemente de que ~1
Mediterrneo presenta en su parte mend10nal, de Port-Satd
a Ceuta una cuenca nica, de orilla poco sinuosa, mientras
que en .a parte correspondient~ a Europa proyecta gra~ nmero de mares pequeos parctales, como el de Cerdena, el
golfo Adritico, el mar Jnico y el Archipi~lago; a~ems
los vientos son mucho ms regulares en el htoral afncano,
y. por lo tanto, no perturban el juego alternativo de la
marea como en las costas de Europa que pertenecen a la zona
de vientos varialbles.
Sin embaro-o el at ento examen del movimiento de las
ondas ha revelado tambin a los obser\"adores la ex1stenc1a
de la ola de marea en las cuencas parciales del norte de1 Me!d,iterrneo. Ms all de l\flaga, donde todava se propagan

t:')

98

99

trecho de Mesina atraan a sus cavernas s ubmarinas inmensos torbellinos de agua que vomitaban luego en corrientes tu.riosas, y todos cuantos barcos se acercaban a los antros formid~bles eran tragados i!ldefectiblemente. No hay hoy en el
~led~terrneo estrecho ma~ frecuentado que el de Mesina, y
gractas a ~os sondeos venficados en los supuestos abismo.;,
donde los antiguos vean el ombligo del mar, perdieron los
monstruos s u terrible prestigio. Sbese ya que esos torbellinos no son ms que movimientos laterales producidos por
el flujo y reflujo a su paso por un canal demasiado angosto,
cuya anchura no excede de tres kilmetros, y que atravesaron ms de una vez, nadando a caballo, los conquistadores de
' icilia. Cuando s ube la marea, la corriente se dirige al
.Norte, del mar Jnico at mar Tirreno; en la marea descend~nte, la ola procedente del Norte recobra su preponderancta y r echaza hacia el Sur a la corriente contraria pero hay
lucha entre ambas masas lquidas y el campo de b~talla Yara
!:>in cesar desde .\Iesina a Scila. Er.. los confines de las conie~tes, donde la mezcla de las aguas se ,erifica con viole~cta, se forman remolinos estrechos en que las olas se
agltan ms que ~n otras partes y que se llaman garofali.
Evtanlos las emban:aciones por temor de que las sacudan
demasiado,. pero no corren peligro alguno, como no sea cuando sopla v10lentamente el viento en sentido inverso a la direccin de la ola. Curioso espectculo es el del estrecho visto
desde ~a cumbre de las montaas de Mesina o Rea-aio con
las arr ugas y remolinos qu<: describen las ag uas afiu~har;
a cada momento ~ ~e cambiar de forma a las capas de color
ms os~ill"o, que mdtcan en la superficie el combate del flujo
y reflUJO.
En l0s dcmc; mares cerrados de Europa, las mareas tamb_in son poco perc~ptibles . No son ms que de unos 40 cenhmetros en el ZUlderzee y durante los dfas de equinoccio
y d~ tormenta a'!)Cnas llegan a 1'10 metros. El Bltico mucho
ms angosto y sembrado de islas que el Mediterrne~ sufre
por lo tanto,_ oscilaciones mucho ms flojas : por es~ se 1~
l~amaba n wrzmarusa (mor y marb), es decir, en idioma cltico, l\Iar :viuerto. Los marinos no hacen ninon caso del desniyel causado por el flujb y reflujo; para ellos, vientos, C(rnentes y meteoros de la atmsfera son los nicos fenmenos dignos de observacin. En efecto, e n la costa occidental
df! ~utlandia, la marea ya no suele alcanzar ms que a 30
cenbmetros ; a la entrada del Catteaat pierde ms fuerza y
regu_la;iJad, y en los estrechos det' S~nd y Belt es difci l
p_erct~trla. En el puerto _de _Copenhague todava puede dis~m~uuse a veces una os~Ilactn de algunos centmetros, pero
untcamente cuando e} ttempo est perfectamente tranquilo

100

y 3:penas !:>e arruga la superficie del agua. En Wismar los


fenomenos de _la marea son_ todava ms inciertos, y ~ica
m_ente una sene_ de observaciOnes IJ)roseguida durante muchos
an?s so~re el mvel de las aguas ha podido dar a conocer la
ex1stenc1a probable de una diferencia total de ocho centi~etros _
e ntre pleamar y bajamar: cerca de Stralsund, la
dtfertncta no es ms que de cuatro, y cerca de Memel no
excede de uno. Las diferencias ms considerables que 'presenta el n ivel martimo provienen de vientos corrientes o
alternativas en la presin atmosfrica. A vece; se han visto
?scilaciones r pidas de ms de un metro; son stas semeJantes a las del lago de Ginebra. La fuerza sola del viento
b!lsta tambin para levantar un metro el nivel del mar en
ctert?s estrechos, como en ~os golfos de Estonia y de FinlandJa.
El rgimen de las desembocaduras fluviales difiere comrp_letamente ~n los mares de mareas fuertes como el Atlntico sep~entr10nal, y en los de oscilaciones insensibles como
el Bltico y el Mediterrneo. En los estuarios, en que ~1 mar
se e1ev~ regularmente dos veces al da a gran altura, pasa
por enc1ma de todos los obstculos, barras o bancos de arena,
acumulados a la entrada de las bocas de los ros mientras
que dond~ el nivel marino _es constantemente igu'al, los diques Je cteno o arena deposttados en cordones litorales entre
agua dulce y salada cierran siempre la entrada del cauce
fluvial. Por ejemp1o, el ro Magdalena y el Mrate en el mar
de la~ Antillas, el Rdano, e l Nilo, el Po en el' Mediterrn eo, vierten su. masa lquida por encima' de barras que a
Yeces apenas tJenen un metro _en la parte ms baja, y el
Amawnas, el San Lorenzo, el G!Tonda y el Tmesis dan a
(Ualquier hora libre entrada a los buque-s.
~sa. diversidad de rgimen fluvial segn Ua altura de las
osc1lac10nes de marea que se verifican tiene consecuencias
1mportanhsimas para el comercio de las regiones regadas
por los grandes ros. En general, !os puertos fluviales sin
marea no pueden instalars-e junto a la misma desembocadura
por falta de agua, y los comerciantes se ven obligados a escoger, para depsitos localidades situadas en el litoral martimo, a cierta distancia de las bocas arenosas del rfo. Sirva
de ejemplo Marsella, donde se verifican casi todos los cambios de ia gran cuenca del Rdano; est construida a la orilla
~le una bahf_a profunda del Mediterrneo, lejos de las penJOsulas de cieno entre las cuales desagua el ro. Alejandra,
el gran rpuerto del delta egipcio, est al oeste de la reain
aluvial del Nilo; Venecia est lejos de las bocas del Po
Liorna defiende a su puerto de las cercanas del Azur ; Bar:
...:elona no est a la entrada del Ebro ; Cartagena de las In..

101

dias no est en comunicacin con el gran Magdalena ms


que por canales apenas na~egables. Las excepciones de esta
regla son poco numerosas, pero tpodemos citar a Dantzi<>'
en el Vistula; a Stettin, en el Oder; a Galatz, en el Danubi~ :
En los mares de grandes mareas, los principales puertos
se encuentran, en cambio, no en el litoral maritimo, sino en
los rios, y hasta a cierta distancia de 1a desembocadura, no
lejos del lugar donde el flujo sube dos veces al dia, convirtiendo asf al ro en verdadero golfo martimo. Londres, Ramburgo, Nantes, Burdeos, Run y otras grandes ciudades comerciales han sido construdas gradualmente por necesidades
del comercio lo ms dentro posible de las tierras, e n el s itio
exado donde la profundidad del agua y l a fuerza de la marea
permiten a los buques subir con facilidad. Sin e mbaro-o como
los barcos actuales tie nen un ca!ado mucho ms con~icerable
que los antiguos, ha resultado de eso que much os puertos
fluviales se han hecho ins uficientes. Por eso Londres ha teni~o que anexionarse lo~ puertos de Deptford, Woolwich,
Mtlwall y Grav'e send. Rua n ha sido sustitudo o-radualmente
por El Havre como puerto de comercio internaci~nal )lantes
presencia e'l crecimiento de su rival Saint-Nazaire 'tan modesto hace pocos aos. Quiz la aldea de V'erdon c ~ando est
provista de almacenes, drsena s y espolones ~a el veniaclero Burdeos comercial.
'

102

CAPITULO IV

Las riberas y

las islas

Modijicacio11cs illccsant cs de la forma dd litoral. L vs fj01ds de Esca 11dina1Jia y de otras comarcas prximas a los polos.
Ese mar, que e n cada ola encierra tal vez millones de organismos vivientes, parece como si le animara enorme y
poderosa Yida. Reflejos de cambiantes continuos, cenicientos
como la bruma o brillntes como el sol, alumbran s u extensin inmensa; riza n s u s uperficie lar gas ondulaciones o se
yerg-ue en encre::;padas olas ; r oza sus orillas leve ribet e de
es.p uma , las cubre la blanca masa del oleaje que se est rella;
a \'eces deja or como s uave murmullo, a veces junta en el
mis mo tronar los r ugidos de t odas sus olas heridas y deshecha por la tormenta. Es risueo y terrible , gra_sioso y formidable. Su aspecto fas.cina. Al pasear por su s orillas, no
podemos dejar de conte mplarle e interrogarle sin cesar. ~ter
namente movible, simboliza la vida con relacin a la tierra
i mpa::;ible y silenci?sa, a la cua l s i.tia con. s us olas. Adems,
siempre e t trabaJando para modt ficar 'ilD descanso el contorno de los continentes despus de haberlos formado capa
por capa e n lo profundo de s us aguas.
.
, .
La parte ms importante de los trabaJ O<; geologtcos de l
Ocano est oculta a nuestra vista, porque el agua depo ita
en el fondo de s us abismos la cal, la slice, la creta y lo residuos de todas clases que constituirn algn da nue\'aS
tierras, pero a lo menos podemos .as~ stir a las continuas m <~
dificacione!> que el incesante mov1m1~nto de las aguas mar~
timas introduce en las riberas. Cons1derables son esas modlficaciones, y desde lo siglos hi stricos mucha costas han
cambiado ya de forma y aspecto. Han quedado arrasados al-

103

gunos promontorios, y en otras partes han s urg ido nuevas


puntas de la costa islas hay que se han transformado en
escollos; otras ~ las ha tragado el mar, y otras se han unido
a~ continente. No ha cesado de oscilar la lnea sinuosa de la
ribera, invadiendo en algunos sitios las aguas del Ocano
en otros, las superficie.; continentales. La accin del mar e~
doble , vara constantemente los contornos de s u cue nca, ya
socavando los peascos que la rodean y llevndose las playas,
ya lanzando a la costa los aluviones y restos de todas clases
que arrastran SU3 olas. Lo que se traga en alguna parte lo
devuelve en otra en distinta forma .
Antes de que el mar hubiera modificado s us riberas destruyendo .pennsulas y cegando bahas y estuarios, la forma
del litoral era mucho me nos reg ular que hoy e n el contorno
de la mayor parte de las tierras. Si por brusca revolucin se
elevara n las aguas marinas a roo 200 metros sobre s u nivel
inundando el Ocano los valles todos fluviales hasta gra~
distancia de las rib~as actuales, penetrara en las d epresiones del continente, con virtindolas en golfos prolongados,
) en babias t odoc; los valles y alfoces laterales. E n lugar de
cada una de las desembocaduras de los ros que apenas quiebran la lnea normal de la costa, a brirfa nse profund as cortaduras, que se s ubdividiran en numerosas ramificaciones.
Un tra bajo en sentido inverso empezara i nmediatamente
despus de ese. cambio en el perfil de las riberas por una
parte, las cornent'es con s us aluviones iran llenando los
valles superiores y estrechando poco a poco el dominio de las
conquistas martimas p or otra, trabajara tambin el Ocano
con sus cordone.; litorales y agujas de arena y guijas, para
separar de s u superficie todas las bahas nuevas que le habra
dado la bita crecida de sus aguas. Des pus de indeterminado perodo de siglos recobrara la ribera la forma de s uaves
ondulaciones que hoy presenta la mayor parte de las costas.
.Muchas comarcas hay t~mb in donde ese doble trabaj o del
Il?ar y de las ~guas contmentales apenas ha empezado. Esas
tierras, cuyo htoral, que conserva s u forma primitiva, tiene
escotaduras profundas, estn situadas todas a aran distancia del _Ecuador, cerca de 13: zo~a polar . En Eur~pa, las costa_s occ1denlalcs de Escand1nav1a, desde el promontorio de
Lu~des :::-l~es al del cabo Norte, estn desgarradas por una
.':>ene. de for~s o golfos ramificados, y no slo la orilla del
continente, smo t odas las islas que forman como una cadena
paralela a las mesetas noruegas, estn ribeteadas de pennsulas Y recortadas en fjords pequeos, que forman inmensos
s~nderos. E ntre esas cortaduras que decuplican en su lon~:tud el desarrollo de las costas y dan al litoral un vivo de
mnumerables pennsulas ms o menos paralelas, unas son

104

...

de aspecto bastante uniforme y parecen enormes zanjas abiertas en el espesor del continente, otras se dividen en varios
fjords laterales, que hacen del conjunto de las aguas interiores un laberinto casi inextrkable de canales, estrechos y
ba has. El desarrollo total de las costas ha crecido tanto con
ese festn, que el litoral occidental de la pennsula, cuya
longitud en linea recta no es ni de 1.900 kilmetros, llega a
cerca de 1 3 .000 con los pliegues y replieg\!es de la ribera,
mh de la distancia entre Pars y el Japn.
Terminando bruscamente las mesetas de Escandinavia
sobre el mar del Norte, las pendientes que dominan los sombros desfiladeros de los fjo1ds son casi todas muy escarpadas algunas se yerguen en murallas perpendiculares que
sirven de pedestal a altas montaas. El Thorsnuten, situado
a 1 sur de Bergen, a la orilla del Hardangerfjord, alcanza una
altura superior a 1.6oo metros a menos de cuatro kilmetros
dt: la orilla. En Yar ias bahas del occidente de Noruega se
vt:n .':>altar las cascadas de lo alto de los acantilados y precipitarse de golpe en el mar, de modo que las embarcaciones
pueden pasar entre la pared de rocas y la parbola de las
aguas estruendosas. Debajo de las aguas continan tambin
las fragosidades de los golfos, de tal m odo, que en ciertos
desfiladeros de rocas, cuya a nchura entre acantilado y acantilado no es ms que de roo a 200 metros, hay que echar la
sonda hasta soo 6oo metros de profundidad antes de alcanzar a la roca. En Los trabajadores deL ntar cita Vctor Hugo
con razn el Lysefjord como la de ms espantoso aspecto
entre esas avenidas siniestras, muchas de las cuales estn
eternamente privadas de un rayo de sol por las altas mura lla::. de sal que las encierran. Ese enorme foso, de casi perfecta regularidad, penetra 43 kilmetros en el continente;
aunque en ciertos sitios apenas presenta 6oo metros de a nchura, sus paredes se levantan hasta r.ooo y 1.100 metros de
ele,acin, y cerca de la orilla la sonda no toca tierra hasta
mh de 400 metros. Indudablemente, el primer marino que
bog:1se por las aguas negras y tranquilas de aquel abismo
dt:bi de n avegar con cierto horror, preguntndose a cada
nut.:YO recodo del camino si veria surgir ante l algn dios
espantoso. Hoy mismo es imposible penetrar sin estremecerse
en d siniestro desfiladero, donde los antiguos habran credo
ver la e ntrada del avern o.
Las islas de Spitzberg, las Feroe, las Shetland, presentan
tambin en s u contorno centenares de fjords semejantes a los
~-cand ina\"os. Las costas de Isla ndia, del Labrador y de
Groenlandia occidental, las de las isl~; del archipilago polar
y d litoral americano del Pacfico, desde la larga pennsula
(le :\.laska hasta el laberinto de las islas de Vancou\er, no

JOS

son ~enos ric~s en escotaduras que el litoral <.le ~oruega .


Tambin las nbe.ras de Escocia estn profundamente r~or
!adas, pero slo por la parte del Oeste, donde hay adems
Islas num~rosas que reproducen en miniatura el ddalo de
pr?monton_os y babias de tierra firme la parte de Irlanda
vuelta hac1a alta mar se desarrolla tambin en una serie de
pennsulas peascosas separadas por golfos estrechos, pero
al Sur y al Este las costas de las islas Britnicas son de
forma mucho menos que~rada y se desarrollan en largas curvas regulares. En Francia no suelen encontrarse vestigios de
escotad u ras semejantes a los fjords norueaos como no sea
~n. el extremo de. Bretaa. As es que no e,dst~ palabra en el
1d10ma para ~estgnarlas. En Espaa, la parte de la pennsula que mtra al NO., donde se abren los puertos de El
Ferr?l y La C:orua, es la nica que presenta algunas clases
de !Jords m ed1o cegados. En las orillas del Mediterrneo hay
d?s comarcas con las costas recortadas en jjords cegados tambin. en parte p or los alu':.iones : ~on el Asia ::'lfenor y Da'lmacJa, ct~.yas altas montanas, cubiertas antes de ,entisqueros, domman angostas bahas <.le caprichosos recortes, coro(}
las Bocas de Cattaro, pero a lo largo de las <.los costa ... las
peninsulas del litoral estn uniformemente vueltas hacia
el Oeste.
A_l sur del Adritico y del Archipilaao en el litoral ue
las herras calientes o. trridas, Yl; no se v~n' jjords. Para vu1ver a encontrar ~meJante formac1n de riberas hay que atravesar toda ~mnca hasta el extremo meridional ele! conti ne~te i los /JO_rds se presentan allende el litoral un iitJrme de
Ctle con la 1sla de Chilo, sus numerosas bahlas y la rc.d
de estreC'hos del arcbip_ilago _de Magallanes y de 1:1 Tierra
de Fuego. Esa es la 01ca reg16n del hemisferio .lustral d onde apar~ ese fenmeno asombroso de tortuosos y profundos valles llenos de agua de mar. No podemos decir nada del
contorno de las tierras antrticas, puesto que el relieve de
bahas, cabos, golfos y pennsulas est cegado por ,entisqueros y bancos de hielo.

11
Fjords cegados por los alu-uio11es marftimos y jfu .
-uiales.

El est u..
d.10 comparado de todas la ribl!ras conduce a la
comprobac10n del hecho de que los ffords se encuentran m-

106

camentc en el litoral de las comarcas fras y que, en igualdad


de temperatura, son mucho ms numeros?s y se desarroll3:n
ms en las costas occidentales que en las rtberas vueltas hac1a
Oriente. Por qu se ha producido es~ extrao .c<;mtraste geo
grfico entre las diversas riberas ~gun la pos1ctn que ocu~
pan al Norte y al .Medioda, al Oeste y al Este? Por que
]as playas y basta los cantiles baados por una atmsfera
clida y templad; han adquirido en el ~fil ele sus cuna::.
tan aran reaularidad cuando los valles abtcrtos en el espesor
de I~s m~sclas di! E'scancltnavia, de Groenlandia y de Patagonia han consen ad o su forma.ptimitiva? Una_causa cuyos
efectos se han producido a un tie mpo y de la rn1sma manera
en ambos extremos de los continentes, en las tierras boreales de Amrica y de Oceana y e n las islas magallnicas,
debe de haber sido necesariamente un gran fenmeno geo16aico
que a ctu durante toda una edad de] planeta.
0
Ese fenmeno era el clima especial que durante el perodo glacial se percibi en la s uperficie del globo y tr~ns~
form e n laraos ros de hielo las neveras de las montanas.
El mapa habla, digmoslo as, y cuenta con claridad que
los fjords, antiguas escotaduras del litoral, se han consenado
en s u estado primitivo por la ~rmanencia _prolongada d<: lo<>
ventisqueros. En efecto, e l penodo del fno, cuyos testimonios inequvocos se ven todava en los trpicos y en el Ecuador, al pie <.le los Andes y en el valle del Amazonas, naturalmente dur ms cerca de los polo::. que en la tOna t rrida
y e n las templadas. _\que! perodo glacial, terminado tal _vez
hace millones de siglos en las abrasadas playas del Brastl y
de Colombia, ha cesado e n las costas inglesas y francesas en
una poca re lativamente cercana. En edad aun ms prxima
a nuestros tiempos histricos, los fjords de Escandinavia se
han desprendido a su vez de los ventisqueros que los llenaban, y muy al Norte y en las regiones antrticas hay comarca.., donde los ros de hielo bajan t odava hasta e l mar y se
extienden a lo lejos en los golfos. El ventisquero de la baha
d E: Magdalena, explorado por Martn y Bravais, se proy~ta
a lo lejos, en un jjord que no tiene menos de 100 metros de
profundidad, y el acantilado terminal de hielo, empuJado
por el peso de las nieves superiores, se despliega en lnea
curva cuya conve.xidad mira a alta mar. En costas ms fras.
an, como en el norte de Groenlandia, y al otro lado del
mundo, en el contorno de las tierras antrticas, las bahas
llegan a estar completamente cegadas por los hielos, que
de::.bordndose en alta mar dan perfil regular al conjunto de
las costas. Las olas de alta .mar vienen a chocar con largo
muro de cristal, y esos cimientos helados disfrazan la v~r
dadera forma de la arquitectura continental, como lo ha~n

107

tn otros climas aluviones fluviales y agujas de arena martima. Sin embargo, valles profundos, ocultos por el banco de
hielo, recortan tambin el litoral de esas costas polares, y
t:n venidero periodo geolgico, cuando hayan desaparecido
los hielos, esas escotaduras del continente sern tambin
jjords semejantes a los escandinavos.
CU.lndo las bahas de Noruega estaban cegadas por los
hielos como ahora lo est la de Groenlandia septentrional,
conservaban su forma primitiva, excepto en las paredes laterales y en las rocas del fondo, que estaban estriadas y bruidas por el roce de la .masa movible y los residuos que arrashaba. Los peascos cados en las neveras y en el campo del
ventisquero, los montones de guijQrros y de tierras arrebatados por las intemperies y el deshielo a las laderas de las
montaas formaban hacinamientos semejantes a los que hoy
se ' 'en en los ventisqueros de los montes escandinavos; pero
esos hacinamientos, en lugar de derrumbarse con los hie los
e n algn valle situado a centenares de metros de e)evactn,
eran llevados hasta la desembocadura de los jjords e n alta
mar y se abismaban en las olas con los pedazos desprendidos
del mismo ventisquero. Los desmoronamientos sucesivos de
rocas y guijarros, necesariamente haban de levantar poco a
poco un hacinamiento frontal s ubmarino, y se encuentran
efectivamente a la e ntrada de todos los jjords escandinavos
bajos fondos de residuos que se alzan como murallas fuera
del ag ua profunda. Los marinos noruegos llaman cpuentes
de roan a esas vallas naturales que sirven de limite a los
a ntiguos ventisqueros y e n donde peces de aguas cercanas
se renen a millones. En aguas de la Escocia occide ntal ,
como a 1~ entrada de los pequeos golfos del Finisterre, se
ven tambtn cordones de bancos submarinos y de arrecifes
1ue .no son ms que antiguos hacinamientos procedentes de
''en tJsq u eros.
~espus del perodo. qu~ precedi .a la edad actual y los
venhsq~eros de ES<;andtnavt.a retrocedteron .poco a poco hacia
(..J mtenor d~ lo~ fJ ords, deJaron de tocar el nivel del mar y
"u extre mo mfenor penetr cada vez ms en los valles abiertos en la ladera de los montes. Entonces empez para los
torr~ntes y el mar el i~menso tra bajo geolgico de cegar Jas
bah.tas. Las aguas flu':'tales llevaban sus aluviones y los depositaban en playas hsas a l pie de las montaas, mientras
d mar extenda en capas de arena o cieno los residuos de
rocas que socavaba con sus olas. Ya en gran nmero de jjords
nor~egos ha hecho grandes progresos esa obra de transformacin del dominio del mar en tierra firme y si se conociera
Ja proporcin sc:cular del crecimiento de as playas podra
calcularse aproxima damente la poca en que qued libre de

108

. t nada al Este hacia los.


hielos el valle. ~n la ver~fi: ea~~fo~a labor; a ll han ~ido
campos de Suecia, ~e ven
or olas del mar, sino por
sustituidos los ventisqueros, no p cas
esas a.,.uas retroaguas lacustres escalonadas entecy~~ al~ vfO'Iles de los torrencede? tam.b in poco a poco Jftera de los Alpe~ suizos, varias
tes. f~mbtn en la gran cor ~n otro tiempo fueron lechos de
depresiOnes ~rofundas, qu: n convertido en fJ ord s continen1 de ! seo el de Lu...,.ano, el
g randes ventisqueros, se M a
tales : tales fdn ~a~~~o Es~~o:~e~cas lacustres estn ~erradas
de Com.o Y, e e
.
hacinamientos semejantes a los
al Medtodta con enormes
a.,.uas como las de los
;>_uedntes de marb1:nroor~;gt~.,.rr s~sco~sec~encia de los a1u1or s van cam
o
1
vionS~t~ qdue lessll:~~~rl~u:~~;jJ~:d: d~n~~~andinavia y m"
1 ua as m
.b.
t que procede de las
prximas al ori gen de la h ta corneo e . h
d b"d d
,\nUas las bahas occidentales de Escocta a n e t oa- _. . .
quedar bres de hielos mucho a ntes que las ~os~~n~~~~:;~
y las escotaduras del litoral de H olanda Y re .
rd
dej'aran bastante a~tes de .servirLade l~~b~a d~ l~~er:lasso ~rl~
ficatla de las montanas vecmas.
s n er
tnicas, vueltas a l Este haci~ el ?lar del Norte, seguramen~e
estaban libres de hielos hacta tiempo, porque den t acauel ~
oca como hoy los vientos del Oeste y del Su oe~ e omln~ba~ en Europ~ y llevaban las lluvias .a las pend1entes dt
las montaas inclinadas h acia el All~nttco : en la vertten~~
opuesta los ventisqueros se han derretido antes por falta de
humedad necesaria. Esa es la razn. del. sorprendente co~
traste que presentan en las islas Bntmc3;s y en Islandt~
las costas occidentales, recortadas por babtas prof~ndas, )
las riberas orientales, cuyos fjords estn menos ~hentesEy
a veces hasta completamente cega?os por los aluviOnes. ~
el sur de Amrica, como las lluvtas son much~ ms abun
dan tes en la vertiente occidenta~ de las montanas de. Pata,.,0nia los ventisqueros han baJado ~ucho ms hac1a lo.s
~alle; y los jjords, sujetos por los htelos en s u ~stado pnmitiv~, todava cnvierten toda aquella .Pa:te del btoral ame
ricano en verdadero laberinto. L<?s movtmte.ntos de la atms.
fera explican }a forma de los mtsmos conbnentes.
Despus del retroceso de los ve~tisqueros, el .t rabaJO de
re...,.ularizacin de las riberas se ver1fica en las dt versas com~rcas con mayor o menor rapidez, segn la forma d~ los
continentes, la profundidad de los fjo~ds y todo el conJU?to
de fenmenos qu~ constituye n el .medto ge?grfico., En ciertas comarcas donde tienen poca tmp?rtancta l.os nos, como
e n Dinamarca y ::\lecklemburgo, los jords emptezan a cerrarse por la parte del mar y se convierten e n largas Y estcechas..

109

lagunas separadas de las olas saladas por playas arenosas.


En cambio, los golfos donde desembocan grandes ros van
siendo cegados por los aluviones en las partes ms separadas
del Ocano y se convierten poco a poco en estuarios. Finalmente , muchas orillas, entre otras las de Islandia oriental
ofrecen unas junto a otra muchos jjords que se estrechan ~
un tiempo aguas arriba y aguas abajo por los tributos del
mar y los de los rios interiores. Asi es que muchos golfos
antig uos de Escandina va, de Ing late rra y de Francia se han
convert ido en tierra firme. Los golfos de Criastiansund, en
::\oruega, y de Carentan, en Francia, proyectaban antes en
todos sentidos profundos abismos, cuyo lugar ocupa n hoy
culti\os y pantanos.
Sea cual fuere la diversidad de los medios empleados por
la Katuraleza para cegar las antiguas bahas g laciales, se
Yerifica e l trabajo en su debido tie mpo, p uesto que est comprobado que de las regiones templadas a la zona ecuatorial
las curvas de las riberas presentan creciente regularidad. A
loo; puertos innumerables que penetran en l o interior de las
tierras septentrionales sustituyen al l\Iedioda riberas maritimas cada vez ms inhospitalarias por la falta de festones,
y en las costas de la zona trrida, privadas de desembocaduras fluviales, los buques ti~nen que seguir las costas cenknares de leguas a ntes de encont rar un abra de refugi o. Los
tres continentes meridionales, Amrica del Sur, Africa y
Australia, son los que presentan en su contorno el desarrollo
ms uniforme de costas y m s desprovisto de bahas.
Si puede considerarse con razn cada venti squero como
termmetro natural que indica subiendo y baj'ando todos los
cambios de la temperatura local, tambin puede verse en el
conjunto de las riberas, desde los jjords de Groenlandia y
Noruega hasta las largas playas de Africa ecuatorial, una
representacin visible de los cambios de temperatura que
han ocurrido en el globo desde el perodo glacial. Si con largos y pacientes estudios se consigue medir el tiempo nece~rio a los aluviones martimos y fluviales 'J)ara modificar asi
la forma de los valles llenos antes de hielos, se podr calcular la duracin de los tiempos modernos que han sucedido a
aquella edad anterior de la tierra. Ese trmino vago de poca
o . de per~odo que seg1_1 los diversos gelogos, lo mismo sigmfica mlllares que mtllones de aos, t endr para tiempos
ms cercanos a n osotros sentido ms exacto y fio-urar
como
0
los siglos en la cronolog a de los hombres~

ltO

III
.
. ntilndos - Costas d e la MattDcstntccz6H de Los 11 \ 0 _ Jlcci 611 d e Los cantos y Las
cha. - Paso de C:a l a!ds.
. antes - Po::.os surtidores
arenas. - Jvl arnutas e {[tg

de la s costas.

h . equilibrio e ntre la obra de


Aunque forzosamente. a) a.,
.
odra creer a primera
demolicin y la de reconstr,u Jonde~~r~ir Contemplando los
vista que el mar g:usta mas d~versas co.stas se alzan a muacantilados, esos taJ OS tque ~n eleva~in se pregunta uno con
chos centenares de m~.:fs
b:star los ~altos repetidos de ~as
espanto cmo han ,~0 1 0
u as bases s uavemente molas para cortat. ast !as D?-ontanas e fn las olas. Desde lo alto
clinadas se ,anabat; anbg~mt~~ano tumultuoso extendido
de esas <'Ostas bra~tas se ~e a
d. t. guen las olas ms
omo una superficte '))lana, y n o se ts tn
o- .
e e )Or sus refleos y las r ompientes ms q?-e por su outrquld1 de espuma ~ fndense los rumores mltiples de las olas
~~ Jaro-o murmulo que se extingue y renace luego para extino-ui;S" otra vez. Sin embargo, esa ag-ua que se ve a pr~o
fun~didad tan grande y que pare<;~ impote~te contra la pe_na
. Tda
ha derribado toda la traccwn de colma o de montan~,
1
d~ 1a 'cual es escala gigantesca el acantilado, ~ despus he
haber derrumbado g radualmente las enormes htladas, las a
reducido a poho y ha hecho desaparecer sus buell;as. A veces
no ueda ni un escollo en el lugar donde se ergUlan los P!<>moitorios. Los fenmenos comprobad.os durante la corta vtd~
de un hombre son hechos tan grandtoso~ e~ su desarroll.o )
tan notables en s us efectos, que un sabto .mg~s, el c.apttn
Saxby, ha propuesto fundar en ellos una ctencta espectal llamada onda'VoroLoga.
.
.
.
Para tener idea de la fuerza destructiva eJercttada por 1as
olas del Ocano, basta contemplarlas un dia de tormenta de~e
los acantilados gredosos de Dteppe o de El Havre . Vese abaJO
al ejrcito de las olas espumosas lan~se al asalto de las
1ocas. Impulsadas a un ti~mpo por el vt~nto del mar, la mare~
v la corriente lateral, bnncan por. encuna de los escollo~ )
escarpas de la orilla y chocan obhcuamente con la base del
acantilado. Su choque hace temblar a las enormes mura~las
hasta la cima y el estrpito repercute en todas las fragostda~es como incesante trueno. Proyectada en las he ndeduras de
)a pea con terrible fuerza impulsiva, diluye el agua todas

111

las materias arcillosas y calcreas, desempotra lentamente los


peascos o hiladas ms slidos, los arranca de golpe y luego
los hace rodar por la a rena o los rompe convirtindolos en
cantos que pasea _co~ formidabl~. ruido .. A travs del t orbellino de espuma huvtente que sttla la nbera, slo se entrev
la obra demoledora, pero las olas estn tan cargadas de desp ojos, que presentan hasta el horizonte neg ruzco o trreo
color.
.
.
Cuando cesa la tormenta pueden medirse las mvas10oes
del mar y calcular los millares de metros cbicos de, pi_edra
tragados y transformados e n cantos y en arena. A ult~mos
del ao r862 durante una de las tempestades ms ternbles
del s i<Ylo vi Leooier a l mar derriba r los peascos de la
Hve ~n ~o espesor de 15 metros. Desde el ao noo las ag uas
del Canal de la Mancha, auxiliadas por lluvias, heladas y
otras intemperies que ejercen gra n pre.sin en .las hiladas superiores le hao quitado a aquel acantilado mas de 1.400 metros o ~ea unos dos metros al a o. E l lugar donde en otro
tie~po se encontraba el pueblecillo de Saint~Adresse ha ido
retrocediendo ante las olas, y hoy le sustttuye un banco.
Bouoiceau, uno de los sabios que mejor estudiaron los fenmenos de la erosin de las riberas, calcula en la cuarta parte
de un metro lo menos la fraccin de acantilado que arranca
el mar por t rmino medio a las costas de Calvados, y en las
del Sena inferior no se puede considerar la erosin anual
menor de 30 centme tros.
E n las costas meridionales y orientales de Inglaterra las
invasiones del mar se verifican con rapidez ig ual o tal Yez
superior , porque e n general los colonos cuentan con una
prdida media de un metro de tierra a l a o a lo largo del
acantilado. Al este de la penns ula de Kent ha n adelantado
las ao-uas ms de seis kilmetros hacia el Oeste desde e l perodo0 romano. En sus invasiones s ucesivas han sumergido
los vastos dominios del conde sajn Goodwin y los han s ustituido con los temibles Goodwin Sands, donde tantos barcos
se pierden cada ao, y despus han transformado en gran
rada abierta la estrecha lag una de Downs. Segn los clculos
de Marcha! la masa total de los peascos quebrados y devorados cada' ao por las ag uas de la Mancha oriental es de
unos Io.ooo.ooo de metros cbicos.
El Paso de Calais va ensanchndose actualmente bajo la
triple accin de meteoros de olas tormentosas, y de la corriente que sale de la Mancha hacia el mar del Norte. ~as.
pacientes iovestio-aciooes de Thom de Gamood, iogemero
a quien se debe ~n hermoso proyecto de tnel internacional
entre Francia e Ing laterra, han demostrado que el acantilado
de Grisis Nez, el punto de las costas francesas ms prximo a

112

1~ Gran. Bretaa, retrocede por tr mino medio

25 metros cada
edad_es anteriores el progreso de las erosiOnes
d 1 sl
T~s r palo, de~e de haberse roto por la presin
he as o as e l ~tm ~ que uma a Inglaterra con la tierra firme
ace sesenta mtl ~nos. De tod os modos, es imposible indicar
u?a f~cha cualqutera, puesto _que en aquel l ugar se ha hundid? Y levantado el s uelo varias \eces a nti o-uas pla as s u
penor~s en cuatro o _cinco metros al ~ivel 0 actual d~l ~ar' osques _sumerg tdos, dan testimonio de todas esas osci~
lco~o
ac10nes s ucestvas.
~ lo largo de las costas de Francia, a l este del cabo de
~nttfer, los cantos que han cado de los acantilados, reducios constaote me~te e n s u tamao por el movimiento de las
~la~ que los resnegan a unos contra otros, no dejla.n de andar
acta la dcsembocadur;a del Somme. Parados a diez kilmetros m s ~ll de los ultimos acantilados de pedernal por el
pro ~ontono del H owrde l, e n seguida los vuelve a coo-er la
c?r~tente que va hacia el estrecho; cada vez ms trit~ados
vta]an de banco en ba nco de a re na, y despus de haber fran~
~u~ado E;l estrecho forman depsitos de cieno, ya en Ja s uper~te de tnnumerables bancos del mar del Norte, ya e n las riberas de ~!andes, de Holanda y de la Ing la terra oriental a
fsosl dep~ttos se l_es da el nombre expresivo de ganancias' de
~ ~ a en os J?araJes de la l\Iaocha. Los Io.ooo.ooo de metros
cubtcos de r estd uos arrebatados anualme nte a los acantilados
de Sussex Y de Kent, lo mismo que a las de Calvados y el
pas de Canx, son llevados a l litoral de los pases del Norte
~ expensas de las costas de la Mancha se forman los poldcr~
e Hol~oda y los fens de No7folk y de Lincolshire. A consecuencta de_ ese doble trabaJo de erosin en un punto y
de a lmacenaJe en ot ro, las riberas colocadas a l norte del
estrecho prese~tan un contraste perfecto con las costas de
la l\I~ncha. :\1tentras a orillas dei mar los acantilados de
Francta e Inglaterra se recortan en ba has cncavas las
playas que se !prolongan al norte del Paso de Calais 'afectan un~ forma con vexa uniforme. La ola devuelve en arena
Y en c1eno lo que ha cogido e n peascos y cantos.
. No hay que creer que sea sta la misma fuerza impulSt':'a de} agua m:r~ima q~e dem uele los acantilados de la
onlla. ~a masa hqutda sena casi impotente contra las durac;
~ocas, st al acercarse a la ribera no fuera cargada de resiuuos de todas clases, peas y cantos arena y conchas que
com? proyc~til~s arroja cada ola co~tra los m uros q ~e la
domtnan. S1r v1ndose d~ las piedras que cayeron antes
C?mo de otros t~otos anetes, los arrastra el agua hasta el
pte de los acantilados, choca con los relieves los sacude v
a caba por quebrarlos y reducirlos a polvo. La' arena mism,

!~~1~~ s~den
la~
0

E-

Ocano

113

r~.:stn.:gada sin ce~r por !as roc~s, gasta .poco a poco los

cimi~ntos m~ shdos y stgue as1 el trab~JO de zapa. empe-

zado por los ~antos ; gran ~arte de los m~smos desppJOS del
promontorio strve para. arr?Jarlo al mar: En todas las c~sta::.
peascosas de Escandmav1a, de Escoc1a, de Irlanda ) de
Bretaa, la muchedumbre de escollos se?Jbrados e~ el ma_r
a o-ran distancia de la costa no son mas que antiguos ctmi~ntos de continente que han sido gr~dualmente arrasados
por los guijarros y la arena basta el mve~ de la ola. De~e
lo alto de 'Una colina, en las costas ~e .Pa1 ~pol de Morlu~~.
del Abewrach, tambin se puede dt~tlnguu a marea baJa
cul era la forma primitiva de la onlla.
.
Las excavaciones profundas y regulares conoc1das c.on
el nombre de marmitas de gtgantes son uno d~ los trabaJOS
o-eolo-icos ms curiosos ejecutados por los penascos espar~idos~ Toda piedra que descansa libremente en una fragos;dad de la roca donde se estrellan las olas, abre, durante
el curso de las edades, una especie de pozo, cuyas paredes
son lisas y es~n como cepi.lladas por el roce. A la larga,
e--as cavidades (donde la ptedra gradual~ente redondeada
no deja de oscilar sobre su base o de g1rar con 1a arena)
adquieren profU?did:Jd y anchura ~e muchos metros: Esas,
s~.:n-n la tradictn eran las marmttas en que los g1gantes
antiguos aderezab~n la comida. Existen exca~acio_nes muy
n,,u\bles de este gnero en las costas de Escandrn.avta, donde
pca~cos de granito arrastrados por un mar funoso quedan
su11~tos por las abruptas rocas en muchas quebradas del
acantilado.
.
.
Fenmeno tan interesante como el gt~ar. de las. ~1cdras
en las marmitas de los gigantes es la sub1ta apar.1c1n de
columnas de agua marina que _:;urgen como surbdores. a
travs de las hendeduras del penasco. Cua_ndo una o~a Inmensa se abisma en una de las cavernas raJadas del hloral,
es a yeces tal su mpetu, que retiembla la roca ~omo c~>n
una descarga de artillera. La masa de agua empuJa al atre
delante de s, y no encontrando ~ las paredes que la rodean y comprimen bastante espac10 para extenderse, brota
tpor las rendijas de la bveda. La mayor parte de s~s, g-radualmente esculpidas de nuevo por las columnas ltqutdas
que de aU se escapan, toman a la larga aspecto de ve:daderos pozos, en los cuales cada ent:ada del agua se senala
con un geiscr de dimensiones vanables. Las hay que .se
eleYan basta muchos metros de altura y se v~n a gran .dtstanda, como el chorro hmedo que desde lejos. denunc1a a
la ballena ; por eso llaman sopladores ~os mannos en ~uchos paises a esos fenmenos de las nbe~as.
.
La presin de la marea es tan perceptible como el 1m-

114

pulso de las olas en lo interior de las peas rajadas del litoral; verdad es que no hace brotar magnficas fuentes por
encima del mar, pero hace subir el nivel del lquido en
todos los pozos cercanos a la orilla, hasta en los que estn
llenos nicamente de agua dulce. Eso podra haberlo indicado anticipadamente la teora; las capas lquidas que 'Penetren a lo lejos en las hendeduras de las rocas detienen el
agua de infiltracin procedentes del interior ; stas, saladas o dulces, permanecen en sus depsitos y se elevan al
mismo tiempo que 1a marea; despus, cuando empieza el
1eflujo, emprenden otra vez el camino del mar y se vierten
de nuevo en l en cuanto cesa la presin de la marea ascendente. Donde las rocas de la costa estn muy hendidas
(lo cual ocurre casi siempre en los acantilados de estratos
calizos) existen pozos de esos que suben y bajan alternativamente con la marea. Debemos cilar principalmente los
de Finlandia, cerca de Wasa, los de los alrededores de
Royn, en la orilla derecha del Gironda, y sobre t odo, los
de las islas Bahama. En varias de esas islas, todos los
pozos, sin excepcin, estn regularizados por el flujo del mar.
Ciertas costas hay tan profundamente abiertas por la
part..: del mar, que las olas penetran basta gran distancia
en lo interior del continente. Hay un ejemplo curioso en
la parte de la Luisiana conocida con el nombre de Attakatpas. All, las praderas del litoral, protegidas contra las tormentas del golfo de ~Ijico por series de bancos de arena
y de largas islas paralelas a la orilla, no han dejado de
ganar terreno al Ocano, pero no son slidas ms que en
la superficie y el revoltijo de sus races est baado por el
agua del mar, ,q ue se interna a lo lejlos en una baha de contornos invisibles. Los pescadores no temen arriesgarse por
esas praderas flotantes, semejantes en todo a las de los pantanos, y perforando el suelo se apoderan de los peces ocultos en aquellos escondrijos.
De todos modos, no pueden existir riberas flotantes ms
que en escaso nmero de costas, cuyas circunstancias fsicas son muy excepcionales; generalmente, las aguas del
Ocano penetran en lo interior de las tierras tpor grutas y
cavernas abiertas en la roca slida. Indudablemente debe.
de haber debajo del nivel del mar muchas de esas galeras
tpeascosas, pero. slo se conocen aquellas que se 3:bren al
mive.l de las olas, como la gruta azulada de Capn ; ms
abajo, la masa lquida cierra la entrada de las cavernas laterales, que no conoceremos en mucho tiempo. Pero si no
se pueden explorar las grutas llenas an con las aguas del
anar, se ven en las costas levantadas, como las de Escandinavia, inmensas cavernas que las olas recorran libremen-

115

te en otro tiempo. Una de las grutas ms imponentes del


mundo es la que atraviesa de parte a parte el soberbio peasco de Tortghatten, erguido como enorme pirmide de
ms de 300 metros de altura en una isla de la Noruega septentrional. Esa galera, a cuyo travs ven pasar la luz los
navegantes, es de una regularidad asombrosa. Los umbrales de las i~mensas puertas, una de x y otra de 40 metros
de altura, se encuentran a cada lado a la misma elevacin
de 123 metros sobre el nivel del mar; el suelo, cubierto de
arena fina, es casi horizontal y forma como el pavimento
de un tnel, por donde podran circular coches. Presentan
las paredes laterales, casi en toda su extensin, una superficie bruida, como si las hubiera construdo mano humana,
y se elevan verticalmente hasta el nacimiento de la cimbra ;
hacia la mitad de la gruta, la bveda es ms baja que en
los extremos. Vistos a travs del gigantesco telescopio de
300 metros de longitud, los promontorios, los islotes, los
innumerables escollos y las crestas blancas de las rompientes forman un espectculo de incomparable hermosura, sobre
todo cuando ilumina el sol con sus rayos el conjunto del
paisaje.
Cuando la ola del mar no puede entrar en las caverna.;;
alejadas de la orilla ms que por canales estrechos, ocurre
a veces que un arroyo de agua salada corre con regularidad
hacia lo interior de las .t ierras sin volver nunca a.l Ocano.
Esa extraa circunstancia, que puede parecer al prin~ipio un
trastorno de las leyes naturales, se observa en di ver::;os
puntos del litoral de las comarcas calizas, y especialmente
en las costas de Grecia e islas vecinas.
Cerca de Argstoli, ciudad comercirul de la isla de Cefalonia, cuatro torre ntes chicos de agua de mar, que por
trmino medio llevan 250 li.tros de agua por segundo, penetran en las h endeduras de los acantilados, corren rpidamente a travs de las peas sembradas en el cauce y
desaparecen gradualmente en las grietas del suelo. Dos de
esas corrientes de agua son lo bastante considerables para
hacer girar durante todo el ao las ruedas de dos molinos
construdos .p or un inglls emprendedor. Aunque las cavidades subterrneas de Argstoli estn en comunicacin
constante con e'1 mar, y la entrada de los canales se desembaraza cuidadosamente de las algas que pudieran obstruir el paso, o a lo menos retrasar la corriente, las aguas
no se encuentran en las grutas a la misma altura que en
el golfo vedno. Y es que las rocas caticreas de Cefalonia,
desecadas en la superficie por los vientos del mar y los ardores del sol, estn perforadas y hendidas en todo su espesor pot innumerables grietas, que son otras tantas chi-

116

meneas que activan la circulacin del aire y la evaporacin


de la humedad oculta. Puede compararse la masa entera .de
los collados de Aro-stoli con todas sus cavernas a una mmensa alacarraza, ~uyo contenido se va evaporando a travs de la arcilla porosa. A consecuenci~ de esa prdida constante de .liquido, el nivel del agua stempre es menos elevado en las cavernas que en el mar, y para rest:3:blec~r el
equi.Jibrio arroyuelos alimentados por l as olas baJan mccsantemente por todas las hendeduras hacia los depsitos
subterrneos. Es probable que la evaporacin constante del
agua salada tenga por resultad.o acumular en las cavidade
de la isla enormes masas salmas. El gelogo Ansted ha
calculado que el desage de l os dos gJ:andes ar~oyos marinos de Aro-stoli bastara para formar cada ano un peasco de rm~ de 1.400 metros cbicos de sal.

IV

Desnwronamiento de las rocas. - Di11erso aspecto


de los acantilados . - Plataformas de sus bases. Resiste1rcia de /,as costas. - Rompeolas formados
por escontbros. - H elgola1rd. - Destruccin de las
playas ba jas.
Todo3 los promontorios pe~scosos expuestos a la violencia de las borrascas o senctllamente ro1.ados por la co
rriente estn desmoron~dos en su base. La erosin se verifica d~ una manera ms o menos .rpida, segn la marcha
de 1las olas la distribucin e inclinacin de las 'hiladas, la
dureza de as rocas y la composicin qumica de sus molculas. Los medios de destruccin empleados dependen 3: un
tiempo de las diversas condiciones hidrolgicas y geolgicas.
Por extrao que parezca este aser.to, el agua del l!lar en
ciertos casos puede llegar a de~trlllr por la comb~shn las
peas de sus orillas. Los acantilados de Ballybun10n, e~ la
costa occidental de Irlanda, presentan durante mucho ttempo el a3pecto de murallas de lava humean~e. Aquellos. peascos, perforados por las olas del Atlntic~ y esculpidos
con caprichosos adornos, se de.r~umbaron .un dia en una .gran
extensin, y el alumbre y ptntas de hterro que contienen
en gran proporcin s us estratos quedaron expu~stos a la
accin de la atmsfera y del agua del mar. V~nficse una
oxidacin rpida y produjo un calor bastante mtenso para
incendiar todo el acantilado. Durante semanas enteras ar-

117

dieron las rocas como un brasero inmenso, y masas de vapor


y de humo se elevaron como nubes por e ncima de la alta
muralla sitiada por el oleaje. Dispersos alrededor del espacio
donde rein el incendio, aun se ven montones de escorias
derretidas y capas de arcilla transformadas en ladrillos por
la violencia del fuego.
Siendo tanta la di\ersidad de medios destructores empleados por la Naturaleza, comprndese que el aspecto y
formas de las costas peascosas vare tambin notablemente. Los acantulados de Inglaterra y de Normanda, que estn
compuestos de capas bastante desmenuzables, se derrumban cua ndo sus hiladas inferiores han sido rodas, y sus
paredes, pocas veces interrumpidas por angostas brechas
que Jan paso a arroyos temporales o permanentes, parecen
enormes murallas de 50 a roo metros de elevacin. E n las
islas del ma~ Bllico los .peascos gredosos, menos expuestos a la fur!a de las tempestades que los de Europa occidental, son tambin menos abruptos, y se extienden bosques de hayas como capas de verdor sobre los desmoronamientos de los acantilados . En otras partes, especialmente
en das costas de Lig uria, los promontorios, formados de
r ocas calizas ms duras que la greda, no se hunden cuando
se l~eva el mar s us estratos inferiores, y las olas, trabajando mcesantemente la base de esas .rocas, pueden esculpir
columnatas,. arc~s, galeras, anchas grutas, en que el agua
temblorosa 1lumma la bveda con azules reflejos. Otros
acantilados, cuyo tipo puede ser el promontorio de Socoa ,
c~rca de ;San Juan de. L~J estn c?mpuestos de rocas de
p1zarra dtversamente mcbnadas hac1a el mar ; rodas 'POr
las olas, se desprenden algunas lminas de esquisto, otras
se e ncor van y se separan unas de otras, como la hojas de
un libro entreabierto, y permiten a las olas que se deslicen
espumosas . hasta e l ~orazn del acantilado, para brotar de
~ en segUlda como mmensos cohetes. Finalmente, en otras
n .beras, las rocas, cortadas por separaciones verticales, estn
a1slad~s unas de otras y separadas en g rupos distintos por
h acc1n de las aguas. Rodeadas por un mar rugiente, se
yerguen en s u base de escollos como torres monstruosos
obeliscos, arcos gigantescos, puentes derruidos. Tales son
las rocas innumerables que se a lzan por encima de las olas
en el archipilago de las Shetland y en las Oreadas. Negros,
esbeltos, rodeados de brumas como humaredas, esos residuos
de antiguos acantilados, justifican el nombre de Chimneyrock.s -rocas-chimeneas-, que han dado a muchos de ellos
los 1ngleses. En la costa septe ntrional de Norueo-a
no lejos
0
del crculo polar, se eleva en medio de las aguas u~ peasco

1 18

de ms de 300 metros de altura que parece un g igantesco


jinete; por eso se le llama H estmanden.
Se ve que son de formas muy di,ersas los acantilados
rc-dos por las ola s J el mar. De todos modos, puede decirse,
como regla general , que las desig ualdaJes ~e las paredes
estn en razn directa de 1la dureza de las btladas. Las ranuras abiertas lentamente en la s uperficie de la roca p or
las aguas, las cavidades que stas ah ondan y las grutas que
esculpen, son tanto ms profundas cuanto ms dura es la
piedra, porque las capas de formacin poco slida se derrumban en cuanto han sido rodos los cimientos. La parte
del acantilado, h umedecida sl o p0r la esp uma y la niebla
de las golillas estrelladas, est menos recortada que la base
y s us ranuras son menos numerosas, pero aun no apare~e la
vegetad6n. Ms arriba, algunos Hquenes dan a la p1edra
un tinte verdusco. Finalmente, las malezas, que gustan de
respirar el ai re salado del mar, aparecen en las fragosid.3:des
y cornisas de las r ocas A 35 40 metros de altura emp1eza
a mostrarse esa vegetacin en los acantilados de las riberas
del Mediterrneo.
A pesar de la asombrosa variedad de aspe~to q~e presentan los acantilados compuestos de sustanctas dtve_rsas,
como greda, mrmol, granito o prfido, se obs~rva un ra~go
de semejanza sino-ular es la forma de l0s penascos cubtertos por las agua;' del mar al pie de las abruptas pa:ede~.
Consiste en rl a existencia de dos o tres plataformas oe dtmen si6n variable, situadas en la base de las scarpaduras.
En las orillas del Mediterrneo y otros mares de p oca marea,
donde no vara el nivel de las aguas ms que por la accin
del vien lo y la tempestad, no exist e ms que una de esas
plataformas, y en las costas del Ocano, donde las mareas
alcanzan uua amplitud de varios metros por lo menos , dos
escalones s uperpuestos se extienden debajo, d~ la mur~lla.
Cuando la pea es muy dura, la plataforma un tca o mlttple
presenta pocos metros de anchura y puede compararse con
una estrecha cornisa suspendida a mitad de la altura e ntre
dos paredes abruptas, la del aca~ltilado y la que se umerge
eu el abismo del a~ua. En camb10, cuando la roca es blanda,
la plataforma sobre la cual se cx ti~nde 1~ ola. tiene a veces
varios centenares de metros de anchura. En llltshmore (costa
occidental de Irlanda) el acantilado presenta un~ sene de
escalones reo-ulares como si fueran de una escaltnata para
'
gigantes. Elo ms elevado,
sembrado de p~nascos,
es e 1 que
alcanzan las olas tempestuosas ; ms abaJO estn los ban~
dos por las mareas de aguas vivas y po: las m3:reas ordtnarias. Despus vienen las pla~formas mterm~dtas, y las
dos ltimas mesetas de la escalmata son las banadas por el

119

agu!l en. los reflujos ordinarios y en las mareas bajas de


equinOCCIO.
Se comprende fcilmente que esos rebordes submarinos
formaban parte en otro tiempo del espesor del acantilado
'h an resistido los asaltos de las olas, mientras las hilada~
altas,socavadas con ms o menos lentitud, se han desplomado en el mar. Como la fuerza de proyeccin de las olas
se nota con menos energa en la masa del agua que en la
superficie del mar, el peasco se deja decentar nicamente
en el lugar que sufre el choque de la ola, pero s us pendientes sumergidas permanecen relativamente intactas y siouen
0
con mayor o menor exactitud el antiguo perfi1 costeo. Por
esa razn existen en las orillas de1 Atlntico y otros mares
C?YO nivel oscila alternativamente con el flujo y r eflujb, do~
plataformas superpuestas que corresponden, una al nivel
~e la ba jamar y otra al de p1eamar. A l a h ora del flujo,
1mpulsadas las olas por la marea se estrella n impetuosamente contra las paredes de los peascos y activan sus trabajos de zapa. ~n <:ambio, d~rante e l reflujo, el ag ua que se
estrella en la onlla es conte~1da por la corriente de bajamM,
y por e,o no ataca al acanhlado con tanta e nero-a como la
ola de marea. La difere ncia de impulso que exi~e e ntre las
olas de flujo y reflujo puede m~dirse por la extensin r espectiva de las plataformas intermedias.
Si las o1as :\tacan constantemente la orilla para convertir
en acantilados
de la ribera no se <:ontentan stas
. . conlassualturas
c<?n restst~r
masa y la dureza 'mayor o menor de s us
hiladas, s1uo que , adems, muchas de e llas parece que blind~_n contra las olas s u base amenazada. Una espesa vegetacton de algas de flotante cabellera alfombra las cornisas
quiebra la fuerza del oleaje y convierte en torre ntes de hir~
viente espuma las enormes olas que corran rpidamente al
asalto_ de la roca. ~dems, toda la tparte de peascos comp~end1da e~tre el mve l de la marea alta y la baja esta cub~erta de d1versas co~chas, bastante numerosas para dar en
c1~rta s h oras a la ptedra e l aspecto de una hormio-ueante
masa y formar, adems, inme nso caparazn inmvil
Las costas que disfrutan de esa proteccin son preci same~te aquellas que por lo slido de s us peas resistiran
meJor a los ataque~ ~el mar. L os acantilados compuestos e n
tod_o su espesor o u01camente en su base de materiales poco
reststentes, se desmoronan con harta frecuencia para que
los moluscos y algas se aventuren en o-ran nmer o en la
parte de la roca que vienen a asaltar la~ olas. Grandes pedazos se despre~den d~ las hil~?a s s uperiores y caen e n Ja
arena ; en segu1da, baJo la a cc10n de las olas se pa rten e n
fragmentos ms chicos y despus en cantos ' que el mar

120

astra y frota incesantemente con ruido de cadenas. Bajo

!~~s residuos <:onstantemente removidos por la o)a no puede

desarrollarse germen _alguno animal y vegetal m _d efenderse


ningn oro-anismo vtvo procedente de alta mar, llegan a
quedar de~ertas las aguas que se estrellan en aquella masa
sonora.
.
.

d la
Cuando s ucede as, los .h acl'Damtentos y gutJtlrros e
atena son los que sirven de baluartes de defensa para garantizar la pared del acantilado contra _nuevos a~aqu.es.
Apoyados en escarpa contra la pared infenor del penasco o
dispersos e n las olas y transformados en escollos, los peascos cados burlan la fuerza de las olas Y ~etrasan el prog reso de las erosiones . En las costa~ d~l Medtterrneo, cerca
de Yentimiglia, acantilados cuyos ctmle_ntos est~n compuest os de arcilla arenosa, que con las 1luv1as se dtluye, ~ defienden eficazmente con escarpas, diques, t orres .Y obehscos
de un slido cong lomerado desprendido ~e las htla~as superi ores. En las speras riberas. de Bretana, l <?s penascos de
u ranito rajados en todos sentidos y con vertidos en canto;;
trados y llevados por el mar, con servan intactas durante
siglos las paredes de las rocas ~e que formaron parte. .
Los acantilados de Norma nd1a, compuestos de matenales
mucho menos duros que los de los promontorios. de_ .Bretaa,
nueden ser atacados ms fcilmente, pero pnnctpalmente
debe atribuirse s u rlpida er osin a la corriente del litoral
q ue se lleva los cantos ac umulados junto a 1~ base de ~as
rocas. La escarpa de peas derrumbadas constituye a l pnncipio una defensa muy s uficie nte contra la furia de las ? las,
pero poco a poco se dis uelve la parte g redosa de_ l a pen~ y
se deposita de trecho en trecho en los bancos de cten o, mte ntras los salientes de pederna l separados d~l espe~r de _la
piedra dejan de ofrecer a las ola:; la su~ ctente res1stenc~a,
y son a rrastrados a las bahas vecmas e n tnmensas procesiOnes paralelas a ~as orillas .. E n las costas meridionales d~ Ino-laterra .Ja corriente del litoral es much o me nos enrgtca y
la-> esca~ pas de residuos pueden resistir por lo tanto mucho
tiempo los ataques del mar. _Hace alg unos aos l~s aguas
minaban con a menazadora rap1dez la base del acantilado que
~ eleva no lejos de Douvres, por la parte del Oeste, y que
han consao-rado a S hakespeare los ingleses e n memoria de
la hermos; descripcin que de l ha hecho en El rey Lear.
Para salvar ese promontorio histrico, las casas que osticne
y el ferrocarril que bajo un tnel l o a traviesa, se tuvo la
idea de hacer saltar una parte de las h iladas superiores.
Ante una multitud inmensa que acudi a contemplar el
nuevo espectculo, se prendi fuego a \"arios cientos de kiloJramos de plvora amontonados en la mina, y enormes

12 1

masas. de roca se desplomaron con estrpito desde lo alto de


la colma : ahora la fuerza de las olas se estrella en la esca;pa. Beete Jukes supon~ que en dieciocho siglos babia
ro1do el ag~ unos dos kllmetros de ese acantilado y dt
las rocas vecmas.
Hay ~a isla en el mar del Norte que por confusin in~oluntana se crey c.onsagrada a Freya, diosa del amor y la
libertad,. y cuyo anhguo nombre de Ha-Mygland (tierra de
bancos mundados) se ha transformado para los extranjeros
en el de Helgoland (tierra santa}. La isla, completamente
compuesta de aspern, rodeado antes por capas cretceas
presenta al mar en todo su contorno un acantilado de 6~
metros .de altur~, ro~o en la base por las olas. Empleando
e1 hero1co med10 aphcado por los inO'enieros ino-leses para
defender el acantilado de Shakespeare~ y que la~o-u.arnicin
de_ Helgoland haba inaugurado en 18o8 bombarde~ndo unos
penascos que se derrumbaban, podran rodear los habitantes a ,su isla de un rompeolas circular, pero semejante dique
durana poco, porql1e los estratos de aspern no contienen
esos lechos de g:uijarros que forman los cantos de la playa.
Pronto, ser~an d1s~eltas por las olas todas las 'J)eas, y no
quedana nt un restduo para salvar las hiladas inferiores contra la a:cin destrudora de las olas y el trabajo de erosin
empezana de nuevo. Consagrada a una destruccin seO'ura
la isla se va derritiendo en el agua como un inmenso c~isW
de sal.
No dan el mismo crdito todos los sabios a los documentos relat!vos a la 3:ntigua extensi? de Helgoland. Alguno::;,
com~ " 7tebel, consideran esos testimonios de !}o pasado desP.ro~tstos de a~tenticidad. suficiente, y creen que el decrectmtento de la tsla se venfica con gran lentitud; en cambio,
otr:os ms respet~osos para las afirmaciones de los cronistas
opman que en cmco siglos ha perdido la isla lo menos las
tres c~rtas partes de s u exte nsin. Lo derto es que las tierras, mundadas en parte, a las cuales debe la isla su nombre, dejar<;>n de existi; tie~n:po .ha. Tambin es cierto que a
fiMs del s1glo xvn uma un tstmo a Helgoland con otros islotes cuyos ~cantila~os. se erguian a 6o metros de altura, como
los d~ la herra .pnnc1pal; dos puertos excelentes, que daban
a la tsla gran tmportancta est:_atgica, se abran al Norte y
al Sur ~ntre las dos ~asas x:nascosas y sus prolongaciones
s!lbmann~. _Hoy el tslote onental ha desaparecido, y han
Sldo susbtutdos sus acantilados por algunos mdanos y
banco~ de arena descubrertos en la marea baja; los puertos
no extsten ~a y los buques de guerra de mayor calado puede~ bogar libremente por el lugar que ocupaba el istmo de
u n tn hace menos de siglo y medio. Por otra parte, nadie

122

conocera hoy en esa roca de Helgolan? de dos kilmetros


de lonO'itud y 6oo metros de ancho la. tlerra de que hablaba
Adn de Brema en 1072, y que entonces era muy irtil, rica
en cereales, O'anados y aves, y que se extenda, segn Karl
Mller en ~ espacio de goo kilmetros cuadrados. Hoy no
queda~, como restos de aa antigua fertilidad de Helgoland,
ms que unas pocas patatas y escasos pastos.
Si el mar destruye as las tierras rod~adas en todo su
contorno por promontorios pe~ascosos, menos r~spe~ las
playas bajas que a consecuencia de al!funas mod1fic_ac10nes
o-eoo-rficas e n las costas o en los reheves submannos se
~nc~entran colocadas al paso de las corrientes. Frente a
Helo-oland las playas de Hanover, de Frisia y de Holanda,
1
.
1o
que o parecen
achatarse gradualmente, presentan e 1 eJemp
ms notable de ese poJer destructor del mal. Hace 1.6oo
aos, es decir, de::;de que la historia ~::;crita e~pez~ para
aquellas comarcas, la vida d~ Jos hab1tantes nbere~os no
ha sido ms que una lucha 10cesante contra. la. p~estn de
las aguas. Durante ese perodo las grandes urupc10nes ~el
mar se cuentan por centenares y algunas de ella~, segun
las crnicas, han anegado poblaciones enteras de c1~cuenta
y cien mil almas. Cuenta la tradicin que durante el stglo 111
la isla de Vvalcheren se separ del continente; en 86o, el
Rhin cambia de sitio e inunda las campias ; el castillo de
Calo-ula (arx bntamtica) permanece en medio de las olas.
Hacfa mitad del s iglo xn, el mar lleva a cabo una nueva
irrupcin v el laO'o Flcvo se convierte en golfo para ensancharse en -1225 y formar el Zuiderzee, vasto ddalo de bancos
de arena que, desde el punto de vta geolgico, sigue siendo
una dependencia del continente y .q':e un largo cordn de
islas y de mdanos sepa:a del domtnto del Ocano. Durante
los primeros aos del stglo XIII, e.l golfo de Jahde se abre
a expen!'as de las tierras y .no deJia de crecer. durant~ doscientos aos. En 1230 se venfica la espantosa tnundactn de
Frisia que seo-n dicen cost la vida a 100.000 hombres. El
ao sio-uie'nte "'empiezan' a aparecer los lagos de H.arlem, Y
creciendo poco a poco se juntan unos co~ otros para extenderse como mar interior a mediados del stglo x~n. En 1277,
el o-olfo de Dollart, que no tiene me~os de 35 ktlmetros de
largo por 1:! de ancho, empieza a abnrse a expensas de c~n:
pifi.as muy frtiles y muy pobladas y transforma ll: Fn~ta
en pennsula; hasta 1537 no pudieron detenerse las mvas10nes deJ mar que devor la ciudad de Torum y so pueblos.
Diez aos despus de la IJ>rimera invasin del agua en el
Dollart un desbordamiento del Zuiderz'ee ahog a 8o.ooo
person~s y modific la configuracin del litora~ holand~;
En 1421 quedaron s umergidos 72 pueblos a un hempo, Y

123

ma~, al 1etirarse, dej, en vez de caro os ,


.
.
tacJOnes, un archipilauo de islas p ta) grup~s de habtbiertos de caas y ban~os de cieno .pan nosas, tslotes encon el nombre de Biesbosch o bosque'dco!lcese esa comarca
lla po
t
.
e JUncos. Desde ~.nue

. ca, o ras vanas catstrofes poco menos t "bl -, ocurndo en las costas de Holanda F . . Schl err~ es han
la n d"ta. De 1 cord'on de 23 islas que hace
nsta,
, eswtg
qu
. 1 y Juttenda frente a la orilla, no quedan ms :~6s~ os se exy algunos de stos no son ms que diquei de a e ag~en!os,
de Borkun, segn la vemos en los ma s
r hna. ~ 1Sla
muchsimo en menos de un siulo. 1~ dpa se.,. a achtcad.o
d.uo de la antigua tierra de Wa~g~rland e quea~erv?~l resttmente y. se extenda a lo l ejos ~n el 'mar
urua a, conb840 una ~~la floreciente y poblada, visitada' pe;: ~od~v~ en
re de bantstas en verano. Hoy es una la ra d
. uc e urodonada casi .p or completo. La isla de Jordstra~ c~no, ab~n
las once duodcimas partes desd
. . .
d
~ perdtdo
y de las 24 islas que .hace dosci:nf~~n~tc:~sla :loJtgblo XVII,
quedan ms que u . echada 1
d
ea an, no
e: ~ntro de la :igla: seala ~opnr;f:nnd~
dlugdar
que
ocup6
1
La tsla de Silt
1 d .
a
e 14 metros.
tambin han rnln.,.~d~~ s ~erras de la .costa de Schleswig
abri e l mar un ~amino uc o, y es sabtdo que en 1825 se
Jutlandia, abriendo el est:ec~~v: t~!~1~rdl~ pennsula de

Forma 110rmal de las riberas - C


estabilidad _ F
.
.
urvas de mayor
do
. .
ormactn de nberas nue'tlas - Cor
n es lttorales y agujas . de arena - B a~
l .as tnte. nores.
Las riberas ata<:adas m
1 ta
.
en ig ualdad de drcunstanci~svtfaen mente por e l m ar son,
taduras y promontorios La , 1 s que pres~ntan ms escocontra los cabos avanzados s o as se encarntzan sobre todo
lejos en e l dominio de las i~~pr.oyecta e l con~inente a Jo
p untas retroceden ante la ol o s, pero a medtda que las
tivo de sta dism.inu e
ha que las roe, el poder destrucla base de los acantil~d~Zest~s~ ~a~a p~r anularse cuando
una ligera curva delante d a la as.~ e rotda y describe slo
de las costas ue ofr
e
n . ra. ~n e fect o, e l perfil
mar n o es un'i !nea~e~yor reststen~ta a los asaltos del
una serie de curvas regula;e~~o 'tpu.dtera suponerse, s in o
Y n mtcas, comparables con

124

las de una cadena atada de trecho en trecho. Las olas n o


dejan de trabajar en la variacin de la ribera, mientras sta
no presenta una s ucesin de ancones s uavemente encorvados de promontorio en promontorio. Cada una de estas
bahas redondeadas reproduce en mayor tamao la forma
de la onda que se deshace dibujando en l a arena de la playa
una larga curva elptica de copos de espuma.
Las costas de pases montuosos, a las cuaJe ha dado ya
d mar -los contornos convenientes, unen una g racia extremada y una admirable majestad : tales son las costas de
Provenza, de Liguria, de Grecia, de la mayor parte de la~
pennsulas Ibrica e Itlica. Cada promontorio de esos, resto
de una antigua cordiltera de colinas arrasada por las olas,
endereza como alto acantilado su punto terminal ; cada
valle que baja hacia e l mar acaba e n una ,p laya de arena fina
d~ curva perfectamente regu lar. Rocas a bruptas y playas
s uave mente inclinadas a lternan de una manera armoniosa,
mientras las diversas formaciones geolgicas, la mayor o
menor anchura de los valles, las ciudades espar cidas por las
alturas, las playas, las inflexiones de la costa y el aspecto
incesantemente variable de las aguas, dan diversidad al
conjunto del paisaje.
Las riberas completamente arenosas tienen, lo mismo que
las costas peascosas, un perfil normal compuesto de una
serie de concavidades y puntas, pero stas, cuyo relieve modifican las olas, son generalmente ms redondeadas en el
extremo que los promont orios de rocas. La montona costa
ele las Landas, que se desenvuelve en una longitud de 220
kilmetros, desde la desembocadura del Gironda a la del
Ado1,1r, puede se:- tomada como tipo de l as riberas que las
olas de mar modelan a s u g usto. En esas orillas la uniform idad del paisaje es completa . Por ms que el viajero se
apresure, le parece que apenas cambia de s itio, por lo inmutable del aspecto de aq uellos lugares; siempre los mismos mdanos, las mismas conchas sembradas en la arena, las mismas
a ves reunidas a millares a la orilla de las lagunas, las mismas
hileras de olas que se persiguen y desarrollan ruidosamente
sus crestas de espuma. E11 t odo cuant o alcanza la vista, los
n icos hitos son los residuos de barcos nufragos q ue se ven
~ lo lej os en la blancura de la arena. Pero tambin las riberas que de modo ms perfecto presen4ln esa serie de curvas
entra ntes y salientes que podran llamar:.e perfil de mayor
esta.bilidad estn expuestas a s ufrir rpidas erosiones cuando
c1 baluarte que las defiende en uno de s us extremos cede a
la presin de las olas. Por ejemplo, la orilla de las landas
del Mdoc, que se prolongaba al s ur de la babia d"el Gironda, la costa uniforme de Saintouge retrocede continuament e

125

ant.e el mar, desde que el promontorio peascoso, cuyo nico


restduo es el escoll~ de Cordonan, ha desaparecido, destrozado por las aguas JUntas del ro y del mar
Pero si .el mar demuele por un lado edifica por otro .
la destr.ucctn de las antiguas riberas ~st <:ompensada po~
la crea<:tn de otra nuevas. Las arcillas y gredas arrancad
a las quebradas ~e los promontorios, los cantos de tocJ!:
dases que alternativamente son arrojados a la orilla y arrastrados por. el mar, los montones de conchas, las arenas silcea~ Y caltzas formadas por la desintegracin de todos los
restduos ~.on los mat~riales empleados por el mar para la
<:onstrucc10n de arrectfes y el enarenamiento de los o-olf0
A <:ada lado de los acantilados o puntas bajas rod~s ~~
las olas empieza el trabajo de reparacin. Cada ola veriKca
doble l~bor, porque al socavar la base del promontorio carga
con restd~os q~e deposita en seguida en una playa vecina;
<:on el mt~mo tmpnlso ha~e retroc:eder a la punta y adelantar a 1~ nbera de la bahta. Gractas a dos series de hechos
contranos al parecer arrasando puntas y cegando aberturas
las <:ostas ms o menos profundamente recortadas adquiere~
poco a poco la forma normal de curvas grciosamente redonde~das.. Sea el que fuere el diseo del litoral primitivo
c~da mflext6n de la ?ueva ribera se redondea como arco d~
<'trcul~ de promontono ~ .Promontorio. En los sitios donde
la a ?ttgua costa era semtcucular, el ribete de arena 0 .,..uijas
arrojado. por la ola se aplica a la orilla, p ero cuando la~ costas son nregular~ y las recortan ancones profundos, el mar
las ab~ndona senctllamente y construye e n medio de las olas
de r estduos, g;te acaban por constituir la verdadera orilla.
, !-a formacton de semejante rompeolas se expl ica muy
factl~ente. Las o~as de a lta mar lanzadas contra la orilla
emptezan por heru los dos cabos colocados como g uardia~es a ambos extremos de la babia ; pierden all la fuerza
) son rechazadas <:?ntra la. masa de agua tranquil a. Entonces, al perder veloc t~ad, dejan caer las materias terrosas que
llevaban e n suspenstn y los despojt>s de ms peso arrancad~ a lo~ pr?montorios vecinos. A la entrada de los fjords
de Escandmavta, de la Tierra del Fueo-0 y de las dems comarcas montaosas, de orillas muy dentadas el ao-ua del
ma:~ clara Y honda, trae escasa cantidad de ~esidu~s y no
P.u\:Ue formar de punto a punto ms que el arrecife subma:mo, pero a l o largo de las costas ms bajas donde la ola
tmpulsa. delante de s masas de arena y arcill~, las murallas
drlel aluviOnes construidas por las olas suro-en !!radualmente
e agua.
b
b
cr .~ajo e1 altern.o impulso del flujo y del reflujo, arena y
b Utjarros se arratgan poco a poco en las rocas de los cabos

126

y a ia entrada de la baha forman verdaderos espolones,

cuyos extremos libres se buscan uno a otro. Alargndose


si cesar ambos segmentos acaban por juntarse a mitad de
camino entre los dos cabos, formando un gran arco de crculo
c uya convexidad mira hacia la antigua orilla. Los asaltos
ms furiosos del mar los consolic!an ms todava trayndole& otros materiales y colocndolos por encima del nivel
de las mareas .
Todos esos espolones presentan un .perfil de geomtrica
reg ularidad; s u forma es como la expresin visible de las
leyes que presiden a la ondulacin de las olas. 1\luy a menudo 1a cara que da al mar se compone de varias escarpas
escalonadas que <'Orresponden a los distintos niveles de bajamar, de pleamar y de tempestad, pero todas las escarpas
tienen una curva graciosa modelada por las olas. En la base
la pendiente es muy escasa, como la prolongacin del dedivc d el fondo del mar, pero se endereza bruscamente en un
ncrulo que a veces es de 30 35. Inmedia tamente ms a ll
le"'esa arista empieza una contra pendiente donde se vierte
entre espuma ~a voluta superior de la ola. Yrguese ms
a ll una segunda escarpa que a veces azotan y consoltdan
las olas tormentosas ; la vertie nte de ese segundo escaln que
mira al mar tiene s uave inclinacin. Por esa parte, los materiales e la construccin, protegidos contra la fuerza del
\'ento y la violencia de las olas, se amontonan poco a poco
y pueden acabar por cubrirse con una capa de tierra vegetal. :\Is all se levantan mdanos o se ext iende el agua de
la antigua baha transformada en laguna.
A pesar de la movilidad de los materiales que los forman, son ms slidos los arrecifes que los promontorios de
:rocas donde arraigan, y cuando han sido a rrasados los acanti lados por las olas, los arrecifes de arena s urgen an con su
:::trmoniosa curva desde un escollo a otro. Se mue ven bajo el
i nflujo de c_orrientes y vientos, pero siempre subsisten, inmutablles en apariencia, y ms duraderas que las m ontaas. No todas ofrecen, sin embargo, un crecimiento continuo. Cuando la babia interior es alimentada por uno o varios
ros, la masa de ag ua q ue entra en esa cuenca cerra da tiene
q_ ue abrirse una salida hacia el mar y atravesar el cordn del
litoral por la parte menos J"esistenle, es decir, en uno de
Jos extremos del arrecife; notable ejlemplo de ese fenmeno
se ve en Crcega, a la desembocadura del Liamone. En los
pases donde e'1 ao tiene una estacin de sequa y otra lluviosa, la mayor part'e de las lagunas de la costa .se separan
a lternativa y completamente del mar y luego se Juntan otra
vez con ella en desembocaduras temporales y ppco hon9-as.
Cuando ha desaparecido 1a masa de agua pluv1al, las olas

127

ciegan de nuevo las brechas. En las orillas de los mares


cuyas mareas son fuertes, muchos rios s on alternativamente
canales de agua casi dormida que una leng ua de arena separa del Ocano, y vastos estuarios donde entra la poderosa ola del ma:. Por ejemplo, el Bidasoa, separado del golfo
en la marea baJa por una aguja de a re na a la hora de l fluj o
es un bra zo de ma r de tres o cuatro kilmetros de e xten:
sin . Casi t odas ias corrientes de ag ua que se vierten en el
A~l nti co son dos veces al da , ya ros, ya pa ntanos. E l
mts mo Orne , cuyo d elta se a bre como a ba ni co fuera del
litor~ l, se pier~e e ntre g uijarros a la h ora del re flujo.
St la.s corne ntes de agua perma nentes o peri dicas se
abre n paso. a travs de la arena, en cambio s irven tambin
para aproxtmar gradualmente la onlla continental a la ma:tima, depositando aluviones e n las lagunas inte riores . Los
J';UlCOs y o~ras pla ntas que crecen en aguas a marille ntas ta mbtn contn buyen a ~a tra nsformacin de las a ntio-uas ba bias
e n pantanos y t ierra firme ; capas de residuos vegeta les ac umulados en las aberturas d ura nte aos y sio-los consecutivos
acaba n por levanta rlas por enci ma del ni;el ord ina r io del
agu~; luego rboles g randes sanean e l terreno y lo unen al
contmente de ma nt;ra definiti va. E n las regiones tropicales
los mang1cs y los pale tuvios. son los encargados de conquistar las nuevas playas. E rg rudos sobre el a ndamiaje de sus
a ltas ra ces areas, e nlazadas unas con otras, crecen en
plena lagu'lla . Oculto por el bosque flotante e l cieno lquido
que da l.len o pronto de residuos ; las r a,mas' y tronco~ de los
paletuv10s, mucho ms pesados que e l agua , levanta n sin
ces~r eiJ fond o y acaban por llegar a la s uper ficie. Una ,egetactn nueva se apodera en seo-uida de la orilla .
. Las mis~s leyes hidrolgkas que d etermi'llan la formactn de aguJas e ntre .dos cabos trabajan. para producir igual
resultado entre d os 1slas o e ntre una tsla y el cont inente.
E.n las costas de _Europa. numerosas t ierras marinas ha n per dtd o s u carcter m~ular y ~ han ~onvertido en penns ulas;
el. estrecho se ha tdo volvtendo ts tmo. La penns ula de
Gte ns, e n.t re H yres Y. Toln , p resenta un raro ejem plo de
ese cambto. Se ha un.tdo a1. continente con d os playas de
arena fina, de unos ctnco ktlmetros de longitud, desarrolladas en c urvas regulares, cuya pa rte cncava mira a l mar.
Entre a mbas ~ extie nde la. vas~ laguna d e Pesquiers . Al
ver esa extenstn de ag ua . mten or y esas !playas bajas, leva ntadas apenas sobre el mvel d el Mediterrneo es indudable que la pennsula m ontuosa de Gte ns fuera e~ otro t iempo una isla como Porquer olle s o Port~Cros, y que las dos
radas! sepa radas hoy de H yres y de Giens se confundia n en
el mts mo estr'e oh o. Las d os ag ujas de unin que unen la

128

antigua isla con la costa de Proven za ha n s ido levantadas


por las olas de la mis ma ma nera y sobre el m ismo pla no q ue
los cordones litorales del continente. Las diferencias de aspecto p ueden explicarse por circ unstancias locales. La parte
que el istmo de Giens ,uelve hacia e1 Oeste est comp uesta
en realidad de dos fragmen tos desiguales debidos a la existencia de un escollo submarino que quiebra la fuerza de las
olas a poca distancia de la costa. A causas locales hay q ue
atribuir tambin la desigualdad de espesor que se observa
en las dos agujas del istmo. Indudablemente la orienta1 debf'
c;u o111ayor altura y solidez a la doble accin de la corriente
martima que va del Este al Oeste, y del mistral que sopla
en sentido inverso del Noroeste al Sudeste. Las dos fuerzao.,
cont rarias han dejado, como testimon io de su lucha, esa muralla de arena y residuos.
Las pennsl1'1as del cabo Sepet, cerca d~ Toln; de Quibern, en Bretaa; de Monte Argentaro, en las costas del
mar Tirreno, y otras menos conocidas, se han j untado con
el continente por calzadas de unin anlogas a las de Giens ;
tambin a ll los dos ejrcitos de olas que chocaban en medio
del estrecho poco a poco han levantado entre s un doble
muro de separacin, consistente en arrecifes ele arena (>
cantos; tambin all ambos muelles semicirculares se han
acercado por su convexidad central y los dos espacios tnang ulares que separaban los extremos respectivos empezaron
por ser oc upados por lagunas. En nuestros das qa mayor
parte de esos estanques, gradualmen te cegados por la arena,
se han transformado en pantanos o se han cubierto de mdanos; los dos cordones litorales se han con vertido en uno.
As, el istmo estrecho de Cherilbank, que se extiende en una
longitud de 26 kilmetros entre la costa de I nglaterra y la
antigua isla de Portland se compone de una sola hiJera
de cantos. Asimismo las dos islas francesas de ?1Iique16n, j unto a Terranova, que estaban separadas una de otra
en 1783 , se han r eunido desde 1829 en una muralla de arena
que han le\'antado a la vez las olas de dos golfos opuestos.
Guadalupe es tambin un ejemplo de ese fenmeno entre
dos tierras de origen distinto. La alta masa de montaas
volcnicas que se levan ta al Oeste, se ha unido con la isla
baja de Oriente, y las dos islas estn juntas por una llan ura
pantanosa donde se encharcan las aguas del canaqino llamado Ro Salado. E n la pareja de islas de Choa Canzuni,
baadas por las aguas del mar dt! las Indias, se presenta
un fenmeno anlogo, pero ah la aguja de unin se encuentra reducida, digmoslo as, a un punto matemtico.
E. de Beaumont calcula la longitud de las costas que
deben su configuracin actual a 1os arrecifes de cantos y
9 Ocano

129

an:na en un terc io de l desarrollo total de las riberas continentalc~. En las cuencas de marea escasa presentan esos
cordones las dimensiones ms considerables. En Francia
t odas las playas del golfo de Lyn, desde Argelez-sur-:Me;
hasta las bocas del Rdano, formando una serie de cordones
litorales nicamente cortados por 1las rocas de Leucate, de
1<! Clape, de Agde y de Cette, y que se desarrollan en vasto
semicrculo de cerca de 200 kil metros. Los numerosos estanques separado::. por esas islas del Mediterrneo, y que
t!ansforman s in cesar en tierra firme la agricultura invasora
l os aluviones de los ros y las arenas marinas ran si n dud~
alguna otras t antas bahas que segtan la ba e de las cdlinas del Langedoc. Ya en la poca histrica ha n dis minuido
n otablemente e n extensin, y a n chos golfos, con vertidos en
pantanos con detrimento de la salubridad pbl ica , han apestado con s us miasmas la atmsfera. Lo que hace poco cont r ibua m::. e ficazmen te a la dis minucin de los estanques.
eran los pasos 'POr los cuales el agua de1 ma r traa montone - de a rena dura nte las tempestades; esas aberturas, temporales unas, permanentes otras, que se ensanchaban y estrechaban ya en un entido, ya e n otro, n o dejan de modific~r el rgimen de estanques y campias ribereas; aqu
<hn paso a masas de agua que s umergen las orillas y ehon<lan el suelo ; all se obstruyen, y delante de los pueblos
de las orillas extienden su cieno infecto hasta perderse de
Yista. Para impedir en adelante la transformacin de estanques en cenagales y pantanos, ha propuesto Regy sustituir
~os antiguos pasos t ortuosos con canales de desage que en
et buen tiempo dejan libre comunicacin a las aguas lacu::.t.res con las del mar, 'Pero cierran las compuertas en las
te mpestades.
Los lidi de Commaebio, los de \ "cnccia Y los de la a ntigua ciudad de Aquilea ~strechan tambin la cuenca del Adriti co, que 'Penetraba mucho ms e n lo interior de las tierras
a1 O. y al NE. En las costas meridionales del Brasil, en qas
orillas de Guinea, l os cordones litorales separan tambi n del
Ocano extensiones considerables, pero e n ninguna parte se
Yen arrecifes de a rena ms numerosos y mej or desarrollados
que alrededor del golfo de 1\Ijico y e n las costas orie ntales
de lo;:; Estados Unidos. Puede decirse que e n una 1ongitu~
d.! unos 4.000 kilmetros, el contorno del contine nte a mencano est formado por d oble orilla, baada una por el mar
) otra por las lagunas interiores. Delante de la antigua
costa de escotaduras irregulares, la nueva playa describe
curvas graciosas de promontorio a promontorio, y sin que
~a detengan las desembocaduras de los ros, se prolonga
debajo de los 'Pasos con barras peligrosas .

130

Las pennsulas recortadas de la Carolina del Sur y los


aolfos ramificados que hay en ellas y que se prolongan tie~ra adentro en forma de pantanos, estn ocu1tos hacia la
parte que mira 31 mar por un arrecife natural de 350 kil6metros de long itud, en el cual se estrellan las ms formidables vlas del Atlntico boreal. Adems, esas agujas de graciosa curva no estn construidas por el mar slo ; dbense
tambin a la presin de las ag uas dulces tradas de. ~os
Allegbanys por el Neuse, el Tar, el R oan oke y otros nos;
}J. direccin de los rompeolas indica p~ecisamente la _lnea
de; equilibrio io-ual entre las aguas mannas y las ftuv1ales.
Dentro del :tito~al exterior, y sin considerable trabajo, se ha
podido poner en comunicacin tod:t la serie de l~g_unas i~
teriores y permitir as a los barcos hacer largos vlaJ ~S mentimos si n temor alg uno de las tempestades. T amb1n han
servido los esteros de Guinea que se extienden paralelamente a la costa para facil itar los cam bios e nlre las pobla~i ones del liloral , pero se dice que eso~ canales p~ntanosos
se ciegan poco a poco, ya a consecuencia de lo acb_vo de la
vegetacin, ya por la arena que en ellos echa el \'lento del
desierto.
Mucho menos extensas que las agujas del golfo de Mjico y de las Carolinas, l~s del Bltico. oriental no son menos
curiosas por la reguijandad geomtnca _de s us f?rmas, Y
adems han sido objeto de largos y sen ?s estudiOS; Tres
g randes ros, el Voer, el Vstula y el N1emen, d~rraman~
cada cual en una vasta laguna o haff (hajen qUiere dec1r
puerto), que una lengua de tierra llamada nehrung s~para
de alta mar. El haff del Oder, cuya entrada g uarda la c1~dad
de Swincmnde, est ya cegado en gran parte P?r el c1e no.
El C 11ricltc I-iaff, de Curlandia, est mucho m:; hbre de aq'?-_
viones y el nc hrung que le defiende es tambin una aguJa
estrecha de una lono-itud de unos II O kilmetros. El haff
central, conocido co: el no~bre de Frisc~Le Haff, ~st protegido por una aguj~ semeJanle a la ~e Curlandta, pe~o
ms regular t odava. Toda la pa~te occ1denta~ del estuano
ha sido ya cegada por los aluv10nes def Vstula! cuyas
ao-uas deben abrirse cam ino a travs del arrecife. Esa
d~sembocadura ha cambiado de sitio varias veces. Hasta
el s ig lo xrv estaba al n<?rte del paso actual! cerca de
Likhstadt (Ciudad del aguJero). _Luego se abn en Rosenbero- hacia la mitad del dtque. Para co~servar su
monop~lio comercial, los negociant~ de . Dantz1g cegaron
aquella desembocadura echando _a ptq_ue ct~co buques, pero
en seguida se abri otra a poca d1stanc1a b~cta el Norte, cer~a
del castillo de Balo-a. Ms vidos que sab10s, los de Dantztg
trataron otra vez de sujetar las aguas del Vstula y cerraron

13 1

el paso del Balga. Entonces se rompi la nehrung cerca de


Pillan. Desde aquella poca no ha cambiado de tpaso de una
manera perceptible y Pillan sigue siendo el puerto de Frische
Haff. Al norte de Dantzig, un arrecife de treinta y tres kilmetros de longitud une la tierra firme con la .p intoresca isla
de Hela. Indudablemente los antiguos habitantes de la <:omarca experimentaban un sentimiento de espanto religioso
a ver aquella colina llena de rboles, las olas que la sitian
y la estrecha lengua de arena que la prolonga hacia el continente y se pierde a lo lejlos entre la bruma.
Al mismo orden de fenmenos pertenece la prolongacin
gradual de esas lenguas de tierra que, baadas en ambas
partes por una corriente, se proyectan a gran distancia en
alta mar gracias a la punta terminal que les da cada marea.
As adelant en menos de sesenta aos el cabo Ferret cinco
kilmetros a travs del canal que hace comunicar la drsena
ele Arcachn con alta mar. En 1768, el cabo se encontraba
casi al oeste de la entrada de la drsena propiamente dicha.
A fines del siglo XVIII y principios del XIX, los vientos de
12. regin del Norte, que soplan en esos parajes con ms frecuencia que las dems corrientes atmosfricas, han hecho
adelantar cada ao a los mdanos del promontorio en direccin al Sur, mientras las oleadas de alta mar y el reflujo rle
la drser.a aadan sin cesar a la punta nue\as masas de
arena. En cincuenta y ocho aos, desde r768 a 1826, el cabo
se prolong cinco kilmetros hacia el SE., con una velo~t
dad media de 86 metros al a o, o sean 20 25 centmetros
al da. La punta creca, digmoslo as, a la simple vista,
pero algunos aos despus, al cambiar el paso bruscamente
de direccin e inclinarse hacia el Norte, la corriente ue
marea empez a roer la pennsula y la hizo retroceder gradualmente hacia NO. En r854, el extremo del cabo haba retrocedido 1.8oo metros. Dcese que ahora se halla estacionario, p ero si eQ canal se mueve hacia el Sur, lo cual puede
ocurrir cualquier da, es indudable que la ,p unta del cabo
empezar a ganar terreno al mar en la misma direccin.

VI
Fondos bajns del lito1'a l. - Depsitos de rocas
li:as. - Aspecto de oreHales )' pla)'as.

Ctt-

Con la formacin de los cordones litorales se relaciona la


de los fondos bajos y corrientes de arena que se cksa1rollan

132

paralelos a la orilla bajo el influjo combinado de las corrientes del litoral v los vientos de alta mar. Al ver los mapas
marinos que indican la forma de esas murallas ocultas bajo
las olas, hay que reconocer que todos esos arrecifes invisibles de arena y cieno tienden a alargarse en Hnea recta trazando curvas graciosas no menos regulares que las de los
cordones litorales. En todos los go1fos y estrechos, en las
costas de California, Carolinas, el Brasil, l a Mancha y el
mar del Norte existe a lo largo de las costas una infinidad
de es0s bancos cuya disposicin indica exactamente la marcha de las corrientes contrarias o paralelas que los han formado al encontrarse. Su profundidad vara; en algunos los
barcos grandes pueden navegar sin tpeligro, pero hay otros,
muy cercanos a la superficie del agua, en los cuales las olas
se deshacen espumosas sin cesar. Esos bancos coloca.dos a
pocos metros debajo del nivel del mar so.n los ms tem1bles ;
por eso los marineros ingleses y amencanos, pensando en
b. suerte que quiz les aguarda en esas arenas o~ultas, les
han dado irnicamente el nombre de sartenes (Frymg pans).
En Jos o-olfos muy abiertos, y a lo largo de las costas rectilneas ef' mar procede a construir las nuevas riberas con
barro. Residuos de algas y animalillos, mezclados con :arena
y arcilla, son depositados en capas profund~s a la on11a Y
hacen adelantar poco a poco el perfil de las nberas. El barro
se ha acumulado p or centenares de ~iliones de metros. cbicos desde la era histrica en el anbguo golfo del P01tou,
eu el de Carentan, situado en la raz de la pennsula ~oten
tina en las bahas de Marquenterre y de Flandes, en c1ertos
estu~rios de los Pases Bajos y de Frisi~ .. Con fndense. en
esos parajes agua y tierra; el mar, cemc1en.to o amanllo,
parece inmenso lodazal y prol~nga la superfi.<;te .cenagosa de
la orilla irrnrase
dnde emp1eza la masa hqu1da y dnde
0
acaba el' ca mpo de cieno, removido siempre por la mar~.
De todos modos, los cenagales que surgen en la m_area baJa
se amontonan y consolidan poco a poco; una espec1e de confena cubre su s uperficie, con le,e alfombra sonrosada;
luego contribuven los salicores herbceos a levantar el terreno con sus "ramas r O'idas que salen del tallo en ngulo
recto. A esa primera v~getacin suceden otras plantas marinas, criccs, plantagos, juncos y ~rboles. rastreros. Ento~
ces h ay que conq uistar para la agnc':lltura la llanura de 1~
gamo y unirla a l continente, defend1ndola con fuertes dlques de Jos asaltos del mar.
En los mares cuyas aguas tienen e~evada tem~ratura
media n o se limitan las olas a constrwr cordones htorales
v a c~gar las bahas ; edifican tamb~n verdader~s murallas
de piedra. A consecuencia de la rp1da evaporac1n que los

133

rayos del sol producen, las molculas calizas contenidas en


e} agua y la brumazn de l as olas se depositan o-radualme~te a lo largo de las playas y en la base de los promontonos. Mezc-la~as co~ arenas y residuos de conchas, acaban
por formar s~hdas nberas. de contornos regulares. Ya en las
costas atlnhcas de Franc1a, en Royn, por ejemplo, pueden
verse de trecho. en trecho algunas formaciones de ese gnero.
Se han descubierto muc~o ms al Norte, en Elsingor, piedras .que contenan antiguas monedas dinamarquesas En
las nberas del 2\Iediterrneo francs, esas rocas mod~rnas
son numerosas, y dando un paseo corto se pueden r~coo-er
rn~chos fragmen~os ar~nosos y de conglomerados di\'er~os
umd1>S por matenas cahzas y que contienen muchas conchas
rota~ .. El museo de .1\Iontpellier posee un can que se descubno cerca dt; la .'boca mayor del Rdano debajlo de una
e~I?a de cal cnstahna. En las costas septentrionales de iciha, .donde la temperatura media del agua se eleva a rso
l~s. p1edras .Y cantos rodados de la orilla estn en mucho~
s1bos aglutinados por el cemento calizo. Tambin los residuo~ dt; rocas que los torrentes de Arabia Petrca traen todos
los mn~rnos desdt; lo alto de las montaas a la plava del
mar ROJO, se ~onv1erten al cabo de algunas semanas "en un
estra~o de sl~do conglomerado. Cada ao, una nue\'a ca'Pa
de piedr~ .se JUnta con las antiguas, y en los siglos nnidero~ QUiza se pueda calcular la edad de la formacin por la
cantidad de capa.s superpuestas, as como se conoce la edad
de un rbol por el numero de sus capas corticales.
Hay que rec~rrer las riberas del mar de la~ .\.ntillas u
otro~. mares ~rop1cales yara observar ese fenmeno de la formaciOn de piedras en toda su grande:ta. Calentadas las olas
hasta 32 por .los rayos d.e un sol vertical, dejan depositarse
l~ cal e~ canttdades su~cientes para que aumente en o-randes
proporciOnes la extenstn de las riberas. La parte de Guadalupe en que se descubri el famoso esqueleto del caribe
ex~uesto en el .\Iuseo Britnic0 pert~nece a esa formacin
reciente. Crece a la misma vista del espectador, y cubre poco
a poco con una costra rocosa todos los objetos que rechaza
el mar Y traen los arroyos del interior. En varios luo-ares
d~ la costa. firme se explotan con actividad esas canter:s de
Piedra manna para .la construccin de ciudades del litoral
to~as las excavaciOnes practicadas en esos bancos calizo~
3:s Ciegan pronto nuevos materiales. Crece la cantera a la
VISta d 1
' d ores que se ocupan en desprender pe. e os t ra baJa
dazos por eso los negros han llamado edificadas por Dios
a esas rocas .que parece. que renacen por s mismas.
En las onllas de la 1sla de la Ascensin Darwin ha encontrado conglomerados de esos cimentados' por la caliza

134

marina, cuyo peso especfico era de 2'63, es decir, algo inferior al del mrmol de Carrara. Esas capas de piedra com
pacta depositadas por el mar encierran cierta cantidad de
sulfato de cal y materias animales que son, sin duda alguna,
el principio colorante de toda la masa. A veces el barniz
translcido que cubre las rocas tiene la lisura, la dureza y
los reflejos de las conchas ; adems, segn prueba el a nlisis qumico, especie de esmalte y las envolturas de moluscos
vivos estn compuestas de las mismas sustancias, modificadas tambin por la presencia de materias orgnicas.
Darwin ha visto depsitos calizos cuya composicin y aspecto nacarado parece que han de atribuirse a excrementos
de aves saturados de agua salada.
Esas construcciones de nuevas orillas, ya por el mar
mismo ya por corales, lo mismo que la formacin gradual
de mdanos, pueden tener por resultado modificar por completo la forma de la costa separando del resto del mar anchas
bahas que la rpida evaporacin del agua transforma en
seguida en tierra firme. Por eso en la costa oriental de Africa, e} lago pequeo de Bahr-el-Arsal, al extremo del golfo
de Tadjura, se ha encontrado separado del mar por un arrecife muy delgado de arena y se ha secado al sol ; siendo escasas la aO'uas lluviosas en aquellos pases y no rccibic.:ndo
la cuenca ningn afluente, sus aguas no han sido sustitudas
y ahora no es ms que una cavidad pantanosa, cuyo ni\'el
est situado a 173 metros qebajo del mar Rojo. Levantando
el plano de las costas de Abisinia durante la ltima guerra,
los ino-enieros ingleses descubrieron otra cuenca, seca ahora
y completamente cubierta de sal, que se encuentra a 58 metros bajo el ni\el del mar; tambin es probable que las
depresiones en las cuales va a perderse el gran ro IIanacb,
al sur de la meseta de Habesch, son inferiores a la supcrfi
cie marina. El istmo de Suez ofreca poco ha un fenmeno
semejante al del arrecife de Tadjura. Tambin all el agua
lacustre que formaba parte en otro tiempo de) mar haba
sido encerrada en las tierras por cordones litorales y se
haba evaporado ca~i del todo. En nuestros das, el gran
canal interocenico hace correr de nuevo el agua del mar a
travs de ese lago seco. Los antiguos arrecifes de las orillas
del Mediterrneo y del mar Rojo, que las fuerzas que trabaj'G.n en lo interior del planeta haban ido ele\'ando ~ la ~ltura
de muchos metros, han sido perforados por los mgenieros,
y pronto un estrecho artificial, mucho ms importante. para
el progreso humano que el ~nti guo brazo de mar, unir el
Medierrneo y el golfo Arbigo.
Si los o-randes trabajos geolgicos del Ocano, como la
erosin de "'tos acantilados, el aplanamiento de los promon-

135

torios, la construccin de nuevas riberas sortprenden el espritu del hombre con su grandeza, y por ot ra parte, las mil
particularidades ele playas y dt- arenales encantan por su
gracia infinita y su asombrosa variedad, esos innumerables
fenmenos del grano de arena y de la gota de agua los producen las mismas causas que determinan las grandes revoluciones de la ribera. Al ver las lneas delicadas que traza
en .Ja orilla la ola moribunda, lo mismo que en presencia
de las costas bravas que el oleaje ataca enfurecido, sintese
llevado el hombre, por impresiones diversas, a la contemplacin de las mismas leyes generales. Cada ola verifica en
una porcin c-hica de la ribera obra semejante a la de alta
mar en el contorno de todos los continentes. En el espacio
de pocos metros pueden verse las curvas regulares de ancones diminutos, la elevacin de cordones litorales, la formacin de lagunas interiores, la erosin de acantilados formados por conchas y fucos . En el fondo de ciertas bahas
bastante abrigadas, como en el ancn de Beaulieu, cerca
de Niza, se ven a la orilla del mar masas negras de tres o
cuatro metros de altura, cortadas verticalmente y agujereadas por cavernas como rocas; son montones de algas marinas.
Ent:e las vanas maravillas de las playas lo que ms
asombra al principio ::;on los dibujos hechos en la arena con
regularidad absoluta a vec-es. Al deshac-erse, trae cada ola
consigo conchas, guijarros, residuos de todas clases y de
distinto tamao. Esos objetos son otros tantos escollos pequeos que di\ideo la ola a su vuelta hacia el mar y le hacen
dibujar en la arena una red de lneas cruzadas entre s. Por
lo tanto, la superficie de la playa presenta un enrejado de
innumerables rombos adornados todos con una concha o un
guijarro en su extremidad superior, puntiaguda o ligeramente redondeada. Todos esos rombos estn dentro de graodes cuadrilteros formados por surcos que tienen por punto
de partida un objeto de dim~nsiooes relativamente considerables. El contraste de los colores auxilia al relieve para
variar ms esa taracea de la playa. Los materiales de di\ersos matices, que son en general de peso especfico diferente,
se han distribuido de un modo regular en las diversas partes
de los rombos; un lado de la figura puede \.Star formado
por cristalilloc; micceos, mientras otro se compone de arena
negra mezclada con turba, olro de conchas sonrosadas o
amarillas y el cuarto de granos de color blanco puro. Impregnada a veces la arena en sustancias orgnicas, brilla
con cambiantes reflejos o estn levemente irisados como .si
se extendiera por el suelo delgada capa de aceite.
Todos sos matices modifican hasta lo infinito el aspecto
de las playas, y la mayor o menor inclinacin del terreno

136

<:ontribuye asimismo a dar nuevos e!ementos de variedad


a la red de las lineas. Donde la pendte_nte es b~s.tante considerable, el agua surca la arena fingtendo m101atu:as. de
ros con sus tributarios y sus deltas. Adems, esos dtmtnutos sistemas hidrogrficos difieren unos de otros, segn la
incliuadn del suelo y el peso de los gran<?s de aren~ ; ya
el terreno en declive y lo fino de los matenales permtten .a
las O'otas e hilillos de agua que bajen en lnea recta hacta
el ~ar; ya los arroyuelos, <:arriendo trabajbsamente ~ntre
los obstculos que los paran, corren con temblorosas smuosidades. En otros sitios esas corrientes de agua, de algunos
metros o decmetros de longitud, ni siquiera pueden formarse. El agua del mar permanece en la playa h<?rizontal y
todas las ondillas reproducen en hueco y en reheve en la
arena del fondo los movimientos producidos por el soplo del
aire. No hay diferencia perceptible entre la superficie mamblada de la playa expuesta al aire libre y la de arena cubierta por leve lmina acutica, como no sea que los surcos de
h charca son ms regulares y ms hondos.
Entre los innumerables fenmenos que podran obligar
al gelogo a pasarse la vida a orillas del mar, hay que men\.ionar tambin una especie de volcanes diminutos. Al deshac-erse con regularidad en la playa, la ola trae cada vez
ierta cantidad de arena que extiende como delgada capa.
En seguida se desprende el aire en burbujas de los poros
dd suelo, pero siempre quedan numerosas molculas areas
que no pueden a~ravesar la capa hmeda de arena y permauecen encerradas. Bajo la influencia del calor del suelo o
del aire ambiente, esas molculas se dilatan poco a poco, la
presin del gas levanta la pelcula endurecida y forma un
cono que se hiende a veces a consecuencia de la presin intuior y proyecta chorros de granos de arena como cohetes.
Verdad es que los paseantes distrados andan por encima
de millares de esos volcanillos sin enterarse de su existencia, pero pueden descubrirlos y estudiarlos fcilmente qutenes tengan amor a la tierra en todos sus aspectos y contemplen con igual admiracin el grano de arena y la montaa.
Para el naturalista, que ve inmensos bosques en cada montn de algas, un mundo de animales en los residuos sembrado~ por la arena, los mil prodigios del arenal tlent:n que
n ongen de goces profundos.

137

VII

Orige11 de Las isLas. - IsLas de origen continentaL.


rocas de las riberas; islas de depresin, de Le1Jantamiento y de erosin.- Islas de origen ocenico; arrecifes anulares y 'VOlcanes.
Al ver los !ITandes trabajos geolgicos llevados a cabo
por el choque de las olas contra el litoral de las diversas
partes del mundo, frecuentemente se han preguntado los
sabios cul es la parte que corresponde al mar en la formacin de las islas. Entre las tierras sembradas por la superficie del Ocano, dispuestas unas en grupos o series, otras
completamente solitarias, es dificil distinguir las que el
mar ha separado de los continentes y las que en todo. tiempo
han existido aisladas como mundos aparte. Es postble, en
el estado actual de la ciencia, intentar una dasificaci6n de
las islas seo-n su origen? S ; puede acometerse esa empresa. Pidie~do auxilio a los recursos nuevos que la botnica y la zooloo-a ofrecen a la geografa fsica, lcito es afirmar que tatde '='o temprano podremos indi~ar con certi~um
bre la manera de formacin y la edad relativa de cada tterra
ocenica.
Es evidente, por lo pronto, que islas, islotes y escol~os
peascosos que estn juto a las costas son depe~denctas
naturales de los continentes, de los cuales geolgtcamente
forman parte. En la base de las altas montaas que proyectan mar adentro cabos avanzados, semejantes a las races
de una encina, puede verse en varios sitios que se prolonga
bajo la superficie del Ocano la cresta de los eslabones laterales. El perfil de las alturas continentales se va rebajando
gradualmente; a los montes suceden las colinas y luego ~1
promontorio de rocas cuyas fragosidades se sumergen baJO
la capa de agua. Un insignificante estrecho, simple l!scotadura donde se encuentran las olas, separa el cabo de una
isla menos elevada, pero ms all se abre ancho canal, Y
la cima que aparece en. la superficie, al otro lado del valle
submarino no es ms que una aguja de roca .. Ms ~ll .se
extiende la a1ta mar donde los escollos sumerg1dos, st exts-ten, no se delatan m's que por la espuma que blanquea. En
twas las costas abruptas, esos islotes pertenecientes a la arquitectura primitiva del continente son muy numerosos Y
en ciertos parajes forman verdaderos archipilagos. Norue-

ga, la Escocia occidental, la P2:tagonia c~ilena y t<_>das las


comarcas donde los fjords con\terten e) ltt~ral en 1n":lenso
laberinto, estn ribeteadas de innumerables tsla~ que ttenen
tambin sus escotaduras, sus estrec~~s y s us cm tur~mes de
islotes, y es que, desde la desapanctn no .muy leJana .de
los ventisqueros que llenaban todo el cspac10 comprl!mlt_do
entre los circos de las mesetas nevadas y los promontono~
exteriores, el relieve primitivo ha cambiado poco; los aluviones terrestres trados por los torn.;nks hao regado muy
pocos valles y las bases de islas y cabos, sumer~idas harto
profundame~tc en las aguas, no han podido servir de punto
de apoyo a aluviones marinos St:mejantcc; a los que se extienden en las co!->tas bajhs. Las rocas aisladas (rodemlas en
otro tiempo por los hielos, como lo est hoy el jardn del
Monte Blanco) yrguense ahora en medio del agua, pero no
por eso dejan de ser aristas del relieve continental ; en agua:.
menos hont.las, donde el juego de los alU\iunc::. marino
hubiera podido influir ms, tiempo ha que estaran unida::.
a la ribera.
Entre las islas que dt.ben ser considerada" como simpl~s
d~pendencia~ de las grandes tierras prximas, hay que meuctonar tambtn, no slo las que han sido elcntdas por :lluviones martimos o fluviales, simples bancos saliente que
suelen encontrarse a lo largo de las costas bajas y cerca de
las desembocadmas de ros, sino tambkn las i:.las que se
deben, ya al levantamiento, ya al hundimiento "'radual dcl
suelo. Por ejemplo, la serie de mdanos im.ula~s que d tiende el litoral de Vrisia y Holanda contra los ataque~ del
mar del Nor~e, desde \Vangerooge al Texd, es segurament"'
rest~ del antt~uo lttoral y c;eala, mejor an que )a.., orilla.;;
~e~10 sumerg.tdas del Dollart y del Zuiderzee, d verdadero
hmtte entre tierras y mares. l'or un fenmeno inn~rso la
cos~as de Escandina,ia, que se ~..:nderv~'ln lcntam~nte' por
enctma de las olas, se han enriquecido con isla:. nuc,a~ en
el transcur<>o de la actual poca geolgica. En d ddalo de
los ford_~ noru~g~s, <:o h<, i~las Lofodcn, e n d archipiln<,:"o
de Cua.r~en, Cll.:r .os escollos ocultos se han comertido
roca~ nstblcs y lue~o en exten5as tslas, donde la ,egdacin
terrestre ha sustttutdo a las algas )Iientras e) continente
ganaba terreo? al mar, c;urgiao de truho cn tr~..:>cho i-.lot..:
que se extendan .sobre el agua, como hojas de planta rri{ran~e~c~ as r~cas m s ulares suben lentamente de-.de d 0 fondo
e ~oo, C\'ant3:das por la misma fuerza que influyo n
~ . conhnente prxtmo. :X o se ha 'cri ficado
e f~.:n e
~ntcamente. en .las costas de Esronuimn. l. \ca o lam no
tsla ~le Antt<:o.stt, qut alcanza en d Tolfo d. ~
L
gmn
longthtd de ms dt. 200 kilmdro~ e.., u~a~ ~~ e~~n~f ~s

en

138

139

que se han levantado lentamente, porque, se<Tn el testimonio de Yule Hind, no hay en los valles grat~'ticos de sus
colinas ni serpientes ni batracios como en las costas del Lab.rado~ y del Canad. Si es as, no ~ue~e suponerse que Anttcostt haya estado nunca en comumcactn con el continente
dt- Amrica ; ha debido de surgir del agua como los islotes
del litoral escandinavo.
No ha ocurrido lo mismo con la Gran Bretaa ni con la
mayor parte de las islas cercanas al contorno de las masas
continentales. Es seguro que Inglaterra form parte de Europa en otro tiempo. Lo demuestra la concordancia perfecta
entre una y otra orilla del Paso de Calais, y tambin son
prueba de ello la fauna y la flora de la g"ran isla britnica
cuyos animales y plantas silvestres son colonos procedente~
d~l mundo vecino; ~i una sola especie pertenece en proptedad como producctn espontnea al suelo de la anti<Tua
Albin. Del mismo modo u separada Irlanda de In~la
0
lerra durante el actual perodo geolgico y alrededor de las
dos islas principales se .han aislado tambin en el agua numerosos fragmentos secundarios, como Wight, Ano-1csey
y
0
las Sorlingas.
Muchas islas situadas, como Inglaterra e Irlanda, cerca
~e los continentes, son tambin residuos que las olas, au."\:i
hadas tal vez por el hundimiento <Tradua1 del te1reno han
s~parado de las riberas de tierra fi~me. El magnfico ~rcht
ptl~go de la Sonda, las Molucas y las islas prximas a Austraha presentan el ms notable ejemplo de esa divisin de
las masas continentales. Un canal. de 30 kilmetros de ancho
y una profundidad de 200 metros pasa entre las dos grandes
tslas de Borneo y Clebes y prolongndose e n direccin al
Sur separa ~as dos tierras volcnicas, muy prximas una a
otra, de Bah y de Lombok. Ese canal es el antiguo estrecho
que serva de lmite <:omn al Asia y al continente austral.
Al Oeste, Java, Borneo, Sumatra, la pennsula de l\Ialaria
Y e~ Cambodge descansan en una meseta s ubmarina que se
~.:~hende a 6o metros escasos debajo del nivel del mar. :\.1
Este, Su~bava, Flores, Timor, las l\Iolucas, Nueva Guinea
Y Austraha se encuentran tambin encima de una especie d.:
pedestal que se ha ido hundiendo, y sobre el cual construyen los zofit?s largas barreras de escollos. Segn demuestra el naturaltsta \Vallace con sus investi<Taciones en el arc-~ipilago indio, todas las especies ani~ales y vegetale:i.
dtfieren completamente a cada lado del canal de separacin;
fau~a Y flora ~on asiticas al Oeste, y al Este, presentan
el bpo australtano; hasta las aves para quienes sin embargo no es gr~n. obstculo un estr~cho de pocas leguas de
anchura, son dtsbntas en cada grupo de islas.

140

Por lo tanto, debemos ver en los archipilagos australiauos los residuos de una gran masa continental que se parti
en numerosos fragmentos en poca ms o menos remota.
Lo mismo podemos decir de las islas del mar Egeo, de las
de Dinamarca, del arch ipilago polar del Nuevo Mundo, del
ddalo de las islas magallnicas y de la mayor parte de las
tierras rodeadas de aguas poco profundas cerca de las costas.
Respecto a las grandes islas del Mediterrneo, Chipre, Creta,
Sicilia, Cerdea, Crcega y Baleares, tambin deben de ser
1estos dt- comar~as ms extensas unidas a aquellas parles
del mundo que son hoy Asia, Europa y Africa, porque aunque esas tierras, excepto Sicilia, surjan todas del fondo de
abismos cuya profundidad media es de r.ooo 2.000 metros,
las especies fsiles y vivas de las islas mediterrneas, no
difieren de las de los continentes vecinos y en stos se ha
de buscar, por lo tanto, su origen. Desde el punto de vista
geolgtco, puede de<:irse que las tierras de la cuenca accidenta~ del Mediterrneo, Espaa, Provenza, Italia, Tnez,
.\.rgeha y l\1arruecos forman con las islas vecinas un conjunto ms distintamente determinado que la Europa Central
desde el estrecho. de Gibraltar hasta las orillas del Caspio. A
pesar de los abtsmos que las separan, las costas situadas
unas frente a otras a cada orilla del mar Tirreno han consen ado. una fisot;toma parecida en terreno, fauna y flora.
Las tslas m edtterrneas pueden ser consideradas tambin
ya como dependencias de los continentes vecinos ya com~
restos de a~tigua tierra, . que el mar trag en parte: De todos
modos, extsten en medto del mar masas insulares, en las
~o. ua~es los ~elogos no pueden ver ms que testigos de esp~ctos conttnentales que d.esaparecie:on. l\1adagascar, por
eJemplo, aunqu~ muy prxtma a Afnca, parece una especie
de mu~~o parttcular, con fauna y flora propias, poseedora
de fai_rnltas enteras (sobre todo de monos y de serpientes)
gu~ t~e ne~ ms !epresenta~tes en el planeta. 1 Cosa extra.
na. 1ambtn la 1sla de Cetln, medio reunida <:on d Indostn por ~os escollos, islotes y bancos de arena de Puente de
Rama, dtfiere mucho de la pennsula vecina en la fisonoma
gener~l de sus animales y plantas y quiz, en yez de ser
una stmple dependencia de Asia sea el nico residuo de
algn ~ntiguo continente que se e'."Ytenda en lugar del Ocano In~tco y compre~~a a Madagascar, las Seycheller ,
otras tslas, ahora cas1 tmperceptibles en el mapa.
E~tre los fr~&"mentos de mundos desapare<:idos hay que
menciOnar tarubten la mayor parte de las Antillas y ~ucva
Zelanrla .. Las grandes Antillas presentan con las tierras de
la .Amnca del Norte contraste ms notable an que el de
Cetln y la pennsula del Ganges. Por el relieve y natura-

141

l~za de los c imien~os geol~icos Ha.iti y Jamaica no se parecen nada a las tierras baps del htoral americano .situado
a, otro lado del golfo ; s us especies animales y vegetales difi~ren nota b~emente de la.s . del continente vecino, aunque
V1entos, cornentes, aves VlaJeras y hombres vienen coadyuvando desde hace muchos sig los a llevar de una orilla a otra
a nima les y plantas Respecto a Nueva Zelanda, es se un
mundo completa me nte distinto, cuyas fl ora y fauna tienen
u~ car~ter esen cialmente original, ni . sus especies fsiles,
nt las nvas se p.necen a las de Austraba o Amrica del Sur.
As es que la mayor parte de }os sabios siguen el parecer de
H ochstetter, que ,.e e n N ueva Zelanda y en la isla de Norfolk Jos fragmentos de un continente aislado desde la ms
remota a nligi.iedad geolgica. As como la Gran Bretaa
p uede ser <:onsiderada como tipo de las islas separadas apenas del continente vecino, s u hermosa colonia de los antpodas representa un mundo a ntiguo reducido gradualmente
por las erosiones del mar y los hundimientos a las dimensiones de un simple grupo insular.
La forma actual de las isla permite a \'<:ces conocer cul
era su forma anterior, cuando ocupaban es pacio mucho ms
considerable. Por su relieve y s us ramificaciones, las aristas
montaosas indican de uu modo general su primera configuraclOn; son como fragmentos de un esq ueleto en torno al
c ua l se construyen con el pensamiento los contornos del antiguo cuerpo continental. Adems, muchas de esas islas, de
las cuales no queda ms que la osamenta primitiva, y cuyas
llanuras han desaparecido, estn recortadas de la manera ms
extraa y sus riberas presentan caprichosas sinuosidades.
Por ejemplo, Choa Canzuni, en el ar chipilago de las Comores, es un g rupo de dos islas macizas unidas por una es-pecie de pedculo; Nosi 1\litsi, en los mismos parajes,
pare<:e el tron co de rlos ra mas rotas ; Clebes y Gilolo, notables por e l paralelismo de sus golfos y s us promontorios,
parecen haber sido construidas por el mismo modelo, y lo
que se sabe de la direccin de las montaas de Borneo permite creer que si esa gran isla se s umergiera en las aguas,
s us ribe:as se asemejaran por la forma de s us contornos a
las de sus dos \'ecinas del mar de las 1\lolucas.
Adems de los frag mentos de masas continentales antigu~s o modernas , t odos los relieves que s urgen de la s uperficle del Ocano son islas edificadas por los zofitos o volcanes r~chazados por el fondo del mar; se es sin excepcin
d. ongen de las tierras salientes. Sabemos que unas estn
dtspuestas como arrecifes anulares, formados por otros anillos de men ores dimensiones, mientras los conos de la va que
se yerguen en alta mar elevan altivos fuera de las olas s us

142

laderas encorvadas en forma de escarpas y revelan la independencia de su origen con un declive que se prolonga con
regularidad por debajo del agua. Puede verse, segn demuestra el volcn de Stromboli, y m s t odava el de la isla de
Panaria, que las olas no dejan de s uavizar las pendientes
submarinas, distribuyendo en lontananza las lavas y cenizas
a rrojadas por los crteres.
Comparadas con las tierras de origen continental, las
verdaderamente insulares, compuest as de lavas o construdas por los corales, tienen escasa extensin. Parece que,
segn la disposicin general del globo, la separacin debi
d " ser al principio mucho :ms determinada e ntre el mar y
los espacios que surgen. Por una parte, mucha tierra seguida ; por otra, ocanos desiertos ; sa debi de ser la disttibucin natural; pero el trabajo incesante llevado a cabo
en nuestro planeta, como en todos los astros del cielo, ha
modificado hasta lo infinito la forma de los relieves continentales y de las cavidades que los separan . As como con
lluvias y nieves el mar ha sembrado con lagos las regiones
que se alzan sobre su nivel y 1ha trazado los innumerables
valles de las aguas corrientes, del mismo modo las tierras
bao dado al Ocano millares de islas e islotes que con tanta
gracia \'aran su s uperficie. Los aluviones de los ros ; el
poder erosivo de las olas; las fuerzas interiores que levantan o deprimen lentamente vastas comarcas y hacen brotar
bruscamente conos de lava, y los innumerables organismos
que hacen trabajar a las sustancias contenidas en el agua
martima, todos esos agentes geolgicos han obrado de conc ierto para sembrar por el mar islas de formas y tamaos
diYersos, ora amontonadas, ora en grupitos o completamente aisladas. Despus los vientos, las lluvias, las trombas y otros meteoros atmosfricos, las corrientes ocenicas,
el flujo y el reflujo, las ondulaciones de las olas, cuanto se
mueve y flota e n el agua y en el aire (aves y peces, algas y
madera, espuma y polvo), no han dejado de obrar directa
') indirectamente tpara introducir la ,vida en esas islas pobladas de especies animales y vegetales y preparar as resi.dencia para el h ombre.

143

CAPITULO V

Los mdanos

lllda11os proccdclltcs de la descomposicilt de las


rocas. - Formaci~t de mdanos mo'Uibles en las
riberas deL mar. - Disposicin simtrica de los montecillos de arena.

Las filas de montecillos de arena llamados mdanos suelen presentarse en las playas arenosas del Ocano; pero el
fenmeno del levantamiento de la arena en colinas movedizas puede verificarse tambin a mucha distancia de la ribera actual de los mares. Frmanse los mdanos en todos los
puntos del globo donde el viento encuentra y empuja leve
material de arena, pero como los materiales no existen en
cantidades considerables ms que en las orillas del mar y
de las grandes cuencas lacustres, en el fondo de los antiguos golfos y estrechos que hoy son desiertos, y a la orilla
de los ros de cauce muy arenoso y expuestos a frecuentes
cambios de nivel por la alternativa de sequas e inundaciones, las aguas, con su accin destructora de los acantilados,
preparan las molculas arenosas necesarias para la construe<:in de los mdanos, y ese origen permite considerar a
los montecillos movibles de arena, sea cual fuere su prcr
x:imidad a las costas, como productos del Ocano.
En todos los grandes desiertos de Asia y Africa se ven
esas olas terrestres que
mue\en con lentitud mediante
el impulso de las corrientes areas. Tambin las hay a orillas del Nilo y de otros muchos ros grandes. Hasta en
Francia hay mdanos de unos ro metros de altura en la
orilla del Gardon, un poco ms abajo del clebre puente rcr
mano el mistral los ha elevado. Al soplar el viento se apodera de las molculas de arena fina dejadas en las playas

se-

ro Ocano

14 5

y ...ecadas por el ~ol y luego las deJ?Osita a la. entrada de la


lanura, en aquel lu~ar d~nde el v1ento dom1na mayo.r extensin y pierde en mtenstdad lo que gana en superfic1~.
Cierto nmero de mdanos se ha formado e n el m1smo
sitio d onde ahora estn, por la de integracin de rocas .de
aspern. Las nie blas, las lluvias, ~as helada~ y todas las mtemperies \'an royendo la uperfic1e de la p1edra. y la transforman e n arena que se va desmoronando y ?eJa al .descubierto nue\as capas. S ufren stas a u vez la mfluenc1a de~
tructota de lo:.; meteoro , y poco a poco la roca , an tes .solida, se convie rte hasta profundidad ms o menos constderablc e n una masa de a re na desmoronada. Los g ranos, a l
chocar unos contra otros en la cada, se hacen cada Yez ms
t enues y cua ndo el ,iento sop la con fuerza puede le,antar
ec::as ~olculas de are na, hace rlas subir la pendiente de la
escarpa, y a vec;'> ha.sta ele\'arlas en t orbel!inos como el
humo de un volean. Sm embargo, como el medan o es todaYa enYoltura de un ncleo slido y e-.t compuesto e n gran
parte de 0,yranos m s pesados q ue los de las orillas del Ocano, no se mueve del t odo bajo la accin de la~ tormentas.;
n o h ace ms que tomar otra forma a consecuencia del c~ mb 10
o-radual de s us pendientes e n esca rpas de derrumba mte nto.
C\.rC1. de Guadams Yarias montaas de este gnero, que
fueron an tes colinas de aspern, se alL.an hasta .1 50 Y 200
metros de a ltura; una que llega a. 15~ metros, tlcne \. n la
part~ expue ta a l ,iento una inclmac1n de 37, o sea la
pendiente mayor que puede presentar una escar pa de arena.
Re pecto a los md anos propiamente d ichos, los que se
e ncuentra n tierra adentro leJOS de l mar no pueden compararse con los que se extienden en largas fila s pa_:alelas a las
riberas a renosas del mar . En las playas ~o pe':lascosas del
Ocano, es un hecho casi c.oustante la. extste ncta de mda n os; las nicas playas baJaS despr?vtstas. de ellos son . las
que e l oleaje ha formado con matenas arc1 1l<?sas, con. cteno
compacto 0 con arena muy mezclada con .res1d uos a mma les
y vegetales. Las orillas arenosas del Mediterrneo, del Bltico y otros mares interiores d onde apenas se notan las
mareas, no presentan ms que mdan?s poco elevados, ~o:
que la falta de flujo y reflujo no perm1te a la arena adqumr
s uficiente movilidad ; sin embargo, hay algunos de m~ de
30 metros de altura, e ntre Veracruz y Tam.pico, en la<i onllas
del o-elfo de Mjico, d onde las mareas t1enen poca fuerz~.
En todas las costas ocenicas cuya arena e~ bastante movtble para que la le vante el viento, la. formac16n de los mdanos se verifica con perfecta regulandad.
Levantndose esos montecillos a la vista del observador,
u o es difcil seguir sus progresos ni dar s u teora. Las olas

146

mueven constantemente el fondo movible de la ribera, carcon materias arenosas y las extienden en ligeras capas
sobt e la costa rasa y luego al bajar la marea las mol<:ulas de arena van p e rdiendo la humedad, dejan de adher irse unas a otras y se dejan llevar a tierra por el viento
del mar ; esos son los materiales de los m danos. Si la
playa se le ,anta ra hacia lo interior del continente de una
manera perfecta mente lisa , la arena, rechazada por las olas
por t;ncima del nivel ~ arin o, y llevada a lo lejos por los
sucestvos soplos del v1ento, se extendera por el suelo en
capas d.e ~sp~sor uniforme, pero nas desigualdades de la
superficte 11Up1den .que ocurra as. Guijarros, ramas y troncos de rboles cub1ertos de conchas, plantas y a rbustos de
races te naces forman asperezas en ci ma de la playa y se
opone n a la marcha del viento, que resbala por el s ue lo,
arrastrando los g ra nos de arena <;ecos. Tan leves obstculos
bastan para de terminar el nacimiento de mdanos obli<Yando .a la br isa a dejl.lr caer la leve nube de polvo ~reno~ o
<:ahzo de que <:st cargada. Rmpese as la horizontalidad
d.:: la playa; las hileras de montones de a rena , que sern
ms tarde verdaderas colinas, e mpiezan a perfilarse e n el
::.uelo.
Cuando el \ icnto dd mar sopla con bastante fuerza, no
slo .:.e puede a-;istir al ~recimien lo ele los mdanos s ino
que tambil:n. se .pue~le au.."\:iliar !:>U formacin y comprobar
con la exp.era:ncJa dt~ecta los asertos de la teora. D<::posikse nn obJeto cualqUiera en el suelo o cl,ese ms bien e n
el s~elo una. hilera de estacas perpendicularmente a la diteccton del v1ento, y en seguida la corrie nte de aire que
choca con e l obstculo rdroceder para formar un remolino
cuyo dimetro <:s ~iempre proporcional a la alt ura de la~
estacas. Ddenido~ por e e remolino, los granos de arena
trados por el Yiento se depositan gradualmente ms ac
de la ,a lla hasta que la cima del diminuto mdano est al
nivel ele la lnea ideal que ,a desde la ribera ha::.ta la arista
::.uperior del obstculo. EntonC'-s, la arena, impulsada por
el soplo de1 mar, y .que sube el pl::lno inclinado presentado
pnr la c~ra a~ terior dd m.ontecillu, n o e deja arrastra r por
el remoh no m Yoher hac1a atrs; franquea d barranquillo
que e l g;irar de} aire ha preparado dda nte de la estacada ,
Y ~ae mas a ll para acumularse poco a p_?Co \.n la cara post~nor del obstculo tomando la forma de un vertedero. Graoas al conocimiento de estos hechos, ha podido obligar
a los eleme.ntos a con struir una muralla prot ctora de md~nos en dtversos puntos de las costas amena7..adas de erotones por las olas del mar.
Esos son '>tcmpre los comienzos de los mdanos, sean
~an

147

cuales fueren los obstculos que se opongan a la marcha del


viento. Fcil es convencerse de ello viendo las casas o cabaas que aduaneros y pastores levantan e n los valles arenosos de los mdanos landeses no fijados a n por siembra
de rboles. Por la parte del mar, que es por donde soplan
terribles r fagas de viento, est separada la casa de la escarpa de arena por una zanja de defensa tan regular como
s1 la hubieran abierto manos huma nas, pero en la parte que
hace frente a lo interior de las tierras, amontnase la arena
gradualment e, y si no se la sacara, se levantara hasta la
altura de los techos.
En la meseta ligeramente ondulada que se entiende al
pie de las pirmides de Egipto, pueden estudiarse tambin
los mismos fenmenos. Los vientos del Este y Nordeste que
hieren la cara oriental de las enormes masas de piedras, son
rechat.ados, y desarrollando en el suelo ondas reflejas no
permiten a la arena que se deposite en los peldaos in ferieres de los edificios ; levntanse los mda_nos a cierta distancia, precisamente en el lugar donde la corriente refleja
queda neutralizada por las masas de aire procedentes directamente del Este. En cambio, al or iente de las Pirmides,
largas escarpas de arena, ms o menos inclinadas, se apoyan en la base de los monumentos. Tambin al pie de ciertos
acantilados de Liguria, donde la arena se acumula en mdanos, siempre hay una especie de zanja entre la roca y los
montones movibles.
Cuando el trabajo del hombre no interviene para dete-ner el progreso de los mdanos formados en la ribera del
mar, los diversos obstculos que determinaron la acumulacin de la arena desaparecen a l principio por la parte del
vertedero bajo sucesivas capas; despus, cuando aquel lado
est enteramente oculto, la cara anterior empieza a desaparecer tambin. El viento, en vez de extenderse en un plano
horizontal como la superficie del Ocano, se ve obligado a
tomar una direccin oblicua para subir la pendiente del mdano; cuando ste es muy elevado, la corriente atmosfrica pasa libremente p or encima del obstculo que antes la
detena, el remolino que ms ac daba vueltas deja de girar
y entonces no hay nada que impida a la arena lLgar poco
a poco el barranco que la re~rcusin de la corriente a~rea
haba abierto delante de la valla. Pronto coincide la arista
del mdano con la del obstculo; desaparece ste completamente, y el montecillo, creciendo como una ola que se acerca
a la orilla, levantando la cresta cada vez ms, contina ganando espacio a la t ierra. Las diversas capas de arena que
\'a trayendo el viento marino suben hasta la cima de la
\'t:rliente martima del mdano y despus, abandonadas a

148

su propio peso, se extiende n por e l vertedero y bajan resbalando hasta la base. En las landas del Gironda, la pendiente occidental del .mdano, cuya base no roe el mar es
por trmino medio de 7 a I2. La pendiente oriental, qu~ es
1" del vertedero, es de 29 a J2, es decir, tres veces nuis r pida. Sera de 45 si las lluvias no surcaran las escarpas,
prolongando su inclinaci n.
As ganan incesantemente los mdanos, gracias a las
nuevas capas de arena sumadas a su escarpa variable, pero
la accin del viento dominante n o se limita a hacerlos crecer.
Acaba por moverlos completamente, hacindolos viajar. El
objeto en cuya base haba acumulado los primeros granos
de arena e l remolino del aire, a la larga se descompone; la
intemperie, los insectos, la humedad, los agentes qumicos
lo destruyen , y cuando ha desaparecido, la arena que en l
se paraba vuelve a moverse. El viento que arrebataba las
capas superficiales del mdano para sustituirlas con otras
nue\as, puede llevarse ya toda la parte anterior del m onteCillo ; alarga el tertedero a expensas de la cara martima y
la base de la colina, roda por el viento, cada yez se al~ja
m~s de la ribera. El mdano anda, adelanta a la conquista
del continente. Es tan grande la movilidad de la arena, que
ni aun cuando las olas roen el pie del mdano y le obligan
~i derr umbarse en el mar, deja de avanzar la cima hasta el
tontin~nte. Destruida por un lado in\ade por d otro, como
esos seres \'Orac~..s que, hasta cortados en dos pedazos, sigut:r
h ugando. Los altos mdanos de Lagra\e, al sur de .\.lcachn, son curiossimos desde ese punto de vista ; por abajo,
los obliga el mar a derrumbarse ; por arriba, ahogan a los
pmc.s con sus masas invasoras de arena.
Lus das ms fa\'orablcs para la obs~rvacin d~ la marcha
progresi\a dd mdano son aquellos en que una brisa suate,
pero bastante fuerte para empujar la aren1, .sopla de un
modo perft:ctamente uniforme. Desde lo allo del mdano st:
n~n los innumerables granos de ar\.:na que corren a. escalar
la. I ..:ndicntc; ccntdleando al sol y arremolinndose como
mu-.quito~ en hermosa noche estival, alcanzan la cumbre v
Iucgu se acumulan en forma de cornisa en el rtt'erso de la
ari::.ta; de cuando en cuando determinan pequeos desmor onamientos que se derraman por la superficie de la escarpa
como cascadas de agua por la . pendiente de una roca, y cuyu::.
contornos recuerdan los de hg-eras colgaduras que :-.e tapan
unas a otras. Cuando el Yiento tempestuoso .sopla Yiolentamente en rfagas sucesi,as, las iD\asione del m~lano se
\erifican 1..n forma ms ripida, pero tambin m::. dificil dt:
obs~na r. Las c1mas de los montecillos, envueltas por torbellmos de polvo, parecen volca.nc::. que arrojan humo; la

149

cara anterior del mdano est surcada por el \iento; masas


de arena, cargadas de residuos martimos que trajo la tempestad, se derrumban con estrpito y se colocan en capas
desiguale~ sobre el Yertedero. Una trinchera practicada en
lo interior del mdano permitira contar y medir los estratos de espe or y de natura!eza diferentes que trajeron s ucesivamente los vientos. Brisas suaves hubo que n o depositaron ms que arena fina como polvo, vientos fuertes cargaron con arena pesada y conchas, alguna borra c:;ca acarre
ramas y otros residuos. Las molculas s uelen ser tanto ms
tenues c uanto ms lejanas del mar estn, cosa que se comprende porque han de volar con mayor facilidad cuando
ofrezcan me nos resistencia a la corriente area que las arrastra. En los estrechos cordones de mdanos <1ue s iguen ciertas partes del litoral mediterr neo, puede verse distintamente en un espacio de varios centenares de metros una
serie de materiales movedizos, separados segn s u peso :
primero hay frag mentos de conchas; luego, grandes residuos arenosos; ms adelante, arena fina .
Si e l plano inclinado que el mdano presenta al mar permanecie ra perfectamente liso, la zona de la ribera no tendra en t oda s u a nch ura ms que una muralla sola de arena
que imadira gradualmente el s uelo tierra adentro, pero a
l o largo la pendie nte de cada mdano no puede dejar de
presentar algunas des ig ualdades cau~adas por cuerpos extraos o por plantas arraigadas e n la a rena. Todos los rclieYes bastante fuertes para resistir a l viento ~inen de puntos de apoyo a nuevos mdanos injertados , digmoslo as,
en la ladera del a ntiguo. Esos mismo mdanos nue,o~ tienen pronto asperezas cubiertas por otros montccill os de
arena, y as se leva ntan poco a poco esas hileras de coli na-;
movedizas separadas por valles lar gos y estrechos llamad0>
Lettcs o ledes por los campesinos de las la ndas fran cesas.
En ciertos lugares, especialmente e ntre Biscarosse y La
Teste, las lettes se parecen, en una longitud de Yarias legua<>,
n los cauces secos de anchos ros que rodean con olas de
arena islotes verdes.
A pesar del aparente desorden de esos montecillos, en~re
los cuales bie n puede extraviarse un viajero inexperto, la
cisposicin general de ellos puede reducirse a un tipo uniforme diversamente m odificado por la geografa local, los
contornos del litoral, la naturaleza del s uelo, la fuerza y
direccin del viento, la presencia o la falta de yegetacin.
El mdano ms prximo al mar, y, p or consiguiente, el ms
r~ciente,. est .menos eleYado que el montecillo ms antiguo
Situado mmed1atamente despus, as como ste alcanza menor
altura que la colina siguiente. En un sistema normal de

150

mllnnos, cada hilera que se eleva ms adentro de tierra


s upera a las a nteriores y forma como un nue\o escaln en
la pendiente del gran mdano primiti\'o que sirve de van~ uardia a t odo el ejlrcito de las a renas. Ese ltimo mdano
~erdadera aris~ de todo el sistem.a, aumenta poco a poco co~
todos lo!> ma tenales que han serv1do para la formacin de lo~
mdano5 inferiores situados ms hacia el mar. El .,..tano de
arena a rras tra do por e l aire a la cima dd primer m~ntecillo,
) que Juego ~e derrumba <;n un barranco, pu<:dc permanecer
inm vil dura nte siglos debajo dL la!'> m a~a-., puo ;_{racias al
progreso cons ta nte del mdano, cuyas capa-; ... upcrficiales
barre el \'icnto para dejarlas cau ms lej os '-' n forma de
vertederos, el grano de are na reaparece; lle\ado ele nueyo
a un:l cima, baja otra vez y no deja de \'iajar <k mt:clano en
mdano hasta el ltimo.
Las i nnumerables molculas aren osas a ndan en virtud de
kyes rigurosas y p or lo tanto se puede m<;clir la fucrt.a del
viento por la alt ura, la masa y la rapidc1. del movimiento
de los montecillos. Uua ubsLn-ac.in cu idadosa permit ira
tambin comparar e ntre s las dt\'ersas c.orrienll..s atmosfricas que c.mpujan a la arena e indicar con prLci~in la de
accin m:ts enrgica . En la 1x:nJD~ula de .\rvert o de la
frcmbladc, situada entre la desemboe1dura del Girunda y
la dLl ~ndrc, la cordillera de mdanos se: elc\'a ;_{radualmenll.. Ln din:ccin al ~orte, y en su extrcmjdad septentrional si.! alza d m::. alto. Explicase ese fenmeno no por lo
frL C.UI.!ntL e intLnc:;o del dento dd O. qu sopla Ln aquello~ parajLs; LO nrtud del parakloJ!ramo dL las. fuerzas
lle\'a a la arena ms lejos y ms arriba que lo~ \"Lntos del
Oeste y dd Noroeste
Todo mdano aislado akcta contornos muy definidos que
rec uerdan los del cuart o creciente. Fcil es de comprender
por qu la col ina ha de adelantar d<: manera que proyecte
a'> una punta e ncor\'ada a cada lado ck -.u ma:.a principal.
Los granos de arena que el \"iento hace subtr por toda la a ltura de la parte central del mdano han de describir un camino ms constderabk y han de re~balar m:ts ticmpo por
la contrapcndientc quL hs molcu,a de los dos extremos
laterales. Andan por con::.iguien te cnn menor \elocidad; las
punta extrema<;, m-. rpidas que d re to dd mdano, se
repliegan y dan al conjunto de la colina mon:diza el a-pecto
de un \'Old.n con el crter hunclido. Contribuye tambin a la
forma semicircular de los montcillos di! ar\:na la circuns~ncia de que d YiLnt o dominante no siempre opla perpendicularmente a la masa dd mdano; a n :c.:cs L'> oblicua su
direccin, ya en un Lntido, ya e n ot ro. Entonc~.:s hace avan-

151

s~b re todo porque e l


~0., y lle~a la a rena

zar ms rpidamente el ala del mdano, cuya cresta hiere


en ngulo recto.
En el desierto de Atacam.a, en la Pampa de Tamarugal,
en las llanuras jalonadas de Tejas, en el Sabara de Argelia,
e n los desiertos de Nubia y en casi todas las regiones recorridas por arenas a:noYedizas, los mdanos, a l crecer, presentan tal regularidad de forma, que ha llamado la atencin de
todos los v iajeros. Las landas de Gascua presentan tambin ejemplos notables de esa disposicin semicircular de
la cresta de los mdanos. Cerca de Arcachn y de la Teste
todos los montecillos tienen esa a pariencia de volcanes hundidos y se distinguen por la rica vegetacin de retama y
madroos que llena s us crteres. E n las partes del litoral
de las landas donde la redondez crateriforme de los mdanos
s~ ha acha tado, obedece ese fenmeno indudablemente a que
dos o varios montecillos se han reunido y como fundido
juntos por el \'iento impetuoso que sopla del mar. De todos
modos, es fci l darse cuenta de todos esos fenmenos estudiando los diminutos montones de arena o mdanos en miniatura que se forman a millares e n las playas martimas.

II

Altura de los mo11tecillos. -

nos. -

Ma1cha de los mdaMo'Vimie11to de los esta11ques . - Desaparicin de las aldea s.

En Europa, los montecillos de arena ms a ltos se encuentran e n el litoral de los Pases Bajos, en las costas a tlnticas de F rancia, y e n Escocia a las orillas del F irbh o f
Tay. E n cuanlo a los mdanos del Mediterrneo, son stos
m ucho ms bajos que los del litoral del Ocano. Los golfos
del sur de Europa tienen una marea muy poco perceptible,
y, por lo tanto, las arenas de las orillas no viaja n sin cesar
como las de las playas ocenicas y ofrecen menos obstculos a l viento que impulsa delante de s las molculas arenosas ms tenues. En el sur del Africa, en el contorno de
los golfos de las Sirtes, uonde flujo y reflujo tienen ms importancia y donde son muy extensas las playas arenosas,
los mdanos mediterrneos alcanzan considerable altura. E n
Francia, las olas que se ven desde Port-Vendres hasta las
bocas del Rdano no suelen a lzarse ms que a seis o siete
metros de a ltura, porque las lenguas arenosas e n las cuales
se forman estos montecillos no tienen a nchura bastante, y

152

mistral, viento dominante, sopla del


de los estanques al Mediterrneo.
En el htoral de las landas de Gascua, adonde las olas
del mar llevan cada a o 6.ooo.ooo de metros c bicos de
arena, muchos mdanos pasan de 75 m~tros de altura y
hay uno, el dt! Lascours, c uya cresta, paralela a la orilla 'dei
m~r , llega en varios sitios a 8o metros y alza s u cpula culmiDante hasta 89. Verdad es que esa a ltura seala en Francia el l mite s uperior de ascensin de esas arenas porque
las hileras de mdanos situados al este del de Lasc~urs son
mucho menos elevadas. Podra admitirse q ue, despus de
haber llegado a tanta a ltura, las rfagas inferiores del viento
del Oeste , comprimidas por las masas de aire ms elevadas
tJO tienen bastante fuerza impulsiva para hacer s ubir m~
a las molculas de . a re~, y se ven obligadas a bajar hacia
las llanuras de lo 10tenor, descabezando las colinas formaJa~ anteriormente. E n las playas bajas de Africa, donde el
Ocano baa el gran desierto de Sabara, la enorme cantidad
<k materias arenosas q ue los vientos del Este traen del desierto, y son llevadas de nuevo a tierra por el de Oeste, permite a los mdanos del cabo Bojador y de Cabo Verde llegar
a una altura de 120 a 180 metros. En el Nuevo :\fundo, el
mJano ms alto es el de Morro Melancia, cerca del cabu
<k San Roque, de 45 metros de altura ; se apoya por un lado
en un montecillo con rboles.
Para el viajero acostumbrado a escalar los Alpes o los
l'inntcos, humildes cimas son sas; sin embargo, esas alturas arenosa~ adquieren aspecto de Yerdaderas montaas, y
sus cordilkras, dispuestas paralelam\!nte a la orilla como
filas de enormes olas, parece que const ituyen todo un sistema orog-rfico. Sus atreYidas <.;scarpas, sus ari~tas vivas,
talladas como con cincel, la forma rtmica de sus cimas, la
armunia gen~.-ral de sus contornos, modificada sin cesar a
gusto del viento, les dan sorprendente aspecto de grandeza.
La hn<.:a d~ base pt:rfectam~nte lisa que pre~enta la ribera
<lel mar, aumenta la ilusin por d contraste y contribuye a
dar granuiosidad a b.s blancas colina~. El antiguo nombre,
ct'lta y latmo a un tiempo, de los m(uanos (dr111) que se
ap!icaba a las mont...as y a la~ colinas ~.:~carpadas y que se
encuentra tambin ~.:n las denomina,iones de Yarias ciudades, \'crdn, Londn, Bondn y a\'<:rdn, demuestra q ue
~ nuestros antepasados les haba llamado mucho la atenctn
la furma atreYida de los montecillos de arena del litoral.
Ganando ~in cesar terreno a las llanuras interiores, el
mt!dano tapa sin lkstruirlos touos los objetos slidos, pieura:., pcascos, troncos de rboles o moradas de hombres ;
.a \'tres cubr~.: grandes charcos de agua y los hace desapa-

153

recer uurante alo-n


tiempo bajo la base inclinada ue ::>US
0
<.scarpas. Cuanuo la .arena trada por el viento ca~ con reg ularidad en la extensin de agua estancada y cub1erta de espuma \'iscosa, forma a veces una capa tenue que oculta p~r
completo el agua a las miradas. Esa cap~ ~ueue adqumr
solidez suficiente para permanecer en eqml!bno hasta cuando el nivel del charco baja mucho, y las molculas de arena,
secauas por el sol, no delatan la existencia de la trampa
oculta. Los pastores y los animales que ponen el pie en la
superficie se hunden de pronto ms o menos profundamente,
y las aguas del charco refluyen a su alrededor. Generalmente
no pasan ms que un susto. Poco a poco se amontona la
arena derrumbada; los que se 'han hundido dejan que se
consolide el fondo, y levantando una pierna tranquilamt!nte
ao-uardan que se forme una especie de escaln y s uben de
~ldao en peldao como por una escalera.
Si a veces quedan ocultos los charcos, las masas de agua
ms considerables situadas en la base de los mdanos son
rechazadas continuamente tierra adentro. Los ros, cuyo
curso queda detenido y se convierten en pantanos, tambin
retroceden y mezclan sus aguas con las de los estanques.
Esa formacin de lagos y cinagas, paralela a la de los m 1lanos es uno de los rasgos ms notables del litoral de las
hnda~ francesas. En un espacio de 200 kilmetros se pro!onaa una hilera de estanques diferentes en forma y tamao,"" pero situados todos a una distancia casi igual. del mar.
Una o-ran baha la cuenca de Arcachn, ha pod1uo sostener a~plia continuacin con el Ocano, graci~s acaso al ro
que recibe del interior, pero las dems extens10nes de agua,
al )lort.e los estanques de ::\Iourtin y de Lacanan, al ur los
J e Cazan de Parents de Aureilhan, de San Julin, de
Len, de ' Soustons, no ' se comunican c.on el mar mas que
por corrientes de cauce tortuoso y rp~d o y se encuentra.n
ahora a un nivel considerable por enc1ma de la superficte
marina.
El estanque de Cazan, el ms .elev~do de todo~, que ha
sido rechazado o-radualmente a lo mtenor de las berras por
los mdanos mfs importantes, extiende sus aguas a una altura que vara de 19 a 20 metros, segn las estaciones; nn
hay menos de 6.ooo hectreas de superficie media. Al especUldor que lo contempla desde lo alto de un montecillo, le
parece ver una vasta baha martima, porq~e una gran ;arte
de las riberas opuestas no la alcanza la mtr~da, y los ar?oles,aislados o dispuestos en grupos que sena Jan a lo lej<JS
13. remota orilla, parecen una flota de barcos a nclados en
una rada los hacinamientos blancos de arena de forma
triangular', que se distinguen en la base de los mdanos

154

verdes y parecen otr~s tantas velas de embarcaciones pecra.


das a la costa, acrecH~ntan la ilusin. Es probable tambin
que el estanque de Cazan fuese antes un golfo del Ocano
porque el fondo dt! ese mar interior tan pequeo est todavi~
a diez metro~ por debajo del. nivel ocenico. Los pescadores,
que son los Jueces ms autoru..ados sobre esta materia estn
~odos contestes en que en las partes ms bajas del estanque
1a sond~ toca el fondo a. unos 30 metros por debajo de la
::.u~rfic1e; afirma~ ta?lbtn que los huecos profundos es~
luv1eron en comuDtcac16n con el mar, e indican el ancn de
::\1anbruk como antiguo puerto y tra7..an en medio de los
mdanos la direccin que segua el estrecho de la entrada.
Tambin los pescadores del estanque de Hourtin en sean
todava el lugar ocupado por otro antiguo puerto.
Fcil es explicar la transformacin gradual d~l antiguo
golfo de Cazan y de las otras bahas martimas que recortaban la orilla, uniforme hoy, de las landas. ~eparadas del
Ocano al principio por delgado cordn de arena, como se
forman a veces en las playas bajas, esas bahas convertidas
c:n estanques han sido recha..r.adas poco a poco tierra adentro
por los surcos paralelos de los mdanos. Bajo la presin
enorme de la arena han subido, digmoslo as, por la pendiente continental. Al mismo tiempo lluvias y arroyos, detenidos en su curso, llc\aban incesantemente tributos de
'\gua dulce a los nuevos lagos, mientras el agua salada se
iba es ca pan do por los desaguaderos naturales abiertos entre
los monlecillos. As, los granos de arena que el \'iento empuja han bastado, durante siglos, para convertir Jos golfos
de agua salada en estanques de agua dulce y para lle\arlo::. al interior del continente a una altura muy con iderable
:>obre el Atlntico.
Ocurren igu<tks f....nrn~nos u1 las ,la-. aflnosas que se
encuentran en mldio del mar. La ma) or parte de estas islas
tienen una forma pufectament.c regular, debida a un tiempo
.1 las corrientv> que las baan y a lo~ vientos que forman
las hilera dL mdanos. En el centro del espacio triangular
o semicircular, qut: rodean con sus montccillos mo\edizos,
~ncicrran uno o \'arios estanques que antes formaron parte
del mar y que se transforman gradualmente en charcos de
1g-u:l salobre y luego de agua dulce. En la isla de .\rena,
-.ituada cerca de la desembocadura del San Lort:nzo, se puede
lleg-ar a comprobar ese fenmeno de transicin y co~er a. la
)l'aturale.ta ilt jrat:anti. Mientras la gran laguna mtenor,
harto extensa para purificarse rpidamente, est llena toda\'a <le agua salada, los charquitos situados ~ntre los montecillos on ya de agua dulce.
~umeruso::. son Jos desastres ocasionados por la in,asin

155

de los mdanos o de los estanques durante la edad histrica. Las aldeas situadas en la base oriental de los mdanos
de Gascua, a la orilla de los estanques, tenan que estable<:erse de cuando en cuando ms hacia el Este, para no ser
tragados por la arena o por el agua. Al acercarse el peliO'ro,
los habitantes amenazados intentaban a veces, pero en v:no,
resistirse. En cuanto los vientos regulares del Oeste sustituan algn tiempo el del Este, pastores y labradores, armados con palas y azadones, se iban a escape a la cima de los
mdanos, y llenos de impotente ardor demolan la cresta
arenosa rpara soltarla al aire. Pero pronto los vientos regulares volvan a llevar la arena tierra adentro, volvan a mo\'erse los mdanos y dispersaban el ejrcito de aldeanos. So
pena de ser tragados, tenan que destruir las cabaas para
lleYarse los materiales y edificar nuevas moradas a cierta
d.i~tancia en lo interior de las landas. Transcurran aos y
stglos, pero mdanos y estanques seguan andando y veanse
de nuevo condenados los habitantes a transportar ms lejos
sus aldeas, entre los brezos. Aquellas desO'racias estaban ya
preYistas, y la crnica omite las emigr:ciones s ucesivas
limtase a mencionar los nombres de algunas iglesias qu~
hubo que abandonar a la arena para reconstruirlas ms lejos
1..n la meseta de las landas. Por eso sabemos que la iO'lesia
d~ Lge fu reconstruda en 148o y en r6so, primero a ;uatro
ktlmetros y luego a tres kilmetros ms adentro pero las
dapas de otras localidades de la zona no se co~ocen con
tanta precisin. Los .ruebl?s desaparecidos h oy de Lisian,
tle Lelos y otros vanos, m se sabe dnde estuvieron . Despus de haber perdido puerto y afueras, el pueblo de 1\Iimizan, que haba sido muy importante, iba a ser absorbido
COJ?pletamente, cuando se logr en el momento supremo
5U,J~tar los mdanos. con .empalizadas y plantaciones. El semlct:culo de las col,tnas mvasoras, semejante a la boca descantillada de un crater, parece que est a punto todava de
devorar las casas.
~luchas veces se ha comparado a los mdanos con gi~antescos reloj~es de arena que midieran el tiempo con el
progreso ~e sus escarpas. Acertada es la comparacin, porque los v1entos del Oeste que llevan a cabo todas esas transio:maciones en el litoral de las landas, obedecen ahora a las
:m::.mas leyes ~ue hace mill!J.res de aos, y probablemente su
tuerza es la mtsma que entonces. Mdanos, estanques y basta
p ueblos ribereos pueden considerarse como verdaderos cronmetros geolgicos, pero desgraciadamente las indicaciones que dan no han sido descifradas de manera cierta, y
ahora que los mdanos estn determinados es demasiado
tarde para e m prender ese estudio. El ilustre Bremontier,

156

cuyo libro sobre los mdanos, publicado en el ao V de la


Repblica, tiene todava autoridad en materia de arenas
movedizas, recogi durante ocho aos una serie de obser~
vaciones que le han dado un trmino medio de 20 a 25 me ..
tros para el progreso anual de l os mdanos de la Teste. Ese
resultado concuerda de una manera notable con las indicaciones proporcionadas por las invasiones de los mdanos de
Lge durante los ltimos 400 aos. Admitiendo como normal
el trmino medio calculado por Bremontier, se llegara a
inferir que dentro de veinte siglos los mdanos podran invadir toda la zona de las landas y cubrir la ciudad de Burdeos; y bastara con 1. 000 aos para transformar en cinagas los hermosos campos de aquella regin, porque los estanques, rechazados constantemente por los mdanos invasores, se desbordaran por la parte del Este en cuanto hubieran traspasado la lnea culminante de la meseta de las landas. Investigaciones emprendidas en otros lugares confirmaran las observaciones hechas por Bremontier, pero puesto
que no se han hecho, no podemos asegurar que sean aplicables a todo el ejrcito de la arena, desde Bayona hasta la
punta de Gra,e, las medidas tomadas al pie de un grupo de
mdanos aislados ; para s ustentar una opinin definitiva hay
que aguardar las observaciones que indudablemente se harn
!>obre el andar de los mdanos en todas las partes del globo
dunue esos montecillos no se han parado an.

JII

Obstculos que opone la Natu1aleza a~ andar de los


mda11os. - Sujecin de la are11a con. los planteles.

Ln obra de la ~aturaleza es doble, y si por una parte


precipita la marcha de la arena, por otra trata de ddenerla;
inuica por r: misma .Jos medios de precaYer o precaYe espontneamente los d1..sastres que causa. En ciertos lugares, y
esp(cialmente en una parte de la costa de las Landas, ejerce
una accin fsica o qumica sirvind?se del xido de. hierro
contenido en el agua de Jos manantiales para consohdar la
arena y transformarla gradualmente en ,erdadera roca. En
otra~ parll..s, c~..mentos orgnicos , compues~os de con~has
rotas, de resto:; de infusorios silceos y cahzos, agluhnan
las molt."'.. ul.l~ arenosas y les dan la estabilidad necesaria
para resistir al soplo del viento. Pero esos medios de con
::.olidar la a1ena son excepcionales. Principalmente la vege.

157

tacin es la que fija las colinas movedizas de las orillas del


mar. En casi todas las riberas los residuos arenosos y cali
zos del suelo ncierran bastantes .principios fertilizantes
para alimentar cierto nmero de plantas vivas que no temen
el aire salado de las olas. y proyectan s us races a gran profundidad para aspirar la humedad necesaria. De esos vegetales atrevidos, el m s comn y e l ms til es la anmdo
arenaria, cuyos tallos, delgados y flexibles, no pueden detener a l viento, pero cuyas forts imas races, de una longitud de d oce a quince m etros, se desarrolla mej or cuanto
menor sea la re istencia de la arena. Diversas especies de
convolYulceas se arrastran por el suelo, y fijando de trecho
e n trecho las cuerdas vigorosas, e nvuelve n a veces todo un
mdano con s u red de hojas y de flores. Otras plantas se
yerguen alta neras, pero si se tragan las arenas s u tallo, se
transforma pronto e n raz y da origen a un nuevo brote que
puede quedar e nterrado a su vez sin que la planta quede
expuesta a perecer. Simiente hay que germinando en la base
del mdano produee un vegetal que, de resurreccin en res urreccin, acaba por florecer e n la cima del montecillo y une
con un <:able de races las capas arenosas que las enredaderas
de los convolvulus sujetan en la s uperficie. Numerosas plantas cuyos dbiles tallos est n medio s umidos e n la arena son
ta l vez contemporneas del mis mo mdano tal vez existan
antes de la aparicin del hombre.
En la 1ucha trabada entre la fuer7...a de l viento y el poder
de la vegetacin el res ultado definitivo depende a un tiemP<' de las condiciones cl imatricas, de la naturaleza del s uel o,
d< la forma de la r ibera y de dinrsas circunstancias eventuales e ntre las cua les hay que m encionar principalmente
los d~terioros causados por hombres y a nimales. En las
orillas d~ las comarcas tropicales de Amrica del Sur, donde
favorecen el dec;arrollo de las plantas, segn la estacin, un
calor extremado y t orrentes de lluvia, y donde la a rena e ncierra o-ran proporcin de residuos anima'les y vegetales, la
mayor parte ue los mdanos est ya sujeta a algu~os me tros
del mar por mimosas, cactos y otros rboles espmosos; en
la~ 'Playas de todos los ros del Brasil ecua torial que van
a desaguar junto a la desembocadura del Amazonas, se. ve n
a bastante distancia del mar hileras de mdanos de d1ez a
quince metros de altura que viajan si n cesar, impul sadas
por el soplo de los ali~i os . Esa movilidad de la arena depende indudablemente de un hech o comprobado por Cont:nho y Agassiz : las playas se deprimen en aquella parte
del Brasil, y por lo tanto, cambian de forma constantemente; los ~danos no han tenido t odava tie mpo 'Para
{} uedar s ujetos.

158

En Europa, la fl ora de la arena es menos rica que en las


omarcas ec uatoriales. En las costas de Jutland ia se compone ni camente de 234 especies de plantas, humildsimas
en s u mayora ; as es que los mdanos blancos de la penmsula dinamarquesa, lo mis mo que los de Gascua y H olanda, no tienen bastante cohesin para resistir a los furio'iOS vientos ue Oeste que los atacan. Probable es , sin e mbargo, que hasta en los pases de la zona te~plada la motlesta vc,.etacin herbcea de la arena del htoral pueda,
despus de ciert o nmero de siglos, adquirir la fuerza nece~aria para sujetar los mdanos y preparar, con la lenta acumulacin de sus residuos, una capa ' 'egetal donde crezcan
espontneamente grandes rboles.
Si no ocurriera as, dificil sera comprender por qu todos
los mdanos de Europa estaban antes cubiertos de bosques.
Seo- n el unnime testimonio de los antiguos gegrafos, loe;
Lo~ques se extendan hasta la orilla del mar en aquellas
llanuras que son hoy los Pases Bajos, y los btavos, anglos
y frisones no tenan en sus idiomas ning una palabra espeial para de!->igna1 montones ue arena movediza. 1'i el gran
oeo-ra fo Estrabn ni Plini<) el c nciolopedi.;,ta, ni ningn
~tn;' escritor eJe la' antigikdad menciona la exi:.tt:ncia de colinas empujadas por el ,-i~n to, y e'ite fenmeno ~cguramen
tc lec; habra llamado la atencin. D~:bajo de numerosos mdanos de Gascua se encuentran troncos ue encinas o pinos
sumidos en la arena po1 encima del antiguo ni,el de las
landas. Es ms : al<Yunus conservan toua\'a bosques magnficos, q ue cuentan "muchos siglos de existencia, y probablemente no han ~ido plantauos por el hombre. Cerca de
:\rcachu es fcil extra,iar e en un bo que donde se yerguen pin.os gigantescos, sin ri,alcs en Francia, y enci nas
de una circunferencia de doce metros. Ttulos de 1332 hablan
tambin de bosques que cubran los mdanos de )!doc,
ciondc los seores de Lesparre 1ban alegre ~ente a caza1
cier\'os, jabales y cor:.ws. Finalm~nte, l\Ionta1.gne, . que escriba a mediado~ del siglo xvr, d1ce que las 1~vas10nes d~
arena se verificaban haca algn tiempo. Ademas, por que
han rle dar los landeses el nombre de montes a sus bosque~.
hasta a los de la llanura, sino porque s us colinas de arena
estaban ante~ cubierta de rboles?
Desgraciadamente, tan her.mosas ~el vas, qu~. protegan
en otro tiempo las tierras baJas del h,toral man.broo contra
la in \'asin de la arena, fueron destrUidas sucesl\a~ente en
las revueltas pocas de la. Edad .)fedia, ya por ID\'~ores
brba ros, ya por varones 1m prev1sores, ya. por los. m1smo_s
aldeanos. En el sio-lo X\' III el rey de Prus1a, Fedenco GUIllermo I , necesit ciinero con urgencia, mand talar el bosque

159

de pinos que sin interrupcin se extenda por los mdanos


M la Frische Nehrung, desde Dantzig hasta Pillan. Prodjole aquella operacin la cantidad de 200.000 escudos, pero
las arenas movedizas invadieron la baha interior, destruyeron las pesquerias, obstruyeron e-1 canal de navegacin,
sepultaron las fortalezas de defensa y modificaron del modo
ms lastimoso la economa hidrogrfica de aquellos parajes.
En Holanda, en Bretaa, las talas del litoral han trado an
ms funestos resultados. A las orillas del lago Michigan, en
e! cabo Cod (Massachussets), los desmontes de l a playa han
contribuido tambin a la formacin de colinas movedizas. A
nadie ms que a s mis mos pueden echar la culpa los ribereos, puesto que obra suya son los mdanos. Una imprudencia puede ocasionar grandes desdichas : segn Starino-,
uno de los mdanos ms altos de Frisia fu originado p~r
la destruccin de una en cina .
Al hombre toca sujetar con su trabajo esos montecillos
de arena que cre con stt imprevisin. Afortunadamente no
es obra imposible. El pastor de las landas francesas, cuando
quera proteg-er su choza alzada en el fondo de algn barranco de los mdanos 1 cuidaba de cortar e n las cin'lgasprximas gramneas o caas, que coloc'lha en el suelo de
manera Q';le lo cubriera completamente y no pudiera m<>verlo el v1ento del mar. Con eso basta ~ la arena queda inm\'il y el mdano sujeto, por lo menos hasta que el paso
de un caballo, los dientes de una oveja u otro animal, un
chaparrn o alguna otra causa no atraviesan la capa protectora, devolviendo su movilidad a la arena.
Ese medio de proteccin, que es practicable nicamente
en poco espacio, tiene que ser provic;ional; para alcanzar
un resultado definitivo, hay que recurrir a s ujetar los mdanos con planteles de rboles u otras plantas que opongan
al viento valladar invencible. En los tiempos modernos, losholandeses, g-randes maestros en trabajos martimos y costeros, han sido los primeros en conocer la absoluta necesidad de sujetar los mdanos. Defendidos y amenazados a un
tiempo por las masas de arena mo\edi1.a que no dejaban de
invadir s u territorio, aunque lo protegan contra los asaltos
del mar, comprendieron que la salvacin de la patria poda
depender de aquella muralla de colinas, y hace un siglo que
lo. han consolidado definitivamente con plantaciones de
caas, arces y abetos.
Los primeros intentos para la fijaci6n de los mt:danos de
Gascna ~ hickron a principios del siglo X\JII. El c;eor
Ruhat, al adquirir el antiguo captalado de Buch, sembr de
P.inos algunas colinas de la Teste, pero aunque las plantaclOnes tuvieron excelente xito, no se continu 1a obra, y

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en el re.sto de las lan?as! los habitantes desidiosos dejaron


a los medanos que perJUdicaran a sus pueblos. ~Is adelante
los hermanos Des~ie.y y el ingeniero Villers propusieron di:
v~rsas veces la ~UJeCIn de toda la zona de arena ; nadie :es
h1zo caso. Al celebre Bremontier correspondi el honor de
que fuera a~optado y puesto en prcti ca un plan o-eneral
para el c. ultl\:o de los mdanos. Inspirnd ose t:n d eJemplo
y t:n los escn tos de sus antecesores, y sin desdear los inf~rmes de .l os pastores que por tradicin conocan los mt:clws ele. SUJetar la arena, puso manos a la obra Bremonber
en 1~':>7. El..trabajo se interrumpi, se reanud t:n 1791
quedo definttlvamente abandonado en 1793 a consecuencia de
b<1ber~ opuesto a l muchos habitantes de la Teste pero ya
s-" P?clan comprobar sus !Dagnficos resultados. ~rs de 250
hcctarcas ele arc.na moYedza haban quedado sujetas en los
alre(kdon::~ de Arcacbn : pinos, encinas, plantaciones de
cepa-, crecwn perfectamente y la sementera de una hectrea
no habla co~tado ms de 200 francos. La posibilidad ele detene r la marcha de los mdanos a poca costa quedaba demostrada.
.-\ principios del siglo se reanud la interrumpida labor
y hact. algunos aos que se han terminado los trabajos. Los
mdanos de Gascua, sujetos ya, enriquect:n las comarcas
amenazadas a ntes, y a consecuencia del ya]or creciente de
los p10os y de sus productos, puede calcularse en centenas
de millares de francos el crecimiento anual de la fortuna
pblica en el litoral. Hoy se calcula el "Valor de los mdanos
landeses en 25 millones, o sea 6oo francos la hectrea. De
modo que el medio de salvacin aplicado por Bremontier ha
llegado a ser para los habitantes una ca usa de prosperidad.
Al mismo tiempo se han conseguido otros resultados favorables que no podan preverse. Garantizada la arena de los
rayos solares por la sombra de los pinos, produce hierba que
se utili7.a para pajaza y alimento de las caballeras. Las Udes,
que. durante seis meses del ao eran convertidas por las
n.u\'las en cenagales intransitables, han quedado saneadas
sm interYencin del hombre gracias a los millares de raictllas que absorben sin cesar la humedad de la arena. La
superficie de los vastos estanques situados en la base oriental de los mdanos ha descendido tambin para dar a los
rboles del bosque el agua que necesitan para prosperar.
Adems, al sujetar los mdanos se han hecho desaparecer
las zanjas cubiertas en las cuales caan hombres y animales; la arena ya no anda, y las charcas han desaparecido.
La ciencia ha reparado los desrdenes causados por la imprevisin humana.
FIN

u Ocano

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INDICE
Pgs.

CAPTULO PRIMERO.-Las aguas del nwr.-I. Consideraciones generales.-II. Cuencas ocenicas.-Profundidades del mar.-Igualdad de nivel en la s uperficie
del Ocano.-III. Composicin del agua del mar.Peso cspcdfico.-l\1arismas naturales y artificiales.Sustancias uiversas. - Diferencias de salinidad.-Sal
marina.-! V. Di versa coloracin de las aguas del mar.
-Reflejos, transparencia y color propio.-Temperatura de l)as capas profundas.-V . Formacin de los
hielos.-TI!mpanos, bancos y montaas de hielo.Hielos del Bltico y del mar "Xegro.-VJ. Olas del
mar.-Ondas regulares o irregulares.-Altura de las
olas.-Su amplitud y su Yelocidad.-Olas de fondo.
-Olas de las costa e .. .. .. . .. . .. . . . . .. . . . . .. .. ..
CAPTULO II .-Las corrientes.-!. Grandes movimiento~ de las aguas marinas.--Causas genera1
l es de las
corrientes.-Los cinco ros ocenicos.-II. E l GulfStream.-Su influencia en los climas.-Su importancia
comercial.-III. Corrientes del Atlntico meridional
y del mar de las Indias.- Remolino doble del Ocano
Pad:fico.-IV. Remolinos laterales.-Corriente de Rennell.-Contracorriente del mar de 1as Antillas.-Equilibrio de las aguas en el Bltico, en el Bsforo y en
la entrada del :\kditerrneo y del mar Rojo.~Cambio
de agua y de sal entre .los mares ... ... ... ... ... ... ...
CAPTUJ o 111.--Dc la~ marca s.- l. Oscilaciones del nivel del mar.- Teora de las mareas.-II. Teora de
\Vhewell sobre el origen y propagacin de las olas
de marea.-Nacimiento de la marea en cada cuenca
ocenica.-Establecimiento de los puertos.-Lneas
cotidiales.-llJ. Irregularidades aparentes de las
mareas.-.\nchura c:raordinaria de la ola en cierta
bahas.-Interferencia del flujo y reflujo.- :\lareas
diurnas.- Desigualdades entre las mareas sucesivas.
-!V. - Corrientes de marea.-Rasas y t orbellinos.Los bores.-:\larcas fiU\iales.-V. Flujo y reflujo en

sr

Pgs.
lagos y mares interiores.-Corrientes del Euripo.Caribdis y Scila... ... .. . . . . .. . .. . . . . . . . . .. . .. .. . . .. 77
CAPTULO !V.-Las riberas y las islas.-1. Modificaciones incesantes de la forma del litoraL-Los jjords de
Escandinavia y de otras comarcas prximas a los
polos.-11. Fjords cegados por los aluviones martimos y fluviales.-III. Destruccin de los acantilados.
-Costas de la .:\Iancba.-Paso de Calais.-Accin de
los cantos y las arenas.-Marmitas de gigantes.Pozos surtidores de las costas.-IV. Desmoronamiento de las rocas.-Diverso aspecto de los acantilados.
-Plataformas de sus bases.-Resistencia de las costas.-Rompeolas formados por escombros.-Helgoland.--Destruccin de las playas bajas.-V. Forma
normal de las riberas.-Curvas de mayor estabilidad.
-Formacin de riberas nuevas.-Cordones litorales
y agujas de arena.-Babas interiores.-VI. Fondos
bajos del litoraL-Depsitos de rocas calizas.-Aspecto de arenales y playas.-VII. Origen de las islas.
-Islas de origen continental rocas de las riberas
islas de depresin, de levantamiento y de erosin.Islas de origen ocenico arrecifes anu'l ares y volcanes ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... .. . .. ... ... ... ... 103
CAPTULO V.-Los mdanos.-!. Mdanos procedentes
de la descomposicin de las rocas.-Formacin de mdanos movibles en las riberas del mar.-Disposicin
simtrica de }os montecillos de arena.-II. Altura d(!
los montecillos.-Marcba de los mdanos.-Movimiento de los estanques.-Desaparicin de las a ldeas .
-III. Obstculos que opone l a Naturaleza al andar
de los mdanos.-Sujecin de la arena con los planteles ... ... ... ... ... ... ... ... ... .. . ... ... ... ... ... ... 145

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