La Energia Humana Teilhard de Chardin PDF
La Energia Humana Teilhard de Chardin PDF
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POR Energa Humana entiendo aqu la porcin cada vez mayor de la energa csmica
actualmente sometida al influjo verificable de los centros de actividad humana. En su estado
elemental (es decir, considerada en el interior y en torno a un elemento humano aislado)
esta energa "hominizada" se nos presenta bajo tres formas, a primera vista diversas, que es
interesante distinguir, al menos por comodidad:
Estos tres tipos de energa parecen constituir a primera vista categoras heterogneas. En
realidad, la reflexin encuentra dificultad en precisar un lmite definido entre ellas, Por una
parte, como ya ha advertido Bergson, en nuestra diferenciacin de lo natural y de lo
artificial interviene mucho lo convencional. Cul es en realidad, desde un punto de vista
biolgico profundo la diferencia entre la mquina hecha de un miembro y la mquina
conseguida prolongando artificialmente ese miembro? Entre el ala de un pjaro y la de un
avin?" Por otra parte, si la energa espiritualizada, a diferencia de las energas incorporada
y controlada, desborda y domina las dimensiones de lo fsico-qumico, quin puede poner
en duda que no las engloba? De dnde le vendra si no su potencia animadora de los
cuerpos, as como sus ligazones ntimas con el estado general del mundo en un momento
determinado?
Todo sucede, en una palabra, como si cada individuo humano representara un ncleo
csmico de naturaleza especial que irradia a su alrededor ondas de organizacin y de
impulso en el seno de la materia, Un ncleo as, tomado con su aureola de animacin, eso es
la unidad " de la Energa Humana."
LA ENERGIA HUMANA
ENSAYISTAS DE HOY
publicadas por
TAURUS EDICIONES
Otras obras:
El grupo zoolgico humano (2 ed.).
Cartas de viaje (2 ed.).
Nuevas cartas de viaje.
Gnesis de un pensamiento (en prensa).
El himno del universo (en prensa).
Construir la tierra (en preparacin).
Reflexiones sobre la felicidad (en preparacin).
LA ENERGIA
HUMANA
INDICE
PRLOGO ...................................................................................................... 005
ADVERTENCIA ..................................................................................................... 010
EL ESPIRITU DE LA TIERRA
EL FENOMENO ESPIRITUAL
LA ENERGIA HUMANA
LA MISTlCA DE LA CIENCIA
Abstraccin hecha de sus escritos teolgicos, est claro que su obra entera tiene por
punto de partida su voluntad de penetrar lo ms lejos posible la estructura fundamental
del universo en el que vivimos y del que formamos parte. Ms que cualquier otro filsofo,
ha tomado como punto inicial los resultados de las ciencias, que le han permitido
comprender el mundo en su dimensin histrica. Desde este punto de vistaconvertido, a
sus ojos, en evidencia, intenta descubrir la coherencia interna y el sentido esencial de la
historia universal, que presenta, segn l, a pesar de la multiplicidad y de la diversidad de
los fenmenos, una unidad y una armona fundamentales, orientando as nuestra actividad
de hombres.
Todas sus disertaciones parten de esta conviccin primordial, e intentan demostrarnos
en qu consiste esta unidad fundamental y cules son las perspectivas que revela sobre la
existencia humana. A l se aplican, igualmente, las palabras de Bergson: "Toda la
complejidad de su doctrina, que ira hasta el infinito, no es, pues, ms que la
inconmensurabilidad entre su intuicin simple y los medios de que dispone para
expresarla" 2. Y nos parece que no andamos lejos de su intuicin inicial si la buscamos en
la proximidad de lo que l ha llamado la ley de la complejidad progresiva y de la
conciencia creciente; en otros trminos, el problema de la relacin espritu materia.
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2 Ibidem.
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Empujado por su deseo de ver el mundo en tanto que unidad, fue llevado,
necesariamente, a la pregunta siguiente: Cmo los dos grandes dominios de nuestra
experiencia, el del mundo exterior y el del mundo interior, pueden ser reducidos a la
unidad en el cuadro de un universo en evolucin? A primera vista" tenemos la impresin de
estar ante un problema puramente filosfico. Desde hace siglos, son los filsofos los que
han trazado paralelos que permiten la aproximacin. Sin embargo, la manera con la que
Teilhard de Chardin se esfuerza en resolver este problema no es filosfico
primordialmente, aunque sus concepciones terminen, sin duda ninguna, por desembocar en
perspectivas metafsicas
Ha escogido su punto de partida entre los datos de las ciencias y hace referencia a
hiptesis de tipo cientfico. En este terreno, la que adopta es el carcter bifaz del Weltstoff,
o materia del universo: si avanzamos la hiptesis de que todo tiene un fuera y
(virtualmente, al menos) un dentro y que estos dos aspectos de la realidad evolucionan, a
travs de la Historia, hacia una complejidad-conciencia siempre creciente, el Universo
comienza entonces: a ser, para nosotros, una realidad coherente e inteligible, lo que no
ocurrir nunca sin esta hiptesis.
En opinin del autor, no se trata, de ninguna manera, en su origen, de una teora
filosfica, sino exclusivamente de una hiptesis cientfica de trabajo. Esta posicin reviste
una importancia capital. Teilhard de Chardin no parte, de ninguna manera, de una especie
de pan-psiquismo filosfico. Habituado a un modo cientfico de pensar, construye una
hiptesis provisional, que compara posteriormente con la realidad. As, como ocurre con la
ciencia, esta hiptesis toma, segn Teilhard, todo su valor y todo su poder de la armoniosa
coherencia que aporta desde que es aceptada.
Se esfuerza sin cesar en examinar los resultados a los que conduce esta hiptesis
cuando se la confronta con la realidad, y a medida que buscaba ms adelante esta
direccin, creca en l la conviccin de haber encontrado as la llave para una acertada
comprensin del universo y, en particular, del lugar ocupado por el hombre en este
universo. Por esto no es sorprendente verle repetir este tema continuamente y darle vueltas
en todos los sentidos.
Mientras que trabaja en el piano cientfico o, mejor dicho, fenomenolgico, no es difcil
seguirle en sus consideraciones. Nadie, en efecto, puede oponerse a una tentativa
semejante. Las dificultades surgen cuando intenta interpretar los resultados de este mtodo
de trabajo desde el punto de vista filosfico. Es innegable, en efecto, que, tarde o temprano,
esto no podr ser evitado, si bien deber plantearse la cuestin de saber hasta qu punto
consideraciones presentes pueden ser asociadas a la filosofa tradicional.
Teilhard de Chardin era consciente de las repercusiones filosficas de sus intuiciones.
En una carta dirigida a un compaero, a quien haba enviado su Esbozo de un universo
personal, escriba, as: ... Voy a enviarle mi ltimo Ensayo, en el que he intentado hacer
mi pequea sntesis sobre la cuestin. Este ensayo corre el peligro de chocar en varios
puntos con su metafsica. Pero estoy persuadido de que es posible una transcripcin ms
tradicional de mis puntos de vista, pudiendo tener mis paradojas el papel de hacer sentir
de una manera "clamante" los puntos en los que la filosofa clsica requiere una mayor
amplitud o un suavizamiento" (Carta del 15 de agosto de 1938).
Del pasaje citado se desprende que Teilhard se adhera a la opinin de que la filosofa
clsica (sin ninguna duda, se refiere a la metafsica escolstico-aristotlica) necesita, en
algunos puntos, un complemento y una mayor amplitud, pero que, en sustancia, puede
conciliarse con sus concepciones. En lo que concierne a este ltimo punto, poseemos el
testimonio capital de un filsofo de los ms calificados, el P. Marchal, S. J. En una nota al
P. Augusto Valensin, S. J., escriba en estos trminos: "Como en sus trabajos, el autor
supone admisible una cierta continuidad de evolucin de la materia en el Hombre. Esto
puede ser entendido de una manera perfectamente ortodoxa, e incluso comprenderse
fcilmente en las doctrinas aristotlicas de la causalidad... Profesando que el alma
espiritual no ha sido creada ms que "in corpore" con el concurso de la materia, ellos (los
filsofos y los telogos) admiten, por el hecho mismo, una "noosfera", religada al resto del
mundo material por correlaciones necesarias. Hay, pues, a sus ojos, una "ciencia natural",
no solamente del cuerpo humano, sino del Hombre entero. Este determinismo natural de
todo el Hombre no excluye la espontaneidad, incluso en su expresin ms alta, al acto
libre."
En este dominio, los textos publicados en este volumen sern, sin ninguna duda, tema de
discusin, de manera que se estimulen y fecunden las investigaciones ulteriores. Los textos
que se refieren a esta cuestin deben, pues, ser considerados, sobre todo como
instrumentos de trabajo que pueden ser tiles para un examen subsiguiente del problema
planteado. Segn las mismas intenciones del autor, deben ser considerados, igualmente,
como una contribucin provisional a la solucin de un problema que ocupa, ya desde hace
tiempo, a las mentes y que, quiz, no ser nunca resuelto de manera completa.
Se plantea as el problema general de la relacin del pensamiento teilhardiano con la
filosofa escolstica. Aunque elaboradas bajo el ngulo fenomenolgico, sus
consideraciones desembocan, a fin de cuentas, a una metafsica.. Lo inverso sera, por otra
parte, completamente inimaginable. Su anlisis del fenmeno csmico nos lleva al umbral
del pensamiento filosfico, arroja una nueva claridad sobre problemas antiguos y nos deja
ver, incluso, en qu direccin debera ser conducido ulteriormente este pensamiento
filosfico. Recientemente, Juan Danilou, S. J., lo ha subrayado de manera patente: "Se
tiene la impresin de que redescubre la metafsica, como han podido descubrirla los
presocrticos. Construye una metafsica en el prolongamiento de la ciencia de su tiempo" 3.
Es, precisamente, remontndose hasta las fuentes vivas de una metafsica verdadera, es
decir, hasta el reconocimiento ntegro de la realidad, tal como la ha hecho aparecer la
experiencia cientfica, como ha abierto el camino a una reflexin filosfica renovada.
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3 J. DANILOU: Signification de Teilhard de Chardin, tudes, t. 312, febrero
1962, pg. 147.
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En esto exactamente discierne el P. Danilou uno de los mritos muy particulares de
Teilhard de Chardin. Cierto que ste no se encontraba siempre muy a gusto en los cuadros
de la escolstica tradicional: "Por una parte, indudablemente, se senta molesto en ella. Su
pensamiento no se expresa en ningn grado a travs de las categoras escolsticas de acto
y de potencia, de materia y de forma, de sustancia y de cccidente. Precisamente, Teilhard
ha querido partir de cero; es decir, tomar su punto de apoyo en el contacto con el estado de
la ciencia de su tiempo. Pertenece a la poca en que la fsica nuclear ha revolucionado la
concepcin de la materia, mostrando que materia y energa eran reversibles, y, por tanto,
que la materia poda ser considerada como un campo de fuerzas energticas. Pertenece a
la poca en que la evolucin biolgica se ha mostrado como la explicacin ms plausible
de un conjunto de datos de los que constitua la ley de inteligibilidad. El lenguaje que habla
es el de la ciencia. Y este lenguaje es diferente al de la escolstica tradicional.
En qu consiste, pues, la significacin filosfica de Teilhard de Chardin?
Precisamente, en que universaliza el lenguaje de las ciencias y lo extiende a la totalidad de
la existencia: "Transpone las categoras cientficas en categoras metafsicas (...). Su
pensamiento puede ser interpretado en el sentido de que, en niveles de existencia
diferentes, encontramos analogas que expresan un cierto parecido. Teilhard extrae as
leyes generales de la vida, ley de complejificacin, ley de evolucin, ley de personificacin,
ley de socializacin. Estas leyes se verifican en todos los niveles. Permiten, pues, pensar la
totalidad, establecer ligazones. La metafsica es precisamente esto.. No hay metafsica sin
analoga. Pero el pensamiento moderno desprecia, con demasiada frecuencia, el valor
gnoseolgico de la analoga."
As considerada, la obra de Tehard de Chardin reviste, en efecto, una significacin
filosfica excepcional. Pero, al mismo tiempo, se manifiesta claramente cmo la sucesin
de sus ideas est ligada, de manera eminente, a la filosofa aristottica y tomista. "Aqu
hay, igualmente, en el origen, un anlisis fsico y biolgico. Y es en prolongacin de este
antisis en el que estn concebidas, analgicamente, las realidades metafsicas. Teilhard
nos parece, as, volver a encontrar la actitud Profunda de la filosofa tradicional de la
Iglesia, pero despojndola, podramos decir, de un lenguaje que era solidario de una
ciencia periclitada, para inventarla un lenguaje nuevo, expresin de la ciencia actual. Pero
si ha podido hacer esta operacin es porque Teilhard haba heredado de la filosofa
escolstica, porque haba conservado lo esencial. Es esto lo que le ha preservado del
materialismo, del pantesmo y del evolucionismo. Es por esto por lo que las categoras de
persona, de creacin, de Dios, son constitutivas de su pensamiento. Pero no ha retenido de
la escolstica ms que sus categoras fundamentales y las ha interpretado a partir del
hecho cientfico de su tiempo 4.
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4 Ibidem, pgs. 78-79.
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N. M. WILDIERS
Doctor en Teologa.
ADVERTENCIA
Los escritos que publicamos a partir de este tomo VI no han sido revisados por el P.
Teilhard de Chardin con vistas a la edicin.
Siguiendo la intencin del autor, y como indica el R. P. Wildiers en el Prefacio, los
presentamos a nuestros lectores como instrumentos de trabajo.
Las anotaciones de este volumen han sido necesarias por las interpretaciones errneas
del pensamiento del autor, reveladas en diversas obras o en artculos de prensa. Siempre que
es posible, sacamos estas explicaciones de los mismos escritos del P. Teilhard.
EL ESPIRITU DE LA TIERRA
INTRODUCCIN
l. ESPRITU O MATERIA?
Lo primero que he visto es que slo el Hombre puede servir al Hombre para descifrar el
Mundo.
Hasta aqu, el Hombre, en lo que tiene de verdaderamente esencial, ha sido dejado fuera
de todas las construcciones cientficas de la Naturaleza. A los ojos de unos, su valor
espiritual es demasiado grande para que sea posible integrarle, sin una especie de
sacrilegio, en el proceso general de la Historia. A los ojos de otros, su facultad de elegir y
de abstraer est demasiado alejada de los determinismos materiales para que sea posible, ni
siquiera til, asociar a los elementos con los que se construye la Fsica. En los dos casos,
por exceso de admiracin o por falta de estma, el Hombre permanece flotando por encima,
o rechazado al margen del Universodesarraigado o accesorio. El que hace la Ciencia,
queda fuera de los objetos de la Ciencia. Esta es la fuente de todas nuestras dificultades
intelectuales y morales presentes. No comprenderemos nunca ni al Hombre ni a la
Naturaleza si, de acuerdo con lo que nos gritan los hechos, no nos volvemos a sumergir
completamente uno en el corazn de otro (pero sin destruirle).
Hay que realizar, en fin, este gesto. Hay que aceptar lo que la Ciencia nos dice, a saber,
que el Hombre ha nacido de la Tierra. Pero, ms lgicos que los sabios que nos hablan,
tenemos que ir hasta el final de la leccin; es decir, aceptar que el Hombre haya nacido, por
entero, del Mundono solamente sus huesos, su carne, sino su increble poder de
pensamiento 2. Considermosle, sin minimizarle, como un Fenmeno. Ipso facto, se va a
encontrar cambiada la faz del Universo.
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2 Para el transformismo cristiano, la accin creadora de Dios no se concibe ya como
empujando sus obras, intrusivamente, en medio de los seres preexistentes, sino
como haciendo nacer, en el seno de las cosas, los trminos sucesivos de su obra. No
es ni menos esencial, ni menos universal, ni, sobre todo, menos ntima por esto.
(Nota del autor para "La Paradoja transformista, t. III, La Visin del Pasado, p.
141.
Ante nosotros, el Mundo es como un laberinto. Muchas entradas, pero un solo camino
que conduce al centro. La Naturaleza se resiste a nuestros esfuerzos por penetrarla, porque
la tomamos de travs o a contrapelo. Escojamos mejor lo Conocido y lo Desconocido.
Pongamos la X donde debe estar, es decir, en lo material y en el plural; y reconozcamos que
lo consciente, lo libre, son evidencias primitivas no analizables. Entramos, entonces, en el
orden. Ya no hay umbrales infranqueables ni callejones sin salida. El hilo de Ariadna, para
dirigirnos en el Universo, es "el nacimiento del Espritu"; y la mano que nos lo da, es el
reconocimiento legal del "Fenmeno humano".
II LA TIERRA Y EL ESPRITU
As, nuestro pensamiento ha elegido: la gnesis del espritu es un fenmeno csmico; y
el Cosmos consiste en esta gnesis misma 5. Pero la Vida, en potencia por todas, partes, en
el Cosmos, no conocemos todava ms que la Vida en la Tierra. Intentemos comprender la
Vida de la Tierra.
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5 Como en sus otros trabajos, el autor supone admisible una cierta continuidad de
evolucin de la Materia en el Hombre. Esto puede ser entendido de una manera
perfectamente ortodoxa y encuadrarse fcilmente, incluso, en las teoras
aristotlicas de la causalidad (...).
"Profesando que el alma espiritual no ha sido creada ms que "in corpore", y no
opera ms que con el concurso de la materia, ellos (los filsofos tomistas)
admiten, por este mismo hecho, una "noosfera" ligada al resto del mundo material
por correlaciones necesarias. Hay, pues, a sus ojos, una "ciencia natural" no
solamente del cuerpo humano, sino del Hombre entero. Este determinismo natural
de todo hombre no excluye la espontaneidad, incluso en su expresin ms alta, el
acto libre."
(Extracto de una revisin hecha por el P. Marchal, S. J., de un ensayo del P.
Teilhard titulado El fenmeno humano y fechado en 1928. El P. Teilhard envi
esta revisin al P. Valensin en la carta que le dirigi el 29 de septiembre de 1928.)
(N. del E.)
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Sigamos ahora los movimientos ntimos de la capa viva con que se ha envuelto,
perceptiblemente, nuestro planeta.
Qu ocurre en los niveles (nicos interesantes, desde ahora, para nosotros) de la
Biosfera? La historia de la Vida se separa, aqu, de las simples hiptesis y comienza a
respondernos..., con tal que la comprendamos bien. En nuestros das, la ligazn
fundamental de las formas vivas y su nacimiento, unas a partir de otras, no es ya seriamente
discutida. Pero falta, todava, que los bilogos se entiendan sobre la forma de esta evolucin
en la que muchos continan no viendo ms que una abundancia ininteligible y una
diversidad desordenada. Esta duda reside, probablemente, en la confusin que reina todava
comnmente sobre los tres tipos muy diferentes de evolucin biolgica. De estas tres
evoluciones, la ms superficial (se podra llamar evolucin de dispersin) consiste, en
efecto, en una simple diversificacin (o exposicin) de las formas vivas en el interior de un
haz de posibilidades equivalentes, en la forma o en la coloracin; as, entre otros, algunos
grupos de plantas, de mariposas, de pescados, de antlopes. Ms profunda se sita la
evolucin de diferenciacin instrumental, por la que las formas se distribuyen en
radiaciones diversas, definidas cada una por la adquisicin de un tipo morfolgico
especializado (natacin, carrera, vuelo, formas socavadoras y animales de presa); de estas
transformaciones nacen la mayor parte de los filum que distingue la Paleontologa. Por
debajo se dibuja la evolucin de mayor conciencia, en virtud de la cual los seres vivos, en
masa, sobre todo el frente de la Biosfera, se alzan ms o menos (a excepcin de los tipos
inmviles o regresivos) hacia una mayor organizacin (individual o colectiva) y hacia una
mayor espontaneidad. Pues bien, slo esta tercera clase de evolucin (marcada tanto en la
concentracin de los sistemas nerviosos como en la constitucin de los agrupamientos
sociales) puede darnos el sentido y la verdadera forma de los movimientos de la Vida. Hasta
aqu, la Biologa ha observado y ha estudiado poco, en sus construcciones, la evolucin de
conciencia, menos apta, en virtud de su misma amplitud, para proporcionar referencias a la
Sistemtica. Pero en sta, indudablemente, yace el movimiento de fondo, del que los otros
dos tipos de evolucin no son ms que armnicos; y con ella sola tenemos, por fin, un
parmetro absoluto de los desarrollos, no solamente de la Vida terrestre, sino del Mundo.
Semejante a una marea, la subida multiforme hacia la Conciencia hincha con su savia y
empuja hacia adelante, sin retroceso ni desviacin de conjunto, a todas las fibras de la
Biosfera; sus latidos sucesivos marcan las grandes etapas de la Vida; y, siguiendo su je de
progresin, un da se ha abierto paso en un dominio nuevo. Despus de millares de siglos de
esfuerzos, la Vida terrestre, hija del Cosmos, ha emergido en el Pensamiento.
Y henos aqu, de nuevo, ante el suceso capital que domina la Historial Natural del
Mundo: el fenmeno humano. Un cierto nmero de caractersticas esenciales deben llamar
nuestra atencin frente a l.
En un principio, el Hombre (es decir, la Vida pensante) se establece sobre la Tierra a
travs de un punto o una superficie crtica de transformacin. Como la cspide, inextensa,
en que se concentran al lmite las secciones de un conocomo el vapor en el que se
transforma, sin cambiar de temperatura, un lquido en ebullicin, el Pensamiento sucede
a la Vida irreflexiva, franqueando un umbral, por un cambio de estado. Sin duda, nada
semejante ha sucedido en nuestro Mundo desde la condensacin inicial de la Pre-Vida. El
Pensamiento humano abre, pues, una era nueva en la historia de la Naturaleza. Pero, aunque
es una Vida renovada, no es una Vida completamente nueva. En su espiritualidad, como en
la cspide del cono, deben volverse a encontrar todas las generatrices pasadas,
reconocibles, aunque hominizadas: el hambre, el amor, el sentido de lucha, el gusto por la
presa. El control de estas herencias en un plano superior es el trabajo de la Moral y el
secreto de la ms-vida.
Desde otro punto de vista, las consecuencias biodinmicas de la aparicin del
Pensamiento en la Biosfera reproducen, en un dominio ms elevado, las que hemos hecho
notar en el caso de la primera aparicin de la Vida organizada. En el nacimiento de la
Biosfera se haban exhalado las cualidades juveniles de la Materia terrestre, reducida a la
impotencia, en adelante, para producir nueva Vida. En la eclosin, en un tallo, de la flor
humana, la Vida animal ha agotado, probablemente, todo su poder de reflexin. Ningn
otro Pensamiento, en consecuencia, podra dibujarse nunca, sobre la Tierra, al lado del
Pensamiento humano, como competidor o como aliado. Y ninguno podra venir a relevarle
si, por alguna defeccin general o por desaparicin, llegara a ser decapitado.
De donde esta conclusincientficamente establecida, pensamos, e inevitable: En el
Espritu humano, como en un fruto nico e irremplazable, se encuentra reunida toda la Vida
sublimada (es decir, en suma, todo el valor csmico) de la Tierra.
Por "Sentido de la Tierra" hay que entender aqu el sentido apasionado de destino
comn que arrastra, cada vez ms lejos, a la fraccin pensante de la Vida. De derecho,
ningn sentimiento est ms fundado en la naturaleza, ni es, pues, ms poderoso que ste.
Pero, de hecho, ninguno se despierta ms tarde, puesto que exige, para su explicitacin, que
nuestra conciencia, emergiendo ms all de los crculos crecientes (pero demasiado
restringidos todava) de la familia, de la patria, de las razas, descubra, al fin, que la nica
Unidad humana verdaderamente natural y real es el Espritu de la Tierra. Durante
centenares de siglos (y hasta ayer, podramos decir), los Hombres han vivido como nios,
sin comprender el misterio de su nacimiento ni el secreto de los impulsos oscuros cuyas
grandes olas les llegaban alguna vez de las profundidades del Mundo. Bajo la excitacin de
los descubrimiento repetidos que, en el espacio de un siglo, han revelado paulatinamente a
nuestra generacin, primero, las profundidades y la significacin del tiempo; despus, los
recursos espirituales y limitados de la Materia, y, por fin, la potencia de los seres vivos
asociadas, bajo esta excitacin, parece que nuestra psicologa cambia y que el Hombre se
aproxima a esto que se podra llamar la crisis de la pubertad. Comienza (lo creemos
seriamente) a dibujarse una pasin nueva, victoriosa, que barrer o transformar lo que han
sido hasta aqu los caprichos y las puerilidades de la Tierra. Y su accin saludable viene a
punto para controlar, despertar u ordenar: las fuerzas emancipadas del Amor, las fuerzas
dormidas de la Unidad humana, las fuerzas vacilantes de la Investigacin...
A) El Amor
C) Investigacin
8 "En un primer momento slo habamos podido registrar, con asombro, sin
explicarla, la ascensin persistente, a contracorriente, de una fraccin del Mundo
hacia estados cada vez ms improbables de complejidad. Comprendemos ahora
que este movimiento paradjico est sostenido por un primer Motor hacia delante
(...). Desde este punto de vista (...) la Evolucin toma su rostro verdadero para
nuestra inteligencia y nuestro corazn. No es creadora, como la Ciencia ha
podido creerlo por un momento, sino que es la expresin, para nuestra experiencia,
en el Tiempo y en el Espacio, de la Creacin. (El lugar del Hombre en el
Universo, en el t. III de La Visin del Pasado, pgs. 323-324.)
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Volvamos ahora a la Tierra misma e intentemos adivinar lo que sern los perodos
ulteriores de su evolucin espiritual.
En el curso de una primera fase, nos est permitido suponer que los estrechos lmites en
que nos confina, lejos de ser una causa de debilitamiento, representan, por el contrario, una
condicin necesaria para el progreso. Hay, lo hemos reconocido ms arriba, un Espritu de
la Tierra. Pero para formarse y configurarse, este Espritu tiene necesidad de que un potente
factor de concentracin opere el acercamiento y exalte el poder de la multitud de los
hombres. Vemos ya realizarse, ante nuestra vista, por la interpenetracin de los intereses y
de los pensamientos, el primer poder masivo sobre la capa humana. Ningn resultado
parecido sera posible en una superficie de habitacin ilimitada. Prolonguemos, con el
pensamiento, este proceso de continua unificacin, en el curso del cual las afinidades
internas de los elementos estn forzadas, unas sobre otras, por la forma misma del astro que
nos aguanta. Qu nuevo poder va a estallar de este formidable tratamiento de la materia
espiritual? Sufrimos stas as metidos en un molde, porque nuestras libertades son
quebrantadas momentneamente y porque, encontrndose ciertas relaciones materiales (lo
que tal vez sea inevitable) en avance sobre el trabajo de animacim, tenemos la
impresin de pasar al estado de mquina o de termitera. Pero confiemos en las energias
espirituales. La verdadera unin no ahoga, ni confunde, los elementos: los supradiferencia
en la Unidad. Un poco ms de tiempo y el Espritu de la Tierra saldr de la prueba con su
individualidad especfica, su carcter y su fisonoma propios. y entonces, en la superficie de
la Noosfera, gradualmente sublimada en sus pasiones y sus preocupacionessiempre
tendida hacia la solucin de problemas ms elevados y hacia la posesin de objetos
mayor, la tensin hacia el ser ser prxima.
Pasado este estadio est el gran enigma. Qu suceder en este perodo crtico de
maduracin de la Vida terrestre? Seremos capaces, en este momento, de alcanzar otros
centros de vida csmica para volver a hacer, en un orden superior, el trabajo de sntesis
universal? O bien franquearemos, sin dejar la Tierra, alguna nueva superficie de
discontinuidad ontolgica, la tercera, despus de la vitalizacin y la hominizacin? Lo ms
probable es que suceda otra cosa, pero que no puede entreverse ms que haciendo entrar en
linea la inflluencia espiritual de Dios.
Un perodo de gran ilusin que habr atravesado el Hombre de nuestro tiempo habr
sido imaginarse que, una vez llegado a un mejor conocimiento de s mismo y del Mundo, no
tena necesidad de Religin. Los dos grandes descubrimientos modernos del Espacio y del
Tiempo, culminando en la conciencia de la Evolucin, han tenido como consecuencia hacer
saltar muchas representaciones de detalle. Ha podido parecer, un instante al menos, que
ninguna de las creencias pasadas quedaba en pie, de tal modo que se han multiplicado los
sistemas en los que el hecho religioso era interpretado como un fenmeno psicolgico
ligado a la infancia de la Humanidad. Con un mximo en los orgenes de la Civilizacin,
deba desvanecerse gradualmente y ceder el paso a construcciones ms positivas, de las que
Dios (sobre todo un Dios personal y transcendente) se encontrara excluido. Pura
apariencia. En realidad, para el que sabe ver, el gran conflicto del que salimos no habr
hecho ms que consolidar en el Mundo la necesidad de creer. Llegado a un grado superior
en el dominio de s mismo, el Espritu de la Tierra descubre en s una necesidad cada vez
ms vital de adorar: de la Evolucin universal emerge Dios en nuestras conciencias ms
grande y ms necesario que nunca.
Esbocemos brevemente, ahora que podemos comprenderlas un poco mejor (ms all del
velo y detalle de las religiones sucesivas), las grandes fases de la continua subida de Dios.
El nacimiento y el progreso de la idea de Dios en la Tierra estn ntimamente ligados al
fenmeno de la Hominizacin. En el mismo momento en que la Vida se hace reflexiva en
virtud de este mismo gesto, se encuentra frente al problema de la Accin. Despierta por s
misma al camino ascendente y difcil de una unificacin progresiva. Cmo se justificar
esta obligacin primordial, congnita? Dnde encontrar no solamente la legitimacin,
sino el valor y el gusto para el esfuerzo? Hemos dado brevemente, un poco ms arriba, las
lineas principales de la nica respuesta posible a esta cuestin planteada por la Vida a s
misma. Ninguna consideracin podra, de derecho, decidimos a dar el menor paso hacia
adelante, si no sabemos que el camino ascendente lleva a alguna cima de la que la Vida no
volver a descender. El nico Motor posible de la Vida reflexiva es, pues, un Trmino
absoluto, es decir, Divino. La Religin puede convertirse en un opio. Con demasiada
frecuencia est considerada como un simple alivio de nuestras penas. Su verdadera funcin
es sostener y aguijonear el progreso de la Vida. No queremos decir con esto, ni mucho
menos, que esta conviccin se haya abierto paso desde el origen en el espritu humano con
tanta claridad como hoy entre nosotros. Pero podemos reconocer que, bajo interpretaciones
mucho ms sencillas e infantiles, es esta necesidad profunda de absoluto la que se ha
buscado, desde el principio, a travs de todas las formas progresivas de Religin.
Pero una vez comprendido este punto de partida, resulta evidente que la funcin
religiosa, nacida de la Hominizacin, est ligada a sta y no puede por menos de crecer
continuamente con el Hombre mismo. Contrariamnte a lo que repiten muchos, cuanto ms
Hombre sea el Hombre, ms sentir la necesidad de consagrarse a alguien ms grande que
l. No es esto lo que podemos constatar, precisamente, alrededor de nosotros? En qu
momento ha existido en la Noosfera una necesidad ms urgente de encontra una Fe, una
Esperanza, para dar un sentido, un alma, al inmenso organismo que construimos? En qu
poca ha sido ms violenta la crisis entre el gusto y el disgusto por la Vida? Realmente, en
nuestros das, oscilamos entre dos pasiones: servir al mundo o rebelarse contra l. Puesto
que la Vida no puede perecer ni revolverse contra s misma, es necesario que estemos cerca
del triunfo explcito de la Adoracin.
Y, de hecho, correlativamente a la espera creciente de la Humanidad, parece que el
rostro de Dios crece, gradualmente, a travs del Mundo. Dios ha podido dar, a veces, la
impresin de desaparecer, eclipsado por la enormidad orgnica del Cosmos que se
descubra a nosotros. Estas inmensidades nuevas, si hemos comprendido que el Universo
est en desequilibrio hacia el Porvenir y hacia el Espritu, no hacen ms que revelarnos la
majestad, las dimensiones, la exuberancia de la Cima hacia la que converge todo. Los No-
creyentes de nuestro tiempo se inclinan ante el Dios-Energa. Pero es imposible pararse
en este estadio, bastante vago, de pantesmo materialista. So pena de ser menos
evolucionado que los trminos que su accin anima, la Energa Universal debe ser una
Energa Pensante. Y, en consecuencia, como vamos a ver, los atributos de valor csmico
que irradia, a nuestros ojos de hombres modernos, no suprimen en nada la necesidad en que
estamos de reconocerle una forma transcendente de Personalidad.
La Personalidad de Dios es, probablemente (con la de la supervivencia de las almas),
la nocin ms opuesta y ms antiptica, en apariencia, al pensamiento cientfico
contemporneo. Hay que buscar el origen de este disfavor en el desprecio intelectual que ha
hecho rechazar como antropocntrica toda tentativa que tienda a comprender el Universo
por medio del Hombre. Volvamos a situar, una vez ms, en su verdadero lugar, el hecho
humano. Reconozcamos, no por vanidad o pereza, sino por evidencia cientfica, que no hay
ningn fenmeno ms preparado, ms central, ms caracterstco que ste. Y al mismo
tiempo henos aqu obligados a admitir que, incluso (y sobre todo) hoy, en razn del valor
nuevo que el Hombre toma en la Naturaleza, la idea de un Dios concebido como centro
claro y animado del Mundo, no puede por menos de estar en pleno crecimiento. Digamos,
en efecto, sustituyendo una por otra dos frmulas equivalentes, que, por el acontecimiento
capital de la Hominizacin, la porcin ms avanzada del Cosmos se ha encontrado
personalizada. Este simple cambio de variable hace aparecer, para el Porvenir, una doble
condicin de existencia que no podr ser evitada. En primer lugar, puesto que todo en el
Universo, ms all del Hombre, sucede en el ser personalizado, el Trmino ltimo divino
de la Convergencia universal debe poseer adems (eminentemente) la calidad de una
Persona (sin lo que seria inferior a los elementos que domina). Pero hay algo ms que
observar todava, un poco ms sutil, pero no menos seguro. A la idea de un Centro personal
(o ms bien suprapersonal) separndose de lo Mltiple, reaccionamos primero imaginando
ese centro como formndose por la acumulacin, por despojos de los centros personales
inferiores que le abandonan su progreso. Pero esto es una visin inexacta, reposando en el
hecho de que en el interior de la esfera personalizada del Mundo transportamos, sin
correccin, un tipo de herencia particular a las zonas infrapersonales del Cosmos. Sigamos
reflexionando y reconoceremos que una persona no debe transmitir (y no debe tener el
gusto vital de transmitir) a la Evolucin ms que su personalidad misma. Concebimos que,
por el progreso del Ser csmico, esta persona se encuentra supercentrada" en ella misma o
como descentrada en un centro superior. Pero no podra pasar en este centro como un don
salido de ella y que no sera ella, pues toda su calidad es ser ella mismaexpresin
incomunicable desde un punto de vista consciente sobre el Universo. Si es as, la cima
definitiva del Mundo acabado, es decir, personalizado (a saber, Dios), no puede, de ninguna
manera, ser concebido como naciendo de una especie de agregacin de personalidades
elementales (puesto que stas son, por naturaleza, in-descentrables). Para sobre-animar, sin
destruirle, un Universo formado por elementos personales, tiene que ser l mismo un
Centro especial. As reaparecen no ya sentimentales e instintivos, sino estrechamente
ligados a las visiones evolutivas contemporneas (con tal que no sea excluido el Hombre!),
los conceptos tradicionales de un Dios influyendo intelectualmente en mnadas inmortales,
distintas de l mismo.
Entonces, todo lo que se ha dicho en estas pginas sobre el Espritu de la Tierra exige,
para estar completo, doblarse de otra perspectiva. Hemos seguido el Fenmeno espiritual
csmico desde el interior por va de simple inmanencia. Pero he aqu que por la lgica
misma de esta va nos vemos forzados a emerger y a reconocer que la corriente que agita a
la Materia debe ser concebida menos como un simple empuje interno que como una marea.
Lo Mltiple sube, atrado y englobado por el ya Uno. Este es el secreto y la garanta de
irreversibilidad de la Vida.
En una primera faseanterior al Hombrela atraccin era vital, pero ciegamente
recibida por el Mundo. A partir del Hombre, se despierta, al menos parcialmente, en la
libertad reflexiva y suscita la Religin. La Religin, que no es una crisiso una opcin a
una intuicinestrictamente individual, sino que representa la larga explicacin, a travs
de la experiencia colectiva, de la Humanidad entera, del Ser de Dios. Dios reflejndose
personalmente en la suma organizada de las mnadas pensantes para garantizar una salida
cierta y fijar leyes precisas a sus actividades vacilantes; Dios, inclinado sobre el espejo de la
Tierra, hecho inteligente, para imprimir en l los primeros rasgos de su Hermosura.
La ltima fase de esta Revelacin inmensa, cuya historia se confunde con la del Mundo,
no puede ser ms que la de la Unin, cuando la atraccin divina, victoriosa de las
resistencias materiales debidas a la pluralidad inorganizada, haya arrancado definitivamente
a los determinismos inferiores el Espritu elaborado lentamente por toda la savia de la
Tierra.
Cmo terminar la Evolucin espiritual de nuestro planeta?, nos preguntbamos al final
del captulo anterior. Quiz, responderemos ahora, a travs de una vuelta ms psquica que
sideral, parecida, es posible, a una Muerte, pero que ser, de hecho, la liberacin fuera del
plano material histrico y el xtasis en Dios *.
Por naturaleza, la enfermedad tiende a dar, a los que alcanza, la impresin de que son
intiles, o incluso una carga en la tierra. Casi inevitablemente debe parecer a los enfermos
que, por simple desgracia, en la gran corriente de la Vida son relegados al margen de lo que
funciona y de lo que se mueve: les parece que su estado no tiene sentido y les reduce, se
podra decir, a la inaccin en medio de la accin universal.
Las observaciones que siguen querran ayudar a disipar estas visiones deprimentes
mostrando, desde un punto de vista posible, el lugar y la eficacia del sufrimiento en la
construccin del mundo, aun en el visible.
Y, ante todo, el Mundo se construye. Esta es la verdad fundamental que hay que
comprender en primer lugar, y comprenderla tan bien que se convierta, para nosotros, en
una forma habitual y como natural de nuestros pensamientos. A primera vista, corremos el
peligro de que los seres y sus destinos nos parezcan como distribuidos al azar, o al menos
arbitrariamente, sobre la faz de la Tierra. Casi pensamos que cada uno de nosotros habra
podido nacer, indiferentemente, ms tarde o ms temprano, aqu o all, ms dichoso o
menos afortunado: como si el Unverso, del principio al fin de su historia, formase, en el
Tiempo y en el Espacio, una especie de vasto parterre cuyas flores fueran intercambiables a
capricho del jardinero. Esta idea no parece justa. Cuanto ms se reflexiona con la ayuda de
todo lo que nos ensean, cada una en su lnea, la ciencia, la filosofa y la religin, ms
cuenta se da uno de que el Mundo debe compararse no a un haz de elementos
artificialmente yuxtapuestos, sino ms bien a algn sistema organizado, animado de un
amplio movimento de crecimiento que le es propio. Parece verdaderamente que se realiza a
lo largo de los siglos un plan de conjunto alrededor nuestro. Hay un proceso en curso en el
Universo, un resultado en juego que podramos comparar a una gestacin o a un
nacimiento: el nacimiento de la realidad espiritual formada por las almas y por lo que stas
arrastran consigo de materia. Laboriosamente, a travs y a favor de la actividad humana, se
rene, se separa y se depura la Tierra nueva. No, no somos comparables a los elementos de
un ramo de flores, sino a las hojas y a las flores de un gran rbol, en el que aparece todo a
su tiempo y en su lugar, a la medida y a peticin del Todo.
Vayamos un poco ms lejos. En este sujeto de conjunto, formado por todos los hombres
a la vez y subordinado a Cristo en el interior del Cuerpo mstico, hay (nos lo dice San
Pablo) funciones, rganos diferentes. Qu parte nos imaginamos que es la ms
especialmente encargada de sublimar, de espiritualizar el trabajo general de progreso y de
conquista? Los contemplativos y los orantes, sin duda. Pero tambin los enfermos y los
que sufren. Por naturaleza, por complexin, los que sufren se encuentran como arrojados
fuera de s mismos, empujados a emigrar fuera de las formas presentes de la Vida. No
estn, por tanto, por el mismo hecho, predestinados, elegidos, para el trabajo de elevar al
Mundo, por encima del placer inmediato, hacia una luz cada vez ms alta? A ellos
corresponde el tender ms explcita y ms puramente que los dems hacia lo Divino. A ellos
corresponde hacer respirar a sus hermanos que trabajan, como mineros, en las
profundidades de la materia. As, justamente, los que llevan en sus cuerpos debilitados el
peso del Mundo en movimiento, por una hermosa revancha de la Providencia, son los
factores ms activos de ese progreso que pareca sacrificarles y triturarles.
Puede parecer que, en su esfuerzo por comprender, el Mundo del Pensamiento humano
colectivo haya alcanzado una especie de punto muerto. Se ha llegado a un acuerdo, desde
ahora, en las avanzadillas de la Ciencia, para reconocer que nos encontramos en un
Universo en evolucin. Cada realidad se propaga indefinidamente hacia atrs y hacia
adelante de nosotros; nadie cuyo pensamiento cuente pone en duda que en este incesante
devenir se manifiesta una de las condiciones ms objetivas y ms generales de la
experiencia.
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1 Para evitar cualquier equvoco, el Padre ha glosado el ttulo francs de este
opsculo por el ingls A personalistic universe. Hay que entender, pues, Esquisse
d'un univers personnaliste. (N. del E.)
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Pero tiene algn sentido este devenir? Est dirigida esta evolucin?... Aqu, con la
mayor sinceridad del mundo, dudan los espritus, y como sabuesos que han perdido la pista,
dan rodeos sin avanzar o incluso renuncian a llevar ms lejos la caza. "No; parece que no
vamos a ninguna parte. O si vamos a alguna parte nos es imposible, faltos de referencia
como estamos, adivinarlo. Todo se agita y nada avanza." As habla, aproximadamente, la
mitad de la gente ms inteligente que conozco.
Las pginas que siguen representan un esfuerzo por franquear la dificultad, sin recurrir,
indebidamente, a ninguna filosofa. Nos encontramos frente a un problema de la Naturaleza:
descubrir, si es que existe, el sentido de la Evolucin. Se trata de resolverlo sin dejar el
terreno de los hechos cientficos. Esto es lo que voy a intentar hacer aqu.
Como punto de partida para esta tentativa he elegido, una vez ms, la hiptesis sugerida
por todos los resultados de la Biologa, de que la conciencia no ha dejado nunca de crecer a
travs de los seres vivos y que la forma reflexiva personal, alcanzada por ella en el Hombre,
es la ms caracterstica que le conocemos. Con esto, volver a insistir sobre ello, no
introduzco ningn juicio de valor absoluto: No intento saber si un ser ms consciente es
absolutamente mejor que un ser menos consciente. Me limito a registrar que lo ms
consciente (es decir, lo ms reflexivo, lo mejor centrado) sucede histricamente a lo menos
centrado, a lo menos reflexivo, a lo menos consciente. Parece haber en ello un viento de
espritu registrable a travs del Mundo. Cmo establecer definitivamente este hecho que,
bien probado, nos dara la prueba buscada de un movimiento definido del Universo?
Aceptndolo, respondera yo, y mirando a ver si, llevado a sus ltimas consecuencias,
verifica el Universo a travs de nosotros. La Fsica no tiene ms criterio de la verdad de sus
desarrollos que esta verificacin.
Lo que me propongo, finalmente, en este Ensayo es construir una figura del Mundo
fsico alrededor de la Persona humana, escogida como elemento significativo de todo el
sistema. Una vez admitido que la mnada reflexiva representa la malla del Cosmos, qu
estructura. y qu porvenir nos vemos obligados a atribuir a ste? Esto es lo que intento
descubrr.
En el curso del trabajo me preocupar nicamente de ir lgicamente hasta el final de las
relaciones orgnicas que se descubren, justo para ver lo que sucede, un poco como se
construye una Geometra. Y es el xito de conjunto el que decidir. Si el edificio no se
acaba en s mismo o si contradice una parte de la experiencia, es que la hiptesis inicial es
mala y debe ser abandonada. Pero si, por el contrario, llega a cercar y a armonizar el Mundo
un grado ms, podremos concluir entonces que, al admitir un sentido espiritual a la
Evolucin, nos hemos aproximado a la verdad.
La verdad no es otra cosa que la coherencia total del Universo con relacin a cada punto
de s mismo. Por qu sospechar de esta coherencia o subestimarla porque somos nosotros
mismos los observdores? Se acostumbra a oponer yo no s qu ilusin antropocntrica a
yo no s qu realidad objetiva. Esta distincin no existe. La verdad del Hombre es la verdad
del Universo para el Hombre; es decir, la Verdad simplemente.
Don't chat, but try 2. Dejemos las discusiones vanas y veamos, como verdaderos
positivistas, si el Universo es coherente en sus elementos y en su masa cuando intentamos
prolongarle segn la lnea de creciente personalizacin en el sentido indicado por la flecha
humana.
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2 Dejmonos de habladuras e intentmoslo (N. del E.)
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Aqu se definen para nosotros las enseanzas de la historia. Se trata ahora, si queremos
aclarar el horizonte, de volvernos hacia el Porvenir. La Persona nos ha ayudado a
comprender la estructura del Mundo que nos soporta y nos rodea. En qu medida define el
Universo que tenemos por delante?.
La primera es que el Centro futuro del Cosmos, aunque se presente a nosotros con los
caracteres de un lmite, debe ser considerado como habiendo emergido en lo Absoluto
desde siempre por algo de s mismo. Puesto que todo est en equilibrio sobre l y l sobre
nada, es necesario que encuentre en s mismo su propia consistencia. En este sentido no
solamente constituye, como decamos ms arriba, un trmino especial a la cabeza de todas
las series, sino que, adems, es, en cierta manera, fuera de serie. En El todo asciende como
hacia un foco de inmanencia. Pero tambin descende todo de El como de una cima de
transcendencia.
Y otra cosa que veo es que para actuar posiblemente sobre la ola de personalidad que su
influencia levanta debe tener ya, en cada instante, una personalidad superior a la que
suscita. En el interior de la esfera pensante aparecda en el Cosmos a consecuencia de la
Hominizacin, las relaciones deben continuar siendo tan rigurosas corno en las esferas
inferiores de la Materia. Pero en el seno de la Materia las energas, para poder ser
gobernadas, deben satsfacer a ciertas condiciones precisas de homogeneidad y de
potencial: una molcula no obedece ms que a una fuerza mayor y en su orden de magnitud.
As conviene que nos representemos los cambios de energa en el interior de la Noosfera.
Los elementos personales del Universo volveran a caer en el desorden (es decr, en la nada)
si no encontraran, para dominarlos, lo Suprapersonal ya actualizado. En el Mundo que nos
rodea debe, pues, encontrarse, para equilibrar nuestra accin, no solamente la espera, sino el
rostro ya reconocible de una Personalidad Unversal.
Es lo imprescindible, vamos a verlo, para preservar de las peores divagaciones a las
potencias acumuladas en el corazn del individuo, de las sociedades y del Mundo mismo.
V. LA ENERGA DE LA PERSONALIZACIN.
En el curso de los prrafos precedentes hemos intentado construir lgicamente para
nuestras inteligencias un Mundo a base de Persona. Vamos a ver ahora lo que resulta de
esta representacin para la conducta de nuestra vida. Cmo se disponen los valores, desde
el punto de vista de la Accin, en un Universo Personal?
Un primer efecto de la perspectiva aqu adoptada es revelar en la operacin humana,
bajo todas sus formas, un valor (o materia) csmica que no se poda percibir en ningn otro
sistema. Puesto que la energa fundamental en juego en el Universo no es otra cosa que un
flujo de personalizacin, la masa de las relaciones llamadas morales, por la que las
molculas pensantes reaccionan unas sobre otras, cesa de formar un dominio artificial o
secundario en la Naturaleza. La libertad no es sino la expresin avanzada y distinta de lo
que se disimula o se disocia en los determinismos psquicos. El Cosmos se construye
fsicamente, a partir del Hombre, por magnitudes morales. Es decir, que la accin espiritual,
tan desdeada por la Ciencia, se sita, al mismo nivel, a la cabeza de las energas
materiales, las nicas consideradas hasta aqu por la Fsica. Ms arriba nos hemos visto
afrontados con magnitudes complejas, como el Espritu-Materia y lo Personal-universal.
Henos aqu ahora llevados correlativamente a fundir en una dimensin comn dos
caracteres, en apariencia opuestos, de la experiencia. No hay, alrededor de nosotros, un
dominio fsico y un dominio moral. No hay ms que Fsico-moral.
Y demos ahora un paso ms. Qu nombre hay que dar, siempre en virtud de nuestro
sistema, a esta energa fsico-moral de personalizacin, a la que se reducen, en definitiva,
todas las actividades manifestadas por la Materia del Universo? Uno solo, con tal de que le
confiramos la generalidad y el poder que debe revestir, elevndose en el orden csmico: el
amor.
Es un amor que construye fsicamente el Universo 11. Sigamos en nosotros mismos, para
reconocerlas y dirigirlas, las manifestaciones de esta potencia fundamental de la que est
tejida nuestra vida. Creo que se revela a nuestra conciencia en tres grados sucesivos: en la
mujer (para el hombre), en la sociedad, en el Todo; por el sentido sexual, por el sentido
humano, por el sentido csmico.
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11 El 15 de agosto de 1936, es decir, tres meses despus de haber acabado este
ensayo, el autor escriba a un amigo: Me es una gran fuerza, en todo caso,
reconocer que todo el esfuerzo de la evolucin es reducible a la justificacin y al
desarrollo de un amor (de Dios). Esto es lo que ya me deca mi madre. Pero me
habr sido necesaria una vida para integrar esta verdad en una visin orgnica de las
cosas. Imagino que es este esfuerzo de integracin el que el Mundo debe hacer para
convertirse; en conjunto, nuestro Mundo niega lo Personal y a Dios porque cree en
el Todo. Todo viene a probarle que, por el contrario, debe creer en lo Personal
porque cree en el Todo.
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A) El sentido sexual
La atraccin mutua de los sexos es un hecho tan fundamental, que toda explicacin
(biolgica, filosfica o religiosa) del Mundo que no llegue a encontrarle en su edificio un
lugar esencial por construccin, est virtualmente condenada. Fijar un lugar semejante a la
sexualidad es particularmente fcil en un sistema csmico edificado sobre la unin. Pero
hay que definirla claramente, tanto en el porvenir como en el pasado. Cules son,
exactamente, el sentido y la esencia del amor-pasin en un Universo de trama personal?
Bajo sus formas iniciales, y hasta muy avanzada la Vida, sexualidad aparece identificada
con propagacin. Los seres se aproximan a fin de prolongar, no a s mismos, sino lo que han
ganado. Tan ntima es esta relacin entre pareja y reproduccin, que filsofos como
Bergson han podido ver en ello un indicio de que la Vida exista ms que los seres vivos y
que religiones tan elaboradas como el Cristianismo han basado sobre el nio casi todo el
cdigo de su moralidad.
Muy diferentes se descubren las cosas desde el punto de vista al que nos conduce el
anlisis de un Cosmos de estructura convergente. No cabe duda de que la sexualidad ha
tenido primero, como funcin dominante, que asegurar la conservacin de la especie,
mientras no lleg a establecerse en el Hombre el estado de personalidad. Pero desde el
instante crtico de la Hominizacin, le ha correspondido al amor otro papel ms esencial,
cuya importancia empezamos a sentir; quiero decir, la sntesis necesaria de los dos
principios masculino y femenino en la edificacin de la personalidad humana. Ningn
moralista ni ningn psiclogo ha dudado nunca de que los dos unidos encontrasen un mutuo
complemnto en el juego de su funcin reproductora. Pero este perfeccionamiento no ha
sido nunca considerado, hasta aqu, ms que como un efecto secundario, accesoriamente
ligado al fenmeno principal de la generacin. Alrededor nuestro, si no me equivoco, la
importancia de los factores tiende a invertirse conforme a las leyes del Universo persona. El
hombre y la mujer para el hijo, todava, y mientras la vida terrestre no haya llegado a la
madurez. Pero el hombre y la mujer, uno para el otro, cada vez ms y para siempre.
A fin de establecer la verdad de esta perspectiva, no puedo hacer nada mejor que recurrir
al nico criterio que gua nuestra marcha en el curso de este estudio, a saber: una coherencia
lo ms perfecta posible entre la teora y un campo ms amplio de la realidad. Si el hombre y
la mujer fuerandira yoprincipalmente para el hijo, entonces el papel y la potencia del
amor deberan disminuir a medida que se completa la individualidad humana y que, por otra
parte, la densidad de poblacin se aproxima en la Tierra a su punto de saturacin. Pero si el
hombre y la mujer son principalmente el uno para el otro, entonces concebimos que, cuanto
ms se humanizan, ms sienten, por este nico hecho, una necesidad mayor de juntarse.
Pero es esto y no aquello lo que est verificado por la experiencia y lo que hay que explicar.
En la hiptesis, aqui admitida, de un Universo en vas de personalizacin, el hecho de
que el amor crezca en lugar de disminuir, hominizndose, encuentra con toda naturalidad su
explicacin y su extrapolacin. En el individuo humano, decamos ms arriba, la Evolucin
no se detiene, sino que contina ms lejos, hacia una concentracin ms perfecta, ligada a
una dferenciacin ulterior, obtenida por la unin. Pues bien, diremos, la mujer es
precisamente para el hombre el trmino susceptible de desencadenar este movimiento hacia
adelante. Por la mujer y slo por la mujer, el hombre puede escapar al aislamiento en el que
por su misma perfeccin correra el peligro de encerrarse. No es, pues, rigurosamente
exacto decir que la malla del Universo es, para nuestra experiencia, la mnada pensante. La
molcula humana completa es ya, a nuestro alrededor, un elemento ms sinttico y, por
ende, ms espiritualizado que la personaindividuo; es una dualidad, que comprende a
la vez lo masculino y lo femenino.
Aparece aqu, en su amplitud, el papel csmico de la sexualidad. Y, al mismo tiempo, se
pueden percibir las reglas que nos guiarn en la conquista de esta energa terrible por la que
pasa, a travs de nosotros, en lnea directa, la potencia que hace converger sobre s mismo
al Universo.
La primera de estas reglas es que el Amor, conforme a las leyes generales de la unin
creadora, sirve para la diferenciacin espiritual de los seres que aproxima. Pues ni uno debe
absorber al otro, ni menos todava perderse los dos en los goces de una posesin corporal,
que significara una cada en la pluralidad y el retorno a la nada. Esto pertenece a la
experiencia corriente. Pero slo se comprende bien en las perspectivas del Espritu-Materia.
El amor es una conquista aventurada. No se mantiene, y se desarrolla, como el mismo
Universo, ms que por un perpetuo descubrirse. Slo se aman legtimamente aquellos a
quienes la pasin conduce, a ambos, uno por el otro, a una posesin ms elevada de su ser.
As, la gravedad de las faltas contra el amor no es ofender no s qu pudor o virtud.
Consiste en derrochar, por negligencia o por voluptuosidad, las reservas de personalizacin
del Universo. Es esta prdida la que explica los desrdenes de la impureza, Y es ella
tambin la que, en un grado ms alto de los desarrollos de la unin, es la materia de una
alteracin ms sutil del amor; quiero decir, el egosmo a dos.
Ms arriba, en el captulo de los prolongamientos de la Persona, hemos anotado la
fase crtica atravesada por l Ser en el momento en que el Pensamiento se ha condensado en
l: las partculas que han llegado a ser reflexivas, a las que puede parecer legtimamente que
ponen un punto final a la Evolucin; bajo la influencia de egosmos solitarios, el Universo
expuesto a disgregarse en un polvo de granos de libertades... El mismo peligro de
dispersin reaparece, con una doble intensidad, en el instante en el que la pareja acaba de
formarse. Cuando dos seres entre los que es posible un gran amor llegan a encontrarse entre
el hormigueo de los seres, tienden inmediatamente a encerrarse en la posesin celosa de su
mutuo completarse. Bajo el efecto de la plenitud que les invade buscan, instintivamente,
cerrarse uno en el otro, con exclusin del resto. E incluso si llegan a vencer la tentacin
voluptuosa de la absorcin y del reposo, intentan limitar a su mutuo descubrimiento las
promesas del porvenir, como si constituyeran un Universo a dos.
Pero despus de todo lo que hemos dicho sobre la estructura probable del Espritu, est
claro que este sueo no es ms que una peligrosa ilusin. En virtud del mismo principio que
obligaba a los elementos personales simples a completarse en la pareja, la pareja, a su
vez, debe perseguir, ms all de s misma, las perfecciones que su crecimiento requiere. Y
esto de dos maneras. Por una parte tiene que buscar fuera otros grupos del mismo orden a
los que asociarse para centrarse ms; este punto ser tratado ms abajo a propsito del
Sentido humano. Por otra parte, el Centro hacia el que los dos amantes convergen, al unirse,
debe manifestar su personalidad en el corazn mismo del crculo en el que querra aislarse
su unin, Sin salir de s, la pareja no encuentra su equilibrio ms que en un tercero por
delante de ella. Qu nombre hay que dar a este intruso misterioso?
Mientras los elementos sexuados del Mundo no haban alcanzado el estado de
personalidad, la prole poda representar, por s sola, la realidad en la que se prolongaban, de
alguna manera, los autores de la generacin. Pero tan pronto como intervino el amor, no
solamente entre dos padres, sino entre dos personas, fue necesario que se descubriera, ms o
menos confusamente por delante de los amantes, el Trmino final, en el que seran, a la vez,
salvados y consumados, no solamente su raza, sino su personalidad. Y entonces recomienza
la cada hacia adelante, cuyas peripecias hemos seguido ya. Hay que ir, progresivamente,
hasta el fin del Mundo. Y, finalmente, es el Centro Total mismo, ms que el nio, el que
aparece como necesario para la consolidacin del amor. El amor es una funcin con tres
trminos: el hombre, la mujer y Dios. Toda su perfeccin y su xito estn ligados a la
armoniosa combinacin de estos tres elementos.
Se manifiesta aqu una gran diferencia entre los resultados a los que conduce nuestro
anlisis de un Universo personal y las reglas admitidas por las morales antiguas. Para stas,
pureza era, generalmente, sinnimo de separacin de sexos. Para amar haba que abandonar.
Un trmino exclua al otro. El binomio hombre-mujer, reemplazado por el binomio
hombre-Dios (o mujer-Dios): sta era la ley de la suprema virtud. Mucho ms general y
satisfactoria nos parece ser la frmula que respeta la asociacin de los tres trminos en
presencia. La pureza, diremos, expresa, sencillamente, la manera ms o menos clara de
explicitarse, por encima de los dos seres que se aman, el Centro ltimo de su coincidencia.
No se trata aqu de dejarse, sino de unirse en algo mayor que uno mismo. El Mundo no se
diviniza por supresiones, sino por sublimacin. Su santidad no es eliminacin, sino
concentracin de las savias de la Tierra. As se transcribe en una nueva ascesis, tan
laboriosa, como veremos, pero mucho ms comprensible y operante que la antigua: la
nocin de Espritu-Materia.
Sublimacin, por tanto, conservacin; pero tambin, y ms todava, transformacin. Si
es verdad, pues, que el hombre y la mujer ms se unirn a Dios cuanto ms se amen el uno
al otro, no es menos cierto que, cuanto ms sean de Dios, ms abocados estarn a amarse de
una manera ms bella. En qu direccin podemos imaginar que se efectuar esta evolucin
ulterior del amor?
Sin duda, hacia una disminucin gradual de lo que representa todava (y
necesariamente) en lo sexual el lado admirable, pero transitorio, de la reproduccin. La
Vida, lo hemos admitido, no se propaga por propagarse, sino para acumular los elementos
necesarios a su personalizacin. Cuando se aproxime, pues, para la Tierra la madurez de su
Personalidad, los Hombres debern reconocer que no se trata simplemente de controlar los
nacimientos, sino que lo que importa, sobre todo, es dar su plena expansin a la cantidad de
amor liberada del deber de la reproduccin. Bajo la presin de esta nueva necesidad, la
funcin esencialmente personalizante del amor se separar, ms o menos completamente,
de lo que ha debido ser, por un tiempo, el rgano de propagacin, la carne. Sin dejar de
ser fsico, para continuar siendo fsico, el amor se har ms espiritual.
Lo sexual, para el hombre, se encontrar colmado por el puro femenino. No est aqu,
en su realidad, el sueo mismo de la Castidad? 12.
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12 En un escrito titulado la Evolucin de la Castidad (1934), el P. Teilhard aborda
un estado ms perfecto: el mismo en que le situaba su Medio divino.
... (Entre) el Hombre y la Mujer, designados para promover al grado ms alto la
espiritualizacin de la Tierra, nada de contacto inmediato, sino la convergencia en lo
alto...
... La Virginidad se posa sobre la Castidad como el pensamiento sobre la vida, a
travs de una vuelta o un punto singular...
... El amor est en vas de cambio de estado en el seno de la Noosfera. Y es en esa
nueva direccin en la que se prepara el paso colectivo de la Humanidad a Dios...
Tericamente, esta transformacin del amor es posible. Basta, para su realizacin, que
la llamada del Centro personal divino se sienta lo suficientemente fuerte para dominar
la atraccin natural.
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B) El Sentido Humano
El amor del hombre y de la mujer trenzan una fibra que se prolonga directamente en el
corazn del Mundo. Pero no es ms que un elemento infinitesimal en el haz que, poco a
poco, rene el esfuerzo de personalizacin universal. No solamente la pareja no subsiste
ms que soportada por un centro de conjuncin situado delante de ella misma, sino que no
se mantiene ms que encuadrada por el conjunto de las personalidades del mismo orden que
la rodean. La energa de personalizacin manifestada en el amor-pasin debe, pues,
completarse con otra especie de atraccin, llamndose, unas a otras, la totalidad de las
molculas humanas. Es esta fuerza particular de cohesin, extendida en el conjunto de la
Noosfera, lo que llamamos aqu el Sentido Humano.
A primera vista no parece que exista en la Naturaleza una atraccin semejante. En lugar
de la inter-simpata que hace preveer la teora, no es, como hemos hecho notar ya, la
mutua repulsin la que domina en el interior de la masa humana? Fuera de algunos casos
excepcionales, no se manifiesta el otro como el mayor peligro con que tropieza nuestra
personalidad en el curso de su desarrollo? El otro que molesta, el otro al que hay que
apartar?...
Para explicar esta reaccin desconcertante del hombre para con el hombre, conviene
observar que no se produce en el nivel en el que se puede esperar que aparezca el Sentido
Humano. En el caso del amor-pasin, la atraccin se produce indirectamente, de individuo a
individuo, lo que no supone nada ms que el azar de un encuentro. Por el contrario, en el
caso de las uniones colectivas, la traccin slo puede nacer entre el individuo y una
colectividad ya parcialmente organizada, y esto es ya ms complicado. El hombre de la
calle me irrita porque tropiezo con l como un posible competidor. Me gustar desde el
momento en que vea en l un camarada de combate. A diferencia del Sentido Sexual, el
Sentido Humano no recae directamente sobre las personas como tales, sino sobre un Algo
que engloba a las personas. Es, sencillamente, por falta de percibir bien este Algo por lo que
tenemos la impresin de detestarnos.
Hecha esta salvedad, basta con mirar para reconocer, en una multitud de indicios a
nuestro alrededor, la existencia y el progreso de la cohesin inter-humana que buscamos.
En el caso ms sencillo, el de la amistad, lo individual. Se siente todava muy
fuertemente con todo lo que tiene de encanto concreto e inmediato. Pero hay otro elemento,
ya reconocible, que aporta a las relaciones su solidez y su profunda alegra, a saber: un
inters comn. Las grandes amistades se anudan en la persecucin de un ideal, en la defensa
de una causa, en las peripecias de una bsqueda. Se desarrollan mucho menos por la
penetracin de uno en el otro que por un progreso a dos en un mundo nuevo. Y en esto
me parece que la amistad difiere completamente del amor espiritual con el que se la
acostumbra a confundir. El amor-pasin, aun el espiritual, es por naturaleza exclusivo, o al
menos muy limitado en el nmero de los seres que aproxima; est fundado sobre la
dualidad. La amistad, por estructura, permanece abierta a una creciente multiplicidad.
As nacen los diversos grupos, cada vez ms extensos, en los que los hombres se
encuentran insertos a menudo por lazos artificiales y forzados que no engendran ningn
alma, pero, a veces tambin, por reacciones comunes profundas que les acercan en una
extraordinaria intimidad.
Y as, por transiciones insensibles, van naciendo ante nuestros ojos las vastas unidades
colectivas que aparecern quiz un da ante nuestros descendientes como el fenmeno
biolgico ms caracterstico de nuestra poca. Comunismo, fascismo, nazismo, etc., todas
esas corrientes mayores en las que vienen a confluir la multitud de agrupaciones deportivas,
escolares, sociales, son condenadas muy frecuentemente como una vuelta a condiciones
gregarias primitivas. Error. La Vida no ha conocido nunca nada, no poda conocer nada
comparable a estos movimientos de masas que, para producirse, exigen un nivel homogneo
de conciencia y una extrema rapidez de comunicaciones. Antao los Hunos y los mongoles
invadieron Europa como un cataclismo. No era ms que una inundacin o una avalancha
dirigidas. Hoy, por primera vez en la Historia del Mundo, se manifiesta la posibilidad de
masas reflexivas. El Fenmeno humano ha dejado ya la escala del individuo para
propagarse en lo inmenso. No es, pues, la repulsin, sino ms bien la atraccin mutua de los
elementos la que domina la evolucin de la Noosfera. Y ninguna fuerza de cohesin
conocida por la Fsica ha sido, sin duda tan poderosa como aqulla. Pero conduce esta
atraccin, como yo pretenda, hacia una personalizacin?...
Aqu, de nuevo, las primeras apariencias se muestran desfavorables a la teora. Si hay un
lamento universal hoy en el Mundo, no es el de la persona humana, ahogada por los
monstruos colectivos que una implacable necesidad de vivir nos fuerza a suscitar por todas
partes a nuestro alrededor? Las grandes ciudades, la gran industria, las grandes
organizaciones econmicas Molocs sin corazn y sin rostro. Quin no se ha vuelto con
nostalgia, un da u otro de su vida, hacia la edad de oro del campo familiar, del
artesanado o incluso de la selva? Podemos verdaderamente hablar del nacimiento de un
alma humana? O no somos conducidos, ms bien, hacia una mecanizacin de la Tierra?
Siento la gravedad del momento presente para la Humanidad tanto como cualquiera,
pero me siento menos inspirado que nadie para predecir el porvenir. Y, sin embargo, un
instinto desarrollado al contacto con el gran Pasado de la Vida me dice que la salvacin est
para nosotros en la direccin misma del peligro que nos asusta tanto. Si verdaderamente
(como parece) la unificacin social de la Tierra es el estado hacia el que nos arrastra la
Evolucin, esta transformacin no podra ir contra el resultado ms claramente obtenido por
esta misma Evolucin en el curso de los tiempos, a saber: el aumento de la conciencia y de
las libertades individuales. Como cualquier otra unin, la colectivizacin de la Tierra, bien
llevada, debe sobreanimarnos en un alma comn. No nos sucede ya que sentimos, por
rpidas bocanadas, los torbellinos precursores del gran soplo que se levanta? En qu poca
del Mundo va a poder un ser vivir minutos de exaltacin ms tangibles que el Hombre de
hoy? Como viajeros cogidos en una corriente, nos gustara volver atrs. Imposible y fatal
maniobra. La salvacin para nosotros est en ir adelante, ms all de los rpidos. Sin
retroceso; pero con una mano segura en el timn y una buena brjula.
En qu signos reconoceremos, en cada momento, los escollos a evitar y el camino a
seguir? Precisamente aplicando a nuestra marcha, en la medida en que sta es libre, la ley
fundamental de la unin. Para no equivocarnos de camino en nuestro viaje hacia el
porvenir, no tenemos ms que orientamos constantemente en el sentido de una mayor
personalizacin, ya individual, ya colectiva.
Individual, primero. Est muy claro que el peligro de la mecanizacin no ha sido nunca
mayor para el Espritu que en este momento, en el que se aproxima a un nuevo mximo. No
se puede escalar una montaa sin bordear un abismo. Pero este riesgo no es una fatalidad y
no podemos evitar la cada. Es la mquina orgnica la que ha liberado por primera vez el
Pensamiento en el cuerpo humano. Por qu no iba a ser la mquina industrial la que lo
liberase, por segunda vez, en la Humanidad? No podramos escapar al sufrimiento de los
primeros contactos con una masa incompletamente desorganizada. Pero todo lo que tienda a
hacer de nosotros un termes es falso, est condenado.
Colectivo, despus. Y esta es la condicin misma de ello. En virtud de las reglas de la
Unin, los elementos asociados no se personalizan en s ms que bajo la influencia de una
Personalidad dominante ms acabada. Sera, pues, intil que intentramos evitar el
hormiguero si los nuevos lazos que se tejen en el Mundo no derivan de un centro definible a
la vez para nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad. El Sentido Humano, so pena de ser
inhumano, debe estar en el orden de un amor. La sociedad se mecaniza, pues,
invenciblemente si progresivamente sus crecimientos sucesivos no estn coronados por
Alguien. La Humanidad, para no ser opresiva, debe tomar figura sobrehumana.
Y henos aqu, como era inevitable, vueltos a colocar, una vez ms, en la perspectiva de
un Centro de conciencia universal radiando en la cima de la Evolucin. Es este Centro el
que en seguida ha venido a romper la envoltura de egosmo en la que tenda a encerrarse,
celosamente, la pareja. Es l quien viene a salvar ahora de la esclavitud a la masa
embrollada de la Noosfera. Es l tambin, y esto nos queda por ver, quien, al dirigir
nuestras aspiraciones ms universales, va a dar al Sentido Csmico su verdadera
significacin y su pleno valor.
C) El Sentido Csmico.
Llamo Sentido Csmico a la afinidad, ms o menos confusa, que nos liga
psicolgicamente al Todo que nos envuelve.
La existencia de este sentimiento es indudable, y tan antigua aparentemente como el
origen del Pensamiento. Para que apareciera el Sentido Humano fue necesario que la
civilizacin comenzara a circunscribir la Tierra. El Sentido Csmico debi nacer tan pronto
como el Hombre se encontr frente a la selva, al mar, a las estrellas. Y desde entonces se
manifiesta su huella en todo lo que experimentamos de grande y de indefinible: en el arte,
en la poesa, en la religin. Por l reaccionamos ante el Mundo as a whole 13, como nuestros
ojos ante la luz.
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13 Considerado como un todo. (N. del E.)
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A pesar de ello estamos lejos de que esta atraccin profunda tenga un lugar definido en
la psicologa. O bien su especificidad no es reconocida, como si representara una forma, ora
separada, ora embrionaria, de las dems energas espirituales. O bien su valor est
desacreditado como si correspondiera a una impresin residual, casi animal, destinada a
evaporarse con el despertar completo de la razn. O bien, para los que la aprecian y
cultivan, sus impulsos son interpretados en un sentido peligroso, como una invitacin a la
disolucin annima en el Ocano csmico.
Una de las mejores confirmaciones de los puntos de vista propuestos en estas pginas es,
imagino, la facilidad con la que dan una explicacin fecunda de este sentimiento polimorfo
y poderoso. En efecto, en un Universo Personal, el Sentido Csmico encuentra
inmediatamente un lugar natural; representa la conciencia ms o menos oscura que cada
uno de nosotros toma de la Unidad reflexiva, a la que, con todo el Resto, se agrega. Y
comprendido as, se manifiesta dotado de una serie de propiedades perfectamente definidas.
Aparece primero como una magnitud psicomoralde naturaleza creciente. Si el Universo
fuera desparramndose, el Sentido Csmico podra estar en su declivenostalgia en
nuestras almasdel tronco comn del que nos desgaja el viento de la individualizacin.
Pero si la Realidad, lejos de dispersarnos, nos arrastrara en su convergencia, entonces este
mismo sentimiento no puede, por la estructura del Mundo, ms que tomar una nitidez y una
intensidad crecientes con los progresos eventuales de la Humanidad. Hasta aqu lo
percibamos a la manera de una resonancia profunda en puestras dems emociones. Viene el
momento, sin duda, en el que, con la subida del Centro universal ms all del horizonte de
nuestra conciencia, va a explicitarse como un elemento definido y fundamental de la
psicologa humana.
En un Universo pluralista todava, el Sentido Csmico poda interpretarse como una
invitacin a la expansin y a la difusin. As lo han entendido hasta aqu tantos pantesmos
artsticos o religiosos, para los que el acceso al gran Todo significaba comunin disolvente
con la Naturaleza. Justo a la inversa, en el Mundo de lo universal-personal se dibujan las
reglas de la unin al Todo. No se trata aqu, para el elemento, de dividirse en una
inmensidad esparcida, sino, por el contrario, de centrarse, en armona con todos los dems
centros, en un Centro ltimo de todos los centros. Centrarse, es decir, personalizarse, en un
Centro ltimo; es decir, en una Personalidad suprema. La nica manera que tenemos de
responder a las oscuras llamadas del Sentido Csmico en nosotros es llevar hasta sus
ltimos lmites una laboriosa explicitacin del Mundo y de nosotros mismos. La unin por
diferenciacin y la diferenciacin por unin. Esta ley estructural, que reconocamos ms
arriba en la Trama del Universo, reaparece aqu como la ley de la perfeccin moral y la
nca defincin del verdadero pantesmo 14.
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14 Cf. nota ms arriba, pgs. 44-45.
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Si verdaderamente todo concurre en nosotros y a nuestro alrededor a una gran unin por
amor, parece que el Mundo debera baarse en la alegra. Cmo es que, por el contrario,
avanza en medio del dolor? Por qu las lgrimas y la sangre? Cmo puede el sufrimiento
introducirse en un Universo Personal?
Mi respuesta a esta pregunta, la ms angustiosa que hay para el espritu humano, ser la
siguiente: en el Universo que he considerado, el Problema del Mal no solamente no
constituye una dificultad especial, sino que encuentra su solucin terica ms satisfactoria e
incluso un esbozo de solucin prctica.
Un mundo en vas de concentracin consciente debera gozar nicamente, piensan
ustedes. Todo lo contrario, dir. Un Mundo semejante es justamente el que debe sufrir ms
justa y ms necesariamente. Nada ms beatfico que la unin alcanzada, pero nada ms
laborioso que el camino de la unin. Por tres razones, al menos, es laboriosa una evolucin
personalzante: est hecha a base de pluralidad, progresa por diferenciacin y conduce a
metamorfosis.
A) La Pena de Pluralidad
B) La Pena de Diferenciacin
Como si no fuera bastante para nosotros el tener que soportar desrdenes y exterioridad
ligados a la pluralidad del Mundo, nos enfrentamos con una segunda causa de sufrimiento
en el esfuerzo mismo que tenemos que hacer para escapar a este estado mltiple. Aparece
aqu una condicin profunda de la Evolucin, en la que se unen, todavia confusamente para
nuestros espritus, las leyes de la Fsico-Qumica y las de la Fsico-Moral: la unificacin es
un trabajo. En un sentido muy autntico, como decamos ms arriba, la Pluralidad est
equilibrada con la Unidad. Y, sin embargo, esta vuelta al equilibrio es una ascensin
laboriosa que no se opera ms que superando una verdadera inercia ontolgica. De donde,
en la Vida, hasta en sus formas ms sublimadas, hay una inclinacin continua a detenerse o
incluso a ir hacia atrs. La Duracin asciende.
En la excitacin de la persecucin y la alegra de la conquista, no prestamos casi
atencin a este carcter fundamental de la accin. Olvidamos la pena para no pensar ms
que en la alegra de crecer. Y, sin embargo, esta pena no falta jams. Para unificarse en s o
para unirse a los otros, hay que cambiar, renunciarse, darse: y este desprendimiento es la
especie del dolor. No se expresa siempre en el lenguaje vulgar, el resumen ms sincero de
la experiencia humana, en metforas de trabajo y de ascensin? Cada progreso en la
personalizacin debe pagarse: tanto de Unin, tanto de sufrimiento. Esta relacin de
equivalencia rige todas las transformaciones del Espritu-Materia. Y nada puede permitir
escapar a ella.
C) La Pena de Metamorfosis
Lo malo del Mal no es el dolor, sino el sentimiento de disminuir por el dolor. Tomad un
sufrimiento tan grande como queris: desaparecer, o incluso se fundir en una especie de
placer, con tal que sea el precio de un xito proporcionado. El hambre, la sed, las heridas,
son insoportables, en la pasividad y en la inaccin. No cuentan, o incluso no existen, en la
fiebre del ataque o del descubrimiento. Qu hay que imaginar para que, aun en el caso de
nuestro estado de desorganizacin presente, la Humanidad encuentre un remedio a la
angustia de sus males? Sencillamente, que la conciencia despierte, en ella, un Objeto que
nazca de sus sufrimientos. Es esta fe y esta esperanza las que aportan la idea de una
personalizacin del Universo.
Lo s. El Mundo es tan vasto, y su consumacin no se entrev ms que a travs de tantos
cambios, que puede parecer irrisorio un consuelo buscado tan lejos. Pero qu de cosas
preciosas dejamos escapar por timidez o por pereza, sencillamente porque pensamos haber
encontrado una buena razn para no intentar! En lugar de demostrarnos, sin dejar la orilla,
que el ocano no podra sostenernos, aventurmonos en sus aguas para ver. Nos parece
imposible que una vida humana pueda encontrar su gozo en perderse conscientemente en el
Ser universal. Atrevmonos a hacer este gesto. Busquemos nuestra satisfaccin esencial en
el pensamiento de que servimos y de que salvamos, con nuestras luchas, un Universo
personal. Si verdaderamente, como han intentado sugerir estas pginas, existiera un centro
natural de las cosas, este Centro reaccionar. No lo veremos con mayor claridad de la que
permita la edad del Mundo. Pero porque nos hemos vuelto hacia l, su realidad se har
sentir por la luz y el calor que descendern sobre nosotros.
Es de esta iluminacin progresiva, tanto como de una organizacin mejor de la vida
material y de la sociedad, de la que podemos esperar una atenuacin gradual del Mal en la
Tierra. Esperando que se evaporen en una atmsfera ms alta, las sombras nubes que nos
rodean pueden transfigurarse. El dolor es virtualmente vencido por el Sentido Csmico. A
despecho de tantas apariencias contrarias, el Mundo, si comprendiera el mistero de la
Personalidad que se desarrolla en l, podra elevarse en la alegra desde ahora, como
anunciaba la teora de la unin.
Una solucin aproximada del Problema del Mal era la ltima prueba a la que podamos
someter el valor de la hiptesis expuesta en el curso de este Ensayo. Me parece poder
concluir ahora que la hiptesis es correcta y que satisface a la condicin que ponamos, al
empezar, para que una perspectiva del Mundo fuera verdadera: hacer el Universo
totalmente coherente con relacin a s mismo.
En verdad, no pienso que haya ni mejor, ni siquiera otro centro natural de coherencia
total de las cosas que la persona humana. A partir de esta malla compleja, en la que el alma
se liga a la carne, el Cosmos se devana hacia atrs y se teje hacia adelante siguiendo una ley
simple, satisfactoria, a la vez, para la inteligencia y para la accin. Se desvanecen las falsas
oposiciones entre espritu y materia, universalidad y personalidad, fuerzas morales y
potencias fsicas. Bajo la tensin de personalizacin que les presiona, los elementos van en
una direccin infalible, aunque a travs de los tanteos y azares que nuestra ciencia registra.
Sufren y mueren, pero sin que estas metamorfosis les priven de lo que no tendran ninguna
razn ni ningn placer en adquirir si les fuese arrebatado su yo. En el movimiento de
convergencia que hace solidarias a todas las cosas, lo uno deja de oponerse a lo mltiple, y
se dibuja un Monismo que respeta, a la vez, las miserias y las riquezas experimentales de la
pluralidad.
Y para justificar una perspectiva tan naturalmente armoniosa no hemos recurrido a
ninguna filosofa. Ni explicita ni implcitamente se ha introducido en nuestros desarrollos la
nocin de mejor absoluto, o la de causalidad, o la de finalidad. Una ley de recurrencia
experimental, una regla de sucesin en el tiempo, esto es todo lo que presentamos a la
sabidura positivista de nuestro siglo.
No una Metafsica, repitmoslo, sino una Ultrafsica. Y, sin embargo tambin, esto es lo
que me queda por decir, una Mstica y una Religin.
Hasta aqu no hemos escrito esta palabra. Pero los que me hayan seguido en el curso de
estas pginas no habrn dejado, desde hace mucho tiempo, de pronunciarla. Como cualquier
otra forma de adhesin a una esperanza csmica, la doctrina del Universo Personal tiene,
precisamente; los caracteres de Universalidad y de fe, que son, en el gran sentido de la
palabra, la definicin de la Religin. Pero, adems, la Religin que introduce se presenta
con dos caracteres asociados que parecan tener que oponerse siempre, para su mutuo
detrimento, en las construcciones religiosas: personalismo y pantesmo.
Es prcticamente posible una actitud semejante?
S, dira yo. Y la prueba es que se encuentra ya virtualmente realizada y vivida en el
Cristianismo.
Se me crea o no, las concepciones contenidas en el presente Ensayo, aunque
influenciadas (es evidente) por el Evangelio, no han nacido, en mi espritu, de la parte
especificamente cristiana de m mismo. Han aparecido ms bien en antagonismo con ellas,
y son tan independientes que me encontrara particularmente molesto en mi fe si alguna
oposicin viniera a dibujarse entre ellas y el dogma cristiano. Pero, de hecho (al precio, lo
confieso, de alguna lucha), es lo contrario lo que se ha producido siempre hasta aqu. Lejos
de contrariar mis tendencias pantestas profundas, el Cristianismo, bien comprendido, no ha
dejado nunca, precisamente porque salva lo personal, de guiarlas, de precisarlas y, sobre
todo, de confirmarlas, aportando un objeto preciso y un principio de verificacin
experimental.
Me explico.
El Cristianismo es, por excelencia, la Religin de la persona. Religin de la persona lo
es, incluso hasta un grado tan alto que corre el riesgo, en la hora actual, de perder su
influencia sobre el alma moderna por la especie de incapacidad que muestra para
comprender las uniones orgnicas que forman lo Universal. Para el noventa por ciento de
los que lo ven desde fuera, el Dios cristiano aparece como un gran propietario
administrando sus tierras: el Mundo. Pero esta figura convencional, justificada por las
apariencias, no responde en nada al fondo del dogma ni de la actitud evanglicas. Y he aqu
por qu. La esencia del Cristianismo no es; ni ms ni menos, que la creencia en la
unificacin del Mundo en Dios por la Encarnacin. Todo lo dems no son ms que
explicaciones o representaciones secundarias. Aceptado esto, mientras que la sociedad
humana no hubo franqueado el estado familia, neolitico de su desarrollo (es decir, hasta
la aurora de la fase cientfico-industrial moderna), est claro que la Encarnacin no poda
encontrar, para expresarse, ms que smbolos de naturaleza jurdica. Pero desde el
descubrimiento contemporneo de las grandes unidades y de las vastas energas csmicas,
comienza a dibujarse, para las palabras antiguas, una significacin nueva, ms satisfactoria.
Para ser alfa y omega, Cristo debe, sin perder su precisin humana, hacerse co-extensivo a
las inmensidades fsicas de la Duracin y del Espacio. Para reinar en la Tierra debe
sobreanimar el Mundo. En El, desde siempre, segn toda la lgica del Cristianismo, lo
Personal se expande (o, ms bien, se centra) hasta hacerse Universal. No es ste,
precisamente, el Dios que esperamos?.
No llegara a decir que este renacimiento religioso sea todava consciente de s mismo.
En todos los dominios, es precisamente en el momento de romperse cuando los viejos
marcos resisten ms. Pero la experiencia que tengo del Cristianismo me permite afirmar
esto: cualesquiera que sean las frmulas que se mantienen todava, la transformacin de que
hablo est ya hecha en las partes ms vivas del organismo cristiano. Bajo un pesimismo, un
individualismo o un juridicismo de superficie, el Cristo-Rey de hoy es ya adorado por sus
fieles como el Dios del Progreso y de la Evolucin.
Ms arriba, cuando analizaba las condiciones a las que deba satisfacer un Centro del
Universo, cuando hablaba de un amor ms fuerte que la atraccin sexual, de un amor que
abrazara toda la Tierra, de un amor que encontrara el corazn del Universo, poda parecer
que especulaba sobre una utopa. No haca otra cosa, en realidad, que desarrollar las
potencialidades contenidas en la realidad del acto cristiano. En la simplicidad concreta de su
adoracin, el fiel, percibe y ejecuta todo lo que yo daba la impresin de soar.
Es por el signo de esta coincidencia por el que, con la porcin ms crtica y ms
positivista de mi ser, comienzo a pensar que el Fenmeno cristiano podra ser lo que
pretende representary lo que requiere, por lo dems, como prueba final de su verdad, toda
teora de un Universo Personal: la reflexin de la Conciencia Suprema sobre las conciencias
elementales que rene, una Revelacin *.
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* Indito. Pekin, 4 de mayo de 1936.
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EL FENIOMENO ESPIRITUAL
INTRODUCCIN
I. ESPIRITUALIZACIN
II. PERSONALIZACIN
Para definir la naturaleza del cambio de estado csmico en que consiste el fenmeno
espiritual, nos hemos servido del trmino interiorizacin. Pero habramos podido decir
tambin concentracin, puesto que el replegamiento del que nace la conciencia no podra
establecerse ms que alrededor de un foco de perspectiva y de accin.
Si intentamos, pues, imaginar la condicn final hacia la que la transformacin espiritual
en curso dirige, aparentemente, el Mundo, nos vemos conducidos a explicarla bajo forma de
un monocentrismo: el Todo que llega a reflejarse sobre s mismo en una conciencia nica.
Cmo es, entonces, que, inversamente a estas previsiones, el Universo se presenta
actualmente a nosotros como tpicamente particular; es decir, policentrado? De dnde
viene la particin en conciencias fragmentarias de una realidad que, observada desde lo
alto, nos haba parecido tan poderosamente homognea en su totalidad? Por qu la
mirada, en lugar de la mnada que esperbamos? Qu significan, en la Naturaleza, el
tomo, la molcula, el individuo, el elemento personal? Explicar en Ciencia, decamos ms
arriba, es hacer entrar los hechos en una interpretacin general coherente. Se ha recurrido,
para interpretar el pluralismo del Mundo de nuestro alrededor, a la idea de accidentes
iniciales que habran roto la unidad primitiva de las cosas. Desde el punto de vista
estrictamente fenomnico, en el que nos situamos en este ensayo, hay otra hiptesis que
nos parece ms sencilla, ms verosmil, ms fecunda, que esta pulverizacin de origen
secundario. Todo sucede en el Mundodiremoscomo si el Centro nico de conciencia
alrededor del cual se repliega el Universo no pudiera constituirse ms que gradualmente,
por aproximaciones sucesivas, siguiendo una serie de esferas concntricas decrecientes,
engendrndose progresivamente una en la otra: estando cada esfera formada por centros
elementales, tanto ms cargados de concienca cuanto ms pequeo es su radio. En virtud
de este mecanismo, cada esfera nuevamente aparecida se carga, progresivamente, con la
conciencia elaborada en las esferas precedentes, la lleva a un grado ms en cada uno de los
centros elementales que la componen y la transmite un poco ms lejos, en la direccin del
foco de convergencia total. Cada elemento de conciencia en el Mundo se encuentra
definido, por tanto, a la vez, por la esfera a la que pertenece, por su posicin en esta esfera y
por el movimiento que la arrastra hacia la esfera siguiente. Y el centro final de todo el
sistema se presenta, en el lmite, al mismo tiempo como la ltima de las esferas y como el
centro de todos los centros repartdos en esta ltima esfera. En esta perspectiva, la
estructura atmica del Mundo no expresa otra cosa que una ley de construccin inherente al
fenmeno espiritual: es esencial y original. Aceptemos la hiptesis y, despus de haber
visto de qu da cuenta en el presente, preguntmonos lo que deja prever para el porvenir.
1.0 Lo que la hiptesis explica es, primero, la distribucin y la posicin relativa de las
diversas formas de conciencia (o de inconsciencia) alrededor nuestro, en el Mundo.
Abajo, formando un grupo aparte, he aqu; en primer lugar, las esferas mltiples
llamadas de la Materia. La Materia es, habitualmente, considerada como inanimada. Este
es el origen de todas nuestras dificultades para comprenderla. Descubrimos ahora que puede
corresponder, simplemente (en la medida en que existe), a un estado tan distendido y tan
pulverizado de conciencia, que sus elementos no nos son alcanzados ms que por sus
propiedades estadsticas; es decir, bajo forma de leyes rgidas, completamente
desanimadas. Los determinismos materiales cesan, en esta perspectiva, de formar la
osamenta del Mundo: no son ms, en el Cosmos, que un efecto secundario emanando de la
muchedumbre de las esferas elementales. Son ellas el verdadero epi-fenmeno.
En un grupo superior de esferas, las partculas se separan, ms o menos claramente, de
la masa. El individuo emerge de los grandes nmeros y aparece la conciencia. Pero durante
mucho tiempo no son ms que unidades laxas todava, en las que el alma no parece fijarse y
reconocerse ella misma ms que de una manera confusa sobre la increble complejidad de
los mecanismos que son la condicin evolutiva de la Vida. As se presentan a nuestra
experiencia las Plantas y los Animales.
Por fin, en una ltima fase nace el Pensamiento: tan sinuoso y tan largamente preparado
que nada tiembla a su aparicin en la Naturaleza, pero tan denso que todo se pliega y se
ilumina bajo su influencia. Porque en la cadena de las formas zoolgicas, ninguna rotura
aparente nos separa de los dems animales; los naturalistas han subestimado mucho tiempo
la importancia biolgica del Hombre. Han creado para l... un gnero. En realidad, el
Hombre marca, nada menos, el origen de una nueva era en la historia de la Tierra. En l, por
primera vez en el dominio accesible a nuestra experiencia, el Universo se ha hecho, por
reflexin, consciente de s mismo, personalizado, Hay ms distancia, de hecho, entre el
Pensamiento y la Vida simplemente orgnica que entre sta y la Materia llamada
inanimada. El Fenmeno espiritual ha entrado en una fase suprema y decisiva al hacerse
fenmeno humano.
2.0 Y ahora se plantea el problema anterior: situados en lo que nuestra hiptesis define
como la ltima formada de las esferas conscientes, qu podemos esperar nosotros, seres
humanos, de los desarrollos ulteriores del fenmeno espiritual? Adnde somos
conducidos, individualmente, por el cambio de estado que transforma al Mundo en
Espritu? Qu hay hacia adelante y qu va a suceder con nosotros? Lgicamente, la
respuesta a esta pregunta es sencilla. Si la concentracin del Universo en una conciencia
nica obedece, verdaderamente, a la ley de recurrencia que hemos imaginado, existen, en el
Porvenir, otras esferas, y en todo caso, un Centro supremo en el que toda la energa
personal, representada por la Conciencia Humana, debe ser recogida y supra-personalizada.
Vamos hacia un estado superior de conciencia general, ligada a una sntesis ulterior de
nuestras conciencias particulares. Pero se presenta aqu una dificultad que parece
insuperable. En el Hombre, en virtud de la reflexin, se ha individualizado definitivamente
una parcela de la conciencia csmica. Pero cmo concebir que esta parcela, una vez
formada, pueda unirse ulteriormente a otras parecidas en la edificacin de una super-
conciencia? Para llegar a ser super-conciencia debe unirse a otras, decamos. Pero
justamente, para darse, no debe descentrarse; es decir, hacerse menos consciente de ella
misma? Parece que haya ah una contradiccin. Para ir ms lejos, el Espritu del Mundo,
convertido en materia personal, debera fusionarse ms all. Pero, precisamente por estar
compuesto de personas, parece haber perdido la facultad de totalizarse. Ser que al llegar
al estadio personal, bajo una forma plural todava, la conciencia se ha cerrado,
automticamente, el camino hacia una sntesis superior y se encuentra condenada a quedar,
indefinidamente, fragmentada? El Fenmeno espiritual, por su mismo progreso, se
encontrara, por casualidad, inmovilizado antes de haber podido alcanzar el trmino natural
de su desarrollo?..
La solucin de la paradoja est en buscar una distincin entre dos clases de Uniones,
directamente opuestas la una a la otra: la unin de disolucin y la unin de diferenciacin.
Cuando creemos ver que las personas no pueden totalizarse (porque su totalizacin
desvanecera, justamente, las personalidades que se tratara de sumar), pensamos,
instintivamente, en los ros precipitndose en el mar; en la sal que se disuelve en el Ocano;
en la Materia que se degrada en energa csmica. Pero estos ejemplos no son ms que
analogas engaosas, sacadas de casos en los que el medio unitivo est extendido
indefinidamente: unin centrfuga por distensin o disolucin comn en una homognea
imagen de lo inconsciente. De hecho, en el caso del Espritu, en virtud del desplazamiento
centrpeto de las esferas de conciencia (tal como lo hemos admitido), el fenmeno tiende
hacia un resultado completamente inverso. En este Universo convergente se unen todos los
centros inferiores, pero por comprensin en un centro ms fuerte. Todos, pues, se conservan
y se perfeccionan juntndose. La unin de concentracin (la nica unin verdadera) no
destruye, sino que acenta los elementos que engloba. Las unidades reflejas humanas
pueden, pues, encontrarse sometidas a su operacin, sin ser destruidas ni falseadas.
Contrariamente a las apariencias, las personas pueden todava servir de elementos para una
sntesis ulterior, porque su unin acaba, precisamente, por diferenciarlas.
La unin en lo Personal diferencia. Se derivan de esta proposicin tres series de
corolarios importantes, que van a terminar de fijar, para nosotros, el aspecto del Fenmeno
espiritual.
a) Primeramente, en lo que concierne a nuestros destinos individuales, vemos
justificarse ante nosotros la esperanza de inmortalidad personal que parece ser el correctivo
natural necesario para los seres pensantes, de una muerte que han llegado a ser capaces de
prever. Por una parte, la espiritualizacin irresistible e infalible del Mundo no llegara a ser
posible si la partcula consciente que representa cada uno de nosotros no pasara en el
trmino irreversible, totalizador, de la transformacin; y, por otra parte, ese paso de lo que
es nosotros a lo que es el otro, lejos de amenazar nuestro yo, tiene, precisamente, por
objeto consolidarle. La muerte, en la que parece que desaparecemos, se descubre as como
representante de una simple fase de crecimiento: marca nuestro acceso a una esfera supra-
humana de auto-conciencia, de personalidad.
b) En segundo lugar, en lo que concierne a la naturaleza final del Espritu, en la que
converge toda la espiritualidad, es decir, toda la personalidad del Mundo, percibimos que su
sencillez suprema est hecha de una prodigiosa complejidad. En este Espritu, por una parte,
llevados a su mximo de diferenciacin individual por su mximo de unin al Todo, todos
los elementos en los que la conciencia personal ha aparecido dividida en el origen (es decir,
en el momento de la hominizacin) se prolongan sin confundirse. Y, por otra parte, en l,
esencialmente requerido para unificar, sin confundirles, estos centros inmiscibles, un Centro
distinto y autnomo se descubre como necesario, que irradia, siendo l mismo personal,
sobre la mirada de las personalidades inferiores: Suma de todo el Pasado y Foco ltimo del
Porvenir.
c) En tercer lugar, en lo que concierne a la direccin de nuestra actividad presente,
observamos que, para perfeccionamos nosotros mismos, debemos pasar a algo mayor que
nosotros. La supervivencia, tanto como la super-vida, nos espera en la direccin de una
conciencia y de un amor crecientes del Universo. Con relacin a este polo que hay que
alcanzar (al mismo tiempo que hay que realizar), debe organizarse toda nuestra accin; es
decir, definirse nuestra moralidad.
III. MORALIZACIN
3 Fuerza significa aqu Energa y Amor. Cf. despus El Amor, forma superior de la
Energa Humana, pg. (...); no la fuerza por encima de nosotros, sino el amor,
pg. 87. (N. del E.)
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CONCLUSIN
b) Despus, slo la idea de un Cosmos en, movimiento hacia lo Personal parece capaz
de sostener y de canalizar hacia el Futuro las energas presentes de la Humanidad. Si hay un
hecho patente hoy es la imposibilidad, para las morales de equilibrio, de gobernar la Tierra.
Los sabios se esfuerzan vanamente en mantener el orden social e internacional, limitando la
Fuerza. Por la lgica misma de la Vida, la Fuerza nace irresistiplemente por todas partes,
bajo nuestros pies y entre nuestras manos, y exige imperiosamente crecer hasta el fin de s
misma. Nuestro Mundo ha entrado en la era de la Fuerza al mismo tiempo que se
despertaba a la conciencia de su evolucin. Se romper sobre s mismo si no descubre una
salida donde hacer converger su exceso de potencia hacia arriba y hacia adelante. No
obedecer ms que a una moral de movimiento; y no concibo posible tal moral fuera de la
fe en la existencia de una transformacin que hace pasar el Universo del estado material al
espiritual.
En definitiva, capaz y slo capaz, bien de explicar el Pasado, bien de salvar el Porvenir
del tipo de evolucin experimentalmente constatada en la Naturaleza, la teora aqu
propuesta del Fenmeno espiritual se presenta tan verdadera como puede serlo cualquier
hiptesis fsica de gran envergadura.
Pero hay ms. De esta primera verdad, ampliamente provisional, se deriva la posibilidad
de una verificacin ulterior obtenida por observacin directa. Si es verdad, como hemos
sido llamados a imaginar, que los desarrollos csmicos de la Conciencia dependen de la
existencia de un Centro superior e independiente de Personalidad, debe haber un medio, sin
dejar el terreno experimental, de reconocer alrededor de nosotros, en las zonas
personalizadas del Universo, algn efecto psquico (radiacin o atraccin) ligado
especficamente a la operacin de este Centro y revelando, en consecuencia, positivamente,
la existencia de ste.
El descubrimiento definitivo del Fenmeno espiritual est ligado al anlisis (que la
Ciencia terminar por abordar un da) del fenmeno mstico, es decir, del Amor de Dios
*.
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* Indito. Pacfico, marzo de 1937.
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LA ENERGIA HUMANA
INTRODUCCIN
Objeto y sujeto
1. NATURALEZA Y DIMENSIONES DE LA
ENERGIA HUMANA
Consideremos ahora la Energa Humana total. En cada instante, esta energa est
formada por la suma de todas las energas elementales acumuladas en la superficie de la
Tierra. Podemos llegar a figurrnosla?
En lo que concierne a las dos energas, incorporada y controlada, sera tericamente
posible una medida, ya ensayada en otros dominios de la vida por sabios como Vernardsky.
Para efectuarla, bastara fijar la cantidad de sustancia orgnica e inorgnica comprendida,
bien en los cuerpos humanos, bien en el maquinismo industrial, y calcular lo que representa
este conjunto de energa acumulada o gastada. Asunto de estadstica. Esta operacin, al
determinar en cada instante el porcentaje de energa terrestre efectivamente hominizada,
permitira apreciar, en su zona ms externa, la amplitud y el gradiente del Fenmeno
humano.
Mayor dificultad tiene la figuracin de la energa espirtualizada. Sin duda, no es
inverosmil que la Ciencia llegue un da, por dosificaciones qumicas o por el
descubrimiento de alguna radiacin vital, a determinar la potencia puesta en juego en el
curso de los fenmenos psquicos. Pero esta medicin de la energa nerviosa, aun supuesto
que se realice, no traducira la magnitud y la riqueza del mundo de representaciones y de
afectos en que consiste, finalmente, la Energa Humana. Para hacemos una idea de sus
dimensiones interiores casi no podemos recurrir ms que a consideraciones indirectas,
basadas unas en el nmero, otras en la unin de las partculas humanas.
El nmero, en primer lugar. Es, en algunos aspectos, una gran debilidad, pero en otros,
sin embargo, una extraordinaria potencia la que se expresa en la pluralidad humana.
Variedad de puntos de vista complementarios, multiplicidad de los esfuerzos que tantean,
antenas que buscan: esto es lo que representa, desde un punto de vista energtico, el estado
de multiplicidad que tanto nos hace sufrir en otros aspectos. Hemos intentado nunca
representamos los miles de millones de elementos humanos que, en cada instante, presionan
intelectualmente sobre el Universo?
Pero este nmero, por s solo, visto a la escala csmica, sera, todava, poca cosa. Qu
cuenta la poblacin humana del globo comparada con las miradas de partculas encerradas
en una gota de agua?... La faz verdaderamente impresionante de la Energa Humana total no
aparece ms que cuando se observa desde el punto de vista de ligazones internas. En
efecto, las energas humanas elementales no actan en desorden, a capricho de las leyes
estadsticas. No vibran, tampoco, sencillamente, en una direccin comn muy definida, de
la que volveremos a hablar ms adelante: la de la mayor conciencia. Mucho ms que esto.
Tienden a componer sus radiaciones individuales en una pulsacin nica, es decir, a
constituir un conjunto organizado. Esto es lo que hay que haber percibido una vez, so pena
de no comprender nada en el problema de la Energa Humana.
Esta ligazn fundamental del Mundo pensante no nos es sensible inmediatamente.
Partculas ahogadas entre otras partculas, vivimos habitualmente sin tomar conciencia de lo
que debe representar, vista en su conjunto, la masa de conciencia de la que formamos parte.
Como una clula que no viera ms que otras clulas en el cuerpo al que pertenecen. Y, sin
embargo, el cuerpo existe ms que los elementos de los que se compone. En verdad, no
podemos alcanzar ningn progreso decisivo en nuestras concepciones del mundo animado
mientras que, permaneciendo en la escala celular no sepamos emerger por encima de los
seres vivos para ver la Vida, por encima de los Hombres para descubrir la Humanidad: no
esta Humanidad abstracta y languideciente de que nos hablan los filntropos, sino la
realidad fsica, poderosa, en la que se baan y se influencian todos los pensamientos
individuales hasta formar, por su multiplicidad ligada, un solo Espritu de la Tierra.
Esta percepcin de alguna unidad psquica natural, superior a nuestras almas 1
requiere, lo s por experiencia, una calidad y una educacin especiales de la mirada. Nace,
como todas las amplias perspectivas de la Ciencia, de una reflexin prolongada que
descubre un sentido csmico profundo a conexiones que el uso nos ha habituado a
considerar como superficiales, banales, morales. No es mucho ms fcil ver a la Humanidad
de que hablo, que instalarse en el Universo de la Relatividad... Pero si llegramos a operar
una conversin parecida de nuestra mirada, entonces la Tierra, nuestra pobre Tierra
humana, se cubrira de esplendor. Flotando encima de la Biosfera, cuyas capas fluyen
gradualmente por l, el mundo del Pensamiento, la Noosfera comienza a dejar irradiar su
corona.
La Noosfera!
Finalmente, es a esta magnitud y a ella sola a la que se aplican las consideraciones que
van a seguir sobre la Energa Humana. No vale la pena que sigan adelante los que no sean
capaces de verla.
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1
Nuestro psiquismo individual. (N. del E.)
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II. SIGNIFICACION Y VALOR DE LA
ENERGIA HUMANA
Aun tomada con la plenitud de grandeza y con la totalidad de interligazones que hacen
de ella una unidad natural de dimensiones planetarias, la Energa Humana correr el riesgo
de parecer despreciable y como perdida en el seno de las fantsticas energas siderales
donde se sumerge, si no se presentase revestida de ciertas cualidades particulares. Estas
cualidades pueden ser reconocidas y afirmadas por simple consideracin del valor que toma
el Pensamiento, si se le opone a las potencias brutas de la Materia. Slo aparecen con una
completa claridad en las perspectivas del Tiempo; es decir, de la Evolucin.
No repetir aqu en detalle las consideraciones que he desarrollado ya muchas veces en
otra parte. Pero tengo que esbozar, al menos, la articulacin. Esta puede expresarse en la
tesis siguiente: Por el simple hecho de su existencia en la Naturaleza, el Hombre impone al
Cosmos, primero, una cierta materia y luego una cierta estructura; y el resultado de esta
doble condicin es la de constituir l, Hombre, en el campo de nuestra experiencia, la
porcin ms significativa y la ms preciosa del Universo.
Estudiemos, sucesivamente, los trminos de esta proposicin.
Una cierta materia, en primer lugar. Por razones obvias de comodidad intelectual y
prctica, la Ciencia ha intentado siempre, desde sus orgenes, explicar el Mundo (es decir,
dar de l una explicacin coherente total) a partir de la Materia. Pero he aqu que en este
esfuerzo de sntesis viene cada vez ms claramente a chocar contra un obstculo
insuperable: la Vida. Hay que rendirnos a la evidencia. Tomada en un sentido ascendente, a
partir de los determinismos mecnicos, la Vida se presenta a las ascensiones de la Fsica
como una serie de escalones infranqueables. Los animales, y ms especialmente el Hombre
en el que emergen, deciddamente, los fenmenos de espontaneidad y de inmanencia, son
imposibles de integrar en un sistema puramente mecanicista de la Naturaleza. Imposible,
por otra parte, dejarle fuera de nuestras construcciones: esto sera la derrota de la Ciencia.
Qu hacer para salir del laberinto? Hay una sola salida: cambiar nuestra direccin de
marcha. Hemos intentado, hasta aqu, alcanzar y reproducir el Espritu procedente de la
Materia. Se trata, por un proceso inverso, de alcanzar y reconstituir la Materia descendiendo
del Espritu, escogido como sustancia primordial de las cosas. Pongamos, en principio, que
solamente lo espontneo y lo consciente (por ocultos que estn por un estado de divisin y
de difusin extremos) existen en el origen, de suerte que los determinismos en los que
queremos situar la esencia del Mundo no sean ms que un velo de rigidez arrojado por el
juego de los grandes nmeros sobre una masa de libertades elementales. Siguiendo esta
lnea, las dificultades desaparecen, el camino se allana y se hace posible el paso entre los
dos polos, consciente e inconsciente del Universo. El Cosmos sera fsicamente incapaz de
contener al Hombre si estuviese formado a base de la Materia. Podemos, pues, concluir (y
este es el primer paso) que es, en lo ntimo de s mismo, de materia espiritual.
Y ahora (henos aqu en el segundo paso), cul debe ser la textura de esta materia
csmica espiritual para que el Hombre, hecho posible en la Naturaleza, ocupe,
efectivamente, en el sistema de las cosas, la posicin particular que revela la experiencia?
Si hay una evidencia en la que confluyen los resultados ms seguros de la Biologa de
posicin, es seguramente:
a) Que alrededor del Hombre lo Espiritual (es decir, los elementos constitutivos de la
Biosfera) se disponen radialmente.
b) Esta distribucin radial se basa no en un simple efecto de perspectiva (como sucede
con los elementos de un paisaje), sino en una reparticin natural de los seres vivos.
c) Esta reparticin, a su vez, no es debida a un agrupamiento u ordenamiento estticos,
sino que resulta de un establecimiento gradual.
En otros trminos, a partir del Hombre, tomado como centro, lo Espiritual va
degradndose manifiestamente, tanto alrededor como detrs de nosotros. Qu puede
significar este fenmeno?
Una nica interpretacin parece capaz de aclarar a la vez estas diversas apariencias, y es
admitir que las capas espirituales del Universo han sufrido un movimiento de conjunto que
las arrastra hacia una concentracin creciente de la cantidad de conciencia que encierran. El
aspecto del firmamento sera ininteligible para el astrnomo sin la rotacin de las masas
nebulosas. La textura de un tallo no se explicara sin el desarrollo de la planta. De manera
semejante, la situacin del Hombre en la Naturaleza no puede explicarse sin un efecto de
crecimiento psquico. No. El Universo no ha nacido inmvil, sino que su estructura
traiciona (al menos en el Pasado) una evolucin global de su masa hacia una interiorizacin
siempre mayor, llegando, finalmente, a la reflexin.
Planteado esto, la conclusin que anuncibamos se descubre por s misma. Situada en el
frente de avanzada de la onda csmica, la Energa Humana toma un inters sin proporcin
con la debilidad aparente de sus dimensiones. La Noosfera es una pelcula casi
imperceptible si se la compara con las magnitudes astrales. En realidad, esta delgada
superficie es nada menos que la forma ms progresiva bajo la que nos es dado comprender
y contemplar la Energa Universal. En esta envoltura tenue pasa la esencia de las
inmensidades que bordea: la nota superior alcanzada por la vibracin de los mundos.
Lo que quiere decir dos cosas:
La primera es que, en direccin, la marcha seguida hasta aqu por el Cosmos nos est
indicada por la flecha humana, de suerte que, por el anlisis de las condiciones de nuestra
accin, podemos esperar descubrir las condiciones fundamentales a las que est sujeto el
funcionamiento general del Universo.
La segunda es que, en amplitud, tenemos concentrada en la masa humana la porcin ms
viva, la quintaesencia, el tesoro y la esperanza del Mundo.
Qu hay que hacer y qu podemos hacer?
Esta pregunta, de la que depende toda la operacin de nuestras libertades, slo puede ser
resuelta por una mirada hacia adelante.
Bajo la influencia conjugada de los ltimos progresos materiales y de las presentes crisis
sociales, la idea de comprender y tratar cientficamente la Energa Humana como un
todo, est saliendo de la zona de las especulaciones y del sueo. Fisilogos como el
Doctor Carrel, bilogos e incluso literatos como los dos Huxley, unidos a ingenieros y
economistas, en el seno del Centro de Estudios de los Problemas, humanos, dirigido por
Jean Coutrot, se unen, independientemente de los metafsicos como Bergson, para echar las
bases de un conociminto (terico y prctico a la vez) de la actividad humana, que se
anuncia ya como la gran ciencia del maana. La organizacin del Espritu, sucediendo a la
de la Materia...
No se trata, evidentemente, en mi caso, de presentar aqu un programa detallado de esta
disciplina y de esta tcnica nuevas. Por el contrario, es mi designio esbozar una forma
posible, a fin de hacer ms concreto, en este ejemplo, lo que conviene entender por una
Energtica humana.
Pero antes, dos observaciones previas que marcan todo nuestro posterior desarrollo.
En primer lugar, desde el punto de vista en el que nos hemos situado, est claro que no
hay ninguna diferencia esencial que separe lo que se opone habitualmente bajo los nombres
de energa fsica y de fuerza moral 2. Si, como hemos querido dejar sentado, el Cosmos es
de materia espiritual, entonces una ensambladura mecnica, artificialmente realizada, una
atraccin de naturaleza efectiva, un progreso en la organizacin econmica y social, una
unin obtenida por ondas hertzianas, incluso una sistematizacin intelectual, tienen tanta (e
incluso ms) realidad fsica que las atracciones y agrupamientos corpusculares o que las
conexiones naturales que forman los cuerpos organizados. En el Cosmos que se descubre a
nuestros ojos no hay ninguna distincin fundamental entre lo fsico y lo moral. El dominio
de la Energa Humana es de lo Fsico-moral.
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2 En cuanto a su carcter de realidad natural (y no artificial) (N. del E.)
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Segunda observacin general. Cualquiera que sea la forma particular bajo la que se lo
considere, lo Fsico-moral obedece, en su ejercicio, a una doble ley esencial y universal:
intentarlo todo, hasta el final. Semejantes a las molculas de un gas, las innumerables
unidades humanas presionan, simultneamente, sobre la superficie entera de los obstculos
opuestos a su expansin hasta ser vencidos o llevados a su punto de menor resistencia. Y
cuando, por tanteo, se encuentra esta salida, su masa tiende a precipitarse en ella hasta una
distensin completa. As lo quieren, a la vez, la estructura corpuscular y la tensin interna
que caracteriza a la Noosfera. Cuando, ms adelante, se trate de la bsqueda de un resultado
cualquiera en el terreno de la Energa Humana, se sobreentender siempre que el esfuerzo
considerado debe ser conducido por una infinidad de tentativas que se suceden hasta la
realizacin mxima del efecto deseado. Intentarla todo para saber y poder cada vez ms:
esta es la frmula ms general y la ms alta ley de la actividad humana y de su moralidad.
Admitido esto, debemos abordar directamente el problema que nos hemos planteado.
Cmo imaginar la organizacin racional de la Energa contenida en nuestra Noosfera?
En primer lugar, multiplicado por el nmero de individuos a los que afecta, cada
progreso en una u otra de las dos direcciones indicadas est destinado, necesariamente, a
traducirse en un salto positivo en la curva de la Energa Humana. Pero adems, en ambos
casos, el resultado final es de una importancia suprema. Bien por efecto de la expansin,
bien por efecto de la liberacin, cualquier avance realizado por el Hombre en la
mecanizacin del Mundo desborda el plano de la Materia. Pues viene a aadirse a las
nuevas posibilidades que nacen de los perfeccionamientos aportados a la materia
organizada para producir en el individuo un aumento de la energa espiritual.
c) La energa espiritualizada, como hemos visto, es la flor de la Energa Csmica.
Representa, adems, la porcin ms interesante de las fuerzas humanas por organizar. En
qu direcciones principales podemos suponer que tiende y en qu podemos ayudarla a
desarrollarse, en el fondo de nuestras naturalezas individuales? Sin duda, hay que
responder, en el sentido de un desarrollo sucesivo de alguna de nuestras antiguas potencias,
acompaado de la adquisicin de algunas facultades o conciencias nuevas.
Desarrollo, o incluso metamorfosis, de algunas potencias antiguas. Desde hace un siglo
hemos sufrido, sin darnos demasiada cuenta de ello, una notable transformacin en el orden
intelectual. Descubrir, saber, haba sido siempre una tendencia profunda de nuestra
naturaleza. No la reconocamos ya en el hombre de las cavernas? Pero ha sido solamente
ayer cuando esta necesidad esencial de conocer se ha explicitado y cambiado en una
funcin vital autnoma, primando en nuestras existencias sobre la preocupacin por comer
y beber. Pues bien: si no me equivoco, este fenmeno de individualizacin de nuestras
funciones psicolgicas ms elevadas no slo est lejos de haber alcanzado sus lmites en el
terreno del pensamiento puro, sino que, ms an, tiende a propagarse en un terreno vecino,
prcticamente informe e inexplorado: la terra ignota de las potencias afectivas y del
amor.
Hecho paradjico, el amor (entiendo aqu amor en el sentido estricto de pasin), a
despecho (o quiz justamente, a causa) de su ubicuidad y de su violencia, ha sido, hasta
aqu, dejado fuera de cualquier sistematizacin racional de la Energa Humana.
Empricamente, las morales han llegado a codificar, como han podido, su uso con relacin
al mantenimiento y a la propagacin material de la raza. Pero quin ha pensado seriamente
en que, bajo esta potencia turbulenta (y, sin embargo, animadora, como era sabido, de los
ingenios, de las artes y de toda poesa) quedaba en reserva una formidable fuerza creadora
tal, que el Hombre no sera Hombre ms que el da en que la hubiera, no abatido, sino
transformado, utilizado, liberado?.. Hoy, para nuestro siglo, vido de no dejar perder
ninguna fuerza y de dominar los resortes ms ntimos de la psicologa, parece que se
empieza a hacer la luz. El Amor, tanto como el pensamiento, est siempre en pleno
crecimiento en la Noosfera. Cada da se hace ms patente el exceso de sus energas
crecientes sobre la necesidad, cada da ms restringida, de la propagacin humana. Es, pues,
que este amor tiende, bajo su forma plenamente hominizada, a llenar una funcin mucho
ms amplia que la simple llamada a la reproduccin. Entre el hombre y la mujer duerme
todava un poder especfico y mutuo de sensibilizacin y de fecundacin espiritual que
tiende a convertirse en irresistible mpetu hacia todo lo que es belleza y verdad. Va a
despertarse. Desarrollo, deca, de una potenca antigua. La expresin es, sin duda,
demasiado dbil. Ms all de un cierto grado de sublimacin, por las posibilidades
ilimitadas de intuicin e interrelacin que lleva consigo, el amor espiritualizado penetra lo
desconocido: va a unirse, a nuestros ojos, en el misterioso porvenir con el grupo esperado
de las facultades y de las conciencias nuevas.
Fecultades y conciencias nuevas. Por ello no entiendo, simplemente, por maravillosa
que sea, la extensin artificial de nuestro sentido, en una radiacin ms: infinitos zumbidos
llenando, repentinamente, como ha sucedido a nuestra generacin, una esfera de
melanclico silencio. Sino que pienso en modos ms directos de percepcin y de accin que
vendrian, conforme a muchas viejas esperanzas, a manifestar la plasticidad y la
transparencia de la Materia con relacin al Espritu. Desde hace mucho tiempo, los hombres
buscan el medio de influir, inmediatamente, por su voluntad, y de penetrar, por la mirada
interior, los cuerpos y las almas que les rodean. Estas tentativas, hechas al azar, sin idea
directriz ni mtodo de conjunto, han fracasado hasta aqu. Pero maana podran llegar a
algo. De acuerdo con las recientes visiones que nos orientan hacia la concepcin de una
esencia espiritual de la Materia, no terminar la Fsica por separar y dominar lo que se
disimula en el fondo de la Metapsquica? Y aunque la Fsica fracase en esta tarea, que no
pertenece a su dominio, algunos efectos psicolgicos de otro orden (piensa aqu en la
Mstica), no realizarn un da la evasin soada de nuestros cuerpos a sus determinismos
y de nuestras almas a su aislamiento?... Si hay algn indicio que haga preveer una
metamorfosis tan profunda sera, sin duda, la formacin en curso, en nuestras conciencias
modernas, de un sentido especial para comprender la Totalidad en la cual puede operarse,
nicamente, el prodigio de nuestra liberacin y de nuestra compenetracin (o transparencia)
mutuas.
Tan antiguas como las tentativas espiritistas para vencer la Materia son, en el
Hombre, las aspiraciones pantestas hacia una comunin universal. Pero ha sido slo
ltimamente, gracias a los datos precisos suministrados por la Ciencia sobre la unidad de las
energas y de los cuerpos y tambin sobre la realidad de una cosmognesis, cuando estos
vagos deseos comienzan a tomar la forma racional, propia a las conquistas definitivas del
espritu. En todos los dominios comenzamos a vivir habitualmente en presencia y con la
preocupacin del Todo. Nada me parece ms importante, desde el punto de vista de la
Energa Humana, que la aspiracin espontnea y, eventualmente, el cultivo sistemtico de
semejante sentido csmico. Por l los hombres se elevan, explcitamente, a la percepcin
de su naturaleza molecular. Dejar de ser individuos cerrados para constituirse en parte.
En ellos, desde entonces, la energa espiritual elemental se encuentra presta,
definitivamente, para integrarse en la Energa Total de la Noosfera.
Pero, antes de abordar el estudio de esta ltima, no dejemos de mostrar un punto
importante. En el curso de las sugerencias que preceden, nos hemos atenido, por fuerza, a la
consideracin de las lneas de conjunto, segn las cuales puede ser anticipado un progreso
de la naturaleza humana individual, tomada in genere. Pero esta aproximacin no debe
hacernos olvidar el punto de vista esencial, final, de la calidad individual de los individuos.
Los elementos de la Noosfera, en virtud de la naturaleza espiritual de sta, no son
exactamente comparables a los corpsculos annimos e intercambiables de una masa
gaseosa. Sino que corresponden, ms bien, a las clulas de un organismo extremadamente
especializado, en el que cada una ocupa, y es la nica en poder ocuparlo, un lugar
determinado. Esto quiere decir que la perfeccin y la utilidad de cada ncleo de Energa
Humana con relacin al conjunto dependen, en definitiva, de lo que hay de nico y de
incomunicable en el perfeccionamiento de cada uno. Lo que debe, pues, a fin de cuentas,
preocupar al tcnico del Espritu en el manejo de las unidades humanas es el dejarlas, en el
curso de las transformaciones (cualesquiera que sean) que intenta hacerles sufrir, la
posibilidad de encontrarse y la libertad de diferenciarse ms cada da.
La organizacin de la Energa Humana elemental, cualquiera que sea la generalidad de
sus mtodos, debe culminar en la formacin, en el seno de cada elemento, de un mximo de
personalidad.
El alma comn
No faltan objetivos hacia los que hacer derivar racionalmente este excedente natural de
potencia: instalacin y saneamiento de los continentes, lucha organizada contra las
enfermedades, esfuerzos colectivos de exploracin y de investigacin. Insistamos en este
ltimo punto: me parece que contiene la solucin definitiva a los problemas planteados por
la utilizacin de la Energa Humana.
Nos enorgullecemos de vivir en un siglo de luz y de ciencia. Y, sin embargo, la verdad
es, por el contrario, que nos arrastramos todava en formas rudimentarias e inefables de
conquista intelectual. Siglo de ciencia, decimos. Pero cul es la proporcin de actividades
terrestres empleadas actualmente en visitar y en conquistar las zonas todava desconocidas
del mundo, en dinero, en personal, en organizacin? Intentemos hacer el clculo y
quedaremos estupefactos ante la insignificancia del porcentaje obtenido. Una millonsima
parte de la energa total, quiz... Apenas el precio y el efectivo de un acorazado.. Hay un
hecho brutal: en su mayor parte, la Investigacin (esta funcin a la que todo el mundo est
de acuerdo en reconocer el valor humano supremo) est abandonada, sin ningn orden, a
algunas buenas voluntades o a instituciones privadas. Semejante situacin es, simplemente,
un escndalo biolgico. Esta negligencia y este desorden no solamente tienen por efecto
retardar gravemente la velocidad del movimiento, sino que, durante el tiempo que duren,
tenemos positivamente que renunciar a algunos y probablemente a los ms importantes de
los descubrimientos que necesitamos. Nadie que investigue sobre el terreno o en un
laboratorio vendr a contradecirme. Nos encontramos, en este momento, en el lmite de los
progresos realizables por esfuerzos individuales. La ciencia espera ahora, para constituirse
verdaderamente, que la llevemos adelante con medios de amplitud industrial. Intentarlo
todo, hasta el fin. Esta frmula no perder su valor hasta que la experimentacin cientfica
se encuentre organizada a una escala, no solamente nacional, sino humana.
Qu sucedera si nos decidiramos, al fin, a concentrar el aguijn de nuestras
ambiciones sobre este polo del descubrimiento? Pues quiz, ni ms ni menos, que se habra
hecho la abertura definitiva para el exceso de nuestros poderes en un campo ilimitado de
expansin y de conquista. Actualmente, la mayora de los hombres no comprenden todava
la Fuerza (esta llave y este smbolo del ms-ser) ms que bajo su forma ms salvaje y
primitiva: la guerra. He aqu por qu es necesario, quiz, que hagamos todava, durante
algn tiempo, ingenios de batalla cada vez ms grandes y ms mortferos, puesto que
tenemos todava necesidad, desgraciadamente, de esas mquinas para materializar en
nuestra experiencia concreta el sentido vital del ataque y de la victoria. Pero viene el tiempo
(y llegar) en que la masa se dar cuenta de que los verdaderos xitos humanos son los que
triunfan de los misterios de la Materia y de la Vida. Se aproxima el momento en que el
hombre de la calle comprender que hay ms poesa en un poderoso instrumento destinado
a desintegrar los tomos que en un can. Sonar, entonces, para el hombre, una hora
decisiva: aquella en que el Espritu del Descubrimiento absorber toda la fuerza viva
contenida en el Espritu de la Guerra. Fase capital de la Historia en la que, al sumarse el
poder transformado de las armadas y de los ejrcitos con este otro poder que la mquina
habr liberado, una marea irresistible de energas libres avanzar hacia los crculos ms
progresivos de la Noosfera.
Una parte importante de esta masa de energa disponible se encontrar absorbida
inmediatamente por las expansiones del Hombre de la Materia. Pero otra porcin, la ms
preciosa, refluir necesariamente hasta los niveles de los que tenemos que ocuparnos ahora,
de la energa espiritualizada.
c) Los crecimientos posibles de la Energa espritual total revelan, propiamente, lo que
Bergson ha denominado la Evolucin creadora. Son, pues, por naturaleza, imprevisibles.
Qu sern maana las formas superiores de la intuicin, del arte, del pensamiento?.. No
solamente no podramos decirlo, sino ni siquiera concebirlo. Pero si tenemos que renunciar
aqu a toda anticipacin figurada del porvenir, al menos podemos afirmar de qu tipo
general sern los progresos esperados. Se efectuarn, tal como se anuncian ya, en la
direccn y bajo el signo de una creciente unidad. Esto es lo que es importante discernr.
En el curso de las pgnas que preceden nos hemos ocupado largamente de la red de
conexiones mecnicas y sociales por la que se teje, a nuestros ojos, la envuelta tangble de
la Humanidad. Pero este velo, cada vez ms cerrado, de cohesin material, no es ms que el
ndice exterior de otro trabajo en curso mucho ms profundo: el de una organizacin
interna, psquica, de la Noosfera.
En un prmer grado, esta elaboracin inmanente de la Energa Humana total se
encuentra mecnicamente esbozada por el juego mismo de las necesdades ms inmediatas
de la vida. Materialismo histrico, dira Marx. Para obtener los resultados de organizacin y
de descubrimiento colectivos necesarios a su subsistencia, las actividades elementales
pensantes son automticamente conducidas a formar un conjunto ligado de operacin: un
frente humano. Pero estos primeros lineamentos de una conciencia comn contienen en s
una exigencia viva de precisarse y de prolongarse interiormente. Intelectualmente, los
progresos de la Ciencia tienden a edificar una sntesis de las leyes de la Materia y de la
Vida, que no es otra cosa, en el fondo, que un acto colectivo de percepcin: el Mundo visto
en una misma perspectiva coherente por el conjunto de la Humanidad. Socialmente, el cruce
y el fusionamiento de las razas conducen, directamente, al establecimiento de una forma,
igualmente comn, no solamente de lengua, sino de moralidad y de deal. Afectivamente, la
comundad de inters y de lucha por los mismos objetivos, acompaa ipso facto de una
camaradera de combate, esbozo natural de un amor o sentido humanos.
As, por toda clase de vas diversas, lo que no era, en principio, ms que un
agrupamiento casi material de progresin y de ataque, tiende a tomar una consistencia
interior y a convertirse en sujeto autnomo de reflexin y de accin. Bajo el efecto
combinado de las necesidades materiales y de las afinidades espirituales de la vida, la
Humanidad comienza, alrededor nuestro, a emerger de lo impersonal para, de alguna
manera, adquirir un rostro y un corazn.
En la constatacin de este nacimiento misterioso se acaba y se pierde la vista ms
general que nos es dado tomar de la corriente biolgica que nos arrastra.
La Organizacin de la Energa Humana, tornada en su totalidad, se dirige y nos empuja
hacia la formacin ltima, por encima de cada elemento personal, de un alma humana
comn.
Los mismos que acogen con el mayor escepticismo cualquier sugestin que tienda a
promover una coordinacin general del Pensamiento en la Tierra, son los primeros en
reconocer y en deplorar el estado de divisin en el que vegetan las fuerzas humanas: polvo
de actos en el individuo, polvo de individuos en la sociedad... Evidentemente, dicen, hay
una inmensa potencia neutralizada y perdida en esta agitacin sin orden. Pero cmo es
posible que semejante ceniza adquiera nunca coherencia? Divididas ya, de modo natural, en
s mismas, las parcelas humanas, se rechazan, adems, unas a otras, sin remedio. Se puede,
quiz, forzarlas mecnicamente, unas sobre otras. Pero infundirles un alma comn es
fsicamente irrealizable.
El punto fuerte y el dbil de todas las objeciones hechas a la posibilidad de alguna
unificacin ulterior del mundo, me parece que se apoyan en el hecho de que aumentan
insidiosamente apariencias demasiado reales, sin querer tener en cuenta ciertos factores
nuevos, perceptibles ya en la Humanidad. Los pluralistas razonan siempre como si no
existiera ningn principio de ligazn o no tendiera a existir en la Naturaleza, fuera de las
relaciones vagas o superficiales, habitualmente consideradas por el sentido comn y la
sociologa. En el fondo, son juridicistas o inmovilistas que no pueden imaginar a su
alrededor ms que lo que les parece que ha sido siempre.
Pero veamos lo que va a pasar en nuestras almas, por poco que emerja en ellas, en el
momento regulado por la marcha de la Evolucin, la percepcin de un Centro animado de
convergencia universal. Representmonos (no es una ficcin, como diremos pronto) un
hombre que se ha hecho consciente de sus relaciones personales con un Personal supremo,
al que es llevado a agregarse por el juego entero de las actividades csmicas. En un sujeto
tal, y a partir de l, es inevitable que se encuentre esbozado un proceso de unificacin,
marcado, paulatinamente, por las siguientes etapas: totalizacin de cada operacin con
relacin al individuo; totalizacin del individuo con relacin a s mismo; totalizacin,
finalmente, de los individuos en lo humano-colectivo. Realizndose todo este imposible,
naturalmente, bajo la influencia del Amor.
En el estado dividido en que nos consideran los pluralistas (es decir, fuera de la
influencia consciente del Omega), slo actuamos, lo ms a menudo posible, por una nfima
porcin de nosotros mismos. Tanto si come como si trabaja, si estudia matemticas o hace
crucigramas, el Hombre no se compromete en sus obras ms que parcialmente, slo por una
u otra de sus facultades. Funcionan sus sentidos o sus miembros, o su razn, pero no el
mismo corazn. Accin humana, pero no accin de todo el Hombre, dira el Escolstico.
Por esto un sabio o un pensador, despus de una vida de esfuerzos sublimes, puede
encontrarse empobrecido, extenuado, decepcionado. Su inteligencia, pero no su persona, ha
trabajado sobre objeto inanimados. Se ha dado: no ha podido amar.
Observemos ahora las mismas formas de actividad, a la luz de Omega. Omega, aquel en
quien todo converge, es, recprocamente, aquel de quien todo irradia. Imposible situarle
como un foco en la cumbre del Universo, sin difundir, al mismo tiempo, su presencia en lo
ntimo del menor paso de la Evolucin. Qu decir sino que, para el que la ha visto,
cualquier cosa, por humilde que sea, con tal que se site en la lnea del progreso, se
calienta, se ilumina, se anima y, en consecuencia, se convierte en objeto de adhesin total?
Lo que era fro, muerto, impersonal, para el que no ve, se carga, para los que ven, no
solamente de vida, sino de una vida ms fuerte que la suya, de suerte que se sienten cogidos
y asimilados, al actuar, mucho ms de lo que toman y asimilan ellos mismos. All donde el
primero no encuentra ms que un objeto de reaccin limitada, los segundos pueden
extenderse sobre la totalidad de sus potencias, amar apasionadamente, como un contacto o
una caricia, la ms oscura de sus tareas. Nada ha cambado en el mecanismo de la
operacin. Pero qu dferencia en la materia de la accin, en la intensidad de la donacin!
La distancia entre una manducacin y una comunin.
Y esto es el primer paso en la totalizacin. En el interior de un mundo de estructura
personal convergente, en el que la atraccin se convierte en amor, el Hombre descubre que
puede darse sin lmites a todo lo que hace. Con el Universo, en el menor de sus actos puede
tomar un contacto ntegro, con toda la superficie y la profundidad de su ser.
Todo se ha convertido, para l, en alimento completo.
Que bajo la influencia animadora de Omega cada uno de nuestros gestos particulares
puede hacerse total, es ya una maravillosa utilizacin de la Energia Humana. Pero he aqu
que, apenas esbozada, esta primera transfiguracin de nuestras actividades tiende a
prolongarse en otra metamorfosis todava ms profunda. Por el hecho mismo de que se
hacen totales, cada una por s misma, nuestras operaciones se encuentran lgicamente
abocadas a totalizarse, tomadas todas juntas en un acto nico. Veamos cmo.
Inmediatamente, el efecto del amor universal, hecho posible por Omega, es el de
subtender a cada una de nuestras acciones una identidad profunda de inters y de donacin
apasionados. Cul va a ser la influencia de este fondo comn (se podra decir, de este
clima nuevo) sobre nuestra vida interior? Va a disolvemos en su dulce calor? A embotar
en una atmsfera de espejismo la nitidez de los objetos prximos? A distraernos de lo
tangible individual para absorbernos en un sentido confuso de lo Universal?... Para temerlo
sera necesario olvidar una vez ms que, en la direccin del espritu, la unin diferencia. Es
exacto, sin duda, que, si he descubierto Omega, todas las cosas se me conviertan, de alguna
manera, en la misma cosa, de suerte que, haga lo que haga, pueda tener la impresin de
hacer una misma cosa. Pero esta unidad fundamental no tiene nada de comn con una
disolucin en lo homogneo. En primer lugar, acenta, lejos de debilitar, el relieve de los
elementos que une, pues Omega, el nico deseado, no se forma a nuestros ojos y no se
ofrece a nuestro contacto ms que en la perfeccin de los progresos elementales por los que
se teje, experimentalmente, la Evolucin. Pero hay ms. El amor no impregna solamente el
Universo, a la manera de un aceite que reavivara sus colores. No liga, simplemente, en una
transparencia comn, el polvo opaco de nuestras experiencias. Es una verdadera sntesis la
que opera en el haz agrupado de nuestras facultades. Y he aqu, en definitiva, el punto que
interesa comprender bien.
En el curso superficial de nuestras existencia, es una cosa diferente ver o pensar,
comprender o amar, dar o recibir, aumentar o disminuir, vivir o morir. Pero qu van a ser
todas estas oposiciones desde el momento en que, en Omega, su diversidad se descubre
como las modalidades infinitamente variadas de un mismo contacto universal? Sin
desvanecerse, en absoluto, en sus races, van a tender a combinarse en una resultante comn
en la que su pluralidad, siempre reconocible, surge en una inefable riqueza. No
interferencia, sino resonancia. Por qu asombrarnos? No conocemos, en un menor grado
de intensidad, un fenmeno semejante en nuestra experiencia? Cuando un hombre ama
noblemente a una mujer, con esta pasin vigorosa que exalta al ser ms all de s mismo, la
vida de este hombre, su poder de crear y de sentir su Universo entero, se vuelven a
encontrar claramente contenidos, al mismo tiempo que sublimados, en el amor de esta
mujer. Y, sin embargo, la mujer, por necesaria que sea al hombre para reflejarle, revelarle,
comunicarle y personalizarle el Mundo, no es todava el centro del Mundo. As, pues, si
el amor de un elemento por el elemento se muestra tan poderoso para fundir (sin
confundirla) en una impresin nica la multitud de nuestra percepcin y de nuestras
emociones, cul no ser la vibracin sacada de nuestros seres por su encuentro con
Omega?
En verdad, cada uno de nosotros est llamado a responder, con un armnico puro e
incomunicable, a la Nota universal. Cuando, por el progreso en nuestros corazones del
Amor del Todo, sintamos apagarse, ms all de la diversidad de nuestros esfuerzos y de
nuestros deseos, la exuberante sencillez de un impulso en el que se mezclan y se exaltan, sin
perderse, los innumerables matices de la pasin y de la accin, entonces, en el seno de la
masa formada por la Energa Humana, nos aproximaremos cada uno a la plenitud de nuestra
eficiencia y nuestra personalidad.
El anlisis hecho ms arriba del poder sintetizador del amor en materia de vida interior,
no ha sidoy no poda serlosin que tuviramos un modelo ante los ojos.
Dnde, pues, en la Naturaleza actual, existe un primer esbozo, una primera
aproximacin del acto total, en el que hayamos podido soar?
En ningn lugar ms claramente, me parece, que en el acto de caridad cristiana, tal como
puede realizarlo un creyente moderno para quien la creacin se ha hecho expresable en
trminos de Evolucin. A los ojos de un creyente semejante, la Historia del Mundo se
presenta como una vasta cosmognesis, en la cual todas las fibras de lo real convergen, sin
confundirse, en un Cristo, a la vez personal y universal. Rigurosamente, y sin metfora, el
cristiano que comprende, a la vez, la esencia de su Credo y las relaciones espacio-
temporales de la Naturaleza, se encuentra en la feliz situacin de poder pasar, en un gesto
nico de comunin, por toda la variedad de sus operaciones y en unin con la multitud de
los dems hombres. Tanto si vive como si muere, por su vida y por su muerte, consuma, de
alguna manera, a su Dios 7, al mismo tiempo que es dominado por l. En suma,
perfectamente comparable al punto Omega que nuestra teora haca prever, Cristo (con tal
que se descubra en el pleno realismo de su Encarnacin) tiende a producir exactamente la
totalizacin espiritual que esperbamos.
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7 El Cuerpo mstico de Cristo: Que sean uno, Padre, como t y yo somos uno
(Juan, XVII). (N. del E.)
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a) El fenmeno cristiano
Hemos tenido ya ocasin de sealar, entre los indicios que revelan un movimiento actual
de la Noosfera, el despertar sobre la Tierra de un cierto sentido csmico, por el que cada
uno de nosotros tiende a tomar una conciencia habitual y prctica de sus relaciones con el
Universo en evolucin.
En esta participacin activa de nuestros seres en una obra de conjunto (obra cuya
realidad se descubre al trmino de todas las avenidas de la Ciencia), se condena y toma
tierra en el corazn del mundo moderno la nebulosa de los pantesmos antiguos. A una
aceptacin instintiva, sentimental y racional pasiva de las potencias csmicas suceden, en
los seres vivos, el don racional y la colaboracin reflexiva del elemento en una tarea y un
ideal comunes.
Semejante aparicin del Todo por encima del horizonte de nuestras preocupaciones
individuales ha podido ser interpretado como un signo de que el Cristianismo se
aproximaba, naturalmente, a su fin. La forma antropomrfica de adoracin, basada en la fe
en un Dios personal, no iba a ser cambiada por el culto de realidades totalitarias, tales
como el Mundo y la Humanidad?
Me parece que son completamente distintas la situacin presente y las probabilidades de
maana.
Ningn objeto, hemos reconocido ms arriba, podra pretender totalizar en l la Energa
Humana, a menos que no posea un alma y no sea alguien. Dejadas en el estado de
colectividad impersonales, Tierra y Humanidad, pues, son positivamente impotentes para
sostener y mantener el impulso espiritual del Mundo. La marea que su atraccin levanta
est destinada a caer de nuevo sin forma, es cierto, hasta tanto no lleguen, una y otra, a
resolver sus nebulosidades en alguna figura clara. Pero por qu no llegarn a animarse, a
personalizarse, una y otra, acercndose a Dios, al que parecan tener que eliminar? Por qu
la cspide que falta a sus masas desmesuradas no se encontrara, precisamente, en el foco
que han determinado ya las aspiraciones cristianas?
De hecho, por el juego inevitable de las fuerzas psicolgicas en presencia, la sntesis de
los dos elementos est producindose ante nuestra vista. Por una parte, el Cristo resucitado
del Evangelio no puede llegar a mantenerse en la conciencia de los fieles por encima de la
creacin que debe, por definicin, consumar ms que incorporarse la creacin que se
quisiera oponrsele. Por otra parte, esta misma evolucin, para satisfacer las exigencias de
la accin refleja nacida de sus transformaciones, se busca ansiosamente, en el fondo de cada
uno de nosotros, un foco universal de pensamiento y de afecto. Aqu, una esfera que llama a
un centro. All, un centro que espera a una esfera. Lejos de contrariarse, como se podra
temer, los dos astros de la Totalidad y de la Personalidad, se atraen uno al otro en el alma
humana, y esto por la fuerza de cohesin, que tiende a cerrar el Universo sobre s mismo.
Una conjuncin es, pues, inevitable. Pero de esta conjuncin, cuando se produzca, va a
resultar, maana, el mayor de los fenmenos: la irrupcin, en un solo corazn, de la savia
total de las cosas; el Mundo querido por el Hombre, al igual y ms all de una Persona; el
nacimiento, por primera vez en la Tierra, de un amor tan amplio y tan fuerte como el
Universo.
He aqu, decamos anteriormente, el sentimiento que empienzan ya a experimentar, en s
mismos, los ms advertidos de los creyentes. Pero he aqu tambin, como anuncibamos, el
fruto de una elaboracin cuya sede es el conjunto del Pensamiento humano. Cuando un
cristiano puede decir hoy a su Dios que le ama, no solamente con todo el cuerpo y toda su
alma, sino con todo el Universo, no hace un descubrimiento repentino e individual, sino que
su accin es la manifestacin de un estado general y nuevo de la Noosfera. En la riqueza
creciente de su formulacin, el amor no solamente totaliza las disposiciones psicolgicas
del Mundo en un momento dado, sino que aclara y resume en l todos los esfuerzos del
Pasado: las dos condiciones esperadas por las que podramos reconocer que representa
realmente la forma superior buscada por la Energa Humana.
...De donde, finalmente, la sugestin siguiente: por dos puntos crticos, la Energa
Humana ha tomado ya la forma que le conocamos en este momento: aparicin, primero, de
la Vida, de donde ha salido la Biosfera; aparicin, despus, del Pensamiento, que llega a la
Noosfera.
No estara en curso, desde el nacimiento cristiano del amor, una metamorfosis ulterior,
la ltima: la toma de conciencia de un Omega en el corazn de la Noosfera, el paso de los
crculos a su centro comn: la aparicin de la Teosfera?...
Sueo, se dir, y fantasmagora. Pero que encuadra, singularmente, con la marcha de las
cosas.
Y, adems, no es curioso que, tomado en el fro rigor de sus exigencias catlicas, el
Cristianismo (y esto explica sus luchas por emerger, celosamente, de las sectas, de las razas,
de las naciones, de los imperios) no ha pretendido nunca, en el fondo, ser ni ms ni menos
que esto? *.
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* Indito. 6 de agosto-8 de septiembre de 1937. Marsella-Sanghai.
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APENDICE
EL PRINCIPIO DE LA CONSERVACION
DE LO PERSONAL
LA MISTICA DE LA CIENCIA
Si no nos fuese tan difcil dominar los acontecimientos en los que nos encontramos
mezclados, uno de los caracteres que deberan maravillarnos ms en el mundo actual es la
importancia preponderante tomada en la actividad humana por el departamento, podramos
decir, por la funcin de la investigacin. Hace slo algunas generaciones habran bastado
ampliamente tres cifras para cubrir el nmero de originales que posean el demonio del
descubrimiento. Pero hoy una fraccin importante de la humanidad civilizada consagra su
existencia a atacar los misterios y las posibilidades del Universo, mientras que la otra
fraccin, apelotonados alrededor de la arena, sigue con un inters acuciante las peripecias
de la lucha. Lejanas del pasado, profundidades del espacio, secretos de la materia, resortes
de la Vida, todos estos dominios, apenas considerados ayer, son, en este momento,
escrutados con una tenacidad, una sagacidad, un lujo de artificios destinados, segn parece,
a volver y a absorber en s, antes de mucho tiempo, los torrentes de oro y de energa que se
pierden todava en el pozo de los armamentos y de la guerra. Al lado de los caones
monstruosos y de los enormes acorazados hay, desde ahora, telescopios gigantes,
electroimanes ultrapoderosos, mquinas para desintegrar los tomos... La investigacin ha
salido de los escarceos de la infancia. Se ha convertido en la ocupacin grave, central, vital,
del hombre adulto. Esto es lo que debera impresionarnos ms que todos los desrdenes
polticos y todos los materiales socales, slo con que supiramos mirar el mundo de
nuestro alrededor.
A este fenmeno extraordinario de una humanidad que se afina irremediablemente en un
gesto comn de descubrimiento, se le pueden dar varias explicaciones deterministas:
necesidad de bienestar que nos lleva, sin descanso, hacia un mayor confort en un trabajo
ms fcil. Competencia vital que obliga al individuo y a la nacin, si quieren sobrevivir, a
producir cada vez ms econmicamente, a encontrar mercados siempre nuevos, a ser el ms
fuerte, a distinguirse... Para conservar el equilibrio, es decir, para guardar las distancias,
todos, en cada terreno, tienen que ir siempre ms deprisa en lo extraordinario y en lo nuevo.
Misterio de la Materia que persigue al Espritu. Reconozco, de buena gana, la importancia
de estos factores egostas e inmovilistas en la marcha del progreso. Pero observo que no dan
cuenta, a fondo, de lo que ocurre.
Lo que, en efecto, es admirable y sorprendente en la actitud humana actual frente a la
investigacin es lo que manifiesta de pasin desinteresada. El sabio moderno, desde luego,
estima y utiliza la superioridad que le confieren, eventualmente, sus descubrimientos. Pero
en esta misma superioridad no aprecia, a fin de cuentas, ms que lo que puede conducirle, a
l o a otro, a ir todava ms lejos. Hoy se arriesga, corrientemente, la vida en los
laboratorios cuando se trata de dar con un microbio o con un nuevo rayo. Y qu decir de
los que pasan su vida (mientras que dura) probando aviones? Y tambin de los que se
dejan deslizar, solitariamente, en las profundidades del Ocano o enviar a la estratosfera? El
dinero y la fama pueden llevar a locas audacias cuando centellean ante los ojos del jugador.
No justifican el sacrificio oscuro de una existencia individual y, todava menos, el don
espontneo de una generacin. No basta el aun sacra fames l. Saber ms para poder ms,
para ser ms. La fuerza que arroja al hombre a alta mar no es el simple ardor de guardar lo
que tiene ya. No encuentra, psicolgicamente, su razn suficiente ms que en la conciencia,
al menos oscura, de crear algo por adelantado. Con razn o sin ella, el hombre moderno ha
puesto su inters y su esperanza en un destino ilimitado, ms all de s mismo. Y en la
exploracin y la conquista de este futuro, nos encontramos todos embarcados. Esperanza en
un futuro sin lmites: los dos caracteres esenciales de una religin.
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1 Execrable hambre de oro (Virgilio, Eneida).
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I. LOS ESBOZOS
B) Esteticismo
C) Curiosidad
Para dar un paso ms, y esta vez definitivo, hacia la aparicin de lo que podramos
llamar el gran mito de la ciencia, tenemos que ir hasta el Renacimiento. Desplazando y
suplantando el alquimsmo, en el que se prolongaba todava el viejo esoterismo, el
pensamiento cientfico del siglo XVI crey, aparentemente, que se volva a situar en la linea
esttica de la razn griega. A poco, hubiese deseado, en fsica como en arte, una vuelta a
atrs. Pero las perspectivas estrechas y tranquilamente terrestres de la Hlade no podan
renacer ni volver a ser las mismas en el fondo de una conciencia a la que haba renovado, en
el intervalo, la revolucin cristiana En quince siglos el alma humana haba cambiado
profundamente. Se haba abierto, para siempre, a una inquietud religiosa que le haca
inspido todo alimento en el que faltara la sal de una realidad superior a toda realidad
conquistada y poseda 2. Simultneamente, gracias, sobre todo, a los progresos de la ptica,
aparecieron nuevos mundos. Tanto abajo como arriba, en lo nfimo como en lo inmenso,
todas las dimensiones crecieron prodigiosamente. Bajo estas dos influencias conjugadas, el
Kosmos griego estallaba, espacial, al mismo tiempo que moralmente. Lo circunscrito ceda
el lugar a lo ilimitado. Al cuidado exclusivo por organizar artsticamente un mundo cerrado
suceda, pues, ipso facto, para los pioneros del Renacimiento, la preocupacin por explorar
las nuevas regiones que, de repente, se abran a la experiencia. Desde este momento, la
ciencia haba dejado de ser especulacin para llamarse descubrimiento. Y, por este solo
cambio de orientacin, el hombre se comprometa, de hecho, en la va que deba pronto
descentrarle de s mismo para centrarle en el Universo. Pero no tena todava la clara
conciencia de esta metamorfosis. Sorprendido, y un poco ansioso, frente a los nuevos
horizontes que surgan ante sus ojos, avanzaba creyendo, simplemente, abandonarse al
placer de satisfacer su curiosidad.
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2 Basada, es verdad, en una perspectiva mstica ms que en hechos experimentales,
se encuentra en los Padres griegos (Ireneo, por ejemplo) una sorprendente
anticipacin de nuestros puntos de vista modernos sobre el progreso.
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Nos sentiramos muy incmodos, por no decir asfixiados, si se nos obligara a volver
hoy a las esferas planetarias y a los cielos cbicos en los que algunos pensaban, todava en
pleno siglo XVIII, poder encerrar el mundo. Pero nos ahogaramos mucho ms si
tuviramos que reconstruir los estrechos lmites en los que, hasta el siglo XIX, nuestros
padres encerraban, sin sentirse molestos por ello, las edades del Universo. Las perspectivas
de duracin sin lmite en las que respiramos hoy a pleno pulmn se nos han hecho tan
naturales, que olvidamos lo reciente y caramente pagada que ha sido su conquista. Y, sin
embargo, nada hay ms cierto. No hace todava doscientos aos, los mayores espritus de la
Tierra no imaginaban un pasado y no se haban atrevido a prometerse un porvenir que
superara los seis u ocho milenios. Duracin increblemente corta y, lo que es ms,
desconcertante para nuestros espritus, duracin de simple repeticin, a lo largo de la cual
las cosas se conservaban o se reiteraban, en un mismo plano, siempre parecidas a s mismas.
Cmo ha llegado a evadirse nuestro pensamiento de ese cuadro inorgnico y estrecho?
Por qu proceso y bajo qu nuevas influencias se ha acostumbrado nuestra mirada, como
la de un recin nacido, a separar, y despus a esparcir, en una perspectiva definida, los
planes temporales del Mundo? Sera una tarea fascinante analizar esta historia puesto que,
gracias a la proximidad de los acontecimientos, nos entregara el mecanismo de esta cosa
elusiva que las lejanas nos escamotean casi siempre: un comienzo. El encuentro, en
apariencia fortuito, de factores que diramos independientes pero que, sin embargo,
convergen misteriosamente hacia la produccin de un efecto coordenado: esto es lo que, por
mi parte, creo percibir en el movimiento que, en el corto intervalo de tres o cuatro
generaciones, ha transformado, a los ojos del hombre, la significacin y el valor de la
ciencia.
Primer factor: el desarrollo de la Historia. La Edad Media haba marcado una curiosa
indiferencia hacia la investigacin y la reconstruccin del pasado. Este se conservaba
materialmente en el frrago de las crnicas. Pero no se haba hecho ningn esfuerzo para
resucitarlo y verlo. De donde la ausencia, tan desconcertante para nosotros, en el arte de
esta poca de cualquier color local. Pero, desde el Renacimiento, y de una manera muy
marcada en el siglo XVII, el sentido de la profundidad y del cambio se manifiesta en el
sentido de la literatura, de las civilizaciones y, pronto, de la Naturaleza. Subimos a
hombros de los antiguos, vemos ms lejos que ellos, deca Fontenelle. Y, de una manera
ms profunda, la serie de los hombres puede ser considerada como un solo hombre que
subsistiera siempre y que aprendiera continuamente, observaba Pascal. En las pocas de
la Naturaleza, Buffon entrevea, aunque enchufadas todava en una capa demasiado
delgada del tiempo, las transformaciones sucesivas de la Tierra: sus perturbaciones
geolgicas, la variacin de los climas, la sucesin de las faunas. Poco a poco, en la
conciencia humana, el tiempo se diferenciaba y se ahondaba hacia atrs, abriendo, por
simetra, lugar a un futuro.
Pero, justamente en la misma pocasegundo factorse constituan la fsica y la
qumica. Desde la lejana prehistoria, el hombre no se haba explicado nunca las propiedades
ni la estructura de la materia y, como energa, no conoca o no utilizaba ms que la fuerza
de los msculos y el trabajo de los animales. Pero he aqu que, de repente, con Lavoisier y
despus de Papin, descubra el misterio y la potencia mecnica del fuego. Uno a uno, los
secretos contenidos en los cuerpos inanimados o en los seres vivos se abran a su
inteligencia y a su accin. Se encontraba, as, abierta la brecha por donde poda escapar a
las condiciones de las edades neolticas. Y ya entrevea, confusamente, las posibilidades, no
de captar mgicamente, sino de acoplar racionalmente, para explotar el futuro que le
descubra, en este momento, la historia, las potencias inagotables de la Naturaleza.
Y es en este confuso instante cuando, desde otro punto del horizontetercer factorse
levantaba y corra el gran viento de un despertar social de la conciencia humana. Hasta
entonces el hombre haba vivido, sobre todo, en grupos separados, indiferentes y hostiles.
Haba admitido que nada podra cambiar esencialmente en las condiciones polticas y
econmicas que encuadraban, desde siempre y segn crea, su existencia. Pero ahora
comenzaba a sentir temblar vagamente en l, las afinidades de una fraternidad universal y
las esperanzas de una nueva organizacin del mundo. Por el estudio del pasado se haba
levantado la niebla dejando ver la alta mar. Gracias a la ciencia, el navo se encontraba
dispuesto para tentar la aventura. He aqu que, ahora, se presentaba la dotacin.
As, gracias a la conjuncin afortunada de los tres descubrimientos: descubrimiento de
la sucesin gradual de las formas vivas, destinada a culminar pronto en las teoras de la
evolucin; descubrimiento de las energas que preludian las conquistas modernas del
espacio y del ter, descubrimiento del sentido humano, torpemente expresado en el
despertar democrtico de las masas, as se form en el hombre, en los albores del siglo XIX,
la nocin de un tiempo orgnico, abierto a todas las ambiciones del socilogo, del ingeniero
y del sabio.
Proporcionado y correlativo a los dos abismos de lo nfimo y de lo inmenso, se abrieron
otros dos abismos hacia atrs y hacia delanteabismos desapercibidos por Pascaly a
travs de ellos suba, propagndose, una antropognesis.
La conciencia del progreso acababa de nacer, y con ella la Religin de la Ciencia.
III. LA RELIGIN DE LA CIENCIA
Si haba parecido tan excitante a los hombres del siglo pasado contemplar los nuevos
horizontes del Universo y tan sencillo es avanzar por ellos, impresiones decididamente
contrarias se dibujan en el mundo de hoy. Se ha puesto de moda, entre muchos
contemporneos, criticar y minimizar el valor y las posibilidades de la ciencia. Se sonren
de buena gana del entusiasmo religioso que nuestros padres, ingenuamente, mostraban por
el progreso. O, si se le comparte todava, se considera de buen tono disimularlo para no ser
relegado entre los primarios.
En qu se basa este viraje? Y cmo hay que juzgarlo? El descrdito en que tan
rpidamente ha cado (en medio siglo!) la fe en el progreso, se explica, en parte, por la
ilusin habitual que hace creer a todos los movimientos nacientes que el objeto ideal cuya
aparicin les atrae, se encuentra al alcance de la mano, capaz de ser conseguido en el
espacio de una generacin. Cuando la verdadera distancia del objetivo se pone de
manifiesto en la tentativa, surge el asombro y se habla de espejismo. Pero, en el caso de la
religin de la ciencia, este error de lejana se complicaba con la falta de perspectiva, mucho
ms peligrosa, ya lo decamos ms arriba, que haca a sus primeros fieles volver la espalda
al sol naciente. El siglo XIX haba puesto su fe en la materia. Ahora bien: en tres
direcciones principales, en fsica, en biologa y en sociologa, constatbamos que, al
avanzar, la materia nos escapaba.
En el terreno fundamental de la fsica, primero, estaba la impotencia creciente del
anlisis para encontrar un trmino ltimo, definible, de la sustancia csmica. Bajo la
influencia de las fuerzas radioactivas, los mismos tomos se desintegraban. Un nuevo nivel
se descubra, as, por debajo de lo nfimo, abrindose, a su vez, a regiones donde el
determinismo parece perder toda significacin matemtica.
La masa y el tiempo, esos dos pilares de la ciencia positivista, se vean privados, al
mismo tiempo, de su valor absoluto. La materia del Universo, seguida hasta lo ms ntimo
de su textura, se resolva en una niebla en la que la razn no captaba ya, en cierto modo, en
el residuo de los fenmenos, ms que las formas que ella les haba impuesto. En fin de
cuentas, la inteligencia se encontraba de nuevo, cara a cara, con su propio reflejo. El gran
estable inferior se desvaneca entre los dedos del materialismo.
En el dominio, ms crtico todava, de la biologa, era el fracaso del mecanismo para dar
cuenta de los desarrollos de la vida. Que las series animales se revelasen, en la moderna
paleontologa, ms complicadas y profundas de lo que se haba pensado en un principio,
esto no tena en s, a pesar de lo que haya podido decirse, ninguna importancia. La nica
cosa seria era que, ni en la distribucin de su conjunto, ni en el dibujo de sus fibras, ni en la
estructura de sus elementos, estas series no se mostrasen explicables por una simple
competicin de forma ni por un simple juego de equilibrios psicoqumicos. Haba que
rendirse a la evidencia. En todo el frente de las disciplinas biolgicas, despus de un siglo
de ataque, la materia viva, descompuesta metdicamente en sus elementos histricos,
qumicos, energticos, se negaba a dejarse reducir a estos nicos componentes. En ella,
como en la fsica, la ciencia se encontraba en un callejn sin salida: o ms exactamente,
encontraba el vaco en la direccin de la materia.
Y la decepcin era ms aguda todava en el campo de la organizacin social. La ciencia,
segn se haba esperado y proclamado, moralizara al hombre hacindole feliz. No bastaba
con conocer el secreto de los cuerpos para curar y hacer dichoso? Cuando se consiguiera
producir econmicamente y distribuir equitativamente los bienes de la tierra, no sera el
advenimiento de lo que la religin haba llamado, antiguamente, el reino de Dios?.. Y
sabemos lo que sucedi. En los tiempos que siguieron a 1848, Renan, confundido por un
primer aborto de las teoras humanitarias, confes pblicamente que el destino humano se
haba hecho ms oscuro que nunca. Qu diramos hoy? En fsica y en biologa una
derrota es ahogada por los muros de los laboratorios. Cuando el fracaso se traduce por
sangre en el cieno, la inquietud y la duda invaden la masa humana. Nos habamos
equivocado, pues, al imaginar los elementos laboriosos de un Universo perfectible?
Hay en este momento, es indiscutible, alrededor nuestro y quiz en el fondo de nosotros
mismos, una crisis intelectual y moral del progreso. En la construccin de un porvenir
humano no sabemos ya muy bien si es posible, ni bueno, ir ms lejos. Unos se atreveran a
alegrarse con esta crisis. Otros se inclinarn a replegarse en la actitud derrotista de Renan
decepcionado: Continuemos gozando del don supremo, el de ser y es contemplar la
realidad. La ciencia continuar siendo siempre la satisfaccin del ms alto deseo de nuestro
ser, la curiosidad. Sin embargo, y me he apoyado en esta constatacin al comenzar, el
vasto esfuerzo de investigacin y de conquista lanzado hace un siglo sobre la Tierra, lejos
de debilitarse, no cesa de propagarse y de acelerarse ante nuestros ojos. Conmovidos por el
fracaso de nuestras primeras tentativas por aclarar y mejorar el mundo, algunos hablaran ya
de parar o de limitar el ataque. Pero, en contra de esta timidez, se erige toda la conciencia
humana en la seguridad (casi infalibilidad) instintiva de una actitud que la consagra, cada
vez ms, a la prosecucin de la ciencia. En su corazn, a pesar de todas las dudas que le
sugiere la razn, la fe del hombre en el porvenir es ms viva que el primer da.
Retroceder?nos dice con su gesto universal de investigacin, .retroceder? Jams!
Qu significa todo esto?
En mi opinin, el conflicto que en la hora actual parece oponer en nuestras almas las
necesidades de la crtica a las tendencias ms seguras de la accin, no se basa en un error de
fondo. No, no podemos poner en duda la intuicin esencial que, en el ltimo siglo, nos ha
hecho ver en el hombre el miembro y el servidor de alguna gran obra en curso. Por un cierto
xito de conjunto y por la vida que nos ha dado, el valor, gracias a Dios, de esta perspectiva
no ha hecho ms que confirmarse desde su nacimiento. En contrapartida, y ah yace la
fuente de nuestras dificultades presentes, tenemos que reconocer por fuerza que no hemos
tenido xito, hasta aqu, en interpretar ni en expresar de una manera satisfactoria la fe que
nos anima. Lo decamos al principio de estas pginas: es absolutamente necesaria una
religin para explicar, justificar y prolongar el estado psicolgico del mundo en que
vivimos. Pero a consecuencia del hundimiento de un primer dolo, esta religin acaba de
perder al Dios que haba credo encontrar. Sobre las ruinas del materialismo nos
encontramos, en este momento, en una situacin de desequilibrio, a causa de todo el mpetu
acrecentado de nuestras necesidades y nuestras esperanzas.
Va a ser necesario, por esto, ahogar el espritu sagrado que nos agita?
De ninguna manera. Este espritu est ah, indudablemente, puesto que, sin l, el
Universo, detenido en el mpetu que le hace vivir, se volvera absurdo, incomprensible. Lo
que hay que hacer solamente es descubrir su verdadero nombre.
La religin de la ciencia ha muerto. Debe existir, para relevarla, una nueva mstica.
Dnde buscarla?
V. LA RELIGIN EN LA CIENCIA
Para entender lo que me queda por decir debemos volver atrs un momento. He hablado
ms arriba del descubrimiento del tiempo y la metamorfosis moral implicada por ste en el
dominio de los valores cientficos: la investigacin deja de ser una ocupacin profana para
convertirse en una funcin vital y casi sagrada. Tenemos ahora, antes de ir ms lejos, que
observar los ecos de este mismo acontecimiento intelectual en las profundidades del alma
cristiana.
Nadie puede servir a dos seores.
Frente a una especie de revolucin espiritual que tena como primer resultado hacer que
el hombre se arrodillara ante s mismo, se concibe fcilmente que el cristianismo haya
pensado primero en la Tentacin de la Montaa y se haya replegado, en el primer momento,
en un gesto de inquietud y de defensa. Accidentalmente, por la interpretacin materialista
que daba del movimiento evolutivo descubierto de nuevo en el Universo, la religin de la
ciencia se afirmaba como adversaria del Dios del Evangelio. Naturalmente, los fieles del
Evangelio deban responder a esta provocacin, condenndola. As ha nacido y se ha
prolongado, a lo largo del siglo XIX, la desgraciada guerra, de sobra conocida, entre ciencia
y religin, guerra en la que se ha querido ver un conflicto entre la razn y la fe que era, ms
bien, la lucha entre dos msticas contrarias por dominar el corazn humano.
Pero, si se reflexiona sobre ello, este estado de guerra exiga ser resuelto en una sntesis
superior. Entraaba, psicolgicamente, una situacin forzada y, en consecuencia, no poda
durar. Veamos por qu.
Desde las primeras luchas paganas, la tendencia de los adversarios del cristianismo ha
sido siempre considerado como un enemigo o, al menos, como a una doctrina que deprecia
a la humanidad. Esto es una contra-verdad. Por su fe, el discpulo de Cristo es conducido,
sin duda, a situar ms alto y ms lejos que otros el trmino de sus esperanzas. Pero la visin
de este trmino superior no est hecha para destruir, sino que est destinada, por el
contrario, a refundir a sublimar en l las aspiraciones y los desarrollos de lo que Tertuliano
llam el alma naturalmente cristiana. El cristiano, esto es, una de las partes ms seguras y
ms queridas de su credo, no se forma por simple negacin, sino por superacin del mundo
al que pertenece. Por definicin, su religin, si es verdadera, no podra tener otro efecto que
consumar en l la humanidad.
Expuesto esto, si exista, como hemos admitido, una intuicin profundamente
humanizante en la percepcin, aparecida en el siglo XVIII, de que cada uno de nosotros
representa un elemento consciente y responsable del Universo en progreso, era inevitable
que esta intuicin tuviera, tarde o temprano, su eco amplificado en lo ms ntimo de la
conciencia cristiana. En un primer tiempo, pudo parecer que el cristianismo se cerraba a las
aspiraciones humanitarias del mundo moderno. En un segundo tiempo, deba rectificarlas,
asimilarlas y salvarlas.
No es esto lo que est sucediendo?
Nunca se pondr suficientemente de relieve hasta qu punto el cristianismo es una
doctrina y una perspectiva de transformacin universal. Por la Encarnacin, Dios ha
descendido a la naturaleza para sobreanimarla y llevarla a El: ste es el dogma cristiano, en
sustancia. En s, este dogma puede acomodarse a diversas representaciones del mundo
experimental. Mientras que, por ejemplo, el espritu humano no haba visto en el Universo
ms que un orden inmvil de elementos hechos de antemano, el cristiano no experiment
ninguna dificultad seria para insertar en este conjunto esttico el misterioso proceso de su
santificacin. Pero no era esto, en cierta medida, algo que no le iba? Es verdaderamente
una fundamental inmovilidad csmica el cuadro ms adecuado que se puede soar para la
gran metamorfosis espiritual representada por el advenimiento del reino de Dios? Hoy, que
se disipa el polvo de las primeras batallas, comenzamos, segn parece, a darnos cuenta de
ello: un Universo, estructura evolutivacon tal de que est bien establecido sentido de su
movimientopodra ser, despus de todo, el medio ms favorable a los desarrollos de una
doble y homognea representacin de la Encarnacin. No encuentra su clima ms
apropiado en las amplias perspectivas ascendentes de un Universo atrado por el Espritu?
Qu mejor que una ascendiente antropognesis para servir de ltimo trmino y de base a
las iluminaciones descendientes de una Cristo-gnesis?
No querra aventurarme ms en este terreno de la teologa. Pero de lo que puedo dar
testimonio es de que, a ojos del investigador creyente, la actividad cientfica toma una
significacin maravillosa tan pronto como, dejando a un lado el punto de vista mecanicista,
sita en un polo superior de atraccin creadora el principio del movimiento que el siglo
XIX se haba imaginado descubrir en los antpodas de Dios. La investigacin fsica poda
ser mirada, incluso, por un Pascal, como una ocupacin de orden inferior de la que el fiel
tena, casi, que excusarse; una especie de hurto hecho; a la plegaria y a la adoracin. Para el
evolucionista hecho cristiano, puede ser superada la barrera que pareca separar lo profano
de lo sagrado. En un Universo en el seno del cual todo concurre a la formacin gradual del
espritu que Dios eleva hacia la unin final, toda obra adquiere, en su realidad tangible, un
valor de santidad y de comunin. En un sentido verdadero, el trabajo consistente en
desarrollar mediante el saber la conciencia que adquirimos del mundo, se une,
preparndoles un objeto, a las operaciones del sacerdocio: hacer avanzar, ms all, bajo la
accin creadora, un Universo en el seno del cual viene Dios a establecerse.
Estos puntos de vista me parece en verdad que son, para la ciencia contempornea, una
solucin completa del problema intelectual y moral en el que nos debatimos. En efecto, un
evolucionismo espiritualista no solamente escapa a las dificultades tericas encontradas
por los mecanicistas en la explicacin ltima de la materia y de la vida, sino que, al
esfuerzo mismo de la investigacin humana, tal como se desarrolla y exige vivir ante
nuestros ojos, aporta con toda plenitud, cristianizndose, el alma esperada, la mstica
buscada. Por una parte, se encuentra conservada y justificada, sin atenuacin, para los que
se adhieren a ella, la orgullosa seguridad, nacida en la conciencia humana, de que el mundo,
aun tangible, tiene todava un porvenir y este porvenir est, en parte, en nuestras manos. Por
otra parte, al coincidir el acabamiento del Universo con el acceso de las almas individuales
a un centro superior y distinto de personalidad, se evitan los nefastos resultados que han
llevado a la crisis moral del progreso: alentado ilimitadamente en su esfuerzo por encontrar,
el hombre, si quiere ser fiel hasta el final a su gesto de descubrimiento, se encuentra sujeto,
al mismo tiempo, a un reajuste completo de su vida interior. Con ello desaparece el temor a
la mecanizacin, el reinado de la fuerza bruta, el amoralismo. En el fondo, ninguna mstica
puede vivir sin amor. La religin de la ciencia haba credo encontrar una fe, una esperanza.
Ha muerto por haberse cerrado a la caridad.
Voy a resumir, y concluyo.
Para sostener y prolongar el inmenso, incontenible y legtimo mpetu de investigacin
en el que se encuentran comprometidos en nuestra poca la mayor parte y la ms viva de la
actividad humana, es necesaria una fe, una mstica. Tanto si se trata de guardar al hombre el
gusto sagrado de su esfuerzo, como si se trata de darle el desinters requerido para una
siempre indispensable colaboracin con sus semejantes, una religin es el alma
biolgicamente necesaria al porvenir de la ciencia. Ya no hay humanidad concebible sin
ciencia. Pero no hay ciencia posible sin una religin que la anime. De esta religin en la
ciencia el cristianismo es una forma ejemplar. Habr que aadir que es la forma necesaria,
como si la Tierra no pudiera ir hasta el final en los desarrollos autnticos de sus actividades
ms que convirtindose? Nos inclinaramos a creerlo as, a juzgar por la nusea y la
desesperacin ante el esfuerzo, tan francamente confesados en nuestros das por no
creyentes particularmente lcidos. No me atrevera a decidir. Queda (es lo menos que se
puede decir) que el sabio cristiano se presenta ante todos como el mejor situado y el mejor
armado para desarrollar en s mismo, y para propagar alrededor de s, el tipo humano nuevo
que hoy parece esperarse para hacer avanzar ms lejos la Tierra: el investigador que se
consagra, finalmente, por amor, a las labores de la investigacin. No el adorador del mundo,
sino el adorador de algo ms grande que el mundo, a travs, y ms all, del mundo en
progreso. No el Titn orgulloso y fro, sino Jacob luchando apasionadamente con Dios *.
LA ENERGIA HUMANA
SE PUBLICA
BAJO EL ALTO PATRONATO
DE Su MAJESTAD LA REINA MARIE-JOS
y BAJO EL PATRONATO
I. DE UN COMIT CIENTFICO,
II DE UN COMIT GENERAL
I. COMIT CIENTFICO