Peregrinaciones
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PRESENTACIN
En la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza
activamente evangelizadora que no podemos menospreciar: sera desconocer la
obra del Espritu Santo. Ms bien estamos llamados a alentarla y fortalecerla para
profundizar el proceso de inculturacin que es una realidad nunca acabada. Las
expresiones de la piedad popular tienen mucho que ensearnos y, para quien
sabe leerlas, son un lugar teolgico al que debemos prestar atencin,
particularmente a la hora de pensar la nueva evangelizacin (EG 126).
Por qu peregrinamos?
Tres veces al ao vendrs en peregrinacin. Guardars la fiesta de los zimos
la fiesta de la Siega y la fiesta de la Recoleccin, al final del ao... Tres veces al
ao se presentarn todos tus varones ante el Seor tu Dios (Ex 23, 14-17).
La palabra peregrino, viene de peregrinus en latn, o per agrare, que significa
"ir por los campos".
Un peregrino es el viajero que camina hacia algn lugar sagrado, all
encuentra lo sobrenatural participando de una realidad diferente a la realidad
profana.
En la actualidad, la Iglesia ha encontrado en los ltimos Papas el modelo de
los peregrinos, que nos recuerdan que el cristiano es ante todo un peregrino (GS 7) y
que la Iglesia misma es un pueblo peregrino (LG 8). La Peregrinacin nos ofrece la
posibilidad de reencontrarnos con nuestra propia historia cristiana, nuestra realidad
transitoria en este mundo. Pero la nota caracterstica es la forma festiva y gozosa de
estas peregrinaciones, que ha de recordarnos que nuestro peregrinar hacia Dios no
puede ni debe, ser triste ni lastimoso.
As pues, las peregrinaciones favorecen la prctica de los valores cristianos,
estimulan un culto integral a Dios (ver, or, cantar, escuchar, tocar, convivir, etc). Nos
dispone a ser agradecidos y ante todo nos recuerda nuestra comn subsistencia y la
necesidad de una salvacin comunitaria.
Pero, la Iglesia no es la nica que realiza peregrinaciones, esto tambin
sucede entre los judos, los musulmanes, los budistas, etc., y los valores constantes
son: la purificacin, la renovacin y la iluminacin. Para la Iglesia, adems de esto, la
peregrinacin cumple con un sentido social: manifestar pblicamente la pertenencia
"Y dijo Mara: Engrandece mi alma al Seor y mi espritu se alegra en Dios mi
salvador, porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde
ahora todas las generaciones me llamarn bienaventurada" (Lc 1, 46-48).
A la Virgen Mara, se le ha de dar el culto debido, el que ella se merece, sin
exageraciones devocionales y sin tacaeras secularizadoras. Es tan perjudicial el
maximalismo como el minimalismo mariano. Hay que evitar caer en una "mariolatra
endiosadora" y, a la vez, huir del miedo a caer en la idolatra, como quieren hacerlo
ver los evanglicos. El documento de la Iglesia llamado Lumen Gentium, en su
captulo VIII, presenta los fundamentos correctos y las normas para el culto mariano
con estas palabras:
Mara, ensalzada por gracia de Dios, despus de su Hijo, por encima de todos los ngeles, y
de todos los hombres, por ser Madre Santsima de Dios, que tom parte en los misterios de
Cristo, es justamente honrada por la Iglesia con un culto especial. Y, ciertamente, desde los
tiempos ms antiguos, la Santsima Virgen es venerada con el ttulo de Madre de Dios, a cuyo
amparo los fieles suplicantes se acogen en todos sus peligros y necesidades. Por este motivo,
principalmente a partir del Concilio de feso, ha crecido maravillosamente el culto del Pueblo
de Dios hacia Mara en veneracin y en amor, en la invocacin e imitacin, de acuerdo con
sus profticas palabras: Todas las generaciones me llamarn bienaventurada, porque ha
hecho en m maravillas el Poderoso (Lc 1,48-49). Este culto, tal como existi siempre en la
Iglesia, a pesar de ser enteramente singular, se distingue esencialmente del culto de
adoracin tributado al Verbo Encarnado, lo mismo que al Padre y al Espritu Santo, y lo
favorece eficazmente, ya que las diversas formas de piedad hacia la Madre de Dios que la
Iglesia ha venido aprobando dentro de los lmites de la doctrina sana y ortodoxa, de acuerdo
con las condiciones de tiempos y lugares y teniendo en cuenta el temperamento y manera de
ser de los fieles, hacen que, al ser honrada la Madre, el Hijo, por razn del cual son todas las
cosas (cf. Col 1,15-16) y en el que plugo al Padre eterno que habitase toda la plenitud (Col
1,19), sea mejor conocido, amado, glorificado, y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus
mandamientos (LG 66).
6 | catequesis misioneras guadalupanas
El Papa Pablo VI, en la exhortacin apostlica Marialis Cultus, nos recuerda
que el culto a Mara tiene que poner de relieve las obras que realiz en ella el
Espritu Santo, no slo en la Encarnacin del Verbo en su seno pursimo y en su
santificacin, sino tambin en su accin constante en la historia de la salvacin y en
la propia Iglesia. La piedad mariana de los fieles debe tener presente que Mara "en
la Iglesia santa ocupa, despus de Cristo, el puesto ms alto y ms cercano a
nosotros" (Marialis Cultus 54). Mara est unida estrechamente a la Iglesia, y en ella,
y con referencia a ella, debe ser honrada.
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Una gran seal apareci en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo
sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; est encinta, y grita con
los dolores del parto y con el tormento de dar a luz (Ap 12, 1-2).
Un sbado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego iba
muy de madrugada del pueblo en que resida a la ciudad de Mxico a asistir a sus
clases de catecismo y a or la Santa Misa. Al llegar junto al cerro llamado Tepeyac
amaneca y escuch una voz que lo llamaba por su nombre.
l subi a la cumbre y vio a una Seora de sobrehumana belleza, cuyo vestido
era brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: "Juanito:
el ms pequeo de mis hijos, yo soy la siempre Virgen Mara, Madre del verdadero
Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aqu un templo, para
en l mostrar y prodigar todo mi amor, compasin, auxilio y defensa a todos los
moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en m confen. Ve donde el
Seor Obispo y dile que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu
esfuerzo".
De regreso a su pueblo Juan Diego se encontr de nuevo con la Virgen Mara
y le explic lo ocurrido. La Virgen le pidi que al da siguiente fuera nuevamente a
hablar con el Obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el Obispo luego de or a Juan
Diego le dijo que deba ir y decirle a la Seora que le diese alguna seal que probara
que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo.
Texto en espaol extrado del Nican Mopohua (Aqu se narra), relato en nhuatl de las
Apariciones Marianas de la Virgen de Guadalupe.
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"Jess, viendo a su madre y junto a ella al discpulo a quien amaba, dijo a su
madre: "Mujer, he ah a tu hijo". Luego dijo al discpulo: "He ah a tu madre"
(Jn 19,26-27).
En asuntos de la historia de la salvacin, es Dios quien siempre toma la
iniciativa. En nuestra historia, la llena de gracia es quien sale al encuentro del que
haba sido elegido en el misterio del amor divino para una misin excepcional. As
como Dios actu con algunos profetas del Antiguo Testamento, tambin la Reina y
Seora llama por su nombre a quien ha designado. Pero lo hace como una seora
perteneciente a esta cultura, con delicadeza indgena, teida de afecto, ternura y
reverencia: "[] oy que lo llamaban de arriba del cerrillo, le decan: Juanito, Juan
Dieguito".
El escogido es un hombre contemplativo, que lo mismo disfruta la belleza de
una visin que lo melodioso de la msica. Y en esta contemplacin aparece en forma
elocuente y clarsima el anuncio de la continuidad de los valores del mundo nhuatl,
pues el lenguaje est lleno de elementos que hablan de las cosas de Dios, pero
ahora restaurados en torno a una figura femenina envuelta por el sol y embarazada
por el Espritu divino:
"Oy cantar sobre el cerrito, como el canto de muchos pjaros finos... sobremanera suaves,
deleitosos [...] Y cuando lleg frente a ella, mucho admir en qu manera, sobre toda
ponderacin, aventajaba su perfecta grandeza: su vestido reluca como el sol, como que
reverberaba, y la piedra, el risco en el que estaba de pie, como que lanzaba rayos, el
resplandor de ella como preciosas piedras [...], la tierra como que relumbraba con los
resplandores del arco iris en la niebla. Y los mezquites y nopales y las dems hierbecillas que
El colorido y luminosidad de esta visin nos transporta a la experiencia del
monte Tabor, donde Jess se transfigur en presencia de sus elegidos,
preparndolos as tanto para la prxima pasin, resurreccin y glorificacin, como
para el da de Pentecosts y el envo para evangelizar a todos los pueblos. Juan
Diego estaba en el preludio de la misin que la Seora del cielo pronto le iba a
encomendar.
Cmo necesitamos recobrar la capacidad de admiracin y de contemplacin!
No por nada el fin ltimo de nuestra vida es interpretado como "contemplacin del
rostro de Dios"; y el salmista lo convierte en oracin de esperanza: "Tengo sed de
Dios, del Dios vivo, cundo entrar a ver el rostro de Dios?" (Sal 42, 3). Recuperar
nuevamente la dimensin humana de la vida, disfrutar el encuentro armonioso con el
hermano, gozar la belleza de la msica, experimentar cmo el amor transforma la
misma realidad de todos los das, apreciar el fruto del trabajo honesto y responsable,
valorar el cuidado de la creacin; esto y ms forma parte de nuestro aprendizaje para
saber vivir cristianamente en nuestra sociedad, tan avanzada en algunos campos,
pero que no raras veces pierde el sentido humano de sus conquistas cientficas y
tcnicas.
dem.
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Quin soy yo, para que la madre de mi Seor venga a verme?
A diferencia del temor con el que manejaban los asuntos de Dios en el Antiguo
Testamento, Juan Diego es un laico familiarizado con las cosas divinas, tanto al
estilo indgena, como las del Dios predicado por los frailes franciscanos. Ante la
audicin de los cantos y ante la voz a l dirigida, en nada se turba ni se asusta; al
contrario, se alegra desde lo profundo de su persona y se pone a escuchar con toda
atencin.
La Muchachita le habla a Juan Diego declarndolo su venerable hijo menor, su
pequeito. Desde ese momento, la Seora lo est presentando a todas las
generaciones como a su hijo predilecto. Por su parte, Juan Diego, en su primera
contestacin a la Reina, le responde en el mismo tono, con una exquisitez que
mezcla el cario, la confianza, la admiracin y la reverencia: "Mi Seora, Reina,
Muchachita ma [...]".
Quin no se ha sentido arrebatado ante la imagen venerada de Santa Mara
de Guadalupe y la ha invocado con piropos semejantes a los de Juan Diego! Ante un
semblante como el suyo, se ablanda hasta el ms recio. Contemplar ese rostro es
todo un desafo para que admiremos en cada persona la belleza de Dios Padre
creador, afeada, s, por el pecado, pero resplandeciente cuando deja asomar el brillo
del Espritu divino. Escuchar sus palabras, son camino seguro que nos lleva a Cristo.
Delante de la celestial Muchachita, Juan Diego encuentra el lugar para
manifestar su profesin de fe en la figura sacerdotal, llamando a los frailes
evangelizadores "imgenes de Nuestro Seor", es decir, representacin verdadera,
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As tambin ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mand, digan: No
somos ms que siervos; slo hemos hecho lo que tenamos que hacer.
(Lc 17,10).
Ante la confesin educada de Juan Diego, Mara de Guadalupe pregona que
la Evangelizacin de Mxico tiene que ser obra de la Iglesia que trasciende la
diferencia de razas y culturas, obra conjunta de espaoles y mexicanos. Por eso
insiste en que quien tiene que llevar el mensaje al Obispo es el intercesor escogido
por la Reina, a nombre de muchos otros hermanos y hermanas que cooperarn para
que se haga realidad en Mxico el mandato misionero que muchos siglos atrs Jess
encomend a sus Apstoles.
Lo que sigue a esta intervencin de la Morenita del Tepeyac, confirma la
personalidad de Juan Diego como un laico convertido y con una disponibilidad
responsable. Volver al da siguiente y cumplir al pie de la letra lo que quiere la
Seora. Por lo pronto hay que descansar. Y en su delicadeza indgena quien lo tiene
que hacer es la Reina, que para nada necesitaba de este descanso y s Juan Diego
que haba tenido un da complejo y difcil.
La misin en la que estamos empeados diariamente, debe ser nuestra
participacin bautismal para ayudar a recomponer el tejido social desgarrado por las
diversas formas de pecado, tomando en cuenta las realizaciones positivas de
personas, comunidades, instituciones. La restauracin sigue siendo obra del Espritu
de Dios, pero amorosamente quiere que tambin nosotros colaboremos. Debemos
trabajar por integrar orgnicamente los diversos carismas presentes en el pueblo de
Dios, para que la misin perdure. Agentes laicos, miembros de la vida consagrada,
sacerdotes, tenemos que trabajar en comunin, cada uno de acuerdo a la propia
funcin dentro del Cuerpo de Cristo, de modo que demos un testimonio de unidad
orgnica y as participemos en hacer llegar el Evangelio de Jesucristo a los alejados
de su influjo, sean familias, jvenes, pobres, sectores, ambientes.
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En medio de tantos ires y venires, aparece la
Virgen tranquilizando a Juan Diego y asegurndole el
feliz xito de su misin. Pero aqu aparece un nuevo
protagonista, se trata de Juan Bernardino, to de Juan
Diego. Adems de la importancia que tenan los tos,
sobre todo si eran de primer grado, por ser la
autoridad que quedaba en el hogar cuando los
esposos partan a las guerras, cosa frecuente, estaba
el hecho de que Juan Diego encuentra enfermo de
muerte a su to. Dejando para despus a la Seora
Celestial, atiende a su tutor. Cuidar a los enfermos, era
una riqueza del patrimonio cultural indgena, ya que
stos eran tenidos como "imgenes de Dios". Lo que
hace Juan Diego es manifestar la virtud que ya
practicaba como herencia de raza, pero ahora
madurada y coronada por el Bautismo.
Juan Diego recibe una peticin de su to: poder contar con un sacerdote para
que lo confiese y lo prepare a morir. Bien podramos pensar en que un cristiano
pidiera, adems de la Confesin, el Sagrado Vitico y la Uncin de los Enfermos.
Motolina da testimonio de que el Santsimo Sacramento de la Eucarista era
administrado a pocos indios y muy pocas veces. Por su parte Mendieta afirma que
por muchos aos no se administr el Sacramento de la Uncin de los Enfermos por
la falta de ministros. En cambio, l mismo consigna el inmenso cario aprecio de los
indios por la Confesin hasta el grado de que viajaban grandes distancias,
abandonaban sus casas y haciendas, mientras que los minusvlidos se hacan
transportar por otros con tal de ser odos en confesin.
Como indio cumplidor, Juan Diego tiene una urgencia familiar a la que debe
responder, pero para no herir a la perfecta siempre Virgen Santa Mara con una
negativa abierta, decide tomar otro camino que el acostumbrado. Una expresin ms
del refinamiento indio que Juan Diego haba aprendido de su raza.
La Virgen le sale al paso y lo trata con una delicadeza exquisita. La pregunta
que brota de sus labios es amable, como de quien comprende y muestra
misericordia, pues para nada menciona el rodeo que hace Juan Diego, y s le allana
el camino para que le participe de sus angustias. Este responde con la finura de
quien tiene tal confianza con la Madre del Hijo de Dios, hasta el punto de llamarla
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La fe envuelta en flores
"Cun hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del
que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvacin, del que
dice a Sin: Tu Dios reina!" (Is 52,7).
Juan Diego nada pide para s mismo o para su to. Apenas escuch la voz de
su Nia Celestial, deja sus intereses familiares y se vuelve totalmente hacia el inters
de su Seora, a tal grado que incluso le suplica lo enve a llevar la respuesta pedida
por el Obispo. Y el signo del que ser portador, sobrepasa toda previsin.
Es cierto que usamos flores para expresar amor y otros nobles sentimientos, y
tambin con sentido esttico. Pero a nadie se le hubiera ocurrido que la Reina
enviara su proyecto evangelizador a travs de un puado de rosas, vinieran de
donde fuera. No obstante, la Nia bendita saba que para el pueblo indio estas eran
flores de Dios, brotadas, verdecidas y florecidas en suelo mexicano, flores que
significaban la realizacin de todo creyente indgena, a saber, la comunin efectiva y
definitiva con Dios.
Juan Diego es el macehual, instrumento de la gracia de Dios, a travs de
Mara, conocedora de estos menesteres, pues ella misma se haba confesado como
"la esclava del Seor" (Cfr. Lc 1, 38). De ella recibe el encargo de subir a cortar
variadas flores, de colocarlas en su ayate y de llevarlas a la presencia de la
Soberana, quien las tomar en sus manos y las volver a colocar en la tilma de su
embajador.
Cuauhtlatoatzin no desempea un papel de mero agente, sino tambin de
sujeto libre y responsable en manos de Dios. Y este misionero est llamado a la
altsima vocacin de ser intermediario para que el mundo divino, el de las flores de
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La experiencia de toda una vida culminada
con cantos y flores, encuentro con la Seora del
Cielo, enfermedad y curacin del to Bernardino,
entrevistas con el Seor Obispo, llevaron a Juan
Diego a pedir el honor de poder dedicarse por
completo al servicio de su Muchachita, viviendo
a un lado del templo. Para ello solicit la
autorizacin del obispo Zumrraga, dada la
distancia que haba entre su casa y la ermita de
Guadalupe. Juan Bernardino, to de Juan Diego
quiso hacer lo mismo para estar junto con su
sobrino sirviendo al Seor y a su preciosa Madre,
pero Juan Diego no accedi, mientras que le
peda que se dedicara a cuidar la herencia
familiar de casas y tierras, lo que implicaba velar
por las familias y trabajadores bajo su cuidado.
Obtenido el permiso del Obispo, dej todo y se retir a la ermita de Guadalupe
para servir a la Virgen, cuidando de su casita. Esta comunin diaria con los intereses
de la Santsima Virgen desemboc en una vida segn el Espritu de Jesucristo: A
diario se ocupaba en cosas espirituales y barra el templo. Se postraba delante de la
Seora del Cielo y la invocaba con fervor. Frecuentemente se confesaba y obtuvo la
gracia de poder comulgar tres veces por semana, cosa excepcional para un laico de
entonces. Ayunaba, haca penitencia, y buscaba la soledad para poder entregarse a
solas a la oracin.
Su vida espiritual se proyectaba en el servicio a la comunidad: era buscado
como intercesor ante la Santsima Virgen, para que les diese buenos temporales en
sus siembras, ya que estaban ciertos de "que cuanto peda y rogaba a la Seora del
cielo, todo se le conceda". Aprovechaba, adems, su permanencia junto a la casita
de la Virgen para evangelizar a quienes all acudan.
De esta forma, el testimonio de una vida ntegra alcanzada por Juan Diego,
bajo la accin de la gracia divina, provoc una fama de santidad reconocida por
quienes entraban en contacto con l. Marcos Pacheco, el primero de los siete indios
ancianos, informantes de Cuautitln, que declararon en el proceso de 1666, nos
ofrece una sntesis al respecto:
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Concepto en que concuerdan los otros seis testigos; otro testimonio es el de
Andrs Juan, quien se refera a Juan Diego llamndolo "varn santo".
Efectivamente, Juan Diego era tenido por el pueblo como "un indio bueno y
cristiano", o como "un varn santo". Ambos ttulos eran ms que suficientes para
expresar la buena fama de que gozaba, lo cual se ve reafirmado por el hecho de que
lo propusieran como ejemplo para los dems y de que se acercaran a l para que
intercediera por necesidades personales y del pueblo. As pues, Juan Diego no slo
intercedi a favor del sostenimiento de la vida, sino que tambin a travs de su
testimonio motiv que hubiera un punto de referencia familiar. El Nican Motecpana
exclama sobre la vida ejemplar del santo: "Ojal que as nosotros le sirvamos y que
nos apartemos de todas las cosas perturbadoras de este mundo, para que tambin
podamos alcanzar los eternos gozos del Cielo!".
En Juan Diego se hace realidad la tradicin oral de nuestros pueblos
indgenas, que se ha mantenido desde tiempo inmemorial hasta el da de hoy. Una
de estas tradiciones que actualmente se comunica de padres a hijos, de abuelos a
nietos, proclama:
"Apareci, as lo dicen los Jefes, en el Cerro del Anhuac, una seal del mismo Cielo, a donde
llega la manzana del Volador: una Mujer con gran importancia, ms que los mismos
Emperadores, que, a pesar de ser mujer, su podero es tal que se para frente al Sol, nuestro
dador de vida, y pisa la Luna, que es nuestra gua en la lucha por la luz, y se viste con las
Estrellas, que son las que rigen nuestra existencia y nos dicen cundo debemos sembrar,
doblar o cosechar. Es importante esta Mujer, porque se para frente al Sol, pisa la Luna y se
viste con las Estrellas, pero su rostro nos dice que hay alguien mayor que Ella, porque est
inclinada en signo de respeto. Nuestros mayores ofrecan corazones a Dios, para que hubiera
armona en la vida. Esta Mujer dice que, sin arrancarlos, le pongamos los nuestros entre sus
manos, para que Ella los presente al verdadero Dios.
Una personalidad como la de Juan Diego, vivida en fidelidad a la voluntad
divina y al servicio de los hermanos se convierte, para cualquier bautizado, en un
modelo que llama a la conciencia y nos anima a confrontar nuestro estilo de vida con
el Evangelio de Jesucristo, y a integrarnos con los dems miembros del pueblo de
Dios para seguir colaborando en la misin. Contemplacin, oracin, prctica
sacramental, ayuno y penitencia, misin, son parte de la personalidad espiritual del
agente laico evangelizador.
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Los misioneros tenan poco xito a
pesar de su intensa labor, en gran parte por
el mal ejemplo de muchos que llamndose
cristianos, abusaban de ellos. Pero la Virgen
de Guadalupe se presenta como mujer nativa
y les ense que el regalo de la fe es para
todos sin distincin. La imagen de la tilma es
toda una catequesis.
El resultado es que en los 7 aos
despus de las apariciones 8 millones de
nativos se convirtieron a la fe catlica. Esto
representa un promedio de 3000
conversiones diarias. Si recordamos que por
la predicacin de San Pedro el da de
Pentecosts se convirtieron 3000 hombres,
podemos apreciar que la Virgen inici un
verdadero Pentecosts que dur 7 aos.
La Virgen de Guadalupe contina
guindonos a Jess. Los milagros obtenidos
por la Virgen son tan extraordinarios que no se puede menos que exclamar: "El
poder divino est aqu". Dios Todopoderoso se complace en derramar sus dones por
medio de aquella a quien l escogi para ser su madre.
El Tepeyac es el santuario mariano ms visitado del mundo, superando en
visitas a Lourdes y Ftima. Cada ao 20 millones de fieles se acercan a la venerada
imagen para expresar a la Madre del Cielo el testimonio de su cario y veneracin. El
da de la fiesta, el doce de diciembre, se calcula que casi tres millones de personas
acuden al santuario. En la actualidad la imagen milagrosa est en la nueva baslica
construida junto a la antigua que se ha hundido notablemente. Los fieles pueden
contemplar el cuadro desde una estera mvil que a sus pies se desliza para movilizar
a los fieles y dar cabida a las multitudes que desean venerarla. Como en todo
santuario mariano, la baslica de Guadalupe cuenta con una capilla del Santsimo
donde los fieles constantemente adoran al Seor. La Baslica nueva tiene forma
redonda que simboliza la tienda que albergaba el Arca de la Alianza en su marcha
por el desierto; las lmparas interiores que cuelgan del techo recuerdan la nube que
guiaba al pueblo de Dios da a da y la refulgente pared de oro que sostiene el
cuadro, representa la columna de fuego y luz que indicaba el camino durante la
noche.
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23 | catequesis misioneras guadalupanas
Oh Virgen Inmaculada
Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia!
T, que desde este lugar manifiestas
tu clemencia y tu compasin
a todos los que solicitan tu amparo;
escucha la oracin que con filial confianza te dirigimos,
y presntala ante tu Hijo Jess, nico Redentor nuestro.
Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso,
a Ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores,
te consagramos en este da todo nuestro ser y todo nuestro amor.
Te consagramos tambin nuestra vida, nuestros trabajos,
nuestras alegras, nuestras enfermedades y nuestros dolores.
Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos;
ya que todo lo que tenemos y somos lo ponernos bajo tu cuidado,
Seora y Madre nuestra.
Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino
de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia:
no nos sueltes de tu mano amorosa.
Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Seor infunda
hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes
vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe
y celosos dispensadores de los misterios de Dios.
Concede a nuestros hogares
la gracia de amar y de respetar la vida que comienza.
con el mismo amor con el que concebiste en tu seno
la vida del Hijo de Dios.
Virgen Santa Mara, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias,
para que estn siempre muy unidas, y bendice la educacin de nuestros hijos.
Esperanza nuestra, mranos con compasin,
ensanos a ir continuamente a Jess y, si caemos, aydanos
a levantarnos, a volver a l, mediante la confesin de nuestras culpas
y pecados en el sacramento de la penitencia,
que trae sosiego al alma.
Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos sacramentos
que son como las huellas que tu Hijo nos dej en la tierra.
As, Madre Santsima, con la paz de Dios en la conciencia,
con nuestros corazones libres de mal y de odios,
podremos llevar a todos la verdadera alegra y la verdadera paz,
que vienen de tu Hijo, nuestro Seor Jesucristo,
que con Dios Padre y con el Espritu Santo,
vive v reina por los siglos de los siglos.
Amn.
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ROSARIO
A NUESTRA SEORA DE GUADALUPE
En estas consideraciones se medita en las apariciones de la Virgen de
Guadalupe. Al iniciar cada misterio, se lee el pasaje y se hace la peticin, se reza un
Padrenuestro, 10 Avemaras y un Gloria, y al final se canta alguna estrofa de las
canciones propias de la Virgen de Guadalupe.
1.- Por la seal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos lbranos Seor, Dios
nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espritu Santo. Amn.
2.- Rezar el Acto de Contricin: Seor mo Jesucristo, Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mo; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os
amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazn de haberos ofendido; tambin
me pesa porque podis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra
divina gracia, propongo firmemente nunca ms pecar, confesarme y cumplir la
penitencia que me fuere impuesta. Amn.
Primera Consideracin: La Virgen de Guadalupe trae un mensaje de paz a su
pueblo.
Sabe y ten entendido, t, el ms pequeo de mis hijos, que soy yo la siempre Virgen
Santa Mara, Madre del verdadero Dios por quien se vive; del Creador, en quien est
todo; y es Seor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aqu un
templo para en l mostrar y dar todo mi amor, compasin, auxilio y defensa, pues yo
soy su piadosa Madre.
Pedimos a la Virgen Mara por todos aquellos que no la conocen y no la valoran
como su Madre, especialmente en nuestra patria. Rogamos por todas las mujeres,
para que descubran el valor de su vocacin.
Un Padre Nuestro y diez Ave Maras.
Jaculatoria: (Opcional).
Gua: Mi corazn en amarte eternamente se ocupe,
Todos: Y mi lengua en alabarte, Madre ma de Guadalupe.
Canto.
Segunda Consideracin: Juan Diego comparte a la Virgen su humildad y su
pequeez a los ojos de los hombres.
Te ruego encarecidamente, Seora y nia ma, que a alguno de los principales,
conocido, respetado y estimado, le encargues que lleve tu mensaje para que le
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