Apel, Karl-Otto Dussel, Enrique - Etica Del Discurso y Etica de La Liberacion PDF
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tica del discurso y tica de la liberacin
tica del discurso
y tica de la liberacin
Karl-Otto Apel
Enrique Dussel
E D I T O R I A L T R O T T A
La edicin de esta obra ha obtenido una ayuda de
Missionswissenschaftliches Institu Missio e.V, de Aachen, Alemania.
O L E C C I N E S T R U C T U R A S Y P R O C E S O S
S e r i e F ilo s o f a
ISBN: 84-8164-663-6
Depsito Legal: M. 4.093-2005
Impresin
Fernndez Ciudad, S.L.
CONTENIDO
7
PRLOGO
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TICA DEL DISCURSO Y TICA DE LA LIBERACIN
R ul F o r n e t -B e t a n c o u r t
Coordinador del Programa de dilogo filosfico Norte-Sur
4. Vanse las actas de los ltimos seis Seminarios Internacionales (celebrados en 1995,
Eichsttt; 1996, Aachen; 1998, San Salvador; 2000, Bremen; 2002, Mxico; y 2004, Sevi
lla, respectivamente), en Fornet-Betancourt (ed.), 1996; 1998; M enschenrechte im Streit
zwischen Kulturpluralismus und Universalitt, Verlag fr interkulturelle Kommunikation,
Frankfurt a.M., 2000; Begrndungen und Wirkungen von Menschenrechten im Kontext der
Globalisierung, Verlag fr interkulturelle Kommunikation, Frankfurt a.M., 2001; Theorie
und Praxis der D em okratie in den Kulturen, Verlag fr interkulturelle Kommunikation,
Frankfurt a.M., 2003; y N eue Kolonialism en in den Beziehungen N orden und Sden, Verlag
fr interkulturelle Kommunikation, Frankfurt a.M., en prensa.
5. Para un anlisis detallado de la historia de este programa vase R. Fornet-Betan
court, El Programa de dilogo Norte-Sur. Historia de un proceso y balance provisional, en
R. Fornet-Betancourt y J. J. Senent (eds.), Filosofa para la convivencia. Caminos de dilogo
Norte-Sur, MAD, Sevilla, 2004, 185-194.
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La tica del discurso desarrollada por Jrgen Habermas y Karl-Otto Apel y
la tica de la liberacin de Enrique Dussel han alcanzado un desarrollo
suficiente desde los contextos polticos de los cuales surgieron. Las apasio
nadas discusiones que han provocado confirman su posicin significativa.
La tica del discurso contina la tradicin europea de la moral universal en
un nivel crtico, integrando las dos corrientes de la Ilustracin por las que
ha pasado la historia europea. La filosofa de la liberacin latinoameri
cana, por su parte, marca el clima temporal de un desarrollo hacia un
pensamiento latinoamericano genuino. Los primeros impulsos, aunque
fallidos, de este desarrollo descansan en los movimientos filosficos en
tiempos de la independencia de las colonias latinoamericanas en el siglo
xix. En lo que sigue, me referir slo a la concepcin de Dussel1 entre las
diferentes lneas de la filosofa de la liberacin12, ya que se presta mejor para
una comparacin crtica con la tica del discurso. En este trabajo no
desarrollar una comparacin sistemtica entre tica del discurso y tica de
la liberacin, ya que debe entenderse como contribucin a un dilogo que
se ha iniciado recientemente entre Apel y Dussel3. Pretendo comparar las
dos teoras ticas de manera que se pongan de manifiesto los puntos fuertes
y dbiles de cada una de estas ticas a la luz de la otra.
Debo indicar una limitacin importante de este trabajo: tanto la filoso
fa de la liberacin de Dussel como la pragmtica trascendental de Apel
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1. Contextos y provocaciones
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Al inicio de los aos setenta del siglo pasado, casi al mismo tiempo que
Apel comenzaba su nuevo camino terico, Dussel desarroll en Argentina
la tica de la liberacin. Dussel refleja los mismos procesos planetarios que
Apel ha definido como la expansin de la ciencia y la tcnica, pero desde
un punto de vista poltico y econmico. La dependencia colonial y neoco-
lonial de Amrica Latina y de todo el Tercer Mundo constituye una provo
cacin central para la teora moral de Dussel. En el nivel terico, Dussel se
enfrenta a la crtica del modelo de desarrollo occidental con la teora de la
dependencia. Aunque el rumor general de la crisis, o incluso del fin de la
dependencia, circula hoy en da, me parece que el mrito duradero de la
teora de la dependencia fue el de romper el encanto del desarrollismo
y el de haber puesto definitivamente en la agenda la cuestin de un camino
independiente y genuino de desarrollo para los pueblos del Tercer Mundo.
Esta cuestin no poda permanecer slo en las fronteras de las ciencias
sociales sino que se convirti tambin en tema de la filosofa. Salazar
Bondy (1969, 131) ha sealado precisamente la provocacin epistemol
gica especfica de la teora de la dependencia poltica y econmica. Segn
Salazar Bondy, el pensamiento imitativo de la filosofa latinoamericana es,
al mismo tiempo, vctima y perpetrador de la opresin. En tanto la filoso
fa est alienada por la imitacin eurocntrica de su propia cultura y
realidad, estabiliza y agudiza la enajenacin cultural del pueblo oprimido.
La filosofa se descubre a s misma como un momento ideolgico de un
sistema global de dominacin. La filosofa de la liberacin es un esfuerzo
por escapar de esto de manera creble.
Frente a este marco de antecedentes, el propio E. Dussel se ve forzado
a buscar una nueva fundamentacin de la filosofa. Dussel ha cumplido
esta tarea en dos pasos: primero, mediante una crtica radical a la preten
sin universalista de la razn europea; segundo, mediante la bsqueda de
un punto de vista crtico que el criticismo ideolgico no pueda objetar.
Aunque no podemos escapar por completo a la ambigedad de la historia
en la perspectiva de la tica de la liberacin, la solidaridad con el pobre
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En este punto, podemos hacer una primera comparacin entre la tica del
discurso y la tica de la liberacin: Apel busca, frente al relativismo univer
sal de la filosofa actual, una base indubitable en donde la calidad de
absoluto y la universalidad de la razn terica y prctica puedan ser funda
das. El problema de Dussel es ms complejo: por un lado recibe de Heideg-
ger y Ricoeur el querer romper con la universalidad totalitaria de la razn
europea y encontrar un camino legtimo hacia el propio mundo de la vida
cultural; por otro lado, no quiere sacrificar la calidad de absoluto de la
tica por un culturalismo hermenutico para que la crtica de la explota
cin no pierda el terreno bajo sus pies. Por lo tanto Dussel y Apel tienen el
mismo problema con la filosofa hermenutica; ambos desean fundamen
tar la calidad de absoluto de la tica de manera que la pluralidad de los
mundos de la vida no sea oprimida por un pensamiento universalista
totalitario. Apel encuentra la solucin en una renovacin de la reflexin
trascendental. La descripcin hermenutica de mundos de vida culturales
presupone una anticipacin trascendental de una comunidad ideal de co
municacin, que previene a la filosofa de caer en el relativismo total.
Dussel evita el relativismo mediante un recurso a E. Lvinas. La calidad de
absoluto de la pretensin moral se funda en la libertad y exterioridad del
otro, que puede ser oprimido, pero nunca controlado completamente.
Incluso, si se mata al otro, ste conserva su secreto para siempre. Las
exigencias del otro, del pobre, transforman la actitud de la descripcin
fenomenolgica. El concepto fenomenolgico de experiencia, que es
muy diferente de la objetivacin cientfica, incluye una comprensin en
donde el horizonte del intrprete se ampla por el fenmeno, pero la
epifana o la irrupcin del pobre incita a lo fenomenolgico a una
decisin moral, a una actitud solidaria del intrprete con el pobre.
Esto es si lo he entendido bien el sentido de la frase de Dussel de
la fenomenologa a la liberacin (ibid ., cap. 2).
En este marco de antecedentes se torna obvio por qu la estrategia de
Apel no puede resolver inmediatamente el problema de Dussel y viceversa.
En tanto que Apel se encuentra en un universo terico liberado de elemen
tos ticos, Dussel responde a una situacin en donde el discurso filosfico
es ya responsable de la justificacin ideolgica de la opresin y la participa
cin en la enajenacin cultural de su propio pueblo. A pesar de estas
diferencias Apel y Dussel tienen un objetivo comn. Ambos desarrollan la
tica como macrotica Apel por la expansin planetaria de la ciencia y la
tcnica modernas, Dussel por la dimensin global del conflicto Norte-Sur.
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4. Esto es slo una simple descripcin del imperativo categrico de Kant. Me parece
que la tica del discurso no llega al problema central de Kant que se ubica en el problema de
la buena voluntad. En otra ocasin desarrollar este problema.
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6. Vase Habermas, 1981, II, 215, esquema 22, donde Habermas hace una lista de los
fenmenos en los que la reproduccin del mundo vital se torna en crisis; estas observaciones
corresponden en muchos aspectos a la descripcin de Dussel del mundo vital del pobre.
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10. La crtica de Dussel es correcta en relacin con los temas fcticos de la tica del
discurso, donde los problemas econmicos globales no estn lo suficientemente tratados.
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Si ponemos cada una de las dos teoras morales dentro del contexto origi
nal de la otra, de inmediato se tornan obvias su fuerza y su debilidad. La
tica de la liberacin parece insegura frente al escepticismo terico. La
evidencia de la opcin por el pobre que no necesita argumentos en el
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Introduccin
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MARIA ARNZAZU HERNNDEZ PINERO
La tica del discurso apeliana, surgida en los aos setenta del pasado siglo,
toma inicialmente como tarea responder al interrogante acerca de la posi
bilidad de la tica en la era de la ciencia y la tcnica; interrogante que lleva
a la problemtica en torno a la posibilidad y necesidad de una fundamenta-
cin ltima de la tica, que es finalmente elaborada en trminos trascen
dentales. La discusin abierta, desde hace ya varias dcadas, en torno a las
dificultades de aplicacin de la tica del discurso ha obligado a K.-O. Apel
a centrar sus esfuerzos tericos en desarrollarla como tica de la responsa
bilidad, y, ms recientemente, como una tica de la corresponsabilidad
por las actividades colectivas (Apel, 1995c, 9-30).
A finales de la dcada de los sesenta, Dussel, por su parte, cuenta con
obras filosficamente relevantes1, aunque el proyecto de la filosofa de la
liberacin no aparece hasta principios de los aos setenta. Durante la dca
da de los sesenta, Dussel se va desplazando progresivamente de la herme
nutica cultural ricoeuriana a la ontologa heideggeriana, y siempre desde
una visin tica, se propone desarrollar una tica ontolgica a partir de la
ontologa fundamental esbozada en Ser y tiempo. En Para una destruccin
de la tica1, escrito en 1969, presenta las bases de tal tica ontolgica. Entre
1969 y 1 975, fecha en que se elaboran los cinco volmenes de Para una
tica de la liberacin latinoamericana (Dussel, 1973), que se publican desde
1973 a 1980, es cuando se desarrolla el comienzo del proyecto. En 1989, el
marco categorial de la filosofa de la liberacin de Dussel estaba constituido
por una amplia reinterpretacin de la historia mundial desde la periferia
(con numerosas obras histrico-filosficas123), por la temprana recepcin
crtica del pensamiento levinasiano4, as como por la reinterpretacin de la
obra de M arx (desde Schelling y el propio Lvinas)5, lo que significa que la
construccin terica dusseliana pivota en torno a las categoras crticas de
1. Vanse E. Dussel, 1969; 1974 y 1975c. Sobre E. Dussel (ya que el pensamiento de
Apel es ampliamente conocido) vanse algunas obras publicadas sobre su pensamiento: Zim-
mermann, 1987; Peter, 1987; Goizueta, 1988; Fornet-Betancourt (ed.), 1995; Lampe (ed.),
1995; Moros Ruano, 1995; Penner, 1996; Peter, 1997; id., en Dussel, 1998c; Barber, 1998;
Alcoff y Mendieta, 2000.
2. Publicado primero en Universidad 80 (1970) y posteriormente, como libro, en
Dussel, 1973b.
3. Desde su artculo Iberoamrica en la historia universal, 1965, 85-95, incluyendo
Latinoam rica en la historia universal, 1966, hasta 1492: El encubrimiento del Otro, 1992
(con traducciones en ocho idiomas); Apel, Ricoeur, Rorty y la filosofa de la liberacin,
1993b; o la segunda parte sobre interpretaciones histricas en H acia una filosofa poltica
crtica, 2001, 345 ss.
4. Para la recepcin crtica de Lvinas, vanse Dussel, 1973 y 1974b; Dussel y Gui-
llot, 1975d; Dussel, 1977.
5. Para la reinterpretacin del pensamiento de Marx, vanse Dussel, 1985; 1988;
1990.
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16. Trad. al. en Fornet-Betancourt (ed.), 1994, 111-149; vase asimismo Die Marx-
sche Wertlehre und die Philosophie der Befreiung, en Fornet-Betancourt (ed.), 1995, 35-
73. El principio material de la tica es claramente sugerido. El argumento se formula as: Si
cumpliendo todos los requerimientos de un discurso moralmente vlido (formalmente) los
argumentantes decidieran suicidarse (contenido material), el consenso sera sin embargo
invlido ticamente.
17. H. Schelkshorn, Discurso y liberacin. Un acercamiento crtico a la tica del dis
curso y a la tica de la liberacin, en Dussel (ed.), 1994, 11-34; tambin en el comienzo de
este volumen.
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INTRODUCCIN
Como se adelant, cabe sostener que son dos los ejes temticos en torno a
los que girar la discusin: la pertinencia del recurso al pensamiento de
M arx, y la significacin del problema de la interpelacin del Otro, que
abre todo el problema del aspecto material y crtico de la tica ante el
enfoque de la pragmtica trascendental, lo que conduce a una discusin
metodolgica acerca de la posibilidad de una fundamentacin ltima del
(o de los) principio(s) de la tica (y en torno a qu fundamentacin).
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las crticas que le son formuladas por Ch. Trcke en el encuentro de Sao
Leopoldo de Brasil.
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27. A este respecto, Dussel sostiene que tanto Apel como Habermas tienen de Marx
una visin parcial, tradicional, ya que frecuentemente critican la versin del marxismo dog
mtico, y no la posicin de Marx mismo. No han utilizado la diferencia existente entre
Marx y Engels, y mucho menos la que se da con Lenin y abismalmente con Stalin
(ibid., 84, nota 96).
28. Filosofa de la liberacin: desde la praxis de los oprimidos, en Dussel, 1993b, 24.
Vase tambin Apel y Dussel, 1992b, 92-94.
29. La ambigedad en torno al uso de la nocin trascendental, la paradjica preten
sin de incorporar la negatividad y la materialidad al concepto de trascendentalidad, la
difcil relacin entre lo emprico y lo trascendental, el recurso mismo a un plano trascenden
tal, el desdibujamiento del sujeto emprico de la tica, por ejemplo.
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INTRODUCCIN
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31. Mientras que la tica del discurso es una tica en el contexto de la ciencia y la
tcnica, la tica de la liberacin lo es en el contexto de la dependencia y el subdesarrollo.
Vase Schelkshorn, en Dussel, 1994, 12-13.
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1. LA COMPRENSIN PRAGMTICO-TRASCENDENTAL
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12. Phanom enologie des Geistes, 1971b, 64. Vase tambin Grundlinien der Pbiloso-
phie des Rechts, pargrafos 137 y 139.
13. Acerca de la relacin entre autonoma de la conciencia y discurso en la filosofa de
la historia, vanse las contribuciones de Bhler en Funkkolleg: Praktische Philosophie/Ethik
(Apel, 1984b).
14. Vanse a este respecto los trabajos de Maclntyre, 1981 y 1988.
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otra vez, ha de ser resuelta en lo posible por los discursos reales. Tales
discursos, adems de hacer nfasis en el principio de universalizacin,
deben incorporar el saber de los expertos sobre los hechos situacionales de
importancia.
Un resultado de lo anterior es no slo la posibilidad, sino tambin la
necesidad de una colaboracin estrecha, en dos dimensiones, de la filosofa
y las ciencias empricas. Estas dos dimensiones se encuentran prefiguradas
por la estructura del tiempo.
Se trata, por una parte, de la colaboracin con aquellas ciencias natu
rales y sociales susceptibles de proporcionar un conocimiento de orienta
cin pronostica relevante (p.e., pronsticos condicionales de consecuen
cias y efectos colaterales probables de medidas, acuerdos y leyes, adems
de clculos basados en modelos de simulacin, etc.). Por la otra, se trata de
reconstruir, con ayuda de las ciencias sociales e histricas emprico-recons
tructivas (interno-hermenuticas y externo-explicativas), la situacin his
trica concreta a la que debe vincularse una aplicacin polticamente res
ponsable, en el sentido ms amplio, de la tica del discurso. Todo esto
siempre en el contexto de una forma de vida particular. Se trata, en
consecuencia, de una vinculacin a instituciones (sobre todo las del dere
cho) y, asimismo, de una posible vinculacin a hechos y circunstancias
socio-histricamente reconstruibles de la conciencia moral.
As, por ejemplo, el intento de estructurar no slo la ontognesis , sino
tambin la filognesis (limitada por su interdependencia con la primera por
esta misma) de la conciencia moral con la ayuda de la teora de los
niveles de Piaget y Kohlberg, representa ya un modelo relativamente
elaborado de una posible cooperacin de la tica filosfica y las ciencias
sociales17.
El problema mismo de una transicin histrica a una moral postcon
vencional podra tambin manejarse como un problema de una tica del
discurso cientficamente informada.
Es necesario reconocer, sin embargo, que nuestros sealamientos en
relacin a una mediacin histrica entre el principio universalista ideal de
la tica del discurso y la situacin concreta de una comunidad comunicati
va real no han puesto todava suficientemente de relieve el desafo que este
problema representa para cualquier tica abstracta de principios. En ese
sentido, debo admitir que la elucidacin de las razones que me han condu
cido a distinguir entre una parte de fundamentacin A y una parte de
fundamentacin B de la tica del discurso es incompleta.
17. Vanse Kohlberg, 1981; Habermas, 1976, especialmente el captulo II; Eder, 1976
y 1985; Edelstein y Habermas (eds.), 1984; Oser, Falke y Hoffe (eds.), 1986; Apel, Die
transzendentalpragmatische Begrndung der Kommunikationsethik und das Problem der
hchsten Stufe einer Entwicklungslogik des moralischen Bewutseins, en Apel, 1988.
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tica del discurso y de sus normas como form acin de consenso puramente
argumentativo relativo a pretensiones de validez ?
La respuesta a todas estas cuestiones slo puede ser una: un individuo
no puede proceder de esa manera sin fracasar como actuante. Pero tampo
co le est permitido hacerlo suponiendo que, en general, tiene que respon
der no slo por s mismo, sino igualmente por un sistema autoafirmativo
familia, grupo de intereses, Estado confiado a l. En otras palabras: no
puede moralmente pedrsele que acte de acuerdo con un principio moral
incondicionalmente vlido, sin una consideracin responsable de los resul
tados y efectos colaterales previsibles de su accin.
Esto es lo que constituye la conocida tesis central de la distincin entre
una tica de convicciones y una tica de la responsabilidad, en la que
M ax Weber hizo hincapi, oponindola, entre otras cosas, a la tica del
Sermn de la Montaa y a la de Kant18.
Por lo dems, es posible reformular esta tesis en el sentido de la
problemtica de la m ediacin entre una tica de principios e historia , que
ahora nos ocupa: el conflicto entre una tica de convicciones y una de la
responsabilidad (una tica de las consecuencias) surge siempre que las
condiciones sociales de aplicacin en un nivel dado de la competencia
judicativa no se encuentran todava presentes.
Si se formula de esta manera el problema weberiano, se observa de
inmediato que este dilema no tiene todava significacin alguna en los
niveles convencionales los niveles 3 y 4 de Kohlberg del desarrollo
moral. Porque en este caso, es decir, en el caso de la moral arcaica de los
rdenes basados en lazos sanguneos, as como en la moral provinciana de
la Law and Order de las sociedades preilustradas organizadas estatalmente,
las condiciones de aplicacin de la moral surgen al mismo tiempo que sta,
y, en consecuencia, las costumbres en su aplicacin se encuentran entrela
zadas, en el marco de una form a de vida , con el sentido mismo de las
normas tal y como Wittgenstein ha supuesto, en general, que ocurre con
todas las reglas.
Hegel ha descrito de manera ms intuitiva estas relaciones en su ca
racterizacin de la eticidad despreocupada substancial de los griegos
antes de la aparicin de Scrates. En el espritu mismo de esta eticidad se
encuentran contenidos, en cierto sentido, los criterios de aplicacin de la
moral misma. En ello reside que el espritu no-educado no se apegue al
contenido de su conciencia, tal y como ste le aparece en la conciencia,
sino que, en tanto que espritu, es para l algo superior o bien l, como
espritu, corrige l mismo lo que en su conciencia es incorrecto [...] Por
ejemplo, en la conciencia es vlido: N o matars como un mandamiento del
18. Vase Weber, Politik ais Beruf, en Weber, 1985 y 1972, I, 554. Tambin:
Schluchter, 1980, 55 ss.
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19. Vase Vorlesungen ber die Geschichte der Philosophie I, en Hegel, 1971, XVIII,
486.
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LA TICA DEL DISCURSO COMO TICA DE LA RESPONSABILIDAD
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KARL-OTTO APEL
pura como tica de la accin responsable sea resuelto por la funcin posi
b ilita d o s de la moral del Estado de derecho.
Esto no ocurrira ni siquiera en un Estado de derecho que funcionara
de manera ptima. Adems, la circunstancia de que hasta nuestros das no
se haya podido satisfacer la condicin kantiana relativa al establecimiento
de un orden jurdico civil mundial basta ya para que no pueda hablarse
de la existencia de un Estado de derecho con esas caractersticas22.
As las cosas, cmo habra que reconstruir, en cuanto a su desarrollo
lgico, el problema de una tica de la accin responsable, si se lo concibe
como el de la ausencia (hasta ahora) de las condiciones de aplicabilidad de
una tica universalista de principios?
Como ya hemos dicho, tan pronto como uno se sita siguiendo a
Kant en el plano de una tica universalista de principios, en el nivel ms
alto, el 6, de la competencia moral postconvencional (Kohlberg), no puede
hablarse ms de un entrelazamiento, condicionado por la forma de vida
respectiva, del sentido de las normas y las costumbres de aplicacin corres
pondientes23.
La razn es que la pretensin de validez universal de la m oral dentica
como tal involucra aqu, como un principio consciente, la idea de estable
cer por s misma condiciones limitativas para cada form a de vida. No
puede esperarse, en consecuencia, que la facultad judicativa o frnesis
pueda determinar las excepciones a la aplicabilidad de las obligaciones
morales incondicionales en el sentido de una seguridad convencional del
comportamiento. Es, ms bien, en principio , enteramente consecuente que
Kant concluya deberes necesarios (y esto significa: vlidos sin excepcio
nes por ejemplo, el ordenamiento de evitar incondicionalmente las men
tiras a partir del imperativo categrico).
Como Kant dice, es realmente imposible pensar sin contradiccin una
ley en el sentido de una mentira generalizada. Pero esto no significa, como
quiere Hegel, que la ley moral se reduzca al principio vaco de evitar
contradicciones lgicas de la forma A y no-A. Lo que aqu se afirma es que
bajo las condiciones de una com unidad comunicativa ideal pensada por
Kant como reino de los fines mentir equivaldra, de hecho, a la auto-
suspensin performativa de la com unicacin , lo que significara tambin la
de la auto-comprensin en el pensamiento individual.
Como se sabe, Kant estaba dispuesto a llevar este principio a sus l
timas consecuencias. (Por supuesto, tambin, curiosamente, en una situa
cin real en la que supuestamente las condiciones de una comunidad de
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(U) Toda norma vlida debe satisfacer la condicin de que las consecuen
cias y efectos colaterales que previsiblemente resultan de su observacin
24. Vase ber ein vermeintliches Recht aus Menschenliebe zu lgen, en Kant, 1968,
VII, 635 ss.
25. Vase Zum ewigen Frieden, Apndice I, en Kant, 1968, IX, 241 ss.
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el fundam ento de una norma bsica, procedim entalm ente aplicable, de una
tica dentica que simplemente restringe las estimaciones valorativas y
metas individuales humanas sin prejuiciadas.
En la parte de fundamentacin B, es el principio tico del discurso
mismo el que debe considerarse como un valor que puede fungir como
criterio en relacin a un principio teleolgico de com plem entacin del
principio del discurso (vase Apel, 1988, 146 ss.).
En realidad, en la medida en que las condiciones de aplicacin colecti
va de la tica del discurso postconvencional no estn dadas, aquellos que
en el nivel filosfico-discursivo han llegado a la idea de la validez universal
del principio tico del discurso se encuentran obligados tanto a observar
un principio dentico del discurso como una responsabilidad histrica:
1. Por una parte , y en razn de la responsabilidad por los miembros
individuales o colectivos de la comunidad comunicativa confiados a ellos,
deben equilibrar la disposicin a resolver los conflictos de intereses de
manera discursivo-consensual, de acuerdo con el criterio de la evaluacin
de situaciones , con la disposicin a una accin estratgica. As, por ejem
plo, no pueden renunciar a las mentiras, al engao e inclusive a la violencia
en el caso de una confrontacin con un criminal o con una organizacin
como la Gestapo, sino que deben tratar de actuar de una manera adecuada
a la situacin, de tal suerte que la mxima de su accin pueda considerarse
como una norma susceptible de consenso, si no en un discurso real, s en
un fictivo discurso ideal de todos los afectados bienintencionados.
Justamente es en esta medida en la que que puede hablarse de un
agotam iento exhaustivo del principio de universalizacin de la tica del
discurso que vaya ms all del m bito de la prctica de la interaccin
consensual que sea posible por ahora28.
Sin embargo, con esta disposicin a enfrentarse adecuadamente a una
situacin por medio de soluciones de emergencia algo que en cierto
sentido tiene su contrapartida en la disposicin a un manejo moralmente
sostenible de situaciones crticas , con esta disposicin, pues, no se deter
mina todava, de manera suficiente, la funcin criterial del principio dis
cursivo en la parte de fundam entacin B de la tica del discurso.
2. Ahora bien: con la idea de una diferencia entre la situacin histrica
mente condicionada de la comunidad de comunicacin real y la situacin
ideal (que siempre se anticipa contrafcticamente) en la que estaran pre
sentes las condiciones de aplicacin de la tica del discurso, con esta
concepcin inevitable en un plano filosfico-discursivo, se acepta al mis
28. Podra pensarse que la concepcin bsica de K. Gnther (1988) sugiere tambin la
posibilidad de un agotamiento exhaustivo de esta ndole. Sin embargo, no estoy muy seguro
de esto, debido al hecho de que Gnther parecera considerar lo que he llamado la proble
mtica de una parte de fundam entacin B de la tica del discurso como una dramatizacin
innecesaria.
70
LA TICA DEL DISCURSO COMO TICA DE LA RESPONSABILIDAD
29. Vase Das mag in der Theorie richtig sein, taugt aber nicht fr die Praxis, en
Kant, 1968, IX, 125 ss.
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KARL-OTTO APEL
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2
Enrique Dussel
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ENRIQUE DUSSEL
3. Vanse por ejemplo Rorty, 1979; Lyotard, 1979; Vattimo, 1985; Habermas, 1988,
en especial, Exkurs zum Veralten des Produktionsparadigmas (pp. 95-103), sobre el que
mostraremos despus nuestro desacuerdo, en cuanto a su aplicacin al Marx definitivo.
Sobre el eurocentrismo, vase Amin, 1989.
4. Vase Bag, 1977, 56-111; Frank, Puiggrs y Laclau, 1972; Sempat Assadourian,
Cardoso, Ciafardini y otros, 1973; en mi Para una tica de la Liberacin latinoam ericana,
III, 229-230, hay una bibliografa razonada sobre el tema, mostrndose que fue A. Gunder
Frank, en su artculo Sociologie du dveloppement et sous-dveloppement de la sociolo-
gie (Frank, 1970) en el que mostr que la totalidad del sistema mundial es donde debe
situarse la economa nacional (y no tomar a cada sistema econmico nacional como varia
ble independiente).
74
LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSO FA DE APEL...
Esquema 1
LA OTRA-CARA DE LA MODERNIDAD
Antimodernidad
conservadora (2)
Postmodernidad (3)
Su realizacin en
el capitalismo
tardo (4)
La otra-cara de
la Modernidad (5)
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ENRIQUE DUSSEL
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LA INTRODUCCIN DE LA T RA N S F O R M A CI N DE LA FILOSOFA DE APEL...
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ENRIQUE DUSSEL
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LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFA DE APEL...
12. Terminaba en julio de 1969 mi obra Para una destruccin de la historia de la tica
(1973b), donde, desde una hiptesis heideggeriana (exponiendo las ticas de Aristteles,
Toms de Aquino, Kant, Max Scheler), criticaba las morales nticas de la Modernidad.
Esto quedar expreso en el captulo 2 de mi Para una tica de la liberacin latinoam ericana
(1973, I, 65-96); y posteriormente en 1977 en Filosofa de la liberacin, 2.3: Mediacio
nes. Metdicamente describ la cuestin en el captulo 6 de la citada tica, en el pargrafo
32: El mtodo filosfico moral de la subjetividad moderna (II, 130 ss.). Adems, enfren
tando a Hegel, escrib una obra, La dialctica hegeliana (1970), que ser posteriormente
asumida en la obra mayor M todo para una filosofa de la liberacin (1974b), donde se
muestra el paso de lo moral ntico a lo tico ontolgico.
13. Bibliografa y puesta al da de la problemtica en Dussel, 1988, cap. 15.
14. La teora de la dependencia, que alrededor de 1975 dejar de cultivarse, la he
estudiado de manera nueva fundamentndola en las posiciones de Marx mismo (Dussel,
1985, 371-415; y 1988, 312-363). Ciertamente la filosofa de la liberacin, que naci en
Argentina a fines de 1969, trata la cuestin socio-econmica de la transferencia de valor de
manera estructural, como causa externa de la pobreza de las naciones subdesarrolladas y
como detonante cientfico emprico de su discurso filosfico estricto. Sobre una descrip
cin bibliogrfica del Movimiento filosfico de la liberacin en Amrica Latina, vase mi
artculo Retos actuales a la filosofa de la liberacin (1987, I, 11-25; tambin en Lber-
tago/Liberacin [Porto Alegre, rgano de AFYLj 1 [1989, 9-30]; y otro titulado Una dca
da argentina (1966-1976) y el origen de la filosofa de la liberacin (Dussel, 1987b, 20-50).
Se ha organizado desde 1982 una Asociacin de Filosofa y Liberacin (AFYL), miembro de
la Federacin Mundial de Asociaciones de Filosofa, que se ha hecho presente en los ltimos
Congresos Mundiales de Filosofa, Interamericanos, Nacionales de Mxico, Argentina, etc.
Como informacin vase Schelkshorn, 1989.
79
ENRIQUE DUSSEL
mn al francs para que Husserl las leyera en 1 930 en Pars nos permiti
despertar del sueo ontolgico heideggeriano. La obra Totalit et Infini.
Essai sur VExtriorit de Emmanuel Lvinas15 nos sirvi de punto de
partida filosfico a fines de 1969 y comienzos de 1970. Nos sirvi porque
nos permita comenzar por una tica poltica a partir de la miseria del
pueblo latinoamericano como superacin de la ontologa comprensin
del mundo como dominacin. Amrica Latina, las naciones oprimidas
y dependientes, las clases explotadas, las masas marginales, el pobre, la
mujer, la juventud podan ser pensados desde una filosofa que superaba el
horizonte de la ontologa unidimensional descrita por Marcuse: la catego
ra meta-fsica deAutrui (el O tro)16 presentaba la posibilidad de una trans-
ontologa. La filosofa de Lvinas era dialgica veremos posteriormente
qu significacin puede tener esto para el dilogo con Apel y une siem
pre el lenguaje a la tica:
15. Editada por M. Nijhoff en Phaenom enologica, Den Haag, 31968. Vase Dussel y
Gillot (1975), donde se muestran las diferencias entre el pensamiento abstracto de Lvinas y
el concreto, y poltico, de la filosofa de la liberacin.
16. En la nota 332 del tomo I de la tica escribamos: En cuanto a una bibliografa
mnima recordamos las obras de Emmanuel Lvinas Totalit et Infini (1961), trabajo madu
ro que fue comenzado en 1947 con la obra D e Texistence Texistant (1947), seguida de Le
tem ps etAutrui (1947b), primeras crticas al pensar europeo de Hegel y Heidegger de mane
ra frontal desde la metafsica de la Alteridad; anunci otra obra para 1975, Autrement qu tre
(donde abordar cuestiones que hemos discutido con l personalmente en Pars); en el mun
do alemn podra irse a buscar indicaciones en las obras de Fichte (vase Duesberg, 1970,
23-192); mucho ms explcitas en las de Feuerbach, Grundsatze der Philosophie derZ ukunft
(1843) (en Samtliche Werke, II, 1959), al que se refiere Karl Lwith en su obra Das Indivi-
duum in der Rolle des Mitmenschen ([1928], 1969, 5 ss.); ya en el siglo xx, partiendo de las
intuiciones de H. Cohn o de F. Rosenzweig, se conocen las obras de Martin Buber, como,
por ejemplo, Das dialogische Prinzip (1962) (vase Theunissen, 1965, 243 ss.; en la obra de
Theunissen se hace una crtica a la doctrina del Otro en el pensar de Husserl, Heidegger y
Sartre, y se describe positivamente esta tradicin del pensar en pp. 374-482; sobre la cues
tin en Husserl, Heidegger y otros autores, vase Waldenfels, 1971, bibliografa en pp. 411-
418); en el pensamiento francs el primero en comenzar el camino fue Gabriel Marcel con
su Journ al mtaphysique, t. I, 1935, tema que se inicia en 1914 (I, 183).
17. Versin francesa de este pargrafo en Pense analectique en philosophie de la
libration, en Analogie et D ialectique, 1982, 93-120). Vase el captulo Die analektische
Uberwindung der Dialektik der Totalitat, en Peter, 1988, 156-204; y en especial los pasajes
de Kant, Fichte, Hegel, Schelling, etc.: Historische Wurzeln des Transzendenzdenkens
(iibid., 244-389); adems: Goizueta, 1988; Zimmermann, 1987.
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LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFA DE APEL...
18. Usamos obras tales como Gelassenheit, 1959; Unterwegs zur Sprache, 1965; Weg
marken, 1967; Zur Sache des Denkens, 1969; Heidegger im Gesprach, 1969, etc., citadas
desde nota 214 en adelante (Dussel, 1973, I, 176 ss.). Sobre Heidegger: La hermenutica
existenciaria (par. 34; tica, 1973, II, 141-156); pero en este caso, en cambio, parta del
Heidegger de 1907, con sus dieciocho aos, como lector de Brentano, futuro obispo de
Friburgo. All escriba: Sobre este tema vase H.-G. Gadamer, W ahrheit und M ethode
(1960), en especial sobre Dilthey y Husserl (pp. 205 ss.) y sobre Heidegger (pp. 24 ss.)
{ibid., II, 229).
19. En nuestra Para una tica de la liberacin latinoam ericana, 1973, desde el volumen
II al V, fue el largo desarrollo de exponer una tica completa y sistemtica desde la exterio
ridad del otro: como mujer (la ertica, vol. III), como hijo/hija (la pedaggica), como el
pobre de la poltica (vol. IV), como el Otro absoluto desfetichizante (vol. V). En la Philoso-
phie derBefreiung (Dussel, 1977) se intenta una sntesis: la ertica (3.2); la pedaggica (3.3);
la poltica (3.1); el antifetichismo (3.4). Se da cuenta de las tesis de los cinco volmenes de
la tica sin aparato crtico . Sobre el tema del Otro como exterioridad vase en Philo-
sophie derBefreiung, 2.1 y 2.4; la totalidad ontolgica, en 2.2.
20. Hablando de los nobles, el heleno-cntrico Aristteles escribi: Nuestros nobles
se consideran nobles no solamente en nuestro pas sino en todas partes (pantakhu), mientras
que los nobles entre los brbaros son solamente nobles en su propio pas (Poltica I, 3, 1255
a 32-35).
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ENRIQUE DUSSEL
21. En mis tres tomos sobre el comentario de las cuatro redacciones de El capital (1.
Los Grundrisse de 1857-58; 2. Los Manuscritos del 61-63; 3. Los Manuscritos del 63-65; 4.
El capital, tomo I de 1866-1867 y los manuscritos inditos de los libros II y III que estn en
Amsterdam y hemos consultado para realizar el primer comentario completo de dichas cua
tro redacciones), hemos probado que el paradigma creacionista (como creacin de plus-
valor por la subjetividad del trabajo vivo desde la nada del capital; es decir, desde ms all
del valor del salario, que es capital) en Marx se funda en las sugerencias del ltimo Schelling,
que pasaron a la tradicin desde sus clebres conferencias de 1841 en Berln. Habermas
tiene de Schelling una visin parcial (ms bien de las W eltalter pero no de la Philosophie der
Offenbarung). Vase mi obra M todo para una filosofa de la Liberacin, 1974b, 116 ss.,
pargrafo 17: Del Hegel definitivo al viejo Schelling. Una reinterpretacin cabal de Marx
exige un retorno creativo a Schelling. Vase, en Habermas (1963, 172-228), su interpreta-
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LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFA DE APEL...
Apel sigue, con extrema claridad, un argumento que progresa por pasos.
Mostraremos especialmente su pertinencia para Amrica Latina.
cin de Schelling. No se descubre all el Herr des Seins, la Q uelle creadora (que al menos
indirectamente tendr influencia en Marx).
22. La expresin tardo se opone a temprano o atrasado, pero no a explotado
lo que es esencial para la filosofa de la liberacin: sin dominacin conocida y analizada
no hay conciencia de la necesidad de la liberacin . La falacia desarrollista, eurocntrica,
imposibilita una filosofa de la liberacin (en los pases centrales dominadores y en los
pases perifricos explotados). Esta falacia contamina la totalidad del pensamiento de Ha-
bermas.
23. Los nmeros separados por /remiten a las pginas de la traduccin espaola (1985)
y edicin original alemana (1972-1973) de la obra de K.-O. Apel Transformacin de la
filosofa.
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ENRIQUE DUSSEL
24. En los captulos 9 y 10 de nuestra obra El ltimo Marx hemos expuesto cmo
Marx practica una filosofa implcita, como subsuncin (Subsumtion) de la ontologa
hegeliana (invertida meta-fsicamente, ya que el inicio [Anfatig] del discurso de Marx es el
no-ser y no el Ser [como para Hegel]; al inicio no est el valor [ser del capital], sino
el trabajo vivo [lebendige Arbeit] [el no-capital]).
25. Vase mi artculo Filosofa, aparatos hegemnicos y exilio (Dussel, 1983, 99 ss.).
Escribe Gramsci: La realizzazione di un apparato egem onico, in quanto crea un nuovo
terreno ideolgico, determina una riforma delle conscienze e dei metodi di conoscenza, e un
fatto di conoscenza, un fatto filosfico (Q uadem i del carcere 10, II, par. 12; 1975, II,
1250). Habra que constituir el concepto de aparato como una categora lo que Gramsci
no hace aqu.
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LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFA DE APEL...
39. Est claro que sta es la cuestin planteada por Lenin en Qu hacer?, donde se le
da al partido revolucionario la responsabilidad de ser el autor del diagnstico, la concien
cia y el actor de la terapia revolucionaria. Gramsci concibi al intelectual orgnico de
manera mucho ms semejante a la solucin apeliana, y el sandinismo en Amrica central
desarrolla una posicin de un pragmatismo (como los mismos Comandantes la denomi
nan) donde la funcin de la vanguardia juega un papel democrtico en la concertacin de
los acuerdos lo que le ha permitido mantener la unidad del pueblo, comunidad de
comunicacin real, en medio de una guerra contra la invasin norteamericana por medio
de los contras.
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LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFIA DE APEL...
42. Quien argumenta reconoce implcitamente todas las posibles exigencias prove
nientes de todos los miembros de la comunidad de comunicacin, justificables mediante
argumentos racionales [...]. Los miembros de la comunidad de comunicacin [...] estn obli
gados a tener en cuenta todas las exigencias virtuales de todos los miembros virtuales; es
decir, de las necesidades humanas, en la medida en que podran plantear exigencias a los
dems hombres. Las necesidades humanas, en tanto que exigencias comunicables interperso-
nalmente, son ticamente relevantes [...]. La imposicin egosta de intereses debe sacrificar
se en aras de la transubjetividad de la defensa argumentativa de intereses (ibid., 403-404/
424-425).
43. Apel no advierte que el principio de que la persona es siempre fin, y no medio es
igualmente el fundamento de la tica de El capital de Marx, donde el trabajo vivo, el
trabajador, com o persona, no debe reducirse a ser una mediacin del valor (una cosa)
(Marx, 1975; MEGA II/6, 183, 15-24). La persona es fuente creadora del valor desde la
nada del capital (posicin creacionista y no productivista como opina Habermas, segn
veremos ms adelante).
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ENRIQUE DUSSEL
(Apel, 1 9 8 6)44. Ante tal cinismo se hace necesaria, como piensa Apel, una
tica universal.
3. INTERMEZZO
Y comenta Lenkersdorf:
44. En la posicin de Apel, no podra dejarse morir a un virtual miembro de una comu
nidad de argumentacin virtual.
45. Hemos usado estos textos en nuestra Para una tica de la liberacin latinoam erica
na, 1973, IV, 37, La poltica latinoamericana.
46. Katn significa era, edad, tiempo en maya.
47. C. Lenkersdorf, Sujeto-objeto: Aporte a la sociolingstica: el espaol y el tokhola
bal (1987), indito, p. 3.
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LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFIA DE APEL...
S-tat-on ja ramoni
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Esquema 2
DIRECCIONES DE LAS ACCIONES EN EL ENUNCIADO TOKHOLABAL
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LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFA DE APEL...
52. Por ejemplo: Yo hiero, la tierra gime (Yo trabajo la tierra). La tierra, por ser la
Madre universal, es el sujeto activo por excelencia. De paso, es una cosmovisin ecolgica
de supuestos ticos ejemplares.
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ENRIQUE DUSSEL
Esquema 3
NIVELES DE DISCUSIN
t I
1.a. Comunidad i 2.a. Exterioridad 3.a. Comunidad 4.a. Comunidad
de vida real de pobres de vida de vida ideal
histrico-posible
53. Vanse nuestros escritos: 1973b, 70 ss., 113 ss.; 1 9 7 3 ,1, 97-156, cap. 3: La exte
rioridad meta-fsica del Otro; 1974b, 170 ss.; 1989, 2.1, 2.4, 2.6, el Otro en cada nivel
prctico (3.1.3-3.1.4, 3.2.3-3.2.4, 3 .3 .3 -3 3 .4 , 3 .4 .4 3 .4 .9 , 4.2.6, 4.3.7, 4.4.4, 5.3); y en
especial, metdicamente, en Dussel, 1973, cap. 3: El mtodo analctico y la filosofa lati
noamericana.
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LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFA DE APEL...
54. Aun la comunidad de comunicacin ideal puede postular una exterioridad del
Otro, no ya como exclusin, sino como no-inclusin para que no fuera representada como
inmvil o sin capacidad de futuro. Aun en una comunicacin libre de dominacin habra
que postular el futuro de una comunicacin nueva desde el Otro siempre ya presupuesto
como principio meta-fsico desde donde se puede pasar de lo in-comunicado (aunque no
como in-comunicacin por dominacin), como libertad que no ha revelado (offenbart),
an (no meramente aparecido) el misterio de su exterioridad de persona, a la comuni
dad de comunicacin innovadora, creadora. La unlimited community, el interest in an inde-
finite community (Peirce, 1955, 162-163), the notion of a community [...] capable of an
indefinite increase of knowledge (p. 247), debe presuponer-ya-siempre la existencia del
Otro, como un vosotros ms all del nosotros real, y aun del ideal. Toms de Aqui
no, para tomar como ejemplo un autor tradicional, escribe: no debe dejar de considerase
que [se tiene] como ltimo pro-yecto comn (bonum comm une) del todo al mismo Dios, en
el que toda beatitudo (perfeccin) consiste (De perfectione vitae spiritualis, XIII, n. 634).
De manera que el mismo reino de Dios tema central, como hemos visto en Kant, y que
como reino de la libertad, dentro de otro horizonte totalmente distinto, es evidente, lo
tratar el mismo Marx como comunidad de comunicacin absoluta, la utopa ideal, es
pensado como progrediente, con progreso, con posibles avances; ya que siendo el Absoluto
un participante en l, hay garantas de infinita (indefinite, unlimited) posibilidad de
nuevo conocimiento. Todo esto se cumple histricamente, aun a largo plazo, ya que el Otro
estar ya-siempre-presupuesto a priori, trascendentalmente, pero no como fundamento
(como el ser), sino como exterioridad (como la nada lo todava sin sentido, de lo
que no se puede hablar desde la misma comunidad de comunicacin indefinidamente).
Esta es una cuestin que debe ser desarrollada en el dilogo futuro Norte-Sur.
55. Habermas (1988b) critica el sentido tradicional de la metafsica.
56. Cuestin planteada en Apel, 1972-1973, II, 53-64/57-68. Es interesante anotar que
Apel en La transformacin de la filosofa se ocup de Arnold Gehlen (I, 191 ss./197 ss.)
como una filosofa de las instituciones, pero no volvi frecuentemente sobre el tema. La
cuestin que debemos plantearnos es la posibilidad de que una totalidad institucionalizada
de la comunicacin sea irrecuperable, insuperable, si se hubiera fosilizado a tal punto que se
debiera decidir por otra radicalmente distinta, nueva, futura. El problema de una reestruc
turacin institucional revolucionaria no puede descartarse a priori, como hace Popper
(1977, II, cap. 9, 179 ss.).
57. De suerte que este yo, es decir, mi alma (res cogitans), por la que soy lo que soy,
es enteramente distinta del cuerpo, y an es ms fcil de conocer que el cuerpo, y que si no
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ENRIQUE DUSSEL
hubiera cuerpo no dejara de ser el alma lo que es (Le Discours de la M thode, 1953, 148).
Rechazando como falsa y dudosa toda la Lebensw elt, Descartes queda irremediablemente
encarcelado en un solipsismo del ego cogito. All no hay comunidad originaria de ningn
tipo (vase Dussel, 1974b, 33 ss.).
58. Yo soy yo. El yo es absolutamente puesto (Grundlage der gesam ten Wissens-
chaftslehre [1794], 1 , 1, en Fichte, 1 9 7 1 ,1, 96); El yo no procede de una sntesis, de la cual
se podra consecuentemente descomponer la diversidad, sino de una tesis absoluta: el yo es
la yoidad (Ichheit) en general (Zweite Einleitung IX, ibid., I, 503).
59. La certeza de la existencia (Dasein) de un mundo externo es un mero prejuicio del
que debemos liberarnos para retornar al fundamento (System des transcendentalen Idealis-
mus, Einleitung, en W erke III, 1958, 344); Este saber primero es para nosotros sin duda el
saber de nosotros mismos (das Wissen von uns selbst) o la auto-conciencia (Selbstbewusst-
sein) (ibid., 355).
60. Hemos expuesto esto en Dussel, 1973, I, 116 ss.
61. Posicin de la raza eletica que excluye la pluralidad del todo.
62. Tngase bien en cuenta que sobre el yo-t slo hay un nosotros (jams un voso
tros) (Dussel, 1973, I, 178). En aquella poca ya indicbamos esta problemtica de la ex
terioridad ante Heidegger, Marcuse o Gadamer (porque entendamos que su Verstndigung
era de un nosotros inconsciente e implcitamente europeo, dominador). Desde las mismas
razones argumentamos hoy. Lo que acontece es que nuestra obra, cinco tomos, se encuentra
todava en la exterioridad de la filosofa occidental (por ser latinoamericana y estar escrita
en espaol: dos eventualidades insignificantes para el que no las sufre).
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LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFA DE A P E I ___
63. Lo que en el nivel prctico es: La primera condicin fue la que se hizo en principio
con el propio Dionisio, de llevar a la prctica un modelo que hubiera sido un bien comn
para todos {pasi koina agatha) (Platn, VII Carta, 337d). La comunidad es la ltima referen
cia, como lo Uno irrebasable y causa: En el mundo inteligible, lo ltimo que percibes, y con
trabajo, es la Idea de Bien, y una vez percibida hay que concluir que ella es la causa de todo
(Repblica, 517b). Desde los presocrticos hasta Kelsen estudiamos en nuestra tesis docto
ral, presentada en 1959, el tema de El bien comn. All expusimos a Aristteles, los hele
nistas, los medievales, la Escuela de Salamanca, los modernos hasta Kant, Hegel, etc. .
No podremos detenernos aqu en toda esta historia.
64. Refutaciones sofsticas 34; 183 a 37-b 8. Vase todo esto en mi M todo para una
filosofa de la liberacin (1974b, 22 ss.). Pareciera que Aristteles hubirase anticipado en
siglos a la crtica de la falacia cientifisista: La dialctica es til [...] con respecto a los
fundamentos (ta prota) de los principios (arkhon) de cada ciencia: es, en efecto, imposible
argumentar acerca de ellos fundndose en los principios propios de la ciencia en cuestin,
porque los principios son los elementos originarios de todo el resto; slo por mediacin de
lo que es comprendido cotidianamente, y que concierne a cada ciencia, es posible explicar
los principios de ellas necesariamente. Este es el oficio propio, el especfico de la dialctica
{Tpicos 1,2; 101a 26b 4). La nica dificultad, nuevamente, es que lo cotidiano para Aris
tteles era el mundo de la aristocracia esclavista helnica (un nosotros de una comuni
dad de comunicacin real, que exclua al esclavo, al brbaro y europeo, al nio [que estaba
en potencia], a la mujer [que no tena plenitud de decisin]; ese nosotros era una minora
nfima de la humanidad en su poca; pero pasaba por ser la comunidad de comunicacin
ideal, ya que se defina al hombre como el viviente que habita la ciudad [griega]: zoon
politikon). El consensus (el acuerdo [Verstndigung]) del nosotros de la comunidad de
comunicacin real, como hegemona no-consciente (con su carcter prctico-poltico inevi
table), es la ms peligrosa y fetichista de las evidencias (culturales e histricas). La filo
sofa de la liberacin tiene inevitablemente una continua sospecha de infundamentalidad de
todo acuerdo real, y considera toda pretensin de universalizacin de tal consensus como
posible dominacin. Todo esto no se opone a la propuesta de Apel, pero no es tratado
preferentemente y esta preferencia para nosotros es una exigencia tica inevitable, irreba
sable . Apel escribe: Si nos percatamos de que no existe correspondencia alguna entre la
comunidad de comunicacin real, presupuesta por cuantos argumentan en una situacin
finita, y el ideal de una comunidad ilimitada de interpretacin, sino que la primera est
sujeta a todas las limitaciones de la conciencia y de los intereses del gnero humano, dividido
en naciones, clases, juegos de lenguaje y formas de vida, surgir a partir del contraste entre
el ideal y la realidad de la comunidad de interpretacin el principio regulativo del progreso
prctico, con el que podra y debera estar enlazado el progreso en la interpretacin (Cien-
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ENRIQUE DUSSEL
Pero para Aristteles era evidente que el Otro (el esclavo, por
ejemplo, que era por naturaleza esclavo) no entraba en la comunidad
de comunicacin donde se argumentaba sobre lo comnmente admiti
do. El Otro, el esclavo, era a priori excluido de una tal comunidad de
argumentacin real , de los habitantes libres de la polis griega65.
El tema que deseamos, entonces, indicar podra enunciarse de la
siguiente manera: la filosofa que afirma la comunidad de comunica
cin, el nosotros que supera el solipsismo moderno y que Apel ha
definido de manera tan clara y argumentada , no es suficiente para una
filosofa latinoamericana.
El Otro es la condicin de posibilidad de todo argumentar como tal: la
argumentacin supone que Otro tiene una nueva razn, que pone en
cuestin el acuerdo ya logrado pero como tal pasado . Apel, ha
blando de la universalidad de la norma bsica, argumenta:
100
LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFIA DE APEL...
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ENRIQUE DUSSEL
El alma humana debiera ser mirada como ligada en la vida presente a dos
mundos (zweien Welten) a la vez; de estos mundos, en tanto que forma con
el cuerpo (Krper) una unidad personal, no siente sino el mundo material;
al contrario, como miembro del mundo de los espritus (ais ein G lied der
Geisterwelt) recibe y propaga las puras influencias de las naturalezas inma
teriales (die reine... inmaterialer Naturen) (A 3 6 ; Kant, 1 9 6 8 , 1)68.
Esta idea ya la haba expresado Leibniz cuando escriba que todos los
espritus (esprits ) [...] entran, en virtud de la Razn y de las Verdades
Eternas, en una especie de Sociedad con Dios (Socit avec Dieu), siendo
miembros de la Ciudad de Dios69.
68. Se refiere entonces a una Geistergemeinschaft (A 48). Pero antes ha dicho: Por
todo esto nosotros nos vemos, en los ms secretos mviles de nuestra conciencia, bajo la
dependencia de la regla de la voluntad general (der Regel des allgemeinen Willens), y de ello
resulta en el mundo (Welt) de todas las naturalezas pensantes (aller denkenden Naturen) una
unidad moral y una constitucin sistemtica segn leyes puramente espirituales (A 42). Esta
comunidad de los espritus (en Apel: de los argumentantes) permanecer en el Kant
posterior: La Idea de un mundo inteligible puro como conjunto de todas las inteligencias, al
que pertenecemos como seres racionales (GMS, BA 126-127); No es de extraar que el
hombre, perteneciendo a ambos mundos, no tenga que considerar su propia existencia res
pecto de su segunda y suprema destinacin de otro modo que con veneracin (KpV, A 155).
69. Principes de la nature et lagrce, Haupttext, pargrafo 15. En la M onadologie (par.
87) distingue entre le Rgne physique de la nature et le Rgne moral de la grce [...] cit des
esprits. En Kant vase GMS, BA 74-75, 89-90 (el hombre como miembro [Glied] y seor
[Oberhaupt] de dicho reino, 98); KpV, A 262 (reino de las costumbres), A 266 (reino supra
sensible), A 231 (reino de Dios); KrV, B 843, A 815 (Regnunt gratiae), etc. En la Crtica d e la
razn prctica llega a decir que Leibniz denominaba reino de la gracia al mundo si en l se
contemplan solamente los entes racionales y su relacin segn leyes morales bajo el gobierno
de un bien supremo (B 840, A 812). De ah que Kant afirmara: La Idea de un mundo moral
102
LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSO FA DE APEL...
tiene realidad objetiva, no como si se refiriera a un objeto de una intuicin inteligible, sino
[...] como objeto de la razn pura en su uso prctico, y en un corpus mysticum de los entes
racionales que hay en l (KrV, B 840, A 808). Vase Dussel, 1973b, 116-118.
70. Vase el enunciado de la norma tica bsica en Apel, 1986a, 161 ss.
103
ENRIQUE DUSSEL
71. Por ejemplo, en ibid., 182-184, 186, 188, 191, 193-194, etc. Acepta demasiado
acrticamente la posicin de Popper en referencia a la planificacin perfecta. Franz Hinke-
lammert (1984) muestra que una planificacin posible es tan factible como un mercado
con competencia posible (ya que la utopa de una competencia perfecta del mercado es
tan imposible como la planificacin perfecta). Apel no tiene ninguna posicin crtica ante
el mercado (que Amrica Latina sufre, ya que la competencia produce sistemticamente
transferencia de valor del capital menos desarrollado al ms desarrollado; vase Dussel,
1988, 312-361). A veces pareciera que la comunidad de comunicacin libre de dom ina
cin fuera pensada desde el mercado libre de m onopolios a la manera de Milton Fried-
man, como anarquismo neoliberal conservador que critica al Estado keynesiano intervencio
nista como la causa de todos los males del capital y de sus crisis.
72. Vase esta expresin, por ejemplo, en Apel, 1986a, 169, 184, 186, etc.
73. Esta distincin es fundamental en Apel: Postulamos el presupuesto ideal, norma
tivamente inalienable, del juego de lenguaje trascendental de una comunidad ilimitada de
comunicacin; pero, por otra parte, tenemos que realizarla siempre todava en la sociedad
histricam ente dada (Apel, 1972-1973, II, 213-214/225); Si reconstruimos siempre su
realidad histrica emprica y crtico-normativamente, a la luz del ideal de la com unidad
ilim itada de com unicacin, que debemos realizar en la sociedad (ibid., 214/225).
104
LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFA DE APEL...
74. El Otro, el bien comn y el Infinito (Dussel, 1973, II, 58 ss.). De la misma
manera, en Philosophie der Befreiung, el tema est indicado, slo indicado, en la categora de
liberacin (2.6, pp. 73 ss.), o en el pasaje de la tautologa (4.2.7, pp. 139-140) a la
subversin del lenguaje (4.2.8, pp. 140 ss.).
75. Para Bergson, hay dos tipos de sociedad: una cerrada (que sera la sociedad
abierta de Popper, antiutpica y reformista, es decir, repetitiva) y otra abierta (que puede
cambiar tambin, no exclusivamente, por medio de una revolucin; que tiene capacidad de
innovacin radical; es el Enemigo de Popper; la peligrosidad de la novedad radical). Lejos
de nosotros el anarquismo o el revolucionarismo irresponsable, pero lejos igualmente el
reformismo por principio. Veremos que el explotado, el miserable, el pobre o espera una
sociedad radicalmente nueva o acepta la dominacin como naturaleza (el esclavo por
naturaleza esclavo de Aristteles; o el siervo medieval, por cuasi-naturaleza, que soporta el
ius dominativum del seor, como enseaba Toms de Aquino, etc.).
76. Escribamos en Historia y praxis. Ortopraxia y objetividad (Dussel, 1983, 315-
316): La praxis de liberacin del oprimido, cuando es adecuada, cuando es ortoprctica,
105
ENRIQUE DUSSEL
106
LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFA DE APEL...
107
ENRIQUE DUSSEL
81. Por ejemplo: Me parece que este problema nmero uno de una macrotica en la
poca de la crisis ecolgica no es solucionable exclusivamente sobre la base de la racionali
dad estratgica [...]. Y la racionalidad estratgica no podra, por s sola, lograr nunca que los
pases ricos y desarrollados se vieran impulsados a compartir los recursos del mundo con
los pases pobres y subdesarrollados [nunca dice explotados, agrego], de una forma tal que
pudiera ser calificada de justa (Apel, 1986a, 38; otros textos, ibid., 129-130, 161, 168,
etc.). Aqu Apel ha planteado la cuestin, pero no se siente llamado a colocarla como el
punto de partida concreto de su filosofa la filosofa de la liberacin debe hacerlo inevi
tablemente porque convive militante y diariamente en medio de la miseria . En Mxico,
Nezahualcoyotl con ms de dos millones de habitantes , una inmensa ciudad satlite,
sobre el antiguo lago Texcoco, tiene el aspecto de un paisaje lunar, con la miseria como
hecho cotidiano. Mxico tiene ms de 300 barrios, conjuntos, conglomerados marginales de
personas sin medios estables para reproducir su vida (en esta sola ciudad, 5 millones de perso
nas). Cmo hacer filosofa hoy, aqu, sin considerar estos hechos? Por otra parte, en
esta situacin, la cuestin de la tcnica como mediacin de lucha contra la miseria es inevi
table. La visin heideggeriana es absolutamente abstracta; no conoce el horizonte ontolgi
co concreto que subsume a la tcnica. A la subsuncin capitalista (como mediacin
para el aumento de la tasa de plusvalor relativo, es decir, para el aumento inmediato de la
tasa de ganancia) o del estalinismo (como socialismo real, donde el criterio del aumento de
la tasa de produccin reemplaza al criterio capitalista) de la tcnica hay que decirle no. A
la tecnologa desarrollada desde la exigencia de la vida hay que decirle s. Tales criterios,
ontolgicos y ticos, no los tena Heidegger. Vase mi trabajo sobre la tecnologa en el
Cuaderno tecnolgico-histrico (1851) de Marx (Dussel, 1985, 9-79). Al no tener las catego
ras econmicas (konomische) (no slo wirtschafts-wissenschaftliche) Habermas plantea
la cuestin a medias en su valiosa obra Ciencia y tcnica como ideologa (1986).
108
LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFIA DE AREL...
82. Husserl, en su Ideen zu einer reinen Phnom enologie, sec. III, cap. 3, indica que la
intencin cognitiva se constituye desde un sujeto como noesis y un objeto como noem a.
De la misma manera, la intencin pragm tica (que nada tiene que ver con la significacin
que adquiere en la filosofa del lenguaje) se constituye desde una necesidad (pragmasis)
que determina al objeto como til (pragmata). El objeto til tiene utilidad (Ntzlichkeit),
valor de uso para la vida; satisface una necesidad. Necesidad-til (pragmasis-pragmata) cons
tituye la intencin fundamental del ser viviente-humano, dentro de cuyo horizonte la
comprensin del ser es su momento comprensor. Es como el conocimiento del Umwelt
(milieu) que el viviente posee como recurso de la vida. La vida es el todo; la razn
(y por tanto la racionalidad, incluso la habermasiana) es una de sus funciones privilegia
das, especficas.
83. Habermas, en su obra Reconstruccin del m aterialism o histrico (1976), da mucha
importancia al texto sobre la supraestructura (berbau) del prlogo de la Contribucin
(Zur Kritik) de Marx, de 1859 (1980, 4-5; MEW XII, 8-9). Podemos afirmar, despus de
haber ledo lnea por lnea las cuatro redacciones de El capital (de 1857 a 1882), que dicho
tema no tiene ninguna importancia central en lo que para Marx era el desarrollo del con
cepto de capital a travs de la constitucin del sistema de las categoras requeridas. Ese
texto es secundario y dbil para construir sobre l una re-construccin. El positivismo
posterior y el estalinismo olvidaron el concepto de reproduccin, que es el central para
Marx en la visin ontolgica del capital: No slo las condiciones objetivas del proceso de
produccin se presentan como resultado de ste, sino igualmente el carcter especficam ente
social de las mismas; las relaciones sociales [subrayamos nosotros] y por ende la posicin social
de los agentes de la produccin entre s, las relaciones de produccin mismas, son produci
das, son el resultado, incesantemente renovado, del proceso (Captulo 6 indito de los
Manuscritos del 63-6S, 1983, 107; MEGA II/4, 130, 5-10). De tal manera que los modos
del consumo, las ideologas que explican la sociedad, las normas jurdicas promulgadas
por el Estado, la estructura de ste (y hoy diramos, con Habermas, los mecanismos de la
legitimacin en el capitalismo tardo), etc., producen, como la causa a priori, su efecto
propio, la reproduccin de la misma relacin social de produccin (como lo a posteriori).
De esta manera, para Marx, la llamada supraestructura (berbau) sera siempre, y al mis
mo tiempo, lo infra- de la relacin social de produccin futura (que en el marxismo
posterior es considerado la Basis, lo material por excelencia, y que, como veremos, tiene por
esencia para Marx un momento prctico constitutivo primero y fundamental: la tesis del
paradigma productivista es falso en todas sus partes, al menos en cuanto al pensamiento de
Marx mismo). Una buena lectura directa y prolongada de Marx mismo hubiera evitado
malentendidos (el primero, confundir a Marx con Engels; el segundo, confundirlo con Le-
nin; el tercero, con el marxismo posterior: y no quiero anticipar ningn juicio de valor en lo
que es una mera distincin; es decir, enunciar Marx no es... no quiere decir que sea contra
rio, sino simplemente que es otro, distinto, l mismo).
84. Estos textos, utilizados por Apel, nos indican que la norma bsica de la supervi
vencia [...] sera ya presupuesta como un a priori tico no falseable [...] (1986a, II, 130).
109
ENRIQUE DUSSEL
110
LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFA DE APEL...
camente como toda una clase estas cosas [...]. Sucede esto necesariamente por estar conti
nuamente en el proceso de produccin [...] en relacin activa entre ellos y con estas cosas
[...]. Esta designacin lingstica slo expresa una idea [...] la de que a los que viven en cierta
relacin social (gesellschaftlichen Zusammenaussetzung) les sirven ciertas cosas para satisfa
cer sus necesidades [...] (Notas marginales al Tratado de Economa Poltica de Adolph
Wagner, en MEW X IX , 362-363).
87. Vase la referencia al animal en Apel, 1972-1973, I: sobre el problema ecolgico
(66/70); sobre la posicin de von Uexkuell, en una suerte de lenguaje de la especie (155/
161; 185/192-193); la posicin de Gehlen y Lorenz (195/205); tambin de Wittgenstein
(234-236/243-245). El de los animales, en efecto, no es un lenguaje, es un cdigo de sea
les (Benveniste, 1966, 62). En cuanto a la vida, Apel reconoce su importancia como
ltima referencia: al hablar de la destruccin ecolgica comenta que es una amenaza para la
vida humana (Apel, 1972-1973, II, 343/360).
88. En efecto, ya en 1795 Hegel escriba a Schelling que razn y libertad sern siempre
nuestra solucin, y el punto de encuentro la Iglesia invisible (Briefe, 1 9 5 2 ,1, 18). La Iglesia
invisible es la comunidad noumenal kantiana. Por ello, el reino de Dios es el momento
correspondiente al reino de la divinidad, por consecuencia todas las determinaciones son
subsumidas [...], porque Dios no es algo aislado, sino una comunidad viviente que, considera
da en el individuo, es la fe en la humanidad, la fe en el reino de Dios [...]. Vida y retom o de
Vida (Entwrfe A, en Hegels theologische Jugendscbriften, ed. Nohl, Tbingen, 1907, 397-
111
ENRIQUE DUSSEL
Mi trabajo sera expresin vital libre, por tanto goce de la vida. Bajo las
condiciones de la propiedad privada es enajenamiento de la vida, pues yo
trabajo para vivir, para conseguir un medio de vida. Mi trabajo no es vida
(M arx, 1974b, 15 6 ; MEGA 1/2, 547).
398). Vase Dussel, 1974b, 66 ss. En 1835, en su examen de religin para XaAbitur, escribe
Marx: [...] lebendigsten Gemeinschaft mit ihn [...] (MEW, EB I, 600). Marx nunca hablar
de Kollektivitdt, sino siempre de Gemeinschaft. Como fruto del dilogo de Friburgo con Apel,
la filosofa de la liberacin deber desarrollar todo el problema de una econm ica, donde la
pragmtica trascendental sera un momento interno. La comunidad de comunicacin, libre
de dominacin, evidentemente, debe ser igualmente libre de hambre los participantes de
la comunidad no son slo almas, sino corporalidad-anmica (zoon logon ekhon) que tiene
lenguaje y no slo lenguaje sin cuerpo. La econmica subsume la pragmtica.
89. Marx niega explcitamente el colectivismo burocrtico cuando escribe en los
Grundrisse contra Proudhon: El banco sera, entonces, adems del comprador y vendedor
universal, tambin el productor universal. En realidad, sera [...] el gobierno desptico de la
produccin y el administrador de la distribucin (Grundrisse, 1972, I, 83; 1974, 73).
90. Leo hoy mismo en el diario: Transferencia rcord de pases en desarrollo a nacio
nes ricas. Ginebra, 4 de julio. En 1988 se produjo una transferencia rcord de recursos
financieros del Sur al Norte, cifrado en 33 mil millones de dlares [...] donde la renta per
cpita es 50 veces menor que la que se disfruta en los pases industrializados (El Da [Mxi
co], 5 de julio [1989], p. 10, col. 1). Hoy slo Marx tiene un sistema categorial que puede
articular vida humana-valor de la mercanca-dinero. Es el nico filsofo-economista que
liga la antropologa-tica a la economa. Su pertinencia es total en nuestro mundo misera
ble insustituible tericamente.
112
LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFA DE APEL...
91. Para Marx se produce desde el capital en el tiempo necesario (desde el valor del
salario que es capital). Pero en el plustiempo de trabajo el trabajo vivo no tiene ya
fundamento (Gruttd) en el capital; al valor efectuado (no producido) sin-fundamento (Ab-
Grund) en el capital, desde la nada (aus Nichts) (por ejemplo en El capital III, 1; MEW
XXV , 48) del capital, Marx le llama fuente (Q uelle) [como el Schelling creacionista
ignorado por Habermas] creadora (schpferische) del valor: ser fuente de valor {Quelle
von Werth zu sein) [...] creador de valor (Werthschpfung) [...] en la corporalidad {Leiblich-
keit), la personalidad viviente {lebendigen Persnlichkeit) {El capital I, 4; MEGA II/6, 183,
17-23). Para Marx el trabajo vivo es la subjetividad, actividad, persona, la corporalidad
viviente como fuente creadora del valor desde la nada del capital. Fuente trans-ontol-
gica, ya que el valor que se valoriza {Verwertung des Werts) es el ser del capital; para
Schelling el creador era el seor del ser {Herrn des Seins), lo mismo que para Marx. La
subjetividad del trabajador es el creador meta-fsico o trans-ontolgico, que desde la ante
rioridad o exterioridad del capital todava inexistente (en su primer momento lgico
slo es dinero) pone el ser del capital desde la nada de la que ya nos habl en los
Manuscritos del 44, II . Sobre el trabajo vivo como fuente creadora de valor slo en los
Manuscritos del 61-63 consltense los siguientes lugares: MEGA II/3, 35, 36, 66-70, 86,
101, 142-143, 148, 178, 370, 599, 622, 623, 2232, 2265, etc. En fin, no se puede hablar en
Marx de un paradigma productivista. Pero hoy esto es habitual en Europa. Estamos tenta
dos a exclamar: Hoy se ha declarado a Marx un perro muerto; es tiempo de afirmarse
discpulo de aquel gran maestro. Todo esto se expone largamente en los captulos 9 y 10 de
mi obra El ltimo Marx (1863-1882) (1990), con numerosas citas probatorias no las que
se pasan de un autor a otro, sino las que se descubren en una lectura ntegra.
92. Querra distinguir entre lo econmico (como la crtica trans-ontolgica del capi
tal, a la manera de Marx) de la mera Wirtschaftswissenschaft de la que se ocupa Apel en
Diskurs und Verantwortung (1988, 270 ss.).
113
ENRIQUE DUSSEL
plaza del mercado t y yo (Du und Ich) slo reconocemos una ley, la del
intercambio de mercancas, escribe irnicamente M arx93.
En efecto, el trabajo vivo la persona del trabajador, la subjetivi
dad creadora, indeterminada es subsumido por el capital (una relacin
prctico- social no comunitaria). De esta manera se transforma institucio
nalmente en trabajo asalariado. El trabajo como (ais) trabajo ha sido
trans-substanciado en trabajo como (ais) capital, como una determinacin
del capital. El capital consiste en su esencia en esta relacin social
prctica (del dominio de la razn prctica, comunicativa, y no estratgica
o instrumental).
Esquema 4
ARTICULACIN DE LA PRAXIS Y LA POIESIS
EN LA POLTICA, LA PRODUCCIN Y LA ECONMICA
[4]
Y
Naturaleza
93. El capital I, cap. 8; MEGA II/6, 240, 13-15. Es interesante que Marx usa la expre
sin Du und ich (dialogal, buberiano). Marx muestra cmo el contrato entre capital-traba-
jo vivo tiene slo la apariencia de igualdad; pero ocultamente, invisiblemente a los ojos
el obrero es violentamente llevado, como el pobre (pauper), a tener que vender su cuerpo.
No existe la situacin ideal del contrato de J. Rawls; simplemente, se dan las condiciones
reales.
114
LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFA DE AREL...
115
ENRIQUE DUSSEL
95. E l capital I, cap. 23; MEGA II/6, 588, 13-18. Por ley debe entenderse, no en su
sentido positivista o naturalista, la regulacin que la esencia ejerce sobre su propio movi
miento (tal como lo define Hegel en la Lgica: Das Gesetz der Erscheinung [II, 2, 2, A;
Hegel, 1971, t. 6, 150-156]). La ley del valor, ley fundamental del capital, enuncia que
todo valor es efecto de la causa creadora del valor: el trabajo vivo y no existe ninguna otra
causa: ni la tierra da renta, ni el capital produce ganancia . Es una antropologa (todo es
en la economa trabajo humano objetivado) y una tica (toda ganancia es trabajo impaga
do: injusticia). Este es el desarrollo lgico del punto de partida de Smith y Ricardo pero
ellos rpidamente se contradijeron y no desarrollaron hasta sus ltimas consecuencias su
sistema categorial . Por ello, la tarea de Marx consisti en la crtica general (allgem eine
Kritik) de todo el sistema (Gesamtsystem ) de las categoras econmicas (Manuscritos del
61-63; MEGA II/3, 1385). Es decir, el trabajo es la nica fuente (Q uelle) del valor de
cambio y el nico creador activo del valor de uso [...] Afirmis que el capital es todo y el
trabajador nada [...]. El capital no es sino una estafa hecha al obrero. El trabajo es todo (Die
Arbeit ist alies) (ibid., 1390, 14-30). En esto consiste la posicin antropolgica y tica
trascendental-ontolgica (en realidad trans-ontolgica) de Marx. Nada de materialismo dia
lctico; nada de productivismo...
116
LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFA DE APEL...
96. Manuscritos del 61-63 ; MEGA II/3, 147, 40-148, 17. Vase Dussel, 1988, 61-77.
Para Marx el trabajo vivo cumple la funcin de el Otro de Lvinas, como pauper, cuan
do subsumido en la Totalidad o el capital (cuestin tratada en El capital I, cap. 4.3; MEGA
II/6, 183 ss.) es negado como persona: es la transformacin del dinero (una cosa) en
capital (otra cosa, pero que tiene en su interior a una persona: el trabajo vivo como
mediacin de su propia valorizacin).
97. Manuscritos del 61-63, en MEGA II/3, 2239.
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ENRIQUE DUSSEL
98. Vase Philosophie der Befreiung, 1989 (Dussel, 1977), 2.4, 3.1.3-3.1.6, etc.; El
Otro como el rostro poltico, en Dussel, 1973, I, pargrafo 19, pp. 144-156.
99. De interappellare: un exigir explicacin (por la exclusin, sin tener derechos en
la comunidad, por no ser parte) de un hecho (la exclusin) citando o llamando a testigos
(la razn prctica que debe reconocer en el pobre la persona como lo absoluto). Sirio Lpez
Velasco present en el XVIII Congreso Mundial de Filosofa de Brighton (Inglaterra), en
1988, una ponencia donde comienza a desarrollar el sentido del enunciado Tengo ham
bre! desde el horizonte categorial de Austin, Searle, etc. Es necesario avanzar en este tipo de
reflexiones en filosofa de la liberacin.
100. El capital I, cap. 8, 1; MEGA II/6, 240-244. Es evidente que el obrero comienza a
argumentar, pero para s mismo, en la Exterioridad, porque el capitalista no lo escucha.
Slo le escuchan gracias a la presin de acciones como la huelga. La revolucin, en cambio,
transforma radicalmente la posicin de los agentes en la argumentacin: los que estaban
fcticamente excluidos y sin poder argumentar, pueden participar, despus de la revolucin,
en justicia real, en la comunidad de argumentacin. Como puede verse, es la accin efectiva
liberadora, que en este caso incluye un cierto tipo de acto extra-argumentativo, como por
118
LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSO FA DE APEL...
El acto de habla Tengo hambre, por ello exijo justicia! podra ser
tomado como ejemplo de este acto interpelativo inicial. Austin lo hubiera
clasificado dentro de los actos ejercitativos (o exigitivos, propios del
verbo exigir) (Austin, 1962, conferencia X II, 147 ss.)101, donde se ex-
plicita la fuerza ilocucionaria de una expresin, o, lo que es lo mismo,
pone de manifiesto cul es el acto ilocucionario que estamos realizando al
emitirla (ibid ., conferencias X II, 147 ss., y VI, 67 ss.). El tono de voz,
cadencia, nfasis, gestos, circunstancias de la expresin, expresin del
rostro, etc., tienen aqu sentido. Pero, y es una dificultad, es un exigir
concreto no en nombre de los derechos vigentes en la comunidad de
comunicacin y de vida real, sino en nombre de una comunidad bistrico-
posible, ya que en la comunidad real, por definicin, el pobre no tiene
o no puede ejercer derechos: por ello es pobre102.
No dice simplemente: Tengo hambre, exijo trabajo! esto no es
slo comprensible, sino adems un derecho al que en principio el sistema
capitalista vigente intenta atender . Pero ligar necesariamente el Tengo
hambre! (como hecho) a una exigencia de justicia supone, en primer
lugar, que dicha hambre, en cuanto tal, es interpretada como el efecto de
una injusticia pasada efecto de un acto moral . En efecto, que muera
de hambre una poblacin numerosa al sur del Sahara es un hecho tico103.
Adems, y en segundo lugar, en ese acto de habla lo interpretado por
la comunidad de comunicacin real es un deber ser cuyo contenido
es el proyecto de liberacin (la utopa concreta) del pobre, del oprimi
do, del excluido de la comunidad de vida. Esto es lo que hemos expresa-
ejemplo la huelga, lo que mover al capitalista a escuchar; es decir, permitir que el obrero
se siente en la mesa de negociaciones. De todas maneras no ser una comunidad ideal,
sino real: como entre los sofistas al decir de Aristteles que argumentaban para confun
dir al contrario, pero no para descubrir la verdad en el caso del dominador . Pretender,
sin cambiar las estructuras poltico-econmicas que sitan de manera desigual a los argumen
tantes, exigir sentarse en la misma mesa poltica a dominadores y dominados, en democracia
y modernizacin, es cinismo, un nuevo momento de la falacia desarrollista.
101. Estos actos ejercitativos, explica Sirio Lpez, consisten en dar una decisin en
favor o en contra de cierta lnea de conducta o abogar por ella; es un decidir que algo tiene
que ser as como cosa distinta de juzgar que algo es as (p. 3, del indito citado). Austin
habla de speech acts que pueden llamarse exercitives: are the exercising of power, rights (!),
or influence (p. 150); en el sentido de I challenge... (p. 156). Habra que estudiar bien el
sentido ilocucionario (illocutionary) a diferencia del efecto perlocucionario (perlocutionary)
del Tengo hambre, por ello exijo justicia!.
102. Adam Smith (1984, L. I, cap. 5, p. 31) define: Es rico o pobre de acuerdo con la
cantidad de trabajo ajeno de que pueda disponer o se halle en condiciones de adquirir.
Pobre es el que, por definicin, no puede comprar ningn trabajo ajeno; slo debe ven
der el propio para no morir de hambre.
103. Quiz la produccin de un agujero en la capa de ozono, efecto de la industria de los
pases del centro principalmente, aumenta la temperatura terrestre y produce la desertifi-
cacin. Causa histrica, humana, que exige reparacin (en una tica de la responsabi
lidad solidaria, dira Apel).
119
ENRIQUE DUSSEL
104. Escribamos en nuestra obra Para una tica de la liberacin (1973, II, 167): La
palabra reveladora del Otro, como otro y primeramente, es una palabra que se capta (com
prensin inadecuada derivada) en la semejanza [aqu remitamos al fundam entum analogae
similitudinis del famoso Cayetano], pero que no se llega a interpretar adecuadamente por lo
abismal e incomprensible de su origen dis-tinto [aqu remitamos a fundam enta distincta].
Lo que se interpreta (Philosophie der Befreiung, 4.2.3) no coincide con el contenido que se
acepta por fe (ibid., 4.2.2.1 y 4.2.6).
105. Vase Dussel, 1973, II, pargrafo 24, pp. 51 ss. y 211 ss.: La conciencia tica
como or la Voz-del-Otro, en Philosophie der Befreiung, 2.4.3-2.4.4 y 2.6.2: Conciencia
tica. La conciencia moral slo aplica (Anwendung) los principios (de la comunidad
vigente) a las conclusiones o hypolepsis de acuerdo con la denominacin de Aristteles (EN
VI,5; 1140 b 11-20). En Toms de Aquino vase D e Veritate, q. 17, a. 2, resp.; en Kant la
mxima emprica se sintetiza en la ley universal por la facultad prctica de juzgar (prakti-
sche Urteilskraft) por la que lo que en trminos generales se dijo en la regla se aplica in
concreto a una accin (KpV, A 119). Este anwenden es de lo que hablamos. La conciencia
tica no puede aplicar principio alguno, ya que el Otro revela por su speech act
exigitivo o interpelativo un mundo-Otro, futuro, proyecto imposible de ser compren
dido desde la comunidad real por el dominador como dominador. Slo si el dominador
adopta, opta, toma la posicin prctica del dominado, puede (en la re-sponsabilidad, en el
compromiso, en la militancia, como intelectual orgnico dira Gramsci) penetrar en
dicho mundo-Otro. Al comienzo, sin entenderlo todava (o entendindolo no suficien
temente), debe aceptarlo por fe (vase Philosophie der Befreiung, 2.4.7: Razn y fe). La
razn llega efectivamente hasta el horizonte de la comunidad real-, ms all de ella se
abre la fe, como acto prctico en el que se afirma el proyecto del Otro, del oprimido,
como propio. Habermas en Conciencia m oral y accin comunicativa (1983) estudia el tema
de la formacin de la conciencia moral en Kohlberg. Es interesante anotar que aun en la
etapa 5 (La etapa de los derechos previos y del contrato social o de la utilidad) o en
la etapa 6 (La etapa de los principios ticos universales), al no indicar el principio tico
Respeta los derechos del Otro, en cuanto otro, permite que el principio tico universal
pudiera ser, inadvertidamente y en concreto, el principio de nuestra cultura particular
elevado a universalidad. De hecho, esto ha acontecido durante toda la Edad Moderna (de
la Modernidad hasta hoy, por parte de las naciones centrales), donde los indios ame
ricanos, los esclavos africanos o los asiticos fueron considerados seres de segunda cate
gora: rudos, infantiles, subdesarrollados. El principio de que alguien es persona racional
puede restringirse a los nuestros, y excluir al Otro (para Aristteles, hombres eran
slo los varones libres de las polis helnicas, de manera que los brbaros o esclavos no se
incluan en la comunidad de comunicacin). La explcita, y necesaria, realidad del Otro
120
LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFA DE APEL...
mir el enunciado exigitivo del Otro (el acto de habla descrito arriba).
Ante el Tengo hambre!, alguien puede responder: Tiene hambre por
que no quiere trabajar. Estas razones de la comunidad de comunicacin
real cierran a la posible aceptacin del Otro com o otro, y argumentan
desde el horizonte de la comunidad real, vigente, y por ello no necesi
tan un nuevo argumentar. El que acepta la palabra interpelativa del Otro
como otro desde la conciencia tica se sita, en cambio, ante l bajo
la vigencia de la re-sponsabilidad106 a priori no a posteriori . Queda
prendido por la obligacin de liberar al Otro un oprimido ms en y de
la comunidad real y de construir con l, en solidaridad re-sponsable
(no por los resultados), una nueva comunidad futura: la comunidad de
comunicacin y de vida histrico-posible, proyecto de liberacin, la uto
pa concreta en la que se funda y de donde parte en el acto de habla.
Tengo hambre, por ello exijo justicia!, es decir, exijo una comunidad en
la que vosotros (la comunidad de comunicacin real) y nosotros (los
excluidos-afectados) seamos partes iguales y efectivas poltico-econmi
ca y, con dicho fin, argumentativamente.
La conciencia tica, como re-sponsabilidad tica (no meramente
moral o vigente, ni a posteriori como para Joas, Weber o Apel), es la
condicin prctica de posibilidad del argumentar; es el dejar lugar al
Otro; es el permitirle ser parte. Se cierra as el crculo: la conciencia
tica del yo o del nosotros para no ser tautolgica, no-argumentante
con novedad crtica, debe ticamente afirmar al Otro como otro y pro
poner as el nuevo argumento como posible (eso supone, tambin, poner
el antiguo argumento y acuerdo como falsable).
La exigencia tica Libera al Otro, al pobre! es la condicin de
posibilidad del nuevo argumentar real; es el permitir al Otro-pobre ser
parte del nuevo nosotros argumentativo, que est dispuesto a llegar a
un nuevo acuerdo (que involucra, evidentemente, y como lo propone
Apel, la sobre-vivencia aun como mejor vida en la justicia).
Esto nos permite concluir que la intencin emancipadora o el acto
de emancipacin107 no puede identificarse con la intencin liberadora
o la praxis de liberacin108. El primero, de gran importancia tica y
121
ENRIQUE DUSSEL
Esquema 5
PASAJE DEL ARGUMENTO Y DEL ACUERDO PASADO
AL NUEVO ARGUMENTO Y ACUERDO FUTURO
122
LA INTRODUCCIN DE LA TRANSFORMACIN DE LA FILOSOFA DE APEL...
109. Die Konflikte unserer Zeit, en K.-O. Apel, D erM ensch in den Konfliktenfeldem
der Gegenwart, 1975, 290.
110. En nuestra Para una tica de la liberacin latinoam ericana (1973), elaboramos una
teora de la praxis de liberacin; en abstracto, el proyecto (Entwurf) de liberacin (II, cap.
IV, pp. 13 ss.) y la praxis de liberacin (cap. V, pp. 65 ss.), que siempre incluye una
econmica, tambin en cada uno de los niveles especficos; en concreto, el proyecto de
liberacin ertica (III, cap. VII, par. 46, pp. 50 ss.), y la praxis correspondiente (par. 47, pp.
109 ss.); el proyecto de liberacin pedaggica (cap. VIII, par. 52, pp. 168 ss.), y su praxis
liberadora (par. 53, pp. 183 ss.); el proyecto poltico (III, cap. IX, par. 65, pp. 94 ss.) y la
praxis liberadora poltica (par. 66, pp. 109 ss.). La obra termina en el tomo V con una
filosofa de la liberacin del fetichismo. El proyecto de liberacin (el de una comunidad
de comunicacin y de vida histrico-posible) es trans-ontolgico, o se encuentra ms-all
del horizonte y del inters (en el sentido habermasiano) de la comunidad de comunica
cin y de vida real; la praxis de liberacin, obviamente, si fuera necesario perforar un
tal horizonte (y es el acto negativo de la destruccin, y el acto positivo de la construccin,
propio de la praxis revolucionaria). Liberacin no es necesariamente hic et nunc revolu
cin. Pero su posibilidad (que slo la frnesis sabe cmo, cundo, etc. podr decidir
practicando las exigencias procesuales de factibilidad de la decisin theory si fuera til)
no puede ser negada a priori, como hemos dicho ms arriba. El inters liberador a
diferencia del emancipador, pero a semejanza de la boulesis aristotlica incluye integral
mente el inters emancipador, asumiendo tambin el inters prctico-poltico y tico-econ
mico.
123
ENRIQUE DUSSEL
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LA INTRODUCCIN DE LA T RA N S F 0 R M A C I N DE LA FILOSOFA DE APEL...
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3
LA PRAGMTICA TRASCENDENTAL
Y LOS PROBLEMAS TICOS N ORTE-SUR*
Karl-Otto Apel
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K A R L - O T T O AREL
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LA P R A G M T I C A TRASCENDENTAL Y LOS PROBLEMAS TICOS NORTE-SUR
rusos e incluso mejor por los chinos. Sin los elementos fuertes del sistema
de mercado no se puede garantizar la efectividad econmica. Y esto signi
fica tanto como decir que el sistema funcional autorregulado de la econo
ma capitalista de mercado como lo reconoci el propio M arx hizo
posible por primera vez en la historia la economa mundial. Este sistema
fue, en cierto sentido, un logro irreemplazable de la evolucin cultural.
Sin embargo, si lo anterior es cierto, surge entonces una conclusin
posterior: difcilmente puede ser el caso de que un sistema social como el
capitalismo sea una alienacin de la naturaleza humana, en el sentido de
que puede y debe ser totalm ente suprimido y reemplazado por formas
de gobierno de recproca interaccin y comunicacin humanas. Y esto
parece haber sido considerado por Karl M arx en su concepcin de una
asociacin libre de trabajadores, en pocas palabras, en su concepcin del
reino de la libertad. Ms bien parece ser el caso que el sistema capitalista
de mercado, como otros sistemas sociales funcionales, y en cierto sentido
como todas las instituciones humanas, constituye una inevitable y necesa
ria exteriorizacin y alienacin de la interaccin y comunicacin humanas,
lo cual, debido a su automatizacin cuasi-naturalista, hace posibles las
formas de vida socio-culturales.
Por supuesto, me estoy fundando en la teora contempornea de los
sistemas sociales. Pero quiero subrayar que no llegara a la conclusin de
que la interaccin y comunicacin humana sea algo que slo puede reali
zarse, por decirlo as, dentro de los sistemas sociales y que est completa
mente determinada por las funciones que pueda tener dentro de los dife
rentes sistemas. En contra de esta posicin, representada, por ejemplo, por
el socilogo alemn Niklas Luhmann, yo sostengo, junto con Jrgen Ha-
bermas, que hay una tensin inevitable entre la comunicacin e interac
cin del mundo de la vida, por un lado, y su alienacin en los sistemas
sociales funcionales, por el otro. Esta tensin, en mi opinin, se basa
finalmente en el hecho de que la comunicacin del mundo de la vida
implica pretensiones de validez universal, pretensiones de validez que
solamente pueden ser cumplidas mediante el discurso argumentativo, que
constituye la meta-institucin trascendental de todas las instituciones so
cio-culturales, por decirlo as.
Me estoy desviando del punto de vista de Habermas porque pienso
que slo podemos hablar del mundo de la vida, en singular, porque las
distintas formas de vida del mundo de la vida son un a priori relacionado
con el discurso argumentativo como la meta-institucin para todas las
instituciones y tambin para todas las formas del mundo de la vida. As que
esta meta-institucin, el discurso argumentativo, proporciona la unidad a
todas las formas del mundo de la vida. El discurso argumentativo es, por
decirlo as, la verdadera contraposicin de los sistemas los sistemas
sociales culturales . Por lo tanto, aunque no es posible evitar o suprimir
por completo la alienacin cuasi-naturalista de la interaccin y comunica-
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K A R L - O T T O A P E L
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LA P R A G M T I C A TRASCENDENTAL Y LOS PROBLEMAS TICOS NORTE-SUR
esta reflexin con otra que ilustrara tambin el principio de que todo pen
samiento filosfico siempre est impregnado por la propia perspectiva so
cio-cultural y por los antecedentes propios. Estoy pensando en la discusin
en torno a la crisis ecolgica desde el punto de vista de Europa central, ya
que sta fue una de las discusiones ms interesantes en la Europa central
durante los ltimos aos. Volver a este punto despus. Ahora bien, me
parece obvio que respecto a todos los aspectos que ejemplifican mis expe
riencias europeas, la comparacin o confrontacin con el tema de los pro
blemas ticos Norte-Sur o, de manera ms precisa, con la perspectiva lati
noam ericana de este ltim o problem a, est destinada a revelar una
profunda tensin entre los presupuestos pertinentes del discurso de ambas
partes.
Y a este respecto, quisiera sealar nicamente algunas de las tensiones
que me impactaron y casi atormentaron mi reflexin cuando en 1990
visit Brasil y Argentina, y al mismo tiempo le libros y artculos, por
ejemplo, del brasileo Darcy Ribeiro y de Enrique Dussel. M e parece
claro, para comenzar por este punto, que la mayora de los intelectuales
sensibles latinoamericanos no comparte y no puede compartir la inclina
cin actual de la mayora de los pueblos de los pases de Europa del Este,
especialmente los habitantes de Alemania Oriental, a esperar toda clase de
progreso del capitalismo occidental. Creo, por ejemplo, que la mayora de
los argumentos presentados sobre la llamada teora de la dependencia en
economa, y especialmente la reconstruccin de la historia americana de
Ribeiro desde este punto de vista, es an plausible y relevante, aunque
debo considerar ingenuo y por el momento completamente refutado lo
que Ribeiro dice acerca del socialismo de Estado oriental y lo que espera
de l. El punto ms fuerte de la perspectiva latinoamericana me parece ser
el tico, expresado por ejemplo en la filosofa de la liberacin de Enrique
Dussel. Pero fueron en particular sus comentarios sobre mi propia pers
pectiva de la tica de la comunidad de comunicacin los que me hicieron
sentir la fuerte tensin entre las diferentes perspectivas culturales, as
como la diferencia entre la poca de finales de los aos sesenta y principios
de los setenta cuando estaba estableciendo mi aproximacin a la tica la
tica de la comunidad de comunicacin y mi punto de vista actual,
surgido de las experiencias europeas de los ltimos aos. Sin embargo,
como subray al principio, creo que la tarea principal de la filosofa
siempre ha sido, y lo es an, sustentar las pretensiones ticas universales y
la conceptualizacin de las relaciones humanas, aunque ello slo puede
hacerse bajo las condiciones antecedentes y desde la perspectiva de un
mundo particularizado. Por lo tanto, en lo que sigue, intentar reconstruir
la aproximacin pragmtico-trascendental de la tica del discurso como
una tica universalista mediante un intercambio de argumentos con los
comentarios pertinentes de Enrique Dussel.
No obstante, creo que la arquitectnica de la pragmtica trascendental
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LA PRAGMTICA TRASCENDENTAL Y LOS PROBLEMAS TICOS NORTE-SUR
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LA P R A G M T I C A TRASCENDENTAL Y LOS PROBLEMAS TICOS NORTE-SUR
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ambiente, es decir, los ros, los lagos, los ocanos e incluso la atmsfera, y
en consecuencia el clima planetario. Por tanto, es verdad que incluso la
devastacin progresiva del ambiente y de los recursos naturales en el Sur
Asia, Africa, Amrica Latina ha estado causada, al menos indirecta
mente, por los Estados industriales del Norte. Esto es vlido tambin en lo
concerniente a la peligrosa destruccin de los bosques tropicales pluviales
que se lleva a cabo mediante incendios que provocan la deforestacin a lo
largo del Tercer Mundo, por ejemplo en la regin del Amazonas en Brasil.
Y tambin es cierto que hasta la fecha la industria del Norte ha hecho poco
para reducir su tasa altamente desproporcionada de consumo de energa y
para detener la emisin de sustancias qumicas peligrosas de sus fbricas.
Esto, dicho sea de paso, es para m el argumento ms fuerte contra las
expectativas eufricas, expresadas principalmente por los pueblos de Eu
ropa del Este, en el sentido de que el capitalismo occidental podr resolver
todos los problemas actuales. Aunque tambin debemos aceptar que la
poltica ecolgica de los sistemas de los antiguos Estados socialistas del
Este ha resultado peor comparada con la del Oeste; ha resultado sorpre
sivamente para muchos que an creen en la economa planificada inclu
so peor. Sin embargo, todos los argumentos crticos que deben dirigirse
contra el Norte no cambian el hecho de que la crisis ecolgica ha resultado
ser la principal amenaza de la humanidad en la actualidad. Esto se aplica
tambin a los pases del Tercer Mundo, aunque hasta cierto grado perma
nece oculto para los pueblos del Sur, porque estn demasiado ocupados
con su miseria, es decir, con la pobreza. As, por ejemplo, la deforestacin
provocada por incendios en la regin del Amazonas es una catstrofe, en
particular para las tribus indgenas y tambin para la naturaleza del plane
ta. Es una catstrofe. Sin embargo, la responsabilidad debe compartirse
entre el gobierno brasileo, los pobladores o los buscadores de oro, y los
pases industriales del Norte que proporcionan el marco econmico para
la explotacin de todo el planeta y la devastacin de la naturaleza.
En este contexto debemos mencionar un aspecto crucial de la crisis
ecolgica cuya responsabilidad concierne principalmente a los pobres del
Tercer Mundo, es decir, a los pueblos del Sur, aunque no escapa a la
responsabilidad del Norte. A lo que me estoy refiriendo es al problema del
crecimiento constante de la poblacin mundial. Este es un problema peli
grosamente vinculado con casi todas las otras tendencias peligrosas de la
crisis ecolgica. En efecto, creo que desde el punto de vista de una tica de
la responsabilidad, tanto a priori como a posteriori, nicamente una polti
ca que limite la sobrepoblacin mediante el control de la natalidad y no
estoy hablando del aborto, estoy hablando de control de la natalidad es
actualmente la nica poltica aceptable para todos los involucrados. Hasta
ahora he considerado, por ejemplo, la poltica de la natalidad como desas
trosa y racionalmente irresponsable. Y tambin me irrita el hecho de que,
por ejemplo, a Ribeiro le parezca ms bien deseable el aumento de la
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LA PRAGMTICA TRASCENDENTAL Y LOS PROBLEMAS TICOS NORTE-SUR
poblacin en el Sur que afecta a los grupos marginados. ste parece ser un
ejemplo del tipo de problemas que requieren una orientacin tica nueva,
en el sentido de una tica de la responsabilidad. Y esto significa una nueva
sntesis de la perspectiva de la liberacin en zonas que carecen de dere
chos, as como de la perspectiva de la situacin global de la vida del mundo
sugerida por la crisis ecolgica actual.
Esto me lleva a otro problema ejemplar, que en mi opinin requiere
un esfuerzo similar para llevar a cabo una mediacin sinttica entre la
perspectiva de la liberacin y lo que en la actualidad exige urgentemente la
situacin de la crisis ecolgica. Ribeiro, al igual que Dussel, seala el hecho
de que las teoras del desarrollo socio-cultural pueden asumir una funcin
ideolgica, estrechando las estructuras represivas de dependencia e inclu
so de esclavitud, indicando con ello distinciones en las etapas de desarro
llo. Yo no negara esta tesis, pero me inclino a pensar que existe un
problema ms de mediacin dialctica, ya que tambin hay problemas
genuinos en las etapas de desarrollo dicho sea de paso, tambin proble
mas de un bloqueo represivo a la evolucin progresiva, digamos, por
ejemplo, la negativa a la educacin . Esto converge una vez ms con la
perspectiva de la filosofa de la liberacin. Adems considero que existe
otro problema, un problema bastante nuevo de mediacin sinttica de
perspectivas, planteado por el conflicto entre el derecho aparente de todos
los pueblos del Tercer Mundo a participar de los bienes y calidad de vida
de las sociedades industriales y, por otro lado, el hecho de que esto puede
sugerir metas de polticas de desarrollo categricamente descalificadas
como desastrosas desde el punto de vista de la crisis ecolgica.
Para ilustrar este ltimo punto, quisiera recordar una reciente discu
sin televisiva en la que participaron varios cientficos y polticos promi
nentes del Norte y del Sur. Durante esta discusin uno de los expertos eco
logistas plante de pronto la siguiente pregunta: Sera deseable o incluso
permisible que como resultado de una compensacin general o ecualiza-
cin de los estndares de vida entre los pases industriales y los del Tercer
Mundo, los miles de millones de chinos y lo plante tambin para los
800 millones de los habitantes de la India pudieran disponer de tantos
automviles como los actuales habitantes de los pases de Europa occiden
tal? Fue interesante observar cmo respondieron los polticos prominentes
a esta pregunta. Algunos polticos europeos, como por ejemplo el represen
tante alemn, intentaron esquivar la pregunta cambiando de tema. El pre
sidente Mugabe de Zimbabwe, por su parte, insisti en que los africanos
estaban tratando de proteger su medio ambiente, pero que no obstante
despus de todo deseaban en el futuro alcanzar el estndar de vida de los
europeos. Esto fue lo que dijo al final de la discusin. Desde luego que el
experto del Norte no qued satisfecho con las respuestas. La sugerida nive
lacin de los estndares de vida resultara desastrosa desde el punto de vista
ecolgico. La tierra ya no puede soportar tal aumento del trfico y de la
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LA PRAGMTICA TRASCENDENTAL Y LOS PROBLEMAS TICOS NORTE-SUR
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1. PUNTO DE PARTIDA
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LA RAZON DEL OTRO. LA I N T E R P E L A C I N COMO ACTO DE H A B L A
9. Vase su ponencia presentada en Hawai en julio de 1989 sobre The Need for the
Apparent Difficulty, and the Eventual Possibility of a Planetary Macroethics of (for) Hu-
mankind, mecanografiada, 23 pp.
10. De ah la importancia de una filosofa de la miseria. Marx critica a Proudhon en
su La miseria de la filosofa, pero, en realidad, el tema importante lo apunta el mismo Proud
hon: la miseria. Si bien en la marginalidad europea del siglo xix haba pobres, no obstan
te, ni en cifras absolutas ni relativas puede compararse con la pobreza del siglo xx (en el
capitalismo perifrico; como por ejemplo en la India, Nigeria o Brasil). Hoy hay cientos de
veces ms pobres que en 1847.
11. Sobre la teora de la dependencia repensada en el presente, vase mi trabajo Los
Manuscritos del 61-63 y el concepto de dependencia (en Dussel, 1988, 312-363).
12. En especial por la obra de A. Salazar Bondy Existe una filosofa de nuestra Amri
ca?, 1969.
13. De ah que no debamos ocuparnos slo de una liberacin poltico-econmica, sino
igualmente de una ertica. Sobre ellos, vase mi obra Para una tica de la liberacin latinoa
mericana (1973), cuyo captulo VII se denomina La ertica latinoamericana, pp. 50-122.
En la misma obra nos ocupamos de La pedaggica latinoamericana (pp. 123-226), sobre la
liberacin pedaggica del nio, la juventud (desde la experiencia de la Reforma de Crdoba
en 1918 y la del 1968), la cultura popular, etc. El tomo IV trata de la liberacin poltica:
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ENRIQUE DUSSEL
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LA R A Z O N DEL O T RO. LA I N T E R P E L A C I N COMO ACTO DE HABLA
Por ello no somos lo otro que la razn1*, sino que pretendemos expresar
vlidamente la razn del Otro, del indio genocidamente asesinado, del
esclavo africano reducido a mercanca, de la mujer objeto sexual, del nio
dominado pedaggicamente (sujeto bancario, como lo define Paulo Frei
r). Pretendemos analizar la expresin de la Razn del que se sita ms
all de la Razn eurocntrica, machista, pedaggicamente dominadora,
culturalmente manipuladora, religiosamente fetichista. Intentamos una fi
losofa de la liberacin del O tro1819, del que est ms all del horizonte del
mundo hegemnico econmico-poltico (del fratricidio), de la comunidad
de comunicacin real eurocntrica (del filicidio), de la eroticidad flica y
castrante de la mujer (del uxoricidio), y, no por ltimo, del sujeto que tiene
a la naturaleza como mediacin explotable en la valorizacin del valor del
capital (del ecocidio).
2. LA INTERPELACIN
18. Vase de Habermas en la leccin 11: Ein anderer Ausweg aus der Subjektphiloso-
phie - kommunikative vs. subjektzentrierte Vernunft (1988, 344 ss.), la expresin das
Andere der Vernunft (p. 355) tomada de la obra de los hermanos H. y G. Bhme, Das
Andere der Vernunft, 1983 (posicin que no comparto). Habermas no ha tomado hasta
ahora seriamente en consideracin la obra de Lvinas, pero concordara con su crtica a
Derrida, en cuanto que ste ha absolutizado la escritura (bajo influencia del comentarista
talmdico que es Lvinas) (op. cit., 217-218, n. 46). Debo adems aclarar que Lvinas nos
sirvi al final de la dcada de los sesenta para construir una filosofa de la liberacin, como
Feuerbach pudo servir a Marx (entre 1842 a 1844): nos despert del sueo ontolgico
cerrado. Pero hubimos de ir ms all rpidamente, por su incapacidad de construir una
poltica de liberacin (vase Guillot, 1975 el autor es el traductor de T otalidad e Infinito
al castellano). Vase Dussel, 1974c, donde mostrbamos los puntos en que debamos
trascender la filosofa levinasiana. De todas maneras para Lvinas el Otro es antropolgi
camente el pobre (y no la escritura como para Derrida). Por supuesto, una filosofa de la
liberacin tom la exterioridad como el pobre, y slo aos despus pudo construir esa
categora analtica (de una econom a poltica crtica) a partir de Marx (sta es la intencin
fundamental de los cuatro tomos que he escrito sobre las cuatro redacciones de El capital y
sobre el fetichismo).
19. Desde Schelling (vase Dussel, 1974b, 116 ss.) pudimos advertir el tema. Vase
Schelkshorn, 1989. Sobre el tema del Otro consltese Theunissen, 1965, que sin embargo
no estudia a Lvinas, y Waldenfels, 1971.
145
ENRIQ UE DUSSEL
Esquema 1
ORACIN Y ACTO DE HABLA
Pretensiones de validez
20. Vase mi Philosophie der Befreiung, 2.4.4, pp. 57 ss., y Dussel, 1 9 7 3 ,1, pargrafos
16 ss., pp. 118 ss.
21. T debes cumplir es el momento performativo F. La formulacin sera, tal como
ya hemos indicado ms arriba: F + p .
22. La formulacin sera entonces as: F1 + (F2 + p). De paso, en la recriminacin slo
se culpabiliza al responsable por un acto indebido. Pero ambos sujetos (el que habla, H, y el
oyente, O) son pasivos.
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LA R A Z O N DEL OTRO. LA I N T E R P E L A C I N COMO ACTO DE HABLA
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ENRIQ UE DUSSEL
En este caso, H puede pedir cuenta a O desde las normas vigentes (en
la totalidad del mundo-de-la-vida [Lebenswelt] o aun de los sistemas
econmico, poltico, etc.) (flecha c).
Esquema 2
ACTOS DE HABLA INTRA- Y EXTRA-INSTITUCIONALES
'j- *4-------------------- c
Tb
|
f
(H)
V
y Provecto de
Y
liberacin
Praxis de liberacin
25. Que pueda expresarse un acto de habla no quiere decir que lo dicho (le dit)
sea lo mismo que el decir (le Dire) del cara-a-cara que est siempre presupuesto. El
momento ilocucionario (y aun el acto ilocucionario como acto comunicativo) es justa
mente lo que Lvinas llama el face--face. Le fait que le visage entretient par le discours une
relation avec moi, ne le range pas dans le Mme. II reste absolu dans la relation [...] La relation
thique qui sous-tend le discours, nest pas, en effet, une varit de la conscience dont le
rayn part du Moi. Elle met en question le moi. Cette mise en question part de lautre
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LA R A Z O N DEL OTRO. LA I N T E R P E L A C I N COMO ACTO DE HABLA
No tiene sentido hablar aqu, como hace Gilbart, de justicia natural [...]
Podemos decir que este contenido es justo en cuanto corresponde al modo
de produccin, en cuanto es adecuado con l. Es injusto cuando se halla en
contradiccin con l. La esclavitud, dentro del modo de produccin capi
talista, es injusto, como lo es tambin el fraude en cuanto a la calidad de la
mercanca27.
(Lvinas, 1968, 169). Ce nest pas la mdiation du signe qui fait la signification, mais cest
la signification (dont lvnement originel est le face--face) qui rend la fonction du signe
possible (ibid., 181). Si par contre, la raison vit dans le langage, si, dans lopposition du
face--face, luit la rationalit premire, si le premier intelligible, la premire signification, est
linfini de lintelligence qui se prsente (cest--dire qui me parle) dans le visage {ibid., 183).
La chose devient thme. Thmatiser, cest offrir le monde Autrui par la parole {ibid.,
184). Toda nuestra obra Filosofa de la liberacin se funda en esta categoras fundamental de
proximidad (que Habermas llamara momento ilocucionario del acto de habla perfor-
mativo).
26. En el pargrafo 59 de la Teora de la justicia de John Rawls (1979, 424 ss.) sobre
El papel de la desobediencia civil, el autor contempla el recurso ilegal (p. 425) de un
acto justo que tiene su respaldo en la constitucin: un ltimo recurso para mantener la
estabilidad de la constitucin justa (p. 426). Y si la constitucin fuera injusta o ya no
tuviera vigencia (como la ley inglesa no tena vigencia para Washington el liberador)? Rawls
sita la desobediencia civil entre la constitucin y la ley promulgada. Cmo situarse entre
la norma tica bsica y la constitucin? Este es el caso que deseamos definir como trans
institucional, como fuera de la institucionalidad. Es el lugar donde se sita la filosofa de
la liberacin, Lvinas o Marx, y no ciertamente Rawls o Habermas.
27. Manuscrito principal del libro III de El capital, cap. 5, pargrafo 1, folio 290 (ed.
cast. de Siglo X X I, III/6, p. 435; MEW XXV , 351-352).
149
ENRIQUE DUSSEL
Nosotros somos los nicos conspiradores. Vuestra Merced por haber ago
biado al pas con exacciones insoportables, y yo, por haber querido libertar
al pueblo de semejante tirana (Lewis, 1 967, 392).
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LA RAZON DEL OTRO. LA I N T E R P E L A C I N COMO ACTO DE HABLA
36. Es aqu donde toda la cuestin de una fundamentacin ltima de la tica cobra
todo su sentido, ya que el mundo de la vida o la Sittlichkeit de un conquistador no puede
ser la ltima referencia de una argumentacin o discurso (aunque de hecho siempre lo fue
y nunca hubo en realidad una comunidad de comunicacin argumentativa en la que el ind
gena pudiera dar sus razones). La violencia de la conquista fue el modo como la Moderni
dad se abri camino desde el 1492 hasta hoy. No fue gracias a la argumentacin, como
pretenda Bartolom de Las Casas en su obra De nico m odo. Estados Unidos ocupa Panam
por la fuerza, y todas las conciencias morales de Occidente aplauden. Hussein ocupa Kuwait,
y todos, escandalizados, protestan. El dictador Hussein no debiera compararse a Bush?
Necesitamos una tica planetaria donde el Sur sea considerado humano, personas con
iguales derechos.
37. Adems, le resultara muy difcil por su propia cultura, etc. justificar la validez
de la verdad de su enunciado, que se opone contradictoriamente a todo aquello tenido por
verdadero o justificado dentro de la normatividad del mundo-de-la-vida o el sistema hege-
mnico.
38. Esto ha sido la fuente del malentendido de que se acusara a la filosofa de la libera
cin de fidesmo. El acto de fe racional tiene justamente que ver con la evaluacin
racional que antecede a aceptar la veracidad del Otro (.Filosofa de la liberacin, 2.4.7).
39. La intencin aqu es compleja. Hay intencin de significar (y por ello se expresa)
un contenido proposicional (p); adems, una intencin de manifestar un derecho (F l), y
otra intencin de exigir dichos derechos inter-apelando a O como responsable de la suerte
de H (F 2 ). El anlisis completo de esta intencin lingstico-pragmtica nos llevara nueva
mente a recorrer el artculo de Apel sobre Linguistic meaning and intentionality. Lo im
portante es no separar, aunque sabiendo distinguirlos, el momento intencional del mo
mento lingstico, dentro del marco de una comunidad pragmtica siempre presupuesta.
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ENRIQUE DUSSEL
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LA R A Z O N DEL O T RO. LA I N T E R P E L A C I N COMO ACTO DE HABLA
ni injusta, como tampoco es injusto que las personas nazcan en una determinada posicin
social. Estos son hechos meramente naturales (!) (pp. 124-125). Se ha deshistorificado
(naturalizado) la estructura de la dominacin (mejor dicho, en Rawls no hay conciencia de
dominacin alguna). Nuestra interpelacin se sita, entonces, por debajo y antes de la
posicin original de Rawls.
42. Valdra la pena seguir paso a paso a Searle para clarificar acabadamente este acto de
habla interpelativo.
43. Vase, sobre la parte A de la tica, La tica del discurso como tica de la responsa
bilidad. Una transformacin postmetafsica de la tica de Kant, captulo 1 de este volumen.
44. En 1969 habla Apel de una comunidad ilimitada de los crticos o de la comuni
dad crtica de comunicacin (Ciencia como emancipacin?, en Apel, 1972-1973, II,
143-144/121-145). De ah en adelante los textos se hacen frecuentes. Apel reconoce a esta
comunidad algunas determinaciones esenciales: se trata de una ilimitada comunidad de
comunicacin de personas que se reconocen recprocamente como iguales (Necesidad,
dificultad y posibilidad de una fundamentacin filosfica de la tica en la poca de la cien
cia, en Apel, 1986a, 161).
45. El tema de la comunidad de comunicacin ideal de Apel recibe otra conceptuali-
zacin en Habermas. Como por ejemplo en Teoras de la verdad (1984b, trad. cast., 150
ss.): Llamo ideal a una situacin de habla en que las comunicaciones no solamente no
155
ENRIQ UE DUSSEL
vienen impedidas por influjos externos contingentes, sino tampoco por las coacciones que
se siguen de la propia estructura de la comunicacin (trad. cast., 153).
46. Alguien podra objetar que esta posibilidad no puede darse, porque una persona
completamente otra que la comunidad deja de ser persona. Se trata entonces de definir
grados de exterioridad que la razn sabe perfectamente manejar prctica y cotidianamen
te. La cuestin estriba en considerar explcitamente los derechos de otra razn: la razn
del Otro. Esto no ha sido negado por Apel, simplemente no ha sido explicitado, y lo
necesitamos para continuar nuestra argumentacin.
156
LA R A Z O N DEL OTRO. LA I N T E R P E L A C I N COMO ACTO DE HABLA
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ENRIQ UE DUSSEL
Postmodernes Wissen ist nicht einfach ein Werkzeug der Autoritten, es verfeinert unsere
Sensibilitt fr Differenzen und verstrkt unsere Fhigkeit, das Inkommensurable zu tolerie-
ren. Sein Prinzip ist nicht die Homologie der Experten, sondern die Paralogie der Erfinder
(p. 158). Paul Feyerabend aparecera como lo irracional, antimetdico. Y si justamente
indicara la dificultad de una lgica d e l descubrim iento? Y no es acaso el descubrimiento
el momento creador por excelencia de toda ciencia? No son los grandes descubridores
(Newton, Einstein) los que la ciencia recuerda como sus fundadores? Lo esencial de la cien
cia es la explicacin, pero toda explicacin fue descubrimiento en su origen. Es la a b
duccin de Peirce.
50. Luis Villoro (1982, 145 ss.) ha planteado este problema (Comunidades epistmi-
cas): Si en pocas de normalidad cientfica el consenso de las comunidades cientficas se
aproxima a la intersubjetividad, esa situacin se rom pe al plantearse problem as que no puede
resolver la ciencia normal. Cuando aparecen nuevas razones [...] el progreso del conocimien
to no es posible si no se admite esa discrepancia [...] Una persona puede estar justificada en
afirmar que sabe aunque el consenso general lo niegue (pp. 151-152). Esta obra de Villoro,
de la mayor importancia en filosofa del lenguaje latinoamericana, se sita todava en un
momento pre-pragmtico o pre-comunicativo; es decir, habra que desplegar lo dicho desde
un horizonte comunicativo o pragmtico para alcanzar nuevas posibilidades de descripcin.
Por su parte, Kuhn llama a esto emergencia de un descubrimiento o una teora nuevos
(1975, 12-13). Y contina: Las revoluciones cientficas se inician con un sentimiento cre
ciente, restringido a una estrecha sudivisin de la com unidad cientfica [he aqu el problema
de la exterioridad!], de que un paradigma existente ha dejado de funcionar adecuadamente
(ibid., 149). Galileo pudo descubrir lo que descubri debido a un cambio del paradigma
medieval (p. 188) lo que no impidi que la comunidad de comunicacin real, hasta
cientfica y hegemnica en Roma, lo expulsara de su seno: le negaba el derecho de tener
otra razn . Galileo era una vctima de la no aceptacin de la razn del Otro. La
conducta de una comunidad cientfica (p. 269) frecuentemente niega ese derecho a ser
Otro. Esto sera lo rescatable de la intencin de un pensamiento como el de Lyotard
cuando escribe: El reconocimiento de la heteromorfia de los juegos lingsticos es el primer
paso en esta direccin. Esto implica evidentemente al terror que supone y se esfuerza en
realizar su isomorfa (trad. ital., L a condizione postm odem a, 1981, 120). El mismo Richard
Rorty explora esta cuestin cuando escribe: So bad arguments for brillant hunches must
necessarily precede the normalization of a new vocabulary which incorporates the hunch.
Given that new vocabulary, better arguments become possible, although these will always be
found question-begging by the revolutions victims (Rorty, 1979, 58, n. 28). Una filosofa
de la liberacin latinoamericana se encuentra en esta situacin.
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55. En su ponencia en Hawai (1989) (Apel, 1991), Apel propone al final un universa-
lly valid principie of corresponsability (original, p. 23). Pero, refirindonos a Rawls, qu
tipo de legalidad mundial puede haber en una Organizacin de las Naciones Unidas donde
las grandes potencias tienen veto (principio antirracional, antidemocrtico y no-herrschafts-
frei)? En el nivel Norte-Sur existe, impuesto por Estados Unidos y Europa, la irracionalidad
de la violencia. Cmo puede desde ese hecho jurdico pensarse en una co-rresponsabili-
dad?
56. De origen heideggeriano, en cuanto facticidad del ser-en-el-mundo, de donde Hus-
serl (el ltimo) plasm la nocin de Lebensw elt, y en donde posteriormente se inspiraron
cientficos sociales que desarrollaron una fenomenologa social, como A. Schtz, en sus
diversas obras (p.e., con Luckmann, 1979).
57. Vase Habermas, 1981, II, 182 ss./170 ss.
58. Racismo y Amrica Latina negra, en Dussel, 1980, 163-210.
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4. DE LA PRAGMTICA A LA ECONMICA
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70. De nuevo, damos la razn a Apel, como en el tema de la intencin del segundo
Searle: intencin, lingisticidad o significatividad (tanto el signo como el significado) se dan
orgnicamente unidos, co-implicados, simultneamente. Tener una intencin es constituirla
lingsticamente. Lo mismo con las otras dimensiones. Es decir, la economicidad (relacin
entre personas desde la cultura instrumentada, aunque sea la mano misma, que, como expre
saba Aristteles, es el instrumento de todos los instrumentos; es decir, como corporalidad)
es tambin simultnea, co-implicada y orgnicamente relacionada con la intencionalidad,
lingisticidad, etctera.
71. Y en este caso sera, por ejemplo, un sistema colonizador econmico del mundo
de la vida.
72. Vase Warheit und M ethode, 1975, III, 12.
73. Y es interesante que en Ser y tiem po, pargrafo 15, el anlisis comience por el
Werkzeug, que es justamente el encontrarse instrumentadamente (en su sentido cultural y
tcnico, material y simblico) ya siempre.
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ENRIQ UE DUSSEL
Esquema 3
MOMENTOS DE LA PRAGMTICA Y DE LA ECONMICA
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LA RAZON DEL OTRO. LA I N T E R P E L A C I N COMO ACTO DE HABLA
necesidades humanas, en la medida en que podran plantear exigencias a los dems hombres.
Las necesidades humanas, en tanto que exigencias comunicables interpersonalmente, son
ticamente relevantes [...] (El a priori de la comunidad de comunicacin y los fundamen
tos de la tica, en 1972-1973, II, 425ss./441 ss.). Hablar de necesidades, evidentemente,
es referirse a la corporalidad necesitante-productiva-consumidora. Es pasar al nivel de la
econmica.
79. Se trata, exactamente, de un ideal (trascendental?) ya siempre a priori a todo
acto productivo y de consumo. La comunidad (G em einschaft) es el horizonte ltimo de
constitucin de todas las categoras filosfico-econmicas de Marx (vase Dussel, 1985, 87
ss., 265 ss., 291 ss., 355 ss.); es el horizonte desde donde se plantea la cuestin del fetichis
mo (vase mi obra H acia un Marx desconocido, 1988, 226 ss.); es la formulacin trascen
dental del reino de la libertad (que exponemos en nuestra obra La teologa metafrica de
Marx, 1993). En efecto, el reino de la libertad slo comienza all donde cesa el trabajo
determinado por la necesidad [...], est ms all (jenseits) de la esfera de la produccin
material [... y de] todos los modos de produccin posibles (m glichen) [...] [Hasta aqu
estaramos en la parte B de Apel]. La libertad puede consistir [...] en que los productores
asociados regulen racionalm ente (rationell) ese intercambio material con la naturaleza p o
nindolo bajo el control comunitario (gemeinschaftliche), en vez de ser dominado por l
como por un poder ciego [es decir: irracional]; que lo lleven a cabo con el mnimo empleo de
fuerza y bajo las condiciones ms dignas (wrdigen) y adecuadas a su naturaleza humana
[parte A de Apel] (Manuscrito principal del libro III de El capital, 1865; ed. de Engels, cap.
48; Siglo X X I, III/8, p. 1004; M EW X XV , 828). Lo que para Marx era un ms all como
despus trascendental, es para Apel un ms all como un pre-sub-puesto (Vor-aus-set-
zung) trascendental. No es difcil detectar la presencia hegeliano-kantiana en ambos. Volve
remos sobre este tema en una obra en publicacin. En la Crtica del programa de Gotha,
Marx se propone una norma tica que no es posible institucionalizar: De cada cual segn
sus capacidades; a cada cual segn sus necesidades! (Ed. Lenguas Extranjeras, Pekn, 1979,
19; MEW X IX , 21). Opinamos que Marx toca el problema trascendental o la idea regulati
va de una comunidad de productores utpico-trascendental. Esta sera la econmica en
su parte A.
80. De esto se trata en mis tres tomos de comentarios a las cuatro redacciones de El
capital ya nombrados. Pienso que, como toda produccin de la periferia (y en lengua espa
ola) est, de hecho y hasta ahora, excluida de la comunidad de comunicacin filosfica
europeo-norteamericana, se trata, entonces, en realidad de un indito publicado para la
crtica de los roedores. Sobre la diferencia entre relacin social (defectiva) y comunita
ria (genuina), vase Dussel, 1990, cap. 10, 4, notas 131-148.
167
ENRIQ UE DUSSEL
Es slo ahora cuando puede echarse mano del segundo ejemplo, espe
cificando econmicamente la interpelacin abstracta formulada en 4,
al comienzo de este trabajo:
18. Yo te interpelo por el alimento81 que debiste darme.
El dar de comer algo supone su previa produccin; supone el acto
de trabajo de la transformacin material de la naturaleza. No es un signo,
una palabra material como en el acto de habla. Es un producto, un objeto
material: flor, pan, vino, aceite, alimento (producto) para comer (necesi
dad-consumo) o instrumento (mquina, computadora). Pero en este mbi
to, la econmica no es meramente un sistema (en el sentido haberma-
siano)82 que coloniza el mundo de la vida cotidiana (como tambin
puede colonizarla la comunicacin propagandstica o manipuladora de la
razn instrumental en los media), sino que es igualmente lo a priori ya
siempre presupuesto en todo acto de trabajo o de consumo: la comunidad
de productores/consumidores (sea ideal o real, en este ltimo caso coloni
zada hoy por el capitalismo como modo defectivo del dominio de la razn
instrumental). Pero la comunidad de productores/consumidores, tras
cendentalm ente presupuesta en todo acto de trabajo!consumo econm i
co , tiene como momento constitutivo el establecimiento de una relacin
prctica interpersonal (tanto como, aunque en otra dimensin, el efecto
del componente ilocucionario de un acto de habla). La accin comunica
tiva o la accin econmica son dos dimensiones de la relacin prcti
ca entre personas.
El que interpela desde fuera de la comunidad de productores/
consumidores real (cuyos objetos materiales siempre son culturales y
simblicos tambin), el pobre, pone como contenido, referente o signifi
cado de su acto de habla (en el enunciado 4, o en el 18) su corporalidad
sufriente (lo que estaba implcito, supuesto en la interpelacin lanzada
ante el que no haba asumido su re-sponsabilidad ante el Otro). En reali
dad, el oyente (O) nunca haba odo un acto de habla que se torna estruen
doso en nuestros finales del siglo X X :
19. Tengo hambre, por ello 4 y 18!
81. El alimento, vestido, casa son las tres necesidades hum ano-m ateriales funda
mentales (vase F. Engels, El origen de la fam ilia, prlogo; MEW X X I, 27-28), donde hay
coincidencia con el fundador del cristianismo, cuyo criterio tico absoluto se formula: Tuve
hambre y me diste de comer, [...] me diste hospedaje, [...] me diste de vestir (Mateo 25). Se
interpela al Norte desde el Sur en 18 por alimento simblicamente; objetivamente: por
el sistema econmico, poltico que se tiene derecho a construir y que se ha impedido por el
poder colonial desde el siglo xv, neocolonial con el mercantilismo, imperialista en el siglo
xix, y trasnacional-financiero en el siglo xx.
82. Apel se refiere a la ciencia econmica (p.e., 1988, 270 ss.: Diskursethik ais Ver-
antwortungsethik und das Problem der konomischen Rationalitt), pero trata a la econo
ma como una ciencia emprica, no en el sentido trascendental que le hemos dado en la
relectura de Marx.
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13. Por ejemplo en Conciencia m oral y accin com unicativa, 1983, en el cap. III:
Etica del discurso.
14. Vase Apel en Zurck zur Normalitt? Oder knnten wir aus der nationalen Ka-
tastrophe etwas Besonderes gelernt haben? (1988, 394 ss.). Vase Dussel, 1993b.
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17. En nuestra Para una tica de la liberacin latinoam ericana (1973, II) dedicamos a
este tema el par. 21: El mal tico-ontolgico como totalizacin totalitaria de la Totalidad
(pp. 13 ss.). Escribimos all hace veinte aos: Hemos as recorrido rpidamente la tradicin
de la ontologa de la Totalidad, dentro de la cual es posible la sociedad cerrada [que no tiene
alteridad], en donde los miembros conviven entre ellos, indiferentes al resto de los hombres,
siempre alertas para atacar o para defenderse, reducidos slo a una actitud de combate (H.
Bergson, Les deux sources de la m orale et de la religin, 1969, 283; tal como la sociedad
abierta [lase cerrada] de Popper). El hroe dominador es el encargado prctico de luchar
por el Todo contra lo otro di-ferente que intenta ser dis-tinto; el sabio [Max Weber?] es el
que tericamente ha descubierto al Otro como la maldad natural de lo di-ferente como
pluralidad. La perfeccin se obtiene alcanzando el honor al matar al que se opone: aniqui
lando la pluralidad, la Alteridad, y reconociendo la Totalidad (lo Mismo) como el origen
idntico de la di-ferencia. El Todo, como fundamento, no es tico: es simplemente verdade
ro (pp. 21-22). La afirmacin del Todo, sin Alteridad, es el momento primero de la razn
cnica.
18. La definicin de sistema en Luhmann, 1984, corresponde exactamente a una
totalidad cnica: Das selbstreferentielle Subjekt und das selbstreferentielle Objekt, wer-
den isomorph gedacht (p. 595).
19. Vase Kellner, 1984, cap. 8: Marcuses Theory of Advanced Industrial Society:
O ne-Dimensional Man (pp. 229 ss.). Marcuse tiene clara conciencia de que la sociedad
abierta del capitalismo tardo es un sistema cnico, aunque no usara la palabra.
20. Hoy [1992] la hegemona norteamericana deja esta responsabilidad a los genera
les del Pentgono, por ejemplo. Responsabilidad inevitable, se dir, pero no por ello menos
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razn cnica la persona del Otro deviene una cosa (Ding ), y la cosa (el
Sistema como Totalidad) deviene una subjetividad autnoma, una Perso
na (el Poder desde donde acta la razn estratgica).
Esquema 1
OPONENTES DE LOS DIVERSOS DISCURSOS FILOSFICOS
Filosofa de versus
la liberacin ------------- - Razn cnica (Totalidad)
tica versus
del discurso ---------------- - > Escptico
categoras de Marx resisten a la crtica actual y se mostrar como el nico crtico fundamen
tal del capital, hoy pretendidamente triunfante.
26. Filosofa de la liberacin, 2.6: La liberacin (pp. 73 ss.).
27. La conciencia tica (i b i d 2.6.2, pp. 74 ss.).
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28. Todo lo indicado en categoras tales como Proximidad (la positividad despus ne
gada), la Totalidad (y sus mediaciones) y la Exterioridad negada como alienacin, como
subsuncin en el sistema de dominacin, permiten esa descripcin crtica.
29. La Anwendung de la norma tica (del nivel A) en una totalidad bajo el imperio de la
razn cnica (nivel B) es ticamente contradictoria, pero la tica del discurso no tiene recurso
para observar dicha contradiccin, porque toma a la sociedad abierta popperiana o a la del
Sptkapitalismus de Habermas como una sociedad sin ms, ambigua pero no intrnsecamen
te cnica.
30. Ibid., 2.6, pp. 73 ss. Con los siguientes momentos posibles: 2.6.3, La responsabi
lidad por el Otro (Anderen); 2.6.4, La destruccin del orden (dicha destruccin es
proporcional a las necesidades prcticas concretas, desde una reforma institucional insigni
ficante hasta un proceso de cambio radical: a priori no puede prejuzgarse sobre la viabilidad
de cada caso); 2.6.5, Liberacin o anarqua (novedad proporcional al grado de la accin
emprendida, sea de pequea transformacin o profundo cambio); etctera.
31. Ibid., 2.6.9, pp. 81 ss.: Ilegalidad ante la ley establecida, promulgada, vigente,
del acto bueno que innova y que exige nuevas leyes.
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32. Esto es lo mostrado de manera clara por Noam Chomsky para el caso de los Esta
dos Unidos, donde los grandes investigadores de las ms importantes universidades colabo
ran con la CIA y otros instrumentos de poder (vase American Pow er and the new M anda-
rins, 1967, en especial el captulo sobre The Responsibility of Intellectuals, pp. 323 ss.).
33. En este caso porque eleva como natural la posicin del individualismo liberal
norteamericano, sobre todo en la desigualdad econmica (entre ricos y pobres) del princi
pio de la diferencia.
34. Durante su estancia en Mxico, Rorty critic como gran lenguaje ya superado el
sistema categorial de Marx, recomendndonos no usarlo ms, mientras l, a su vez, usaba sin
embargo el gran lenguaje del mercado competitivo liberal sin conciencia crtica. Es un
escepticismo orientado implcitamente por una razn cnica del sistema americano: We
liberal Americans.
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6. Vase K.-O. Apel, Harmony through Strife as a Problem of Natural and Cultural
Evolution, en Shu Hsien Liu y Allison (eds.) (Apel, 1983b, 3-19).
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rio que el capitalismo habra logrado para las metrpolis del Norte por
medio de la explotacin del Sur.
Esta ltima expectativa, que restablece la conexin de la teora de la
dependencia con la vieja teora del imperialismo, se ve reforzada en nues
tros das por otros dos argumentos. En primer lugar, por el sealamiento
de la inmigracin hacia el Norte que las masas empobrecidas del Sur han
comenzado a llevar a cabo. Y, en segundo lugar y sobre todo, por la
consideracin de que debido a su creciente pobreza, el Sur se ve obligado
a alterar cada vez ms su medio ambiente, agudizando as la amenaza
planetaria de la ecoesfera humana.
Ahora bien, cmo podemos responder a esta argumentacin global?
Lo primero que debemos hacer es, para utilizar una expresin de Haber-
mas, sealar la nueva carencia de una visin clara y de conjunto de la
discusin del conflicto Norte-Sur y de la poltica de desarrollo11.
Las grandes teoras de izquierda, se dice en la actualidad en el Norte
en relacin a esta problemtica, han mostrado ser simplificaciones inade
cuadas de una problemtica mucho ms compleja. En consecuencia, la
teora de la dependencia ha rebasado hace ya mucho tiempo la cima de su
plausibilidad. Podemos afirmar, de hecho, que para cada una de las premi
sas que subyacen en esta teora se pueden esgrimir claros contraejemplos.
Por ejemplo, en primer lugar, contra la presuposicin global histrico-
geogrfica de sus pretensiones de validez como una teora del conflicto
Norte-Sur.
En realidad, las relaciones y las condiciones en los distintos pases de
Amrica Latina, Africa y Asia han sido y son mucho ms diversas de lo que
sugiere hablar del Tercer Mundo y de su dependencia del Primer Mundo. Y
esto resulta vlido no slo en lo que se refiere a aquellos aspectos de
diferencia que pueden explicarse con ayuda de la reconstruccin de la
historia del colonialismo, del ibrico en Amrica Latina, del ingls en
Norteamrica, Australia y Nueva Zelanda, y del francs en Africa y Ocea-
na, as como del colonialismo esencialmente ingls y ruso en Asia (Ribei-
ro, 1985). Es tambin vlido en relacin a aquellos aspectos que la teora
de la dependencia no considera o que tal vez subestima.
As, por ejemplo, el argumento del Norte de que las crisis econmicas
del Sur son, en gran medida, hechas en casa no pierde enteramente su1
11. Vanse, por ejemplo, Menzel, 1991, 4-33, con indicaciones relativas a las crticas
de la teora de la dependendencia que han presentado Puhle (ed.), 1977, y Seers (ed.), 1981.
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12. Vanse M. Weber, I-II, 1967-1968; Seyfart y Spronde, 1973; Schluchter (ed.),
1983, 1984 y 1985.
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13. Citado de acuerdo con State o f the World 1990, World Watch Institute/W. W.
Norton, New York, 1990, 140.
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como por el orden social. Pero, por supuesto, debemos agregar que no
podemos reflexionar y elaborar sobre tales hechos basndonos en simplifi
caciones retrico-metafsicas, sino que la base de nuestra reflexin debe ser
exclusivamente la colaboracin crtica de una manera ticamente relevante
de la filosofa con las ciencias empricas. En el bosquejo que he presentado
de esta problemtica slo me fue posible transmitir una idea bastante
incompleta de la misma.
En mi opinin, con el final de la guerra fra y despus de la reduccin
del peligro de una guerra nuclear, el primer problem a de la poltica mun
dial y de una macrotica, referida a ella, de la (co)responsabilidad de todos
los seres humanos es y ser la cuestin de las relaciones entre el Primer y el
Tercer Mundos debido a la indisoluble conexin entre la crisis ecolgica y
la crisis socio-econmica.
Por lo dems, la disolucin actual del llamado Segundo Mundo no
hace sino acentuar tal problemtica, aparte de que ha resultado cada vez
ms evidente que el desesperado intento de los pases sucesores de la ex
Unin Sovitica por mantenerse como Estados industriales se encuentra
ntimamente ligado a una creciente desatencin de los problemas relativos
al ambiente, de manera similar a lo que ocurre en los llamados pases de
economas en despegue del Tercer Mundo como el centro industrial de
Brasil en la zona de So Paulo o Taiwn.
M i intencin con todo lo anterior ha sido ubicar en el mbito de mis
capacidades la perspectiva de distanciamiento que podra suscitar el cues-
tionamiento que hace Dussel del eurocentrismo. M e parece que es claro,
por ejemplo, que toda tendencia que pretenda reducir (como ocurre ahora
con frecuencia en el mundo occidental) la tica a una conservacin o a un
reforzamiento de lo comn, de acuerdo con nuestra tradicin cultural,
equivale, frente a la situacin mundial que acabamos de delinear, a un
escapismo irresponsable. Por lo menos, la convivencia igualitaria y la
cooperacin corresponsable de tradiciones culturales diferentes (cuya pe
culiaridad debe conservarse) requieren en la actualidad una macrotica
universalista de la humanidad14. Slo ella est en condiciones de tomar en
serio una interpelacin del Otro como la planteada ahora por los pobres
del Tercer Mundo.
En una situacin as, resulta cnico o ingenuo el intento de reducir el
problema de una fundamentacin ticamente relevante de las normas
al problema tcnico-instrumental (medios-fin racional) de una investiga
cin de los medios y las estrategias adecuados para la consecucin de los
objetivos supremos (Oberzwecke) en relacin a los cuales las partes,
como participantes en las negociaciones y sin recurso a principios transub-
14. Vase K.-O. Apel: A Planetary Macroethics for Humankind: The Need, the Appa-
rent Difficulty and the Eventual Possibility, en Deutsch (ed.), 1991, 261-278.
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jetivos de justicia, esto es, sin considerar los intereses de terceros ausentes,
podran ponerse de acuerdo gracias a un mero clculo de intereses15.
Antes de adentrarme en una discusin con Dussel acerca de las posibi
lidades de la tica del discurso y con el fin de hacer justicia a sus pretensio
nes, me resulta necesario llevar a buen trmino mis consideraciones acerca
de la herencia del marxismo. En otras palabras, debo intentar resumir mi
evaluacin de la importancia de esa herencia a la luz de las reflexiones
anteriores y en lo que atae al elemento utpico de la tica de la liberacin.
M e parece que el cuestionamiento que hace la teora de la dependen
cia neomarxista del modelo estndar tanto neoliberal como keynesiano de
la teora occidental del desarrollo, ha logrado establecer por lo menos que
una crtica de las contradicciones del sistema econmico del capitalismo a
nivel mundial inspirada en el marxismo no es algo que por s mismo haya
sido refutado ni tampoco cuyo potencial crtico haya sido agotado.
Ahora bien, podemos mantener esta posicin a pesar de estar conven
cidos de que el sistema econmico capitalista es reformable y, en esa
medida, desde el punto de vista tico, mayormente aceptable que las
formas del socialismo burocrtico o estatal que hasta ahora se han realiza
do16. La base de esta conclusin se encuentra sobre todo en la circunstan
cia de que, en mi opinin, son precisamente los presupuestos del sistema
de pensamiento marxista sobre los que descansa la llamada supresin de la
utopa por la ciencia los que deben ser abandonados o completamente
transformados.
Esta tesis se refiere a tres elementos fundamentales del pensamiento
marxista:
1. A la teora de la alienacin o cosificacin, en tanto que referida
esencialmente en M arx al concepto positivo bsico del trabajo vivo
(lebendige Arbeit) y no, en principio, a la relacin de reciprocidad de la
interaccin que en el mundo vital resulta complementaria del trabajo.
Esta referencia tambin se da en la medida en la que esta teora no
distingue entre una alienacin necesaria u objetivacin de la subjetividad
humana (o si se quiere de su intersubjetividad inmediata) y la autoaliena-
cin y cosificacin de la subjetividad, esto es, de la relacin intersubjetiva.
2. A la teora marxista del valor del trabajo y la plusvala, en la medida
en que sta descansa, en ltima instancia, en la teora de la alienacin
referida al trabajo y en la idea utpica de una supresin de la alienacin.
3. A la teora histrico-determinista de la prediccin incondicionada
de una sustitucin del capitalismo por parte de un socialismo comunista
que hara realidad la utopa del reino de la libertad.
15. Vase Lbbe, 1989, 198 ss., y 1978, as como mi discusin con Lbbe, en Apel,
1988, 60 ss. y 1984b, 54-81.
16. Vase A. Przeworski: Warum hungern Kinder, obwohl wir alie ernhren knn-
ten? Irrationalitt des Kapitalismus - Unmoglichkeit des Sozialismus (1990, 138-171).
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KARL-OTTO APEL
19. Vase Gehlen, 1956, Parte I: Institutionen. Vanse tambin mis observaciones
crticas a La Filosofa de las instituciones de Arnold Gehlen y la metainstitucin del len
guaje, en Apel, 1 9 7 2 -1 9 7 3 ,1, 197 ss./191 ss., y tambin mis comentarios en Apel, Bohler y
Rebel (eds.), 1984c, 42-65.
204
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KARL-OTTO APEL
21. Esto es lo que sugiere, por lo menos hasta donde yo entiendo, la teora de los
sistemas, tal y como Niklas Luhmann la ha concebido, como sustitutivo de la vieja filosofa
europea. Vase Luhmann, 1984 y 1990.
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KARL-OTTO APEL
expresin de la utilidad, esto es, del valor de cambio de las cosas en tanto
que bienes.
El valor de uso se constituye, por as decirlo, en el mundo vital (se
realiza nicamente al ser usado o consumido) y en ese sentido se distin
gue, sin duda, del valor de cam bio que se encuentra referido al precio. Pero
el valor de uso tendra que ser tambin necesariamente co-constitutivo
(mitkonstitutiv ), esto es, un factor significativo en la constitucin del valor
de cam bio en el sistema econmico, por la sencilla razn de que es ya un
factor significativo (co-constitutivo) de la demanda del comprador. Pero
es precisamente esto lo que M arx parece poner en tela de juicio. M arx
lleva a cabo una abstraccin radical al introducir el valor de cambio, que se
encuentra referido a un sistema.
Como es evidente a partir de la cita de M arx, los valores de uso son
nicamente los portadores materiales del valor de cambio:
Si hacemos caso omiso del valor de uso de las mercancas, nos quedamos
nicamente con una propiedad, la de los productos del trabajo. Sin embar
go, con el carcter til de los trabajos plasmados en ellos desaparecen
tambin las diversas formas concretas de estos trabajos, que no pueden ya
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ENRIQ UE DUSSEL
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RESPUESTA IN ICIAL A KARL-OTTO APEL Y PAUL RICO EUR
12. Este modelo pudo fracasar, pero fue el intento de unas naciones menos desarrolla
das, como Rusia, que intentaron industrializarse dentro de una racionalidad instrumental
muy semejante a la capitalista, con la desventaja de que, eliminando el mercado y, consi
guientemente, la competencia, no tuvieron a mano un mecanismo adecuado para la innova
cin tecnolgica. Adems, se encerraron en el crculo vicioso de una burocratizacin antide
mocrtica de excesiva planificacin.
13. La diferencia con el populismo es que ste intenta un capitalismo autnom o
(siendo su principal enemigo la Inglaterra anterior a la segunda Guerra, como para el nazis
mo), mientras que las dictaduras militares desde 1964 organizan un capitalismo antinaciona
lista o dependiente bajo la hegemona norteamericana.
14. Esta poltica mundial es invisible a los anlisis polticos de los filsofos polti
cos europeo-norteamericanos, desde John Rawls a Jrgen Habermas. Estos Estados son, por
otra parte, la herencia del colonialismo iniciado en el siglo xv bajo la hegemona diacrnica
de Portugal, Espaa, Holanda, Francia e Inglaterra, y por ltimo Estados Unidos (comparti
da de 1945 a 1989 por la ex URSS). Una filosofa poltica no debe olvidar este horizonte
concreto-histrico de su ejercicio mundial, o se torna eurocntrica sin conciencia.
15. Este aspecto es absolutamente ignorado, igualmente, en todas las filosofas polti
cas europeo-norteamericanas. Mi Filosofa de la liberacin (1977) comienza hablando de la
Guerra es el Padre de Todo, desde Herclito hasta von Clausewitz y Kissinger (p. 11).
16. No advirtindose que se sostiene una convencionalidad europeo-norteamerica
na, neocontractualista (con todas las ingenuidades que esto supone, las llamadas robinso-
221
ENRIQUE DUSSEL
Esquema 1
ALGUNOS REGMENES POLTICOS
Capitalismos Socialismos
Dictaduras 1964+
Dictaduras de
Seguridad
Nacional
Aclaraciones del Esquema 1 : (a ) Amrica Latina solamente, (b) Democracias electivas con
pluralidad competitiva de varios partidos. + Fechas aproximadas o slo iniciales de
procesos3.
a. Vanse algunos de mis trabajos sobre filosofa poltica: desde mi tesis doctoral que defen
d en la Universidad de Madrid (Dussel, 1959,1-III, 678 pp.); el tomo IV de Dussel, 1973,170 pp.;
y los artculos siguientes: Pobreza y civilizacin [1962], 1974,144-151; La propiedad en crisis
[Pars, 1963], ibid., 178-189; Democracia latinoamericana, socialismo y judeocristianismo [Pa
rs, 1964], ibid., 152-160; Hiptesis para el estudio de Latinoamrica en la historia universal
[1966], Universidad del Nordeste (Resistencia), en rotaprint (reeditado en Dussel, 1974, 213 ss.);
De la scularisation au scularisme de la Science, de la Renaissance au xvme sicle, en 1968, 81-
101; Elementos para una filosofa de la poltica latinoamericana, en 1975, 60-80; La diviniza
cin del imperio o de la filosofa de la religin de Hegel, en 1975, 81-101; Church-State relations
in peripheral Latn American formations, en 1977, 24-34; Hiptesis para elaborar el marco
terico de la historia del pensamiento latinoamericano. Estatuto del discurso poltico populista,
en 1977d; Filosofa de la liberacin y revolucin en Amrica Latina, en A. Cuevas, E. Dussel et
al., 1978, 25-53; La chrtient moderne devant celui que est autre. De lIndien rudo au bon
sauvage, en 1978; Basic Rights, Capitalism and Liberation, en 1982; Un rapport sur la situa-
tion du racisme en Amrique Latine, en 1982; Christians and marxists in Latn America, sntesis
publicada por Newsletter from CAREE 24 (1984); Cultura latinoamericana y filosofa de la libera
cin. Cultura popular revolucionaria ms all del populismo y del dogmatismo, en Ponencias, III
Congreso Internacional de Filosofa Latinoamericana, USTA (Bogot), 1985, 63-108; El naciona
lismo: Hacia una teora general (1992), en Actas de la Semana de Filosofa, Pontevedra (Espaa);
Europa, modernidad y eurocentrismo, en Istituto Filosfico (1993).
222
RESPUESTA IN ICIAL A KARL-OTTO APEL Y PAUL RICO EU R
nadas por Marx), que se deja ver en todo momento, en especial cuando se intenta bajar
en la aplicacin (Anwendung) de las normas bsicas y no se encuentran las condiciones
para ello.
17. United Nation Development Programme, UNDP, New York, 1992.
18. En Dussel, 1992, conferencia 2, voy desarrollando histrico-filosficamente este
argumento.
19. Vase mi trabajo crtico Proyecto tico filosfico de Charles Taylor. tica del
discurso y filosofa de la liberacin (trad. ingl. en Dussel, 1993b, 129-160).
223
ENRIQ UE DUSSEL
20. Entre 1959-1961 estuve dos aos en el Medio Oriente (en especial en Israel, donde
estudi el hebreo). En 1961 escrib E l hum anism o sem ita (1969), en contraposicin con El
hum anism o helnico (1975c), escrito en esos aos. Como latinoamericano era necesario
superar el helenocentrismo para liberar la posibilidad de una filosofa latinoamericana.
Cuando ahora leo la obra de Martn Bernal (1 9 8 7 ,1), descubro algo que haba intuido desde
mi primera estancia en Europa: los romnticos alemanes (desde Winckelmann, Goethe,
Humboldt, Schlegel, y ciertamente Hegel), necesitaron inventar una Grecia aria, auto-
poitica; destituyeron al Egipto africano y construyeron el mito indoeuropeo que funda
mentar la ideologa que culminar en el nazismo (mediando la fundacin de la Universidad
de Berln, las Altertumswissenschaften y el Gymnasium). Toda una construccin que no
pasa de mediados del siglo X IX , y de la cual la filosofa, tal como se la ensea en el presente,
es el eje ideolgico fundamental.
224
RESPUESTA INICIAL A KARL-OTTO APEL Y PAUL RICO EU R
21. Mi tica publicada en 1973 tena por ttulo Para una tica de la liberacin latinoa
mericana. Lo de latinoamericana indicaba precisamente el horizonte mximo de preten
sin: era una filosofa tica que surga desde la cultura regional latinoamericana, y que toda
va no tena (aunque lo sospechaba y lo dejaba ver continuamente) una pretensin de
mundialidad.
22. Sobre la llamada teora de la dependencia vase Los Manuscritos del 61-63 y el
concepto de dependencia, en Dussel, 1988, 312-362
225
ENRIQUE OUSSEL
23. Die Marxsche Wertlehre und die Philosophie der Befreiung: einige Probleme der
Diskursethik und der Marxismuskritik Apels (Hinkelammert, 1993 [Fornet-Betancourt,
1995, 35-73] y 1996, 189-233), donde formula la pregunta: Was aber ist das Erkennt
nisziel der Dependenz-theorie? Apel fragt nicht einmal danach. Er unterstellt ihr seine eige-
nen Erkenntnisziele und fragt dann, ob sie darauf antwortet. Tut sie es nicht, so gilt sie
nicht.
24. En cuanto a otras refutaciones de las objeciones ms importantes de Apel contra la
teora de la dependencia, dejo la palabra al economista y filsofo Franz Hinkelammert, en
el trabajo citado arriba, y a Hans Schelkshorn, en su ponencia presentada en el seminario
que organizamos, en diciembre de 1992, en la Universidad Goethe de Frncfort, para
madurar la respuesta a Apel (ponencia todava indita, pero que espero sea publicada prxi
mamente).
226
RESPUESTA INICIAL A KARL-OTTO APEL Y PAUL RICOEUR
Hemos recurrido a M arx en los textos crticos del dilogo con Apel y con
Ricoeur25. No ha sido por moda porque M arx no est ya de moda ,
ni por superficial rebelda, ni por simple anacronismo o dogmatismo ter
co. Al contrario, hasta 1975 nos contbamos entre los pensadores con
objeciones ante el marxismo. Se trata de una exigencia filosfica de cohe
rencia con la realidad de una periferia del capitalismo mundial, como
Latinoamrica, que se hunde en la miseria, como Apel y Ricoeur recono
cen. Ante Apel, una pragmtica trascendental es pertinente en un mundo
donde la ciencia es un fenmeno relevante26. Ante Ricoeur, la herme
nutica del texto es esencial en una cultura de cultos, de alfabetizados,
de lectores27. No lo niego, lo apruebo, lo estudio y aprovecho. Pero
ambos reconocen que en el mundo perifrico del capitalismo el 80% de la
humanidad ms pobre, segn el Report 1992 de la ONU sobre el desarro
llo, ya citado, consume slo el 18% de los bienes {incomes) de la tierra. En
esas inmensas mayoras (no hablo de minoras) la pobreza, la miseria, la
simple reproduccin de la vida es un problema perentorio no resuelto
cada madrugada, cada da. Ese hecho emprico brutal, real, irrefutable,
exige no slo una pragmtica trascendental, no slo una hermenutica,
sino tambin una econmica (no una economa: conom ie o Wirtschaft-
wissenscbaft, sino una conom ique o konom ik), como momento funda
mental (trascendental para Apel, universal para Habermas, ontolgico
para Ricoeur, mtaphysique para Lvinas). De all que las objeciones de
Apel y de Ricoeur, que parten del a priori de que la filosofa de la libera
cin se propone estudiar a M arx porque es marxista, son suposiciones
erradas y ocultan por qu se debe hoy recurrir a M arx. Los pobres
(carentes de medios institucionales e histricos para reproducir su vida28)
227
ENRIQUE DUSSEL
del planeta Tierra exigen (exigencia terica y tica) una econmica filo
sfica. Eso es todo!
Es por ello por lo que no podemos aceptar las crticas de leninismo o
de marxismo estndar, que tanto Ricoeur como Apel nos atribuyen sin
conocer suficientemente nuestro pensamiento. M e interno as en la res
puesta a las crticas de Apel29 y de paso a las de Ricoeur.
Cuando Apel y Ricoeur hablan de marxismo se refieren a un marxis
mo estndar que siempre hemos criticado nosotros desde el comienzo30.
De manera que rechazamos terminantemente la expresin la filosofa
marxista de la liberacin. De la misma manera, cuando hablamos de que
El capital es una tica, para nada nos referimos a la significacin vulgar
de tica, ni siquiera a la kantiana. En nuestro caso, tica es una crtica
de la moral burguesa (y de la economa poltica burguesa desde Adam
Smith) desde la exterioridad del Otro (desde el trabajo vivo como perso
na, como pobre, como fuente creadora del valor)31.
La pregunta podra formularse as: Es posible una reconstruccin
analgica de la econm ica de M arx, tal como se va construyendo en el
presente la pragm tica ?
Para la filosofa de la liberacin M arx es un clsico de la filosofa
econmica (adems de un economista, para los economistas), filosofa
construida como crtica de un mundo de la vida capitalista, en su estruc
tura fundamental (y no slo como sistema), como obstculo para la
reproduccin de la vida humana. Por ello M arx parte en su crtica de una
comunidad ideal de productores, desde donde deconstruye a la socie
dad real alienada de productores (el capital). Para M arx lo esencial no es
la relacin sujeto de trabajo/objeto-naturaleza, sino la relacin sujeto/
sujeto, como relacin prctica, tica. Su econm ica es exactamente la
crtica, desde una comunidad ideal (un modelo de imposibilidad), de la
sociedad real capitalista. Ya hemos citado en otros trabajos este texto:
trabajo vivo en tanto excluido de su relacin con el capital, una vez que se han destruido sus
posibilidades tradicionales de reproduccin de la vida: ante festum cuando no ha obtenido
todava trabajo; post festum cuando queda desocupado. Vanse mis trabajos indicados en
nota 30, ms abajo. Es una categora tica por excelencia, que tiene aqu que ver con Sche-
lling y Feuerbach, y es elaborada posteriormente por Lvinas y la filosofa de la liberacin.
29. En su La tica del discurso ante el desafo de la filosofa de la liberacin..., cap
tulo 6 de esta obra.
30. Considrese esa crtica en los cuatro tomos que hemos escrito desde 1985 a 1993
sobre Marx: Dussel, 1985, 1988, 1990 y 1993.
31. Cuestin largamente expuesta en Dussel, 1990, 334-450, e igualmente en Dussel,
1988, cap. 14, pargrafo 14.2: Crtica desde la exterioridad del trabajo vivo (pp. 290-297).
32. Se indica exactamente la relacin de la econm ica con la pragmtica.
228
RESPUESTA INICIAL A KARL-OTTO APEL Y PAUL RICOEUR
229
ENRIQUE DUSSEL
Esquem a 2
CINCO NIVELES DE LA CRTICA EN LA ECONMICA DE MARX
N ivel A l N ivel A2
Modelo solipsista Modelo comunitario
ideal (Smith...) ideal (Marx)
230
RESPUESTA INICIAL A KARL-OTTO APEL Y PAUL RICOEUR
Mi crtico [...] a todo trance quiere convertir mi esbozo histrico sobre los
orgenes del capitalismo en la Europa occidental com o una teora filosfi-
co-histrica sobre la trayectoria general a que se hallan sometidos fatal
mente todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias histricas
que en ellos concurran [...] Esto es hacerme demasiado honor y, al mismo
tiempo, demasiado escarnio [...] Estudiando cada uno de estos procesos
histricos por separado [...] encontraremos fcilmente la clave para expli
car estos fenmenos, resultado que jams lograramos, en cam bio, con la
clave universal de una teora general de filosofa de la historia, cuya mayor
desventaja reside precisamente en el hecho de ser una teora supra-histrica42.
231
ENRIQUE DUSSEL
Nuestro posesor de dinero tendra que ser tan afortunado como para descu
brir dentro de la esfera de la circulacin, en el mercado, una mercanca
cuyo valor de uso poseyera la peculiar propiedad de ser fuente de valor
(Quelle von Werth) [...] creacin de valor ( Wertschpfung )44.
232
RESPUESTA INICIAL A KARL-OTTO APEL Y PAUL RICOEUR
tan crtico como el caso merece). En efecto, el segundo principio de Rawls, que es el econ
mico, admite la desigualdad como un hecho cuasi-natural: Segundo: Las desigualdades
sociales y econmicas habrn de ser conformadas... (Rawls, 1979, 82). Y dice algo ms
adelante, para distinguirlas de la igualdad poltico-liberal de las libertades bsicas: La
distribucin del ingreso y de las riquezas no necesita ser igual, tiene no obstante que ser
ventajosa para todos (ibid., 83). Por qu se exige igualdad poltica y se admite desigualdad
econmica? Esto es lo que Marx pone en cuestin en su teora crtica del contrato (que trata
exactamente en este captulo 4 de El capital, I, 1873).
49. As como en la argumentacin la no-libertad de los argumentantes sita la rela
cin como irracional, en el contrato econmico el hecho de que uno de los contratantes est
coaccionado violentamente hace del contrato un acto injusto (y tambin irracional): Se
olvida desde un principio que el presupuesto (Voraussetzung [concepto tan apreciado por
Apel]) del valor de cam bio, en cuanto base objetiva del sistema productivo en su conjunto, ya
incluye en s la coercin (Zwang) sobre el individuo; que el producto directo de ste no es un
producto para l, pues slo llega a serlo a travs del proceso social {gesellschaftlichen [no
gem einscbaftlichen]) y tiene que adoptar esa forma general aunque exterior; que el individuo
slo existe en cuanto productor de valor de cam bio, lo que implica la negacin absoluta de
su existencia natural; el individuo, pues, est completamente determinado por la sociedad.
Se olvida... Se desconoce... No se ve... (todo el texto merece ser ledo con detenimiento
para nuestro tema) (Grundrisse, 1974; ed. cast. I, 186; ed. alemana, 159).
50. Apel, como Habermas en cuanto a su crtica del productivismo (1985, 95 ss.),
piensa que Marx da importancia esencial a la relacin persona-trabajo-naturaleza: La teora
de la enajenacin o cosificacin en tanto que referida esencialmente en Marx al concepto
positivo bsico del trabajo vivo y no, en principio, a la relacin de reciprocidad de la interac
cin que en el mundo de la vida resulta complementaria del trabajo (Die Diskursethik vor
der Herausforderung..., p. 39). Pero no es as; para Marx lo esencial es la relacin prctica
persona-persona.
51. Vase la reflexin filosfico-hegeliana de estas categoras que hemos sugerido en
Hermenutica y liberacin, pargrafo 5 (Dussel, 1992b).
52. Manuscritos del 61-63, en MEGA II/3, 148 (vase Dussel, 1988, 62 ss.).
233
ENRIQUE DUSSEL
mismo capital. El capital es, en ltimo trmino, una relacin social (gesell-
schaftliche) (nivel B2), no comunitaria (ni nivel A2, ni nivel B l), justifica
da por el modelo legitimador de la economa poltica capitalista (nivel A l,
en el que debe incluirse a Rawls, y en parte a Ricoeur y Apel, en cuanto no
crticos de un tal modelo).
La relacin prctica entre posesor-capital (rico para Smith) versus
posesor-trabajo (pobre) es una relacin cuasi-natural para la filosofa
vinculada al capitalismo, un factum de la razn prctica que no se pone en
cuestin (y al que se le aplica el maximin). Para M arx, en cambio, es fruto
de estructuras histricas que la determinan: no es el punto de partida
natural, es un punto de llegada histrico. Para Amrica Latina, un conti
nente de pobres53, al igual que Africa y Asia, esta cuestin es central,
esencial. La pobreza de nuestros continentes no es un punto de partida
natural (debida a una incognoscible inmadurez auto-culpable54), sino
punto de llegada de cinco siglos de colonialismo europeo (dentro del
sistema-mundo hegemonizado hoy por Estados Unidos), del cual Ri
coeur, pienso, tendra aspectos de los que debiera avergonzarse (el holo
causto de quince millones de indio-americanos, de los trece millones de
esclavos africanos, de los asiticos objetos de guerras coloniales, de la
Guerra del opio..., de la de Argelia...). En el plano individual el pobre
es alienado (subsumido) en el capital como instrumento, mediacin de
la valorizacin del valor. En el plano mundial es la Periferia explotada
por el Centro. Hay diversas maneras de acumular valor (como plusvalor
o como transferencia de valor de la Periferia al Centro). Esta relacin
social (nivel B2) (no comunitaria, nivel A2) es interpersonal, es una
relacin que informa las relaciones de individuos aislados en la vida
cotidiana (Lebenswelt) anterior al sistema habermasiano. M arx se sita
en un nivel constitutivo de la misma Lebenswelt , y de ah su pertinencia
como filsofo de la vida cotidiana en el capitalismo. Para concluir este
punto, deseamos repetir que lo esencial para M arx es la relacin persona-
persona:
234
RESPUESTA INICIAL A KARL-OTTO APEL Y PAUL RICOEUR
Esquema 3
EL TRABAJO SUBSTANCIA3 DEL VALOR
Naturaleza o
Trabajo a Valor -------- b -------->- Valor ------------c >- ------- Valor
de uso (1) como tal (2) de cambio (3)
56. El capital (1873), I, cap. 1 (ed. cast. 1/1, p. 46; MEGA II/6, 6).
57. Ed. cast. 1/3, p. 974; MEGA II/5, 19.
58. Ed. cast. 1/1, p. 46; MEGA II/6, 4.
59. Para Marx mundo significa, como sucede en la Logik de Hegel, la totalidad de
235
ENRIQUE DUSSEL
Esquem a 4
SECUENCIA DEL TRABAJO AL CONSUMO
236
RESPUESTA INICIAL A KARL-OTTO APEL Y PAUL RICOEUR
Esquema 5
SECUENCIA DEL MERCADO LA CONSUMO
61. De esto depende el final degree of utility {ibid.., 52), punto de partida del futuro
marginalismo.
62. Recurdese que el pobre es una persona que tiene necesidades, pero sin dinero
(porque no tiene salario, o porque se le han destruido sus condiciones objetivas para repro
ducir su vida en la produccin tradicional). Es decir, el pobre no es solvente: no es merca
do; es un miserable del que puede prescindirse en los clculos cnicos de la mercadotecnia.
En la macroeconoma Bangladesh o el Africa subsahariana pasan a ser los excluidos del
mercado mundial.
237
ENRIQUE DUSSEL
Con razn Ricoeur insiste que no es posible una econmica sin una
poltica. Por mi parte, ste es un supuesto64. Pero si ante Apel, Haber-
mas, Ricoeur y otros filsofos del Centro expongo la importancia de
una econmica, es porque la filosofa hegemnica (fenomenologa, ana
ltica, hermenutica, pragmtica, etc.) no trata la econmica65. Cul es
la causa de este olvido de la econmica? En el Centro, Habermas lo
expresa explcitamente en un texto ya citado en otro lugar:
En los pases del capitalismo avanzado66 el nivel de vida [...] ha subido con
todo tan lejos, que el inters por la emancipacin de la sociedad ya no
63. Dejo a Franz Hinkelammert en el texto ya citado, Die Marxsche Wertlehre und
die Philosophie der Befreiung, la refutacin de una economa poltica crtica, con explcito
conocimiento filosfico de sus supuestos.
64. Vanse ms arriba mis trabajos sobre filosofa poltica escritos durante ms de trein
ta aos; en especial el tomo IV de Filosofa tica latinoam ericana, escrito en 1974, trata de
la poltica latinoamericana antes de mis estudios intensivos sobre Marx. En la Semana
Latinoamericana de 1964 en Pars (publicada con trabajos de Ricoeur y mos en julio de
1965 en Esprit), el debate fue estrictamente poltico.
65. En Amrica Latina tenemos otros motivos por los que la filosofa poltica hegem
nica tampoco trata la econmica. La defensa de las democracias formales neoliberales
(como las de Alfonsn, Sarney, Salinas de Gortari, etc.) necesitan desligar el problema pol
tico (la democracia) de la econmica (la miseria de las mayoras, que aumenta). Trataremos
la cuestin un poco despus.
66. Es decir, en la minora de la humanidad. Qu dira Habermas en los pases del
capitalismo perifrico, explotado, semicolonial, despus de cinco siglos de dominacin en
provecho del Centro?
238
RESPUESTA INICIAL A KARL-OTTO APEL Y PAUL RICOEUR
67. Habermas tiene conciencia de que esta reflexin vale, como deca un antroplogo
africano irnicamente, para la tribu europea, que con Estados Unidos y Japn constituyen
algo as como el 15% de la humanidad actual.
68. Quiz por la misma razn Ricoeur no entiende mi objecin. Yo no digo que el
texto sea en realidad el producto de un trabajo. Sera un economicismo hermenutico
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ENRIQUE DUSSEL
injustificable, por mi parte. Lo que yo indicaba en mi crtica era que, as como por el trabajo
se alcanza un producto, y un trabajador puede ser dominado por otro (p.e. un conquistador),
y la injusticia significa aqu el robo del valor del trabajo del dominado, de manera analgica,
el dominador (p.e. el conquistador del Yucatn mexicano) que ha escrito un texto (p.e. el
Nuevo Testamento cristiano) no cumple con las reglas hermenuticas de justicia, primero, al
imponer a los mayas del Yucatn un texto extrao, bajo violencia; segundo, al ignorar el
texto del dom inado (p.e. el Popol Vuh). Es decir, ysta era la pregunta no contestada por
Ricoeur: No se podra com plificar la hermenutica con casos histricos como el de la con
quista de Amrica por espaoles en Mxico o franceses en Canad? Hasta qu punto el
dominado puede leer el texto del dominador o el dominador el texto del dominado?
Cules son las dificultades hermenuticas, las categoras que habra que desarrollar para
analizar esos casos que nos interesan en Amrica Latina? Se trataba, entonces, de indicar
temas hermenuticos no desarrollados en el Centro, pero de sumo inters en la Perife
ria. Nada ms y nada menos. Feuerbach, en La esencia del cristianismo, cap. 28, al final,
escribe: Vino y pan obtienen su materia de la naturaleza, su forma como productos huma
nos [...] Comer y beber es el misterio de la Cena [...] El comer y el beber, porque son actos
comunes y cotidianos, son actos religiosos. Pareciera que Ricoeur lee el Texto, pero no
tiene pan y vino para comer y beber. Tiene sentido, pero sin contenido carnal. La
hermenutica sin econmica est vaca; la econmica sin hermenutica est ciega!
69. Y por ello dialoga con Max Weber, Mead, Durheim, Parson, etc. De dialogar con
los economistas (Smith, Ricardo, Malthus, Marx, Jevons, Marshall, Keynes o Hayek) hubie
ra tenido que complificar su concepto de racionalidad, al incorporar la mediacin del pro
ducto m aterial tcnico de la relacin prctico-econmica, que es muy distinto que el lengua
je en la relacin prctico-pragmtica.
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todo lo dicho (le dit ) (sea argumento o texto), ese estar expuesto en la
propia piel ante el O tro81 lo hace posible la razn tica, en la que consiste
la rationalit mme de la raison (Lvinas, 1974, 203). Para Lvinas y la
filosofa de la liberacin, la totalidad, el Estado, la poltica, las tcnicas, el
trabajo82, estn en todo momento a punto de transformarse en el centro de
gravitacin de ellas mismas (1974, 203), pero en realidad todas se origi
nan en el momento prctico por excelencia de la razn tica que establece
el estar-siendo-por-el-Otro, como re-sponsabilidad a priori, en el cara-
a-cara de la proximidad83.
Apel intenta una fundamentacin ltima a partir de la argumentacin
como institucin racional vigente an en la Lebenswelt. Desde ella, desde
lo ya siempre presupuesto a priori , se intenta mostrar al escptico que no
puede negar las pretensiones de validez de toda comunicacin (argu
mentacin) sin autocontradiccin performativa. Dichas pretensiones
presuponen la norma bsica tica, que podra enunciarse como una en
principio ilimitada comunidad de comunicacin, de personas que se reco
nocen recprocamente com o iguales84. Es exactamente en este reconoci
miento originario del Otro com o persona , como igual, en lo que consiste
la posicin tica, donde se fundan las pretensiones de validez y toda la
pragmtica trascendental. Y bien, ese encuentro, ese reconocimiento
originario, el a priori de toda tica, es lo que Lvinas llama proximit,
cara-a-cara, momento de lo que yo llamara ahora el ejercicio de la
razn tica por excelencia. La razn discursiva se funda en esta razn
tica: si se argumenta (momento terico de la razn) es porque deben
aportarse al Otro razones para llegar a un consenso, acuerdo, y no mera-
originaria por el Otro se dice bien en nuestra lengua en el estar-siendo re-sponsable por el
Otro.
81. Es interesante que Lvinas insista en la desnudez, la vulnerabilidad y sensibilidad
de la piel (1974, 94 ss.), de la corporalidad: Le dire signifie cette passivit; dans le dire cette
passivit signifie, se fait signifiance; exposition en-rponse [...], tre--la-question avant
toute interrogation, avant tout problme, satis vtement, sans cosse pour se protger, dpoui-
llement [...] Dnudation au dla de la peau, jusqu la blessure [...] vulnrabilit (p. 63). Lo
mismo que Marx: el trabajo vivo ante el capital, al venderse, ofrece su inmediata carna
lidad (Leiblichkeit); es un despojamiento total esta desnudez de toda objetividad, esta
existencia puramente subjetiva del trabajo. El trabajo como pobreza absoluta (texto ya
citado de los Grundrisse, 1974, ed. al., p. 203; ed. cast., I, p. 236). En El capital de Marx
vuelve la metfora levinasiana de la piel, ahora como cuero del cordero inocente llevado al
matadero o a la esquila: como el que ha llevado al mercado su propio pellejo y no puede
esperar sino una cosa: que se lo curtan (El capital, t. I, fin del cap. 4). El trabajo vivo
cerca del texto citado por Apel ofrece como mercanca su fuerza de trabajo misma, la
que slo existe en la carnalidad viva (lebendigen Leiblichkeit) que le es inherente (ibid., ed.
cast., 1/1, p. 205; MEGA II/6, 184).
82. Y debera agregarse: la argumentacin, la comunicacin, el texto, etctera.
83. Vase la categora de proximidad en mi Filosofa de la liberacin, cap. 2.1.
84. Necesidad, dificultad y posibilidad de una fundamentacin filosfica de la ti
ca... (Apel, 1986a, 161).
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85. Vanse, sobre Lvinas: Critchley, 1 9 9 2 ,1 5 6 ss., sobre el escepticismo; Gibbs, 1992.
Es interesante anotar que estos autores (como los franceses y alemanes que escriben sobre
Lvinas recientemente) no indican para nada la recepcin de Lvinas en la Periferia mun
dial, en la filosofa de la liberacin, desde fines de la dcada de los sesenta (mucho antes del
descubrimiento de Lvinas que ahora se produce en el Centro),
86. Seguro que Lvinas est pensando en el estalinismo o nazismo, pero debemos de
todas manera recordar estas expresiones en un momento en que el capitalismo se ofrece
ahora como sin alternativas y un racionalismo o una hermenutica ingenuos en lo econ
mico se transforman en cmplices de los dominadores del sistema-mundo.
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RESPUESTA INICIAL A KARL-OTTO APEL Y PAUL RICOEUR
87. Cuando ese excluido del texto se expresa, causa una sensacin de novedad, como
en Cien aos de soledad de Gabriel Garca Mrquez, o en El laberinto de la soledad de
Octavio Paz. Soledad del afectado-excluido?
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tica trascendental reside en una inteligencia que fue imposible aun para la
filosofa del sujeto de la Edad Moderna Descartes, Kant y Husserl .
Reside en la inteligencia de que la proposicin no-falsificable del Yo
pienso (iego cogit) no puede entenderse como trascendentalmente solip-
sista y autrquica en el sentido del solipsismo m etdico (en este caso no
podra ni siquiera expresarse), sino que debe entenderse como yo argu
mento en el discurso, y esto quiere decir: argumento como miembro de
una comunidad real de comunicacin (determinada histricamente) a la
vez que como miembro de una comunidad comunicativa ideal e ilimitada
(por lo tanto abierta hacia el futuro) y necesariamente anticipada contra-
factualmente.
Basndome en esta reflexin, creo, me fue posible romper el bloqueo
a la fundamentacin racional de una tica con validez universal en dos
frentes de una discusin entendida como global:
Primero para empezar con lo histrico en vista de la monopoliza
cin ampliamente aceptada de toda racionalidad fundamentadora por
parte de la racionalidad de la ciencia neutra de valores (y de la racionalidad
instrumental y estratgica que sta idealmente presupone, tambin neutra
de valores), aqu se ha podido demostrar que aun la racionalidad cientfica
neutra de valores, en la dimensin sujeto-objeto, presupone, en la dimen
sin sujeto-cosujeto de la comunidad argumentativa de los cientficos, la
tica solidaria ya esbozada de la comunidad ideal de comunicacin. De
modo que, creo, especialmente en los ltimos tiempos, ha podido demos
trarse que tambin se puede romper el bloqueo historicista o cultural-
antropolgico relativista de la fundamentacin racional de una tica vlida
umversalmente (Apel, 1991, 2 6 1 -2 7 8 ). Cmo se puede demostrar esto?
Por ejemplo:
La argumentacin del relativista se sirve necesariamente de la diferen
ciacin y la interdependencia entre el a priori de la comunidad comunica
tiva real e ideal: en relacin a la primera se refiere con razn a la depen
dencia cultural histrico-geogrfica y a la parcialidad de cualquier persona
que argumenta sta tambin en el sentido de su dependencia no-re-
flexionada de una tradicin moral particular . Aqu el relativista es here
dero del racionalismo histrico-hermenutico y etnolgico-antropolgi-
co. Pero por el simple hecho de argumentar y de ser capaz de reconocer
la relatividad cultural como lmite de la aspiracin a la validez universal, el
relativista tiene que presuponer y a la vez dirigirse de cierta manera a la
instancia de reflexin metahistrica de la racionalidad universalmente
vlida de la comunidad del discurso ideal e ilimitada.
Este se muestra, por ejemplo, en el ttulo provocador del libro de A.
Maclntyre Which rationality, whose justice? (Maclntyre, 1988). Este ttu
lo, por un lado, alude a la tesis del libro: que no puede haber una raciona
lidad ni justicia universalmente vlidas. Pero, al mismo tiempo, si pretende
tener sentido como provocacin del discurso, tiene que dirigirse justamen
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9. Sobre el debate entre Zea y Salazar Bondy sobre la posible autenticidad de la filo
sofa latinoamericana y la articulacin con la filosofa de la liberacin en ese debate, vase
Fornet-Betancourt, 1988.
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del mismo Hegel, que sin duda es eurocentrista y cuya validez, por tanto,
se puede relativizar histricamente. Ms bien lo que importa saber aqu es
si toda argumentacin filosfica tiene que pensar el Todo de toda posible
verdad referida a un logos y esto con mayor razn cuanto se cree capaz
de considerar por principio el cuestionamiento crtico de totalidades
limitadas de la comprensin del ser del otro, el interlocutor . (En estas
condiciones, claro est, no se puede concebir la N ada absoluta y tampoco
la creacin divina del mundo ex nihilo. Pero despus de todo, se puede
pensar esto filosficamente, acaso desde una filosofa semtica?)
Yo mismo he defendido la tesis de que en nuestro tiempo la funcin
metodolgica de la prima philosophia ya no le corresponde a la antologa
(la metafsica ontolgica en el sentido de Aristteles y sus comentaris
tas), ni tampoco le corresponde a la filosofa trascendental del sujeto
consciente (en el sentido de Kant o Husserl), sino que hoy esta funcin le
compete a una sem itica trascendental o pragmtica lingstica11. Desde
esta perspectiva se puede comprender muy bien que la comprensin del
ser en el sentido de un mundo de la vida, determinado histricamente, y
particularmente los juicios de valor inherentes en el sentido de una moral
sustancial puedan cuestionarse radicalmente por la interpelacin del
otro en el discurso y esto sucede ciertamente al intentar llegar a una
comprensin de diferentes formas de vida socio-culturales. El otro es en
alguna medida el sujeto (al menos como representante) de otra constitu
cin del sentido del mundo. Pero me pregunto: esto puede significar que
la comprensin del ser del otro sea tan diferente de la ma que rebase toda
identidad imaginable de una totalidad?, no contradira esto tambin la
concepcin de analoga de Dussel (que se apoya en la analoga entis
terica aristotlica) ? O para regresar al problema de la hermenutica
trascendental : se puede preguntar, despus de todo, significativamente
por las condiciones de posibilidad del entendimiento vlido, si no parti
mos con Hegel de que podemos presuponer la identidad de una razn en
el otro y en nosotros, por principio aunque nunca se pueda saldar
empricamente?
Mis reflexiones hasta aqu acerca del intento de confrontar la tica del
discurso y la filosofa de la liberacin partieron todas del presupuesto en
el sentido de la parte A de fundamentacin de la tica del discurso de
que los discursos de acuerdo son posibles, por principio, siempre que se
pueda contar con la buena voluntad para un entendimiento en el discurso,
aun en el caso de intereses contrarios. Por tanto, todas mis anteriores
reflexiones incluyendo mi defensa de una hermenutica trascenden
tal eran todava parte de una discusin con el escptico. Pero qu pasa
11. Vase Apel, 1994, as como mi trabajo Kann es in der Gegenwart ein postmeta-
physisches Paradigma der Ersten Philosophie geben?, en Apel, 1993b, 41-70.
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15. Foucault, que argumenta en ltimo trmino desde una prctica del Poder, debe
desarrollar su argumentacin, que sirve ocultamente a una prctica del Poder, como prctica
del Poder. Dussel se sita en ltimo trmino desde la misma posicin, porque da el primado
de la justificacin a la tica del discurso al servicio de la liberacin que la razn
estratgica no quiere reconocer. El precio de este nietzscheanismo es la supresin de toda
pretensin de verdad crtica y por ello de todo discurso argumentativo. Se sabe por expe
riencia que esto lleva a los postmodernos a no poder ya argumentar.
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16. Vase para la parte B de la tica del discurso mi trabajo Diskurs unc Verantwor-
tung, 1988, as como Diskursethik ais Verantwortungsethik, 1990b.
17. El a priori de la comunidad de comunicacin y los fundamentos de la tica, en
Apel, 1972-1973, II, 358-436/341-413.
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18. [Nota de E. D.: El texto que aqu se traduce en 2.9 es el presentado originariamen
te por Apel en Sao Leopoldo (Brasil), que fue modificado para ser editado posteriormente en
alemn (1994, 35-38). En mi obra Etica de la liberacin en la edad de la globalizacin y de la
exclusin (1998, cap. 1), se sita al cnico como el oponente del principio material de la
tica: el que pretende justificar o fundamentar la muerte o el suicidio, y por ello no puede
sino autocontradecirse performativamente.]
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(H a c ia e l p u n t o d e p a r t id a c o m o e je r c ic io
DE LA RAZN TICA ORIGINARIA)*
Enrique Dussel
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ria dom inada, negadas; situacin a-simtrica sin igual en la historia de la humanidad en su
conjunto.
6. En el estado primitivo y rudo de la sociedad, que precede a la acumulacin de
capital [...] el producto ntegro del trabajo pertenece al trabajador [...] Mas tan pronto como
el capital se acumula en poder de personas determinadas, algunas de ellas procuran regular
mente emplearlo en dar trabajo a gentes laboriosas, suministrndoles materiales y alimentos,
para sacar un provecho (The Wealth o f Nations, I, cap. V; trad. cast., pp. 47-48). De igual
manera Rawls, en su segundo principio, define: Las desigualdades sociales y econm icas
habrn de ser conformadas de modo tal que... (1979, 82). La pregunta es: cmo puede
haber desigualdades sociales y econmicas en un estado de naturaleza o en una situa
cin originaria? El problema consiste en lo siguiente: cmo es que hay tales desigualdades
desde el punto de partida?
7. Por necesidad hasta que se cobre conciencia del Otro negado, y esto puede durar
milenios, siglos: cuntos milenios practic la humanidad el esclavismo hasta cobrar con
ciencia de su inmoralidad en el siglo xix? Antes del descubrimiento histrico del Otro nega
do, por necesidad histrica, fctica, el telos, el bien, la virtud, los valores... del sistema
vigente justifican implcita o explcitamente la opresin del Otro.
8. Sistema en un sentido amplio, no exactamente en el de Luhmann.
9. Entre otros, vanse las obras de Taylor, 1989 y 1992; Maclntyre, 1981 y 1988;
Walzer, 1987. En Estados Unidos obras como la de R. Bernstein (1992) muestran que se est
realizando un dilogo fecundo con la filosofa continental. Es de esperar que la filosofa
latinoamericana entre en ese debate, y es lo que intentamos a travs de la filosofa o tica de
la liberacin.
10. Liberacin es la accin o proceso prctico por el que el no-libre pasa a ser un
sujeto fctico de la libertad, el oprimido como parte-funcional se afirma como persona-
sujeto.
11. Es interesante observar que el humano oprimido es el objeto del Cdigo de H am -
m urabi: Que el hombre oprim ido que est afectado en su proceso venga delante de mi
estatua [...] (Eplogo, en la ed. de F. Lara Peinado, 1986, 43). En este cdigo, uno de los
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ENRIQUE DUSSEL
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TICA DE LA LIBERACI N
[...] aquello que est justificado en sentido moral tienen que poder querer
lo todos los seres racionales [...] Esta tica [del discurso] establece el
principio D: slo pueden reivindicar lcitamente validez aquellas normas
que pudiesen recibir la aquiescencia de todos los afectados en tanto que
participantes en un discurso prctico (Habermas, 1991, 12/16).
15. Totalidad vale igualmente, como puede verse, para la comunidad de comunica
cin, sea ideal, trascendental o real.
16. Lmites de la tica discursiva?, en Cortina, 1985, 261. Sobre el tema de la apli
cacin (Anwendung), vase Kettner, 1992, 9-27; Apel, Diskursethik vor der Problematik
von Recht und Politik, en 1992c, 29-60.
17. Esto ya planteara la cuestin de la reproduccin de la vida real de los argumentan
tes, como parte de una econmica que inevitablemente debera partir de las crticas que
Marx hace al capitalismo.
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ENRIQUE DUSSEL
18. Es decir, el padre tena potestad sobre el/la hijo/a, pero no se adverta que la madre
del/la hijo/a era una afectada (implicada), por ser madre, y por ello tena igualmente un
derecho que no apareca, ya que el sujeto-afectado era invisible en cuanto sujeto.
19. Vase el captulo 4 de esta obra: La razn del Otro. La interpelacin como acto de
habla.
20. Reconocer en el esclavo una persona, encubierta en el esclavismo como la no-
persona y por lo tanto como excluido-no-afectado (para ser afectado es necesario antes ser
reconocido como persona), es el punto de partida radical de toda argumentacin posible
con el antiguo esclavo, nuevo Otro, ahora reconocido como participante.
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TICA DE LA LIBERA C I N
Esquema 1
REPRESENTACIN ESQUEMTICA DE ALGUNAS POSICIONES
Nivel trans-ontolgico
(tica de la liberacin)
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24. Lvinas est pensando en el estalinismo o nazismo, pero debemos de todas maneras
recordar estas expresiones en un momento en que el capitalismo se ofrece ahora como sin
alternativas y un racionalismo o una hermenutica ingenuos en lo econmico se transfor
man en cmplices en el sistema-mundo.
25. Vase el captulo 5 de esta obra, Del escptico al cnico. Los oponentes de la tica
del discurso y la filosofa de la liberacin, as como Critchley, 1992, 165 ss.
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32. Desde la muerte de su hermanito de dos aos (cuando Rigoberta tiene ocho), cuyo
cuerpecito se pudre en la finca de caf porque no pueden pagar para enterrarlo, hasta la
muerte de su amiga intoxicada por una fumigacin de la finca; cuando queman a su padre
vivo; cuando torturan a su madre hasta la muerte; cuando igualmente queman hasta la muer
te a su hermano... Lase este testimonio para tener presente una narrativa real y actual del
punto de partida de la tica de la liberacin!
33. En el Esquema 1 hemos indicado con las flechas a y d, en doble direccin, el
sentido de esta relacin. El dominado (flecha a) queda determinado desde la Totalidad como
negado; el excluido (flecha d) dice igualmente relacin negativa con respecto a dicha Tota
lidad. Como Scannone no indica la dominacin o exclusin (la negatividad) que pesa sobre
la cultura popular, no puede tampoco indicar la liberacin necesaria (momento dialctico de
superacin). Esto se deja ver ya en la crtica de diversos proyectos (Scannone, 1990, 150-
164), pero no acierta a proponer ningn proyecto de liberacin de la situacin actual. Hay
resistencia pero no liberacin. Por su parte, Zea (1978) culmina un proyecto asuntivo (de
los mestizos), pero sin proyecto popular de liberacin.
34. Esta segunda parte ser, simplemente, el enunciado de algunas tesis que desarrolla
mos extensamente en Etica de la liberacin (1998), donde tratamos las objeciones y desarro
llamos argumentos explicativos de nuestra posicin.
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ENRIQUE DUSSEL
formal, vaco de contenido, como slo el Otro formal del mundo, sistema
o comunidad vigente hegemnicos. Era necesario prestar atencin positi
va a su realidad37. Creo que esto es adecuado, y por ello la tarea de
Heidegger, Taylor o Scannone tiene sentido; el Otro debe ser autntico
en su exterioridad cultural. La hermenutica tiene sentido aun con respec
to al Otro. Rigoberta Mench nos relata sobre su familia (cap. I), ceremo
nias del nacimiento (II), el nhuatl como el otro yo , el doble de cada
humano (III), la finca (IV), la ciudad vista por el indio (V), ceremonias de
la siembra (IX), la tierra madre (X), ceremonias del casamiento (XI),
vida de la comunidad (X I)... Todo esto es necesario porque el Otro opri
mido y excluido no es una realidad formal vaca: es un mundo pleno de
sentido, una memoria, una cultura, una comunidad, el nosotros-estamos-
siendo como realidad re-sistente. Estamos entonces con Scannone, pero
veremos ahora cmo ir ms all de Scannone.
37. Por mi parte, desde mis estudios en Francia en 1961, hasta el descubrimiento de la
filosofa de la liberacin, a finales de la dcada de los sesenta o comienzos de los setenta,
practiqu activamente la hermenutica de la cultura latinoamericana. La descripcin de
esa poca la he analizado en mi trabajo Ermeneutica e Liberazione. Dalla fenomenologa
ermeneutica ad una Filosofa della Liberazione. Dialogo con Paul Ricoeur, cuyo pargrafo
2 tiene por ttulo Verso una simblica latinoamericana (fino al 1969) (en Jervolino, 1992,
78-107). Por ello indicaba que me pareca que Scannone recaa en el momento hermenuti-
co. Yo haba partido de l (en mis conferencias en Villa Devoto en 1968 estuvieron presentes
Lucio Gera y Rodrguez Meljarejo, que inmediatamente comenzaron a usar la categora
cultura para el anlisis de la realidad nacional), y lo denomin posteriormente culturalis-
mo, por no descubrir la dialctica dominador-dominado en los problemas simblicos, on-
tolgico-culturales. El ncleo tico-mtico era ideolgica e ingenuamente afirmativo de
un mundo pretendidamente autnomo, que no poda afirmase en s mismo sin al mismo
tiempo descubrir claramente el principio de su propia negacin. Pero, adems, la esencia de
la cultura es el trabajo (vase mi artculo de 1985d sobre Cultura latinoamericana y filoso
fa de la liberacin. Cultura popular revolucionaria ms all del populismo y del dogmatis
mo: Latinoam rica [Mxico] 17 [1985], 77-127, que es una respuesta crtica a las simplifi
caciones de H. Cerutti sobre la cuestin. En esto Marx y Freud son esenciales su no
relectura crtica postmarxista tiene las peores consecuencias, no slo en Scannone o Cerutti,
sino igualmente en Apel).
38. Es evidente que tica aqu no quiere ser una referencia a la eticidad concreta,
como indicara Habermas, sino, muy por el contrario, es el uso originario de la razn desde
donde la propia razn moral universal o discursiva es deducida. Por ello agregaremos
siempre originaria a la denominacin razn tica.
39. Este es exactamente el momento de la subsuncin de Rigoberta en el sistema
capitalista: incorporacin de la cuasi-exterioridad de una etnia indgena autosuficiente, para
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TICA DE LA LIBERACI N
ser ahora parte funcional del sistema autorreferente y autopoitico. Este es el problema no
resuelto en obras como la de Rodolfo Kusch, Amrica profunda (1962), obra realmente
anticipada a su tiempo de manera relevante. En el captulo Los objetos (pp. 112 ss.), casi
toca el problema: El mercader y el ser se hallan ntimamente ligados. Quiz si desapareciera
el mercader, desaparecera la dinmica y la expansin de una cultura basada en el afn de ser
alguien [...] Quiz habra que volver a sustituir el camino exterior de la ciudad por otro que
sea interior y ganar as una forma ms sabia de vida (p. 123). El mal a superar es la civiliza
cin urbana: es necesario retom ar a lo telrico. Un poco Gandhi, un poco el Heidegger de la
Selva Negra, un poco Nietzsche, postmoderno avant la lettre? En fin, un Rodolfo Kusch
desde una experiencia antropolgica amerindia fuerte, respetable, sugerente..., ambigua.
40. Considrese en profundidad la racionalidad tica originaria de la lder indgena en
cuanto al relacionar los momentos asimtricos del sistema/opresin-exterioridad, que fal
tan a Apel (porque slo se sita en el mundo hegemnico, epistemolgico, acadmico...) o a
Scannone (porque ha olvidado el momento relacional de la opresin interna o la exteriori
dad como excluida).
41. Considrese que no poda poner orden en sus ideas y no poda expresarlas a los
otros.
42. Este es el momento fundamental, del cara-a-cara de la comunidad en la Exterio
ridad del sistema. Esta intuicin la hemos querido expresar en nuestra obra Etica com unita
ria (1986) con la propuesta de que el Otro, los pobres, constituyen comunidades empricas
fuera del sistema, donde experimentan ticam ente relaciones humanas que le son negadas en
el sistema. Es desde esa utopa (ou k-topos: lo que no-tiene-lugar en el sistema) desde donde
la razn tica comienza su trabajo.
43. De nuevo, la racionalidad tica generaliza (universaliza) la situacin emprica par
ticular y saca conclusiones universales.
44. Era evidente.
283
ENRIQUE DUSSEL
Slo indicaremos, con vista a los fines de este trabajo, tres momentos
necesarios, posteriores al ya descrito, diacrnicos, en los que los oprimi-
dos-excluidos por la praxis de liberacin alcanzan como trmino la parti
cipacin plena en la nueva comunidad de comunicacin. Es decir, lo
que para Apel o Habermas es el punto de partida , es el punto de
llegada de la tica de la liberacin.
284
TICA DE LA LIBERACI N
Los ricos vienen desde all donde est el gobierno de los ladinos, el
gobierno de los ricos, hasta los terratenientes. Ya empezamos a ver ms
claro las cosas4748, y, como deca, no nos cost entender que haba que luchar
junto con los dems [...] Empec a viajar por diferentes lados. Consultando
todas las cosas [...] Entonces entendan mejor a mis hermanitos, mis her
manos (Mench, 1981, 147).
285
ENRIQUE DUSSEL
Esquema 2.2
AFIRMACIN, NEGACIN, SUPERACIN
Totalidad (2)
Comunidad de comunicacin
hegemnica (1) Interpelacin! Exterioridad,
el Otro excluido
b) <------------------------------ a) -> no participante
51. Vase el anlisis pragmtico que hemos efectuado de este acto de habla en el
captulo 4 de esta obra (Dussel, 1991b).
52. Narrativamente, como en el caso de Moiss (hijo del Faran: participante hege-
mnico intrasistmico) ante el grito del esclavo en Egipto. Este relato est construido con
categoras racionales altamente crticas no se trata de una descripcin histrica (vase Gott-
wald, 1981) . Parece que los apiru eran un grupo de esclavos en las montaas de Palestina,
que lucharon por su liberacin contra la dominacin egipcio-canaanita en tiempos del reino
de Amarna. Este hecho histrico dio lugar a una reflexin que construy un paradigma
racional tico-poltico-econmico de gran coherencia en la historia de la humanidad, muy
superior en este aspecto al propuesto por la cultura helnica. El helenocentrismo de las histo
rias de la filosofa es sumamente negativo en esta cuestin, y funda el eurocentrismo de la
interpretacin romntico-alemana de fines del siglo xvm (vase Bernal, 1987).
286
TICA DE LA LIBERACI N
Nuestro compromiso nos hizo ver54 que tenamos que buscar nuevas for
mas de lucha. As fue como, en febrero de 1980, se hizo la ltima huelga de
los campesinos de Guatemala [...] En esa huelga se utilizaron, precisamen
te, las armas populares que habamos aprendido en cada uno de nuestros
diferentes sectores, en nuestras diferentes etnias [...] Nuestros mismos
compaeros son capaces de dirigir su lucha (Mench, 1981, 25 2 -2 5 3 ).
287
ENRIQUE DUSSEL
57. Dos notas ms arriba hemos indicado algunas referencias mnimas donde se en
cuentra igualmente nuestro tema.
288
TICA DE LA LIBERACI N
58. Lvinas en Autrement qutre toma siempre como ejemplo emprico de su descrip
cin fenomenolgica del pour-Autrui (para-el-Otro) el caso del perseguido. l piensa en el
Holocausto de los judos bajo el nazismo, yo pienso en el genocidio de la conquista de los
europeos en Amrica...; pero pienso tambin en la represin contra el pueblo de las recientes
dictaduras militares latinoamericanas alentadas, ayudadas y coordinadas por la CIA y el
Pentgono...
289
10
LA TICA DE LA LIBERACIN
ANTE LA TICA DEL DISCURSO
Enrique Dussel
291
ENRIQUE DUSSEL
5. Sobre los otros estadios de la discusin vanse los captulos anteriores de este libro.
Debe considerarse adems que mis lecciones en Frncfort (Dussel, 1992) contienen muchas
respuestas a preguntas crticas formuladas por Apel en el Seminario de Mxico de 1991
(Fornet-Betancourt, 1992). En Dussel, 1994, reno otros materiales del debate, tanto en
castellano como en ingls (vase Dussel, 1993b, y la obra en ingls de 1996).
6. Que repite en parte lo ya indicado en Apel, 1992, 18 ss. (captulo 6 de esta obra).
7. Apel, captulo 8, de esta obra, apartado 2.1.
8. Captulo 6. de esta obra, apartado 2.
9. Le llamamos mundo de la vida cotidiana (Lebensw elt) con el viejo Husserl, sim
plemente mundo (Welt) con Heidegger, o totalidad (totalit) con Lvinas: lo emprico
cotidiano previo a la reflexin o a la expresin de un acto de habla (Sprachakt, speech act).
292
LA TICA DE LA LIBERACIN ANTE LA TICA DEL DISCURSO
10. Vase Honneth, 1992. Sin embargo, Honneth slo sita el problema del recono
cimiento (Anerkennung) con respecto al nosotros o a la comunidad de comunicacin. No
plantea el problema del re-conocimiento del Otro, de la Alteridad del excluido en la
exterioridad o del dominado en el sistema de opresin. Es restrictivo y se le escapa nada
menos que el re-conocimiento propiamente tico del Otro com o otro.
11. Captulo 9 de este libro, apartado 2.3.
12. Vanse Sidekum, 1993, 51 ss.; Schelkshorn, 1992, 74 ss.
13. Este tema lo hemos situado en el captulo 4 del presente volumen (Dussel, 1991b,
par. 1.1). Vase Theunissen, 1965; lstima que Theunissen no estudie tambin a Lvinas. Es
extrao que el joven filsofo escribiera en 1965: Zweifellos gibt es nur wenige Realitten,
die das philosophische Denken unseres Jahrhunderts so stark in ihren Bann gezogen haben
293
ENRIQUE DUSSEL
como otro, es la condicin previa absoluta para que dicho acto sea un
acto comunicativo.
Por todo ello, y si partimos de una posicin de asimetra, el re
conocimiento del esclavo14 com o persona , supone: a) un conocimiento
del esclavo com o funcin o cosa (funcional fcticamente en el sistema, A
en el nivel II del Esquema 1); b) un conocimiento del esclavo com o
persona (acto segundo y ya tico15) {B en el nivel III); c) un posterior re
conocimiento (acto reflejo en tercer trmino16) por el que, como en un
retorno, se confronta desde la persona a dicho ser humano ahora com o
esclavo (dentro de un sistema de dominacin) situado y juzgado ticamen
te como negado : como esclavo dom inado , explotado.
Esquema 1
PROCESO DE RE-CONOCIMIENTO (AN-ERKENNUNG) DEL OTRO
<factum>
a Vanse los tres niveles estudiados por Honneth: emocional (amor, Lieb), cognitivo (derechos,
Rechte), reconocimiento social (dignidad, Wrde) (Honneth, 1992, 211).
wie der Andere [...] Es ist [...] Thema der Ersten Philosophie (p. 1), y, sin embargo, no
volvi a esta cuestin posteriormente. En el pensamiento espaol hay una obra clsica de
Pedro Lan Entralgo (1961) tan olvidada como la anterior.
14. Para Aristteles no se puede establecer amistad con el inferior, con el Otro
com o otro: En cuanto al esclavo (doulos) no puede haber amistad con l (Et. Nic., VIII,
11, 1161 b 4), porque uno se degrada (no hay experiencia de lo que pudiera ser algo as
como compasin, solidaridad o misericordia).
15. Aristteles toca la cuestin al decir que el esclavo como humano (d anthropos)
(ibid.) puede ser objeto de amistad, porque cierta justicia parece existir con respecto a todo
humano en todas la relaciones en que ste pueda entrar por ley o por contrato (ibid.).
16. El re- (an -) del re-conocimiento (An-erkennung) indica ese volverse sobre s,
reflejarse, reflexionarse de C en D.
294
LA TICA DE LA LIBERACIN ANTE LA TICA DEL DISCURSO
17. Sistema aqu an en el sentido de Niklas Luhmann: Nuestra tesis de que existen
sistemas puede ahora delimitarse con ms precisin: existen sistemas autorreferenciales
(Luhmann, 1984, 31). El individuo en un sistema tal acta como funcin.
18. En Sao Leopoldo, Hans J. Sandkhler me pidi que explicara esta constitucin del
Otro como persona. La respuesta la expongo, en parte, en el captulo 4.2 de tica de la
liberacin.
19. Objeto de numerosas referencias en tica de la liberacin, al estudiar los tipos de
racionalidad.
20. En los captulos 7 y 9 del presente volumen.
21. Esta es la re-sponsabilidad (del latn spondere: tomar a cargo al Otro indefenso)
a priori anterior a la responsabilidad de Joas o Apel.
22. Mate (1991, 141 ss.: Por una tica compasiva) sita correctamente la cuestin,
desde Horkheimer (vase Schnadelbach, 1986), citando: Ese amor no se puede entender sin
la orientacin a una vida futura feliz del hombre, orientacin que no viene por revelacin
sino que brota de la miseria del presente (Horkheimer, Materialismus und Moral, p. 94;
295
ENRIQUE DUSSEL
cit. Mate, 1991, 143). Sin embargo, Horkheimer opina que la compasin es un sentimiento
moral; pienso, en cambio, que es un momento primero de la razn tica originaria, y la
diferencia es esencial, ya que no afirmamos un ambiguo sentimentalismo compasivo.
23. Con razn, en el Seminario de Sao Leopoldo, Christoph Trcke exiga la media
cin cientfica a la tica de la liberacin, so pena de caer en un vaco movimiento de catego
ras metafsicas. Las mediaciones cientficas siempre han sido usadas por la filosofa de la
liberacin, pero con conciencia de que la ciencia emprica crtica se busca, se elige, y si no
existe (como en el caso de una economa poltica crtica en el tiempo de Marx) se la crea. Es
decir, hay una anterioridad tica que determina como criterio (vase este tema en el captulo
5 de mi Etica de la liberacin), el uso de la mediacin cientfica.
24. Todo el tema de los criterios, categoras y principios ticos constituye los ltimos
296
LA TICA DE LA LIBERACIN ANTE LA TICA DEL DISCURSO
pargrafos de los captulos de tica de la liberacin (1998), donde describimos y damos las
razones del porqu de una arquitectnica diferente a la de la tica del discurso.
25. ste es todo el tema de la concientizago de la comunidad de los dominados (p.e.
clase obrera) o excluidos (p.e. etnias indgenas en Amrica Latina) indicado en el captulo 9
de este volumen, apartados 2.1-2.3: desde la afirmacin analctica de la alteridad (del Otro
como afectado, dominado o excluido) en la asimetra inicial (y la tica de la liberacin es una
tica que parte como situacin n orm al de la a sim etra, y por ello es universal, no como
la tica del discurso, que slo puede partir de la simetra, siendo entonces una tica particu
lar que necesita del Estado de derecho, que se cumple en la minora dominante de la
humanidad), por la toma de conciencia (propio re-conocimiento comunitario) donde
la mediacin cientfica es esencial , hasta la interpelacin a la solidaridad para efectuar un
proceso efectivo o poltico de liberacin (o de plena participacin en una comunidad de
comunicacin futura en simetra [apartado 2.4]). Esto merecera una rearticulacin de toda
la problemtica de teora y praxis.
26. Vase Amin, 1989. En la Introduccin a tica de la liberacin explico el tema,
dentro de una visin distinta de la historia mundial y por ello mismo de la Modernidad. He
dicho algo en Dussel, 1992.
297
ENRIQUE DUSSEL
27. Vase Dussel, 1993, 302 ss. Repetidamente he mostrado en mis obras que Marx no
dedica en su obra madura (desde 1857 hasta su muerte) ni una pgina completa a hablar del
tema. Slo pocas lneas de paso en un prlogo (del ZurKritik de 1859; Marx, 1859, 10) y en
referencia a Engels. Marx pensaba circularmente desde la reproduccin: una determinacin
determinante determinada; la produccin determina el consumo; el consumo determina la
produccin, etc. (vase Dussel, 1985, 47).
28. La periferia del capitalismo, como Amrica Latina, es moderna desde finales del
siglo XV (es la periferia de la Modernidad). El capitalismo perifrico no puede ser tardo
o central, porque entonces no habra capitalismo (que siempre necesita estructuralmente
una periferia).
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LA TICA DE LA LIBERACIN ANTE LA TICA DEL DISCURSO
29. Vase el captulo 7 del presente volumen. En carta a Mikhailovski de 1877 escribe
Marx: For him explica Marx refirindose al intelectual ruso, propondra yo [...] an
historico-philosophical theory of the Universal Progress, fatally imposed on all peoples,
regardless of the historical circumstances in which they find themselves [...] this is to do me
both too much honour and too much discredit (Shanin, 1983, 59). Marx se opone explci
tamente a proponer una teora histrico-filosfica que se impondra fatalmente a todos los
pueblos. Quin afirmara hoy que Marx neg igualmente el que l haya propuesto un
sistema socialista?: Segn el seor Wagner, la teora del valor de Marx es la piedra angu
lar de su sistema socialista. Como yo [Marx] no he construido jams un sistema socialista,
trtase de una fantasa de los Wagner, Schffle e tutti quanti (Randglossen zu A. Wag-
ners..., en MEW X IX , 357). Marx es ms preciso y menos pretencioso que el propio
Popper; es ms humilde que muchos de sus crticos, y, sobre todo, perdi mucho tiempo en
leer pacientemente (a Smith, Ricardo, Malthus, etc.), a los que criticaba!
30. Vase Hinkelammert, 1984, cap. 5. Probar la imposibilidad de la planificacin
perfecta lo cual es correcto, porque nadie puede tener una inteligencia infinita con velo
cidad infinita no es lo mismo que intentar probar la imposibilidad de la planificacin
factible (Popper confunde ambos momentos: Popper, 1973, 97-107). Lo mismo puede
decirse sobre el malentendido del concepto de ley tendencial (Bewegungsgesetz) en Marx,
que nada tiene de empricamente predictivo, sino de la lgica de las determinaciones esen
ciales; si aumenta el capital constante debe bajar la tasa de ganancia lo que no quiere
decir que no pueda haber medidas compensatorias que permitan mantener o incluso au
mentar dicha tasa de ganancia: la ley deja entonces lugar a una tendencia . Pero esto
nada tiene que ver con las predicciones popperianas.
31. Vase Dussel, 1990, cap. 10.4, 429 ss.
32. Habla del sentimiento de la propia dignidad (Selbstgefhl). Vase Marx, 1873,
209, 25; Marx, 1879, 367. Ms profundamente, escribe: El trabajo [vivo] es la sustancia y
la medida inmanente de los valores, pero l mismo no tiene valor alguno (Marx, 1873, 500,
1-3); El valor del trabajo no es ms que una expresin irracional para designar el valor de la
fuerza de trabajo (ibid., 502, 1-2). El trabajo vivo, el sujeto mismo, la persona, no tiene
valor de cambio, tiene dignidad.
33. Vase Ulrich, 1992, donde sin embargo se sita en el nivel de la razn terico-
econm ica (y no de la razn propiamente econm ico-prctica concreta). Por ello habla de
299
ENRIQUE. DUSSEL
3. LA TRASCENDENTALIDAD TRANS-ONTOLGICA
300
LA TICA DE LA LIBERACIN ANTE LA TICA DEL DISCURSO
El todo del ser y de su verdad comprensible por el logos [...] El todo de los
horizontes de comprensin del ser imaginables, y de ah la inseparabili
dad del ser (como identidad) y el no-ser (como otredad) (Apel, cap. 8, p.
2 5 9 de esta obra).
excluido este ltimo caso lo denominaremos ahora, para evitar malentendidos, exterio
ridad (Exterioritt).
38. Pues lo mismo es el pensar que el ser (denn dasselbe ist D enken und Sein) (Parm
nides, Frag. 3; Diels, 1 9 6 4 ,1, 231).
39. Vase Dussel, 1977, pars. 2.2.2-2.2.8.
40. En nuestra Filosofa de la liberacin (par. 2.2.3.1) distinguamos entre mundo
(Welt), en el sentido heideggeriano (y a l corresponde el ser, la ontologa y la verdad del ser),
y cosmos (Kosmos): la totalidad de las cosas reales, sean o no conocidas por el ser huma
no. Cosmos indica la omnitudo realitatis; mundo, la totalidad existencial desde el hori
zonte de la comprensin del ser (Seinsverstadnis). El noumenon de Kant es la cosa en cuanto
cognoscible (pensable, denkbar), pero de hecho nunca conocida sino slo como objeto (G e-
genstand) del entendimiento (Verstand); para Zubiri (1963) la cosa no es lo cognoscible
(puede o no ser conocida), sino que es lo que consiste autnomamente desde s como real. La
rosa florece, sea o no conocida, desde s. Es su realidad el desde donde (de suyo en castella
no) florece. El ser es el horizonte de cognoscibilidad (como dice Apel: el todo de los horizon
tes de comprensin del ser pensables (das Ganze aller nur denkbaren Florizonte des Seinsvers-
tehens)-, la realidad es un orden consistente desde s sin relacin constitutiva con el
conocimiento. Por su parte, la realidad, lo real, puede ser conocida fragmentariamente, pero
nunca del todo: la identidad entre realidad y conocer (realidad y ser/verdad) es empricamente
imposible, ni siquiera a largo plazo, como piensan Peirce o Apel (vase la crtica de Hinkelam-
mert, 1994: Die asymptotische Annherung der Wircklichkeit an ihre Idealsituation). Ms
all de Zubiri, Hinkelammert muestra la imposibilidad factible de tal identidad (entre realidad
y ser/verdad) porque al actualizarse la realidad debe usarse una tecnologa observacional (fac
tibilidad) que hace im posible el superar la distancia: la realidad es deformada por el instru
mento (vase Hinkelammert, 1984, cap. 5: La realidad trasciende a la empiria, pp. 231 ss.).
Segn el principio de imposibilidad es imposible que la empiria sea idntica a la realidad.
Plena coincidencia de Hinkelammert con Zubiri y Lvinas.
41. Deseo distinguir claramente la palabra realidad (Realitt) de otras tres denomi
naciones de Hegel, ya que no es ni el ser (Sein), ni la existencia (Existenz), ni la efecti
vidad (Wirklichkeit) (vanse en la Pequea lgica de la E nciclopedia de Hegel, los pars.
301
ENRIQUE DUSSEL
86, 123 y 142). La realidad (Realitt) de la que hablo se encuentra ms all, es trascenden
tal al ser, a la existencia (Existenz) y a la efectividad (W irklichkeit) hegelianas. He
expresado esto en diversas obras. Pretendo que Marx tiene conciencia de estas distinciones:
puede haber plusvalor en un producto (ser), en una mercanca (existencia), pero no llegar a
ser real (wirklich) en el caso de que no se venda la mercanca y degradarse as el plusva
lor en nada (aniquilacin). Por otra parte, el trabajo vivo es la realidad real ms all del
capital (trascendentalidad de la realidad del sujeto del trabajo con respecto al ser del sistema,
de la totalidad, del capital). Vase Dussel, 1990, caps. 9-10.
42. Este es el tema que Ignacio Ellacura desarrolla todava abstractamente en su libro
Filosofa de la realidad histrica (Ellacura, 1991). Recuerdo que en 1972, cuando pronunci
una conferencia en San Salvador, en la UCA, estando Ellacura en primera fila, me revel al
final de mi exposicin que era la primera vez que oa hablar de filosofa de la liberacin,
movimiento al que aportar despus artculos de importancia. Debe advertirse que este libro
de Ellacura tiene que ser mediado por las ciencias sociales crticas, de lo contrario sera,
nuevamente (y algunos ya lo usan en este sentido), un abuso metafsico sin mediaciones
analticas.
43. De manera sugerente explica Marco Olivetti: Fra queste asimmetrie o diacronie
(in termini temporali: la presenza di me sullaltro; la precedenza dellaltro su me) si dispiega
e si piega la scena dellessere, in una com-presenza delle due coscienze che in realt non
mai sincronizzata o sintetizzata, se non nella rappresentazione di un terzo osservatore, la cui
capacit unificante, tuttavia, condizionata essa stessa dalla asimmetria-diacronia delluno e
dellaltro: delluno e dellaltro nel senso della reciprocit delle conscienze e delluno
e dellaltro della conscienza come uno e come altro (Olivetti, 1992, 132).
44. Este tema lo toca con profundidad Vattimo en su obra sobre Schleiermacher (Vat-
timo, 1986, 95 ss.: Coincidenza di linguaggio ed eticit). El camino lo haba abierto Schel-
ling en sus conferencias de Berln de 1841 sobre Philosophie der Offenbarung (vase Dussel,
1974b, 115 ss.: Del Hegel definitivo al viejo Schelling),
45. Esta meta-fsica, por supuesto, es postmetafsica (si por metafsica se entiende la
posicin ingenua de un realismo no crtico).
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11
PUEDE CONSIDERARSE EL DESAFO DE LA TICA
DE LA LIBERACIN CO M O UN DESAFO DE LA PARTE B
DE LA TICA DEL DISCURSO?
(SOBRE l a a c e p t a b l e e i n a c e p t a b l e i m p l e m e n t a c i n
DE LAS NORMAS MORALES BAJO CONDICIONES DE INSTITUCIONES
O SISTEMAS SO CIALES)*
* Ttulo original: Kann das Anliegen der Befreiungsethik ais ein Anliegen des Teils B
der Diskursethik aufgefaft werden? (Zur akzeptierbaren und zur nicht akzeptierbaren Im-
plem entation der moralischen Normen unter den Bedingungen sozialer Institutionen bzw.
Systeme), en Fornet-Betancourt (ed.), 1996, 13-43. Traduccin de Luis Manuel Snchez
Martnez, Universidad de Frncfort del Meno.
1. Vase el captulo 1 del presente volumen y al respecto, tambin, Dussel, Die Le-
bensgemeinschaft und die Interpellation der Armen. Die Praxis der Befreiung, en For
net-Betancourt (ed.), 1990, 69-96.
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LA TICA DE LA LIBERACIN Y PARTE B DE LA TICA DEL DISCURSO
6. Vase I. Kant, lber ein vermeintes Recht aus Menschenliebe zu lgen, ibid., 423-
430.
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cuanto tal roba medios de subsistencia para sus nios, o para un empresa
rio que como tal condena a la competencia a la bancarrota, etctera.)
No quisiera caer aqu, sin embargo, en la va del pensamiento del
concepto hegeliano de la eticidad substancial o abogar prolongando
histricamente esta va por una reduccin de la moral a los respectivos
usos de las diversas formas de vida (socio-culturales). Ms bien quisiera
plantear como objeto de discusin la tensin que existe entre la pretensin
de universalidad postconvencional de una tica de la humanidad orien
tada personalistamente, por una parte, y las reglas de juego y los hbitos
moralmente relevantes de las instituciones y de los sistemas sociales, por
otra, aun como un problem a de la tica universalmente vlida. M e parece
que el problema es el siguiente: es posible o incluso necesario que una
tica universalista que defienda como ltimamente vlido el principio
de reciprocidad generalizada o de respeto de todos los hombres como
personas con igualdad de derechos por principio reconozca la media
cin de la validez de todas las normas morales no slo por las exigencias de
la situacin dada, sino ya desde antes por las reglas de juego de las diversas
instituciones o sistemas sociales de una realidad socio-cultural compleja?
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LA TICA DE LA LIBERACIN Y PARTE B DE LA TICA DEL DISCURSO
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Hoy da es difcil mantener esta posicin, ya que hay que admitir que
todas las instancias regulativas indicadas por Homann pueden y deben
considerarse necesariamente como mediaciones institucionales de la mo
ral en la compleja realidad de la sociedad moderna. Pero no requieren
estas instancias mediadoras institucionales tambin por su parte el ser
legitimadas y probablemente el ser criticadas por un principio indepen
diente de la moral? Incluso si las reglas de juego de la economa de
mercado, como Homann supone, resultaran de hecho aceptables por con
senso en tanto que reglas de la economa de mercado social segn las
reglas de las democracias occidentales y aceptables por consenso no slo
en el sentido de dos terceras partes de la sociedad sino para todo ciuda
dano de las respectivas naciones , incluso en este caso no seran puestas
en cuestin las reglas del sistema ni las del sistema de la economa de
mercado ni las del sistema de sus metarreglas democrticas de ninguna
manera legitimadas de modo definitivo en el sentido de una tica univer
sal, ya que desde la perspectiva de sta se debe tener siempre en cuenta que
los consensos fcticos humanos nacionalmente restringidos, por ejem
plo tienen siempre lugar a expensas de terceros afectados , como, por
ejemplo y como Dussel podra objetar , a expensas de los pobres del
Tercer Mundo.
Es en este lugar donde la lgica paralela presupuesta como vlida a
priori por Buchanan y Homann y ya desde antes por Hobbes y A.
Smith de la convergencia necesaria de la racionalidad estratgico-eco-
nmica y la racionalidad moral (de carcter utilitarista) alcanza sus lmites
de manera manifiesta; y para constatarlo no se requiere de ningn recurso
metafsico a menos que se tuviera por metafsico el principio de la necesa
ria consensualidad de las normas m orales por parte de todos los afectados
(incluso por las generaciones venideras). Contra ello estara al menos la
tica discursiva pragmtico-trascendental8. Al rechazar la lgica paralela
de la racionalidad estratgico-econmica y la racionalidad moral-utilitaris
ta de Homann no he descartado a priori , por supuesto, que la complexin
de los sistemas de reglas de la econom a de m ercado socia ld em o cracia y
derecho o Estado constitucional ptimamente realizada a escala mundial
pueda ser realmente aceptable por todos los afectados en todo caso ms
aceptable que la complexin de la economa planificada socialista y del, as
llamado, centralismo democrtico . Esta alternativa la considerara in
cluso como plausible, si bien no a nivel de la fundamentacin pragmtico-
trascendental de la tica, sino a nivel de hiptesis filosfico-sociales fali-
1 9 7 3 ,1, 197 ss./191 ss.; adems, del mismo autor, Geschichtliche Phasen der Herausforde-
rung der praktischen Vernunft, en Apel, Bohler y Kadelbach (eds.), 1 9 8 4 ,1, 10-112; 1984,
42-65. Vase al respecto, tambin, Arnold Gehlen: Die Handlung, en Bohler, 1973.
8. Vanse Homann y Blome-Drees, 1992, 55 y 67; Buchanan, 1987, 35-47; Homann
y Suchanek, 1987, 101-121. Vase al respecto Apel, 1988, 270-305; 1995.
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LA TICA DE LA LIBERACIN Y PARTE B DE LA TICA DEL DISCURSO
bles. Pero stas tendran tambin por principio y en todo momento que ser
puestas a prueba por parte de la pauta metainstitucional de la tica del
discurso, a saber, por el principio de consensualidad universal por parte de
todos los afectados.
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10. El trmino aqu usado de normas bsicas de la moral que pueden fundamentarse
de manera ltima se topa con dificultades, justo bajo el presupuesto de un principio de funda-
mentacin ltima de la tica del discurso que delega la fundamentacin de todas las normas
materiales (y por lo tanto sustanciales) a los discursos prcticos de los afectados (o, en
caso necesario, de sus representantes). Estas dificultades son, a mi juicio, de tipo lingstico-
convencional, determinadas por la terminologa usual de la metatica, que de ninguna mane
ra hace justicia a la problemtica de la fundamentacin pragmtico-trascendental. Ms im
portante que una aplicabilidad exenta de las dificultades de las dicotomas acostumbradas
(formal vs. material o substancial) es, a mi juicio, la siguiente circunstancia: tanto la
pregunta justificada por el sentido contenido en las normas procedimentales de los discur
sos prcticos ideales como, en particular, el conocimiento de que es posible especificar este
sentido contenido en la forma de esas normas, que en los discursos prcticos no se pueden
fundamentar, porque pertenecen a las condiciones de posibilidad de los discursos prcticos
ideales, exigen una terminologa en el sentido de las normas fundamentales por m pro
puesto. Estas corresponden, en el fondo, a las obligaciones imprescindibles de Kant, cuyo
incumplimiento sera incompatible con la concordancia de la razn consigo misma (Selbs-
teinstimmigkeit der Vemunft), en la medida en que stas no pueden ser negadas en el discur
so ideal sin incurrir en una autocontradiccin performativa. No obstante, de ah no se sigue
de manera alguna la validez del acatamiento de estas normas bsicas en el mundo real (p.e.:
no matar, no mentir, no instrumentalizar al otro de manera estratgica, etc.); esta validez slo
se respeta bajo el supuesto de que todos los dems tambin acaten estas normas bsicas vli
das; si no es as, entonces entra en vigor la parte B de la tica del discurso, que es igualmente
originaria que la parte A a la luz de la diferencia entre el a priori de la comunidad ideal de
comunicacin y el a priori de la comunidad de comunicacin real.
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18. Dussel comete un error tpico con respecto a esta posicin crtica del sentido en
Die Ethik der Befreiung..., 1995, 128, nota 44. La definicin de lo real como lo cognosci
ble, cognocible in the long run, implica para Pierce (y para Apel) justamente que lo real
nunca puede llegar a conocerse. Por ello no existe ningn peligro, bajo el presupuesto de
esta definicin, de que la realidad del Otro pueda llegar a perder su exterioridad (y por
lo tanto su no-anticipabilidad en todo encuentro posible). Segn la definicin de Peirce
no hay que pensar, sin embargo, lo incognoscible (y por ello la identidad de una razn del
Otro totalm ente trascendente) para hacer justicia hermenutica a la otredad del Otro. Por
ello permanece esta posicin en todo caso del lado de los intentos postmodernos de pensar
la diferencia en contra de Platn y de Hegel sin el presupuesto de la identidad (de la
razn).
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Aqu, como en muchos textos similares, resulta claro que para M arx la
consideracin de las relaciones sociales de los hombres termina en la sus
titucin de los sujetos individuales del trabajo por un sujeto colectivo: la
comunidad de los productores asociados. Esta comunidad debe distribuir
en parte de manera anloga a la apropiacin de Robinson de sus propios
productos el producto total del trabajo como objetos de uso o
valores de uso concreto a los miembros de la comunidad de producto
res; por otro lado, empero, debe emplear nuevamente y aqu a diferen
cia de Robinson una parte del producto social como medio de produc
cin. De esta manera permanecen las relaciones de los hombres con
respecto a su trabajo y a sus productos del trabajo, como M arx sugiere,
transparentes y simples. Pero esta apariencia se basa en que M arx nada
19. Sobre esta idea kantiana que difiere de las concepciones de progreso de Hegel y
de Marx de manera caracterstica vase Apel, 1995b.
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1. Frecuentemente se opina que las vctimas, los oprimidos son minoras. Queremos
enfatizar que son mayoras; pero, entindase, tambin hay minoras oprimidas (como la de
los gitanos), aunque todas esas minoras sumadas constituyen una inmensa mayora.
2. Nuevamente, y por ltimo, deseo repetir que la especificidad de la tica de la libe
racin es partir desde los dominados y/o excluidos en tiempos normales (aqu tampoco es
reformista o meliorista, aunque se proponga una transformacin parcial pero siempre crti
ca) o excepcionales, y no slo de la excepcionalidad misma.
3. Las esferas de justicia de Walzer (1983) se transforman ahora en frentes de la
lucha por el re-conocimiento (ms radical que la advertida por Honneth, 1992).
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1. INTRODUCCIN:
ARQUITECTNICA FORMAL DE LA TICA DEL DISCURSO
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hasta Rawls, y gracias a los cuales Kant despert del sueo racionalista,
intentan fundamentar toda la tica desde un solo principio material: la
felicidad como momento exclusivo. Tal como ya John Locke lo indicaba
en su An Essay concerningHuman Understanding: El bien y el mal [...] no
son sino placer y dolor, o aquello que ocasiona en nosotros o nos procura
placer o dolor (Libro I, cap. 28, 5 ; Locke, 1 975)18.
El utilitarismo de Jeremy Bentham define de manera semejante el
criterio de la tica: [... El] axiom a fundamental [es:] la mayor felicidad del
mayor nmero es la medida del bien y el mal (Bentham, 1948, II, cap. 20,
par. 2). Por su parte, John Stuart M ili declara: El credo que acepta como
fundamento de la moral la utilidad o el principio de la m ayor felicidad
sostiene que las acciones son justas en proporcin a su tendencia a promo
ver la felicidad, e injustas en la medida en que tiendan a producir el reverso
de la felicidad (Mili, 1957, 10).
La felicidad (como background feeling19) indica ciertamente un as
pecto pulsional (triebende) del contenido de la tica20, pero no es el
nico aspecto ni el ms importante de toda tica material.
En efecto, todas las ticas materiales21 nos recuerdan algn aspecto de
la condicin radical de posibilidad de reproduccin y desarrollo de vida
del sujeto humano, pero ninguna de ellas advirti a la misma vida del
sujeto humano como el criterio (de donde se descubre el principio como
obligacin) de una tica material. Una fundamentacin de este principio
material puede argumentarse contra el cnico, por medio de la autocon-
tradiccin performativa: todo el que acta lo hace por la reproduccin y el
desarrollo de la vida del sujeto humano. El que intentara justificar la
muerte de otro o la propia se contradira performativamente22 si intentara
18. En otro texto expresa: Things then are good or evil, only in reference to pleasure
or pain (ibid., II, cap. 20, par. 2).
19. D a m a s io (1994, 150) e s c r ib e : I c a li background feeling b e c a u s e it o r ig in a te s in
b a c k g r o u n d b o d y States r a t h e r th a n in e m o tio n a l States [...] The feeling o fl i fe itself, th e sen s
o f b e in g .
20. Con Nietzsche podramos decir que la mera felicidad (el principio apolneo o la
ratio socrtica del utilitarismo), como pura reproduccin de la vida (que teme y aleja el dolor
y la muerte), puede transformarse en un principio de muerte, de repeticin. Nietzsche le
opone el principio dionisaco del placer, que afronta el dolor y la muerte para crear lo
nuevo (vase en mi Etica de la liberacin, 1998, par. 4.3): Hay que separar estas dos formas
de placer (Lustarten): la del adormecerse [felicidad] y la del vencer [el placer propiamente
dicho] (Wille zur M ach, par. 703).
21. Hoy las hay que dan importancia a la historia para redescubrir el sentido tico,
como en los casos de Maclntyre (1981 y 1988) o Taylor (1975, 1989 y 1992); las que
describen algunas esferas de la justicia con Walzer (1983); o las anteriores ticas de los
valores como la de un Scheler (1954), la de la Sittlichkeit de Hegel, etctera.
22. Obrar es postergar la muerte; es vivir; es afirmar la imposibilidad de elegir morir.
La muerte no se puede elegir, porque no es algo que se elige, sino un absoluto dejar de elegir.
El suicidio no es un modo de ser (el ser para la muerte de Heidegger), sino el modo por el
que simplemente se deja de ser.
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The brain areas responsible for concept formation contain structures that
categorize, discriminate, and recombine the various brain activities occu-
rring in different kinds of global mappings [...] Given its connections to
the basal ganglia and the limbic system, including the hippocampus, the
frontal cortex also establishes relations subserving the categorization o f
valu and sensory experiences themselves. In this way, conceptual memo-
ries are affected by vales an important characteristic in enhancing survi-
val (Edelman, 1992, 1 0 9 -1 10)23.
23. Xavier Zubiri es quiz el nico filsofo que supo situar desde la dcada de los aos
cincuenta el problema del cerebro en una nueva teora material del conocimiento, de la
inteligencia-sentiente o de los sentidos-inteligentes desde su base neurobiolgica (Zubiri,
1981 y 1992). El hombre tiene cerebralm ente una apertura intelectiva al estmulo como
realidad [...] L o cerebral y lo intelectivo no constituyen sino una sola y misma actividad
(Zubiri, 1986, 525). Sobre el tema se ha ocupado filosficamente entre otros Searle (1984 y
1994).
24. El pensamiento medieval lo saba muy bien, y no sera necesario recurrir a Marx en
este caso para probarlo. En efecto, se deca: Es imposible que algn ser humano realice su
bien (bonum ), si ese proyecto no conviene con el bien comn (bene proportionatus bono
communi) (Toms de Aquino, S T I-II, c. 92, a. 1, ad 3). O: No debe dejar de considerarse
que el bien comn (bonum comm une) segn la adecuada comprensin es preferible al mero
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Por todo ello podemos afirmar que el criterio de verdad (la vida del
sujeto humano) y el principio material tico de l derivado (Quien ac
ta...) es estrictamente universal, vigente en toda accin, de todo sujeto
tico, y en vista del bien (la reproduccin y el desarrollo de la vida del
sujeto humano), en ltimo trmino, de toda la humanidad.
Las objeciones aparentes son variadas. Por ejemplo, se dice: nadie
puede en concreto indicar las determinaciones componentes de su propio
bien de manera exhaustiva25; difcil es que ahora y aqu alguien pueda
decidir qu tipo de vida buena histrico-cultural es la mejor; no siempre
se encuentran criterios internos a la Sittlichkeit que permitan efectuar
dilogos interculturales, etc.26. Adems hay personas que sacrifican la vida
(p.e., los hroes), lo que demostrara que la sobrevivencia no es el primer
principio. A todo ello responderemos que, en primer lugar, este principio
es el fundam ental y necesario , pero est lejos de ser suficiente , y por ello
necesita de otros criterios y principios para su aplicacin concreta. Por
otra parte, la cuestin no es determinar el contenido de esta vida
buena (o la mejor), o que tenga o no criterios internos27 para el dilogo
externo intercultural (para lo cual Habermas ha dado buenas razones con
respecto a la Modernidad28), sino afirmar simplemente el hecho de que
nadie puede obrar si no tiene en vista algn bien o vida buena como modo
concreto de realizar el principio absolutamente universal: la reproduccin
y el desarrollo de la vida del sujeto humano. Y, por ltimo, nada ms
alejado del egosmo, ya que es un principio material tambin intersubjetivo
que tiene una pretensin de universalidad 29 que alcanza por ltimo, po-
bien propio, ya que cualquier parte fsica se ordena por instinto al bien del todo (bonum
totius) (Toms de Aquino, D e perfectione vitae spiritualis, XIII, n. 634). Este instinto
debe ahora reconstruirse desde la neurobiologa como la emotividad evaluativa del sistema
lmbico y de la base del cerebro que se ordena a la sobrevivencia. Es una comunidad de
vivientes humanos, intersubjetividad de contenido (material) correlativa a la intersubjeti
vidad que alcanza validez formal.
25. Esto lo sostiene por ejemplo Sartre (1960) en cuanto a la imposibilidad de analizar
en concreto, exhaustivamente, el horizonte mismo de la totalidad del ser en el mundo, aun
con mtodo psicoanaltico. Vase Dussel, 1973, I, 50, 57.
26. Algunas morales formales actuales enumeran estas objeciones sin caer en la cuenta
de que la propia conciencia tica (Kohlberg) postconvencional es siempre un fruto cultural.
Slo en el caso de que se critique el eurocentrismo explcitamente se puede tener una con
ciencia libre de uno de los convencionalismos: el eurocentrismo mismo.
27. El principio universal de la reproduccin y el desarrollo de la vida del sujeto huma
no es el principio interno en torno al cual se construye cada cultura, que sirve de autoco-
rreccin cuando una cultura absolutiza etnocntricamente sus pretensiones y niega la
vida humana en otras culturas. Es decir, este principio es el horizonte dentro del cual cada
cultura (sea la azteca, la bant o la moderna postconvencional) recorta el modo concreto de
realizar la vida humana.
28. Habermas, 1 9 8 1 ,1, 85 ss./82 ss. en la discusin con Peter Winch.
29. Esta pretensin de universalidad quiere indicar que un azteca, un bant o un
moderno (con diversas conciencias de diferenciacin de lo natural, subjetivo o social [con-
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ciencia crtica-terica o moral]), que implantan su existencia desde una vida buena, la
intentan realizar com o vlida para toda la humanidad, en cuanto concreta la pretensin de
reproducir y desarrollar la vida humana. Claro es que cuando se enfrenta de hecho a otra
cultura, o hay un conflicto irresoluble, debe echarse mano de la intersubjetividad argumen
tativa o discursiva, desde los recursos (sources en el sentido de Taylor, 1989) propios, pero
no olvidando la universalidad del principio material de la vida humana. Desde esta honesta
y seria pretensin de universalidad de todo ethos como concretizacin de la exigencia
universal de reproduccin y desarrollo de la vida humana tambin vigente en cada cultura, es
como se puede partir para un dilogo intercultural (desde donde debe aplicarse el principio
formal de la norma bsica tica de la tica del discurso). El etnocentrismo es una deforma
cin de esta pretensin de universalidad de toda vida buena el dogmatismo o funda
mentalsimo es el paso de la honesta pretensin de universalidad a la efectiva imposicin
por la violencia de dicha visin del mundo (W eltbild) a otros . En este ltimo caso la
pretensin de universalidad no se prueba argumentativamente (aunque sea con argumentos
mticos, que son racionales), usa un medio irracional: la fuerza. Desde el principio material
de la vida humana puede entablarse intrnsecamente un dilogo intercultural.
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Quien argumenta [...] ya ha testimoniado in actu [...] que las reglas ideales
de la argum entacin representan condiciones normativas de la posibi
lidad de la decisin sobre pretensiones de validez moral en una comunidad
de comunicacin [...] de personas que se reconocen recprocamente com o
iguales (Apel, 1986, 161)31.
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33. Para Aristteles, adems, este acto de aplicacin del principio poda corromperse
de no haber virtud o temperancia en el sujeto: Por esto llamamos a la temperancia (so-
phrosinen) la que salva (sozousan) la aplicacin prudente (phronesin). Lo que ella protege es
la hypolepsis (t. Nic., VI, 5; 1140b 11-20).
34. Por ejemplo, para Toms de Aquino el fin ltimo no cae dentro de la eleccin
{ultimus fins nullo m odo sub electione cadit) (I-II, c. 13, a. 3 c), ya que es el principio
primero material por excelencia, que, por otra parte, es universal y siempre ya presupuesto
a priori. Por ello el fin se apetece absolutamente (fins appetitur absolute) (De vertate, c.
24, a. 6 r.). Por el contrario, todo aquello que es obrado por nosotros es posibilidad (pos-
sibilia) (ibid., a. 5 c.). El aplicar el principio en la deliberacin es un silogismo acerca de
operables (operabilium ) (ibid., c. 14, a. 5 c.) sobre los singulares contingentes (singularia
contingentia) (II-II, c. 49, a. 5 c.). Kant, en Crtica del juicio, toca nuevamente esta proble
mtica, y Apel, bajo el tema de la teleologa, el cumplimiento de la naturaleza y su filosofa
de la historia. Pero como Apel, Kant ha perdido ya la materialidad y no podr recuperarla de
manera adecuada.
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tcnicas, econm icas, polticas, etc., de manera que el acto sea posible
teniendo en cuenta las leyes de la naturaleza en general y humanas en
particular. Se trata de elegir las adecuadas o eficaces m ediaciones para
determinados fines. El criterio de la verdad abstracta (terica y tcnica) dice
relacin a dichos fines; su factibilidad se juega en la eficacia form al de
com patibilidad del m edio al fin, calculada por la razn estratgico-instru-
mental. Quien no cumple estas exigencias emprico-tecnolgicas intenta un
acto imposible. Es decir: Ningn proyecto puede realizarse si no es mate
rialmente posible, y la voluntad no puede sustituir jams las condiciones
materiales de posibilidad (Hinkelammert, 1984, 238).
La razn estratgico-instrumental tiene su lugar insustituible en la
tica. Se ocupa de los medios-fines de la accin humana. Ahora bien,
cuando el mero criterio de factibilidad pretende elevarse a un principio
absoluto cae en numerosas reducciones, abstracciones fetichistas, que
fueron ya apuntadas por Horkheimer, Adorno o Marcuse. Pero no porque
se pueda caer en fetichismos debe descartarse la funcin propia y subalter
na de la razn instrumental. Ella se ocupa, exactamente, de la factibili
dad eficaz de la accin humana.
De este criterio podemos deducir el principio de factibilidad tica,
cuya descripcin puramente indicativa y parcial podra ser:
Es operable o factible concreta y ticamente una accin, norma institu
cional o sistmica, que cumpla a) con las condiciones de posibilidad lgica,
emprica, tcnica, econm ica, etc., es decir, que en todos esos niveles sean
posibles, lo cual es juzgado desde b) las exigencias (denticas): b .l) tico-
materiales de la verdad prctica, y b .l) m orales-formales de la validez;
dentro de un rango que va desde b.a) acciones permitidas ticamente (que
son las meramente posibles ya que no contradicen los principios tico o
moral), hasta b.b) acciones debidas (que son las necesarias para el cumpli
miento de las exigencias humanas bsicas: materiales de reproduccin y
desarrollo de la vida del sujeto humano y formales de participacin de
los afectados en las decisiones).
Este principio es tico y universal en cuanto define como necesario,
para todo acto humano que pretenda ser humano y realizable, el deber
responder al cumplimiento de la vida de cada sujeto y reconocer como
igual y libre (lo moral), y el tomar en cuenta las exigencias fsico-naturales
y tcnicas enmarcadas dentro de las posibilidades que otorga a los actores
el desarrollo de la civilizacin en cada poca, y en una situacin histrica
concreta (lo tico). Slo la norma, el acto, la institucin, etc., que cumpla
este principio de factibilidad tica es, slo ahora, acto posible bueno,
justo, tica o moralmente adecuado. Todo el debate entre comunitarianis-36
36. Kant da un ejemplo en este sentido: Si cada cual, creyendo lograr su ventaja, [...]
se considera autorizado a acortar su vida no bien lo asaltara un completo hasto de ella [...]
(KpV, A 122-123).
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nic oppression, deliverance, Sinai, and Canaan are still with us, powerful memories shaping
our perceptions of the political world. Walzer reconoce la deuda del pensamiento latino
americano de liberacin cuando cita a nuestro amigo Severino Croatto (p. 4).
43. En especial cuando escribe: Le scepticisme qui traverse la rationalit ou la logique
du savoir, est un refus de srynchroniser laffirmation implicite contenue dans le dire et la
ngation que cette affirmation nonce dans le Dit (p. 213). Lo dicho se expresa en el
sistema hegemnico. El Decir es la interpelacin del Otro como exterioridad, que diacr-
nicamente, desde el futuro, para el sistema que se torna de hegemnico en dominador y de
legtimo en ilegtimo, por la presencia negativa del pobre, de la mujer objeto-sexual, etc.,
muestra la no coincidencia de la razn dom inadora como pasado y la razn liberadora
como futuro. El que habita el mundo nuevo, con nuevos objetos no observables por el
antiguo paradigma (para hablar como Kuhn), se torna escptico de los momentos pasados de
la razn que comienzan a ser superados: el escepticismo se vuelve a hacer presente cuando
hay cambios radicales histricos. Ahora es un escepticismo que se identifica con la crtica
tica al orden dominador. Por ello no acepta la verdad o la ratio de dominacin. No se
encuentra todo esto ambiguamente, por ejemplo, en Nietzsche?
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que una sombra tenda sobre nuestros pasos. Nuestros pueblos caminaban
sin verdad ni entendimiento. Iban nuestros pasos sin destino, solos viva
mos y moramos44.
44. Entramos otra vez a la historia, mensaje del Ejrcito Zapatista de Liberacin
Nacional (Chiapas, Mxico), en La Jo m a d a (Mxico), martes 22 de febrero de 1994, p. 8.
45. Ibid.
46. As Marx llam Crtica de la economa poltica capitalista a ese tipo tico-crtico
de ciencia social. La tica del discurso no tiene criterios suficientes para una crtica material,
como crtica de la verdad y del bien, porque slo ha postulado el efectuar un discurso
formal de validez (sociolgica, por ejemplo, pero no econmica). Es su taln de Aquiles, que
pone a todo el proyecto en cuestin.
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48. No puedo aqu repetir lo ya escrito en mis trabajos anteriores en este dilogo (Dus-
sel, captulos 9 y 10 de este volumen).
49. Hemos distinguido desde antiguo la conciencia tica o crtica, que oye el clamor
del pobre, y la mera conciencia moral, que aplica los principios morales del sistema.
Vase Dusse, 1973, II, 52 ss.
50. Paulo Freire comienza su experiencia pedaggica en 1947 (Freire, 1993), que cul
mina en su obra cumbre (Freire, 1968). Podra decirse que Rousseau, con el Entile, puso las
bases para la educacin solipsista burguesa. Freire pone las bases para la educacin crtica
intersubjetiva y comunitaria de los oprimidos. Toda su elaboracin va ms all de cada nivel
de Kohlberg (1981 y 1987; Habermas, 1983, 127 ss./137 ss.), ya que la conciencia tica
llega en cada nivel a un grado no descrito; se trata de una conciencia tica crtica universal
antihegemnica de los oprimidos. No es slo individual, autnoma y universal (y en el caso
de Habermas discursiva en tanto intenta el acuerdo), sino que es adems trascendente a la
universalidad, dominadora de la que Kohlberg no tiene noticia y supone una univer
salidad mundial por encima de la conciencia moderna (eurocntrica) postconvencional.
Exige a los sujetos de una tal conciencia tico-crtica una madurez mucho mayor, ya que
deben oponerse a la universalidad vigente-, la individualidad e intersubjetividad comunita
ria de estos crticos exige mayor claridad, un juicio social e histrico ms universal (cientfi
co y poltico), y afronta muchos mayores riesgos. En el caso de los hroes y mrtires significa
la misma muerte, por haberse atrevido a tal imprudencia de levantarse contra las leyes del
orden establecido: son los Washington (Estados Unidos) e Hidalgo (Mxico), Lumumba
(Zaire) o la Rsistance frangaise contra el nazismo, la resistencia contra Stalin, Oscar
Romero (El Salvador) ante las dictaduras militares controladas por Estados Unidos o la
rebelin de los indgenas en Chiapas en 1994. En nuestra Etica de la liberacin (Dussel,
1998), se exponen estas cuestiones de una tica ms crtica y liberadora que la meramente
postconvencional (que es, de todas maneras, con frecuencia, convencionalmente eurocn
trica sin advertirlo).
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3.3. El principio-liberacin
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53. Esta frmula: [...] erhlt, steigert und entfaltet er das m enschliche Leben, es casi
exactamente la que hemos adoptado para expresar sintticamente el principio material de la
tica. Erhalten y steigem lo hemos reemplazado por produzieren y reproduzieren, ms biol
gico y econmico; y enthalten por entwickeln, ms social, poltico, cultural, esttico.
54. Indica aqu a las vctimas.
55. Doble meta: de formulacin de un proyecto alternativo o la realizacin efectiva de
una nueva institucionalidad (parcial o global).
5 6. Was ist Aufkldrung?, A 4 81.
57. Con razn muestra Habermas que la primera Escuela de Frncfort no haba accedi
do a la razn discursiva; pero Habermas no tiene conciencia de que l haya perdido la
materialidad negativa. La tica de la liberacin subsume la razn discursiva, la supera
como razn discursivo-crtica (par. 5); adems la articula a la razn material-negativa o
crtica (par. 4) y, desde las vctimas, es razn transformativa segn la factibilidad tcnica,
econmica de una razn instrumental y estratgica crtica integrada como razn liberado
ra. Es algo mucho ms complejo, realista y crtico.
58. En el sentido de la Tesis 11 de las Tesis sobre Feuerbach, de Marx.
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59. El reformista, a lo Popper, cambia algo para que la sociedad quede inalterada,
para que no cambie. Es el conservador. El que libera transforma una norma, accin, institu
cin, etc., desde el criterio de negar la negacin material de la vctima, aunque pueda coin
cidir materialmente con el reformista pero su sentido formal es diverso: el reformista
cambia para que permanezca lo Mismo; el liberador transforma para permitir vivir y par
ticipar simtricamente a la vctima.
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In d ic e
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O TRO S TTULO S
Enrique Dussel
E t i c a d e la l i b e r a c i n
en la E d a d d e la G l o b a l i z a c i n
y d e la E x c l u s i n
D o m i n g o B l a n c o , J o s A. P r e z T a p i a s
y Luis Sez R u e d a ( e d it o r e s )
D iscurso y realidad.
En d e b a t e con K .-O . A pel
Ral F o rn e t-B e ta n co u rt
R esistencia y solidaridad.
G loba liz acin capitalista y liberacin
O skar Negt
K a n t y M a r x . Un d i l o g o e n t r e p o c a s
Jrgen Habermas
A c l a r a c i o n e s a la t i c a d e l d i s c u r s o
Paul R ic o e u r
L a m e m o r i a , la h i s t o r i a , e l o l v i d o
J o s Sois Lucia
La teologa histrica de Ignacio Ellacura
Jo n Sobrino
Cartas a Ellacura. 1 9 8 9 -2 0 0 4
M a n u el Cruz
y R o b e r t o R. A ra m a y o ( c o o r d i n a d o r e s )
E l r e p a r t o d e la a c c i n .
E n s a y o s en t o r n o a la r e s p o n s a b i l i d a d
Fernando M ires
C i v i l i d a d . T e o r a p o l t i c a d e la p o s t m o d e r n i d a d
Nacido en 1922 en Dusseldorf, ense en las Universidades
de Kiel, Saarbrcken y Goethe de Frncfort, de la que es ac
tualmente profesor emrito. Ha sido profesor invitado en di
versas universidades e institutos como el Collge Internatio
nal de Philosophie (Pars), el Centro de Investigaciones Eticas
de Buenos Aires, la New School for Social Research (Nueva
York) o el Istituto Italiano per gli Studi Filosofici (Npoles).
El pensamiento de K.-O. Apel emprende una transforma
cin semitica de la filosofa trascendental de la conciencia.
Acepta el a priori kantiano como horizonte de sentido, pero
lo entiende como lenguaje. Esta concepcin lingstica de la
razn le lleva a postular una comunidad ideal de comunica
cin en relacin dialctica con la realidad histrica. Entre
sus obras cabe destacar Transformacin de la filosofa (1985,
2 vols.), Teora de la verdad y tica del discurso (1995) y Se
mitica trascendental y filosofa primera (2002).
Enrique Dussel