Tarzan y Los Naufragos - Edgar Rice Burroughs
Tarzan y Los Naufragos - Edgar Rice Burroughs
Tarzan y Los Naufragos - Edgar Rice Burroughs
con una, sino con tres emocionantes historias protagonizadas por Tarzn
se cierra uno de los ciclos ms ledos, versionados, admirados y copiados de
la historia de la cultura popular. En la primera de ellas, Tarzn escapa de ser
llevado a Estados Unidos como atraccin circense; en la segunda, se
enfrenta a un famoso boxeador en frica en bsqueda de aventuras y a una
tribu de canbales, en la tercera, resuelve un enigmtico caso de espionaje
durante la segunda guerra mundial. Tres novelas en las que se muestran las
diversas facetas de un narrador que ha logrado conectar con varias
generaciones de lectores en todo el mundo.
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Edgar Rice Burroughs
ePub r1.0
Titivillus 05.01.16
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Ttulo original: Tarzan and the Castaways
Edgar Rice Burroughs, 1965
Traduccin: Carme Camps
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Nota bibliogrfica
Este libro podra titularse Las ltimas aventuras de Tarzn. Es, tal vez, el ltimo
libro de Tarzn que jams se publicar que consiste en historias completas del
Hombre Mono escritas totalmente por Edgar Rice Burroughs.
En 1963, trece aos despus de la muerte de Edgar Rice Burroughs, Caaveral
Press empez a publicar nuevos libros de Burroughs; se trataba de manuscritos
inditos y de relatos publicados en revistas que nunca haban aparecido en forma de
libro. El primero de estos volmenes fue Pellucidar Salvaje, el sptimo y ltimo libro
de la serie de Burroughs sobre Pellucidar. Siguieron otros (y los hay todava en
imprenta), entre ellos Tales of Three Planets, Tarzn y el loco, y John Carter de
Marte.
La novela Tarzn y los nufragos es la versin original de Edgar Rice Burroughs
de un relato publicado por captulos en la revista Argosy en 1941 con el ttulo de The
Quest of Tarzan. Adems de cambiar el ttulo de la historia, el editor tambin revis
un poco el texto. La edicin de Caaveral parte del manuscrito del autor como fuente
principal.
Tarzn y el campen y Tarzn y los asesinos de la jungla, los relatos ms breves
incluidos en este volumen, aparecieron en un principio en las revistas Blue Book y
Thrilling Adventures, ambas en 1940.
Estas tres historias son las aventuras finales de Tarzn que apareceran en forma
de libro. No hay ms historias completas de Tarzn, pero en manos de la familia del
autor se encuentra un manuscrito fragmentario que dej inacabado Edgar Rice
Burroughs. Tiene casi 25 000 palabras, o ms de la mitad de una novela de tamao
medio. Tal vez algn da este fragmento sea completado por algn miembro de la
familia Burroughs, o por algn sucesor designado por ella.
Si esto ocurriera, Tarzn y los nufragos debera titularse Las casi ltimas
aventuras de Tarzn.
RICHARD A. LUPOFF
Editor jefe, Caaveral Press
Nueva York
Noviembre de 1964
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TARZN Y LOS NUFRAGOS
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Captulo I
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est loco eres t.
No entiendes repuso el rabe. Esta herida que ha sufrido le ha privado del
habla y del conocimiento del habla; en este aspecto, sera como tus otras bestias. No
pueden quejarse, de modo que nadie puede comprender; l tampoco podra.
Afasia murmur Krause.
Qu has dicho, sahib?
Es el nombre de la dolencia que ha causado la prdida del habla de tu hombre
explic Krause. La produce una lesin cerebral. Esto presenta un aspecto
diferente del asunto; podra realizarse la accin, y muy provechosamente; pero aun
as vacil.
No te gustan los ingleses, sahib? pregunt Abdullah.
No me gustan espet Krause. Por qu lo preguntas?
Este hombre es ingls respondi el rabe en su tono ms untuoso.
Qu querras por traerle aqu?
Los gastos de mi safari, que seran muy pocos, y el precio de un len.
No pides mucho por una captura tan importante coment Krause; a qu
se debe eso? Esperaba que quisieras robarme, como de costumbre.
El rabe entorn los ojos y su rostro siniestro pareca una mscara de odio.
Es mi enemigo dijo.
Cunto tardars?
Menos de un mes respondi Abdullah.
Esperar treinta das dijo Krause, y despus zarpar, hayas regresado o no.
* * *
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qu de Barnum.
Mira, Fritz! Ah llega Abdullah.
El moreno rabe se acerc a ellos; su rostro no revelaba nada del resultado de su
misin, ni xito ni fracaso.
Marhaba! le salud Krause. Ey cavar?
La mejor de las noticias, sahib respondi Abdullah. Lo tengo, justo fuera
de la ciudad, en una jaula de madera cubierta con estera, para que nadie pueda ver lo
que hay dentro; pero caramba!, lo que nos ha costado capturarle! Le atrapamos en
una red, pero mat a tres guerreros de Ndalo antes de que pudieran atarle las manos a
la espalda. Es fuerte como el-fil, es mejor que le dejes con las manos atadas.
Mi jaula no soportara un elefante dijo Krause, pero, si pudiera, sera muy
fuerte.
Aun as, yo le dejara las manos atadas insisti Abdullah.
Ha hablado? pregunt Krause.
No, no ha dicho ni una palabra; solo est sentado y mira. No hay odio ni miedo
en su mirada, me recuerda al adrea; siempre estoy esperando orle rugir. Tenemos que
alimentarle a mano, y cuando se come su carne, grue como el adrea.
Magnfico! exclam Krause. Causar sensacin. Ya veo a esos necios
americanos rogando pagar un buen dinero para verlo. Ahora escucha: esta tarde me
ir y me quedar ms arriba en la costa; regresar cuando haya anochecido. Carga la
jaula en un dhow ms abajo de la ciudad y qudate fuera h asta que veas mi seal:
encender y apagar mi linterna tres veces en rpida sucesin con intervalos; despus
t enciendes una luz. Entendido?
Ya est hecho dijo Abdullah Abu Njm.
* * *
Se haba levantado viento y el mar estaba revuelto cuando Abdullah vio la seal del
Saign. Maniobr el dhow hasta colocarlo a sotavento del vapor. Hicieron bajar la
polea y se apresuraron a subir la jaula que contena al hombre salvaje. Abdullah
guiaba la jaula mientras era izada desde el dhow, cuando de pronto el Saign se
apart de la embarcacin ms pequea: la jaula sufri de repente un fuerte tirn hacia
arriba; y Abdullah, temiendo ser lanzado al mar, se agarr a ella. La jaula se estrell
contra el costado del vapor; los hombres que estaban arriba siguieron izando; luego el
Saign retrocedi y se estrell contra el dhow, hundindolo.
Toda la tripulacin del dhow desapareci y Abdullah se hallaba a bordo del vapor
rumbo a Amrica. Llen el aire con billahs! y Hulla-bullash!, e invoc a Al
para que cuidara de l.
Tienes suerte de estar vivo le dijo Krause. Ganars mucho dinero en
Amrica. Tambin te exhibir a ti, como el jeque que captur al hombre salvaje;
pagarn mucho por ver a un autntico jeque venido directamente del desierto. Te
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comprar un camello, y puedes ir montado por las calles con un cartel anunciando el
espectculo.
Yo, Abdullah Abu Njm, exhibido como una bestia salvaje! exclam el
rabe. Jams! Krause se encogi de hombros.
Haz lo que quieras dijo, pero no olvides que tienes que comer, y no
encontrars muchos rboles con dtiles en Amrica. Yo te alimentar hasta que
lleguemos all, pero despus tendrs que espabilarte.
Perro de nasrany! mascull el rabe.
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Captulo II
L a maana siguiente haca buen tiempo, con un viento recio, mientras el Saign
navegaba echando vapor en direccin nordeste por el ocano ndico. Los
animales que iban en cubierta estaban tranquilos. En medio del barco iba atada una
jaula de madera, completamente cubierta con esteras. Tampoco de ah sala ningn
ruido.
Janette Laon sigui a Krause a cubierta; su cabello negro ondeaba al viento, que
le apretaba al cuerpo su ligero vestido, revelando una figura de excepcional encanto.
Wilhelm Schmidt, el segundo de a bordo del Saign, apoyando la espalda contra la
barandilla, la observaba con los ojos entornados.
Puedo ver ya a tu hombre salvaje, Fritz? pregunt la muchacha.
Espero que todava est vivo respondi el hombre; debi de darse muchos
golpes anoche mientras era izado a bordo.
No has intentado averiguarlo? pregunt ella.
De todas maneras, no podra haber hecho nada por l replic Krause. Por
lo que me dijo Abdullah, es difcil de manejar. Vamos; echaremos un vistazo. Eh, t
llam a un marinero lascar, quita las esteras de la jaula!
Mientras observaban al hombre realizar su tarea, Schmidt se acerc y se uni a
ellos.
Qu tiene ah, mster Krause? pregunt.
Un hombre salvaje; alguna vez has visto alguno?
En una ocasin vi a un franchute cuya esposa se haba fugado con el chfer
respondi Schmidt; seguro que era un hombre salvaje.
El marinero haba retirado las ataduras y apart las esteras. En el interior de la
jaula se encontraba una figura gigantesca en cuclillas, mirndoles a los ojos.
Vaya, es un hombre blanco! exclam la muchacha.
As es dijo Krause.
Vas a tener a un hombre enjaulado como una bestia? pregunt Schmidt.
Solo es blanco por fuera respondi Krause; es un ingls.
Schmidt escupi a la jaula. La muchacha pate el suelo con fuerza, enojada.
No vuelvas a hacer eso nunca ms dijo.
Qu es para ti? pregunt Krause. No me has odo decir que no es ms
que un sucio cerdo ingls?
Es un ser humano y un hombre blanco declar la muchacha.
Es un tonto replic Krause; no sabe decir ni comprender una sola palabra.
Para l es un honor que un alemn le escupa.
No obstante, no permitas que Schmidt vuelva a hacerlo.
Son la campana del barco y Schmidt fue a relevar al primer oficial en el puente.
El cerdo es l dijo la muchacha, mirando a Schmidt cuando se alejaba.
Los dos permanecieron mirando al hombre salvaje mientras Hans de Groote
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bajaba del puente y se reuna con ellos. El holands era un joven apuesto de poco ms
de veinte aos; le haban contratado como primer oficial en Batavia, en el viaje de
ida, despus de que su predecesor se hubiera cado por la borda misteriosamente.
Schmidt, que crea que el cargo habra tenido que corresponderle a l, le odiaba y no
haca ningn esfuerzo por ocultarlo. Que haba mala sangre entre ellos no era algo
que provocara comentarios a bordo del Saign, pues la mala sangre era ms la norma
que la excepcin.
Larsen, el capitn, que ahora estaba recluido en su camarote con un fuerte ataque
de fiebre, no se hablaba con Krause, que haba alquilado el barco; mientras que la
tripulacin, formada principalmente por marineros de las Indias Orientales y chinos,
siempre estaba al borde del caos violento. En conjunto, las bestias cautivas eran las
criaturas ms admirables que haba a bordo.
De Groote se qued unos segundos mirando al hombre de la jaula antes de hablar.
Su reaccin fue casi idntica a la de la muchacha y Schmidt.
Es un hombre blanco! exclam. Supongo que no lo tendrs en la jaula
como a una bestia salvaje!
Eso es exactamente lo que voy a hacer espet Krause, y no es asunto tuyo,
ni de nadie ms y mir ceudo a la muchacha.
Es tu hombre salvaje dijo De Groote, pero al menos destale las manos; es
una crueldad innecesaria mantenerle atado de esta forma.
Le desatar las manos replic Krause de mala gana, en cuanto pueda
conseguir una jaula de hierro de abajo; sera demasiado trabajo tener que alimentarle
as.
No ha comido ni bebido nada desde ayer dijo la muchacha. No me
importa lo que sea, Fritz; yo no tratara a un perro del modo en que t ests tratando a
este pobre hombre.
Yo tampoco aadi Krause.
Es menos que un perro dijo una voz detrs de ellos. Era la voz de Abdullah
Abu Njm. Se acerc a la jaula y escupi al hombre que estaba dentro, y la muchacha
le dio una bofetada a Abdullah Abu Njm con todas sus fuerzas. La mano del rabe
vol a su daga, pero De Groote se interpuso entre los dos y agarr la mueca del
hombre.
No deberas haber hecho eso, Janette dijo Krause.
La muchacha echaba fuego por los ojos y la sangre haba abandonado su rostro.
No me quedar aqu quieta a ver cmo insulta a ese hombre dijo, y eso va
para todos los dems tambin y mir directamente a los ojos de Krause.
Y yo la respaldar dijo De Groote. Tal vez no sea asunto mo el que lo
tengan en una jaula, pero s har que sea asunto mo si no lo tratan con decencia.
Has ordenado ya que suban la jaula de hierro?
Lo tratar como me plazca dijo Krause; y qu hars para impedirlo?
Te dar una paliza, una de apa respondi De Groote, y despus te
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entregar a las autoridades en el primer puerto al que lleguemos.
Ah est ya la jaula de hierro dijo Janette. Metedle dentro y quitadle las
cuerdas de las muecas.
Krause estaba asustado por la amenaza de De Groote de notificar el hecho a las
autoridades; eso le hizo retorcerse.
Oh, vamos dijo en tono suave, lo tratar bien. Invert mucho dinero en l y
espero sacarle un buen rendimiento; sera tonto si no lo tratara bien.
Procura hacerlo insisti De Groote.
Se iz de la bodega una gran jaula de hierro y la colocaron cerca de la jaula de
madera, con las dos puertas juntas. Krause sac un revlver; entonces levantaron
ambas puertas. El hombre que estaba en la jaula de madera no se movi.
Entra ah, imbcil! grit Krause, apuntando al hombre con el revlver. El
hombre ni siquiera mir a Krause. Que alguno de los hombres coja una barra del
cabestrante orden Krause y le empuje por detrs.
Espera dijo la muchacha, djame probar a m. Se acerc al lado opuesto
de la jaula de hierro e hizo seas al cautivo. l la mir. Ven aqu un momento
dijo a De Groote; djame coger tu cuchillo; ahora junta las muecas, como si las
tuvieras atadas; s, eso es. Cogi el cuchillo y fingi cortar unas cuerdas
imaginarias que ataban las muecas de De Groote; luego volvi a hacer seas al
hombre que estaba en la jaula de madera. Este se levant, pero encorvado, pues no
poda permanecer erguido en la pequea jaula de madera, y entr en la jaula ms
grande.
La muchacha estaba de pie junto a los barrotes, con el cuchillo en la mano; un
marinero dej caer la puerta de la jaula de hierro; el cautivo se aproxim a la
muchacha y, ponindose de espaldas a ella, apret las muecas contra los barrotes.
Decas que era estpido dijo Janette a Krause, pero no es estpido; lo he
comprendido solo mirndole. Cort las ataduras de las muecas del hombre, que
estaban manchadas e hinchadas. El hombre se volvi y la mir. No dijo nada, pero
con los ojos pareca darle las gracias.
De Groote estaba de pie al lado de Janette.
Es un buen espcimen, verdad? dijo.
Y guapo aadi la muchacha, que se volvi a Krause. Haz que traigan un
poco de agua y comida orden.
Vas a ser su enfermera-criada? pregunt Krause con una sonrisa irnica.
Voy a ocuparme de que le traten decentemente respondi ella. Qu
come?
No lo s respondi Krause. Qu come, Abdullah?
El perro hace dos das que no come declar el rabe; as que supongo que
se comer cualquier cosa. En la jungla come carne cruda de los animales que mata,
como una bestia.
Lo probaremos dijo Krause. Ser una buena manera de deshacernos de los
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animales que mueran. Envi un marinero a la cocina a buscar carne y agua.
El hombre que estaba en la jaula de hierro estuvo observando un buen rato a
Abdullah Abu Njm; tanto rato, que el rabe escupi en la cubierta y se alej.
No me gustara estar en tu piel si alguna vez sale de esa jaula dijo Krause.
No deberais haberle soltado las manos replic Abdullah; es ms peligroso
que el len.
Cuando el marinero regres con la carne y el agua, Janette lo cogi y se lo pas al
hombre salvaje. Este tom un sorbito de agua; luego se fue a un rincn del otro lado
de su jaula, se sent en cuclillas y desgarr la carne con sus fuertes y blancos dientes;
y mientras coma, grua.
La muchacha sinti un escalofro, y los hombres empezaron a rondar cerca con
curiosidad e inquietud.
El adrea de la cabeza ancha come esto dijo Abdullah.
Emite el mismo ruido que un len observ Krause. Qu nombre le han
puesto los nativos, Abdullah?
Se llama Tarzn de los Monos respondi el rabe.
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Captulo III
E l Saign atraves el ocano ndico hasta Sumatra, donde Krause subi a bordo
dos elefantes, un rinoceronte, tres orangutanes, dos tigres, una pantera y un
tapir. Temiendo que De Groote hiciera efectiva su amenaza de denunciar ante las
autoridades de Batavia que llevaban un cautivo humano, Krause no hizo escala all
como tena previsto, sino que prosigui hasta Singapur a por monos, otro tigre y
varias boas constrictor; luego el Saign naveg por el mar de la China Meridional
hacia Manila, su ltima parada en el largo avance hasta el canal de Panam.
Krause estaba encantado; hasta ahora todos sus planes haban salido a las mil
maravillas; y si llevaba su carga a Nueva York, esperaba sacar unos beneficios
excelentes. Tal vez no habra estado tan satisfecho si hubiera sabido todo lo que
ocurra a bordo del Saign. Larsen segua confinado en su camarote, y aunque De
Groote era un buen oficial, era joven; y nuevo a bordo del barco. Igual que Krause,
no conoca todo lo que se hablaba en el camarote de la tripulacin y en cubierta, por
la noche, cuando Schmidt haca guardia. En estas ocasiones, el segundo de a bordo
hablaba mucho y con impaciencia con Jabu Singh, el lascar; y hablaba en susurros.
Despus, Jabu Singh hablaba mucho y con impaciencia con los otros lascares del
camarote de la tripulacin.
Pero y las bestias salvajes? pregunt Chand a su compaero lascar, Jabu
Singh; qu les ocurrir?
Schmidt dice que las arrojemos por la borda junto con De Groote, Krause y los
otros.
Valen mucho dinero objet Chand; deberamos conservarlos y venderlos.
Nos atraparan y nos colgaran intervino otro lascar.
No replic Jabu Singh. Mientras estbamos en Singapur, Schmidt se
enter de que Alemania e Inglaterra han entrado en guerra. Este es un barco ingls;
Schmidt dice que un alemn tiene derecho a capturarlo. Asegura que le daran una
recompensa, pero cree que los animales no tendran valor alguno y son un estorbo.
Conozco a un hombre en la isla de Illili que los comprara dijo Chand. No
permitiremos que Schmidt los arroje por la borda.
El hombre habl en su dialecto nativo, seguro de que los marineros chinos no les
entenderan; pero en eso se equivocaban; Lum Kip haba navegado en una ocasin
por el mar de China a bordo de una faluca capitaneada y tripulada por lascares y
haba aprendido su lengua. Tambin haba aprendido a odiar a los lascares, pues a
bordo de la faluca le haban tratado muy mal y no le haban dado nada de los botines
que obtenan de sus viles operaciones. Sin embargo, el rostro de Lum Kip no dej
traslucir que entenda lo que oa; tena su habitual expresin de gran distanciamiento,
mientras fumaba su larga pipa de cazoleta de latn.
El hombre que estaba en la gran jaula de hierro en cubierta a menudo paseaba de
un lado a otro durante horas y horas. A menudo daba un salto y se agarraba de las
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barras de la parte superior de la jaula, e iba de un lado a otro avanzando con las
manos. Cuando alguien se acercaba a su jaula se paraba; no haca estas cosas para
divertirse, ni para divertir a nadie, sino para impedir que la inactividad menoscabara
su extraordinaria fuerza fsica durante su reclusin.
Janette Laon se acercaba con frecuencia a su jaula; se ocupaba de que le dieran de
comer con regularidad y de que siempre dispusiera de agua; e intentaba ensearle su
lengua, el francs; pero en esto no haca progresos. Tarzn saba lo que le ocurra; y
aunque no pudiera hablar ni comprender lo que se deca, sus pensamientos eran tan
coherentes e inteligentes como siempre. Se preguntaba si alguna vez se recuperara,
pero no le preocupaba mucho no poder conversar con seres humanos; lo que ms le
molestaba era que ya no poda comunicarse con manu, el mono, o los mangani, los
grandes simios, entre los que clasificaba a los orangutanes que iban a bordo
confinados en jaulas cerca de la suya. Al ver la carga que transportaba el Saign,
supo la vida que le aguardaba; pero tambin saba que, tarde o temprano, se
escapara. Lo pensaba ms a menudo cuando vea a Abdullah Abu Njm en cubierta.
Haba probado los barrotes de la jaula por la noche, cuando nadie se hallaba
cerca; y estaba seguro de que podra separarlos lo suficiente para que su cuerpo
pasara entre ellos; pero supona que, si lo haca mientras estuvieran en alta mar, solo
lograra que le dispararan; pues no le caba duda de que le tenan miedo. Con la
paciencia de una bestia salvaje, esperaba la hora propicia.
Cuando Abdullah Abu Njm o Schmidt estaban en cubierta, les segua con la
mirada; pues estos dos le haban escupido. Abdullah Abu Njm tena motivos para
odiarle, ya que Tarzn haba terminado con su lucrativa carrera como comerciante de
esclavos y cazador furtivo de marfil; pero al segundo de a bordo le movan solo las
reacciones naturales de un matn y un cobarde que descubre a alguien al que
considera su enemigo racial impotente para vengarse.
Abdullah Abu Njm, que odiaba a Krause y a la muchacha y haca caso omiso de
De Groote, se llevaba muy bien con Schmidt, hasta el punto que los dos hombres, al
ver que tenan tantas cosas en comn, se hicieron compaeros inseparables.
Abdullah, satisfecho con cualquier oportunidad de vengarse de Krause, accedi de
buen grado a ayudar a Schmidt en la aventura que el segundo de a bordo estaba
planeando.
Los lascares estn todos conmigo dijo Schmidt a Abdullah, pero no hemos
dicho nada a los chinos; hay cuentas pendientes entre ellos y los lascares en este
barco, y Jabu Singh dice que sus hombres no entrarn en el juego si los chinos
participan y sacan tajada.
No son muchos dijo Abdullah. Si causan problemas, tambin podemos
echarlos por la borda.
El problema es que los necesitamos para tripular el barco explic Schmidt,
y en cuanto a echarlos por la borda, he cambiado de idea; nadie ir por la borda.
Todos sern prisioneros de guerra; entonces, si algo va mal, no habr ningn cargo de
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asesinato contra nosotros.
Puedes tripular el barco sin Larsen y De Groote? pregunt el rabe.
Claro que puedo respondi Schmidt. Tengo a Oubanovitch de mi parte.
Como es ruso rojo, odia a Krause; odia a todo el que tenga un penique ms que l. Le
nombrar primero de a bordo, pero tambin tendr que mantener la sala de mquinas
en marcha. Jabu Singh ser el segundo de a bordo. Lo tengo todo previsto.
Y t sers el capitn? pregunt el rabe.
Por supuesto.
Y yo qu voy a ser?
T? Bueno, puedes ser almirante.
Aquella misma tarde Lum Kip se acerc a De Groote.
Es posible que esta noche ests muerto dijo Lum Kip en un susurro.
Adnde quieres ir a parar, Lum? pregunt De Groote.
T entiendes a Schmidt?
Desde luego; qu le pasa?
Esta noche toma barco; los lascares toman barco; banovitchee toma barco; el
hombre del vestido blanco y largo toma barco. Matan a Larsen; matan a ti; matan a
Klause; matan a todos. El chico chino no toma barco; no mata. Entiendes?
Has fumado en pipa, Lum? pregunt De Groote.
No es un sueo provocado por la pipa; espera y vers.
Y los muchachos chinos? pregunt De Groote, que ahora estaba de veras
preocupado.
Ellos no te matan.
Pelearn con los chicos lascares?
Puedes apostar; les das armas.
No tengo armas dijo De Groote; diles que cojan barras de cabestrante,
clavijas de amarre, cuchillos. Entiendes?
Entiendo.
Y cuando empiecen los problemas, vosotros atacis a los lascares.
Hecho.
Y gracias. Lum; no olvidar esto.
De Groote fue enseguida a buscar a Larsen, pero le encontr dando vueltas en su
litera, delirando a causa de la fiebre; entonces fue al camarote de Krause, donde
encontr a Krause y a Janette Laon y les explic la situacin.
T crees al chino? pregunt Krause.
No tiene ningn motivo para inventar semejante historia respondi De
Groote; s, le creo; es una de las mejores manos del barco: un tipo tranquilo que
siempre hace bien su trabajo y se ocupa solo de sus asuntos.
Qu sera mejor que hiciramos? pregunt Krause.
Arrestar a Schmidt inmediatamente anunci De Groote.
La puerta del camarote se abri; y en el umbral se encontraba Schmidt, con una
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automtica en la mano.
Ni lo suees, que me arrestars, maldito holands dijo. Hemos visto a ese
sucio chinito hablando contigo y estbamos bastante seguros de lo que te estaba
contando.
Media docena de lascares se agolpaban detrs de Schmidt, fuera del umbral.
Atadles orden.
Los marineros apartaron a Schmidt para entrar en el camarote; De Groote se
coloc frente a la muchacha.
Apartad vuestras sucias manos de ella dijo a los lascares.
Uno de ellos intent empujarle a un lado y alcanzar a Janette, y De Groote le dio
un puetazo que le hizo caer al suelo. Al instante se produjo una pelea, pero solo De
Groote y Janette participaron en su bando; Krause se acurruc acobardado en un
rincn y acept temeroso que le ataran las manos a la espalda. Janette cogi unos
pesados binoculares y derrib a uno de los lascares, mientras De Groote enviaba a
otros dos al suelo; pero todo estaba en su contra. Cuando la pelea termin, ambos
fueron atados con cuerdas y De Groote recibi un golpe en la cabeza que le dej
inconsciente.
Esto es un motn, Schmidt dijo Krause; te colgarn por esto si no me
sueltas.
Pero soy alemn replic Krause; yo alquil este barco: es un barco
alemn.
Oh, no dijo Schmidt; est registrado en Inglaterra, y navegas bajo los
colores ingleses. Si eres alemn, entonces eres un traidor, y en Alemania sabemos qu
hacer con los traidores.
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Captulo IV
T arzn saba que algo haba ocurrido a bordo del barco, pero no saba qu. Vio a
un marinero chino colgado por los pulgares y cmo era azotado. Durante dos
das no vio ni a la muchacha ni al joven primero de a bordo, y ahora no le
alimentaban con regularidad ni le suministraban agua. Vio que el segundo de a bordo,
que le haba escupido, estaba al mando del barco; y por lo tanto, aunque no lo saba,
dedujo lo que haba sucedido. De vez en cuando Abdullah Abu Njm pasaba junto a
su jaula, pero sin molestarle; y Tarzn saba por qu: el rabe le tema, aunque
estuviera encerrado en una jaula de hierro. No siempre estara en una jaula: Tarzn lo
saba y Abdullah Abu Njm lo tema.
Ahora, los lascares haraganeaban de un lado a otro por el barco y los chinos
hacan casi todo el trabajo. Schmidt les haba puesto esposas y les daba patadas a la
ms mnima provocacin o aunque no hubiera ninguna. Tarzn haba visto que al
hombre al que haban colgado por los pulgares y azotado lo haban bajado al cabo de
una hora y se lo haban llevado al castillo de proa. La crueldad del castigo le repugn,
pero, por supuesto, no saba que el hombre se lo mereca.
El segundo de a bordo jams pasaba por delante de la jaula de Tarzn sin pararse
a maldecirle. Al parecer, el simple hecho de ver a Tarzn le provocaba un ataque de
rabia incontrolada, como haca cualquier cosa que estimulara su complejo de
inferioridad. Tarzn no poda entender por qu aquel hombre le odiaba; no saba que
Schmidt, como psicpata que era, no necesitaba tener un motivo para nada de lo que
haca.
En una ocasin, se acerc a la jaula con un arpn en las manos y lo meti a travs
de los barrotes para pinchar al hombre mono mientras Abdullah Abu Njm lo miraba
con aprobacin. Tarzn agarr el mango y arranc el objeto de las manos de Schmidt
con el mismo esfuerzo que habra hecho para arrebatrselo a un beb. Ahora que el
hombre salvaje estaba armado, Schmidt ya no se acercaba a la jaula.
El tercer da despus de haber visto por ltima vez a la muchacha, Tarzn vio que
izaban a la cubierta su jaula de madera y una jaula de hierro ms grande y las soltaron
cerca de la suya; un poco ms tarde, vio que un par de marineros lascares la llevaban
hasta la jaula de madera y la metan en ella; despus trajeron a De Groote y a Krause
y los encerraron en la jaula de hierro, y despus apareci Schmidt desde el puente y
se detuvo frente a ellos.
Qu significa esto, Schmidt? pregunt De Groote.
Te quejabas de estar encerrado abajo, no es cierto? Deberas darme las gracias
por haberte subido a cubierta en lugar de lamentarte. Aqu disfrutars de mucho aire
fresco y conseguirs un buen bronceado; quiero que todos tengis el mejor de los
aspectos cuando os exhiba con los otros especmenes de las rdenes inferiores en
Berln y Schmidt solt una carcajada.
Si quieres divertirte mantenindonos a Krause y a m aqu encerrados como
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bestias salvajes, adelante; pero no puedes pretender dejar aqu a miss Laon, una mujer
blanca a la vista de un montn de marineros lascares.
De Groote haba tenido que hacer muchos esfuerzos para impedir que su ira y su
desprecio se le notaran en la voz, pero haca mucho tiempo que haba llegado a la
conclusin de que estaban en manos de un loco y que oponerse ms a l no hara sino
aadir indignidades a las que ya haban sufrido.
Si miss Laon lo desea, puede compartir conmigo el camarote del capitn
replic jocoso Schmidt; he hecho llevar a Larsen a otro sitio.
Miss Laon prefiere la jaula de un animal salvaje declar la muchacha.
Schmidt se encogi de hombros.
Es buena idea dijo. Me ocupar de que te pongan en la jaula de uno de los
leones de herr Krause, o tal vez prefieras un tigre
Cualquiera de los dos antes que a ti replic la muchacha.
O tal vez en la jaula con el hombre salvaje al que tanto cario le tienes
sugiri Schmidt; eso podra proporcionar un espectculo con el que todo el mundo
disfrutara. Por lo que Abdullah me ha dicho, este hombre probablemente sea un
canbal. No le dar de comer despus de ponerte con l.
Schmidt se alej rindose.
Ese hombre est absolutamente loco dijo De Groote. Desde el principio
supe que estaba un poco chiflado, pero nunca sospech que estuviera loco de remate.
Crees que cumplir su amenaza? pregunt Janette.
Ni De Groote ni Krause respondieron, y su silencio contest a sus preguntas y
confirm sus propios temores. Haba estado bien dar de comer al hombre salvaje y
preocuparse de que tuviera agua, pero siempre haba estado lista para alejarse a todo
correr de su jaula si intentaba agarrarla. En realidad, le haba inspirado mucho miedo,
pero su bondad natural la haba impulsado a tratarle de forma amistosa. Adems,
saba que eso molestaba a Krause, a quien en secreto detestaba.
Varada en Batavia, Janette haba aprovechado la oferta de Krause para poder huir,
a cualquier parte; y la idea de Nueva York tambin le haba atrado mucho. Haba
odo hablar a menudo de la gran metrpolis americana e historias fabulosas de la
facilidad con que una chica guapa poda adquirir all pieles y joyas, y Janette Laon
saba que ella sera guapa en cualquier pas.
Aunque ni De Groote ni Krause haban respondido a la pregunta de Janette,
pronto obtuvo respuesta. Schmidt regres con varios marineros; l y dos de los
lascares iban armados con pistolas y los otros llevaban palos largos como los que
utilizaban al manejar los animales salvajes.
Los marineros abrieron la jaula de Janette y la empujaron contra la de Tarzn, con
las dos puertas en contacto; a continuacin levantaron ambas puertas.
Entra ah con tu hombre salvaje orden Schmidt.
No puedes hacer eso, Schmidt grit De Groote. Por el amor de Dios, no
hagas una cosa as!
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Cierra el pico! espet Schmidt. Entra ah, zorra! Y vosotros, empujadla
con esos palos! Uno de los lascares empuj a Janette con el palo y Tarzn rugi y
avanz. Al instante tres pistolas le cubrieron, y un palo con la punta muy afilada le
impidi el paso. El rugido aterr a la muchacha; pero, al darse cuenta de que podan
obligarla a entrar en la jaula, de pronto entr con osada, la cabeza bien alta. La
puerta de hierro de la jaula se cerr tras ella, el sello final a su fatal destino.
De Groote, Krause, Schmidt y los lascares esperaban en absoluto silencio,
conteniendo la respiracin, la tragedia que prevean con emociones diversas: Schmidt
con agrado, los lascares con indiferencia, Krause nervioso y De Groote con tantas
emociones como su flemtica psique holandesa jams hasta entonces haba
experimentado. Si hubiera sido francs o italiano, probablemente habra gritado y se
habra arrancado el pelo; pero como era holands, mantuvo sus emociones bajo
control.
Janette Laon se qued de pie junto a la puerta de la jaula, aguardando; mir a
Tarzn y Tarzn la mir a ella. Saba que tena miedo, y deseaba poder hablarle y
tranquilizarla; entonces hizo lo nico que pudo: le sonri. Era la primera vez que ella
le vea sonrer. Quera creer que era una sonrisa tranquilizadora, una sonrisa amistosa;
pero le haban contado tantas historias terribles sobre su ferocidad que no consegua
abandonar sus recelos; poda ser una sonrisa de expectacin. Para poder estar segura,
hizo un esfuerzo y le devolvi la sonrisa.
Tarzn cogi el arpn que le haba quitado a Schmidt y cruz la jaula hacia ella.
Disprale, Schmidt! grit De Groote. Va a matarla!
Crees que estoy loco?, matar a un ejemplar como ese! respondi Schmidt
. Ahora vamos a divertirnos un poco.
Tarzn le entreg el arpn a la muchacha y se dio la vuelta para ir a sentarse en el
otro extremo de la jaula. El significado del gesto era inequvoco. Janette not que le
flaqueaban las piernas y se sent rpidamente, para no caer. El alivio sbito despus
de una terrible tensin nerviosa provoca semejante reaccin. De Groote empez a
sudar.
Schmidt casi dio saltos de rabia y decepcin.
Hombre salvaje! chill. Crea que habas dicho que eso era un hombre
salvaje, Abdullah. Eres un tramposo! Eres un mentiroso!
Si no crees que sea un hombre salvaje, nasrany replic el rabe, entra t
mismo en su jaula.
Tarzn permaneca sentado con los ojos fijos en Schmidt. No haba entendido
nada de lo que el hombre haba dicho; pero, por sus expresiones faciales, sus gestos,
sus actos, y por todo lo que haba ocurrido, se haba hecho una idea de cmo era
aquel hombre; otra falta contra herr Schmidt qued registrada; otro clavo se haba
clavado en su fretro.
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Captulo V
A l da siguiente los dos cautivos que estaban en la gran jaula de hierro estaban
muy contentos. Janette estaba contenta porque se encontraba a salvo y no haba
sufrido ningn dao despus de una noche pasada con una criatura que se coma la
carne cruda y grua al mismo tiempo; un hombre salvaje que haba matado a tres
guerreros africanos solo con sus manos antes de que pudieran vencerle, y al que
Abdullah acusaba de ser canbal. Senta tal alivio que canturre una estrofa de una
cancin francesa muy popular cuando ella se march de Pars. Y Tarzn estaba
contento porque comprenda las palabras; mientras dorma, su dolencia se le haba
pasado tan de repente como le haba sobrevenido.
Buenos das dijo en francs, la primera lengua humana que haba aprendido;
se la haba enseado el teniente francs al que haba salvado de la muerte un da muy
lejano.
La muchacha le mir muy asombrada.
Bu buenos das balbuce. Yo Yo, ellos me dijeron que no podas
hablar.
Sufr un accidente explic; ahora estoy perfectamente.
Me alegro dijo ella; Yo vacil.
Lo s la interrumpi Tarzn; tenas miedo de m. No debes tenerlo.
Me dijeron cosas terribles de ti, pero seguro que las has odo.
No solo no poda hablar explic Tarzn, sino que tampoco poda entender.
Qu decan?
Decan que eras muy feroz y que, que comas personas.
Una vez ms, Tarzn esboz una de sus raras sonrisas.
Y por eso te pusieron aqu, para que te comiera? Quin lo hizo?
Schmidt, el hombre que diriga el motn y se apoder del barco.
El hombre que me escupi dijo Tarzn, y a la muchacha le pareci percibir la
sombra de un gruido en su voz. Abdullah tena razn; aquel hombre recordaba un
len. Pero ahora ella no tena miedo.
Defraudaste a Schmidt le explic. Estaba furioso cuando me entregaste el
arpn y fuiste a sentarte al otro extremo de la jaula. En ningn lenguaje hablado
habras podido asegurarle de forma ms explcita que me encontraba a salvo.
Por qu te odia?
No lo s; es un sdico manaco. Debiste de ver lo que le hizo al pobre Lum Kip
y cmo da patadas y pega a los marineros chinos.
Me gustara que me contaras lo que ha ocurrido a bordo del barco que no he
podido entender y qu pretenden hacer conmigo, si lo sabes.
Krause iba a llevarte a Estados Unidos para exhibirte como un hombre salvaje
junto con los otros; quiero decir, junto con sus animales salvajes.
Tarzn sonri de nuevo.
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Krause es el hombre que est en la jaula con el primero de a bordo?
S.
Ahora, hblame del motn y lo que sepas de los planes de Schmidt.
Cuando hubo terminado, Tarzn tena situados a la perfeccin a todos los
protagonistas principales del drama del Saign; y le pareca que solo la muchacha, De
Groote y los marineros chinos merecan alguna consideracin; ellos y las bestias
enjauladas.
De Groote despert, y lo primero que hizo fue llamar a Janette desde su jaula.
Ests bien? pregunt. No te ha hecho dao?
No, en absoluto le tranquiliz ella.
Hoy voy a tener una charla con Schmidt para ver si puedo persuadirle de que te
saque de esa jaula. Creo que si Krause y yo acordamos no presentar cargos contra l
si te deja salir, es posible que lo haga.
Estoy en el lugar ms seguro del barco para m; no quiero salir mientras
Schmidt tenga el control.
De Groote la mir con asombro.
Pero ese tipo es medio bestia exclam. Puede que no te haya hecho dao
todava; pero nunca puedes saber lo que podra hacerte, en particular si, como ha
amenazado con hacer, Schmidt no le da de comer.
Janette se rio.
Ser mejor que vayas con cuidado con lo que dices de l si crees que es un
hombre salvaje tan feroz; en algn momento podra salir de esta jaula.
Bah!, no me entiende replic De Groote; y no puede salir de la jaula.
La conversacin despert a Krause, que se acerc y se qued al lado De Groote.
Yo tambin creo que no puede salir de esa jaula dijo, y Schmidt se
ocupar de que nunca tenga oportunidad de hacerlo; Schmidt sabe lo que le pasara, y
no tienes que preocuparte por si entiende algo de lo que decimos; es rematadamente
tonto.
Janette se volvi para mirar a Tarzn y ver el efecto que producan en l las
palabras de Krause y De Groote, preguntndose si les hara saber que comprenda y
que estaba disfrutando enormemente de la situacin. Para su sorpresa, vio que el
hombre se haba tumbado cerca de los barrotes y aparentaba dormir; entonces vio a
Schmidt que se aproximaba y reprimi su deseo de comunicar a De Groote y a
Krause que su hombre salvaje poda haber entendido todo lo que decan, si les haba
odo.
Schmidt se acerc a la jaula.
As que todava ests viva dijo. Espero que disfrutaras de tu noche con el
hombre mono. Si le enseas algunos trucos, te exhibir a ti como su entrenadora.
Se acerc ms a la jaula y mir a Tarzn. Est dormido, o has tenido que matarle?
De pronto Tarzn sac una mano entre los barrotes y agarr un tobillo de
Schmidt; luego el hombre mono tir de la pierna hacia el interior de la jaula en toda
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su longitud, haciendo caer a Schmidt de espalda, y con la otra mano Tarzn le quit la
pistola que llevaba en la pistolera.
Socorro! grit Schmidt. Abdullah! Ja bu Singh! Chand! Socorro!
Tarzn le retorci la pierna hasta que el hombre volvi a gritar, esta vez de dolor.
Abdullah, Jabu Singh y Chand llegaron corriendo como respuesta a los gritos de
Schmidt; pero cuando vieron que el hombre salvaje apuntaba con una pistola en su
direccin, se detuvieron.
Ordena que traigan comida y agua o te retorcer la pierna hasta arrancrtela
le amenaz Tarzn.
Ese perro de ingls habla! murmur Abdullah.
De Groote y Krause le miraron con perplejidad.
Si habla, tiene que haber entendido lo que hemos dicho dijo Krause. Tal
vez lo ha entendido todo. Krause trat de recordar lo que poda haber dicho que
algn da pudiera lamentar, pues saba que aquel hombre no podra estar encerrado en
una jaula para siempre; a menos que Pero ahora tena un arma; no sera fcil
matarle. Hablara de ello con Schmidt; ahora a Schmidt le interesaba tanto como a l
quitar de en medio a aquel hombre.
Schmidt haba pedido a gritos comida y agua. De pronto De Groote exclam:
Mira, amigo! Mira! Detrs d ti!
Pero fue demasiado tarde; una pistola habl y Tarzn se desplom en el suelo de
la jaula: Jabu Singh se haba arrastrado por detrs de la jaula, sin que su presencia se
advirtiera hasta que ocurri el hecho.
Schmidt se apart gateando, pero Janette recuper la pistola; y, volvindose,
dispar a Jabu Singh cuando estaba a punto de disparar de nuevo al hombre que yaca
en el suelo. Su disparo dio al lascar en el brazo derecho, lo que le hizo soltar el arma;
entonces, apuntndole, la muchacha cruz la jaula, se acerc a los barrotes y a travs
de ellos le arrebat la pistola a Jabu Singh. Luego, volvi junto a Tarzn, se arrodill
a su lado y peg el odo a su corazn.
Mientras Schmidt permaneca de pie, temblando y maldiciendo con furia
impotente, avistaron un barco desde el puente y se alej cojeando para echarle un
vistazo. El Saign navegaba sin bandera, listo para adoptar cualquier nacionalidad
que Schmidt pudiera elegir cuando surgiera una emergencia.
El barco result ser un yate ingls; por lo que Schmidt corri a buscar una
bandera britnica; luego habl por radio, para preguntar si llevaban un mdico a
bordo, ya que tena a dos hombres heridos, lo que era cierto; al menos Jabu Singh
estaba sufriendo, con acompaamiento vocal; Tarzn segua quieto donde haba
cado.
El yate llevaba un mdico a bordo, y Schmidt dijo que enviara un bote a por l.
l mismo fue con el bote, que iba lleno de lascares armados con todo lo que pudieron
encontrar, un extrao surtido de pistolas, rifles, ganchos de barco, cuchillos y palos
para los animales, todo ello bien oculto a la vista.
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El bote se coloc junto al yate, echaron hacia arriba una escalerilla y subieron a
cubierta antes de que los atnitos hombres que iban en el yate se dieran cuenta de que
estaban siendo abordados con siniestras intenciones. Al mismo tiempo, el Saign
arri la bandera britnica e iz la alemana.
Unos veinticinco o treinta hombres y una muchacha en la cubierta del yate
miraban con asombro la compaa salvaje y de aspecto de pirata que se enfrentaba a
ellos.
Qu significa esto? pregunt el capitn del barco.
Schmdt seal la bandera alemana que ondeaba sobre el Saign.
Significa que os hago prisioneros en nombre del Gobierno alemn respondi
Schmidt; no os cojo como trofeo, y pondr precio a la tripulacin. Tu ingeniero y
oficial de navegacin se quedarn a bordo. Mi primero de a bordo, Jabu Singh, estar
al mando. Ha sufrido un ligero accidente; tu mdico le curar la herida, y el resto
vendris conmigo a mi barco. Tenis que consideraros prisioneros de guerra y
comportaros conforme a ello.
Pero este barco no va armado replic el capitn, no es un buque de guerra,
ni siquiera es un buque mercante; es un yate privado que realiza una expedicin
cientfica. T, que llevas un barco de mercancas, no puedes pensar siquiera en
apresarnos.
Pero, oigan! protest un joven alto con pantalones de franela, no
pueden
Cierra el pico! espet Schmidt. Sois ingleses, y esa es razn suficiente.
Vamos! Dnde est el mdico? Moveos.
Mientras el mdico curaba la herida de Jabu Singh, Schmidt hizo que sus
hombres registraran el barco en busca de armas y municin. Encontraron varias
pistolas y rifles deportivos; y, cuando el mdico hubo terminado con Jabu Singh,
Schmidt eligi a algunos de sus hombres y dej a unos cuantos marineros del yate
para que se hicieran cargo de la embarcacin; luego llev al resto al bote del Saign y
regres con ellos al vapor.
Caramba exclam el joven de los pantalones de franela blancos, esto es un
ultraje bestial.
Habra podido ser peor, Algy dijo la muchacha; tal vez ahora no tengas
que casarte conmigo.
Oh, caramba protest el joven; esto podra ser todava peor.
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Captulo VI
L a bala que haba alcanzado a Tarzn solo le haba rozado la cabeza, infligindole
una herida superficial y dejndole aturdido unos minutos; pero pronto se
recuper y ahora l y Janette Laon observaban a los prisioneros mientras se acercaban
al Saign.
Schmidt se ha vuelto pirata observ la muchacha. Me pregunto qu har
con toda esa gente! Por lo menos son quince.
No tuvo que esperar mucho para obtener respuesta a su pregunta. Schmidt hizo
adelantar a los ocho miembros de la tripulacin cuando accedieron a ayudar a tripular
el Saign; despus hizo que izaran otras dos jaulas de hierro a cubierta y las aline
junto a las que ya estaban all.
Ahora dijo, s que no debera hacerlo, pero os voy a dejar elegir a vuestros
compaeros de jaula.
Carmbanos! exclam Algernon Wright-Smith; no pretender meter a
las mujeres en una de esas cosas!
Lo que es bueno para un cerdo ingls, es bueno para una puerca inglesa
gru Schmidt; daos prisa y decidid qu queris hacer.
Un hombre mayor con bigote de foca se quej airado, y su rostro enrojecido se
volvi de color prpura.
Maldito sinvergenza! resopl; no puede hacer una cosa as a las mujeres
inglesas.
No te excites, por favor, to dijo la muchacha. Tendremos que hacer lo que
dice este tipo.
No pondr un pie en una de esas cosas, William dijo la segunda mujer del
grupo, una dama que llevaba cincuenta aos de ms que pesaban bastante alrededor
de su cintura. Ni Patricia aadi.
Vamos, vamos dijo la muchacha; estamos absolutamente indefensos y
dicho esto entr en la ms pequea de las dos cajas; y despus su to y su ta,
comprendiendo al fin que era intil resistirse, se reunieron con ella. El capitn
Bolton, Tibbet (el segundo de a bordo del barco), el doctor Crouch y Algy fueron
conducidos a la segunda jaula.
Schmidt paseaba arriba y abajo por delante de las jaulas, regocijndose.
Estoy obteniendo una buena coleccin de fieras dijo. Una chica francesa,
un traidor alemn, un perro holands y siete cerdos ingleses, junto con mis simios,
monos, leones, tigres y elefantes causaremos sensacin en Berln.
La jaula en la que se encontraban recluidos los Leigh y su sobrina estaba al lado
de la que ocupaban Tarzn y Janette Laon; y ms all de la jaula de los Leigh estaba
la otra con los otros cuatro ingleses prisioneros.
Penelope Leigh mir a Tarzn de reojo y con aversin.
Qu escndalo! susurr a su sobrina, Patricia; ese tipo prcticamente va
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desnudo.
Es muy apuesto, tita sugiri Patricia Leigh-Burden.
No le mires espet Penelope Leigh; y esa mujer, crees que puede ser
su esposa?
No, no parece una mujer salvaje respondi Patricia.
Entonces, qu hace sola en esa jaula con ese hombre? pregunt miss Leigh.
Tal vez la han metido ah por lo mismo que nos han puesto a nosotros aqu.
Bueno! resopl Penelope Leigh; a m me parece una mujer ligera.
Ahora grit Schmidt, estamos a punto de alimentar a los animales; todo el
que no est de guardia puede venir y observar.
Lascares y chinos, y varios tripulantes del yate, se agruparon frente a las jaulas
cuando traan comida y agua; lo primero una mezcla indescriptible de aspecto poco
apetitoso, cuyo contenido habra sido difcil de determinar, ya fuese por la vista o por
el gusto. A Tarzn le dieron un trozo de carne cruda.
Repugnante resopl de nuevo Penelope Leigh, mientras apartaba aquella
bazofia. Un momento despus, llamaron su atencin los rugidos que procedan de la
jaula contigua; y cuando mir, ahog un grito, horrorizada. Mirad! susurr con
voz temblorosa; esa criatura est rugiendo, y come carne cruda; qu horrible!
Lo encuentro fascinante dijo Patricia.
El coronel William Cecil Hugh Percival Leigh gru:
Sucio canalla.
Canalla! espet miss Leigh.
Tarzn levant la mirada a Janette Laon, con aquella sombra de sonrisa asomando
a sus labios, y le hizo un guio.
Tambin entiendes ingls? le pregunt ella. Tarzn asinti. Te importa si
me divierto un poco con ellos? prosigui.
No respondi Tarzn; llega hasta donde quieras.
Haban hablado en francs en susurros.
Encuentras apetitoso al capitn? pregunt en ingls, lo suficientemente alto
para que los de la jaula de al lado lo oyeran.
No es tan bueno como el sueco que nos dieron la semana pasada respondi
Tarzn.
Miss Leigh se puso plida y tuvo unas violentas nuseas; se sent de pronto y
pesadamente. Al coronel, propenso a tener los ojos desorbitados, se le desorbitaron
todava ms mientras miraba con incredulidad la jaula contigua. Su sobrina se acerc
a l y susurr:
Me parece que nos estn tomando el pelo, to; he visto que l le guiaba un ojo
a la muchacha.
Mis sales! dijo entre jadeos miss Leigh.
Qu ocurre, coronel? pregunt Algernon Wright-Smith desde la jaula del
otro lado.
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Ese diablo se est comiendo al capitn respondi el coronel en un susurro
que poda haberse odo a media manzana de distancia.
De Groote sonri.
Dios mo! exclam Algy.
Janette Laon volvi la cabeza para ocultar su risa, y Tarzn sigui desgarrando la
carne con sus fuertes y blancos dientes.
Te digo que nos estn tomando el pelo dijo Patricia Leigh-Burden. No
puedes hacerme creer que seres humanos civilizados permitiran que ese hombre
comiera carne humana, aunque l lo deseara, cosa que dudo. Cuando la chica se ha
vuelto, he visto que le temblaban los hombros: se estaba riendo.
Qu es eso, William? grit miss Leigh cuando se oy el rugido de un len
procedente de la bodega.
Los animales haban estado inusualmente callados durante algn tiempo; pero
ahora empezaban a tener hambre, y la queja del len incit a los dems, con el
resultado de que en unos momentos ascendi desde la bodega un diapasn de gritos
salvajes que helaban la sangre: los fuertes rugidos de los leones, los gruidos como
tos de los tigres, la espantosa risa de las hienas, el barritar de los elefantes mezclados
con el caos de sonidos de las bestias inferiores.
Oh-h-h! grit miss Leigh. Qu horror! Haz que se pare ese ruido
enseguida, William.
El coronel emiti un sonido gutural para demostrar su desaprobacin, pero sin su
vigor habitual. Despus, sin embargo, mientras los cuidadores chinos e indios daban
de comer a los animales, el ruido fue bajando de volumen y de nuevo rein el
silencio.
A medida que se acercaba la noche, el cielo se puso nublado y el viento arreci, y
con el balanceo del barco los animales se pusieron inquietos de nuevo. Los lascares
pasaron cu bos de agua a todas las jaulas excepto en la que se hallaba confinado
Tarzn. Para ello tuvo que levantar las puertas de las jaulas lo suficiente para pasar
los cubos; luego pas una escoba, con la que se supona que los que estaban all
encerrados deban limpiar su jaula. Aunque le acompaaban otros dos marineros
armados con rifles, no abri la jaula de Tarzn, pues Schmidt tena miedo de que el
hombre salvaje aprovechara la oportunidad para escaparse.
Tarzn haba estudiado este procedimiento, que se haba desarrollado a diario
desde que le haban subido a bordo del Saign. Saba que siempre traan el agua los
mismos lascares y que volvan de nuevo aproximadamente a las cuatro llamadas de la
primera guardia nocturna para realizar una inspeccin final de los cautivos. En esta
ronda vena solo, ya que no tena que abrir las jaulas; pero Schmidt, con el fin de
tener mayor proteccin, le haba armado con una pistola.
Esa tarde, cuando estaba pasando el agua a la jaula que ocupaban los Leigh, el
coronel le pidi:
Mozo dijo, trenos cuatro sillas de barco y alfombras y entreg al lascar
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un billete de cinco libras.
El marinero cogi el billete, se lo mir y se lo meti en su sucio taparrabos.
No sillas; no alfombras dijo, y se dirigi hacia la siguiente jaula.
Eh, t! grit el coronel; vuelve aqu! Quin es el capitn de este barco?
Quiero ver al capitn.
Sahib Schmidt ahora capitn respondi el lascar. Capitn Larsen enfermo;
no ver en tres, cuatro das; tal vez muerto. Luego sigui con su tarea y el coronel
no hizo ningn esfuerzo para detenerle.
Miss Leigh se estremeci.
Era el capitn dijo en un susurro ahogado por el horror, su mirada
aterrorizada fija en un hueso de la jaula de Tarzn.
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Captulo VII
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No se puede saber; ese hombre est loco. Su plan de exhibirnos en Berln es
ridculo, desde luego. Si nos lleva a Berln, sin duda a los ingleses nos recluirn.
Eres ingls?
Mis padres eran ingleses.
Me llamo Burden; Patricia Leigh-Burden dijo la muchacha. Puedo
preguntarte cmo te llamas t?
Tarzn respondi el hombre mono.
Solo Tarzn?
Eso es todo.
Te importa contarme qu ocurri para que ests en esa jaula, mster Tarzn?
Solo Tarzn le corrigi; nada de seor. Estoy en esta jaula porque
Abdullah Abu Njm quera vengarse; de modo que me hizo capturar por un jefe
africano que tambin tena motivos para querer deshacerse de m. Abdullah me
vendi a un hombre, cuyo nombre es Krause, que recoge animales para venderlos en
Amrica. Krause est en la jaula al otro lado de la ma. Schmidt, que era el segundo
de a bordo, se apoder del barco de Krause, su hombre salvaje y todos sus animales.
Tambin encerr a Krause.
No tendr a ninguno de nosotros mucho tiempo si esta tormenta empeora
mucho dijo la muchacha. Ahora estaba agarrada a los barrotes de la jaula, cuando
el barco penetr en una depresin del mar, subiendo y bajando como si fuera elevado
a la cresta de la siguiente ola.
El Saign no parece gran cosa intervino Janette Laon, que se haba acercado
a Tarzn, pero creo que resistir bien esta tormenta. Nos encontramos con una peor
al salir. Claro que entonces estaba el capitn Larsen al mando, y mster De Groote era
el primer oficial; tal vez la cosa sea un poco diferente con Schmidt al mando.
De pronto el barco se balance, ladendose, y cay en la depresin, escorando
sobre las cabezas de los baos. Se oy un grito de terror cuando un relmpago revel
que el coronel y su esposa haban sido arrojados pesadamente contra los barrotes de
su jaula.
Pobre ta Penelope! exclam la muchacha inglesa. No soportar esto
mucho ms. Fue al otro lado de la jaula junto a su ta. Te has hecho dao, tita?
pregunt.
Me he roto todos los huesos del cuerpo respondi miss Leigh. Nunca
aprob esa boba expedicin. A quin le importa saber qu es lo que vive en el fondo
del ocano; bueno, nunca habramos conocido a ninguno de estos en Londres. Ahora
hemos perdido el Naiad y de paso estamos a punto de perder nuestras vidas. Espero
que tu to est satisfecho.
Patricia exhal un suspiro de alivio, pues ahora saba que su ta estaba bien. El
coronel mantena un discreto silencio; veinticinco aos de experiencia le haban
enseado cundo era mejor callar.
Pas la larga noche, pero la tormenta no amain. El Saign an navegaba delante
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de ella, reducida su velocidad a unos cinco nudos y recibindola por la popa. Una ola
ocasional rompi en la popa, inundando las cubiertas, y casi sumergi a los que
estaban encerrados en las jaulas, que solo podan agarrarse a los barrotes y esperar
que no ocurriera lo peor.
Segn su propia declaracin, miss Leigh fue tragada por las olas tres veces.
A partir de ahora, William dijo, deberas conformarte con The Times, las
campaas de Napolen y la Roma de Gibbons; en el momento en que lees alguna otra
cosa pierdes la cabeza. Si no hubieras ledo esa Aventura del Arcturus de ese tal
Beebe, sin duda en estos momentos estaramos en casa, en Inglaterra, sanos y salvos.
Solo porque l pesc un montn de espantosas criaturas equipadas con luces
elctricas, t tenas que venir y probarlo; simplemente, no puedo entenderlo, William.
No seas demasiado dura con el to intercedi Patricia; podra haber
encontrado algunos con agua del grifo fra y caliente y hacerse famoso.
Bah! resopl miss Leigh.
Aquel da nadie se acerc a las jaulas, y tampoco les dieron agua ni comida a los
cautivos. Bajo la cubierta, los animales se encontraban en la misma situacin, y sus
quejas se elevaban y se oan por encima de la tormenta. Hasta bien entrada la tarde
del tercer da no les llevaron comida, dos marineros chinos, y para entonces los
cautivos estaban tan hambrientos que la engulleron con avidez, a pesar de que solo se
trataba de una masa fra y revenida de galletas.
Miss Leigh se haba sumido en un silencio absoluto; y tanto su sobrina como su
esposo estaban preocupados, pues saban que cuando Penelope Leigh no se quejaba
era porque le ocurra algo extraordinariamente malo.
Hacia las nueve de la noche, el viento se par de repente; la calma que sigui no
presagiaba nada bueno.
Hemos llegado al centro de la tormenta dijo Janette Laon.
Pronto volver a ser horrible aadi Tarzn.
Ese idiota debera haber salido de la tormenta, no meterse en ella repuso
Janette.
Tarzn esperaba con paciencia, como un len ante un charco, aguardando a que
llegue su presa.
Es mejor as dijo a la muchacha.
No lo entiendo replic ella. No veo cmo podra ser peor.
Espera dijo l y creo que despus lo entenders.
Aunque la mar an estaba alta, el Saign pareca ahora llevarles mejor, y despus
apareci Schmidt en cubierta y se acerc a las jaulas.
Cmo est el ganado? pregunt.
Estas mujeres morirn si sigues dejndolas ah, Schmidt se quej De Groote
. Por qu no puedes otorgarles un camarote, o al menos ponerlas abajo, donde
estaran protegidas de la tormenta?
Si oigo alguna queja ms dijo Schmidt, os arrojar a todos por la borda,
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con la jaula incluida. Qu queris? Tenis transporte gratis, comida gratis y
habitaciones privadas. Habis recibido duchas gratis tambin durante los ltimos tres
das.
Pero, hombre, mi esposa morir si est expuesta al aire libre mucho ms tiempo
intervino el coronel Leigh.
Que se muera replic Schmidt, necesito carne fresca para el hombre
salvaje y los otros animales. Dicha esta lindeza, Schmidt regres al puente.
Miss Leigh sollozaba, y el coronel profera escabrosas maldiciones. Tarzn
esperaba, y despus ocurri lo que estaba esperando; Asoka, el lascar, se acercaba
para llevar a cabo la inspeccin, esta vez con retraso. Caminaba con aire arrogante,
sintiendo la importancia de ser cuidador de los sahibs ingleses y sus seoras.
Las luces del barco aliviaron la oscuridad lo suficiente para poder discernir los
objetos a cierta distancia, y Tarzn, cuyos ojos estaban entrenados por la costumbre
de ver de noche, haba reconocido de inmediato a Asoka en cuanto puso los pies en
cubierta.
El hombre mono se qued parado agarrando dos barrotes juntos de su jaula
mientras Asoka pasaba manteniendo los brazos fuera del alcance del hombre salvaje.
Janette Laon estaba al lado de Tarzn; perciba de forma intuitiva que algo importante
estaba a punto de ocurrir.
Tena la mirada fija en su compaero de jaula; vio que los msculos de sus
hombros y de sus brazos se tensaban mientras aplicaba toda su tremenda fuerza a los
barrotes de su jaula. Y luego vio que aquellos barrotes, poco a poco, se separaban y
entonces vio a Tarzn de los Monos salir a travs de ellos a la libertad.
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Captulo VIII
A soka, el lascar, pas con arrogancia por delante de la jaula de los Leigh, y
cuando estuvo delante de la de los ingleses, unos dedos de acero se cerraron en
torno a su garganta por detrs, y su arma le fue rpidamente arrebatada de la
pistolera.
Janette Laon haba observado con asombro la aparente facilidad con la que
aquellos msculos hercleos haban separado los barrotes. Tarzn haba cogido
desprevenido al lascar y le haba desarmado; y entonces ella sali por la abertura
detrs de l, con las pistolas que haban cogido a Schmidt y a Jabu Sing.
Asoka forceje e intent gritar, hasta que una voz torva le susurr al odo:
Calla o te matar. Entonces se someti.
Tarzn mir atrs y vio a Janette Laon detrs de l. Luego cogi la llave de las
jaulas, que colgaban del cuello de Asoka en un cordel, y se la entreg a la muchacha.
Ven conmigo y breles dijo, y rode la ltima jaula hasta las puertas, que
estaban en el otro lado.
Vosotros, los hombres, venid conmigo dijo Tarzn en un susurro; el
coronel y las mujeres se quedarn aqu.
Cuando Tarzn lleg al otro lado de la jaula de los Leigh, miss Leigh, que haba
estado dormitando durante el balanceo provocado por la tormenta, despert y le vio.
Lanz un gritito y exclam:
El hombre salvaje se ha escapado!
Cllate, Penelope gru el coronel; va a sacarnos de esta maldita jaula.
No te atrevas a maldecirme, William Cecil Hugh Percival Leigh replic
Penelope.
Silencio gru Tarzn, y Penelope Leigh se qued en silencio, aterrada.
Pueden salir dijo Tarzn, pero qudense cerca de las jaulas hasta que
regresemos.
Entonces sigui a Janette a la jaula en la que estaban encerrados De Groote y
Krause y esper a que hubiera quitado el candado.
De Groote puede salir dijo Tarzn; Krause se quedar. Asoka, t entra
aqu. Se volvi a Janette. Cierra con llave dijo. Dame una de las pistolas y
qudate la otra; si alguno de estos dos intenta dar la voz de alarma, disprale. Crees
que podrs hacerlo?
Dispar a Jabu Sing le record ella.
Tarzn asinti y luego se volvi a los hombres que estaban a sus espaldas; entreg
la pistola de Asoka a De Groote. Haba estado examinando al otro hombre desde que
haban subido a bordo, y ahora le dijo a Janette que le diera su segunda pistola a
Tibbet, el segundo de a bordo del Naiad.
Cmo te llamas? le pregunt.
Tibbet respondi el oficial.
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T vendrs conmigo. Nos haremos con el mando en el puente. De Groote
conoce el barco. l y los dems buscarn armas. Entretanto, coge cualquier cosa con
la que puedas pelear, porque es posible que haya lucha.
El barco haba atravesado el centro de la tormenta, y el viento aullaba con
renovada violencia. El Saign suba y bajaba violentamente mientras Tarzn y Tibbet
ascendan por la escalerilla que conduca al puente, donde el lascar, Chand, se
encontraba al timn y Schmidt haca guardia. Dio la casualidad de que Schmidt se
volvi precisamente cuando Tarzn entraba, y al verle hizo ademn de coger su
pistola y al mismo tiempo avis a gritos a Chand. Tarzn dio un salto hacia delante,
veloz como Ara, el rayo, y golpe la mano de Schmidt en el preciso momento en que
este apretaba el gatillo. La bala se aloj en el techo, y un instante despus Schmidt
estaba desarmado. Entretanto, Tibbet haba cubierto a Chand y le haba desarmado.
Coge el timn dijo Tarzn, y dame la otra pistola. Vigila detrs de ti y
dispara a cualquiera que intente acercarse. Vosotros dos bajad a las jaulas orden a
Schmidt y a Chand.
l les sigui por la escalerilla hasta la cubierta y les acompa a la jaula en la que
estaban confinados Krause y Asoka.
Abre, Janette dijo; tengo otros dos animales para nuestra coleccin de
fieras.
Esto es un motn fanfarrone Schmidt, y cuando lleguemos a Berln, te
castigarn por ello.
Entra ah orden Tarzn, y empuj a Schmidt con tanta violencia que cuando
choc con Krause ambos hombres cayeron al suelo.
Por encima del estrpito de la tormenta, oyeron un disparo procedente de abajo.
Tarzn se precipit en direccin al ruido. Mientras descenda la escalerilla, oy otros
dos disparos y voces de hombres que maldecan y gritaban de dolor.
Cuando lleg al lugar de la pelea, vio que sus hombres haban sido cogidos por
detrs por lascares armados, pero daba la impresin de que se haba producido ms
ruido que dao. Uno de los lascares estaba herido. Era el que estaba gritando. Pero
aparte de esta nica vctima, no pareca haber daos en ninguno de los dos bandos.
Tres de los cuatro lascares permanecan en pie y disparaban como salvajes, de forma
indiscriminada, cuando Tarzn apareci detrs de ellos con una arma en cada mano.
Soltad las pistolas dijo, de lo contrario os matar.
Los tres hombres se giraron en redondo, casi simultneamente. Al ver las bocas
de las dos pistolas de Tarzn, dos de los lascares soltaron las suyas, pero el tercero
apunt con calma y dispar. Tarzn dispar en el mismo instante. El lascar se llev la
mano al pecho y cay de bruces.
El resto fue fcil. De Groote encontr las pistolas, los rifles y la municin que
haban cogido del Naiad en el camarote de Schmidt y, al estar el resto del grupo
desarmado, Oubanovitch y los restantes lascares no opusieron resistencia. Los chinos
y los impresionados miembros de la tripulacin del Naiad nunca se haban resistido,
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ya que estaban ms que satisfechos de verse libres de tener que trabajar a las rdenes
de semejante loco.
Tarzn, con el barco a salvo en sus manos, reuni a su grupo en el pequeo saln
del barco. Penelope Leigh todava le miraba con repugnancia mezclada con terror;
para ella segua siendo un hombre salvaje, un canbal que se haba comido al capitn
y al sueco y, sin duda, tarde o temprano se los comera a todos. Los dems, por el
contrario, agradecan la fuerza, el valor y la inteligencia que les haba liberado de tan
peligrosa situacin.
Bolton dijo Tarzn al capitn del Naiad, t tomars el mando del barco;
De Groote ser tu primer oficial y Tibbet el segundo. De Groote me ha dicho que en
el Saign solo hay dos camarotes. El coronel y miss Leigh ocuparn el del capitn;
las dos muchachas, el de los oficiales.
Nos est dando rdenes susurr Penelope Leigh a su esposo. Deberas
hacer algo al respecto, William; t deberas estar al mando.
No seas boba, tita espet Patricia Leigh-Burden en un susurro; para este
hombre no somos nada. Ha estado magnfico. Si le hubieras visto separar esos
barrotes como si fueran de plomo!
No puedo evitarlo dijo miss Leigh; no estoy acostumbrada a recibir
rdenes de un hombre salvaje que va desnudo; por qu no le presta alguien unos
pantalones?
Vamos, vamos, Penelope dijo el coronel, si opinas as le prestar los mos,
ja, ja! Entonces yo no llevar nada, ja, ja!
No seas vulgar, William le censur miss Leigh.
Tarzn fue al puente y explic a De Groote cmo lo haba organizado.
Me alegro de que no me pusieras a m al mando dijo el holands; no tengo
suficiente experiencia. Bolton debe de ser un buen hombre. Estuvo en la Royal Navy.
Y Oubanovitch?
He enviado a buscarle respondi Tarzn; debera estar aqu enseguida.
l est en contra de todo el mundo dijo De Groote; es un comunista
redomado. Ah viene.
Oubanovitch entr con gesto desgarbado, hosco y receloso.
Qu hacis aqu arriba? pregunt. Dnde est Schmidt?
Est donde t estars si no quieres seguir con nosotros respondi Tarzn.
Dnde est eso? pregunt Oubanovitch.
En una jaula con Krause y un par de lascares respondi el hombre mono.
No s si t tuviste algo que ver con el motn o no, Oubanovitch, pero si quieres seguir
como ingeniero, nadie te har preguntas.
El ruso asinti con el entrecejo fruncido.
De acuerdo dijo; no podis ser peores que ese loco de Schmidt.
El capitn Bolton est al mando. Presntate a l y dile que eres el ingeniero.
Sabes qu se ha hecho del rabe? Hace varios das que no le veo.
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Siempre est en la sala de mquinas para estar caliente.
Dile que venga a verme aqu en el puente y pdele al capitn Bolton que nos
enve un par de hombres.
Los dos hombres aguzaron la vista en la oscuridad que se extenda ante ellos.
Vieron que la proa del barco penetraba en un gran mar en el que se balanceaba
perezosamente.
Cada vez es peor observ De Groote.
El barco puede aguantar mucho ms? pregunt Tarzn.
Creo que s dijo De Groote, mientras pueda mantenerlo por la parte de
atrs, tendremos suficiente velocidad mnima para maniobrar.
Se oy un disparo a sus espaldas, y el cristal de la ventana delante de ellos se hizo
aicos. Ambos hombres se giraron en redondo y vieron a Abdullah Abu Njm de pie
en lo alto de la escalerilla con una humeante pistola en la mano.
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Captulo IX
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Justo antes del amanecer, el capitn dijo:
Escuchad, os eso?
S dijo Tarzn. Hace rato ya que lo oigo.
Sabes lo que es? pregunt Bolton.
S respondi el hombre mono.
Olas grandes dijo Bolton; es lo nico que faltaba para acabar con nosotros
de una vez por todas.
Poco a poco y de mala gana lleg el amanecer, como si hubiera estado reprimido
por el mismo genio maligno que haba dirigido todo el viaje del malhadado Saign. Y
en la direccin de sotavento los hombres que estaban en el puente vieron una isla
volcnica, cubiertas sus montaas con follaje tropical, sus cimas ocultas entre nubes
bajas. El mar iba a romper en un arrecife de coral situado a unos cuatrocientos
kilmetros de la orilla, y hacia este arrecife se diriga el Saign a la deriva.
En ese arrecife hay una brecha, a la derecha, all anunci Bolton. Creo que
podramos bajar botes ahora y conseguir que la mayora llegaran a la orilla.
T eres el capitn dijo Tarzn.
Bolton orden que todos los marineros acudieran a cubierta, y los hombres a sus
puestos en los botes, pero varios lascares cogieron el primer bote y empezaron a
bajarlo. De Groote se precipit con la pistola a punto en un esfuerzo por detenerles;
pero era demasiado tarde, ya que se haban alejado. Su primer instinto fue dispararles
como ejemplo para los dems, pero en lugar de ello se volvi y separ a los restantes
lascares, que estaban a punto de coger un segundo bote. Bolton y Tibbet se unieron a
l apuntando con sus pistolas, y los lascares se echaron atrs.
Disparad al primero que desobedezca una orden dijo Bolton. Ahora
prosigui, esperaremos a ver cmo le va a ese bote antes de bajar otro.
El Saign iba a la deriva hacia el arrecife, mientras los pasajeros y la tripulacin
se alineaban junto a la barandilla observando a la tripulacin del bote salvavidas que
luchaba contra el violento mar en un esfuerzo por llegar hasta la brecha del arrecife.
Si lo consiguen, ser por los pelos dijo el doctor Crouch.
Y cuanto ms a la deriva vaya el Saign, ms difcil ser para los botes
siguientes aadi el coronel Leigh.
Esos granujas jams lo conseguirn terci Algy, y les estar bien
empleado.
Yo creo que s lo conseguirn dijo Patricia. Qu crees t, Tarzn?
Lo dudo respondi el hombre mono, y si no puede llegar utilizando todos
los remos y sin pasajeros, los otros botes no tendrn la ms mnima posibilidad.
Pero no vale la pena probarlo? pregunt la muchacha. Si el Saign choca
con ese arrecife estamos todos perdidos; en el bote al menos tendra la oportunidad de
luchar.
El viento y el mar estn amainando dijo Tarzn, justo debajo del arrecife
hay aguas tranquilas, y como el Saign no zozobrara de inmediato, creo que
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tendramos ms probabilidades as que en los botes, que se desfondaran y se
hundiran en cuanto chocaran contra el arrecife.
Creo que tienes razn coincidi Bolton; pero en una emergencia como
esta, en la que todas nuestras vidas estn en juego, solo puedo hablar por m; yo me
quedara en el barco, pero si hay suficientes que deseen coger un bote para tripularlo
como es debido, har que desciendan el bote nmero cuatro. Mir a los
compaeros del barco que le rodeaban, pero todos los ojos estaban fijos en el bote
que se diriga hacia el arrecife y nadie pareca inclinado a arriesgarse.
No van a conseguirlo declar Tibbet.
No llegarn muy lejos coincidi el doctor Crouch.
Mirad! exclam Janette Laon, ahora van a toda velocidad directamente
hacia el arrecife.
Esos granujas tienen ms sentido comn de lo que crea gru el coronel
Leigh; ven que no pueden llegar a la brecha y ahora intentan montar una ola por
encima del arrecife.
Con suerte, puede que lo consigan dijo Bolton.
Necesitarn la suerte del irlands aadi Crouch.
All van! grit Algy. Mirad cmo reman esos malditos canallas.
Han cogido la ola en el momento oportuno dijo Tibbet; la estn surcando
deprisa.
All van! grit Janette.
El bote salvavidas se precipitaba hacia el arrecife justo por debajo de la cresta de
una gran ola, empujando con furia los lascares para mantener su posicin.
Han pasado! exclam Patricia.
Pero no era as; la proa choc con una protuberancia de coral y la fuerte ola elev
el bote y arroj a los lascares a la laguna.
Bueno, los hombres pasarn al otro lado aunque el bote no lo haya hecho
seal Crouch.
Espero que sepan nadar dijo Janette.
Pues yo espero que no sepan gru el coronel.
Observaron a los hombres flotando en el agua durante uno o dos minutos,
mientras empezaban a nadar hacia la orilla, y despus Janette exclam:
Vaya!, se estn poniendo de pie; estn caminando!
No es de sorprender dijo Bolton; muchas de esas lagunas de coral son
poco profundas.
Pero el viento y el mar se estaban calmando rpidamente y el Saign iba a la
deriva, aunque despacio, hacia el arrecife; sin embargo, no tardara en zozobrar. El
Saign, mal equipado, dispona de pocos salvavidas. Tres de ellos se entregaron a las
mujeres, y los otros a miembros de la tripulacin que dijeron no saber nadar.
Qu probabilidades crees que tenemos, capitn? pregunt el coronel Leigh.
Si el agua nos lleva sobre el arrecife, podemos tener alguna probabilidad, si el
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barco se queda all aunque solo sean unos minutos aadi Bolton, pero si se
desfonda antes de quedarse all, se hundir en las aguas profundas en este lado del
arrecife, y, bueno, supone usted lo mismo que yo, seor. Voy a tener que hacer
desembarcar las balsas, descender los botes a cubierta y soltarlos Y coger tanto
material como pueda flotar y transportar gente y orden a la tripulacin de que
llevaran a cabo estas tareas.
Mientras los hombres estaban ocupados con su trabajo, lleg un grito procedente
del centro del barco:
Eh, De Groote! grit Krause; vais a dejarnos aqu para que nos
ahoguemos como ratas en una ratonera?
De Groote mir a Tarzn con aire interrogador, y el hombre mono se volvi a
Janette.
Dame la llave de las jaulas dijo l, y cuando ella se la entreg, fue a la jaula
en la que estaban encerrados Krause y los otros.
Os dejar salir dijo, pero procurad portaros bien; tengo ms de una razn
para mataros a todos vosotros, hombres blancos, y no necesitar una gran excusa.
Abdullah era un rabe con aspecto enfermizo, y los tres hombres blancos tenan
expresin hosca y fruncan el entrecejo cuando salieron de la jaula.
Cuando se acercaron a la barandilla, Bolton grit:
Quedaos junto a los botes y balsas; vamos a estrellarnos!
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Captulo X
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bajar para ver la profundidad del agua en el interior del arrecife. Los que sepan nadar
pueden saltar, Y les ayudar a subir a uno de los botes o a una balsa.
Se subi a la barandilla, se qued inmvil un instante y luego salt lejos y se
zambull en direccin a la laguna.
Todos los marineros se dirigieron hacia la barandilla para observarle. Le vieron
zambullirse a poca profundidad y luego dar la vuelta y desaparecer bajo la superficie.
Despus su cabeza sali del agua y mir hacia arriba:
Aqu es muy profundo dijo.
Patricia Leigh se quit el salvavidas, se subi a la barandilla y se zambull.
Cuando sali a la superficie, Tarzn estaba a su lado.
No tengo que preguntarte si sabes nadar dijo l.
Ella sonri.
Me quedar aqu y te ayudar con los dems dijo.
Janette Laon fue la siguiente en saltar. Ella no se zambull y simplemente salt el
arrecife.
Tarzn la haba sujetado antes de que llegara a la superficie. Sigui sujetndola
cuando sus cabezas estaban fuera del agua.
Sabes nadar? pregunt l.
No respondi ella.
Eres una muchacha muy valiente dijo, mientras la arrastraba hacia uno de los
botes y la ayudaba a subir.
Para entonces haban preparado una silla de contramaestre y estaban
descendiendo a una miss Leigh sumamente airada que protestaba desde el costado del
barco. Cuando lleg a la superficie de la laguna, Tarzn la estaba esperando.
Joven le espet, sepa que, si me ocurre algo, le har responsable de ello.
Cllese dijo Tarzn y bjese de esa silla.
Probablemente en toda su vida Penelope Leigh jams haba odo a nadie que le
hablara con autntica autoridad; no solo la dej sin aliento, sino que la intimid. Baj
mansamente de la silla de contramaestre y salt a los brazos de Tarzn. Este nad con
ella hasta una de las balsas y la ayud a subir, pues subir a ellas era ms fcil que a
los botes salvavidas.
Tarzn volvi nadando al barco. La silla del contramaestre todava colgaba,
balancendose sobre el agua. La cogi y trep por la cuerda hasta la cubierta. Uno a
uno los hombres fueron saltando y zambullndose desde la barandilla cuando les
detuvo.
Quiero diez o doce voluntarios para un trabajo muy peligroso dijo; tienen
que tener lo que los americanos llaman agallas.
Qu pretendes hacer? pregunt Bolton.
Ahora que todos los dems estn a salvo en la orilla, voy a liberar a los
animales dijo el hombre mono y hacer que lleguen al agua.
Pero, amigo exclam el coronel Leigh, muchos de ellos son peligrosas
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bestias de caza.
Sus vidas son tan importantes para ellos como las nuestras para nosotros
replic Tarzn, y no voy a dejarlas aqu para que mueran de inanicin.
Est bien, est bien dijo el coronel, pero por qu no las destruimos? Sera
la forma ms humanitaria.
Nadie ha sugerido que matemos a tu esposa o a tus amigos dijo Tarzn, y
no vamos a destruir a mis amigos.
Tus amigos? pregunt incrdulo el coronel.
S, mis amigos respondi el Seor de la Jungla, o tal vez debera decir mi
gente. Nac y crec entre ellos; no vi un ser humano hasta que era mayor, ni vi a
ningn hombre blanco hasta que tuve veinte aos.
Por Jpiter! exclam el coronel, sin duda se trata de una proposicin muy
caballerosa; estoy contigo, joven.
De Groote, Bolton, Tibbet, Crouch, varios miembros de la tripulacin del Naiad y
varios chinos se ofrecieron voluntarios para ayudarle, as como los tres cuidadores
indios, que haban sido contratados por Krause para cuidar de los animales.
Mientras los que no se haban ofrecido voluntarios para quedarse con l
abandonaban el barco, Tarzn liber a los orangutanes. Les habl en su propia
lengua, y ellos se aferraron a l como nios asustados; luego llev a sus hombres
abajo, a la bodega de los animales, y abri las grandes puertas dobles del costado del
barco, a travs de las cuales haban sido cargados los animales ms grandes.
Haba tres elefantes indios, y los liber primero, ya que eran dciles y estaban
bien entrenados. Hizo que uno de los mahuts indios montara al mejor de ellos y le
pidi que lo condujera a la laguna en el momento en que una ola cubriera el arrecife.
Hubo una breve batalla con el animal antes de poder ser obligado a sumergirse; pero
una vez estuvo nadando, fue relativamente fcil hacer que los otros dos elefantes le
siguieran, y despus fueron liberados los elefantes africanos. Estas eran bestias
salvajes y mucho ms peligrosas y difciles, pero una vez su jefe vio que los elefantes
indios se alejaban nadando, se meti en la laguna y sigui, y sus compaeros fueron
detrs de l.
Las jaulas de los leones y los tigres fueron arrastradas una a una hasta la puerta,
les abrieron las puertas y las inclinaron un poco para que las bestias salieran. Los
animales inferiores desembarcaron del mismo modo.
Fue una tarea larga y ardua, pero por fin se termin, y solo quedaban las
serpientes.
Qu vas a hacer con ellas? pregunt Bolton.
Histah, la serpiente, siempre ha sido mi enemiga respondi Tarzn; a ella
la destruiremos.
Se quedaron en el umbral de la puerta del barco observando a las bestias que se
dirigan hacia la orilla, desde la cual los botes y balsas vacas estaban ya regresando
al barco siguiendo las instrucciones de Bolton.
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Junto a la lnea de la costa haba una playa estrecha, y ms all una densa jungla
que ascenda gradualmente hasta el pie de las montaas volcnicas, cubiertas de
verde, que formaban un fondo adecuado para el salvaje y desolado escenario.
El grupo que lleg a tierra se acurruc en la playa mientras las criaturas salvajes
nadaban o caminaban por el agua hacia la orilla. Pero los animales penetraron en la
jungla en cuanto salieron del agua. Un solo elefante se volvi y barrit, y un len
rugi, ya fuera como desafo, ya fuera como agradecimiento, quin puede saberlo?
Y despus, la espesura de la jungla los devor y emprendieron una nueva vida en un
mundo extrao.
La mayor parte de los marineros haban regresado al barco con las balsas y botes,
y pasaron el resto del da transportando las provisiones del barco a la playa.
Trabajaron durante dos das, despojando el barco de todo lo que pudiera darles
algo de comodidad o les fuera conveniente, y mientras la mita de los hombres
trabajaban en esto, la otra mitad abri un claro en la jungla, para montar un
campamento permanente. Haban elegido este lugar porque por l discurra un
pequeo riachuelo de agua fresca.
La tarde del tercer da, cuando el trabajo casi estaba terminado, un grupito de
apenas una docena de hombres contempl el campamento desde la cima del
acantilado que bordeaba la playa situada al sur. Ocultos por la vegetacin que all
haba, observaron a los primeros extranjeros que haban llegado a su isla desde haca
muchsimos aos.
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Captulo XI
L os hombres que observaban a los nufragos del Saign eran guerreros. Llevaban
cinturones que les pasaban por entre las piernas, cuyos extremos colgaban por la
espalda, y tenan complicados bordados con hilos de colores o mosaico de plumas; se
cubran los hombros con una capa cuadrada y calzaban sandalias de piel de animal.
Sus cabezas estaban adornadas con tocados de plumas y uno de entre ellos llevaba un
mosaico de plumas; los adornos de su vestimenta eran de jade y su cinturn y
sandalias llevaban incrustaciones de jade y oro, as como sus brazales y perneras; en
la nariz lucan un adorno tallado, que pasaba por un agujero hecho en el septo nasal;
asimismo, eran de jade los aros de las orejas y el labio. Todos los adornos de aquel
hombre eran ms esplndidos que los de sus compaeros, porque Xatl Din era un
noble.
Todos llevaban el rostro moreno tatuado, pero el tatuaje de Xatl Din era con
mucho el ms elaborado. Iban armados con arcos y flechas, y cada uno llevaba dos
carcajs; asimismo, cada uno portaba una lanza y una honda para lanzar piedras.
Adems de estas armas, cada guerrero llevaba una larga espada hecha de recia
madera, en cuyos lados estaban incrustadas hojas de obsidiana. Como proteccin
llevaban escudos de madera cubiertos con pieles de animales. Observaron a los
extranjeros durante un rato y despus se alejaron, fundindose en la jungla.
Haban llevado a la orilla las cartas marinas y los instrumentos del barco, y a
medioda el capitn Bolton haba intentado calcular su posicin; pero cuando lo hubo
hecho y hubo consultado la carta marina, descubri que no haba tierra en centenares
de kilmetros a la redonda.
Debo de haberme equivocado en mis clculos dijo a De Groote; as que lo
verificaron y volvieron a verificar, pero el resultado siempre era el mismo: se
hallaban en algn lugar en medio del Pacfico sur, a centenares de kilmetros de
tierra.
No puede ser posible que exista una isla sin descubrir dijo Bolton y sin
que ni siquiera est sealada en el mapa en ningn lugar del mundo.
Yo habra dicho lo mismo coincidi De Groote, hasta ahora; sus clculos
son absolutamente correctos, seor, y nos encontramos en una isla desconocida.
Con las mismas probabilidades de que nos rescaten dijo Bolton que
tendramos si estuviramos en la luna. Si ningn barco ha llegado aqu desde la poca
de Vasco da Gama, es de suponer que no llegar ningn barco en toda nuestra vida.
Si ningn barco ha llegado aqu en cuatrocientos aos dijo De Groote,
nuestras probabilidades realmente son excelentes, pues tiene que haber una primera
vez que se conozca; y la ley de las probabilidades de que esta isla siga sin ser
descubierta est a punto de extinguirse.
Quiere decir que los estatutos de las prescripciones obrarn en nuestro favor
dijo Bolton riendo. Bueno, espero que tenga razn.
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Tarzn haba trabajado con los otros. Haban erigido conforta bles refugios para el
coronel y su esposa y para las dos muchachas.
Entonces, Tarzn convoc a todo el grupo:
Os he llamado a todos dijo para deciros que formaremos dos
campamentos. No quiero tener a Abdullah, Krause, Schmidt, Oubanovitch o a los
lascares en este campamento. Ellos son los causantes de todo el problema. Por su
culpa somos nufragos en una isla desconocida, en la que, segn el capitn Bolton,
podemos tener que pasar el resto de nuestra vida. Si les permitimos que se queden en
nuestro campamento, volvern a causar problemas; conozco el tipo de hombres que
son. Se volvi a Krause. Te llevars a tu grupo al norte, al menos a dos largas
marchas, y ninguno de vosotros se acercar a menos de diecisis kilmetros de este
campamento. Al que lo haga, lo matar. Eso es todo. Marchaos.
Nos iremos, de acuerdo dijo Oubanovitch, pero nos llevaremos nuestra
parte de las provisiones, armas y municin.
Os llevaris vuestra vida y nada ms replic Tarzn.
No pretender enviarles a que se adentren en esta extraa jungla sin comida ni
armas protest el coronel.
Eso es exactamente lo que pretendo hacer dijo Tarzn, y tienen suerte de
que no sea peor.
No puedes hacernos esto grit Oubanovitch, no puedes quedarte con un
montn de sucios capitalistas opulentos y machacar a los pobres obreros. Conozco a
los de tu clase, un adulador que espera ganarse el favor de los ricos y los poderosos.
Dios mo! exclam Algy, ese canalla est dando un discurso.
Como si esto fuera Hyde Park dijo Patricia.
Eso es grit Oubanovitch; la perspicaz burguesa ridiculizando al honesto
trabajador.
Largaos gru Tarzn.
Abdullah tir de la manga de Oubanovitch.
Ser mejor que nos vayamos susurr; conozco a ese tipo; es un diablo, no
dudara en matarnos.
Los otros echaron a andar hacia el norte y arrastraron a Oubanovitch con ellos;
pero este se volvi y an grit:
Me marcho, pero volver cuando los pobres esclavos que trabajan para
vosotros se den cuenta de que ellos deberan ser los amos, y no vosotros.
Bien! exclam Penelope Leigh, me alegro de que se hayan ido; ya es
algo, por lo menos. Y lanz una mirada significativa a Tarzn.
En la jungla que rodeaba el campamento crecan en abundancia cocoteros y
bananos, y haba rboles del fruto del pan y tubrculos comestibles, as como algunos
rboles de la papaya, mientras que en la laguna abundaba el pescado; de modo que no
era muy probable que murieran de hambre, pero Tarzn arda en deseos de comer
carne.
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Cuando el campamento estuvo terminado, se puso a trabajar para hacer las armas
de caza que ms le gustaba utilizar. Su arco, flechas y carcaj tuvo que hacrselos l
mismo; pero entre las provisiones del barco encontr un cuchillo adecuado y una
cuerda, y convirti un arpn en una lanza. Esto ltimo era un reconocimiento tcito
de la presencia de los grandes carnvoros que haba soltado en la isla. Y entonces, una
maana, Tarzn desapareci del campamento antes de que los dems despertaran.
Sigui el curso del riachuelo que discurra desde las colinas cubiertas de vegetacin,
pero, para evitar la maraa de maleza, se subi a un rbol y avanz a travs de ellos.
Tarzn haba salido del campamento antes de que los dems despertaran, o eso es
lo que l crea, pero despus advirti que le estaban siguiendo y mir atrs: vio a los
dos orangutanes avanzando por los rboles detrs de l.
Tarzn caza dijo en la lengua de los grandes simios, cuando le hubieron
alcanzado; no hagis ruido.
Tarzn caza, mangani no hacen ruido le asegur uno de ellos.
Y as, los tres fueron avanzando a travs de los rboles de la silenciosa jungla.
En las laderas inferiores de las montaas, Tarzn encontr a los elefantes
comiendo brotes tiernos. Les habl y ellos le saludaron con un gruido. No tenan
miedo, y no se apartaron. Tarzn pens que tena que saber hasta qu punto podan
llegar a ser amistosos, y para ello salt cerca de un gran macho africano y le habl en
la lengua que haba utilizado toda su vida para conversar con su amado Tantor.
En realidad no es un lenguaje, y no s cmo llamarlo, pero utilizndolo Tarzn
pudo transmitir sus sentimientos ms que sus deseos a las grandes bestias que haban
sido sus compaeros de juegos desde su infancia.
Tantor dijo, y puso una mano sobre el hombro de la gran bestia. El enorme
macho se balance hacia delante y hacia atrs, y toc al hombre mono con su trompa,
un toque interrogador, inquisitivo; y, mientras Tarzn le hablaba con suavidad, el
toque se convirti en una caricia. Y entonces el hombre mono dio la vuelta a la gran
bestia por delante y le puso una mano sobre la trompa y dijo:
Nala! La trompa le pas suavemente por el cuerpo y Tarzn repiti: Nala!
Tantor. Nala! Y entonces el elefante le rode con la trompa y lo levant en el aire.
Byat, Tantor! orden Tarzn. Tand byat! El macho baj a Tarzn sobre
su cabeza.
Vando! dijo Tarzn, y rasc a la gran bestia detrs de las orejas.
Los otros elefantes siguieron alimentndose, sin prestar mayor atencin al hombre
mono, pero los orangutanes permanecan sentados en un rbol cercano y rieron,
pues Tantor les produca mucho miedo.
Tarzn decidi hacer un experimento, y salt del lomo del elefante a un rbol
cercano y se alej un poco, adentrndose en la jungla; entonces grit:
Yud, Tantor, yud byat!
A travs de la jungla y la maleza, lleg la respuesta en forma de retumbo
procedente de la garganta del macho. Tarzn escuch; oy el ruido de ramitas que se
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rompan y de maleza que se aplastaba, y despus la gran mole de Tantor se cerni
sobre l.
Vando, Tantor dijo Tarzn, y se alej por los rboles, para gran alivio de los
orangutanes, que haban observado con disgusto toda la escena.
La montaa que ahora se alzaba ante ellos estaba cortada a pico, y con frecuencia
haba lugares a los que solo Tarzn o sus amigos simios podan acceder. Al fin
llegaron a un saliente que discurra hacia el sur. Sin embargo, se alejaba del riachuelo
desde el que Tarzn haba partido, al pie de una cascada que se derramaba sobre un
acantilado cuyas paredes resbaladizas solo podan ser salvadas por una mosca o un
lagarto pero por pocos seres ms.
Siguieron el saliente que rodeaba un lomo de la montaa y salieron a una gran
colina baja con un denso bosque. A Tarzn le pareci un buen terreno de caza y aqu
volvi a subirse a los rboles.
Despus, Usha, el viento, llev hasta su olfato un olor conocido: el olor de Horta,
el verraco. All haba carne, y al instante Tarzn se convirti en la bestia salvaje
acechando su presa.
Sin embargo, no haba ido muy lejos cuando otros dos olores impregnaron su
sensible olfato: el rastro de olor de Numa, el len, y, mezclado con este, el del
hombre.
Estos dos rastros de olor podan mezclarse, pero solo por una de dos razones: o el
hombre estaba cazando el len, o el len estaba cazando al hombre. Y cuando Tarzn
capt el olor de un solo hombre, supuso que el len era el cazador, y por eso atraves
los rboles en la direccin de la que proceda el olor.
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Captulo XII
T hak Chan no cazaba ningn len. Era imposible que intentara siquiera cazar
ningn len, pues jams haba visto u odo uno en toda su vida; tampoco lo
haban hecho ninguno de sus antepasados en todo el tiempo del que se tena
constancia. Mucho tiempo atrs, antes de que Chac Tutul Xiu hubiera emigrado de
Yucatn, el pueblo de Thak Chan haba conocido el jaguar, y su recuerdo les haba
acompaado a travs de las grandes aguas hasta esta distante isla y preservado en
duradera piedra en los templos y en las estelas que haban construido all. Thak Chan
era un cazador de la ciudad de Chichn Itz, que Chac Tutul Xiu haba fundado en
esta isla que haba encontrado y llamado Uxal en recuerdo a la ciudad en la que l
haba nacido.
Thak Chan estaba cazando el jabal, el cual, si se le excitaba, poda ser tan
peligroso como Numa, el len; pero, hasta ahora, Thak Chan no haba tenido suerte.
Thak Chan entr en un pequeo claro natural del bosque, y cuando lo hizo le
llam la atencin y sorprendi un amenazador gruido procedente del lado opuesto.
Frente a l se encontraba el rostro de la bestia ms aterradora que jams hubiera visto.
El gran len avanz lentamente en el calor, y Thak Chan dio media vuelta y huy.
El espantoso rugido que le segua casi le paralizaba de terror mientras corra como un
diablo a travs de los conocidos laberintos del bosque, mientras cerca, detrs de l, el
hambriento len corra con grandes zancadas persiguiendo a su presa. No poda haber
esperanza alguna para Thak Chan en esa desigual carrera aunque hubiera
permanecido en pie, pero cuando tropez y se cay acept con resignacin que
aquello era el fin. Se volvi para mirar a aquella desconocida y temible criatura; pero
no s levant, y, sentado en el suelo, aguard el ataque con la lanza preparada.
El len apareci entonces de un recodo del sendero de la jungla. Sus ojos verde
amarillentos eran redondos y le miraban fijamente. Para Thak Chan era como si
ardieran con fuego de furia. La bestia mostr los grandes colmillos amarillos con un
rugido tan malvado que Thak Chan se puso a temblar de nuevo. El len no atac; se
limit a acercarse trotando hacia su presa, pues solo se trataba de un enclenque
hombre-bestia; no era un antagonista que valiera la pena para el Rey de las Bestias.
Thak Chan rog a dioses extraos cuando vio acercarse la muerte; y entonces,
como si fuera una respuesta a sus plegarias, ocurri algo asombroso: un hombre
desnudo, un gigante para Thak Cha, salt desde un rbol al camino sobre el lomo de
aquella bestia salvaje para la que Thak Chan ni siquiera tena nombre. Un poderoso
brazo rode el cuello de la bestia, y sus fuertes piernas envolvieron la zona lumbar de
su cuerpo. La bestia se levant sobre sus dos patas traseras rugiendo de un modo
horrible, e intent alcanzar a la cosa que tena en la espalda con los colmillos y con
las garras. Salt en el aire, retorcindose y dando vueltas; se arroj al suelo y rod
sobre s mismo en un esfuerzo frentico por liberarse; pero la silenciosa criatura se
aferraba a la bestia con tenacidad, y con su mano libre clav un largo cuchillo una y
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otra vez en el ambarino costado del animal, hasta que, con un estrepitoso rugido final,
la bestia cay de lado, tuvo unas convulsiones por unos instantes y se qued inmvil.
Thak Chan haba observado esta asombrosa batalla con sentimientos mezclados
de terror y esperanza, medio convencido de que en verdad era un dios que haba
acudido a salvarle, pero casi era tan temible aquel dios como la bestia.
Cuando la gran bestia muri, Thak Chan vio al hombre, o al dios, o a lo que fuera,
ponerse en pie y poner uno de ellos sobre el cuerpo de su presa, y entonces elev su
rostro al cielo y lanz un largo grito tan aterrador que Thak Chan se estremeci y se
tap los odos con las manos.
Por primera vez desde que haba surgido del lecho del ocano, la isla de Uxmal
oy el grito de victoria de un primate macho que haba matado a su presa.
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Captulo XIII
T hak Chan conoca a muchos dioses, y trat de identificar a este. Los conoca
como los poderosos, los capitanes que van antes y los viejos. Estaba Huitz-Hok,
Seor de las Colinas y los Valles; Che, Seor del Bosque; e innumerables dioses
terrenales; despus estaban, por supuesto, Itzamma, que gobernaba el cielo, hijo de
Hunab Kuh, el primer dios, y Hun Ahau, dios del submundo, Metnal, un lugar fro,
hmedo y lgubre bajo tierra, adonde iban a parar las masas del pueblo y los que
llevaban una mala vida; y tambin estaba Aychuykak, dios de la guerra, al que
siempre se llevaban a la batalla cuatro capitanes en una litera especial.
Tal vez este era Che, Seor del Bosque, y por eso Thak Chan decidi dirigirse a l
as, y como era educado, le dio las gracias por salvarle de la extraa bestia. Sin
embargo, cuando Che respondi, lo hizo en una lengua que Thak Chan jams haba
odo y que pens que quizs era la lengua de los dioses.
Tarzn mir al extrao hombrecillo moreno que hablaba ese asombroso lenguaje
que l no poda entender; entonces dijo:
Dako-zan que en el lenguaje de los grandes simios significa comida; pero
Thak Chan se limit a menear la cabeza y se disculp por ser tan estpido.
Al ver que por aquel camino no iba a ninguna parte, Tarzn cogi una flecha de
su carcaj y con la punta dibuj a Horta, el verraco, en la tierra bien apretada del
sendero; entonces puso la flecha en su arco y dirigi la flecha hacia el dibujo, detrs
del hombro izquierdo.
Thak Chan sonri e hizo gestos de asentimiento con gran excitacin; entonces
hizo seas a Tarzn de que le siguiera. A medida que se alejaba por el sendero, se
atrevi a levantar la mirada y vio a los dos orangutanes posados en un rbol y
mirndole. Esto fue demasiado para la mente simple de Thak Chan; primero la
extraa y horrible bestia, despus un dios, y ahora esas dos espantosas criaturas.
Temblando, Thak Chan puso un flecha en su arco, pero cuando apunt a los simios.
Tarzn le arrebat el arma y llam a los orangutanes, que bajaron y se quedaron a su
lado.
Thak Chan estaba ahora convencido de que estos tambin eran dioses y estaba
bastante sobrecogido por la idea de que estaba asocindose con tres de ellos. Quera
darse prisa en regresar a Chichn Itz y contar a todo el mundo los milagrosos
sucesos del da, pero luego se le ocurri que nadie le creera y que podra despertar la
ira de los sacerdotes. Tambin record que por mucho menos que eso se haban
elegido hombres como vctimas de los ritos de sacrificio en el templo.
Tena que haber alguna manera. Thak Chan pens y pens mientras conduca a
Tarzn de los Monos a travs del bosque en busca del jabal; y al fin se le ocurri un
magnfico plan: llevara a los tres dioses a Chichn Itz para que todos los hombres
pudieran ver por s mismos que Thak Chan no menta.
Tarzn crea que era conducido en busca de Horta, el verraco; y cuando una curva
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en el sendero les llev al linde de la jungla y vio una ciudad asombrosa, se qued tan
sorprendido como Thak Chan se haba quedado cuando se dio cuenta de que sus tres
compaeros eran dioses. Tarzn vio que la parte central de la ciudad estaba
construida sobre un montculo en cuya cima se elevaba una pirmide coronada por lo
que pareca ser un templo. La pirmide estaba construida con bloques de lava que
formaban empinados escalones que llevaban hasta la cumbre. Rodeaban la pirmide
otros edificios que ocultaban su base a la vista de Tarzn; y en torno a toda esta parte
central de la ciudad se hallaba una muralla, horadada de vez en cuando por puertas.
Extramuros haba endebles moradas de techo de paja, sin duda las viviendas de los
habitantes ms pobres de la ciudad.
Chichn Itz dijo Thak Chan, sealando y haciendo seas a Tarzn de que le
siguiera.
Con el recelo natural de la bestia salvaje que casi era inherente en l, el hombre
mono vacil. No le gustaban las ciudades, y siempre haba recelado de los
extranjeros, pero despus la curiosidad se impuso a su criterio y sigui a Thak Chan
hacia la ciudad. Pasaron junto a hombres y mujeres que trabajaban en campos donde
se cultivaba maz, alubias y tubrculos: un monumento a la perspicacia de Chac Tutul
Xiu, quien, ms de cuatrocientos aos antes, haba tenido la previsin de traerse
semillas y bulbos desde Yucatn.
Los hombres y las mujeres que estaban en los campos levantaban la mirada
atnitos cuando vean a los compaeros de Thak Chan, pero an se quedaron ms
atnitos cuando Thak Chan anunci con orgullo que eran Che, Seor del Bosque, y
dos dioses de la tierra.
Para entonces, sin embargo, los nervios de los dos dioses de la tierra haban
soportado ya todo lo que podan resistir; y estas deidades se volvieron y salieron
corriendo hacia la jungla, avanzando pesadamente en la postura medio encorvada de
los grandes simios. Thak Chan les llam suplicante, pero de nada sirvi, y un
momento despus les vio subirse a los rboles y desaparecer.
Los guerreros que protegan las puertas a las que se estaban acercando estaban
muy interesados y no poco excitados. Haban hecho venir a un oficial, y este esperaba
a Thak Chan y a su compaero cuando llegaron a la puerta. El oficial era Xatl Din,
que haba estado al mando del grupo de guerreros que descubri a los nufragos en la
playa.
Quin eres? pregunt, y a quin traes a Chichn Itz?
Soy Thak Chan, el cazador respondi el compaero de Tarzn, y este es
Che, Seor del Bosque, que me ha salvado de una terrible bestia que a punto estuvo
de devorarme. Los dos que se han ido corriendo eran dioses terrenales. El pueblo de
Chichn Itz debe de haberles ofendido o habran entrado en la ciudad. Xatl Din
nunca haba visto a ningn dios, pero se dio cuenta enseguida de que haba algo
impresionante en aquel extranjero semidesnudo que era muchsimo ms alto que l y
sus compaeros, pues la altura de Tarzn quedaba acentuada por el hecho de que los
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mayas son gente de baja estatura; y en comparacin con ellos, tena todo el aspecto
de ser un dios. Sin embargo, Xatl Din no estaba completamente convencido, pues
haba visto extraos en la playa y adivinaba que este podra ser uno de ellos.
Quin eres t que vienes a Chichn Itz? pregunt a Tarzn. Si en verdad
eres Che, Seor del Bosque, dame alguna prueba de ello, para que Cit Coh Xiu, el
rey, y Chal Yip Xiu, el ah kin mai, puedan prepararse para darte la bienvenida como
es debido.
Che, Seor del Bosque, no entiende nuestra lengua, la ms noble interpuso
Thak Cha; solo comprende el lenguaje de los dioses.
Los dioses pueden entender todas las lenguas dijo Xatl Din.
Debera haber dicho que no se rebaja a hablarlo se corrigi Thak Chan.
Indudablemente, entiende lodo lo que decimos, pero no sera propio de un dios hablar
la lengua de los mortales.
Sabes mucho para ser un simple cazador dijo Xatl Din receloso.
Los que hacen amistad con los dioses deben ser muy sabios replic Thak
Chan con arrogancia.
Thak Chan se haba ido sintiendo cada vez ms importante a medida que se
desarrollaba la conversacin. Hasta entonces, nunca haba tenido una conversacin
prolongada con un noble; en realidad, raras veces deca algo ms que: S, noble
seor, o No, noble seor. La seguridad en s mismo de Thak Chan y el
impresionante aspecto del extranjero resultaron al fin demasiado para Xatl Din, y les
dej entrar en la ciudad, acompandoles l mismo hacia el templo que formaba parte
del palacio del rey.
All haba guerreros, sacerdotes y nobles esplndidos con plumas y jade; y a uno
de los nobles que tambin era sacerdote Xatl Din repiti la historia que Thak Chan le
haba contado.
Tarzn, que se encontraba rodeado de hombres armados, volvi a recelar,
preguntndose si haba sido prudente entrar en aquella ciudad, que bien podra
resultar una trampa de la que tal vez le costara mucho escapar.
Un noble haba ido a informar a Chal Yip Xiu, el sumo sacerdote, de que alguien
que afirmaba ser Che, Seor del Bosque, acuda a visitarle a su templo.
Igual que la mayora de sumos sacerdotes, Chal Yip Xiu era un poquito escptico
respecto a la existencia de los dioses; estos estaban muy bien para la gente comn,
pero un sumo sacerdote no los necesitaba. En realidad, l mismo se consideraba la
personificacin de todos los dioses, y su poder en Chichn Itz prestaba color a su
creencia.
Ve a buscar al cazador y a su compaero orden al noble que le haba trado
el mensaje.
Poco despus, Tarzn de los Monos lleg con grandes pasos ante Chal Yip Xiu, el
sumo sacerdote de Chichn Itz. y con l iban Thak Cha, el cazador, y Xatl Din, el
noble, con varios de sus compaeros y una veintena de guerreros y sacerdotes
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menores.
Cuando Chal Yip Xiu vio al extranjero, qued impresionado; y, para mantenerse a
salvo, se dirigi a l con respeto; pero cuando Xatl Din le dijo que el dios se negaba a
hablar la lengua de los mortales, el sumo sacerdote desconfi.
Informaste de la presencia de extranjeros en la playa dijo a Xatl Din; no
podra ser este uno de ellos?
Podra serlo, hombre sagrado respondi el noble.
Si es un dios dijo Chal Yip Xiu. entonces los otros deben de ser todos
dioses. Pero t me dijiste que su barco haba zozobrado y que ellos haban sido
arrojados a la orilla.
As es, hombre sagrado respondi Xatl Din.
Entonces, no son ms que mortales concluy el sumo sacerdote, pues los
dioses habran controlado los vientos y las olas, y su barco no habra naufragado.
Eso tambin es cierto, el ms sabio de los hombres coincidi Xatl Din.
Luego este hombre no es ningn dios declar Chal Yip Xiu, pero servir
como excelente sacrificio para los verdaderos dioses. Llevoslo.
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Captulo XIV
A nte este giro inesperado de los acontecimientos, Thak Chan se qued tan
consternado y perplejo que, aun cuando no era ms que un pobre cazador, se
atrevi a alzar la voz para protestar ante Chal Yip Xiu, el ah kin mai.
Pero, el ms sagrado de los hombres dijo, deberas haber visto las cosas
que ha hecho. Deberas haber visto la gran bestia que estaba a punto de devorarme y
cmo l ha saltado sobre su lomo y la ha matado; nadie ms que un dios habra
podido llevar a cabo semejante accin. Si hubieras visto esto y los dos dioses
terrenales que le acompaaban, sabras que en verdad ha de ser Che, Seor del
Bosque.
Quin eres t? pregunt Chal Yip Xiu con una voz terrible.
Soy Thak Chan, el cazador respondi mansamente el ahora asustado
hombre.
Entonces, limtate a cazar, Thak Chan le advirti Chal Yip Xiu, o acabars
en el bloque de los sacrificios o en las aguas del pozo sagrado. Vete.
Thak Chan se march; se escabull como un perro con el rabo entre las patas.
Sin embargo, cuando los guerreros pusieron las manos sobre Tarzn, eso fue
harina de otro costal. Aunque no haba entendido las palabras de Chal Yip Xiu, haba
colegido por el tono y la conducta del hombre de que no todo iba bien, y cuando vio a
Thak Chan escabullirse, se convenci doblemente de ello; y entonces los guerreros le
rodearon y le pusieron las manos encima.
El sumo sacerdote le haba recibido en una columnata sobre un lado de un
peristilo, y la aguzada vista de Tarzn enseguida haba visto toda la escena
inmediatamente posterior a ser llevado ante la presencia del sumo sacerdote. Haba
visto el jardn que haba detrs de la hilera de columnas y los edificios bajos ms all
del peristilo. Lo que haba inmediatamente despus de estos edificios no lo saba,
pero saba que la muralla de la ciudad no quedaba lejos, y detrs de la muralla y los
campos estaba la jungla.
Se deshizo de las manos de los guerreros sacudindose y dio un salto hasta la
plataforma baja donde estaba sentado Chal Yip Xiu; y, apartando de un golpe al sumo
sacerdote, salt al jardn, cruz el peristilo a todo correr y trep por la pared del
edificio que haba detrs.
Los guerreros le persiguieron por el peristilo con imprecaciones, pero tambin
con flechas y piedras que le lanzaban con las hondas que llevaban; sin embargo, solo
le alcanzaron las imprecaciones, y estas eran inofensivas.
Cruz el tejado del edificio y salt a la calle que haba detrs. En la calle haba
gente, pero se apartaban con terror a medida que aquel bronceado gigante les
apartaba y corra hacia la muralla de la ciudad. Al final de esa calle haba una puerta,
pero no era la puerta por la que haban entrado en la ciudad, y los soldados all
estacionados no saban nada de l; para ellos no era ms que un extranjero
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semidesnudo, evidentemente un hombre de extraa raza, y por lo tanto un enemigo
que no tena nada que hacer en el interior de las murallas de Chichn Itz; de modo
que intentaron cortarle el paso y arrestarle, pero Tarzn agarr a uno de ellos y,
sujetndole por los tobillos, lo utiliz como molinete para abrirse paso a travs de los
otros guerreros y franquear la puerta.
Al fin era libre, pero nunca haba tenido ninguna duda de que sera libre, pues
miraba con desprecio a aquellos hombrecillos armados de forma primitiva. Cmo
podan esperar retener a Tarzn, Seor de la Jungla! En aquel preciso instante, una
piedra procedente de una de las hondas impact en la parte posterior de su cabeza; y
l cay de bruces, inconsciente.
Cuando Tarzn recobr el conocimiento, se encontr en una jaula de madera en
una habitacin apenas iluminada por una sola ventana. Las paredes de la habitacin
eran bloques de lava encajados y bellamente adornados. La ventana tena unos
sesenta centmetros cuadrados y estaba cerca del techo; tambin haba en la
habitacin una puerta de robusta madera, que Tarzn supuso cerrada con un cerrojo
por fuera. No poda deducir qu destino le aguardaba, pero imaginaba que sera de lo
ms desagradable, pues el rostro de Chal Yip Xiu era cruel, sin duda, como los
rostros de muchos sacerdotes y nobles.
Tarzn prob los barrotes de su jaula de madera y sonri. Saba que podra salir
de all cuando le viniera en gana, pero salir de la habitacin sera otra cosa; la ventana
habra s ido lo bastante grande para salir, pero tena dos barrotes de piedra; y la puerta
pareca muy resistente.
La pared trasera de la jaula estaba a unos sesenta centmetros de la pared trasera
de la habitacin. En este lado, Tarzn apart dos barrotes y sali de la jaula. Se
dirigi enseguida a la puerta, pero no pudo ni abrirla ni forzarla; sin embargo, esper
con paciencia ante ella con uno de los barrotes rotos de su jaula; saba que alguien, en
algn momento, abrira aquella puerta.
No saba que haba estado inconsciente mucho rato y que haba pasado la noche y
volva a ser de da. Entonces oy voces en el exterior de su celda; aumentaron en
nmero y volumen hasta que supo que all haba una gran cantidad de gente, y
entonces oy el resonar de tambores y el fragor de trompetas y unos cnticos.
Cuando se estaba preguntando qu estaba pasando en el exterior, en la ciudad,
oy el chirriar del cerrojo de la puerta. Esper, con el barrote roto sujetado con fuerza
en una mano; y entonces se abri la puerta y entr un guerrero; un guerrero al que la
muerte le lleg rpida y sin dolor.
Tarzn asom la cabeza por la puerta. Casi directamente frente a l, se encontraba
un sacerdote ante un altar sobre el que estaba tumbada de espaldas una muchacha;
cuatro hombres con largas tnicas bordadas y tocados de plumas la sujetaban all,
cada uno por una extremidad. El sacerdote se cerna sobre ella con un cuchillo de
obsidiana levantado sobre el pecho de la joven.
Tarzn comprendi la situacin al instante. La muchacha no significaba nada para
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l; la muerte de un ser humano no significaba mucho para l, que haba visto morir
tantas criaturas, y saba que la muerte era la consecuencia natural de la vida; pero la
crueldad y inhumanidad de la ceremonia le enoj, y de pronto se sinti embargado
por el deseo de frustrar a los autores de ello, en lugar de serlo por la humanitaria
necesidad de rescatar a la muchacha. El sacerdote se encontraba de espaldas a l
cuando sali de un salto de su celda y le arrebat el cuchillo de la mano levantada;
luego cogi en vilo al sacerdote y lo arroj contra dos de los sacerdotes inferiores que
sujetaban a la muchacha, que la soltaron y fueron a estrellarse en el suelo del templo.
Derrib de un golpe a los otros dos sacerdotes con su palo de madera. La asombrosa
actuacin dej atnitos y sin aliento a los espectadores, y ninguna mano se levant
para detenerle cuando cogi a la muchacha y la sac del altar, se la colg al hombro y
cruz de un salto la puerta del templo.
Tarzn recordaba la ruta por la que haban llegado al templo del palacio y la
sigui, ahora en sentido inverso, para salir a la ciudad, pasando por delante de dos
perplejos guardias apostados ante la puerta, pero casi de inmediato una multitud
vociferante pas corriendo por delante de ellos persiguiendo al extranjero que haba
profanado el templo y arrebatado un sacrificio del altar de su dios.
La ciudad se hallaba prcticamente desierta, pues todos los habitantes se haban
reunido en la plaza del templo para presenciar el sacrificio, y de este modo pudo
Tarzn correr sin que nadie le importunara ni le viera por la estrecha y sinuosa calle
secundaria de Chichn Itz. Corra velozmente, pues oa los aullidos de la multitud
que le persegua y no deseaba en modo alguno que le alcanzaran.
La muchacha que llevaba al hombro no forceje para escapar; estaba demasiado
aterrorizada. Arrebatada de la muerte por aquel extrao gigante semidesnudo, solo
poda temer qu terrible destino le esperaba. Haba odo la historia que Thak Chan
haba contado, pues se haba difundido por toda la ciudad; y pens que tal vez s se
tratara de Che, Seor del Bosque. La menor sugerencia de semejante posibilidad
habra aterrorizado tanto a la pequea Itzl Cha que no se habra podido mover aunque
hubiera querido, pues los dioses son criaturas terribles y no hay que enfrentarse a
ellos. Si Che, Seor del Bosque, deseaba llevrsela, oponerse a l significara una
muerte segura; eso Itzl Cha lo saba, y por eso permaneca muy quieta en el ancho
hombro de su salvador.
Tarzn pudo saber por el volumen cada vez menor de los ruidos de la persecucin
que haba despistado a la multitud. Pronto lleg a la muralla de la ciudad, a cierta
distancia de cualquier puerta. Solo habra podido subir sin dificultades a lo alto, pero
cargado con la muchacha no poda; de manera que ech un rpido vistazo alrededor
en busca de algn medio para escalarla.
Justo al pasar la muralla haba una callejuela, de unos cuatro metros y medio de
ancho, en la que se alineaban edificios y cobertizos de diferentes alturas, y all vio
Tarzn su camino. Llegar al tejado de un cobertizo bajo cargado con la muchacha no
era ninguna hazaa para el hombre mono, y desde este cobertizo salt al tejado de
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una estructura ms elevada y despus a otra que se hallaba al nivel de lo alto de la
muralla de la ciudad.
Itzl Cha, que haba mantenido los ojos fuertemente cerrados la mayor parle del
tiempo, los abri entonces de nuevo. Vio que Che, Seor del Bosque, la haba llevado
al tejado de un edificio. Entonces corra velozmente por el tejado hacia la callejuela
que se encontraba justo al franquear la muralla. No afloj el paso cuando se acerc al
borde del tejado; y esto hizo que Itzl Cha cerrara los ojos con fuerza otra vez, pues
saba que ambos iban a ser arrojados a la muerte y se estrellaran contra la calle.
En el borde del tejado, Tarzn dio un gran salto hacia delante y aterriz en la parte
superior de la muralla, al otro lado de la calle. Ms abajo se hallaba el tejado de paja
de la casa de un labriego, y salt a l, y de all al suelo. Un instante despus, mientras
Itzl Cha jadeaba para poder respirar, Tarzn corra por los campos cultivados hacia el
bosque.
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Captulo XV
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Probablemente est medio chiflado; la mayora de estos salvajes lo estn.
No lo s dijo Janette Laon con dulzura, nunca he tenido ocasin de estar
con ninguno.
Miss Leigh sorbi por la nariz y Patricia se volvi para ocultar una sonrisa.
Algernon Wright-Smith, el capitn Bolton y el doctor Crouch estaban cazando. Se
haban adentrado en la jungla en direccin norte con la esperanza de traer carne
fresca al campamento. Seguan un estrecho sendero en cuya tierra hmeda podan
identificar de vez en cuando las huellas de un cerdo, y estas les daban esperanzas y
les impulsaban a seguir.
Qu lugar tan desagradable para encontrarse con un elefante coment
Crouch.
Ya lo creo coincidi Algy.
Miren all! exclam Bolton, que iba ms adelante.
De qu se trata? pregunt Crouch.
La huella de un tigre o de un len respondi Bolton; tambin es reciente;
la bestia debe de acabar de cruzar el sendero.
Crouch y Algy examinaron la huella de la pata de la bestia en la blanda tierra.
Tigre dijo Crouch; no cabe duda; he visto demasiadas para confundirme.
Mal lugar para tropezarse con un tigre dijo Algy; yo un rugido le
interrumpi. Caray! exclam. Ah est el tipo.
Dnde? pregunt Bolton.
All, a la izquierda seal Crouch.
No veo nada dijo Algy.
Creo que deberamos regresar dijo Bolton; aqu no tendramos ninguna
oportunidad si esa bestia atacara; uno de nosotros seguro que resultara muerto y
tal vez ms de uno.
Creo que tiene razn convino Crouch; no me gusta la idea de tener ese
tipo entre nosotros y el campamento.
De pronto se oy el ruido de maleza que era aplastada, a poca distancia de ellos.
Dios mo! exclam Algy. Ah viene! mientras arrojaba su rifle y se
encaramaba a un rbol.
Los otros hombres siguieron el ejemplo de Algy, y no con calma, pues se hallaban
apenas fuera de peligro cuando un gran tigre de Bengala irrumpi desde la maleza y
sali al sendero. Se qued unos instantes mirando alrededor y luego vio a los
hombres en los rboles y rugi. Tena sus terribles ojos verde amarillentos y su
rugiente rostro vueltos hacia ellos.
Crouch se ech a rer, y los otros dos hombres le miraron con sorpresa.
Me alegro de que no haya nadie aqu para ver esto dijo; sera un golpe
terrible para el prestigio britnico.
Qu otra cosa podamos hacer, diantres? pregunt Bolton. Sabe tan bien
como yo que no tenamos ni la ms mnima posibilidad contra l, ni siquiera con tres
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rifles.
Claro que no dijo Algy; no hemos podido verle para disparar hasta que ha
estado sobre nosotros. Hemos tenido suerte de que hubiera a mano algunos rboles
para poder trepar enseguida; buenos rboles viejos; siempre me han gustado los
rboles.
El tigre se acerc rugiendo, y cuando estuvo bajo el rbol en el que Algy se haba
refugiado, se agazap y salt.
Por Jpiter! exclam Algy, trepando por el rbol para alejarse; ese bicho
ha estado a punto de pillarme.
Otras dos veces salt el tigre para alcanzar a alguno de ellos, y luego se alej por
el sendero y, a cierta distancia, se tumb, paciente.
Ese bicho nos tiene bien cogidos dijo Bolton.
No se quedar ah eternamente replic Crouch.
Bolton mene la cabeza.
Espero que no dijo, pero tienen una cantidad de paciencia asombrosa;
conozco a un tipo que tuvo que estar en un rbol toda la noche en Bengala.
Oh, vaya, no podra hacer eso objet Algy. Por qu nos toma, por un
puado de tontos? Cree que bajaremos para que se nos coma?
Probablemente cree que cuando estemos maduros caeremos al suelo, como
manzanas y otras cosas.
Esto es endemoniadamente incmodo dijo Algy al cabo de un rato. Estoy
bastante harto. Ojal tuviera mi rifle.
Est ah abajo, al pie de tu rbol indic Crouch; por qu no bajas y lo
coges?
Caramba! exclam Algy; acabo de tener una idea. Observad. Se quit
la camisa, empez a desgarrarla en tiras, que at una con otra, y cuando tuvo una
larga especie de cuerda, hizo un nudo corredizo en un extremo; entonces baj a una
rama ms baja y dej caer el extremo del nudo cerca de la boca del rifle, que por la
forma en que el arma haba cado se elev unos cinco centmetros del suelo.
Hbil, verdad? coment Algy.
Mucho dijo Bolton. El tigre est admirado de tu ingenuidad; ves cmo te
observa? Si este nudo se agarra detrs de la mira, puedo subir esa maldita cosa
hasta aqu arriba, y despus el amigo con rayas sabr lo que es bueno.
Deberas haber sido ingeniero, Algy brome Crouch.
Mi madre quera que estudiara para la Iglesia dijo Algy, y mi padre quera
que ingresara en el cuerpo diplomtico; los dos me aburran, as que me limitaba a
jugar a tenis.
Y eras un desastre aadi Crouch, riendo.
De acuerdo! admiti Algy. Mirad! Ya lo tengo.
Despus de mucho probar, el nudo corredizo se haba deslizado en el can del
rifle, y mientras Algy tiraba hacia arriba con cuidado se tens; entonces empez a
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subir el arma hacia l.
La tena a treinta centmetros de la mano cuando el tigre se puso en pie de un
salto lanzando un rugido y atac. Cuando la bestia salt en el aire hacia Algy, este lo
solt todo y se encaram al rbol para ponerse a salvo, mientras las garras del tigre
araaban ya a menos de tres centmetros de su pie.
Uuuffff! exclam Algy cuando lleg a una rama ms alta.
Ahora has perdido hasta la camisa dijo Crouch.
El tigre se qued mirando hacia arriba unos instantes, rugiendo y dando coletazos,
y luego dio media vuelta y se tumb de nuevo.
Creo que ese bicho nos har estar aqu toda la noche dijo Algy.
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Captulo XVI
K rause y sus compaeros no haban caminado dos das para alejarse del
campamento de los nufragos, como Tarzn les haba ordenado que hicieran.
Solo haban recorrido unos seis o siete kilmetros costa arriba, donde haban
acampado junto a otro riachuelo que iba a parar al ocano. Formaban un grupo
amargado y enojado cuando se sentaron en cuclillas desconsolados en la playa y
comieron la fruta que haban hecho coger a los lascares. Estuvieron sudando y
echando humo un par de das e hicieron planes y se pelearon. Krause y Schmidt
queran mandar, y Schmidt gan porque Krause era el mayor cobarde y tena miedo
de aquel loco. Abdullah Abu Njm se sent aparte; les odiaba a todos. Oubanovitch
hablaba mucho en un tono de voz elevado y defenda que todos deberan ser
camaradas y nadie debera mandar. Los mantena juntos un solo hilo de inters
comn: su odio a Tarzn, porque les haba echado sin armas ni municin.
Podramos regresar por la noche y robar lo que necesitamos sugiri
Oubanovitch.
He estado pensando lo mismo dijo Schmidt. Regresa ahora, Oubanovitch,
y haz un reconocimiento del terreno. Puedes ocultarte en la jungla justo fuera de su
campamento y obtener un buen plano del terreno, para que sepamos exactamente
dnde guardan los rifles.
Ve t mismo replic Oubanovitch, no puedes darme rdenes.
Yo estoy al mando grit Schmidt, ponindose en pie de un salto.
Oubanovitch tambin se puso en pie. Era un bruto de una gran corpulencia,
mucho ms voluminoso que Schmidt.
Y qu! exclam.
No tiene sentido que discutamos entre nosotros intervino Krause. Por qu
no mandas a un lascar?
Si tuviera un arma, este sucio comunista me obedecera rezong Schmidt, y
luego llam a uno de los marineros lascares. Ven aqu, Chuldrup orden.
El lascar se alej cabizbajo, con expresin hosca y el entrecejo fruncido. Odiaba a
Schmidt; pero toda su vida haba recibido rdenes de hombres blancos y la costumbre
estaba muy arraigada en l.
Ve al otro campamento le indic Schmidt; te escondes en la jungla, ves
dnde estn las armas, dnde guardan las balas.
No, no replic Chuldrup; en la jungla, tigre.
Ya lo creo que irs! grit Schmidt, y dio un puetazo al marinero que le
hizo caer al suelo. Yo te ensear. El marinero se puso en pie; era un caldero de
odio hirviendo. Quera matar al hombre blanco, pero todava tena miedo. Ahora
vete de aqu, maldito perro! le chill Schmidt; y procura no volver hasta que
hayas descubierto lo que quiero saber.
Chuldrup se volvi y se alej, y un momento despus la jungla se cerr tras l.
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* * *
* * *
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que haban presenciado.
* * *
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No me quieres un poquito, Janette? pregunt l.
No te lo dir respondi ella; jams te lo dir.
De Groote le apret la mano y sonri.
Ya me lo has dicho dijo.
Y entonces fueron interrumpidos por la voz de Patricia, que gritaba:
Eh, Algy!, dnde est tu camisa?
Los cazadores haban regresado y los europeos se reunieron para or su historia.
Cuando hubieron terminado, el coronel gru.
Eso es todo dijo; no habr ms caza en la jungla; nadie tendra ninguna
posibilidad contra un tigre o un len en esa maraa de maleza.
Todo es culpa tuya, William espet miss Leigh; deberas haber tomado el
mando absoluto; no deberas haber permitido que el salvaje soltara a esas bestias con
nosotros.
Todava creo que fue una accin muy noble replic el coronel, y no
olvides que era tan peligroso para l como para nosotros. Que sepamos, es posible
que a ese pobre diablo ya le haya matado una de ellas.
Y le estar bien empleado dijo miss Leigh; cualquiera que vaya por ah de
la forma en que l lo hace, en presencia de damas, no tiene por qu vivir; al menos
entre gente decente.
Creo que ese tipo era muy correcto dijo el coronel, y no olvides, Penelope,
que de no ser por l probablemente estaramos en una situacin mucho peor de la que
estamos ahora.
No olvides, ta Penelope, que l te rescat del Saign.
Hago todo lo posible por olvidarlo concluy miss Leigh.
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Captulo XVII
C uando Itzl Cha se dio cuenta de que se la estaban llevando hacia la jungla, ya no
estaba muy segura de cules eran sus sentimientos. En Chichn Itz le esperaba
una muerte segura, pues a los dioses no se les poda robar alegremente sus vctimas;
y, en caso de que algn da regresara, saba que volvera a ser ofrecida en sacrificio.
Qu le esperaba, no poda ni adivinarlo siquiera, pero Itzl Cha era joven y la vida era
dulce, y tal vez Che, Seor del Bosque, no la matara.
Cuando llegaron a la jungla, Che hizo algo asombroso: salt a una rama baja de
un rbol y luego subi, levantndola a ella del suelo con un gesto veloz. Ahora estaba
en verdad aterrada.
Despus Che se detuvo y lanz un largo grito: un grito horripilante que reson en
todo el bosque; luego prosigui su camino.
La muchacha haba reunido suficiente valor para mantener los ojos abiertos, pero
despus vio algo que le hizo desear volver a cerrarlos; sin embargo, fascinada, no lo
hizo y vio a los dos dioses terrenales de los que Thak Chan haba hablado. Cuando
estos llegaron junto a Che, los tres se detuvieron y hablaron en aquella lengua que
ella no poda entender. Fue entonces cuando Itzl Cha se atrevi a echar un vistazo
abajo, al suelo, un pequeo claro en cuyo borde se encontraban, y all vio el cuerpo
de una bestia terrible; saba que era la misma que Che haba rescatado: Thak Chan, el
cazador.
Deseaba que los escpticos de Chichn Itz pudieran ver todo lo que ella haba
visto, pues entonces sabran que en verdad se trataba de dioses; y lamentaran y
tendran miedo por la forma en que haban tratado al Seor del Bosque.
Su divino salvador la llev a un sendero de montaa y all la dej en el suelo y le
permiti caminar. Ahora ella poda verle bien; qu guapo era. Un dios, en verdad. Los
dos dioses terrenales caminaban pesadamente con ellos, y de tener miedo Itzl Cha
pas a sentirse muy orgullosa al pensar en la compaa con la que estaba. Qu otra
muchacha de Chichn Itz haba jams caminado junto a tres dioses?
Despus llegaron a un lugar donde el sendero pareca terminar, desapareciendo en
el borde de un espantoso precipicio, pero Che, Seor del Bosque, no vacil. Se limit
a echarse al hombro a Itzl Cha otra vez y descendi la pendiente con la misma
facilidad con que lo hicieron los dos dioses terrenales.
Sin embargo, Itzl Cha no poda por menos de sentir terror cuando miraba abajo; y
por eso cerr los ojos con fuerza, contuvo el aliento y apret su cuerpecillo al de Che,
Dios del Bosque, que se haba convertido para ella en algo as como un refugio.
Al fin llegaron abajo, y una vez ms el Seor del Bosque alz su voz. Lo que dijo
le son a Itzl Cha como: Yud, Tantor, yud!. Y eso era exactamente lo que haba
dicho: Ven, Tantor, ven!.
Poco despus oy Itzl Cha un ruido como jams hasta entonces haba odo, un
ruido que ningn otro maya haba odo jams: el barritar de un elefante.
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Para entonces, Itzl Cha crea que haba visto todos los milagros que se podan ver
en el mundo, pero cuando un gran elefante macho irrumpi en la jungla, derribando
los rboles que se interponan en su camino, la pequea Itzl Cha lanz un grito y se
desmay.
Cuando Itzl Cha recuper el conocimiento, no abri los ojos de inmediato. Era
consciente de que un brazo la rodeaba, y de que su espalda se apoyaba en un cuerpo
humano; pero qu era lo que haba causado aquel extrao movimiento, y qu era
aquella superficie tosca sobre la que estaban sus piernas desnudas?
Temerosa, Itzl Cha abri los ojos; pero inmediatamente lanz un grit y volvi a
cerrarlos. Estaba sentada en la cabeza de aquella terrible bestia que haba visto!
El Seor del Bosque estaba sentado detrs de ella, y era su brazo el que la
rodeaba, para impedir que cayera al suelo. Los dioses terrenales saltaban de rbol en
rbol junto a ellos; parecan estar discutiendo. Todo aquello era demasiado para la
pequea Itzl Cha; en un breve perodo de una o dos horas, haba experimentado toda
una vida de emociones y aventuras.
* * *
La tarde iba llegando a su fin. Lum Kip preparaba la cena para los europeos. No era
una tarea difcil; haba pescado para frer y algunos tubrculos para hervir. La fruta
completaba el men. Lum Kip estaba alegre y feliz; le gustaba trabajar para los
diablos extranjeros; le trataban bien y el trabajo no era ni mucho menos tan arduo
como cortar lea.
Las dos muchachas del grupo y la mayora de los hombres estaban sentados en el
suelo, hablando de los acontecimientos del da, en particular de la expedicin de caza
que haba acabado en tragedia. Patricia se pregunt si volveran a ver a Tarzn alguna
vez, y entonces se pusieron a hablar sobre el hombre salvaje y su probable destino. El
coronel se encontraba en su choza afeitndose, y su esposa estaba sentada frente a
ella remendando, cuando algo le llam la atencin, y, cuando mir hacia el bosque,
lanz un penetrante chillido y se desmay. Al instante todos se hallaban en pie; el
coronel, con la cara medio enjabonada, sali precipitadamente de la cabaa.
Patricia Leigh-Burden exclam:
Oh, Dios mo, mirad!
Procedente de la jungla se acercaba un gran elefante macho, y en su cuello iba
sentado Tarzn sosteniendo a una muchacha semidesnuda frente a l; dos orangutanes
caminaban pesadamente a una distancia prudente a cada lado. No era de extraar que
Penelope Leigh se hubiera desmayado. El elefante se detuvo a unos pasos del bosque.
Ver a toda aquella gente era demasiado para l, y no quera ir ms lejos. Tarzn, con
la muchacha en brazos, se desliz al suelo, y, sujetndole la mano, la condujo hacia el
campamento.
Itzl Cha crey que todos ellos deban de ser dioses, pero ahora haba desaparecido
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gran parte de su miedo, pues el Seor del Bosque no le haba hecho ningn dao, y
tampoco los dioses terrenales, as como tampoco se lo haba hecho la enorme bestia
sobre la cual haba sido conducido a travs de la jungla.
Patricia Leigh-Burden tena una expresin interrogativa en el rostro y un poco
recelosa ante la muchacha que caminaba al lado de Tarzn. Uno de los marineros que
trabajaban cerca dijo a otro:
Este tipo trabaja rpido.
Patricia oy el comentario y apret los labios.
Tarzn fue saludado con un silencio, pero era el silencio de la sorpresa. El coronel
estaba ocupado con su esposa, y despus ella abri los ojos:
Dnde est? susurr. Esa criatura! Debes echarla del campamento
inmediatamente, William, a l y a esa inmoral muchacha que va con l. Los dos
juntos no tienen ropa suficiente ni para cubrir decentemente a un beb. Supongo que
se march a alguna parte y rob a una mujer, una mujer india.
Oh, cllate ya, Penelope dijo el coronel, un poco irritado; no sabes nada de
lo que ha pasado y yo tampoco.
Bueno, pues ser mejor que te ocupes de averiguarlo replic miss Leigh.
No tengo intencin de permitir que Patricia permanezca en el mismo campamento
que semejante gente, y tampoco yo me quedar.
Tarzn se dirigi directamente hacia Patricia Leigh-Burden.
Quiero que cuides de esta muchacha le dijo.
Yo? pregunt Patricia con arrogancia.
S, t respondi l.
Vamos, vamos intervino el coronel, con la cara todava medio enjabonada,
qu significa todo esto, seor?
Hay una ciudad al sur de donde nos encontramos explic Tarzn, una
ciudad de buen tamao, y tienen algunos ritos en los que sacrifican seres humanos;
esta muchacha estaba a punto de ser sacrificada, cuando yo he tenido la suerte de
poder llevrmela. No puede regresar all porque, como es de suponer, la mataran; por
lo tanto, tendremos que cuidar de ella. Si su sobrina no lo hace, estoy seguro de que
Janette lo har.
Claro que cuidar de ella dijo Patricia; quin ha dicho que no lo hara?
Ponle algo de ropa indic miss Leigh; esto es sumamente desagradable.
Tarzn la mir con aire de repugnancia.
Es su mente perversa la que necesita ropa dijo.
Penelope Leigh se qued con la boca abierta. Permaneci as y sin decir palabra
unos instantes; luego dio media vuelta y entr en su choza pisando fuerte.
Y digo yo intervino Algy, cmo demonios has conseguido que el
elefante te dejara montar en su cabeza? Era uno de esos salvajes machos africanos?
Cmo consigues t que tus amigos te hagan un favor? pregunt Tarzn.
Pero, bueno, yo, vers, no tengo amigos de esa clase.
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Qu lstima se limit a decir el hombre mono. Entonces se volvi hacia el
coronel. Debemos tomar todas las precauciones posibles contra cualquier ataque
dijo; en esa ciudad hay muchos guerreros, y no me cabe duda de que efectuarn
una bsqueda de esa muchacha; al final encontrarn nuestro campamento. Por
supuesto, no estn acostumbrados a las armas de fuego, y si estamos siempre alerta,
tenemos poco que temer; pero sugiero que solo se adentren en la jungla grupos muy
fuertes.
Acabo de dar la orden de que nadie penetre en la jungla replic el coronel.
El capitn Bolton, el doctor Crouch y mster Wright-Smith han sido atacados hoy por
uno de sus tigres.
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Captulo XVIII
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Itzl Cha dice que lo hago esplndidamente respondi Tarzn.
E Itzl Cha empieza a dominar el ingls, ms o menos dijo Patricia; ella y
yo casi podemos mantener una conversacin inteligente. Me ha contado algunas
cosas muy interesantes. Sabes por qu iban a sacrificarla?
A algn dios, supongo respondi Tarzn.
S, a un dios llamado Che, Seor del Bosque, para apaciguarle por la afrenta
que le haba hecho un hombre que afirmaba que t eras Che, Seor del Bosque.
Itzl Cha est segura, por supuesto, de que fue rescatada nada menos que por
Che, Seor del Bosque; y dice que mucha de su gente tambin lo creer. Dice que es
la primera vez en la historia de su pueblo que ha venido un dios y se le ha visto vivo,
por lo que le ofrecan el sacrificio. Eso le ha producido una profunda impresin y
nadie puede convencerla de que t no eres Che.
Su propio padre la ofreci como sacrificio para ganarse el favor de los dioses
prosigui Patricia. Es sencillamente horrible, pero es su forma de vida; Itzl Cha
dice que los padres lo hacen a menudo. Aunque las vctimas suelen ser esclavos y
prisioneros de guerra.
A m me ha contado un montn de cosas interesantes sobre su gente y sobre la
isla dijo Tarzn. La isla se llama Uxmal, por una ciudad de Yucatn de la que su
pueblo emigr hace cientos de aos.
Entonces tienen que ser mayas observ Patricia.
Es muy interesante dijo el doctor Crouch, que se haba reunido con ellos.
Por lo que nos has contado de tus experiencias en su ciudad, Y por lo que Itzl Cha
nos ha contado, es evidente que han conservado su religin y su cultura casi intactas
en el transcurso de los siglos desde que emigraron. Qu campo sera para un
antroplogo y para un arquelogo. Si pudieras establecer relaciones amistosas con
ellos, tal vez podramos resolver los enigmas de los jeroglficos en sus estelas y
templos de Amrica Central y Amrica del Sur.
Como lo ms probable es que permanezcamos aqu el resto de nuestra vida
le record Patricia, nuestros conocimientos contribuiran muy poco al bien del
mundo.
No puedo creer que nunca nos rescatarn dijo el doctor Crouch. Por cierto,
Tarzn, esta aldea que visitaste es la nica que hay en la isla?
No lo s respondi el hombre mono, pero estos mayas no son las nicas
personas que estn aqu. En el extremo norte de la isla hay un asentamiento de lo que
Itzl Cha denomina gente muy mala. La historia de la isla, transmitida en gran parte
oralmente, indica que los supervivientes de un naufragio se casaron con los
aborgenes de la isla, y sus descendientes son los que viven en este asentamiento;
pero no confraternizan con los aborgenes que viven en la parte central de la isla.
Quieres decir que aqu hay poblacin nativa? pregunt el doctor Crouch.
S, y estamos acampados justo en el lmite sudoeste de sus dominios. Nunca me
he adentrado lo suficiente en su territorio para ver a ninguno, pero Itzl Cha dice que
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son canbales muy salvajes.
Qu agradable lugar eligi el destino para abandonarnos en una isla desierta
observ Patricia, y luego, para hacerlo todo ms agradable, tuviste que soltar un
montn de leones y tigres.
Tarzn sonri.
Al menos no pereceremos de aburrimiento coment Janette Laon.
El coronel Leigh, Algy y Bolton se acercaron y luego De Groote se uni al grupo.
Algunos de los hombres acaban de venir a m dijo el holands y queran
preguntarle, coronel, si podran intentar desguazar el Saign y construir un bote para
salir de aqu. Me han dicho que prefieren arriesgarse a morir en el mar que pasar aqu
el resto de su vida.
No puedo reprochrselo dijo el coronel. Qu piensa usted de ello,
Bolton?
Podra hacerse respondi el capitn.
En cualquier caso, les mantendr ocupados aadi el coronel, y si
estuvieran haciendo algo que quieren hacer, no estaran todo el tiempo quejndose.
No s dnde lo construiran dijo Bolton. Sin duda, no pueden construirlo
en el arrecife; y no servira de nada hacerlo en la orilla, pues el agua de la laguna
sera demasiado poco profunda para que flotara.
Hay agua profunda en una ensenada situada cerca de una milla al norte de aqu
dijo Tarzn, y ningn arrecife.
Para cuando esos tipos hayan descuartizado al Saign dijo Algy y lo
hayan llevado a una milla por la costa, estarn demasiado agotados para construir un
bote.
O sern demasiado viejos sugiri Patricia.
Quin disear el bote? pregunt el coronel.
Los hombres me han pedido hacerlo ellos mismos respondi De Groote;
mi padre es constructor de barcos y trabaj en su astillero antes de hacerme a la mar.
No es mala idea dijo Crouch; crees que podris construir un bote lo
bastante grande para que quepamos todos?
Depende de qu cantidad de restos del Saign podamos recuperar respondi
De Groote. Si tuviramos otra fuerte tormenta, pronto todo el barco podra quedar
destrozado.
Algernon Wright-Smith hizo un gesto amplio con el brazo sealando hacia la
jungla.
Aqu tenemos mucha madera dijo, si nos falla el Saign.
Eso costara muchsimo trabajo replic Bolton.
Bueno, tenemos toda nuestra vida para hacerlo, amigo le record Algy.
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Captulo XIX
T ranscurridos dos das sin que Chuldrup hubiera regresado, Schmidt envi a otro
lascar a la jungla con rdenes de ir al campamento de Tarzn y obtener
informacin sobre las armas y la municin.
Los lascares haban montado un campamento separado, a poca distancia del que
ocupaban Schmidt, Krause, Oubanovitch y el rabe. Haban estado muy ocupados,
pero ninguno de los cuatro hombres del campamento menor les haba prestado
atencin alguna, limitndose a llamar a alguno cuando queran dar alguna orden.
El segundo hombre al que Schmidt haba enviado a la jungla jams regres.
Schmidt estaba furioso, y al tercer da orden que fueran dos hombres. Estos
permanecieron ante l con aire hosco, escuchndole. Cuando hubo terminado, se
dieron la vuelta y regresaron a su campamento. Schmidt les observ; vio que se
sentaban con sus compaeros. Esper un momento para ver si se marchaban, pero no
lo hicieron. Entonces se dirigi hacia su campamento rojo de ira.
Ya les ensear yo mascull; les ensear quin es el jefe aqu, esos
pobres diablos morenos. Pero cuando se aproximaba a ellos, quince lascares se
pusieron en pie para hacerle frente, y vio que iban armados con arcos y flechas y
lanzas de madera. He aqu el trabajo que les haba mantenido tan ocupados durante
tantos das.
Schmidt y los lascares se quedaron quietos frente a frente unos instantes; luego,
uno de estos ltimos dijo:
Qu buscas aqu?
Eran quince, quince hombres hoscos y con el gesto torcido, todos ellos bien
armados.
No sois vosotros dos los hombres que vais a ir a descubrir dnde estn las
armas y la municin para que podamos hacernos con ellas? pregunt.
No respondi uno de los dos. Si lo quieres saber, ve t. Nadie recibe ms
rdenes. Vete. Vuelve a tu campamento.
Esto es un motn! bram Schmidt.
Vete dijo un corpulento lascar, y puso una flecha en su arco.
Schmidt se dio la vuelta y se alej pesadamente.
Qu ocurre? pregunt Krause, cuando Schmidt lleg a su campamento.
Esos demonios se han amotinado respondi Schmidt y todos estn
armados; se han construido arcos, flechas y lanzas.
El alzamiento del proletariado! exclam Oubanovitch. Me unir a ellos y
les dirigir. Es glorioso, glorioso; la revolucin mundial ha llegado incluso hasta
aqu!
Cierra el pico! espet Schmidt; eres un pelmazo.
Espera a que organice a mis gloriosos revolucionarios exclam Oubanovitch
, entonces no dirs lo mismo; entonces ser el camarada Oubanovitch eso, y el
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camarada Oubanovitch aquello. Ahora voy a ver a mis camaradas que se han
alzado con todo su poder y se arrancarn el yugo del capitalismo de sus cuellos.
Ech a andar jubiloso hacia el campamento de los lascares.
Camaradas! grit. Enhorabuena por vuestra gloriosa hazaa. He venido
para dirigiros a victorias mayores. Marcharemos al campamento de los capitalistas
que nos echaron. Los liquidaremos, y cogeremos todas sus armas y su municin y
todas sus provisiones.
Quince hombres ceudos le miraron en silencio unos instantes; luego, uno de
ellos dijo:
Vete.
Pero! exclam Oubanovitch, he venido para unirme a vosotros; juntos
iremos a la gloriosa
Vete repiti el lascar.
Oubanovitch vacil hasta que varios de los hombres empezaron a acercarse a l;
entonces, dio media vuelta y regres al otro campamento.
Bueno, camarada le recibi Schmidt, con una sonrisa irnica, ha
terminado la revolucin?
Son unos estpidos respondi Oubanovitch.
Aquella noche los cuatro hombres tuvieron que ocuparse del fuego, que los
lascares haban mantenido encendido para ellos en los das pasados para protegerse
de las bestias salvajes; y tambin tuvieron que recoger lea. Ahora les toc a ellos
hacer turnos para montar guardia.
Bien, camarada dijo Schmidt a Oubanovitch, cmo te sientan las
revoluciones ahora que ests al otro lado de una?
Los lascares, al no tener a ningn hombre blanco que les diera rdenes, se
acostaron todos y dejaron que su fuego se extinguiera. Abdullah Abu Njm estaba de
guardia en el campamento menor cuando oy una serie de feroces gruidos
procedentes de la direccin del campamento de los lascares, y luego un grito de dolor
y de terror. Los otros tres hombres se despertaron y se pusieron en pie de un salto.
Qu ocurre? pregunt Schmidt.
El adrea, Seor de la Ancha Cabeza respondi el rabe.
Qu es eso? pregunt Oubanovitch.
Un len explic Krause; ha cogido a uno de ellos.
Los gritos de la infortunada vctima an resonaban en el silencio de la noche, pero
ahora venan de ms lejos del campamento de los lascares, ya que el len haba
arrastrado a su presa lejos de la presencia de los otros hombres. Despus cesaron los
gritos, y entonces les lleg un ruido an ms horripilante y horroroso: el desgarrar y
partir de carne y huesos mezclado con los gruidos del carnvoro.
Krause aadi lea a la fogata.
Ese maldito salvaje se quej, dejar sueltas aqu a esas bestias
Te est bien empleado dijo Schmidt; no tenas que haber cogido a un
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hombre blanco y ponerlo en una jaula.
Fue idea de Abdullah se lament Krause; a m no se me habra ocurrido si
l no me lo hubiera metido en la cabeza.
Aquella noche no se durmi ms en el campamento. Estuvieron oyendo al len
alimentndose hasta que se hizo de da, y entonces, con la menor oscuridad del
amanecer, lo vieron alejarse de su presa e ir al ro a beber; despus, desapareci en la
jungla.
Estar tumbado todo el da dijo Abdullah, pero volver para alimentarse
de nuevo.
Cuando Abdullah dej de hablar, se oy un sonido terrible procedente de la linde
de la jungla, y aparecieron dos formas: las hienas haban percibido el olor de la presa
del len y se pusieron a desgarrar lo que quedaba del lascar.
La noche siguiente los lascares no hicieron ninguna fogata; y desapareci otro.
Qu tontos! exclam Krause; ese len ya ha cogido la costumbre, y
ninguno de nosotros volver a estar jams a salvo aqu.
Son fatalistas dijo Schmidt; creen que todo lo que est ordenado de
antemano que ocurra tiene que ocurrir, y que no pueden hacer nada para impedirlo.
Bueno, yo no soy fatalista replic Krause. Despus de esto dormir en un
rbol y se pas el da siguiente construyendo una plataforma en un rbol en la linde
del bosque, ejemplo que los otros tres hombres se apresuraron a seguir. Incluso los
lascares se quedaron impresionados, y aquella noche lleg el len y rugi por los
campamentos vacos.
He soportado todo lo que puedo dijo Krause; voy a ir atrs y ver a ese
tipo, Tarzn. Prometer cualquier cosa si nos deja quedarnos en su campamento.
Cmo vas a llegar hasta all? pregunt Schmidt. Yo no volvera a
penetrar en esa jungla ni por veinte millones de marcos.
No tengo intencin de entrar en la jungla explic Krause. Voy a seguir la
playa. Siempre puedo escapar por el ocano si encuentro algo desagradable.
Creo que el adrea sera ms bueno con nosotros que Tarzn de los Monos
dijo el rabe.
Yo nunca le hice nada adujo Oubanovitch; debera dejarme volver.
Probablemente tiene miedo de que empieces una revolucin brome
Schmidt.
Pero finalmente decidieron intentarlo; y a la maana siguiente, temprano,
partieron por la playa hacia el otro campamento.
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Captulo XX
C hand, el lascar, observ a Krause y a sus tres compaeros echar a andar junto a
la playa en direccin al Campamento Saign.
Van al otro campamento dijo a sus compaeros. Vamos, nosotros tambin
iremos.
Y un momento despus seguan por la playa a los otros.
En el Campamento Saign, Tarzn estaba desayunando solo. Se haba levantado
temprano, pues tena planeado un da completo de trabajo. Solo Lum Kip estaba en
movimiento, preparando el desayuno en silencio. Despus Patricia sali de su choza y
se uni a Tarzn, sentndose a su lado.
Te has levantado temprano esta maana dijo.
Siempre me levanto ms temprano que los dems replic l, pero hoy
tena una razn especial; quiero empezar pronto.
Adnde vas a ir? le pregunt ella.
A explorar respondi l. Quiero ver lo que hay al otro lado de la isla.
Patricia se inclin hacia delante en gesto de inters, y puso un mano sobre la
rodilla de Tarzn.
Oh, puedo ir contigo? pregunt. Me encantara.
Desde el pequeo refugio que haban construido especialmente para ella, Itzl Cha
les observaba. Entorn sus ojos negros, chasque la lengua, y se apret con fuerza sus
pequeas manos.
No lo conseguiras, Patricia dijo Tarzn; no de la forma en que yo viajo.
En India atraves junglas explic ella.
No insisti l con decisin; viajar por tierra aqu es demasiado peligroso.
Supongo que ya has odo mencionar que hay animales salvajes.
Entonces, si es peligroso, no deberas ir dijo ella llevando solo un simple
arco y algunas flechas. Djame ir contigo con un rifle; soy buena tiradora, y en India
cac tigres.
Tarzn se puso en pie y Patricia se levant de un salto, ponindole las manos en
los hombros.
Por favor, no vayas le rog; tengo miedo por ti pero l se limit a rer,
se dio la vuelta y sali al trote hacia la jungla.
Patricia le observ hasta que se subi a un rbol y desapareci entre el follaje;
entonces dio media vuelta, enojada, y se fue a su choza.
Ya le ensear yo dijo entre dientes.
Despus sali con un rifle y municin. Itzl Cha la observ entrar en la jungla en el
mismo lugar que Tarzn, justo en el borde del arroyo. La joven maya se mordi los
labios y las lgrimas acudieron a sus ojos; lgrimas de frustracin y de rabia. Lum
Kip, que trabajaba junto al fuego de cocinar, se puso a tararear para s.
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* * *
Chal Yip Xiu, el sumo sacerdote, segua furioso por el robo de Itzl Cha cuando estaba
bajo el sagrado cuchillo del sacrificio.
El templo ha sido profanado gru, y los dioses estarn furiosos.
Tal vez no dijo Cit Coh Xiu, el rey; tal vez, despus de todo, fuera en
verdad Che, Seor del Bosque.
Chal Yip Xiu mir al rey con aire indignado:
No era ms que uno de los extranjeros que Xatl Din vio en la playa. Si no
quieres despertar la ira de los dioses, deberas enviar una fuerza de guerreros al
campamento de los extranjeros, para traer de vuelta a Itzl Cha, pues all es donde la
encontrarn.
Quiz tengas razn acept el rey; al menos no causar ningn dao. Y
envi a por Xatl Din y le orden que cogiera a cien guerreros y fuera al campamento
de los extranjeros y trajera de vuelta a Itzl Cha.
Con un centenar de gu rreros debes ser capaz de matar a muchos de ellos y
traerlos como prisioneros a Chichn Itz.
* * *
Tibbet, con un bote cargado de marineros, remaba para salir del arrecife y proseguir
el trabajo de rescatar madera del Saign, mientras los otros miembros del grupo
salan para tomar su desayuno. Itzl Cha estaba sentada en silencio y con expresin
hosca, comiendo muy poco, pues haba perdido el apetito. Janette Laon sali y se
sent al lado De Groote, y Penelope Leigh les mir a todos por encima del hombro.
Patricia ya se ha levantando, Janette? pregunt el coronel.
Janette mir alrededor.
Pues s respondi. No est aqu? Se ha ido cuando me he despertado.
Dnde diantres puede estar esa chica? pregunt Penelope Leigh.
Oh, debe de estar cerca dijo el coronel, pero cuando la llam con voz fuerte
result evidente que esta perturbado.
Y esa criatura tambin se ha ido! exclam miss Leigh. Saba que algo
terrible como esto iba a ocurrir tarde o temprano, William, si permitas que ese
hombre se quedara en el campamento.
Bueno, qu es exactamente lo que ha ocurrido, Penelope? pregunt el
coronel.
La ha secuestrado, eso es lo que ha ocurrido.
Lum Kip, que estaba poniendo en la mesa una fuente de arroz, oy sin querer la
conversacin y dijo:
Tarzn, ella, han ido por all seal haca el nordeste. Plateecie, l ha ido
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por all y seal en la misma direccin.
Tal vez Pat le ha secuestrado a l sugiri Algy.
No seas ridculo, Algernon espet miss Leigh. Es evidente lo que ha
ocurrido: esa criatura la ha engatusado para penetrar en la jungla.
Han hablado mucho rato dijo Itzl Cha, malhumorada. Se han ido
separados; se han encontrado en la jungla.
Cmo puedes quedarte ah sentado, William, y permitir que esa chica india
insine que tu sobrina ha organizado una cita secreta en la jungla con esa criatura
imposible?
Bueno dijo el coronel, si Pat est en la jungla, ruego a los cielos que
Tarzn est con ella.
* * *
Pat sigui un riachuelo que discurra un breve trecho en direccin nordeste, y cuando
gir hacia el sur, ella lo sigui tambin, sin saber que Tarzn se haba subido a los
rboles y estaba avanzando rpidamente saltando de uno a otro casi justo hacia el
norte en direccin al otro lado de la isla. El terreno se elevaba ahora rpidamente, y el
riachuelo corra con fuerza en direccin al ocano. Pat se dio cuenta de que se estaba
comportando como una terca boba, pero, como era terca, decidi subir la montaa un
trecho para echar un vistazo a la isla. Le cost ascender, y los rboles constantemente
le impedan ver, pero la muchacha prosigui hasta que lleg a un saliente plano que
daba la vuelta al lomo de la montaa. Como para entonces le faltaba bastante el
aliento, se sent a descansar.
* * *
Pienso que algunos de vosotros deberais salir en busca de Patricia dijo miss
Leigh.
Ir yo se ofreci Algy, pero no s dnde buscar a la muchacha.
Qu es eso que viene por la playa? pregunt el doctor Crouch.
Vaya, son Krause y Schmidt dijo Bolton. S, y Oubanovitch y el rabe van
con ellos.
Casi de forma automtica, los hombres aflojaron las pistolas que llevaban en sus
fundas y esperaron en silencio mientras los otros cuatro se iban acercando.
Los hombres que estaban a la mesa del desayuno se haban levantado y
aguardaban expectantes. Krause fue al grano de inmediato.
Hemos venido para pediros que nos dejis regresar y acampar cerca de
vosotros dijo. No tenemos armas de fuego ni proteccin alguna donde estamos.
Dos de nuestros hombres han entrado en la jungla y no han regresado, y otros dos se
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los llevaron del campamento sendos leones por la noche. No cabe duda de que usted
tiene corazn, coronel; sin duda, no someter a ningn compaero a semejantes
peligros innecesariamente. Si nos permite volver, le prometemos obedecerle y no
causar ningn problema.
Me temo que causar muchos problemas cuando Tarzn regrese y os encuentre
aqu dijo el coronel.
Deberas dejar que se quedaran, William intervino miss Leigh. Aqu ests
t al mando, no esa criatura llamada Tarzn.
Realmente, creo que sera inhumano echarles intervino el doctor Crouch.
Ellos fueron inhumanos con nosotros dijo Janette Laon con amargura.
Jovencita explot Penelope, debes aprender a estar en tu lugar; no tienes
nada que decir sobre este asunto. El coronel decidir.
Janette Laon mene la cabeza para indicar que no haba esperanza e hizo un
guio a De Groote. Penelope vio el guio y explot de nuevo:
Eres una insolente dijo; t y la muchacha india y esa criatura, Tarzn,
jams debera haberos permitido estar en el mismo campamento que gente de buena
familia.
Si me permites, Penelope dijo tenso el coronel, creo que puedo ocuparme
de este asunto sin ayuda, o al menos sin recriminaciones.
Bien, todo lo que tengo que decir aadi Penelope es que debes permitir
que se queden.
Supongamos sugiri Crouch que les dejamos quedarse hasta que regrese
Tarzn; entonces podemos discutir el asunto con l; son ms enemigos suyos que
nuestros.
Son enemigos de todos nosotros estall Janette.
Pueden quedarse, Krause dijo el coronel, al menos hasta que regrese
Tarzn; y procuren comportarse.
No le quepa duda de que lo haremos, coronel respondi Krause, y gracias
por permitir que nos quedemos.
* * *
Patricia vea el ocano desde el saliente donde estaba sentada, pero no poda ver nada
de la isla; y por lo tanto, despus de descansar, fue un poco ms lejos. Aqu el paisaje
era mucho ms abierto y muy hermoso, con orqudeas que colgaban en esplndidos
ramos en muchos rboles, y crecan en profusin jengibre e hibiscus; tambin haba
aves con plumaje amarillo y aves con alas de color escarlata que iban de rbol en
rbol. Era un panorama idlico y pacfico que le tranquiliz los nervios y borr el
ltimo vestigio de su ira.
Se alegraba de haber encontrado aquel lugar tranquilo y se estaba felicitando a s
misma y planeando ir all a menudo, cuando un gran tigre sali de la maleza y se
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detuvo frente a ella. Mova la punta de la cola con nerviosismo, y gruendo haba
separado los labios para mostrar sus grandes colmillos amarillos.
Patricia Leigh-Burden rez en silencio mientras se llevaba el rifle al hombro y
disparaba dos veces en rpida sucesin.
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Captulo XXI
S in duda, no me gusta la idea de tener a esos hombres por aqu todo el tiempo
dijo Janette. Me dan miedo, en especial Krause.
Le vigilar asegur De Groote. Comuncame si alguna vez te hace algo.
Y ahora mira! exclam Janette, sealando hacia la playa. Ah vienen
tambin todos los lascares. Esos tipos me ponen la piel de gallina.
Cuando call, lleg a su s odos el ruido dbil pero claro de dos disparos de rifle.
Esa debe de ser Patricia! exclam el coronel. Debe de tener problemas.
Probablemente, ha tenido que matar a esa criatura repuso Penelope
esperanzada.
El coronel haba corrido hasta su choza y cogido su rifle; y cuando ech a andar
en la direccin de donde haba procedido el ruido del disparo, De Groote, Algy,
Crouch y Bolton le siguieron.
Cuando el follaje de la jungla se cerr tras la espalda de Bolton, Schmidt se
volvi a Krause y sonri:
Qu es lo que te hace gracia? pregunt este ltimo.
Veamos lo que podemos encontrar en cuanto a rifles y municin dijo
Schmidt a los otros tres hombres. Parece que hoy es nuestro da de suerte.
Qu estn haciendo? pregunt Penelope Leigh. No se atrevan a entrar en
esas chozas.
Janette ech a correr hacia su choza para coger su rifle, pero Schmidt la alcanz y
la apart de un golpe.
Nada de bromas le advirti l.
Los cuatro hombres recogieron las cuatro armas de fuego que quedaban en el
campamento y luego, a punta de pistola, obligaron a los lascares a cargar todas las
provisiones que Schmidt deseara.
Un buen botn dijo a Krause. Creo que ya tenemos todo lo que queremos.
T quiz s, pero yo no respondi el coleccionista de animales; entonces se
acerc a Janette. Ven conmigo, cielo dijo; volveremos a empezar en el punto
en que lo dejamos.
Yo no dijo Janette, retrocediendo.
Krause la agarr por uno de los brazos.
S, t; y si sabes lo que te conviene, es mejor que no des problemas.
La muchacha intent liberarse y Krause la golpe.
Por el amor de Dios, vete con l exclam Penelope Leigh. No montes una
escena; detesto las escenas. De todos modos, le perteneces; sin duda, jams has
pertenecido a mi campamento.
Medio aturdida por el golpe, Janette fue arrastrada mientras se la llevaban; y la
esposa del coronel les observ echar a andar de nuevo por la playa en la direccin de
la que haban venido.
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El coronel se enterar de que nos habis robado las provisiones, sinvergenzas
les grit.
* * *
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su grupo pudieran rescatarla, y esa esperanza era fuerte porque tena fe en Tarzn.
Qu vais a hacer conmigo? pregunt en el escaso maya que haba aprendido
con Itzl Cha.
Eso tiene que decidirlo Cit Coh Xiu respondi el hombre. Te enviar a
Chichn Itz, al palacio del rey; despus, l dar rdenes de que cuatro de sus
guerreros lleven a la prisionera a Cit Coh Xiu.
Mientras Patricia era conducida a su destino, Xatl Din y los guerreros restantes
prosiguieron en direccin al Campamento Saign. El noble estaba muy satisfecho
consigo mismo. Aunque no consiguiera llevar a Itzl Cha de vuelta a Chichn Itz, al
menos haba proporcionado otro sacrificio en su lugar, y sin duda sera alabado por el
rey y por el sumo sacerdote.
* * *
El coronel Leigh y sus compaeros siguieron, en gran parte por casualidad, el mismo
sendero por el que Patricia haba ido. Ascendieron al saliente que daba la vuelta al
lomo de la montaa; y, aunque estaban muy cansados, siguieron adelante casi a la
carrera. Su progreso era ruidoso y no tomaban precauciones, pues el nico
pensamiento que les impulsaba era encontrar a Patricia lo antes posible; y cuando de
pronto se tropezaron con una banda de guerreros emplumados, el hecho les pill
totalmente por sorpresa. Con salvajes gritos de guerra, los mayas atacaron lanzando
piedras con sus hondas.
Fuego a sus cabezas! orden el coronel.
El aterrador ruido detuvo momentneamente a los mayas, pero cuando Xatl Din
se dio cuenta de que solo era ruido y que ninguno de sus hombres haba resultado
herido, les orden que cargaran otra vez; y una vez ms, sus espantosos gritos de
guerra resonaron en los odos de los blancos.
Disparen a matar! orden el coronel; tenemos que detener a esos tipos
antes de que nos alcancen con sus espadas.
Los rifles volvieron a sonar, y cayeron cuatro guerreros. Los otros vacilaron, pero
Xatl Din les inst a proseguir.
Aquellas cosas que mataban con un fuerte ruido desde lejos aterrorizaban a los
mayas; y aunque algunos de ellos casi lucharon a brazo partido con los blancos, por
fin dieron media vuelta y huyeron, llevndose consigo a los heridos. Siguiendo su
estrategia, se dispersaron por la jungla para no dejar ningn rastro sealado hasta su
ciudad; y los blancos, que se haban equivocado de direccin, se perdieron, pues es
difcil orientarse en una densa jungla; y cuando llegaron a un declive pronunciado en
la ladera de una montaa, creyeron que haban cruzado la montaa y estaban
descendiendo por la ladera contraria.
Despus de avanzar a trompicones en la espesa maleza durante una hora, de
pronto llegaron al final de la jungla, solo para quedarse paralizados mirndose
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atnitos uno a otro, pues ante ellos se hallaba la playa y su propio campamento.
Maldita sea! profiri el coronel.
Cuando se acercaban al campamento, Tibbet fue a reunirse con ellos, con
expresin preocupada.
Ha ocurrido algo, Tibbet? pregunt el coronel.
Ya lo creo, seor. Acababa de regresar del Saign con un montn de tablones y
me he encontrado con que Schmidt y su grupo nos han robado todas las armas de
fuego y la municin que quedaban en el campamento, as como una parte
considerable de nuestras provisiones.
Qu canallas! exclam el coronel.
Pero eso no es lo peor prosigui Tibbet; se han llevado a miss Laon.
De Groote se qued blanco.
Por dnde se han ido, Tibbet? pregunt.
Playa arriba respondi el segundo de a bordo; probablemente han ido a su
antiguo campamento.
De Groote, furioso y con el corazn partido, ech a andar.
Espere dijo el coronel, adnde va?
Voy a buscarles respondi.
Van muy bien armados explic el coronel. Usted solo no podr hacer
nada, y ahora no podemos prescindir de ningn hombre para que vaya con usted; es
decir, no podramos ir todos y dejar sola de nuevo a miss Leigh, con el riesgo de que
esos diablos pintarrajeados puedan a tacar el campamento en cualquier momento.
De todos modos, ir replic De Groote obstinado.
Ir contigo decidi Tibbet, y entonces otros dos marineros del Naiad tambin
se ofrecieron voluntarios.
Les deseo suerte dijo el coronel, pero por el amor de Dios, vayan con
cuidado. Ser mejor que entren a hurtadillas en el campamento desde el lado de la
jungla y les disparen ocultos en la maleza.
S, seor contest De Groote, y l y los tres que se haban ofrecido
voluntarios para acompaarle echaron a andar playa arriba con paso rpido.
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Captulo XXII
T arzn oy de lejos los disparos durante el encuentro entre los blancos y los
mayas, e inmediatamente se dio la vuelta y ech a andar en la direccin de la
que crea que venan los ruidos; pero, debido a los ecos y reverberaciones causados
por las montaas, no los ubic correctamente y se equivoc de direccin. Asimismo,
le confundi su suposicin de que cualquier pelea que hubiera estara, naturalmente,
cerca del Campamento Saign o el campamento de Schmidt.
Como saba que estaba ms cerca del campamento de Schmidt que del
Campamento Saign, decidi ir all primero y seguir por la playa hacia el
Campamento Saign, si la pelea no era en el primer lugar.
Mientras se acercaba al final del bosque al otro lado del campamento de Schmidt,
redujo el paso y fue con ms cautela, y menos mal que lo hizo, pues cuando el
campamento se hall a su vista, vio a los hombres que regresaban y que los cuatro
blancos iban muy armados. Vio a Janette Laon arrastrada por Krause y a los lascares
que iban cargados. Saba lo que haba ocurrido; pero cmo haba ocurrido no poda
adivinarlo. Naturalmente, supuso que los disparos que haba odo se haban producido
en un encuentro entre esos hombres y los del Campamento Saign, y dedujo que el
grupo de Schmidt haba salido victorioso. Tal vez todos los dems blancos haban
muerto, pero dnde estaba Patricia? Dnde estaba la pequea Itzl Cha? El destino
de Penelope Leigh no le preocupaba.
* * *
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mujer ser una ofrenda muy adecuada para nuestros dioses.
Cit Coh Xiu mir de arriba abajo a la muchacha y la encontr bella. Era la
primera mujer blanca que vea, y de pronto se le ocurri que sera una vergenza
entregrsela a algn dios que tal vez no la querra. No se atrevi a expresarlo en voz
alta, pero pens que la muchacha era demasiado hermosa para cualquier dios; y, en
realidad, segn los cnones de cualquier raza, Patricia Leigh-Burden era muy
hermosa.
Creo dijo el rey que me la quedar un tiempo como criada personal.
Chal Yip Xiu, el sumo sacerdote, mir al rey con bien fingida sorpresa. En
realidad, no le sorprenda en absoluto, pues conoca a su rey, quien ya haba tomado
en prstamo a los dioses varias bellas ofrendas.
Si es elegida por los dioses dijo, los dioses se enojarn con Cit Coh Xiu si
se la queda para s mismo.
Tal vez estara bien dijo el rey, si pudieras ver que no ha sido elegida, al
menos de inmediato. De todos modos, no creo que los dioses la quieran aadi.
Patricia, que escuchaba con atencin, haba comprendido al menos de qu estaban
hablando.
Un dios ya me ha elegido declar, y se enojar si me hacis dao.
Cit Coh Xiu la mir con sorpresa.
Habla la lengua de los mayas dijo al sumo sacerdote.
No muy bien coment Chal Yip Xiu.
Los dioses hablan su propia lengua dijo Patricia; les sirve de poco el
lenguaje de los mortales.
Puede ser que se trate de una diosa? pregunt el rey.
Soy la compaera de Che, Seor del Bosque anunci Patricia. l est ya
muy enojado con vosotros por el modo en que le tratasteis cuando vino a Chichn
Itz. Si sois sensatos, me dejaris regresar con l. Si no, sin duda alguna os destruir.
El rey se rasc la cabeza y mir al sumo sacerdote con aire interrogador.
Bueno dijo, t deberas saberlo todo sobre los dioses, Chal Yip Xiu; era
realmente Che, Seor del Bosque, el que vino a Chichn Itz? Era un dios el que
metiste en una caja de madera? Era un dios el que rob la ofrenda del altar del
sacrificio?
No lo era espet el sumo sacerdote; no era ms que un mortal.
No obstante, no debemos precipitarnos dijo el rey. Puedes retener a la
muchacha temporalmente; que la lleven al Templo de las Vrgenes y ocpate de que
la traten bien.
Esto orden Chal Yip Xiu a dos sacerdotes inferiores, indicndoles que
condujeran a la prisionera al Templo de las Vrgenes.
Patricia not que si bien no haba impresionado mucho al sumo sacerdote, s
haba causado un gran efecto en el nimo del rey, y que al menos haba conseguido
un aplazamiento que podra dar tiempo a Tarzn y a los dems para rescatarla; y
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mientras era conducida desde el palacio, tena la mente suficientemente calmada para
permitirle observar las maravillas de Chichn Itz.
Ante ella se elevaba una imponente pirmide hecha de bloques de lava, y por los
empinados escalones de un costado de esta, la condujeron a un templo ricamente
decorado que se alzaba en la cima: El Templo de las Vrgenes. All fue entregada a la
suma sacerdotisa que se hallaba a cargo del templo, en el que se alojaban unas
cincuenta muchachas, la mayora de ellas de familias nobles; pues se consideraba un
honor ofrecerse voluntaria para este servicio. Ellas mantenan encendidos los
sagrados fuegos y barran los suelos del templo. Cuando lo deseaban podan dejarlo y
casarse; y siempre eran buscadas por guerreros y nobles.
Patricia se qued parada en la columnata del templo y contempl la ciudad de
Chichn Itz. Vio sus palacios y templos agrupados al pie de la pirmide rodendola
y las chozas de techo de paja del pueblo comn ms all de la muralla, y detrs de
estas los campos que se extendan hasta la linde de la jungla; y se imagin que haba
retrocedido muchos siglos en el tiempo hasta el antiguo Yucatn.
* * *
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jungla en la direccin de la que proviniera la voz de Tarzn.
De nuevo son la cuerda del arco; y Schmidt, aferrando una flecha que tena
clavada en el pecho, cay de rodillas y luego rod y se qued de costado, justo
cuando Janette entraba en la jungla, y Tarzn salt al suelo a su lado.
Qu ha ocurrido en el campamento? pregunt l, y ella se lo cont
brevemente.
De modo que dejaron regresar a Schmidt y a su pandilla gru Tarzn. Me
sorprende por parte del coronel.
Bsicamente, fue culpa de esa horrible vieja dijo Janette.
Vamos dijo Tarzn, volveremos lo antes posible y echndose a Janette
al hombro, se subi a los rboles.
Mientras l y Janette se aproximaban al Campamento Saign, De Groote, Tibbet
y los dos marineros avistaron el campamento de Schmidt.
Recorrieron con la vista el campamento y no vieron a Janette, pero De Groote vio
a dos hombres que yacan en el suelo, y los lascares acurrucados a un lado,
aparentemente aterrorizados.
Abdullah fue el primero en ver a De Groote y su grupo, y como saba que venan
a vengarse y no tendran clemencia, se llev el rifle al hombro y dispar. Err el tiro,
y De Groote y Tibbet corrieron hacia delante, disparando, con los dos marineros,
armados solo con arpones, pisndoles los talones.
Se intercambiaron varios disparos simultneamente, y Oubanovitch y Abdullah
Abu Njm fueron abatidos.
De Groote y Tibbet siguieron corriendo, seguidos por los marineros, dispuestos a
acabar con todos los hombres que an presentaran pelea; pero el ruso, el rabe y
Krause estaban muertos, y Schmidt se retorca y gritaba agonizante, incapaz de
hacerles ya ningn dao.
De Groote se inclin sobre l.
Dnde est miss Laon? pregunt.
Gritando y profiriendo maldiciones, casi ininteligibles sus palabras, Schmidt
murmur:
El salvaje, maldito sea, se la llev y entonces muri.
Gracias a Dios! exclam De Groote; ahora est a salvo.
Los cuatro cogieron las armas y la municin de los cuerpos de los muertos, y con
la autoridad que estas les daban obligaron a los lascares a recoger los fardos y echar a
andar de vuelta hacia el Campamento Saign.
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Captulo XXIII
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Mira ahora a esa criatura dijo Penelope Leigh, hablando con esa jovencita
india en susurros. Puedo imaginar lo que le est diciendo.
Pondran a Patricia en la jaula donde me metieron a m? pregunt Tarzn.
Creo que en el Templo de las Vrgenes, en la cima de la pirmide sagrada; el
Templo de las Vrgenes es un lugar muy sagrado y muy bien protegido.
Puedo llegar hasta all asegur Tarzn.
No irs all, verdad? pregunt Itzl Cha.
Esta noche respondi Tarzn.
La muchacha le rode con los brazos.
Por favor, no vayas le rog; no puedes salvarla, y te matarn.
Mira! exclam Penelope Leigh; es el mayor descaro que he visto en mi
vida! William, debes poner fin a esto. No puedo soportarlo; jams me haba visto en
la necesidad de tratar con gente tan disoluta y lanz una mirada venenosa a Janette.
Tarzn se solt de los brazos de la muchacha.
Vamos, vamos, Itzl Cha dijo; no me matarn.
No vayas suplic ella. Oh, Che, Seor del Bosque, te amo. Llvame
contigo a la jungla. No me gusta esta gente.
Han sido muy buenos contigo le record Tarzn.
Lo s dijo Itzl Cha con gesto hosco, pero no quiero su bondad; solo te
quiero a ti, y no debes ir a Chichn Itz esta noche ni nunca.
Tarzn sonri y le dio unas palmadas en el hombro.
Ir esta noche dijo.
La amas grit Itzl Cha; esta es la razn por la que vas. Me dejas por ella.
Eso ser todo ataj Tarzn con firmeza; no digas nada ms.
Entonces la dej y se reuni con los dems, y Cha, furiosa de celos, entr en su
choza y se ech al suelo, dando patadas con sus pies calzados con sandalias y
puetazos en el suelo. Luego se levant y se asom por la puerta, justo a tiempo de
ver regresar a De Groote y su grupo, y mientras todos los dems centraban su
atencin en ellos, la pequea Itzl Cha sali arrastrndose de su choza y ech a correr
hacia la jungla.
Janette corri y abraz a De Groote, con lgrimas de alegra resbalndole por las
mejillas.
Crea que te haban matado, Hans dijo entre sollozos; crea que te haban
matado.
Pues estoy vivito y coleando brome, y ya no tienes nada ms que temer
de Schmidt y su pandilla; todos estn muertos.
Me alegro dijo Tarzn; eran hombres malos.
* * *
La pequea Itzl Cha corri por la jungla. Estaba aterrorizada, pues cada vez era ms
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oscuro y por la noche en el bosque hay demonios y los espritus de los muertos; pero
sigui corriendo, espoleada por los celos, el odio y el deseo de venganza.
Lleg a Chichn Itz despus de anochecer, y el guardia apostado en la puerta no
la dej pasar hasta que ella le dijo quin era y que tena que dar un recado importante
a Chal Yip Xiu, el sumo sacerdote. La llevaron ante l y ella se hinc de rodillas.
Quin eres? pregunt el hombre, y entonces la reconoci. As que has
vuelto dijo. Por qu?
He venido a decirte que el hombre que me rob del altar del sacrificio vendr
esta noche a llevarse a la muchacha blanca del templo.
Por este hecho mereces mucho de los dioses dijo Chal Yip Xiu, y de
nuevo sers honrada siendo ofrecida a ellos y metieron a la pequea Itzl Cha en
una jaula de madera para esperar el sacrificio.
Tarzn avanzaba lentamente por la jungla camino de Chichn Itz. No deseaba
llegar antes de medianoche, cuando crea que la ciudad estara silenciosa y la mayora
de sus habitantes dormira. Un viento suave le acariciaba el rostro y llev hasta su
olfato un rastro de olor conocido: Tantor, el elefante, andaba cerca. Haba encontrado
un camino ms fcil para ir a la meseta que el ms corto que Tarzn empleaba, y
asimismo en la meseta haba encontrado un esplndido suministro de tiernos brotes
que eran los que ms le gustaban.
Tarzn no le llam hasta que estuvo bastante cerca, y entonces habl en voz baja;
y Tantor, que reconoci su voz, se acerc y comprob si estaba en lo cierto pasando
la trompa por el cuerpo del hombre mono.
A una orden levant a Tarzn hasta su cruz, y el Seor de la Jungla cabalg hasta
la linde del bosque justo fuera de la ciudad de Chichn Itz.
Deslizndose de la cabeza de Tantor, Tarzn cruz los campos hasta la muralla de
la ciudad. Antes de llegar all, ech a correr y, cuando se cerna ante l, trep por ella
como lo hubiera hecho un gato. La ciudad estaba silenciosa y las calles estaban
desiertas; de modo que Tarzn lleg al pie de la pirmide sin encontrarse con nadie.
En el interior del Templo de las Vrgenes, justo al entrar, una docena de guerreros
se escondan en las sombras mientras Tarzn suba los escalones para llegar a la cima.
Fuera del templo se detuvo y aguz el odo; entonces dio la vuelta para ponerse a
sotavento, de modo que la brisa que soplaba transportara a su sensible olfato la
informacin que deseaba.
Permaneci all unos instantes; y luego, satisfecho, dio la vuelta con cautela hasta
la entrada. En el umbral se detuvo de nuevo y escuch; luego entr, y en cuanto lo
hizo le arrojaron una red y la tensaron, y una docena de guerreros cay sobre l y lo
enredaron tanto en ella que Tarzn qued indefenso.
Un sacerdote sali del templo y se llev una trompeta a los labios, y lanz tres
largos trompetazos. Como por arte de magia, la ciudad despert, aparecieron luces y
la gente acuda como un torrente hacia la pirmide del templo.
Bajaron a Tarzn por el largo tramo de escalones y, abajo, le rodearon sacerdotes
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ataviados con largas capas bordadas y esplndidos tocados. Despus trajeron a
Patricia. Con una vanguardia de trompetas y tambores, Cit Coh Xiu, el rey, y Chal
Yip Xiu, el sumo sacerdote, encabezaban una procesin que recorri la ciudad y sali
por la puerta del este.
Haban colocado a Tarzn en una litera que era transportada por cuatro
sacerdotes; detrs de l iba Patricia, a pie, custodiada; y detrs de ella la pequea Itzl
Cha iba en su jaula de madera. Una luna llena arrojaba su suave luz sobre la brbara
procesin, que adems estaba iluminada por centenares de antorchas que portaban los
que marchaban detrs.
La procesin penetr en la jungla hasta el pie de una montaa, y ascendieron
zigzagueando hasta llegar al borde del crter de un volcn extinguido que estaba en la
cima. Casi estaba amaneciendo cuando la procesin emprendi el camino por un
estrecho sendero que descenda hasta el fondo del crter y all se detuvo en el borde
de un gran agujero. Los sacerdotes entonaron un cntico con acompaamiento de
flautas, tambores y trompetas; y, justo al amanecer, la bolsa de malla en la que estaba
Tarzn fue cortada y a l le arrojaron al abismo, a pesar de las splicas de Itzl Cha,
quien se haba arrepentido y haba advertido a los sacerdotes que aquel hombre
realmente era Che, Seor del Bosque. Les haba rogado que no le mataran, pero Chal
Yip Xiu la haba hecho callar y pronunci la palabra que envi a Tarzn a su trgico
destino.
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Captulo XXIV
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gente de Chichn Itz. No estoy satisfecho. Volver otra vez algn da para ver si
habis mejorado. Ahora me voy, y me llevo a esta mujer y puso una mano en el
brazo de Patricia. Os ordeno que dejis libre a Itzl Cha, y procurad que ni ella ni
nadie ms sea sacrificado antes de mi regreso.
Cogi a Patricia de la mano y juntos descendieron el empinado sendero que
conduca al borde del crter y despus la ladera del volcn, seguidos por la gente, que
formaba una larga procesin, cantando mientras marchaban. Cuando llegaron a la
ciudad, Tarzn se volvi y alz una mano.
No me sigis ms dijo a la multitud, y luego se dirigi a Patricia: Ahora
les dar algo para que lo cuenten a sus nietos.
Ella le mir con aire interrogador y sonri.
Qu vas a hacer? pregunt.
Por toda respuesta, lanz un largo y horripilante grito, y luego, en el lenguaje de
los grandes simios, grit:
Ven, Tantor, ven! y mientras l y Patricia cruzaban el campo y se acercaban
al bosque, un gran elefante macho sali a recibirles, y un grito de asombro y de temor
se alz de la multitud que se agolpaba tras ellos.
No se nos comer ni nos har nada? pregunt Patricia, mientras se
acercaban al enorme animal.
Es mi amigo dijo Tarzn, poniendo una mano sobre la trompa de la gran
bestia. No tengas miedo dijo a Patricia; te subir a su cruz y a una orden,
Tantor subi a la muchacha y despus a Tarzn.
Cuando dio la vuelta para entrar en la jungla, Tarzn y Patricia miraron atrs y
vieron a toda la gente de Chichn Itz de rodillas, con la cara apretada contra el suelo.
Sus tataranietos oirn contar esto dijo Patricia.
* * *
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Bah! exclam Penelope. Eres muy espeso, William; yo lo cal a primera
vista: es un trepador; quiere congraciarse con nosotros y luego es muy probable que
intente casarse con Patricia por el dinero que ella heredar.
Seora dijo De Groote en tono glido, esa criatura, como usted la llama,
es John Clayton, lord Greystoke, un vizconde ingls.
Tonteras! exclam miss Leigh.
No es ninguna tontera replic De Groote; Krause me cont quin era
mientras estuvimos encerrados juntos en aquella jaula. l lo supo por el rabe, que le
conoca de muchos aos.
Miss Leigh se qued boquiabierta, y de pronto pareci deshincharse, pero
rpidamente se recuper.
Casi lo esperaba dijo tras una pausa. Lo nico que siempre he criticado de
l ha sido su predileccin por la desnudez. Por qu no nos dijo esto antes, joven?
No s por qu se lo he dicho ahora replic De Groote; no es asunto mo; si
l hubiera querido que lo supiramos, nos lo habra contado.
Ah viene! exclam Janette, y Patricia est con l!
Qu maravilla! exclam Penelope. Qu buena pareja hacen mi sobrina y
lord Greystoke.
Desde la cruz del elefante Patricia poda ver mucho ms all del arrecife; y
cuando ella y Ta rzn se deslizaron al suelo, corri hacia el grupo que la aguardaba,
sealando y gritando:
Mirad! Un barco! Un barco!
Haba un barco muy a lo lejos; y los hombres se apresuraron a hacer fuego en la
playa, y cuando arda, arrojaron hojas verdes y queroseno hasta que una gran nube de
humo negro se elev hacia el cielo.
De Groote y algunos marineros se metieron en un bote en un esfuerzo frentico,
aunque potencialmente intil, de llamar ms la atencin del barco.
No nos ven dijo Janette.
Y puede que no pase otro barco en cien aos observ el doctor Crouch.
Eso es demasiado tiempo para esperar cualquier cosa, no? dijo Algy.
Han cambiado el rumbo anunci Bolton; creo que vienen hacia aqu.
El coronel haba ido a su choza y sali con unos binoculares en la mano. Ech un
largo vistazo con ellos; y cuando baj las lentes, haba lgrimas en sus ojos. Tard un
momento en poder hablar.
Es el Naiad explic, y se dirige hacia la costa.
Esa noche, bajo una luna llena del trpico, dos parejas holgazaneaban en cmodas
tumbonas en la cubierta del Naiad. Tarzn puso una mano sobre una de Patricia.
En tu excitacin nerviosa de hoy en el dzonot has dicho algo, Patricia, que los
dos debemos olvidar.
S a qu te refieres respondi ella. Vers, entonces no saba que era
imposible, pero lo dije de corazn, y siempre ser as.
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Tarzn! llam De Groote desde el otro lado del yate. Janette trata de
convencerme de que el capitn puede casarnos. Est en un error, verdad?
Estoy seguro de que es un error sentenci el hombre mono.
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TARZN Y EL CAMPEN
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Seis, siete, ocho, nueve diez! El rbitro se dirigi hacia un rincn neutral
y levant la mano derecha de Mullargan. El ganador y nuevo campen! grit.
Durante unos instantes el pblico, que solo llenaba parcialmente Madison Square
Garden, permaneci en su asiento en perplejo y estupefacto silencio; despus hubo un
estallido de aplausos, entre los cuales se mezclaba un volumen casi igual de
abucheos. No es que los que abucheaban pusieran en duda que la decisin era
correcta; solo que no les gustaba Mullargan, un luchador notoriamente sucio.
Tambin sin duda, muchos de ellos haban apostado su buena pasta por el campen.
Joey Marks, el mnager de Mullargan, y el otro hombre que haba estado en su
rincn pasaron entre las cuerdas y dieron unas palmadas en la espalda a Mullargan;
fotgrafos, reporteros de deportes, polica y parte del pblico se agolp en el
cuadriltero; inquietos comentaristas de noticias berreaban las novedades que hacan
poca a un mundo que aguardaba.
El excampen, reanimado pero an un poco mareado, cruz el cuadriltero y le
tendi la mano a Mullargan en gesto de felicitacin. El nuevo campen no la cogi.
Mariquita dijo, y se dio la vuelta.
Puetazo nico Mullargan haba hecho una buena carrera en poco ms de dos
aos: de aficionado pas a semiprofesional y luego a campen del mundo de pesos
pesados; y por el camino se haba ganado este apodo. En realidad, tena un puetazo
nico; y solo necesitaba ese: un derechazo letal en el punto preciso. A veces tena que
esperar varios rounds antes de encontrar una abertura, pero al final siempre la
encontraba. El excampen, favorito diez a uno en el cuadriltero, haba cado en el
tercer round. Desde entonces, Puetazo nico Mullargan solo haba combatido siete
rounds; sin embargo, haba defendido con xito su calidad de campen seis veces,
dejando a tres hombres con la mandbula rota y a uno con el crneo fracturado. Al fin
y al cabo, quin desea que le fracturen el crneo?
Por eso Puetazo nico Mullargan decidi tomarse unas vacaciones y hacer algo
que siempre haba deseado hacer, pero hasta entonces el destino siempre haba
intervenido para impedrselo. Varios aos antes, haba visto un cartel que deca:
INGRESA EN LA ARMADA y VERS MUNDO; siempre haba recordado ese cartel, y ahora,
con la posibilidad de hacer vacaciones, Mullargan decidi ir a ver mundo por s
mismo, sin ayuda de la Armada ni de los marines.
Nunca he visto las cataratas del Nigara dijo su mnager. Sera un buen
lugar para ir de vacaciones. Si furamos all, tambin servira para hacer mucha
publicidad de las cataratas.
Las cataratas del Nigara, por favor! exclam Mullargan. Iremos a
frica.
frica mascull mster Marks. Eso est lejsimos, en algn lugar ms
all de Suramrica. Para qu quieres ir all?
A cazar. Viste aquellas cabezas que tena aquel tipo en su casa, donde
estuvimos despus del combate de la otra noche? Leones, bfalos, elefantes Dios!
* * *
Un camin sumamente cargado avanzaba despacio por una vasta llanura bajo las
armas del bosque que se haban detenido all, enviando a diversos piquetes para
reconocer el terreno en el que el enemigo resista. Por qu el ejrcito de rboles nunca
avanzaba, por qu la llanura siempre tena lo suyo, son misterios.
Y el camin era un misterio para el hombre que estaba lejos en la llanura, y que
observaba su lento avance. Saba que all no haba caminos, que tal vez desde la
creacin este era el primer vehculo con ruedas que pasaba por all.
Un hombre blanco con un desaliado casco de ala ancha conduca el camin; a su
lado se sentaba un hombre negro; despatarrado sobre la carga iban otros varios
negros. La sombra del bosque cada vez ms larga se extenda mucho ms all del
anacronismo que se arrastraba, sealando que se acercaba el breve crepsculo
ecuatorial.
El hombre que estaba fuera en la llanura puso su rumbo de modo que pudiera
encontrarse con el camin. Se mova con fciles y sinuosas zancadas, casi tan suaves
como las de un felino. No iba vestido, aparte de un taparrabos; sus armas eran
primitivas: un carcaj con flechas y un arco colgado a la espalda, un cuchillo de caza
metido en una tosca funda en la cintura, una lanza corta y recia que llevaba en la
* * *
El sol estaba bajo en el oeste, y las sombras del bosque cada vez ms largas se
extendan lejos en la llanura. Un coche ligero avanzaba dando tumbos y brincando
sobre aquel terreno irregular. En el coche iban dos hombres. Uno de ellos conduca y
el otro se agarraba con fuerza, tena los ojos enrojecidos y estornudaba casi sin cesar.
Por el amor de Dios, chico, no puedes ir ms despacio? se lament Marks
. No tengo suficiente con esta fiebre del heno para que intentes que eche el hgado
por la boca?
Por toda respuesta, Mullargan apret el acelerador un poco ms.
Te vas a quedar sin muelles, o sin neumticos o sin mnager, si no reduces un
poco la velocidad.
Ya no necesito ningn mnager. Esto a Mullargan le pareci tan divertido
que lo repiti. Ya no necesito ningn mnager; as que voy a echarlo y dejarlo en
frica. Caramba, eso hara rer mucho a los chicos!
* * *
El silencio de la llanura se vio quebrado por el rugido de un len que estaba cazando.
Se encontraba a bastante distancia, pero el sonido lleg ntidamente a los odos de los
dos hombres.
Qu ha sido eso? pregunt Mullargan.
Un cerdo dijo Marks.
Si fuera de da podramos dispararle observ Mullargan. Unas cuantas
costillas de cerdo no nos iran mal, ahora mismo. Sabes, Joey?, he estado pensado
que t y yo podramos seguir adelante perfectamente sin ese fulano ingls.
Quin conducira el camin?
Ese es el problema admiti Mullargan, pero tiene que dejar de tratarnos
como si furamos un par de nios y l fuera nuestra niera. En cualquier momento,
me voy a enfadar y se me ir la mano.
Mira! exclam Marks. All hay una luz; tiene que ser el camin.
Cuando los dos coches se encontraron, los fatigados hombres se dejaron caer a
tierra y estiraron sus miembros rgidos y sus msculos agarrotados.
Dnde has estado? pregunt Mullargan.
Avanzando hacia aqu desde que hemos levantado el campamento respondi
Melton. Sabes que este autobs no puede pasar por el mismo terreno que ese coche
ligero vuestro, y hoy debis de haber deseado tenerlo. Habis tenido suerte?
* * *
Melton se encogi de hombros, se dio la vuelta e hizo que los muchachos prepararan
un campamento.
Tenemos que acampar donde estamos dijo a los otros dos blancos. Ahora
no podramos encontrar agua; y de todos modos, tenemos suficiente. Bueno, maana
debemos regresar.
Regresar? exclam Mullargan. Quin dice que vamos a volver? He
venido a cazar, y voy a cazar.
Cuando vena he conocido a un hombre que me ha dicho que es un territorio
vedado. Me ha dicho que tenemos que salir de aqu.
Ah, ha dicho eso, eh? Quin se cree que es para decirme que me marche?
Le has dicho quin era yo?
S, pero no ha parecido que le impresionara mucho.
Bueno, le impresionar si le veo. Quin era?
Se llama Tarzn. Ese tipejo? Cree que puede echarme de frica?
Si l dice que tienes que abandonar esta parte de frica, ser mejor que le
hagas caso le aconsej Melton.
Me ir cuando me d la gana replic Mullargan.
Yo estoy dispuesto a marcharme ahora mismo dijo Marks entre estornudos
. Este sitio, frica, no es lugar para un tipo con fiebre del heno.
Los muchachos siguieron descargando el camin, apresurndose a montar el
campamento. Uno estaba haciendo una fogata para cocinar la cena. Se oan muchas
risas, y de vez en cuando un fragmento de alguna cancin nativa. Uno de los chicos,
que llevaba una pesada carga desde el camin, tropez sin querer con Mullargan y le
hizo perder el equilibrio. El luchador le dio un fuerte golpe al negro con la mano
abierta en el costado de la cabeza, lo que le hizo caer al suelo.
La prxima vez mirars adnde vas gru. Melton se acerc a l.
Esto se acab dijo. He aguantado todo el tiempo que he podido. Jams
* * *
Los babangos son un pueblo del color del chocolate, con bonitas facciones y cabezas
bien formadas. Sus dientes no son muy buenos; sin embargo, son canbales
empedernidos. En su canibalismo no hay implicaciones religiosas ni supersticiones.
Comen carne humana porque les gusta, porque la prefieren a cualquier otra comida; y
como verdaderos gurmets, saben prepararla. Cazan al hombre como otros hombres
cazan animales, y son odiados y temidos en todo el territorio que asaltan.
Recientemente, le haba llegado a Tarzn el rumor de que los babangos haban
invadido una parte remota de ese vasto dominio que, desde la infancia, haba
considerado propio; y Tarzn haba ido, tras varias jornadas de marcha, a investigar.
Detrs de l, avanzando ms despacio, iba una pandilla de sus propios guerreros
waziri, caracterizados por blancas plumas, dirigidos por Muviro, su famoso jefe.
Era la maana siguiente al encuentro de Tarzn con Melton. El hombre mono iba
por el interior de la jungla justo en la linde de la llanura, con todos los sentidos muy
alerta. No haba ni el ms mnimo asomo de preocupacin en sus zancadas y su
conducta era la de quien est muy seguro de s mismo; sin embargo, se mova con
* * *
* * *
Nkima daba saltos en el borde del precipicio, lanzando desafos e insultos a los
tarmangani. Mullargan se puso en pie muy despacio. De forma instintiva, haba
contado hasta nueve. Ahora haba el asesino en su corazn. Se precipit hacia Tarzn
y una vez ms el hombre mono le hizo fallar; entonces Mullargan se agarr a l en un
abrazo, inmovilizando el brazo derecho de Tarzn y asestndole golpes terribles sobre
uno de sus riones para debilitarle.
Con su mano libre, Tarzn levant a Mullargan en vilo y lo arroj pesadamente al
suelo, para dejarse caer luego sobre l. Unos dedos de acero buscaron la garganta de
Mullargan. Este forceje para liberarse, pero estaba indefenso. Un rugido bajo brot
de la garganta del hombre que tena encima. Era el rugido de una bestia, y llen al
campen de un terror desconocido hasta entonces para l.
Aydame, Joey! Aydame! grit. Este fulano me est matando.
Marks era la personificacin de la inutilidad. Solo poda ir dando saltos de un
lado a otro gritando:
Levntate, holgazn; levntate y mtale! Nkima tambin daba saltos y gritaba,
pero saltaba y gritaba por un motivo muy diferente del que animaba a Marks, pues l
vea algo que los tres hombres, centrada toda su atencin en la pelea, no vean. Vio
una horda de salvajes que descendan desde la jungla por el otro lado del barranco.
Los babangos, al darse cuenta de que los tres hombres de abajo estaban
completamente absortos en su pelea y no haban advertido en absoluto su presencia,
avanzaron en silencio, pues deseaban cogerlos vivos e ilesos. Llegaron veloces, un
centenar de impecables guerreros, musculosos y duros, un centenar de esplndidas
refutaciones de la teora segn la cual comer carne humana hace que los hombres
sean sarnosos, sin pelo y sin dientes.
* * *
* * *
El sendero que seguan los babangos con sus cautivos daba vueltas de forma errtica
a travs de la jungla. Apenas tena ms de cincuenta centmetros de anchura; era un
estrecho surco que se haba hecho profundo debido a los pies de incontables hombres
y bestias que lo haban pisado durante incontables aos. Al fin desemboc en un
tosco campamento en la orilla de un riachuelo cerca de su confluencia con otro ro
ms grande. Era la sede de una aldea abandonada en un claro del que la jungla
todava no se haba apoderado por completo.
Cuando los tres hombres entraron en el campamento, fueron rodeados por
mujeres y nios que chillaban. Las mujeres les escupan y los nios les arrojaban
palos hasta que los guerreros los apartaron; luego, les pusieron una cuerda al cuello y
los ataron a un arbolito.
Marks, agotado, se arroj al suelo; Mullargan se qued sentado con la espalda
apoyada en el rbol; Tarzn se qued de pie, examinando todos los detalles de lo que
les rodeaba, centrada su mente en un solo objeto: escapar.
Caramba dijo Marks. No puedo ms.
Nunca has utilizado lo suficiente tus msculos le censur Mullargan, poco
comprensivo. Siempre me has estado dando la lata para que caminara diez
kilmetros cada da mientras t ibas cmodamente en automvil.
Qu ha sido eso? pregunt de pronto Marks.
Qu ha sido qu? No lo os, sus rugidos?
El ruido proceda de la direccin del riachuelo, el cual no podan ver debido a la
vegetacin que haba en medio.
A algn tipo le duele el estmago aventur Mullargan.
Suena horrible dijo Marks. Ojal estuviera en tierra de Dios. Vaya
brillante idea tuviste, venir a frica. Ojal supiera qu es lo que van a hacer con
nosotros.
Mullargan levant la mirada hacia Tarzn.
A l no le preocupa nada dijo, y debera saber lo que van a hacer con
nosotros. Es un hombre salvaje.
Haban hablado en susurros, pero Tarzn haba odo sus palabras.
Queris saber lo que van a hacer con vosotros? pregunt.
Claro que queremos dijo Marks.
* * *
* * *
Tarzn fue avanzando centmetro a centmetro por el claro hacia la jungla. De haber
estado solo, llegar al refugio de los rboles por los senderos elevados que los simios
de Kerchak le haban enseado a atravesar, adonde los babangos no le hubieran
seguido, habra dependido de su rapidez; pero la nica oportunidad que tenan los dos
que le seguan era la de llegar a la jungla sin ser vistos.
Haban recorrido apenas ms de treinta metros cuando Marks estornud.
Asmtico, algn polvo o polen que su movimiento haba levantado del suelo le haba
hecho reaccionar. Estornud, no una vez sino continuamente; y sus estornudos fueron
respondidos por gritos procedentes del campamento.
Levantaos y corred! orden Tarzn, ponindose en pie de un salto; y los tres
corrieron hacia la jungla, seguidos por una horda de salvajes chillando.
Marks fue el primero en ser alcanzado por los babangos, consecuencia de no
haber hecho ejercicio fsico; pero tambin atraparon a Mullargan, precisamente
cuando estaba a punto de llegar a la jungla. Le atraparon porque haba vacilado un
instante motivado por lo que posiblemente era la primera necesidad heroica de su
vida: intentar rescatar a Marks. Cuando se abalanzaron sobre l, y tanto el rescate
como la huida ya no eran posibles, Puetazo nico Mullargan perdi los estribos.
Vamos, imbciles! grit, y plant su famoso derechazo en la mandbula de
un negro. Otros le rodearon y fueron cayendo en rpida sucesin de golpes con la
derecha y la izquierda. Yo os ensear grit Mullargan a burlaros del
campen mundial de pesos pesados!
Entonces un guerrero se arrastr por detrs de l y le dio un fuerte golpe en la
cabeza con una lanza, y Puetazo nico Mullargan se desplom y perdi el
conocimiento por primera vez en su vida.
Tarzn, posado en la rama de un rbol en la linde del claro, haba observado la
escena con inters, interpretando correctamente el acto de herosmo de Mullargan.
Era la segunda caracterstica digna de admiracin que haba visto en algunos de estos
* * *
Una vez ms Nkima cruz la llanura, esta vez sobre el ancho y moreno hombro de
Muviro, jefe de los waziri de plumas blancas. Una vez ms, no paraba de parlotear, y
su corazn era como el corazn de Numa el len. Desde el hombro de Muviro, igual
que desde el hombro de Tarzn, Nkima poda mandar el mundo al infierno; y lo
haca.
Desde su camin, que avanzaba con lentitud, Melton vio, a lo lejos, lo que pareca
ser un gran grupo de hombres que se aproximaban. Detuvo el camin y cogi sus
prismticos.
Cuando los hubo enfocado sobre el objeto de su inters lanz un silbido. Espero
que sean amistosos, pens. Uno de sus muchachos le haba contado que los
babangos estaban haciendo incursiones en algn lugar por aquel territorio, y las
pruebas que haba visto alrededor del automvil siniestrado parecan dar consistencia
al rumor. Vio que el muchacho que iba a su lado llevaba el rifle preparado, y puso el
camin en marcha otra vez.
Cuando es tuvieron ms cerca, vio que el grupo constaba de cerca de un centenar
de guerreros con plumas blancas. Pens en acelerar el camin y pasar por encima de
ellos. La situacin le pareca mala, pues era evidente que se trataba de un grupo de
combate. Llam a los muchachos que iban sobre la carga para que sacaran ms rifles
y empezaran a disparar si se lo ordenaba.
No les dispare, bwana dijo uno de los muchachos. Nos mataran a todos si
lo hiciera. Son muy buenos guerreros.
Quines son? pregunt Melton.
Los waziris. No nos harn dao.
* * *
Las acciones de Nkima haban indicado a Muviro que Tarzn estaba en apuros, y esta
nueva prueba sugera que tal vez le haba matado o capturado la misma tribu que
haba sorprendido a los otros hombres.
Melton observ a los waziri alejarse a un trote rpido que se tragara los
kilmetros con facilidad; luego puso en marcha el motor y sigui adelante.
* * *
En el campamento canbal, los babangos, que dorman para disipar los efectos de su
orga, no se pusieron en movimiento hasta casi medioda. Es ta b a n de muy mal
humor. Haban perdido una vctima, y muchos de ellos tenan que cuidar de
mandbulas doloridas y narices rotas como consecuencia de su encuentro con
Puetazo nico Mullargan.
Los hombres blancos no se hallaban en mucho mejor forma: a Mullargan le dola
la cabeza, mientras que a Marks le dola todo; y cada vez que pensaba en lo que le
esperaba antes de que le mataran, se senta desmayar.
Te rompen los brazos y las piernas por cuatro sitios murmuraba y entonces
te empapan durante tres das para que ests tierno. Asquerosos canallas!
Cierra el pico! espet Mullargan. Yo trato de olvidarlo.
Tarzn, como saba que los waziri no estaban lejos detrs de l, regres a la linde
de la llanura para verlos. Solo, y a plena luz del da, saba que ni siquiera poda
esperar rescatar a los estadounidenses del campamento de los babangos. Se pas el
da entretenindose por la linde de la llanura; y entonces, al ver que no haba seales
de los waziri, dio media vuelta y se dirigi a travs de los rboles hacia el
campamento canbal mientras el breve crepsculo ecuatorial dejaba paso a la
impenetrable oscuridad de la noche en la jungla.
* * *
Mullargan mascull una plegaria que apenas recordaba. El hechicero se puso a danzar
alrededor de ellos, agitando la cola de cebra sobre ellos y murmurando su galimatas
ritual. De pronto salt cerca de Mullargan e hizo oscilar su pesado palo sobre el
hombre inmovilizado; entonces Mullargan, campen mundial de los pesos pesados,
se liber de la garra de los guerreros y se puso en pie de un salto. Con toda la fuerza
de sus msculos y el peso de su cuerpo, lanz un golpe tan fuerte a la mandbula del
hechicero como jams lo haba lanzado en ningn cuadriltero; y el hechicero se
desplom y se desvaneci con la mandbula rota. Se alz un grito de rabia salvaje
procedente de los guerreros all reunidos, y un instante despus Mullargan fue
* * *
Los leones se acercaron al borde del arroyuelo y estiraron una garra almohadillada
hacia la cabeza de una de las pobres vctimas de los babangos, una mujer. La pobre
criatura lanz un grito de terror, y la leona rugi de un modo horrible y atac. Los
babangos, aterrados, volvieron la mirada hacia la direccin de donde haban venido
los ruidos; y entonces el len carg directamente hacia ellos, haciendo temblar la
tierra con sus estruendosos rugidos. Los salvajes dieron media vuelta y huyeron
despavoridos, dejando a sus dos vctimas y al hechicero en el camino del carnvoro.
Todo sucedi tan deprisa que el len estaba sobre Mullargan antes de que este
pudiera ponerse en pie. Por un instante, la gran bestia se qued quieta mirando
fijamente con ojos relucientes al hombre que yaca en el suelo, paralizado por el
miedo, devolviendo la mirada a aquellos ojos aterradores. Percibi el ftido aliento y
vio los amarillentos colmillos y la babeante barbilla, y no vio nada ms algo que le
llen de asombro, ya que Tarzn se lanz desde el rbol sobre el lomo del gran
felino.
Mullargan se puso en pie de un sallo y retrocedi, pero sinti un fascinado horror
mientras esperaba que el len matara a aquel hombre. Marks se levant con dificultad
e intent trepar al rbol, agarrndose al gran tronco en un frenes de terror. La leona
haba arrastrado a la mujer lejos del arroyuelo y se la haba llevado a la jungla,
oyndose sus gritos de agona por encima de todos los dems ruidos.
Mullargan deseaba huir, pero no poda. Se haba quedado como pegado al suelo,
observando lo increble. Tarzn rodeaba con las piernas la parte de atrs del lomo del
len y con sus brazos de acero el cuello cubierto por la negra cabellera. El len se
levant sobre las patas traseras, sacudindose intilmente para quitarse a la cosa-
hombre que tena encima; y junto con sus rugidos y gruidos, se oan los gruidos del
hombre. Esto ltimo fue lo que hel la sangre a Mullargan.
Vio que el len se arrojaba al suelo y rodaba sobre el hombre en un frentico
esfuerzo por deshacerse de l, pero cuando se puso en pie de nuevo el hombre segua
all. Puetazo nico Mullargan haba presenciado muchas peleas que haban
provocado gritos de aprobacin por la fuerza o el valor de los contendientes, pero
jams haba visto semejante fuerza y valor como la que estaba demostrando aquel
hombre semidesnudo en un combate cuerpo a cuerpo con un len.
La resistencia de un len no es proporcional a su fuerza, y entonces el gran felino
empez a cansarse. Por un momento se qued quieto sobre las cuatro patas, jadeando;
y en aquella primera oportunidad, Tarzn solt una mano y sac su cu chillo de caza
de su funda. Ante este movimiento el len se gir en redondo e intent agarrar a su
oponente. El cuchillo reluci a la luz del fuego y la larga hoja se hundi
profundamente detrs del hombro del len. Lanzando un horripilante rugido, la bestia
* * *
Tarzn se dio media vuelta y se alej para unirse a los waziri, que ya haban
emprendido la marcha. Nkima iba sentado en su hombro y profiri graves insultos a
los tarmangani. Marks extendi las manos, con las palmas hacia arriba.
Puedes entenderlo, chico? pregunt. Rechaza cien de los grandes como
si nada! Pero es mejor para ti que lo haya hecho; te habra arrebatado el ttulo de
campen en un solo asalto.
Quin? pregunt Puetazo nico Mullargan. Ese tipejo?
* * *
Y as, lleg a sus odos algo que habra escapado a todos los odos salvo al suyo: el
lejano grito de Dango, la hiena.
* * *
* * *
Fue Usha, el viento, el que provoc la siguiente interrupcin a Tarzn. Usha, que
vari ligeramente, transmiti al olfato de Tarzn un olor completamente nuevo, un
olor absolutamente diferente de lo que cualquiera hubiera esperado en la vastedad de
la jungla africana. Tarzn abandon el sendero para seguir esta nueva seal.
El olor se hizo enseguida ms pronunciado, hasta que al fin reconoci sin duda
alguna que era olor a gasolina.
Otro misterio. La gasolina implicaba la presencia del hombre, pero Tarzn no
detectaba en la brisa olor a hombre. Aun as, el olor a gasolina era una especie de
prueba avanzada de que haba estado en lo cierto al suponer la presencia de otro
aeroplano.
La vista pronto comprob la suposicin. All estaba, la masa de restos chafados
de lo que en otro tiempo haba sido un pjaro construido por el hombre, un aparato
sobrevolando frica. Ahora estaba roto y retorcido, triste prueba de la tragedia.
Aqu se hallaba, Tarzn lo saba, la segunda mitad del rompecabezas. Este era el
otro avin, que haba llevado al hombre que haba disparado a la garganta del otro
hombre y le haba matado. La cola de este avin mostraba los estragos hechos por el
fuego de la ametralladora. S, era evidente que se haba producido una batalla en el
aire, una batalla desigual, pues aparentemente el hombre de este segundo avin solo
iba armado con un revlver.
Sin embargo, desigual o no, el Hombre Nmero Dos haba logrado escapar al
destino del Nmero Uno. All se vea hierba pisoteada. El Nmero Dos haba
regresado al avin. Y despus se haba marchado.
Tarzn sigui el rastro un breve trecho y lleg a una enmaraada masa de cuerdas
y seda.
Paracadas dijo. El Nmero Dos salt.
* * *
Al otro lado del Atlntico, una semana ms tarde, Horace Brown, tras haber llegado a
un acuerdo satisfactorio con el Gobierno Britnico, estaba montando su aparato en un
pequeo taller de Londres. Como se supona que nadie ms que l y las autoridades
conocan lo que estaba haciendo, no tom precauciones especiales para protegerse.
Dos mecnicos de confianza le ayudaban durante el da. Por la noche se llevaba los
planos consigo a la pequea pensin donde haba encontrado una habitacin cerca de
su lugar de trabajo.
Nikolai Zubanev, exiliado ruso, tambin se alojaba all. Era un hombrecillo
misterioso, pero aparentemente inofensivo. Era evidente que el gobierno no le
consideraba exento de peligro, pues como norma era objeto de seguimiento, solo que
Zubanev no lo saba. Ni lo saba otro husped, un hombre recin llegado de Estados
Unidos que se haba hecho amigo de Zubanev. Sin embargo, a pesar de la vigilancia
del gobierno, una maana hallaron asesinado a Horace Brown y sus planos haban
desaparecido. Tambin haban desaparecido Zubanev y su recin conocido,
Campbell.
El gobierno llam a sus muchas y variadas fuentes de informacin. Una semana
ms tarde, Campbell y Zubanev fueron localizados en Roma. Estaba claro lo que eso
significaba: haban ido all para vender los planos robados al Gobierno Italiano. Los
agentes britnicos en Roma se pusieron en marcha. Simultneamente, el teniente
L as azules aguas del Mediterrneo se deslizaban por debajo del teniente Cecil
Giles-Burton mientras volaba en direccin sur hacia la costa africana. Hasta
ahora, la empresa haba progresado con un xito extraordinario, y habra sido muy
sencillo dar la vuelta hacia el oeste ahora y regresar a Londres. Pero tena razones
para no hacerlo.
Sus rdenes eran seguir hacia el sur hasta Bangali, donde su padre era
comisionado residente. Iba a dejar los planos robados con su padre y seguir hasta
Ciudad del Cabo, como si realmente se tratara de un vuelo de recreo, tal como los
peridicos haban anunciado.
Al Gobierno Britnico le pareca poco prudente permitir que un poder amistoso
sospechara que sus agentes haban robado los planos ante las narices del Gran
Hombre, aun cuando en un principio les haban sido robados a ellos. Y como el padre
del teniente Burton era comisionado residente en Bangali, el teniente haba sido
elegido para la misin. Qu poda ser ms natural que el que un hijo se detuviera a
visitar a su padre en su vuelo a Ciudad del Cabo? En realidad, los archivos del
gobierno demostraran que haba solicitado permiso para hacerlo.
Aunque Bangali dispona de un aeropuerto de emergencia, se hallaba lejos de la
principal ruta area, y haba dudas en cuanto a si un avin podra o no repostar
combustible all, as que Burton decidi aterrizar en Tnez y llenar sus depsitos.
Mientras estaba repostando en el aeropuerto de Tnez, una pequea multitud de
curiosos rode su aparato. Las formalidades del aeropuerto francs fueron atendidas
rpida y agradablemente, y mientras estaba charlando con un par de oficiales, un
nativo se le acerc.
Los italianos dijo en un ingls excelente puede que lleguen antes a Ciudad
del Cabo, si se queda aqu demasiado tiempo.
Ah dijo uno de los franceses, una carrera. No lo saba.
Burton pens con rapidez. Le estaban persiguiendo! Y el Gobierno Italiano
pretenda dar la impresin de que se trataba simplemente de una carrera deportiva.
En realidad, no es una competicin oficial dijo Burton, riendo. Solo una
apuesta particular con unos amigos italianos. Si no quiero perder, ser mejor que me
marche.
Cinco minutos ms tarde, se hallaba en el aire otra vez y dirigindose hacia el sur
a toda marcha, agradecido por el ingenio y la amabilidad de sus confederados en
Roma y la habilidad de su agente, el nativo de Tnez.
Burton haba perdido media hora en Tnez, pero pronto oscurecera y, si sus
perseguidores no le vean pronto, esperaba perderlos durante la noche. l utilizaba
una ruta directa hasta Bangali, que le llevara al este de una ruta de lneas areas hacia
* * *
Se pregunt cules eran los planes del enemigo. Saba que no le queran a l; queran
los papeles que llevaba. Si poda llegar a Bangali, los planos estaran a salvo, pues
all encontrara mucha proteccin.
Pero no sera as. Cuando rompi el alba, el avin que le persegua se haba
puesto a su lado. Las puntas de las alas casi se tocaban. Vio que era un avin de
persecucin militar italiano, pilotado por un oficial italiano. No reconoci a los dos
pasajeros, aunque supuso que se trataba de Campbell y Zubanev, a los que nunca
antes haba visto.
Abajo se extenda campo abierto, y el oficial italiano le haca seas de que
descendiera. Crea que Bangali no se hallaba a ms de ochenta kilmetros. Cuando
les hizo gestos de negacin con la cabeza, le dispararon con la ametralladora. l se
lade y baj en picado, y volvi a ladearse, ponindose bajo la cola del otro aparato.
Su nica arma era una pistola de servicio. La sac y dispar al vientre del aparato,
esperando tener suficiente suerte para estropear alguno de los mecanismos de control.
Cuando el otro avin se lade y gir, l se elev a toda velocidad.
Ahora venan por detrs, y venan deprisa. Se gir y dispar otras cuatro veces, y
a continuacin una rfaga de ametralladora le destroz el timn y el estabilizador.
Descontrolado, su aparato empez a dar vueltas. Haba hecho todo lo que haba
podido, pero haba fracasado. Par el motor, salt con el paracadas y flot
suavemente hasta el suelo. Mientras descenda observaba al otro avin. Se mova de
forma errtica, y se pregunt si alguna de sus balas habra alcanzado al piloto o
estropeado los controles. Lo ltimo que vio fue que desapareca sobre una jungla
unos kilmetros al sur.
As pues, los dos aviones aterrizaron en diferentes lugares, donde Tarzn de los
Monos despus iba a encontrarlos y a preguntarse por ellos.
Burton se puso en pie enseguida y se desabroch el arns del paracadas. Mir
alrededor. No se vea ninguna criatura viva. Se hallaba en plena selva virgen africana,
con solo una confusa nocin de la distancia que le separaba de Bangali, que segn l
crea se encontraba un poco al sureste.
Su avin era un amasijo de hierros, y estaba a unos centenares de metros. Se
T endran que transcurrir dos das hasta que el hilo que empez con Horace
Brown en Chicago, y ya estaba empapado en un punto con la sangre de Horace
Brown, se alargara y fuera a parar a Tarzn, que odiaba las hienas, en frica. El tercer
da encontr a Tarzn de los Monos siguiendo el rastro fresco del ingls, Cecil Giles-
Burton. Entonces el destino jug una extraa baza.
Cecil Giles-Burton, que hasta entonces jams haba puesto un pie en frica, cruz
sin sufrir dao alguno el pas de los salvajes buiroos; pero Tarzn de los Monos,
nacido y criado en esta tierra y que la conoca a la perfeccin, fue objeto de una
emboscada, result herido y lo capturaron.
Sucedi as: Tarzn se estaba aproximando a la jungla en la direccin del viento;
por lo tanto, el rastro de olor de cualquier vida que hubiera por delante de l no poda
llegar a su sensible olfato. De este modo, no pudo saber que una veintena de
guerreros buiroo avanzaban por la jungla en su direccin. Estaban cazando, se
movan en silencio, de forma que Tarzn ni les oy ni les oli mientras se le
acercaban.
En este momento fue cuando un len irrumpi de pronto desde la jungla un poco
a su izquierda. Brotaba sangre de una herida en el costado del len, y estaba de muy
mal humor. La bestia pas unos metros por delante de l, luego se volvi
bruscamente y ech a correr hacia l.
Tarzn, con absoluta calma, levant su corta y pesada lanza por encima de su
hombro derecho y esper. Y entonces, se encontraba de espaldas a la jungla.
Fue entonces cuando los buiroos se lanzaron sobre l por detrs.
Su sorpresa fue grande, pero no detuvo su accin. Chemungo, hijo de Mpingu, el
jefe, reconoci al hombre blanco, reconoci a Tarzn Tarzn, que una vez haba
robado de la aldea a un cautivo que iba a ser torturado y sacrificado, Tarzn, que de
paso haba dejado en ridculo a Chemungo.
Chemungo no perdi el tiempo. Arroj su lanza y el hombre blanco cay con el
arma temblando en su espalda. Pero los otros guerreros no se olvidaron del len. Con
fuertes gritos se precipitaron sobre l, sosteniendo sus grandes escudos delante.
La bestia se abalanz sobre el primer guerrero, golpeando el escudo y arrojando
al hombre al suelo donde el escudo le protega, mientras sus compaeros rodeaban al
len y le atacaban con sus armas.
El len atac una vez ms, y un guerrero cay al suelo bajo el escudo una vez
ms, pero ahora una lanza encontr el corazn salvaje y la batalla termin.
Hubo gran regocijo en la aldea del jefe Mpingu cuando los guerreros regresaron
con un prisionero blanco y un len muerto. Sin embargo, su regocijo se vio un poco
mermado por algunos recelos cuando descubrieron que su prisionero era el temible
* * *
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* * *
* * *
F ue justo antes del amanecer, y haca mucho fro. El askari de guardia estaba
todava ms adormilado que el hombre al que haba relevado. Debido al fro, se
sent muy cerca del fuego con la espalda apoyada en un tronco, y sentado all se
qued dormido.
Cuando despert, se qued tan perplejo y desconcertado por lo que vieron sus
ojos que por un momento fue incapaz de reaccionar. Se qued all sentado, con los
ojos como platos, mirando a un hombre blanco semidesnudo que estaba sentado en
cuclillas cerca de l, calentndose las manos ante el fuego. De dnde haba salido
aquella aparicin? No estaba all un momento antes. El askari pens que quizs
estaba soando. Pero no. El visitante era demasiado real, de un fsico inmenso.
Los labios del extrao se separaron.
De quin es este safari? pregunt en swahili.
El askari logr que le saliera la voz.
Quin eres? De dnde has salido? De pronto sus ojos se abrieron todava
ms y se qued boquiabierto. Si eres un demonio dijo, te traer comida, si no
nos haces dao.
Soy Tarzn dijo el extranjero. De quin es este safari?
Son dos respondi el askari, con mirada sobrecogida. Uno es el safari del
bwana Romanoff, y el otro es el safari del bwana Ramsgate.
Van a Bangali? pregunt Tarzn.
S. Maana estaremos en Bangali.
Estn cazando?
Bwana Romanoff caza. Bwana Ramsgate hace fotografis.
Tarzn estuvo observando un buen rato antes de hablar de nuevo, y entonces dijo:
Deberan azotarte por quedarte dormido cuando ests de guardia.
Pero no estaba dormido, Tarzn se excus el askari. Solo he cerrado los
ojos porque con la luz del fuego me duelen.
El fuego estaba casi extinguido cuando he llegado dijo Tarzn. He puesto
ms madera. He estado aqu mucho rato y t estabas dormido. Poda haber venido
Simba al campamento y llevarse a alguien. Ahora est por ah, observndote.
El askari se puso en pie de un salto y amartill el rifle.
Dnde? Dnde est Simba? pregunt.
No ves sus ojos reluciendo all?
S, Tarzn, ahora los veo.
Se llev el rifle al hombro.
No dispares. Puede ser que, por casualidad, solo le hieras, y entonces atacara.
Espera.
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* * *
* * *
Ocho portadores de camilla, que llevaban los cadveres de Cecil Burton y Peterson,
cerraban el safari cuando se detuvo justo en las afueras de Bangali y se prepararon
para montar un campamento.
Ramsgate y Romanoff fueron de inmediato a dar parte al coronel Burton. Le
encontraron sentado en su despacho, un porche con tela mosquitera a lo largo de un
costado de su bungal. El hombre se levant cuando entraron y le tendi la mano al
joven ingls.
Lord John Ramsgate, supongo dijo; luego se volvi al ruso y aadi: y
mster Romanoff. Estaba esperndoles, caballeros.
Venimos en una misin muy triste, coronel Burton anunci Ramsgate con la
voz entrecortada.
S, lo s dijo Burton.
Ambos, Ramsgate y Romanoff, pusieron cara de asombro.
Lo sabe? exclam Romanoff.
* * *