Poemas Plan Lector Yamit

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CANCIONCILLA DEL PASTORCILLO MENTIROSO

(Poema improvisado en un ataque de risa)

Vagando por el bosque


feliz e indmito
mi flauta yo tocaba

De la tarde, las sombras


amigas vestan a los rboles
mientras canto y risa yo creaba

Sol, flores y viento acariciando


trasnochados huracanes
y tristsimos espejos
en silencio me miraban

Feliz mi vida prosegua


observando maravillas,
animales y rficos ensueos

Juro que haba duendes


que de gnomos y de elfos
me hice amigo en un momento

Ms hay de m, enamorada,
en el bosque me he perdido.
La flauta se ha callado
Y mira, mira,
no lo estoy negando,
las ninfas a mi paso
perversas han jugado.

No digo cuentos
fbulas no invento.
Qu Crueles son, mi vida!!!

Mira como lloro, lloro.


Mi flauta no la encuentro,
estuve perdido en el bosque
vctima de fieros animales

Mira esta sangre,


mira estos labios,
mira esta espalda,
estuve perdido,
esta es la verdad,
dame un beso que me muero

CONTANDO TIERNAMENTE UNA CRUEL LEYENDA


Ocurri
que por aquellos das
todo era una curiosa felicidad
y los ojos ostentaban con delirio
el conocimiento de las cosas
sagradas e innombrables.

Ocurri
que aquellos seres, pnicos,
terriblemente inolvidables
grabaron sobre la piel de la laguna
la historia inverosmil
de dos amantes
que haban desafiado
a aquel que habita entre los
colores indefinidos del rosicler
y en la sonrisa de los nios.

Eran pocas
asombrosas,
diferentes,
el olor de la guerra no era conocido
y la sangre se crea era crdena
o transparente como el agua.

Ocurri que nadie pudo hacer nada


y que despus de aquello,
todos optaron
por los placeres del olvido
convirtiendo sus ojos
en cosas tristes y vacas.

Ocurri
que aquellos hombres
pronto perdieron
la rebelin de los amantes,
de su historia y del ensueo.

Ocurri
finalmente
la guerra
el empezar a nombrar las cosas
con palabras
artificiosamente falsas
y que todos
simplemente todos se convirtieran
con el transcurso de los aos
en seres montonos
ordinarios,
confusamente adiestrados
para ser alimento del tiempo y sus perfidias.

Fueron ellos,
para que lo sepan ustedes
que desconocen la verdad de esta leyenda
quienes nos desgarraron esta tierra
fueron ellos quienes
nos legaron
para siempre en la memoria
la prohibicin de no soar, de no decir,
de no gritar.
A esta realidad
es que debemos
nuestra tranquila entrega
a la desesperanza.

Que el olvidado seor


que habita el rosicler y la risa de los nios
nos perdone
MOHACUCURRUPIO

Vesperanto o las nuchesidas tijeretas


Vertiginosa caismal plumeaban arriberando los plogirsos;
Guachurozos dormicaban las machacas,
Tromclapeta ruina el golfo flima borbuteando flogareces.

Del Mohacucurrupio, sapia entraa, asupla el viso!


sus mancubas desgregan y zapezu aproltecha entre sus girdas!
Asupla, con el caismal Khasdum que plumea, flagra abrizos!
Ya entrecejan y ponziflaman las vismiantes Candilejas!

Engrundi varomizcliado la alfinpada truesca zarmudial,


Ptreglo arru con asupla el crongrafo caziando el mertechanclo

Sufoldiar bostiando pertrech caismal entre los dresnos


Cerepensa plmbeo constri cernido
Y en cerepensacosos saritininfalios constrea
Cuando al Mohacucurrupio, ya sus mancubas, ya sus girdas, viso

Bostiando a travs de los dresnos arruando flogareces:


Ponziflamando acesalto sorleaba mientras sulfodiaba el sapia
onu, soduno!, Onu dosuno! Engrudia, truesca al ptreglo
La truesca zarmudial florta y entreplono aportrechan y desgregan.

El Mohacucurrupio estriba y cuelga, omoplatiando ristra


El sapia entraa rutrifante presengiando restraf
Sapia entraa estribateado gorifundio dejaste al Mohacucurrupio
Venza ya el broquelzafo, magenta arrebolusnes dichonfelda
Me retruecas sapia, seuxy, seuxy, seuxy!
Sotechaba el entraa en su dichonfelda.

Vesperanto o las nuchesidas tijeretas


Vertiginosa caismal plumeaban arriberando los plogirsos;
La machaca y el kasdhum Sufoldiando y bostiando pertrechaban
Cuando Mohacucurrupio en el viso de la sapia
cerepensacosos saritininfalios constrea.
FABULILLA

Hubo una vez


un silencio
que pareca rosa o simple arco-iris
tena el siniestro nombre
de las cosas que suelen asustarnos
y su sombra pareca un gran abismo negro.
El silencio por su parte
no saba del rencor que sienten
los ojos al encontrarse con el sueo.
No entenda que el cielo y las estrellas
slo eran pedazos felices de una memoria abandonada
pero comprenda bien la sinfona de unos labios
al cerrarse con ternura sobre otros,
saba que las manos eran la extensin
de un abecedario milagroso
que cura del aburrimiento y la tristeza.
Conoca bien el sabor de una alegra
y el aroma que dejan las risas
recin pintadas en la cara de los nios.
Era un silencio humilde
que se sentaba al pie de los suicidas
y les contaba que ms all
del acostumbrado punto
donde suele perderse la mirada
estn las cosas que dejaron olvidadas.
Era un silencio honesto
que vagaba con la lluvia
buscando ojos que dijeran te amo
era un silencio.
Era slo eso.
Un silencio extraordinario
y nunca nadie supo nada.
Olas

Puuuffffffffff!!!!!
Zzzzziiisssssss
Fuuuuuuffffffffff.
En el mar.
Fuuuuuuffffffffff!
En una caracola.
SUEO DE UNA NIA DE TAN SLO CINCO AOS.

De pronto est en una larga callejuela repleta de tiovivos y columpios


Andrs el de la esquina llega nadando, estrenando su nueva bicicleta
ella an no sabe contar ms all de diez, pero intuye que los dulces que
tiene en bolsillo
le alcanzarn para todo lo que dure el sueo.
debajo de la cama el ojo de un gran conejo gris le susurra que todo es
inocencia
y un espejo sobre su cabeza le afirma que las estrellas slo estn all por
ella.
Un lpiz de color rosado crece entre la almohada
y la nia garabatea y garabatea la alegra de dios sobre las flores.
El vestido que es de color azul tiene un extrao sabor a hortaliza
y la mano repleta de dedos no quiere dejar de acariciar el viento.
La nia no siente miedo porque no sabe qu es el miedo
pero se espanta cuando descubre que se le han cado los juguetes del
cielo
y que el conejo se los come como si fueran zanahorias.
Alguien pronuncia su nombre
y ella grita mam
entonces llega Andrs en su bicicleta y juntos se van nadando
por todo el sendero del arco iris que nunca haba estado all en el sueo.
Maana
la nia le pedir a su madre una sombrilla.
VERANO DE LA INFANCIA.

En verano solan florecer


los dientes de len
y flores sencillas
que tenan raz falsa de cebolla
flores sin nombre, flores naturalmente.

En verano,
haba nubes de cucarrones por todo el solar
y tres chicos, que, espantando a los canarios,
o la formacin cerrada de los gorriones,
buscaban salvar a "Samantha", la gran culebra,
de los crueles ataques punzantes de las aves.

En verano estaba siempre la gran rama de la poma-rosa


esperando el columpio o la hamaca
y la sonrisa y la falda levantada de las nias.

En verano haba sed,


sentamos el aroma del calor entre los maizales
y un instinto que comenzaba a salirse por los ojos
nos llevaba a trepar como tarzanes
por los guayabos y las flores del azahar buscando la alegra.

En verano solamos cazar mariposas o lirios


y soplar felices los globitos de nieve de los dientes de len.
Inaugurbamos la fiesta de las abejas y de las crislidas.

En verano construamos cometas, veletas,


flechas, arcos de tiro, globos, carritos de madera,
trompos y cambuches hechos con caa brava
y en las tardes cantbamos poemas llaneros
para darnos coraje al pie de la fogata
y creernos hombres
como nuestros padres repletos de leyendas.

En verano una tierna llovizna


nos haca rer a carcajadas
y danzar locamente
mientras nos lanzbamos,
con sudor y lluvia
sobre el gran pozo del ro.

En verano las noches era ruidosas y estrelladas


y un centenar de lucirnagas, cocuyos,
grillos y sapos
arrullaban nuestros sueos.

Todo esto suceda en verano.


En mi infancia,
an,
sigue siendo verano.
INFANCIA CON SABOR A POMARROSA

Es cierto:
en un pueblo
todo tiene olor a campo;
los brazos andan anhelando
el trepar por las ramas
de cualquier guayabo o mango,
hay un rumor de bestia entre el ro
y por lo general las calles
siempre tienen hormigueros, nidos,
hojarasca y viento.

Es raro todo esto,


de pronto naces con el exacto
inventario de carne y hueso
para crecer hacia algn sitio
y las noches entonces
comienzan su arrullo
de grillos, lucirnagas
y cocuyos en el patio.

Slo hay un cura


y es el mismo que te moja la cabeza
y te bendice
y te pone ceniza en la frente
en ese da de pueblo alborotado.

Es bueno todo esto,


hacerles cosquillas a las crislidas,
perderse en los ojos mansos de una vaca,
adormilarse adentro
sin temor a la tiniebla
o al croar de los sapos en las charcas.

Te acostumbras al sudor de los caballos,


a la lluvia que siempre huele a fresco,
a las correras de los diablos
al queso, al color de las mariposas
y a veces
al extrao volar de los murcilagos.

Te vas arremolinando de olor a sag,


de ruana y guarapo
en los abuelos.

De un da para otro
te das cuenta que puedes silbar
con los gorriones
y que el sabor de la pomarrosa
ser quiz
el mejor recuerdo que te quede.

As es la infancia:
esbelta y dulce
como un yambo
que florece de besos todo el ao.

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