Tarzan y Los Naufragos - Edgar Rice Burroughs

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No

con una, sino con tres emocionantes historias protagonizadas por Tarzn
se cierra uno de los ciclos ms ledos, versionados, admirados y copiados de
la historia de la cultura popular. En la primera de ellas, Tarzn escapa de ser
llevado a Estados Unidos como atraccin circense; en la segunda, se
enfrenta a un famoso boxeador en frica en bsqueda de aventuras y a una
tribu de canbales, en la tercera, resuelve un enigmtico caso de espionaje
durante la segunda guerra mundial. Tres novelas en las que se muestran las
diversas facetas de un narrador que ha logrado conectar con varias
generaciones de lectores en todo el mundo.

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Edgar Rice Burroughs

Tarzn y los nufragos


Tarzn - 24

ePub r1.0
Titivillus 05.01.16

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Ttulo original: Tarzan and the Castaways
Edgar Rice Burroughs, 1965
Traduccin: Carme Camps

Editor digital: Titivillus


ePub base r1.2

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Nota bibliogrfica
Este libro podra titularse Las ltimas aventuras de Tarzn. Es, tal vez, el ltimo
libro de Tarzn que jams se publicar que consiste en historias completas del
Hombre Mono escritas totalmente por Edgar Rice Burroughs.
En 1963, trece aos despus de la muerte de Edgar Rice Burroughs, Caaveral
Press empez a publicar nuevos libros de Burroughs; se trataba de manuscritos
inditos y de relatos publicados en revistas que nunca haban aparecido en forma de
libro. El primero de estos volmenes fue Pellucidar Salvaje, el sptimo y ltimo libro
de la serie de Burroughs sobre Pellucidar. Siguieron otros (y los hay todava en
imprenta), entre ellos Tales of Three Planets, Tarzn y el loco, y John Carter de
Marte.
La novela Tarzn y los nufragos es la versin original de Edgar Rice Burroughs
de un relato publicado por captulos en la revista Argosy en 1941 con el ttulo de The
Quest of Tarzan. Adems de cambiar el ttulo de la historia, el editor tambin revis
un poco el texto. La edicin de Caaveral parte del manuscrito del autor como fuente
principal.
Tarzn y el campen y Tarzn y los asesinos de la jungla, los relatos ms breves
incluidos en este volumen, aparecieron en un principio en las revistas Blue Book y
Thrilling Adventures, ambas en 1940.
Estas tres historias son las aventuras finales de Tarzn que apareceran en forma
de libro. No hay ms historias completas de Tarzn, pero en manos de la familia del
autor se encuentra un manuscrito fragmentario que dej inacabado Edgar Rice
Burroughs. Tiene casi 25 000 palabras, o ms de la mitad de una novela de tamao
medio. Tal vez algn da este fragmento sea completado por algn miembro de la
familia Burroughs, o por algn sucesor designado por ella.
Si esto ocurriera, Tarzn y los nufragos debera titularse Las casi ltimas
aventuras de Tarzn.
RICHARD A. LUPOFF
Editor jefe, Caaveral Press
Nueva York
Noviembre de 1964

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TARZN Y LOS NUFRAGOS

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Captulo I

A veces es difcil saber dnde empezar a contar una historia. Recuerdo a un


conocido mo que, al contar un accidente en el que una vecina se haba cado
por las escaleras del stano y se haba roto una pierna, relataba todos los matrimonios
y las muertes de una generacin o dos de la familia antes de llegar al meollo de la
historia.
En el caso presente, podra remontarme a Ah Cuitok Tutul Xiu, el maya que
fund Uxmal, en Yucatn, en el ao 1004 de nuestra era; y de l podra pasar a Chab
Xib Chac, el Hombre Rojo, que destruy Mayapn en 1451 y asesin a toda la
familia de tiranos Cocom; pero no lo har. Me limitar a mencionar que Chac Tutul
Xiu, descendiente de Ah Cuitok Tutul Xiu, movido por esa extraa necesidad
migratoria de los mayas y por consejo del Ah Kin Mai, o jefe de los sacerdotes, parti
de Uxmal con muchos de sus seguidores, nobles, guerreros, mujeres y esclavos, y se
dirigi hacia la costa, donde construy varias grandes canoas dobles hechas de
troncos de rbol vaciados y embarc en una de ellas para surcar el amplio Pacfico,
sin que nunca jams volviera a saberse nada de l en su tierra natal.
Esto ocurri en 1452 o 1453. De ah podra hacer un gran salto en el tiempo, de
unos cuatrocientos ochenta y cinco o seis aos, hasta los tiempos modernos y hasta la
isla de Uxmal, en el Pacfico Sur, donde Cit Cob Xiu es rey; pero tampoco lo har, ya
que si lo hiciera anticipara mi historia.
Lo que har ser llevarle a usted a la cubierta del Saign, un viejo y desvencijado
vapor volandero que aguarda en Mombasa para cargar animales salvajes que sern
enviados a Estados Unidos. Se oyen, procedentes de abajo y de jaulas en cubierta, los
lamentos y amenazas de las bestias capturadas; los profundos rugidos de los leones,
el barritar de los elefantes, la risa escandalosa de las hienas, el parloteo de los
monos.
Junto a la barandilla dos hombres estn enzarzados en una discusin:
Pero te digo, Abdullah deca uno, que estamos prcticamente a punto de
zarpar; la ltima remesa debera estar aqu esta semana, y cada da mis gastos van en
aumento. Podras tardar un mes en traerle aqu; y podras no encontrarle
No puedo fallar, sahib Krause replic Abdullah Abu Njm. Est herido; lo
s por Ndalo, en cuyo pas est ahora, y por tanto podramos cogerle fcilmente.
Pinsalo, sahib! Un hombre salvaje real, criado por simios desde la infancia, el
compaero de los elefantes, el que mata leones. Bueno, valdra ms que todo tu
cargamento de bestias salvajes en la tierra de los nasara; te hara un hombre rico,
sahib Krause.
Segn tengo entendido, ese tipo habla ingls tan bien como los malditos
britnicos mismos; he odo hablar de l durante aos. Cunto tiempo supones que
podra exhibir en una jaula, en Estados Unidos, a un hombre blanco que habla ingls?
Abdullah, siempre dices que nosotros los nasara estamos locos, pero creo que el que

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est loco eres t.
No entiendes repuso el rabe. Esta herida que ha sufrido le ha privado del
habla y del conocimiento del habla; en este aspecto, sera como tus otras bestias. No
pueden quejarse, de modo que nadie puede comprender; l tampoco podra.
Afasia murmur Krause.
Qu has dicho, sahib?
Es el nombre de la dolencia que ha causado la prdida del habla de tu hombre
explic Krause. La produce una lesin cerebral. Esto presenta un aspecto
diferente del asunto; podra realizarse la accin, y muy provechosamente; pero aun
as vacil.
No te gustan los ingleses, sahib? pregunt Abdullah.
No me gustan espet Krause. Por qu lo preguntas?
Este hombre es ingls respondi el rabe en su tono ms untuoso.
Qu querras por traerle aqu?
Los gastos de mi safari, que seran muy pocos, y el precio de un len.
No pides mucho por una captura tan importante coment Krause; a qu
se debe eso? Esperaba que quisieras robarme, como de costumbre.
El rabe entorn los ojos y su rostro siniestro pareca una mscara de odio.
Es mi enemigo dijo.
Cunto tardars?
Menos de un mes respondi Abdullah.
Esperar treinta das dijo Krause, y despus zarpar, hayas regresado o no.

* * *

Me aburro dijo la muchacha. Mombasa! Lo odio.


Siempre te ests quejando gru Krause. No s por qu diablos te traje
conmigo; de todos modos, zarparemos dentro de tres das, tanto si ese rabe ha
regresado como si no. Entonces supongo que encontrars alguna otra cosa de la que
quejarte.
Debe de ser un espcimen muy valioso el que te traer Abdullah dijo la
muchacha.
Lo es.
Qu es, Fritz, un elefante rosa o un len carmes?
Es un hombre salvaje, pero no lo digas a nadie; los cerdos ingleses jams me
permitiran subirlo a bordo, si lo supieran.
Un hombre salvaje! Uno de esos cuyas cabezas tienen la parte superior
puntiaguda, como un cono? Debe de tener un pequeo mechn de pelo justo en la
punta del cono, y su nariz debe de ser ancha, de lado a lado de la cara, y no debe de
tener barbilla. Es as, Fritz?
Nunca lo he visto, pero supongo que es as; ha sido lo ortodoxo desde el Qu es

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qu de Barnum.
Mira, Fritz! Ah llega Abdullah.
El moreno rabe se acerc a ellos; su rostro no revelaba nada del resultado de su
misin, ni xito ni fracaso.
Marhaba! le salud Krause. Ey cavar?
La mejor de las noticias, sahib respondi Abdullah. Lo tengo, justo fuera
de la ciudad, en una jaula de madera cubierta con estera, para que nadie pueda ver lo
que hay dentro; pero caramba!, lo que nos ha costado capturarle! Le atrapamos en
una red, pero mat a tres guerreros de Ndalo antes de que pudieran atarle las manos a
la espalda. Es fuerte como el-fil, es mejor que le dejes con las manos atadas.
Mi jaula no soportara un elefante dijo Krause, pero, si pudiera, sera muy
fuerte.
Aun as, yo le dejara las manos atadas insisti Abdullah.
Ha hablado? pregunt Krause.
No, no ha dicho ni una palabra; solo est sentado y mira. No hay odio ni miedo
en su mirada, me recuerda al adrea; siempre estoy esperando orle rugir. Tenemos que
alimentarle a mano, y cuando se come su carne, grue como el adrea.
Magnfico! exclam Krause. Causar sensacin. Ya veo a esos necios
americanos rogando pagar un buen dinero para verlo. Ahora escucha: esta tarde me
ir y me quedar ms arriba en la costa; regresar cuando haya anochecido. Carga la
jaula en un dhow ms abajo de la ciudad y qudate fuera h asta que veas mi seal:
encender y apagar mi linterna tres veces en rpida sucesin con intervalos; despus
t enciendes una luz. Entendido?
Ya est hecho dijo Abdullah Abu Njm.

* * *

Se haba levantado viento y el mar estaba revuelto cuando Abdullah vio la seal del
Saign. Maniobr el dhow hasta colocarlo a sotavento del vapor. Hicieron bajar la
polea y se apresuraron a subir la jaula que contena al hombre salvaje. Abdullah
guiaba la jaula mientras era izada desde el dhow, cuando de pronto el Saign se
apart de la embarcacin ms pequea: la jaula sufri de repente un fuerte tirn hacia
arriba; y Abdullah, temiendo ser lanzado al mar, se agarr a ella. La jaula se estrell
contra el costado del vapor; los hombres que estaban arriba siguieron izando; luego el
Saign retrocedi y se estrell contra el dhow, hundindolo.
Toda la tripulacin del dhow desapareci y Abdullah se hallaba a bordo del vapor
rumbo a Amrica. Llen el aire con billahs! y Hulla-bullash!, e invoc a Al
para que cuidara de l.
Tienes suerte de estar vivo le dijo Krause. Ganars mucho dinero en
Amrica. Tambin te exhibir a ti, como el jeque que captur al hombre salvaje;
pagarn mucho por ver a un autntico jeque venido directamente del desierto. Te

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comprar un camello, y puedes ir montado por las calles con un cartel anunciando el
espectculo.
Yo, Abdullah Abu Njm, exhibido como una bestia salvaje! exclam el
rabe. Jams! Krause se encogi de hombros.
Haz lo que quieras dijo, pero no olvides que tienes que comer, y no
encontrars muchos rboles con dtiles en Amrica. Yo te alimentar hasta que
lleguemos all, pero despus tendrs que espabilarte.
Perro de nasrany! mascull el rabe.

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Captulo II

L a maana siguiente haca buen tiempo, con un viento recio, mientras el Saign
navegaba echando vapor en direccin nordeste por el ocano ndico. Los
animales que iban en cubierta estaban tranquilos. En medio del barco iba atada una
jaula de madera, completamente cubierta con esteras. Tampoco de ah sala ningn
ruido.
Janette Laon sigui a Krause a cubierta; su cabello negro ondeaba al viento, que
le apretaba al cuerpo su ligero vestido, revelando una figura de excepcional encanto.
Wilhelm Schmidt, el segundo de a bordo del Saign, apoyando la espalda contra la
barandilla, la observaba con los ojos entornados.
Puedo ver ya a tu hombre salvaje, Fritz? pregunt la muchacha.
Espero que todava est vivo respondi el hombre; debi de darse muchos
golpes anoche mientras era izado a bordo.
No has intentado averiguarlo? pregunt ella.
De todas maneras, no podra haber hecho nada por l replic Krause. Por
lo que me dijo Abdullah, es difcil de manejar. Vamos; echaremos un vistazo. Eh, t
llam a un marinero lascar, quita las esteras de la jaula!
Mientras observaban al hombre realizar su tarea, Schmidt se acerc y se uni a
ellos.
Qu tiene ah, mster Krause? pregunt.
Un hombre salvaje; alguna vez has visto alguno?
En una ocasin vi a un franchute cuya esposa se haba fugado con el chfer
respondi Schmidt; seguro que era un hombre salvaje.
El marinero haba retirado las ataduras y apart las esteras. En el interior de la
jaula se encontraba una figura gigantesca en cuclillas, mirndoles a los ojos.
Vaya, es un hombre blanco! exclam la muchacha.
As es dijo Krause.
Vas a tener a un hombre enjaulado como una bestia? pregunt Schmidt.
Solo es blanco por fuera respondi Krause; es un ingls.
Schmidt escupi a la jaula. La muchacha pate el suelo con fuerza, enojada.
No vuelvas a hacer eso nunca ms dijo.
Qu es para ti? pregunt Krause. No me has odo decir que no es ms
que un sucio cerdo ingls?
Es un ser humano y un hombre blanco declar la muchacha.
Es un tonto replic Krause; no sabe decir ni comprender una sola palabra.
Para l es un honor que un alemn le escupa.
No obstante, no permitas que Schmidt vuelva a hacerlo.
Son la campana del barco y Schmidt fue a relevar al primer oficial en el puente.
El cerdo es l dijo la muchacha, mirando a Schmidt cuando se alejaba.
Los dos permanecieron mirando al hombre salvaje mientras Hans de Groote

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bajaba del puente y se reuna con ellos. El holands era un joven apuesto de poco ms
de veinte aos; le haban contratado como primer oficial en Batavia, en el viaje de
ida, despus de que su predecesor se hubiera cado por la borda misteriosamente.
Schmidt, que crea que el cargo habra tenido que corresponderle a l, le odiaba y no
haca ningn esfuerzo por ocultarlo. Que haba mala sangre entre ellos no era algo
que provocara comentarios a bordo del Saign, pues la mala sangre era ms la norma
que la excepcin.
Larsen, el capitn, que ahora estaba recluido en su camarote con un fuerte ataque
de fiebre, no se hablaba con Krause, que haba alquilado el barco; mientras que la
tripulacin, formada principalmente por marineros de las Indias Orientales y chinos,
siempre estaba al borde del caos violento. En conjunto, las bestias cautivas eran las
criaturas ms admirables que haba a bordo.
De Groote se qued unos segundos mirando al hombre de la jaula antes de hablar.
Su reaccin fue casi idntica a la de la muchacha y Schmidt.
Es un hombre blanco! exclam. Supongo que no lo tendrs en la jaula
como a una bestia salvaje!
Eso es exactamente lo que voy a hacer espet Krause, y no es asunto tuyo,
ni de nadie ms y mir ceudo a la muchacha.
Es tu hombre salvaje dijo De Groote, pero al menos destale las manos; es
una crueldad innecesaria mantenerle atado de esta forma.
Le desatar las manos replic Krause de mala gana, en cuanto pueda
conseguir una jaula de hierro de abajo; sera demasiado trabajo tener que alimentarle
as.
No ha comido ni bebido nada desde ayer dijo la muchacha. No me
importa lo que sea, Fritz; yo no tratara a un perro del modo en que t ests tratando a
este pobre hombre.
Yo tampoco aadi Krause.
Es menos que un perro dijo una voz detrs de ellos. Era la voz de Abdullah
Abu Njm. Se acerc a la jaula y escupi al hombre que estaba dentro, y la muchacha
le dio una bofetada a Abdullah Abu Njm con todas sus fuerzas. La mano del rabe
vol a su daga, pero De Groote se interpuso entre los dos y agarr la mueca del
hombre.
No deberas haber hecho eso, Janette dijo Krause.
La muchacha echaba fuego por los ojos y la sangre haba abandonado su rostro.
No me quedar aqu quieta a ver cmo insulta a ese hombre dijo, y eso va
para todos los dems tambin y mir directamente a los ojos de Krause.
Y yo la respaldar dijo De Groote. Tal vez no sea asunto mo el que lo
tengan en una jaula, pero s har que sea asunto mo si no lo tratan con decencia.
Has ordenado ya que suban la jaula de hierro?
Lo tratar como me plazca dijo Krause; y qu hars para impedirlo?
Te dar una paliza, una de apa respondi De Groote, y despus te

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entregar a las autoridades en el primer puerto al que lleguemos.
Ah est ya la jaula de hierro dijo Janette. Metedle dentro y quitadle las
cuerdas de las muecas.
Krause estaba asustado por la amenaza de De Groote de notificar el hecho a las
autoridades; eso le hizo retorcerse.
Oh, vamos dijo en tono suave, lo tratar bien. Invert mucho dinero en l y
espero sacarle un buen rendimiento; sera tonto si no lo tratara bien.
Procura hacerlo insisti De Groote.
Se iz de la bodega una gran jaula de hierro y la colocaron cerca de la jaula de
madera, con las dos puertas juntas. Krause sac un revlver; entonces levantaron
ambas puertas. El hombre que estaba en la jaula de madera no se movi.
Entra ah, imbcil! grit Krause, apuntando al hombre con el revlver. El
hombre ni siquiera mir a Krause. Que alguno de los hombres coja una barra del
cabestrante orden Krause y le empuje por detrs.
Espera dijo la muchacha, djame probar a m. Se acerc al lado opuesto
de la jaula de hierro e hizo seas al cautivo. l la mir. Ven aqu un momento
dijo a De Groote; djame coger tu cuchillo; ahora junta las muecas, como si las
tuvieras atadas; s, eso es. Cogi el cuchillo y fingi cortar unas cuerdas
imaginarias que ataban las muecas de De Groote; luego volvi a hacer seas al
hombre que estaba en la jaula de madera. Este se levant, pero encorvado, pues no
poda permanecer erguido en la pequea jaula de madera, y entr en la jaula ms
grande.
La muchacha estaba de pie junto a los barrotes, con el cuchillo en la mano; un
marinero dej caer la puerta de la jaula de hierro; el cautivo se aproxim a la
muchacha y, ponindose de espaldas a ella, apret las muecas contra los barrotes.
Decas que era estpido dijo Janette a Krause, pero no es estpido; lo he
comprendido solo mirndole. Cort las ataduras de las muecas del hombre, que
estaban manchadas e hinchadas. El hombre se volvi y la mir. No dijo nada, pero
con los ojos pareca darle las gracias.
De Groote estaba de pie al lado de Janette.
Es un buen espcimen, verdad? dijo.
Y guapo aadi la muchacha, que se volvi a Krause. Haz que traigan un
poco de agua y comida orden.
Vas a ser su enfermera-criada? pregunt Krause con una sonrisa irnica.
Voy a ocuparme de que le traten decentemente respondi ella. Qu
come?
No lo s respondi Krause. Qu come, Abdullah?
El perro hace dos das que no come declar el rabe; as que supongo que
se comer cualquier cosa. En la jungla come carne cruda de los animales que mata,
como una bestia.
Lo probaremos dijo Krause. Ser una buena manera de deshacernos de los

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animales que mueran. Envi un marinero a la cocina a buscar carne y agua.
El hombre que estaba en la jaula de hierro estuvo observando un buen rato a
Abdullah Abu Njm; tanto rato, que el rabe escupi en la cubierta y se alej.
No me gustara estar en tu piel si alguna vez sale de esa jaula dijo Krause.
No deberais haberle soltado las manos replic Abdullah; es ms peligroso
que el len.
Cuando el marinero regres con la carne y el agua, Janette lo cogi y se lo pas al
hombre salvaje. Este tom un sorbito de agua; luego se fue a un rincn del otro lado
de su jaula, se sent en cuclillas y desgarr la carne con sus fuertes y blancos dientes;
y mientras coma, grua.
La muchacha sinti un escalofro, y los hombres empezaron a rondar cerca con
curiosidad e inquietud.
El adrea de la cabeza ancha come esto dijo Abdullah.
Emite el mismo ruido que un len observ Krause. Qu nombre le han
puesto los nativos, Abdullah?
Se llama Tarzn de los Monos respondi el rabe.

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Captulo III

E l Saign atraves el ocano ndico hasta Sumatra, donde Krause subi a bordo
dos elefantes, un rinoceronte, tres orangutanes, dos tigres, una pantera y un
tapir. Temiendo que De Groote hiciera efectiva su amenaza de denunciar ante las
autoridades de Batavia que llevaban un cautivo humano, Krause no hizo escala all
como tena previsto, sino que prosigui hasta Singapur a por monos, otro tigre y
varias boas constrictor; luego el Saign naveg por el mar de la China Meridional
hacia Manila, su ltima parada en el largo avance hasta el canal de Panam.
Krause estaba encantado; hasta ahora todos sus planes haban salido a las mil
maravillas; y si llevaba su carga a Nueva York, esperaba sacar unos beneficios
excelentes. Tal vez no habra estado tan satisfecho si hubiera sabido todo lo que
ocurra a bordo del Saign. Larsen segua confinado en su camarote, y aunque De
Groote era un buen oficial, era joven; y nuevo a bordo del barco. Igual que Krause,
no conoca todo lo que se hablaba en el camarote de la tripulacin y en cubierta, por
la noche, cuando Schmidt haca guardia. En estas ocasiones, el segundo de a bordo
hablaba mucho y con impaciencia con Jabu Singh, el lascar; y hablaba en susurros.
Despus, Jabu Singh hablaba mucho y con impaciencia con los otros lascares del
camarote de la tripulacin.
Pero y las bestias salvajes? pregunt Chand a su compaero lascar, Jabu
Singh; qu les ocurrir?
Schmidt dice que las arrojemos por la borda junto con De Groote, Krause y los
otros.
Valen mucho dinero objet Chand; deberamos conservarlos y venderlos.
Nos atraparan y nos colgaran intervino otro lascar.
No replic Jabu Singh. Mientras estbamos en Singapur, Schmidt se
enter de que Alemania e Inglaterra han entrado en guerra. Este es un barco ingls;
Schmidt dice que un alemn tiene derecho a capturarlo. Asegura que le daran una
recompensa, pero cree que los animales no tendran valor alguno y son un estorbo.
Conozco a un hombre en la isla de Illili que los comprara dijo Chand. No
permitiremos que Schmidt los arroje por la borda.
El hombre habl en su dialecto nativo, seguro de que los marineros chinos no les
entenderan; pero en eso se equivocaban; Lum Kip haba navegado en una ocasin
por el mar de China a bordo de una faluca capitaneada y tripulada por lascares y
haba aprendido su lengua. Tambin haba aprendido a odiar a los lascares, pues a
bordo de la faluca le haban tratado muy mal y no le haban dado nada de los botines
que obtenan de sus viles operaciones. Sin embargo, el rostro de Lum Kip no dej
traslucir que entenda lo que oa; tena su habitual expresin de gran distanciamiento,
mientras fumaba su larga pipa de cazoleta de latn.
El hombre que estaba en la gran jaula de hierro en cubierta a menudo paseaba de
un lado a otro durante horas y horas. A menudo daba un salto y se agarraba de las

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barras de la parte superior de la jaula, e iba de un lado a otro avanzando con las
manos. Cuando alguien se acercaba a su jaula se paraba; no haca estas cosas para
divertirse, ni para divertir a nadie, sino para impedir que la inactividad menoscabara
su extraordinaria fuerza fsica durante su reclusin.
Janette Laon se acercaba con frecuencia a su jaula; se ocupaba de que le dieran de
comer con regularidad y de que siempre dispusiera de agua; e intentaba ensearle su
lengua, el francs; pero en esto no haca progresos. Tarzn saba lo que le ocurra; y
aunque no pudiera hablar ni comprender lo que se deca, sus pensamientos eran tan
coherentes e inteligentes como siempre. Se preguntaba si alguna vez se recuperara,
pero no le preocupaba mucho no poder conversar con seres humanos; lo que ms le
molestaba era que ya no poda comunicarse con manu, el mono, o los mangani, los
grandes simios, entre los que clasificaba a los orangutanes que iban a bordo
confinados en jaulas cerca de la suya. Al ver la carga que transportaba el Saign,
supo la vida que le aguardaba; pero tambin saba que, tarde o temprano, se
escapara. Lo pensaba ms a menudo cuando vea a Abdullah Abu Njm en cubierta.
Haba probado los barrotes de la jaula por la noche, cuando nadie se hallaba
cerca; y estaba seguro de que podra separarlos lo suficiente para que su cuerpo
pasara entre ellos; pero supona que, si lo haca mientras estuvieran en alta mar, solo
lograra que le dispararan; pues no le caba duda de que le tenan miedo. Con la
paciencia de una bestia salvaje, esperaba la hora propicia.
Cuando Abdullah Abu Njm o Schmidt estaban en cubierta, les segua con la
mirada; pues estos dos le haban escupido. Abdullah Abu Njm tena motivos para
odiarle, ya que Tarzn haba terminado con su lucrativa carrera como comerciante de
esclavos y cazador furtivo de marfil; pero al segundo de a bordo le movan solo las
reacciones naturales de un matn y un cobarde que descubre a alguien al que
considera su enemigo racial impotente para vengarse.
Abdullah Abu Njm, que odiaba a Krause y a la muchacha y haca caso omiso de
De Groote, se llevaba muy bien con Schmidt, hasta el punto que los dos hombres, al
ver que tenan tantas cosas en comn, se hicieron compaeros inseparables.
Abdullah, satisfecho con cualquier oportunidad de vengarse de Krause, accedi de
buen grado a ayudar a Schmidt en la aventura que el segundo de a bordo estaba
planeando.
Los lascares estn todos conmigo dijo Schmidt a Abdullah, pero no hemos
dicho nada a los chinos; hay cuentas pendientes entre ellos y los lascares en este
barco, y Jabu Singh dice que sus hombres no entrarn en el juego si los chinos
participan y sacan tajada.
No son muchos dijo Abdullah. Si causan problemas, tambin podemos
echarlos por la borda.
El problema es que los necesitamos para tripular el barco explic Schmidt,
y en cuanto a echarlos por la borda, he cambiado de idea; nadie ir por la borda.
Todos sern prisioneros de guerra; entonces, si algo va mal, no habr ningn cargo de

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asesinato contra nosotros.
Puedes tripular el barco sin Larsen y De Groote? pregunt el rabe.
Claro que puedo respondi Schmidt. Tengo a Oubanovitch de mi parte.
Como es ruso rojo, odia a Krause; odia a todo el que tenga un penique ms que l. Le
nombrar primero de a bordo, pero tambin tendr que mantener la sala de mquinas
en marcha. Jabu Singh ser el segundo de a bordo. Lo tengo todo previsto.
Y t sers el capitn? pregunt el rabe.
Por supuesto.
Y yo qu voy a ser?
T? Bueno, puedes ser almirante.
Aquella misma tarde Lum Kip se acerc a De Groote.
Es posible que esta noche ests muerto dijo Lum Kip en un susurro.
Adnde quieres ir a parar, Lum? pregunt De Groote.
T entiendes a Schmidt?
Desde luego; qu le pasa?
Esta noche toma barco; los lascares toman barco; banovitchee toma barco; el
hombre del vestido blanco y largo toma barco. Matan a Larsen; matan a ti; matan a
Klause; matan a todos. El chico chino no toma barco; no mata. Entiendes?
Has fumado en pipa, Lum? pregunt De Groote.
No es un sueo provocado por la pipa; espera y vers.
Y los muchachos chinos? pregunt De Groote, que ahora estaba de veras
preocupado.
Ellos no te matan.
Pelearn con los chicos lascares?
Puedes apostar; les das armas.
No tengo armas dijo De Groote; diles que cojan barras de cabestrante,
clavijas de amarre, cuchillos. Entiendes?
Entiendo.
Y cuando empiecen los problemas, vosotros atacis a los lascares.
Hecho.
Y gracias. Lum; no olvidar esto.
De Groote fue enseguida a buscar a Larsen, pero le encontr dando vueltas en su
litera, delirando a causa de la fiebre; entonces fue al camarote de Krause, donde
encontr a Krause y a Janette Laon y les explic la situacin.
T crees al chino? pregunt Krause.
No tiene ningn motivo para inventar semejante historia respondi De
Groote; s, le creo; es una de las mejores manos del barco: un tipo tranquilo que
siempre hace bien su trabajo y se ocupa solo de sus asuntos.
Qu sera mejor que hiciramos? pregunt Krause.
Arrestar a Schmidt inmediatamente anunci De Groote.
La puerta del camarote se abri; y en el umbral se encontraba Schmidt, con una

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automtica en la mano.
Ni lo suees, que me arrestars, maldito holands dijo. Hemos visto a ese
sucio chinito hablando contigo y estbamos bastante seguros de lo que te estaba
contando.
Media docena de lascares se agolpaban detrs de Schmidt, fuera del umbral.
Atadles orden.
Los marineros apartaron a Schmidt para entrar en el camarote; De Groote se
coloc frente a la muchacha.
Apartad vuestras sucias manos de ella dijo a los lascares.
Uno de ellos intent empujarle a un lado y alcanzar a Janette, y De Groote le dio
un puetazo que le hizo caer al suelo. Al instante se produjo una pelea, pero solo De
Groote y Janette participaron en su bando; Krause se acurruc acobardado en un
rincn y acept temeroso que le ataran las manos a la espalda. Janette cogi unos
pesados binoculares y derrib a uno de los lascares, mientras De Groote enviaba a
otros dos al suelo; pero todo estaba en su contra. Cuando la pelea termin, ambos
fueron atados con cuerdas y De Groote recibi un golpe en la cabeza que le dej
inconsciente.
Esto es un motn, Schmidt dijo Krause; te colgarn por esto si no me
sueltas.
Pero soy alemn replic Krause; yo alquil este barco: es un barco
alemn.
Oh, no dijo Schmidt; est registrado en Inglaterra, y navegas bajo los
colores ingleses. Si eres alemn, entonces eres un traidor, y en Alemania sabemos qu
hacer con los traidores.

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Captulo IV

T arzn saba que algo haba ocurrido a bordo del barco, pero no saba qu. Vio a
un marinero chino colgado por los pulgares y cmo era azotado. Durante dos
das no vio ni a la muchacha ni al joven primero de a bordo, y ahora no le
alimentaban con regularidad ni le suministraban agua. Vio que el segundo de a bordo,
que le haba escupido, estaba al mando del barco; y por lo tanto, aunque no lo saba,
dedujo lo que haba sucedido. De vez en cuando Abdullah Abu Njm pasaba junto a
su jaula, pero sin molestarle; y Tarzn saba por qu: el rabe le tema, aunque
estuviera encerrado en una jaula de hierro. No siempre estara en una jaula: Tarzn lo
saba y Abdullah Abu Njm lo tema.
Ahora, los lascares haraganeaban de un lado a otro por el barco y los chinos
hacan casi todo el trabajo. Schmidt les haba puesto esposas y les daba patadas a la
ms mnima provocacin o aunque no hubiera ninguna. Tarzn haba visto que al
hombre al que haban colgado por los pulgares y azotado lo haban bajado al cabo de
una hora y se lo haban llevado al castillo de proa. La crueldad del castigo le repugn,
pero, por supuesto, no saba que el hombre se lo mereca.
El segundo de a bordo jams pasaba por delante de la jaula de Tarzn sin pararse
a maldecirle. Al parecer, el simple hecho de ver a Tarzn le provocaba un ataque de
rabia incontrolada, como haca cualquier cosa que estimulara su complejo de
inferioridad. Tarzn no poda entender por qu aquel hombre le odiaba; no saba que
Schmidt, como psicpata que era, no necesitaba tener un motivo para nada de lo que
haca.
En una ocasin, se acerc a la jaula con un arpn en las manos y lo meti a travs
de los barrotes para pinchar al hombre mono mientras Abdullah Abu Njm lo miraba
con aprobacin. Tarzn agarr el mango y arranc el objeto de las manos de Schmidt
con el mismo esfuerzo que habra hecho para arrebatrselo a un beb. Ahora que el
hombre salvaje estaba armado, Schmidt ya no se acercaba a la jaula.
El tercer da despus de haber visto por ltima vez a la muchacha, Tarzn vio que
izaban a la cubierta su jaula de madera y una jaula de hierro ms grande y las soltaron
cerca de la suya; un poco ms tarde, vio que un par de marineros lascares la llevaban
hasta la jaula de madera y la metan en ella; despus trajeron a De Groote y a Krause
y los encerraron en la jaula de hierro, y despus apareci Schmidt desde el puente y
se detuvo frente a ellos.
Qu significa esto, Schmidt? pregunt De Groote.
Te quejabas de estar encerrado abajo, no es cierto? Deberas darme las gracias
por haberte subido a cubierta en lugar de lamentarte. Aqu disfrutars de mucho aire
fresco y conseguirs un buen bronceado; quiero que todos tengis el mejor de los
aspectos cuando os exhiba con los otros especmenes de las rdenes inferiores en
Berln y Schmidt solt una carcajada.
Si quieres divertirte mantenindonos a Krause y a m aqu encerrados como

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bestias salvajes, adelante; pero no puedes pretender dejar aqu a miss Laon, una mujer
blanca a la vista de un montn de marineros lascares.
De Groote haba tenido que hacer muchos esfuerzos para impedir que su ira y su
desprecio se le notaran en la voz, pero haca mucho tiempo que haba llegado a la
conclusin de que estaban en manos de un loco y que oponerse ms a l no hara sino
aadir indignidades a las que ya haban sufrido.
Si miss Laon lo desea, puede compartir conmigo el camarote del capitn
replic jocoso Schmidt; he hecho llevar a Larsen a otro sitio.
Miss Laon prefiere la jaula de un animal salvaje declar la muchacha.
Schmidt se encogi de hombros.
Es buena idea dijo. Me ocupar de que te pongan en la jaula de uno de los
leones de herr Krause, o tal vez prefieras un tigre
Cualquiera de los dos antes que a ti replic la muchacha.
O tal vez en la jaula con el hombre salvaje al que tanto cario le tienes
sugiri Schmidt; eso podra proporcionar un espectculo con el que todo el mundo
disfrutara. Por lo que Abdullah me ha dicho, este hombre probablemente sea un
canbal. No le dar de comer despus de ponerte con l.
Schmidt se alej rindose.
Ese hombre est absolutamente loco dijo De Groote. Desde el principio
supe que estaba un poco chiflado, pero nunca sospech que estuviera loco de remate.
Crees que cumplir su amenaza? pregunt Janette.
Ni De Groote ni Krause respondieron, y su silencio contest a sus preguntas y
confirm sus propios temores. Haba estado bien dar de comer al hombre salvaje y
preocuparse de que tuviera agua, pero siempre haba estado lista para alejarse a todo
correr de su jaula si intentaba agarrarla. En realidad, le haba inspirado mucho miedo,
pero su bondad natural la haba impulsado a tratarle de forma amistosa. Adems,
saba que eso molestaba a Krause, a quien en secreto detestaba.
Varada en Batavia, Janette haba aprovechado la oferta de Krause para poder huir,
a cualquier parte; y la idea de Nueva York tambin le haba atrado mucho. Haba
odo hablar a menudo de la gran metrpolis americana e historias fabulosas de la
facilidad con que una chica guapa poda adquirir all pieles y joyas, y Janette Laon
saba que ella sera guapa en cualquier pas.
Aunque ni De Groote ni Krause haban respondido a la pregunta de Janette,
pronto obtuvo respuesta. Schmidt regres con varios marineros; l y dos de los
lascares iban armados con pistolas y los otros llevaban palos largos como los que
utilizaban al manejar los animales salvajes.
Los marineros abrieron la jaula de Janette y la empujaron contra la de Tarzn, con
las dos puertas en contacto; a continuacin levantaron ambas puertas.
Entra ah con tu hombre salvaje orden Schmidt.
No puedes hacer eso, Schmidt grit De Groote. Por el amor de Dios, no
hagas una cosa as!

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Cierra el pico! espet Schmidt. Entra ah, zorra! Y vosotros, empujadla
con esos palos! Uno de los lascares empuj a Janette con el palo y Tarzn rugi y
avanz. Al instante tres pistolas le cubrieron, y un palo con la punta muy afilada le
impidi el paso. El rugido aterr a la muchacha; pero, al darse cuenta de que podan
obligarla a entrar en la jaula, de pronto entr con osada, la cabeza bien alta. La
puerta de hierro de la jaula se cerr tras ella, el sello final a su fatal destino.
De Groote, Krause, Schmidt y los lascares esperaban en absoluto silencio,
conteniendo la respiracin, la tragedia que prevean con emociones diversas: Schmidt
con agrado, los lascares con indiferencia, Krause nervioso y De Groote con tantas
emociones como su flemtica psique holandesa jams hasta entonces haba
experimentado. Si hubiera sido francs o italiano, probablemente habra gritado y se
habra arrancado el pelo; pero como era holands, mantuvo sus emociones bajo
control.
Janette Laon se qued de pie junto a la puerta de la jaula, aguardando; mir a
Tarzn y Tarzn la mir a ella. Saba que tena miedo, y deseaba poder hablarle y
tranquilizarla; entonces hizo lo nico que pudo: le sonri. Era la primera vez que ella
le vea sonrer. Quera creer que era una sonrisa tranquilizadora, una sonrisa amistosa;
pero le haban contado tantas historias terribles sobre su ferocidad que no consegua
abandonar sus recelos; poda ser una sonrisa de expectacin. Para poder estar segura,
hizo un esfuerzo y le devolvi la sonrisa.
Tarzn cogi el arpn que le haba quitado a Schmidt y cruz la jaula hacia ella.
Disprale, Schmidt! grit De Groote. Va a matarla!
Crees que estoy loco?, matar a un ejemplar como ese! respondi Schmidt
. Ahora vamos a divertirnos un poco.
Tarzn le entreg el arpn a la muchacha y se dio la vuelta para ir a sentarse en el
otro extremo de la jaula. El significado del gesto era inequvoco. Janette not que le
flaqueaban las piernas y se sent rpidamente, para no caer. El alivio sbito despus
de una terrible tensin nerviosa provoca semejante reaccin. De Groote empez a
sudar.
Schmidt casi dio saltos de rabia y decepcin.
Hombre salvaje! chill. Crea que habas dicho que eso era un hombre
salvaje, Abdullah. Eres un tramposo! Eres un mentiroso!
Si no crees que sea un hombre salvaje, nasrany replic el rabe, entra t
mismo en su jaula.
Tarzn permaneca sentado con los ojos fijos en Schmidt. No haba entendido
nada de lo que el hombre haba dicho; pero, por sus expresiones faciales, sus gestos,
sus actos, y por todo lo que haba ocurrido, se haba hecho una idea de cmo era
aquel hombre; otra falta contra herr Schmidt qued registrada; otro clavo se haba
clavado en su fretro.

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Captulo V

A l da siguiente los dos cautivos que estaban en la gran jaula de hierro estaban
muy contentos. Janette estaba contenta porque se encontraba a salvo y no haba
sufrido ningn dao despus de una noche pasada con una criatura que se coma la
carne cruda y grua al mismo tiempo; un hombre salvaje que haba matado a tres
guerreros africanos solo con sus manos antes de que pudieran vencerle, y al que
Abdullah acusaba de ser canbal. Senta tal alivio que canturre una estrofa de una
cancin francesa muy popular cuando ella se march de Pars. Y Tarzn estaba
contento porque comprenda las palabras; mientras dorma, su dolencia se le haba
pasado tan de repente como le haba sobrevenido.
Buenos das dijo en francs, la primera lengua humana que haba aprendido;
se la haba enseado el teniente francs al que haba salvado de la muerte un da muy
lejano.
La muchacha le mir muy asombrada.
Bu buenos das balbuce. Yo Yo, ellos me dijeron que no podas
hablar.
Sufr un accidente explic; ahora estoy perfectamente.
Me alegro dijo ella; Yo vacil.
Lo s la interrumpi Tarzn; tenas miedo de m. No debes tenerlo.
Me dijeron cosas terribles de ti, pero seguro que las has odo.
No solo no poda hablar explic Tarzn, sino que tampoco poda entender.
Qu decan?
Decan que eras muy feroz y que, que comas personas.
Una vez ms, Tarzn esboz una de sus raras sonrisas.
Y por eso te pusieron aqu, para que te comiera? Quin lo hizo?
Schmidt, el hombre que diriga el motn y se apoder del barco.
El hombre que me escupi dijo Tarzn, y a la muchacha le pareci percibir la
sombra de un gruido en su voz. Abdullah tena razn; aquel hombre recordaba un
len. Pero ahora ella no tena miedo.
Defraudaste a Schmidt le explic. Estaba furioso cuando me entregaste el
arpn y fuiste a sentarte al otro extremo de la jaula. En ningn lenguaje hablado
habras podido asegurarle de forma ms explcita que me encontraba a salvo.
Por qu te odia?
No lo s; es un sdico manaco. Debiste de ver lo que le hizo al pobre Lum Kip
y cmo da patadas y pega a los marineros chinos.
Me gustara que me contaras lo que ha ocurrido a bordo del barco que no he
podido entender y qu pretenden hacer conmigo, si lo sabes.
Krause iba a llevarte a Estados Unidos para exhibirte como un hombre salvaje
junto con los otros; quiero decir, junto con sus animales salvajes.
Tarzn sonri de nuevo.

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Krause es el hombre que est en la jaula con el primero de a bordo?
S.
Ahora, hblame del motn y lo que sepas de los planes de Schmidt.
Cuando hubo terminado, Tarzn tena situados a la perfeccin a todos los
protagonistas principales del drama del Saign; y le pareca que solo la muchacha, De
Groote y los marineros chinos merecan alguna consideracin; ellos y las bestias
enjauladas.
De Groote despert, y lo primero que hizo fue llamar a Janette desde su jaula.
Ests bien? pregunt. No te ha hecho dao?
No, en absoluto le tranquiliz ella.
Hoy voy a tener una charla con Schmidt para ver si puedo persuadirle de que te
saque de esa jaula. Creo que si Krause y yo acordamos no presentar cargos contra l
si te deja salir, es posible que lo haga.
Estoy en el lugar ms seguro del barco para m; no quiero salir mientras
Schmidt tenga el control.
De Groote la mir con asombro.
Pero ese tipo es medio bestia exclam. Puede que no te haya hecho dao
todava; pero nunca puedes saber lo que podra hacerte, en particular si, como ha
amenazado con hacer, Schmidt no le da de comer.
Janette se rio.
Ser mejor que vayas con cuidado con lo que dices de l si crees que es un
hombre salvaje tan feroz; en algn momento podra salir de esta jaula.
Bah!, no me entiende replic De Groote; y no puede salir de la jaula.
La conversacin despert a Krause, que se acerc y se qued al lado De Groote.
Yo tambin creo que no puede salir de esa jaula dijo, y Schmidt se
ocupar de que nunca tenga oportunidad de hacerlo; Schmidt sabe lo que le pasara, y
no tienes que preocuparte por si entiende algo de lo que decimos; es rematadamente
tonto.
Janette se volvi para mirar a Tarzn y ver el efecto que producan en l las
palabras de Krause y De Groote, preguntndose si les hara saber que comprenda y
que estaba disfrutando enormemente de la situacin. Para su sorpresa, vio que el
hombre se haba tumbado cerca de los barrotes y aparentaba dormir; entonces vio a
Schmidt que se aproximaba y reprimi su deseo de comunicar a De Groote y a
Krause que su hombre salvaje poda haber entendido todo lo que decan, si les haba
odo.
Schmidt se acerc a la jaula.
As que todava ests viva dijo. Espero que disfrutaras de tu noche con el
hombre mono. Si le enseas algunos trucos, te exhibir a ti como su entrenadora.
Se acerc ms a la jaula y mir a Tarzn. Est dormido, o has tenido que matarle?
De pronto Tarzn sac una mano entre los barrotes y agarr un tobillo de
Schmidt; luego el hombre mono tir de la pierna hacia el interior de la jaula en toda

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su longitud, haciendo caer a Schmidt de espalda, y con la otra mano Tarzn le quit la
pistola que llevaba en la pistolera.
Socorro! grit Schmidt. Abdullah! Ja bu Singh! Chand! Socorro!
Tarzn le retorci la pierna hasta que el hombre volvi a gritar, esta vez de dolor.
Abdullah, Jabu Singh y Chand llegaron corriendo como respuesta a los gritos de
Schmidt; pero cuando vieron que el hombre salvaje apuntaba con una pistola en su
direccin, se detuvieron.
Ordena que traigan comida y agua o te retorcer la pierna hasta arrancrtela
le amenaz Tarzn.
Ese perro de ingls habla! murmur Abdullah.
De Groote y Krause le miraron con perplejidad.
Si habla, tiene que haber entendido lo que hemos dicho dijo Krause. Tal
vez lo ha entendido todo. Krause trat de recordar lo que poda haber dicho que
algn da pudiera lamentar, pues saba que aquel hombre no podra estar encerrado en
una jaula para siempre; a menos que Pero ahora tena un arma; no sera fcil
matarle. Hablara de ello con Schmidt; ahora a Schmidt le interesaba tanto como a l
quitar de en medio a aquel hombre.
Schmidt haba pedido a gritos comida y agua. De pronto De Groote exclam:
Mira, amigo! Mira! Detrs d ti!
Pero fue demasiado tarde; una pistola habl y Tarzn se desplom en el suelo de
la jaula: Jabu Singh se haba arrastrado por detrs de la jaula, sin que su presencia se
advirtiera hasta que ocurri el hecho.
Schmidt se apart gateando, pero Janette recuper la pistola; y, volvindose,
dispar a Jabu Singh cuando estaba a punto de disparar de nuevo al hombre que yaca
en el suelo. Su disparo dio al lascar en el brazo derecho, lo que le hizo soltar el arma;
entonces, apuntndole, la muchacha cruz la jaula, se acerc a los barrotes y a travs
de ellos le arrebat la pistola a Jabu Singh. Luego, volvi junto a Tarzn, se arrodill
a su lado y peg el odo a su corazn.
Mientras Schmidt permaneca de pie, temblando y maldiciendo con furia
impotente, avistaron un barco desde el puente y se alej cojeando para echarle un
vistazo. El Saign navegaba sin bandera, listo para adoptar cualquier nacionalidad
que Schmidt pudiera elegir cuando surgiera una emergencia.
El barco result ser un yate ingls; por lo que Schmidt corri a buscar una
bandera britnica; luego habl por radio, para preguntar si llevaban un mdico a
bordo, ya que tena a dos hombres heridos, lo que era cierto; al menos Jabu Singh
estaba sufriendo, con acompaamiento vocal; Tarzn segua quieto donde haba
cado.
El yate llevaba un mdico a bordo, y Schmidt dijo que enviara un bote a por l.
l mismo fue con el bote, que iba lleno de lascares armados con todo lo que pudieron
encontrar, un extrao surtido de pistolas, rifles, ganchos de barco, cuchillos y palos
para los animales, todo ello bien oculto a la vista.

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El bote se coloc junto al yate, echaron hacia arriba una escalerilla y subieron a
cubierta antes de que los atnitos hombres que iban en el yate se dieran cuenta de que
estaban siendo abordados con siniestras intenciones. Al mismo tiempo, el Saign
arri la bandera britnica e iz la alemana.
Unos veinticinco o treinta hombres y una muchacha en la cubierta del yate
miraban con asombro la compaa salvaje y de aspecto de pirata que se enfrentaba a
ellos.
Qu significa esto? pregunt el capitn del barco.
Schmdt seal la bandera alemana que ondeaba sobre el Saign.
Significa que os hago prisioneros en nombre del Gobierno alemn respondi
Schmidt; no os cojo como trofeo, y pondr precio a la tripulacin. Tu ingeniero y
oficial de navegacin se quedarn a bordo. Mi primero de a bordo, Jabu Singh, estar
al mando. Ha sufrido un ligero accidente; tu mdico le curar la herida, y el resto
vendris conmigo a mi barco. Tenis que consideraros prisioneros de guerra y
comportaros conforme a ello.
Pero este barco no va armado replic el capitn, no es un buque de guerra,
ni siquiera es un buque mercante; es un yate privado que realiza una expedicin
cientfica. T, que llevas un barco de mercancas, no puedes pensar siquiera en
apresarnos.
Pero, oigan! protest un joven alto con pantalones de franela, no
pueden
Cierra el pico! espet Schmidt. Sois ingleses, y esa es razn suficiente.
Vamos! Dnde est el mdico? Moveos.
Mientras el mdico curaba la herida de Jabu Singh, Schmidt hizo que sus
hombres registraran el barco en busca de armas y municin. Encontraron varias
pistolas y rifles deportivos; y, cuando el mdico hubo terminado con Jabu Singh,
Schmidt eligi a algunos de sus hombres y dej a unos cuantos marineros del yate
para que se hicieran cargo de la embarcacin; luego llev al resto al bote del Saign y
regres con ellos al vapor.
Caramba exclam el joven de los pantalones de franela blancos, esto es un
ultraje bestial.
Habra podido ser peor, Algy dijo la muchacha; tal vez ahora no tengas
que casarte conmigo.
Oh, caramba protest el joven; esto podra ser todava peor.

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Captulo VI

L a bala que haba alcanzado a Tarzn solo le haba rozado la cabeza, infligindole
una herida superficial y dejndole aturdido unos minutos; pero pronto se
recuper y ahora l y Janette Laon observaban a los prisioneros mientras se acercaban
al Saign.
Schmidt se ha vuelto pirata observ la muchacha. Me pregunto qu har
con toda esa gente! Por lo menos son quince.
No tuvo que esperar mucho para obtener respuesta a su pregunta. Schmidt hizo
adelantar a los ocho miembros de la tripulacin cuando accedieron a ayudar a tripular
el Saign; despus hizo que izaran otras dos jaulas de hierro a cubierta y las aline
junto a las que ya estaban all.
Ahora dijo, s que no debera hacerlo, pero os voy a dejar elegir a vuestros
compaeros de jaula.
Carmbanos! exclam Algernon Wright-Smith; no pretender meter a
las mujeres en una de esas cosas!
Lo que es bueno para un cerdo ingls, es bueno para una puerca inglesa
gru Schmidt; daos prisa y decidid qu queris hacer.
Un hombre mayor con bigote de foca se quej airado, y su rostro enrojecido se
volvi de color prpura.
Maldito sinvergenza! resopl; no puede hacer una cosa as a las mujeres
inglesas.
No te excites, por favor, to dijo la muchacha. Tendremos que hacer lo que
dice este tipo.
No pondr un pie en una de esas cosas, William dijo la segunda mujer del
grupo, una dama que llevaba cincuenta aos de ms que pesaban bastante alrededor
de su cintura. Ni Patricia aadi.
Vamos, vamos dijo la muchacha; estamos absolutamente indefensos y
dicho esto entr en la ms pequea de las dos cajas; y despus su to y su ta,
comprendiendo al fin que era intil resistirse, se reunieron con ella. El capitn
Bolton, Tibbet (el segundo de a bordo del barco), el doctor Crouch y Algy fueron
conducidos a la segunda jaula.
Schmidt paseaba arriba y abajo por delante de las jaulas, regocijndose.
Estoy obteniendo una buena coleccin de fieras dijo. Una chica francesa,
un traidor alemn, un perro holands y siete cerdos ingleses, junto con mis simios,
monos, leones, tigres y elefantes causaremos sensacin en Berln.
La jaula en la que se encontraban recluidos los Leigh y su sobrina estaba al lado
de la que ocupaban Tarzn y Janette Laon; y ms all de la jaula de los Leigh estaba
la otra con los otros cuatro ingleses prisioneros.
Penelope Leigh mir a Tarzn de reojo y con aversin.
Qu escndalo! susurr a su sobrina, Patricia; ese tipo prcticamente va

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desnudo.
Es muy apuesto, tita sugiri Patricia Leigh-Burden.
No le mires espet Penelope Leigh; y esa mujer, crees que puede ser
su esposa?
No, no parece una mujer salvaje respondi Patricia.
Entonces, qu hace sola en esa jaula con ese hombre? pregunt miss Leigh.
Tal vez la han metido ah por lo mismo que nos han puesto a nosotros aqu.
Bueno! resopl Penelope Leigh; a m me parece una mujer ligera.
Ahora grit Schmidt, estamos a punto de alimentar a los animales; todo el
que no est de guardia puede venir y observar.
Lascares y chinos, y varios tripulantes del yate, se agruparon frente a las jaulas
cuando traan comida y agua; lo primero una mezcla indescriptible de aspecto poco
apetitoso, cuyo contenido habra sido difcil de determinar, ya fuese por la vista o por
el gusto. A Tarzn le dieron un trozo de carne cruda.
Repugnante resopl de nuevo Penelope Leigh, mientras apartaba aquella
bazofia. Un momento despus, llamaron su atencin los rugidos que procedan de la
jaula contigua; y cuando mir, ahog un grito, horrorizada. Mirad! susurr con
voz temblorosa; esa criatura est rugiendo, y come carne cruda; qu horrible!
Lo encuentro fascinante dijo Patricia.
El coronel William Cecil Hugh Percival Leigh gru:
Sucio canalla.
Canalla! espet miss Leigh.
Tarzn levant la mirada a Janette Laon, con aquella sombra de sonrisa asomando
a sus labios, y le hizo un guio.
Tambin entiendes ingls? le pregunt ella. Tarzn asinti. Te importa si
me divierto un poco con ellos? prosigui.
No respondi Tarzn; llega hasta donde quieras.
Haban hablado en francs en susurros.
Encuentras apetitoso al capitn? pregunt en ingls, lo suficientemente alto
para que los de la jaula de al lado lo oyeran.
No es tan bueno como el sueco que nos dieron la semana pasada respondi
Tarzn.
Miss Leigh se puso plida y tuvo unas violentas nuseas; se sent de pronto y
pesadamente. Al coronel, propenso a tener los ojos desorbitados, se le desorbitaron
todava ms mientras miraba con incredulidad la jaula contigua. Su sobrina se acerc
a l y susurr:
Me parece que nos estn tomando el pelo, to; he visto que l le guiaba un ojo
a la muchacha.
Mis sales! dijo entre jadeos miss Leigh.
Qu ocurre, coronel? pregunt Algernon Wright-Smith desde la jaula del
otro lado.

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Ese diablo se est comiendo al capitn respondi el coronel en un susurro
que poda haberse odo a media manzana de distancia.
De Groote sonri.
Dios mo! exclam Algy.
Janette Laon volvi la cabeza para ocultar su risa, y Tarzn sigui desgarrando la
carne con sus fuertes y blancos dientes.
Te digo que nos estn tomando el pelo dijo Patricia Leigh-Burden. No
puedes hacerme creer que seres humanos civilizados permitiran que ese hombre
comiera carne humana, aunque l lo deseara, cosa que dudo. Cuando la chica se ha
vuelto, he visto que le temblaban los hombros: se estaba riendo.
Qu es eso, William? grit miss Leigh cuando se oy el rugido de un len
procedente de la bodega.
Los animales haban estado inusualmente callados durante algn tiempo; pero
ahora empezaban a tener hambre, y la queja del len incit a los dems, con el
resultado de que en unos momentos ascendi desde la bodega un diapasn de gritos
salvajes que helaban la sangre: los fuertes rugidos de los leones, los gruidos como
tos de los tigres, la espantosa risa de las hienas, el barritar de los elefantes mezclados
con el caos de sonidos de las bestias inferiores.
Oh-h-h! grit miss Leigh. Qu horror! Haz que se pare ese ruido
enseguida, William.
El coronel emiti un sonido gutural para demostrar su desaprobacin, pero sin su
vigor habitual. Despus, sin embargo, mientras los cuidadores chinos e indios daban
de comer a los animales, el ruido fue bajando de volumen y de nuevo rein el
silencio.
A medida que se acercaba la noche, el cielo se puso nublado y el viento arreci, y
con el balanceo del barco los animales se pusieron inquietos de nuevo. Los lascares
pasaron cu bos de agua a todas las jaulas excepto en la que se hallaba confinado
Tarzn. Para ello tuvo que levantar las puertas de las jaulas lo suficiente para pasar
los cubos; luego pas una escoba, con la que se supona que los que estaban all
encerrados deban limpiar su jaula. Aunque le acompaaban otros dos marineros
armados con rifles, no abri la jaula de Tarzn, pues Schmidt tena miedo de que el
hombre salvaje aprovechara la oportunidad para escaparse.
Tarzn haba estudiado este procedimiento, que se haba desarrollado a diario
desde que le haban subido a bordo del Saign. Saba que siempre traan el agua los
mismos lascares y que volvan de nuevo aproximadamente a las cuatro llamadas de la
primera guardia nocturna para realizar una inspeccin final de los cautivos. En esta
ronda vena solo, ya que no tena que abrir las jaulas; pero Schmidt, con el fin de
tener mayor proteccin, le haba armado con una pistola.
Esa tarde, cuando estaba pasando el agua a la jaula que ocupaban los Leigh, el
coronel le pidi:
Mozo dijo, trenos cuatro sillas de barco y alfombras y entreg al lascar

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un billete de cinco libras.
El marinero cogi el billete, se lo mir y se lo meti en su sucio taparrabos.
No sillas; no alfombras dijo, y se dirigi hacia la siguiente jaula.
Eh, t! grit el coronel; vuelve aqu! Quin es el capitn de este barco?
Quiero ver al capitn.
Sahib Schmidt ahora capitn respondi el lascar. Capitn Larsen enfermo;
no ver en tres, cuatro das; tal vez muerto. Luego sigui con su tarea y el coronel
no hizo ningn esfuerzo para detenerle.
Miss Leigh se estremeci.
Era el capitn dijo en un susurro ahogado por el horror, su mirada
aterrorizada fija en un hueso de la jaula de Tarzn.

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Captulo VII

L lova a cntaros y el viento silbaba a travs de las jaulas, arrastrando una


mirada de puntas de alfiler hasta los que estaban encerrados sin proteccin
alguna. El mar empez a agitarse y el Saign navegaba subiendo y bajando con
fuerza; los destellos de los relmpagos iluminaban por un momento el barco y
anunciaban el profundo rugir del trueno que seguira, que por unos instantes ahogaba
los rugidos y gruidos y el barritar de las aterrorizadas bestias.
Tarzn permaneci erguido en su jaula disfrutando de la lluvia, el trueno y el
rayo. Cada ntido destello dejaba ver a los ocupantes de las jaulas contiguas, y
durante uno de ellos vio que el ingls haba puesto el abrigo sobre los hombros de su
esposa e intentaba proteger su cuerpo de la tormenta con el suyo. La muchacha
inglesa permaneca de pie, igual que Tarzn, disfrutando al parecer de esta batalla con
la tempestad. Fue entonces cuando el hombre mono decidi que le gustaban estas dos
cosas.
La furia de la tormenta aument; el Saign navegaba ahora delante de ella con
grandes mares que lo seguan y amenazaban con romper en la popa. El viento aullaba
con ronca angustia y lanzaba espuma para unirse a la lluvia para inundar a los
desdichados prisioneros enjaulados. Janette Laon yaca y trataba de dormir. La
muchacha inglesa se paseaba arriba y abajo en los estrechos lmites de su jaula.
Tarzn la observaba; conoca ese tipo de mujer; una muchacha acostumbrada a la
vida al aire libre; el libre balanceo de su paso lo proclamaba. Sera eficiente en
cualquier cosa que emprendiera, y podra soportar penalidades sin quejarse. Tarzn
estaba seguro de ello, pues la haba observado desde que la haban subido a bordo del
Saign, la haba odo hablar y se haba fijado en que aceptaba lo inevitable con un
espritu similar al suyo. Supuso que esperara con paciencia hasta que llegara su
oportunidad y entonces actuara con valor e inteligencia.
Mientras la miraba, aceptando la lluvia y el viento y el movimiento del barco
como si fueran lo ms normal del mundo, ella se detuvo al costado de su jaula, que se
encontraba junto a la de l y le mir.
Disfrut del capitn? le pregunt con una sonrisa rpida.
Estaba un poquito demasiado salado respondi Tarzn.
Tal vez el sueco era mejor sugiri ella.
Mucho mejor; en particular los menudillos.
Por qu intentasteis asustarnos? pregunt la muchacha.
Tus tos no nos dedicaron muchos cumplidos en sus comentarios sobre
nosotros.
Lo s acept ella. Lo siento, pero estaban muy alterados. Ha sido una
experiencia terrible para ellos. Estoy muy preocupada por ellos; son viejos y no
podrn soportar esto mucho tiempo. Qu crees que pretende hacer con nosotros este
hombre, Schmidt?

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No se puede saber; ese hombre est loco. Su plan de exhibirnos en Berln es
ridculo, desde luego. Si nos lleva a Berln, sin duda a los ingleses nos recluirn.
Eres ingls?
Mis padres eran ingleses.
Me llamo Burden; Patricia Leigh-Burden dijo la muchacha. Puedo
preguntarte cmo te llamas t?
Tarzn respondi el hombre mono.
Solo Tarzn?
Eso es todo.
Te importa contarme qu ocurri para que ests en esa jaula, mster Tarzn?
Solo Tarzn le corrigi; nada de seor. Estoy en esta jaula porque
Abdullah Abu Njm quera vengarse; de modo que me hizo capturar por un jefe
africano que tambin tena motivos para querer deshacerse de m. Abdullah me
vendi a un hombre, cuyo nombre es Krause, que recoge animales para venderlos en
Amrica. Krause est en la jaula al otro lado de la ma. Schmidt, que era el segundo
de a bordo, se apoder del barco de Krause, su hombre salvaje y todos sus animales.
Tambin encerr a Krause.
No tendr a ninguno de nosotros mucho tiempo si esta tormenta empeora
mucho dijo la muchacha. Ahora estaba agarrada a los barrotes de la jaula, cuando
el barco penetr en una depresin del mar, subiendo y bajando como si fuera elevado
a la cresta de la siguiente ola.
El Saign no parece gran cosa intervino Janette Laon, que se haba acercado
a Tarzn, pero creo que resistir bien esta tormenta. Nos encontramos con una peor
al salir. Claro que entonces estaba el capitn Larsen al mando, y mster De Groote era
el primer oficial; tal vez la cosa sea un poco diferente con Schmidt al mando.
De pronto el barco se balance, ladendose, y cay en la depresin, escorando
sobre las cabezas de los baos. Se oy un grito de terror cuando un relmpago revel
que el coronel y su esposa haban sido arrojados pesadamente contra los barrotes de
su jaula.
Pobre ta Penelope! exclam la muchacha inglesa. No soportar esto
mucho ms. Fue al otro lado de la jaula junto a su ta. Te has hecho dao, tita?
pregunt.
Me he roto todos los huesos del cuerpo respondi miss Leigh. Nunca
aprob esa boba expedicin. A quin le importa saber qu es lo que vive en el fondo
del ocano; bueno, nunca habramos conocido a ninguno de estos en Londres. Ahora
hemos perdido el Naiad y de paso estamos a punto de perder nuestras vidas. Espero
que tu to est satisfecho.
Patricia exhal un suspiro de alivio, pues ahora saba que su ta estaba bien. El
coronel mantena un discreto silencio; veinticinco aos de experiencia le haban
enseado cundo era mejor callar.
Pas la larga noche, pero la tormenta no amain. El Saign an navegaba delante

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de ella, reducida su velocidad a unos cinco nudos y recibindola por la popa. Una ola
ocasional rompi en la popa, inundando las cubiertas, y casi sumergi a los que
estaban encerrados en las jaulas, que solo podan agarrarse a los barrotes y esperar
que no ocurriera lo peor.
Segn su propia declaracin, miss Leigh fue tragada por las olas tres veces.
A partir de ahora, William dijo, deberas conformarte con The Times, las
campaas de Napolen y la Roma de Gibbons; en el momento en que lees alguna otra
cosa pierdes la cabeza. Si no hubieras ledo esa Aventura del Arcturus de ese tal
Beebe, sin duda en estos momentos estaramos en casa, en Inglaterra, sanos y salvos.
Solo porque l pesc un montn de espantosas criaturas equipadas con luces
elctricas, t tenas que venir y probarlo; simplemente, no puedo entenderlo, William.
No seas demasiado dura con el to intercedi Patricia; podra haber
encontrado algunos con agua del grifo fra y caliente y hacerse famoso.
Bah! resopl miss Leigh.
Aquel da nadie se acerc a las jaulas, y tampoco les dieron agua ni comida a los
cautivos. Bajo la cubierta, los animales se encontraban en la misma situacin, y sus
quejas se elevaban y se oan por encima de la tormenta. Hasta bien entrada la tarde
del tercer da no les llevaron comida, dos marineros chinos, y para entonces los
cautivos estaban tan hambrientos que la engulleron con avidez, a pesar de que solo se
trataba de una masa fra y revenida de galletas.
Miss Leigh se haba sumido en un silencio absoluto; y tanto su sobrina como su
esposo estaban preocupados, pues saban que cuando Penelope Leigh no se quejaba
era porque le ocurra algo extraordinariamente malo.
Hacia las nueve de la noche, el viento se par de repente; la calma que sigui no
presagiaba nada bueno.
Hemos llegado al centro de la tormenta dijo Janette Laon.
Pronto volver a ser horrible aadi Tarzn.
Ese idiota debera haber salido de la tormenta, no meterse en ella repuso
Janette.
Tarzn esperaba con paciencia, como un len ante un charco, aguardando a que
llegue su presa.
Es mejor as dijo a la muchacha.
No lo entiendo replic ella. No veo cmo podra ser peor.
Espera dijo l y creo que despus lo entenders.
Aunque la mar an estaba alta, el Saign pareca ahora llevarles mejor, y despus
apareci Schmidt en cubierta y se acerc a las jaulas.
Cmo est el ganado? pregunt.
Estas mujeres morirn si sigues dejndolas ah, Schmidt se quej De Groote
. Por qu no puedes otorgarles un camarote, o al menos ponerlas abajo, donde
estaran protegidas de la tormenta?
Si oigo alguna queja ms dijo Schmidt, os arrojar a todos por la borda,

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con la jaula incluida. Qu queris? Tenis transporte gratis, comida gratis y
habitaciones privadas. Habis recibido duchas gratis tambin durante los ltimos tres
das.
Pero, hombre, mi esposa morir si est expuesta al aire libre mucho ms tiempo
intervino el coronel Leigh.
Que se muera replic Schmidt, necesito carne fresca para el hombre
salvaje y los otros animales. Dicha esta lindeza, Schmidt regres al puente.
Miss Leigh sollozaba, y el coronel profera escabrosas maldiciones. Tarzn
esperaba, y despus ocurri lo que estaba esperando; Asoka, el lascar, se acercaba
para llevar a cabo la inspeccin, esta vez con retraso. Caminaba con aire arrogante,
sintiendo la importancia de ser cuidador de los sahibs ingleses y sus seoras.
Las luces del barco aliviaron la oscuridad lo suficiente para poder discernir los
objetos a cierta distancia, y Tarzn, cuyos ojos estaban entrenados por la costumbre
de ver de noche, haba reconocido de inmediato a Asoka en cuanto puso los pies en
cubierta.
El hombre mono se qued parado agarrando dos barrotes juntos de su jaula
mientras Asoka pasaba manteniendo los brazos fuera del alcance del hombre salvaje.
Janette Laon estaba al lado de Tarzn; perciba de forma intuitiva que algo importante
estaba a punto de ocurrir.
Tena la mirada fija en su compaero de jaula; vio que los msculos de sus
hombros y de sus brazos se tensaban mientras aplicaba toda su tremenda fuerza a los
barrotes de su jaula. Y luego vio que aquellos barrotes, poco a poco, se separaban y
entonces vio a Tarzn de los Monos salir a travs de ellos a la libertad.

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Captulo VIII

A soka, el lascar, pas con arrogancia por delante de la jaula de los Leigh, y
cuando estuvo delante de la de los ingleses, unos dedos de acero se cerraron en
torno a su garganta por detrs, y su arma le fue rpidamente arrebatada de la
pistolera.
Janette Laon haba observado con asombro la aparente facilidad con la que
aquellos msculos hercleos haban separado los barrotes. Tarzn haba cogido
desprevenido al lascar y le haba desarmado; y entonces ella sali por la abertura
detrs de l, con las pistolas que haban cogido a Schmidt y a Jabu Sing.
Asoka forceje e intent gritar, hasta que una voz torva le susurr al odo:
Calla o te matar. Entonces se someti.
Tarzn mir atrs y vio a Janette Laon detrs de l. Luego cogi la llave de las
jaulas, que colgaban del cuello de Asoka en un cordel, y se la entreg a la muchacha.
Ven conmigo y breles dijo, y rode la ltima jaula hasta las puertas, que
estaban en el otro lado.
Vosotros, los hombres, venid conmigo dijo Tarzn en un susurro; el
coronel y las mujeres se quedarn aqu.
Cuando Tarzn lleg al otro lado de la jaula de los Leigh, miss Leigh, que haba
estado dormitando durante el balanceo provocado por la tormenta, despert y le vio.
Lanz un gritito y exclam:
El hombre salvaje se ha escapado!
Cllate, Penelope gru el coronel; va a sacarnos de esta maldita jaula.
No te atrevas a maldecirme, William Cecil Hugh Percival Leigh replic
Penelope.
Silencio gru Tarzn, y Penelope Leigh se qued en silencio, aterrada.
Pueden salir dijo Tarzn, pero qudense cerca de las jaulas hasta que
regresemos.
Entonces sigui a Janette a la jaula en la que estaban encerrados De Groote y
Krause y esper a que hubiera quitado el candado.
De Groote puede salir dijo Tarzn; Krause se quedar. Asoka, t entra
aqu. Se volvi a Janette. Cierra con llave dijo. Dame una de las pistolas y
qudate la otra; si alguno de estos dos intenta dar la voz de alarma, disprale. Crees
que podrs hacerlo?
Dispar a Jabu Sing le record ella.
Tarzn asinti y luego se volvi a los hombres que estaban a sus espaldas; entreg
la pistola de Asoka a De Groote. Haba estado examinando al otro hombre desde que
haban subido a bordo, y ahora le dijo a Janette que le diera su segunda pistola a
Tibbet, el segundo de a bordo del Naiad.
Cmo te llamas? le pregunt.
Tibbet respondi el oficial.

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T vendrs conmigo. Nos haremos con el mando en el puente. De Groote
conoce el barco. l y los dems buscarn armas. Entretanto, coge cualquier cosa con
la que puedas pelear, porque es posible que haya lucha.
El barco haba atravesado el centro de la tormenta, y el viento aullaba con
renovada violencia. El Saign suba y bajaba violentamente mientras Tarzn y Tibbet
ascendan por la escalerilla que conduca al puente, donde el lascar, Chand, se
encontraba al timn y Schmidt haca guardia. Dio la casualidad de que Schmidt se
volvi precisamente cuando Tarzn entraba, y al verle hizo ademn de coger su
pistola y al mismo tiempo avis a gritos a Chand. Tarzn dio un salto hacia delante,
veloz como Ara, el rayo, y golpe la mano de Schmidt en el preciso momento en que
este apretaba el gatillo. La bala se aloj en el techo, y un instante despus Schmidt
estaba desarmado. Entretanto, Tibbet haba cubierto a Chand y le haba desarmado.
Coge el timn dijo Tarzn, y dame la otra pistola. Vigila detrs de ti y
dispara a cualquiera que intente acercarse. Vosotros dos bajad a las jaulas orden a
Schmidt y a Chand.
l les sigui por la escalerilla hasta la cubierta y les acompa a la jaula en la que
estaban confinados Krause y Asoka.
Abre, Janette dijo; tengo otros dos animales para nuestra coleccin de
fieras.
Esto es un motn fanfarrone Schmidt, y cuando lleguemos a Berln, te
castigarn por ello.
Entra ah orden Tarzn, y empuj a Schmidt con tanta violencia que cuando
choc con Krause ambos hombres cayeron al suelo.
Por encima del estrpito de la tormenta, oyeron un disparo procedente de abajo.
Tarzn se precipit en direccin al ruido. Mientras descenda la escalerilla, oy otros
dos disparos y voces de hombres que maldecan y gritaban de dolor.
Cuando lleg al lugar de la pelea, vio que sus hombres haban sido cogidos por
detrs por lascares armados, pero daba la impresin de que se haba producido ms
ruido que dao. Uno de los lascares estaba herido. Era el que estaba gritando. Pero
aparte de esta nica vctima, no pareca haber daos en ninguno de los dos bandos.
Tres de los cuatro lascares permanecan en pie y disparaban como salvajes, de forma
indiscriminada, cuando Tarzn apareci detrs de ellos con una arma en cada mano.
Soltad las pistolas dijo, de lo contrario os matar.
Los tres hombres se giraron en redondo, casi simultneamente. Al ver las bocas
de las dos pistolas de Tarzn, dos de los lascares soltaron las suyas, pero el tercero
apunt con calma y dispar. Tarzn dispar en el mismo instante. El lascar se llev la
mano al pecho y cay de bruces.
El resto fue fcil. De Groote encontr las pistolas, los rifles y la municin que
haban cogido del Naiad en el camarote de Schmidt y, al estar el resto del grupo
desarmado, Oubanovitch y los restantes lascares no opusieron resistencia. Los chinos
y los impresionados miembros de la tripulacin del Naiad nunca se haban resistido,

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ya que estaban ms que satisfechos de verse libres de tener que trabajar a las rdenes
de semejante loco.
Tarzn, con el barco a salvo en sus manos, reuni a su grupo en el pequeo saln
del barco. Penelope Leigh todava le miraba con repugnancia mezclada con terror;
para ella segua siendo un hombre salvaje, un canbal que se haba comido al capitn
y al sueco y, sin duda, tarde o temprano se los comera a todos. Los dems, por el
contrario, agradecan la fuerza, el valor y la inteligencia que les haba liberado de tan
peligrosa situacin.
Bolton dijo Tarzn al capitn del Naiad, t tomars el mando del barco;
De Groote ser tu primer oficial y Tibbet el segundo. De Groote me ha dicho que en
el Saign solo hay dos camarotes. El coronel y miss Leigh ocuparn el del capitn;
las dos muchachas, el de los oficiales.
Nos est dando rdenes susurr Penelope Leigh a su esposo. Deberas
hacer algo al respecto, William; t deberas estar al mando.
No seas boba, tita espet Patricia Leigh-Burden en un susurro; para este
hombre no somos nada. Ha estado magnfico. Si le hubieras visto separar esos
barrotes como si fueran de plomo!
No puedo evitarlo dijo miss Leigh; no estoy acostumbrada a recibir
rdenes de un hombre salvaje que va desnudo; por qu no le presta alguien unos
pantalones?
Vamos, vamos, Penelope dijo el coronel, si opinas as le prestar los mos,
ja, ja! Entonces yo no llevar nada, ja, ja!
No seas vulgar, William le censur miss Leigh.
Tarzn fue al puente y explic a De Groote cmo lo haba organizado.
Me alegro de que no me pusieras a m al mando dijo el holands; no tengo
suficiente experiencia. Bolton debe de ser un buen hombre. Estuvo en la Royal Navy.
Y Oubanovitch?
He enviado a buscarle respondi Tarzn; debera estar aqu enseguida.
l est en contra de todo el mundo dijo De Groote; es un comunista
redomado. Ah viene.
Oubanovitch entr con gesto desgarbado, hosco y receloso.
Qu hacis aqu arriba? pregunt. Dnde est Schmidt?
Est donde t estars si no quieres seguir con nosotros respondi Tarzn.
Dnde est eso? pregunt Oubanovitch.
En una jaula con Krause y un par de lascares respondi el hombre mono.
No s si t tuviste algo que ver con el motn o no, Oubanovitch, pero si quieres seguir
como ingeniero, nadie te har preguntas.
El ruso asinti con el entrecejo fruncido.
De acuerdo dijo; no podis ser peores que ese loco de Schmidt.
El capitn Bolton est al mando. Presntate a l y dile que eres el ingeniero.
Sabes qu se ha hecho del rabe? Hace varios das que no le veo.

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Siempre est en la sala de mquinas para estar caliente.
Dile que venga a verme aqu en el puente y pdele al capitn Bolton que nos
enve un par de hombres.
Los dos hombres aguzaron la vista en la oscuridad que se extenda ante ellos.
Vieron que la proa del barco penetraba en un gran mar en el que se balanceaba
perezosamente.
Cada vez es peor observ De Groote.
El barco puede aguantar mucho ms? pregunt Tarzn.
Creo que s dijo De Groote, mientras pueda mantenerlo por la parte de
atrs, tendremos suficiente velocidad mnima para maniobrar.
Se oy un disparo a sus espaldas, y el cristal de la ventana delante de ellos se hizo
aicos. Ambos hombres se giraron en redondo y vieron a Abdullah Abu Njm de pie
en lo alto de la escalerilla con una humeante pistola en la mano.

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Captulo IX

E l rabe volvi a disparar, pero el movimiento del barco arriba y abajo le


estrope la puntera y fall en el momento en que Tarzn se abalanz sobre l.
El impacto del cuerpo del hombre mono hizo caer hacia atrs a Abdullah, que
estaba en la escalerilla, y ambos hombres se estrellaron pesadamente en la cubierta, el
rabe debajo: una masa inerte, aturdida.
Los dos marineros a los que el capitn Bolton haba enviado al puente llegaron a
cubierta justo a tiempo de ver lo que haba ocurrido; ambos se acercaron corriendo,
esperando encontrar un par de hombres inconscientes y llenos de fracturas, pero solo
haba uno en tal estado.
Tarzn se puso en pie de un salto, pero Abdullah Abu Njm se qued tendido
donde haba cado.
Que uno de sus hombres vaya abajo y pida a miss Laon las llaves de las jaulas
orden Tarzn; luego cogi al rabe por los brazos y lo arrastr hasta la jaula en la
que estaban recluidos Krause y Schmidt, y cuando lleg la llave, abri la puerta y
arroj dentro al rabe. Si el hombre estaba vivo o muerto, Tarzn ni lo saba ni le
importaba.
La furia de la tormenta fue en aumento, y poco antes de que amaneciera el vapor
cay en la depresin del mar, escorando peligrosamente y quedndose as por un
instante, como si estuviera a punto de volcar; luego escorara hacia el otro lado y,
durante otro espantoso instante, el fin pareci inevitable. El cambio en el movimiento
del barco despert a Tarzn los sentidos, y se encamin hacia el puente, hazaa que
no era demasiado difcil para un hombre que haba sido criado en una selva por
simios y saltado de rbol en rbol ms a menudo de lo que haba caminado. Encontr
a los dos marineros aferrados al timn y el capitn a un puntal.
Qu ha ocurrido? pregunt.
El timn no responde dijo Bolton. Si pudiramos echar un ancla, tal vez
tendramos una probabilidad de resistir; pero en este mar eso es imposible. Cmo
demonios has subido hasta aqu, con el barco escorando de un lado a otro todo lo que
puede?
He trepado respondi Tarzn.
Bolton gru algo como sumamente extraordinario; luego dijo:
Me parece que est amainando; si el barco puede resistir, deberamos poder
salir de esta, aunque aun entonces nos encontraremos en un buen apuro, ya que si no
he entendido mal a uno de estos hombres, ese tipo, Schmidt, destruy la radio.
Como para demostrar lo que podra o no podra hacer, el Saign se puso boca
arriba hasta que las cubiertas estuvieron verticales y se qued as.
Dios mo! exclam uno de los marineros; se pone en pie!
Pero no se puso en pie; se fue hacia atrs, pero esta vez no tanto. El viento era
ahora racheado; la tormenta definitivamente se estaba extinguiendo.

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Justo antes del amanecer, el capitn dijo:
Escuchad, os eso?
S dijo Tarzn. Hace rato ya que lo oigo.
Sabes lo que es? pregunt Bolton.
S respondi el hombre mono.
Olas grandes dijo Bolton; es lo nico que faltaba para acabar con nosotros
de una vez por todas.
Poco a poco y de mala gana lleg el amanecer, como si hubiera estado reprimido
por el mismo genio maligno que haba dirigido todo el viaje del malhadado Saign. Y
en la direccin de sotavento los hombres que estaban en el puente vieron una isla
volcnica, cubiertas sus montaas con follaje tropical, sus cimas ocultas entre nubes
bajas. El mar iba a romper en un arrecife de coral situado a unos cuatrocientos
kilmetros de la orilla, y hacia este arrecife se diriga el Saign a la deriva.
En ese arrecife hay una brecha, a la derecha, all anunci Bolton. Creo que
podramos bajar botes ahora y conseguir que la mayora llegaran a la orilla.
T eres el capitn dijo Tarzn.
Bolton orden que todos los marineros acudieran a cubierta, y los hombres a sus
puestos en los botes, pero varios lascares cogieron el primer bote y empezaron a
bajarlo. De Groote se precipit con la pistola a punto en un esfuerzo por detenerles;
pero era demasiado tarde, ya que se haban alejado. Su primer instinto fue dispararles
como ejemplo para los dems, pero en lugar de ello se volvi y separ a los restantes
lascares, que estaban a punto de coger un segundo bote. Bolton y Tibbet se unieron a
l apuntando con sus pistolas, y los lascares se echaron atrs.
Disparad al primero que desobedezca una orden dijo Bolton. Ahora
prosigui, esperaremos a ver cmo le va a ese bote antes de bajar otro.
El Saign iba a la deriva hacia el arrecife, mientras los pasajeros y la tripulacin
se alineaban junto a la barandilla observando a la tripulacin del bote salvavidas que
luchaba contra el violento mar en un esfuerzo por llegar hasta la brecha del arrecife.
Si lo consiguen, ser por los pelos dijo el doctor Crouch.
Y cuanto ms a la deriva vaya el Saign, ms difcil ser para los botes
siguientes aadi el coronel Leigh.
Esos granujas jams lo conseguirn terci Algy, y les estar bien
empleado.
Yo creo que s lo conseguirn dijo Patricia. Qu crees t, Tarzn?
Lo dudo respondi el hombre mono, y si no puede llegar utilizando todos
los remos y sin pasajeros, los otros botes no tendrn la ms mnima posibilidad.
Pero no vale la pena probarlo? pregunt la muchacha. Si el Saign choca
con ese arrecife estamos todos perdidos; en el bote al menos tendra la oportunidad de
luchar.
El viento y el mar estn amainando dijo Tarzn, justo debajo del arrecife
hay aguas tranquilas, y como el Saign no zozobrara de inmediato, creo que

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tendramos ms probabilidades as que en los botes, que se desfondaran y se
hundiran en cuanto chocaran contra el arrecife.
Creo que tienes razn coincidi Bolton; pero en una emergencia como
esta, en la que todas nuestras vidas estn en juego, solo puedo hablar por m; yo me
quedara en el barco, pero si hay suficientes que deseen coger un bote para tripularlo
como es debido, har que desciendan el bote nmero cuatro. Mir a los
compaeros del barco que le rodeaban, pero todos los ojos estaban fijos en el bote
que se diriga hacia el arrecife y nadie pareca inclinado a arriesgarse.
No van a conseguirlo declar Tibbet.
No llegarn muy lejos coincidi el doctor Crouch.
Mirad! exclam Janette Laon, ahora van a toda velocidad directamente
hacia el arrecife.
Esos granujas tienen ms sentido comn de lo que crea gru el coronel
Leigh; ven que no pueden llegar a la brecha y ahora intentan montar una ola por
encima del arrecife.
Con suerte, puede que lo consigan dijo Bolton.
Necesitarn la suerte del irlands aadi Crouch.
All van! grit Algy. Mirad cmo reman esos malditos canallas.
Han cogido la ola en el momento oportuno dijo Tibbet; la estn surcando
deprisa.
All van! grit Janette.
El bote salvavidas se precipitaba hacia el arrecife justo por debajo de la cresta de
una gran ola, empujando con furia los lascares para mantener su posicin.
Han pasado! exclam Patricia.
Pero no era as; la proa choc con una protuberancia de coral y la fuerte ola elev
el bote y arroj a los lascares a la laguna.
Bueno, los hombres pasarn al otro lado aunque el bote no lo haya hecho
seal Crouch.
Espero que sepan nadar dijo Janette.
Pues yo espero que no sepan gru el coronel.
Observaron a los hombres flotando en el agua durante uno o dos minutos,
mientras empezaban a nadar hacia la orilla, y despus Janette exclam:
Vaya!, se estn poniendo de pie; estn caminando!
No es de sorprender dijo Bolton; muchas de esas lagunas de coral son
poco profundas.
Pero el viento y el mar se estaban calmando rpidamente y el Saign iba a la
deriva, aunque despacio, hacia el arrecife; sin embargo, no tardara en zozobrar. El
Saign, mal equipado, dispona de pocos salvavidas. Tres de ellos se entregaron a las
mujeres, y los otros a miembros de la tripulacin que dijeron no saber nadar.
Qu probabilidades crees que tenemos, capitn? pregunt el coronel Leigh.
Si el agua nos lleva sobre el arrecife, podemos tener alguna probabilidad, si el

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barco se queda all aunque solo sean unos minutos aadi Bolton, pero si se
desfonda antes de quedarse all, se hundir en las aguas profundas en este lado del
arrecife, y, bueno, supone usted lo mismo que yo, seor. Voy a tener que hacer
desembarcar las balsas, descender los botes a cubierta y soltarlos Y coger tanto
material como pueda flotar y transportar gente y orden a la tripulacin de que
llevaran a cabo estas tareas.
Mientras los hombres estaban ocupados con su trabajo, lleg un grito procedente
del centro del barco:
Eh, De Groote! grit Krause; vais a dejarnos aqu para que nos
ahoguemos como ratas en una ratonera?
De Groote mir a Tarzn con aire interrogador, y el hombre mono se volvi a
Janette.
Dame la llave de las jaulas dijo l, y cuando ella se la entreg, fue a la jaula
en la que estaban encerrados Krause y los otros.
Os dejar salir dijo, pero procurad portaros bien; tengo ms de una razn
para mataros a todos vosotros, hombres blancos, y no necesitar una gran excusa.
Abdullah era un rabe con aspecto enfermizo, y los tres hombres blancos tenan
expresin hosca y fruncan el entrecejo cuando salieron de la jaula.
Cuando se acercaron a la barandilla, Bolton grit:
Quedaos junto a los botes y balsas; vamos a estrellarnos!

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Captulo X

L os que estaban en el barco permanecieron en tensa expectativa cuando una ola


elev el Saign por encima de un torbellino de agua que se levant sobre el
arrecife.
Cuando el mar les dej caer con un terrible impacto sobre las desiguales rocas de
coral, el ruido de la madera que se astillaba y se trituraba anunci su muerte. El barco
retrocedi como ebrio hacia las aguas profundas apartadas del acantilado. Ms de un
corazn se detuvo un instante en aquel tenso momento; si retroceda hasta el mar se
perderan muchos, y ahora no caba duda de que estaba deslizndose.
Percy dijo miss Leigh al coronel (siempre le llamaba Percy cuando se senta
blanda), Percy, si a veces he sido pesada, espero que me perdones ahora que vamos
a enfrentarnos con nuestro creador.
Caray! gru el coronel. Todo es culpa ma; jams debera haber ledo
esa historia de Beebe.
Cuando el Saign se desliz hacia atrs hasta el agua profunda, una ola que
sigui, ms grande que la que la haba precedido, levant el barco de nuevo y lo dej
caer pesadamente sobre el arrecife. Esta vez se qued encallado con firmeza, y
cuando la ola retrocedi, se qued quieta, con la cubierta casi a ras del agua.
Vaya dijo Algy, esto est bastante bien, no? Como el arca de No: una
puetera vieja baera llena de animales salvajes sentados secos y elevados en el
monte Ararat.
Una sucesin de olas ms pequeas golpe de nuevo el Saign mientras los
hombres trabajaban para colocar los botes y las balsas en la laguna; y entonces, otra
gran ola rompi de lleno en el barco, pero este no se movi de donde estaba.
Los cabos amarrados al barco impedan que los botes y las balsas se alejaran, pero
entonces surgi la cuestin de cmo bajaran hasta ellas las mujeres. El arrecife era
estrecho, y el Saign estaba a menos de un metro del lado de la costa. Un hombre
atltico habra podido saltar desde la barandilla, saltar el arrecife y aterrizar en la
laguna; pero miss Leigh no era precisamente un hombre atltico, y ella era el
autntico problema.
La mujer mir por encima de la barandilla del barco hacia las aguas, que an eran
violentas y saltaban hasta el otro lado del arrecife.
Jams podr bajar ah, William dijo; ve t. No te preocupes por m; tal vez
nos encontraremos en un mundo ms feliz.
Tonteras! exclam el coronel. Te bajaremos de una manera u otra.
Bajar yo propuso Tarzn, y t las haces bajar desde el pescante del barco.
Me ocupar de que llegue a salvo a una de las balsas.
Jams dijo miss Leigh con nfasis.
Tarzn se volvi hacia el capitn Bolton.
Espero que la descienda inmediatamente dijo, y nada de tonteras. Voy a

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bajar para ver la profundidad del agua en el interior del arrecife. Los que sepan nadar
pueden saltar, Y les ayudar a subir a uno de los botes o a una balsa.
Se subi a la barandilla, se qued inmvil un instante y luego salt lejos y se
zambull en direccin a la laguna.
Todos los marineros se dirigieron hacia la barandilla para observarle. Le vieron
zambullirse a poca profundidad y luego dar la vuelta y desaparecer bajo la superficie.
Despus su cabeza sali del agua y mir hacia arriba:
Aqu es muy profundo dijo.
Patricia Leigh se quit el salvavidas, se subi a la barandilla y se zambull.
Cuando sali a la superficie, Tarzn estaba a su lado.
No tengo que preguntarte si sabes nadar dijo l.
Ella sonri.
Me quedar aqu y te ayudar con los dems dijo.
Janette Laon fue la siguiente en saltar. Ella no se zambull y simplemente salt el
arrecife.
Tarzn la haba sujetado antes de que llegara a la superficie. Sigui sujetndola
cuando sus cabezas estaban fuera del agua.
Sabes nadar? pregunt l.
No respondi ella.
Eres una muchacha muy valiente dijo, mientras la arrastraba hacia uno de los
botes y la ayudaba a subir.
Para entonces haban preparado una silla de contramaestre y estaban
descendiendo a una miss Leigh sumamente airada que protestaba desde el costado del
barco. Cuando lleg a la superficie de la laguna, Tarzn la estaba esperando.
Joven le espet, sepa que, si me ocurre algo, le har responsable de ello.
Cllese dijo Tarzn y bjese de esa silla.
Probablemente en toda su vida Penelope Leigh jams haba odo a nadie que le
hablara con autntica autoridad; no solo la dej sin aliento, sino que la intimid. Baj
mansamente de la silla de contramaestre y salt a los brazos de Tarzn. Este nad con
ella hasta una de las balsas y la ayud a subir, pues subir a ellas era ms fcil que a
los botes salvavidas.
Tarzn volvi nadando al barco. La silla del contramaestre todava colgaba,
balancendose sobre el agua. La cogi y trep por la cuerda hasta la cubierta. Uno a
uno los hombres fueron saltando y zambullndose desde la barandilla cuando les
detuvo.
Quiero diez o doce voluntarios para un trabajo muy peligroso dijo; tienen
que tener lo que los americanos llaman agallas.
Qu pretendes hacer? pregunt Bolton.
Ahora que todos los dems estn a salvo en la orilla, voy a liberar a los
animales dijo el hombre mono y hacer que lleguen al agua.
Pero, amigo exclam el coronel Leigh, muchos de ellos son peligrosas

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bestias de caza.
Sus vidas son tan importantes para ellos como las nuestras para nosotros
replic Tarzn, y no voy a dejarlas aqu para que mueran de inanicin.
Est bien, est bien dijo el coronel, pero por qu no las destruimos? Sera
la forma ms humanitaria.
Nadie ha sugerido que matemos a tu esposa o a tus amigos dijo Tarzn, y
no vamos a destruir a mis amigos.
Tus amigos? pregunt incrdulo el coronel.
S, mis amigos respondi el Seor de la Jungla, o tal vez debera decir mi
gente. Nac y crec entre ellos; no vi un ser humano hasta que era mayor, ni vi a
ningn hombre blanco hasta que tuve veinte aos.
Por Jpiter! exclam el coronel, sin duda se trata de una proposicin muy
caballerosa; estoy contigo, joven.
De Groote, Bolton, Tibbet, Crouch, varios miembros de la tripulacin del Naiad y
varios chinos se ofrecieron voluntarios para ayudarle, as como los tres cuidadores
indios, que haban sido contratados por Krause para cuidar de los animales.
Mientras los que no se haban ofrecido voluntarios para quedarse con l
abandonaban el barco, Tarzn liber a los orangutanes. Les habl en su propia
lengua, y ellos se aferraron a l como nios asustados; luego llev a sus hombres
abajo, a la bodega de los animales, y abri las grandes puertas dobles del costado del
barco, a travs de las cuales haban sido cargados los animales ms grandes.
Haba tres elefantes indios, y los liber primero, ya que eran dciles y estaban
bien entrenados. Hizo que uno de los mahuts indios montara al mejor de ellos y le
pidi que lo condujera a la laguna en el momento en que una ola cubriera el arrecife.
Hubo una breve batalla con el animal antes de poder ser obligado a sumergirse; pero
una vez estuvo nadando, fue relativamente fcil hacer que los otros dos elefantes le
siguieran, y despus fueron liberados los elefantes africanos. Estas eran bestias
salvajes y mucho ms peligrosas y difciles, pero una vez su jefe vio que los elefantes
indios se alejaban nadando, se meti en la laguna y sigui, y sus compaeros fueron
detrs de l.
Las jaulas de los leones y los tigres fueron arrastradas una a una hasta la puerta,
les abrieron las puertas y las inclinaron un poco para que las bestias salieran. Los
animales inferiores desembarcaron del mismo modo.
Fue una tarea larga y ardua, pero por fin se termin, y solo quedaban las
serpientes.
Qu vas a hacer con ellas? pregunt Bolton.
Histah, la serpiente, siempre ha sido mi enemiga respondi Tarzn; a ella
la destruiremos.
Se quedaron en el umbral de la puerta del barco observando a las bestias que se
dirigan hacia la orilla, desde la cual los botes y balsas vacas estaban ya regresando
al barco siguiendo las instrucciones de Bolton.

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Junto a la lnea de la costa haba una playa estrecha, y ms all una densa jungla
que ascenda gradualmente hasta el pie de las montaas volcnicas, cubiertas de
verde, que formaban un fondo adecuado para el salvaje y desolado escenario.
El grupo que lleg a tierra se acurruc en la playa mientras las criaturas salvajes
nadaban o caminaban por el agua hacia la orilla. Pero los animales penetraron en la
jungla en cuanto salieron del agua. Un solo elefante se volvi y barrit, y un len
rugi, ya fuera como desafo, ya fuera como agradecimiento, quin puede saberlo?
Y despus, la espesura de la jungla los devor y emprendieron una nueva vida en un
mundo extrao.
La mayor parte de los marineros haban regresado al barco con las balsas y botes,
y pasaron el resto del da transportando las provisiones del barco a la playa.
Trabajaron durante dos das, despojando el barco de todo lo que pudiera darles
algo de comodidad o les fuera conveniente, y mientras la mita de los hombres
trabajaban en esto, la otra mitad abri un claro en la jungla, para montar un
campamento permanente. Haban elegido este lugar porque por l discurra un
pequeo riachuelo de agua fresca.
La tarde del tercer da, cuando el trabajo casi estaba terminado, un grupito de
apenas una docena de hombres contempl el campamento desde la cima del
acantilado que bordeaba la playa situada al sur. Ocultos por la vegetacin que all
haba, observaron a los primeros extranjeros que haban llegado a su isla desde haca
muchsimos aos.

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Captulo XI

L os hombres que observaban a los nufragos del Saign eran guerreros. Llevaban
cinturones que les pasaban por entre las piernas, cuyos extremos colgaban por la
espalda, y tenan complicados bordados con hilos de colores o mosaico de plumas; se
cubran los hombros con una capa cuadrada y calzaban sandalias de piel de animal.
Sus cabezas estaban adornadas con tocados de plumas y uno de entre ellos llevaba un
mosaico de plumas; los adornos de su vestimenta eran de jade y su cinturn y
sandalias llevaban incrustaciones de jade y oro, as como sus brazales y perneras; en
la nariz lucan un adorno tallado, que pasaba por un agujero hecho en el septo nasal;
asimismo, eran de jade los aros de las orejas y el labio. Todos los adornos de aquel
hombre eran ms esplndidos que los de sus compaeros, porque Xatl Din era un
noble.
Todos llevaban el rostro moreno tatuado, pero el tatuaje de Xatl Din era con
mucho el ms elaborado. Iban armados con arcos y flechas, y cada uno llevaba dos
carcajs; asimismo, cada uno portaba una lanza y una honda para lanzar piedras.
Adems de estas armas, cada guerrero llevaba una larga espada hecha de recia
madera, en cuyos lados estaban incrustadas hojas de obsidiana. Como proteccin
llevaban escudos de madera cubiertos con pieles de animales. Observaron a los
extranjeros durante un rato y despus se alejaron, fundindose en la jungla.
Haban llevado a la orilla las cartas marinas y los instrumentos del barco, y a
medioda el capitn Bolton haba intentado calcular su posicin; pero cuando lo hubo
hecho y hubo consultado la carta marina, descubri que no haba tierra en centenares
de kilmetros a la redonda.
Debo de haberme equivocado en mis clculos dijo a De Groote; as que lo
verificaron y volvieron a verificar, pero el resultado siempre era el mismo: se
hallaban en algn lugar en medio del Pacfico sur, a centenares de kilmetros de
tierra.
No puede ser posible que exista una isla sin descubrir dijo Bolton y sin
que ni siquiera est sealada en el mapa en ningn lugar del mundo.
Yo habra dicho lo mismo coincidi De Groote, hasta ahora; sus clculos
son absolutamente correctos, seor, y nos encontramos en una isla desconocida.
Con las mismas probabilidades de que nos rescaten dijo Bolton que
tendramos si estuviramos en la luna. Si ningn barco ha llegado aqu desde la poca
de Vasco da Gama, es de suponer que no llegar ningn barco en toda nuestra vida.
Si ningn barco ha llegado aqu en cuatrocientos aos dijo De Groote,
nuestras probabilidades realmente son excelentes, pues tiene que haber una primera
vez que se conozca; y la ley de las probabilidades de que esta isla siga sin ser
descubierta est a punto de extinguirse.
Quiere decir que los estatutos de las prescripciones obrarn en nuestro favor
dijo Bolton riendo. Bueno, espero que tenga razn.

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Tarzn haba trabajado con los otros. Haban erigido conforta bles refugios para el
coronel y su esposa y para las dos muchachas.
Entonces, Tarzn convoc a todo el grupo:
Os he llamado a todos dijo para deciros que formaremos dos
campamentos. No quiero tener a Abdullah, Krause, Schmidt, Oubanovitch o a los
lascares en este campamento. Ellos son los causantes de todo el problema. Por su
culpa somos nufragos en una isla desconocida, en la que, segn el capitn Bolton,
podemos tener que pasar el resto de nuestra vida. Si les permitimos que se queden en
nuestro campamento, volvern a causar problemas; conozco el tipo de hombres que
son. Se volvi a Krause. Te llevars a tu grupo al norte, al menos a dos largas
marchas, y ninguno de vosotros se acercar a menos de diecisis kilmetros de este
campamento. Al que lo haga, lo matar. Eso es todo. Marchaos.
Nos iremos, de acuerdo dijo Oubanovitch, pero nos llevaremos nuestra
parte de las provisiones, armas y municin.
Os llevaris vuestra vida y nada ms replic Tarzn.
No pretender enviarles a que se adentren en esta extraa jungla sin comida ni
armas protest el coronel.
Eso es exactamente lo que pretendo hacer dijo Tarzn, y tienen suerte de
que no sea peor.
No puedes hacernos esto grit Oubanovitch, no puedes quedarte con un
montn de sucios capitalistas opulentos y machacar a los pobres obreros. Conozco a
los de tu clase, un adulador que espera ganarse el favor de los ricos y los poderosos.
Dios mo! exclam Algy, ese canalla est dando un discurso.
Como si esto fuera Hyde Park dijo Patricia.
Eso es grit Oubanovitch; la perspicaz burguesa ridiculizando al honesto
trabajador.
Largaos gru Tarzn.
Abdullah tir de la manga de Oubanovitch.
Ser mejor que nos vayamos susurr; conozco a ese tipo; es un diablo, no
dudara en matarnos.
Los otros echaron a andar hacia el norte y arrastraron a Oubanovitch con ellos;
pero este se volvi y an grit:
Me marcho, pero volver cuando los pobres esclavos que trabajan para
vosotros se den cuenta de que ellos deberan ser los amos, y no vosotros.
Bien! exclam Penelope Leigh, me alegro de que se hayan ido; ya es
algo, por lo menos. Y lanz una mirada significativa a Tarzn.
En la jungla que rodeaba el campamento crecan en abundancia cocoteros y
bananos, y haba rboles del fruto del pan y tubrculos comestibles, as como algunos
rboles de la papaya, mientras que en la laguna abundaba el pescado; de modo que no
era muy probable que murieran de hambre, pero Tarzn arda en deseos de comer
carne.

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Cuando el campamento estuvo terminado, se puso a trabajar para hacer las armas
de caza que ms le gustaba utilizar. Su arco, flechas y carcaj tuvo que hacrselos l
mismo; pero entre las provisiones del barco encontr un cuchillo adecuado y una
cuerda, y convirti un arpn en una lanza. Esto ltimo era un reconocimiento tcito
de la presencia de los grandes carnvoros que haba soltado en la isla. Y entonces, una
maana, Tarzn desapareci del campamento antes de que los dems despertaran.
Sigui el curso del riachuelo que discurra desde las colinas cubiertas de vegetacin,
pero, para evitar la maraa de maleza, se subi a un rbol y avanz a travs de ellos.
Tarzn haba salido del campamento antes de que los dems despertaran, o eso es
lo que l crea, pero despus advirti que le estaban siguiendo y mir atrs: vio a los
dos orangutanes avanzando por los rboles detrs de l.
Tarzn caza dijo en la lengua de los grandes simios, cuando le hubieron
alcanzado; no hagis ruido.
Tarzn caza, mangani no hacen ruido le asegur uno de ellos.
Y as, los tres fueron avanzando a travs de los rboles de la silenciosa jungla.
En las laderas inferiores de las montaas, Tarzn encontr a los elefantes
comiendo brotes tiernos. Les habl y ellos le saludaron con un gruido. No tenan
miedo, y no se apartaron. Tarzn pens que tena que saber hasta qu punto podan
llegar a ser amistosos, y para ello salt cerca de un gran macho africano y le habl en
la lengua que haba utilizado toda su vida para conversar con su amado Tantor.
En realidad no es un lenguaje, y no s cmo llamarlo, pero utilizndolo Tarzn
pudo transmitir sus sentimientos ms que sus deseos a las grandes bestias que haban
sido sus compaeros de juegos desde su infancia.
Tantor dijo, y puso una mano sobre el hombro de la gran bestia. El enorme
macho se balance hacia delante y hacia atrs, y toc al hombre mono con su trompa,
un toque interrogador, inquisitivo; y, mientras Tarzn le hablaba con suavidad, el
toque se convirti en una caricia. Y entonces el hombre mono dio la vuelta a la gran
bestia por delante y le puso una mano sobre la trompa y dijo:
Nala! La trompa le pas suavemente por el cuerpo y Tarzn repiti: Nala!
Tantor. Nala! Y entonces el elefante le rode con la trompa y lo levant en el aire.
Byat, Tantor! orden Tarzn. Tand byat! El macho baj a Tarzn sobre
su cabeza.
Vando! dijo Tarzn, y rasc a la gran bestia detrs de las orejas.
Los otros elefantes siguieron alimentndose, sin prestar mayor atencin al hombre
mono, pero los orangutanes permanecan sentados en un rbol cercano y rieron,
pues Tantor les produca mucho miedo.
Tarzn decidi hacer un experimento, y salt del lomo del elefante a un rbol
cercano y se alej un poco, adentrndose en la jungla; entonces grit:
Yud, Tantor, yud byat!
A travs de la jungla y la maleza, lleg la respuesta en forma de retumbo
procedente de la garganta del macho. Tarzn escuch; oy el ruido de ramitas que se

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rompan y de maleza que se aplastaba, y despus la gran mole de Tantor se cerni
sobre l.
Vando, Tantor dijo Tarzn, y se alej por los rboles, para gran alivio de los
orangutanes, que haban observado con disgusto toda la escena.
La montaa que ahora se alzaba ante ellos estaba cortada a pico, y con frecuencia
haba lugares a los que solo Tarzn o sus amigos simios podan acceder. Al fin
llegaron a un saliente que discurra hacia el sur. Sin embargo, se alejaba del riachuelo
desde el que Tarzn haba partido, al pie de una cascada que se derramaba sobre un
acantilado cuyas paredes resbaladizas solo podan ser salvadas por una mosca o un
lagarto pero por pocos seres ms.
Siguieron el saliente que rodeaba un lomo de la montaa y salieron a una gran
colina baja con un denso bosque. A Tarzn le pareci un buen terreno de caza y aqu
volvi a subirse a los rboles.
Despus, Usha, el viento, llev hasta su olfato un olor conocido: el olor de Horta,
el verraco. All haba carne, y al instante Tarzn se convirti en la bestia salvaje
acechando su presa.
Sin embargo, no haba ido muy lejos cuando otros dos olores impregnaron su
sensible olfato: el rastro de olor de Numa, el len, y, mezclado con este, el del
hombre.
Estos dos rastros de olor podan mezclarse, pero solo por una de dos razones: o el
hombre estaba cazando el len, o el len estaba cazando al hombre. Y cuando Tarzn
capt el olor de un solo hombre, supuso que el len era el cazador, y por eso atraves
los rboles en la direccin de la que proceda el olor.

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Captulo XII

T hak Chan no cazaba ningn len. Era imposible que intentara siquiera cazar
ningn len, pues jams haba visto u odo uno en toda su vida; tampoco lo
haban hecho ninguno de sus antepasados en todo el tiempo del que se tena
constancia. Mucho tiempo atrs, antes de que Chac Tutul Xiu hubiera emigrado de
Yucatn, el pueblo de Thak Chan haba conocido el jaguar, y su recuerdo les haba
acompaado a travs de las grandes aguas hasta esta distante isla y preservado en
duradera piedra en los templos y en las estelas que haban construido all. Thak Chan
era un cazador de la ciudad de Chichn Itz, que Chac Tutul Xiu haba fundado en
esta isla que haba encontrado y llamado Uxal en recuerdo a la ciudad en la que l
haba nacido.
Thak Chan estaba cazando el jabal, el cual, si se le excitaba, poda ser tan
peligroso como Numa, el len; pero, hasta ahora, Thak Chan no haba tenido suerte.
Thak Chan entr en un pequeo claro natural del bosque, y cuando lo hizo le
llam la atencin y sorprendi un amenazador gruido procedente del lado opuesto.
Frente a l se encontraba el rostro de la bestia ms aterradora que jams hubiera visto.
El gran len avanz lentamente en el calor, y Thak Chan dio media vuelta y huy.
El espantoso rugido que le segua casi le paralizaba de terror mientras corra como un
diablo a travs de los conocidos laberintos del bosque, mientras cerca, detrs de l, el
hambriento len corra con grandes zancadas persiguiendo a su presa. No poda haber
esperanza alguna para Thak Chan en esa desigual carrera aunque hubiera
permanecido en pie, pero cuando tropez y se cay acept con resignacin que
aquello era el fin. Se volvi para mirar a aquella desconocida y temible criatura; pero
no s levant, y, sentado en el suelo, aguard el ataque con la lanza preparada.
El len apareci entonces de un recodo del sendero de la jungla. Sus ojos verde
amarillentos eran redondos y le miraban fijamente. Para Thak Chan era como si
ardieran con fuego de furia. La bestia mostr los grandes colmillos amarillos con un
rugido tan malvado que Thak Chan se puso a temblar de nuevo. El len no atac; se
limit a acercarse trotando hacia su presa, pues solo se trataba de un enclenque
hombre-bestia; no era un antagonista que valiera la pena para el Rey de las Bestias.
Thak Chan rog a dioses extraos cuando vio acercarse la muerte; y entonces,
como si fuera una respuesta a sus plegarias, ocurri algo asombroso: un hombre
desnudo, un gigante para Thak Cha, salt desde un rbol al camino sobre el lomo de
aquella bestia salvaje para la que Thak Chan ni siquiera tena nombre. Un poderoso
brazo rode el cuello de la bestia, y sus fuertes piernas envolvieron la zona lumbar de
su cuerpo. La bestia se levant sobre sus dos patas traseras rugiendo de un modo
horrible, e intent alcanzar a la cosa que tena en la espalda con los colmillos y con
las garras. Salt en el aire, retorcindose y dando vueltas; se arroj al suelo y rod
sobre s mismo en un esfuerzo frentico por liberarse; pero la silenciosa criatura se
aferraba a la bestia con tenacidad, y con su mano libre clav un largo cuchillo una y

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otra vez en el ambarino costado del animal, hasta que, con un estrepitoso rugido final,
la bestia cay de lado, tuvo unas convulsiones por unos instantes y se qued inmvil.
Thak Chan haba observado esta asombrosa batalla con sentimientos mezclados
de terror y esperanza, medio convencido de que en verdad era un dios que haba
acudido a salvarle, pero casi era tan temible aquel dios como la bestia.
Cuando la gran bestia muri, Thak Chan vio al hombre, o al dios, o a lo que fuera,
ponerse en pie y poner uno de ellos sobre el cuerpo de su presa, y entonces elev su
rostro al cielo y lanz un largo grito tan aterrador que Thak Chan se estremeci y se
tap los odos con las manos.
Por primera vez desde que haba surgido del lecho del ocano, la isla de Uxmal
oy el grito de victoria de un primate macho que haba matado a su presa.

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Captulo XIII

T hak Chan conoca a muchos dioses, y trat de identificar a este. Los conoca
como los poderosos, los capitanes que van antes y los viejos. Estaba Huitz-Hok,
Seor de las Colinas y los Valles; Che, Seor del Bosque; e innumerables dioses
terrenales; despus estaban, por supuesto, Itzamma, que gobernaba el cielo, hijo de
Hunab Kuh, el primer dios, y Hun Ahau, dios del submundo, Metnal, un lugar fro,
hmedo y lgubre bajo tierra, adonde iban a parar las masas del pueblo y los que
llevaban una mala vida; y tambin estaba Aychuykak, dios de la guerra, al que
siempre se llevaban a la batalla cuatro capitanes en una litera especial.
Tal vez este era Che, Seor del Bosque, y por eso Thak Chan decidi dirigirse a l
as, y como era educado, le dio las gracias por salvarle de la extraa bestia. Sin
embargo, cuando Che respondi, lo hizo en una lengua que Thak Chan jams haba
odo y que pens que quizs era la lengua de los dioses.
Tarzn mir al extrao hombrecillo moreno que hablaba ese asombroso lenguaje
que l no poda entender; entonces dijo:
Dako-zan que en el lenguaje de los grandes simios significa comida; pero
Thak Chan se limit a menear la cabeza y se disculp por ser tan estpido.
Al ver que por aquel camino no iba a ninguna parte, Tarzn cogi una flecha de
su carcaj y con la punta dibuj a Horta, el verraco, en la tierra bien apretada del
sendero; entonces puso la flecha en su arco y dirigi la flecha hacia el dibujo, detrs
del hombro izquierdo.
Thak Chan sonri e hizo gestos de asentimiento con gran excitacin; entonces
hizo seas a Tarzn de que le siguiera. A medida que se alejaba por el sendero, se
atrevi a levantar la mirada y vio a los dos orangutanes posados en un rbol y
mirndole. Esto fue demasiado para la mente simple de Thak Chan; primero la
extraa y horrible bestia, despus un dios, y ahora esas dos espantosas criaturas.
Temblando, Thak Chan puso un flecha en su arco, pero cuando apunt a los simios.
Tarzn le arrebat el arma y llam a los orangutanes, que bajaron y se quedaron a su
lado.
Thak Chan estaba ahora convencido de que estos tambin eran dioses y estaba
bastante sobrecogido por la idea de que estaba asocindose con tres de ellos. Quera
darse prisa en regresar a Chichn Itz y contar a todo el mundo los milagrosos
sucesos del da, pero luego se le ocurri que nadie le creera y que podra despertar la
ira de los sacerdotes. Tambin record que por mucho menos que eso se haban
elegido hombres como vctimas de los ritos de sacrificio en el templo.
Tena que haber alguna manera. Thak Chan pens y pens mientras conduca a
Tarzn de los Monos a travs del bosque en busca del jabal; y al fin se le ocurri un
magnfico plan: llevara a los tres dioses a Chichn Itz para que todos los hombres
pudieran ver por s mismos que Thak Chan no menta.
Tarzn crea que era conducido en busca de Horta, el verraco; y cuando una curva

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en el sendero les llev al linde de la jungla y vio una ciudad asombrosa, se qued tan
sorprendido como Thak Chan se haba quedado cuando se dio cuenta de que sus tres
compaeros eran dioses. Tarzn vio que la parte central de la ciudad estaba
construida sobre un montculo en cuya cima se elevaba una pirmide coronada por lo
que pareca ser un templo. La pirmide estaba construida con bloques de lava que
formaban empinados escalones que llevaban hasta la cumbre. Rodeaban la pirmide
otros edificios que ocultaban su base a la vista de Tarzn; y en torno a toda esta parte
central de la ciudad se hallaba una muralla, horadada de vez en cuando por puertas.
Extramuros haba endebles moradas de techo de paja, sin duda las viviendas de los
habitantes ms pobres de la ciudad.
Chichn Itz dijo Thak Chan, sealando y haciendo seas a Tarzn de que le
siguiera.
Con el recelo natural de la bestia salvaje que casi era inherente en l, el hombre
mono vacil. No le gustaban las ciudades, y siempre haba recelado de los
extranjeros, pero despus la curiosidad se impuso a su criterio y sigui a Thak Chan
hacia la ciudad. Pasaron junto a hombres y mujeres que trabajaban en campos donde
se cultivaba maz, alubias y tubrculos: un monumento a la perspicacia de Chac Tutul
Xiu, quien, ms de cuatrocientos aos antes, haba tenido la previsin de traerse
semillas y bulbos desde Yucatn.
Los hombres y las mujeres que estaban en los campos levantaban la mirada
atnitos cuando vean a los compaeros de Thak Chan, pero an se quedaron ms
atnitos cuando Thak Chan anunci con orgullo que eran Che, Seor del Bosque, y
dos dioses de la tierra.
Para entonces, sin embargo, los nervios de los dos dioses de la tierra haban
soportado ya todo lo que podan resistir; y estas deidades se volvieron y salieron
corriendo hacia la jungla, avanzando pesadamente en la postura medio encorvada de
los grandes simios. Thak Chan les llam suplicante, pero de nada sirvi, y un
momento despus les vio subirse a los rboles y desaparecer.
Los guerreros que protegan las puertas a las que se estaban acercando estaban
muy interesados y no poco excitados. Haban hecho venir a un oficial, y este esperaba
a Thak Chan y a su compaero cuando llegaron a la puerta. El oficial era Xatl Din,
que haba estado al mando del grupo de guerreros que descubri a los nufragos en la
playa.
Quin eres? pregunt, y a quin traes a Chichn Itz?
Soy Thak Chan, el cazador respondi el compaero de Tarzn, y este es
Che, Seor del Bosque, que me ha salvado de una terrible bestia que a punto estuvo
de devorarme. Los dos que se han ido corriendo eran dioses terrenales. El pueblo de
Chichn Itz debe de haberles ofendido o habran entrado en la ciudad. Xatl Din
nunca haba visto a ningn dios, pero se dio cuenta enseguida de que haba algo
impresionante en aquel extranjero semidesnudo que era muchsimo ms alto que l y
sus compaeros, pues la altura de Tarzn quedaba acentuada por el hecho de que los

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mayas son gente de baja estatura; y en comparacin con ellos, tena todo el aspecto
de ser un dios. Sin embargo, Xatl Din no estaba completamente convencido, pues
haba visto extraos en la playa y adivinaba que este podra ser uno de ellos.
Quin eres t que vienes a Chichn Itz? pregunt a Tarzn. Si en verdad
eres Che, Seor del Bosque, dame alguna prueba de ello, para que Cit Coh Xiu, el
rey, y Chal Yip Xiu, el ah kin mai, puedan prepararse para darte la bienvenida como
es debido.
Che, Seor del Bosque, no entiende nuestra lengua, la ms noble interpuso
Thak Cha; solo comprende el lenguaje de los dioses.
Los dioses pueden entender todas las lenguas dijo Xatl Din.
Debera haber dicho que no se rebaja a hablarlo se corrigi Thak Chan.
Indudablemente, entiende lodo lo que decimos, pero no sera propio de un dios hablar
la lengua de los mortales.
Sabes mucho para ser un simple cazador dijo Xatl Din receloso.
Los que hacen amistad con los dioses deben ser muy sabios replic Thak
Chan con arrogancia.
Thak Chan se haba ido sintiendo cada vez ms importante a medida que se
desarrollaba la conversacin. Hasta entonces, nunca haba tenido una conversacin
prolongada con un noble; en realidad, raras veces deca algo ms que: S, noble
seor, o No, noble seor. La seguridad en s mismo de Thak Chan y el
impresionante aspecto del extranjero resultaron al fin demasiado para Xatl Din, y les
dej entrar en la ciudad, acompandoles l mismo hacia el templo que formaba parte
del palacio del rey.
All haba guerreros, sacerdotes y nobles esplndidos con plumas y jade; y a uno
de los nobles que tambin era sacerdote Xatl Din repiti la historia que Thak Chan le
haba contado.
Tarzn, que se encontraba rodeado de hombres armados, volvi a recelar,
preguntndose si haba sido prudente entrar en aquella ciudad, que bien podra
resultar una trampa de la que tal vez le costara mucho escapar.
Un noble haba ido a informar a Chal Yip Xiu, el sumo sacerdote, de que alguien
que afirmaba ser Che, Seor del Bosque, acuda a visitarle a su templo.
Igual que la mayora de sumos sacerdotes, Chal Yip Xiu era un poquito escptico
respecto a la existencia de los dioses; estos estaban muy bien para la gente comn,
pero un sumo sacerdote no los necesitaba. En realidad, l mismo se consideraba la
personificacin de todos los dioses, y su poder en Chichn Itz prestaba color a su
creencia.
Ve a buscar al cazador y a su compaero orden al noble que le haba trado
el mensaje.
Poco despus, Tarzn de los Monos lleg con grandes pasos ante Chal Yip Xiu, el
sumo sacerdote de Chichn Itz. y con l iban Thak Cha, el cazador, y Xatl Din, el
noble, con varios de sus compaeros y una veintena de guerreros y sacerdotes

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menores.
Cuando Chal Yip Xiu vio al extranjero, qued impresionado; y, para mantenerse a
salvo, se dirigi a l con respeto; pero cuando Xatl Din le dijo que el dios se negaba a
hablar la lengua de los mortales, el sumo sacerdote desconfi.
Informaste de la presencia de extranjeros en la playa dijo a Xatl Din; no
podra ser este uno de ellos?
Podra serlo, hombre sagrado respondi el noble.
Si es un dios dijo Chal Yip Xiu. entonces los otros deben de ser todos
dioses. Pero t me dijiste que su barco haba zozobrado y que ellos haban sido
arrojados a la orilla.
As es, hombre sagrado respondi Xatl Din.
Entonces, no son ms que mortales concluy el sumo sacerdote, pues los
dioses habran controlado los vientos y las olas, y su barco no habra naufragado.
Eso tambin es cierto, el ms sabio de los hombres coincidi Xatl Din.
Luego este hombre no es ningn dios declar Chal Yip Xiu, pero servir
como excelente sacrificio para los verdaderos dioses. Llevoslo.

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Captulo XIV

A nte este giro inesperado de los acontecimientos, Thak Chan se qued tan
consternado y perplejo que, aun cuando no era ms que un pobre cazador, se
atrevi a alzar la voz para protestar ante Chal Yip Xiu, el ah kin mai.
Pero, el ms sagrado de los hombres dijo, deberas haber visto las cosas
que ha hecho. Deberas haber visto la gran bestia que estaba a punto de devorarme y
cmo l ha saltado sobre su lomo y la ha matado; nadie ms que un dios habra
podido llevar a cabo semejante accin. Si hubieras visto esto y los dos dioses
terrenales que le acompaaban, sabras que en verdad ha de ser Che, Seor del
Bosque.
Quin eres t? pregunt Chal Yip Xiu con una voz terrible.
Soy Thak Chan, el cazador respondi mansamente el ahora asustado
hombre.
Entonces, limtate a cazar, Thak Chan le advirti Chal Yip Xiu, o acabars
en el bloque de los sacrificios o en las aguas del pozo sagrado. Vete.
Thak Chan se march; se escabull como un perro con el rabo entre las patas.
Sin embargo, cuando los guerreros pusieron las manos sobre Tarzn, eso fue
harina de otro costal. Aunque no haba entendido las palabras de Chal Yip Xiu, haba
colegido por el tono y la conducta del hombre de que no todo iba bien, y cuando vio a
Thak Chan escabullirse, se convenci doblemente de ello; y entonces los guerreros le
rodearon y le pusieron las manos encima.
El sumo sacerdote le haba recibido en una columnata sobre un lado de un
peristilo, y la aguzada vista de Tarzn enseguida haba visto toda la escena
inmediatamente posterior a ser llevado ante la presencia del sumo sacerdote. Haba
visto el jardn que haba detrs de la hilera de columnas y los edificios bajos ms all
del peristilo. Lo que haba inmediatamente despus de estos edificios no lo saba,
pero saba que la muralla de la ciudad no quedaba lejos, y detrs de la muralla y los
campos estaba la jungla.
Se deshizo de las manos de los guerreros sacudindose y dio un salto hasta la
plataforma baja donde estaba sentado Chal Yip Xiu; y, apartando de un golpe al sumo
sacerdote, salt al jardn, cruz el peristilo a todo correr y trep por la pared del
edificio que haba detrs.
Los guerreros le persiguieron por el peristilo con imprecaciones, pero tambin
con flechas y piedras que le lanzaban con las hondas que llevaban; sin embargo, solo
le alcanzaron las imprecaciones, y estas eran inofensivas.
Cruz el tejado del edificio y salt a la calle que haba detrs. En la calle haba
gente, pero se apartaban con terror a medida que aquel bronceado gigante les
apartaba y corra hacia la muralla de la ciudad. Al final de esa calle haba una puerta,
pero no era la puerta por la que haban entrado en la ciudad, y los soldados all
estacionados no saban nada de l; para ellos no era ms que un extranjero

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semidesnudo, evidentemente un hombre de extraa raza, y por lo tanto un enemigo
que no tena nada que hacer en el interior de las murallas de Chichn Itz; de modo
que intentaron cortarle el paso y arrestarle, pero Tarzn agarr a uno de ellos y,
sujetndole por los tobillos, lo utiliz como molinete para abrirse paso a travs de los
otros guerreros y franquear la puerta.
Al fin era libre, pero nunca haba tenido ninguna duda de que sera libre, pues
miraba con desprecio a aquellos hombrecillos armados de forma primitiva. Cmo
podan esperar retener a Tarzn, Seor de la Jungla! En aquel preciso instante, una
piedra procedente de una de las hondas impact en la parte posterior de su cabeza; y
l cay de bruces, inconsciente.
Cuando Tarzn recobr el conocimiento, se encontr en una jaula de madera en
una habitacin apenas iluminada por una sola ventana. Las paredes de la habitacin
eran bloques de lava encajados y bellamente adornados. La ventana tena unos
sesenta centmetros cuadrados y estaba cerca del techo; tambin haba en la
habitacin una puerta de robusta madera, que Tarzn supuso cerrada con un cerrojo
por fuera. No poda deducir qu destino le aguardaba, pero imaginaba que sera de lo
ms desagradable, pues el rostro de Chal Yip Xiu era cruel, sin duda, como los
rostros de muchos sacerdotes y nobles.
Tarzn prob los barrotes de su jaula de madera y sonri. Saba que podra salir
de all cuando le viniera en gana, pero salir de la habitacin sera otra cosa; la ventana
habra s ido lo bastante grande para salir, pero tena dos barrotes de piedra; y la puerta
pareca muy resistente.
La pared trasera de la jaula estaba a unos sesenta centmetros de la pared trasera
de la habitacin. En este lado, Tarzn apart dos barrotes y sali de la jaula. Se
dirigi enseguida a la puerta, pero no pudo ni abrirla ni forzarla; sin embargo, esper
con paciencia ante ella con uno de los barrotes rotos de su jaula; saba que alguien, en
algn momento, abrira aquella puerta.
No saba que haba estado inconsciente mucho rato y que haba pasado la noche y
volva a ser de da. Entonces oy voces en el exterior de su celda; aumentaron en
nmero y volumen hasta que supo que all haba una gran cantidad de gente, y
entonces oy el resonar de tambores y el fragor de trompetas y unos cnticos.
Cuando se estaba preguntando qu estaba pasando en el exterior, en la ciudad,
oy el chirriar del cerrojo de la puerta. Esper, con el barrote roto sujetado con fuerza
en una mano; y entonces se abri la puerta y entr un guerrero; un guerrero al que la
muerte le lleg rpida y sin dolor.
Tarzn asom la cabeza por la puerta. Casi directamente frente a l, se encontraba
un sacerdote ante un altar sobre el que estaba tumbada de espaldas una muchacha;
cuatro hombres con largas tnicas bordadas y tocados de plumas la sujetaban all,
cada uno por una extremidad. El sacerdote se cerna sobre ella con un cuchillo de
obsidiana levantado sobre el pecho de la joven.
Tarzn comprendi la situacin al instante. La muchacha no significaba nada para

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l; la muerte de un ser humano no significaba mucho para l, que haba visto morir
tantas criaturas, y saba que la muerte era la consecuencia natural de la vida; pero la
crueldad y inhumanidad de la ceremonia le enoj, y de pronto se sinti embargado
por el deseo de frustrar a los autores de ello, en lugar de serlo por la humanitaria
necesidad de rescatar a la muchacha. El sacerdote se encontraba de espaldas a l
cuando sali de un salto de su celda y le arrebat el cuchillo de la mano levantada;
luego cogi en vilo al sacerdote y lo arroj contra dos de los sacerdotes inferiores que
sujetaban a la muchacha, que la soltaron y fueron a estrellarse en el suelo del templo.
Derrib de un golpe a los otros dos sacerdotes con su palo de madera. La asombrosa
actuacin dej atnitos y sin aliento a los espectadores, y ninguna mano se levant
para detenerle cuando cogi a la muchacha y la sac del altar, se la colg al hombro y
cruz de un salto la puerta del templo.
Tarzn recordaba la ruta por la que haban llegado al templo del palacio y la
sigui, ahora en sentido inverso, para salir a la ciudad, pasando por delante de dos
perplejos guardias apostados ante la puerta, pero casi de inmediato una multitud
vociferante pas corriendo por delante de ellos persiguiendo al extranjero que haba
profanado el templo y arrebatado un sacrificio del altar de su dios.
La ciudad se hallaba prcticamente desierta, pues todos los habitantes se haban
reunido en la plaza del templo para presenciar el sacrificio, y de este modo pudo
Tarzn correr sin que nadie le importunara ni le viera por la estrecha y sinuosa calle
secundaria de Chichn Itz. Corra velozmente, pues oa los aullidos de la multitud
que le persegua y no deseaba en modo alguno que le alcanzaran.
La muchacha que llevaba al hombro no forceje para escapar; estaba demasiado
aterrorizada. Arrebatada de la muerte por aquel extrao gigante semidesnudo, solo
poda temer qu terrible destino le esperaba. Haba odo la historia que Thak Chan
haba contado, pues se haba difundido por toda la ciudad; y pens que tal vez s se
tratara de Che, Seor del Bosque. La menor sugerencia de semejante posibilidad
habra aterrorizado tanto a la pequea Itzl Cha que no se habra podido mover aunque
hubiera querido, pues los dioses son criaturas terribles y no hay que enfrentarse a
ellos. Si Che, Seor del Bosque, deseaba llevrsela, oponerse a l significara una
muerte segura; eso Itzl Cha lo saba, y por eso permaneca muy quieta en el ancho
hombro de su salvador.
Tarzn pudo saber por el volumen cada vez menor de los ruidos de la persecucin
que haba despistado a la multitud. Pronto lleg a la muralla de la ciudad, a cierta
distancia de cualquier puerta. Solo habra podido subir sin dificultades a lo alto, pero
cargado con la muchacha no poda; de manera que ech un rpido vistazo alrededor
en busca de algn medio para escalarla.
Justo al pasar la muralla haba una callejuela, de unos cuatro metros y medio de
ancho, en la que se alineaban edificios y cobertizos de diferentes alturas, y all vio
Tarzn su camino. Llegar al tejado de un cobertizo bajo cargado con la muchacha no
era ninguna hazaa para el hombre mono, y desde este cobertizo salt al tejado de

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una estructura ms elevada y despus a otra que se hallaba al nivel de lo alto de la
muralla de la ciudad.
Itzl Cha, que haba mantenido los ojos fuertemente cerrados la mayor parle del
tiempo, los abri entonces de nuevo. Vio que Che, Seor del Bosque, la haba llevado
al tejado de un edificio. Entonces corra velozmente por el tejado hacia la callejuela
que se encontraba justo al franquear la muralla. No afloj el paso cuando se acerc al
borde del tejado; y esto hizo que Itzl Cha cerrara los ojos con fuerza otra vez, pues
saba que ambos iban a ser arrojados a la muerte y se estrellaran contra la calle.
En el borde del tejado, Tarzn dio un gran salto hacia delante y aterriz en la parte
superior de la muralla, al otro lado de la calle. Ms abajo se hallaba el tejado de paja
de la casa de un labriego, y salt a l, y de all al suelo. Un instante despus, mientras
Itzl Cha jadeaba para poder respirar, Tarzn corra por los campos cultivados hacia el
bosque.

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Captulo XV

L a vida en el campamento de los nufragos era ordenada y discurra en orden


militar, pues el coronel Leigh haba tomado el mando. Como careca de
cornetas, haba instalado la campana del barco, que sonaba a las seis en punto cada
maana, una estruendosa imitacin del despertador; as convocaba a todos para
reunirse tres veces al da, y anunciaba retreta a las nueve y toque de silencio cada
noche a las diez. Unos centinelas protegan el campamento las veinticuatro horas del
da, y grupos de trabajo patrullaban, o cortaban madera, o recogan los alimentos
naturales que la jungla les ofreca. En realidad, era un campo modlico, del que a
diario partan grupos de pesca remando por la laguna, y grupos de caza penetraban en
la jungla en busca de carne, con el fin de variar la monotona de su dieta de frutas y
verduras. Era obligacin de las mujeres mantener los alojamientos en orden y hacer
algn remiendo cuando era preciso.
La misteriosa desaparicin de Tarzn y su prolongada ausencia era tema de
considerable conversacin.
Que se vaya con viento fresco dijo Penelope Leigh. Nunca, desde la
primera vez que vi a esa terrible criatura, me he sentido segura hasta ahora.
No s cmo puedes decir eso repuso su sobrina; yo me sentira mucho
ms segura si l estuviera aqu.
Una nunca saba cundo podra meterte en su cabeza para comrsete insisti
miss Leigh.
Estuve encerrada con l dos das en aquella jaula dijo Janette Laon, y
nunca dio la ms mnima muestra de no ser civilizado, y mucho menos de ser capaz
de hacerme ningn dao.
Brrr! resoll Penelope, quien an no haba condescendido en reconocer la
existencia de Janette, y mucho menos hablarle. La primera vez que la vio haba
decidido que Janette era una chica ligera de cascos; y cuando Penelope Leigh decida
una cosa, ni siquiera un decreto del Parlamento poda hacerla cambiar.
Antes de que se marchara, haba estado confeccionando armas record
Patricia, y supongo que fue al bosque a cazar; tal vez un len o un tigre le
alcanzara.
Le estara bien empleado espet miss Leigh. La simple idea de dejar libres
a todas estas bestias en esta isla con nosotros Ser un milagro si no acabamos todos
devorados.
Se adentr en la jungla sin armas de fuego mascull Janette Laon, casi para
s; o que el coronel Leigh deca que no faltaba ni una pistola. Imagnense:
adentrarse en la selva donde saba que estaban todas aquellas bestias feroces, y solo
con un arpn y un arco y flechas de fabricacin casera.
Miss Leigh detestaba demostrar inters por la conversacin de Janette Laon, pero
no pudo resistir la tentacin de intervenir de nuevo:

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Probablemente est medio chiflado; la mayora de estos salvajes lo estn.
No lo s dijo Janette Laon con dulzura, nunca he tenido ocasin de estar
con ninguno.
Miss Leigh sorbi por la nariz y Patricia se volvi para ocultar una sonrisa.
Algernon Wright-Smith, el capitn Bolton y el doctor Crouch estaban cazando. Se
haban adentrado en la jungla en direccin norte con la esperanza de traer carne
fresca al campamento. Seguan un estrecho sendero en cuya tierra hmeda podan
identificar de vez en cuando las huellas de un cerdo, y estas les daban esperanzas y
les impulsaban a seguir.
Qu lugar tan desagradable para encontrarse con un elefante coment
Crouch.
Ya lo creo coincidi Algy.
Miren all! exclam Bolton, que iba ms adelante.
De qu se trata? pregunt Crouch.
La huella de un tigre o de un len respondi Bolton; tambin es reciente;
la bestia debe de acabar de cruzar el sendero.
Crouch y Algy examinaron la huella de la pata de la bestia en la blanda tierra.
Tigre dijo Crouch; no cabe duda; he visto demasiadas para confundirme.
Mal lugar para tropezarse con un tigre dijo Algy; yo un rugido le
interrumpi. Caray! exclam. Ah est el tipo.
Dnde? pregunt Bolton.
All, a la izquierda seal Crouch.
No veo nada dijo Algy.
Creo que deberamos regresar dijo Bolton; aqu no tendramos ninguna
oportunidad si esa bestia atacara; uno de nosotros seguro que resultara muerto y
tal vez ms de uno.
Creo que tiene razn convino Crouch; no me gusta la idea de tener ese
tipo entre nosotros y el campamento.
De pronto se oy el ruido de maleza que era aplastada, a poca distancia de ellos.
Dios mo! exclam Algy. Ah viene! mientras arrojaba su rifle y se
encaramaba a un rbol.
Los otros hombres siguieron el ejemplo de Algy, y no con calma, pues se hallaban
apenas fuera de peligro cuando un gran tigre de Bengala irrumpi desde la maleza y
sali al sendero. Se qued unos instantes mirando alrededor y luego vio a los
hombres en los rboles y rugi. Tena sus terribles ojos verde amarillentos y su
rugiente rostro vueltos hacia ellos.
Crouch se ech a rer, y los otros dos hombres le miraron con sorpresa.
Me alegro de que no haya nadie aqu para ver esto dijo; sera un golpe
terrible para el prestigio britnico.
Qu otra cosa podamos hacer, diantres? pregunt Bolton. Sabe tan bien
como yo que no tenamos ni la ms mnima posibilidad contra l, ni siquiera con tres

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rifles.
Claro que no dijo Algy; no hemos podido verle para disparar hasta que ha
estado sobre nosotros. Hemos tenido suerte de que hubiera a mano algunos rboles
para poder trepar enseguida; buenos rboles viejos; siempre me han gustado los
rboles.
El tigre se acerc rugiendo, y cuando estuvo bajo el rbol en el que Algy se haba
refugiado, se agazap y salt.
Por Jpiter! exclam Algy, trepando por el rbol para alejarse; ese bicho
ha estado a punto de pillarme.
Otras dos veces salt el tigre para alcanzar a alguno de ellos, y luego se alej por
el sendero y, a cierta distancia, se tumb, paciente.
Ese bicho nos tiene bien cogidos dijo Bolton.
No se quedar ah eternamente replic Crouch.
Bolton mene la cabeza.
Espero que no dijo, pero tienen una cantidad de paciencia asombrosa;
conozco a un tipo que tuvo que estar en un rbol toda la noche en Bengala.
Oh, vaya, no podra hacer eso objet Algy. Por qu nos toma, por un
puado de tontos? Cree que bajaremos para que se nos coma?
Probablemente cree que cuando estemos maduros caeremos al suelo, como
manzanas y otras cosas.
Esto es endemoniadamente incmodo dijo Algy al cabo de un rato. Estoy
bastante harto. Ojal tuviera mi rifle.
Est ah abajo, al pie de tu rbol indic Crouch; por qu no bajas y lo
coges?
Caramba! exclam Algy; acabo de tener una idea. Observad. Se quit
la camisa, empez a desgarrarla en tiras, que at una con otra, y cuando tuvo una
larga especie de cuerda, hizo un nudo corredizo en un extremo; entonces baj a una
rama ms baja y dej caer el extremo del nudo cerca de la boca del rifle, que por la
forma en que el arma haba cado se elev unos cinco centmetros del suelo.
Hbil, verdad? coment Algy.
Mucho dijo Bolton. El tigre est admirado de tu ingenuidad; ves cmo te
observa? Si este nudo se agarra detrs de la mira, puedo subir esa maldita cosa
hasta aqu arriba, y despus el amigo con rayas sabr lo que es bueno.
Deberas haber sido ingeniero, Algy brome Crouch.
Mi madre quera que estudiara para la Iglesia dijo Algy, y mi padre quera
que ingresara en el cuerpo diplomtico; los dos me aburran, as que me limitaba a
jugar a tenis.
Y eras un desastre aadi Crouch, riendo.
De acuerdo! admiti Algy. Mirad! Ya lo tengo.
Despus de mucho probar, el nudo corredizo se haba deslizado en el can del
rifle, y mientras Algy tiraba hacia arriba con cuidado se tens; entonces empez a

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subir el arma hacia l.
La tena a treinta centmetros de la mano cuando el tigre se puso en pie de un
salto lanzando un rugido y atac. Cuando la bestia salt en el aire hacia Algy, este lo
solt todo y se encaram al rbol para ponerse a salvo, mientras las garras del tigre
araaban ya a menos de tres centmetros de su pie.
Uuuffff! exclam Algy cuando lleg a una rama ms alta.
Ahora has perdido hasta la camisa dijo Crouch.
El tigre se qued mirando hacia arriba unos instantes, rugiendo y dando coletazos,
y luego dio media vuelta y se tumb de nuevo.
Creo que ese bicho nos har estar aqu toda la noche dijo Algy.

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Captulo XVI

K rause y sus compaeros no haban caminado dos das para alejarse del
campamento de los nufragos, como Tarzn les haba ordenado que hicieran.
Solo haban recorrido unos seis o siete kilmetros costa arriba, donde haban
acampado junto a otro riachuelo que iba a parar al ocano. Formaban un grupo
amargado y enojado cuando se sentaron en cuclillas desconsolados en la playa y
comieron la fruta que haban hecho coger a los lascares. Estuvieron sudando y
echando humo un par de das e hicieron planes y se pelearon. Krause y Schmidt
queran mandar, y Schmidt gan porque Krause era el mayor cobarde y tena miedo
de aquel loco. Abdullah Abu Njm se sent aparte; les odiaba a todos. Oubanovitch
hablaba mucho en un tono de voz elevado y defenda que todos deberan ser
camaradas y nadie debera mandar. Los mantena juntos un solo hilo de inters
comn: su odio a Tarzn, porque les haba echado sin armas ni municin.
Podramos regresar por la noche y robar lo que necesitamos sugiri
Oubanovitch.
He estado pensando lo mismo dijo Schmidt. Regresa ahora, Oubanovitch,
y haz un reconocimiento del terreno. Puedes ocultarte en la jungla justo fuera de su
campamento y obtener un buen plano del terreno, para que sepamos exactamente
dnde guardan los rifles.
Ve t mismo replic Oubanovitch, no puedes darme rdenes.
Yo estoy al mando grit Schmidt, ponindose en pie de un salto.
Oubanovitch tambin se puso en pie. Era un bruto de una gran corpulencia,
mucho ms voluminoso que Schmidt.
Y qu! exclam.
No tiene sentido que discutamos entre nosotros intervino Krause. Por qu
no mandas a un lascar?
Si tuviera un arma, este sucio comunista me obedecera rezong Schmidt, y
luego llam a uno de los marineros lascares. Ven aqu, Chuldrup orden.
El lascar se alej cabizbajo, con expresin hosca y el entrecejo fruncido. Odiaba a
Schmidt; pero toda su vida haba recibido rdenes de hombres blancos y la costumbre
estaba muy arraigada en l.
Ve al otro campamento le indic Schmidt; te escondes en la jungla, ves
dnde estn las armas, dnde guardan las balas.
No, no replic Chuldrup; en la jungla, tigre.
Ya lo creo que irs! grit Schmidt, y dio un puetazo al marinero que le
hizo caer al suelo. Yo te ensear. El marinero se puso en pie; era un caldero de
odio hirviendo. Quera matar al hombre blanco, pero todava tena miedo. Ahora
vete de aqu, maldito perro! le chill Schmidt; y procura no volver hasta que
hayas descubierto lo que quiero saber.
Chuldrup se volvi y se alej, y un momento despus la jungla se cerr tras l.

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* * *

Vaya! exclam Algy. Qu est haciendo ahora ese bicho?


El tigre se haba despertado y estaba de pie, con las orejas hacia delante, mirando
atrs por el sendero. Lade la cabeza, para or mejor.
Oye que viene algo sugiri Bolton.
All va dijo Crouch, cuando el tigre se meti en la maleza junto al sendero.
Ahora es nuestra oportunidad exclam Algy.
No ha ido lejos dijo Bolton; est ah mismo, puedo verlo.
Intenta engaarnos aadi Crouch.

* * *

Chuldrup tena muchsimo miedo; tema la jungla, pero tema an ms regresar a


Schmidt sin la informacin que el hombre quera. Se detuvo un momento para
reflexionar sobre el asunto; podra volver y esconderse en la jungla un tiempo cerca
del campamento de Schmidt y luego, cuando hubiera transcurrido tiempo suficiente
para cumplir su misin, regresar a Schmidt e inventar una historia sobre la
localizacin de las armas y las balas?
Chuldrup se rasc la cabeza, y se le encendi la luz de una gran idea: ira al
campamento de los ingleses, les dira lo que Schmidt planeaba y les pedira que le
dejaran quedarse con ellos. Esta, lo saba, era una de las mejores ideas que haba
tenido en toda su vida; y por eso se volvi y trot alegremente por el sendero.
Viene algo susurr Crouch; puedo orlo y un instante despus Chuldrup
apareci trotando ante sus ojos.
Los tres hombres le avisaron a gritos simultneamente, pero demasiado tarde.
Cuando el lascar se detuvo, atnito, y levant la mirada hacia ellos, sin entender nada
por un instante, un gran tigre salt desde la maleza y, ponindose sobre las dos patas
traseras, agarr al hombre por el hombro.
Chuldrup se puso a gritar; la gran bestia le zarande y luego se volvi y le
arrastr, adentrndose en la maleza, mientras los tres ingleses, horrorizados,
contemplaban la escena sin poder hacer nada.
Durante un rato oyeron los gritos del hombre mezclados con los rugidos del tigre
y despus los gritos cesaron.
Dios mo! exclam Algy; ha sido espantoso.
S dijo Bolton, pero es nuestra oportunidad; ahora no molestar a nada que
no se acerque a su presa.
Con cautela y en silencio, descendieron al suelo, cogieron sus rifles y echaron a
andar de regreso al campamento; pero los tres estaban conmocionados por la tragedia

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que haban presenciado.

* * *

En el campamento el trabajo del da estaba hecho; ni siquiera el coronel Leigh pudo


encontrar algo ms para mantener ocupados a los hombres.
Debo de estar hacindome viejo dijo a su esposa.
Hacindote viejo? pregunt ella. Lo acabas de descubrir?
El coronel sonri con indulgencia; siempre se alegraba cuando Penelope se
comportaba como era ella. Cada vez que deca algo agradable o amable, se
preocupaba.
S prosigui l. Debo de estar perdiendo facultades; no se me ocurre nada
para que hagan estos hombres.
Me parece que aqu hay mucho para hacer dijo Penelope. Yo siempre
estoy ocupada.
Creo que los hombres se merecen un poco de ocio intervino Patricia; han
estado trabajando sin parar desde que hemos llegado aqu.
No hay nada que alimente ms el descontento que la ociosidad dijo el
coronel; pero voy a dejarles libres el resto del da.
Hans de Groote y Janette Laon estaban sentados juntos en la playa, hablando.
La vida es curiosa dijo el hombre. Solo unas semanas atrs me mora de
ganas de ver Nueva York por primera vez. Joven, sin compromiso y con tres meses
de paga en el bolsillo; qu bien pensaba pasarlo all! Y ahora estoy en algn lugar
del ocano Pacfico, en una isla de la que nadie ha odo hablar; y eso no es lo peor.
Y qu es lo peor? pregunt Janette.
Que me gusta respondi De Groote.
Te gusta! exclam ella. Pero cmo puede ser que te guste?
Porque ests t aqu confes l.
La muchacha le mir con sorpresa.
No lo entiendo dijo ella; estoy segura de que no puedes querer decir lo que
parece.
Pero as es replic l; yo su moreno rostro se sonroj. Por qu
esas dos palabras cuestan tanto de decir cuando las dices de corazn?
Ella puso una mano sobre la de l.
No debes pronunciarlas dijo; nunca debes decrmelas a m.
Por qu? pregunt l.
Sabes lo que he sido: yendo de aqu para all en Singapur, Saign, Batavia
Te quiero dijo Hans de Groote, y entonces Janette Laon prorrumpi en
lgrimas; haca mucho tiempo desde la ltima vez que haba llorado, salvo de rabia o
desesperacin.
No te lo permitir dijo. No te lo permitir.

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No me quieres un poquito, Janette? pregunt l.
No te lo dir respondi ella; jams te lo dir.
De Groote le apret la mano y sonri.
Ya me lo has dicho dijo.
Y entonces fueron interrumpidos por la voz de Patricia, que gritaba:
Eh, Algy!, dnde est tu camisa?
Los cazadores haban regresado y los europeos se reunieron para or su historia.
Cuando hubieron terminado, el coronel gru.
Eso es todo dijo; no habr ms caza en la jungla; nadie tendra ninguna
posibilidad contra un tigre o un len en esa maraa de maleza.
Todo es culpa tuya, William espet miss Leigh; deberas haber tomado el
mando absoluto; no deberas haber permitido que el salvaje soltara a esas bestias con
nosotros.
Todava creo que fue una accin muy noble replic el coronel, y no
olvides que era tan peligroso para l como para nosotros. Que sepamos, es posible
que a ese pobre diablo ya le haya matado una de ellas.
Y le estar bien empleado dijo miss Leigh; cualquiera que vaya por ah de
la forma en que l lo hace, en presencia de damas, no tiene por qu vivir; al menos
entre gente decente.
Creo que ese tipo era muy correcto dijo el coronel, y no olvides, Penelope,
que de no ser por l probablemente estaramos en una situacin mucho peor de la que
estamos ahora.
No olvides, ta Penelope, que l te rescat del Saign.
Hago todo lo posible por olvidarlo concluy miss Leigh.

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Captulo XVII

C uando Itzl Cha se dio cuenta de que se la estaban llevando hacia la jungla, ya no
estaba muy segura de cules eran sus sentimientos. En Chichn Itz le esperaba
una muerte segura, pues a los dioses no se les poda robar alegremente sus vctimas;
y, en caso de que algn da regresara, saba que volvera a ser ofrecida en sacrificio.
Qu le esperaba, no poda ni adivinarlo siquiera, pero Itzl Cha era joven y la vida era
dulce, y tal vez Che, Seor del Bosque, no la matara.
Cuando llegaron a la jungla, Che hizo algo asombroso: salt a una rama baja de
un rbol y luego subi, levantndola a ella del suelo con un gesto veloz. Ahora estaba
en verdad aterrada.
Despus Che se detuvo y lanz un largo grito: un grito horripilante que reson en
todo el bosque; luego prosigui su camino.
La muchacha haba reunido suficiente valor para mantener los ojos abiertos, pero
despus vio algo que le hizo desear volver a cerrarlos; sin embargo, fascinada, no lo
hizo y vio a los dos dioses terrenales de los que Thak Chan haba hablado. Cuando
estos llegaron junto a Che, los tres se detuvieron y hablaron en aquella lengua que
ella no poda entender. Fue entonces cuando Itzl Cha se atrevi a echar un vistazo
abajo, al suelo, un pequeo claro en cuyo borde se encontraban, y all vio el cuerpo
de una bestia terrible; saba que era la misma que Che haba rescatado: Thak Chan, el
cazador.
Deseaba que los escpticos de Chichn Itz pudieran ver todo lo que ella haba
visto, pues entonces sabran que en verdad se trataba de dioses; y lamentaran y
tendran miedo por la forma en que haban tratado al Seor del Bosque.
Su divino salvador la llev a un sendero de montaa y all la dej en el suelo y le
permiti caminar. Ahora ella poda verle bien; qu guapo era. Un dios, en verdad. Los
dos dioses terrenales caminaban pesadamente con ellos, y de tener miedo Itzl Cha
pas a sentirse muy orgullosa al pensar en la compaa con la que estaba. Qu otra
muchacha de Chichn Itz haba jams caminado junto a tres dioses?
Despus llegaron a un lugar donde el sendero pareca terminar, desapareciendo en
el borde de un espantoso precipicio, pero Che, Seor del Bosque, no vacil. Se limit
a echarse al hombro a Itzl Cha otra vez y descendi la pendiente con la misma
facilidad con que lo hicieron los dos dioses terrenales.
Sin embargo, Itzl Cha no poda por menos de sentir terror cuando miraba abajo; y
por eso cerr los ojos con fuerza, contuvo el aliento y apret su cuerpecillo al de Che,
Dios del Bosque, que se haba convertido para ella en algo as como un refugio.
Al fin llegaron abajo, y una vez ms el Seor del Bosque alz su voz. Lo que dijo
le son a Itzl Cha como: Yud, Tantor, yud!. Y eso era exactamente lo que haba
dicho: Ven, Tantor, ven!.
Poco despus oy Itzl Cha un ruido como jams hasta entonces haba odo, un
ruido que ningn otro maya haba odo jams: el barritar de un elefante.

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Para entonces, Itzl Cha crea que haba visto todos los milagros que se podan ver
en el mundo, pero cuando un gran elefante macho irrumpi en la jungla, derribando
los rboles que se interponan en su camino, la pequea Itzl Cha lanz un grito y se
desmay.
Cuando Itzl Cha recuper el conocimiento, no abri los ojos de inmediato. Era
consciente de que un brazo la rodeaba, y de que su espalda se apoyaba en un cuerpo
humano; pero qu era lo que haba causado aquel extrao movimiento, y qu era
aquella superficie tosca sobre la que estaban sus piernas desnudas?
Temerosa, Itzl Cha abri los ojos; pero inmediatamente lanz un grit y volvi a
cerrarlos. Estaba sentada en la cabeza de aquella terrible bestia que haba visto!
El Seor del Bosque estaba sentado detrs de ella, y era su brazo el que la
rodeaba, para impedir que cayera al suelo. Los dioses terrenales saltaban de rbol en
rbol junto a ellos; parecan estar discutiendo. Todo aquello era demasiado para la
pequea Itzl Cha; en un breve perodo de una o dos horas, haba experimentado toda
una vida de emociones y aventuras.

* * *

La tarde iba llegando a su fin. Lum Kip preparaba la cena para los europeos. No era
una tarea difcil; haba pescado para frer y algunos tubrculos para hervir. La fruta
completaba el men. Lum Kip estaba alegre y feliz; le gustaba trabajar para los
diablos extranjeros; le trataban bien y el trabajo no era ni mucho menos tan arduo
como cortar lea.
Las dos muchachas del grupo y la mayora de los hombres estaban sentados en el
suelo, hablando de los acontecimientos del da, en particular de la expedicin de caza
que haba acabado en tragedia. Patricia se pregunt si volveran a ver a Tarzn alguna
vez, y entonces se pusieron a hablar sobre el hombre salvaje y su probable destino. El
coronel se encontraba en su choza afeitndose, y su esposa estaba sentada frente a
ella remendando, cuando algo le llam la atencin, y, cuando mir hacia el bosque,
lanz un penetrante chillido y se desmay. Al instante todos se hallaban en pie; el
coronel, con la cara medio enjabonada, sali precipitadamente de la cabaa.
Patricia Leigh-Burden exclam:
Oh, Dios mo, mirad!
Procedente de la jungla se acercaba un gran elefante macho, y en su cuello iba
sentado Tarzn sosteniendo a una muchacha semidesnuda frente a l; dos orangutanes
caminaban pesadamente a una distancia prudente a cada lado. No era de extraar que
Penelope Leigh se hubiera desmayado. El elefante se detuvo a unos pasos del bosque.
Ver a toda aquella gente era demasiado para l, y no quera ir ms lejos. Tarzn, con
la muchacha en brazos, se desliz al suelo, y, sujetndole la mano, la condujo hacia el
campamento.
Itzl Cha crey que todos ellos deban de ser dioses, pero ahora haba desaparecido

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gran parte de su miedo, pues el Seor del Bosque no le haba hecho ningn dao, y
tampoco los dioses terrenales, as como tampoco se lo haba hecho la enorme bestia
sobre la cual haba sido conducido a travs de la jungla.
Patricia Leigh-Burden tena una expresin interrogativa en el rostro y un poco
recelosa ante la muchacha que caminaba al lado de Tarzn. Uno de los marineros que
trabajaban cerca dijo a otro:
Este tipo trabaja rpido.
Patricia oy el comentario y apret los labios.
Tarzn fue saludado con un silencio, pero era el silencio de la sorpresa. El coronel
estaba ocupado con su esposa, y despus ella abri los ojos:
Dnde est? susurr. Esa criatura! Debes echarla del campamento
inmediatamente, William, a l y a esa inmoral muchacha que va con l. Los dos
juntos no tienen ropa suficiente ni para cubrir decentemente a un beb. Supongo que
se march a alguna parte y rob a una mujer, una mujer india.
Oh, cllate ya, Penelope dijo el coronel, un poco irritado; no sabes nada de
lo que ha pasado y yo tampoco.
Bueno, pues ser mejor que te ocupes de averiguarlo replic miss Leigh.
No tengo intencin de permitir que Patricia permanezca en el mismo campamento
que semejante gente, y tampoco yo me quedar.
Tarzn se dirigi directamente hacia Patricia Leigh-Burden.
Quiero que cuides de esta muchacha le dijo.
Yo? pregunt Patricia con arrogancia.
S, t respondi l.
Vamos, vamos intervino el coronel, con la cara todava medio enjabonada,
qu significa todo esto, seor?
Hay una ciudad al sur de donde nos encontramos explic Tarzn, una
ciudad de buen tamao, y tienen algunos ritos en los que sacrifican seres humanos;
esta muchacha estaba a punto de ser sacrificada, cuando yo he tenido la suerte de
poder llevrmela. No puede regresar all porque, como es de suponer, la mataran; por
lo tanto, tendremos que cuidar de ella. Si su sobrina no lo hace, estoy seguro de que
Janette lo har.
Claro que cuidar de ella dijo Patricia; quin ha dicho que no lo hara?
Ponle algo de ropa indic miss Leigh; esto es sumamente desagradable.
Tarzn la mir con aire de repugnancia.
Es su mente perversa la que necesita ropa dijo.
Penelope Leigh se qued con la boca abierta. Permaneci as y sin decir palabra
unos instantes; luego dio media vuelta y entr en su choza pisando fuerte.
Y digo yo intervino Algy, cmo demonios has conseguido que el
elefante te dejara montar en su cabeza? Era uno de esos salvajes machos africanos?
Cmo consigues t que tus amigos te hagan un favor? pregunt Tarzn.
Pero, bueno, yo, vers, no tengo amigos de esa clase.

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Qu lstima se limit a decir el hombre mono. Entonces se volvi hacia el
coronel. Debemos tomar todas las precauciones posibles contra cualquier ataque
dijo; en esa ciudad hay muchos guerreros, y no me cabe duda de que efectuarn
una bsqueda de esa muchacha; al final encontrarn nuestro campamento. Por
supuesto, no estn acostumbrados a las armas de fuego, y si estamos siempre alerta,
tenemos poco que temer; pero sugiero que solo se adentren en la jungla grupos muy
fuertes.
Acabo de dar la orden de que nadie penetre en la jungla replic el coronel.
El capitn Bolton, el doctor Crouch y mster Wright-Smith han sido atacados hoy por
uno de sus tigres.

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Captulo XVIII

D urante seis semanas, la vida en el campamento transcurri con monotona y sin


incidente alguno; y durante ese tiempo, Patricia Leigh-Burden ense a Itzl
Cha a hablar y a comprender suficiente ingls para que la muchachita maya pudiera
mantener al menos una mnima conversacin con los otros, mientras Tarzan dedicaba
gran parte de su tiempo a aprender la lengua maya de ella. De todo el grupo, solo
Tarzn se aventuraba de vez en cuando a penetrar en la jungla; y a menudo regresaba
de sus excursiones con un jabal.
Su ausencia del campamento despertaba siempre la ira de Penelope Leigh.
Es impdico e insubordinado se lamentaba a su esposo. T diste rdenes
estrictas de que nadie entrara en la jungla, y l te desobedece deliberadamente.
Deberas escarmentarle.
Qu sugieres que haga con l, querida? pregunt el coronel. Debo
matarle y descuartizarle, o solo dispararle al amanecer?
No te hagas el gracioso, William; no te pega. Simplemente, deberas insistir en
que obedezca las normas que t has impuesto.
Y quedarnos sin cerdo fresco? pregunt el coronel.
No me gusta el cerdo espet miss Leigh. Adems, no me gustan los
tejemanejes en este campamento; mster De Groote ha intimado demasiado con esa
mujer francesa; y el hombre salvaje siempre est rondando a la muchacha india.
Mrales ahora; siempre estn hablando; y ya puedes imaginar lo que le est diciendo.
Est intentando aprender su lengua explic el coronel; lo que puede
resultarnos muy til ms adelante, si alguna vez tenemos que tratar con su gente.
Mmm! mascull miss Leigh; bonita excusa. Y el modo en que visten! Si
puedo encontrar algn artculo en las provisiones del barco la convertir en una
Madre Hubbar; y en cuanto a l, deberas decirle algo al respecto. Y ahora mira:
ah va Patricia a hablar con ellos. William, debes poner fin a toda esta tontera; es
indecente.
El coronel William Cecil Hugh Percival Leigh suspir; la suya no era una
existencia absolutamente feliz. Muchos de los hombres estaban empezando a dar
muestras de inquietud e irritacin, y haba algunos que haban empezado a poner en
duda su derecho a darles rdenes. l mismo tambin se lo preguntaba, pero saba que
las condiciones se volveran insoportables si no haba alguna autoridad. Por supuesto,
Algy, Bolton, Tibbet y Crouch le apoyaban, igual que De Groote y Tarzn. De quien
ms dependa era de Tarzn, pues se daba cuenta de que era un hombre que no
tolerara la ms mnima tontera en caso de un motn. Y ahora su esposa quera que
insistiera en que aquel hombre medio salvaje se pusiera pantalones. El coronel
suspir de nuevo.
Patricia se sent junto a Tarzn e Itzl Cha.
Cmo va la clase de maya? pregunt ella.

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Itzl Cha dice que lo hago esplndidamente respondi Tarzn.
E Itzl Cha empieza a dominar el ingls, ms o menos dijo Patricia; ella y
yo casi podemos mantener una conversacin inteligente. Me ha contado algunas
cosas muy interesantes. Sabes por qu iban a sacrificarla?
A algn dios, supongo respondi Tarzn.
S, a un dios llamado Che, Seor del Bosque, para apaciguarle por la afrenta
que le haba hecho un hombre que afirmaba que t eras Che, Seor del Bosque.
Itzl Cha est segura, por supuesto, de que fue rescatada nada menos que por
Che, Seor del Bosque; y dice que mucha de su gente tambin lo creer. Dice que es
la primera vez en la historia de su pueblo que ha venido un dios y se le ha visto vivo,
por lo que le ofrecan el sacrificio. Eso le ha producido una profunda impresin y
nadie puede convencerla de que t no eres Che.
Su propio padre la ofreci como sacrificio para ganarse el favor de los dioses
prosigui Patricia. Es sencillamente horrible, pero es su forma de vida; Itzl Cha
dice que los padres lo hacen a menudo. Aunque las vctimas suelen ser esclavos y
prisioneros de guerra.
A m me ha contado un montn de cosas interesantes sobre su gente y sobre la
isla dijo Tarzn. La isla se llama Uxmal, por una ciudad de Yucatn de la que su
pueblo emigr hace cientos de aos.
Entonces tienen que ser mayas observ Patricia.
Es muy interesante dijo el doctor Crouch, que se haba reunido con ellos.
Por lo que nos has contado de tus experiencias en su ciudad, Y por lo que Itzl Cha
nos ha contado, es evidente que han conservado su religin y su cultura casi intactas
en el transcurso de los siglos desde que emigraron. Qu campo sera para un
antroplogo y para un arquelogo. Si pudieras establecer relaciones amistosas con
ellos, tal vez podramos resolver los enigmas de los jeroglficos en sus estelas y
templos de Amrica Central y Amrica del Sur.
Como lo ms probable es que permanezcamos aqu el resto de nuestra vida
le record Patricia, nuestros conocimientos contribuiran muy poco al bien del
mundo.
No puedo creer que nunca nos rescatarn dijo el doctor Crouch. Por cierto,
Tarzn, esta aldea que visitaste es la nica que hay en la isla?
No lo s respondi el hombre mono, pero estos mayas no son las nicas
personas que estn aqu. En el extremo norte de la isla hay un asentamiento de lo que
Itzl Cha denomina gente muy mala. La historia de la isla, transmitida en gran parte
oralmente, indica que los supervivientes de un naufragio se casaron con los
aborgenes de la isla, y sus descendientes son los que viven en este asentamiento;
pero no confraternizan con los aborgenes que viven en la parte central de la isla.
Quieres decir que aqu hay poblacin nativa? pregunt el doctor Crouch.
S, y estamos acampados justo en el lmite sudoeste de sus dominios. Nunca me
he adentrado lo suficiente en su territorio para ver a ninguno, pero Itzl Cha dice que

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son canbales muy salvajes.
Qu agradable lugar eligi el destino para abandonarnos en una isla desierta
observ Patricia, y luego, para hacerlo todo ms agradable, tuviste que soltar un
montn de leones y tigres.
Tarzn sonri.
Al menos no pereceremos de aburrimiento coment Janette Laon.
El coronel Leigh, Algy y Bolton se acercaron y luego De Groote se uni al grupo.
Algunos de los hombres acaban de venir a m dijo el holands y queran
preguntarle, coronel, si podran intentar desguazar el Saign y construir un bote para
salir de aqu. Me han dicho que prefieren arriesgarse a morir en el mar que pasar aqu
el resto de su vida.
No puedo reprochrselo dijo el coronel. Qu piensa usted de ello,
Bolton?
Podra hacerse respondi el capitn.
En cualquier caso, les mantendr ocupados aadi el coronel, y si
estuvieran haciendo algo que quieren hacer, no estaran todo el tiempo quejndose.
No s dnde lo construiran dijo Bolton. Sin duda, no pueden construirlo
en el arrecife; y no servira de nada hacerlo en la orilla, pues el agua de la laguna
sera demasiado poco profunda para que flotara.
Hay agua profunda en una ensenada situada cerca de una milla al norte de aqu
dijo Tarzn, y ningn arrecife.
Para cuando esos tipos hayan descuartizado al Saign dijo Algy y lo
hayan llevado a una milla por la costa, estarn demasiado agotados para construir un
bote.
O sern demasiado viejos sugiri Patricia.
Quin disear el bote? pregunt el coronel.
Los hombres me han pedido hacerlo ellos mismos respondi De Groote;
mi padre es constructor de barcos y trabaj en su astillero antes de hacerme a la mar.
No es mala idea dijo Crouch; crees que podris construir un bote lo
bastante grande para que quepamos todos?
Depende de qu cantidad de restos del Saign podamos recuperar respondi
De Groote. Si tuviramos otra fuerte tormenta, pronto todo el barco podra quedar
destrozado.
Algernon Wright-Smith hizo un gesto amplio con el brazo sealando hacia la
jungla.
Aqu tenemos mucha madera dijo, si nos falla el Saign.
Eso costara muchsimo trabajo replic Bolton.
Bueno, tenemos toda nuestra vida para hacerlo, amigo le record Algy.

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Captulo XIX

T ranscurridos dos das sin que Chuldrup hubiera regresado, Schmidt envi a otro
lascar a la jungla con rdenes de ir al campamento de Tarzn y obtener
informacin sobre las armas y la municin.
Los lascares haban montado un campamento separado, a poca distancia del que
ocupaban Schmidt, Krause, Oubanovitch y el rabe. Haban estado muy ocupados,
pero ninguno de los cuatro hombres del campamento menor les haba prestado
atencin alguna, limitndose a llamar a alguno cuando queran dar alguna orden.
El segundo hombre al que Schmidt haba enviado a la jungla jams regres.
Schmidt estaba furioso, y al tercer da orden que fueran dos hombres. Estos
permanecieron ante l con aire hosco, escuchndole. Cuando hubo terminado, se
dieron la vuelta y regresaron a su campamento. Schmidt les observ; vio que se
sentaban con sus compaeros. Esper un momento para ver si se marchaban, pero no
lo hicieron. Entonces se dirigi hacia su campamento rojo de ira.
Ya les ensear yo mascull; les ensear quin es el jefe aqu, esos
pobres diablos morenos. Pero cuando se aproximaba a ellos, quince lascares se
pusieron en pie para hacerle frente, y vio que iban armados con arcos y flechas y
lanzas de madera. He aqu el trabajo que les haba mantenido tan ocupados durante
tantos das.
Schmidt y los lascares se quedaron quietos frente a frente unos instantes; luego,
uno de estos ltimos dijo:
Qu buscas aqu?
Eran quince, quince hombres hoscos y con el gesto torcido, todos ellos bien
armados.
No sois vosotros dos los hombres que vais a ir a descubrir dnde estn las
armas y la municin para que podamos hacernos con ellas? pregunt.
No respondi uno de los dos. Si lo quieres saber, ve t. Nadie recibe ms
rdenes. Vete. Vuelve a tu campamento.
Esto es un motn! bram Schmidt.
Vete dijo un corpulento lascar, y puso una flecha en su arco.
Schmidt se dio la vuelta y se alej pesadamente.
Qu ocurre? pregunt Krause, cuando Schmidt lleg a su campamento.
Esos demonios se han amotinado respondi Schmidt y todos estn
armados; se han construido arcos, flechas y lanzas.
El alzamiento del proletariado! exclam Oubanovitch. Me unir a ellos y
les dirigir. Es glorioso, glorioso; la revolucin mundial ha llegado incluso hasta
aqu!
Cierra el pico! espet Schmidt; eres un pelmazo.
Espera a que organice a mis gloriosos revolucionarios exclam Oubanovitch
, entonces no dirs lo mismo; entonces ser el camarada Oubanovitch eso, y el

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camarada Oubanovitch aquello. Ahora voy a ver a mis camaradas que se han
alzado con todo su poder y se arrancarn el yugo del capitalismo de sus cuellos.
Ech a andar jubiloso hacia el campamento de los lascares.
Camaradas! grit. Enhorabuena por vuestra gloriosa hazaa. He venido
para dirigiros a victorias mayores. Marcharemos al campamento de los capitalistas
que nos echaron. Los liquidaremos, y cogeremos todas sus armas y su municin y
todas sus provisiones.
Quince hombres ceudos le miraron en silencio unos instantes; luego, uno de
ellos dijo:
Vete.
Pero! exclam Oubanovitch, he venido para unirme a vosotros; juntos
iremos a la gloriosa
Vete repiti el lascar.
Oubanovitch vacil hasta que varios de los hombres empezaron a acercarse a l;
entonces, dio media vuelta y regres al otro campamento.
Bueno, camarada le recibi Schmidt, con una sonrisa irnica, ha
terminado la revolucin?
Son unos estpidos respondi Oubanovitch.
Aquella noche los cuatro hombres tuvieron que ocuparse del fuego, que los
lascares haban mantenido encendido para ellos en los das pasados para protegerse
de las bestias salvajes; y tambin tuvieron que recoger lea. Ahora les toc a ellos
hacer turnos para montar guardia.
Bien, camarada dijo Schmidt a Oubanovitch, cmo te sientan las
revoluciones ahora que ests al otro lado de una?
Los lascares, al no tener a ningn hombre blanco que les diera rdenes, se
acostaron todos y dejaron que su fuego se extinguiera. Abdullah Abu Njm estaba de
guardia en el campamento menor cuando oy una serie de feroces gruidos
procedentes de la direccin del campamento de los lascares, y luego un grito de dolor
y de terror. Los otros tres hombres se despertaron y se pusieron en pie de un salto.
Qu ocurre? pregunt Schmidt.
El adrea, Seor de la Ancha Cabeza respondi el rabe.
Qu es eso? pregunt Oubanovitch.
Un len explic Krause; ha cogido a uno de ellos.
Los gritos de la infortunada vctima an resonaban en el silencio de la noche, pero
ahora venan de ms lejos del campamento de los lascares, ya que el len haba
arrastrado a su presa lejos de la presencia de los otros hombres. Despus cesaron los
gritos, y entonces les lleg un ruido an ms horripilante y horroroso: el desgarrar y
partir de carne y huesos mezclado con los gruidos del carnvoro.
Krause aadi lea a la fogata.
Ese maldito salvaje se quej, dejar sueltas aqu a esas bestias
Te est bien empleado dijo Schmidt; no tenas que haber cogido a un

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hombre blanco y ponerlo en una jaula.
Fue idea de Abdullah se lament Krause; a m no se me habra ocurrido si
l no me lo hubiera metido en la cabeza.
Aquella noche no se durmi ms en el campamento. Estuvieron oyendo al len
alimentndose hasta que se hizo de da, y entonces, con la menor oscuridad del
amanecer, lo vieron alejarse de su presa e ir al ro a beber; despus, desapareci en la
jungla.
Estar tumbado todo el da dijo Abdullah, pero volver para alimentarse
de nuevo.
Cuando Abdullah dej de hablar, se oy un sonido terrible procedente de la linde
de la jungla, y aparecieron dos formas: las hienas haban percibido el olor de la presa
del len y se pusieron a desgarrar lo que quedaba del lascar.
La noche siguiente los lascares no hicieron ninguna fogata; y desapareci otro.
Qu tontos! exclam Krause; ese len ya ha cogido la costumbre, y
ninguno de nosotros volver a estar jams a salvo aqu.
Son fatalistas dijo Schmidt; creen que todo lo que est ordenado de
antemano que ocurra tiene que ocurrir, y que no pueden hacer nada para impedirlo.
Bueno, yo no soy fatalista replic Krause. Despus de esto dormir en un
rbol y se pas el da siguiente construyendo una plataforma en un rbol en la linde
del bosque, ejemplo que los otros tres hombres se apresuraron a seguir. Incluso los
lascares se quedaron impresionados, y aquella noche lleg el len y rugi por los
campamentos vacos.
He soportado todo lo que puedo dijo Krause; voy a ir atrs y ver a ese
tipo, Tarzn. Prometer cualquier cosa si nos deja quedarnos en su campamento.
Cmo vas a llegar hasta all? pregunt Schmidt. Yo no volvera a
penetrar en esa jungla ni por veinte millones de marcos.
No tengo intencin de entrar en la jungla explic Krause. Voy a seguir la
playa. Siempre puedo escapar por el ocano si encuentro algo desagradable.
Creo que el adrea sera ms bueno con nosotros que Tarzn de los Monos
dijo el rabe.
Yo nunca le hice nada adujo Oubanovitch; debera dejarme volver.
Probablemente tiene miedo de que empieces una revolucin brome
Schmidt.
Pero finalmente decidieron intentarlo; y a la maana siguiente, temprano,
partieron por la playa hacia el otro campamento.

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Captulo XX

C hand, el lascar, observ a Krause y a sus tres compaeros echar a andar junto a
la playa en direccin al Campamento Saign.
Van al otro campamento dijo a sus compaeros. Vamos, nosotros tambin
iremos.
Y un momento despus seguan por la playa a los otros.
En el Campamento Saign, Tarzn estaba desayunando solo. Se haba levantado
temprano, pues tena planeado un da completo de trabajo. Solo Lum Kip estaba en
movimiento, preparando el desayuno en silencio. Despus Patricia sali de su choza y
se uni a Tarzn, sentndose a su lado.
Te has levantado temprano esta maana dijo.
Siempre me levanto ms temprano que los dems replic l, pero hoy
tena una razn especial; quiero empezar pronto.
Adnde vas a ir? le pregunt ella.
A explorar respondi l. Quiero ver lo que hay al otro lado de la isla.
Patricia se inclin hacia delante en gesto de inters, y puso un mano sobre la
rodilla de Tarzn.
Oh, puedo ir contigo? pregunt. Me encantara.
Desde el pequeo refugio que haban construido especialmente para ella, Itzl Cha
les observaba. Entorn sus ojos negros, chasque la lengua, y se apret con fuerza sus
pequeas manos.
No lo conseguiras, Patricia dijo Tarzn; no de la forma en que yo viajo.
En India atraves junglas explic ella.
No insisti l con decisin; viajar por tierra aqu es demasiado peligroso.
Supongo que ya has odo mencionar que hay animales salvajes.
Entonces, si es peligroso, no deberas ir dijo ella llevando solo un simple
arco y algunas flechas. Djame ir contigo con un rifle; soy buena tiradora, y en India
cac tigres.
Tarzn se puso en pie y Patricia se levant de un salto, ponindole las manos en
los hombros.
Por favor, no vayas le rog; tengo miedo por ti pero l se limit a rer,
se dio la vuelta y sali al trote hacia la jungla.
Patricia le observ hasta que se subi a un rbol y desapareci entre el follaje;
entonces dio media vuelta, enojada, y se fue a su choza.
Ya le ensear yo dijo entre dientes.
Despus sali con un rifle y municin. Itzl Cha la observ entrar en la jungla en el
mismo lugar que Tarzn, justo en el borde del arroyo. La joven maya se mordi los
labios y las lgrimas acudieron a sus ojos; lgrimas de frustracin y de rabia. Lum
Kip, que trabajaba junto al fuego de cocinar, se puso a tararear para s.

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* * *

Chal Yip Xiu, el sumo sacerdote, segua furioso por el robo de Itzl Cha cuando estaba
bajo el sagrado cuchillo del sacrificio.
El templo ha sido profanado gru, y los dioses estarn furiosos.
Tal vez no dijo Cit Coh Xiu, el rey; tal vez, despus de todo, fuera en
verdad Che, Seor del Bosque.
Chal Yip Xiu mir al rey con aire indignado:
No era ms que uno de los extranjeros que Xatl Din vio en la playa. Si no
quieres despertar la ira de los dioses, deberas enviar una fuerza de guerreros al
campamento de los extranjeros, para traer de vuelta a Itzl Cha, pues all es donde la
encontrarn.
Quiz tengas razn acept el rey; al menos no causar ningn dao. Y
envi a por Xatl Din y le orden que cogiera a cien guerreros y fuera al campamento
de los extranjeros y trajera de vuelta a Itzl Cha.
Con un centenar de gu rreros debes ser capaz de matar a muchos de ellos y
traerlos como prisioneros a Chichn Itz.

* * *

Tibbet, con un bote cargado de marineros, remaba para salir del arrecife y proseguir
el trabajo de rescatar madera del Saign, mientras los otros miembros del grupo
salan para tomar su desayuno. Itzl Cha estaba sentada en silencio y con expresin
hosca, comiendo muy poco, pues haba perdido el apetito. Janette Laon sali y se
sent al lado De Groote, y Penelope Leigh les mir a todos por encima del hombro.
Patricia ya se ha levantando, Janette? pregunt el coronel.
Janette mir alrededor.
Pues s respondi. No est aqu? Se ha ido cuando me he despertado.
Dnde diantres puede estar esa chica? pregunt Penelope Leigh.
Oh, debe de estar cerca dijo el coronel, pero cuando la llam con voz fuerte
result evidente que esta perturbado.
Y esa criatura tambin se ha ido! exclam miss Leigh. Saba que algo
terrible como esto iba a ocurrir tarde o temprano, William, si permitas que ese
hombre se quedara en el campamento.
Bueno, qu es exactamente lo que ha ocurrido, Penelope? pregunt el
coronel.
La ha secuestrado, eso es lo que ha ocurrido.
Lum Kip, que estaba poniendo en la mesa una fuente de arroz, oy sin querer la
conversacin y dijo:
Tarzn, ella, han ido por all seal haca el nordeste. Plateecie, l ha ido

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por all y seal en la misma direccin.
Tal vez Pat le ha secuestrado a l sugiri Algy.
No seas ridculo, Algernon espet miss Leigh. Es evidente lo que ha
ocurrido: esa criatura la ha engatusado para penetrar en la jungla.
Han hablado mucho rato dijo Itzl Cha, malhumorada. Se han ido
separados; se han encontrado en la jungla.
Cmo puedes quedarte ah sentado, William, y permitir que esa chica india
insine que tu sobrina ha organizado una cita secreta en la jungla con esa criatura
imposible?
Bueno dijo el coronel, si Pat est en la jungla, ruego a los cielos que
Tarzn est con ella.

* * *

Pat sigui un riachuelo que discurra un breve trecho en direccin nordeste, y cuando
gir hacia el sur, ella lo sigui tambin, sin saber que Tarzn se haba subido a los
rboles y estaba avanzando rpidamente saltando de uno a otro casi justo hacia el
norte en direccin al otro lado de la isla. El terreno se elevaba ahora rpidamente, y el
riachuelo corra con fuerza en direccin al ocano. Pat se dio cuenta de que se estaba
comportando como una terca boba, pero, como era terca, decidi subir la montaa un
trecho para echar un vistazo a la isla. Le cost ascender, y los rboles constantemente
le impedan ver, pero la muchacha prosigui hasta que lleg a un saliente plano que
daba la vuelta al lomo de la montaa. Como para entonces le faltaba bastante el
aliento, se sent a descansar.

* * *

Pienso que algunos de vosotros deberais salir en busca de Patricia dijo miss
Leigh.
Ir yo se ofreci Algy, pero no s dnde buscar a la muchacha.
Qu es eso que viene por la playa? pregunt el doctor Crouch.
Vaya, son Krause y Schmidt dijo Bolton. S, y Oubanovitch y el rabe van
con ellos.
Casi de forma automtica, los hombres aflojaron las pistolas que llevaban en sus
fundas y esperaron en silencio mientras los otros cuatro se iban acercando.
Los hombres que estaban a la mesa del desayuno se haban levantado y
aguardaban expectantes. Krause fue al grano de inmediato.
Hemos venido para pediros que nos dejis regresar y acampar cerca de
vosotros dijo. No tenemos armas de fuego ni proteccin alguna donde estamos.
Dos de nuestros hombres han entrado en la jungla y no han regresado, y otros dos se

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los llevaron del campamento sendos leones por la noche. No cabe duda de que usted
tiene corazn, coronel; sin duda, no someter a ningn compaero a semejantes
peligros innecesariamente. Si nos permite volver, le prometemos obedecerle y no
causar ningn problema.
Me temo que causar muchos problemas cuando Tarzn regrese y os encuentre
aqu dijo el coronel.
Deberas dejar que se quedaran, William intervino miss Leigh. Aqu ests
t al mando, no esa criatura llamada Tarzn.
Realmente, creo que sera inhumano echarles intervino el doctor Crouch.
Ellos fueron inhumanos con nosotros dijo Janette Laon con amargura.
Jovencita explot Penelope, debes aprender a estar en tu lugar; no tienes
nada que decir sobre este asunto. El coronel decidir.
Janette Laon mene la cabeza para indicar que no haba esperanza e hizo un
guio a De Groote. Penelope vio el guio y explot de nuevo:
Eres una insolente dijo; t y la muchacha india y esa criatura, Tarzn,
jams debera haberos permitido estar en el mismo campamento que gente de buena
familia.
Si me permites, Penelope dijo tenso el coronel, creo que puedo ocuparme
de este asunto sin ayuda, o al menos sin recriminaciones.
Bien, todo lo que tengo que decir aadi Penelope es que debes permitir
que se queden.
Supongamos sugiri Crouch que les dejamos quedarse hasta que regrese
Tarzn; entonces podemos discutir el asunto con l; son ms enemigos suyos que
nuestros.
Son enemigos de todos nosotros estall Janette.
Pueden quedarse, Krause dijo el coronel, al menos hasta que regrese
Tarzn; y procuren comportarse.
No le quepa duda de que lo haremos, coronel respondi Krause, y gracias
por permitir que nos quedemos.

* * *

Patricia vea el ocano desde el saliente donde estaba sentada, pero no poda ver nada
de la isla; y por lo tanto, despus de descansar, fue un poco ms lejos. Aqu el paisaje
era mucho ms abierto y muy hermoso, con orqudeas que colgaban en esplndidos
ramos en muchos rboles, y crecan en profusin jengibre e hibiscus; tambin haba
aves con plumaje amarillo y aves con alas de color escarlata que iban de rbol en
rbol. Era un panorama idlico y pacfico que le tranquiliz los nervios y borr el
ltimo vestigio de su ira.
Se alegraba de haber encontrado aquel lugar tranquilo y se estaba felicitando a s
misma y planeando ir all a menudo, cuando un gran tigre sali de la maleza y se

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detuvo frente a ella. Mova la punta de la cola con nerviosismo, y gruendo haba
separado los labios para mostrar sus grandes colmillos amarillos.
Patricia Leigh-Burden rez en silencio mientras se llevaba el rifle al hombro y
disparaba dos veces en rpida sucesin.

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Captulo XXI

S in duda, no me gusta la idea de tener a esos hombres por aqu todo el tiempo
dijo Janette. Me dan miedo, en especial Krause.
Le vigilar asegur De Groote. Comuncame si alguna vez te hace algo.
Y ahora mira! exclam Janette, sealando hacia la playa. Ah vienen
tambin todos los lascares. Esos tipos me ponen la piel de gallina.
Cuando call, lleg a su s odos el ruido dbil pero claro de dos disparos de rifle.
Esa debe de ser Patricia! exclam el coronel. Debe de tener problemas.
Probablemente, ha tenido que matar a esa criatura repuso Penelope
esperanzada.
El coronel haba corrido hasta su choza y cogido su rifle; y cuando ech a andar
en la direccin de donde haba procedido el ruido del disparo, De Groote, Algy,
Crouch y Bolton le siguieron.
Cuando el follaje de la jungla se cerr tras la espalda de Bolton, Schmidt se
volvi a Krause y sonri:
Qu es lo que te hace gracia? pregunt este ltimo.
Veamos lo que podemos encontrar en cuanto a rifles y municin dijo
Schmidt a los otros tres hombres. Parece que hoy es nuestro da de suerte.
Qu estn haciendo? pregunt Penelope Leigh. No se atrevan a entrar en
esas chozas.
Janette ech a correr hacia su choza para coger su rifle, pero Schmidt la alcanz y
la apart de un golpe.
Nada de bromas le advirti l.
Los cuatro hombres recogieron las cuatro armas de fuego que quedaban en el
campamento y luego, a punta de pistola, obligaron a los lascares a cargar todas las
provisiones que Schmidt deseara.
Un buen botn dijo a Krause. Creo que ya tenemos todo lo que queremos.
T quiz s, pero yo no respondi el coleccionista de animales; entonces se
acerc a Janette. Ven conmigo, cielo dijo; volveremos a empezar en el punto
en que lo dejamos.
Yo no dijo Janette, retrocediendo.
Krause la agarr por uno de los brazos.
S, t; y si sabes lo que te conviene, es mejor que no des problemas.
La muchacha intent liberarse y Krause la golpe.
Por el amor de Dios, vete con l exclam Penelope Leigh. No montes una
escena; detesto las escenas. De todos modos, le perteneces; sin duda, jams has
pertenecido a mi campamento.
Medio aturdida por el golpe, Janette fue arrastrada mientras se la llevaban; y la
esposa del coronel les observ echar a andar de nuevo por la playa en la direccin de
la que haban venido.

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El coronel se enterar de que nos habis robado las provisiones, sinvergenzas
les grit.

* * *

Xatl Din y su centenar de guerreros se acercaban por el bosque dispersados en orden


para no dejar un rastro bien sealado; y cuando se acercaban, oyeron dos ruidos
fuertes y agudos que parecan proceder de poca distancia por delante de ellos.
Ninguno de estos hombres haba odo nunca el disparo de un arma de fuego, y por lo
tanto no tenan ni idea de lo que era. Avanzaron con cautela, con los ojos y los odos
en constante alerta. Xatl Din iba a la cabeza, y cuando lleg a un lugar ms abierto de
la jungla, se par de repente, pues sus ojos tropezaron con algo extrao y
desacostumbrado.
En el suelo yaca una bestia enorme, de piel rayada, como jams haba visto. Era
evidente que estaba muerta, y sobre ella se hallaba de pie una figura ataviada de un
modo extrao, que sostena una cosa larga, negra y reluciente que no era ni un arco,
ni una flecha ni una lanza.
Entonces Xatl Din se dio cuenta de que la criatura era una mujer; y, como era un
hombre inteligente, supuso que el ruido que haba odo proceda de aquel extrao
objeto que ella sujetaba, y que con ello, sin duda alguna, haba matado aquella
enorme bestia que yaca a sus pies. Xatl Din tambin razon que si haba podido
matar a un animal tan grande y evidentemente feroz, con mayor facilidad podra
matar a un hombre; por lo tanto, no sali al claro, sino que se retir y en susurros dio
instrucciones a s u s hombres.
Entonces los mayas se deslizaron en silencio por la jungla hasta que hubieron
rodeado a Patricia, y luego, mientras Xatl Din golpeaba un rbol con su espada para
hacer un ruido que llamara la atencin de la muchacha en su direccin, dos de sus
hombres salieron de la jungla por detrs de ella y se le acercaron sin hacer ruido.
Mientras Patricia permaneca en pie mirando en la direccin de la que proceda el
ruido, escuchando con atencin, unos brazos la rodearon por detrs y le arrebataron el
rifle de las manos; entonces un centenar de guerreros vestidos de forma extraa, con
esplndidos tocados de plumas y taparrabos bordados, se acercaron corriendo desde
la jungla y la rodearon.
Patricia reconoci de inmediato a aquellos hombres, no solo por las descripciones
que le haban hecho Itzl Cha y Tarzn, sino tambin porque haba ledo mucho
respecto a la antigua civilizacin maya. Estaba tan familiarizada con su civilizacin,
su religin y su cultura como su intensa investigacin de muchas expediciones
arqueolgicas le haba permitido conocer. Le pareca que de pronto haba retrocedido
siglos hasta un pasado muerto, al que pertenecan aquellos hombrecillos morenos.
Saba lo que su captura significaba para ella, pues conoca el destino de los
prisioneros mayas. Su nica esperanza resida en la posibilidad de que los hombres de

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su grupo pudieran rescatarla, y esa esperanza era fuerte porque tena fe en Tarzn.
Qu vais a hacer conmigo? pregunt en el escaso maya que haba aprendido
con Itzl Cha.
Eso tiene que decidirlo Cit Coh Xiu respondi el hombre. Te enviar a
Chichn Itz, al palacio del rey; despus, l dar rdenes de que cuatro de sus
guerreros lleven a la prisionera a Cit Coh Xiu.
Mientras Patricia era conducida a su destino, Xatl Din y los guerreros restantes
prosiguieron en direccin al Campamento Saign. El noble estaba muy satisfecho
consigo mismo. Aunque no consiguiera llevar a Itzl Cha de vuelta a Chichn Itz, al
menos haba proporcionado otro sacrificio en su lugar, y sin duda sera alabado por el
rey y por el sumo sacerdote.

* * *

El coronel Leigh y sus compaeros siguieron, en gran parte por casualidad, el mismo
sendero por el que Patricia haba ido. Ascendieron al saliente que daba la vuelta al
lomo de la montaa; y, aunque estaban muy cansados, siguieron adelante casi a la
carrera. Su progreso era ruidoso y no tomaban precauciones, pues el nico
pensamiento que les impulsaba era encontrar a Patricia lo antes posible; y cuando de
pronto se tropezaron con una banda de guerreros emplumados, el hecho les pill
totalmente por sorpresa. Con salvajes gritos de guerra, los mayas atacaron lanzando
piedras con sus hondas.
Fuego a sus cabezas! orden el coronel.
El aterrador ruido detuvo momentneamente a los mayas, pero cuando Xatl Din
se dio cuenta de que solo era ruido y que ninguno de sus hombres haba resultado
herido, les orden que cargaran otra vez; y una vez ms, sus espantosos gritos de
guerra resonaron en los odos de los blancos.
Disparen a matar! orden el coronel; tenemos que detener a esos tipos
antes de que nos alcancen con sus espadas.
Los rifles volvieron a sonar, y cayeron cuatro guerreros. Los otros vacilaron, pero
Xatl Din les inst a proseguir.
Aquellas cosas que mataban con un fuerte ruido desde lejos aterrorizaban a los
mayas; y aunque algunos de ellos casi lucharon a brazo partido con los blancos, por
fin dieron media vuelta y huyeron, llevndose consigo a los heridos. Siguiendo su
estrategia, se dispersaron por la jungla para no dejar ningn rastro sealado hasta su
ciudad; y los blancos, que se haban equivocado de direccin, se perdieron, pues es
difcil orientarse en una densa jungla; y cuando llegaron a un declive pronunciado en
la ladera de una montaa, creyeron que haban cruzado la montaa y estaban
descendiendo por la ladera contraria.
Despus de avanzar a trompicones en la espesa maleza durante una hora, de
pronto llegaron al final de la jungla, solo para quedarse paralizados mirndose

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atnitos uno a otro, pues ante ellos se hallaba la playa y su propio campamento.
Maldita sea! profiri el coronel.
Cuando se acercaban al campamento, Tibbet fue a reunirse con ellos, con
expresin preocupada.
Ha ocurrido algo, Tibbet? pregunt el coronel.
Ya lo creo, seor. Acababa de regresar del Saign con un montn de tablones y
me he encontrado con que Schmidt y su grupo nos han robado todas las armas de
fuego y la municin que quedaban en el campamento, as como una parte
considerable de nuestras provisiones.
Qu canallas! exclam el coronel.
Pero eso no es lo peor prosigui Tibbet; se han llevado a miss Laon.
De Groote se qued blanco.
Por dnde se han ido, Tibbet? pregunt.
Playa arriba respondi el segundo de a bordo; probablemente han ido a su
antiguo campamento.
De Groote, furioso y con el corazn partido, ech a andar.
Espere dijo el coronel, adnde va?
Voy a buscarles respondi.
Van muy bien armados explic el coronel. Usted solo no podr hacer
nada, y ahora no podemos prescindir de ningn hombre para que vaya con usted; es
decir, no podramos ir todos y dejar sola de nuevo a miss Leigh, con el riesgo de que
esos diablos pintarrajeados puedan a tacar el campamento en cualquier momento.
De todos modos, ir replic De Groote obstinado.
Ir contigo decidi Tibbet, y entonces otros dos marineros del Naiad tambin
se ofrecieron voluntarios.
Les deseo suerte dijo el coronel, pero por el amor de Dios, vayan con
cuidado. Ser mejor que entren a hurtadillas en el campamento desde el lado de la
jungla y les disparen ocultos en la maleza.
S, seor contest De Groote, y l y los tres que se haban ofrecido
voluntarios para acompaarle echaron a andar playa arriba con paso rpido.

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Captulo XXII

T arzn oy de lejos los disparos durante el encuentro entre los blancos y los
mayas, e inmediatamente se dio la vuelta y ech a andar en la direccin de la
que crea que venan los ruidos; pero, debido a los ecos y reverberaciones causados
por las montaas, no los ubic correctamente y se equivoc de direccin. Asimismo,
le confundi su suposicin de que cualquier pelea que hubiera estara, naturalmente,
cerca del Campamento Saign o el campamento de Schmidt.
Como saba que estaba ms cerca del campamento de Schmidt que del
Campamento Saign, decidi ir all primero y seguir por la playa hacia el
Campamento Saign, si la pelea no era en el primer lugar.
Mientras se acercaba al final del bosque al otro lado del campamento de Schmidt,
redujo el paso y fue con ms cautela, y menos mal que lo hizo, pues cuando el
campamento se hall a su vista, vio a los hombres que regresaban y que los cuatro
blancos iban muy armados. Vio a Janette Laon arrastrada por Krause y a los lascares
que iban cargados. Saba lo que haba ocurrido; pero cmo haba ocurrido no poda
adivinarlo. Naturalmente, supuso que los disparos que haba odo se haban producido
en un encuentro entre esos hombres y los del Campamento Saign, y dedujo que el
grupo de Schmidt haba salido victorioso. Tal vez todos los dems blancos haban
muerto, pero dnde estaba Patricia? Dnde estaba la pequea Itzl Cha? El destino
de Penelope Leigh no le preocupaba.

* * *

El coronel se enfrentaba a un dilema. El campamento ahora solo poda alardear de


cuatro hombres armados, apenas suficiente para defenderlo; y no poda ir en busca de
Patricia y dejar a Penelope desprotegida, as como tampoco poda dividir su pequea
fuerza, pues incluso cuatro hombres resultaban insuficientes para repeler otro ataque
por parte de Schmidt o de los mayas si venan en buena cantidad, ni cuatro hombres
podan esperar atacar con xito la ciudad de Chichn Itz a la que estaba convencido
de que haban llevado a Patricia. Y mientras el coronel buscaba en vano una solucin
a su problema, Patricia Leigh-Burden era conducida a la sala del trono de Cit Coh
Xiu, rey de la isla de Uxmal, y el cabecilla de su escolta se dirigi al rey.
El noble Xatl Din nos orden que trajramos a esta prisionera a su rey y amo,
mientras Xatl Din y sus guerreros seguan para atacar el campamento de los
extranjeros. Ha habido una batalla, pues hemos odo los extraos ruidos con los que
matan estos hombres blancos, pero no sabemos con qu resultado.
El rey hizo gestos de asentimiento.
Xatl Din ha hecho bien dijo.
Lo ha hecho excelentemente dijo Chal Yip Xiu, el sumo sacerdote; esta

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mujer ser una ofrenda muy adecuada para nuestros dioses.
Cit Coh Xiu mir de arriba abajo a la muchacha y la encontr bella. Era la
primera mujer blanca que vea, y de pronto se le ocurri que sera una vergenza
entregrsela a algn dios que tal vez no la querra. No se atrevi a expresarlo en voz
alta, pero pens que la muchacha era demasiado hermosa para cualquier dios; y, en
realidad, segn los cnones de cualquier raza, Patricia Leigh-Burden era muy
hermosa.
Creo dijo el rey que me la quedar un tiempo como criada personal.
Chal Yip Xiu, el sumo sacerdote, mir al rey con bien fingida sorpresa. En
realidad, no le sorprenda en absoluto, pues conoca a su rey, quien ya haba tomado
en prstamo a los dioses varias bellas ofrendas.
Si es elegida por los dioses dijo, los dioses se enojarn con Cit Coh Xiu si
se la queda para s mismo.
Tal vez estara bien dijo el rey, si pudieras ver que no ha sido elegida, al
menos de inmediato. De todos modos, no creo que los dioses la quieran aadi.
Patricia, que escuchaba con atencin, haba comprendido al menos de qu estaban
hablando.
Un dios ya me ha elegido declar, y se enojar si me hacis dao.
Cit Coh Xiu la mir con sorpresa.
Habla la lengua de los mayas dijo al sumo sacerdote.
No muy bien coment Chal Yip Xiu.
Los dioses hablan su propia lengua dijo Patricia; les sirve de poco el
lenguaje de los mortales.
Puede ser que se trate de una diosa? pregunt el rey.
Soy la compaera de Che, Seor del Bosque anunci Patricia. l est ya
muy enojado con vosotros por el modo en que le tratasteis cuando vino a Chichn
Itz. Si sois sensatos, me dejaris regresar con l. Si no, sin duda alguna os destruir.
El rey se rasc la cabeza y mir al sumo sacerdote con aire interrogador.
Bueno dijo, t deberas saberlo todo sobre los dioses, Chal Yip Xiu; era
realmente Che, Seor del Bosque, el que vino a Chichn Itz? Era un dios el que
metiste en una caja de madera? Era un dios el que rob la ofrenda del altar del
sacrificio?
No lo era espet el sumo sacerdote; no era ms que un mortal.
No obstante, no debemos precipitarnos dijo el rey. Puedes retener a la
muchacha temporalmente; que la lleven al Templo de las Vrgenes y ocpate de que
la traten bien.
Esto orden Chal Yip Xiu a dos sacerdotes inferiores, indicndoles que
condujeran a la prisionera al Templo de las Vrgenes.
Patricia not que si bien no haba impresionado mucho al sumo sacerdote, s
haba causado un gran efecto en el nimo del rey, y que al menos haba conseguido
un aplazamiento que podra dar tiempo a Tarzn y a los dems para rescatarla; y

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mientras era conducida desde el palacio, tena la mente suficientemente calmada para
permitirle observar las maravillas de Chichn Itz.
Ante ella se elevaba una imponente pirmide hecha de bloques de lava, y por los
empinados escalones de un costado de esta, la condujeron a un templo ricamente
decorado que se alzaba en la cima: El Templo de las Vrgenes. All fue entregada a la
suma sacerdotisa que se hallaba a cargo del templo, en el que se alojaban unas
cincuenta muchachas, la mayora de ellas de familias nobles; pues se consideraba un
honor ofrecerse voluntaria para este servicio. Ellas mantenan encendidos los
sagrados fuegos y barran los suelos del templo. Cuando lo deseaban podan dejarlo y
casarse; y siempre eran buscadas por guerreros y nobles.
Patricia se qued parada en la columnata del templo y contempl la ciudad de
Chichn Itz. Vio sus palacios y templos agrupados al pie de la pirmide rodendola
y las chozas de techo de paja del pueblo comn ms all de la muralla, y detrs de
estas los campos que se extendan hasta la linde de la jungla; y se imagin que haba
retrocedido muchos siglos en el tiempo hasta el antiguo Yucatn.

* * *

Mientras Tarzn observaba a travs de la vegetacin de la jungla que le ocultaba, se


dio cuenta de la inutilidad de intentar salir al claro y hacer frente a cuatro hombres
fuertemente armados, mientras que l solo llevaba un arco. Pero Tarzn tena recursos
propios, y estaba seguro de que podra rescatar a Janette de aquellos hombres sin
necesidad de arriesgar su vida innecesariamente.
Esper hasta que se hubieron acercado ms y los lascares hubieron dejado sus
cargas; luego, puso una flecha en su arco y, tras doblar este hasta que la punta de la
flecha volvi a descansar contra su pulgar izquierdo, apunt con cuidado. La cuerda
del arco produjo un sonido agudo; y, un instante despus, Krause lanz un grito y
cay de bruces, con una flecha clavada en el corazn.
Los dems miraron alrededor consternados.
Qu ha ocurrido? pregunt Oubanovitch; qu le ha pasado a Krause?
Est muerto dijo Schmidt; alguien le ha disparado con un arco.
El hombre mono intervino Abdullah Abu Njm; quin si no l habra
podido hacerlo?
Dnde est? pregunt Schmidt.
Aqu estoy respondi Tarzn, y tengo muchas ms flechas. Dirgete hacia
mi voz, Janette, y entra en la jungla; y si alguien intenta detenerte, recibir lo mismo
que Krause.
Jane se apresur a encaminarse hacia la jungla, y ninguna mano se alz para
detenerla.
Maldito salvaje! exclam Schmidt, y entonces prorrumpi en un torrente de
obscenidades. Lo coger! Lo coger! grit, y, alzando su rifle, dispar hacia la

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jungla en la direccin de la que proviniera la voz de Tarzn.
De nuevo son la cuerda del arco; y Schmidt, aferrando una flecha que tena
clavada en el pecho, cay de rodillas y luego rod y se qued de costado, justo
cuando Janette entraba en la jungla, y Tarzn salt al suelo a su lado.
Qu ha ocurrido en el campamento? pregunt l, y ella se lo cont
brevemente.
De modo que dejaron regresar a Schmidt y a su pandilla gru Tarzn. Me
sorprende por parte del coronel.
Bsicamente, fue culpa de esa horrible vieja dijo Janette.
Vamos dijo Tarzn, volveremos lo antes posible y echndose a Janette
al hombro, se subi a los rboles.
Mientras l y Janette se aproximaban al Campamento Saign, De Groote, Tibbet
y los dos marineros avistaron el campamento de Schmidt.
Recorrieron con la vista el campamento y no vieron a Janette, pero De Groote vio
a dos hombres que yacan en el suelo, y los lascares acurrucados a un lado,
aparentemente aterrorizados.
Abdullah fue el primero en ver a De Groote y su grupo, y como saba que venan
a vengarse y no tendran clemencia, se llev el rifle al hombro y dispar. Err el tiro,
y De Groote y Tibbet corrieron hacia delante, disparando, con los dos marineros,
armados solo con arpones, pisndoles los talones.
Se intercambiaron varios disparos simultneamente, y Oubanovitch y Abdullah
Abu Njm fueron abatidos.
De Groote y Tibbet siguieron corriendo, seguidos por los marineros, dispuestos a
acabar con todos los hombres que an presentaran pelea; pero el ruso, el rabe y
Krause estaban muertos, y Schmidt se retorca y gritaba agonizante, incapaz de
hacerles ya ningn dao.
De Groote se inclin sobre l.
Dnde est miss Laon? pregunt.
Gritando y profiriendo maldiciones, casi ininteligibles sus palabras, Schmidt
murmur:
El salvaje, maldito sea, se la llev y entonces muri.
Gracias a Dios! exclam De Groote; ahora est a salvo.
Los cuatro cogieron las armas y la municin de los cuerpos de los muertos, y con
la autoridad que estas les daban obligaron a los lascares a recoger los fardos y echar a
andar de vuelta hacia el Campamento Saign.

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Captulo XXIII

C uando Tarzn y Janette salieron de la jungla y se aproximaban al campamento,


fueron saludados por un grupo desesperado y descorazonado. Solo uno de sus
miembros mostr su agradecimiento. Era Penelope Leigh. Cuando les vio, dijo a
Algy:
Al menos Patricia no estaba con esa criatura.
Oh, vamos, ta Pen dijo Algy con impaciencia; supongo que ahora dirs
que Tarzn y Janette organizaron todo esto para poder reunirse en la jungla.
No me habra sorprendido nada replic miss Leigh. Un hombre que se la
con una india es capaz de hacer cualquier cosa.
Tarzn estaba disgustado por todo lo que haba su cedido durante su ausencia, en
gran parte porque haban desobedecido sus rdenes, pero se limit a decir:
No se les debera haber permitido acercarse a este campamento a menos
distancia de un tiro de pistola.
Fue culpa ma reconoci sin ambages el coronel Leigh; lo hice en contra
de mi mejor criterio, porque pareca inhumano hacerles volver all sin armas, con una
fiera devoradora de hombres merodeando por su campamento.
No fue culpa del coronel dijo Janette furiosa; le obligaron. Esa odiosa
vieja es la que tiene toda la culpa. Ella insisti; y ahora, por culpa de ella, puede que
Hans resulte muerto. En cuanto ces de hablar oyeron los lejanos disparos de
armas de fuego, procedentes de la direccin del campamento de Schmidt. All!
exclam Janette; luego se volvi hacia miss Leigh: Si le ocurre algo a Hans, usted
ser la responsable! grit.
Lo hecho, hecho est dijo Tarzn; lo importante ahora es encontrar a
Patricia. Ests seguro de que fue capturada por los mayas?
Omos dos disparos explic el coronel, y cuando fuimos a investigar
tropezamos con un centenar de guerreros mayas. Los dispersamos, pero no fuimos
capaces de seguirles el rastro; y aunque no vimos ni atisbo de Patricia, parece que lo
ms probable es que la hubieran capturado antes de que los encontrramos.
Y ahora, William, espero que ests satisfecho dijo miss Leigh; todo es
culpa tuya, por participar en esta estpida expedicin.
S, Penelope replic el coronel con aire resignado, supongo que todo es
culpa ma, pero repetrmelo una y otra vez no contribuye para nada a resolver las
cosas.
Tarzn llev aparte a Itzl Cha para hablar con ella lejos de las interrupciones de
los otros.
Dime, Itzl Cha dijo, qu es lo que ms probablemente har tu gente a
Patricia.
Nada, dos, tres das, tal vez un mes respondi la muchacha; luego, la
ofrecen a un dios.

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Mira ahora a esa criatura dijo Penelope Leigh, hablando con esa jovencita
india en susurros. Puedo imaginar lo que le est diciendo.
Pondran a Patricia en la jaula donde me metieron a m? pregunt Tarzn.
Creo que en el Templo de las Vrgenes, en la cima de la pirmide sagrada; el
Templo de las Vrgenes es un lugar muy sagrado y muy bien protegido.
Puedo llegar hasta all asegur Tarzn.
No irs all, verdad? pregunt Itzl Cha.
Esta noche respondi Tarzn.
La muchacha le rode con los brazos.
Por favor, no vayas le rog; no puedes salvarla, y te matarn.
Mira! exclam Penelope Leigh; es el mayor descaro que he visto en mi
vida! William, debes poner fin a esto. No puedo soportarlo; jams me haba visto en
la necesidad de tratar con gente tan disoluta y lanz una mirada venenosa a Janette.
Tarzn se solt de los brazos de la muchacha.
Vamos, vamos, Itzl Cha dijo; no me matarn.
No vayas suplic ella. Oh, Che, Seor del Bosque, te amo. Llvame
contigo a la jungla. No me gusta esta gente.
Han sido muy buenos contigo le record Tarzn.
Lo s dijo Itzl Cha con gesto hosco, pero no quiero su bondad; solo te
quiero a ti, y no debes ir a Chichn Itz esta noche ni nunca.
Tarzn sonri y le dio unas palmadas en el hombro.
Ir esta noche dijo.
La amas grit Itzl Cha; esta es la razn por la que vas. Me dejas por ella.
Eso ser todo ataj Tarzn con firmeza; no digas nada ms.
Entonces la dej y se reuni con los dems, y Cha, furiosa de celos, entr en su
choza y se ech al suelo, dando patadas con sus pies calzados con sandalias y
puetazos en el suelo. Luego se levant y se asom por la puerta, justo a tiempo de
ver regresar a De Groote y su grupo, y mientras todos los dems centraban su
atencin en ellos, la pequea Itzl Cha sali arrastrndose de su choza y ech a correr
hacia la jungla.
Janette corri y abraz a De Groote, con lgrimas de alegra resbalndole por las
mejillas.
Crea que te haban matado, Hans dijo entre sollozos; crea que te haban
matado.
Pues estoy vivito y coleando brome, y ya no tienes nada ms que temer
de Schmidt y su pandilla; todos estn muertos.
Me alegro dijo Tarzn; eran hombres malos.

* * *

La pequea Itzl Cha corri por la jungla. Estaba aterrorizada, pues cada vez era ms

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oscuro y por la noche en el bosque hay demonios y los espritus de los muertos; pero
sigui corriendo, espoleada por los celos, el odio y el deseo de venganza.
Lleg a Chichn Itz despus de anochecer, y el guardia apostado en la puerta no
la dej pasar hasta que ella le dijo quin era y que tena que dar un recado importante
a Chal Yip Xiu, el sumo sacerdote. La llevaron ante l y ella se hinc de rodillas.
Quin eres? pregunt el hombre, y entonces la reconoci. As que has
vuelto dijo. Por qu?
He venido a decirte que el hombre que me rob del altar del sacrificio vendr
esta noche a llevarse a la muchacha blanca del templo.
Por este hecho mereces mucho de los dioses dijo Chal Yip Xiu, y de
nuevo sers honrada siendo ofrecida a ellos y metieron a la pequea Itzl Cha en
una jaula de madera para esperar el sacrificio.
Tarzn avanzaba lentamente por la jungla camino de Chichn Itz. No deseaba
llegar antes de medianoche, cuando crea que la ciudad estara silenciosa y la mayora
de sus habitantes dormira. Un viento suave le acariciaba el rostro y llev hasta su
olfato un rastro de olor conocido: Tantor, el elefante, andaba cerca. Haba encontrado
un camino ms fcil para ir a la meseta que el ms corto que Tarzn empleaba, y
asimismo en la meseta haba encontrado un esplndido suministro de tiernos brotes
que eran los que ms le gustaban.
Tarzn no le llam hasta que estuvo bastante cerca, y entonces habl en voz baja;
y Tantor, que reconoci su voz, se acerc y comprob si estaba en lo cierto pasando
la trompa por el cuerpo del hombre mono.
A una orden levant a Tarzn hasta su cruz, y el Seor de la Jungla cabalg hasta
la linde del bosque justo fuera de la ciudad de Chichn Itz.
Deslizndose de la cabeza de Tantor, Tarzn cruz los campos hasta la muralla de
la ciudad. Antes de llegar all, ech a correr y, cuando se cerna ante l, trep por ella
como lo hubiera hecho un gato. La ciudad estaba silenciosa y las calles estaban
desiertas; de modo que Tarzn lleg al pie de la pirmide sin encontrarse con nadie.
En el interior del Templo de las Vrgenes, justo al entrar, una docena de guerreros
se escondan en las sombras mientras Tarzn suba los escalones para llegar a la cima.
Fuera del templo se detuvo y aguz el odo; entonces dio la vuelta para ponerse a
sotavento, de modo que la brisa que soplaba transportara a su sensible olfato la
informacin que deseaba.
Permaneci all unos instantes; y luego, satisfecho, dio la vuelta con cautela hasta
la entrada. En el umbral se detuvo de nuevo y escuch; luego entr, y en cuanto lo
hizo le arrojaron una red y la tensaron, y una docena de guerreros cay sobre l y lo
enredaron tanto en ella que Tarzn qued indefenso.
Un sacerdote sali del templo y se llev una trompeta a los labios, y lanz tres
largos trompetazos. Como por arte de magia, la ciudad despert, aparecieron luces y
la gente acuda como un torrente hacia la pirmide del templo.
Bajaron a Tarzn por el largo tramo de escalones y, abajo, le rodearon sacerdotes

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ataviados con largas capas bordadas y esplndidos tocados. Despus trajeron a
Patricia. Con una vanguardia de trompetas y tambores, Cit Coh Xiu, el rey, y Chal
Yip Xiu, el sumo sacerdote, encabezaban una procesin que recorri la ciudad y sali
por la puerta del este.
Haban colocado a Tarzn en una litera que era transportada por cuatro
sacerdotes; detrs de l iba Patricia, a pie, custodiada; y detrs de ella la pequea Itzl
Cha iba en su jaula de madera. Una luna llena arrojaba su suave luz sobre la brbara
procesin, que adems estaba iluminada por centenares de antorchas que portaban los
que marchaban detrs.
La procesin penetr en la jungla hasta el pie de una montaa, y ascendieron
zigzagueando hasta llegar al borde del crter de un volcn extinguido que estaba en la
cima. Casi estaba amaneciendo cuando la procesin emprendi el camino por un
estrecho sendero que descenda hasta el fondo del crter y all se detuvo en el borde
de un gran agujero. Los sacerdotes entonaron un cntico con acompaamiento de
flautas, tambores y trompetas; y, justo al amanecer, la bolsa de malla en la que estaba
Tarzn fue cortada y a l le arrojaron al abismo, a pesar de las splicas de Itzl Cha,
quien se haba arrepentido y haba advertido a los sacerdotes que aquel hombre
realmente era Che, Seor del Bosque. Les haba rogado que no le mataran, pero Chal
Yip Xiu la haba hecho callar y pronunci la palabra que envi a Tarzn a su trgico
destino.

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Captulo XXIV

P atricia Leigh-Burden no era el tipo de muchacha que se conmueve fcilmente y


llora, pero ahora que se hallaba al borde de aquel terrible abismo, su cuerpo se
convulsionaba a causa de los sollozos; y entonces, cuando el sol estuvo sobre el borde
y arroj su luz al crter, vio a Tarzn nadando lentamente en una charca a unos veinte
metros. Al instante acudieron a su mente las historias que haba ledo del sagrado
dnozot de la antigua Chichn Itz en Yucatn, y la esperanza volvi a arder en su
pecho.
Tarzn grit, y el hombre se gir y mir hacia arriba. Escucha prosigui
. Conozco esta forma de pozo del sacrificio; lo practicaban los mayas en Amrica
Central hace cientos de aos. La vctima era arrojada al pozo sagrado de Chichn Itz
al amanecer, si a medioda segua viva, la sacaban y la elevaban al rango ms
elevado; prcticamente, se converta en un dios vivo en la tierra. Tienes que
mantenerte a flote hasta medioda, Tarzn; tienes que hacerlo!, tienes que hacerlo!
Tarzn le sonri y la salud con la mano. Los sacerdotes miraban a la muchacha
con recelo, aunque no tenan ni idea de lo que le haba dicho a su vctima.
Crees que podrs. Tarzn? pregunt ella. Tienes que hacerlo, porque te
amo.
Tarzn no respondi; se dio la vuelta y se puso a nadar lentamente alrededor del
pozo, que tena aproximadamente unos treinta metros de dimetro con los lados
perpendiculares de liso vidrio volcnico.
El agua estaba fresca pero no fra, y Tarzn nadaba con la suficiente fuerza para
evitar que su cuerpo se enfriase demasiado.
La gente haba trado comida y bebida; y mientras observaban durante las largas y
lentas horas, convirtieron la ocasin en una fiesta.
Cuando el sol ascenda hacia el cnit, Chal Yip Xiu empez a dar seales de
tensin y nerviosismo, pues si la vctima viva hasta el medioda, podra resultar ser
en verdad Che, Seor del Bosque, lo cual sera muy embarazoso para el ah kin mai.
Todos los ojos que podan verlo estaban puestos en un tosco reloj de sol situado junto
al borde del dzonot; y cuando seal el medioda, se alz un gran grito, pues la
vctima segua viva.
El sumo sacerdote estaba furioso, pues la gente aclamaba a Tarzn como a Che,
Seor del Bosque, y exiga que fuera sacado del agua. Le arrojaron una larga cuerda,
con un nudo corredizo al final mediante el cual podra ser sacado del dzonot; pero
Tarzn hizo caso omiso del nudo corredizo y trep por la cuerda con las manos.
Cuando sali por el borde, la gente se hinc de rodillas ante l y le suplicaron el
perdn y favores.
El rey y el sumo sacerdote parecan de lo ms incmodo cuando Tarzn les mir a
la cara.
Vine a la tierra en forma de mortal dijo para ver cmo gobernabais a mi

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gente de Chichn Itz. No estoy satisfecho. Volver otra vez algn da para ver si
habis mejorado. Ahora me voy, y me llevo a esta mujer y puso una mano en el
brazo de Patricia. Os ordeno que dejis libre a Itzl Cha, y procurad que ni ella ni
nadie ms sea sacrificado antes de mi regreso.
Cogi a Patricia de la mano y juntos descendieron el empinado sendero que
conduca al borde del crter y despus la ladera del volcn, seguidos por la gente, que
formaba una larga procesin, cantando mientras marchaban. Cuando llegaron a la
ciudad, Tarzn se volvi y alz una mano.
No me sigis ms dijo a la multitud, y luego se dirigi a Patricia: Ahora
les dar algo para que lo cuenten a sus nietos.
Ella le mir con aire interrogador y sonri.
Qu vas a hacer? pregunt.
Por toda respuesta, lanz un largo y horripilante grito, y luego, en el lenguaje de
los grandes simios, grit:
Ven, Tantor, ven! y mientras l y Patricia cruzaban el campo y se acercaban
al bosque, un gran elefante macho sali a recibirles, y un grito de asombro y de temor
se alz de la multitud que se agolpaba tras ellos.
No se nos comer ni nos har nada? pregunt Patricia, mientras se
acercaban al enorme animal.
Es mi amigo dijo Tarzn, poniendo una mano sobre la trompa de la gran
bestia. No tengas miedo dijo a Patricia; te subir a su cruz y a una orden,
Tantor subi a la muchacha y despus a Tarzn.
Cuando dio la vuelta para entrar en la jungla, Tarzn y Patricia miraron atrs y
vieron a toda la gente de Chichn Itz de rodillas, con la cara apretada contra el suelo.
Sus tataranietos oirn contar esto dijo Patricia.

* * *

En el Campamento Saign, el desanimado grupo aguardaba desesperado el regreso de


Tarzn. Muchos de ellos haban dormido muy poco la noche anterior, y las largas
horas de la maana transcurran con lentitud. Lleg la hora del t y Tarzn no haba
regresado todava; pero, siguiendo su costumbre, se prepararon t; y mientras estaban
sentados en torno a la mesa, tomando la bebida a sorbitos y lnguidamente, todos
deban de tener el mismo pensamiento en la mente: jams volveran a ver a Patricia ni
a Tarzn.
No deberas haber dejado que esa criatura se marchara solo con Patricia se
quej miss Leigh; probablemente, la encontr en perfecto estado y vete a saber lo
que le ha ocurrido desde entonces.
Oh, Penelope! exclam el coronel en tono de desesperacin. Por qu le
tienes tanta mana a ese hombre? No ha hecho nada ms que portarse como un amigo
con nosotros.

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Bah! exclam Penelope. Eres muy espeso, William; yo lo cal a primera
vista: es un trepador; quiere congraciarse con nosotros y luego es muy probable que
intente casarse con Patricia por el dinero que ella heredar.
Seora dijo De Groote en tono glido, esa criatura, como usted la llama,
es John Clayton, lord Greystoke, un vizconde ingls.
Tonteras! exclam miss Leigh.
No es ninguna tontera replic De Groote; Krause me cont quin era
mientras estuvimos encerrados juntos en aquella jaula. l lo supo por el rabe, que le
conoca de muchos aos.
Miss Leigh se qued boquiabierta, y de pronto pareci deshincharse, pero
rpidamente se recuper.
Casi lo esperaba dijo tras una pausa. Lo nico que siempre he criticado de
l ha sido su predileccin por la desnudez. Por qu no nos dijo esto antes, joven?
No s por qu se lo he dicho ahora replic De Groote; no es asunto mo; si
l hubiera querido que lo supiramos, nos lo habra contado.
Ah viene! exclam Janette, y Patricia est con l!
Qu maravilla! exclam Penelope. Qu buena pareja hacen mi sobrina y
lord Greystoke.
Desde la cruz del elefante Patricia poda ver mucho ms all del arrecife; y
cuando ella y Ta rzn se deslizaron al suelo, corri hacia el grupo que la aguardaba,
sealando y gritando:
Mirad! Un barco! Un barco!
Haba un barco muy a lo lejos; y los hombres se apresuraron a hacer fuego en la
playa, y cuando arda, arrojaron hojas verdes y queroseno hasta que una gran nube de
humo negro se elev hacia el cielo.
De Groote y algunos marineros se metieron en un bote en un esfuerzo frentico,
aunque potencialmente intil, de llamar ms la atencin del barco.
No nos ven dijo Janette.
Y puede que no pase otro barco en cien aos observ el doctor Crouch.
Eso es demasiado tiempo para esperar cualquier cosa, no? dijo Algy.
Han cambiado el rumbo anunci Bolton; creo que vienen hacia aqu.
El coronel haba ido a su choza y sali con unos binoculares en la mano. Ech un
largo vistazo con ellos; y cuando baj las lentes, haba lgrimas en sus ojos. Tard un
momento en poder hablar.
Es el Naiad explic, y se dirige hacia la costa.
Esa noche, bajo una luna llena del trpico, dos parejas holgazaneaban en cmodas
tumbonas en la cubierta del Naiad. Tarzn puso una mano sobre una de Patricia.
En tu excitacin nerviosa de hoy en el dzonot has dicho algo, Patricia, que los
dos debemos olvidar.
S a qu te refieres respondi ella. Vers, entonces no saba que era
imposible, pero lo dije de corazn, y siempre ser as.

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Tarzn! llam De Groote desde el otro lado del yate. Janette trata de
convencerme de que el capitn puede casarnos. Est en un error, verdad?
Estoy seguro de que es un error sentenci el hombre mono.

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TARZN Y EL CAMPEN

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Seis, siete, ocho, nueve diez! El rbitro se dirigi hacia un rincn neutral
y levant la mano derecha de Mullargan. El ganador y nuevo campen! grit.
Durante unos instantes el pblico, que solo llenaba parcialmente Madison Square
Garden, permaneci en su asiento en perplejo y estupefacto silencio; despus hubo un
estallido de aplausos, entre los cuales se mezclaba un volumen casi igual de
abucheos. No es que los que abucheaban pusieran en duda que la decisin era
correcta; solo que no les gustaba Mullargan, un luchador notoriamente sucio.
Tambin sin duda, muchos de ellos haban apostado su buena pasta por el campen.
Joey Marks, el mnager de Mullargan, y el otro hombre que haba estado en su
rincn pasaron entre las cuerdas y dieron unas palmadas en la espalda a Mullargan;
fotgrafos, reporteros de deportes, polica y parte del pblico se agolp en el
cuadriltero; inquietos comentaristas de noticias berreaban las novedades que hacan
poca a un mundo que aguardaba.
El excampen, reanimado pero an un poco mareado, cruz el cuadriltero y le
tendi la mano a Mullargan en gesto de felicitacin. El nuevo campen no la cogi.
Mariquita dijo, y se dio la vuelta.
Puetazo nico Mullargan haba hecho una buena carrera en poco ms de dos
aos: de aficionado pas a semiprofesional y luego a campen del mundo de pesos
pesados; y por el camino se haba ganado este apodo. En realidad, tena un puetazo
nico; y solo necesitaba ese: un derechazo letal en el punto preciso. A veces tena que
esperar varios rounds antes de encontrar una abertura, pero al final siempre la
encontraba. El excampen, favorito diez a uno en el cuadriltero, haba cado en el
tercer round. Desde entonces, Puetazo nico Mullargan solo haba combatido siete
rounds; sin embargo, haba defendido con xito su calidad de campen seis veces,
dejando a tres hombres con la mandbula rota y a uno con el crneo fracturado. Al fin
y al cabo, quin desea que le fracturen el crneo?
Por eso Puetazo nico Mullargan decidi tomarse unas vacaciones y hacer algo
que siempre haba deseado hacer, pero hasta entonces el destino siempre haba
intervenido para impedrselo. Varios aos antes, haba visto un cartel que deca:
INGRESA EN LA ARMADA y VERS MUNDO; siempre haba recordado ese cartel, y ahora,
con la posibilidad de hacer vacaciones, Mullargan decidi ir a ver mundo por s
mismo, sin ayuda de la Armada ni de los marines.
Nunca he visto las cataratas del Nigara dijo su mnager. Sera un buen
lugar para ir de vacaciones. Si furamos all, tambin servira para hacer mucha
publicidad de las cataratas.
Las cataratas del Nigara, por favor! exclam Mullargan. Iremos a
frica.
frica mascull mster Marks. Eso est lejsimos, en algn lugar ms
all de Suramrica. Para qu quieres ir all?
A cazar. Viste aquellas cabezas que tena aquel tipo en su casa, donde
estuvimos despus del combate de la otra noche? Leones, bfalos, elefantes Dios!

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Eso s que ha de ser deporte.
No hemos perdido ningn len, muchacho dijo Marks. Haba un leve tono de
splica en su voz. Oye, muchacho: qudate por aqu para otro par de combates;
luego tendrs suficiente pasta para retirarte, y entonces puedes ir a frica o a
cualquier lugar que te plazca, pero yo no.
Voy a ir a frica y t vendrs conmigo. Si quieres hacer un poco de publicidad
de ello, ser mejor que llames a esos holgazanes de la prensa.
Diez das ms tarde, reporteros de deportes y fotgrafos se agolpaban alrededor
del campen en la cubierta del barco. Destellaban los flashes, chasqueaban los
obturadores; los reporteros lanzaban preguntas; los pasajeros se arremolinaban cerca
estirando el cuello; una muchacha se abri paso a codazos a travs de la multitud con
un lbum de autgrafos.
Cundo aprendi l a escribir? pregunt uno del Daily News.
Es un sabio gru Mullargan.
Dele recuerdos a Tarzn cuando llegue a frica dijo otro.
Y no te pongas chulo con l o te destrozar intervino el hombre del Daily
News.
He visto a ese tipo en fotos dijo Mullargan. No podra destrozar a nadie.
Te apuesto diez a uno que podra dejarte K.O. en el primer round se burl el
hombre del Daily News.
No tienes diez, amigo replic el campen.

* * *

Un camin sumamente cargado avanzaba despacio por una vasta llanura bajo las
armas del bosque que se haban detenido all, enviando a diversos piquetes para
reconocer el terreno en el que el enemigo resista. Por qu el ejrcito de rboles nunca
avanzaba, por qu la llanura siempre tena lo suyo, son misterios.
Y el camin era un misterio para el hombre que estaba lejos en la llanura, y que
observaba su lento avance. Saba que all no haba caminos, que tal vez desde la
creacin este era el primer vehculo con ruedas que pasaba por all.
Un hombre blanco con un desaliado casco de ala ancha conduca el camin; a su
lado se sentaba un hombre negro; despatarrado sobre la carga iban otros varios
negros. La sombra del bosque cada vez ms larga se extenda mucho ms all del
anacronismo que se arrastraba, sealando que se acercaba el breve crepsculo
ecuatorial.
El hombre que estaba fuera en la llanura puso su rumbo de modo que pudiera
encontrarse con el camin. Se mova con fciles y sinuosas zancadas, casi tan suaves
como las de un felino. No iba vestido, aparte de un taparrabos; sus armas eran
primitivas: un carcaj con flechas y un arco colgado a la espalda, un cuchillo de caza
metido en una tosca funda en la cintura, una lanza corta y recia que llevaba en la

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mano. Enrollada en el hombro y bajo el brazo opuesto tena un rollo de cuerda hecha
con hierba. El hombre era muy moreno, pero no era un negro. Una vida entera bajo el
sol africano era la razn de su bronceada piel.
Sobre un hombro iba sentado un monito, rodendole con un brazo el moreno
cuello.
Tarmangani, Nkima dijo el hombre, mirando en direccin al camin.
Tarmangani parlote el mono. Nkima y Tarzn matarn al tarmangani.
Se puso de pie e hinch los carrillos; tena un aspecto muy feroz. Cuando se
hallaba a una gran distancia de un enemigo, o sobre el hombro de su amo, el pequeo
Nkima tena corazn de len. Su valenta iba en proporcin inversa a la distancia que
le separaba de Tarzn y en proporcin directa a lo que haba entre l y el peligro. Si el
pequeo Nkima hubiera sido un hombre, probablemente habra sido un gngster, y sin
duda un matn; pero aun as, habra sido un cobarde. Como solo era un monito,
resultaba divertido y nada ms. Sin embargo, posea una caracterstica que, dada la
ocasin, lo elevaba casi a alturas de sublimidad. Y esta era su abnegada lealtad a su
amo, Tarzn.
Al fin el hombre del camin vio al hombre que iba a pie; vio que iban a
encontrarse un poco ms adelante. Coloc su pistola en una posicin ms accesible y
la afloj en su pistolera. Mir el rifle que el muchacho que iba a su lado sujetaba
entre las rodillas y vio que le sera fcil cogerlo. Nunca haba estado en aquella
localidad, y no conoca el temperamento de los nativos. Era mejor tomar
precauciones. A medida que la distancia entre ellos disminua, trat de identificar al
extranjero.
Mtu mweusi? pregunt al muchacho que estaba a su lado, que tambin
observaba al extranjero que se acercaba.
Mzungu, bwana respondi el chiquillo.
Supongo que tienes razn admiti el hombre. Supongo que es un hombre
blanco, de acuerdo, pero va vestido como un nativo
Menzi wazimo rio el muchacho.
Ya tengo a dos hombres locos en mis manos dijo el hombre. No quiero
otro.
Detuvo el camin cuando Tarzn se acercaba.
El pequeo Nkima parloteaba ferozmente, enseando los dientes en lo que l sin
duda crea que era una mueca aterradora. Nadie le prestaba ninguna a tencin, pero l
se mantuvo firme hasta que Tarzn se encontr a quince metros del camin; entonces,
salt al suelo y busc la seguridad en un rbol cercano. Al fin y al cabo, de qu
serva tentar al destino? Tarzn se detuvo junto al camin y levant la mirada hacia el
rostro del hombre blanco.
Qu haces aqu? pregunt.
Melton, mirando a un hombre semidesnudo desde ms arriba, sinti su propia
superioridad y le molest la impertinencia de la pregunta. Adems, haba advertido

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que el extrao no llevaba armas de fuego.
Conduzco un camin, amigo dijo.
Responde a mi pregunta. Esta vez el tono de Tarzn denotaba un poco de
crispacin.
Melton haba tenido un da difcil. En realidad, haba tenido muchos das difciles.
Estaba preocupado y tena los nervios de punta. Se llev la mano a la culata de su
pistola mientras formulaba una custica rplica, pero no lleg a expresarla. El brazo
de Tarzn la cort; su mano agarraba la mueca de Melton y sac al hombre a la
fuerza de la cabina del camin. Un instante despus estaba desarmado.
Nkima danzaba arriba y abajo en la rama de su rbol y lanzaba improperios de la
jungla al enemigo, gritando de vez en cuando a Tarzn que matara al tarmangani.
Nadie le prestaba atencin. Esta era una cruz que Nkima siempre llevaba encima: Era
tan pequeo e insignificante que nadie jams reparaba en l.
Los negros que iban en el camin permanecieron sentados con los ojos como
platos, confusos. Aquello haba ocurrido tan de repente que les haba pillado
desprevenidos. Vieron al extrao arrastrar a Melton lejos del camin, zarandendole
como un perro zarandea una rata. Tarzn saba por experiencia que no hay modo ms
seguro de reducir a un hombre a la sumisin que zarandendole. Tal vez no saba
nada del proceso psicolgico que sustentaba esta verdad, pero conoca bien esta
verdad.
El otro hombre era fuerte, pero estaba indefenso en manos del extrao; y adems,
tena miedo. Haba algo ms aterrador todava en esta criatura que su fuerza
sobrehumana. Era la sensacin de estar en las garras de una bestia salvaje, de modo
que su reacciones fueron muy parecidas a las que haba tenido aos atrs cuando
haba sido atacado por un len: algo as como una fatalista resignacin a lo inevitable.
Tarzn dej de zarandear a Melton y volvi los ojos al muchacho que llevaba el
rifle, que haba bajado de un salto del camin.
Tira el rifle dijo Tarzn en swahili.
El muchacho vacil.
Tralo orden Melton; y luego, dirigindose a Tarzn, dijo: Qu quieres
de m?
He preguntado qu haces aqu. Quiero una respuesta.
Hago de gua de un par de prsperos yanquis.
Dnde estn?
Melton se encogi de hombros.
Solo Dios lo sabe. Han partido esta maana temprano en un coche ligero, y me
han dicho que siguiera por la linde del bosque. Han dicho que volveran y que se
reuniran conmigo ms tarde. Probablemente se han perdido. Ambos estn chiflados.
Qu hacen aqu? pregunt Tarzn.
Cazar.
Por qu les trajiste aqu? Esto es territorio vedado.

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Yo no quera traerles aqu; ellos me trajeron a m. A Mullargan no se le puede
decir nada. Es uno de esos pjaros que todo lo saben. No necesita gua; lo que
necesita es un cuidador. Es campen mundial de pesos pesados, y eso se le ha subido
a la cabeza. Si le dices algo, seguro que te pega un tortazo que te hace caer al suelo.
Ha pegado a los muchachos de un modo terrible. Nunca haba visto a nadie tan
sinvergenza como l. El otro no est tan mal. Es el mnager de Mullargan. Qu risa.
Mnager, por Dios! Lo nico que dice es: S, chico!, de acuerdo, chico, y lo
nico que quiere es regresar cuanto antes a Nueva York. Est muerto de miedo todo
el rato. Ojal se marcharan los dos a Nueva York. Me gustara deshacerme de ellos.
Estn ah solos? pregunt Tarzn.
S.
Entonces puedes deshacerte de ellos. Esta es una zona de leones. Nunca los he
visto peores.
Mellen lanz un silbido.
Debo seguir adelante y tratar de encontrarles. No me gustan, pero soy
responsable de ellos. T vacil no vas a intentar detenerme, verdad?
No respondi Tarzn. Ve a buscarles y diles que salgan de esta zona y se
vayan lejos.
Entonces ech a andar hacia el bosque.
Cuando hubo recorrido una corta distancia, Melton le llam.
De todos modos, quin eres? pregunt el hombre.
Entonces el hombre mono se detuvo y dio media vuelta.
Soy Tarzn dijo. Melton volvi a lanzar un silbido. Subi a la cabina del
camin y puso el motor en marcha; y mientras el pesado vehculo segua lentamente
su camino, Tarzn desapareci en la jungla.

* * *

El sol estaba bajo en el oeste, y las sombras del bosque cada vez ms largas se
extendan lejos en la llanura. Un coche ligero avanzaba dando tumbos y brincando
sobre aquel terreno irregular. En el coche iban dos hombres. Uno de ellos conduca y
el otro se agarraba con fuerza, tena los ojos enrojecidos y estornudaba casi sin cesar.
Por el amor de Dios, chico, no puedes ir ms despacio? se lament Marks
. No tengo suficiente con esta fiebre del heno para que intentes que eche el hgado
por la boca?
Por toda respuesta, Mullargan apret el acelerador un poco ms.
Te vas a quedar sin muelles, o sin neumticos o sin mnager, si no reduces un
poco la velocidad.
Ya no necesito ningn mnager. Esto a Mullargan le pareci tan divertido
que lo repiti. Ya no necesito ningn mnager; as que voy a echarlo y dejarlo en
frica. Caramba, eso hara rer mucho a los chicos!

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No te metas ideas estpidas en la cabeza, chico. Necesitas un tipo como yo. Lo
nico que tienes est debajo de esas orejas deformadas por los golpes.
Es eso cierto?
S, es cierto.
Mullargan redujo un poco la velocidad, pues de pronto haba oscurecido.
Encendi las luces.
Vaya, s que anochece deprisa aqu coment. Me pregunt por qu.
Es por la altitud, bobo explic Marks.
Avanzaron un rato en silencio. Marks miraba nervioso a derecha e izquierda, pues
al llegar la noche el aspecto del paisaje haba cambiado tanto como si de pronto
hubieran sido arrojados a un mundo extrao. La llanura apenas se vea en la luz
fantasmal de las plidas estrellas; la jungla era una negrura slida, impenetrable.
Aqu la calle Cuarenta y dos quedara fenomenal ahora brome Marks.
Igual que un poco de comida dijo Mullargan; tengo el estmago en los
pies. Me pregunto qu se habr hecho de aquel fulano. Le he dicho que siguiera
adelante hasta que nos encontraran. Los ingleses tambin son unos malditos
engredos; se creen que lo saben todo, dicindome que no haga esto y que no haga
aquello. Supongo que el campen mundial sabe cuidarse solo.
Lo has dicho t, chico.

* * *

El silencio de la llanura se vio quebrado por el rugido de un len que estaba cazando.
Se encontraba a bastante distancia, pero el sonido lleg ntidamente a los odos de los
dos hombres.
Qu ha sido eso? pregunt Mullargan.
Un cerdo dijo Marks.
Si fuera de da podramos dispararle observ Mullargan. Unas cuantas
costillas de cerdo no nos iran mal, ahora mismo. Sabes, Joey?, he estado pensado
que t y yo podramos seguir adelante perfectamente sin ese fulano ingls.
Quin conducira el camin?
Ese es el problema admiti Mullargan, pero tiene que dejar de tratarnos
como si furamos un par de nios y l fuera nuestra niera. En cualquier momento,
me voy a enfadar y se me ir la mano.
Mira! exclam Marks. All hay una luz; tiene que ser el camin.
Cuando los dos coches se encontraron, los fatigados hombres se dejaron caer a
tierra y estiraron sus miembros rgidos y sus msculos agarrotados.
Dnde has estado? pregunt Mullargan.
Avanzando hacia aqu desde que hemos levantado el campamento respondi
Melton. Sabes que este autobs no puede pasar por el mismo terreno que ese coche
ligero vuestro, y hoy debis de haber deseado tenerlo. Habis tenido suerte?

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No. Creo que por aqu no hay caza.
Hay mucha. Si preparis un campamento permanente en algn lugar, como os
he estado diciendo, conseguiris algo.
Hemos visto algunos bfalos cont Marks, pero se han escapado.
Se han adentrado en la jungla explic Mullargan. Les he seguido a pie,
pero se han alejado.
Qu suerte para ti observ Melton.
Qu quieres decir, suerte para m?
Si les hubieras disparado, probablemente estaras muerto. Preferira
enfrentarme a un len que a un bfalo herido.
T tal vez dijo Mullargan, pero a m no hay vaca que me d miedo.

* * *

Melton se encogi de hombros, se dio la vuelta e hizo que los muchachos prepararan
un campamento.
Tenemos que acampar donde estamos dijo a los otros dos blancos. Ahora
no podramos encontrar agua; y de todos modos, tenemos suficiente. Bueno, maana
debemos regresar.
Regresar? exclam Mullargan. Quin dice que vamos a volver? He
venido a cazar, y voy a cazar.
Cuando vena he conocido a un hombre que me ha dicho que es un territorio
vedado. Me ha dicho que tenemos que salir de aqu.
Ah, ha dicho eso, eh? Quin se cree que es para decirme que me marche?
Le has dicho quin era yo?
S, pero no ha parecido que le impresionara mucho.
Bueno, le impresionar si le veo. Quin era?
Se llama Tarzn. Ese tipejo? Cree que puede echarme de frica?
Si l dice que tienes que abandonar esta parte de frica, ser mejor que le
hagas caso le aconsej Melton.
Me ir cuando me d la gana replic Mullargan.
Yo estoy dispuesto a marcharme ahora mismo dijo Marks entre estornudos
. Este sitio, frica, no es lugar para un tipo con fiebre del heno.
Los muchachos siguieron descargando el camin, apresurndose a montar el
campamento. Uno estaba haciendo una fogata para cocinar la cena. Se oan muchas
risas, y de vez en cuando un fragmento de alguna cancin nativa. Uno de los chicos,
que llevaba una pesada carga desde el camin, tropez sin querer con Mullargan y le
hizo perder el equilibrio. El luchador le dio un fuerte golpe al negro con la mano
abierta en el costado de la cabeza, lo que le hizo caer al suelo.
La prxima vez mirars adnde vas gru. Melton se acerc a l.
Esto se acab dijo. He aguantado todo el tiempo que he podido. Jams

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vuelvas a pegar a otro de esos muchachos.
As que t tambin te la ests buscando, eh? grit Mullargan. Pues de
acuerdo, la tendrs.
Antes de que pudiera golpearle, Melton sac su pistola y le apunt.
Vamos le invit. Estoy esperando la oportunidad de matarte en defensa
propia.
Mullargan se qued quieto mirando fijamente el arma varios segundos; luego dio
media vuelta. Ms tarde confi a Marks:
Estos ingleses no tienen sentido del humor. Poda haber comprendido que solo
lo deca en broma
La comida de la noche transcurri con tranquilidad. No se podra decir
exactamente que mantuvieran una conversacin intermitente, ya que ni siquiera
existi hasta que casi haban terminado de comer; entonces se oy el rugido de un
len cerca del campamento.
Ah est ese cerdo otra vez dijo Mullargan. Tal vez podemos cogerlo
ahora.
Qu cerdo? pregunt Melton.
Debes de estar sordo dijo Mullargan. No lo oyes?
Cspita! exclam Marks. Mirad cmo relucen sus ojos all.
Melton se puso en pie y se dirigi hacia el camin, encendi el foco y lo dirigi
hacia aquellos ojos. En el crculo de fuerte luz se hallaba un len adulto. Se qued all
parado solo un instante; luego se volvi y se zambull en la oscuridad.
Cerdo! exclam Mullargan con indignacin.

* * *

Los babangos son un pueblo del color del chocolate, con bonitas facciones y cabezas
bien formadas. Sus dientes no son muy buenos; sin embargo, son canbales
empedernidos. En su canibalismo no hay implicaciones religiosas ni supersticiones.
Comen carne humana porque les gusta, porque la prefieren a cualquier otra comida; y
como verdaderos gurmets, saben prepararla. Cazan al hombre como otros hombres
cazan animales, y son odiados y temidos en todo el territorio que asaltan.
Recientemente, le haba llegado a Tarzn el rumor de que los babangos haban
invadido una parte remota de ese vasto dominio que, desde la infancia, haba
considerado propio; y Tarzn haba ido, tras varias jornadas de marcha, a investigar.
Detrs de l, avanzando ms despacio, iba una pandilla de sus propios guerreros
waziri, caracterizados por blancas plumas, dirigidos por Muviro, su famoso jefe.
Era la maana siguiente al encuentro de Tarzn con Melton. El hombre mono iba
por el interior de la jungla justo en la linde de la llanura, con todos los sentidos muy
alerta. No haba ni el ms mnimo asomo de preocupacin en sus zancadas y su
conducta era la de quien est muy seguro de s mismo; sin embargo, se mova con

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tanto silencio como una sombra. Vio la vbora en la hierba y la pitn aguardando en
el rbol para coger su presa desde arriba, y las esquiv. Dio un pequeo rodeo, no
fuera que pasara por debajo de un rbol trompeta desde el cual podan caer hormigas
negras y picarle.

* * *

Despus se detuvo y se gir, mirando atrs a lo largo de la linde de la jungla y la


llanura. Ni usted ni yo habramos podido or lo que l oy, porque nuestras vidas no
han dependido en gran medida de la agudeza de nuestro odo. Hay bestias salvajes
que tienen una vista notoriamente pobre, pero ninguna con mal odo o un sentido del
olfato deficiente. Tarzn, como era un hombre, y por lo tanto estaba mal preparado
por la naturaleza para sobrevivir en su mundo salvaje, haba desarrollado todos sus
sentidos en una medida extraordinaria; y por eso ahora oy el ruido de pezuas, muy
a lo lejos, mucho antes de que usted o yo lo hubiramos odo. Y oy otro ruido: un
ruido tan extrao para alguien de all como lo sera el rugido de un len despus de
matar una presa en Park Avenue: el tubo de escape de un motor.
Se estaban acercando; y se acercaban con rapidez. Y entonces le lleg otro ruido,
que ahog el primero: el staccato de una ametralladora. Luego pasaron de largo: una
horda de cebras; y pegado a su flanco iba un coche ligero. Lo conduca un hombre, y
el otro arrojaba plomo de una ametralladora hacia la horda que hua. Las cebras
caan, algunas muertas, otras solo heridas; pero el coche segua avanzando a toda
velocidad, sin hacer caso sus ocupantes de las bestias que sufran a su paso.
Tarzn, indefenso para impedirlo, contempl la matanza con fra ira. Haba
presenciado anteriormente la brutalidad de la caza de cerdos, pero nunca haba visto
nada parecido a esto. Su opinin del hombre, que jams haba sido demasiado buena,
alcanz el punto ms bajo. Sali a la llanura y, misericordioso como era, acab con el
sufrimiento de los animales mortalmente heridos, siguiendo el rastro de la
destruccin en la direccin que haba tomado el coche. Al final encontrara de nuevo
a los dos hombres, y entonces ajustaran las cuentas.
Lejos, ms adelante, los supervivientes de la aterrada horda descendieron por una
hondonada rocosa, y despus de trepar por el lado opuesto desaparecieron por el
borde mientras Mullargan detena el coche cerca dl fondo.
Caramba! exclam. Esto s es diversin! Cuando tenga todas mis
cabezas colgadas en una pared, aquel tipo de Park Avenue quedar como un
pelagatos.
Sin duda, has hecho una buena limpieza, chico dijo Marks. Aquello era
disparar.
Por algo fui un experto fusilero en el Cuerpo de los Marines, Joey. Ahora, si
pudiera tropezarme con una manada de leones, caray!
La jungla llegaba hasta la parte superior del barranco, y los rboles crecan muy

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juntos a unos cien metros del coche. Hubo all un movimiento entre los rboles, pero
ninguno de los hombres de mente embotada se dio cuenta. Haban encendido cigarros
y estaban disfrutando de unos momentos de descanso.
Supongo que ser mejor que regresemos y empecemos a recoger los animales
dijo Mullargan. No quiero perder a ninguno de ellos. Bueno, a este paso me
llevar mil cabezas, si nos quedamos un mes entero. Estoy seguro de que esos
holgazanes de la prensa tendrn algo para escribir cuando regrese a casa. Har que
uno de esos pobres fotgrafos me saque una foto sobre mil cabezas, de toda clase.
Saldr en todos los peridicos de Estados Unidos.
Estoy seguro, chico entonces cogi con cautela la ametralladora.
Chssst sise. Eso es un elefante. Menuda suerte!
Levant el arma y apret el gatillo. Un elefante barrit y sali tambalendose de
la jungla. Le seguan otro y otro, hasta que siete de esas grandes bestias se dirigan
hacia ellos; entonces el arma se atasc.
Mierda! exclam Mullargan. Se irn antes de que pueda arreglarlo.
No van a marcharse dijo Marks. Vienen a por nosotros.
Los elefantes, que no tienen muy buena vista, localizaron por fin el coche.
Levantaron sus trompas y sus grandes orejas, barritando, y atacaron; pero para
entonces Mullargan haba desatascado el arma y volva a lanzarles plomo. Un
elefante cay. Otros se tambalearon y se desviaron. Era demasiado para ellos;
demasiado para todos salvo para uno, un gran macho que, enloquecido por el dolor de
varias heridas, se lanz a un ataque desesperado.
El ruido de la ametralladora ces. Mullargan arroj el arma con indignacin.
Hagamos algo, Joey! grit. El tambor est vaco.
Los dos hombres salieron rodando por el otro lado del coche cuando el elefante lo
golpe. El peso de su enorme cuerpo, el terrible impacto, empuj el coche, que se
qued con las ruedas hacia arriba. El elefante se tambale y se abalanz hacia
delante, choc con el chasis y cay.
Los dos hombres regresaron despacio.
Caramba! exclam Mullargan. Mira lo que ha hecho a este cacharro!
Henry, ahora, no lo reconocera. Se puso a cuatro patas e intent atisbar por debajo
de los destrozos.
Marks temblaba como una hoja.
Supongamos que no hubiera estirado la pata dijo; dnde estaramos en
estos momentos? Qu vamos a hacer ahora?
Tenemos que esperar hasta que llegue el camin. Nuestras armas estn todas
debajo de ese amasijo. Tal vez el camin pueda arrastrar esa mole y apartarla.
Tenemos que recuperar nuestras armas.
Ojal estuviera en Broadway dijo Marks, estornudando, donde no hay
elefantes ni heno.

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* * *

El pequeo Nkima estaba muy irritado. En primer lugar, la rfaga de la ametralladora


lo haba alterado. Le haba asustado tanto que haba abandonado el santuario que era
el hombro de su amo y seor y huy al pinculo ms elevado de un rbol prximo.
Cuando Tarzn hubo salido a la llanura, le haba seguido; y no le gustaba en absoluto
la llanura, porque el intenso sol africano era implacable y no haba proteccin alguna.
Y estaba todava ms irritado porque haba seguido oyendo de forma intermitente
aquel ruido que destrozaba los nervios durante un buen rato, y proceda de la
direccin hacia la que se dirigan. Mientras correteaba detrs de su amo, le rega;
porque el pequeo Nkima no le vea sentido a buscarse problemas en un mundo en el
que ya haba suficientes que te buscaban a ti.
Tarzn haba odo el ruido de la ametralladora, los gritos de dolor de los elefantes
y el barritar de elefantes enojados; visualiz la brutal tragedia con tanta claridad
como si la estuviera viendo con sus propios ojos; y su ira se elev tanto que olvid la
ley del hombre blanco, pues Tantor el elefante era su mejor amigo. Era una bestia
salvaje, que mata, pero se dirigi al trote en la direccin de la que haban venido los
ruidos.
Los ruidos que haban llegado a los odos de Tarzn y a los odos de Nkima
tambin haban llegado a otros odos en la densa jungla ms all del barranco. Sus
propietarios se escabulleron por la penumbra con pies silenciosos y cautos para
reconocer el terreno. Iban con cautela porque saban que aquellos ruidos significaban
hombres blancos; y muchos hombres blancos con armas eran una mala medicina.
Esperaban que no fueran demasiados.
Cuando Tarzn lleg al borde del barranco, mir abajo y vio la escena, otros ojos
miraban abajo desde el lado opuesto.
Estos otros ojos vieron a Tarzn; pero los rboles y la maleza se los ocultaban a
l, y como el viento vena por detrs, su olor no le llegaba.
De dos hombres que haba en el barranco, Marks fue el primero en ver a Tarzn.
Llam la atencin a Mullargan al respeto y los dos hombres observaron al hombre
mono mientras descenda despacio hacia ellos. Nkima, que percibi que habra
problemas, se qued arriba, parloteando. Tarzn se acerc a los dos hombres en
silencio.
Qu quieres? pregunt Mullargan, llevndose la mano a la pistola que
llevaba a la cadera.
Matado t? le pregunt Tarzn, sealando el elefante muerto, y en su ira
pas a expresarse con los gruidos monosilbicos que eran reminiscencia de su
introduccin al ingls haca ya muchos aos.
S, qu pasa? El tono de Mullargan fue desagradable.
Tarzn mata dijo el hombre mono, y dio unos pasos al frente. Se hallaba a un

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metro y medio de Mullargan cuando este sac con gesto rpido la pistola de su funda
y dispar. Pero por rpido que hubiera sido Mullargan, Tarzn lo haba sido ms. Dio
un golpe al arma hacia arriba y la bala silb en el aire sin hacer dao a nadie;
entonces cogi el arma de la mano del otro y la arroj lejos.
Mullargan sonri, una sonrisa torcida, como una mueca. Este pobre chiflado es
un inocente pens, divirtindose de este modo con el campen mundial de los
pesos pesados.
As que t eres ese tal Tarzn dijo; luego lanz aquel derechazo letal
directamente a la mandbula de Tarzn.
Se qued muy sorprendido cuando vio que haba fallado. Se sorprendi todava
ms cuando el hombre mono le asest un golpe terrible en el costado de la cabeza con
la palma de la mano, un golpe que le hizo caer al suelo, medio aturdido.
Marks danzaba alrededor, consternado y aterrorizado.
Levntate, holgazn grit a Mullargan; levntate y mtale.

* * *

Nkima daba saltos en el borde del precipicio, lanzando desafos e insultos a los
tarmangani. Mullargan se puso en pie muy despacio. De forma instintiva, haba
contado hasta nueve. Ahora haba el asesino en su corazn. Se precipit hacia Tarzn
y una vez ms el hombre mono le hizo fallar; entonces Mullargan se agarr a l en un
abrazo, inmovilizando el brazo derecho de Tarzn y asestndole golpes terribles sobre
uno de sus riones para debilitarle.
Con su mano libre, Tarzn levant a Mullargan en vilo y lo arroj pesadamente al
suelo, para dejarse caer luego sobre l. Unos dedos de acero buscaron la garganta de
Mullargan. Este forceje para liberarse, pero estaba indefenso. Un rugido bajo brot
de la garganta del hombre que tena encima. Era el rugido de una bestia, y llen al
campen de un terror desconocido hasta entonces para l.
Aydame, Joey! Aydame! grit. Este fulano me est matando.
Marks era la personificacin de la inutilidad. Solo poda ir dando saltos de un
lado a otro gritando:
Levntate, holgazn; levntate y mtale! Nkima tambin daba saltos y gritaba,
pero saltaba y gritaba por un motivo muy diferente del que animaba a Marks, pues l
vea algo que los tres hombres, centrada toda su atencin en la pelea, no vean. Vio
una horda de salvajes que descendan desde la jungla por el otro lado del barranco.
Los babangos, al darse cuenta de que los tres hombres de abajo estaban
completamente absortos en su pelea y no haban advertido en absoluto su presencia,
avanzaron en silencio, pues deseaban cogerlos vivos e ilesos. Llegaron veloces, un
centenar de impecables guerreros, musculosos y duros, un centenar de esplndidas
refutaciones de la teora segn la cual comer carne humana hace que los hombres
sean sarnosos, sin pelo y sin dientes.

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Marks fue el primero en verlos, y dio un grito de alerta; pero era demasiado tarde,
pues ya estaban sobre l. Era tal la cantidad de hombres que los abrum, pues
enterraron a Tarzn y a Mullargan bajo una docena de impecables cuerpos oscuros;
aun as, el hombre mono se levant, sacudindoselos de encima por un instante.
Mullargan le vio alzar un guerrero por encima de su cabeza y arrojarlo a la cara de
sus compaeros, y el campen se qued sobrecogido ante esta demostracin de fuerza
fsica, mucho mayor que la suya.
Esta inversin de fuerzas fue breve; haba demasiados babangos incluso para
Tarzn. Dos de ellos le cogieron por los tobillos y otros tres lo tumbaron al suelo;
pero antes de que consiguieran atarle, haba matado a uno con sus propias manos.
A Mullargan lo cogieron con menos dificultad; a Marks, sin ninguna. Los
babangos les ataron las manos a la espalda, y pinchndoles por detrs con sus lanzas
les hicieron subir el empinado barranco y penetrar en la jungla.
El pequeo Nkima observ unos instantes; luego huy por la llanura.

* * *

La penumbra de la jungla les rode, deprimiendo an ms el nimo de los dos


estadounidenses. La multitud de rboles apretados, cuyas copas entrelazadas
impedan ver el cielo y el sol, les sobrecoga. Arboles, rboles, rboles! rboles de
todos los tamaos y alturas, algunos tenan ramas que se elevaban sesenta metros
sobre la alfombra de apretados helechos, musgo y arbustos bajos que cubran el
terreno. Lazos y guirnaldas de lianas iban de rbol a rbol, o colgaban como enormes
serpientes alrededor de sus troncos desde la base hasta el pinculo ms alto; otras
colgaban desde las ramas ms elevadas casi hasta el suelo, sin que sus extremidades
deshilachadas se movieran apenas en el aire muerto; y otras, colgaban como delgadas
cuerdas formando borlas con los hilos abiertos en sus extremos, las races areas de
los epifitos.
Qu supones que van a hacer con nosotros? pregunt Marks. Nos
retendrn para obtener un rescate?
Tal vez. No lo s. Cmo van a pedir un rescate? Marks mene la cabeza.
Entonces, qu harn con nosotros?
Por qu no se lo preguntas a ese fornido tipejo? sugiri Mullargan,
sealando con la cabeza en direccin a Tarzn.
Tipejo? Marks escupi la palabra con asco. Te dej a ti como un tipejo,
muchacho. Ojal yo tuviera a un tipejo como ese en Nueva York. Lo convertira en
un autntico campen. Casi te dej K.O. con la mano abierta. Menudo derechazo
tiene!
Solo ha tenido suerte dijo Mullargan. Podra ocurrirle a cualquiera.
Te ha levantado como si fueras un peso mosca; pero cuando te ha soltado has
aterrizado como un peso pesado, de acuerdo. Supongo que solo ha sido suerte.

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Ese tipo no es humano. Le has odo gruir?
Igual que un len o algn otro animal.
Ojal supiera lo que van a hacer con nosotros dijo Marks.
Bueno, no van a matarnos. Si no, ya lo habran hecho cuando nos han cogido.
No tendra sentido llevarnos a cualquier otro sitio para matarnos. Supongo que en
esto tienes razn.

* * *

El sendero que seguan los babangos con sus cautivos daba vueltas de forma errtica
a travs de la jungla. Apenas tena ms de cincuenta centmetros de anchura; era un
estrecho surco que se haba hecho profundo debido a los pies de incontables hombres
y bestias que lo haban pisado durante incontables aos. Al fin desemboc en un
tosco campamento en la orilla de un riachuelo cerca de su confluencia con otro ro
ms grande. Era la sede de una aldea abandonada en un claro del que la jungla
todava no se haba apoderado por completo.
Cuando los tres hombres entraron en el campamento, fueron rodeados por
mujeres y nios que chillaban. Las mujeres les escupan y los nios les arrojaban
palos hasta que los guerreros los apartaron; luego, les pusieron una cuerda al cuello y
los ataron a un arbolito.
Marks, agotado, se arroj al suelo; Mullargan se qued sentado con la espalda
apoyada en el rbol; Tarzn se qued de pie, examinando todos los detalles de lo que
les rodeaba, centrada su mente en un solo objeto: escapar.
Caramba dijo Marks. No puedo ms.
Nunca has utilizado lo suficiente tus msculos le censur Mullargan, poco
comprensivo. Siempre me has estado dando la lata para que caminara diez
kilmetros cada da mientras t ibas cmodamente en automvil.
Qu ha sido eso? pregunt de pronto Marks.
Qu ha sido qu? No lo os, sus rugidos?
El ruido proceda de la direccin del riachuelo, el cual no podan ver debido a la
vegetacin que haba en medio.
A algn tipo le duele el estmago aventur Mullargan.
Suena horrible dijo Marks. Ojal estuviera en tierra de Dios. Vaya
brillante idea tuviste, venir a frica. Ojal supiera qu es lo que van a hacer con
nosotros.
Mullargan levant la mirada hacia Tarzn.
A l no le preocupa nada dijo, y debera saber lo que van a hacer con
nosotros. Es un hombre salvaje.
Haban hablado en susurros, pero Tarzn haba odo sus palabras.
Queris saber lo que van a hacer con vosotros? pregunt.
Claro que queremos dijo Marks.

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Van a comeros.
Marks se incorpor de un salto. Not que la garganta se le quedaba seca y se pas
la lengua por los labios.
Se nos van a comer? dijo con voz ronca. Es una broma, verdad?; ya no
hay canbales, solo en las pelculas y en los libros de aventuras.
No? Oyes ese gemido que procede del ro?
Chssst
Esa parte es peor que ser comido.
Estn preparando la carne, hacindola tierna. Lo que os son hombres, o
mujeres, o nios pequeos, varios. Hace dos o tres das, tal vez, les rompieron los
brazos y las piernas por tres o cuatro sitios con palos; despus los hundieron en el ro,
atndoles la cabeza a un palo; de manera que no pueden ahogarse por accidente ni
suicidarse. Los dejarn all tres o cuatro das; despus los descuartizarn y los
cocinarn.
Mullargan se qued plido como la cera.
Marks puso los ojos en blanco y se mare. Tarzn los mir sin sentir piedad
alguna.
Tenis miedo dijo Tarzn. No queris sufrir. En la llanura y en la jungla
estn las cebras y el elefante que vosotros dejasteis sufrir, tal vez durante muchos
das.
No son ms que animales replic Mullargan. Nosotros somos seres
humanos.
Sois animales dijo el hombre mono. No sufrs ms que otros animales,
cuando os hacen dao. Me alegro de que los babangos vayan a haceros sufrir antes de
comeros. Sois peores que los babangos. No tenais ningn motivo para cazar a la
cebra y al elefante. No habrais podido comeros todo lo que habis matado. Los
babangos solo matan para comer, y matan solo lo que pueden comer. Son mejores
personas que vosotros, que hallis placer en el acto de matar.
Durante un buen rato los tres permanecieron en silencio, cada uno de ellos
absorto en sus propios pensamientos. Por encima de los ruidos del campamento se
elevaban los gemidos procedentes del ro. Marks se ech a llorar. Se estaba
desmoronando. Mullargan tambin se estaba desmoronando, con una reaccin
diferente. Levant la mirada hacia Tarzn, que segua de pie, impasible.
He estado pensando dijo sobre lo que has dicho de que heramos a los
animales y matbamos por placer. Yo nunca lo haba pensado de esa manera hasta
ahora. Ojal no lo hubiera hecho.

* * *

Un monito hua a travs de la calurosa llanura. Dio un rodeo para evitar el


traqueteante camin que segua a los cazadores. Poco despus se subi a los rboles y

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fue saltando por ellos cerca de la linde de la llanura. Era un monito aterrorizado,
constantemente alerta a las muchas criaturas para las que la carne de mono es una
exquisitez especial. Era triste que tan ardiente amante de la jungla sintiera miedo en
ella, pero esto era debido a que Histah la serpiente y Sheeta la pantera tambin eran
arbreas. Asimismo, haba grandes monos con mala disposicin, por lo que era
sensato evitarlos; de manera que el pequeo Nkima se desplazaba procurando hacer
el mnimo ruido posible y no molestar. Raras veces se desplazaba, ni haca cualquier
otra cosa, con este nico propsito; pero ese da ni siquiera la ms suculenta oruga,
los frutos ms tentadores o incluso un nido de huevos podra tentarle a entretenerse.
El pequeo Nkima lo consegua, deprisa.
Melton vio los cuerpos de las cebras que le sealaban el camino por el que haban
pasado los cazadores. Estaba lleno de ira y de asco, y maldeca para sus adentros.
Cuando lleg a la linde del precipicio, vio el automvil destrozado bajo el cuerpo de
un elefante macho; pero no vio seales de los dos hombres. Baj del camin y
descendi el barranco.
Melton era un rastreador experto. Saba interpretar una historia en una brizna de
hierba aplastada o una ramita partida. Un rpido examen del terreno que rodeaba el
automvil siniestrado le dio a conocer una historia que le llen de preocupacin: por
s mismo. Con el rifle preparado, trep de nuevo por el barranco hacia el camin,
volviendo los ojos a menudo hacia atrs, en direccin a la jungla, que se hallaba en el
lado opuesto. Exhalando un suspiro de alivio, dio media vuelta con el camin y se
dispuso a cruzar la llanura.
Esos granujas se lo han buscado pens. No puedo hacer ms que informar
de ello, y para entonces ya ser demasiado tarde.
Aquella noche los babangos celebraron un festn, y Tarzn se enter, por los
fragmentos que oa de su conversacin, de que estaban planeando iniciar su
preparacin y la de los dos estadounidenses la noche siguiente; pero Tarzn no tena
ninguna intencin de que le rompieran los brazos y las piernas. Se tendi junto a
Mullargan.
Ponte de lado susurr. Voy a poner mi espalda contra la tuya. Intentar
desatar los nudos de tus muecas; despus t puedes desatar las mas.
De acuerdo dijo Mullargan.
En la jungla, en la direccin de la llanura, rugi un len y la reaccin instantnea
de los babangos demostr su miedo al rey de las bestias. Avivaron sus fogatas contra
las fieras e hicieron sonar sus tambores para ahuyentar al merodeador. No eran
hombres de leones, esos cazadores de humanos; pero al cabo de un rato, al no volver
a or ms el len, los salvajes se pusieron de nuevo a comer, bailar, beber y bajaron la
guardia; y Tarzn pudo trabajar ininterrumpidamente durante horas. Era un trabajo
lento, pues sus manos tenan tantas ataduras que solo poda utilizar un dedo; pero al
menos el nudo cedi a su perseverancia. Despus fue ms fcil y al cabo de otra
media hora Mullargan tena las manos libres. Con dos manos, pudo trabajar con ms

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rapidez; pero el tiempo volaba. Era pasada la medianoche. Notaron seales de que la
orga pronto terminara; entonces, Tarzn lo saba, les pondran guardias para
vigilarles. Al fin estuvo libre. Las ataduras de Marks fueron ms fciles de desatar.
Arrastraos pegados al suelo detrs de m susurr Tarzn. No hagis ningn
ruido.
El hecho de que Mullargan admitiera que lamentaba la matanza de las cebras
haba decidido a Tarzn a dar a los dos hombres una oportunidad de escapar; eso, y el
hecho de que Mullargan le haba ayudado a liberarse. No senta ninguna simpata ni
responsabilidad alguna por ellos. No les consideraba compaeros, sino criaturas
mucho ms alejadas de l que las bestias salvajes con las que haba confraternizado
desde su infancia: aquellos eran sus afines y sus compaeros.

* * *

Tarzn fue avanzando centmetro a centmetro por el claro hacia la jungla. De haber
estado solo, llegar al refugio de los rboles por los senderos elevados que los simios
de Kerchak le haban enseado a atravesar, adonde los babangos no le hubieran
seguido, habra dependido de su rapidez; pero la nica oportunidad que tenan los dos
que le seguan era la de llegar a la jungla sin ser vistos.
Haban recorrido apenas ms de treinta metros cuando Marks estornud.
Asmtico, algn polvo o polen que su movimiento haba levantado del suelo le haba
hecho reaccionar. Estornud, no una vez sino continuamente; y sus estornudos fueron
respondidos por gritos procedentes del campamento.
Levantaos y corred! orden Tarzn, ponindose en pie de un salto; y los tres
corrieron hacia la jungla, seguidos por una horda de salvajes chillando.
Marks fue el primero en ser alcanzado por los babangos, consecuencia de no
haber hecho ejercicio fsico; pero tambin atraparon a Mullargan, precisamente
cuando estaba a punto de llegar a la jungla. Le atraparon porque haba vacilado un
instante motivado por lo que posiblemente era la primera necesidad heroica de su
vida: intentar rescatar a Marks. Cuando se abalanzaron sobre l, y tanto el rescate
como la huida ya no eran posibles, Puetazo nico Mullargan perdi los estribos.
Vamos, imbciles! grit, y plant su famoso derechazo en la mandbula de
un negro. Otros le rodearon y fueron cayendo en rpida sucesin de golpes con la
derecha y la izquierda. Yo os ensear grit Mullargan a burlaros del
campen mundial de pesos pesados!
Entonces un guerrero se arrastr por detrs de l y le dio un fuerte golpe en la
cabeza con una lanza, y Puetazo nico Mullargan se desplom y perdi el
conocimiento por primera vez en su vida.
Tarzn, posado en la rama de un rbol en la linde del claro, haba observado la
escena con inters, interpretando correctamente el acto de herosmo de Mullargan.
Era la segunda caracterstica digna de admiracin que haba visto en algunos de estos

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tarmangani, y le movi a una contemplacin ms activa de su inminente destino. La
muerte no significaba nada para l, a menos que se tratara de la muerte de un amigo,
pues la muerte es corriente en la jungla; y la suya, con la psicologa de la bestia
salvaje que camina siempre con la muerte, no le impresionaba mucho.
Pero el herosmo abnegado no es una caracterstica comn de las bestias salvajes.
Pertenece casi en exclusiva al hombre, sealando a los que poseen ms coraje de
entre ellos. Era un atributo que Tarzn poda entender y admirar. Constitua un
vnculo entre aquellos dos hombres tan distintos, elevando la estimacin que Tarzn
senta por Mullargan por encima de la posicin de los babangos, a los que
consideraba sus enemigos naturales. Antes Mullargan estaba por debajo de los
babangos, por debajo de Ungo el chacal, por debajo de Dango la hiena.
Tarzn segua sin sentir responsabilidad alguna por aquellos hombres, a los que
haba estado a punto de abandonar a su destino; pero reflexion sobre la idea de
ayudarles, tal vez tanto para confundir y molestar a los babangos como para socorrer
a Mullargan y a Marks.

* * *

Una vez ms Nkima cruz la llanura, esta vez sobre el ancho y moreno hombro de
Muviro, jefe de los waziri de plumas blancas. Una vez ms, no paraba de parlotear, y
su corazn era como el corazn de Numa el len. Desde el hombro de Muviro, igual
que desde el hombro de Tarzn, Nkima poda mandar el mundo al infierno; y lo
haca.
Desde su camin, que avanzaba con lentitud, Melton vio, a lo lejos, lo que pareca
ser un gran grupo de hombres que se aproximaban. Detuvo el camin y cogi sus
prismticos.
Cuando los hubo enfocado sobre el objeto de su inters lanz un silbido. Espero
que sean amistosos, pens. Uno de sus muchachos le haba contado que los
babangos estaban haciendo incursiones en algn lugar por aquel territorio, y las
pruebas que haba visto alrededor del automvil siniestrado parecan dar consistencia
al rumor. Vio que el muchacho que iba a su lado llevaba el rifle preparado, y puso el
camin en marcha otra vez.
Cuando es tuvieron ms cerca, vio que el grupo constaba de cerca de un centenar
de guerreros con plumas blancas. Pens en acelerar el camin y pasar por encima de
ellos. La situacin le pareca mala, pues era evidente que se trataba de un grupo de
combate. Llam a los muchachos que iban sobre la carga para que sacaran ms rifles
y empezaran a disparar si se lo ordenaba.
No les dispare, bwana dijo uno de los muchachos. Nos mataran a todos si
lo hiciera. Son muy buenos guerreros.
Quines son? pregunt Melton.
Los waziris. No nos harn dao.

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Muviro se detuvo en el camino del camin y alz la mano.
Melton se detuvo.
De dnde vienes? pregunt el jefe waziri.
Melton le habl del barranco y de lo que haba encontrado en el fondo.
No has visto ningn otro hombre blanco ms que tus dos amigos? pregunt
Muviro.
Ayer vi a un hombre blanco que se haca llamar Tarzn.
Estaba con los otros cuando los capturaron?
No lo s.
Sguenos dijo Muviro, y acampa en la linde del bosque. Si tus amigos
estn vivos, los traeremos.

* * *

Las acciones de Nkima haban indicado a Muviro que Tarzn estaba en apuros, y esta
nueva prueba sugera que tal vez le haba matado o capturado la misma tribu que
haba sorprendido a los otros hombres.
Melton observ a los waziri alejarse a un trote rpido que se tragara los
kilmetros con facilidad; luego puso en marcha el motor y sigui adelante.

* * *

En el campamento canbal, los babangos, que dorman para disipar los efectos de su
orga, no se pusieron en movimiento hasta casi medioda. Es ta b a n de muy mal
humor. Haban perdido una vctima, y muchos de ellos tenan que cuidar de
mandbulas doloridas y narices rotas como consecuencia de su encuentro con
Puetazo nico Mullargan.
Los hombres blancos no se hallaban en mucho mejor forma: a Mullargan le dola
la cabeza, mientras que a Marks le dola todo; y cada vez que pensaba en lo que le
esperaba antes de que le mataran, se senta desmayar.
Te rompen los brazos y las piernas por cuatro sitios murmuraba y entonces
te empapan durante tres das para que ests tierno. Asquerosos canallas!
Cierra el pico! espet Mullargan. Yo trato de olvidarlo.
Tarzn, como saba que los waziri no estaban lejos detrs de l, regres a la linde
de la llanura para verlos. Solo, y a plena luz del da, saba que ni siquiera poda
esperar rescatar a los estadounidenses del campamento de los babangos. Se pas el
da entretenindose por la linde de la llanura; y entonces, al ver que no haba seales
de los waziri, dio media vuelta y se dirigi a travs de los rboles hacia el
campamento canbal mientras el breve crepsculo ecuatorial dejaba paso a la
impenetrable oscuridad de la noche en la jungla.

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Se acerc al campamento desde otra direccin, descendiendo hasta el riachuelo en
el que las vctimas restantes an estaban sumergidas. Por encima del campamento, su
olfato percibi el olor de Numa el len y Sabor la leona; y despus distingui sus
formas abajo. Se deslizaban en silencio hacia el olor de carne humana, y estaban
vorazmente hambrientos. El hombre mono lo saba, pues el olor de un len con el
estmago vaco es muy diferente al de uno con el estmago lleno. Todas las bestias
salvajes lo saben; de modo que no es nada inusual ver leones que han comido
recientemente pasar por entre una horda de herbvoros paciendo sin llamar la
atencin ms que de una manera despreocupada.
El silencio y el hambre de estos dos leones al acecho presagiaban algo malo para
la presa que pretendan alcanzar.
Una docena de guerreros se aproximaron a Mullargan y a Marks. Les cortaron las
ataduras y empujaron bruscamente a los dos hombres para que se pusieran de pie;
luego les arrastraron hasta el centro del campamento, donde el jefe y el hechicero
estaban sentados bajo un gran rbol. Los guerreros permanecan quietos formando un
semicrculo frente al jefe, y detrs de ellos estaban las mujeres y los nios.
Los dos estadounidenses fueron empujados y arrojados al suelo boca arriba; y all
dos guerreros les separaron las piernas y los brazos, inmovilizndoles cada
extremidad. Desde el follaje del rbol, un hombre blanco semidesnudo contemplaba
la escena. Sopesaba mentalmente las posibilidades de llevar a cabo un rescate, pero
no tena intencin de sacrificarse a s mismo intilmente por aquellos dos. Ms all
de la fogata para las fieras, dos pares de ojos verde amarillentos observaban sin
parpadear. Las puntas de dos sinuosas colas se agitaban de un lado a otro. Un
lastimoso gemido lleg procedente del riachuelo prximo; y la leona volvi los ojos
en aquella direccin, pero el macho de gran melena negra sigui mirando fijamente la
multitud del campamento. El hechicero se levant y se acerc a las dos vctimas. En
una mano llevaba una cola de cebra, a la que haban pegado unas plumas; en la otra,
un pesado palo. Marks le vio y se puso a gemir. Forceje y grit:
Slvame, chico! Slvame! No permitas que me hagan esto!

* * *

Mullargan mascull una plegaria que apenas recordaba. El hechicero se puso a danzar
alrededor de ellos, agitando la cola de cebra sobre ellos y murmurando su galimatas
ritual. De pronto salt cerca de Mullargan e hizo oscilar su pesado palo sobre el
hombre inmovilizado; entonces Mullargan, campen mundial de los pesos pesados,
se liber de la garra de los guerreros y se puso en pie de un salto. Con toda la fuerza
de sus msculos y el peso de su cuerpo, lanz un golpe tan fuerte a la mandbula del
hechicero como jams lo haba lanzado en ningn cuadriltero; y el hechicero se
desplom y se desvaneci con la mandbula rota. Se alz un grito de rabia salvaje
procedente de los guerreros all reunidos, y un instante despus Mullargan fue

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sumergido bajo una multitud de ellos.

* * *

Los leones se acercaron al borde del arroyuelo y estiraron una garra almohadillada
hacia la cabeza de una de las pobres vctimas de los babangos, una mujer. La pobre
criatura lanz un grito de terror, y la leona rugi de un modo horrible y atac. Los
babangos, aterrados, volvieron la mirada hacia la direccin de donde haban venido
los ruidos; y entonces el len carg directamente hacia ellos, haciendo temblar la
tierra con sus estruendosos rugidos. Los salvajes dieron media vuelta y huyeron
despavoridos, dejando a sus dos vctimas y al hechicero en el camino del carnvoro.
Todo sucedi tan deprisa que el len estaba sobre Mullargan antes de que este
pudiera ponerse en pie. Por un instante, la gran bestia se qued quieta mirando
fijamente con ojos relucientes al hombre que yaca en el suelo, paralizado por el
miedo, devolviendo la mirada a aquellos ojos aterradores. Percibi el ftido aliento y
vio los amarillentos colmillos y la babeante barbilla, y no vio nada ms algo que le
llen de asombro, ya que Tarzn se lanz desde el rbol sobre el lomo del gran
felino.
Mullargan se puso en pie de un sallo y retrocedi, pero sinti un fascinado horror
mientras esperaba que el len matara a aquel hombre. Marks se levant con dificultad
e intent trepar al rbol, agarrndose al gran tronco en un frenes de terror. La leona
haba arrastrado a la mujer lejos del arroyuelo y se la haba llevado a la jungla,
oyndose sus gritos de agona por encima de todos los dems ruidos.
Mullargan deseaba huir, pero no poda. Se haba quedado como pegado al suelo,
observando lo increble. Tarzn rodeaba con las piernas la parte de atrs del lomo del
len y con sus brazos de acero el cuello cubierto por la negra cabellera. El len se
levant sobre las patas traseras, sacudindose intilmente para quitarse a la cosa-
hombre que tena encima; y junto con sus rugidos y gruidos, se oan los gruidos del
hombre. Esto ltimo fue lo que hel la sangre a Mullargan.
Vio que el len se arrojaba al suelo y rodaba sobre el hombre en un frentico
esfuerzo por deshacerse de l, pero cuando se puso en pie de nuevo el hombre segua
all. Puetazo nico Mullargan haba presenciado muchas peleas que haban
provocado gritos de aprobacin por la fuerza o el valor de los contendientes, pero
jams haba visto semejante fuerza y valor como la que estaba demostrando aquel
hombre semidesnudo en un combate cuerpo a cuerpo con un len.
La resistencia de un len no es proporcional a su fuerza, y entonces el gran felino
empez a cansarse. Por un momento se qued quieto sobre las cuatro patas, jadeando;
y en aquella primera oportunidad, Tarzn solt una mano y sac su cu chillo de caza
de su funda. Ante este movimiento el len se gir en redondo e intent agarrar a su
oponente. El cuchillo reluci a la luz del fuego y la larga hoja se hundi
profundamente detrs del hombro del len. Lanzando un horripilante rugido, la bestia

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se puso sobre las patas traseras y dio un salto, y de nuevo la hoja se hundi. En un
paroxismo de dolor y de rabia, el gran felino dio un salto en el aire. De nuevo el
cuchillo se hundi en el costado de la bestia. Tres veces haba alcanzado la punta el
corazn del len, y al fin este cay de lado, tuvo unas convulsiones y qued inmvil.
Tarzn salt al suelo y puso un pie sobre el cuerpo del animal muerto, y alzando
el rostro al cielo lanz el espantoso grito de victoria del simio macho. A Marks las
rodillas le cedieron y de sbito se sent en el suelo. Mullargan not que se le erizaba
el pelo. Los babangos, que haban huido a la jungla para escapar del len, siguieron
corriendo para escapar del innombrable horror que les produjo aquel horripilante
grito.
Vamos! orden Tarzn. Condujo a los dos hombres hacia la llanura, lejos de
la cautividad y de la muerte y de los canbales.
Al da siguiente, Marks y Mullargan se hallaban en el campamento con Melton.
Tarzn y los waziri se estaban preparando para partir en persecucin de los babangos,
para castigarles y alejarles de aquella zona.
Antes de que el hombre mono se marchara, se enfrent a los dos estadounidenses.
Marchaos de frica les orden y no volvis jams.
Jams es demasiado pronto para m seal Mullargan.
Oiga, seor dijo Marks, le garantizo cien de los grandes si vuelve conmigo
a Nueva York y pelea para m.

* * *

Tarzn se dio media vuelta y se alej para unirse a los waziri, que ya haban
emprendido la marcha. Nkima iba sentado en su hombro y profiri graves insultos a
los tarmangani. Marks extendi las manos, con las palmas hacia arriba.
Puedes entenderlo, chico? pregunt. Rechaza cien de los grandes como
si nada! Pero es mejor para ti que lo haya hecho; te habra arrebatado el ttulo de
campen en un solo asalto.
Quin? pregunt Puetazo nico Mullargan. Ese tipejo?

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TARZN
Y LOS ASESINOS DE LA JUNGLA

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Captulo I
La voz de la hiena

U n gigantesco hombre bronceado, desnudo salvo por un taparrabos, acechaba en


silencio por un sendero de la jungla. Era Tarzn, que atravesaba sus dominios
en la vasta jungla, en el vivificante frescor de primera hora de la maana.
La jungla era ms o menos abierta en esta zona, con algunos claros naturales de
vez en cuando en los que solo crecan unos cuantos rboles. En consecuencia, Tarzn
avanzaba rpido; es decir, rpido por ser movimiento de tierra.
Si la jungla hubiera sido densa se habra subido a los rboles, y habra avanzado
pasando de uno a otro con la fuerza de un simio y la rapidez de un mono. Porque era
Tarzn de los Monos, quien, a pesar de sus muchos contactos con la civilizacin
desde los primeros das de su juventud, haba conservado todas sus maneras de actuar
y los poderes de la jungla.
Pareca indiferente a lo que le rodeaba, pero esta indiferencia era engaosa,
consecuencia de lo familiarizado que estaba con lo que vea y oa en la jungla. En
realidad, todos sus sentidos estaban alerta.
Tarzn saba, por ejemplo, que haba un len tumbado en unos arbustos a treinta
metros a su izquierda y que el rey de las bestias yaca junto al cuerpo parcialmente
comido de una cebra muerta. No vea ni al len ni a la cebra, pero saba que estaban
all. Usha, el viento, transportaba esa informacin a su sensible olfato.
La larga experiencia haba enseado a este hombre de la jungla los olores
caractersticos del len y de la cebra. El rastro de olor de un len cuando tiene el
vientre lleno es diferente de un len hambriento, que est al acecho. Por eso Tarzn
pas de largo, sin preocuparse, pues saba que el len no le atacara.
Tarzn prefera lo que su olfato le deca a cualquier otro modo de descubrir las
cosas. Los ojos de un hombre podan engaarle en el crepsculo y por la noche; el
odo poda ser inducido a error por efecto de la imaginacin. Pero el sentido del
olfato nunca fallaba. Siempre acertaba; siempre le deca a un hombre qu era qu.
Por lo tanto, era lamentable que un hombre no pudiera viajar siempre de cara al
viento; o el hombre mismo cambiaba su direccin o el viento la cambiaba.
Ahora Tarzn caminaba en la direccin del viento para evitar una corriente de
agua que no tena ganas de cruzar nadando. En consecuencia, su preternatural sentido
del olfato, temporalmente menos til, dej paso a los otros sentidos que le
proporcionaban informacin.

* * *

Y as, lleg a sus odos algo que habra escapado a todos los odos salvo al suyo: el
lejano grito de Dango, la hiena.

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A Tarzn se le eriz el vello, como siempre le ocurra cuando oa ese
desagradable sonido. A todos los otros animales, exceptuando solo al cocodrilo,
Tarzn poda respetarlos; pero a Dango, a la hiena, no poda sino despreciarla.
Despreciaba las sucias costumbres de esa criatura y odiaba su olor. Debido sobre todo
a este ltimo sola evitar estar cerca de Dango siempre que poda; de lo contrario, se
vera arrastrado a matar a un ser vivo por puro odio, lo cual no le pareca un buen
motivo.
Mientras Dango no hiciera ningn dao, Tarzn la evitaba; al fin y al cabo, no
poda matar a una bestia solo porque no le gustaba el olor del animal. Adems, era la
naturaleza de Dango lo que haca que oliera de tal modo.
Tarzn estaba a punto de cambiar de direccin una vez ms, ahora para evitar
acercarse a Dango, cuando de pronto una nueva nota en la voz de Dango le hizo
cambiar por completo de opinin. Era una nota extraa, le indicaba algo inusual, y
despert la curiosidad de Tarzn, por lo que decidi ir a investigar.
Aceler el paso. Cuando la jungla le encerr se subi a los rboles, avanzando a
travs de ellos con grandes saltos con los que se coma la distancia. Los monos le
parloteaban a medida que pasaba, y l les responda con los mismos rpidos sonidos,
dicindoles que no tena tiempo para pararse. En cualquier otro momento tal vez se
habra parado a divertirse con los monos bebs, mientras las madres miraban con
aprobacin o los padres trataban de inducirle a jugar con ellos a atrapar cocos; pero
ahora tena prisa por descubrir lo que haba provocado aquella extraa nota en la voz
de Dango.
No obstante, un simio particularmente travieso lanz un coco sin avisar. No lo
hizo por malicia, porque conoca la rapidez del ojo de Tarzn. Y no estaba en
absoluto preparado para el veloz lanzamiento de vuelta. Tarzn cogi el proyectil y lo
devolvi casi en un solo movimiento, y la pelota de bisbol de la jungla lleg al mono
para rebotar con un ruido sordo en el peludo pecho.
Se alz un coro de risas de monos, y el travieso mono se frot el pecho con la otra
mano y aire triste mientras se rascaba la cabeza con mansedumbre con la otra.
Juega con tus hermanos le grit Tarzn. Tarzn hoy no tiene tiempo para
juegos.
Y aceler todava ms el paso. Oa cada vez ms fuertes las voces de Dango y sus
compaeros, y su olor cada vez era ms ofensivo. Escupi en el aire con asco, pero
no cambi de rumbo. Y al fin, en la linde de un claro, mir abajo y vio lo que en
verdad era extrao en aquella tierra salvaje africana.
En el suelo haba un aeroplano, parcialmente destrozado. Y all, merodeando
alrededor del aparato accidentado, se hallaba la fuente del olor que Tarzn odiaba:
media docena de babeantes hienas con la lengua fuera. Pisando con blandas patas
almohadilladas, daban vueltas y ms vueltas en movimiento constante, saltando de
vez en cuando contra el costado del avin, en un evidente esfuerzo por alcanzar algo
de lo que haba dentro.

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* * *

Superando su repulsin, Tarzn salt gilmente al suelo. Aunque el impacto fue


suave, las hienas lo oyeron y se giraron en redondo. Grueron, luego se retiraron un
poco. El primer impulso de la hiena siempre es retirarse, excepto de las cosas que ya
estn muertas. Luego, al ver que Tarzn estaba solo, algunas de las ms atrevidas
avanzaron unos centmetros enseando los colmillos. Exista una antigua y mutua
enemistad entre aquel hombre y la estirpe de Dango.
Tarzn pareca no prestar atencin a las hienas. No toc el arco y el carcaj de
flechas que llevaba a la espalda. Su cuchillo de caza permaneci en su funda. Ni
siquiera levant su lanza en gesto de amenaza. Demostr su desprecio. Pero estaba
alerta. Conoca a la hiena desde haca mucho tiempo. Era cobarde, s, pero cuando
estaba hambrienta era capaz de un sbito ataque atrevido con garras y colmillos.
Ahora l ola su hambre, y mientras por fuera permaneca desdeoso, interiormente
estaba alerta.
Envalentonadas por la indiferencia exterior de Tarzn, las hienas se acercaron
ms a l. Entonces, con un rpido movimiento, la ms grande le salt a la garganta!
Antes de que los afilados colmillos pudieran cerrarse en torno a su garganta,
Tarzn alarg un bronceado brazo y agarr el cuello de la bestia. Hizo oscilar el
cuerpo una vez sobre su cabeza y lo arroj con una fuerza terrible sobre las otras
hienas, derribando a tres. Las tres se pusieron en pie casi al instante, pero qued una;
y todas las hienas se lanzaron directas sobre el cuerpo destrozado de su jefe y lo
devoraron. Ay, Tarzn de los Monos conoca la mejor manera de tratar a las hienas.
Mientras ellas estaban ocupadas con su repugnante alimentacin, Tarzn examin
el avin y descubri que no estaba completamente estropeado. Un ala estaba arrugada
y el tren de aterrizaje estaba destrozado. Pero lo que era cierto de ese objeto de
alambre y metal no era cierto de la carne y la sangre que lo haba guiado: la carne y la
sangre que las hienas haban sido incapaces de alcanzar. El piloto, encajado en su
parte de la cabina, segua sentado ante sus controles, pero su cuerpo estaba inclinado
hacia delante, muerto, con la cabeza descansando sobre el tablero de mandos.
El avin era un aparato del ejrcito italiano. Tarzn tom nota mentalmente del
nmero y de la insignia. Luego se encaram al ala para llegar a la cabina y apart los
restos de la tumba accidental del piloto para examinar al hombre ms de cerca.
Muerte hace uno o dos das murmur. Agujero de bala en la garganta,
un poco a la izquierda de la laringe. Bien, esto es extrao. Dira que este hombre fue
herido mientras se hallaba en el aire. Vivi lo suficiente para llevar a cabo el
aterrizaje. Iba acompaado, tambin. Pero ellos no le dispararon.

* * *

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Tarzn no necesit una imaginacin especial para deducir que el hombre muerto no
haba estado solo. El suelo que rodeaba el aparato mostraba huellas humanas, no
nativas, pues el pie estaba calzado con artculos civilizados. Asimismo, haba
numerosas colillas y un trozo de papel de celofn.
Pero la deduccin de que el piloto no haba recibido el disparo de sus compaeros
precis un razonamiento ms atento. De entrada, era increble que hubiera ocurrido
de cualquier otro modo; si ellos no le haban disparado, quin lo haba hecho? Sin
embargo, un disparo de sus compaeros habra tenido que entrar por el lado derecho
o por detrs. No obstante, la bala haba penetrado en la garganta a la izquierda de la
laringe.
A Tarzn se le escap en voz baja un juramento de la jungla.
Por imposible que parezca murmur, a este hombre le dispararon en el
aire; y no fueron sus compaeros. Quin lo hizo, entonces?
Una vez ms, examin la herida. Mene la cabeza, con el entrecejo fruncido.
La bala lleg desde arriba Ahora, cmo podra ser, a menos que, a
menos que procediera de otro avin. Eso es. Tiene que ser esto! No pudo haber
ocurrido de otro modo.
Extrao misterio, en verdad, en el corazn de frica, lejos de todas las rutas
areas. Tarzn interpret esta seal como habra interpretado un rastro en los senderos
de la jungla, y las conclusiones a las que lleg eran tan seguras, tan seguras que se
pregunt a s mismo:
Adnde fue el otro avin?
Los sonidos que hacan las hienas el desgarrar de la carne, los sorbidos,
mordiscos y babeos, el rechinar de sus dientes mientras devoraban a uno de su propia
especie llegaban a Tarzn y este escupi con repugnancia. Casi estaba decidido a
saltar con la lanza y el cuchillo y acabar con ellas; preparar un festn para los buitres.
Pero murmur para s:
Aqu hay cosas ms importantes. Cosas que tienen que ver con los seres
humanos. Ellos estn antes.
De manera que sigui con su investigacin. Encontr un solo guante, un guante
de la mano derecha. Lo recogi, lo abri, oli el interior. Su nariz tembl. Entonces
solt el guante; pero tardara en olvidar lo que haba aprendido de l.
Salt al suelo. Ahora, a la visin de las hienas realizando su espantoso trabajo se
unieron los ruidos que hacan y aument su olor. Aquello era demasiado para Tarzn.
Un estruendoso rugido sali de su gran pecho y se abalanz hacia las hienas,
blandiendo la espada en gesto amenazador.
Examin el terreno minuciosamente.
Dos hombres dijo con voz queda. Echaron a andar seal hacia abajo,
aunque no hablaba con nadie ms que consigo mismo desde aqu. Y fueron
volvi a sealar por aqu. El rastro tiene unos dos das, pero no es demasiado
antiguo para seguirlo. Lo seguir.

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Varios motivos animaban la decisin de Tarzn. Si an estaban vivos, los
hombres que haban cado de los cielos y ahora se encontraban en la jungla eran seres
humanos que podan necesitar ayuda. Adems, aquellos hombres eran extranjeros, y
era asunto de Tarzn descubrir quines eran y qu hacan en sus dominios.
De modo que ech a andar sin pensrselo ms.
Tantor, el elefante, barrit en su camino y se qued esperando con la trompa
preparada para coger a Tarzn y dejarlo sobre su lomo, pero Tarzn no tena tiempo
para estos lujos. Poda seguir mejor el rastro si estaba cerca del suelo, as que grit:
Vuelve con tu manada, Tantor! Pero para que el elefante no se sintiera herido,
Tarzn se subi a su lomo, hizo una rpida caricia a Tantor detrs de las orejas, baj
de un salto y se alej de nuevo por el sendero. Tantor, satisfecho, se march
avanzando pesadamente para reunirse con su manada, con la trompa elevada todo lo
posible.

* * *

Fue Usha, el viento, el que provoc la siguiente interrupcin a Tarzn. Usha, que
vari ligeramente, transmiti al olfato de Tarzn un olor completamente nuevo, un
olor absolutamente diferente de lo que cualquiera hubiera esperado en la vastedad de
la jungla africana. Tarzn abandon el sendero para seguir esta nueva seal.
El olor se hizo enseguida ms pronunciado, hasta que al fin reconoci sin duda
alguna que era olor a gasolina.
Otro misterio. La gasolina implicaba la presencia del hombre, pero Tarzn no
detectaba en la brisa olor a hombre. Aun as, el olor a gasolina era una especie de
prueba avanzada de que haba estado en lo cierto al suponer la presencia de otro
aeroplano.
La vista pronto comprob la suposicin. All estaba, la masa de restos chafados
de lo que en otro tiempo haba sido un pjaro construido por el hombre, un aparato
sobrevolando frica. Ahora estaba roto y retorcido, triste prueba de la tragedia.
Aqu se hallaba, Tarzn lo saba, la segunda mitad del rompecabezas. Este era el
otro avin, que haba llevado al hombre que haba disparado a la garganta del otro
hombre y le haba matado. La cola de este avin mostraba los estragos hechos por el
fuego de la ametralladora. S, era evidente que se haba producido una batalla en el
aire, una batalla desigual, pues aparentemente el hombre de este segundo avin solo
iba armado con un revlver.
Sin embargo, desigual o no, el Hombre Nmero Dos haba logrado escapar al
destino del Nmero Uno. All se vea hierba pisoteada. El Nmero Dos haba
regresado al avin. Y despus se haba marchado.
Tarzn sigui el rastro un breve trecho y lleg a una enmaraada masa de cuerdas
y seda.
Paracadas dijo. El Nmero Dos salt.

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La mente de Tarzn estaba ocupada. Sus ojos sostenan la mirada a lo lejos
mientras reconstrua lo que debi de suceder.
El Avin Nmero Uno atac al Avin Nmero Dos. Es evidente, puesto que el
Nmero Uno tena una ametralladora y el Nmero Dos no. El Piloto Nmero Dos
tena un revlver. Con l dispar al Piloto Nmero Uno, quien efectu un aterrizaje
forzoso, luego muri y fue abandonado por dos compaeros. Las balas de la
ametralladora derribaron al Avin Nmero Dos. Su piloto salt y aterriz aqu, a
varios kilmetros del Nmero Uno. En total, pues, tres hombres salieron de dos
aviones.
Estaban Vivos todava?
Y por qu ocurri todo esto? se pregunt Tarzn. Pero no tena respuesta a
esa pregunta. Poda imaginar lo que haba sucedido; pero no poda imaginar por qu.
Y saba que aquella jungla probablemente encerrara la respuesta con llave en la
muerte. La jungla era muy dura para los que no la conocan. Los tres hombres que
haban sido arrojados a ella tenan pocas probabilidades de sobrevivir, si no haban
muerto todava.
Tarzn mene la cabeza. No le satisfaca que esta fuera la respuesta. Los impulsos
humanitarios agitaron su pecho. El Avin Nmero Dos era ingls; probablemente su
piloto tambin lo era, igual que los otros dos hombres eran con toda probabilidad
italianos. Por las venas de Tarzn corra sangre inglesa.
Para Tarzn, la vida de un hombre no era mejor que la Vida de un antlope. Tarzn
ayudara a un antlope que estuviera en apuros, y ayudara a un hombre que estuviera
en apuros si el hombre lo mereciera. La nica diferencia era que un antlope en
apuros siempre mereca ayuda, mientras que el hombre, a veces, no. Tarzn no poda
saber de ningn modo si estos hombres, y en particular el ingls, lo merecan.
Ingls dijo para s, primero t. Esperemos que pueda encontrarte antes que
los leones o los buiroos.
De manera que Tarzn emprendi la marcha siguiendo las huellas de un hombre
al que no conoca. Tarzn sigui las huellas del teniente Cecil Giles-Burton.

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Captulo II
El hilo del destino

E l destino es un hilo que conecta un acontecimiento con otro y un ser humano


con otro. El hilo que tena que conducir a Tarzn a la jungla africana empez en
el laboratorio de Horace Brown, en Chicago. De Tarzn iba al teniente Burton, de
Burton iba a un hombre llamado Zubanev, en Londres, de Zubanev a Joseph
Campbell, conocido tambin como Joey el Chucho, de Campbell a Mary Graham,
que hablaba demasiado, y finalmente de Mary Graham a Horace Brown, de quien era
secretaria.
Es un hilo muy largo, que iba desde Chicago hasta frica, y en l hay sangre y la
promesa de que habr ms.
Horace Brown era un inventor estadounidense. Tena una secretaria, Mary
Graham, en quien depositaba toda su confianza y que hablaba demasiado. Horace
Brown invent algo, algo de extrema importancia militar. Mary lo saba, y Mary fue a
una fiesta. Fue en esta fiesta donde Mary habl en exceso.
No tena mala intencin, pero, ay, Mary no era bonita, y sola intentar
contrarrestar su falta de belleza manteniendo animadas conversaciones. Esta vez,
muy lamentablemente, tuvo una animada conversacin con la persona equivocada:
Joseph Campbell, alias Joey el Chucho.
Para Mary un hombre era un hombre, y aunque Campbell no era particularmente
atractivo, se sinti adulada por su inters. Y confundi su inters por la conversacin
con el inters por ella.
El invento de Horace Brown era un aparato elctrico diseado para interrumpir el
sistema de encendido de cualquier motor de combustin interna a cualquier distancia
a tres mil pies de altura.
Puedes comprender fcilmente lo que eso significara en tiempos de guerra
dijo Mary, brillante, gesticulando con la mano izquierda no tanto para dar nfasis
como para demostrar que sus dedos de eficiente mecangrafa no llevaban ningn
anillo, ni de casada ni de compromiso. Ningn tanque ni cualquier otro equipo
motorizado del enemigo podra acercarse a menos de mil metros. Los aviones
ametralladores los derribaran antes de que pudieran causar ningn dao grave en los
aerdromos. Los bombarderos, equipados con estas mquinas, seran invulnerables al
ataque de los aviones que les persiguieran
Mary continu y continu hablando, ajena al teniente Cecil Giles-Burton, ajena a
Zubanev, ajena a Tarzn de los Monos, ajena a todas estas personas que se hallaban
en lugares lejanos y en cuyas vidas, inconscientemente, estaba influyendo. Solo era
consciente del hecho de que haba un hombre que mostraba inters por ella.
Joseph Campbell, cuyos ojos reflejaban admiracin admiracin por la
informacin que estaba obteniendo, que ella confunda con admiracin por ella

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escuchaba con ambos odos, la cabeza atenta y el corazn de piedra. Vea
posibilidades de obtener beneficios, tremendas posibilidades, pero todava no estaba
muy seguro de cmo podra hacerlo para conseguir esos beneficios.
Me gustara ver ese aparato dijo con aire indiferente.
No es posible replic Mary. Nadie puede verlo, de momento. Ha sido
desmontado como medida de precaucin contra los ladrones. Mster Brown ha
conservado solo algunos planos, un juego de ellos.
Bueno, de todos modos, me gustara hablar con l insisti Campbell, y
aadi con una mirada significativa: As tendramos ocasin de vernos otra vez.
Tal vez incluso podra financiar a mster Brown.
Mary neg con la cabeza con pesar.
Me temo que eso tambin es imposible. Mster Brown se halla ahora de camino
a Londres para negociar con el Gobierno Britnico. Ver, tiene intencin de que solo
tengan el invento los dos pases
As teji inocentemente Mary Graham el primer largo hilo del destino.
Cuando Joseph Campbell se despidi de Mary Graham aquella noche, le prometi
que la llamara a la noche siguiente. Fue lo ltimo que supo de l. Joseph Campbell
desapareci de su vida, igual que Mary Graham, en este punto, desaparece de esta
narracin.

* * *

Al otro lado del Atlntico, una semana ms tarde, Horace Brown, tras haber llegado a
un acuerdo satisfactorio con el Gobierno Britnico, estaba montando su aparato en un
pequeo taller de Londres. Como se supona que nadie ms que l y las autoridades
conocan lo que estaba haciendo, no tom precauciones especiales para protegerse.
Dos mecnicos de confianza le ayudaban durante el da. Por la noche se llevaba los
planos consigo a la pequea pensin donde haba encontrado una habitacin cerca de
su lugar de trabajo.
Nikolai Zubanev, exiliado ruso, tambin se alojaba all. Era un hombrecillo
misterioso, pero aparentemente inofensivo. Era evidente que el gobierno no le
consideraba exento de peligro, pues como norma era objeto de seguimiento, solo que
Zubanev no lo saba. Ni lo saba otro husped, un hombre recin llegado de Estados
Unidos que se haba hecho amigo de Zubanev. Sin embargo, a pesar de la vigilancia
del gobierno, una maana hallaron asesinado a Horace Brown y sus planos haban
desaparecido. Tambin haban desaparecido Zubanev y su recin conocido,
Campbell.
El gobierno llam a sus muchas y variadas fuentes de informacin. Una semana
ms tarde, Campbell y Zubanev fueron localizados en Roma. Estaba claro lo que eso
significaba: haban ido all para vender los planos robados al Gobierno Italiano. Los
agentes britnicos en Roma se pusieron en marcha. Simultneamente, el teniente

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Cecil Giles-Burton despegaba de Croydon en un rpido avin hacia la capital italiana.
Los peridicos se limitaron a informar de que realizaba un vuelo a Ciudad del Cabo,
frica.
En Italia solo haba un hombre a quien Campbell y Zubanev deseaban hacer su
proposicin, y no era fcil conseguir entrevistarse con l. Zubanev, que no confiaba
en nadie, concibi un plan para salvaguardar los planos en el caso de que las
autoridades italianas decidieran quitrselos por la fuerza. Los escondi en un falso
fondo de una bolsa, y los dej en su habitacin del hotel.
Durante la entrevista, el Gran Hombre se interes vivamente. Acordaron un
precio; este precio hara independientes a los dos hombres para toda la vida, siempre
que, por supuesto, la mquina experimental que se iba a construir a partir de los
planos pudiera hacer aquello para lo que fue ideada.
Campbell y Zubanev exudaban jbilo cuando regresaron a su apartamento.
Sin embargo, su jbilo se esfum en el umbral de la puerta cuando abrieron la de
la habitacin de Zubanev. Alguien haba estado all durante su ausencia y haba
registrado el lugar, sin preocuparse por devolver las cosas a su sitio. Zubanev se
precipit a la bolsa con el falso fondo. La bolsa estaba all, y tambin el falso
fondo, pero los planos haban desaparecido!
Frenticos, telefonearon al Gran Hombre, y en seguida empezaron a ocurrir cosas.
Se dieron rdenes de registrar a todo el que abandonara Roma y de que se repitiera el
registro en todas las fronteras. Sin embargo, cierto aeropuerto inform de que un
ingls, el teniente Cecil Giles-Burton, haba despegado veinticinco minutos antes de
que se recibiera la orden de registro, presumiblemente con direccin a Ciudad del
Cabo.
Una rpida investigacin revel adems el hecho de que el susodicho aviador
haba parado en el mismo hotel que Campbell y Zubanev, y que se haba marchado
una media hora antes de que ellos regresaran y descubrieran su prdida.
Al cabo de una hora, Campbell y Zubanev despegaban en un rpido avin militar
de persecucin pilotado por un tal teniente Torlini.

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Captulo III
Alas rotas

L as azules aguas del Mediterrneo se deslizaban por debajo del teniente Cecil
Giles-Burton mientras volaba en direccin sur hacia la costa africana. Hasta
ahora, la empresa haba progresado con un xito extraordinario, y habra sido muy
sencillo dar la vuelta hacia el oeste ahora y regresar a Londres. Pero tena razones
para no hacerlo.
Sus rdenes eran seguir hacia el sur hasta Bangali, donde su padre era
comisionado residente. Iba a dejar los planos robados con su padre y seguir hasta
Ciudad del Cabo, como si realmente se tratara de un vuelo de recreo, tal como los
peridicos haban anunciado.
Al Gobierno Britnico le pareca poco prudente permitir que un poder amistoso
sospechara que sus agentes haban robado los planos ante las narices del Gran
Hombre, aun cuando en un principio les haban sido robados a ellos. Y como el padre
del teniente Burton era comisionado residente en Bangali, el teniente haba sido
elegido para la misin. Qu poda ser ms natural que el que un hijo se detuviera a
visitar a su padre en su vuelo a Ciudad del Cabo? En realidad, los archivos del
gobierno demostraran que haba solicitado permiso para hacerlo.
Aunque Bangali dispona de un aeropuerto de emergencia, se hallaba lejos de la
principal ruta area, y haba dudas en cuanto a si un avin podra o no repostar
combustible all, as que Burton decidi aterrizar en Tnez y llenar sus depsitos.
Mientras estaba repostando en el aeropuerto de Tnez, una pequea multitud de
curiosos rode su aparato. Las formalidades del aeropuerto francs fueron atendidas
rpida y agradablemente, y mientras estaba charlando con un par de oficiales, un
nativo se le acerc.
Los italianos dijo en un ingls excelente puede que lleguen antes a Ciudad
del Cabo, si se queda aqu demasiado tiempo.
Ah dijo uno de los franceses, una carrera. No lo saba.
Burton pens con rapidez. Le estaban persiguiendo! Y el Gobierno Italiano
pretenda dar la impresin de que se trataba simplemente de una carrera deportiva.
En realidad, no es una competicin oficial dijo Burton, riendo. Solo una
apuesta particular con unos amigos italianos. Si no quiero perder, ser mejor que me
marche.
Cinco minutos ms tarde, se hallaba en el aire otra vez y dirigindose hacia el sur
a toda marcha, agradecido por el ingenio y la amabilidad de sus confederados en
Roma y la habilidad de su agente, el nativo de Tnez.
Burton haba perdido media hora en Tnez, pero pronto oscurecera y, si sus
perseguidores no le vean pronto, esperaba perderlos durante la noche. l utilizaba
una ruta directa hasta Bangali, que le llevara al este de una ruta de lneas areas hacia

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Ciudad del Cabo y al oeste de la ruta regular desde El Cairo hasta El Cabo, la ruta
que era razonable esperar que l utilizara debido a su mayor seguridad.
De vez en cuando miraba hacia atrs, y por fin, en los ltimos rayos del sol que se
pona, vio la reluciente plata reflejada desde la superficie inferior de las alas de un
aeroplano muy lejos a su espalda.
Aquel avin le sigui toda la noche, guiado por los fogonazos de su tubo de
escape.
Era un aparato rpido y se mantena con tenacidad detrs de l.

* * *

Se pregunt cules eran los planes del enemigo. Saba que no le queran a l; queran
los papeles que llevaba. Si poda llegar a Bangali, los planos estaran a salvo, pues
all encontrara mucha proteccin.
Pero no sera as. Cuando rompi el alba, el avin que le persegua se haba
puesto a su lado. Las puntas de las alas casi se tocaban. Vio que era un avin de
persecucin militar italiano, pilotado por un oficial italiano. No reconoci a los dos
pasajeros, aunque supuso que se trataba de Campbell y Zubanev, a los que nunca
antes haba visto.
Abajo se extenda campo abierto, y el oficial italiano le haca seas de que
descendiera. Crea que Bangali no se hallaba a ms de ochenta kilmetros. Cuando
les hizo gestos de negacin con la cabeza, le dispararon con la ametralladora. l se
lade y baj en picado, y volvi a ladearse, ponindose bajo la cola del otro aparato.
Su nica arma era una pistola de servicio. La sac y dispar al vientre del aparato,
esperando tener suficiente suerte para estropear alguno de los mecanismos de control.
Cuando el otro avin se lade y gir, l se elev a toda velocidad.
Ahora venan por detrs, y venan deprisa. Se gir y dispar otras cuatro veces, y
a continuacin una rfaga de ametralladora le destroz el timn y el estabilizador.
Descontrolado, su aparato empez a dar vueltas. Haba hecho todo lo que haba
podido, pero haba fracasado. Par el motor, salt con el paracadas y flot
suavemente hasta el suelo. Mientras descenda observaba al otro avin. Se mova de
forma errtica, y se pregunt si alguna de sus balas habra alcanzado al piloto o
estropeado los controles. Lo ltimo que vio fue que desapareca sobre una jungla
unos kilmetros al sur.
As pues, los dos aviones aterrizaron en diferentes lugares, donde Tarzn de los
Monos despus iba a encontrarlos y a preguntarse por ellos.
Burton se puso en pie enseguida y se desabroch el arns del paracadas. Mir
alrededor. No se vea ninguna criatura viva. Se hallaba en plena selva virgen africana,
con solo una confusa nocin de la distancia que le separaba de Bangali, que segn l
crea se encontraba un poco al sureste.
Su avin era un amasijo de hierros, y estaba a unos centenares de metros. Se

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alegraba de haber parado el motor y de que su aparato no hubiera ardido, pues llevaba
un poco de comida y algunas balas de repuesto. Pens que se encontraba en un buen
apuro, y as era: mucho peor de lo que se imaginaba.
Sin embargo, los planos por los que haba arriesgado su vida se hallaban a salvo
en un bolsillo interior de su camisa. Los palp para asegurarse de que seguan all.
Satisfecho, se dirigi hacia el avin siniestrado y cogi municin y comida.
Emprendi la marcha de inmediato en la direccin en la que crea que se
encontraba Bangali, pues saba que si sus perseguidores haban aterrizado a salvo le
estaran buscando. Si Bangali se encontraba tan solo a unos noventa kilmetros,
como esperaba, y en la direccin que l crea, le pareca razonable esperar llegar all
el tercer da. Rog para que no fuera una zona de leones, y, si haba nativos, que
fueran amistosos.
Pero se hallaba en una zona de leones y los nativos que haba no eran
amistosos; y Bangali se encontraba a casi quinientos kilmetros de distancia.

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Captulo IV
Llamada de la jungla

T endran que transcurrir dos das hasta que el hilo que empez con Horace
Brown en Chicago, y ya estaba empapado en un punto con la sangre de Horace
Brown, se alargara y fuera a parar a Tarzn, que odiaba las hienas, en frica. El tercer
da encontr a Tarzn de los Monos siguiendo el rastro fresco del ingls, Cecil Giles-
Burton. Entonces el destino jug una extraa baza.
Cecil Giles-Burton, que hasta entonces jams haba puesto un pie en frica, cruz
sin sufrir dao alguno el pas de los salvajes buiroos; pero Tarzn de los Monos,
nacido y criado en esta tierra y que la conoca a la perfeccin, fue objeto de una
emboscada, result herido y lo capturaron.
Sucedi as: Tarzn se estaba aproximando a la jungla en la direccin del viento;
por lo tanto, el rastro de olor de cualquier vida que hubiera por delante de l no poda
llegar a su sensible olfato. De este modo, no pudo saber que una veintena de
guerreros buiroo avanzaban por la jungla en su direccin. Estaban cazando, se
movan en silencio, de forma que Tarzn ni les oy ni les oli mientras se le
acercaban.
En este momento fue cuando un len irrumpi de pronto desde la jungla un poco
a su izquierda. Brotaba sangre de una herida en el costado del len, y estaba de muy
mal humor. La bestia pas unos metros por delante de l, luego se volvi
bruscamente y ech a correr hacia l.
Tarzn, con absoluta calma, levant su corta y pesada lanza por encima de su
hombro derecho y esper. Y entonces, se encontraba de espaldas a la jungla.
Fue entonces cuando los buiroos se lanzaron sobre l por detrs.
Su sorpresa fue grande, pero no detuvo su accin. Chemungo, hijo de Mpingu, el
jefe, reconoci al hombre blanco, reconoci a Tarzn Tarzn, que una vez haba
robado de la aldea a un cautivo que iba a ser torturado y sacrificado, Tarzn, que de
paso haba dejado en ridculo a Chemungo.
Chemungo no perdi el tiempo. Arroj su lanza y el hombre blanco cay con el
arma temblando en su espalda. Pero los otros guerreros no se olvidaron del len. Con
fuertes gritos se precipitaron sobre l, sosteniendo sus grandes escudos delante.
La bestia se abalanz sobre el primer guerrero, golpeando el escudo y arrojando
al hombre al suelo donde el escudo le protega, mientras sus compaeros rodeaban al
len y le atacaban con sus armas.
El len atac una vez ms, y un guerrero cay al suelo bajo el escudo una vez
ms, pero ahora una lanza encontr el corazn salvaje y la batalla termin.
Hubo gran regocijo en la aldea del jefe Mpingu cuando los guerreros regresaron
con un prisionero blanco y un len muerto. Sin embargo, su regocijo se vio un poco
mermado por algunos recelos cuando descubrieron que su prisionero era el temible

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Tarzn.
Algunos, incitados por el hechicero, abogaban por matar al prisionero enseguida,
no fuera que invocara sus poderes mgicos para causarles dao. Pero otros
aconsejaban dejarle libre, argumentando que el espritu de Tarzn asesinado podra
causarles mucho ms dao que Tarzn vivo.
Dividido entre dos ideas opuestas, Mpingu lleg a un acuerdo. Orden que el
prisionero fuera atado y vigilado, y que restaaran sus heridas. Si para cuando se
pusiera bien, no haba ocurrido nada adverso, le trataran como a los dems
prisioneros; y habra baile y comida! Tarzn haba dejado de sangrar. La herida
habra matado a un hombre corriente, pero Tarzn no era un hombre corriente. Ya
estaba planeando su huida.
Le ataron con fuerza, y sus captores tenan que hacer grandes esfuerzos para
evitar que se le aflojaran las ataduras. Cada noche se las apretaban de nuevo,
maravillndose de la gran fuerza que permita a aquel hombre aflojarlas al menos lo
suficiente para que la sangre de los brazos y las piernas fluyera menos lentamente.
Eso de que le apretaran las ataduras cada noche se convirti en un grave problema
para Tarzn. Era ms que eso; era un insulto a su dignidad natural.
Un hombre que no utiliza sus brazos pens solo es medio hombre. Un
hombre que no utiliza sus brazos y piernas no es un hombre en absoluto. Es un nio,
que debe ser alimentado como un nio, tal como los buiroos me estn alimentado a
m.
Y el corazn de Tarzn se hinch de indignacin, una indignacin multiplicada
por tres porque le daba de comer un pueblo degenerado como los buiroos. Sin
embargo, de qu serva que el corazn de Tarzn se hinchara, si sus muecas y sus
tobillos no podan hincharse tambin, hincharse y romper sus ataduras?
El gran corazn de Tarzn arda en su pecho, pero su mente permaneca fra.
Me alimentan para engordarme le dijo su mente. Un hombre musculoso
sera demasiado duro para comrselo. As que intentan crearme una capa de suculenta
grasa. Es este un final adecuado para Tarzn acabar en los vientres de los buiroos?
No, no es un final adecuado para Tarzn, ni ser su final! A Tarzn seguro que se le
ocurrira algo.
De modo que Tarzn pens en varias cosas, y desech cada pensamiento por
intil. Aun as, sus cinco sentidos, ms desarrollados que los de cualquier otro
hombre, permanecan aguzados.
Tres de estos sentidos no importaban mucho en su situacin actual. Poda ver,
pero de qu le serva la vista si un hombre solo tena las paredes de una msera
choza para mirar? Qu importaba tener buen gusto cuando significaba probar
comida no adquirida por sus propias fuertes manos, sino dada por los buiroos, para
que en sus msculos se formara una capa de grasa que se derritiera en sus lenguas y
satisficiera sus paladares?
No, solo dos sentidos el odo y el olfato significaban todava algo. Y sobre

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todo y por encima de todos los dems, el misterioso sexto sentido que Tarzn posea
en una medida desconocida para los otros hombres.
As transcurran los das y las noches, pensando Tarzn en las horas en que estaba
despierto e incluso en sus sueos. Estaba ms alerta que nunca a todos los ruidos y
todos los olores; pero ms importante todava era que su sexto sentido estaba alerta a
la jungla y a cualquier mensaje que esta pudiera transmitirle.
Mensajes haba muchos, pero l esperaba el que le dara esperanza. Oa a Sheetah
el leopardo. En l no haba esperanzas. Oy a Dango de nuevo, y oli a la bestia con
su repugnancia de siempre. Numa, el len, anunci su hambre con sus rugidos desde
muy lejos. El aguzado odo de Tarzn lo oy, pero ese ruido no serva para nada
excepto para introducir el pasajero pensamiento de que era ms noble ser comido por
un len que por los buiroos.
Entonces Tarzn o ms bien el sexto sentido de Tarzn recibi otro mensaje.
Un leve destello de sorpresa apareci en sus ojos; las ventanas de la nariz le
temblaron.
Poco despus, Tarzn empez a balancear su torso hacia delante y hacia atrs,
suavemente, y un sonido como un cntico bajo empez a brotar de sus labios. El
guardia que estaba ante la abertura de la choza atisb dentro, vio los movimientos de
Tarzn y le pregunt:
Qu ests haciendo?
Tarzn interrumpi su movimiento y su cntico solo el tiempo suficiente para
decir:
Rezo.
Luego reanud su actividad.
El guardia inform a Mpingu de lo que haba visto. Mpingu gru y dijo que los
dioses de los buiroos eran ms poderosos que los de Tarzn.
Djale que rece dijo Mpingu. Eso no le salvar. Pronto nuestros dientes y
nuestras lenguas le conocern.
El guardia volvi a la choza y retomo su puesto. Tarzn segua balancendose y
cantando, solo que ahora lo haca en voz un poco ms alta. Esperaba que el guardia le
dijera que no lo hiciera, pero el guardia no dijo nada, por lo que Tarzn supo que su
plan estaba funcionando.
El mensaje le lleg, pero ahora fue algo ms que un mensaje recibido por su sexto
sentido. El mensaje acuda ahora a su olfato, era inconfundible!
Pero Tarzn actu con cautela. Estaba enviando una llamada, pero aument el
volumen gradualmente, para que en la mente de los buiroos permaneciera la ilusin
de la plegaria. Y as, los sonidos que emita aumentaban de volumen tan
gradualmente que de un minuto al siguiente el cambio era apenas perceptible. Ocurri
de repente que los buiroos se dieron cuenta de que la voz de Tarzn era muy alta, y
durante otro minuto se lo explicaron con la suposicin de que Tarzn no consegua
que sus dioses le escucharan. Entonces oyeron, rompindoles los tmpanos, como el

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trueno cuando los cielos estn negros y enojados, el gran bramido de Tarzn.
De pronto se hizo el silencio.

* * *

En las profundidades de la jungla, Tantor, el elefante, alz la cabeza hacia la brisa


nocturna y la parte delantera de la trompa se enrosc de forma espasmdica. Movi
las orejas como si fueran alas. Se dio casi media vuelta para ponerse plenamente de
cara a la brisa. Una vez ms olisc; y luego barrit.
Barrit, convocando a su manada. Esta lleg, todos los elefantes se quedaron de
cara al viento con l, escucharon, oyeron lo que oyeron. Haban estado vagando lejos,
fuera de sus terrenos habituales, siguiendo a su jefe sumisamente, pues su jefe haba
estado muy inquieto los ltimos das, como si buscara algo, y haban temido
contrariar su voluntad.
Ahora saban qu era lo que le haba hecho sentirse inquieto y qu le haba
llevado hasta all, y ahora tambin ellos agitaron el aire con sus trompas, pisotearon
el suelo con impaciencia, aguardando solo que su jefe diera la seal de emprender la
marcha.
Tantor dio la esperada seal y la manada parti!
Caminaba rpida, de forma regular, sin remordimientos, directa hacia su meta.
Marchaba sin desviarse, salvo de los grandes rboles. Pasaba por encima de los
arbolitos como si fueran cerillas. Directa y firmemente march la gran manada hacia
la aldea de los buiroos.
Tarzn, cautivo en su choza, fue el primero en or el estruendo de la manada que
se acercaba. Sus ojos se iluminaron y sus labios esbozaron una sonrisa. Sus
plegarias haban sido escuchadas! Su liberacin llegaba deprisa cada vez ms
rpida, cada vez estaba ms cerca!
En el aire, fuera de la choza, se alzaron gritos de pnico. Tarzn oy el ruido que
hacan los elefantes al araar y golpear la valla de madera que rodeaba la aldea. Oy
los crujidos. Una parte completa de la valla cay destrozada. Los elefantes entraron!
Tantor! Tantor! grit la potente voz de Tarzn. Tantor! Tantor!
vociferaba. Ven a buscarme!
Pero Tantor no necesitaba ninguna invitacin para acudir a Tarzn. El olor de su
amigo-hombre era suficiente, y la voz de Tarzn solo confirmaba a Tantor su
presencia all.
Tarzn oy el ruido de la trompa de Tantor sobre l. Todo el tejado de paja de la
choza en la que se encontraba fue barrido y apartado. Al levantar la mirada, Tarzn
contempl el bulto tremendo de Tantor, y ms all las estrellas del firmamento. Al
instante siguiente Tantor baj la trompa, rode con ella a Tarzn, lo levant y se lo
puso sobre el lomo.
Tantor levant la trompa, esper. Entonces Tarzn, y no Tantor, se hallaba al

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mando de la manada.
Y fue Tarzn, con su fuerte voz, quien dio la seal de que era hora de partir. La
aldea era ahora un montn de escombros, no quedaba en pie ni una sola choza, y los
buiroos se haban retirado con terror y escondido entre los arbustos. Triunfante, la
manada dej atrs la aldea.
Rompa el alba. Tantor y la manada haban hecho su trabajo. Fueron los monos y
no los elefantes los que aflojaron las ataduras de Tarzn, saltando a su alrededor,
parloteando de placer por verle de nuevo. Tarzn rasc a Tantor detrs de las orejas, y
Tantor supo que le estaba dando las gracias.
Luego, al despedirse de sus amigos de la jungla, Tarzn se subi a los rboles y
desapareci de la vista.
Ya no serva para nada seguir el rastro del aviador ingls. Era muy probable que
el pobre tipo ya estuviera muerto, de hambre o entre los colmillos y las garras de uno
de los grandes carnvoros. No, el destino de Tarzn se encontraba ahora en otra parte,
especficamente en Bangali.
Noches antes, mientras yaca cautivo, haba odo tambores africanos nativos que
transmitan un mensaje desde el comisionado residente en Bangali a su amigo Tarzn
de los Monos: el mensaje de que Tarzn acudiera a Bangali.

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Captulo V
El safari

C mo sobrevivi el teniente Cecil Giles-Burton a sus caminatas sin rumbo por la


jungla fue uno de esos milagros que a veces ocurren en frica. El Continente
Oscuro, cruel para los que no lo conocan, no le hizo nada a este hombre. Y la parte
del hilo del Destino que le una indirectamente a una joven parlanchina en el lejano
Chicago todava no estaba humedecido con su propia sangre.
En dos ocasiones se encontr Burton con leones. En ambos casos, por fortuna,
haba un rbol cerca y se encaram a l. Uno de esos leones estaba vorazmente
hambriento e iba de caza. Burton estuvo en el rbol un da entero. Lleg a pensar que
morira de sed.
Pero al fin la propia hambre del len acab con su paciencia y se march tras una
presa menos difcil.
Por el otro len Burton no tuvo que preocuparse. Tena el vientre lleno y no le
habra prestado atencin ni a una gorda cebra, su comida favorita. Pero Burton, a
diferencia de Tarzn, no saba distinguir la diferencia entre un len hambriento y uno
saciado. Asimismo, como la mayora de personas que desconocen la jungla, tena la
idea de que todos los leones eran carnvoros y mataban a todo ser vivo que pudieran
alcanzar.
El principal problema de Burton era obtener comida. Pronto perdi peso. Coma
muchas cosas extraas, como langostas, y comprendi que un hombre hambriento se
come cualquier cosa.
Los das transcurran rpidamente, y l todava buscaba Bangali; pero buscaba en
una direccin equivocada.
Su ropa estaba hecha jirones. El pelo y la barba le haban crecido mucho. Pero no
haba perdido el coraje. Delgado como un fideo, todava conservaba la esperanza,
mientras una maana estaba sentado en la ladera de una montaa contemplando un
pequeo valle.
Se le haba aguzado el odo desde su estancia en la jungla, y ahora, de pronto, oy
ruidos procedentes del extremo superior del valle. Mir y vio hombres.
Hombres! Seres humanos! Los primeros que vea en das y das! El corazn le
lata con fuerza, se le hinch en el ahora huesudo pecho. Su primer impulso fue
levantarse de un salto y correr colina abajo hacia ellos, dando gritos de alegra. Luego
se contuvo. frica le haba enseado a ser cauto. En lugar de precipitarse hacia ellos,
se escondi detrs de un arbusto y observ. Antes de saltar observara.
Se trataba de una larga hilera de hombres. A medida que se acercaban, vio que
algunos llevaban sombrero para el sol. Pero la mayora de ellos no llevaban gran
cosa. Se fij en que los que llevaban menos ropa transportaban los fardos ms
pesados.

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Entonces supo lo que estaba viendo. Era un safari, un safari de hombres blancos y
negros. Despus ya no vacil ms. Se precipit hacia abajo para reunirse con ellos.
A la cabeza de la columna iba un gua nativo y un grupo de blancos. Entre los
blancos haba dos mujeres. Detrs de ellos marchaba la larga fila de porteadores y
askaris.
Hola! Hola! grit Burton con voz ronca. Las lgrimas acudieron a sus ojos
y se atragant, tropezando mientras corra hacia ellos con los brazos extendidos.

* * *

El safari se detuvo y esper a que les alcanzara. No le devolvieron los gritos de


saludo. Redujo el paso. Algo de su habitual reserva inglesa acudi a l. Se pregunt a
qu se deba su falta de entusiasmo.
Qu espantoso! exclam una de las mujeres, no ms que una muchacha, al
verle tan sucio. Pero la exclamacin fue menos de lstima que de maleducada
consternacin por su apariencia de espantajo.
El teniente Burton se puso rgido y sus labios cortados se torcieron esbozando una
sonrisa que contena un poco de amargura. Era esta la manera de recibir a uno de los
suyos? El teniente Burton, mirando a la muchacha, dijo con calma:
Lamento, lady Barbara, que con la impresin que le causan mis sucios harapos,
no sepa ver que los lleva un ser humano.
La muchacha le mir fijamente, asustada. Se ruboriz.
Me conoce? pregunt, incrdula.
Bastante bien. Es usted lady Barbara Ramsgate. Aquel caballero, o estoy
empleando mal esta palabra?, es su hermano, lord John. A los dems no les conozco.
Debe de haber odo rumores de nuestro safari dijo uno de los otros hombres
. Por eso conoce los nombres. Bueno, amigo, cul es su historia? Supongo que su
safari le abandon, y est perdido y hambriento, y quiere unirse a nuestro safari. No
es usted el primer hombre abandonado que recogemos
Calla, Gault espet John Ramsgate con voz enojada. Deja que cuente su
historia.
El teniente Burton mene la cabeza. Mir a cada uno de ellos echando fuego por
los ojos.
Tan esnob en frica como en Londres dijo con suavidad. Uno de sus
porteadores, si me encontrara en este estado, no me habra hecho preguntas, me
habra dado comida y agua, aunque eso hubiera significado quedarse l sin nada.
Gault abri la boca para replicar con vehemencia, pero la muchacha le detuvo.
Pareca avergonzada.
Lo siento dijo. Hemos estado sometidos a mucha tensin y me temo que
nuestra fachada se ha resquebrajado un poco y ha revelado que no somos tan
agradables como pensamos ser por dentro. Ordenar que le den comida y agua

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inmediatamente.
Ahora no hay prisa dijo Burton. Responder primero a las preguntas que
se estn haciendo. Volaba de Londres a Ciudad del Cabo y me vi obligado a aterrizar.
Desde entonces he estado caminando, intentando encontrar Bangali. Son ustedes los
primeros seres humanos que veo. Permtanme que me presente. Me llamo Burton;
soy el teniente Cecil Giles-Burton, de las Reales Fuerzas Areas.
Imposible! exclam lady Barbara. No puede ser cierto.
Conocemos a Burton dijo Lord John. Usted no se parece en nada a l.
chenle a frica la culpa de eso. Creo que si miran lo bastante de cerca,
reconocern a su invitado de fin de semana en Ramsgate Castle.
Lord John, mirndole ms de cerca, murmur al fin:
Dios mo, s y le tendi la mano. Le pido mis disculpas, amigo.

* * *

Burton no le estrech la mano. Tena los hombros encorvados. Estaba avergonzado de


aquella gente.
Esta mano que ahora ofrece al teniente Burton debera haberla ofrecido al
extrao abandonado dijo con calma. Me temo que no puedo estrechrsela con
sinceridad.
Tiene razn dijo lord John a su hermana, y ella hizo gestos de asentimiento
con aire sumiso. Lo lamentamos terriblemente, Burton. Me sentira muy honrado si
aceptara mi mano, teniente.
Entonces Burton le estrech la mano y todos se sintieron mejor. Lady Barbara le
present al hombre que estaba a su lado, Duncan Trent.
Despus de comer, Burton conoci a los otros miembros del safari. Haba un
hombre alto, de anchos hombros, que se llamaba mster Romanoff, y fue Romanoff
quien dio a Burton la asombrosa informacin de que Bangali se hallaba a casi
cuatrocientos kilmetros de all. Romanoff le dio esta informacin mientras su criado,
Pierre, le afeitaba. Era evidente que aquel expatriado ruso viajaba con estilo.
Burton tambin se enter de que aquel safari eran en realidad dos safaris.
Nos tropezamos con el safari de Romanoff hace dos semanas, y como los dos
bamos en la misma direccin, hacia Bangali, unimos nuestras fuerzas. La diferencia
es que el safari de Romanoff caza con armas, mientras que nosotros cazamos solo con
cmaras.
Una idea boba dijo Trent, quien a todas luces estaba interesado en lady
Barbara. John podra haber ido al zoo y tomar sus bobas fotografas sin tener que
andar tanto y tener que soportar las picaduras de los insectos.
Burton tambin se enter de que Gerald Gault, el hombre que al principio le haba
hablado con desprecio, era el gua de Romanoff. Haba otro ruso en el safari, Sergei
Godensky, fotgrafo profesional.

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El inters de Burton se dirigi a otros dos hombres blancos. Eran los otros
hombres perdidos que haban mencionado. Se llamaban Smith y Peterson. Haban
contado la historia de que sus nativos les haban abandonado.
No parecen muy alegres dijo Burton.
No les gusta hacer su parte del trabajo espet John Ramsgate. Burton, no
nos reproche mucho nuestra conducta cuando sepa ms sobre este safari tan
variopinto. El hombre de Romanoff, Gault, es dominante y sarcstico. Todo el mundo
le odia. Pierre y mi criado, Tomlin, estn enamorados de Violet, la doncella de
Barbara. Y yo creo que no hay amor perdido entre Godensky y Romanoff. Dicho todo
esto, no lo llamara una familia muy feliz.
Siguieron a la cena caf y cigarrillos. Burton se desperez e inhal
profundamente.
Pensar dijo que esta misma maana esperaba morirme de hambre. Uno
nunca sabe lo que el Destino le tiene reservado.
De forma inconsciente se dio unas palmadas en el corazn, donde descansaban
los planos del invento de Horace Brown.
Tal vez sea mejor no poder ver el futuro dijo lady Barbara.
Era sin duda mejor, en lo que a la paz mental de Burton se refera.
Transcurrieron los das. Burton le cogi mucho apego a John Ramsgate y especial
cario a Barbara. Duncan Trent empez a poner ceo. Detect un rival en Burton.

* * *

El problema mayor se desat en el safari por la doncella, Violet, cuando Godensky le


hizo proposiciones que ella dej claro que no aceptara. Burton, que por casualidad se
acercaba a ellos, le dio un puetazo a Godensky, que cay al suelo. Godensky, en un
ataque de furia, sac el cuchillo. Entonces lady Barbara apareci de pronto en escena.
Godensky se guard el cuchillo y se alej con aire hosco.
Se ha ganado un enemigo le previno Barbara. Burton se encogi de
hombros. Haba soportado ya tantas cosas que un enemigo ms no importaba.
Sin embargo, se haba creado ms de un enemigo. Trent se dirigi a l en
trminos claros e inequvocos para que se mantuviera alejado de lady Barbara.
Creo que podemos dejar que lady Barbara elija qu compaa desea tener
dijo Burton con calma.
Tomlin, atrado por la conversacin, sali de su tienda. Vio a Trent dar un
puetazo a Burton, vio a Burton derribar a Trent.
Mtase en su tienda y clmese espet Burton a Trent, y entr en su propia
tienda.
A la maana siguiente, Ramsgate notific a Godensky que no necesitara sus
servicios cuando llegaran a Bangali. Todos los dems hacan caso omiso a Godensky,
incluso los dos a los que haban recogido, Smith y Peterson, y l caminaba solo todo

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el da, alimentando su rabia. Duncan Trent cerraba la columna, sombro y
meditabundo.
Todos parecan estar de mal humor, y la larga caminata bajo el ardiente e
implacable sol no ayudaba a apaciguar los nervios crispados. Los porteadores se
rezagaban, y Gault pasaba la mayor parte del tiempo yendo arriba y abajo de la fila
maldicindoles e insultndoles. Por fin perdi los estribos y golpe a uno y le hizo
caer al suelo. Cu ando el hombre se levant, Gault lo derrib otra vez. Burton, que se
hallaba cerca, intervino.
Basta ya orden.
Ocpese de sus malditos asuntos. Yo soy quien dirige este safari replic
Gault.
No me importa qu safari dirija. No va a insultar a estos hombres.
Gault hizo ademn de pegarle. Burton detuvo el golpe, y al instante siguiente
Gault fue arrojado al suelo con un izquierdazo en la mandbula. Era la tercera pelea
de Burton desde que se haba unido al safari. Tres puetazos; tres enemigos.
Lo siento, Ramsgate dijo Burton ms tarde. Al parecer, estoy teniendo
problemas con todo el mundo.
Ha hecho lo correcto aprob Ramsgate.
Me temo que ahora se ha ganado un autntico enemigo, Cecil dijo lady
Barbara. Tengo entendido que Gault tiene muy mala reputacin.
Un enemigo ms ya no me importa. Maana estaremos en Bangali.
Charlaron unos minutos ms y luego se desearon buenas noches y se fueron cada
uno a su tienda. Burton estaba contento. Saba que nunca haba estado tan feliz en su
vida. Al da siguiente vera a su padre. Al da siguiente cumplira su misin; y estaba
enamorado. Una serena quietud se apoder del campamento, en el que haca guardia
un askari adormilado. De muy lejos lleg el rugido de un len que iba de caza, y el
hombre arroj ms lea al fuego.

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Captulo VI
La llegada de Tarzn

F ue justo antes del amanecer, y haca mucho fro. El askari de guardia estaba
todava ms adormilado que el hombre al que haba relevado. Debido al fro, se
sent muy cerca del fuego con la espalda apoyada en un tronco, y sentado all se
qued dormido.
Cuando despert, se qued tan perplejo y desconcertado por lo que vieron sus
ojos que por un momento fue incapaz de reaccionar. Se qued all sentado, con los
ojos como platos, mirando a un hombre blanco semidesnudo que estaba sentado en
cuclillas cerca de l, calentndose las manos ante el fuego. De dnde haba salido
aquella aparicin? No estaba all un momento antes. El askari pens que quizs
estaba soando. Pero no. El visitante era demasiado real, de un fsico inmenso.
Los labios del extrao se separaron.
De quin es este safari? pregunt en swahili.
El askari logr que le saliera la voz.
Quin eres? De dnde has salido? De pronto sus ojos se abrieron todava
ms y se qued boquiabierto. Si eres un demonio dijo, te traer comida, si no
nos haces dao.
Soy Tarzn dijo el extranjero. De quin es este safari?
Son dos respondi el askari, con mirada sobrecogida. Uno es el safari del
bwana Romanoff, y el otro es el safari del bwana Ramsgate.
Van a Bangali? pregunt Tarzn.
S. Maana estaremos en Bangali.
Estn cazando?
Bwana Romanoff caza. Bwana Ramsgate hace fotografis.
Tarzn estuvo observando un buen rato antes de hablar de nuevo, y entonces dijo:
Deberan azotarte por quedarte dormido cuando ests de guardia.
Pero no estaba dormido, Tarzn se excus el askari. Solo he cerrado los
ojos porque con la luz del fuego me duelen.
El fuego estaba casi extinguido cuando he llegado dijo Tarzn. He puesto
ms madera. He estado aqu mucho rato y t estabas dormido. Poda haber venido
Simba al campamento y llevarse a alguien. Ahora est por ah, observndote.
El askari se puso en pie de un salto y amartill el rifle.
Dnde? Dnde est Simba? pregunt.
No ves sus ojos reluciendo all?
S, Tarzn, ahora los veo.
Se llev el rifle al hombro.
No dispares. Puede ser que, por casualidad, solo le hieras, y entonces atacara.
Espera.

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Tarzn cogi un palo, uno de cuyos extremos estaba ardiendo, y lo lanz a la
oscuridad. Los ojos desaparecieron.
Si vuelve, disprale por encima de la cabeza. Eso puede que lo asuste y se
marche.
El askari se qued muy alerta, pero observaba al extrao tanto como observaba
por si el len regresaba. Tarzn se calent junto al fuego. Al cabo de un rato el viento
refresc y cambi de direccin. Tarzn levant la cabeza y olisc el aire.
Quin es el hombre muerto? pregunt.
El askari se apresur a mirar alrededor, pero no vio a nadie. La voz le temblaba
un poco cuando respondi.
No hay ningn hombre muerto, bwana protest el askari.
Hay un hombre muerto en aquella parte del campamento y Tarzn seal
hacia las tiendas de los blancos.
No hay ningn hombre muerto, y me gustara que te marcharas con tu charla
sobre la muerte.
El otro no respondi. Sigui sentado en cuclillas, calentndose las manos.
Tengo que ir a despertar a los cocineros dijo el askari entonces. Es la hora.
Tarzn no dijo nada, y el askari fue a despertar a los cocineros. Les dijo que haba
un demonio en el campamento, y cuando miraron y vieron al hombre blanco en
cuclillas junto al fuego, tambin ellos se asustaron intensamente. Todava se
asustaron ms cuando el askari les dijo que el demonio le haba dicho que haba un
hombre muerto en el campamento. Despertaron a los otros muchachos, porque en
cantidad se tiene una mayor sensacin de seguridad.
El capataz de Ramsgate fue a la tienda de su amo y le despert.
Hay un demonio en el campamento, bwana dijo, y dice que aqu hay un
hombre muerto. No hay ningn hombre muerto en el campamento, verdad, bwana?
Claro que no; y tampoco hay demonios. Estar fuera dentro de un momento.
Ramsgate se visti con premura y sali unos minutos ms tarde. Vio entonces a
los hombres formando un apretado grupo, muertos de miedo, mirando hacia el fuego,
donde el gigantesco hombre blanco semidesnudo se hallaba acuclillado. Ramsgate se
dirigi hacia l y, mientras se aproximaba, el otro hombre se levant, corts.
Puedo preguntar dijo Ramsgate quin eres y a qu debemos el placer de
esta visita? Ramsgate haba aprendido la leccin de Burton sobre cmo tratar a los
extraos.
El otro seal el fuego.
Esa es la razn de mi visita dijo. Esta noche hace un fro inusual en la
jungla.
Quin eres y qu ests haciendo corriendo desnudo en la jungla por la noche?
Soy Tarzn respondi el extrao. Cmo te llamas t?
Ramsgate. Qu historia has estado contando a nuestros muchachos de que hay
un hombre muerto en el campamento?

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Es cierto. Hay un hombre muerto en una de esas tiendas. No hace mucho que
ha muerto.
Pero cmo lo sabes? Qu te hace pensar eso?
Lo huelo respondi Tarzn.
Ramsgate se estremeci y recorri el campamento con la mirada. Los muchachos
seguan apretujados a poca distancia, observndoles; pero, por lo dems, todo pareca
estar en orden.
Volvi a mirar al extranjero, esta vez un poco ms de cerca, y vio que era apuesto
y tena aspecto de ser inteligente. Sin embargo, sin duda aquel hombre estaba loco;
probablemente era uno de esos humanos que se pierden y que de vez en cuando se
encuentran incluso en lugares civilizados, vagando desnudos por los bosques. En
general se les llamaba hombres salvajes, pero la mayora eran inofensivos medio
chiflados. Aun as, Ramsgate pens, recordando la leccin de Burton, que lo mejor
que poda hacer era tratar bien a aquel hombre y darle de comer.

* * *

Se volvi y llam a los muchachos.


Daos prisa con esa comida. Hoy queremos partir temprano.
Varios blancos se haban despertado con el ruido que haba en el campamento y
fueron saliendo de sus tiendas. Gault se encontraba entre ellos. Se dirigi hacia la
fogata, seguido por los dems.
Qu ocurre aqu, seor?
Este pobre diablo tena fro y se ha acercado al fuego dijo Ramsgate. Todo
va bien, es bien recibido. Se ocupar de que le den desayuno, Gault?
S, seor. La mansedumbre de Gault sorprendi a Ramsgate.
Y por cierto, Gault, har que los muchachos despierten a los dems? Me
gustara salir pronto esta maana.
Gault se volvi hacia los muchachos y grit algunas instrucciones en swahili.
Varios muchachos se separaron y fueron a las tiendas de sus amos a despertarles.
Tarzn haba vuelto a ocupar su lugar junto al fuego, y Ramsgate haba ido a hablar
con el askari que haba estado de guardia.
Acababa de empezar a interrogar al hombre cuando fue interrumpido por un grito
procedente de las tiendas de los blancos y vio al criado de Burton corriendo con gran
excitacin hacia l.
Venga enseguida, bwana grit el muchacho. Rpido!
Qu ocurre? Qu te pasa? pregunt Ramsgate.
Entro en la tienda. Encuentro a bwana Burton en el suelo, muerto!
Ramsgate se precipit hacia la tienda de Burton, con Tarzn junto a l. Gault
lleg detrs de ellos.
El cuerpo de Burton, vestido solo con pijama, yaca boca abajo en el suelo. Haba

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una silla volcada y otras pruebas de una feroz pelea.
Mientras los tres hombres estaban ocupados examinando el cuerpo, Romanoff y
Trent entraron en la tienda.
Esto es terrible exclam Romanoff, sintiendo un escalofro. Quin puede
haberlo hecho?
Trent no dijo nada. Se qued all quieto, mirando fijamente el cadver.
Burton haba sido apualado por la espalda, le haban clavado el cuchillo por
debajo del omplato izquierdo hasta llegar al corazn. Tena seales negras y azules
en la garganta, lo que demostraba que el asesino le haba asfixiado para impedir que
gritara.
Quienquiera que haya hecho esto tiene que ser un hombre muy fuerte dijo
Romanoff. El propio teniente Romanoff era muy fuerte.
Vieron entonces con asombro que el blanco extrao tomaba el mando de la
situacin.
Tarzn llev el cadver al catre y lo cubri con una manta. Luego se inclin y
examin las seales en la garganta de Burton. Sali y los dems le siguieron,
extasiados y asustados.
Cuando salan de la tienda, ante la cual se haba congregado prcticamente todos
los miembros del safari, Ramsgate vio a su hermana que sala de su tienda y se diriga
hacia ellos.
Qu sucede? pregunt. Qu ha pasado?
Ramsgate se puso a su lado.
Ha ocurrido algo terrible, Babs dijo, evitando su mirada interrogadora.
Luego la acompa de nuevo a su tienda y se lo cont.
Gault orden bruscamente a los hombres que volvieran a sus obligaciones,
convoc a todos los askaris que haban estado de guardia durante la noche y les
interrog. Los otros blancos estaban reunidos a su alrededor, pero solo Tarzn
entendi las preguntas y las respuestas, que eran en swahili.
Cuatro askaris haban estado de guardia durante la noche, y todos insistan en que
no haban visto ni odo nada inusual, con excepcin del ltimo, que inform del
extrao hombre blanco que haba entrado en el campamento justo antes del amanecer
para calentarse ante el fuego.
Has visto si estaba todo el rato en el campamento? pregunt Gault.
El hombre vacil.
Me dolan los ojos a causa del fuego, bwana, y los cerr. Pero solo un
momento. Todo el resto del tiempo le vi sentado en cuclillas junto al fuego,
calentndose.
Mientes dijo Gault. Estabas dormido.
Tal vez dorm un poco, bwana. Entonces podra este hombre haber tenido
tiempo de ir a la tienda y asesinar al bwana Burton?
Gault habl claramente porque no saba que Tarzn entenda swahili.

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S, bwana respondi el negro. Podra haberlo hecho. No lo s. Pero l
saba que haba un hombre muerto all antes que nadie lo supiera.
Cmo lo sabes?
l me lo dijo, bwana.
El hombre estaba muerto antes de que yo entrara en el campamento dijo
Tarzn con calma.
Gault se sobresalt.
Entiendes swahili? pregunt.
S.
Nadie sabe cunto tiempo estuviste en el campamento. T?
De qu va todo esto? interrumpi Romanoff. No entiendo una sola
palabra. Espere, ah viene lord John. l debera ponerse al mando de esta
investigacin. El teniente Burton era su compatriota.
Ramsgate y Romanoff escuchaban con atencin mientras Gault traduca lo que el
askari le haba contado. Tarzn permaneci apoyado en su lanza, con el rostro
impasible. Cuando Gault hubo terminado, Ramsgate le estrech la mano.
No veo ninguna razn para sospechar de este hombre dijo. Qu motivos
poda tener? Sin duda no se trataba de robar, pues Burton no tena nada de valor. Y no
poda ser una venganza, pues ni siquiera se conocan.
Tal vez est chiflado sugiri Smith. Nadie ms que un loco ira rondando
por la jungla desnudo. Y nunca se sabe lo que los locos pueden hacer.
Trent asinti.
Dementia praecox dijo, con mana homicida. Lady Barbara, con los ojos
secos y serena, se acerc y se qued al lado de su hermano. Violet estaba con ella, los
ojos enrojecidos y sorbiendo por la nariz.
Habis averiguado alguna cosa? pregunt lady Barbara a su hermano.
Ramsgate neg con la cabeza.
Gault cree que este hombre habra podido hacerlo.
Lady Barbara levant la mirada.
Quin es? pregunt.
Dice llamarse Tarzn. Entr en el campamento en algn momento durante la
noche. Al parecer, nadie sabe cundo. Pero no veo razn alguna para sospechar de l.
No puede tener ningn motivo.
Aqu hay varios que podran tener algn motivo dijo lady Barbara con
amargura. Mir sin ambages a Trent.
Barbara! exclam Trent. No pensars ni por un instante que yo lo
hice?
Estuvo dispuesto a matarle una vez, seor dijo Tomlin a Ramsgate. Yo
estaba all, seor. Vi a Burton derribarle de un puetazo. Discutan por la seorita.
Trent pareca incmodo.
Es ridculo protest. Admito que perd los estribos, pero despus me

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calm y lo lament.
Violet seal con un dedo acusador a Godensky.
Tambin l intent matarle! Dijo que le matara. Yo le o.
En lo que a eso se refiere, Gault, aqu presente, tambin le amenaz dijo
Romanoff. No todos le mataron. Creo que lo que tenemos que hacer es
presentarnos a las autoridades de Bangali, y dejar que ellos se ocupen del asunto.
Estoy de acuerdo dijo Gault. Yo no le mat, y no s si este tipo lo hizo.
Pero lo que sin duda es terriblemente curioso es que l era el nico en el campamento
que saba que el teniente Burton estaba muerto.
Haba otra persona que tambin lo saba sentenci Tarzn.
Quin era? pregunt Gault.
El hombre que le mat.
Todava me gustara saber cmo sabas que estaba muerto dijo Gault.
A m tambin dijo Ramsgate. Debo decir que parece un poco sospechoso.
Es muy sencillo dijo Tarzn, pero me temo que ninguno de ustedes lo
entendera. Soy Tarzn de los Monos. He vivido aqu casi toda mi vida, exactamente
en las mismas condiciones que los otros animales. Los animales dependen de ciertos
sentidos mucho ms que el hombre civilizado. Tienen un odo excepcionalmente
aguzado. La vista de otros es notable. Pero el sentido ms desarrollado es el del
olfato.
Si no se tiene al menos uno de estos sentidos muy desarrollado no se podra
sobrevivir mucho tiempo. Como hombre, que por naturaleza se encuentra entre los
animales ms indefensos, me vi obligado a desarrollarlos todos. La muerte tiene un
olor peculiar. Es perceptible casi de inmediato despus de que la vida haya cesado.
Mientras me estaba calentando al fuego y hablando con el askari, el viento se hizo
ms fresco y cambi. Trajo a mi olfato la prueba de que haba un hombre muerto a
poca distancia, probablemente en una de las tiendas.
Tonteras dijo Smith con indignacin.
Godensky se rio nervioso.
Debe de pensar que tambin estamos locos, para creernos semejante historia.
Creo que tenemos a nuestro hombre dijo Trent. Un loco no necesita un
motivo para matar.
Mster Trent tiene razn coincidi Gault. Ser mejor que le atemos y nos
lo llevemos a Bangali con nosotros.

* * *

Ninguno de aquellos hombres conoca a Tarzn. Ninguno de ellos poda interpretar la


extraa expresin que de pronto acudi a sus ojos grises. Cuando Gault se acercaba
hacia l, Tarzn retrocedi. Entonces Trent sac su pistola y le apunt.
Haz un movimiento en falso y te mato amenaz Trent.

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Tal vez las intenciones de Trent fueran muy buenas, pero su tcnica era errnea.
Era culpable, entre otras cosas, de dos errores crasos. Estaba demasiado cerca de
Tarzn y no dispar en el instante en que sac el arma.
Tarzn alarg el brazo y le agarr la mueca. Trent apret el gatillo, pero la bala
se hundi inofensiva en el suelo. Luego lanz un grito de angustia y dej caer el arma
cuando el hombre mono aplic ms presin. Todo esto ocurri muy deprisa, y
entonces Tarzn empez a retroceder sujetando a Trent como escudo frente a l.
Nadie se atrevi a disparar por temor a herir a Trent. Gault y Ramsgate
avanzaron. Tarzn, sujetando al hombre con una mano, sac su cuchillo de caza.
Qudate donde ests dijo o le mato.
Su tono era tranquilo y sin inflexin, pero era cortante como un afilado cuchillo.
Los dos hombres se detuvieron, y entonces Tarzn retrocedi hacia la jungla que
llegaba hasta la linde del campamento.
No vais a hacer nada? grit Trent. Vais a dejar que este loco se me lleve
a la jungla y me descuartice?
Qu quieres que hagamos? grit Romanoff a nadie en particular.
No podemos hacer nada dijo Ramsgate. Si vamos detrs de l, seguro que
matar a Trent. Si no lo hacemos, puede que le deje libre.
Yo creo que deberamos ir tras ellos dijo Gault, pero nadie se ofreci
voluntario, y un instante despus Tarzn desapareci en la jungla arrastrando a Trent
con l.
El safari sin duda no sali temprano aquella maana, y mucho antes de que
emprendieran el camino Trent sali de la jungla y se reuni con ellos. Todava
temblaba de miedo.
Dame un poco de brandy, John pidi a Ramsgate. Creo que ese demonio
me ha roto la mueca. Dios mo, estoy que no me tengo en pie. Ese tipo no es
humano. Me ha zarandeado como si fuera un beb. Cuando estaba seguro de que
nadie nos segua, me ha soltado. Y entonces se ha subido a los rboles igual que un
mono. Os lo aseguro, es muy extrao.
Te ha hecho dao despus de sacarte del campamento? quiso saber
Ramsgate.
No. Solo me ha arrastrado consigo. No me ha hablado ni una sola vez, no ha
pronunciado ni una palabra. Era como, bueno, era como ser arrastrado por un len.
Espero que no volvamos a verle dijo Ramsgate esperanzado.
Bueno, no cabe ninguna duda seal Trent. Mat al pobre Burton, bien, y
ha huido limpiamente.
El safari avanzaba muy despacio; cuatro porteadores llevaban el cuerpo de Burton
en una camilla improvisada. Iba a la retaguardia de la columna, y Barbara iba al
frente con su hermano para no tener que verlo.
No llegaron a Bangali aquel da, y tuvieron que montar otro campamento. Todos
estaban deprimidos. No hubo risas ni cantos entre los nativos, y muy poco despus de

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la cena todos se retiraron para pasar la noche.
Hacia medianoche, unos gritos salvajes y un disparo despertaron a los miembros
del campamento. Smith sali corriendo de su tienda, que comparta con Peterson.
Ramsgate salt de su catre, se precipit fuera en pijama y a punto estuvo de chocar
con Smith.
Qu ocurre, amigo? Por el amor de Dios, qu ha pasado?
Ese gigante loco grit Smith. Ha estado aqu de nuevo. Esta vez ha
matado a Peterson. Le he disparado. Creo que le he dado, pero no lo s. No puedo
estar seguro.
Adnde ha ido? espet Ramsgate.
Se ha metido en la jungla, por ah seal Smith jadeando.
Ramsgate mene la cabeza.
Es intil seguirle dijo. Jams le encontraramos. Fueron a la tienda de
Peterson y le encontraron tumbado en su catre, apualado en el corazn mientras
dorma. Aquella noche nadie volvi a dormir en el campamento, y tanto los blancos
como los askaris hicieron guardia.

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Captulo VII
El asesinato se descubrir

E n Bangali, Tarzn estaba sentado en el bungal del coronel Gerald Giles-Burton.


La impresin que me ha producido su noticia no ha sido tan grande como
habra podido ser dijo el coronel Burton. Haca tiempo que daba por muerto a mi
chico. Sin embargo, saber que estaba vivo y cerca de aqu, eso era duro de soportar.
Tienen alguna idea de quin le mat?
Ellos estn seguros de que lo hice yo.
Qu tontera dijo Burton.
En el safari hay tres hombres con los que tuvo problemas. Todos amenazaron
con matarle. Pero por lo que o, todas las amenazas las hacan en el calor de la ira, y
probablemente no significaban nada. Solo uno de ellos poda pensar que tena
motivos para matarle.
Quin era? pregunt Burton.
Un tipo llamado Trent, que estaba enamorado de lady Barbara. Ese era el nico
motivo real, por lo que pude saber.
A veces es un motivo muy extrao dijo Burton.
Sin embargo prosigui Tarzn, Trent no mat a su hijo. No pudo hacerlo.
Si el asesino estaba en el campamento, yo le habra encontrado si ellos no me
hubieran hecho marchar.
Se quedar aqu y me ayudar a encontrarle cuando llegue el safari?
Por supuesto. No tena ni que preguntarlo.
Hay otra cosa que creo que debera saber. En la poca en que se perdi, mi hijo
llevaba unos papeles muy importantes para el gobierno. Hizo ostentacin de que iba a
volar de Londres a Ciudad del Cabo, pero sus instrucciones eran hacer escala aqu y
dejarme a m los papeles.
Y fue perseguido por tres hombres en un avin militar italiano dijo Tarzn.
Dios mo, amigo! Cmo lo saba? pregunt Burton.
Me tropec con los dos aviones. El avin de su hijo fue abatido, pero l haba
saltado y se hallaba a salvo. Encontr su paracadas cerca del avin. Antes de saltar
dispar al piloto del otro avin. El tipo hizo un aterrizaje forzoso antes de morir.
Cuando le encontr todava estaba sentado ante los controles. Los dos hombres que
iban con l se marcharon. Uno de ellos es posible que estuviera herido levemente,
pues observ que cojeaba, pero tal vez ya fuera cojo antes. Por supuesto, eso no lo s.
Les vio? pregunt Burton.
No. Segu sus huellas un rato hasta que me encontr con el avin de su hijo.
Entonces, como saba que se trataba de un ingls, o eso cre puesto que pilotaba un
avin ingls, fui tras l. Ver, cay en una zona de leones. Ya sabe, el pas de los
buiroos.

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S; y los buiroos son peores que los leones.
S dijo Tarzn, recordando. He tenido problemas con ellos en otras
ocasiones. Esta vez casi acaban conmigo. Despus de escapar de ellos, volv a dirigir
mis pasos hacia Bangali y a primera hora de esta maana he tropezado con este
safari.
Cree que esos dos hombres han tenido oportunidad de coger los papeles de mi
hijo?
No. Seguan caminos diferentes. Probablemente ya estn muertos. Fueron a
parar a una zona muy mala. Supongo que eran un par de italianos.
El coronel Hurtan mene la cabeza.
No. Uno era estadounidense y el otro ruso. Se llamaban Campbell y Zubanev.
Tengo un informe completo que me enviaron de Londres. All se les buscaba por
espionaje y asesinato.
Bueno, no creo que vuelvan a molestar a nadie nunca ms dijo Tarzn. Y
maana por la maana tendr usted los papeles.
S, tendr los papeles dijo Burton con aire triste. Es extrao, Tarzn, lo
poco que apreciamos la felicidad hasta que la perdemos. No soy vengativo, pero me
gustara saber quin mat a mi hijo.
frica es un lugar grande, Burton dijo el hombre mono, pero si el hombre
que asesin a su hijo todava est vivo, yo le coger antes de que salga de frica. Se
lo prometo.
Si usted no le puede encontrar, nadie podr hacerlo dijo Burton. Gracias,
Tarzn.
Tarzn estrech la mano de Burton efusivamente.

* * *

Ocho portadores de camilla, que llevaban los cadveres de Cecil Burton y Peterson,
cerraban el safari cuando se detuvo justo en las afueras de Bangali y se prepararon
para montar un campamento.
Ramsgate y Romanoff fueron de inmediato a dar parte al coronel Burton. Le
encontraron sentado en su despacho, un porche con tela mosquitera a lo largo de un
costado de su bungal. El hombre se levant cuando entraron y le tendi la mano al
joven ingls.
Lord John Ramsgate, supongo dijo; luego se volvi al ruso y aadi: y
mster Romanoff. Estaba esperndoles, caballeros.
Venimos en una misin muy triste, coronel Burton anunci Ramsgate con la
voz entrecortada.
S, lo s dijo Burton.
Ambos, Ramsgate y Romanoff, pusieron cara de asombro.
Lo sabe? exclam Romanoff.

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S. Anoche me dieron la noticia.
Pero es imposible dijo Ramsgate. Debe de referirse a otra cosa.
No. Los dos nos estamos refiriendo al asesinato de mi hijo.
Es extraordinario! exclam Ramsgate. No lo entiendo. Pero, coronel,
estamos seguros de quin es el asesino. Anoche se cometi otro asesinato similar en
nuestro campamento, y uno de los miembros de nuestro safari vio al asesino mientras
cometa el crimen. Le dispar, y cree que le dio.
En aquel momento se abri la puerta del bungal y de pronto Tarzn sali al
porche.
Ramsgate y Romanoff se pusieron en pie de un salto.
Ese es el hombre! Es el asesino! grit Ramsgate.
El coronel Burton hizo gestos de negacin con la cabeza.
No, caballeros dijo con calma. Tarzn de los Monos no habra asesinado a
mi hijo, y no pudo asesinar al otro hombre porque anoche se encontraba aqu, en mi
bungal!
Pero dijo Romanoff Smith dijo que vio a este hombre y le reconoci
cuando anoche asesinaron a Peterson.
Bueno, en un momento de excitacin como ese dijo Burton y en la
oscuridad, es fcil que un hombre cometa un error. Supongo que vamos a ir a su
campamento a interrogar a algunas de las personas implicadas. Tengo entendido que
tres de ellos haban atacado o amenazado a mi hijo.
S dijo Ramsgate. Mi hermana y yo deseamos que se lleve a cabo una
investigacin a fondo, y estoy seguro de que mster Romanoff est de acuerdo.
Romanoff hizo una inclinacin de cabeza en gesto de asentimiento.
Vendr usted con nosotros, Tarzn? pregunt Burton.
Si lo desea respondi Tarzn.
Con emociones diversas, los miembros del safari vieron a Tarzn entrar en el
campamento con Ramsgate, Romanoff y el coronel Burton, acompaados de un
destacamento de la polica nativa.
Le han cogido dijo Gault a Trent. Eso es trabajar rpido.
Deberan esposarle dijo Trent o escapar como hizo antes. Ni siquiera le
han quitado las armas.
A sugerencia del coronel Burton, todos los blancos del grupo fueron reunidos para
ser interrogados. Mientras les llamaban, Tarzn examin con atencin el cuerpo de
Peterson. Mir en particular las manos y los pies del cadver. Despus escudri la
herida en el corazn. Por un instante se inclin sobre el cuerpo, con el rostro cerca de
la manga de la tnica del hombre. Luego regres a donde estaban todos reunidos
frente al coronel Burton.
Uno a uno el oficial ingls les fue interrogando. Escuch con atencin a Violet,
Tomlin y a lady Barbara. Interrog a Godensky, a Gault y a Trent. Interrog a Smith
sobre el asesino de Peterson.

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Tengo entendido que usted vio a este hombre matar a Peterson dijo
sealando a Tarzn.
Cre que era l dijo Smith, pero podra haberme confundido. Estaba muy
oscuro.
Bueno, ahora, en cuanto a mi hijo dijo Burton, hay alguien aqu presente
que quiera presentar un cargo directo de asesinato contra algn individuo?
Lady Barbara Ramsgate se puso rgida.
S, coronel dijo. Acuso a Duncan Trent del asesinato de Cecil Giles-
Burton.
Trent palideci considerablemente, pero no dijo nada. Todos los ojos estaban
puestos en l. Tarzn se inclin y susurr algo al odo de Burton. Este asinti.
Tarzn desea hacerles unas preguntas dijo Burton. Tengan la bondad de
responderle como si se las hiciera yo.
Puedo ver su cuchillo? pregunt Tarzn, sealando a Pierre.
No llevo cuchillo, seor.
Y el suyo? pregunt sealando a Gault.
Gault sac su cuchillo de la funda y se lo entreg al hombre mono y luego se lo
devolvi. Despus pidi el cuchillo a Tomlin; pero Tomlin no llevaba. En rpida
sucesin, pidi y examin los cuchillos de Smith, Godensky y Trent. Luego se volvi
a Smith.
Smith dijo, usted estaba en la tienda despus de que asesinaran a Peterson.
Puede decirme en qu postura estaba en su catre?
Estaba boca arriba respondi Smith.
Qu lado de su catre quedaba adosado al costado de la tienda?
El lado izquierdo.
Tarzn se volvi a Ramsgate.
Cunto tiempo hace que conoce a este tal Smith? pregunt.
Solo hace unas semanas respondi Ramsgate. Les encontramos a l y a
Peterson vagando perdidos por la jungla. Dijeron que sus muchachos les haban
abandonado.
Cojeaba cuando le encontr?
John Ramsgate puso cara de asombro.
S respondi. Nos dijo que se haba torcido el tobillo.
Qu tiene esto que ver? pregunt Smith. No les dije que este tipo estaba
chiflado?
Tarzn se acerc a Smith.
Djeme ver su arma dijo.
No tengo ningn arma gru Smith.
Qu es ese bulto que tiene debajo del lado izquierdo de su camisa?
Mientras hablaba, Tarzn, con gesto rpido, puso su mano all.
Smith hizo una mueca.

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No eres tan listo como te crees dijo.
Tarzn se volvi a lady Barbara.
Mster Trent no mat a Burton anunci con gran conviccin. Smith le
mat. Y Smith mat tambin a Peterson.
Eso es mentira! grit Smith. T mismo les mataste! Me has tendido una
trampa! No lo veis todos?
Qu le hace pensar que Smith es el asesino? pregunt el coronel Burton.
Bueno, har un cambio en mi afirmacin dijo Tarzn. Quien les mat fue
Campbell. El verdadero nombre del hombre al que anoche mataron no era Peterson,
sino Zubanev.
Les digo que es una maldita mentira! grit Smith. No tienen nada contra
m! No pueden demostrar nada!
Tarzn sobresala por encima del resto del grupo. Se hizo el silencio. Incluso
Smith qued en silencio.
Un hombre muy fuerte, zurdo, al que le falta el segundo dedo de la mano
derecha mat al teniente Burton dijo Tarzn. La herida que mat a Burton solo la
poda haber infligido si el cuchillo era sujetado con la mano izquierda. En su garganta
haba las huellas de un pulgar, un dedo ndice, un dedo corazn y un meique.
Observarn todos ustedes que a Smith le falta el dedo anular, o ms bien que le
falta a la mano derecha de Campbell. Asimismo, he observado que cuando he pedido
a los hombres que me dieran su cuchillo, Campbell era el nico hombre que me
pasaba el arma con la mano izquierda. La herida de cuchillo en el pecho de Zubanev
fue hecha con un cuchillo sujetado con la mano izquierda.
Pero el motivo de estos asesinatos exclam Romanoff.
El coronel Burton lo encontrar en el interior de la camisa de Campbell. Son
los papeles que el teniente Burton llevaba encima cuando fue abatido por el avin de
persecucin que llevaba a Campbell y a Zubanev. S que ese tal Peterson, o mejor
dicho Zubanev, estaba en aquel avin. El otro hombre que iba con l cojeaba cuando
se alej del avin. Ese hombre era Campbell, que se hace llamar Smith.
Pero por qu Smith o Campbell, o comoquiera que se llame, quera matar a
Burton y a Peterson? pregunt John Ramsgate.
l y Zubanev queran los papeles que Burton llevaba encima explic Tarzn
. Nadie ms conoca la existencia de esos papeles. Campbell saba que si le robaba
los papeles y dejaba vivo a Burton, este ltimo se lanzara de inmediato a una intensa
bsqueda en el safari. Tena que matar a Burton. Mat a Zubanev para no tener que
compartir con l el dinero que esperaba conseguir por los papeles, que ya haban
vendido provisionalmente al Gobierno Italiano. Aqu estn Tarzn desgarr la
camisa de Campbell los papeles!

* * *

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La polica nativa se llev a Joseph Campbell, alias Joey el Chucho.
Cmo supiste que Zubanev iba en ese avin italiano? pregunt Ramsgate
con curiosidad.
Encontr su guante en la cabina respondi el hombre mono.
Ramsgate mene la cabeza con perplejidad.
Sigo sin entenderlo dijo.
Tarzn sonri.
Porque eres un hombre civilizado dijo. Numa, el len, o Sheeta, el
leopardo, lo entenderan. Cuando encontr ese guante capt su olor. Por lo tanto,
llevaba en mi memoria el olor de Zubanev. De ah que pensara que Smith tena que
ser Campbell. Y ahora Tarzn se interrumpi; les mir a todos uno a uno.
Ahora me voy a casa dijo. Adis, amigos mos. Me ha gustado ver a
alguien de los mos otra vez, pero la llamada de la jungla es ms fuerte. Adis.
Y Tarzn de los Monos regres a la jungla.

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EDGAR RICE BURROUGHS (Chicago, 1 de septiembre de 1875 Encino,
California, 19 de marzo de 1950)
Cuando Edgar Rice Burroughs muri en 1950 dej tras de s una coleccin de
algunas de las aventuras de ficcin ms notables de todos los tiempos. Su obra
incluye novelas histricas junto a algunas de las experiencias ms imaginativas jams
concebidas por la mente del hombre; desde la prehistoria hasta el futuro lejano; del
ncleo de la Tierra a las estrellas ms distantes en el universo.
El primero de los libros de Burroughs, Tarzn de los Monos, sorprendi como uno de
los ms vendidos del ao. Desde entonces public un enorme cmulo de historias de
aventuras que su pblico esperaba con impaciencia. En el momento de su muerte en
1950, se haban publicado un total de cincuenta y nueve libros, la ltima, Llana de
Gathol, en marzo de 1948. La lista podra haber sido ms amplia si no hubiera sido
por la escasez de papel durante la Segunda Guerra Mundial. Al morir tena quince
relatos inditos sin finalizar.
La biografa de Edgar Rice Burroughs es la tpica historia americana de xito desde la
pobreza a la riqueza. Hijo de una familia adinerada venida a menos, dej la
universidad y finalmente estuvo cinco aos en la Academia Militar de Michigan
donde se qued como asistente instructor. Este iba a ser el primero de una larga lista
de puestos de trabajo en el oeste (incluidos soldado en el 7. de Caballera, arriero de
ganado en Idaho, agente de polica del ferrocarril, etc.) que prob sin xito hasta que
finalmente descubri su talento para la escritura.

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Su suerte empez a cambiar en 1911. Estaba trabajando revisando los anuncios que
aparecan en las revistas pulp (muy populares en su poca, dedicadas a la publicacin
de relatos por entregas) y pens que por qu no probar y enviar sus propias historias.
Su primer cuento se titul Dejah Thoris, Princesa de Marte, lo public la revista All-
Story y recibi $ 400 por ella. Como no quera que sus amigos supieran de su autora,
se public con el pseudnimo Norman Bean. Apareci en febrero con el titulo Bajo
las lunas de Marte. El xito que obtuvo le hizo ver que l era lo suficientemente
bueno para usar su propio nombre y abandon el pseudnimo.
Para su siguiente relato pas mucho tiempo investigando sobre la historia de
Inglaterra, a la que se acerc con una historia sobre la poca de la Guerra de las
Rosas, (The Outlaw of Torne), que fue rechazada de inmediato por su editor.
Burroughs volvi a las historias de accin y se dedic a una historia sobre la lucha
entre la herencia y el medio ambiente a la que llam Tarzn de los Monos. La historia
inici su publicacin en el nmero de octubre del pulp All-Story. Edgar recibi $700
por ella y entonces supo que estaba en el camino correcto. Renunci a su puesto de
trabajo y dedic todo su tiempo en la escritura. Comenz a hacer tanto dinero que
poda darse el lujo de llevar a su esposa y sus tres hijos a pasar el invierno en
California.
Tarzn se convertira en un gran xito en los Estados Unidos y en todo el mundo,
pero en esa poca no result fcil de aceptar. El cuento era popular entre el pblico de
las revistas pulp, pero ninguna de editorial estaba dispuesta a publicar el libro
completo, ya que no lo encontraban de buen gusto y pensaban que a su pblico no le
gustara. Despus de tratar de vender la idea a barios editores sin xito, su xito como
folletn cre una demanda para su edicin en forma de libro. En 1914 apost por su
publicacin la editorial AC McClurg & Company, que la haba rechazado
previamente, y result ser uno de los libros ms exitosos del ao. A partir de ese
momento fue seguido por varios libros ms en rpida sucesin: El regreso de Tarzn
en 1915, Las fieras de Tarzn en 1916; Una princesa de Marte, (la primera historia
que haba escrito) en 1917, El hijo de Tarzn en 1918, etc. Edgar Rice Burroughs se
convirti en el escritor ms rico de su poca. En el ao 1931, decide crear su propia
editorial e incrementar as sus ganancias, comenzando con Tarzn el Invencible.
En 1941, Burroughs estaba de vacaciones en Hawai y fue testigo del bombardeo
japons de Pearl Harbor el 7 de diciembre. Durante los siguientes cuatro aos
realizara una gira por las zonas de guerra del Pacfico con las Fuerzas Armadas
como corresponsal de prensa para la Associated Press. En el ltimo ao de la guerra
sufri un par de ataques al corazn y tuvo que abandonar el frente, lo que le dej el
suficiente tiempo libre para volver a escribir durante este perodo volvi a su
personaje favorito y escribi Tarzn y la Legin extranjera.
Despus de la guerra, regres a su pas. Cuando muri, como consecuencia de sus

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problemas con el corazn, el 19 de marzo de 1950, todos los fans saban que el
maestro les haba dejado su huella en el recuerdo, pero tambin saban que sus
hroes, Tarzn, John Carter, Napier Carson, David Innes y muchos otros seguiran
entreteniendo a las generaciones futuras de lectores.

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