La Energia Humana Teilhard de Chardin PDF

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LA ENERGIA HUMANA

POR Energa Humana entiendo aqu la porcin cada vez mayor de la energa csmica
actualmente sometida al influjo verificable de los centros de actividad humana. En su estado
elemental (es decir, considerada en el interior y en torno a un elemento humano aislado)
esta energa "hominizada" se nos presenta bajo tres formas, a primera vista diversas, que es
interesante distinguir, al menos por comodidad:

La energa incorporada. Es la que la lenta evolucin biolgica de la Tierra ha acumulado y


harmonizado gradualmente en nuestro organismo de carne y de nervios: la sorprendente
"mquina natural" del cuerpo humano.

La energa controlada. Es la que el Hombre, sirvindose de sus miembros, logra dominar


ingeniosamente en torno a s con un poder fsico, por medio de las "mquinas artificiales"

La energa espiritualizada. Es la que, localizada en las zonas inmanentes de nuestra


actividad libre, constituye la trama de nuestras intelecciones, afecciones y voliciones:
energa probablemente imponderable, pero no por eso menos real, puesto que opera una
toma de posesin refleja y apasionada de las cosas y de sus mutuas relaciones.

Estos tres tipos de energa parecen constituir a primera vista categoras heterogneas. En
realidad, la reflexin encuentra dificultad en precisar un lmite definido entre ellas, Por una
parte, como ya ha advertido Bergson, en nuestra diferenciacin de lo natural y de lo
artificial interviene mucho lo convencional. Cul es en realidad, desde un punto de vista
biolgico profundo la diferencia entre la mquina hecha de un miembro y la mquina
conseguida prolongando artificialmente ese miembro? Entre el ala de un pjaro y la de un
avin?" Por otra parte, si la energa espiritualizada, a diferencia de las energas incorporada
y controlada, desborda y domina las dimensiones de lo fsico-qumico, quin puede poner
en duda que no las engloba? De dnde le vendra si no su potencia animadora de los
cuerpos, as como sus ligazones ntimas con el estado general del mundo en un momento
determinado?

Todo sucede, en una palabra, como si cada individuo humano representara un ncleo
csmico de naturaleza especial que irradia a su alrededor ondas de organizacin y de
impulso en el seno de la materia, Un ncleo as, tomado con su aureola de animacin, eso es
la unidad " de la Energa Humana."

LA ENERGIA HUMANA

ENSAYISTAS DE HOY

OBRAS DEL PADRE TEILHARD DE CHARDIN

publicadas por

TAURUS EDICIONES

Edicin oficial del Comit "Teilhard de Chardin":


l. El fenmeno humano.
2. La aparicin del hombre (3 ed.).
3. La visin del pasado (3 ed.).
4. El medio divino (2 ed.).
5. El porvenir del hombre.
6. La energa humana.
7. La activacin de la energa humana (en preparacin).

Otras obras:
El grupo zoolgico humano (2 ed.).
Cartas de viaje (2 ed.).
Nuevas cartas de viaje.
Gnesis de un pensamiento (en prensa).
El himno del universo (en prensa).
Construir la tierra (en preparacin).
Reflexiones sobre la felicidad (en preparacin).

Obras sobre el padre Teilhard de Chardin:

CL. TRESMONTANT: Introduccin al pensamiento de Teilhard de Chardin (2 ed.).


CL. CUNOT: Pierre Teilhard de Chardin (biografa en preparacin).
L. SDAR SENGHOR: P. Teilhard de Chardin y la poltica africana (en preparacin).
TAURUS EDICIONES se complace en expresar su agradecimiento a los seores M.
Crusafont Pair y F. Prez, por su valioso asesoramiento en la edicin de las obras del
padre Teilhard de Chardin.

PIERRE TEILHARD DE CHARDIN

LA ENERGIA
HUMANA

INDICE
PRLOGO ...................................................................................................... 005
ADVERTENCIA ..................................................................................................... 010

EL ESPIRITU DE LA TIERRA

INTRODUCCIN ..................................................................................................... 010

I. ESPRITU O MATERIA? ........................................................................ 011


II. LA TIERRA Y EL ESPRITU ........................................................................ 013
III. EL ESPRITU DE LA TIERRA ....................................................................... 016
IV. EL SENTIDO DE LA TIERRA ........................................................................ 018
A) El Amor ............................................................................................. 018
B) La Unidad humana ............................................................................ 019
C) Investigacin ...................................................................................... 020

V. EL PORVENIR DEL ESPRITU ......................................................................... 022


VI. LA SUBIDA DE DIOS ........................................................................................ 024

LA SIGNIFICACION Y EL VALOR CONSTRUCTIVO


DEL SUFRIMIENTO

I. LA CONSTRUCCIN DEL MUNDO ...................................................... 027


II. LA SIGNIFICACIN DEL SUFRIMIENTO ...................................................... 028
III. EL VALOR CONSTRUCTOR DEL SUFRIMIENTO .......................................... 028
IV. CONSECUENCIA: LA CONVERSIN DEL SUFRIMIENTO DEL
MUNDO ................................................................................ 029

ESBOZO DE UN UNIVERSO PERSONAL

I. INTRODUCCIN. LA SIGNIFICACIN DE LA PERSONA ............................ 029


II. LA FORMACIN DE LA PERSONA ................................................................. 031
III. LOS PROLONGAMIENTOS DE LA PERSONA ................................................ 034
IV. LA CONSUMACIN DE LA PERSONA ............................................................ 037
V. LA ENERGA DE LA PERSONALIZACIN ...................................................... 040
A) El Sentido sexual .......................................................................... 041
B) El Sentido Humano ......................................................................... 044
C) El Sentido Csmico ......................................................................... .046

VI. LA PENA DE PERSONALIZACIN ................................................................. 048


A) La Pena de Pluralidad ..................................................................... 048
B) La Pena de Diferenciacin ................................................................ 049
C) La Pena de Metamorfosis ................................................................. 050
D) El decrecimiento del Mal ................................................................. 050

VII. CONCLUSIN. LA RELIGIN DE LO PERSONAL ......................................... 051

EL FENOMENO ESPIRITUAL

INTRODUCCIN ....................................................................................................... 053

I. ESPIRITUALIZACIN .............................................................................................. 054


A) El Presente del Espritu ...................................................................... 054
B) El Pasado del Espritu ........................................................................ 054
C) El Nacimiento del Espritu ................................................................... 056
D) El Porvenir del Espritu ...................................................................... 057

II. PERSONALIZACIN ............................................................................................... 058


III. MORALIZACIN ............................................................................................... 061
A) Moral de equilibrio y Moral de movimiento ...................................... 061
B) La funcin espiritual de Dios ........................................................... 063
CONCLUSIN ............................................................................................................... 064

LA ENERGIA HUMANA

INTRODUCCIN .......................................................................................................... 066


Objeto y sujeto ......................................................................................... 066

I. NATURALEZA Y DIMENSIONES DE LA ENERGA HUMANA .................... 067


A) La energa humana elemental: el ncleo humano .............................. 067
B) La Energa Humana total: la Noosfera ............................................... 068

II. SIGNIFICACIN Y VALOR DE LA ENERGA HUMANA ................................. 069


III. PORVENIR Y PROBLEMA DE LA ENERGA HUMANA .................................. 071
IV. LA ORGANIZACIN CONSCIENTE DE LA ENERGA HUMANA ................ 073
A) Organizacin de la energa humana elemental. Personalismo ........ 074
B) Organizacin de la Energa Humana total ........................................ 077

V. MANTENIMIENTO DE LA ENERGA HUMANA Y EL PUNTO CSMICO


OMEGA ......................................................................................................... 080
VI. EL AMOR, FORMA SUPERIOR DE ENERGA HUMANA ............................... 084
1. El Amor, principio totalizador de la Energa Humana ....................... 085
a) Totalizacin, por amor, de los actos individuales ........................... 086
b) Totalizacin, por el amor, del individuo sobre s mismo ................ 086
c) Totalizacin, por el amor, de los individuos en la Humanidad ....... 087

2. El Amor, producto histrico de la evolucin humana ........................ 090


a) El fenmeno cristiano ..................................................................... 090
b) Hacia un Monismo cristiano .......................................................... 092

APENDICE: EL PRINCIPIO DE LA CONSERVACIN DE LO PERSONAL ...... 093

LA MISTlCA DE LA CIENCIA

I. LOS ESBOZOS ....................................................................................................... 095


A) Esoterismo ........................................................................................... 096
B) Esteticismo ........................................................................................... 096
C) Curiosidad ........................................................................................... 096

II. EL DESCUBRIMIENTO DEL TIEMPO ......................................................................... 097


III. LA RELIGIN DE LA CIENCIA ................................................................................... 099
IV. LA CRISIS INTELECTUAL Y MORAL DEL PROGRESO .......................................... 100
V. LA RELIGIN EN LA CIENCIA ................................................................................... 102
PRLOGO

En los tomos actualmente aparecidos de las Obras de Teilhard de Chardin, los


diferentes ensayos que ha dejado han sido agrupados, por lo mismo que no formaban un
volumen entero, alrededor de algunos grandes temas, tales como la teora de la evolucin
en general (La visin del pasado), la emergencia del hombre (La aparicin del hombre) y
las esperanzas de futuro, resultado del estudio del pasado (El porvenir del hombre).
Pero entre los escritos inditos correspondientes a su "fenomenologa", figura un gran nmero
de ensayos que no podan ser recogidos en los tomos precedentes y que presentan, sin embargo,
una importancia capital para una buena comprensin de su doctrina,. Se cuentan, quiz,
entre las disertaciones ms originales y ms preciadas que ha escrito nunca. Estos
opsculos acaban de ser reunidos, por orden cronolgico, en dos tomos bajo los ttulos,
respectivamente, de: La energa humana y La activacin de la energa humana.
Seguramente se encontrarn en estos escritos muchas ideas elaboradas ya, bajo un
ngulo distinto, en ensayos ya publicados. Pero estas ideas estn detalladas aqu con ms
precisin. estn completadas de manera notable y desarrolladas con ms profundidad.
Constituyen, as, una contribucin indispensable a la buena inteligencia de la visin
teilhardiana, cuya coherencia interna y fertilidad casi inagotables se manifiestan aqu
nuevamente.
Se ir poniendo de manifiesto, cada vez ms, que esta obra presenta una unidad
profunda y desarrolla una intuicin primordial. En una conferencia dada en Bolonia el 10
de abril de 1911 sobre La intuicin filosfica Henri Bergson haba demostrado, de una
manera patente, cmo existen dos maneras de acercarse a la obra de un filsofo: "Un
sistema filosfico parece, a primera vista, que se erige como un edificio completo, de una
arquitectura prctica, en el que han sido tomadas disposiciones para que se puedan
albergar cmodamente todos los problemas." Es posible considerar esta construccin
desde el exterior, "darle la vuelta", examinar separadamente cada elemento, verificar los
materiales utilizados por el autor y las fuentes de donde los ha sacado. Este mtodo puede
ser til, aunque nos deje ver poco la coherencia interna y los motivos que han determinado
la concepcin de conjunto.
Existe, sin embargo, una segunda va de aproximacin hacia la obra de un pensador.
Consiste en penetrar en el corazn mismo del edificio, "en instalarnos en el pensamiento
del filsofo". El sistema sufre entonces una transfiguracin total: la coherencia, la
necesidad de todos los elementos se hace perceptible de pronto: "Todo se rene,
finalmente, en un punto nico, al que sentimos que nos podramos aproximar cada vez ms,
aunque haya que desesperar de alcanzarlo" l. Todo esto se aplica, en gran parte, a la obra
de Teilhard de Chardin. Del mismo modo, en l no basta con considerar una obra desde el
exterior y examinar, uno tras otro, los elementos con los que ha sido edificada, cualquiera
que sea la utilidad de este anlisis. Es mucho ms importante hacer un esfuerzo para
estudiar su obra, por decirlo as, desde el interior y descubrir el punto central desde el que
la ha construido el autor y al que no ha dejado de dar forma de nuevo.
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1 H. BERGSON: La pense et le mouvant (1934), apud: (Euvres. edicin del
Centenario, 1959, pgs. 1346-1347.
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Abstraccin hecha de sus escritos teolgicos, est claro que su obra entera tiene por
punto de partida su voluntad de penetrar lo ms lejos posible la estructura fundamental
del universo en el que vivimos y del que formamos parte. Ms que cualquier otro filsofo,
ha tomado como punto inicial los resultados de las ciencias, que le han permitido
comprender el mundo en su dimensin histrica. Desde este punto de vistaconvertido, a
sus ojos, en evidencia, intenta descubrir la coherencia interna y el sentido esencial de la
historia universal, que presenta, segn l, a pesar de la multiplicidad y de la diversidad de
los fenmenos, una unidad y una armona fundamentales, orientando as nuestra actividad
de hombres.
Todas sus disertaciones parten de esta conviccin primordial, e intentan demostrarnos
en qu consiste esta unidad fundamental y cules son las perspectivas que revela sobre la
existencia humana. A l se aplican, igualmente, las palabras de Bergson: "Toda la
complejidad de su doctrina, que ira hasta el infinito, no es, pues, ms que la
inconmensurabilidad entre su intuicin simple y los medios de que dispone para
expresarla" 2. Y nos parece que no andamos lejos de su intuicin inicial si la buscamos en
la proximidad de lo que l ha llamado la ley de la complejidad progresiva y de la
conciencia creciente; en otros trminos, el problema de la relacin espritu materia.
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2 Ibidem.
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Empujado por su deseo de ver el mundo en tanto que unidad, fue llevado,
necesariamente, a la pregunta siguiente: Cmo los dos grandes dominios de nuestra
experiencia, el del mundo exterior y el del mundo interior, pueden ser reducidos a la
unidad en el cuadro de un universo en evolucin? A primera vista" tenemos la impresin de
estar ante un problema puramente filosfico. Desde hace siglos, son los filsofos los que
han trazado paralelos que permiten la aproximacin. Sin embargo, la manera con la que
Teilhard de Chardin se esfuerza en resolver este problema no es filosfico
primordialmente, aunque sus concepciones terminen, sin duda ninguna, por desembocar en
perspectivas metafsicas
Ha escogido su punto de partida entre los datos de las ciencias y hace referencia a
hiptesis de tipo cientfico. En este terreno, la que adopta es el carcter bifaz del Weltstoff,
o materia del universo: si avanzamos la hiptesis de que todo tiene un fuera y
(virtualmente, al menos) un dentro y que estos dos aspectos de la realidad evolucionan, a
travs de la Historia, hacia una complejidad-conciencia siempre creciente, el Universo
comienza entonces: a ser, para nosotros, una realidad coherente e inteligible, lo que no
ocurrir nunca sin esta hiptesis.
En opinin del autor, no se trata, de ninguna manera, en su origen, de una teora
filosfica, sino exclusivamente de una hiptesis cientfica de trabajo. Esta posicin reviste
una importancia capital. Teilhard de Chardin no parte, de ninguna manera, de una especie
de pan-psiquismo filosfico. Habituado a un modo cientfico de pensar, construye una
hiptesis provisional, que compara posteriormente con la realidad. As, como ocurre con la
ciencia, esta hiptesis toma, segn Teilhard, todo su valor y todo su poder de la armoniosa
coherencia que aporta desde que es aceptada.
Se esfuerza sin cesar en examinar los resultados a los que conduce esta hiptesis
cuando se la confronta con la realidad, y a medida que buscaba ms adelante esta
direccin, creca en l la conviccin de haber encontrado as la llave para una acertada
comprensin del universo y, en particular, del lugar ocupado por el hombre en este
universo. Por esto no es sorprendente verle repetir este tema continuamente y darle vueltas
en todos los sentidos.
Mientras que trabaja en el piano cientfico o, mejor dicho, fenomenolgico, no es difcil
seguirle en sus consideraciones. Nadie, en efecto, puede oponerse a una tentativa
semejante. Las dificultades surgen cuando intenta interpretar los resultados de este mtodo
de trabajo desde el punto de vista filosfico. Es innegable, en efecto, que, tarde o temprano,
esto no podr ser evitado, si bien deber plantearse la cuestin de saber hasta qu punto
consideraciones presentes pueden ser asociadas a la filosofa tradicional.
Teilhard de Chardin era consciente de las repercusiones filosficas de sus intuiciones.
En una carta dirigida a un compaero, a quien haba enviado su Esbozo de un universo
personal, escriba, as: ... Voy a enviarle mi ltimo Ensayo, en el que he intentado hacer
mi pequea sntesis sobre la cuestin. Este ensayo corre el peligro de chocar en varios
puntos con su metafsica. Pero estoy persuadido de que es posible una transcripcin ms
tradicional de mis puntos de vista, pudiendo tener mis paradojas el papel de hacer sentir
de una manera "clamante" los puntos en los que la filosofa clsica requiere una mayor
amplitud o un suavizamiento" (Carta del 15 de agosto de 1938).
Del pasaje citado se desprende que Teilhard se adhera a la opinin de que la filosofa
clsica (sin ninguna duda, se refiere a la metafsica escolstico-aristotlica) necesita, en
algunos puntos, un complemento y una mayor amplitud, pero que, en sustancia, puede
conciliarse con sus concepciones. En lo que concierne a este ltimo punto, poseemos el
testimonio capital de un filsofo de los ms calificados, el P. Marchal, S. J. En una nota al
P. Augusto Valensin, S. J., escriba en estos trminos: "Como en sus trabajos, el autor
supone admisible una cierta continuidad de evolucin de la materia en el Hombre. Esto
puede ser entendido de una manera perfectamente ortodoxa, e incluso comprenderse
fcilmente en las doctrinas aristotlicas de la causalidad... Profesando que el alma
espiritual no ha sido creada ms que "in corpore" con el concurso de la materia, ellos (los
filsofos y los telogos) admiten, por el hecho mismo, una "noosfera", religada al resto del
mundo material por correlaciones necesarias. Hay, pues, a sus ojos, una "ciencia natural",
no solamente del cuerpo humano, sino del Hombre entero. Este determinismo natural de
todo el Hombre no excluye la espontaneidad, incluso en su expresin ms alta, al acto
libre."
En este dominio, los textos publicados en este volumen sern, sin ninguna duda, tema de
discusin, de manera que se estimulen y fecunden las investigaciones ulteriores. Los textos
que se refieren a esta cuestin deben, pues, ser considerados, sobre todo como
instrumentos de trabajo que pueden ser tiles para un examen subsiguiente del problema
planteado. Segn las mismas intenciones del autor, deben ser considerados, igualmente,
como una contribucin provisional a la solucin de un problema que ocupa, ya desde hace
tiempo, a las mentes y que, quiz, no ser nunca resuelto de manera completa.
Se plantea as el problema general de la relacin del pensamiento teilhardiano con la
filosofa escolstica. Aunque elaboradas bajo el ngulo fenomenolgico, sus
consideraciones desembocan, a fin de cuentas, a una metafsica.. Lo inverso sera, por otra
parte, completamente inimaginable. Su anlisis del fenmeno csmico nos lleva al umbral
del pensamiento filosfico, arroja una nueva claridad sobre problemas antiguos y nos deja
ver, incluso, en qu direccin debera ser conducido ulteriormente este pensamiento
filosfico. Recientemente, Juan Danilou, S. J., lo ha subrayado de manera patente: "Se
tiene la impresin de que redescubre la metafsica, como han podido descubrirla los
presocrticos. Construye una metafsica en el prolongamiento de la ciencia de su tiempo" 3.
Es, precisamente, remontndose hasta las fuentes vivas de una metafsica verdadera, es
decir, hasta el reconocimiento ntegro de la realidad, tal como la ha hecho aparecer la
experiencia cientfica, como ha abierto el camino a una reflexin filosfica renovada.
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3 J. DANILOU: Signification de Teilhard de Chardin, tudes, t. 312, febrero
1962, pg. 147.
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En esto exactamente discierne el P. Danilou uno de los mritos muy particulares de
Teilhard de Chardin. Cierto que ste no se encontraba siempre muy a gusto en los cuadros
de la escolstica tradicional: "Por una parte, indudablemente, se senta molesto en ella. Su
pensamiento no se expresa en ningn grado a travs de las categoras escolsticas de acto
y de potencia, de materia y de forma, de sustancia y de cccidente. Precisamente, Teilhard
ha querido partir de cero; es decir, tomar su punto de apoyo en el contacto con el estado de
la ciencia de su tiempo. Pertenece a la poca en que la fsica nuclear ha revolucionado la
concepcin de la materia, mostrando que materia y energa eran reversibles, y, por tanto,
que la materia poda ser considerada como un campo de fuerzas energticas. Pertenece a
la poca en que la evolucin biolgica se ha mostrado como la explicacin ms plausible
de un conjunto de datos de los que constitua la ley de inteligibilidad. El lenguaje que habla
es el de la ciencia. Y este lenguaje es diferente al de la escolstica tradicional.
En qu consiste, pues, la significacin filosfica de Teilhard de Chardin?
Precisamente, en que universaliza el lenguaje de las ciencias y lo extiende a la totalidad de
la existencia: "Transpone las categoras cientficas en categoras metafsicas (...). Su
pensamiento puede ser interpretado en el sentido de que, en niveles de existencia
diferentes, encontramos analogas que expresan un cierto parecido. Teilhard extrae as
leyes generales de la vida, ley de complejificacin, ley de evolucin, ley de personificacin,
ley de socializacin. Estas leyes se verifican en todos los niveles. Permiten, pues, pensar la
totalidad, establecer ligazones. La metafsica es precisamente esto.. No hay metafsica sin
analoga. Pero el pensamiento moderno desprecia, con demasiada frecuencia, el valor
gnoseolgico de la analoga."
As considerada, la obra de Tehard de Chardin reviste, en efecto, una significacin
filosfica excepcional. Pero, al mismo tiempo, se manifiesta claramente cmo la sucesin
de sus ideas est ligada, de manera eminente, a la filosofa aristottica y tomista. "Aqu
hay, igualmente, en el origen, un anlisis fsico y biolgico. Y es en prolongacin de este
antisis en el que estn concebidas, analgicamente, las realidades metafsicas. Teilhard
nos parece, as, volver a encontrar la actitud Profunda de la filosofa tradicional de la
Iglesia, pero despojndola, podramos decir, de un lenguaje que era solidario de una
ciencia periclitada, para inventarla un lenguaje nuevo, expresin de la ciencia actual. Pero
si ha podido hacer esta operacin es porque Teilhard haba heredado de la filosofa
escolstica, porque haba conservado lo esencial. Es esto lo que le ha preservado del
materialismo, del pantesmo y del evolucionismo. Es por esto por lo que las categoras de
persona, de creacin, de Dios, son constitutivas de su pensamiento. Pero no ha retenido de
la escolstica ms que sus categoras fundamentales y las ha interpretado a partir del
hecho cientfico de su tiempo 4.
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4 Ibidem, pgs. 78-79.
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Si hemos querido citar estas lneas enteramente, es porque demuestran, de forma


eminente, el alcance filosfico de la obra de Teilhard de Chardin, y porque nos preservan,
al mismo tiempo, de un juicio demasiado prematura sobre el carcter, admisible o no, de
sus concepciones, al mism tiempo que manifiestan con claridad cmo, en un plano
superior, ha permanecido fiel al espritu de moda de pensar escolstico-aristotlico, una
fidelidad infinitamente ms real que la que se traduce por la simple repeticin de las
frmulas tradicionales. No es su menor mrito el haber restablecido, as, los lazos entre la
metafsica y las ciencias, una relacin que se ha perdido de vista con demasiada facilidad.
Iramos ms all de nuestra tarea si intentramos comentar aqu los diferentes
problemas planteados por Teilhard de Chardin en los opsculos que figuran en estos
libros: exigiran. una amplia y profunda discusin y quiz, en ciertos puntos, daran lugar
a crticas. Teilhard de Chardin habra sido el primero en alegrarse de una discusin y una
crtica semejantes. Pero antes de emprender esta tarea debemos comenzar por estudiar sus
escritos con la atencin necesaria y por situar sus conclusiones bajo su luz verdadera, lo
que, por desgracia, no se ha hecho siempre en el pasado. Nos atrevemos a esperar que los
textos aqu recogidos sern recibidos con el mismo espritu que les ha inspirado y que
podrn constituir una ayuda preciosa para todos los que se esfuerzan en orientar hacia su
solucin verdadera, en tanto que est en nuestra poder, los grandes problemas planteados
por la existencia humana.

N. M. WILDIERS
Doctor en Teologa.

ADVERTENCIA

Los escritos que publicamos a partir de este tomo VI no han sido revisados por el P.
Teilhard de Chardin con vistas a la edicin.
Siguiendo la intencin del autor, y como indica el R. P. Wildiers en el Prefacio, los
presentamos a nuestros lectores como instrumentos de trabajo.
Las anotaciones de este volumen han sido necesarias por las interpretaciones errneas
del pensamiento del autor, reveladas en diversas obras o en artculos de prensa. Siempre que
es posible, sacamos estas explicaciones de los mismos escritos del P. Teilhard.

EL ESPIRITU DE LA TIERRA
INTRODUCCIN

Las pginas siguientes no intentan, de un modo inmediato, preservar ninguna ortodoxia,


ni cientfica, ni literaria. Quieren, sencillamente, explicar, con toda sinceridad, una visin
particular del Mundo.
En nuestros das, muchos creyentes, al no renovar sus ansias con el contacto de lo real,
dejan extenderse, sobre los misterios de la Vida, un velo de soluciones convencionales. Y
los sabios, perdidos en investigaciones de detalle o como prometidos en un falso
materialismo, no parecen ver cmo se plantea, incluso en virtud de sus conquistas, antes
nuestras actividades, la cuestin fundamental del Porvenir. Ahogados por las palabras que
han creado, los hombres corren el peligro de perder de vista el Problema, hasta el punto de
no captar el sentido de lo que descubren sus propias experiencias.
Apoyado en lo que me han enseado, desde hace cincuenta aos, la Religin y la
Ciencia, he intentado aqu salir a flote. He querido salir de la niebla para encontrar la visin
de las cosas mismas. Y he aqu lo que he credo descubrir, solo, frente al Mundo 1.
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1 Desde 1926, el P. Teilhard soaba con este ensayo y escriba al cannigo
Gaudeffroy: ... Sueo con una especie de Libro de la Tierra, donde me dejara
hablar, no como francs ni como elemento de un compartimento cualquiera, sino
como Hombre o como "terrestre" sencillamente. Querra hablar de la confianza,
las ambiciones, la plenitud y tambin las decepciones, las inquietudes, la especie
de vrtigo, del que toma conciencia de los destinos y de los intereses de la Tierra
(Humanidad) entera.
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l. ESPRITU O MATERIA?

Lo primero que he visto es que slo el Hombre puede servir al Hombre para descifrar el
Mundo.
Hasta aqu, el Hombre, en lo que tiene de verdaderamente esencial, ha sido dejado fuera
de todas las construcciones cientficas de la Naturaleza. A los ojos de unos, su valor
espiritual es demasiado grande para que sea posible integrarle, sin una especie de
sacrilegio, en el proceso general de la Historia. A los ojos de otros, su facultad de elegir y
de abstraer est demasiado alejada de los determinismos materiales para que sea posible, ni
siquiera til, asociar a los elementos con los que se construye la Fsica. En los dos casos,
por exceso de admiracin o por falta de estma, el Hombre permanece flotando por encima,
o rechazado al margen del Universodesarraigado o accesorio. El que hace la Ciencia,
queda fuera de los objetos de la Ciencia. Esta es la fuente de todas nuestras dificultades
intelectuales y morales presentes. No comprenderemos nunca ni al Hombre ni a la
Naturaleza si, de acuerdo con lo que nos gritan los hechos, no nos volvemos a sumergir
completamente uno en el corazn de otro (pero sin destruirle).
Hay que realizar, en fin, este gesto. Hay que aceptar lo que la Ciencia nos dice, a saber,
que el Hombre ha nacido de la Tierra. Pero, ms lgicos que los sabios que nos hablan,
tenemos que ir hasta el final de la leccin; es decir, aceptar que el Hombre haya nacido, por
entero, del Mundono solamente sus huesos, su carne, sino su increble poder de
pensamiento 2. Considermosle, sin minimizarle, como un Fenmeno. Ipso facto, se va a
encontrar cambiada la faz del Universo.
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2 Para el transformismo cristiano, la accin creadora de Dios no se concibe ya como
empujando sus obras, intrusivamente, en medio de los seres preexistentes, sino
como haciendo nacer, en el seno de las cosas, los trminos sucesivos de su obra. No
es ni menos esencial, ni menos universal, ni, sobre todo, menos ntima por esto.
(Nota del autor para "La Paradoja transformista, t. III, La Visin del Pasado, p.
141.

3 Un movimiento absoluto a travs del espacio intersideral.


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El punto de partida de esta metamorfosis es que la Vida, manifestada en el Hombre, se
descubre como una propiedad sui generis del Cosmos. En la historia de la Fisica se produce,
de cuando en cuando, el descubrimento de fenmenos caractersticos en los que, bajo una
anomala aparente, se revela una propiedad fundamental de las cosas: as, la actividad del
Radio, la impotencia de las experiencias para descubrir un movimiento del globo, a travs
del ter 3. El mayor error que hubiera podido cometer la Ciencia, frente a estos hechos,
hubiera sido relegarles al dominio de las rarezas molestas. Ignoraramos, entonces, el
inmenso dominio de las radiaciones y las perspectivas de la Relatividad. El Hombre
pensante, generahnente mirado como una irregularidad del Universo, es precisamente
uno de estos fenmenos privilegiados en los que se revela a nuestra observacin, como un
grado de intensidad que le hace inmediatamente comprensible, uno de los aspectos ms
generales del Cosmos. Hasta el Hombre, la Vida, a pesar de las propiedades singulares de
sus constituyentes y de su evolucin general, poda, en rigor, ser relegada a un oscuro
compartimento de la Qumica. Limitndola, muy artificialmente por lo dems, a sus
trminos ms inferiores y ms mecanizados (es decir, a formas apenas emergidas, o en vas
de re-inmersin en la Materia), la Biologa poda intentar reducirla a tactismos y tropismos.
En el Hombre, algo nuevo estalla irresistiblemente que, hasta l, la Ciencia no poda
comprimir ms que a fuerza de violencia. En el nivel humano, la duda no est permitida;
hay que decidirnos, en virtud, incluso, de las perspectivas generales de la Evolucin, a
hacer, en la Fsica del Universo, un lugar especial a las potencias de conciencia, de
espontaneidad, de improbabilidad, que representa la Vida. Es necesario. De otra manera, el
Hombre permanece inexplicado: excluido de un Cosmos del que forma, evidentemente,
parte. Pero entonces, y ste es el segundo paso hacia la luz, este lugar, tan pronto como se
intenta determinarlo, se descubre como inevitablemente inmenso y fundamental. La Vida,
en efecto, no es una propiedad parcial, limitada, de la Materia, anloga a un efecto
vibratorio o molecular cualquiera; es ms bien como lo inverso de todo lo que nos sirve
habitualmente para definir la Materia. La Vida, adems, no es una relacin fija y esttica
entre elementos del Mundo; por el contrario, aparece claramente como la huella de un
proceso universal, siendo la Vida terrestre funcin de la evolucin sideral del Globo y
funcin, a su vez, de la evolucin csmica total. De donde el dilema: o bien la Vida,
consumada por el Pensamiento, no es ms que una ilusin en el Mundo, o bien, por poca
realidad fsica que se le conceda, tiende a ocupar en l una posicin universal, central,
exigente. Tal es la situacin cientfica verdadera.
En este grado de invasin, una nica realidad (en la medida en que sta existe
verdaderamente) permanece frente a la Vida y puede medirse con ella en grandeza y
universalidad: es la Entropa, esta misteriosa involucin del Mundo que tiende a replegar
sobre s misma, un poco ms a cada instante, en el plural inorganizado y ms probable, la
capa de la Energa csmica. Y entonces, ante nuestro espritu que busca, entre Vida
(Pensamiento) y Entropa (Materia) se libra el duelo final por la dominacin del Universo.
Vida y Entropa son las dos caras inversas, pero equivalentes, de una misma Realidad
fundamental en eterno balanceo? O bien, en el fondo, una de las dos, tiene el privilegio de
ser ms primitiva y ms duradera que la otra, por naturaleza?
Ms adelante, por el estudio crtico de las condiciones de la Actividad Humana,
mostraremos que el Universo, bajo pena de ser contradictorio en s mismo, parece exigir
que la Vida tenga una garanta de Porvenir ilimitado, es decir, que escape a un dominio
completo de s misma por fuerzas que la vuelven atrs: la Vida no sera vivible si no tuviera
consciencia de ser, al menos parcialmente, irreversible y superior, por tanto, a las
atracciones inversas de la Entropa.
Aqu, otra consideracin, sacada de las leyes, no de la Accin, sino del Pensamiento
humano (hijo del Mundo), va a bastar para fijar, en una primera aproximacin, nuestra
eleccin. Instintivamente, en sus tentativas de construccin intelectual del Universo,
muchos hombres investigan a partir de la Materia. Porque la Materia se toca y porque
parece, histricamente, haber existido la primera, se la acepta, sin examen, como la trama
primordial y la porcin ms inteligible del Cosmos. Pero esta va no lleva a ninguna parte.
Pues, adems de que, en s, la Materia, smbolo de multiplicidad y de transitoriedad, escapa
a toda comprensin directa del Pensamiento, esta misma Materia, falta ms grave todava,
se revela incapaz, por su misma naturaleza, de engendrar el Mundo que nos rodea y nos
constituye. Es radicalmente imposible de concebir que elementos "interiorizados" y
espontneos hayan podido nunca desarrollarse de un Universo supuesto, en estado inicial,
enteramente formado por determinismos. Quien acepta este punto de partida se cierra toda
salida para unirse al estado presente del Universo. Inversamente, de un Cosmos
inicialmente formado, constituido por "libertades" elementales, es fcil, por efecto de los
grandes nmeros y de los hbitos, deducir todas las apariencias de rigor sobre las que est
construida toda la Fsica matemtica de la Materia. Un Universo con trama primitiva
"material" es, irremediablemente, estril y fijo, mientras que un Universo de trama
"espiritual" tiene toda la elasticidad requerida para prestarse a la vez a la evolucin (Vida) y
a la involucin (Entropa). Esta consideracin debe ser suficiente para decidir nuestra
opcin intelectual.
No, el Cosmos no podra ser interpretado como un polvo de elementos inconscientes
sobre los que afIorara, incomprensiblemente, la Vida, como un accidente o un moho. Sino
que es, fundamental y primeramente, vivo, y toda su hstoria no es, en el fondo, ms que un
inmenso proceso psquico; la lenta, pero progresiva unin de una conciencia difusa,
escapando, gradualmente, a las condiciones "materiales" con que la oculta,
secundariamente, un estado inicial de extrema pluralidad. Desde este punto de vista, el
Hombre, en la Naturaleza, no es ms que una zona de emersin en la que culmina y se
revela, precisamente, esta evolucin csmica profunda. El Hombre cesa entonces de ser,
sobre la Tierra, una chispa cada fortuitamente de otra parte. Es la llama que brota,
repentinamente, sobre la Tierra, por una fermentacin general del Universo 4. Ya no es, en
la Naturaleza, el enigma estril o la nota que desentona. Es la clave de las cosas y la
armona ltima. En l todo toma cuerpo y todo se explica.
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4 Sostenido, ocioso es decirlo, por alguna fuerza creadora profunda. Si no hablamos
ms explcitametne de esta ltima es porque, repetimos, nuestro fin es seguir la
curva aparente de los fenmenos sin escrutar las condiciones metafsicas de su
existencia. (Nota del autor sobre la Hominizacin, t. III, pg. 103.)
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Ante nosotros, el Mundo es como un laberinto. Muchas entradas, pero un solo camino
que conduce al centro. La Naturaleza se resiste a nuestros esfuerzos por penetrarla, porque
la tomamos de travs o a contrapelo. Escojamos mejor lo Conocido y lo Desconocido.
Pongamos la X donde debe estar, es decir, en lo material y en el plural; y reconozcamos que
lo consciente, lo libre, son evidencias primitivas no analizables. Entramos, entonces, en el
orden. Ya no hay umbrales infranqueables ni callejones sin salida. El hilo de Ariadna, para
dirigirnos en el Universo, es "el nacimiento del Espritu"; y la mano que nos lo da, es el
reconocimiento legal del "Fenmeno humano".

II LA TIERRA Y EL ESPRITU
As, nuestro pensamiento ha elegido: la gnesis del espritu es un fenmeno csmico; y
el Cosmos consiste en esta gnesis misma 5. Pero la Vida, en potencia por todas, partes, en
el Cosmos, no conocemos todava ms que la Vida en la Tierra. Intentemos comprender la
Vida de la Tierra.
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5 Como en sus otros trabajos, el autor supone admisible una cierta continuidad de
evolucin de la Materia en el Hombre. Esto puede ser entendido de una manera
perfectamente ortodoxa y encuadrarse fcilmente, incluso, en las teoras
aristotlicas de la causalidad (...).
"Profesando que el alma espiritual no ha sido creada ms que "in corpore", y no
opera ms que con el concurso de la materia, ellos (los filsofos tomistas)
admiten, por este mismo hecho, una "noosfera" ligada al resto del mundo material
por correlaciones necesarias. Hay, pues, a sus ojos, una "ciencia natural" no
solamente del cuerpo humano, sino del Hombre entero. Este determinismo natural
de todo hombre no excluye la espontaneidad, incluso en su expresin ms alta, el
acto libre."
(Extracto de una revisin hecha por el P. Marchal, S. J., de un ensayo del P.
Teilhard titulado El fenmeno humano y fechado en 1928. El P. Teilhard envi
esta revisin al P. Valensin en la carta que le dirigi el 29 de septiembre de 1928.)
(N. del E.)
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Se ha podido decir (y parece que algunos astrnomos empiezan, de nuevo, a sugerirlo)


que la Tierra tal vez sea el nico centro actualmente vivo del Universo. No vamos a discutir
este poco verosmil e indemostrable privilegio concedido a nuestro planeta. Pero debemos
sealar, de pasada, una manera particularmente viciosa de comprenderlo, que consistira en
hacer de la Vida, en semejante circunstancia, un accidente maravilloso, nacido una vez y
para siempre, al margen de la evolucin csmica, a favor de un formidable azar. El punto de
vista al que, por slidas razones filosficas y cientficas, nos hemos adherido, hace justicia
con esta interpretacin pueril y la corrige. No, aunque la Vida fuera, y debiera continuar
sindolo, privativa de la Tierra, no se seguira de ello que fuera un "accidente" en el Mundo.
Deberamos concluir, sencillamente, que, a travs de la inmensidad sideral, slo (o al
menos, el primero) el centro terrestre se ha encontrado dispuesto para fijar una posibilidad
en estado de suspensin universal, y que esta posibilidad ha evolucionado por entero. La
Vida y el Pensamiento podran, entonces, ser especiales de la Tierra: seran la Vida y el
Pensamiento del Mundo.
Los gelogos continan inseguros sobre la manera en la que se ha realizado la
individualizacin de la Tierra: aglomeracin, en cualquier caso, de partculas elementales.
Miremos este astro al nacer. La nocin primordial que hay que asegurar en nuestro espritu,
en este momento, es la extraordinaria riqueza y complejidad de su Materia juvenil,
magma en el que, al lado de muchas actividades fisico-qumicas, hoy neutralizadas o
evaporadas, flotaban, bajo una forma actualmente inaccesible a nuestras experencias, las
influencias de la Pre-Vida. Se ha hecho observar, con razn, que los pueblos ms
"primitivos" que viven actualmente sobre la Tierra son pueblos detenidos y agotados, en los
que no podramos encontrar la llama que animaba, cuando franqueaban el mismo estadio de
cultura, a las avanzadillas de la Humanidad. De la misma manera, ninguna materia terrestre,
accesible a nuestras investigaciones presentes, puede darnos exactamente idea de la Tierra
primera. Algo se liber (bruscamente, y sin duda de un solo golpe) cuando extendi sobre
la superficie del Globo el velo, infinitamente complejo, desde su origen, de la Biosfera. Nos
preguntamos con frecuencia por qu la generacin espontnea parece imposible
actualmente. Se buscan razones, para esta esterilidad presente de la Materia, en alguna
modificacin de los climas, de las radiaciones solares o de la atmsfera. Nos parece, sobre
todo, que en la primera aparicin de la Vida encontramos un fenmeno ligado a la
evolucin telrica total; una era, y slo una, para este suceso, en la historia de un mismo
astro. La Tierra juvenil contena un Quantum de consciencia 6, y este quantum ha pasado
enteramente a la Biosfera. En adelante, la Materia terrestre puede sostener y alimentar la
Vida, pero no podra hacer emanar una nueva, pues est agotada, extenuada,
"desvitalizada". Los sabios, para producir la Vida, tendran que hacer una Tierra de nuevo.
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6 ...Hay que admitir la existencia posible de un psiquismo tan diluido que no tendr
ms que relacin muy lejana con lo que esta palabra significa a escala del Hombre
o aun del animal...
Este psiquismo es un "estado de conciencia" que har que tal o tal otra estructura
material pueda tener en ciertos momentos, en ciertas regiones del espacio y del
tiempo, un comportamiento que deje transparentar (aunque de manera muy vaga)
una especie de previsin del futuro inmediato, es decir, un conocimiento del acto a
realizar para tender a un objetivo asignado con anterioridad. (JEAN E. CHARON:
La Connaissance de l'Univers, pgs. 136 y 139. Ed. du Seuil.)
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Sigamos ahora los movimientos ntimos de la capa viva con que se ha envuelto,
perceptiblemente, nuestro planeta.
Qu ocurre en los niveles (nicos interesantes, desde ahora, para nosotros) de la
Biosfera? La historia de la Vida se separa, aqu, de las simples hiptesis y comienza a
respondernos..., con tal que la comprendamos bien. En nuestros das, la ligazn
fundamental de las formas vivas y su nacimiento, unas a partir de otras, no es ya seriamente
discutida. Pero falta, todava, que los bilogos se entiendan sobre la forma de esta evolucin
en la que muchos continan no viendo ms que una abundancia ininteligible y una
diversidad desordenada. Esta duda reside, probablemente, en la confusin que reina todava
comnmente sobre los tres tipos muy diferentes de evolucin biolgica. De estas tres
evoluciones, la ms superficial (se podra llamar evolucin de dispersin) consiste, en
efecto, en una simple diversificacin (o exposicin) de las formas vivas en el interior de un
haz de posibilidades equivalentes, en la forma o en la coloracin; as, entre otros, algunos
grupos de plantas, de mariposas, de pescados, de antlopes. Ms profunda se sita la
evolucin de diferenciacin instrumental, por la que las formas se distribuyen en
radiaciones diversas, definidas cada una por la adquisicin de un tipo morfolgico
especializado (natacin, carrera, vuelo, formas socavadoras y animales de presa); de estas
transformaciones nacen la mayor parte de los filum que distingue la Paleontologa. Por
debajo se dibuja la evolucin de mayor conciencia, en virtud de la cual los seres vivos, en
masa, sobre todo el frente de la Biosfera, se alzan ms o menos (a excepcin de los tipos
inmviles o regresivos) hacia una mayor organizacin (individual o colectiva) y hacia una
mayor espontaneidad. Pues bien, slo esta tercera clase de evolucin (marcada tanto en la
concentracin de los sistemas nerviosos como en la constitucin de los agrupamientos
sociales) puede darnos el sentido y la verdadera forma de los movimientos de la Vida. Hasta
aqu, la Biologa ha observado y ha estudiado poco, en sus construcciones, la evolucin de
conciencia, menos apta, en virtud de su misma amplitud, para proporcionar referencias a la
Sistemtica. Pero en sta, indudablemente, yace el movimiento de fondo, del que los otros
dos tipos de evolucin no son ms que armnicos; y con ella sola tenemos, por fin, un
parmetro absoluto de los desarrollos, no solamente de la Vida terrestre, sino del Mundo.
Semejante a una marea, la subida multiforme hacia la Conciencia hincha con su savia y
empuja hacia adelante, sin retroceso ni desviacin de conjunto, a todas las fibras de la
Biosfera; sus latidos sucesivos marcan las grandes etapas de la Vida; y, siguiendo su je de
progresin, un da se ha abierto paso en un dominio nuevo. Despus de millares de siglos de
esfuerzos, la Vida terrestre, hija del Cosmos, ha emergido en el Pensamiento.
Y henos aqu, de nuevo, ante el suceso capital que domina la Historial Natural del
Mundo: el fenmeno humano. Un cierto nmero de caractersticas esenciales deben llamar
nuestra atencin frente a l.
En un principio, el Hombre (es decir, la Vida pensante) se establece sobre la Tierra a
travs de un punto o una superficie crtica de transformacin. Como la cspide, inextensa,
en que se concentran al lmite las secciones de un conocomo el vapor en el que se
transforma, sin cambiar de temperatura, un lquido en ebullicin, el Pensamiento sucede
a la Vida irreflexiva, franqueando un umbral, por un cambio de estado. Sin duda, nada
semejante ha sucedido en nuestro Mundo desde la condensacin inicial de la Pre-Vida. El
Pensamiento humano abre, pues, una era nueva en la historia de la Naturaleza. Pero, aunque
es una Vida renovada, no es una Vida completamente nueva. En su espiritualidad, como en
la cspide del cono, deben volverse a encontrar todas las generatrices pasadas,
reconocibles, aunque hominizadas: el hambre, el amor, el sentido de lucha, el gusto por la
presa. El control de estas herencias en un plano superior es el trabajo de la Moral y el
secreto de la ms-vida.
Desde otro punto de vista, las consecuencias biodinmicas de la aparicin del
Pensamiento en la Biosfera reproducen, en un dominio ms elevado, las que hemos hecho
notar en el caso de la primera aparicin de la Vida organizada. En el nacimiento de la
Biosfera se haban exhalado las cualidades juveniles de la Materia terrestre, reducida a la
impotencia, en adelante, para producir nueva Vida. En la eclosin, en un tallo, de la flor
humana, la Vida animal ha agotado, probablemente, todo su poder de reflexin. Ningn
otro Pensamiento, en consecuencia, podra dibujarse nunca, sobre la Tierra, al lado del
Pensamiento humano, como competidor o como aliado. Y ninguno podra venir a relevarle
si, por alguna defeccin general o por desaparicin, llegara a ser decapitado.
De donde esta conclusincientficamente establecida, pensamos, e inevitable: En el
Espritu humano, como en un fruto nico e irremplazable, se encuentra reunida toda la Vida
sublimada (es decir, en suma, todo el valor csmico) de la Tierra.

III. EL ESPRITU DE LA TIERRA

Uno de los aspectos ms importantes de la Hominizacin, desde el punto de vista de la


historia de la Vida, es el acceso de las realidades (o valores) biolgicos al dominio de las
realidades (o valores) morales. A partir del Hombre, y en el Hombre, la Evolucin ha
tomado de s misma una conciencia refleja. En adelante, puede reconocer, en cierta medida,
su posicin en el Mundo, escoger su direccin, rehusar su esfuerzo... Estas condiciones
nuevas abren en la Tierra la inmensa cuestin del Deber y de sus modalidades. Por qu
actuar? Y cmo actuar? El resto de este estudio no ser, en suma, ms que un esbozo del
Problema csmico de la Accin.
Mientras se ha permanecido en las concepciones estticas del Universo, los fundamentos
del Deber han quedado prodigiosamente oscuros. Para darse cuenta de esta ley misteriosa
que pesa profundamente sobre nuestra libertad, ha habido que recurrir a toda clase de
explicaciones: desde la de un orden explcito, venido de fuera, hasta la de un instinto
irracional pero categrico. En una perspectiva espiritualmente evolutiva del Universo, tal
como la hemos admitido aqu, la solucin es muy sencilla. El fundamento inicial de la
Obligacin, para el elemento humano, es el hecho de haber nacido y de desarrollarse, en
funcin de una corriente csmica, Debemos actuar, y de una manera determinada, porque
nuestros destinos individuales estn ligados a un destino universal. El Deber no es otra cosa,
en su origen, que el reflejo del Universo en el tomo.
Pero ms claramente, en qu direccin concretasegn qu plan precisodebemos
prolongar, activa y libremente, ms all de nuestro estado presente, las generatrices del
Mundo?
Se plantea aqu, a la Humanidad recin nacida, en virtud de sus nuevos atributos, una
interrogacin esencial, que no podra ser satisfecha con una simple mirada hacia atrs,
Hasta el Hombre, parece que, en el desarrollo de la Vida, el individuo haya estado siempre
claramente subordinado a la especie. Su valor era, sobre todo, el de un rgano de
transmisin, de un lugar de paso. Se trataba para la Vida, segn parece, de llegar, a travs
de elementos cada vez mejor organizados, a establecer sobre la Tierra una forma superior
de conciencia, un estado de personalidad. Con el Hombre y en el Hombre, el elemento
acabado y centrado, es decir, la persona, se encuentra, por fin, constituido. Por este suceso
esencial, no va a encontrarse desplazado el centro de gravedad de los valores? Hasta aqu,
el elemento era para el conjunto. En adelante, no va a ser el conjunto para el elemento? En
suma, estamos, tericamente, en presencia de dos posibilidades: o bien, a partir del Hombre,
culmina absolutamente la Vida y se esparce en una pluralidad de conciencias reflejas, de las
cuales cada una es su razn ltima; o bien, ms all, incluso, del Hombre (ms all de la
superficie de Hominizacin), y a pesar del valor decisivo y definitivo de las personas, la
unidad de frente evolutivo permanece intacta, y el valor del Mundo contina
construyndose solidariamente, hacia adelante. Dos concepciones de la Evolucin, y, por
tanto, dos Morales.
En favor de una estructura pluralista de la capa humana militan, a falta de razones
filosficas o cientficas muy precisas, un cierto nmero de instintos elementales y de
sentimientos refinados. Muy legtimamente, centrarse, individualizarse, personalizarse, es la
mitad de la alegra de vivir (siendo la otra mitad, y la mejor, ya lo recordaremos despus, el
descentrarse en algo ms grande que uno mismo...). Es comprensible, pues, que los
individuos, tanto como las naciones, estn naturalmente inclinados a pararse y a plantar su
tienda en esta primera cima conquistada. No faltan los sistemas que colorean esta pereza
egosta y que exaltan el valor nico del instante presente (entendido como un absoluto
cerrado sobre s mismo). Nosotros pensamos que esta manera de comprender el Mundo,
particularmente cara a los medios literarios y artsticos, es, sencillamente, infantil y
rudimentaria y no resiste un anlisis serio de la estructura de las cosas. Si la Persona
humana, aparecida, de nuevo, en las grandes aguas de la Vida, experimenta, en un momento
de exaltacin, la embriaguez de erigirse en el punto culminante del Universo, la tentacin es
muy natural. Pero que tenga cuidado. A pesar, o ms bien a causa de su autonoma
conquistada, otra Unidad ms alta la domina siempre, a la cual no podra sustraerse sin
morir. Por preciosa que sea, la mnada humana permanece sujeta, vitalmente, a la ley que
obligaba, hasta ella, a los elementos a salvar y a promover el Todo, con preferencia a s
mismos. Primero, aun suponiendo incluso que pudiera encontrar en s su plenitud, el
individuo humano debera hacer pasar a la Humanidad antes que l, puesto que de la
Humanidad estn naciendo siempre mnadas, iguales, al menos, a l mismo. Pero si es
sincero, deber reconocer que en realidad su persona no le basta y que lo ms precioso de
su ser es, precisamente, lo que espera todava de no realizado en el Universo. La
Humanidad no es solamente, para cada uno de nosotros, el tallo que sostiene, une,
conserva... Es la "flecha" que corona las cimas del porvenir. Es necesario al Hombre creer
en la Humanidad ms que en s mismo, so pena de desesperar.
As, en el nivel del Hombre (o, se podra decir, de la Noosfera), el frente de progresin
de la Vida terrestre no se disocia. Se forman en l unidades de un nuevo tipo, pero a ttulo
de elementos ms perfectos, destinados a una organizacin superior. La convergencia
general, en que consiste la Evolucin universal, no se ha terminado con la Hominizacin.
No hay solamente espritus sobre la Tierra. El Mundo contina: habr un Espiritu de la
Tierra.
Pero entonces, si esta perspectiva no es un sueo, es decir, si verdaderamente nosotros,
los hombres del siglo xx, no somos algo distinto, cientficamente, a los elementos de un
alma que se busca a travs del Cosmos, qu hacemos, en verdad, con nuestras contiendas
ridculas y nuestros intereses infantiles? Cmo es que disputamos, nos dormimos, nos
aburrimos? A qu esperamos para abrir de par en par nuestros corazones a la llamada del
Mundo en nosotros, al Sentido de la Tierra?

IV. EL SENTIDO DE LA TIERRA

Por "Sentido de la Tierra" hay que entender aqu el sentido apasionado de destino
comn que arrastra, cada vez ms lejos, a la fraccin pensante de la Vida. De derecho,
ningn sentimiento est ms fundado en la naturaleza, ni es, pues, ms poderoso que ste.
Pero, de hecho, ninguno se despierta ms tarde, puesto que exige, para su explicitacin, que
nuestra conciencia, emergiendo ms all de los crculos crecientes (pero demasiado
restringidos todava) de la familia, de la patria, de las razas, descubra, al fin, que la nica
Unidad humana verdaderamente natural y real es el Espritu de la Tierra. Durante
centenares de siglos (y hasta ayer, podramos decir), los Hombres han vivido como nios,
sin comprender el misterio de su nacimiento ni el secreto de los impulsos oscuros cuyas
grandes olas les llegaban alguna vez de las profundidades del Mundo. Bajo la excitacin de
los descubrimiento repetidos que, en el espacio de un siglo, han revelado paulatinamente a
nuestra generacin, primero, las profundidades y la significacin del tiempo; despus, los
recursos espirituales y limitados de la Materia, y, por fin, la potencia de los seres vivos
asociadas, bajo esta excitacin, parece que nuestra psicologa cambia y que el Hombre se
aproxima a esto que se podra llamar la crisis de la pubertad. Comienza (lo creemos
seriamente) a dibujarse una pasin nueva, victoriosa, que barrer o transformar lo que han
sido hasta aqu los caprichos y las puerilidades de la Tierra. Y su accin saludable viene a
punto para controlar, despertar u ordenar: las fuerzas emancipadas del Amor, las fuerzas
dormidas de la Unidad humana, las fuerzas vacilantes de la Investigacin...

A) El Amor

El Amor es la ms universal, la ms formidable y la ms misteriosa de las energas


csmicas. Despus de tanteos seculares, las instituciones sociales lo han encauzado y
canalizado. Utilizando esta situacin, los moralistas han intentado reglamentarlo, sin
superar, por lo dems, en sus construcciones, el nivel de un empirismo elemental en el que
se encuentran las influencias de concepcones caducas sobre la Materia y la huella de
antiguos tabs. Socialmente, se simula ignorarlo en la ciencia, en los negocios, en las
asambleas, mientras que, subrepticiamente, est en todas partes. Inmenso, omnipresente y
siempre insumiso, parece que hayamos terminado por desesperar de comprender y de captar
esta fuerza salvaje. Se la deja, pues (y se la siente), correr por todas partes, en nuestra
civilizacin, pidindole solamente que nos vierta o que no nos estorbe... Es realmente
posible que la Humanidad siga viviendo y creciendo sin interrogarse con franqueza sobre lo
que deja perder de verdad y de fuerza en su increble poder de amar?
Desde el punto de vista de la Evolucin espiritual, admitida aqu, parece que pudiramos
dar un nombre y un valor a esta energa extraa del Amor. No sera sta, sencillamente, en
su esencia, la atraccin misma ejercida sobre cada elemento consciente, por el Centro, en
formacin, del Universo? La llamada a la gran Unin, cuya realizacin es el nico proceso
actualmente en curso en la Naturaleza?.. En esta hiptesis, segn la cual (de acuerdo con los
resultados del anlisis psicolgico) el Amor sera la energa psquica primitiva y universal,
no se nos aclara todo para la inteligencia y para la accin? Se puede intentar reconstruir la
historia del Mundo desde el exterior, observando, en diversos procesos, el juego de las
combinaciones atmicas moleculares o celulares. Se puede intentar, ms eficazmente
todava, este mismo trabajo, desde el interior, siguiendo progresos gradualmente efectuados
y anotando los umbrales sucesivamente franqueados por la espontaneidad conciente. La
manera ms expresiva, y la ms profundamente verdadera de contar la Evolucin universal,
sera, sin duda volver a narrar la Evolucin del Amor.
Bajo sus formas ms primitivas, en la Vida apenas individualizada, el Amor se distingue
difcilmente de las fuerzas moleculares: quimismos, tactismos. Despus se separa poco a
poco, pero para quedar, mucho tiempo todava, cunfundido con la simple funcin de
reproduccin. Es con la Hominizacin con la que se revela, solamente, el secreto y las
virtudes mltiples de su violencia. El Amor hominizado se distingue de cualquier otro
amor porque el espectro de su clida y penetrante luz se ha enriquecido
maravillosamente. No solamente la atraccin nica y peridica, con vistas a la fecundidad
material, sino una posibilidad, sin lmites y sin reposo, de contacto por el espritu mucho
ms que por el cuerpo: antenas infinitamente numerosas y sutiles que se buscan entre los
ms delicados matices del alma; atraccin de sensibilizacin y de perfeccionamiento
recproco en la que la preocupacin por salvar la especie se funde gradualmente a la
embriaguez, ms amplia, de consumar entre dos, un Mundo. Hacia el Hombre, a travs de la
Mujer, es en realidad el Universo el que avanza. Toda la cuestin (la cuestin vital para la
Tierra) es que se reconozcan.
Si el Hombre no reconoce la verdadera naturaleza; verdadero objeto de su amor, el
resultado es el desorden irremediable y profundo. Empeado en saciar en una cosa
demasiado pequea una pasin que se dirige hacia Todo, intentar forzosamente colmar,
por la materialidad o la multiplicidad siempre creciente de sus experiencias, un desequibrio
fundamental. Vanas tentativas, y a los ojos del que entrevee el valor inestimable del
quantum espiritual humano" tremenda prdida. Dejemos de lado toda impresin
sentimental y todo escndalo virtuoso. Pero miremos muy framente, como bilogos o
ingenieros, la atmsfera rojiza de nuestras grandes ciudades por la noche. All, como en
todas partes, la Tierra disipa continuamente, en pura prdida, su ms maravillosa potencia.
La Tierra arde al aire libre. Cunta energa creis que se pierde en una noche para el
Espritu de la Tierra?..
Pero si el Hombre, en cambio, percibe la Realidad universal que brilla espiritualmente a
travs de la carne, descubrir entonces la razn de lo que hasta este momento engaaba y
perverta su poder de amar. La Mujer est ante l como la atraccin y el Smbolo del
Mundo. No podra abrazarla ms que agrandndose, a su vez, a la medida del Mundo. Y
como el Mundo es cada vez mayor y sigue inacabado, y va por delante de nosotros, el
Hombre, para conseguir su amor, se encuentra comprometido en una conquista sin lmites
del Universo y de s mismo. En este sentido, el Hombre no podr alcanzar a la Mujer ms
que en la Unin universal consumada. El Amor es una reserva sagrada de energa y como la
sangre misma de la Evolucin espiritual: he aqu lo que nos descubre en primer lugar el
Sentido de la Tierra.
B) La Unidad humana

En oposicin singular con la atraccin irresistible que se manifiesta en el Amor, est la


repulsin instintiva que, generalmente, separa unas de otras las molculas humanas. Parece
que, fuera de la polarzacin que solicita, uno hacia otro, los sexos diferentes, el individuo,
al formarse, se asla y se cierra sobre s mismo. El hombre, llamado ser social, se siente a
gusto con cualquiera de los animales de la jungla. Se eriza, de alguna manera, a la primera
aparicin de un hombre semejante a s mismo. Esta explicacin, a prmera vista, parece dar
la razn a los pluralistas que miran 1a Vida como terminando en una dispersin de las
mnadas. De hecho, no puede corresponder ms que a una timidez o a una cobarda del
individuo frente a un esfuerzo de ensanchamiento que asegurara su liberacin. Si, en
efecto, lo que hemos dicho hasta aqu es verdad (al menos, en conjunto), es decir, si est,
verdaderamente, en formacin un espritu de la Tierra, entonces los elementos de este
Espritu no podrn repelerse, en definitiva. Pero es necesario que se disimule entre ellos una
atraccin profunda, ms poderosa que cualquier tendencia a la exterioridad mutua. Esta
atraccin duerme todava, es cierto. Pero no podemos adivinar su presencia en algunos
signos?
Por principio y por instinto, el hombre se separa normalmente del hombre. Pero, en
contrapartida, qu perfeccionamiento en sus potencias cuando, en la bsqueda o en el
combate, se apodera de l el soplo del afecto o de la camaradera! Qu plenitud cuando, en
algunos momentos de peligro, llega, en un destello, a las maravillas de un Alma comn!
Estas plidas o breves iluminaciones deben hacemos suponer qu formidable poder de
alegra y accin dormitan todava en el fondo de la capa humana. Sin darse mucha cuenta
de ello, los Hombres sufren y vegetan en su aislamiento: tienen necesidad de que venga un
impulso superior que, forzndoles a superar el punto muerto donde se inmovilizan, les haga
caer en el radio de su afinidad profunda. El Sentido de la Tierra es la presin irresistible que
viene, en el momento querido, a cimentarles en una pasin comn. Los Hombres, perdidos
todava en la multitud de sus semejantes, se apartan de una pluralidad que les desconcierta.
No pueden amar a millones de extraos... El Sentido de la Tierra, al revelar a cada uno que
existe una parte de s mismo en todos los dems, hace aparecer justamente, entre la masa de
los seres vivos, un principio de afecto universal y nuevo; el gusto y la entrega del elemento
por el elemento, en el corazn del mismo Mundo en progreso.
Por el Amor, decimos ms arriba, se dibuja y se experimenta la atraccin por el Centro
hacia el que todo converge. Descubrimos ahora la posibilidad y entrevemos las lneas de un
segundo componente afectivo fundamental del Mundo: el amor de inter-unin por encima
del amor de atraccin, los elementos que se estrechan para experimentar la Unin. Sabemos
ya un poco lo que es la segunda de estas dos pasiones. Quin podra imaginar la plenitud
de calidad, todava casi desconocidala embriaguez inmensa de fraternal amistad, de
que ira acompaada, para la Noosfera, la victoria sobre su multiplicidad interna residual, es
decir, la conciencia por fin realizada de la Unidad humana, no solamente para la piedad y la
misericordia, sino para el ataque!

C) Investigacin

El Sentido de la Tierra viene a explicar a los Hombres la razn y el uso posible de su


superabundancia de amor. Tiende a romper el aislante nefasto en el que nacen envueltas las
mnadas espirituales. Al mismo tiempo se revela como la fuerza destinada a poner en
movimiento, y a organizar, la masa aplastante de las producciones y de los descubrimientos
humanos. He aqu lo que nos queda por ver.
Durante siglos y sigloshasta nuestros daslos Hombres no han creado ms de lo que
exigan sus necesidades individuales e inmediatas. Los mayores descubrimientos, como el
fuego, el arte, la agricultura, el comercio, la geometra, no eran impulsados ms de lo que
exiga el mantenimiento de la familia o de la ciudad: se comportaban como fuerzas
domesticadas o nios buenos. El individuo, de hecho, no vea claramente ms all de s
mismo ninguna realidad tangible.
Hoy, despus de un rpido cambio de equilibrio, que ni siquiera hemos sentido,
comenzamos a damos cuenta de que el Hombre-individual se ha convertido, de alguna
manera, en el subordinado de su obra. No solamente la mquina, el campo, el oro, sino
rganos considerados primitivamente como de lujo o de pura curiosidad (como los medios
de circulacin rpida o los laboratorios de investigacin) se han convertido en una especie
de cosas autnomas, dotadas de una vida exigente e ilimitada. Y lo ms inquietante (lo
nico inquietante, habr que decir) es que esta proliferacin parece hacerse sin orden, a la
manera de un tejido que pulula, hasta el punto de ahogar bajo su neoplasma al organismo
sobre el que ha nacido. La crisis es manifiesta desde el punto de vista econmico e
industrial. Pero hace estragos, igualmente, en las zonas intelectuales y afecta a la misma
masa humana. Demasiado hierro, demasiado trigo, demasiados automviles; y, adems,
demasiados libros, demasiadas observaciones; y tambin demasiados diplomas, demasiados
tcnicos y demasiados peones, o, incluso, demasiados hijos. El Mundo no puede funcionar
sin producir seres vivos, alimentos, ideas. Pero su produccin sobrepasa, cada vez ms, su
poder de consumo y de asimilacin. Aqu tambin, como en el caso del Amor, qu
significa este extrao exceso? El Mundo, al crecer, est condenado a morir
automticamente, ahogado bajo el exceso de su propio peso?
Noresponderemos, sino que est en vas de reunir en s los elementos de un
cuerpo superior y nuevo. Toda esta cuestin, en esta crisis de nacimiento, reside en que
emerja pronto el alma que, con su aparicin, vendr a organizar, a aligerar, a vitalizar este
cmulo de materia estancado y confuso. Pero este alma, si existe, no puede ser ms que la
conspiracin de los individuos, asocindose para elevar un nuevo piso al edificio de la
Vida. Los recursos de que disponemos hoy, los poderes que hemos desencadenado, no
podrn ser absorbidos ms que por el sistema estrecho de los cuadros individuales o
nacionales de que se han servido, hasta aqu, los arquitectos de la Tierra humana. Nuestro
plan era elevar una gran casa ms vasta, ms parecida por el diseo a las buenas moradas
antiguas. Y he aqu que hemos sido conducidos, por la lgica superior del Progreso que est
en nosotros, a reunir piezas demasiado grandes para el uso que queramos darlas... La edad
de las naciones ha pasado. Se trata ahora para nosotros, si no queremos perecer, de
sacudir los antiguos prejuicios y de construir la Tierra.
S todos los matices de sonrisa que se esbozan cuando alguien es atreve a sugerir que
hay, frente al Hombre, en el Futuro inmediato, la posibilidad de algo nuevo y ms grande
que nosotros mismos: sonrisa de escptico o de diletante, de escriba o de fariseo. Pero qu
se puede hacer? Cuanto ms miro cientficamente el Mundo, menos le veo otra salida
biolgica posible que no sea la conciencia activa de su unidad. La Vida no podr avanzar,
en adelante, en nuestro planeta (y nada le impedir avanzar, ni siquiera esclavitudes
interiores) ms que haciendo saltar los tabiques que separan todava la actividad humana y
entregndose, sin dudar, a la Fe en el Porvenir.
No podr haber crecimiento para ningn elemento terrestre fuera del progreso de la
Tierra misma. Situemos, pues, en el primer plano de nuestras preocupaciones concretas una
ordenacin y una exploracin sistemtica de nuestro niverso, comprendido como la nica
verdadera patria humana. Entonces, de una manera natural, las riquezas amontonadas
volvern a encontrar el movimiento que es su alma. La energa material circular. Y, cosa
ms importante todava, la energa espiritual, corrompida por los mezquinos celos de la
sociedad presente, encontrar su salida natural en el asalto a los misterios del Mundo. La
Investigacin ha podido pasar durante mucho tiempo entre los Hombres por algo accesorio,
por una extravagancia o un peligro. Prximo est el momento en el que nos daremos cuenta
que es la ms alta de las funciones humanas, absorbiendo en s el espritu de la Guerra y
resplandeciendo con el destello de las Religiones. No es el gesto por excelencia de la
fidelidad al Ser, y por tanto de la adoracin, el hacer constantemente presin sobre toda la
superficie de lo Real? Todo esto, si conseguimos no ahogar en nosotros el Espritu de la
Tierra.
Pero que nadie se engae. El que quiere participar en este Espritu debe morir, y renacer,
despus, a los dems y a l mismo. Necesita, para llegar a este plano superior de la
Humanidad, no solamente reflexionar, ver intelectualmente una situacin particular, sino
operar una transposicin en el fondo mismo de su manera de apreciar y de actuar. En l un
nuevo plano (individual, social y religioso) debe eliminar a otro. Esto quiere decir
tormentos interiores y persecuciones. La Tierra no tomar conciencia de s misma ms que
a travs de la crisis de la Conversin.

V. EL PORVENIR DEL ESPRITU

Y ahora que, en hiptesis, hemos hecho sufrir a nuestros hbitos de pensamiento el


doble giro que consiste en ver, primero, que en el Universo el Espritu es ms primitivo y
consistente que la Materia, y despus, que en la Tierra la Vida es, de alguna manera, ms
interesante y real que las vidas, distinguimos con sorpresa, frente a nosotros, una cuestin
tan enorme y tan concreta que no podemos comprender cmo la mayora de los hombres no
est ms frecuentemente impresionada. Cul es la solidez real de nuestras construcciones?
Dnde va nuestra civilizacin? No est la Noosfera irremediablemente condenada, por
nacimiento, a debilitarse, a desaparecer despus, sobre la base limitada y precaria que le
ofrece nuestro planeta? Cul es el porvenir del Espritu de la Tierra?
Hubo un tiempo en que la Tierra pareca todava grande, casi ilimitada. Sus
profundidades tocaban con los Infiernos y sus ms altas cimas comunicaban con los Cielos.
Hasta el siglo ltimo era una gran cosa ir a los antpodas. En los polos y en el interior de los
grandes continentes flotaba una brillante nube de misterio. Acabamos de ver cerrarse, hace
algunos aos, este perodo heroico y fascinante de las exploraciones. La marea humana lo
ha cubierto todo. La Tierra est definitivamente cercada por el Espritu. Y, bajo el progreso
constantemente acelerado de los medios de comunicacin areos o etreos, disminuye a
ojos vistas, hasta convertirse en un dominio irrisoriamente pequeo. Paralelamente a esta
reduccin geogrfica (la ms impresionante y rpida), el Mundo sufre claramente otros
gneros de agotamiento bajo nuestras continuas investigaciones. Sin duda se descubren o
renuevan compartimentos enteros de investigaciones. Pero otros se empobrecen bajo una
explotacin intensiva (todo lo que es Ciencias histricas o descriptivas, sobre todo). Incluso
sin esperar a que bruscos cataclismos, o un lento cambio de las condiciones fsicas, hagan la
Vida imposible en su superficie, no se har la Tierra inhabitable como una prisin, a falta
de poder excitar y alimentar el trabajo del espritu?
Frente a estas perspectivas que, repito, a la velocidad creciente a la que van las cosas,
han dejado la regin de los sueos y tienden a perfilarse como una eventualidad precisa en
nuestro horizonte, conviene, antes que nada, asegurar una base inquebrantable a nuestra fe
en el valor del Mundo. Es, evidentemente, muy dificil (y un poco vano) intentar adivinar lo
que ser la Tierra despus de la duracin de un perodo geolgico. Pero un punto, al menos,
parece estar fuera de duda por el anlisis del hecho presente: es que, a menos que nos
resolvamos a admitir que el Cosmos es algo intrnsecamente absurdo, el crecimiento del
Espritu debe ser tenido por irreversible. El Espritu, en su conjunto, no retroceder
jams. Dicho de otra manera: En un Universo de naturaleza evolutiva, la existencia del
Espritu excluye, por estructura, la posibilidad de una Muerte en la que desaparecieran
totalmente (es decir, ms exactamente, en la que no seran conservados en lo ms escogido)
las conquistas del Espritu. Tal es la garanta infinitamente reconfortante cuya seguridad
nos es dada por estas pocas palabras en las que se envuelve un hecho de intuicin inmediata
y fundamental:
El Mundo dejara legtima e infaliblemente de actuarpor descorazonamientosi
tomara conciencia (en sus zonas pensantes) de ir a una Muerte total. Pues la Muerte total no
existe.
S que este razonamiento parecer sospechos a muchos. A imitacin de H. Poincar,
muchas inteligencias, obedientes a un agnosticismo de moda o seducidas por un falso
estoicismo y un aparentemente hermoso desinters, se imaginan aceptar sin flaquear la idea
de que el Pensamiento sobre la Tierra no durar ms que un momento y que debemos darlo
todo para este momento: es un relmpago en la noche. Pensamos que estos espritus se
ilusionan por no haber ido hasta el fin de lo que significan estos trminos: muerte total del
Universo. Inconscientemente, estamos persuadidos de ello, se escapan antes de llegar al
fondo de las palabras de las que se sirven. Suponen que de este relmpago quedar una
huella, algo ser recogido en una conciencia, en una memoria, en una mirada... Pero es esta
ltima esperanza la que hay que suprimir para llegar a la nocin (probablemente tan absurda
como la idea de la Nada) de Muerte absoluta. No, ni siquiera esto (para el Universo lo sera
todo el haber fascinado por un instante a unos ojos que habran de cerrarse), sino una noche
opaca y total a nuestro alrededor que no dejase filtrar nada para nadie de todo lo que
hayamos comprendido, conquistado... Por qu penar entonces? Por qu obedecer a las
presiones y a las rdenes de la Evolucin? Desinters supremo?.. Pero no hay virtud en
sacrificarse cuando no est en juego ningn inters superior! Un Universo que continuara
actuando laboriosamente en la espera conciente de la Muerte absoluta, sera un Mundo
estpido, un monstruo de Espritu, al mismo tiempo que una quimera. Entonces, puesto que,
d hecho, el Mundo se presenta a nosotros hic et nunc, como una inmensa accin
desarrollndose desde siempre con una potente seguridad, es, sin duda, que es capaz de
alimentar, indefinidamente, en lo que nace de l, un gusto de vivir cada vez ms crtico,
exigente y refinado; es que lleva en s las garantas de un xito final. Desde el momento en
que admite en s el Pensamiento, un Universo no podra ser sencillamente temporal ni de
evolucin limitada: necesita, por estructura, emerger en lo absoluto 7; Por consiguiente,
cualesquiera que sean las apariencias inestables de la Vidacualesquiera que sean sus
relaciones impresionantes con los espacios que limitan y con las fuerzas que
descomponen, hay una cosa ms segura que las dems (porque es tan segura como el
Mundo): el Espritu llegar siempre, como lo ha hecho hasta aqu; a burlar los
determinismos y el azar. Representa la porcin indestructible del Universo 8.
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7 Nada ms tpico ni ms desolador que la descripcin hecha en su ltima (y muy
leda) obra, The Universe around us, por el gran astrnomo ingls sir Jeans, del
estado futuro de la Tierra dentro de un billn de aos): una Humanidad
semejante, en supuesto, a la nuestra, envejeciendo sin la esperanza de un maana,
en una Tierra sin cimas y sin misterios... Sir Jeans nos propone esta perspectiva
como una esperanza porque tenemos todava mucho que vivir (como si frente a
la Muerte absoluta y segura hubiera una diferencia, para nuestro deseo de vivir,
entre un ao y un billn de aos). Es difcil haber comprendido tan
deficientemente a la vez las reservas de potencia y las exigencias del Espritu
humano. .

8 "En un primer momento slo habamos podido registrar, con asombro, sin
explicarla, la ascensin persistente, a contracorriente, de una fraccin del Mundo
hacia estados cada vez ms improbables de complejidad. Comprendemos ahora
que este movimiento paradjico est sostenido por un primer Motor hacia delante
(...). Desde este punto de vista (...) la Evolucin toma su rostro verdadero para
nuestra inteligencia y nuestro corazn. No es creadora, como la Ciencia ha
podido creerlo por un momento, sino que es la expresin, para nuestra experiencia,
en el Tiempo y en el Espacio, de la Creacin. (El lugar del Hombre en el
Universo, en el t. III de La Visin del Pasado, pgs. 323-324.)
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Volvamos ahora a la Tierra misma e intentemos adivinar lo que sern los perodos
ulteriores de su evolucin espiritual.
En el curso de una primera fase, nos est permitido suponer que los estrechos lmites en
que nos confina, lejos de ser una causa de debilitamiento, representan, por el contrario, una
condicin necesaria para el progreso. Hay, lo hemos reconocido ms arriba, un Espritu de
la Tierra. Pero para formarse y configurarse, este Espritu tiene necesidad de que un potente
factor de concentracin opere el acercamiento y exalte el poder de la multitud de los
hombres. Vemos ya realizarse, ante nuestra vista, por la interpenetracin de los intereses y
de los pensamientos, el primer poder masivo sobre la capa humana. Ningn resultado
parecido sera posible en una superficie de habitacin ilimitada. Prolonguemos, con el
pensamiento, este proceso de continua unificacin, en el curso del cual las afinidades
internas de los elementos estn forzadas, unas sobre otras, por la forma misma del astro que
nos aguanta. Qu nuevo poder va a estallar de este formidable tratamiento de la materia
espiritual? Sufrimos stas as metidos en un molde, porque nuestras libertades son
quebrantadas momentneamente y porque, encontrndose ciertas relaciones materiales (lo
que tal vez sea inevitable) en avance sobre el trabajo de animacim, tenemos la
impresin de pasar al estado de mquina o de termitera. Pero confiemos en las energias
espirituales. La verdadera unin no ahoga, ni confunde, los elementos: los supradiferencia
en la Unidad. Un poco ms de tiempo y el Espritu de la Tierra saldr de la prueba con su
individualidad especfica, su carcter y su fisonoma propios. y entonces, en la superficie de
la Noosfera, gradualmente sublimada en sus pasiones y sus preocupacionessiempre
tendida hacia la solucin de problemas ms elevados y hacia la posesin de objetos
mayor, la tensin hacia el ser ser prxima.
Pasado este estadio est el gran enigma. Qu suceder en este perodo crtico de
maduracin de la Vida terrestre? Seremos capaces, en este momento, de alcanzar otros
centros de vida csmica para volver a hacer, en un orden superior, el trabajo de sntesis
universal? O bien franquearemos, sin dejar la Tierra, alguna nueva superficie de
discontinuidad ontolgica, la tercera, despus de la vitalizacin y la hominizacin? Lo ms
probable es que suceda otra cosa, pero que no puede entreverse ms que haciendo entrar en
linea la inflluencia espiritual de Dios.

VI. LA SUBIDA DE DIOS

Un perodo de gran ilusin que habr atravesado el Hombre de nuestro tiempo habr
sido imaginarse que, una vez llegado a un mejor conocimiento de s mismo y del Mundo, no
tena necesidad de Religin. Los dos grandes descubrimientos modernos del Espacio y del
Tiempo, culminando en la conciencia de la Evolucin, han tenido como consecuencia hacer
saltar muchas representaciones de detalle. Ha podido parecer, un instante al menos, que
ninguna de las creencias pasadas quedaba en pie, de tal modo que se han multiplicado los
sistemas en los que el hecho religioso era interpretado como un fenmeno psicolgico
ligado a la infancia de la Humanidad. Con un mximo en los orgenes de la Civilizacin,
deba desvanecerse gradualmente y ceder el paso a construcciones ms positivas, de las que
Dios (sobre todo un Dios personal y transcendente) se encontrara excluido. Pura
apariencia. En realidad, para el que sabe ver, el gran conflicto del que salimos no habr
hecho ms que consolidar en el Mundo la necesidad de creer. Llegado a un grado superior
en el dominio de s mismo, el Espritu de la Tierra descubre en s una necesidad cada vez
ms vital de adorar: de la Evolucin universal emerge Dios en nuestras conciencias ms
grande y ms necesario que nunca.
Esbocemos brevemente, ahora que podemos comprenderlas un poco mejor (ms all del
velo y detalle de las religiones sucesivas), las grandes fases de la continua subida de Dios.
El nacimiento y el progreso de la idea de Dios en la Tierra estn ntimamente ligados al
fenmeno de la Hominizacin. En el mismo momento en que la Vida se hace reflexiva en
virtud de este mismo gesto, se encuentra frente al problema de la Accin. Despierta por s
misma al camino ascendente y difcil de una unificacin progresiva. Cmo se justificar
esta obligacin primordial, congnita? Dnde encontrar no solamente la legitimacin,
sino el valor y el gusto para el esfuerzo? Hemos dado brevemente, un poco ms arriba, las
lineas principales de la nica respuesta posible a esta cuestin planteada por la Vida a s
misma. Ninguna consideracin podra, de derecho, decidimos a dar el menor paso hacia
adelante, si no sabemos que el camino ascendente lleva a alguna cima de la que la Vida no
volver a descender. El nico Motor posible de la Vida reflexiva es, pues, un Trmino
absoluto, es decir, Divino. La Religin puede convertirse en un opio. Con demasiada
frecuencia est considerada como un simple alivio de nuestras penas. Su verdadera funcin
es sostener y aguijonear el progreso de la Vida. No queremos decir con esto, ni mucho
menos, que esta conviccin se haya abierto paso desde el origen en el espritu humano con
tanta claridad como hoy entre nosotros. Pero podemos reconocer que, bajo interpretaciones
mucho ms sencillas e infantiles, es esta necesidad profunda de absoluto la que se ha
buscado, desde el principio, a travs de todas las formas progresivas de Religin.
Pero una vez comprendido este punto de partida, resulta evidente que la funcin
religiosa, nacida de la Hominizacin, est ligada a sta y no puede por menos de crecer
continuamente con el Hombre mismo. Contrariamnte a lo que repiten muchos, cuanto ms
Hombre sea el Hombre, ms sentir la necesidad de consagrarse a alguien ms grande que
l. No es esto lo que podemos constatar, precisamente, alrededor de nosotros? En qu
momento ha existido en la Noosfera una necesidad ms urgente de encontra una Fe, una
Esperanza, para dar un sentido, un alma, al inmenso organismo que construimos? En qu
poca ha sido ms violenta la crisis entre el gusto y el disgusto por la Vida? Realmente, en
nuestros das, oscilamos entre dos pasiones: servir al mundo o rebelarse contra l. Puesto
que la Vida no puede perecer ni revolverse contra s misma, es necesario que estemos cerca
del triunfo explcito de la Adoracin.
Y, de hecho, correlativamente a la espera creciente de la Humanidad, parece que el
rostro de Dios crece, gradualmente, a travs del Mundo. Dios ha podido dar, a veces, la
impresin de desaparecer, eclipsado por la enormidad orgnica del Cosmos que se
descubra a nosotros. Estas inmensidades nuevas, si hemos comprendido que el Universo
est en desequilibrio hacia el Porvenir y hacia el Espritu, no hacen ms que revelarnos la
majestad, las dimensiones, la exuberancia de la Cima hacia la que converge todo. Los No-
creyentes de nuestro tiempo se inclinan ante el Dios-Energa. Pero es imposible pararse
en este estadio, bastante vago, de pantesmo materialista. So pena de ser menos
evolucionado que los trminos que su accin anima, la Energa Universal debe ser una
Energa Pensante. Y, en consecuencia, como vamos a ver, los atributos de valor csmico
que irradia, a nuestros ojos de hombres modernos, no suprimen en nada la necesidad en que
estamos de reconocerle una forma transcendente de Personalidad.
La Personalidad de Dios es, probablemente (con la de la supervivencia de las almas),
la nocin ms opuesta y ms antiptica, en apariencia, al pensamiento cientfico
contemporneo. Hay que buscar el origen de este disfavor en el desprecio intelectual que ha
hecho rechazar como antropocntrica toda tentativa que tienda a comprender el Universo
por medio del Hombre. Volvamos a situar, una vez ms, en su verdadero lugar, el hecho
humano. Reconozcamos, no por vanidad o pereza, sino por evidencia cientfica, que no hay
ningn fenmeno ms preparado, ms central, ms caracterstco que ste. Y al mismo
tiempo henos aqu obligados a admitir que, incluso (y sobre todo) hoy, en razn del valor
nuevo que el Hombre toma en la Naturaleza, la idea de un Dios concebido como centro
claro y animado del Mundo, no puede por menos de estar en pleno crecimiento. Digamos,
en efecto, sustituyendo una por otra dos frmulas equivalentes, que, por el acontecimiento
capital de la Hominizacin, la porcin ms avanzada del Cosmos se ha encontrado
personalizada. Este simple cambio de variable hace aparecer, para el Porvenir, una doble
condicin de existencia que no podr ser evitada. En primer lugar, puesto que todo en el
Universo, ms all del Hombre, sucede en el ser personalizado, el Trmino ltimo divino
de la Convergencia universal debe poseer adems (eminentemente) la calidad de una
Persona (sin lo que seria inferior a los elementos que domina). Pero hay algo ms que
observar todava, un poco ms sutil, pero no menos seguro. A la idea de un Centro personal
(o ms bien suprapersonal) separndose de lo Mltiple, reaccionamos primero imaginando
ese centro como formndose por la acumulacin, por despojos de los centros personales
inferiores que le abandonan su progreso. Pero esto es una visin inexacta, reposando en el
hecho de que en el interior de la esfera personalizada del Mundo transportamos, sin
correccin, un tipo de herencia particular a las zonas infrapersonales del Cosmos. Sigamos
reflexionando y reconoceremos que una persona no debe transmitir (y no debe tener el
gusto vital de transmitir) a la Evolucin ms que su personalidad misma. Concebimos que,
por el progreso del Ser csmico, esta persona se encuentra supercentrada" en ella misma o
como descentrada en un centro superior. Pero no podra pasar en este centro como un don
salido de ella y que no sera ella, pues toda su calidad es ser ella mismaexpresin
incomunicable desde un punto de vista consciente sobre el Universo. Si es as, la cima
definitiva del Mundo acabado, es decir, personalizado (a saber, Dios), no puede, de ninguna
manera, ser concebido como naciendo de una especie de agregacin de personalidades
elementales (puesto que stas son, por naturaleza, in-descentrables). Para sobre-animar, sin
destruirle, un Universo formado por elementos personales, tiene que ser l mismo un
Centro especial. As reaparecen no ya sentimentales e instintivos, sino estrechamente
ligados a las visiones evolutivas contemporneas (con tal que no sea excluido el Hombre!),
los conceptos tradicionales de un Dios influyendo intelectualmente en mnadas inmortales,
distintas de l mismo.
Entonces, todo lo que se ha dicho en estas pginas sobre el Espritu de la Tierra exige,
para estar completo, doblarse de otra perspectiva. Hemos seguido el Fenmeno espiritual
csmico desde el interior por va de simple inmanencia. Pero he aqu que por la lgica
misma de esta va nos vemos forzados a emerger y a reconocer que la corriente que agita a
la Materia debe ser concebida menos como un simple empuje interno que como una marea.
Lo Mltiple sube, atrado y englobado por el ya Uno. Este es el secreto y la garanta de
irreversibilidad de la Vida.
En una primera faseanterior al Hombrela atraccin era vital, pero ciegamente
recibida por el Mundo. A partir del Hombre, se despierta, al menos parcialmente, en la
libertad reflexiva y suscita la Religin. La Religin, que no es una crisiso una opcin a
una intuicinestrictamente individual, sino que representa la larga explicacin, a travs
de la experiencia colectiva, de la Humanidad entera, del Ser de Dios. Dios reflejndose
personalmente en la suma organizada de las mnadas pensantes para garantizar una salida
cierta y fijar leyes precisas a sus actividades vacilantes; Dios, inclinado sobre el espejo de la
Tierra, hecho inteligente, para imprimir en l los primeros rasgos de su Hermosura.
La ltima fase de esta Revelacin inmensa, cuya historia se confunde con la del Mundo,
no puede ser ms que la de la Unin, cuando la atraccin divina, victoriosa de las
resistencias materiales debidas a la pluralidad inorganizada, haya arrancado definitivamente
a los determinismos inferiores el Espritu elaborado lentamente por toda la savia de la
Tierra.
Cmo terminar la Evolucin espiritual de nuestro planeta?, nos preguntbamos al final
del captulo anterior. Quiz, responderemos ahora, a travs de una vuelta ms psquica que
sideral, parecida, es posible, a una Muerte, pero que ser, de hecho, la liberacin fuera del
plano material histrico y el xtasis en Dios *.

* Indito. Pacfico, 9 de marzo de 1931.

LA SIGNIFICACION y EL VALOR CONSTRUCTIVO


DEL SUFRIMIENTO

Por naturaleza, la enfermedad tiende a dar, a los que alcanza, la impresin de que son
intiles, o incluso una carga en la tierra. Casi inevitablemente debe parecer a los enfermos
que, por simple desgracia, en la gran corriente de la Vida son relegados al margen de lo que
funciona y de lo que se mueve: les parece que su estado no tiene sentido y les reduce, se
podra decir, a la inaccin en medio de la accin universal.
Las observaciones que siguen querran ayudar a disipar estas visiones deprimentes
mostrando, desde un punto de vista posible, el lugar y la eficacia del sufrimiento en la
construccin del mundo, aun en el visible.

I. LA CONSTRUCCIN DEL MUNDO

Y, ante todo, el Mundo se construye. Esta es la verdad fundamental que hay que
comprender en primer lugar, y comprenderla tan bien que se convierta, para nosotros, en
una forma habitual y como natural de nuestros pensamientos. A primera vista, corremos el
peligro de que los seres y sus destinos nos parezcan como distribuidos al azar, o al menos
arbitrariamente, sobre la faz de la Tierra. Casi pensamos que cada uno de nosotros habra
podido nacer, indiferentemente, ms tarde o ms temprano, aqu o all, ms dichoso o
menos afortunado: como si el Unverso, del principio al fin de su historia, formase, en el
Tiempo y en el Espacio, una especie de vasto parterre cuyas flores fueran intercambiables a
capricho del jardinero. Esta idea no parece justa. Cuanto ms se reflexiona con la ayuda de
todo lo que nos ensean, cada una en su lnea, la ciencia, la filosofa y la religin, ms
cuenta se da uno de que el Mundo debe compararse no a un haz de elementos
artificialmente yuxtapuestos, sino ms bien a algn sistema organizado, animado de un
amplio movimento de crecimiento que le es propio. Parece verdaderamente que se realiza a
lo largo de los siglos un plan de conjunto alrededor nuestro. Hay un proceso en curso en el
Universo, un resultado en juego que podramos comparar a una gestacin o a un
nacimiento: el nacimiento de la realidad espiritual formada por las almas y por lo que stas
arrastran consigo de materia. Laboriosamente, a travs y a favor de la actividad humana, se
rene, se separa y se depura la Tierra nueva. No, no somos comparables a los elementos de
un ramo de flores, sino a las hojas y a las flores de un gran rbol, en el que aparece todo a
su tiempo y en su lugar, a la medida y a peticin del Todo.

II. LA SIGNIFICACIN DEL SUFRIMIENTO

Esta concepcin de un Mundo en estado de crecimiento puede parecer ingeniosa, pero


abstracta. De hecho, tiene consecuencias importantes y prcticas, pues tiende, nada menos,
que a renovar en nuestros espritus la idea que nos hacemos: bien del valor del esfuerzo
humano personal (el cual se aumenta con toda la obra universal de la que es solidario), bien
(y es esto solamente lo que nos interesa aqu) del precio de la pena humana individual.
Expliquemos un poco este ltimo punto, volviendo a la comparacin del ramo de flores y
del rbol.
Nos extraaramos de ver en un ramo flores imperfectas, sufrientes, porque los
elementos han sido recogidos uno a uno y artificialmente reunidos. Por el contrario, en un
rbol que ha tenido que luchar contra los accidentes interiores de su desarrollo y los
accidentes exteriores de la intemperie, las ramas heridas, las hojas laceradas, las flores
secas, enclenques o estropeadas, estn: en su sitio: traducen las condiciones ms o menos
difciles, de crecimiento, encontradas por el tronco que las soporta.
De modo semejante, en un Universo en que cada criatura formase un pequeo todo
cerrado, querido por s mismo y tericamente transportable a voluntad, tendramos
dificultad en justificar, en nuestro espritu, la presencia de individuos dolorosamente
detenidos en sus posibilidades y en su desarrollo. Por qu esta gratuita desigualdad y estas
gratuitas restricciones?... Por el contrario, si el Mundo representa verdaderamente una obra
de conquista actualmente en curso, si, verdaderamente, por nuestro nacimiento, somos
arrojados en plena batalla, entrevemos que, por el xito del esfuerzo universal del que
somos, a la vez, colaboradores y parte, es inevitable que haya penas. El Mundo, visto
experimentalmente, a nuestra escala, en un inmenso tanteo, una inmensa bsqueda, un
inmenso ataque: sus progresos slo pueden hacerse al precio de muchas derrotas y muchas
heridas. Los que sufren, a cualquier especie que pertenezcan, son la expresin de esta
condicin austera, pero noble. No representan elementos intiles y empequeecidos. Pagan
por la marcha hacia adelante y por el triunfo de todos. Son cados en el campo del honor.

III. EL VALOR CONSTRUCTOR DEL SUFRIMIENTO

Vayamos un poco ms lejos. En este sujeto de conjunto, formado por todos los hombres
a la vez y subordinado a Cristo en el interior del Cuerpo mstico, hay (nos lo dice San
Pablo) funciones, rganos diferentes. Qu parte nos imaginamos que es la ms
especialmente encargada de sublimar, de espiritualizar el trabajo general de progreso y de
conquista? Los contemplativos y los orantes, sin duda. Pero tambin los enfermos y los
que sufren. Por naturaleza, por complexin, los que sufren se encuentran como arrojados
fuera de s mismos, empujados a emigrar fuera de las formas presentes de la Vida. No
estn, por tanto, por el mismo hecho, predestinados, elegidos, para el trabajo de elevar al
Mundo, por encima del placer inmediato, hacia una luz cada vez ms alta? A ellos
corresponde el tender ms explcita y ms puramente que los dems hacia lo Divino. A ellos
corresponde hacer respirar a sus hermanos que trabajan, como mineros, en las
profundidades de la materia. As, justamente, los que llevan en sus cuerpos debilitados el
peso del Mundo en movimiento, por una hermosa revancha de la Providencia, son los
factores ms activos de ese progreso que pareca sacrificarles y triturarles.

IV. CONSECUENCIA: LA "CONVERSIN" DEL


SUFRIMIENTO DEL MUNDO

Si estas apreciaciones son verdaderas, el enfermo se halla situado, en su inaccin


aparente, frente al cumplimiento de una tarea humana muy bella. Sin duda, no debe nunca
dejar de perseguir con todo su poder su mejoramiento o su curacin. Tambin, sin duda,
debe emplear las fuerzas que le restan en las diversas formas de trabajo, a veces
extraordinariamente fecundas, que le estn permitidas. La resignacin cristiana es,
justamente, lo contrario de la capitulacin. Pero, una vez asegurada esta parte de resistencia
al mal, el enfermo debe comprender que, en la medida en que est enfermo, tiene una
funcin especial que cumplir, en la cual nadie puede reemplazarle: la de cooperar a la
transformacin (podramos decir, a la conversin) del sufrimiento humano.
El sufrimiento humano, la totalidad del sufrimiento, extendido, en cada instante, por la
tierra entera, qu ocano inmenso! Pero de qu est formada esta masa, de negruras, de
lagunas, de desperdicios? ...No, sino, repitmoslo, de posible energa. En el sufrimiento est
oculta, con una intensidad extrema, la fuerza ascensional del Mundo. Toda la cuestin es
liberarla, dndola conciencia de lo que significa y de lo que puede. Ah! Qu salto no dara
el Mundo hacia Dios, si todos los enfermos a la vez volvieran sus penas en un comn deseo
de que el Reino de Dios madure rpidamente a travs de la conquista y de la organizacin
de la Tierra. Todos los que sufren en la Tierra, uniendo sus sufrimientos porque la pena del
Mundo se convierta en un grande y nico acto de conciencia, de sublimacin y de unin,
no sera una de las formas ms altas que podra tomar, a nuestros ojos, la obra misteriosa
de la Creacin?
Y no es por esto, justamente, por lo que la creacin se consuma, ante la mirada del
cristiano, en la Pasin de Jess? Estamos expuestos, quiz, a no ver en la Cruz ms que un
sufrimiento individual y una simple expiacin. La potencia creadora de esta muerte se nos
escapa. Miremos ms ampliamente y nos daremos cuenta de que la Cruz es el smbolo y el
lugar de una accin cuya intensidad es inexpresable. Incluso desde el punto de vista
terrestre, plenamente comprendido, Jess crucificado no es un rechazado o un vencido. Es,
por el contrario, el que soporta el peso y arrastra siempre ms alto, hacia Dios, los progresos
de la marcha universal. Hagamos como El para estar, durante toda nuestra existencia,
unidos a El *.

* Extracto del Trait d'union, de la Unin Catlica de Enfermos, 1 de abril de 1933.


ESBOZO DE UN UNIVERSO PERSONAL

I. INTRODUCCIN. LA SIGNIFICACIN DE LA PERSONA 1

Puede parecer que, en su esfuerzo por comprender, el Mundo del Pensamiento humano
colectivo haya alcanzado una especie de punto muerto. Se ha llegado a un acuerdo, desde
ahora, en las avanzadillas de la Ciencia, para reconocer que nos encontramos en un
Universo en evolucin. Cada realidad se propaga indefinidamente hacia atrs y hacia
adelante de nosotros; nadie cuyo pensamiento cuente pone en duda que en este incesante
devenir se manifiesta una de las condiciones ms objetivas y ms generales de la
experiencia.
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1 Para evitar cualquier equvoco, el Padre ha glosado el ttulo francs de este
opsculo por el ingls A personalistic universe. Hay que entender, pues, Esquisse
d'un univers personnaliste. (N. del E.)
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Pero tiene algn sentido este devenir? Est dirigida esta evolucin?... Aqu, con la
mayor sinceridad del mundo, dudan los espritus, y como sabuesos que han perdido la pista,
dan rodeos sin avanzar o incluso renuncian a llevar ms lejos la caza. "No; parece que no
vamos a ninguna parte. O si vamos a alguna parte nos es imposible, faltos de referencia
como estamos, adivinarlo. Todo se agita y nada avanza." As habla, aproximadamente, la
mitad de la gente ms inteligente que conozco.
Las pginas que siguen representan un esfuerzo por franquear la dificultad, sin recurrir,
indebidamente, a ninguna filosofa. Nos encontramos frente a un problema de la Naturaleza:
descubrir, si es que existe, el sentido de la Evolucin. Se trata de resolverlo sin dejar el
terreno de los hechos cientficos. Esto es lo que voy a intentar hacer aqu.
Como punto de partida para esta tentativa he elegido, una vez ms, la hiptesis sugerida
por todos los resultados de la Biologa, de que la conciencia no ha dejado nunca de crecer a
travs de los seres vivos y que la forma reflexiva personal, alcanzada por ella en el Hombre,
es la ms caracterstica que le conocemos. Con esto, volver a insistir sobre ello, no
introduzco ningn juicio de valor absoluto: No intento saber si un ser ms consciente es
absolutamente mejor que un ser menos consciente. Me limito a registrar que lo ms
consciente (es decir, lo ms reflexivo, lo mejor centrado) sucede histricamente a lo menos
centrado, a lo menos reflexivo, a lo menos consciente. Parece haber en ello un viento de
espritu registrable a travs del Mundo. Cmo establecer definitivamente este hecho que,
bien probado, nos dara la prueba buscada de un movimiento definido del Universo?
Aceptndolo, respondera yo, y mirando a ver si, llevado a sus ltimas consecuencias,
verifica el Universo a travs de nosotros. La Fsica no tiene ms criterio de la verdad de sus
desarrollos que esta verificacin.
Lo que me propongo, finalmente, en este Ensayo es construir una figura del Mundo
fsico alrededor de la Persona humana, escogida como elemento significativo de todo el
sistema. Una vez admitido que la mnada reflexiva representa la malla del Cosmos, qu
estructura. y qu porvenir nos vemos obligados a atribuir a ste? Esto es lo que intento
descubrr.
En el curso del trabajo me preocupar nicamente de ir lgicamente hasta el final de las
relaciones orgnicas que se descubren, justo para ver lo que sucede, un poco como se
construye una Geometra. Y es el xito de conjunto el que decidir. Si el edificio no se
acaba en s mismo o si contradice una parte de la experiencia, es que la hiptesis inicial es
mala y debe ser abandonada. Pero si, por el contrario, llega a cercar y a armonizar el Mundo
un grado ms, podremos concluir entonces que, al admitir un sentido espiritual a la
Evolucin, nos hemos aproximado a la verdad.
La verdad no es otra cosa que la coherencia total del Universo con relacin a cada punto
de s mismo. Por qu sospechar de esta coherencia o subestimarla porque somos nosotros
mismos los observdores? Se acostumbra a oponer yo no s qu ilusin antropocntrica a
yo no s qu realidad objetiva. Esta distincin no existe. La verdad del Hombre es la verdad
del Universo para el Hombre; es decir, la Verdad simplemente.
Don't chat, but try 2. Dejemos las discusiones vanas y veamos, como verdaderos
positivistas, si el Universo es coherente en sus elementos y en su masa cuando intentamos
prolongarle segn la lnea de creciente personalizacin en el sentido indicado por la flecha
humana.
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2 Dejmonos de habladuras e intentmoslo (N. del E.)
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II. LA FORMACIN DE LA PERSONA

La primera ventaja que se descubre al analizar, y despus al construir el Cosmos por


medio de la Persona humana escogida como unidad, es que su pasado toma inmediatamente
forma natural. Dondequiera que nos situemos en un paisaje, veremos a los objetos
disponerse radicalmente alrededor de nosotros. Pero hay tambin algunos puntos
privilegiados para el observador desde los que se descubre, con una claridad particular, una
cierta organizacin de los lugares: una encrucijada en un bosque bien plantado, el eje de un
pliegue en una cadena de montaas. Fuera de este punto, todo est confuso. En un punto
semejante, todo se hace claro. As se descubren y se agrupan las grandes lneas del
Universo si se las mira a partir del ser pensante, con el cual, sin haberlo buscado,
encontramos que coincidimos. No solamente a partir del Hombre, como a partir de todo ser
vivo, los elementos del Mundo se distribuyen concntricamente (lo que es una propiedad
esencial del Tiempo y del Espacio), sino que tambin alrededor de l revelan una estructura
concntrica, lo que slo puede ocurrir en un nudo del Universo.
Tal es, en efecto, la perspectiva que nos impone, poco a poco, la distribucin metdica
en los diversos planos y los diversos azimuts del Pasado, de los seres que nos han
precedido. De igual manera que el polvo de las estrellas, correctamente situado en la bveda
celeste, toma hoy, a ojos de los astrnomos, la figura de inmensas espirales en movimiento,
as, las miradas de seres que llamamos la Vida tienden a disponerse siguiendo una ley muy
sencilla de concentracin psquica, terminndose, en el instante prsente del Mundo, en el
Hombre. A partir del Hombre, descendiendo hacia los orgenes, la conciencia parece
desanudarse, difuminarse, hasta hacerse imperceptible1. Hacia el Hombre, al remontar el
eje de los tiempos, la espontaneidad se despierta, se organiza y, finalmente, se vuelve
reflexiva, emergiendo en lo Personal.
No describir, una vez ms, este proceso cuya objetividad, puesta en duda todava por
muchos (por puro hbito mecanicista, segn creo), me parece tan evidente como la mayor
parte de las grandes hiptesis corrientemente aceptadas por la Ciencia moderna. Lo que se
relaciona directamente con mi tema es buscar lo que este hecho experimental nos sugiere en
cuanto a la contextura profunda de la Materia del Universo.
En un primer anlisis, la condensacin: de la realidad csmica en personalidad humana
parece expresar una ley de formacin universal. Por razones de utilidad y de mtodo
perfectamente legtimos, la Fsica se ha aplicado, sobre todo, a seguir los fenmenos en el
sentido en que se descomponen o se atomizan. El hecho evolutivo viene a recordarnos que
el movimiento principal de lo Real es una sntesis en el curso de la cual lo plural se
manifiesta bajo formas cada vez ms complejas y organizadas, yendo acompaado cada
grado ulterior en la unificacin por un crecimiento de conciencia interna y de libertad. En el
seno de la Duracin completa la multiplicidad indiferente e inerte no existe. Hay, sin duda,
secundariamente, cenizas muertas. Pero por s, originariamente, el polvo, en todos sus
grados, es un ndice de vida naciente. Un primer mltiplo seguido de una primera
unificacin. En todos los estadios sucesivos de la Conciencia se reconstruye una pluralidad
nueva para permitir una sntesis ms elevada: as puede expresarse la ley de recurrencia en
la que estamos prendidos.
Para traducir esta condicin general de nuestra experiencia, se podra decir que el
Universo se nos presenta como afectado por una curvatura convergente donde la sustancia
de todas las cosas se encuentra gradualmente forzada. Pero para comprender precisamente
en qu consiste esta curvatura del medio que nos rodea, es necesario partir de nosotros
mismos e investigar lo que significa la Ley de concentracin universal aplicada al anlisis
de nuestra propia personalidad.
Desde que existe el Pensamiento, los Hombres no han dejado de asombrarse y de
disputar sobre la coexistencia y las oposiciones entre el Espritu y la Materia. Pluralidad y
Unidad: problema nico al que se reducen, en el fondo, toda la Fsica, toda la Filosofa y
toda la Religin. Parece que nos encaminamos, en nuestros das, hacia una solucin que
consiste, como sucede siempre en el caso de las paradojas ms irritantes (como la de la
libertad), en reconocer que la cuestin estaba mal planteada y que el problema no existe.
Ninguna antinomia, en efecto, entre Uno y Mltiple, si se miran las cosas como
subsistiendo en un flujo de personalizacin, sino simplemente dos fases (o, ms
exactamente, dos sentidos) de la misma realidad que se mueve a nuestro alrededor. Espritu
y Materia se contradicen si se les aisla o se les simboliza bajo forma de nociones abstractas,
fijas e irrealizables; por lo dems, pluralidad pura y simplicidad pura. In natura rerum son
inseparables, y esto por la sencilla razn de que el Espritu aparece esencialmente como
consecuencia de una sntesis de la Materia. Ningn espritu (incluso Dios, en los lmites de
nuestra experiencia) existe ni podra existir por construccin, sin un mltiplo que le sea
asociado, como tampoco un centro sin su esfera o su circunferencia. No hay,
concretamente, Materia y Espritu, sino que existe solamente Materia convirtindose en
Espritu 3. No hay en el Mundo ni Espritu ni Materia; la Trama del Universo es el
Espritu-Materia. Ninguna otra sustancia podra dar la molcula humana. .
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3 So pena de incurrir en un contrasentido, no hay que olvidar que el autor se sita en
el plano de lo que nos aparece cuando miramos el Universo y no en el plano
ontolgico. El mismo lo dice ms de una ves. Ver, por ejemplo, en este mismo
tomo (pg. 94): "As comprendida, observmoslo, la conservacin de lo
Personal no implica, de ninguna manera (sino todo lo contrario), una identidad
ontolgica entre lo inconsciente y lo autoconsciente. Aunque sujeta a una ley
cuntica, la personalizacin contina siendo, esencialmente, una transformacin
evolutiva; es decir, continuamente generadora de algo totalmente nuevo. Tanto
de Materia para tanto de Espritu, tanto de Mltiple para tanto de Unidad; nada se
pierde mientras que todo se crea. He aqu nicamente lo que se afirma. (N. del
E.)
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S muy bien que esta idea de un Epritu-Materia es considerada como un monstruo


hbrido, que escamotea verbalmente una dualidad que sigue sin resolver en los trminos.
Pero contino convencido de que las objeciones levantadas contra ella se apoyan en el
hecho de que poca gente se decide a abandonar un punto de vista antiguo para arriesgarse
en una nocin nueva, As, los primeros gemetras rebelndose contra la idea de
inconmensurable porque la realidad les pareca ligada a la forma de magnitudes cifrables.
As, los bilogos o los filsofos, que no llegan a concebir una Biosfera o una Noosfera
porque no quieren renunciar a una cierta estrecha concepcin del individuo.
Y, sin embargo, hay que dar el paso. Pues, en verdad, lo espiritual puro es tan
impensable como lo material puro. Igual que, en un sentido, el punto geomtrico no existe,
pero hay tantos puntos estructuralmente diferentes como mtodos para engendrarlos a partir
de diversas figuras (centro de una esfera, cspide de un cono, foco de una elipse, etc.), as,
todo espritu saca su realidad y su naturaleza de un tipo particular de sntesis universal. Por
puro que sea, ms puro es si corona y expresa una gnesis. Cuanto ms elevado est un
ser en el tiempo, ms rene en s, en su ngulo slido, una mayor complejidad ms
ntimamente unificada. La realidad del Epritu-Materia se traduce inevitablemente y se
confirma en una estructura del Espritu 4.
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4 Se podra decir que esta estructura es la naturaleza que la persona centra.
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Estructura no quiere decir corruptibilidad. Parece que la imposible nocin de puro


Espritu haya nacido del deseo de poner las almas al abrigo de una muerte que pareca
inevitablemente ligada a la composicin. Pero esto no es ms que una manifestacin ms de
la impotencia de toda figuracin esttica para traducir el Universo. En una perspectiva
inmovilista es posible que la agregacin de elementos en una unidad entrae,
necesariamente, tarde o temprano, disgregacin para esa unidad. No sucede lo mismo en el
seno de un Cosmos comprendido como polarizado hacia una cada vez ms creciente
concentracin de s mismo. Un Cosmos semejante, por complejo que sea, no se puede
descomponer mientras no cambie la flecha del tiempo. La incorruptibilidad ya no aparece
ligada a sencillez, sino simplemente a irreversibilidad.
Que la personalizacin del Universo, llegada en este momento con nosotros al estadio
humano, sea por naturaleza irreversible, vamos a reconocerlo pronto, grado por grado, a
medida que se vayan descubriendo, bajo nuestro anlisis, las condiciones de coherencia
interna propias de un Universo Personal. As se encontrar salvaguardada, al mismo tiempo
que unida a una Fsica inteligible, la inalterabilidad de la Persona, tan justamente
defendida por los espiritualismos antiguos.
Debemos aadir aqu, con el doble fin de preparar un elemento esencial a esta
demostracin y dar un complemento necesario a la exposicin precedente, un ltimo rasgo a
la ley de recurrencia fundamental, en la que, siguiendo a otros, pensamos distinguir la
verdadera figura del Universo. Para el Mundo, ya lo hemos dicho, avanzar en la Duracin
es progresar en concentracin psquica. En un movimiento semejante se expresa la
continuidad de la Evolucin. Pero a lo largo de esta misma continuidad pueden y deben
producirse discontinuidades, pues ninguna magnitud psquica, segn nuestro conocimiento,
puede crecer indefinidamente, sino que siempre; en un momento dado, encuentra uno de
estos puntos crticos en los que cambia de estado.
Parece que la persona humana, con su aparicin en la Tierra, marca uno de estos
cambios de estado. Antes de ella, por lo que podemos juzgar, no haba ms que bosquejos
de personas o incluso, tomando la Vida lo ms lejos posible, bosquejos de individuos en la
Naturaleza. Dnde situar la unidad, tan difusa como es, en la Planta o en el Polpero?
Despus, al correr el tiempo, los ensayos se regularizan. Las asociaciones de clulas se
anudan en grupos ms precisos. Se dibujan movimientos y reacciones de conjunto. En los
animales superiores el psiquismo est ya a flor de personalidad. Y, sin embargo, falta
todava una propiedad fundamental, aun al mono ms inteligente: la posibilidad para la
conciencia de replegarse sobre s misma. La reflexin, ese paso brusco, total, de lo difuso a
lo puntiforme, marca y define el advenimiento de un estado de conciencia absolutamente
nuevo. Con ella irrumpe el Pensamiento, y la Vida hominizada toma, por segunda vez,
posesin de la Tierra.
Antes del Hombre, la lenta maduracin, a travs de indio vidualidades frgiles, de un
estado de personalidad.
En el Hombre, a travs de un punto crtico, la primera aparicin de la unidad, de la
molcula personal acabada 5.
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5 El acto (de la transformacin creadora o evolucin generalizada) es, en s mismo,
coextensivo a toda la duracin del Universo en crecimiento, aunque se deban
distinguir, naturalmente, plataformas singulares a lo largo de la curva seguida por
el ser en sus crecimientos.
La transformacin creadora es tanto ms profunda cuanto que la sntesis a
promover debe ser ms nueva y ms elevada. Est actuando sin cesar, puesto que
el Universo no deja de crecer (cosmognesis), pero se distingue en ella un cierto
nmero de tiempos fuertes en los que se ejerce ms plenamente. El caso supremo
ser el de la creacin del Hombre. No se dir, simpliciter, que el Hombre, en tanto
que ser particular, nacido en un lugar marcado en el Universo, ha sido creado
entero ex nihilo, puesto quetanto segn el Gnesis, como segn la doctrina de la
Evolucinla materia de su cuerpo le es proporcionada por elementos
preexistentes. En cuanto a su alma, espiritual y relativamente independiente del
cuerpo que anima, no constituye un ser por s misma: el principio de unidad del
ser humano no puede aparecer ms que en el ejercicio de un acto de unin, es
decir, ms que actuando sobre un sujeto de accin a su medida, consistiendo esta
accin en unificar alrededor de ella un universo que, sin ella, caera en la
pluralidad.
En opinin del P. Marchal, citado en la pg. 8, semejante concepcin es
aceptable no solo para la ortodoxia catlica en genera), sino tambin para los
filsofos tomistas. (N. M. WILDIERS.)
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Aqu se definen para nosotros las enseanzas de la historia. Se trata ahora, si queremos
aclarar el horizonte, de volvernos hacia el Porvenir. La Persona nos ha ayudado a
comprender la estructura del Mundo que nos soporta y nos rodea. En qu medida define el
Universo que tenemos por delante?.

III. LOS PROLONGAMIENTOS DE LA PERSONA


As como se analiza fcilmente la molcula personal, a contrapelo del eje del tiempo, en
elementos cada vez ms difusos de personalidad, as tambin parece, a primera vista,
refractaria a sntesis ms altas. En virtud misma de su gnesis por concentracin, el Espritu
tiende a encerrarse en s. El estadio de la reflexin, en el que la conciencia llega a coincidir
con el fondo de s misma, no marca, pues, para el mecanismo de la personalizacin, un
lmite imposible de sobrepasar? Puede un centro centrarse ms all de s mismo?
Toda clase de indicios podran hacer creer que, con la Hominizacin, la Evolucin de la
Vida ha alcanzado efectivamente el trmino natural de sus progresos terrestres. Cuanto ms
avanza el individuo pensante en su propio pensamiento, ms se vuelve, en apariencia,
impermeable a los dems y como aprisionado en su propio xito. El Hombre, por el hecho
mismo de individualizarse, parece convertirse en incomunicable e incomprensible para los
dems Hombres que le rodean. Y entonces le sucede que no puede ver otra salida para la
necesidad de comunin universal que, a pesar de todo, le trabaja, que la vuelta atrs y la re-
inmersin inconsciente en la multitud:
Seor, me habis hecho potente y solitario.
Dejadme dormir el sueo de la Tierra.
Una especie de desmigamiento, una granulacin en mnadas, neutralizadas unas por
otras, sa sera entonces la transformacin sufrida por la Trama del Universo llegada al
ltimo estadio de su evolucin. La llamarada del Mundo termina actualmente, en nosotros y
alrededor nuestro, en un centelleo de chispas. La Evolucin culmina desparramndose. As
piensan o actan todos los que ponen el precio de la existencia en el valor nico del instante
presente.
No cabe duda de que el nacimiento de centros reflexivos representa, para la Vida que los
engendra, un perodo peligroso. Por vrtigo intelectual o por embriaguez de la libertad, las
molculas personales no pueden escapar a la tentacin de egosmo; es decir, de automona.
No est la sabidura en aferrarse fuertemente a lo que se tiene? O tambin el deber
esencial de completar en el fondo de s mismo la individualidad de que se est encargado?
Cmo adivinaramos, por lo dems, si existe, ms all de nosotros mismos, una
oportunidad de supervivencia en una unidad ms elevada y duradera?
Dispersin prudente en la Autonoma? O bien ms convergencia todava y a cualquier
precio? Dnde est la verdad?
Para salir de esta indeterminacin vital en que la Evolucin se encuentra parada en
nosotros mismos, no veo otro medio, en la hiptesis en que estn escritas estas lneas, que
analizar, todava ms all, la contextura del ser que nos constituye. Una de dos: o bien en la
Persona humana las fibras de la Weltstoff se enrollan sobre s mismas, sin salir, y esto
quiere decir que somos verdaderamente clulas terminales en las que ha llegado para el
Cosmos el momento de dispersarse; o bien, por el contrario, a travs del nudo formado por
nuestra individualidad, estas mismas fibras se prolongan para ir a alguna parte, ms lejos; y
esto prueba que, para permanecer verdaderos (es decir, coherentes con el Mundo), debemos
intentar realizar todos juntos cualquier sntesis ulterior.
La respuesta de los hechos de esta pregunta no parece dudosa. No, las lneas del
Universo no se repliegan en curvas cerradas en el fondo de nuestro ser. Pero su haz no se
mantiene, hasta en la unidad de nuestro yo, ms que por la unin en el futuro. Esto es lo que
me parece establecido por la experiencia universal de la Humanidad. Si el Mundo estuviera
maduro en nuestras almas, deberamos encontrar, en nuestra plenitud, equilibrio y reposo.
Podramos rodearnos a nosotros mismos. Pero he aqu que, justamente lo contrario, nos
escapamos constantemente a nosotros mismos en el esfuerzo por poseernos. Lo que
amamos, finalmente, en nuestra persona es siempre otro por delante de nosotros. Somos
incompletos, inacabados. Debe, pues, haber en ello una salida al fondo del callejn en el
que parece que el mecanismo de la personalizacin nos aprisiona. La multitud humana no
es, a pesar de las repulsiones que la atraviesan, una pluralidad divergente, sino un mltiplo
destinado a sufrir, una vez ms, la operacin sinttica de la Vida. Por estructura, el
Universo se prosigue, ciertamente, ms all de nosotros mismos. La Evolucin contina
incluso despus del Hombre. No morimos por entero. Pero cmo concebir la posibilidad
de este movimiento y cmo ayudarle?
La solucin a este nuevo problema viene dada por los mismos trminos en los que se
plantea. Nos encontramos, por el juego de nuestro crecimiento, en la doble necesidad de
profundizarnos nosotros mismos y simultneamente de pasar, de alguna manera, a lo que
nos rodea. Sucede, pues, sin duda, que estos dos gestos no son tan opuestos como parecen,
sino que se encuentran ligados en la armona de un solo movimiento profundo. El hombre
evita comunicarse con otro hombre porque teme disminuir su personalidad al compartirse.
Intenta crecer, aislndose. Pues bien: si el Universo es orgnicamente posible (es decir, si
no nos sita, por nacimiento, en una posicin mecnicamente imposible), lo contrario es lo
verdadero. El don que hacemos de nuestro ser, lejos de amenazar nuestro yo, debe tener por
efecto el perfeccionarlo.
Y esto es cierto. No solamente a priori, es decir, deduciendo el Porvenir del Mundo de
una propiedad que ha condicionado su Pasado, sino a posteriori, observando a nuestro
alrededor los efectos creadores del amor, nos vemos conducidos a aceptar esta proposicin
paradjica, en que reside el ltimo secreto de la Vida: la verdadera Unin no funde los
elementos que aproxima; les da una nueva vitalidad por fecundacin y adaptacin
reciprocas. Es el egosmo el que endurece y neutraliza la materia humana. La unin
diferencia.
As reaparece, no solamente en el fondo, sino por encima de nosotros mismos, la ley de
convergencia fundamental. La unin nos ha hecho hombres organizando, bajo el control de
un espritu pensante, los poderes confusos de la Materia. Va a hacemos, adems, super-
hombres, hacindonos elementos sometidos a un alma superior. La unin en el interior nos
ha personalizado hasta aqu. Ahora es la unin en el exterior la que va a supra-
personalizamos.
Aqu comienzan a descubrirse la significacin y el valor de los agrupamientos a los que
nos empuja, a pesar nuestro, esto que Marx ha llamado el Materialismo histrico.
Abandonados a sus propias reacciones (excepcin hecha de la sexualidad), los hombres
seran generalmente mucho ms sensibles a una repulsin que a una atraccin mutua. Para
ser mejor ellos mismos, intentan, prematuramente, encontrarse solos. En oposicin a este
espritu separatista, la necesidad de vivir les fuerza a la sociedad. De ah esas mltiples
agregaciones, cada vez ms extendidas y tirnicas, cuyos tentculos se extienden y nos
aprisionan por todas partes: asociaciones politicas, econmicas, religiosas... Encerrados en
estos lazos, tenemos la impresin de que nuestro ser va a desaparecer, y pasamos por la
angustia del ser vivo al que se ahoga. Tendr que volver a hablar despus de esta agona de
la Personalidad e investigar qu condiciones debe satisfacer la socializacin del Mundo para
salvar y no matar la clula humana. Lo que importa anotar aqu es que si verdaderamente la
unin suprapersonaliza, las entidades colectivas cuyo nacimiento y crecimiento nos aterran,
se forman en la direccin prevista de la Evolucin. Son el anuncio, el bosquejo de una
espiritualidad, y por tanto, de una libertad ms elevadas. Imposible distinguir todava lo que
en esta masa en plena transformacin es monstruosidad, rasgos definitivos o estadio
transitorio. Pero una cosa es segura: a pesar de nuestros temores, es en la direccin de los
conjuntos en la que hay que avanzar.
La fuente de nuestra repugnancia a lo colectivo hay que buscarla en la ilusin que nos
hace identificar tenazmente personal con individual. Esta confusin y las reacciones
que entraa deben desaparecer si la ley fundamental del ser es, como la Fsica y la Historia
nos ensean, la unin diferencia. No podemos, en virtud de esta regla, alcanzar nuestro
verdadero yo para sobrevivir en l ms que asocindonos orgnicamente con todos los
dems. Es, pues, a la constitucin en el fondo de nosotros mismos de un espritu universal a
lo que debe llevar lo que hay de legtimo y de sagrado en nuestro egosmo 6.
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6 Egosmo est tomado aqu, evidentemente, en el sentido de apego, no abusivo, a s
mismo. (N. del E.)
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Analizando ms arriba la formacin de la Personalidad hemos sido llevados a reconocer


las propiedades de un Espiritu-Materia en la Trama del Universo. He aqu que otro aspecto,
no menos paradjico de esta misma Trama, se nos descubre como necesario para toda
prolongacin de la Persona ms all de s misma: quiero decir lo Personal-universal. Lo
que hay de ms incomunicable y de ms preciso en cada ser es lo que le hace uno mismo
con todos los dems. Coincidiendo con todos los dems, encontraremos el centro de
nosotros mismos.
Esta nueva forma del Principio de Convergencia es fecunda. No solamente define para
nosotros un camino a seguir, si queremos continuar siendo fieles a la lgica del Mundo en
evolucin, sino que explica ya la posibilidad y la naturaleza de lo que debe ser nuestra
consumacin.

IV. LA CONSUMACIN DE LA PERSONA

Lo que impide a nuestra conciencia replegarse en nuestra conciencia individual es, en


suma, la presencia en nosotros de una pluralidad no reducida por la Hominizacin. En el
sistema cuya lgica hemos adoptado, la Humanidad no es el trmino del Cosmos, porque
todava es mltiple. Esto quiere decir que por el solo hecho de que la Evolucin atraviesa,
sin detenerse en ella, a la persona humana, nos vemos forzados a trasladar infinitamente
hacia adelante el trmino del movimiento que nos arrastra. Pensbamos, al aterrizar en
nosotros mismos, que habamos llegado a puerto seguro. Henos aqu, por el contrario,
arrojados al Ocano de un porvenir inmenso, en el que no hay descanso posible antes de la
aparicin de un Centro nico de la Noosfera 7.
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7 La teora deja prever, provisionalmente, puntos crticos intermediarios, marcando
a nuestro alrededor la aparicin de almas superiores que nos englobaran sin
destruirnos (ver ms abajo lo que decimos sobre la funcin del Centro Universal).
Pero aunque estos puntos crticos no lleguen ms que a la formacin de un otro
Mltiple, por reducido que ste sea, no pueden marcar ms que estadios de paso.
El fin del Mundo est ms lejos todava.
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Sera completamente vano intentar representarnos concretamente lo que ser una


realidad tan lejana. Para esto sera necesario que hubiramos alcanzado ya el fin del viaje.
Pero lo que debemos intentar es expresar, en nuestras dimensiones del momento, las
condiciones a las que debe satisfacer este trmino para ser representable en nuestros mapas
del Universo. Como podramos establecer, de otra manera, nuestra ruta? lntentmoslo.
El primer carcter, y tambin el ms seguro, que en virtud de la estructura
precedentemente reconocida en la Welstoff, debamos reconocer en el estado final del
Universo, es el de ser personal, con una personalidad tan rica y tan duea de s misma, que
nuestras almas no seran ms que un plido bosquejo. La mnada humana es personal
porque est centrada. Pero hay una infinidad de maneras de ser centro, segn la densidad de
los rayos que convergen y segn la intimidad de su conexin. En el Universo consumado,
estando, por hiptesis, llevadas a su colmo la opulencia y la perfeccin de la sntesis, la
conciencia, ligada a esta misma sntesis, debe, forzosamente, alcanzar valores supremos. En
la figura final tomada por el Cosmos, la Personalidad, creciente con la convergencia, debe
ser mxima.
Se ha convertido en una especie de prncipio para el pensamiento moderno el que no se
puede asociar en un mismo sujeto los dos atributos de totalidad y de conciencia refleja. La
falsa evidencia de este postulado resulta de la facilidad con la que el anlisis de un Mundo
de curvatura convergente nos ha conducido a la nocin de personal-unversal. Y no es,
verdaderamente, una pseudo-idea la que creemos hacernos de un Universo extendido en la
Duracin y en el Espacio? La Totalidad slo es comprensible en el punto en el que se
concentra. Y un punto semejante es perfectamente concebible, puesto que nada limita, en el
dominio del Espritu-Materia, la complejidad interior de un punto.
As, pues, la extrapolacin de la trayectoria que sigue el Mundo slo puede conducirnos,
a partir del corpsculo humano, al estadio final de una Personalidad del Universo. Cmo
definir ahora, con relacin a nosotros, esta Persona suprema?
Conviene anotar aqu las reglas especiales que impone a nuestros razonamientos (o,
mejor dicho, a nuestros clculos) la introduccin de magnitudes personales. No conocemos
demasiado bien lo que por debajo del Hombre sucede con los seres vivos incompletamente
personalizados. Pero tenemos la impresin de que, a este nivel de la Evolucin, pueden
producirse soldaduras de inmanencias. Dos fragmentos de conciencia difusa pueden,
quiz, adicionarse hasta perderse en una tercera y ms alta conciencia, pues lo que tienen
que transmitir, por su don, es menos un alma que el estado particular de animacin al que
han llegado. Viable o no, ms ac del Pensamiento, este proceso de fusin aparece como
decididamente imposible, una vez franqueado el estadio de la Homoninizacin. Una
persona no puede desaparecer pasando a otra persona, pues, por naturaleza, no puede darse,
en tanto que persona, ms que si contina como unidad consciente de s misma; es decir,
distinta. Es ms: este don que hace de s misma, ya lo hemos visto, tiene como resultado
directo reforzar lo que tiene de ms incomunicable; es decir, supra-personalizarla. La
unin diferencia.
Apliquemos estas observaciones a la suma del Universo en Dios, puesto que Dios es
el nombre dado por el Hombre al Ser consumado.
Dios, ya lo he hecho observar en otra parte, es casi inevitablemente concebido por un
positivista moderno como un Ocano sin orillas, en el que se totalizan, por prdida de s
mismas, las cosas. Nuestra generacin, esencialmente pantesta porque es evolucionista, no
parece comprender el pantesmo ms que bajo la forma de una disolucin de los individuos
en una inmensidad difusa. Esto es una ilusin debida al hecho de que la unidad del Mundo,
bajo la influencia de la Fsica, se busca, equivocadamente, en la direccin de las energas,
cada vez ms simples, en las que se descompone. Dios es ter, se habra dicho hace algunos
aos. Completamente diferente es el resultado obtenido si se intenta, como hemos hecho
aqu, prolongar el Universo en la direccin de lo Personal; es decir, de la sntesis. Entonces
Dios no aparece por extensin, sino por concentracin de la Trama del Universo; no como
un medio de disolucin, sino como un foco de personalizacin. Es -Espritu. Y esto entraa
dos cosas.
Por una parte, su Yo, de El mismo, no puede formarse por la agregacin de yo inferiores
humanos o sobrehumanos, que juntara, puesto que, como acabamos de ver, los yo no se
adicionan jams. Debe, pues, poseer su inmanencia especial. Por otra parte,
correlativamente, los yo inferiores acentan, en lugar de atenuar, en el curso de su acceso a
la cima divina, su auto-posicin. Guardan, pues, y profundizan su centro particular. No
solamente sobrevive algo de nosotros, sino que sobrevivimos nosotros mismos en la
Unidad. En fin de cuentas, por construccin, la Personalizacin del Universo slo puede
operarse salvando para siempre, en una Persona suprema, la suma distinta de las personas
nacidas, sucesivamente, en el curso de su evolucin. Dios es slo definible como un Centro
de centros. En esta complejidad yace la perfeccin de su Unidad 8; el nico final asignable
lgicamente a los desarrollos del Espritu-Materia.
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8 Dios, cuanto ms es, ms poder tiene de centrar y personalizar perfectamente. En
consecuencia, la inalterabilidad no pertenece menos a la riqueza de una infinita
complejidad supremamente unificada, que a una simplicidad esencial. (N. del E.)
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Complejidad de Dios, acabamos de decir. No nos dejemos asustar por esta


consecuencia. La palabra es justa, pero a condicin de que la corrijamos, de manera que se
modifique profundamente su valor. Ser complejo, en nuestra experiencia presente, designa
un estado que comporta de suyo, para el ser compuesto, exterioridad mutua y
disgregacin eventual de las partes. Pero estas dos debilidades (oposiciones interiores y
fragilidad), que correramos el peligro de considerar como esenciales a toda composicin,
no podran ser ms que efectos pasajeramente ligados a las fases inferiores de la sntesis.
Llevada hasta sus lmites, la unin (puesto que es irreversible, como hemos visto) no debe
ya conocer ni oscuridades ntimas ni corrupcin.
En primer lugar, ni oscuridad ni extraeza mutua de las partes. Actualmente nos parece
inconcebible que las personas entren en contacto desde lo profundo de s mismas. Pero es
porque no han alcanzado todava el espacio en el que es posible un giro semejante.
Llegadas a su perfecta conjuncin, debemos representarnos las molculas pensantes como
interiorizadas unas en otras. Una perfecta transparencia mutua en una perfecta posesin de
s mismas, es la nica fusin pantesta 9 lgicamente concebible para las almas en el Medio
Divino.
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9 Puesto que desde el punto de vista cristiano el Universo no se unifica, en
definitiva, ms que por medio de relaciones personales, es decir, bajo la influencia
del amor, la unificacin de los seres en Dios no puede ser concebida como
operndose por fusin (naciendo Dios de la soldadura de los elementos del Mundo
o, por el contrario, absorbindolos en l), sino por sntesis diferenciante (los
elementos del Mundo se hacen ms ellos mismos cuanto ms convergen en Dios).
Pues este es el efecto especfico del amor, reforzar en s los seres que aproxima
entre ellos. En el Universo cristiano totalizado (en el Pleroma, como dice San
Pablo), Dios no est solo, en fin de cuentas, sino que es todo en todos (en pasi
panta Theos). Cf. Introduction la Vie chrtienne: Conclusion: Christianisme et
panthisme. 1944.
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Y, en consecuencia, tampoco es posible una vuelta a atrs. Pues justamente porque se


han hecho interiores unas a otras en la interioridad del Centro supremo que las rodea, las
mnadas no dan pie a la disgregacin. Bien en su individualidad particular, bien en su
conjunto armnico, han pasado el umbral por debajo del cual poda amenazarles el riesgo
de caer de nuevo en el polvo. Se encuentran definitivamente consolidadas. As se encuentra
justificada, ante la Accin, esta exigencia tenaz, manifestada por nuestro ser, de no querer
construir en s ms que lo Inmortal. Y as reaparece ante el Pensamiento (pero
desembarazada esta vez de sus relaciones con una simplicidad poco comprensible), esta
incorruptibilidad en la que la Filosofa antigua discerna, a justo ttulo, el atributo ms
caracterstico de lo espiritual. Y ahora queda por fijar un ltimo puntocapitalpara que
se encuentre enteramente definido, en posicin y en naturaleza, el Objetivo en cuya
aproximacin consiste para nosotros la Vida. Puesto que, por definicin, somos lo Real y
nos propagamos en lo real, la Cima del Mundo no podra, evidentemente, ser concebida
como un simple foco virtual de convergencia. El tambin debe ser real. Pero en qu
medida realizado ya? Uno no parece seguir inmediatamente a lo otro. No podramos
concebir un Universo inclinado y sostenido hacia adelante por el parto de una Unidad
todava potencial, tal como Israel esperando al Mesas? Podemos deducir de la estructura
de un Universo de malla persnal no slo la aparicin final, sino la presencia actual del
Centro terminal divino?
En la Metafsica extratemporal del Ser, esta cuestin puede parecer irrespetuosa. Antes
de toda creacin, pronuncia la Ecolstica, debe existir el Absoluto en su plenitud. Para los
que buscamos simplemente construir una especie de Ultrafsica anudando, lo ms
arrnnicamente posible, la suma de nuestras experiencias, la respuesta al problema no es tan
triunfante. Desde este punto de vista emprico no hay Acto Puro, sino solamente un trmino
final en el que converge el haz de las series que nos rodean. Qu clase de actualidad
debemos reconocer a este trmino para que sea real?
No me sorprendera que un anlisis ms profundo de las condiciones impuestas al
Mundo por las leyes de la Unin, nos lleve un da a reconocer al Dos de la Evolucin un
exacto equivalente de los atributos concedidos al Ens a se por la filosofa medieval. Pero
si este paso no ha sido dado todava en mi espritu 10, hay al menos dos cosas que considero
como seguras y que me parecen suficientes para orientar provisionalmente nuestra marcha
hacia adelante.
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10 Limitndose aqu al dominio de la Ultrafsica. (N. del E.)
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La primera es que el Centro futuro del Cosmos, aunque se presente a nosotros con los
caracteres de un lmite, debe ser considerado como habiendo emergido en lo Absoluto
desde siempre por algo de s mismo. Puesto que todo est en equilibrio sobre l y l sobre
nada, es necesario que encuentre en s mismo su propia consistencia. En este sentido no
solamente constituye, como decamos ms arriba, un trmino especial a la cabeza de todas
las series, sino que, adems, es, en cierta manera, fuera de serie. En El todo asciende como
hacia un foco de inmanencia. Pero tambin descende todo de El como de una cima de
transcendencia.
Y otra cosa que veo es que para actuar posiblemente sobre la ola de personalidad que su
influencia levanta debe tener ya, en cada instante, una personalidad superior a la que
suscita. En el interior de la esfera pensante aparecda en el Cosmos a consecuencia de la
Hominizacin, las relaciones deben continuar siendo tan rigurosas corno en las esferas
inferiores de la Materia. Pero en el seno de la Materia las energas, para poder ser
gobernadas, deben satsfacer a ciertas condiciones precisas de homogeneidad y de
potencial: una molcula no obedece ms que a una fuerza mayor y en su orden de magnitud.
As conviene que nos representemos los cambios de energa en el interior de la Noosfera.
Los elementos personales del Universo volveran a caer en el desorden (es decr, en la nada)
si no encontraran, para dominarlos, lo Suprapersonal ya actualizado. En el Mundo que nos
rodea debe, pues, encontrarse, para equilibrar nuestra accin, no solamente la espera, sino el
rostro ya reconocible de una Personalidad Unversal.
Es lo imprescindible, vamos a verlo, para preservar de las peores divagaciones a las
potencias acumuladas en el corazn del individuo, de las sociedades y del Mundo mismo.

V. LA ENERGA DE LA PERSONALIZACIN.
En el curso de los prrafos precedentes hemos intentado construir lgicamente para
nuestras inteligencias un Mundo a base de Persona. Vamos a ver ahora lo que resulta de
esta representacin para la conducta de nuestra vida. Cmo se disponen los valores, desde
el punto de vista de la Accin, en un Universo Personal?
Un primer efecto de la perspectiva aqu adoptada es revelar en la operacin humana,
bajo todas sus formas, un valor (o materia) csmica que no se poda percibir en ningn otro
sistema. Puesto que la energa fundamental en juego en el Universo no es otra cosa que un
flujo de personalizacin, la masa de las relaciones llamadas morales, por la que las
molculas pensantes reaccionan unas sobre otras, cesa de formar un dominio artificial o
secundario en la Naturaleza. La libertad no es sino la expresin avanzada y distinta de lo
que se disimula o se disocia en los determinismos psquicos. El Cosmos se construye
fsicamente, a partir del Hombre, por magnitudes morales. Es decir, que la accin espiritual,
tan desdeada por la Ciencia, se sita, al mismo nivel, a la cabeza de las energas
materiales, las nicas consideradas hasta aqu por la Fsica. Ms arriba nos hemos visto
afrontados con magnitudes complejas, como el Espritu-Materia y lo Personal-universal.
Henos aqu ahora llevados correlativamente a fundir en una dimensin comn dos
caracteres, en apariencia opuestos, de la experiencia. No hay, alrededor de nosotros, un
dominio fsico y un dominio moral. No hay ms que Fsico-moral.
Y demos ahora un paso ms. Qu nombre hay que dar, siempre en virtud de nuestro
sistema, a esta energa fsico-moral de personalizacin, a la que se reducen, en definitiva,
todas las actividades manifestadas por la Materia del Universo? Uno solo, con tal de que le
confiramos la generalidad y el poder que debe revestir, elevndose en el orden csmico: el
amor.
Es un amor que construye fsicamente el Universo 11. Sigamos en nosotros mismos, para
reconocerlas y dirigirlas, las manifestaciones de esta potencia fundamental de la que est
tejida nuestra vida. Creo que se revela a nuestra conciencia en tres grados sucesivos: en la
mujer (para el hombre), en la sociedad, en el Todo; por el sentido sexual, por el sentido
humano, por el sentido csmico.
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11 El 15 de agosto de 1936, es decir, tres meses despus de haber acabado este
ensayo, el autor escriba a un amigo: Me es una gran fuerza, en todo caso,
reconocer que todo el esfuerzo de la evolucin es reducible a la justificacin y al
desarrollo de un amor (de Dios). Esto es lo que ya me deca mi madre. Pero me
habr sido necesaria una vida para integrar esta verdad en una visin orgnica de las
cosas. Imagino que es este esfuerzo de integracin el que el Mundo debe hacer para
convertirse; en conjunto, nuestro Mundo niega lo Personal y a Dios porque cree en
el Todo. Todo viene a probarle que, por el contrario, debe creer en lo Personal
porque cree en el Todo.
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A) El sentido sexual

La atraccin mutua de los sexos es un hecho tan fundamental, que toda explicacin
(biolgica, filosfica o religiosa) del Mundo que no llegue a encontrarle en su edificio un
lugar esencial por construccin, est virtualmente condenada. Fijar un lugar semejante a la
sexualidad es particularmente fcil en un sistema csmico edificado sobre la unin. Pero
hay que definirla claramente, tanto en el porvenir como en el pasado. Cules son,
exactamente, el sentido y la esencia del amor-pasin en un Universo de trama personal?
Bajo sus formas iniciales, y hasta muy avanzada la Vida, sexualidad aparece identificada
con propagacin. Los seres se aproximan a fin de prolongar, no a s mismos, sino lo que han
ganado. Tan ntima es esta relacin entre pareja y reproduccin, que filsofos como
Bergson han podido ver en ello un indicio de que la Vida exista ms que los seres vivos y
que religiones tan elaboradas como el Cristianismo han basado sobre el nio casi todo el
cdigo de su moralidad.
Muy diferentes se descubren las cosas desde el punto de vista al que nos conduce el
anlisis de un Cosmos de estructura convergente. No cabe duda de que la sexualidad ha
tenido primero, como funcin dominante, que asegurar la conservacin de la especie,
mientras no lleg a establecerse en el Hombre el estado de personalidad. Pero desde el
instante crtico de la Hominizacin, le ha correspondido al amor otro papel ms esencial,
cuya importancia empezamos a sentir; quiero decir, la sntesis necesaria de los dos
principios masculino y femenino en la edificacin de la personalidad humana. Ningn
moralista ni ningn psiclogo ha dudado nunca de que los dos unidos encontrasen un mutuo
complemnto en el juego de su funcin reproductora. Pero este perfeccionamiento no ha
sido nunca considerado, hasta aqu, ms que como un efecto secundario, accesoriamente
ligado al fenmeno principal de la generacin. Alrededor nuestro, si no me equivoco, la
importancia de los factores tiende a invertirse conforme a las leyes del Universo persona. El
hombre y la mujer para el hijo, todava, y mientras la vida terrestre no haya llegado a la
madurez. Pero el hombre y la mujer, uno para el otro, cada vez ms y para siempre.
A fin de establecer la verdad de esta perspectiva, no puedo hacer nada mejor que recurrir
al nico criterio que gua nuestra marcha en el curso de este estudio, a saber: una coherencia
lo ms perfecta posible entre la teora y un campo ms amplio de la realidad. Si el hombre y
la mujer fuerandira yoprincipalmente para el hijo, entonces el papel y la potencia del
amor deberan disminuir a medida que se completa la individualidad humana y que, por otra
parte, la densidad de poblacin se aproxima en la Tierra a su punto de saturacin. Pero si el
hombre y la mujer son principalmente el uno para el otro, entonces concebimos que, cuanto
ms se humanizan, ms sienten, por este nico hecho, una necesidad mayor de juntarse.
Pero es esto y no aquello lo que est verificado por la experiencia y lo que hay que explicar.
En la hiptesis, aqui admitida, de un Universo en vas de personalizacin, el hecho de
que el amor crezca en lugar de disminuir, hominizndose, encuentra con toda naturalidad su
explicacin y su extrapolacin. En el individuo humano, decamos ms arriba, la Evolucin
no se detiene, sino que contina ms lejos, hacia una concentracin ms perfecta, ligada a
una dferenciacin ulterior, obtenida por la unin. Pues bien, diremos, la mujer es
precisamente para el hombre el trmino susceptible de desencadenar este movimiento hacia
adelante. Por la mujer y slo por la mujer, el hombre puede escapar al aislamiento en el que
por su misma perfeccin correra el peligro de encerrarse. No es, pues, rigurosamente
exacto decir que la malla del Universo es, para nuestra experiencia, la mnada pensante. La
molcula humana completa es ya, a nuestro alrededor, un elemento ms sinttico y, por
ende, ms espiritualizado que la personaindividuo; es una dualidad, que comprende a
la vez lo masculino y lo femenino.
Aparece aqu, en su amplitud, el papel csmico de la sexualidad. Y, al mismo tiempo, se
pueden percibir las reglas que nos guiarn en la conquista de esta energa terrible por la que
pasa, a travs de nosotros, en lnea directa, la potencia que hace converger sobre s mismo
al Universo.
La primera de estas reglas es que el Amor, conforme a las leyes generales de la unin
creadora, sirve para la diferenciacin espiritual de los seres que aproxima. Pues ni uno debe
absorber al otro, ni menos todava perderse los dos en los goces de una posesin corporal,
que significara una cada en la pluralidad y el retorno a la nada. Esto pertenece a la
experiencia corriente. Pero slo se comprende bien en las perspectivas del Espritu-Materia.
El amor es una conquista aventurada. No se mantiene, y se desarrolla, como el mismo
Universo, ms que por un perpetuo descubrirse. Slo se aman legtimamente aquellos a
quienes la pasin conduce, a ambos, uno por el otro, a una posesin ms elevada de su ser.
As, la gravedad de las faltas contra el amor no es ofender no s qu pudor o virtud.
Consiste en derrochar, por negligencia o por voluptuosidad, las reservas de personalizacin
del Universo. Es esta prdida la que explica los desrdenes de la impureza, Y es ella
tambin la que, en un grado ms alto de los desarrollos de la unin, es la materia de una
alteracin ms sutil del amor; quiero decir, el egosmo a dos.
Ms arriba, en el captulo de los prolongamientos de la Persona, hemos anotado la
fase crtica atravesada por l Ser en el momento en que el Pensamiento se ha condensado en
l: las partculas que han llegado a ser reflexivas, a las que puede parecer legtimamente que
ponen un punto final a la Evolucin; bajo la influencia de egosmos solitarios, el Universo
expuesto a disgregarse en un polvo de granos de libertades... El mismo peligro de
dispersin reaparece, con una doble intensidad, en el instante en el que la pareja acaba de
formarse. Cuando dos seres entre los que es posible un gran amor llegan a encontrarse entre
el hormigueo de los seres, tienden inmediatamente a encerrarse en la posesin celosa de su
mutuo completarse. Bajo el efecto de la plenitud que les invade buscan, instintivamente,
cerrarse uno en el otro, con exclusin del resto. E incluso si llegan a vencer la tentacin
voluptuosa de la absorcin y del reposo, intentan limitar a su mutuo descubrimiento las
promesas del porvenir, como si constituyeran un Universo a dos.
Pero despus de todo lo que hemos dicho sobre la estructura probable del Espritu, est
claro que este sueo no es ms que una peligrosa ilusin. En virtud del mismo principio que
obligaba a los elementos personales simples a completarse en la pareja, la pareja, a su
vez, debe perseguir, ms all de s misma, las perfecciones que su crecimiento requiere. Y
esto de dos maneras. Por una parte tiene que buscar fuera otros grupos del mismo orden a
los que asociarse para centrarse ms; este punto ser tratado ms abajo a propsito del
Sentido humano. Por otra parte, el Centro hacia el que los dos amantes convergen, al unirse,
debe manifestar su personalidad en el corazn mismo del crculo en el que querra aislarse
su unin, Sin salir de s, la pareja no encuentra su equilibrio ms que en un tercero por
delante de ella. Qu nombre hay que dar a este intruso misterioso?
Mientras los elementos sexuados del Mundo no haban alcanzado el estado de
personalidad, la prole poda representar, por s sola, la realidad en la que se prolongaban, de
alguna manera, los autores de la generacin. Pero tan pronto como intervino el amor, no
solamente entre dos padres, sino entre dos personas, fue necesario que se descubriera, ms o
menos confusamente por delante de los amantes, el Trmino final, en el que seran, a la vez,
salvados y consumados, no solamente su raza, sino su personalidad. Y entonces recomienza
la cada hacia adelante, cuyas peripecias hemos seguido ya. Hay que ir, progresivamente,
hasta el fin del Mundo. Y, finalmente, es el Centro Total mismo, ms que el nio, el que
aparece como necesario para la consolidacin del amor. El amor es una funcin con tres
trminos: el hombre, la mujer y Dios. Toda su perfeccin y su xito estn ligados a la
armoniosa combinacin de estos tres elementos.
Se manifiesta aqu una gran diferencia entre los resultados a los que conduce nuestro
anlisis de un Universo personal y las reglas admitidas por las morales antiguas. Para stas,
pureza era, generalmente, sinnimo de separacin de sexos. Para amar haba que abandonar.
Un trmino exclua al otro. El binomio hombre-mujer, reemplazado por el binomio
hombre-Dios (o mujer-Dios): sta era la ley de la suprema virtud. Mucho ms general y
satisfactoria nos parece ser la frmula que respeta la asociacin de los tres trminos en
presencia. La pureza, diremos, expresa, sencillamente, la manera ms o menos clara de
explicitarse, por encima de los dos seres que se aman, el Centro ltimo de su coincidencia.
No se trata aqu de dejarse, sino de unirse en algo mayor que uno mismo. El Mundo no se
diviniza por supresiones, sino por sublimacin. Su santidad no es eliminacin, sino
concentracin de las savias de la Tierra. As se transcribe en una nueva ascesis, tan
laboriosa, como veremos, pero mucho ms comprensible y operante que la antigua: la
nocin de Espritu-Materia.
Sublimacin, por tanto, conservacin; pero tambin, y ms todava, transformacin. Si
es verdad, pues, que el hombre y la mujer ms se unirn a Dios cuanto ms se amen el uno
al otro, no es menos cierto que, cuanto ms sean de Dios, ms abocados estarn a amarse de
una manera ms bella. En qu direccin podemos imaginar que se efectuar esta evolucin
ulterior del amor?
Sin duda, hacia una disminucin gradual de lo que representa todava (y
necesariamente) en lo sexual el lado admirable, pero transitorio, de la reproduccin. La
Vida, lo hemos admitido, no se propaga por propagarse, sino para acumular los elementos
necesarios a su personalizacin. Cuando se aproxime, pues, para la Tierra la madurez de su
Personalidad, los Hombres debern reconocer que no se trata simplemente de controlar los
nacimientos, sino que lo que importa, sobre todo, es dar su plena expansin a la cantidad de
amor liberada del deber de la reproduccin. Bajo la presin de esta nueva necesidad, la
funcin esencialmente personalizante del amor se separar, ms o menos completamente,
de lo que ha debido ser, por un tiempo, el rgano de propagacin, la carne. Sin dejar de
ser fsico, para continuar siendo fsico, el amor se har ms espiritual.
Lo sexual, para el hombre, se encontrar colmado por el puro femenino. No est aqu,
en su realidad, el sueo mismo de la Castidad? 12.
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12 En un escrito titulado la Evolucin de la Castidad (1934), el P. Teilhard aborda
un estado ms perfecto: el mismo en que le situaba su Medio divino.
... (Entre) el Hombre y la Mujer, designados para promover al grado ms alto la
espiritualizacin de la Tierra, nada de contacto inmediato, sino la convergencia en lo
alto...
... La Virginidad se posa sobre la Castidad como el pensamiento sobre la vida, a
travs de una vuelta o un punto singular...
... El amor est en vas de cambio de estado en el seno de la Noosfera. Y es en esa
nueva direccin en la que se prepara el paso colectivo de la Humanidad a Dios...
Tericamente, esta transformacin del amor es posible. Basta, para su realizacin, que
la llamada del Centro personal divino se sienta lo suficientemente fuerte para dominar
la atraccin natural.
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B) El Sentido Humano

El amor del hombre y de la mujer trenzan una fibra que se prolonga directamente en el
corazn del Mundo. Pero no es ms que un elemento infinitesimal en el haz que, poco a
poco, rene el esfuerzo de personalizacin universal. No solamente la pareja no subsiste
ms que soportada por un centro de conjuncin situado delante de ella misma, sino que no
se mantiene ms que encuadrada por el conjunto de las personalidades del mismo orden que
la rodean. La energa de personalizacin manifestada en el amor-pasin debe, pues,
completarse con otra especie de atraccin, llamndose, unas a otras, la totalidad de las
molculas humanas. Es esta fuerza particular de cohesin, extendida en el conjunto de la
Noosfera, lo que llamamos aqu el Sentido Humano.
A primera vista no parece que exista en la Naturaleza una atraccin semejante. En lugar
de la inter-simpata que hace preveer la teora, no es, como hemos hecho notar ya, la
mutua repulsin la que domina en el interior de la masa humana? Fuera de algunos casos
excepcionales, no se manifiesta el otro como el mayor peligro con que tropieza nuestra
personalidad en el curso de su desarrollo? El otro que molesta, el otro al que hay que
apartar?...
Para explicar esta reaccin desconcertante del hombre para con el hombre, conviene
observar que no se produce en el nivel en el que se puede esperar que aparezca el Sentido
Humano. En el caso del amor-pasin, la atraccin se produce indirectamente, de individuo a
individuo, lo que no supone nada ms que el azar de un encuentro. Por el contrario, en el
caso de las uniones colectivas, la traccin slo puede nacer entre el individuo y una
colectividad ya parcialmente organizada, y esto es ya ms complicado. El hombre de la
calle me irrita porque tropiezo con l como un posible competidor. Me gustar desde el
momento en que vea en l un camarada de combate. A diferencia del Sentido Sexual, el
Sentido Humano no recae directamente sobre las personas como tales, sino sobre un Algo
que engloba a las personas. Es, sencillamente, por falta de percibir bien este Algo por lo que
tenemos la impresin de detestarnos.
Hecha esta salvedad, basta con mirar para reconocer, en una multitud de indicios a
nuestro alrededor, la existencia y el progreso de la cohesin inter-humana que buscamos.
En el caso ms sencillo, el de la amistad, lo individual. Se siente todava muy
fuertemente con todo lo que tiene de encanto concreto e inmediato. Pero hay otro elemento,
ya reconocible, que aporta a las relaciones su solidez y su profunda alegra, a saber: un
inters comn. Las grandes amistades se anudan en la persecucin de un ideal, en la defensa
de una causa, en las peripecias de una bsqueda. Se desarrollan mucho menos por la
penetracin de uno en el otro que por un progreso a dos en un mundo nuevo. Y en esto
me parece que la amistad difiere completamente del amor espiritual con el que se la
acostumbra a confundir. El amor-pasin, aun el espiritual, es por naturaleza exclusivo, o al
menos muy limitado en el nmero de los seres que aproxima; est fundado sobre la
dualidad. La amistad, por estructura, permanece abierta a una creciente multiplicidad.
As nacen los diversos grupos, cada vez ms extensos, en los que los hombres se
encuentran insertos a menudo por lazos artificiales y forzados que no engendran ningn
alma, pero, a veces tambin, por reacciones comunes profundas que les acercan en una
extraordinaria intimidad.
Y as, por transiciones insensibles, van naciendo ante nuestros ojos las vastas unidades
colectivas que aparecern quiz un da ante nuestros descendientes como el fenmeno
biolgico ms caracterstico de nuestra poca. Comunismo, fascismo, nazismo, etc., todas
esas corrientes mayores en las que vienen a confluir la multitud de agrupaciones deportivas,
escolares, sociales, son condenadas muy frecuentemente como una vuelta a condiciones
gregarias primitivas. Error. La Vida no ha conocido nunca nada, no poda conocer nada
comparable a estos movimientos de masas que, para producirse, exigen un nivel homogneo
de conciencia y una extrema rapidez de comunicaciones. Antao los Hunos y los mongoles
invadieron Europa como un cataclismo. No era ms que una inundacin o una avalancha
dirigidas. Hoy, por primera vez en la Historia del Mundo, se manifiesta la posibilidad de
masas reflexivas. El Fenmeno humano ha dejado ya la escala del individuo para
propagarse en lo inmenso. No es, pues, la repulsin, sino ms bien la atraccin mutua de los
elementos la que domina la evolucin de la Noosfera. Y ninguna fuerza de cohesin
conocida por la Fsica ha sido, sin duda tan poderosa como aqulla. Pero conduce esta
atraccin, como yo pretenda, hacia una personalizacin?...
Aqu, de nuevo, las primeras apariencias se muestran desfavorables a la teora. Si hay un
lamento universal hoy en el Mundo, no es el de la persona humana, ahogada por los
monstruos colectivos que una implacable necesidad de vivir nos fuerza a suscitar por todas
partes a nuestro alrededor? Las grandes ciudades, la gran industria, las grandes
organizaciones econmicas Molocs sin corazn y sin rostro. Quin no se ha vuelto con
nostalgia, un da u otro de su vida, hacia la edad de oro del campo familiar, del
artesanado o incluso de la selva? Podemos verdaderamente hablar del nacimiento de un
alma humana? O no somos conducidos, ms bien, hacia una mecanizacin de la Tierra?
Siento la gravedad del momento presente para la Humanidad tanto como cualquiera,
pero me siento menos inspirado que nadie para predecir el porvenir. Y, sin embargo, un
instinto desarrollado al contacto con el gran Pasado de la Vida me dice que la salvacin est
para nosotros en la direccin misma del peligro que nos asusta tanto. Si verdaderamente
(como parece) la unificacin social de la Tierra es el estado hacia el que nos arrastra la
Evolucin, esta transformacin no podra ir contra el resultado ms claramente obtenido por
esta misma Evolucin en el curso de los tiempos, a saber: el aumento de la conciencia y de
las libertades individuales. Como cualquier otra unin, la colectivizacin de la Tierra, bien
llevada, debe sobreanimarnos en un alma comn. No nos sucede ya que sentimos, por
rpidas bocanadas, los torbellinos precursores del gran soplo que se levanta? En qu poca
del Mundo va a poder un ser vivir minutos de exaltacin ms tangibles que el Hombre de
hoy? Como viajeros cogidos en una corriente, nos gustara volver atrs. Imposible y fatal
maniobra. La salvacin para nosotros est en ir adelante, ms all de los rpidos. Sin
retroceso; pero con una mano segura en el timn y una buena brjula.
En qu signos reconoceremos, en cada momento, los escollos a evitar y el camino a
seguir? Precisamente aplicando a nuestra marcha, en la medida en que sta es libre, la ley
fundamental de la unin. Para no equivocarnos de camino en nuestro viaje hacia el
porvenir, no tenemos ms que orientamos constantemente en el sentido de una mayor
personalizacin, ya individual, ya colectiva.
Individual, primero. Est muy claro que el peligro de la mecanizacin no ha sido nunca
mayor para el Espritu que en este momento, en el que se aproxima a un nuevo mximo. No
se puede escalar una montaa sin bordear un abismo. Pero este riesgo no es una fatalidad y
no podemos evitar la cada. Es la mquina orgnica la que ha liberado por primera vez el
Pensamiento en el cuerpo humano. Por qu no iba a ser la mquina industrial la que lo
liberase, por segunda vez, en la Humanidad? No podramos escapar al sufrimiento de los
primeros contactos con una masa incompletamente desorganizada. Pero todo lo que tienda a
hacer de nosotros un termes es falso, est condenado.
Colectivo, despus. Y esta es la condicin misma de ello. En virtud de las reglas de la
Unin, los elementos asociados no se personalizan en s ms que bajo la influencia de una
Personalidad dominante ms acabada. Sera, pues, intil que intentramos evitar el
hormiguero si los nuevos lazos que se tejen en el Mundo no derivan de un centro definible a
la vez para nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad. El Sentido Humano, so pena de ser
inhumano, debe estar en el orden de un amor. La sociedad se mecaniza, pues,
invenciblemente si progresivamente sus crecimientos sucesivos no estn coronados por
Alguien. La Humanidad, para no ser opresiva, debe tomar figura sobrehumana.
Y henos aqu, como era inevitable, vueltos a colocar, una vez ms, en la perspectiva de
un Centro de conciencia universal radiando en la cima de la Evolucin. Es este Centro el
que en seguida ha venido a romper la envoltura de egosmo en la que tenda a encerrarse,
celosamente, la pareja. Es l quien viene a salvar ahora de la esclavitud a la masa
embrollada de la Noosfera. Es l tambin, y esto nos queda por ver, quien, al dirigir
nuestras aspiraciones ms universales, va a dar al Sentido Csmico su verdadera
significacin y su pleno valor.

C) El Sentido Csmico.
Llamo Sentido Csmico a la afinidad, ms o menos confusa, que nos liga
psicolgicamente al Todo que nos envuelve.
La existencia de este sentimiento es indudable, y tan antigua aparentemente como el
origen del Pensamiento. Para que apareciera el Sentido Humano fue necesario que la
civilizacin comenzara a circunscribir la Tierra. El Sentido Csmico debi nacer tan pronto
como el Hombre se encontr frente a la selva, al mar, a las estrellas. Y desde entonces se
manifiesta su huella en todo lo que experimentamos de grande y de indefinible: en el arte,
en la poesa, en la religin. Por l reaccionamos ante el Mundo as a whole 13, como nuestros
ojos ante la luz.
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13 Considerado como un todo. (N. del E.)
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A pesar de ello estamos lejos de que esta atraccin profunda tenga un lugar definido en
la psicologa. O bien su especificidad no es reconocida, como si representara una forma, ora
separada, ora embrionaria, de las dems energas espirituales. O bien su valor est
desacreditado como si correspondiera a una impresin residual, casi animal, destinada a
evaporarse con el despertar completo de la razn. O bien, para los que la aprecian y
cultivan, sus impulsos son interpretados en un sentido peligroso, como una invitacin a la
disolucin annima en el Ocano csmico.
Una de las mejores confirmaciones de los puntos de vista propuestos en estas pginas es,
imagino, la facilidad con la que dan una explicacin fecunda de este sentimiento polimorfo
y poderoso. En efecto, en un Universo Personal, el Sentido Csmico encuentra
inmediatamente un lugar natural; representa la conciencia ms o menos oscura que cada
uno de nosotros toma de la Unidad reflexiva, a la que, con todo el Resto, se agrega. Y
comprendido as, se manifiesta dotado de una serie de propiedades perfectamente definidas.
Aparece primero como una magnitud psicomoralde naturaleza creciente. Si el Universo
fuera desparramndose, el Sentido Csmico podra estar en su declivenostalgia en
nuestras almasdel tronco comn del que nos desgaja el viento de la individualizacin.
Pero si la Realidad, lejos de dispersarnos, nos arrastrara en su convergencia, entonces este
mismo sentimiento no puede, por la estructura del Mundo, ms que tomar una nitidez y una
intensidad crecientes con los progresos eventuales de la Humanidad. Hasta aqu lo
percibamos a la manera de una resonancia profunda en puestras dems emociones. Viene el
momento, sin duda, en el que, con la subida del Centro universal ms all del horizonte de
nuestra conciencia, va a explicitarse como un elemento definido y fundamental de la
psicologa humana.
En un Universo pluralista todava, el Sentido Csmico poda interpretarse como una
invitacin a la expansin y a la difusin. As lo han entendido hasta aqu tantos pantesmos
artsticos o religiosos, para los que el acceso al gran Todo significaba comunin disolvente
con la Naturaleza. Justo a la inversa, en el Mundo de lo universal-personal se dibujan las
reglas de la unin al Todo. No se trata aqu, para el elemento, de dividirse en una
inmensidad esparcida, sino, por el contrario, de centrarse, en armona con todos los dems
centros, en un Centro ltimo de todos los centros. Centrarse, es decir, personalizarse, en un
Centro ltimo; es decir, en una Personalidad suprema. La nica manera que tenemos de
responder a las oscuras llamadas del Sentido Csmico en nosotros es llevar hasta sus
ltimos lmites una laboriosa explicitacin del Mundo y de nosotros mismos. La unin por
diferenciacin y la diferenciacin por unin. Esta ley estructural, que reconocamos ms
arriba en la Trama del Universo, reaparece aqu como la ley de la perfeccin moral y la
nca defincin del verdadero pantesmo 14.
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14 Cf. nota ms arriba, pgs. 44-45.
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El corolaro nmediato de este descubrimiento es que nos es posble reunir en una


categora precsa el sentimiento annimo que nos atrae tan poderosamente hacia la
Naturaleza. No metafricamente, sino en el sentdo ms verdadero del trmino, el Sentido
Csmico es un amor y no puede ser ms que esto. Es un amor, pues nos lleva hacia un
objeto complementario y nico de naturaleza personal. Debe ser un amor, puesto que su
papel es dominar, consumndoles, el amor del hombre por la mujer y el amor del ser
humano por todos los dems seres humanos. En el Cosmos, tal como lo descrbo aqu, es
posible, por muy inverosmil que parezca, esta expresn: amar al Universo. Y es adems
en este solo acto en el que el amor puede desarrollarse con una clardad y una potencia sin
lmites.
Desconfiamos, con razn, de un afecto demasiado generalzado. El que ama todo no
ama nada, se acostumbra a decr. Este peligro no existe, al menos en teora, para el que ha
comprendido lo que es un Todo de personalizacn, a saber: una figura central definida,
aparecendo al final de figuras elementales cada vez mejor defindas. Orentado hacia un
Objeto semejante, el corazn no corre el pelgro de secarse en aspraciones impersonales y
difusas. Pero sn perder contacto con la realdad concreta de los seres que le rodean,
descubre el medio de abrazarlos a todos en un sentmiento que conserva, a pesar de su
extensn desmesurada, el calor de un afecto humano. Hay una sola cosa finalmente amada
que es el foco mn de toda convergenca; pero no podemos alcanzar este centro ms que
aferrndonos hasta el fin a la realdad y a la realizacin de los seres partculares en el fondo
de los que brilla.
De donde este privlegio nco, para el Sentido Csmico explicitado en amor, que no
solamente es un ocano sin fondo en el que podemos arrojarnos sin lmites, sino que, en sus
dimensiones universalizadas, los lmites se desvanecen entre lo que llamamos, a escala
individual, el yo, el resto, los otros, y en el yo, el pensamiento, los sentimientos, la accin.
Todas estas categoras, sin perder su esencia precisa, tienden a fundirse en un gesto nico
de aprehensin y de comprensin, de pasin y de accin.
En este nivel, la multiplicidad comienza a desvanecerse en el dominio psquico. Y desde
ahora, a nuestro alrededor, se dibuja un estado en el que no haya la vista ms que la
singularidad colectiva de una operacin-afecto nica: el acto csmico de personalizacin
universal.

VI. LA PENA DE PERSONALIZACIN

Si verdaderamente todo concurre en nosotros y a nuestro alrededor a una gran unin por
amor, parece que el Mundo debera baarse en la alegra. Cmo es que, por el contrario,
avanza en medio del dolor? Por qu las lgrimas y la sangre? Cmo puede el sufrimiento
introducirse en un Universo Personal?
Mi respuesta a esta pregunta, la ms angustiosa que hay para el espritu humano, ser la
siguiente: en el Universo que he considerado, el Problema del Mal no solamente no
constituye una dificultad especial, sino que encuentra su solucin terica ms satisfactoria e
incluso un esbozo de solucin prctica.
Un mundo en vas de concentracin consciente debera gozar nicamente, piensan
ustedes. Todo lo contrario, dir. Un Mundo semejante es justamente el que debe sufrir ms
justa y ms necesariamente. Nada ms beatfico que la unin alcanzada, pero nada ms
laborioso que el camino de la unin. Por tres razones, al menos, es laboriosa una evolucin
personalzante: est hecha a base de pluralidad, progresa por diferenciacin y conduce a
metamorfosis.

A) La Pena de Pluralidad

La pluralidad (un resto de pluralidad inseparable a toda unificacin en curso) es la


fuente ms obvia de nuestras penas. Ella es la que, en el exterior, nos expone a los choques
y nos hace ms sensibles a ellos. Es la que, en el interior, nos hace frgiles y sujetos a mil
formas de desrdenes fsicos. Todo lo que no est terminado de organizar debe sufrir
inevitablemente por su inorganizacin residual y por sus posibles desorganizaciones: as es
la condicin humana.
No hay que insistir para recordar qu duramente esta ley del plural hace estragos en el
Mundo de los cuerpos. Pero es til para nuestra tesis hacer rememorar qu claramente se
extiende el dominio fsico-moral del Universo personalizado. Miremos a nuestro alrededor.
Entre la multitud de seres vivos que se cruzan hay, primero, un gran nmero de almas
hechas para unirse 15almas que se aportarian la una a la otra el complemento beneficioso
que les faltay que no se conocern nunca. Qu azares terribles condicionan los
encuentros que hacen la dicha de nuestras vidas! ...En el pequeo nmero de uniones con
xito existe en seguida la dificultad insuperable de mantener el contacto exterior de las
vidas. Muy frecuentemente, los que ms se aman, apenas reunidos, son separados uno del
otro por el mismo azar que les haba acercado. En los casos excepcionales, incluso, en los
que est asegurada, apaciblemente, la presencia, qu de dificultades y qu de riesgos en los
desarrollos del contacto interior: los laberintos en los que uno oye sin poder encontrar, los
atolladeros en los que uno tropieza, los caminos que divergen, las almas que, una en la otra,
pierden su camino!... Y, en fin, si, por el colmo del xito, llega uno al corazn del otro, no
queda esta ltima barrera de dos espritus que, por prximos que estn, no llegan nunca a
ser enteramente transparentes uno al otro, porque no son todava, porque no pueden, antes
de la consumacn final, estar interiorizados uno en otro? Uniones fracasadas, uniones
rotas, uniones inacabadas, qu de desventuras, qu de peripecias y, ponindonos en el
mejor de los casos, qu de oscuridades y de alejamiento aun en las uniones ms perfectas!
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15 Cf. BAUDELAIRE: A una mujer que pasa:

(...) ignoro adnde huyes, no sabes dnde voy,


oh t, a quien hubiese amado, oh t, que lo sabas!.. (N. del E)
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B) La Pena de Diferenciacin

Como si no fuera bastante para nosotros el tener que soportar desrdenes y exterioridad
ligados a la pluralidad del Mundo, nos enfrentamos con una segunda causa de sufrimiento
en el esfuerzo mismo que tenemos que hacer para escapar a este estado mltiple. Aparece
aqu una condicin profunda de la Evolucin, en la que se unen, todavia confusamente para
nuestros espritus, las leyes de la Fsico-Qumica y las de la Fsico-Moral: la unificacin es
un trabajo. En un sentido muy autntico, como decamos ms arriba, la Pluralidad est
equilibrada con la Unidad. Y, sin embargo, esta vuelta al equilibrio es una ascensin
laboriosa que no se opera ms que superando una verdadera inercia ontolgica. De donde,
en la Vida, hasta en sus formas ms sublimadas, hay una inclinacin continua a detenerse o
incluso a ir hacia atrs. La Duracin asciende.
En la excitacin de la persecucin y la alegra de la conquista, no prestamos casi
atencin a este carcter fundamental de la accin. Olvidamos la pena para no pensar ms
que en la alegra de crecer. Y, sin embargo, esta pena no falta jams. Para unificarse en s o
para unirse a los otros, hay que cambiar, renunciarse, darse: y este desprendimiento es la
especie del dolor. No se expresa siempre en el lenguaje vulgar, el resumen ms sincero de
la experiencia humana, en metforas de trabajo y de ascensin? Cada progreso en la
personalizacin debe pagarse: tanto de Unin, tanto de sufrimiento. Esta relacin de
equivalencia rige todas las transformaciones del Espritu-Materia. Y nada puede permitir
escapar a ella.

C) La Pena de Metamorfosis

Si la pena de diferenciacin, inherente a la unin, nos afecta poco generalmente, es que


asociamos a ella, palpablemente, la idea de nuestro progreso. Mucho ms amarga es, en
apariencia, la idea de sentirse amenazado en lo que se tiene de ms ntimo, en el corazn de
uno mismo. Se puede decir con verdad que el verdadero dolor ha entrado en el Mundo con
el Hombre, cuando, por primera vez, una conciencia reflexiva fue capaz de asistir a su
propio empequeecimiento. El nico Mal verdadero es el mal de la Persona. Cmo se
presenta la Muerte en el Universo Personal que hemos esbozado aqu? Yo respondera:
Como una metamorfosis.
Hay que volver siempre a este punto importante que hemos tocado ya, a propsito de la
formacin y de la consumacin de la Persona: ninguna realidad fsica puede crecer
indefinidamente sin llegar a la fase de un cambio de estado. Durante un perodo ms o
menos largo, las cosas varian simplemente, sin dejar de ser parecidas a ellas mismas. Y
despus, en un momento dado, se hace necesaria una transformacin completa de los
elementos para que la magnitud acceda a un nuevo dominio en el que la progresin sea
posible. La energia de Personalizacin, en la que hemos credo discernir el resorte esencial
de la Evolucin, encuentra, aparentemente, este tipo de discontinuidad en el curso de su
desarrollo. Llegados a un cierto lmite de concentracin, los elementos personales se
encuentran frente a un umbral que hay que franquear para entrar en la esfera de accin de
un centro de orden ms elevado. No solamente les hace falta, en este instante, arrancarse a
la inercia que tiende a inmovilizarles, sino que ha llegado, para ellos, el momento de
abandonarse a una transformacin que parece arrebatarles todo lo que haban adquirido ya.
No pueden crecer ms sin cambiar. Y viene entonces la agona de perderse en la masa
monstruosa de la Humanidad que nos espera, o la, mayor todava, de escapar, por la lenta o
rpida disolucin del cuerpo, a la totalidad del cuadro experimental en el que hemos nacido.
Los muertos, la Muerte, son y slo son puntos crticos sembrados en el camino de la
Unin. No medimos en esta solucin tan sencilla todo el valor de la hiptesis en la que nos
hemos situado? En la perspectiva de un Universo Personal, no solamente el Problema del
Mal, bajo su forma ms aguda, encuentra su respuesta natural, ligada a una estructura
optimista del Universo, sino que esta interpretacin terica deja entrever un remedio y una
salida a la pena del Mundo.

D) El decrecimientc del Mal

Lo malo del Mal no es el dolor, sino el sentimiento de disminuir por el dolor. Tomad un
sufrimiento tan grande como queris: desaparecer, o incluso se fundir en una especie de
placer, con tal que sea el precio de un xito proporcionado. El hambre, la sed, las heridas,
son insoportables, en la pasividad y en la inaccin. No cuentan, o incluso no existen, en la
fiebre del ataque o del descubrimiento. Qu hay que imaginar para que, aun en el caso de
nuestro estado de desorganizacin presente, la Humanidad encuentre un remedio a la
angustia de sus males? Sencillamente, que la conciencia despierte, en ella, un Objeto que
nazca de sus sufrimientos. Es esta fe y esta esperanza las que aportan la idea de una
personalizacin del Universo.
Lo s. El Mundo es tan vasto, y su consumacin no se entrev ms que a travs de tantos
cambios, que puede parecer irrisorio un consuelo buscado tan lejos. Pero qu de cosas
preciosas dejamos escapar por timidez o por pereza, sencillamente porque pensamos haber
encontrado una buena razn para no intentar! En lugar de demostrarnos, sin dejar la orilla,
que el ocano no podra sostenernos, aventurmonos en sus aguas para ver. Nos parece
imposible que una vida humana pueda encontrar su gozo en perderse conscientemente en el
Ser universal. Atrevmonos a hacer este gesto. Busquemos nuestra satisfaccin esencial en
el pensamiento de que servimos y de que salvamos, con nuestras luchas, un Universo
personal. Si verdaderamente, como han intentado sugerir estas pginas, existiera un centro
natural de las cosas, este Centro reaccionar. No lo veremos con mayor claridad de la que
permita la edad del Mundo. Pero porque nos hemos vuelto hacia l, su realidad se har
sentir por la luz y el calor que descendern sobre nosotros.
Es de esta iluminacin progresiva, tanto como de una organizacin mejor de la vida
material y de la sociedad, de la que podemos esperar una atenuacin gradual del Mal en la
Tierra. Esperando que se evaporen en una atmsfera ms alta, las sombras nubes que nos
rodean pueden transfigurarse. El dolor es virtualmente vencido por el Sentido Csmico. A
despecho de tantas apariencias contrarias, el Mundo, si comprendiera el mistero de la
Personalidad que se desarrolla en l, podra elevarse en la alegra desde ahora, como
anunciaba la teora de la unin.

VII. CONCLUSIN. LA RELIGIN DE LO PERSONAL

Una solucin aproximada del Problema del Mal era la ltima prueba a la que podamos
someter el valor de la hiptesis expuesta en el curso de este Ensayo. Me parece poder
concluir ahora que la hiptesis es correcta y que satisface a la condicin que ponamos, al
empezar, para que una perspectiva del Mundo fuera verdadera: hacer el Universo
totalmente coherente con relacin a s mismo.
En verdad, no pienso que haya ni mejor, ni siquiera otro centro natural de coherencia
total de las cosas que la persona humana. A partir de esta malla compleja, en la que el alma
se liga a la carne, el Cosmos se devana hacia atrs y se teje hacia adelante siguiendo una ley
simple, satisfactoria, a la vez, para la inteligencia y para la accin. Se desvanecen las falsas
oposiciones entre espritu y materia, universalidad y personalidad, fuerzas morales y
potencias fsicas. Bajo la tensin de personalizacin que les presiona, los elementos van en
una direccin infalible, aunque a travs de los tanteos y azares que nuestra ciencia registra.
Sufren y mueren, pero sin que estas metamorfosis les priven de lo que no tendran ninguna
razn ni ningn placer en adquirir si les fuese arrebatado su yo. En el movimiento de
convergencia que hace solidarias a todas las cosas, lo uno deja de oponerse a lo mltiple, y
se dibuja un Monismo que respeta, a la vez, las miserias y las riquezas experimentales de la
pluralidad.
Y para justificar una perspectiva tan naturalmente armoniosa no hemos recurrido a
ninguna filosofa. Ni explicita ni implcitamente se ha introducido en nuestros desarrollos la
nocin de mejor absoluto, o la de causalidad, o la de finalidad. Una ley de recurrencia
experimental, una regla de sucesin en el tiempo, esto es todo lo que presentamos a la
sabidura positivista de nuestro siglo.
No una Metafsica, repitmoslo, sino una Ultrafsica. Y, sin embargo tambin, esto es lo
que me queda por decir, una Mstica y una Religin.
Hasta aqu no hemos escrito esta palabra. Pero los que me hayan seguido en el curso de
estas pginas no habrn dejado, desde hace mucho tiempo, de pronunciarla. Como cualquier
otra forma de adhesin a una esperanza csmica, la doctrina del Universo Personal tiene,
precisamente; los caracteres de Universalidad y de fe, que son, en el gran sentido de la
palabra, la definicin de la Religin. Pero, adems, la Religin que introduce se presenta
con dos caracteres asociados que parecan tener que oponerse siempre, para su mutuo
detrimento, en las construcciones religiosas: personalismo y pantesmo.
Es prcticamente posible una actitud semejante?
S, dira yo. Y la prueba es que se encuentra ya virtualmente realizada y vivida en el
Cristianismo.
Se me crea o no, las concepciones contenidas en el presente Ensayo, aunque
influenciadas (es evidente) por el Evangelio, no han nacido, en mi espritu, de la parte
especificamente cristiana de m mismo. Han aparecido ms bien en antagonismo con ellas,
y son tan independientes que me encontrara particularmente molesto en mi fe si alguna
oposicin viniera a dibujarse entre ellas y el dogma cristiano. Pero, de hecho (al precio, lo
confieso, de alguna lucha), es lo contrario lo que se ha producido siempre hasta aqu. Lejos
de contrariar mis tendencias pantestas profundas, el Cristianismo, bien comprendido, no ha
dejado nunca, precisamente porque salva lo personal, de guiarlas, de precisarlas y, sobre
todo, de confirmarlas, aportando un objeto preciso y un principio de verificacin
experimental.
Me explico.
El Cristianismo es, por excelencia, la Religin de la persona. Religin de la persona lo
es, incluso hasta un grado tan alto que corre el riesgo, en la hora actual, de perder su
influencia sobre el alma moderna por la especie de incapacidad que muestra para
comprender las uniones orgnicas que forman lo Universal. Para el noventa por ciento de
los que lo ven desde fuera, el Dios cristiano aparece como un gran propietario
administrando sus tierras: el Mundo. Pero esta figura convencional, justificada por las
apariencias, no responde en nada al fondo del dogma ni de la actitud evanglicas. Y he aqu
por qu. La esencia del Cristianismo no es; ni ms ni menos, que la creencia en la
unificacin del Mundo en Dios por la Encarnacin. Todo lo dems no son ms que
explicaciones o representaciones secundarias. Aceptado esto, mientras que la sociedad
humana no hubo franqueado el estado familia, neolitico de su desarrollo (es decir, hasta
la aurora de la fase cientfico-industrial moderna), est claro que la Encarnacin no poda
encontrar, para expresarse, ms que smbolos de naturaleza jurdica. Pero desde el
descubrimiento contemporneo de las grandes unidades y de las vastas energas csmicas,
comienza a dibujarse, para las palabras antiguas, una significacin nueva, ms satisfactoria.
Para ser alfa y omega, Cristo debe, sin perder su precisin humana, hacerse co-extensivo a
las inmensidades fsicas de la Duracin y del Espacio. Para reinar en la Tierra debe
sobreanimar el Mundo. En El, desde siempre, segn toda la lgica del Cristianismo, lo
Personal se expande (o, ms bien, se centra) hasta hacerse Universal. No es ste,
precisamente, el Dios que esperamos?.
No llegara a decir que este renacimiento religioso sea todava consciente de s mismo.
En todos los dominios, es precisamente en el momento de romperse cuando los viejos
marcos resisten ms. Pero la experiencia que tengo del Cristianismo me permite afirmar
esto: cualesquiera que sean las frmulas que se mantienen todava, la transformacin de que
hablo est ya hecha en las partes ms vivas del organismo cristiano. Bajo un pesimismo, un
individualismo o un juridicismo de superficie, el Cristo-Rey de hoy es ya adorado por sus
fieles como el Dios del Progreso y de la Evolucin.
Ms arriba, cuando analizaba las condiciones a las que deba satisfacer un Centro del
Universo, cuando hablaba de un amor ms fuerte que la atraccin sexual, de un amor que
abrazara toda la Tierra, de un amor que encontrara el corazn del Universo, poda parecer
que especulaba sobre una utopa. No haca otra cosa, en realidad, que desarrollar las
potencialidades contenidas en la realidad del acto cristiano. En la simplicidad concreta de su
adoracin, el fiel, percibe y ejecuta todo lo que yo daba la impresin de soar.
Es por el signo de esta coincidencia por el que, con la porcin ms crtica y ms
positivista de mi ser, comienzo a pensar que el Fenmeno cristiano podra ser lo que
pretende representary lo que requiere, por lo dems, como prueba final de su verdad, toda
teora de un Universo Personal: la reflexin de la Conciencia Suprema sobre las conciencias
elementales que rene, una Revelacin *.
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* Indito. Pekin, 4 de mayo de 1936.
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EL FENIOMENO ESPIRITUAL

INTRODUCCIN

Los cuerpos presentan, a nuestro alrededor, propiedades diversas: son calientes,


coloreados, electrizados, pensantes... Pero tambin son, en algunos casos vivos, conscientes.
Al lado de los fenmenos trmicos, luminosos y otros, estudiados por la Fsica, existe, tan
real y natural como ellos, el Fenmeno espiritual.
El Fenmeno-Espritu ha llamado, justamente, la atencin humana ms que ningn otro.
Coincidimos con l. Lo experimentamos por dentro. Es el hilo mismo con el que estn
tejidos, para nosotros, los dems fenmenos. Y, sin embargo, no llegamos a un acuerdo
sobre la naturaleza de este elemento fundamental (que es el que conocemos mejor en el
mundo, porque nosotros mismos lo somos, y l lo es todo para nosotros).
Para algunos, herederos de la casi unanimidad de los espiritualismos antiguos, el
Espritu es algo tan especial y tan elevado que no podria ser confundido con las energas
terrestres y materiales que l anima. Incomprensiblemente asociado a estas ltimas, las
impregna, sin mezclarse con ellas. Hay un mundo de las almas y un mundo de los cuerpos.
El Espritu es un metafenmeno.
Para otros, por el contrario, representantes ms o menos tardos del pensamiento del
siglo ltimo, el Espritu parece algo tan pequeo y tan plido que se convierte en accidental
y secundario. Frente a las inmensas energas materiales, a las que no aade nada de
ponderable ni de mensurable el hecho conciencia puede ser considerado como
despreciable: es un epifenmeno.
Me propongo en estas pginas desarrollar una tercera perspectiva, hacia la que parecen
converger, en nuestros das, una Fsica y una Filosofa nuevas, a saber, que el Espritu no es
un sobrepuesto ni un accesorio en el Cosmos, sino que representa, sencillamente, el estado
superior que toma en nosotros, y a nuestro alrededor, la cosa primera, indefinible, a la que
podriamos llamar, a falta de algo mejor, la materia del Universo. Nada ms, pero tambin
nada menos. El Espritu no es una meta ni un epifenmeno: es el Fenmeno.
Para establecer el valor de esta perspectiva nueva y cargada de consecuencias morales,
mi nica dialctica ser aquella y slo aquella empleada universalmente por la Ciencia
moderna. Quiero decir la de la coherencia. En un Mundo cuya nica preocupacin parece
ser la de organizarse con respecto a s mismo, lo ms verdadero, por definicin, es lo que
armoniza mejor, con relacin a nosotros mismos, un conjunto ms amplio. Si llego, pues,
a mostrar que, desde el punto de vista aqu elegido, el Universo se armoniza mejor para
nuestra experiencia, nuestro pensamiento y nuestra accin que desde los otros dos puntos de
vista contrarios, habr establecido, tanto como pueda serlo, la verdad de mi tesis.
Intentmoslo.

I. ESPIRITUALIZACIN

Si queremos apreciar en su justo valor el fenmeno espiritual, es preciso que nos


familiaricemos, primero, con 1a perspectiva de su amplitud real. En un principio, la porcin
consciente del Mundo se presenta a nosotros bajo forma de parcelas discontinuas, mnimas,
efmeras: un polvo brillante de individualidades; un vuelo de estrellas fugaces. Volveremos,
en el segundo captulo de este Ensayo, con una mirada ms avisada, sobre el sentido y el
valor propios de cada una de estas chispas. Conviene, por el momento, que nos alejemos lo
ms posible de su singularidad, que distrae y minimiza. Cules son tomada en su conjunto
las dimensiones de la magnitud que llamamos espritu? Voy a demostrar que son las
mismas que las del Universo, con que sepamos mirarlas.

A) El Presente del Espritu

Una primera educacin para nuestra vida, si queremos discernir el fenmeno-espritu en


su totalidad, consiste en hacerla sensible a la percepcin de las realidades colectivas. Porque
nosotros mismos somos individuos, la Vida a nuestro alrededor nos afecta principalmente a
escala individual. Atomos nosotros mismos, no vemos, al principio, ms que otros tomos.
Pero no hace falta reflexionar mucho para descubrir que los cuerpos animados no estn tan
separados entre ellos como parece. Estn todos emparentados por nacimiento, no slo en
virtud del mecanismo de la generacin, sino que, a consecuencia mismo de su desarrollo,
una red de conexiones vivas (psicolgicas, econmicas, sociales, etc.) no deja en ningn
momento de religarlos en una misma membrana, tanto ms complicada y tenaz cuanto ms
evolucionados son. Como gotas de agua diseminadas en la arena, pero que, sin embargo,
estn sometidas a una misma presin, la de la capa a la que pertenecen; como cargas
elctricas distribuidas en un mismo conductor y a las que presiona un mismo potencial, as
los seres conscientes no son, en verdad, ms que las diversas manifestaciones puntuales de
una magnitud que los engloba a todos. En la medida en que es experimental, el fenmeno
espiritual no es una magnitud dividida; traduce una manera de ser general, un estado de
conjunto particular a nuestro Mundo. Dicho de otra manera, no hay, cientficamente
hablando, espritus en la Naturaleza; hay un espritu, definido fsicamente por una cierta
tensin de conciencia, en la superficie de la Tierra. A esta envoltura animada de nuestro
planeta se le puede dar el nombre de Biosfera, o con una mayor precisin (si no se
considera ms que la franja pensante de esta ltima), el de Noosfera.

B) El Pasado del Espritu


Hagamos ahora un esfuerzo ms para superar lo individual y, despus de haber medido
la extensin espacial del Fenmeno espiritual en el Presente, intentemos apreciar su
profundidad en el Pasado. Aqu, gracias a los esfuerzos modernos de la Historia, el
restablecimiento de las perspectivas es particularmente fcil. Algunos espritus pueden
dudar todava ante la nocin de Biosfera. Nadie puede dudar ya de que, en la medida en que
sta existe, su superficie entera no se sumerja en el abismo de los siglos pasados. Lo
Espiritual no es un accidente reciente, sobreimpuesto brutal o fortuitamente en el edificio
del Mundo, a nuestro alrededor; es un fenmeno profundo y enraizado, cuyas huellas
podemos seguir, con certeza, hasta perderse de vista en la lejana, en el surco del
movimiento que nos transporta. Por mucho que retrocedamos en el tiempo desde que
reconocemos una superficie en la Tierra, esta superficie est habitada, como si ningn astro
pudiera llegar a un cierto grado de evolucin sideral sin abrirse a la Vida. Pero esto no es
todo. Esta Conciencia que llena, a nuestros ojos, las avenidas del Pasado, no corre,
sencillamente, como un ro que transporta, entre orillas diversas, un agua siempre parecida.
Se transforma en el camino, evoluciona: hay un movimiento propio de la Vida. Si seguimos
sta a contrapelo del Tiempo, la vemos atenuar la complicacin orgnica de sus formas y el
campo de su espontaneidad. Los sistemas nerviosos se hacen cada vez ms rudimentarios.
Y, a juzgar por los supervivientes actuales de estos estadios antiguos, el mundo animado se
pierde en lo ms bajo, en un hormiguero de partculas vivas, apenas emergidas de las
fuerzas moleculares. Inversamente, los edificios celulares se construyen en el sentido de la
flecha del tiempo; y paralelamente a una creciente complejidad, la conciencia aumenta sus
poderes de clarividencia interna y de interligazones, hasta que, al nivel del Hombre, aparece
la conciencia refleja.
C) El Nacimiento del Espritu

De ah la evidencia de que, desde un punto de vista puramente cientfico y experimental,


el verdadero nombre de espritu es espiritualizacin. Tomada ntegramente, en su
totalidad temporal y espacial, la Vida representa el trmino de una transformacin de gran
amplitud, en el curso de la cual lo que llamamos Materia (en el sentido ms comprensivo
de la palabra) se invierte, se repliega sobre s mismo, se interioriza, abarcando la operacin,
en lo que nos concierne, la historia entera de la Tierra. El fenmeno espiritual no es, pues,
una especie de breve relmpago en la noche: revela un paso gradual y sistemtico de lo
inconsciente a lo consciente, y de lo consciente a lo autoconsciente. Es un cambio de estado
csmico.
As se explican, sin contradiccin, las ligazones, al mismo tiempo que las oposiciones,
entre Espritu y Materia. En un sentido, uno y otra son, fundamentalmente, una misma cosa
1
, como pretenden los neomaterialistas; pero entre los dos se produce un giro que los hace,
de alguna manera, opuestos, segn queran los antiguos espiritualistas. Toda antinomia
entre almas y cuerpos desaparece, en la hiptesis de un movimiento llegado a su punto
crtico. Y el horizonte de las nuevas perspectivas se encuentra libre de dficultades.
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1 Desde un punto de vista puramente cientfico y experimental, como se ha dicho en
el prrafo precedente. (N. del E)
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D) El Porvenir del Espritu

Haber reconocido que el fenmeno espiritual es un cambio de estado simplifica mucho


nuestra visin sobre el Universo. Pero este descubrimiento tiene otra ventaja: ilumina hacia
adelante la marcha del Mundo a nuestro alrededor. La mayor parte de cambios de estado
que estudia la Fsica afectan a proporciones limitadas y particulares de la Materia,
sometidas a energas localizadas: el hielo que se funde, un cuerpo que se volatiliza. En el
caso del repliegue siu genesis del que nace la conciencia, el fenmeno se produce en
condiciones muy diferentes. Por una parte, el elemento primordial que hemos llamado la
Trama del Universo se encuentra modificado por la vitalizacin, en lo que tiene,
precisamente, de ms universal: no solamente en una de sus propiedades secundarias
(ligadas a un grado particular de complicacin molecular o atmica), sino en su disposicin
ms fundamental, que es ser o no ser interiorizada. Dicho de otra manera, la Materia sufre
la animacin, no en tanto que representando tal forma o tal otra especializada de la Materia,
sino, simplemente, en tanto que Materia: se encuentra, pues, en virtud de su unidad,
profunda, afectada completamente por la metamorfosis. Por otra parte, justamente porque
esta metamorfosis se extiende, de derecho, a toda la extensin imaginable de lo Real,
ninguna causa exterior parece asignable experimentalmente a la transformacin en curso...
Nos encontramos en presencia de una especie de proceso autnomo:, interno, espontneo,
comparable, nicamente, por la universalidad, a la misteriosa disipacin de energa
reconocida en el Cosmos por la Fsica moderna. En una primera aproximacin, por
observacin directa, podemos anotar ya que el fenmeno espiritual es coextensivo a la
evolucin misma de la Tierra. Nos falta ahora ampliar sin lmites estas fronteras, que
parecen ya tan grandes. Ante nuestros ojos, en nosotros, no es solamente la Tierra, es el
Universo el que se concentra en Pensamiento, exactamente como en el otro extremo,
simtricamente, se disgrega en energa amorfa. El fenmeno espiritual es, pues, uno de los
dos movimientos csmicos ms fundamentales que podemos alcanzar experimentalmente.
Y puesto que, probablemente, estos dos movimientos contrarios (a saber, la vitalizacin y la
disipacin de la energa) no son ms que los polos opuestos de un mismo acontecimiento
csmico en el cual el trmino positivo o sinttico es el ms significativo, finalmente, el
movimiento csmico por excelencia aquel del cual todo est suspendido y que nada explica;
es, como seala nuestra tesis el Fenmeno.
Pero esta cualidad le asegura inmediatamente tres propiedades, que son las que darn
validez a este ensayo: es irresistible (es decir, infalible), es irreversible, es totalizador.
Irresistible, primero. Ninguna fuerza humana puede impedir a una barra de hierro
calentada que se dilate. Ninguna accin conocida parece capaz de detener a una sustancia
radiactiva en trance de descomposicin. Qu poder impedir la marcha de la misma
actividad del Mundo? Si verdaderamente el Mundo, en su conjunto, est en tensin hacia la
Conciencia, nada podra oponerse al crecimiento del Espritu. Ni choques ni violencia. Sino
la tranquila e ineludible ascensin de un fluido a alta presin, que, superando todos los
obstculos y aprovechando todos los puntos dbiles, se filtra por todos los poros de la
materia, indefectiblemente.
Irreversible, despus. y como resultado de lo anterior. Si, en efecto, por una parte, el
empuje espiritual es irresistible, es signo de que debe alcanzar victoriosamente su trmino
natural. Pero si, por otra parte, este trmino se descubre hacia adelante, como en el Infinito,
es prueba de que puede llegar a propagarse interminablemente. Esta parece ser la situacin.
En todas las magnitudes catalogadas de la Fsica conocemos o suponemos un mximo que
no pueden alcanzar sin desarrollar ciertos antagonismos en los que se anulan a s mismas:
una inercia creciente de los cuerpos, engendrada por su mismo desplazamiento, puede
pararles, en un momento dado, en el incremento de su velocidad... Nada semejante parece
existir en el caso de la conciencia, salvo, quiz, la imperfeccin de organismos transitorios,
abandonados rpidamente, como aquellos cuyos restos siembran los caminos de la Historia.
Tericamente, el fenmeno espiritual desarrolla una magnitud que concebimos como
indefinidamente perfectible y, en consecuencia, jams saturada por s misma.
Funcionalmente se mantiene por su mismo crecimiento, no existiendo, en un momento
dado, cada grado de conciencia ms que como una introduccin a una conciencia ms alta;
de tal suerte que no vemos cmo podra pararse su marcha de una manera mecnica.
Psicolgicamente, en fin, se nutre del sentimiento mismo de su porvenir sin lmites, pues el
ser reflejo dejara automticamente de actuar si entreviera la smple posbildad de un lmite
infranqueable en su ascensin. Todo esto junto quiere decir que el fenmeno espiritual se
presenta y se considera, de derecho, como irreversible. Es irreversible de hecho, puesto que
su marcha, ya lo hemos dcho, es irresistble. Y de hecho, histricamente, la conciencia no
ha dejado nunca de extenderse sobre la Terra. Esta simple constatacin bastara para
ndicarnos que el Universo es completamente libre hacia delante para los crecimentos del
Esprtu.
Totalizador, en fin. Y esto en virtud, ncluso, de la nocin de cambo de estado. El agua
se transforma en el vapor que exhala. As, toda evolucin fsca que concibamos, por alta
que sea, debe preservar, sublimndolo, algo dado que ha recibido de abajo. Caldad y
cantidad estn ligadas, estructuralmente, en la Naturaleza. Si el fenmeno espritual
expresa, verdaderamente, como hemos admtdo, una transformacin csmica, para ser
homogneo con el resto de nuestra experiencia debe obedecer a una ley definida de
conservacin y de transmisin. En el curso de la espiritualizacn del Universo ha sido
comprometida una cierta masa de ser bruto (o exteriorizado), que debe encontrarse
interiorizada en el lmite de la operacin a fin de que sta sea un xito (como debe serlo
indefectiblemente). Tanto de Materia, tanto de Espritu.
Considerado en sus dimensiones ms generales y en su porvenir ms lejano, el
fenmeno espiritual representa, pues, finalmente, la aparicin segura y definitiva de un
quantum csmico de conciencia; es decir, en suma (puesto que los dos trminos son
idnticos), de un quantum de personalidad.
Y henos aqu conducidos, por esta ltima palabra, a la consideracin de los centros
individuales, de los que nos habamos separado momentneamente para alcanzar ms
amplias perspectivas.

II. PERSONALIZACIN

Para definir la naturaleza del cambio de estado csmico en que consiste el fenmeno
espiritual, nos hemos servido del trmino interiorizacin. Pero habramos podido decir
tambin concentracin, puesto que el replegamiento del que nace la conciencia no podra
establecerse ms que alrededor de un foco de perspectiva y de accin.
Si intentamos, pues, imaginar la condicn final hacia la que la transformacin espiritual
en curso dirige, aparentemente, el Mundo, nos vemos conducidos a explicarla bajo forma de
un monocentrismo: el Todo que llega a reflejarse sobre s mismo en una conciencia nica.
Cmo es, entonces, que, inversamente a estas previsiones, el Universo se presenta
actualmente a nosotros como tpicamente particular; es decir, policentrado? De dnde
viene la particin en conciencias fragmentarias de una realidad que, observada desde lo
alto, nos haba parecido tan poderosamente homognea en su totalidad? Por qu la
mirada, en lugar de la mnada que esperbamos? Qu significan, en la Naturaleza, el
tomo, la molcula, el individuo, el elemento personal? Explicar en Ciencia, decamos ms
arriba, es hacer entrar los hechos en una interpretacin general coherente. Se ha recurrido,
para interpretar el pluralismo del Mundo de nuestro alrededor, a la idea de accidentes
iniciales que habran roto la unidad primitiva de las cosas. Desde el punto de vista
estrictamente fenomnico, en el que nos situamos en este ensayo, hay otra hiptesis que
nos parece ms sencilla, ms verosmil, ms fecunda, que esta pulverizacin de origen
secundario. Todo sucede en el Mundodiremoscomo si el Centro nico de conciencia
alrededor del cual se repliega el Universo no pudiera constituirse ms que gradualmente,
por aproximaciones sucesivas, siguiendo una serie de esferas concntricas decrecientes,
engendrndose progresivamente una en la otra: estando cada esfera formada por centros
elementales, tanto ms cargados de concienca cuanto ms pequeo es su radio. En virtud
de este mecanismo, cada esfera nuevamente aparecida se carga, progresivamente, con la
conciencia elaborada en las esferas precedentes, la lleva a un grado ms en cada uno de los
centros elementales que la componen y la transmite un poco ms lejos, en la direccin del
foco de convergencia total. Cada elemento de conciencia en el Mundo se encuentra
definido, por tanto, a la vez, por la esfera a la que pertenece, por su posicin en esta esfera y
por el movimiento que la arrastra hacia la esfera siguiente. Y el centro final de todo el
sistema se presenta, en el lmite, al mismo tiempo como la ltima de las esferas y como el
centro de todos los centros repartdos en esta ltima esfera. En esta perspectiva, la
estructura atmica del Mundo no expresa otra cosa que una ley de construccin inherente al
fenmeno espiritual: es esencial y original. Aceptemos la hiptesis y, despus de haber
visto de qu da cuenta en el presente, preguntmonos lo que deja prever para el porvenir.
1.0 Lo que la hiptesis explica es, primero, la distribucin y la posicin relativa de las
diversas formas de conciencia (o de inconsciencia) alrededor nuestro, en el Mundo.
Abajo, formando un grupo aparte, he aqu; en primer lugar, las esferas mltiples
llamadas de la Materia. La Materia es, habitualmente, considerada como inanimada. Este
es el origen de todas nuestras dificultades para comprenderla. Descubrimos ahora que puede
corresponder, simplemente (en la medida en que existe), a un estado tan distendido y tan
pulverizado de conciencia, que sus elementos no nos son alcanzados ms que por sus
propiedades estadsticas; es decir, bajo forma de leyes rgidas, completamente
desanimadas. Los determinismos materiales cesan, en esta perspectiva, de formar la
osamenta del Mundo: no son ms, en el Cosmos, que un efecto secundario emanando de la
muchedumbre de las esferas elementales. Son ellas el verdadero epi-fenmeno.
En un grupo superior de esferas, las partculas se separan, ms o menos claramente, de
la masa. El individuo emerge de los grandes nmeros y aparece la conciencia. Pero durante
mucho tiempo no son ms que unidades laxas todava, en las que el alma no parece fijarse y
reconocerse ella misma ms que de una manera confusa sobre la increble complejidad de
los mecanismos que son la condicin evolutiva de la Vida. As se presentan a nuestra
experiencia las Plantas y los Animales.
Por fin, en una ltima fase nace el Pensamiento: tan sinuoso y tan largamente preparado
que nada tiembla a su aparicin en la Naturaleza, pero tan denso que todo se pliega y se
ilumina bajo su influencia. Porque en la cadena de las formas zoolgicas, ninguna rotura
aparente nos separa de los dems animales; los naturalistas han subestimado mucho tiempo
la importancia biolgica del Hombre. Han creado para l... un gnero. En realidad, el
Hombre marca, nada menos, el origen de una nueva era en la historia de la Tierra. En l, por
primera vez en el dominio accesible a nuestra experiencia, el Universo se ha hecho, por
reflexin, consciente de s mismo, personalizado, Hay ms distancia, de hecho, entre el
Pensamiento y la Vida simplemente orgnica que entre sta y la Materia llamada
inanimada. El Fenmeno espiritual ha entrado en una fase suprema y decisiva al hacerse
fenmeno humano.
2.0 Y ahora se plantea el problema anterior: situados en lo que nuestra hiptesis define
como la ltima formada de las esferas conscientes, qu podemos esperar nosotros, seres
humanos, de los desarrollos ulteriores del fenmeno espiritual? Adnde somos
conducidos, individualmente, por el cambio de estado que transforma al Mundo en
Espritu? Qu hay hacia adelante y qu va a suceder con nosotros? Lgicamente, la
respuesta a esta pregunta es sencilla. Si la concentracin del Universo en una conciencia
nica obedece, verdaderamente, a la ley de recurrencia que hemos imaginado, existen, en el
Porvenir, otras esferas, y en todo caso, un Centro supremo en el que toda la energa
personal, representada por la Conciencia Humana, debe ser recogida y supra-personalizada.
Vamos hacia un estado superior de conciencia general, ligada a una sntesis ulterior de
nuestras conciencias particulares. Pero se presenta aqu una dificultad que parece
insuperable. En el Hombre, en virtud de la reflexin, se ha individualizado definitivamente
una parcela de la conciencia csmica. Pero cmo concebir que esta parcela, una vez
formada, pueda unirse ulteriormente a otras parecidas en la edificacin de una super-
conciencia? Para llegar a ser super-conciencia debe unirse a otras, decamos. Pero
justamente, para darse, no debe descentrarse; es decir, hacerse menos consciente de ella
misma? Parece que haya ah una contradiccin. Para ir ms lejos, el Espritu del Mundo,
convertido en materia personal, debera fusionarse ms all. Pero, precisamente por estar
compuesto de personas, parece haber perdido la facultad de totalizarse. Ser que al llegar
al estadio personal, bajo una forma plural todava, la conciencia se ha cerrado,
automticamente, el camino hacia una sntesis superior y se encuentra condenada a quedar,
indefinidamente, fragmentada? El Fenmeno espiritual, por su mismo progreso, se
encontrara, por casualidad, inmovilizado antes de haber podido alcanzar el trmino natural
de su desarrollo?..
La solucin de la paradoja est en buscar una distincin entre dos clases de Uniones,
directamente opuestas la una a la otra: la unin de disolucin y la unin de diferenciacin.
Cuando creemos ver que las personas no pueden totalizarse (porque su totalizacin
desvanecera, justamente, las personalidades que se tratara de sumar), pensamos,
instintivamente, en los ros precipitndose en el mar; en la sal que se disuelve en el Ocano;
en la Materia que se degrada en energa csmica. Pero estos ejemplos no son ms que
analogas engaosas, sacadas de casos en los que el medio unitivo est extendido
indefinidamente: unin centrfuga por distensin o disolucin comn en una homognea
imagen de lo inconsciente. De hecho, en el caso del Espritu, en virtud del desplazamiento
centrpeto de las esferas de conciencia (tal como lo hemos admitido), el fenmeno tiende
hacia un resultado completamente inverso. En este Universo convergente se unen todos los
centros inferiores, pero por comprensin en un centro ms fuerte. Todos, pues, se conservan
y se perfeccionan juntndose. La unin de concentracin (la nica unin verdadera) no
destruye, sino que acenta los elementos que engloba. Las unidades reflejas humanas
pueden, pues, encontrarse sometidas a su operacin, sin ser destruidas ni falseadas.
Contrariamente a las apariencias, las personas pueden todava servir de elementos para una
sntesis ulterior, porque su unin acaba, precisamente, por diferenciarlas.
La unin en lo Personal diferencia. Se derivan de esta proposicin tres series de
corolarios importantes, que van a terminar de fijar, para nosotros, el aspecto del Fenmeno
espiritual.
a) Primeramente, en lo que concierne a nuestros destinos individuales, vemos
justificarse ante nosotros la esperanza de inmortalidad personal que parece ser el correctivo
natural necesario para los seres pensantes, de una muerte que han llegado a ser capaces de
prever. Por una parte, la espiritualizacin irresistible e infalible del Mundo no llegara a ser
posible si la partcula consciente que representa cada uno de nosotros no pasara en el
trmino irreversible, totalizador, de la transformacin; y, por otra parte, ese paso de lo que
es nosotros a lo que es el otro, lejos de amenazar nuestro yo, tiene, precisamente, por
objeto consolidarle. La muerte, en la que parece que desaparecemos, se descubre as como
representante de una simple fase de crecimiento: marca nuestro acceso a una esfera supra-
humana de auto-conciencia, de personalidad.
b) En segundo lugar, en lo que concierne a la naturaleza final del Espritu, en la que
converge toda la espiritualidad, es decir, toda la personalidad del Mundo, percibimos que su
sencillez suprema est hecha de una prodigiosa complejidad. En este Espritu, por una parte,
llevados a su mximo de diferenciacin individual por su mximo de unin al Todo, todos
los elementos en los que la conciencia personal ha aparecido dividida en el origen (es decir,
en el momento de la hominizacin) se prolongan sin confundirse. Y, por otra parte, en l,
esencialmente requerido para unificar, sin confundirles, estos centros inmiscibles, un Centro
distinto y autnomo se descubre como necesario, que irradia, siendo l mismo personal,
sobre la mirada de las personalidades inferiores: Suma de todo el Pasado y Foco ltimo del
Porvenir.
c) En tercer lugar, en lo que concierne a la direccin de nuestra actividad presente,
observamos que, para perfeccionamos nosotros mismos, debemos pasar a algo mayor que
nosotros. La supervivencia, tanto como la super-vida, nos espera en la direccin de una
conciencia y de un amor crecientes del Universo. Con relacin a este polo que hay que
alcanzar (al mismo tiempo que hay que realizar), debe organizarse toda nuestra accin; es
decir, definirse nuestra moralidad.

III. MORALIZACIN

Para el espiritualista antiguo modelo, que mira el Espritu como un meta-fenmeno,


tanto como para el materialista moderno, que no quiere reconocer en l ms que un epi-
fenmeno, el mundo de las relaciones morales forma un compartimento aparte en la
Naturaleza. A ttulos diferentes, tanto para unos como para otros, las potencias y las
ligazones de orden moral son menos fsicamente reales que las energas de la Materia. Para
nosotros, que vemos en el desarrollo de la conciencia el fenmeno esencial de la
Naturaleza, las cosas se presentan bajo una luz completamente diferente. Si,
verdaderamente, como hemos admitido, el Mundo culmina en una realidad pensante, la
organizacin de las energas personales humanas representa, sobre la Tierra, el estadio
supremo de la evolucin csmica. Y, en consecuencia, la Moral es, nada menos, que el
trmino superior de la Mecnica y de la Biologa. El Mundo se construye, finalmente, por
potencias morales; y la Moral, recprocamente, tiene por funcin construir el Mundo: una
apreciacin nueva que conduce a un programa renovado de la Moralidad.

A) Moral de equilibrio y Moral de movimiento

La moral ha nacido ampliamente como una defensa emprica del individuo y de la


sociedad. Desde que los seres inteligentes han empezado a encontrarse en contacto y, en
consecuencia, en friccin, han sentido la necesidad de guardarse contra sus mutuas
usurpaciones. Y desde que se ha encontrado, con el uso, una organizacin que garantizase
casi a cada uno lo que le era debido, este mismo sistema ha experimentado la necesidad de
garantizarse contra cambios que vendran a remover de nuevo las soluciones admitidas y a
quebrantar el orden social establecido. La Moral ha sido comprendida principalmente hasta
aqu como un sistema fijo de derechos y de deberes, intentando establecer entre individuos
un equilibrio esttico y preocupado por mantener ste por una limitacin de las energas; es
decir, de la Fuerza.
Esta concepcin reposaba, en ltimo anlisis, en la idea de que cada ser humano
representaba en el Mundo una especie de trmino absoluto, cuya existencia se trataba de
proteger contra toda invasin exterior. Esta concepcin se transforma de arriba abajo si se
reconoce, como acabamos d hacerlo, que el Hombre sobre la Tierra no es ms que un
elemento destinado a perfeccionarse csmicamente en una conciencia superior en
formacin. Entonces, el problema planteado a la Moral no es el de conservar y proteger al
individuo, sino guiarlo de tal manera en la direccin de sus perfeccionamientos esperados,
que la cantidad de Personal, todava difusa en la Humanidad, se desprenda con plenitud y
seguridad. El moralista era, hasta aqu, un jurista o un equilibrista. Se convierte en el
tcnico y el ingeniero de las energas espirituales del Mundo. La Moral ms elevada ser, en
adelante, la que sepa desarrollar mejor, hasta sus limites superiores, el Fenmeno natural
No proteger, sino desarrollar las riquezas individuales de la Tierra, despertndolas y
hacindolas converger.
Esbocemos, en algunos rasgos, la fisonoma de esta moral de movimiento. Tres
principios, por construccin, definen en ella el valor de los actos humanos:
a) No es, finalmente, bueno ms que lo que contribuye al crecimiento del Espritu en la
Tierra.
b) Es bueno (al menos, fundamental y parcialmente) todo lo que procure un
crecimiento espiritual de la Tierra.
c) Es, finalmente, lo mejor aquello que asegure su ms alto desarrollo a las potencias
espirituales de la Tierra.
Est claro que estas tres reglas modifican o completan de una manera importante la idea
que nos hacemos del bien y de la perfeccin.
En virtud de la primera regla, parecan permitidas muchas casas en la moral de
equilibrio que estn prohibidas por la Moral de movimiento. Con tal que no quitara a otro ni
su mujer ni sus bienes, el Hombre poda creerse autorizado a utilizar como buenamente le
pareca, o a dejar dormir la parte de Vida que le perteneca. Ahora vemos que ninguna
promesa ni ningn uso son legtimos si no tienden a hacer servir la potencia que detentan.
La moral del dinero estaba dominada por la idea de cambio y justicia: a tanto, tanto. El
nivel de un lquido en vasos comunicantes. En adelante, debe obedecer a la idea de energa
en el movimiento: la riqueza no es buena ms que en la medida en que trabaja en la
direccin del Espritu. La moral del amor estaba satisfecha por la fundacin material de una
familia, mientras que el amor, en s mismo, era considerado como una atraccin secundaria,
subordinada a la procreacin. Esta moral debe considerar ahora como su objetivo
fundamental devolver a este amor la incalculable potencia espiritual que es capaz de
desarrollar entre los esposos. La moral del individuoen finestaba ordenada,
principalmente, a impedirle que causara dao. En adelante, le prohibir toda existencia
neutra e inofensiva y le obligar al esfuerzo de liberar hasta el fin su autonoma y su
personalidad.
En virtud de la segunda regla, correlativamente, muchas cosas que parecan prohibidas
por la moral de equilibrio son ahora permitidas, o incluso obligatorias, por la moral de
movimiento. Precisamente porque se encontraba satisfecha con su orden, desde el momento
en que este orden impeda que los engranajes humanos se calentaran y chirriaran, la moral
de equilibrio no se inquietaba por saber si se haban dejado algunas posibilidades
espirituales fuera de los cuadros que haba construido. A falta de encontrarles un lugar y
una justificacin fciles, dejaba perder por timidez o por busca de una mayor seguridad en
todos los dominios, un mundo de energa. En una moral de movimiento, todo lo que oculta
una fuerza ascensional de conciencia es reconocido, por lo mismo y dentro de estos lmites,
como fundamentalmente bueno: se trata solamente de aislar esta bondad por anlisis y de
separarla por sublimacin.
Y as, en virtud de la tercera regla, se nos descubre la nueva nocin de una
moralizacin entendida como el descubrimiento y la conquista, indefinidamente
continuados, de las potencias animadas de la Tierra. A la moral de equilibrio (moral
cerrada), el Mundo moral poda parecerle un dominio definitivamente cercado. A la moral
de movimiento (moral abierta), este mismo Mundo se presenta como una esfera superior
del Universo, mucho ms rica que las esferas inferiores de la Materia en poderes
desconocidos y en combinaciones insospechadas. Es en el Ocano misterioso de las
energas morales por explorar y por humanizar, en el que se embarcarn los ms atrevidos
navegantes de maana. Intentarlo todo y empujar todo hasta el final de la direccin de la
mayor conciencia 2, sta es, en un Universo reconocido en estado de transformacin
espiritual, la ley general y suprema de la moralidad: limitar la fuerza 3 (a menos que no sea
para obtener ms fuerza todava), se es el pecado.
Estas perspectivas parecern locas a los que no ven que la Vida es, desde sus orgenes,
tanteo, aventura y peligro. Creen sin embargo, como una idea irresistible, en el horizonte de
las nuevas generaciones. El porvenir les pertenece, pero con una condicin: que, a la misma
velocidad que ellas, suba en el cielo del porvenir, para alumbrarlas, un centro explcito de
atraccin y de iluminacin.
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2 Conciencia-Amor. Cf. despus en la Energa Humana. (N. del E.)

3 Fuerza significa aqu Energa y Amor. Cf. despus El Amor, forma superior de la
Energa Humana, pg. (...); no la fuerza por encima de nosotros, sino el amor,
pg. 87. (N. del E.)
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B) La funcin espiritual de Dios


Una moral de equilibrio puede construirse y subsistir cerrada sobre ella misma. Puesto
que se propone, nicamente, ajustar unos a otros elementos asociados, se encuentra
suficientemente determinada y sostenida por un mutuo acuerdo de las partes que aproxima.
Un mnimo de frotes internos, en un rgimen regular, son, a la vez, el ideal al que tiende y
el indicio de que lo ha alcanzado.
En la moral de movimiento, por el contrario, que slo se define por relacin a un estado
u objeto a alcanzar, es indispensable que este trmino aparezca con una claridad suficiente
para ser deseado y enfocado. Analizado en su desarrollo externo, el Fenmeno espiritual se
nos apareci como suspendido de un centro comn de organizacin total. Observado ahora
en su funcionamiento interno, nos pone (como era inevitable) frente a frente con este papel
de atraccin y de determinacin total. Una moral de equilibrio puede ser, lgicamente,
agnstica y estar absorbida por la posesin del instante presente. Una moral de movimiento
est, necesariamente, inclinada sobre el futuro, en la persecucin de un Dios.
Me abstendr deliberadamente, en estas pginas, de volver a hacer, una vez ms, una
crtica de las Religiones. Pero me parece necesario fijar, en coherencia con los puntos de
vista desarrollados en el curso de este Ensayo dos condiciones que, por estructura, debe
satisfacer el Dios que esperamos para ser capaz de sostener y dirigir el Fenmeno espiritual.
Una primera condicin es que este Dios rena en su sencillez el prolongamiento
evolutivo de todas las fibras del Mundo en movimiento: Dios de sntesis csmicas en el que
pudiramos tener coincidencia de progresar y de reunirse por transformacin espiritual de
todas las potencias de la Materia.
Y una segunda condicin es que este mismo Dios reaccione, en el curso de la sntesis,
como un ncleo primero de conciencia independiente: Dios supremamente personal, del que
nos distinguimos tanto ms cuanto an nos perdemos en l.
Estas dos condiciones, de ninguna manera contradictorias, resultan inmediatamente de
los caracteres reconocidos ms arriba a la gnesis csmica del Espritu: un Dios universal
a realizar en el esfuerzo, y, sin embargo, un Dios personal a sufrir en el amor, ste es (si
el Mundo se desplaza verdaderamente, en lo Consciente) el Motor indispensable a todo
progreso ulterior de la Vida.
En suma, la Humanidad ha llegado al punto biolgico en el que es necesario o bien
perder toda confianza en el Universo, o bien adorarlo resueltamente 4. Ah hay que buscar el
origen de la crisis permanente de la moralidad. Pero es necesario, entonces, que las
religiones se transformen a medida de esta nueva necesidad. Ha pasado el tiempo en que
Dios poda imponerse a nosotros desde fuera, simplemente, como un Maestro o un
propietario. El Mundo no se arrodillar en adelante ms que ante el centro orgnico de su
evolucin.
Lo que nos falta a todos, ms o menos, en este momento, es una formulacin nueva de la
Santidad...
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4 El autor explicar ms tarde, en las pginas autobiogrficas tituladas El Corazn de
la Materia, cmo el Universo se ha descubierto adorable a sus ojos en la persona del
Hijo de Dios, que, por efecto de la Encarnacin, se lo ha asimilado totalmente. (N.
del E.)
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CONCLUSIN

Lo decamos al empezar: si la interpretacin aqu presentada del Fenmeno espiritual es


justa, su verdad no puede ser establecida ms que por la mayor coherencia que establece en
nuestras perspectivas. Ver ms claro en el Pasado y prever ms netamente el Porvenir. Pero
no es ste, justamente, el resultado al que hemos llegado? Situar en lo Consciente la trama
del Universo y en el desarrollo de ste mismo Consciente el acontecimiento esencial de la
Naturaleza, parece la nica manera, no solamente de explicar de un modo satisfactorio las
apariencias presentes y pasadas del Mundo de nuestro alrededor, sino, adems, de
organizar, frente a un porvenir posible, las energas vacilantes de la Tierra. Esto es lo que
parece resultar de nuestros anlisis:

a) Primeramente, slo nuestra hiptesis de un Cosmos en transformacin espiritual


explica la fisonoma y los aspectos del Mundo que nos rodea. El problema del Mundo, para
nuestra inteligencia, es la asociacin que presenta de dos elementos opuestos (Espritu y
Materia) en una cadena de combinaciones lanzada a travs del tiempo, entre el Pensamiento
y la Inconsciencia. Y este dualismo mvil es constatado simple y verbalmente, sin intento y
aun sin posibilidad de interpretacin, si se hace de la conciencia un meta-fenmeno. Es
escamoteado si se desprecia sta como un epi-fenmeno. Por el contrario, se resuelve de
una manera armoniosa y sencilla en un Mundo en el que lo Consciente y su aparicin son
mirados como el Fenmeno 5. Todo viene a tomar un lugar natural en un Universo en
cambio de estado espiritual. Bajo el velo superficial de los mecanismos arrojados sobre ella
por las leyes de los grandes nmeros, la Materia se descubre como un hormiguero de
conciencias elementales, dispuestas a entrar en las combinaciones superiores del Mundo
orgnico. Por el mismo hecho cesa de ser irreductible a la Vida, cuya primera aparicin
sobre la Tierra corresponde, sencillamente, a una emersin, en el campo de nuestra
experiencia, de lo individual espontneo, fuera de lo colectivo inorganizado. Y la
Hominizacin no hace ms que marcar un punto decisivo y crtico en el desarrollo gradual
de ese cambio de estado. El Mal mismo, bajo todas sus formas fsicas y morales, deja de
ser, para nuestra razn, un escndalo intolerable: se explica como el desorden residual
inevitablemente mezclado al orden que se hace en nosotros. Se justifica como la resistencia
que encuentra toda sntesis, cuanto ms sublime es, para realizarse.
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5 Esta prioridad dada a lo Consciente y al Amor en la evolucin del Fenmeno
universal se armoniza con la revelacin paulina que manifiesta la elevacin de la
Materia al Espritu y de lo Natural a lo Sobrenatural como primer objetico de la
Creacin:

Es as como El (Dios) nos ha elegido en l desde


antes de la Creacin del Mundo,
para ser santos e inmaculados en
su presencia, en el Amor
nos predestin que seramos para
El hijos adoptivos por Jesucristo... (Ef. 1,4-5.)

Primognito de toda criatura,


pues en El han sido creadas todas las cosas... (Col. 1, 15-16.)
(N. del E.)
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b) Despus, slo la idea de un Cosmos en, movimiento hacia lo Personal parece capaz
de sostener y de canalizar hacia el Futuro las energas presentes de la Humanidad. Si hay un
hecho patente hoy es la imposibilidad, para las morales de equilibrio, de gobernar la Tierra.
Los sabios se esfuerzan vanamente en mantener el orden social e internacional, limitando la
Fuerza. Por la lgica misma de la Vida, la Fuerza nace irresistiplemente por todas partes,
bajo nuestros pies y entre nuestras manos, y exige imperiosamente crecer hasta el fin de s
misma. Nuestro Mundo ha entrado en la era de la Fuerza al mismo tiempo que se
despertaba a la conciencia de su evolucin. Se romper sobre s mismo si no descubre una
salida donde hacer converger su exceso de potencia hacia arriba y hacia adelante. No
obedecer ms que a una moral de movimiento; y no concibo posible tal moral fuera de la
fe en la existencia de una transformacin que hace pasar el Universo del estado material al
espiritual.
En definitiva, capaz y slo capaz, bien de explicar el Pasado, bien de salvar el Porvenir
del tipo de evolucin experimentalmente constatada en la Naturaleza, la teora aqu
propuesta del Fenmeno espiritual se presenta tan verdadera como puede serlo cualquier
hiptesis fsica de gran envergadura.
Pero hay ms. De esta primera verdad, ampliamente provisional, se deriva la posibilidad
de una verificacin ulterior obtenida por observacin directa. Si es verdad, como hemos
sido llamados a imaginar, que los desarrollos csmicos de la Conciencia dependen de la
existencia de un Centro superior e independiente de Personalidad, debe haber un medio, sin
dejar el terreno experimental, de reconocer alrededor de nosotros, en las zonas
personalizadas del Universo, algn efecto psquico (radiacin o atraccin) ligado
especficamente a la operacin de este Centro y revelando, en consecuencia, positivamente,
la existencia de ste.
El descubrimiento definitivo del Fenmeno espiritual est ligado al anlisis (que la
Ciencia terminar por abordar un da) del fenmeno mstico, es decir, del Amor de Dios
*.
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* Indito. Pacfico, marzo de 1937.
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LA ENERGIA HUMANA

INTRODUCCIN

Objeto y sujeto

A consecuencia de una ilusin psicolgica muy natural, la gran ciencia moderna ha


nacido y se ha desarrollado bajo el signo exclusivo del Objeto. Inclinados sobre la Materia y
la Vida, fsicos y bilogos han operado siempre hasta aqu como si estuviesen por encima y
fuesen independientes del Mundo, cuyos elementos y leyes intentarn fijar. Hace mucho
tiempo Kant (y antes que l la Escolstica) haba sealado los lazos que, en el interior de
todo Universo, hacen indisolublemente solidarios al que percibe y a lo percibido. Pero esta
condicin fundamental del conocimiento no inquietaba ms que a los raros y poco
abordables adeptos de la metafsica. Para los curiosos de la Naturaleza pareca establecido,
sn discusin, que las cosas se proyectan, para nosotros, tales como son sobre una
pantalla en la que podemos mirarlas sin vernos mezclados con ellas. Los sabios
contemplaban el Cosmos sin sospechar que pudieran nfluenciarlo, en algn grado, por el
contacto de su pensamiento o de su sentido, sin tener, incluso, conciencia de pertenecer
intrnsecamente al sistema que se maravillaban de analizar.
El Hombre por un lado, y por otro, el Mundo. Parece que, por razones decisivas e
internas, comenzamos a salir hoy de este ingenuo extrinsequismo. Por una parte, llevado a
sus lmites en extensin y en profundidad, el objetivismo de los fsicos tiende a cambiarse.
No solamente en la frontera exterior de lo experimentable se manifiesta, en el dominio de
los fenmenos materiales, la accin perturbadora del observador sobre la cosa observada,
sino que, al tomar en su totalidad el edificio de ondas y de partculas levantado por nuestra
ciencia, se pone de manifiesto que esta bella arquitectura contiene, al menos, tanto de
nosotros mismos como de otro. Llegados a un cierto grado de amplitud y de sutileza,
las construcciones de la fsica moderna dejan ver claramente la trama intelectual del espritu
del investigador bajo la movilidad de los fenmenos. De donde la sospecha de que fotones,
protones, electrones y otros elementos de la materia, no tienen ms (ni menos) realidad
fuera de nuestro pensamento que los colores fuera de nuestros ojos. El mejor realismo de
los laboratorios vira, por la lgica misma de su desarrollo, hacia un idealismo cientfico: la
materia plstica bajo la inteligencia que la informa.
Pero, por otro lado, es decir, en el seno de la Biologa, se dibuja un giro paralelo. Hecho
curioso: cuando, en el curso del ltimo siglo se descubran los lazos evolutivos que unen
entre s a los elementos de la Biosfera, los naturalistas no parecan darse cuenta de que se
encontraban presos en la red que acababan de tender sobre la Vida. Segn ellos mismos, la
evolucin se extenda hasta el Hombre. Y, sin embargo, a sus ojos, el Hombre (el Hombre
verdadero, considerado en el desarrollo de su pensamiento y de sus organismos sociales)
quedaba aislado y aparte, espectador y no actor, de la evolucin. Pero he aqu que, por la
va profunda de los crecimientos econmicos y de las sublevacones populares, el elemento
descuidado comenza a invadir el dominio de las experiencias mayores y a prepararse un
sitio ante la Ciencia. Qu son los xitos ms grandiosos de la vida pasada en comparacin
con la marea de las civilizaciones modernas? Qu erupcin hay comparable a la explosin
humana? De buena o de mala gana hay que abrir, en la Teora del Mundo, un nuevo
captulo: el del fenmeno humano.
Y es as como, en este Universo en el que nos vanagloriamos de arrojar nuestras miradas
desde fuera, como dioses, nos descubrimos inmersos, o ms exactamente, tan
incorporados que no podramos hacer ni comprender nada sin comprendernos a nosotros
mismos. Sobre los dos dominios de la Materia y de la Vida que era, hasta entonces, el
centro (observador y no observado) de la experiencia total, el Hombre tiende a ponerse
como foco de nuestras bsquedas y de nuestras conquistas. Por desdoblamiento y reflexin,
el sujeto de ayer se prepara para ser el objeto principal de maana. Un poco ms y una
ciencia del Hombre habr reemplazado lo que no era todava ms que la ciencia humana.
En las pginas que siguen voy a hacer tomar conciencia de esta nueva orientacin,
trazando las grandes lneas de una Energtica Humana.

1. NATURALEZA Y DIMENSIONES DE LA
ENERGIA HUMANA

A) LA ENERGA HUMANA ELEMENTAL:


EL NCLEO HUMANO
Por energa humana entiendo aqu la porcin siempre creciente de la energa csmica
actualmente sometida a la influencia reconocible de los centros de actividad humana.
En el centro elemental (es decir, considerado en el interior y alrededor de todo un
elemento humano aislado), esta energa hominizada se presenta bajo tres formas diversas
a primera vista, que es interesante distinguir, al menos por comodidad: la energa
incorporada, la energa controlada, la energa espiritualizada.

a) La energa incorporada es aquella que la lenta evolucin biolgica de la Tierra ha


acumulado y armonizado gradualmente en nuestro organismo de carne y nervios: la
sorprendente mquina natural del cuerpo humano.
b) La energa controlada es aquella que, a partir de sus miembros, el Hombre llega a
dominar ingeniosamente a su alrededor, con un poder fsico, por medio de mquinas
artificiales.
c) La energa espiritualizada, en fin, es aquella que, localizada en las zonas inmanentes
de nuestra actividad libre, forma la materia de nuestras inrelecciones, afecciones,
voliciones: energa probablemente imponderable, pero energa muy real, sin embargo,
puesto que opera una toma de posesin refleja y apasionada de las cosas y de sus relaciones.
Estos tres tipos de energadiraparecen formr, a primera vista, categoras
heterogneas. En realidad, parece difcil a la reflexin encontrar un lmite definido entre
ellas. Por un lado, como observ ya Bergson, distinguimos, en gran parte, por convencin,
lo natural de lo artificial. Cul es, en suma, desde un punto de vista biolgico profundo, la
diferencia entre la mquina hecha con un miembro y la mquina obtenida prolongando
artificialmente este miembro? Entre el ala del pjaro y la del avin?... Por otro lado, si la
energa espiritualizada, a diferencia de las energas incorporada y controlada, desborda y
domina las dimensiones de lo fsico-qumico, quin podra dudar de que las engloba? De
dnde le vendra, si no, su potencia animadora de los cuerpos y tantas uniones ntimas con
el estado general del Mundo en un momento dado?
Todo sucede, en suma, como si cada individuo humano representara un ncleo csmico
de naturaleza especial, irradiando alrededor de s ondas de organizacin y de despertar en el
seno de la materia. Un ncleo semejante, tomado con su aureola de animacin, es la unidad
de la Energa Humana.

B) LA ENERGA HUMANA TOTAL:


LA NOOSFERA

Consideremos ahora la Energa Humana total. En cada instante, esta energa est
formada por la suma de todas las energas elementales acumuladas en la superficie de la
Tierra. Podemos llegar a figurrnosla?
En lo que concierne a las dos energas, incorporada y controlada, sera tericamente
posible una medida, ya ensayada en otros dominios de la vida por sabios como Vernardsky.
Para efectuarla, bastara fijar la cantidad de sustancia orgnica e inorgnica comprendida,
bien en los cuerpos humanos, bien en el maquinismo industrial, y calcular lo que representa
este conjunto de energa acumulada o gastada. Asunto de estadstica. Esta operacin, al
determinar en cada instante el porcentaje de energa terrestre efectivamente hominizada,
permitira apreciar, en su zona ms externa, la amplitud y el gradiente del Fenmeno
humano.
Mayor dificultad tiene la figuracin de la energa espirtualizada. Sin duda, no es
inverosmil que la Ciencia llegue un da, por dosificaciones qumicas o por el
descubrimiento de alguna radiacin vital, a determinar la potencia puesta en juego en el
curso de los fenmenos psquicos. Pero esta medicin de la energa nerviosa, aun supuesto
que se realice, no traducira la magnitud y la riqueza del mundo de representaciones y de
afectos en que consiste, finalmente, la Energa Humana. Para hacemos una idea de sus
dimensiones interiores casi no podemos recurrir ms que a consideraciones indirectas,
basadas unas en el nmero, otras en la unin de las partculas humanas.
El nmero, en primer lugar. Es, en algunos aspectos, una gran debilidad, pero en otros,
sin embargo, una extraordinaria potencia la que se expresa en la pluralidad humana.
Variedad de puntos de vista complementarios, multiplicidad de los esfuerzos que tantean,
antenas que buscan: esto es lo que representa, desde un punto de vista energtico, el estado
de multiplicidad que tanto nos hace sufrir en otros aspectos. Hemos intentado nunca
representamos los miles de millones de elementos humanos que, en cada instante, presionan
intelectualmente sobre el Universo?
Pero este nmero, por s solo, visto a la escala csmica, sera, todava, poca cosa. Qu
cuenta la poblacin humana del globo comparada con las miradas de partculas encerradas
en una gota de agua?... La faz verdaderamente impresionante de la Energa Humana total no
aparece ms que cuando se observa desde el punto de vista de ligazones internas. En
efecto, las energas humanas elementales no actan en desorden, a capricho de las leyes
estadsticas. No vibran, tampoco, sencillamente, en una direccin comn muy definida, de
la que volveremos a hablar ms adelante: la de la mayor conciencia. Mucho ms que esto.
Tienden a componer sus radiaciones individuales en una pulsacin nica, es decir, a
constituir un conjunto organizado. Esto es lo que hay que haber percibido una vez, so pena
de no comprender nada en el problema de la Energa Humana.
Esta ligazn fundamental del Mundo pensante no nos es sensible inmediatamente.
Partculas ahogadas entre otras partculas, vivimos habitualmente sin tomar conciencia de lo
que debe representar, vista en su conjunto, la masa de conciencia de la que formamos parte.
Como una clula que no viera ms que otras clulas en el cuerpo al que pertenecen. Y, sin
embargo, el cuerpo existe ms que los elementos de los que se compone. En verdad, no
podemos alcanzar ningn progreso decisivo en nuestras concepciones del mundo animado
mientras que, permaneciendo en la escala celular no sepamos emerger por encima de los
seres vivos para ver la Vida, por encima de los Hombres para descubrir la Humanidad: no
esta Humanidad abstracta y languideciente de que nos hablan los filntropos, sino la
realidad fsica, poderosa, en la que se baan y se influencian todos los pensamientos
individuales hasta formar, por su multiplicidad ligada, un solo Espritu de la Tierra.
Esta percepcin de alguna unidad psquica natural, superior a nuestras almas 1
requiere, lo s por experiencia, una calidad y una educacin especiales de la mirada. Nace,
como todas las amplias perspectivas de la Ciencia, de una reflexin prolongada que
descubre un sentido csmico profundo a conexiones que el uso nos ha habituado a
considerar como superficiales, banales, morales. No es mucho ms fcil ver a la Humanidad
de que hablo, que instalarse en el Universo de la Relatividad... Pero si llegramos a operar
una conversin parecida de nuestra mirada, entonces la Tierra, nuestra pobre Tierra
humana, se cubrira de esplendor. Flotando encima de la Biosfera, cuyas capas fluyen
gradualmente por l, el mundo del Pensamiento, la Noosfera comienza a dejar irradiar su
corona.
La Noosfera!
Finalmente, es a esta magnitud y a ella sola a la que se aplican las consideraciones que
van a seguir sobre la Energa Humana. No vale la pena que sigan adelante los que no sean
capaces de verla.
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1
Nuestro psiquismo individual. (N. del E.)
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II. SIGNIFICACION Y VALOR DE LA
ENERGIA HUMANA

Aun tomada con la plenitud de grandeza y con la totalidad de interligazones que hacen
de ella una unidad natural de dimensiones planetarias, la Energa Humana correr el riesgo
de parecer despreciable y como perdida en el seno de las fantsticas energas siderales
donde se sumerge, si no se presentase revestida de ciertas cualidades particulares. Estas
cualidades pueden ser reconocidas y afirmadas por simple consideracin del valor que toma
el Pensamiento, si se le opone a las potencias brutas de la Materia. Slo aparecen con una
completa claridad en las perspectivas del Tiempo; es decir, de la Evolucin.
No repetir aqu en detalle las consideraciones que he desarrollado ya muchas veces en
otra parte. Pero tengo que esbozar, al menos, la articulacin. Esta puede expresarse en la
tesis siguiente: Por el simple hecho de su existencia en la Naturaleza, el Hombre impone al
Cosmos, primero, una cierta materia y luego una cierta estructura; y el resultado de esta
doble condicin es la de constituir l, Hombre, en el campo de nuestra experiencia, la
porcin ms significativa y la ms preciosa del Universo.
Estudiemos, sucesivamente, los trminos de esta proposicin.
Una cierta materia, en primer lugar. Por razones obvias de comodidad intelectual y
prctica, la Ciencia ha intentado siempre, desde sus orgenes, explicar el Mundo (es decir,
dar de l una explicacin coherente total) a partir de la Materia. Pero he aqu que en este
esfuerzo de sntesis viene cada vez ms claramente a chocar contra un obstculo
insuperable: la Vida. Hay que rendirnos a la evidencia. Tomada en un sentido ascendente, a
partir de los determinismos mecnicos, la Vida se presenta a las ascensiones de la Fsica
como una serie de escalones infranqueables. Los animales, y ms especialmente el Hombre
en el que emergen, deciddamente, los fenmenos de espontaneidad y de inmanencia, son
imposibles de integrar en un sistema puramente mecanicista de la Naturaleza. Imposible,
por otra parte, dejarle fuera de nuestras construcciones: esto sera la derrota de la Ciencia.
Qu hacer para salir del laberinto? Hay una sola salida: cambiar nuestra direccin de
marcha. Hemos intentado, hasta aqu, alcanzar y reproducir el Espritu procedente de la
Materia. Se trata, por un proceso inverso, de alcanzar y reconstituir la Materia descendiendo
del Espritu, escogido como sustancia primordial de las cosas. Pongamos, en principio, que
solamente lo espontneo y lo consciente (por ocultos que estn por un estado de divisin y
de difusin extremos) existen en el origen, de suerte que los determinismos en los que
queremos situar la esencia del Mundo no sean ms que un velo de rigidez arrojado por el
juego de los grandes nmeros sobre una masa de libertades elementales. Siguiendo esta
lnea, las dificultades desaparecen, el camino se allana y se hace posible el paso entre los
dos polos, consciente e inconsciente del Universo. El Cosmos sera fsicamente incapaz de
contener al Hombre si estuviese formado a base de la Materia. Podemos, pues, concluir (y
este es el primer paso) que es, en lo ntimo de s mismo, de materia espiritual.
Y ahora (henos aqu en el segundo paso), cul debe ser la textura de esta materia
csmica espiritual para que el Hombre, hecho posible en la Naturaleza, ocupe,
efectivamente, en el sistema de las cosas, la posicin particular que revela la experiencia?
Si hay una evidencia en la que confluyen los resultados ms seguros de la Biologa de
posicin, es seguramente:
a) Que alrededor del Hombre lo Espiritual (es decir, los elementos constitutivos de la
Biosfera) se disponen radialmente.
b) Esta distribucin radial se basa no en un simple efecto de perspectiva (como sucede
con los elementos de un paisaje), sino en una reparticin natural de los seres vivos.
c) Esta reparticin, a su vez, no es debida a un agrupamiento u ordenamiento estticos,
sino que resulta de un establecimiento gradual.
En otros trminos, a partir del Hombre, tomado como centro, lo Espiritual va
degradndose manifiestamente, tanto alrededor como detrs de nosotros. Qu puede
significar este fenmeno?
Una nica interpretacin parece capaz de aclarar a la vez estas diversas apariencias, y es
admitir que las capas espirituales del Universo han sufrido un movimiento de conjunto que
las arrastra hacia una concentracin creciente de la cantidad de conciencia que encierran. El
aspecto del firmamento sera ininteligible para el astrnomo sin la rotacin de las masas
nebulosas. La textura de un tallo no se explicara sin el desarrollo de la planta. De manera
semejante, la situacin del Hombre en la Naturaleza no puede explicarse sin un efecto de
crecimiento psquico. No. El Universo no ha nacido inmvil, sino que su estructura
traiciona (al menos en el Pasado) una evolucin global de su masa hacia una interiorizacin
siempre mayor, llegando, finalmente, a la reflexin.
Planteado esto, la conclusin que anuncibamos se descubre por s misma. Situada en el
frente de avanzada de la onda csmica, la Energa Humana toma un inters sin proporcin
con la debilidad aparente de sus dimensiones. La Noosfera es una pelcula casi
imperceptible si se la compara con las magnitudes astrales. En realidad, esta delgada
superficie es nada menos que la forma ms progresiva bajo la que nos es dado comprender
y contemplar la Energa Universal. En esta envoltura tenue pasa la esencia de las
inmensidades que bordea: la nota superior alcanzada por la vibracin de los mundos.
Lo que quiere decir dos cosas:
La primera es que, en direccin, la marcha seguida hasta aqu por el Cosmos nos est
indicada por la flecha humana, de suerte que, por el anlisis de las condiciones de nuestra
accin, podemos esperar descubrir las condiciones fundamentales a las que est sujeto el
funcionamiento general del Universo.
La segunda es que, en amplitud, tenemos concentrada en la masa humana la porcin ms
viva, la quintaesencia, el tesoro y la esperanza del Mundo.
Qu hay que hacer y qu podemos hacer?
Esta pregunta, de la que depende toda la operacin de nuestras libertades, slo puede ser
resuelta por una mirada hacia adelante.

III. PORVENIR Y PROBLEMA DE LA


ENERGIA HUMANA

La Energa Humana, acabamos de reconocerlo, se presenta a nuestra observacin como


el trmino de un vasto proceso en el que se encuentra comprometida la masa total del
Universo. Pero se plantea aqu una alternativa. Ha alcanzado este proceso un rgimen de
equilibrio? O bien contina desarrollndose? Representa la Noosfera una especie de onda
estacionaria en la que se consume, en cada instante, sin residuo, la energa espiritualizada
de nuestro mundo? O, por el contrario, est animada de un movimiento propio que la
arrastra hacia una concentracin, es decir, hacia una espiritualizacin de orden superior?
Ms simplemente, se ha parado la Evolucin con y en el Hombre? O bien se contina a
travs de l, ms lejos, ms all de nosotros mismos?
A los espritus llamados con senjtido comn, la idea de una deriva general del
Hombre hacia un estado de sobre-humanidad les parece inverosmil, casi risible. En qu
nos diferenciamos de nuestros padres, sino en unos defectos mayores y en una especie de
carrera hacia la decadencia? Los egipcios, los griegos, los hombres medievales, no eran
iguales o, incluso, superiores a nosotros? As se expresan las gentes de buen sentido,
olvidando que, desde hace un siglo, la Ciencia no ha dejado de desmentir el gnero de
evidencias a las que se confian. Una tras otra, las estabilidades ms consideradas del
Universo se descubren como lugar de corrientes, tanto ms amplias y poderosas, cuanto
ms inamovible poda parecer su soporte. La ley parece formal: cuanto ms afecta un
movimiento a una porcin importante del Universo, ms lento es su ritmo. A despecho de
su aparente fijeza, los sistemas estelares se modifican, los astros viven, los continentes se
transforman... Todos estos cambios, insensibles con relacin a la duracin de una existencia
humana, se prolongan en este mismo momento a nuestro alrededor. Por qu haba de estar
congelada la corriente ms esencial de la Vida y slo ella? Ningn hombre de ciencia duda
hoy de que la Humanidad haya aparecido trada por una evolucin.
Por qu inverosmil excepcin a las condiciones generales del Universo se encontrara
fijada esta evolucin de la que hemos nacido?
A quien est familiarizado con los aspectos de lo Inmenso, observado en un espacio
muy condensado de tiempo, la idea de un sobre-desarrollo humano, lejos de parecer
sorprendente, le parece completamente verosmil. Pero esta simple probabilidad terica no
tarda en confirmarse a sus ojos por numerosos indicios. A ojos de un gelogo,
particularidades ntimas (una porcin de terreno recientemente levantado, una sacudida
ssmica) demuestran la vitalidad sorprendente de un Himalaya. Igualmente, para el espritu
advertido de un movimiento posible de la Noosfera, hay toda una serie de hechos,
considerados generalmente como despreciables o equvocos, que se hacen significativos.
Si tomamos muy en conjunto la historia humana, el arte apareciendo bruscamente, en las
cavernas, la agricultura social reemplazando la caza y la recogida y, finalmente, la
revolucin intelectual y econmica de la que proceden los tiempos modernos, dejan de ser
accidentes indiferentes y toman el aspecto de estadios sucesivos, de pulsaciones que se
suceden a lo largo de un eje de movimiento.
Ms sorprendentemente, muy prximo a nosotros, las sorprendentes uniones realizadas
ante nuestros ojos por las vas areas y etreas, el descubrimiento del tiempo y del espacio,
la penetracin de lo ntimo y de lo inmenso, los movimientos sociales totalitarios, toman
pronto un extrao relieve. Unos y otros no son mirados por la mayora de nuestros
contemporneos ms que como mejoras superficiales, crisis molestas o acontecimientos
curiosos en la historia de la Tierra. Pero no marcan, por el contrario, estos progresos
expansiones y arreglos perfectamente dirigidos en las tres porciones (incorporada,
controlada y espiritualizada) de la Energa Humana? Una Humanidad capaz de situarse
conscientemente en la evolucin csmica y de vibrar de una sola pieza (con su longitud de
onda propia, me atrevera a decir) bajo una emocin comn, una Humanidad semejante,
cualquiera que sean sus imperfecciones residuales y las crisis ligadas a su metamorfosis,
no es ya, orgnicamente, con relacin a la Tierra neoltica, una verdadera sobre-
humanidad?
Consideremos, en fin, la cuestin, tan gravemente actual, del paro. Es costumbre
maldecir ste y acusar de l a la mquina o, lo que es parcialmente verdad, echar la culpa a
una mala organizacin econmica del mundo. Pero estas crticas no distinguen ni alcanzan
el fondo de las cosas. Considerado ste desde el punto de vista evolutivo, el paro se define
como la aparicin de una masa de Energa Humana bruscamente liberada por un ajuste
interno de la Noosfera. El fenmeno crea su peligro. Llama a sus remedios. Pero tan
inevitable (y bienhechor) como la marcha del Universo, manifiesta con una claridad
singular, para quien sabe ver, la realidad de esta misma marcha.
La alternativa planteada al principio de este prrafo parece definirse, finalmente, en
favor de la continuacin del movimiento evolutivo en el corazn de la Humanidad. Y henos
aqu enfrentados con la perspectiva fsica siguiente. Alrededor de nosotros, y en nosotros, la
Energa Humana, sostenida por la Energa Universal, a la que corona, prosigue siempre su
misteriosa progresin hacia estados superiores de pensamiento y de libertad. Tanto si lo
queremos como si no, nos encontramos totalmente cogidos en esta transformacin. Repito,
entonces, mi pregunta: Qu vamos a hacer? Ir contra la corriente? Sera loco y, por otra
parte, imposible. Dejarnos arrastrar, pasivamente, por las olas? Sera cobarda. Y, por otra
parte, cmo permanecer neutrales nosotros, cuya esencia est en actuar? Una sola via
queda abierta ante nosotros: fiarnos de la infalibilidad y del valor finalmente beatificante de
la operacin que nos engloba. En nosotros, la evolucin del Mundo hacia el espritu se hace
consciente. Nuestra perfeccin, nuestro inters, nuestra salvacin como elementos, no
podra consistir, pues, en otra cosa que en llevar ms lejos, con todas nuestras fuerzas,
precisamente, esta evolucin. Podemos no comprender todava exactamente, dnde nos
lleva, pero sera absurdo para nosotros dudar de que nos conduce hacia algn fin de valor
supremo.
De donde, finalmente, emerge en nuestra conciencia humana del siglo xx, por primera
vez desde el despertar de la Vida sobre la Tierra, el problema fundamental de la Accin.
Hasta aqu el Hombre actuaba, sobre todo, instintivamente, al da, sin saber demasiado por
qu ni por quin trabajaba. Coincidiendo con el aflujo en l de potencias nuevas, un campo
nuevo de actividad sin lmites y sin medidas se abre a su ambicin y, de alguna manera, a su
adoracin. Para quien ha comprendido (y todo el mundo comprender pronto, fatalmente) la
posicin y la significacin de la menor parcela de pensamiento en la Naturaleza, el
problema fundamental es asegurar, racionalmente, el progreso del Mundo del que
formamos parte. No solamente como antao, para nuestro pequeo individuo, nuestra
pequea familia, nuestro pequeo pasno solamente, tampoco, para la tierra entera,
sino cmo debemos nosotros, hombres de hoy, para la salvacin y el xito del mismo
Universo, organizar lo mejor posible, alrededor de nosotros, el mantenimiento, la
distribucin y el progreso de la Energa Humana? Toda la cuestin est ah.

IV. LA ORGANIZACION CONSCIENTE DE LA


ENERGIA HUMANA

Bajo la influencia conjugada de los ltimos progresos materiales y de las presentes crisis
sociales, la idea de comprender y tratar cientficamente la Energa Humana como un
todo, est saliendo de la zona de las especulaciones y del sueo. Fisilogos como el
Doctor Carrel, bilogos e incluso literatos como los dos Huxley, unidos a ingenieros y
economistas, en el seno del Centro de Estudios de los Problemas, humanos, dirigido por
Jean Coutrot, se unen, independientemente de los metafsicos como Bergson, para echar las
bases de un conociminto (terico y prctico a la vez) de la actividad humana, que se
anuncia ya como la gran ciencia del maana. La organizacin del Espritu, sucediendo a la
de la Materia...
No se trata, evidentemente, en mi caso, de presentar aqu un programa detallado de esta
disciplina y de esta tcnica nuevas. Por el contrario, es mi designio esbozar una forma
posible, a fin de hacer ms concreto, en este ejemplo, lo que conviene entender por una
Energtica humana.
Pero antes, dos observaciones previas que marcan todo nuestro posterior desarrollo.
En primer lugar, desde el punto de vista en el que nos hemos situado, est claro que no
hay ninguna diferencia esencial que separe lo que se opone habitualmente bajo los nombres
de energa fsica y de fuerza moral 2. Si, como hemos querido dejar sentado, el Cosmos es
de materia espiritual, entonces una ensambladura mecnica, artificialmente realizada, una
atraccin de naturaleza efectiva, un progreso en la organizacin econmica y social, una
unin obtenida por ondas hertzianas, incluso una sistematizacin intelectual, tienen tanta (e
incluso ms) realidad fsica que las atracciones y agrupamientos corpusculares o que las
conexiones naturales que forman los cuerpos organizados. En el Cosmos que se descubre a
nuestros ojos no hay ninguna distincin fundamental entre lo fsico y lo moral. El dominio
de la Energa Humana es de lo Fsico-moral.
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2 En cuanto a su carcter de realidad natural (y no artificial) (N. del E.)
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Segunda observacin general. Cualquiera que sea la forma particular bajo la que se lo
considere, lo Fsico-moral obedece, en su ejercicio, a una doble ley esencial y universal:
intentarlo todo, hasta el final. Semejantes a las molculas de un gas, las innumerables
unidades humanas presionan, simultneamente, sobre la superficie entera de los obstculos
opuestos a su expansin hasta ser vencidos o llevados a su punto de menor resistencia. Y
cuando, por tanteo, se encuentra esta salida, su masa tiende a precipitarse en ella hasta una
distensin completa. As lo quieren, a la vez, la estructura corpuscular y la tensin interna
que caracteriza a la Noosfera. Cuando, ms adelante, se trate de la bsqueda de un resultado
cualquiera en el terreno de la Energa Humana, se sobreentender siempre que el esfuerzo
considerado debe ser conducido por una infinidad de tentativas que se suceden hasta la
realizacin mxima del efecto deseado. Intentarla todo para saber y poder cada vez ms:
esta es la frmula ms general y la ms alta ley de la actividad humana y de su moralidad.
Admitido esto, debemos abordar directamente el problema que nos hemos planteado.
Cmo imaginar la organizacin racional de la Energa contenida en nuestra Noosfera?

A) ORGANIZACIN DE LA ENERGA HUMANA ELEMENTAL...


PERSONALISMO

El primer objeto que debe atraer la atencin de un tcnico de la Energa Humana es


asegurar a los ncleos humanos, tomados aisladamente, su mximo de consistencia y de
eficiencia elementales. Perfeccionar los individuos, para conferir al conjunto su mxima
potencia, es la marcha obvia a seguir para el xito final de la operacin.
En una primera aproximacin, el mejoramiento de las partculas humanas aparece como
realizable por medio de un cierto nmero de procedimientos generales vlidos para todas
las partculas, cualesquiera que sean. Vemoslo sobre los tres dominios de la energa
incorporada, controlada y espiritualizada, sucesivamente.
a) En lo que toca a la energa elemental incorporada u organizada, se ofrece a la
Biologa, a la Fisiolog, a la Medicina, una tarea inmensa (emprendida ya, pero sin visin
de conjunto): no solamente dominar cientficamente las enfermedades y los fenmenos de
contraevolucin (esterilidad, debilitamiento fsico) que minan los crecimientos de la
Noosfera, sino separar, por medios diversos (seleccin, control de sexos, accin de
hormonas, higiene, etc.), un tipo humano superior. Semejante ambicin ha parecido,
durante mucho tiempo, y parece todava a muchos, fantstica e incluso impa. Resistencia
en unos a pensar cualquier cambio profundo de lo que parece haber sido siempre, falso
miedo religioso; en otros, de violar los derechos imprescriptibles del Creador sobre su obra
de carne y de pensamiento: por un complejo de razones oscuras, nuestra generacin mira
todava con desconfianza cualquier esfuerzo esbozado por la ciencia para dominar los
resortes de la herencia, de la determinacin de los sexos, del desarrollo nervioso. Como si el
Hombre tuviera el derecho y el poder de tocar todos los conductos del Mundo, salvo los que
le constituyen a l mismo. Y es, sin embargo, en este terreno en el que, sobre todo, nos es
necesario intentarlo todo, hasta el final. Tentativas delicadas, s las hubo, pero que,
precisamente por ser delicadas, exigen, para ser sana, respetuosa y religiosamente
perseguidas, las precauciones y la vigilancia de una investigacin metdicamente
organizada. No solamente el Hombre experimentando sobre su semejante, sino la
Humanidad tanteando para dar a sus elementos una mayor vitalidad. Novelistas como Wells
como A. Huxley han intentado trazamos un poco satricamente una imagen posible de estas
tentativas y estos resultados. Retengamos la idea, sin dejamos desconcertar por la
representacin. La idea es justa y grande, y su representacin, como todo lo que hace la
Vida, sabr escapar a la caricatura.
b) En el terreno de la energa controlada, por definicin, el esfuerzo de la nueva tcnica
debe inclinarse, por una parte, a aumentar siempre, por arreglos apropiados (aviones, radios,
movies) 3, el radio de penetracin, de accin y, por tanto, de unin, propio de cada
elemento humano; y, por otra parte, a hacer disponible, por un empleo juicioso de los
automatismos mecnicos, una porcin siempre creciente de las actividades contenidas en
este elemento. Ya conocemos estos efectos, pero pensamos alguna vez que sus desarrollos
y sus repercusiones son incalculables?
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3 Cine (americanismo). (N. del E.)
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En primer lugar, multiplicado por el nmero de individuos a los que afecta, cada
progreso en una u otra de las dos direcciones indicadas est destinado, necesariamente, a
traducirse en un salto positivo en la curva de la Energa Humana. Pero adems, en ambos
casos, el resultado final es de una importancia suprema. Bien por efecto de la expansin,
bien por efecto de la liberacin, cualquier avance realizado por el Hombre en la
mecanizacin del Mundo desborda el plano de la Materia. Pues viene a aadirse a las
nuevas posibilidades que nacen de los perfeccionamientos aportados a la materia
organizada para producir en el individuo un aumento de la energa espiritual.
c) La energa espiritualizada, como hemos visto, es la flor de la Energa Csmica.
Representa, adems, la porcin ms interesante de las fuerzas humanas por organizar. En
qu direcciones principales podemos suponer que tiende y en qu podemos ayudarla a
desarrollarse, en el fondo de nuestras naturalezas individuales? Sin duda, hay que
responder, en el sentido de un desarrollo sucesivo de alguna de nuestras antiguas potencias,
acompaado de la adquisicin de algunas facultades o conciencias nuevas.
Desarrollo, o incluso metamorfosis, de algunas potencias antiguas. Desde hace un siglo
hemos sufrido, sin darnos demasiada cuenta de ello, una notable transformacin en el orden
intelectual. Descubrir, saber, haba sido siempre una tendencia profunda de nuestra
naturaleza. No la reconocamos ya en el hombre de las cavernas? Pero ha sido solamente
ayer cuando esta necesidad esencial de conocer se ha explicitado y cambiado en una
funcin vital autnoma, primando en nuestras existencias sobre la preocupacin por comer
y beber. Pues bien: si no me equivoco, este fenmeno de individualizacin de nuestras
funciones psicolgicas ms elevadas no slo est lejos de haber alcanzado sus lmites en el
terreno del pensamiento puro, sino que, ms an, tiende a propagarse en un terreno vecino,
prcticamente informe e inexplorado: la terra ignota de las potencias afectivas y del
amor.
Hecho paradjico, el amor (entiendo aqu amor en el sentido estricto de pasin), a
despecho (o quiz justamente, a causa) de su ubicuidad y de su violencia, ha sido, hasta
aqu, dejado fuera de cualquier sistematizacin racional de la Energa Humana.
Empricamente, las morales han llegado a codificar, como han podido, su uso con relacin
al mantenimiento y a la propagacin material de la raza. Pero quin ha pensado seriamente
en que, bajo esta potencia turbulenta (y, sin embargo, animadora, como era sabido, de los
ingenios, de las artes y de toda poesa) quedaba en reserva una formidable fuerza creadora
tal, que el Hombre no sera Hombre ms que el da en que la hubiera, no abatido, sino
transformado, utilizado, liberado?.. Hoy, para nuestro siglo, vido de no dejar perder
ninguna fuerza y de dominar los resortes ms ntimos de la psicologa, parece que se
empieza a hacer la luz. El Amor, tanto como el pensamiento, est siempre en pleno
crecimiento en la Noosfera. Cada da se hace ms patente el exceso de sus energas
crecientes sobre la necesidad, cada da ms restringida, de la propagacin humana. Es, pues,
que este amor tiende, bajo su forma plenamente hominizada, a llenar una funcin mucho
ms amplia que la simple llamada a la reproduccin. Entre el hombre y la mujer duerme
todava un poder especfico y mutuo de sensibilizacin y de fecundacin espiritual que
tiende a convertirse en irresistible mpetu hacia todo lo que es belleza y verdad. Va a
despertarse. Desarrollo, deca, de una potenca antigua. La expresin es, sin duda,
demasiado dbil. Ms all de un cierto grado de sublimacin, por las posibilidades
ilimitadas de intuicin e interrelacin que lleva consigo, el amor espiritualizado penetra lo
desconocido: va a unirse, a nuestros ojos, en el misterioso porvenir con el grupo esperado
de las facultades y de las conciencias nuevas.
Fecultades y conciencias nuevas. Por ello no entiendo, simplemente, por maravillosa
que sea, la extensin artificial de nuestro sentido, en una radiacin ms: infinitos zumbidos
llenando, repentinamente, como ha sucedido a nuestra generacin, una esfera de
melanclico silencio. Sino que pienso en modos ms directos de percepcin y de accin que
vendrian, conforme a muchas viejas esperanzas, a manifestar la plasticidad y la
transparencia de la Materia con relacin al Espritu. Desde hace mucho tiempo, los hombres
buscan el medio de influir, inmediatamente, por su voluntad, y de penetrar, por la mirada
interior, los cuerpos y las almas que les rodean. Estas tentativas, hechas al azar, sin idea
directriz ni mtodo de conjunto, han fracasado hasta aqu. Pero maana podran llegar a
algo. De acuerdo con las recientes visiones que nos orientan hacia la concepcin de una
esencia espiritual de la Materia, no terminar la Fsica por separar y dominar lo que se
disimula en el fondo de la Metapsquica? Y aunque la Fsica fracase en esta tarea, que no
pertenece a su dominio, algunos efectos psicolgicos de otro orden (piensa aqu en la
Mstica), no realizarn un da la evasin soada de nuestros cuerpos a sus determinismos
y de nuestras almas a su aislamiento?... Si hay algn indicio que haga preveer una
metamorfosis tan profunda sera, sin duda, la formacin en curso, en nuestras conciencias
modernas, de un sentido especial para comprender la Totalidad en la cual puede operarse,
nicamente, el prodigio de nuestra liberacin y de nuestra compenetracin (o transparencia)
mutuas.
Tan antiguas como las tentativas espiritistas para vencer la Materia son, en el
Hombre, las aspiraciones pantestas hacia una comunin universal. Pero ha sido slo
ltimamente, gracias a los datos precisos suministrados por la Ciencia sobre la unidad de las
energas y de los cuerpos y tambin sobre la realidad de una cosmognesis, cuando estos
vagos deseos comienzan a tomar la forma racional, propia a las conquistas definitivas del
espritu. En todos los dominios comenzamos a vivir habitualmente en presencia y con la
preocupacin del Todo. Nada me parece ms importante, desde el punto de vista de la
Energa Humana, que la aspiracin espontnea y, eventualmente, el cultivo sistemtico de
semejante sentido csmico. Por l los hombres se elevan, explcitamente, a la percepcin
de su naturaleza molecular. Dejar de ser individuos cerrados para constituirse en parte.
En ellos, desde entonces, la energa espiritual elemental se encuentra presta,
definitivamente, para integrarse en la Energa Total de la Noosfera.
Pero, antes de abordar el estudio de esta ltima, no dejemos de mostrar un punto
importante. En el curso de las sugerencias que preceden, nos hemos atenido, por fuerza, a la
consideracin de las lneas de conjunto, segn las cuales puede ser anticipado un progreso
de la naturaleza humana individual, tomada in genere. Pero esta aproximacin no debe
hacernos olvidar el punto de vista esencial, final, de la calidad individual de los individuos.
Los elementos de la Noosfera, en virtud de la naturaleza espiritual de sta, no son
exactamente comparables a los corpsculos annimos e intercambiables de una masa
gaseosa. Sino que corresponden, ms bien, a las clulas de un organismo extremadamente
especializado, en el que cada una ocupa, y es la nica en poder ocuparlo, un lugar
determinado. Esto quiere decir que la perfeccin y la utilidad de cada ncleo de Energa
Humana con relacin al conjunto dependen, en definitiva, de lo que hay de nico y de
incomunicable en el perfeccionamiento de cada uno. Lo que debe, pues, a fin de cuentas,
preocupar al tcnico del Espritu en el manejo de las unidades humanas es el dejarlas, en el
curso de las transformaciones (cualesquiera que sean) que intenta hacerles sufrir, la
posibilidad de encontrarse y la libertad de diferenciarse ms cada da.
La organizacin de la Energa Humana elemental, cualquiera que sea la generalidad de
sus mtodos, debe culminar en la formacin, en el seno de cada elemento, de un mximo de
personalidad.

B) ORGANIZACIN DE LA ENERGA HUMANA TOTAL

El alma comn

En la utilizacin tcnica de la Energa Humana total est el verdadero problema de la


Energa Humana. Durante mucho tiempo este problema ha pasado forzosamente
desapercibido, puesto que deba esperar, para poder formularse, a que apareciera ante
nuestro espritu, a favor de las sntesis cientficas y de las uniones sociales, la unidad
dinmica de la Noosfera. Pero hoy que se opera ante nuestros ojos y en nuestra conciencia
la masa de la capa humana, su realidad entra, decididamente, en el campo de las evidencias
comunes. Prueba, si la hubo, de que el Hombre, si se le supone fijado en su naturaleza
individual, ve abrirse ante l un campo nuevo e ilimitado de evolucin: el dominio de las
creaciones, de las asociaciones, de las representaciones y de las emociones colectivas.
Cmo fijar lmites a los efectos de expansin, de penetracin, de fusionamiento espiritual,
resultantes de un arreglo coherente de la multitud humana?... Dominar y canalizar las
potencias del ter y del mar, est bien. Pero qu es este triunfo comparado al dominio
global del pensamiento y del amor humano? En verdad, que nunca oportunidad tan
magnfica como sta se ha presentado a las esperanzas y a los esfuerzos de la Tierra.
Considerada segn sus ejes principales, la organizacin de la Energa Humana total es
bastante fcil de definir, al menos en sus principios. En efecto, el movimiento se ha
esbozado espontneamente en la mayor parte de los puntos, bajo la presin arterial de los
acontecimientos en curso, de suerte que el trabajo de los tcnicos en este terreno consiste
menos quiz en imaginar vas nuevas de progresin que en reconocer la significacin y en
adivinar los prolongamientos lgicos de caminos ya iniciados de ahora en adelante.

a) En materia de energa incorporada somos increblemente lentos en llevar adelante


(e incluso, en concebir) la realizacin de un cuerpo de la Hunanidad. En este terreno, los
apstoles del control de natalidad (animados, todava, con demasiada frecuencia, por el
deseo estrecho de aliviar penas individuales) nos habrn hecho un servicio: el de abrir
nuestros ojos a la anomala de una sociedad que se ocupa de todo menos de organizar el
reclutamient de sus propios elementos. Pero la eugenesia no se limita a una simpIe
seleccin de los nacimientos: hay toda una serie de cuestiones relacionadas con ella, apenas
resueltas a pesar de su urgencia. Cul debe ser, por ejemplo, la actitud de fondo a adoptar
frente a grupos tnicos detenidos, o decididamente poco progresivos por la parte que
progresa de la Humanidad? La Tierra es una superficie cerrada y limitada. En qu medida
se deben tolerar en ella, racial o nacionalmente, reas de menor actividad? De una manera
ms general an: cmo hay que juzgar los esfuerzos que multiplicamos para salvar, en
toda clase de hospitales, lo que no es, a menudo, ms que un desecho de vida? Algo
profundamente bueno y verdadero (me refiero a la fe en el valor ireemplazable y a los
recursos imprevisibles contenidos en cada elemento personal) se oculta, evidentemente, en
esta obstinacin en sacrificarlo todo por salvar una existencia humana. Pero no debera
equilibrarse esta solicitud del Hombre por su prjimo individual, con una pasin mayor,
nacida de la fe en esta otra personalidad superior que se espera, como veremos, del xito
terrestre de nuestra evolucin? Hasta qu punto el desarrollo del fuerte (si es que, en
realdad, se puede definir ste claramente) debera primar sobre la conservacin del dbil?
Cmo conciliar, con un mximo de eficiencia, el cuidado a prodigar a los heridos con las
necesidades superiores del ataque? 4. En qu consiste la verdadera caridad?... Y as, otros
tantos problemas cuya solucin no puede ser enfocada ms que fijando previamente, sobre
una amplia base, una escala y un plan de distribucin de los valores humanos. Cmo
escoger y distribuir los materiales, sin decidir, primero, lo que hay que edificar?
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4 El doble y constante esfuerzo del P. Teilhard por arrastrar a los dbiles y
sobreanimar a los fuertes, prueba que ha sabido realizar esta conciliacin. (N. del E.)
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b) En el terreno de las energas controladas parece que distinguimos mejor los


medios para construir. La disposicin de los mecanismos con los que se teje,
artificialmente, el mayor cuerpo humano, no levanta, en efecto, los mismos delicados
problemas que la manipulacin directa de los organismos vivos. Un primer cuidado de la
nueva tcnica, en este dominio, debe ser, evidentemente, el asegurar una provisin creciente
de energa natural utilizable. Despus del carbn, del agua, del petrleo, qu?.. En este
punto podemos otorgar confianza a la Fsica. Pero, al ritmo en que progresa el consumo de
nuestras reservas, habra que apresurarse a encontrar alguna otra cosa. Y no tenemos nada
todava. No menos urgente que la cuestin de las fuentes de energa parece la instalacin
sobre la Tierra de una economa general de la produccin y del Trabajo, aadida al
establecimiento de una dinmica racional del oro. Las crisis financieras y sociales se
encargan de recordarnos qu confusas son todava nuestras teoras y qu brbaros nuestros
procedimientos en estas materias. Pero cundo se decidirn a reconocer que no puede
efectuarse ningn progreso serio sino con dos condiciones: la primera, que la organizacin
prevista sea internacional y, finalmente, totalitaria 5, y la segunda, que est concebida para
adeudar en grande? Lo que mata hoy nuestra economa y nuestra poltica no es solamente
su obstinacin en segmentar el Mundo en compartimentos estancos. Ms nefasta todava es
su obstinacin en conservar una forma y un ideal estticos: regmenes circulares de
intercambios, cuya perfeccin consistira, segn parece, en dar vueltas, en corto-circuito,
sobre ellos mismos. En el polo opuesto de esta doctrina de equilibrio cerrado, una teora
general de la Energa Humana debe hacer aparecer la necesidad de un desequilibrio esencial
de nuestras actividades terrestres en funcin del futuro. Irremediablemente, la Noosfera va
acumulando en s una tensin cada vez mayor. O bien estallamos de poder, o bien nos
aplastamos unos contra otros. Tambin esto querramos solucionarlo limitando la Fuerza.
Imposible tentativa, inmoral, por otra parte. Nuestra curacin est en el descubrimiento de
una salida natural y fecunda en la que volcar la superabundancia que nos oprime. Un
exceso, cada vez mayor, de energa libre, disponible para conquistas cada vez ms amplias,
esto es lo que el mundo espera de nosotros y lo que nos salvar.
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5 Es evidente que aqu el adjetivo se refiere a la nocin general de totalidad y no a un
rgimen llamado totalitario. (N. del E.)
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No faltan objetivos hacia los que hacer derivar racionalmente este excedente natural de
potencia: instalacin y saneamiento de los continentes, lucha organizada contra las
enfermedades, esfuerzos colectivos de exploracin y de investigacin. Insistamos en este
ltimo punto: me parece que contiene la solucin definitiva a los problemas planteados por
la utilizacin de la Energa Humana.
Nos enorgullecemos de vivir en un siglo de luz y de ciencia. Y, sin embargo, la verdad
es, por el contrario, que nos arrastramos todava en formas rudimentarias e inefables de
conquista intelectual. Siglo de ciencia, decimos. Pero cul es la proporcin de actividades
terrestres empleadas actualmente en visitar y en conquistar las zonas todava desconocidas
del mundo, en dinero, en personal, en organizacin? Intentemos hacer el clculo y
quedaremos estupefactos ante la insignificancia del porcentaje obtenido. Una millonsima
parte de la energa total, quiz... Apenas el precio y el efectivo de un acorazado.. Hay un
hecho brutal: en su mayor parte, la Investigacin (esta funcin a la que todo el mundo est
de acuerdo en reconocer el valor humano supremo) est abandonada, sin ningn orden, a
algunas buenas voluntades o a instituciones privadas. Semejante situacin es, simplemente,
un escndalo biolgico. Esta negligencia y este desorden no solamente tienen por efecto
retardar gravemente la velocidad del movimiento, sino que, durante el tiempo que duren,
tenemos positivamente que renunciar a algunos y probablemente a los ms importantes de
los descubrimientos que necesitamos. Nadie que investigue sobre el terreno o en un
laboratorio vendr a contradecirme. Nos encontramos, en este momento, en el lmite de los
progresos realizables por esfuerzos individuales. La ciencia espera ahora, para constituirse
verdaderamente, que la llevemos adelante con medios de amplitud industrial. Intentarlo
todo, hasta el fin. Esta frmula no perder su valor hasta que la experimentacin cientfica
se encuentre organizada a una escala, no solamente nacional, sino humana.
Qu sucedera si nos decidiramos, al fin, a concentrar el aguijn de nuestras
ambiciones sobre este polo del descubrimiento? Pues quiz, ni ms ni menos, que se habra
hecho la abertura definitiva para el exceso de nuestros poderes en un campo ilimitado de
expansin y de conquista. Actualmente, la mayora de los hombres no comprenden todava
la Fuerza (esta llave y este smbolo del ms-ser) ms que bajo su forma ms salvaje y
primitiva: la guerra. He aqu por qu es necesario, quiz, que hagamos todava, durante
algn tiempo, ingenios de batalla cada vez ms grandes y ms mortferos, puesto que
tenemos todava necesidad, desgraciadamente, de esas mquinas para materializar en
nuestra experiencia concreta el sentido vital del ataque y de la victoria. Pero viene el tiempo
(y llegar) en que la masa se dar cuenta de que los verdaderos xitos humanos son los que
triunfan de los misterios de la Materia y de la Vida. Se aproxima el momento en que el
hombre de la calle comprender que hay ms poesa en un poderoso instrumento destinado
a desintegrar los tomos que en un can. Sonar, entonces, para el hombre, una hora
decisiva: aquella en que el Espritu del Descubrimiento absorber toda la fuerza viva
contenida en el Espritu de la Guerra. Fase capital de la Historia en la que, al sumarse el
poder transformado de las armadas y de los ejrcitos con este otro poder que la mquina
habr liberado, una marea irresistible de energas libres avanzar hacia los crculos ms
progresivos de la Noosfera.
Una parte importante de esta masa de energa disponible se encontrar absorbida
inmediatamente por las expansiones del Hombre de la Materia. Pero otra porcin, la ms
preciosa, refluir necesariamente hasta los niveles de los que tenemos que ocuparnos ahora,
de la energa espiritualizada.
c) Los crecimientos posibles de la Energa espritual total revelan, propiamente, lo que
Bergson ha denominado la Evolucin creadora. Son, pues, por naturaleza, imprevisibles.
Qu sern maana las formas superiores de la intuicin, del arte, del pensamiento?.. No
solamente no podramos decirlo, sino ni siquiera concebirlo. Pero si tenemos que renunciar
aqu a toda anticipacin figurada del porvenir, al menos podemos afirmar de qu tipo
general sern los progresos esperados. Se efectuarn, tal como se anuncian ya, en la
direccn y bajo el signo de una creciente unidad. Esto es lo que es importante discernr.
En el curso de las pgnas que preceden nos hemos ocupado largamente de la red de
conexiones mecnicas y sociales por la que se teje, a nuestros ojos, la envuelta tangble de
la Humanidad. Pero este velo, cada vez ms cerrado, de cohesin material, no es ms que el
ndice exterior de otro trabajo en curso mucho ms profundo: el de una organizacin
interna, psquica, de la Noosfera.
En un prmer grado, esta elaboracin inmanente de la Energa Humana total se
encuentra mecnicamente esbozada por el juego mismo de las necesdades ms inmediatas
de la vida. Materialismo histrico, dira Marx. Para obtener los resultados de organizacin y
de descubrimiento colectivos necesarios a su subsistencia, las actividades elementales
pensantes son automticamente conducidas a formar un conjunto ligado de operacin: un
frente humano. Pero estos primeros lineamentos de una conciencia comn contienen en s
una exigencia viva de precisarse y de prolongarse interiormente. Intelectualmente, los
progresos de la Ciencia tienden a edificar una sntesis de las leyes de la Materia y de la
Vida, que no es otra cosa, en el fondo, que un acto colectivo de percepcin: el Mundo visto
en una misma perspectiva coherente por el conjunto de la Humanidad. Socialmente, el cruce
y el fusionamiento de las razas conducen, directamente, al establecimiento de una forma,
igualmente comn, no solamente de lengua, sino de moralidad y de deal. Afectivamente, la
comundad de inters y de lucha por los mismos objetivos, acompaa ipso facto de una
camaradera de combate, esbozo natural de un amor o sentido humanos.
As, por toda clase de vas diversas, lo que no era, en principio, ms que un
agrupamiento casi material de progresin y de ataque, tiende a tomar una consistencia
interior y a convertirse en sujeto autnomo de reflexin y de accin. Bajo el efecto
combinado de las necesidades materiales y de las afinidades espirituales de la vida, la
Humanidad comienza, alrededor nuestro, a emerger de lo impersonal para, de alguna
manera, adquirir un rostro y un corazn.
En la constatacin de este nacimiento misterioso se acaba y se pierde la vista ms
general que nos es dado tomar de la corriente biolgica que nos arrastra.
La Organizacin de la Energa Humana, tornada en su totalidad, se dirige y nos empuja
hacia la formacin ltima, por encima de cada elemento personal, de un alma humana
comn.

V. MANTENIMIENTO DE LA ENERGIA HUMANA Y


EL PUNTO CSMICO OMEGA
Expansin en el espacio y profundizacin en el espritu. Crecimiento continuo del radio,
traducindose por un enriquecimiento continuo del centro... Cuanto ms, en virtud de estos
dos elementos conjugados, la Noosfera va extendindose exteriormente, ms va creciendo,
necesariamente, la potencia que consume para su trabajo y tambin la potencia que absorbe
en sus sntesis. Segn qu mecanismo y a partir de qu fuentes podemos concebir que se
mantiene la Energa Humana?
Considerada en sus zonas materiales organizadas, la Energa Humana obedece a las
leyes de la Fsica y se extrae, naturalmente, en las reservas de calor disponibles en la
Naturaleza. Pero estudiada en su forma axial, espiritualizada, se encuentra alimentada por
una corriente particular (de la que la Termodinmica podra bien no ser, despus de todo,
ms que un eco estadstico), a la cual, a falta de algo mejor, daremos el nombre de tensin
de conciencia, Nos preocupamos, con razn, de nuestras reservas terrestres en
combustibles y en metales. Pero pensamos lo bastante que la Humanidad se extinguir
miserablemente sobre montones de caloras a poco que bajen en ella la pasin por crecer y
el gusto por la vida? En fin de cuentas, cuando todo ha sido previsto para una organizacin
racional de nuestro mundo, los tcnicos de la Tierra se encuentran enfrentados con esta
cuestin esencial: Con qu condicin conservar, e incluso aumentar (como es
necesario) su fuerza de penetracin y su potencia de choque la Vida refleja, cuyos progresos
intentamos organizar?
Sera intil eludir la dificultad poniendo la tensin de conciencia a cuenta de un
instinto que nos empujara, ciegamente, hacia adelante. No consiste el verdadero problema
humano justamente en explicar cmo el impulso vital puede prolongarse convirtindose en
auto-consciente? Por otra parte, sera insuficiente explicar nuestra marcha hacia el porvenir
por el simple temor al peligro y al dolor. Esta persecucin a tergo por las necesidades
materiales tiene, ciertamente, una parte en el fenmeno del progreso humano. Pero esta
parte no puede ser ms que secundaria y subordinada. Orientada, principalmente, hacia el
mal menor, la Vida se abriga y se enquista, no tiene necesidad de avanzar. No, no es de un
esfuerzo desesperado por sobrevivir, es de una voluntad tenaz por vivir ms, de donde ha
nacido la Humanidad.
Nos es forzoso, pues, llegar a la idea siguiente, por la que, por lo dems, pasa una de las
intuiciones ms antiguas y ms ordinarias de nuestra conciencia: la conspiracin de
actividades de donde procede el alma colectiva humana, supone, en su principio, la
aspiracin comn ejercida por una esperanza. Para agitar y nutrir la Energa Humana no
puede haber en ella, en su origen primero, ms que la atraccin interna hacia un objeto
deseado.
Definir esta esperanza, descubrir este objeto, sera poner el dedo sobre el resorte ltimo
de la Energa Humana. Intentmoslo en tres grados sucesivos.
En una primera aproximacin se deduce de lo que hemos dicho ms arriba sobre el
nacimiento de un sentido csmico, que el motor primero de la actividad humana no podra
ser ms que una realidad posesora de dimensiones universales. Ninguna construccin refleja
sera posible sin la eleccin final que nos hace inclinarnos, corazn y razn, por el ser ms
que por el no-ser. Pero esta opcin fundamental por el ser, sin la cual el mundo, al hacerse
pensante, se volvera lgicamente al polvo, arrastra necesariamente la fe en alguna
consumacin final de todo lo que nos rodea. Si el ser es de naturaleza sagrada, no hay
salvacin ms que de todo lo que existe. Actuamos, pues, en ltimo anlisis, para obedecer
al Mundo, para acabarnos con el Mundo. Un trmino total y totalizador, slo esto puede
animar y someter los resortes de nuestra libertad.
Ms precisamente, y siempre en virtud de los anlisis que preceden, nos est permitido
todav afirmar que el objetivo mximamente deseable cuya atraccin nos decide, en
definitiva, a colaborar con el Universo, coincide, en alguna medida, con el pleno desarrollo
de la propia Energa Humana. Pues esta energa, ya lo hemos reconocido, es algo muy
distinto a un simple medio de accin. Lleva en s misma el fruto de su ejercicio. Un alma
comn, as hemos podido definirla tanto, y aun mejor, que como una superficie de
transformacn y un frente de propagacin para la Energa Universal. De hecho, en este
punto, los progresos de la conciencia moderna han salido ya de la especulacin para entrar
en el dominio de las actitudes prcticas. No solamente para una lite, sino hasta para la
masa, se ha convertido en un artculo de fe comnmente admitido que, si hay una salida
para el Mundo y una salvacin para el individuo, stas nos esperan en la direccin de
alguna forma superior alcanzada por la Humanidad.
Pero cmo imaginamos los rasgos de esta sobre-Humanidad en la que debe resumirse
el Mundo? Este es el tercer paso de nuestra investigacin.
En materia de futuro, cuando se trata, no de determinismos mecnicos, sino de vida,
sera absurdo, repitmoslo, imaginar. Pero al menos nos es posible determinar a qu
condiciones generales debe dar satisfaccin el futuro para permanecer coherente con el
presente. Forzosamente se nos escapan los rasgos del sujeto total trans-humano, cuya
realizacin se persigue a travs de las vicisitudes de la Tierra. Pero cules deben ser los
atributos conocidos de este centro, por qu clase de rayos percibidos debe influencir
nuestras almas para que su atraccin tenga la virtud fsica de aspirar cada vez ms alto las
capas cada vez ms conscientes de la Noosfera? La cuestin se plantea inexorablemente a
nuestra libertad y tiene, ciertamente, una respuesta, puesto que de esta respuesta depende el
mantenimiento de la Energa Humana. Busqumosla.
La solucin a un problema de naturaleza inmanente no puede ser buscada ms que en el
interior de nosotros mismos. Como todos los que se interesan en el problema, esencialmente
moderno, de la Accin, me he analizado frecuentemente para descubrir qu atributos me
vea psicolgicamente obligado a prestar al polo positivo de las cosas para tener el valor de
someterme a sus direcciones. A fin de cuentas, he llegado a la conclusin siguiente: hay dos
condiciones necesarias, y de hecho suficientes, para que consintamos y concurramos a las
llamadas de la Evolucin: el Trmino universal y sobrehumano al que nos encamina esta
ltima debe presentarse smultneamente a nosotros como incorruptible y personal. Esto es
lo que yo querra demostrar.
Incorruptible, primero. La muerte ha sido incansablemente escrutada por el Hombre en
las separaciones y humillaciones que la acompaan. Incansablemente, los moralistas han
utilizado el poder que se les atribuye de arrojar un fro saludable sobre la fiebre de nuestras
pasiones. Se ha puesto de manifiesto, en contrapartida, el poder que posee de iluminar los
ms lejanos horizontes de la Energa Humana? Morir es, probablemente, poca cosa para el
animal que, absorbido en su accin, no emerge del minuto presente. Pero qu proporciones
toma el fenmeno transportado al medio de la Noosfera? Cmo va a reaccionar el ser, una
vez puesto en presencia, y por toda la duracin de su vida, de un fin en el que parece que
debe naufragar enteramente? Resignacin? Estoicismo?.. Nada de eso, dira yo, sino
rebelin y desercin legtimas, a menos que la muerte no descubra la forma o la condicin
de un nuevo progreso. Actuar es crear y crear es para siempre. Accin refleja y desaparicin
total prevista son, pues, csmicamente incompatibles. La asociacin, desde luego, en una
misma corriente evolutiva, de un Pensamiento y de la Muerte, suscita un conflicto
fundamental que debe terminarse por la destruccin de uno de los dos trminos en
presencia. O bien es el Espritu el que, reconocindose engaado, se retirar del juego. O
bien es la Muerte la que, levantando su velo de aniquilamiento, tomar la forma de la Vida.
Pero la primera alternativa entraara el absurdo de un Universo que, victorioso de la
inconsciencia hasta llegar al Hombre, no habra llegado a hacer nacer en este la reflexion
ms que para descubrir que es impotente para satisfacerla. Queda, pues, la segunda
alternativa, a saber: que la Muerte deje subsistir, bajo una u otra forma, alguna parte de
nosotros mismos en la que podemos interesamos y a la que podemos dedicamos como a una
parcela de lo absoluto. El trmino al que nos destina nuestra incorporacin en el Universo
debe, para ser tal, presentarse a nuestras esperanzas como imperecedero; he aqu cmo he
anunciado una primera condicin sine qua non del despliegue de la Energa Humana.
Incorruptibilidad, pues. Pero tambin, aada, personalidad. Hay hombres (conozco
alguno) que al sentir la necesidad de encontrar alguna prolongacin a nuestra existencia,
intentan consolarse de su desaparicin eventual pensando que sus cenizas irn a unirse, para
perderse en ella, a la gran corriente de la Materia. La Materia, bajo sus formas ms simples
y ms indescomponibles, sera entonces el medio inalterable al que iramos, finalmente, a
reposar. Basta con reflexionar un Instante para darnos cuenta del fallo de esta perspectiva.
La materia elemental podra, segn supone, representar la forma de equilibrio en la que
tiende a fijarse la materia de la Noosfera. Pero esto es doblemente imposible. Primero, por
permanentes que parezcan ser, con relacin a la duracin de nuestras vidas, los elementos
fsico-qumicos, ahora lo sabemos, van desintegrndose: hay una muerte de la Materia.
Adems, y esto es todava ms grave, la energa sin forma a la que querran agarrarse como
al gran Estable los pantesmos de lo Inanimado, no se parece en nada (aunque fuese ella
tambin indestructible) al objeto ideal legtimamente esperado por nuestra actividad
consciente. Nacida de una dispersin o distensin general de las cosas, la Materia pura se
sita en los antpodas del centro de convergencia psquica requerido y anunciado por
todas las exigencias ntimas, tanto como por todos los desarrollos constatados de la
Noosfera. Lo que la Muerte, para no ser ya Muerte, debe dejar filtrar a travs de s misma
no es un residuo, sino la esencia ms preciosa de nuestros seres; no lo ms primitivo y lo
ms inconsciente, sino lo ms evolucionado y reflejo de nosotros mismos. En cada Uno de
nosotros, por el largo trabajo del Pasado primero y por los cuidados de nuestra libertad
individual despus, se forma gradualmente un ncleo de perspectiva y de accin, un yo, una
persona. Pues bien: en inters del Mundo a salvar en nosotros, lo que nos importa es la
consistencia final de este elemento y de ningn otro. La evolucin csmica percibe en
nosotros una obra de naturaleza personal. No podra, pues, terminarse, bien en s misma,
bien en la conciencia que tenemos de sus progresos, ms que en una magnitud de forma
personal, en la que confluyen, de una manera o de otra, nuestras propias personalidades;
justamente el alma comn que nos haca ya preveer ms arriba la organizacin totalizadora
de la Energa Humana.
Pero he aqu que en este punto parece descubrirse una contradiccin. Un Centro de
materia personal, totalizando en s la esencia de nuestras personalidades; as acaba de
definirse, a nuestros ojos, paulatinamente, el foco atrayente universal, reconocido como
necesario para alimentar el impetu de la Noosfera. Pero no son incompatibles entre ellas
estas propiedades? Un universal puede ser al mismo tiempo personal? Y lo personal
puede comunicarse a otra persona (a fin de estar totalizado en ella), sin despersonalizarse,
es decir, sin destruirse al mismo tiempo?
Doble dificultad cuya solucin va a terminar de aclarar las leyes profundas de la Energa
Humana.
1) La idea de que lo universal se opone a lo personal, tan extendida en nuestros das,
parece tener un origen instintivo en el hecho de que la persona no se manifiesta a nuestra
experiencia ms que ligada a individuos, y un origen cientfico en el descubrimiento
moderno de las vastas unidades difusas de la energa y de la Materia, en las que, decamos
ms arriba, hemos credo percibir la forma estable y definitiva del Todo. Pero esta idea
(mejor sera decir esta impresin) no resiste al anlisis. La totalidad de una esfera se
encuentra tan reunida en su corazn puntiforme como extendida en el conjunto de su
superficie, o ms bien no se encuentra realmente ms que en sta. Y qu tendra de
extraordinario que el Universo tuviera un Centro, es decir, que se recogiera en el mismo
grado de una conciencia nica, si ya su totalidad se mira parcialmente en cada una de
nuestras conciencias particulares? No se trata, en suma, para concebir este foco ltimo de
pensamiento, ms que de llevar ms lejos, en la misma lnea, el proceso del que ha nacido el
alma humana 6. Para que en un mundo dado, la aparicin de un personal-universal no
solamente pueda, sino que deba, producirse, basta con que el Mundo en cuestin sea de
estructura convergente. Y que semejante estructura sea la de nuestro Universo nos es
revelado por la misma existencia de nuestros centros de pensamiento individuales.
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6 En tanto que la existencia de sta, en el curso del desarrollo de la creacin, est
ligada a la aparicin del cuerpo. (N. del E.)
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2) Queda ahora ante nosotros la segunda faz de la paradoja. Para establecer la


posibilidad, e incluso la necesidad, de un Personal-universal en la cima de la Evolucin,
acabamos de suponer que poda y deba producirse una ultra-concentracin de los
elementos personas humanos en una conciencia ms elevada. Pero es intrnsecamente
realizable esta concentracin? En principio podra parecer que no. Nos damos cuenta, a
primera vista, de que hay dos procedimientos imaginables que pueden conducir a la
formacin de un Centro universal: o bien absorcin de los centros inferiores en una Unidad
ms poderosa que los absorbe, o bien coalescencia de los mismos centros en una Unidad
resultante que nace de su agrupamiento. Pero ninguno de estos dos mecanismos se revela
capaz de asegurar, como sera necesario, un progreso de los elementos en cohesin y en
distensin simultneamente. Por naturaleza, los yo elementales, una vez formulados, no
pueden avanzar en el ser ms que por un crecimiento de la concentracin interior de la que
han nacido. Cmo, pues, podrn absorberse o fundirse en lo que sea, a menos de retroceder
sobre s mismos en la misma proporcin? Para ser ms personales, hemos admitido, los
ncleos humanos deberan unirse en Otro o entre ellos. Pero he aqu, justamente, que no
pueden confluir sin que decrezca, aparentemente en la misma medida, su personalidad. Es
posible escapar a esta contradiccin? S, responderemos, e incluso muy fcilmente. Pues
para ver desvanecerse la paradoja basta con invertir la ltima y falaz proposicin enunciada
ms arriba. Lo personal, acabamos de decir, parece que no puede unirse a otro personal
ms que perdiendo algo de su personalidad. Pero es exactamente lo inverso lo que hay que
afirmar. Observemos cualquiera de las unificaciones de convergencia que se operan en el
campo de nuestra experiencia: agrupacin de clulas en un cuerpo vivo, agrupacin de los
individuos y de las funciones en un organismo social, agrupacin de las almas bajo la
influencia de un gran amor. Y llegamos a una conclusin de hecho que justifica fcilmente
la teora, y que es la siguiente: los fenmenos de fusin o de disolucin no son, en la
naturaleza, ms que el signo de una vuelta a la dispersin en lo homogneo. La unin, la
verdadera unin hacia lo alto, en el espritu acaba de constituir, en su perfeccin propia, los
elementos que domina. La unin diferencia. Es virtud de este principio fundamental las
personalidades elementales pueden, y no pueden hacer otra cosa que afirmarse, llegando a
una unidad psquica o Alma ms elevada. Pero esto, sin embargo, con una condicin, que el
Centro superior al que acaban de unirse, sin mezclarse, tenga l tambin su realidad
autnoma. Puesto que no hay ni fusin ni disolucin de las personas elementales, el Centro
en el que stas se juntan debe, necesariamente, ser distinto de ellas; es decir, tener su
propia personalidad.
De ah la descripcin siguiente para el Trmino supremo hacia el que tiende la Energa
Humana: Una pluralidad organizada cuyos elementos encuentran, en un paroxismo de
unin y de transparencia mutuas, la consumacin de su propia personalidad, encontrndose
el Cuerpo entero suspendido de la influencia unificadora de un Centro distinto de supra-
personalizacin.
Esta ltima condicin o restriccin tiene una importantancia considerable. Significa, en
efecto, que la Noosfera requiere fsicamente para su mantenimiento y su funcionamiento la
existencia en el Universo de un Polo real de convergencia psquica. Centro diferente a todos
los centros que l sobre-centra asimilndolos. Persona distinta de todas las personas que
acaba unindoselas. El Mundo funcionara si no existiera en alguna parte, antes del tiempo
y del espacio, un punto csmico Omega de sntesis total.
La consideracin de este Omega va a permitirnos definir, de una manera ms completa,
en un ltimo captulo, la naturaleza secreta de lo que hemos llamado hasta aqu, de una
manera bastante vaga, la Energa Humana.

VI. EL AMOR, FORMA SUPERIOR


DE ENERGIA HUMANA

Acabamos de reconocerlo: por la hominizacin, el Universo ha alcanzado un nivel


superior, en el que sus potencias fsico-morales toman, poco a poco, la forma de una
afinidad fundamental que religa los individuos entre ellos y a lo que hemos llamado el
Punto Omega. En nosotros, y a nuestro alrededor, hemos podido concluir, los elementos
del Mundo van, sin cesar, personalizndose ms por acceso a un trmino, tambin l
personal, de unificacin, tanto que de este trmino refluye, en definitiva, la Energia esencial
del Mundo, la que, despus de haber agitado confusamente la masa csmica, emerge de ella
para formar la Noosfera.
Qu nombre hay que dar a semejante clase de influencia?
Uno solo: el Amor.
El Amor es, por definicin, la palabra de que nos servimos para designar las atracciones
de naturaleza personal. Puesto que, en el Universo convertido en pensante, todo, en fin de
cuentas, se mueve en y hacia lo personal, es forzosamente el Amor, una clase de amor, el
que forma y formar cada vez ms, en estado puro la materia de la Energa Humana.
Es posible verificar a posteriori esta conclusin que nos imponen a priori las
condiciones de funcionamiento y de mantenimiento de la actividad pensante en la superficie
de la Tierra?
Creo que s, y eso de dos maneras distintas:
Psicolgicamente, primero, haciendo notar que el Amor, llevado a un cierto grado
universal, por la percepcin del Centro Omega, es la nica potencia capaz de totalizar, sin
contradicciones internas, las posibilidades de la accin humana.
Histricamente, despus, observando que un Amor universal semejante se presenta,
realmente a nuestra experiencia, como el trmino superior de una transformacin ya
comenzada en la masa de la Noosfera. Vamos a intentar mostrarlo.

1. EL AMOR, PRINCIPIO TOTALIZADOR DE LA ENERGA HUMANA

Los mismos que acogen con el mayor escepticismo cualquier sugestin que tienda a
promover una coordinacin general del Pensamiento en la Tierra, son los primeros en
reconocer y en deplorar el estado de divisin en el que vegetan las fuerzas humanas: polvo
de actos en el individuo, polvo de individuos en la sociedad... Evidentemente, dicen, hay
una inmensa potencia neutralizada y perdida en esta agitacin sin orden. Pero cmo es
posible que semejante ceniza adquiera nunca coherencia? Divididas ya, de modo natural, en
s mismas, las parcelas humanas, se rechazan, adems, unas a otras, sin remedio. Se puede,
quiz, forzarlas mecnicamente, unas sobre otras. Pero infundirles un alma comn es
fsicamente irrealizable.
El punto fuerte y el dbil de todas las objeciones hechas a la posibilidad de alguna
unificacin ulterior del mundo, me parece que se apoyan en el hecho de que aumentan
insidiosamente apariencias demasiado reales, sin querer tener en cuenta ciertos factores
nuevos, perceptibles ya en la Humanidad. Los pluralistas razonan siempre como si no
existiera ningn principio de ligazn o no tendiera a existir en la Naturaleza, fuera de las
relaciones vagas o superficiales, habitualmente consideradas por el sentido comn y la
sociologa. En el fondo, son juridicistas o inmovilistas que no pueden imaginar a su
alrededor ms que lo que les parece que ha sido siempre.
Pero veamos lo que va a pasar en nuestras almas, por poco que emerja en ellas, en el
momento regulado por la marcha de la Evolucin, la percepcin de un Centro animado de
convergencia universal. Representmonos (no es una ficcin, como diremos pronto) un
hombre que se ha hecho consciente de sus relaciones personales con un Personal supremo,
al que es llevado a agregarse por el juego entero de las actividades csmicas. En un sujeto
tal, y a partir de l, es inevitable que se encuentre esbozado un proceso de unificacin,
marcado, paulatinamente, por las siguientes etapas: totalizacin de cada operacin con
relacin al individuo; totalizacin del individuo con relacin a s mismo; totalizacin,
finalmente, de los individuos en lo humano-colectivo. Realizndose todo este imposible,
naturalmente, bajo la influencia del Amor.

a) Totalizacin, por amor, de los actos individuales.

En el estado dividido en que nos consideran los pluralistas (es decir, fuera de la
influencia consciente del Omega), slo actuamos, lo ms a menudo posible, por una nfima
porcin de nosotros mismos. Tanto si come como si trabaja, si estudia matemticas o hace
crucigramas, el Hombre no se compromete en sus obras ms que parcialmente, slo por una
u otra de sus facultades. Funcionan sus sentidos o sus miembros, o su razn, pero no el
mismo corazn. Accin humana, pero no accin de todo el Hombre, dira el Escolstico.
Por esto un sabio o un pensador, despus de una vida de esfuerzos sublimes, puede
encontrarse empobrecido, extenuado, decepcionado. Su inteligencia, pero no su persona, ha
trabajado sobre objeto inanimados. Se ha dado: no ha podido amar.
Observemos ahora las mismas formas de actividad, a la luz de Omega. Omega, aquel en
quien todo converge, es, recprocamente, aquel de quien todo irradia. Imposible situarle
como un foco en la cumbre del Universo, sin difundir, al mismo tiempo, su presencia en lo
ntimo del menor paso de la Evolucin. Qu decir sino que, para el que la ha visto,
cualquier cosa, por humilde que sea, con tal que se site en la lnea del progreso, se
calienta, se ilumina, se anima y, en consecuencia, se convierte en objeto de adhesin total?
Lo que era fro, muerto, impersonal, para el que no ve, se carga, para los que ven, no
solamente de vida, sino de una vida ms fuerte que la suya, de suerte que se sienten cogidos
y asimilados, al actuar, mucho ms de lo que toman y asimilan ellos mismos. All donde el
primero no encuentra ms que un objeto de reaccin limitada, los segundos pueden
extenderse sobre la totalidad de sus potencias, amar apasionadamente, como un contacto o
una caricia, la ms oscura de sus tareas. Nada ha cambado en el mecanismo de la
operacin. Pero qu dferencia en la materia de la accin, en la intensidad de la donacin!
La distancia entre una manducacin y una comunin.
Y esto es el primer paso en la totalizacin. En el interior de un mundo de estructura
personal convergente, en el que la atraccin se convierte en amor, el Hombre descubre que
puede darse sin lmites a todo lo que hace. Con el Universo, en el menor de sus actos puede
tomar un contacto ntegro, con toda la superficie y la profundidad de su ser.
Todo se ha convertido, para l, en alimento completo.

b) Totalizacin, por el amor, del individuo sobre s mismo

Que bajo la influencia animadora de Omega cada uno de nuestros gestos particulares
puede hacerse total, es ya una maravillosa utilizacin de la Energia Humana. Pero he aqu
que, apenas esbozada, esta primera transfiguracin de nuestras actividades tiende a
prolongarse en otra metamorfosis todava ms profunda. Por el hecho mismo de que se
hacen totales, cada una por s misma, nuestras operaciones se encuentran lgicamente
abocadas a totalizarse, tomadas todas juntas en un acto nico. Veamos cmo.
Inmediatamente, el efecto del amor universal, hecho posible por Omega, es el de
subtender a cada una de nuestras acciones una identidad profunda de inters y de donacin
apasionados. Cul va a ser la influencia de este fondo comn (se podra decir, de este
clima nuevo) sobre nuestra vida interior? Va a disolvemos en su dulce calor? A embotar
en una atmsfera de espejismo la nitidez de los objetos prximos? A distraernos de lo
tangible individual para absorbernos en un sentido confuso de lo Universal?... Para temerlo
sera necesario olvidar una vez ms que, en la direccin del espritu, la unin diferencia. Es
exacto, sin duda, que, si he descubierto Omega, todas las cosas se me conviertan, de alguna
manera, en la misma cosa, de suerte que, haga lo que haga, pueda tener la impresin de
hacer una misma cosa. Pero esta unidad fundamental no tiene nada de comn con una
disolucin en lo homogneo. En primer lugar, acenta, lejos de debilitar, el relieve de los
elementos que une, pues Omega, el nico deseado, no se forma a nuestros ojos y no se
ofrece a nuestro contacto ms que en la perfeccin de los progresos elementales por los que
se teje, experimentalmente, la Evolucin. Pero hay ms. El amor no impregna solamente el
Universo, a la manera de un aceite que reavivara sus colores. No liga, simplemente, en una
transparencia comn, el polvo opaco de nuestras experiencias. Es una verdadera sntesis la
que opera en el haz agrupado de nuestras facultades. Y he aqu, en definitiva, el punto que
interesa comprender bien.
En el curso superficial de nuestras existencia, es una cosa diferente ver o pensar,
comprender o amar, dar o recibir, aumentar o disminuir, vivir o morir. Pero qu van a ser
todas estas oposiciones desde el momento en que, en Omega, su diversidad se descubre
como las modalidades infinitamente variadas de un mismo contacto universal? Sin
desvanecerse, en absoluto, en sus races, van a tender a combinarse en una resultante comn
en la que su pluralidad, siempre reconocible, surge en una inefable riqueza. No
interferencia, sino resonancia. Por qu asombrarnos? No conocemos, en un menor grado
de intensidad, un fenmeno semejante en nuestra experiencia? Cuando un hombre ama
noblemente a una mujer, con esta pasin vigorosa que exalta al ser ms all de s mismo, la
vida de este hombre, su poder de crear y de sentir su Universo entero, se vuelven a
encontrar claramente contenidos, al mismo tiempo que sublimados, en el amor de esta
mujer. Y, sin embargo, la mujer, por necesaria que sea al hombre para reflejarle, revelarle,
comunicarle y personalizarle el Mundo, no es todava el centro del Mundo. As, pues, si
el amor de un elemento por el elemento se muestra tan poderoso para fundir (sin
confundirla) en una impresin nica la multitud de nuestra percepcin y de nuestras
emociones, cul no ser la vibracin sacada de nuestros seres por su encuentro con
Omega?
En verdad, cada uno de nosotros est llamado a responder, con un armnico puro e
incomunicable, a la Nota universal. Cuando, por el progreso en nuestros corazones del
Amor del Todo, sintamos apagarse, ms all de la diversidad de nuestros esfuerzos y de
nuestros deseos, la exuberante sencillez de un impulso en el que se mezclan y se exaltan, sin
perderse, los innumerables matices de la pasin y de la accin, entonces, en el seno de la
masa formada por la Energa Humana, nos aproximaremos cada uno a la plenitud de nuestra
eficiencia y nuestra personalidad.

c) Totalizacin, por el amor, de los individuos en la Humanidad

El paso de lo individual a lo colectivo es el problema actual y crucial de la Energa


Humana. Y hay que reconocer que los primeros pasos dados hacia su solucin no hacen
ms que aumentar la conciencia que tenemos de sus dificultades. Por un lado, la red, cada
vez ms estrecha, de los lazos econmicos, junto a un innegable determinismo biolgico,
nos empuja, ineludiblemente, los unos contra los otros. Por otro, en el curso de esta
compresin creemos sentir que se pierde la parte ms preciosa de nosotros mismos: nuestra
espontaneidad y nuestra libertad. Totalitarismo y Personalismo: variarn estas funciones,
contrariamente a las previsiones de la teora, necesariamente en sentido inverso una de otra?
Y tenemos que escoger, para construir el porvenir (puesto que es necesario avanzar), entre
el Caribdis de los colectivismos y el Escila de los anarquismos, entre la simbiosis que
mecaniza y su dispersin que desvitaliza, entre la termitera y el movimiento browniano?..
Parece que el dilema, evidente desde hace mucho tiempo para los espritus clarividentes,
acaba de entrar, bruscamente, en el campo de la conciencia pblica. No hay revista ni
congreso en el que, desde hace un ao, no se remueva la cuestin. Y sin que
desgraciadamente, se hayan dado los elementos de una respuesta aceptable.
En mi opinin, la razn de los fracasos sufridos desde hace un siglo por la Humanidad
en su esfuerzo por organizarse, no hay que buscarla en alguna imposibilidad de naturaleza,
inherente a la operacin intentada, sino en el hecho de que las tentativas de agrupamiento se
prosiguen invirtiendo el orden natural de los factores de la unin entrevista. Me explico:
Totalizar, sin despersonalizar. Salvar, a la vez, el conjunto y los elementos. Todo el
mundo est de acuerdo sobre este doble objetivo a alcanzar. Pero cmo disponen los
valores que, en teora, estn de acuerdo en querer preservar, los agrupamientos sociales
actuales (demcratas, comunistas, fascistas)? Considerando siempre la persona como
secundaria y transitoria, y poniendo en cabeza de los programas la primaca de la pura
totalidad. En todos los sistemas de organizacin humana que se enfrentan ante nuestros ojos
est sobrentendido que el estado final hacia el que tiende la Noosfera es un cuerpo sin alma
individualizada, un organismo sin rostro, una Humanidad difusa, un Impersonal.
Pero, una vez admitido este punto de partida, vicia, hasta hacerla impracticable, toda la
marcha siguiente de la operacin. En un proceso de sntesis, el carcter impreso finalmente
a los trminos unificados es, necesariamente, el mismo que caracteriza el principio activo
de la unin. El cristal geometriza, la clula anima la materia que se le aproxima. Si el
Universo tiende, finalmente, a convertirse en algo, cmo guardara en l lugar para
alguno? Si la cima de la evolucin humana est considerada como de naturaleza
impersonal, los elementos que la aceptan vern, inevitablemente, a despecho de todos los
esfuerzos contrarios, decrecer su personalidad bajo su influencia. Y esto es, exactamente, lo
que sucede. Servidores del progreso material o de las entidades raciales, por mucho que se
esfuercen en la libertad son fatalmente aspirados y asimilados por los determnismos que
construyen. Sus propios mecanismos los mecanizan. El verdadero Karma hind. Y
entonces, para dirigir los resortes de la Energa Humana, no queda ms que el uso de la
fuerza bruta, la fuerza que, muy lgicamente, se quisiera hoy que empezramos a adorar de
nuevo.
Pero esto es una traicin al Espritu, al mismo tiempo que un error grave en tcnica
humana. En un sistema formado por elementos conscientes, no puede haber cohesin ms
que a base de inmanencia. No la fuerza por encima de nosotros, sino el Amor, y, por tanto,
para comenzar, la existencia reconocida de un Omega que haga posible un Amor universal.
El vicio, ya lo hemos dicho, de las doctrinas sociales modernas es presentar una
Humanidad impersonal a las ambiciones del esfuerzo humano. Qu suceder el da en que,
en lugar de esta divinidad ciega, conociramos la presencia de un centro consciente de
convergencia total? Entonces, por un determinismo inverso de este contra el que nos
debatimos, las individualidades, tomadas en la corriente irresistible de la totalizacin
humana, se sentirn reforzadas por el movimiento mismo que las rene. Cuanto ms se
agruparan bajo un Personal, forzosamente se haran ms personales. Y todo esto,
naturalmente, sin esfuerzo, en virtud de las propiedades del Amor.
Hemos insistido ya varias veces en esta verdad capital de que la unin diferencia. El
Amor no es ms que la expresin concreta de este principio metafsico. Imaginemos una
Tierra en la que los hombres estaran ante todo (e incluso, en cierto sentido, nicamente)
interesados en realizar su acceso global a un ser universal, apasionadamente deseado, en el
que cada uno reconocera una participacin viva en lo que hay de ms incomunicable en su
prjimo. En un mundo semejante, la coercin resultara intil para mantener los individuos
en el orden ms favorable a la accin, para orientarles, en el seno de una libre competencia,
hacia combinaciones mejores, para hacerles aceptar las restricciones y los sacrificios
impuestos por una cierta seleccin humana, para decidirles, en fin, a no derrochar su
potencia de amar, sino a sublimarla, celosamente, con vistas a la unin final. En estas
condiciones, la Vida escapara, por fin (liberacin suprema), a la tirana de las coacciones
materiales; y una personalidad cada vez ms libre se construira, sin contradiccin, en el
seno de la Totalidad.
Amaos los unos a los otros. Hace dos mil aos que han sido pronunciadas estas
palabras. Pero hoy vienen de nuevo a sonar con un tono muy diferente a nuestros odos.
Durante siglos, caridad y fraternidad no podan sernos planteadas ms que como un cdigo
de perfeccin moral o, todo lo ms, como un mtodo prctico para disminuir los roces y las
penas de la vida terrestre. Pero desde que se han revelado a nuestro espritu, por una parte,
la existencia de la Noosfera y, por otra, la necesidad vital en, que nos encontramos de salvar
sta, la voz que habla se hace ms imperiosa. No dice, solamente, Amaos para ser
perfectos, sino que aade, Amaos o pereceris. Los espritus realistas pueden rerse
de los soadores que hablan de una Humanidad cimentada y acorazada, no de brutalidad,
sino de amor. Pueden negar que un mximo de potencia fsica pueda coincidir con un
mximo de dulzura y de bondad. Este excepticismo y estas crticas no podrn impedir que
la teora y la experiencia de la Energa espiritual se encuentran de acuerdo para advertimos
de que hemos llegado a un punto decicivo de la evolucin humana, en el que la nica salida
hacia adelante est en la direccin de una pasin comn, de una conspiracin.
Continuar poniendo nuestras esperanzas en un orden social obtenido por violencia
externa, equivaldra, simplemente, para nosotros, a abandonar toda esperanza de llevar
hasta sus lmites el Espritu de la Tierra.
Y expresin de un movimiento irresistible e infalible como el mismo Universo, ningn
obstculo podra impedir a la Energa Humana alcanzar libremente el trmino natural de su
evolucin.
Por tanto, a despecho de todos los fracasos y de todas las inverosimilitudes, nos
aproximamos, necesariamente, a una edad nueva en la que el Mundo arrojar sus cadenas
para abandonarse, al fin, al poder de sus afinidades internas.
O bien tenemos que poner en duda el valor de todo lo que nos rodea. O bien tenemos
que creer, sin lmites, en la posibilidad y, aadira yo ahora, en las consecuencias necesarias
de un amor universal.
Cules son estas consecuencias?
Hasta aqu, en el estudio del amor totalizador-social de la Energa Humana, hemos
considerado, sobre todo, la propiedad singular que posee de unir y de articular, sin
mecanizarlas, las molculas pensantes de la Noosfera. Pero esto no es ms que la fachada
negativa del fenmeno. El amor tiene la virtud no solamente de unir sin despersonalizar,
sino de ultrapersonalizar al unir. Qu horizontes se perfilan ante nosotros, en el cielo de la
Humanidad, desde la altura donde hemos llegado?
Aqu, primero, tenemos que mirar atrs, al punto en el que hemos dejado, en el trmino
de su transformacin por el amor, el ncleo individual humano. Bajo la influencia de
Omega, decamos, cada alma particular se hace capaz de exhalarse en un acto nico, en el
que pasan, sin confusin, la pluralidad innumerable de sus percepciones, de sus
operaciones, de sus sufrimientos, de sus deseos. Pues bien: es hacia una metamorfosis
anloga, pero de orden muy superior, hacia la que parece dirigirse la suma de las energas
elementales que constituyen la masa global de la Energa Humana. Hemos seguido en el
individuo la toma gradual de las emociones, de las aspiraciones, de los actos, en una
operacin sui generis inexpresable, que es todas esas cosas a la vez y algo ms todava.
Es el mismo fenmeno a una escala incomparablemente ms amplia el que tiende a
continuarse, bajo la misma influencia de Omega en el conjunto del Pensamiento terrestre.
Y, en efecto, toda la Humanidad operando y sufriendo al mismo tiempo, por la superficie de
sus tanteos, el Centro hacia el que converge; un mismo fluido pasional recorriendo y
religando, a cada instante, la libre diversidad de las actitudes, de los puntos de vista, de los
esfuerzos representados, cada uno, en el Universo, por un elemento particular de la Mirada
humana; la Multitud, llevada a su colmo de las oposiciones individuales, armonizndose en
la simplicidad profunda de un solo deseo. Qu es todo esto sino la gnesis de un acto
colectivo y nico, en el que, bajo la nica forma concebible de un amor, se realizaran, en
las aproximaciones de su maduracin, es decir, de su confluencia final, las potencias de
personalidad incluidas en la Noosfera?
La totalizacin, en un amor total, de la Energa Humana total.
El ideal, entrevisto en sueos por los tcnicos de la Tierra. He aqu, psicolgicamente, lo
que puede hacer el amor, si se lleva a un grado universal.
Pero este prodigio, tiende, realmente, a realizarse?
Si as fuera, algunos rasgos de esta prodigiosa transformacin deben ser perceptibles en
la Historia. Podemos reconocerlos? Esto es lo que me queda por investigar y por
demostrar.

2. EL AMOR, PRODUCTO HISTRICO DE LA EVOLUCIN HUMANA

El anlisis hecho ms arriba del poder sintetizador del amor en materia de vida interior,
no ha sidoy no poda serlosin que tuviramos un modelo ante los ojos.
Dnde, pues, en la Naturaleza actual, existe un primer esbozo, una primera
aproximacin del acto total, en el que hayamos podido soar?
En ningn lugar ms claramente, me parece, que en el acto de caridad cristiana, tal como
puede realizarlo un creyente moderno para quien la creacin se ha hecho expresable en
trminos de Evolucin. A los ojos de un creyente semejante, la Historia del Mundo se
presenta como una vasta cosmognesis, en la cual todas las fibras de lo real convergen, sin
confundirse, en un Cristo, a la vez personal y universal. Rigurosamente, y sin metfora, el
cristiano que comprende, a la vez, la esencia de su Credo y las relaciones espacio-
temporales de la Naturaleza, se encuentra en la feliz situacin de poder pasar, en un gesto
nico de comunin, por toda la variedad de sus operaciones y en unin con la multitud de
los dems hombres. Tanto si vive como si muere, por su vida y por su muerte, consuma, de
alguna manera, a su Dios 7, al mismo tiempo que es dominado por l. En suma,
perfectamente comparable al punto Omega que nuestra teora haca prever, Cristo (con tal
que se descubra en el pleno realismo de su Encarnacin) tiende a producir exactamente la
totalizacin espiritual que esperbamos.
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7 El Cuerpo mstico de Cristo: Que sean uno, Padre, como t y yo somos uno
(Juan, XVII). (N. del E.)
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En s, la existencia, aun separada de un estado de conciencia dotado de una riqueza


semejante, aportara, si estuviera bien constatada, una slida verificacin a los puntos de
vista que hemos expuesto sobre la naturaleza ltima de la Energa Humana. Pero es posible
llevar mucho ms lejos la demostracin observando que la aparicin en el Hombre del
Amor de Dios, comprendido con la plenitud que le damos aqu, no es un simple accidente
espordico, sino que se presenta como el producto regular de una larga evolucin.
Intentemos, antes de desprender el significado profundo del hecho, esbozar, en sus
lneas generales, la historia humana del amor universal.

a) El fenmeno cristiano

En el centro del proceso que conduce al establecimiento moderno de una relacin


efectiva de orden personal entre el Hombre y el Universo, hay que situar, inevitablemente
(se crea o no en su valor trascendente), la influencia cristiana.
El fenmeno cristiano me parece que ha sido oscurecido por la manera con la que se
intenta, a menudo, definirlo, partiendo de ciertas propiedades que no son en l ms que
accidentales o secundarias. Presentar, simplemente, el Evangelio como un despertar del
Hombre a su dignidad personal, o bien como un cdigo de pureza, de dulzura y de
resignacin, incluso como el punto de partida de nuestra civilizacin occidental, es
enmascarar su importancia y hacer incomprensibles sus xitos, despreciando lo que aporta
de caractersticamente nuevo. No hay que buscar, dira yo, el mensaje esencial de Cristo en
el Sermn de la Montaa ni siquiera en el gesto de la Cruz: est enteramente en el anuncio
de una Paternidad divina; traduzcamos: en la afirmacin de que Dios, ser personal, se
presenta al Hombre como el trmino de una unin personal. Muchas veces (y sobre todo en
los albores de la era cristiana), el tanteo religioso humano se haba aproximado a esta idea
de que Dios, Espritu, no poda ser alcanzado ms que por el Espritu. Pero es solamente en
el Cristianismo donde el movimiento alcanza su expresin y su consistencia definitivas. El
don del corazn, en lugar del prosternarse de los cuerpos; la comunin ms all del
sacrificio; Dios amor y no alcanzndose, finalmente, ms que en el amor: he aqu la
revolucin psicolgica y el secreto del florecimiento cristiano.
Y despus de esta iluminacin inicial, la llama no ha cesado nunca de crecer. Estimar en
su valor real la importancia de los xitos evanglicos es cosa difcil hasta tanto no haya sido
fijada clararnente la naturaleza esencial del fenmeno cristiano. En qu proporcin ha sido
convertido el Mundo y en qu medida va convirtindose todava? Es muy difcil de decir.
En medio de las vicisitudes y de las proliferaciones sin nmero que marcan el desarrollo de
la Iglesia, el historiador se pierde y duda, igual que le sucede al naturalista que se extrava
entre la multiplicidad confusa de las forrnas animales, hasta el punto de preguntarse si,
verdaderarnente, hay a su alrededor un movirniento positivo de la vida. Pero igual que los
ojos del naturalista (si se decide a buscar en el progreso de la conciencia el verdadero
parmetro de la evolucin) descubren la longitud de un tallo que sube continuamente bajo la
frondosidad accidental de las especies vivas, as el historiador de las religiones, desde que
se le ocurre medir la marcha del Cristianisrno, no solamente por una expansin nurnrica de
los fieles, sino por la evolucin cualitativa de un acto de amor, se ve conducido a trazar la
curva de un progreso cierto.
Cornprendarnos esto bien. As como el crecirniento en curso de la conciencia hurnana
colectiva no impide que haya habido en el mundo, antes que nosotros (en un pasado no
demasiado lejano), hombres mejor dotados individualmente que muchos de nuestros
contemporneos, as tampoco, afirmo, el amor divino no ha tenido en un Pablo, en un
Agustn, una Teresa de Jess, una riqueza potencial que nos sera difcil encontrar en algn
cristiano actualmente vivo. Pero lo que quiero decir es que, precisamente bajo la influencia
de pasiones geniales como las de un Pablo, un Agustn o una Teresa, la teora y la prctica
del Amor total no han dejado nunca, desde Cristo, de precisarse, de transmitirse y de
propagarse, de suerte que, por efecto de los dos mil aos de experiencia mstica que nos
traen el contacto que podemos tomar con el foco personal del Universo, ha ganado tanto en
riqueza explcita como el que nos es posible tomar con las esferas naturales del Mundo,
despus de dos mil aos de Ciencia.
El Cristianismo, me atrevera a decir, no es otra cosa que un phylum de amor en la
Naturaleza. Y, mirado desde este punto de vista, no solamente no es estacionario, sino que
est tan vivo que en este mismo momento podemos observar que sufre, ante nuestros ojos,
una extraordinaria mutacin, elevndose a una conciencia ms firme de su valor universal.

b) Hacia un Monismo cristiano 8


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8 Cuando el P. Teilhard habla de Monismo cristiano o de Pantesmo cristiano,
entiende denunciar las desviaciones herticas que permanecen unidas a estas
palabras y devolver a stas un sentido ortodoxo y verdadero. (N. del E.)
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Hemos tenido ya ocasin de sealar, entre los indicios que revelan un movimiento actual
de la Noosfera, el despertar sobre la Tierra de un cierto sentido csmico, por el que cada
uno de nosotros tiende a tomar una conciencia habitual y prctica de sus relaciones con el
Universo en evolucin.
En esta participacin activa de nuestros seres en una obra de conjunto (obra cuya
realidad se descubre al trmino de todas las avenidas de la Ciencia), se condena y toma
tierra en el corazn del mundo moderno la nebulosa de los pantesmos antiguos. A una
aceptacin instintiva, sentimental y racional pasiva de las potencias csmicas suceden, en
los seres vivos, el don racional y la colaboracin reflexiva del elemento en una tarea y un
ideal comunes.
Semejante aparicin del Todo por encima del horizonte de nuestras preocupaciones
individuales ha podido ser interpretado como un signo de que el Cristianismo se
aproximaba, naturalmente, a su fin. La forma antropomrfica de adoracin, basada en la fe
en un Dios personal, no iba a ser cambiada por el culto de realidades totalitarias, tales
como el Mundo y la Humanidad?
Me parece que son completamente distintas la situacin presente y las probabilidades de
maana.
Ningn objeto, hemos reconocido ms arriba, podra pretender totalizar en l la Energa
Humana, a menos que no posea un alma y no sea alguien. Dejadas en el estado de
colectividad impersonales, Tierra y Humanidad, pues, son positivamente impotentes para
sostener y mantener el impulso espiritual del Mundo. La marea que su atraccin levanta
est destinada a caer de nuevo sin forma, es cierto, hasta tanto no lleguen, una y otra, a
resolver sus nebulosidades en alguna figura clara. Pero por qu no llegarn a animarse, a
personalizarse, una y otra, acercndose a Dios, al que parecan tener que eliminar? Por qu
la cspide que falta a sus masas desmesuradas no se encontrara, precisamente, en el foco
que han determinado ya las aspiraciones cristianas?
De hecho, por el juego inevitable de las fuerzas psicolgicas en presencia, la sntesis de
los dos elementos est producindose ante nuestra vista. Por una parte, el Cristo resucitado
del Evangelio no puede llegar a mantenerse en la conciencia de los fieles por encima de la
creacin que debe, por definicin, consumar ms que incorporarse la creacin que se
quisiera oponrsele. Por otra parte, esta misma evolucin, para satisfacer las exigencias de
la accin refleja nacida de sus transformaciones, se busca ansiosamente, en el fondo de cada
uno de nosotros, un foco universal de pensamiento y de afecto. Aqu, una esfera que llama a
un centro. All, un centro que espera a una esfera. Lejos de contrariarse, como se podra
temer, los dos astros de la Totalidad y de la Personalidad, se atraen uno al otro en el alma
humana, y esto por la fuerza de cohesin, que tiende a cerrar el Universo sobre s mismo.
Una conjuncin es, pues, inevitable. Pero de esta conjuncin, cuando se produzca, va a
resultar, maana, el mayor de los fenmenos: la irrupcin, en un solo corazn, de la savia
total de las cosas; el Mundo querido por el Hombre, al igual y ms all de una Persona; el
nacimiento, por primera vez en la Tierra, de un amor tan amplio y tan fuerte como el
Universo.
He aqu, decamos anteriormente, el sentimiento que empienzan ya a experimentar, en s
mismos, los ms advertidos de los creyentes. Pero he aqu tambin, como anuncibamos, el
fruto de una elaboracin cuya sede es el conjunto del Pensamiento humano. Cuando un
cristiano puede decir hoy a su Dios que le ama, no solamente con todo el cuerpo y toda su
alma, sino con todo el Universo, no hace un descubrimiento repentino e individual, sino que
su accin es la manifestacin de un estado general y nuevo de la Noosfera. En la riqueza
creciente de su formulacin, el amor no solamente totaliza las disposiciones psicolgicas
del Mundo en un momento dado, sino que aclara y resume en l todos los esfuerzos del
Pasado: las dos condiciones esperadas por las que podramos reconocer que representa
realmente la forma superior buscada por la Energa Humana.
...De donde, finalmente, la sugestin siguiente: por dos puntos crticos, la Energa
Humana ha tomado ya la forma que le conocamos en este momento: aparicin, primero, de
la Vida, de donde ha salido la Biosfera; aparicin, despus, del Pensamiento, que llega a la
Noosfera.
No estara en curso, desde el nacimiento cristiano del amor, una metamorfosis ulterior,
la ltima: la toma de conciencia de un Omega en el corazn de la Noosfera, el paso de los
crculos a su centro comn: la aparicin de la Teosfera?...
Sueo, se dir, y fantasmagora. Pero que encuadra, singularmente, con la marcha de las
cosas.
Y, adems, no es curioso que, tomado en el fro rigor de sus exigencias catlicas, el
Cristianismo (y esto explica sus luchas por emerger, celosamente, de las sectas, de las razas,
de las naciones, de los imperios) no ha pretendido nunca, en el fondo, ser ni ms ni menos
que esto? *.
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* Indito. 6 de agosto-8 de septiembre de 1937. Marsella-Sanghai.
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APENDICE

EL PRINCIPIO DE LA CONSERVACION
DE LO PERSONAL

Presupuesto, resumen y corolario, todo junto, de los puntos de vista ms arriba


propuestos sobre la Energa Humana, un principio de valor universal parece desprenderse
de nuestra experiencia externa e interna del Mundo, al cual podra darse el nombre de
Principio de conservacin de lo Personal.

1. En un primer grado, la ley de conservacin de lo Personal explica que la subida del


Espritu en el Universo es un fenmeno irreversible. De cada nueva cima de conciencia a la
que llega, afirma, el Mundo no vuelve a descender. Una vez que ha aparecido la vida en la
Materia, el Cosmos no puede ya des-vitalizarse, as como tampoco el Pensamiento, una
vez nacido a la Vida, no podra des-hominizarse ya nunca ms. Tomada en su conjunto,
la Conciencia puede avanzar, pero no retroceder.
Conservacin (sin regresin) del grado de despersonalizacin ms alto adquirido, en
cada instante, por la Vida en el Mundo: bajo esta forma cualitativa, el principio enunciado
parece verificado por todo lo que sabemos actualmente sobre el desarrollo histrico de la
Naturaleza.
2. En un segundo grado, el principio de conservacin de lo Personal sugiere que, en la
Evolucin Universal, un cierto quantum de energa se encuentra en estado impersonal,
destinada a volverse a encontrar, por entero, al trmino de la transformacin, en estado
personal (siendo la calidad de este personal-final funcin de la cantidad de
impersonal comprometido al principio de la operacin).
Conservacin (sin prdida) en el curso de la espiritualizacin universal de una masa
indefinida de potencia o materia csmica. Bajo esta forma cuantitativa absoluta, la ley de
conservacin de lo Personal no es directamente demostrable, bien porque es contradictoria a
la forma de nuestro conocimiento de poder cubicar el Mundo, bien porque no vemos
todava cmo expresar el coeficiente de transformacin de lo Impersonal en Personal. Pero
el principio tiene, sin embargo, un sentido til: expresa que la espiritualizacin en progreso
en el Cosmos debe comprenderse como un cambio de estado fsico, en el curso del cual hay
un cierto invariable preservado a lo largo de la metamorfosis.
As comprendida, observmoslo, la conservacin de lo Personal no implica de ninguna
manera (sino todo lo contrario) una identidad ontolgica entre lo inconsciente y lo
autoconsciente. Aunque sujeta a una ley cuntica, la personalizacin contina siendo,
esencialmente, una transformacin evolutiva, es decir, continuamente generadora de algo
totalmente nuevo. Se requiere tanto de Materia para tanto de Espritu; tanto de Mltiple
para tanto de Unidad; nada se pierde mientras que todo se crea. He aqu, nicamente, lo
que se afirma.
3) Finalmente, en un tercer grado, el principio de conservacin de lo Personal significa
que cada ncleo individual de personalidad, una vez formado, se encuentra constituido l
mismo para siempre, mientras que, en lo Personal supremo que corona el Universo, todas
las personas elementales, aparecidas en el curso de la Evolucin, deben volverse a encontrar
en el estado diferenciado (aunque suprapersonalizadas).
Permanencia (inmortalidad) de las personalidades individuales bajo esta tercera forma
numrica, la conservacin de lo Personal se deduce inmediatamente de sus formas 1 y 2
(cualitativa y cuantitativa), si se tiene en cuenta el hecho de que cada persona elemental
contiene, en su esencia, algo de nico y de intransmisible. Si este incomunicable llega a ser
aniquilado por la destruccin de una sola persona, el Universo cesa, ipso facto, de integrar
en su trmino la totalidad de sus potencias espirituales, bien en cualidad, bien en cantidad.
En un Universo en el que el Espritu es considerado al mismo tiempo que la Materia, el
Principio de Conservacin de lo Personal se presenta como la expresin ms general y ms
satisfactoria de la invariante csmica primero presentida y buscada por la Fsica, del lado de
la conservacin de la Energa.

(20 de octubre de 1937. Pekn.)

LA MISTICA DE LA CIENCIA

Si no nos fuese tan difcil dominar los acontecimientos en los que nos encontramos
mezclados, uno de los caracteres que deberan maravillarnos ms en el mundo actual es la
importancia preponderante tomada en la actividad humana por el departamento, podramos
decir, por la funcin de la investigacin. Hace slo algunas generaciones habran bastado
ampliamente tres cifras para cubrir el nmero de originales que posean el demonio del
descubrimiento. Pero hoy una fraccin importante de la humanidad civilizada consagra su
existencia a atacar los misterios y las posibilidades del Universo, mientras que la otra
fraccin, apelotonados alrededor de la arena, sigue con un inters acuciante las peripecias
de la lucha. Lejanas del pasado, profundidades del espacio, secretos de la materia, resortes
de la Vida, todos estos dominios, apenas considerados ayer, son, en este momento,
escrutados con una tenacidad, una sagacidad, un lujo de artificios destinados, segn parece,
a volver y a absorber en s, antes de mucho tiempo, los torrentes de oro y de energa que se
pierden todava en el pozo de los armamentos y de la guerra. Al lado de los caones
monstruosos y de los enormes acorazados hay, desde ahora, telescopios gigantes,
electroimanes ultrapoderosos, mquinas para desintegrar los tomos... La investigacin ha
salido de los escarceos de la infancia. Se ha convertido en la ocupacin grave, central, vital,
del hombre adulto. Esto es lo que debera impresionarnos ms que todos los desrdenes
polticos y todos los materiales socales, slo con que supiramos mirar el mundo de
nuestro alrededor.
A este fenmeno extraordinario de una humanidad que se afina irremediablemente en un
gesto comn de descubrimiento, se le pueden dar varias explicaciones deterministas:
necesidad de bienestar que nos lleva, sin descanso, hacia un mayor confort en un trabajo
ms fcil. Competencia vital que obliga al individuo y a la nacin, si quieren sobrevivir, a
producir cada vez ms econmicamente, a encontrar mercados siempre nuevos, a ser el ms
fuerte, a distinguirse... Para conservar el equilibrio, es decir, para guardar las distancias,
todos, en cada terreno, tienen que ir siempre ms deprisa en lo extraordinario y en lo nuevo.
Misterio de la Materia que persigue al Espritu. Reconozco, de buena gana, la importancia
de estos factores egostas e inmovilistas en la marcha del progreso. Pero observo que no dan
cuenta, a fondo, de lo que ocurre.
Lo que, en efecto, es admirable y sorprendente en la actitud humana actual frente a la
investigacin es lo que manifiesta de pasin desinteresada. El sabio moderno, desde luego,
estima y utiliza la superioridad que le confieren, eventualmente, sus descubrimientos. Pero
en esta misma superioridad no aprecia, a fin de cuentas, ms que lo que puede conducirle, a
l o a otro, a ir todava ms lejos. Hoy se arriesga, corrientemente, la vida en los
laboratorios cuando se trata de dar con un microbio o con un nuevo rayo. Y qu decir de
los que pasan su vida (mientras que dura) probando aviones? Y tambin de los que se
dejan deslizar, solitariamente, en las profundidades del Ocano o enviar a la estratosfera? El
dinero y la fama pueden llevar a locas audacias cuando centellean ante los ojos del jugador.
No justifican el sacrificio oscuro de una existencia individual y, todava menos, el don
espontneo de una generacin. No basta el aun sacra fames l. Saber ms para poder ms,
para ser ms. La fuerza que arroja al hombre a alta mar no es el simple ardor de guardar lo
que tiene ya. No encuentra, psicolgicamente, su razn suficiente ms que en la conciencia,
al menos oscura, de crear algo por adelantado. Con razn o sin ella, el hombre moderno ha
puesto su inters y su esperanza en un destino ilimitado, ms all de s mismo. Y en la
exploracin y la conquista de este futuro, nos encontramos todos embarcados. Esperanza en
un futuro sin lmites: los dos caracteres esenciales de una religin.
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1 Execrable hambre de oro (Virgilio, Eneida).
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Nadie lo duda. Es una fe que hierve en el origen de los grandes movimientos


nacionalistas totalitarios. De manera semejante, aunque en una escala mucho ms amplia, es
tambin a una energa de naturaleza religiosa a la que hay que recurrir para explicar el
estado presente de la tierra pensante. Bajo su forma actual, es decir, en el movimiento
unnime que la lleva hacia nuevos horizontes de conocimiento, la humanidad no resiste, y
no puede continuar resistiendo, ms que por una mstica.
Es este mstica de la ciencia la que quisiera analizar aqu: en su origen, en sus
desarrollos, en su porvenir.

I. LOS ESBOZOS

En un sentido, todo lo que existe hoy de profundamente humano en el hombre ha


existido siempre en l. Pero tambin, en un sentido, este fondo esencial y comn del espritu
se encuentra en nosotros, despus de las crisis histricamente atravesadas, retocado,
refundido, re-nacido. Nos reconocemos en nuestra infancia; pero nuestra infancia no
haba ni previsto ni comprendido nuestra madurez. Es la ley de todo crecimiento.
As sucede con el sentido social, con el arte, con el amor. As tambin con el gusto
sagrado por la ciencia.
Desde que el hombre es hombre, el rbol de la ciencia ha comenzado a verdear en el
jardn de la tierra. Pero es lentamente, mucho ms tarde, cuando ha dado su flor. Y fue ayer
cuando empezamos a percibir el sabor divino de su fruto.
No soy un historiador de las ciencias. No me siento, pues, calificado especialmente para dar
aqu una estimacin competente y honda de la transformacin que ha hecho pasar al hombre
del juego al respeto y, posteriormente, al culto de la investigacin. Sin embargo, no creo
equivocarme mucho al reducir a tres las fases preliminares de este desarrollo: esoterismo,
esteticismo, curiosidad, etapas que ha debido franquear la humanidad antes de que se
despertara a la mstica moderna del descubrimiento.
A) Esoterismo

Yo pondra como tipo de esoterismo cientfico el antiguo Egipto. Entramos,


probablemente, en plena leyenda. Pero sta est tan acreditada que bien puedo servirme de
ella para hacerme comprender. De creer a algunos historiadores, habra nacido antao, a
orillas del Nilo, una escuela cientfica. Muchos siglos antes de nuestra era los sacerdotes de
Isis habran sondeado ya profundamente, por observacin y por clculo, los secretos de la
materia. Dejemos de lado las fantasas a las que se ha dado libre curso sobre el sentido
oculto de la Esfinge y las maravillas astronmicas de las Pirmides, y retengamos
solamente la tradicin general, a ttulo de smbolo. Esta nos transmite el recuerdo de una
edad en la que el conocimiento del mundo, apenas mal separado del ms all, se mezclaba
an, en su objeto, con la religin Ciencia religiosa, verdaderamente, pero en un sentido muy
diferente al que emplearamos hoy al hablar de una religin de la ciencia. En aquel tiempo,
una misma y vaga nocin de lo oculto parece haber cubierto la Naturaleza y los dioses.
Racionalismo precoz, quiz, en algunos. Pero, ml probablemente, tambin, alta magia.
Para figurarnos el sacerdote-sabio de Egipto, el mago (si verdaderamente ha existido este
tipo), podramos imaginarlo como un Fausto primitivo, fascinado y aterrado por las fuerzas
que l libera. Poner la mano, temblando, sobre potencias ocultas, a fin de captarlas y de
revestirse con ellas, pero sin idea de entregarse para adorarlas. Misterios. Pero no mstica.

B) Esteticismo

El esoterismo, tan arraigado en el hombre por sus descubrimientos secretos o, al menos,


por la accin de lo oculto se enterraba ya bajo la ruina de los templos cuando apareci, para
relevarlo, la perspectiva helnica de la ciencia. Por su genio nacional y tambin (como se
manifiesta en un Aristteles o en un Arqumedes) por su sentido de la observacin y de la
experiencia, los griegos abrieron el camino al mundo moderno. Sin embargo, si bien sus
mtodos de investigacin anunciaban y preparaban los nuestros, el espritu que les
impulsaba a este esfuerzo estaba todava muy lejos del que nos anima. Saber, para el sabio
griego, no era, acaso, trazar con comps la lnea precisa alrededor del Universo, fijar la ley
definible; el canon que regulara armoniosamente, de una vez para siempre, la estructura
del Kosmos? El Kosmos: lo que es bello, regular, sin penumbra; lo que es capaz, quiz, de
ser perfeccionado en el detalle, pero, sobre todo, lo que se admira, como un gigantesco
Praxiteles. Esta sola palabra, como se ha hecho notar a menudo, contiene y revela toda una
filosofa de la accin y todo un ideal del conocimiento: nitidez geomtrica de un paisaje sin
lejanas, inmvil en la luz. Si la mstica es a base de expectaciones imprecisas e ilimitadas,
los griegos, en conjunto, parecen haber sido los menos msticos de los hombres.
Preocupados por el goce ms que por la conquista, no parece que hayan esperado nada por
delante o ms all de ellos mismos. Sus innumerables mitos eran todos una eternidad
inmvil o un pasado.
Tal vez sea por esto por lo que la flor griega se sec tan rpidamente.

C) Curiosidad

Para dar un paso ms, y esta vez definitivo, hacia la aparicin de lo que podramos
llamar el gran mito de la ciencia, tenemos que ir hasta el Renacimiento. Desplazando y
suplantando el alquimsmo, en el que se prolongaba todava el viejo esoterismo, el
pensamiento cientfico del siglo XVI crey, aparentemente, que se volva a situar en la linea
esttica de la razn griega. A poco, hubiese deseado, en fsica como en arte, una vuelta a
atrs. Pero las perspectivas estrechas y tranquilamente terrestres de la Hlade no podan
renacer ni volver a ser las mismas en el fondo de una conciencia a la que haba renovado, en
el intervalo, la revolucin cristiana En quince siglos el alma humana haba cambiado
profundamente. Se haba abierto, para siempre, a una inquietud religiosa que le haca
inspido todo alimento en el que faltara la sal de una realidad superior a toda realidad
conquistada y poseda 2. Simultneamente, gracias, sobre todo, a los progresos de la ptica,
aparecieron nuevos mundos. Tanto abajo como arriba, en lo nfimo como en lo inmenso,
todas las dimensiones crecieron prodigiosamente. Bajo estas dos influencias conjugadas, el
Kosmos griego estallaba, espacial, al mismo tiempo que moralmente. Lo circunscrito ceda
el lugar a lo ilimitado. Al cuidado exclusivo por organizar artsticamente un mundo cerrado
suceda, pues, ipso facto, para los pioneros del Renacimiento, la preocupacin por explorar
las nuevas regiones que, de repente, se abran a la experiencia. Desde este momento, la
ciencia haba dejado de ser especulacin para llamarse descubrimiento. Y, por este solo
cambio de orientacin, el hombre se comprometa, de hecho, en la va que deba pronto
descentrarle de s mismo para centrarle en el Universo. Pero no tena todava la clara
conciencia de esta metamorfosis. Sorprendido, y un poco ansioso, frente a los nuevos
horizontes que surgan ante sus ojos, avanzaba creyendo, simplemente, abandonarse al
placer de satisfacer su curiosidad.
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2 Basada, es verdad, en una perspectiva mstica ms que en hechos experimentales,
se encuentra en los Padres griegos (Ireneo, por ejemplo) una sorprendente
anticipacin de nuestros puntos de vista modernos sobre el progreso.
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Y es entonces cuando, por toques insensibles, se produjo uno de los acontecimientos


intelectuales ms considerables que la Historia haya registrado hasta hoy: la revelacin del
tiempo a la conciencia humana.

II. EL DESCUBRIMIENTO DEL TIEMPO

Nos sentiramos muy incmodos, por no decir asfixiados, si se nos obligara a volver
hoy a las esferas planetarias y a los cielos cbicos en los que algunos pensaban, todava en
pleno siglo XVIII, poder encerrar el mundo. Pero nos ahogaramos mucho ms si
tuviramos que reconstruir los estrechos lmites en los que, hasta el siglo XIX, nuestros
padres encerraban, sin sentirse molestos por ello, las edades del Universo. Las perspectivas
de duracin sin lmite en las que respiramos hoy a pleno pulmn se nos han hecho tan
naturales, que olvidamos lo reciente y caramente pagada que ha sido su conquista. Y, sin
embargo, nada hay ms cierto. No hace todava doscientos aos, los mayores espritus de la
Tierra no imaginaban un pasado y no se haban atrevido a prometerse un porvenir que
superara los seis u ocho milenios. Duracin increblemente corta y, lo que es ms,
desconcertante para nuestros espritus, duracin de simple repeticin, a lo largo de la cual
las cosas se conservaban o se reiteraban, en un mismo plano, siempre parecidas a s mismas.
Cmo ha llegado a evadirse nuestro pensamiento de ese cuadro inorgnico y estrecho?
Por qu proceso y bajo qu nuevas influencias se ha acostumbrado nuestra mirada, como
la de un recin nacido, a separar, y despus a esparcir, en una perspectiva definida, los
planes temporales del Mundo? Sera una tarea fascinante analizar esta historia puesto que,
gracias a la proximidad de los acontecimientos, nos entregara el mecanismo de esta cosa
elusiva que las lejanas nos escamotean casi siempre: un comienzo. El encuentro, en
apariencia fortuito, de factores que diramos independientes pero que, sin embargo,
convergen misteriosamente hacia la produccin de un efecto coordenado: esto es lo que, por
mi parte, creo percibir en el movimiento que, en el corto intervalo de tres o cuatro
generaciones, ha transformado, a los ojos del hombre, la significacin y el valor de la
ciencia.
Primer factor: el desarrollo de la Historia. La Edad Media haba marcado una curiosa
indiferencia hacia la investigacin y la reconstruccin del pasado. Este se conservaba
materialmente en el frrago de las crnicas. Pero no se haba hecho ningn esfuerzo para
resucitarlo y verlo. De donde la ausencia, tan desconcertante para nosotros, en el arte de
esta poca de cualquier color local. Pero, desde el Renacimiento, y de una manera muy
marcada en el siglo XVII, el sentido de la profundidad y del cambio se manifiesta en el
sentido de la literatura, de las civilizaciones y, pronto, de la Naturaleza. Subimos a
hombros de los antiguos, vemos ms lejos que ellos, deca Fontenelle. Y, de una manera
ms profunda, la serie de los hombres puede ser considerada como un solo hombre que
subsistiera siempre y que aprendiera continuamente, observaba Pascal. En las pocas de
la Naturaleza, Buffon entrevea, aunque enchufadas todava en una capa demasiado
delgada del tiempo, las transformaciones sucesivas de la Tierra: sus perturbaciones
geolgicas, la variacin de los climas, la sucesin de las faunas. Poco a poco, en la
conciencia humana, el tiempo se diferenciaba y se ahondaba hacia atrs, abriendo, por
simetra, lugar a un futuro.
Pero, justamente en la misma pocasegundo factorse constituan la fsica y la
qumica. Desde la lejana prehistoria, el hombre no se haba explicado nunca las propiedades
ni la estructura de la materia y, como energa, no conoca o no utilizaba ms que la fuerza
de los msculos y el trabajo de los animales. Pero he aqu que, de repente, con Lavoisier y
despus de Papin, descubra el misterio y la potencia mecnica del fuego. Uno a uno, los
secretos contenidos en los cuerpos inanimados o en los seres vivos se abran a su
inteligencia y a su accin. Se encontraba, as, abierta la brecha por donde poda escapar a
las condiciones de las edades neolticas. Y ya entrevea, confusamente, las posibilidades, no
de captar mgicamente, sino de acoplar racionalmente, para explotar el futuro que le
descubra, en este momento, la historia, las potencias inagotables de la Naturaleza.
Y es en este confuso instante cuando, desde otro punto del horizontetercer factorse
levantaba y corra el gran viento de un despertar social de la conciencia humana. Hasta
entonces el hombre haba vivido, sobre todo, en grupos separados, indiferentes y hostiles.
Haba admitido que nada podra cambiar esencialmente en las condiciones polticas y
econmicas que encuadraban, desde siempre y segn crea, su existencia. Pero ahora
comenzaba a sentir temblar vagamente en l, las afinidades de una fraternidad universal y
las esperanzas de una nueva organizacin del mundo. Por el estudio del pasado se haba
levantado la niebla dejando ver la alta mar. Gracias a la ciencia, el navo se encontraba
dispuesto para tentar la aventura. He aqu que, ahora, se presentaba la dotacin.
As, gracias a la conjuncin afortunada de los tres descubrimientos: descubrimiento de
la sucesin gradual de las formas vivas, destinada a culminar pronto en las teoras de la
evolucin; descubrimiento de las energas que preludian las conquistas modernas del
espacio y del ter, descubrimiento del sentido humano, torpemente expresado en el
despertar democrtico de las masas, as se form en el hombre, en los albores del siglo XIX,
la nocin de un tiempo orgnico, abierto a todas las ambiciones del socilogo, del ingeniero
y del sabio.
Proporcionado y correlativo a los dos abismos de lo nfimo y de lo inmenso, se abrieron
otros dos abismos hacia atrs y hacia delanteabismos desapercibidos por Pascaly a
travs de ellos suba, propagndose, una antropognesis.
La conciencia del progreso acababa de nacer, y con ella la Religin de la Ciencia.
III. LA RELIGIN DE LA CIENCIA

Iluminado por el descubrimiento del tiempo, es decir, de una evolucin global y


persistente del Universo, el hombre haba encontrado, por fin, el secreto de la fuerza que,
desde los orgenes, le impulsaba a investigar. Hasta entonces haba seguido,
instintivamente, sin comprenderlo bien, el gusto innato que le inclinaba a explorar la
Naturaleza. A esta necesidad insuperable de conocer, que le obsesionaba y le daba el
sentido oscuro de crecer, le haba encontrado explicaciones diversas, provisionales. Por fin
ahora poda definirla y justificarla ante su razn. No solamente saber por curiosidad, saber
por saber, sino saber por fidelidad a un desarrollo universal que tomaba conciencia de s
mismo en el espritu humano, saber para crear, saber para ser. La ciencia se atribua en
adelante, como funcin, prolongar y acabar en el hombre un mundo todava
incompletamente formado. Tomaba la forma y la grandeza de un deber sagrado. Se cargaba
de porvenir. En el gran cuerpo, ya naciente, de una humanidad agrupada en el gesto del
descubrimiento, se haba separado, finalmente, un alma: una mstica de la investigacin.
En este relmpago que brilla en el corazn del hombre para revelarle la amplitud y las
posibilidades de sus operaciones terrestres haba, tenemos que repetirlo, un elemento
definitivo de verdad. Pero en el curso del desarrollo histrico de todas las cosas hay que
dejar siempre lugar a sucesivas aproximaciones. Una verdad, cuanto ms fundamental es,
no ha encontrado nunca su clara expresin ms que a travs de una serie de tanteos y de
esbozos, como si nuestro espritu (igual que la Naturaleza) no pudiera llegar a un centro
ms que despus de haberlo circunscrito. No nos asombremos, pues, si durante una primera
fase de su explicacin, la mstica del progreso ha tomado la forma ms simplista, y hoy
superada, de una especie de adoracin por la ciencia.
En la religin de la ciencia, tal como se encuentra expresada en sus orgenes, bien en las
disertaciones filosficas de la Grande Encyclopdie, bien en las conclusiones positivistas de
Augusto Comte o de Marx, bien en las aspiraciones cristianas o semicristianas de
Lamennais y de Renan, es justo reconocer un impulso lleno de nobleza y una inmensa
sinceridad. Al entregarse a los sueos de una humanidad, consciente por primera vez de la
grandeza de su tarea terrestre, las gentes del siglo pasado obedecan a una ley profunda de
la vida; y es de su entusiasmo de donde ha salido nuestro mundo actual. Esencialmente, su
visin de un mundo en progreso era justa y de ella vivimos todava. Solamente, y esto era
grave, se encontraba viciada por un error que era, nada menos, que un cambio de
perspectiva. En lugar de suspender la marcha de las cosas de un polo superior del espritu,
la ciencia del siglo XIX la ha imaginado soportada y limitada por potencias elementales de
lo mltiple. Ha proyectado hacia abajo el centro del mundo. Su mstica se ha perdido en el
culto de la materia.
La fascinacin de la Materia. Para ser justo hay que decir que la tentacin de
abandonarse a ella debi ser fuerte para nuestros antepasados; es natural que sucumbieran.
Pongamos, con el pensamiento, en su lugar, es decir, en el primer instante en que los
cuerpos animados y vivos cedan, definitivamente, ante el empuje cientfico del anlisis. En
aquel momento, en todos los terrenos a la vez, lo real, por simple o espiritual que pareciera
ser, se mostraba espacial y temporalmente descomponible o referible a elementos ms
simples. Era la poca en que el transformismo recin nacido pensaba poder trazar una
cadena continua de formas que uniera, a travs de los siglos, el hombre a los seres
monocelulares. Era tambin el tiempo en el que, empujando un grado ms hacia abajo las
series paleontolgicas, la: qumica tenda un puente entre lo orgnico y lo mineral. Era,
finalmente, la edad en que, abrazando en sus construcciones la totalidad de los edificios
moleculares, celulares y siderales, la fsica esperaba reducir a movimientos calculables de
masas invariables las formas y la energa contenidas en el Universo.
De estos xitos iniciales deba salir la ilusincomo nacide que el hombre, para
poner la mano en el resorte ltimo de la Naturaleza, no tena ms que ir cada vez ms lejos
en la investigacin racional de los antecedentes mensurables. El secreto del Universo se
disimulaba en las sombras del pasado y en las profundidades del tomo. El anlisis lo hara
salir de ah. Y cuando se conocieran las leyes de la materia, el hombre se perfeccionara,
por sus propias fuerzas, artificialmente.
Esta concepcin de un mundo enteramente explicable y perfectible por la pura razn
tenia, evidentemente, algo de sencillo y de embriagador. Resucitaba el viejo orgullo de los
Titanes de la Fbula. Pero, en contrapartida, rebajaba, sin darse cuenta, el cielo que trataba
de escalar. Por el hecho mismo de la preponderancia, de la primaca otorgada a la materia,
el espritu perda su valor e, incluso, su realidad: de tal modo que el progreso se encontraba,
implcitamente, privado de todo sentido e incluso de toda carrera definible. Por su
mecanismo, su determinismo y tambin, hay que decirlo, por su adoracin ilgica del
hombre, auto-suficiente o incluso todopoderoso, la Religin de la Ciencia salida del siglo
XVIII se cerraba el mismo futuro al que pensaba lanzarse. Limitaba las potencias secretas
de lo que haba descubierto y llamado evolucin. Llevaba, pues, en s, los grmenes de
donde haba de salir pronto para el hombre una temible crisis de la accin.

IV. LA CRISIS INTELECTUAL Y MORAL DEL


PROGRESO

Si haba parecido tan excitante a los hombres del siglo pasado contemplar los nuevos
horizontes del Universo y tan sencillo es avanzar por ellos, impresiones decididamente
contrarias se dibujan en el mundo de hoy. Se ha puesto de moda, entre muchos
contemporneos, criticar y minimizar el valor y las posibilidades de la ciencia. Se sonren
de buena gana del entusiasmo religioso que nuestros padres, ingenuamente, mostraban por
el progreso. O, si se le comparte todava, se considera de buen tono disimularlo para no ser
relegado entre los primarios.
En qu se basa este viraje? Y cmo hay que juzgarlo? El descrdito en que tan
rpidamente ha cado (en medio siglo!) la fe en el progreso, se explica, en parte, por la
ilusin habitual que hace creer a todos los movimientos nacientes que el objeto ideal cuya
aparicin les atrae, se encuentra al alcance de la mano, capaz de ser conseguido en el
espacio de una generacin. Cuando la verdadera distancia del objetivo se pone de
manifiesto en la tentativa, surge el asombro y se habla de espejismo. Pero, en el caso de la
religin de la ciencia, este error de lejana se complicaba con la falta de perspectiva, mucho
ms peligrosa, ya lo decamos ms arriba, que haca a sus primeros fieles volver la espalda
al sol naciente. El siglo XIX haba puesto su fe en la materia. Ahora bien: en tres
direcciones principales, en fsica, en biologa y en sociologa, constatbamos que, al
avanzar, la materia nos escapaba.
En el terreno fundamental de la fsica, primero, estaba la impotencia creciente del
anlisis para encontrar un trmino ltimo, definible, de la sustancia csmica. Bajo la
influencia de las fuerzas radioactivas, los mismos tomos se desintegraban. Un nuevo nivel
se descubra, as, por debajo de lo nfimo, abrindose, a su vez, a regiones donde el
determinismo parece perder toda significacin matemtica.
La masa y el tiempo, esos dos pilares de la ciencia positivista, se vean privados, al
mismo tiempo, de su valor absoluto. La materia del Universo, seguida hasta lo ms ntimo
de su textura, se resolva en una niebla en la que la razn no captaba ya, en cierto modo, en
el residuo de los fenmenos, ms que las formas que ella les haba impuesto. En fin de
cuentas, la inteligencia se encontraba de nuevo, cara a cara, con su propio reflejo. El gran
estable inferior se desvaneca entre los dedos del materialismo.
En el dominio, ms crtico todava, de la biologa, era el fracaso del mecanismo para dar
cuenta de los desarrollos de la vida. Que las series animales se revelasen, en la moderna
paleontologa, ms complicadas y profundas de lo que se haba pensado en un principio,
esto no tena en s, a pesar de lo que haya podido decirse, ninguna importancia. La nica
cosa seria era que, ni en la distribucin de su conjunto, ni en el dibujo de sus fibras, ni en la
estructura de sus elementos, estas series no se mostrasen explicables por una simple
competicin de forma ni por un simple juego de equilibrios psicoqumicos. Haba que
rendirse a la evidencia. En todo el frente de las disciplinas biolgicas, despus de un siglo
de ataque, la materia viva, descompuesta metdicamente en sus elementos histricos,
qumicos, energticos, se negaba a dejarse reducir a estos nicos componentes. En ella,
como en la fsica, la ciencia se encontraba en un callejn sin salida: o ms exactamente,
encontraba el vaco en la direccin de la materia.
Y la decepcin era ms aguda todava en el campo de la organizacin social. La ciencia,
segn se haba esperado y proclamado, moralizara al hombre hacindole feliz. No bastaba
con conocer el secreto de los cuerpos para curar y hacer dichoso? Cuando se consiguiera
producir econmicamente y distribuir equitativamente los bienes de la tierra, no sera el
advenimiento de lo que la religin haba llamado, antiguamente, el reino de Dios?.. Y
sabemos lo que sucedi. En los tiempos que siguieron a 1848, Renan, confundido por un
primer aborto de las teoras humanitarias, confes pblicamente que el destino humano se
haba hecho ms oscuro que nunca. Qu diramos hoy? En fsica y en biologa una
derrota es ahogada por los muros de los laboratorios. Cuando el fracaso se traduce por
sangre en el cieno, la inquietud y la duda invaden la masa humana. Nos habamos
equivocado, pues, al imaginar los elementos laboriosos de un Universo perfectible?
Hay en este momento, es indiscutible, alrededor nuestro y quiz en el fondo de nosotros
mismos, una crisis intelectual y moral del progreso. En la construccin de un porvenir
humano no sabemos ya muy bien si es posible, ni bueno, ir ms lejos. Unos se atreveran a
alegrarse con esta crisis. Otros se inclinarn a replegarse en la actitud derrotista de Renan
decepcionado: Continuemos gozando del don supremo, el de ser y es contemplar la
realidad. La ciencia continuar siendo siempre la satisfaccin del ms alto deseo de nuestro
ser, la curiosidad. Sin embargo, y me he apoyado en esta constatacin al comenzar, el
vasto esfuerzo de investigacin y de conquista lanzado hace un siglo sobre la Tierra, lejos
de debilitarse, no cesa de propagarse y de acelerarse ante nuestros ojos. Conmovidos por el
fracaso de nuestras primeras tentativas por aclarar y mejorar el mundo, algunos hablaran ya
de parar o de limitar el ataque. Pero, en contra de esta timidez, se erige toda la conciencia
humana en la seguridad (casi infalibilidad) instintiva de una actitud que la consagra, cada
vez ms, a la prosecucin de la ciencia. En su corazn, a pesar de todas las dudas que le
sugiere la razn, la fe del hombre en el porvenir es ms viva que el primer da.
Retroceder?nos dice con su gesto universal de investigacin, .retroceder? Jams!
Qu significa todo esto?
En mi opinin, el conflicto que en la hora actual parece oponer en nuestras almas las
necesidades de la crtica a las tendencias ms seguras de la accin, no se basa en un error de
fondo. No, no podemos poner en duda la intuicin esencial que, en el ltimo siglo, nos ha
hecho ver en el hombre el miembro y el servidor de alguna gran obra en curso. Por un cierto
xito de conjunto y por la vida que nos ha dado, el valor, gracias a Dios, de esta perspectiva
no ha hecho ms que confirmarse desde su nacimiento. En contrapartida, y ah yace la
fuente de nuestras dificultades presentes, tenemos que reconocer por fuerza que no hemos
tenido xito, hasta aqu, en interpretar ni en expresar de una manera satisfactoria la fe que
nos anima. Lo decamos al principio de estas pginas: es absolutamente necesaria una
religin para explicar, justificar y prolongar el estado psicolgico del mundo en que
vivimos. Pero a consecuencia del hundimiento de un primer dolo, esta religin acaba de
perder al Dios que haba credo encontrar. Sobre las ruinas del materialismo nos
encontramos, en este momento, en una situacin de desequilibrio, a causa de todo el mpetu
acrecentado de nuestras necesidades y nuestras esperanzas.
Va a ser necesario, por esto, ahogar el espritu sagrado que nos agita?
De ninguna manera. Este espritu est ah, indudablemente, puesto que, sin l, el
Universo, detenido en el mpetu que le hace vivir, se volvera absurdo, incomprensible. Lo
que hay que hacer solamente es descubrir su verdadero nombre.
La religin de la ciencia ha muerto. Debe existir, para relevarla, una nueva mstica.
Dnde buscarla?

V. LA RELIGIN EN LA CIENCIA

Para entender lo que me queda por decir debemos volver atrs un momento. He hablado
ms arriba del descubrimiento del tiempo y la metamorfosis moral implicada por ste en el
dominio de los valores cientficos: la investigacin deja de ser una ocupacin profana para
convertirse en una funcin vital y casi sagrada. Tenemos ahora, antes de ir ms lejos, que
observar los ecos de este mismo acontecimiento intelectual en las profundidades del alma
cristiana.
Nadie puede servir a dos seores.
Frente a una especie de revolucin espiritual que tena como primer resultado hacer que
el hombre se arrodillara ante s mismo, se concibe fcilmente que el cristianismo haya
pensado primero en la Tentacin de la Montaa y se haya replegado, en el primer momento,
en un gesto de inquietud y de defensa. Accidentalmente, por la interpretacin materialista
que daba del movimiento evolutivo descubierto de nuevo en el Universo, la religin de la
ciencia se afirmaba como adversaria del Dios del Evangelio. Naturalmente, los fieles del
Evangelio deban responder a esta provocacin, condenndola. As ha nacido y se ha
prolongado, a lo largo del siglo XIX, la desgraciada guerra, de sobra conocida, entre ciencia
y religin, guerra en la que se ha querido ver un conflicto entre la razn y la fe que era, ms
bien, la lucha entre dos msticas contrarias por dominar el corazn humano.
Pero, si se reflexiona sobre ello, este estado de guerra exiga ser resuelto en una sntesis
superior. Entraaba, psicolgicamente, una situacin forzada y, en consecuencia, no poda
durar. Veamos por qu.
Desde las primeras luchas paganas, la tendencia de los adversarios del cristianismo ha
sido siempre considerado como un enemigo o, al menos, como a una doctrina que deprecia
a la humanidad. Esto es una contra-verdad. Por su fe, el discpulo de Cristo es conducido,
sin duda, a situar ms alto y ms lejos que otros el trmino de sus esperanzas. Pero la visin
de este trmino superior no est hecha para destruir, sino que est destinada, por el
contrario, a refundir a sublimar en l las aspiraciones y los desarrollos de lo que Tertuliano
llam el alma naturalmente cristiana. El cristiano, esto es, una de las partes ms seguras y
ms queridas de su credo, no se forma por simple negacin, sino por superacin del mundo
al que pertenece. Por definicin, su religin, si es verdadera, no podra tener otro efecto que
consumar en l la humanidad.
Expuesto esto, si exista, como hemos admitido, una intuicin profundamente
humanizante en la percepcin, aparecida en el siglo XVIII, de que cada uno de nosotros
representa un elemento consciente y responsable del Universo en progreso, era inevitable
que esta intuicin tuviera, tarde o temprano, su eco amplificado en lo ms ntimo de la
conciencia cristiana. En un primer tiempo, pudo parecer que el cristianismo se cerraba a las
aspiraciones humanitarias del mundo moderno. En un segundo tiempo, deba rectificarlas,
asimilarlas y salvarlas.
No es esto lo que est sucediendo?
Nunca se pondr suficientemente de relieve hasta qu punto el cristianismo es una
doctrina y una perspectiva de transformacin universal. Por la Encarnacin, Dios ha
descendido a la naturaleza para sobreanimarla y llevarla a El: ste es el dogma cristiano, en
sustancia. En s, este dogma puede acomodarse a diversas representaciones del mundo
experimental. Mientras que, por ejemplo, el espritu humano no haba visto en el Universo
ms que un orden inmvil de elementos hechos de antemano, el cristiano no experiment
ninguna dificultad seria para insertar en este conjunto esttico el misterioso proceso de su
santificacin. Pero no era esto, en cierta medida, algo que no le iba? Es verdaderamente
una fundamental inmovilidad csmica el cuadro ms adecuado que se puede soar para la
gran metamorfosis espiritual representada por el advenimiento del reino de Dios? Hoy, que
se disipa el polvo de las primeras batallas, comenzamos, segn parece, a darnos cuenta de
ello: un Universo, estructura evolutivacon tal de que est bien establecido sentido de su
movimientopodra ser, despus de todo, el medio ms favorable a los desarrollos de una
doble y homognea representacin de la Encarnacin. No encuentra su clima ms
apropiado en las amplias perspectivas ascendentes de un Universo atrado por el Espritu?
Qu mejor que una ascendiente antropognesis para servir de ltimo trmino y de base a
las iluminaciones descendientes de una Cristo-gnesis?
No querra aventurarme ms en este terreno de la teologa. Pero de lo que puedo dar
testimonio es de que, a ojos del investigador creyente, la actividad cientfica toma una
significacin maravillosa tan pronto como, dejando a un lado el punto de vista mecanicista,
sita en un polo superior de atraccin creadora el principio del movimiento que el siglo
XIX se haba imaginado descubrir en los antpodas de Dios. La investigacin fsica poda
ser mirada, incluso, por un Pascal, como una ocupacin de orden inferior de la que el fiel
tena, casi, que excusarse; una especie de hurto hecho; a la plegaria y a la adoracin. Para el
evolucionista hecho cristiano, puede ser superada la barrera que pareca separar lo profano
de lo sagrado. En un Universo en el seno del cual todo concurre a la formacin gradual del
espritu que Dios eleva hacia la unin final, toda obra adquiere, en su realidad tangible, un
valor de santidad y de comunin. En un sentido verdadero, el trabajo consistente en
desarrollar mediante el saber la conciencia que adquirimos del mundo, se une,
preparndoles un objeto, a las operaciones del sacerdocio: hacer avanzar, ms all, bajo la
accin creadora, un Universo en el seno del cual viene Dios a establecerse.
Estos puntos de vista me parece en verdad que son, para la ciencia contempornea, una
solucin completa del problema intelectual y moral en el que nos debatimos. En efecto, un
evolucionismo espiritualista no solamente escapa a las dificultades tericas encontradas
por los mecanicistas en la explicacin ltima de la materia y de la vida, sino que, al
esfuerzo mismo de la investigacin humana, tal como se desarrolla y exige vivir ante
nuestros ojos, aporta con toda plenitud, cristianizndose, el alma esperada, la mstica
buscada. Por una parte, se encuentra conservada y justificada, sin atenuacin, para los que
se adhieren a ella, la orgullosa seguridad, nacida en la conciencia humana, de que el mundo,
aun tangible, tiene todava un porvenir y este porvenir est, en parte, en nuestras manos. Por
otra parte, al coincidir el acabamiento del Universo con el acceso de las almas individuales
a un centro superior y distinto de personalidad, se evitan los nefastos resultados que han
llevado a la crisis moral del progreso: alentado ilimitadamente en su esfuerzo por encontrar,
el hombre, si quiere ser fiel hasta el final a su gesto de descubrimiento, se encuentra sujeto,
al mismo tiempo, a un reajuste completo de su vida interior. Con ello desaparece el temor a
la mecanizacin, el reinado de la fuerza bruta, el amoralismo. En el fondo, ninguna mstica
puede vivir sin amor. La religin de la ciencia haba credo encontrar una fe, una esperanza.
Ha muerto por haberse cerrado a la caridad.
Voy a resumir, y concluyo.
Para sostener y prolongar el inmenso, incontenible y legtimo mpetu de investigacin
en el que se encuentran comprometidos en nuestra poca la mayor parte y la ms viva de la
actividad humana, es necesaria una fe, una mstica. Tanto si se trata de guardar al hombre el
gusto sagrado de su esfuerzo, como si se trata de darle el desinters requerido para una
siempre indispensable colaboracin con sus semejantes, una religin es el alma
biolgicamente necesaria al porvenir de la ciencia. Ya no hay humanidad concebible sin
ciencia. Pero no hay ciencia posible sin una religin que la anime. De esta religin en la
ciencia el cristianismo es una forma ejemplar. Habr que aadir que es la forma necesaria,
como si la Tierra no pudiera ir hasta el final en los desarrollos autnticos de sus actividades
ms que convirtindose? Nos inclinaramos a creerlo as, a juzgar por la nusea y la
desesperacin ante el esfuerzo, tan francamente confesados en nuestros das por no
creyentes particularmente lcidos. No me atrevera a decidir. Queda (es lo menos que se
puede decir) que el sabio cristiano se presenta ante todos como el mejor situado y el mejor
armado para desarrollar en s mismo, y para propagar alrededor de s, el tipo humano nuevo
que hoy parece esperarse para hacer avanzar ms lejos la Tierra: el investigador que se
consagra, finalmente, por amor, a las labores de la investigacin. No el adorador del mundo,
sino el adorador de algo ms grande que el mundo, a travs, y ms all, del mundo en
progreso. No el Titn orgulloso y fro, sino Jacob luchando apasionadamente con Dios *.

* tudes, 20 de marzo de 1939.

LA ENERGIA HUMANA
SE PUBLICA
BAJO EL ALTO PATRONATO
DE Su MAJESTAD LA REINA MARIE-JOS
y BAJO EL PATRONATO
I. DE UN COMIT CIENTFICO,
II DE UN COMIT GENERAL

I. COMIT CIENTFICO

ARAMBOURG, (Camille), Professeur honoraire de Palontologie au Museuill, National


d'Histoire Naturelle.
BARBOUR (Dr. George B.), Professeur de Gologie, Doyen honoraire de la Facult des
Arts et Sciences de I'Universit de Cincinnati.
CHOUARD (Pierre), Professeur la Sorbone (Physiologie vgtale).
CORROY (Georges), Doyen de la Facult des Sciences de Marseille.
CRUSAFONT PAIR (Dr. M.), Dr. en Ciencias, Comendador de la Orden de Alfonso X el
Sabio, Jefe de Seccin del C. S. I. C., Profesor de Paleontologa en la Facultad de
Ciencias de Oviedo.
FAGE (Louis), Ancien Prsident de I'Acadmie des Sciences.
GUROD (Miss Dorothy A. E), Doctor of Science, Oxford University, Fellow of the British
Academy.
GEORGE (Andr), Directeur de la Collection Sciences d'aujourd'hui.
GRASS (Pierre P.), Professeur a la Sorbonne.
HEIM (Roger), Directeur du Museum d'Histoire Naturelle, Membre de I'Institut.
HRZELER (Dr. Johannes), Conservateur de la Section ostologique au Muse d'Histoire
Naturelle, Ble.
HUXLEY (Sir Julian), D. Sc. F. R. S., Correspondant de I'Acadmie des Sciences.
JACOB (Charles), Membre de l'Acadmie des Sciences.
KOENIGSWALD (G. H. R. von), Professor of Palreontology and Historical Geology at the
State University of Utrecht, Holland.
LAMARE (Pierre), Professeur de Gologie a la Facult des Sciences de l'Universit de
Bordeaux.
LEPRINCE-RINGUET (Louis), Membre de l'Acadmie des Sciences, Professeur au
College de France, Prsident de l'Union des Scientifiques catholiques.
LEROI-GOURHAN (Andr), Professeur a la Sorbonne.
MALAN (Mr. B. D.), Director, Archrelogical Survey of the Unon of South Africa.
MONOD (Thodore), Correspondant de l'Institut, Professeur au Museum National
d'Histoire Naturelle, Directeur de l'Institut Francais d'Afrique Noire.
MOVIUS, Jr. (Dr. Hallam L.), Peabody Museum, Harvard University (U. S. A.).
OPPENHEIMER (Robert), Director of the Institute for Advanced Studies, Princeton.
PIVETEAU (Jean), Membre de l'Acadmie des Sciences, Professeur a la Sorbonne.
ROBINSON (J. T.), Professional Officer in Charge, Department of Vertebrate
Palontology and Physical Anthropology, Transvaal Museum, Pretoria.
ROMER (Alfred Sherwood), Ph. D. Sc. D., Director of the Museum of Comparative
Zoology and Alexander Agassiz, Professor of Zoology (Harvard University) (U.
S. A.).
SAHNI (Dr. M. R.), Founder.President of the Palreontological Society of India.
TERMIER (Henri), Professeur a la Sorbonne.
TERRA (Dr. HelIDut de), Research Associate, Columbia University (U. S. A.).
TOYNBEE (sir Arnold J.), Director of Studies, Royal Institute of International Affairs,
Research Professor of International History, London University.
VALLOIS, (Dr. Henri Victor), Professeur au Museum National d'Histoire Naturelle,
Directeur honoraire du Muse de l'Hombre, Membre de l'Acadmie de Mdecine.
VANDEL (Albert), Membre non rsident de l'Acadmie des Sciences.
VAUFREY (R.), Professeur a l'Institut de Palontologie Humaine.
VIRET (Jean), Professeur a la Facult des Sciences de Lyon.
WESTOLL (Stanley), Professor of Geology at King's College in the University of Durham.

II. COMIT GENERAL

TEILHARD DE CHARDIN (M. et Mme. Joseph)


TEILHARD DE CHARDIN (M. Francois-Rgis)
TEILHARD DE CHARDIN (Mme. Victor)
TEILLARD-CHAMBON (Mlle. A.)
BEGOUN (Comte Max-Henri)
MORTIER (Mlle. J.)
ARON (Robert), Agrg de l'Universit, Homme de Lettres.
BACHERLARD (Gaston), Professeur honor aire a la Sorbonne, Membre de l'Institut.
BORNE (Etienne), Agrg de l'Universit, Professeur de Rhtorique Suprieure au Lyce
Louisle-Grand.
CHEVALIER (Jacques), Correspondant de l'lnstitut.
CUNOT (Claude), Ancien leve de l'Ecole Normale Suprieure, Agrg de l'Universit,
Dr. s Lettres.
DUHAMEL (Georges), Membre de l'Acadmie Francaise.
GOUHIER (Henri), Membre de l'Institut.
GUSDORF (Georges), Professeur de Philosophie a la Facult des Lettres de Strasbourg.
HOPPENOT (Henri), Ambassadeur de France.
HYPPOLITE (Jean), Directeur de l'Ecole Normale Suprieure.
KHIM (Pham Duy), Ancien Ambassadeur du Viet-Nam en France, Dlgu permanent du
Viet-Nam a l' U. N. E. S. C. O.
LACROIX (Jean), Agrg de Philosophie, Professeur de Rhtorique Suprieure au Lyce
du Parc, a Lyon.
MALRAUX (Andr), Homme de Lettres, Ministre.
MARGERIE (Roland de), Ministre Plnipotentiaire, Ambassadeur de France a Madrid.
MARROU (Henri-Irne), Professeur a la Sorbonne.
MEYER (Francois), Professeur a la Facult des Lettres et Sciences humaines, Aix-en-
Provence.
ROINET (Louis), Agrg des Lettres, Professeur au Lyce Condorcet.
RUEFF (Jo), Membre de l'Institut.
SENGHOR (Lopold Sdar), Prsident de la Rpublique du SngaI.
WAHL (J can), Professeur a la Sorbonne.

Versin del original francs


nergie humaine
1992 by EDITIONS DU SEUIL,
PARIS
Traduccion de
ENRIQUE BOADA

1963 by TAURUS EDICIONES, S. A.

Nm. De Registro: 6183-62


Deposito legal. M. 13736. 1963.

ESTA OBRA SE TERMINO DE IMPRIMIR


EL DIA 18 DE OCTUBRE DE 1963,
SAN LUCAS EVANGELISTA,
EN LOS TALLERES GRAFICOS DE
E. SANCHEZ LEAL, S. A.,
CALLE DE DOLORES, 9,
MADRID. 20

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