Nancy - La Existencia Exiliada

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La existencia

exiliada
JeanLuc Nancy

Traducido por Juan Gabriel Lpez Guix


Archipilago. Cuadernos de crtica de la cultura
Barcelona, N 2627, 1996

Los nmeros entre corchetes corresponden


a la paginacin de la edicin impresa
[34]

Con este ttulo quiero indicar dos cosas muy sencillas. La primera
es un tpos de nuestra tradicin occidental, un tpos que consiste en
afirmar que la existencia es un exilio. La segunda es una pregunta:
tenemos que reapropiarnos hoy de este lugar comn de nuestra
tradicin, hoy, en un mundo asolado en todos los sentidos por toda
clase de exilios?; y, en caso afirmativo, de qu modo o en qu sentido?

Que la existencia es un exilio constituye un lugar comn de Oc-


cidente, y ello hasta tal punto que podra resumir por s solo una buena
parte de nuestra tradicin grecojudeocristiana (en esto, menos romana
y menos rabe sin duda). Deseara intentar ver con ustedes el modo en
que se ha construido un significado importante del exilio, as como los
problemas que plantea.

Digamos para empezar que, si ese tpos de la existencia como exi-


lio retoma hoy una fuerza llena de inquietud e interrogacin [35] (algo
que se pone de manifiesto, por ejemplo, con la celebracin de este
coloquio) tras haber sido durante mucho tiempo el tpos de una
existencia humana en tanto que pasaje el exilio como pasaje que
preludia y prepara un regreso, es porque nuestra experiencia, en el
extremo de nuestra tradicin, parece ser en muchos aspectos la expe-
riencia de un exilio definitivo y sin retorno.

El hombre moderno es el hombre cuya humanitas ya no es identi-


ficable, es ese hombre cuya figura se borra o se ha borrado, como deca
Foucault, se confunde con su borradura, que no es ms que la consecu-
cin de la ausencia de respuesta a la pregunta Qu es el hombre?

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(aunque esa ausencia de respuesta es, como saben, la respuesta de Kant
a la pregunta). Se borra as el hombre que ya no puede responder a su
propia pregunta o a la pregunta de lo propio, el hombre que es en
suma exiliado fuera de s mismo, fuera de su humanidad. La radicaliza-
cin filosfica de esta experiencia se encuentra en un enunciado mayor
o matricial del pensamiento de Heidegger, a saber, que lo existente
humano, el Dasein, es el siendo cuya esencia consiste en la existencia.
En la existencia comprendida de tal modo, en la existencia moderna o
en este sentido moderno de la existencia, lo que cuenta o lo que ms
pesa para decirlo sencilla y burdamente ya no es el segundo
momento de la palabra, ya no es la estancia o la instancia de la
existencia, ya no es la posicin del ser en acto y ya no es la entelequia
en el sentido aristotlico, es decir, la realizacin del ser en su forma
final, sino que lo que cuenta es el primer momento, es decir, el ex.: el
momento de la salida y del fuera, ese momento que Heidegger subraya
escribiendo eksistence y que, para acabar, ya no es un momento,
sino la cosa entera. La existencia ya slo es ese ex.

Parece, pues, como si hubiera una especie de exilio constitutivo


de la existencia moderna, y que el concepto constitutivo de esta exis-
tencia fuera l mismo el concepto de un exilio fundamental: un estar
fuera de, un haber salido de, y ello no slo en el sentido de un ser
arrancado de su suelo, ex solum, segn la falsa etimologa latina que
Massimo Cacciari evocaba, sino segn lo que parece ser la verdadera
etimologa de exilio: ex y la raz el de un conjunto de palabras que
significan ir; como en ambulare, exulare sera la accin del exul, el
que sale, el que parte, no hacia un lugar determinado, sino el que parte
absolutamente.

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La cuestin del exilio es pues la cuestin de esa partida, de ese
movimiento como movimiento siempre empezado y que quiz no debe
terminar nunca. Sin embargo, si lo que se deja no es el suelo, qu es lo
que se deja?, de dnde parte ese movimiento? Segn el significado
dominante, exilio es un movimiento de salida de lo propio: fuera del
lugar propio (y en este sentido es tambin, en el fondo, el suelo, cierta
idea del suelo), fuera del ser propio, fuera de la propiedad en todos los
sentidos y, por lo tanto, fuera del lugar [36] propio como lugar natal,
lugar nacional, lugar familiar, lugar de la presencia de lo propio en
general.

Nos encontramos as ante una paradoja. Por un lado, nuestra tra-


dicin nos representa esta salida fuera de lo propio como una desgra-
cia y, an ms, como la desgracia por excelencia, como aquello en lo
que pueden resumirse todas las desgracias; por otro, nos representa
este exilio como una posibilidad positiva, la ms positiva incluso, del
ser o la existencia: cada o partida, alejamiento o alienacin, la desgra-
cia es indispensable para la realizacin del ser. Parece adems que la
historia contempornea nos presenta simultneamente una increble
proliferacin de exilios, desplazamientos, deportaciones, que son la
desgracia misma y que han llegado hasta constituir lo absoluto de la
desgracia, el exterminio el exilio consumado como exterminio, la
expropiacin absoluta; y, por otra parte, la apariencia de una prolife-
racin de posibilidades nuevas en las emigraciones, los movimientos y
las mezclas, en los cuales se dibujara la posibilidad de inventar un
espacio mundial indito. Y es as cmo interpretamos, simultnea y
contradictoriamente, la mundializacin que se desarrolla ante
nosotros como implosin y como explosin, como multiplicacin de

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las exclusiones y las desapropiaciones, y como apertura de posibilida-
des, de retroceso de los horizontes limitados.

Cmo pensar lo que ofrece el aspecto de una dialctica del exilio?


En realidad, si intentamos unir estas dos interpretaciones, estas dos
evaluaciones, construimos lo que hay que llamar una dialctica del
exilio. Es decir, una dialctica en la acepcin hegeliana corriente del
trmino (quiero decir, segn la vulgata hegeliana e, incluso, el hegelia-
nismo vulgar). El exilio es un pasaje por lo negativo o el acto mismo de
la negatividad, comprendida sta como el motor, el recurso a una
mediacin que garantiza que la expropiacin termine reconvirtindose
en una reapropiacin.

Esta dialctica del exilio del yo, de lo propio en general, en la


exterioridad, en la alteridad y la alteracin, es, en el fondo, la gran
figura cristiana del exilio. Un himno cristiano (el Salve Regina.) llama a
los hombres exsules filii Evae.: en tanto que hijos de Eva, son exiliados
in hac lacrimorum valle, y ruegan a la Virgen que les muestre el
Salvador post hoc exsilium. sta es la recuperacin o la sustitucin de
cierto modelo judo del exilio (no el modelo cabalista, sino el modelo
que comporta el regreso y la restauracin final). Moralmente, el exilio
es pues la prueba comprendida entre la falta y la redencin.

Sin duda aqu, como en otras partes, el cristianismo ha heleniza-


do al judasmo. En el modelo griego, el exilio (si es que hay de verdad
uno: quiz slo hay un elemento, un rasgo de su concepto moderno) es
siempre el regreso, es el periplo de Ulises.

Si recusamos ese modelo dialctico es porque en l el exilio slo


[37] es transitorio; lo cual quiere decir que su negatividad slo consiste

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en suprimirse a s misma (sa es la negatividad hegeliana, en la medida
al menos en que la vulgata comprende dicha supresin de s como
restauracin, consecucin, reapropiacin total y final de un Espritu
del mundo). El exilio transitorio no es tenido en cuenta ni tomado
en serio por s mismo. Y pienso, en efecto, que lo que ms amenaza
toda la reflexin sobre el exilio es la tentacin de dialectizar en este
sentido.

Por el contrario, sabemos ya que ante todo hay que plantear una
negatividad no dialectizable del exilio. Una negatividad pura y simple,
la dureza y la desgracia del exilio que no conduce a nada, no se recon-
vierte en nada. La deportacin sin retorno. Creo que habra que
vincular esta negatividad no reconstruible al modelo romano (del que
Ovidio ha quedado como figura). En su primera forma romana, el
exilio es un medio de escapar a la pena de muerte (lo que significa la
imposibilidad de regreso); aunque, en la forma adoptada bajo la
Repblica tarda y bajo el Imperio, es la pena que consiste en colocar a
un miembro de la comunidad romana fuera de esa comunidad (hay
una forma menor, la relegacin a un lugar del Imperio, que es revoca-
ble, y una forma mayor, la deportacin fuera del Imperio, sin regreso
posible). Deportatio.: este trmino del Derecho romano ha dado la
palabra que nos hace rememorar la Shoah habra que decir, todas las
Shoahs en la medida en que la exterminacin es mayor an que el
asesinato, ya que lleva a cabo un proceso de arrancamiento, destierro,
expropiacin absoluta.

Y sabemos que no se trata en absoluto de dialectizar la deporta-


cin.

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Ms all del exilio de los hijos de Eva y la deportacin desapro-
piadora, qu podemos pensar?

Quiz nos es dado pensar don difcil, oscuro, como todo lo que
es posible pensar algo de un exilio que sea l mismo lo propio, sin
dialectizacin en el sentido en que se ha mencionado. En efecto, la
existencia como exilio, pero no como movimiento fuera de algo propio,
a lo que se regresara o bien, al contrario, a lo que sera imposible
regresar: un exilio que sera la constitucin misma de la existencia, y
por lo tanto, recprocamente, la existencia que sera la consistencia del
exilio.

As pues es el ex, ese mismo ex del exilio y la existencia, lo que se-


ra o lo que hara lo propio, la propiedad de lo propio. No una exis-
tencia exiliada (y, por lo tanto, tampoco un exilio existencial), sino una
propiedad en tanto que ex. Es esta extraa propiedad esta propiedad
de extraamiento, habra que decir lo que constituye el fondo del
primer pensamiento de Heidegger y, ms all, lo que inquieta y movili-
za lo esencial del pensamiento contemporneo. Se trata entonces de
pensar el exilio, no como algo que sobreviene a lo propio, ni en rela-
cin con lo propio como un alejamiento con [38] vistas a un regreso
o sobre el fondo de un regreso imposible, sino como la dimensin
misma de lo propio. De ah que no se trate de estar en exilio en el
interior de s mismo, sino ser s mismo un exilio: el yo como exilio,
como apertura y salida, salida que no sale del interior de un yo, sino yo
que es la salida misma. Y si el a s adopta la forma de un retorno
en s, se trata de una forma engaosa: porque yo slo tiene lugar
despus de la salida, despus del ex, si es que puede decirse as. Sin

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embargo, no hay despus: el ex es contemporneo de todo yo en
tanto que tal.

Esta perspectiva no viene a ser una especie de elogio generalizado


del errar, la despropiacin, que a veces se practica hoy de forma harto
burda. Indica una tarea ms difcil: pensar precisamente lo propio
como ese exilio; pero pensar exactamente ese exilio como propio.
Porque lo propio es necesario no necesariamente una propiedad, ni
una nacin, ni una familia, etc. (quiz no dejen de ser formas alienadas
de lo propio: alienaciones del exilio, por decirlo de algn modo), es
necesario que la relacin consigo mismo tenga lugar, que tenga su
lugar, y ese lugar debe pensarse como exilio.

Jean Amry, en su libro sobre los campos de concentracin, con-


sagra un captulo a la cuestin: En qu medida tenemos necesidad de
una Heimat [patria]?. Esta cuestin, que jams se haba planteado
antes de la deportacin, es algo que la deportacin obliga a plantear.
No significa que sea necesaria una presunta propiedad natural,
originaria, identitaria; significa que existe lo propio y que la despropia-
cin es violencia.

Si lo propio es exilio, su dimensin de propiedad podra deno-


minarse quiz asilo. El campo de concentracin es lo contrario del
asilo. El campo es el exilio como despropiacin. Sin embargo, el asilo es
el exilio como propio: el asilo de la hospitalidad, por ejemplo, del que
hablaba Cacciari. El asilo es el lugar de quien no puede ser atrapado (es
el sentido del griego sylos.: aquel que no puede convertirse en presa,
en botn). Pensar el exilio como asilo y no como campo de deporta-
cin, es justamente pensar el exilio como constituyendo por s

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mismo la propiedad de lo propio: en su exilio, est al abrigo, no puede
ser expropiado de su exilio.

Ese lugar de asilo en el exilio es triple: lugar del cuerpo, lugar del
lenguaje, lugar del con.

El cuerpo es por excelencia uno de los nombres del exilio tradi-


cional: lugar de paso para un regreso al alma o el espritu. No obstante,
el cuerpo tambin puede pensarse, no como cuerpo cado, ni como
cuerpo propio (al modo de MerleauPonty), sino ms bien como
exterioridad en la cual la interioridad se ve, ante todo y de modo
esencial, expuesta: planteada fuera, planteada como fuera. No soy mi
cuerpo si no, no nombrara el cuerpo y tampoco paso por el
cuerpo para ir a otra parte, sino que el cuerpo es el exi-[39]lio y el asilo
en el que algo as como un yo viene a quedar expuesto, es decir, a ser.

Tambin el lenguaje ha sido pensado como exilio del sentido, de


un sentido puro, no expresado y no expresable. Aunque si el sentido
tiene que ser pensado, no como consecucin de un significado, sino
como la posibilidad de que haya significados, y de que haya infinitos
significados, si el sentido es lo inagotable del significado y, por lo
tanto, simultneamente lo inagotable del intercambio de los significa-
dos, entonces el sentido es l mismo ese exilio y ese asilo que es el
lenguaje. El sentido es la lengua o las lenguas mismas, en tanto que
transporte indefinido de significado, ese reimpulso y esa redemanda
indefinidos de significado que constituyen la lengua misma, y con ella
Babel.

Y as, como en la unin del cuerpo y el lenguaje, el ser con el

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Mitsein o el Mitdasein de Heidegger, designara esa relacin con los
otros que no es ni la interioridad y la propiedad de algo comn
(comunidad, comunin), ni la exterioridad de la multitud o de la masa,
y del osario, sino el junto a, (con, apud hoc.), la proximidad que es
alejamiento porque est en lo ms cerca de y, por consiguiente, en un
aparte o un apartamiento, el mismo del tacto: ser con o tocar los
otros, no confundirse; tocar, pues, a travs de una distancia. Ni todos
juntos, ni todos dispersados, sino los unos con los otros, encon-
trando a la vez en ese con el exilio y el asilo de su ser en comn.

No cabe duda de que no puedo seguir denominando mucho tiem-


po a esto ni exilio ni asilo. El exilio como asilo exige otro nombre
para ser pensado. No s cul es ese nombre. Quiz no haya ningn
nombre para eso, pero quiz sea lo que precede y lo que sigue a todo
nombre, toda lengua, al igual que todo cuerpo, y todo ser con. Lo
mismo ocurre siempre con lo que debe pensarse: no es pensable, y por
eso hay que pensarlo, es decir, darle a la vez asilo y exilio en nuestro
pensamiento, como suele decirse.

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