Resumen de La Historia de Ecuador
Resumen de La Historia de Ecuador
Resumen de La Historia de Ecuador
ndice
Prlogo
Tomo I
Aspecto fsico y general
Captulo II
Reinado de Huaina-Cpac.- Sublevacin de los Caranques.Casamiento del Inca con la reina Paccha.- Viaja el Inca para el
Cuzco.- Primera noticia del asomo de los espaoles. Coln y
Balboa.- Francisco Pizarro.- Sus expediciones.- Muerte de
Huaina-Cpac y coronacin de Atahualpa.- Guerra civil.- Batalla de
Tomebamba.- Combate naval.- Batalla de Huamachucu.- Batalla de
Quipaipan.- Prisin de Huscar
Captulo IV
Arribo de los espaoles a Tumbes.- Exploraciones de Pizarro y su
regreso a Panam.- Parte Pizarro para Espaa, celebra un contrato
con la Reina, y se vuelve a Panam. Sale de esta ciudad, somete a
Pun y conquista a Tumbes.- Se interna en Cajamarca. Prisin de
Atahualpa y horrible matanza de indios. Celbrase un contrato para
rescatar la libertad del Inca.- Repartimiento del caudal.Levntase un proceso contra Atahualpa, se le condena a muerte y se
ejecuta la sentencia.
Tomo II
Captulo IV
Expatriacin de los padres jesuitas.- Breve digresin acerca de su
origen, instituto y progreso.- Sus principios y las imputaciones
que les han hecho.- Sus persecuciones y desgracias.- Su extincin
y resurreccin.
Captulo VIII
Estado social, poltico y literario, durante la presidencia, en
los siglos XVII y XVIII
Tomo III
Captulo I
Primera idea de emancipacin.- El doctor Espejo y el marqus de
Selva Alegre.- Estado poltico de Espaa en 1808. Agitacin de los
pueblos de la presidencia.- Arribo del presidente conde Ruiz de
Castilla.- Conjuracin de Agosto.- El nuevo gobierno.
Restablecimiento del antiguo.- El presidente Montfar.- Arresto de
los patriotas.- Su proceso y resultados.- El Comisionado regio.Desconfianzas recprocas del gobierno y de los pueblos.
Captulo II
Conspiracin del 2 de agosto.- Asalto a los cuarteles.- Asesinato
de los presos.- Combates y transacciones.- Llegada del comisionado
regio y sus procedimientos.- Instalacin de una nueva junta.Reconocimiento de la suprema autoridad de la regencia.Proclamacin de la independencia.- Retiro de Ruiz de Castilla.Asesinato de Fuertes y Vergara.- Los comisionados Villalba y
Bejarano.- Campaa contra Cuenca.- Campaa contra Pasto y
ocupacin de esta ciudad.- Desacuerdos de la junta.- Instalacin
del Congreso Constituyente.- Segunda campaa contra Cuenca.Combate de Verdeloma.- Defecciones militares.- Asesinato de Ruiz
de Castilla.
Captulo IX
Campaa de los treinta das.- Batalla de Tarqui
Captulo X
Comisin del congreso para el general Pez.- Conferencias con los
comisionados de Venezuela.- Constitucin de 1830.- Eleccin de
presidentes y vicepresidentes de la repblica.- Acta de separacin
del Ecuador.- Se convoca el congreso constituyente del Ecuador.Insurrecciones militares en el centro.- Sucesos de Venezuela.Urdaneta a la cabeza del gobierno de Colombia.- Bolvar en
Cartagena.- Asesinato de Sucre.- Muerte de Bolvar.
Tomo IV
Captulo I
Congreso constituyente.- La constitucin del Estado.- Revolucin
de Urdaneta.- Su campaa y resultados.- Diferencias entre los
gobiernos del sur y el centro.- Legislatura de 1831.- Insurreccin
del batalln Vargas.- Trabajos legislativos.
Captulo II
Insurreccin del General Lpez.- Negociaciones diplomticas.Campaa de Pasto.- Comisin del Gobierno del centro.- Sublevacin
Prlogo
Cevallos es el historiador de la Independencia y de los primeros aos de
la Repblica.
Durante el tiempo de la administracin colonial, en los territorios del
Reino de Quito, se escribieron varias Relaciones, Descripciones e
Informes, anotaciones interesantes que ponan de relieve la actividad de
un gobernante o que dejaban constancia de algn acontecimiento considerado
como importante. Alguna vez, la Relacin era escrita por el Presidente de
la Audiencia, como la memoria de sus labores ejercitadas en la extensin
de un territorio. El americanista espaol, Jimnez de la Espada, ha
recogido esos documentos y los ha dado a la luz pblica, como la ms
valiosa contribucin para los historiadores de Amrica.
Varias de esas piezas documentales se refieren al Ecuador y aun fueron
escritas dentro del territorio de la Audiencia. Faltaba el historiador que
utilizara el material desperdigado en archivos y colecciones, para pasar
de la crnica a la historia. Ya lo haba intentado Velasco, con la
desventaja de que le toc -16- componer su obra en el destierro y con
las mayores desventajas para la consulta de libros y papeles. La obra de
Velasco servira para las dems como de traza que exigiera rectificaciones
y ampliaciones.
Velasco fue nuestro primer historiador. La patria de sus recuerdos no
poda comprenderse bien sino a travs de las tradiciones recogidas en sus
viajes misionales por la extensin de esas Provincias. No tuvo Quito el
cronista historiador que guiara los primeros pasos. Lo que fue el Reino,
antes de la invasin incaica y aun despus de la llegada de los espaoles,
haba que ser restablecido con los recuerdos conservados en el pueblo.
Pudieron no ajustarse a la verdad histrica; pudieron referirse a sucesos
ocurridos en diferentes tiempos. Velasco, al trazar una obra que fuera
homognea y completa, se vio precisado a recurrir a esos recuerdos,
confundidos en las diversas pocas a las que se referan. Pero all se
encontraba la raz de una nacin, y animado de un vivo amor a la patria
Tomo I
nivel del mar5, se encuentra el oro, este metal tras cuya posesin se
gastan los afanes del hombre. Rara, rarsima vez, se halla debajo o encima
de aquella zona, y ms raro sera hallarle (en la parte occidental) al sur
de la lnea equinoccial6 -56- hasta Tumbes, confn que nos separa del
Per. No as en la parte amaznica, donde toda la base de la cordillera
oriental, parece que es el venero que provee de oro a las playas y lechos
de los ros.
Los vientos que dominan en la repblica son los de sur y oriente, y, por
lo general, secos como son, nos dan das despejados y noches estrelladas y
alegres. Los del norte y oeste son hmedos y malsanos, que cubren con
oscuras sombras el cielo y las campias, dndonos noches y das nebulosos
y tristes. En las costas, sin embargo, son ms frescos y sanos los vientos
que soplan del ocaso, que los que asoman por el oriente.
Tal es en general la fisonoma fsica del Ecuador; pero si sus tierras son
de las ms aparentes para la vegetacin y el cultivo, como hemos dicho, la
aspereza caracterstica de los Andes, la multitud de ros impetuosos que
las cruzan, la falta de pobladores y caminos, y los interminables
desiertos de los pramos, son otros tantos estorbos de mucha cuenta,
insuperables hasta Dios sabe cuando, que se oponen a la vida comercial y
comunicativa de unos pueblos con otros. Bien lejos est de nosotros
todava el tiempo en que la mano del hombre ose vencer los obstculos que
hasta hoy impiden el libre desenvolvimiento y cambio de ideas y
producciones, de conocimientos y frutos, para la completa participacin
del progreso social que agita al mundo!
-57Captulo II
Reinado de Huaina-Cpac.- Sublevacin de los Caranques.- Casamiento del
Inca con la reina Paccha.- Viaja el Inca para el Cuzco.- Primera noticia
del asomo de los espaoles. Coln y Balboa.- Francisco Pizarro.- Sus
expediciones.- Muerte de Huaina-Cpac y coronacin de Atahualpa.- Guerra
civil.- Batalla de Tomebamba.- Combate naval.- Batalla de Huamachucu.Batalla de Quipaipan.- Prisin de Huscar
reuni a los suyos y concert una sublevacin para antes de que terminaran
las fiestas. Llegada la hora en que se haban convenido, furonse derecho
a la habitacin de Huaina-Cpac, vencieron la guardia y hasta pusieron en
peligro la vida del prncipe, que no sabemos como logr escapar.
Seguramente acudieron pronto otros cuerpos inmediatos, puesto que, sin que
sepamos tampoco la causa, se retir el rebelde con los suyos, camino para
el norte. Perseguidos en la misma noche, y alcanzados y vencidos a orilla
de una laguna, fueron degollados ms de cuarenta mil, segn unos, y de
veinte segn otros: los cadveres que se arrojaron a la laguna tieron las
aguas con la sangre de los vencidos, y desde entonces tom el nombre de
Yahuarcocha, esto es, lago de sangre. El Inca, obtenido este nuevo
triunfo, se volvi a su campamento.
Poco despus se vino a Quito, donde fij la residencia de su corte. Llam
a los destinos a los prncipes de la dinasta vencida, dict leyes sabias
e introdujo prudentemente cuantas costumbres conceptu necesarias para
afianzar su poder. Uniform con rigurosa igualdad los derechos y deberes
de todos los vasallos del imperio, sin distincin entre los de Quito y
Cuzco, en lo religioso, poltico, civil ni militar. El idioma, la
distribucin de las tierras, las ciencias y artes, que artes y ciencias se
conocan, las costumbres, las obras pblicas, todo fue conformado con suma
discrecin y tino, como si vencedores y vencidos hubieran sido hijos de un
mismo pueblo. Los siglos posteriores, que tanto se envanecen con los
triunfos de la civilizacin, deben de correrse de este ejemplo que dio la
tolerante poltica de un brbaro americano del siglo XV.
Con la conquista de Quito se explay el imperio de Huaina-Cpac hasta una
extensin mayor que la de Roma en los tiempos de su grandeza, pues los
lmites alcanzaban por el norte hasta Angas-Mayu, en Nueva Granada, y por
el sur hasta el Maule, en Chile. Superior a los hombres de su tiempo, no
slo por la inteligencia y luces, -59- mas tambin por sus virtudes
pblicas. Huaina-Cpac fue el ms poderoso y el mejor de los antepasados.
Dicho suyo es aquel con el cual manifest que tena al sol por hechura de
un Ser a quien andaba subordinado en su curso. Habr alguno, pregunt el
Inca, en un da en que se celebraba la fiesta del sol, que dejase de
obedecerme, si yo le ordenara que se fuese para Chile? -No, le respondi
el sumo sacerdote, que era to suyo. -Pues yo te digo, replic el Inca,
que nuestro padre, el Sol, debe tener otro Seor ms poderoso que l, ya
que nunca descansa en el camino que hace todos los das; y ese Seor, es
seguro, ha de detenerse cuando quiera, aun sin tener necesidad de reposo.
Dichos suyos son tambin aquellos con que manifestaba la ternura, el amor
y el respeto con que debe mirarse a las mujeres, pues dicen que nunca se
neg a sus solicitudes, aun cuando fueran en menoscabo de la dignidad
real: Hija, se har lo que pides, contestaba si la solicitante era nia:
Hermana, se har lo que deseas, si era joven: Madre, se har lo que
mandas, si era anciana. La ambicin misma del Inca, la que impulsaba sus
acciones, era tambin civilizadora, de esas que mejoran a los pueblos con
la conquista, no de las que abaten, tiranizan y avergenzan.
La multitud de concubinas que tuvo, fuera de las cuatro mujeres propias,
como lo permitan su religin y leyes, ha dado lugar a que algunos
escritores digan que fue padre hasta de doscientos hijos. Fueron conocidos
II
-63Antes de pasar adelante con nuestra narracin, digamos quines eran estos
extranjeros, de dnde procedan, y cmo haban venido a dar con la tierra
de los Incas.
II
IV
fund el pueblo que tom por nombre San Miguel, y entrndose un da en las
aguas del mar, espada en una mano, y en la otra la imagen de Mara y las
armas de Castilla; Vivan, dijo, los altos y poderosos Reyes de Castilla!
Yo, en su nombre, tomo posesin de estos mares y regiones y si algn otro
prncipe, ora cristiano, ora infiel pretendiese algn derecho a ellos,
estoy pronto y dispuesto a contradecirle y defenderlos. Cuantos estaban
presentes se unieron a este juramento, se tom razn de l, reducindole a
una acta escrita, y se hicieron todos esos actos que, conforme a la
legislacin espaola, constituyen el hecho legal de haber entrado en
posesin de alguna cosa raz.
Hecho as el descubrimiento del Pacfico, y confirmada la voz de la
existencia del opulento reino situado al medio da de San Miguel, se
volvi Balboa para la Antigua, pasando, cierto, si no mayores, iguales
trabajos por un nuevo y largo camino; pero rebosando de contento, cargado
de oro y perlas, y con la esperanza de exceder en fama aun a Coln mismo.
Castellanos y salvajes, juntamente, se rindieron a la influencia de su
numen y ventura, y le miraban todos con amor y con respeto; los primeros,
dominados por su intrepidez y bondad de carcter; los otros, porque vean
en Balboa, ms -70- bien el protector, que no el conquistador y
asolador de sus hogares, como generalmente fueron sus compaeros.
Gustbale, como a Huaina-Cpac, obtener ms bien alianza con maa y
persuasiva, que no victorias con que dejar ensangrentado el suelo que
pisaba.
Balboa despach, por marzo de 1514, una embarcacin para Espaa con el fin
de que llevase la noticia del descubrimiento que acababa de hacer, las
muestras de los ricos objetos tomados para ac del istmo, y la solicitud
de un ttulo con que ponerse a la cabeza de la expedicin contra el Per.
Haca por entonces de Gobernador del Darien don Pedro Arias Dvila, dotado
en verdad de buenas prendas guerreras, pero de genio spero y de mal
corazn, y haba recibido de la Corte la instruccin de que residenciase a
Balboa. Pedrarias Dvila como dieron en llamarle los escritores de la
conquista, haba ofrecido tambin a la Corte encargarse de la conquista
del imperio que an estaba por descubrirse, y a pesar de cuanto se deba a
Balboa, la empresa continu a cargo de Pedrarias. Como en Espaa se
hubiesen exagerado hasta no poder ms las riquezas que ofreca la
conquista, banse reuniendo en Sevilla da a da unos cuantos jvenes de
los ms distinguidos, y se llegaron a contar hasta ms de mil quinientos.
Aun el mismo Rey Fernando, que no pudo dejar de acalorarse con tan
brillante proyecto, emple cincuenta y cuatro mil ducados en la armada que
deba venir, como vino en efecto, y lleg al golfo de Uraba en julio del
mismo ao. Entre los que trajo la flota vinieron el padre franciscano
Quevedo, como Obispo de Darien y consejero de Pedrarias, el licenciado
Gaspar Espinosa como alcalde mayor, y unos cuatro oficiales para la
administracin de las rentas reales.
Tan luego como Pedrarias fue informado de cuanto deseaba saber con
respecto a Balboa, comenz contra este el juicio de residencia, y muy
pronto el descubridor del Pacfico se vio reducido a la mendicidad, y aun
expuesto a ser cargado de grillos y envido para Espaa. Si por -71entonces no subi a tanto su desgracia, lo debi a la influencia del
Obispo, y a la proteccin de la Gobernadora. Bien pronto, asimismo, se
Creciendo ms y ms, a medida que avanzaba el tiempo, haban ido los datos
que se recogan acerca de ese reino rico, civilizado y floreciente que se
pensaba descubrir y conquistar, y ya por 1524 no haba, como poner en duda
su existencia. Por entonces residan en Panam, Hernando de Luque, Vicario
de esta ciudad, hombre de influencia en el gobierno de Pedrarias; Diego de
VI
Entre tanto, Almagro, que, auxiliado por Luque, haba equipado una
carabela con sesenta o setenta hombres, y salido tras su compaero, se
vena para el sur visitando paso a paso cuantos puntos recorriera Pizarro,
mediante ciertas seales que en los rboles o peascos haba este dejado
puestas. Toc al cabo en el ltimo, -80- donde Pizarro se vio en la
necesidad de combatir, y Almagro encontr tambin la misma disposicin en
los indios, bien que sin atreverse a salir de sus atrincheramientos.
Almagro, disgustado con este obstculo, tom el pueblo por asalto,
incendi pueblo y empalizadas juntamente e hizo que sus habitantes fueran
a guarecerse entre las selvas. Su victoria, no obstante, le cost un ojo,
por que herido de un dardo en la cabeza, le caus una inflamacin que por
remate le dej tuerto.
Aun mal parado as, continu el intrpido Almagro recorriendo otras costas
hasta meterse en las aguas de San Juan, mucho ms ac del puerto en que
haba tocado su socio. Las mrgenes bien cultivadas de este ro, y unas
cuantas casuchas ya de alguna construccin artstica, le hicieron
comprender que sus habitantes estaban a un grado mayor de civilizacin que
los visitados atrs, y habrase resuelto acaso a conquistarles si no le
tuviera inquieto la suerte de Pizarro, de quien no pudo adquirir noticia
alguna. En su decir, o se lo haba tragado el ocano o tenido que volverse
a Panam, e inclinndose ms bien a esto, encamin su navecilla para el
norte. Fue a dar en las Perlas, donde lleg a saber los resultados del
viaje de su amigo, y parti inmediatamente a Uricam para verse con l,
abrazarse y referirle sus aventuras, oyendo en seguida las del otro.
Almagro haba recogido ms oro que Pizarro, y adquirido mayores datos de
ese Per que tena trastornadas las cabezas, y sus nimos se alentaron
ms, resolvindose antes a morir, que a desistir de empresas tan
lisonjeras cuanto gloriosas.
VII
preciosas que cargaban. Con pasmo, ms que con deleite, contemplaban los
espaoles esta primera ciudad del imperio que se presentaba a su vista,
del imperio que tal vez los ms no lo crean sino forjado por la codicia o
la imaginacin de los aventureros.
Los indios no parecieron intimidarse, ni con los buques ni con los hombres
que encerraban; antes unos cuantos guerreros embarcados en sus canoas,
dieron vueltas al rededor de las naves, como desafiando con sus miradas.
Hasta se present un cuerpo de ejrcito como de diez mil guerreros, que
manifestaban estar dispuestos a venir a las manos; y este aparato dio
lugar a que se celebrase un consejo de guerra entre los capitanes
espaoles. Pueblos y ciudades que haban venido descubriendo al paso que
avanzaban, guerreros afamados que disponan de tantas tropas, y sometidos
a la regularidad y poder de un gobierno establecido; no podan, a su
juicio, vencerse con tan poca gente, y muchos opinaron que no deba
acometerse empresa tan superior a sus fuerzas. Pero volverse, sin haber
tentado cosa ninguna es vergonzoso, deca Almagro, es arruinarse; volver
habiendo dejado tantos acreedores en Panam es entregarse a discrecin de
ellos; es ir a la crcel; y vale ms vagar libre en los desiertos, por
acabar la vida con grillos en los calabozos de esa ciudad. Propuso, pues,
que Pizarro se quedase en lugar seguro con parte de las fuerzas, y que l
ira de nuevo a Panam en busca de refuerzos.
Esto, respondi Pizarro, debe ser muy bueno para el que va cmodamente de
un puerto a otro en su buque, mas no para el que se queda lidiando en los
desiertos contra los hombres y elementos. Almagro replic acaloradamente
que si no haba otra dificultad, se quedara con los valientes que
quisiesen acompaarle; y as, de -85- rplica en rplica, se fueron
ms y ms, hasta el trmino de haber ya sacado sus espadas para reir. Por
fortuna, se interpusieron Rivera y Ruiz y los calmaron, cortando as una
disputa y resultados que habran sido en desdoro de ambos y de vergenza
para todos los expedicionarios.
Procedieron, pues, a una reconciliacin, si puede llamarse tal la que slo
es aparente, y, adoptado el proyecto de Almagro, se convinieron en que
volvera este para Panam, y establecera el otro su cuartel general en
lugar seguro. Escogiose, despus de bien reflexionado, la pequea isla de
Gallo como lugar ms aparente, as por su distancia de la costa, como por
ser pocos sus pobladores. Esta resolucin exasper el nimo de los
soldados, principalmente de los destinados a quedarse con Pizarro, cuyas
amargas quejas las elevaron hasta los cielos; pero se llev adelante lo
dispuesto, y se fue el un capitn para Panam, y el otro para Gallo.
Tales fueron los hombres, cuya aparicin en nuestras costas se comunic a
Huaina-Cpac y tales los antecedentes con que haban asomado. Volvamos
ahora a ocuparnos en tratar del Inca y de las ocurrencias domsticas.
VIII
asomo de los extranjeros por las costas del imperio, y de cmo, habindose
apartado de estas una de las naves, fue a fondear la otra en la isla
Gallo. Resuelto ya, desde el segundo aviso que recibi acerca de la
aparicin de ellos, a volverse para Quito, emprendi efectivamente el
viaje y lleg a esta ciudad demasiado enfermo. Vanos fueron los esfuerzos
que se hicieron para reparar su salud, y la muerte se le aproximaba de da
en da. El mismo conoci la proximidad -86- de ella, y convencido de
esto convoc a los grandes y seores de la Corte, y dict su testamento a
presencia de ellos con las formalidades acostumbradas por los Incas.
Declar a su primognito Huscar heredero del antiguo imperio del Cuzco, y
a Atahualpa heredero del reino de Quito, cual lo haban posedo sus
abuelos maternos; divisin debida al tierno amor que a este profesaba,
pero mal meditada y contra todas las reglas de la poltica, que contribuy
a facilitar la conquista de un pueblo elevado por s mismo a la
prosperidad y grandeza que haba alcanzado.
Muri a lo que parece, por diciembre de 1525; y terminadas las exequias
que Atahualpa las hizo celebrar con una pompa digna del padre que perdi,
se deposit el corazn de este, conforme a lo dispuesto, en un vaso de
oro, y se lo coloc en el templo. El cadver fue llevado al Cuzco en
hombros de ms de mil vasallos que se remudaban a cada dos millas del
camino.
1525. Atahualpa se coron con cuanta solemnidad era imaginable,
sirvindose, segn el rito seguido por sus mayores, del smbolo de la
esmeralda. Subi al trono cuando ya tena de su primera mujer,
Mama-Cori-Duchicela, que era su hermana paterna y prima, algunos nios
tiernos, como Hualpa-Cpac (Huallpa-Cpac), el primognito, de tres aos
de edad. Los vasallos celebraron el advenimiento de Atahualpa con
indecible entusiasmo, viendo de nuevo el trono que rega en su patria
ocupado por un soberano de la misma estirpe de los Scyris.
Huscar y cuantos vasallos suyos hubieran querido, como era natural, que
no se dividiese tan vasto imperio, lo sintieron vivamente; mas por el
pronto se vieron en la necesidad de conformarse con la voluntad y
disposicin de Huaina-Cpac, y mantener la concordia mientras no se
presentara ocasin de alterarla.
Por 1529 muri Chamba, Cacique principal que gobernaba a los caares como
virrey. Chamba, decidido amigo de Atahualpa, y testigo de las
disposiciones testamentarias -87- de su padre, haba sido uno de los
primeros que le reconocieron como a sucesor y legtimo soberano. El hijo
de Chamba, Urco-Colla, instigado por los caciques inferiores de la
provincia, muy adictos al gobierno de los Incas, recurri segn la
costumbre que haba para la confirmacin de un cacicazgo, no al Rey de
Quito, sino al Emperador del Cuzco, por decir que Caar, como conquistada
por Tpac-Yupanqui, estaba fuera de los lmites del reino y, por lo mismo,
l y dicha provincia sujetos a los soberanos del imperio. Esta razn
aunque falsa, puesto que Caar haba sido primero conquistado por el Scyri
Duchicela, fue suficiente para que Huscar, los prncipes de su familia,
principalmente Rava-Ocllo, madre del Inca, y los dems cortesanos tuviesen
por suya la provincia y resolviesen que Urco-Colla la gobernara en nombre
del primero7.
Atahualpa, al traslucir esta novedad, reuni a sus consejeros y a los
IX
Haca seis meses que Atahualpa ocupaba a Caar tranquilamente, sin que de
parte de Huscar se le dirigiese por ello cargo ninguno, cosa que le hizo
algn descanso.
Los combates no cesaron un solo da desde el siguiente, sin que se diera
uno solo, a pesar de que fueron muchos, en que Atahualpa no saliera
vencedor. Irritado este de tan obstinada resistencia de la ciudad, se dio
maa en avivar el ardor de sus capitanes y soldados, quienes, participando
del que animaba a su seor, repitieron un nuevo furioso asalto, recibiendo
por premio el rendimiento de la plaza. Atahualpa entr en la ciudad a
fuego y sangre, sin perdonar ancianos, nios ni mujeres y en el delirio de
su furor, exaltada la venganza con la memoria de la prisin en que haba
estado, y de la resistencia opuesta por un pueblo rebelde y traidor, la
llev hasta con los hermosos monumentos que la embellecan, pues mand que
los destruyesen sin dejar piedra sobre piedra.
-97Los pocos de los vencidos que sobraron, huyeron para el Cuzco, y los
caciques de las dems provincias correspondientes al reino se presentaron
amedrentados y humildes a rendir vasallaje a su Rey, quien les perdon
generosa y piadosamente. No obtuvieron la misma gracia los habitantes del
reducido territorio de Cajas que se opusieron torpe e insolentemente a los
enviados que les dirigi Atahualpa; pues, recibidas sus malas
contestaciones, los carg, y venci y pas a cuchillo, sin que de las
nueve mil almas de que se compona esa comarca hubiese escapado un hombre
solo.
El Gobernador de Tumbes, constantemente leal y fino aliado de Atahualpa,
sali a verle en Tomebamba, y le condujo l mismo a su tierra natal, a
donde el Rey hizo llevar una parte de su ejrcito. Mand luego trabajar un
gran nmero de balsas para pasar la isla Pun y castigar a sus moradores
por haberse declarado partidarios del emperador del Cuzco.
No creyendo ser necesario para este fin todo su ejrcito que, se dice,
pasaba de cien mil hombres, mand a sus generales que, tomando cada uno de
cuarenta a cincuenta mil fuesen apoderndose de las provincias del sur
tanto martimas como serraniegas, pertenecientes a su hermano Huscar. As
lo ejecutaron aquellos insignes capitanes, y pusieron bajo el dominio de
Atahualpa, dentro de muy pocos meses las provincias de Cajamarca,
(Cajamallca, en lo antiguo), Moyobamba, Chachapoyas, Hunuco y otras menos
importantes.
1531. Atahualpa se embarc en las balsas con doce mil hombres y se dirigi
a Pun. Los isleos que conocan desde antes los designios del Rey, se
hallaban apercibidos y salieron a encontrarle con un ejrcito mayor hasta
la mitad del golfo que ahora decimos de Guayaquil, donde se trab un
sangriento combate naval. Aunque funesto para ambas marinas, lo fue ms
para la islea que, ya destrozada y casi deshecha, emprendi la retirada a
tiempo que Atahualpa, fue herido gravemente de un flechazo. Por este
motivo no pudo perseguirla, -98- y desistiendo por entonces de tomar
venganza, dispuso que le llevasen a Cajamarca para curarse la herida.
En sabiendo los isleos que el Rey estaba herido y que se iba para
Cajamarca, cambiaron de rumbo hacia el S. O. y se fueron derecho a Tumbes,
defendido entonces por muy corta guarnicin. La ciudad fue entrada a saco,
despus que aprisionaron a toda esa tropa de seiscientos hombres.
Atahualpa san muy pronto de la herida y supo luego sucesivamente la
invasin hecha a Tumbes por los isleos de Pun, la muerte de Rava-Ocllo,
XI
Hacia fines del ao que recorremos haban avanzado ya tanto los generales
de Atahualpa, que estaban casi a las puertas de Cuzco. Huscar, sin
embargo de haber perdido tanta gente en las batallas, contaba ahora con
ms de ciento cincuenta mil soldados, los cuales llegaron a avistarse con
sus enemigos, grueso de setenta y cinco -100- mil, en Quipaipan
(Quipa-Hipa, de mi trompeta) llano situado cerca de esa capital, en abril
de 1532. Los ejrcitos combatieron con el ardor que era debido a sus
respectivas circunstancias, pues, no se trataba ya de perder o ganar una
provincia, sino de la suerte de todo el imperio. Las tropas de Atahualpa,
engredas con tantos triunfos, combatan con la conciencia de su valor y
prctica en la guerra; las otras, con la de la superioridad numrica, y
movidas del noble deseo de manifestar a su seor la lealtad con que le
defendan. La batalla dur todo el da, y el campo estaba ya sembrado de
cadveres, cuando, al anochecer, la experiencia y disciplina de las
primeras lograron rendir a los enemigos, y obligarles a buscar su
salvacin en la fuga.
1532. Huscar fue descubierto antes de tener tiempo para huir. Su guardia
de ochocientos hombres, fue envuelta y pasada a cuchillo, y el prncipe
hecho prisionero por los capitanes de su hermano. Desgraciado y abatido
hasta ms no poder, djoles que, pues los deseos de su hermano, el Rey,
eran los de fijar los confines de las dos naciones, poda verificarse este
arreglo a presencia suya, por veinte comisionados, elegidos entre sus
grandes y seores, o entre los capitanes del ejrcito. Quisqus y
Calicuchima vinieron en ellos y se reunieron los comisionados para la
conferencia; mas no habiendo habido entre los de Huscar un solo hombre de
sagacidad y prudencia que en tan apuradas circunstancias discurriese con
habilidad, sino que todos, en mala hora, se pusieron a disputar
acaloradamente y sin tino acerca de los antiguos lmites; montaron en
clera los generales de Atahualpa, y sin ms ni ms ordenaron que se les
cortase las cabezas, y dispusieron que los tratados se celebrasen a
presencia de los dos soberanos.
El emperador fue llevado a una fortaleza de Jauja, y asegurado con
numerosa guardia, pero se le trat con todo el decoro y acatamiento que
eran debidos a su excelsa dignidad.
Atahualpa recibi la noticia del triunfo de sus armas y prisin de su
hermano con el contento que era de esperarse. -101- Los pueblos,
aceptando los resultados de tan definitivo combate, le saludaron con vivas
aclamaciones como a soberano absoluto de todo el imperio, y el ambicioso
Atahualpa aadi a su corona la flocadura carmes, emblema imperial de los
hijos del sol.
Orden luego a sus generales que asegurasen bien la persona de su hermano,
debiendo en todo caso seguir tratndole respetuosamente. Dispuso adems
que colocasen dos centinelas de vista con orden de que, si se presentase
alguna partida armada con la intencin de libertarle, dieran al instante
la de matarle: que dividiendo como antes el ejrcito en dos cuerpos,
siguiesen la marcha para Cuzco y fuesen tomando a su nombre posesin de
los pueblos del imperio, cambiando nicamente de Gobernadores y guarnicin
en los que se sometiesen sin repugnancia, y castigando a los que
resistiesen. Al Emperador envi a decirle que le conservara perpetuamente
preso, si no abrazaba el ltimo partido, que, por pura y generosa gracia,
le propona, a saber: el de que se contentara con la mitad del imperio,
fijando los lmites definitivamente en Cajamarca; y que, si no aceptaba,
Captulo IV
Arribo de los espaoles a Tumbes.- Exploraciones de Pizarro y su regreso a
Panam.- Parte Pizarro para Espaa, celebra un contrato con la Reina, y se
vuelve a Panam. Sale de esta ciudad, somete a Pun y conquista a Tumbes.Se interna en Cajamarca. Prisin de Atahualpa y horrible matanza de
indios. Celbrase un contrato para rescatar la libertad del Inca.Repartimiento del caudal.- Levntase un proceso contra Atahualpa, se le
condena a muerte y se ejecuta la sentencia.
Diego de Almagro parti para Panam llevando unas cuantas cartas de los
que haban quedado con Pizarro, y como temiese que ellas expusieran lo mal
parados que andaban por ac, con privaciones y hambre, con un enemigo
poderoso con quien haberlas, y con vivos deseos de -106- volverse;
Almagro las retuvo todas, para que as no se desacreditara la empresa, y
tuviera como traer los refuerzos que necesitaba para llevarla adelante.
Sin embargo de tan buena precaucin, previendo el llamado Sarabia, que
Almagro obrara como obr, haba envuelto un memorial (firmado por muchos
de sus compaeros) con hilo de algodn y formado un gran ovillo, que lo
remiti como obsequio a la esposa del Gobernador. El memorial contena
cuantas quejas se haban dado ac contra Pizarro y Almagro; imploraban los
suscritores que se ocurriese por ellos, y pusieran este muy significativo
cuarteto:
Pues, seor Gobernador
Mrelo bien por entero,
Que all va el recogedor
Y ac queda el carnicero.
II
El hombre que antes haba sido mirado por los colonos de Panam como loco
que se empeaba en descubrir un pueblo que tal vez no exista, y dado que
existiese, en conquistarle sin tener para ello medios ningunos, fue ahora
ya visto y recibido como hroe, a cuya constancia y caprichos se deba el
descubrimiento de ese pueblo. Por desgracia para los tres asociados, Ros
no particip del entusiasmo de sus compatriotas y antes al contrario,
cuando Luque y Almagro pidieron la proteccin del Gobernador para llevar
la empresa adelante, los enfri diciendo: No entiendo eso de despoblar mi
gobierno para que vayan a poblarse nuevas tierras, muriendo en la demanda
ms gente de la que ha muerto, y cebando a los hombres con la muestra del
oro y plata que han trado.
-112Ocurrisele a Luque, en tales conflictos, pedir directamente al soberano
la proteccin de esta empresa que haba de dar lustre y provecho a la
corona, pero no hallaba la persona que fuese apta para el intento. En
cuanto a l, no poda apartarse de la vicara sin exponer a sus feligreses
a la falta del pasto espiritual, y tocante a Almagro conceptuaba que,
pequeo de cuerpo, feo, tuerto y sin modales ni habla, por aadidura, no
era el ms a propsito para semejante comisin; Pizarro, de aspecto noble
e imponente, de bien decir y recto en sus juicios, era el ms propio para
el buen desempeo del intento; pero repugnbale a este tener que ir a
lidiar con los cortesanos y exponerse a sus burlas, y prefera, resuelto a
habrselas ac con los indios bravos, el hambre y la desnudez, que no con
los insultantes desdenes de los que hacen a los Reyes el cortejo.
Luque pens entonces en confiar la comisin al licenciado Corral, que
estaba al partir para Espaa, pero no inspir confianza a Pizarro ni
Almagro; y este, discurriendo acertadamente que no deba contarse con
persona extraa para tan delicado asunto, demostr a las claras que a
nadie ms bien que a Pizarro, al descubridor del Per, al que haba de
referir personalmente sus padecimientos, hazaas y resultados y cautivar a
los oyentes con la pintura de los pueblos y ciudades visitadas, convena
desempear el encargo. Convencidos los dos con este discurrir, se resolvi
Pizarro a viajar para Espaa con el encargo especial de pedir para Almagro
el ttulo de Adelantado, el de Alguacil mayor para Ruiz, y honores y
mercedes para los leales compaeros de la Gorgona. Para Pizarro, era
visto, se reservaba el gobierno del Per, y para Luque el obispado de
Tumbes.
Sali Pizarro de Panam por la primavera de 1528, provisto de mil
quinientos pesos que le proporcionaron los socios, y llevndose algunos
indios, llamas, tejidos y alhajas de oro y plata. En tocando en Espaa, se
le present el bachiller Enciso, uno de los causantes de las desgracias de
Balboa, el cual, aprovechndose de las rdenes que tena contra sus
los cuales slo el primero era legtimo (el mismo Francisco era tambin
hijo natural) y a otro hermano de madre, llamado Francisco Martn de
Alcntara, con quienes sali de Espaa por enero de 1530 y lleg a Panam
sin contratiempo ninguno de importancia.
III
las costas de Manab, asom por primera vez la epidemia de las viruelas,
desconocida en nuestro continente, la que ms tarde haba de cebarse
principalmente en la raza indgena, diezmando poblaciones enteras, y la
que por entonces se ceb en los mismos que la conducan, sin saberlo,
dentro de sus propios cuerpos. Casi todos ellos fueron acometidos de esta
asquerosa enfermedad que, desfalleciendo las fuerzas del paciente, a veces
hasta acabar con la vida; deja, cuando sanan, arrugados y deformes,
tambin a veces los rostros de los virulentos. Algunos pagaron con la vida
la injusta invasin que acometan, y sin acertar a dar con la causa que
estaba dentro de ellos mismos, la atribuyeron a que los indios haban
envenenado los alimentos o las aguas.
Siete meses haban transcurrido lidiando constantemente con el clima, los
caminos, las fieras, las enfermedades y el hambre, cuando asom el espaol
Requelme que vena a hacer de tesorero, juntamente con un veedor, un
contralor y otros oficiales reales, nombrados todos por la Corona para que
acompaaran a los expedicionarios. Debieron haber venido con el mismo
Pizarro, pero como la salida de este fue precipitada, tuvieron que seguir
despus, y ahora le traan buenas provisiones y alguna gente de guerra. La
aparicin de la nave de Requelme fue cuando los conquistadores haban
avanzado ya hasta Portoviejo, y en este mismo punto recibieron tambin
otro refuerzo de treinta hombres, corto en verdad, pero acaudillado por
Sebastin de Benalczar, oficial de mucho renombre por su valor y
discrecin.
Muchos de los expedicionarios opinaban que Portoviejo les pareca lugar
aparente para la fundacin de la -117- primera colonia; pero Pizarro,
cuyos alcances haban penetrado ms de lo que otros no vean y
principalmente de los provechos que podra sacar de la rivalidad
encarnizada con que se vean los pueblos de Pun y Tumbes, rechaz el
proyecto y dispuso seguir el viaje hasta la isla que, aunque escasa de
agua, contaba con buenas campias y cosa de doce mil moradores.
As como los expedicionarios se acercaron a la isla, lo que debe
conceptuarse que lo verificaron por la costa de Chanduy o Morro, se
present el Cacique Tumbal a ofrecerles el hospedaje de su pueblo, a
donde los llevara en sus propias balsas. Los tumbesinos, que venan en la
expedicin haciendo de intrpretes, refirieron a Pizarro la perfidia con
que haban desatado las ligaduras de las balsas en que navegaban los
orejones de Huaina-Cpac; y el capitn espaol, creyendo o no en que se
repitiera tal accin, coloc un soldado espada en mano a espaldas de cada
uno de los indios marineros, y lleg sano y salvo a Pun.
Los isleos recibieron bien a sus huspedes, y aun parece que estaban ya
sinceramente amistados. De luego a luego, sin embargo, comenzaron estos a
cometer exacciones en las casas de los indios y tarquinadas con las
indias; y los tumbesinos, arrimados a las tropas espaolas, cometan
asimismo insolencias repetidas, y se desconcert la armona con que
moraban. Pizarro, sobre todo, haba pretendido, ya que no dispuesto, se
pusiese en libertad a los seiscientos tumbesinos retenidos en Pun como
vasallas, y reservado algunos para el sacrificio en holocausto del dios
Tumbal, y esto acab por exasperar el nimo belicoso de los isleos.
Patentes ya los odios entre patricios y advenedizos, se resolvieron los
primeros a acabar con estos, y en son de esparcirse con una cacera a que
de Espaa y de la Iglesia.
Andando as Pizarro bajo tan buenos auspicios, fue a dar con una poblacin
situada a orillas del ro Chira, donde el Cacique Mayavilca le recibi no
slo con indiferencia, mas tambin como dispuesto a atajarle los pasos.
Pizarro penetr las intenciones del Cacique, deshizo sus proyectos y fund
la colonia de San Miguel de Piura. Levantose un templo, una casa
capitular, un fortn, una aduana y algunos edificios, y repartironse para
los pobladores los solares necesarios y encomiendas. Nombrronse,
asimismo, los miembros de que deba componerse el ayuntamiento, se
estatuyeron y publicaron las reglas de buen gobierno, y qued sentada en
fin la planta del conquistador en la tierra de nuestros antepasados. San
Miguel, iba a servir como de puesto avanzado para lo interior del
continente, y de almacn para recibir cuantos auxilios le vinieran desde
Panam. Pizarro, como dice Herrera, quiso tener pie fijo en la tierra.
Para ponerse en marcha con la expedicin, Pizarro slo esperaba la venida
de Almagro con los refuerzos ofrecidos; pero Almagro no asomaba a pesar de
cinco meses transcurridos, y la impaciencia del intrpido aventurero no
poda tolerar mayor dilacin. Las noticias de que las tropas de Atahualpa
iban de lance en lance acabando con las de su hermano Huscar, y el temor
de que, hecho uno solo de ellos dueo del imperio, vendra a dar unidad a
la nacin y a dificultar la conquista, fueron para l consideraciones de
importancia que no poda desatender, y se determin a ir tras Atahualpa,
cuya Corte se hallaba en Cajamarca.
Dej en consecuencia, algunos oficiales reales con una corta guarnicin en
San Miguel, les ense como haban de defenderse de los indios, caso de
ser acometidos, y les -122- recomend con encarecimiento que tratasen
bien a los naturales, porque en esto principalmente consista el buen
xito de la expedicin. En San Miguel volvi a reunir cuanto oro y piedras
preciosas tena recogido, separ el quinto para el Rey y remiti lo
restante a Panam, a fin de mostrarse cumplido con sus acreedores, y
animar a otros a que vinieran a incorporarse con la expedicin.
IV
Deseando Pizarro penetrar las intenciones del Inca, destac a Soto con
quince jinetes a que fuera a verse -128- con l; y luego, conceptuando
muy corta esta partida, envi tambin a su hermano Fernando con veinte
hombres ms de caballera. Ambos llevaban el encargo, no slo de
saludarle, ms de suplicarle que viniera a Cajamarca a cenar en junta de
su husped, y de preguntarle en dnde se haban de acuartelar Pizarro y
sus tropas.
Bien pronto llegaron a la casa en que estaba el Inca. El patio se hallaba
lleno de indios nobles y distinguidos, tan ricamente adornados que no
saban decir cual de ellos era el soberano, y si le conocieron fue ms
bien por la mayor sencillez de sus vestidos y la borla carmes que colgaba
sobre su frente. Hallbase sentado sobre un almohadn a tono de los
turcos, y los cortesanos de pie y al rededor suyo, cada uno segn su
categora. Los espaoles le miraron con curiosidad, como a prncipe cuyas
crueldades se haban ponderado, pero cuyo valor y talento le hicieron
dueo del imperio; y no se distinguan, sin embargo, en su fisonoma, ni
las feroces pasiones ni la sagacidad que se le atribuan. En ella slo
estaban patentes la gravedad y la conciencia del poder, prendas o achaques
de los grandes soberanos.
Fernando Pizarro y Soto con dos o tres de los suyos se le acercaron
lentamente, pero a caballo, hasta ponerse al frente del Inca; y el primero
hacindole un respetuoso saludo, le dijo que iba como embajador de su
hermano, el Comandante en Jefe de los espaoles, a noticiarle que haban
llegado ya a Cajamarca. Aadi que eran vasallos de un monarca poderoso, y
que venan atrados por la fama de las victorias del Inca a prestarle los
servicios que l le ofreca, a comunicarle las doctrinas de la verdadera
religin que ellos profesaban, y a invitarle fuera a ver a sus huspedes
en donde el Inca tena su residencia actual.
El Inca no contest cosa ninguna y permaneci mudo con los ojos fijos en
el suelo. Uno de los grandes que estaba a su lado, se content con decir:
est bien. Pizarro volvi a hablarle cortsmente, suplicndole que le
contestara e hiciera conocer su voluntad, y entonces, Atahualpa,
levantando la cabeza y sonrindose dijo: Decid -129- al capitn que
os enva ac que estoy guardando ayuno y le acabo maana por la maana:
que en bebiendo una vez, yo ir con unos de estos principales a verme con
l: que en tanto l se aposente en esas casas que estn en la plaza, que
son comunes para todos; y que no entren en otra ninguna hasta que yo vaya,
y entonces mandar lo que se ha de hacer.
Soto, que haba observado la atencin con que el Inca miraba al caballo,
el cual tascaba el freno y pateaba impaciente, como sucede a todos los
VI
La plaza de Cajamarca estaba guarnecida por sus tres lados con las casas
que la rodeaban, y Pizarro coloc en estas la caballera dividida por
mitades; la una a rdenes de su hermano Fernando, y la otra a las de Soto.
La infantera la situ en otro edificio, reservndose para s veinte
hombres de los mejores para hacer frente con ellos a donde lo pidiesen las
circunstancias; y Pedro Canda con algunos soldados y las dos piezas de
artillera, ocup la fortaleza de la ciudad. Orden a todos que se
mantuviesen escondidos y callados hasta que se diera la seal por medio de
un tiro de arcabuz, y que entonces saliesen espada en mano sobre la
comitiva del Inca, y se apoderasen de su persona.
Dadas estas disposiciones, uno de los sacerdotes de la expedicin celebr
una misa con cuanta solemnidad fue posible e invoc a Dios para que
dispensase su proteccin -132- a los que iban a pelear por difundir el
imperio de la cruz: los concurrentes cantaron entusiasmados el Exurge
Domine. Parecan mrtires dispuestos a dar su vida en defensa de la fe,
ms bien que aventureros que meditaban la ejecucin de uno de los actos
ms atroces que la historia ensea.
Desde la alborada del 16 de noviembre de 1532 se vea agitado el campo de
Atahualpa con multitud de preparativos y un incesante vaivn, motivados
por el fausto y esplendor de la entrada del soberano en Cajamarca, con que
los indios queran deslumbrar a los extranjeros. El de Pizarro ofreca un
espectculo diferente: lustrbanse las armas; ponanse cascabeles a los
pretales de los caballos, a fin de que con el ruido se estimulase su
fogosidad, y se atemorizasen ms los indios; repartanse provisiones
abundantes a las tropas, y cada cual esperaba, sino confiado, resuelto el
paradero de tan tremendo trance.
Avanzaba el da perdindose en el arreglo del orden y formacin con que
haban de caminar los de la comitiva de Atahualpa, y los espaoles
renegaban contra esta lentitud que prolongaba la amargura de la
incertidumbre de un resultado mortal o venturoso. Por fin, casi al acabar
la luz del sol, vieron entrar en la plaza como cuatrocientos lacayos
vestidos de librea que iban limpiando hasta las pajas ms chicas del
camino por donde haba de transitar su seor, y luego a este montado sobre
un trono porttil, cubierto el cuerpo con medallones de oro y piedras
VII
Slo Pizarro sali herido de una mano, y esto porque al tiempo de ponerla
sobre el Inca, un soldado espaol asestaba contra este una cuchillada. Los
conquistadores pasaron la noche rebosando de alegra, y al da siguiente
fue puesta la ciudad a saco, y recogieron los despojos de la empresa.
Luego pasaron a los baos de Cuu, de -140- donde fugaron las pocas
tropas que all haba, quedando solamente cinco mil mujeres para apagar la
salacidad de los vencedores. Recogieron muchos y muy ricos pabellones,
vestidos de lana de finsimo tejido, y alhajas de oro y plata en
abundancia. Las de oro pesaron doscientas sesenta y siete libras, y la
vajilla de Atahualpa cien mil ducados tambin de oro.
Inmensos fueron igualmente los rebaos de llamas que los espaoles
-144VIII
Soto y Barco fueron recibidos por el general Quisqus muy de otra manera
que Hernando Pizarro en Pachacmac, y aun habran sido sacrificados al
punto, a no ser por las terminantes rdenes de Atahualpa que el general
indio no pudo menos que obedecer. Y sin embargo, las obedeci siempre con
repugnancia y, ms que esto, con desprecio tal por los comisionados que,
ofendido uno de ellos, ha dicho Jerez, iba a atravesarle con la espada,
cuando se contuvo por respeto a la numerosa tropa de que estaba rodeado el
general. Djoles en resolucin, que no pidiesen mucho, pues no
contentndose con lo que iba a darles, ira personalmente a libertar a su
seor con su brazo y con las armas.
Orden luego que tomasen del palacio real los cntaros, jarros, ollas y
ms utensilios de cocina, todos de oro, y que los entregasen a los
comisionados. Despus, recogieron estos el fabuloso tesoro que encerraba
el templo, cuyas paredes interiores estaban cubiertas con planchones de
oro, aparte de una infinidad de alhajas, entre las cuales slo el sitial
en que se sentaba el sacerdote para presidir el ceremonial de los
sacrificios, pes diez y nueve mil castellanos. En seguida fueron
despojados los cadveres de los Incas de las joyas con que los haban
depositado en el sepulcro destinado para la familia imperial; sepulcro
cuyas paredes tambin estaban cubiertas con planchas de oro. Se arrancaron
de los esqueletos de Tpac-Yupanqui y Huaina-Cpac los bastones de oro
esmaltados con piedras preciosas, y se sac, entre otras muchas alhajas de
diversas figuras y especies, una fuente de oro, adornada con el esmalte de
distintas piedras valiosas, que pes doce mil castellanos16.
IX
quienes los otros venan a defraudar tal vez algo ms de la mitad les
haca contestar que el contrato se haba celebrado slo con ellos, y que
ellos slo haban corridos los riesgos de la empresa. Esto era
incontestable, y convinieron los dos socios en que los soldados de Almagro
desistiesen de sus pretensiones, y se contentasen con la suma que iba a
drseles, tanto ms, cuanto que en la prosecucin de la conquista,
formara cada uno de ellos su hacienda propia.
Arreglado as el asunto, dispuso que se diera a la distribucin del botn
la mayor solemnidad. Reunironse las tropas en la plaza, y Pizarro invoc
la ayuda del cielo para hacer el repartimiento con ajustada justicia,
dando a cada uno segn su mrito, como si hubiera habido justicia en
repartir lo ajeno o en repartir lo adquirido por medio de una alevosa y
la subsecuente matanza de varios millares de indios.
Sacose primero el quinto para el Emperador, incluyendo el valor de las
alhajas separadas, y Pizarro tom para s 57.222 pesos en oro, 2.350
marcos de plata y la gran silla del Inca, toda de oro, avaluada en
veinticinco mil pesos, tambin en oro. A su hermano Fernando le dio 31.800
pesos en oro, y 2.350 marcos de plata: a Sota 15.740 pesos en oro, y 724
marcos de plata; y a los dems capitanes que eran sesenta, a 8.800 pesos
en oro, y 362 marcos de plata; bien que algunos recibieron ms y otros
menos segn su mrito. A los soldados de infantera -151- que eran
ciento cinco, toc a 4.400 pesos en oro, y a 180 marcos de plata, aunque
tambin con algunas excepciones.
El templo del Sol, en Cajamarca, convertido en casa de Dios bajo la
advocacin de San Francisco, fue dotado con dos mil doscientos veinte
pesos en oro. Los soldados de Almagro recibieron veinte mil, y los colonos
de San Miguel la muy corta de quince mil. Almagro y Luque deban tener
cada uno la tercera parte del botn con arreglo al contrato de compaa, y
aunque nada se sabe a tal respecto es de creer que fueron satisfechos por
cuanto no se hicieron reclamaciones, Luque haba muerto ya antes de saber
los triunfos de Pizarro, pero debi representarle el licenciado Gaspar
Espinosa.
-[160]-
-161-
Tomo II
Captulo IV
Expatriacin de los padres jesuitas.- Breve digresin acerca de su origen,
instituto y progreso.- Sus principios y las imputaciones que les han
hecho.- Sus persecuciones y desgracias.- Su extincin y resurreccin.
Reinaba Carlos III en Espaa cuando se dio aquel golpe de Estado que se
dej sentir en todos los continentes. Hablamos de los miembros de la
famosa Compaa de Jess, tan fervorosa y contradictoriamente juzgada, que
hasta ahora mantiene disconforme el concepto de los hombres. No ha de
juzgarse de sus miembros por lo que ahora son, sino por lo que fueron en
otros tiempos.
-162No nos cumpla averiguar su origen, ni determinar las causas de sus
persecuciones y rehacimientos, y menos historiar esa vida decorada con tan
grandes y continuos altibajos; pero, movidos del general inters que ha
excitado aquel clebre instituto, nos hemos resuelto a decir algo, aunque
no ms que muy a la ligera, extractando lo ms interesante que hemos
hallado en los libros que tenemos a la vista.
Naci Ignacio de Loyola en Guipzcoa el ao de 1491. Hijo legtimo de don
Beltrn, seor de Oez y de Loyola, y de doa Marina Saes de Balda.
Ignacio, que era hermoso y agraciado en su figura, de inteligencia
despejada, militarmente educado y con fama de valor, reuna en su persona,
al entrar ya en los ltimos das del primer tercio de la vida, cuantas
prendas constituyen un elegante y fino cortesano. Paje al principio de
Fernando V, y acreditado ya de buen militar en el ejrcito de Cantabria
con la toma de Njera, en que se haba portado con lucimiento, lo fue con
mayor razn en el asedio de Pamplona, cuyo castillo defendi con
inteligencia y valor durante la ausencia del Virrey Manrique, hasta que
una bala de artillera le rompi una pierna; incidente por el cual vino a
rendirse la plaza. La rotura de la pierna que lo dej para siempre cojo,
le oblig a mantenerse encerrado en su casa de Loyola, y para librarse del
tedio de su larga convalecencia pidi un libro de novelas, o alguna
historia de caballera, como obras de las ms a la moda de aquellos
tiempos. No se hall en la casa, en buena hora, otro libro que el de la
Vida de Jesucristo, y la lectura de este libro produce en su alma una
impresin profunda que inflama su corazn, dejndola como apoderada de un
arrebato divino. La Vida de Jesucristo, obra en l con tanta eficacia, que
ese mancebo gallardo, lleno de vida y seducciones mundanas, rompe de
sbito y abiertamente con el mundo, y principia resuelto a llevar una vida
de expiacin y penitencia. Despus de haber probado todo linaje de
padecimientos y sufrido mucho en el hospital de Manresa, donde escribi
los Ejercicios espirituales, el pasto nutritivo de los -163- fieles, y
arrojado sus vestidos elegantes, cubre su cuerpo con el cotn del
peregrino, y viaja descalzo y con cilicios hasta ir a dar en la tierra
santa, pidiendo caridad de puerta en puerta. Este maravilloso modo de
negarse a s mismo, pone a las claras y refleja al vivo su alma e
inflexible carcter18, y con estos antecedentes ya no puede extraarse que
la propia exageracin de sus piadosas inspiraciones le hicieran sospechoso
ante los miembros del tribunal de la inquisicin, que mandaron prenderle,
y le juzgaron en Alcal y le absolvieron, a condicin de que no hablase de
cosa ninguna sobre asuntos religiosos, hasta no haber estudiado por cuatro
porque, para cruzar la tierra del uno al otro polo, es necesario que sus
miembros cuenten con salud y fuerzas; y tampoco se les obliga a estar
ocupados de continuo en las alabanzas al Seor y en la oracin. Deben
predicar una moral suave, la moral de Jesucristo, sin aterrar las
conciencias con aquel rigor sombro y espantoso con que otros cierran
desconsoladamente las puertas del paraso celestial, ni trastornar la
imaginacin imprimiendo el rigor que llega a matar hasta la esperanza de
obtener la misericordia de Dios.
El general tena su asiento en Roma a fin de gobernar del mejor modo
factible a sus coasociados, esparcidos por el globo. Sus asistentes o
ministros llevaban la -167- correspondencia con los provinciales, y
por medio de esta constante y puntual comunicacin, el superior se hallaba
instruido menudamente de cuanto pasaba en sus Estados.
Tal es en bosquejo este clebre instituto, dibujado con brillantes o con
negros coloridos, segn las pasiones de los pintores; pues, como es
sabido, las pasiones hasta hacen perder el amor a la verdad.
Mucho se ha hablado y habla todava de sus Mnitas secretas; mas nosotros
creemos que slo son obra de la invencin de los enemigos de los jesuitas.
Tampoco sabemos de dnde pueda haberse deducido que la Compaa de Jess
sea una sociedad poltica; y antes, por el contrario, podramos citar
muchos decretos de las congregaciones generales, que prohben expresamente
toda ingerencia en los negocios pblicos.
II
deban ser confirmadas por los prrocos misioneros. Estos visitaban las
chacras con el fin de velar sobre el trabajo, y visitaban igualmente las
carniceras para que las raciones de carne se repartiesen a todos en
-170- proporcin. No se conocan las penas aflictivas, y unos pocos
azotes, en casos dados y raros, y las simples amonestaciones bastaban para
la correccin de los culpados. La educacin enteramente monstica y las
ordenadas costumbres que mantenan, unidas al amoroso respeto con que los
indios miraban a sus bienhechores, completaban lo dems. El gobierno del
Paraguay era propiamente un gobierno teocrtico, pero moderado y protector
que, al andar de los tiempos, deba dejar establecidos los mejores
fundamentos para la libertad civil.
El seor Luis Reybaud, autor de la preciosa obra Etudes sur les
reformateurs, no ha dejado de enumerar, entre los socialistas Saint Simn,
Fourier, Owen, Comte, etc., a los padres jesuitas, y hablando de su mtodo
introducido en el Paraguay, se explica as: Estas misiones o reducciones
fundadas por los jesuitas estuvieron al parecer sometidas a un rgimen
patriarcal, confundido con la disciplina catlica. Es seguro que los
indios les debieron por largo tiempo esa felicidad que desapareci con la
violenta separacin de sus civilizadores religiosos. El mtodo de esas
reducciones tenda a practicar la fraternidad, la mutua humillacin y la
simple obediencia de las primeras edades del cristianismo. Pero la
comunidad estaba ms bien en las costumbres que en las leyes, y si cada
uno tena su campo o su rebao, haba, fuera de esta propiedad individual,
otra comn de todos y laboreada por todos, que se llamaba la posesin de
Dios. Los productos estaban destinados al alimento de los enfermos, a la
curacin de las enfermedades, a los gastos de la guerra, a las calamidades
engendradas por la caresta de vveres y al pago de los tributos que se
enviaban al rey de Espaa. En cuanto a los pueblos, estaban construdos
bajo un plan uniforme, y reunan cuantas condiciones son apetecibles para
la salubridad, la armona y aun la elegancia....
-171III
aunque muchas de sus no muy sanas doctrinas estn bien averiguadas, otras
son falsas de todo en todo, y que sus enemigos, con inclusin de Pascal
mismo, que debi hablar con la circunspeccin propia de tan grande hombre,
han citado pasajes que no se hallan en las obras de los jesuitas, o que,
si los hay, los han alterado y hasta mutilado para hacerlos cambiar de
sentido.
El cargo ms comn y general contra la Compaa, de que no han podido
defenderla ni sus amigos muy apasionados, ha sido el de la codicia, y a fe
que esas riquezas que acumularon excitando la envidia de los grandes
reyes, y tal vez fueron la causa de que los abatieran y tumbaran,
atestiguan la realidad de la acusacin. Barry mismo, uno de los ms
ardientes defensores que ha tenido la sociedad, dice: Tal vez la riqueza
de los jesuitas en las provincias del Per, que cincuenta aos despus de
la expulsin, cuando por un edicto del rey de Espaa en 1816 haban de ser
restablecidas, y se hizo un inventario legal de lo que haba quedado en
aquellas provincias, y adems de lo vendido, enajenado y apropiado al uso
del Estado; result que el valor de las haciendas que se podan restituir
a la Compaa montaba a cuatro millones de pesos. Un oidor de la Audiencia
de Lima, que intervino en esta averiguacin, comunic este hecho al
editor20. Los padres haban logrado eludir el voto de pobreza influyendo
en que el concilio de Trento aprobase las dos especies de
establecimientos; casas profesas, incapaces de alcanzar cosa ninguna en
propiedad, y colegios que podan adquirir, heredar y poseer. Mediante esta
-174- ingeniosa distincin contaban a fines del siglo XVI, con
veintin casas profesas, y con doscientos noventa y tres colegios.
San Francisco de Borja, tercer general de la Orden, en una carta del mes
de abril de 1560 ha dicho a este respecto: Tendr tiempo en que la
Compaa se ocupar toda en las ciencias humanas, pero sin aplicacin
ninguna a la virtud... El espritu de nuestros hermanos est lleno de una
pasin sin lmites por los bienes temporales: trabajan por amontonarlos
con ms pasin que los mismos seculares. El padre Fernando Mendoza, de la
misma Compaa, en su Memorial a Clemente VIII
IV
-179V
Casi por el mismo tiempo, con corta diferencia, fueron tambin desterrados
de Francia y Portugal, y pasaron a Prusia y Rusia, donde Federico el
Grande y Catalina II, ampararon la desgracia de los padres y los
conservaron en sus Estados, aunque con cierta simulacin. Durante la
revolucin francesa se establecieron de nuevo con el nombre de Padres de
la fe, por un escrito de Po VI, pero desaparecieron a la cada de Roma
bajo el poder de los franceses.
En 1814 fueron restablecidos con su antiguo nombre, y por bula de 7 de
agosto de este ao, se autoriz su asociacin en Rusia, Npoles y en todo
el orbe catlico.
Doce aos despus (1. de enero de 1826), el emperador Alejandro los
expuls de Rusia. El Portugal se neg a levantar el destierro que tena
-[180-
-181-
Captulo VIII
Estado social, poltico y literario, durante la presidencia, en los siglos
XVII y XVIII
Durante el largo perodo de los dos y medio siglos que hemos recorrido, la
Presidencia de Quito no cambi en nada su fisonoma poltica. Sin tener
derechos que ejercer, participacin a que aspirar, ni lecciones
gubernativas ni municipales que recibir, los pueblos, como en 1550,
siguieron incomunicados sin trabar su vida con los dems de la tierra. Si
exceptuamos la jerarqua eclesistica, para la cual no estaban cerradas
del todo las puertas que dan entrada a los ms eminentes destinos de la
Iglesia, la presidencia, para las otras clases sociales, no tena derecho
ninguno a aspirar.
-182Y hay que llevar por delante que esta observacin es aplicable a toda la
Amrica espaola, pues en el registro de cuantos virreyes la gobernaron en
una serie de trescientos aos, y con todo estaba dividida en cuatro
virreinatos, slo se hallan cinco americanos: cuatro en Mxico, y uno en
Buenos Aires. En cuanto a nuestra patria, slo tuvo un presidente
patricio, aunque dio algunos pocos para otras presidencias o capitanas
generales. Haba, es cierto, muchos empleados americanos en casi todas las
oficinas pblicas, pero todos subalternos, nunca superiores; andando los
aos y desde mediados del siglo anterior, se vieron ya algunos patricios
de corregidores, y algunos otros, aunque contados en la real audiencia.
Los destinos en la Amrica, as como en Espaa, dice Barry, eran en la
Iglesia, en la judicatura, en las rentas y en las armas. Los beneficios
eclesisticos en ultramar eran muchsimos y muy bien dotados, pero casi
todos eran provedos en gente de la Pennsula. Es cosa comn ver todo el
cabildo de una catedral, desde el obispo hasta el ltimo prebendado, de
slo europeos; pues mucho antes que vacara un puesto estaba ya provisto en
Madrid, y el agraciado no aguardaba ms que la noticia de la muerte de un
cannigo en Amrica para extender el diploma, hacerle poner el sello y
embarcarse a tomar posesin. En la judicatura era ms rigurosa esta
exclusin de los criollos... En las rentas sucedi lo mismo... En la
milicia apenas haba un oficial americano en la tropa reglada: los honores
militares que un hijo del pas, por muy distinguido y rico que fuese,
poda conseguir, se reducan a ser coronel de un regimiento de milicia,
que nunca se haba uniformado ni revestido. Hasta los frailes estaban
pugnando en sus conventos para impedir que algn colega suyo, criollo,
fuese elevado a provincial ni prior en los captulos que celebraban.
Pero aun no era esto lo peor; la eleccin de los sujetos era todava ms
provocativa. El ayuda de cmara de un secretario de Estado estaba seguro
de hallar premiada su adhesin con un gobierno de Amrica; el hermana de
una dama cortesana bajo la proteccin de algn grande, -183- iba a una
provincia de intendente; el legista intrigante que haba servido de
instrumento para el logro de algn deseo de un favorito en la Corte, era
nombrado regente u oidor de una audiencia; y el barbero de alguna persona
real estaba seguro de ver a su hijo a lo menos administrador de una aduana
principal. Si en la familia de algn grande haba un oficial indigno del
uniforme, por cobarda o vileza, luego era enviado a las Indias con grado
de general, inspector o gobernador de alguna plaza; si haba algn
eclesistico estpido, era sealado para un obispado, o lo menos den de
alguna catedral; o si algn incorregible haca la desgracia de su familia,
era enviado a la Amrica con algn empleo de distincin.
Como comprobante de esto ltimo podemos citar lo que dice Plaza en sus
Memorias para la historia de la Nueva Granada, en la pgina trescientos:
Un joven, hijo de los duques de Montellano, que ya obtena el grado de
mariscal de campo, debi su nombramiento al virreinato al influjo de su
familia en la Corte, que, temerosa de las ardorosas inclinaciones del
joven y presintiendo por algunos excesos cometidos que aquellas lo
pudieran precipitar a mayores desafueros, solicit y obtuvo el encargo del
virrey para don Jos Sols Folch y Cardona. (1753)
Tan entonadas y presuntuosas eran algunas autoridades de aquellos tiempos,
y tanto se haba extendido el despotismo, que la soberbia no slo estaba
arraigada en las superiores sino en las ms bajas, y hasta en los
corchetes; y la ejercitaban no slo con los infelices sino hasta con los
ms encopetados del pueblo, y hasta con los ministros del altar. Obra de
esta soberbia fue que, habiendo ordenado la real audiencia que un tal
Cisneros, escribano de cmara, notificase al Obispo Pea con una real
provisin, lo verificase en la calle por donde pasaba este prelado con
direccin a la iglesia para celebrar una misa, y que, habindole pedido
que postergara la diligencia para despus de celebrada, sacase la espada
el escribano, y encarndola al pecho del venerable obispo, le -184contestase: Los ministros del rey con nadie guardan consideracin ni
miramientos.
Obra de esa soberbia fue que, a pesar del decreto expedido por el virrey
Velasco en 1604, prohibiendo que se emplease a los indios para el
transporte de cargas, como se emplean las bestias, el cabildo y los
nobles, y particularmente los encomenderos, se opusiesen al cumplimiento
II
III
IV
No son tan lentos los pasos que dio la presidencia por el lado literario,
como creen los ms, y relativamente -195- hablando, no dejaron de ser
conocidos y hasta palpables los progresos, si se atiende a que la madre
patria misma, sin que acertemos a dar con la razn, se dej adelantar de
otras naciones cuando ella fue una de las primeras que brillaron casi
desde el renacimiento de las letras, y si se atiende a que nuestros padres
vivan ac sin libros de provecho, ni sociedades cientficas o literarias,
ni laboratorios, ni instrumentos ni profesores. La teologa, el
misticismo, la jurisprudencia y la retrica eran los nicos ramos que se
enseaban y aprendan, y en punto al aprovechamiento de estos no dej de
ser algo sobresaliente el de muchos de nuestros conciudadanos.
El estudio de la medicina, como dijimos en otro lugar, fue desconocido en
la presidencia y, al parecer, hasta repulsado por motivos que no
alcanzamos, pues aun trascurriendo ya el ao de 1805, el presidente Carn
de Let, por oficio de 23 de octubre, dirigido al rector de la Universidad,
dict la siguiente orden: Habiendo tenido noticia de que se ha puesto
edicto para la oposicin de una ctedra de medicina, pagada por el ilustre
cabildo, prevengo a usted se suspenda todo procedimiento en la materia
Entre los hombres que han dado lustre a su patria, y a quienes ms les
debe, hay tres sobresalientes, y es preciso refrescar su memoria
dedicndoles algunas lneas en nuestro Resumen.
N. Bne.
Las biografas del Padre Juan de Velasco de Dn. Antonio de Alcedo y de don
Pedro Vicente Maldonado, pueden verse al final, en Ecuatorianos Ilustres.
VIII
IX
XI
XII
Abrazando ahora con una sola mirada los tiempos anteriores a la conquista
y los que les sucedieron, debemos confesar con orgullo nuestra procedencia
de la patria de Pelayo, y no inculpar al pueblo espaol los errores,
-[220]-
-221-
Tomo III
Captulo I
Primera idea de emancipacin.- El doctor Espejo y el marqus de Selva
Alegre.- Estado poltico de Espaa en 1808. Agitacin de los pueblos de la
presidencia.- Arribo del presidente conde Ruiz de Castilla.- Conjuracin
de Agosto.- El nuevo gobierno. Restablecimiento del antiguo.- El
presidente Montfar.- Arresto de los patriotas.- Su proceso y resultados.El Comisionado regio.- Desconfianzas recprocas del gobierno y de los
pueblos.
II
-233III
La llegada de don Manuel Urries, conde Ruiz de Castilla, que haba entrado
como presidente de Quito el 1. de agosto de 1808, les proporcion la
ocasin de hacer representar en festejo suyo cuatro piezas dramticas,
intencionalmente escogidas para la poca y circunstancias: las piezas
fueron el Catn, la Andrmaca, la Zoraida y la Araucana30. El pensamiento
de los revolucionarios fue comprendido por la parte inteligente de la
sociedad, sin que Ruiz de Castilla ni los otros gobernantes traslucieran
otro inters que el deseo de celebrar la llegada del presidente y el de
gozar de las satisfacciones del teatro.
Dado este paso, y cuando ya estaban instruidos los patriotas de los
sucesos de Espaa, ms tal vez que los mismos peninsulares, a quienes se
ocultaba la verdad por no desalentarlos; irritados adems porque la Junta
de Sevilla se haba arrogado el ttulo de Suprema de Espaa e Indias y,
sobre todo, por el lenguaje destemplado y hasta ofensivo que emplearan los
espaoles calificando a los americanos de insurgentes, aadiendo que la
Amrica espaola deba permanecer unida a la madre patria, sea cual fuere
la suerte que esta corriese y que el ltimo espaol que quedase tena
derecho para mandar a los americanos31; se determinaron a partir por el
medio y celebrar la primera reunin el 25 de Diciembre -234- de 1808
en el obraje de Chillo, propiedad de don Juan Po Montfar, marqus de
Selva Alegre. En ella acordaron establecer la junta suprema proyectada,
aparentando en todo caso, para no exasperar a los pueblos, sumas
consideraciones y respetos por Fernando VII. Esta prudencia, segn ellos,
era absolutamente necesaria para con un pueblo largo tiempo infatuado con
el mgico nombre de rey, que lo crea procedente de naturaleza divina;
pues los ignorantes (aadan) no comprenden su envilecimiento, y slo por
maravilla piensan en que pueden ser algo ms de lo que son. Las
revoluciones, como se sabe, aparentan siempre arrimarse a la legalidad en
todo caso, por torcido que sea el impulso que las mueve, y la de entonces,
con mayor razn que cuantas otras han agitado y deshonrado a la patria,
deba obrar con sumo comedimiento y discrecin.
IV
Por prudentes y cautelosos que fueran los pasos de los conjurados llegaron
siempre a descubrirse. El carcter franco y confiado del Capitn don Juan
Salinas, y el deseo de aumentar el nmero de partidarios le animaron a
comunicar el secreto al padre mercenario Torresano. Este lo confi al
padre Polo, de la misma Orden; Polo a don Jos Mara Pea, y Pea lo
denunci a Mansanos, Asesor general de gobierno. Instruyose inmediatamente
un sumario, y el 9 de marzo de 1809 fueron presos y llevados al convento
de la Merced, el Marqus de Selva Alegre, don Juan de Dios Morales,
Salinas, el doctor Manuel Quiroga, el presbtero don Jos Riofro, y don
Nicols Pea. Fue nombrado Secretario de la causa don Pedro Muoz, espaol
manifiestamente prevenido contra los americanos, y los presos a quienes se
mantuvo incomunicados, tuvieron estorbos y dilaciones para su defensa.
-235Por un acto de patriotismo bien ideado y arrojadamente desempeado, se
sustrajeron todas las piezas del sumario, al tiempo que Muoz daba cuenta
al presidente, del estado de la causa, y esto desconcert los castigos que
se preparaban contra los culpados. Estos, por su parte, haban negado
acorde y contestemente la celebracin de la Junta, y en consecuencia
fueron puestos en libertad.
Esta simple tentativa de la emancipacin de la patria, aunque apenas
ensayada y muerta al nacer, es un timbre de que muy justamente blasonan
los hijos de Quito, pues son de los primeros que tuvieron tan osado y
noble pensamiento. La ocultacin de un acto que se ha tratado de
descubrir, burlando la pesquisa de los jueces, alienta, como ensea la
experiencia, a sus autores, y la sustraccin del sumario aument el coraje
de los patriotas y se resolvieron a llevar adelante la insurreccin.
Aun mucho antes de tomar esta resolucin, corra entre los patriotas,
aunque con reserva la voz de que don Antonio Ante andaba desde 1798
predicando una insurreccin; de modo que al traslucir lo ocurrido en
Aranjuez y la cautividad del Rey, la exaltacin de aquel letrado subi de
punto. Con tal motivo escribi un folleto titulado Clamores de Fernando
VII, una proclama y un catecismo, escritos dirigidos ostensiblemente a
favorecer la causa del monarca, pero encaminados siempre a dar los
primeros pasos para la independencia. El doctor don Luis Saa, Salinas, don
Miguel Donoso y don Antonio Pineda, entusiasmados con tales escritos,
mandaron sacar unas cuantas copias y las dirigieron annimas a Caracas,
Santa Fe, Lima, Santiago, Buenos Aires y a algunas otras capitales de
gobierno, empeando a sus hijos a que dieran el primer grito de
insurreccin, por suponer, como era cierto, que estas ciudades contaban
con mejores elementos para el buen xito. Ante y Saa pensaron partir para
Enterado el Conde del contenido de tan audaz como inesperado oficio, sali
a la antesala para hablar con el conductor de ella, quien, al presentarse,
le pregunt si estaba ya instruido del oficio. Ruiz de Castilla le
respondi afirmativamente, y Ante sin proferir otra palabra, hizo un
saludo con la cabeza y sali. El Presidente trat de contenerle y aun le
sigui hasta la puerta exterior de la antesala, que tambin iba a pasar,
mas fue detenido por el centinela que ya estaba relevado. Hizo llamar al
oficial de guardia, y tambin este se haba relevado -238- ya, y el
nuevo le contest urbanamente, que, despus de las rdenes dadas por la
Junta, ya no era dable tratar con S. E., y menos obedecerle. Ruiz de
Castilla comprendi que la revolucin estaba consumada.
A las seis de la madrugada se vio que en la plaza mayor se formaba una
gran reunin de hombres, frente al Palacio de Gobierno, y se oy muy luego
una prolongada descarga de Artillera, repiques de campana y alegre
bullicio de los vivas y msicas marciales. La parte culta e inteligente de
la sociedad se mostraba frentica de gozo al ver que la patria, al cabo de
tan largos aos de esclavitud, daba indicios de que volvera al ejercicio
de sus derechos naturales. La parte ignorante al contrario, se mostr
asustada de un avance que vena a poner en duda la legitimidad del poder
que ejercan los presidentes a nombre de los reyes de Espaa, y fue
preciso perorarla en el mismo sentido que a las tropas para no
exasperarla. El arbitrio produjo buenos resultados, a lo menos por
entonces, y el pueblo, amigo siempre de novedades, fraterniz por el
pronto, aunque al parecer con repugnancia, y tal vez traidoramente, con la
revolucin.
En la misma maana fueron presos, fuera del Presidente, cuya dignidad y
canas respetaron, dejndole que habitara en el Palacio, el Regente de la
Real Audiencia, Bustillos; el Asesor general, Mansanos; el Oidor
Merchante, el Colector de rentas decimales, Senz de Vergara; el
Comandante Villaespeso, el Administrador de Correos, Vergara Gabiria y
algunos, aunque pocos, militares sospechosos.
A las diez fueron nombrados, y reunidos acto continuo, los miembros de la
junta, compuesta del Marqus de Selva Alegre, a quien nombraron tambin
Presidente de ella, de los Marqueses de Villaorellana, Solanda y
Miraflores, y de don Manuel Larrea, don Manuel Matheu, don Manuel
Zambrano, don Juan Jos Guerrero y don Melchor Benavides. El Obispo de
Quito don Jos Cuero y Caicedo, fue nombrado Vicepresidente, y los seores
Morales, Quiroga y don Juan Larrea Secretarios para el despacho del
Gobierno; siendo tambin estos cuatro -239- miembros natos de la
Junta. D. Vicente lvarez fue nombrado secretario particular del
Presidente.
nuestros conciudadanos34.
-249Tambin proclam el ministro don Juan Larrea, segn se conoce por los
manuscritos que tenemos a la vista; pero el tiempo nos ha defraudado de
tal documento.
Casi en todas las producciones del tiempo de la revolucin se insulta la
memoria de Bonaparte, ora porque realmente aborreciesen sus conquistas,
ora porque entraba en la poltica de los disidentes aparentar que slo
tenan el objeto de sustraerse de ella; procediendo de ah sus risibles,
cuando no locas bravatas. Pero por dems convencidos vivan nuestros
padres de que, a no ser por -250- Napolen que andaba arrastrando a
los reyes en su carro, ni se hubiera presentado la ocasin ni animdose
ellos a dar el grito de independencia, y quiz ni triunfado por entonces
de un poder robusto y consolidado por el transcurso de los siglos y la
ignorancia general de los colonos. Sean cuales hubiesen sido las demasas
del hombre que en nuestro siglo lleg a eclipsar la fama de cuantos
-251- insignes capitanes le precedieron desde la creacin del mundo, la
Amrica le debe la ocasin y resultados, de la lucha en que entr con la
madre Espaa, y la Amrica tiene que glorificar la memoria excelsa de
Napolen el grande.
VI
Los coroneles don Miguel Tacn, don Melchor Aimerich y don Bartolom
Cucaln, gobernadores de Popayn, Cuenca y Guayaquil, instruidos ya
menudamente de los sucesos de Quito, se prepararon contra la revolucin, y
concertaron con actividad los medios de sofocarla sin dar lugar a que
tomara cuerpo. Tan arraigadas estaban las preocupaciones en nuestros
pueblos, que hubo mil y mil americanos ingratos que se prestaron con
frentico fervor a favorecer los proyectos de los gobernantes, y a servir
con sus personas y haciendas a los mismos que los escarnecan. As,
dividido el pueblo desde el principio de la revolucin entre chapetones
(apodo que, como tenemos dicho, daban los criollos a los espaoles) e
insurgentes -252- (calificativo dado por los realistas a los
conspiradores), gozando los primeros de todo gnero de rentas y elementos
militares, y de ese prestigio secular conquistado por los hbitos de
mandar y ser obedecidos, y los otros careciendo principalmente de armas,
careciendo de puertos por donde importarlas, porque todos les estaban
cerrados, y sobre todo, de experiencia prctica en los negocios de
gobierno, guerra y poltica en general; deban naturalmente rendirse estos
en tan desventajosa lucha.
Y todava esto no era lo peor. Pasados los primeros das de la exaltacin
con que los disidentes festejaron el buen xito de su empresa, no pudieron
resistir a las su gestiones de la ambicin o la codicia, y queriendo cada
uno hacer mayor figura que otros de sus mismos compaeros, se pusieron
divergentes en cuanto al rumbo que deba darse a la revolucin, entraron
VII
los rebeldes. Aimerich haba tocado ya en Ambato con una fuerza de dos mil
doscientos hombres.
El presidente, que haba desarmado ya las pocas y malas tropas
revolucionarias, y saba que estaban en camino de Guayaquil para Quito
quinientos hombres, venidos desde Lima al mando del teniente coronel don
Manuel Arredondo; dio orden al coronel Aimerich para que volviese a Cuenca
con sus fuerzas. Aimerich resisti a este primer mandato, y si obedeci al
segundo fue siempre de mala gana, pues andaba empeadsimo en entrar a
Quito y llevar a ejecucin sus amenazas. Cuando el presidente se vio
resguardado por las tropas de Arredondo, reforzadas con 209 de la compaa
de un tal Jurado, y con los 3.500 del ejrcito contrarrevolucionario,
situado en Latacunga, fuera de las que venan por escalones de Popayn y
Santaf, no tuvo ya nada que temer de parte de los disidentes y se
resolvi, desleal, a no cumplir lo ofrecido. Disolvi la junta, extingui
el senado y restableci la antigua real audiencia.
Los patriotas no haban dado un solo paso por subvertir el orden pblico:
diremos ms, no haban respirado ni caba que respirasen bajo el ojo
apasionadamente prevenido de Arredondo; y con todo, el 4 de diciembre, el
presidente mand prender a cuantos estaban comprendidos en ese pasado que
ofreci olvidar. Fueron pues, aprehendidos y llevados al cuartel que hoy
es el Colegio Nacional, los seores Jos Ascsubi, Pedro Montfar,
Salinas, Morales, Quiroga, Arenas, Juan Larrea, Vlez, Villalobos, Olea,
Cajas, Melo, Vinuesa, Pea, los presbteros Riofro y Correa y otros
menos notables hasta algo ms de sesenta. El ex-presidente Montfar logr
escapar, como escaparon tambin otros, pero fueron perseguidos con
tenacidad, y perseguidos principalmente por los americanos don Pedro y don
Nicols Calisto, don Francisco -263- y don Antonio Aguirre, don Andrs
Salvador, don Pedro y don Antonio Cevallos, Nez, Tordecillas y otros de
tan desleales compatriotas. Como hijos de la provincia conocan las
conexiones de los fugitivos, y palmo a palmo cuantos rincones de tierra
podan haberles servido de asilo, y sucesivamente fueron denuncindolos o
arrancndolos ellos mismos de los escondrijos. Publicose adems un bando
por el cual se impuso pena de muerte a los que, siendo sabedores del
paradero de los prfugos, no los denunciasen, y con esta providencia
fueron cayendo aqu y all muchos de los escapados el da 4. El marqus de
Selva Alegre, Ante y otros de los principales cabecillas lograron siempre
salvarse.
Ved aqu los trminos en que se public el bando: En la ciudad de San
Francisco de Quito a 4 de diciembre de 1809. El Excmo. seor conde Ruiz de
Castilla, teniente general de estas provincias, etc., dijo: que habindose
iniciado la circunstanciada y recomendable causa a los reos de Estado que
fueron motores, auxiliadores y partidarios de la junta revolucionaria,
levantada el da 10 de agosto del presente ao, y siendo necesaria se
proceda contra ellos con todo el rigor de las leyes que no exceptan
estado, clase ni fuero, mandaba que siempre que sepan de cualquiera de
ellos los denuncien prontamente a este gobierno, bajo la pena de muerte a
los que tal no lo hiciesen. A cuyo efecto y para que conste en el
expediente, as lo provey etc. El conde Ruiz de Castilla.- Por S. E.
Francisco Matute y Segura, escribano de S. M. y receptor.
Fuera de los que haban fugado, porque tenan razn para temer los
IX
Los presos no esperaban gracia ninguna del Virrey Amar, principalmente por
las conexiones estrechas que con l tenan los interesados en que se les
condenase. El Oidor Fuertes y Amar, hombre meticuloso que se haba
acarreado el odio pblico por las violentas irregularidades con que obr
como Juez de Instruccin del proceso, era sobrino del virrey, y bastante
natural, por consiguiente, que se interesase en la confirmacin de sus
procedimientos. Don Manuel Arredondo, otro de los muy prevenidos contra
los patriotas, era hijo del virrey de Buenos Aires y sobrino del regente
de la real audiencia de Lima, y estos vnculos deban ser muy considerados
-271Captulo II
Conspiracin del 2 de agosto.- Asalto a los cuarteles.- Asesinato de los
presos.- Combates y transacciones.- Llegada del comisionado regio y sus
procedimientos.- Instalacin de una nueva junta.- Reconocimiento de la
suprema autoridad de la regencia.- Proclamacin de la independencia.Retiro de Ruiz de Castilla.- Asesinato de Fuertes y Vergara.- Los
comisionados Villalba y Bejarano.- Campaa contra Cuenca.- Campaa contra
Pasto y ocupacin de esta ciudad.- Desacuerdos de la junta.- Instalacin
del Congreso Constituyente.- Segunda campaa contra Cuenca.- Combate de
Verdeloma.- Defecciones militares.- Asesinato de Ruiz de Castilla.
sacrificado.
Echada a volar la voz de que se pensaba asesinar a los presos, se
exaltaron los odios del pueblo ya tan declarados desde bien atrs, y ora
por orgullo, ora por piedad, ora por venganza, los pueblos pensaron a su
vez en libertar a los amenazados y castigar a los amenazadores. Los
perseguidos eran muchos, los ms de ellos hombres de squito y cuanta,
quien por su talento y saber, quien por su hacienda, quien por su
alcurnia, llenos de conexiones y de conocida influencia; y no era posible
que el pueblo, acostumbrado a vivir bajo la proteccin de esos hombres,
viera con indolencia, cuanto ms pacientemente, las angustias en que se
hallaban tales protectores. Si en 1809 se vio al pueblo apocado y
vacilante, ms bien resuelto a quedarse simple espectador que en
disposicin de tener parte en los negocios pblicos, el ao siguiente las
persecuciones vinieron a sacarle de su indiferencia, y a excitar la
compasin de los ms extraos en favor de los perseguidos y la rabia
contra los gobernantes. Al traslucir la orden dada por Barrantes, el
encono subi de trmino, y el pueblo se resolvi a acometer una osada
empresa.
Reunironse unos cuantos de los ms entendidos en tales y cuales casos; se
hablaron, se animaron y quedaron concertados en asaltar los cuarteles en
hora y da sealados. Tan cruda y poco reflexionada fue su resolucin, que
ni siquiera pensaron en el caudillo que deba dirigirlos, ni en la unidad
que deban tener sus operaciones. -273- Unos deban atacar el real de
Lima (el edificio que hoy sirve de colegio, como dijimos), en el cual
estaban los presos; otros el cuartel de Santaf, contiguo al anterior,
pared en medio, y que hoy es el de artillera; y otros el presidio, ahora
propiedad de los herederos del doctor Juan Corral, donde, como tambin
dijimos, estaban presos los del pueblo.
La mayor parte de los conspiradores deban conservarse esparcidos por la
plaza y sus cercanas, y entre los atrios de la capilla del Sagrario y de
la Catedral, puntos los ms adecuados para acudir oportunamente a uno u
otro de los cuarteles inmediatos, segn lo demandasen las necesidades.
Circunstancias que diremos luego, hicieron precipitar estos arreglos mal
preparados, y casi repentinamente se fijaron en el da jueves y 2 de
agosto, a las 2 de la tarde. La consigna fue la campana de rebato que
deba darse en la torre de la Catedral.
La empresa, atendiendo a las fuerzas con que contaba el gobierno, era, ms
que aventurada, loca, y con mayor razn cuando la vigilancia haba llegado
a ser incesante desde que mucho antes de pensarse en el asalto, se tena
este por las autoridades como seguro.
Por datos fidedignos cuyos apuntes nos han mostrado personas de buen
crdito, dice el doctor Salazar en sus Recuerdos, ascendieron a tres mil
hombres bien preparados los que tena el gobierno, incluso los cuerpos de
Panam y Calique, aunque no estuvieron presentes el da de la novedad,
sino que el segundo repleg al siguiente, y el primero pocos das despus,
importaba lo mismo cuando se hallaban apostados, guardando las entradas,
el uno a dos leguas de distancia, y el otro por la parte del camino de
Latacunga.
Llegados el da y hora en que los conspiradores acababan de fijarse,
suenan las campanas de alarma, y los llamados Pereira, Silva y Rodrguez,
III
IV
El 12 del mismo mes entr en Quito el comandante Juan Alderete con una
columna de doscientos hombres trados desde Panam, y el 18, conforme a
los trminos del acuerdo del 4, sali Arredondo, hecho ya brigadier,
-287- con las tropas de Lima, cargado de las maldiciones de toda esta
provincia. Tan maldecidas fueron estas tropas, que los pueblos del
trnsito se negaron a proporcionarles vveres para hacer patente el odio
que les tenan por los ultrajes cometidos en Quito.
La junta establecida en la capital del virreinato, despus de consumada la
revolucin verificada en julio de 1810, deplor amargamente los asesinatos
cometidos en Quito y dirigi a Ruiz de Castilla una enrgica y sentida
comunicacin.
El cabildo recibi tambin de la misma junta un psame afectuoso y
Movido por los mismos impulsos, dispuso tambin el Consejo de regencia que
vinieran comisionados para los pueblos de Amrica en que ya se haban
dejado notar sntomas de rebelin, con el fin de que conformasen las
opiniones de los colonos con las de los espaoles; teniendo el fino
comedimiento de elegir personas que, por su origen americano, haban de
ser aceptadas y bien recibidas. La eleccin para la presidencia recay en
el teniente coronel don Carlos Montfar, y para el centro del virreinato
en don Antonio Villavicencio, el primero nacido en Quito e hijo del
marqus de Selva Alegre, comprometido en la revolucin del ao de 1809, y
el segundo nacido en Nueva Granada.
Llegaron juntos a Cartagena, y deseando Montfar salvar a los de su
familia y ms compatriotas, a quienes muy justamente supona expuestos a
la venganza de las autoridades espaolas, apresur el viaje para llegar
cuanto antes a Quito. Ruiz de Castilla, por consejo de Arechaga, haba
escrito al virrey Amar empendole a que contuviese a Montfar bajo
cualesquier pretextos; mas este que penetr tales intenciones,
principalmente a causa de haberse violado su correspondencia, sigui
adelante -290- el camino, en donde le alcanz la noticia de los
asesinatos que deseaba evitar, y entr en Quito el 9 de septiembre. El
recibimiento que se le hizo fue, por parte del gobierno, por dems atento
y aun afectuoso en apariencia, pero en realidad contrario a tales
manifestaciones, porque los gobernantes, ya lo dijimos, miraban al
comisionado como a enemigo; y lleno de cordialidad, de miramientos y de
respeto por parte del pueblo que acertadamente previ que llegara a
reanimar su moribunda causa. Y tan difundida andaba esta confianza en el
comisionado, que doa Mara Larran, mujer que por entonces haca figura
por su belleza, lujo, liviandades y patritico entusiasmo, sedujo a otras
mujeres y, ponindose a la cabeza de ellas, armada de punta en blanco, se
present con sus compaeras a hacerle la guardia en la casa de don Pedro
VI
-[294]-
-295-
Captulo IX
Campaa de los treinta das.- Batalla de Tarqui
atravesrselo por contadero, por lo cual sin duda ni haba pensado Plaza
en defenderlo.
El escuadrn Cedeo, puesto a riesgo de ser aniquilado en aquella garganta
por el incesante fuego de los enemigos, fue protegido por el batalln
Rifles. La falta de claridad suficiente y los embarazos que presentaba el
terreno obligaron a que este solo cuerpo sostuviese el combate por ms de
un cuarto de hora. El capitn Piedrahita, del batalln Quito, destacado
horas antes con ciento cincuenta hombres sacados y escogidos de todos los
cuerpos, para presentarlos a la vanguardia, se haba extraviado en el
camino, y asomado por la retaguardia del Rifles cuando ya se estaba
combatiendo. Piedrahita rompe su fuego contra Rifles, y Rifles los suyos
contra Piedrahita, destrozndose mutuamente nuestros soldados. Por
fortuna, el engao dur pocos instantes; se aclar el da y se conocieron.
En seguida se dispuso que la compaa de cazadores del Yahuachi se moviese
para nuestra izquierda, y el general Flores, con los de este cuerpo y el
Caracas, avanza por las selvas del ala derecha. Reforzado as el Rifles
con la compaa del Yahuachi, vence el paso de la quebrada y desconcierta
a la carga la divisin del general Plaza. Presntase el general Lamar con
una gruesa columna y restablece el combate, y de seguida se presentan
-304- igualmente por la colina dos cuerpos de la divisin del general
Gamarra, y queda generalizada la batalla.
El general Flores, entre tanto, haba logrado situar de frente el batalln
Caracas, y a este tiempo se incorpora la segunda divisin colombiana que
se esperaba. Reunidos Caracas, Yahuachi y Rifles, y dueos de las breas
los cazadores del segundo cuerpo, se precipitan simultneamente sobre los
enemigos al tiempo que se arroja con el mismo mpetu el escuadrn Cedeo.
No pudieron resistir al vigor de tan ruda carga, y a las siete de la
maana, Colombia, aunque con sentimiento, venga el ultraje de la invasin
y aade un nmero ms al largo padrn de sus victorias.
El campo estaba ya libre de enemigos, y todava cuantos fugaron por el
desfiladero de Girn fueron a encontrar su sepulcro en este punto. El
coronel Alzuro que persegua activamente por su lado a los fugitivos, fue
a dar algo ms lejos del campo de combate con el general Serdea puesto a
la cabeza de un cuerpo, y tuvo tambin la suerte de vencerle; como
vencieron igualmente Guevara y Brown en otros puntos.
Satisfecho el vencedor con estos triunfos, envi un oficial de estado
mayor en busca del general Lamar, que se haba retirado a una llanura, a
ofrecerle los medios de salvar las reliquias de su ejrcito, para que le
fuera menos funesta su derrota. Lamar le contest pidiendo la
manifestacin de las concesiones que se le ofrecan, y Sucre despach al
punto a Heres y O'Leary para que se las llevasen y orden que se
suspendiese la persecucin.
El enemigo tena ms de dos mil quinientos hombres entre muertos y
heridos, prisioneros y dispersos. De los primeros estaban tendidos en el
campo mil quinientos, y por despojos se tena multitud de armas, banderas,
cajas de guerra, equipos, etc.
El general Sucre, sin abusar del triunfo, instruy a sus comisionados que
presentasen por bases de negociacin las mismas de Oa, propuestas antes
de la batalla, -305- y todava los comisionados peruanos contestaran
-[308]-
-309-
Captulo X
Comisin del congreso para el general Pez.- Conferencias con los
comisionados de Venezuela.- Constitucin de 1830.- Eleccin de presidentes
y vicepresidentes de la repblica.- Acta de separacin del Ecuador.- Se
convoca el congreso constituyente del Ecuador.- Insurrecciones militares
en el centro.- Sucesos de Venezuela.- Urdaneta a la cabeza del gobierno de
Colombia.- Bolvar en Cartagena.- Asesinato de Sucre.- Muerte de Bolvar.
IV
entonces prefecto general del distrito del sur, y Flores que se hallaba en
una hacienda de las de Pomasqui (a tres leguas de Quito), contest en la
misma fecha accediendo a la peticin de los municipales; por manera que a
juzgarse por este vaivn del da 12, es de persuadirse que lo ocurrido
como parto de improvisacin, fue obra de algn arreglo bien discutido y
reflexionado desde muchos das antes. A pesar de la gravedad del asunta,
viose todo muy hacedero, y lo fue en efecto; pues, el 13, muy temprano, se
reunieron en el saln de la Universidad, unas cuantos de lo ms granado de
la ciudad, y as sin ninguna discusin, cuanto ms con dificultades que
vencer, declararon: primero, que constituan -311- el Ecuador como
Estado libre e independiente; segundo, que, mientras se reuniese el
congreso constituyente del sur, encargaban el mando supremo, civil y
militar al general Juan Jos Flores; tercero, que se autorizaba a este
para que nombrase los empleados pblicos y ordenase cuanto fuere necesario
para el mejor rgimen del estado; cuarto, que quince das despus de
recibidas las actas de los dems pueblos que deban componer el Estado,
convocase un congreso constituyente, conforme al reglamento de elecciones
que tuviera a bien dictar; quinto, que si hasta dentro de cuatro meses no
pudiere reunirse este congreso, el pueblo se congregara de nuevo para
deliberar su suerte: sexto, que el Ecuador reconocera en todos tiempos
los eminentes servicios prestados por el Libertador a la causa de la
independencia americana; y sptimo, que estas declaraciones se pasasen al
jefe supremo, para que las trasmitiera a los otros departamentos del sur
por medio de diputaciones.
La sesin fue, como hemos dicho, tranquila y ordenada, no habindose
detenido en otro punto que en la fijacin de las bases que el procurador
Mio quiso se pusiesen a todo trance como reglas a que deba sujetarse el
jefe supremo, mientras se organizara el gobierno de un modo
constitucional.
El general Flores, que es quien, por la cuenta, haba preparado con
destreza las peticiones y resultados, se limit maosamente a comunicarlos
al gobierno de Colombia, protestando s, segn haba podido traslucir (son
sus palabras) que los habitantes del Ecuador deseaban conservar el
glorioso nombre de Colombia, y mantener con los dems sus leales y francas
relaciones, por medio de la federacin que deseaba establecer con los
Estados del centro y norte.
Guayaquil, por el acta que celebr el 19 del mismo, se puso de todo en
todo de acuerdo con lo arreglado en Quito, y sucesivamente en Cuenca, por
acta del 20, y las dems ciudades y pueblos de los tres departamentos se
encarrilaron por el mismo orden. Aunque parece que al principio no fue muy
general el entusiasmo con que se -312- recibi la separacin del
gobierno de Colombia, posteriormente, y mucho ms cuando se supo que
Bolvar se haba retirado a la vida privada, se populariz de un modo
uniforme y cuasi completo. La constante dictadura de Bolvar, delegada,
con ms o menos restricciones, a los jefes superiores, a los comandantes
generales, intendentes o prefectos, gobernadores, etc.; las facultades
extraordinarias con que tambin casi constantemente se mantuvieron
investidos el poder ejecutivo y las autoridades inferiores a quienes las
trasmita; los estorbos de todo gnero, procedentes de la inmensa
distancia de la capital de Colombia; las muy pocas, por no decir ningunas,
consideraciones que se haba tenido por los departamentos del sur, las
repetidas y enormes contribuciones impuestas por los congresos
colombianos, por el gobierno, por Bolvar o por los jefes superiores; y,
ms que todo lo dicho, las aspiraciones y deseos de mandar, reduciendo
para ello el teatro en que no haban podido darse a conocer ni hacer mucha
figura que digamos; fueron motivos que los ecuatorianos adujeron,
comentaron, amplificaron y hasta exageraron a las mil maravillas para
aceptar con entusiasmo la separacin del gobierno de Colombia. A juzgarse
por el sentido de las actas, el Libertador haba sido el nico vnculo que
tena reservado el pensamiento de declarar soberano al Ecuador.
Conformada en todo el sur semejante separacin, los actos oficiales del
general Flores con el gobierno del centro fueron ya como los de la cabeza
de un gobierno independiente; esto es, sirvindose de un secretario
general, destino que lo desempe el doctor Esteban Febres Cordero. El
jefe supremo expidi luego con fecha 31 el decreto de convocatoria para la
reunin del congreso constituyente, el cual deba congregarse en la ciudad
de Riobamba el 10 de agosto, y de seguida el reglamentario de elecciones
para la diputacin.
El artculo 28 de este ltimo decreto, y su inciso dicen: Cada
departamento tendr siete diputados, cuyo nombramiento se distribuir en
esta forma: En el Ecuador, la provincia de Pichincha nombrar cuatro
diputados, -313- la de Chimborazo dos, y la de Imbabura uno. En el de
Guayaquil, la provincia de este nombre elegir cuatro, y la de Manab
tres. En el de Azuay, la de Cuenca nombrar cuatro, y la de Loja tres. El
inciso: La provincia de Pasto y las dems que se incorporasen al Estado
del sur debern nombrar un diputado por cada una de ellas que reuna las
calidades prevenidas, y sea natural o vecino de la provincia que lo
nombrare.
Para comprender el sentido de la primera disposicin, es preciso saber que
los departamentos de Guayaquil y Azuay, al conformarse con el acta de
separacin hecha por el del Ecuador, lo verificaron con la condicin de
que ellos haban de gozar de la misma representacin que este, sin
miramiento ninguno a su mayor o menor nmero de habitantes. Para
comprender la segunda, es de saberse que los hijos de Pasto, a
consecuencia de la revolucin de Venezuela, de las conmociones de Ccuta y
del Socorro, y de lo desasosegada que estaba la provincia del Cauca, se
haban dirigido al prefecto general del sur en 27 de abril, esto es antes
de la separacin del Ecuador, pidiendo incorporarse al departamento de
este nombre, ya que desde muy atrs se hallaban en lo judicial y militar,
subordinados a su jurisdiccin.
El jefe supremo, al participar este intento al gobierno de Colombia, se
explic diciendo que estaba resuelto a sostener con el poder de la
opinin y de las leyes la voluntad que han expresado (los habitantes de
Pasto) y a combatir contra los esfuerzos que el espritu de la pretensin
pudiera tal vez intentar para contrariar la voluntad de un pueblo.
El general Flores, como se acaba de ver, obr de ligero en ambos casos.
Por el primer artculo, aceptando un principio desconocido en el derecho
constitucional, que apur el azote del provincialismo, y un semillero de
cargos, protestas y desconfianzas, entre los departamentos; y, por el
segundo, provocando una guerra que muy luego vino a realizarse y terminar
Desde antes de saberse en el centro las novedades del sur, haban ocurrido
otras de suma trascendencia en sus provincias. El batalln Boyac,
acantonado en Riohacha, -315- siguiendo el ejemplo de los de
Maracaibo, que haban conformado sus opiniones con las de los otros
pueblos de Venezuela, sali de la ciudad y se encamin al departamento de
Zulia a ponerse bajo la proteccin del general Pez. Algunas partidarios
de Bolvar, descontentos con el rumbo que iban tomando los negocios del
congreso constituyente de Venezuela, haban tratado, atrevidos, de
disolverlo, y proclamar en mala hora la dictadura por medio de un motn o
cosa semejante; por fortuna, la trama fue descubierta en tiempo, y merced
a las oportunas disposiciones del gobierno haba llegado a sofocarse. Un
nuevo trastorno haba ocurrido tambin en Bogot un da antes del en que
iba a salir el Libertador para Cartagena. El Batalln Granaderos y el
escuadrn Hsares del Apure, compuestos ambos en la mayor parte de gente
venezolana, prendieron a sus jefes y oficiales, manifestando la resolucin
de volverse para su patria, y exigieron, armados, se les satisficiera los
crecidos sueldos que, de tiempos atrs les deba el gobierno. Por dems
VI
lacerado con las amargas penas que le causaran los ingratos; luego
acariciado, rogado, apremiado por unos cuantos hombres de squito y
nombrada, fatigado ms bien que convencido, y deseando librar a sus
enemigos de la escisin en que iban a caer, y a Colombia de la ruina en
que iba a sumirse, si redondamente responda que no aceptaba el mando;
tuvo la ligera condescendencia de aparentar que lo aceptaba y dio una
proclama que, por entonces, y aun mucho tiempo despus de su muerte,
mantuvo amancillada su memoria. Se le juzg como a hombre de los comunes,
de esos que no pueden vivir separados del poder que una vez llegaron a
paladear. Y decimos que aparent aceptar el mando, y no que lo acept,
porque, -329- sobre ser la misma proclama bastante ambigua, escribi a
los siete das una carta que ha visto la luz pblica muchos aos despus,
en la cual dej de claro en claro su modo de pensar a tal respecto, y los
motivos que le haban obligado a disfrazar su firme resolucin de
apartarse de Colombia.
No contentos los cartageneros con haber llamado a Bolvar al mando del
ejrcito, y al ver que otros pueblos daban pasos ms avanzados, le
nombraron jefe supremo de la repblica. Los comisionados de notificarle
esta nueva, le dijeron por rgano del seor Garca del Ro: No creis que
vos slo hacis sacrificios encargndoos del mando supremo. Tambin los
hacemos nosotros, amantes del orden y de la libertad, cuando traspasamos
la barrera de la ley para confiroslo.... Podis ser insensible a los
infortunios del Pas, corresponderis mal a nuestra confianza, faltaris a
la bella misin que la Providencia os destina, tan slo por salvar las
apariencias de una legalidad que ya no existe en parte alguna, y por
conservar inmaculada una gloria que desaparecer como un vapor ligero
desde el instante en que Colombia, abandonada por vos, desaparezca?... Si
quisierais permitir a un sincero admirador de vuestras virtudes cvicas
que os hiciese en estas circunstancias una indicacin a nombre del heroico
pueblo de que tengo la honra de ser rgano, os dira: Seor, meditad bien
vuestra resolucin: considerad bien que Colombia y la Amrica, la Europa y
el mundo aguardan en vos un acto sublime de consagracin: la historia
misma os contempla ahora para fallar sobre vuestro mrito, segn la
conducta que adoptis en esta ocasin. Ella no os dar el ttulo de grande
hombre, si vuestro sucesor en Colombia es una anarqua perdurable, sino le
dejis por legado, al fin de vuestra carrera poltica, la consolidacin de
la libertad y de las leyes.
Harto seductor, bien que extraviado, era semejante lenguaje; mas Bolvar,
llevando adelante sus reservados afectos que no los franque ni a sus ms
ntimos amigos de cuantos andaban a su lado, y consecuente con su ya
tomada resolucin, se limit a decir: He ofrecido que -330- servir
al pas en cuanto de mi penda como ciudadano y como soldado... Pero decid,
seores, a vuestros comitentes que por respetable que sea el querer de los
pueblos que han tenido a bien aclamarme como jefe supremo del Estado, sus
votos no constituyen an aquella mayora que slo pudiera legitimar un
acto. Decidles que si se obtiene aquella mayora, mi reposo, mi
existencia, mi reputacin misma las inmolar sin titubear en los altares
de la patria adorada, a fin de salvarla de los disturbios intestinos y de
los peligros de agresin extraa, para volver a presentar a Colombia ante
el mundo y ante las generaciones futuras, tranquila, respetada, prspera y
dichosa.
Pedir que se obtuviera esa mayora de votos, cuando ya el Ecuador y
Venezuela se hallaban constituidos en Estados independientes, y cuando no
caba que se uniformasen ni entre los pueblos mismos del centro; era pedir
imposibles y negarse a las claras a lo que ya tena resuelto no acceder.
VII
Para dar fin a la narracin de los sucesos que fueron comunes a las tres
secciones de Colombia, qudanos todava, despus de haber pasado por la
amargura de verla desaparecer, que arrojar nuestros ltimos gemidos por la
memoria de los dos capitanes que ms contribuyeron a consolidar la
independencia de la patria, y la fama egregia de las armas colombianas.
Hablamos de la memoria de Sucre y de Bolvar, muertos durante las agonas
de Colombia, el primero por el pual del asesino, y el segundo acongojado
de pesares.
El Mariscal de Ayacucho que, como diputado presidente del ltimo Congreso
de Colombia, se haba hecho notar por la templanza de sus opiniones y
rectitud de juicio, se volva tranquilo para Quito a consagrarse a las
atenciones de su familia e intereses, si no contento ni -331- siquiera
sosegado por las desgracias que pesaban sobre la patria, satisfecho de no
haber expuesto su conciencia a los desmanes de las banderas.
Atravesando andaba ya el 4 de junio las selvas de Berruecos cuando una
descarga de fusilera arrojada por sus espaldas le dej tendido al punto,
vctima de la ambicin y envidia de asesinos alevosos. Cuando le fue dada
al Libertador tan triste nueva, derram lgrimas tiernas par su amigo y
compaero, y Santo Dios, exclam, se ha derramado la sangre de Abel!.
La voz de tan ruin cuanto infame asesinato cundi por los rincones de
Colombia con espanto, pero sin decirse cosa ninguna de los asesinos que no
fueron conocidos. No ms que el duelo silencioso corri por algn tiempo,
hasta que ms tarde recayeron las sospechas, primeramente en los generales
Jos Hilario Lpez y Jos Mara Obando, y luego en el general Juan Jos
Flores.
De los procesos levantados para averiguar y perseguir el crimen, result
que quienes haban servido de instrumentos materiales para el asesinato,
fueron los llamados Andrs Rodrguez, Juan Cuzco y Juan Gregorio
Rodrguez, con los cuales, al parecer, se combinaron los mal afamados
Sarria, Erazo y Morillo, guerrilleros de la escuela del general Obando. En
cuanto al director o directores, los verdaderos reos, los jueces que
conocieron de la causa, declararon que el proceso no daba ninguna luz.
Los tres primeros murieron repentinamente, envenenados, al parecer, por
quienes tenan inters de quedar libres de toda revelacin ulterior.
Los generales Obando y Lpez ocurrieron, segn dijimos, al gobierno de
Bogot, pidiendo se les juzgase de la imputacin que haba recado sobre
ellos; mas el estado de desconcierto en que por entonces se hallaba Nueva
Granada, no dio lugar para la formacin del juicio, quedando slo as
VIII
arrobamientos.
La historia de su vida pblica puede cifrarse as. Vivi en un tiempo de
cerrazones, tempestades y ruina, luchando contra la naturaleza, la
mendicidad, las ingratitudes, las derrotas, las traiciones y la opinin
hasta de sus mismos conciudadanos; pero luchando con premeditacin y fe,
con dignidad y resignacin, con ardor y ecuanimidad, y luchando como
soldado, filsofo, legislador y juez. Bolvar, en quien a la postre
vinieron a parar todas las glorias de la independencia americana, sin
reservar la de Washingtn, contra el cual slo se conmovieron las pasiones
y enconos poco profundos de un pueblo ya educado y culto; Bolvar,
reparador del nombre defraudado al que redonde la tierra con el
descubrimiento del ese Coln, uno de los mayores ingenios que admira el
mundo.
Venezuela que tanto le haba ultrajado, dict, para reparar de algn modo
los agravios hechos a su hijo, el decreto de honores fnebres de 30 de
abril de 1842, y ocurri, sin reparar en gastos, por las cenizas del
grande hombre. La traslacin de ellas, que principi con pompa en Santa
Marta el 21 de noviembre, fue seguida de otros muchos actos esplndidos y
solemnes, celebrados en la travesa del mar, en la Guaira y en Caracas
hasta el 17 de diciembre, aniversario de su muerte. Ahora reposan en un
sepulcro de mrmol trabajado en Italia51; y ahora que el tiempo ha
consolidado ya su grandeza, es de esperar que la Amrica llenar el suelo
con monumentos levantados a la memoria del padre comn de cinco pueblos
que se rigen por sus propias leyes y magistrados.
-341IX
-343Tomo IV
Captulo I
Congreso constituyente.- La constitucin del Estado.- Revolucin de
Urdaneta.- Su campaa y resultados.- Diferencias entre los gobiernos del
sur y el centro.- Legislatura de 1831.- Insurreccin del batalln Vargas.Trabajos legislativos.
II
III
IV
suspendieron los movimientos por algunos das, y el tiempo era para Flores
el mejor elemento con que contaba. Urdaneta, penetrado seguramente de los
fines de su enemigo, desech la paz y levant su campamento, camino de
Ambato, donde entr el 14 del propio mes.
-359No por esto se dio por vencido el Presidente, y confiando siempre en
triunfar del rebelde por medio de la seduccin y ardides, porque aun con
los refuerzos que haba obtenido, se consideraba flaco para resistir a las
fuerzas invasoras; hizo que el Ministro de Estado le dirigiese una larga
comunicacin manifestando el derecho y razones que haban tenido los
departamentos del sur de Colombia para constituirse como pueblo
independiente, y concluyendo por instruirle que enviaba una comisin,
compuesta del General Whitte y el coronel Jos Modesto Larrea, con el fin
de que arreglasen definitivamente cuantas diferencias hubiera para
establecer la paz. Urdaneta dio, por conducto de su secretario, seor
Acebedo, una contestacin ms larga todava que la que la motivaba,
rebatiendo las razones aducidas por el Ministro, pero conviniendo al fin
en que, por amor al orden y la paz, haba acogido a los comisionados del
gobierno y estipulado un armisticio transitorio, en tanto que nombraba a
los que haban de serlo de su parte.
Efectivamente fueron nombrados los coroneles Ambrosio Dvalos y Cervelln
Urbina, y se reunieron con los otros el 17 de enero en la hacienda de
Pucarrum. Los comisionados del gobierno propusieron: que se reuniera un
congreso ecuatoriano con el fin de que deliberase de la futura suerte del
Estado; que el General Urdaneta retirase su ejrcito a los departamentos
del Azuay y Guayaquil; que se restableciese la correspondencia pblica y
el comercio; que las elecciones de diputados se verificasen con entera
libertad; que se admitiesen en el congreso a los diputados del Cauca; y
que se persiguiese a los asesinos del gran mariscal de Ayacucho.
Los artculos 1. y 4. fueron modificados por Dvalos y Cervelln Urbina,
poniendo Asamblea del sur en lugar de Congreso ecuatoriano; el 1., 3. y
6. fueron aceptados; y negado el 5., porque adujeron la razn de que
Popayn se haba sometido a la deliberacin de la asamblea de Buga.
Propusieron adems los comisionados de Urdaneta: que, durante el tiempo en
que haba de congregarse la -360- asamblea, no se ocupase la provincia
del Chimborazo por las fuerzas del gobierno; que dicha asamblea se
reuniese en Riobamba, debiendo concurrir los tres departamentos con igual
nmero de diputados; que se diesen seguridades a las personas y
propiedades de cuantos en el Chimborazo se hubiesen comprometido con uno y
otro de los partidos; y fuesen puestos en libertad el General Senz, y los
dems jefes y oficiales presos a consecuencia de la insurreccin de los
escuadrones de Granaderos; debiendo expedrseles los pasaportes, si los
pedan. Hzose igual oferta de parte de Urdaneta, con respecto a los
individuos que tambin l conservaba presos en las crceles o cuarteles.
Como los comisionados apenas tenan poderes limitados, no pudieron
arreglar cosa ninguna de provecho, cuanto ms restablecer la paz, y las
conferencias terminaron al da siguiente, con motivo de una comunicacin
que los del gobierno pasaron a los otros anunciando la partida de Bolvar
para Europa, segn resultado de los impresos que acompaaron, suceso con
el cual, dijeron, haban desaparecido las razones en que se fundaran las
extenderse a los gastos hechos en Latacunga: a que los pueblos del Ecuador
reconoceran a Bolvar, en el caso condicionado, como jefe supremo, y
juraran la constitucin sancionada en Bogot: a que, en el art. 5., los
del ejrcito de Urdaneta no reconoceran, sino los que quisiesen, la
constitucin y leyes del Estado, quedando s comprometidos a respetarlas
durante su permanencia -364- en el territorio; a que si se
traslucieren antes las noticias a que se refiere el art. 6., se pondran
inmediatamente en conocimiento de los jefes canjeados para que estos las
participasen al suyo; y a que se afianzaba la inviolabilidad de la
correspondencia y el trfico seguro de los correos y del comercio.
Tal fue el paradero de esta ruidosa campaa del General Urdaneta, cuyos
resultados, a llevarse en adelante, habran tal vez sido funestos para
nuestras instituciones recientemente establecidas, porque de cierto,
atendiendo al nmero y excelente calidad de las fuerzas de Urdaneta, el
triunfo pudo haber sido suyo, y entonces habran tambin continuado los
conflictos de Nueva Granada ms y ms apurados.
-370VI
jefe, coronel Soulin. Poco despus envi para Panam una columna de tropa
a rdenes del comandante Pedro Mena, con el objeto de que contribuyese a
destruir la faccin levantada por el coronel Alzuru, como tambin fue
destruida. La columna ecuatoriana que vena a la -372- vanguardia,
dice el Boletn de Panam nm. 7. del 27 de agosto, rompi el fuego, y
con algunos cortos tiros del resto del ejrcito se pusieron en vergonzosa
fuga Auzuru y sus viles secuaces. Aun el General Hilario Lpez; puesto
despus del combate de Palmira a la cabeza de la divisin que iba a
combatir contra los facciosos del centro, no obr sino como auxiliar del
Ecuador, segn l mismo lo expuso al Vice-presidente Caicedo, y aun segn
se explic oficialmente con nuestro gobierno. ltimamente, habindose dado
por el Prefecto del Cauca la noticia de que todava quedaban en pie
algunas reliquias de los disidentes en Cali, y pedido con tal motivo que
se le enviasen de ciento cincuenta a doscientos veteranos, dispuso el
gobierno que el batalln Quito se trasladase a Popayn a mantener su
tranquilidad.
Por sanas y rectas que sean las acciones del hombre, nunca faltan quienes
las interpreten a su antojo, y los enemigos del General Flores
discurrieron que la ambicin, y no otro ningn motivo, le movi a dar este
paso para que, en son de guarecer a Popayn, fuera ese cuerpo a influir en
los habitantes o, cuando menos, a estorbar el que deliberasen libremente
sobre si haban de pertenecer al Estado del sur o al del centro. Mas, por
las instrucciones que se dieron al coronel Zubira, quien deba ponerse a
la cabeza del cuerpo y encargarse de la comandancia general de ese
departamento, se comprende que aquel paso fue obligado por la necesidad, y
que, por parte del General Flores, se respet la libertad de los caucanos.
Estas instrucciones, fechadas el 1. de setiembre, contienen, despus de
las relativas al movimiento del cuerpo, las siguientes: 5. el Gobierno
est ntimamente persuadido de que el Gobierno del centro no abriga miras
hostiles contra el Ecuador, y que las tropas que vienen son las mismas que
fueron de auxilio desde el Cauca, y que a la fecha se habrn licenciado
seguramente, como sucedi con la columna Zarria. 6. En el caso de que
efectivamente se presente en el Cauca alguna fuerza granadina con miras
hostiles, el seor coronel Zubira se retirar a Pasto dando antes una
proclama a los -373- habitantes del Cauca, en que se diga que el
Gobierno del Ecuador, consecuente a sus promesas, le ha ordenado preferir
una honrosa retirada, antes que disparar un fusil contra unos hermanos
cuya libertad respeta. 7. Para cumplir con el antecedente artculo
examinar la opinin general de esos pueblos, y con especialidad la del
vecindario sensato.
Vese, pues, que el Gobierno del Ecuador obr con laudable moderacin y
tino al limitar sus procedimientos, con respecto al Cauca, a preservarle
de la guerra en que estaban las otras provincias gradinas, y que haba
contribuido tambin al restablecimiento del orden en el departamento del
Istmo. Aun en las instrucciones reservadas que se dieron al encargado de
los negocios del Ecuador en Bogot encontramos la siguiente: En el caso
de que el Gobierno del centro le exija la restitucin del gobierno del
Cauca y Pasto, le manifestar que el Gobierno ecuatoriano est muy
distante de aspiraciones locales, y que se somete gustoso a la resolucin
VII
Tales eran los antecedentes y rumbo que haban tomado los acontecimientos
relativos al Cauca, cuando por conducto del Ministro de lo Interior, esto
es por rgano que no era el regular, pas el Gobierno del centro la
comunicacin oficial de 22 de julio, solicitando la devolucin del
departamento cuestionado como parte integrante de Nueva Granada.
-374La reclamacin tuvo su fuente en la respuesta que el Prefecto del Cauca
dio al Gobierno de Bogot, con motivo del decreto de 7 de mayo expedido
por el Vicepresidente Caicedo, convocando una convencin, y por el cual
llamaba a los diputados de los departamentos, con inclusin de los del
Cauca. El prefecto Arroyo haba contestado que daba cuenta a su gobierno
(el del sur) con las comunicaciones recibidas del centro, porque a l no
le era dable contrariar la voluntad de los pueblos del Cauca, unidos al
Ecuador por su seguridad y bienestar futuro, mientras una asamblea general
de la nacin fijase les lmites de cada Estado; que todo el departamento
haba jurado ya la constitucin, y procedido a las elecciones primarias
para las de diputados; y que si llegara a cumplir las rdenes del centro,
todos los pueblos del Cauca levantaran el grito contra el Prefecto,
quejndose de que volva a envolvrselos en la guerra civil.
El Ministro del gobierno del centro fund sus cargos y reclamaciones en
que la agregacin de los pueblos del Cauca al Ecuador no poda
conceptuarse sino provisional, como aconsejado por las circunstancias del
tiempo; mas, queriendo en todo caso conservar inviolables las
instituciones de la repblica de Colombia, y su fidelidad a las
autoridades legtimas. Pero que, restablecido ya el gobierno
constitucional, aceptada y jurada en todas las provincias del departamento
la constitucin del ao 30, y reconocidos los empleados superiores que
ella estableciera, deban volver a la unin con que la naturaleza y las
instituciones polticas los haban ligado a los dems de los departamentos
centrales.
El gobierno del Ecuador se limit en su contestacin a decir que, si era
cierto que el Cauca jurara la constitucin del ao 30, lo haba hecho
hipotticamente; esto es, en el concepto de que prevaleciera el sistema
central desechado por la voluntad general, quedando los pueblos por
consiguiente en pleno ejercicio de los derechos primitivos para conservar
su existencia, y buscar la asociacin poltica que fuere ms conforme a
sus conveniencias; que el territorio del Cauca era tan independiente del
Ecuador y de Nueva Granada como los dems del -375- centro, y que
ninguno de los Estados poda decir que tena posesin de l: que si se
atenda a la antigua demarcacin, la provincia de Popayn fue siempre
parte integrante del reino de Quito, sujeta en lo judicial hasta la poca
de la transformacin poltica; y que, convencido de estos principios, no
haba podido menos que dar acogida y amparo al voto libre y espontneo de
aquellos pueblos.
Mientras se cruzaban estos y otros oficios, relativos al mismo punto, los
papeles pblicos de Nueva Granada y Ecuador, y especialmente los primeros,
se presentaron furiosos y hasta sucios, que no descomedidos, y virulentos,
despedazndose mutuamente con denuestos a cual ms graves, que, a decir
verdad, deshonran la prensa de aquellos tiempos. El Cauca, hecho la
manzana de la discordia, no poda l mismo saber cul sera su paradero,
sin que tampoco podamos nosotros afirmar cul, de cierto, era su genuina
voluntad, porque bien natural es que sus habitantes se hallasen divididos
en los afectos, segn los vnculos de sangre, amistad o intereses con los
del centro o sur del antiguo virreinato. Lo que s puede asegurarse es que
los pueblos meridionales del departamento estuvieron ms decididos por el
Ecuador, y los septentrionales por Nueva Granada, sin otra razn que la
sencilla y muy concluyente de que los pueblos quieren tener ms expedito
el despacho gubernativo en todos sus ramos.
El diputado Valencia, a cuyo decir nos arrimamos, por ser uno de los ms
ilustrados del departamento del Cauca, y entonces el ms competente para
hablar de la materia, se explic en dicho sentido en la sesin del 3 de
octubre, en que el congreso se ocupaba en ella. Necestase de tino y
detencin, dijo, para resolver este punto, ya que las manifestaciones de
algunos pueblos han sido simples y absolutas, y las de otros condicionales
o reservadas, pues puedo exponer asertivamente que la agregacin de los
pueblos del Cauca fue libre y espontnea, mas no puedo asegurar lo mismo
respecto de los pueblos del norte.
VIII
Sea de esto lo que fuere, el asunto no haba avanzado un solo paso hasta
el mes de setiembre, en que se reuni el primer congreso constitucional
del Ecuador, abriendo sus sesiones el 20 con la concurrencia de seis de
los diputados del Cauca, correspondientes a las provincias de Popayn,
Pasto y Buenaventura.
La materia de que venimos tratando ocup sus primeras atenciones, y el 7
de noviembre expidi el decreto cuya parte dispositiva dice as: Artculo
1. El departamento del Cauca queda incorporado al Estado del Ecuador,
entre tanto que la convencin general compuesta de diputados de todas las
secciones de la repblica, haga definitivamente la demarcacin de dichas
secciones.- Artculo 2. Se aprueban, corroboran y ratifican, tanto el
decreto ejecutivo admitiendo la incorporacin del departamento del Cauca,
como las rdenes expedidas para que concurra con sus diputados al presente
IX
que sera respetado por haber sido jefe de los insurrectos mucho tiempo,
sali en su persecucin el mismo da con el fin de reducirlos a la
obediencia. Andando siempre tras los sublevados sin perderlos de vista,
tuvo la imprudencia de adelantarse con el capitn Tamayo algunos estadios
ms del paso que llevaba su partida, y una emboscada puesta por los
primeros los tom y llev presos hasta el puente de Guayllabamba. All
fusilaron al General, y Tamayo que continu preso, tuvo la buena suerte de
fugar al da siguiente.
Obra de temeraria imprudencia, ms bien que de la desmoralizacin de los
soldados, fue la muerte de Whitte, pues, como no era de esperarse,
guardaron ellos en el trnsito cuanto orden y disciplina caban en sus
circunstancias. Para desgracia de los rebeldes, y segn acontece
frecuentemente en las revueltas de los cuarteles, comenzaron a dispersarse
aqu y all, y de treinta que haban desertado hasta el da 13 fueron
aprehendidos cinco, de los cuales se fusilaron cuatro, y se salv al que
salv la vida del Presidente en Santo Domingo. Es de creer que estos
treinta eran soldados ecuatorianos, que no quisieron dejar sus hogares por
ir a mendigar en tierra extraa; -388- y ms cuando el sargento N.
Naranjo, el cmplice de Arboleda que haca de segundo jefe, era tambin
del Ecuador.
Bien pronto otra nueva partida de milicianos y los escuadrones Primera y
Segundo de granaderos que, trados de otros lugares, entraron ya en Quito,
siguieron tras los rebeldes, y fusilando a dos o tres aqu, asesinando a
otros ms all, o combatiendo ms lejos, cerraron y acabaron con todos en
el puente de Cuaiquer, al entrar en las selvas de Barbacoas. El coronel
Otamendi, comandante en jefe de las tropas del gobierno, llev hasta la
barbarie el cumplimiento de la comisin, porque no perdon a ninguno; y
los ltimos que se entregaron por una especie de capitulacin, incluso
Arboleda, el cabecilla, fueron trados para Quito, en donde los pasaron
por las armas. Sacronse hasta treinta y dos a la plaza de Santo Domingo,
para que en un solo acto y al mando de una sola voz cayesen muertos a un
tiempo. Merced a la compasin y generosidad de los seores Jos Barba,
Jos Plit y otros, estando ya de rodillas para recibir los tiros, se
redimieron seis de estos desgraciados, y se redimieron por dinero!...
Tusa y Tulcn haban presenciado tambin los suplicios de ocho, diez o
doce individuos por partida.
El General Flores, al dar cuenta de estos resultados, al Congreso, en su
mensaje del 1. de noviembre, dijo: Cuando la historia del Ecuador
refiera que un cuerpo de tropas quebrant las leyes de la obediencia y del
honor militar, referir tambin que la espada de la ley cay sobre las
cabezas de los cmplices en tan nefario crimen, y que ninguno de ellos
sobrevivi al delito. La historia cumple como corresponde con su deber y
con tan indiscreta recomendacin, y refiere que perecieron asesinados o en
el patbulo a vuelta de trescientos veteranos de los fundadores de
Colombia, Per y Bolivia, porque ya no pudieron soportar ms tiempo el
hambre y la desnudez.
-389-
XI
-[396]-
-397-
Captulo II
Insurreccin del General Lpez.- Negociaciones diplomticas.- Campaa de
Pasto.- Comisin del Gobierno del centro.- Sublevacin del batalln
Flores.- Traicin de Senz.- Armisticio de Tquerres.- Tratados de paz.Causas de la oposicin al Gobierno.- Trabajos legislativos del Congreso de
1832.
-400II
-402III
compaas, a la manera que las del Vargas, sin proclamar ningn principio
ni bandera. Prendieron a los jefes y oficiales, los fusilaron de seguida,
saquearon la ciudad y difundieron el espanto por todas las poblaciones a
donde fueron sucesivamente llegando tan pavorosas noticias. El coronel
Lpez, primer jefe del cuerpo, fue el nico a quien no asesinaron en la
misma noche, pero se lo llevaron bien asegurado hasta San Miguel de
Chimbo, donde le pasaron por las armas. Un oficial, de apellido Medina,
tuvo la serenidad de levantarse y correr por donde pudo, cuando ya estaba
de rodillas, en junta de sus compaeros, esperando los tiros que iban a
echarle por las espaldas! Los oficiales Manuel Toms Maldonado (lleg a
ser General), el citado Medina, Venegas y Pea, que lograron fugar
oportunamente cuando fueron a prenderlos, son los nicos que escaparon de
aquella atroz carnicera.
Aun despus que la ciudad haba sido ya entrada a saco, obligaron a la
esposa del jefe poltico seor Jos Miguel Carrin, a que les diese
dinero; y la seora, acompaada de tres o cuatro de los sublevados, tuvo
que recorrer la poblacin, pidiendo de puerta en puerta algunos donativos
o caridades con qu saciar la codicia de los rebeldes.
Tambin Ambato fue metido a saco. Entraron primero catorce hombres bien
montados, no sabemos con qu objeto; pero habiendo encontrado en este
lugar al Coronel Otamendi y al coronel Machuca, jefe poltico del cantn,
y con cuatro o seis asistentes, se recelaron de ellos, a lo que parece,
pues trataron de conservarse unidos, sin perder de vista principalmente al
primero. Con todo, aprovechndose este de un momento de distraccin que
tuvieron los sublevados, movi el caballo en que montaba a trote largo;
mas ellos que tambin se hallaban bien -408- montados, le persiguieron
asestndole los fusiles como con nimo de descerrajarlos. Otamendi,
intrpido en todas ocasiones, en viendo que le seguan y poda tocarle uno
de los muchos tiros que iban a hacerle, volteose, las cejas arrugadas y
lanza en ristre, y retndolos como si estuviesen bajo sus rdenes, logra
que vuelvan los fusiles a sus puestos; bien que teniendo de incorporarse
de nuevo a ellos. Conservose unido algunos ratos, siempre, eso s, ojo
avizor, porque tema le prendiesen o asesinasen.
Poco despus, aparentando agasajarlos, les obsequi algunas botellas de
aguardiente, consigui distraerlos y que se embriagasen los ms; y
entonces, volviendo asesinato por asesinato, comenz a matar a cuantos
encontr dispersos. Haba muerto ya cuatro, cuando los compaeros de
estos, advirtiendo la falta, penetraron la realidad de lo que pasaba y se
salieron al punto del lugar a incorporarse con el batalln que iba ya de
Latacunga para Ambato. As como entr el cuerpo, destac Perales, el
cabecilla, un buen piquete de soldados en persecucin del coronel Otamendi
que, con algunos milicianos y los asistentes, haba huido, camino de Santa
Rosa, y otros, entre tanto, saquearon a sus anchas la ciudad. No se
detuvieron en esta sino una noche, y al da siguiente continuaron la
marcha para Guaranda.
El Prefecto de Guayaquil, prevenido ya por las oportunas rdenes que haba
dictado el Gobierno, tan luego como entendi que los insurrectos se
encaminaban para ese departamento, destac dos compaas de artilleros y
las dos del mismo batalln Flores que permanecan en la dicha plaza.
Psolas a rdenes del General Antonio de la Guerra, quien la reforz con
VI
VIII
IX
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-429-
Tomo VI
Costumbres pblicas
II
III
IV
por las cuatro esquinas de la plaza, o que se halla inquieta por las
alturas de la ciudad, y tendrs, cuentas ajustadas, la total de
10.800, si no vagabunda y criminal, forzosamente ociosa y en todo
caso condenable.
Y no por esto creas que cuantos otros constituyen la dems de la
poblacin, continen con sus tareas ordinarias de trabajo. No amigo:
aquel residuo imponente se ocupa tambin en preparar los adornos de
los toros, en aderezar los carros, en dirigir las entradas de los
barrios, en buscar disfraces y caretas, en los accesorios, en fin de
los mismos toros.
Pero vuelvo a la plaza cuando ya principia la diversin. Sale el
toro galanamente enjaezado en medio de un bullicio de msica,
silbos, cohetes, disparos de los morteretes, carreras de los jinetes
y las algazaras de los muchachos; y sale cuando es bueno, matando
aqu a un hombre, hiriendo all a tres o cuatro, golpeando a muchos
y asustando a todos. Por seis u ocho minutos solo se ve el cuerpo
compacto de un pueblo que se mueve y agita en direccin contraria al
movimiento de la fiera. Cuando ya han pasado las primeras fatigas de
sta, cuando ya algo cansada ha moderado su carrera, principia la
verdadera lid entre el toro campeador y el hombre campeador,
precedida de un dilogo corto que cualquier escribano pudiera, sin
exponer la fe pblica, escribirlo textualmente como sigue:
El de dos pies, presentando por delante su poncho o capa, los
salvaguardias con que cuenta para librar el bulto, le dice:
-Ah toro! a que no me cojes?
El de cuatro pies. -A que te cojo.
-437-A que no me cojes.
-A que te cojo.
Este dilogo de tauromquica ritualidad y que a lo ms cambia de
tono, se sostiene, ms o menos, segn la voluntad del campeador de
cuatro pies o la porfa de su adversario. Se resuelve al fin el toro
y acomete: recibe el inocente chasco de haber empleado en vano sus
fuerzas y cuernos contra un cuerpo ligero y sin vida como el poncho;
y vuelve y vuelve a la misma jugada y con el mismo campeador, o pasa
de largo a jugar con otro, con quien cruza indispensablemente el
dilogo consabido, dando, por lo regular, los mismos resultados o
bien consecuencias nada divertidas.
Los campeadores bpedos que, de seguro, no han consultado cul es
su ganancia en el caso de salir bien de la burla, se quedan como se
estaban con la lengua en la boca, sin recibir un solo viva ni tener
un solo adulador que los aplauda o admire. Por relevante que sea una
accin, si es de las comunes, de las de todos los das, deja de ser
relevante y no tiene mrito ninguno.
En el caso contrario, cuando la palabra burlador se ha vuelto por
pasiva al participio burlado, como tampoco entonces han consultado
la prdida, vuelan los campeones bpedos por los aires, o aran con
su cabeza y cuerpo unas cuantas varas de terreno, o lo desempiedran
si estaba empedrado. Esto, cuando no pasan a lo que decimos otro
mundo, en el cual no s si juegan toros, o al hospital o siquiera a
Ahora slo tenemos que aadir que las corridas de toros, segn ya lo
Algo menos brbara que la corrida de toros, pero, mrese por el lado que
se quiera, siempre ruda y salvaje, tambin se mantiene ufana y engreda
otra costumbre de no muy bien averiguado origen, cuando no sabemos a punto
fijo si viene del hebreo, romano, rabe o espaol; esto es, que no sabemos
si la costumbre es cristiana o pagana, y si fue o no introducida entre los
pueblos catlicos so pretexto, en el decir de algunos, de una
representacin alegrica de las costumbres de los antiguos. Hablamos del
Juego del Carnaval, tan sucio cuanto impdico, tan repugnante cuanto
expuesto a brotar enfermedades muy graves58.
Segn la Enciclopedia espaola, la voz carnaval proviene de la italiana
carnaval o de la frase car-naval (se va la carne), porque, durante los
tres das inmediatamente -443- anteriores a los de cuaresma, se coma
mucha carne, como haciendo provisin de ella para los cuarenta de
abstinencia. Segn otros, procede del espaol, por aquello de caro vale
(Adios carne!); y segn otros, del simple, y cierto que bien simple,
antojo de divertirse con bajezas, y de una como reparacin anticipada de
la vida de privaciones y expiacin que debe suceder a las locuras de los
tres das. A juicio de Cant, es una ruda reliquia de los tiempos del
paganismo, y como en esto no nos paramos, en tratndose de seguir por
donde fueron sus licencias, licenciosos habamos de ser nosotros, por
mucho alarde que hagamos de haber nacido bajo la fe de Jesucristo.
Legtimo o no el origen, ello es que los das del carnaval, para otros
pueblos cultos poca de la algazara y licencias reducidas a bailes y
disfraces, a mojar con aguas olorosas, asestarse ramos de flores o apagar
blandones; para nosotros es el tiempo de ensuciar la cabeza, la cara, las
espaldas y hasta los pechos con tiznes, huevos y otros ingredientes que
forman una bahorrina por dems nauseabunda que da bascas con slo ver
desde lejos a los que se divierten tan festiva y acaloradamente. Entre
nosotros, el festejo de los tres das se ha llevado hasta la desvergenza
de jugar con aguas y huevos corrompidos.
El gusto al aseo o, a lo menos, la repugnancia contra todo lo asqueroso,
repugnancia que nos va llegando con los extranjeros que visitan el suelo
ecuatoriano, han hecho al fin que siquiera la capital no guste ya mucho de
tal diversin, y quede reservada para los pueblos cortos. En el da, aun
podemos envanecernos de que slo es diversin para la gente del pueblo, y
aun para esta, no con el rudo furor de los antiguos hasta el tiempo del
gobierno de Colombia. Con todo, el furor con que amparada por la familia
de los empleados superiores, asom en el carnaval de 1867, nos hizo volver
a los tiempos rudos, y tuvimos que avergonzarnos de nuevo. El Congreso
extraordinario de 1868, compadecido sin duda de tanta vergenza, expidi
el decreto prohibitorio de semejante juego, y ahora ya es de confiarse en
VI
VII
Las ofrendas que los indios llevan a los templos, consisten en pan, velas,
ordinariamente pintadas de amarillo, huevos, cuyes o cosas as para dar a
los sacerdotes o a los tonsurados, en retribucin de los responsos que
rezan.
Las velas de ofrenda se introducen de cuando en cuando en los cntaros de
agua bendita que los indios llevan a propsito, con el objeto, dicen, de
apagar las llamas con que las almas de sus deudos estn abrasadas.
Mientras se rezan los responsos, hurgan con los dedos la tierra que
encuentran en las junturas del embaldosado de los templos, y la riegan con
agua, a fin asimismo de refrescar a las almas.
En las procesiones del Corpus, que son casi generales en nuestros pueblos,
se ven partidas de indios vestidos de Danzantes, saraos, diablillos o
yumbos, que bailando ebrios y con las cabezas cubiertas delante del
Sacramento, siguen todo el camino que llevan aquellas. Si esto no es una
palpable profanacin de lo ms sagrado, no sabemos como calificarlo.
-446En las de los Octavarios de algunas provincias, en que tambin se saca el
Sacramento, se van esparciendo por el suelo habas, mellocos, papas,
rosetas de cintas, flores y cosas as, y los muchachos y gente del pueblo
procuran recoger cuanto les viene a la mano y, a veces, a empujones lo de
ms all. En las plazas se clavan cucaas de frutas, conejos, perdices,
ollas de barro, dentro de las cuales estn brincando por salir algunas
lagartijas, cazuelitas, etc., y todo esto que se halla destinado para el
pueblo que concurre a tales fiestas, se le da precisamente al tiempo que
rodea la procesin por la plaza, como para provocar las risas y la
algazara, la mayor bulla posible y casi, las ms ocasiones, las puadas de
entre tantos competidores, ansiosos de llevarse alguno o algunos de esos
objetos. Quebradas las ollas antes de bajar de las cucaas, porque se
quiebran desde el suelo y a pedradas, caen las lagartijas y echan a
correr; y ah es de ver las carreras por huir de ellas, los ascos de los
elegantes, las pataletas de las nerviosas, etc., etc., Ubinam gentiun
sumus? Si aun estaremos viviendo en tierra de paganos!
Aun quedan muchas verdades que decir en la materia; mas punto en boca.
Que si mengua o escndalo resulta,
honra ms la verdad quien ms la oculta.
Olmedo
VIII
IX
andando o de pies al lado del tabladillo hasta por tres o cuatro horas.
Los Reyes magos, el viejo, el mozo y el negro, montados a caballo,
entraban a la plaza por el Sur y Norte de ella (fijaos en los
conocimientos geogrficos e histricos de los seores directores de tal
funcin), precedidos y acompaados de pastores, de coroneles y de
comandantes (fijaos asimismo en el conocimiento de dichos seores, en
punto a costumbres), u otros disfraces de la laya. Se encaminaban de
seguida y derechamente al palacio de Herodes, y cada uno de los magos le
diriga un discurso, modelo de oratoria, en solicitud del permiso de ir a
adorar al recin nacido Rey de los cielos. Nuestro Herodes, puesto que no
hay como decir lo sea tambin de otros, contestaba echando ternos y
pestes, haciendo muecas y contorsiones, y mostrando una rabia que la
dejaba conocer an al travs de su disfraz; pero los magos, burlndose de
tales enojos que no pasaban de bravatas seguan adelante y rindose para
Beln.
Llegados a este lugar se oa otro discurso, del ngel que, tomando la
forma de una estrella, les haba servido de gua, y se oan otros
discursos de los pastores que los haban acompaado y sin ms ni ms
quedaba acabada la representacin.
Si no hubiera habido tanta necedad y ridiculez, as en las personas como
en sus acciones y palabras, en los vestidos, en el estado en que estaban,
en cuanto se haca y festejaba, en fin, diramos que era uno como auto
sacramental de esos que representaban en los tiempos -451- remotos y
atrasados, disculpable (y tal vez hasta apreciable), entre nuestros
mayores. Pero la funcin no poda merecer tan honroso calificativo, porque
no era dramtica, ni dialogada ni siquiera racional, sino fiesta profana y
ruda, ridcula y mal dirigida entrada de barrio con que se procuraba
entretener al pueblo, y atentatoria contra el respeto que se debe a la
historia sagrada, y nada ms.
La falta de otro gnero de recreos, la falta de instruccin y hasta de
buen sentido en ciertos personajes que quieren darlas de entendidos, hace
que el pueblo concurra novelero a todas las fiestas religiosas; no por
devocin, eso no, mas por matar el tiempo, huir del trabajo y satisfacer
sus congnitas disposiciones para llevar una vida de holgazanes. Se
anuncia una fiesta de San Jacinto de Yahuachi, del Cisne, del Seor del
Huaico, del seor de Ficuno, de la Virgen del Quinche, etc.; pues ah
estn el pueblo curioso y vido de diversiones, y los que desean hacer
ganancias por medio del juego; ah los amantes impedidos a quienes ha
reunido la casualidad, y la venta de naipes, de frescos, frutas y licores;
ah las borracheras con todas sus consecuencias; ah, en fin, lo de andar
a la gala del nio Jess.
Desde la misma y hasta la misma edad, bien el longo viva en las haciendas
de temperamento caliente, bien en las de pramo u ovejeras, su cuerpo
slo se cubre con el ponchito de jerga, y su cabeza slo con la copa del
sombrero viejo de lana y lleno de san que ya no sirve para sus padres o
una especie de gorro formado de bayetas de distintos colores. En los
pramos, el indio aade a este vestido un par de mangas de cuero de
carnero para cubrirse los brazos, y un pedazo de bayeta, azul o negra,
envuelto a la manera de ancha corbata, para abrigar el pescuezo o cuello.
Nada de calzoncillos mientras dura su estado de longo; y nada de camisa
tampoco, y -454- menos de chaqueta, aunque entre en mayor edad, y aun
cuando se concierte. Los mayores de diez y ocho aos se cubren con cuzmas
(tnica o cotn corto de lana, sin cuello ni mangas, que baja hasta los
muslos), calzoncillos de lienzo que llegan hasta las rodillas, poncho de
jerga o de manta ordinaria y sombrero de lana, de tres o cuatro reales de
valor. En otras provincias llevan, en lugar de calzoncillos, pantalones de
bayeta ordinaria. El uso de zapatos o sandalias les es desconocido. Con
qu haban de comprar calzado? Si a los que hacen de arrieros se los ve
con pedazos de suela pegados a las plantas de los pies, es seguro que son
de los desprendidos de algn calzado viejo que hallaron tirado en los
albaales. Desde los diez y ocho aos hasta los cincuenta entraban en la
obligacin de pagar el tributo en los trminos que expusimos en su lugar.
Al fin, desde ahora, treinta aos (1857) la razn y la piedad, vencidas y
humilladas por algo ms de tres siglos, alcanzaron justicia y se decret
la abolicin de tan inhumano impuesto. Dbese tal redencin a la
legislatura de dicho ao y muy particularmente al Sor. Manuel Gmez de la
Torre, miembro del Senado, que demostr con atinados y enrgicos discursos
la ignominia del tributo, el desdoro de las instituciones republicanas, el
clamor general de los sensatos y la necesidad y hasta conveniencia de la
abolicin. Habala propuesto piadosa y encarecidamente el Ministro de
Hacienda, Sr. Francisco P. Icaza; mas el recelo de que, extinguiendo el
tributo de un golpe y sin el reemplazo correspondiente a la renta fiscal,
resultara un dficit crecido contra el tesoro pblico, dio pie a que el
mismo Ministro y algunos Senadores opinaran para que la definitiva
redencin de los pobres indios fuese paulatina hasta por tres aos, o se
suspendiese al menos por ocho o diez meses. Los Senadores, Gmez de la
Torre, Garca Moreno y Trevio los contradijeron ardientemente, y entonces
la mayora del Senado la decret sin restriccin ninguna63. Y que
resultara o no aquel dficit crecido, -455- y se empeorara o no
nuestra escasa hacienda pblica, estas no eran razones con que poda
sostenerse la ignominia impuesta por el derecho de los conquistadores, y
la legislatura de 1857 (la cmara de Diputados estuvo de acuerdo con la
del Senado), bendecida por medio milln de almas, tiene de calcarse en la
memoria de la raza americana-ecuatoriana. Que se expusiera o no nuestra
agricultura, como pensaban muchos hacendados, que se arruinaran o no
cuantos se servan de los indios, el tributo constitua tamaa iniquidad,
y lo inicuo debi desaparecer.
Estamos pues ya, a Dios gracias, libres de tener que lamentarnos por las
consecuencias del tributo; mas, principiando por compadecer la supina
ignorancia de quienes apenas han comprendido o no comprendido, tal vez, el
bien de su redencin, todava nos sobran grandes motivos de dolor por la
los pueblos europeos hay tal gente, no es mucho que ac suba a tanto punto
la ignorancia de los indios.
Las indias desde longas visten de anacu (pedazo de bayeta azul o negra,
envuelto al ruedo del cuerpo desde los pechos hasta algo ms abajo de las
rodillas, y sostenido por una ancha faja, tejida por ellas mismas), y de
otro pedazo de bayeta llamado pachallina o tupullina, agarrado al pecho
con un tupu (aguja grande de cobre u otro metal) para cubrir las espaldas
y brazos hasta los codos. En algunas provincias del sur visten polleras en
lugar de anacus, y las indias del campo, en las serranas, no conocen
camisa en su cuerpo, y el calzado ni las que habitan en las ciudades, a no
ser cuatro o seis por maravilla.
Indios e indias son decididos por los colores vivos, principalmente por el
prpura. As, en todos sus disfraces o cuando visten de gala para
concurrir a las procesiones u otras fiestas, buscan o alquilan las telas o
trastos del color ms subido, y tal vez proceda de este gusto propio de
nuestra tierra el que las mestizas y las cholas de las provincias
subalternas de la sierra, tengan asimismo una preferente aficin a las
telas de color bien encendido.
Indios e indias comen o, ms bien dicho, lamiscan cuanto pueden, a
cualquier hora del da o de la noche, y sin reparar en que estn o no
fros o calientes los alimentos. Jams rechazan lo que se les da a comer;
pero tambin resisten al hambre por largas horas, y lo primero prueba que
viven hambreados de por vida.
Duermen al suelo raso dentro de sus casuchas, o en los corredores de las
haciendas, con la misma comodidad que otros sobre colchones y en estancias
abrigadas. No se quitan los vestidos para dormir, pues son raros los que
tienen mantas, y pocos los que cuentan con un par de zaleas para el
descanso de la noche. Se acuestan muy temprano, rendidos a no dudar de su
sempiterno trabajo, y se levantan igualmente muy temprano.
-458No aceptan mdicos ni drogas para la curacin de sus enfermedades, y antes
se dejaran matar que resolverse a que les echen lavativas. La frugalidad
de sus alimentos, y la agitacin producida por su constante trabajo bastan
para que la naturaleza triunfe de los ms de los achaques y quebrantos de
la salud; bien que, en su decir, el restablecimiento lo deben las ms
veces al curandero que ha propinado algunas bebidas simples y proferido
ciertas palabras, para nosotros sin sentido, para ellos significativas,
ora acercando la boca a las mismas bebidas, ora al cuerpo del paciente. El
que las da de curandero es un indio o cholo, de los zorreros y rapaces que
han logrado, entre los de su clase, ser tenidos como Esculapios.
Entre las enfermedades comunes para todos los hombres no adolecen los
indios ni de sfilis ni de obesidad.
Casi no tienen nocin ninguna del bien y el mal, ni del pundonor, ni de lo
bello y, tal vez, ni del amor; quizs tambin no conocen lo que se llama
curiosidad. Se casan, no tanto porque se quieren, sino las ms veces
porque se necesitan mutuamente para hacer ms llevadero el trabajo;
procediendo de esto que los indios prefieran para esposas a las viudas con
hijos. Sin embargo, no dejan de ser frecuentes los incestos y los
adulterios dobles.
Es tal la abyeccin y tal el convencimiento de la miseria en que viven,
que jams resisten como deben a los mandatos y aun caprichos de otros
hombres, blancos, mestizos, cholos o negros, y constantemente se ven
dominados por la impertinencia y travesuras de los muchachos, con
especialidad en las concurrencias pblicas. Si, por ejemplo, se necesitan
algunos para que carguen las imgenes de los santos en las procesiones, se
esparcen los muchachos en busca de indios, y los agarran por los ponchos,
y los arrastran al lugar donde est la necesidad. Se disgustan del
servicio a que los obligan, refunfuan algo; pero sin resolucin ni vigor,
como convencidos de que no les asiste derecho para emplear sus puos en
semejantes casos, convencidos de que el sufrimiento es para -459ellos un deber. Para el trnsito o marcha de las tropas servan, hasta
hace poco, de medios bagajes o bagajes menores, porque se los tomaba, a
falta de bestias, para el transporte de una media carga o de un sobornal,
a diferencia de los animales, bagajes mayores, que transportan carga
entera.
Su alimento ordinario consiste en comer papas, cebada y maz; las papas, a
lo ms cocidas o asadas; la cebada, reducida a polvo o a cocimiento; el
maz, tostado. Otros se alimentan con lo que decimos zambos (especie de
calabazas con mucha carne por dentro o sea cidracayote), habas, ocas,
mellocos y coles; todo lo cual, tambin a lo ms, cocido o asado. Raras
veces comen carne, tal vez a duras penas en los casos que refieren Juan y
Ulloa, segn lo expusimos en otra parte; tal vez, asimismo, habr muchos
que no conocen el sabor de la manteca y mantequilla, a menos que hayan
servido de huasicamas (guarda casas). Una shigra (fardelejo tejido de
cabuya) de mahzca (harina de cebada) entremezclada con maz tostado,
chochos desaguados, algunos granos de sal y un par de ajes o lo que
llamamos rocotos (ajes gruesos y crespos, los ms); basta para el fiambre
de un camino de seis u ocho jornadas; fuera, eso s, del cntaro de chicha
de jora que indispensablemente lo toman, cuando no en el trnsito, en las
posadas donde se alojan.
Los conciertos, mayores de diez y ocho aos, tienen obligacin de
concurrir por dos das en la semana a la enseanza de la doctrina, lo
mismo que cuando longos, y deben concurrir con sus mujeres, si son
casados. La enseanza la dirige el mayordomo de la hacienda o un ayudante
de l, y principia a las cuatro de la madrugada; consiste, como la de los
longos, no en la explicacin de la doctrina, pues sern muy pocos los
mayordomos que la entiendan, sino en la repeticin de las palabras del
rezo. En estos das tienen tambin el deber de trabajar la faena por dos o
tres cuartos de hora, concluida la cual se reparten para los distintos
trabajos de la hacienda.
Los indios sueltos (esto es, libres o no conciertos) asisten a la
enseanza de la doctrina los das domingos a los -460- cementerios de
las parroquias a que pertenecen, una hora antes de celebrarse la misa del
medio da. La aprenden medio cantada; y si faltan se les da algunos
ltigos, no obstante la absoluta prohibicin que hay para ello, aunque, a
decir verdad, esto slo se ve en las parroquias distantes de la cabecera
del cantn, o cuando los prrocos son de aquellos que no comprenden que
tambin los indios estn formados del mismo barro y a semejanza de Dios.
Despus de recibidos los ltigos, a presencia de cuarenta, cincuenta o ms
personas, se levantan y dan el Alabado al que los azot. Varias veces
y tirndolo para arriba y dejndolo caer. Una de las caras del hueso, que
todas son pintadas, indica, segn cual haya salido, lo que ganan o
pierden. No conocen tampoco el vicio de la prostitucin, y se hallan ms
libres todava de esos otros que han inventado la malicia y corrupcin de
los pueblos civilizados. Un clero como el de los maronitas, de los cuales
trata Lamartine en su Viaje al Oriente, encontrara en nuestros indios la
ndole ms a propsito para arraigar y aclimatar, diremos as, la buena
moral, porque difcilmente pueden hallarse hombres de mejor genio, ni ms
candorosos, ni ms dciles.
No piensan jams en lo que son, ni tienen conocimiento, como llevamos
dicho, de que sea tan triste y humillante su destino. Menos pueden dar
cuenta de su -464- ser, ni siquiera admirar las maravillas de la
naturaleza; se ven sin saber quines son, y ven las cosas sin
contemplarlas ni examinarlas; son mquinas que se dirigen y mueven por los
sentidos. Y sin embargo tienen, como cualquier otro de nosotros, una alma
inmortal, una cabeza para pensar, un corazn para sentir! Si no
conociramos el estado de civilizacin en que se hallaron al tiempo de la
conquista de Benalczar, por imperfecta como era, si no hubieran asomado
de cuando en cuando hombres de talento, y despejado y hasta sobresaliente,
que clamaran a gritos contra la temeridad de nuestro juicio, ensendonos
su gnero de vida en justificacin de tanto embrutecimiento; diramos ser
bastante inconcebible que tambin ellos pertenezcan a la familia humana.
La indolencia y la desconfianza son los distintivos ms caractersticos de
su ndole. En todos sus contratos, en todas las acciones de su vida, se ve
de claro en claro que no creen en nadie, que se est tratando de
engaarlos o no se cumplir con lo ofrecido; y esto sucede principalmente
cuando sus negocios se cruzan con los blancos o con quienes no pertenecen
a la raza de ellos. De cuntos engaos habrn sido vctimas para haber
hecho tan palpable la suspicacia, y hasta el punto de tenerla como
distintivo de su carcter!
La fisonoma de los indios es desabrida, grave, melanclica, como
amortiguada por la miseria, y su indiferencia raya en cinismo. Fuera de
las bebidas espirituosas, no hay halagos, no hay prendas con qu poder
seducirlos, ni hay insultos ni desprecios que los irriten cuando los hacen
los de las otras castas, ni amenazas ni temores que los amedrenten. Quien
quiera y delante del mayor concurso puede decirles que son unos borrachos,
unos ladrones, y verdugos y otras cosas as, con la seguridad que no han
de querellarse de injurias ni siquiera ofenderse de ello. A la muerte la
ven sin inquietud ni susto, y con la misma indiferencia que se tendra por
el acto de pasar de una heredad a otra inmediata. Si ven algo en la
muerte, es el recelo de que el prroco trate de privar -465- a los
hijos del par de bueyes o carneros que testan, por los derechos del
entierro; y as, el primer pecado de que se acusan, cuando se hallan ya de
muerte, es que no dejan bienes ningunos65.
Tal es la imagen de la vida de un indio ya civilizado, ya cristiano, ya
social, imagen formada sin coloridos ni sombra, sino muy al natural, a lo
ms dibujada en perfil, tal vez del todo descarnada. Tal es, por lo
general, la vida de los indios de las serranas con bien cortas
modificaciones y bien raras excepciones; vida que llamaramos de expiacin
si los indios fueran hijos o descendientes de las conquistadoras Roma o
XI
Los pocos salvajes que a las veces salen de sus bosques para nuestras
poblaciones, acompandose de otros ya catequizados y acostumbrados a
rozarse con nosotros, echan a mal verse en la necesidad de pedir para
comer, y no tomar libremente cuanto quieren; pues el comunismo, entre la
mayor parte de esas tribus, es de uso al parecer consuetudinario. Se fijan
muy poco y hasta con cierta especie de intencional indiferencia en
nuestros templos y habitaciones; mas no pueden prescindir de curiosear con
suma atencin las partidas de tropa reglada y sus ejercicios.
-474En medio de la taciturnidad y astucia, patentes de por vida, que muestran
en sus rostros, son hospitalarios, sociales y generosos con la gente
blanca, y las puertas de las cabaas las tienen siempre abiertas para
cuantos quieren ocuparlas.
Por lo general, son speras y repulsivas las facciones del salvaje, y sus
ojos, sobre todo, apenas se asemejan a dos lneas anchas, por lo muy
cados que tienen los prpados superiores. Sin embargo, hay muchos bien
apersonados, y casi todos son de cuerpo tan esbelto y elegante, que pueden
excitar la envidia de las seoritas. Se encuentran, asimismo, algunos
blancos y de pelo taheo, procedentes, a no dudar, de las espaolas y
mestizas que arrebataron de Logroo.
La lengua de los salvajes, en fin, como varan sus fisonomas y
costumbres, as vara tambin de tribu a tribu, sin que falten algunos
dialectos provenientes muy a las claras del quichua de los pueblos
citramontanos. Los del Napo para abajo hacen agua de hablarla con mayor
pureza que los de ac.
Si tambin a estos indios se los ha de civilizar como se ha civilizado a
los que viven con nosotros, lo decimos con pena, pero con todo desenfado:
valdr ms dejarlos errantes por los desiertos, y que sigan morando entre
las vboras y fieras, a las cuales tienen siempre avasalladas. S: valdr
ms esa vida de la naturaleza inculta pero hermoseada con la prenda de la
independencia, que la por dems abyecta y ruin que llevan entre los
pueblos cristianos y civilizados que, sin hacerlos participantes de los
beneficios de la sociedad ni de los consuelos de la religin, han agregado
a su ignorancia primitiva algunos vicios, las preocupaciones y la miseria
de las ciudades. El cielo, el sol, el rayo, la opulencia de la vegetacin
que los rodea, las tierras que los alimentan, su vida misma, en fin, les
ha hecho calar, aunque slo instintivamente, que hay alguno que los ha
criado, y los gobierna y conserva, y conserva cuanto ven; y Dios, cuya
existencia les ha dejado traslucir, sabr, con su infinita sabidura, la
-475- manera como recoge a su seno a esas pobres criaturas a quienes
quiso animar con el soplo de la vida.
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