Peregrinaciones

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Pastoral de la Misin Permanente

PRESENTACIN

En la piedad popular, por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza
activamente evangelizadora que no podemos menospreciar: sera desconocer la
obra del Espritu Santo. Ms bien estamos llamados a alentarla y fortalecerla para
profundizar el proceso de inculturacin que es una realidad nunca acabada. Las
expresiones de la piedad popular tienen mucho que ensearnos y, para quien
sabe leerlas, son un lugar teolgico al que debemos prestar atencin,
particularmente a la hora de pensar la nueva evangelizacin (EG 126).

ESTIMADOS HERMANOS SACERDOTES, RELIGIOSOS


Y FIELES DE NUESTRA DICESIS DE COATZACOALCOS:


Se acercan ya los das de las celebraciones del acontecimiento guadalupano
en nuestra patria, y con ellas el aumento de las manifestaciones de fe y piedad
popular de muchos de nuestros fieles que, en algunos casos, son temporales y
corren el riesgo de caer en un devocionismo infructuoso.

Por tal motivo, desde la Pastoral Proftica y la Pastoral de la Misin
Permanente proponemos el presente subsidio como un instrumento sencillo y
prctico para acompaar los actos de piedad mariana de estos das, especialmente
las peregrinaciones y los rosarios, de manera que el sentido de piedad se cumpla, es
decir, se contine despertando en nuestros fieles la conciencia de ser hijos amados
de Dios, de la Santsima Virgen, y por su mediacin encontrar tambin la alegra del
evangelio que conoci y comparti San Juan Diego, como misionero del pueblo y
para el pueblo.


A travs de estas catequesis breves nuestros fieles tendrn un medio para
acercarse a Dios, conocerlo, amarlo y poder servirlo. Con la Santsima Virgen Mara
y San Juan Diego encontrarn el amor materno de Dios manifestado en Guadalupe y
se sentirn deseosos de compartir las rosas del Evangelio a los dems hermanos a
travs de su testimonio de vida. De esta manera, nuestros fieles estarn en la
dinmica de la Misin de la Iglesia, el servicio evangelizador que debe llegar a todos
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los espacios, particularmente al de la religiosidad popular, a la que muchos catlicos,
especialmente los alejados de la comunidad cristiana, se acercan estos das como
ciervos sedientos, que anhelan la fuente de la fe y que encuentran en las
celebraciones populares de piedad espacios clidos, cercanos y alegres para
redescubrir la semilla del Reino que hay en ellos.


En Cristo:











Pbro. Fernando Cerero Ugarte
Pbro. Uriel Ypez Gonzlez
Asesor Diocesano de la Pastoral
Asesor Diocesano de la Pastoral
de la Misin Permanente
Proftica
























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PRIMERA PEREGRINACIN

Por qu peregrinamos?


Tres veces al ao vendrs en peregrinacin. Guardars la fiesta de los zimos
la fiesta de la Siega y la fiesta de la Recoleccin, al final del ao... Tres veces al
ao se presentarn todos tus varones ante el Seor tu Dios (Ex 23, 14-17).



La palabra peregrino, viene de peregrinus en latn, o per agrare, que significa
"ir por los campos".

Un peregrino es el viajero que camina hacia algn lugar sagrado, all
encuentra lo sobrenatural participando de una realidad diferente a la realidad
profana.

En la actualidad, la Iglesia ha encontrado en los ltimos Papas el modelo de
los peregrinos, que nos recuerdan que el cristiano es ante todo un peregrino (GS 7) y
que la Iglesia misma es un pueblo peregrino (LG 8). La Peregrinacin nos ofrece la
posibilidad de reencontrarnos con nuestra propia historia cristiana, nuestra realidad
transitoria en este mundo. Pero la nota caracterstica es la forma festiva y gozosa de
estas peregrinaciones, que ha de recordarnos que nuestro peregrinar hacia Dios no
puede ni debe, ser triste ni lastimoso.

As pues, las peregrinaciones favorecen la prctica de los valores cristianos,
estimulan un culto integral a Dios (ver, or, cantar, escuchar, tocar, convivir, etc). Nos
dispone a ser agradecidos y ante todo nos recuerda nuestra comn subsistencia y la
necesidad de una salvacin comunitaria.


Pero, la Iglesia no es la nica que realiza peregrinaciones, esto tambin
sucede entre los judos, los musulmanes, los budistas, etc., y los valores constantes
son: la purificacin, la renovacin y la iluminacin. Para la Iglesia, adems de esto, la
peregrinacin cumple con un sentido social: manifestar pblicamente la pertenencia

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a la Iglesia y, en el caso concreto de las peregrinaciones en honor a nuestra Madre
de Guadalupe, el amor y la devocin a la Reina del Tepeyac.


El modo de hacer una peregrinacin ha variado con los siglos y con los
lugares, pero bsicamente ha mantenido su fisonoma. En la antigedad se haca
as:

1. Se reunan en un lugar sagrado (Templo).
2. Escuchaban la Palabra de Dios. Con esto se quera sealar que es
precisamente la Palabra de Dios la que nos abre el camino en la vida y que la
Iglesia siempre es convocada y dirigida por Dios en todo momento y
circunstancia.
3. Se instrua sobre el sentido de la peregrinacin.
4. Reciban la Bendicin para partir.
5. Los peregrinos se ponan en camino, orando, cantando, conviviendo,
conociendo. No se trataba de ir a encontrar a Dios, a la Virgen o a los santos.
Dios siempre est con nosotros y, la intercesin de Mara Santsima y de los
santos es constante. Tampoco se trataba de ir a un lugar donde el peregrino
sintiera de una manera en especial la providencia divina o la intercesin
siempre perenne de Dios, de la Virgen y de los santos.
6. La Peregrinacin no concluye al llegar al santuario o lugar de destino de la
peregrinacin y de participar en los actos litrgicos o de devocin, o de
adquirir algunos recuerdos como estampitas, medallas, agua bendita, etc. Se
trataba de " recargar las energas ", de cobrar nuevo vigor e impulso para
llevar y hacer presente la gracia de Dios al volver a casa.
7. Entusiasmar y alegrar a los miembros de la familia, de la comunidad que no
pudieron asistir. Se trata ante todo, de inflamarnos en el propsito de extender
el Reino de Dios: Una nueva evangelizacin, nueva en su impulso, nueva en
sus mtodos, nueva en su ardor.
Ir en peregrinacin significa caminar hacia una meta. Eso confiere tambin al
camino y a su fatiga una belleza propia... (Benedicto XVI).

La peregrinacin segn el Cardenal Cormac debe tener tres P:


a) Plegaria: Que todos puedan encontrar en la peregrinacin un tiempo para
estar en paz y escuchar a Dios, y de esta forma profundizar en la propia vida
de oracin.
b) Penitencia: A travs del sacrificio que implica dar un tiempo y esfuerzo al
desplazarse a lugares a veces distantes es una manifestacin pblica de fe. Y
con estos sacrificios de amor se revalora el sentido de la fe y el compromiso
de una vida de santidad que exige renuncia y sacrificio.
c) Perseverancia: Quien inicia la peregrinacin debe tener la plena disposicin
de culminar su travesa. Si son varios das no es suficiente ir slo uno, sino
mantenerse en los das sucesivos y si consiste en un solo da participar desde
el inicio al fin, este es un signo de la perseverancia que el cristiano debe
mantener a lo largo de toda su vida.
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SEGUNDA PEREGRINACIN

El culto a la Virgen Mara



"Y dijo Mara: Engrandece mi alma al Seor y mi espritu se alegra en Dios mi
salvador, porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde
ahora todas las generaciones me llamarn bienaventurada" (Lc 1, 46-48).



A la Virgen Mara, se le ha de dar el culto debido, el que ella se merece, sin
exageraciones devocionales y sin tacaeras secularizadoras. Es tan perjudicial el
maximalismo como el minimalismo mariano. Hay que evitar caer en una "mariolatra
endiosadora" y, a la vez, huir del miedo a caer en la idolatra, como quieren hacerlo
ver los evanglicos. El documento de la Iglesia llamado Lumen Gentium, en su
captulo VIII, presenta los fundamentos correctos y las normas para el culto mariano
con estas palabras:

Mara, ensalzada por gracia de Dios, despus de su Hijo, por encima de todos los ngeles, y
de todos los hombres, por ser Madre Santsima de Dios, que tom parte en los misterios de
Cristo, es justamente honrada por la Iglesia con un culto especial. Y, ciertamente, desde los
tiempos ms antiguos, la Santsima Virgen es venerada con el ttulo de Madre de Dios, a cuyo
amparo los fieles suplicantes se acogen en todos sus peligros y necesidades. Por este motivo,
principalmente a partir del Concilio de feso, ha crecido maravillosamente el culto del Pueblo
de Dios hacia Mara en veneracin y en amor, en la invocacin e imitacin, de acuerdo con
sus profticas palabras: Todas las generaciones me llamarn bienaventurada, porque ha
hecho en m maravillas el Poderoso (Lc 1,48-49). Este culto, tal como existi siempre en la
Iglesia, a pesar de ser enteramente singular, se distingue esencialmente del culto de
adoracin tributado al Verbo Encarnado, lo mismo que al Padre y al Espritu Santo, y lo
favorece eficazmente, ya que las diversas formas de piedad hacia la Madre de Dios que la
Iglesia ha venido aprobando dentro de los lmites de la doctrina sana y ortodoxa, de acuerdo
con las condiciones de tiempos y lugares y teniendo en cuenta el temperamento y manera de
ser de los fieles, hacen que, al ser honrada la Madre, el Hijo, por razn del cual son todas las
cosas (cf. Col 1,15-16) y en el que plugo al Padre eterno que habitase toda la plenitud (Col
1,19), sea mejor conocido, amado, glorificado, y que, a la vez, sean mejor cumplidos sus
mandamientos (LG 66).


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El pensamiento conciliar reconoce y exhorta al culto especialsimo de Mara,
por ser la Madre Santsima de Dios, porque fue ensalzada por la gracia divina y
particip en los misterios de Jesucristo; su culto se sustenta en la ms antigua
tradicin que la viene venerando con su amor filial; ya, desde el Concilio de feso, no
ha hecho ms que crecer en la veneracin hacia Mara, y en la innovacin de formas
con que los fieles desean imitar su amor y sus virtudes.

En las expresiones o en las palabras eviten cuidadosamente todo aquello que pueda inducir a
error a los hermanos separados o a cualesquiera otras personas acerca de la verdadera
doctrina de la Iglesia. Recuerden, finalmente, los fieles que la verdadera devocin no consiste
ni en un sentimentalismo estril y transitorio ni en una vana credulidad, sino que procede de la
fe autntica, que nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, que nos impulsa a
un amor filial hacia Nuestra Madre y a la imitacin de sus virtudes (LG 67).



El Papa Pablo VI, en la exhortacin apostlica Marialis Cultus, nos recuerda
que el culto a Mara tiene que poner de relieve las obras que realiz en ella el
Espritu Santo, no slo en la Encarnacin del Verbo en su seno pursimo y en su
santificacin, sino tambin en su accin constante en la historia de la salvacin y en
la propia Iglesia. La piedad mariana de los fieles debe tener presente que Mara "en
la Iglesia santa ocupa, despus de Cristo, el puesto ms alto y ms cercano a
nosotros" (Marialis Cultus 54). Mara est unida estrechamente a la Iglesia, y en ella,
y con referencia a ella, debe ser honrada.























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TERCERA PEREGRINACIN

Historia de las apariciones Guadalupanas1



Una gran seal apareci en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo
sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; est encinta, y grita con
los dolores del parto y con el tormento de dar a luz (Ap 12, 1-2).


Un sbado de 1531 a principios de diciembre, un indio llamado Juan Diego iba
muy de madrugada del pueblo en que resida a la ciudad de Mxico a asistir a sus
clases de catecismo y a or la Santa Misa. Al llegar junto al cerro llamado Tepeyac
amaneca y escuch una voz que lo llamaba por su nombre.

l subi a la cumbre y vio a una Seora de sobrehumana belleza, cuyo vestido
era brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: "Juanito:
el ms pequeo de mis hijos, yo soy la siempre Virgen Mara, Madre del verdadero
Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aqu un templo, para
en l mostrar y prodigar todo mi amor, compasin, auxilio y defensa a todos los
moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en m confen. Ve donde el
Seor Obispo y dile que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu
esfuerzo".

De regreso a su pueblo Juan Diego se encontr de nuevo con la Virgen Mara
y le explic lo ocurrido. La Virgen le pidi que al da siguiente fuera nuevamente a
hablar con el Obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el Obispo luego de or a Juan
Diego le dijo que deba ir y decirle a la Seora que le diese alguna seal que probara
que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo.

Texto en espaol extrado del Nican Mopohua (Aqu se narra), relato en nhuatl de las
Apariciones Marianas de la Virgen de Guadalupe.
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De regreso, Juan Diego hall a la Virgen Mara y le narr los hechos. La
Virgen le mand que volviese al siguiente da al mismo lugar pues all le dara la
seal. Al da siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su to Juan
Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego
march a toda prisa para conseguir un sacerdote a su to, pues se estaba muriendo.
Al llegar al lugar por donde deba encontrarse con la Seora prefiri tomar otro
camino para evitarla. De pronto Mara sali a su encuentro y le pregunt a dnde iba.

El indio avergonzado le explic lo que ocurra. La Virgen dijo a Juan Diego que
no se preocupara, que su to no morira y que ya estaba sano. Entonces el indio le
pidi la seal que deba llevar al Obispo. Mara le dijo que subiera a la cumbre del
cerro donde hall rosas de Castilla frescas y ponindose la tilma, cort cuantas pudo
y se las llev al Obispo.

Una vez ante Monseor Zumrraga, Juan Diego despleg su manta, cayeron
al suelo las rosas y en la tilma estaba pintada con lo que hoy se conoce como la
imagen de la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el Obispo llev la imagen santa a la
Iglesia Mayor y edific una ermita en el lugar que haba sealado el indio.

El Papa Po X la proclam como "Patrona de toda la Amrica Latina", Po XI la
proclam Patrona de toda "Amrica", Po XII la llam no slo Patrona sino
"Emperatriz de Amrica" y Juan XXIII le dio el hermoso ttulo de "La Misionera
Celeste del Nuevo Mundo" y "la Madre de Amrica".





















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CUARTA PEREGRINACIN

San Juan Diego, un laico comprometido




"Jess, viendo a su madre y junto a ella al discpulo a quien amaba, dijo a su
madre: "Mujer, he ah a tu hijo". Luego dijo al discpulo: "He ah a tu madre"
(Jn 19,26-27).


En asuntos de la historia de la salvacin, es Dios quien siempre toma la
iniciativa. En nuestra historia, la llena de gracia es quien sale al encuentro del que
haba sido elegido en el misterio del amor divino para una misin excepcional. As
como Dios actu con algunos profetas del Antiguo Testamento, tambin la Reina y
Seora llama por su nombre a quien ha designado. Pero lo hace como una seora
perteneciente a esta cultura, con delicadeza indgena, teida de afecto, ternura y
reverencia: "[] oy que lo llamaban de arriba del cerrillo, le decan: Juanito, Juan
Dieguito".

El escogido es un hombre contemplativo, que lo mismo disfruta la belleza de
una visin que lo melodioso de la msica. Y en esta contemplacin aparece en forma
elocuente y clarsima el anuncio de la continuidad de los valores del mundo nhuatl,
pues el lenguaje est lleno de elementos que hablan de las cosas de Dios, pero
ahora restaurados en torno a una figura femenina envuelta por el sol y embarazada
por el Espritu divino:
"Oy cantar sobre el cerrito, como el canto de muchos pjaros finos... sobremanera suaves,
deleitosos [...] Y cuando lleg frente a ella, mucho admir en qu manera, sobre toda
ponderacin, aventajaba su perfecta grandeza: su vestido reluca como el sol, como que
reverberaba, y la piedra, el risco en el que estaba de pie, como que lanzaba rayos, el
resplandor de ella como preciosas piedras [...], la tierra como que relumbraba con los
resplandores del arco iris en la niebla. Y los mezquites y nopales y las dems hierbecillas que

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all se suelen dar, parecan como esmeraldas. Como turquesa apareca su follaje. Y su tronco,
2
sus espinas, sus aguates, relucan como el oro" .


El colorido y luminosidad de esta visin nos transporta a la experiencia del
monte Tabor, donde Jess se transfigur en presencia de sus elegidos,
preparndolos as tanto para la prxima pasin, resurreccin y glorificacin, como
para el da de Pentecosts y el envo para evangelizar a todos los pueblos. Juan
Diego estaba en el preludio de la misin que la Seora del cielo pronto le iba a
encomendar.

Cmo necesitamos recobrar la capacidad de admiracin y de contemplacin!
No por nada el fin ltimo de nuestra vida es interpretado como "contemplacin del
rostro de Dios"; y el salmista lo convierte en oracin de esperanza: "Tengo sed de
Dios, del Dios vivo, cundo entrar a ver el rostro de Dios?" (Sal 42, 3). Recuperar
nuevamente la dimensin humana de la vida, disfrutar el encuentro armonioso con el
hermano, gozar la belleza de la msica, experimentar cmo el amor transforma la
misma realidad de todos los das, apreciar el fruto del trabajo honesto y responsable,
valorar el cuidado de la creacin; esto y ms forma parte de nuestro aprendizaje para
saber vivir cristianamente en nuestra sociedad, tan avanzada en algunos campos,
pero que no raras veces pierde el sentido humano de sus conquistas cientficas y
tcnicas.






















dem.
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QUINTA PEREGRINACIN

San Juan Diego, un laico de fe



Quin soy yo, para que la madre de mi Seor venga a verme?


A diferencia del temor con el que manejaban los asuntos de Dios en el Antiguo
Testamento, Juan Diego es un laico familiarizado con las cosas divinas, tanto al
estilo indgena, como las del Dios predicado por los frailes franciscanos. Ante la
audicin de los cantos y ante la voz a l dirigida, en nada se turba ni se asusta; al
contrario, se alegra desde lo profundo de su persona y se pone a escuchar con toda
atencin.

La Muchachita le habla a Juan Diego declarndolo su venerable hijo menor, su
pequeito. Desde ese momento, la Seora lo est presentando a todas las
generaciones como a su hijo predilecto. Por su parte, Juan Diego, en su primera
contestacin a la Reina, le responde en el mismo tono, con una exquisitez que
mezcla el cario, la confianza, la admiracin y la reverencia: "Mi Seora, Reina,
Muchachita ma [...]".

Quin no se ha sentido arrebatado ante la imagen venerada de Santa Mara
de Guadalupe y la ha invocado con piropos semejantes a los de Juan Diego! Ante un
semblante como el suyo, se ablanda hasta el ms recio. Contemplar ese rostro es
todo un desafo para que admiremos en cada persona la belleza de Dios Padre
creador, afeada, s, por el pecado, pero resplandeciente cuando deja asomar el brillo
del Espritu divino. Escuchar sus palabras, son camino seguro que nos lleva a Cristo.

Delante de la celestial Muchachita, Juan Diego encuentra el lugar para
manifestar su profesin de fe en la figura sacerdotal, llamando a los frailes
evangelizadores "imgenes de Nuestro Seor", es decir, representacin verdadera,
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presencia concreta de Ometotl, Dios que une los opuestos. Esto en nada disminua
la obligacin que todo jerarca tena de venerar esa "imagen divina" en sus
subordinados, v. gr. los hambrientos menesterosos, los desarropados, los enfermos.

Quienes hemos recibido la gracia de participar en el ministerio sacerdotal de
Jesucristo somos testigos del respeto y veneracin que diversas personas
manifiestan hacia los sacerdotes. Siguiendo el ejemplo del Seor, debemos
empearnos en corresponder a estas muestras de caridad cristiana con una
coherencia de vida que transparente a Cristo pastor de su pueblo.

La Virgen Santa Mara se manifiesta ante Juan Diego como la Madre del
verdadersimo Dios. Y lo hace con naturalidad y sencillez, y con un mensaje que
dejaba tranquilos tanto a los suspicaces espaoles, que por todos lados descubran
signos de idolatra, como a los desconcertados y humillados indgenas, que se
sentan traicionados por sus "dioses". Mara es transparente y clara con ambos, sin
engaar, ofender o desplazar a ninguno. Y el primero a quien no desplaza es a Dios:
todo el acontecimiento se centra en el "verdadersimo Dios", de quien ella es Madre,
el nico Dios de todos los pueblos y de todos los tiempos y, por tanto, el mismsimo
que siempre haban venido adorando los indgenas, quiz sin saberlo. Juan Diego se
abre al Evangelio, y por la catequesis de Mara, su cultura, su religiosidad quedan
transformadas y completadas al ser integradas a dicho Evangelio.

Las mltiples culturas o formas de vivir y de pensar presentes en la ciudad de
Mxico necesitan contar con un eje que les una y les d sentido y armona, que les
haga ser riqueza dentro del tejido social; esta es la finalidad del Evangelio de
Jesucristo. Anunciarlo de modo que lo conozcan todas las personas no es una moda
o algo de lo que se pueda prescindir, al contrario, la cohesin social necesita
urgentemente de estos aires saludables.
















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SEXTA PEREGRINACIN

San Juan Diego, el Misionero



As tambin ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mand, digan: No
somos ms que siervos; slo hemos hecho lo que tenamos que hacer.
(Lc 17,10).


Ante la confesin educada de Juan Diego, Mara de Guadalupe pregona que
la Evangelizacin de Mxico tiene que ser obra de la Iglesia que trasciende la
diferencia de razas y culturas, obra conjunta de espaoles y mexicanos. Por eso
insiste en que quien tiene que llevar el mensaje al Obispo es el intercesor escogido
por la Reina, a nombre de muchos otros hermanos y hermanas que cooperarn para
que se haga realidad en Mxico el mandato misionero que muchos siglos atrs Jess
encomend a sus Apstoles.

Lo que sigue a esta intervencin de la Morenita del Tepeyac, confirma la
personalidad de Juan Diego como un laico convertido y con una disponibilidad
responsable. Volver al da siguiente y cumplir al pie de la letra lo que quiere la
Seora. Por lo pronto hay que descansar. Y en su delicadeza indgena quien lo tiene
que hacer es la Reina, que para nada necesitaba de este descanso y s Juan Diego
que haba tenido un da complejo y difcil.

La misin en la que estamos empeados diariamente, debe ser nuestra
participacin bautismal para ayudar a recomponer el tejido social desgarrado por las
diversas formas de pecado, tomando en cuenta las realizaciones positivas de
personas, comunidades, instituciones. La restauracin sigue siendo obra del Espritu
de Dios, pero amorosamente quiere que tambin nosotros colaboremos. Debemos
trabajar por integrar orgnicamente los diversos carismas presentes en el pueblo de
Dios, para que la misin perdure. Agentes laicos, miembros de la vida consagrada,
sacerdotes, tenemos que trabajar en comunin, cada uno de acuerdo a la propia
funcin dentro del Cuerpo de Cristo, de modo que demos un testimonio de unidad
orgnica y as participemos en hacer llegar el Evangelio de Jesucristo a los alejados
de su influjo, sean familias, jvenes, pobres, sectores, ambientes.
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SPTIMA PEREGRINACIN

San Juan Diego, evangelizador y catequista



La religin pura e intachable ante Dios Padre es sta: visitar a los hurfanos y a
las viudas en su tribulacin y conservarse incontaminado del mundo
(St 1,27).

Juan Diego no aduce su calidad de


embajador de la Seora para faltar a sus deberes
dominicales de cristiano convertido. Y de nuevo
ante el Obispo, en lugar de presentarse
desafiante por ir en nombre de la Seora del
Cielo, lo hace con humildad y miedo de llegar a
ser el causante del fracaso de toda la misin que
le haba sido encomendada. Este tesn por
cumplir una encomienda es como el inicio de una
cadena de futuros catequistas indgenas que
recorrern los caminos en todas direcciones con
tal de llevar el mensaje del Evangelio, incluso con
riesgo de su propia vida como lo prueban los
mrtires oaxaqueos Juan Bautista y Jacinto de
los ngeles. Y es que en realidad, la conversin
de los indios fue apostolado de los mismos indios
que se trocaron en infatigables misioneros de sus hermanos a partir de lo sucedido
en 1531. De su capacidad el mismo Mendieta nos refiere que "estando el religioso
presente [...] predicaba en su nombre todo lo que le haba dicho".


Lo que Juan Diego aadi a todo lo anterior fue que no se descorazon ante
la escrupulosidad y dureza de trato del Obispo que, como buen inquisidor, le
pregunt de todo e incluso le hizo seguir por sus servidores. Ellos se convertiran en
el nuevo obstculo que tendra que superar Juan Diego.


Cmo ilustra la hermosura de la Iglesia de Cristo tantos laicos, desde nios
hasta ancianos, que aun cuando atienden las responsabilidades del hogar y las del
propio trabajo, todava encuentran tiempo para su formacin y para participar en la
evangelizacin de sus hermanos! Tocar las puertas, visitar a los enfermos como
ministros extraordinarios de la Eucarista, ensear al que no sabe, colaborar como
catequistas, conservar la usanza de mayordomos, fiscales, topiles que custodian
tradiciones de religiosidad popular, es una operacin que sigue dando buenos frutos,
porque los sarmientos permanecen unidos a la vid, que es el Seor (Cfr. Jn 15, 5).







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OCTAVA PEREGRINACIN

San Juan Diego, misionero de la caridad



Bienaventurados los pobres de espritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseern en herencia la tierra.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarn misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazn, porque ellos vern a Dios.
(Mt 5, 3-4; 7-8).



En medio de tantos ires y venires, aparece la
Virgen tranquilizando a Juan Diego y asegurndole el
feliz xito de su misin. Pero aqu aparece un nuevo
protagonista, se trata de Juan Bernardino, to de Juan
Diego. Adems de la importancia que tenan los tos,
sobre todo si eran de primer grado, por ser la
autoridad que quedaba en el hogar cuando los
esposos partan a las guerras, cosa frecuente, estaba
el hecho de que Juan Diego encuentra enfermo de
muerte a su to. Dejando para despus a la Seora
Celestial, atiende a su tutor. Cuidar a los enfermos, era
una riqueza del patrimonio cultural indgena, ya que
stos eran tenidos como "imgenes de Dios". Lo que
hace Juan Diego es manifestar la virtud que ya
practicaba como herencia de raza, pero ahora
madurada y coronada por el Bautismo.


Juan Diego recibe una peticin de su to: poder contar con un sacerdote para
que lo confiese y lo prepare a morir. Bien podramos pensar en que un cristiano
pidiera, adems de la Confesin, el Sagrado Vitico y la Uncin de los Enfermos.
Motolina da testimonio de que el Santsimo Sacramento de la Eucarista era
administrado a pocos indios y muy pocas veces. Por su parte Mendieta afirma que
por muchos aos no se administr el Sacramento de la Uncin de los Enfermos por
la falta de ministros. En cambio, l mismo consigna el inmenso cario aprecio de los
indios por la Confesin hasta el grado de que viajaban grandes distancias,
abandonaban sus casas y haciendas, mientras que los minusvlidos se hacan
transportar por otros con tal de ser odos en confesin.


Como indio cumplidor, Juan Diego tiene una urgencia familiar a la que debe
responder, pero para no herir a la perfecta siempre Virgen Santa Mara con una
negativa abierta, decide tomar otro camino que el acostumbrado. Una expresin ms
del refinamiento indio que Juan Diego haba aprendido de su raza.


La Virgen le sale al paso y lo trata con una delicadeza exquisita. La pregunta
que brota de sus labios es amable, como de quien comprende y muestra
misericordia, pues para nada menciona el rodeo que hace Juan Diego, y s le allana
el camino para que le participe de sus angustias. Este responde con la finura de
quien tiene tal confianza con la Madre del Hijo de Dios, hasta el punto de llamarla
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cariosamente "Mi hija chiquita", "Mi Nia del Cielo". En su Nia Celestial abandona
el peso de su congoja y le explica lo que va a intentar, pues era de noche y
difcilmente encontrara un sacerdote que pudiese venir a auxiliar a su to antes de
que muriera.


Parafraseando el texto de 1 Corintios 13, podramos presentarnos hablando
lenguas angelicales, o como conocedores de todos los misterios, o protagonizando
obras impresionantes de renuncia; pero, sin caridad, nos haramos merecedores del
refrn mexicano "mucho ruido y pocas nueces". Recordemos que Cristo conjug lo
que hizo y dijo como expresin de su amor total a su Padre y el amor incondicional a
sus hermanos. Juan Pablo II invita a que la prctica del amor concreto,
especialmente hacia los pobres en sentido material, moral o cultural, sea la mstica
que caracterice nuestra vida cristiana, el estilo de ser Iglesia y la programacin
pastoral (Nuovo Milennio Ineunte 49-50). Por consiguiente, el alma que inspire todos
nuestros quehaceres pastorales deber ser siempre la caridad, recordando que
pasarn todos los dems dones y virtudes, y slo ella quedar.




























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NOVENA PEREGRINACIN

La fe envuelta en flores


"Cun hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del
que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvacin, del que
dice a Sin: Tu Dios reina!" (Is 52,7).



Juan Diego nada pide para s mismo o para su to. Apenas escuch la voz de
su Nia Celestial, deja sus intereses familiares y se vuelve totalmente hacia el inters
de su Seora, a tal grado que incluso le suplica lo enve a llevar la respuesta pedida
por el Obispo. Y el signo del que ser portador, sobrepasa toda previsin.


Es cierto que usamos flores para expresar amor y otros nobles sentimientos, y
tambin con sentido esttico. Pero a nadie se le hubiera ocurrido que la Reina
enviara su proyecto evangelizador a travs de un puado de rosas, vinieran de
donde fuera. No obstante, la Nia bendita saba que para el pueblo indio estas eran
flores de Dios, brotadas, verdecidas y florecidas en suelo mexicano, flores que
significaban la realizacin de todo creyente indgena, a saber, la comunin efectiva y
definitiva con Dios.


Juan Diego es el macehual, instrumento de la gracia de Dios, a travs de
Mara, conocedora de estos menesteres, pues ella misma se haba confesado como
"la esclava del Seor" (Cfr. Lc 1, 38). De ella recibe el encargo de subir a cortar
variadas flores, de colocarlas en su ayate y de llevarlas a la presencia de la
Soberana, quien las tomar en sus manos y las volver a colocar en la tilma de su
embajador.


Cuauhtlatoatzin no desempea un papel de mero agente, sino tambin de
sujeto libre y responsable en manos de Dios. Y este misionero est llamado a la
altsima vocacin de ser intermediario para que el mundo divino, el de las flores de
18 | catequesis misioneras guadalupanas

Pastoral de la Misin Permanente


Dios, llenas de vida, de un olor suavsimo; como perlas preciosas, como llenas de
roco nocturno, se una al mundo humano del Tepeyac, que de por s era rido y
adems se encontraba en la poca de invierno. Se anunciaba as el comienzo de un
nueva etapa en la historia del pueblo indgena, fidelsimo a sus dioses y que
aparentemente haba sido traicionado por ellos; etapa que haba sido ya inaugurada
definitivamente por la encarnacin del Hijo de Dios, en el seno de Mara de Nazaret,
por obra del Espritu Santo.


Todo misionero debe estar plenamente consciente de la gran distincin
que recibe al ser enviado para anunciar el Evangelio; sa es su dicha y el
motivo de sus desvelos. Los asuntos divinos son confiados a cada uno de
nosotros, de modo que cualquiera pueda disfrutar de los diversos signos del amor
que Dios nos tiene reservados en su Hijo Jesucristo. Seguimos necesitando en la
Iglesia particular de Coatzacoalcos este tipo de evangelizadores llenos de fe, que
pongan su persona entera en manos de Dios, para ir discerniendo, a la luz del
Evangelio, los diversos acontecimientos de la vida diaria, de tal modo que se vayan
capacitando para responder a las exigencias de dar a conocer la herencia que a
todos nos tiene reservada el Padre, en su Hijo amado.


























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Pastoral de la Misin Permanente


DCIMA PEREGRINACIN

San Juan Diego, buen indio, buen cristiano,


laico fiel y varn santo

Quin subir a la montaa del Seor? Quin estar de pie en su santo recinto?
El de manos limpias y de puro corazn, el que no pone su alma en cosas vanas ni
jura con engao. Ese obtendr la bendicin del Seor y la aprobacin de Dios, su
salvador (Sal 24,3-5).


La experiencia de toda una vida culminada
con cantos y flores, encuentro con la Seora del
Cielo, enfermedad y curacin del to Bernardino,
entrevistas con el Seor Obispo, llevaron a Juan
Diego a pedir el honor de poder dedicarse por
completo al servicio de su Muchachita, viviendo
a un lado del templo. Para ello solicit la
autorizacin del obispo Zumrraga, dada la
distancia que haba entre su casa y la ermita de
Guadalupe. Juan Bernardino, to de Juan Diego
quiso hacer lo mismo para estar junto con su
sobrino sirviendo al Seor y a su preciosa Madre,
pero Juan Diego no accedi, mientras que le
peda que se dedicara a cuidar la herencia
familiar de casas y tierras, lo que implicaba velar
por las familias y trabajadores bajo su cuidado.

Obtenido el permiso del Obispo, dej todo y se retir a la ermita de Guadalupe
para servir a la Virgen, cuidando de su casita. Esta comunin diaria con los intereses
de la Santsima Virgen desemboc en una vida segn el Espritu de Jesucristo: A
diario se ocupaba en cosas espirituales y barra el templo. Se postraba delante de la
Seora del Cielo y la invocaba con fervor. Frecuentemente se confesaba y obtuvo la
gracia de poder comulgar tres veces por semana, cosa excepcional para un laico de
entonces. Ayunaba, haca penitencia, y buscaba la soledad para poder entregarse a
solas a la oracin.

Su vida espiritual se proyectaba en el servicio a la comunidad: era buscado
como intercesor ante la Santsima Virgen, para que les diese buenos temporales en
sus siembras, ya que estaban ciertos de "que cuanto peda y rogaba a la Seora del
cielo, todo se le conceda". Aprovechaba, adems, su permanencia junto a la casita
de la Virgen para evangelizar a quienes all acudan.
De esta forma, el testimonio de una vida ntegra alcanzada por Juan Diego,
bajo la accin de la gracia divina, provoc una fama de santidad reconocida por
quienes entraban en contacto con l. Marcos Pacheco, el primero de los siete indios
ancianos, informantes de Cuautitln, que declararon en el proceso de 1666, nos
ofrece una sntesis al respecto:
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Pastoral de la Misin Permanente


"Era un indio que viva honesta y recogidamente, que era muy buen cristiano y temeroso de
Dios y de su conciencia, y de muy buenas costumbres y modo de proceder, en tanta manera
que, en muchas ocasiones le deca a este testigo la dicha de su ta: 'Dios os haga como Juan
Diego y su to', porque los tena por muy buenos indios y muy buenos cristianos


Concepto en que concuerdan los otros seis testigos; otro testimonio es el de
Andrs Juan, quien se refera a Juan Diego llamndolo "varn santo".

Efectivamente, Juan Diego era tenido por el pueblo como "un indio bueno y
cristiano", o como "un varn santo". Ambos ttulos eran ms que suficientes para
expresar la buena fama de que gozaba, lo cual se ve reafirmado por el hecho de que
lo propusieran como ejemplo para los dems y de que se acercaran a l para que
intercediera por necesidades personales y del pueblo. As pues, Juan Diego no slo
intercedi a favor del sostenimiento de la vida, sino que tambin a travs de su
testimonio motiv que hubiera un punto de referencia familiar. El Nican Motecpana
exclama sobre la vida ejemplar del santo: "Ojal que as nosotros le sirvamos y que
nos apartemos de todas las cosas perturbadoras de este mundo, para que tambin
podamos alcanzar los eternos gozos del Cielo!".

En Juan Diego se hace realidad la tradicin oral de nuestros pueblos
indgenas, que se ha mantenido desde tiempo inmemorial hasta el da de hoy. Una
de estas tradiciones que actualmente se comunica de padres a hijos, de abuelos a
nietos, proclama:
"Apareci, as lo dicen los Jefes, en el Cerro del Anhuac, una seal del mismo Cielo, a donde
llega la manzana del Volador: una Mujer con gran importancia, ms que los mismos
Emperadores, que, a pesar de ser mujer, su podero es tal que se para frente al Sol, nuestro
dador de vida, y pisa la Luna, que es nuestra gua en la lucha por la luz, y se viste con las
Estrellas, que son las que rigen nuestra existencia y nos dicen cundo debemos sembrar,
doblar o cosechar. Es importante esta Mujer, porque se para frente al Sol, pisa la Luna y se
viste con las Estrellas, pero su rostro nos dice que hay alguien mayor que Ella, porque est
inclinada en signo de respeto. Nuestros mayores ofrecan corazones a Dios, para que hubiera
armona en la vida. Esta Mujer dice que, sin arrancarlos, le pongamos los nuestros entre sus
manos, para que Ella los presente al verdadero Dios.


Una personalidad como la de Juan Diego, vivida en fidelidad a la voluntad
divina y al servicio de los hermanos se convierte, para cualquier bautizado, en un
modelo que llama a la conciencia y nos anima a confrontar nuestro estilo de vida con
el Evangelio de Jesucristo, y a integrarnos con los dems miembros del pueblo de
Dios para seguir colaborando en la misin. Contemplacin, oracin, prctica
sacramental, ayuno y penitencia, misin, son parte de la personalidad espiritual del
agente laico evangelizador.





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DCIMA PEREGRINACIN

La Virgen de Guadalupe, Misionera de Amrica



En aquellos das, Mara se encamin presurosa
a un pueblo de las montaas de Judea (Lc 1,39).


Los misioneros tenan poco xito a
pesar de su intensa labor, en gran parte por
el mal ejemplo de muchos que llamndose
cristianos, abusaban de ellos. Pero la Virgen
de Guadalupe se presenta como mujer nativa
y les ense que el regalo de la fe es para
todos sin distincin. La imagen de la tilma es
toda una catequesis.

El resultado es que en los 7 aos
despus de las apariciones 8 millones de
nativos se convirtieron a la fe catlica. Esto
representa un promedio de 3000
conversiones diarias. Si recordamos que por
la predicacin de San Pedro el da de
Pentecosts se convirtieron 3000 hombres,
podemos apreciar que la Virgen inici un
verdadero Pentecosts que dur 7 aos.
La Virgen de Guadalupe contina
guindonos a Jess. Los milagros obtenidos
por la Virgen son tan extraordinarios que no se puede menos que exclamar: "El
poder divino est aqu". Dios Todopoderoso se complace en derramar sus dones por
medio de aquella a quien l escogi para ser su madre.
El Tepeyac es el santuario mariano ms visitado del mundo, superando en
visitas a Lourdes y Ftima. Cada ao 20 millones de fieles se acercan a la venerada
imagen para expresar a la Madre del Cielo el testimonio de su cario y veneracin. El
da de la fiesta, el doce de diciembre, se calcula que casi tres millones de personas
acuden al santuario. En la actualidad la imagen milagrosa est en la nueva baslica
construida junto a la antigua que se ha hundido notablemente. Los fieles pueden
contemplar el cuadro desde una estera mvil que a sus pies se desliza para movilizar
a los fieles y dar cabida a las multitudes que desean venerarla. Como en todo
santuario mariano, la baslica de Guadalupe cuenta con una capilla del Santsimo
donde los fieles constantemente adoran al Seor. La Baslica nueva tiene forma
redonda que simboliza la tienda que albergaba el Arca de la Alianza en su marcha
por el desierto; las lmparas interiores que cuelgan del techo recuerdan la nube que
guiaba al pueblo de Dios da a da y la refulgente pared de oro que sostiene el
cuadro, representa la columna de fuego y luz que indicaba el camino durante la
noche.
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Pastoral de la Misin Permanente



No se pueden explicar con elementos histricos algunos aspectos decisivos
de la historia de Mxico sin tener en cuenta el milagro de Guadalupe. Como, por
ejemplo, el que, despus una conquista dramtica y tras dolorosas divisiones y
contraposiciones en el seno del mundo poltico nhuatl, en un lugar significativo para
el mundo indgena, en el cerro del Tepeyac, se levantara en seguida una ermita
dedicada a la Virgen Mara bajo el nombre de Guadalupe. No explican tampoco
cmo Guadalupe se convirti en seal de una nueva historia religiosa y de encuentro
entre dos mundos hasta ese momento en dramtica contraposicin. Existen muchas
pruebas histricas sobre la existencia de Juan Diego, como, por ejemplo, la tradicin
oral, fuente decisiva al estudiar a los pueblos mexicanos, cuya cultura era
principalmente oral. Esta tradicin, en esos casos suele obedecer a cnones bien
precisos y, en el caso de Guadalupe, siempre confirma la figura histrica y espiritual
de Juan Diego.





























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PEREGRINACIN FINAL A LOS PIES DE SANTA MARA DE


GUADALUPE

La imagen de Nuestra Seora de Guadalupe qued impresa en un tosco tejido
hecho con fibras de maguey. Se trata del ayate, usado por los indios para acarrear
cosas y no de una tilma, que usualmente era de tejido ms fino de algodn. La trama
del ayate es tan burda y sencilla, que se puede ver claramente a travs de ella, y la
fibra del maguey es un material tan inadecuado que ningn pintor lo hubiera
escogido para pintar sobre l.

La imagen de Nuestra Seora de Guadalupe es una maravillosa sntesis
cultural, una obra maestra que present la nueva fe de manera tal que pudo ser
entendida y aceptada inmediatamente por los indios mexicanos. Es imposible de
describir aqu la rica y complicada simbologa que contiene este cuadro-cdice
porque cada detalle de color y de forma es portador de un mensaje teolgico.
El rostro impreso en el ayate es el de una joven mestiza; una anticipacin,
pues en aquel momento todava no haban mestizos de esa edad en Mxico.
Mara asume as el dolor de miles de nios, los primeros de una nueva raza,
rechazados entonces tanto por los indios como por los conquistadores. La Virgen
est de pi y su rostro se inclina delicadamente recordando un poco las tradicionales
"Inmaculadas". Esta oportuna inclinacin evita que el empate que une las dos piezas
del tejido caiga dentro de la faz de la Virgen. El manto azul salpicado de estrellas es
la "Tilma de Turquesa" con que se revestan los grandes seores, e indica la nobleza
y la importancia del portador. Los rayos del sol circundan totalmente a la
Guadalupana como para indicar que ella es su aurora. Esta joven doncella mexicana
est embarazada de pocos meses, as lo indican el lazo negro que ajusta su cintura,
el ligero abultamiento debajo de este y la intensidad de los resplandores solares que
aumenta a la altura del vientre. Su pie est apoyado sobre una luna negra (smbolo
del mal para los mexicanos), y el ngel que la sostiene con gesto severo, lleva
abiertas sus alas de guila.
La Virgen de Guadalupe se present ante sus hijos como la Madre del
Creador y conservador de todo el universo; que viene a su pueblo porque quiere
acogerlos a todos, indios y espaoles, con un mismo amor de Madre. Con la
prodigiosa impresin en el ayate comenzaba un nuevo mundo, la aurora del sexto sol
que esperaban los mexicanos.

La imagen ha sufrido serios atentados y ha salido inclume de cidos
corrosivos y hasta de una bomba de gran tamao que, en 1921, un desconocido
escondi entre flores que malvadamente le ofreca. Al explotar la bomba, caus gran
destruccin. El crucifijo de metal que estaba cerca de la Virgen qued retorcido y sin
embargo la imagen de la Virgen qued intacta. El cristal del marco de su imagen no
se rompi.
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ORACIN DE SAN JUAN PABLO II A LA VIRGEN DE GUADALUPE

Oh Virgen Inmaculada
Madre del verdadero Dios y Madre de la Iglesia!
T, que desde este lugar manifiestas
tu clemencia y tu compasin
a todos los que solicitan tu amparo;
escucha la oracin que con filial confianza te dirigimos,
y presntala ante tu Hijo Jess, nico Redentor nuestro.
Madre de misericordia, Maestra del sacrificio escondido y silencioso,
a Ti, que sales al encuentro de nosotros, los pecadores,
te consagramos en este da todo nuestro ser y todo nuestro amor.
Te consagramos tambin nuestra vida, nuestros trabajos,
nuestras alegras, nuestras enfermedades y nuestros dolores.
Da la paz, la justicia y la prosperidad a nuestros pueblos;
ya que todo lo que tenemos y somos lo ponernos bajo tu cuidado,
Seora y Madre nuestra.
Queremos ser totalmente tuyos y recorrer contigo el camino
de una plena fidelidad a Jesucristo en su Iglesia:
no nos sueltes de tu mano amorosa.
Contempla esta inmensa mies, e intercede para que el Seor infunda
hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes
vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes en la fe
y celosos dispensadores de los misterios de Dios.
Concede a nuestros hogares
la gracia de amar y de respetar la vida que comienza.
con el mismo amor con el que concebiste en tu seno
la vida del Hijo de Dios.
Virgen Santa Mara, Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras familias,
para que estn siempre muy unidas, y bendice la educacin de nuestros hijos.
Esperanza nuestra, mranos con compasin,
ensanos a ir continuamente a Jess y, si caemos, aydanos
a levantarnos, a volver a l, mediante la confesin de nuestras culpas
y pecados en el sacramento de la penitencia,
que trae sosiego al alma.
Te suplicamos que nos concedas un amor muy grande a todos los santos sacramentos
que son como las huellas que tu Hijo nos dej en la tierra.
As, Madre Santsima, con la paz de Dios en la conciencia,
con nuestros corazones libres de mal y de odios,
podremos llevar a todos la verdadera alegra y la verdadera paz,
que vienen de tu Hijo, nuestro Seor Jesucristo,
que con Dios Padre y con el Espritu Santo,
vive v reina por los siglos de los siglos.
Amn.






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ROSARIO
A NUESTRA SEORA DE GUADALUPE


En estas consideraciones se medita en las apariciones de la Virgen de
Guadalupe. Al iniciar cada misterio, se lee el pasaje y se hace la peticin, se reza un
Padrenuestro, 10 Avemaras y un Gloria, y al final se canta alguna estrofa de las
canciones propias de la Virgen de Guadalupe.

1.- Por la seal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos lbranos Seor, Dios
nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espritu Santo. Amn.

2.- Rezar el Acto de Contricin: Seor mo Jesucristo, Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mo; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os
amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazn de haberos ofendido; tambin
me pesa porque podis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra
divina gracia, propongo firmemente nunca ms pecar, confesarme y cumplir la
penitencia que me fuere impuesta. Amn.


Primera Consideracin: La Virgen de Guadalupe trae un mensaje de paz a su
pueblo.

Sabe y ten entendido, t, el ms pequeo de mis hijos, que soy yo la siempre Virgen
Santa Mara, Madre del verdadero Dios por quien se vive; del Creador, en quien est
todo; y es Seor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aqu un
templo para en l mostrar y dar todo mi amor, compasin, auxilio y defensa, pues yo
soy su piadosa Madre.

Pedimos a la Virgen Mara por todos aquellos que no la conocen y no la valoran
como su Madre, especialmente en nuestra patria. Rogamos por todas las mujeres,
para que descubran el valor de su vocacin.

Un Padre Nuestro y diez Ave Maras.
Jaculatoria: (Opcional).
Gua: Mi corazn en amarte eternamente se ocupe,
Todos: Y mi lengua en alabarte, Madre ma de Guadalupe.

Canto.


Segunda Consideracin: Juan Diego comparte a la Virgen su humildad y su
pequeez a los ojos de los hombres.

Te ruego encarecidamente, Seora y nia ma, que a alguno de los principales,
conocido, respetado y estimado, le encargues que lleve tu mensaje para que le
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crean, porque yo soy un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy
cola, soy hoja, soy gente menuda.

Pedimos a la Virgen que nos ayude a darnos cuenta del valor de la humildad y la
sencillez de corazn, que nos permita ser instrumentos dciles en las manos de
Dios.


Tercera Consideracin: Mara de Guadalupe escogi a Juan Diego por su
sencillez y no por su saber.

Oye hijo mo, el ms pequeo, ten entendido que son muchos mis servidores y
mensajeros a quienes puedo encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad,
pero es de todo punto preciso que t mismo solicites y ayudes y con tu mediacin,
que se haga mi voluntad.

Pedimos a la Virgen que nos ayude a saber transmitir la palabra de Cristo a los
dems, para que l reine en los corazones, en las familias y en la sociedad.


Cuarta Consideracin: La Virgen Mara cura a Juan Bernardino como signo de
que quiere salud y felicidad para su pueblo.

Oye y ten entendido, hijo mo el ms pequeo, que es nada lo que te asusta y aflige;
no se turbe tu corazn; no temas a esa enfermedad ni alguna otra angustia. No
estoy yo aqu que soy tu Madre? No ests bajo mi sombra? No soy yo tu salud?
No ests por ventura en mi regazo? Qu ms has menester? No te apene ni te
inquiete otra cosa, no te aflija la enfermedad de tu to, que no morir ahora de ella.
Est seguro de que ya san".

Pedimos a la Virgen que, como san Juan Diego, sepamos acompaar en la
enfermedad, la angustia y el dolor a los que estn cerca de nosotros. Tambin
rogamos por nuestras familias.


Quinta Consideracin: Mara nos deja su imagen para recordarnos su ternura,
su amor y su constante proteccin.

Juan Diego trajo a la Seora del Cielo las diferentes rosas que fue a cortar; las que,
as como las vio, cogi con sus manos y otra vez se las ech en el regazo diciendo:
Hijo mo, el ms pequeo, esta diversidad de rosas es la prueba y seal que llevars
al obispo, le dirs en mi nombre que vea en ella mi voluntad y que l tiene que
cumplirla. T eres mi embajador, muy digno de confianza.

Pedimos a la Virgen que, como Ella, sepamos escuchar y ayudar a nuestros
hermanos, especialmente los de nuestra Fraternidad de Vida Nueva. Tambin
rogamos por el Papa y los Obispos en comunin con l.
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Pastoral de la Misin Permanente



Al final de la ltima consideracin:

Gua: Dios te Salve Mara Santsima, Hija de Dios Padre, en tus manos ponemos
nuestra FE para que la ilumines. Llena eres de gracia el Seor es contigo...

Gua: Dios te Salve Mara Santsima, Madre de Dios Hijo, en tus manos ponemos
nuestra ESPERANZA para que la alientes. Llena eres de gracia el Seor es contigo...

Gua: Dios te Salve Mara Santsima, Esposa del Espritu Santo, en tus manos
ponemos nuestra CARIDAD para que la inflames en el fuego de tu Divino Amor.
Llena eres de gracia el Seor es contigo...

Todos: Dios te Salve Mara Santsima, Templo, Trono y sagrario de la Santsima
Trinidad, Virgen concebida sin pecado original. Dios te Salve Reina y Madre, Madre
de Misericordia

LETANA GUADALUPANA

Contestamos: Ruega por nosotros.
Madre del Dios verdadero.
Madre del Dios por quien se vive.
Madre del Dios de la intimidad.
Madre de la Iglesia en Amrica.
Madre de Mxico.
Madre de los moradores de esta tierra mexicana.
Madre compasiva con el que sufre.
Madre defensora contra las injusticias.
Madre defensora de la vida de los nios mexicanos.
Madre llena de amor a los indgenas.
Madre que escucha nuestros lamentos.
Madre que remedia nuestras miserias.
Madre que consuela nuestras penas.
Madre que alivia nuestros dolores.
Morenita del Tepeyac.

Contestamos: "Intercede por nosotros".
Reina de los mexicanos.
Reina de las familias mexicanas.
Reina de los marginados.
Reina de los pobres.
Reina de los trabajadores.
Reina de los campesinos.
Reina de los explotados.

Contestamos: Aydanos, Seora".
Virgen de Guadalupe aydanos a dar testimonio de la fe.
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Pastoral de la Misin Permanente


Virgen de Guadalupe aydanos a salir de la ignorancia.
Virgen de Guadalupe aydanos a salir de la apata.
Virgen de Guadalupe aydanos a salir de la pobreza.
Virgen de Guadalupe aydanos a manifestarnos como hermanos.
Virgen de Guadalupe aydanos a desarrollarnos como personas.
Virgen de Guadalupe aydanos a defender la familia natural.
Virgen de Guadalupe aydanos a respetar la vida desde su concepcin.
Virgen de Guadalupe aydanos a vencer la maldad.
Virgen de Guadalupe aydanos a vencer la indiferencia.
Virgen de Guadalupe aydanos a vencer la infidelidad en nuestros matrimonios.
Virgen de Guadalupe aydanos a vencer la violencia intrafamiliar.
Virgen de Guadalupe aydanos a construir nuestras familias.
Virgen de Guadalupe aydanos a dar buen ejemplo a nuestros hijos.
Virgen de Guadalupe aydanos a respetar a nuestro prjimo.
Virgen de Guadalupe aydanos a respetar el bien comn.
Virgen de Guadalupe aydanos a difundir valores.
Virgen de Guadalupe aydanos a vencer la corrupcin.
Virgen de Guadalupe aydanos a desarrollarnos como pas.
Virgen de Guadalupe aydanos a profundizar en nuestra fe.
Virgen de Guadalupe aydanos a buscar el progreso de nuestra patria.
Virgen de Guadalupe aydanos a construir caminos de justicia y de paz.
Virgen de Guadalupe aydanos a servir a nuestros hermanos con profundo amor.

Gua: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
Todos: PERDNANOS SEOR.
Gua: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
Todos: YENOS SEOR.
Gua: Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
Todos: TEN PIEDAD Y MISERICORDIA DE NOSOTROS.
Todos: Bajo tu amparo nos acogemos Santa Madre de Dios, no desprecies las
splicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, lbranos de todo
peligro OH VIRGEN GLORIOSA Y BENDITA!, ruega por nosotros Santa Madre de
Dios

ORACIN FINAL
Mara, mujer de la escucha, haz que se abran nuestros odos; que sepamos
escuchar la Palabra de tu Hijo Jess entre las miles de palabras de este mundo; haz
que sepamos escuchar la realidad en la que vivimos, a cada persona que
encontramos, especialmente a quien es pobre, necesitado, tiene dificultades.
Mara, mujer de la decisin, ilumina nuestra mente y nuestro corazn, para que
sepamos obedecer a la Palabra de tu Hijo Jess sin vacilaciones; danos la valenta
de la decisin, de no dejarnos arrastrar para que otros orienten nuestra vida.
Mara, mujer de la accin, haz que nuestras manos y nuestros pies se muevan
deprisa hacia los dems, para llevar la caridad y el amor de tu Hijo Jess, para
llevar, como t, la luz del Evangelio al mundo. Amn.

Gua: Por la seal de la Santa Cruz... Ave Mara Pursima
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NDICE


PRESENTACIN

Primera Peregrinacin: Por qu peregrinamos?

Segunda Peregrinacin: El culto a la Virgen Mara

Tercera Peregrinacin: Historia de las apariciones


Guadalupanas

Cuarta Peregrinacin: San Juan Diego, un laico


comprometido

10

Quinta Peregrinacin: San Juan Diego, un laico de fe

12

Sexta Peregrinacin: San Juan Diego, el Misionero

14

Sptima Peregrinacin: San Juan Diego, evangelizador y


catequista

15

Octava Peregrinacin: San Juan Diego, misionero de la


caridad

16

Novena Peregrinacin: La fe envuelta en flores

18

Dcima Peregrinacin: La Virgen de Guadalupe,


Misionera de Amrica

20

Peregrinacin final a los pies de Santa Mara de


Guadalupe

24

Oracin de San Juan Pablo II a la Virgen de Guadalupe

25

Rosario a Nuestra Seora de Guadalupe

26

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