Arbol Sagrado 2
Arbol Sagrado 2
Arbol Sagrado 2
NDICE
Pg.
BIBLIOGRAFA (Suplemento I) 94
CONTINUAR.
3
Las razones por las que un individuo o un grupo social puede elegir, distinguir o
sealar un rbol, un rodal, un bosquete o una especie como sagrado, es decir,
excepcional, y propagar despus el sentimiento o la idea en su entorno, pueden ser muy
diversas, segn hemos visto en la Primera parte.
As, la sustitucin del olivo, la palma o el romero por el tejo en los ritos del
Domingo de Ramos cristiano, conocida e investigable en ms de un centenar de pueblos
espaoles2, est bien documentada desde la Edad Media en las Islas Britnicas. El
famoso editor de incunables William Caxton (1415-1492) dej manuscrito un ritual, con
notaciones musicales, sobre la Procesin del Domingo de Palmas. Y dice en este libro
que, no obstante el nombre de la fiesta (Domingo de Palmas), como no tienen olivos de
hojas verdes, en esas procesiones usan ramas de tejo, en lugar de olivo. John Evelyn
(1664) sugiri en su clebre tratado Sylva, or Discourse of Forest-Trees, que la
abundancia de tejos en las inmediaciones o patios de las iglesias de Gran Bretaa
pudiera estar relacionada con su uso moderno en las procesiones del Domingo de
Ramos. En 1898, John Lowe, en su estudio sobre el tejo en Gran Bretaa e Irlanda,
refiere que en East Kent llaman palmas a los ramos de tejo.
Entre las supersticiones heredadas de nuestros padres, la palma o sus sustitutos, el boj o
el tejo, eran solemnemente bendecidos, y sus ramas quemadas para hacer la ceniza que usaba el
sacerdote en los ritos de Mircoles de Ceniza del ao siguiente.
1
HAGENEDER, F. (2006): La sabidura de los rboles, passim, bajo los epgrafes respectivos.
LEWINGTON, A. (1999): Ancient Trees, pp. 114, 182, etc.
2
CORTS, Simn et alii (2000): El libro del tejo. Un proyecto para su conservacin, Madrid, ARBA.
GARCA PREZ, G. (2009): Toponimia del tejo en la Pennsula Ibrica, Ecologa, n 22 (2009), pp. 305-
356.
4
Esta prctica estuvo en uso en Gran Bretaa hasta el ao 1937. Fue abolida por
considerarse que, en lugar de ser un hecho de naturaleza religiosa, era, como en tantos y
tantos otros casos semejantes, una mera supersticin3.
En el Pirineo espaol, por poner otro ejemplo cercano, encontramos que se usan
como mayo, en distintas localidades, el abeto, el pino, el enebro, el olmo, el lamo, el
chopo, etc., dependiendo, al igual que el resto de Europa, de la especie que sea ms
abundante o caracterstica de cada entorno. Lo pingan tambin en fechas y por
duraciones diferentes: desde un solo da a un ao entero4. Difieren, a su vez, al igual que
en el conjunto de Europa5, e incluso en el mundo, las formas del poste, los ritos
concretos a practicar, etc.6 .
Por otra parte, como ya hemos indicado antes, cuando se otorga carcter sagrado
a una familia o especie (olivo, tejo, roble, vid, espino, zarza, etc.), puede aplicarse a
todos y cada uno de los individuos de la misma (propiedades intrnsecas, reales o
supuestas), a un rodal o un gran bosque, a una parte de los mismos o slo a algunos
ejemplares singularizados (caracteres formales) del conjunto respectivo.
3
WILLIANSON, Richard (1978): The Great Yew Forest, pp. 37-38.
4
VIOLANT Y SIMORRA, R. (1997): El Pirineo espaol, La fiesta del Mayo, pp. 585-590. En concreto, la
que podra ser al da de hoy la Fiesta del Mayo ms conocida en Espaa, la que coincide con las del Paso
del Fuego y las Mndidas de San Pedro Manrique (Soria), registr en 2012 la novedad de que, para evitar
accidentes, por razones de seguridad dijo el Alcalde, los vecinos se ayudaron de un tractor agrario
para pingarlo.
5
FRAZER, J. G.: La rama dorada, cuyo cap. XI: Vestigios, est en su mayor parte (pp. 154-166)
dedicado al mayo: rbol, palo, cucaa, etc. ALMAZN, ngel (2002): Los mayos: un ritual ancestral
vigente, Internet, 3 pp. IDEM (1988): Plantar el mayo, un rito colectivo revivido en toda la regin, El
Norte de Castilla (1988, mayo, 15), seala una veintena de pueblos de la Comunidad de Castilla y Len,
sobre todo en zonas pinariegas, donde se conserva o se ha recuperado esta fiesta.
6
VZQUEZ HOYS, Ana (2010): Mayos en parte de Espaa y el mundo, Internet, 8 pp.
5
5. En otros casos, los rboles no tienen en s mismo espritu sino que son las almas
(una o ms) de los difuntos (en particular los ancestros) los que animan y
vivifican el rbol.
en lugar de mirar cada rbol como un ser consciente y vivo, el hombre slo le
ve como una masa inerte y sin vida en la que reside poco o mucho tiempo un ser
7
FRAZER, J. G.: La rama dorada, p. 145.
8
b., p. 149.
6
Por su parte, don Julio Caro Baroja (1974), buen conocedor de la obra de
11
Frazer , resume todo lo anterior, en lo que se refiere sobre todo a las tradiciones del
mundo indoeuropeo, a tres formas conocidas de culto a los rboles:
Estas formas [dice nuestro ilustre etnohistoriador] en sntesis son tres: veneracin por los rboles
y bosques en general; veneracin por determinados rboles y bosques en particular; veneracin por
los espritus que habitan los rboles y los bosques. Tales espritus son muchos y de diversa ndole
Hay una serie de datos filolgicos y folclricos [aade el mismo autor] por los que se puede ver
cmo el rbol, al que se cree en principio en s divino, va convirtindose en mansin de la divinidad
despus, o tiene un doble divino, o una divinidad tutelar. La distincin entre las driadas y las
hamadriadas (de aire ms arcaico) es de las ms significativas a este respecto 12.
* * *
9
b., p. 151.
10
b., p. 151.
11
CARO BAROJA, J. (1941): J. G. Frazer, en Escorial. Revista de cultura y letras, n 8 (1941), pp. 141-
150.
12
CARO BAROJA, J. (1974): Mitos y ritos equvocos, pp. 339 y ss.
7
Lo que podemos decir con certeza es que los rboles ms viejos o veteranos del mundo
se dan en una gran variedad de condiciones ambientales distribuidas por todo el planeta, desde
los climas templado de Inglaterra o Nueva Zelanda a los intensos calores tropicales de la selva
pluviosa de la Amazonia. En algunas especies, como el pino de conos erizados, unas duras
condiciones ambientales (tales como fro intenso, gran altitud y sequa) parecen estimular en la
actualidad edades avanzadas13.
13
LEWINGTON, A. and E. PARKER (1999): Ancient Trees, p. 9.
8
Beth Moon ha publicado despus otro libro sobre el mismo tema: Ancient Trees:
Portraits of Time [rboles viejos: retratos del tiempo], Abbeville, U.S., 2014. Se trata
de una coleccin de unas setenta fotografas en blanco y negro, gris y plata, a toda
plana, realizadas a lo largo de los ltimos catorce aos por las distintas partes del
mundo: Estados Unidos (U.S.A.), Europa, Oriente Medio, Asia y frica. Incluye
laberintos, tejos milenarios de tronco hueco, baobabs, dragos, etc.
* * *
Desde una perspectiva que parece en principio muy distinta, Alex Newman
(2009) abre su excelente libro sobre los rboles diciendo que:
quedaron atrs las tribus de los bosques, que adoraban a los rboles, se reunan a la sombra
de los robles, pedan permiso antes de cortar una rama de saco o de serbal, se inclinaban ante el
fresno y el sauce, plantaban olmos en los cementerios y no miraban atrs por no interferir en los
encantamientos de las hadas,
por otro lado, subtitula Newman su obra Guardianes de la magia, dedicando adems
aproximadamente la mitad de sus contenidos a las leyendas, costumbres y creencias
mticas, esto es religiosas, relacionadas con todos y cada uno de los rboles de que se
ocupa.
En las pginas que siguen presento al lector una visin panormica, sinttica, de
los rboles o arbustos ms conocidos considerados como sagrados en alguna poca
recordada en las distintas partes del mundo. Y, a continuacin, tratar de concretar algo
esta misma idea para lo que se refiere a Espaa.
Como ya hemos visto, comienza asentando que las tribus de los bosques, que
adoraban a los rboles, se reunan a la sombra de los robles, etc. quedaron atrs.
Pero sigue manteniendo que los rboles son guardianes de la magia, es decir, que
conservan la causa sensitiva, y a veces la huella, de las creencias mitorreligiosas
elaboradas en torno a los mismos. En efecto, basta abrir este libro para comprobar en su
ndice, en primer lugar, que se habla de El abedul blanco, refugio de la luz, El abeto,
cobijo de las hadas, El lamo, la muerte y la resurreccin, El laurel, la dama de
Apolo, La encina, rbol de Zeus, etc, etc., ideas que resalto yo aqu ponindolas en
cursiva. En segundo trmino, y en cuanto a la estructuracin de los contenidos, el
espacio dedicado a cada uno de los 33 rboles considerados, que se compone en general
de cuatro partes (introduccin, biologa del rbol, usos econmicos, medicinales y
literarios del mismo, y costumbres y leyendas de carcter mgico religioso), dedica a
estas ltimas consideraciones la parte central y ms importante del libro.
14
PAKENHAM, T. (2002): rboles excepcionales: El ser vivo ms alto de que se tiene constancia es una
secuoya de California (EE.UU.) que mide 112 m (p. 32). El ms antiguo, en disputa con vecinos y
congneres, un pino de las Montaas Blancas de California de 4.600 aos (pp. 8 y 74-76). El ms
voluminoso una secuoya de Sierra Nevada (California) que se estima en 1.541,12 m3 (p. 48) y que sera, a
su vez, el ms pesado: 1.500 toneladas (p. 8). El ms famoso la secuoya brbaramente tunelada de
Yosemite (California, p. 39). El ms venerado, el por lo dems modesto pipal de Buda de Anuradhapura,
Sri Lanka (p. 74); al que seguir el asimismo modesto pltano de Hipocrates (p. 98), en la isla de Kos
(Grecia). Pero, segn Susana DOMNGUEZ LERENA (2005): rboles, leyendas vivas, p. 30, existe un
eucalipto de 132 m. de alto, altura superior a la alcanzada por las Torres Kio de Madrid, en Tasmania
10
Los ttulos utilizados para los diferentes apartados de este libro de Pakenham
dan una idea, por un lado, de las caractersticas utilizadas y, por otro, de lo difcil que
resulta adaptarse a un criterio de clasificacin nico cuando se trata de agrupar
elementos complejos. Los rboles seeros del mundo aparecen as reunidos, en su
ndice, como gigantes, enanos, matusalenes, exticos, espectros, etc. El
resultado es, en todo caso, una magnfica coleccin de fichas de rboles con esplndidas
fotos, encuadernadas en un libro titulado rboles excepcionales del mundo (2008, 4
ed.), editorial Blume, que har pasar sin duda muy buenos ratos a los amantes de la
naturaleza en genera y de los rboles en particular.
Ahuehuete,
Tejo mexicano
Taxodium Diosa Madre, Ehecatl
Ciprs, sabino mucronatun Ten. Tule, Oaxaca, Mxico (Dios de las Tormentas)
Cinnamomun
Alcanforero camphora Japn Santuarios budistas
Anuradhapura,
(Australia). No da referencias concretas. Y, por otro lado, segn la Gua Turstica de Oaxaca (Mxico),
en Internet desde 1995, el rbol ms grueso del mundo es El Tule (Taxodium mucronatum), cuyo
tronco tiene un permetro de 42 m. [ms de 13,33 m. de dimetro], posee un volumen de 705 m. cbicos,
un peso aproximado de 409 Tm., una altura de 40 m., y su edad sobrepasa los 2000 aos. Segn la
cartela situada por el Ayto. de la ciudad en el lugar, las dimensiones actuales (2014) son superiores. Sobre
la evolucin histrica y biolgica del rbol, vase Prof. C. GONZATTI: Monografa del rbol de Santa
Mara del Tule, Oaxaca de Jurez, Mx., 1925, 56 pp.; adems de los estudios de los botnicos mexicanos
de nuestros das.
11
Jomn Sugi
Cryptomeria El ms sagrado
Cedro japons japnica Kirishima, Japn (sintosmo).
Ambohimanga
Sierra Nevada,
Wotan
Erle, Westfalia, Alem.
Hombre Verde
Roble albar Quercus robur Kvill, Suecia (Fecundidad)
Sequoia
Secuoyas Sempervirens Pacfico Occ., EE.UU. Dioses-rbol
Por otro lado, las deidades de las culturas dominadas o vencidas suelen aparecer
como demonios en las culturas vencedoras o dominantes (Abracadabra, Bel-Ceb,
etc.). Y, an dentro de stas, las divinidades se transforman y suplantan unas a otras en
las diferentes eras o pocas histricas.
15
Para una aproximacin de conjunto al tema, en clave emblemtica o herldica, y referida casi en
exclusiva a las culturas histricas del entorno mediterrneo, en especial a Espaa, vase MONREAL
CASAMAYOR, Manuel (2009): De sermone herldico. V. rboles y arbustos, en Emblemata RAE, 15
(2009), pp. 227-291. Consignar aqu resumido, a ttulo de muestra, lo concerniente al gnero quercus
(roble, encina, alcornoque, quejigo, carrasca, coscoja, etc.): El Roble [escribe Monreal] ,ha sido
considerado rbol sagrado tanto en el mundo grecolatino como en las tradiciones judo-cristianas, o en
otras creencias religiosas, tal que la drudica [] celta (p. 246). Es rbol consagrado a Zeus, el Jpiter
romano [], y su emblema, junto con el Haya (y la Encina); as mismo consagrado a Cibeles y tambin
al dios celta Dagada, el Creador []. Cristo y la Virgen lo traen tambin por emblema []. Adolf
Hitler [eligi] como emblema la hoja de Roble []. El Roble recibe los nombres de Carballo en Galicia
y Asturias; Tocio [y Tozo] en Cantabria, Rebollo en otros lugares []; Roure en Catalua [Rouvre en
Francia, Rovere en Italia, Melojo o Marojo en Castilla, etc.] (pp. 247-252). La Encina, como el Roble (y
el Olivo) es rbol consagrado a Jpiter []. Es as mismo atributo de Cibeles y de Silvano []. La mtica
clava de Hrcules era de Encina y, segn otros, de Olivo [silvestre: Acebuche] (pp. 267-248). Prximas a
las caractersticas de la Encina tenemos []: Alcornoque, Quejigo, Carrasca, Coscoja y Acebo (p. 249)
[.]. Estando el Olivo consagrado a Jpiter (con el Roble y la Encina), asociado a No y consagrado
igualmente a la diosa Atenea (la Minerva griega) (p. 266)[]. La Almendra mstica, smbolo de la
virginidad de la Virgen Mara [remite] a la concepcin y nacimiento del dios Atis (p. 268). [Pero, por otro
lado], el Almendro nace del esperma del dios Zeus y la Almendra, por su parte, es tenida por smbolo
flico, y en la India, [la China, la mandorla del Roble de las Ermitas de Cobeta, etc.] por smbolo de la
vulva (p. 269).
13
Las prcticas ganaderas y forestales precitadas [dice Laguna] conllevaban a la larga una
seleccin paisajstica favorable a los grandes ejemplares pero, superadas determinadas tallas, los
pies arbreos pasaban a ser objeto de la codicia estatal, cuya maquinaria de guerra exiga [].
En consecuencia, poco futuro restaba a los rboles rectos de tallas ms elevadas, sobre todo si se
encontraban en enclaves accesibles []. A su vez, los rboles que se salvaron del hacha del
Estado seran ms fcilmente presa de la del agricultor17.
16
Una temprana y documentada referencia a los ms clebres rboles, arboledas y bosques sagrados del
mbito euroasitico puede verse en MAURY, Louis F. A. (1850): Les forts de la Gaule et de lAncienne
France, Paris, 1867, pp. 10-39, 128, 130 y otras. Por otro lado, como ya hemos visto en la Primera
parte, PAUSANIAS (180 e.c.) habla en su Perigesis: Descripcin de Grecia de los rboles sagrado que
encuentra al paso como si se tratase de cualquier otra curiosidad, imagen o monumento.
17
LAGUNA LUMBRERAS, Emilio et alii: Los rboles de la Ilustracin en el paisaje forestal, Valencia,
2012, p. 66.
18
Sobre la relacin de los rboles singulares con los hitos geogrficos, ha escrito unas pginas antes este
mismo Laguna: La gran mayora de nuestros rboles monumentales se distribuyen en tres tipos de
enclaves antrpicos bien definidos: 1) rboles de ermitas y plazas de pueblo en especial olmos, que
sustituan en las regiones secas a los Populus (chopos y lamos) o rboles del pueblo, cuyas plantaciones
14
Se me ocurre a m, al paso, sin embargo, que tambin podra suceder que este
sonoro silencio de Cavanilles, sea intencionado o inconsciente, estuviese relacionado
con el hecho de que, dadas las funciones superiores de esta suerte de rboles (testigos,
sealizadores, judiciales, sagrados, etc.), no los considerar propicios o susceptibles de
tala para usos comunes o militares, que era el objeto de su misin.
foment la civilizacin romana []. 2) rboles agrarios y de era, situados en las inmediaciones de las
masas, a los que se podaba para obtener [] sombra o en su caso para favorecer la produccin de fruto;
y 3) rboles de descansadero o cruce de vas pecuarias, situadas a menudo junto a fuentes, abrevaderos o
apriscos de las principales rutas de trashumancia. Muchos de los rboles monumentales actualmente
localizados en el seno de zonas forestales de la Comunidad Valenciana pertenecen al ltimo tipo. b.,
pp. 61-62. Toponimia: Obsrvese el probable origen romano del nombre de las numerosas plaza del
Ppulo existentes en el Mundo Mediterrneo: Roma, Cdiz, Baeza, Sevilla, etc. Por otro lado, lamos es
un nombre medieval arbreo de Hrcules, dios-hroe al que estaba consagrado el populus alba. Vase mi
libro Elpha. Ocho estudios Cantar de Mo id, Madrid, 1993, s. v. lamos. Nota bene: En lo que se
refiere al conocimiento de esta relacin entre agrnomos, jardineros, poetas, etc., vid. RIU VULART, Jos
Mara (1933): El chopo, p. 1, donde se lee: Entre los griegos y romanos goz [el lamo o chopo] de un
gran prestigio mitolgico y lo tenan dedicado a Hrcules. Fue bien conocida, as mismo, por los nios
espaoles escolarizados en las primeras dcadas del s. XX: vid. CHICO SUREZ, Martn (1910): Mi amigo
el rbol, 5 reimpr., Madrid, 2005, pp. 103, que dice: Y cerca de los altares de Baal se plantaba
generalmente un rbol sagrado, el asherath [] y honrbase a Hrcules con el lamo blanco. Sorprende
un poco, por tanto, que tal asociacin pasase desapercibida para tantos estudiosos del Cantar antes de
que yo publicase mis investigaciones al respecto (El enigma del Mio Cid, 1985, ms 1993, 1988 y
2000). Vid. as, p.e., GARROSA RESINA, Antonio (1987): Magia y supersticin en la literatura castellana
medieval, p. 49. Y, para una opinin distinta sobre el posible conocimiento popular de la misma, en el s.
XII, CATALN, Diego (2001): La pica espaola. Nueva documentacin y nueva evaluacin, p. 470,
donde cita mi artculo Elfa. La mujer-serpiente (1993), pero que no conoci, al parecer, lo que he
publicado despus sobre este punto. Y tambin MONTANER, Alberto: Cantar de Mio Cid, ed. 1993, pp.
628-631, ms la ed. de 2007, pp. 164-165 y 614-618, donde sigue leyendo Griza, en lugar de Agriza, a
despecho del manuscrito conservado, de Archer M. HUNTINGTON: Poem of the Cid, 3 vols., New York
(1897-1903), y de las tres o cuatro ediciones facsmiles de dicho manuscrito. Por otra parte, el mismo
GARROSA nos informa (p. 520) de que en El Victorial de Gutierre DEZ DE GAMES, escrito a mediados del
s. XV, la gran bestia terrestre-martima, residente en una cueva, que segn la Historia de los reyes de
Britania (parr. 48), compuesta en 1138-1139, mata al rey Morvido, cuando se enfrenta en solitario con
ella, se llama precisamente Elba, es decir, Elpha.
19
b., LAGUNA, pp. 68-69.
15
20
MAURY, Louis F. A.: Les forts de la Gaule et de lAncienne France, ed. 1867, chap. XXVII, Arbres
clbres par leur vetust et leur grandes dimensions, pp. 407-413, donde se resean un centenar de
individuos con la correspondiente bibliografa sobre los mismos.
21
ARMENTERAS, Andrs A. de (1903): rboles y montes. Curiosidades [], pp. 51-53.
22
BLASCO, Mara Elida (2010): Un panten de naturaleza nacional: la transformacin de los rboles en
reliquias histricas argentinas, 1910 y 1920". En Independencia y museos en Amrica Latina. LOrdinaire
latino americaine, 212 (2010), p. 80. En la misma poca, otro merecedor del ttulo de Apstol del
rbol, el escritor y periodista canario Francisco GONZLEZ DAZ (1866-1945), anduvo ms de una
docena de aos batallando incansable por el amor y respeto a los rboles y la repoblacin forestal de las
Islas Canarias, a la vez que adverta premonitoriamente del gran inters del arbolado para el desarrollo
turstico del archipilago. Vid. GONZLEZ DAZ, Francisco (2005): rboles (1906). Nios y rboles
(1913). Ed. de Rubn NARANJO RODRGUEZ, Las Palmas, 2005. IDEM (1910): Cultura y turismo, Las
Palmas.
16
pobreza propia, ha acudido a la musa patria, que ha labrado los riqusimos joyeles que
van a continuacin []: la Crnica de la Fiesta del rbol en Espaa. Ao 1907.
Motivado por las noticias sobre grandes rboles que venan de Estados Unidos,
Jos Luis B. de Quirs denuncia, en un breve artculo, en 1921, el estado de abandono
23
Una parte de estas fotos, muy mejoradas, puede verse en la exposicin itinerante interactiva En
Arbolar (oficialmente BIGTREES 4 LIFE) de la Fundacin Flix Rodrguez de la Fuente, que pas por
el Huerto del Retiro de Madrid en la primera de 2014.
24
Segn su bigrafo, Pedro Pidal tuvo no pocos enfrentamientos con los vecinos de Covadonga y
Ordesa, en especial con sus paisanos de Asturias, recelosos de las limitaciones que imponan los Parques.
Hombre cordial y generoso (con su dinero compr tambin complicidades) mandaba con mano dura y
amenaz con la escopeta a un cannigo de Covadonga que haba cortado las ramas de un rbol. Vase
FERNNDEZ, Joaqun (1999): El ecologismo espaol, pp. 32-35. El mismo autor (2004), Pedro Pidal,
[]. En el reino de los rebecos, p. 31, da cuenta de un incidente parecido con un guarda: encargado por
Espaa de velar por el paisaje [escribi este Pidal] me considero y me declaro un memo [] al no haber
apretado el gatillo, en Covadonga [1920], al rifle con el que encaonaba, llamndole Canalla! Y
gritndole Vas a morir como un perro! al guarda mayor del Parque Nacional de Covadonga. Me
pregunto si lo del cannigo no ser lo mismo exagerado. Pues el cannigo Mximo Vega colabor
fervorosamente con Pidal en el conocimiento y conservacin del Parque (Ib. P. 228). En mi opinin, al
margen de los fraudes historiogrficos (vase en Internet mi >Covadonga mito griego<), bien podra
decirse que Covadonga es la cuna de la reconquista ecolgica en Espaa. Y as lo proclam don Pedro
Pidal en el discurso (1918) de inauguracin del Parque (Ib., p. 246).
25
FERNNDEZ, Joaqun (2004): Pedro Pidal, marqus de Villaviciosa. En el reino de los rebecos,
Asturias, 2004, pp. 237-239.
18
en que se encontraba este tema en Espaa, donde acaban de desmochar una venerada y
umbrosa arboleda fuera de poca, incluso cuando est en su apogeo la sabia. Pero su
relacin de rboles gigantes de Espaa, lejos de ser sistemtica, es lamentablemente
anecdtica, ocasional, centralista y exigua. No menciona ms que unos cuantos casos
que ha visto al paso desde su automvil:
Junto a Puente Burguillo (Alberche), dice, hay pinos negrales y lariceos de 40 m de altura por
1,5 y 2 m de dimetro. En la carretera de Aragn, en el Val de Torija, lamos negros con un dimetro
de 2 m y mucha altura [] formando un tnel sobre la carretera, que es la ms favorecida de sombra que
puede verse en Espaa []. El Pardo tiene encinas enormes, que pesan varias toneladas. En Somosierra
hay robles de varias centurias de edad. Balsain, San Rafael y El Paular muestran lo que fueron los
espesos pinares de la Sierra de Guadarrama. Y remata la faena con el falso y manido tpico de que
Toda Espaa en la Edad Media era un tupido vergel26.
* * *
pretende sacar [estos rboles] del olvido, localizarlos, estudiarlos y protegerlos de forma
que las generaciones futuras puedan seguir disfrutando de su contemplacin. Se trata [en suma]
de acercar una parte importante de nuestra riqueza natural a la poblacin, mediante la proteccin
y el conocimiento de los rboles singulares.
26
B. DE QUIRS, Jos Luis: Los rboles gigantes de Espaa, en Alrededor del mundo, n 150 (1921),
pp. 83-84.
27
PREZ-SOBA DEZ DEL CORRAL y J. PICOS MARTN: Antecedentes de la proteccin legal de los rboles
singulares en Espaa, Revista Montes, 60 (2000), pp. 72-73.
19
Para los propsitos del presente trabajo, es interesante sealar aqu que el 58 por
cien de los rboles seleccionados para esta muestra lo fue a causa de sus dimensiones, el
21 por cien por su historia, el 14 por cien por su antigedad, el 7 por cien por su rareza,
y el resto, 10 por cien, por otras causas.
decir, una expresin que fuese vlida para cualquier lugar del Planeta, cultura y poca
histrica, me he referido ya ampliamente en la Primera parte de esta modesta y
compleja aportacin al tema. No me parece oportuno, pues, volver aqu a menudo con
nuevos detalles, matices o citas sobre tales cuestiones. Espero que valga la pena, sin
embargo, observar en un caso concreto como se las arreglan en la prctica los autores
naturalistas de nuestros das que tienen que bregar, aunque sea en silencio, con los
controles religiosos o polticos de los patrocinadores, y de cara al gran pblico lector,
con tales conceptos y terminologas. Y, de paso, que todo ello le permitir al lector que
me haya seguido hasta aqu por este laberinto, guiado por su propio hilo de Ariadna,
entender mejor el ttulo que he decidido dar yo mismo al conjunto de estas ridas
pginas.
Susana Domnguez y sus colaboradores optan, as, en 2002 y 2005, por un nuevo
concepto: rbol legendario. Decisin muy acertada, en mi opinin, que adquiere toda su
plenitud significante en la expresin leyendas vivas. En el doble sentido de leyenda
(mito, pica) y en el doble sentido de vivas (se siguen contando o existe y permanece
viva realmente la planta que la genera). Y, para que no queden dudas de que a los
aspectos formales, fsicos, dimensionales, configurativos, etc., hay que aadir, en el
asunto que nos ocupa, los subjetivos o emocionales, escribe esta autora:
Cuando contemplo, conozco su edad e investigo la historia [de cualquiera de] estos
rboles me parece un autntico milagro que estn todava ah despus de tanto tiempo,
respetados y venerados slo por unos pocos. Para los que amamos el campo y el monte, son
nuestros bienes ms preciosos, sin duda si el bosque tuviese un espritu estara escondido en
estos rboles29.
Un poco ms adelante, vuelve Susana sobre la misma idea con las siguientes
palabras:
Todos y cada uno de nosotros seguro que tenemos un rbol singular en nuestra vida. El
rbol que plant nuestro abuelo, el de nuestro primer beso, el que nos serva de cabaa y refugio
en nuestra infancia, al que subamos de pequeos y al que hemos subido a nuestros hijos. Para
nosotros son singulares aunque no sean los ms grandes, ni los ms bellos ni los ms viejos de su
especie30.
29
DOMNGUEZ LERENA, Susana (2005): rboles, leyendas vivas, p. 10. Las cursivas son mas, como de
costumbre. En el mismo sentido, el conocido novelista portugus Jos Saramago (Premio Nobel de
Literatura en 1988) cont en El Pas en cierta ocasin como su abuelo campesino, cuando comprendi
que se iba a morir, se despidi con un abrazo de todos y cada uno de los rboles de su huerto, que le
haban acompaado y servido durante toda su vida.
30
bidem, p. 25. IDEM (2007): Guas del viajero. rboles, leyendas vivas, p. 18.
21
Tres aos despus, en la segunda parte de esta misma obra (2008), viene a
equiparar los trminos sagrado 31, singular, mgico, etc., a la vez que incide en la
condicin de seres vivos y sensitivos de los rboles:
En particular por los griegos, los etruscos y los romanos, segn narraron los
historiadores Tito Livio (ao 9 a.e.c.) y Plinio el Viejo (c. 70 e.c.)32.
[Los rboles] no son farolas, ni postales de paisaje, son seres vivos que sienten dolor y
sufren de una manera diferente de la nuestra, pero no por ello menos importante33.
El propsito declarado de esta Gua es dar a conocer in situ estos rboles, con
fines de contemplacin, disfrute visual y proteccin. Pues no se suele proteger lo que no
se conoce, ni disfruta o valora adecuadamente35. El libro es til, sin duda, para cualquier
persona que tenga curiosidad o sienta aficin por la Naturaleza. Pero est especialmente
dirigido a todos aquellos amantes del campo, aventureros, senderistas o caminantes
que sean capaces de emocionarse ante la contemplacin de un bello paisaje y ante unos
seres vivos hermosos, fuertes y [casi] eternos como son los rboles 36. A las
mencionadas informaciones sobre cada rbol concreto, se aaden en esta ocasin otras
de carcter gastronmico, etnogrfico, artstico y turstico sobre el pueblo o la comarca
35
Para amar y conservar [] cualquier legado de nuestros mayores, lo primero y ms perentorio es
conocerlo, haba dicho ya LORIENTE ESCALADA, Enrique (1990): Gua de los rboles singulares de
Cantabria, I, solapa de cubierta. Lo primero para apreciar es conocer, hay que tener una cultura general
y sensibilidad sobre estos asuntos, escribe BLANCO CASTRO, Emilio (1998): Los bosques espaoles, p.
255. Insiste en lo mismo CARCAVILLA URQU, L. (2007): Patrimonio geolgico y geodiversidad, pp. 57,
59, 301 y otras.
36
DOMNGUEZ LERENA, Susana (2007): Gua del viajero. rboles, leyendas vivas, p. 7.
23
donde est ubicado. Datos necesarios, en suma, para organizar una excursin campestre
individual, familiar o en grupo y pasar un buen da en torno al campo y al rbol.
Ahora bien, como se ha comprobado en muchos casos concretos que las visitas
excesivas o descontroladas perjudican a los rboles que no estn debidamente
protegidos (cerca de madera que rebase el espacio-sombra cenital, etc.), causndoles
incluso la muerte paulatina, ms o menos visible, este libro incluye, al igual que otros
varios que persiguen los mismos propsitos, una Gua de las buenas prcticas para
contemplar un rbol singular37.
Los datos tomados en cada uno de los rboles: Localizacin GPS. Permetro normal (a
1,30 m. del suelo). Permetro de la base. Altura total. Orientacin. Dimetro de copa Norte-Sur y
Este-Oeste. Estado fitosanitario. Recogida de muestras de semillas u hojas. Extraccin de
muestras dendrocronolgicas. Situacin circundante. Estado de conservacin. Forma y estructura
del rbol. Historia local38.
La ficha correspondiente a cada uno incluye, adems del nombre propio y una
foto, el motivo de singularidad, la provincia, la localidad y la figura de proteccin,
cuando la tiene39. Y van ordenados por el nombre cientfico de la especie.
El abandono que han sufrido nuestros rboles singulares parece que toca a su fin [].
La inexistencia de una figura de proteccin nica para todo el territorio nacional parece que
puede haber quedado resuelta con la Ley 42/2007, al figurar con nombre propio rboles
singulares y monumentales. El problema ms urgente es la determinacin de medidas concretas
de proteccin. Los hechos han demostrado que la simple medida de declaracin como rbol
singular, en muchos casos no ha resuelto nada []. Para la gestin de los rboles singulares,
sera muy positiva la elaboracin de un inventario o catlogo nacional, de manera que este
formase parte del Inventario del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad40.
Por otra parte, esta misma y prolfica autora ha publicado con su nombre o en
colaboracin con otros miembros de su equipo, varios libros ms sobre gestin forestal,
educacin ambiental y difusin del respeto y del amor a los rboles desde la infancia41.
38
DOMNGUEZ LERENA, Susana et alii (2009): Gigantes y ancianos de los bosques espaoles. Una
bsqueda de los tesoros vivientes de nuestro territorio, p. 23.
39
b., pp. 145 y ss.
40
b., p. 118.
41
DOMNGUEZ LERENA, Susana (2002): rboles de nuestros bosques. Gua didctica. IDEM (2003): Os
sagredos dos rbores: gua didctica. IDEM (2007): Pinar grande: 100 aos de gestin sostenible (Soria,
25
* * *
La ficha tcnica de cada uno de los individuos nos informa, en este caso, sobre:
1. Denominacin popular. 2. Nombre cientfico de la especie. 3. Nombre comn de la
especie. 4. Motivo de la singularidad. 5. Caractersticas morfolgicas. 6. Edad estimada.
7. Provincia. 8. Municipio. 9. Localidad. 10. Paraje. 11. Propietario. 12. Datos a los que
se aade un mapa con la posicin aproximada en el territorio espaol. Y las fotos de
cada ejemplar, sean de conjunto o de detalle, son, desde luego, excepcionales. Un
autntico placer para la vista.
1907-2007). IDEM (2010): Cuentos de rboles gigantes, El rbol de Miguel y otros cuentos, El roble
estaba malito y Manual de buenas prcticas para los rboles singulares.
26
Pero, como he indicado en el caso anterior, no es asunto sobre el que vayamos a volver
con cada autor en esta Segunda parte.
Estos rboles [dice Snchez] no pueden ser tratados aisladamente como si fuese joyas
guardadas en un cofre, pues a ellos no les sirve de nada que una ley les proteja individualmente
si a su alrededor se destruyen las condiciones que posibilitaron su desarrollo, por la sencilla
razn de que estn vivos. Y como seres vivos que son, tarde o temprano morirn. Y, si tras su
muerte, sus semillas [esquejes o plantones] no encuentran las condiciones que encontraron sus
padres, ya no tendremos nada que proteger.
42
SNCHEZ, Eduardo A. (2004): Como conservar nuestros rboles singulares, en rboles singulares de
Espaa, pp. 25-26. Eduardo MARTNEZ DE PISN (2002) y Sebastin LVARO: El sentimiento de la
montaa. Doscientos aos de soledad, Madrid, 2010, pp. 260-268 y otras, expresan, siguiendo a SAMIVEL
(1940), la misma preocupacin en lo que se refiere a las montaas: El espectculo natural masivo
preparado no pasa de ser un negocio []. Para entrar en familiaridad con las montaas es preciso
franquear antes una multitud de obstculos, colocados all como pruebas que no todos podran superar; la
primera belleza de un desierto es justamente estar desierto []. Una soledad, al menos relativa y el
silencio son, por ejemplo, las condiciones ms preciosas del placer alpino, y la presencia de las masas les
es mortal. En particular, y en lo que se refiere a los espacios serranos ms usados ahora por los
madrileos, vase en la Bitcora de Julio Vas (30.06.2014) en Internet Sierra de Guadarrama: la
masificacin al cubo, donde se advierte de los destrozos medioambientales que est produciendo el uso
turstico industrial de estos parajes. A su vez, ngel SNCHEZ CRESPO e Isabel PREZ GARCA (2014):
Gua de campo de la Sierra de Guadarrama, p. 10, recalcan: Hoy en da [] el mayor peligro para la
conservacin de la biodiversidad en la Sierra de Guadarrama proviene de la invasin del territorio, de la
conversin de la naturaleza en ciudad. Las urbanizaciones e intromisiones humanas tienen un alto precio
para la flora y la fauna y necesitan ser controladas []. Nada mejor que conocer [la Sierra] para amarla.
Conocerla, no avasallarla! Por otro lado, el 24.08.14 la prensa inform (vid. p.e. El Mundo) de que
violando los sentimientos religiosos o laicos de los dems, y vulnerando lo dispuesto al respecto en la Ley
7/2013 del Parque Nacional de Guadarrama, un grupo ultra-catlico estaba instalando, a su aire, grandes
cruces de hierro y estatuas en piedra artificial de la Virgen Mara, ms una gran bandera nacional, con el
propsito de llegar a las 1.300 obras (!!!), en las cumbres de esta sierra.
Nota bene: Sobre los destrozos que causan las bicis (e incluso motos, provincias limtrofes) que
circulan por lugares no autorizados en Abantos (El Escorial), Fuenfra (Cercedilla), La Pedriza
(Manzanares), el entorno de La Marmota (Colmenar V.), etc. han informado ya ciertos peridicos
madrileos. Pues bien, los responsables polticos actuales (secta del Becerro de Oro), haciendo caso
omiso de que hay bienes econmicos escasos, no renovable o que no tienen valor de mercado, en lugar de
27
regular y controlar el acceso masivo al Parque, se dedican ahora a promover su destruccin a medio plazo
organizando carreras ciclistas o pedestres masivas por el mismo, espectculos escnicos para
particulares, etc., a cambio de unas pocas monedas de plata. Pero claro, la destruccin de la naturaleza
genera un cierto negocio para unos cuantos mientras que su conservacin obliga a cobrar impuestos a
muchos votantes. Item ms: con lo que se supona que era un parque del Buen Retiro est sucediendo algo
muy similar. La ltima genialidad, en el sentido de idea-negocio, ha consistido en habilitar el paseo
principal del mismo como una especie de pista maanera de coches de choque de alquiler para nios.
Cunto tardarn en explotar estos jardines, los del Botnico, etc. para jugar al escondite?
43
b., p. 29. Se trata de una preocupacin compartida por la gran mayora de los autores que escribimos
sobre estos temas. Vase, entre otros, El arbolado monumental y singular: gestin, conservacin y
legislacin, Valencia, 2006, pp. 8, 22, 175, 374, 380, 384, 387, 388, 396, 496. Como dice Mariano
SNCHEZ GARCA, Conservador del Jardn Botnico de Madrid (en la pgina 8), necesitamos la
proteccin para que estos rboles no se nos vayan de las manos, de la vista y de nuestros corazones y por
eso debemos colocar en los dos platillos de la balanza la proteccin necesaria y la obligada cercana de la
gente que bien los quiere. Pero no siempre predicamos nosotros mismos con el ejemplo. En cierta
ocasin en que visit un rbol singular o sagrado con un grupo de aficionados y expertos muy amigos de
los rboles, tuvimos que ver con pena que, a pesar de que estaba empapado el suelo a causa de la lluvia,
varios de ellos pasaron y posaron sobre el tronco para hacerse fotografas. Cmo si fueran chiquillos!
Nota bene: La gestin del patrimonio geolgico plantea los mismos problemas: El turismo y
uso pblico (entendido de manera general) mal gestionado pueden suponer una va de rpida degradacin,
e incluso el uso recreativo lleva implcito cierto grado de degradacin. El turismo puede suponer la
modificacin de las condiciones ambientales de un determinado recurso geolgico, una saturacin de
lugares que son frgiles, acelerar procesos erosivos debido a la prdida de cubierta vegetal por pisoteo,
generar alta concentracin de residuos orgnicos [o inorgnicos], acumulacin de basuras, o la realizacin
de modificaciones para la adecuacin turstica, entre otros impactos notables. Por ello, la Federacin
EUROPARQ redact la Carta Europea de Turismo Sostenible en Espacios Protegidos, para que se
convierta en una herramienta de planificacin. Vid. CARCAVILLA URQU, L. et alii (2007): Patrimonio
geolgico y geodiversidad: investigacin, conservacin, gestin y relacin con los espacios naturales
protegidos, Madrid, 2007, pp. 202, 63 y otras. En este libro, basado en la tesis doctoral del autor
principal, pueden verse diversos mtodos y polticas de gestin aplicables ms o menos directamente al
patrimonio forestal en general y al sagrado o singular en particular.
28
* * *
44
rboles singulares de Castilla y Len, Valencia, 2004, p. 15.
45
Nota bene para descredos: Sobre la entrada de los musulmanes en Espaa y la destruccin vandlica
de iglesias e imgenes de Santa Mara, vase en Internet; para empezar con el tema, mi >Covadonga mito
griego<, a continuacin mi libro Carlomagno, Asturias y Espaa, Oviedo, 2002, y despus el trabajo del
fraile franciscano menor Juan Mohamed ABD-EL-JALIB (1949): El islam ante la Virgen Mara, en
Arbor-R.G.I. y C., tomo XIX, n 65 (1951), pp. 1-28. En trminos de cultura general, ser suficiente con
leer la Azora XIX, Mara del Corn. Intr., trad. y notas de Juan Vernet, cat. de lengua rabe en la
Univ. de Barcelona, 1986, ed. Planeta, pp. 310-313. Pero, al parecer, ni los profesos ni los fieles de las
religiones del Libro acostumbran a leer los textos sagrados de sus congneres. Sobre la talla romnica
del monasterio de La Vid (posterior al s. XI, por tanto) encontrada en el s. XIV porqu la haban
escondido en el s. VIII (cuando no poda existir) para evitar la profanacin musulmana, segn segua
29
gracias a haberse ocultado en troncos de rboles venerables [en tierra, paredes, cuevas, etc.,
segn otros relatos bien conocidos], lugar considerado muy seguro, ya que slo los devotos
vecinos, que conocan el monte palmo a palmo, sabran luego recuperarlas46.
contando a los visitantes, hacia el ao 2000, el fraile agustino que hace de gua, como en docenas de casos
similares, vase, p. e., CARDIANOS BARDECI, Inocencio (1988): Proceso constructivo del monasterio de
La Vid (Burgos), Archivo Espaol de Arte, 241 (1988), p. 310. Pero ms sonoro es el caso (las mejores
campanas de Espaa, para que se oyera mejor) de Ntra. Sra. del Puig (Sagunto), patrona del Reino de
Valencia desde 1240 (Jaime I el Conquistador) hasta 1961, en que el papa Juan XXIII la cambi por la
de los Desamparados (Valencia, capital). Vid. TLLEZ, Fray Gabriel [Tirso de MOLINA] (1639): Hist.
general de la OrdenMercedes, vol. I., ed. 1973. Se trata, en este caso, de un hermoso bajo relieve
policromado con la imagen de Ntra. Sra. y el Nio, con formas, estilo y tpicos bizantinos (fabricado por
manos de ngeles, como la Cruz de Oviedo), trado al parecer desde Roma a finales del s. XIII o
despus, pero que, segn la Santa tradicin fue enterrado por monjes visigodos bajo una gran campana
(desaparecida, fundida dicen otros, para hacer las dos nuevas), hacia 711, para evitar igualmente que la
profanaran los moros, pero que fue milagrosamente descubierta en 1238 (mediante luces que bajaban
del cielo hasta el Puig), para intervenir decisivamente en la conquista cristiana de Valencia poniendo a
continuacin a San Jorge [El Agricultor], patrono de las armas aragonesas, inglesa, etc., etc., al frente
del ejrcito vencedor (p. 88). Item ms: El Monasterio del Puig (Puche en Aragn) es, por otra parte, un
caso ms de superposicin de deidades, y en consecuencia de cultos, segn nos dice el propio Fray
Gabriel: Los ms [autores] de nuestra Espaa sealan aquella [pequea] elevacin alegre desde fenicios,
griegos, cartagineses y romanos por sitio y templo consagrado a la deidad de la hermosura, con la
inscripcin Fanum Aphrodisium, santuario, digamos, a la diossa Venus (p. 82). Para una introduccin
(casos y bibliografa) a las conexiones entre los cultos precristianos europeos y los catlicos posteriores,
vanse CARO BAROJA, Julio (1959): Anlisis de la cultura, ed. 2011, pp. 224-231 y DELEHAYE, Hippolyte
(1927): Reminiscencies et supervivances paennes, en Les lgendes hagiographiques, pp. 140-201. El
jesuita bolandista confirma aqu ampliamente en sus datos que, en estos casos de sustitucin o
superposicin de deidades, lugares o cultos, las funciones sociales, econmicas y religiosas generadas o
desarrolladas siguen siendo, a grandes rasgos, las mismas, aunque vare la creencia teolgica (verdadera o
falsa deidad, segn la fe del devoto). Y, desde luego, en mi opinin lleva razn en sus crticas contra las
generalizaciones abusivas sobre tales sustituciones, que conviene estudiar caso por caso, para elaborar
porcentajes de cumplimiento de los enunciados generales al respecto.
46
rboles singulares en Castilla y Len, Valencia, 2004, p. 17.
47
Para hacerse una primera idea de la antigedad y modos de esta suerte de fraudes, en lo que concierne a
Espaa, puede verse PREZ S. I., Nazario (1993): Historia mariana de Espaa, cap. X, Images y
devociones del siglo XIII, pp. 273-283. El grupo ms numeroso de estas [apariciones, dice en la p. 377]
es el de las aparecidas a pastores, que slo en el siglo XII son, por lo menos 22: 7 a pastores y 6 a
pastoras, 4 a labradores y 1 2 a labradoras. (Suman 19). Por su parte, el P. CAMILO ABAD S. I., editor y
30
Los rboles huecos han gozado notablemente de una legendaria utilidad como
valiossimo escondrijo, especialmente durante las guerras. Entre los mayores de nuestros pueblos
hemos constatado como perduran la multitud de relatos de las guerras carlistas, en donde los
antepasados, e incluso partidas enteras se ocultaban en los huecos de los seculares troncos en
48
robledales y castaares ante la persecucin por parte de las tropas liberales .
gran amigo de este autor, informa en Dos palabras del revisor (p.19) de que en la obra de P. Nazario
predomina la pa credulidad (piae credulitatis), y de que, para que no piense el lector que los sucesos
referidos en dicho libro se dan como histricos, ha decidido retocar los manuscritos y ediciones anteriores
introduciendo en los textos, a veces, las frmulas se dice, se cree, etc. En cuanto al fondo, es decir, a
las causas conocidas de tales fenmenos, puede aadirse a lo advertido en la Primera parte el
interesante cap. IX, El color del cristal, del reciente libro de S. JONES (2014): Ciencia y creencia, pp.
295-318.
48
No pongo en duda, naturalmente, que tropas o ejrcitos antiguos, medievales o contemporneos se
oculten en los montes. Ni que un pequeo grupo de hombres armados, con algn caballo, etc., pueda
hacerlo en el medio pergeado por este autor/a/s. Pero, partidas enteras? Vid. las acepciones 6, 7 y 8
de esta voz en el Diccionario de la RAE (1994). A efectos naturalistas, tursticos y de comprobacin, hay
que lamentar, adems, que no se precise dnde estn o estuvieron tamaos robles huecos.
49
vila figura con 11 representantes, Burgos con 11, Len con 13, Palencia con 10, Salamanca con 11,
Segovia con 11, Soria con 12, Valladolid con 12 y Zamora con 9.
31
* * *
Por su parte, la editorial Blume (Barcelona) public en 2005 Gua de los rboles
singulares de Espaa, de Csar Javier Palacios Palomar, deliciosamente ilustrado por
Albondi (Ignacio Redondo Regidor). Se trata de un libro en cuarta de 125 pginas, muy
manejable, cuidadosamente impreso en papel cien por cien reciclado (garanta de Green
Peace, Libro Amigo de los Bosques), patrocinado por Maderas Nobles de la Sierra de
Segura, empresa que practica una gestin forestal sostenible que ana tradicin e
innovacin. Esta obra, se lee en su contraportada, actualiza, ampla y completa los
captulos publicados en la seccin, rboles con historia de El Pas Semanal entre
1997 y 1998, cuyos recortes coleccionamos entonces con mucho cario algunos
amigos aficionados a estas cosas.
Historiador, doctor en arte y ecologista, Palacios nos narra in situ, con precisin
y gusto literario, la saga de cincuenta rboles de distintas especies, distribuidos por todo
el territorio nacional, agrupados por comunidades autnomas. La ficha tcnica incluye
los siguientes datos prcticos: 1 Nombre popular. 2 Nombre cientfico. 3 Localidad. 4
Acceso. 5 Edad aproximada. 6 Altura. 7 Permetro (en la base). 8 Dimetro de copa. 9
Mejor poca para verlo. 10 Situacin en el mapa. Al final, su nutrida bibliografa sobre
rboles de Espaa, se completa con otra (unas 70 referencias) de rboles de otros
pases. Y el libro se abre con el siguiente lema:
50
PALACIOS PALOMAR, Csar-Javier (2000): A la sombra del rbol, en BLANCO CASTRO, Emilio et alii:
La naturaleza. Tradiciones del entorno vegetal, Salamanca, 2000, pp. 55-78.
32
* * *
En clave diferente, pero con estos mismos propsitos, entre otros, Abella Mina
lleva varias dcadas fomentando sin tregua la aficin a la Naturaleza y, en particular, el
respetuoso disfrute de la madera, de los rboles y de los bosques. Y, en consecuencia,
luchando por su consideracin y defensa.
Nacido en Vitoria (1961), criado, segn nos dice, en los bellsimos bosques de
Urbasa (Navarra), hombre con varios oficios o destrezas consumadas (carpintero,
ceramista, jardinero, herbolario, cocinero de plantas, filsofo integral o tesofo, escritor
de fortuna), vasco residente en Asturias, viajero, etc., en 1985 public El hombre y la
madera, una verdadera enciclopedia grfica y literaria sobre el trabajo, usos y
posibilidades actuales de la madera, que abre con un esplendoroso poema de
Rabindranath Tagore, Al rbol, en el que se cantan y cuentan con detalle las diversas
utilidades materiales y espirituales con que nos obsequia esta planta51.
En 2003 esta obra iba ya por la quinta edicin. En 1997 apareci La magia de
los rboles. Simbolismo. Mitos y tradiciones. Plantacin y cuidados, que en 2005 iba
igualmente por la quinta edicin. En el mismo ao (2005) sac La magia de las plantas.
En 2007, La memoria del bosque. En 2009, La cultura del tejo; esplendor y decadencia
de una cultura vital. En 2011, en colaboracin con Leticia Ruifernndez, La poesa de
los rboles. En 2012, El gran rbol de la humanidad. Leyendas y arte primitivo sobre
los rboles en la creacin del mundo. Etc. Una produccin literaria abundante y bella
que contrasta, sin embargo, con sus continuas declaraciones de aversin al libro, al
pensamiento racional o a la cultura libresca.
Basta con echar un vistazo a los ttulos de esta nutrida lista de referencias
bibliogrficas para advertir que Abella no se interesa slo por los rboles singulares,
sino por todos los rboles. Y no slo por los rboles, sino por todos los bosques y
51
Poema disponible en Internet: > poema rbol Tagore <.
33
Al igual que en el, sin embargo, muy distinto referido libro de Alex Newman
(2009), rboles. Guardianes de la magia, los ttulos, y los subttulos de los captulos
dedicados a las especies ms sealadas en La magia de los rboles de Abella, nos
permitirn aqu darnos una idea panormica de estos planteamientos:
El tiempo [y] los rboles (el calendario-alfabeto [de rboles] celta). El abedul (la
iniciacin [espiritual]). El centro del mundo (el centro sagrado, el cetro real y el rbol).
El roble (el rbol real). El murdago (la corona del rey). El fresno (el rbol del mundo).
El tejo (la rueda del rey). El sendero de la serpiente. rboles sagrados. El rbol de la
vida. La abuela haya, etc., etc.
52
Sin ms pretensiones que las de aclarar esta terminologa me permito sealar que la voz Integral alude
a total, global, completo, con independencia de que ese todo este organizado (holstico) o desorganizado
(caos) y de que tenga o no propiedades como tal conjunto, etc. Por el contrario, un sistema (no confundir
sistmico con sistemtico), segn una de las mejores versiones del concepto que conozco, puede definirse
como un todo unitario organizado, compuesto por dos o ms partes, componentes o subsistemas
interdependientes y delineado por lmites identificables de su suprasistema ambiente, con el que, en el
caso de los sistemas abiertos (biolgicos, sociales, jurdicos, etc.) interacta, reestructurndose
constantemente. Vase, para ms detalles, Administracin en las organizaciones. Enfoque de sistemas y
de contingencias, de los psiclogos sociales F. E. KAST y J. E. ROSENZWEIG (1987), Mxico-Madrid,
segunda ed. en espaol, 1988, p. 108. Para su comparacin y relaciones con el concepto de estructura,
PIAGET, Jean et alii (1970): Tendencias de la investigacin en las ciencias sociales, cap. 2, Problemas
generales de la investigacin interdisciplinaria y mecanismos comunes, Madrid, 1973, pp. 199-227,
Alianza/Unesco. Y, en lo que toca a la aplicacin de estos conceptos al tema que nos ocupa, la
Introduccin de Emilio BLANCO CASTRO (1998) a Los bosques espaoles, dedicada a exponer los
conceptos de rbol y bosque, en particular el apartado titulado El bosque como ecosistema (pp. 24-25 y
otras). En la misma lnea, aunque mucho antes de que circulara la nocin de sistema como concepto
operativo, tal vez quepa citar aqu el valioso trabajo de Jos JORDANA (1862): Memoria de la Garganta
de El Espinar, reeditado en 1997, Cajasegovia.
53
Sobre el sentimiento de la naturaleza en ROSSEAU (1757-1758), as como sobre las contradicciones
filosficas y personales de ste, no obstante insigne autor, vase la reciente edicin crtica en espaol de
La nueva Eloisa, a cargo de Lydia VZQUEZ, Madrid, 2013, Ed. Ctedra, en especial la Carta XXIII,
pp. 210-220, y la Introduccin, pp. 7-145, respectivamente.
34
No pensis sin embargo, que estamos dando a entender una velada promesa de
alucinantes, vertiginosas, trepidantes y sugestivas experiencias msticas. Para eso [las
experiencias msticas] estn las agencias de viajes, los ltimos modelos de automviles y las
drogas55.
54
ABELLA, Ignacio (Basajaun: Seor del Bosque, 1996): La magia de los rboles, ed. 2003, Barcelona,
Integral, pp. 11-15.
55
b., p. 12.
56
Obsrvese, por un lado, el contraste entre este enfoque y el del libro del mismo ttulo de Jacques
BROSSE (1979): La magie des plantes, Paris, 2005, 3eme. ed., que dedica ms de cien pginas a explicar
la magia de la realidad (DAWKINS, 2011), es decir, cmo se ha generado y evolucionado la vida, a lo
largo de los ltimos mil quinientos millones de aos, con la ayuda del oxgeno, de la luz del sol y de las
plantas (el milagro de la clorofila) hasta llegar a generar los seres humanos. Y, por otro lado, el contraste,
asimismo, con el citado libro de E. MARTNEZ DE PISN y S. LVARO (2002): El sentimiento de la
montaa (ed. 2010, 384 pp.), otro ejemplo de magia de la realidad, donde no aparecen en parte alguna
35
En este punto, ciencia y mitologa se encuentran para llegar a una misma conclusin con
lenguajes radicalmente distintos []. El rbol, el jardn y el bosque []son en cierto modo la
panacea para la curacin de innumerables enfermedades que nos afectan y, adems de restaurar
la Tierra han de servirnos para reconciliarnos con ella y encontrar nuestro propio lugar y nuestra
identidad como habitantes [] de ese gran organismo que llamamos biosfera.57
contradicciones entre los planteamientos cientficos (geogrficos en este caso) y los sentimientos que
provoca la naturaleza en los alpinistas.
57
ABELLA, Ignacio (2003): La magia de las plantas, Barcelona, 2003, Integral, pp. 11-12. Las cursivas
son mas, como de costumbre. Para un tratamiento interdisciplinar comprensivo de las relaciones entre la
religin, la mstica y el paisaje a lo largo de la historia de China, desde, al menos, el siglo IV (a.e.c.) hasta
la era del turismo de masas, vase la laboriosa tesis doctoral de Antonio Jos MEZCUA LPEZ: El
concepto de paisaje en China, U. de Granada, 2007, disponible en PDF en Internet, en cuya
Introduccin se lee: El concepto de Tao y de Naturaleza tienen una relacin muy estrecha en el
pensamiento chino. As, decir unidad en el Tao es hablar de plenitud de felicidad, de serenidad, de
integracin csmica en ese entorno natural, y de un estado psicolgico de paz, en el que la mente est en
calma y no distorsiona la plena percepcin de la realidad [] (p. 8). El paisajismo [] es un medio de
alcanzar ese estado de unidad con el Tao (pp. 9, 32-33, y 136-139).
58
b., pp. 16 y otras, donde se refiere al paso al conocido caso del supuesto chamn indio Don Juan. No
es este el criterio de los expertos, sin embargo. En sus Cartas a un joven cientfico (Barcelona, 2014), el
conocido bilogo Edward O. WILSON (2013), por citar slo un texto al alcance de cualquier persona culta
(es premio Pulitzer), escribe al respecto: La ciencia es el conocimiento organizado y comprobable del
mundo real, de todo lo que nos rodea, as como de nosotros mismo, en contraposicin con las creencias
infinitamente variadas que la gente tiene procedentes del mito y de la supersticin (p. 65). La primera ley
de la biologa es que todas las entidades y procesos de la vida obedecen a las leyes de la fsica y de la
qumica []. No hay cientfico que yo conozca que crea que vale la pena buscar lo que antao se llamaba
elan vital, una fuerza o energa fsica nica de los organismos vivos (p. 72). La ciencia es el venero de
la civilizacin moderna. No es slo otra manera de saber que se puede equiparar a la religin o a la
meditacin transcendental. No resta nada al genio de las humanidades, incluidas las artes creativas. En
cambio, ofrece modos de aadir cosas a su contenido. El mtodo cientfico ha sido, de manera
consistente, mejor que las creencias religiosas a la hora de explicar el origen y significado de la
humanidad (p. 73). En cuanto a las consideraciones epistmicas, y por tanto ticas, sobre el caso de Las
enseanzas de Don Juan (Carlos CASTANEDA, Mxico, 1974, FCE), vid. en el higinico libro del
economista y filsofo Flix OVEJERO LUCAS (2014): El compromiso del creador, las pp. 378-380.
36
postura con la mnima implicacin 59. Las religiones y otros movimientos espirituales
olvidan o desdean demasiado a menudo el mundo en pos de una pretendida
realizacin personal o de un mundo mejor que sobrevendr en el ms all. Pero, el
camino de regreso no puede ser ms sencillo ni ms revolucionario, implica un cambio
de mentalidad [] que nos percatemos de que la supervivencia est ntimamente ligada
a los jardines terrestres en todas sus formas, que nos demos cuenta de la belleza, la vida
y la inteligencia que palpita en cada uno de los seres que nos rodea60.
Porque, ms all de que, como hemos visto aqu en la Primera parte, la mente
humana sea, en trminos biolgicos, producto evolutivo y consecuencia del cuerpo vivo
del hombre, y con independencia del sentido que pueda tener en nuestros das la voz
alma, a la luz de los descubrimientos experimentales de los neurlogos ms avanzados
o de las tradiciones mdico-filosficas monofisitas de la India, en el sentir de Abella,
las plantas, los rboles, los jardines e incluso los ecosistemas tienen inteligencia y, en
consecuencia, alma o conciencia.
son agentes capaces de actuar sobre un entorno en el que ellos sean viables, guiados por
la experiencia, esto es, por la toma de noticia del resultado de la accin efectuada, para tantear
una accin sucesiva ms conforme con el estado del entorno []. Como se desprende de manera
evidente de esta explicacin [nos asegura Abella], las primeras formas de vida fueron tambin
las primeras formas de conciencia, sensibilidad, voluntad y memoria []. La inteligencia del
jardn no puede entenderse mirando hacia otro lado, ni evaluarse desde nuestros patrones
racionales o traducirse con exactitud al lenguaje humano []. Este libro es un intento de dar
respuesta a esa urgente necesidad de acercarse al jardn desde todos los ngulos para descubrir el
lenguaje que nos permitir conversar con todos y cada uno de los seres que all habitan y con la
Tierra que nos da cobijo []. Y cada da tenemos ms informacin sobre la ingente diversidad
de inteligencias que poseen los seres vivos e incluso los ecosistemas61.
59
ABELLA, Ignacio (2003): La magia de las plantas, p. 16.
60
b., pp. 16-17.
61
b., p. 17. Nota aclaratoria: LANGE, Oskar (1963): Economa poltica I. Problemas generales, Mxico,
FCE, prim. reimpr. (1969), p. 12, nota 2: La mayora de los animales utiliza directamente la naturaleza
que los rodea, sin adaptarla a sus necesidades. En las denominadas sociedades animales, que
encontramos, por ejemplo, en las hormigas o en las termitas, la adaptacin del medio a las necesidades
vitales (la construccin de hormigueros, por ejemplo) se realiza en virtud de un instinto inconsciente, no
como resultado de una actividad consciente e intencional [como es el trabajo humano]. Consltese sobre
este tema L. KRZYWICKI (1951), El desarrollo social en los animales y en la especie humana (en polaco),
pp. 193-200. Pero hay algo [dice K. MARX en Das Kapital, 1867] en el peor arquitecto que aventaja a la
mejor abeja, y es el hecho de que, antes de ejecutar la construccin, la proyecta en su cerebro. Cf. El
Capital, t. I, FCE, Mxico, 1959, tr. de W. ROCES, pp. 130-131. No creo yo, sin embargo, que a ningn
ser vivo le moleste que le acaricien o lo veneren respetuosamente, ni, menos an que le agrade que le
hieran o le maltraten, sobre todo sin necesidad. Sobre los experimentos mentales con plantas, vanse
referencias en la Bibliografa. La informacin general ms solvente y actualizada sobre estos puntos de
que tengo noticia es la de Edward O. WILSON (1975): Sociobiologa. La nueva sntesis, Barcelona, 1982.
Reimpresin en 2008. Y en un libro posterior (1979), Sobre la naturaleza humana, 2 reimpr. en espaol
37
Una buena prueba de todo ello es, a su parecer, que el eximio poeta de Moguer,
Juan Ramn Jimnez, premio Nobel de Literatura en 1956, escribi en su poema
rboles Hombres:
Y el silencio inacabable
En el mismo sentido, poda haber citado tambin a doa Rosala de Castro que,
medio siglo antes, no slo hablaba con los rboles sino con todas las plantas, las
fuentes y los pjaros:
en 1991, pp. 27-28, puede leerse: Expresando los sentimientos de la contracultura, Theodore Roszak
[1974] sugiri un mapa de la mente como un espectro de posibilidades, los cuales se mezclan
adecuadamente entre s En un extremo tenemos, las duras y brillantes luces de la ciencia; aqu
encontramos su informacin. En el centro tenemos los matices sensuales del arte; aqu encontramos la
forma esttica del mundo. En el otro extremo tenemos los tonos oscuros y sombros de la experiencia
religiosa, que se desvanece en longitudes de onda ms all de toda percepcin; aqu tenemos significado.
O bien, como a todo hay quien gane, al gran poeta nacionalcatolicista cataln
mossn Cinto que, en su conocido poema pico Lo Canigo (1886), vea a los rboles
llorar y suspirar mientras Catalunya, con lanza poderosa en su puo, augura
conquistas para Dios64.
Nada nuevo en las literaturas seculares o laicas, desde luego, por no hablar de las
que siguen pretendindose trascendentes, esto de hablar con los nmenes o asignar
espritu a los lugares con misterio, encanto o encantamiento.
A modo de muestra, citar slo unos cuantos casos que tengo a mano: La flor
[escribe J. G. Font. en 1995] crece y se desarrolla, se abre, sonre, mira. Y, tras
pedir el permiso y la benevolencia del lector por el uso de metforas e incluso boutades,
aade: la flor es conciencia vegetal, pues toda conciencia tiene algo de flor; se
desarrolla alrededor de un ncleo que se expande, que explosiona 65.
Escucha, [le dice Scrates a Fedro en los conocidos Dilogos de Platn (427-
347 a.e.c.)], este lugar [locus amoenus descrito en sus pginas previas] presenta una
atmsfera que bien pudiera parecer divina. De modo que, si alguna vez, con el progreso
del discurso, las musas llegaran a poseerme, no te asombres [] 66.
A su vez, el poeta latino Horacio (65 a 8 a.e.c.) nos informa de que usa los
jardines para inspirarse, donde goza de amable locura y oye el canto de las Musas
(Crmina, III, 4-5)67.
En el Libro de Alexandre (primera mitad del s. XIII), que narra en clave mgico
literaria la supuesta vida y hazaas del conocido conquistador macedonio, aparece ste
63
CASTRO, Rosala de: Poesa. Seleccin de Mauro ARMIO, Madrid, 1980, p. 263, y en 136: Abrid,
frescas rosas.
64
En NEZ FLORENCIO, Rafael (2004): Hollada piel de toro. Del sentimiento de la naturaleza a la
construccin nacional del paisaje. Madrid, 2004, p. 221. En fin, Por el Imperio hacia Dios, como diran
los falangistas de toda Espaa unos cuarenta aos despus.
65
GARCA FONT, J[uan] (1995): Historia y mstica del jardn, Barcelona, 1995, p. 22.
66
b., p. 57. PLATN: Dilogos, III, Fedro, Trad. Introd. y notas por C. GARCA GUAL, M. MARTNEZ y
E. LLED, Madrid, 1997, p. 331, donde cambian un poco las voces usadas en la traduccin, pero no el
sentido del texto. Aprovecho esta nota para sugerir la lectura de las primeras pginas del Fedro, en
particular la p. 316, donde se escenifica, describe o imagina el mencionado locus amoenus, a quienes
ponen en duda la importancia del sentimiento de la naturaleza y del paisaje en la Grecia clsica. Para lo
que se refiere a China, los trabajos del citado Benito SNCHEZ ALONSO (1922 y 1934), y, desde 2007, El
concepto de paisaje en China, novedosa e innovadora tesis doctoral del granadino Antonio Jos MEZCUA
LPEZ, disponible en PDF en Internet. Poemas de los siglos VII al XI e.c., en pp. 173-181. En cuanto a
los hispanorabes del siglo XI (e.c.), el poema del judo musulmn Ibn Gabirol dedicado a la Alhambra
primigenia que figura en AN FELI, Carmen (2001): Historia de los Parques y Jardines de Espaa,
Madrid, 2001, Grupo FCC, pp. 55-57.
67
GARCA FONT, J. (1995): Historia y mstica del jardn, p. 64.
39
en un momento de reflexin dialogando con los rboles. Casi al final del poema
(estrofas 2498-93), se pregunta Alejandro a s mismo sobre cmo terminarn sus
campaas y, en consecuencia, sobre si lograr volver a Grecia. Y, por obra indudable de
la magia, obtiene la respuesta de dos de los rboles que le rodean. Uno de ellos, en
representacin del Sol:
Alejandro intenta saber el nombre del sirviente traidor, pero el rbol responde:
68
GARROSA RESINA, Antonio (1987): Magia y supersticin en la literatura castellana medieval,
Valladolid, 1987, pp. 139-139. En lo que concierne a las diversas manifestaciones literarias europeas y
mediterrneas en general (crnicas, pica, lrica, teatro, leyendas, leyes, vida y milagros, romancero, etc.),
el lector podr comprobar por s mismo, en la cumplida muestra que ofrece este libro, hasta qu punto lo
que se dijo aqu en la Primera parte sobre los borrosos lmites entre magia blanca o negra, religin,
supersticin, etc. depende, sobre todo, de los poderes polticos y religiosos predominantes en cada lugar,
cultura y poca histrica. A modo de resumen o ndice de obras, temas, fechas y lugares, tal vez sea til
comenzar esta lectura por sus ajustadas y detalladas Conclusiones (pp. 575-592). Sobre el mismo
fenmeno, pero con objetos sagrados y mviles distintos, en este caso el uso mgico-religioso de torres
de iglesias y campanas, puede verse BELDA NAVARRO, Cristbal: Signatio nubium. Conjuros y
campanas: ritual y magia en la catedral de Murcia, en Homenaje al profesor Antonio Hoyos, Murcia,
1993, pp. 49-63; RAMREZ MARTNEZ, Jos Manuel: Torres y conjuratorios en la Rioja, Logroo, 1988;
40
el mal de ojo no slo afecta a las personas y animales, sino que puede afectar tambin
a los rboles, a las piedras y a otros elementos inanimados, los cuales pueden secarse, o
quebrarse sbitamente, segn los casos, cuando estn expuestos a la influencia de quienes tienen
contrado el mal70.
En las plateadas hojas de los lamos, en los huecos de las peas, en las ondas del agua,
parece que nos hablan los invisibles espritus de la naturaleza, que reconocen un hermano en el
inmortal espritu del hombre.
etc. Campanas famosas, semejantes a la murciana [escribe BELDA], existieron en la mayora de las
iglesias europeas []. Esta costumbre no es propia de Europa o Amrica, sino que tambin existe en
Asia, frica y Australia (p. 60). Adems de en las civilizaciones primitivas actuales y en las orientales
(p. 59), segn puede verse en FRAZER, J. G. (1918): El folklore en el Antiguo Testamento, Madrid, 1981,
[Campanas] y Campanillas de oro, pp. 558-586. Los toques de Tentenublo se han practicado hasta
mediados del s. XX en innumerables pueblos agrarios espaoles. Al parecer, an se practica en Los Arcos
(Navarra), en el Camino de Santiago. Se acompaa, entre otras imprecaciones y ritos, con letanas del
siguiente tenor: Si lluvia traes, ven para ac; si piedra, vete para all. No he visto nada sobre
almudanos y minaretes que, como es sabido, comparten algunas funciones bsicas con torres y
campanas. En el museo-relicario del monasterio cisterciense de Caas, cerca de Njera (Rioja), conservan
tambin una Santa Cruz conjuratoria de nublados, con un supuesto y fraudulento lignum crucis (Leo de
la Cruz), que se ha estado usando hasta nuestro das. Y, a mayor abundamiento, las herraduras del
caballo de Santiago. Pero, con argumentos similares, podran pasar a ser las del caballo de Mahoma,
unos dos siglos anteriores. Segn las respectivas tradiciones, ambos galoparon por los cielos (!!).
69
b [GARROSA]., pp. 414-415.
70
b., p. 343.
71
SNCHEZ ALONSO, B.[enito] (1912): El sentimiento del paisaje en la literatura castellana,
Cosmpolis, 41 (1922, mayo), p. 44.
41
72
AN FELI, Carmen (2001) et alii: Historia de los Parques y Jardines de Espaa, Madrid, 2001,
Grupo FCC, prlogo.
73
b. ABELLA, pp. 18-19. Tal vez no est dems recordar aqu al lector, al modo de remisin a otras voces
de los viejos diccionarios, que este beatfico y arbreo San Bernardo de Claraval es el autor, en 1130, del
Elogio de la nueva milicia templaria, de cuyo carcter guerrero no parece que quepa dudar. Los
musulmanes llaman an cruzados a los soldados del Mundo Occidental que participan o han
participado en los ltimos treinta aos en las guerras de Oriente Prximo. De hecho, se ha publicado que
los soldados espaoles que participaron en la torticera invasin de Irak (unos doscientos mil muertos, etc.;
ms los que vengan) llevaban una camiseta con una Cruz de Santiago grabada en el pecho por expreso
deseo del expresidente Jos Mara Aznar. Vase GARCA DE CORTZAR, Jos ngel et alii (1997): Lo
monjes soldados. Los Templarios y otras rdenes militares, Madrid, 1997. IDEM (2010): Del silencio de
la cartuja la fragor de la orden militar, Madrid, 2010. En particular la aportacin de AYALA MARTNEZ,
Carlos de: Las rdenes militares internacionales en el contexto del siglo XII: religin y milicia, de la
que, dejando ahora a un lado sus continuas contradicciones y sus sibilinos argumentos, more teolgico,
nos interesan aqu algunos datos. As, en la p. 136, se lee: Debemos a San Bernardo un breve pero
significativo desarrollo de la doctrina de las dos espadas [, quien], en una carta dirigida al papa
Eugenio III en 1150, [escribe]: la evangelizacin debe realizarse hiriendo si es necesario con la espada
espiritual []. Tambin la otra espada, la material, pertenece al pontfice, ya que es la Iglesia la
propietaria de ambas: una la material, para que la defiendan, y la otra la espiritual, para usarla ella misma
[]. La teologa de la cruz no es ajena [pues], al propio movimiento cruzado y, naturalmente, al
nacimiento del Temple. Y ms adelante (p. 152, entre otras): Lo cierto es que su ardor en defensa []
del sagrado deber de defender la causa de Dios y de su Iglesia, le llev [] a designar con el apelativo
[] de milites christi a templarios y a cuantos cruzados en general convertan su activa experiencia de fe
en camino de purificacin penitencial. Compare, pues, el lector estos argumentos y conductas con las de
los yihadistas actuales. Mientras tanto, el monje Isaac de la Estrella (abad cisterciense de LEtoile, cerca
de Poitiers), escribi: una nueva caballera, un monstruo nuevo emanado de un quinto evangelio, cuyos
miembros usaban la violencia para convertir a los infieles e incluso para expulsarlos de sus tierras y
42
Prueba a meditar bajo el rbol, a permanecer a sus pies o sobre sus ramas solo en mitad
de la noche. Prueba a preguntar a unos cuantos de sus vecinos humanos sobre su significado y
las tradiciones que los rodean. Cuando se practica con cierta asiduidad alrededor de unos
cuantos santuarios de tejo, uno tiene la sensacin de que cada uno custodia y muestra un secreto
con matices propios que es posible comenzar a desentraar simplemente juntando las piezas del
puzle []. Ms que un libro, cada uno de ellos es toda una biblioteca, todo un jardn o un
bosque. Un paraso al que los nios han trepado durante siglos. Todo un linaje que se renueva
con el joven plantn a la muerte del viejo []. Entre todos los sueos de inmortalidad de los
hombres, no conocemos ningn otro tan hermoso, tan plenamente concebido y realizado [].
Ah est la clave para el desarrollo de la vida y el conocimiento en todas sus formas74.
Pero, para que no falte algo tan caracterstico de las literaturas mgico-religiosas
como son las confusiones de las metforas con los conceptos instrumentales o las
contradicciones asumidas por los fieles devotos, sin pestaear, Abella nos indica l
mismo, al igual que en el libro anterior, del que este que comentamos ahora es slo una
mera o lgica continuacin, que podramos encontrarnos, de nuevo, con
contradicciones:
Este tema [escribe] lo hemos abordado ya en otros lugares y seguiremos hacindolo con
mayor profundidad en este libro [elaborado a lo largo de mucho tiempo, dice en otra pgina], que
sin duda resulta, bajo las premisas anteriores, tan contradictorio como este jardinero, que ha
abandonado momentneamente algunas labores de su jardn para dedicarse a escribirlo75.
asesinarlos, pero, eso s, si moran perpetrando tales atrocidades eran considerados como mrtires (b., p.
144). Por otro lado, como es bien sabido, en Espaa, en los aos 50 y 60 del siglo XX, en los cursos de
Formacin del Espritu Nacional [catolicista] del bachillerato se nos inculcaba que el ideal del
muchacho/a espaol/a consista en ser mitad monje/a mitad soldado. Para una panormica extensa
sobre estas relaciones, vid. GALLEGO, Ferran (2014): El evangelio fascista. La formacin de la cultura
poltica del franquismo (1930-1950), ed. Crtica. En cuanto al tambin idlico San Bernardo de
Menthon, patrono de los montaeros cristianos, del examen de la primera docena de items sobre el caso
en Internet (agosto, 2014) se deduce que lo ms probable es que estemos, de nuevo, ante una invencin
de la tradicin, cuya fecha, origen y usos convendra aclarar.
74
b., ABELLA, p. 19.
75
b., p. 21.
76
ABELLA, Ignacio (2007): La memoria del bosque, Barcelona, Integral, p. 27.
43
una vida rural, al estado de naturaleza, al Paraso perdido, a una supuesta Edad de Oro
primitiva, intemporal, al parecer cuando ya no vivamos sobre los rboles, que es
preciso reconquistar cuanto antes.
Con filosofa no hay rboles: no hay ms que ideas, dice citando al conocido
escritor portugus Fernando Pessoa78.
En este libro nos han interesado ms los testimonios afectivos, vividos y sentidos
hondamente, que la recopilacin ordenada y sistemtica con objeto de extraer conclusiones
concienzudas79[]. Frente a la versin lineal que tienden a transmitir la ciencia, la poltica o la
religin, en virtud de sus sistemas de enseanza acadmicos y escritos [dice], la tradicin oral y
los cultos y culturas que genera son de naturaleza diversa y difcilmente clasificables. La visin
mtica y mgica de nuestros abuelos [?] explica el mundo de formas paralelas pero con una
hermosura, un sentido comn y una lucidez muchas veces asombrosa80. Hemos sufrido un
77
Vase informacin de calidad sobre este punto en LVI-STRAUSS, Claude (1962): El pensamiento
salvaje, Mxico, 1972, 2 reimpr., FCE.
78
ABELLA, Ignacio (2007): La memoria del bosque, Barcelona, Integral, p. 28.
79
b., p. 26.
80
b., p. 27. Los mitos de la Edad de Oro, la Arcadia Feliz, el Paraso Terrenal, etc., aparecen en una
treintena de culturas primitivas y antiguas. Al parecer, entre nosotros son de origen asitico (los Vedas,
etc.). En la cultura griega figura por vez primera, por escrito, en HESODO (mediados del s. VIII a.e.c.),
Los trabajos y los das (vv. 109 y ss.). Diversas variantes aparecen despus en PLATN (s. V-IV a.e.c.,
Las leyes, t. III, 680 a) en las Gergicas de VIRGILIO (vv. 120-130 s. I a.e.c.), en la Metamorfosis de
OVIDIO (t. I, vv. 145-185, ao 4 e.c.), en las fiestas saturnales romanas, de origen griego, precedente
inmediato de las navideas actuales, y en otros muchos autores posteriores (poetas, prosistas, pintores,
grabadores, etc.), hasta nuestros das (cineastas, cuentacuentos, etc.): Cuando reinaba Saturno, hijo de
Kronos (origen de los tiempos), brotaban en abundancia de la tierra toda suerte de frutas y dems bienes,
sin que hubiese necesidad de trabajarla. Todo el mundo era justo, bueno, igualitario, caritativo, afable,
simptico y divertido; el tiempo primaveral, no se necesitaban casas ni vestidos, etc., etc. Pero un buen
da, in illo tempore, apareci Zeus (Jpiter), Saturno fue arrojado al Trtaro y, desventuradamente, ese
mundo desapareci. No obstante, algunas tradiciones filosficas indias nos aseguran que, dado el carcter
cclico de las eras o edades, ese mundo volver sin duda alguna a final de los tiempos. Y, caramba
De ilusin tambin se vive! As que, por favor no seas pajarraco de mal agero: No nos quites la
ilusin!.
44
proceso de alejamiento y desidentificacin que nos ha llevado hasta el callejn sin salida
[actual]. En las viejas tradiciones encontramos [], por tanto, un modo de mirar que podramos
calificar de intuitivo, global, incluso potico. La naturaleza como fuente de espiritualidad es una
vieja pero no desfasada forma de entender al mundo [es decir, una cosmovisin]81. Es tiempo
de romper las ltimas fronteras [de las clasificaciones de ciencias o saberes] y volver al bosque
tambin en su sentido espiritual82.
85
Nota bene: Como sabe desde el s. XIX cualquier persona bien informada (DRAPER, J. William, 1874,
Historia de los conflictos entre la religin y la ciencia, 1876, p. 188; existen media docena de ediciones
ms en castellano en la B. N.), el relato del Gnesis procede de textos sumerios conservados en varias
tablas de arcilla cocida (escritura cuneiforme) en las bibliotecas de Babilonia, donde fueron copiados y
estudiados por los escribas y sacerdotes judos en los aos de su cautividad. Pero estos textos proceden, a
su vez, de versiones ms orientales, siendo los libros y tradiciones indias las ms conocidas o divulgados
entre el pblico. La idea de un jardn-paraso [en el origen de los tiempos] forma parte de la cultura de
la humanidad, apareciendo en las cermicas persas 6.000 aos a.d.C. []. Mandalas parecidas [a los
relatos hebreos o islmicos] se encuentran en la iconografa budista, en el Hara-Berizati medo-persa del
Zend-Avesta, la tierra dorada de la mitologa, brahamnica o el jardn delicioso del Gran Rey [], en el
Monte Meru de los mitos hindes de los himnos vedas [], comunes a las ramas del Irn y de la India
(AN, Carmen; en WINTHUYSEN, Javier de: Jardines clsicos de Espaa, Madrid 1990, vol. II, p. 15).
El concepto de jardn encantado es virtualmente universal. Vid. GASTER, Theodor H. (1969): Mito,
leyenda y costumbre en el libro del Gnesis, Barcelona, 1973, pp. 37-51. Sobre las concepciones cristiana
y musulmana del mtico Paraso como un exuberante jardn cercado, origen de la humanidad (Paraso
Terrenal) y destino de los bienaventurados (Paraso Celestial, o Terrenal en otras versiones) vid. PREZ
HIGUERA, Teresa (1988): El Jardn del Paraso: paralelismos iconolgicos en el arte hispano musulmn y
cristiano medieval, Archivo Espaol de Arte, n 241 (1988), pp. 37-52. Pero, en el presente contexto, me
parece ms til, a efectos comparativos, reproducir ntegro el prrafo con que se abre Noelia SILVA
SANTA-CRUZ (2011), su sinttica aportacin sobre El Paraso en el Islam: El Paraso, compendio de
todos los placeres a los que el hombre puede aspirar y mxima promesa de felicidad para el musulmn
honorable y piadoso, se interpreta en el pensamiento islmico como un lugar idlico situado en el Ms
All, y se presenta tradicionalmente como un frondoso jardn recorrido por ros y arroyos de aguas
limpias, plagado de fuentes, en el que crecen flores aromticas, as como toda clase de rboles que
proporcionan prolongada y permanente sombra, rebosantes de deliciosos frutos de toda estacin carentes
de espinas, que se inclinan hasta el suelo y pueden ser siempre alcanzadas sin dificultad, asegurando la
subsistencia de sus moradores. Ofrece as una visin antittica del paisaje desrtico predominante en la
Pennsula Arbiga, cuna de la civilizacin musulmana. Para los habitantes de este territorio, a menudo
privados [entonces] de alimento y agua, conviviendo con un clima de gran dureza, la descripcin de estos
goces ultraterrenos equivaldra al cumplimiento de sus sueos insatisfechos []. En Revista Digital de
Iconografa Medieval, vol. III, n 5 (2011), pp. 39-49. Tambin es sabido que en las descripciones
musulmanas de este jardn pueden aparecer adems palacios suntuosos, hures vrgenes a tomar por
esposas, escenas propias de las ms sofisticadas cortes reales rabes o indias que se hayan conocido o
imaginado, etc. Sobre los orgenes y significaciones comunes a las mticas nociones de edad de oro y
paraso terrenal, vid. BAZIN, Germain (1988): Paradeisos: historia del jardn, Barcelona, 1990, cap. I,
esp. pp. 12-13; MANZANO MARTOS, Rafael (2001): El jardn en la Espaa medieval [], en Historia de
los Parques y Jardines en Espaa, Madrid, 2001, pp. 114 y otras. En sentido inverso, es decir, en cuanto
a la construccin de jardines santuarios en la Tierra a modo de rplica del Paraso Celestial as imaginado,
vanse, en este mismo libro, las pp. 76, 154, 166-168, 240 y otras. Y, en lo que se refiere a la vieja cultura
china, MEZCUA LPEZ, J. A. (2007): El concepto de paisaje en China, pp. 42-51, 191-195, 215-216 y
114, donde podr leerse: Como veremos, el simbolismo del centro influir tanto en el trazado de los
jardines imperiales y privados como en la conformacin del espacio del monasterio y la integracin de
ste en el paisaje circundante [vid. p. 120-122]. A su vez, la creacin de este espacio paraso del centro,
est concebida para el cultivo del Tao y la unin con este. A nivel social, y como vimos en el poema de
Daren fu, este simbolismo del centro en los jardines servir para formar la imagen del emperador que
gobierna en armona y en unin con el Tao [].
46
patria comn, nica, para toda la humanidad, segn se canta y anhela en el Himno de a
Internacional, sino de construir, desde ahora mismo, un nuevo y curioso Paraso
Terrenal Arbreo, o por mejor decir Forestal, Mgico y Sagrado a la vez, es decir,
Mgico-Religioso.
Es tiempo de romper las ltimas fronteras [de las ciencias o saberes acadmicos] y
volver al bosque tambin en un sentido espiritual []. En resumidas cuentas, nuestro urgente
reto podra consistir sencillamente en salir de una vez por todas de nuestro ensimismamiento
para empezar a mirar a nuestro alrededor y entablar relacin con los distintos seres y realidades
de nuestro entorno [que, como va dicho, tienen alma]. Dejar que nuestra atencin escape de las
redes de los medios de comunicacin, los objetos de consumo y otros mundos artificiales que
nos hipnotizan y distraen de las cosas realmente esenciales. Dejarnos guiar por la confianza y
aprender a recorrer de su mano las sendas del bosque, a impregnarnos de cuando en cuando de
musgo y hojarascas. Asilvestrar nuestra mente, nuestro carcter y nuestro mundo en vez de
acomodarlos y civilizarlos. Para conseguir todo ello, este libro pretende ayudarte a recuperar el
asombro, devolverte al bosque [].
Recorrer la senda que conduce al corazn del bosque y paralelamente discurre hasta lo
ms profundo de nuestra alma. Caminar jornadas enteras sin ms rumbo que aquel que se
adentra ms y ms. Encender pequeas hogueras en mitad de la selva86 en el corazn de la
noche, iluminando apenas el dosel verde con el tenue resplandor que parpadea sobre los troncos.
Elevar una columna vertical de humo como una plegaria. Hasta recordar Aprender a caminar
por los bosques sin rumbo alguno, sin prejuicios ni finalidad87.
El autor mezcla, en suma, con gran habilidad y fluidez literaria, una considerable
cantidad de conocimientos cientficos, tcnicos, prcticos, etnogrficos y culturales con
86
En principio, est prohibido hacer fuego en el bosque. As que, si quiere hacer el experimento, para
recordar, asegrese primero de que est permitido en ese lugar y, en tal caso, tome, por favor, las
necesarias precauciones para evitar incendios.
87
b., p. 27. Crnicas del pas de los rboles contina con este ttulo en Internet.
47
* * *
88
Nota bene: Un caso parecido, donde se ven con ms claridad estas mezclas de conocimientos positivos
e incluso crticos, cuando le conviene, con apelaciones a los sentimientos religiosos y a la magia, es el del
prolfico publicista teosfico o esotrico Juan GARCA ATIENZA, que, en Montes y simas sagrados de
Espaa (2000, pp. 111-112, 270 y passim), por tomar un tema y un ejemplo, entre tantos otros, muy
relacionado con el nuestro, escribe: Y esos llanos de Ucanca [al pie del Teide, Tenerife, Canarias], casi
sin lugar a dudas son las altiplanicies donde ya en el pasado se concentraban los guanches de todos los
meceyatos en bsqueda del Espritu de la Tierra que los guardaba a todos, los vivos y los muertos,
concentrndolos en una nica realidad superior []. La sacralidad de este inmenso templo natural,
mucho ms all del tiempo forma parte todava hoy de uno de los pocos lugares del planeta donde el ser
humano puede ser capaz de trascender su propia naturaleza y entrar por su propio pie en contacto con el
Universo (subrayado aqu). Claro que, desde bastantes pginas antes, la 37 por ejemplo, viene
advirtindonos de que la santidad de un lugar o de su magia vienen a menudo a ser lo mismo.
No se trata, desde luego, de que neguemos aqu ni el valor ni el papel de la intuicin. De hecho,
una gran parte de las investigaciones sistemticas comienzan por intuiciones ms o menos acertadas.
Pero, segn podr verse en el libro de Malcolm GLADWELL (2005): Inteligencia intuitiva, stas se basan
casi siempre en el conocimiento terico previo y en la experiencia prctica cotidiana en cada asunto
concreto: Tras mucha prctica, sabe lo que es a primera vista (pp. 53, 60, 166, 185). Y, por otro lado,
es asimismo directamente observable que las personas y los animales tenemos los sentidos (incluido el
llamado sexto sentido) y las inteligencias especficas ms o menos desarrolladas o atrofiadas que otros
seres de nuestra misma o de distinta especie. Se sabe as, p. e., que entorno a un tercio de las personas
son/somos indicadores ms o menos fiables de los cambios climticos prximos. Las variaciones de luz,
de configuracin, de altitud, de presin, de temperatura, de humedad, de contaminaciones varias, de
estados electromagnticos o vricos, etc. influyen, ciertamente, sobre los organismos vivos y, en
consecuencia sobre su cerebro y estados de conciencia y de consciencia.
48
89
SNCHEZ ALONSO, Benito (1912 y 1934): El sentimiento del paisaje en la literatura castellana,
Cosmpolis 41 (1992, 2 vol., mayo), pp. 36-54. LILLO RODELGO, E. (1929): El sentimiento de la
Naturaleza en la pintura y en la literatura espaola. Siglos XIII al XVI, Toledo, 1929; ISAZA CALDERN,
Baltasar (1934): El retorno a la naturaleza. Los orgenes del tema y sus direcciones fundamentales en la
literatura espaola, Madrid; OROZCO DAZ, Emilio (1968): Paisaje y sentimiento de la naturaleza en la
poesa espaola, Madrid, 1968; CLARKE, Anthony H. (1969): Pereda, paisajista: El sentimiento de la
naturaleza en la novela espaola del siglo XIX, Santander, 1969. IDEM en Fray Luis de Granada, Fray
Luis de Len, San Juan de la Cruz, en Garcilaso de la Vega, en Unamuno, en Machado, etc., etc. Y para
visiones actualizadas sobre el mismo tema, vanse MARTNEZ DE PISN, Eduardo y Sebastin LVARO
(2010): El sentimiento de la montaa. Doscientos aos de soledad, Madrid, 2011, Desnivel. NEZ
FLORENCIO, Rafael: Hollada piel de toro. Del sentimiento de la naturaleza a la construccin nacional del
paisaje, Madrid, 2004. M. M. Ambiente, donde podr consultar el lector la Bibliografa (pp. 307-331)
ms completa sobre el tema que conozco. Sobre el sentimiento que provoca la belleza y singularidad de
las plantas y en particular de las flores, puede verse tambin GUINEA LPEZ, Emilio (1980): Catlogo
florstico de Vizcaya, Historia de una vocacin, pp. 573-591. Y, en clave cientfica, la temprana (1987),
breve y clasificadora aportacin del eclogo GONZLEZ BERNLDEZ, Fernando: Ciencia o poesa. La
temtica especfica del paisaje, en Seminario sobre el paisaje, Madrid, 1989, pp. 30-35.
90
CRESPO GALLEGO, Hilario (1933): Fiesta del rbol y del pjaro. Segunda parte. Poesas, himnos,
mximas y pensamientos, Madrid, 1933, pp. 119-274. SOLANA, Ezequiel (1927): Fiesta del rbol.
Origen de esta fiesta; su organizacin y modo de celebrarla. Discursos, poesas e himnos, para darle
realce y esplendor, Madrid, 5 ed. 1927. Ed. Magisterio Espaol. Contiene dos himnos con letra del
propio autor y msica de Jos Lpez Ahijado y de Mateo Alorda.
49
Morales. La seccin final est dedicada a poetas cntabros. Los motivos recogidos
vienen a ser los mismos, y ocupan un espacio proporcional o similar al del libro de
Armenteras. Pero, naturalmente, incluye los poemas ms bellos y conocidos de la rica
produccin literaria sobre el tema en el siglo XX.
* * *
La palmera, llave del paraso []. El drago, el celoso guardin de las Islas []. El
roble, fuerza y nobleza []. El avellano, magia de la fecundidad []. El laurel, expresin de la
gloria []. El olivo, rbol bendito []. El tejo, el eterno enigma de la vida []. El mstico
ciprs []. Etc., etc.
En conjunto, en los abundantes textos en prosa del autor que acompaan y sirven
de peana a los versos, el lector encontrar, como bien se dice en la contraportada,
informacin de calidad sobre:
En pleno Shara todava existen cipreses que nacieron hace miles de aos cuando an
aquello era un bosque tropical y son, por tanto, testigos del avance del desierto.
La forma ancestral del drago y el hecho de segregar de las heridas de un fluido rojo,
que se coagula, origin su asociacin a un mtico dragn que protega las Islas Afortunadas [].
El ginkgo, el fsil viviente ms antiguo, tiene una fuerza vital de supervivencia tan fuerte que
despus de la destruccin nuclear de Hiroshima, en la siguiente primavera, rebrot un ejemplar.
Los hijos de este rbol estn hoy en Nueva York, Londres y Pars como embajadores de paz.
El libro termina con varios apndices, con independencia de que lleven o no tal
encabezamiento: El rbol taxonmico (sobre el origen, el desarrollo y las claves de la
Botnica), Evolucin de la vida sobre la Tierra, Glosario botnico, Breve gua
[textos, dibujos y fotos] para la identificacin de las principales especies tratadas 91,
ndice alfabtico [nombres comunes] de rboles y plantas, ndice de autores
citados. Y un soneto de Carmen Sanjuan dedicado al autor. Hay que lamentar, sin
embargo que, en una obra tan voluminosa y laboriosa, no se haya incluido una
bibliografa, en forma sistemtica, de las referencias utilizadas, sea a efectos de
comprobacin y continuacin de lecturas concretas o para facilitar el trabajo a futuros
investigadores.
91
Vid., al da de hoy, ARBOLAPP (aplicacin gratuita para mviles del R. Jardn Botnico, CSIC). El
precedente manual ms prximo que conozco, elaborado tambin en el R. J. Botnico, es el de Gins
LPEZ GONZLEZ: La gua Incafo de los rboles y arbustos de la Pennsula Ibrica, Madrid, 1982.
51
bosque de la Calma, patrocinado por Serveis Funerarios Integrals, grupo lder del sector
en Barcelona, que da cobertura a 56 poblaciones de Catalua.
Este libreto consiste en una seleccin de textos del anterior, en relacin con los
rboles mencionados y con otros propios del entorno de dicho cementerio: roble, olivo y
ciprs.
* * *
En lengua catalana contamos tambin con otro libro sobre el tema, Els arbres a
la poesia catalana, impreso en Valencia en 2007. Es obra del periodista Jordi Bigues,
en base a las recopilaciones de la escuela confesional catlica Thau de Barcelona, y con
la colaboracin de la filloga Mara Victoria Solina.
92
HERRERO UCEDA, Miguel y hermanos (2009): Els arbres del Bosc de la Calma / Los rboles del
Bosque de la Calma, Madrid, 2009, p. 15. Una iniciativa parecida, al parecer espontnea, puede verse
bajo El Mirador del santuario del Puerto de Urquiola (Urkiola, Abadiano, Vizcaya), antiguo y
replantado abedular, como indica su nombre. Tras el altar del templo, dedicado inicialmente a San
Antonio, el conocido patrono de los animales, se ve en mural la figura totmica de un gran rbol. Estamos
en los dominios sentimentales de la Dama [de la Sierra] de Amboto: Mari, la deidad ms importante de la
vieja mitologa vasca. Vanse CARO BAROJA, Julio (1944): Las lamias vascas y otros mitos, en Algunos
mitos espaoles, 2. ed., Madrid, 1944, pp. 55-58 y 63-65, especialmente. IDEM (1969): La leyenda de
don Teodosio Goi, en Cuadernos de Etnologa y Etnografa de Navarra, I, 3 (1969), pp. 293-345.
BARIANDARAN, Jos Miguel de (1928): Mari o el genio de las montaas, en Homenaje a don Carmelo
de Echegaray, San Sebastin, 1928, pp. 245-248 y en otras publicaciones suyas. No conozco proyectos
similares al Bosc de la Calma en otras regiones hispanas, salvo un caso aislado, en relacin con el culto al
tejo, que encontramos por azar en cierta sierra de Madrid.
93
Sobre los argumentos actuales del nacionalcatalanismo (el conocido volksgeist alemn, etc.), al que se
han apuntado bastantes camisas viejas marxistas (PSUC, PSC, etc.), vase el breve pero esclarecedor
artculo de Flix OVEJERO: Historia contra termodinmica, en El Pas (2015, enero, 5, lunes, p. 25). Y,
en el mismo sentido, es decir, sobre la existencia de diversas identidades psico-sociales de indudable base
ecolgica (condiciones de vida y trabajo) en el mbito de cualquier comunidad moderna, y, en
consecuencia, sobre la conveniencia y ventajas de la diversidad de identidades individuales, en el
sustancioso libro de este mismo autor (2014) titulado El compromiso del creador. tica de la esttica, pp.
52
o espaolas sobre rboles no tienen sesgo nacionalista, l ha preparado esta para uso
escolar:
En conjunto [dice] la poesa [catalana sobre el tema] no es diferente de las otras poesas
vecinas, la francesa o la espaola, que ya disponen de antologas como sta. Ocurre, sin
embargo, que hay una diferencia especial cvica y de identidad nacional nacida con el
romanticismo y desarrollada con el novecentismo que est ausente en las otras mencionadas.
Como esta antologa se limita a la poesa moderna, la generada por los poetas de la recuperacin
[?] y construccin de la identidad nacional de los Pases Catalanes, este aspecto est aqu
particularmente presente. En esta direccin, la recopilacin final incluye, adems, poetas de las
Islas Baleares, del Pas Valenciano y del Roselln 94.
95-105, el apartado dedicado a El argumento de la identidad. Tal vez valga la pea aadir, a modo de
advertencia para uso de despistados y cnicos, que las modernas pruebas genticas han puesto de
manifiesto que los puristas teutones que vean a los arios como sus propios ancestros tenan, en
promedio, un vnculo ms estrecho con los hombres judos a los que repudiaban. Vid. JONES, Steve
(2014): Ciencia y creencia, pp. 48-59. Como es bien sabido, en distintas circunstancias y pocas
histricas, la pobreza reduce las capacidades humanas por motivos que nada tienen que ver con el ADN
(b., pp. 112-113). Y sobre identidades lingsticas, b., pp. 355-356.
94
BIGUES, Jordi i Mari Victria SOLINA: El arbres a la poesa catalana, Valencia, 2007, pp. 7 y 14, p. 9.
En los aos del Nacionalcatolicismo, en versin espaola, las reivindicaciones imperiales catalanas
aparecan muy a menudo en las conversaciones polticas corrientes en Barcelona. Y nunca faltaron libros
en tal sentido en las colecciones populares al uso. Sobre la expansin medieval catalano-aragonesa por el
Este del Mediterrneo (Sicilia, Atenas, Tesalia, Anatolia, etc.), vase BOLEA ROBRES, Chus L. (2010):
Almugvares. Va sus!: Estudio comparativo de los mercenarios aragoneses y catalanes a travs de la
documentacin de las crnicas aragonesas, catalanas, griegas y francesas, Zaragoza, 2010. Una
panormica sociopoltica actual (2014) del nacionalismo separatista cataln puede verse en ARZA, Juan F.
y Pau MAR-CLOSE: Catalua. El mito de la secesin, ed. Almuzara, y, en sntesis, en OVEJERO, Flix:
Las cuentas del cuento, El Pas (2014, oct., 24, viernes, p. 37).
53
Los bosques, por su parte, pueden mirarse desde distintas perspectivas. Existen
ya, en consecuencia, bastantes libros sobre ellos. Cada da ms, claro. A los que se
ocupan de todo el mundo, de un continente o regin geogrfica, del conjunto de Espaa
etc., aaden las bibliografas, las bibliotecas y los libreros de las distintas comunidades
autnomas, los del mbito provincial o municipal, los dedicados a montes particulares o
a especies concretas, los que versan sobre parques nacionales, parques urbanos, jardines
botnicos, cultivares, viveros, etc. Adems, como advierte el conocido naturalista y
etnobotnico Emilio Blanco (1998), el estudio de los bosques es una materia
interdisciplinar que puede tratarse desde mltiples enfoques: forestal o agronmico,
botnico-taxonmico, biogeogrfico, fitopatolgico, ecolgico o ecofisolgico,
paisajstico, esttico, artstico, potico, sociolgico, poltico, psicolgico, etc.
Por eso, aclara Blanco desde el principio, su libro sobre Los bosques espaoles
preparado con el apoyo fotogrfico de media docena de colaboradores y editado por
Lunwerg con el patrocinio de Cajamadrid,
partiendo de una formacin botnica, [pretende, y logra] dar una visin general,
divulgativa, que aclare conceptos bsicos, repasando brevemente la historia, diversidad,
utilidades y beneficios de los bosques; interesndonos sobre todo en los apenas retazos de
bosques naturales y seminaturales que quedan; informando sobre su localizacin y explicando su
evolucin y estado de conservacin.
En la primera parte del texto, cuando expone los conceptos de rbol y bosque, el
autor asienta con una sencillez admirable las bases de todo su planteamiento: la
concepcin ecolgica o sistmica del bosque:
Los rboles por s solos [dice] no hacen el bosque; lo mismo que un grupo de hombres
solos no hacen un pueblo. El bosque es una comunidad compleja de plantas, animales y otros
elementos no vivientes, ecolgicamente relacionados entre s, asentados y en armona con el
clima y el suelo. En un bosque bien conservado y bien gestionado hay un equilibrio centenario,
95
RUSIOL, Santiago: Jardins dEspanya. Gravat y estampat a Barcelona MCMIII, p. 1.
96
BLANCO [Castro], Emilio (1988); fotografas de ngel ARAUJO, Joaqun ARAUJO, Emilio BLANCO, J.
M. CRESPO y J. M. HUELVES, Vicente CANSECO, Roxelio PREZ MOREIRA, Pedro RETAMAR, Ricardo
VILA, Prlogo de Joaqun ARAUJO: Los bosques espaoles, Madrid, 1998, Cajamadrid.
54
con el clima, con el suelo y con su biologa, con las races, con las herbceas que forman el
sotobosque, los insectos saproxlicos descomponedores de la madera, los microorganismos en
definitiva, un bosque es un ECOSISTEMA, con mayscula 97.
97
b., p. 23. Sobre el concepto de sistema en ecologa y en particular en ecologa del paisaje, vid. VILLA
SUBIRS, Josep et alii: Conceptos y mtodos fundamentales en ecologa del paisaje (landscape ecology).
Una interpretacin desde la geografa, en Doc. Anl. Geogrfico, 48 (2006), pp. 151-166, quienes, no
obstante, siguiendo una terminologa filosfica usual en los aos veinte del siglo pasado definen esta
asignatura o enfoques, ya octogenario, como una visin holstica de la realidad que intenta integrar al
mximo su extremada y dinmica complejidad (p. 154). Pero, de acuerdo con lo que he consignado en
una nota anterior, en mi opinin podra ser ms productivo y prometedor usar ya, directamente (totalidad
e integracin), el concepto de sistema ecolgico, o bien el ms general y comn a todos de sistema
abierto.
55
para apreciar es conocer; hay que tener una cultura general y sensibilidad sobre estos asuntos
[]. La educacin, como padres o educadores, tiene un valor nico []. Hay que dar ejemplo
[]. Ideas como el jardn o la huerta escolar con especies autctonas, los viveros escolares [],
plantaciones simblicas, etc. [] son fciles de llevar a cabo []. Hay grupos voluntarios que
ayudan a la prevencin y extincin de incendios. Entre todos deberamos evitar que fuera
destruido un solo metro cuadrado ms de bosque. Tan sencillo como esto98.
Comparando esta obra con otro buen libro del mismo ttulo publicado en 1977,
podr apreciarse lo que se avanz en este campo en Espaa en veinte aos: enfoques
biolgicos, filosficos, medios fotogrficos y de impresin, preocupaciones ecolgicas,
etc.
Del mismo autor y del ao anterior (1997), en colaboracin con otra media
docena de especialistas, es el libro titulado Los bosques ibricos. Una interpretacin
geobotnica, reimpreso en 1998, y con mayor calidad fotogrfica en 2005. Esta obra,
dice el reclamo publicitario, presenta una nueva sntesis basada en datos cartogrficos,
florsticos, ecofisiolgicos y dinmicos, con una visin evolutiva de la distribucin de
los bosques peninsulares99. Para m, que en mi condicin de curioso o aficionado
llevaba algn tiempo echando de menos los enfoques fitogeogrficos o geobotnicos en
esta suerte de literatura, no obstante remontarse estos en Europa a la segunda mitad del
siglo pasado, y, en Espaa, al gegrafo H. del Villar (1925, 1929)100 y al gran botnico
farmacutico cataln Po Font Quer (1954), a quien aparece dedicado, fue una gran
satisfaccin encontrarme al paso con este libro.
98
b., p. 255.
99
BLANCO CASTRO, Emilio (1997); CASADO, M. A.; COSTA TENORIO, M. et alii: Los bosques ibricos.
Una interpretacin geobotnica, Barcelona, 1997, 1998 y 2005.
100
H. DEL VILLAR, Emilio (1925): Avance geobotnico de la pretendida estepa central de Espaa, en
Ibrica. El progreso de las ciencias [], pp. 281-283, 297-302, 328-33 y 344-350. La Geobotnica,
adems de ser, como ciencia especulativa, un alto fin en s misma, tiene gran transcendencia econmica,
pues debiera ser la base de toda la poltica agraria, ganadera y forestal (p. 350). IDEM (1929):
Geobotnica, p. 21, donde equipara Geografa botnica, Fitogeografa, Ecologa en sentido amplio,
Fitosociologa y Geobotnica.
56
A finales de 2014, cuando ya daba por terminada esta parte, los Amigos del Tejo
me avisaron de que haba salido un nuevo libro sobre rboles: El rbol. Poesa y Arte,
que se corresponde con el monogrfico nmero 257 de Litoral. Revista de poesa, arte y
pensamiento, editada en Mlaga.
Sobre el estilo y sentido general del mismo, puede ser indicativo el segundo
prrafo de su Presentacin:
El rbol siempre ha sido un smbolo constante de inspiracin, una columna de vida que
se abre con exuberancia delante de creadores de todas las pocas. Ha sido el modelo perfecto
para que se adentraran poetas y pintores libres de toda sospecha, en la vida interior de la
naturaleza y ahondasen con la punta del pincel o el borde de la palabra en los misterios de la
existencia101.
101
SAVAL, Lorenzo (2014): El rbol. Poesa y Arte. En Litoral. Revista de poesa, arte y pensamiento,
257 (2014), p. 9.
102
Etnocentrismo o descuido llamativo en una revista como esta, entregada desde hace ya casi un siglo a
mostrar [, junto a las hispanas,] las manifestaciones artsticas de otras culturas, y que dedica una breve
pero valiosa seccin de un nmero anterior, el 253 (2012), Ciencia y poesa. Vasos comunicantes, pp. 40-
45, a Ciencia y poesa en la antigua China.
57
En trminos generales, cada poema o poemas de este dechado lleva asociadas las
formas o figuras grficas que se entiende que mejor le corresponden. Como no poda ser
de otro modo, tratndose como se trata de acoplamientos entre creadores en distintos
campos, no parece que se haya logrado en todos los casos un ajuste o correspondencia
perfecta. Porque, cmo conseguir asociaciones perfectas entre cerca de doscientos
cincuenta poemas de casi otros tantos autores distintos y unas ciento ochenta
ilustraciones arbreas de paternidad igualmente dispersa ideadas con motivos y
propsitos que pueden ser muy diferentes a stos?
Entre bloque y bloque, aparecen a modo de trojes, textos en esmerada prosa que
pueden resultar tan poticos o interesantes como los propios poemas, fotos o
representaciones pictricas. Siempre stas, como es bien sabido, ms o menos
imaginativas e imaginarias.
Casi la totalidad de las CC.AA. tiene ya elaborada la base legislativa sobre la que actuar
para proteger el arbolado monumental []. La Asociacin Espaola de Arboricultura ha
cumplido 10 aos [], el nmero de tcnicos especializados en rboles ha crecido. [Pero] cabe
resear que la aportacin econmica para esa conservacin es ms bien escasa en cantidad y
calidad, limitndose en algunos casos al mero catlogo de rboles singulares.
[Proponemos, dicen], que toda medida legislativa proteccionista incluya una partida
presupuestaria acorde al volumen del catlogo y a un personal tcnico suficiente para esa
conservacin y que a su vez sea buen conocedor del rbol []. Un inventario actualizado [] y
unas bases de gestin y conservacin homogneas que sean una ayuda para todos 103.
103
SNCHEZ GARCA, Mariano (2005): rboles monumentales y singulares, en El arbolado
monumental y singular: gestin, conservacin y legislacin, Valencia, 2006, p. 9.
104
El ms extenso, completo y detallado es el de Catalua (196 en 2005), que, como se sabe, cuenta,
adems de con medios naturales y econmicos, con tradiciones botnicas universitarias (Jos Cuatrecasas,
Po Font, etc.) y aficiones populares al respecto bastante desarrolladas. Sin embargo, desde noviembre
de 2014 la Consejera de M. Ambiente de la C. A. de Madrid publicita que, en razn de la diversidad
geolgica y geogrfica de la misma, su Catlogo, que consta de 283 individuos, es el ms amplio en
cuanto a representatividad de especies arbreas, llegando a contar con 97 especies [], autctonas y
alctonas (La Voz de la Sierra, 19.11.14). Vanse, Internet (>arboles singulares madrid<), aplicacin de
Csar HERRANZ BELTRN; el elaborado y voluminoso libro de CANTERO DESMARTINES, F. J. y Antonio
LPEZ LILLO (1995): rboles singulares de Madrid, C. A. M.; etc. Por su parte, la Consejera de Medio
Ambiente de la Junta de Andaluca tiene disponible en Internet, desde 2010, un Inventario de los rboles
y arboledas singulares de Andaluca, con un libro para cada una de las 8 provincias que la constituyen.
La primera exploracin montaera, naturalista, paisajista, toponomstica, etc., de que se tiene noticia en
Espaa es la de Sierra Nevada. Fue dirigida y organizada, en 1754, por el polifactico cannigo ilustrado
castellonense Antonio Ponz, por influxo del Marqus de la Ensenada, que se hallaba desterrado en
Granada. Vase su interesante y delicioso relato, digno precedente del guadarramista del malagueo F.
Giner de los Ros (1886), en TITOS MARTNEZ, Manuel (1991): Textos primitivos (1754/1838) sobre
Sierra Nevada, pp. 48-73. Por otra parte, en opinin del Padre Ferrer, uno de los mejores conocedores del
tema, Sierra Nevada es, probablemente, el macizo montaoso mejor estudiado del mundo: Yo creo
deca Ferrer que no hay en el mundo una sierra, ni siquiera Los Alpes, que tenga tantas obras publicadas
y en tantos idiomas como Sierra Nevada (Ib., p. 11). En IDEM (1997): Sierra Nevada: Una gran
historia, vol. II, pp. 1023-1082, pueden verse las referencias correspondientes, que, en esa fecha,
sobrepasaban los cinco mil tems. En cuanto a los Pirineos, vid. NEZ FLORENCIO, Rafael (2004):
Hollada de piel de toro. Del sentimiento de la naturaleza a la construccin nacional del paisaje, cap. IX,
donde se lee: La exploracin turstica de los Pirineos en el sentido estricto del trmino, fue llevada a
cabo por ciudadanos franceses, no por espaoles (p. 192).
59
Todo ello comprensible e interesante, pero que, a veces, no est del todo
justificado. Pueden verse as, a ttulo de ejemplo, las definiciones legales del rbol
singular o monumental que aparecen en las distintas CC.AA. 105
la Ley reguladora de las Bases del Rgimen Local, en su artculo 25.2, apartados d), e),
f) y m), [que] da amparo jurdico para la proteccin en materia urbanstica, parques y jardines,
patrimonio histrico artstico, de proteccin del medio ambiente y del turismo. Es decir, cada
municipio tiene suficiente base jurdica para poder declarar protegidos directamente cuantos
rboles, arboledas o espacios naturales de inters local considere necesarios. Esta declaracin
puede hacerse por iniciativa municipal o ciudadana.
105
Aunque, como he dicho ya varias veces, no procede volver aqu en detalle sobre este punto, deseo
informar al lector de que me ha llamado la atencin el planteamiento terico, no legal, de Mariano
SNCHEZ GARCA, conservador del Real Jardn Botnico de Madrid: Un rbol o arboleda singular [dice]
sera aquel o aquella que destaca por algn criterio biolgico, histrico o social, pero que no tiene por qu
destacar por sus caractersticas actuales de crecimiento (porte y edad), que podr alcanzar bien
gestionado con el tiempo. Entre los criterios biolgicos incluye, en sntesis, edad, porte, rareza,
fitogeogrfico y gentico. Y entre los sociales, inters social, cultural e histrico o simblico. b., pp. 484-
485. El mejor ejemplo prctico que puedo ofrecer al lector, para comprobar el resultado de estos criterios,
es la Senda Botnica del Retiro (Madrid), que invito a seguir por tramos (I al VII) con el mapa
correspondiente. Se dispensa gratuitamente en el PI del Bosque del Recuerdo y en las oficinas de El
Huerto del Retiro. Esta muestra consta de 80 ejemplares (algunas especies se repiten). Siete de ellos
figuran, a su vez, en el Catlogo de rboles Singulares de la C. A. de Madrid, que no est exento de
errores; en particular en el caso del tejo. Dejando ahora las propiedades txicas o medicinales, los casos
de mayor inters etnogrfico, segn mi lectura directa de las cartelas (el Servicio de Parques del Ayto. me
dice que no conserva copia alguna de estos textos), son los siguientes: 4 Roble comn. 5 y 58 Olmo
comn. 7, 43, 48 y 74 Ciprs. 8 Ahuehuete. 11 y 47 Madroo. 37 rbol de Jpiter. 38 Palo Santo. 41
Sauceguillo. 42 Cedro del Himalaya. 44 Tejo. 45 Sauco. 53 Ginkgo biloba. 55 Sauce llorn. 57 Sfora de
Japn. 60 Olivo. 63 rbol del Amor. 67 lamo negro. 69 Fresno comn. 73 Granado. 77 Tilo europeo.
78 Laurel noble. Faltan las cartelas del n 6, lamo blanco (consagrado a Hrcules), y del n 76 Encina
(asociado a Zeus, Jpiter). Del Pino laricio (21) se dice que alcanza los mil aos en la Sierra de Cazorla.
Del Castao de Indias (10) que es conocido desde hace ms de 3.500 aos. Del Magnolio (9) que procede
de hace cien millones de aos. Y del Madroo (11), bien atestiguado en nuestra toponimia, que no hay
textos que acrediten que se hubiese incorporado al escudo de Madrid antes del s. XVI (e.c.).
60
106
MOYA, Bernab (2005): La gestin de los rboles monumentales en la Comunidad Valenciana. El
Departamento, en El arbolado monumental y singular [], Valencia, 2006, p. 376.
107
b., pp. 392 y 397.
108
b., p. 374.
109
b., p. 374 y 384.
61
Los bosques espaoles estn muy degradados. La actividad del ser humano los ha
alterado en cantidad y calidad: ha impactado negativamente sobre la fauna y la flora, ha
agravado los procesos erosivos y ha alterado los ciclos ecolgicos, como el hdrico o el del
carbono, asociados a estos ecosistemas110.
En cuanto a libros sobre especies concretas, slo voy a referirme a dos de ellas: el
tejo (Taxus baccata L) y el olivo (Olea europaea). Si se tiene en cuenta que aqu
estamos tratando de Espaa, y las mencionadas aficiones y modestsimas
publicaciones etnobotnicas del autor de estas lneas (vase >taxus guillermo
garcia< en Internet), no parece que esta eleccin de especies requiera ms
explicaciones.
* * *
110
HERNNDEZ, Lourdes; Flix ROMERO et alii (2011): Bosques espaoles. Los bosques que nos quedan
y propuestas de WWF para su restauracin; Madrid, Reimpreso en 2012, p. 3. WWF es una de las
mayores y ms eficaces organizaciones internacionales independientes dedicadas a la conservacin de la
naturaleza. WWF opera en ms de 100 pases, con el apoyo de casi cinco millones de personas en todo el
mundo. Impreso en papel 100% reciclado.
111
Aunque no es el momento de detallar las virtudes e inconvenientes del tejo, valga aadir al paso que es
uno de los rboles ms longevos que se conocen, en competencia con la secuoya, especie de hoja muy
parecida, pero de porte y fruto muy diferentes (es pincea), segn podr comprobarse en otoo, por
ejemplo, en el Parque del Retiro de Madrid. Venerado en toda Europa, de los griegos a los celtas (1.700
a.e.c.), era ya el rbol sagrado de la diosa Asherah en Mesopotamia (4.000 a.e.c.), la despus esposa del
dios hebreo Jahv (Vase aqu en la Primera parte). Pero, en todo caso, se conservan an tejos
anteriores a los pueblos griegos (hace unos 3.700 aos), a los celtas o a los judo-egipcios (hace unos
2.900 aos). El tejo vivo ms anciano de que se tiene noticia, muy reproducido en grabados desde el siglo
XVIII (e.c.) est en Fortingall, cerca de Glen-Lyon, condado de Perth, Escocia (G. B.). Tengo ledo que
algunos estiman su vida en unos once mil aos, y otros en 7.500, cifras que los ms crticos rebajan a
unos 3.500. Pero, en la Crnica verde del citado ecologista Csar-Javier Palacios en Internet, puede
verse la foto del conservado en un cementerio de la iglesia de St. Cynogs, Sennibridge, Gales (G. B.), del
que el Wales News Service dice que expertos estudios recientes le asignan 5.000 aos de edad. Segn los
62
Libro que, aado yo aqu, se abre con una valiosa observacin psicolgica, ms
bien sentimental, del geobotnico vizcaino Emilio Guinea Lpez (1931):
arquelogos, el uso de la madera del tejo para hacer herramientas (lanzas, arcos, mangos de hachas,
peines, etc.), templos, altares, esculturas, etc., es conocido desde el Paleoltico. El celebrado bilogo
Jullian Husley, informa de que el artefacto ingls ms antiguo que se conoce es una punta de lanza de
madera de tejo de 36 cm de longitud aparecida en los depsitos de un ro en Clacton (Inglaterra), al que se
le estima una antigedad aproximada de 400.000 aos (El libro del tejo, p. 23).
112
GUINEA, Emilio (1931): El pinar de la Acebeda. II. La vegetacin, en HERNNDEZ PACHECO,
Eduardo: Gua de la Sierra de Guadarrama, Madrid, 1931, p. 72.
63
En la portada del mismo figuran como autores las tres personas que ms se han
esforzado en mantener y sacar adelante dicho proyecto naturalista, que, dado su
propsito, sigue vivo: el bilogo Simn Corts, el farmacutico Fernando Vasco y el
bilogo y etnobotnico Emilio Blanco. Pero, como ellos mismos nos dicen en seguida,
han colaborado aportando textos, dibujos, fotos, tratamientos informticos, etc., otros
nueve autores. Y, en lo que se refiere, a la bsqueda de la informacin bibliogrfica
recopilada, y de las tejedas o individuos concretos en el monte, han contado con la
ayuda de trece organizaciones ecologistas, cincuenta y cinco personas particulares y
treintain miembros de ARBA, todos ellos citados por su nombre y apellidos, que
anduvieron buscndolos por los montes de las distintas comunidades autnomas y
provincias de la Pennsula Ibrica, en especial por las zonas donde ms abunda y es
mejor conocido este rbol.
La Segunda parte. Atlas del tejo en Espaa, presenta las menciones o citas
recopiladas por los coautores, hasta esa fecha, de los tejos silvestres encontrados en la
Pennsula Ibrica y en el Norte de frica. Van clasificados por orden alfabtico de
comunidades autnomas y, dentro de ellas, por el de las respectivas provincias. Los
mapas (peninsular, de comunidad y provincia) y las tablas que indican, en cada caso, el
trmino municipal, el nombre del paraje donde se hallan los tejos y el nmero de
ejemplares encontrados, ilustran esta labor fitogrfica, que se cierra con una
Recapitulacin y unas Consideraciones finales.
La Tercera parte. Atlas grfico del tejo, contiene una excelente coleccin de
66 fotografas, de carcter biolgico o etnogrfico, de conjunto o de detalle, con las que
el lector podr disfrutar la belleza de este rbol y, adems, hacerse una idea cabal del
entorno o hbitat en que viven, las formas que adquieren, las propiedades y usos de su
madera, las condiciones para su conservacin y reproduccin, etc.
Una bibliografa abundante (unas 200 referencias, sobre todo espaolas), aunque
no exhaustiva, cierra este esplndido tocho, encuadernado en canutillo para mayor
comodidad de uso.
Pero esta misma tradicin est bien arraigada tambin en Normanda y Bretaa, Gran
Bretaa e Irlanda, Cantabria, Castilla y Len, etc. En todos estos lugares encontramos infinidad
de testimonios de la cultura que germin bajo la inspiracin de estos rboles venerables:
canciones, cuentos y leyendas, dichos y costumbres Es este legado, comn a todo el Arco
Atlntico europeo, el que hemos recogido en estas pginas como un homenaje y recuerdo que de
ningn modo puede ser completo, pero que si ha tratado de incluir lo ms representativo, al
menos en lo que respecta a los tejos de Francia y Espaa113.
Ahora bien, en qu consiste la cultura del tejo? Dejando ahora a un lado los
aspectos sagrados sugeridos en el prrafo anterior, y otras aplicaciones estudiadas por la
historia o la etnobotnica de este rbol114, la respuesta breve, segn esta versin, se
podra concretar as:
El trato al pie del rbol, la ley inspirada en este mismo lugar sagrado, el apretn de
manos que sella un pacto, son gestos que pertenecen a esa antigua cultura anterior a la escritura y
por tanto a la historia como tal. Los fundamentos podran ser ms endebles que los que fija la
palabra escrita, pero por el contrario, tampoco exista una pesada ortodoxia ni una inamovible
ley.
Es sta pues una crnica desnuda de una realidad cada vez ms incompresible y alejada
de nuestro actual sistema de pensamiento y valores y sin embargo se podr apreciar que resulta
de una belleza, vitalidad y trascendencia que en todo caso resulta admirable. Es tambin una
crnica del tejo y por ende, lo es tambin de la vieja Europa y sus costumbres 115.
La III, Los pases del tejo, tambin de carcter etnogrfico, es una esplndida
coleccin de los tejos ms conocidos o venerados en Espaa (Asturias, Cantabria,
Castilla y Len, Galicia Mallorca, Pas Vasco y Navarra) y en Francia (Bretaa,
Normanda), a la que se aaden a ttulo ilustrativo algunos de Portugal, Alemania,
Inglaterra e Irlanda.
113
ABELLA, Ignacio (2010): La cultura del tejo, p. 14.
114
Vase HAGENEDER, Fred (2008): Yew. A History, Gloucestershire, 2008.
115
ABELLA, Ignacio (2010): La cultura del tejo, p. 16.
65
Las abundantes fotos, sean de detalle, del paraje o paisaje en que est ubicado el
rbol, de las gentes que lo viven o de los aspectos biolgicos relacionados con el
mismo, son siempre estupendas y, a veces, extraordinarias. La informacin sobre cada
ejemplar contiene, adems de las mencionadas fotos, las descripciones del rbol y su
entorno, la historia conocida, poesas, textos en prosa y ancdotas o relatos de los
lugareos, sobre todo personas mayores, que ms relacin y vivencias han tenido con el
mismo.
Los apndices indican los mejores carios arbreos y los propsitos ltimos del
autor: Proteccin y cuidado de los tejos cultos, Proteccin de los tejos silvestres;
Multiplicacin del tejo. Y, en Fuentes, nos informa de que gran parte de la
informacin se ha obtenido de forma directa entre paisanos que conservan la memoria
de lo que fueron los tejos para ellos mismos y para sus respectivos pueblos, y mediante
encuestas a prrocos, alcaldes, etc. Advierte de que Internet, herramienta
imprescindible, tiene el inconveniente, como bien sabe cualquier usuario, de que se
presentan sin orden preciso ni estable, un maremgnum de citas y tpicos repetitivos
en torno al tejo, que muchas veces no tienen un origen demasiado fidedigno y que aqu
hemos intentado aclarar116.
116
b., p. 235.
117
Vase la bibliografa que incluyo en GARCA PREZ, Guillermo (2009): Toponimia del tejo en la
Pennsula Ibrica, Ecologa, 22 (2009), pp. 254-256 y en IDEM (2013): Toponimia del tejo en el Mapa
Topogrfico de Espaa, pp. 150-151. Disponibles en Internet.
66
* * *
Olivo, Olea europaea. El olivo es el rbol sagrado por excelencia del mundo
mediterrneo. Adems de configurar el paisaje y de ser parte esencial de la economa del mundo
mediterrneo, fue y es smbolo trascendental y elemento sagrado para numerosas culturas de este
mbito geogrfico, como la fenicia, la griega, la romana, la cristiana, la juda o la musulmana.
Por eso aparece en manos de Atenea, en el Domingo de Ramos o citado constantemente en el
Corn [].
Pero los turistas que pasen por Madrid y no conozcan esta especie, ampliamente
divulgada ahora como rbol de la Paz, pueden contemplar, entre otros varios, el
meritorio rbol de los tres troncos118 que se exhibe en la Red de San Luis, sobre la
estacin de Metro de Gran Va, al final de la corta calle de la Montera, que comienza en
la propia Puerta del Sol119.
Este libro se abre con un esplndido poema de Antonio Machado, Los olivos,
donde, al modo que en el ya citado El rbol de R. Thagore, se nos informa
118
Hay tambin, entre otros muchos, un esplndido rbol de los tres troncos en el Parque del Retiro
(Madrid): el llamado rbol del Amor (Cercis siliquastrum). Cartela n 63 de la Senda Botnica. Est
a unos 100 m al S.E. de la antigua Lechera [Casa de Vacas].
119
Plaza emblemtica madrilea, y espaola, que, esperemos (S.O.S), la avaricia publicitaria econmica y
la desvergenza de ciertos polticos, nos permitan seguir llamndole as. Aunque slo sea para evitar
sustos, extravos, preocupaciones y dems molestias innecesarias a quienes (residentes madrileos,
espaoles o turistas) viajan de vez en cuando por los trenes subterrneos de esta capital. Cuando ya tena
manuscrito espontneamente este prrafo, y ms de un ao despus de que empezamos a comentar
semejante atropello en las marchas a mi cargo de Aire Libre del Ateneo de Madrid (institucin vctima de
intereses y descuidos parecidos), vi con satisfaccin, por vez primera, que al menos alguien protesta por
ello: Privatizar el nombre de una lnea de metro llamndole Vodafone es una usurpacin de algo tan
pblico como el aire, etc. MUOZ MOLINA, Antonio: La ciudad tomada, en El Pas (2014, julio, 19),
Babelia, p. 3.
67
puntualmente sobre las caractersticas, cultivos, gentes y bellezas de los rboles o los
paisajes andaluces de olivares:
de olivar y de olivar! []
a gaanes y braceros,
La urgencia de medidas para la proteccin [de los olivos monumentales] deriva del
riesgo de arranque que experimentan, al ser objeto de agresiones permanentes y de un creciente
comercio internacional120.
120
MUOZ, Concepcin et alii (2004): Olivos monumentales de Espaa, Valencia, 2004, pp. 10-11.
68
obvias, el de produccin anual. Las fichas individuales incluyen un texto breve con los
datos morfolgicos o etnogrficos que acreditan la singularidad, el nombre del rbol, la
ciudad y el lugar o paraje donde se hallan. Y dos fotos, en casi todos los casos; una que
podramos llamar panormica o paisajstica y otra de detalle. Van dispuestos por orden
alfabtico de Comunidades Autnomas y, dentro de estas, por provincias. Las
provincias andaluzas aparecen en seis tandas consecutivas, las valencianas en tres, sin
que haya visto aqu el criterio de clasificacin utilizado. Sucede lo mismo con el orden
de los ejemplares de cada provincia, donde grosso modo, se atienen al nombre o apodo
individual del rbol.
Espaa [escriben] tiene ms de 300 millones de olivos. En esta obra hemos incluido 100
representantes de los olivos ms excepcionales que crecen en nuestro pas. Aparecen tanto
ejemplares individuales de olivos cultivados y silvestres (acebuches), como grupos de dos o ms
rboles, que hemos llamado olivares o acebuchales. Estn representadas casi todas las
comunidades autnomas de Espaa121, mostrando sus diferentes paisajes de olivar, que son una
imagen viva de los hombres que cultivaron estas tierras122.
121
De las 17 Comunidades Autnomas que componen actualmente el Estado Espaol, faltan slo
Cantabria, el Pas Vasco (Euskadi en vascuence) y Navarra, todas ellas ubicadas en la Cordillera
Cantbrica. En cuanto a provincias, faltan tambin en esta muestra vila, Burgos, Cantabria, Ciudad
Real, Cuenca, Len, Palencia, Segovia, Salamanca, Teruel, Toledo, Zaragoza y Zamora. Pero, como bien
sabe el lector que haya viajado por toda Espaa, es notoria, la abundancia de olivos comunes en Toledo,
Ciudad Real, Zaragoza, etc. En cuanto al Pas Vasco, en ASEGINOLAZA IPARRAGUIRRE, Carlos y otros
(1984): Catlogo florstico de lava, Vizcaya y Guipzcoa, p. 555, se lee: En la Rioja alavesa su cultivo
est muy extendido desde antiguo. No hemos visto olivos espontneos en nuestras herborizaciones por el
territorio. Existen algunas citas de la variedad sylvestris Brot.: Mieg (1858 a), Aketxe (Bermeo), Guinea
(1949): Bakio, Dupont (1955): Bakio. Todas ellas en el norte de Vizcaya. Y para Cantabria dice GUINEA
LPEZ, Emilio (1953), en Geografa botnica de la provincia de Santander, p. 261: cultivado en las
estaciones abrigadas de la provincia, en ejemplares sueltos, tanto en Santander como en Asturias; pudiera
hallarse asilvestrado, como en Vizcaya. Vid. asimismo LVAREZ ALBESU, R. y J. A. FDEZ. PRIETO
(2000): Poblaciones silvestres de higueras, vides y olivos en la costa cantbrica. Consideraciones acerca
de su origen, Naturalia Cantabricae, 1 (2000), pp. 33-34.
122
b., p. 27.
69
donde [dicen que] se le apareci el diablo a San Jos de Calasanz; el del claustro de la
catedral de Oviedo, desarrollado, segn cuentan los interesados, a partir de una estaca
del Huerto de Getseman (Jerusaln), olivar que, dicho sea de paso, segn los
investigadores israeles se plant hacia el ao 300 de la e.c.; el de LAimerich
(Barcelona), con supuestos poderes curativos y salvficos para casas y barcos; el de San
Vicente Ferrer (Lliria, Valencia), con fuente milagrosa que, como muchsimas otras en
Espaa y en el mundo, nunca se seca; y el de Santa Mara de Adina (Padrn, A
Corua), bajo el cual, siguiendo al parecer una tradicin familiar, dispuso el Nobel
Camilo J. Cela que se le enterrase. Pero sobre estos asuntos volver en otro captulo.
* * *
conmemorativas ungidas con aceite de oliva, costumbre que, como hemos visto aqu en
la Primera parte, aparece tambin en el mundo romano y en la Edad Media, ya
degradada, en distintos pueblos europeos. La Sierra de Aitana, techo de la provincia de
Alicante (1.557 m), donde tambin abundan los tejos, considerados sagrados por los
celtas, era uno de los lugares de Hispania donde se celebraban antiguamente esta suerte
de ritos.
Al igual que se hace an en muchos lugares de Espaa con los ramos de olivo,
tejo, romero, palmera u otros rboles bendecidos el Domingo de Ramos, los griegos y
los romanos propiciaban la paz, y ahuyentaban el mal poniendo ramos de olivo u otros
rboles sagrados en las puertas, ventanas, tejados, desvanes, u otros lugares de sus casas
o sus establos.
124
Vid., en particular, el interesante y documentado artculo de CASTRO LATORRE, Isabel (2004):
Liturgia del olivo: funciones y significados en la Semana Santa de Sevilla, Zainak, 26 (2004), pp. 259-
274, donde se comienza asentando que existe un profundo desconocimiento acerca del capital cultural y
simblico generado por el olivar sevillano (nota3), [que] el olivo sacralizado ha sido objeto de escaso
estudio histrico, sociolgico y antropolgico [ya que] la denominada cultura del olivo no es patrimonio
de una civilizacin concreta, sino una herencia material y simblica de muchos pueblos y culturas que
integraron el olivo en su medio de vida (p. 262).
71
Para los griegos y otros pueblos antiguos del Mediterrneo oriental, el olivo era
un smbolo ordinario de paz. Estuvo en tal concepto dedicado a Zeus (Jpiter), Padre de
todos los dioses, que tena, entre otras misiones, la de poner paz entre todos ellos. Se
deca que tras derrotar a su padre (Cronos, Saturno) y a los Titanes en la Btica, cerca
de Tartessos (Huelva), se coron con dos ramas de olivo entrelazadas.
125
Sobre la superposicin de deidades, aplicada al caso de la Cueva de Onga, que es en Asturias
(ALFONSO X EL SABIO), vase mi Covadonga, cueva de Isis-Athenea, Oviedo, 1992, Ed. Pentafa. Sobre el
mismo asunto, en relacin con Ogmios, el mencionado nombre celta de Hrcules, vid. LUCIANO (c. 170
e.c.): Preludio Heracls, Obras, I, Madrid, 1981, pp. 96-97; Ed. Gredos.
126
Diccionario del mundo clsico, Madrid-Barcelona, 1954, s.v. Atena.
72
El olivo y el laurel estaban asimismo consagrados al dios Apolo, del que se deca
y se crea (al igual que se cree ahora en disparates an mayores) que haba recorrido
toda Grecia enseando a cultivarlos y a extraer el aceite. La celebrada clava de Herakls
(Hrcules, lamos en el Cantar del Cid, trasunto del rey de bastos en la baraja
espaola127) era una rama de acebuche acondicionada. Al igual que en el caso de
Atenea, hincada al final de su larga saga en el monte Olimpo, se transform tambin en
un magnfico olivo, considerado y venerado como sagrado durante mucho tiempo.
Como se ver, comparada con sta, las conocidas liturgia y milagrera de las sincrticas
religiones mediterrneas posteriores no tiene color: fingen los poetas, fingen los
sacerdotes, fingen los polticos, fingimos todos, ms o menos, que nos lo creemos.
A su vez, el gigante Perifetes usaba una clava de madera de olivo. Pero, en una
lucha a muerte, se la arrebat Teseo. Teseo fue incluido en el lote de siete jvenes y
siete doncellas (precedente del mito de las mil vrgenes y del tributo de las cien
doncellas) que los vencidos atenienses tenan que pagar cada ao al rey Minos de
Creta, para que las devorara el Minotauro, alojado en los stanos de su palacio. Teseo
logr tambin, desde luego, vencer al Minotauro. Pero no sin ofrecer antes al dios
Apolo una rama de olivo, cortada del mencionado rbol sagrado de la Acrpolis, y
adornada para la ocasin con lana virgen.
127
Sobre la transmisin de los mitos y las imgenes de las deidades de la Antigedad por distintos
medios, entre ellos las barajas de naipes, vid. WARBURG, Aby (1908): El mundo de los dioses antiguos y
el primer Renacimiento en el norte y en el sur. En El renacimiento del paganismo, Madrid, 2005, pp.
409-410.
128
Informacin reelaborada con datos nuevos y criterios propios a partir del citado librito de Arturo
Esteve, pp. 20-34, quien no indica bibliografa alguna. La mayor parte de esta informacin puede verse,
tambin, en la Enciclopedia Universal Ilustrada [] Espasa, tomo XXXIX, Madrid-Barcelona, ed. 1989,
s.v. Olivo, pp. 1119-1132, que incluye bibliografa especializada anterior a 1910. Vase adems, el citado
Dictionnaire des Antiquits Grecques et Romaines, 3 ed. Paris. 1891, s.v. Olea, pp. 162-171, con
abundancia de bibliografa (M. BESNHER). En la p. 163, col. b., se precisa que las palabras latinas olea,
leum y la mayor parte de los trminos tcnicos relativos a las diversas suertes de olivas y a los
procedimientos de fabricacin del aceite derivan del griego.
129
Existen ya una veintena de libros con la voz exvoto en su ttulo, en relacin con santuarios
peninsulares prehistricos, antiguos, medievales y contemporneos. Slo el antroplogo norteamericano
73
* * *
En 2010, tres aos despus, el mismo Arturo Esteve public Olivos milenarios y
monumentales de la provincia de Castelln, patrocinado en este caso por el Colegio
Oficial de Farmacuticos de la provincia y por la Caja de Ahorros del Mediterrneo.
William A. CHRISTIAN, que lleva medio siglo buscando y revisando los catlogos de exvotos de templos
catlicos espaoles, ha publicado media docena de ellos. Vase, a su nombre, el catlogo general de la
Biblioteca Nacional (Madrid).
130
Sobre el conjunto de los rboles singulares de esta provincia, existe, entre otros, un completsimo libro
de Juan Jos, GUAL ORT y colaboradores: rboles y arboledas singulares de las comarcas de Castelln,
Valencia, 2000. Incluye, para cada ejemplar, el nombre de la especie en latn, castellano y valenciano,
segn su denominacin local, la situacin geogrfica detallada (incluido un mapa topogrfico en color),
dasometra (croquis del rbol incluido), estado fitosanitario, medidas de conservacin, medidas de
proteccin, motivo de singularidad, fotos de conjunto, de ramas, flores y frutos. Adems de algunas
alusiones etnogrficas: filolgicas, mitolgicas, etc. As, p. e., en relacin con el roble (pp. 359, 505, etc.)
escriben: Se dice que fue la madera del Arca de No, artefacto tan mtico como improbable. Sobre las
dos versiones de las medidas que segn una misma divinidad hebrea habra tenido tal artilugio vid. el
libro, ya viejo del catedrtico de teologa jubilado, de la U. de Harvard Richard Elliot FRIEDMAN (1987):
Quin escribi la Biblia?, Barcelona, 1989, pp. 53-56. Al parecer, estos autores naturalistas no estaban
an al corriente, en dicha fecha, de que existen unos trescientos relatos diluviales parecidos, distribuidos
por las distintas partes y culturas del mundo. En particular, es notable el precedente del rey Atrahasis de
Babilonia (Irak), que es ms de dos mil aos anterior al de la Biblioteca cannica hebrea. Vid. JONES,
Esteve (2014): Ciencia y creencia. La promesa de la serpiente, Barcelona, 2015, pp. 57 y 195; el ya
clsico Theodore H. GASTER (1969): Mito, leyenda y costumbre en el libro del Gnesis, Barcelona, 1973,
pp. 111-172, 5 de cuyos 16 apartados remiten a su vez al citado FRAZER, J. George (1907-1918): El
folklore en el A. T., Mxico-Madrid-B. A., 1981. Sobre tsunamis, terremotos, inundaciones y otras
catstrofes naturales realmente sucedidas, en relacin con el posible origen de estos mitos, as como los
que estn por venir (calentamiento de la Tierra, elevacin del nivel del mar, etc.), vid. el cap. V del mismo
libro de JONES: No os preocupis del maana (pp. 179-211). Y sobre las fantasas y andanzas de los
llamados arcalogos (desde el s. XVII hasta el presente), tan proclives al fraude cientfico como
inasequibles al desaliento, las pp. 197-201.
74
Los vocablos olivo (en latn oliva, olea); oliva (oliva, olea); y leo (leum, olivum)
vienen directamente del trmino latino oleivum. ste, a su vez, est tomado del trmino griego
laia o elaifon que da lugar tambin, entre otras, a las expresiones minoicas eala o elaion. Todos
ellos se remontan al cretense elaiwa del que derivan, en un primer momento, lathi en las islas del
mar Egeo y elies en la Grecia Continental. Tambin el elwe celta e incluso el eli de los Balcanes
parecen tener esa misma raz []. Por otro lado, las races camito-semticas zayt, zait o zeit dan
lugar a las palabras rabes zetum (aceituno, hoy en desuso); az-zeitn (aceituna); y az-zeit
(aceite). Estas expresiones son el origen de voces como zeitin en lengua fenicia, hebrea y aramea
para referirnos al rbol o la cananea zyta (de influencia amorrita), la ugartica zt (dialecto
cananeo), la fenicia zyt, la aramea zta, la mandea zaita (arameo oriental), la siria zayt; la
etope zayt y el vocablo hebraico zyt, para denominar el aceite de oliva. Aunque ahora usan
Shemen131.
131
ESTEVE, Arturo (2010): Olivos milenarios y monumentales de la provincia de Castelln, Castelln de
la Plana, 2010, pp. 22 y 24.
75
76
En los aos pasados he estudiado ya con cierto detalle la toponimia del tejo en la
Pennsula Ibrica. Como advert en esos trabajos, podra hacerse algo parecido para el
olivo y otras plantas o animales, con la misma clase de fuentes y los mismos mtodos o
procedimientos. Pero el olivo, se haya considerado o no santo, estuvo extendido por
todo el territorio mencionado. Hasta tal punto que, segn he advertido en pginas
anteriores, lo difcil es encontrar alguna de las actuales provincias espaolas donde no
exista o hayan existido el olivo o el acebuche.
Como en el mencionado caso del tejo (Taxus baccata L), empezar tomando
como base de datos el Gran Atlas de Carreteras. Espaa-Portugal. Escala 1:300.000,
Barcelona, 1987, ed. Plaza y Janes, que, para estos menesteres, es el ms completo en su
gnero que conozco. Con dicho mapa podr precisar quien lo desee la posicin
geogrfica de los casos aqu considerados.
132
Citado por CARCAVILLA URQU, L. et alii (2007): Patrimonio geolgico y geodiversidad, p. III. Sobre
rboles fsiles, vase foto en la p. 20 y, aqu, las voces Tocn y Tocho, que pudieran indicar esta
modalidad. Ejemplares de museo pueden verse a lo largo de la fachada principal del de Ciencias
Naturales (Madrid).
133
COROMINAS, Joan (1972): Tpica hesprica. Estudios sobre los antiguos dialectos, el substrato y la
toponimia romance, Madrid, 1972, Ed. Gredos.
77
Como suele suceder en esta suerte de base de datos, ni son todos los que estn
ni estn todos los que son. Es notorio, as, por ejemplo, el caso de El Carbayn de
Oviedo, rbol santo, para algunos, y emblemtico para todos, que como
consecuencia de las obras (no protectoras del rbol) realizadas al ampliar la ciudad, pas
sin moverse de estar en el campo (ya Jardn de San Francisco) a la acera de la celebrada
calle Ura, donde viejo de quinientos aos, y molesto para el trfico humano, fue talado
en 1879135. En la comunidad autnoma de Madrid es conocido, asimismo, el caso de El
Olmo de Rascafra, ubicado como es habitual en la Plaza del lamo [negro], base
material de una de las leyendas del Tuerto de Pirn136. Muri vctima de la epidemia de
grafiosis hacia 1990, al igual que el rbol Gordo de Ciudad Rodrigo (Salamanca) y
muchos otros sealados. Pero, en estos casos, al no tratarse de una localidad o de un
hecho fsico o social muy significado, no figuran, como es natural, en las listas
poblados o lugares de inters especial de dicho Atlas.
A los lmites de la base de datos hay que aadir, adems, los errores que se
comenten en estos procesos (originarios, lectura, copia, mecanografiado, etc.), as como
las ignorancias y torpezas del autor.
En cuanto a abordar este empeo con todos los mapas, libros, diccionarios
geogrficos, peridicos, recursos de Internet, etc. disponibles, y con todas las formas y
variantes lingsticas conocidas para cada rbol o arbusto, pienso que tal proyecto slo
puede tener xito a nivel local137. Podra hacerse, sin duda alguna, como tengo
134
En particular, es probable que en alguno de estos pueblos se les haya ocurrido incluir o dedicar un
espacio al rbol de su nombre en el escudo herldico correspondiente, cuando lo tengan. Pero, sobre
herldica municipal arbrea (vid. Internet) dir algo ms adelante.
135
RUIZ-TILVE ARIAS, Carmen (1995): Alrededor del Carbayn. El campo se hace ciudad, pp. 12-13. El
rector CANELLA SECADES, Fermn (1879): El Carbayn, pp. 5-7, lo califica de sagrado.
136
La leyenda, tal vez inventada por el propio Tuerto, mantiene que ste se esconda en el tronco hueco
del rbol para coger informacin sobre los golpes a dar a partir de las conversaciones de quienes se
sentaban a charlar en derredor, costumbre lugarea generalizada en Castilla que se remonta, al menos, a la
Edad Media. Obsrvese que la conseja serva, en todo caso, para exculpar a sus cmplices. El olmo viejo
fue repuesto en el mismo lugar unos cuantos aos despus. El olmo comn (Ulmus minor) aparece a
menudo como lamo negro o negrillo en buena parte de Espaa. Vid. Enciclopedia [] Espasa, s.v.
olmo, chopo, lamo. CHICO SUREZ, Martn (1910, 2005): Mi amigo el rbol, p. 24. Olmo. Llamado
tambin lamo negro es un rbol que alcanza hasta 15 a 20 m de altura.
137
Veo as, por dar algn ejemplo de estas posibilidades, un Robleluengo en Majalrayo (Guad.), pero no
he visitado el paraje. Mucho ms interesante es el caso de El Roble sagrado de las Ermitas, en Olmeda
78
Dado el objeto del presente captulo (vase el ttulo), no se trata, desde luego, de
listar o anotar todos los topnimos de la base elegida que aludan (denoten o connoten) a
la flora en general (fitotopnimos) o a los rboles en concreto, sino slo aquellos que
indiquen o sugieran, a juicio del autor, singularidad arbrea fsica, geogrfica o social; y
en especial algn olorcillo a santera. 138 Es decir, se toman aquellos casos con ms
probabilidad de contener informacin sobre el rbol que indican o sugieren. Y, entre
ellos, sobre la idoneidad del hbitat para reponer el ejemplar en el caso de que hubiese
desaparecido sin dejar sucesores biolgicos o sustitutos. A estos efectos, hay que tener
en cuenta, adems, que se conocen varios casos de inversin semntica. El olmo puede
aparecer como lamo, el enebro como sabino, etc139.
- Indica pico.
de Cobeta (Alto Tajo, Guad.), junto al yacimiento arqueolgico prerromano de Pea Muoz, con una
imagen de la Virgen Mara en un vaciado en su tronco, enmarcada en una inequvoca figura de vulva,
segn puede verse en Internet poniendo >cobeta roble ermita< en el buscador. Supongo que habr que
orientar esta curiosa escena mgica en la idea catlica de la mandorla, de origen romano y oriental, de la
que la propia tradicin catlica nos asegura que representa a la vagina (canal de nacimiento), como
centro y origen de la vida humana (vid. Internet, s.v. mandorla). Pero, tanto el concepto como la figura se
remontan, como poco, al Tao de la China antigua (vid. MECUA LPEZ, Jos Antonio: El concepto de
paisaje en China, U. de Granada, 2007, p. 442. Internet). Cabe tambin que est relacionada con antiguas
costumbres o el culto a la fertilidad en torno a esas ermitas. El conocido antroplogo social Enrique
CASAS (1924) dice as en La covada y el origen del totemismo, p. 63, que, a su parecer, la costumbre de
grabar el signo sexual femenino en la corteza de los rboles (islas Ambon y Ulia), no tiene explicacin
ms satisfactoria que la covada [], identificando en todo lo posible el rbol con la mujer, y a este fin le
dotan de sexo.
138
Ciertas formas de santera, lejos de ser originarias o exclusivas de Cuba, se han practicado en la
Pennsula Ibrica hasta nuestros das: peregrinaje de santeros, sacristanes o devotos con imgenes,
depsitos temporales de las mismas en casas de vecinos, escapularios, medallas, cruces, candelas,
colgantes, exvotos, hierbas u otros objetos milagreros, etc.
139
Al cruce de nombres enebro/sabino, y viceversa, en una buena parte de la Pennsula Ibrica me he
referido ya en otras ocasiones (2002:243, etc.). Pero este mismo gnero (juniperus) puede aparecer
tambin, en distintos lugares, como carrasco, pino, tejo, enabio, cedro, barda, etc. Vid. CORONADO, A.
(2006): Enebros y sabinas. Un caso de doble inversin semntica, Revista de Soria, 53 (2006), pp. 59-
66. VILLAR, Luis y Mario SANZ (2013): Toponimia relacionada con sabinas y enebros (Gn. Juniperus)
en la Espaa peninsular. Primera aproximacin, Ecologa mediterrnea, 39.1 (2013), pp. 137. Enebro,
henebro, jenebro, ginebro, gimbrio, ximbro, etc. proceden del latino iuniperus, mientras que sabino alude
a Sabinia, regin del mundo romano donde abundaba este rbol. Esforzado y meritorio trabajo, sin duda,
este de VILLAR y SANZ, que, esperemos, alguien se decida a ampliar a todo el territorio nacional, con
vistas al europeo, tomando aqu como base, al menos, el MTN50, disponible en lnea. Vase, en google,
el divulgadsimo >tejo topogrfico Espaa pdf<, etc.
79
- Incluyo, sin embargo, los arbustos, porque, aparte de que algunas plantas se
dan como rboles, arbujuelos y arbustos, dependiendo de la variedad, del
hbitat, etc., estos ltimos pueden ser, en s mismos, al igual que los rboles,
objeto de sacralidad o veneracin. Recurdese, as, sin ir ms lejos, la
mtica zarza que arda, pero no se consuma, en el Monte Sina
(Palestina); los manzanos y los avellanos sagrados de Irlanda, la docena de
Virgen del Espino veneradas en Espaa, etc.
Barrio del Teso (l. Texo) [?], Cc. Campo de rbol, Sev.
80
F Fontibre, Can.
G I
H Ibi, Ali.
Q Robregordo, Mad.
R Romera, Crd.
Toxa (l. teja), illa da; Pont. Vila Moreira [P], Sal.
Xubia, Cor.
Yebra, Le.
Yebra, Gua.
Yebra, Hues.
Zaldivia, Gui.
142
Represe en que no se han incluido ni los plurales ni los abundanciales ni los fitnimos alusivos a
hierbas o plantas que no sean rboles o arbustos. No es, pues, mala cosecha .JUNGFER, J. (1912) dice
en Sobre apellidos y nombres de lugar hispano-portugueses, Madrid, 1912, p. 57, que Los nombres de
santos se han usado 1.200 veces en Espaa para designar lugares, lo ms frecuente Mara, los Apstoles,
Pedro, Santiago, Juan y el valiente Martino.
143
Para los hallazgos ya conseguidos con estos mtodos para esta especie, vase el artculo mencionado
en una nota anterior.
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