GAFO - Sexualidad y Etica

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Juan Masi SJ(ed.)

SEXUALIDAD Y TICA
-Antologa de Javier Gafo SJ-
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Prlogo

Se cumple el dcimo aniversario de la entrada de Javier Gafo


en el misterio de la Fuente de la Vida. La suya biolgica se extingui el
5 de marzo del 2001. Diez aos despus seguimos echando de menos la
presencia, magisterio y amistad del fundador, alma y cerebro de la
Ctedra de Biotica en la Facultad de Teologa de la Universidad
Pontificia Comillas en Madrid. Como homenaje, recojo en este
cuaderno una breve antologia de textos suyos sobre sexualidad, tica y
teologa, precedidos de unas notas sobre su contribucin para replantear
estas cuestiones en contexto teolgico.
Las citas estn tomadas de la versin original en soporte
informtico, con que el mismo Javier Gafo obsequi a nuestra Ctedra
de Biotica de la Universidad Sophia, en Tokyo, con permiso para su
difusin.
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Contenido:

Primera Parte

JAVIER GAFO EN JAPN

por Juan Masi

Segunda Parte

SEXUALIDAD, TICA Y TEOLOGA

por Javier Gafo

Entre anticoncepcin y aborto: intercepcin

Cuestionando la Humanae vitae

Matizando la Donum vitae:

Completando la Evangelium vitae

Ni rigorismo ni banalidad

Biblia y sexualidad

Claroscuro del sexo en la iglesia

Revisar hoy la moral sexual

Deficiencias mentales y sexualidad

Cuerpo, sexualidad y... Juan Pablo II

Bibliografia
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Primera Parte

JAVIER GAFO EN JAPN

por Juan Masi


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JAVIER GAFO EN JAPN

por Juan Masi

Javier Gafo, en sus aos de joven estudiante de Humanidades


y Filosofa en los Escolasticados de la Compaa de Jess en Aranjuez y
Alcal, deseaba ser enviado a la misin del Japn como el santo de su
nombre. Pero la ruta por la que la obediencia le encamin fue el estudio
de la Biologa y posteriornmente de la Moral Teolgica, destinado a su
enseanza en la U. P. Comillas. Aos ms tarde se le depar la
oportunidad de ir a Japn, invitado por el Instituto de Ciencias de la
Vida de la Universidad Sofa, de los jesuitas, en Tokyo.
Javier Gafo haba contribuido a distancia, de modo annimo
y desinteresado, en los trabajos preparatorios de una carta pastoral de
los obispos japoneses: la publicada en 1984 con el ttulo La vida, don
de Dios. Ahora, en vsperas del nuevo comienzo de milenio, su visita a
Japn coincida con los preparativos de otra carta pastoral del mismo
episcopado, para la que se solicit su parecer y colaboracin desde el
anonimato de reuniones con el equipo redactor. Se trataba del mensaje
de comienzo de milenio, Perspectiva sobre la vida, que vio la luz en la
cuaresma del 2001.
Cuando en 1980 tuve que encargarme de la Ctedra de
Biotica en el Instituto de Ciencias de la vida, de la Universidad Sofa
(Tokyo), mi primer paso fue ponerme en contacto, entre otros
compaeros especialistas, con Javier Gafo, de la U.P. Comillas, y
Francesc Abel, del Instituto Borja de Biotica, en Barcelona, cuyo
asesoramiento fue muy valioso. El contacto peridico e intercambio de
documentacin durante los aos siguientes se reflej en las
publicaciones del citado Instituto.
En 1984, coincidiendo con la primera fecundacin in vitro en
Japn (la primera mundial, como es sabido, fue en 1978), los obispos
japoneses publicaron una pastoral sobre la vida. En aquella ocasin no
fue posible invitar a Javier Gafo a Japn, pero tres de sus consejos
hallaron amplia resonancia, como detallar despus, en el comit
preparatorio del documento: 1) no tratar al mismo tiempo el problema
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del aborto y el de los recursos anticonceptivos; 2) no separar la tica


social de la biotica; 3) ser coherente en el tratamiento de los diversos
temas relativos al comienzo y fin de la vida.
En 1998 los obispos japoneses, preocupados por el
tratamiento dado en Japn al problema del diagnstico prenatal,
enviaron una carta al Ministro de sanidad, en la que manifestaban sus
reservas ante la manipulacin tecnolgica de la vida humana y la
discriminacin de personas discapacitadas. En esa ocasin una minora
catlica, excesivamente polarizada en torno a los anticonceptivos,
insisti en que se incluyese tambin ese tema en la carta; pero los
obispos, conscientes de la gravedad del tema del aborto, as como de la
prdida de credibilidad que conlleva para la iglesia la concentracin
exagerada en la cuestin de los mtodos anticonceptivos, decidieron
limitarse a mencionar la problemtica fundamental de las consecuencias
que la mentalidad utilitarista, unida a la absolutizacin de los enfoques
tecnolgicos, produce en una sociedad en la que pesan, por encima de
todo, los intereses econmicos.
Inmediatamente despus de enviar dicha carta al Ministro de
sanidad, los obispos japoneses decidieron preparar, durante dos aos y
medio de trabajo en equipo, un mensaje de mayor alcance sobre la vida
para difundirlo a comienzos del nuevo milenio. Bajo la responsabilidad
del Cardenal Shirayanagi (Tokyo) y los arzobispos Shimamoto
(Nagasaki) e Ikenaga (Osaka), se form una comisin preparatoria,
dirigida por el obispo Mori (entonces obispo auxiliar de Tokyo). Este
equipo, en el que pes mucho la presencia laical, femenina y masculina,
elabor mensualmente instrumentos de trabajo en respuesta a las
indicaciones del comit episcopal que, tras debates y enmiendas, las
presentaba a la Asamblea general de la Conferencia episcopal para su
aprobacin provisional, antes de enviarlas a las dicesis respectivas,
donde se reciban nuevas enmiendas por parte del clero, laicado,
profesionales de la sanidad, universidades catlicas e institutos de
investigacin. La redaccin final, tras ese largo proceso, fue aprobada
en septiembre del 2000 por la Conferencia episcopal japonesa que, tras
encargar unas ltimas enmiendas, dispuso su publicacin para la
cuaresma del 2001.
En plena mitad de este proceso tuvo lugar la venida a Japn
del P. Gafo, como profesor invitado por la Ctedra de Bietica de la
Universidad Sofa, en otoo de 1999. Sus actividades incluyeron
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conferencias a los mdicos catlicos, al Instituto de Biotica, profesores


y alumnado, y al pblico general en el Aula Pedro Arrupe de la
parroquia jesuita de san Ignacio, en Tokyo. (cf. J. Gafo, Pasado,
presente y futuro de la biotica, Conferencia en la Universidad Sofa, 3
de noviembre de 1999, editada en japons por J. Masi , en el Boletn
del Departamento de Teologa Moral 15, V, 2001). Al margen de ese
programa oficial, en una reunin con el comit preparatorio de la citada
carta pastoral, se le hicieron preguntas sobre los diversos problemas
bioticos y se confirmaron las recomendaciones y aportaciones que
durante los meses anteriores nos haba hecho por correspondencia. Sin
su prematuro fallecimiento, estos datos habran quedado quizs
sepultados entre bastidores. Pero cuando la Universidad Comillas me
pidi el artculo de clausura para el volumen de homenaje a Javier
Gafo, opt por sacar a la luz estos datos y recuerdos, satisfaciencdo as
una deuda de gratitud. (Vase Jorge Jos Ferrer y Julio Luis Martnez,
eds., Biotica: un dilogo plural. Homenaje a Javier Gafo Fernndez,
S.J., U. P. Comillas, Madrid, 2002. Y la publicacin pstuma de Javier
Gafo, Biotica Teolgica, a cargo de Julio L. Martnez, U. P. Comillas,
Madrid, 2003. En ambas publicaciones se recopil la amplia gama de
aportaciones de Javier Gafo a la Teologa Moral y a la Biotica, con
excepcin de sus escritos sobre tica sexual, que brillaron por su
ausencia; conjeturamos que por razones de prudencia institucional ante
posibles censuras eclesisticas).

La pastoral japonesa sobre la vida

A continuacin del ttulo, Perspectiva sobre la vida, y el


subttulo, Mensaje del episcopado japons de cara al siglo 21, resalta
en una pgina de una sola lnea el lema emblemtico de una dedicatoria
que reza as:
A todas las personas que caminan juntas por el sendero del
nuevo siglo
Tras un saludo a quienes se preocupan por el valor de la vida
y la dignidad de la persona proclaman los obispos en el prlogo su
intencin fundamental: ver y cuidar la.vida desde la perspectiva de
Dios.
Sigue, a continuacin, el mensaje bblico sobre la vida, don
de Dios y responsabilidad de cooperar a la obra creadora; el amor
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creador, fundamento de la dignidad y motivo de esperanza; vida, muerte


y amor humanos en clave trascendente, ms all de la mera perspectiva
biolgica. Dedican luego una parte extensa a la familia amenazada
hoy, con los captulos sobre matrimonio, sexualidad y procreacin,
educacin y envejecimiento de la sociedad
La parte siguiente trata la problemtica del nacer y morir,
descendiendo a las cuestiones concretas del diagnstico prenatal, las
discapacidades, suicidio, eutanasia, pena de muerte, retos y limitaciones
de la biotecnologa. muerte cerebral y transplantes, manipulacin de
embriones pre-implantatorios, clonacin, terapia gentica y ecotica.
Concluyen con una llamada a discernir en comunidad para
encontrar las respuestas que no estn dadas de antemano de modo
prefabricado.
El ttulo de esta carta pastoral usa la emblemtica expresin
perspectiva o mirada sobre la vida (en japons, inochi e no
manazashi). La cudruple mirada (biolgica, psicolgica, sociolgica y
religiosa) sobre la vida, reflejada en la terminologa japonesa de
Perspectiva sobre la vida (la citamos con la abreviatura PV) acenta la
necesidad de un enfoque multidisciplinar y de una perspectiva religiosa.
Al mismo tiempo, la seleccin de esta terminologa en torno al motivo
central del ttulo, es un ejemplo de la tarea que nos aguarda en teologa
durante el nuevo milenio: redescubrir el ncleo de la fe, creando
expresiones nuevas desde dentro de otra cultura y lenguaje.
En cuanto a la vida, hay en japons varias palabras distintas
para expresarla (correspondiendo a los diversos sentidos de "vida",
"vita" o "life", en castellano, latn o ingls, respectivamente): la vida
biolgica (seimei), la biogrfica o psicolgica (jinsei), la de las
relaciones sociales (seikatsu), la de la edad cumplida (jumyo) y,
finalmente, la que expresaramos en castellano como la Vida, con
mayscula, (inochi). Esta ltima es la que aparece en el ttulo de PV. De
cara al Japn de las nuevas tecnologas, que contrasta con una sociedad
de relaciones humanas (inhumanas?) tensas, comunicacin insuficiente
y ligereza notable en cuestiones de respeto a la vida y la persona, los
obispos proponan para la entrada de siglo un evangelio de vida y
esperanza: el Adviento de rehabilitacin y la Cuaresma de fortaleza que
se echan de menos en una sociedad frgil, bajo la aparente opulencia, y
desesperanzada, quizs por olvido de sus mejores tradiciones.
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Cuatro miradas sobre la vida

Los obispos japoneses eligieron la palabra "perspectiva",


"mirada" o "punto de vista" (en japons, manazashi), porque queran
hacer suya la "mirada de Dios sobre la vida humana" (PV, prlogo).
Adems, porque queran insistir en una perspectiva amplia y profunda
sobre la vida. En japons, el vero "ver" se puede escribir con
ideogramas diferentes, segn signifique mirada curiosa de reportero
fotogrfico, de diagnstico mdico, de profesional ante el microscopio
o la de la madre que abraza por primera vez al recin nacido. Esta
ltima perspectiva es la que se eligi para titular emblemticamente el
mensaje de PV.
A lo largo del mensaje se reitera esta perspectiva: "ver al
recin nacido con la mirada de quien nos trasciende a todos" (PV 6);
esforzarse por "captar la vida humana desde el punto de vista de la vida
de Dios" (PV, n.32); y enfocar desde esa perspectiva religiosa temas
difciles de tratar si se prescinde de una visin trascendente y una
instancia absoluta de perdn que hace posible, por ejemplo, la
comprensin misericordiosa hacia el suicida (PV, nn. 61-63) o la
oposicin incondicional contra la pena de muerte (PV, nn.67-70).
Desde esta perspectiva religiosa se reconoce el fundamento
absoluto del valor de la vida humana y su dignidad a partir de la accin
creadora y gratuita de Dios (PV, n.7), que nos cre a su imagen y puso
en nuestas manos la responsabilidad de la armona del mundo creado
(PV, n.13). Es esa misma perspectiva la que permite considerar la vejez
como "vida ascendente" (PV, n.48). El uso de ideogramas japoneses
completamente distintos para designar la actividad de la poiesis humana
(con el verbo "tsukuru", fabricar) y la accin divina creadora (con el
verbo "sz suru", crear, en el sentido bblico del Gnesis) facilita la
aplicacin de esta perspectiva religiosa al caso de la procreacin,
entendida como colaboracin en la accin del Creador (PV, n. 32). Es
este un buen ejemplo de inculturacin en el uso del lenguaje.
A propsito de la inculturacin, es interesante observar que,
al nivel prctico del uso del lenguaje, se dan en PV pasos decisivos,
imperceptibles en las traducciones a otras lenguas. En japons, se puede
ser muy claro, sin necesidad de explicitar, como se ver en el ejemplo
que cito ms abajo, sobre soluciones pastorales.
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ticas de mximos y mnimos

Pero la presencia tan ntida de la perspectiva religiosa no


impide a los obispos japoneses mirar lcidamente la realidad que les
rodea en una sociedad en que lo religioso es minoritario. Muy
conscientes de la necesidad de funcionar a la vez con una "tica de
mnimos", consensuada en una sociedad pluralista, y una "tica de
mximos", que se abra a las aportaciones de las respectivas tradiciones
religiosas, insistieron en el mensaje de PV, en dirigirse a todas las
personas de buena voluntad preocupadas por el futuro de la vida y la
dignidad humana (PV, prlogo). La Iglesia, dicen, se dirige a cuantas
personas prestan oido a la voz de sus conciencias (PV, nn.1, 90).
Resalta, en la metodologa del documento, el uso simultneo
de la apelacin a unos mnimos ticos y la propuesta de unos mximos
en los prrafos dedicados a las cuestiones bioticas del uso responsable
de la biotecnologa (PV, nn. 71-76), los cuidados terminales, los
trasplantes de rganos (PV, nn.77-81) o la proteccin de los embriones
(PV, nn. 83-84). En una larga sesin de preguntas que sigui a la
conferencia de J. Gafo en Tokyo, estos temas ocuparon la casi totalidad
del debate. (Lo present el peridico Kirisuto Shinbun, en su edicin
del 20 de noviembre de 1999).

En el contexto social y cultural

La Iglesia tiene una vocacin de ser "conciencia de la


sociedad" y cooperar a que la sociedad cobre conciencia de los
problemas de la vida. Pero para ello no se limita a exponer el mensaje
cristiano desde las alturas, sino mira con ojos de discernimiento crtico
la realidad del mundo actual. Llaman la atencin las reflexiones sobre
lo que ha sido el siglo XX y el anlisis de la sociedad japonesa, cuyos
rasgos negativos no se disimulan (PV, nn. 2-3).
Coincidiendo con el enfoque de Juan Pablo II en Evangelium
vitae (1995), este mensaje de los obispos japoneses mantiene desde el
principio hasta el final la tesis y la postura de una tica de la vida y una
tica de la justicia inseparables: la biotica es tica social y no se puede
prescindir del aspecto poltico, econmico, jurdico, cultural y
educativo que conllevan todos sus problemas (cf. PV, nn.3, 5, 10, 11,
25, 27, 28, 34-36, 38, 39, 43). Por eso se evit tratar
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individualsticamente el tema de la conciencia, a la vez que se buscaba


la coherencia en el tratamiento de todos los problemas de la vida. Ya
haban mantenido esta postura los obispos japoneses en la carta pastoral
del 84, en la que hablaron de la supresin de la pena de muerte y de los
fallos del sistema educativo, encuadrando estas afirmaciones
precisamente en el contexto de la denuncia del aborto como problema
social y cultura (Seimei, kami no tamamono, La vida, don de Dios,
Nihon Katorikku Shikyoudan, 1984, p.16).
PV adopta tonos duros en sus crticas a la mentalidad del
llamado "animal econmico", a la destruccin del ambiente, al ambiente
social que no favorece la acogida de la vida naciente, a la escala de
valores y al sistema educativo, a las discriminaciones, a la prevalencia
de los criterios de eficacia y a la mentalidad utilitarista de una sociedad
notablemente burocratizada, a la mentalidad eugensica discriminadora
de las discapacidades, a la falta de comunicacin personal y al estrs de
las relaciones humanas deshumanizadas y, en resumen, a la prioridad de
lo fuerte sobre lo dbil (PV, nn. 2, 3, 5, 10, 12, 32-38, 43, 51-58, 60, 64,
85-89).

Procesos de nacer y de morir

En relacin con el tema de la dignidad humana y su


proteccin al comienzo y al fin de la vida, merece mencionarse el uso
de una expresin japonesa muy caracterstica, que se repite mucho en el
documento. Es la expresin "kakegae no nai", que sera el equivalente
de "lo que no tiene precio", lo "personal, inalienable e intransferible".
Con este trmino se alude a la dignidad de cada persona, fin en s
misma y no medio (PV, nn.1, 3, 11, 15, 38).
Las nuevas posibilidades tecnolgicas de manipular el
comienzo y el fin de la vida plantean la cuestin de cules son los
lmites que no se deben traspasar (PV, n. 4). En cualquier caso, ni el
comienzo ni el final se pueden ni se deben tratar desde una perspectiva
exclusivamente biolgica (PV, n. 11). Tras las propuestas de eutanasia y
las preguntas acerca del modo de morir, se oculta el problema de cmo
vivir. Una sociedad que no mira cara a cara a la muerte y hace tab de
ella huye del vivir al olvidarse del morir. En cambio, la perspectiva
humana y cristiana sobre el nacer, vivir y morir invita a soluciones
equilibradas como el alivio del dolor y el acompaamiento humano,
13

unidos al rechazo de los recursos mdico-tecnolgicos exagerados (PV,


n.65-66).
Los problemas delicados en torno al comienzo de la vida
estn matizados muy cuidadosamente. En lugar de la expresin de
lenguaje cotidiano "momento de la concepcin", que se presta a
malentendidos, se ha usado la frmula siguiente: "las primeras etapas
de la gestacin humana, que tiene como punto de partida la
fecundacin del vulo". A continuacin, sin ignorar las cuestiones
cientfico-filosficas controvertidas, se afirma prudentemente: "En vez
de dar definiciones acerca de un punto exacto de comienzo de la vida,
optamos por la postura prudencial de protegerla desde sus comienzos"
(PV, n. 82).
Tras manifestar la oposicin a la clonacin humana con fines
reproductivos, se aaden unas matizaciones prudentes, a la expectativa
de nuevos datos cientficos y ticos, sobre los posibles usos de tcnicas
de clonacin sin finalidad reproductiva, con miras a abrir camino a
futuras terapias regenerativas (PV, n.82-84).

Cmo enfocar la sexualidad

En la parte bblica del documento se sientan las bases para un


enfoque positivo de la sexualidad y la procreacin (PV, n. 9), basndose
en los textos del Gnesis y acentuando el aspecto personalista. No se
ignora el problema social y cultural de la banalizacin de la sexualidad
y su comercializacin y deshumanizacin, con repercusiones fuera de
Japn en los vecinos pases asiticos (PV, n.20). Aluden valientemente
los obispos a lo vergonzoso de los "tours de prostitucin" organizados
por empresas japonesas y al problema de la discriminacin y violacin
de derechos de la mujer en el caso de las inmigrantes asiticas que
trabajan en el rea de servicios, bares etc. en Japn (id., nota 6).
Tambin denuncian el aspecto social y cultural en las causas de
interrupcin de la vida antes de nacer, en este pas conocido como el
"paraso del aborto" (PV, n.27).
Llama la atencin, en un texto episcopal, el elogio positivo de
la sexualidad cuando no se deshumaniza. A este tema dedican un largo
prrafo (PV, n. 28). En vez de descender a detalles de moralismo, el
documento se limita a un enfoque de principios, evitando dos extremos:
"ni reducir la sexualidad a solamente la procreacin, ni oponerse a ella
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con mentalidad contraceptiva". En la base de estos criterios hay una


visin eminentemente personalista de la sexualidad humana (PV, n.28).
La iglesia nunca dice que "cuantos ms hijos mejor" (como adoctrina la
lnea neoconservadora que obstaculiza la evangelizacin por las
actitudes fundamentalistas de ciertos movimientos de espiritualidad),
pero tampoco es partidaria la iglesia de "evitar los hijos
sistemticamente, como mentalidad" (como dira la postura
banalizadora de la sexualidad; cf. PV, n. 30). La pastoral evita ambos
extremos.
La palabra "conciencia" aparece justamente en este contexto
para decir que los esposos deben "decidir por s mismos, segn su
conciencia", segn criterios de paternidad y maternidad responsables
(PV, n. 30; con una cita importante de la Carta de derechos de la
familia , 1983; nota de pie de pgina n.12) .
Desde una postura antropolgica actual e integradora se
contempla el nacimiento de un nuevo ser humano como accin
simultnea de sus progenitores y del Creador. No se habla de un cuerpo
producido biolgicamente y un alma infundida desde fuera, sino se dice
que "el nacer humano es resultado, a la vez del amor de la mujer y el
varn y de la accin creadora de Dios" (PV, n. 7). En una visin
personalista de la sexualidad humana la unin ntima de los
progenitores implica todo su ser y no se puede trazar una lnea para
delimitar donde acaba lo corporal y donde empieza lo espiritual.

La Iglesia, aprendiz de humanidad

El obispo Mori, en su presentacin del mensaje, insisti en el


deseo de los obispos de desencadenar con este documento un proceso
de reflexin y comunicacin intraeclesial, un autntico "dilogo de
conciencias". En lugar de referirse a la iglesia repitiendo la frase tpica
de algunos textos pontificios: "experta en humanidad", que se presta a
malentendidos, la Iglesia, dijo el prelado japons, es ms bien "aprendiz
de humanidad". Es muy importante el eplogo de este mensaje en que
los obispos reiteran que no es su intencin "decir la ltima palabra",
sino fomentar pocesos de discernimiento entre el pueblo de Dios. (PV,
n.92).
Es significativo que en este eplogo se cita ampliamente el
texto famoso de Octogesima adveniens (1971) sobre el discernimiento
15

en comunidades que analizan las situaciones sociales a la luz del


Evangelio.
El criterio de discernimiento aplicado a las nuevas
biotecnologas y a la manipulacin de la vida humana evita los dos
extremos: el romanticismo ingenuo que rechaza toda modificacin de la
naturaleza y el tecnologismo a ultranza que la destruye. No dicen que
no a las "intervenciones artificiales", sino a las "intervenciones
irresponsables" (PV, n. 7). Siguen en esto la lnea de Juan Pablo II, que
se opone tanto a las "ideologas que contestan la legitimidad de
cualquier intervencin sobre la naturaleza" como al extremo opuesto de
quienes "desconocen su dependencia del designio del Creador
(Evangelium vitae, 1995, n. 21).

Resolver pastoralmente los atascos cannicos

Como ejemplo de sentido pastoral, hay que citar aqu el


tratamiento del tema del divorcio, al que me he referido al comienzo de
estas lneas. Deca ms arriba que en japons se puede ser muy claro sin
ser explcito. Es cierto que eso conlleva el peligro de ambigedad, pero
no para quien est familiarizado con los cdigos culturales. Un
determinado contenido puede estar clarsimo, sin estar formulado
explcitamente. Por ejemplo, la manera de referirse los obispos
japoneses al tema del divorcio y segundo matrimonio (PV, n. 24).
Afirman, en primer lugar, el ideal cristiano; a continuacin, dedican
prrafos a mirar con realismo el hecho triste de los matrimonios rotos;
en tercer lugar, pasan a aconsejar: "Cuando el vnculo matrimonial,
lamentablemente, se ha roto, la Iglesia debera mostrar una
comprensin clida hacia esas personas y ayudarlas a rehacer su vida"
(id.). Haban presentado primero el ideal (PV, 21-23) y haban insisitido
en la importancia de una promesa para toda la vida (id.). Haban llevado
cuidado de matizar la expresin: cuando dicen que los esposos no deben
separarse, aaden "a la ligera y sin motivo" ("irresponsablemente" sera
otra traduccin posible; en el original, "an-i ni "). Finalmente, dan los
obispos el paso de mirar cara a cara la realidad que pide soluciones
pastorales. No la justifican, sin ms, sino la describen en trminos como
"cuando el amor ha quedado destruido" (PV 24); y se plantean: "qu
hacer una vez que se da esa situacin irreversible?"
Hay una frase (al final de PV 24) que no se percibir en toda
16

su fuerza a travs de las traducciones occidentales. Se afirma all que


"la Iglesia debera reflexionar sobre los fallos de sus actitudes
condenatorias hasta ahora". Es en ese marco en el que se encuadra la
frase citada ms arriba: "cuando, lamentablemente, el amor ha quedado
destruido". Con la aadidura (en el ltimo momento del debate) del
adverbio "lamentablemente" se reconoce que el divorcio no es la
solucin ideal. Al decir que "no han podido cumplir la promesa hecha
ante Dios", se deja abierta la posibilidad de que los esposos estn
afectados por circunstancias imprevistas e incontrolables. Desde esos
supuestos, se preguntan los obispos qu actitud tomar ante los fieles que
sufren a causa de situaciones semejantes. Su respuesta contiene tres
consejos: a) tratar a esas personas como las tratara Cristo, b) darles una
acogida clida y misericordiosa, c) apoyarlas y animarlas en los pasos
que den para rehacer su vida. Incluso se llega a afirmar as: "Deseamos
que la Iglesia sea capaz de apoyar los pasos (en japons, "ayumi", el
caminar por la vida) de quienes lamentablemente han tenido que
divorciarse, se han casado de nuevo y estn comenzando una nueva
vida; que la Iglesia sea capaz de tratar estas situaciones con corazn de
madre".
Ante un texto as de claro, sin necesidad de ser ms explcito,
solo queda decir "quien pueda entender, que entienda; qui potest
capere, capiat". Dependiendo de las situaciones pastorales concretas, se
deducirn de este texto importantes implicaciones para solucionar en el
foro conscientiae casos cannicamente imposibles o muy difciles de
resolver, para no obstaculizar la admisin de esas personas a los
sacramentos. El texto, claro aunque no explcito, evita, por otra parte,
levantar las correspondientes sospechas habituales en ciertos dicasterios
romanos. Con este ejemplo de "inculturacin del lenguaje" han ido los
obispos japoneses tan lejos como algunas afirmaciones de sus colegas
alemanes, sin necesidad de suscitar la alarma en las instancias vigilantes
de la ortodoxia.
Otro ejemplo de sentido pastoral es el tratamiento del tema de
los anticonceptivos. A la hora de descender a lo concreto de la
"regulacin de la gestacin" se centra el documento en lo principal: que
el criterio de eleccin de unos u otros mtodos no sea egoista y que se
respete mutuamente la pareja (PV, n. 31). Ha desaparecido la frase que,
en la pastoral del 1984, subrayaba "los mtodos no artificiales". En
aquella ocasin la introduccin de esa frase fue uno de los compromisos
17

que hubo que pagar para que se aprobase por la totalidad el texto.
De todos modos, tomando en consideracin la
recomendacin insistente de J. Gafo, distinguieron en aquella ocasin
los redactores de la carta entre la oposicin al "aborto como mtodo de
control de la natalidad" y la recomendacin de "hacer por aprender los
mtodos naturales". Quedaba ntida la separacin entre aborto y
contracepcin que, ms adelante precisara Juan Pablo II al decir que
"anticoncepcin y aborto, desde el punto de vista moral son
especficamente distintos" (Evangelium vitae n. 13; la primera vez que
aparece tan claramente esta afirmacin en una encclica).
Esta vez, en el 2000, la totalidad episcopal fue ms abierta y
se centr en lo esencial. Hay que notar tambin el cuidado en el uso de
los trminos: se habla de "regulacin de la gestacin", trmino positivo,
mejor que la expresin "control de natalidad" (que tendra el peligro de
incluir el aborto) o la expresin "contracepcin", de connotaciones
negativas. De todos modos, teniendo en cuenta la situacin eclesial
universal, no poda faltar una alusin a la recomendacin oficial que
hacen muchos documentos eclesisticos sobre los llamados "mtodos
naturales". Pero tambin aqu la sabidura prctica japonesa se ha
dejado sentir. El texto se limita a puntualizar que "cuando la iglesia
catlica ha recomendado estos mtodos, lo ha hecho preocupada por la
salud de la mujer y por evitar un enfoque centrado exclusivamente en el
varn" (PV, n.31). En cualquier caso, lo importante es que el criterio no
sea egoista y que no se incluya entre los mtodos de regular la gestacin
el recurso al aborto (id.).
Finalmente, otro ejemplo de preocupacin pastoral aparece
en el tratamiento de la banalizacin de la sexualidad. Sin caer en el
exceso de condenaciones y prohibiciones, tampoco se pasa el
documento al otro extremo de la condescendencia. Prefiere, ms bien,
centrar el tema en la comunicacin y relacin interpersonal autntica,
sin descender a enumeraciones de lo permitido y lo prohibido, ni caer
en una "tica del semforo", que dice "hasta aqu se puede y desde esta
lnea ya no se pasa" (cf. PV, n. 29). Prolonga as este texto la lnea de la
pastoral del 84, en la que el tema de las relaciones extramatrimoniales o
prematrimoniales se abord con la siguiente criteriologa.
Se encuadraba el tema en el marco de la educacin y, dentro
de sta, de la educacin en el crecimiento responsable de la persona,
que incluye su sexualidad. Deca as el texto: " Por lo que se refiere a
18

las diversas cuestiones de tica sexual, antes de precipitarnos a


responderlas, estimamos necesaria una reflexin para comprender los
tres criterios fundamentales siguientes: 1) Criterio de fidelidad consigo
mismo. Cmo actuar, en el terreno de la sexualidad y el amor, de modo
que se respete uno a s mismo? 2) Criterio de sinceridad y autenticidad
para con la pareja. Cmo actuar, en el terreno de la sexualidad y el
amor, de modo que se respete a la pareja? 3) Criterio de responsabilidad
social. Cmo actuar de modo que se tome en serio la responsabilidad
social para con la vida que nace como fruto del amor? (La vida, don de
Dios, texto japons citado, p. 20).
Ntese que los criterios se formulan todos en forma
interrogativa y que recae sobre cada persona la responsabilidad de
responderse a s mismo con sinceridad, antes de sacar conclusiones
sobre las normas.
Con esta misma actitud se ha redactado el mensaje del
milenio en el que, como resalt desde el comienzo, llama la atencin el
inters de los obispos por fomentar una tica responsable, inteligente,
discernidora y creativa. Sirvan sus palabras finales para concluir y
resumir el presente comentario:
"Nos ha inspirado esta vez la misma esperanza que animaba
al Papa Pablo VI. Cuando lean ustedes este mensaje no lo interpreten
como una ltima palabrapor parte de la Iglesia. Que sirva, ms bien,
para desencadenar procesos de debate, como punto de partida para que
ustedes se planteen cmo construir una sociedad que respete la vida... A
diferencia de muchas de las afirmaciones pblicas que ha hecho la
Iglesia hasta hace poco, esta vez hemos querido evitar el hablar
tajantemente -evitando expresiones como "la enseanza de la Iglesia es
as y as"- y hemos adoptado el estilo de un mensaje dirigido a cada
persona y a la sociedad en su conjunto en forma de llamada. Que cada
persona responda a esta llamada reflexionando sobre su propia vida,
siguiendo a su conciencia, juzgando y decidiendo por s misma
responsablemente... En cierto sentido, las enseanzas y normas de la
iglesia se han entendido hasta ahora de un modo rgido, juzgando y
discriminando a quienes no eran capaces de ajustarse a ellas en todos
sus detalles. Reconocemos que hemos tenido una tendencia a hablar as.
Por eso esta vez, sin renunciar a proclamar los ideales, nos hemos
esforzado en el presente mensaje por reproducir la actitud de Cristo que
no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores y no quiere que
19

perezca ninguno de los pequeos (cf. Mt 9, 13 y 18, 14)... El amor y el


perdn son nuestra luz y nuestra fuerza..." (PV., eplogo).
20

FOTOGRAFAS DE JAVIER GAFO EN JAPN (1999)

Comunidad de Jesuitas de la Universidad de Sophia


21

En clase de Teologa. Universidad de Sophia


22
23
24

Iglesia de San Ignacio. Tokyo.


25

Segunda Parte

SEXUALIDAD, TICA Y TEOLOGA


26

ENTRE ANTICONCEPCIN Y ABORTO:


INTERCEPCIN

(Seleccionamos este texto de la tesis doctoral


defendida por Javier Gafo en la Universiddad Gregoriana y
publicada en 1972 por ed. Sal Terrae. Es conocida la ancdota de las
objeciones que le puso uno de los miembros del tribunal, el P. Zalba,
tristemente clebre por su influjo sobre Pablo VI para la toma de
posicin contra los anticonceptivos. A pesar de todo, la tesis fue
reconocida con calificacin meritoria, publicada con el debido
imprimatur de licencia eclesistica, y su autor fue hecho miembro
asesor de la Comisin para la Doctrina de la fe en la Conferencia
epsicopal espaola. En el siguiente texto, tomado de la conclusin de
la tesis, valora Gafo el recurso a la anticoncepcin postcoital
antianidatoria cuando despus de una relacin sexual existe el riesgo
de un embarazo no deseado).

...No pueden equipararse ni ponerse en un mismo plano los


mtodos anticonceptivos y los antianidatorios... el problema tico
planteado por los antianidatorios es diferente que el de los
anticonceptivos. En este ltimo caso se trata de mecanismos que evitan
que tenga lugar una concepcin, mientras que los antianidatorios
interrumpen el proceso de desarrollo de una realidad biolgica humana
ya constituda. Por ello, el juicio tico sobre ambas formas de control de
la natalidad no puede, en ningn modo, equipararse...
Deben, por el contrario, encuadrarse los mtodos
interceptivos dentro del apartado general de los restantes mtodos
abortivos, que actan en fases ms avanzadas del proceso embrionario,
participando, por tanto, de un mismo juicio tico? En nuestra opinin,
los datos biolgicos sobre las dos primeras semanas del desarrollo
embrionario, tomados tanto por separado como sobre todo en su
conjunto, cuestionan seriamente la tesis que atribuye al zigoto o al
blastocisto el mismo valor que a la vida ya nacida o al embrin en fases
ms avanzadas del desarrollo embrionario. La elevada frecuencia de
abortos espontneos, sobre todo en las dos primeras semanas, lleva a
preguntarse si en situaciones especialmente dramticas no pueda ser
legtima la interrupcin del proceso embrionario antes de la anidacin,
27

aunque no lo sea en fases posteriores de dicho desarrollo. En efecto, el


status plenamente humano del embrin antes de su anidacin se
encuentra en un estado de duda positiva, y ello puede llevar a
importantes conclusiones prcticas...
Compartimos el punto de vista de Hring, que afirma la
existencia de una diferencia cualitativa entre aquellos mtodos que
impiden meramente la concepcin (contracepcin) y los que
interrumpen el desarrollo entre la fertilizacin y la implantacin; e
igualmente una diferencia cualitativa entre los que causan la prdida de
una mrula y los que causan el aborto despus de la implantacin...
La principal consecuencia se referira a la situacin dramtica
que se presenta cuando el embarazo es consecuencia de una violacin...
Se trata de una situacin en que existe un conflicto de
derechos: entre el derecho cierto de una mujer a no quedar embarazada
y el derecho a la vida de una realidad, como es el cigoto o el blastocisto;
un derecho cuya existencia es dudosa , ya que existen importantes
argumentos que cuestionan su plena calidad humana...
La postura de Zalba afirma que el feto probablemente
animado por el alma racional, debe ser tratado como si estuviese
ciertamente hominizado...
En el caso que hemos descrito de la violacin de una mujer,
es difcil no aceptar que el derecho absolutamente cierto de la madre no
deba prevalecer sobre el derecho ms dudoso del embrin...
Puede calificarse como ser humano, en sentido pleno, una
realidad que no est an definitivamente individualizada?Cul es
nuestro grado de compromiso en la defensa de la vida humana en esas
dos primeras etapas, cuando la naturaleza acta con una tan marcada
prodigalidad, eliminando uno de cada dos embriones? No ponemos en
duda el valor del derecho a la vida del embrin, sino que cuestionamos
si ese derecho existe realmente; si se ha realizado de hecho la
hominizacin del feto en esas dos primeras semanas.
Un juicio similar podra formularse tambin cuando existen
serios motivos para creer que el embarazo puede poner en grave peligro
la vida de la madre. Las situaciones de la llamada indicacin teraputica
son hoy extraordinariamente raras, pero no han sido totalmente
descartadas. En tales casos volveramos a encontrarnos en un conflicto
entre el derecho cierto de la madre a conservar su salud y vida, y el
derecho menos cierto del concepto a continuar su desarrollo...
28

Los hechos biolgicos representan una seria dificultad a la


tesis que afirma que, a partir del momento de la fecundacin, el
concepto debe considerarse como un ser plenamente humano, que goza
de un inalienable derecho a la vida y a continuar su desarrollo... Es un
problema en el que ni la Revelacin, ni la Teologa pueden decirnos una
palabra decisiva, nicamente podemos afrontar el tema del comienzo de
la vida humana, basndonos en una reflexin antropolgica, que tome
como punto de partida los datos biolgicos sobre el comienzo de la vida
embrionaria...
Del mismo modo que no se puede aceptar una manipulacin
de los datos biolgicos, para as postular una mayor libertad en materia
de aborto, tampoco puede aceptarse una simplificacin en sentido
contrario, a fin de asegurar la mayor proteccin a la vida humana...
La postura que hemos esbozado no contradice la esencia de la
doctrina catlica sobre el valor y el significado de la vida humana
embrionaria. Sin embargo, somos conscientes de que existe una cierta
discrepancia sobre el momento en que situamos el comienzo del
derecho absolutamente inviolable e inalienable del embrin a continuar
su vida humana ya iniciada. Ciertamente, el Magisterio ms reciente de
la Iglesia, en continuidad con el del ltimo siglo, afirma que la vida
humana, desde el mismo momento de la concepcin, goza de la misma
inviolabilidad que la del ser humano ya nacido...
Sin embargo, ... el Magisterio es consciente de la dificultad
en atribuir, con absoluta seguridad, el carcter plenamente humano al
embrin durante las primeras fases de su desarrollo...
No se trata de un estado de duda negativa, en que ignoramos
en qu momento situar el comienzo de la vida humana en sentido pleno.
Se tratara, en nuestra opinin, de un estado de duda positiva, ya que
existen graves razones que cuestionan el carcter plenamente humano
del embrin y la inviolabilidad de su derecho a la vida, con anterioridad
a la conclusin del proceso de la anidacin. Ello nos lleva a admitir que,
en circunstancias muy graves, puede prevalecer un derecho menor, pero
absolutamente cierto, sobre otro valor mayor, acerca del cul existen
serios motivos de duda.
Al mismo tiempo ponemos de relieve el enorme peso de la
tesis de la animacin retardada a lo largo de la tradicin de la Iglesia...
Si se diese un status especial al espacio de tiempo
comprendido entre la fecundacin y la anidacin, ello no significara
29

una innovacin en la tradicin de la Iglesia, sino una vuelta a una


concepcin que ha sido dominante durante muchos siglos de historia de
la Iglesia...
La fidelidad al magisterio significa no solamente una
aceptacin plena de cuanto de l dimana, sino, al mismo tiempo, el
intentar aportar luz, desde el campo de nuestra especializacin, a un
problema en s mismo complejo y en el que est implicado el valor de la
vida humana...
El telogo y el moralista no pueden limitarse, en un mundo
cambiante, a mantener posturas seguras. Deben intentar asumir el difcil
riesgo de encarnar el mensaje siempre vlido del Evangelio o de la
Tradicin en un mundo cultural o cientfico diferente...
Este esfuerzo es especialmente urgente en el terreno de la
tica mdica, donde se ha operado un extraordinario avance de los
conocimientos biolgicos, que obligan a revisar nuestras respuestas
ticas.
30

CUESTIONANDO LA ENCCLICA HUMANAE VITAE

(Para sus clases en la Facultad de Teologa, conferencias en


el Centro Arrupe y cursillos pre-matrimoniales en la parroquia de San
Francisco de Borja, en Madrid, redact Javier Gafo unas notas de las
que seleccionamos los prrafos siguientes)

Siguiendo a Karl Rahner, debe afirmarse que un catlico


debe tomar en serio un documento magisterial como Humanae vitae, ya
que recoge una larga tradicin eclesial, digna de respeto. Estamos ante
declaraciones del Magisterio que son "reconsiderables" o "reformables"
(Cf. Pastoral de Obispos Alemanes de 22 Setiembre 1967). La Iglesia
puede incurrir en el error en este tipo de declaraciones: "La Iglesia lo ha
sabido siempre y lo dice claramente en su teologa". No se trata de
declaraciones infalibles...
Ejemplos histricos de cambios de hecho: las condenas de
Gregorio IX y Len XI en el siglo XIX contra el liberalismo y la
democracia, o las declaraciones sobre exgesis y teologa bblica a
comienzos del siglo XX. Estos casos han sido modificados por el
Vaticano II en su Decreto de libertad religiosa y en la Constitucin Dei
Verbum, sobre la revelacin.
Debe procederse con cautela, pero puede haber revisin por
parte de los fieles y no slo a posteriori. De lo contrario, ciertas
revisiones no se haran nunca.
Comparemos la encclica Humanae vitae (HV) con la
Constitucin sobre la Iglesia en el mundo de hoy, Gaudium et spes
(GS).
HV est en continuidad con GS. Pero quiz existe en la
Encclica un tono menos marcado de ciertos aspectos de la vida
matrimonial.
GS se sita en un nivel ms general: da primariamente
directrices y no normas concretas.
El amor conyugal, las relaciones interpersonales, el valor de
la sexualidad y de la entrega personal: probablemente quedan ms
realzados en GS que en HV
Paternidad responsable: en GS se acepta con mayor
naturalidad. HV puede dejar una cierta impresin de que lo normal son
31

las familias numerosas. En HV hay una actitud ms crtica ante las


razones que justificaran una paternidad responsable.
GS no contiene ninguna condena explcita de los mtodos de
control de la natalidad. HV afirma con frecuencia que se trata de una
"tradicin constante" e incluye numerosas citas, hasta cuatro veces cita
la Casti Connubii en temas no "relevantes"
GS no expresa la inseparable unin entre los aspectos unitivo
y procreativo del acto sexual, ni insiste en la inviolabilidad de los
procesos naturales.
El rechazo de los anticonceptivos artificiales por la HV se
basa en el hecho de que el acto conyugal, "por su ntima estructura"
tiene un significado procreador, adems del unitivo, "segn las leyes
inscritas en el ser mismo del hombre y la mujer". Esta afirmacin
tropieza con dificultades en la "receptio" de HV (recepcin por parte de
los creyentes).
Podemos cuestionar:
Es tan claro que todo acto sexual -no slo el conjunto de la
vida sexual- tiene un significado procreador? De acuerdo con los datos
biolgicos, mientras que la atraccin sexual es continua en la especie
humana -y este hecho constitutuye un salto biolgico cualitativo
respecto del reino animal, con sus perodos de celo, y en donde los
primates no-humanos constituyen tambin un eslabn intermedio- la
mujer es solamente frtil en pocos da de su ciclo. La fertilidad se
restringe al da de la ovulacin, a los tres das precedentes -por la
supervivencia de los espermatozoides en las vas reproductoras de la
mujer- y al posterior a la ovulacin -ya que el vulo tiene una
supervivencia inferior a 24 horas-. Esto significa que, de los 28 das del
ciclo de la mujer, la apertura a la procreacin se da slo en 5. Cmo se
puede decir, entonces, que cada acto sexual es procreador, teniendo
adems en cuenta que tampoco esa vivencia procreadora es dominante
en la experiencia sexual?
No exisste una cierta sacralizacin de esas "leyes inscritas
en el ser mismo del hombre y de la mujer"? Aun en el supuesto de que
tales leyes tuviesen un significado procreador, por qu el ser humano
no puede modificar esas "leyes inscritas" en su "ntima estructura"? No
es legtimo modificar esas leyes cuando no se hace de una forma
arbitraria o egosta, sino por serias razones de paternidad responsable y
de amor interpersonal?
32

HV afirma el dominio limitado que la persona tiene sobre su


cuerpo e insiste en que ese dominio es an ms limitado cuando estn
en juego "las facultades generadoras. Es cierto que la dimensin sexual
humana, por los muchas referencias en ella inscrita, debe situarse en un
marco superior a otras dimensiones fisiolgicas, pero significa esto
que sean absolutamente inalterables e inmodificables cuando entran en
juego valores superiores?
La teologa moral ha reconocido la legitimidad de
determinadas intervenciones en la biologa y la fisiologa humana
-desde la administracin de frmacos hasta la amputacin necesaria de
un miembro. Para ello se ha basado en el principio de totalidad que,
inicialmente, aplic la relacin parte-todo en referencia al organismo
fsico; pero posteriormente el mismo Po XII la extendi al bien de todo
el ser personal.
Tambin es verdad que, en torno a toda la creciente
conciencia ecolgica, hoy se da un mayor relieve a los riesgos
provenientes de la modificacin de los procesos naturales, incluidos los
humanos. Pero, aun con todo esto, sigue en pie el interrogante de si
tales intervenciones, aun en el rea generativa, no estn ticamente
justificadas en aras a la consecucin de valores humanos superiores
En la HV, las "leyes inscritas" (en la naturaleza) parecen
identificarse con las leyes biofisiolgicas, caractersticas del organismo
reproductor humano. Segn la tradicin de la teora tica de la ley
natural, las leyes biolgicas son reflejo de aquella. Sin embargo, una
caracterstica del ser humano es que, en l, lo natural y lo artificial se
entremezclan. Precisamente el progreso humano ha tenido lugar porque
lo artificial se ha convertido en natural, encauzando las leyes naturales
en beneficio del ser humano. No se habra dado progreso humano
autntico, si el hombre hubiese dejado seguir el curso de las leyes
naturales. Por qu lo que es legtimo "fuera del hombre, no lo es en su
interior? Por qu es lcito modificar "las leyes inscritas en la naturaleza
exterior al hombre y no lo es en su interior? El homo habilis dio paso al
homo faber y, ltimamente al homo technicus, en un proceso continuo
de asumir lo artificial como parte integrante de su ser. En este contexto,
debe subrayarse la gran importancia de las manos; quedan liberadas
como consecuencia de la adquisicin de la postura erecta, que permite a
su vez un mayor desarrollo del cerebro; van a comenzar a realizar
objetos artificiales, desde las primeras hachas de silex, hasta los ms
33

refinados logros de la tecnologa actual


Es importante subrayar cmo aborda despus, en 1987, este
tema la Instruccin Donum Vitae de la Congregacin para la Doctrina
de la Fe. En este documento se afirma, en relacin con su oposicin a la
procreacin humana asistida, que no se fundamenta esa postura en una
comprensin biolgica de la ley natural, ni tampoco una descalificacin
de esas tcnicas por su carcter artificial, como contrapuesto a natural.
Por el contrario, se intenta delinear una comprensin antropolgica del
acto sexual.
Finalmente, nos parece oportuno subrayar las lneas de
aplicacin pastoral, desde los contenidos expresados por la HV y
confirmados por ulteriores tomas de postura de la Iglesia, especialmente
la Evangelium Vitae y el Catecismo de la Iglesia Catlica.
La moral catlica ha reconocido las situaciones de
"conscientia perplexa, es decir, aquellas situaciones en que la persona
se siente enfrentada con distintos valores, que no puede realizar al
mismo tiempo. El ejemplo tpico era el conflicto entre la obligacin del
precepto dominical y la atencin a un enfermo. Un ejemplo relevante en
la historia de la Biotica era el de la obligacin del mdico a la
veracidad, que poda entrar en conflicto con el bien del enfermo, al que
la informacin sobre el carcter infausto de su enfermedad poda
ocasionar un grave dao. En ambas situaciones, se afirmaba que era
legtimo realizar el valor ms importante sobre los otros valores
implicados.
Creemos que esta figura, clsica en la teologa moral, puede
aplicarse igualmente al caso que nos ocupa. Porque debe afirmarse que,
de la lectura de los documentos oficiales de la Iglesia, no slo se afirma
la exigencia tica de mantener la estructura del acto sexual, abierto a la
procreacin, sino que tambin su subraya el deber tico de la paternidad
responsable y la importancia de la expresin sexual del amor de la
pareja. En situaciones de conflicto entre los valores que acabamos de
indicar, consideramos que puede ser legtimo primar los valores de la
paternidad responsable y de la expresin sexual de la pareja, sobre la
exigencia de mantener el acto sexual abierto a la procreacin.
34

MATIZANDO LA DONUM VITAE

(En 1987 public Javier Gafo Hacia un mundo feliz?.


Problemas ticos de las nuevas tcnicas reporductoras humanas, en
la Bibliotca Bsica del Creyente, editada en la editorial Atenas bajo la
direccin de Jos Mara Javierre. A punto de publicarse el libro, se
promulg el documento vaticano sobre biotica, Donum vitae, que
cay como jarro de agua fra sobre los especialistas de la teologa
moral. Habra que renunciar a la publicacin del libro de Gafo,
mucho ms equilibrado y abierto que el firmado por Ratzinger? Con
seriedad intelectual y libertad cristiana, Gafo opt por aadir a su
texto, en un apndice significativamente impreso en color azul, el texto
vaticano. A continuacin, haciendo equilibrios de cuerda floja entre la
fidelidad y la discrepancia y procurando interpretar en buen sentido el
documento salvando la proposicin del prjimo como habra dicho
san Ignacio, aadi como eplogo el texto que resumimos a
continuacin)

Al contrastar nuestros puntos de vista con los contenidos de la


presente Instruccin, queremos subrayar las siguientes coincidencias:
El desarrollo tecnolgico no es un valor en s absoluto, en
nombre del cul pueda legitimarse cualquier tipo de avance...
Las nuevas tcnicas de reproduccin humana pueden llevar a
abusivas manipulaciones del embrin y a una degradacin de su valor
humano...
La cultura actual, con su marcado nfasis en la libertad de
decisin de las personas, corre el peligro de absolutizar el derecho del
individuo a tener un hijo a cualquier precio...
El bien de la criatura exige que sea llamada al mundo en el
mbito de una pareja...
El punto en que se da una discrepancia entre los contenidos de
la Instruccin y nuestras posiciones est en el tema de la fecundacin
artificial homloga. El documento de la Congregacin descalifica estas
prcticas -sea en le fecundacin in vitro, sea en la inseminacin
artificial- por tres razones mutuamente relacionadas. En primer lugar,
por la inseparabilidad entre el aspecto unitivo y el procreativo del acto
sexual. En segundo lugar por el lenguaje del cuerpo y del acto sexual...
35

Y finalmente, por la misma dignidad de la criatura que nacer...


La reflexin teolgica, que, en un nmero importante de autores,
tenda a admitir las tcnicas homlogas, debe profundizar en los
argumentos contenidos en la Instruccin de la Congregacin de la Fe.
Tal es el caso de nuestro grupo de trabajo que, despus de una larga
reflexin interdisciplinar, haba llegado a la conclusin de la
aceptabilidad de estas tcnicas homlogas.
Finalmente, es importante dar a la Instruccin el valor
eclesiolgico que posee. No es una declaracin infalible, ni se trata de
un documento conciliar, ni de una encclica...
Al abordar el tema de su aceptacin y recepcin, debe tenerse
en cuenta lo que la misma teologa catlica ha afirmado siempre sobre
la acogida por los fieles de los distintos niveles del magisterio eclesial.
36

COMPLETANDO LA EVANGELIUM VITAE

(Si al comienzo de su enseanza confront Javier Gafo las


dificultades que causaba a la teologa moral la encclica Humane
vitae, de Pablo VI, en los ltimos aos de su docencia tuvo que hacer
equilibrios en la cuerda floja para explicar la encclica Evangelium
vitae, de Juan Pablo II. En un artculo en Razn y fe -1995-, con su
acostumbrado respeto y fidelidad eclesial, no deja de mostrar sus
discrepancias)

... (En la encclica Evangelium vitae), se afirma la necesidad de


una referencia a Dios o a la Trascendencia como necesaria para una
slida fundamentacin de esos principios ticos. Una sociedad que
acta como si Dios no existiera, difcilmente puede fundamentar esos
principios y corre el peligro de hacerlos palidecer cuando afectan a las
personas ms dbiles y socialmente menos valoradas. Es un tema de
intensa polmica actual, pero en el que surge el interrogante, en un
mundo en el que coexisten muchas personas agnsticas o ateas, de si no
es posible, desde una tica humanista no-creyente, una seria
fundamentacin de tales principios...
La encclica es un canto apasionado a la vida...
El cristianismo es una afirmacin de la vida humana..,
Este carcter apasionado de canto a la vida puede explicar que la
Encclica no presente las limitaciones del mensaje veterotestamentario
en relacin con la proteccin de la vida humana y que falte el
reconocimiento de las graves consecuencias que la propia iglesia ha
cometido en relacin con esa misma vida...
En el grave tema del aborto, era necesaria una tajante
afirmacin del valor de la vida no-nacida. Muchas sociedades estn
trivializando el hecho del aborto y son frecuentes los planteamientos
que se centran, de forma unilateral, en los derechos de la mujer
embarazada, haciendo total precisin de la exigencia tica y legal de
proteccin al nasciturus...
Sin embargo, y sin negar la exigencia de proteccin a la vida
desde la concepcin, tambin hay que afirmar que existe hoy un serio y
responsable debate tico sobre el status del embrin humano en sus
primeras etapas.
37

Es verdad que los datos cientficos no dan el sentido de la


respuesta tica, pero son un presupuesto sobre el que debe articularse
todo discurso tico. Qu valor tienen las recientes afirmaciones
cientficas que consideran, en contra de lo que afirma la encclica en
la que se dice quedesde el primer momento se encuentra fijado el
programa de lo que ser ese viviente- que tal fijacin del programa
gentico acontece ms tardamente?
Es verdad que la Iglesia ha considerado el aborto como
incompatible con la fe cristiana desde el libro de la Didaj, pero
tambin lo es que ha afirmado que la plena humanizacin del nuevo ser
-o la recepcin del alma racional- no aconteca sino cuando aqul haba
adquirido forma humana...
Es posible que se zanje totalmente un debate serio y
responsable sobre ese espinoso tema y que toma como punto de partida
los conocimientos cientficos sobre la incipiente realidad humana
embrionaria, y que reconoce , en todo caso, una proteccin de la vida
humana desde la concepcin?
Por otra parte, es sumamente positivo que la encclica afirme
varias veces la dificultad de medir la culpabilidad subjetiva de la mujer
que recurre al aborto en difciles situaciones y las palabras de acogida a
dichas mujeres, que aparecen al final de la encclica (n.99)...
El tema del control de natalidad se mantiene en la misma
lnea de las precedentes tomas de postura de la iglesia, utilizndose una
argumentacin que no es fcilmente comprensible en el discurso tico
intra y extraeclesial. No es tan clara la eficacia de los mtodos naturales
(n.97) para muchos de los que intentamos acercarnos a este tema desde
planteamientos abiertos a la aceptacin de su fiabilidad.
Quiz es verdad que un planteamiento que recurre a la
anticoncepcin artificial pueda estar abierto a la opcin por el aborto en
caso de fallo de los mtodos de control de natalidad. Pero, no podra
ocurrir lo mismo desde el uso de eficaces mtodos naturales? Y tambin
surge el interrogante de si una utilizacin y difusin de los mtodos
artificiales de control de natalidad no evitara igualmente muchos
abortos, que ninguna mujer desea. Es muy importante la afirmacin de
que no pueden equipararse moralmente la anticoncepcin y el aborto...
Otro de los puntos candentes de la Encclica es el de la crtica
que realiza de los sistemas democrticos que no respetan el valor de la
vida humana...
38

Este interrogante debe estar siempre en pie y cuestionar a los


gestores de la cosa pblica: hay que distinguir entre los procedimientos
democrticos y la verdad tica. Pero surge tambin la pregunta de si es
posible actuar de otra forma en el contexto de sociedades plurales,
cuando la misma Iglesia ha admitido la autonoma de las realidades
terrenas...
Al mismo tiempo, no se puede negar que en el tema del
status del embrin humano, especialmente en sus primeras fases, existe
hoy un importante debate tico y jurdico. Uno puede no estar de
acuerdo con esas posiciones -y yo personalmente afirmo que la vida
debe ser protegida desde sus inicios-, pero en el contexto de esa
discusin y de la inexistencia de un acuerdo sobre ese punto central, es
tan claro que una sociedad plural debe regirse por la postura de la
Iglesia catlica o de otras confesiones cristianas y las grandes
religiones, que afirman en su conjunto el valor de la vida humana no
nacida desde sus inicios?...
39

NI RIGORISMO, NI BANALIDAD

Es evidente que la famosa "revolucin sexual" de W. Reich


(La revolucin sexual, Ruedo Ibrico, Pars, 1970), ha hecho una
impresionante eclosin en la sociedad occidental y, tambin, en la
espaola. Ese cambio espectacular se haca patente en el programa de
televisin Hablemos de sexo, de Narciso Ibaez Serrador y la Dra.
Elena Ochoa. En dicho programa exista la pretensin de hacer una
presentacin de los datos cientficos y tcnicos relacionados con el
comportamiento sexual humano. Se deseaba hacer precisin de toda
normativa tica para centrarse en una exposicin meramente cientfica
de cuanto hace referencia a la sexualidad humana. Mi punto de vista lo
expres en mi participacin en dicho programa, pero fue "censurado".
El programa se haca en diferido. Ped explcitamente que no se
omitiesen las reflexiones a las que aludo, pero no se tuvo en cuenta esta
peticin, a pesar de mi insistencia en que este aspecto me pareca
fundamental en mi aportacin. Mi opinin era que esa pretensin de una
amoralidad asptica, es imposible y puede ser falaz.
En efecto, cuando estn en juego valores humanos, como en
el caso de la sexualidad humana, surge necesariamente una implicacin
tica. Es lo mismo que acontece en el orden econmico: los, a primera
vista, aspticos modelos econmicos acaban incidiendo en la realidad
humana y estn preados de consecuencias sobre el hombre y, por
tanto, de implicaciones morales. En el terreno sexual acontece lo
mismo. En la sexualidad humana entran en juego aspectos humanos
sumamente importantes de la persona y no es posible una aproximacin
tica neutra. Nos parece que la tica de fondo de los programas
televisivos era una visin del comportamiento sexual en el que
prcticamente todo est permitido, con tal que consientan en ello las
personas implicadas, dndose un gran relieve al aspecto anticonceptivo
de la sexualidad y a sus dimensiones ldicas, placenteras y tcnicas. Es
lo que expresaba muy grficamente una sencilla mujer - con esa
capacidad de dar en el clavo de los que no tienen una formacin
especfica - al afirmar que los programas televisivos del llorado Flix
Rodriguez de la Fuente presentaban con ms lirismo y poesa el
comportamiento sexual de los animales - a pesar de que carecen de
afectividad y de contenidos psquicos-que lo que haca la Dra. Ochoa
40

al hablar de la sexualidad humana. Se ha ofrecido una comprensin de


sta muy desprovista de sus resonancias afectivas y psquicas, de los
profundos valores humanos que contiene, para encuadrarla en un marco
de permisividad y de tecnicismo.
Nos parece que un gran reto de la cultura actual es el de
elaborar con urgencia una tica sexual, que ciertamente supere, tanto el
rigorismo de la moral catlica, asi como las grandes limitaciones de la
tica victoriana -que presidieron en gran parte el comportamiento
humano occidental antes de la revolucin sexual- y que haga justicia a
la plenitud de dimensiones que la sexualidad comporta. Porque aunque
muchos no hayan ledo las obras de Wilhelm Reich, hay que reconocer,
sin embargo, que bastantes de sus planteamientos han encontrado un
fuerte eco en la cultura actual y en la forma de entender y presentar la
sexualidad en muchos medios de comunicacin. El psicoanalista
marxista austraco pretenda llegar a la total superacin de toda
represin sexual para as poder encontrar al hombre natural, inmediata y
espontneamente sociable. De ah la urgencia de la revolucin sexual,
an ms importante que la poltico-social y la cultural, como camino
imprescindible para llegar a un nuevo tipo de hombre. Crea firmemente
que es un "error fundamental dar una interpretacin psicolgica al acto
sexual" y que "al pretender que se compone de excitaciones no
genitales, se niega la existencia de la genitalidad" (W. Reich, La
funcin del orgasmo, Paids, Buenos Aires, 1974, p.108). De ah que
Reich reduzca la sexualidad a la genitalidad, al poder orgstico: "Slo
la revolucin sexual puede proporcionar al hombre no solamente el
deseo de libertad, sino lo que es mucho ms decisivo: la aptitud para la
libertad" (W. Reich, Anlisis del carcter, Paids, Buenos Aires, 1974,
p. 165)...
Estamos ante un gran reto de la cultura y de la sociedad
actual. Nadie puede discutir que se ha operado una autntica revolucin
sexual y no slo en el sentido postulado por Reich. Son muchos los
autores que consideran que uno de los logros ms trascendentales del
siglo XX ha sido el de la disociacin entre sexualidad y procreacin; el
que el ser humano pueda hoy vivenciar la sexualidad, sin que el
comportamiento sexual conlleve el riesgo de una fecundacin no
deseada y temida. El descubrimiento de los anovulatorios, as como el
perfeccionamiento y la difusin de otros mtodos anticonceptivos, han
llevado a una situacin totalmente nueva en la historia humana. El
41

drstico descenso de la mortalidad infantil lleva a considerar el tema de


la procreacin desde una perspectiva totalmente distinta A ello hay que
aadir, sin pretender ahora ser exhaustivos, el acceso de la mujer al
trabajo profesional, sus nuevos modelos de identidad y, sobre todo, una
comprensin menos biolgica y procreacionista de la sexualidad y ms
preada de todo el mundo psquico asociado a la misma. No es
exagerado afirmar que, en su conjunto, se ha modificado de una forma
sustancial el concepto de sexualidad y sus mismos contenidos. Y ante
esa realidad nueva, que comporta indiscutibles aspectos positivos, se
hace necesaria una tica que no sea restrictiva pero que haga justicia, al
mismo tiempo, a los grandes significados que la sexualidad comporta.
42

BIBLIA Y SEXUALIDAD

La Biblia, en su conjunto, presenta una visin positiva y sana


de la sexualidad humana. No se la presenta como una dimensin
humana especialmente sospechosa. Las dos nicas excepciones a esa
linea general son ciertos textos del Levtico, en los que se refleja una
tendencia tabuizadora de la sexualidad y algunas afirmaciones de S.
Pablo en la contraposicin que el Apstol hace entre virginidad y
matrimonio.
Por el contrario, los dos relatos bblicos de la creacin de la
pareja humana (el llamado sacerdotal, de Gn 1,1-2,4a, del siglo VI a. C.
y el yahwista, de Gn 2,4b-3, del siglo X a. C.) presentan la diferencia de
sexos como don y creacin de Dios, sin que recurran al mito andrgino,
que recoger Platn y que aparece tambin en varias culturas.
El relato yahwista presenta la atraccin de los sexos como
medio de superacin de la soledad que acompaa al ser humano,
corrigiendo as al mito babilnico de Gilgamesh. El encuentro sexual es
valorado positivamente, como "hacerse una sola carne" -que en la
antropologa bblica significa hacerse una persona. Para los
comentadores bblicos es significativo el uso del verbo hebreo "jad",
"conocer", para expresar las relaciones sexuales en el mbito de una
pareja que vive una comunidad de vida.
La Biblia presenta una visin humana y profana de la
sexualidad y no como un mbito de experiencias que sitan al ser
humano en la esfera de lo numinoso, de lo sagrado, concepcin que
tendr una fuerte expresin en los mitos y ritos de los pueblos y culturas
circundantes.
Esa dimensin verdaderamente profana de la sexualidad
aparece con especial fuerza en el Cantar de los Cantares, de indiscutible
contenido ertico, en el sentido etimolgico de esa trmino.
El Antiguo Testamento valora mucho la fecundidad, dentro
de un contexto social y cultural que le confiere una gran importancia,
pero no contiene ninguna afirmacin que justifique el comportamiento
sexual por su significado procreador.
Jesus vive una opcin celibataria -eligi para s clibe por el
Reino de los cielos-, pero eso no significa una devaluacin del
matrimonio ni de la sexualidad. No fue un asceta, como los esenios, y
sus actitudes hacia la mujer fueron muy distintas de las de la tradicin
43

rabnica.
Al referirse a la indisolubilidad del matrimonio, Jess pone
en un mismo nivel al varn y a la mujer. La actitud misericordiosa del
Dios revelado por Jess, especialmente hacia el hijo prdigo que haba
vivido disolutamente y dilapidado su fortuna con malas mujeres, se
manifiesta con especial nfasis en los pecados sexuales: la samaritana,
la mujer pecadora pblica o la sorprendida en adulterio.
San Pablo expresa en la primera carta a los Corintios su
concepcin de que la sexualidad y los pecados sexuales no son
perifricos a la persona, sino que afectan al ser personal y subraya,
desde su conviccin de la inmediata segunda venida del Seor, su
marcada preferencia hacia la virginidad sobre el matrimonio. Pero la
Carta a los Efesios presenta la relacin varn-mujer en el matrimonio
como expresin y realizacin del amor de Cristo hacia su Iglesia
-recogiendo una tradicin veterotestamentaria que recurra a esa
relacin como imagen privilegiada para expresar el amor de Dios a su
pueblo-. Insiste tambin en el sentido de la Alianza, lnea que haba
seguido Jess al utilizar imgenes nupciales para expresar la llegada del
Reino de Dios.
44

CLAROSCURO DEL SEXO EN LA TRADICIN


CRISTIANA

... Esa es la visin [ambivalente:pesimismo de la Carta a


Corintios y optimismo de la Carta a Efesios] de la sexualidad, con la
que el incipiente cristianismo entra en dilogo con la cultura
grecorromana y realiza su primer proceso de inculturacin. Este proceso
va a marcar negativamente la ulterior visin cristiana de la sexualidad.
Debe citarse, en primer lugar, la polmica contra ciertos
sectores del gnosticismo, que valoraban el comportamiento sexual
como forma especial de gnosis, pero rechazando la procreacin. La
reaccin cristiana va a ensalzar el valor de la procreacin como
elemento bsico del comportamiento sexual. A ello se va unir la
asuncin de una serie de elementos de la tica estoica: desde el
concepto de ley natural, que tanto influjo he tenido posteriormente en la
tradicin cristiana y catlica y que llevaba a afirmar que la sexualidad
humana estaba orientada hacia la procreacin, y tambin la integracin
de las actitudes estoicas de exaltacin de la racionalidad y de la
imperturbabilidad -ataraxia- en el comportamiento humano sexual, con
lo que ello comporta de actitudes de sospecha hacia las dimensiones
instintivas y afectivas de la sexualidad.
Finalmente, debe aludirse al influjo proveniente del
neoplatonismo con su afirmacin de la superioridad del espritu sobre el
cuerpo, un planteamiento dualista que es extrao a la antropologa
bblica, y que conlleva la minusvaloracin de las dimensiones
corporales y sexuales del ser humano.
Sobre este humus va a edificarse la sntesis agustiniana, en la
que influye su reaccin contra su pasado maniqueo y su concepcin del
pecado original, que le lleva a afirmar que la concupiscencia est
presente en el comportamiento sexual y que la nica justificacin de
ste es el significado procreador. Ello va a llevarle al rechazo de la
anticoncepcin, cuyos primeros exponentes claros van a estar presentes
en el Obispo de Hipona -curiosamente, rechazando las llamadas tablas
maniqueas, para evitar la concepcin y que, en realidad, eran un
precedente, sin base cientfica, de los actuales mtodos de la
continencia peridica-.
Esta sntesis de S. Agustn va a marcar la ulterior evolucin
de la tradicin cristiana sobre la sexualidad. Incluso en la primera Edad
45

Media, va a acentuarse el rigorismo: se exige intencin explcitamente


procreativa en el acto sexual, se cuestionan las relaciones sexuales entre
personas estriles y durante el embarazo de la mujer y se recogen las
prescripciones del Levtico, de tal forma que la relacin sexual tiene
siempre un componente pecaminoso y se requieren purificaciones
previas a la vida sacramental.
Con Toms de Aquino y la Escolstica aparece una visin
neutra, no peyorativa, sobre la sexualidad, a la que se califica como
"virtus generativa", pero se sigue insistiendo en la apertura a la
procreacin como la finalidad que legitima el comportamiento sexual.
Este planteamiento se mantiene a lo largo de los siglos ulteriores y tiene
su clara expresin en la delimitacin de los fines del matrimonio: el
primario sera, segn esa visin, la procreacin y la educacin de los
hijos, mientras que el secundario sera la mutua complementacin de
los esposos y la sedatio concupiscentiae, el "aquietamiento de la
concupiscencia".
La Constitucin Gaudium et spes del Vaticano II introduce
el concepto de paternidad responsable, tiene una actitud positiva hacia
el encuentro sexual matrimonial y modifica el tema de los fines del
matrimonio, poniendo a un mismo nivel, la "comunin de amor y de
vida", propia de la vida matrimonial. Sin embargo, la Encclica
Humanae Vitae que asume muchos de los elementos del Vaticano II,
afirma la ilegitimidad de los mtodos artificiales de control de la
natalidad, basndose en la inseparabilidad de los aspectos unitivo y
procreativo del acto sexual. Esta postura eclesial ha sido repetida
mltiples veces en el magisterio y la enseanza de Juan Pablo II.
Como resumen de la tradicin eclesial en materia de
sexualidad, pueden citarse las siguientes formulaciones de Johannes
Grndel:
a) Existe un mnimo que siempre se mantiene, en contra de
movimientos rigoristas: la afirmacin de una ltima bondad en el
matrimonio y la sexualidad, consecuencia de los relatos bblicos de la
creacin.
b) Hay una comprensin unidimensional de la sexualidad y
del comportamiento sexual humanos, centrados en su significado
procreador.
c) En la evolucin del pensamiento cristiano influyen de
forma importante ciertas filosofas no-cristianas -las citadas
46

anteriormente- as como ciertos conocimientos cientficos que crean


que el nuevo ser estaba ya presente en el semen, con lo que se situaba la
anticoncepcin en proximidad al homicidio
d) La tradicin cristiana, englobada en el propio contexto
cultural occidental, ha considerado a la mujer como madre y no como
esposa.
e) Un rasgo de la tradicin catlica ha sido la afirmacin de
la materia semper gravis en el sexto mandamiento. Mientras que en
otros mandamientos pueden existir pecados leves por razn de la
materia -por ejemplo, un hurto de una pequea cantidad- en el terreno
sexual estn implicados valores tan importantes que, si existe plena
libertad y conocimiento, todo pecado es siempre grave.
f) Existe una cierta evolucin en las cuestiones de moral
sexual, tal como hemos apuntado en el recorrido previo y no puede
hablarse de una tica que haya sido siempre idntica consigo misma.
g) Como hemos indicado anteriormente, el concepto de ley
natural y la pretensin de una fundamentacin naturalista de las normas
morales ha estado y sigue estando muy presente en las posturas de la
Iglesia en materia sexual (esta fundamentacin est presente en la
Humanae Vitae e, igualmente, en la Instruccin Donum Vitae sobre
procreacin asistida).
47

REVISAR HOY LA MORAL SEXUAL

La sexualidad es una dimensin constitutiva de la persona

Esta afirmacin conlleva, ante todo, la distincin entre


sexualidad y genitalidad. Mientras sta ltima hace referencia a los
rganos genitales y al comportamiento sexual explcito, la sexualidad,
en sentido amplio, hace referencia a una caracterstica del ser humano
que configura su persona y sus relaciones interhumanas...

Ms all de la procreacin

Este es un hecho claramente indiscutible desde la misma


perspectiva biolgica. Mientras que en las especies animales por debajo
de los primates el acoplamiento sexual est dirigido exclusivamente a la
procreacin y nicamente se realiza durante los perodos de celo, en la
especie humana la atraccin y el comportamiento especficamente
sexual son continuados y no meramente restringidos a unos rgidos
perodos del celo...
Pero, sobre todo, la sexualidad humana est marcada por una
serie de contenidos psicolgicos y sirve de vehculo a toda una gama de
vivencias y sentimientos que obligan a situarla a un nivel
cualitativamente distinto al de los animales. En todos stos la
sexualidad se mueve en un plano meramente biolgico o presenta,
como mximo, pequeas tonalidades que la aproximan a la realidad
humana, pero siempre en un plano absolutamente distinto de lo que
acontece en nuestra especie.

La sexualidad es una dimensin de afirmacin del


carcter personal del sujeto humano.

A travs de la sexualidad, el ser humano toma conciencia de


su estar en el mundo, de su realidad personal, de su esencial referencia a
los otros...
Desde una tica de inspiracin cristiana, como desde una
tica de inspiracin humanista, surge un principio fundamental que es
tambin aplicable en el terreno de la tica sexual. Es el del
48

reconocimiento de la realidad personal de todo individuo humano, de su


intrnseca dignidad, de su condicin de fin y no de mero medio. La
relacin sexual entre dos personas -en sus distintos niveles- debe brotar
del reconocimiento de su irreductible carcter personal, de la afirmacin
de su calidad de sujetos y no de objetos en los que se busca la
satisfaccin de los propios deseos y pulsiones.
Los dos mbitos de la vida humana que ms se prestan a
convertir al ser humano en objeto y a no tratarlo como sujeto, como en-
s, son los del dinero y el de la sexualidad. Este ltimo es un terreno en
que debe reconocerse el grave riesgo de que el otro no sea considerado
en su verdad, no se le valore en su realidad personal, sino que se le
convierta en medio para satisfacer los propios deseos y apetencias.

La sexualidad es forma privilegiada de expresin de amor

... el aspecto ms positivo y valioso del comportamiento


sexual humano es lo que este gesto significa de expresin de amor, de
entrega, de comunicacin, de ternura...

La tica cristiana est indiscutiblemente centrada en el amor.


Toda la ley se resume en esta sola palabra. Desde esta perspectiva
global, una tica cristiana debe potenciar todo lo que signifique
altruismo, generosidad, entrega, y es hostil a todo lo que conlleve
encerramiento del ser humano en su propio yo, en el propio estrecho
crculo de sus deseos. Pero, al mismo tiempo, amar significa tambin la
capacidad de saber recibir amor, ternura, entrega. De la misma forma
que pueden existir utilizaciones larvadas de la palabra y la realidad del
amor, para expresar actitudes que son hasta negacin del mismo amor,
tambin pueden existir actitudes incapaces de recibir amor que llevan a
cuestionar la realidad del aparente amor...

La sexualidad humana reconoce la realidad del cuerpo

La visin bblica del ser humano no es la del dualismo


platnico. Los trminos bblicos de cuerpo y espritu, especialmente en
el Nuevo Testamento, no significan una diseccin de esos dos
componentes -como el jinete y el caballo en la famosa metfora
platnica- sino que expresan la realidad total de la persona, en cuanto
49

marcada por el espritu y el amor o, por el contrario, por el egosmo y la


cerrazn. Hay que reconocer que el peligro de neoplatonismo ha
acechado siempre a la tradicin cristiana y que, en la prctica, no
siempre se ha conseguido evitar incidir en planteamientos maniqueos de
infravaloracin del cuerpo...
Hay que reconocer que la tradicin cristiana ha tenido
grandes dificultades en saber integrar el elemento placentero asociado a
la sexualidad. Incluso se ha llegado a decir que ese componente ha sido
puesto por el Creador con la finalidad de que as el ser humano procree.
Sin duda habra que superar residuos de sospecha y hasta de rechazo de
la dimensin placentera de la sexualidad humana. Y que, de la misma
forma que se han integrado otros tipos de placer -como el esttico o el
culinario- lo mismo debera decirse respecto del asociado con la
sexualidad. En este contexto debe hacerse referencia a la obra de M. C.
Jacobelli, Risus Paschalis (Planeta, Madrid, 1991), en la que se
propugna la tesis que acabamos de expresar. La teloga italiana llega a
afirmar que el creyente debe asociar la plenitud de vivencias asociadas
con la sexualidad a la misma esfera de la dimensin religiosa y que el
acto sexual puede participar tambin del carcter sagrado de otras
experiencias humanas. Todo ello nos lleva a la afirmacin de que el
componente ldico de la sexualidad humana debe ser tambin asumido
desde una antropologa cristiana y que no tiene por qu ser ajeno a la
vivencia creyente...

Densidad de la sexualidad

Desde el Nuevo Testamento hay una patente afirmacin de


que la sexualidad es mucho ms que su significado ldico, meramente
placentero - for fun, para la mera diversin, como hoy se puede
afirmar...
El denominador comn de varias afirmaciones paulinas en las
que se enumeran comportamientos sexuales inaceptables para la fe
cristiana, es el de subrayar la seriedad y la densidad del comportamiento
sexual: la dimensin sexual no es perifrica, sino que compromete y
afecta a toda la realidad personal, tal como lo insinuaba el hacerse una
sola carne del Gnesis. Este aspecto ha estado muy marcado en toda la
tradicin cristiana, aunque deban reconocerse sus importantes
limitaciones, dimanantes del nfasis, casi exclusivamente
50

procreacionista, en la sexualidad humana.

Bivalencia de la sexualidad

La formulacin precedente hace referencia, en la


terminologa oficial catlica, al significado unitivo y procreativo del
acto sexual. Ya antes nos hemos extendido sobre la dimensin amorosa
asociada a la sexualidad humana.
El aspecto procreativo de la sexualidad es quiz el ms
polmico y discutible dentro de la moral oficial catlica. Las tomas de
postura eclesiales han asumido el concepto de paternidad responsable
que es ticamente indiscutible. Es claro que una opcin tan seria como
la de traer un ser al mundo debe hacerse desde la ponderacin de las
circustancias que posibiliten el desarrollo de la nueva vida.

Ambigedad de la sexualidad

Como toda otra dimensin humana, tambin la sexualidad


est acompaada de una inevitable ambigedad. Como indicamos antes,
puede convertirse en lenguaje de entrega y generosidad, pero tambin
de dominio y de violencia. Tampoco es justo presentar la sexualidad
humana como un mbito especialmente ambiguo y sospechoso.
Cuando San Pablo contrapone las obras de la carne a las del
espritu, cita entre aqullas la lujuria y las orgas, pero tambin otras
como la envidia, la discordia, la ira, etc. que se sitan en el mbito del
psiquismo humano (Gal 5, 19-20)....
La sexualidad es una forma de autoafirmacin de la persona,
pero que puede llevar a una realizacin que no respete el carcter
personal de los otros... Aqu se puede citar la conocida tesis de Freud,
de que debe aspirarse a una conciliacin entre el principio-realidad y el
principio-placer.
La cultura del "trese despus de usar" se aplica no slo a los
boligrafos y mecheros desechables, sino que se expresa en la forma de
relaciones sexuales espordicas, puntuales, descomprometidas... Son
stas interrogantes que deberan tomarse ms en serio...
51

DEFICIENCIAS MENTALES Y SEXUALIDAD

Evidentemente, no se puede ni debe negar o reprimir la


sexualidad de los deficientes mentales. La situacin ha cambiado de forma
muy marcada en muchos pases, y en numerosas instituciones se les
permite tratar con personas de distinto sexo. Pero hay que reconocer que
existe un frecuente miedo a todo lo que tenga cierta coloracin de
erotismo o sexualidad. Hay que seguir afirmando que amplios estratos de
la sociedad siguen negando de hecho, aunque no de derecho, la sexualidad
de estas personas.
Por otra parte, dado que la sexualidad ha sido considerada
como algo propio de adultos y dirigida a la procreacin, estas
caractersticas no cuadran con las personas con deficiencia mental, a las
que sistemticamente calificamos como nios, y cuya reproduccin debe
evitarse a toda costa. La consecuencia ha sido la des-sexualizacin de la
persona con deficiencia mental.
Por el contrario, hay que afirmarlo tajantemente: son personas
cuya masculinidad y feminidad tienen, en principio, el mismo sentido que
en el resto de los humanos. No puede negarse que sus deficiencias
significan un obstculo al desarrollo de ciertos aspectos de su
personalidad sexual y que sta tendr caractersticas peculiares. Pero
tambin hay que reconocer que toda persona es portadora de limitaciones
y que, en cualquier caso, no puede negarse la dimensin sexuada de las
personas con deficiencia. Hay que decir de ellas, como afirm antes, que
la sexualidad es constitutiva de sus personas y no es un elemento
marginal.
Por otra parte, y los que trabajan en este campo son testigos
privilegiados de ello, cada vez se insiste ms en la importante mejora que
experimentan cuando pueden convivir, en instituciones o fuera de ellas,
con personas de distinto sexo..Lgicamente este tipo de convivencia
plantea problemas, pero no se puede negar el valor positivo que conlleva
para la deficiencia mental. La afirmacin del carcter personal del
deficiente exige la aceptacin y la realizacin de su dimensin sexual. A
travs de su masculinidad y su feminidad, mediante la entrada en
relaciones interpersonales, el ser humano toma conciencia de su estar en el
mundo, de su realidad personal, de su esencial referencia al otro. Hay que
decirlo claramente, la persona con deficiencia mental es una persona
sexuada, que de ninguna manera puede realizarse al margen de su
52

condicin sexual...
Estas personas tienen una gran afectividad, experimentan una
serie de vivencias de amor, de alegra, de confianza... que desean
manifestar y que quiz nicamente pueden hacerlo a travs del contacto
del cuerpo y de la ternura. Fcilmente, y tambin injustificadamente, se
tiende a dar una carga ertica a estas manifestaciones. ...
Todo lo anterior lleva a la afirmacin de su derecho a la
sexualidad. Dentro de los Derechos de las personas con deficiencia
mental (1968) no se habla especficamente del derecho a la sexualidad,
pero s hay afirmaciones que la incluyen implcitamente: "Tienen los
mismos derechos bsicos que los otros ciudadanos del mismo pas y de la
misma edad"...
Una consecuencia clara de todo ello es, sin duda, la necesidad
de educacin sexual. Hay que afirmar claramente que al deficiente mental
se le debe dar una educacin sexual, de la misma manera que todos
estamos convencidos que la persona sin deficiencia mental debe recibirla.
Esto exige evidentemente madurez sexual por parte de los formadores y
de los padres. Es claro que la persona que tiene mal integrada la
sexualidad no puede ser nunca educador sexual.
Cuanto hemos dicho muestra la necesidad de la formacin de
relaciones afectivas para el progreso de su realizacin personal, que no
puede realizarse, adems y en no pocos casos, en otros mbitos de su vida.
La dimensin afectiva juega un papel bsico en las personas con
deficiencia mental, por lo que debe huirse de actitudes represivas que
bloqueen estas manifestaciones y que no harn sino agudizar su ya difcil
situacin...
La ponderacin de esta situacin no es nada fcil. Vivimos en
una sociedad que tiende a identificar, como deca antes, sexualidad con
genitalidad y que fcilmente da a las manifestaciones de afecto de estas
personas un significado genital, que frecuentemente no tienen. Deben
superarse esos mitos, absolutamente injustificados, que se han dado
respecto de las personas con deficiencia mental y que ha llevado a
calificarlas injustificadamente de hipersexuales o de homosexuales...
Por ello, pedira a la moral catlica, en la que estoy implicado,
la necesidad de hacerse consciente de que en este campo hay muchas
personas afectadas, hay angustias, hay sufrimientos y existen pocos
cauces de orientacin para los que se dedican a este trabajo. La opcin por
los pobres, hacia la que son hoy muy sensibles amplios sectores de la
53

comunidad cristiana, debe extenderse hacia estas maravillosas personas


que, en la lotera biolgica -y, muchsimas veces, en la social- han
quedado desfavorecidas.
54

CUERPO, SEXUALIDAD Y... JUAN PABLO II

(De los artculos que public Javier Gafo sobre el


tratamiento antropolgico de corporalidad y sexualidad por Juan
Pablo II, seleccionamos el texto siguiente, en el que hace un esfuerzo
notable por salvar las afirmaciones del Papa, sin dejar de sugerir fina
y respetuosamente el margen que hay para matizarlas y mejorarlas).

Desde hace aproximadamente medio ao, el Papa Juan Pab1o


II viene comentando los primeros captulos del libro del Gnesis...
La primera impresin que recib al leer algunos de estos
discursos fue la de que no existe ningn documento del magisterio
pontificio, en el que los temas del cuerpo y de la sexualidad humana, de
la masculinidad y de la feminidad, hayan sido abordados con un sentido
ms natural y positivo, ms valorador del significado humanizador y
humanizante de tales dimensiones de la personalidad humana...
La tradicin de la Iglesia ha incurrido con frecuencia en una
depreciacin del cuerpo y de la sexualidad humanas, en una reduccin
de esta ltima a su significado meramente procreador...
En Juan Pablo II hay una definitiva superacin de estas
formas empobrecedoras de comprender la sexualidad...

La funcin del sexo es constitutiva de la persona.

La sexualidad no es nicamente la otra cara de la funcin


procreadora, a travs de la cual la especie humana se perpeta, sino que
es la dimensin de la personalidad del hombre que le hace salir de su
soledad...
Cuanto afirma la antropologa filosfica actual sobre el
significado interpersonal, de encuentro con el otro, inscrito en la
sexualidad humana, est ciertamente muy presente en el pensamiento de
Juan Pablo II. Tres textos del mismo son especialmente reveladores:
..La funcin del sexo que es, en cierto sentido, 'constitutiva'
de la persona (no solamente 'atributo' de la persona) demuestra cun
profundamente el hombre, con toda su soledad espiritual, con la
unicidad e irrepetibilidad propia de la persona, est constituido por el
cuerpo como 'l' o como 'ella' (21 noviembre 1979) .
El cuerpo que expresa la feminidad 'para' la masculinidad y,
55

viceversa, la masculinidad 'para' la feminidad, manifiesta la


reciprocidad y la comunin de las personas (9 enero 1980).
El cuerpo humano, con su sexo y su masculinidad y
feminidad, contemplado en el misterio mismo de la creacin, es no
solamente fuente de fecundidad y de procreacin, como en todo el
orden natural, sino encierra 'desde el principio'", la capacidad de
expresar el amor; aquel amor justamente, en el que el hombre-persona
se convierte en don y, mediante este don, actualiza el sentido mismo de
su ser y de su existir (16 enero 1980).
"Caro cardo salutis", haba dicho Tertuliano: la carne es la
fuente, el eje de la salvacin. Juan Pablo II no tiene miedo desde la
perspectiva precedente, en hablar de una teologa de] cuerpo y "tambin
de una teologa del sexo, o mejor, teologa de la masculinidad y de la
feminidad"...
Es incompatible con el pensamiento del Papa. todo lo que
signifique reducir la sexualidad a su mera finalidad procreadora, a un
aspecto marginal o superficial de la personalidad humana. a una
realidad que no forme parte del plan primero de Dios...

La sexualidad en la tradicin de la Iglesia.

No pretendo tirar piedras sobre el tejado de la tradicin de la


Iglesia, pero s subrayar el trascendental cambio de perspectiva presente
en los comentarios de Juan Pablo II a los primeros captulos del
Gnesis. Hay que reconocer que, durante muchos siglos, ha existido en
la tradicin eclesial no slo una falta de valoracin del cuerpo y de la
sexualidad humana, sino que lgicamente ello ha llevado a una actitud
de enorme recelo y sospecha ante la misma entrega sexual.
Pueden citarse numerosos ejemplos de cuanto acabo de
afirmar. Desde las formulaciones de S. Jernimo -prcticamente
tomadas de nuestro paisano, el estoico Sneca- en que se declara
adltero al que ama ardientemente a su propia esposa, hasta las normas
medievales de abstencin de la vida conyugal antes de recibir la
Eucarista o en determinadas fechas del ao. Se llegar a afirmar que la
unin sexual de los esposos no puede realizarse sin pecado, al menos
venial. La visin de S. Agustn sobre el pecado original y la
concupiscencia le llevarn a un planteamiento en el que la entrega
sexual queda ensombrecida por la presencia del pecado y nicamente se
56

"justifica" por su significado procreador. Esta concepcin agustiniana


marca de forma muy decisiva la tradicin de la Iglesia a la hora de
valorar el significado de la relacin sexual conyugal.
Juan Pablo II est en las antpodas de esa comprensin
pesimista y mutilada de! significado de la entrega sexual. La relacin
sexual de la pareja en un acto de entrega interpersonal, es sencilla y
pura verdad de comunin de personas (9 enero 1980)...
La entrega sexual supera totalmente su vertiente fisiolgica y
procreadora para convertirse en don, en aceptacin, en encuentro, en
enriquecimiento del hombre y de la mujer...

Significado humano y cristiano del encuentro sexual.

Toda esta visin del significado de la entrega sexual,


expresada por el Papa en las recientes audiencias, posee una gran
relevancia para delinear no slo una teologa del sexo, sino tambin del
mismo encuentro sexual...
Esto significa una total superacin de planteamientos, ajenos
al dato bblico, que han tenido no obstante tanto relieve a lo largo de la
tradicin de la Iglesia. Trminos clsicos, casi tpicos, que han sido
utilizados para expresar la relacin sexual -como los de trato o
comercio carnal- deben ser absolutamente relegados y descartados. En
el plan inicial de Dios, que se perpeta en la situacin histrica del
hombre condicionado intrnsecamente por el pecado, el encuentro
sexual aparece dotado de un extraordinario valor antropolgico y
teolgico. Es una forma privilegiada de relacin, mediante la cual el
hombre y la mujer superan su propia soledad, se sienten en una
referencia mutua y esencial, se abren a un "conocimiento" mutuo y
personal, que significa al mismo tiempo afirmacin y aceptacin, y que
llama a la vida a un nuevo ser.
Nadie puede discutir que todo ello no se realiza en
innumerables encuentros sexuales. Pero esto no significa una
devaluacin de la relacin sexual. Esta posee una intrnseca dignidad en
el plan de Dios. Por ello, la actitud cristiana ante el valor de la entrega
sexual no puede ser de recelo o de sospecha. Es una forma privilegiada
de relacin de amor, de autoafirmacin, de aceptacin, de l1amada a la
vida. Elaborar una moral sexual cristiana significa partir de este
presupuesto fundamental: la aceptacin y el reconocimiento de la
57

sexualidad y de la entrega sexual. como valores en s, que permiten la


realizacin y la humanizacin de la persona.

Conclusiones de los planteamientos de Juan Pablo II.

Evidentemente no puede esperarse una visin completa de


moral sexual, a partir de unos comentarios sobre las lneas del Gnesis
dedicadas a la creacin del hombre y de la mujer. Pero de las
reflexiones de Juan Pablo II brotan unos cauces fundamentales, que
debern estar presentes como directrices bsicas en una visin cristiana
del significado de la sexualidad humana. y ello debe tener una
repercusin concreta muy importante.
1. No es cristiana una actitud de miedo ante la sexualidad.
El cristiano no puede tener una actitud de miedo, de
hostilidad ante la sexualidad. Deben superarse los restos de
maniquesmo ante la sexualidad, existentes an en la Iglesia. La
dimensin sexual del hombre no es una dimensin especialmente
"estigmatizada" o peligrosa...
2. Necesidad de integrar la sexualidad.
En segundo lugar, el Papa afirma claramente que la
sexualidad es "constitutiva de la persona" (21 noviembre 1979). Ello
significa que la sexualidad es mucho ms que una dimensin
fisiolgica, tendente a la perpetuacin de la especie; la sexualidad
penetra toda la personalidad y toda la estructura del ser humano
integral. "Si, en efecto, tratsemos del sexo sin la persona, quedara
destruida toda la proporcin de la antropologa que encontramos en el
libro del Gnesis" (9 enero 1980)... Las palabras 'solo' y 'ayuda' indican
cun fundamental y constitutiva es para el hombre la relacin y la
comunin de las personas. Comunin de las personas significa existir
en un recproco 'para', en una relacin de entrega recproca" (9 enero
1980).
Desde esta perspectiva integral deben afrontarse, en mi
opinin, dos graves problemas que preocupan hoy profundamente en el
campo de la moral sexual catlica: el de la homosexualidad y el de la
sexualidad de los deficientes.
3. Repercusin en el tema de la anticoncepcin
Si existe fundamento para poder afirmar que algunas
opiniones de la Iglesia, a lo largo de los siglos, han sido incapaces de
58

percibir o valorar el significado de la entrega sexual, es tambin justo


afirmar que la visin que ahora nos presenta Juan Pablo II constituye
una muy positiva valoracin del significado humanizador de la relacin
sexual.
Y aqu, nos vuelve a surgir otro interrogante: los valores de
comunin interpersonal, presente en la relacin de la pareja, no quedan
realizados cuando se dan todos los valores expresados por el Papa,
aunque por importantes motivos personales o familiares, la apertura a la
procreacin de una nueva vida no puede realizarse? Hay que
descalificar el hacerse una sola carne de una pareja, cuando hay amor,
entrega, mutua aceptacin y conocimiento, si se excluye la procreacin,
no por razones egostas, sino ciertamente graves y responsables? No se
realiza en tales situaciones una verdadera comunin de la pareja, que
est abierta a la procreacin en el conjunto de su proyecto integral de
vida? Es ste un problema que sigue preocupando hoy a numerosas
parejas, que viven en su experiencia personal cuanto el Papa afirma
respecto del significado humano de la entrega sexual, pero que tienen
serias razones de paternidad responsable para limitar la procreacin...

La inevitable ambigedad de lo humano

Las reflexiones de Juan Pablo II, sobre todo a partir de abril


de 1980, constituyen el necesario claroscuro a la visin ideal de la
sexualidad, descrita anteriormente...
En la reflexin del Papa hay un teln de fondo continuamente
presente: la constante y ntida contraposicin entre el hombre ideal y el
hombre real, entre el hombre inocente y el hombre pecador, entre las
exigencias positivas que brotan de lo mejor del corazn del hombre y
las tendencias negativas igualmente enraizadas en el ser humano, Esta
tensin interna puede ser leda e interpretada en clave de los esquemas
clsicos del Concilio de Trento sobre el pecado original, donde se
marcan cronolgicamente dos fases histricas distintas en la vida del
hombre: la de inocencia y la de pecado.
Las reflexiones de Juan Pablo II se sitan dentro de esta
interpretacin del pecado original. Pero el contenido de la catequesis
papal puede ser ledo tambin de acuerdo con otras explicaciones
actualmente existentes sobre el pecado original. En ellas se subraya,
59

sobre todo, la existencia de una tensin continua entre la ley del amor y
1a ley del pecado. presentes en el corazn del hombre marcado
intrnseca y existencialmente por el pecado del mundo en que nace. En
ambos planteamientos. lo dominante es la tensin y la lucha interna del
hombre emplazado entre el bien y el mal, entre una ley interior marcada
por el amor y la entrega, y otra ley interior grabada por el pecado y el
egosmo. Esta tensin interna, que penetra todo el ser del hombre, tiene
tambin su repercusin en el campo de la sexualidad humana.
No se trata de una ambigedad exclusiva de esta dimensin
humana, sino que esa contradiccin penetra todo el ser del hombre,
aunque pueda revestir especiales caractersticas al nivel de la
sexualidad...
A travs de la sexualidad humana, se han escrito pginas
sublimes de amor humano, pero tambin se ha llegado a la
autodestruccin de la propia persona y a extraordinarios abusos en la
manipulacin de los dems..

La "concupiscencia" en el pensamiento de Juan Pablo II.

Los relatos del Gnesis expresan mediante imgenes


primitivas -la desnudez y la vergenza- la nueva situacin del hombre
afectado radicalmente por el pecado y la concupiscencia. El ser del
hombre queda desequilibrado, como si se rompiese interiormente su
integridad personal. La comunin de las personas a travs de los
cuerpos, la capacidad de donacin y de entrega recprocos, quedan
interiormente amenazadas. La relacin hombre-mujer, que se
presentaba antes del pecado en trminos de comunin y donacin
mutuas, comienza a revestir unos rasgos de posesin, de egosmo y de
dominio; se sacrifica a la satisfaccin corporal los valores de entrega y
de donacin que deberan estar presentes, en primer plano, en la entrega
sexual.

El Papa afirma que el cuerpo se convierte en objeto de


concupiscencia y, por tanto, en 'terreno de apropiacin' del otro ser
humano... Pero Juan Pablo sigue afirmando que el significado ideal del
cuerpo y de la sexualidad no se ha borrado totalmente, sino que se
encuentra habitualmente amenazado.
Es el corazn del hombre -y no slo la sexualidad- el que se
60

ha convertido en lugar de lucha entre el amor y la concupiscencia. El


hombre vive en tensin entre una llamada al amor ya la donacin y una
ley interna que le arrastra hacia el pecado, a considerar al cnyuge no
como persona sino como objeto, a despersonalizarse a s mismo.

Condena del maniquesmo y de la "sospecha sexual".

Creo que las reflexiones de Juan Pablo II sobre el


maniquesmo, sobre Freud, Nietzsche y Marx, maestros de la
sospecha, dan pie para poder afirmar que la visin de la sexualidad es
ms positiva que negativa, ms esperanzadora que pesimista, a pesar de
cuanto afirma el Papa sobre los riesgos y amenazas que gravitan sobre
la sexualidad humana.
Toda religin tiene en s el peligro de maniquesmo, de
considerar que la raz y fuente del mal del hombre est en la materia, en
el cuerpo y, por tanto, en la sexualidad. El Papa Wojtyla alude a que el
maniquesmo "ha tratado tambin de penetrar en el terreno del
cristianismo en lo concerniente justamente a la teologa del ethos y del
cuerpo... Identificaba la fuente del mal en la materia, en el cuerpo y
proclamaba, por tanto, la condena de todo lo que en el hombre es
corporal. y dado que en el hombre la corporeidad se manifiesta
principalmente por medio del sexo, entonces la condena era extendida
al matrimonio"...
El Papa rechaza radicalmente una concepcin maniquea que
signifique una aniquilacin del cuerpo, una negacin del valor del sexo
humano. El Papa rechaza tambin explcitamente algo que ha estado muy
presente en la tradicin de la Iglesia: la tolerancia (de la vida sexual) dentro
del marco de las exigencias delimitadas por la necesidad de la procreacin.
Este ltimo texto es muy importante ya que significa el rechazo de una lnea
claramente propugnada desde San Agustn, por la que la vida sexual se
justifica" nicamente por su significado procreador. Ms adelante el Papa
afirma que para la mentalidad maniquea, el cuerpo y la sexualidad
constituyen, por as decirlo, un 'anti-valor'; para el cristianismo, en cambio,
siguen siendo un valor 'no suficientemente estimado..

El adulterio en la vida matrimonial.

En la Audiencia General del da 8 de octubre, en pleno Snodo de


61

los Obispos, Juan Pablo II pronunciaba unas palabras que suscitaron una
intensa polmica. Explicando la radicalidad de la exigencia de Jess en el
tema del adulterio, el Papa afirmaba: Tal adulterio 'en el corazn' puede
cometerlo el hombre, incluso respecto a su propia mujer, si la trata
solamente como objeto de satisfaccin del instinto. (Audiencia del 8 de
octubre de 1980, Ecclesia, 18. Octubre.1980).
El Papa subraya que el texto de Mt no indica que el adulterio
del corazn se limite a la mujer del otro o la mujer que no es la propia
mujer, sino que dice genricamente la mujerY tambin afirma en la
misma Audiencia del 8 de octubre" ya que el 'adulterio del corazn'
depende, sobre todo, de la misma dignidad personal del hombre y la
mujer, esto es vlido tanto para los que no estn unidos en matrimonio
-y acaso todava ms- para los que son marido y mujer.
Estas afirmaciones resultan adems sorprendentes, ya que el
Papa Wojtyla haba dicho anteriormente que semejante mirada de
deseo hacia la mujer propia no es adulterio en el corazn, justamente
porque el correspondiente acto interior del hombre se refiere a la mujer
que es su esposa, respecto de la cual el adu1terio no puede realizarse...
Cmo pueden armonizarse estos textos que parecen
contradictorios? Para ello se hace necesario profundizar en uno de los
puntos de ms difcil interpretacin del pensamiento de Juan Pablo II:
cmo hay que entender el trmino "deseo", que el Papa utiliza con
frecuencia en sus reflexiones.
Juan Pablo II afirma varias veces, al hablar del "deseo", que
da a este trmino un significado no slo psicolgico, sino sobre todo
teolgico... El deseo que condena el Papa es aquel que suprime el
significado esponsal del cuerpo, el que mutila el significado profundo
inherente al cuerpo y a la sexualidad humana...
Para el Papa Wojtyla, hay deseo cuando el otro cnyuge deja
de existir como sujeto de la eterna atraccin y comienza slo a ser
objeto de concupiscencia carnal o de necesidad sexual... el deseo
que critica Juan Pablo II es la tendencia a reducir la sexualidad a sus
aspectos biolgicos, a la mera satisfaccin de un instinto, ms en
concreto, el convertir a la persona en un mero objeto de satisfaccin
sexual, difuminando toda la riqueza de significados que conlleva el ser
humano... el Papa condena la relacin sexual matrimonial en la que la
mujer se convierte para el hombre -o viceversa- en objeto de
satisfaccin sexual, donde queda mutilado el significado de la entrega
62

sexual para reducirla a su vertiente puramente biolgica y


despersonalizada.
Sneca afirm hace muchos siglos que es tambin adltero el
que ama apasionadamente a su propia mujer, no slo a la ajena . "El
amor de la esposa ajena es vergonzoso; igualmente, un excesivo amor a
la propia. El hombre prudente debe amar a su esposa con la razn no
con el afecto. Que controle sus impulsos y que no se deje arrastrar
inconsideradamente al acto sexual. Nada hay ms insensato que amar a
la propia esposa como a una adltera. A la verdad, quienes dicen que se
unen con sus esposas para engendrar hijos con miras al estado y a la
especie humana, deben, de todas formas, imitar a los animales y no
destruir la descendencia cuando sus esposas estn encintas. Que se
comporten con sus esposas, no como amantes, sino como esposos".
(Sneca, Fragments, Ed. F. Haase, Berlin, 1897, n. 84. Algunos SS. PP.
tuvieron formulaciones similares a las del pensador estoico. Por
ejemplo, san Jernimo: "Adltero es aquel que es muy ardiente con su
propia esposa". Cf. Contra Joviniano, cap. II, nota 18;.J. T. Noooan,
Contraconcepcin, Troquel, B. Aires, 1967, p. 88).
Las frases del Papa Wojtyla parecen coincidir con las de Sneca.
Sin embargo, su trasfondo es distinto. Sneca consideraba que el amor
apasionado era incompatible con la virtud central del estoicismo, la
"imperturbabilidad" ; de ah su incapacidad para valorar la afectividad y
la instintividad humanas. Por el contrario, el trasfondo de Juan Pablo II
es su concepto de "deseo", desde una perspectiva teolgica. No condena
la fuerza del amor, el "deseo" sexual psicolgico, el contenido sexual
del amor, sino lo que mutila, empobrece y "biologiza" radicalmente esa
misma sexualidad.
Por eso el Papa afirma que no hay una contraposicin entre el
"eros" y el "ethos", que lo ertico, por tanto, puede ser tico... El
encuentro sexual no es slo un encuentro de emociones profundas o
expresin de sensibilidad interior, sino que la realidad total sexual del
hombre y de la mujer queda implicada y comprometida.

Valoracin del pensamiento de Juan Pablo II.

En la primera parte de su catequesis hay una visin muy


positiva de la sexualidad, de su significado no exclusivamente
procreador, sino sobre todo tendente a la comunin interpersonal y a la
63

realizacin del hombre y de la mujer. La segunda parte de sus


reflexiones no devala sus anteriores afirmaciones, sino que constituye
un claroscuro necesario. La sexualidad, como hemos repetido varias
veces, participa de la ambigedad de todo lo humano: el hombre, que
nace marcado existencialmente por una ley del pecado, es una mezcla
de luces y de sombras, de generosidad y de egosmo. La visin del Papa
es ciertamente equilibrada y busca un punto medio entre un
maniquesmo -que el Papa Wojtyla rechaza dura y tajantemente- y un
ingenuo naturismo, que no percibe los riesgos de adulteracin presentes
en la dimensin sexual del hombre y que no valora en profundidad la
densidad y trascendencia de la sexualidad.
S. Agustn intent encontrar un equilibrio entre un
maniquesmo, negador del cuerpo y de la sexualidad, y un
pelagianismo, que no perciba la fuerza de la ley del pecado presente
existencialmente en el corazn del hombre. La postura de Juan Pablo II
es mucho ms equilibrada que la de Agustn y, ciertamente, no se puede
decir del Papa que incurra en el pesimismo sexual agustiniano, ni en su
visin puramente procreacionista del significado de la sexualidad.
Junto a las afirmaciones anteriores, me parece que es legtimo
exponer respetuosamente algunas limitaciones que, a mi entender,
pueden existir en la catequesis papal sobre la sexualidad :
1. Se han escuchado algunas voces que manifiestan su
preocupacin por el excesivo relieve dado a la sexualidad en las
Audiencias generales, que significan uno de los cauces ms importantes
del contacto del Papa con el pueblo creyente...
2. Un punto, en mi opinin muy claro, es la gran dificultad
del lenguaje y de los conceptos utilizados por el Papa. Ciertamente no
es una forma de expresin adaptada a un tipo de Audiencias de carcter
catequtico, en la lnea en que actu su predecesor Juan Pablo I en sus
pocas intervenciones en pblico. El mismo Juan Pablo II tiene en otros
discursos un lenguaje mucho ms cercano y directo. Quiz, como
alguien ha hecho notar, no es fcil para una mentalidad occidental y
mediterrnea, una forma de expresin que procede de trasfondos
culturales distintos. Pero muchos desearamos un lenguaje menos
conceptual y tcnico, ms cercano a la vivencia de la sexualidad que
tienen los hombres de nuestro tiempo. Las crticas duras e injustificadas
que a veces se han hecho a estas reflexiones del Papa se basan con
frecuencia en la deformada interpretacin de un lenguaje, cuya lectura
64

es difcil aun para especialistas.


3. La palabra "ambigedad" ha aparecido repetidas veces, en
estas lneas. Ahora pretendo subrayar que no slo es ambigua la
sexualidad, sino que tambin el mismo quehacer moral del hombre
contiene elementos de ambigedad.
Aun en el hombre ms generoso y libre, hay inevitablemente
un componente de bsqueda de s, de su propia satisfaccin y
realizacin. Evidentemente hay que decir lo mismo respecto del
quehacer sexual del hombre: aunque en l predominen los valores de
entrega y de comunin, habra siempre una legtima bsqueda de
gratificacin y de placer. Al leer los textos del Papa, puede quedar la
impresin de que nicamente se legitima una sexualidad marcada por
los valores de comunin y autodonacin. Es verdad que Juan Pablo II
habla, en algunas ocasiones de necesidad sexual, de una gama de
deseos espirituales- carnales de naturaleza sobre todo personal... pero,
en conjunto, puede dejar la impresin de que el amor sexual que se
aprueba queda como excesivamente idealizado y des-sexualizado.
Creemos que no es sta la mente del Papa, pero en su forma de
expresarse queda, a veces, la duda de si se descalifica un amor en que
predomina la entrega, aunque vaya acompaado de bsqueda de
sensaciones y vivencias que son inseparables de la sexualidad humana.
4. Ya indicamos anteriormente que, en el comentario a los
primeros captulos del Gnesis, el Papa se mueve ms bien dentro de
los esquemas clsicos de Trento y de la teologa tradicional. No recoge
en general las aportaciones de la teologa sobre el pecado original, ni
las conclusiones exegticas sobre la interpretacin de los primeros
captulos del Gnesis. La interpretacin de algunos textos puede ser
algo forzada, excesivamente simblica.
5. Finalmente, es importante hacer una reflexin sobre el
texto ms polmico de estas Audiencias: la famosa frase sobre el
adulterio del corazn en la misma vida matrimonial. El Papa tiene toda
la razn en descalificar una relacin sexual en que la mujer se convierte
para el varn en un mero objeto de satisfaccin sexual (habra
lgicamente que afirmar que puede darse tambin esta situacin en
sentido contrario). Pero aun admitiendo la valoracin moral negativa
hecha por el Papa, cuesta trabajo hablar en estos casos de adulterio en
sentido estricto y parece dudoso que pueda extraerse esta conclusin de
un estudio exegtico de Mt 5,27-28.
65

El balance, en cualquier caso, es ciertamente muy positivo, y


creemos poder afirmar que las reflexiones de Juan PabJo II significan
un gran avance en el magisterio eclesial sobre el tema de la sexualidad.
Aun contando con la gran distancia cronolgica y cultural, la mente del
Papa es mucho ms prxima a la visin positiva y abierta de la
sexualidad que aparece en la Biblia, que muchas formulaciones de la
posterior tradicin de la Iglesia.
66

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