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EL ANIMAL QUE LUE-
GO ESTOY SI(GUI)ENDO .
ac- ques
errl- a EL ANIMAL QUE LUE- , GO ESTOY SI(GUI)ENDO Se renen aqu varios trabajos, algunos inditos, de Jacques Derrida dedicados a la cuestin de los ani- males. Preocupacin constante y casi obsesiva que procede de una exquisita sensibilidad afectiva e inte- lectual hacia muchos de los aspectos de la vida animal desdeados por la ms poderosa tradicin filosfica en la que vivimos. Esa displicencia filosfica ha igno- rado sobre todo su sufrimiento. La cuestin que pro- cede plantearse no es si los animales pueden razonar sino: pueden sufrir? (Bentham). Pregunta que ad- quiere una inslita relevancia terica al hacerla con- verger con la necesidad de asediar los textos de una his- toria de la filosofa que se obstina en oponer al Hombre el resto del gnero animal como un conjunto indife- renciado: el Animal. En este libro Derrida examina algunos de los textos de esa tradicin que, desde Aristteles hasta Heideg- ger, desde Descartes hasta Kant, Lvinas y Lacan, in- sistentemente aunque de manera terica han maltra- tado a los animales. Menoscabo terico que, como Derrida sugiere, no ha dejado de tener graves reper- cusiones sobre nuestro trato real con ellos. El animal que luego estoy si(gui)endo E D El animal que luego estoy si(gui)endo Jacques Derrida Texto establecido por Marie-Louise Mallet Traduccin de Cristina de Peretti y Cristina Rodrguez Marciel T O R A L T R O T T A Esta obra se benefici del P.A.P. GARCA LORCA, Programa de Publicacin del Servicio de Cooperacin y de Accin Cultural de la Embajada de Francia en Espaa y del Ministerio francs de Asuntos Exteriores Obra publicada con la ayuda del Ministerio francs de Cultura - Centro Nacional del Libro COLECCiN ESTRUCTURAS Y PROCESOS Serie Filosofra Ttulo original: ['animal que donc je suis Editorial Trolta, S.A., 2008 Ferraz, 55. 28008 Madrid Telfono: 91 543 03 61 Fax: 91 543 1488 E-mail: [email protected] http://www.trotta.es ditions Galile, 2006 Cristina de Peretti y Cristina Rodrguez Marciel, para la traduccin, 2008 ISBN: 978-84-8164-962-8 Depsito Legal: S. 355-2008 Impresin Grficas Varona, S.A. NDICE Prefacio: Marie-Louise Mallet ... ................................................ ......... 9 1. El animal que luego estoy si(gui)endo (continuar) ....................... 15 11. .................................................................................................... 69 III. y si el animal respondiese? .......................................................... 143 IV. .................................................................................................... 167 7 PREFACIO Con frecuencia Jacques Derrida expres su intencin de reunir, algn da, en una gran obra los textos que haba escrito sobre el anima],>. Se trataba de un proyecto que le importaba mucho pero del cual no cesaban de apartarlo las tareas urgentes. En 1997, para la dcada de Cerisy cuyo ttulo eligi l mismo: El animal autobiogrfico, escri- bi una conferencia muy larga, una especie de seminario ms bien, si se tiene en cuenta su duracin, unas diez horas. La introduccin es lo nico que se public de dicha conferencia en las actas del coloquio bajo el ttulo que le dio al conjunto de la conferencia, El animal que luego estoy si(gui)endo, con la mencin continuar que anunciaba el propsito de publicar la continuacin de la misma l . Finalmente, en 2003, entre los textos inditos destinados al Cahier de LHerne que se le dedic, opt por publicar, con el ttulo de y si el animal respondiese?, un texto que se situaba hacia el final de esta misma conferencia. Como l mismo recuerda en el transcurso de su conferencia, la cuestin del anima],> est muy presente en muchos de sus textos. Esta insistente presencia a: lo largo de toda su obra procede por lo menos de dos fuentes. La primera es, sin duda, una sensibilidad es- pecial y aguda, cierta aptitud para simpatizar con los aspectos de la vida animal ms denostados u olvidados por la filosofa. De ah la enorme importancia que concede a la cuestin que plantea Jeremy Bentham a propsito de los animales: Can they suffer?. La cues- 1. En M.-L. Mallet (dir.), L'animal autobiographique, Galile, Paris, 1999. Dicha mencin recuerda asimismo que habr que entender el je suis, el estoy si(gui)endo bajo dos aspectos por lo menos: el de ser y el de seguir. 9 MARIE-LOUISE MALLET tin no es: pueden stos razonar? Pueden hablar? ---dice Bentham-. Sino: pueden sufrir? Cuestin aparentemente simple pero muy pro- funda para Jacques Derrida. Vuelve sobre ella varias veces en sus tex- tos. El sufrimiento animal nunca lo deja indiferente. Ahora bien, y sta es la segunda fuente, la cuestin que plantea Bentham le parece asimismo de una enorme pertinencia filosfica y adecuada para co- gerle las vueltas, mediante la oposicin no frontal de un rodeo, a la tradicin de pensamiento ms constante y ms tenaz en la historia de la filosofa. Aun cuando define al hombre como zoon logon echon o animal rationale, como anima!, por consiguiente, pero dotado de razn, dicha tradicin siempre ha consistido, efectivamente, en con- traponer al hombre a todo el resto del gnero animal hasta borrar en l toda animalidad y en definir en contrapartida al animal, de forma esencialmente negativa, como desprovisto de todo lo que se consi- dera que es lo propio del hombre: oo. palabra, razn, experiencia de la muerte, duelo, cultura, institucin, tcnica, vestido, mentira, fingimiento de fingimiento, borradura de la huella, don, risa, llanto, respeto, etc.. Y la ms poderosa tradicin filosfica en la que vivi- mos ha negado todo esto al 'animal">2, subraya Jacques Derrida. El logocentrismo filosfico, inseparable de una posicin de dominio, es ante todo una tesis sobre el animal, sobre el animal privado de lagos, privado de poder-tener el lagos: tesis, posicin o presuposicin que se mantiene desde Aristteles hasta Heidegger, desde Descartes hasta Kant, Lvinas y Lacafl, escribe asimismo J La violencia ejer- cida sobre el animal comienza, por lo dems -dice Derrida-, con este pseudo-concepto, el anima!, esta palabra utilizada en singular, como si todos los animales, desde la lombriz hasta el chimpanc, constituyesen un conjunto homogneo al que se opondra, radical- mente, el hombre. y, a modo de respuesta a esta primera violencia, Derrida se inventa esta otra palabra, l'animot [el animote 1 que, cuando se pronuncia, deja or [en francs] el plural, animaux, en el singular y recuerda la extrema diversidad de animales que el animal borra; animot que, escrito, hace ver que esta palabra, el anima!, no es precisamente ms que una palabra, un mote. A partir de ah, las diferentes circunstancias de este animote en el texto son como otras tantas seales de alarma, como otros tantos llamamientos a des- pertar destinados a impedir que el empleo, inevitable, de la palabra anima!, en singular, nos adormezca en un sueo dogmtico dema- siado comn y en el que se hace demasiado poco hincapi. 2. Vase infra, cap. IlI: ,,y si el animal respondiese?, p. 162. 3. Vase infra, cap. 1: "El animal que luego estoy si(gui)endo, p. 43. 10 PREFACIO Finalmente, lo que est en juego en esta deconstruccin de la tradicin filosfica que ha maltratado de este modo a los animales no concierne solamente a stos. Lejos de llevar a cabo una simple inver- sin de perspectiva y, por ejemplo, de devolver a el anima),>, en ge- neral, aquello de lo que esta tradicin siempre lo ha privado, lejos de sustituir la oposicin clsica por la confusin de una indiferenciacin no menos engaosa, la deconstruccin, al multiplicar pacientemente las diferencias, hace que aparezca la fragilidad, la porosidad de estas presuntas fronteras de lo propio en base a las cuales se ha credo durante tanto tiempo poder fundar la oposicin tradicional entre el hombre y el anima),>. Al hacer esto, la deconstruccin socava cual- quier seguridad respecto a la animalidad del animal en general y en no menor medida socava la seguridad respecto a la humanidad del hombre. Como Jacques Derrida se cuida de subrayar, no se trata solamente de preguntar si tenemos derecho a negarle este o aquel poder al animal [ ... ], se trata tambin de preguntarnos si lo que se de- nomina el hombre tiene derecho a atribuir con todo rigor al hombre, de atribuirse, por lo tanto, aquello que le niega al animal y si tiene acerca de esto, alguna vez, el concepto puro, riguroso, indivisible en cuanto ta),>4. A partir de aqu, entendemos mejor por qu la cuestin de el animal,> ocupa este lugar tan notable en su pensamiento y por qu le importaba el proyecto de este libro. Lo que habra sido dicho libro, si hubiese tenido tiempo para ponerlo en marcha, no lo sabremos nunca desgraciadamente!. .. Pero nos ha parecido ser fieles a su de- seo reunir en esta obra, adems de las dos partes ya publicadas por separado de la gran conferencia de Cerisy, las partes todava no pu- blicadas. stas son de dos tipos. Por un lado, un largo texto que corres- ponde a la parte de la conferencia situada entre los dos fragmentos publicados y en la cual se rastrea, como siguiendo las huellas, el retorno, desde Platn hasta Lvinas, de los mismos esquemas de pen- samiento en lo que se refiere a el anima),>. Este texto, lo mismo que todas las conferencias de Jacques Derrida, lo mismo tambin que to- das las sesiones de sus seminarios, estaba total y perfectamente redac- tado. Se ha retomado, pues, sin ms modificaciones que las mnimas correcciones de erratas y el complemento, en las notas, de algunas referencias (o precisiones en las referencias) a las obras citadas. Por otro lado, al final de la obra, se encontrar la ltima parte de 4. Vase infra, cap. III: ,,y si el animal respondiese? .. , p. 162. 11 MARIE-lOUISE MAllET la conferencia, la cual aborda la cuestin del animal en Heidegger. Su estatus es un poco diferente y plantea algunos problemas especficos para la publicacin. La conferencia, que empez el 15 de julio de 1997, se prolong al da siguiente e, incluidas las discusiones, dur ms de nueve horas ... La dcada prosigui entonces con las dems conferencias que estaban previstas, pero los participantes esperaban algo ms: habindose anunciado bastantes veces durante la confe- rencia, la cuestin del animal en Heidegger segua en suspenso. Por consiguiente, el ltimo da, el 20 de julio, al final de la jornada, jac- ques Derrida acept improvisar una respuesta a esta espera. De esta improvisacin no redactada, elaborada a partir solamente de unas cuantas notas, de algunas referencias a las pginas de Heidegger, no queda ms que una grabacin. No obstante, nos ha parecido que, por improvisado que sea, este esbozo tena su lugar en la publicacin como una aproximacin a aquello que constituye una de las lneas directrices ms importantes de todo el recorrido. Ofrecemos, por consiguiente, aqu la transcripcin ms fiel posible de aqulla: so- lamente se han corregido algunos residuos inevitables de la palabra improvisada. No hemos intentado borrar su carcter oral, el tono familiar, con frecuencia jovial; al contrario, sentimos tan slo que inevitablemente se hayan perdido las mltiples variaciones de ese tono a travs de las cuales, en no menor medida que a travs de las palabras, pasa a menudo el sentido. Ahora bien, aunque resulta re- lativamente sencillo transcribir con exactitud todas las palabras pro- nunciadas (basta para ello mantener la atencin), cuando se trata de traducir el ritmo, los silencios, los acentos de la entonacin a signos de puntuacin (y es muy conocida la atencin que jacques Derrida prestaba a estos signos) empieza cierta interpretacin. En fin, si l mismo hubiese podido proceder a esta publicacin, sin duda habra reescrito dicho esbozo, un simple bosquejo, deca. Pero, como l recuerda, la cuestin del animal en Heidegger estaba ya desde haca tiempo presente en muchos de sus textos, sobre todo en Los fines del hombre5, Geschlecht y La mano de Heidegger6, Del espritu, El odo de Heidegger7, en Aporas finalmente, que habr, por lo tanto, que leer o releer. 5. En Marges - de la philosophie, Minuit, Paris, 1972 [Mrgenes - de la filoso- fa, trad. de C. Gonzlez Marn, Ctedra, Madrid, 1988]. 6. En Psych. Inverztions de l'autre, t. JI, nueva ed. aum., Galile, Paris, 2003. 7. En Politiques de I'amiti, Galile, Paris, 1994 [Polticas de la amistad, seguido de El odo de Heidegger, trad. de P. Pealver y P. Vidarte, Trotta, Mad;,id, 1998]. 12 PREFACIO Si hubiese tenido tiempo y si hubisemos tenido tiempo juntos [ ... ] pero no tenemos tiempo ... <<Si tuviese tiempo tratara de mos- trar [ ... ] no tendremos tiempo de ir muy lejos ... Si tenemos tiempo de llegar ah [ ... ] habra que detenerse bastante tiempo [ ... ] no tendr tiempo de hacerlo ... Si hubiese tenido tiempo, me habra gustado hacer justicia [ ... ] me habra gustado insistir en los momentos vertigi- nosos y circulares de este texto. Esto es lo que requerira tiempo ... Me hubiese gustado rastrear este punto de exclamacin a travs de este enorme discurso, espero hacerlo si tengo tiempo y fuerza para ello [ ... ]: me gustara hacer justicia a este texto ... Al lector de esta transcripcin no le podr chocar el retorno de este motivo del tiem- po que no se tiene, motivo que resuena para nosotros, hoy, como un taido fnebre. Mucho ms all de las razones circunstanciales de esta inquietud (el final del coloquio, el poco tiempo que queda, en efecto, el miedo tambin a abusar del tiempo de atencin de una audiencia que, sin embargo, no quiere otra cosa), los lectores, los amigos de Jacques Derrida reconocen una inquietud, una angustia, un temblor de la voz odos con tanta frecuencia. Si tengo tiempo y fuerza para ello: lejos de estar satisfecho con una obra no obstan- te inmensa, su pensamiento siempre se lanzaba hacia un por-venir incierto y, antes que nada, movido por ese afn de hacer justicia al texto, al tema, a la cuestin, al motivo, a aquello que no se deja tematizar, a la venida del acontecimiento ... La deconstruccin ms rigurosa, la ms intransigente, siempre ha estado animada por ese afn de justicia no menos que de justeza. En 1997, Derrida todava tena algo de tiempo pero haca ya tiempo, mucho antes de 1997 y con bastante frecuencia despus, que retornaba a l esta frasecita: La vida habr sido tan corta. Este fu- turo anterior adquiere hoy su empleo absoluto ... MARIE-LoUISE MALLET 13 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) Al principio - querra confiarme a unas palabras que estn, si fuera posible, desnudas. Desnudas en primer lugar - pero para anunciar ya que hablar sin tregua de la desnudez y del desnudo en filosofa. Desde el Gnesis. Querra elegir, para empezar, unas palabras que estn desnudas, sim- plemente, unas palabras del corazn. y, esas palabras, decirlas sin repetirme, sin volver a decir lo que he dicho ya aqu mismo, ms de una vez. Hay que evitar la repe- ticin, nos decimos, para conjurar ya un adiestramiento, una cos- tumbre o una convencin que, a la larga, programaran el propio agradecimiento. Algunos de vosotros, y me emociono al recordarlo, estabais aqu ya en 1980, despus en 1992, durante las otras dos dcadas. Algunos incluso, entre mis ms queridos y fieles amigos (Philippe Lacoue-La- barthe y Marie-Louise Mallet) haban pensado ya, llevado el peso e inspirado estas dos dcadas, con la sonriente genialidad que Marie- Louise hace resplandecer una vez ms. jean-Luc Nancy nos haba prometido volver. Haba inaugurado con Philippe la dcada de 1980. Pienso constantemente en l y l sabe que sus amigos y admiradores le mandamos nuestros mejores deseos desde aqu!. Debo tanto a quienes acabo de nombrar que el lenguaje del re- conocimiento no sera suficiente. Sigue siendo para m infinito e im- borrable. 1. ]ean-Luc Nancy, enfermo, no pudo asistir a la dcada de 1997. Sin embargo, envi el texto de su conferencia que se ley y public en las actas. 15 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO Sin olvidarlo, quiero remontarme, que se me perdone por ello, hacia un instante ms antiguo an, un tiempo antes de ese tiempo. y hablar desde ese tiempo, <dqu tiempos!, como suele decirse, un tiempo que se me antoja fabuloso o mtico. Algunos aqu, y en primer lugar Maurice de Gandillac, a quien quiero saludar y dar las gracias antes que a nadie, saben que hace casi cuarenta aos, en 1959, nuestros magnficos anfitriones de Cerisy me ofrecieron ya su hospitalidad; y esa fue mi primersima conferencia, en realidad la primera vez que habl en pblico. Si cediese ya a lo que otros llamaran el instinto del animal autobiogrfico, recordara que el tema fue en definitiva, en 1959 igual que hoy, el Gnesis: as se llam mi primera dcada, Estructura y Gnesis. Despus, cunto me gus- t volver para las siguientes dcadas: Nietzsche en 1972, Ponge en 1974, Lyotard en 1982. Creo que no tengo nada ms que decir a este respecto para que podis ya no tanto medir, puesto que no se mide, cuanto presentir la inmensidad de mi gratitud. Todo lo que me arriesgar a decir hoy, una vez ms, ser a partir de aqu para dar las gracias, para decir gracias a este lugar, a aque- llos que nos reciben aqu y gracias a vosotros. Esta historia de mis regresos a Cerisy es, para m, una historia hermosa e intensa. Habr escandido casi toda mi vida adulta, todo lo que he podido tratar de pensar dicindolo. Si, alguna vez, el animal que estoy si(gui)endo debiera escribir una autobiografa (ya sea intelectual o sentimental), tendr una y otra vez que nombrar Cerisy, ms de una vez y en ms de una manera; en su renombre de nombre propio y de metonimia. En lo que se refiere a esta dcada, la tercera de cierta serie, sta en concreto me pareca imprevisible, incluso excluida de antemano. La ltima vez, en 1992, cuando Didier Cahen hizo alusin a ello, en la buhardilla, la ltima noche, al preguntarme cul podra ser el tema de una tercera dcada por venir -me acuerdo de aquello todava-, yo desech esa hiptesis: este muchacho est loco, le grit. No es- taba tan loco, pero todo eso me segua pareciendo --como todo lo que sucede y es la condicin de lo que sucede- inanticipable. Fue so- lamente a toro pasado -y me sent muy confuso- cuando, al releer los ttulos de los tres encuentros (Los fines del hombre, El paso de las fronteras, El animal autobiogrfico), observ en ellos una especie de ordenamiento, como un orden preestablecido, si no armonioso, una mquina providencial, como dira Kant a propsito del animal, pre- cisamente, als eine Maschine der Vorsehung, una oscura previsin, el proceso de una ciega pero segura prefiguracin en la configura- cin: un solo y mismo movimiento que se dibujara buscando su fin. Los fines del hombre (ttulo elegido por Philippe Lacouc-Labarthe y 16 CAPiTULO l. El ANIMAL QUE lUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) ]ean-Luc Nancy, que no me pidieron mi opinin ni yo haba preten- dido ofrecrsela, aunque el ttulo, Los fines del hombre, era tambin el ttulo de uno de mis textos), El paso de las fronteras y El animal autobiogrdfico -ttulos stos que propuse yo mismo a Marie-Louise y a nuestros anfitriones de Cerisy-, ms tarde me puse a escuchar en estos ttulos, en esta serie de tres pistoletazos de salida, lo que nadie -y menos yo- calcul nunca, lo que nadie podr reapropiarse, a saber, el esbozo o la tentacin de una sola frase, una frase que tendra continuacin. Ella misma sigue, se sigue. Esta frase podra decir sigo, pro- sigo. Prosiguindose de este modo con cierta consecuencia, en tres tiempos, la frase describira algo as como el transcurso de una escena en tres actos o los tres movimientos de algn concierto silogstico, un desplazamiento que se prosigue, en una palabra, una suite. Si sigo esta secuencia y, en lo que me dispongo a decir, todo debera reconducir a la cuestin de lo que seguir, perseguir o proseguir quiere decir, e ir tras, y a la cuestin de lo que hago cuando sigo y digo sigo; si, por consiguiente, yo sigo esta se- cuencia, entonces voy desde los fines del hombre, esto es, desde los confines del hombre hasta el paso de las fronteras entre el hombre y el animal. Al pasar las fronteras o los fines del hombre, voy al animal y me rindo a l: al animal en s, al animal en m y al animal que adolece de s mismo, a ese hombre del que Nietzsche deca poco ms o menos, no recuerdo dnde, que era un animal todava indeterminado, un animal a falta de s mismo. Nietzsche dice tambin, en la Genealoga de la moral, justo al inicio de la Se- gunda Disertacin, que el hombre es un animal prometedor. Lo que Nietzsche entiende por ello, subrayando esas palabras, es un animal que puede prometer (das versprechen darf). La naturaleza se habra tomado como tarea criar, domesticar, disciplinar (heranzchten) a ese animal de promesas. Qu tiempos! Hace tanto tiempo, por consiguiente, desde hace todo ese tiempo y para lo que queda por venir, estaramos en el mo- mento decisivo de acudir y entregarnos a la promesa de ese animal que adolece de s mismo. Hace tanto tiempo, por lo tanto. Desde hace tanto tiempo podemos decir que el animal nos mira? Qu animal? El otro. A menudo me pregunto, para ver, quin soy; y quin soy en el momento en que, sorprendido desnudo, en silencio, por la mirada 17 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO de un animal, por ejemplo, los ojos de un gato, tengo dificultad, s, dificultad en superar una incomodidad. Por qu esta dificultad? Tengo dificultad en reprimir un movimiento de pudor. Dificultad en silenciar en m una protesta contra la indecencia. Contra lo malso- nante que puede resultar encontrarse desnudo, con el sexo expuesto, en cueros delante de un gato que nos mira sin moverse, slo para ver. Lo malsonante de cierto animal desnudo delante del otro animal, a partir de ah, se podra decir una especie de animalsonancia,,: la experiencia originaria, nica e incomparable de lo malsonante que resultara aparecer realmente desnudo, ante la mirada insistente del animal, una mirada benevolente o sin piedad, asombrada o agradeci- da. Una mirada de vidente, de visionario o de ciego extra-lcido. Es como si yo sintiera vergenza, entonces, desnudo delante del gato, pero tambin sintiera vergenza de tener vergenza. Reflexin de la vergenza, espejo de una vergenza vergonzosa de s misma, de una vergenza a la vez especular, injustificable e inconfesable. En el centro ptico de una reflexin as se encontrara el asunto; y, se- gn yo lo veo, el foco central de esta experiencia incomparable que denominamos la desnudez. Y de la que se cree que es lo propio del hombre, es decir, ajena a los animales, desnudos como estn -se piensa entonces-, sin la menor conciencia de estarlo. Vergenza de qu y desnudo ante quin? Por qu dejarse in- vadir por la vergenza? y por qu esta vergenza que se sonroja por sentir vergenza? Sobre todo, tendra que precisar, si el gato me ob- serva desnudo de frente, cara a cara, y si estoy desnudo frente a los ojos del gato que me mira de pies a cabeza, yo dira, slo para ver, sin privarse de hundir su vista, para ver, con vistas a ver, en direccin del sexo. Para ver, sin ir a verlo, sin tocarlo todava y sin morderlo, aun- que esta amenaza siga estando en el filo de los labios o en la punta de la lengua. Ocurre aqu algo que no debera tener lugar; como todo lo que ocurre, en definitiva, un lapsus, una cada, un desfallecimiento, una falta, un sntoma (y sntoma, como sabis, significa tambin la cada: el caso, el acontecimiento desafortunado, la coincidencia, el vencimiento, la malasombra). Es como si, en el momento, yo hubie- ra dicho o fuera a decir lo prohibido, algo que no se debera decir. Como si de un sntoma confesase lo inconfesable y que, como suele decirse, hubiera querido morderme la lengua. Vergenza de qu y ante quin? Vergenza de estar desnudo como un animal. Se cree generalmente, aunque ninguno de los fi- lsofos a los que voy a interrogar seguidamente hace mencin de ello, que lo propio de los animales, y lo que los distingue en ltima 18 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) instancia del hombre, es estar desnudos sin saberlo. Por consiguiente, no estar desnudos, no tener e! conocimiento de su desnudez, la con- ciencia del bien y del mal, en definitiva. A partir de ah, desnudos sin saberlo, los animales no estaran en realidad desnudos. No estaran desnudos porque estn desnudos. En principio, a ex- cepcin del hombre, ningn animal ha pensado nunca en vestirse. El vestido sera lo propio de! hombre, uno de los propios del hombre. El vestirse sera inseparable de todas las dems figuras de lo pro- pio del hombre, incluso si se habla menos de esto ltimo que de la palabra o de la razn, dellogos, de la historia, de la risa, del duelo, de la sepultura, del don, etc. (La lista de los propios del hombre forma siempre una configuracin, desde el primer instante. Por esta misma razn, no se limita nunca a un solo rasgo y no est nunca cerrada: por estructura, la lista puede imantar un nmero no finito de otros conceptos, empezando por e! concepto de concepto.) El animal, por consiguiente, no est desnudo porque est des- nudo. No tiene el sentimiento de su desnudez. No hay desnudez en la naturaleza. No hay ms que el sentimiento, el afecto, la expe- riencia (consciente o inconsciente) de existir en la desnudez. Porque est desnudo, sin existir en la desnudez, el animal no se siente ni se ve desnudo. y, por lo tanto, no est desnudo. Al menos as se piensa. Con el hombre ocurrira lo contrario, y el vestido responde a una tc- nica. Tendramos, pues, que pensar juntos, como un mismo tema, el pudor y la tcnica. Y el mal y la historia, y el trabajo y tantas otras cosas que van asociadas con aqul. El hombre sera el nico en haber- se inventado un vestido para esconder su sexo. Slo sera hombre al tornarse capaz de desnudez, esto es, pdico, al saberse pdico porque ya no est desnudo. Y saberse sera saberse pdico. Suele creerse que el animal, desnudo porque no tiene conciencia de estar desnudo, se- guira siendo ajeno tanto al pudor como al impudor. Y al saber de s que se inicia con ello. Qu es el pudor si no se puede ser pdico ms que permane- ciendo impdico y recprocamente? El hombre ya no estara nunca desnudo porque tiene el sentido de la desnudez, esto es, el pudor o la vergenza. El animal estara en la no-desnudez porque est desnudo, y e! hombre estara en la desnudez all donde ya no est desnudo. sta es una diferencia, un tiempo o un contratiempo entre dos desnudeces sin desnudez. Este contratiempo slo est empezando a darnos que- braderos de cabeza acerca de la ciencia del bien y del mal. Ante el gato que me mira desnudo, endra yo vergenza como un animal que ya no tiene sentido de su desnudez? o al contrario 19 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO tendra vergenza como un hombre que conserva el sentido de la des- nudez? Quin soy yo entonces? Quin soy? A quin preguntarle sino al otro? Quizs al propio gato? Debo precisarlo inmediatamente: el gato del que hablo es un gato real, verdaderamente, creedme, un gatito. No es una figura del gato. No entra en la habitacin en silencio para alegorizar a todos los gatos de la tierra, los felinos que atraviesan las mitologas y las religiones, la literatura y las fbulas. Hay tantos en esos El gato del que hablo no pertenece a la inmensa zoopotica de Kafka que merecera aqu una atencin infinita y originaria. El gato que me mira, y al cual parece, pero no os fiis de esto, que dedico una zooteologa negativa, no es tampoco el gato Murr de Hoffmann ni el de Kofman, aunque el gatito salude conmigo, en esta ocasin, el magnfico e inagotable libro que le dedic Sarah Kofman: Autobiogriffures 2 , cuyo ttulo re- suena tan bien con el de esta dcada. Vela sobre sta y requerira ser citado o reledo permanentemente. Un animal me mira. Qu debo pensar de esta frase? El gato que me mira desnudo, y que es realmente un gatito, ese gato del que ha- blo, que es tambin una gata, no es tampoco la gata de Montaigne el cual, sin embargo, dice mi gata en su Apologa de Raimond Sebond 3
Es ste, lo reconoceris, uno de los ms grandes textos precartesianos y anticartesianos que existen sobre el animal. Nos interesaremos ms tarde por cierta mutacin de Montaigne a Descartes, por un aconte- cimiento oscuro y difcil de fechar, de identificar incluso, entre tales configuraciones de las que estos nombres propios son las metonimias. 2. S. Kofman, Autobiogriffures, Galile, Paris, 1984. 3. M. de Montaigne, Essais 1I, cap. XII, Apologie de Raymond Sebond, Gal- limard, Paris, 1950, p. 498 [Ensayos completos, trad. de J. G. de Luaces, Omega, Barcelona, 2002, p. 353]. La Apologa deber ser interrogada muy de cerca, ah donde Montaigne no se contenta con despertar, en su abundante riqueza, una tradicin que otorga mucho al animal, comenzando por cierto lenguaje. El lugar ms pertinente a este respecto, aquel que seala de antemano una diferencia con la forma moderna (cartesiana u postcartesiana) de una tradicin hegemnica que analizaremos ms tar- de, lo situaramos all donde Montaigne reconoce al animal algo ms que un derecho a la comunicacin, al signo, al lenguaje como signo (esto Descartes no lo negar): una capacidad de respuesta. Por ejemplo: " ... no es creble que la naturaleza nos haya nega- do ese medio que ha dado a muchos otros animales: pues qu es sino hablar esa facul- tad que vemos en ellos de quejarse, regocijarse, pedirse socorro unos a otros e invitarse al amor, como hacen usando sus voces? Cmo no han de hablar entre s? Hablan con nosotros y nosotros con ellos. Cuntas maneras tenemos de hablar con nuestros perros? Y ellos nos responden. Con ellos usamos otros lenguajes y otros apelativos que con las aves, cerdos, bueyes y caballos y cambiamos de idioma segn la especie. Y des- pus una cita de Dante sobre la hormiga: "Parece que Lactancio atribuye a las bestias no slo el habla sino tambin la risa (p. 505 [trad. cit., p. 372]. El subrayado es mo). 20 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) Montaigne se mofa del cinismo humano respecto de las bestias, de la "presuncin y la "imaginacin del hombre cuando pretende, por ejemplo, saber lo que pasa por la cabeza de los animales. Sobre todo, cuando pretende asignarles o rehusarles facultades. Por el contrario, habra que reconocer a los animales una facilidad para vocalizar letras y slabas. Poder que -Montaigne lo afirma con total segu- ridad- testimonia que poseen un discurso interior que los torna as voluntariosos y disciplinables para aprender. Emprendindola con el hombre que asigna las partes a los animales, sus cofrades y compaeros, y les distribuye las porciones de facultades y de fuerzas que a l le parece, Montaigne se pregunta -y la cuestin, entonces, ya no es tanto el animal cuanto la ingenua seguridad del hombre-: Cmo conoce por el esfuerzo de su inteligencia las oscilaciones in- ternas y secretas de los animales? Mediante qu comparacin en- tre ellos y nosotros concluye el hombre la tontera que les atribuye? Cuando juego con mi gata, quin sabe si ella no se divierte conmigo y no yo con ella? [La edicin de 1595 aada: Nos entretenemos con bobadas recprocas, y si tengo mi momento de empezar o de negar- me, tambin ella lo tiene.] La gata que me mira desnudo, sta y ninguna otra, esta de la que hablo aqu no pertenece todava, pero nos estamos acercando, a la familia de [os gatos de Baudelaire\ de Rilke 5 o de Buber6. Al pie de 4. Ch. Baudelaire, Les Fleurs du mal [Las flores del mal, trad. de A. Lzaro, Edaf, Madrid, 1985]. El gato da su ttulo, es bien sabido, a dos poemas, de los cuales el primero nicamente interpela y tutea a su protagonista Nen, mi hermoso gato ... ) antes de reconocer en l la figura de mi mujer. Baudelaire no menciona solamente la mirada del gato (Neo a mi mujer en espritu. Su mirada, / Corno la tuya, amable anima!... [El gato XXXIV]; Cuando mis ojos hacia ese gato al que amo [ ... ]. Y me miro dentro de m ... [El gato LI]) ni nicamente su voz (<<Para decir las frases ms largas, / No precisa palabras [El gato LIJ). 5. R. M. Rilke, Schwarze Katze. (fendr que intentar en otro lugar, ms tarde, una lectura de este poema cuyo redescubrimiento debo a Werner Hamacher.) Este poema est dedicado, por as decirlo, a tu mirada (dein Blick) y al espectro (Ein Gespenst: sas son las primeras palabras); podra estar configurado con aquel que Rilke firm sobre La pantera que comienza por nombrar la mirada, su mirada esta vez (Sein Blick, sas son las primeras palabras), y cuyo descubrimiento debo a Richard Macksey que tambin ha traducido el poema al ingls [El gato negro y La pantera, en Nuevos poemas, ed. bilinge, trad. de F. Bermdez-Caete, Hiperin, Madrid, 1991]. Desde Cerisy, los amigos de los gatos y mis amigos del mundo entero me ofrecen gatos de este modo. Es tambin aqu la ocasin de saludar esa obra maestra titulada Miaulique - Fantasie chromatique. de Jean-Claude Lebensztejn (de prxima aparicin). [Aparecida en 2002, Le Passage, Paris/New York.] A propsito, por qu se dice que te ha comido la lengua el gato? 6. Los ojos del animal nos hablan un gran lenguaje [ ... ]. Miro a veces a mi gata 21 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO la letra al menos, estos gatos de poetas y filsofos no hablan. Mi gata (aunque una gata no pertenece nunca) ya no es tampoco esa que habla en Alicia en el pas de las maravillas. Por supuesto, si queris a toda costa sospechar de mi perversidad, cosa siempre posible, sois muy libres de or o de recibir la protesta que dice -yo acabo de ha- cerlo- realmente, un gatito, como la cita traducida del captulo XI de Al otro lado del espejo. Dicho antepenltimo captulo, titulado El despertar <Waking), slo consta de una frase: --and it really was a kitten after all: ... y, finalmente, era realmente un gatito o, segn otra traduccin, ... y, finalmente, era de hecho una gatita negra. Por supuesto hubiera querido, pero no hubiera tenido nunca tiempo de hacerlo, inscribir todas mis palabras en una lectura de Lewis Carroll. No es seguro, por lo dems, que no lo haga, de buen grado o por fuerza, en silencio, inconscientemente o a vuestras es- paldas. No es seguro que no lo haya hecho ya cuando un da, hace unos diez aos, di la palabra o dej paso a un pequeo erizo, una cra de erizo, quizs, ante la cuestin: Qu es la poesa?>/. Pues el pensamiento del animal, si lo hay, depende de la poesa. Aqu tenis una tesis y es eso de lo que la filosofa, por esencia, ha tenido que privarse. Es la diferencia entre un saber filosfico y un pensamiento potico. El erizo de Qu es la poesa? no heredaba solamente un trozo de mi nombre. Responda tambin, a su manera, a la llamada del erizo de Alicia. Acordaos de ese campo de croquet sobre el cual las bolas eran unos erizos vivos8. Alicia quera golpear al erizo con el flamenco que tena en sus brazos y que se volva en aquel mo- mento para mirarla de frente <look up in her face9) hasta hacerla estallar de risa. al fondo de los ojos (M. Buber, Yo y t, trad. de C. Daz, Caparrs, Madrid, 1993, p. 89). Buber habla tambin de una "facultad de dirigirnos esa mirada. "Es indudable que la mirada de esta gata, que se enciende al contacto con la ma, me preguntaba desde el primer momento: 'Es posible que te dirijas a m? [ ... ] Es que yo existo?' [El Yo es aqu la perfrasis de una palabra que no tenemos y que designa un S sin Yo] [ ... ] [trad. cit., pp. 89-90]. 7. Aparecido en primera instancia bajo el ttulo .Che cos'e la poesia? en la revis- ta italiana Poesa VII (1988), retomado en Po&sie 50 (1989) y, finalmente, en Points de suspension - Entretiens, Paris, Galile, 1992 [,,Qu es la poesa? e "Ich bnn al/ hiero 'Ya estoy aqu'. Conversacin con J. Derrida. Entrevista de Maurizio Ferraris, trad. de C. de Peretti y P. Pealver: Er. Revista de filosofa (Sevilla) 9/10 (invierno de 1989-verano de 1990), pp. 165-170 Y pp. 171-190, respectivamente]. 8. L. Carroll, Alicia en el pas de las maravillas. A travs del espejo, trad. de R. Buckley, Ctedra, Madrid, 21995, pp. 184185: "The crocket balls were live hedgehogs [ ... ]. 9. ,,[ ... ] and was going to give the hedgehog a blow with its head, it would twist itself round and look up in heT face. 22 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) Cmo puede un animal mirarnos de frente? ste ser uno de nuestros afanes. A continuacin Alicia se da cuenta de que "el erizo se haba desenrollado y se alejaba lentamente; y casi siempre haba un hoyo o un montculo en el lugar donde ella se propona lanzar al erizo. Era aqul un campo sobre el que los jugadores jugaban todos al mismo tiempo sin esperar su turno; discutan sin parar y se pelea- ban por los erizos (/ighting for the hedgehogs)). Nos sentiremos ms atrados an, en silencio A travs del espejo, cuando tengamos que tratar una especie de estadio del espejo y que plantear algunas cuestiones precisamente desde el punto de vista del animal. Pero si mi gato real no es el gatito de Alicia <el gatito, dicen algunas traducciones para kitten, una gatita negra dice la que acabo de citar), sobre todo, no voy a apresurarme, como Alicia, a concluir al despertar que no se puede hablar con un gato con el pretexto de que l no responde o que responde siempre lo mismo. Pues todo lo que me dispongo a confiaros consiste sin duda en pediros que me respondis, vosotros, a m, que me respondis a propsito de lo que es responder. Si podis. Toda la susodicha cuestin del mencionado animal consistir en saber no si el animal habla sino si puede saber lo que quiere decir responder. y distinguir una respuesta de una reac- cin. Retenemos en la memoria, a este propsito, la frase finalmente muy cartesiana de Alicia. La cito, en primer lugar, en traduccin: Las gatas tienen una costumbre muy mala (Alicia ya lo haba obser- vado): les digas lo que les digas, se ponen a ronronear siempre para respondernos. <<iSi tan slo ronronearan cuando dicen 's' y maulla- ran cuando dicen 'no', o si siguieran cualquier otra regla por el estilo de manera que se pudiera conversar con ellas! Pero cmo se puede hablar con alguien que responde siempre lo mismo? En esta ocasin, la gata negra se content con ronronear; y era impo- sible adivinar si quera decir que s o que noIO. Al animal, al gato as llamado real en cuanto animal, podemos hablarle, l no responde, no realmente, nunca, esto es lo que con- cluy Alicia. Exactamente como Descartes al que oiremos ms tarde. La literalidad cuenta, y tambin la cuestin del animal. La cues- tin de la respuesta animal pasa a menudo por lo que est en juego en una letra, por la literalidad de una palabra, a veces de lo que palabra quiere decir literalmente. Por ejemplo, aunque la palabra responder aparece dos veces en todas las traducciones que he con- 10. L. Carroll, Alicia en el pas de las maravillas, trad. cit., p. 377. 23 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO sultado, no corresponde a ningn vocablo, a ninguna palabra como tal en el original. Lo implica probablemente sin decirlo, desde luego, de manera econmica. Ah donde la traduccin dice, sin subrayar el siempre: les digas lo que les digas, se ponen a ronronear siempre para respondernos, el original deca solamente whatever you say to them, they always pum>. Y all donde la traduccin dice, sin subrayar la alusin al poder (can): Pero cmo se puede hablar con alguien que responde siempre lo mismo?, el propio Carroll escriba: But how can yau talk whith a persan if they always say the same thing?. Dicho esto, pareciendo el sentido de respuesta estar aqu im- plicado, se puede siempre pensar que la diferencia entre la presencia y la ausencia de la palabra respuesta no cuenta. Quizs. Quiz, por el contrario, se debera tomar la cosa muy en serio, pero solamente ms tarde. En todo caso, es increble esta credulidad de Alicia, no os pare- ce? Ella parece creer, en ese momento dado al menos, que se puede en cambio discernir y decidir, en el hombre, entre un s y un no. Ella parece segura de que es posible entonces adivinar, en el hombre, si s o si no. No olvidemos que el Gato del conde de Chester, en el trans- curso de una escena que merecera una larga meditacin, le haba dicho: Estamos locos todos aqu. Yo estoy loco. T ests 10ca11. Despus de lo cual se empea en demostrar esta locura compartida. Es el momento de un simulacro de discusin. Ahora bien, se pierden en ella por la falta de entendimiento acerca del sentido de las pala- bras, acerca de lo que una palabra quiere decir y a fin de cuentas, sin duda, acerca de lo que palabra, el vocablo palabra, puede alguna vez querer decir. L1malo como quieras <Call it what you like), acaba por decirle el Gato a propsito de la diferencia entre gruir (growling) y ronronear (purring), antes de anunciarle que asistir a la partida de croquet de la Reina, all donde mis pobres erizos acabarn en un estado tan lastimoso. No, claro que no, mi gato, el gato que me mira en la habitacin o en el bao, ese gato que no es quizs mi gato ni mi gata no vie- ne aqu a representar, como embajador, la inmensa responsabilidad simblica con la que nuestra cultura desde siempre ha cargado a la estirpe felina, de La Fontaine a Tieck (el autor de El gato con botas), de Baudelaire a Rilke, Buber y tantos otros. Si digo es un gato real que me ve desnudo es para sealar su irreemplazable singularidad. Cuando responde a su nombre (sea lo que quiera decir responder, y sa ser por lo tanto nuestra cuestin), no lo hace como el caso 11. We're all mad here. I'm mad. You're mad" (ibid., p. 165). 24 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENOO (CONTINUAR) de una especie gato, menos todava de un gnero o de un reino animal. Es cierto que yo lo identifico como un gato o una gata. Pero, antes incluso de esta identificacin, llega a m como ese ser vivo irreemplazable que entra un da en mi espacio, en ese lugar donde ha podido encontrarme, verme, incluso verme desnudo. Nada podr nunca hacer desaparecer en m la certeza de que se trata aqu de una existencia rebelde a todo concepto. Y de una existencia mortal pues, desde que tiene un nombre, su nombre le sobrevive ya. ste firma su desaparicin posible. La ma tambin. Y esta desaparicin, de aqu a all, (ort/da, se anuncia cada vez que, haya o no desnudez de por medio, uno de nosotros abandona la habitacin. Pero, vergonzosa de s misma, esta vergenza es ms intensa, debo subrayarlo enseguida, cuando no estoy solo con la gata en la habitacin. Entonces ya no estoy seguro de saber ante quin estoy de ese modo transido de pudor. Se est por lo dems alguna vez solo con un gato? y con cualquiera? Este gato, es un tercero? U otro en un duelo cara a cara? A esas preguntas volveremos mucho ms tarde. En estos momentos, en el borde del asunto, en la inminencia de lo mejor o de lo peor, cuando todo puede ocurrir, all donde puedo morir de vergenza o de placer, yo no s ya hacia qu o hacia quin abalanzarme. Antes que darle caza, a l, al gato, tengo prisa, s, pri- sa por esquivar la mirada. Tengo prisa por cubrir la obscenidad del acontecimiento, en una palabra, cubrirme a m mismo. Un solo pen- samiento me tiene entonces en vilo: volverme a vestir, por poco que sea o, lo que viene a ser lo mismo, huir, como si yo me expulsara a m mismo de la habitacin. Y de morderme entonces, por ejemplo, la lengua, en el momento en que me pregunto quin?. Pero, quin, por lo tanto? Puesto que ya no s entonces (a) quin estoy si(gui)endo o a quin expulso, quin me sigue o quin me expulsa. Quin va an- tes y quin va detrs de quin. Ya no s por dnde empezar. Locura: We're al! mad here. I'm mad. You're mad. Ya no s responder, ni responder siquiera de la cuestin que me ordena o que me pregunta (a) quin estoy si(gui)endo o tras quien estoy si(gui)endo y sigo as corriendo. Seguir e ir tras: esto no ser solamente la cuestin y la pregunta acerca de lo que llamamos el animal. Descubriremos a continuacin la cuestin de la pregunta. Aquella que va, en primer lugar, a pre- guntarse lo que responder quiere decir -y si alguna vez un animal (pero cul?) responde a su nombre-o Y a preguntarse si se puede responder de lo que quiere decir yo estoy si(gui)endo cuando eso parece regir un estoy si(gui)endo en cuanto estoy si(gui)endo tras el animal>, o soy en cuanto estoy cerca del animal. 25 El ANIMAL QUE lUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO Estar tras, estar cerca de, estar al lado de: tenemos aqu, en apa- riencia, diferentes modalidades del ser, incluso del ser-con. Con el animal. Pero no es seguro, a pesar de las apariencias, que estas moda- lidades del ser vengan a modificar un ser previo, menos an un yo soy primitivo. Nombran, en todo caso, cierto orden en el ser-prieto (lo que nos indica la etimologa, pressu, de la que se seguiran las palabras pres, aupres, apres [aliado de, cerca de, tras]), el ser-apre- miado, el ser-con como ser estrictamente atado, ligado, encadenado, el ser-bajo-presin, comprimido, impreso, reprimido, apretado-con- tra segn la estrictura ms o menos fuerte de lo que sigue siendo siempre apremiante. mn qu sentido del prjimo (que no es for- zosamente el de una tradicin bblica o grecolatina) debera decir que estoy prximo o cerca del animal, y que lo estoy si(gui)endo y en qu orden de presin? El estar-con-l como estar-al-lado-de-l? mstar-cerca-de-l? mstar-tras-l? r-tras-l en el sentido de la caza, del adiestramiento, de la domesticacin o ir-tras-l en el sentido de la sucesin y de la herencia? En todos los casos, si voy tras l, el ani- mal viene por lo tanto antes que yo, ms pronto que yo (frher es la palabra que emplea Kant para el animal, y Kant ser uno de nuestros testigos por venir). El animal est ah antes que yo, ah a mi lado, ah delante de m --de m, que estoy si(gui)endo tras l-. Y as pues, tambin, puesto que est antes que yo, helo aqu detrs de m. Me rodea. Y desde este ser-ah-delante-de-m se puede dejar mirar, sin duda, pero -la filosofa lo olvida quizs, ella sera incluso este olvido calculado-- l tambin puede mirarme. Tiene su punto de vista sobre m. El punto de vista del otro absoluto y esta alteridad absoluta del vecino o del prjimo nunca me habr dado tanto que pensar como en los momentos en que me veo desnudo bajo la mirada de un gato. Qu ponen en juego estas preguntas? No hay que ser un experto para prever que implican un pensamiento de lo que quiere decir vi- vir, hablar, morir, ser y mundo como ser-en-el-mundo o como estar- en-el-mundo o ser-con, ser-ante(s), ser-detrs, estar-tras, ser y seguir, ser seguido o ser siguiente ah donde yo estoy si(gui)endo, de una manera u otra pero irrecusablemente, tras lo que ellos denominan el animal. Es demasiado tarde para negarlo, habr estado ah antes que yo, que estoy si(gui)endo tras l. Tras y al lado de lo que ellos denominan el animal y con l. Lo queramos o no y hagamos lo que hagamos con ello. Me ser preciso ms de una vez, os ruego que me perdonis, vol- ver sobre la ambigedad de esta escena. Har todo lo posible para evitar presentarla como una escena primitiva: el insensato teatro de 26 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUARA) lo radicalmente otro que ellos denominan animal y por ejemplo gato. S: de lo radicalmente otro, ms otro que cualquier otro y que ellos denominan un animal, por ejemplo un gato, cuando aqul me mira desnudo, en el momento en que me presento a m mismo, de m mismo a l o, ms bien, en ese extrao momento donde, an- tes de la fecha, antes incluso de quererlo y de saberlo yo mismo, le soy pasivamente presentado desnudo, soy visto y visto desnudo, antes incluso de verme visto por un gato. Antes incluso de verme o saberme visto desnudo. Yo le soy presentado antes incluso de pre- sentarme. No hay desnudez ms que en esta pasividad, en esta ex- posicin involuntaria de s. La desnudez no se despoja ms que en esta exposicin de frente, cara a cara. Aqu, frente a un gato de uno u otro sexo o de uno y otro sexo. Y frente a un gato que seguir mirndome y vindome partir cuando le vuelva la espalda, un gato al que desde ese momento, no vindole ya verme, por detrs, corro el riesgo entonces de olvidar. Acabo de conjugar la pasividad con la desnudez. Esta pasividad desnuda, podramos apodarla, con una palabra que volver ms de una vez, desde lugares y segn registros diferentes, la pasin del animal, mi pasin del animal, mi pasin del otro animal: verse vis- to desnudo bajo una mirada cuyo fondo permanece sin fondo, a la vez inocente y cruel quizs, quiz sensible e impasible, buena y mala, ininterpretable, ilegible, indecidible, abisal y secreta: radicalmente otra, lo radicalmente otro que es cualquier otro pero ah donde, en su proximidad insostenible, no me siento todava con ningn derecho ni con ningn ttulo para llamarlo mi prjimo o menos an mi hermano. Pues deberemos preguntarnos, inevitablemente, lo que le ocurre a la fraternidad de los hermanos cuando un animal entra en escena. O, a la inversa, lo que le ocurre al animal cuando un hermano va tras el otro, cuando Abel va despus de Can, el cual va tras Abel. O cuando un hijo va tras su padre. Qu les ocurre a los animales, que sustituyen o no, al asno y al carnero en el monte Moriah? Qu me hace ver esta mirada sin fondo? Qu me dice sta, la cual manifiesta en suma la verdad desnuda de cualquier mirada, cuando esta verdad me hace ver en los ojos del otro, en los ojos viden- tes y no solamente vistos del otro? Pienso aqu en esos ojos videntes o en esos ojos de vidente, de los que sera preciso a la vez ver y olvidar el color. Para mirar la mirada del otro, dice Lvinas, se debe olvidar el color de sus ojos, dicho de otro modo, ver la mirada, el rostro que ve antes que los ojos visibles del otro. Pero cuando Lvinas recuerda que la mejor manera de encontrar al otro es no reparar siquiera 27 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO en el color de sus ojOS ... 12, habla en ese momento del hombre, del prjimo en cuanto hombre, del semejante y del hermano, piensa en el otro hombre, yeso constituir para nosotros, ya lo veremos ms adelante, la ocasin de una gran inquietud. Como toda mirada sin fOQdo, como los ojos del otro, esa mirada as llamada animal me hace ver el lmite abisal de lo humano: lo inhumano o ahumano, los fines del hombre, a saber, el paso de las fronteras desde el cual el hombre se atreve a anunciarse a s mismo, llamndose de ese modo por el nombre que cree darse. Y en esos momentos de desnudez, bajo la mirada del animal, todo puede ocu- rrirme, soy como un nio dispuesto al apocalipsis, soy el apocalipsis mismo, es decir, el ltimo y el primer acontecimiento del fin, la reve- lacin y el veredicto. Estoy si(gui)endo el Apocalipsis, me identifico con l corriendo detrs de l, tras l, tras toda su zoo-Ioga. Cuando pasa el instante de extrema pasin y vuelvo a encontrar la paz, en- tonces puedo hablar tranquilamente de las bestias del Apocalipsis, visitarlas en el museo, verlas en pintura (aunque, para los griegos, la zoografa designaba el hecho de pintar retratos de los seres vivos en general y no solamente la pintura de animales), puedo visitarlas en el zoo, leerlas en una Biblia o hablar de ellas como un libro. Si he empezado por decir lo radicalmente otro que ellos deno- minan 'animal' y por ejemplo 'gato">, si he subrayado la llamada y las comillas de una cita, no ha sido nicamente para anunciar un proble- ma que ya no nos abandonar, por lo tanto: el de la interpelacin y el de la respuesta a la llamada. Antes de proseguir en esta direccin, dejadme confiaros la hip- tesis que me pas por la cabeza la ltima vez que cruc la mirada con una gata-gato que pareca implorarme, pidindome claramente que le abriera la puerta para salir enseguida, cosa que ella hace a menu- do, por ejemplo cuando me sigue primero al bao y se arrepiente al momento. Es, por lo dems, una escena que se reproduce todas las maanas. Al despertar, la gata me sigue hasta el bao reclamando su desayuno, pero exige salir de dicho bao en cuanto ella (o l, la gata- gato) me ve desnudo y dispuesto a hacer algo totalmente distinto, decidido a hacerla esperar. Mientras que estoy aqu desnudo bajo los ojos de lo que ellos denominan animal, una ficcin aparece entonces como un cuadro ante mi imaginacin, una especie de clasi- ficacin linneana, una taxonoma del punto de vista de los animales: no habra en el fondo, adems de la diferencia evocada antes entre el 12. E. Lvinas, thique et Infini, Le Livre de Poche, Paris, 1984, p. 79 [tica e infinito, trad. de J. M. Ayuso Dez, Visor, Madrid, 1991, p. 79]. 28 CAPTULO l. EL ANIMAL QUE lUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) poema y el filosofema, ms que dos tipos de discurso, dos situaciones de conocimiento sobre el animal, dos grandes formas de tratado te- rico o filosfico del animal. Lo que los distingue es, evidentemente, el lugar, incluso el cuerpo de sus firmantes; es la huella que esta firma deja en el corpus y en la temtica propiamente cientfica, terica o filosfica. Estaran, en primer lugar, los textos firmados por gente que, sin duda, ha visto, observado, analizado, reflexionado al animal pero que nunca se ha visto vista por el animal; gente que nunca se ha cruzado con la mirada de un animal posada sobre ellos (por no hablar siquiera de su desnudez); aunque se hayan visto vistos un da, furtivamente, por el animal, no lo han tenido en absoluto en cuenta (temtica, terica, filosficamente); no han podido o querido extraer ninguna consecuencia sistemtica del hecho de que un animal pudie- se, mirndoles a la cara, verlos, vestidos o desnudos y, en resumen, sin una palabra dirigirse a ellos; no han tenido en absoluto en cuenta el hecho de que lo que denominan anima),' poda mirarlos y dirigirse a ellos desde all, desde un origen radicalmente distinto. Esta catego- ra de discursos, de textos, de firmantes (aquellos que no se han visto vistos nunca por un animal que se dirigiera a ellos) es con mucho la ms abundante; es sin duda la que rene a todos los filsofos y a todos los tericos en cuanto tales. Al menos de cierta poca, digamos desde Descartes hasta nuestros das. Aunque dentro de un momento dir por qu la palabra poca e incluso este historicismo me dejan tambin inquieto o insatisfecho. Pertenecen manifiestamente a esa categora casi-epocal todos esos filsofos (todos sos y no todas sas, porque esta diferencia no es aqu insignificante) que localizar ms tarde para apoyar mi propuesta y para inscribirlos en la misma configuracin. Por ejemplo Descartes, Kant, Heidegger, Lacan y L- vinas lJ Sus discursos son slidos y profundos pero, en estos discur- sos, todo sucede como si aqullos no hubieran sido nunca mirados, y sobre todo desnudos, por un animal que se hubiera dirigido a ellos. Todo sucede, al menos, como si esta experiencia turbadora, supo- niendo que les haya ocurrido, no hubiese sido tericamente grabada, precisamente all donde convertan al animal en un teorema, una cosa vista y no vidente. La experiencia del animal que ve, del animal que 13. Cuatro sesiones siguieron a esta introduccin, el mismo da y el siguiente, cuatro sesiones en el transcurso de las cuales propuse unas lecturas de Descartes, Kant, Heidegger, Lvinas y Lacan. Tan pacientes y micro lgicas como fueron posibles, estas interpretaciones estaban destinadas a poner a prueba las hiptesis de trabajo que bos- quejo aqu, en el umbral de una obra en preparacin [estas cuatro sesiones constituyen los captulos 11 y 111 infra]. 29 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO los mira, no la han tenido en cuenta en la arquitectura terica o filo- sfica de sus discursos. La han negado, en resumidas cuentas, tanto como la han desconocido. A partir de ahora, rondaremos alrededor de esta inmensa denegacin cuya lgica atraviesa toda la historia de la humanidad y no solamente de la configuracin casi-epocal que acabo de evocar. Sucede como si los hombres de esta configuracin hubieran visto sin ser vistos, como si ellos hubieran visto al animal sin ser vistos por l, sin haberse visto vistos por l: sin haberse visto vistos desnudos por alguien que -desde el fondo de una vida llama- da animal y no solamente a travs de la mirada- les habra obligado a reconocer, en el momento de dirigirse a ellos, que eso les miraba y les concerna. Pero como en el fondo no creo que esto no les haya ocurrido nunca, ni que no se les haya significado, figurado o metonimizado de algn modo, ms o menos secretamente, en el gesto de su discurso, quedara por lo tanto por descifrar el sntoma de esta denegacin. Este no podra figurar como una negacin entre otras. Dicha dene- gacin instituye lo propio del hombre, la relacin consigo de una humanidad ante todo preocupada y celosa de lo propio. En cuanto a la otra categora de discurso, por parte de los firman- tes que de entrada son poetas o profetas, en situacin de ofrecer poe- sa o profeca, por parte de aquellos o aquellas que confiesan hacerse cargo de la interpelacin que el animal les dirige, antes incluso de tener el tiempo y el poder de zafarse de aquella, de zafarse desnudos o en bata, yo no conozco todava ningn representante estatutario de esto, a saber, ningn sujeto en cuanto hombre terico o filosfico, jurdico e incluso en cuanto ciudadano. No lo he encontrado pero, a buen seguro, ahora estoy aqu buscndolo. Es la pista que sigo, la pista que rastreo tras las huellas de ese ra- dicalmente otro que ellos denominan 'animal' y por ejemplo 'gato">. Por qu volver-a-nombrar esta denominacin? Por qu decir lo radicalmente otro que ellos denominan 'animal' y por ejemplo 'gato">? Para recordar una escena de la denominacin, comenzando por el comienzo, a saber, el Gnesis; por lo menos cierto reinicio, un segundo comienzo en lo que se conoce como el segundo relato del Bereshit, pues es necesario precisar que se trata aqu de una segunda Cabecera (segn la traduccin de Chouraqui). En ese caso, el hom- bre que entonces da nombre a los animales no es solamente Adn, el de la tierra, el que fue formado de la tierra, sino Ish antes que Ish, el hombre antes que la mujer: es entonces el hombre, Ish, todava solo, quien da sus nombres a los animales creados antes que l: el que fue formado de la tierra grit los nombres para toda bestia, dice una 30 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUARA) traduccin l4 El hombre llam por sus nombres a todo el ganado, dice otra traduccin 15. Volvemos a insistir: esto sucede as solamente en el segundo re- lato. Si creemos lo que se conoce como el primer relato, Dios cre al hombre a su imagen pero lo puso en el mundo de golpe, de una sola vez, macho y hembra. Dar nombre habra sido entonces el he- cho realizado por un hombre-pareja, por as decirlo. Ese dar nombre originario a los animales no tiene lugar en el primer relato. No es el hombre-mujer del primer relato sino el hombre solo antes de la mujer quien, en el segundo relato, les da sus nombres, sus nombres a los animales. En cambio, es ya en el mencionado primer relato donde ese formado de la tierra, creado a rplica de Dios, y creado macho-hembra, hombre-mujer, recibe enseguida la orden de someter a los animales. Para obedecer debe manifestar su dominio sobre ellos, su dominacin, incluso su poder de amaestrarlos. Despus de haber creado, en el quinto da, a los animales vivos (el ganado, es decir, los animales para domesticar; los pjaros, los peces, los reptiles y las bestias salvajes), despus de haberlos bendecido: Elohim dijo: "iHagamos al hombre a nuestra imagen, a nuestra se- mejanza! [Inmediatamente, hay un paso al plural] iQue ellos tengan autoridad [el subrayado es mo] sobre los peces del mar y sobre los pjaros del cielo, sobre el ganado, sobre todas las bestias salvajes y sobre todos los reptiles que se arrastran por la tierra!. Elohim cre pues al hombre a su imagen, a imagen de Elohim lo cre. l los cre hombre y mujer. Elohim los bendijo y Elohim les dijo: <<iFruc- tificad y multiplicaos, llenad la tierra y someted la, tened autoridad [el subrayado sigue siendo mo 1 sobre los peces del mar y sobre los pjaros del cielo, sobre todo ser vivo que se mueva sobre la tierra! (Dhormes). Elohim dijo: Haremos a Adn -el Formado de la tierra- a nuestra rplica, segn nuestra semejanza. Ellos sometern [el subrayado es mo] al pez del mar, al ave de los cielos, a la bestia, a toda la tierra, a todo reptil que se arrastre en la tierra. Elohim crea al formado de la tierra a su rplica, a rplica de Elohim, l lo crea, macho y hembra, l los crea. Elohim los bendice y les dice: Fructificad, multiplicaos, llenad la tierra, conquistadla. 14. A. Chouraqui (Descle de Brouwer). 15. E. Dhormes (Gallimard). 31 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO Someted [el subrayado sigue siendo mo] al pez del mar, al ave de los cielos, a todo ser vivo que repte por la tierra (Chouraqui). se fue el primer relato. Dios ordena al hombre-mujer que d r- denes a los animales, pero no le pide todava que los nombre. Qu pasa a continuacin en el segundo relato? Sucede entonces una de las cosas, una y doble cosa, dos veces a la vez que -me parece- se seala menos, la mayora de las veces, en la lectura de este Gnesis infinito en su segundo soplo. Por una parte, dar nombre a los animales se hace a la vez antes de la creacin de Ish, la mujer parte del hombre y, en consecuencia, antes de que se sintieran desnudos; y estn en primer lugar desnudos sin ninguna vergenza <Los dos estn desnudos, el formado de la tierra y su mujer: no palidecen por ello). Despus del paso de cierta serpiente, de la que volveremos a hablar, se sentirn desnudos y ten- drn vergenza. Sobre todo, por otra parte, este dar nombre a gritos sigue siendo a la vez libre y vigilado, bajo vigilancia, bajo la mirada de Yahv-Elo- him que, sin embargo, no interviene. Deja a Adn, deja al hombre, al hombre solo, Ish sin Ish, la mujer, le deja gritar libremente los nom- bres. Le deja entregarse solo a las denominaciones. Pero aqul espera al hombre solo a la vuelta de la esquina, lo vigila con una mezcla de cu- riosidad y autoridad. Dios observa: Adn es observado, est en obser- vacin, nombra bajo observacin. Traduccin de Chouraqui: Los hace dirigirse hacia el formado de la tierra para ver lo que les gritar. Los hace ir, convoca a los animales que por lo dems haba creado, deca el primer relato, y subrayo con intensidad ese rasgo importante por- que nos interesar con vistas a someterlos (Chouraqui) al hombre, con el fin de colocarlos bajo la autoridad (Dhormes) del hombre. Ms precisamente, ha creado al hombre a su semejanza para que el hombre someta, dome, domine, adiestre o domestique a los animales nacidos antes que l y asiente su autoridad sobre ellos. Dios desti- na a los animales a experimentar el poder del hombre, para ver el poder del hombre en acto, para ver el poder del hombre puesto en accin, para ver al hombre tomar el poder sobre todos los dems seres vivos. Chouraqui: Dios los hace ir hacia el formado de la tierra para ver lo que les gritar. Dhormes: Los condujo hacia el hombre para ver cmo los llamara. Este para ver, acabo de subrayarlo dos veces, parece prodigio- so. Es la misma expresin en las dos traducciones. Dios deja a Ish completamente solo, en efecto, y la libertad de nombrar a los ani- 32 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) males supone a la vez su soberana y su soledad. Sin embargo, todo parece ocurrir como si Dios quisiera a la vez vigilar, velar, conservar su derecho de inspeccin sobre los nombres que iban a resonar, pero tambin entregarse a la curiosidad, incluso dejar'se sorprender y des- bordar por la radical novedad de lo que iba a ocurrir, por el aconte- cimiento irreversible, oportuno o inoportuno, de una denominacin por la cual, por lo dems, Ish, Ish completamente solo, Ish todava sin mujer, iba a situarse por encima de los animales. Empezar a verlos y a nombrarlos sin dejarse ver ni nombrar por ellos. Dios deja a Ish hablar solo, gritar solo, gritar-nombrar solo, gritar-llamar solo, como si Ish pudiera decir: "Yo nombro, yo llamo. Completamente solo, Dios deja a Ish llamar a los otros seres vivos, darles nombres en su nombre, a esos animales ms viejos o ms jvenes que l, a esos seres vivos que llegaron al mundo antes que l y que fueron nombrados por l, como dice el segundo relato. En ambos casos, en el doble sen- tido de la palabra, el hombre va tras el animal. Lo sigue. Este tras de la secuencia, de la consecuencia o de la persecucin no est en el tiempo, no es temporal: es la gnesis misma del tiempo. Dios deja, por lo tanto, a Ish nombrar solo, le concede dar los nombres en su nombre pero tan solo para ver. Este para ver marca a la vez la infinitud del derecho de inspeccin de un dios todopode- roso y la finitud de un dios que no sabe lo que va a ocurrirle con el lenguaje. Ni con los nombres. Dios no sabe en suma lo que quiere n el fondo: finitud de un Dios que no sabe lo que quiere en relacin con el animal, es decir, con la vida del ser vivo en cuanto tal, de un Dios que ve venir s'in ver venir, de un Dios que dir yo soy el que soy sin saber lo que va a ver cuando un poeta que va a dar su nombre a los seres vivos entra en escena. Este para ven> de Dios potente y desvalido, el primer tiempo, antes del tiempo, de esta exposicin de Dios a la sorpresa, al acontecimiento de lo que iba a ocurrir entre el hombre y el animal, ese tiempo antes del tiempo siempre me ha producido vrtigo. Como si alguien dijera en forma de promesa o de amenaza: vas a ver lo que vas a ven>, sin saber lo que iba a acabar ocurriendo. Ante el abismo abierto por este tonto ardid, por este fingimiento fingido, ese vrtigo es lo que experimento, desde hace tanto tiempo, cuando me escapo ante el animal que me mira desnu- do. Me pregunto a menudo si ese vrtigo, en relacin con el abismo de semejante "para ver en el fondo de los ojos de Dios, no es el que me atrapa cuando me siento tan desnudo ante un gato, de frente, y cuando, cruzando en ese momento su mirada, oigo al gato o a Dios preguntarse, preguntarme: va a llamar?, va a dirigirse a m? Cmo 33 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO va a llamarme, ese hombre desnudo, antes de que yo le d una mujer, antes de que yo se la atribuya dndosela, antes de que yo se la d o antes de que l se la d a s mismo tomndola a su cargo, bajo su tutela, a su lado?, o de su propia costilla? Hace tanto tiempo. Hace tanto tiempo. Es como si el gato se acordase, como si l me recordara sin decir palabra el relato terrible del Gnesis. Quin naci el primero antes que los nombres? Quin ha visto venir al otro en esos lugares desde hace tanto tiempo? Quin habr sido el primer ocupante y, por lo tanto, el amo? mi sujeto? Quin sigue siendo el dspota desde hace tanto tiempo? Las cosas seran todava demasiado sencillas, la reapropiacin antropo-teomrfica habra comenzado, una domesticacin incluso correra el riesgo de estar ya en marcha si cediera a mi propia melan- cola; si me dedicase, para entenderlo dentro de m, a sobreinterpre- tar lo que el gato poda de ese modo, a su manera, decirme, lo que podra sugerirme o simplemente significar en un lenguaje de huellas mudas, es decir, sin palabras; si, en una palabra, yo le prestase las pa- labras que no necesita, como tampoco la voz del gato de Baudelaire (<<Para decir las frases ms largas, / No precisa palabras"), Pero, al prohibirme prestar, interpretar o proyectar as, debo sin embargo ceder a la otra violencia o a la otra tontera? Aquella que consistira en suspender la compasin y en privar al animal de todo poder de manifestar, del deseo de manifestarme lo que sea e incluso de manifestarme de alguna manera su experiencia de mi lenguaje, de mis palabras y de mi desnudez? Desde los tiempos de la denominacin de los animales antes del pecado original, manifestar por el momento, siempre a ttulo de exergo, una reserva: las preguntas que me planteo, los sentimientos que confieso despojado delante de un pequeo ser vivo mudo y el deseo as confesado de escapar a la alternativa de la proyeccin apro- piadora y de la interrupcin cortante, todo eso deja adivinar que esa mirada fijada sin una palabra en mi desnudez por un gato, no estoy dispuesto a interpretarlo o a experimentarlo en negativo, por as de- cirlo, como sugiere hacerlo por ejemplo Benjamin dentro de cierta tradicin de la que ser preciso hablar. Esta tradicin atribuye, en efecto, a la naturaleza y a la animalidad as denominadas por Adn una especie de profunda tristeza (Traurigkeit)>>. Ese duelo melancli- co reflejara una imposible resignacin; protestara en silencio contra la fatalidad inaceptable de ese silencio mismo: haber sido abocado al mutismo (Stummheit) y a la ausencia de lenguaje (Sprachlosigkeit), 34 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) a la ofuscacin tambin, a esa Benommenheit de la que habla Hei- degger 16 y de la que dice, en un texto que me gustara ms tarde leer con mucho detenimiento, que constituye la esencia de la animalidad (das Wesen der Tierheit). Benommenheit es la ofuscacin muda, el embrutecimiento, el aturdimiento. Se acaba de traducir esa palabra por perturbacin, para atenuar con un eufemismo la posible violen- cia de esta calificacin pero tambin para dar cuenta de cierto ence- rramiento (Umring) en el que el animal, que es alogon, se encuentra, segn Heidegger, privado de acceso, en su apertura misma, al ser del ente en cuanto tal, al ser tal, al en cuanto tal de lo que es. La tristeza, el duelo, la melancola (Traurigkeit) de la naturaleza o de la animalidad habran nacido por consiguiente, segn Benjamin, de este mutismo, en efecto (Stummheit, Sprachlosigkeit) , pero tambin, y por eso mismo, de esta herida sin nombre: haber recibido el nombre. Al encontrase privado de lenguaje, se pierde el poder de nombrar, de nombrarse, incluso de responder de su nombre. (iCmo si el hombre no recibiese tambin su nombre y sus nombres!) El sentimiento de esta privacin, de este empobrecimiento, de esta carencia: tal sera el gran sufrimiento de la naturaleza (das grosse Leid der Natur). Los hombres que viven y hablan en la naturaleza lo hacen con vistas a la liberacin, para la redencin (Erlosung) de este sufrimiento; los hombres y no solamente el poeta, precisa Benjamin. Esta supuesta tristeza no slo se debe, y esto es ya ms importante, a la privacin de lenguaje (Sprachlosigkeit) y al mutismo, a la privacin afsica u ofuscada de las palabras. Si esta supuesta tristeza eleva tam- bin una queja, si la naturaleza se queja, con una queja muda pero audible a travs de suspiros sensibles y hasta del susurro de las plan- tas, es porque quizs es preciso invertir los trminos. Benjamin lo sugiere. Es necesaria una inversin, una Umkehrung en la esencia de la naturaleza. Segn la hiptesis de esta inversin que invierte, la na- turaleza (y la animalidad en ella) no est triste por ser muda (weil sie stumm ist). Por el contrario, es la tristeza, el duelo de la naturaleza, la que la vuelve muda y afsica, la que la deja sin palabra (die Trau- rigkeit der Natur macht sie verstummt). Puesto que, desde hace tanto tiempo, lo que pone triste y, como consecuencia, priva al doliente de sus palabras, lo que le prohbe la palabra no es un mutismo ni la experiencia de una impotencia, ni un no-nombrar sino, ante todo, recibir el nombre. Intuicin sobrecogedora. Ser nombrado (benannt zu sein), dice Benjamin, incluso cuando aquel que nombra es un igual a los dioses, un bienaventurado, verse dar su propio nombre es qui- 16. Vase infra, cap. IV. 35 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO z dejarse invadir por la tristeza, por la tristeza misma (que tendra siempre, por lo tanto, por origen esta pasividad del ser-nombrado, esta imposibilidad de reapropiarse su propio nombre) o, al menos, por una especie de presentimiento oscuro de la tristeza. Sera preci- so, mejor an, decir: por un presentimiento de duelo (eine Ahnung von Trauer). Duelo presentido, pues se trata -me parece-, como en toda denominacin, del anuncio de una muerte por venir segn la su- pervivencia del espectro, la longevidad del nombre que sobrevive al portador del nombre. Aquel que recibe un nombre se siente mortal o moribundo precisamente porque el nombre querra salvarlo, llamar- lo y asegurar su supervivencia. Ser llamado, orse nombrar, recibir un nombre por vez primera es quiz saberse mortal e incluso sen- tirse morir. Ya muerto por estar prometido a la muerte: moribundo. ( Cmo se podra -planteo la cuestin de pasada- negarle entonces al animal, as privado de la denominacin, el acceso a la experiencia de la muerte como tal?) Pero, como lo sugera hace un momento, no estoy si(gui)endo (a) Benjamin cuando me encuentro desnudo ante la mirada del animal, no estoy dispuesto a seguirle en esta hermosa meditacin (<<ber Sprache berhaupt und ber die Sprache des Men- schen) escrita en plena mitad de la primera guerra mundial, en 1916. Por qu? Entre otras cosas porque una meditacin de este tipo plantea toda esta escena de afasia enlutada en un tiempo de reden- cin, es decir, despus de la cada y despus del pecado original (nach dem Sndenfall). Esto ocurrira as desde los tiempos de la cada. Ese tiempo de la cada lo sito desde ahora en el cruce no forruito de dos tradiciones porque, tanto en el relato del Gnesis como en el mito de Prometeo (acordmonos del Protgoras y de ese momento en que Prometeo roba el fuego, es decir, las artes y las tcnicas para reparar el olvido o el retraso de Epimeteo que haba equipado perfectamente a todas las razas de animales pero haba dejado al hombre desnudo (gymnon)>>, sin zapatos, sin nada con que cubrirse, sin armas), es, pa- radjicamente, por una falta o por un defecto del hombre por lo que el propio hombre se tornar sujeto amo de la naturaleza y del animal. Desde el vaco de su carencia, una carencia eminente, una carencia distinta de aquella que atribuye al animal, el hombre instaura o reivindica de una sola y misma vez su propiedad (lo propio del hombre que tiene incluso como propio no tener propio) y su su- perioridad sobre la susodicha vida animal. Esta ltima superioridad, superioridad infinita y por excelencia, tiene como su propio el ser a la vez incondicional y sacrificial. Tal sera la ley de una lgica imperturbable, a la vez prometeica y admica, a la vez griega y abrahmica (judea-cristiana-islmica). No 36 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUARA) dejaramos de verificar su inmutabilidad hasta en nuestra moderni- dad. Ahora bien, he querido acordarme de la desnudez delante del gato, desde hace tanto tiempo, desde un tiempo anterior, en el relato del Gnesis, desde el tiempo en que Adn, alias Ish, grita sus nombres a los animales antes de la cada, desnudo, pero antes de haber tenido vergenza de su desnudez. Hablo, por consiguiente, desde hace tanto tiempo. Mi pasin del animal se despierta en esa edad. Confesaba hace un momento tener vergenza de tener vergenza. No poda por lo tanto extraarme de mi turbacin, de esta vergenza de tener vergenza, desnudo ante el animal o los animales, ms que remitindome a un tiempo antes de la cada, antes de la vergenza y la vergenza de la vergenza. Antes del mal y antes de los males. Se puede hablar del animal? Podemos aproximarnos al animal y desde el animal vernos vistos desnudos? Desde el animal antes del mal y antes de los males? Desde esos tiempos, pruebo a hablaros, en particular de m, en privado o en pblico, pero en particular de m. Esos tiempos seran tambin los que separan en principio, y si eso fuera posible, la auto- biografa de la confesin. La autobiografa se transforma en confe- sin cuando el discurso sobre s no disocia la verdad de la confesin, por lo tanto, de la falta, del mal y de los males. y, antes que nada, de una verdad debida, de una deuda, en realidad, que habra que satisfacer. Por qu deberamos la verdad? Por qu pertenecera a la esencia de la verdad ser debida y estar desnuda? Y, por lo tanto, confesada? Por qu ese deber de cumplir con la verdad si esconder la verdad, fingir la verdad, fingir tambin esconderse, fingir escon- derse o esconder la verdad no fuese ya la experiencia del mal y de los males, de una falta posible, de una culpabilidad, de una pasibilidad, de una deuda -de un engao y de una mentira-? En qu y por qu la verdad sera debida? y atrapada, sorprendi- da desde su primer momento, en una lgica de la deuda y del deber? Por qu la verdad sera lo debido, es decir, debida a la veracidad, al desvelamiento de s, a la verdad de s como sinceridad? Hay, y en particular en la historia del discurso, incluso del devenir-literatura del discurso, una autobiografa ms antigua e intacta que toda con- fesin, un relato de s limpio de toda confesin y, por lo tanto, de todo lenguaje redentor en el horizonte de una salvacin como libe- racin? Hay, desde esos tiempos, lugar y sentido para una autobio- grafa anterior al pecado original y a todas las religiones del Libro? Una autobiografa y unas memorias antes del cristianismo, sobre todo, antes de las instituciones cristianas de la confesin? Podemos dudarlo, desde hace tanto tiempo, y lo que mitigar esa duda no es la 37 El ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO lectura de las inmensas Confesiones de nuestra historia europea, tales como han formado nuestra cultura de la subjetividad de san Agustn a Rousseau. Entre san Agustn y Rousseau, en la misma e irrecusable filiacin, en la historia diferenciada del ego cogito ergo sum, est Descartes. l nos espera con sus animales-mquinas. Presumo que no interrumpir la descendencia que, desde hace tanto tiempo, vincula el gnero de la autobiografa con la institucin de la confesin. Desde hace tanto tiempo: desde hace tanto tiempo, eso quiere decir desde el tiempo que ha transcurrido, pero tambin desde el tiempo antes del tiempo. Desde hace tanto tiempo, es decir, desde un tiempo en que no haba todava tiempo, en el que el tiempo no se haba cumplido, si fuese posible, antes del veredicto, el vencimiento y la decadencia. Aunque deba remitir para ms tarde una lectura y una interpre- tacin paciente del texto sistemtico y fecundo que Heidegger, des- pus de Ser y tiempo, consagr en 1929-1930 al animal, apunto lo siguiente a modo de espera, puesto que acabo de hablar del tiempo antes del tiempo: una de esas raras veces, quiz la nica vez (est por verificar) en que Heidegger nombra al animal en Ser y tiempo -que es tambin a su manera un tratado (que se considerara no cristiano) sobre cierta cada del Dasein- es para admitir y aplazar para ms tarde la dificultad (mi hiptesis: lo que queda aplazado para ms tar- de lo seguir estando sin duda para siempre; ms tarde es igual aqu a siempre). Qu dificultad? La de saber si el animal tiene el tiempo, si est constituido por un tiempo. Eso, dice Heidegger, sigue siendo un problema (bleibt ein Problem): La manera como se haya de delimitar ontolgicamente la estimu- lacin y afeccin de los sentidos en un ser vivo sin ms (in einem Nur-Lebenden) y cmo y dnde en general el ser de los animales (cLls Sein der Tiere), por ejemplo (zum Beispiel), est constituido por un tiempo, eso sigue siendo un problema en s [o para s, bleibt ein Problem fr sich: sigue siendo un problema original, separado, para tratar aparte ]17. El ser de los animales no es ms que un ejemplo (zum Beispiel). Pero es un ejemplo fiable, para Heidegger, de lo que llama el Nur- lebenden, lo que sera ser vivo sin ms, la vida en estado puro y simple. Creo comprender lo que ese sin ms (nur) quiere decir, lo 17 .. M. Heidegger, Sein und Zeit, Niemeyer, Tbingen, 1927, 68 b, p. 346 [Ser y tiempo, trad. de J. E. Rivera, Trotta, Madrid, 12003, p. 362]. 38 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUARA) comprendo por encima, como lo que esto querra querer decir, pero al mismo tiempo, no entiendo nada. Me preguntar todava si esa ficcin, ese simulacro, ese mito, esa leyenda, ese fantasma que pre- tende ser un puro concepto (la vida en estado puro: Benjamin confa tambin en lo que no es, sin duda, ah ms que un pseudo-concepto) no es precisamente la filosofa pura transformada en sntoma de la historia que nos ocupa aqu. msa historia no es la que se cuenta el hombre, la historia del animal filosfico, del animal para el hombre- filsofo? Es una coincidencia si esta frase es la ltima antes de un subcaptulo titulado Die Zeitlichkeit des Verfallens (la temporali- dad del vencimiento o de la cada o de la decadencia)? Lo sugera hace un momento: como para algunos de vosotros quiz, para quienes nos acogen, para aquellos o aquellas que me han hecho el honor de volver una vez ms, este castillo sigue siendo para m, desde hace tanto tiempo, un castillo de la amistad encantada. Desde hace cerca de cuarenta aos. S, la amistad encantada, la som- bra de los rostros, las siluetas furtivas de algunas presencias, los mo- vimientos, los pasos, las msicas, las palabras que se animan en mi memoria, en las terrazas alrededor de nosotros, entre los rboles, a la orilla del agua y en todas las habitaciones de esta gran mansin, empezando por sta. Me gusta cada vez ms esa memoria a la vez enternecida, contenta y melanclica, una memoria a la que le gusta dejarse invadir as por el retorno de reaparecidos, muchos de los cua- les afortunadamente estn vivos y algunos de ellos, aqu presentes. Otros, desgraciadamente, estn muertos desde hace tiempo, aquellos que fueron para m amigos ntimos y cercanos en vida y lo siguen siendo: Toyosaki Koitchi, Francis Ponge, GilIes Deleuze, Sarah Kof- mano Los veo desde aqu vernos y ornos. Ahora bien, segn mi memoria de ese modo invadida de memo- ria, mi memoria casi alucinada, desde hace tanto tiempo estoy al bor- de del discurso ms quimrico, sin duda, que me haya jams tentado o del que yo mismo haya hecho la tentativa en este castillo. La quimera, la tentacin o la tentativa de una quimera en un casti- llo encantado: sta es la escena. La quimera es un animal, un animal que lo sea y un animal que sea uno? ms ms y algo distinto de un ani- mal? O, como se dice con frecuencia de la quimera, ms de un animal en uno? El animal, vaya palabra! Es una palabra, el animal, es una denominacin que unos hom- bres han instituido, un nombre que ellos se han otorgado el derecho y la autoridad de darle al otro ser vivo. 39 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO En el punto en el que estamos ahora, antes incluso de que me aventure o pruebe a arrastraros a que me sigis o persigis por un itinerario que alguno de vosotros podrais encontrar tortuoso, labe- rntico, incluso aberrante, que nos despista de seuelo en seuelo, intentar pues esta operacin de desarme que consiste en exponer de manera simple, desnuda, frontal, tan directa como sea posible lo que se podra llamar -puesto que acabo de decir que iba a exponer, no exponer como se expone con complacencia mirndose ante un es- pectador, un retratista o una cmara, sino exponer unas posiciones, precisamente- unas hiptesis con vistas a unas tesis. Primera hiptesis: desde hace dos siglos aproximadamente, de manera intensa y segn una aceleracin alarmante porque no tene- mos siquiera reloj ni medida cronolgica adecuada para ella, no- sotros, nosotros que nos llamamos los hombres, nosotros que nos reconocemos bajo ese nombre, nos encontramos envueltos en una transformacin sin precedentes. Esta mutacin afecta a la experien- cia de lo que seguimos llamando imperturbablemente, como si nada hubiera ocurrido, el animal y/o los animales. Voy a apostar fuerte o a jugar con la barra flexible de este y/o. Esta novedad no puede estar determinada ms que sobre el fondo de lo ms antiguo. Sin cesar deberemos movernos en esa ida y vuelta entre lo ms antiguo y lo que viene, en el intercambio entre lo nuevo y el de nuevo, el una vez ms de la repeticin. Lejos de aparecer, simplemente, en lo que seguimos llamando el mundo, la historia, la vida, etc., esa relacin inaudita con el animal o con los animales es tan nueva que debera obligarnos a perturbar todos esos conceptos, a hacer algo ms que problematizarlos. Es por lo que dudara en decir que no- sotros vivimos eso (si se puede llamar todava tranquilamente vida a esta experiencia en la que llegan a temblar los lmites del paso de las fronteras entre bios y zoe, biolgico, zoolgico y antropolgico, igual que entre vida y muerte, vida y tcnica, vida e historia, etc.). Dudara, por consiguiente, otro tanto en decir que vivimos un giro histrico. La figura del giro implica una ruptura o una mutacin instantnea cuyo modelo o figura son todava genticos, biolgicos o zoolgicos (y, por consiguiente, precisamente hay que preguntarse por ellos). En lo relativo a la historia, a la historicidad, incluso a la historialidad, esos motivos, lo precisaremos, pertenecen justamente a esta auto- definicin, a esta auto-aprehensin, a esta auto-situacin del hombre o del Dasein humano respecto del ser vivo y de la vida animal, a esta auto-biografa del hombre que deseo cuestionar hoy. Como todas esas palabras, y en particular aquella que llamamos historia, pertenecen de manera constitutiva al lenguaje, a los inte- 40 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) reses y a los seuelos de esta autobiografa, no deberamos apresu- rarnos a acreditarlas o a confirmar su pseudo-evidencia. No hablar por lo tanto de giro histrico para nombrar una transformacin en curso, una alteracin a la vez ms grave y ms irreconocible que un giro histrico en la relacin con el animal, en el ser-con que com- parten el hombre y lo que el hombre llama el animal: el ser de lo que se llama el hombre o el Dasein con lo que l llama, o lo que nosotros llamamos, nosotros, lo que nosotros nos atrevemos todava provi- sionalmente a llamar generalmente pero en singular el animal. Esta alteracin, como quiera que se la nombre o se la interprete, nadie podra negar que se acelera, que se intensifica, no sabiendo ya adn- de va, desde hace aproximadamente dos siglos, con una profundidad y a un ritmo incalculables. En toda esta indeterminacin suspensiva, por qu decir, como lo he hecho ms de una vez, aproximadamente dos siglos, como si una localizacin as fuera posible, con todo rigor, en un proceso que es tan viejo, sin duda, como el hombre, como lo que "l llama su mundo, su saber, su historia y su tcnica? Pues bien, por comodidad inicial y sin pretender aqu ninguna exactitud, para recordar algunos indicios previos que nos permitan entendernos y decir nosotros hoy. Esos indicios, por limitarnos a lo ms general, son todos aquellos que van mucho ms all de los sacrificios animales de la Biblia o de la An- tigedad griega, mucho ms all de las hecatombes (esos sacrificios de cien bueyes, con todas las metforas con las que esta expresin ha seguido estando cargada), ms all de la caza, de la pesca, de la domesticacin, del adiestramiento o de la explotacin tradicional de la energa animal (el transporte o la labranza, los animales de tiro, el caballo, el buey, el reno, etc., y tambin el perro guardin y la carnicera artesanal y la experimentacin con el animal, etc.). En el transcurso de los dos ltimos siglos, esas formas tradicionales de tra- tamiento del animal se han visto alteradas, es demasiado evidente, por los desarrollos conjuntos de saberes zoolgicos, etolgicos, bio- lgicos y genticos siempre inseparables de tcnicas de intervencin en su objeto, de transformacin de su objeto mismo y del medio y del mundo de su objeto, el ser vivo animal: por la cra y el adies- tramiento a un escala demogrfica sin parangn con el pasado, por la experimentacin gentica, por la industrializacin de lo que se puede llamar la produccin alimenticia de la carne animal, por la inseminacin artificial masiva, por las manipulaciones cada vez ms audaces del genoma, por la reduccin del animal no solamente a la produccin y a la reproduccin sobre activada (hormonas, cruces genticos, clonacin, etc.) de carne alimenticia sino a toda suerte de 41 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO otras finalidades al servicio de cierto ser y supuesto bienestar humano del hombre. Todo esto es demasiado conocido, no nos extenderemos en ello. De cualquier modo que se lo interprete, cualquiera que sea la con- secuencia prctica, tcnica, cientfica, jurdica, tica o poltica que se extraiga de ah, nadie hoy puede negar este acontecimiento, a saber, las proporciones sin precedentes de este sometimiento del animal. Podemos llamar violencia a este sometimiento cuya historia intenta- mos interpretar aunque sea en el sentido moralmente ms neutro de aquel trmino e incluso cuando la violencia intervencionista se prac- tica en ciertos casos muy minoritarios y en absoluto dominantes, no lo olvidemos jams, al servicio o para la proteccin del animal, pero la mayora de las veces del animal humano. Nadie puede tampoco negar con seriedad la denegacin. Nadie puede ya negar con seriedad ni por mucho tiempo que los hombres hacen todo lo que pueden para disimular o para disimularse esta crueldad, para organizar a escala mundial el olvido o la ignorancia de esta violencia que algunos po- dran comparar a los peores genocidios (hay tambin genocidios de animales: el nmero de las especies en va de extincin por culpa del hombre nos deja helados). De la figura del genocidio no tendramos que abusar ni liberarnos demasiado rpido. Porque sta se complica aqu: la aniquilacin de las especies, en efecto, estara en marcha pero pasara por la organizacin y la explotacin de una superviven- cia artificial, infernal, virtualmente interminable en unas condiciones que los hombres del pasado habran considerado monstruosas, fuera de todas las supuestas normas de la vida propia de los animales de ese modo exterminados en su supervivencia o en su propia superpo- blacin. Como si, por ejemplo, en lugar de arrojar a un pueblo a los hornos crematorios y a las cmaras de gas, unos mdicos o genetistas (por ejemplo, nazis) hubieran decidido organizar por inseminacin artificial la superproduccin y la generacin asistida de judos, cnga- ros y homosexuales a los que, al ser cada vez ms numerosos y estar mejor nutridos, se les habra destinado en un nmero siempre cre- ciente al mismo infierno, el de la experimentacin gentica impuesta, el de la exterminacin mediante el gas o el fuego. En los mismos ma- taderos. No abusar de la facilidad con la que podramos otorgarle toda su carga pattica a las evidencias que estoy recordando de este modo. Todo el mundo sabe en qu terrorficos e insufribles cuadros podra una pintura realista convertir la violencia industrial, mecnica, qumica, hormonal, gentica a la que el hombre somete desde hace dos siglos a la vida animal. Y en lo que se ha convertido la produc- cin, la cra, el transporte y la muerte de esos animales. En lugar de 42 CAPiTULO l. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) mostraros esas imgenes ponindooslas ante los ojos o de despertar- las en vuestra memoria, lo que sera a la vez demasiado fcil y sin fin, dir solamente una palabra sobre este pathos. Si estas imgenes son patticas, lo son tambin porque abren patticamente la inmensa cuestin del pathos y de lo patolgico, precisamente, del sufrimiento, de la piedad y de la compasin. Y del lugar que hay que conceder a la interpretacin de esta compasin, al hecho de compartir el sufri- miento entre unos seres vivos, al derecho, a la tica, a la poltica que sera preciso vincular con esta experiencia de la compasin. Puesto que lo que ocurre, desde hace dos siglos, es una nueva experiencia de esta compasin. Ante la invasin por el momento irresistible pero negada, ante la denegacin organizada de esta tortura, unas voces se alzan (minoritarias, dbiles, marginales, poco seguras de su discurso, de su derecho al discurso y de la puesta en marcha de su discurso en un derecho, en una declaracin de derechos) para protestar, para apelar, llegaremos a ello, a lo que se presenta de manera tan pro- blemtica todava como los derechos del animal, para despertarnos a nuestras responsabilidades y obligaciones respecto al ser vivo en general y precisamente a esta compasin fundamental que, si se la tomase en serio, debera cambiar hasta los cimientos (y cerca de los cimientos querra trabajar intensamente hoy) de la problemtica filo- sfica del animal. Pensando en la fuente y en los fines de esta compasin, alguien como Bentham, es bien sabido, propuso hace dos siglos cambiar la forma misma de la cuestin del animal, tal y como domina tambin el discurso de la tradicin tanto en su argumentacin filosfica ms re- finada como en el lenguaje corriente del sentido comn. La cuestin, deca Bentham poco ms o menos, no es saber si el animal puede pensar, razonar o hablar, etc., como se finge en suma preguntarse siempre (de Aristteles a Descartes, de Descartes, sobre todo, a Hei- degger, a Lvinas, y a Lacan; y esta cuestin ordena la de tantos otros poderes o haberes: poder, tener, el poder de dar, el poder de morir, el poder de inhumar, el poder de vestirse, el poder de trabajar, el poder de inventar una tcnica, etc. El poder que consiste en tener, como atributo esencial, esta o aquella facultad, por consiguiente, talo cual poder). La cuestin no sera por lo tanto aqu saber si los animales son del tipo zoon logon echon, si pueden hablar o razonar gracias al poder dellogos o a tenerlo, al poder-tener el lagos, la aptitud para el logos (y el logocentrismo es, antes que nada, una tesis sobre el animal, sobre el animal privado de lagos, privado de poder-tener el lagos: te- sis, posicin o presuposicin que se mantiene desde Aristteles hasta Heidegger, desde Descartes hasta Kant, Lvinas y Lacan). La cuestin 43 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO previa y decisiva ser saber si los animales pueden sufrir. Can they suffer? Pueden sufrir?, preguntaba simplemente y de manera tan pro- funda Bentham. Desde su protocolo, la forma de esta pregunta lo cambia todo. La cuestin no concierne ya solamente al/ogos, a la disposicin o no del/ogos y de toda su configuracin, ni siquiera, ms radicalmente, a una dynamis o una exis, este tener o esta manera de ser, a este habitus que se denomina una facultad o un poder, este poder-tener o este poder que se tiene (como en el poder de razonar, de hablar, con todo lo que ello acarrea). A la cuestin le preocupa cierta pasividad. Testi- monia, manifiesta ya, como pregunta, la respuesta testimonial a una pasibilidad, a una pasin, a un no-poder. La palabra "poder (can) cambia aqu de sentido y de signo desde que se dice can they suffer? La palabra poder vacila entonces. Lo que cuenta, en el origen de una pregunta as, no es ya solamente aquello a lo que se refiere una transitividad o una actividad (poder hablar, poder razonar, etc.); es ms bien lo que prevalece en esta auto-contradiccin que vinculare- mos ms tarde con la auto-biografa. ,,Pueden sufrir? viene a ser pre- guntarse: ,,Pueden no poder? y qu hay de esta impotencia? Qu hay de la vulnerabilidad experimentada desde esta impotencia? Qu es ese no-poder en el seno del poder? Cul es la cualidad o la modalidad de esta impotencia? Hasta dnde hay que tenerla en cuenta? Qu de- recho concederle? mn qu nos atae? Poder sufrir no es ya un poder, es una posibilidad sin poder, una posibilidad de lo imposible. Aqu se aloja, como la manera ms radical de pensar la finitud que com- partimos con los animales, la mortalidad que pertenece a la finitud misma de la vida, a la experiencia de la compasin, a la posibilidad de compartir la posibilidad de esta im-potencia, la posibilidad de esta imposibilidad, la angustia de esta vulnerabilidad y la vulnerabilidad de esta angustia. Con esta cuestin (Can they suffer?) no removemos esa roca de certeza indubitable, ese fundamento de toda garanta que se podra buscar por ejemplo en el cogito, en el pienso, luego existo. Sino que, de una forma completamente distinta, nos fiamos aqu de una instancia tambin radical aunque completamente diferente: lo inne- gable. Nadie puede negar el sufrimiento, el miedo o el pnico, el terror o el pavor que puede apoderarse de algunos animales y del que nosotros, los hombres, podemos dar testimonio. (El propio Des- cartes, lo veremos, no pudo alegar la insensibilidad de los animales al sufrimiento.) Algunos pretendern todava, llegaremos a ello, discu- tir el derecho a denominarlo sufrimiento o angustia, palabras o con- 44 CAPiTULO l. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) ceptos que ser preciso una vez ms reservar al hombre y al Dasein en la libertad de su ser-para-Ia-muerte. Tendremos que problematizar este discurso ms adelante. Pero, por el momento, sealemos esto: la respuesta a la pregunta Can they suffer? no ofrece lugar a dudas. Por lo dems, nunca ha dejado lugar a la duda; por ese motivo la experiencia que tenemos de esto no es ni siquiera indubitable: prece- de a lo indubitable, es ms vieja que l. No hay duda tampoco para la posibilidad en nosotros, entonces, de un impulso de compasin, incluso si a continuacin es ignorado, reprimido o negado, manteni- do a raya. Antes de lo innegable de esta respuesta (s, sufren, como nosotros que sufrimos por ellos y con ellos), ante esta respuesta que precede a cualquier otra pregunta, la problemtica cambia de terreno y de cimientos. Quiz pierde toda seguridad aunque, en todo caso, no reposa ya sobre el antiguo supuesto basamento natural (un te- rreno) o artefactual e histrico (unos cimientos). Los dos siglos a los que me refiero algo burdamente para situar nuestro presente en relacin con esto son los dos siglos de una lucha desigual, de una guerra en curso y cuya desigualdad podra un da invertirse entre, de una parte, aquellos que violan no solamente la vida animal sino hasta ese sentimiento de compasin y, de otra parte, aquellos que apelan al testimonio irrecusable de esta piedad. Es una guerra a propsito de la piedad. Esta guerra no tiene edad, sin duda, pero he aqu mi hiptesis: atraviesa una fase crtica. La atravesamos y estamos atravesados por ella. Pensar esta guerra en la que estamos inmersos no es solamente un deber, una responsabili- dad, una obligacin; es tambin una necesidad, una constriccin a la cual, por las buenas o por las malas, directa o indirectamente, nadie podra sustraerse, y hoy menos que nunca. Y digo pensar esta gue- rra porque creo que se trata en ella de lo que llamamos pensar. El animal nos mira, nos concierne y nosotros estamos desnudos ante l. y pensar comienza quizs ah. Aqu est ahora, con vistas a otra tesis, la segunda hiptesis que creo que debo deducir sin ms tardanza. Concierne o pone en mar- cha otra lgica del lmite. Estar as tentado de inscribir lo que dice esta tesis en la continuacin de estas tres dcadas que han estado consagradas -desde Los fines del hombre y El paso de las fronte- ras- a la experiencia propiamente transgresora, si no transgresiva, de una limitrofa. Dejemos a esa palabra un sentido a la vez amplio y restringido: lo que acerca los lmites pero tambin lo que alimenta, se alimenta, se mantiene, se cra y se educa, se cultiva en los bordes del lmite. En la semntica del trepho, trophe, o del trophos encontrara- 45 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO mos todo aquello que necesitamos para hablar de lo que deberamos hablar en el transcurso de esta dcada sobre el animal autobiogrfi- co: el alimentar, el alimento, la nodriza, la generacin, los retoos, el cuidado y el mantenimiento de los animales, el adiestramiento, la educacin, la cultura, el vivir y el hacer vivir brindando la vida, el alimento y la cultura, autobiogrficamente: la [imitrora. ste es, por lo tanto, el tema. No slo porque se tratar de lo que se desa- rrolla y crece en el lmite, alrededor del lmite, mantenindose con el lmite sino de lo que alimenta el lmite, lo genera, lo hace crecer y lo complica. Todo lo que dir no consistir en absoluto en borrar el lmite sino en multiplicar sus figuras, complicar, espesar, desalinear, plegar, dividir la lnea precisamente hacindola crecer y multiplicar- se. Por lo dems, el sentido llamado primero o literal de trepho es ste: transformar espesando, por ejemplo, hacer cuajar la leche. Y bien, no ser cuestin de impugnar, por poco que sea, el lmite con el que se nos llena la boca, el lmite entre el Hombre con H mays- cula y el Animal con una A mayscula. No se tratar de enfrentarse de manera frontal o antittica a la tesis del sentido filosfico como sentido comn sobre la que est edificada esta relacin consigo -la presentacin de s de la vida humana, la autobiografa de la especie humana, toda la historia de s que se cuenta el hombre, a saber, la tesis de un lmite como una ruptura o un abismo entre aquellos que dicen nosotros, los hombres, yo, el hombre y lo que ese hombre de los hombres que dicen nosotros denomina el animal o los ani- males-o No me aventurar ni por un solo instante a impugnar esta tesis ni semejante ruptura ni semejante abismo entre ese yo-noso- tros y lo que denominamos los animales. Imaginar que yo podra, que cualquiera, por lo dems, podra ignorar esta ruptura, incluso este abismo, eso sera, en primer lugar, cegarse ante tantas evidencias contrarias; yen lo que modestamente me concierne a m, sera olvidar todos los signos que he podido dar, incansablemente, de mi atencin a la diferencia, a las diferencias, a las heterogeneidades y a las rupturas abisales antes que a lo homogneo y a lo continuo. Por lo tanto, no he credo nunca en ninguna continuidad homognea entre lo que se llama el hombre y lo que l denomina el animal. No empezar a ha- cerlo ahora. Eso sera algo ms que sonambulismo, sera simplemente demasiado tonto. Imaginar un olvido tan estpido o incriminar un desconocimiento tan ingenuo de esta ruptura abisal sera -y esto es todava ms grave- aventurarse a decir poco ms o menos cualquier cosa para la causa, para una causa o un inters cualquiera (que no tendra ya nada que ver con aquello de lo que se dice que se quiere hablar). Cuando esta causa o este inters buscan obtener ventaja de la 46 CAPiTULO l. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) sospecha simplista de continuismo biolgico (cuyas siniestras conno- taciones conocemos), ms generalmente de la sospecha de genetismo que se querra asociar a este estrafalario perjuicio de continuismo, la andadura se vuelve tan aberrante que en ese punto, en todo caso, no requiere, por mi parte, ni merece, a mi juicio, ninguna discusin directa. Todo lo que he podido avanzar y todo lo que avanzar hoy se enfrenta de lleno contra el mazazo de este alegato por lo que tiene de falso. Puesto que una discusin no tiene ningn inters en cuanto a la existencia de algo como una discontinuidad, una ruptura e incluso un abismo entre aquellos que se denominan hombres y lo que los supuestos hombres, aquellos que se nombran hombres, denominan el animal. Todo el mundo est de acuerdo en esto, la discusin est cerrada de antemano y habra que ser ms animal que los animales para dudar de esto. Los propios animales lo saben. (Preguntadle pues al asno o al carnero de Abraham o a los seres vivos que Abel pudo ofrecer a Dios: saben lo que les ocurre cuando unos hombres dicen "heme aqu a Dios y, luego, aceptan sacrificarse, sacrificar su sacri- ficio o perdonarse.) La discusin merece empezar cuando se trata de determinar el nmero, la forma, el sentido, la estructura y el espe- sor estratificado de este lmite abisal, de sus bordes, de esta frontera plural y plegada varias veces sobre s misma. La discusin se vuelve interesante cuando, en lugar de preguntarse si hayo no un lmite dis- continuo, se procura pensar lo que se transforma en un lmite cuando es abisal, cuando la frontera no forma una sola lnea indivisible sino ms de una lnea en abismo y cuando, y por consiguiente, no se deja ya trazar, ni objetivar, ni contar como una e indivisible. Qu son los bordes de un lmite que crece y se multiplica alimentndose de abis- mo? Mi tesis aqu la tenis pues en tres frases: 1. Esta ruprura abisal no dibuja dos bordes, la lnea unilineal e indivisible de dos bordes, el Hombre y el Animal en general. 2. El borde mltiple y heterogneo de esta ruptura abisal tiene una historia. Macroscpica y microscpica, lejos de estar cerrada, esta historia atraviesa una fase excepcional en la que estamos y para la cual no disponemos de ninguna escala; no se puede por lo de- ms hablar aqu de historia, de momento o de fase histrica ms que desde un presunto borde de la susodicha ruprura, el borde de una subjetividad antropo-cntrica que, autobiogrficamente, se cuenta o se deja contar una historia, la historia de su vida: a la que llama la Historia. 3. Ms all del borde supuestamente humano, ms all de l pero en absoluto en un solo borde opuesto, en (el) lugar de El Animal 47 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO o de La-Vida-Animal, ya hay ah una multiplicidad heterognea de seres vivos, ms concretamente (pues decir seres vivos es ya decir demasiado o no lo bastante), una multiplicidad de organizaciones de relaciones entre lo vivo y lo muerto, unas relaciones de organizacin y desorganizacin entre unos reinos cada vez ms difciles de disociar dentro de las figuras de lo orgnico y lo inorgnico, de la vida y/o de la muerte. A la vez ntimas y abisales, esas relaciones no son nunca completamente objetivables. No dejan lugar a ninguna exterioridad simple de un trmino con relacin al otro. Se sigue de ah que jams tendremos el derecho de considerar a los animales como las especies de un gnero que se llamara El Animal, el animal en general. Cada vez que se dice El Anima!, cada vez que el filsofo o quien sea dice en singular y sin ms El Anima!, pretendiendo designar as a cualquier ser vivo que no sea el hombre (el hombre como animale rationale, el hombre como animal poltico, como animal hablante, zoon logon echon, el hombre que dice yo y se toma por el sujeto de la frase que l profiere entonces a propsito del susodicho animal, etc.), pues bien, cada vez, el sujeto de esa frase, ese se, ese yo dice una tontera. Confiesa sin confesar, declara, de la misma manera que un mal se declara a travs de un sntoma, hace que diagnostique un digo una tontera. Y este digo una tontera debera confirmar no slo la animalidad que niega sino su participacin comprometida, continuada, organizada en una verdadera guerra de especies. Aqu estn mis hiptesis con vistas a unas tesis sobre el animal, sobre los animales, sobre la palabra animal o animales. S, el animal, vaya palabra! Es una palabra, el animal, que los hombres se han otorgado el de- recho a dar. Esos humanos se han encontrado a s mismos al dar esta palabra, pero como si la hubieran recibido en herencia. Se han dado la palabra para encerrar a un montn de seres vivos bajo un nico concepto: El Animal, dicen. Y se han dado esta palabra otorgndose de esta manera a s mismos, con el fin de reservarlo para s mismos, los humanos, el derecho a la palabra, al nombre, al verbo, al atributo, al lenguaje de las palabras, en resumen, a eso mismo de lo que esta- ran privados los otros en cuestin, aquellos a los que se encierra en el gran territorio del animal. Todos los filsofos que interrogaremos (desde Aristteles a Lacan, pasando por Descartes, Kant, Heidegger, Lvinas), todos, dicen lo mismo: el animal est privado de lenguaje. O, ms concretamente, de respuesta, de una respuesta que hay que distinguir precisa y rigurosamente de la reaccin: del derecho y del 48 CAPiTULO 1. El ANIMAL QUE lUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUARA) poder de responder. Y, por lo tanto, de tantas otras cosas que se- ran lo propio del hombre. Los hombres seran, en primer lugar, esos seres vivos que se han dado la palabra para hablar con una sola voz de! animal y para de- signar en l al nico que habra quedado sin respuesta, sin palabra para responder. El mal est hecho desde hace mucho tiempo y para mucho tiem- po. El mal se debera a esta palabra, se concentrara ms bien en esta palabra, el animal, que los hombres se han dado, como en el origen de la humanidad, y se la han dado con e! fin de identificarse, para reconocerse, con vistas a ser lo que ellos dicen ser, hombres, capaces de responder y respondiendo al nombre de hombres. De cierto mal que tiene que ver con esa palabra es de lo que que- rra tratar de hablar, en principio balbuciendo algunos aforismos qui- mricos. El animal que estoy si(gui)endo, habla? Es una pregunta intacta, virgen, nueva, todava por venir, una pregunta completamente desnuda. Pues el lenguaje es como el resto, no basta con hablar de l. Que este animal parezca aqu hablar francs, y no sea sin embargo menos animal por ello, es algo de lo que se podra rastrear la huella desde esta primera pregunta: El animal que estoy si(gui)endo habla?. Esta cuestin puede ser fingida, lo mismo que e! paso del yo al l. La pregunta puede ser e! ardid o la estratagema de una rhetorical question, como suele decirse, que estara ya segura de su respuesta. Se hablar mucho de la respuesta, en seguida, y sin duda tratar de so- brentender que no se podra tratar de la supuesta animalidad del ani- mal sin tratar la cuestin de la respuesta y de lo que responder quiere decir. Y borrarse. Lo veremos: incluso aquellos que, desde Descartes hasta Lacan, han concedido al susodicho animal cierta aptitud para e! signo o la comunicacin, siempre le han negado el poder de respon- der, de fingir, de mentir y de borrar sus huellas. Pero ficticia o no, cuando pregunto El animal que estoy si(gui)endo, habla?, esta misma pregunta aparece al instante firmada, sellada por alguien. Qu sella? Qu pretende? Fingida o no, qu parece traducir? Lo que este animal es, lo que habr sido, lo que ser, querra o podra ser, quiz lo soy yo. Ahora bien, si digo que je le suis, en francs, y en primer lu- gar en ninguna otra lengua, eso no significa tanto reivindicar algn idioma nacional cuanto recordar un equvoco irreductible (del que volveremos a hablar): la firma de un animal podra todava borrar o 49 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO confundir su huella. Dejarla borrarse, ms bien, no poder impedirle borrarse. Y esta posibilidad -trazar, borrar o confundir su firma, de- jarla perderse- tendr entonces un gran alcance. Disponer o no de sus huellas para confundirlas, para borrarlas aunque, como lo hemos dicho, algunos podran hacerlo (el hombre por ejemplo) y otros no (el animal por ejemplo segn Lacan), eso no es quizs una alternativa fiable alrededor de un lmite indivisible. Tras esos pasos y sobre esas pistas habr que volver. Que una huella pueda siempre borrarse y para siempre no significa en absoluto -y sta es una diferencia crti- ca- que alguien, hombre o animal, lo subrayo, pueda por s mismo borrar sus huellas. Cuestin de palabras, por lo tanto. Puesto que no estoy seguro de que lo que yo vaya a deciros tenga otra ambicin que explorar un lenguaje, en el transcurso de una especie de ejercicio de quimera experimental o de poner a prueba un testimonio. Slo para ver. Po- demos hacer como si yo intentase solamente analizar, para ponerlas a prueba y para ver, para ver venir lo que llega, algunas modalidades discursivas del empleo que ellos, los humanos, hacen de algunas pa- labras (insisto en el ellos), pero tambin como si yo intentase, y por algn tiempo todava, batir, oler, seguir pistas, seguir algunos consi- derandos del empleo tan confiado que hacen y que, por el momento, hacemos juntos de palabras como, por lo tanto, anima! y yo. Una inquietud crtica insistir, una protesta incluso se repetir sin cesar a travs de todo lo que querra articular. Apuntar en primer lugar y todava al empleo en singular de una nocin tan general como El Anima!, como si todos los seres vivos no humanos pudieran reagruparse en el sentido comn de este lugar comn, el Animal, sean cuales fueren las diferencias abisales y los lmites estructurales que separan, en la esencia misma de su ser, a todos los animales, nombre que conviene por lo tanto mantener en principio entre co- millas. En ese concepto que sirve para todo, en el vasto campo del animal, en el singular general, en la estricta clausura de este artcu- lo definido (<<el Animal y no unos animales) estaran encerrados, como en una selva virgen, un parque zoolgico, un territorio de caza o de pesca, un terreno de cra o un matadero, un espacio de domesti- cacin, todos los seres vivos que el hombre no reconocera como sus semejantes, sus prjimos o sus hermanos. Yeso a pesar de los espacios infinitos que separan al lagarto del perro, al protozoario del delfn, al tiburn del cordero, al loro del chimpanc, al camello del guila, a la ardilla del tigre o al elefante del gato, a las hormigas del gusano de seda o al erizo de la equidna. Interrumpo mi nomenclatura y llamo a No en mi ayuda para no olvidar a nadie en esta arca. 50 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE lUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUARA) Ya que estoy bosquejando una taxonoma, perdonadme el im- pudor de otra confesin. No ser otobiogrfica, como aquella que intent antao del lado de un odo de ese Nietzsche que, con Kafka, es un entendido como nadie en animales. Ser ms bien zootobio- grfica. Esta zoo-auto-bio-biblio-grafa ser breve. Me autorizo o me obligo a ello, a ttulo de informacin, precisamente, a ttulo del ttulo de nuestro encuentro El animal autobiogrfico. Y lo har antes de tratar de otro modo lo que vincula la historia del estoy si(gui)endo, de la relacin auto-biogrfica y auto-dectica consigo como Yo con la historia de El Animal, del concepto humano del animal. Como yo querra hoy avanzar y esbozar algunos pasos siguiendo adelante, es decir, aventurndome sin demasiada retrospeccin y sin pensr- melo dos veces, no volver sobre los argumentos de tipo terico o fi- losfico y de estilo, digamos, deconstructivo que he credo consagrar, desde hace muchsimo tiempo, desde que escribo en realidad, a la cuestin de lo vivo y del ser vivo animal. Habr sido siempre para m la gran pregunta, la ms decisiva. La he abordado miles de veces, ya sea directamente ya sea de manera oblicua, a travs de la lectura de todos los filsofos por los cuales me he interesado, comenzando por Husserl y el concepto de animal rationale, de vida o de instinto tras- cendental que se encuentra en el centro de la fenomenologa (pero Husserl, paradjicamente, igual que Hegel, no es aqu el ms carte- siano, en lo que se refiere al animal, de todos los filsofos de los que hablar ms tarde). Pero sin autobiografa filosfica, sin volver sobre mis pasos por los caminos de la filosofa, habra podido, habra qui- z debido entregarme a una interpretacin anamnsica de todos mis animales. No forman ciertamente una familia pero son unos animales que estoy si(gui)endo desde siempre, desde hace dcadas, desde hace decenios. No lo har, por pudor y discrecin y porque hay demasia- dos; sera interminable e inconveniente en esta sala. Pero creo que tengo que abrir otras pistas, dos, quiz, para quien quisiera seguir, retrospectivamente, una exploracin as. Lo har brevemente y me limitar estrictamente al tema de nuestra dcada. Por una parte, mis figuras animales se acumulan, ganan en in- sistencia o en visibilidad, se agitan, hormiguean, se movilizan y se motivan, se mueven y se conmueven cada vez ms a medida que mis textos se tornan ms visiblemente autobiogrficos, ms a menudo enunciados en primera persona. Acabo de decir figuras animales. Esos animales son sin duda algo distinto de figuras o personajes de fbula. Puesto que una de las metamorfosis ms visibles, a mi modo de ver, de lo figural y, precisa- mente, de la figura animal sera quiz, para lo que me interesa, La 51 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO mitologa blanca. Sigue en efecto el movimiento de los tropos y de la retrica, la explicacin del concepto con la metfora merodeando alrededor del lenguaje animal, entre un Aristteles que retira el len- guaje, la palabra y la mimesis al animal y un Nietzsche que reanima- liza, por as decirlo, la genealoga del concepto. Aquel que parodi Ecce hamo trata de volver a ensearnos a rer premeditando soltar de algn modo a todos sus animales en la filosofa. A rer y a llorar pues, como sabis, fue lo bastante loco para llorar al lado de un animal, bajo la mirada o contra el carrillo de un caballo. A veces creo verle tomar ese caballo por testigo y, en primer lugar, tomarle por testigo de su compasin, tomar su cabeza entre sus manos. Los animales me miran y me conciernen. Con o sin figura, precisa- mente, se multiplican, me saltan cada vez ms salvajemente a la cara a medida que mis textos parecen tornarse, eso querran hacerme creer, cada vez ms autobiogrficos. Es evidente. Incluso un poco demasiado evidente, comenzando por el final, el final de un gusano de seda18 publicado este ao. Ya en la iconografa de Socrates and Plato en la Bodleian Library, los animales surgen al hilo de las pginas, dice el firmante de una de las tarjetas postales de julio se 1979, como ardillas, ardillas, en un bosque. En cuanto al mono de La mano de Heidegger (Psyche), ste toma, agarra pero no podra dar, ni saludar, ni sobre todo pen- sar, segn el Maestro Heidegger. El erizo de Qu es la poesa? lleva entre sus pelos, entre otras cosas, y en esa carta en primera per- sona, la herencia de un pedazo de mi nombre. Firmado Hormigas en Lectures de la diffrence sexuelle. Puesto que, por otra parte, lo hago notar de pasada, casi todos estos animales son acogidos, de manera cada vez ms deliberada, en la apertura de la diferencia sexual. Ms precisamente de las diferen- cias sexuales, a saber, de lo que est esencialmente silenciado en casi todos los grandes tratados de estilo filosfico sobre la animalidad del animal. Esta apertura, al inicio de las diferencias sexuales, fue la pista misma del erizo y del hormiga pero, sobre todo, en el escrito ms re- ciente, ah donde se trata precisamente de la desnudez, con y sin velo, el pensamiento de lo que est, se dice, desnudo como un gusano, Un gusano de seda. De un extremo al otro, este diario en tres tiempos nombra el equvoco de la experiencia sexual en su nacimiento. Trata 18. "Un ver a soie, publicado, en un primer momento, en Contretemps 2/3 (fe- brero de 1997), ms tarde en Voiles (con H. Cixous), Galile, Paris, 1998 ["Un verme de seda, en Velos, trad. de M. Negrn, Siglo XXI, Mxico, 2001]. 52 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE lUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUARA) de los velos del pudor y de la verdad al tiempo que recuerda uno de los orgenes zootobiogrficos de mi bestiario. Tras haber apuntado que era imposible discernir un sexo", el nio recuerda: [ ... ] haba efectivamente como una boca marrn pero no se poda reconocer en ella el orificio que era preciso imaginar en el origen de su seda, en esa leche convertida en hilo, en ese filamento que prolon- gaba su cuerpo y que se retena all todava cierto tiempo: la saliva deshilachada de un esperma muy fino, brillante, reluciente, el milagro de una eyaculacin femenina que tomara la luz y que yo me coma con los ojos [ ... ]. El desplazamiento de s de ese fantasmita de pene era ereccin o deshinchamiento? Observaba el progreso invisible de su tejer, un poco como si fuera a sorprender el secreto de un prodi- gio, el secreto de aquel secreto all, en la distancia infinita del animal, de esta pequea verga inocente, tan ajena pero tan prxima en su alejamiento incalculable. Ms adelante, el nio contina: [ ... lla hilatura de sus hilos, de sus hijos o de sus hijas -ms all de toda diferencia sexual o, ms bien, de toda dualidad de los sexos, e incluso de toda cpula-o Al principio, hubo el gusano que fue y no fue un sexo, el nio lo vea muy bien, un sexo quiz pero entonces cul? Su bestiario comenzaba l9
Diferencia rtmica entre ereccin y deshinchamiento. Est sin duda en el centro de lo que nos ocupa aqu, a saber, un sentimiento de pudor vinculado a la posicin vertical-por lo tanto, a la ereccin en general y no solamente al levantamiento flico- y al cara a cara. Dejemos esta observacin para ms tarde o para discutirla, especial- mente, en lo que se refiere a la diferencia sexual en el pudor mismo: Por qu el hombre sera a la vez ms y menos pdico que la mujer? Qu debe ser el pudor para ese a la vez" del ms y menos,,? Me autorizo con el ttulo de nuestro programa para seguir pa- sando lista a algunos de mis animales de ayer o de anteayer. Esto nos sita incluso en la obligacin de cruzar el animal con la autobio- grafa. Confieso as la vieja obsesin de un bestiario personal y un poco paradisaco. Dicha obsesin se anunci muy pronto: proyecto loco de convertir todo lo que se piensa o se escribe en zoosfera, el sueo de una hospitalidad absoluta o de una apropiacin infinita. Cmo acoger o liberar tantos animotes en m? mn m, para m, 19. [bid., pp. 83-84 [trad. cit., p. 86]. 53 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO como yo? Eso habra dado como resultado a la vez ms y menos que un bestiario. Era preciso, sobre todo, evitar la fbula. La afabulacin -conocemos la historia- sigue siendo un amaestramiento antropo- mrfico, un sometimiento moralizador, una domesticacin. Siempre un discurso del hombre; sobre el hombre, incluso sobre la animalidad del hombre, pero para e! hombre y en el hombre. Antes de! bestiario fabuloso me habr otorgado una horda de ani- males, ms bien, en el bosque de mis propios signos y las memorias de mi memoria. He pensado en semejante compaa desde siempre, sin duda, mucho antes de la visitacin de innumerables animales que superpueblan ahora mis textos. Mucho antes que el hormiga, el erizo o el gusano de seda de ayer; mucho antes que la araa, la abeja o las serpientes de Freud y la escena de la escritura (La escritura y la di- ferencia) o de La mitologa blanca (Mdrgenes); mucho antes que los lobos del Hombre de los lobos en Fors (Le Verbier de I'Homme aux loups); mucho antes que el caballo de Espolones, pero sobre todo mucho antes que el caballo de Kant del que se dice en Parergon (La verdad en pintura), a propsito de la teora kantiana de la belleza libre y la belleza adherente, que a diferencia de los pjaros y crust- ceos ese caballo incomoda a Kant (incomoda la teora, segn se lo tenga por salvaje o domesticado, explotado, domado, orientado por e! hombre, por e! sujeto de los juicios esttico y teleolgico; relevado por e! caballo berberisco que corre en medio de Glas, ese caballo de Parergon es al que, por lo dems, se compara con e! buey, el cordero, el puerco y e! asno; hubo tambin un asno completamente distinto, el asno de todas las referencias multiplicadas, tras las huellas de Zaratustra, con el fa Ja de la afirmacin); mucho antes que el topo de no s dnde, en Espectros de Marx creo; mucho antes que la liebre de Florian y que e! cisne negro de Kant en Polticas de la amistad, pero tambin mucho antes que aquellos que llamo secretamente mis amigos los pjaros de Laguna Beach en Circonfesin donde vuel- vo a poner tambin en escena algunas gallinas blancas sacrificadas en el PaRDeS, el da de! gran perdn de mi infancia argelina; y todava mucho antes que e! pez de + R en La verdad en pintura, que con- juga el yO con e! Ich de Ichtus, de Ish y de Ish, que entrecruza como Khi, mediante un quiasmo, con cierta Qui-mera, Qui-madre cuyo nombre se descompone en Glas, donde cierta guila sobrevuela las dos columnas; mucho antes que todos los virus muertos-vivientes que retornan, indecisos entre vida y muerte, entre animal y vegetal, desde todas partes a obsesionar a la escritura; mucho antes que el recuerdo de todos los animales de Nietzsche en Espolones pero tam- bin en Otobiographies, con cierto perro hipcrita (la Iglesia) y las 54 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) orejas de un perro de fongrafo; mucho antes que la zooliteratura de Ponge en SignPonge (la golondrina, la gamba, la ostra), mucho antes que la esponja misma, ese zofito marino que se considera equi- vocadamente un vegetal y de la que he hablado aqu mismo pero a la que haba dedicado un pasaje antes, de nuevo en La mitolo- ga blanca, en torno a lo que Bachelard designa con el nombre de metafsica de la esponja. Pero como, al final del recorrido, deseara volver detenidamente sobre el tratamiento del animal en Heidegger, permitidme dejar un lugar especial, en esta pequea taxonoma en forma de recordatorio, para una nota entre corchetes. Est en Del espritu. Este librito trata amplia y directamente de ese concepto heideggeriano del animal como pobre en mundo (weltarm) cuyo anlisis querra todava proseguir maana, lo ms cerca posible del seminario de 1929-1930. La susodicha nota entre corchetes, en mi tex- to, no pertenece aparentemente a ese desarrollo sobre la problemtica del animal. Escenifica la voracidad roedora, rumiante y silenciosa de un animal-mquina [ ... ] su implacable lgica. Se parece solamente a un animal-mquina, cartesiano o no. Es un animal de lectura y de reescritura: estar funcionando en todas las pistas en que estamos aqu empeados, anuncindolas y rastrendolas de antemano: [Pausa, un instante: para soar con la figura del corpus heideggeria- no el da en que hayamos realizado efectivamente en l, con toda la aplicacin y la consecuencia requeridas, las operaciones prescritas por l en un momento u otro: evitar la palabra espritu, ponerla al menos entre comillas, despus tachar todos los nombres que se refieren al mundo cada vez que se habla de algo que, como el ani- mal, no tiene Dasein y, por lo tanto, no tiene o tiene poco mundo. Despus tachar en todas partes la palabra ser con una cruz y, por fin, tachar sin cruz todos los puntos de interrogacin cuando se trate del lenguaje, es decir, indirectamente de todo, etc. Nos imaginamos la superficie de un texto expuesta a la voracidad roedora, rumiante y silenciosa de semejante animal-mquina, a su implacable lgica. sta no sera simplemente sin espritu, sera una figura del mal. La lectura perversa de Heidegger. Fin de la pausa 20 .] 20. De l'esprit. Heidegger et la question, Calile, Paris, 1987, pp. 152-153 [Del espritu. Heidegger y la pregunta, trad. de M. Arranz, Pre-Textos, Valencia, pp. 151- 152]. Ese lenguaje del que habla entonces Heidegger, ese lenguaje sin pregunta, sin punto de interrogacin, ese lenguaje de antes de la pregunta, ese lenguaje de la Zusage (aquiescencia, afirmacin, acuerdo, etc.) sera por consiguiente un lenguaje sin respuesta? Un momento del lenguaje por esencia desligado de toda relacin con la respuesta esperada? Pero, si se vincula el concepto del animal, como lo hacen todos ellos, desde Descartes hasta Heidegger, desde Kant hasta Lvinas y hasta Lacan, a la doble imposibilidad, a la doble incapacidad de la pregunta-respuesta, acaso entonces 55 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO Este animal-mquina tiene un aire de familia con el virus que obsesiona, aunque no invada, todo lo que escribo. Ni animal ni no- animal, ni orgnico ni inorgnico, ni vivo ni muerto, este invasor po- tencial sera como un virus de ordenador. Se alojara en un operador de escritura, de lectura, de interpretacin. Pero, si puedo sealarlo anticipando ampliamente lo que seguir, ste sera un animal capaz de tachar (por lo tanto, de borrar una huella, aquello de lo cual Lacan dice que el animal es incapaz). Este casi-animal ya no tendra que referirse al ser como tal (aquello de lo cual Heidegger dice que el ani- mal es incapaz) puesto que levantara acta de la .necesidad de tachar el ser. Pero, entonces, tachar el ser e ir ms all o ms ac de la pregunta (por lo tanto, de la respuesta) es algo radicalmente distinto de una especie de animal? Otra cuestin que continuar. Seguimos, nos seguimos. No os impondr una exhibicin de esta teora de animotes que estoy si(gui)endo o que me siguen por todas partes y cuya memoria me resulta inagotable. Lejos del arca de No, la cosa se convertira en un circo, en el momento en que un exhibi- dar de animales hace desfilar en l a sus tristes sujetos con el lomo encorvado. El animote mltiple seguira sufriendo al tener siempre al amo encima de l. Estara hasta las narices de que lo domestiquen, amaestren, adiestren, lo vuelvan dcil, lo controlen, lo domen de esta forma. En lugar de esta casa de fieras con la cual las malas lenguas podran comparar mi autobibliografa, recordar solamente la idea o, ms bien, la apuesta dudosa de un bestiario filosfico, del bestiario en el origen de la filosofa. ste no se haba impuesto, en primer lugar, por azar en los aledaos de un pharmakon indecidible. A propsito de la irona socrtica, que precipita un pharmakon al contacto de otro pharmakon, es decir, invierte el poder y vuelve del revs la superficie del pharmakon, intent entonces (en 1968, hace por lo tanto treinta aos) imaginar lo que habra podido ser el programa de un bestiario socrtico en vsperas de la filosofa y, ms precisamente (lo sealo puesto que hablaremos otra vez de ello esta tarde en torno a Descartes), en un lugar en donde lo demnico, lo maligno, inclu- so el genio maligno no carece de afinidad con el animal: un animal maligno, por lo tanto, perverso, a la vez inocente, astuto y malfico. Por limitarnos aqu al programa, una nota precisaba, justo en medio, el momento, la instancia, la posibilidad de la Zusage pertenece a una experiencia del lenguaje de la que se puede decir que, incluso si no es animal" en s misma, el anima)., no podra estar privado de ella? Bastara esto para desestabilizar toda una tradicin, para privarla de su argumentacin fundamental. 56 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) en pleno centro de la encuadernacin, entre las dos partes de la La farmacia de Platn, ese paso de las fronteras alternativas: A la vez y/o por turno, el pharmakon socrtico petrifica y despierta, anestesia y sensibiliza, tranquiliza y angustia. Scrates es el torpe- do narctico pero tambin el animal con aguijn [referencia a unos textos muy conocidos]: recordemos la abeja del Fedn (91 c); ms adelante abriremos la Apologa en el momento en que Scrates se compara precisamente al tbano. Toda esta configuracin de Scra- tes compone un bestiario. [Desde luego, como se trata de figuras de animales en la presentacin de s de Scrates, se trata efectivamen- te de un Scrates animal autobiogrfico.] Es sorprendente que lo demnico se firme en un bestiario? Es a partir de esa ambivalencia zoofarmacutica y de esa otra analoga socrtica como se determinan los lmites del anthropos21. A riesgo de equivocarme y de tener un da que retractarme (lo que aceptara gustoso), me atrever a decir que, ni por parte de un gran filsofo, de Platn a Heidegger, ni por parte de quienquiera que aborde filosficamente, en cuanto tal, la susodicha cuestin del animal y del lmite entre el animal y el hombre, he reconocido nunca una protesta de principio y, menos an, una protesta consecuente contra ese singular general: el animal. Ni contra el singular gene- ral de un animal con una sexualidad bsicamente indiferenciada -o neutralizada cuando no Semejante laguna no se deja di- sociar de muchas otras que forman, volveremos sobre ello, o bien la premisa o bien la consecuencia de este asunto. Jams se ha pedido cambiar filosficamente esta apuesta filosfica o metafsica. Digo bien filosfica --o metafsica- puesto que este gesto me parece cons- titutivo de la filosofa misma, del filosofema en cuanto tal. No digo que todos los filsofos se hayan puesto de acuerdo en la definicin del lmite que separara al hombre en general de! animal en general (aunque ste sea uno de los lugares ms acogedores de consenso y, sin duda, la forma dominante del consenso). Pero a pesar, a travs y ms all de todas sus discrepancias, los filsofos, siempre, todos los filsofos han considerado que este lmite era uno e indivisible; y que del otro lado de este lmite haba un inmenso grupo, un solo conjun- to fundamentalmente homogneo que se tena e! derecho, el derecho terico o filosfico, de distinguir o de oponer: a saber, el del Animal 21. "La pharmacie de Platon, en J. Derrida, La dissminatioll, Seuil, Paris, 1972, p. 136, nota 47 [La diseminacin, trad. de J. M. Arancibia, Fundamentos, Madrid, 1997, p. 179]. 57 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO en general, el del Animal en singular general. Todo el reino animal a excepcin del hombre. El derecho filosfico se presenta entonces como el derecho del sentido comn. Este acuerdo del sentido fi- losfico y del sentido comn para hablar tranquilamente del Animal en singular general es, quizs, una de las ms grandes animaladas y de las ms sintomticas de aquellos que se denominan hombres. Volveremos a hablar quiz de la animalada y de la bestialidad ms adelante, como de aquello de lo que los animales estn en todo caso por definicin exentos. No sera posible hablar, no se hace nunca por lo dems, de la animalada o de la bestialidad de un animal. sta sera una proyeccin antropomrfica de lo que queda reservado al hombre como la nica garanta finalmente y el nico riesgo de un propio del hombre. Podemos preguntarnos por qu el ltimo atrincheramiento de un propio del hombre, si lo hay, la propiedad que, en ningn caso, podra atribursele al animal o al dios se denominara de este modo la animalada o la bestialidad. Las decisiones interpretativas (con todas sus consecuencias me- tafsicas, ticas, jurdicas, polticas, etc.) dependen as de lo que se presupone en el singular general de esta palabra, el Animal. Estuve tentado, por consiguiente, en un momento dado, para indicar mi camino, no solamente de conservar esta palabra entre comillas como una cita para analizar sino de cambiar de palabra de inmediato, para marcar muy bien que se trata tambin de una palabra, solamente de una palabra, de la palabra anima!; de forjar otra palabra singular, a la vez prxima y radicalmente extraa, una palabra quimrica que contraviene la ley de la lengua francesa, el animot. Ecce animote. Ni una especie, ni un gnero, ni un individuo: es una irreductible multiplicidad viva de mortales y, antes de un doble clon o un acrnimo, una especie de hbrido monstruoso. Una quime- ra que espera que su Belerofonte le d muerte. Quin fue Quimera? Qu fue Quimera? Khimaira, ya lo sabemos, ese nombre propio design un mons- truo que escupa fuego. Su monstruosidad se deba a la multiplicidad, justamente, de los animales, del animote en l (cabeza y pecho de len, entraas de cabra, cola de dragn): quimera de Licia, nacida de Tifn y de Equidna. Equidna, el nombre comn, significa serpiente, ms precisamente vbora y, a veces, figuradamente, mujer prfida, una serpiente que no se podra encantar ni hacer erguirse al son de una flauta. Es tambin el nombre, equidna (echidna en ingls), que se da a un animal muy singular que slo vive en Australia y Nueva Guinea. Este mamfero pone huevos, algo bastante raro. Tenemos un 58 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) mamfero ovparo, por lo tanto, e insectvoro, monotrema tambin. No tiene ms que un orificio (mono-trema) til para todos los fines posibles, para los conductos urinarios, e! recto y las vas genitales. Se- gn la opinin de todo el mundo, e! equidna se parece al erizo. Junto al ornitorrinco, las cinco especies de equidna forman e! conjunto de los monotremas. Nacida de Tifn y de Equidna, Khimaira me interesa, por con- siguiente, puesto que quimrico ser mi discurso y poco a poco dir las razones de ello. En primer lugar, por mi viejo apego ambiguo a la figura de Be!erofonte, aquel que dio muerte a Khimaira. Merecera una dcada para l solo. Representa, es bien sabido, la figura del cazador. l sigue. Es aquel que sigue. Sigue y persigue a la bestia. Be!erofonte dira: yo sigo, persigo, acoso, domino y domo al animal. El animal fue, ante todo, Pegaso (antes que Quimera) al que Be!ero- fonte sujeta por e! bocado, un "bocado de oro que Atenea le haba regalado. Agarrndole por el bocado le hace bailar, le ordena unos pasos de danza. Subrayo de paso esta alusin a la coreografa de! animal para anunciar que, mucho ms tarde, nos encontraremos con cierta danzidad de! animal bajo la pluma de Lacan. Pegaso, caballo arquetpico, hijo de Poseidn y de la Gorgona, era por lo tanto e! hermanastro de! propio Belerofonte que, descendiendo as de! mis- mo dios que Pegaso, termina siguiendo y domando a una especie de hermano, a otro s mismo: yo estoy si(gui)endo a medias (a) mi hermano, dira ste en suma, estoy si(gui)endo (a) mi otro y puedo ms que l, le sujeto por el bocado. Qu se hace cuando se sujeta a su otro por e! bocado? Cundo se sujeta a su hermano o su herma- nastro por el bocado? Entre Can y Abe! hubo tambin animal muerto. Y animal do- mesticado, criado, sacrificado. El hermano mayor, Can, el agricul- tor, por lo tanto, e! sedentario, ve cmo Dios rechazada su ofrenda de los frutos de la tierra, un Dios que, antes que stos, prefiere como ofrenda los primognitos de! rebao de Abe!, e! pastor. Dios prefiere el sacrificio de! mismo animal que dej que Adn nombrase: para ver. Como si, desde e! adiestramiento deseado por Dios hasta e! sacrificio del animal preferido por Dios, la invencin de los nombres, la libertad que se le dej a Adn o a Ish para nombrar a los animales no hubiera sido ms que una etapa para ver, con vistas a proveer de carne de sacrificio en ofrenda a Dios. Yendo mucho ms deprisa diramos que dar e! nombre sera asimismo sacrificar a Dios algo que est vivo. El asesinato de! hermano que sigui a esto pone fecha a una especie de segundo pecado original pero, esta vez, dos veces vinculado a la sangre, ya que el asesinato de Abe! sigue, como 59 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO su consecuencia, al sacrificio del animal que el mismo Abel supo ofre- cer a Dios. Lo que me atrevo a llamar aqu el segundo pecado origi- nal est, por lo tanto, todava vinculado, como en el episodio de la serpiente, a una aparicin del animal pero parece esta vez ms grave y ms determinante. De una parte, en efecto, Can confiesa una falta excesiva; ha matado a su hermano despus de no haber sacrificado un animal a Dios. Esta falta le parece a l mismo imperdonable, no slo una falta por omisin sino una falta excesivamente culpable, demasiado gra- ve. Pero una falta no es siempre por esencia excesiva? Del mismo modo que lo es el defecto ante el hace falta? Can dice a Yahv: 'iMi falta es demasiado grande para que la soporte!' (Dhormes). Mi dao es demasiado grande para ser soportado (Chouraqui). Este exceso se pagar de dos maneras: mediante la huida, cierta- mente, y Can dice sentirse despedido, expulsado, acosado, per- seguido <me has expulsado, me has despedido, le dice a Dios); pero tambin, dentro de la huida misma de aquel que se siente des- pedido, mediante el ocultamiento de s, mediante el velo tambin de otra desnudez, mediante el velo confesado <Me esconder de tu presencia. Ser fugitivo y huido en la tierra y suceder que cualquiera que me hallare me matar [Dhormes], Me velar frente a ti. Ser inestable, errabundo en la Tierra: / y aquel que me encuentre me matar [Chouraqui]). Hay por consiguiente crimen, vergenza, ale- jamiento, retirada del crimina\. Aqul est a la vez huido y despedido pero tambin condenado al pudor y a ocultarse. Debe esconder la desnudez bajo el velo. Un poco como tras un segundo pecado ori- ginal, esta prueba sigue al asesinato del hermano, ciertamente, pero sigue tambin a la prueba a la que le ha sometido un Dios que prefiri la ofrenda animal de Abe\. Puesto que Dios haba puesto a Can a prueba organizando una especie de tentacin. Le haba tendido una trampa. El lenguaje de Yahv es efectivamente el de un cazador. Se dira que es el de un pastor criador nmada, como Abel, que es un pastor de ovejas o pastor de pequeo ganado por oposicin al agricultor sedentario, al cultivador del suelo, al siervo de la gle- ba que era Can cuando le ofreci los frutos de la tierra o de la gleba. Despus de haber rechazado su ofrenda vegetal y de haber preferido la ofrenda animal de Abel, Dios exhort a un Can desalen- tado a no perder el semblante, en suma, para estar en guardia y no ceder al pecado, a la falta que, en adelante, le acechaba a la vuelta de la esquina. Le alienta a evitar la trampa de la tentacin y una vez ms a adiestrar, a dominar, a gobernar: 60 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUARA) Entonces Yahv dice a Can: Por qu te encolerizas y por qu tu rostro se muestra abatido? Si te comportaras bien, no te erguiras? Mas, al no hacer bien, el Pecado est agazapado en tu puerta [subrayo esta palabra, agazapado, que designa al pecado como un animal que acecha en la sombra y espera a su presa dispuesta para caer en la trampa, su vctima presa de una tentacin, un cebo o un seuelo]: Su impulso tiende hacia ti, pero t idomnalo! (Dhormes). La palabra agazapado aparece tambin en la traduccin sin em- bargo tan diferente de Chouraqui: [ ... ] en el umbral, la culpa est agazapada; a ti est destinado pade- cerla. iGobirnala! Al matar a su hermano, Can cae en la trampa, habr sido presa del mal agazapado en la sombra como un animal. Pero, por otra parte, las paradojas de esta caza del hombre se prosiguen como una serie de pruebas experimentales: para vef. Despus de haber cado en la trampa y haber matado a Abel, Can se cubre con un velo de vergenza, huye, errabundo, despedido, aco- rralado a su vez como un animal. Dios promete entonces proteccin y venganza a este animal humano. Como si se arrepintiese. Como si se avergonzase o reconociese haber preferido el sacrificio animal. Como si confesara de ese modo un remordimiento en relacin con el animal. (Ese momento de arrepentimiento o de retractacin, de vuelta sobre s -inmenso problema de traduccin, apuesta ilimi- tada de esta semntica que dejo aqu de lado, provisionalmente- no es el nico; existe, por lo menos, el momento del diluvio, otra his- toria de animales 22 .) Dios promete entonces siete venganzas, ni ms ni menos. Se compromete a vengarse siete veces de cualquiera que matase a Can, es decir, vengar al asesino de su hermano que, tras ese segundo pecado original, ha velado la desnudez de su rostro despres- tigiado ante Dios. Esta insistencia redoblada en la desnudez, la falta y el defecto en el origen de la historia humana y en relacin con el animal, no podemos, una vez ms, dejar de asociarla al mito de Epimeteo y de Prometeo: el hombre recibe en primer lugar el fuego y la tcnica 22. Gnesis 6, 6; Yahv se arrepinti de haber hecho al hombre sobre la tierra [ ... h [ ] me arrepiento de haberlos hecho (Dhormes). Chouraqui utiliza el verbo "lamentar (<<[ ] lamento [ ... ], ,,[ ... ] he lamentado [ ... H. La KingJames Version de la Biblia dice tambin it repented the Lord, it repenteth me. Insisto en este casi-re- mordimiento puesto que precede inmediatamente al arca de No y a la nueva alianza: esta vez con todos los seres vivos que acompaan a No. Volver sobre ello en otra parte. 61 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO para compensar su desnudez, aunque no todava el arte de la poltica. Despus recibe, esta vez de Hermes, el pudor o el honor y la justicia (a idos y dike) que le permitirn llevar a la ciudad (polis) armona y lazos de amistad (desmoi philias). Acercando de este modo el Gnesis y el mito griego, una vez ms y siempre con vistas al animal, al defecto y a la desnudez, no especulo con ninguna hiptesis de historia comparada o de anlisis . estructural de los mitos. Estos relatos tienen un estatus y un origen heterogneos. No los considero tampoco ni causas ni orgenes de nada. Ni verdades ni veredictos. Los considero simplemente dos tra- ducciones sintomticas cuya necesidad interna se confirma tanto ms cuanto que ciertos trazos se cruzan en parte de una traduccin a la otra. Traduccin de qu? Pues bien, digamos de cierto estado, de cierta situacin -del proceso, del mundo, de la vida entre esos seres vivos para la muerte que son las especies animales, los otros animales y los hombres-o Rasgos comunes o anlogos tanto ms predominantes cuanto que su formalizacin, aquella a la que nosotros nos entregamos aqu, per- mitir hacer aparecer en todo el discurso sobre el animal, particu- larmente en el discurso filosfico occidental, la misma caracterstica dominante, la misma recurrencia de un esquema en realidad invaria- ble. Cul? El siguiente: lo propio del hombre, su superioridad para someter al animal, su propio devenir-sujeto, su historicidad, su salida fuera de la naturaleza, su socialidad, su acceso al saber y a la tcnica, todo eso y todo lo que constituye (con un nmero no finito de pre- dicados) lo propio del hombre se debera a ese defecto originario, incluso a ese defecto de propiedad, a lo propio del hombre como defecto de propiedad y al hace falta que encuentra ah su energa y su impulso. Probar mejor a demostrarlo ms tarde, de Aristteles a Heidegger, de Descartes a Kant, de Lvinas a Lacan. Belerofonte, una vez ms, no me habra impresionado nicamen- te porque pudo ms que el animal de su hermano o de su hermanastro (Pegaso). Ni nicamente porque venci a la Quimera y as confirm su supremaca de cazador-adiestrador. Sino que toda la gesta de Bele- rofonte puede tambin descifrarse de cabo a rabo como una historia del pudor, de la vergenza, de la discrecin, del honor en cuanto se vincula a la decencia pdica (aischyne, esta vez y no solamente aidos). Esto permite precisar de antemano que la verdad del pudor ser finalmente nuestro tema. Se conocen los plazos con los que est tramada la historia de Belerofonte. Estn todos destinados a poner a prueba su sentido del pudor. Porque se niega a las proposiciones im- pdicas de Estenebea, la mujer de su anfitrin, el rey de Argos, Preto; 62 CAPiTULO 1. El ANIMAL QUE lUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUARA) porque es acusado por esta mujer impdica, que se llamaba tambin Antea, de haber querido seducirla o de perseguirla violentamente, es condenado a muerte por el marido. Pero ste, por respeto a las leyes de la hospitalidad, no puede darle l mismo muerte a su rival. Enva, por lo tanto, a su suegro, el rey de Licia, a un Belerofonte provisto de una carta lacrada que, en lugar de recomendarle a su anfitrin por venir, prescribe su ejecucin (es ya la historia de Hamlet, a quien su padrastro enva a Inglaterra encargndole llevar una carta que le condenaba a muerte. Hamlet desbarata la trampa. Sirva esta alusin a Hamlet para recordar de paso que esta obra de teatro es tambin una extraordinaria zoologa: las figuras animales son all innumerables, un poco como en todas partes en la obra de Shakespeare -con- tinuar-). Belerofonte lleva consigo, sin saberlo, como veredicto, esa carta de muerte cuya verdad ignora. Se convierte en su cartero inconsciente. Pero su segundo anfitrin comienza por albergar a este cartero antes de abrir la carta; se encuentra por lo tanto obligado, l tambin, como constreido por un bocado en potencia, a respetar a su vez las reglas de la hospitalidad y, por lo tanto, a diferir la ejecu- cin. Somete entonces a Belerofonte a una nueva serie de pruebas de caza, de guerra y de combate. Ah se sita la caza de la Quimera. Se deca Quimera invencible, de raza divina y no humana (theion genos, oud'anthropon, dice la I1ada, VI, 182): len por delante, ser- piente por detrs, cabra en el centro, su aliento tena el espantoso brotar de una llama ardiente (chimaira, deinon apopneiousa puros menos aithomenoio). No es as como Descartes -lo vamos a escuchar- describe a la Quimera, aquella cuya existencia hay que excluir en el momento del pienso, luego existo, en la Quinta parte del Discurso del mtodo (<<y podemos imaginar distintamente una cabeza de len engarzada en un cuerpo de cabra, sin que por ello haya que concluir que exista en el mundo una Quimera). Qu es ese mundo? Qu quiere decir mundo? Nos lo pre- guntaremos ms tarde. De paso, se debe dar importancia al hecho de que Descartes, en su descripcin de la Quimera, olvida a la ser- piente? Al igual que Homero, nombra al len y a la cabra pero ol- vida a la serpiente, a saber, la parte de atrs: la serpiente (drakon, el dragn) es la parte trasera del animal, la parte a la vez ms fabulosa y ms quimrica, como,el dragn, y la ms maligna: el genio maligno del animal, el genio maligno como animal, quizs. Cuestin de la serpiente, una vez ms, del mal y del pudor. El ltimo episodio no lo cuenta Homero sino Plutarco. De nue- vo pone a prueba de la desnudez a Belerofonte. Es la sptima y la 63 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO ltima prueba. Una vez ms Belerofonte cae presa, por as decir- lo, de las mujeres. Con un movimiento de vergenza o de pudor (hyp'aischynes) ante las mujeres, retrocede as exasperado por la persecucin encarnizada de la que es vctima por parte de su suegro y bates. Haba decidido destruir la ciudad. Con ayuda de Poseidn, su padre, se aproxima a la ciudad seguido por una oleada que ame- naza con engullirlo todo. Entonces las mujeres caen sobre l, se le ofrecen con impudor; tienen la doble indecencia de exponerse des- nudas, de ofrecer sus cuerpos y de prostituirse, es decir, de venderse. Intentan seducirle a cambio de su salvacin. y, ante la pornografa, Belerofonte flojea. No cede a sus proposiciones impdicas sino, al contrario, cede al movimiento de su propio pudor: retrocede ante el impudor de esas mujeres. Se retira, se bate en retirada por vergenza (hyp'aischynes) ante la conducta vergonzosa de esas mujeres. Enton- ces la oleada retrocede, la ciudad se salva. Este movimiento de ver- genza, esta retencin, esta inhibicin, esta retirada, este retroceso es, sin duda, igual que la pulsin inmunitaria, la proteccin de lo in- mune, de lo sagrado (heilig), de lo santo, de lo separado (kadouch), el origen mismo de lo religioso, del escrpulo religioso. He probado a consagrar a esto algunos anlisis y a ponerlo en relacin con lo que Heidegger llama la Verhaltenheit, la reserva, en los Aportes ... De igual modo que en el texto Fe y saber, donde intent tener en cuenta todas las paradojas de lo auto inmunitario, habr estado tentado hoy, pero no lo har por falta de tiempo, de poner de nuevo en escena esta terrible perversin, siempre posible, de lo inmunitario en auto-inmunitario y de encontrarle algn parentesco, analgico o virtual, con la autobiografa. La autobiografa, la escritura de s del ser vivo, la huella del ser vivo para s, el ser para s, la auto-afeccin o la auto-infeccin como memoria o archivo de lo vivo sera un movimiento inmunitario (por consiguiente un movimiento de salvacin, de salvamento y de re- dencin de lo salvo, de lo santo, de lo inmune, de lo indemne, de la desnudez virginal e intacta) pero un movimiento inmunitario siem- pre amenazado de tornarse auto-inmunitario, como todo autos, toda ipseidad, todo movimiento automtico, automvil, autnomo, auto- referencial. Nada corre el riesgo de resultar tan emponzoador como una autobiografa, emponzoador para s, en primer lugar, auto-in- feccioso para el presunto firmante as auto-afectado. Ecce animote, deca yo antes de este largo rodeo. Para no herir los odos [franceses] demasiado sensibles a la ortografa o a la gra- mtica, no repetir demasiado a menudo esta palabra, el animote. Lo 64 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) har a veces, pero os pido que lo sustituyis en silencio cada vez que, a partir de ahora, yo diga el animal o los animales. Con la quimera de esta palabra singular, el animot, el animote, mezclo tres partes heterogneas en el mismo cuerpo verbal. 1. Querra dar a entender el plural de animales en el singular: no hay el Animal en singular general, separado del hombre por un solo lmite indivisible. Es preciso afrontar que hay unos seres vivos cuya pluralidad no se deja reunir en la sola figura de la animalidad simplemente opuesta a la humanidad. No se trata, evidentemente, de ignorar o borrar todo lo que separa a los hombres de los otros ani- males y de reconstruir un nico gran conjunto, un nico gran rbol genealgico fundamentalmente homogneo y continuo del animote al Hamo ({aber, sapiens o qu s yo cuntos ms). Sera una tontera y una tontera an mayor sospechar que, aqu, alguien lo hiciese. No dedicar un segundo de ms, por lo tanto, a la doble tontera de esta sospecha aunque, por desgracia, est bastante extendida. Sera preci- so, repito, ms bien tener en cuenta una multiplicidad de lmites y de estructuras heterogneas: entre los no-humanos, y separados de los no-humanos, hay una multiplicidad inmensa de otros seres vivos que no se dejan en ningn caso homogeneizar, excepto por violencia y desconocimiento interesado, bajo la categora de lo que se denomina el animal o la animalidad en general. Enseguida hay animales y, diga- mos, el animote. La confusin de todos los seres vivos no humanos bajo la categora comn y general del animal no es solamente una falta contra la exigencia de pensamiento, la vigilancia o la lucidez, la autoridad de la experiencia, es tambin un crimen: no un crimen contra la animalidad, precisamente, sino un primer crimen contra los animales, contra unos animales. Deberamos aceptar que se dije- se que cualquier asesinato, cualquier transgresin del No matars slo puede referirse al hombre (pregunta por venir) y que, en suma, no hay ms crimen que contra la humanidad? 2. El sufijo motee) en el animot(e)) debera retrotraernos a la pa- labra, incluso a la palabra denominada nombre. Abre a la experiencia referencial de la cosa como tal, como lo que sta es en su ser y, por consiguiente, a esa apuesta por donde siempre se ha querido hacer pasar el lmite, el nico e indivisible lmite que separara al hombre del animal, a saber, la palabra, el lenguaje nominal de la palabra, la voz que nombra y que nombra la cosa en cuanto tal, tal y como apa- rece en su ser (momento heideggeriano de la demostracin que nos espera). El animal estara en ltima instancia privado de la palabra, de esa palabra que se denomina nombre. 65 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO 3. No se tratara de restituir la palabra a los animales sino quiz de acceder a un pensamiento, por quimrico o fabuloso que sea, que piense de otro modo la ausencia del nombre o de la palabra; y de otra manera que como una privacin. Ecce animote, ste es el anuncio cuya huella, en cierto modo, ras- treo, a ttulo del animal autogrfico, en respuesta aventurada, fabulo- sa o quimrica a la pregunta Pero yo quin soy? que he apostado por tratar como la pregunta del animal autobiogrfico. Este ttulo, l mismo un poco quimrico, sorprende quizs. Conjuga dos veces dos alianzas tan inesperadas como irrecusables. Por una parte, nos hace pensar -en el modo familiar de la con- versacin coloquial, de la sugerencia que jugara ingeniosamente con el idioma- que, efectivamente, entre los hombres, los escritores o los filsofos hay quienes, por carcter, sienten inclinacin por la au- tobiografa, el sentido o el deseo irresistible de la autobiografa. Di- ramos: Es un animal autobiogrfico, lo mismo que se dice: Es un animal de teatro, un animal de trofeo, un animal poltico, no en el sentido en que se ha podido definir al hombre como animal poltico sino en el sentido del individuo que tiene el gusto, el talento, la ob- sesin compulsiva por la poltica: aqul que ama la poltica y le gusta dedicarse a ella. Y lo hace bien. En este sentido, el animal autobio- grfico sera esa clase de hombre o de mujer que elige o que no puede evitar ceder, por carcter, a la confidencia autobiogrfica. Aquel o aquella que se sienten a gusto en la autobiografa. Y en la historia de la literatura o de la filosofa, por sugerirlo de manera sumaria, hay animales autobiogrficos, ms autobiogrficos que otros, animales de autobiografa: antes Montaigne que Malherbe y antes Rousseau, los lricos y los romnticos, Proust y Gide, Virginia Wolf, Gertrude Stein, Celan, Bataille, Genet, Duras, Cixous, pero tambin (siendo el asunto ms raro y complicado, en su estructura, del lado de la filosofa) antes Agustn y Descartes que Spinoza y antes Kierkegaard, en el juego de tantos seudnimos, que Hegel, antes Nietzsche que Marx -y, al ponerse las cosas realmente demasiado complicadas (es precisamente nuestro tema), prefiero detener aqu la lista de los ejem- plos-. Con los problemas que plantea, esta connotacin del animal autobiogrfico debe ciertamente seguir estando presente, lateralmen- te, en nuestra reflexin. Pesar en ella con todo su peso virtual. Pero, por otra parte, no es en este empleo de la expresin animal autobiogrfico en el que pensaba en ltimo lugar y para llegar al fondo del asunto, si es que lo hay. Resulta que, entre la palabra yo y la palabra anima],>, hay toda clase de cruces significativos. Son a la vez funcionales y referenciales, gramaticales y semnticos. Dos sin- 66 CAPiTULO 1. EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO (CONTINUAR) guiares generales, en primer lugar: el "yo y el "animal, designan en singular, precedidos de un artculo definido, una generalidad indeter- minada. El "yo es cualquiera, yo soy cualquiera y cualquiera debe poder decir yo para referirse a s mismo, a su propia singularidad. Quienquiera que dice yo o se aprehende o se plantea como yo es un ser vivo animal. Por otra parte, la animalidad, la vida del ser vivo, al menos cuando se pretende poder distinguirla de lo inorgnico, de lo puramente fsico-qumico inerte o cadavrico, se la define normal- mente como sensibilidad, irritabilidad y auto-motricidad, espontanei- dad apta para moverse, para organizarse y afectarse ella misma, para marcarse ella misma, trazarse y afectarse con huellas de s. Esta auto- motricidad como auto-afeccin y relacin consigo, antes incluso de la temtica discursiva de un enunciado o de un ego cogito, incluso de un cogito ergo sum, es el carcter que se le reconoce al ser vivo y a la animalidad en general. Pero entre esta relacin consigo mismo (este S, esta ipseidad) y el yo del yo pienso hay, al parecer, un abismo. Los problemas, como era de esperar, comienzan ah. y vaya pro- blemas! Pero empiezan ah donde se le otorga a la esencia del ser vivo, al animal en general, esta aptitud para ser l mismo, esta aptitud para ser s mismo y, por lo tanto, esta aptitud para ser capaz de afec- tarse a s mismo, con su propio movimiento, de afectarse con huellas de s mismo vivo y, por lo tanto, de autobiografirmarse, de alguna manera. Nadie ha negado nunca al animal ese poder de rastrearse o de trazarse o de volver a trazar un camino de s. En realidad, el lu- gar ms coinplicado del problema es que se le haya negado el poder de transformar esas huellas en lenguaje verbal, de interpelarse con preguntas y respuestas discursivas; que se le haya negado el poder de borrar sus huellas (como har Lacan con todo lo que eso supone y sobre lo cual volveremos). En el cruce de estas dos singularidades generales, el animal (el animote) y el "yo, los yoes, volvemos a ese lugar donde, en una lengua [en francs, por ejemplo], un yo dice yo. Singularmente y en general. Eso puede ser cualquiera, vosotros o yo. Qu ocurre entonces? Cmo puedo decir yo y qu hago entonces? Y, en primer lugar, yo qu soy yo y quin soy yo? Yo: al decir yO, el firmante de una autobiografa pretende- ra sealarse con el dedo, presentarse en el presente (dectico, sui- referencial) en su verdad completamente desnuda. Y en la verdad desnuda, si la hay, de su diferencia sexual, de todas sus diferencias sexuales. Expongo mi desnudez sin pudor, dira aqul, nombrndo- se y respondiendo de su nombre. Podemos dudar de la posibilidad de esta prenda, de esta apuesta, de este deseo o de esta promesa de 67 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO desnudez. La desnudez sigue siendo quizs insostenible. y puedo mostrarme finalmente desnudo a la vista de lo que ellos llaman con el nombre de animal? Debera mostrarme desnudo cuando me mira y me concierne ese ser vivo que ellos llaman con el nombre comn, general y singular de animal? De ahora en adelante, reflexiono sobre la misma cuestin y la reflejo introduciendo en ella un espejo; traigo una psique, un espejo a la habitacin. Ah donde alguna escena auto- biogrfica se organiza, hace falta una psique, un espejo que me refleje desnudo de pies a cabeza. La misma cuestin se convertira entonces en: debera mostrarme pero, al hacerlo, verme desnudo (por lo tan- to reflejar mi imagen en un espejo), cuando me mIra y me concierne ese ser vivo, ese gato que puede estar apresado en el mismo espejo? Hay un narcisismo animal? Pero ese gato no puede tambin ser, desde el fondo de sus ojos, mi primer espejo? El animal en general qu es? Qu quiere decir eso? Quin es? A qu corresponde eso? A quin? Quin responde a quin? Quin responde al nombre comn, general y singular de lo que ellos denominan as tranquilamente el animal? Quin responde? La re- ferencia de lo que me concierne y me mira en nombre del animal, lo que se dice entonces en nombre del animal cuando se recurre al nombre del animal: es lo que se tratara de exponer al desnudo, en la desnudez o el desamparo de quien dice, abriendo la pgina de una autobiografa, he aqu quien soy. Pero yo quin soy? [ ............................................................... ] 68 11 Pero yo quin soy? Tanto si os dirijo a vosotros la pregunta como si, antes que nada, me la planteo a m mismo, sta no me debera concernir ms que a m, a m mismo, a m solo. Y cualquiera que sea la respuesta que yo le d, sta pertenecer a una auto-definicin, al primer gesto de una autobiografa que no compromete sino a la escritura de mi vida, a m mismo, a m solo. Sin embargo, como sabis, dicha cuestin es muchsimo ms vieja que yo: Pero yo quin soy?. Tiene todas las arrugas de una cita y no espera, desde el origen, sino un lifting. La repito, puedo reproducirla mecnicamente; siempre se pudo grabar, siempre la pueden imitar, remedar, psitacizar los animales, por ejem- plo, esos monos o esos loros de los que se dice (aunque Aristteles les negase la mimesis) que imitan sin comprender o sin pensar y, sobre todo, sin responder a las preguntas que se les plantean. Los animales no responden -aseguran tantos filsofos y tericos, desde Aristte- les hasta Lacan- y compartiran esa irresponsabilidad con la escritu- ra, al menos tal y como la interpreta Platn en el Fedro. Lo terrible (deinon) de la escritura, dice Scrates, es que, al igual que la pintura (zographia), las cosas que engendra y que son como seres vivos (hos zonta) no responden (275 d). Cualquiera que sea la pregunta que se les plantea, los escritos se callan, guardan un silencio lleno de dig- nidad o bien responden siempre lo mismo, lo cual no es responder. Habra que comparar aquel clebre pasaje del Fedro, que en su mo- mento tanto me interes al igual que el tema de una animalidad de la escritura, con el de Alicia en el pas de las maravillas: el gato -se dice all, como recordamos- no responde porque responde siempre lo mismo. Descartes dir exactamente lo mismo, y siempre da la im- 69 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO presin de que el hombre tiene menos inters en hacer hincapi en el hecho de que el animal est privado de habla, un zoon alogon, que en el hecho de que est privado y de que priva al hombre de respuesta. Lo que cuenta, en el habla, sera ante todo el intercambio o la pareja pregunta/respuesta. Y, puesto que acabo de aludir al Fedro, sealo de pasada que este gran libro sobre la escritura, incluso sobre la escritu- ra autobiogrfica y el concete a ti mismo, es tambin un gran libro sobre el animal. Desde el comienzo, vemos desfilar por l a Quimera y a Pegaso. En la misma pgina, Scrates habla de la inscripcin dlfi- ca (to Delphikon gramma gnonai emauton) y, al preguntarse quin soy?, no excluye (sta constituir la gran diferencia con Descartes) la posibilidad de ser l mismo un animal singular y de tener que co- nocerse como un extrao animal. Y dice: Debido a lo cual digo adis (chairein) a esas fbulas y, al respecto, me remito a la tradicin: lo dije hace un momento, no son ellas las que examino, sino a m mismo. Acaso soy yo una fiera [una fiera sal- vaje, ti therion] extraamente ms compleja y ms loca de orgullo que Tifn [Tifn es el nombre de un viento que brama y el de un Gigante lleno de orgullo: ser a-typhos es ser modesto, desde el momento en que uno se conoce]? Acaso soy yo un animal (zoon) ms apacible y menos complicado, cuya naturaleza participa de no s qu destino divino y que no est henchida de orgullo? (230 a). Pues el Fedro es asimismo una especie de dilogo de animales. Nos recuerda la voz demnica (mitad animal mitad divina) de Scra- tes, el tiro de los dos caballos, el bueno y el malo; se pregunta por el hecho de que el zoon, el ser vivo, pueda ser denominado tanto mor- tal como inmortal (thneton/athanaton) (245b); invoca el mito de las cigarras que antao fueron hombres capaces, para cantar, de morir y de olvidar la bebida y la comida y, cuando rinden cuenta a Calope y a Urania, las cigarras sealan a los filsofos porque se pasan el tiem- po honrando la msica que es propia de ambas Musas. <<Yo filosofo puede querer decir: en cuanto hombre, soy una cigarra, me acuerdo de lo que soy, una cigarra que recuerda haber sido un hombre: volver sobre m mismo es hacerme volver al canto y a la msica. Ahora bien, podemos nosotros responder a la pregunta Pero yo quin soy?. Y qu es lo que distinguir alguna vez, con total pure- za, la respuesta -as llamada libre y responsable- de la reaccin a un sistema complejo de estmulos? Y qu es una cita, despus de todo? Pero yo quin soy?: todos nosotros hemos ledo esta frase en la segunda de las Meditationes de prima philosophia. La dejaremos 70 CAPiTULO 11 esperando el tiempo que tardamos en dar unos cuantos rodeos pero, os lo prometo, volveremos a pasar dentro de un rato por ese camino de una gran tradicin francesa, la cartesiana, de una filiacin que se remonta hasta el presunto padre de la filosofa francesa. Lo designo con ese nombre de padre por ms de una razn. En primer lugar, para situarnos sobre la pista de la supuesta animalidad del padre absoluto, aquel al que se mata o se ofrece en sacrificio con el fin de instaurar la igualdad de los hermanos. En segundo lugar, porque me gustara someter a vuestra discusin la hiptesis segn la cual algunos de los pensamientos sobre la animalidad aparentemente menos cartesianos, los ms heterogneos al mecanismo del animal- mquina, pertenecen sin embargo a la filiacin del cogito cartesiano. Proceden indefectiblemente de ste y, a veces, como una denegacin sintomtica que considero irrecusable y que nos ordenar conceder un lugar importante a cierto concepto del sntoma. Mis ejemplos o mis re-ferencias ejemplares sern tanto los de Kant y Heidegger como los de Lvinas y Lacan. Habra otros, por supuesto, pero en el tiempo del que disponemos me gustara por lo menos reconocer esos lugares yesos tipos de discurso. Los considero a la vez paradigmti- cos, predominantes y normativos. Organizan una topologa general e incluso, en un sentido un poco nuevo del trmino, una antropologa mundial, una forma para el hombre de hoy de situarse frente a lo que denomina el animal dentro de lo que denomina el mundo; otros tantos motivos, el hombre, el animal y, sobre todo, el mundo que me gustara en cierto modo re-problematizar. Volveremos a pasar ms de una vez por todos estos caminos; sobre todo cuando intente explicarme, con el fin de dar cuenta de ello, lo que ocurri en el momento en que, justo en la mitad del ttulo anunciado, tal y como ste se imprimi en primer lugar en m, El ani- mal que estoy si(gui)endo, me vino hace poco la idea de inscribir la siguiente conjuncin con valor ms o menos silogstico o expletivo: El animal que luego estoy si(gui)endo. Ya lo he dicho ms de una vez: volveremos a pasar por estos caminos. Y es que sera preciso seguir dicha andadura. Mi nica pre- gunta hoy, si quisiramos reducirla a una palabra, sera la cuestin que seguir al continuar, seguir: qu significa seguir, segui- r, continuar, proseguir, incluso perseguir? Qu hacemos cuando seguimos? Qu hago cuando sigo? Cuando voy tras alguien o algo, tras un animal que algunos consideran un algo que no es ne- cesariamente un alguien? Qu quiere decir ir tras? Esta andadura que proseguimos deber parecerse a la de un animal que trata de encontrar algo o trata de escapar. Acaso no se parece al recorrido de 71 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO un animal que, orientndose con el olfato o el odo, vuelve a pasar ms de una vez por el mismo camino con el fin de rastrear huellas, ya sea para olfatear ah la huella de otro, ya sea para borrar la suya multiplicndola, justamente como la de otro, olfateando as lo que, en esta pista, le demostrara que la huella siempre es la de otro; y que, al seguir la consecuencia o la direccin de esta doble sealiza- cin (de lo que se trata es del olfato y lo que se olfatea es siempre la huella del otro), el animal es inevitable y, antes que l, el animote. Dicho con otras palabras, habra que preguntarse en primer lugar por lo que ocurre con el olfato y la olfaccin en la relacin del hombre con el animote y por qu esta zona sensible est tan desatendida o secundarizada en la filosofa y las artes. (Ya habl de ello aqu mismo, hace muchos aos, en torno a Freud y a Kafka, a estar ante la ley y a la gran cuestin de la ereccin del hombre, especialmente en la forma de la posicin erguida, ese privilegio tan ambiguo, y de la ereccin en otro registro, una vez ms, el de la desnudez.) Habra que preguntar- se por otra parte por aquello tras lo cual se pone en movimiento un discurso sobre la huella del otro (ese discurso en cuyo transcurso y recorrido me he cruzado con Lvinas segn lo que l ha denominado un quiasmo) y por qu habra de inscribir en aqulla huella del otro como animal, como animote, lo cual yo no he dejado de hacer pero que Lvinas (dentro de esa tradicin cartesiana de la que acabo de ha- blar y que resulta ser tambin, no de manera fortuita, una tradicin greco-judeo-cristiano-islmica) nunca ha hecho, que yo sepa. Las estrategias de este derecho de seguimiento que acabo de evo- car se parecen a las de la caza, tanto si el animal sigue en ellas su deseo, lo deseable de su deseo (o de su necesidad, diran aquellos que quieren -deseo o necesidad- creer firmemente tanto en la distin- cin entre ambos, deseo y necesidad, como en la diferencia entre el hombre y el animal) como si, al tiempo que sigue su pulsin, el ani- mal es (per)seguido tambin, acosado por la del otro; y no hay que excluir que el mismo ser vivo sea a la vez seguidor y seguido, cazador que se sabe cazado, seductor y seducido, perseguidor y acosado, y que las dos fuerzas de la misma estrategia, incluso del mismo mo- vimiento, se conjuguen no slo en el mismo animal, en el mismo animote, sino en el mismo momento. El animal que luego estoy si(gui)endo, rastreando y que encuen- tra huellas quin es? Habla? Habla francs? Imaginmoslo firman- do una declaracin, una huella entre otras, en primera persona, yo, yo soy. Esta huella ya sera la prenda o el compromiso, la promesa de un discurso del mtodo autobiogrfico. Sea pronunciado o no, expuesto como tal, tematizado, el yo siempre se plantea de forma 72 CAPiTULO 11 autobiogrfica. Se refiere a s mismo, el yo" se muestra, habla de s y de s como ser vivo, vivo en el presente, en el presente viviente, en el momento en que yo se dice, aunque ya fuese un muerto el que habla. Lo auto-biogrfico no tiene por qu acaecer a un yo", vivo o muerto, que vendra a hablar de s. Lo auto-bio-grfico se debe al hecho de que la simple instancia del yo o del autos no se plantea como tal ms que en cuanto signo de vida, de vida en presencia, ma- nifestacin de vida en presencia, aunque aquello que, aquel o aquella que da entonces ese signo de vida haya pasado del lado de la muerte y diga incluso estoy del lado de la muerte o, mejor, del otro lado de la vida. Aunque ese yo", lo cual siempre es posible, sea citado, me- cnicamente repetido por una tcnica de reproduccin o por un ani- mal-mquina de Descartes. Analizamos aqu ese signo de vida dentro de la estructura misma de la auto-posicin del yo o de la ipseidad (aunque esa auto-posicin no sea una enunciacin discursiva o tem- tica). En la estructura fenomenolgica mnima, en el simple aparecer del yo en general es donde situamos la huella de esta manifestacin de s, de esta auto-presentacin como presente viviente, esta prenda autobiogrfica, aunque ese trazar pueda dar lugar a una ilusin y a unas interpretaciones filosficas abusivas, aunque no resulte nada contradictorio, sino todo lo contrario, con ese yo estoy muerto que, hace tiempo, trat de mostrar que estaba en cierto modo impli- cado en todo eogito ergo sum l. [;animal que done je suis y cuya lengua se parece al francs, he ah que firmara una declaracin. Cul? Esta dira lo siguiente: a saber, lo que en adelante estoy si(gui)endo. Al leer, al citar, al descifrar mis huellas. Declino toda responsabilidad. Ya no respondo. Ya no respondo de lo que digo. Respondo que ya no respondo ms. Si al menos fuese un gnero, a saber, un ejercicio provisto de todas las seguridades que puede garantizar una institucin con varios siglos de antigedad, la institucin del gnero denominado autobiografa, podrais reco- nocerle inmediatamente a la autobiografa un mrito insigne: el de permitir a quien habla de s refugiarse, con el fin de declinar cual- quier responsabilidad y cualquier carga de la prueba, detrs de la autoridad artificial de un gnero, detrs del derecho de un gnero cuya pertenencia a la literatura, como bien sabemos, sigue siendo problemtica. Habr hecho correr, como suele decirse, mucha tinta. Liberada de toda carga de la prueba, la autobiografa pura autoriza la 1. Vase La voix et le phnomene, PUF, Pars, 1967 [La voz y el fell6meno, trad. de P. Pealver, Pre-Textos, Valencia, 1985]. 73 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO veracidad o la mentira pero siempre de acuerdo con la escena de un testimonio, es decir, de un os digo la verdad sin pudor, en cueros y a pelo. Como si, al hablar de s, yo, el yo hablase de otro, citase a otro o como si yo hablase de un yo en general, en cueros y a pelo. Con estas palabras, en cueros y a pelo, acabo de ver pasar un animal. Que me mira sin orejeras. Un animal que montamos como un caballo, a pelo, es decir, en cueros. Es prcticamente intraducible la expresin francesa que dice monter un cheval a poil, esto es, a pelo y Sin arreos. y he aqu que ya estamos atrapados en el vello, en el inmenso y frondoso enigma del pelo, del pelaje, del pellejo y de la piel, entre Adn y Prom-Epimeteo, en el bosquecillo pbico que parece rodear o proteger (pero, de qu?) la desnudez de una zona intensamente de- seable pero tambin destinada a la reproduccin de la especie, en el cuerpo de algunos seres vivos. Este enigma del vello pbico arrastr a Freud, al Freud de La feminidad, a aquello que he intentado anali- zar en otros lugares (no vuelvo sobre ello), en Un gusano de seda2, como una fatalidad del delirio terico. Como todo el mundo, Freud considera a la mujer un ser ms naturalmente pdico que el hombre. Pero el pudor es, naturalmente, un movimiento tan aportico, tan contradictorio en s mismo, tan exhibicionista, en su lgica misma, que el ms pdico tambin ser siempre -as es la ley del sntoma- el menos pdico. Son los mismos los que, por las mismas, dicen que la mujer es ms pdica y ms indecente. Y se trata igualmente (para el discurso que no se resiste jams a situar a la mujer y a la criatura del lado del animal) de la ley que rige la desnudez entre lo que se de- nomina el hombre y lo que yo llamo el animote: el animote est ms desnudo que el hombre, el cual est ms desnudo que el animote. Todava me encuentro en la misma habitacin. El animal me mira. Debera confesar pues una vez ms, a riesgo de repetirme compul- sivamente, aadiendo as una nueva vergenza a la doble vergenza de la vergenza de la que hablamos anteriormente, cierta reserva que siempre podis interpretar como una ilusin? No vaya confesar una falta, voy a confesar una vergenza sin falta aparente, la vergenza de avergonzarme de la vergenza, hasta el infinito, la posible falta que consiste en avergonzarse de una falta que nunca sabr si es tal. Me avergenzo de esbozar casi siempre un movimiento de vergenza al aparecer desnudo ante lo que se denomina un animal, un gato por ejemplo, un animal con pelo y vidente, un mamfero sexuado (pues no todos son mamferos sexuados -se trata de una distincin 2. En Voiles (con H. Cixous), Galile, Paris, 1998. 74 CAPiTULO 11 que pocos filsofos han tenido en cuenta, sobre todo dentro de la descendencia cartesiana del discurso sobre el animal en general-, ni todos tienen una cara que me plante cara). Me estremece entonces un movimiento de vergenza, de incomodidad y de pudor: deseo de ir enseguida a vestirme, incluso de volverme de espaldas para que ese gato no me vea desnudo, ms concretamente pues, de frente y con el sexo as expuesto. A lo que ya os he confesado, en el ejercicio autobiogrfico en el que me afano sin miramientos, aadir que la cosa es todava ms intensa y el malestar ms confuso, tanto el miedo como el deseo, el deseo amedrentado (pero cul es este miedo? Y el miedo de qu? De quin?), la incomodidad incluso intolerable, si la fatalidad, digo bien la fatalidad, de dos accidentes viene a complicar la escena o, si prefers, el centro de la habitacin. Ocurre, en primer lugar, cuando otro se encuentra en el cuarto, cuando un tercero se encuentra en la habitacin o en el cuarto de bao, a no ser que el gato mismo (cualquiera que sea por lo dems su sexo) sea precisa- mente ese primer tercero. Permitidme precisar algo ms: todo esto se torna todava ms acuciante si el tercero es una mujer. Y el yo que aqu os habla se atreve pues a mostrarse, firma su presentacin de s mismo presentndose como un hombre, un ser vivo de sexo masculino, aunque lo haga con todas las precauciones que se impo- nen, conservando un agudo sentido de la inestable complejidad que cree que debe recordar y reivindicar en cada ocasin, sospechando incluso que una autobiografa consecuente no puede no afectar a esa seguridad del soy un hombre, soy una mujer, soy una mujer que tambin es un hombre. Ahora bien, ese yo, ese yo el macho, cree haber observado que la presencia de una mujer en la habitacin enciende en la relacin con el gato, a la vista del gato desnudo que me ve desnudo y me ve verlo verme desnudo, una especie de fuego brillante con un vapor de celos que se pone a flotar como un incienso en el cuarto. La otra fatalidad de un accidente (pero se trata de un accidente?) es entonces, ade- ms de la presencia de una mujer, la presencia de una psique en la habitacin. Ya no sabemos cuntos somos entonces, todos y todas. Y afirmo que la autobiografa ha comenzado aqu. Qu me ocurre cada vez que veo a un animal en una habitacin en donde se encuentra un espejo (por no hablar siquiera del animal que se encuentra frente a un televisor que le muestra animales, incluso animales de la misma especie, por ejemplo, un gato que ve y oye a otros gatos en la tele- visin; abordaremos mucho ms adelante, al rastrear las huellas de Lacan, la cuestin capital del estadio del espejo en el animal)? No me pregunto entonces solamente por lo que pasa por la cabeza del gato; 75 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO no me planteo nicamente el estatus del discurso que reclamara la prueba o el testimonio respecto del animal ante un espejo. Tomo conciencia, en primer lugar, de este hecho general: en la historia de los grandes discursos cannicos sobre el animal, de los discursos de tipo filosfico (desde Aristteles hasta Descartes, desde Kant hasta Hegel, Heidegger o Lvinas o Lacan) as como de los discursos del sentido comn, los cuales en el fondo son los mismos, pues bien, no slo se tiende a confundir todas las especies animales bajo la gran categora de el animal versus el hombre (sin tener en cuenta las diferencias entre animales sexuados y animales asexuados, entre no- mamferos y mamferos, sin tener en cuenta la infinita diversidad de los animales, especialmente de los primates o de aquellos que se de- nominan antropoides, con el enorme progreso que se ha realizado en el saber primatolgico y etolgico en general) sino que, adems de esa inmensa confusin, nunca se plantean si un animal puede verme desnudo ni, sobre todo, verse desnudo. Porque no cabe duda de que hay ah un enorme campo problemtico tanto para las ciencias as denominadas positivas del comportamiento animal (las cuales quizs aqu y all, a su manera, han comenzado a descifrarlo) como para un pensamiento filosfico que, creo, jams lo ha tocado. Por mi parte, nunca he observado la menor alusin a la experiencia de la desnudez ni a la cuestin del espejo o de la forma ms elemental de reflexin animal en ninguno de los autores que acabo de nombrar (con excep- cin de Lacan a quien leeremos atentamente en este punto y que, por lo menos, pone su interpretacin de lo imaginario y de lo especular animal al servicio de una zoo-loga que, en mi opinin, sigue siendo todava fundamentalmente cartesiana). Pues una de las diferencias estructurales entre los animales pasa por ah: entre aquellos que no poseeran en absoluto y aquellos que s poseeran cierta experiencia del espejo. Esto es tanto ms complicado cuanto que no se reduce a plantear la cuestin, ya importante y difcil de por s, de cierto estadio del espejo y de la auto-identificacin en el desarrollo de la animalidad en general, de tal especie o de tal individuo en particular. Tambin habra que estar seguros de un saber todava ms proble- mtico: dnde comienzan el espejo y la imagen refleja, es decir, asi- mismo la identificacin de su propio semejante? No se puede hablar de una experiencia ya especular desde el momento en que un gato reconoce a un gato y empieza a saber si no a decirse, en resumidas cuentas, que un gato es un gato? No comienza asimismo el efecto de espejo all donde un ser vivo, cualquiera que sea, identifica como su prjimo o su semejante a otro ser vivo de su especie? y, por con- siguiente, al menos all donde hay sexualidad propiamente dicha, en 76 CAPiTULO 11 todas partes donde la reproduccin pasa por el apareamiento sexual. Sera preciso tambin, complicacin suplementaria pero esencial, ex- tender este efecto de reconocimiento especular ms all del campo de la imagen propiamente visual. Algunos animales identifican a su pareja o a su semejante, se identifican ellos mismos y los unos a los otros por el sonido de su voz o de su canto. Reconocen no slo la voz de su amo o de otros animales, amigos o enemigos, sino ante todo la voz de sus congneres y semejantes en el curso de 10 que, sin forzar, podemos denominar declaraciones de amor o de odio, de paz o de guerra, de seduccin o de caza, por consiguiente, modalidades del se- guir, del estoy si(gui)endo o te estoy siguiendo. La identificacin narcisista del prjimo de la misma especie pasa tambin por el juego de la llamada y de la respuesta entre voces, cantos y manifestaciones sonoras a la vez codificadas e inventadas. En todas partes donde la reproduccin pasa por el apareamiento sexual (y esto marca ya una de las grandes fronteras, sub-fronteras, entre tantos y tantos animales o especies diferentes), pues bien, se produce cierto efecto de espejo, visual o auditivo, incluso olfativo, cierto hetera-narcisista s como otro. Este hetero-narcisismo es sobre todo (y aqu se anudan los hi- los cuyo enmaraamiento pareca hasta ahora carecer de orden y de ley) ertico: desde el momento en que la especularidad del prjimo comienza con la diferencia sexual, en vsperas pero ya inscrita en el estadio tcnico del espejo, del espejo narcisista o ecogrfico, es preci- so tener inmediatamente en cuenta la seduccin cazadora sin la cual no hay experiencia sexual, ni deseo o eleccin de la pareja en general. Ahora bien, si se tiene en cuenta la seduccin cazadora o depredado- ra, la seduccin tierna o violentamente apropiadora, ya no se puede disociar el momento del alarde sexual de una exhibicin, ni la exhi- bicin de una simulacin, ni la simulacin de un disimulo, ni la astucia disimuladora de cierta experiencia de la desnudez, ni la desnudez de cierto pudor. Entonces una especie de pudor, a saber, cierta sensibi- lidad con respecto a la desnudez ya no estara reservada al hombre ni sera ajena al animote. Algunos animales sexuados tendran acceso a ella, algunos seres vivos no humanos tendran derecho a ella y, es ms, entraran as en el orden del derecho, inseparable del orden de la verdad, en la medida en que sta se vincula con el velo del pudor. Una de las inmensas y difciles cuestiones, una vez realizado este desplazamiento, concernira entonces a una especie de retrica del pudor. Qu derecho hemos de concederle a una doble metonimia? Por una parte, aquella que permitira hablar de pudor en todas par- tes donde hay juego de mostracin/simulacin/disimulo, astucia en los fenmenos del seguir que se denominan la caza o la seduccin, la 77 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI}ENDO depredacin o el erotismo animal (fenmenos que no requieren ne- cesariamente, para dar testimonio de ellos, para dar fe de ellos y de- mostrarlos, estudios de comportamiento por lo dems tan necesarios y cuyo extraordinario, sutil y creciente enriquecimiento pocos fil- sofos tienen en cuenta). Por otra parte, al vincularse todo pudor con cierta vergenza que se mantiene en reserva, con una reserva virtual- mente culpable, tenemos derecho a fiarnos de esta otra metonimia para llegar a la conclusin de que existe un pudor animal y, por ende, un sentimiento animal de la desnudez? Desde el momento en que el animo te (la animalidad de algunos animales) se muestra capaz de unos comportamientos indiscutiblemente culpables, escondindose o bajando la cola tras la falta, incluso en el momento de la enfermedad o de la agona que experimentan como culpables e inmostrables (mu- chos animales se esconden cuando estn enfermos o cuando sienten que van a morir), enemos derecho a inferir de ello la deuda, la me- moria de la falta, la vergenza y, por consiguiente, el pudor animal? En otras palabras, se vincula todo esconder-se (en la experien- cia de la caza, de la seduccin, de la culpabilidad) con la posibilidad del pudor, incluso all (y sta es la metonimia en cuestin) donde dicho pudor no se refiere directamente a unos rganos genitales? Si se limita de forma provisional el campo de esta cuestin a los animales sexua- dos, a la experiencia de la vida y de la muerte en la diferencia sexual, cmo abordar esta diferencia metonmica, esta diferencia de la me- tonimia que hace que un ser vivo capaz de pudor, de culpabilidad, de esconder-se o de criptar-se no concentre siempre ni necesariamente dicho pudor en la mostracin de los rganos genitales? Mi hiptesis es que, aqu, el criterio, el rasgo distintivo es inseparable de la expe- riencia de mantener-se-erguido, de la rectitud como ereccin en ge- neral en el proceso de hominizacin. Dentro de un fenmeno general de la ereccin como paso a la verticalidad recta de la postura erguida que distingue al hombre de los otros mamferos, hay que distinguir asimismo entre la ereccin sexual y el estar-de-pie y, sobre todo den- tro de la primera, entre sta y una alternancia rtmica de la ereccin y el deshinchamiento que el macho no puede disimular en el cara a cara de la cpula (otro rasgo distintivo en general del apareamiento huma- no). All donde esta diferencia del deseo ya no se puede fingir espon- tneamente ni ocultar naturalmente, el pudor se centra propiamente, es decir, deteniendo o concentrando su metonimia, en la zona flica. En resumen, es en este lugar del cara a cara donde el animal me mira, es ah donde me resulta penoso soportar que lo que se denomi- na un animal me mire, si me mira, desnudo. Que dicha penalidad no vaya sin el anuncio de cierto goce no deja de ser otro asunto, pero se 78 CAPTULO 11 comprende que tambin sea el mismo, el asunto que conjugue den- tro de s deseo, goce y angustia. Sin embargo, en primera instancia, preferira no ---como dice Bartleby- aparecer desnudo delante de un gato ni cruzarme entonces con su mirada. Qu sucede cuando, estando desnudos, nos cruzamos con la mirada de lo que ellos deno- minan un animal? Antes incluso de empezar a ahondar en la madriguera de palabras e imgenes desde la cual, en este castillo, me atrever a dirigirme a vosotros, he soado mucho. Con todo tipo de escenas posibles, de mundos posibles e imposibles. Los soaba, soaba con ellos mientras me preguntaba a qu podr parecerse el sueo de un animal y, ante todo, si un animal suea. Sabemos que el animal, que algunos anima- les suean. No sabemos nada de sus posibles representaciones pero sabemos, por haberlo experimentado, que su sueo est atravesado por una serie de procesos de tipo onrico. Ha bastado con suprimir, experimentalmente, algunos inhibidores para registrar los momentos del sueo. Tambin me gusta ver cmo duerme lo que ellos denomi- nan un animal, cuando dicho ser vivo respira con los ojos cerrados, pues no todo animal ve. Os digo ellos, lo que ellos denominan un animah>, para mostrar claramente que yo siempre me he mantenido secretamente excluido de ese mundo y que toda mi historia, toda la genealoga de mis cuestiones, en verdad todo lo que soy, pienso, escribo, trazo, incluso borro, me parece nacido de dicha exclusin y alentado por ese sentimiento de eleccin. Como si yo fuese el elegido secreto de lo que ellos denominan los animales. Hablar desde esta isla de exclusin, desde su litoral infinito, a partir de ella y de ella. Me gusta ver cmo duermen, como si yo fuese entonces a sor- prender algo esencial. Dado que, si hacemos caso a nuestra expe- riencia comn, a la observacin ms cotidiana y ms domstica de nuestros perros y gatos as como a las conclusiones de los ms re- conocidos zologos, parece evidente que algunos animales suean (acabo de recordar que de ello tenemos criterios y signos as deno- minados objetivos, incluso encefalogrficamente medibles), la forma general de estas cuestiones se anuncia sin tardanza. Por una parte, si algunos animales suean, no todos ni todos de la misma mane- ra, qu sentido tiene -y con qu derecho- poner este nombre en singular, el animal, all donde una experiencia tan esencial como el sueo y, por consiguiente, la relacin entre la conciencia, el subcons- ciente, el inconsciente, incluso la representacin y el deseo separa a tantos animales entre s, pudiendo en cambio reunir a lo que se denomina el hombre con algunos animales? Acaso no es preciso decir los animales renunciando de antemano a cualquier horizonte 79 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO de unificacin para un concepto del animal al que se le podra con- traponer cualquier cosa que a su vez fuese identificable: el hombre, por ejemplo, o incluso -lo cual es todava ms grave- el no-animal como no-viviente, incluso como el muerto? mI animuerto? Por otra parte, acaso no podemos transponer lo que denominar la expe- riencia del sueo a una serie no-finita de categoras sobre las que habr que volver (y no slo a lo largo de esta sesin) pero cuya ley de serie indico de inmediato? La pregunta suea el animal? es como poco anloga, en su forma, sus premisas, sus apuestas, a las pregun- tas piensa el animal?, tiene el animal representaciones?, tiene un yo, imaginacin, una relacin con el porvenir como tal? Posee el animal no slo signos sino tambin un lenguaje y qu lenguaje? El animal muere? Re? Llora? Sabe lo que es el duelo? Se aburre? Miente? Perdona? Canta? CInventa? Compone msica? La toca? Juega? (Brinda hospitalidad? Ofrece? ma? Tiene manos? Ojos, etc.? Pudor? Ropa? y el espejo? .. Todas estas preguntas, y mu- chas otras que dependen de las anteriores, son preguntas acerca de lo propio del animal. Son inmensas por su historia, sus presupuestos, la complejidad de lo que ponen en juego. Me atrever, ms adelante, a dar al respecto una especie de clave, la har girar no como una llave maestra o una ganza en una cerradura antes de abrir una jaula o un zoo, ni con vistas a liberar a alguna raza animal vctima de un encierro, de un cerco tan viejo como el gnero humano en vas de hominizacin, ni con vistas a preparar una nueva declaracin de los derechos del animal (ms adelante dir por qu) sino, en un sentido ms musical, como una clave o una armadura destinada a marcar un conjunto de alteraciones reguladas, diesis y bemoles. Me gustara nicamente indicar una tonalidad, la altura de unas notas que cam- bian todo un pentagrama. Cmo cambiar el pentagrama y el alcance de semejantes preguntas acerca del ser de lo que sera propiamente animal? Cmo, en cierto modo, poner un bemol a la clave de estas interrogaciones y cambiar la msica? En el fondo sueo, por consiguiente, con una madriguera inen- contrable y por venir. Sueo acerca del sueo del animal y sueo con la escena que yo podra representar aqu. Desde hace meses. Todos mis sueos terminaban en una especie de callejn sin salida, ms con- cretamente en una especie de disociacin engendrada por una in- yuncin contradictoria. Soaba que yo daba rdenes incompatibles, por consiguiente, mandaba tareas imposibles. Cmo hacer que se oiga aqu una lengua o una msica inaudita, bastante inhumana en cierto modo, y no para hacerme pasar aqu por el representante o el emancipador de una animalidad olvidada, ignorada, desconocida, 80 CAPiTULO 11 perseguida, cazada, pescada, sacrificada, sometida, criada, aparcada, hormonizada, transgenetizada, explotada, consumida, devorada, do- mesticada, sino para hacerme entender en una lengua que sea una lengua, ciertamente, y no esos gritos inarticulados, ruidos, rugidos, ladridos, maullidos, pos insignificantes que tantos hombres atribuyen al animal, una lengua finalmente cuyas palabras, conceptos, meloda, acento sean bastante ajenos a lo que, en todas las lenguas humanas, habr albergado tantas animaladas sobre el susodicho animal? Digo animalada para nombrar lo nico propio del hombre cuya expresin est garantizada en la semntica de la lengua [francesa]. Siempre se puede hablar de la animalada de los hombres, a veces de su bestia- lidad: no tiene ningn sentido, no hay derecho alguno a hablar de la animalada o de la bestialidad de un animal. Esto sera un antro- pomorfismo, el ms caracterstico. En resumen, soaba con inventar una gramtica y una msica inauditas para representar una escena que no fuese ni humana, ni divina, ni animal con vistas a denunciar todos los discursos sobre el as llamado animal, todas las lgicas o axiomticas antropo-teomrficas o antropo-teocntricas, la filosofa, la religin, la poltica, el derecho, la tica, con vistas a reconocer en ellas unas estrategias animales, precisamente, en el sentido humano de la palabra, unas estratagemas, unas astucias y unas mquinas de guerra, unas maniobras de defensa o de ataque, unas operaciones de caza, de depredacin o de seduccin, incluso de exterminio en una lucha despiadada entre presuntas especies. Como si yo soase, con total inocencia, con un animal que no le desease ningn mal al animal. Pero es cierto (y es incluso en torno a esta verdad que nos afanamos aqu) que el discurso dominante del hombre en vas de ho- minizacin se imagina al animal bajo las especies ms contradictorias e incompatibles: bondad absoluta porque natural, inocencia absoluta antes del bien o del mal, el animal sin culpa ni defecto (sta sera su superioridad como inferioridad) pero asimismo el animal como mal absoluto, crueldad, salvajismo asesino. Pero yo, el inocente desnudo, el reo desnudo, presunto inocente y culpable a la vez, quin soy? me preguntaba hace un momento. Es importante que esta pregunta resuene aqu en lengua francesa: qui suis-je? o que suis-je? H(A) quin estoy si(gui)endo? o qu estoy si(gui)endo?]. La confusin de este equvoco seguira siendo aqu intraducible para siempre, en lo que permanece pequeo, lo peque- o, la pequea palabra que est en medio de esta proposicin inte- rrogativa con tres palabras, a saber, el pequeo homnimo suis que, en la primera persona del presente del indicativo, conjuga ms de un verbo, etre [ser] y suivre [seguir]: (a) quin estoy si(gui)endo? (A) 81 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO qUien (es al que) estoy si(gui)endo?. Este pequeo, este pequeo que viene como tercero en discordia y hace de cpula, al decir estoy si(gui)endo, si(gui)endo estoy, (a) quin estoy si(gui)endo, qu estoy si(gui)endo, sin permitirnos ninguna garanta entre el sujeto y l mismo, entre el sujeto y su atributo, incluso entre el sujeto y el objeto sobre el cual, literalmente, se encarniza o se engaa en el curso de una caza especular: de dnde viene y a dnde va? Cre simplemente haber inventado este juego a la vez inocente y perverso del homnimo, este doble uso de la pequea, de la potente palabrita suis. Cre incluso haberla justificado de antemano. No en general, por supuesto, pues eso sera ms bien trivial, sino con res- pecto al animal. Lo invent, en verdad, puesto que cre inventarlo y que no recuerdo habrmelo encontrado nunca en la forma conse- cuente de la demostracin que pretendo, a saber, que con anteriori- dad (antes, pero antes de qu tiempo, antes del tiempo?), antes de la cuestin del ser como tal, del esse y del sum, del ego sum, est la cuestin del seguir, de la persecucin o de la seduccin del otro, que sigo o que me sigue, que me sigue mientras yo lo o la sigo. Pero, si las cosas son en efecto como creo que son, cierta coyuntura complica el asunto y merece sin duda que al menos se aluda a ella. Cuando ya haba acariciado, en cierto modo, e incluso pulido ms o menos todo lo que os estoy mostrando, me encontr hace menos de diez das con dos citas prcticamente yuxtapuestas en un artculo de Michel Haar J
La primera cita consiste en algunos versos extrados de Esbozo de una serpiente de Valry4. Me interesa porque la serpiente del Gnesis que habla y dice yo, nombrando as, al designarse a s mis- ma, aquello que para nosotros ser una de las formas mismas de la cuestin: la ipseidad, incluso la egocidad auto-referencial, la auto- afeccin y la automocin, la autokinesis, la autonoma que se le re- conoce a cualquier animal. La gnesis misma de la zootobiografa. La serpiente dice yo pero no dice, como yo, el animal que estoy si(gui)endo. Escuchad como silba, pues, con insistencia, Valry le hace decir silbo: Animal soy, pero agudo animal Cuyo veneno, aunque vil, Lejos deja la sabia cicuta! 3. M. Haar, Du symbolisme animal en gnral, et notamment du serpent: Al ter 3 (1995), sobre L:animal. 4. P. Valry, Charmes, en Oeuvres, t. 1, Gallimard, Paris, 1957, pp. 138-145 [Poe- sas, trad. de C. R. de Dampierre, Visor, Madrid, 1996, pp. 3141). 82 CAPiTULO 11 sta fue para m la ocasin de volver a leer de otra manera este poema al que he de renunciar a hacer justicia aqu por s mismo y en lo que se refiere a todo el entramado de sus voces. Pero si tuvi- semos tiempo, me hubiese gustado reflexionar sobre algunos de sus motivos: el del disfraz en primer lugar. Un Yo habla, por lo tanto, y se presenta como el animal [que] soy. Ahora bien, habla con el fin de denunciarse. Se confiesa. Pero se confiesa presentndose tambin como el ms astuto de los animales. Lo primero que confiesa ese astuto maestro de la desnudez que se disimula en el origen del deseo es: miento, soy otro y stas son las guisas animales con las que me disfrazo de animal simplicidad, escondiendo y mostrando a la vez lo que, en verdad, no es tan animal, ni simple, ni en ningn caso la identidad de un solo y simple animal: El esplendor del aire agudiza A esta bicha que me disfraza de animal simplicidad; La bicha, os recuerdo, es un animal fantstico (y todo animal, a diferencia del animote, es de esencia fantstica, fantasmtica, fabulo- sa, de una fbula que nos habla, que nos habla de nosotros mismos, precisamente all donde un animal fabuloso, es decir, un animal que habla, habla de s mismo para decir yo y, al decir yo, siempre, de te fabula narratur). La bicha, como quimera, es un animal compuesto de tres. De nuevo son tres, por as decirlo, en la misma pieza, en el mismo cuerpo: un cuerpo de serpiente, ciertamente, pero con patas de cerdito y alas de murcilago. El otro motivo que me hubiese gustado analizar es el del abismo y, por consiguiente, el del vrtigo que podramos volvernos a encon- trar de forma recurrente, a propsito del animal, concretamente en Rilke y Heidegger. Me pierdo de nuevo en ese precipicio que veo abrirse, por mi parte, all donde yo, el yo se cruza, hasta ahogarme en ella, con la mirada del animal que me ve que lo veo verme desnu- do. En Valry, el abismo atrae al yo soy, por as decirlo, por sus dos bordes, el borde del yo y el borde del ser o del soy. El borde del ser y, por consiguiente, del ser que soy, en primer lugar porque lo que aqu se denomina el abismo animal no es un agujero, un precipicio sino el exceso de ser y que haya ser antes que nada: Cielos, su error! Tiempo, su ruina! Yel abismo animal abierto de par en par! Qu cada en el origen Resplandece en lugar de nada! 83 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO El abismo animal, el vrtigo del animal que dice animal soy, no es el no-ser sino el ser que aparece, resplandece en lugar de nada, lu- gar colindante con la nada que soy. El vrtigo, aunque todava tenga que ver con cierto vaco, carencia, defecto, privacin, hace que la ca- beza d vueltas all donde hay algo antes que all donde no hay nada. Pues el defecto, para Valry, es el ser y no la nada. En este poema es donde resuena, vuelta o enrollada sobre s misma y enunciada desde el lugar de la trampa, desde el lugar del ego sum de la serpiente, del ms astuto de los animales, la clebre estrofa: y desde la ms alta de mis trampas Conservas los corazones de conocer Que el universo no es sino un defecto En la pureza del No-ser! Este ser que hace las veces de la nada, este medio colindante con la nada, soy yo, el ms astuto de los animales, al otro lado del vrtigo pero del mismo vrtigo del abismo animal, puesto que soy Yo, el Yo que se refleja y que dice yo soy y animal soy. EscuchadMe: la pa- labrita Yo se escribe no slo con mayscula al principio del verso sino con letras maysculas, agrandando as las dos letras de la palabrita, cuando dicho pronombre o dicho nombre se presenta como primera palabra del Verbo: Fulgor en lugar de nada! ... Pero, la primera palabra de su Verbo, yo! ... De los astros el ms soberbio De los que ha hablado el loco creador, Yo soy!. .. Yo ser! ... Yo ilumino La disminucin divina De todos los fuegos del Seductor! Todo nos hace pensar, entonces, que la astucia todopoderosa y seductora de la serpiente consiste en hablar como Dios en el lugar de Dios, del loco creador, en imitar el yo soy el que soy de Yahv, yo soy lo que soy (Ehieh acher ehieh) que a veces se modula tambin en futuro -yo soy el que ser-, de acuerdo con una promesa de romper, por medio de un performativo, la pureza de la nada. Aqu es la serpiente la que dice: <dYo! ... [ ... ] Yo soy! ... Yo ser! .... [ ... ], Yo soy La que ... . Este aldabonazo en el aldabonazo no produce nada ms ni nada menos que el ser en lugar de la nada, a saber, la primera impureza (la contaminacin del ser, podra decirse pervirtiendo gra- vemente por las mismas las palabras de Lvinas). El aldabonazo, la 84 CAPiTULO 11 hazaa consiste en convertir dicha creacin onto-lgica, dicha crea- cin sin ms, en una seduccin. Este acto de auto-engendramiento del yo soy, esta autobiografognesis es, en su esencia, un acto de seduccin. El ser se torna seduccin, sta es la astucia del ms astuto de los animales. El yo soy" se convierte en lo que fue, a saber, la seduccin del seductor. Y dice: yo soy La que soy, la que te sigue y que t sigues, que sigue tras de ti con vistas a seducirte y a hacer que, habiendo llegado despus, t te conviertas en el que me sigue: Fulgor en lugar de nada!. .. Pero, la primera palabra de su Verbo, yo!. .. De los astros el ms soberbio De los que ha hablado e! loco creador, Yo soy!. .. Yo ser!. .. Yo ilumino La disminucin divina De todos los fuegos de! Seductor! Ms adelante, el yo soy'> vuelve a silbarse, a decirse con retintn cuando la serpiente repite: Yo soy La [mayscula teolgica, zoo-teo-mdica, auto-zoo-teo-mr- fica] que modifica [ ... ] Yo soy en e! fondo de su favor Ese inimitable sabor Que no le encuentras sino a ti mismo! El Yo soy La que modifica ... viene despus de una especie de maldicin silbante y burlona que la emprende con la nominacin misma, con el Nombre que crea a los seres y que crea a su semejanza hombres completamente desnudos Nosotros sois hombres com- pletamente desnudos, / Oh, blancos y beatos animales!). Por qu he seguido este hilo de la astucia onto-lgica como as- tucia del animal que dice: yo soy, animal soy? Para subrayar una posibilidad que Michel Haar no parece haber observado puesto que no da ninguna muestra de ello. Poco despus de esta cita de Esbozo de una serpiente, l cita algunos versos de Apollinaire, una interpe- lacin a la serpiente en La cancin del Mal-querido5.Sin embargo, aqu no es la serpiente la que toma la palabra para decir el ser de un yo soy <animal soy) sino alguien que, del otro lado, hablando de 5. G. Apollinaire, Alcools, en Poemes, Gallimard, Paris, 1956, pp. 39-55 [AI- cools/Alcoho/es, ed. bilinge, trad. de J. Abeleira, Hiperin, Madrid, 1995, pp. 27-33). 85 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO s mismo mientras mira a la serpiente, le dice t me sigues. No: t eres sino t me sigues, me ests siguiendo, persiguiendo, hostigan- do. Aqu no habra sino un intercambio de los sitios y careos de los lugares de enunciacin, sustitucin del ser por el seguir y del yo estoy si(gui)endo por el t me ests siguiendo; y sera como si la serpiente fuese otra cuando est cara a cara. Pero no es as en modo alguno. El que habla se dirige a la serpiente como a s mismo y reflexivamente al otro como a la sombra de s mismo. y t que me sigues reptando Dios de mis dioses muertos en otoo Calculas cuntos palmos Tengo derecho a que la tierra me d Oh mi sombra, oh mi vieja serpiente Palabras del mal-querido que habla de s mismo: esta animaliza- cin especular de la firma autobiogrfica y de la presentacin de s mismo no sera sino una de las vetas que deberan ordenarnos rela- cionar La cancin del Mal-querido, entre otras lecruras posibles, con una gran tradicin medieval. Los Bestiaires d'amours de Richard de Fournival inscriben en el discurso amoroso toda una poblacin de figuras animales. Ahora bien, el esquema especular o narcisista des- empea aqu un papel que no slo viene prescrito por la referencia explcita a la mimesis aristotlica que abre el volumen: esa mimesis que es precisamente, segn Aristteles, lo propio del hombre. A falta de poder acercarme como debera a esos Bestiaires d'amours, evocar nicamente un determinado pasaje que animaliza la imagen de s, como si el poeta se confiase a nosotros como animal autobiogrfico: se confiesa pero, como cristiano que es, confiesa igualmente el peca- do de confesin, confiesa el narcisismo que entraa escribir acerca de uno mismo aunque sea para confesar y mostrarse desnudo. Desnudo como un animal. Y entonces, en cuanto escritor fascinado por lo que l mismo escribe, por su relacin autotlica consigo mismo, se compara con un tigre o, ms bien, con la hembra del tigre que que- dara hasta tal punto presa de su imagen en el espejo que se olvidara incluso de sus cachorros: Oi1, miex fu je pris par mon veoir ke tigres n'est al mireoir, ke ja tan! ne sera corchie de ses faons, s'on li emble, ke s'ele encontre un mireoir qu'il ne li convigne ses ie/s aredre. Et se delite tant a regarder la grant beaut de sa bone taille, k'ele obtie a cachier chiax ki ti ont embf ses faons, et s'areste ifuec comme prise. [Ella encuentra tanto placer en mirar en su espejo su gran belleza que olvida perseguir a los que le 86 CAPiTULO 11 han robado a sus cachorros y se inmoviliza como atrapada en una trampa]6. Cuando hay, de este modo, que confesar el narcisismo de la con- fesin se admite que la culpabilidad, incluso la mentira y el perjurio estn alojados en la veracidad misma, en el seno de la promesa, en la desnuda e intransitiva simplicidad del yo soy que esconde ya el in- ters transitivo, el seguir de un estoy si(gui)endo: estoy si(gui)endo (a) alguien distinto, soy seguido por alguien distinto, persigo un de- seo o un proyecto, yo doy y a la vez me doy caza a m mismo. Pero yo, el inocente culpable, el reo presuntamente inocente y cul- pable a la vez, yo que confieso hasta el pecado de confesin, quin soy?, me preguntaba hace un momento. Es importante que esta pre- gunta resuene aqu en lengua francesa: qui suis-je? o que suis-je? [(a) quin estoy si(gui)endo? o qu estoy si(gui)endo?]. Volvamos al momento originario, a la primera versin donde ya se da una traduccin de esta frase [en francs]: Pero yo, quin soy? ahora que ... . La palabrita soy no aparece bajo la pluma de Des- cartes en el momento en que escribe, en latn, la segunda de las Me- ditationes de prima philosophia, tras la ficcin del <<genium aliquem malignum, a saber, de un Genio Maligno, de un genio astuto como el ms astuto de los animales y que podramos hacer comparecer en los aledaos de nuestra gnesis zoobiogrfica. El joven duque de Luynes, hijo del ministro de Luis XIII, intro- dujo la palabrita soy cuando import en francs, en su traduccin, un texto que prescinda de cualquier recurso explcito al verbo ser. La palabra soy o, ms bien, sum queda silenciada en latn: Quid autem nunc, ubi suppono deceptorem aliquem potentissimum, el si fas est dicere, malignum, data opera omnibus, quantum potuit, me delusisse? Lo que traducido, cuando surge ah la palabrita soy, se con- vierte en: 6. En A. Leupin, Barbarolexis. Medieval Writing and Sexuality, Harvard Univer- siry Press, Cambridge, 1989, p. 149 (<<Yes indeed 1 was captured more through my sight than the tiger is captivated be(ore a mi"or, (or however enraged she may be when her young are stolen (rom her, i( she happens upon a mirror she is (orced to fix her eyes upon it. And she takes so much pleasure in looking at the great beauty o( her beauti(ul (orm that she (orgets to pursue the ones who have stolen her young (rom her, and she stays there as i( caught in a trap). 87 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO Pero yo, quin soy?, ahora que supongo que hay alguien extrema- damente poderoso y, si me atrevo a decirlo, malicioso y astuto que utiliza todas sus fuerzas y todo su ingenio para engaarme? No podemos leer tranquilamente la relacin entre ambas versio- nes ni el acontecimiento del soy como un efecto de traduccin en- tre una versin original y una segunda versin, una lengua de partida y una lengua de llegada. La traduccin retrotrae a la lengua materna de Descartes, el cual revis la traduccin y, por aadidura, nos dice Baillet: [ ... ) so pretexto de revisar dichas versiones, se tom la libertad de corregirse a s mismo y de esclarecer sus propios pensamientos. De modo que, habiendo encontrado ciertos puntos cuyo sentido consi- deraba no haber explicado con suficiente claridad en latn para todo tipo de personas, se dedic a esclarecerlos en la traduccin mediante algunos pequeos cambios que les resulta fcil reconocer a quienes cotejan el francs con el latn 8
No olvidemos que, en la consecuente secuencia del orden de las razones, Descartes ya haba retirado su confianza a la definicin de s como hombre e incluso como animal razonable (p. 26 [trad. cit., p. 156]). Dichas definiciones no son, a su modo de ver, indudables. Considero que hay que otorgarle la mxima importancia a este mo- mento de suspensin. No responde a una precaucin puramente re- trica y nos preguntaremos por su herencia moderna, concretamente heideggeriana. Tras afirmar: Pero no conozco todava con claridad lo que soy, yo, que estoy seguro de que soy (Nondum vero satis in- telligo, quisnam sim ego ille, qui jam necessario sum}, Descartes su- prime todas las alegaciones o creencias anteriores que no son abso- lutamente indudables. Las suprime de golpe, con el fin de no abusar del tiempo -afirma- multiplicando las cuestiones. Leccin que yo debera retener pero que, como veis, siempre hace que corramos el riesgo, si no nos concedemos el tiempo preciso para ello, de limitar el nmero de las cuestiones necesarias. En nombre de ese tiempo 7. R. Descartes, Meditationes de prima philosophia. Mditations mtaphysiques, trad. francesa de Duc de Luynes, Vrin, Paris, 1966, p. 27 [Discurso del mtodo y Meditaciones metafsicas, trad. de M. Garca Morente, Tecnos, Madrid, 2005, p. 157; entre parntesis a continuacin de las citas se dan las pginas de las eds. francesa y espaola]. 8. A. Baillet, Vie de M. Descartes, Paris, 1691; citado por Genevieve Rodis-Lewis en su Introduccin histrica a las Meditationes de prima philosophia. Mditations mtaphysiques, cit., p. XI. 88 CAPiTULO 11 que hay que salvar, del tiempo que en todo caso hay que concederse o no y de la recta simplicidad del trayecto Descartes va a ahorrarse, con todo rigor, la definicin del hombre por medio de la animalidad y la razn conjugadas, del hombre como animal razonable. Hay, en este gesto, un momento de ruptura con la tradicin, una ruptura que no se le reconoce con suficiente frecuencia a Descartes, ni siquiera Heidegger cuando, en la Carta sobre el humanismo, vuelve a poner en cuestin la definicin del hombre como animal razonable. Nin- gn pensador de la tradicin habra constituido, a su entender, una excepcin puesto que Heidegger ve en aqulla una interpretacin metafsica que, aunque no sea falsa, queda condicionada por la me- tafsica y por todos los humanismos que se han ido sucediendo hasta el momento en que l escribe lo siguiente, en 1946, en un contexto y de acuerdo con un gesto sobre los que volveremos ms adelante: El primer humanismo, entiendo que el de Roma, y las formas de humanismo que se han ido sucediendo hasta el momento presente presuponen todas ellas la esencia ms universal del hombre como comprensible en s misma. El hombre est considerado como animal rationale. Esta determinacin no es solamente la traduccin latina de las palabras griegas (wov >.yov EXOV, es asimismo una interpre- tacin metafsica. Semejante determinacin esencial (Diese Wesens- bestimmung) del hombre no es falsa pero est condicionada por la metafsica. No obstante, es su procedencia esencial y no slo sus l- mites lo que Ser y tiempo ha considerado digno de poner en cuestin (frag-wrdig) 9. Hemos de volver sobre este gesto heideggeriano. Pero, por el momento, retengamos que el romano Descartes, a su manera, ya deca en latn algo que se parece a este poner en cuestin. Segn un trayecto cuya diferencia resulta evidentemente muy significativa pero quizs, a fin de cuentas, menos irreductible de lo que parece, las Meditaciones suspendan esa definicin del hombre como animal racional. He aqu el contundente gesto de Descartes cuando suprime de golpe, por economa, para ganar tiempo todo lo que no es abso- lutamente indudable: Qu es, por consiguiente, lo que cre ser aqu delante? Sin dificultad he credo ser un hombre; pero qu es un hombre? Dir que es un animal racional (animal rationale)? No, ciertamente, pues despus 9. [M. Heidegger, CaTta sobre el humanismo, trad. de R. Gutirrez Girardot, Taurus, Madrid, '1970, p. 17.1 89 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO habra que buscar qu es animal y qu es razonable y as, con una sola cuestin, caeramos sin darnos cuenta en una infinidad de otras cues- tiones ms difciles y embarazosas y no me gustara abusar del poco tiempo y tranquilidad que me quedan emplendolos en desentraar semejantes sutilezas (p. 26 [trad. cit., p. 156]). Si quiero retomar y presentar lo que soy y quin soy es preciso, pues, comenzar por suspender esa definicin comn del animal razo- nable. El yo soy, en su pureza intuitiva y pensante, excluye dicha animalidad por razonable que sea. En el pasaje que sigue a esta puesta entre parntesis del animal razonable, Descartes propone sustraer de su yo soy todo lo que recuerda a la vida, por as decirlo. Con ante- rioridad, haba declarado que tena que apartar de ese yo soy todo lo que pudiese ser algo distinto de m: Pero no conozco todava con suficiente claridad lo que yo soy, yo, que estoy seguro de que soy; de manera que, en adelante, es preciso que tenga mucho cuidado de no confundir imprudentemente algo distinto conmigo mismo ... (p. 26 [trad. cit., p. 155]). Esta prudencia no lo empuja slo a sustraer del yo soy su pro- pio cuerpo viviente que l objetiva, en cierto modo, como si fuese una mquina o un cadver (son sus palabras); de modo que su yo soy no se puede aprehender ni presentarse l mismo ms que desde esa cadaverizacin posible, por lo tanto, desde un yo soy mortal o ya estoy muerto o "destinado a la muerte, incluso para la muerte: Me consider, en primer lugar, como poseedor de un rostro, unas manos, unos brazos, y toda esa mquina compuesta de huesos y de carne, tal y como aparece en un cadver, que design con el nombre de cuerpo (p. 26 [trad. cit., p. 156]). Descartes va ms lejos: cada vez que tiene que evocar, a modo de experiencia, esos signos de vida o de animacin, por consiguiente, de animalidad que son la auto-afeccin o la auto-mocin del sentirse, alimentarse, moverse los relaciona con un alma viva que, en cuanto tal y todava objetivable, podra no ser sino un cuerpo, algo absolu- tamente raro y sutil, como un viento, una llama o un aire muy fino que se insinuaba y extenda a travs de mis partes ms groseras. A Descartes le asombra, por lo dems (con un asombro que motivar toda su interpretacin de la unin del alma y del cuerpo), un alma que no es en absoluto como un piloto en su navo; movimiento cuya necesidad y dificultad no ignoro pero que no proseguir aqu, pre- 90 CAPiTULO 11 ocupado como estoy por destacar perfectamente una secuencia muy singular, aquella que, para delimitar el acceso al puro yo soy, debe suspender o, mejor todava, dejar de lado, precisamente en cuanto es separable, toda referencia a la vida, a la vida del cuerpo y a la vida animal. Un poco despus, Descartes plantea el pensamiento como lo nico inseparable del yo soy: [ ... ] el pensamiento es un atributo que me pertenece: l es el nico que no se puede separar de m. Soy, existo: esto es seguro; pero por cunto tiempo? A saber, todo el tiempo que dure mi pensamiento (p. 27 [trad. cit., p. 157]). La presencia a s del presente del pensamiento, la presencia que se presenta a s misma en presente: esto es lo que excluye todo aque- llo separable que es la vida, el cuerpo vivo, la vida animal. "Pero luego qu es lo que soy?, se pregunta pues Descartes en la siguiente pgina. Respuesta: Una cosa que piensa. Y qu sucede inmediatamente despus en lo que concierne al animal mismo, en el clebre anlisis del trozo de cera que sigue muy de cerca a ese yo soy una cosa que piensa? Ese trozo de cera acaba de ser retirado de la colmena, dice Descartes, quien se lo sustrae as a las abejas, pero todava no ha perdido la dulzura de la mieJ,>. Ahora bien, todo lo que en el trozo de cera no responde ntidamente a la pura inspec- cin del espritu, todo lo que cae por su propio peso, todo lo que se conoce por medio de los sentidos externos e incluso del sentido comn (<<tal y como ellos [lo] denominan -precisa Descartes-, es decir, del poder de la imaginacin), de todo eso, de toda esa exte- rioridad sensible son capaces los animales, el ltimo de los animales es capaz de ello: Pues qu haba en esa primera percepcin que fuese distinto y evidente y no pudiese caer del mismo modo en e! sentido de! ltimo de los animales?. Qu escapa entonces a ese ,(sentido del ltimo de los animales? La extensin, la cera inteligible y no sensible, es bien sabido. Pero es insignificante que Descartes designe entonces esa extensin inteligible como un cuerpo desnudo, un cuerpo desnudado, segn la figura de la desnudez despojada, la de un cuerpo puro porque puramente extenso y as purificado puesto que, en espritu, en espritu humano yo lo habra desnudado de sus aderezos u ornamentos sensibles, a saber, de lo que, en l, sigue sien- do animal o sigue estando expuesto a la animalidad? Como si fuese la no-desnudez, el vestido sensible, la que se encontrase en adelante del lado de la animalidad? En cuanto a la cera misma, en su atributo esencial, a saber, la extensin inteligible, sta permanece invisible e 91 El ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO intocable! Para acceder de este modo al yo soy como espritu humano y no animal es preciso desnudar la cera. Habis intentado alguna vez desvestir la cera? sta sera, en cualquier caso, la condicin para probar ms fcil y evidentemente la naturaleza de mi espritu: [oo.) cuando distingo entre la cera y sus formas externas y, de la misma manera que si le hubiese quitado la vestimenta, la considero com- pletamente desnuda, aunque se pueda encontrar todava algn error en mi juicio, ciertamente no puedo concebirla de este modo sin un espritu humano (p. 33 [trad. cit., p. 162]). El animal que yo no soy, el animal que, en mi esencia misma, yo no soy -dice en resumidas cuentas Descartes- se presenta como espritu humano ante la cera desnuda. Ya partir de este no ... , desde el punto de vista de este yo no soy un animal, en donde yo hago lo que no podra hacer el sentido del ltimo de los animales, Descar- tes va a centrar su mirada en el animal. Va a centrar su mirada, por consiguiente, desde el punto de vista que es el suyo y all donde el animal no lo mira ni le concierne. Diremos, no obstante, que habr sido un filsofo de animales? (Parntesis: aunque yo no lo har aqu, habra que hacer que esa cera desnuda compareciese en compaa de todos los espectros y fantasmas que vienen a asediar los sueos de Descartes: en primer lugar en la Meditacin segunda: [ ... ] de donde me gustara casi concluir que se conoce la cera gracias a la visin de los ojos y no gracias a la sola inspeccin del espritu si, por casualidad, yo no mirase por una ventana a los hombres que pasan por la calle y a la vista de los cuales no dejo de decir que veo hombres de la misma manera que digo que veo cera; y, sin embargo, qu veo desde esa ventana sino sombreros y abrigos que pueden cu- brir a espectros o a hombres fingidos que slo se mueven por medio de resortes? Pero juzgo que son hombres verdaderos y as compren- do, con el solo poder de juzgar que reside en mi espritu, lo que yo crea ver con mis ojos [p. 32 (trad. cit., p. 162)]. Despus, al final de la Meditacin sexta, en donde de nuevo a propsito del hombre, del hombre verdadero, Descartes se pre- ocupa, entre la vigilia y el sueo, por el simulacro y el fingimiento espectral: Y, en efecto, si alguien, cuando estoy en vela, se me apareciese de pronto y desapareciese del mismo modo, igual que hacen las imge- 92 CAPiTULO 11 nes que veo cuando duermo, de forma que yo no pudiese observar ni de dnde viene ni a dnde va, no sin razn lo considerara yo, antes que un hombre verdadero, un espectro o un fantasma formado en mi cerebro y semejante a aquellos que se forman en l cuando duermo [p. 86 (trad. cit., p. 216)]. El espectro que hay que conjurar con e! juicio -lo habis obser- vado- siempre es e! simulacro mecnico de! hombre verdadero, es decir, e! hombre espectral como animal-mquina, ese animal-mqui- na al que nos estamos acercando con e! fin de intentar desemboscarlo de otro modo). Un historiador de la filosofa podra un buen da preguntarse, me imagino, lo mismo que podra haberlo hecho un historiador de la pintura o de la escultura, si e! filsofo de animales habr tenido cabida en la clasificacin de los gneros. Hay pintores o escultores de animales. Tambin se habla de literatura de animales, como si la animalidad definiese no slo un reino, una especie o un gnero sino un gnero artstico. Por qu no un gnero filosfico? Por qu no podramos hablar de una filosofa de animales? Y habra razones esenciales para esta laguna, si fuese una laguna? Descartes ha hecho cualquier cosa para no ser un filsofo de animales. En medio del ttulo anunciado, tal y como se imprimi en pri- mer lugar dentro de m, e! animal que estoy si(gui)endo, me vino hace poco la idea --como deca- de inscribir cierta conjuncin con valor ms o menos silogstico o expletivo: e! animal que luego estoy si(gui)endo. Esto podra haber conmemorado e! Igitur de Mallar- m 10 Quiz no se haya prestado la suficiente atencin a la zoologa que asedia esos lugares. Igitur remite tambin deliberadamente, se- gn la intencin misma de Mallarm --como es sabido-, al Gnesis <Igitur perfecti sunt caeli et terra et omnis ornatus eorum), justo despus de la creacin de los animales y antes de la de! hombre a quien se le ordena domesticar y dar nombre a los dems seres vivos. La obra de Mallarm (Igitur o La locura de Elbehnon, es decir, en hebreo, e! hijo de Elohim, potencias creadoras de Yahv) recuerda en primer lugar, a travs de todos los espejos que se reflejan en cada hora del texto, e! azar infinito de las conjunciones, la memoria de la raza de ese Hamlet narcisista; en e! momento de decir la cuenta que tengo que rendiros de mi vida, Igitur deja asediar su yo, su es- 10. S. M a l l a r m ~ 19itur, en Oeuvres completes, Gallimard, Paris, 1945, pp. 423- 443 [Prosas, trad. dejo del Prado y J. A. Milln, Alfaguara, Madrid, 1987, pp. 393-412]. 93 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO pecular percepcin de s, como l dice, o tambin su conciencia de s, su cogito, cogito sum, en resumidas cuentas, por toda una caterva zoomorfa, por una fresa arcnea, un hilo arcneo, un batir de alas absurdas, un revoloteo, todo tipo de seres volado- res que hacen pensar en murcilagos pero tambin en monstruos y en quimeras. La palabra quimera viene por lo menos en cuatro ocasiones a acompasar la relacin consigo de un fantasma, lo que se denomina precisamente, por dos veces, el acompasamiento de mi medida, el acompasamiento del progreso de mi personaje. Y se trata, en efecto, del drama espectral de la autobiografa de un mortal que queda preso en su espejo o se descubre en su sepulcro en plena gnesis, antes del hombre y en medio de animales fantsticos. Pero no era en Igitur en lo que yo pensaba en primer lugar al insertar ese luego en medio del animal que estoy si(gui)endo. Este luego es un ergo. Y esta conyuncin expletiva est destinada no a conmemorar sino a hacer que Descartes comparezca. Furtiva, situada justo en el centro (cuatro letras [en francs] entre cuatro o cinco palabras) de una proposicin que el sujeto-firmante hace recaer sobre s, mostrando al menos que l mismo se exhibe en ella, con el ndice vuelto hacia aquel que dice yo, esa ligera pr- tesis, por lo tanto, no estara nicamente destinada a acentuar una secuencia o la consecuencia de lo que sigue. No llamara en primer lugar a seguir o proseguir, ni siquiera a citar, para celebrarlo, el ergo sum, el luego existo de alguien que, desde el Discurso del mtodo hasta las Meditaciones, abri sin duda el camino de la narracin auto- biografilosfica, el de la presentacin de s mismo como presentacin de la filosofa, el de alguien igualmente que dud hasta la hiprbole pero jams tuvo ninguna duda, en la tradicin as denominada meca- nicista que fue tambin la de La Mettrie y la de tantos otros, de que el animal no fuese ms que una mquina, llegando incluso a convertir dicha indubitabilidad en una especie de condicin de la duda, del ego como tal, como ego dubito, como ego cogito y, por lo tanto, como ego sumo La relacin consigo misma del alma y del pensamiento, el ser mismo de la sustancia pensante implicaba ah el concepto de un animal-mquina privado de lo que, en resumidas cuentas, sera nada menos que el ego como ego cogito, yo pienso. Este autmata esta- ra privado de yo o de s y, a (ortiori, de toda reflexin, incluso de cualquier marca o impresin autobiogrfica de su propia vida. El retomar esa gran tradicin mecanicista, que tambin se denomina materialista, no debera pasar solamente por una reinterpretacin del ser vivo denominado animal sino por otro concepto de la mquina, de la mquina semitica, por as decirlo, de la inteligencia artificial, 94 CAPiTULO 11 de la ciberntica y de la zoo- o bio-ingeniera, de lo gentico en ge- neral, etc. Cuestin de palabra. Con frecuencia volveremos sobre ello de mil maneras; se tratar tanto de la cuestin de la palabra como de una cuestin de palabras. Y de saber lo que una palabra, y lo que la pala- bra palabra, quiere decir. De saber si podemos responder de ella. Al insertar la bisagra de esta palabrita en francs, el animal que luego estoy si(gui)endo, a m mismo me gustara, modestamente, de una forma muy limitada, despertar nicamente la memoria de una determinada carta fechada de Ren Descartes, una carta fechada en el mes de marzo de 1638, e! ao siguiente al Discurso del mtodo. Por lo tanto, no e! gran encadenamiento teatral de! cogito ergo sum, ni la Quinta parte del Discurso del mtodo a propsito de! mono, de las cotorras y de los loros, de los autmatas que en cualquier caso siempre seran incapaces de responder o, aunque pudiesen profe- rir palabras como nosotros, seran totalmente incapaces de hacerlo dando testimonio [e! subrayado es mo] de que piensan lo que dicen. Valor equvoco de testimonio, atestacin de la que quizs abusa Des- cartes justo despus de concluir: [ ... ] a diferencia de los hombres que, habiendo nacido sordos y mu- dos, estn privados -tanto o ms que los animales- de los rganos que sirven a los dems para hablar, suelen inventar por s mismos al- gunos signos con los que se hacen entender de aquellos que, estando normalmente con ellos, tienen ocasin de aprender su lengua. Y esto da testimonio [el subrayado es mo] no solamente de que los animales tienen menos razn que los hombres sino de que no tienen ninguna [ ... J; no es creble [el subrayado es mo de nuevo] que un mono o un loro, que fuese de los ms perfectos de su especie, no igualase en eso a un nio de los ms estpidos o, al menos, a un nio cuyo cerebro estuviese turbado, si su alma no fuese de naturaleza totalmente dife- rente de la nuestra. Y no se deben confundir las palabras con los movi- mientos naturales que dan testimonio [el subrayado sigue siendo mo] de las pasiones y pueden ser imitados tanto por mquinas como por animales; ni se debe pensar, como lo hicieron algunos antiguos, que los animales hablan aunque nosotros no entendamos su lenguaje ll
Aparte de la palabra creble (<<no es creble que ... ), he subraya- do por dos veces la palabra testimonio. sta parece haber sido elegida con una insistencia calculada por un Descartes que inaugura tambin desde otro punto de vista (a saber: que escribe el Discurso) esa auto- 11. Discours de la mthode, Cinquieme PaTtie, en Descartes. Oeuvres et Lettres, Paris, Gallimard, 1952, pp. 165166 [trad. cit., p. 115]. 95 El ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO biografilosofa, en francs que es la lengua de mi pas, con el fin de que sea accesible para todos los que no utilizan ms que su razn na- tural y, como lo precisa en otro lugar, con el fin de que las mujeres mismas puedan entender algoI2. Atraigo vuestra atencin sobre esta palabra, testimonio, por ms de una razn. En primer lugar porque es una palabra clave de lo que se denomina normalmente la auto- biografa, la cual con frecuencia es considerada como un testimonio. Toda autobiografa se presenta como un testimonio: digo o escribo lo que soy, vivo, veo, siento, oigo, toco, pienso; y, viceversa, todo testimonio se presenta como una verdad autobiogrfica: prometo la verdad con respecto a lo que yo, yo mismo, he percibido, visto, odo, sentido, vivido, pensado, etc. En segundo lugar, porque Descartes parece en efecto utilizar de una forma equvoca y dogmtica esta palabra testimonio en el momento en que, por una parte, afirma que se ve (por consiguiente, testimonio) que las cotorras y los loros no pueden dar testimonio de que piensan lo que dicen y en que, por otra parte, traduciendo asimismo el testimonio como prueba, concluye de ello que [ ... ] esto da testimonio no solamente de que los animales poseen me- nos razn que los hombres sino de que no tienen ninguna [ ... ]; no es creble que un mono o un loro, que fuese de los ms perfectos de su especie, no igualase en eso a un nio de los ms estpidos [ ... ]. Con todos los se ve que con tanta frecuencia apelan a una presunta evidencia compartida, al sentido comn mismo, esta pala- bra, testimonio, parece todava ms equvoca, en esta casi primera autobiografilosofa francesa, cuando se compara su utilizacin con la que se hace de ella, algunos aos ms tarde, en las Meditaciones, ms concretamente entre la versin original de las Meditaciones, es- critas en primer lugar, como recordbamos hace un momento, en latn y su traduccin francesa por el duque de Luynes. Ahora bien, esta traduccin, revisada por Descartes, utiliza tres veces el solo ver- bo dar testimonio para traducir tres verbos latinos diferentes que proceden de una modalidad discursiva o lgica diferente cada vez: 1) Por una parte, la modalidad de la atestacin propiamente dicha, a pesar de que el testatur, traducido as por testimonio, en la Meditacin cuarta, slo tenga un sentido muy confusamente testi- 12. Carta al padre Vatier, 22 de febrero de 1638, en Descartes. Oeuvres el Lettres, cit., p. 991. 96 CAPiTULO 11 monial: [ ... ] querer engaar da testimonio (testatur) sin duda de la debilidad o de la malicia. Y, por lo tanto, esto no se puede encontrar en Dios (p. 54 [trad. cit., p. 183]). Cito esta frase para iniciar la cuestin de saber si lo que se denomina el animal puede, ms que Dios, querer engaar y ser capaz, propiamente, de mal y de malicia. Por ejemplo, Lacan piensa que el animal puede fingir, ciertamente, pero no engaar, es decir, dentro de la argumentacin de Lacan, que sera incapaz de mentir, de fingir que finge, de confundir dicien- do lo verdadero (esto pondr en juego para nosotros, ms adelante, algo muy importante). La cuestin del mal, y del mal radical, pa- rece inseparable de la doble figura tradicional animal, tanto si sta encarna la inocencia, la incapacidad de una voluntad maligna como si, por el contrario, adopta la figura de lo demonaco, de lo satni- co, de lo apocalptico. 2) Por otra parte, en esa misma Meditacin cuarta, los trminos dan testimonio corresponden a la modalidad de la argumentacin demostrativa, arguunt: [ ... ] mis errores (los cuales son los nicos que dan testimonio (arguunt) de que en m hay imperfeccin) [ ... ] (p. 56 [trad. cit., p. 185]).3) Finalmente, en la Meditacin sexta, dan testimonio traduce la modalidad de la prueba, de la probacin propiamente dicha (probant): se trata aqu, precisamente, del sentido comn (sensus communis) el cual, por medio del cerebro, hace sentir lo mismo al espritu (menti idem exhibit) aunque, sin embargo, las otras partes del cuerpo puedan estar dispuestas de distintas formas como de ello dan testimonio (probant) una infinidad de experiencias que no es preciso recordar aqu (ut probant innumera experimenta, quae hic recensere non est opus)>> (p. 84 [trad. cit., p. 213]). Cuando alguien invoca una infinidad de experiencias que dan testimonio, de las que se puede dar testimonio, pero que no es preciso recordar aqu, un animal que conozco perfectamente siente cmo sus orejas se le enderezan. Por qu no sera preciso recordar? Habra que seguir con ms olfato, pero tambin con ms conse- cuencia, este lxico o esta semntica del testimonio en la cadena dis- cursiva y en el orden de las razones de Descartes. Lo suger hace un momento: la experiencia testimonial que, por definicin, no conoce ningn lmite en el campo discursivo es, por destinacin, autobio- grfica. Tiene vocacin para la autobiografa. Y adems -sera a la vez una ambicin y una modestia-, todo lo que me gustara con- fiaros hoy tendr que ver asimismo con el modo testimonial. Que- rra mantenerme en los lmites, lmites oscuros, lo reconozco, de una confesin que narrar directa o indirectamente no una infinidad de experiencias sino estas o aquellas experiencias que, contrariamente al 97 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO gesto de Descartes que acabo de evocar, dir que s es preciso recor- dar aqu: quae hic recensere opus est. El animal que luego estoy si(gui)endo, esta frmula que no debe- ra describir la representacin inmvil de un autorretrato sino poner- me ms bien sobre la pista de una carrera que deja sin aliento, una ci- ntica o una cinegtica, la cinematografa de una persecucin, de una cacera en donde se persigue a ese animal que luego estoy si(gui)endo o que se considera que estoy siguiendo al recopilar mis experiencias, dije por lo tanto hace un instante que resonaba menos en los grandes momentos del pienso luego existo (en el Discurso o en las Meditacio- nes) que en lo que parece ocurrir a la vuelta de una famosa carta de marzo de 1638 13 Al retomar y desarrollar en sta, un ao despus, los argumentos del Discurso, la hiptesis de los autmatas, el alegato de la no-respuesta esta vez inscrito en una estructura de pregunta! respuesta (<<[ ] jams, como no sea por casualidad, estos automtas responden [el subrayado es mo] ni con palabras, ni siquiera median- te signos, a propsito de aquello que se les pregunta), Descartes pone su demostracin, como siempre, al servicio de una crtica de los prejuicios de la infancia. Lo pueril, para l, y lo errneo, no es una creencia espontnea sino un juicio que cree poder fundarse en seme- jante opinin impulsiva. Adems, la susodicha creencia espontnea no est en cuestin en lo que se refiere a la semejanza entre la mayor parte de las acciones de los animales y las nuestras (pues dicha seme- janza es incuestionable, incluso para Descartes quien no la cuestiona jams como tal). Lo que aqu es criticable, segn l, aquello de lo que debemos desconfiar como de una opinin de la infancia es el paso del afuera al adentro, una creencia en la posibilidad de deducir de esa semejanza externa una analoga interna, es decir, la presencia en el animal de un alma, de sentimientos y de pasiones como las nuestras. En esto consiste el prejuicio de la infancia o de los espritus dbiles. Descartes se muestra, por lo tanto, muy prudente. No pone en duda la semejanza entre el animal y el hombre sino el juicio o la opinin a la que induce. Y ah es donde propone la hiptesis de un mundo en primer lugar habitado por un hombre que nunca habra visto nin- gn animal, <<ningunos animales que no sean hombres. Esta ficcin puramente metdica podra ser extrada, provisionalmente, de este razonamiento cartesiano y orientarnos hacia otras dos cuestiones que abren, ambas, a sus propios fines, no los fines del hombre sino los fines del animal. 13. Carta a "', marzo de 1638, en Descartes. Oeuvres et Lettres, cit., pp. 1004- 1005. 98 CAPiTULO 11 1. En primer lugar, un fin fenomenolgico, en cierto modo, un fin eidtico. Se puede pensar, aunque sea como ficcin, un mundo sin animales o, al menos, un mundo pobre en animales, por jugar sin jugar con la frmula de Heidegger cuya discusin nos espera y segn la cual el animal es pobre en mundo (weltarm)? Forma parte la animalidad de todo concepto de mundo e incluso de mundo huma- no? ms el ser-con-el-animal una estructura fundamental e irreduc- tible del ser-en-el-mundo, de manera que la idea de un mundo sin animal no pueda ser siquiera una ficcin metdica? Qu querra decir entonces ser-con-el-animal? Qu es la compaa del animal? Le sucede esto, secundariamente, a un ser humano o a un Dasein que querra pensarse antes de y sin el animal? O bien es el ser-con- el-animal una estructura esencial del Dasein? y, en ese caso, cmo interpretarlo y qu consecuencias se pueden sacar de ello? stas son unas cuestiones con las que nos volveremos a encontrar al abordar el texto de Heidegger sobre el mundo y el animal, el animal pobre en mundo (weltarm) y el Dasein configurador de mundo (weltbilden). Dicha cuestin no sera --como veremos- sino la del ser-mundo del mundo. Qu es el mundo? A qu llamamos un mundo? Y la pre- sencia de la vida, de la vida animal es esencial o no a la mundanidad del mundo? El alcance de esta pregunta se nos mostrar mejor ms adelante. 2. El horizonte de los fines del animal no es nicamente una fic- cin al servicio de la fenomenologa o del anlisis eidtico de una estructura del mundo o del Dasein. Es el horizonte de una hiptesis real, por as decirlo. Pues lo que hace surgir dicha hiptesis ficticia de Descartes, aunque sta slo dure un momento y conserve una especie de valor pedaggico y metodolgico, es asimismo un espectculo ms verosmil hoy en da que en el siglo XVII. Dicho espectculo no puede formarse ms que como el sntoma de un deseo o de una ilusin: el retrato de un mundo despus de la animalidad, despus de una especie de holocausto, un mundo cuya animalidad, en un primer momento pre- sente para el hombre, habra desaparecido un buen da. Habra sido destruida o aniquilada por el hombre, ya sea pura y simplemente, lo cual parece casi imposible aunque sintamos que nos dirigimos hacia ese mundo sin animales, ya sea por medio de un tratamiento desvi- talizante o desanimalizante, otros diran desnaturalizante de la ani- malidad, la produccin de unas figuras tan nuevas de la animalidad que stas pareceran lo bastante monstruosas como para reclamar un cambio de nombre. Esta ciencia-ficcin cada vez ms creble habra comenzado con la domesticacin que adiestra, el amaestramiento, la neutralizacin, la aculturacin y proseguira con la explotacin m- 99 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO dico-industrial, las intervenciones generalizadas sobre el medio y la reproduccin, los transplantes genticos, la clonacin, etctera. Dejemos estas cuestiones abiertas y volvamos a la ficcin de Des- cartes. Ese hombre que nunca habra visto ningunos animales que no sean hombres sera capaz sin embargo, en cuanto hamo faber o technicus, en cuanto ingeniero, de fabricar unos autmatas que se pa- receran, hasta el punto de confundirlos, a hombres, otros a animales (caballo, perro, pjaro, dice Descartes). stos caminaran, comeran, incluso respiraran -retengamos este punto importante-, imita- ran (es el trmino que utiliza Descartes) lo ms posible, todas las dems acciones de los animales a los que se parecen, sin omitir si- quiera los signos que utilizamos para dar testimonio [iotra vez!] de nuestras pasiones, como gritar cuando se los golpea, huir cuando se hace mucho ruido a su alrededor [ ... ]. Descartes no da aqu muestra alguna de prestar atencin a sus propias elecciones, a los ejemplos de animales que l elige ni, sobre todo, a los ejemplos de signos imitados que l selecciona. Todos son signos de reaccin (digo reaccin, como se dice reaccin a unos es- tmulos, y no respuesta porque todo se va a jugar en la distincin entre la reaccin y la respuesta) y, sobre todo, de reaccin al dao. Pues Descartes parece no conceder ninguna significacin a los signos mismos, a la categora de signos que elige. Son signos de reaccin y, como por casualidad, todos ellos manifiestan una desgracia, el do- lor o el miedo de un animal acorralado, esencialmente perseguido, acosado o maltratado; son los signos de una pasin del animal que se trata de comparar con los signos de las pasiones humanas <[ . ] sin omitir siquiera los signos que utilizamos para dar testimonio de nuestras pasiones, como gritar cuando se los golpea, huir cuando se hace mucho ruido a su alrededor [ ... ]). En el pasaje principal, por as decirlo, del Discurso del mtodo, aquel que sostiene el argumento de esta carta, Descartes ya hablaba, como por casualidad, de una m- quina que simula tan bien al ser vivo animal que sta grita cuando le hacen dao. Esto no significa necesariamente que Ren Descartes sea insensible al sufrimiento animal. Pero, aqu, seguramente quiere mostrarse iridiferente a la pertinencia filosfica o tica de la pregunta de Bentham (can they suffer?). Pueden sufrir? Quizs, parece decir Descartes pero -aadira- sta no es la cuestin ni el inters de esta hiptesis. Y, por lo dems, el sufrimiento de su pasin no es una pa- sin verdadera. Pues se trata slo de saber si los autmatas de dicha hiptesis podran permitir que sacsemos la conclusin de una pa- sin verdadera, de un sentimiento verdadero. La respuesta es de sobra conocida: no, y precisamente por la incapacidad de estos aut- 100 CAPITULO 11 matas para responder. Pues nada ms haber evocado esa similitud po- sible entre los signos que nosotros utilizamos para "dar testimonio de nuestras pasiones y los de los autmatas fabricados por un hombre que, en adelante, se siente en apuros para discernir entre unos seres vivos verdaderos y aquellos que nicamente tendran su apariencia externa, Descartes propone dos criterios (dice dos mtodos) para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre lo autntico y el simula- cro mimtico del autmata. Estos dos mtodos son los del Discurso del mtodo. Se trata de dos criterios que tendremos que conservar en la memoria porque van a regir toda la tradicin de discursos que me gustara situar ms adelante, hasta Heidegger y Lacan: 1) la no- respuesta, la incapacidad de responder, de responder a nuestras pre- guntas, por lo tanto, de entender nuestros puntos de interrogacin; 2) una carencia, un defecto o un dficit general, una deficiencia no especificada, salvo que se diga que es una carencia inconmensurable con la carencia, con todas las carencias, con todas las deficiencias o pobrezas, con todas las privaciones que puedan afectarnos, incluso en caso de debilidad mental o de locura. Aquello de lo que carece el animal, en su perfeccin misma, su defecto, es inconmensurable con aquello de lo que carece la imperfeccin humana que saca de esa carencia, de ese defecto incomparable, su superioridad. A estos dos rasgos que me gustara subrayar en el pasaje que vaya leer, aadira el siguiente, el cual no cuenta menos a mis ojos, a mis ojos y desde el punto de vista del ojo. Se trata del animal teortico, por as decirlo, y de poner en escena objetivante al animal de la teora, el animal tal y como es visto y no el animal que ve, el animal en cuanto cosa obser- vada, el objeto de un hombre que dice yo, yo soy o nosotros, nosotros somos. Descartes se refiere al hombre que ve a un animal que no lo ve. Vaya subrayar de paso algunas palabras en este frag- mento que pertenece a la puesta en escena de este informtico de las inteligencias artificiales que no sabe cmo distinguir, en sus propios autmatas, entre las verdaderas y las falsas pasiones dado lo mucho que se parecen sus signos, [ ... ] sin omitir siquiera los signos que utilizamos para dar testimonio de nuestras pasiones, como gritar cuando se los golpea, huir cuando se hace mucho ruido a su alrededor, etc., de manera que con frecuen- cia se habra visto imposibilitado para distinguir, en medio de unos hombres verdaderos, a aquellos que slo posean la apariencia; y a quien la experiencia habra enseado que no hay, para reconocerlos, ms que dos medios que he explicado en la pgina 57 [trad. cit., p. 114] de mi Mtodo: uno de los cuales es que jams, si no es por casualidad, dichos autmatas responden [el subrayado es mo] ni con 101 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO palabras, ni siquiera mediante signos, a propsito de aquello que se les pregunta [el subrayado es mo); y el otro que, aunque con fre- cuencia los movimientos que hacen sean ms regulares y ms certeros que los de los hombres ms sabios, fallan [el subrayado es mo] no obstante en bastantes cosas que deberan hacer para imitarnos, ms de lo que lo haran los ms insensatos. Es preciso, digo, considerar qu juicio emitira este hombre sobre los animales que estn entre nosotros cuando los viese [el subrayado es mo] [ ... ]'4. Ms abajo, en la misma pgina, nos volvemos a encontrar li- teralmente con esta referencia al animal visto, al animal expuesto como espectculo terico, el objeto para un hombre que dice yo soy, el espectculo para un sujeto especular que refleja su esencia y no se le ocurre, ni quiere que se le ocurra, reflejarse en una imagen del animal al que mira pero que no lo mira. Esto es lo indudable: Ahora bien, no hay duda alguna de que este hombre, al ver a los animales que estn entre nosotros [subrayo la misma frmula que ms arriba: ver a los animales que, sin embargo, estn entre nosotros] y al observar en sus acciones las dos mismas cosas que tornan stas diferentes de las nuestras y que acostumbrara a observar en sus aut- matas, no juzgara [el subrayado es mo] que hubiese en ellos ningn sentimiento verdadero ni ninguna pasin verdadera [el subrayado es mo], como en nosotros, sino nicamente que seran autmatas [ ... ]. La escena y la lgica del argumento me parecen ms extraas de lo que casi siempre se ha apuntado. He aqu un personaje, un hombre, y el hombre es un hombre que, habiendo sabido fabricar de manera ficticia unos autmatas impecables, concluira en realidad con un juicio: que ellos, los animales, son en verdad unos autmatas, unos autmatas de carne y hueso. Pero por qu? Porque se parecen a unos autmatas que se parecen al hombre. Y esta conclusin -no lo olvidemos nunca- sigue a un juicio. No es en ningn caso, por definicin, un sentimiento, una percepcin, un afecto; es un juicio inferido, un acto del entendimiento unido a la voluntad, a una volun- tad como siempre infinita en Descartes y que va ms all de los fines del entendimiento. Dicho juicio es a la vez una proposicin judicativa y un veredicto, una sentencia que concierne a dnde ha de detenerse el animal, el lmite en el cual se detiene, debe parar o pararse, a saber, en el umbral de la respuesta, antes de la respuesta, ms ac de una de- 14. [bid. 102 CAPiTULO 11 terminada esencia de la respuesta. Pero dejemos aqu ese otro abismo del autos y de la ipseidad, de la autokinesis y de la automocin a cuyo seno, entre la ley de la naturaleza (reaccin) y la ley de la libertad (respuesta y responsabilidad), es preciso acudir. Por qu esta argumentacin tan conocida le ha chocado, y no deja de chocarle, al sentido comn compartido que sta expone y traduce no obstante? Porque viene a interrumpir unos largos debates histricos, un enorme juego de tesis y de anttesis depuradas que he tenido que elegir tratar aqu por omisin. Una interminable conver- sacin se haba iniciado ya entre todos aquellos que, desde Plutarco hasta Porfirio y Montaigne, casi siempre en contra de Aristteles y de los estoicos, no haban dejado de agitar en todos los sentidos las cues- tiones que Descartes viene finalmente a zanjar, con su insolente paso de caballero francs, con tanta autoridad. Por ejemplo, acerca de la simple cuestin de la respuesta, acerca de la simple y abisal cues- tin de saber lo que quiere decir responder, en primer lugar entre el hombre y el animal, ya haba habido numerosas respuestas antes de Descartes quien las conoce sin duda en el momento de zanjarlas. Al retomar en aquella carta el argumento del Discurso, Descartes no aade probablemente por casualidad una precisin. Y sta es al menos una de las razones por las que he preferido interesarme antes que nada por la carta que por el pasaje cannico del Discurso. En el Discurso se deca que una mquina que simula un mono o cualquier otro animal sin razn o bien no podra, como nosotros, declarar a los dems [sus] pensamientos, o bien, incluso en la hiptesis de que una mquina perfeccionada se viese dotada de palabras (hoy en da pensaramos en un contestador automtico bastante somero), sta jams podra componer las palabras, arreglarlas de distinta forma para responder al sentido de todo lo que se diga en su presencia, del modo que pueden hacerlo los hombres ms ofuscados. Ahora bien, aunque Descartes no haya podido imaginar, con sus refinamientos, su poder y su complicacin, todas las potencialidades de reacciones- respuestas que hoy podemos, y podremos cada vez mejor maana, confiar a unas mquinas, a otro concepto de la mquina, s debi dar- se cuenta del riesgo de esta definicin, a la vez difuminada y limitada, del campo de respuesta <todo lo que se diga en su presencia). En la carta ya no se trata nicamente de la incapacidad, para el animal, de responder a todo lo que se dice en su presencia y que puede ser una llamada, una orden, un ruido (y Descartes saba muy bien que el animal responde o reacciona a ello) sino de responder a cuestiones, a preguntas, a propsito de aquello que se les pregunta. Como si el animal pudiese en efecto responder, reaccionar a una llamada o 103 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO a una orden, a la seal de su nombre por ejemplo, pero seguro que no -aunque sea mediante unas palabras mecnicamente programa- das- a una pregunta. La cuestin de la respuesta es, por lo tanto, la de la pregunta, la de la respuesta como respuesta a una pregunta que, a la vez, permanecera improgramable y que sera la nica que dejara al otro la libertad de responder, si es posible (campo tecno- histrico lleno de porvenir, precisamente all donde la programacin de la pregunta-respuesta parece cerrar el porvenir). El animal car- tesiano, lo mismo que toda su descendencia (una vez ms tratar de reconocer en sta a Kant, a Heidegger, a Lacan y a Lvinas, es decir, tambin a tantos y tantos otros), sera incapaz de responder a verdaderas interrogaciones. Pues carecera del poder de verdaderas preguntas. Cul es el inters de una verdadera pregunta? En esto consiste toda la cuestin, aquella que se ha podido posteriormente determinar -dicho y hecho-- como cuestin dellogos, de la razn, del ser o del otro. Al zanjar acerca oellmite animal en cuanto lmite de la respues- ta, Descartes responde l mismo, replica a la argumentacin de toda una tradicin. No tomar de ella ms que un punto de referencia: en Porfirio, en su inagotable suma acerca de las ticas del vegeta- rianismo en la Antigedad, acerca de todos los debates filosficos anteriores (pitagorismo, platonismo, estoicismo, epicuresmo) que se desplegaron en torno a las relaciones de comunidad, de derecho, de deber, de justicia, etc., que vinculan o no al hombre con los dems seres vivos. En un determinado momento de su insaciable y maravi- lloso Peri apokhes 1s , Porfirio insiste en esa capacidad de los animales para escuchar la voz y responder a ella. Hypakouo quiere decir de una manera precisamente muy ambigua: oigo, escucho, respondo, y respondo tanto a una pregunta como a una invitacin o a una orden, obedezco, me presento en respuesta a una llamada, a una interroga- cin, a un mandato, a una convocatoria, a una inyuncin. Me pre- sento es a la vez el primer gesto de la autobiografa y el de todos los heme aqu de la historia de la ley. Sin embargo, el animal de Porfi- rio, incluso cuando es mudo, parece capaz de lo que yo hago cuando digo: hypakouo. Parece capaz de hacer lo que yo hago aunque l no lo diga. Dice Porfirio: Se cuenta incluso (hystoreutai) que algunos animales mudos (ton aphton- gon) estn ms prestos a responder a la llamada de su amo (hypakouein 15. [Porfirio, Sobre la abstinencia, trad. de M. Periago Lorente, Gredos, Madrid, 1984.] 104 CAPiTULO 11 tois despotais) de lo que lo est un amigo ntimo. En todo caso, la murena del romano Craso iba hacia l cuando se la llamaba por su nombre (onomasti kaloumene) y le inspir unos sentimientos tales que llor su muerte, l, a quien anteriormente la prdida de tres hijos no haba afectado sino moderadamente (III, 5). [Plutarco, una de las numerossimas fuentes de Porfirio, deca: ms que a Domitius Aheno- barbus la muerte de sus tres esposas.] Poco despus, Porfirio ampla todava ms el campo de la res- puesta y le reconoce al animalIa propiedad de la respuesta: Tambin para los animales est claro el lenguaje de los hombres (an- thropon phone), tanto si estn irritados contra ellos como si son be- nevolentes, tanto si los llaman como si los echan, tanto si les quieren pedir como si les quieren dar algo: en resumen, ninguna intencin se les escapa y a ella responden cada vez con pertinencia (alla pasais oikieios hypekousan: responden a todo de forma apropiada). Hay otras razones que hicieron que yo prefiriese darle ms im- portancia a esa carta de Descartes que, una vez ms, al Discurso del mtodo. Porque la carta misma pretendera ser una respuesta, se pre- senta como respuesta a unas interrogaciones, respuesta en tiempo diferido, respuesta mediatizada. Descartes escribe a su interlocutor para proponerle que transmita su respuesta a su amigo: [ ... ] pues- to que as lo ha querido, le pedir que se tome usted el trabajo de hacerle llegar mis respuestas. Seguidamente y sobre todo, en estas respuestas, la cuestin de la respuesta del autmata, del animal como contestador automtico y, por consiguiente, sin respuesta (el sin res- puesta define la muerte del rostro para Lvinas. Volveremos sobre ello) se hallaba precedida de inmediato, de una forma aparentemente contingente, por una respuesta a propsito de un cogito. Este cogito ergo sum, aunque no est necesariamente firmado por un muerto, no debera en todo caso tener nada que ver con la auto-afirmacin de una vida, de un yo respiro que significara vivo, estoy animado o soy animal. Una lgica propiamente fenomenolgica, a saber, epo- cal, trata de demostrar ah que de un yo respiro no puedo sacar la conclusin de un existo si no es sobreentendiendo: yo pienso que respiro, o yo creo, o yo siento (en el sentido de Descartes), yo pienso que respiro, luego existo, aunque el yo respiro sea falso, aunque de hecho yo no respire o no viva. Respiro luego existo no da lugar, en cuanto tal, a ninguna certeza. Pienso que respiro, en cambio, siempre es cierto e indudable, aunque me equivoque. Y, por lo tanto, puedo deducir luego existo del pienso que respiro. 105 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO Lo que experimento (fenomenolgicamente, segn la definicin del pienso cartesiano) no es que respiro sino que pienso que respiro. La conclusin indudable es aquella que prueba, y no prueba total- mente ms que a partir de lo que se experimenta y se presenta a s como pensamiento. Debemos decir que la conclusin garantizada de certeza absoluta, aquella cuya consecuencia debe seguir sin la menor duda, no puede llegar sino tras un pienso. Pasa, por lo tanto, del pienso al existo o del pienso que vivo (aunque sea falso) al existo, y no del vivo o respiro al existo: Cuando decimos: respiro, luego existo, si queremos deducir nuestra existencia de aquello que la respiracin puede ser sin aqulla, no sacamos ninguna conclusin dado que, anteriormente, habra que haber probado que es verdad que respiramos, yeso es imposible a menos que se haya probado tambin que existimos1 6
Esto es lo mismo que decir que la expresin vivo (es decir, como animal) luego existo no est garantizada por ninguna certeza filos- fica, de la misma manera que tampoco lo est la conclusin que yo he convertido en un ttulo o en una firma: el animal que luego estoy si(gui)endo. Puedo salvar de la duda una frase como pienso que soy un animal, luego existo, pero dicha frase no poseera ningn privilegio; valdra lo mismo que cualquier frase que comience por yo pienso. Y este yo pienso es lo que un animal no podra enun- ciar. Ni tampoco yo en general. Por qu? En esto consiste toda la cuestin, la cuestin de la pregunta y la cuestin de la respuesta. Sin reconstruir este argumento con toda la sutileza de sus arti- culaciones, tal y como me habra gustado hacerlo tambin para el anterior argumento acerca de la obediencia o de la respuesta de las nodrizas ante el nio que llora mientras da rdenes o que da rdenes mientras llora (escena que nos vamos a volver a encontrar en una nota de la Antropologa de Kant), os propongo que retengis al me- nos lo siguiente: la indubitabilidad de la existencia, la autoposicin y la automanifestacin del existo no depende del ser-en-vida sino del pensamiento, de un aparecer a s que, en un primer momento, no est determinado como respiracin, soplo o vida ni siquiera de un alma pensante que no se muestra primero como vida. Esto es lo nico que me gustara retener al inicio del itinerario que nos espera (sobre todo en el camino que va desde Descartes hasta Heidegger y a su neutrali- zacin de la vida), articulndolo con los motivos que caracterizan al 16. Carta a "', marzo de 1638, en Descartes. Oeuvres et LettTes, cit., p. 1003. 106 CAPiTULO 11 animal-mquina. Dichos motivos parecen mltiples pero renen en un solo sistema la no-respuesta, el lenguaje que no responde porque est fijo o fijado en la mecanicidad de su programacin y, finalmente, la carencia, el defecto, el dficit o la privacin. El trayecto que me dispongo a seguir ahora supone una serie de elecciones. Me gustara tratar de justificar al menos la economa de las mismas. La perspectiva permanece abierta hoy y para el porvenir mediante una lucha muy desigual entre aquellos que no se consideran obligados a respetar en absoluto los derechos del animal en cuanto tal y aquellos que, por el contrario, intentan pensar lo que podra al menos significar semejante respeto por dichos derechos; no del animal, quizs, sino de los animales y sin que esto impida volver a pensar incluso la idea misma del derecho, de la historia y del concep- to de un derecho que hasta ahora, en su constitucin misma, implica el sometimiento irrespetuoso del animal. Existe, como sabis, desde hace unos veinte aos en su versin original, desde hace menos de diez aos en su versin actual, una Declaracin universal de los derechos del animal. sta incluye diez artculos y la Liga internacional de los derechos del animal le dio el ltimo retoque en 1989. La tenis a la vista l7 Viene precedida por una larga historia desde hace al menos dos siglos, desde Thomas Young y Jeremy Bentham. No os la recuerdo ni analizo tampoco to- dos los problemas que planteara cada artculo. Pero, dado que este texto se presenta como un texto jurdico (aunque, por el momento, no disponga de ningn medio garantizado ni de ninguna fuerza de aplicacin ni, por consiguiente, posea el esta tus autntico de un dere- cho que ha de implicar siempre, en principio, un modo de coaccin); dado que apela a algunos conceptos fundamentales y problemticos como son el del animal en general, el respeto de los animales inse- parable del respeto de los hombres entre s", la libertad" <derecho a vivir libre en su entorno natural,,), la naturaleza, la vida y, sobre todo, <<la personalidad jurdica del anima">; dado que supone que estn claros todos los dems conceptos que acabamos de enumerar muy deprisa, tenemos fundamento para preguntarnos acerca del esta tus de este derecho y de los sujetos de derecho que implica. Mi hiptesis, entonces, es la siguiente. En la historia del derecho y del concepto de sujeto del derecho, del sujeto de derechos y de deberes, en la historia del concepto de sujeto que es inseparable de aqulla, hay una secuen- cia que es determinante para nuestro tiempo. Es la secuencia que me 17. En F. Burgat. Animal. mon prochain, Odile Jacob, Paris, 1997, pp. 56-59. 107 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO dispongo a sobrevolar, a la vez desde muy arriba y desde muy cerca, de una cumbre a otra (desde Descartes hasta Lacan, desde Kant hasta Lvinas, desde Heidegger hasta Descartes), como sobrevolaramos las cimas de un macizo tratando de ver pasar por all al animal (al ani- mote). Dicha secuencia, analizada con los criterios que he anunciado, habra condicionado cierto concepto de sujeto el cual, al tiempo que funda el derecho, habra llevado a la vez a negar cualquier derecho del animal o a tornar radicalmente problemtica cualquier declara- cin de los derechos del animal. De lo que se trata pues aqu, con toda modestia, es de sealar algunos puntos de referencia prelimina- res, aquellos que parecen indispensables, en la constitucin misma de esta problemtica. A pesar de la simpata que me inspira esta Declaracin universal de los derechos del animal, me pregunto si tiene justificacin que sta se presente como tal, como una Declaracin de los derechos, y si de- recho es aqu el concepto que se requiere. Hemos de plantearnos la pregunta de <<nuestras relaciones con el animote en trminos de de- rechos? Y qu significa eso? No abordo aqu, por falta de tiempo, la inmensa cuestin de saber si se le pueden reconocer unos derechos a unos sujetos exentos o incapaces de deberes. En general se piensa que no, salvo algunas excepciones. Dicha posibilidad no queda excluida en la historia del derecho, pero ste es un problema complicado que creo debo dejar al margen por el momento. Slo dir unas palabras, dentro de un momento, a propsito de Kant. Por otro lado, aun- que nos pusisemos de acuerdo en reconocer semejantes derechos, la Declaracin de estos derechos es eminentemente perfectible. El pasado ya lo ha mostrado ampliamente en lo que respecta tanto a los derechos del hombre como a los derechos del animal. Dicha per- fectibilidad infinita, lo mismo que la de cualquier derecho, puede recaer tanto en el contenido como en los conceptos fundadores, las definiciones o los axiomas implcitos de dicha Declaracin. Por ejem- plo, y por contentarnos con una enumeracin emprica y limitada a los trminos mismos de la Declaracin: el del animal mismo, el de la unidad de la vida, el de sistema nervioso, el de derecho natural (Prembulo), el de ejecucin, necesaria, instantnea, cruel (art. 3), el de utilizacin, exhibicin, genocidio, biotopo y, sobre todo, el de personalidad jurdica del anima! (art. 9). Si, con el fin de volver a introducir de una forma totalmente preliminar a estas cuestiones, he elegido seguir la filiacin post-carte- siana que conduce hasta nosotros desde el pienso o existo, digo que pienso luego existo, all donde, rigiendo un pensamiento del animal, dicho enunciado rige en verdad al animal como si fuese su 108 CAPiTULO 11 amo, es porque era preciso a la vez respetar e! contrato de esta dca- da (la autobiografa, e! digo que pienso luego existo, me presento tal y como soy", en verdad con respecto al animal) y tener en cuenta una tradicin-filiacin que considero (sta es mi hiptesis) no slo predominante en filosofa y como filosofa, en nuestro mundo, en los tiempos modernos" sino, ms concretamente, para e! discurso de la dominacin misma. Y dicha dominacin se ejerce tanto en la violencia infinita, incluso en e! dao sin lmites que infligimos a los animales, como en las formas de protesta que dividen en el fondo a los axiomas, a los conceptos fundadores en nombre de los cuales se ejerce dicha violencia, incluso cuando aqullas se orientan hacia una Declaracin de los derechos de! animal o hacia una cultura ecolgica o vegetariana cuya historia es ya tan rica y tan antigua. Mi hiptesis es, por consiguiente, que esa filiacin rige, quiero decir que es predominante, hegemnica en todos los mbitos donde se trata la cuestin de! animal, incluso e! animal mismo: la zoologa, la etologa, la antropologa pero, ante todo, la ontologa, el predomi- nio mediante e! saber y la tcnica (zoo-bio-gentica) as como la tica, la poltica y el derecho. Antes incluso de iniciar este recorrido, apunto algunos rasgos co- munes a los cuatro pensamientos que lo orientarn, que dirigirn su trayectoria, como lo haran unas seales espaciadas, y slo a ttulo de indicadores, me atrever a decir aqu, por las razones ya evocadas, de chivatos. A pesar de las inmensas diferencias o contradicciones que los separan y que yo sera e! ltimo en querer minimizar, Kant, Hei- degger, Lvinas y Lacan comparten, en lo que se refiere a lo que de- nominan el anima!, un nmero considerable de lo que yo llamara creencias y que, si prefers, podrais denominar axiomas o prejuicios, presunciones o presupuestos. Me gustara intentar mostrar en todo caso que, al igual que Descartes, aqullos piensan que, a diferencia de nosotros los hombres (diferencia que est determinada as), e! animal no habla ni responde, que su capacidad de emitir seales es ajena al lenguaje y se encuentra limitada, fijada por un programa. Ninguno de ellos ha tenido nunca en cuenta ciertas diferencias esenciales o estructurales entre las especies animales. Ninguno de ellos ha tenido en cuenta, de una manera seria y determinante, el hecho de que caza- mos, matamos, exterminamos, comemos y sacrificamos animales, los utilizamos, los hacemos trabajar o los sometemos a unos experimen- tos prohibidos en el hombre. Salvo Lacan (en quien, por lo dems, esto no cambia en modo alguno la axiomtica tradicional), ninguno de ellos tiene en cuenta la sexualidad animal. En ninguno de ellos queda verdaderamente integrado el progreso del saber etolgico o 109 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO primatolgico. Naturalmente, estos rasgos comunes se distribuyen en cada uno de ellos segn unas configuraciones diferentes (que ten- dremos en cuenta) pero que siempre terminan siendo lo mismo, eso mismo, eso mismo que yo soy. Yeso mismo, aquello mismo no se ve afectado ms que de forma secundaria e inesencial por el hecho siguiente que recuerdo de forma general: 1) que el pienso luego existo no es denominado subjetividad por Descartes (se trata sin em- bargo -esto es lo que cuenta- de una fundacin del sujeto); 2) que el yo pienso kantiano vuelve a poner en cuestin toda la argumen- tacin de la ontologa cartesiana en torno al cogito ergo sum (se trata sin embargo de un yo pienso que, al acompaar todas las represen- taciones -y esto es lo que cuenta-, define la relacin consigo de la razn que se le niega al animal); 3) que el Dasein heideggeriano se define mediante una deconstruccin de la subjetividad cartesiana (se trata sin embargo -esto es lo que cuenta aqu- de un Dasein ancla- do en un existo y en una Jemeinigkeit); 4) que el sujeto as deno- minado por Lvinas es anfitrin o rehn (el sujeto es anfitrio, el sujeto es rehn, dice Lvinas, y se trata sin embargo de un hombre que se relaciona con el otro hombre como con el nosotros de los hermanos o de los prjimos frente a un animal sin rostro y ajeno a toda tica); 5) que el sujeto lacaniano, esta vez con este nombre, depende de una lgica del inconsciente (se trata sin embargo -y esto es lo que cuenta aqu una vez ms- de un sujeto humano y en el que se mantiene una referencia positiva a Descartes). Otros invariantes: al igual que Descartes, jams Kant, Heidegger, Lvinas, Lacan -digamos los sujetos firmantes que portan ese nom- bre o a los que ste porta- evocan la posibilidad de ser mirados por el animal que ellos observan y del que hablan. Al igual que Descartes, tampoco ninguno de ellos evoca o tiene en cuenta el problema de la desnudez o del pudor entre el animal y el hombre. Al igual que Des- cartes, ni se les ocurre distinguir entre todos los animales y, al igual que Descartes, hablan de el animal como de un solo conjunto que se puede contraponer a nosotros, los hombres, sujeto o Da-sein de un pienso, soy, segn un nico rasgo comn y del otro lado de un solo lmite indivisible. Sus ejemplos son siempre lo ms pobres posi- ble, apuntando siempre a ilustrar una identidad general del animal y no unas diferencias estructurales entre diferentes tipos de animales. Al igual que Descartes, tampoco reconocen el ms mnimo derecho ni ninguna aptitud para la respuesta, en cuanto tal, a lo que ellos de- nominan el animal. A ttulo de lo que no vara y del rasgo comn, aadir asimismo lo siguiente que lo anima todo y ha de irrigarlo todo: a saber, que 110 CAPiTULO 11 el sacrificio imprime un latido vital en el corazn de todos estos dis- cursos. Se trata de cuatro pensamientos de la experiencia sacrificial, cuatro pensamientos que no se reuniran consigo mismos, de manera consecuente y seguida, si no reafirmasen la necesidad del sacrificio. No necesariamente del sacrificio como sacrifico ritual del animal (aunque ninguno de ellos lo haya denunciado nunca, que yo sepa) sino de un sacrificio fundamental, incluso de un sacrificio fundador, en un espacio humano donde no est prohibido, en cualquier caso, dar rdenes al animal hasta ejecutarlo si es preciso. El lugar funda- mental del sacrificio est marcado, de forma explcita y temtica, en los pensamientos de Kant, Heidegger, Lacan y Lvinas 18 Aparente- mente, el pathos sacrificial, sin duda, no es cartesiano y el animal sacrificado -diramos- no debera ser un animal-mquina. Pero, para restaurar en su profundidad la vena judeo-cristiana y, por con- siguiente, sacrificialista del cogito cartesiano, bastara con situar ah dos afluentes. En primer lugar, el que retrotrae, a pesar de todas las negaciones de Descartes, al cogito agustiniano; y si quisisemos tratar del animal autobiogrfico en las Confesiones, habra que hacer que compareciese, antes del caballo de Nietzsche y del caballo de Kant, el buen caballo (bonus equus) de Agustn. Por mucho que lo quiera -dice-, yo no podra querer ser como l, en cambio puedo desear ser como un hombre, amarlo de lejos sin conocerlo, amar y admirar a un histrin que yo no podra ser. Agustn se pregunta entonces (y habra mucho que decir acerca de estos ejemplos del histrin y del caballo en el seno de esta inmensa autobiografa): Acaso amo, por lo tanto, en un hombre aquello que me resulta odio- so ser, aunque yo sea un hombre? jEl profundo abismo que es el hom- bre mismo! (grande profundum est ipse horno) [ ... ] jY, sin embargo, sus cabellos son ms fciles de contar que sus sentimientos y que los movimientos de su corazn!1 9
Es este abismo, concedido a sus hermanos cristianos y a sus pr- jimos, lo que Agustn niega al animal, mientras que otros se entregan al animal como al vrtigo del abismo. El otro afluente cristiano del pensamiento cartesiano no es ajeno a la escena sacrificial que aqu nos ocupa, al retorno del cordero y del carnero, puesto que se trata del intento de conciliacin, por lo 18. No tengo aqu tiempo para demostrarlo con textos que lo refrenden, pero os pido que creis en mi palabra, al menos por el momento. 19. San Agustln. Confesiones, libro IV; XIV; 22, 23. 111 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO dems convincente, que Descartes juzg posible y necesario entre su interpretacin de las relaciones entre las sustancias, alma y cuerpo, y la doctrina de la transustanciacin eucarstica. En el momento de prender, de comprender conjuntamente, de una sola vez a Descartes, Kant, Heidegger, Lvinas y Lacan como un solo cuerpo vivo, en el fondo incluso un solo cuerpo de delito, el sistema mvil de una misma organizacin discursiva con varios ten- tculos, tengo la impresin de estar yo mismo intentando como en e! catch, en la pesca o en la caza encontrar una llave lo suficientemente experta, lo suficientemente sabia como para tratar de dar de lleno en e! centro nervioso de un solo cuerpo animal. Un poco como alguien que pretendiese saber por dnde agarrar un pulpo o un calamar y, sin violentarlo demasiado, sin matarlo sobre todo, mantenerlo a raya hasta que termine de escupir su tinta. Para desplazar sus poderes sin hacer demasiado dao a nadie. Su tinta o su poder seran aqu e! Yo, no necesariamente el poder decir yo sino la ipseidad de! poder ser o de! poder hacer Yo, incluso antes de la enunciacin autorreferencial en una lengua. Confieso esto, a saber, que intento dar con esa llave y con la llave para ese concepto. Lo confieso a ttulo autobiogrfico y para confiaros lo siguiente: sin dejar de tener en cuenta las infinitas complicaciones que estoy evocando, tengo una percepcin y una interpretacin muy animalistas de todo lo que hago, pienso, escribo, vivo pero asimismo de todo, de toda la historia, de toda la cultura, de toda la sociedad as denominada humana, a todos los niveles, macro- o microscpicos. Mi nico afn no es interrumpir esa visin animalista sino no sacri- ficarle ninguna diferencia, ninguna alteridad, el pliegue de ninguna complicacin, la apertura de ningn abismo por venir. Culpable o inocente, mi llave comenzara hoy retomando el co- gito cartesiano por medio de un yo pienso kantiano. Despus de todas las crticas que pudo provocar la teora del animal-mquina en los tiempos de la Ilustracin, cuando Kant reafirma la diferencia del animal razonable que es el hombre, lo hace a partir del YO. Aunque se distribuye por doquier en su obra, este antropocentrismo funda- mental se declara como tal, egolgico, tautolgico y autogrfico, al comienzo de la Antropologa en sentido pragmtico 2o Desde las pri- meras palabras, se define al hombre como aquel que puede tener el 'Yo' en su representacin (der Mensch in seiner Vorstellung das Ich 20. [1. Kant, Antropologa en sentido pragmtico, trad. de J. Gaos, Alianza, Ma drid, 1991, pp. 15-17. (Las citas siguientes remiten a esta edicin.)] 112 CAPiTULO 11 haben kann>. Se trata de un poder, no lo olvidemos. Este poder, este poder-tener el Yo adquiere relevancia, erige, eleva (erhebt) al hombre infinitamente (unendlich) por encima de todos los dems seres vivos de la tierra (unendlich ber al/e andere auf Erden lebende Wesen). Dicha elevacin infinita identifica a un sujeto, eh el sentido estricto, puesto que Kant subraya inmediatamente despus que Yo significa la unidad de una conciencia que sigue siendo la misma a tra- vs de todas sus modificaciones. El <<Yo es el "yo pienso, la unidad originaria de la apercepcin trascendental que acompaa todas las representaciones. El sujeto que es el hombre es una persona, la mis- ma persona (die selbe Person), aquella que ser, por consiguiente, el sujeto de la razn, de la moral y del derecho. A qu se contrapone la persona? Pues a la cosa (volveremos a encontrarnos, por lo tanto, con la vieja distincin romana entre el derecho de las cosas y el de- recho de las personas, que habra que recordar aqu). La persona es un ser absolutamente diferente (ganz verschiedenes Wesen), en rango y dignidad (durch Rang und Wrde), de esas cosas (Sachen) que son los animales irracionales (dergleichen die vernunftlosen Thiere sind). Sobre dichos animales irracionales, puesto que son cosas, tenemos poder y autoridad (walten). Podemos utilizarlos y disponer de ellos a nuestro antojo (nach Belieben schalten und walten kann). La fuerza de ese poder sobre los animales irracionales, la autoridad libre de ese walten und schalten, Kant no las plantea aqu como un atributo o una consecuencia, entre otras, del poder decir yo de la persona. Ese po- der sobre el animal es la esencia del Yo o de la persona, la esencia del hombre conforme, por lo dems, a la inyuncin divina que, desde el Gnesis, le asigna este destino: marcar su autoridad sobre los seres vivos, lo cual no se puede hacer ms que gracias al poder infinita- mente elevado de presentarse como Yo, de presentarse sin ms, de presentarse a s, con una forma de presencia a s que acompaa todas las presentaciones y representaciones. Esta presencia a s, este s de la presencia a s, este <<Yo singular y universal, condicin de la respues- ta y por lo tanto de la responsabilidad del sujeto (terico, prctico, tico, jurdico, poltico), es un poder, una facultad que Kant tiene la prudencia o la osada de no identificar con el poder decir, con el po- der literal de enunciar el Yo. Este sujeto personal puede su egoidad, puede hacerla sin decirla, por expresarlo as, puede afirmarse en su egoidad y en su dignidad, por consiguiente, en su responsabilidad, en su poder de responder, de responder de s, ante los dems y ante la ley, incluso all donde todava no puede decir Yo (selbst wenn er das Ich noch nicht sprechen kann). Tiene este Yo en el pensamiento (in Gedanken) y esto define el pensamiento mismo como reunindose 113 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO consigo mismo, all donde sigue siendo el mismo, reunido y presente a s mismo gracias a ese poder del yo, gracias al yo puedo de ese yo, ese yo puedo yo como yo pienso que acompaa todas las represen- taciones. Incluso precisamente all donde la ipseidad del yo no puede decirse ni enunciarse como tal, en la palabra yo", e, Ich, I, ego, sta se efecta en cualquier lengua siempre y cuando sea humana. Aqu, el gesto de Kant, con respecto al ego, es el mismo que el de Heidegger ms adelante, con respecto al ser; a saber, con respecto a la condi- cin de la experiencia de lo que es en cuanto tal, la cual veremos que distingue al Dasein humano del animal. Cualquier lengua humana dispone de l, de ese s mismo como taJ", incluso aunque carezca de dicho trmino. Kant: [oo.] todas las lenguas, cuando hablan en primera persona [y, en el fon- do, esta primera persona es la que le falta a la vida animal y la priva radicalmente de toda relacin autobiogrfica consigo misma], deben pensar ese Yo [esa egoidad: diese Ichheit, y es preferible traducir Ichheit por "egoidad que por "YO, tal y corno lo hace la traduccin francesa, pues no se trata slo de plantear un "YO, mi "Yo, el mo, aqu ahora, sino de acceder por medio de la lengua a lo que hace que mi "Yo sea un "YO, un ser-yo, su egoidad en cuanto tal, su ser-ego universal, su fenmeno del ser-ego en general, en singular general] aun cuando no lo expresen con una palabra particular. Si Kant otorga a los hombres y a las lenguas que no tienen una palabra para Yo aquello que jams otorgar a los animales ni a sus sistemas de signos, no es nicamente porque stos carecen de pala- bras en general (debido al defecto y a la fijeza de su sistema de co- municacin) sino porque ese Yo, que est en el pensamiento antes de estar en la lengua, no es otra cosa que el pensamiento mismo, el poder de pensar, el entendimiento del que carece el animal: Pues esa facultad (de pensar) [ese poder, Vermgen, a saber, el poder de pensar, niimlich zu denken] es el entendimiento (der Verstand)>>. ste es quizs el lugar o el momento de precisar una vez ms el alcance a la vez sutil y decisivo de ese poder del <<Yo. Sin duda, no se tratar simplemente de la relacin consigo, ni siquiera de cierta auto-mocin, de una espontaneidad auto-kintica que nadie entre los espritus ms negativos con respecto al animal, ni siquiera Descartes, ha negado al animal. A todo ser vivo -repito- y, por consiguiente, a todo animal en cuanto ser vivo, se le reconoce ese poder de mo- verse espontneamente, de sentirse y de relacionarse consigo. sta es incluso, por problemtica que sea, la caracterstica del ser vivo tal y como se la contrapone tradicionalmente a la inercia inorgnica de lo 114 CAPiTULO 11 que sera puramente fsico-qumico. Nadie niega al animal la auto- afeccin ni la auto-mocin ni, por lo tanto, el s de esa relacin con- sigo. Ahora bien, lo que se pone en duda (y ah es donde el funcio- namiento y la estructura del <<YO importan, incluso all donde falta la palabra yo) es el poder de hacer referencia a s mismo de forma dectica, autodectica, el poder de sealar al menos de manera virtual con el dedo hacia s para decir: soy yo. Pues -Benveniste lo subray con fuerza- eso es lo que dice y hace yo cuando yo lo pronuncio o lo efecto. Dice: yo hablo de m, el que dice yo se muestra l mismo en el presente de su enunciacin o, al menos, de su manifestacin. Al no ser capaz de esa autotelia autodectica o autorrefencial, el animal, privado del Yo, carecera a la vez de yo pienso, de entendimiento y de razn, de respuesta y de responsabilidad. El <'yo pienso que ha de acompaar todas las representaciones es esa autorreferencia como condicin del pensamiento, como el pensamiento mismo. Y esto es lo propio del hombre, esto es aquello de lo que el animal es- tara privado. Por supuesto, la cuestin es inmensa y abisal. La reelaboracin crtica a la que yo estara tentado de someterla no consistira en negar que, por no hablar del animal en general (lo cual no har nunca), mu- chos animales parecen en efecto incapaces de esa autodectica o de esa autorreferencia literal que adoptara la forma visible de una fcil manipulacin de la imagen especular o del dedo ndice vuelto hacia s para decir o para manifestar: soy yo quien me muestro a m mis- mo, respondo de ello. Ahora bien, por una parte, no es seguro que esa autodeicticidad no est funcionando, de mltiples formas eviden- temente, en cualquier sistema gentico en general teniendo incluso cada elemento de la escritura gentica, con el fin de significar dentro de la cadena gentica, que identificarse, que marcarse de acuerdo con cierta reflexividad. Tampoco es seguro que esa autodeicticidad no adopte unas formas muy desarrolladas, diferenciadas y complejas en un gran nmero de fenmenos sociales que podemos observar en el animote. Quin puede negar que los fenmenos de exhibicin nar- cisista en la seduccin o en la guerra sexual, el sgueme que te sigo que se despliega con colores, msica, ornatos, alardes o erecciones de todo tipo no competen a una autodectica? Podramos ir mucho ms lejos y multiplicar estos indicios y ejemplos, pero no tengo tiempo de hacerlo. Ahora bien, por el contrario y por otra parte, de acuerdo con lo que constituye aqu la matriz lgica de mi argumentacin, no se trata nicamente de devolverle al animote lo que se le niega: aqu, el yo de la automostracin. Se trata asimismo de preguntarse por el axioma que permite conceder pura y simplemente al hombre 115 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO o al animal razonable aquello de lo que se dice que el animal sin ms estara privado. Si la autoposicin, la autotelia automostrativa del yo, incluso en el hombre, implicase el yo como otro diferente y tuviese que acoger dentro de s alguna hetero-afeccin irreductible (lo cual he tratado de demostrar en otros textos), entonces esa autonoma del yo no sera ni pura ni rigurosa; no podra dar lugar a una delimitacin simple ni lineal entre el hombre y el animal. Aparte de todas las dife- rencias que de esta manera se reintroducen y se tienen en cuenta (en- tre los hombres, entre los animales, entre los hombres y los animales), la cuestin del yo, del existo o del yo pienso se desplazara hacia la cuestin previa del otro: del otro, del otro yo que estoy si(gui)endo o que me sigue. Qu otro? Y cmo permitir la determinacin de la ley del otro, de la heteronoma o bien desplazarse o bien confirmar el antropocentrismo cuya lgica estamos siguiendo. Ellogos (pues dicha lgica es una interpretacin activa dellogos, un logocentrismo): sta es una cuestin que todava nos est esperando. Dentro de la inmensa red de consecuencias que se podran sacar, en el propio Kant, de ese antropocentrismo del yo pienso y del concepto de finitud que se ajusta a aqul (finitud que, paradjica- mente, Kant y Heidegger negaran al animal), no sigo ms que dos trayectorias virtuales. La primera permitira precisar lo que analic en otro lugar acerca del animal domstico en Kant. Al final de la Antropologa, Kant seala de nuevo un lmite. Esta vez ya no se trata del yo pienso sino de la socialidad. Kant est tentado de ir bastante lejos, en un primer mo- mento, en el sentido de una comparacin entre la sociedad animal y la sociedad humana. Primero sealando que la animalidad (Thierheit) sigue siendo, en sus manifestaciones, anterior (frher) a la pura hu- manidad y ms poderosa (miichtiger), incluso en la repblica, incluso en toda constitucin civil (brgerliche Verfassung), a saber, en todo lo que representa el grado ms elevado dentro de las buenas disposicio- nes del gnero humano para con el fin ltimo de su destinacin (Bes- timmung)21. Est, pues, esa anterioridad, ese ser-antes (frher) del animal (otra forma de decir que el hombre va tras el animal) y tam- bin esa superioridad en potencia. Prioridad y superioridad que se invierten slo cuando un debilitamiento (Schwdchung) del animalIa somete al hombre, a la domesticacin, la cual lo torna ms til para el hombre que el animal salvaje. La socializacin de la cultura humana va unida a ese debilitamiento, a esa domesticacin del animal amaes- trado. No es otra cosa que el tornarse-ganado del animal. La apro- 21. [Ibid., pp. 287-288.] 116 CAPiTULO 11 piacin, el adiestramiento, la domesticacin del ganado adiestrado (das zahme Vieh) son la socializacin humana. En cuanto individuo, el hombre tambin estara dispuesto, lo mismo que el animal salvaje, a emprender la guerra contra sus vecinos para afirmar su libertad incondicional. Por consiguiente, no hay socializacin, ni constitucin poltica, ni poltica sin principio de domesticacin del animal salva- je. Sera absurda y contradictoria la idea de una poltica del animal que pretendiese romper con ese poder de dar rdenes al animal, al devenir-ganado del animal. Lo poltico implica el ganado. Por eso, aunque sta le siga seduciendo, Kant seala un lmite a cualquier comparacin entre sociedad animal y sociedad humana. Sin duda hace una concesin: aunque el hombre no est destinado, como lo est un animal domstico, a formar parte de un rebao, su socialidad se parece (segn una analoga cuya historia es frtil y que sobrevivir hasta Marx) a la de una colmena de abejas. En ambos casos se trata de estar destinado a convertirse en miembro de una cooperativa y de una sociedad civil. La manera ms simple, la menos artificial de pro- ceder a la organizacin de esa sociedad es tener un gua, un amo, un sabio (Weiser) de la colmena: ste es el principio monrquico de las abejas. Pero la comparacin (G/eichnis) se detiene aqu. Pues, dentro de su multiplicidad, las colmenas emprenden una guerra que, segn Kant, no es comparable a las guerras humanas. Aqullas dan rienda suelta a sus abejorros con vistas a permanecer en un estado de natu- raleza guerrero, en una relacin de astucia, de violencia, de explota- cin de la fuerza de los otros, mientras que la guerra humana (que, en resumidas cuentas, Kant elogia implcitamente, como sucede con fre- cuencia) hace que se pase del estado de naturaleza salvaje al estado de sociedad. Kant parece menos convincente y ms trabajoso que nunca cuando, por ejemplo, escribe lo siguiente, lo cual, lejos de detener la comparacin, invitara por el contrario a ella, me parece a m: Es aqu donde se acaba la comparacin: se trata nicamente, para las abejas, de utilizar mediante la astucia o la violencia el trabajo de los otros. Cada pueblo trata de acrecentar sus fuerzas sometiendo a sus vecinos; y ya sea por ansia de crecer o por temor a ser engullido por el otro si no se le toma la delantera [habra que seguir este motivo de la rapidez en la carrera tecnolgica de las sociedades humanas como sociedades animales], la guerra interna o externa, dentro de nuestra especie, por muy mala que sea, es no obstante el mvil [Triebfeder: el excitante de la pulsin] que hace que se pase del estado salvaje de naturaleza al estado sociaJ22. 22. [Ibid., p. 289.] 117 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO Ahora bien, qu es, en ltima instancia, lo que distingue as la guerra animal, aquella que confina pues dentro de la bestialidad sal- vaje, de una guerra humana que, por el contrario, hara salir del es- tado salvaje, abriendo entonces a la cultura y a la conciencia social? Qu es lo que, en resumidas cuentas, va en el mismo sentido que ese yo pienso que garantiza la humanidad y la racionalidad del animal que estoy si(gui)endo? Pues bien, no es otra cosa, paradjicamente, que un mecanismo, una mquina pero, esta vez, una maquinacin de la providencia. El Triebfeder que eleva la humanidad a la sociedad y hace que, mediante la guerra, se salga del estado salvaje, all donde esa misma guerra mantiene la bestialidad, es ein Maschinenwesen der Vorsehung, un mecanismo de la Providencia: no una mquina animal sino la maquinacin de un dios providencial que ve ms all del presente de la percepcin. Este chisme providencial ve de ante- mano tanto el mal como para qu puede servir el mal. El chisme pre- v la finalidad de ambas guerras, aunque se trate de dos guerras y de dos guerras con una base de animalidad (puesto que, en el hombre, en la sociedad humana, el animal sigue siendo ms antiguo, frher, y ms fuerte que el hombre que va tras l). Dice Kant: [ ... ] mecanismo de la Providencia donde las fuerzas antagnicas cho- can entre s, se mezclan unas con otras pero, por el empuje o la trac- cin de otros mviles (durch den Stoss oder Zug anderer Triebfeder), se mantendrn mucho tiempo en un curso regular 23
Habramos tenido que analizar largo rato y con detenimiento esa contradiccin y esa inversin, esa contrapulsionalidad -pulsin contra pulsin, mviles contra mviles (Triebfeder contra otros Triebfedern)- que funciona, s, hay que decirlo, funciona como una mquina que estabiliza y regula el curso de una sociedad y de una historia. Y pode- mos preguntarnos si este criterio de la estabilidad y de la regularidad, por s solo, no sera tambin pertinente para describir las sociedades as denominadas animales o salvajes. Como siempre, y sta es la regla cuando se habla del animal, Kant est en un tris de negar, de renegar y de contradecir lo que dice, incluso a propsito de la contradiccin. Est tan cerca de hacerlo que, en una observacin que se ha tenido poco en cuenta, en una esclarecedora nota a pie de pgina, evoca, cual evolucionista, la posibilidad de que un buen da, a lo largo de una tercera poca, el chimpanc pueda decir yo pienso y acceder as al entendimiento. y, por consiguiente, al rango y a la dignidad 23. [Ibid.] 118 CAPiTULO 11 del hombre. Nos preguntamos entonces cmo habra que interpre- tar el designio de ese Maschinenwesen der Vorsehung, de ese deus ex machina providencial, de ese ordenador antropoteocntrico del que acabamos de hablar. Poco antes del pasaje que acabamos de leer, esa nota desarrolla una interpretacin sutil y laboriosa del grito del nio cuando nace. A Kant ste le obsesionaba tanto como a Descartes, sobre todo cuando se refera al animal. Ese grito del nio de pecho no es de queja sino de clera y de indignacin, afirma Kant con toda tranquilidad. El recin nacido hace estallar su protesta. No grita su dolor, manifiesta que algo lo contrara, lo humilla, lo enerva (ihm etwas verdriesst). Kant se pregunta entonces por el designio (Absicht) de la naturaleza que expone as a ese niito de pecho furioso y col- rico a la voracidad del lobo o del cerdo que, en las cercanas, podran sentirse atrados de este modo por los alaridos del pequeo mientras la madre est ausente o se encuentra dbil tras el parto. La respuesta a la vez delirante y extra-lcida de Kant, resumindola, se condensa en tres momentos. Habra tres pocas. En primer lugar, antes de la historia, en un tiempo antes del tiempo, en el estado de pura natura- leza, el beb no gritaba al nacer. Despus, sin que sepamos por qu ni cmo, dice literalmente Kant, el da en que los padres acceden a la cultura, la naturaleza torna posible ese grito inquietante de los nios de pecho, sin duda con vistas a la palabra. Finalmente, y ste es el tercer momento, Kant hace una observacin que --dice- puede ir muy lejos (diese Bemerkung fhrt weit). Muy lejos, pero hasta dn- de? Hasta la hiptesis de una tercera poca, una poca por venir que obligara a reorganizar toda la lgica de ese antropocentrismo y, por consiguiente, de toda la obra de Kant. La cuestin es la siguiente: Acaso a esa segunda poca, dentro de las grandes revoluciones de la naturaleza, no debe suceder una tercera cuando un orangutn o un chimpanc desarrolle los rganos que le sirven para andar [por lo tan- to, pasar a la ereccin de la posicin vertical con todo lo que puede derivarse en el cara a cara y la cpula cara a cara}, para manejar los objetos, para hablar (zum Sprechen), hasta la formacin de una es- tructura humana (zum Gliederbau eines Menschen) que contenga, en su elemento ms interno, un rgano para el uso del entendimiento (ein Organ fr den Gebrauch des Verstandes) que se desarrollara poco a poco gracias a una cultura social (durch gesellschaftliche Kultur)?24 El inters de esta nota excepcional es evidente. Kant ya no habla en ella del animal en general; tiene en cuenta una diferencia estructu- 24. llbid., p. 286, nota.] 119 El ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO ral entre unos tipos de animales no humanos. La nota tambin seala una apertura a un proceso evolutivo, incluso histrico (mantengo en este trmino las comillas que trat de justificar anteriormente), a una periodizacin macrodimensional de la hominizacin y ms all que, aunque resulte poco probable y quede descrita de una manera ingenua, deja por lo menos libre la atencin de los filsofos para unos trabajos de primatologa por venir. Semejantes saberes deberan obli- garles a deconstruir su habitual discurso, al menos si no encuentran por s mismos, y en ese mismo discurso, motivos para hacerlo. Dicho esto, esa nota tiene el estatus de una ensoacin sin fu- turo. Se parece en eso a cierta breve observacin de Lvinas acerca de Bobby, el perro kantiano del que volveremos a hablar y que los lectores de Lvinas tanto citan y admiran, tanto ms cuanto que el pasaje de este perro no tiene precedente ni consecuencia ni porvenir en el discurso que atraviesa, por no hablar siquiera de sus lmites in- ternos sobre los cuales volveremos enseguida. A mi entender, el pro- pio Kant no saca ninguna consecuencia de esa nota sobre el porvenir del animal en la organizacin predominante de su discurso. y, por lo dems, lo mismo que la historia de Bobby, aqulla sigue resultando muy antropomrfica y antropocntrica. El porvenir abierto, si no prometido, al orangutn y al chimpanc conserva la familiaridad de una estructura humana (zum Gliederbau eines Menschen). Desde el punto de vista de esa estructura humana, a la animalidad en general, incluida la de los primates actuales, hoy por hoy no se le reconoce ningn derecho. El animal no es un ser razonable puesto que est pri- vado del yo pienso, condicin del entendimiento y de la razn. En cuanto tal, privado por eso mismo de libertad y de autonoma, no po- dra convertirse en sujeto de derechos ni de deberes, de acuerdo con esa correlacin del derecho y del deber que es lo propio del sujeto como persona libre. Kant contempla la ruptura de dicha correlacin en la subjetividad del sujeto en dos casos: en el siervo que es sujeto de deberes pero no goza de ningn derecho o en Dios que tiene todos los derechos pero no est vinculado por ningn deber 25 Sin embar- go, esta doble excepcin no vale en ningn caso para el animal, el cual no accede a ningn derecho, a ningn deber y permanece ajeno al reino de los fines. El animal (e incluso el animal en el hombre) no puede ser considerado como un fin en s mismo, sino nicamente como un medio. Pertenece a ese orden de la experiencia puramente sensible que siempre debe ser sacrificado (ste es siempre el trmino de Kant para hablar de la subordinacin de los intereses y de las pa- 25. Vase F. Burgat, Animal, rIIon prochain, cit., p. 61. 120 CAPiTULO 11 siones sensibles o vitales). En resumidas cuentas, y por ir muy rpido a lo esencial, aquello de lo que est privado el animal no razonable, adems de la subjetidad, es lo que Kant llama la dignidad (Wrde), a saber, un valor interno y que no tiene precio, el valor de un fin en s mismo o, si prefers, un precio ms all de todo precio comparable y negociable, de todo precio en curs0 26 Puede haber un precio en cur- so y negociable para el animal, lo mismo que para cualquier medio que no pudiese convertirse en un fin en s. De ah la crueldad virtual de esa razn pura prctica. Acentos de crueldad que ya marcan el discurso de Kant cuando seala la imperativa necesidad de sacrificar la sensibilidad a la razn moral. Pero, cuando se trata del animal, esa crueldad sacrificial puede tornarse tan grave (virtualmente tremenda, implacable, feroz) que algunos, entre ellos Adorno, no han dudado en denunciar en ella la peor violencia, incluso una especie de sadismo. Kant con Sade: quiz tambin sea eso. Y que Lacan no haya indagado en esa direccin de la crueldad contra el animal tal vez no carezca de relacin con cierta lgica lacaniana de la que volveremos a hablar. En su Filosofa de la msica 27 (con ocasin de una observacin sobre Beethoven en la que aqu sera interesante profundizar si tuvisemos tiempo), Adorno no duda en juzgar sospechosa, tan sospechosa (so suspekt), la nocin kantiana de dignidad (Wrde) otorgada al hombre nicamente en nombre de la autonoma. La aptitud para la autonoma, para la autodeterminacin, para la autodestinacin mo- ral (Selbstbestimmung), digamos asimismo para la autoprescripcin y la autobiografa moral es lo que se convierte, en Kant, en el privilegio o en la ventaja absoluta del hombre (all donde, diramos, el autos de la automocin, su autotelia reflexiva, se considera normalmente como lo propio del ser vivo en general). Al garantizar de este modo la soberana o el domino (Herrschaft) del hombre sobre la naturale- za, aqulla est en verdad, precisa entonces Adorno, dirigida contra los animales (Sie richtet sie gegen die Tiere}. Adorno no se contenta con identificar un deseo de dominio sobre la naturaleza, un designio general y neutro del sujeto -como con frecuencia se dice al hablar del proyecto cartesiano- al cual le gustara dominar la naturaleza por medio de la ciencia y de la tcnica. No, se tratara de un acto de 26. [1. Kant, Fundamentacin de la metafsica de las costumbres, Segunda seccin, trad. de M. Garca Morente, Espasa-Calpe, Madrid, 31967, pp. 91-92.] 27. Th.W. Adorno, Beethoven. Philosophie der Musik. Fragmente und Texte, ed. de R. Tiedermann, Suhrkamp, Frankfurt a. M., 1993, pp. 123-124 (fragmento 202) [Beethoven. Filosofa de la msica, trad. de A. Gmez Schneekloth y A. Brotons Mu- oz, Akal, Madrid, 2003, p. 78]. 121 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO guerra o de un movimiento de odio, de una animosidad, como si una sobrepuja kantiana envenenase el proyecto cartesiano, el cual, por su parte, permanecera en resumidas cuentas neutro e indiferente, fun- damentalmente indiferente al animal-mquina. (No me creo nada de esto, creo que el cartesianismo pertenece, bajo esa indiferencia me- canicista, a la tradicin judeo-cristiano-islmica de una guerra contra el animal, de una guerra sacrificial tan vieja como el Gnesis. Y esa guerra no es una forma de aplicar la tecnociencia al animal cuando sera posible y factible hacerlo de otra manera; no, esa violencia o esa guerra han sido, hasta ahora, constitutivas del proyecto o de la posibilidad misma de un saber tecnocientfico dentro del proceso de humanizacin o de apropiacin del hombre por el hombre, inclusive en sus formas ticas o religiosas ms elevadas. Ninguna nobleza tica o sentimental ha de disimulamos esa violencia que las formas conoci- das del ecologismo o del vegetarianismo no bastan para interrumpir, aunque stas sean mejores que aquello a lo que se oponen.) En cualquier caso, si hacemos referencia al prejuicio segn el cual la teora del animal-mquina sera neutra e indiferente, impasible, entonces acusar a la moral kantiana de dirigirse contra el animal en un acto de guerra es interesarse por un inters, precisamente, por un inters negativo hacia el animal, por una pasin alrgica, por una inflexin pulsional, por un agravamiento significativo del cartesia- nismo que sera una especie de odio al animal: el desear dao al animal. Ms adelante, Adorno hablar en efecto de odio y de abo- rrecimiento profesados por el kantiano a la animalidad. Dicho con otras palabras, el principio de la razn pura prctica, el proyecto tico de Kant, estara lleno de odio y sera cruel, criminal, incrimi- nable y criminalizado por Adorno as como por la lgica que dicho principio anuncia y que yo despliego aqu. En el comienzo y en el fin de esa moral habra muerte, ejecucin y asesinato. (Por lo dems, habra mucho que decir aqu, en lo que concierne a la animalidad en general y a la animalidad del hombre, sobre el problema de la pena de muerte cuya necesidad de principio Kant ha sostenido con fuerza incluso en nombre del concepto y de la posibilidad del derecho, all donde no slo un Beccaria sino un Sade la pondran en entredicho.) Dicha criminalizacin de la razn prctica puede interpretarse en muchas direcciones. Se puede decir, por un lado, que ese odio beli- coso en nombre de los derechos del hombre, en resumidas cuentas, lejos de sustraer al hombre de la animalidad por encima de la cual pretende elevarse, confirma que hay ah una especie de guerra entre las especies. Y que el hombre de la razn prctica no deja de ser bes- tial en su agresividad defensiva y represiva, en su explotacin del ani- 122 CAPiTULO 11 mal hasta la muerte. Tambin se puede decir que una mala voluntad, incluso una malignidad perversa, habita y anima la as denominada buena voluntad moral. Y que ese mal", la enfermedad y la maligni- dad de ese mal, no lo porta el animal ni dentro de s ni sobre s sino que va dirigido contra el animal al cual se trata de hacer dao y de desear dao. Por unas razones que es preciso analizar (y sta es una dimensin esencial que hoy tengo que dejar de lado), el pensamiento kantiano del mal" debera reinterpretarse desde este punto de vista. Toda esa sospecha (que no inaugur Adorno) respecto a una profun- da perversidad de la moral kantiana es sin duda lo que gui a Nietzs- che en su genealoga de la moral. Se puede decir, finalmente, que esa perversidad es precisamente lo otro o lo inconsciente del yo pienso (interpretado segn unas vas nietzscheanas pero asimismo freudia- nas), es lo otro que me piensa y que me sigue all donde estoy, eso otro es lo que de antemano asedia al yo pienso que acompaa todas mis re- presentaciones. Tambin ser preciso, cuando lleguemos a Lvinas y a Lacan, que nos preguntemos si basta entonces con hablar de lo otro y de lo inconsciente; si, por s sola, una lgica de lo radicalmente otro y del inconsciente, si una referencia primordial al otro, en Lvinas y Lacan por ejemplo, basta para disipar el prejuicio antropocntrico de filiacin cartesiana, es decir, epiprometeo-judeo-cristiano-islmica. (Mi respuesta ser que no, ya lo habais comprendido, tanto para Lvinas como para Lacan.) Puede decirse, por ltimo, que ese impen- sado del yo pienso, all donde el animal que estoy si(gui)endo me sigue desde el lugar del otro o del inconsciente, es en efecto una ma- quinalidad que automticamente asedia, como un genio maligno que es preciso conjurar, tanto el concepto cartesiano de animal-mquina como el concepto kantiano de providencia, de mquina providencial, de Maschinenwesen der Vorsehung que de antemano pone fin, por prescripcin y prediccin, a la historia de las mquinas de guerra que deberan tener un efecto civilizador. Pero, entonces, ese esta- do de cultura y de socialidad regular al que conduciran las guerras humanas, segn un designio providencial del Maschinenwesen der Vorsehung, seguira siendo, en forma de una pax humana, la prose- cucin de una guerra sin cuartel contra el animal, slo un momento de esa guerra a muerte, la cual debera efectivamente desembocar en un mundo sin animales, sin animal digno de ese nombre y que vivira con vistas a otra cosa que a convertirse en medio para el hom- bre, ganado, instrumento, carne, cuerpo o ser vivo experimental. Volvamos un momento a Adorno, cuyas palabras he llevado un poco lejos de la literalidad de ese fragmento aunque, as lo espero, 123 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO sin traicionarlo. Estaramos casi tentados de decir que ese agrava- miento del odio kantiano o idealista contra el animal, esa zoofobia no es ajena, en espritu, incluso en la literalidad del texto de Adorno, a una germanizacin o, en todo caso, a una fascinacin del sujeto. Adorno comprueba que Kant no deja lugar a compasin (Mitleid) alguna, a conmiseracin alguna entre el hombre y el animal (en la medida en que ste puede sufrir, can suffer, deca Bentham). Nada es ms detestable --dice Adorno-, ms aborrecible, ms odioso (ver- hasster) para el hombre kantiano que el recuerdo de una semejanza o de una afinidad entre el hombre y la animalidad (die Erinnerung an die Tierahnlichkeit des Menschen). El kantiano slo siente odio hacia la animalidad del hombre. ste es incluso su tab en todos los sentidos del trmino y, ante todo, una prohibicin sagrada que afecta a la impureza. Esa animalidad prohibida y mantenida a raya, con la ambivalencia del pavor religioso que corresponde precisamen- te al animal ttem y tab, es un tab. Y ah es donde las palabras de Adorno se articularan con toda una problemtica freudiana de la religin del padre y del hijo. Aqul habla de Tabuirung (tabuiza- cin). Una operacin de conjuro caracteriza en general todos los insultos que un idealista dirige al materialista. Y dicha conjura tiende a consagrar y a prohibir a la vez un tab. El tab est a la vez reli- giosamente excluido, silenciado, reducido al silencio, consagrado y sacrificado, golpeado por una prohibicin y golpeado sin ms. El odio contra el animal tab sera un rasgo general del idealismo y del trascendentalismo. Ms arriba, Adorno haba sealado esta afini- dad entre la pretensin trascendental y ese proyecto de dominio del hombre sobre la naturaleza y sobre la animalidad. La determinacin kantiana del sujeto humano (nico ejemplo de ser razonable y finito, el nico ejemplo de intuitus derivativus) sera una forma eminente de este idealismo trascendental. Adorno va muy lejos en todo esto: para un sistema idealista, los animales desempean virtualmente el mismo papel que los judos para un sistema fascista -afirma-o Los animales seran los judos de los idealistas, los cuales no seran pues sino fascistas virtuales. Y dicho fascismo empieza cuando se insulta a un animal, incluso al animal en el hombre. El idealismo autntico (der echte Idealismus) consiste en insultar al animal en el hombre o en tratar a un hombre de animal. Adorno hace referencia dos veces a esta nocin de insulto (schimpfen). ste no implica solamente una agresin verbal sino una agresin que consiste en degradar, rebajar, devaluar, poner en entredicho a alguien en su dignidad. No se insulta a una cosa, se insulta a alguien. Adorno no llega a decir que el idealis- mo insulta al animal sino que insulta al materialista o insulta al hom- 124 CAPiTULO 11 bre tratndolo de animal, lo cual implica que animal es un insulto. "El animal que luego estoy si(gui)endo tambin puede entenderse como una especie de auto-acusacin (en el momento en que acabo de hacer una burrada y me arrepiento denuncindome, sealndome con el dedo: qu animal soy). Momento de denigracin de s, insulto de uno por uno mismo. Hasta dnde puede llegar esta referencia al judasmo, alodio idealista del animal como odio al judo (que podramos fcilmente, de acuerdo con los esquemas a partir de aqu familiares de la misma lgica, extender a cierto odio a la feminidad, incluso a la infancia)? (El dao que se desea, que se inflige al animal, el insulto al animal se- ran entonces el hecho del macho, del hombre en cuanto horno pero asimismo en cuanto viro El mal del animal es el macho. El malle viene al animal por el macho. Sera bastante fcil mostrar que esa violencia que se inflige al animal es si no de esencia s al menos predominan- temente machista, lo mismo que la dominacin misma del predo- minio guerrero, estratgico, cazador, viriloide. Puede haber Dianas cazadoras y amazonas insolentes pero nadie podra negar que, en su forma fenomnica ms general, desde la caza hasta la corrida, desde las mitologas hasta los mataderos, y salvo excepciones, es el macho el que la emprende con el animal, lo mismo que fue a Adn a quien Dios encarg asentar su autoridad sobre los animales. [Para denominar esta escena sacrificial he hablado en otros lugares --como de un solo fenmeno y de una sola ley, de un solo predominio-- de un carnofalogocentrismo 28 Sealo muy deprisa de paso, a ttulo de autobiografa intelectual, que si la deconstruccin del logocentris- mo ha tenido necesariamente que desplegarse a travs de los aos en deconstruccin del "falogocentrismo y luego del carnofalogo- centrismo, la sustitucin absolutamente inicial de los conceptos de habla, de signo o de significante por el concepto de huella o de marca estaba de antemano destinada, y de manera deliberada, a traspasar la frontera de un antropocentrismo, el lmite de un lenguaje confinado en el discurso y las palabras humanas. La marca, el grama, la huella, la diffrance conciernen diferencialmente a todos los seres vivos, a todas las relaciones de lo vivo con lo no-vivo]). Hasta dnde puede, por lo tanto, llegar esa referencia al ju- dasmo y por qu Kant en quien se alaba en general una especie de 28. '11 faut bien manger' ou le calcul du sujeto>, entrevista con jean-Luc Nancy, publicada primero en Cahiers Confrontation 20 (invierno de 1989): Apres le sujet qui vient; posteriormente en Points de suspension, cit. ['Hay que comer' o el clculo del sujeto, trad. de V. Gallo y N. BiIIi, en Confines (Buenos Aires) 17 (diciembre de 2005)). 125 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO judasmo profundo, all donde Hegel, que tiene sin embargo sobre la animalidad unos puntos de vista ms complicados, menos tpica- mente cartesianos (habra que poder examinar detenidamente esta cuestin en Hegel, pero asimismo en Marx y Husserl), sera ms bien anti-judo si no anti-semita? En su bonito y amplio prefacio a los Tres tratados para los animales de Plutarco (en la traduccin francesa de Amyot), lisabeth de Fontenay no se contenta con recordar, despus de Hannah Atendt, que Kant era el autor preferido de Eichmann. Contra los que denuncian, en la puesta en entredicho de la axiomti- ca humanista con respecto al animal, una deriva deconstruccionista irresponsable, aqulla recuerda lo siguiente: Que se fastidien los que no evocan la summa injuria [alusin a una zoofilia nazi y al vegetarianismo hitleriano 1 ms que para burlarse mejor de la piedad hacia el sufrimiento annimo y mudo. Resulta que algunos grandes escritores y pensadores judos de este siglo habrn estado obsesionados por la cuestin animal: Kafka, Singer, Canetti, Horkheimer, Adorno. stos habrn contribuido, por la insistencia de su inscripcin en sus obras, a cuestionar el humanismo racionalista y lo bien fundado de su decisin. Algunas vctimas de catstrofes hist- ricas han presentido, en efecto, que los animales eran otras tantas vc- timas comparables hasta cierto punto a ellas mismas y a los suyos19. Cito este pasaje (habra que citar muchos otros en torno a l) para suscribirlo, sin duda alguna. Pero asimismo para plantear dos cuestiones: una, sobre la que paso muy deprisa, concierne a la alusin a la deconstrucciu. Con el fin de no ser demasiado irresponsa- ble, por retomar los trminos de la acusacin contra la que precisa- mente se alza lisabeth de Fontenay, una deconstruccin debera, a mi entender, entre otras precauciones y afanes de complicacin, no emprenderla con el humanismo racionalista (es la expresin que emplea lisabeth de Fontenay) de esos discursos que son tan crueles con los animales y cuyos resortes, agonstica o polemologa estamos analizando. Dichos discursos aducen en efecto el humanismo racio- nalista y se presentan sin duda de esta manera. Pero ese susodicho humanismo racionalista se apresura a encerrar y a delimitar tanto el concepto de hombre como el de razn. La deconstruccin que me importa aqu debera anunciarse tambin en nombre de otra historia, de otro concepto de historia y de la historia del hombre as como de la razn. Historia inmensa, macro- y micro-historia. El simplismo, 29. Plutarco, Trois traits pour les animaux, precedido de La raison du plus fon de lisabeth de Fonrenay, POL, Paris, 1992, p. 71. 126 CAPiTULO 11 el desconocimiento, la denegacin violenta que analizamos en este momento me parecen igualmente traiciones con respecto a unas po- sibilidades humanas reprimidas, a otros poderes de la razn, a una lgica argumentativa ms comprensiva, a una responsabilidad ms exigente, en lo que concierne al poder de cuestionar y a la respuesta, as como con referencia a la ciencia y, por ejemplo (no es ms que un ejemplo), con referencia a los saberes zoolgicos o etolgicos ms abiertos y ms crticos. La segunda cuestin me servir de transicin. lisabeth de Fon- tenay nos hace observar que muchos pensadores judos de este siglo han inscrito en efecto la cuestin del animal en su corpus. Parece entonces tanto ms urgente preguntarse por qu el pensador judo que pasa por ser, sin duda con toda justicia, el pensador al que ms le preocupa la tica y la santidad en este siglo, Emmanuel Lvinas, no ha convertido por lo menos al animal en una gran interrogacin en el corazn de su obra. Este silencio me parece aqu, al menos desde el punto de vista que nos importa, ms significativo que todas las diferencias que puedan separar a Lvinas tanto de Descartes como de Kant en lo que se refiere a la cuestin del sujeto, de la tica y de la persona. Yo sera el ltimo en querer pasar por alto y sobre todo borrar esas diferencias, incluso esas oposiciones, esas rupturas. Sin embargo, stas no desplazan en modo alguno el eje de un pensamien- to del sujeto humano que, al situar la posibilidad y la necesidad del sacrificio en el corazn de la tica, no se siente concernido, por as decirlo, por el animote, ni le reconoce a ste ninguno de los rasgos que le atribuye al rostro humano. Esta invariante es tanto ms sobre- saliente que persiste a travs de las diferencias, de las oposiciones, de las rupturas o de los desplazamientos. Si digo pensamiento del sujeto es, ante todo, para justificar la inscripcin de Lvinas en la tradicin subjetual que estamos analizando. Pues esta cuestin del animal no es solamente interesante y grave por s misma. Nos brinda asimismo un hilo conductor indispensable para leer a los filsofos y acceder a una especie de arquitectnica secreta en la construccin, por consiguiente, en la deconstruccin de un dispositivo discursivo, de una coherencia, si no de un sistema. No se comprende a un fil- sofo ms que si se entiende bien lo que ste pretende demostrar y, en verdad, fracasa en demostrar, acerca del lmite entre el hombre y el animal. Ahora bien, aunque Lvinas desve la herencia, aunque invierta lo que podramos describir como la pendiente tradicional y on- tolgica del sujeto, aunque lo haga de una manera contundente, 127 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO original y -digamos- subversiva (tambin habra por su parte una subversin del sujeto, por retomar la expresin de Lacan en un texto que abordaremos ms adelante), aunque someta al sujeto a una heteronoma radical, aunque convierta al sujeto en un sujeto some- tido a la ley de la sustitucin, aunque diga del sujeto que es antes que nada anfitrin (anfitrin del infinito, por lo dems, segn una tradicin cartesiana de la idea de infinito que reivindica y le hace decir, en resumidas cuentas, estoy tras e! infinito), aunque recuerde que el sujeto es rehn <e! sujeto es anfitrin, el sujeto es rehnJO -dice- obsesionado, perseguido, hostigado), este sujeto de la tica, el rostro, nunca deja de ser ante todo y nicamente un rostro huma- no y fraternal. He insistido en otros textos en e! alcance de este valor de fraternidad, valor central y determinante para la interpretacin levinasiana de un rostro que es, en primer lugar, e! de mi hermano y e! de mi prjimo (por lejano o extrao que sea). Aqu est ms claro que nunca. Se trata de poner al animal fuera de circuito de la tica. Se podra ilustrar esta interpretacin con miles y miles de citas. Si, en su nueva definicin heteronmica y tica, el sujeto humano es rostro, est fuera de cuestin que se conceda al animal o al animote ningu- no de los rasgos, de los derechos, de los deberes, de los afectos, de las posibilidades que se le reconocen al rostro del otro. Esto podra sorprender por parte de un pensamiento tan obsesionado (utilizo a propsito este trmino levinasiano), tan preocupado por la obsesin del otro y de su alteridad infinita. Si soy responsable de! otro y ante e! otro as como en e! lugar del otro, para el otro, acaso el animal no es todava ms otro, ms radicalmente otro, por as decirlo, que el otro en el cual reconozco a mi hermano, que el otro en el cual identifico a mi semejante o a mi prjimo? Si tengo un deber, un deber antes de cualquier deuda, antes de cualquier derecho, para con e! otro acaso no es entonces tambin para con el animal que es todava ms otro que el otro hombre, mi hermano o mi prjimo? Pues no. Parece que, justamente para Lvinas, el animote no es ningn otro. Con excep- cin, al menos aparentemente, de un clebre pasaje de! que dir algo dentro de un momento pero que, por lo dems, tampoco me parece tan audaz como se dice con frecuencia (se trata de la famosa historia de Bobby, el perro kantiano), Lvinas jams evoca, que yo sepa, la mirada del animote como mirada de ese rostro desnudo y vulnerable al que le ha dedicado tantos hermosos y sobrecogedores anlisis. El 30. Tema ampliamente tratado en Adieu - ti Emmanuel Lvinas, Galile, Paris, 1997. Vanse especialmente las partes II y IlI, pp. 87-129 [Adis - a Emmanuel L vinas, trad. de J. Santos Guerrero, Trotta, Madrid, 1998, pp. 66-96]. 128 CAPiTULO 11 animal no tiene rostro, no posee ese rostro desnudo que me mira y me concierne y de cuyos ojos habr de olvidar el color. El trmino tan frecuente de desnudez, tan indispensable para Lvinas cuando describe el rostro, la piel, la vulnerabilidad del otro o de mi rela- cin con el otro, de mi responsabilidad para con el otro cuando digo heme aqu no concierne nunca a la desnudez en la diferencia sexual ni aparece jams en el campo de mi relacin con el animal. El animal no tiene ni rostro ni siquiera piel, en el sentido que Lvinas nos ha enseado a dar a estos trminos. Que yo sepa, jams se presta seria- mente atencin a la mirada animal ni tampoco a la diferencia entre los animales, como si a m no me pudiese mirar ninguna serpiente ni ningn protozoario ciego pero tampoco ningn gato, perro, mono o caballo. Mi querido amigo John Llewelyn, que estuvo con nosotros aqu en 1992, ha dedicado a estos temas unos anlisis fundamentales, l- cidos y valientes, sobre todo en The Midd/e Voice of Ec%gical Con- science 31 Quiero rendirle un homenaje y me permito remitiros a la lectura de su libro en el momento en que, compartiendo su preo- cupacin y apelando a l, proceder quiz de una manera un poco distinta. En el captulo tan frtil que dedica a Lvinas (<<Who is my neighbour), Llewelyn cuenta que un da, aqu mismo, en Cerisy en 1986, le plante algunas preguntas. Por ejemplo: el hecho de tener un rostro implica la aptitud para el lenguaje? CEI animal tiene rostro? Puede leerse el no matars en los ojos del animal? sta es la res- puesta de Lvinas tal y como yo la traduzco a partir de la transcrip- cin de John Llewelyn: No puedo decir en qu momento tenemos [o se tiene) el derecho a ser llamado rostro (at what moment you have the right to be called face). El rasrro humano es totalmente diferente y slo a tora pa- sado descubrimos el rastro de un animal. No s si la serpiente tiene rostro. No puedo responder a esa pregunta. Es preciso un anlisis ms especfico. Una breve observacin, en primer lugar, acerca de la proposi- cin: El rostro humano es totalmente diferente y slo a toro pasado descubrimos el rostro del anima!. sta parece sugerir, en efecto, que ese descubrimiento a toro pasado funciona por medio de una trans- posicin analgica o de un antropomorfismo, lo cual es una forma 31. J. L1ewelyn, The Middle Voice of &ological Conscience: A Chiasmic Reading of Responsibility in the Neighbourhood of Levinas, Heidegger and Others, Sto Martin's Press, New York, 1991. 129 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO de secundarizar, si no de poner bajo sospecha y, en cualquier caso, de confirmar, se quiera o no, que el pensamiento y la experiencia del rostro son originariamente humanas, es decir, fraternales. Esta lectu- ra me parece que la confirma otra respuesta, en una entrevista poste- rior (1988), que Llewelyn cita asimismo. Sin dejar de reconocer que la tica se extiende a todos los seres vivos y que no debemos hacer que un animal sufra intilmente (sta es la postura de la Declara- cin universal de los derechos del animal), Lvinas insiste en el ca- rcter originario, paradigmtico, prototpico de la tica como algo humano, espacio de la relacin entre hombres, solamente hombres y que son hombres por eso. nicamente a toro pasado, por medio de una transposicin analgica, nos tornamos sensibles al sufrimiento animal. Dicho sufrimiento nicamente nos obliga por medio de una transferencia, incluso de una metfora o alegora. Sin duda, el rostro del hombre no es ni dice yo soy, en resumidas cuentas, ms que delante del otro y tras el otro, pero siempre es el otro hombre y ste viene antes de un animal que no lo mira jams para decirle no [me] matars, aunque le d a entender socorro, estoy sufriendo, sobre- entendindose lo mismo que t: Est claro que, aunque no considere a los animales como seres huma- nos, la tica se extiende a todos los seres vivos. No queremos hacer sufrir a un animal intilmente, etc. Pero el prototipo de esto es la tica humana. El vegetarianismo, por ejemplo, proviene de la trans- ferencia, a los animales, de la idea de sufrimiento. El animal sufre. Podemos tener esa obligacin porque nosotros, en cuanto humanos, sabemos lo que es sufrir J2
Escuchemos asimismo la otra respuesta, la respuesta que declara: No s si la serpiente tiene rostro. No puedo responder a esa pre- gunta. Es preciso un anlisis ms especfico. Esta respuesta parece a la vez bonita, arriesgada hasta el vrtigo, expuesta pero tambin muy prudente. Se brinda, en primer lugar, como una no-respuesta. Mejor todava, como una confesin de no-respuesta. Una declara- cin de no-respuesta: No puedo responder a esa pregunta, dice. Declarndose incompetente, por as decirlo, Lvinas responde, pues, que no puede responder. Responde que le gustara responder, que sin duda debera hacerlo, pero que no puede. Es incapaz de hacerlo. No 32. The Paradox of Morality: an Interview with Emmanuel Lvinas, en R. Bernasconi & D. Wood (eds.), The Provocation of Levinas: Rethinking the Dther, Routledge, London, 1988, pp. 168-180; citado por Llewelyn, The Middle Voice ... , cit., p. 64. (La traduccin y las cursivas son mas.) 130 CAPiTULO 11 incapaz en general de responder en general, tal y como el animal de Descartes sera incapaz de responder sino, aqu, incapaz de respon- der a esta pregunta y de esta pregunta sobre el animal, sobre el rostro del animal: [ can't answer that question -afirma, en traduccin de Llewelyn-. Pero esta respuesta en forma de no-respuesta es humana. Totalmente humana, demasiado humana. Cualquier animal, sobreen- tendera Lvinas, no confesara de esta manera la misma incapacidad para responder a la pregunta, en suma, de la respuesta: pues tener un rostro es poder responder en el heme aqu, ante el otro y para el otro, de s para el otro. y, al responder que no puede responder, Lvinas dice Heme aqu. Responde, pero confesando que no pue- de responder a la pregunta de saber lo que es un rostro, a saber, de saber lo que es responder y, por lo tanto, que ya no puede responder de cualquier discurso sobre el rostro. Pues declarar no saber dnde comienza el derecho a ser llamado rostro es confesar que no se sabe en el fondo lo que es un rostro, lo que quiere decir esa palabra, lo que regula su empleo; y es, por consiguiente, confesar que no se dice qu es responder. Acaso esto no es, en adelante, volver a poner en cuestin toda la legitimidad del discurso y de la tica del rostro del otro, la legitimidad e incluso el sentido de toda proposicin sobre la alteridad del otro, sobre el otro como mi prjimo o mi hermano, etctera? Es difcil calibrar, en verdad hallar un lmite cualquiera a la grave- dad y a las consecuencias de estas declaraciones en forma de modesta confesin <No puedo decir en qu momento tenemos [o se tiene] el derecho a ser llamado 'rostro' [at what moment you have the right to be called 'face'], o bien No puedo responder a esa pregunta de saber si el animal, aqu la serpiente, tiene rostro). Pero, al mismo tiempo, la espera, incluso la promesa, en cualquier caso la simple re- ferencia a la necesidad de un anlisis ms especfico (por consiguien- te, por venir, para ser ratificado en el porvenir) y la necesidad de un anlisis que, sta es al menos mi hiptesis, correra el riesgo de volver a poner en cuestin todo el orden y el ordenamiento del discurso de Lvinas, es una forma a la vez responsable, valiente, humilde de dejar toda su oportunidad al porvenir. Y es, evidentemente, en la brecha abierta a unos anlisis ms especficos en donde nos encontramos aqu ahora y, en verdad, inmersos desde hace tiempo. Sin embargo, hay algo que todava parece estar cerrado en Lvi- nas, el cual dice no con una mano a ese porvenir que apenas abre con la otra. Pues ese porvenir es temible para l y para toda la tradicin que l representa de una manera tan eminente. Ese no que dice, ese decir no, a mi entender, se encuentra en su obra por doquier, en lo 131 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO que concierne a la hiptesis de que el animal tenga rostro o, por el contrario, de que el hombre no tenga con seguridad uno que sea tal, con la rigurosa pureza de la exigencia a la que Lvinas somete este concepto. y ese no que resuena por doquier lo podemos or en esa respuesta en forma de no-respuesta, cuando Lvinas elige un ejemplo de animal para defender su declaracin de no-saber. Es el ejemplo no fortuito de la serpiente (1 don't know if a snake has a face). Ahora bien, la inmensa carga alegrica o mtica y, ante todo, bblica y potica de la que ya hemos hablado (iAnimal soy, pero agudo animal/Cuyo vene- no, aunque vil, / Lejos deja la sabia cicuta!) torna muy improbable la atribucin del rostro a esta figura de la tentacin o del mal. Esto es, sin duda, de lo que nos quiere convencer la retrica de Lvinas aun- que podamos, por el contrario, estar tentados de ver en una figura del mal bestial una idea todava ms inevitable del rostro. All donde hay mal, hay rostro. Lo que carece de rostro es la pura indiferencia al bien y al mal. Al elegir a la serpiente, Lvinas evita sobre todo dete- nerse en otros ejemplos que nos pueden emocionar ms. Evita sobre todo responder a la pregunta de tantos otros animales, por ejemplo, el gato, el perro, el caballo, el mono, el orangutn, el chimpanc, a los cuales resultara ms difcil negarles la mirada y el rostro. y, por consiguiente, negarles el No matars que Lvinas reserva para el rostro, para el rostro del hombre para el hombre o para el manda- miento de Dios que instaura la desnudez del rostro humano. Lvinas hace remontar el No matars desde el sexto hasta el primer puesto del Declogo y recuerda con mucha frecuencia que se trata del primer mandamiento procedente del rostro del otro, confundindose en verdad con la epifana misma del rostro. Ahora bien, hay que entender lo que prohbe el No matars, que Lvinas traduce a menudo como No cometers ningn asesinato. Prohbe el asesinato, es decir, el homicidio pero no prohbe matar en gene- ral. Ni tampoco responde a respeto alguno por la vida, a respeto de principio alguno por la vida en general (torat hai"m). Se trata de un No matars que no prohbe matar al animal; prohbe nicamente el asesinato del rostro y, por lo dems, no hay asesinato ms que del rostro, esto es, del rostro del otro mi prjimo, mi hermano, el hom- bre o el otro hombre. El matar, el sacrificar al animal, su explotacin hasta la muerte no son en verdad, dentro de esta lgica, asesinatos. No estn prohibidos por el No matars. Porque el animal, en el fondo, dado que no podra ser la vctima de un asesinato, no muere. y, desde este punto de vista, Lvinas tambin sigue siendo profun- damente heideggeriano. Igual que Descartes y que Kant, e igual que Heidegger, secundariza, en la definicin de s o del heme aqu, la 132 CAPiTULO 11 existencia como vida, como vivencia: como el pienso luego existo de Descartes pero tambin como el Dasein de Heidegger que, aunque aparezca ante todo como ser-para-Ia-muerte (posible-imposible), no se afirma en primer lugar como un ser vivo. Paradjicamente es un mortal, incluso un moribundo al que no le incumbe, en lo esencial, su ser-ah, su existo, la vida; y, aunque Heidegger empieza, en Ser y tiempo, poniendo en cuestin la subjetividad y explicando por qu debe evitar los trminos hombre y vida para calificar al Dasein, la analtica s que comienza con un yo soy cuyo examen ontolgico se retoma all donde Descartes se habra detenido, pero con un yo soy que, para Heidegger lo mismo que para Descartes, no es en primer lugar un yo estoy vivo o yo respiro. En el seno de todas estas dificultades, siempre est lo impensado de un pensamiento de la vida (por ah, por la cuestin de la vida y del presente vivo, de la auto- biografa del ego en su presente vivo, comenz mi lectura deconstruc- tiva de Husserl y, en verdad, todo lo que ha podido venir despus). Si el animal no muere, si, en cualquier caso, se lo puede ejecutar sin matarlo, sin asesinarlo, sin cometer un crimen, sin que el No matars le concierna o me concierna con respecto a l es porque el animal permanece ajeno a todo lo que define a la santidad, a la separacin y, por consiguiente, a la tica de la persona como rostro (la sustitucin, la illeidad, el ser-anfitrin o el ser-rehn, la visitacin, la paz, la bondad o la paternidad y, antes que nada, lo que coordina a la tica o a la metafsica con la orden de No matars o no co- meters un asesinato, la responsabilidad). Si insisto sobre todo en la responsabilidad de aqul que me responde heme aqu y se presenta como responsable para con el otro en la sustitucin es porque Lvi- nas vuelve constantemente a aqulla como a la primera instancia de su filosofa primera. Pero tambin por otras dos razones: en primer lugar, porque el heme aqu de la responsabilidad implica esa auto- presentacin, ese movimiento autotlico, autodectico, autobiogr- fico que se expone ante la ley y, en segundo lugar, porque el heme aqu, como responsabilidad, implica la posibilidad del responder, del responder de s en la respuesta a la llamada o a la orden del otro. Ahora bien, segn la tradicin cuyas huellas estamos siguiendo, el animal, para Lvinas, parece estar privado de toda posibilidad, en verdad, de todo poder del heme aqu y de respuesta, por lo tanto, de toda responsabilidad. No es nadie y, menos todava, una persona, trmino que Lvinas siempre conserv intacto. Por eso, el animal no muere. Por eso, su no-respuesta no podra compararse con esa no-respuesta (otro concepto muy importante en Lvinas) con la cual define sin embargo la muerte (se sobreentiende: la muerte del rostro 133 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO del otro hombre). La muerte no es ante todo, segn l, un paso del ser a la nada, una aniquilacin sino, lo dice con frecuencia, el mo- mento en que el otro ya no responde. Pues bien, esa no-respuesta del rostro, del cadver como cadver del rostro no tendra ninguna afinidad con la no-respuesta y la no-responsabilidad animal. Todo parece jugarse aqu entre estas dos aprehensiones de la no-respuesta, en el seno de su turbadora analoga. (Sin que se haya aludido siquiera jams, en ninguno de los pensadores que escuchamos o escuchare- mos aqu a propsito de la respuesta, desde Descartes hasta Lacan, a la cuestin de lo que una iterabilidad esencial a cualquier respuesta, a la idealidad de cualquier respuesta puede o no puede introducir de no-respuesta, de reaccin automtica, de maqunica reaccin en la respuesta ms viva y ms autntica, ms responsable). El cadver del rostro no vuelve a tornarse animal en el momento en que, al igual que el animal, no responde. La no-respuesta de ese no responde del rostro muerto significa ya no responde all donde habr respon- dido, mientras que el no responde del animal significa jams ha respondido, jams responder, jams habra respondido, jams habr podido responder. El animal est pues privado a la vez del poder y del derecho de responder ciertamente y, por consiguiente, de la responsabilidad (por lo tanto, del derecho, etc.); pero tambin est privado de la no-respuesta, del derecho de no-respuesta que se con- cede al rostro humano en el secreto o en la muerte. De la misma ma- nera, y siempre segn la misma lgica de una tentacin rpidamente interrumpida, se podra imaginar que el animal, el otro-animal, el otro como animal ocupa, entre los hombres y los rostros de aquellos que se miran como hermanos o prjimos, el lugar del tercero y, por lo tanto, el de la primera llamada a la justicia. Pues no es as. Cuan- do Lvinas se pregunta por el otro del otro que no es simplemente un semejante33 y que hace surgir la cuestin de la justicia, ese no- semejante sigue siendo un hombre, un hermano y no otro distinto, otro distinto del hombre, de el otro hombre que sigue llamndose hombre y no responde ms que a ese nombre. Por qu esa denegacin, esa exclusin o ese soslayamiento del animote nos sorprende ms por parte de Lvinas que por parte de otros pensadores del yo pienso, Descartes o Kant por ejemplo? 33. Vase "Paix et proximit, en Emmanuel Lvinas, Cahiers de la nuit surveille, 1984, p. 345 [y reeditado en Altrit et transcendance, Fata Morgana, Montpellier, 1995. N. de las T.] [Paz y proximidad, trad. de F. Amoraga y A. Alonso, en Laguna. Revista de Filoso(fa (Universidad de La Laguna) 18 (2006), pp. 143-151]; citado y comentado en Adieu - a Emmanuel Lvinas, cit., pp. 65 ss. [trad. cit., pp. 51 ss.]. 134 CAPiTULO 11 Porque el principio de vida (torat hai"m) no deja de ser un gran prin- cipio intocable del judasmo (aunque aqul no haya impedido el sa- crificio animal en el judasmo, enorme problema que he de dejar aqu de lado). Lvinas manifiesta una especie de incredulidad irnica cuando, en el texto sobre Bobby, al que llegamos, evoca la regla vegetariana y, entonces, exclama (icon puntos de exclamacin!): [ ... ] si creemos el Gnesis, sta fue la de Adn, el padre de todos nosotros!. y, en efecto, los dos relatos del Gnesis son extremadamente claros al respecto: antes de la cada y del advenimiento de la desnudez, Dios ordena claramente a Adn que se alimente como un recolector y no como un cazador. Tendr que comer lo que brota de la superficie de la tierra y en los rboles. Es ms adelante, tras la cada, cuando Abel se convertir en el preferido de Dios al ofrecerle los sacrificios de un ganadero, all donde el pobre Can segua siendo un agricultor seden- tario. Finalmente, Can fue ms fiel al archi-primer mandamiento de Dios y toda la historia, es decir, toda la culpa y la criminalidad que instauran la historicidad estn vinculadas con el hecho de que Dios prefiera la ofrenda animal de Abel y, quizs, con el remordimiento que vino despus, por lo tanto, con la proteccin que se le prometi a la descendencia errabunda de Can. Pero todo lo que resuena, en Lvinas, como una protesta contra el arraigo sedentario y la sacrali- zacin del lugar lo situara del lado de los ganaderos, del buen lado de Abel, que es asimismo el que domina y cra al animal y, luego, lo sacrifica a Dios. Puede sorprender, desde otro punto de vista, lo que sigue sien- do, en su originalidad misma, un antropocentrismo y un humanismo profundos. Pues un pensamiento del otro, de lo infinitamente otro que me mira y me concierne debera, por el contrario, privilegiar la cuestin y el requerimiento del animal. No hacer que sta pase antes que la del hombre sino pensar la del hombre, la del hermano, la del prjimo a partir de la posibilidad de una cuestin y de un requeri- miento animales, de un llamamiento, audible o silencioso, que apele a nosotros fuera de nosotros, desde lo ms lejano, antes de nosotros tras nosotros, precedindonos y persiguindonos de forma ineludi- ble, tan ineludible que deja la huella de tantos sntomas y heridas, de estigmas de denegacin en el discurso de todo aquel que quiera tornarse sordo al requerimiento. En cierto modo, lo quieran o no, lo sepan o no, Descartes, Kant y Lvinas, ciertamente, no hablan y no pretenden hablar sino del animote. Pero siempre lo hacen por medio de la denegacin o la exclusin. Niegan, excluyen, sacrifican, humillan al animote, en primer lugar, muy cerca de ellos, dentro de 135 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO ellos mismos, al borde del vrtigo infinito del yo soy y del yo soy el que soy y aquel que me sigue en la misma medida que me precede. El yo soy de stos siempre es un yo estoy tras el animal, incluso cuando no lo s. Y esta denegacin de exclusin es igual de podero- sa cuando no hablan de ella o cuando hablan para negarle al animote todo lo que le conceden al hombre. Con el fin de fijar algunos puntos de referencia o ejemplos de dicha denegacin, esbocemos una lectura del famoso texto sobre Bobby que habr atrado la atencin de tantos lectores, especialmente la justa atencin de mis amigos John Llewelyn y Alain David 34 Con el ttulo Nombre de un perro o el derecho natura]", este texto breve, frtil, juguetn, conmovedor, apareci en 1975 en una recopilacin dedica- da a Bram Van Velde y titulada: Aquel que no puede utilizar palabras (como homenaje, supongo, a la figura del pintor, por consiguiente, a zografia, a otra especie de animal y de perro cuyo lenguaje carece de palabras)35. Estas pginas han resultado tanto ms fascinantes cuanto que parecen desentonar del resto de la obra y constituir una especie de hpax, puesto que en ellas se habla de un perro kantiano, dice Lvinas, e incluso del ltimo kantiano de la Alemania nazi. Este texto autobiogrfico recuerda lo que, para Lvinas, fueron tiempos de guerra y de cautiverio. En un campo de prisioneros de guerra, el campo 1492 Ovaya cifra!, vaya fecha!, apunta Lvinas 36 ), ese que- rido perro era el nico que miraba a los hombres como hombres (<<Para l---era indiscutible- ramos hombres). Para ser serios y responsables, aunque corramos el riesgo de des- ilusionar a todos los lectores encantados que, soando con reconci- liar la tica de Lvinas con los animales, se pusiesen a idolatrar a este perro, habra que limitar enseguida el alcance de este himno a Bobby. Por lo menos de tres maneras. En primer lugar, esta enternecedora frase (<<Para l ---era indiscutible- ramos hombres) no dice nada de ese derecho testimonial a lo indiscutible, el cual se reivindica con tanta tranquilidad all donde convendra preguntarse por el mismo. En segundo lugar, no dice nada, sobre todo, acerca de lo que hay que situar bajo el trmino hombre all donde se dice: Para l [ ... ] 34. Vase A. David, Cynesthese: auto-portrait au chien, en M.-L. Mallet (dir.), I.:animal autobiographique, Galile, Paris, 1999, pp. 303-318. 35. Fata Morgana, Mompellier, 1975. El texto [de Lvinas] fue retomado [en su libro] Difficile libert (3.' ed. rev. y corr.), Albin Michel, Paris, 1976, pp. 213-216 [Difcil libertad, trad. de J. Haidar, Caparrs, Madrid, 2004, pp. 191-194]. 36. [oo.] -singular coincidencia- el nmero 1492, milsimo de la expulsin de los judos fuera de Espaa bajo Fernando V, el rey catlico (Difficile libert, cit., p. 215 [trad. cit., p. 193]). 136 CAPiTULO 11 ramos hombres. Para los animales que cazamos, que maltratamos o que matamos tambin somos, desafortunadamente, hombres que ellos identifican demasiado pronto, desgraciadamente, como hom- bres. Dado que Lvinas quiere decir algo diferente, esto es, que para el perro Bobby ramos personas humanas, rostros dignos de respeto y del No matars, resulta todava ms extraordinario que el prin- cipal mrito que se le reconoce a este perro kantiano sea que nos reconoce, a nosotros, como hombres y personas morales. En tercer lugar, otro lmite, an ms grave, se debe a lo que Lvinas se apre- sura a aadir, en la misma frase, para retirarle a este perro kantiano todo lo que acababa de otorgarle con tanta generosidad, con la por lo dems visible conciencia de ser generoso: Como ltimo kantiano de la Alemania nazi, al no poseer el cerebro necesario para univer- salizar las mximas de sus pulsiones, ste descenda de los perros de Egipto. Habra mucho que decir sobre esta alusin a Egipto -que Lvinas contrapone a Grecia-, a la Odisea y a taca, donde el perro que reconoci a Ulises lo hizo en un lugar de retorno y de nostalgia, a la vista de una patria, mientras que el perro kantiano lanzaba su ladrido de amigo en el desierto. Aqu era ninguna parte. Pero, cmo ignorar que un kantiano que no posee el cerebro necesario para universalizar las mximas no puede ser kantiano, sobre todo si las susodichas mximas son las mximas de pulsiones, lo cual habra hecho ladrar a Kant. Por lo tanto, Bobby es cualquier cosa menos kantiano. Este kantiano alegrico o fabuloso es como mucho un neokantiano lisiado, un kantiano privado de razn, un kantiano sin mximas universalizables. Sin contar finalmente que ---de acuerdo con lo que hemos vis- lumbrado acerca de cierto inconsciente de la razn pura prctica, acerca de la guerra cruel y sin cuartel que el idealismo kantiano, vir- tualmente fascista segn Adorno, declara a la vida animal- decir que Bobby es kantiano no es ningn regalo. Se corre tambin el riesgo de convertirlo, en la mejor de las hiptesis, en un guardin de la paz y, en la peor, en un lobo para el animal. No quiero ensaarme con ese maravilloso encomio de Bobby que, por lo dems, se abre con el desensaamiento. Es cierto que el versculo del xodo (22, 30) que inspira, desde el principio, toda esta meditacin es cualquier cosa menos una declaracin de vegetarianismo. Al decir: Debis ser hom- bres santos ante m: no comeris en modo alguno carne de un animal descuartizado en los campos, la dejaris para el perro", este versculo no prescribe la alimentacin no crnica sino que, como en todos los versculos anteriores, ordena que el tratamiento del animal, la cra, los sacrificios, los intercambios se sometan a unas reglas rituales. La 137 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO ltima, aquella que Lvinas no cita aunque es la inmediatamente an- terior a la que abre Nombre de un perro ... ", dice lo siguiente: Al primognito de tus hijos me lo dars. Lo mismo hars con tu buey, con tus ovinos. / Estar siete das con su madre; al octavo da, me lo dars. Habra que comentar hasta la saciedad este Nombre de un pe- rro ... y con toda la paciencia requerida. A falta de poder hacerlo aqu, me contentar con puntualizar nicamente una puntuacin. En Adis - a Emmanuel Lvinas, me permit evocar la necesidad de que nos interessemos alguna vez, de forma sistemtica, por la retrica de los puntos de exclamacin en Lvinas J ? Aqu he encontrado por lo menos once en ocho paginitas. Todos ellos me parecen connotar una denegacin. y, por lo dems, dos de ellos siguen a un iNo! No! que firma, en verdad, la verdad de un s, s a propsito de un perro que reconoce al otro y, por lo tanto, responde al otro respondiendo a su nombre, respondiendo as de su nombre: El perro que reconoci a Ulises bajo el disfraz de su retorno de la Odisea era acaso un pariente del nuestro? No! No! All era taca y la patria. Aqu era ninguna parte. Como ltimo kantiano de la Ale- mania nazi, al no poseer el cerebro necesario para universalizar las mximas de sus pulsiones, ste descenda de los perros de Egipto. Otros dos puntos de exclamacin y dir, por lo tanto, dos puntos de denegacin o, como hubiese dicho Rousseau, puntos de irona, es decir, de incredulidad alegrica, apuntan, a mi modo de ver, que el texto hace algo distinto, e incluso exactamente lo contrario, de lo que dice o quiere decir Lvinas. A no ser que su Decir contradiga entonces su Dicho y que toda la cuestin del animal est en juego en esta contra- diccin JR Lvinas pretende hablar, como en el versculo de la Biblia, de un perro singular, el cual responde al nombre propio de Bobby: ste, Bobby, sin alegora, ni fbula, ni teologa. Sin embargo, ocurre lo contrario tanto en la Biblia como en la historia de Bobby, donde este perro no es ms que la figura de un perro kantiano puesto que carece de lo esencial que exigira una moral kantiana que tiene en cuenta la dignidad (Wrde) de un ser racional, capaz de universalizar las mximas de sus acciones. Al igual que el texto bblico, y diga lo que diga, el texto de Lvinas es a la vez metafrico, alegrico y te 0- 37. Vase Adieu - a Emmanuel Lvinas, cit., p. 125 [trad. cit., pp. 93-94]. 38. Vase ibid., p. 62 [trad. cit., p. 49]: [ ... ] la terrible contradiccin del Decir por el Decir, la Contra-Diccin misma. Vase tambin p. 203 [trad. cit., p. 149]. 138 CAPiTULO 11 lgico, antropoteolgico, por consiguiente, antropomrfico; lo sigue siendo sin tregua en el momento mismo en que Lvinas grita, pre- tende, claims, exclamndose, lo contrario. Dos pginas ms arriba, despus de otros tres puntos de exclamacin que escandan una serie de alusiones a una sublimacin de los <<ijuegos de caza!, a la regla del vegetarianismo que, si creemos el Gnesis, i[ ... ] fue la de Adn, el padre de todos nosotros! y a las prohibiciones que deban ilimitar la carnicera que reclama todos los das nuestra boca de 'hombres santos'!, Lvinas exclamaba en efecto: Pero basta de teologa! Lo que ante todo me interesa es el perro del final del versculo. Estoy pensando en Bobby. Sin embargo, retoma mucho ms adelante, sin tregua, la misma denegacin bajo la infatigable expresin del basta de ... : Pero basta de alegoras! Hemos ledo demasiadas fbulas y siempre entendemos figuradamente el nombre de un perro! Ahora bien, al final de una venerable hermenutica, ms antigua que La Fontaine, oralmente transmitida desde la alta Antigedad -la hermenutica de los doctores talmdicos-, el texto de esta Biblia, llena de parbolas, recusara aqu la metfora: en el versculo 30 del captulo 22 del xo- do, el perro sera un perro. Literalmente un perro! Un undcimo punto de exclamacin viene, en medio del texto, a la undcima hora, a poner un toque de incredulidad ante lo que, en efecto, resulta increble y, por lo tanto, puramente alegrico o figural, a saber, una trascendencia en el sentido de Lvinas, por con- siguiente, una autntica apertura a la tica en un animal al que se le reconocera as aquello que, por lo dems, Lvinas le niega incluso a la mujer en cuanto tal: la trascendencia 39 Tras haber confesado, en cierto modo, que ese perro bblico no es ms que una ifigura de la humanidad!, Lvinas utiliza la expresin kantiana de amigo del hombre para designar a este perro capaz de trascendencia. Se trata de perros de Egipto que se quedan estupefactos en el momento de la muerte de los recin nacidos, cuando Israel va a salir de la casa de la esclavitud. Vais a escuchar cmo el perro, que est todava en el defecto y la privacin, como lo dir con firmeza Heidegger, que es sin, que carece igualmente de logos y de tica, sin tica ni 10- gos, dir Lvinas, es convocado, en su silencio mismo, como testigo, 39. Vase ibid., pp. 71 ss. [trad. cit., pp. 55 ss.). 139 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO nicamente como testigo de la humanidad del hombre. Este testigo mudo no est aqu ms que para dar testimonio de la dignidad del hombre (Wrde): Esclavos que servan a los esclavos del Estado seguirn en adelante la Voz ms alta, la va ms libre. Figura de la humanidad! La libertad del hombre es la de un emancipado que se acuerda de su servidumbre y es solidario con todos los sojuzgados. Una multitud de esclavos ce- lebrar ese alto misterio del hombre y ningn perro ladrar. En la hora suprema de su instauracin -y sin tica ni logos-, el perro va a dar testimonio de la dignidad de la persona. El amigo del hombre: eso es. iUna trascendencia en el animal! YeI versCulo tan claro del que habamos partido se esclarece con un sentido nuevo. Nos recuer- da una deuda siempre abierta. Pero la sutil exgesis que citamos acaso no se extrava en la ret- rica? Ciertamente. ramos setenta en un destacamento forestal para prisioneros de guerra israelitas, en la Alemania nazi [ ... ]. No ramos sino una casi- humanidad, una pandilla de monos ... Este perro alegrico que se convierte en el testigo de la dignidad del hombre -no lo ocultamos- es un otro sin alteridad, sin lagos, sin tica, sin poder para universalizar sus mximas. No puede dar testimonio de nosotros ms que para nosotros, demasiado otro para ser nuestro hermano o nuestro prjimo, no lo suficientemente otro como para ser lo radicalmente otro cuya desnudez en el rostro nos dicta un No matars. Dicho con otras palabras, lo que leemos a travs del inconsciente de estas denegaciones exclamativas es que no basta con subvertir el sujeto tradicional convirtindolo en el suje- to anfitrin o rehn del otro para que se le reconozca a lo que contina llamndose el animal, en singular dUna trascendencia en el anima!!, a fe de animal, etc.), nada ms que una privacin de humanidad. El animal sigue siendo, para Lvinas, lo que habr sido para toda la tradicin de tipo cartesiano: una mquina que no habla, que no accede al sentido, que como mucho puede imitar significan- tes sin significado (como vais a ver), una especie de mono con un hablar simiesco, aquello a lo que precisamente los nazis hubiesen querido reducir a los prisioneros judos. Pues, tras haber subrayado que el racismo no es un concepto biolgico y que el antisemitismo es el arquetipo de todo internamiento, Lvinas dice de la opresin social que sta no hace ms que imitar el modelo del antisemitis- mo. y escribe lo siguiente, que no parece romper con la referencia tradicional al mono: 140 CAPTULO 11 Ella [la opresin social] encierra en una clase, priva de expresin y condena a los significantes sin significado y, a partir de ah, a las violencias y a los combates. Cmo transmitir un mensaje de su hu- manidad que, por detrs de los barrotes de las comillas, se extienda [se entienda ms bien, sin duda aqu hay una errata) de una forma distinta a un hablar simiesco? Por consiguiente, no basta con que una tica retrotraiga el sujeto a su ser-sujeto, anfitrin o rehn, sometido al otro, a lo radicalmente otro o a cualquier otro. Esto no basta para romper la tradicin car- tesiana del animal sin lenguaje ni respuesta. Esto no basta, llegamos a ello, ni siquiera en una lgica o en una tica del inconsciente que, sin renunciar al concepto de sujeto, aspirase a cierta subversin del sujeto. 141 III y SI EL ANIMAL RESPONDIESE? A Jacques Lacan Sastara con que una tica le recordase al sujeto ---como lo habr intentado Lvinas- su ser-sujeto, su ser-anfitrin o rehn, es decir, su estar-sometido al otro, al Radicalmente-Otro o a cualquier otro? No lo creo. Esto no basta para romper la tradicin cartesiana del animal-mquina sin lenguaje ni respuesta l. Esto no basta ni siquiera en una lgica o en una tica del inconsciente que, sin renunciar al concepto de sujeto, aspirase a cierta subversin del sujeto. Con este ttulo lacaniano, Subversin del sujeto, pasamos por lo tanto de una denegacin tica a otra. Prefiero, en este contexto, hacerlo rastreando las pistas que acaban de abrirse, la del otro, la del testimonio y la de esos significantes sin significado que Lvinas aso- cia a lo simiesco. En Subversin del sujeto y dialctica del deseo en 1. En un momento anterior de la conferencia, y en el curso de una relectura de Descartes, he desplegado ampliamente lo que llamar aqu la cuestin de la respues- ta. Y he precisado la permanencia hegemnica de ese cartesianismo que domina el discurso y la prctica de la modernidad humana o humanista ---en lo que se refiere al animal-. Aquello de lo que la mquina programada sera incapaz, como el animal, no sera de emitir signos sino, dice el Discurso del mtodo (Parte quinta), de responder. Como los animales, las mquinas que tuvieran los rganos y la figura externa de un mono [ ... ) no podran servirse de palabras u otros signos componindolos, como nosotros hacemos para declarar a los otros nuestros pensamientos. Pues se puede cier- tamente concebir que una mquina est hecha de tal modo que profiera palabras e incluso que profiera algunas palabras a propsito de acciones corporales que causarn algn cambio en sus rganos; como si se la toca en algn lugar que pregunte lo que se le quiere decir; o si se la toca en algn otro sitio que grite que se le hace dao y cosas parecidas; pero no que ella las arregle de distinta forma para responder [el subrayado es mo) al sentido de todo lo que se diga en su presencia, del modo que pueden hacerlo los hombres ms ofuscados [Discurso del mtodo y Meditaciones metafsicas, trad. de M. Garca Morente, Tecnos, Madrid, 2005, p. 114). 143 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI{GUI)ENDO el inconsciente freudiano2 (1960), un determinado pasaje nombra a "el animal o "un animal -en singular y sin otra precisin-o Seala quizs, a la vez, un paso ms all y un paso ms ac de Freud en lo que se refiere a la relacin entre el hombre, el inconsciente y el ani- mote. En primer lugar, esta notable pgina da la impresin y ofrece la esperanza de que las cosas van a cambiar, especialmente en relacin con el concepto de comunicacin o de informacin que se asigna a eso que se denomina el animal, el animal en general. Se piensa que ste sera nicamente capaz de mensaje codificado y de significacin rigurosamente sealizante, estrictamente forzada: fijada en su pro- gramacin. Lacan la emprende con el achatamiento de la moderna teora de la informacin. Es cierto que en ese momento habla del sujeto humano y no del animal, pero escribe lo siguiente, que parece anunciar, que incluso permite esperar, un cambio de tono: El Otro como sede previa del puro sujeto del significante ocupa all la posicin predominante, incluso antes de acceder a la existencia, para decirlo con Hegel y contra l, como Amo absoluto. Pues lo que se omite en el achatamiento de la moderna teora de la informacin es que no se puede ni siquiera hablar de cdigo si no es ya el cdigo del Otro, pero es ciertamente de otra cosa de lo que se trata en el mensaje, puesto que con l se constituye el sujeto, por lo cual es del Otro de quien el sujeto recibe incluso el mensaje que emite]. Volveremos, tras un rodeo, a esta pgina de Subversin del su- jeto ... . sta postula (digo bien postula, emite bajo forma de tesis o presupone sin aportar la menor prueba) que el animal se caracteriza por la incapacidad de fingir que finge y de borrar sus huellas, por lo que no podra ser sujeto, es decir, sujeto del significante. El rodeo que esbozo ahora nos permitir volver a pasar por unos textos anteriores de Lacan, all donde, me parece, anunciaban a la vez una mutacin terica y una confirmacin que hace que la heren- cia, sus presupuestos y sus dogmas se estanquen. Lo que permita an esperar un desplazamiento decisivo de la problemtica tradicional era, por ejemplo, lo que en El estadio del espejo, desde 1936, tena en cuenta una funcin especular en la sexualizacin del animal. El asunto era bastante raro para esa poca. Yeso incluso si, a modo de limitacin global, este paso por el espejo 2. J. Lacan, "Subversion du sujet et dialectique du dsir dans l'inconscient freu- di en, en crits, Seuil, Paris, 1966, p. 807 ["Subversin del sujeto y dialctica del deseo en el inconsciente freudiano, en Escritos, trad. de T. Segovia (revisada por J. D. Nasio y A. Surez), 2 vals., Siglo XXI, Buenos Aires, 2002, p. 786). 3. [bid. 144 CAPiTULO 111. iY SI EL ANIMAL RESPONDIESE? inmoviliza para siempre al animal, segn Lacan, en las redes de lo imaginario, privndole de ese modo de todo acceso a lo simblico, es decir, a la ley y a todo lo que se considera que constituye lo propio del hombre. El animal no ser nunca, como el hombre, una presa del lenguaje. Hay que plantear -se lee ms tarde en 'La direccin de la cura'- que, hecho de un animal presa del lenguaje, el deseo del hombre es el deseo del Otro4. Esta figura de la presa caracteriza de manera sintomtica y recurrente la obsesin por los animales de La- can en el momento mismo en que tiene tanto inters en disociar lo antropolgico de lo zoolgico: el hombre es un animal pero habla, y no es tanto un animal de presa cuanto un animal preso de la pa- labra. No hay deseo ni, por consiguiente, inconsciente ms que del hombre, en absoluto del animal, a menos que fuera por el efecto del inconsciente humano como si, por alguna transferencia contagiosa o alguna interiorizacin muda (que tambin habra que tener en cuen- ta por otra parte), el animal, domstico o adiestrado, tradujera en l el inconsciente del hombre. Preocupado por distinguir entre la pulsin inconsciente, el instinto y lo gentico en los cuales confina al ani- mal, Lacan sostiene por lo tanto, en Posicin del inconsciente, que el animal no podra tener inconsciente suyo, propiamente suyo, por as decirlo y si la lgica de esta expresin no resultara ridcula. Pero ridcula lo sera antes que nada en el propio Lacan quiz, puesto que escribe: En el tiempo propedutico, se puede ilustrar el efecto de enunciacin preguntando al alumno si imagina el inconsciente en el animal, a me- nos que sea por algn efecto de lenguaje, y de lenguaje humanos. Cada palabra de esta frase merecera un examen crtico. Su tesis es clara: el animal no posee ni el inconsciente, ni el lenguaje, ni el otro salvo por un efecto del orden humano, por contagio, por apro- piacin, por domesticacin. Sin duda hacerse cargo de la especularidad sexualizante en el ani- mal es un avance notable, incluso si captura al animote en el espejo e incluso si retiene a la paloma o al saltamontes peregrino en cautivi- dad en lo imaginario. Refirindose entonces a los efectos de una Ge- stalt atestiguados por una experimentacin biolgica que repugna al lenguaje de la causalidad psquica, Lacan le concede su mrito 4. J. Lacan, La direction de la cure ... , en crits, cit., p. 628 [La direccin de la cura ... , trad. cit., p. 608]. 5. J. Lacan, Position de l'inconscient, en crits, cit., p. 834 [Posicin del in- consciente, trad. cit., p. 813]. 145 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO a esta teora por reconocer sin embargo que la maduracin de la gnada en la paloma hembra supone la vista de un congnere, por lo tanto, de otra paloma sea cual sea su sexo. Y esto es verdad hasta el punto de que la simple reflexin en un espejo es suficiente. Le basta tambin al saltamontes peregrino con una imagen visual similar para pasar de la soledad al gregarismo. Lacan dice, de manera en mi opi- nin significativa, paso de la forma solitaria a la forma gregaria y no a la forma social, como si la diferencia entre lo gregario y lo social fuera la diferencia entre el animal y el hombre. Este motivo y la pala- bra gregario, incluso gregarismo, reaparecen con fuerza casi diez aos ms tarde, a propsito de la animalidad, en Acerca de la causalidad psquica6 (1946), texto al final del cual Lacan califica, por lo dems, a Descartes de insuperable. El anlisis de! efecto especular en e! palo- mo est ms desarrollado aqu pero va en e! mismo sentido: la ovula- cin de la paloma, segn los trabajos entonces recientes de Harrisson (1939), se produce por la simple vista de una forma que evoca al congnere semejante, de una vista que la refleja en suma, incluso en ausencia de! macho real. Se trata, claro est, de mirada especular, de imagen y de imagen visual, no de identificacin por e! olor o e! grito. Incluso si e! juego de! apareamiento est fsicamente impedido por una placa de vidrio e incluso si la pareja se compone de dos hembras, la ovulacin se produce. Se produce al cabo de doce das cuando la pareja es heterosexual, por as decirlo, y en un plazo que puede llegar hasta dos meses para dos hembras. Un espejo puede bastar para e1l0 7
Uno de los motivos que hace interesante esta interpretacin es que, como Descartes en suma y segn esa comprobada tradicin b- blico-prometeica hacia la que vuelvo regularmente, pone en relacin la fijeza de! determinismo animal, en e! orden de la informacin o de la comunicacin, con cierta perfeccin originaria del animal. A la inversa, si el conocimiento humano es ms autnomo que el del animal con respecto al campo de fuerzas del deseo8 y si el orden humano se distingue de la naturaleza9 es en razn, paradjicamente, 6. J. Lacan, "Propos sur la causalit psychique, en crits, cit., esp. pp. 190-191 ["Acerca de la causalidad psquica, trad. cit., pp. 180-181]. 7. [bid., pp. 189-191. Vanse tambin pp. 342, 345-346, 452 [trad. cit., pp. 179- 181; tambin pp. 332,334-335,441]. 8. J. Lacan, "Le stade du miroip>, en crits, cit., p. 97 ["El estadio del espejo, trad. cit., p. 89]. 9. J. Lacan, "Variantes de la cure-type, en crits, cit., p. 354 ["Variantes de la cura-tipo, trad. cit., p. 341]: "Pues conviene meditar que no es solamente mediante una asuncin simblica como la palabra constituye el ser del sujeto sino que, por la ley de la alianza, donde el orden humano se distingue de la naturaleza, la palabra determi- 146 CAPiTULO 111. iY SI El ANIMAL RESPONDIESE' de una imperfeccin, de un defecto originario del hombre que no ha recibido la palabra y la tcnica, en suma, ms que all donde le falta algo. Se trata aqu de lo que Lacan coloca en el centro de su Estadio del espejo, a saber, el dato de una verdadera prematura- ci6n especfica del nacimiento en el hombrelO. El defecto ligado a esta prematuracin correspondera a la nocin objetiva del in acaba- miento anatmico del sistema piramidal, a lo que los embrilogos denominaran fetalizacin cuya relacin con cierto espejo intraor- gnico11 recuerda Lacan. Una especularidad autotlica del interior est ligada a un defecto, a una prematuracin, a un inacabamiento del hombrecito. De lo que acabamos de denominar algo precipitadamente un avance limitado pero incontestable, debemos tomar nota con la ma- yor cautela y mantenindonos siempre en el umbral de Subversin del sujeto ... . Pues no slo el animal, atrapado en lo imaginario, no podra acceder a lo simblico, al inconsciente y al lenguaje (ni por lo tanto a la autobiografa autodectica, para no perder nuestro hiJo), sino que la descripcin de su poder semitico quedaba determinada, en el Discurso de Roma12 (1953), de la manera ms dogmtica- mente tradicional, fijada en el fijismo cartesiano, en la presuposicin de un cdigo que no permite ms que reacciones a estmulos y no respuestas a preguntas. Digo sistema semitico y no lenguaje pues- to que el lenguaje es lo que tambin Lacan rechaza en el animal, no reconociendo en ste ms que lo que llama un cdigo, la fijeza de la codificacin o un sistema de seales. Son stas otras mane- ras de denominar lo que, en una problemtica cognitivista del ani- mal -que, pareciendo oponerse, repite a menudo los truismos ms manidos de la metafsica-, se llama la respuesta precableada o el comportamiento precableado13. na, desde antes de su nacimiento, no slo el estatus del sujeto sino la llegada al mundo de su ser biolgico. 10. "Le stade du miroir, p. 96. (El subrayado es de Lacan.) ["El estadio del espe- jo, trad. cit., p. 89.) 11. bid., p. 97 [trad. cit., p. 90). 12. J. Lacan, "Fonction et champ de la parole et du langage en psychanalyse, en crits, cit., pp. 237 ss. ["Funcin y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanli- sis, trad. cit., pp. 227 ss.]. 13. Vase J. Proust, Comment /' esprit vient aux btes. Essai sur la reprsentation, Gallimard, Paris, 1997, p. 150. La propia autora hace todo lo posible para que la palabra "respuesta, en el caso del animal, no signifique ninguna otra cosa que una reaccin programada, privada de toda responsabilidad o incluso de toda responsivi- dad, por as decirlo, "intencional --esta palabra es utilizada con una imprudencia, una confianza, por no decir una tosquedad fenomenolgica que hace sonrer-o A propsito del srfido, insecto "programado para detectar hembras aplicando automti- 147 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO Lacan es ms preciso y firme al retomar a su manera el viejo to- pos modernizado de las abejas ya que no tiene, por as decirlo, la con- ciencia tranquila. Siento una sorda inquietud bajo la autoridad de ese nuevo pero tan viejo, tan viejo, discurso sobre las abejas. Lacan pre- tende apoyarse en lo que denomina tranquilamente el reino animal para criticar la nocin corriente de lenguaje-signo, por oposicin a las lenguas humanas. Cuando las abejas responden en apariencia a un mensaje, no responden, reaccionan; no hacen ms que obede- cer a la fijeza de un programa, mientras que el sujeto humano respon- de al otro, a la pregunta del otro. Discurso literalmente cartesiano. Ms adelante, volveremos sobre ello, Lacan opone expresamente la reaccin a la respuesta del mismo modo que el reino animal al reino humano y que la naturaleza a la convencin: Vamos a mostrar la insuficiencia de la nocin del lenguaje-signo por la manifestacin misma que mejor la ilustra en el reino animal y que parece que, de no haber sido recientemente objeto de un descubri- miento autntico, habra habido que inventarla para este fin. Todo el mundo admite hoy en da que la abeja, de regreso de su libacin a la colmena, transmite a sus compaeras, con dos clases de danzas, la indicacin de la existencia de un botn prximo o bien lejano. La segunda es la ms notable, pues el plano en que describe la curva en 8 que le ha merecido el nombre de wagging dance y la frecuencia de los trayectos que la abeja realiza en un tiempo dado designan exactamente la direccin determinada en funcin de la in- clinacin solar (donde las abejas pueden orientarse en todo tiempo, gracias a su sensibilidad a la luz polarizada) por una parte y, por ca mente una trayectoria de persecucin conforme a cierro algoritmo para interceptar el objeto perseguido, Joelle Proust cita a Ruth Millikan y comenta lo siguiente: Lo interesante en este tipo de respuesta es que est inflexiblemente provocada por ciertas caractersticas precisas del estmulo (en este caso su talla y su velocidad). El insecto no puede responder a otras caractersticas, no puede tampoco descartar unos objetivos que manifestaran unas caractersticas incompatibles con la funcin esperada. No pue- de abandonar su carrera 'dndose cuenta' de que no sigue a una hembra. Este insecto parece no tener ningn medio para evaluar la correccin de sus propias percepciones. Parece pues exageradamente generoso atribuirle una capacidad intencional propiamen- te dicha. Responde a unas seales, pero esas seales no son unas caractersticas de un objeto independiente; son caractersticas de unos estmulos proximales. Como dice Millikan, ste sigue una 'regla proximal'. Sin embargo, la respuesta precableada tiene por objetivo provocar la fecundacin de un srfido hembra, es decir, de un objeto que existe en el mundo ... (pp. 228-229. He subrayado las palabras que, ms que otras, reclamaran una lectura atenta. La lectura crtica o deconstructiva que requerimos no intentara tanto restituir al animal o a tal insecto los poderes que se le discuten -aunque a veces esto parezca posible- cuanto plantearse si el mismo tipo de anlisis no podra optar a la misma pertinencia en lo que se refiere al hombre, por ejemplo, al cableado de su comportamiento sexual y reproductor, etctera). 148 CAPiTULO 111. Y SI EL ANIMAL RESPONDIESE! otra parte, la distancia de varios kilmetros en donde se encuentra el botn. Y las otras abejas responden a este mensaje dirigindose inme- diatamente hacia el lugar as designado. Unos diez aos de observacin paciente bast a Karl von Frisch para descodificar este modo de mensaje, pues se trata sin duda de un cdigo o de un sistema de seales que slo su carcter genrico nos impide calificar de convencional. Es por ello un lenguaje? Podemos decir que se distingue de l precisamente por la correlacin fija [el subrayado es mo] de sus sig- nos con la realidad que significan. Pues, en un lenguaje, los signos adquieren su valor de su relacin los unos con los otros en el reparto lxico de los semantemas tanto como en el uso posicional, incluso flexional de los morfemas, contrastando con la fijeza [subrayo de nuevo] de la codificacin que est aqu en juego. Y la diversidad de las lenguas humanas adquiere, bajo esta luz, su pleno valor. Por lo dems, aunque el mensaje del modo aqu descrito deter- mina la accin del socius, nunca es retransmitido por ste. Y esto significa que permanece fijado [soy yo quien vuelve a subrayar] en su funcin de relevo de la accin, de la que ningn sujeto lo separa en tanto que smbolo de la comunicacin misma l4
Aunque se suscribiese provisionalmente esta lgica (a la que, por lo dems, no objeto nada y que nicamente quisiera reinscribir de una forma completamente distinta y ms all de cualquier oposicin simple animaVhombre) es difcil reservar, como lo hace explcita- mente Lacan, para el lenguaje humano y no para el cdigo animal, la diferencialidad de los signos. Aquello que Lacan atribuye a unos signos que, en un lenguaje -entindase en el orden humano-, adquieren su valor de su relacin los unos con los otros, etc., y no solamente de su correlacin fija [ ... ] con la realidad, es algo que puede y debe concederse a todo cdigo, animal o humano. En cuanto a la ausencia de respuesta en el animal-mquina, en cuanto a la distincin tajante entre reaccin y respuesta, no es casual que el pasaje ms cartesiano vaya a continuacin de este discurso sobre la abeja, sobre su sistema de informacin que no podra intro- ducirlo en el campo de la palabra y del lenguaje'>. ste trata efecti- vamente de la constitucin del sujeto como sujeto humano, cuando pasa el lmite de la informacin para acceder a la palabra: Pues la funcin del lenguaje no es informar, sino evocar. Lo que busco en la palabra es la respuesta del otro. Lo que me constituye como sujeto es mi pregunta. Para hacer que el otro me re- 14.]. Lacan, "Fonction et champ de la parole ... , en crits, cit., pp. 297-298 ["Funcin y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanlisis, trad. cit., pp. 285-286]. 149 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO conozca, no profiero lo que fue sino con vistas a lo que ser. Para encontrarlo, lo llamo con un nombre que l debe asumir o rechazar para responderme. [ ... ] Si ahora me coloco frente al otro para interrogarlo, ningn aparato ciberntico, por rico que lo imaginemos, puede convertir una reaccin en lo que es la respuesta. Su definicin, como segundo tr- mino del circuito estmulo-respuesta, no es sino una metfora que se apoya en la subjetividad imputada al animal para elidirla despus en el esquema psquico al que la reduce. Esto es lo que hemos llamado meter el conejo en el sombrero para sacarlo despus. Pero una reac- cin no es una respuesta. Si aprieto un botn elctrico y se hace la luz, no hay respuesta sino para mi deseo l5
Una vez ms, no se trata aqu de borrar toda diferencia entre lo que denominamos reaccin y lo que denominamos normalmente res- puesta. No se trata de confundir lo que ocurre cuando apretamos una tecla de ordenador y lo que ocurre cuando se plantea una pregunta al interlocutor; todava menos de conceder a lo que Lacan llama el animal lo que tambin l llama una subjetividad o un incons- ciente que permitira, por ejemplo, poner al susodicho animal en situacin analtica (aun cuando escenarios anlogos no estn forzosa- mente excluidos con tales animales, en tales contextos -y, si tuvi- ramos tiempo, podramos imaginar algunas hiptesis para depurar esta analoga-). Mi reserva afecta nicamente a la pureza, al rigor y a la indivisibilidad de la frontera que separa, ya entre nosotros-los- hombres, la reaccin de la respuesta y, por consiguiente, la pureza, el rigor y, sobre todo, la indivisibilidad del concepto de responsabili- dad que va unido a aqullas. La inquietud general que formulo as se encuentra agravada al menos de tres maneras: 1. cuando hay que tener muy en cuenta una lgica del incons- ciente que debera impedirnos toda seguridad inmediata en la con- ciencia de la libertad que toda responsabilidad implica; 2. sobre todo cuando, y en Lacan especialmente, esta lgica del inconsciente se funda en una lgica de la repeticin que, en mi opi- nin, inscribir siempre un destino de iterabilidad, por lo tanto, cier- ta automaticidad de la reaccin en toda respuesta por muy originaria, libre, decisoria y a-reaccional que parezca; 3. cuando, y en Lacan en particular, se acoge favorablemente la materialidad de la palabra, el cuerpo del lenguaje. Lacan lo recuerda 15. bid., pp. 299-300. (El subrayado es mo, salvo mi deseo", que est subraya- do por Lacan.) [Trad. cit., p. 288.] 150 CAPTULO 111. iY SI El ANIMAL RESPONDIESE! en la pgina siguiente: La palabra, en efecto, es un don de lenguaje y el lenguaje no es inmaterial. Es cuerpo sutil, pero es cuerpo. Y sin embargo, en el intervalo, habr fundado toda responsabilidad y, para empezar, toda responsabilidad psicoanaltica, por lo tanto, toda tica psicoanaltica, en la distincin que encuentro tan problemtica entre reaccin y respuesta. Habr incluso fundado en dicha distincin, y esto es lo que yo quera sobre todo mostrar, su concepto de sujeto: Entonces aparece la funcin decisiva de mi propia respuesta la cual no consiste solamente, como suele decirse, en ser recibida por el su- jeto como aprobacin o rechazo de su discurso, sino verdaderamente en reconocerlo o abolirlo como sujeto. Tal es la responsabilidad del analista cada vez que interviene con la palabra 16
Por qu la apuesta parece aqu ms grave? Cuestionando, como lo hago, la pureza y la indivisibilidad de una lnea entre reaccin y respuesta y, sobre todo, la posibilidad de trazar esta lnea entre el hombre en general y el animal en general, se corre el riesgo -habr quien no deje de preocuparse por ello para echrmelo en cara- de poner en duda toda responsabilidad, toda tica, toda decisin, etc. A lo que esquemtica, principalmente, yo respondera -puesto que se trata por supuesto de responder-, en tres puntos, lo siguiente: 1. Por una parte, dudar de la responsabilidad, de la decisin, del propio ser-tico, esto es lo que puede ser, me parece, y debe qui- z permanecer para siempre la esencia irrescindible de la tica, de la decisin y de la responsabilidad. Todo saber, toda certeza y toda seguridad firmes y tericos al respecto bastaran para confirmar, pre- cisamente, eso mismo que se querra denegar, a saber, la reaccionali- dad en la respuesta. Digo bien denegar y, por eso, sito siempre la denegacin en el centro de todos esos discursos sobre el animal. 2. Por otra parte, sin borrar la diferencia, una diferencia no opo- sicional e infinitamente diferenciada, cualitativa, intensiva entre re- accin y respuesta, se trata por el contrario de tenerla en cuenta en todo el campo diferenciado de la experiencia y de un mundo de la vida. Y esto sin distribuir esta diferencia diferenciada y mltiple, de manera tan general y homogeneizad ora, entre el sujeto humano por una parte, el no-sujeto del animal en general por otra, viniendo este ltimo a ser, en otro sentido, el no-sujeto sometido al sujeto humano. 3. Finalmente, se tratara de elaborar otra lgica de la decisin, de la respuesta, del acontecimiento; tal y como he probado a desple- garla tambin en otros lugares y que me parece menos incompatible 16. bid., p. 300. (El subrayado es de Lacan.) [Trad. cit., pp. 288-289.] 151 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO con lo que el propio Lacan, en Subversin del sujeto ... , dice del c- digo como cdigo del Otro. Se trata de ese Otro del que el sujeto recibe incluso el mensaje que emite. Este axioma debera complicar la simple distincin entre responsabilidad y reaccin, con todas sus con- secuencias. Se tratara, por lo tanto, de re inscribir esta diffrance de la reaccin y la respuesta y, por consiguiente, esta historicidad de la res- ponsabilidad tica, jurdica o poltica en otro pensamiento de la vida, de los seres vivos, en otra relacin de los seres vivos con su ipseidad, con su autos, con su propia autokinesis y automaticidad reaccional, con la muerte, con la tcnica o con lo maqunico. Despus de este rodeo, si volvemos por lo tanto de nuevo al tex- to, ms tardo, titulado Subversin del sujeto y dialctica del deseo en el inconsciente freudiano, seguiremos en l la misma lgica, cier- tamente, y las mismas oposiciones: especialmente la de lo imaginario y lo simblico, la de la captura especular de la que es capaz el animal y la del orden simblico del significante al cual no accede. En esta arti- culacin entre lo imaginario y lo simblico se juega toda la cuestin de la autobiografa, de la autobiografa en general, sin duda, pero tambin la cuestin del terico o de la institucin en cuya historia el susodicho terico articula y firma su discurso acerca de la mencio- nada articulacin, aqu el discurso de Lacan como anlisis autobio- grfico. (No podemos hacerlo en este lugar, dentro de estos lmites, pero habra que volver a poner en su propia perspectiva, algunos aos despus de la guerra, con sus apuestas ideolgicas, todo el pro- psito esencialmente antropolgico de la poca tal y como preten- da llegar ms all de cualquier antropologa positiva o de cualquier antropocentrismo metafsico-humanista. Y sobre todo, de manera muy legtima, ms all del biologismo, del fisicalismo conductista, del genetismo, etc. Para Heidegger, como para Lacan y tantos otros, se trataba entonces ante todo de asegurarse una nueva antropologa fundamental y de responder rigurosamente a la pregunta y de la pre- gunta: Qu es el hombre?.) En Subversin del sujeto ... , el refinamiento del anlisis afecta a otras distinciones conceptuales. Me parecen tan problemticas como las que acabamos de analizar y de las cuales, por lo dems, permane- cen indisociables. Aparentemente se trata de un parntesis <Observemos entre pa- rntesis ... ), pero de un parntesis, a mi juicio, capital. Afecta, efec- tivamente, a la dimensin testimonial en general, la cual sustenta la problemtica que nos importa aqu. Quin testimonia qu y de quin? Quin prueba, mira, observa a quin y qu? Qu hay del saber, de la certeza y de la verdad? Dice Lacan: 152 CAPiTULO 111. Y SI EL ANIMAL RESPONDIESE? Observemos entre parntesis que ese Otro distinguido como lugar de la Palabra no se impone menos como testigo de la Verdad. Sin la dimensin que aqul constituye, el engao de la Palabra no se distin- guira del fingimiento que, en la lucha combativa o el alarde sexual, es sin embargo muy diferente l7
La figura del animal acaba pues de surgir en esta diferencia entre el fingimiento y el engao. Distincin ntida entre aquello de lo que el animal es muy capaz, segn Lacan, a saber, el fingimiento estratgico (seguimiento, prosecucin o persecucin -guerrera, depredadora o seductora-) y aquello de lo que es incapaz e incapaz de testimoniar, a saber, el engao de la palabra en el orden del significante y de la Verdad. El engao de la palabra, vamos a verlo, es la mentira cierta- mente (y el animal no podra propiamente mentir, segn el sentido comn, segn Lacan y tantos otros, aunque, como sabemos, es muy hbil en fingir); pero, ms precisamente, el engao es la mentira en cuanto que, al prometer lo verdadero, comporta la posibilidad suple- mentaria de decir lo verdadero para despistar al otro, para hacerle creer algo distinto de lo verdadero. (Conocemos la historia juda que cuenta Freud y que cita a menudo Lacan: Por qu me dices que vas a X, para hacerme creer que vas a y, cuando vas a X?.) Es de esta mentira, de este engao, de este fingimiento de segundo grado de lo que el animal sera, segn Lacan, incapaz, mientras que el sujeto del significante", en el orden humano, tendra el poder de hacerlo y, mejor an, advendra como sujeto, se instituira y conseguira llegar a ser s mismo como sujeto en virtud de este poder: poder reflexivo de segundo grado, poder consciente de engaar fingiendo fingir. Lacan, y ste es uno de los motivos de inters de este anlisis, otorga sin duda mucho, esta vez, ms en todo caso que cualquiera en filosofa y ms que l mismo en sus escritos anteriores, a la capacidad de fingir de lo que l llama siempre el anima"" un anima"" a lo que l denomina aqu su dansit, con una a en francs, su danzidad. La danzidad es la ca- pacidad de fingir en la danza, el seuelo, en la coreografa de la caza o de la seduccin, en el alarde que se muestra antes de hacer el amor o se protege en el momento de hacer la guerra, por consiguiente, en todas las formas del yo estoy si(gui)endo o del soy seguido que rastreamos aqu. Pero, sea lo que sea que se le atribuye u otorga as al animal, Lacan lo mantiene en lo imaginario o lo pre-simblico (como lo habamos observado en la poca del estadio del espejo y con el ejemplo del palomo o del saltamontes peregrino). Mantiene al 17. J. Lacan, Subversion du sujet et dialectique du dsir dans l'inconscient freu- dien, en crits, cit., p. 807 [trad. cit., pp. 786-787]. 153 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO animal prisionero en la especularidad de lo imaginario; l es quien mantiene al animal (y no tanto el animal el que se mantiene) en esta cautividad y habla a propsito de l de captura imaginaria. Sobre todo, mantiene a el animal en el primer grado del fingimiento (fin- gimiento sin fingimiento de fingimiento) o, lo que aqu viene a ser lo mismo, en el primer grado de la huella: poder de trazar, de batir, de rastrear pero no de des-pistar la batida ni de borrar su huella. Un Pero va, en efecto, a plegar en dos este prrafo <Pero un animal no finge fingir). Un balance separa las cuentas de lo que es preciso conceder al animal (el fingimiento y la huella, la inscripcin de la huella) y de lo que es preciso denegarle (el engao, la menti- ra, el fingimiento del fingimiento y la borradura de la huella). Pero lo que la articulacin de este Pero deja quizs inaparente, en una sombra discreta, entre todos los rasgos enumerados, es tal vez la re- ferencia a la vida, a lo vita!. Todo lo que se le concede al animal le es concedido a ttulo de situaciones vitales mientras que, se estara tentado de concluir, el animal, ya fuera cazador o cazado, sera inca- paz de una relacin autntica con la muerte, de un testimonio de la mortalidad tan esencial en el seno de la Verdad o de su Palabra. El animal es un ser vivo, solamente un ser vivo, un ser vivo inmortal, por as decirlo. Como lo dice Heidegger, de quien Lacan est ms cerca que nunca, en particular, lo veremos ms adelante, respecto a lo que vincula al logos con la posibilidad de engaar o de en- gaarse, el animal no muere l8 Por lo dems, por esta misma razn tampoco tendra experiencia del duelo, de la sepultura y del cadver (del que Lacan dice que es un significante). Observemos entre parntesis que ese Otro distinguido corno lugar de la Palabra no se impone menos corno testigo de la Verdad. Sin la dimensin que l constituye, el engao de la Palabra no se distinguira del fingimiento que, en la lucha combativa o el alarde sexual, es sin embargo muy diferente. Desplegndose en la captura imaginaria, el fingimiento se integra en el juego de acercamiento y de ruptura que constituyen la danza originaria, en donde esas dos situaciones vitales encuentran su escansin y sus participantes lo que nos atreveremos a escribir su danzidad. El animal, por lo dems, se muestra capaz de esto cuando est acosado; consigue despistar l9 iniciando una salida 18. Me permito reenviar aqu a Apories, Galile, Paris, 1996, esp. en torno a las pp. 70 Y 132 [Aporas, trad. de C. de Peretti, Paids, Barcelona, 1998, pp. 65-66 Y 122]. 19. Lacan se explica en una importante nota del "Sminaire sur La Lettre vole, en crits, cit., p. 22 [Seminario sobre La carta robada, trad. cit., pp. 15 -16] sobre el uso original que hace aqu de la palabra d-pister: no acosar, no husmear, no seguir la pista sino, al contrario, por as decirlo, confundir la pista borrando sus huellas, des-pistar. En esta nota se invoca a la vez el famoso texto de Freud sobre el sentido 154 CAPiTULO 111. Y SI EL ANIMAL RESPONDIESE1 que es engaosa. Esto puede llegar hasta el punto de sugerir en la presa la nobleza de honrar lo que hay de alarde en la caza. [No se trata aqu, por supuesto, ms que de una sugerencia antropomrfica y figural, el conejo en el sombrero, pues lo que el Pero que sigue va a precisar de inmediato es que el animal es justamente incapaz del honor y la nobleza, vinculadas a la Palabra dada como a lo simblico. Un animal no da su palabra ni nadie da su palabra a un animal salvo proyeccin o transferencia antropomrfica. No se le miente tampo- co, sobre todo fingiendo esconderle algo que se le muestra. No es la evidencia misma? Cmo no. Toda la organizacin de este discurso: esto es, en cualquier caso, sobre lo que nos estamos preguntando aquL] Pero un animal no finge fingir. No produce huellas cuyo en- gao consistira en que pasen por falsas siendo las verdaderas, es de- cir, las que proporcionaran la buena pista. Como tampoco borra sus huellas, lo cual sera ya para l convertirse en sujeto del significanteZ. Ser sujeto del significante, aquello de lo que el animal es aqu ca- lificado de incapaz, qu quiere decir? Qu significa eso? En primer lugar, sealmoslo de paso, confirma el viejo tema (admico-pro- meteico) de la inocencia profunda del animal que, incapaz del sig- nificante, incapaz de mentira o de engao, de fingimiento fingido, se encuentra aqu vinculado, de manera tambin tradicional, con el tema de la crueldad que se ignora: inocencia cruel, por lo tanto, de un ser vivo ajeno al mal, anterior a la diferencia entre el bien y el ma)21. antinmico de algunas palabras, primitivas o no, la rectificacin magistral que a esto aport Benveniste y cierta informacin de Bloch y Wanburg, que fechan en 1875 el segundo uso de la palabra dpister. La cuestin del sentido antinmico de ciertas palabras queda intacta, precisa entonces Lacan, cuando se desbroza con rigor la instancia del significante. y, en efecto, me siento tentado de confirmarlo sobre todo si, como es aqu el caso, ponemos a prueba los axiomas de una lgica del significante en su doble relacin con la distincin entre orden animal (captura de lo imaginario) y orden humano (acceso a lo simblico y al significante), por una parte, con una puesta en marcha interpretativa de la indecidibilidad, por otra. La diferencia supuestamente asegurada entre pister y d-pister o, ms bien, entre dpister (trazar o seguir una pis- ta) y d-pister (borrar una pista y extraviar voluntariamente al perseguidor) rene y garantiza toda la distincin entre el hombre y el animal segn Lacan. Basta que esta distincin tiemble para que toda la axiomtica se encuentre arruinada en su principio mismo. Es lo que vamos a tener que precisar. 20. Subversion du sujet ... , en crits, cit., p. 807 [trad. cit., pp. 786-787) (el subrayado es mo, por supuesto). Estudiar en otro lugar un texto que, obedeciendo a la misma lgica (<<el instinto sexual [ ... ) cristalizado en una relacin [ ... ) imaginaria), concretamente a propsito del picn y de la "danza de la copulacin con la hembra, aborda la cuestin de la muerte, del estar ya muerto y no solamente del ser-mortal del individuo en cuanto tipo de la especie: no los caballos sino el caballo. Cf. Les aits techniques de Freud, Seuil, Paris, 1975, pp. 140-141 [El seminario de Jacques Lacan. Libro 1: Los escritos tcnicos de Freud, trad. de R. Cevasco y V. Mira Pascual, Paids, Buenos Aires, 1992, pp. 187-188). 21. Porque si el instinto significa, en efecto, la irrebatible animalidad del hom- 155 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO Pero ser sujeto del significante quiere decir tambin, y una vez ms, dos cosas indisociables que se acoplan en la subjetidad del su- jeto. El sujeto del significante est sometido al significante. Lacan no deja de insistir en la supremaca del significante sobre el sujeto22 as como sobre el orden simblico que es, para el sujeto, constitu- yente23. El sujeto no lo domina. Su entrada en el orden humano de la ley supone esta finitud pasiva, esta invalidez, este defecto que el animal no padece. El animal no conoce el mal, la mentira, el engao. Lo que le falta es precisamente la falta en virtud de la cual el hombre es sujeto del significante, sujeto sometido al significante. Pero ser sujeto del significante es tambin ser sujeto que somete, sujeto amo, sujeto activo y que decide del significante, lo suficientemente amo en todo caso para ser capaz de fingir que finge y, por lo tanto, de poder plantear su poder de aniquilacin de la huella. Este dominio es la superioridad del hom- bre sobre el animote, incluso si esta superioridad se asegura desde el privilegio del defecto, de la carencia o de la falta, de un desfallecimien- to que se reconduce tanto a la prematuracin genrica del nacimiento como al complejo de castracin -que Lacan, en un texto que citar en un instante, designa como la versin cientfica (en todo caso, no mitolgica) y freudiana del pecado original o de la culpa admica-. Es ah donde el paso de lo imaginario a lo simblico se determina como paso del orden animal al orden humano. Es ah donde, a la filo- sofa tradicional del sujeto, la subjetidad, como orden del significante desde el lugar del Otro, se le habra escapado como unas relaciones entre el hombre y el animal. Tal es al menos la alegacin de Lacan en el momento en que reintroduce sutilmente la lgica del antropocen- trismo y refuerza firmemente el fijismo del cogito cartesiano como tesis sobre el animal-mquina en general. bre, no se ve por qu ha de ser menos dcil si se halla encarnado en un ser razonable. La forma del adagio: Horno homini lupus es engaosa respecto de su sentido y Baltasar Gracin forja, en un captulo de El criticn, una fbula donde muestra qu quiere decir la tradicin moralista al expresar que la ferocidad del hombre para con su semejante supera todo cuanto pueden los animales y que, ante la amenaza que representa para la naturaleza entera, hasta los animales carniceros retroceden horrorizados. Pero esta crueldad misma implica la humanidad. Apunta a un semejante, incluso en un ser de otra especie (<<Introduction thorique aux fonctions de la psycanalyse en criminolo- gie, en crits, cit., p. 147 [Introduccin terica a las funciones del psicoanlisis en criminologa, trad. cit., p. 138]. 22. Por ejemplo en el Sminaire sur La Lettre vo/e, en crits, cit., p. 61 [trad. cit., p. 54]. 23. [ ... ) es el orden simblico el que es, para el sujeto, constituyente, demos- trndoles a ustedes en una historia la determinacin principal que el sujeto recibe del recorrido de un significante (crits, cit., p. 12) [trad. cit., p. 6). 156 CAPiTULO 111. Y SI El ANIMAL RESPONDIESE! Todo esto no ha sido articulado sino de manera confusa por filsofos sin embargo profesionales. Pero est claro que la Palabra no comien- za sino con el paso del fingimiento al orden del significante y que el significante exige otro lugar -el lugar del Otro, el Otro testigo, el testigo Otro que cualquiera de los participantes- para que la Palabra que l soporta pueda mentir, es decir, plantearse como Verdad. As, es de un lugar distinto de la Realidad a la que concierne de donde la Verdad obtiene su garanta: es de la Palabra. Como es tambin de ella de quien recibe esa marca que la instituye en una estructura de ficcin 24
Esta alusin a una estructura de ficcin nos remitira al debate en torno a La carta robada 25 Sin re-abrirlo hasta ese punto, sea- lemos aqu la acuidad reflexiva de la palabra ficcin. El concepto hacia el cual se dirige no es ya solamente aqul de la figura o del simple fingimiento sino aqul, reflexivo y abisal, de un fingimiento fingido. Es con el poder de fingir el fingimiento con lo que se accede a la Palabra, al orden de la Verdad, al orden simblico, en resumen, al orden humano. (Antes incluso de precisar una vez ms el principio de la lectura que hemos intentado, querra evocar al menos una hiptesis. Aunque Lacan repita a menudo que no hay Otro del Otr0 26 ; aunque para L- vinas, al contrario, desde otro punto de vista, la cuestin de la justicia nazca de este requerimiento del tercero y de un otro del otro que no sea simplemente su semejante>P, uno se pregunta si la implicacin denegada pero comn de esos dos discursos sobre el otro y el terce- ro no sita al menos una instancia del animal, del otro-animal, del otro como animal, del otro-ser-vivo-mortal, del no-semejante en todo caso, del no-hermano [de lo divino o del animal, aqu inseparables], en resumen, de lo a-humano en el que el dios y el animal se alan se- gn todas las posibilidades teo-zoomorfas propiamente constitutivas de los mitos, de las religiones, de las idolatras e incluso de las prc- ticas sacrificiales en los monotesmos que pretenden romper con la idolatra. Por lo dems, la palabra ahumano no le da miedo a Lacan 24. Subversion du sujet ... , en crits, cit., pp. 807-808 [trad. cit., p. 787). 25. Vase Le facteur de la vrit, en J. Derrida, La Carte Postale. De Sacra te Freud et au-dela, Flammarion, Paris, 1979 [El cartero de la verdad, en La tarjeta postal. De Scrates a Freud y ms all, trad. de T. Segovia, Siglo XXI, Mxico, 2001, 2." ed. aum.). 26. Vase, por ejemplo, Subversion du sujet ... , en crits, cit., p. 818 [trad. cit., p.798). 27 . Paix et proximit, en Emmanuel Lvinas, Cahiers de la nuit surveille, 1984, p. 345; citado y comentado en J. Derrida, Adieu - Emmanuel Lvinas, Gali- le, Paris, 1997. 157 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO quien, en un post scriptum de Subversin del sujeto ... , seala que l no se ha sentido en absoluto afligido por el epteto de ahumano con el cual uno de los participantes del coloquio calific sus palabras.) Qu hace Lacan cuando plantea que el significante exige otro lugar -el lugar del Otro, el Otro testigo, el testigo Otro que cual- quiera de los participantes-? Ese ms all de los participantes, por lo tanto, del duelo especular o imaginario no debe, para rom- per con la imagen y con el semejante, situarse al menos en un lugar de alteridad lo bastante radical para que se tenga que romper aqu con cualquier identificacin de una imagen de s, con cualquier ser vivo semejante y, por lo tanto, con cualquier fraternidad 28 o cualquier proximidad humana, con cualquier humanidad? mste lugar del Otro no debe ser ahumano? Si esto fuera as, lo ahumano, la figura, al me- nos, de cierta divinanimalidad, en una palabra y aunque fuese pre- sentida a travs del hombre, sera el referente casi-trascendental, el fundamento excluido, forcluido, denegado, adiestrado, sacrificado de lo que l funda, a saber, el orden simblico, el orden humano, la ley, la justicia. Esta necesidad no acta en secreto en Lvinas y en Lacan, que se cruzan por lo dems tan a menudo a pesar de todas las dife- rencias del mundo? sta es una de las razones por las cuales es tan difcil sostener un discurso de dominio o de trascendencia respecto al animal y pretender simultneamente hacerlo en nombre de Dios, en nombre del nombre del Padre o en nombre de la Ley. El Padre, la Ley y el Animal, etc., no debemos reconocer aqu, en el fondo, lo mismo? O, ms bien, unas figuras indisociables de la misma Cosa? Podramos aadirles la Madre y, sin duda, nada cambiara. Nietzsche y Kafka lo han comprendido quiz mejor que los filsofos o los teri- cos, al menos en la tradicin que nosotros tratamos de analizar. Por supuesto, una vez ms, mi preocupacin no es en primer lu- gar objetar frontalmente la lgica de este discurso y de lo que implica de Lacan en la poca de los Escritos (1966). Debo, por el momento, dejar en suspenso la cuestin de saber si, en los textos siguientes o en unos seminarios (publicados o no, accesibles o inaccesibles), se ha 28. En cuanto al valor de fraternidad, semejante a aquel cuya tradicin y au- toridad he intentado deconstruir (en J. Derrida, Po/itiques de I'amiti, Galile, Paris, 1994), un estudio debera localizar tambin el crdito que le concede Lacan, y mucho ms all de la sospecha dirigida contra los hermanos asesinos del padre segn la lgica de Ttem y tab. En muchos lugares, Lacan suea en efecto con otra fraternidad, por ejemplo, en esas ltimas palabras de en psychanalyseoo.: [oo.] es a ese ser de nonada a quien nuestra tarea cotidiana consiste en abrir de nuevo la va de su sentido en una fraternidad discreta por cuyo rasero somos siempre demasiado desigua- les (crits, cit., p. 124) [La agresividad en psicoanlisis, trad. cit., p. 116]. 158 CAPTULO 111. Y SI El ANIMAL RESPONDIESE! reexaminado explcitamente el armazn de esta lgica. Sobre todo cuando la distincin oposicional entre lo imaginario y lo simblico, que compone la axiomtica misma de este discurso sobre el animal, parece cada vez ms abandonada si no recusada por Lacan. Como siempre, intento tener en cuenta la organizacin sistemtica ms fuerte de un discurso bajo la forma en que se rene en un momen- to relativamente determinable de su proceso. Distribuidos durante treinta aos, los diferentes textos recopilados [en francs] en un solo volumen y fuertemente ligados entre s, los Escritos, nos dan a este respecto un asidero y una pista fiables. Entre los textos publicados y accesibles que siguen a los Escritos ser preciso especialmente in- tentar seguir el trayecto que conduce de manera interesante pero sin ruptura, creo, por ejemplo a los anlisis del mimetismo animal, siempre desde el punto de vista de la vista, justamente, de la imagen y del verse mirar, incluso por una lata de sardinas que no me ve <En primer lugar, si tiene sentido que Juanito me diga que la lata no me ve es porque, no obstante, en cierto sentido me mira. Me mira al nivel del punto luminoso, donde todo lo que es me mira, y esto no es en modo alguno metfora29). En lugar de presentar objeciones a esta argumentacin, por lo tanto, estar tentado de subrayar que la fragilidad lgica y, por consi- guiente, racional de algunas de sus articulaciones debera llevarnos a una remode!acin general de toda esta conceptualidad. Parece difcil, en primer lugar, identificar o determinar un lmi- te, es decir, un umbral indivisible entre fingimiento y fingimiento de fingimiento. Por lo dems, suponiendo incluso que dicho lmite fuese conceptualmente accesible, cosa que no creo, quedara por saber en nombre de qu saber o de qu testimonio (y un saber no es un testi- monio) se puede declarar tranquilamente que el animal en general es incapaz de fingir e! fingimiento. Lacan no invoca aqu ningn saber etolgico (cuyo refinamiento creciente y espectacular es proporcional al refinamiento del animote) ni ninguna experiencia, observacin, ni atestacin personal digna de fe. El estatus de la afirmacin que niega al animal el fingimiento de! fingimiento posee una forma sencilla- mente dogmtica. Pero, sin duda, hay una motivacin disimulada a ese dogmatismo humanista o antropocntrico y es el sentimiento sin duda oscuro pero irrecusable de que es muy difcil, incluso imposible, 29. J. Lacan, Les Quatre Concepts fondamentaux de la psychanalyse, Seuil, Paris, 1973, p. 89 y, sobre todo, pp. 70-71 [El seminario deJacques Lacan. Libro XI: Los cua- tro conceptos fundamentales del psicoanlisis, trad. de R. Cevasco y V. Mira Pascual, Paids, Buenos Aires, 1992, p. 102 y, sobre todo, pp. 82-83]. 159 EL ANIMAL QUE lUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO discernir entre un fingimiento y un fingimiento de fingimiento, entre la aptitud para el fingimiento y la aptitud para fingir el fingimiento. Cmo distinguir, por ejemplo, en el ms elemental alarde sexual, entre un fingimiento y un fingimiento del fingimiento? Aunque es imposible proporcionar aqu un criterio, se podr concluir que todo fingimiento del fingimiento sigue siendo un simple fingimiento (ani- malo imaginario, dira Lacan) o bien por el contrario, y de la mis- ma manera, que todo fingimiento, por simple que sea, se repite y se plantea de manera indecidible, en su posibilidad, como fingimiento de fingimiento (humano o simblico segn Lacan). Como lo precisa- r dentro de un momento, una sintomatologa (y, por supuesto, un psicoanlisis) puede y debe siempre concluir la posibilidad, para todo fingimiento, de ser un fingimiento de fingimiento y para todo fingi- miento de fingimiento de ser un simple fingimiento. Precaria se vuelve entonces la distincin entre la mentira y el fingimiento, como entre la Palabra o la Verdad (en el sentido de Lacan) y todo lo que l pretende distinguir de aqullas. El fingimiento supone tener en cuenta al otro; supone por lo tanto, simultneamente, el fingimiento del fingimiento (con un mismo movimiento suplementario del otro en la estrategia del juego). Esta suplementariedad est en marcha desde el primer fin- gimiento. Lacan no puede, por lo dems, negar que el animal tenga al otro en cuenta. En su artculo De una cuestin preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis (1957-1958), hay una observacin que va en este sentido y que me hubiera gustado poner en relacin con bastante paciencia, a la vez en tensin si no en contradiccin, con el discurso lacaniano sobre la captura imaginaria del animal (as privado de otro, en suma) y en armona con el discurso sobre la pa- tologa, el mal, la carencia o el defecto que marcan la relacin con el otro como tal en el hombre pero que se anuncian ya en el animal: Para retomar la frmula que haba gustado tanto a Freud en boca de Charcot, esto no impide existir al Otro en su lugar A. Pues quitadlo de all y el hombre no puede ya ni siquiera sostener- se en la posicin de Narciso. El nima, como por efecto de un elstico, retorna al animus y el animus al animal, el cual entre S y a mantiene con su Umwelt unas relaciones exteriores sensiblemente ms es- trechas que las nuestras, sin que pueda decirse por lo dems que su relacin con el Otro sea nula sino nicamente que no se nos presenta de otro modo que en espordicos esbozos de neurosis J o. 30. J. Lacan, D'une question prliminaire a tout traitement possible de la psy chose, en crits, cit., p. 551 [De una cuestin preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, trad. cit., pp. 532533]. 160 CAPiTULO 111. iY SI EL ANIMAL RESPONDIESEI Dicho de otro modo, el animal no se parece al hombre y no entra en relacin con el Otro (de manera ms dbil y en razn de una adaptacin ms estrecha -por lo tanto, como ya hemos dicho lneas ms arriba, ms fija, ms cableada- al medio) ms que en la medida de su enfermedad, del defecto neurtico que lo acerca al hombre, al hombre como defecto del animal prematuro, todava insuficientemente determinado. Si hubiera una continuidad entre el orden animal y el orden humano, como entre la psicologa animal y la psicologa humana, seguira esta lnea del mal, de la falta y del defecto. Por lo dems, Lacan se defendi de haber mantenido una discontinuidad entre las dos psicologas (animal y humana) al menos en cuanto psicologas. Que por lo menos aqu esta digresin disipe el malentendido a que hubiramos podido dar ocasin para algunos de imputarnos la doc- trina de una discontinuidad entre psicologa animal y psicologa hu- mana que est muy lejos de nuestro pensamiento]). Qu significa esto? Que la discontinuidad radical entre lo ani- mal y lo humano, discontinuidad absoluta e indivisible que, sin em- bargo, Lacan confirma y profundiza, ya no depende de lo psicolgico en cuanto tal, ni del anima ni de la psyche sino, precisamente, de la aparicin de otro orden. Por otra parte, una indecidibilidad conceptual anloga (no digo idntica) viene a turbar la oposicin, tan decisiva para Lacan, entre trazar y borrar sus huellas. El animal puede trazar, inscribir o dejar huellas pero, aade por lo tanto Lacan, no borra sus huellas, lo cual sera ya para l convertirse en sujeto del significante. Ahora bien aqu una vez ms, suponiendo que uno se fe de esta distincin, Lacan no justifica, ni con un testimonio ni con un saber etolgico, la afirma- cin segn la cual el animal, como l dice, el animal en general, no borra sus huellas. Aparte de que -he tratado de mostrarlo en otro lugar (y por eso sustitu, desde hace tanto tiempo, el concepto de significante por el de huella)- la estructura de la huella supone que trazar viene a ser borrar una huella (siempre presente-ausente) tanto como imprimirla, toda clase de prcticas animales, a veces rituales, asocian, por ejemplo en la sepultura y el duelo, la experiencia de la huella a la de la borradura de la huella. Un fingimiento, por lo dems, e incluso un simple fingimiento consiste en tornar ilegible o imper- 31. J. Lacan, "Situation de la psychanalyse et formation du psychanalyste en 1956 .. , en crits, cit., p. 484 [Situacin del psicoanlisis y formacin del psicoanalista en 1956 .. , trad. cit., p. 465]. 161 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO ceptible una huella sensible. La simple sustitucin de una huella por otra, el marcar su diferencia diacrtica con la inscripcin ms elemen- tal, aqulla que Lacan concede al animal, cmo negar que conlleva borradura tanto como impresin? Es tan difcil asignar una frontera entre fingimiento y fingimiento de fingimiento, hacer pasar una lnea indivisible en medio de un fingimiento fingido, como entre inscrip- ciny borradura de la huella. Pero vayamos ms lejos y planteemos un tipo de cuestin que me hubiera gustado generalizar, si hubiera tenido tiempo. No se trata so- lamente de preguntar si tenemos derecho a negarle este o aquel poder al animal (palabra, razn, experiencia de la muerte, duelo, cultura, institucin, tcnica, vestido, mentira, fingimiento de fingimiento, bo- rradura de la huella, don, risa, llanto, respeto, etc. -la lista es nece- sariamente indefinida, y la ms poderosa tradicin filosfica en la que vivimos ha negado todo esto al animal-). Se trata tambin de pre- guntarnos si lo que se denomina el hombre tiene derecho a atribuir con todo rigor al hombre, de atribuirse, por lo tanto, aquello que le niega al animal y si tiene acerca de esto, alguna vez, el concepto puro, riguroso, indivisible en cuanto tal. As, suponiendo incluso, concesso non dato, que el animal sea incapaz de borrar sus huellas, con qu derecho conceder este poder al hombre, al sujeto del significan- te? y sobre todo desde un punto de vista psicoanaltico? Cualquier hombre puede, ciertamente, tener conciencia, en un espacio de feno- menalidad dxica, de borrar sus huellas. Pero quin juzgar alguna vez la efectividad de este gesto? CEs necesario recordar que toda hue- lla borrada, conscientemente, puede dejar una huella de su borradura de cuyo sntoma (individual o social, histrico, poltico, etc.) podr asegurar siempre el regreso? CEs necesario, sobre todo, recordrselo a un psicoanalista? y recordar que cualquier referencia al poder de bo- rrar la huella habla todava el lenguaje del yo consciente, incluso ima- ginario? (Prevemos todas las consecuencias virtuales que se agolpan aqu en relacin con la cuestin de nuestro tema, la autobiografa.) Todo esto no querr decir (me he explicado ampliamente sobre esto en otros lugares) que la huella es imborrable. Al contrario. El bo- rrarse siempre, el siempre poder borrarse pertenece a la huella. Pero que ella se borre, que pueda siempre borrarse, y ya desde el primer instante de su inscripcin, a travs y ms all de la represin, esto no significa que cualquiera, Dios, hombre o animal, sea su sujeto amo y pueda disponer del poder de borrarla. Al contrario. A este respecto el hombre no tiene mayor poder de borrar sus huellas que el susodicho anima),>. De borrar radicalmente sus huellas, es decir, tambin de radicalmente destruir, negar, abatir, incluso exponerse a ser abatido. 162 CAPiTULO 111. iY SI EL ANIMAL RESPONDIESE? Pero que con esto, sobre todo, no se llegue a la conclusin de que las huellas de uno y de otros son imborrables -y que la muerte o la destruccin son imposibles-o Las huellas (se) borran, igual que todo, pero pertenece a la estructura de la huella que no est en poder de nadie borrarla ni, sobre todo, juzgar acerca de su borradura, menos todava acerca de un poder constitutivo garantizado de bo- rrar, performativamente, aquello que se borra. La distincin puede parecer sutil y frgil, pero esta sutil fragilidad afecta a todas las opo- siciones slidas que estamos rastreando y des-pistando, comenzando por la de lo simblico y lo imaginario en la que se apoya, finalmente, toda esta reinstitucin antropocntrica de la superioridad del orden humano sobre el orden animal, de la ley sobre el ser vivo, etc., all donde esta forma sutil de falogocentrisrno parece dar testimonio a su manera del pnico del que habla Freud: reaccin dolida no por el primer traumatismo de la humanidad, el copernicano (la tierra gira alrededor del sol), ni por el tercer traumatismo, el freudiano (el descentramiento de la conciencia respecto del inconsciente) sino, de nuevo, por el segundo traumatismo, el darwiniano. Antes de alejarnos provisionalmente del texto lacaniano, querra situar una tarea y recordar algo. La tarea nos llevara, desde todo lo que hemos inscrito aqu bajo el signo del cogito cartesiano, a analizar de cerca la referencia de Lacan a Descartes. Como sucede con la referencia a Hegel, y a menu- do asociado con sta, el recurso a Descartes, al pienso cartesiano, fue constante, determinante, complejo, diferenciado. En un conjunto frtil y en un proceso amplio, un primer punto de referencia nos ven- dra impuesto por nuestra problemtica. Se encontrara en las pgi- nas que siguen inmediatamente al prrafo sobre la diferencia entre el fingimiento no fingido del animal y el fingimiento fingido del hombre capaz de borrar sus huellas. Lacan reparte aqu el elogio y la crtica. Por una parte, el cogito cartesiano no desconoce lo esencial, a saber, que la conciencia de la existencia, el sum, no le es inma- nente sino trascendente y, por lo tanto, est ms all de la captura especular o imaginaria. Esto viene a confirmar que un cogito animal permanecera cautivo de la imagen identificatoria, situacin que se podra formalizar diciendo que el animal no accede al yo ms que para perder el yo, pero un yo que no accede l mismo al significante ms que desde una carencia: el yo (animal) pierde la carencia. Lacan escribe por ejemplo: El yo es desde ese momento funcin de dominio, juego de prestancia, rivalidad constituida [otros tantos rasgos que no se le niegan al ani- mal). En la captura que experimenta de su naturaleza imaginaria en- 163 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO mascara su duplicidad, a saber, que la conciencia en la que se asegura de una existencia innegable (ingenuidad que se pone de manifiesto en la meditacin de un Fnelon) no le es en absoluto inmanente, sino trascendente puesto que se apoya en el trazo unario del ideal del yo (cosa que el cogito cartesiano no desconoce). Por lo cual el ego tras- cendental mismo se encuentra relativizado, implicado como est en el desconocimiento donde se inauguran las identificaciones del yoJ2. Pero, por otra parte, por lo tanto, el ego cogito se encuentra des- alojado de su posicin de sujeto central. Pierde el dominio, el poder central, se convierte en sujeto sometido al significante. El proceso imaginario va as desde la imagen especular hasta la constitucin del yo por el camino de la subjetivacin por el signifi- cante. Esto parece confirmar que el devenir-sujeto del yo pasa por el significante, la Palabra, la Verdad, etc., es decir, perdiendo la trans- parencia inmediata, la conciencia como conciencia de s idntica a s. Lo que no desemboca ms que en una paradoja aparente: se confirma el sujeto en la eminencia de su poder subvirtindolo y reconducin- dolo a su defecto, a saber, que la animalidad est del lado del yo cons- ciente mientras que la humanidad del sujeto humano est del lado del inconsciente, de la ley del significante, de la Palabra, del fingimiento fingido, etctera: La promocin de la conciencia como esencial al sujeto en la secuela histrica del cogito cartesiano es, para nosotros, la acentuacin en- gaosa de la transparencia del Yo en acto a expensas de la opacidad del significante que lo determina, y el deslizamiento con el que el Be- wusstsein sirve para cubrir la confusin del Selbst viene precisamente a demostrar, en la Fenomenologa del espritu, con el rigor de Hegel, la razn de su error 3J
La acentuacin de la transparencia es as llamada engaosa. Eso no significa solamente un engaarse" del error sino un enga- arse del engao, de la mentira, de la mentira a uno mismo como creencia, del hacer creer" en la transparencia del yo o del s a s mis- mo. Ah residira el riesgo de la interpretacin tradicional del cogito cartesiano, quizs el de la auto-interpretacin del propio Descartes, de su autobiografa intelectual -nunca se sabe-o De ah viene la promocin lacaniana del cogito y el diagnstico de la mentira, del engao y de la transparencia engaosa en el seno del cogito mismo. El rigor de Hegel, dice Lacan. Sera preciso entonces seguir la 32. Subversion du sujet ... , en crits, cit., p. 809 [trad. cit., pp. 788-789]. 33. bid., pp. 809810 [trad. cit., p. 789]. 164 CAPiTULO 111. iY SI EL ANIMAL RESPONDIESE! interpretacin propuesta por Lacan de la lucha entre el Amo y el Es- clavo, all donde termina por descomponer el equilibrio del seme- jante con el semejante. El mismo motivo de la dialctica alienante del Amo y del Esclavo aparece en (<Variantes de la cura-tipo (1955): la especularidad animal, con sus seuelos y sus aberraciones, termina por estructurar duraderamente al sujeto humano debido a la prema- tu racin del nacimiento, hecho en el que se capta esa dehiscencia de la armona natural, exigida por Hegel como la enfermedad fecunda, la falta feliz de la vida en la que el hombre, distinguindose de su esencia, descubre su existencia34. La reinscripcin de la cuestin del animal, en nuestra reinterpretacin de la re interpretacin de Hegel por Lacan, podra situarse en el punto donde este ltimo reintroduce el recuerdo de lo imaginario, de la captura especular y de la prema- turacin genrica del nacimiento, peligro [ ... ] ignorado por Hegel. All, una vez ms, se trata de la vida. Lacan lo dice expresamente, y el paso al orden humano del sujeto, ms all de lo imaginario animal, es claramente una cuestin de vida y de muerte: La lucha que la instaura es llamada con razn de puro prestigio [por lo cual sta ya no es animal, segn Lacan), y lo que est en juego -pues se trata de la vida- con razn apropiado para hacer eco a ese peligro de la prematuracin genrica del nacimiento, ignorado por Hegel y que hemos convertido en el resorte dinmico de la captura especular. 35 Cmo entender la palabra genrica, que califica con tanta fuerza el concepto insistente y determinante de prematuracin, a saber, el acontecimiento absoluto sin el cual sobre todo este discurso perdera su resorte --el propio Lacan lo dice-, comenzando por la pertinencia de la distincin entre imaginario y simblico? {Es lo genrico un rasgo del gnero humano como gnero animal o un rasgo de lo humano en cuanto escapa al gnero, precisamente, a lo genrico, a lo gentico: por el defecto, precisamente, de cierta de- generacin, antes que de-generescencia, por una de-generacin cuyo defecto mismo engendra la generacin simblica, la relacin entre las generaciones, la ley del Nombre del Padre, la Palabra, la Verdad, el Engao, el fingimiento fingido, el poder de borrar la huella, etc.? Desde esta pregunta que dejaremos en suspenso, como una tarea, all donde, sin embargo, procede de esta lgica tradicional del defecto originario, vuelvo a lo que anunci como un ltimo recordatorio, a saber, a lo que rene a toda esta puesta en perspectiva del defecto en 34. Variantes de la cure-type, en crits, cit., p. 345 [trad. cit., p. 332]. 35. ,,5ubversion du sujet ... , en crits, cit., p. 810 [trad. cit., p. 790]. 165 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO la historia de la falta original, de un pecado original que encuentra su relevo mtico en el Edipo y, ms tarde, su relevo no mtico, su relevo cientfico en el complejo de castracin, tal y como fue formulado por Freud. En el pasaje donde subrayar la carencia y el defecto, vol- veremos a encontrar todas las etapas de nuestro trayecto: el Gnesis, la serpiente, la cuestin del Yo y del qu estoy si(gui)endo? o (a) quin estoy si(gui)endo? (ser y seguir), una cita del Esbozo de una serpiente de Valry <el universo es un defecto en la pureza del No- Ser), etc.: Es de lo que carece el sujeto para pensarse agotado por su cogito, a saber, lo que tiene de impensable. Pero de dnde proviene ese ser que aparece, en cierto modo, como carencia en el mar de los nombres propios? No podemos preguntrselo a ese sujeto en cuanto Yo. Para saber- lo carece de todo, puesto que si ese sujeto, Yo, estuviese muerto, ya lo hemos dicho, no lo sabra. Y que, por consiguiente, no sabe que estoy vivo. Cmo pues me lo probar Yo a m mismo? Porque puedo en rigor probar al Otro que existe, no por supuesto con las pruebas de la existencia de Dios cuyos siglos lo matan, sino amndolo, solucin aportada por el kerigma cristiano. Por lo dems, es una solucin demasiado precaria para que pen- semos siquiera en justificar con ella un rodeo para lo que es nuestro problema, a saber: Qu soy Yo? Estoy en el lugar en donde se vocifera que el universo es un de- fecto en la pureza del No-Ser. y esto no sin razn pues, al conservarse, ese lugar hace languide- cer al Ser mismo. Se llama el Goce y es aquello cuya falta tornara vano el universo. mst acaso a mi cargo? -Sin duda que s-o Ese goce cuya ca- rencia torna al Otro inconsistente es acaso el mo? La experiencia prueba que ordinariamente me est prohibido y esto no nicamente, como lo creeran los imbciles, por un mal arreglo de la sociedad sino, dira yo, por la culpa del Otro si existiese: como el Otro no exis- te, no me queda ms remedio que echar la culpa al Yo, es decir, creer en aquello a lo que la experiencia nos conduce a todos y a Freud el primero: el pecado original. Pues, aunque no tuvisemos la confesin de Freud, tan expresa como desolada, quedara el hecho de que el mito, el benjamn de la historia, que debemos a su pluma no puede ser ms vlido que el de la manzana maldita, con la salvedad de que -y esto no afecta en absoluto al mito en su haber-, al ser aqul ms sucinto, es sensiblemente menos idiotizante. Pero lo que no es un mito, y que Freud formul sin embargo tan pronto como el Edipo, es el complejo de castracin\6. 36. Subversion du sujet ... , en crits, cit., pp. 819-820 [trad. cit., pp. 799-800). 166 No s por qu hacemos esto ... ni de dnde os viene este valor [ri- sas] ... de seguir escuchndome! Ante todo no creis que me empeo en conservar la ltima palabra o en ser no solamente el ltimo de los judos o el ltimo de los escatologistas, sino verdaderamente el ltimo en hablaf, el ltimo entre los ltimos en hablar. No, pero como el otro da me interrump en un momento que era para m, quiz, el ms importante, he pensado que sera honrado hablaros un poco ms de aquello que, en el fondo, me habra gustado decir y respecto al lugar al que me habra gustado llegar. Pero, para hacer ese trabajo honradamente, habra sido necesario, por un lado, que yo mis- mo hubiese podido escribir un texto muy largo, lo cual espero poder hacer algn da y, por otro lado, que os retuviese de nuevo demasiado tiempo. Por consiguiente, he renunciado a ello. No tengo ms que unas cuantas notas y os propondr nicamente un bosquejo de aquello que habra tratado de hacer si hubiese tenido tiempo y si hubisemos tenido tiempo juntos. Probablemente habra enlazado, en el punto en el que estba- mos interesados en la cuestin del fingimiento del fingimiento en Lacan, del engao, de la diferencia entre el fingimiento, el engao y la mentira, en lo que concierne al lenguaje, en lo que concierne al habla, con determinado pasaje de Heidegger, casi al final de ese libro del que voy a hablar: un seminario que Heidegger dio despus de Ser y tiempo, en 1929-1930, y que est traducido con el ttulo de Los 1. Tal y como se especifica en el Prefacio, esta llima parte es la trascripcin de una grabacin de la comunicacin que Jacques Derrida improvis al trmino del coloquio [N. del E.] 167 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO conceptos fundamentales de la metafsica. Mundo-finitud-soledacP. Hacia el final de un largo desarrollo sobre el animal (sobre el que vuelvo en un momento), aborda aquello que, para l, es lo esencial: es decir, que aquello que le falta al animal es el en cuanto tal, als Struktur, rasgo esencial de toda nuestra problemtica y que, en el fondo, ya habr ido marcando nuestras anteriores trayectorias, en Lvinas y en Lacan, cuando ambos se plantean la cuestin del otro: aquello que le faltara al animal es, por consiguiente, el en cuanto tal, el otro en cuanto tal. El animal tiene, por lo tanto, relacin con el ente pero no con el ente en cuanto tal, y Heidegger tiene el mrito de localizarlo, de pro- fundizar en ello, de tratarlo justamente como tal, temticamente, con una amplitud y un rigor de anlisis que me parecen incompara- bles. La cuestin del engao surge en el momento en que, habiendo planteado que el animal no tiene acceso, en su apertura al mundo, al mundo en cuanto tal, al en cuanto tal, Heidegger se empea en marcar que este en cuanto tal no depende del lenguaje, del lagos. Cuando se dice, en efecto, que el animal no tiene e1logos, esto quiere decir, antes que nada, que no tiene el en cuanto tal que funda el lagos. Analiza, por consiguiente, esa relacin entre lo que denomi- na lo apofntico, la estructura apofntica y e1logos apofntico, es decir, el devenir lenguaje del en cuanto tal. y, por lo tanto, es en ese momento, en el pargrafo 72 b (el punto en el que, de haberlo hecho, yo habra retomado el hilo), cuando aborda esta cuestin del lagos y del engao: Es mostrativo ese A y o ~ a cuya esencia pertenece, entre otras cosas, el poder ser engaoso. Engaoso significa: hacer creer algo, hacer que algo pase por algo que no es; mejor an: algo que no es esto o aque- llo, hacer como si lo fuese. Por lo tanto, en relacin con aquello a lo que se refiere el engao, ese hecho de engaar, ese ser engaoso que pertenece a la esencia del A y o ~ (hacer que algo pase por algo que no es, hacer creer algo) es poner en retaguardia. Es mostrativo ese A y o ~ a cuya posibilidad pertenece el poder poner en retaguardia. Plantea entonces, a modo de pregunta, la relacin dellogos con el en cuanto tal como con su condicin de posibilidad: 2. M. Heidegger, Die Grundbegriffe der Metaphysik - Welt-Endlichkeit-Ein- samkeit [Gesamtausgahe 29/30, Vittaria Klastermann, Frankfurt a. M., 21992] [Los conceptos fundamentales de la metafsica, trad. de A. Ciria, Alianza, Madrid, 2007]. 168 CAPiTULO IV Es la estructura del en cuanto tal solamente una propiedad del A . 6 y o ~ o es, finalmente, algo originario: la condicin de posibilidad para que un A . 6 y o ~ en resumidas cuentas, pueda ser lo que es?3 y, ms adelante (naturalmente voy a saltar mucho, voy a caminar dando pequeos saltos, no tenemos tiempo de seguir las cosas de una forma continua), plantea que esta estructura del en cuanto tal" se le niega al animal: Con toda la tirantez pulsional de su comportamiento, el animal est absorbido por aquello mismo a lo que est vinculado en dicho com- portamiento. Eso con aquello que mantiene relacin no le es nunca, por consiguiente, dado en cuanto tal en su ser que [proposicin que va a retornar en todas las pginas de este largo tratado]; no le es dado como lo que es ni como es; no le es dado en cuanto ente. El compor- tamiento del animal nunca es una percepcin de algo en cuanto algo. En la medida en que consideramos esa posibilidad de entender algo en cuanto algo como una caracterstica del fenmeno del mundo, la estructura del en cuanto es una determinacin esencial de la estruc- tura del mundo. De ah que el en cuanto se brinde como un posible punto por donde atacar el problema del mundo. La estructura del en cuanto, negada al animal, est por consi- guiente reservada al hombre. Hemos retrotrado formalmente la estructura del en cuanto a la proposicin enunciativa. Dicha proposicin es una forma corriente del habla humana. Aqu es, por consiguiente, donde yo habra enlazado con el fin de abrir la lectura de este seminario y lo habra hecho porque, precisa- mente, habamos llegado a un determinado punto dentro de nuestra problemtica en la lectura de Lacan. Ahora bien, esto no debera haberme dispensado de efectuar una gran vuelta hacia atrs que voy a intentar ahora. Por supuesto, como sabis, lo que importa en este seminario de 1929-1930, en esas proposiciones nucleares que conciernen a la piedra, al animal y al hombre y, especialmente, al animal weltarm, pobre en mundo, es en cierto modo algo que ya me interesaba desde hace tiempo. Lo que me gustara decir aqu, en el fondo, ya 3. [bid., 72 c [trad. cit., pp. 370-371]. 4. [bid. [trad. cit., pp. 371-372]. 169 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO lo he dicho en Los fines del hombre, en Geschlecht y La mano de Heidegger, en Del espritu, en donde he hablado de verdad de aquel texto y de aquellas proposiciones; y en El odo de Heideg- ger, en Aporas (aqu mismo, algunos de vosotros estbais aqu), en donde abordamos la cuestin del animal que no muere sino que la palma, que tiene un fin pero que no muere propiamente. Y sta es una diferencia determinante, segn Heidegger, entre el animal y el hombre, dejando en suspenso la cuestin de saber si el hecho de que el animal no hable es o no la razn por la que no muere. Todas estas cuestiones las he abordado ya, por lo tanto, de algn modo y no me gustara volver sobre ellas. As pues, si quiero proponer una lectura diferente de este se- minario es porque, en el contexto en que estamos, aqul posee, en comparacin con otros discursos anteriores sobre el animal, algunos mritos que debemos subrayar. Por una parte, tiene el mrito de te- ner en cuenta cierto saber etolgico. La manera en que lo tiene en cuenta es otro asunto (si tuviese tiempo intentara mostrar en qu, tenindolo en cuenta, no lo tiene en cuenta), pero, en fin, hay abun- dantes referencias a van Uexkll, a Driesch, a Buytendijk: se trata de un trabajo serio! Por otra parte, Heidegger intenta aqu superar la alternativa mecanicismo/finalismo: lo dice explcitamente, se sita resueltamente fuera de o antes de todas las oposiciones doctrinales que han caracterizado hasta el momento a todos los discursos sobre el animal en la filosofa, ya sea sta humanista o no. Adems -y aqu me gustara insistir ms y con ms ahnco de lo que lo he hecho hasta ahora-, este seminario es de 1929-1930 y pertenece, con todas las ambigedades que le son inherentes, a un gesto constante de Hei- degger cuya implicacin poltica hay que tomar en serio, a saber, la necesidad de mantener las distancias respecto a todo biologismo. Se trata de un gesto comn asimismo a Lvinas y a Lacan: su insistencia, su humanismo, aun cuando se desarrolla contra el humanismo me- tafsico, es igualmente un gesto, una manera de adoptar una postura tico-poltica con respecto a todos los discursos, a todos los biologis- mas que bien podran ser una amenaza para la cultura dentro de la que hablan. Finalmente, otro inters de este texto se debe al hecho de que es un seminario que conserva todas las marcas de un largo seminario (y no hay que olvidar lo que es un seminario, con la corres- pondiente parte de contingencia, de improvisacin y de laboriosidad, de fijacin relativamente injustificable de algunos enunciados), y un seminario que viene despus de Ser y tiempo: ahora bien, Ser y tiem- po es un libro en el que (creo haberlo apuntado en Aporas), prcti- camente, no se habla del animal. Salvo en dos lugares: uno es aquel 170 CAPiTULO IV en el que se habla de la muerte, justamente, todo el discurso sobre el-ser-para-Ia-muerte del que est excluido el animal: el animal no muere, el animal no es un Dasein para-la-muerte; el otro, que es la muy breve observacin que cit aqu mismo hace unos das, en donde se dice que la cuestin de saber si el animal posee un tiempo (la cuestin de la temporalizacin del animal) sigue siendo un pro- blema, por consiguiente, queda en suspenso (y, en cierto modo, ste es el problema que valientemente se aborda en dicho seminario). Pero la razn principal por la que yo no quera ir deprisa con este seminario es que todas las proposiciones que conciernen al animal, pobre en mundo, estn atrapadas en una problemtica mucho ms amplia que no es la del animal. Por consiguiente, habra que recom- poner el espacio en el cual se impone esta cuestin del animal. Dicho espacio es el de unas cuestiones mucho ms generales que no hay que perder de vista, aunque aparentemente se pierdan por el camino; unas cuestiones que son, como lo indica el ttulo: el mundo, la fini- tud, la soledad. Antes de entrar, pues, en algunas de las partes (pues no tendremos tiempo de ir muy lejos) que conciernen directamente al animal, me gustara apuntar ciertas indicaciones en la constitucin general de esta problemtica del mundo en la que se va a inscribir la tesis, puesto que, segn las palabras mismas de Heidegger, es una tesis. Ya lo he dicho, rara vez propone Heidegger ninguna tesis; sin embargo, va a presentar esta proposicin, el animal es weltarm, como una tesis. Va incluso a presentar tres tesis: la piedra es sin mundo (weltlos>, el animal es pobre en mundo (weltarm>, el hom- bre es configurador de mundo (weltbilden [es difcil de traducir]>. Ciertas indicaciones, pues, sobre aquello que precede al captulo dedicado al animal. Al principio de todo, se trata ni ms ni menos que de la deter- minacin de la filosofa a partir de s misma, y Heidegger lo hace al hilo -dice- de unas palabras de Novalis. Lo que le interesa, en el fondo, en todo esto es la Grundstimmung, la tonalidad fundamental, Heimweh, la nostalgia. Y en una reflexin sobre la tonalidad funda- mental es donde va a surgir la cuestin del animal. Y esto no carece de importancia. Das Heimweh als die Grundstimmung des Philosophierens und die Fragen nach Welt, Endlichkeit, Vereinzelung. ste es el ttulo del prrafo: La nostalgia como tonalidad fundamental del filosofar y las cuestiones acerca del mundo, la finitud y el aislamiento>,5. (ms ais- lamiento la mejor traduccin para Vereinzelung? Singularizacin? 5. (bid., 2 b [trad. cit., p. 27]. 171 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO Aislamiento? Soledad? Resulta muy complicado.) Una vez ms, se trata evidentemente de responder a la pregunta: Qu es el hom- bre?. y, para responder a la pregunta qu es el hombre?, habr que responder a la pregunta qu es el mundo?. Desde el comienzo de este prrafo Heidegger, por lo tanto, pregunta: Pero qu es el hombre para que filosofe en el fondo de su ser y qu es ese filosofar? Qu somos nosotros en todo eso? Adnde queremos ir? Hemos entrado un buen da por casualidad dando un traspi en el universo? En un fragmento, Novalis dijo una vez: La filosofa es, hablando con propiedad, nostalgia (ist eigentlich Heimweh), algo que empuja (ein Trieb, una pulsin) a estar por doquier en casa. Veremos retornar la cuestin del en-casa, especialmente (si te- nemos tiempo de llegar a ello) en el momento en que esta pregunta se especifique como: qu es estar en-casa con el animal? Qu es habitar con el anima!>'? Qu es co-habitar con el animal? Se trata de la cuestin del Mitgehen y del Mitexistieren. El animal puede mitgehen con nosotros en la casa; el gato, por ejemplo, del que con frecuencia se dice que es un animal narcisista, puede habitar el mismo lugar que nosotros, puede ir con nosotros, andar con nosotros, puede estar con nosotros en la casa, habitar con nosotros, pero no existe con nosotros en la casa. Que esta historia de Heimweh, de morria, abra este seminario no es indiferente. Ni que, poco despus de la cita de Novalis, llegue la mentira. Acaba de citar a un poeta, Novalis, y aade: Ahora bien, acaso Aristteles no dice, en su Metafisica: 1toAM ~ E o non IlOl8ol, <<1os poetas son grandes constructores de mentiras?6. Sin embargo, en medio de ese mismo prrafo que he aislado de una forma un tanto artificial, qu es lo que vemos aparecer, pasar? Un animal: En un fragmento, Novalis dijo una vez: La filosofa es, hablando con propiedad, nostalgia, algo que empuja a estar por doquier en casa". Extraa definicin (Eine merkwrdige Definition), romntica naturalmente (romantisch natrlich). La nostalgia (Heimweh, la mo- rria), existe todava algo semejante hoy en da (gibt es dergleichen heute berhaupt noch)? Acaso no se ha convertido en una palabra incomprensible, incluso en la vida cotidiana (ein unverstiindliches Wort geworden, selbst im alltiiglichen Leben)? Pues el ciudadano con- 6. Aristteles, Metafsica, A 2, 983 a. 172 CAPiTULO IV temporneo, mono de la civilizacin, acaso no se ha deshecho desde hace tiempo de la nostalgia (Denn hat nieht der heutige stiidtisehe Menseh und Affe der Zivilisation das Heimweh liingst abgesehafft)? En otras palabras (y tanto el mono como lo simiesco, en Lvi- nas, es ofensivo), el habitante de la ciudad que ha perdido incluso el sentido del terruo, que se ha deshecho de la nostalgia, que ha perdi- do la nostalgia (<<la nostalgia ya no es lo que era", en cierto modo ... ), el habitante de la modernidad es un mono de la civilizacin. Se re cuando se le habla de nostalgia. Todo el comienzo de este seminario concierne, por lo tanto, a la nostalgia, a la melancola, a la filosofa, a la metafsica como nos- talgia. En ese largo prefacio, si es que as podemos llamarlo, que precede a la aproximacin al animal, yo habra seleccionado, por las razones que sabis, algunos pasajes que conciernen a Descartes, por- que lo que me interesa sera mostrar, de una manera naturalmente provocadora, que el discurso heideggeriano sigue siendo cartesiano a pesar de que, en Ser y tiempo pero tambin aqu, Descartes sea evi- dentemente su primer objetivo. No slo el mecanicismo de Descartes sino tambin el Descartes del cogito. Para daros una idea de ello, os remitir a un prrafo que se titula La ambigedad de la actitud cr- tica en Descartes y en la filosofa moderna, en donde, bsicamente, el reproche que se le hace a Descartes es haberse fiado, incluso en su gesto crtico, de las apariencias: No es casualidad si el nacimiento, en Descartes, de la tendencia acre- centada y explcita de elevar la filosofa al rango de una ciencia abso- luta coincide con una repercusin muy especial de la ambigedad de la filosofa. Descartes tena bsicamente tendencia a convertir la filoso- fa en un conocimiento absoluto. Es precisamente en l donde vemos algo singular: aqu el filosofar comienza con la duda y parece de este modo que todo se pone en cuestin. Pero esto no es ms que una apa- riencia (Aber es sieht nur so aus). El Dasein, el Yo (el ego) no se pone en absoluto en cuestin (Das Dasein, das eh [das ego} wird gar nieht in Frage geste/lt). Esta apariencia de actitud crtica (que, de hecho, es una ambigedad con respecto a la actitud crtica) se extiende a travs de toda la filosofa moderna hasta el presente ms reciente 7
Heidegger ya haba mantenido esto mismo en Ser y tiempo al mostrar que, en el fondo, Descartes fracasa cuando plantea la cuestin 7. M. Heidegger, Die Grundbegriffe der Metaphysik ... , "Consideracin prelimi- nar,., 6 b y [trad. cit., p. 4S]. 173 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO ontolgica de lo que quiere decir ser en ego sum: no plantea la cues- tin ontolgica y, en el fondo, su ego sum sigue siendo dogmticos. Por lo tanto, no hay que olvidar esta indicacin, como simple indicacin, si se quiere mostrar, como a m me hubiese gustado ha- cerlo, que en el preciso momento en que se dirige aqu hacia una nueva cuestin, hacia un nuevo cuestionamiento acerca del mundo y del animal, en donde pretende deconstruir toda la tradicin metafsi- ca, especialmente la de la subjetividad, de la subjetividad cartesiana, etc., el gesto de Heidegger sigue siendo, a pesar de todo, en lo que respecta al animal, profundamente cartesiano. Una vez puntualizado esto, salto de nuevo, en estos preliminares, hacia el captulo 1 de la Primera parte, en el que Heidegger plantea la cuestin del despertar y de la conciencia, cuestin que resultar indispensable para sealar la profundidad con la que se va a presen- tar el criterio de lo apofntico, el en cuanto tal: para Heidegger, en efecto, no se tratar de vincular el en cuanto tal (als Struktur) con, simplemente, una estructura de la conciencia o de la representacin. Se tratar de una profundidad ms radical. El despertar (Weckung) no es constatar un ente que resulta ser/estar ah (kein Feststellen eines Vorhandenen) [recordaris la distincin, en Ser y tiempo, entre las tres modalidades de ente: lo que est Vorhan- den, que est ah delante, corno una cosa; lo que est Zuhanden, el instrumento, el ser-ah-delante del instrumento y, finalmente, el Da- sein], sino dejar que despierte lo que duerme (sondern ein Wachwer- denlassen des Schlafenden)9. La cuestin del despertar acarrea la cuestin del sueo, la cual es indisociable de la del animal. El despertar es, por consiguiente, dejar que despierte lo que duerme y, naturalmente, Heidegger la empren- de con aquellos a los que les gustara reducir la distincin entre la vigilia y el sueo a una distincin entre conciencia e inconsciente: lo que l denomina vigilia no es la conciencia, lo que denomina sueo no es el inconsciente. ste es el pasaje: [ ... ] si despertarnos una tonalidad (Stimmung) es porque ya estaba ah y, no obstante, no estaba ah. De una forma negativa, hemos visto lo siguiente: la diferencia entre ser ah y no ser ah no coincide con la que hay entre tener conciencia y estar inconsciente. Pero de esto extraernos algo ms: si la tonalidad es algo que forma parte 8. Ser y tiempo, 6. 9. Die Grundbegriffe deT Metaphysik ... , 16 a [trad. cit., p. 89]. (Es el ttulo del pargrafo.) 174 CAPiTULO IV del hombre, algo que est dentro de h>, como decimos, o bien que el hombre posee; y si eso no se puede dilucidar con ayuda de la opo- sicin conciencia/inconsciencia, entonces no nos acercaremos en absoluto al problema mientras entendamos al hombre como algo que se distingue de la cosa material por el hecho de tener conciencia, por el hecho de ser un animal dotado de razn, de ser un animal rationale o bien un Yo con puras experiencias vividas y unido a un cuerpo 10. La intencin de Heidegger es, por consiguiente, definir la esencia del hombre de otro modo que mediante la conciencia, que mediante la razn que se le atribuira a determinado animal (encontramos estos enunciados en la Carta sobre el humanismo), pero tampoco mediante el Yo, un Yo con puras experiencias vividas y unido a un cuerpo. Esta concepcin del hombre como ser vivo que est, seguidamente, dotado de una razn ha conducido a un total desconocimiento de la esencia de la tonalidad, aade. Porque lo que quiere definir es la Grundstimmung. Qu es una tonalidad? Qu es una nostalgia, una melancola, una tonalidad afectiva? No se comprender lo que es una tonalidad afectiva mientras se defina al hombre como una concien- cia, un inconsciente, un animal dotado de razn, etc. As pues: El despertar de la tonalidad as como el intento de acercarnos a esa cosa extraa coinciden, en definitiva, con la exigencia de una inver- sin completa de nuestra concepcin del hombre (mit der Forderung einer volligen Umstellung unserer Auffassung vom Menschen). Y, evidentemente, de la misma manera que Freud, de la misma manera que todos aquellos que hemos evocado hasta aqu, no evita la cuestin de saber lo que ocurre con el sueo del animal: un poco ms adelante, escribe por consiguiente (habra que detenerse bastan- te tiempo en esto): No decimos: la piedra duerme o est despierta. Pero qu ocurre con la planta? Aqu ya estamos menos seguros. Resulta extremadamente problemtico saber si la planta duerme y ello porque es problemtico saber si vela. Sabemos que el animal duerme. Pero la cuestin est todava en saber si ese sueo es el mismo que el del hombre (ob dieser Schlafder selbe st wiederSchalfdes Menschen) yen saber lo que es, por lo tanto, el sueo en general (und was denn der Schlaf berhaupt ist). Heidegger quiere plantear la cuestin del sueo o del despertar con independencia de toda la metafsica de la conciencia, del incons- 10. bid., 16 b [trad. cit., p. 92]. 175 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO ciente; quiere partir de una oposicin vigilia-sueo que ya no depen- de de la lgica de la conciencia, etctera: Este problema [y aqu es donde anuncia aquello que abordar mucho ms adelante en el seminario y vamos a saltar por encima de cientos de pginas] est ntimamente relacionado con la cuestin que se re- fiere a la estructura de ser de estos distintos gneros de ente: piedra, planta, animal, hombre (Stein, Pflanze, Tier, Mensch). Por lo tanto, desde el principio del seminario, a partir de la cues- tin del sueo y de la vigilia es como anuncia esta topologa de los entes a la que ahora vamos a llegar. Me hubiese gustado (pero no ten- dr tiempo de hacerlo), dada la problemtica del sometimiento y de la atadura que trat de elaborar la ltima vez, ver con detenimiento lo que dice de Aristteles (y Aristteles constituye una gran referen- cia en este seminario, desde el principio hasta el final) a propsito del sueo: Aristteles escribi un tratado especialmente sobre la vigilia y el sue- o: nEpe TTVOV KaL EyprypUEWS. Este tratado posee un carcter particular. Aristteles vio ah algo digno de mencin cuando dijo que el sueo era una OKLvru[a. No conecta el sueo con la conciencia o con la inconsciencia. Dice ms bien lo siguiente: el sueo es un O E U ~ S una atadura de sometimiento; es una atadura particular [la cuestin de la atadura va a volver todo el tiempo, la de la estrictura tambin, la del sometimiento al apretar y el animal (estoy anticipan- do mucho al decir esto), el animal est finalmente, segn el hombre, atrapado simplemente en unas redes ms prietas de constreimientos, de conductos, dir Heidegger, de conductos ms prietos; es una problemtica de la atadura] de la a"lu9ruLS, no slo de la percepcin sino una atadura del ser, en el sentido en que no puede acoger a otro ente, el que no es l mismo [por consiguiente, el animal est demasiado atado]. Esta caracterizacin del sueo es ms que una imagen y abre una gran perspectiva cuyos pormenores e intrngulis metafsicos no se han captado en modo alguno. Por razones bsicamente metafsicas, he- mos de renunciar a entrar en detalle en el problema del sueo y hemos de intentar esclarecer por otro camino lo que quiere decir: despertar una tonalidad. Y, evidentemente, en esta va, en este "otro camino, es en el que Heidegger se adentra: la cuestin de la tonalidad, del aburrimiento, etctera. A partir de aqu, doy un salto a la "Segunda parte del seminario en la que Heidegger se va a acercar a la cuestin del animal en cuan- to tal. Como ya he dicho, esta cuestin del animal -mediante una 176 CAPiTULO IV andadura muy extraa puesto que, aunque sirve de hilo conductor, va a terminar invadiendo finalmente todo el espacio- viene a espe- cificar la cuestin del mundo. Y la cuestin del mundo pertenece a su vez a un conjunto de tres cuestiones (todo va de tres en tres en este seminario ... ): Las cuestiones que se refieren al mundo, al aislamien- to y a la finitud: cuestiones que plantea la tonalidad fundamental de un profundo aburrimiento de nuestro Dasein actual. La esencia del tiempo como raz de las tres cuestionesl1. En otras palabras, las tres cuestiones: mundo, aislamiento, finitud estn unidas como por su raz comn, a saber, la cuestin del tiempo. Esto es muy importante desde el punto de vista arquitectnico puesto que, en Ser y tiempo, Heidegger se preguntaba lo que pasa con el ani- mal, qu hay del animal?, a propsito del tiempo. Tiene tiempo el animal, tiene el tiempo?: [ ... ] temporaliza? Cuestin que hay que tratar en otro lugarI2. Hay que estar atentos a este gesto que es un gesto aparentemente pedaggico de Heidegger, pero que es ms que pedaggico, y que consiste, cada vez, en exponer las cosas de tres en tres y en decir: vamos a tomarlo por la raz comn o bien por la tesis del medio. Aqu, la cuestin, la raz comn de las tres cuestiones es la esencia del tiempo. Por eso, esta pregunta: qu es el mundo?, etc. empieza por la pregunta: qu es el instante?. En el hecho de que el ente se niegue por entero se anuncia al mismo tiempo lo que verdaderamente hace posible al Dasein: el instante (Augenblick>. El parpadeo, el instante de un parpadeo. Qu es el instante? La pre- gunta qu es el mundo?, qu es la finitud?, qu es el aislamiento? se desarrolla entonces a partir de la pregunta: qu es el instante?. Retomo otro ejemplo de estos tres en uno, de ese uno por tres: Las tres preguntas se plantearon en el siguiente orden: 1. Qu es el mundo? 2. Qu es la finitud? 3. Qu es el aislamiento? Ahora bien, las hemos desarrollado de tal manera que la finitud se ha impuesto como la tercera pregunta. Pero tercera en qu sentido? Respuesta: como la raz unificadora y original de las otras dos lJ
Una vez ms! Hace un momento el tiempo era como la raz comn de las tres cuestiones; ahora, es la finitud; es la finitud la que viene en tercera posicin, tras haber estado en el medio, en la segunda, como raz unificadora y originaria de las otras dos. y, por consiguiente, no slo la cuestin de la temporalizacin sino tambin 11. [bid., 39 [trad. cit., p. 2171. (Es el ttulo del pargrafo.) 12. Ser y tiempo, 68 b. 13. Die Grundbegriffe der Metaphysik ... , 39 [trad. cit., p. 219]. 177 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENOO la de la finitud va a regir todo el seminario. Exactamente como en Ser y tiempo: el tiempo como horizonte trascendental de la pregunta por el ser. Por lo tanto, Heidegger repite en cierto modo una andadura por un camino que haba abierto en Ser y tiempo. Pero, evidente- mente, si hay que insistir en esta finitud, en esta cuestin de la finitud como origen de las otras tres cuestiones que comportan la cuestin de qu es el hombre?,), es porque lo que tienen en comn -recor- dmoslo- el hombre y el animal es la finitud, cierta finitud. Ambos son mortales. La piedra no es finita: la piedra es finita, pero no hay finitud de la piedra. Jams hablaremos de una finitud de la piedra. En cambio, se puede hablar de una finitud del animal, lo mismo que de la del hombre. Ahora bien, el lmite que Heidegger va a hacer que atravesemos, con el gesto que tras l vamos a repetir, es el lmite en- tre el animal y el hombre, un lmite tal que el hombre es el nico fi- nito en el sentido de la finitud de la que aqu se trata. El animal no es finito en este sentido. Aunque -a que s?- este enunciado resulte difcil de aceptarL .. No posee la finitud, de la misma manera que no posee el habla, que no muere propiamente, hablando con propie- dad, etc. Esta cuestin de la finitud va a atravesar todo el seminario. Siempre antes de aproximarnos a los textos que ms nos interesan sobre el animal, hay otra etapa a propsito del mundo y, ah, estamos en la mxima cercana del surgimiento de las tres tesis que van a estructurar este discurso sobre el animal. (En el fondo, vemos cmo se desarrolla todo esto: se trata de un seminario, vemos las distintas etapas, vemos que Heidegger vuelve todas las semanas tras escribir, supongo, semana tras semana su seminario; lo cual hace que yo en- cuentre este texto a la vez muy potente, de una necesidad inaudita y un poco barroco, un poco extrao en su composicin; y, si hubiese tenido tiempo, me hubiese gustado hacer justicia a la vez al estatus, al mtodo y a la andadura tan singular de este texto que habra que reco- rrer, por consiguiente, etapa por etapa.) As pues, en el 42, Segunda parte, captulo II, verdaderamente en medio del libro, la cuestin es la cuestin misma del mundo: Inicio de la interrogacin metafsica por medio de la cuestin en busca del mundo14. ste es el ttulo del captulo, al que sigue inmediatamente el ttulo del 42: El camino que se toma: examen comparativo [Der Weg der vergleichenden Betra- chtung, y sta es --que yo sepa- la nica vez que Heidegger emplea la palabra 'comparativo', que anuncia que va a proceder a un trmite comparativo 1 de tres tesis rectoras: 'la piedra es sin mundo (weltlos)', 'el animal es pobre en mundo (weltarm)', 'el hombre es configurador 14. bid., Segunda parte, cap. IJ [trad. cit., p. 225]. 178 CAPiTULO IV de mundo (weltbildend),. Estas tres tesis son tesis sobre el mundo. No son tesis sobre la piedra, sobre el animal ni sobre e! hombre. Son tesis sobre el mundo: se trata de saber lo que es el mundo para poder decir estas cosas. Y los momentos, en mi opinin, ms interesantes y al mismo tiempo ms discretos, en esta andadura, son esos momentos en que Heidegger dice en cierto modo: finalmente no sabemos lo que es e! mundo! En el fondo, es un concepto muy oscuro! En el momento en que avanza como un ejrcito de tesis construidas, de tesis slidas, positivas, e! asunto flaquea, y dice en resumidas cuentas: no cabe duda de que este concepto de mundo es oscuro. En e! fondo, no sabe lo que quiere decir: mundo ... Y una lectura que quisiera verdaderamente, de alguna manera, acreditar a Heidegger con lo ms problemtico o lo ms aportico dira: en e! fondo, todo esto, todas estas tesis apa- rentemente positivas, seguras de s mismas, sobre el hombre, el animal y la piedra no tienen en cierto modo otra meta, en esta estrategia teatral (una gran estrategia de teatro pedaggica), que la de rodear un momento en que Heidegger dice: en el fondo, no sabemos lo que es el mundo; es una nocin muy oscura, que se torna cada vez ms oscura. Sin embargo, para ser sensibles a lo grave de un enunciado semejante en alguien como Heidegger hay que recordar que, anteriormente, en De la esencia del fundamento l5 pero asimismo y, sobre todo, en Ser y tiempo, que es un libro sobre e! mundo, sobre e! ser-en-e!-mun- do, aqul propona una aproximacin radicalmente novedosa a la cuestin del mundo. Por consiguiente, de nuevo, en este seminario, Heidegger plantea esta cuestin del mundo: Comenzamos por la pri- mera de las tres preguntas: qu es el mundo? (Wir beginnen mit der ersten der drei Fragen: Was ist Welt?>. y distingue tres posibilidades (otra vez tres ... ), tres caminos para abordar esta cuestin: dos que ya ha seguido, en las obras anteriores, y uno nuevo que va a seguir. El primer camino, el ms cercano para un primer esclarecimiento es el de la historiografa: la historia de la palabra 'mundo">, en primer lugar. Ahora bien, la historia de la palabra no nos ofrece ms que un aperitivo: es preciso, por consiguiente, ir ms lejos, hasta la historia de la formacin del concepto que encierra esta palabra. ste es el camino que trat de seguir, segn dice, en De la esencia del funda- mento. A lo largo de dicho camino, que empieza con e! cosmos grie- go, la concepcin cristiana de! mundo es especialmente importante: 15. Vom Wesen des Grundes. Primera publicacin en el volumen de jubileo ofreci- do a Husserl,]ahrbuch fT Philosophie und phaenomenologische FOTschung, Niemeyer, Halle, 1929 [De la esencia del fundamento, en Hitos, trad. de H. Corts y A. Ley te, Alianza, Madrid, 12001, pp. 109-150). 179 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO Lo ms conocido aparece en la distincin entre el mundo y Dios. El mundo es el conjunto del ente no divino y extra divino [por lo tanto, la criatura, la totalidad de lo creado]. Seguidamente, ste es, por las mismas, en el sentido cristiano, lo creado por oposicin a lo increa- do. [ ... ] El hombre es asimismo un fragmento del mundo entendido de este modo. Pero el hombre no vale slo como fragmento del mundo, que surge en su seno y contribuye a constituirlo; el hombre se sita tambin frente al mundo. Esta situacin frente a frente es tener el mundo [y subraya tener: Dieses Gegenberstehen ist ein Haben der Welt, el hombre tiene el mundo mientras que se dir que el animal no tiene el mundo, ms bien que lo tiene sin tenerlo o que no lo tiene aunque lo tenga; esto va a ser muy complicado] como aquello en lo que se mueve el hombre, aquello con lo que se explica, aquello que domina y aquello a lo que, por las mismas, sirve y donde ha sido abandonado. De ello resulta que: el hombre es 1) un fragmento del mundo, 2) en cuanto tal fragmento, es a la vez amo y esclavo del mun- do (zugleich Herr und Knecht der Welt) 16. Sin embargo, Heidegger abandona este primer camino como un primer esbozo. El segundo camino, que deja de lado la va historio- grfica, el camino seguido en Ser y tiempo, es el de la caracteriza- cin del fenmeno del mundo: A diferencia de esa va historiogrfica (Im Unterschied zu diesem his- torischen Weg) para entender el concepto de mundo, he intentado, en Ser y tiempo, una primera caracterizacin del fenmeno del mun- do interpretando la manera como, de buenas a primeras y con ma- yor frecuencia, nos movemos cotidianamente en nuestro mundo [ ... ]. Aquello que nos resulta totalmente cercano y que escuchamos cada da, en el fondo, nos resulta ya lejano e imposible de escuchar 17
Recuerda, por consiguiente, lo que ya hizo con anterioridad dos o tres veces. No dice nada contra este tratamiento del mundo en Ser y tiempo, contra el anlisis del ser-en-el-mundo (In-der-Welt-sein>, pero lo que aqu le interesa es un tercer camino. Por lo tanto, si queremos tomar en serio las tesis sobre el animal, hay que saber que Heidegger las plantea dentro de una nueva problemtica del mundo que no es ni la que intent en De la esencia del fundamento ni la de Ser y tiempo; busca otro camino (de nuevo tres, cada vez tres ... ): Ahora elegimos, antes bien, un tercer camino: el del examen compa- rativo (verg/eichenden Betrachtung>. Voy a leer este pasaje un poco ms detenidamente, porque los animales estn a punto de llegar: 16. Die Grundbegriffe der Metaphysik ... , 42 [trad. cit., p. 226]. 17. [bid. 180 CAPiTULO IV Entendemos lo siguiente: el hombre no es un fragmento del mundo, es asimismo amo y esclavo de este mundo, en el sentido de que lo tiene. El hombre tiene (el) mundo. Qu ocurre con el resto del ente que es asimismo, como el hombre, un fragmento del mundo, es decir, los animales, las plantas, las cosas materiales (las piedras, por ejemplo) [es el nico ejemplo de cosas materiales]? Son nicamente fragmentos (Stcke) del mundo, a diferencia del hombre que, por su parte, tambin tiene el mundo? o bien el animal tambin tiene (el) mundo y cmo? De la misma manera que el hombre o de otro modo (In derselben Weise wie der Mensch, oder anders)? [Y todo se va a precipitar con este de otro modo:] Cmo hay que entender este de otro modo? (Wie ist diese Andersheit zu fassen?) [sta es la cuestin ... la cuestin de la alteridad]. Qu pasa con la piedra? Aqu aparecen diferencias, aunque de una forma bastante sumaria. Las determinamos a travs de tres tesis [siempre tres ... ]: 1. La piedra (lo que es material) es sin mundo; 2. el animal es pobre en mundo; 3. el hombre es configurador de mundo l8
Podramos seguir leyendo con ms detenimiento pero lo que me interesa aqu es la estrategia de Heidegger, que es muy singular: tras exponer, en estas tradas de cuestiones, de trminos, etc., las tres tesis mediante un examen comparativo, dice que la mejor manera de entrar en esta triple cuestin comparativa es por el medio. Vamos a elegir, por lo tanto, la tesis mediana, <<la tesis del medio (der mittleren These>19. La dificultad proviene del hecho de que se trata de acceder a la esencia de la animalidad (as es como Heidegger denomina el asun- to), la cual no es determinable ms que en la medida en que, con anterioridad, se haya esclarecido la naturaleza viva del ser vivo. La esencia de la animalidad del animal (das Wesen der Tierheit des Tie- res) [ ... ]. La animalidad del animal no la podemos determinar a su vez ms que si se ha esclarecido aquello que constituye la naturaleza viva del ser vivo (die Lebendigkeit des Lebenden) [ ... ]20. Ahora bien, la naturaleza viva del ser vivo es lo que el animal tiene en comn con el hombre. Por consiguiente, slo se podr hablar de la esencia de la animalidad en general si (yeso que, a lo largo de su trayecto, Heidegger cita muchos ejemplos de animales), pese a sus diferen- cias (las diferencias entre el lagarto y el chimpanc, por ejemplo), la pertenencia de todos los animales a una esencia general de la ani- malidad no se pone jams en entredicho. Su cuestin es la esencia de la animalidad del animal (das Wesen der Tierheit des Tieres> por 18. Ibid. [trad. cit., p. 227]. 19. Ibid., Segunda parte, cap. III [trad. cit., p. 235]. (Es el ttulo del captulo.) 20. Ibid., 43 [trad. cit., p. 228]. 181 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO oposicin a la esencia de la humanidad del hombre (das Wesen der Menschheit des Menschen). Por qu? Porque la naturaleza viva del ser vivo, a diferencia de lo que carece de vida, es la posibilidad de morir. Porque, aparentemente, el animal puede morir es por lo que se distingue de la piedra que no puede morir: Una piedra no puede estar muerta, porque no vive. Entonces, habra que relacio- nar este pasaje (nosotros no tenemos tiempo de hacerlo) con lo que dice en otros lugares, en los textos que yo he citado aqu mismo y en Aporas, en donde Heidegger dice literalmente: el animal no mue- re, deja de vivir, <<la palma. Aqu, dice que muere: No podemos determinar a su vez la animalidad del animal ms que si se esclarece aquello que constituye la naturaleza viva del ser vivo a diferencia de lo que carece de vida (im Unterschied zum Leblosen), de lo que no tiene siquiera la posibilidad de morir (das nicht einmal die Moglichkeit hat zu sterben). Una piedra no puede morir, porque no vive (Ein Stein kann nicht tot sein, weil er nicht lebt). En otras palabras, lo que aqu se deduce es que el animal mue- re. A partir de ah, Heidegger plantea la cuestin de la esencia de la animalidad desde la esencia del ser vivo. Ahora bien, cmo con- ciliar, por consiguiente, esta frase con lo que dice en otros lugares con tanta insistencia, a saber, que lo propio del animal es que no muere? Que deja de vivir (verenden) sin morir, sin sterben, pues es el trmino sterben aqu empleado el que le falta al animal en esos otros textos que he citado hace poco. Aqu, el animal, a diferencia de la piedra, muere. Se plantea entonces de nuevo, como un enigma (tal y como Heidegger lo hace con regularidad), la cuestin de lo que es, en su esencia, la vida, la naturaleza viva del ser vivo. y, naturalmente, todo ello sucede en ese fondo en el que tanto he insistido en otros lugares pero tambin aqu mismo, esta semana, a saber, que Heidegger define explcitamente el Dasein como un exis- tente que no es, en lo esencial, un ser vivo. La determinacin, la referencia a la vida, no es esencial para determinar al Dasein. Por consiguiente, junto a esta cuestin del animal (adems de la inmen- sidad del campo problemtico que est abierto), est la cuestin de la vida no slo en los animales sino en el Dasein. Es decir, que es preciso constantemente, mientras leemos los textos que ahora abri- mos, interesarse a la vez por la cuestin de lo que se denomina los animales, con los ejemplos que l da, pero asimismo por la cuestin de la animalidad del Dasein que Heidegger, naturalmente, aparta o mantiene en suspenso -yo dira que a lo largo y a lo ancho de su vida y de su pensamiento-. 182 CAPiTULO IV Me gustara leer (pero qu hora es? Ya son las seis! Bueno ... ), me hubiese gustado insistir en los momentos vertiginosos y circulares de este texto. Esto es lo que requerira tiempo: interesarse por las dificultades confesadas y declaradas por Heidegger en lo que con- cierne a lo que llama la circularidad de la andadura, el vrtigo, e insiste mucho en el vrtigo (Schwindel): dar vueltas en redondo ... Se da cuenta de que estas consideraciones comparativas estn atrapadas en un crculo y de que ese crculo produce vrtigo. Insiste mucho en ese vrtigo que es -dice- unheimlich, Schwindel ist unheimlich. Y hay muchos momentos en este texto que me hubiese gustado sea- lar, all donde la cabeza da vueltas y donde Heidegger confiesa que el vrtigo es unheimlich, pero que es preciso el vrtig0 21 . Dicho vrtigo es el del cuestionamiento acerca del animal y, finalmente, el concepto mismo de mundo es el que se torna problemtico y frgil. Ahora bien, puesto que slo disponemos de diez minutos, ms vale que ahora me aleje de este texto. Uno de los lugares ms difciles es cuando Heidegger, al tener que mantener la tesis segn la cual el animal es weltarm, insiste en sealar que dicha pobreza no est atra- pada dentro de una jerarqua, que no es simplemente un menos; esto es muy difcil de mantener: por qu pobre, cuando pobre es, a pesar de todo, menos rico? .. Por consiguiente -dice- aqu no hay ninguna jerarqua, ningn orden de valores22. Por otra parte, hay que determinar esa pobreza a partir de la privacin, y l desarrolla aqu todo un pensamiento de la privacin. El animal est privado y la privacin no es un sentimiento simplemente negativo. Anterior- mente dijo: la piedra no est privada, la piedra no tiene mundo, pero no est privada; y, dado que la piedra no tiene mundo y que no est privada, no diremos que es pobre en mundo. En otras palabras: de- cir del animal que es pobre en mundo es mostrar que tiene un mundo. Y Heidegger dice constantemente cosas deliberadamente contradic- torias, a saber, que el animal tiene un mundo al modo del no te- ner. El animal est privado y dicha privacin implica que tenga un sentimiento: sentirse pobre <Ar-mut23) es una manera de sentirse ser, una tonalidad, un sentimiento. El animal experimenta la priva- cin de ese mundo. Por lo tanto, no hay jerarqua, ni teleologa, ni finalismo, ni mecanicismo, y gran tradicin de la steresis aristotlica, 21. Ibid., 43 [trad. cit., p. 229]: [ ... ] aquel a quien el vrtigo nunca ha atrapado con motivo de una cuestin filosfica, se todava no ha cuestionado jams el filosofap,. 22. Ibid., 46 [trad. cit., p. 245]. 23. Ibid. [trad. cit., p. 246]: [ ... ] sentirse pobre ('niimlich wie ihm dabei zu Mute ist - Ar-muc')". 183 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO de la privacin. Finalmente, se dice que el animal est encerrado dentro de esa privacin -y Heidegger habla de un cerco24, de una perturbacin, de una ofuscacin (Benommenheit 25 )-, est encerrado en una ofuscacin pero con el sentimiento de privacin. Estos textos son los que habra naturalmente que ver con mucho detenimiento con el fin, si se acusa a Heidegger de situar al animal por debajo del hombre, de no olvidar que pretende hacer otra cosa, a saber, decir que esa pobreza no significa un menos, que significa incluso, en cier- to modo, un ms: un sentimiento de privacin que apunta que el animal puede sentir algo mientras que la piedra no puede. Y habra que analizar esa Benommenheit, esa ofuscacin que se traduce por perturbacin. sta tiene una relacin esencial con la cuestin de lo apofntico, del en cuanto tal: el lagarto, por ejemplo (y habra que volver sobre todos los lagartos del texto ... ), tiene relacin con la piedra que se le aparece, con el sol que se le aparece pero que no se le aparecen en cuanto tales. Naturalmente, para ir muy deprisa, ya lo he sugerido las veces anteriores, la estrategia deconstructiva que yo habra tratado de poner en pie, si hubiese tenido tiempo, no sera la de poner en entredicho lo que Heidegger dice acerca del en cuanto tal sino la de apuntar que quizs, para analizar justamente, formalizar, dar cuenta de esos enunciados contradictorios del estilo: el animal tiene y no tiene un mundo, por ende, tiene y no tiene el en cuanto tal, habra que terminar saliendo de esa oposicin, la cual es absolutamente estruc- turante dentro de toda la filosofa, incluido Heidegger, entre el en cuanto tal y el no en cuanto tal: como si no se pudiese elegir ms que entre el en cuanto tal (als Struktur) y su contrario. Y pienso que un anlisis diferencial del animote, de los animales, debera complicar esta problemtica del en cuanto tal. Uno de los elementos en el que me hubiese gustado insistir, uno de los asideros de esta problemtica, es el momento en que Heidegger, al analizar la cuestin de la mentira y dellogos apofntico, alude al hecho de que (esto es algo sobre lo que yo mismo he insistido mucho regularmente porque me parece una apuesta estratgica muy importante) el propio Aristteles toma en consideracin, dentro dellogos, un momento no apofntico, un mo- mento que no es declarativo, enunciativo y, entonces, pone el ejemplo de la oracin. Ejemplo de logos no apofntico: la Evx1, la oracin26. 24. Ibid., 47 [trad. cit., p. 249). 25. Ibid., sobre todo 58 b. 26. lbid., 72 b [trad. cit., p. 370). (Referencia a Aristteles, Organon, "De la interpretacin, 4, 17 a 1.) 184 CAPiTULO IV Aqu, distingue entre un logos apophantikos, el habla mostrativa" (y cuando digo Yo se trata de un habla mostrativa, Yo, es decir, yo, que os habla, me muestro), y una marcacin (y aqu no dir logos) no apofntica que es, por ejemplo, la oracin que no muestra nada, que <<no dice nada en cierto modo. Y la posibilidad, aqu, de un lagos no apofntico abrira, en mi opinin, una brecha dentro de todo este dispositivo, aunque no tengo tiempo de mostrarlo. Para terminar, muy rpidamente, os vaya leer el pasaje que con- cierne a los animales domsticos, puesto que es de ellos de quienes hablbamos hace un rato, con el gato que es un animal domstico aunque, en mi opinin, no est amaestrado, ni adiestrado, ni <,domes- ticado. Se encuentra en el 50 que se titula: Tener y no tener mun- do es poder conceder la transposicin ... . La cuestin que Heidegger elabora, en ese momento, es: podemos transponer (versetzen) lo que decimos del hombre al Dasein? Qu es versetzen, transponer, en pri- mer lugar de hombre a hombre, entre los humanos? Qu hacemos cuando transponemos, cuestin esencial para este anlisis comparati- vo? Qu es transponer y podemos transponer en el animal? Se trata de toda la cuestin del antropomorfismo, etc. As, dentro de esta gran cuestin tan ampliamente desarrollada del ser-transpuesto-en- otros y que l caracteriza como una esencia del Dasein humano, el poder transponer como lo propio del Dasein, escribe: Ser transpuesto en otros forma parte de la esencia del Dasein huma- no (Das Versetztsein in Andere gehort zum Wesen des menschlichen Daseins). Si no perdemos esto de vista, tendremos una orientacin esencial para el problema particular que es la posibilidad propia del hombre de transponerse en el animal. Pero de qu nos sirve eso? Se elimina as la dificultad que nos estorba si, en un momento dado, somos llamados a transponemos en un animal?27. y, con motivo de la transposicin, llega entonces al pasaje que yo quera leeros y despus del cual me detendr: Tomemos un ejemplo significativo: los animales domsticos (die Haus- tiere). No se los llama as porque se encuentran en la casa (weil sie im Haus vorkommen) sino porque forman parte de la casa (weil sie zum Haus gehoren) [las hormigas no son animales domsticos, los animales domsticos no slo estn en la casa, forman parte de la casa], lo que quiere decir que, en cierto modo, son tiles para la casa (d.h. fr das Haus in gewisser Weise dienen). Pero estos animales no forman 27. 1bid., 50 [trad. cit., p. 260). 185 EL ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO parte de la casa de la misma manera que el tejado forma parte de la casa en tanto protege contra las intemperies. [No forman parte de la casa como cualquier cosa, no son tiles como son tiles los instrumentos, el tejado por ejemplo, que son tiles de otra manera]. Tenemos animales domsticos en la casa, viven junto con nosotros [pone entre comillas y subraya: sie leben mit uns]. Pero no vivimos con ellos si vivir quiere decir: ser a la manera del animal (Aber wir leben nicht mit ihnen, wenn Leben besagt: Sein in der Weise des Tie- res). [En otras palabras, el animal vive con nosotros pero nosotros no vivimos con l si vivir quiere decir lo que hace un animal: por consi- guiente, vivir cambia aqu de sentido]. No obstante, estamos con ellos [subrayado] (Gleichwohl sind wir mit ihnen). Este ser-junto no es, sin embargo, existir conjuntamente (Dieses Mitsein ist aber auch kein Mi- texistieren), en la medida en que un perro no existe sino que slo vive (ein Hund nicht existiert, sondern nur lebt) [y el trmino existencia tiene naturalmente aqu todo el alcance que le garantiza la analtica del Dasein: el perro no tiene Dasein, no existe, solamente vive, y la diferencia entre existir y vivir es la diferencia en el Mit, el Mitgehen o ese Mitsein, la diferencia di simtrica entre el animal y nosotros). Este ser-junto con los animales es tal que dejamos que estos animales se muevan en nuestro mundo. Decimos: el perro est acostado bajo la mesa, brinca en la escalera. Ahora bien el perro se comporta con una mesa en cuanto mesa, con una escalera en cuanto escalera? Ya lo veis! Por eso, Heidegger dir en un momento determina- do, a propsito del en cuanto: sube la escalera, a veces mejor que nosotros, ms deprisa que nosotros pero no tiene relacin con la escalera en cuanto ta),>. Por eso, en otro pasaje, dice que habra que tachar todas las palabras cuando se habla de lo que se le aparece al animaF8. Una Durchstreichung generalizada en resumidas cuentas! Tachar todas las palabras si stas estn determinadas en su semntica por la existencia. Si estas palabras estn determinadas a partir de la existencia del Dasein, ninguna de ellas conviene para el animal. Por consiguiente, es preciso tacharlas. Es preciso retirarlas. Por eso me he permitido sealar, aqu mismo, esta alusin a la tachadura del animal. Ahora bien, puede el animal tachar? No slo en el sentido del fin- gimiento del fingimiento, segn Lacan, sino en el sentido en el que 28. [bid., 47 [trad. cit., p. 249): .. Cuando decimos que el lagarto est tendido sobre la roca, deberamos tachar la palabra 'roca' (so mssen wir das Wort 'Felsplatte' durchstreichen) para indicar que aquello sobre lo cual est tendido el lagarto le es dado ciertamente de una u otra forma pero no se reconoce como roca (nicht als Felsplatte) [ ... ). La tachadura significa [ ... ) que la roca no es en absoluto accesible como ente (Die Durchstreichung besagt [ ... J: nicht als Seindes zugiinglich)>>. Lo mismo ocurre con la brizna de hierba para el insecto ... 186 CAPiTULO IV evoqu la posibilidad de un animal-mquina que vendra a efectuar todas las tachaduras necesarias en el texto de Heidegger? .. El texto sigue as: y, no obstante, sube la escalera con nosotros. Engulle su comida con nosotros; no, nosotros no engullimos nuestra comida (nein, wir fressen nicht). Come con nosotros; no, no come. y, no obstante, es junto con nosotros [lo hace con nosotros] (Und doch mit uns!). Hay un acompaamiento (ein Mitgehen), una transposicin (eine Versetz- theit); y, no obstante, no los hay (und doch nicht)29. ste es el momento de la negacin-denegacin y aqu es donde sucede. Pero eso no quiere decir que no tenga razn. Por supuesto que el animal no come como nosotros aunque, por lo dems, na- die come de la misma manera, hay diferencias estructurales incluso cuando se come del mismo plato!. .. Pero lo que me gustara sugerir (y, naturalmente, se trata de una proposicin que digo en una pa- labra y que es de una ambicin que me supera a m mismo) es que estas diferencias ya no son diferencias entre en cuanto tal y no en cuanto ta1>,. y, no obstante, es junto con nosotros! Hay ... y, no obstante, no hay .. .! Me hubiese gustado rastrear este punto de exclamacin a travs de este enorme discurso; lo har, as lo espero, si tengo tiempo y fuerza para ello: me gustara hacer justicia a este texto porque es muy rico; habra que seguirlo paso a paso y decir cosas un poco ms elaboradas que las que estoy improvisando aqu. Ms adelante, Heidegger habla de nuevo de la muerte, de la muerte humana como en Ser y tiempo, habla asimismo de la pulsin en el animal, de la pulsin sexual, de la nidificacin, etc. Sin embar- go, sea como sea, queda que: Si es verdad que el animal no se comporta relativamente al ente como tal, entonces no hay en el comportamiento absolutamente ninguna modalidad de dejar ser el ente como tal -absolutamente ningu- na, de ningn modo- (Wenn dem so ist, da{5 das Tier sich nicht zu Seienden als solchem verhalt, dann liegt im Benehmen berhaupt kein Seinlassen des Seienden als solchen -berhaupt keines, in keinem Modus) [ ... p o
El animal no puede dejar ser, dejar ser la cosa tal como es. Siempre mantiene una relacin de utilidad, de puesta en perspectiva; 29. Ibid., 50 [trad. cit., p. 261). 30. [bid., 60 a [trad. cir., p. 307). 187 El ANIMAL QUE LUEGO ESTOY SI(GUI)ENDO no deja a la cosa ser lo que es, aparecer como tal sin un proyecto guiado por un estrecho conducto de pulsiones, de deseos 3l Una de las cuestiones que se planteara entonces sera la de saber si el hombre lo hace. En otras palabras, para indicar la regla de la estrategia que me gustara seguir: sta no consistira slo en desplegar, multiplicar, hojear la estructura del como tal o la oposicin del como tal y del no como tal, ni tampoco en devolver al animal aquello de lo que Heidegger dice que est privado, sino en la necesidad de pre- guntarse si el hombre, por su parte, posee el en cuanto tal. Precisa- mente, a propsito de entes o de experiencias muy determinantes y muy contundentes -la muerte es, evidentemente, el gran ejemplo (lo he abordado desde este punto de vista aqu mismo), pero tambin en cualquier otro lugar-, se puede liberar la relacin del Dasein (por no decir el hombre) con el ente de cualquier proyecto vivo, utilitario, de puesta en perspectiva, de cualquier designio vital, de manera que el hombre pueda, por su parte, dejar ser el ente? Porque sta es la relacin con el ente en cuanto tal, es decir, la relacin con lo que es en cuanto se lo deja ser lo que es, es decir, en que no nos acercamos a l, no lo aprehendemos a partir de nuestra propia perspectiva, de nuestro propio designio. Para tener relacin con el sol tal y como es, es preciso que, en cierto modo, yo tenga relacin con el sol tal y como es en mi ausencia y as es, en efecto, como se constituye la obje- tividad, a partir de la muerte. Tener relacin con la cosa, suponiendo que esto sea posible, tal y como es en s misma es aprehenderla tal y como es, tal y como sera aunque yo no estuviese all. Puedo morir o simplemente salir de la habitacin, y s que eso ser lo que es y seguir siendo lo que es. Por eso, la muerte es asimismo una lnea de demarcacin tan importante; a partir de la muerte y de la posibilidad de estar muerto es como se puede dejar ser a las cosas tal y como son, en mi ausencia en cierto modo, y mi presencia slo est ah para mostrar lo que la cosa sera en mi ausencia. Puede, entonces, hacer esto el hombre de una forma totalmente pura; Tiene una relacin 31. Ibid., 47 [trad. cit., p. 249]: El animal tiene, como animal, relaciones pre- cisas con su propia comida y con sus presas, sus enemigos, sus parejas sexuales. Estas relaciones, que son para nosotros infinitamente difciles de entender y que exigen una gran dosis de precaucin metdica, tienen un carcter fundamental que es singular y que, hasta ahora, no ha sido en absoluto percibido ni comprendido metafsicamente. [oo.] Su manera de ser, que denominamos la 'vida', no carece de acceso a lo que adems est a su lado, aquello en medio de lo cual se presenta como ser vivo que es. Debido a este vnculo, se dice que el animal tiene su mundo circundante y que se mueve con l. En su mundo circundante, el animal est, durante toda su vida, encerrado como en un conducto (in einem Rohr) que no se ensancha ni se estrecha. 188 CAPiTULO IV tal de aprehensin con e! ente en cuanto ta! (la diferencia onto- lgica, por consiguiente), con e! ser de! ente que deja ser al ser del ente tal y como es en ausencia de cualquier tipo de designio, de ser vivo? Resulta evidente que la diferencia entre Nietzsche y Heidegger es que Nietzsche habra dicho que no: todo es en perspectiva, la re- lacin con e! ente, incluso la ms verdadera, la ms objetiva, la ms respetuosa de la esencia de lo que es tal y como es, est atrapada en un movimiento que denominaremos aqu de lo vivo, de la vida y, desde este punto de vista, cualquiera que sea la diferencia entre los animales, sta sigue siendo una relacin animal. Por consiguiente, la estrategia en cuestin consistira en desmultiplicar el en cuanto tal y, en lugar de devolver simplemente la palabra al animal o de dar al animal aquello de lo que el hombre lo priva en cierto modo, en apuntar que el hombre tambin est, de alguna manera, privado de ello, privacin que no es una privacin, y que no hay en cuanto tal puro y simple. As es! Esto implica una reinterpretacin radical del ser vivo, naturalmente, pero no en trminos de esencia del ser vivo, de esencia de! anima!. sta es la cuestin ... Lo que est en juego, naturalmente, no lo owlto, es tan radical que tiene que ver con la diferencia ontolgica, con la cuestin de! ser, con toda la armazn de! discurso heideggeriano. 189 Jacques Derrida Nacido en EI-Biar (Argelia) en 1930, es uno de los pensadores mayores de la escena filosfica del pre- sente, sealada por la estrategia de la deconstruccin ligada a su nombre. Fue director de estudios de la cole des Hautes tudes en Sciences Sociales de Pars, donde imparti sus seminarios hasta su fallecimiento en 2004, adems de profesor visitante en diversas uni- versidades norteamericanas. En una entrevista conce- dida pocos meses antes de su muerte, Derrida se des- peda con estas palabras: Somos estructuralmente supervivientes, estamos marcados por esta estructura de la huella, del testamento. Pero [ ... ] la deconstruccin est siempre del lado del s, de la afirmacin de la vida. Autor de una obra amplsima, que ha influido no- tablemente en numerosas disciplinas, desde la metaf- sica y la filosofa poltica hasta la esttica o la teora de la literatura, entre sus ltimos libros cabe destacar Mal de archivo (1997), Adis a Emmanuel Lvinas. Palabra de acogida (1998), Polticas de la amistad (1998), Palabra! Instantneas filosficas (2001), La Universidad sin condicin (2002), Espectros de Marx (42003), Papel Mquina (2003), Acabados seguido de Kant, el judo, el alemn (2004), y Canallas. Dos ensa- yos sobre la razn (2005), adems de su participacin en Espectrografas (Desde Marx y Derrida) (2003), to- dos ellos publicados en esta misma Editorial. ISBN 978-84-8164-962-8 1 11 9 788481 649628 ISBN 978-84-8164-962-8 I I 9 788481 649628