El Reino Que Trastornó El Mundo
El Reino Que Trastornó El Mundo
El Reino Que Trastornó El Mundo
David W. Bercot
Traducido por Son-Light Translations
Segunda parte
El gran tropiezo
8 ¿Amar a mis enemigos? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
9 Pero, ¿qué tal si…? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
10 Pero, ¿no dicen las escrituras que…? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80
11 ¿Qué tal de los reinos del mundo?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88
12 La vida bajo la influencia de dos reinos. . . . . . . . . . . . . . . . . . 92
13 ¿Soy yo de este mundo? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
14 ¿Nos hace esto activistas en pro de la paz y la justicia?. . . . . 107
15 ¿Ha vivido alguien así en la vida real?. . . . . . . . . . . . . . . . . . 110
16 ¿Es este el cristianismo histórico? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114
Tercera parte
¿Cuál es el evangelio del reino?
1 7 El camino de Jesús a la salvación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122
18 Cómo entrar en el reino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132
19 No hay lugar para fariseos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
20 El reino no puede permanecer en secreto . . . . . . . . . . . . . . . . 144
Cuarta parte
Nace un híbrido
1
2 ¿Qué le pasó al evangelio del reino?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 148
22 El reino de la teología. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155
23 ¿Acaso estaba Dios cambiando las reglas?. . . . . . . . . . . . . . . 163
24 Cómo desaparecieron las enseñanzas de Jesús . . . . . . . . . . . . 167
25 La era de oro que nunca tuvo lugar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172
26 Agustín: apologista del híbrido. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
27 ¡Falsificación en el nombre de Cristo! . . . . . . . . . . . . . . . . . . 192
Quinta parte
Cuando ser un cristiano del reino era ilegal
8
2 El reino clandestino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 200
29 Los valdenses . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205
30 Una corriente alternativa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
31 Los valdenses se encuentran con los reformistas suizos. . . . . . 222
32 La nueva Sion en Ginebra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227
33 La bandera del reino se levanta de nuevo. . . . . . . . . . . . . . . . 234
34 Ahora nos toca a nosotros. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 246
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251
Primera Parte
El reino de valores
trastornados
1
¿Guerra santa?
E ra viernes, el 8 de julio del año 1099. El sol abrasador del desier-
to se proyectaba sobre una procesión harapienta de clérigos que
llevaba grandes cruces y reliquias de santos. La procesión marchaba
alrededor de los muros exteriores de Jerusalén. El clero iba seguido por
unos 1.200 caballeros descalzos, integrantes de las cruzadas, y cerca
de 11.000 soldados, marineros y obreros hambrientos y sedientos.
Los musulmanes defensores de la ciudad se reían con desdén de la
procesión, burlándose de ellos mientras observaban su marcha. Hasta
profanaban cruces de varias maneras y las colgaban de los muros
de la ciudad para insultar aun más al grupo harapiento de cristianos
medio locos.
A pesar de los insultos y abucheos, los cruzados continuaron en su
procesión de hombres descalzos hasta llegar al Monte de los Olivos
donde se detuvieron. Estando allí, uno de los obispos empezó a ex-
hortarlos: “Ahora nos encontramos en el lugar mismo desde donde el
Señor hizo su ascensión, y no hay otra cosa que podamos hacer para
purificarnos más. Por lo tanto, cada uno de nosotros perdone a su
hermano a quien ha ofendido para que el Señor nos perdone.”1 Luego
les recordó su profecía de que Jerusalén les sería entregada el próximo
viernes si ellos continuaban humillándose y purificándose.
Si los musulmanes escucharon el pronunciamiento del obispo, no
le dieron importancia. ¿Tomar la ciudad de Jerusalén en siete días?
¡Improbable! Porque antes que los cruzados llegaron a las cercanías
de Jerusalén, Iftikhar, el gobernante musulmán de Jerusalén, había
ordenado que taponaran o envenenaran todos los pozos en las afueras
del muro de la ciudad. Los cruzados sólo contaban con un manantial in-
termitente como su fuente de agua. Muchos de ellos estaban seriamente
deshidratados. Además, Iftikhar había trasladado todos los animales
domésticos al interior de la ciudad amurallada, proveyendo para sus
habitantes un abundante suministro de alimentos. A diferencia de esto,
¿Guerra santa?
Capítulo 1
¿Guerra santa?
Capítulo 1
religiosos. ¿Qué sucedió allí? Si digo la verdad, sin duda excederá su
capacidad de creer. Así que baste con decir, al menos, que en el templo
y pórtico de Salomón, los jinetes cabalgaban entre la sangre, la cual
alcanzó hasta sus rodillas y hasta las riendas de los caballos. ¡Realmente,
fue un juicio de Dios justo y magnífico que este lugar fuera lleno de
la sangre de los incrédulos! Ya que por mucho tiempo había sufrido a
consecuencia de sus blasfemias. La ciudad estaba llena de cadáveres
y sangre.3
Cualquiera podría pensar que al día siguiente los cruzados estaban
llenos de remordimiento por haber masacrado aproximadamente a
100.000 personas, muchas de las cuales fueron niños inocentes. De
ninguna manera, por cuanto ellos estaban seguros de que su Señor
Jesucristo les había dado la victoria y estaba complacido de ellos como
su feliz Rey. Al fin y al cabo, el mismísimo Papa había hecho un lla-
mado a todos los católicos fieles para que fueran y liberaran la Tierra
Santa de los infieles. A todos los católicos él les había asegurado que
cualquiera que fuera a la cruzada obtendría el completo perdón de sus
pecados. De modo que nuestro testigo presencial continúa su relato:
Ahora que la ciudad había sido tomada, todos nuestros esfuerzos y
pruebas anteriores valieron la pena al ver la devoción de los peregrinos
en el Santo Sepulcro. ¡Cuánto se alegraron y regocijaron, y cantaron una
nueva alabanza al Señor! Por cuanto sus corazones ofrecían oraciones de
alabanza a Dios, victoriosas y triunfantes, que no pueden describirse con
palabras. ¡Un nuevo día! ¡Un nuevo gozo! ¡Una nueva y perpetua alegría!
La consumación de nuestro esfuerzo y devoción trajo consigo nuevas
palabras y nuevas alabanzas de todos. Este día, yo creo, será famoso
en todas las generaciones futuras, ya que convirtió nuestros esfuerzos y
penas en gozo y júbilo. Sin duda, este día marca la justificación de todo
el cristianismo, la humillación del paganismo y la renovación de nuestra
fe. “Este es el día que hizo Jehová; nos gozaremos y alegraremos en él”,
porque Jehová se manifestó a su pueblo y los bendijo.”4
Pero, ¿vio Jesús esta masacre como algo de gozo? ¿De veras habían
los cruzados avanzado el reino de Dios, o más bien le habían ocasio-
nado un gran perjuicio?
¿No es cierto que más o menos 1.100 años antes, Jesús había plan-
tado un reino de amor? Sus súbditos se darían a conocer por su amor
los unos por los otros. No sólo eso; ellos también debían amar a sus
enemigos. Su propio Rey se había descrito a sí mismo como manso y
humilde de corazón. Los primeros ciudadanos de este reino especial
10
¿Guerra santa?
Notas finales
1 Raymond d’Aguiliers en August C. Krey, The First Crusade: The Accounts
of Eyewitnesses and Participants (Princeton: 1921) 250–256.
J. Arthur McFall, “The Fall of Jerusalem,” Military History Magazine
2
11
2
El reino al derecho
C omo veremos en breve, el reino que trastornó el mundo es un
reino único. Es un reino de valores al revés.
En 1978, Donald Kraybill escribió un libro titulado “The Upside-
Down Kingdom” (El reino al revés), en el cual él examinó algunos de
estos valores al revés que tiene el reino de Dios. Pero para comprender
completamente este reino al revés, tenemos que primeramente echarle
un vistazo a un reino que estaba al derecho.
Las escrituras nos presentan este reino al derecho en el libro de
Éxodo, donde Dios les habló a los israelitas: “Ahora, pues, si diereis
oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro
sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me
seréis un reino de sacerdotes, y gente santa” (Éxodo 19.5–6).
Esta fue la oferta de Dios a los israelitas: que ellos podrían ser
su reino especial de sacerdotes. Y los israelitas aceptaron su oferta.
Ellos entraron en un pacto con él en el Sinaí. Al igual que la mayoría
de los pactos, éste estaba conformado por dos partes. Si los israelitas
obedecían la voz de Dios, serían para él “un reino de sacerdotes, y
gente santa”. Así como cualquier otro reino, la nación de Israel tendría
un gobernante y leyes. Sin embargo, su Rey, Legislador y Juez sería
Dios mismo (véase Isaías 33.22). Las leyes del reino de Israel eran la
ley mosaica, dadas directamente por Dios.
A pesar de estos rasgos especiales, el reino de Israel seguía siendo
un reino terrenal. En la mayoría de los aspectos, era similar a los
reinos del mundo: tenía un territorio físico y geográfico; su pueblo
era de una marcada nacionalidad étnica. Ellos defendían su reino
con soldados terrenales, armados con espadas, lanzas y arcos. Al
igual que todos los otros reinos terrenales, los israelitas extendieron
su territorio mediante el uso de la espada. A la vista de las naciones
vecinas, el rasgo más distintivo de los israelitas era que su ley pro-
hibía la idolatría.
12
El reino al derecho
13
3
Un reino de otra
naturaleza
E l año 30 d. de J.C. comenzó como cualquier otro año. Los sacer-
dotes judíos aún ofrecían sacrificios diarios en el templo. Los
agricultores trabajaban en sus campos, y las mujeres lavaban ropa en
los arroyos. Los pescadores colgaban sus redes para que se secaran
a orillas del Mar de Galilea. ¡Pero de pronto apareció en escena un
profeta llamado Juan! Vestido con pelo de camello y un cinto de cuero,
Juan era un personaje que atraía la atención de la gente. Y consigo traía
un mensaje alarmante: ¡el reino de Dios estaba cerca!
¿Estaba cerca el reino de Dios? Para los judíos, esto significaba
que el Mesías estaba por venir. ¡Significaba la expulsión del control
romano! Significaba que ellos recuperarían su independencia como
nación. No es de extrañarse que el mensaje de Juan llamara la atención
de todos. La gente en tropel acudió a él para averiguar qué deberían
hacer a fin de prepararse para este reino.
Sin embargo, cuando Juan identificó a Jesús como su tan espe-
rado Mesías, la mayoría de los judíos no se sintieron emocionados.
¿Jesús de Nazaret? Él no parecía ser el Mesías que ellos esperaban.
Obviamente, él no era un guerrero. Y ni siquiera intentaba organizar
un ejército para liberar a los judíos del poder romano. De hecho, él ni
siquiera predicaba contra los romanos.
¿Sobre qué predicó Jesús? Estimado lector, me gustaría hacerle esta
pregunta. ¿Cuál fue el tema principal de la predicación de Jesús? ¿La
necesidad de salvación del hombre? ¿El amor de Dios por el género
humano? ¿La necesidad de nacer de nuevo? ¿El hecho de que Jesús
moriría en rescate por nosotros?
Por supuesto, Jesús habló acerca de todas estas cosas. Y todas ellas
son verdades esenciales. Sin embargo, ninguna de ellas fue el tema
14
Un reino de otra naturaleza
15
Capítulo 3
16
Un reino de otra naturaleza
17
Capítulo 3
18
Un reino de otra naturaleza
Notas finales
1
Tertuliano, Against Marcion, Libro IV, cap. 26; ANF, Tomo III, 409.
19
4
¿Has hecho ya
el compromiso del reino?
C uando los extranjeros desean hacerse ciudadanos de los Estados Uni-
dos de América, se les pide que presten el siguiente juramento:
Por este medio, declaro, bajo juramento, que renuncio y abjuro total y
completamente toda lealtad y fidelidad a cualquier príncipe, potentado,
estado o soberanía extranjera de quien o del cual hasta ahora haya sido
súbdito o ciudadano; que apoyaré y defenderé la Constitución y las
leyes de los Estados Unidos de América contra todos los enemigos,
extranjeros y nacionales; que mantendré una verdadera fe y alianza a
la misma; que portaré armas en nombre de los Estados Unidos cuando
la ley lo requiera; que realizaré servicios no combatientes en las fuerzas
armadas de los Estados Unidos cuando la ley lo requiera; que realizaré
trabajos de importancia nacional cuando la ley lo requiera; y asumo
este compromiso libremente sin ninguna reserva mental o propósito
de evasión; por lo cual ayúdame Dios.1
Los Estados Unidos, como la mayoría de los gobiernos, no les
permite a los que desean hacerse ciudadanos mantenerse leales a su
país de procedencia. Los ciudadanos naturalizados no pueden afirmar
que su lealtad y fidelidad pertenecen a los Estados Unidos mientras
guarden lealtad a algún gobierno extranjero. El gobierno no permite
eso, sino que pide una lealtad completa de cualquiera que solicite la
ciudadanía.
Asimismo, no debe extrañarnos que Jesús el Rey exija una lealtad
similar de los que solicitan la ciudadanía en su reino. De hecho, él
demanda un grado de lealtad aun mayor: “El que ama a padre o madre
más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a
mí, no es digno de mí. (...) El que halla su vida, la perderá; y el que
pierde su vida por causa de mí, la hallará. (…) El que no es conmigo,
contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama. (…) Así, pues,
20
¿Has hecho ya el compromiso del reino?
21
Capítulo 4
La obediencia
Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de los Estados Uni-
dos racionó una gran cantidad de artículos. El caucho fue lo primero en
ser racionado. Luego le siguió la gasolina. Al poco tiempo, el gobierno
comenzó a racionar el azúcar, el café, las carnes, la mantequilla, los
alimentos enlatados, las arvejas y los frijoles secos, y una variedad de
otros productos. Al final, el gobierno racionó o limitó incluso artículos
como los zapatos y la ropa.2
Ahora bien, supongamos que un supuesto patriota ferviente hubiera
sido sorprendido robando gasolina de la refinería del pueblo para no tener
que sufrir la inconveniencia del racionamiento en tiempos de guerra.
¿Qué habría pensado la gente de esa persona? ¿Qué habría sucedido
si la misma persona hubiera violado otras leyes de tiempos de guerra?
¿Acaso alguien lo habría considerado un verdadero patriota? ¡Jamás! Lo
habrían considerado un hipócrita, un impostor, y hasta un traidor.
En el reino de Cristo no es diferente. Jesús ha promulgado varias
leyes y mandamientos, y todas sus leyes son leyes de tiempos de guerra.
Cuando violamos sus leyes, demostramos ser traidores. Demostramos
que no sentimos amor verdadero por nuestra nueva nación. Queremos
disfrutar de los beneficios de vivir bajo su gobierno, pero no deseamos
enfrentar ningún tipo de dificultad o inconveniencia. Jesús conoce bien
cualquier patriotismo falso que quiera infiltrarse en su reino, cualquier
amor fingido por él.
eso fue bajo la ley mosaica. Estamos bajo la gracia, no bajo la ley.” Si
ese es el caso, por favor, explique estas declaraciones de Jesús:
Si me amáis, guardad mis mandamientos. (…) El que tiene mis man-
damientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será
amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. (…) El que
me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él,
y haremos morada con él. El que no me ama no guarda mis palabras
(…). Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así
como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en
su amor. (…) Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
(Juan 14.15, 21, 23–24; 15.10, 14).
¿Acaso no tenemos mandamientos? ¿Sólo la gracia? Según Jesús, ¡no
es así! Y su opinión es la única que cuenta. Donde no hay leyes ni man-
damientos, no hay reino. Y donde no hay reino, no hay Jesús. Cualquier
teología o sistema hermenéutico que invalide las palabras claras de Jesús
no es de Cristo. Jesús se pasó la noche antes de su muerte repitiéndoles
una y otra vez a sus discípulos que guardaran sus mandamientos, ¡y no lo
hizo sólo para luego decirles que en realidad no hay nada que guardar!
23
Capítulo 4
Estas palabras son muy claras, ¿verdad? La única manera para edi-
ficar sobre la roca es hacer las cosas que Jesús enseñó. Si no hacemos
lo que él enseñó, edificamos sobre la arena. ¡Así de sencillo!
24
¿Has hecho ya el compromiso del reino?
25
Capítulo 4
—Fija, capitán.
En ese caso, íbamos rumbo a una peligrosa colisión con aquel
barco.
Entonces el capitán llamó al encargado de la comunicación por
señales y le dijo:
—Comuníquele a aquel barco: “Nos encontramos rumbo a una
colisión. Les aconsejamos que cambien su rumbo 20 grados.”
Entonces recibimos señales que decían: “Es aconsejable que ustedes
cambien su rumbo 20 grados”.
El capitán dijo:
—Envíele lo siguiente: “Yo soy capitán; cambie su rumbo 20 gra-
dos”.
“Yo soy un marinero de segunda clase,” fue la respuesta. “Será mejor
que usted cambie su rumbo 20 grados.”
A estas alturas, el capitán estaba furioso.
—Envíele lo siguiente —el capitán escupía las palabras—: “Yo soy
un acorazado. Cambie su rumbo 20 grados.”
Y entonces recibimos el mensaje de destellos: “Yo soy un faro en
tierra firme”.
Nosotros cambiamos el rumbo.3
¡El cambio de paradigma necesario para entrar y permanecer en el
reino es así de radical! Una vez ciudadanos del nuevo reino, descubrimos
que muchos supuestos barcos en realidad son faros. Si verdaderamente
somos ciudadanos del reino, toda nuestra cosmovisión cambia.
26
¿Has hecho ya el compromiso del reino?
Notas finales
1 De la “Bureau of Citizenship and Immigration Services,” en
www.immigration.gov/graphics/aboutus/history/teacher/oath.htm.
2 “Florida During World War II,”
http://www.floridamemory.com/ OnlineClassroom/FloridaWWII/history.cfm.
Frank Koch, Proceedings, citado por Stephen Covey en The 7 Habits of
3
Highly Effective People (New York: Simon & Schuster, 1989), 33.
27
5
Un cambio en nuestro
concepto de las riquezas
P rimeramente, veamos una de las leyes revolucionarias de Jesús más
desafiantes. Tiene que ver con lo que la mayoría de los humanos
buscan: riqueza y prosperidad. Rara vez los gobiernos terrenales pro-
híben a sus ciudadanos que acumulen tesoros terrenales. No obstante,
el gobierno de Jesús sí lo hace. Nuestro Rey nos ha mandado: “No
os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y
donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde
ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan”
(Mateo 6.19–20).
¿Cómo? ¿No puedo acumular tesoros aquí en la tierra? ¿Por qué
no? Jesús explica: “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará tam-
bién vuestro corazón” (Mateo 6.21). En el capítulo anterior vimos que
Jesús no permitirá que sus súbditos lo releguen a un segundo plano en
sus vidas. De hecho, él continuó diciendo: “Ninguno puede servir a
dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al
uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”
(Mateo 6.24).
En resumen, Jesús tiene que ser nuestro único Señor. La mayoría
de los gobiernos terrenales no se oponen a que nosotros sirvamos a
las riquezas, con tal que también cumplamos con las obligaciones
que ellos nos imponen. Sin embargo, en tiempos de guerra, hasta
los gobiernos terrenales esperan que nosotros pongamos a nuestro
país antes que nuestras preocupaciones materiales. El gobierno llama
a los hombres a las filas del ejército sin importar el efecto que eso
pueda tener sobre sus ingresos o negocios. En tales circunstancias,
todas las cosas tienen que ocupar un segundo lugar ante los intereses
nacionales.
28
Un cambio en nuestro concepto de las riquezas
Otra vez, el reino de Dios no es diferente; más bien, exige más que
los gobiernos terrenales en lugar de menos. Y como ya he dicho, el
reino de Dios vive tiempos de guerra continuamente. La búsqueda de
las cosas materiales siempre estará en conflicto con los compromisos
que el reino demanda de nosotros.
¿Significa eso que debemos renunciar a nuestros empleos o dejar
nuestros negocios? No necesariamente. Jesús explicó:
Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer
o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No
es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad
las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros;
y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más
que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir
a su estatura un codo?
Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo,
cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón
con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del
campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no
hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
31
Capítulo 5
profesan ser cristianos hacen muy poco por el reino. Ellos no trabajan
por las riquezas, pero tampoco trabajan para Cristo.
En cambio, la pobreza de los súbditos del reino sí es algo escogido.
Algunos de los pobres del reino son cristianos que anteriormente fueron
ricos, pero dieron su riqueza para ayudar a los necesitados. Otros ya
eran pobres y siguen siendo pobres por decisión propia. Los pobres
piadosos no son simplemente pobres en lo externo, sino también in-
ternamente. Los planes de su corazón tienen su enfoque en el reino,
no en cómo adquirir más riquezas. Los pobres del reino no envidian a
los más prósperos, ya que ellos de verdad creen que ser pobre es una
bendición. En ese caso, ¿por qué envidiar a los ricos? Al fin y al cabo,
son los ricos quienes se están perdiendo una bendición.
Los pobres del reino no son holgazanes, sino gente trabajadora.
Según sus circunstancias, puede ser que ellos tengan que trabajar a
tiempo completo para suplir las necesidades de sus familias. Ellos
saben bien que las escrituras enseñan: “Si alguno no quiere trabajar,
tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3.10). Pero sea que trabajen a tiempo
completo o no, también trabajan duro para el reino.
Los pobres del reino no son codiciosos. Ellos no compran cosas que
no puedan pagar, ni tampoco adquieren bienes de consumo a crédito.
Ellos hacen frente a sus compromisos, porque su “Sí” es “Sí” y su
“No” es “No”. Los pobres del reino pueden dedicarse al evangelio y
vivir de él; para Dios eso es honorable… siempre y cuando trabajen
duro en el servicio de su Rey. Sin embargo, los pobres del reino no
viven a expensas de sus padres, amigos, o instituciones de bienestar
social. Ellos no son una carga para los demás.
32
Un cambio en nuestro concepto de las riquezas
33
Capítulo 5
34
Un cambio en nuestro concepto de las riquezas
Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre,
heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de
beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis;
enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. (…) De cierto
os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más
pequeños, a mí lo hicisteis (Mateo 25.34–36, 40).
Según este pasaje, hay buenos usos para el dinero, usos con valor
eterno: alimentar, vestir, proteger y visitar a los enfermos, a los pobres
y a los encarcelados. Y si nosotros los prósperos cristianos norteame-
ricanos queremos permanecer en el reino de Dios, estos ministerios
de beneficio para otros deben ser aspectos primordiales de nuestro
enfoque, así como lo son para Jesús.
Me resulta extraño que entre los cristianos creyentes de la Biblia, servir
a los pobres a menudo es visto como un ministerio inferior. Si usted no está
salvando almas, muchos dirían que esencialmente su ministerio carece de
valor. Sin embargo, en el reino permitimos que Jesús sea quien decida lo
que es valioso y lo que no lo es. Y él dice que ayudar a los pobres es un
ministerio primordial. De hecho, él dice que será un factor decisivo a la
hora de saber quién hereda el reino y quién no. Compartir con los pobres
es tan importante como predicar el evangelio de Jesús.
Autoexamen
La mayoría de los cristianos norteamericanos afirman que el reino
verdaderamente ocupa el primer lugar en sus vidas. “Por supuesto,
poseo un tesoro considerable aquí en la tierra. Pero eso no significa
nada para mí. Mi corazón tiene su enfoque en Jesús, no en estos te-
soros terrenales”. Eso es lo que la mayoría de nosotros decimos, ¿no
es cierto?
Tal vez eso sea lo que usted mismo afirma. Y quizá sea la verdad.
Pero el corazón del hombre es engañoso. Es por ello que todos debe-
mos hacernos un autoexamen profundo para determinar qué realmente
es el enfoque de nuestro corazón. A continuación notemos algunas
!
36
Un cambio en nuestro concepto de las riquezas
horarios de trabajo de su esposo; pero, ¿no será que sus gastos y sus
supuestas necesidades lo están llevando a trabajar tantas horas?
Por lo tanto, si usted es una esposa cristiana, asegúrese de estar
poniendo los intereses del reino en primer lugar. Si de verdad usted es
una cristiana del reino, asegúrese de que su esposo sepa que usted está
satisfecha con poder cubrir las necesidades básicas de la vida. Pero no
lo diga simplemente con palabras; demuéstrele que es así por medio
de su manera de vivir, su manera de usar el dinero, y lo que pide.
Notas finales
1 Clemente de Alejandría, Who Is the Rich Man Who Shall Be Saved?, 14;
ANF, Tomo II, 595.
Infoplease: “Economic Statistics by Country, 2001,”
2
http://www.infoplease.com/ipa/A0874911.html.
3 Fuente: Bureau of Census,
http://factfinder.census.gov/servlet/BasicFactsServlet.
Infoplease.
4
5 Infoplease.
6 Infoplease.
7 Infoplease.
37
6
Un nuevo estándar
de honradez
A demás habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás,
sino cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo: No juréis
en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por
la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la
ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer
blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no;
porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mateo 5.33–37).*
De manera que Jesús les dijo a sus súbditos, sin dejar lugar a dudas,
que no deben jurar ni prestar juramentos. Los juramentos nos hacen
verdaderamente vulnerables a la posibilidad de tomar el nombre de
Dios en vano. Y eso es un pecado grave.
Sin embargo, hay mucho más en este mandamiento de Jesús que una
simple precaución en contra del peligro de tomar el nombre de Dios
en vano. Jesús estaba estableciendo para sus discípulos un estándar
revolucionario de honestidad. Jurar o prestar juramentos era un rasgo
distintivo de la sociedad antigua, tanto judía como gentil. La gente
usaba los juramentos con regularidad, específicamente en asuntos de
comercio, religión y gobierno. ¿Por qué los usaban tan a menudo?
Porque no podían confiar los unos en los otros.
Por ejemplo, supongamos que Leví bar José de la Judea del primer
siglo va al mercado a comprar un anillo. Allí ve un hermoso anillo de
oro que le gustaría tener, pero es muy caro. Es digno del precio que el
comerciante está pidiendo… si realmente es oro puro. Entonces Leví
le pregunta al comerciante:
*
Esta misma enseñanza sobre los juramentos se repite en Santiago: “Pero sobre todo, hermanos
míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí
sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación” (Santiago 5.12).
38
Un nuevo estándar de honradez
39
Capítulo 6
existe un estándar: que vuestro “sí” sea “sí” y vuestro “no” sea “no”. La
palabra de un cristiano verdadero es tan válida como un juramento.
Amantes de la verdad
Pero la honestidad y la verdad no se limitan al comercio, la ley y el
gobierno. Jesús le dijo a Pilato: “Yo para esto he nacido, y para esto he
venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de
la verdad oye mi voz” (Juan 18.37). Jesús sólo permite en su reino a los
que sean “de la verdad”. El amor a la verdad tiene que penetrar cada fibra
de nuestras almas. Y así será, si realmente somos nacidos del Espíritu
Santo y continuamos nuestro andar en el Espíritu. Por cuanto Jesús se
refiere al Espíritu Santo como el “Espíritu de verdad” (Juan 14.17).
Sin embargo, ¿a cuántos cristianos* conoce usted que se apegan al
estándar de honestidad del reino? ¿Cuántos cristianos conoce usted cuyo
“sí” es “sí” y cuyo “no” es “no”? Siempre que un hermano cristiano le
dice algo, ¿sabe usted que puede confiar completamente en la veracidad
de sus palabras? O sea, ¿sabe usted a ciencia cierta que no se trata de
una mentira, una exageración, o un simple rumor? Cuando un cristiano
le dice que hará algo, ¿puede contar con ello absolutamente (excluyendo
las interrupciones completamente imprevisibles, tales como un accidente
automovilístico)? ¿O pudiera ser que su “sí” signifique “quizá”?
*
Cuando hablo de “cristianos” en este libro, me refiero a las personas que profesan ser cristianos.
Puede que estas personas sean o no sean verdaderos cristianos. Yo empleo el término “cristianos
del reino” para referirme a los cristianos que viven según las enseñanzas de Jesús tocante al
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Un nuevo estándar de honradez
La falta de honradez en
la literatura cristiana
La falta de honradez de muchos cristianos no sólo se ve en sus
prácticas comerciales, sino incluso en los libros espirituales que escri-
ben. Supuestamente, debería ser posible tomar un libro escrito por un
cristiano y saber que podemos confiar en la información que contiene.
Pero la verdad es que no es así.
Mike Warnke fue (¡y quizá todavía lo es!) un humorista cristiano muy
popular que escribió un libro titulado, The Satan Seller (“El vendedor
de Satanás”), el cual se publicó por primera vez en el año 1972. El libro
vendió millones de copias, y Mike Warnke se convirtió en una celebridad
cristiana y apareció en programas de televisión tales como Focus on the
Family (“Enfoque sobre la familia”) y Club 700. En su libro, Warnke
cuenta de como él había sido un drogadicto y luego fue reclutado en
una secta satánica. Dentro de la secta satánica, él rápidamente ascendió
a la posición de sumo sacerdote, y presidió ritos repugnantes y orgías.
Además, Warnke afirma en su libro que como sacerdote satánico, él
tenía mil quinientos seguidores en tres ciudades como parte de una red
de satánicos clandestinos. Es un libro fascinante.
Sin embargo, en 1992 la revista Cornerstone, una publicación
evangélica, publicó un artículo en primera plana titulado Selling
Satan: The Tragic History of Mike Warnke (“Vendiendo a Satanás:
La trágica historia de Mike Warnke”). Su artículo bien documentado
desenmascaraba las declaraciones de Mike Warnke. Este artículo no
sólo demostraba que el testimonio de Warnke era un fraude, sino tam-
bién que su vida abrigaba toda clase de pecados graves. Por ejemplo,
él recaudaba dinero para proyectos que nunca se realizaron. Y vivía
en grave inmoralidad mientras seguía con su ministerio público.1
Desafortunadamente, varios personajes de la industria de la música
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Capítulo 6
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Un nuevo estándar de honradez
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Capítulo 6
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Un nuevo estándar de honradez
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Capítulo 6
Notas finales
1 Mike Hertenstein y Jon Trott, “Selling Satan: The Tragic History of Mike
Warnke,” Cornerstone, Tomo 21, número 98 (1992).
“The Cornerstone Series on Mike Warnke,”
2
http://www.cornerstonemag.com/features/iss098/warnke_index.htm.
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Un nuevo estándar de honradez
3 “Cornerstone Series.”
4 Bob & Gretchen Passantino y Jon Trott, “Satan’s
Sideshow: The True Lauren Stratford Story,”
http://www.cornerstonemag.com/features/iss090/sideshow.htm.
James Randi, The Faith Healers (Buffalo: Prometheus Books,
5
1989)105–106, 150.
6 Randi 146–153.
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Las leyes del reino sobre el matrimonio y el divorcio
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Capítulo 7
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Las leyes del reino sobre el matrimonio y el divorcio
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Capítulo 7
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Las leyes del reino sobre el matrimonio y el divorcio
¿Acaso dice Pablo algo en este pasaje que contradiga a Jesús? ¿Au-
toriza Pablo el divorcio en alguna manera? No, por supuesto que no.
Está bien claro que Pablo está hablando de abandonar a un cónyuge,
no de divorciarse del mismo. Pero aun así, él dice que los cristianos
no deben ni siquiera abandonar a sus cónyuges.
La palabra griega que Pablo usa es afíemi, que por lo general se traduce
como “dejar” en otros pasajes, pero nunca como “repudiar”. Afíemi es una
palabra completamente diferente a apolúo, el término que Jesús usó en
Mateo 5.32 cuando habló acerca del repudio. No hay justificación histórica
o bíblica para traducir afíemi como “repudiar” en el pasaje de Pablo.
En el versículo 15 de este pasaje, Pablo dice: “Pero si el incrédu-
lo se separa, sepárese; pues no está el hermano o la hermana sujeto
a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios”
(1 Corintios 7.15). En este versículo, ¿acaso Pablo autoriza a los
cristianos a divorciarse de sus cónyuges incrédulos? No, él no dice
nada del divorcio. A través de este pasaje, Pablo ha estado hablando
de abandonar a un cónyuge y permanecer sin casarse. Él dice que el
cónyuge creyente no debe ser el que abandone al otro. Él concluye el
pasaje diciendo que si el incrédulo se separa, sepárese. El creyente no
tiene que seguir al cónyuge incrédulo.
En el reino de Dios, Jesús es el Rey y Juez. Sus apóstoles nunca
contradicen los mandamientos que su Rey les ha transmitido. Jesús
sólo permitió una excepción muy estrecha para los maridos, y sus
apóstoles enseñaron de acuerdo con eso.
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Capítulo 7
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Las leyes del reino sobre el matrimonio y el divorcio
de la Biblia era algo poco frecuente en los EE.UU. hasta las décadas
de los cincuenta y los sesenta. Luego todo cambió.
¿Qué sucedió en las décadas de los cincuenta y los sesenta? Los
mundanos cambiaron su actitud y leyes hacia el divorcio. Varios estados
de los EE.UU. cambiaron sus leyes para que los divorcios fueran más
fáciles de obtener. El divorcio dejó de acarrear consigo un estigma so-
cial. Y cuando los mundanos cambiaron, la Iglesia institucional cambió
también. Es decir, si el César dice que el divorcio es incorrecto y lo
prohíbe, es incorrecto. Pero si Jesús dice que el divorcio es incorrecto
y lo prohíbe… bueno, en ese caso tal vez no sea tan malo en realidad.
Las iglesias han demostrado muy claramente quién verdaderamente
es su amo, y no es Jesús.
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Capítulo 7
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Las leyes del reino sobre el matrimonio y el divorcio
¿Lo he ofendido?
Estoy consciente de que las cosas que he estado diciendo en este
capítulo no se apegan a las tendencias modernas en el mundo religioso.
No dudo que muchos de ustedes ahora estén tan enojados conmigo
que estuvieran a punto de tirar este libro. Pero antes de hacerlo, por
favor, haga su propia investigación concienzuda de lo que he dicho.
No estoy diciendo que salga y busque un libro que diga que el divorcio
es correcto. Eso sería muy fácil.
No, quiero decir: haga una investigación concienzuda. Compruebe
lo que he dicho acerca del divorcio en el Antiguo Testamento. Luego
lea todos los pasajes donde Jesús habla del divorcio. ¿Amplió él la ley
de Dios sobre el divorcio, o la restringió considerablemente?
Si lo que he dicho es cierto, no soy yo quien lo ha ofendido. Es
Jesucristo. Tal vez el Jesús que usted creía amar no es el verdadero
Jesús. Pero si no servimos al verdadero Jesús, no heredaremos la
verdadera vida eterna. Como él dijo: “Bienaventurado es el que no
halle tropiezo en mí”.
Notas finales
1 Testimonio de Israel Abrahams ante la London Divorce Commission,
21 de noviembre de 1910, citado en “Divorce in the Old Testament,”
International Bible Encyclopedia (online) http://www.studylight.org.
2 “Divorce Facts,” en http://wheres-daddy.com.
3 “Divorces: 1858–2000” en http://www.statistics.gov.uk.
4 Margaret F. Brinig, “These Boots Are Made for Walking: Why Most
Divorce Filers Are Women,” American Law and Economics Review 2–1
(2000) 126–129.
5 Fuente: Barna Research Group, citado por B. A. Robinson en
“U. S. Divorce Rates for Various Faith Groups,” marzo de 2002, en
(http://www.religioustolerance.org/chr_dira.htm).
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Capítulo 7
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Segunda parte
El gran tropiezo
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La no resistencia y la pacificación
El grupo de mandamientos que acabamos de leer demandan una
conducta pasiva. No resista al que es malo. Vuelva la otra mejilla. Al
que quiera ponerle a pleito y quitarle la túnica, déjele también la capa.
Si alguien le obliga a llevar carga por un kilómetro, llévela dos kiló-
metros. Al que le pida, dele. Estos mandamientos puestos en práctica
es lo que a veces llamamos la no resistencia.
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¿Amar a mis enemigos?
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Capítulo 8
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¿Amar a mis enemigos?
Ejemplos bíblicos
La no resistencia y el amar a nuestros enemigos son tal vez las
enseñanzas más difíciles (y sin duda, las más revolucionarias) de
Jesús. Ambas son exactamente lo opuesto del mensaje que el mun-
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Capítulo 8
Las demandas
Fueron turbas sediciosas las que a menudo golpearon o apedrea-
ron a Pablo. Como ciudadano romano que era, Pablo pudo haber
presentado cargos contra aquellos que ilícitamente lo golpearon o
apedrearon. Pero no lo hizo. Él volvió la otra mejilla. Jesús dijo que
cuando alguien quiera demandarnos con el objetivo de quitarnos la
túnica, que le dejemos también la capa. Por tanto, de aquí se puede
deducir que si alguien simplemente se apodera de nuestra túnica, no
debemos interponer una demanda para recuperarla. Como dijo Jesús,
al que te pida, dale.
Al mismo tiempo, Pablo mostró que no es incorrecto para los cris-
tianos valerse de la protección que les ofrece el gobierno cuando son
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¿Amar a mis enemigos?
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Capítulo 8
Jesús le dijo a Pilato: “Si mi reino fuera de este mundo, mis servido-
res pelearían” (Juan 18.36). De esto se deduce, pues, que si tenemos un
reino que puede ser defendido mediante la lucha física, nuestro reino
es del mundo, ¿verdad? No importa si se trata de bienes personales,
una casa o una nación, la situación es la misma. Si tenemos intereses
o parte en este mundo, sin duda nos veremos tentados a luchar para
protegerlos. Cuando tratamos de reconciliar las enseñanzas de Jesús
con el apego a las posesiones, al poder terrenal o al orgullo nacional,
nos damos cuenta de que es imposible. Estamos intentando reconciliar
dos cosas que son fundamentalmente irreconciliables.
El autor cristiano del siglo diecinueve Adin Ballou escribió la si-
guiente obra satírica para demostrar lo absurdo de tratar de reconciliar
los mandamientos del reino de Jesús con las leyes militares de los
gobiernos humanos:
Jesucristo me prohíbe resistir a los que son malos y a tomar de ellos ojo
por ojo, diente por diente, sangre por sangre y vida por vida.
66
¿Amar a mis enemigos?
ultrajar a mujeres, asolar y quemar a ciudades, y practicar toda crueldad
posible? Es hora de rechazar todos esos falsos sentimentalismos. Esa
es la verdadera manera de perdonar las ofensas y de amar a nuestros
enemigos. Siempre y cuando lo hagamos en el espíritu de amor, nada
puede ser más cristiano que dicha matanza.1
En el capítulo anterior, vimos que los llamados cristianos creyentes
de la Biblia tienen un mayor índice de divorcios que el del mundo.
Las pautas son las mismas cuando se trata de la no resistencia. Los
cristianos “creyentes de la Biblia” son en realidad más militantes que
el mundo cuando se trata de resistir al malo con la fuerza. Actualmente,
cuando el gobierno de los Estados Unidos considera ir a la guerra,
son los “cristianos creyentes de la Biblia” los que, sin excepción y de
manera firme, están más a favor de una acción militar.
Mientras me encontraba escribiendo este libro, el gobierno de los
Estados Unidos entró en guerra con Irak para sacar del poder a su
dictador, Saddam Hussein. Inmediatamente, las iglesias comenzaron
a colocar banderas norteamericanas en los jardines de las capillas. Los
carteles de las iglesias mostraban lemas tales como: “Dios bendiga a
los Estados Unidos” y “Oremos por nuestras tropas”. Sin embargo, ni
siquiera vi un solo cartel que dijera: “Oremos por el pueblo de Irak”.
Aunque el propósito de la guerra era sacar a Hussein del poder, iba
a ser la población iraquí, hombres, mujeres, niños e infantes, la que
moriría en la invasión. No obstante, por lo visto, a ninguna iglesia se
le ocurrió que oráramos por ellos.
Notas finales
1 Adin Ballou, citado por Leo Tolstoy en The Kingdom of God Is Within You
(Lincoln, Nebraska: University of Nebraska Press) 10.
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Pero, ¿qué tal si…?
ellos les harían daño a mi esposa e hijos? ¿Qué debo hacer? Creo que
la mayoría de personas permitirían que les hagan daño a sus esposas
e hijos, y hasta que los maten, antes que traicionar a su país.
Así que, ¿en qué se diferencia la situación cuando se trata de la
lealtad a Jesús? Las enseñanzas de Jesús sobre la no resistencia son
muy claras. Es un asunto de negarlo a él o negar a mi familia. En ver-
dad, es una elección muy difícil, pero yo ya hice esa elección cuando
le entregué mi vida a Cristo.
¿Quiere esto decir que yo no haría nada para proteger a mi familia?
Por supuesto que no. Ya he hecho lo mejor que pude haber hecho para
asegurar su seguridad: He confiado mi hogar y mi familia al cuida-
do y la protección de Jesús. Y no se trata de una confianza ingenua.
Hay decenas de miles de otros cristianos del reino de Dios que han
cambiado sus espadas por arados y han puesto la seguridad de sus
familiares en manos de su Rey. Y aunque Jesús no ha prometido que
nunca les sobrevendrá ningún perjuicio a nuestras familias, puedo decir
esto: que, excepto en tiempos de persecución religiosa, es muy raro
que las familias del reino de Dios sean perjudicadas por delincuentes
comunes.
Un ejemplo que viene a mi mente es el encuentro del peligroso
delincuente fugitivo Stephen Roy Carr, con una familia menonita no
resistente en Pensilvania en mayo de 1988. Anteriormente, Carr había
huido de la Florida, donde era buscado por robo de mayor cuantía. Por
un tiempo, estuvo ocultándose en los Montes Apalaches, dispuesto a
matar a cualquiera que pusiera en riesgo su libertad. Poco después, se
encontró con dos mujeres campistas en el Sendero de los Apalaches y
les disparó a ambas; mató a una e hirió gravemente a la otra.
Al huir de aquel lugar, Carr encontró una tina abandonada para
mezclar hormigón y la usó para navegar por todo el riachuelo Co-
nodoguinet hasta la granja de Chester y Esther Weaver. Puesto que
eran menonitas conservadores, la familia Weaver no tenía televisión
ni radio y, por lo tanto, no habían escuchado nada sobre el asesinato.
El fugitivo Carr le pidió a la familia Weaver alimentos y albergue, los
cuales ellos le proporcionaron con gusto. Carr permaneció en la casa
de la familia Weaver durante cinco días. Sin embargo, él no les hizo
daño ni les robó. Carr se hubiera quedado más tiempo, pero finalmente
la policía lo atrapó.1
69
Capítulo 9
La fe de carretilla
Recuerdo el relato dado por el autor cristiano y conferencista,
Winkey Pratney, con relación al gran Blondin, un equilibrista increí-
blemente dotado del siglo diecinueve. Para demostrar sus habilidades,
Blondin extendió una cuerda de 340 metros por encima de las Cata-
ratas del Niágara. Para emoción de grandes multitudes, él caminó a
través de las cataratas sobre su cuerda floja, realizando acrobacias
espectaculares. A medio camino sobre la cuerda, Blondin incluso dio
un salto mortal hacia atrás. Blondin no tenía ninguna malla debajo
para salvarlo si se caía.
Un reportero de un periódico que había venido a presenciar el
espectáculo estaba asombrado.
—Apuesto que no hay nada que usted no pueda hacer en esa cuerda
floja —le dijo a Blondin.
—¿Cree usted que yo podría cruzar la cuerda empujando una ca-
rretilla? —Blondin le preguntó al reportero.
—Oh, estoy seguro que sí.
—¿Cree usted que yo podría cruzar la cuerda mientras empujo una
carretilla con un hombre en ella? —Blondin preguntó de nuevo.
—¡Sin duda!
Entonces, mirando al reportero fijamente, Blondin le preguntó:
—¿Cree usted que yo podría cruzar la cuerda empujando una ca-
rretilla con usted en ella?
—Bueno, eh…
Pero de eso se trata la fe auténtica: montarse en la carretilla por
Cristo. Cualquier otro tipo de fe realmente no es fe. Es simplemente
palabras. La mayoría de los cristianos aceptan de buena gana que Dios
es todopoderoso. Ellos proclaman que Dios está a cargo del universo.
Ellos dicen que nada puede suceder fuera de la voluntad permisiva o
activa de Dios. Incluso, ponen calcomanías en el parachoques de sus
autos que dicen: “¡Sus ángeles velan por mí!” Pero, no, ellos no se
montan en la carretilla. Ellos no confían la seguridad de sus familias
a Dios.
Desgraciadamente, cada año muchas familias cristianas sufren
muerte y lesiones a consecuencia de sus propias armas porque no de-
positaron su confianza en Dios. Uno de los episodios más desgarradores
70
Pero, ¿qué tal si…?
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Capítulo 9
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Pero, ¿qué tal si…?
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Capítulo 9
impunidad, y convocar a los ministros de la religión para que oren por
ellos. ¡Verdaderamente hay magia en las grandes cantidades! La mul-
titud soberana puede legislar al Todopoderoso, al menos en su propia
presunción. ¿Pero cuántos son necesarios?6
Si el estado me ordena que adore ídolos, ¿sería correcto? Dicho
de otra manera, ¿sería incorrecto que adore ídolos como individuo,
y que en cambio sería completamente correcto que los adore bajo la
autoridad del estado? ¿Sería incorrecto que practique la adivinación
como individuo, pero aceptable si lo hago bajo la autoridad del esta-
do? ¿Sería pecado que yo cometiera adulterio como individuo, pero
correcto si el estado me ordena que lo haga? ¿Es acaso el divorcio
incorrecto para mí como individuo, pero completamente legítimo si
el estado me autoriza a divorciarme de mi cónyuge?
O supongamos que un cristiano viva en un país donde el gobierno
obliga a las mujeres a practicarse abortos por el bien del país. Tal vez
el país está superpoblado y el gobierno decide que la mejor manera
de frenar la superpoblación es mediante la reducción de la tasa de na-
talidad. ¿Sería, pues, lícito que una mujer cristiana asesine a su bebé
por medio de un aborto? Si no lo es, ¿qué diferencia hay cuando el
mismo gobierno les ordena a sus ciudadanos que vayan a la guerra y
asesinen a otros?
Cuando Jesús dio sus mandamientos sobre la no resistencia y el
amar a nuestros enemigos, ¿hizo él alguna distinción entre las acciones
iniciadas por los individuos y las acciones respaldadas por el estado?
De ninguna manera. De hecho, su enseñanza estaba suplantando una
ley del Antiguo Testamento que en sí estaba relacionada a las acciones
del estado, no a las privadas. Como usted recordará, Jesús comenzó
su mensaje sobre la no resistencia diciendo: “Oísteis que fue dicho:
Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que
es malo” (Mateo 5.39). Ahora bien, ¿dónde habían escuchado sus
oyentes las palabras “ojo por ojo, y diente por diente”? Ellos las habían
escuchado de la ley mosaica, donde aparecen en tres ocasiones.
El primer pasaje donde se encuentra esa expresión aparece en Éxo-
do, donde dice: “Si algunos riñeren, e hirieren a mujer embarazada,
y ésta abortare, pero sin haber muerte, serán penados conforme a lo
que les impusiere el marido de la mujer y juzgaren los jueces. Mas si
hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente
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Pero, ¿qué tal si…?
por diente, mano por mano, pie por pie” (Éxodo 21.22–24). Por favor,
note que los jueces estaban involucrados en esta acción; no se trataba
de una venganza individual.
El segundo pasaje se encuentra en Levítico, con relación a un
incidente donde un hombre nacido de un padre egipcio y una madre
israelita había blasfemado contra Dios. Cuando los israelitas le pregun-
taron a Dios qué deberían hacer, él les respondió: “El que blasfemare el
nombre de Jehová, ha de ser muerto; toda la congregación lo apedreará
(…). Asimismo el hombre que hiere de muerte a cualquiera persona,
que sufra la muerte. (…) Y el que causare lesión en su prójimo, se-
gún hizo, así le sea hecho: rotura por rotura, ojo por ojo, diente por
diente; según la lesión que haya hecho a otro, tal se hará a él. (…) Y
habló Moisés a los hijos de Israel, y ellos sacaron del campamento al
blasfemo y lo apedrearon” (Levítico 24.16–23). ¿Está hablando este
pasaje de acciones individuales? ¡Jamás! Toda la congregación de Israel
debía estar involucrada en la administración del castigo.
El último pasaje se encuentra en Deuteronomio: “Cuando se le-
vantare testigo falso contra alguno, para testificar contra él, entonces
los dos litigantes se presentarán delante de Jehová, y delante de los
sacerdotes y de los jueces que hubiere en aquellos días. Y los jueces
inquirirán bien; y si aquel testigo resultare falso, y hubiere acusado
falsamente a su hermano, entonces haréis a él como él pensó hacer a
su hermano; y quitarás el mal de en medio de ti. (...) Y no le compa-
decerás; vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano,
pie por pie” (Deuteronomio 19.16–21). Una vez más, este pasaje no se
refiere a una forma individual de justicia. Tanto los sacerdotes como
los jueces estaban involucrados.
Así que, el contexto de la enseñanza de Jesús sobre la no resisten-
cia era el castigo judicial y nacional, no la venganza individual. Eso
es, en realidad, lo que representaba el estándar de “ojo por ojo”. Y la
enseñanza de Jesús reemplazó ese estándar.
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Pero, ¿qué tal si…?
Notas finales
1 De una entrevista del autor con la familia Weaver y de un artículo titulado
“Mountain Man Arrested,” publicado en The Sentinel (Carlisle, PA: 25 de
mayo de 1988) 1–2.
2
Arthur Kellermann, MD, New England Journal of Medicine, 1998, citado
en http://goodsforguns.org.
3 Orígenes Against Celsus, libro II, cap. 30; ANF, Tomo IV, 444.
4 Arnobio Against the Gentiles, libro I, párr. 6; ANF, Tomo VI, 415.
5 Orígenes Against Celsus, libro VIII, cap. 73; ANF, Tomo IV, 667–668.
6 Ballou, “How Many Does It Take,” en
http://www.adinballou.org/HowMany.shtml.
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Pero, ¿no dicen las escrituras que…?
le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera
que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante
de mi Padre que está en los cielos.
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Pero, ¿no dicen las escrituras que…?
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Pero, ¿no dicen las escrituras que…?
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Capítulo 10
¿Qué quiso decir Jesús cuando dijo: “Porque todos los que tomen
espada, a espada perecerán”? Esa declaración es muy similar a las
palabras anteriores de Jesús: “El que halla su vida, la perderá; y el
que pierde su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 10.39). Si de-
positamos nuestra confianza en las armas militares y en el poder del
mundo, al final pereceremos en esa confianza.
Después de estos pasajes ya no volvemos a leer que los discípulos
de Jesús alguna vez portaran espadas o lucharan para defenderse a sí
mismos. El libro de Hechos detalla gráficamente la no resistencia de
los apóstoles y de otros cristianos. Los cristianos fueron perseguidos
por turbas, por las autoridades judías y por los gobernantes gentiles.
Pero en ningún caso opusieron ellos resistencia física. Esteban no se
defendió de la turba que lo capturó. Y hasta en su muerte él mostró
su amor por sus enemigos, diciendo: “Señor, no les tomes en cuenta
este pecado” (Hechos 7.60).
El libro de Hechos nos cuenta que inmediatamente después de
la muerte de Esteban, “hubo una gran persecución contra la iglesia
que estaba en Jerusalén” (Hechos 8.1). Y entonces, ¿qué hicieron los
discípulos de Jesús? ¿Acaso se armaron y contraatacaron? No. Lucas
nos dice: “Y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Sa-
maria, salvo los apóstoles” (Hechos 8.1). La única acción autorizada
por Jesús a sus seguidores en caso de persecución fue la de huir. Y eso
fue precisamente lo que ellos hicieron.
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Pero, ¿no dicen las escrituras que…?
Notas finales
1 W. E. Vine, Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo
Testamento, VINE (Nashville, TN: Editorial Caribe, 1999), 367.
2 Tertuliano On Idolatry, cap. 19; ANF, Tomo III, 73.
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¿Qué tal de los reinos del mundo?
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¿Qué tal de los reinos del mundo?
hablan de los Estados Unidos como una “nación cristiana”. Sin embargo,
los Estados Unidos es tanto un reino del mundo como lo es el de Francia,
Alemania o China. El gobierno de los Estados Unidos puede imprimir “In
God We Trust” (“En Dios Confiamos”) en su moneda, pero no confía en
Dios. Este gobierno confía en sus ejércitos, tanques y misiles.
4. Todos los reinos terrenales son temporales. La naturaleza
opuesta del reino de Dios con relación a los reinos del mundo resulta
evidente en la profecía de Daniel: “En los días de estos reyes el Dios
del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino
dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos,
pero él permanecerá para siempre” (Daniel 2.44).
Daniel no dijo que el reino de Dios se uniría con uno o más de los reinos
terrenales. Él tampoco dijo que algunos estuvieran asociados con el reino
de Dios. No, él dijo que el reino de Dios desmenuzará a cada uno de estos
reinos y los consumiría. Eso incluye a los Estados Unidos. Los reinos del
mundo son sólo entidades temporales que al final serán destruidas.
5. Finalmente, siempre tenemos que recordar que Satanás tiene
una participación importante en los reinos de los hombres. Esto
resulta sumamente obvio a partir de la manera en que los gobiernos han
actuado a través de los siglos. Pero el asunto se hizo ver más claramente
cuando Satanás tentó a Jesús: “Otra vez le llevó el diablo a un monte
muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos,
y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús
le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás,
y a él sólo servirás” (Mateo 4.8–10).
Resulta importante notar que Jesús no disputó el poder de Satanás
para darle todos los reinos del mundo. La verdad es que no habría sido
mucha tentación si Satanás hubiera estado ofreciéndole a Jesús algo que
de todas formas no podía entregarle. De hecho, Jesús posteriormente
se refirió a Satanás como el “príncipe de este mundo” (Juan 12.31).
Siglos antes del nacimiento de Cristo, las profecías de Daniel revela-
ron que los reinos terrenales son controlados por fuerzas espirituales
impías (véase Daniel 10.13, 20).
Por supuesto, Satanás no tendría autoridad sobre los gobiernos del
mundo si Dios no se lo permitiera. La autoridad suprema de los reinos
de los hombres proviene de Dios, no de Satanás. Pero, normalmente,
los reinos del mundo siguen el sendero de Satanás, no el de Dios.
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La vida bajo la
influencia de dos reinos
S er un ciudadano del reino de Dios no es fácil. Lo que lo hace par-
ticularmente difícil es que el reino de Dios, a diferencia de todos
los demás reinos, no domina de forma exclusiva ninguna extensión
geográfica. De manera que sus ciudadanos siempre viven bajo dos
gobiernos: el reino de Dios y uno de los reinos del mundo. ¿Cuál
gobierno deben obedecer los cristianos?
La situación no es diferente a la de un ciudadano de los Estados
Unidos que vive en un país extranjero. Suponga que Joe Americano,
un ciudadano de los Estados Unidos, se mudara a Alemania y con-
siguiera un trabajo allí. ¿Acaso el hecho de ser un ciudadano de los
Estados Unidos lo eximiría de obedecer las leyes alemanas? De ninguna
manera. Si él viola las leyes de transito alemanas, no será exonerado
porque sea un extranjero. Si Joe asalta un banco, será procesado según
las leyes alemanas. Y, por lo tanto, enfrentará la prisión en Alemania.
Además, aunque Joe sea un ciudadano americano, si él trabaja en
Alemania tendrá que pagar impuestos en Alemania.
Por otra parte, aunque sea un extranjero, Joe Americano también
tiene varios derechos bajo las leyes alemanas. Él tiene derecho a la
protección de la policía, lo mismo que un ciudadano alemán. Él puede
acudir a los tribunales alemanes para presentar una demanda. Y si él
trabaja en Alemania, recibe la protección de las mismas disposiciones
de seguridad de su centro de trabajo que recibiría cualquier ciudadano
alemán.
Nuestra situación como ciudadanos del reino de Dios es prácti-
camente idéntica a la situación de Joe. Aunque somos ciudadanos
del reino de Dios, tenemos que obedecer las leyes del lugar donde
residimos. Las escrituras dejan esto bien claro: “Por causa del Señor
92
La vida bajo la influencia de dos reinos
93
Capítulo 12
94
La vida bajo la influencia de dos reinos
Por favor, note que Pablo sólo menciona las cosas terrenales: tributo,
impuestos, respeto y honra. Todas estas cosas están en el mundo del Cé-
sar. Resulta muy notable el hecho de que Pablo no mencionó el servicio
militar entre las cosas que les debemos a las autoridades gobernantes.
Como he destacado anteriormente, la mayoría de los gobiernos te-
rrenales no están satisfechos solamente con lo que es del César. Ellos
también desean lo que es de Dios. Ellos creen que tienen derecho a la
lealtad absoluta e incondicional de todos sus ciudadanos. Ellos incluso
se creen dueños de las vidas de sus ciudadanos y, en gran medida, sus
almas. Pero como Tertuliano preguntó: “¿Cuáles cosas serán de Dios
si todas las cosas son del César?”1
En realidad, ¿qué les queda a la mayoría de los cristianos profesos
para darle a Dios? Ellos, como de costumbre, le han dado sus vidas,
su dinero, su juventud, sus almas y su lealtad incondicional al César.
¿Qué les queda para darle al reino de Cristo? Nada, salvo algunas
migajas de sobra: sus diezmos y unas pocas horas semanales de su
tiempo. ¡Y creen que eso será aceptable para Jesús!
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Capítulo 12
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La vida bajo la influencia de dos reinos
97
Capítulo 12
Honremos al gobierno
Debido a las enseñanzas de Jesús sobre la no resistencia y el amor
a nuestros enemigos, algunos cristianos tienen la idea errónea de
que los cristianos deben oponerse y despreciar a los soldados y a los
oficiales de la policía. Sin embargo, ese no es el caso. Jesús y sus após-
toles fueron siempre respetuosos para con los soldados con quienes
se encontraron. Las escrituras nos dicen que Dios les ha confiado la
espada a los gobiernos de este mundo. Mientras que el reino de Dios
no necesita de las fuerzas militares, los gobiernos de este mundo nor-
malmente sí las necesitan. Las enseñanzas de Jesús son para su reino.
Él no pretendía que un gobierno de este mundo pudiera operar sin la
espada del poder.
Por esa razón, yo siempre trato de mostrarles cortesía y respeto a
los soldados y a los oficiales de la policía. De hecho, pienso que una de
las auténticas injusticias sociales en nuestra sociedad es el bajo salario
que los soldados reciben. Ellos soportan toda clase de dificultades y
arriesgan hasta sus propias vidas en beneficio de sus conciudadanos.
Sin embargo, ellos se encuentran casi en el lugar más bajo de la escala
salarial. En el año 2003, el salario básico para un soldado norteame-
ricano con un año de servicio era sólo $15.480,00. Esto es apenas un
poco más que el salario promedio de un ujier de cine norteamericano
($14.144,00) y de una persona encargada de ayudar a los niños a cruzar
la calle ($15.080,00).2
Por supuesto, me encantaría ver a todos los soldados inscritos en
el ejército del reino de Dios y no en los ejércitos de este mundo. Sin
embargo, esta es una decisión a la que ellos deben llegar por sí mis-
mos. Pero, mientras estén sirviendo al pueblo de su país en nombre
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La vida bajo la influencia de dos reinos
Notas finales
1 Tertuliano On Idolatry cap. 15; ANF, Tomo III, 70.
2 “Survey: U. S. Pays Soldiers Less Than $16K,” en
http://www2.hrnext.com/Article.cfm/Nav/5.0.
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13
100
¿Soy yo de este mundo?
101
Capítulo 13
con las palabras: “Bien, buen siervo y fiel” (Mateo 25.21), estará refi-
riéndose a lo bueno que hayamos hecho, no a lo bueno que hayamos
dicho pero sin haberlo practicado.
Muchos bancos usan bolsitas de tinte para frustrar los robos. Si
ocurre un robo, los empleados del banco a escondidas ponen bolsitas
de tinte muy finas entre los fajos de dinero que se le entregan al ladrón.
Aproximadamente diez minutos después, cuando el ladrón huye del
banco, las bolsitas de tinte explotan, rociando un tinte rojo sobre todo
el dinero robado y por lo general también sobre el ladrón.
En 1999, en Wilmington, Delaware, un ladrón no muy astuto
asaltó un banco y logró huir con una buena suma de dinero. Sin
embargo, momentos después que el ladrón abandonó el banco, las
bolsitas de tinte explotaron, rociando el tinte sobre todo el dinero
y sobre la mano derecha del ladrón. El ladrón sólo había caminado
unas pocas cuadras cuando vio a un policía que le pisaba los talones.
Para despistar al policía se recostó en un edificio de apartamentos,
se colgó el saco de dinero en su espalda y se metió las manos en
los bolsillos.
Se quedó allí parado mostrando una actitud indiferente cuando el
oficial de la policía se acercó en busca del ladrón. El ladrón inmedia-
tamente notó que el policía era uno de sus conocidos, así que sacó su
mano derecha del bolsillo y saludó al oficial. ¡Ay!... esa era la mano
con el tinte. Y ese fue el fin de su breve carrera criminal.1
Así como esa bolsita de tinte, el mundo deja una marca de identi-
dad en sus amigos. Cuando los amigos del mundo levantan sus manos
para adorar a Jesús, lo que él ve son las marcas de tinte rojo dejadas
por el mundo. Sin importar cuán alto una iglesia proteste afirmando
lo contrario, esa marca permanece allí para identificarla.
¿Cómo podemos saber si la iglesia a la que asistimos está manchada
con el tinte del mundo? Cuando una iglesia está manchada con el tinte
del mundo, cualquier costumbre social, actitudes y movimientos que
pasen por el mundo también pasarán por esa iglesia. En cambio, Jesús
es “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”. Sus actitudes, valores y
mandamientos nunca cambian. Una iglesia que no es del mundo ten-
drá los mismos valores y vivirá el mismo estilo de vida que la iglesia
del Nuevo Testamento. Sus estándares morales no cambian cada una
o dos décadas.
102
¿Soy yo de este mundo?
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Capítulo 13
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¿Soy yo de este mundo?
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Capítulo 13
Notas finales
1 Dave Moreland, “Dave Moreland’s Bozo Criminal of the Day,” en
http://www.kooi.com/bozo/jan99.htm.
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14
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Capítulo 14
Al igual que sus homólogos de derecha, los cristianos por “la paz
y la justicia” practican un enfoque selectivo de los mandamientos
de Jesús. De alguna manera se las arreglan para escoger solamente
las enseñanzas que van bien con los círculos de izquierda. Ellos
se pronuncian fuertemente en contra de los pecados de la guerra
y la avaricia económica. Pero por lo general permanecen callados
cuando se trata de otros pecados como el divorcio, el aborto y el
homosexualismo. Ellos creen que pueden ser ciudadanos activos
del reino de Dios y a la vez estar al día con cualquier tendencia
moderna.
Sin embargo, Jesús nunca se preocupó por seguir las tendencias de
su tiempo. Él no lo hizo en el primer siglo y nunca lo ha hecho desde
entonces. Él no vino para predicar un mensaje sobre la necesidad de
cambiar los gobiernos y los reinos de este mundo. Él buscaba trans-
formar a los individuos, no al mundo. Él vino para invitarnos a formar
parte de su reino.
Su mensaje no fue: “Impongamos impuestos pesados sobre los
ricos para solucionar el problema de los pobres”. No, su mensaje fue:
“David Bercot, renuncia a tu comodidad y ayuda a los pobres”. Ni él
ni sus apóstoles se unieron a ningún comité de acción política para
hacer que Zaqueo apoyara económicamente a los pobres con toda su
riqueza. No, Jesús cambió a Zaqueo para que Zaqueo quisiera ocu-
parse de los pobres.
Los cristianos por “la paz y la justicia” se pronuncian a viva voz
contra la pena capital, la cual mata a más o menos cien norteameri-
canos cada año.1 Sin embargo, la mayoría de ellos guardan silencio
total sobre temas como el aborto, por el que mueren más de un millón
de norteamericanos cada año.2 Los cristianos por “la paz y la justicia”
protestan contra la discriminación en contra de las mujeres, pero per-
manecen muy callados cuando se trata de la discriminación en contra
de los hombres. Ellos denuncian cualquier persecución en contra de
los revolucionarios de izquierda, pero casi nunca dicen nada de la
persecución que sufren los cristianos bajo las dictaduras de izquier-
da. Tal como los cristianos por “Dios y la patria”, ellos dejan que el
mundo dicte su agenda.
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¿Nos hace esto activistas en pro de la paz y la justicia?
Notas finales
1 “Capital Punishment Statistics” en http://www.ojusdoj.gov.
2 Datos provistos por la Alan Guttmacher Institute y publicados en
http://www.nrlc.org/abortion/aboramt.html.
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15
El auge de Roma
Mientras los judíos luchaban contra los griegos, gradualmente Roma
iba alcanzando cierto auge para convertirse en la potencia mundial do-
minante. Debido a que Grecia era el enemigo común de Roma y Judea,
los judíos habían firmado un tratado de amistad con los romanos. En
este tratado, Roma afirmaba que Judea era una nación independiente
y les advertía a los griegos que no intentaran reconquistarla.1
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¿Ha vivido alguien así en la vida real?
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Capítulo 15
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¿Ha vivido alguien así en la vida real?
Notas finales
1 H. W.Hoehner, “Maccabees,” The International Standard Bible
Encyclopedia, Tomo 3 (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing
Company, 1986), 196–199.
2 R. H. Smith, “Pella,” The International Standard Bible Encyclopedia.
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¿Es este el cristianismo histórico?
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Capítulo 16
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¿Es este el cristianismo histórico?
La no resistencia
Los cristianos primitivos no sólo se distanciaron del gobierno y
de otros asuntos de este mundo, sino que también siguieron de una
forma muy literal las enseñanzas de Jesús sobre la no resistencia. Los
siguientes son algunos pasajes representativos de los mismos autores
que cité anteriormente:
Clemente de Alejandría escribió: “A los cristianos no les es permi-
tido usar la violencia para corregir las faltas del pecado”.8
Tertuliano confirmó esto, diciendo: “¿Qué diferencia hay entre el
provocador y el provocado? La única diferencia es que el primero
fue el primero en hacer el mal, pero el último lo hizo después. Cada
uno está condenado ante los ojos del Señor por herir a un hombre.
Por cuanto Dios prohíbe y además condena toda maldad. Cuando se
hace un mal, no se toma en cuenta el orden. (…) El mandamiento es
absoluto: no se paga mal con mal”.9
Otra vez, Tertuliano escribió: “El Señor salvará a su pueblo en ese día,
como a ovejas. (…) Nadie les da el nombre de “ovejas” a los que caen en
combate con las armas en la mano, o a los que son asesinados mientras
repelen la fuerza con la fuerza. Más bien, este nombre les es dado única-
mente a los que caen, entregándose a sí mismos en sus propios lugares de
servicio y con paciencia, en lugar de luchar en defensa propia”.10
Lactancio fue un cristiano muy culto que escribió en la primera parte
del siglo IV, diciendo: “Cuando sufrimos semejantes cosas impías, no
resistimos ni siquiera de palabra. Más bien, le dejamos la venganza
a Dios”.11 Y nuevamente dice: “El cristiano no perjudica a nadie. Él
no desea la propiedad de los demás. De hecho, él ni siquiera defiende
la suya propia si se la quitan por medio de la violencia. Por cuanto él
sabe cómo soportar pacientemente un mal hecho en su contra”.12 Y
dice finalmente: “No nos resistimos a los que nos lastiman, porque
debemos ceder ante ellos”.13
Otro escritor cristiano de la iglesia primitiva a quien no he presentado
aún es Atenágoras. Él escribió una defensa del cristianismo aproxima-
damente en el año 175 d. de J.C., en la cual dijo: “Hemos aprendido a
no devolver golpe por golpe ni tampoco a presentar demandas en contra
de los que nos saquean y roban. No sólo eso, sino que a los que nos den
en una mejilla, hemos aprendido a volverle la otra también”.14
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Capítulo 16
118
¿Es este el cristianismo histórico?
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Capítulo 16
Notas finales
1 Hermes The Shepherd, Libro III, cap. 1; ANF, Tomo II, 31.
2 Tatian To The Greeks, cap. 11; ANF; Tomo II, 69.
3 Clemente de Alejandría The Instructor, Libro III, cap. 8; ANF, Tomo II,
281.
4 Tertuliano Apology, cap. 38; ANF, Tomo III, 45,46.
5 Tertuliano De Corona, cap. 13; ANF, Tomo II, 101.
6 Orígenes Against Celsus, Libro VIII, cap. 75; ANF, Tomo IV, 668.
7 Cipriano On Mortality, cap. 26; ANF, Tomo V, 475.
8 Clemente de Alejandría, citado en Sermón 55 de Máximo. ANF, Tomo II,
581.
9
Tertuliano Of Patience, cap. 10; ANF, Tomo III, 713.
10 Tertuliano Against Marcion, cap. 39; ANF, Tomo III, 415.
11 Lactancio The Divine Institutes, Libro V, cap. 21; ANF, Tomo VII, 158.
12 Lactancio cap. 24; ANF, Tomo VII, 160.
13 Lactancio cap. 18; ANF, Tomo VII, 184.
14 Atenágoro Plea for the Christians, cap. 1; ANF, Tomo II, 129.
15 Hipólito (Traducción de Gregory Dix y Henry Chadwick) The Apostolic
Tradition (Ridgefield, CT: Morehouse Publishing, 1992) 26.
16
Canon XII de Nicea; Philip Schaff, ed. The Nicene and Post-Nicene
Fathers, First Series. Tomo 10 (Grand Rapids: William B. Eerdmans
Publishing Company, 1983), 27.
17
“Epistle of Marcus Aurelius to the Senate,” ANF, Tomo I, 187.
18
Orígenes Against Celsus, Libro V, cap. 37; ANF, Tomo IV, 560.
19
Lactancio, Libro 6, cap. 17; ANF, Tomo 7, 182–183.
120
Tercera parte
¿Cuál es el evangelio
del reino?
121
17
El camino de Jesús a
la salvación
Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para
testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo
24.14). Hasta aquí hemos hablado acerca de algunos de los valores
y mandamientos importantes del reino. ¿Pero qué es exactamente el
evangelio del reino?
En esencia, el evangelio del reino es la fe histórica cristiana. Esta es
la fe que los cristianos de los primeros siglos creyeron y practicaron. El
evangelio del reino incluye la totalidad de lo que Jesús y sus apóstoles
dicen sobre cada tema. El mismo no se basa en textos cuidadosamente
seleccionados, y tampoco depende de nada fuera de la escritura.
El evangelio del reino es el camino de Jesús a la salvación. Sus
creencias fundamentales son las enseñanzas directas del propio Jesús,
no los escritos de Pablo. A decir verdad, los escritos de Pablo son ins-
pirados por el Espíritu Santo y por tanto son fidedignos y verídicos.
Pero Pablo se basó en las enseñanzas fundamentales de Jesús. Él no
comenzó un evangelio nuevo. En cambio, la teología popular de hoy,
el evangelio fácil, comienza con Pablo. Y al ignorar el contexto de las
epístolas de Pablo, este evangelio interpreta a Pablo de una manera
que convierte las enseñanzas de Jesús en herejías.
¡No me diga! Ahora sí se está pasando de la raya. Quizá eso sea lo que
usted está pensando. ¿Cómo la teología moderna convierte a las enseñanzas
de Jesús en herejías? Bueno, qué pasaría si yo entrara hoy en la mayoría
de las capillas de las iglesias que profesan ser bíblicas y predicara:
• Los pecados que usted comete cada día no le serán perdonados a
menos que perdone los pecados de otras personas (Mateo 6.15).
• Para ser salvo, la persona tiene que vivir según las enseñanzas de
Jesús (Mateo 7.24–25).
122
El camino de Jesús a la salvación
El reino es fundamental
A diferencia de la mayoría de los sistemas teológicos, el evangelio
del reino se centra en el reino de Dios, no en la salvación personal del
hombre. No podemos separar la salvación del reino. Y no podemos
estar entregados a Jesús si no estamos entregados a su reino.
En realidad, toda la escritura apunta hacia este reino. Desde el
principio, Dios tuvo el propósito de establecer un reino especial. De
hecho, él profetizó acerca de ese reino durante el período del Antiguo
Testamento. De estas profecías del Antiguo Testamento una de las más
importantes aparece en el capítulo 2 de Isaías:
Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte
de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los
collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y
dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob;
y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de
Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y juzgará entre
las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas
en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra
nación, ni se adiestrarán más para la guerra (Isaías 2.2–4).
La mayoría de los cristianos leen esta escritura como si el pasaje
se estuviera refiriendo a los sucesos que tendrán lugar después de la
venida de Cristo a la tierra. Y aunque sin duda también se aplica a ese
tiempo, su cumplimiento está ocurriendo ahora mismo. De hecho,
ha estado ocurriendo desde que Cristo comenzó su ministerio. Jesús
inauguró su reino cuando él vino a la tierra e invitó a sus oyentes a
entrar en él.
Al principio, los judíos fueron los únicos que recibieron la invitación
de entrar en el reino, pero luego se abrió el camino para todos. Y la
123
Capítulo 17
gente de todas las naciones comenzó a “correr a él”. Los que entraron
en este reino “volvieron sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en
hoces”. Ellos ya no volvieron a levantar la espada los unos contra los
otros, y olvidaron la guerra para siempre.
Jesús ha hecho un pacto para asignarle un reino a los que anden en
sus caminos: “Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo
en mis pruebas. Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo
asignó a mí” (Lucas 22.28–29). Y nuevamente: “Al que venciere, le
daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me
he sentado con mi Padre en su trono” (Apocalipsis 3.21).
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El camino de Jesús a la salvación
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Capítulo 17
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El camino de Jesús a la salvación
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Capítulo 17
pano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto,
lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la
palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como
el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la
vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (Juan 15.1–4).
¿Qué quiere decir Jesús cuando se refiere a que llevemos fruto? A
continuación notemos algunos ejemplos de cómo se usa este término
en el Nuevo Testamento:
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,
bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.
Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones
y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu
(Gálatas 5.22–25).
Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en
ciencia y en todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de
que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo, llenos de frutos
de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de
Dios (Filipenses 1.9–11).
Estos son los “frutos de justicia” que crecerán en nosotros cuando
permanecemos unidos a la vid de Jesús. Estos frutos encajan perfec-
tamente en los valores del reino de los cuales hemos estado hablando.
Pero este fruto no crece automáticamente. Tenemos que permanecer en
Cristo y dejar que su Padre nos pode. Tenemos que continuar nuestro
andar en el Espíritu Santo. Si no damos fruto, el Padre nos quitará de
la vid. Es por ello que la ciudadanía en el reino se basa en la relación.
Dicha relación depende de que permanezcamos en Cristo y nos rin-
damos a él y a su Padre.
Pero, ¿cómo permanecemos en Cristo? Jesús nos dijo muy cla-
ramente: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi
amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y
permanezco en su amor” (Juan 15.10). Por tanto, permanecemos en
128
El camino de Jesús a la salvación
La falsa obediencia
Ahora bien, cuando Jesús habla de obediencia, él se refiere a la
obediencia verdadera, no a la obediencia fingida que está tan de moda
en la actualidad. Sus verdaderos mandamientos son los que están
escritos en el Nuevo Testamento. Sin embargo, el evangelio fácil de
hoy dice que nosotros podemos desatender sus mandamientos escritos.
La mayoría de los cristianos trata los mandamientos de Dios como
si éstos fueran simplemente sugerencias. Lo que verdaderamente
cuenta, según este evangelio popular, son los impulsos subjetivos que
vienen a nuestras mentes. Éstos son supuestamente los verdaderos
mandamientos de Jesús a los cuales tenemos que ser obedientes. Y
debido a que éstos supuestamente son revelados personalmente a cada
cristiano, cada persona es el único juez de lo que Dios le ha dicho que
haga o no haga.
Es como el viejo cuento del rey que se vistió de un traje invisible.
Millones de cristianos fingen que siguen obedientemente a Cristo,
cuando lo cierto es que pasan por alto y pisotean sus enseñanzas.
De hecho, ellos consideran que muchos de sus mandamientos son
fastidiosos. Sin embargo, ellos obedecen los impulsos subjetivos
que vienen a sus mentes, y al hacerlo se engañan creyendo que están
obedeciendo a Jesús.
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Capítulo 17
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El camino de Jesús a la salvación
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Cómo entrar en el reino
Dios llamare. Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba,
diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los que re-
cibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como
tres mil personas (Hechos 2.37–41).
Analicemos a continuación los pasos mediante los cuales los oyentes
de Pedro entraron en el reino de Dios:
• Ellos escucharon el mensaje de Jesucristo y su reino, y lo creye-
ron. Y ésta no fue una convicción meramente superficial. Ellos
“se compungieron de corazón”.
• Además, ellos se arrepintieron de su vida anterior. ¿Qué significa
eso? El Diccionario STRONG de palabras griegas del Nuevo
Testamento define la palabra arrepentirse como “pensar diferente,
i.e. reconsiderar”.1 Por tanto, los oyentes de Pedro reconsideraron
cómo deseaban vivir. Ellos decidieron vivir el resto de sus vidas
como seguidores de Jesucristo.
• Ellos fueron bautizados en agua.
• Ellos recibieron el Espíritu Santo.
Después de haber dado estos pasos, ellos entraron en el reino de
Dios.
Por favor, note que estas personas tuvieron que arrepentirse de
sus pecados, pero no tuvieron que expiarlos. Jesús hace la expiación
por nosotros. Nosotros no nos salvamos a nosotros mismos. Jesús es
quien nos salva. Por favor, note además que los oyentes de Pedro no
tuvieron que hacer nada para ganarse su salvación o para ganarse el
reino de Dios. Ellos eran completamente indignos. Su salvación y su
ciudadanía en el reino fueron obsequios gratuitos. Ellos fueron salvos
por medio de la gracia, no por medio de su propia justicia.
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Capítulo 18
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Cómo entrar en el reino
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Capítulo 18
Cristiano # 1: “¿Cómo es eso de que si soy salvo? ¡Claro que no! Sería
un atrevimiento decir que uno ya es salvo. Jesús tomará esa decisión
cuando yo muera”.
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Cómo entrar en el reino
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Capítulo 18
Notas finales
1 James Strong, Nueva concordancia STRONG, exhaustiva, (Nashville, TN :
Editorial Caribe, 2003) página 54 del Diccionario STRONG de palabras
griegas del Nuevo Testamento.
2
John H. Leith, ed., Creeds of the Churches (Atlanta: John Knox Press,
1973) 24–25.
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Capítulo 19
La puerta estrecha
No es de extrañarse que Jesús nos aconsejara: “Entrad por la puerta
estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a
la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es
la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que
la hallan” (Mateo 7.13–14). El camino a la vida eterna es realmente
estrecho y difícil. Hay grandes abismos en ambos lados.
Por una parte está el abismo de la indisciplina y la mundanería.
La mayoría de los cristianos profesos caen en este abismo. El camino
del reino es demasiado exigente para ellos. Ellos desean un camino
más fácil. Y no faltan los predicadores que les digan que realmente
no tienen que obedecer las enseñanzas de Jesús. Esos mismos pre-
dicadores también les dicen que ellos no tienen que separarse del
mundo.
Al otro lado del camino estrecho está el abismo del fariseísmo.
Este es el abismo de la santurronería. Si no caemos en el primer
abismo, estamos más propensos a caer en el otro. El camino no es
fácil.
En 1981, yo trabajaba como abogado corporativo para una pe-
queña compañía petrolera en el este de Texas. Un día fuimos citados
a una audiencia con la Comisión Ferroviaria de Texas en Austin.
Probablemente le parezca extraño a alguien que no es tejano, pero en
Texas la agencia estatal que regula la producción de petróleo y gas
es la Comisión Ferroviaria. De todas formas, debíamos asistir a una
audiencia para cambiar las leyes de cierto yacimiento de gas. Puesto
que nuestra compañía tenía su propio helicóptero, nosotros decidimos
volar hasta Austin. Ya rumbo al lugar, nos detuvimos y recogimos a
un ingeniero petrolero y a un geólogo de Fina, quienes también iban
a la misma audiencia.
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No hay lugar para fariseos
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Capítulo 19
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No hay lugar para fariseos
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20
El reino no puede
permanecer en secreto
C uando nos unimos a algo que sin duda hará que el mundo nos
odie, es natural que queramos mantenerlo en secreto. ¿Para qué
provocar un problema? Mantengámoslo todo en silencio. Pero nuestro
Rey no nos permitirá que mantengamos su reino en secreto: “Lo que os
digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo
desde las azoteas” (Mateo 10.27).
Debemos recordar que una persona no puede ni siquiera ver el reino
de Dios a menos que haya nacido de nuevo. Por tanto, ¿cómo podrá
alguien darse cuenta de este reino a menos que nosotros, los que hemos
nacido de nuevo, les contemos? Jesús no ha contratado a una agencia
publicitaria para que anuncie su reino. En su lugar, él ha comisionado
a todos sus ciudadanos para que sean sus voceros.
Tan pronto Jesús regresó del desierto después de su bautismo, comen-
zó a predicar inmediatamente. ¿Y qué predicó? Mateo nos dice: “Desde
entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino
de los cielos se ha acercado” (Mateo 4.17). Jesús no tardó en viajar a
través de Galilea, predicando el “evangelio del reino”. Y rápidamente
comenzó a reclutar a otros para que se unieran a su reino.
Jesús no sólo les enseñó a sus discípulos acerca del reino de Dios,
sino que también les dio instrucciones específicas sobre cómo predicar el
evangelio del reino a otros. Inmediatamente después de elegir a sus doce
apóstoles, Jesús los envió a predicar. ¿Y qué debían predicar ellos? “Y
yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado” (Mateo
10.7). Posteriormente, Jesús instruyó a setenta discípulos y los envió a
todas partes en grupos de dos. Una vez más, les dijo que después de entrar
en una ciudad, ellos deberían sanar “a los enfermos que en ella haya, y
decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios” (Lucas 10.9).
144
El reino no puede permanecer en secreto
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Capítulo 20
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Cuarta parte
Nace un híbrido
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21
¿Qué le pasó al
evangelio del reino?
H asta aquí hemos visto lo que Jesús y sus apóstoles enseñaron,
y hemos visto cómo la iglesia, durante casi trescientos años,
siguió la enseñanza de Jesús de forma muy literal. Sin embargo, estas
enseñanzas no son practicadas hoy por la mayoría de los cristianos.
¿Qué pasó entonces?
Durante los últimos cuarenta años del siglo III (desde aproxima-
damente el año 260 al 300 d. de J.C.), la iglesia disfrutó de un tiempo
de paz sin precedentes. Hubo persecuciones locales esporádicas,
pero no una persecución a gran escala en el Imperio. Esto pareció
como una bendición para la iglesia exhausta y acosada que había
sobrevivido ola tras ola de persecución violenta desde el tiempo de
su fundación.
Sin embargo, la iglesia comenzaba a perder su primer amor. A
consecuencia, la iglesia olvidó que Jesús dijo que es una bendición
cuando somos perseguidos. La iglesia comenzó a bajar la guardia. Con
la persecución fuera de sus mentes, los cristianos comenzaron a reñir
los unos con los otros. La teología (aparte de los puntos elementales)
siempre había sido algo secundario para la iglesia, pero ahora pasó
a la vanguardia. Los airados debates teológicos surgieron a través de
todo el Imperio.
Los cristianos también olvidaron las palabras de Jesús sobre el
poder eclesiástico: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se
enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad.
Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande
entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero
entre vosotros será vuestro siervo” (Mateo 20.25–27). En lugar de
desear ser los siervos de todos, los obispos de las principales ciuda-
148
¿Qué le pasó al evangelio del reino?
149
Capítulo 21
El Edicto de Milán
En el año 312, los cristianos recibieron algunas buenas noticias.
Constantino, uno de los co-regentes que reemplazó a Diocleciano,
había derrotado a su adversario, Majencio, en Roma. Esto era una
buena noticia porque Constantino estaba bien dispuesto a ayudar a los
cristianos. De hecho, durante la persecución diocleciana, los cristianos
que vivían en las regiones bajo el control de Constantino habían sido
protegidos de la mayor parte de la persecución.
El año 313 trajo mejores noticias aún. Constantino y su co-gober-
nante, Licinio, proclamaron un nuevo edicto que puso al cristianismo
al mismo nivel de todas las otras religiones. Este edicto, conocido
como el Edicto de Milán, decía: “[Acordamos] concederles tanto a los
cristianos como a todos los hombres la libertad de seguir la religión
que ellos escojan, de manera que cualquier divinidad celestial que
exista pueda estar dispuesta a ayudarnos y a todos los que vivan bajo
nuestro gobierno”.2 Otros decretos de Constantino y Licinio fueron más
tolerantes aún. Cualquier propiedad confiscada a los cristianos durante
la persecución diocleciana les debía ser devuelta. Además, todas las
casas de oración que habían sido quemadas o destruidas durante la
persecución serían reconstruidas a expensas del fondo público.
El Edicto de Milán no convirtió al cristianismo en la Iglesia del
estado. Éste solamente instituyó la libertad de religión en el Imperio
Romano. Sin embargo, poco después, Constantino adoptó una política
indudablemente pro-cristiana para la región del Imperio Romano que
él gobernaba. (Licinio, su co-gobernante, aún gobernaba la mayor
parte oriental del Imperio.) Un historiador de la Iglesia del siglo IV,
Eusebio, quien fue completamente absorbido por todo esto, describe
las acciones de Constantino:
El emperador piadoso, gloriándose en la confesión de la cruz victoriosa,
proclamó el Hijo de Dios a los romanos con gran valentía de testimonio.
(…) En realidad, todos, a una sola voz, declararon que Constantino
había aparecido por la gracia de Dios como una bendición general para
el género humano. (…)
150
¿Qué le pasó al evangelio del reino?
ellos eran admitidos en su mesa. (…) Él también los convirtió en sus
compañeros de viaje, creyendo que así Dios lo ayudaría, ya que ellos
eran sus siervos.3
151
Capítulo 21
Los donatistas
En África del Norte, había ocurrido una ruptura en la iglesia con re-
lación al tema de los líderes de la iglesia que habían transigido durante
la persecución diocleciana. Con el tiempo, aquellos cristianos que se
negaron a relacionarse con los líderes que habían transigido llegaron a
ser conocidos como los donatistas. Los otros fueron conocidos como
los católicos. A consecuencia de esta ruptura, había dos obispos, dos
grupos de ancianos y dos cuerpos de creyentes en Cartago, África del
Norte: los donatistas y los católicos. Cada uno afirmaba ser la iglesia
legítima en esa ciudad.
En el pasado esta polémica hubiera sido un asunto puramente in-
terno de la iglesia. Pero las “bendiciones” de Constantino a la iglesia
152
¿Qué le pasó al evangelio del reino?
153
Capítulo 21
Notas finales
1 Eusebio, Ecclesiastical History, Libro VIII, cap. 17.
2 Eusebio, Ecclesiastical History, Libro X, cap. 5.
3 Eusebio, The Life of Constantine, Libro I, caps. 41–42. Philip Schaff y
Henry Wace, eds., The Nicene and Post-Nicene Fathers, Second Series, 10
tomos., Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1982,
Tomo 1, 494.
4 Eusebio, Constantine, Libro II, caps. 44–46.
5 Lactancio, Libro V, cap. 24; ANF, Tomo VII, 160.
154
22
El reino de la teología
E l año 325 encontró a la iglesia enredada en una polémica acalorada
sobre la naturaleza del Hijo de Dios y su Padre. Los dos proponen-
tes principales en esta disputa eran Alejandro, obispo de Alejandría,
y Arrio, un anciano o presbítero de la misma ciudad. Considerándose
como una especie de obispo universal, Constantino se hizo cargo de
convocar un concilio mundial de obispos en la ciudad de Nicea a fin
de resolver esta disputa. Él incluso dirigió dicho concilio.
Permítame darle algunos antecedentes sobre la naturaleza de la
herejía de Arrio discutida en el concilio.
155
Capítulo 22
La solución de Constantino
Como ya hemos mencionado, para aclarar este asunto, Constantino
convocó un concilio mundial en la ciudad de Nicea. Sin embargo,
desde que se convocó el Concilio de Nicea, los partidarios de Arrio
pronto se dieron cuenta de que iban a perder el debate, ya que eran
superados numéricamente. En ese momento, ellos hicieron concesiones
importantes y pidieron tolerancia en vista de la naturaleza incompren-
sible de los temas en discusión. Ellos incluso estuvieron de acuerdo
en no emplear ningún lenguaje o expresiones que no aparecieran en
la escritura.
Sin embargo, en lugar de acercarse a Arrio y sus partidarios con
amor, y con la intención de acabar con esta división teológica en la
Iglesia, los obispos ortodoxos recibieron con desdén sus concesiones
y sus propuestas para una reconciliación. De hecho, los obispos bus-
caron de forma resuelta una resolución que hiciera irreconciliable la
brecha entre las dos partes.
156
El reino de la teología
158
El reino de la teología
A estas cosas se les debe dar debida salutación y adoración [en griego:
proskineo] honorable, no la verdadera adoración de fe [en griego: latria],
la cual pertenece solamente a la Naturaleza Divina. Pero a estas cosas,
al igual que a la representación de la cruz preciosa y viva y al libro de
los evangelios y a los otros objetos santos, se les puede ofrecer incienso
y velas conforme a la antigua costumbre piadosa. Por cuanto el honor
que se dispensa a la imagen se transmite a lo que la imagen representa,
y el que adora a la imagen adora a lo representado en ella. (…) De
modo que seguimos a Pablo, quien habló en nombre de Cristo, y a toda
la compañía apostólica divina y a los padres santos, manteniendo las
tradiciones que hemos recibido. (…)
159
Capítulo 22
Saludamos a las imágenes venerables. Tenemos por anatema a los que no
hagan esto. (…) Anatema a los que no saludan a las imágenes santas y
venerables. Anatema a los que llaman ídolos a las imágenes sagradas.4
Las escrituras, como también la iglesia primitiva, habían conde-
nado el uso de las imágenes. Ahora la Iglesia condenaba a los que no
usaban las imágenes.
3. La teología se convierte en la esencia del cristianismo
Después de Nicea, la Iglesia llegó a creer que la esencia del cris-
tianismo es la teología. La Iglesia suponía que las personas podían
ser cristianas simplemente al darle aprobación mental a un listado de
doctrinas… sin un cambio radical en sus vidas.
Lo que es más aún, la Iglesia ya no estaba satisfecha con la teología
elemental del evangelio del reino. Más bien, ahora ésta se concentraba
en puntos minuciosos de la teología que el cristiano común probable-
mente no alcanzaría a comprender. De modo que Nicea dio origen a
un tipo de cristiano totalmente nuevo: el teólogo o padre de la Iglesia.
Y desde la aparición de estos teólogos, la Iglesia no ha conocido un
solo año de paz libre de polémicas teológicas.
El obispo del siglo IV, Hilary de Pointers, dijo: “La semejanza
parcial o total del Padre y del Hijo es un tema de discusión para estos
tiempos convulsos. Cada año, no, cada mes, inventamos nuevos credos
para describir misterios invisibles. Nos arrepentimos de lo que hemos
hecho, defendemos a los que se arrepienten, anatematizamos a aque-
llos a quienes defendimos. Lo mismo condenamos la doctrina de los
demás en nosotros mismos, que la nuestra propia en la de los demás.
Y desgarrándonos los unos a los otros de forma recíproca, nosotros
hemos sido la causa de la ruina mutua”.5
El siglo IV fue testigo de varios concilios de la Iglesia, y las discusiones
entre los teólogos se hicieron cada vez más maliciosas. Estos teólogos,
sin excepción, no se atribuían a sí mismos otra cosa que no fuera virtud y
motivos puros, pero les imputaban el mal y motivos ocultos a sus adver-
sarios. Nadie estaba dispuesto a creer que los errores sostenidos por sus
adversarios podrían ser inocentes o que su fe quizá era sincera.
Nadie era capaz de acercarse a su hermano en amor, en un intento
por ayudarlo a ver la verdad. Más bien, los teólogos sólo buscaban refu-
tar y condenar a sus adversarios. No es de extrañarse que un historiador
160
El reino de la teología
161
Capítulo 22
Notas finales
1 Véase mi obra, A Dictionary of Early Christian Beliefs, donde hago
constar más sobre esto bajo el encabezamiento, “Christ, Divinity Of”.
2
Sócrates, Ecclesiastical History, Libro I, cap. 9. The Nicene and Post-
Nicene Fathers, Second Series, Tomo II, 14.
3 Edward Gibbon, The Decline and Fall of the Roman Empire, (New York,
Penguin Books, 1952) 386.
4
“The Decree of the Holy, Great, Ecumenical Synod, the Second of
Nicaea,” Philip Schaff, y Henry Wace, eds., The Nicene and Post-Nicene
Fathers, Second Series, 10 tomos. (Grand Rapids: William B. Eerdmans
Publishing Company, 1982) Tomo XIV, 550–551.
5 Hilary of Pointers, citado por Gibbon, 397.
6 Ammianus Marcellinus, The Later Roman Empire (New York, Penguin
Books, 1986) 239.
7 Colman J. Barry, ed., Readings in Church History (Westminster, Maryland:
Christian Classics, Inc., 1985) 522.
162
23
163
Capítulo 23
El evangelio es acallado
Como ya he mencionado, Constantino hizo de varios obispos y
presbíteros sus consejeros. Esto brindaba una magnífica oportunidad
para probar si Constantino había sido enviado por Dios o no. Aquellos
consejeros tan sólo tenían que darle consejo a Constantino sin transigir
en cuestiones del evangelio… y luego esperar para ver cuál sería su
respuesta. Si Constantino rechazaba el consejo piadoso o se enojaba,
su programa no era de Dios. Los hombres fieles de Dios siempre les
habían hablado francamente a los gobernantes. Vea los ejemplos de
Samuel, Natán, Elías, Isaías y Jeremías. Ellos no temían decirles la
verdad de Dios a los reyes.
O vea el ejemplo de Juan el Bautista. Los líderes religiosos judíos
se habían acercado a él y le habían preguntado lo que debían hacer.
Juan hubiera podido pensar: ¡De veras que Dios está bendiciendo mi
ministerio! Ahora hasta los líderes judíos desean venir a escucharme
predicar. ¡Por medio de su apoyo y ayuda yo seré capaz de llegar a
toda la nación judía! No, Juan no pensó así, ¿verdad? Más bien, él
los amonestó por sus pecados, diciéndoles: “¡Generación de víboras!
¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos
de arrepentimiento” (Mateo 3.7–8).
Así de firme fue Juan el Bautista con el Rey Herodes. Herodes
consideraba a Juan un auténtico profeta de Dios. Como rey, Herodes
tenía una posición que le permitía brindarle una enorme ayuda a Juan.
Pero, ¿halagó Juan a Herodes, o suavizó su mensaje para con él? No,
en lo más mínimo. Las escrituras nos dicen: “El mismo Herodes había
enviado y prendido a Juan, y le había encadenado en la cárcel por causa
de Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado por
mujer. Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de
tu hermano. Pero Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía;
porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y
le guardaba a salvo” (Marcos 6.17–20).
164
¿Acaso estaba Dios cambiando las reglas?
165
Capítulo 23
Notas finales
1 Eusebio, Ecclesiastical History, Traducido al inglés por Paul L. Maier
(Grand Rapids: Kregel Publications, 1999) 231.
166
24
167
Capítulo 24
tangible. Así como los israelitas habían ido a la guerra para defender
su reino y someter a los enemigos de Dios, ahora los cristianos serían
llamados a hacer lo mismo. Los cristianos que no aceptaran el híbrido
constantiniano serían tildados de herejes.
169
Capítulo 24
170
Cómo desaparecieron las enseñanzas de Jesús
Notas finales
1 Leonard Verduin utiliza este término en su libro, The Anatomy of a Hybrid,
al referirse al híbrido Iglesia-estado.
2 Eusebio, The Life of Constantine, Libro I, cap. 44. Schaff, 494.
171
25
172
La era de oro que nunca tuvo lugar
175
Capítulo 25
Valentiniano
Después de la muerte de Constancio, un sobrino de Constantino
llamado Juliano se convirtió en el nuevo Emperador. Juliano fue uno
de los pocos miembros de su familia que logró escapar de la masacre
llevada a cabo por Constancio el hijo de Constantino. Él había visto
suficiente del “cristianismo” en acción y no quería nada que ver con él.
De manera que, aunque toleró a los cristianos, Juliano trató de revivir
el paganismo clásico en el Imperio. Pero sus esfuerzos fracasaron.
Un año después de la muerte de Juliano, un cristiano “fiel” de la
Iglesia llamado Valentiniano fue proclamado como el nuevo empe-
rador. Como cristiano católico, Valentiniano vivió una vida casta, y
promovió muchas leyes loables. Por ejemplo, él estableció un médico
público en cada uno de los catorce distritos de Roma para que cuidara
de los pobres. Él permitió la libertad de religión para los paganos, los
judíos y los cristianos de todos los credos.11 La vida bajo el gobierno de
Valentiniano debió haber sido la era de oro que los cristianos estaban
esperando. Sin embargo, no fue así.
Al igual que los emperadores cristianos que le precedieron, Valen-
tiniano nunca vivió un solo día sin el temor de que alguien le asestara
un golpe y le arrebatara su preciado trono. Por tanto, al igual que
Constantino, él hizo uso de espías para tratar de detectar cualquier
deslealtad, particularmente de aquellos que podían convertirse en
adversarios potenciales. Valentiniano medía la eficacia de sus goberna-
dores y magistrados de acuerdo a la cantidad de ejecuciones que estos
llevaran a cabo en sus tribunales. Los espías y los enemigos políticos
176
La era de oro que nunca tuvo lugar
La caída de Roma
Uno de los mitos históricos más duraderos es que Roma cayó debido
a que entró en vicios paganos, en orgías frecuentes y en entretenimien-
tos sanguinarios. He leído a muchos escritores cristianos que señalan
177
Capítulo 25
178
La era de oro que nunca tuvo lugar
Notas finales
1 Philip Schaff, History of the Christian Church. 8 tomos. (Grand Rapids:
William B. Eerdmans Publishing Company, 1910) Tomo III, 33–35.
2 Schaff 107–125.
3 Gibbon 252.
4 Gibbon 380.
5 Eusebio, Constantine, Libro II, cap. 3; Schaff, 500.
6 Eusebio, Constantine, Chaps. 7–9.
7 Eusebio, Constantine, Chaps. 24–29.
8 Gibbon 258.
9 Gibbon 380.
10
Gibbon 382.
11
Gibbon 470–472.
179
Capítulo 25
12 Gibbon 476.
13 Gibbon 477.
14 Gibbon 478.
15
Gibbon 478.
16
Gibbon 509.
17
Lynn H. Nelson, “The Later Roman Empire,”
http://www.ku.edu/kansas/medieval/108/lectures.
18
Gibbon 562–619. Véase también Vincent Bridges, “Arthur and the Fall of
Rome,” http://www.sangraal.com/library/arthur1.htm.
180
26
Agustín: apologista
del híbrido
E l Imperio Romano se estaba desmoronando. La Iglesia se estaba
hundiendo en el mundo, en lugar de trastornar el mundo. De ma-
nera que el reino de Dios necesitaba urgentemente a un Pablo o a un
Juan el Bautista que de manera audaz le hiciera frente y desafiara a
todo el híbrido constantiniano. Sin embargo, lo que la Iglesia consiguió
fue más bien el principal defensor del híbrido que haya existido. Su
nombre era Agustín.
Agustín fue un hombre muy característico de su época; él aceptó
totalmente el híbrido constantiniano y los cambios que éste había traído
a la Iglesia. Él fue un apologista muy capaz a favor del híbrido y, des-
afortunadamente, no hubo ningún vocero talentoso a favor del reino.
Por tanto, naturalmente, los argumentos de Agustín prevalecieron.
Pero Agustín hizo mucho más que sólo defender el híbrido. Él
también trató de defender el cristianismo ortodoxo contra las afirma-
ciones de los herejes, tales como los gnósticos. Su método consistió
en escuchar la posición de su adversario y luego adoptar exactamente
la posición contraria para contraatacarla.
Para ilustrar esto mejor, representemos una de las doctrinas apos-
tólicas con el color verde, el cual se obtiene de mezclar el azul con el
amarillo. Y representemos el punto de vista herético de esta misma
doctrina con el color azul. El hereje tiene una parte de la verdad, ya
que el verde consta en parte del azul. Sin embargo, el hereje no ha
comprendido toda la verdad. Él ha alterado la doctrina apostólica al
omitir una parte esencial de ella; la parte amarilla.
Ahora bien, el método de Agustín no consistió en traer a su adversa-
rio de regreso a la plenitud de la doctrina apostólica, representada por
el color verde. No, Agustín sencillamente se colocaba en el extremo
181
Capítulo 26
182
Agustín: apologista del híbrido
183
Capítulo 26
podemos llevar a cabo los mismos actos brutales que el mundo. Nues-
tros actos pueden ser tan violentos como los de los israelitas bajo el
Antiguo Testamento, siempre y cuando nuestros sentimientos interiores
no sean otra cosa que bondad, paz y amor.
Siguiendo esta forma de razonamiento, Agustín pudo racionalizar
casi cualquier tema. Por ejemplo, Agustín argumentaba que perseguir
a los donatistas era un acto de amor cristiano, ya que eso los traía de
vuelta al redil de la Iglesia: “¿Acaso no es parte del cuidado del pastor,
cuando algunas ovejas han abandonado la manada, aunque no hayan
sido ahuyentadas violentamente, sino que hayan sido llevadas por mal
camino por medio de palabras dulces y actos engatusadores, traerlas
de vuelta al redil de su amo una vez que las encuentra? Y él puede
traerlas por medio del temor al látigo, o incluso por medio del dolor
del látigo, si ellas muestran síntomas de resistencia”.4
Lo que Agustín no comprendía es que en el reino de Cristo los me-
dios son siempre tan importantes como el fin. Lo cristianos no hacen
uso de medios malos o violentos en un intento por obtener resultados
piadosos. Cómo hacemos algo y qué hacemos son siempre igualmente
importantes.
La guerra justa
A menudo se reconoce a Agustín como el creador de la doctrina
de la “guerra justa”. A decir verdad, él no lo fue. Los filósofos y los
gobernantes paganos griegos fueron los primeros en formular una
doctrina de la guerra justa. Agustín sólo se adueñó de lo que ellos
habían enseñado cientos de años antes.5
Yo he visto varias listas de los criterios presentados por Agustín
como necesarios para que una guerra fuera justa y, por tanto, moral-
mente correcta para los cristianos. Sin embargo, estas listas son un
poco engañosas. Agustín nunca escribió un tratado sobre la doctrina de
la “guerra justa”. Y él nunca formuló un listado de criterios necesarios
para que una guerra fuera justa. En cambio, varios teólogos medievales
como Thomas Aquinas formularon listas de criterios, y alegaron que
éstas fueron las condiciones establecidas por Agustín.
La verdad del asunto es que Agustín ciertamente justificó la guerra,
como hemos visto anteriormente. Y él presentó varias justificaciones
184
Agustín: apologista del híbrido
185
Capítulo 26
186
Agustín: apologista del híbrido
187
Capítulo 26
era lo que decía este artículo. En su lugar, decía: “excepto (…) él viola
su juramento de fidelidad y lealtad al Zar”.9
El United States Code of Military Justice (“Código de Justicia
Militar de los Estados Unidos”) exige esencialmente la misma obe-
diencia de sus soldados. Éste les exige a los soldados obedecer todas
las órdenes de sus oficiales superiores a menos que éstas sean “contra-
rias a la Constitución, a las leyes de los Estados Unidos, o a las leyes
legítimas superiores”.10
Pero, ¿es semejante código de conducta aceptable a Cristo con
relación a sus ciudadanos? No, ni en lo más mínimo. Él dejó bien
claro que nuestra obediencia absoluta le pertenece a él. Él es nuestro
Rey personal. No importa lo que otras autoridades (eclesiásticas,
seculares o militares) puedan decir en contra. Lo que ellas digan es
irrelevante, en tanto que nuestro Rey ya haya hablado sobre el asunto.
Todos compareceremos ante el trono del Juicio individualmente, no
de forma colectiva.
189
Capítulo 26
190
Agustín: apologista del híbrido
Notas finales
1
Augustine, Reply to Faustus the Manichaean, Libro 22, cap. 74. Philip
Schaff y Henry Wace, eds., The Nicene and Post-Nicene Fathers, First
Series, Tomo 4 (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company,
1982) 301.
2
Augustine, cap. 75; Schaff, Fathers, Tomo 4, 301.
3
Augustine, cap. 79; Schaff, Fathers, Tomo 4, 304.
4
Augustine, The Correction of the Donatists, cap. 7, párr. 23; Schaff,
Fathers, Tomo 4, 642.
5
Roland H. Bainton, Christian Attitudes Toward War and Peace (Nashville:
Abingdon Press, 1960) 33–43.
6
Bainton, 96–98. Augustine, Faustus, cap. 75; Schaff, Fathers, Tomo 4, 301.
7 Augustine, Faustus, cap. 75; Schaff, Fathers, Tomo 4, 301.
8 Leo Tolstoy, The Kingdom of God Is Within You (Lincoln, Nebraska:
University of Nebraska Press, 1894) 306.
9
Tolstoy.
10
Artículo 92(1)(c) Uniform Code of Military Justice.
11
Augustine, On the Predestination of the Saints, caps. 16–19. Schaff,
Fathers, Tomo V, 506–508.
191
27
¡Falsificación
en el nombre de Cristo!
L a Iglesia institucional no se desmoronó cuando el Imperio Romano
Occidental cayó. De hecho, la caída de Roma sólo aumentó el poder
de la Iglesia. Después de la caída del Imperio Romano Occidental, la Igle-
sia se convirtió en la institución principal de la civilización en la Europa
occidental. A medida que los invasores germánicos dividieron Occidente
en reinos “cristianos” más pequeños, el obispo de Roma fue tomando el
estatus disfrutado anteriormente por el emperador romano occidental.
Ahora él era más conocido por todos simplemente como “el Papa”, y se
había convertido en una de las personas más poderosas de Occidente.
Con el paso de los siglos, la Iglesia Católica Romana continuó cre-
ciendo en riquezas y poder. Roma siguió siendo la ciudad principal de
la Europa occidental, pero ahora sus principales ingresos procedían de
la Iglesia. Miles de peregrinos viajaban cada año para ver la catedral
de San Pedro en Roma y mirar los huesos de San Pedro. Los buenos
“cristianos” de Roma exprimieron a estos peregrinos a más no poder.
Por toda Roma, los cristianos vendían pedazos de la cruz, huesos de
los santos y otras reliquias.
Según el híbrido constantiniano, ahora el Papa gobernaba en cali-
dad de dos cargos diferentes. Él era el príncipe terrenal de Roma, y
también era el obispo universal de la Iglesia Católica Romana. A fin
de justificar los poderes terrenales del Papa, en el año 750 un clérigo
papal falsificó un documento legal que pretendía ser una donación del
reinado terrenal de Constantino al obispo de Roma y a todos sus suce-
sores. La donación sería válida hasta el fin del mundo. Este documento
fraudulento, conocido como la Donación de Constantino, engañó a
casi todo el mundo en la Europa medieval. Partes de este documento
fraudulento dicen así:
192
¡Falsificación en el nombre de Cristo!
Debido a que nuestro poder imperial es terrenal, nosotros [es decir, Cons-
tantino] hemos decidido honrar reverentemente a Su más Santa Iglesia
Romana y exaltar la más Santa Sede del bendito Pedro y atribuirle gloria
por encima de nuestro propio Imperio y trono terrenal, atribuyéndole
poder y majestad gloriosa y fortaleza y honor imperial. (…)
193
Capítulo 27
194
¡Falsificación en el nombre de Cristo!
195
Capítulo 27
Donde se cree que las personas son herejes, ellas deberán ser acusadas
ante la corte espiritual, ya que en primer lugar deben ser enjuiciadas por
los eclesiásticos. Cuando sean declaradas culpables, serán presentadas
ante la corte secular, la cual las sentenciará adecuadamente. Lo cual
significa que serán quemadas en la hoguera. Si, por el contrario, el
juez los protege, o si les concede exenciones ilegales y no los condena,
entonces él deberá ser excomulgado, y de la forma más severa.4
Este estatuto continuaba estipulando que incluso cualquier prínci-
pe que protegiera a los herejes o simplemente dejara de procesarlos
también sería excomulgado, y todos sus bienes y títulos le serían
retirados.
En 1229, el Sínodo de Toulouse aprobó cuarenta y cinco regula-
ciones sobre cómo debían ser perseguidos y castigados los herejes.
Algunas de esas regulaciones eran:
• En cada parroquia, ya sea dentro o fuera de la ciudad, los obispos
deben ligar [bajo juramento] a un sacerdote y a dos o más laicos
de buena reputación para que diligente, fiel y frecuentemente
busquen a los herejes en sus parroquias, en casas individuales
sospechosas, en habitaciones subterráneas, en los anexos de las
casas y en otros escondites.
• La casa donde se encuentre un hereje debe ser demolida y la
propiedad debe ser confiscada.
• Quienquiera que haya regresado a la Iglesia involuntariamente, por
temor a la muerte o por cualquier otra razón, debe ser encarcelado
por el obispo.
• Todos los miembros de una parroquia deben hacer sus votos ante
el obispo bajo juramento de que ellos protegerán la fe católica y
perseguirán a los herejes según esté en su poder. Este juramento
debe ser renovado cada dos años.5
Notas finales
1
Colman J. Barry, ed., Readings in Church History, 235–237.
2
E. R. Chamberlin, The Bad Popes (New York: Dorset Press, 1969) 43.
3
Chamberlin 60.
4
Barry 522.
5
Barry 521–522.
197
198
Quinta parte
199
28
El reino clandestino
E n la cuarta parte de este libro analizamos en detalle el híbrido
constantiniano: lo que creía la Iglesia híbrida y cómo actuaba.
También vimos cómo actuó el estado “cristianizado”. En esta última
parte del libro veremos cómo el reino de Dios continuó a pesar de la
caída espiritual de la Iglesia institucional.
200
El reino clandestino
201
Capítulo 28
202
El reino clandestino
Rasgos comunes
Ya fueran individuos discretos o miembros de uno de los movi-
mientos medievales del reino, los cristianos del reino durante la Edad
Media por lo general tuvieron dos rasgos en común:
En primer lugar, la vasta mayoría de ellos procedían de las clases
pobres e incultas. No es de extrañarse que Jesús dijera: “Bienaventurados
los pobres”. Ellos tenían poco interés en este mundo, de manera que
era poco lo que tenían que dejar atrás. Verdaderamente, el reino de los
cielos sí les pertenecía. Apartados de toda sofisticación y minuciosidad
teológica, ellos pudieron ver el sencillo mensaje del reino que aparece
tan claramente en los evangelios. Como Jesús dijo: “Te alabo, Padre,
Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios
y de los entendidos, y las revelaste a los niños” (Mateo 11.25).
203
Capítulo 28
Notas finales
1
Tim Dowley, ed., Eerdmans’ Handbook to the History of Christianity
(Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1977) 202–
203.
2
Martin Erbstösser, Heretics in the Middle Ages (Leipzig: Druckerei
Fortrschritt Erfurt, 1984) 80–81.
3
Erbstösser 83.
4 Erbstösser 85.
204
29
Los valdenses
L os valdenses fueron el movimiento del reino más significativo de
la Edad Media. Este movimiento comenzó aproximadamente en
el año 1170 en la bulliciosa ciudad medieval de Lyón, Francia. Allí
vivía un rico comerciante llamado Waldesius.* Él disfrutaba de su
riqueza y le encantaba poder moverse dentro de los círculos de poder
de su ciudad. Waldesius era un buen católico; asistía a misa todas las
semanas.
Pero un día después de misa, Waldesius se encontró con un trovador
que cantaba una balada acerca de un cristiano del siglo IV llamado
Alexis. Alexis había sido un pagano rico y mimado, hijo de un senador
romano rico. Sin embargo, el día en que Alexis iba a casarse, Cristo
irrumpió repentinamente en su vida. Conmovido hasta lo más profundo
a causa de su conversión, Alexis lo dejó todo: su familia, sus riquezas
y hasta su prometida. Tras llevarse apenas la ropa que vestía, él viajó
a través de Europa y Siria. Allí pasó la mayor parte de su vida orando
y ayunando, sirviendo a otros y compartiendo el amor de Jesús. Él
soportó la pobreza y grandes sufrimientos por causa de Cristo.
Años más tarde, con una salud muy pobre y su cuerpo desfigurado,
Alexis regresó a Roma. Sin embargo, la familia y los amigos de Alexis
no lo reconocieron, ya que él les parecía simplemente un mendigo
mugriento. De manera que Alexis decidió mantener en secreto su
identidad. Él aceptó un empleo doméstico de su padre (quien no lo
reconoció), y vivió en un cuarto pequeño debajo de la escalera de la
casa de su familia. Así vivió durante diecisiete años, tratando de ser-
vir a otros en el espíritu de Cristo. Cuando Alexis murió, su familia
encontró su diario entre sus pocas posesiones, y entonces se dieron
cuenta de quién era él realmente.
*
O, Valdesius. Su nombre francés fue Waldes (o Valdés). Algunos libros se refieren a él como
Pedro Waldo, pero aparentemente esto no fue su verdadero nombre.
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Capítulo 29
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Los valdenses
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Capítulo 29
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Los valdenses
209
Capítulo 29
La polinización cruzada
Poco después, los valdenses (como los llamaba ahora la Iglesia)
se reunieron con algunos de los discípulos de los dos predicadores
del reino que anteriormente habíamos mencionado: Pierre de Bruys
y Henri de Lausana. Waldesius pudo ver claramente que estos otros
cristianos no eran herejes. Sin embargo, estos otros cristianos expre-
saban fuertes críticas de la Iglesia romana. Ellos atacaban a Roma
por su mundanería, sus riquezas y su adquisición del poder mundano.
También señalaban que la veneración de imágenes y las oraciones por
los muertos no eran bíblicas.
Todo esto era nuevo para Waldesius y sus discípulos. Sin embargo,
como estudiantes sinceros de la Biblia que eran, ellos escudriñaron
las escrituras. Y pronto se dieron cuenta de que estas críticas eran
acertadas. Por tanto, ahora ellos también comenzaron a denunciar los
errores y pecados de la Iglesia.8
La Iglesia Católica no demoró en reaccionar. En el año 1184, el Concilio
de Verona condenó a los valdenses como cismáticos peligrosos (aunque no
como herejes). Al parecer, el mismo Walter Map que los había engañado
con sus preguntas caprichosas metió su mano en esto. Él escribió:
Estas personas no tienen moradas fijas, sino que viajan de dos en dos,
descalzos y vestidos con túnicas de lana. Ellos no son dueños de nada, sino
que comparten todo en común, siguiendo la costumbre de los apóstoles.
Desnudos, ellos siguen a un Cristo desnudo. Sus inicios son extremada-
mente humildes, pues todavía no tienen muchos seguidores. Sin embargo,
si los dejamos a sus maquinaciones, terminarán echándonos a todos.9
Una vez más, la gente temía que los mansos y humildes trastornaran
el mundo. Finalmente, en el año 1190, la Iglesia condenó a los valdenses
como herejes, exponiéndolos a la represión despiadada y la muerte.
Sin desanimarse, Waldesius y sus discípulos continuaron viajando
a través del sur de Francia. Posteriormente, cruzaron los Alpes rumbo
a Lombardía en el norte de Italia. Allí encontraron a los seguidores de
Arnaldo de Brescia, otro predicador del reino del cual ya hemos habla-
210
Los valdenses
do. Los puntos de vista de estos cristianos italianos (conocidos como los
Pobres de Lombardía) ayudaron a los valdenses a darse cuenta de que la
iglesia no debe involucrarse con el estado. A su vez, el espíritu y el celo
de los valdenses resultaron ser un estímulo refrescante para los Pobres de
Lombardía. De modo que estos consintieron en unirse a los valdenses.
Los valdenses trajeron a este movimiento compuesto un fuerte celo
evangelista. Los Pobres de Lombardía, a su vez, trajeron al movimiento
la estabilidad de la comunidad. Unidos, ¡ellos llegaron a ser una fuerza
muy revolucionaria la cual había de ser tomada en cuenta! Pero éste
fue un ejército sin ningún tipo de armas, excepto la palabra de Dios.
Unidos, ¡ellos estaban listos para trastornar el mundo!
211
Capítulo 29
Me atrevo a decir, y es muy cierto, que ninguno de los papas desde Sil-
vestre en adelante, ni los cardenales, ni los obispos, ni los abades y así por
el estilo, tienen el poder para absolver o perdonarle a ninguna criatura ni
siquiera un solo pecado mortal. Dios es el único que perdona, y ningún
otro. Esto es lo que los pastores deben hacer: predicarle a las personas y
orar con ellas, y alimentarlas con la enseñanza que viene de lo alto.13
Los valdenses fueron estudiantes apasionados de la Biblia, y con el
tiempo eliminaron prácticamente todos los aspectos de la fe católica que
212
Los valdenses
213
Capítulo 29
completamente deshumanizados y las formas de sufrimiento fueran
tan monstruosamente repugnantes y tan absolutamente crueles. En este
aspecto las “Masacres de Piedmont” no tienen paralelo.16
A principios de los años 1500, la mayoría de los creyentes valdenses
habían sido masacrados. Sin embargo, el movimiento sobrevivió a estas
horribles persecuciones, aunque sólo en unas pocas localidades. Aun
así, los valdenses no iban a renunciar. Las comunidades sobrevivientes
inmediatamente comenzaron a imprimir folletos, haciendo uso de la
nueva y fenomenal invención: la imprenta.
Notas finales
1 Giorgio Tourn, et al., You Are My Witnesses (Torino, Italy: Claudiana
Editrice, 1989) 14.
2
Tourn 15.
3 Tourn 16.
4 Tourn 20.
5 Tourn 17
6 Tourn 18.
7 Tourn 19.
8 Tourn 19.
9 Tourn 20.
10 Tourn 36.
11 Tourn 37.
12 Erbstösser 202.
13 Tourn 54.
14 Tourn, 51.
15 Judith Collins, “Heritage of the Waldensians: A Sketch,” en
http://www.wrs.edu/journals/jour896/waldensians.html.
16
J. A. Wylie, The History of Protestantism, 1878, Tomo II, página 485,
citado en Collins.
214
30
Una corriente
alternativa
N o todos los movimientos medievales de reforma enfocaron el
evangelio del reino. Junto a la corriente del reino, también fluyó
una corriente distinta, la corriente de los reformistas agustinianos.
A primera vista, parecería que ningún movimiento relacionado con
Agustín podría ser un verdadero movimiento de reforma. Al fin y al cabo,
él fue el apologista de todo el híbrido constantiniano. Pero la Iglesia en
los días de Agustín había sido parte del híbrido durante menos de un
siglo. Con el paso del tiempo, la Iglesia se apartó aun más de las ense-
ñanzas de Jesús. La veneración de las imágenes, de María y de los santos
apenas comenzaba a practicarse en los días de Agustín. En su tiempo,
no existían ni indulgencias papales ni cardenales. A los miembros de la
congregación se les permitía beber de la copa de la comunión.
De modo que regresar al cristianismo de los días de Agustín era en
sí una reforma importante. Sin embargo, dicha reforma se encontraba
siempre dentro del híbrido constantiniano. De ninguna manera era un
regreso al evangelio del reino.
215
Capítulo 30
216
Una corriente alternativa
Juan Wyclif
Quizá el más destacado reformista agustiniano de la Edad Media
fue Juan Wyclif. Él trabajó como profesor de filosofía y teología en
la Universidad de Oxford en la Inglaterra del siglo XIV. Wyclif fue
popular en los círculos académicos ingleses de su tiempo, y contó con
el apoyo de la corte real inglesa.
Al igual que los reformistas agustinianos que lo siguieron, Wyclif
enseñó en contra de la mayoría de los cambios en la Iglesia Católica
después de la época de Agustín: la doctrina de la transubstanciación;
la veneración o adoración de las reliquias, las imágenes y los santos;
y el otorgamiento de indulgencias.1
Wyclif también rechazó las afirmaciones exaltadas del Papa. De
hecho, él llamó a la Iglesia romana “la sinagoga de Satanás”, y dijo
que el Papa era el anticristo. Wyclif vio correctamente que “Pedro y
Clemente, junto con otros colaboradores en la fe, no habían sido papas,
sino colaboradores de Dios en la obra de edificar la iglesia de nuestro
Señor Jesucristo”.2 Wyclif quiso que la Iglesia nacional en Inglaterra
fuera independiente del Papa. Él denunció a todas las órdenes religiosas
en el lenguaje más vehemente, atreviéndose al punto de decir que nadie
podría ser un verdadero cristiano si pertenecía a una orden.3
En sus escritos, Wyclif atacó con furia las riquezas de la Iglesia
Católica. De hecho, él enseñó que ni los clérigos ni la Iglesia debían
poseer ninguna propiedad.4 Sin embargo, Wyclif no llegó al punto
de abrazar todas las enseñanzas de Jesús contra la acumulación de
riquezas en la tierra. Él no tuvo objeción en contra de que los reyes y
los miembros de la nobleza atesoraran riquezas en la tierra; él simple-
mente no deseaba que la Iglesia lo hiciera. Wyclif incluso llegó a decir
que si la Iglesia no le cedía a la corona sus inmensas propiedades, la
corona debería apoderarse de ellas por la fuerza. Esto precisamente
fue lo que hizo Enrique VIII aproximadamente 150 años después de
la muerte de Wyclif.
Al igual que otros reformistas agustinianos, Wyclif aceptó com-
pletamente el híbrido constantiniano. La única parte de dicho híbrido
que él rechazó fue la falsa Donación de Constantino a la cual hice
referencia anteriormente. En los días de Wyclif, este documento aún
era aceptado como auténtico. Ya que Wyclif creía que el estado era el
217
Capítulo 30
Los lolardos
La influencia de Wyclif se mantuvo viva en Inglaterra por medio
de sus discípulos a quienes los católicos llamaron los lolardos. Wyclif
218
Una corriente alternativa
219
Capítulo 30
ley de la gracia y llena de misericordias. Esta conclusión se demuestra
claramente por medio de los ejemplos de la predicación de Cristo aquí
en la tierra, por cuanto él especialmente le enseñó al hombre a amar a sus
enemigos, a mostrarles piedad y no a matarlos. La razón es la siguiente:
(por lo general) cuando los hombres pelean, el amor se olvida después
del primer golpe. Y quienquiera que muere sin amor cae directamente
por el camino recto al infierno.
Además, nosotros sabemos bien que ningún clérigo puede por medio
de la escritura o algún motivo lícito remitir la pena de muerte por un
pecado mortal y no por otro. Pero el Nuevo Testamento es la ley de la
misericordia, y prohíbe toda clase de matanza. Ya que el evangelio dice:
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás.” (…) [Los cruzados]
no merecen las gracias del Rey de Paz. Ya que es por medio de la hu-
mildad y la paciencia que se multiplica la fe. Cristo Jesús aborrece y
amenaza a los hombres que pelean y matan, pues él dice: “El que hiera
a espada, a espada perecerá”.11
Como era de suponer, el Parlamento no aprobó estos artículos
lolardos. De hecho, al cabo de algunas décadas, la corona y la Iglesia
Católica se unieron en un intento por exterminar completamente a los
lolardos. Los poderes católicos persiguieron a los lolardos despiada-
damente, y muchos de ellos fueron quemados en la hoguera. Otros se
retractaron de sus doctrinas cuando fueron confrontados con la tortura
y la muerte. Los sobrevivientes permanecieron en la clandestinidad.
Los lolardos continuaron reuniéndose, pero en secreto. En sus reunio-
nes sencillas enfatizaron el estudio de la Biblia y la predicación de
la palabra.12
Después que el movimiento lolardo perdió el apoyo del rey y
la nobleza, comenzó a asumir muchas de las características de los
movimientos medievales del reino. Sus miembros ahora eran casi ex-
clusivamente comerciantes, campesinos y pobres urbanos. La Iglesia
Católica nunca pudo exterminarlos, de manera que los lolardos todavía
existían cuando la Reforma llegó a Inglaterra.13
Sin embargo, lo que la Iglesia Católica no pudo hacer, lo hizo la
Reforma. Los lolardos sobrevivientes fueron absorbidos por la Refor-
ma inglesa y su teología agustiniana. Después de la época de la Reina
María (1553–1558), ellos perdieron sus enseñanzas características y
su identidad.
220
Una corriente alternativa
Notas finales
1 Henry Gee y John William Hardy, eds, “Wycliffe Propositions Condemned
at London,” Documents Illustrative of English Church History (London:
MacMillan and Co., Ltd., 1910) 108–109.
2 “Council of Constance,” Sesión 15, 6 de julio de 1415, en
http://www.dailycatholic.org/history/16ecume3.htm.
3
Gee y Hardy 110.
4 Gee y Hardy 109, Conclusión 10.
5 Gee y Hardy, Conclusión 16.
8 Gee y Hardy 128–131.
9 John A. F. Thomson, The Later Lollards 1414–1520 (London: Oxford
University Press, 1965) 247.
10 Henry Gee y John William Hardy, eds, “The Lollard Conclusions,”
Documents Illustrative of English Church History (London: MacMillan
and Co., Ltd., 1910) 128, Conclusión 6.
11 Gee y Hardy 131, Conclusión 10.
12 Thomson 244–21.
13 J. Strype, Ecclesiastical Memorials, Parte II (London, 1822) 54–55.
221
31
Los valdenses
se encuentran con
los reformistas suizos
A principios del siglo XVI, la corriente agustiniana que había sido
muy débil durante la Edad Media de pronto se hizo popular en
Alemania por medio de la enseñanza de Martín Lutero. Al mismo
tiempo, dicha corriente había estallado en Suiza bajo el principal re-
formista allí, cuyo nombre era Ulrico Zwinglio. Como era típico de los
reformistas agustinianos, tanto Lutero como Zwinglio eran hombres
universitarios bien educados. Ambos también eran admiradores de
Agustín y estaban bien versados en sus escritos.
Zwinglio, hijo de un magistrado suizo, fue un prominente patriota,
humanista, predicador y hombre de estado. También fue un sacerdote
ordenado que sirvió como capellán militar para los mercenarios suizos
que luchaban en nombre del Papa. En 1519, Zwinglio fue nombrado
pastor de la iglesia principal en Zurich, Suiza.1
Cuando aceptó el cargo, Zwinglio no tenía la intención de comenzar
una Reforma. Sin embargo, en sus predicaciones, él decidió no seguir
las interpretaciones de los teólogos católicos medievales. Más bien,
él siguió su propia interpretación de la escritura; interpretaciones que
estuvieron muy influenciadas por Agustín.
Zwinglio fue una figura pública popular, y los magistrados civiles
en Zurich no se opusieron a su predicación. De hecho, ellos incluso
les ordenaron a los otros sacerdotes que predicaran sólo las escrituras
y que guardaran silencio con relación a las añadiduras humanas. En
1522, Zwinglio predicó un sermón que demostraba que la prohibición
de comer carne durante la Cuaresma no tenía fundamento en la escri-
222
Los valdenses se encuentran con los reformistas suizos
223
Capítulo 31
224
Los valdenses se encuentran con los reformistas suizos
225
Capítulo 31
Para Farel y los reformistas, esto fue una gran conquista teológica.
Los valdenses en lo fundamental habían acordado renunciar práctica-
mente a todo lo que su movimiento había sostenido. Durante siglos,
ellos habían sufrido una persecución horrenda a manos de los católicos
antes que interrumpir su predicación ambulante. Sin embargo, ahora
renunciaban a dicha predicación sin que los hicieran derramar una
gota de sangre. En Chanforans, ellos incluso acordaron renunciar su
práctica de la pobreza voluntaria.11
Para colmo, la rendición espiritual en Chanforans fue empeorada al
consentir los valdenses en comisionar una nueva traducción francesa
de la Biblia para sustituir la traducción valdense que ellos habían
usado durante siglos.12
Era el fin de uno de los movimientos del reino más importantes en
la historia cristiana. A decir verdad, los valdenses continuaron exis-
tiendo. Se convirtieron en cristianos reformados modelo, portando la
espada felizmente en defensa de sus creencias. Ellos se percataron del
“error” de haber obedecido literalmente tantos pasajes de la Biblia. Y
en la actualidad aún están entre nosotros. Sin embargo, su testimonio
del reino no lo está.
Notas finales
1 Henry S. Lucas, The Renaissance and the Reformation (New York: Harper
& Row, 1960) 519.
2 Lucas 520.
3 Harold J. Grimm, The Reformation Era 1500–1650 (New York: The
Macmillan Company, 1965) 188.
4 Lucas 526.
5 Grimm 321–324.
6 Tourn 66.
7 Tourn 66–67.
8 Tourn 66–67.
9 Tourn 66–69.
10 Tourn 72.
11 Tourn 72.
12 Tourn 69.
226
32
La nueva Sion
en Ginebra
D espués de la conferencia en Chanforans, Guillermo Farel se
trasladó a Ginebra, donde se hizo amigo de un joven predicador
muy dotado llamado Juan Calvino. Farel persuadió a Calvino para que
escribiera el prefacio de la nueva traducción reformada que los valden-
ses habían consentido en usar. Farel también convenció a Calvino para
que se quedara en Ginebra y dirigiera la Reforma allí. Pronto Ginebra
se convirtió en el centro de la Reforma Suiza.
Al igual que Zwinglio, Calvino aceptó el híbrido constantiniano sin
reservas. En lugar de conducir a Ginebra de regreso al evangelio del
reino, Calvino deseó establecer en Ginebra un estado similar al Israel
del Antiguo Testamento. Todos los ciudadanos del estado tendrían que
aceptar la Reforma y asistir a los cultos. Y el estado estaría activamente
involucrado en la obra de establecer y mantener una doctrina “verda-
dera” y una vida piadosa. Para aquellos que apoyaban fuertemente a
Calvino, esto era un sueño hecho realidad.
Sin embargo, para los que no estaban de acuerdo con Calvino ni con
sus reformas, esto era un reino de terror. Para mantener la disciplina sobre
la población, los reformistas de Ginebra establecieron un cuerpo conoci-
do como el consistorio. Éste estaba compuesto de todos los pastores en la
ciudad, junto con doce presbíteros. Los ciudadanos que se opusieran a la
doctrina de Calvino o que no asistieran a los servicios de la Iglesia eran
citados ante el consistorio para que fueran disciplinados.1 El consistorio
emprendió su tarea con gran entusiasmo. Para ello, varios funcionarios
fueron ubicados en varios distritos de la ciudad con el objetivo de vigilar
la conducta de la población. Estos funcionarios civiles denunciaron a
cualquier persona ante la más mínima infracción. Ellos interrogaban a
los niños a fin de obtener información acerca de sus padres.2
227
Capítulo 32
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La nueva Sion en Ginebra
229
Capítulo 32
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La nueva Sion en Ginebra
Notas finales
1
Grimm 338.
2
Grimm 325.
3
Grimm 342.
4
Rahull Nand, “John Calvin: Not So Tyrannical” en
http://oprfhs.org/division/history/interpretations/2000interp/.doc.
5 “The Murder of Michael Servetus” en
http://www.bcbsr.com/topics/servetus.html.
6
John F. Fulton, Michael Servetus Humanist and Martyr (Herbert Reichner,
1953) 35.
7 Philip Schaff, History of the Christian Church, Tomo VIII (Grand Rapids:
William B. Eerdmans Publishing Company, 1910) 768.
8 Walter Nigg, The Heretics (Alfred A. Knopf, Inc., 1962) 328.
9 “The Murder of Michael Servetus.”
10 John Calvin, “On the Magistrate” en Treatises against the Anabaptists and
against the Libertines (Grand Rapids: Baker Bk. House, 1982) 77–78.
11
“Second Helvetic Confession,” cap. XXX, reproducido en John H. Leith,
ed., Creeds of the Churches (Atlanta: John Knox Press, 1973) 190–191.
12 Calvin 77.
233
33
234
La bandera del reino se levanta de nuevo
Los maestros del rebautismo, los predicadores que bautizan y los líde-
res de las reuniones irregulares deben ser ahogados. Los que han sido
previamente liberados de prisión que han jurado desistir de semejantes
cosas, incurrirán en el mismo castigo. Los anabaptistas extranjeros
deben ser expulsados; si regresan, serán ahogados. Nadie está auto-
rizado a separarse de la Iglesia [del estado] y abstenerse de la Santa
Cena. Quienquiera que huya de una jurisdicción a otra será desterrado
o extraditado a solicitud de las autoridades.9
Zwinglio y sus magistrados civiles rápidamente arrestaron a cual-
quier maestro o líder anabaptista que pudieron encontrar. A estos
cristianos los lanzaban en mazmorras tenebrosas y los alimentaban
sólo con pan y agua. Si estos cristianos encarcelados se negaban a
retractarse de sus “errores”, les ataban las manos detrás de la espalda
y los ahogaban en el río; un bautismo de muerte.2
En Alemania, Austria y Holanda surgieron otros líderes y grupos de
cristianos del reino independientemente de los anabaptistas en Suiza.
Estos otros grupos del reino sin excepción descubrieron el mismo
evangelio del reino, y pronto se pusieron en contacto los unos con los
otros. Los reformistas y los católicos llamaron a todos estos cristianos
del reino por el nombre de anabaptistas.
Todos los reformistas principales creían que el problema funda-
mental con Roma era su teología. Esto se debía a que todos estos
reformistas creían que la esencia misma del cristianismo era la teolo-
gía. Sin embargo, los anabaptistas de forma acertada se percataron de
que la esencia del cristianismo es la relación, no la teología. Primero
tenemos que nacer de nuevo para poder entrar en el reino de Dios. Y
*
Esto era porque ellos practicaban voluntariamente el bautismo de creyentes en lugar de aceptar el
bautismo de infantes impuesto por el estado.
235
Capítulo 33
luego podemos crecer como una rama en la vid de Jesús. Sí, Roma
apoyaba muchas prácticas y doctrinas no bíblicas, y cada una debía
ser corregida. No obstante, el solo hecho de hacer las correcciones
teológicas no iba a resolver el problema fundamental.
El problema principal era que el catolicismo romano se había
convertido esencialmente en una religión mecánica. Todo funcionaba
automáticamente. Si una persona apoyaba el credo de la Iglesia, partici-
paba de los sacramentos y moría siendo fiel a la Iglesia (no involucrado
en pecado mortal), entonces era salva. Si una persona cometía un pecado
grave, esa persona podía expiarlo mecánicamente con sólo cumplir la
penitencia indicada. Esto podía incluir lo mismo dar limosnas, participar
en una peregrinación o cruzada, pagar por una indulgencia o contemplar
las reliquias de los santos. No se requería un cambio de corazón. Y por
tanto, la relación de la persona con Cristo nunca cambiaba.
Ahora bien, yo deseo dejar bien claro que la Iglesia Católica Romana
como tal no enseñaba oficialmente que el cristianismo era solamente
una cuestión de pasar mecánicamente por una lista de pasos. La Iglesia
realmente enseñaba que el amor a Dios y el arrepentimiento genuino
del pecado eran esenciales. El problema era (y aún lo es) que había un
abismo considerable entre lo que Roma decía oficialmente y lo que en
realidad se practicaba y se predicaba en la comunidad católica típica.
En la práctica, el catolicismo romano en su esencia se había convertido
en una religión mecánica que predicaba una gracia barata.
A menudo se cree que la Reforma cambió todo esto. Sin embar-
go, la Reforma sólo reemplazó en gran medida una forma de gracia
barata (los sacramentos, las indulgencias, etc.) por otra forma de
gracia barata… la creencia fácil: Sólo cree que Jesús murió por tus
pecados y que tu propia obediencia no juega ningún papel en tu
salvación y, ¡bingo!, tu vida eterna en el cielo está asegurada. Lo
cierto es que los luteranos alemanes se diferenciaban poco de los
católicos alemanes, excepto en lo referente a la teología y las for-
mas de adoración. A decir verdad, las iglesias reformadas en Suiza
sí exigían una forma de vida cristiana mucho más estricta, la cual
hacían cumplir por medio de las autoridades civiles. No obstante,
estas iglesias aún enseñaban la peor forma de cristianismo mecánico.
Es decir, que Dios arbitrariamente predestinaba a todas las personas
incluso antes de que nacieran.
236
La bandera del reino se levanta de nuevo
El nuevo nacimiento
Ni Lutero, ni Zwinglio, ni Calvino ni los católicos romanos pusie-
ron mucho énfasis en el nuevo nacimiento. En sus sistemas, el nuevo
nacimiento era simplemente parte de todo el proceso mecánico. Pero
para los anabaptistas esto era muy diferente. Una persona tenía que
comenzar con el nuevo nacimiento, incluyendo un compromiso per-
sonal con el reino de Cristo. No se trataba simplemente de creer en
Jesús como el Salvador de uno. Él también tenía que ser el Señor de
uno. Y esto no simplemente en el plano teológico, sino que tenía que
verse reflejado en la vida real de la persona. Así como lo expresó un
anabaptista:
Ahora bien, tal vez algunos respondan: “Nuestra creencia es que Cristo
es el Hijo de Dios, que su palabra es verdad y que él nos compró con su
sangre y su verdad. Fuimos regenerados en el bautismo y recibimos el
Espíritu Santo; por tanto, somos la verdadera iglesia y congregación de
Cristo.” A los tales respondemos: “Si su fe es como ustedes dicen, ¿por
qué no hacen lo que él les ha mandado en su palabra?” Su mandamiento
es: “Arrepiéntanse y guarden los mandamientos”. (…) Fiel lector, piense
que si esto le hubiera pasado a usted así como usted dice, (…) usted
tendría que reconocer, además, que el nacimiento antes mencionado y
el Espíritu recibido están totalmente sin efecto, sabiduría, poder y fruto
en usted; sí, vanos y muertos. Que usted no vive ni por el Espíritu ni en
el poder del nuevo nacimiento.3
El mismo escritor describió el tipo de fe que el evangelio del reino
demanda: “La verdadera fe evangélica no puede estar inactiva. Sino
que viste al desnudo. Da de comer al hambriento. Consuela al afligido.
Protege al desamparado. Sirve a los que le hacen mal. Venda al que está
herido. Se ha hecho de todo a todos los hombres.”4 Como expresaba
otro líder anabaptista: “Ningún hombre puede conocer verdaderamente
a Cristo a menos que le siga en vida”.5
Como dice Pablo: “Porque el reino de Dios no consiste en palabras,
sino en poder” (1 Corintios 4.20). La esencia del reino no está en pa-
labras (la teología), sino en poder. Y en ese pasaje Pablo no se estaba
refiriendo al poder para hacer milagros. Los milagros son como las
palabras. Ellos pueden ser parte del reino, pero no son la esencia del
reino. Ellos no son nada por sí solos. Jesús sabía que nuestra inclinación
sería la de seguir los milagros; por tanto, nos advirtió de antemano:
237
Capítulo 33
238
La bandera del reino se levanta de nuevo
Espíritu Santo y su palabra. Él los viste con el vestido de justicia, de
pura seda blanca. Él los refresca con el agua viva de su Espíritu Santo y
los alimenta con el pan de vida. Su nombre es Jesucristo. Ellos son los
hijos de paz que han vuelto sus espadas en rejas de arado y sus lanzas
en hoces, y no se adiestrarán más para la guerra. Ellos dan a César lo
que es de César y a Dios lo que es de Dios.7
Estos nuevos cristianos del reino rápidamente se encontraron unos
con otros y fundaron congregaciones locales y alianzas a todo lo ancho
del continente. El movimiento anabaptista se propagó tan rápidamente
que parecía que se convertiría en un movimiento más amplio que el
de la corriente principal de la Reforma.8 Los anabaptistas no tenían un
sistema de misiones organizado. En cambio, al igual que los cristianos
primitivos, todos los anabaptistas eran misioneros que compartían el
evangelio del reino con todas las personas que les fuera posible. ¡Una
vez más, el evangelio del reino estaba trastornando el mundo!
Pero la reacción del mundo fue muy rápida. El mundo no tenía
ningún deseo de ser trastornado. Los reformistas temían que si muchas
personas se unían a este nuevo movimiento del reino, ellos no tendrían
las suficientes tropas para luchar contra los católicos o los turcos. Tanto
los reformistas como los católicos deseaban una sociedad establecida
dentro de los confines del híbrido constantiniano. Ellos habían llegado
a creer que si la Iglesia y el estado no estaban unidos, toda la sociedad
desaparecería. Por tanto, ¡los anabaptistas tenían que morir!
Tanto las Iglesias Católicas Romanas como las de la Reforma
sometieron a estos nuevos cristianos del reino a las mismas torturas
inhumanas que los romanos paganos una vez les habían impuesto a los
cristianos de su tiempo (excepto lanzarlos a los leones). Por ejemplo,
las autoridades alemanes llevaron a cabo la siguiente sentencia contra
el líder anabaptista Miguel Sattler:
Se ha dictado la sentencia de que Miguel Sattler sea entregado al verdugo,
quien lo conducirá al lugar de la ejecución y le cortará su lengua. Luego,
deben atarlo a un vagón y desgarrarle pedazos de carne de su cuerpo dos
veces con tenazas de acero al rojo vivo. Después de sacarlo del portón [de la
ciudad], ellos deben desgarrar su cuerpo cinco veces más de la misma ma-
nera. Después de esto, deberán quemarlo hasta convertirlo en cenizas.9
¿Y qué delitos tan graves había cometido Miguel Sattler para me-
recer semejante castigo cruel? Sencillamente que les había enseñado a
otras personas el cristianismo del reino. Dos de los nueve artículos de
239
Capítulo 33
Los cuáqueros
Aunque algunos anabaptistas llegaron a Inglaterra, ellos nunca
pudieron establecer un asentamiento permanente allí. Sin embargo,
en 1647, un movimiento del reino, natural de Inglaterra, surgió in-
240
La bandera del reino se levanta de nuevo
241
Capítulo 33
Los “hermanos”
En tanto que el movimiento cuáquero florecía en Inglaterra, un nuevo
movimiento espiritual (el pietismo) se difundía con fuerza a través de
Alemania y el norte de Europa. Anhelando una vida espiritual auténtica,
los cristianos que pertenecían a las Iglesias del estado comenzaron a
reunirse en pequeños grupos para estudiar la Biblia y orar. Al igual que
los cuáqueros, los pietistas ponían un gran énfasis en la obra interior del
Espíritu Santo. Y, al igual que los cuáqueros, los pietistas por lo general
consideraban el bautismo y la Santa Cena como no esenciales, es decir,
aspectos sin importancia de la vida cristiana. Desafortunadamente, a
diferencia de los cuáqueros, la mayoría de los pietistas no enseñaban
una obediencia literal a las enseñanzas del reino de Jesús.
En el área palatina de Alemania, a principios del siglo XVIII,
un joven cristiano llamado Alexander Mack había sido despertado
espiritualmente por el movimiento pietista. Ahora, la mayoría de los
pietistas permanecían en las Iglesias del estado (luteranas, reformadas
o católicas) y celebraban sus servicios de oración en horarios que no
interferían en los servicios de las Iglesias del estado. Sin embargo,
Mack y sus compañeros espirituales vieron la necesidad de separarse
de las Iglesias del estado y regresar al cristianismo primitivo. A partir
de la lectura de la Biblia, Mack y sus compañeros llegaron a ver el
claro evangelio del reino. Ellos rechazaron los juramentos, la guerra,
la acumulación de riquezas, las demandas judiciales y otras cosas
semejantes que se contradecían con las enseñanzas de Cristo.12
Estos nuevos cristianos del reino se llamaron a sí mismos simple-
mente por el nombre de “hermanos”, pero llegaron a conocerse como
bautistas alemanes o dunkards. Ellos difundieron el evangelio del reino
de manera entusiasta a través de todos los pueblos donde vivían. La
persecución por parte de las autoridades los obligó a trasladarse de un
pueblo a otro. Con el tiempo, se trasladaron a Germantown, Pensilvania
(EE.UU.). En su Autobiography (“Autobiografía”), Benjamín Franklin
describe su encuentro con los dunkards:
Creo que [hay] una conducta más prudente en otra secta entre nosotros,
la de los dunkards. Conocí a uno de sus fundadores, Michael Welfare,
no mucho después que ésta apareció. Él se quejó conmigo de que ellos
estaban siendo calumniados odiosamente por los fanáticos de otras
creencias y que se les acusaba de principios y prácticas abominables
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La bandera del reino se levanta de nuevo
con las cuales ellos no tenían nada que ver. Yo le dije que ese siempre
había sido el caso con las nuevas sectas y que, para detener semejante
abuso, creía yo que sería bueno publicar los artículos de su creencia y
las normas de su práctica. Él me dijo que esto se había propuesto entre
ellos, pero que no había sido aprobado por la siguiente razón:
243
Capítulo 33
Notas finales
1 Sammlung Simler, citado en “A History of the Baptists,”
http://www.pbministries.org/History/John%20T.%20Christian/vol1/history_10.htm.
2 Simler.
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Ahora nos toca a nosotros
ción popular. Los católicos devotos se imaginan que ellos tienen una
relación perpetua con esta María de ensueño.
Si bien los cristianos creyentes de la Biblia critican a los católicos
por adorar a María, lo cierto es que la mayoría de ellos también adoran
a una María. ¿Qué? ¿Qué ellos también adoran a una María? Sí, lo ha-
cen. Pero ellos la llaman Jesús, no María. El Jesús popular, el Jesús de
sólo crea y listo, es sencillamente una versión recalentada de la María
católica. Este Jesús nunca está enojado, él nunca castiga el pecado ni
tampoco tiene mandamientos. Él es toda gracia, y no ama otra cosa
que ser alabado y adorado. Una relación con este Jesús falsificado no
es más real que la relación imaginaria de los católicos con María.
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Ahora nos toca a nosotros
249
Capítulo 34
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