PEDRO TRIGO - Echar La Suerte Con Los Pobres de La Tierra
PEDRO TRIGO - Echar La Suerte Con Los Pobres de La Tierra
PEDRO TRIGO - Echar La Suerte Con Los Pobres de La Tierra
PEDROTRIGO, S.J.
ISBN:
Depsito Legal:
Coordinacin Editorial:
Pedro Trigo, s.j.
Impreso por:
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ndice
Introduccin
1 Algunos libros con este ttulo, salidos coincidencialmente en el mismo ao, son: PIXLEY/BOFF, C.
(1986): Opcin por los pobres. Paulinas, Madrid; LOIS (1986): Teologa de la Liberacin/ Opcin por
los pobres. IEPALA Ediciones, Madrid; LPEZ TRUJILLO (1986): La opcin por los pobres. BAC,
Madrid. Otro, publicado treinta aos despus: HENRIOT (2006): La opcin por los pobres/ El desafo
del siglo XXI. Mensajero, Bilbao. Ver tambin, VIGIL (1991): La opcin por los pobres. Sal Terrae,
Santander.
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la densidad de la realidad. Esta actitud nace del respeto que nos merece el
tema.
Esto significa que para nosotros objetividad nada tiene que ver con
asepsia, ya que la realidad de los pobres nos concierne e interpela. Por eso
para nosotros objetividad conlleva solidaridad.
Si la objetividad es para nosotros no solo exigencia sino pasin, al menos
como intento, queda excluido el entusiasmo en el sentido preciso de dejarse
llevar por emociones trascendentalizadas. No queremos concebir ilusiones ni
dejarnos llevar por ellas ya que tenemos esperanza en las virtualidades
realmente trascendentes de la realidad.
Intentaremos tratar el tema con la mayor humildad posible porque no lo
dominamos, sino que nos sobrepasa en todos los aspectos, porque no estamos
a la altura de l ni hacemos lo suficiente para responder a su interpelacin,
porque tratamos de situarnos ante l como un acto de servicio.
En definitiva trataremos del tema, o al menos intentaremos hacerlo, como
correspondencia a la toma de posicin del Dios de nuestros padres, del Dios
de nuestro Seor Jesucristo. Por eso, principalmente, es un tema teologal. Si,
como decan los escolsticos, una ciencia se define no por su objeto material,
su contenido, sino por su objeto formal, por la luz desde la que se lo estudia,
el horizonte y la perspectiva desde la que se lo trata, nosotros trataremos de
la opcin por los pobres desde la opcin del Dios judeocristiano, que se hace
manifiesta definitivamente en su Hijo Jess, y como correspondencia a ella,
desde nuestra fe en l, fe como confianza ltima en l y, por tanto, como
caminar en su presencia siguiendo a su Hijo y dejndose guiar por el impulso
de su Espritu.
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N O C I N A B S O L U TA
El antnimo de pobre es rico y ambos pertenecen a la rbita econmica
aunque, obviamente, tengan implicaciones sociales y antropolgicas, e
incluso polticas y, sobre todo, religiosas.
Me parece pertinente comenzar explicitando el antnimo porque cuando
se habla de pobres siempre hay alguien que pregunta de qu pobres se est
hablando. La razn es que el trmino pobre est tan cargado de peso
existencial y de connotaciones ticas o, dicho ms directamente, el que
escucha la palabra pobres se siente tan concernido, tan interpelado, aunque
no lo quiera reconocer que, para no verse obligado a implicarse en lo que se
va a tratar pregunta de qu pobres se trata porque da por descontado que hay
muchas clases de pobres y as, los pobres pobres pasan a ser solo una clase
2 Nos vamos a atener a lo que expresan los telogos de la liberacin porque lo que queremos exponer es
la nocin de pobres con la que de hecho trabajamos: GUTIRREZ: (1971): Ambigedades del
trmino pobreza.
En: Teologa de la Liberacin. CEP, Lima. Pp.353-356; GUTIRREZ (1980): Los pobres de Amrica
Latina; y La realidad de los pobres. En: La fuerza histrica de los pobres. CEP, Lima. Pp.199-211 y
251-259; RICHARD (1993): La pobreza. En: FLORISTNTAMAYO. Conceptos fundamentales
del cristianismo. Trotta. Pp.1.035-1.037; ELLACURA (1993): Pobres. En: FLORISTN-
TAMAYO. Ob.cit. Pp.1.043-1.046; SOBRINO (1993): Opcin por los pobres. En: FLORISTN-
TAMAYO. Ob. cit. Pp. 881-884; GUTIRREZ (1990): Mysterium Liberationis I, pp. 303-308.
OLIVEROS (1977): La pobreza y el pobre. En: Liberacin y teologa. CRT, Mxico. Pp.224-237;
PIXLEY-BOFF,C (1986): Quines son hoy los pobres y por qu? En: Opcin por los pobres. Eds.
Paulinas, Madrid. Pp.17-31; SNCHEZ (2014): Los discursos de la pobreza. En: ITER Humanitas
20. Pp.157-168
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de ellos, diluida entre los pobres hombres, los pobres enfermos, los pobres
pecadores y hasta los pobres ricos.
Sin embargo, para todos est claro a qu se refiere la palabra rico. Todos
sabemos y aceptamos que cuando se habla de rico sin ms, se est
mencionado a una persona que tiene muchos bienes, mucho dinero, mucho
capital, y que lo tiene establemente. Es decir, que rico es el que no solo tiene
mucho dinero, sino que lo sabe retener, lo que implica normalmente que lo
sabe gerenciar, cosa que no era tan decisiva en una sociedad estamental,
patrimonial, en la que todo trascurra por los cauces prefijados.
Simtricamente al trmino rico, pobre designa la carencia continuada y
estable, no meramente coyuntural, de elementos bsicos o mnimos para
vivir. Esta ltima es la pobreza extrema: el pobre pobre o, como se dice, el
pobre de solemnidad o el que est en la miseria, como el grado ms extremo
de la pobreza.
De una cultura a otra y de un momento histrico a otro dentro de una
misma cultura, hay variantes apreciables sobre qu se considera mnimo y,
ms an, bsico. Por ejemplo, lo que en una cultura campesina en un clima
subtropical o tropical, en un hbitat sano, con unas relaciones sociales
satisfactorias y con una homogeneidad social bsica, se considerara tener
cubierto el mnimo y andar en lo bsico, en un barrio de una gran ciudad, con
un hbitat insano, una gran tensin social y la incitacin de los massmedia al
consumo imposible, adems del contraste hiriente y humillante de la
exhibicin de los ricos, se considerara no tener lo mnimo necesario.
Ahora bien, respecto de la pobreza extrema hay un lmite mnimo, comn
a cualquier cultura y poca, que corresponde a nuestra constitucin como
seres corporales, y viene marcado por la desnutricin infantil y ms, si se
torna habitual, que provoca la imposibilidad de retener la atencin mucho
tiempo y de realizar esfuerzos sostenidos, hasta llegar a la inanicin y, como
su consecuencia necesaria, las enfermedades de pobres; aunque estas tienen
que ver tambin con las condiciones de morbilidad del hbitat, que varan
bastante de unas pobrezas a otras.
Esta es una nocin meramente descriptiva.
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Se da cuando las relaciones de produccin y las relaciones sociales son
profundamente asimtricas de tal modo que una parte de la poblacin que, de
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suyo, por sus cualidades, empeo y capacitacin, podra tener acceso estable
a bienes bsicos, de hecho no lo tiene porque quienes controlan la propiedad
y las relaciones de produccin y sociales se apropian de la mayor parte del
producto social y, ms bsicamente, de los bienes de la Tierra, en principio,
destinados a todos. Esta nocin dialctica se acenta cuando los que
controlan los medios de produccin y las reglas de juego niegan a la mayora
de la poblacin el derecho a capacitarse, que es el derecho ms humanizador
que tenemos todos los seres humanos.
En este sentido preciso hay pobres porque hay ricos3. En este sentido
hablaba frecuentemente Juan Pablo II de la inhumanidad de este tiempo
signado porque se acenta la brecha entre ricos y pobres, porque cada vez hay
ms ricos cada vez ms ricos y ms pobres cada vez ms pobres, respecto de
la riqueza de los ricos.
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Autopercepcin y heteropercepcin
Hasta ahora hemos expuesto un concepto objetivo de pobreza. Pero es
conveniente precisar que no pocas veces no coincide ni con la percepcin que
el pobre tiene de s ni con la percepcin que tienen otros de l.
En unos pases latinoamericanos mucha gente tiende a considerarse ms
pobre de lo que es, y por esa razn tiene un bajo concepto de s que llega a la
autoconmiseracin y por eso est ante su sociedad en actitud implorante o de
exigir. En otros, es el caso de Venezuela, cuando en un barrio se habla de los
pobres, por ejemplo, leyendo el evangelio, la mayora de los pobres objetivos
manifiestan una gran compasin hacia ellos, tal vez identifiquen a algn
vecino, pero ellos de ningn modo se consideran aludidos. Creo que la razn
5 SEN, Amartya (1997): Bienestar, justicia y mercado. Paids, Barcelona. Pp. 81-152.
6 TRIGO (2013): El trabajo productivo, nuestro bien ms escaso. En: SIC 751. Pp.19-25.
7 El papa Francisco no se cansa de hablar de la sociedad del descarte y por eso la califica de asesina y,
ms especficamente, de fetichista porque sacrifica al capital, como si fuera un dolo que vive de vidas
humanas, a los descartados. Es, dice, la nueva versin del becerro de oro: La crisis mundial que afecta
a las finanzas y a la economa pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de
su orientacin antropolgica, que reduce al hombre a una sola de sus necesidades: el consumo. Y peor
todava, hoy se considera al ser humano en s mismo como un bien de consumo, que se puede usar y
luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del descarte. Esta deriva se verifica a nivel individual y
social. Y, adems, se promueve. (Discurso en la presentacin de cartas credenciales: 16/05/2013)
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bsica es que ellos se consideran capaces de lidiar por s mismos con su vida y
de salir adelante. Por esa razn tampoco les gusta pedir, aunque aceptan
agradecidos al que les da horizontalmente, sin humillarlos, porque si en su
actitud ven un componente de superioridad que tiende a inferiorizarlos,
prefieren quedarse sin la ayuda que aceptar ese tipo de relacin. Su negativa
equivale a decirle: yo no soy ese tipo de persona minusvlida ni pedigea
que piensa usted. En cambio, para ellos es un ideal tener vecinos y compadres
que se ayuden mutuamente; como dicen, hoy por ti, maana por m.
No pocos de ellos, por esa misma razn, no aceptan nada del Estado,
cuando captan que es a cambio de vasallaje poltico. Sin embargo, otros s lo
hacen con una restriccin mental. Se dicen que el Estado da lo que tiene
obligacin de dar y por eso l lo puede recibir sin ruborizarse. Ahora bien, se
le puede seguir el juego a lo que propone indebidamente, por el derecho que
se tiene a lo que el Estado da, pero sin fidelidad de fondo. En cambio otros
llegan a hipotecarse al gobierno de turno, perdiendo esa sana independencia
y llegando a devaluarse realmente.
Tambin muchas veces la heteropercepcin no acierta con la realidad
objetiva. Mucha gente que vive en urbanizaciones de clase media media o
media alta iguala a todos los del barrio considerndolos a todos pobres, sin
percatarse de las profundas diferencias que hay entre ellos. En determinadas
culturas la pobreza es muy estridente y se evidencia hasta en el modo de
caminar y vestir, de tal manera que muchos que los ven desde fuera piensan
que son ms pobres de lo que muchos de ellos son. En otras, el problema es
el contrario: la mayora de la gente que camina por el centro de la ciudad son
gente de barrio y sin embargo, no es fcil distinguirlos de los populares o de
clase media baja.
La pobreza de la que hemos hablado hasta ahora es la nocin de pobreza
en sentido propio. Habra tambin una nocin metafrica y una nocin
analgica.
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Desde el sentido metafrico hablamos, por ejemplo, de pobres ricos por
las preocupaciones que tienen para conservar e incrementar su riqueza y, ms
radicalmente, por la deshumanizacin que engendra poner el corazn en las
riquezas (Lc 12,13-21;16,19-31).
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En la nocin analgica de pobreza incluimos a realidades que aunque de suyo
no expresan el concepto propio de pobreza, sin embargo, de hecho, en la
realidad histrica concreta participan de l.
La etnia es la realidad que ms claramente expresa lo que queremos decir.
A diferencia de la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, cuando
se sostena con pretensiones cientficas la superioridad de la raza blanca, hoy
nadie se atrever a sostenerlo, aunque vitalmente se deje llevar por este
prejuicio; y, sin embargo, aunque de suyo no haya etnias superiores ni
inferiores, se constata que en nuestra regin la mayora de los pobres son de
etnias no occidentales.
Est patente que la causa histrica de esta realidad es que la sociedad
latinoamericana nace como sociedad seorial, discriminando, por tanto, y
subyugando a las personas de esas etnias, ya que, si los que venan de Europa
venan para ser seores, eso significa que quienes estaban aqu o al menos la
mayora, fuera cual fuera su estatuto legal, eran obligados a asumir la
condicin ms o menos servil. Lo terriblemente perverso es que para hacerlo
con buena conciencia, sostuvieron que su estatuto subordinado provena de
8 El hombre lbil es el ttulo de la antropologa filosfica de Ricoeur. En: Finitud y culpabilidad.
Taurus, Madrid 1969. Pp. 27-229. La edicin de Trotta de 2004 traduce falible, que nos parece menos
adecuado.
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9 ARISTTELES (1982): Poltica. I,4-7,13. En: Obras. Aguilar, Madrid. Pp. 683-691,705-709.
10 Creemos haber demostrado, sin embargo, que as como el intelectual y poltico que era Gallegos
sostuvo vitalmente esa contraposicin, como artista plasm intuitivamente en la narracin lo contrario,
aunque sus comentarios lo interpreten en el esquema establecido, que no hace justicia a la novela. Ver:
La dialctica de Doa Brbara. En: Anthropos 10,1-1985. Pp. 93-121.
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11 TRIGO (2008): Transformaciones que acontecen en las personas populares de las comunidades. En:
El cristianismo como comunidad y las comunidades cristianas. Convivium Press, Miami. Pp. 166-
184.
12 Puebla 1148-1152.
13 Esta seguridad se deriva de que la vida religiosa es una fraternidad: los hermanos no pueden dejar
morir de mengua o enfermedades de pobres a un hermano sin renegar de la fraternidad que los
constituye.
14 ELLACURA: Ob. cit. 159-163.
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15 GUTIRREZ (1971): La pobreza, infancia espiritual. En: Teologa de la Liberacin. CEP, Lima.
Pp. 363-368; PIXLEY- BOFF, C. (1986): Pobreza material pobreza espiritual. En: Opcin por los
pobres. Eds. Paulinas, Madrid. Pp.161-181.
16 Puebla 1.142.
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caracteriza a la persona. Por eso podemos hablar con toda densidad de pobres
de espritu.
Hay que decir que llegar a serlo es una gracia de Dios muy grande e
implica tambin una respuesta a fondo y persistente. Por tanto, es una meta
muy alta y muy estimable. Tender seriamente a ella implica un grado muy
notable de humanizacin.
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Lo primero que se me ofrece considerar, porque me parece que es lo que da
el tono a esta poca, es que la opcin por los pobres no solo no est de moda,
sino que est fuera del horizonte epocal. La direccin dominante de esta
figura histrica es el totalitarismo de mercado, con marcados rasgos
fetichistas, y en ella los pobres son las vctimas por excelencia18 aunque, por
desgracia, no las nicas.
Es totalitarismo porque el mercado es presentado como absoluto al que
hay que sacrificar lo que sea, aunque sea el trabajo, la seguridad y los
beneficios adquiridos de toda una colectividad. Cuando, como se dice, los
mercados pierden confianza, hay que recuperar esa confianza al precio que
sea. Hay que estimular a los mercados en el entendido de que de su expansin
nos vienen todos los bienes. Como se ve, se personaliza a los mercados y se
pide tener con ellos la relacin debida solo a Dios.
Ahora bien, si los mercados y, ms en concreto, las ganancias de los
grandes inversionistas, son lo absoluto, como no puede haber dos absolutos,
la democracia, el Estado y, sobre todo, la vida real de los ciudadanos y los
17 Lo que diremos en este apartado est expresado con extraordinaria fuerza, coherencia y hondura, en
la Evangelii Gaudium del papa Francisco, nos 52-60,67, 202-205 y en el discurso con motivo de la
presentacin de cartas credenciales de cuatro embajadores (16/5/2013).
18 Nos preocupa la creciente desigualdad en nuestras sociedades entre ricos y pobres. Vemos signos de
idolatra de la riqueza, del poder y del placer, obtenidos a un precio altsimo para la vida de los
hombres. (Papa Francisco: encuentro con los jvenes de Asia. 15/7/2014). La economa que se ha
implantado en el mundo, donde en el centro est el dios dinero y no la persona humana, todo lo dems
se ordena y lo que no cabe en ese orden se descarta. (Papa Francisco: a los miembros de la Pontificia
Comisin para Amrica Latina. 28/2/2014)
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Captulo 2
E L C A S O S I N T O M T I C O D E L V O L U N TA R I A D O
Muchos de los que se quedan inconformes con su resignacin se dedican a
algn tipo de voluntariado. Hay algunos modos de ejercerlo que son en s
alternativos, no solo por las capacidades que trasfieren al medio popular sino,
sobre todo, por el tipo de relacin que se entabla (horizontal, mutua, gratuita
y humanizadora para ambas partes), que es radicalmente heterognea
respecto de la establecida e incompatible con ella. Pero la mayora de los
voluntariados son meramente compensatorios, ya que no rebasan el horizonte
establecido y, al paliar los efectos ms perversos de su dinmica, la refuerzan.
Este juicio no entraa su desaprobacin; por el contrario, para nosotros
buena parte de ellos, no obviamente todos, son positivos, tanto para los
voluntarios como para aquellos a los que atienden y, adems, esa experiencia
puede provocar un proceso que con el tiempo entrae una verdadera
exterioridad respecto del establecimiento.
Pero, de todos modos, para nosotros aceptar, al menos resignada y
tcitamente, el sistema y moverse en sus parmetros y, por otra parte, ejercer
el voluntariado, no es lo que entendemos por opcin por los pobres aunque,
como hemos insistido, puede convertirse en camino hacia ella.
Menos an lo es la llamada solidaridad pasiva que consiste en dar dinero a
los pobres, ordinariamente a travs de organizaciones asistenciales o
solidarias, pero sin implicarse personalmente en acciones solidarias que
contengan algn tipo de protesta contra injusticias institucionales o
estructurales o contacto directo sistemtico con los propios pobres. Tampoco
desdeamos este tipo de solidaridad que, aunque puede vivirse meramente
como un modo de aquietar la conciencia, tambin puede ser un signo de la
apertura hacia ese mundo, de autntica misericordia con los que sufren, que
en un momento dado puede ir ms all hasta decantarse en una verdadera
opcin.
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Y P O R E S O C O N T R A D I C T O R I A C O N L O E S TA B L E C I D O
Para nosotros la opcin por los pobres que propone el evangelio como
participacin de la de Dios y la de Jess, entraa un compromiso vital, una
verdadera alianza incondicional, que, por su dinmica, tiende a ser
totalizadora. Es as, al menos a nivel de horizonte en el que se quiere caminar,
aunque no sea la teorizacin cabal de lo que de hecho se vive. Este horizonte
querido y deseado mueve a caminar en l de manera que con el tiempo vaya
dando el tono a la vida o, por lo menos, nunca se renuncie realmente a que
vaya siendo as.
Claro est que esta opcin no es el nico elemento de nuestra vida ni el
determinante: ya dijimos que la hacemos como participacin de la de Dios y
Jess, es decir, por fidelidad a ellos, a quienes nos consagramos de modo, en
principio, absoluto, aunque esa consagracin tiene que acontecer; mejor, que
ir aconteciendo, porque el modo humano de ser es ser siendo.
Lo que llevamos dicho implica que optar por los pobres es incompatible
con la pertenencia al establecimiento, ya que implica una verdadera
solidaridad expresada en una relacin interpersonal de servicio horizontal19,
que no cabe en el modo de vivir establecido; pero igualmente incompatible
con su contrario: la propuesta de la poca pasada, representada por el
socialismo marxista, de hecho estatista, en cualquiera de su versiones,
incluida la que en Amrica Latina simboliz cristianos por el socialismo20 y,
por supuesto, la del autodenominado socialismo del siglo XXI.
Esto es una llamada de atencin sobre el hecho de que, si bien no podemos
prescindir de la actitud teologal y del mtodo teolgico del discernimiento de
los signos de los tiempos, tambin tenemos que afinar mucho ms al
ejercerlo, tanto a nivel analtico como hermenutico y, ante todo, tenemos que
considerarnos a nosotros mismos como parte de lo que necesita
discernimiento y no, ante todo, como sujetos que disciernen, como si no
19 Significa agacharse hasta quien tiene necesidad y tenderle la mano, sin clculos, sin miedo, con
ternura y comprensin, as como Jess se inclin para lavar los pies de los apstoles. Servir significa
trabajar al lado de los ms necesitados, estableciendo con ellos en primer lugar relaciones humanas,
de cercana, vnculos de solidaridad. Solidaridad, esta palabra que da miedo al mundo ms
desarrollado. Tratan de no decirla. Es casi un insulto para ellos. Pero es nuestra palabra! Servir
significa reconocer y acoger las exigencias de justicia, de esperanza y buscar juntos las vas, los
caminos concretos de liberacin. (Discurso del papa Francisco en Astalli: 10/9/2013)
20 RICHARD (1974): Cristianos por el socialismo. Sgueme, Salamanca; TRIGO (1974): Cristianos
por el socialismo. En: SIC 368. Pp. 351-358.
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Captulo 2
21 Es lo que hemos sealado muchas veces respecto del presidente Chvez: que pona el dedo en la llaga
de males reales, pero que el remedio que aplicaba era peor que las enfermedades que denunciaba.
22 Es el sentido de la propuesta que hace el Concilio Plenario de Venezuela de optar por los pobres, como
un verdadero eje trasversal de sus documentos. Ver TRIGO (2009): Optar porque los pobres lleguen
a ser plenamente sujetos en la Iglesia y en la sociedad y sean reconocidos como tales. En: Concilio
Plenario de Venezuela/ Una constituyente para nuestra Iglesia. Distribuidora Estudios-Centro
Gumilla, Caracas. Pp. 321-328.
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P E R T E N E C E A L N C L E O D E L M E N S A J E C R I S T I A N O
En primer lugar tenemos que asentar que la opcin por los pobres no es uno
de los temas de la tica social, que es una de las partes de la tica. As se
trataba en Europa cuando la teologa latinoamericana la coloc en el centro
del mensaje cristiano, y por eso los telogos que no captaron esa ruptura
epistemolgica consideraron que los latinoamericanos extrapolaban una
cuestin de tica social, colocndola indebidamente en un lugar que no le
corresponda.
A ese nivel epistemolgico el cambio fundamental consisti en pasar de
una teologa doctrinaria: el depsito de verdades revelado por Dios y
confiado a su Iglesia, identificada con la institucin eclesistica, con la
jerarqua, a una teologa narrativa porque la revelacin es histrica. Los
evangelios, y desde ellos toda la Biblia, constituyen las narraciones bsicas
de esta revelacin y, por tanto, la fuente de toda teologa que no es ante todo
un conjunto de verdades, sino dar cuenta orgnicamente de un conjunto de
acontecimientos que culminan decisivamente en Jess de Nazaret y que
incumben a toda la humanidad y a toda la creacin. Pues bien, desde la
perspectiva de la revelacin histrica, los pobres se sitan en primera lnea
como los destinatarios privilegiados de la accin de Dios en la historia. Esto
es lo que vamos a tratar de mostrar.
Pero, aunque la opcin por los pobres es un problema epistemolgico que
exiga ser tratado a ese nivel; ese no era el problema de fondo. Quienes
instalados en su ideologa o en su bienestar no se quisieron abrir a esta
perspectiva que exiga una reubicacin social, con unos costos personales
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23 En Medelln est la base, que es lo ms importante, pero Puebla es la primera que utiliza la expresin,
hasta el punto de que constituye el eje trasversal de todo el documento. Ver: GUTIRREZ (1979):
Los pobres y la liberacin en Puebla. Indo-American Press Service, Bogot; TRIGO (1979): La
opcin de Puebla. En: SIC 413. Pp. 108-111.
24 MUOZ (1987): El Dios de los pobres. En: Dios de los cristianos. Eds. Paulinas, Madrid. Pp.174-
177; GUTIRREZ. Ob.cit. 308-313; GUTIRREZ (1992): El Dios de la vida. Sgueme, Salamanca.
Pp.207-220; LEN (2008): El Dios de los pobres en la Teologa de la Liberacin. En: Teologas del
Tercer Mundo. PPC Fundacin SM, Madrid. Pp. 23-45. TRIGO (2012): El Dios de los pobres. En:
Revista Latinoamericana de Teologa, 87. Pp. 245-258.
25 O fundamento dessa opo pelos pobres radica-se no prprio Deus, que toma partido pelo pobre e
oprimido, ao criar um povo libertando-o da opresso do Egito, constituindo-o sinal antecipador do
Reino e ao indentificar-se com o pobre no seu filho Jesus. (LIBANIO, Antoniazzi (1987): Teologia
da Libertao: Roteiro didtico para um estudo. So Paulo: Loyola. P. 223).
26 O verdadeiro Deus o Deus dos pobres, que ouve o clamor dos oprimidos, que se empenha na sua
libertao, como aparece no livro do xodo. (LIBANIO, Antoniazzi (1994): 20 anos de Teologia na
Amrica Latina e no Brasil. Petrpolis: Vozes. P. 62).
27 BRAVO, Del tema del xodo al seguimiento de Jess. En Cambio 79-100; ELLACURA (2000):
Historicidad de la salvacin cristiana. En: Escritos teolgicos I, UCA, San Salvador. Pp.545-560;
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Esta predileccin de Dios por sus pobres lleg hasta el punto de confiar
tanto en ellos que eligi a los pobres de Yahvh como hbitat de su Hijo: as
aparecen caracterizados Mara y Jos, los pastores, Simen y Ana, en el
evangelio de la infancia de Lucas.
Esta revelacin de Dios como el que llama a la existencia a lo que carece
de vida y resucita a los muertos, que comienza al dar a Abraham y Sara la
fuerza para engendrar, de la que ellos carecan, culmina en el crucificado
Jess, a quien resucit de entre los muertos (Rm 4,17-25).
As pues, el Dios judeocristiano no es el dios de los dioses y el seor de los
seores, el que culmina y trasciende las jerarquas sociales, un dios que no
existe sino que es mera proyeccin de la fuerza de los poderosos y de los
anhelos de los dbiles, sino el que est con los de abajo dndoles la
consistencia de que carecen, dndoles, en definitiva, su misma consistencia,
como se revel en su Hijo Jess, una consistencia que no pudieron quebrar
los poderes de este mundo y de la que vivimos y viviremos siempre31.
31 A descrio do xodo esclarece um caminho que comeou l no Egito e que ainda no terminou. o
camimho de todos ns rumo terra prometida, onde reina a plena liberdade, nascida de Deus. (...) A
humanidade est toda envolvida no xodo, ou como diz o Conclio, est radicalmente comprometida
com o Mistrio Pascal de Cristo. Em tudo isso, existe a brecha por onde Deus entra, se faz presente
e atua em favor dos homens, e onde pode ser encontrado. (MESTERS (1972): Deus, onde ests? Belo
Horizonte: Editora Vega. P. 34).
32 SOBRINO (1991): Opcin por los pobres y seguimiento de Jess. En: VIGIL (Ed.) La opcin por
los pobres. ST, Santander. Pp. 33-46; GUTIRREZ (1992): Los destinatarios del reino. En: El Dios
de la vida. Sgueme, Salamanca. Pp. 203-220; El corazn del Evangelio es el anuncio a los pobres;
los pobres estn en el centro del anuncio de Jess (Papa Francisco: dilogo con un grupo de jvenes
flamencos. 31/3/2014). TRIGO (2008): Mutua implicacin entre Jesucristo y los pobres. En: Papel
de la teologa en el mundo actual. RLT 73. Pp. 67-71.
33 Como se sabe, esta expresin de Pablo significa que Jess, siendo de condicin divina, se despoj de
su rango y se hizo un simple mortal.
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Captulo 3
34 La circunstancia de que Mateo utilice el verbo central akolouzeo, que aplica tan a menudo al
discipulado para expresar la relacin de las masas populares con Jess ofrece una indicacin
hermenutica clara: el seguimiento de los discpulos no distingue a stos del pueblo adicto a Jess,
sino que este pueblo forma unidad con los discpulos gracias al seguimiento (LUZ (2001): El
Evangelio segn san Mateo vol.I. Sgueme, Salamanca. Pp. 246-247). Este pueblo es caracterizado
por el autor precisamente como ojlos.
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35 Directamente, en el contexto, significa desde su condicin humana pero, como connotacin, s se refiere
a su pobreza, ya que la cita es para animar a que den para los pobres de Jerusaln, no algn rico de las
comunidades sino el conjunto, que eran gente popular, como les pide que lo reconozcan (1Cor 1,26-
28).
36 El papa Francisco lo dice muy grficamente: No olvidis la carne de Cristo que est en la carne de
los refugiados: su carne es la carne de Cristo (A los participantes de la plenaria del Consejo Pontificio
de los Emigrantes e Itinerantes: 24/05/2013) O a las Superioras Generales: La pobreza se aprende
tocando la carne de Cristo pobre, en los humildes, en los pobres, en los enfermos, en los nios
(8/05/2013).No se puede hablar de pobreza, de pobreza abstracta, sta no existe! La pobreza es la
carne de Jess pobre, en ese nio que tiene hambre, en quien est enfermo, en esas estructuras sociales
que son injustas. Ir, mirar all la carne de Jess (Encuentro con estudiantes de escuelas de jesuitas de
Italia y Albania:7/6/2013). En cada hermano y hermana en dificultad abrazamos la carne de Cristo
que sufre. Hoy, en este lugar de lucha contra la dependencia qumica, quisiera abrazar a cada uno y
cada una de ustedes que son la carne de Cristo (Visita al hospital san Francisco de Ass. Ro
24/7/2013). Los conventos vacos no son vuestros, son para la carne de Cristo que son los refugiados
(Al Centro Astalli de Roma para la asistencia a los refugiados.10 de septiembre de 2013). Cunto
sufrimiento, cunta pobreza, cundo dolor de Jess que sufre, que es pobre, que es arrojado de su
Patria. Es Jess! Esto es un misterio, pero es nuestro misterio cristiano. Veamos a Jess que sufre en
los habitantes de la querida Siria (A los organismos de caridad catlicos que trabajen en la crisis siria:
5/05/2013).
37 SOBRINO (1991): La va del destinatario: el reino de Dios es para los pobres. En: Jesucristo
Liberador. Trotta, Madrid- Pp.110-121; MUOZ (1991): El Dios del Reino. En: Jesucristo
Liberador Ob. cit. Pp. 198-209; PIERIS (2006): El reino de Dios para los pobres de Dios.
Mensajero, Bilbao.
38 A esta relacin elemental entre Reino y pobres se refiere CASTILLO (1998): Jess, el pueblo y la
teologa, I y II. En: RLT 44. Pp. 111-138; 45 (1998) Pp. 279-324; El reino de Dios, DDB, Bilbao,
1999. Pp. 35-53, 191-243.
39 DUNN (1981): Jess y el Espritu. Secretariado Trinitario, Salamanca.
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Captulo 3
reinando en sus corazones, y les otorga el Reino; por eso los pobres son
dichosos ya, incluso en su condicin de pobres, no solo por la esperanza
cierta del Reino, sino sobre todo por el reinado actual de Dios sobre ellos o,
mejor, en ellos40 (Lc 6,20). Siguen siendo pobres, pero ya no estn
desvalidos, porque Dios, el amor infinito, est con ellos, entregado a ellos.
Esto lo formaliza Pieris con estas ecuaciones: All donde se ama y sirve a
Dios, son los pobres, y no la pobreza, quienes reinan./ All donde se ama y
sirve a los pobres, es Dios, y no Mammn, quien reina41.
Ahora bien, esto no es un hecho meramente objetivo, sino una relacin
interpersonal que incluye la revelacin de los misterios del Reino; una
revelacin negada a los sabios y entendidos (Lc 10,21)42. En el contexto, los
sabios y entendidos eran, sobre todo, los especialistas en la Tor, y en la
Iglesia, los doctores en Sagrada Escritura y teologa y ms en general los
dirigentes eclesisticos. Es obvio que casi nadie cree que esto es as. Y de esta
incredulidad derivan muchos problemas en nuestra Iglesia.
Hay que insistir en que esta correlacin revela a Dios y lo revela
precisamente en relacin con los pobres ya que el reinado es la entrega que
hace Dios de s mismo como Padre en su Hijo nico y eterno Jess para que
los pobres lleguen a constituirse en hijos suyos verdaderos.
Los pobres percibieron que era verdad lo que deca porque lo
sacramentalizaba con su vida43. Para los pobres Jess no era un altruista, un
humanista, sino un hombre de Dios, y saban que su obrar revelaba a Dios y
a su designio.
40 Jesus queria que os pobres tomassem conscincia deste amor do Pai que o animava por dentro, e que,
como ele mesmo, encontrassem em Deus a fonte de sua felicidade (MESTERS e MIRANDA (2010):
Jesus da escuta amorosa: as bem-aventuranas ontem e hoje. Belo Horizonte: Ed. O Lutador/
Paulus/CEAP/CEBI. P. 63). Las bienaventuranzas, dice Gutirrez, nos dicen con estremecedora
sencillez que la predileccin de Dios por los pobres, hambrientos y sufrientes tiene su fundamento en
la bondad gratuita del Seor (Teologa de la Liberacin. Sgueme, Salamanca 1999. P. 29).
41 El Reino de Dios para los pobres de Dios. Mensajero, Bilbao. 2006. P.52.
42 TRIGO (2011): Dios revela el Reino a los pobres. En: RLT 83. Pp.145-183.
43 Jesus tambm era pobre. Nasceu na pobreza e cresceu na pobreza. Vivia no meio dos pobres da
sua terra, igual a eles. Porm, para Jesus, nascer pobre e ser pobre no eram uma fatalidade nem um
castigo de Deus, mas sim a expresso de um apelo de Deus. Jesus no era um pobre revoltado com
inveja dos ricos que acumulavam toda a riqueza para si. Na sua pobreza Jesus tinha uma riqueza
maior. Deus estava com ele. O Reino de Deus vivia nele e o levava a lutar para que a injustia fosse
eliminada e os bens da terra fossem partilhados e se tornassem fonte de fraternidade para todos (...)
Jesus queria que os pobres tomassem conscincia deste amor do Pai que o animava por dentro, e
que, como ele mesmo, encontrassem em Deus a fonte de sua felicidade (MESTERS e MIRANDA.
Ob. cit. Pp. 61-63).
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Captulo 3
pobres con espritu son los pobres de las bienaventuranzas46, son necesaria-
mente pobres que aman la paz y la construyen; no obviamente por la
organizacin que la sustenta.
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6. Pobres evanglicos
La opcin por los pobres de los seguidores de Jess48 los convierte en
pobres evanglicos. Son los que estn en manos de Dios, no en sus propias
manos ni en las del orden establecido; y por eso, porque descansan realmente
en Dios y en l se apoyan como roca firme, tienen la libertad de renunciar a
sus bienes para convertirse en servidores de los pobres desde el horizonte del
Reino que proclam e hizo presente Jess como reinado. Esto es as porque
el reinado, el mundo fraterno de las hijas e hijos de Dios, no se puede
construir desde arriba sino desde abajo, porque solo se dar la fraternidad
universal desde la fraternidad con los pobres y solo desde ella se caminar en
esa direccin.
Esto puede tener grados diversos hasta llegar a la ms completa
desposesin; pero no como expresin asctica de desprecio de las cosas y,
ms en general, de la sociedad, del mundo, como se deca helensticamente
en la cristiandad, sino, por una parte, para liberarse de apetencias y poder
estar as libre para dedicarse de cuerpo entero a compartir con los hermanos
necesitados para recibir sus riquezas humanas y entregar los bienes
civilizatorios y culturales que posee y, sobre todo, la propia persona y, ms
radicalmente, porque realmente no se necesita nada (fuera de lo indispensable
para vivir) ya que la atencin y el inters estn centrados en el Dios de Jess,
en el seguimiento del propio Jess y en los hermanos que l nos dio. Este
ltimo punto es el ms decisivo porque la pobreza evanglica a la larga no se
mantiene si no se ha liberado el corazn del afn de poseer y consumir, dicho
48 GUTIRREZ, Renovar la opcin por los pobres. En: RLT 36. Pp. 269-280; GUTIRREZ. La
tica del Reino. En: El Dios de la vida Pp. 221-258; TRIGO (1979): La opcin de Puebla. En: SIC
413. Pp.108-111.
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Captulo 3
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Captulo 3
53 TRIGO (2004): La base en las comunidades de base. En: La Iglesia como comunidad y las
comunidades cristianas. Convivium Press, Miami. Para ver un ejemplo, contado por uno de sus
protagonistas, ver: VENEGAS - MORENO (2010): Conversaciones con Ronaldo Muoz.
Congregacin de los Sagrados Corazones. Santiago de Chile. Pp.183-197.
54 CAMARA, Hlder (1978): En busca de la pobreza perdida. En: Quin soy yo. Atenas, Madrid.
Pp.115-120.
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4. Nudos Problemticos y
Opciones Indispensables
E n esta seccin trataremos de los que son, a nuestro entender, los temas
ms decisivos, de los que ms depende hoy que se d efectivamente esta
opcin, como la entendemos evanglicamente. No intentamos nicamente
hacer un elenco de temas sueltos, sino que aspiramos a un tratamiento
orgnico de manera que la composicin de los diversos temas nos haga ver
hoy en toda su complejidad el asunto crucial de la opcin por los pobres.
1. C A M I N A R E N E L R E C O N O C I M I E N T O D E L A O P C I N
D E D I O S P O R L O S P O B R E S Y D E S U R E S P U E S TA
Dios opt por los pobres porque son el nico lugar de universalidad concreta
55 TRIGO (2012): Opcin de Dios por los pobres. En: RLT 87. Pp.245-258; GONZLEZ (1994):
Trinidad y liberacin. UCA, San Salvador. Pp. 227-235; ELLACURA: El pueblo con Espritu. En:
Conversin. Pp.70-79.
56 Tanto su reinado (l reina ya como Padre con entraas de madre en sus corazones, en el sentido de que
se les entrega incondicionalmente y espera su acogida) como su reinado transhistrico, cuando l sea
todo en todo.
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como Mesas pobre de los pobres y en ellos de todos, como la del Espritu
que, como Espritu del Padre y del Hijo, mueve a esta opcin.
Que Dios opte por los pobres manifiesta su modo de ser, su querer y, en ese
sentido, pertenece a su misterio. Pero como la voluntad de Dios que es, sin
duda, gratuita, no es caprichosa ni arbitraria, s tiene sentido preguntarse qu
mueve a Dios a optar por ellos. Tratando de responder, se podra argumentar
de modo sencillo diciendo que puesto que Dios es la pura misericordia (Lc
6,36), como los pobres padecen miseria, Dios inclina su corazn a ellos, que
eso es lo que significa literalmente misericordia. Esto es verdad y as aparece
en su revelacin a Moiss, que da origen al xodo: Dios es el que ve la
explotacin que sufren los hebreos, oye los gritos que les arrancan los
capataces y baja a liberarlos. Creemos que esa razn es suficiente ya que, en
efecto, es el motivo de su pasin por los pobres, en el doble sentido de la
palabra: su sufrimiento con ellos y su opcin apasionada por ellos.
Lo que hemos dicho es verdad, pero dicho as solo dara cuenta de su
preferencia por ellos y no de la relacin entre esa preferencia y el amor que
tiene por todos. Si tomamos en cuenta la globalidad del amor de Dios, que es
un amor concreto, situado, tenemos que decir que Dios opta de un modo
absoluto e irrevocable por todos, y que los pobres son el nico lugar de
universalidad real, y que la Iglesia es sacramento de esta voluntad de
salvacin universal desde el camino de los pobres.
Es cierto que Dios quiere que todos se salven y que Jess vino para todos
y dio su vida por todos o, dicho en la terminologa del cuarto evangelio, que
Dios no envi a su Hijo al mundo para juzgar, es decir, condenar al mundo,
sino para que el mundo se salve por l (3,17). As pues, el designio absoluto
de Dios es la salvacin de todo el gnero humano. No es solo el Mesas de
Israel ni el que viene a premiar a los justos y, de ningn modo, el que da
anuencia a lo que emprenden las naciones, a sus empresas (como reza el
dlar: annuit coeptis: Dios es el que da anuencia a lo que nosotros
comenzamos, a nuestros emprendimientos, a nuestras empresas). Jess es el
s de Dios (2Cor 1,19-20) porque en l Dios nos ha dicho que s a todos
incondicionalmente.
Ahora bien, ese s no se pronuncia desde arriba y desde fuera, sino desde
adentro de la humanidad: para salvarnos echa la suerte con nosotros, los seres
humanos, hacindose uno de nosotros y asumindonos a todos, llevndonos
a todos en su corazn. Que echa la suerte con la humanidad significa que,
pase lo que pase, es decir, sea favorable o adversa la suerte, no la va a
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Captulo 4
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58 Comblin asienta taxativamente: Desde que el cristianismo entr en el mundo, los movimientos y
fenmenos histricos que surgieron en el suelo donde aqul se implant, asumieron todos como
objetivo la liberacin de los pobres. (Tiempo de accin. CEP, Lima 1986. P.107)
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59 Dos ejemplos concretos de esta opcin seran la relacin entre opcin por los pobres y teologa desde
los pobres en la dictadura y la represin: VENEGAS-MORENO (2010): Conversaciones con Ronaldo
Muoz. Congregacin de los Sagrados Corazones. Santiago de Chile. Pp.159-181; y el de la provincia
de jesuitas de Centroamrica y de dos instituciones suyas representativas: WHITFIELD (1998):
Pagando el precio. UCA, San Salvador. Pp. 89-138.
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Captulo 4
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60 TAMEZ (1991): Justificacin por la fe y vida amenazada de los pobres. En: RLT 22. Pp. 71-89
61 Da a da, los pobres se hacen sujetos de la evangelizacin y de la promocin humana integral: educan
a sus hijos en la fe, viven una constante solidaridad entre parientes y vecinos, buscan constantemente
a Dios y dan vida al peregrinar de la Iglesia. A la luz del Evangelio reconocemos su inmensa dignidad
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Captulo 4
y su valor sagrado a los ojos de Cristo, pobre como ellos y excluido entre ellos. Desde esta experiencia
creyente, compartiremos con ellos la defensa de sus derechos. (Aparecida 398)
62 GUTIRREZ, Gustavo (1984): Beber en su propio pozo. Sgueme, Salamanca. Pp. 44-47. Sobre Dios
en nuestra marcha creyente, ver Muoz en Dios de los cristianos. Ob.cit. Pp. 27-60; MUOZ (1993):
La experiencia popular de Dios y de la Iglesia. En: Cambio social y pensamiento cristiano en
Amrica Latina. Trotta, Madrid. Pp.161-179. Es obvio que todo esto se da en la cotidianidad, que por
eso debe constituirse en el lugar de la reflexin teolgica: ISASI-DAZ (2003): Lo cotidiano elemento
intrnseco de la realidad. En: FORNET-BETANCOURT: Resistencia y solidaridad. Trotta, Madrid.
Pp.365-383; DUSSEL: El retorno de lo excluido. La vida humana cotidiana como lugar privilegiado
de la experiencia religiosa. En: Resistencia Pp.163-169; PIXLEY-BOFF, C. (1986): Los pobres y
sus prcticas de liberacin. En: Opcin por los pobres. Eds. Paulinas, Madrid. Pp.233-251; TRIGO
(2010): La accin de Dios en la historia segn la teologa latinoamericana. En: ITER 51. Pp.119-153.
especialmente 133-140 (con bibliografa); TRIGO (2003): Cristianos que viven en los cauces del
catolicismo popular. En: En el mercado de Dios, un Dios ms all del mercado. ST, Santander. Pp.164-
199; TRIGO (2005): El sujeto popular. En: Dar y ganar la vida. Mensajero, Bilbao. Pp.153-161;
TRIGO (2007): Opcin preferencial, solidaridad con los pobres. En: Pastoral suburbana. ITER 44.
Pp. 71-99; TRIGO (1989): Evangelizacin del cristianismo en los barrios de Amrica Latina. En:
RLT 16. Pp. 89-113, especialmente 106-108; TRIGO: El futuro de la Teologa de la Liberacin. En:
Cambio Pp. 298-315.
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2. A S U M I R Q U E L A O P C I N P O R L O S P O B R E S E S
TA M B I N , I N E L U D I B L E M E N T E , O P C I N C O N T R A
L A P O B R E Z A 64
Como punto previo hay que establecer que se puede combatir la pobreza
sin tener opcin por los pobres, mientras que no se puede optar
congruentemente por los pobres sin combatir, de un modo u otro, la pobreza.
Lo primero es claro: se puede combatir la pobreza, por ejemplo, para tener
ms consumidores y poder aumentar as la produccin y, por tanto, las
ganancias de los productores65; un gobierno populista puede combatirla para
63 Ttulo del primer libro de Benjamn Gonzlez Buelta (ST, Santander 1992), explicitacin de su
experiencia en los barrios de Guachupita y Los Guandules en la ciudad de Santo Domingo.
64 KOLVENBACH (2007): La opcin por los pobres ante el reto de la superacin de la pobreza
(Caracas 2 de febrero de 1998). En: Seleccin de escritos. Curia Provincial de Espaa de la Compaa
de Jess. Madrid. Pp. 545-555. GONZLEZ-CARVAJAL (1987): La lucha contra la pobreza. En:
Los signos de los tiempos. ST, Santander. Pp. 105-152.
65 Es la lgica del fordismo que, al segmentar el proceso de produccin y hacerlo en cadena, logr elevar
exponencialmente la productividad. Los salarios ms altos a los trabajadores y los precios ms bajos
crearan consumidores en potencia, que expandiran el sistema.
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Captulo 4
adquirir as una clientela fiel y con eso una base segura de sustentacin; una
persona muy religiosa la puede combatir porque le parece que es un precepto
de Dios que l tiene que cumplir por respeto a Dios y para merecer ante l;
una persona moral lo puede hacer por un imperativo categrico; tambin
puede darse el caso de hacerlo porque esa es su idiosincrasia, porque, como
decimos, le da nota.
Ahora bien, combatir la pobreza es un aspecto concomitante o una
consecuencia de la opcin por los pobres, aunque no sea lo directamente
intentado: La opcin por los pobres no tiene tampoco como objetivo directo,
inmediato, la superacin de la pobreza sino la humanizacin de los pobres,
su personalizacin () Porque la opcin por los pobres es ante todo una
relacin () slo esa relacin vital salva al pobre y a quien la entabla. Al
pobre lo salva de su minusvala y el que opta es liberado de su alienacin66.
La liberacin de la pobreza no solo no es lo directamente intentado, sino
que de buenas a primeras parece que la opcin por los pobres en vez de
conducir a la superacin de la pobreza, lo que logra es precipitar en ella a
quien la hace porque la opcin por los pobres se da al echar la suerte con ellos
y esta suerte, desde el punto de vista de la cultura dominante, ser siempre
mala suerte porque mientras dure la historia siempre habr pobres (Jn 12,8;
Dt 15,4.7.11)/ As pues, la alianza con los pobres como alianza con los
perdedores de la historia (que son tambin sus vctimas) es siempre en cierto
modo perder la vida. Por eso se la tiende a silenciar o a desnaturalizar67.
Por qu decimos, entonces, que la lucha contra la pobreza es un aspecto
concomitante que se sigue como naturalmente de la opcin por los pobres?
Porque el amor busca el bien de la persona que ama y el que opta por el pobre,
sea pobre o no pobre, no quiere que las personas que ha elegido como suyas
vean drsticamente disminuida su existencia a causa de la pobreza. La
pobreza, sobre todo la extrema, dificulta enormemente vivir humanamente
porque la tensin constante para seguir viviendo tiende a romper el equilibro
y es propicia a que la persona desista de su integridad y se deje dominar por
sus pasiones ms imperiosas. Esta tendencia se exacerba cuando, como
sucede hoy en las grandes ciudades, percibe la suficiencia de otros y el
derroche y desprecio de los de arriba. En esa situacin la persona tiende a
considerarse infeliz y con unas desventajas casi insuperables.
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Por qu hay hoy una resistencia visceral a unir opcin por los pobres
y lucha contra la pobreza
Hay gran resistencia a unir la opcin por los pobres con la lucha por
superar la pobreza porque se supone que la opcin por los pobres es algo que
sucede entre la persona que opta y los pobres concretos por los que opta, una
opcin que en algn sentido impacta en la vida del que la hace, aunque no sea
68 As lo insiste el papa Francisco: La caridad que deja a los pobres as como estn, no es suficiente. La
misericordia verdadera, aquella que Dios nos da y nos ensea, pide justicia, pide que el pobre
encuentre su camino para dejar de serlo. Pide y nos lo pide a nosotros como Iglesia, a nosotros ciudad
de Roma, a las instituciones, pide que ninguno tenga ya la necesidad de un comedor pblico, de un
alojamiento temporal, de un servicio de asistencia legal para ver reconocido su propio derecho a vivir
y a trabajar, a ser plenamente persona. (Discurso a los refugiados en Astalli: 10/9/2013)
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Captulo 4
sino porque algo tiene que encogerse para que en su vida quepan tambin los
pobres y para dedicarse a ellos, en vez de fomentar sus propios intereses; pero
que, en definitiva, sucede entre los pobres y l y que por eso puede llevarse a
cabo sin que afecte sustancialmente las dems relaciones que uno entabla y
el lugar que ocupa en la sociedad. Pero, si para optar por los pobres uno tiene
que luchar contra la pobreza, ya la vida se complica hasta salirse de madre.
Cuando en Amrica Latina se transitaba de la sociedad seorial a la
modernidad, pareca elemental que el modo ms positivo y eficaz de optar
por los pobres era crear fuentes de empleo especializado y pagar de modo
congruente. Era el modo ms digno de dejar de ser pobre y convertirse en
ciudadano productivo y responsable. Por eso, los capitalistas que arriesgaban
su capital invirtiendo y organizando productivamente sus empresas, y los
polticos que velaban para incentivarlos y para que se mantuviera la
competencia y la tasa de ganancia fuera razonable y los trabajadores se
capacitaran y tuvieran peso en la empresa, y los sindicalistas que velaban
porque las condiciones laborables, tanto las condiciones de trabajo, como los
salarios, como la participacin en la gestin, fueran justas, como los partidos
que apoyaban estas polticas, pensaban con razn que si se esforzaban
realmente por esas metas, ms all de la retrica, optaban de verdad por los
pobres69. Esto ocurri en la fase de sustitucin de importaciones. En esa
poca pareca normal que optar por los pobres inclua luchar contra la
pobreza, y de un modo u otro el que optaba por ellos se comprometa
personalmente con esta lucha y adems impulsaba estas polticas.
Pero cuando esta poltica toc techo y, sobre todo, cuando las
corporaciones mundializadas pugnaban por el libre comercio desde sus
ventajas adquiridas y empezaban a copar el mercado e imponer sus
condiciones, relegando el contrato a algo privado en lo que no tena que
intervenir el Estado y aumentando las tasas de ganancia sin ningn
contrapeso, ya no se poda decir que el sistema productivo contena ms o
menos, al menos en su intencin y en sus representantes ms progresistas, la
opcin por los pobres. Ahora era exactamente lo contrario. Aunque cost algo
rendirse a la evidencia porque lo que se llam el desarrollismo70 pretenda
69 Naturalmente que nos estamos refiriendo a los pases en los que predomin esa lgica y a los
segmentos de la burguesa y a los polticos y sindicalistas que tuvieron esa mentalidad y esas prcticas
que, desgraciadamente, fueron minora, aunque no excepciones.
70 En Venezuela el representante ms connotado de esta corriente, su terico consecuente y el poltico
que la impuls desde los aos 40 hasta optar a la Presidencia de la Repblica con esa bandera en los
60, fue Uslar Pietri.
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que era el camino ms eficaz para acabar con la pobreza. Ahora hasta el BM
y el FMI proclaman lo contrario aunque sus polticas no lo reflejen, sino que
persistan en su estrategia de proteger a los grandes inversores a costa de lo
que sea, incluso de empobrecer a las grandes mayoras71.
Hoy queda claro que la pobreza no es una magnitud residual ni un
acontecimiento fortuito, como si dijramos, una desgracia. Hoy no es posible
no reconocer que la pobreza es un efecto (indeseado, dicen sus fautores,
aunque reconocen que necesario) de las polticas econmicas y sociales. Por
tanto, luchar contra la pobreza, si esa lucha se toma en serio, supone plantear
una alternativa a la situacin actual, y eso quien se plantea con seriedad optar
por los pobres lo ve tan desmesurado, es decir, tan por encima de sus
posibilidades y de sus expectativas y tan riesgoso para su seguridad vital, que
llega a experimentarlo como una amenaza total para su modo de vivir y hasta
para su identidad social y personal.
De ese modo, la opcin por los pobres que pareca para el que se la
planteaba seriamente un paso adelante en la direccin vital que llevaba, si hay
que aadirle la lucha contra la pobreza sera una opcin que revoluciona toda
la vida haciendo peligrar las seguridades ms elementales. Ya que aunque se
haga del modo ms inteligente, discreto y procesual, lleva a que uno se salga
de su estatuto de ciudadano normal e incluso excelente, segn la estimativa
vigente, para convertirse en alguien controvertido, sospechoso y, a la larga,
en una persona peligrosa, en una amenaza para el sistema. Y la persona que
se haba planteado optar por los pobres nunca haba imaginado que pudiera
llegar a convertirse en una figura incompatible con la idea que ella tena de s
misma y de su papel social. Por eso la resistencia a unir opcin por los pobres
con lucha contra la pobreza.
Y, sin embargo, como se ve, lo que ha cambiado es la figura histrica, no
las exigencias de la opcin por los pobres. Podramos decir, por el contrario,
que hoy es ms necesario que en la figura histrica pasada la determinacin
de luchar contra la pobreza, porque antes la direccin societaria ya la inclua
en alguna medida, en cambio hoy lo que incluye es la agresin y la exclusin
sistemtica de los pobres. Por tanto, quien opte por ellos no puede no
esforzarse por luchar contra la pobreza, aunque resulte una direccin
extrasistmica.
71 Esto es lo que ha sido denunciado por Giraud en La ilusin financiera. ST. 2014.
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Captulo 4
La lucha contra la pobreza derivada de la opcin por los pobres, una constante
en el cristianismo consecuente desde el comienzo y a lo largo de la historia
Esta aprehensin es muy comprensible porque es cierto el costo que lleva
aparejado. Pero tambin hay que reconocer que la unin entre la opcin por
los pobres y la lucha por la eliminacin de la pobreza o, por lo menos, por su
progresiva disminucin, ha sido una constante en el cristianismo.
Incluso cuando no apareca claro el concepto de la historia, el sentido de
la historicidad de la especie humana, incluso cuando se haba naturalizado la
situacin establecida y se pensaba que los estamentos sociales y las
instituciones y estructuras eran figuras fijas que haba que respetar y en las
que haba que vivir porque no eran pensables otras, incluso en ese escenario
prefijado, los cristianos ms lcidos y coherentes, los que se distinguan por
el espritu cristiano, pensaron siempre que haba que manejar los elementos
que haba disponibles para que nadie tuviera necesidad. Que haba que tender
hacia esa meta con todas las fuerzas. Que los papeles que Dios haba dado a
cada uno en el Gran Teatro Del Mundo72 eran para que los actuaran de tal
modo que, como expresin primaria de fraternidad, a nadie le faltara comida
y, mejor an, todos tuvieran medios para vivir. Haba que ir insoslaya-
blemente en esa direccin, aunque no se llegara a la meta.
Los grandes, desde los reyes a los hidalgos, pasando por los nobles, tenan
que ser la providencia de los pequeos73. Esto tena que traducirse en que los
grandes no podan gastar sus rentas en la ostentacin, sino que tenan que
emplear una parte considerable en producir para que alcanzara para todos y
para que llegara efectivamente a todos74. En coyunturas de calamidades
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de modo que en ellas tengan cabida los de abajo y que las relaciones sean
tales que todos tendencialmente se vayan nivelando por el medio.
Muchsimos siglos antes de Marx en el libro de Daniel (cap. 7) se asienta
que los que representan los imperios y tendencialmente toda la historia tienen
semblante de fieras porque se han impuesto a la fuerza, una fuerza militar,
tcnica, organizativa, poltica y, en ltimo trmino, econmica. Pero ese
mismo captulo asienta que Dios no es una fiera santa, es decir, el que se
impone con un poder incontrastable, aunque justo, sino que tiene la figura del
Anciano de todos los das: el dirigente que tiene la sabidura de toda la
historia, una sabidura bifila. Pues bien, este Dios presenta como alternativa
divina a los imperios a una figura cuya nica caracterstica es que es
humano77, es decir, que no se impone: un ser humano venido de las nubes del
cielo, es decir, de l.
Jess solo se design a s mismo con esta misma denominacin. Por eso
no vino como un poltico, porque, como le dijo a Pilato, si su reino fuera
como los de este mundo, su gente habra luchado para que no cayera en sus
manos (Jn 18,36). Pero su reino no es como los de este mundo, es decir, no
tiene ejrcito ni guardia personal, porque no se impone sobre nadie (Jn
18,37;10,11-15). Al contrario, el Hijo del hombre no tiene dnde reclinar la
cabeza (Lc 9,58): cuando sali a la misin dej oficio, casa y familia, para
instaurar la reciprocidad de dones como horizonte de vida: l daba todo como
expresin de la fraternidad de los hijos de Dios, pero tambin reciba todo
como expresin de lo mismo. Esa sera la utopa de Dios para este mundo.
Como no tena nada, no dio cosas: dio de s hasta entregarse completamente
a s mismo.
Los pobres, entre los que viva, recibieron de l la certificacin de que Dios
no los haba abandonado, de que eran preciosos a sus ojos, de que a travs de
la entrega de Jess se les entregaba l mismo. Y por eso fueron liberando sus
mentes, fueron cobrando esperanza, salieron de su postracin, se pusieron de
pie y se movilizaron. Esto fue visto como un peligro potencial para los
custodios de un orden altsimamente asimtrico.
Por eso dijo a sus discpulos que el Hijo del Hombre iba a ser entregado a
manos de los hombres (Mc 9,31). Si los que tenan poder vean que la gente
77 El Hijo del Hombre es el modo semita de describir a lo humano paradigmtico por la procedencia,
como el hijo de la mentira es el mentiroso o el hijo de la perdicin el perdido. El Hijo del Hombre,
como ttulo, sera as el humano por excelencia, en el doble sentido del ms humano de todos, el
absolutamente humano y del humanizador.
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78 Este apartado est tomado de TRIGO (2007): Pastoral suburbana. En: ITER 44. Pp. 77-78.
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79 Ibdem. P. 80.
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3. H A C E R S E C A R G O Y R E P U D I A R E L T O TA L I TA R I S M O
F E T I C H I S TA D E M E R C A D O Y L U C H A R PA R A Q U E S E A
SUPERADO
Caminar en el reconocimiento de la opcin de Dios por los pobres, contenido
de la primera opcin, exige hacer tambin esta segunda: poner al descubierto
ante nosotros mismos y ante los dems el totalitarismo de mercado, sembrar
la opinin de que vivimos en una sociedad fetichista que exige vctimas82: los
pobres, que adems de explotados y privados injustamente, son excluidos de
toda participacin real, del poder de deliberacin y decisin83. La opcin por
81 Ibdem. Pp.167-168.
82 HINKELAMMERT (1989): Teologa del mercado total. Hisbol, La Paz.; HINKELAMMERT (1991):
Sacrificios humanos y sociedad occidental. DEI, San Jos; MO SUNG (1994): Utopa sacrificial de
la sociedad moderna. En: Economa, tema ausente en la Teologa de la Liberacin. DEI, San Jos.
Pp. 119-166; RICHARD (1987): Races idoltricas de la opresin. En: La fuerza espiritual de la
Iglesia de los pobres. DEI, San Jos. Pp. 124-133; SOBRINO (2007): Extra pauperes nulla salus.
En: Fuera de los pobres no hay salvacin. Trotta, Madrid. Pp. 61-75; TRIGO (2006): Espritu de
Jess y entraas de misericordia. En: ITER 39. Pp. 152-162; TRIGO (2008): Papel de la teologa en
el mundo actual. En: RLT 73. Pp. 55-58; TRIGO (2010): La accin de Dios en la historia segn la
teologa latinoamericana. En: ITER 51. Pp. 120-128.
83 Aunque desgraciadamente los pobres no son las nicas vctimas. El sistema, al desmontar el estado
de bienestar y sustituirlo por la llamada sociedad de riesgo, lleva tambin a la proletarizacin de la
clase media.
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los pobres exige hacerse cargo vitalmente (no solo estar enterado) y repudiar
desde el corazn y pblicamente este totalitarismo y fetichismo84; exige, ms
an, liberarse vitalmente de l, viviendo ya alternativamente, y no puede
ladear la exigencia de luchar para que sea superado.
Hoy este aspecto tiende a ser dejado de lado, dictaminando que no es
operativo, que no tiene sentido denunciar ya que no va a tener ningn efecto
prctico; ni menos an tiene sentido oponerse porque esta oposicin no pasa
de ser retrica porque aquellos a los que adversa son inalcanzables. Adems
se alega que las consecuencias son el aislamiento y ser privado de recursos e
influencia para poder ayudar efectivamente a los pobres en lo que se pueda.
Este ltimo punto exige un discernimiento porque algunos de quienes
alegan as son para nosotros personas muy respetables a las que nos ligan
lazos entraables y a las que no estamos dispuestos a mirar por encima del
hombro y mucho menos a calificar de vendidos al sistema. Para hacerlo
vamos a poner una comparacin. En el ao 1681 dos capuchinos sostuvieron
en pblico que no se poda absolver a los poseedores de esclavos, incluso a
los de buena fe. Uno de ellos, Epifanio de Moirans, mientras estaba preso en
La Habana esperando un barco que lo remitiera preso a Espaa, escribi un
tratado muy erudito y bien argumentado sobre la invalidez de la esclavitud
de africanos subsaharianos en Las Indias85. Era lo mismo que haba predicado
84 As lo dice el papa Francisco que, despus de pintar con rasgos muy dramticos la situacin mundial
expresa: Una de las causas de esta situacin, en mi opinin, se encuentra en la relacin que hemos
establecido con el dinero, aceptando su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. De manera
que la crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis
antropolgica. La negacin de la primaca del hombre! Hemos creado nuevos dolos. La adoracin
del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32, 15-34) ha encontrado una versin nueva y despiadada en el
fetichismo del dinero y en la dictadura de la economa sin un rostro y un objetivo verdaderamente
humano. (Discurso en la presentacin de sus cartas credenciales de cuatro embajadores: 16/5/2013).
En un mundo en el que se habla mucho de derechos, cuntas veces se ultraja de hecho la dignidad
humana! En un mundo donde se habla tanto de derechos, parece que el dinero es el nico que los tiene.
Queridos hermanos y hermanas, vivimos en un mundo donde manda el dinero. Vivimos en un mundo,
en una cultura donde reina el fetichismo del dinero. (A los participantes en la plenaria del Consejo
Pontificio de los Emigrantes e Itinerantes. 24/05/2013). La crisis que estamos viviendo en este
momento es una crisis humana. Se dice: pero es una crisis econmica, una crisis del trabajo. S, es
verdad. Pero por qu? Porque este problema del trabajo, este problema en la economa, son
consecuencias del gran problema humano. Lo que est en crisis es el valor de la persona humana, y
nosotros tenemos que defender a la persona humana () Hoy no cuenta la persona, cuentan los
fondos, el dinero. Y Jess, Dios, dio el mundo, toda la creacin, la dio a la persona, al hombre y a la
mujer, a fin de que la sacaran adelante; no al dinero. Es una crisis, la persona est en crisis porque la
persona hoy escuchad bien, esto es verdad es esclava! Y nosotros debemos liberarnos de estas
estructuras econmicas y sociales que nos esclavizan. Y sta es vuestra tarea (Conversacin con
alumnos de escuelas jesuitas de Italia y Albania:7/06/2013).
85 MOIRANS (2007): Siervos libres. Consejo Superior de Investigaciones Cientficas. Madrid.
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4. E N TA B L A R U N A V I D A A LT E R N AT I VA YA
Solo desde una vida alternativa ya, precisamente en esta situacin, cabe la
opcin por los pobres86. La razn ms elemental tiene que ver con lo que
Freud llam la econmica de las emociones: si no se vive alternativamente,
ya estn todos los recursos y energas ocupados. La fascinacin, la
adquisicin y el disfrute de lo publicitado y el trabajo para allegar los recursos
86 ELLACURA (1989): Utopa y profetismo desde Amrica Latina. En: RLT 17. Pp. 141-184, 165-
173,180-181 (sobre la civilizacin de la pobreza); SOBRINO: El pueblo crucificado y la civilizacin
de la pobreza. En: Fuera de los pobres Pp.17-38,33-38 (civilizacin de la pobreza); MAIER
(2014): La civilizacin de la pobreza. En: RLT 91. Pp. 41-52; TRIGO (2012): Cmo relacionarnos
humanizadoramente. Centro Gumilla, Caracas. Pp. 10-139.
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87 TRIGO (2012): Afirmarse como seres humanos y afirmar a todos los seres humanos, vocacin y
misin de los sujetos humanos. En: ITER Humanitas 16.
88 No es lo que afirmamos nosotros, sino lo que se afirma desde la perspectiva del orden establecido, que
identifica la humanidad cualitativa con la posesin de sus bienes civilizatorios y culturales, de los que
carecen los pobres, sin captar la existencia de otros, que poseen muchos pobres, y sin captar tampoco
que la calidad humana, que resplandece en no pocos pobres, no se identifica con la posesin de bienes
civilizatorios y culturales.
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esa cultura y no constrindose a esa cultura, o dicho de otro modo, como ser
humano y no meramente como ser cultural, como miembro de ese grupo
humano.
El segundo bien cultural del Occidente globalizado es la cultura de la
democracia. En este caso habra que decir que en el establecimiento se
aprecia sobremanera la democracia poltica formal, que entraa la existencia
de libertad de opinin, la concurrencia de partidos, las elecciones libres y
trasparentes y el ejercicio del gobierno bajo el imperio de la ley, que incluye
la separacin de poderes y la garanta de la seguridad. Pero se soslayan
sistemticamente las condiciones para que estas libertades no sean
meramente formales, sino que se llenen de contenido; ante todo, medios de
comunicacin plurales y que informen verazmente, igualdad real de
oportunidades, que implica una discriminacin positiva para los
discriminados econmica y socialmente y, sobre todo, un control al gran
capital financiero para que no controle l a la sociedad y a la poltica, y a las
grandes corporaciones para que no monopolicen ni se cartelicen.
Hay aqu un margen amplsimo para el ejercicio de vida alternativa porque
la divisin de poderes dista mucho de ser efectiva, as como el gobierno bajo
el imperio de la ley y la seguridad para todos; pero, muchsimo ms, la
veracidad de los medios o la igualdad de oportunidades o el control al gran
capital y las grandes corporaciones. Por eso, para el ejercicio de la
democracia poltica se requiere recabar constantemente una informacin
mucho ms all de la que dan los medios del sistema y entrar en red para
sostener campaas tenaces e inteligentes para poner, en concreto, al
descubierto lo que el sistema encubre y dirigirse hacia trasformaciones
sustanciales.
Pero la democracia poltica nunca se llenar de contenido hasta que no
florezca la cultura de la democracia, que se da fundamentalmente en la
cotidianidad pero que tiene que impregnar paulatinamente la vida de las
instituciones e incluso de la poltica y la economa. Ya nos hemos ocupado
detenidamente del tema en varias ocasiones89. Tan slo enumeramos sus
componentes: expresarse cada uno, como ex-ponerse y poner en comn, que
expresa el grado mnimo de pertenencia al grupo o a la institucin; escuchar
a los dems como descentrarse para darles lugar, ejercicio que constituye al
grupo o al ambiente como policntrico e implica un acto de fe en los que
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hablan; dialogar para entender lo que se trae entre manos y para entenderse
entre s; buscar una postura del grupo como paso de los yos al nosotros, que
constituye al cuerpo social personalizado; encargarse cada quien de una parte
de lo decidido como ejercicio de responsabilidad inherente a la pertenencia
al grupo o a la institucin; evaluar conjuntamente lo decidido y realizado por
todos, desde los objetivos trascendentes del grupo, como ejercicio de la
condicin de sujeto del grupo y no solo de colaborador; procesar los
conflictos no solo para que los objetivos se cumplan con eficacia, sino para
que el grupo resulte fortalecido al afirmarse en sus elementos ms
trascendentes, y se personalicen los sujetos; celebrar los logros y la vida
compartida.
Tener internalizados estos pasos y vivirlos como una sola matriz
interconectada, es ejercicio pleno de vida alternativa en cuanto vida
cualitativamente humana.
El otro elemento que se puede decir que es novedad de esta poca respecto
de todo el neoltico y, sobre todo, de la sociedad industrial, es la cultura de la
vida. Se ha tomado conciencia no solo de los lmites de crecimiento90, sino
del respeto que se debe a la naturaleza y la aspiracin positiva a habitar la
Tierra como casa compartida, incluso como madre nutricia. Hoy, cuando por
primera vez en la historia la mayora de la humanidad vive en grandes
ciudades, se da con gran intensidad la aoranza por la naturaleza, el deseo de
estar en contacto con ella y disfrutarla y est naciendo, incluso, la aspiracin
a comulgar con ella: con su armona, con su capacidad de recrearse y de
restablecer equilibrios dinmicos y de dar incesantemente vida. Por eso en
las ciudades se construyen parques, se cuidan los rboles y las flores, y en las
casas se mantienen plantas y se compran regularmente flores.
El cuidado de la vida91, desde la vida de las personas a la de los animales y
plantas y de la Tierra como sistema de sistemas, es uno de los valores ms
proclamados por el establecimiento. Pero, a pesar de documentos rimbom-
bantes firmados solemnemente por los Estados en sucesivas cumbres, hasta
hoy el establecimiento se ha mostrado incapaz de caminar eficazmente en esa
direccin porque las grandes corporaciones que dominan sobre los gobiernos
no quieren hacer los sacrificios indispensables. Son miras tan cortoplacistas
que, en vez de plantear medidas drsticas con controles ineludibles, estn
90 MEADOWS, D.H.; MEADOWS, D.L.; RANDERS, J; BEHRENS, W. (1972): Los lmites del
crecimiento: informe al Club de Roma sobre el predicamento de la Humanidad.
91 BOFF (2002): El cuidado esencial. Trotta, Madrid.
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consumir. Y, desde la lgica del sistema, tena razn. Igual que tienen razn
quienes advierten que las medidas que est tomando Europa, bajo la presin
de Alemania, para salir de la crisis van a conducir y ya estn conduciendo a
un empobrecimiento progresivo de las mayoras, a un ahondamiento de la
brecha social fuente de una inestabilidad generalizada. Nosotros tambin
condenamos unas medidas que solo llevan a una humanidad con ricos cada
vez ms ricos y ms pobres cada vez ms pobres, como denunciaba
insistentemente Juan Pablo II.
Pero no se trata de regresar al estado de bienestar que, perdida la
inspiracin original, fuertemente tica de sus promotores, despus de la
guerra mundial, se ha revelado como la droga ms dura porque al poner al ser
humano en funcin de lo que se llam consumo de calidad, releg el cultivo
de la humanidad cualitativa y, muy especficamente, de la solidaridad.
Los lmites del desarrollo cuantitativo y, por tanto, de una civilizacin
basada en la aceleracin continua del circuito produccin-consumo y de la
progresiva implicacin en l de todos los aspectos de la vida, hasta llegar al
mundo-mercado, nos tiene que llevar a cultivar asiduamente el desarrollo
cualitativo en el que el desarrollo de cualidades est en funcin del desarrollo
propiamente humano: de la calidad humana que, de suyo, nada tiene que ver
con las cualidades aunque estas, rectamente ordenadas, ayuden sobremanera
a aqul e incluso puedan ser efectos de su desempeo.
Este tiene que ver con la progresiva interiorizacin, con la capacidad de
vivir en profundidad y de llegar a estar en paz con uno mismo, con los dems
y con la naturaleza; con la capacidad de hacer silencio del entorno vital para
que aflore todo lo que llevamos dentro, hasta el misterio santo que nos habita
y nos trasciende por inmanencia; pero, no menos, con la capacidad de hacer
silencio interior para colocarnos en una actitud perceptiva respecto de la
realidad, de manera que posibilitemos que esta se vaya manifestando en toda
su polifona, con sus llamadas a nuestra responsabilidad, hasta permitir que
se manifieste el misterio santo que la religa a s, y en ella nos religa especfica
y personalmente a nosotros. Desde esta actitud primordial, dos seran los
vectores primordiales: el de la simpata y la compasin, y el de la
responsabilidad. Secundndolos nos vamos haciendo personas. Para
cualificar los dos aspectos del primero ayudan sobremanera cultivar los
armnicos de la convivialidad, lo simblico, lo festivo, lo ldico.
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92 Cosmopolitismo. En: BOBBIO et al.(2007): Diccionario de Poltica. Siglo XXI, Mxico. Pp. 379-
388; HEATER (2007): Ciudadana. Alianza Editorial, Madrid. Pp.193-205, 254-265; BECK, U. y E.
(2008): Generacin global. Paids, Barcelona.
93 La expresin ms trascendente y concreta que conozco de esta entrega a los pobres es la que propone
como realizacin cristiana primordial, es decir, no como un captulo ms de la tica, sino como
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expresin primaria del ardor del amor en que consiste la existencia cristiana, es la de san Francisco de
Sales en su Introduccin a la vida devota, III,10,14-15, la primera propuesta de espiritualidad cristiana
dirigida a cristianos en el mundo.
94 Es lo que deca la copla andaluza del siglo XVII: El seor don Juan de Robles/ de caridad sin igual/
por amor hacia los pobres/ quiso hacer un hospital/ Pero antes hizo a los pobres.
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95 (1977): Obras/ 1957-1967. Tomo II. Casa de las Amricas, La Habana. P. 382.
96 El poeta moderno habla desde la inseguridad. No tiene ms asidero que la vida. Seguramente una voz
queda le dice en sus adentros: La poca de las causas termin. Ya no puedes aferrarte a religiones,
ideologas, movimientos, ni siquiera literarios. Se acabaron las banderas. Pero este desengao lo libera
para luchar en otra clave por lo que religiones, ideologas, movimientos dicen defender: lo religioso,
lo humano, lo valedero./ Esa voz que parece la del nihilismo, podra ser ms bien la voz de la vida que
desea recuperarnos. (CADENAS (1983): Anotaciones. Fundarte, Caracas. P. 5)
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97 As dice el papa Francisco de l mismo: Fue mi forma autoritaria de tomar decisiones la que me cre
problemas./ Todo esto que digo es experiencia de la vida y lo expreso por dar a entender los peligros
que existen. Con el tiempo he aprendido muchas cosas. El Seor ha permitido esta pedagoga de
gobierno, aunque haya sido por medio de mis defectos y mis pecados (entrevista al director de la
Civilt Cattolica 19/8/2013).
98 As lo insiste el papa Francisco con toda la fuerza: Os digo: No os dejis robar la esperanza!. Sino
que seamos listos, porque el Seor nos dice que los dolos son ms listos que nosotros. El Seor nos
invita a tener la astucia de la serpiente, con la bondad de la paloma. Tengamos esta astucia y llamemos
a las cosas por su propio nombre. En este momento, en nuestro sistema econmico, en nuestro sistema
propuesto globalizado de vida, en el centro hay un dolo y esto no se puede hacer. Luchemos todos
juntos para que en el centro, al menos de nuestra vida, est el hombre y la mujer, la familia, todos
nosotros, para que la esperanza pueda ir adelante... No os dejis robar la esperanza!. (Encuentro
con el Mundo Laboral: Cagliari 22 de septiembre de 2013)
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5. L L E G A R A R E C O N O C E R A L P U E B L O L A C O N D I C I N
D E S U J E T O S H U M A N O S , S U P E R A N D O L A R E L A C I N
ILUSTRADA
Optar no por los pobres, sino por seres humanos que, entre otras cosas,
son pobres
La opcin por los pobres parte del reconocimiento de la condicin de
sujetos humanos que tienen los pobres99. Esto entraa que no cabe opcin
evanglica por los pobres si el concepto de pobre totaliza a aquellos por
quienes se opta. La opcin no es por los pobres en cuanto pobres; es por esos
seres humanos concretos que, entre otras caracterizaciones, se encuentran
carenciados e injustamente privados y esa situacin los influye muchsimo,
aunque nunca los determina.
Esta distincin es crucial pero no puede darse por sobreentendida porque,
por el contrario, no suele hacerse. El asistencialismo considera a aquel que
asiste como carenciado y lo asiste para que no carezca. La promocin est
basada en el bajsimo desarrollo de capacidades y se aboca a desarrollarlas
hasta llevarlos a la normalidad en su sociedad, que es el estatus de
promovidos. La concientizacin y organizacin considera que el pueblo por
s mismo no puede llegar a la conciencia de su condicin de explotado y de
sus derechos y capacidades y, menos an, a la superacin de su situacin. De
ah la propuesta de darles conciencia y llevarlos a la rbita del partido, desde
donde ser posible esa superacin.
Por eso, en cualquiera de los tres casos, la relacin con ellos es
unidireccional y vertical aunque se practique con toda humildad y discrecin.
Incluso cuando el entusiasmo lleva a proclamar el carcter mesinico del
pueblo, en la prctica el pueblo es menor de edad. Incluso quienes gritan que
slo el pueblo salva al pueblo, en su relacin concreta con l, sin que se lo
digan a s mismos, son ellos mismos los que llevan la voz cantante. No cabe
la relacin mutua porque se estima que los pobres nada tienen que dar porque
son los carenciados e injustamente privados y no estn concientizados.
La dificultad de que un ilustrado supere su modo de relacin con el pueblo
proviene de que las carencias, la falta de promocin, concientizacin y
organizacin observadas son reales. Los pobres son los primeros en ser
99 TRIGO (2008): La base en las comunidades eclesiales de base. En: El cristianismo como comunidad
y las comunidades cristianas. Convivium Press, Miami. Pp.185-213; TRIGO (2011): Sujeto y
comunidad a contracorriente. En: Psicologa Comunitaria Internacional/Aproximaciones
comunitarias a los problemas sociales contemporneos. UIP, Puebla, Mxico.
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100 En esta direccin apunta lo que propone Aparecida: Se nos pide dedicar tiempo a los pobres,
prestarles una amable atencin, escucharlos con inters, acompaarlos en los momentos ms difciles,
eligindolos para compartir horas, semanas o aos de nuestra vida, y buscando, desde ellos, la
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transformacin de su situacin. No podemos olvidar que el mismo Jess lo propuso con su modo de
actuar y con sus palabras: Cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos y a
los ciegos (Lc 14, 13)./ Slo la cercana que nos hace amigos nos permite apreciar profundamente
los valores de los pobres de hoy, sus legtimos anhelos y su modo propio de vivir la fe. La opcin por
los pobres debe conducirnos a la amistad con los pobres. (Aparecida 397)
101 Gustavo Gutirrez insiste en la extraordinaria dificultad que entraa entrar en la casa del pueblo, tanta
que ronda la imposibilidad; pero insiste, con ms vigor an, que es una tarea irrenunciable y portadora
de gracia (Beber Pp.158-165).
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6. A L I A N Z A E N T R E G E N T E P O P U L A R Y N O P O P U L A R
EN EL SENO DEL PUEBLO
De este modo, es decir, si se supera concretamente la relacin ilustrada, la
opcin por los pobres se decanta en una alianza entre gente popular y no
popular en el seno del pueblo. Porque no es alianza la relacin altruista de un
bienhechor. En la relacin ilustrada no cabe alianza porque los pobres son tan
solo destinatarios de la relacin. En la promocin y concientizacin cabe que
se incorporen a la organizacin ilustrada, pero no una alianza que d lugar a
una organizacin que comprenda a ambos como sujetos distintos, pero en
igualdad de condiciones.
En esta alianza todos estn vitalmente interesados porque al realizarse en
relaciones horizontales y mutuas, y no entre individuos del mismo conjunto
sino de conjuntos diversos, todos salen ganando. El que ms, el no popular,
que recibe lo ms cualitativo (la densidad de la realidad, el conato agnico
por la vida, la fe y el dar de su pobreza), que nadie ms que los pobres con
espritu pueden dar; pero tambin sale ganando el pueblo que recibe, adems
de los bienes civilizatorios y culturales, el don de los que se entregan a l.
Como ya nos hemos referido a los bienes civilizatorios y culturales que
tiene que aportar el ilustrado, aunque los bienes culturales tambin los posee
de otro modo la gente popular, explanemos ahora los bienes que aportan los
pobres con espritu, porque no son fciles de ver y porque si no se ven, ser
casi imposible entablar esa alianza.
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Captulo 4
Ms bien, piensan y sienten que son ellos quienes cargan con la realidad,
confundiendo cargar con ella con gerenciarla. Claro que si no la gerencian
(ellos u otros) las cosas no marchan; pero menos marchan an si no hay
quienes la hagan posible con su trabajo. Esto, tan obvio, no lo suelen
reconocer.
Pero eso no es todo ni lo ms decisivo. Lo ms grave es que confunden el
proyecto societario que gerencian y en el que viven, con la realidad. Y no es
la realidad, sino una figura histrica que en aspectos decisivos oprime a la
realidad con su injusticia y exclusin, porque la realidad que Dios ha creado
y sostiene es la que comprende a todos los seres humanos como una familia
de pueblos en la que todos tienen lugar, no solo como seres de necesidades
con derecho a satisfacerlas, sino como seres con capacidades llamados a ser
sujetos plenos en una vida compartida.
El abandono y la opresin de la mayora, indispensable para que marche
con eficiencia esta figura histrica, entraa una gravsima irresponsabilidad
y trae como consecuencia que lo que los privilegiados dejan fuera de su
mundo-de-vida resulte un mundo casi invivible. Cuando ellos acaparan las
posibilidades de vida no solo despojan de ellas a los dems, sino que los
obligan a morirse o a vivir donde no hay condiciones para vivir. En efecto,
muchsimos mueren antes de tiempo por inanicin y por enfermedades de
pobres pero, no menos, de tristeza y de desesperanza por estar de sobra en
este mundo, por esa negativa tenaz de los satisfechos a reconocer la
respectividad real en la que consistimos todos como seres humanos y, ms
todava, por la respectividad negativa hacia ellos. A ellos se los excluye y se
les niega la posibilidad de vivir a la altura del tiempo.
As pues, el peso de esa realidad, desechada por los de arriba, hunde en el
deterioro fsico, mental y, no pocas veces, aun moral, a los que tienen que
cargar con ella.
Eso fue lo que vio Jess en su tiempo103: en lo que ms se fij, en lo que
ms centr su atencin y su inters vital fue en esas masas que se encontraban
sobrecargadas y abatidas (Mt 9,36); es decir, fue capaz de ver no solo que la
carga excesiva los tena contra el suelo, sino que adems estaban sin ningn
tipo de esperanza porque saban que las cosas no solo no mejoraran, sino que
iran a peor. Para l esas personas no eran, como para los dirigentes
103 Mucho ms parecido al nuestro, por ser una poca mundializada en la que un Estado absoluto
favoreca a las grandes fortunas, que lo que vino despus del imperio romano hasta bien entrado el
siglo XIX.
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religiosos, esos malditos que no conocen la ley; tampoco eran, como para
los ricos y para el gobierno, esa cantidad de la que se puede prescindir
porque, aunque eran muchsimos, no tenan peso especfico segn los
cnones establecidos. Para l eran, por el contrario, los predilectos de su
Padre, sin los que no podra edificarse nunca ningn orden verdaderamente
humano. Y por eso se entreg completamente a ellos.
Como haba dejado su precaria instalacin, o sea, su casa, su oficio y su
familia, no tuvo cosas para darles, pero les dio lo que ellos ms necesitaban:
su compaa cualitativa, no paternalista ni clientelar sino llena de respeto y
aprecio. Ellos llegaron a hacerse cargo de que l era suyo. Por eso l no los
descarg artificialmente de nada, sino que ms bien les pidi que cargaran
con l su carga. Hasta ese punto los consider capaces y dignos. l, como
Hijo de Dios, se hizo hermano de todos, carg con todos nosotros: nos llev
y nos lleva a todos personalizadamente en su corazn.
l les pidi dos cosas: que no se descargaran en nadie (cf. Gal 6,5), que no
repitieran en su medio lo que los de arriba hacan con ellos, y que se ayudaran
unos a otros a llevar las cargas (cf. Gal 6,2). Para que lo pudieran hacer hizo
lo imposible para que ahondaran su interioridad: les ayud a que liberaran sus
mentes y su corazn para que se situaran de modo adulto y responsable ante
ese Dios que se les entregaba como Padre con entraas de madre en su propia
entrega fraterna, y para que vivieran la vida con la dignidad y el dinamismo
de los hijos de Dios. Y muchos lo hicieron as.
Es el caso, a lo largo de toda la historia y hoy mismo, de los pobres con
Espritu. Al estar en manos de Dios como verdaderos hijos suyos han logrado
que esa sobrecarga y ese abandono no los destrocen, sino que los adensen.
Son capaces de vivir humanamente cuando no hay condiciones para vivir.
Eso da la medida de su densidad humana. sa es la densidad que los
ilustrados no ven. Pero lo ms grave no es que no la vean, sino que no la
pueden asumir ni participar de ella.
La versin humanista de la ilustracin extiende, como dijimos, el uso de
la razn a hacerse cargo del estado carenciado y, sobre todo, en la segunda
ilustracin, oprimido, del pueblo, y se encargan de remediar ese estado
inhumano de cosas. En esta versin s se carga en alguna medida con la
realidad porque se asume la responsabilidad del estado de cosas vigente y se
pone la vida en transformarlo. En la medida en que se camine en esa
direccin s se carga con la realidad.
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Captulo 4
Pero ordinariamente creen que ellos son los que ms cargan porque estn
gerenciando el cambio social, ya que siguen sin percibir en toda su densidad
la carga del pueblo porque los ven como carenciados o como injustamente
privados; en todo caso, como participios pasivos, como aquellos que, sin
culpa, carecen de la entidad que ellos tienen; no como sujetos de su
humanidad cualitativa, a pesar de esa carga abrumadora. En concreto, los
tienen como candidatos a ser promovidos y concientizados y organizados, es
decir, a que siguiendo las directrices de los promotores, concientizadores y
organizadores, que son los sujetos activos, lleguen a poseer, hasta cierto
punto, los bienes de los ilustrados que son los nicos bienes slidos, dejando
atrs su cultura nativa, entendida como mero atraso.
Ahora bien, cuando por cualquiera de las vas que expusimos en el
apartado anterior se ha superado la relacin ilustrada y se es capaz de hacerse
cargo tanto de la injusticia sobre la que est montada la actual figura histrica,
como, sobre todo, de la humanidad de estos que sobrecargados y excluidos
tienen, sin embargo, la capacidad de vivir y de adensar su humanidad al
hacerlo desde ellos mismos, cuando se ha arribado a la relacin mutua con
ellos, esta humanidad que les es fraternamente ofrecida se recibe como una
riqueza invalorable.
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Una persona moderna que gira alrededor del sujeto, cuando es capaz de
percibir lo que vamos diciendo cmo no va a rendirse a la evidencia de que
tambin en este terreno, que piensa que es el suyo propio, estos habitantes del
barrio son ms densos?104. Porque es obvio que los de la ciudad obran a favor
de la corriente: el contrato social los favorece y hace que rindan sus esfuerzos
y que sean compartidas las cargas: el tiempo de las preparaciones, cada vez
ms largo, corre por cuenta de la sociedad, as como tambin el fin de
semana, las vacaciones, la enfermedad y la vejez. Sin embargo, el habitante
del barrio tiene que hacer todo por s mismo, todo es ms caro, est en
permanente desventaja porque las reglas de juego les son adversas. Si no
logra adensar al sujeto a la altura de estos retos desorbitados, cae vencido en
esta marcha a contracorriente. Por eso hay tanta gente que no pudo ms y
tantos que caen y se levantan y tantos que se confinan en una existencia
umbrtil.
Por eso cuando el sujeto llega a salir a flote, en el doble sentido de que
logra vivir establemente y que su vida no se deshumaniza, es que ha logrado
constituirse en un sujeto humano denssimo, casi diramos que excepcional.
Esto es as objetivamente y es cierto que muchos de ellos tienen un contento
de fondo, que es el signo de que lo captan, aunque no se lo digan a s mismos;
pero tambin lo es que ordinariamente lo viven, no con un talante heroico,
sino como que con la ayuda de Dios que nunca falta, van logrando lo mnimo
que, en realidad, es lo mximo: vivir, ir viviendo con mucho esfuerzo y
pobremente, como dicen.
Ser uno amigo de personas as no es un tesoro invalorable? Aunque uno
reconozca que pone su granito de arena para que personas as sigan adelante,
no es cierto que uno recibe de ellas mucho ms de lo que da?
104 TRIGO (2008): Transformaciones que acontecen en las personas populares de las comunidades.
En: El cristianismo como comunidad y las comunidades cristianas. Convivium Press, Miami. Pp.
166-184.
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Captulo 4
Dar de su pobreza
Hay otro don que, en su dimensin reducida, es el mismo que Pablo dice
de Jesucristo. De l dice que siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos de
su pobreza (2Cor 8,9). Quiere decir dos cosas: la primera, que siendo el Hijo
eterno de Dios y, en ese sentido rico, se hizo pobre porque se hizo un ser
humano que, en comparacin con Dios, es bien poca cosa. Pero la segunda
es que se hizo, no ser humano genrico, cosa que es imposible, sino
precisamente un ser humano pobre y as nos manifest que realmente nos
quera porque nos dio de su pobreza y nos dio tanto que nos hizo ricos: nos
enriqueci con su humanidad cualitativa de pobre. Por eso les exhorta a los
corintios que, como les haba dicho en su primera carta, en su mayora eran
no gente de buena familia, sino los tenidos por los de arriba como la escoria
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de la ciudad, a que den de su pobreza para socorrer con ella a los pobres de
Jerusaln.
Pues bien, eso hacen estos pobres con espritu: dan de lo que necesitan
ellos mismos y, por eso, como dan de corazn y al dar, se dan a s mismos,
enriquecen humanamente a quienes dan y se lo reciben.
Esta es la prueba mayor de que viven de fe. Si vivieran de ellos mismos,
no podran dar de lo que necesitan porque les llenara de angustia. Pero como
saben que estn en manos de Dios y que Dios es su vida, son capaces de
desprenderse de cosas necesarias con alegra; al recibir la vida y la estima de
Dios tienen libertad para dar a otros como Dios les da a ellos, sabiendo que
lo que ellos dan es nada en comparacin con la solicitud constante de Dios.
En este mundo de lobos no es como un pequeo milagro que haya gente
que d cotidianamente, sin ninguna alharaca, compartiendo incluso cosas
necesarias? No es un privilegio ser testigo de tamaa libertad? Cmo no va
a quedarse uno agradecido al recibir de estas personas, aunque uno sepa que
les da su tiempo y que se da en alguna medida a s mismo? No es el
agradecimiento lo que priva?
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Captulo 4
7. L A O P C I N P O R L O S P O B R E S D E B E S E R P R O P U E S TA
ANTE TODO A LOS MISMOS POBRES.
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Captulo 4
La opcin de los pobres por los pobres forma parte de su respuesta al evangelio
de la opcin de Dios por ellos
Ahora bien, no solo debe proponrseles que opten por los pobres, sino que
ellos tienen el derecho de que se les proponga en primer lugar. Esto es as
porque el evangelio es para los pobres. El evangelio es que Dios opta por
ellos. Esta opcin de Dios es incondicionada y definitiva. Por eso es
evangelio: la mejor noticia que le pueden dar a uno. Si un pobre cree en este
evangelio, en primer lugar se sentir sumamente agraciado pero, en segundo
lugar, se sentir llamado a hacer con sus hermanos pobres la misma opcin
que Dios hace a favor de l y de ellos.
No se puede recibir y aceptar esta opcin sin hacerla propia. Porque como
se la recibe como parte de ese colectivo, se recibe tambin de algn modo al
colectivo entero. Cmo voy a admitir la opcin de Dios por m como pobre
si no la comparto aceptndome aceptado con ellos y, por tanto, aceptndolos
tambin de mi parte?
Esto es as porque Dios no opta por los pobres como mero colectivo
apersonal, como un grupo de carenciados, mera magnitud negativa, sino
como un grupo humano en alguna medida siempre personalizado porque si
Dios no los considerara como sujetos, al menos en un grado bsico, no podra
optar por ellos, y adems porque l opta por ellos porque sabe que su opcin
es la palanca ms fuerte para que, al sentirse reconocidos por l de un modo
incondicional, se personalicen. Por eso esos pobres que creen que Dios se les
ha entregado personalmente porque son pobres, se entregan a sus hermanos
pobres como un componente de permanecer en ese evangelio, en esa
aceptacin de la entrega que les hace Papadios.
Y precisamente la opcin por sus hermanos pobres se convierte en la palanca
ms poderosa para personalizarse. Es as porque es la manifestacin ms plena
de su condicin de hijos de Dios que, porque tienen el mismo corazn de su
Padre, hacen lo que le ven hacer a l, lo que l ha hecho con ellos, y lo hacen
como manifestacin de la fraternidad de las hijas e hijos de Dios.
Optar por los pobres libra a los pobres de la tentacin de salir individualmente
de su mundo, alinendose con el sistema que hace pobres
La opcin de Dios por los pobres, como la mejor noticia para ellos, est
contrastada por la voz insidiosa y permanente del orden establecido que les
propone por todos los medios subir en la pirmide social y salir de su medio
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aunque no vean el final del tnel. Por eso, el que vive en un barrio lo tiene
muchsimo ms difcil an.
Sin embargo, el modelaje sigue omnipresente y, por eso, la tentacin
acecha, porque tambin en estas pocas la vida en el barrio se pone
muchsimo ms dura.
Desde el punto de vista cristiano, subir y salir dando la espalda es, en
palabras de Jess, vender el alma para ganar el mundo (Mc 8,36). Insistimos
que ordinariamente no se gana el mundo y se vive en una frustracin
permanente. Pero lo que importa es la direccin vital que la persona ha
aceptado y que la define.
En esta situacin de tentacin permanente, sobre todo para los mejor
dotados segn las expectativas del orden establecido, la propuesta
personalizada, sentida como venida del Dios de Jess, de optar por los
pobres, puede ayudar a los pobres a resistir a la tentacin de vender el alma.
El que ellos sientan que Dios se les entrega incondicionalmente, por ser esas
personas pobres, el que se les ayude a ver el tesoro invalorable que eso
significa, puede llevarlos en la direccin vital de vivir desde esa alianza y, por
tanto, alindose ellos con sus hermanos pobres como parte de la alianza de
Dios con ellos y de su respuesta personalizada.
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Captulo 4
todos. Por eso a los de arriba les conviene que la accin de los pobres sea muy
consistente y sostenida para que la suya, d de s todo el potencial que
encierra, sin dejarse llevar por sus propios demonios.
La tercera razn es ms difcil de ver, pero ms especfica: los pobres con
espritu aportan lo que solo ellos pueden aportar. Por tanto, si no lo aportan
ellos es una riqueza invalorable que pierde la humanidad. Ya nos hemos
referido a la densidad de realidad, a su condicin excepcional de sujetos, a su
fe en Dios y a su capacidad de dar de su pobreza. Como estos aportes no se
deben a su idiosincrasia, sino a su accin consciente desde lo ms hondo de
su ser, aunque con frecuencia no se lo digan a s mismos, es indispensable
que hagan esta opcin para que los puedan aportar.
Como juicio de hecho habra que reconocer que los pobres son los que ms
hacen esta opcin; a veces de modo heroico aunque, obviamente, son
bastantes los que no la hacen.
8. L A O P C I N P O R L O S P O B R E S E S P O R E L C O L E C T I V O
PERSONALIZADO DE LOS POBRES
El objetivo de este nudo problemtico no puede ser, obviamente, repetir lo
dicho en el primer apartado de este estudio, que versaba sobre el contenido
analtico de la nocin de pobre. Trataremos en l de problemas especficos en
torno al destinatario concreto de esta opcin. Un problema es restringir la
opcin a los ms pobres; otro, entender a los pobres como meros individuos
a los que hay que atender; otro, polar a este, es considerarlos como una
categora sociolgica o poltica. Frente a todas estas perspectivas insufi-
cientes, afirmamos que la opcin por los pobres es por el colectivo de los
pobres, pero no como categora sociolgica, sino personalizado.
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112 TRIGO (2012): Afirmarse como seres humanos y afirmar a todos los seres humanos. En: ITER
Humanitas 17. Pp. 105-146.
113 (1980): tica IV,XXII,corol.. FCE, Mxico. P.191.
114 Eso sostienen tambin fundadamente HORKHEIMER y ADORNO (1994): en La dialctica de la
Ilustracin. Trotta, Madrid. P.82.
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115 En este punto insisten, refirindose a la opcin de los pobres por los pobres, GUTIRREZ (1982):
La fuerza histrica de los pobres (CEP, Lima) y ELLACURA (1984): Conversin de la Iglesia al
Reino de Dios. ST, Santander. Pp.70-79.
116 TRIGO (2008): La subcultura de la pobreza. En: La cultura del barrio. Gumilla, Caracas. Pp.159-
180.
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da de comer se lo hace al propio Jess. Por eso, de esa escena, tanto los
Hospitalarios de san Juan de Jerusaln como Vicente de Pal dedujeron
congruentemente que tenemos que atender a los pobres como a nuestros
seores117. Tenemos que atenderlos como a personas dignas. Por eso Vicente
de Paul insista a las Hermanas de la Caridad que tenan que atenderlos con
tal discrecin que les perdonaran la ofensa que les hacan al entablar con ellos
relaciones unidireccionales no por su intencin, sino porque ellos no podan
corresponderlas. As pues, para ellos las relaciones eran horizontales y, en el
deseo del que las entabla, mutuas. Aunque lo de seores tambin tiene que
ver con la percepcin a la que ya nos hemos referido, de que de esas
relaciones depende la suerte eterna, porque no entablarlas significa cerrar el
corazn; negarse, pues, a vivirle a Dios y, por tanto negarse a actuar como
hijo suyo.
De todos modos esa presuncin de que el necesitado que no pertenece a
nuestro entorno es una persona digna que exige nuestra atencin, si queremos
amar y realizarnos por tanto, como seres humanos, es decir, como hijos de
Dios, s est presente en la parbola del buen samaritano en la que la atencin
al no compatriota moribundo se lleva a cabo con todo respeto y, por eso,
cualitativamente y es tal el respeto que la persona sale de su mundo, de su
camino, de atender a su negocio, para atenderlo a l.
La razn de que atender a los individuos pobres como meros carenciados
no sea superador es porque los individuos llegan a constituirse en personas
por las relaciones que las constituyen como tales. En los dos ejemplos
evanglicos los que atienden no se limitan a dar cosas, sino que lo hacen
personalmente, implicndose como personas y considerando al necesitado
como persona digna de su atencin, de su tiempo, de su solicitud, de la salida
de s para ir a su mundo a atenderla. Eso que decimos del que opta, podemos
decirlo del mismo modo del pobre por quien opta.
Hemos insistido que el ser humano es esencialmente relacional y
transitivo. Esto lo entendemos como que en el mismo acto de afirmarse a s
117 Vicente de Pal: Dios ama a los pobres y, en consecuencia, ama a quienes aman a los pobres, porque
cuando se quiere a alguien, se tiene afecto por sus amigos y servidores. Pero, la pequea Compaa
de la Misin trata de ocuparse con afecto de servir a los pobres, que son los predilectos de Dios, y de
esta manera tenemos motivos de esperar que por amor a ellos Dios nos amar. Vayamos, pues,
hermanos mos, y dediqumonos con nuevo amor a servir a los pobres e, incluso, busquemos a los
ms pobres y a los ms abandonados; reconozcamos delante de Dios que son nuestros seores y
maestros y que somos indignos de ofrecerles nuestros pequeos servicios(S.V. IX 125. Ver
ORCAJO y PREZ (1981): Espiritualidad y seleccin de escritos. BAC, Madrid. Pp. 159-160, 301).
118 ELLACURA (1999): Filosofa de la realidad histrica. UCA, San Salvador. Pp. 117-123.
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119 Para esta seccin ver TRIGO: Construir una Amrica Latina pluricultural para contribuir
proactivamente a una mundializacin alternativa. En: Cmo relacionarnos Pp. 195-224; TRIGO
107
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Y por eso precisamente, la opcin por los pobres, tanto la de ellos consigo
mismos como la de otros que ingresan a su mundo, contribuye a activar las
relaciones en el mundo de los pobres. Tiende a activar todas las relaciones
que son vehculo de las relaciones fontales de hijo de Dios y de hermano de
todos desde el privilegio de los pobres. Vamos a mostrarlo: la opcin por los
pobres, si contiene esta plenitud que la caracteriza como cristiana, tiende a
fortalecer las relaciones que adensan a la familia por el respeto mutuo, el
reconocerse en sus peculiaridades, el dar lugar los padres a los hijos para que
crezcan y los hijos a los padres para que los orienten en el camino de la vida,
y la ayuda de los padres a los hijos para que lleguen a capacitarse y de los
hijos a los padres para ejercer esas capacidades que han adquirido no solo en
beneficio propio, sino de los dems. En el vecindario la opcin por los pobres
tiende a robustecer la convivialidad y a cualificarla de modo que no sea
expresin de mera complacencia, sino de positiva solidaridad cada vez ms
comprometida, de manera que se destierren la maledicencia y los estereotipos
descalificadores y se instaure la ayuda mutua progresivamente consistente.
Tambin se ejerce ayudando a solidificar conductas que tienden a desviarse,
a cargar con paciencia a los ms recargados e incluso a los deteriorados por
la sobrecarga o por la fragilidad personal, a rehabilitar a las personas que
ofendieron su dignidad y la de otros. Tiende a fortalecer lazos de
confiabilidad que puedan dar lugar a grupos y comunidades e, incluso, a
instituciones vecinales de ayuda mutua y para echar adelante la vida
compartida, tanto en sus aspectos ms estructurales como en intereses y
aspiraciones y gustos compartidos, como para negociar con la municipalidad
y el Estado en lo que es incumbencia suya, pero el barrio tiene que dar su
opinin y hasta su ayuda y, desde luego, la contralora social. Resulta claro
que si la opcin por los pobres se ejercitara con esta profusin, la pobreza
sera ms llevadera e incluso disminuira y la pobreza extrema se reducira a
lmites residuales.
Naturalmente que nunca se consolidar un estado satisfactorio, porque son
muchas las fuentes de deterioro que sobrepasan la posibilidad de este
colectivo, y porque a causa de tantos factores que socaban la calidad humana
de la vida y hasta su misma posibilidad, el colectivo nunca puede llegar a
establecerse como tal. Lo que cabe es esa accin constante, y la salud del
barrio depende de que esa accin alcance una masa crtica que le d el tono y
que pueda neutralizar a minoras que tiendan a echarlo todo a rodar, no
imponindose sobre ellas, sino llegando a acuerdos mnimos que pueden
llegar a crecer.
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9. L A O P C I N P O R L O S P O B R E S T I E N D E H O Y E N
N U E S T R A A M R I C A H A C I A E L R E C O N O C I M I E N T O
D E S U C A R C T E R M U LT I T N I C O Y P L U R I C U LT U R A L
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(2009): Concilio Plenario de Venezuela, una constituyente para nuestra Iglesia. Distribuidora
Estudios/Centro Gumilla, Caracas. P. 248.
120 Es altamente significativo el razonamiento de Bolvar al Congreso de Angostura al proponerles esa
divisin. Ver: Doctrina del Libertador (1985): Biblioteca Ayacucho, Caracas. P. 122. Ver lo mismo
en el Mensaje al Congreso de Bolivia. En Doctrina del Libertador P. 232). Esta disposicin se
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de los de abajo se dio en la segunda mitad del siglo XIX, cuando bajo la
presin de gobiernos liberales se priv de entidad jurdica a las comunidades
indgenas, que se vieron privadas as no solo de su identidad sino de sus
tierras, y gran parte de los indgenas pasaron a ser peones de hacienda, sin
derechos reconocidos, completamente a merced de los hacendados,
verdaderos seores de horca y cuchillo, no en el sentido textual de que su
jurisdiccin sobre sus sbditos llegaba hasta el derecho a imponer la pena
capital, sino el de que se lo arrogaban con el consentimiento tcito de las
autoridades y con su apoyo, en ltima instancia, en caso de revueltas.
Esto empez a cambiar hacia mediados del siglo pasado (y en algunos
pases bastante antes) cuando los occidentales americanos, desbordados por
la realidad e incapaces de hegemonizar a los dems y de dinamizar a sus
sociedades y hacerlas as viables, dieron participacin en el poder, a todos sus
niveles, a los de otras etnias (tal vez el caso ms destacado sea el de
Venezuela en las dos primeras dcadas de la democracia), o en otros casos,
anteriores en el tiempo, los de otras etnias lo tomaron en contra de los
occidentales, sea como caudillos de la tierra (como en Argentina desde Rosas
y los montoneros y Venezuela desde Pez hasta Gmez) sea como
revolucionarios (como en Mxico en 1910 y Bolivia con el MBR en los aos
50 del siglo pasado y de Per con Velasco Alvarado); aunque, fuera del caso
de los revolucionarios, en los que s se dio un mejoramiento real del pueblo
indgena y mestizo, lo nico que se dio en el caso de los caudillos fue la
incorporacin de gente de etnia no occidental al poder tradicional, como fue
el caso de los andinos en Venezuela en la primera mitad del siglo XX.
El innegable paso adelante de esta situacin concomitante a la
modernizacin fue que se ampli la base de poder, incluyendo en ella a
personas de otras etnias.
Pero hubo dos lmites serios en el proyecto de modernizacin de la
segunda mitad del siglo pasado: el primero que, aunque se la flexibiliz, no
se abandon la idea de la sociedad piramidal, en la que los pobres seguan
siendo la mayora aunque varias sociedades intentaran seriamente la
modernizacin de los de abajo para que tendencialmente dejaran de ser
pobres, aunque siguieran estando abajo. La segunda, que el presupuesto para
el ascenso, la condicin sine qua non, fue la occidentalizacin, el blanqueo,
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los indgenas y africanos estn combinados, de manera que forman una verdadera
novedad histrica. Las cuatro culturas populares creen que en Nuestra Amrica
es indispensable el aporte de la cultura occidental. Pero no aceptan verse
reducidas a la condicin de culturas particulares y subordinadas.
Por su parte, la mayora de los de cultura occidental americana (que es una
cultura tradicional, expresada ante todo en las instituciones) y de los de
cultura occidental mundializada (que es una cultura contempornea) no estn
dispuestos a vivir en una regin cuya fisonoma sea multitnica y
pluricultural, y estn firmemente persuadidos de que adoptarla sera una
marcha atrs antihistrica que hara inviable a la regin.
Estas dos perspectivas contradictorias son la causa del carcter conflictivo,
pattico, incluso agnico, de esta coyuntura. Ello es as porque muchos
occidentales prefieren morir antes que darles paso a los de otras etnias y
culturas, es decir, antes que sus smbolos y organizaciones caractericen a la
regin tanto como los occidentales, o sea, antes de que Nuestra Amrica deje
de ser exclusivamente Latina en sus smbolos y organizaciones globales. Hay
que insistir en que los de otras etnias admiten a la occidental como
componente imprescindible de la fisonoma de Nuestra Amrica y que son,
por tanto, los de etnia occidental, o ms precisamente, bastantes de ellos y
casi todos los que ostentan el poder, quienes no estn dispuestos a dar paso a
las dems para que convivan con la occidental hasta dar con ella la fisonoma
a nuestra regin.
Creo que en lo dicho aparece claro que no aceptar la configuracin
multitnica y pluricultural es hoy en Nuestra Amrica negarse a optar por los
pobres. Porque los pobres no son individuos abstractos sin etnia ni cultura,
sino colectivos signados porque en su abrumadora mayora su etnia y su
cultura no son occidentales y, como lo hemos mostrado, lo son as por
procesos de opresin histrica estructural, que deben ser reconocidos como
tales y superados.
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querer a nuestros hermanos que no quieren verla. Y tenemos que recordar que
Jess no dio por perdido a nadie y por eso trat siempre de explicar su
conducta a los dirigentes religiosos del pueblo, incluso cuando lo vigilaban
con mala intencin, y hasta cuando lo prendieron para matarlo. Ni a Pilato
dio por perdido y, por eso, trat de situarlo frente a la verdad para que usara
responsablemente de su poder y procediera conforme a justicia.
Por eso, para no hacer el juego a los pietismos y corporativismos en boga
que encubren esta verdad para no encarar una responsabilidad tan costosa,
tenemos que decir muy claramente que quien no propicia una reconfigu-
racin de Nuestra Amrica que reconozca su carcter multitnico y
pluricultural y quien no lo incluya desde ya como direccin vital personal,
resiste al mismo Dios y Padre de nuestro Seor Jesucristo.
Esto no significa avalar a los gobiernos que actualmente se dicen
representantes de esas etnias preteridas; pero s implica no estar en la
oposicin de sus polticas, sino en una verdadera alternativa que incorpore lo
que proclaman que va en esta direccin, pero lo procuren por otras vas ms
integrales y eficientes, ms catlicas y fecundas.
121 Ya Huamn Poma en su monumental Nueva Coronica y Buen Gobierno, escrita entre las ltimas
dcadas del XVI y la primera del XVII, coloca un dibujo con un indio de rodillas rodeado de seis
animales a los que, dice, temen los pobres indios de este reino. Son el corregidor, los espaoles del
tambo, el encomendero, el padre de la doctrina y el cacique principal: estos dichos animales que no
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como tales porque su poder se basaba en ser intermediarios entre sus pueblos
y los dominadores aunque, como eran intermediarios y no mediadores,
frecuentemente adoptaban costumbres de los espaoles encumbrados; y en el
siglo XIX, cuando los hacendados mestizos convertidos en caciques
sustituyeron a los hacendados criollos sin variar sustancialmente la relacin
con sus peones; y hoy puede consolidarse tambin haciendo ms trgica la
suerte de los pobres.
Todava la mayora de los de etnias no occidentales que tienen dinero y
poder cuenta con los pobres de sus etnias y culturas para su reivindicacin
ante las lites occidentales porque el nmero es un factor decisivo para exigir
su reconocimiento; pero eso ha sido propio de los populismos, tan
caractersticos de la cultura poltica de nuestra regin, que se han apoyado en
el pueblo sin reconocer finalmente sus derechos, sino dando por gracia, a
cambio de apoyo, lo que era en realidad un derecho reconocido en las
constituciones. Con dolor hay que decir que esto sigue pasando en un grado
realmente escandaloso en regmenes que hacen todo en el nombre del pueblo
y cuyos lderes presumen de su ascendencia popular, cuando en realidad en
su vida privada han dado la espalda al pueblo y forman una nueva lite
dominante.
Esta observacin es pertinente porque el culturalismo tiende a encubrir que
en todas las culturas, y las latinoamericanas no son una excepcin, hay
principios de discriminacin y por eso todas tienen que ser incesantemente
transformadas desde dentro.
As pues, hay que velar de modo muy explcito para que el proceso hacia
la tercera poca de nuestra regin incluya muy expresamente la opcin por
los pobres. Hay que velar porque tanto la direccin dominante del occidente
globalizado, como dinamismos dentro de cada cultura y de cada individuo
llevan en la direccin de dar la espalda a los pobres. La solidaridad es costosa
y cada uno tiende a salir de s para encontrarse en el otro, pero no menos a
afirmarse a s mismo dando la espalda al otro, cuando no aprovechndose de
l. Por eso la opcin por los pobres ha de ser un trabajo constante. En cuanto
cede, se impone la ley del menor esfuerzo y del provecho propio.
temen a Dios desuellan a los pobres indios en este reino, y no hay remedio/ pobre de Jesucristo.
(1980: Biblioteca Ayacucho, Caracas. Tomo II. P. 120)
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La minora que opt por los de abajo hizo posible su conversin, pero la
institucin eclesistica, al persistir en definirse como criolla, resiste a Dios
El que Dios quiere que se camine hacia el reconocimiento del carcter
pluricultural de la regin es un escndalo para los cristianos viejos porque
desde el comienzo estuvieron ligados para ellos Amrica Latina y cristia-
nismo, en el sentido de que los smbolos cristianos y la institucin eclesistica
formaron parte de la identidad Latina, obviamente americana, de la regin y,
aunque ms diluidamente, an forman parte de ella. Eso es indiscutible. Pero
eso no equivale a afirmar la calidad evanglica de esta cristiandad.
Los que Puebla llama fundadores de la Iglesia latinoamericana percibieron
muy agudamente la contradiccin entre los dos procesos constituyentes de
evangelizacin y colonizacin, que se expresaba como contradiccin entre la
hermandad en Cristo de todos los bautizados, de cualquier etnia que fueran,
y la oposicin seor-siervo entre los occidentales y los dems.
Gracias a los fundadores, que aunque fueron minora, fueron precisamente
la minora que evangeliz efectivamente de palabra y obra a los indgenas y
a las castas, y gracias tambin a una minora que sigui sus caminos hasta el
da de hoy, fue posible la conversin de los indgenas y negros, ms all de la
adopcin de la religin de los vencedores, posibilidad que estaba dentro de
sus propias concepciones religiosas.
Pero como la lnea de los fundadores fue abandonada, aunque subrepti-
ciamente, y la institucin eclesistica se constituy como occidental, la
religin catlica del pueblo se constituy como algo propio aunque en
comunin con toda la Iglesia122.
Confirmando esta apreciacin, Puebla seala la diferencia entre la poca
de la Evangelizacin, y un ciclo de estabilizacin, cansancio y rutina (11).
Y por eso se propone reanudar con renovado vigor la evangelizacin de la
cultura de nuestros pueblos (428), a partir de los ltimos eslabones que los
evangelizadores de antao dejaron en el corazn de nuestro pueblo (457).
La discontinuidad entre la cristiandad colonial, que sigui a la poca
fundacional, y los fundadores de la Iglesia latinoamericana se expresara en
la incoherencia entre la cultura de nuestros pueblos, cuyos valores estn
impregnados de fe cristiana y la condicin de pobreza en que a menudo
122 Es la tesis de mi tesis doctoral, una tesis que no era una hiptesis de trabajo previa que guiara y por
tanto canalizara la investigacin, sino lo que aflor de los materiales estudiados. (2002): La
institucin eclesistica en la nueva novela latinoamericana. ITER-UCAB, Caracas. Pp. 861-904.
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10. L A O P C I N E VA N G L I C A P O R L O S P O B R E S PA S A
P O R E N T R E G A R L E S L O S E VA N G E L I O S
La opcin evanglica por los pobres pasa por su evangelizacin en el
sentido especfico de entregarles los evangelios, y de entregrselos no como
la doctrina de la institucin a la que se pertenece, sino como la buena nueva
definitiva que Dios nos dio en Jess. Para que la entrega alcance toda su
efectividad o, por mejor decir, la fecundidad que ellos encierran, ha de
llevarse a cabo preferentemente en la lectura orante comunitaria pero sin
excluir la individual, sino propicindola decididamente. Desde los evangelios
como centro y contenido fundamental se puede ir entregando provecho-
samente el resto de la Biblia123.
Entre las prcticas religiosas, esta entrega de los evangelios es lo que ms
hace crecer a los pobres con espritu, lo que ms los trasforma en sujetos en
123 Desde que hace cincuenta aos (1963) la comunidad de San Miguelito, en Panam, iniciara una nueva
evangelizacin popular desde el impulso del Concilio, y en Honduras cundieran los servidores de la
palabra y las CEB se extendieron por toda Amrica Latina, se han dado muchos subsidios para iniciar
al pueblo en la lectura discipular de la Biblia. Nombres pioneros fueron Caravias, Saravia y Mesters.
Caravias, expulsado de Paraguay, desde su fecundo destierro en Ecuador, en la dicesis de Cuenca,
dirigi una coleccin en la que populariz lo ms esencial de la Teologa de la Liberacin y muy
concretamente muchos textos para leer la Biblia. El poblado de la Biblia, de Saravia, inici a
muchsima gente en Mxico y fuera de l. Mesters dio la teora de esta lectura popular (Por detrs de
las palabras y Flor sin defensa) y la viene desarrollando sistemticamente.
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todos los aspectos de su existencia, lo que ms los cualifica, lo que los lleva a
nacer a la fraternidad expresamente evanglica, que es motivo de creci-
miento, enriquecimiento, paz y alegra. En suma, si un agente pastoral ha
probado lo que es la lectura orante comunitaria de los evangelios con gente
popular, tengo que decir que no concibo que opte por los pobres y no les d
los evangelios. Sera una crueldad. No hay nada mejor que pueda hacer por
ellos. A travs de esta lectura popular de los evangelios vienen muchsimos
bienes que es muy difcil que se den, si se los busca directamente. Es el modo
ms genuino de que los pobres lleguen a constituirse en pobres con espritu y
el agente pastoral en cristiano verdadero y real y se llegue a conformar una
fraternidad evanglica entraable, que es para ellos y para el propio agente
pastoral un apoyo invalorable.
Ahora bien, la extrema dificultad para que acontezca esta entrega es que
solo puede darse desde la condicin de condiscpulo del agente pastoral, que
tambin escucha la Palabra, aunque ayude a mediar la distancia124. Si se
limita a dar lo que sabe como un agente, en una labor de extensionista, no se
da propiamente entrega; es decir, Tradicin como acto. Para que se d el acto
de Tradicin, el agente tiene que superar el modo de relacin con el pueblo
caracterstico de los ilustrados, al que ya nos hemos referido. Si no, no hay
oracin comn, sino de un modo u otro, una clase o unos puntos para la
oracin que da el agente pastoral a la gente popular.
El acto de Tradicin como acto trascendente, es decir, que trasciende tanto
al que lo da como al que lo recibe se da, paradigmticamente, en la contem-
placin de los evangelios como oracin compartida. Decimos paradigm-
ticamente porque tambin caben otros armnicos, e incluso, como diremos,
son indispensables; pero esa contemplacin compartida es la que tiene que
llevar la voz cantante.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que solo es posible la contemplacin
cuando se han llegado a poseer las claves de la escena. El problema mayor
no es cuando no se entienden los trminos o no se ve el alcance de lo que
pasa; lo ms grave sucede cuando se cree entenderlo todo, pero no es as
porque los trminos no significan lo mismo en los evangelios y en la cultura
en la que se leen. En ese caso hay que deshacer el malentendido. En este
punto es indispensable la mediacin del agente pastoral o de una Biblia que
tenga las notas pertinentes o de una gua de lectura. Ahora bien, unas lecturas
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Los evangelios desde la vida de los pobres o la vida de los pobres iluminada
desde los evangelios?
Tampoco se da la entrega en el sentido cabal de acto de Tradicin si la
lectura se lleva a cabo en un horizonte religioso, entendido como mbito
especializado y estanco de la existencia. La lectura orante debe llevarse a
cabo desde la vida de los pobres, desde su ser concreto, sin abstraer nada,
porque los evangelios tampoco suceden en el lenguaje ritual de los actos de
culto ni en el lenguaje codificado de la Tor. Los evangelios son narraciones
en el mbito, y por tanto en el lenguaje, de la vida; sobre todo, los de Marcos
y Lucas, dirigidos a cristianos venidos del paganismo125; y los otros dos
evangelios, aunque contengan muchas alusiones a la Tor, se mantienen en
el mismo mbito de la vida histrica; se mantienen en l incluso
polmicamente respecto de las autoridades religiosas.
Ms an, la mayora de sus pginas acontecen especficamente en el
mbito pblico de los que no tienen lugares exclusivos y desde su
perspectiva. Por eso pueden ser comprendidos mejor por los pobres; adems
de que, segn Jess, el Padre ha ocultado los misterios del Reino a los sabios
y entendidos y se los ha revelado a la gente sencilla, es decir, a los
insignificantes. Esto ha de ser tenido muy en cuenta; y sin embargo, para su
desgracia, suele pasar desapercibido para la institucin eclesistica126.
Ahora bien, que los evangelios sucedan en el mbito de la vida no implica
que la vida sea el tema y que los evangelios sean una luz para iluminarla.
125 Es tambin el caso especfico del pueblo latinoamericano, que proviene de una prctica cristiana que
puede ser denominada como cristianismo pagano (es decir, agrario, ya que pagus en latn es casero),
si predominan los elementos cristianos sobre el revestimiento cclico ritual de la religin de la tierra,
o paganismo (religin agraria) cristiano, si lleva la voz cantante lo genrico de la religin agraria.
126 TRIGO (2011): Dios revela el Reino a los pobres. En: RLT 83. Pp.145-183.
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Nosotros pensamos que el tema son los evangelios127, que deben ser
interpretados desde la vida de los pobres, aunque como hemos dicho,
mediando la distancia temporal y cultural.
No es eso, sin embargo, lo que se ha hecho durante mucho tiempo en la
pastoral popular latinoamericana. Lo ordinario ha sido, ms bien, que la
coordinadora o el agente pastoral diseaba unos materiales en los que el
punto de partida era uno o varios hechos de vida que se analizaban, y
posteriormente se pasaba a iluminarlos con un pasaje del evangelio, y se
acababa con la pregunta de cmo habra que responder hoy y aqu a los
hechos presentados inicialmente e iluminados por el evangelio.
El problema de este mtodo es que se juega con los dados marcados,
porque la coordinadora o el agente es el que escoge el pasaje que cree ms
apropiado para iluminar el hecho, que tambin ella o l ha seleccionado y
caracterizado. De este modo todo viene mediatizado por la coordinadora o
por el agente. Los evangelios no son fuente, sino una mediacin previamente
seleccionada; son, en el sentido ms convencional de la palabra, dicta
probantia128, aunque en este caso no se limiten a citas, sino a pasajes enteros
pero, como en el caso de las frases, aducidos para probar con la autoridad de
la Biblia lo que ya se haba concluido sin ella, es decir, para sacralizar las
posturas de los que elaboraron los materiales. Eso, con la mejor buena
voluntad, ya que se haca pensando dar a la Biblia todo su espacio. Si se la
mediatizaba era nicamente por la deformacin de la formacin teolgica
previa y por la sacralizacin de lo que se innovaba con tanto esfuerzo, o dicho
de otro modo, porque no tenan ninguna duda de que lo que se propona era
la voluntad de Dios.
Este mtodo tiene, en cambio, pleno sentido cuando ha sucedido algo que
afecta hondamente a la comunidad, sea en el interior de ella o en su ambiente
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11. L A O P C I N P O R L O S P O B R E S I M P L I C A PA R A
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D E L E VA N G E L I O A C A D A C U LT U R A P O P U L A R
130 ROSMINI (1985): Las cinco llagas de la santa Iglesia. Colegio Rosmini, Maracaibo. Pp. 39-55.
131 TRIGO. Concilio Plenario P. 249.
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Para que se vea lo complicado que resulta el panorama hay que poner de
relieve que la cultura campesina proviene, como una de sus races, de la
cultura criolla tradicional, en tanto que la suburbana, como cultura contem-
pornea que es, incorpora sin cesar elementos de la cultura occidental
mundializada, dato que no se suele tomar en cuenta.
Hemos asentado que la institucin eclesistica en Nuestra Amrica es una
subcultura de la cultura criolla y que, por pertenecer a una sola de las culturas
y adems a una cultura dominante, la gente popular cristiana, como
necesitaba ser sujeto de su religin, ha ido estableciendo los diversos tipos de
catolicismo popular que no son solo ni mucho menos, como piensa y quiere
gran parte de la jerarqua, piedad popular; es decir, perteneciente al mbito
de lo devocional, sino una versin completa del catolicismo, religin pues, y
no solo religiosidad, incluso con sus ministros, en lo que no colide con la
jerarqua, que ellos tienen como suya porque viven en comunin catlica.
Si existen estos catolicismos, esto implica que, de hecho, se ha dado una
verdadera inculturacin a las diversas culturas populares cuyos artfices han
sido los mismos cristianos de esas culturas. Pero, aunque Puebla en principio
as lo ha reconocido, ese su aporte no ha sido recibido por la institucin
eclesistica ni por los catlicos criollos. Unos y otros, a pesar de reconocer
que muchos catlicos populares lo son de un modo eximio, sin embargo
consideran, de hecho, que el cristianismo considerado objetivamente, es el
que ellos proponen, y que lo dems son concepciones o prcticas poco
ilustradas y, por eso, confusas o desviadas o supersticiosas, aunque se hagan
con la mejor buena intencin.
As pues, si el Dios y Padre de nuestro Seor Jesucristo quiere
insoslayablemente que se reconozcan las culturas populares, quiere, como un
componente muy cualificado de ese reconocimiento, que se reconozca la
calidad del cristianismo de los cristianos populares eximios y no solo su
santidad personal. Este reconocimiento no ser posible mientras no se
relativice la propia versin cristiana y se la considere como una de tantas
posibles y en concreto una de las existentes en Nuestra Amrica e, incluso,
mientras no se reconozca que en el cristianismo criollo hay elementos no solo
ambiguos, sino de mala calidad cristiana por su aculturacin al carcter
dominante de esa cultura, incompatible con el evangelio y por el declive
histrico de esa cultura, patentizado en la crisis de las instituciones, incluida
la eclesistica.
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133 Los agentes pastorales ayuden a que en su regin se viva el cristianismo a fondo y estimulen a los
que as viven a que expresen su fe desde lo ms hondo de s. De esta manera el Evangelio se
expresar en esa cultura y a la vez su vivencia cristiana descubrir riquezas del cristianismo hasta
hoy poco exploradas. (CPV, Instancias de comunin del pueblo de Dios para la misin, n 211)
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134 MARX, K. (1974): Contribucin a la crtica de la filosofa del derecho de Hegel, Introduccin.
En: MARX-ENGELS: Sobre la religin. Sgueme, Salamanca. P. 93.
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135 Lo que san Ignacio en la contemplacin de Las Dos Banderas llama con una metfora muy
sugestiva redes y cadenas (EE n 142): redes, la sugestin y cadenas, la imposicin.
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12. P O N E R S E E N E L D I S C I P U L A D O D E L O S P O B R E S
C O N E S P R I T U 137
Que el Dios de Jess opta por los pobres forma parte del ncleo duro de la
fe. Esto no es solo un hecho, sino un acontecimiento histrico, fuente en s
mismo de revelacin y buena o mala noticia. La intencin de Dios es
nicamente salvadora, pero como esa salvacin acontece como superacin de
una situacin de pecado, quienes la causan y no aceptan la conversin, la
perciben como mala noticia, lo mismo que los que creen tener acceso a ella
sin ponerse personalmente al servicio de los pobres, por ejemplo, por la
profesin de doctrinas y el cumplimiento de cdigos y ritos. En ese sentido
deca el Bautista que el mero hecho de ser hijos de Abraham no entraa
salvacin ni, por consiguiente, tampoco ser especialista en la ley, sin captar
su dinamismo proftico que apunta al acontecimiento de Jess.
Por eso dice Jess de Nazaret que el Padre ha ocultado estas cosas, es decir
los misterios del Reino, a los entendidos, se entiende que en la Tor, y los ha
revelado a la gente sencilla. Lo dice en la nica oracin de su vida pblica
que nos han conservado los evangelios138, una oracin claramente jesunica.
Muy relevante tiene que ser para l, tanto ese ocultamiento como esa
137 Este tema es un tema recurrente en los discursos del papa Francisco. Por ejemplo Los pobres son
tambin maestros privilegiados de nuestro conocimiento de Dios; su fragilidad y sencillez ponen
al descubierto nuestros egosmos, nuestras falsas certezas, nuestras pretensiones de autosuficiencia
y nos guan a la experiencia de la cercana y de la ternura de Dios, para recibir en nuestra vida su
amor, la misericordia del Padre que, con discrecin y paciente confianza, cuida de nosotros, de
todos nosotros. (10/9/2013)
138 Si descontamos las que se ponen en su boca en la pasin que, aunque reflejan fielmente el sentir de
Jess y su misterio y en ese sentido son verdaderas de toda verdad, no hay cmo concluir que Jess,
de hecho, las haya pronunciado.
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139 CASTILLO (1999): El reino de Dios. DDB, Bilbao. Pp. 35-53, 191-243.
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la compaa de Jess, que daba confianza, les haca crecer y los defenda, los
pobres experimentaron el cuidado fuerte y tierno de Papadios.
Cmo puede un telogo recibir la revelacin del Reino a travs de estos pobres
Si tomramos en serio esta oracin de Jess que hemos venido
comentando, no habra telogos cristianos a dedicacin exclusiva, ya que
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140 Para ver la expresin y su sentido: DUSSEL (1974): Mtodo para una filosofa de la liberacin.
Sgueme, Salamanca. Pp.181-197; Sobre la repercusin de lo popular en la teologa ver
IRARRZAVAL en Cambio Pp.181-197; sobre la teologa desde los pobres, GUTIRREZ
(1980): Derecho a existir y derecho a pensar. En: La fuerza histrica de los pobres. CEP, Lima.
Pp.156-181; CASTILLO (1997): Qu queda de la Teologa de la Liberacin? DDB, Bilbao;
TRIGO (2011): Dios revela el Reino a los pobres. En: RLT 83. Pp.145-183; GONZLEZ FAUS
(1997): Veinticinco aos de la teologa de la liberacin: Teologa y opcin por los pobres. En:
RLT 41. Pp. 223-242; LUCCHETTI (1992): La Teologa de la Liberacin una opcin por los
pobres?. En: RLT 26. Pp.189-199; GARCA ROCA (2008): La Teologa de la Liberacin:
orgenes y caractersticas. En: Teologas del Tercer Mundo. PPC Fundacin SM, Madrid. Pp. 5-
21; RAMOS (1984): Las comunidades eclesiales de base como sujeto de la teologa de la
liberacin. En: Jess y el despertar de los oprimidos. Sgueme, Salamanca. Pp. 144-149;
RICHARD (1987): Cmo nace, crece y madura la Teologa de la Liberacin. En: La fuerza
espiritual de la Iglesia de los pobres. DEI, San Jos. Pp.133-141; CODINA (2010): Una Iglesia
nazarena. ST, Santander. Pp.181-210.
142
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Captulo 4
141 TRIGO (2001): Cul es el acto primero del que la Teologa de la Liberacin es acto segundo. En:
ITER 25. Pp. 109-136.
142 As lo asienta el Concilio Plenario de Venezuela al comienzo del documento sobre catequesis: En
Amrica Latina se trat, con mayor o menor intensidad, de implantar la catequesis.
Lamentablemente la ndole conceptualista de estos catecismos no cal en el pueblo que, sin
embargo, absorba los relatos de la Sagrada Escritura y de las vidas de los santos. Este tipo de
catecismo de preguntas y respuestas lleg hasta el Vaticano II, cuando la Palabra de Dios recupera
su espacio en la vida cristiana.
143 Sobre la razn simblica ver, CODINA. En: Cambio Pp. 284-291.
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144 Un libro paradigmtico que utiliza la razn simblica y da razn de la misma es el de RICOEUR
(2004): La simblica del mal. En: Finitud y culpabilidad. Trotta, Madrid.
145 TRIGO (2012): La teologa latinoamericana ante los retos epocales. En: RLT 86. Pp.122-123,
132-133.
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13. H AY Q U E A S P I R A R A Q U E T O D O S L O S P O B R E S
S E C A PA C I T E N Y S E A N P R O D U C T I V O S ; E L E S TA D O
Y E L M E R C A D O D E B E N C O M P L E M E N TA R S E C O M O
M E C A N I S M O S D E R E T R I B U C I N
En este modelo no puede haber trabajo para todos: hay que pasar a otro
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146 Hoy no llegamos siquiera al panem et circenses, del ltimo siglo de la repblica y de todo el imperio
romano. No llegamos porque el Estado no est dispuesto, como entonces, a alimentar a las masas
urbanas crecientemente proletarizadas.
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147 TRIGO (1988): El mal no culpable. En: Creacin e historia en el proceso de liberacin.
Ediciones Paulinas, Madrid. Pp. 129-144.
148 Como lo denuncia alegricamente el Apocalipsis caracterizando una poca totalitaria, signada por
la inhumanidad (13,17).
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procede del ser humano, as tambin se ordena al ser humano. Pues ste, con
su accin, no slo transforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona
a s mismo. Aprende mucho, cultiva sus facultades, se supera y se trasciende.
Tal superacin, rectamente entendida, es ms importante que las riquezas
exteriores que puedan acumularse (GS 35). Este ejercicio de productividad
en el sentido tcnico de producir eficientemente bienes y servicios tiles para
la sociedad y de producirse a s mismos en una medida apreciable en el
proceso objetivo de produccin, es indispensable para los mismos pobres y
para la sociedad, y por eso debe constituir un objetivo innegociable, absoluto,
tanto de ellos como de toda la sociedad.
Como el trabajo humano, autnomo o dirigido, procede inmediatamente
de la persona, la cual marca con su impronta la materia sobre la que trabaja y
la somete a su voluntad (GS 67) y adems es para el trabajador y su familia
el medio ordinario de subsistencia () De ah se deriva para todo ser humano
el deber de trabajar, as como el derecho al trabajo. La sociedad, por su parte,
debe esforzarse, segn sus propias circunstancias, por ayudar a los
ciudadanos para que logren la oportunidad de un suficiente trabajo (ibdem).
Por eso mismo todo ser humano tiene derecho a una remuneracin que le
permita cumplir estos objetivos: la remuneracin del trabajo debe ser tal que
permita al ser humano y a su familia una vida digna en el plano material,
social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la
productividad de cada uno, as como las condiciones de la empresa y el bien
comn (ibdem). Pero, precisamente porque el trabajo es un medio de
personalizacin, las condiciones del trabajo no deben ser tan rutinarias que
lo embrutezcan. Por el contrario los trabajadores deben tener adems la
oportunidad de desarrollar su personalidad y sus cualidades en el trabajo
mismo (ibdem). De este modo se logra conjuntamente el aumento de
productividad y el desarrollo personal.
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niveles, tanto los relegados actualmente a la esfera privada como los tenidos
como pblicos ya que desde nuestra consideracin de la persona,
caracterizada por las relaciones constituyentes, no es posible aislarlos: la
gerencia de la familia, desde la atencin a los nios y a los mayores hasta el
cuidado de la casa y de las relaciones entre sus miembros; el cuidado
sistemtico de los hbitats, no solo de su planta fsica, sino de su ambiente
humano y de actividades, como encuentros y actuaciones que pueden llevarse
a cabo en ellos; la creacin y el manejo de multitud de asociaciones
intermedias, tanto en base a intereses comunes, como a la satisfaccin de
aspiraciones legtimas que cualifiquen la vida, como al ejercicio de la
solidaridad; el cuidado sistemtico de la naturaleza son algunos de los
mbitos, adems del mbito del mercado, en los que se produce esta
participacin productiva y puede y debe estimularse muchsimo ms.
Para poner un ejemplo sistemtico, el trabajo de rehabilitacin integral de
los barrios en los que habitan la mayora de los pobres y buena parte de la
gente popular, llevado por sus propios vecinos organizados para el efecto en
empresas, con la ayuda de la municipalidad y del ministerio al que
correspondan las obras pblicas, puede ser una actividad que ocupe a toda
una generacin y que logre no solo normalizar el hbitat de los barrios segn
el estndar de la ciudad, sino cualificarse sus habitantes y conectarse
proactivamente de manera que la convivialidad que los caracteriza d un salto
cualitativo. Es una oportunidad de oro para incrementar sustantivamente el
ejercicio de la democracia interna y para discriminar positivamente a los
pobres dentro del barrio, ayudndolos a capacitarse y salir de su pobreza.
Este proyecto de rehabilitacin integral puede ser la locomotora que
vehicule la tramitacin superadora de muchas situaciones deplorables como
el problema de los nios solos durante todo el da porque sus padres estn
trabajando en la ciudad, el de la desercin escolar por falta de condiciones
mnimas y de estmulos, el de la falta de oportunidades de formacin
profesional, el de la falta de canchas para la recreacin, el del consumo y
trfico de estupefacientes, el problema consiguiente de las bandas
adolescentes y juveniles, el de la connivencia de la polica con la delincuencia
organizada Estos y otros problemas pueden encontrar solucin a travs de
la organizacin consolidada y en marcha para la reconstruccin del barrio, en
alianza con la ciudad y los poderes pblicos.
Ahora bien, este trabajo o, de modo ms genrico, esta mltiple actividad
productiva, tiene que ser retribuido por la sociedad: el trabajo, a travs del
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151 BAUMANN (2000): Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Gedisa, Barcelona. Pp. 129-152.
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Captulo 4
152 TRIGO (2012): Afirmarse como seres humanos y afirmar a todos los seres humanos, vocacin y
misin de los sujetos humanos. En: ITER Humanitas 17. Pp. 115-146.
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153 Es la tesis de Amartya Sen. Ver, por ejemplo, (1997): Bienestar, justicia y mercado. Paids,
Barcelona. Pp. 81-152.
154 TRIGO (2008): Papel de la teologa en el mundo actual. En: RLT 73. Pp. 51-55, 63-64, 67-71.
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155 Medelln lo expone con gran acierto referido a la empresa: El documento est de acuerdo con que
la empresa, tanto industrial como rural, constituya la base fundamental y dinmica del proceso
econmico global (1,10). El problema estriba en que el sistema empresarial latinoamericano y,
por l, la economa actual, responden a una concepcin errnea sobre el derecho de propiedad de
los medios de produccin y sobre la finalidad misma de la economa. La empresa, en una economa
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Igual que la propiedad privada hay que retener la competencia que, como
certeramente ha visto el Occidente desde el comienzo, es un motor
potentsimo. Pero la historia nos ha hecho ver tambin que no puede llevar la
voz cantante, que no puede dejarse todo a su lgica porque acaba oprimiendo,
excluyendo y causando innumerables vctimas. Ahora bien, no basta con
ponerle un lmite externo; aunque hay que hacerlo. Hay que fomentar
insoslayablemente otros dinamismos humanos en lo ms hondo del corazn
de cada quien, empezando por el de la responsabilidad ante el rostro del
otro156 que es, sobre todo, el necesitado, prosiguiendo por la emulacin y la
sinergia y continuando por la solidaridad y acabando por la entrega gratuita.
Todo eso sin que desaparezca la competencia, sino componindose entre s
todas estas direcciones vitales.
Como otro aspecto indispensable volvemos a insistir en que cada
individuo es tambin insoslayablemente no solo hijo de Dios y de aquellos
de los que de diversos modos proviene, sino hijo de la Tierra de la que
proviene ms elementalmente y que lo cobija y nutre. Y as como hay
responsabilidades ante el rostro del otro y ante las generaciones futuras,
tambin la hay ante la madre Tierra. Dios ha puesto a los seres humanos para
que la cultiven y la cuiden, no para que la consideren como una cantera para
esquilmar.
Esta responsabilidad para con la Tierra tiene que expresarse, ante todo, en
vivir en ella como entorno real, como hbitat entraable; esta posicin vital
aceptada y consentida lleva al cuidado que debe expresarse de mil modos
concretos, y de aqu a la promocin de polticas pblicas que pongan freno a
la devastacin barbrica y que vayan, por el contrario, en el sentido de la
restitucin de su equilibrio y la promocin de su esplendor y, obviamente, de
su capacidad nutricia.
Finalizamos diciendo que este cambio de imaginario vuelve a dar
visibilidad a los pobres, se vuelve a ellos considerndolos como prjimos,
aunque de entrada estn los ms lejanos. Porque el cuidado de la vida y la
verdaderamente humana, no se identifica con los dueos del capital, porque es fundamentalmente
comunidad de personas y unidad de trabajo, que necesita de capitales para la produccin de bienes
(ibdem). Desde esta concepcin asientan que ni el monto de los capitales, ni la implantacin de
las ms modernas tcnicas de produccin, ni los planes econmicos, estarn eficazmente al servicio
del hombre, si los trabajadores, salvada la necesaria unidad de direccin de la empresa, no son
incorporados (...) en la gestin de la empresa (1,11).
156 LEVINAS (2012), fue el primero que lo tematiz contemporneamente desde Totalidad e infinito.
Sgueme, Salamanca.
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Captulo 4
157 TRIGO (2012): Imaginario alternativo al imaginario vigente y al revolucionario. En: Cmo
relacionarnos humanizadoramente. Gumilla, Caracas. Pp. 83-139.
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Bibliografa
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