Bioetica
Bioetica
Bioetica
la biotica
(Origin and Development of a Science: Bioethics)
La biotica naci en la segunda mitad del siglo XX con el propsito de llegar a ser la gua
moral que acompaase el desarrollo de las biociencias. En este contexto, las diferentes maneras
de entender quin y qu es el ser humano han dado origen a que los dilemas bioticos tengan
mltiples respuestas.
Palabras Clave: Biotica. Dilemas bioticos. Principios bioticos. Experimentacin humana.
Bioetika XX. mendearen bigarren erdian sortu zen, biozient zien garapenari lagundu beharko
zion gida morala izateko helburuarekin. Testuinguru horretan, gizakia nor eta zer den ulert zeko
molde desberdinen ondorioz, dilema bioetikoek askotariko erant zunak dituzte.
Giltza-Hitzak: Bioetika. Dilema bioetikoak. Print zipio bioetikoak. Giza esperimentazioa.
La biothique est ne dans la seconde moiti du XXme sicle dans le but de devenir le
guide moral qui accompagne le dveloppement des biosciences. Dans ce contexte, les diffrentes
manires de comprendre qui est et quest-ce que ltre humain ont donn lieu ce que les dilemmes
biothiques aient de nombreuses rponses.
Mots Cl : Biothique. Dilemmes biothiques. Principes biothiques. Exprimentation humaine.
INTRODUCCIN
En los albores del siglo XX, cuando los hermanos Wright experimentaban
con sus modelos aeronuticos los primeros vuelos a motor, o Marie Curie
investigaba de forma incansable la radiactividad, estaba naciendo una nueva
era cientfica que iba a introducir cambios extraordinarios que afectaran de
forma incuestionable a la humanidad. Desde entonces hasta ahora, a comien-
zos del tercer milenio, el hombre ha realizado conquistas revolucionarias en
campos como el gentico, el informtico, el biotecnolgico, etc., que han
introducido la posibilidad de transformar radicalmente no slo su propia vida
sino tambin la de todo el ecosistema terrestre. Hoy en da, a partir de la tec-
nologa conocida, es posible producir desde los instrumentos ms complejos
usados por la ciruga molecular hasta armas de destruccin masiva, es decir,
es posible crear desde los ms preciados y beneficiosos inventos que exigen
las nuevas terapias mdicas, sumamente eficaces ante determinadas enfer-
medades, hasta, por ejemplo, los ms funestos y peligrosos programas de
defensa nuclear que impulsan diversos estados, con el fin, eufemsticamente
justificado, de protegerse ante cualquier posible ataque de un pas enemigo.
Esta paradjica situacin que propicia el progreso cientfico, segn el uso o
el abuso que se hace del mismo, ha existido siempre, pero en la actualidad
ha alcanzado lmites inimaginables, pues, en pocas pasadas, el ser humano
difcilmente poda incidir en su propia naturaleza y en el medio ambiente como
lo puede hacer hoy. En este contexto histrico, en el ao 1970, el onclogo
norteamericano Van Rensselaer Potter, escriba:
La humanidad tiene la necesidad urgente de una nueva sabidura que provea
el conocimiento de cmo usar el conocimiento para la supervivencia del hombre
y para el mejoramiento de la calidad de vida. Este concepto de la sabidura como
una gua para la accin el conocimiento de cmo usar el conocimiento para un bien
social podra ser llamado la ciencia de la supervivencia; seguramente el prerrequi-
sito para el mejoramiento de la calidad de vida. Yo soy de la opinin de que la ciencia
de la supervivencia debe ser construida sobre la ciencia de la biologa, ampliada ms
all de sus fronteras ms tradicionales para incluir los elementos ms esenciales de
las ciencias sociales y humanidades, con nfasis en la filosofa en su sentido ms
estricto, que significa amor a la sabidura. Una ciencia de supervivencia debe ser
ms que una ciencia sola, y por consiguiente propongo el trmino Biotica para
poder enfatizar los dos ms importantes componentes para lograr la nueva sabidura
que tan necesitadamente necesitamos: conocimiento biolgico y valores humanos1.
Con estas palabras, Potter manifestaba su inquietud por crear una nueva
disciplina que guiase el conocimiento cientfico para prevenir funestos erro-
res, y propona el nombre de Biotica para designar a la ciencia que fuese el
nexo de unin entre las ciencias de la vida y las ciencias humanas. Este acon-
tecimiento fue un eslabn ms en la cadena de hechos que dieron vida a este
nuevo saber, por haberse quedado obsoletas las guas de accin ofrecidas
por las ticas tradicionales para resolver los numerosos dilemas que la nueva
situacin biocientfica haba creado.
1. POTTER, Van Rensselaer, Bioethics, the science of survival. En: Biology and Medicine,
vol 14, N 1, (Autumm 1970), 127-153. Recogido en: Biotica, la ciencia de la supervivencia.
En: Selecciones de Biotica, N 1, 2002, 121.
2.1. Antecedentes
2. JONSEN, Albert, R., ed., The Birth of Bioethics, Special Supplement. En: Hasting Center
Report, 23, no. 6 (1993).
3. BEAUCHAMP, Tom, L.; - CHILDRESS, James, F., Principles of Biomedical Ethics, 4 ed.
New York: Oxford University Press, 1994. (Trad. Esp.: Principios de tica Biomdica, Barcelona:
Masson, S. A., 1999).
4. BEECHER, Henry, K., Ethics and clinical research. EN: NEJM, 274 (16 nov. 1966), 1354-
60.
aos que dur el ensayo clnico no se aplic terapia alguna a los enfermos,
ni siquiera a partir de los aos cuarenta cuando aparecen los antibiticos.
Obviamente, la investigacin se dio por concluida desde el momento en que
se hizo pblica y recibi una condena unnime.
() investigar e identificar los principios ticos bsicos que deban ser res-
petados en toda investigacin biomdica en la que interviniesen seres humanos.
La tarea encomendada a la Comisin consista en la consideracin de los siguien-
tes puntos: los lmites existentes entre la investigacin biomdica y la prctica
rutinaria de la medicina, los criterios de riesgo-beneficio en las investigaciones en
que tomen parte sujetos humanos, guas de consulta apropiadas para la seleccin
de temas y sujetos que participen en esas investigaciones y, por ltimo, el consen-
timiento informado6.
5. Su siguiente revisin en Tokio (1975) y las dems actualizaciones que se han realizado
en este documento corresponden a fechas posteriores a las analizadas en este apartado del
estudio.
6. VELASCO, Juan M. de, La biotica y el principio de solidaridad, Bilbao: Universidad de
Deusto, 2003, 30.
7. NATIONAL COMMISSION FOR THE PROTECTION OF HUMAN SUBJET S OF BIOMEDICAL AND
BEHAVIROAL SCIENCES, The Belmont Report, Washington, 1979. Trad. Cas. El Informe Belmont.
Principios ticos y recomendaciones para la proteccin de las personas objeto de experimentacin:
Biotica para clnicos, Azucena Couceiro (ed.), Madrid: Editorial Triacastela, 1999, 313-324.
8. Ibd.
Para que la infraccin de una norma prima facie est justificada, deben concu-
rrir las siguientes condiciones (estas condiciones, siendo normas en s mismas,
son tambin prima facie, no absolutas): 1. Las razones que justifiquen la norma
deben ser mejores que las que justifiquen la norma infringida... 2. Existen posi-
bilidades realistas de alcanzar el objetivo moral que justifica la infraccin. 3. No
existen acciones alternativas moralmente preferibles. 4. La infraccin seleccio-
nada es la ms leve, proporcional al objetivo principal del acto. 5 El agente intenta
minimizar los efectos negativos de la infraccin9.
9. BEAUCHAMP, Tom, L.; - CHILDRESS, James, F., Principios de tica Biomdica, op. cit.,
1999, 30-31.
10. Ibd., 116.
() interferir con los intereses de otros causando dao puede no ser inco-
rrecto o injustificable, pero siempre es prima facie incorrecto. Algunos actos noci-
vos obstaculizan, justificadamente, los intereses de otros, como por ejemplo,
el caso de la guerra y de los castigos justificados a los criminales, e incluso al
ponderear intereses en conflicto. El que un acto sea correcto o no depende, como
ocurre al castigar, del peso de las razones que lo justifican. Pero lo ms impor-
tante quiz sea que lo que para una persona puede representar un dao puede no
serlo para otra, en funcin de sus distintos puntos de vista acerca de lo que puede
suponer un obstculo para sus intereses12.
Los cdigos de tica mdica, desde Hipcrates hasta hoy, prohben rotunda-
mente la asistencia directa a la muerte, por mucho que el paciente tenga buenas
razones para desear morir. Por ejemplo, en 1991, la American Geriatrics Society
se opuso a cualquier tipo de intervencin de los mdicos para matar o asistir al
suicidio. El American Medical Association Council on Ethical and Judicial Affairs,
en una declaracin realizada en 1973, revisada en 1988 y en 1991, permita la
omisin de tratamientos de soporte vital, pero prohiba cualquier tipo de interven-
cin intencionada de un ser humano para acabar con la vida de otro ser humano;
matar por compasin. Segn esta norma, el hecho de que dejar morir sea o no
moralmente aceptable depende de una serie de factores, pero si la muerte implica
matar aunque las circunstancias sean idnticas a aquellas en que dejar morir
est permitido nunca est justificado15.
Tambin hay que tener en cuenta que las distintas formas de justicia
distributiva se han desarrollado en el horizonte de diferentes teoras socio-
polticas, tales como la utilitarista, la liberal, la comunitarista, la igualitarista,
etc. Entre estas ltimas, la teora de la justicia propugnada por Rawls, unida
a la propuesta del mnimo decente de asistencia sanitaria, ha propiciado que
lo que se denomina oportunidad justa se convierta en un tema de debate para
la teora de la justicia social30. La oportunidad justa es una forma de justicia
distributiva que tiene como principio:
(...) que nadie debe tener garantizados beneficios sociales sobre la base de
condiciones ventajosas no merecidas (porque ninguna persona es responsable
de tenerlas) y que a nadie se deberan negar beneficios sociales sobre la base de
condiciones desventajosas no merecidas (porque tampoco son responsables de
esas propiedades). Dichas condiciones distribuidas por la lotera de la vida social
34. PELLEGRINO, Edmund, D.; THOMASMA, David, C., The Virtues in Medical Practice, New
York, Oxford University Press, 1993.
35. ARISTTELES, Moral a Nicmaco, Madrid, Espasa Calpe, sexta edicin, 1993.
36. PELLEGRINO, Edmund, D.; THOMASMA, David, C., The Christian Virtues in Medical Prac-
tice, Washington (USA), Georgetown University Press, 1996; Las virtudes cristianas en la prctica
mdica, Madrid, Universidad Pontificia de Comillas, 2008.
37. PELLEGRINO, Edmund, D.; THOMASMA, David, C., Las virtudes cristianas en la prctica
mdica, op. cit., 18.
por los telogos y los moralistas cristianos, tal y como es reconocido desde
muy distintas instancias. As lo afirma Albert Jonsen en el segundo captulo de
su libro The Birth of Bioethics38, donde muestra la gran importancia que tuvie-
ron en los orgenes de esta disciplina las reflexiones de autores cristianos.
38. JONSEN, Albert, R., The Birth of Bioethics, New York - Oxford, Oxford University Press,
1998.
39. BEAUCHAMP, Tom, L., La Forza del Paradigma dei Princpi in Bioetica: Bilancio di 25 Anni
di Bioetica. Un rapporto dai pioneri, 104-105.
40. Ibd., 105.
41. ENGELHARDT, H. Tristam, The Foundations of Bioethics, New York, Oxford University
Press, 1996, 2 ed.
42. CLOUSER, K. D., Common Morality as an Alternative to Principlism: Kennedy Institute of
Ethics Journal 5 (1995) 219-236; CLOUSER, K. D., GERT, B., Morality vs. Principlism: Principles
of Health Care Ethics, (ed) R. Guillon, New YorK: John Wiley and Sons, 1994, 251-266; GERT, B.,
CULVER, CH. M., CLOUSER, K. D., Bioethics: a Return to Fundamentals, New York: Oxford Univer-
sity Press, 1997, 71-92.
43. GRACIA, Diego, Fundamentos de Biotica, Madrid, Eudema, 1989; Fundamentos de Bio-
tica, Madrid, 2 ed., Triacastela, 2007.
44. VELASCO, Juan M. de, La biotica y el principio de solidaridad. Una perspectiva desde la
tica teolgica, op. cit., 132.
Los motivos que, desde el terreno legislativo, se alegan para legislar son
obvios: los recientes avances cientficos, as como las incertidumbres ti-
cas y legislativas que crean estas nuevas tcnicas de investigacin.
Todas estas circunstancias hacen que no sean pocas las causas de pre-
ocupacin que la nueva Ley trae consigo, pues lo que para algunos sectores
y grupos sociales representa dar carta de ciudadana al progreso y al avance
de la ciencia, para otros, por el contrario, supone vulnerar la dignidad y los
derechos ms fundamentales del ser humano.
45. PROGRAMA DE NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO (PNUD), Informe sobre el desa-
rrollo humano 2003, Madrid: Mundi-Prensa, 2003, 158.
Sin duda, en los grandes dilemas ticos que hoy se presentan en la frontera
de las investigaciones mdicas, lo que est en juego es la esencia misma del
hombre en cuanto persona, que se resiste a ser tratada como cosa, es decir a la
cosificacin a que est abocada el ser mismo de la persona si no se clarifica y
se acota hasta dnde el propio ser humano puede ser objeto de la investigacin
cientfica. En efecto, el ser humano comienza a ser visto y corre el peligro de ser
reducido a status de cosa que se puede moldear como cualquier objeto tcnico
a voluntad de su constructor46.
Por esa misma razn, la primera pregunta que debe ser respondida es la
referida a cundo comienza la identidad humana: con la aparicin del ADN?
Por otra parte, tampoco se debe olvidar que este debate rebasa el hori-
zonte de las ciencias empricas. Las ciencias humanas tambin participan
activamente en el mismo; as, Roberto Adorno desde planteamientos tico-
jurdicos, citando a Robert Spaemann, dice que:
(...) si aceptamos que los derechos humanos existen, parece innegable que el
primero de estos derechos consiste en que nadie est autorizado para poner en
discusin la pertenencia de otro a la categora de hombre que posee semejante
derecho. Pues, si alguien estuviera autorizado a plantear esta cuestin y, por con-
siguiente, a privarme de ese derecho en virtud de propiedades que no dependen
de mi libre albedro, ese derecho no sera tal, sino una concesin. Por ello, slo
cuando el hombre es reconocido como persona sobre la base de lo que es sim-
plemente por naturaleza, puede decirse que el reconocimiento se dirige al hombre
mismo y no a alguien que cae dentro de un concepto que otros han convertido
en criterio para el reconocimiento. Como es natural, de aqu se deduce que todo
lmite temporal para su reconocimiento inicial como hombre es convencional, y por
tanto tirnico48.
49. SDABA, Javier, Principios de la biotica laica, Barcelona: Gedisa, 2004, 89-90.
50. CONGREGACIN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Instruccin Donum Vitae sobre el respeto
de la vida humana naciente y la dignidad de la procreacin I. 1.
(...) fase del desarrollo embrionario que abarca desde el momento en el que
el ovocito fecundado se encuentra en el tero de una mujer hasta que se produce
el inicio de la organognesis, y que finaliza a los 56 das a partir del momento de
la fecundacin, exceptuando del cmputo aquellos das en los que el desarrollo se
hubiera podido detener.
Por tanto se puede decir que por el mero hecho de introducir un preem-
brin en el tero materno se convierte en embrin? Si es as, lo que le da a
esa vida humana su status de embrin no es su identidad gentica sino su
localizacin.
51. LACADENA, Juan R., El Proyecto de Ley de Investigacin Biomdica: algunos comentarios
sobre aspectos ticos y cientficos (08/2006). http//www.isftic.mepsyd.es/w3/temticas/geneti-
ca/index.html (consulta: 30 de Septiembre 2008).
(...) me parece importante sealar tres aspectos relacionados con todo pro-
ceso biolgico en general y con el proceso de desarrollo particular: un primer
aspecto es el de continuidad, que imposibilita distinguir con exactitud un antes y
el despus. El segundo aspecto hace referencia, sin embargo, a que la continui-
dad de los procesos biolgicos es compatible con la emergencia instantnea de
propiedades nuevas cualitativamente diferentes a las existentes en un momento
anterior. Por ltimo, el tercer aspecto se refiere a que el todo biolgico no es igual
a la suma de las partes, indicando con ello el riesgo de la aplicacin del reduccio-
nismo en la Biologa53.
(...) estas consideraciones nos sitan ante los interrogantes genticos fun-
damentales en torno al status del embrin humano y que podramos concretar en
esta doble pregunta: cundo empieza la vida humana?cundo esa vida humana
que empieza es ya un ser humano individualizado?. O, dicho en otras palabras,
cuando en los primeros estadios de vida embrionaria slo hay un conglomerado
de clulas en activa divisin existe ya humanidad o se trata simplemente de un
montn de clulas humanas cuya consideracin no tendra que ser diferente de
la de cualquier cultivo de clulas que habitualmente se utilizan en determinados
anlisis clnicos (cultivos de leucocitos, biopsias, etc.)?
Del mismo modo, Benedicto XVI ha continuado por el camino trazado por
el Papa Wojtyla, y desde el comienzo de su pontificado ha expresado su pre-
ocupacin por las cuestiones bioticas. Los ejemplos son numerosos; as, en
el discurso de bienvenida a los participantes en el Congreso Internacional de
Farmacuticos Catlicos Las Nuevas Fronteras de la Farmacia, en octubre
de 2007, deca:
58. BENEDICTO XVI, Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los Participantes en un Congre-
so Internacional de Farmacuticos Catlicos (Lunes 29 de Octubre de 2007), http//www.vatican.
va/holy_father/benedict_xvi/ speeches/.../html (Consulta: 30 de Septiembre de 2008).
59. GAFO, Javier, tica y legislacin en Enfermera, Madrid: Universitas, 1994, 220.
60. PIO XII, Le premier Congrs (13. IX. 1952): AAS 44 (1952) 779-789; PIO XII, Vous Nous
avez demand (14. V. 1956): AAS 48 (1956) 459-467.
61. VIDAL, Marciano, Moral de la Persona y Biotica Teolgica. Moral de Actitudes, II-I Parte,
Madrid: PS, 8 ed., 1991, 760.
Juan Pablo II abord este tema en el discurso que ofreci a los parti-
cipantes en el Congreso de la Pontificia Academia de las Ciencias sobre
La Determinacin del Momento de la Muerte. Aprovech la ocasin para
ratificar la doctrina de Po XII y, al mismo tiempo, para plantear la necesidad
de seguir investigando para establecer con mayor exactitud el instante del
fallecimiento65.
62. PIO XII, Vous navez pas voulu (9. IX. 1958): AAS 50 (1958) 693-694.
63. JUAN PABLO II, La donacin de vuestros rganos, un ofrecimiento al Seor: Ecclesia (n
2186, 18 y 25 agosto 1984) 1004.
64. PIO XII, Le Dr Bruno Haid (24. XI. 1957): AAS 49 (1957) 1031.
65. JUAN PABLO II, Cest toujours pour moi un plaisir (14. XII. 1989): AAS 82 (1990) 770-
771.
4.1.2. La eutanasia
Por su parte, Juan Pablo II, en el ao 1979, al dirigirse a los obispos norte-
americanos, proclam el valor que tiene la vida del inocente. En ese contexto,
el Pontfice hizo especial hincapi en los derechos de los no nacidos, conde-
nando el aborto; tambin, con la misma determinacin rechaz la eutanasia,
calificndola de grave dao moral, incompatible con el respeto que merecen
la dignidad humana y la reverencia por la vida70. Pero en el pontificado de
este Papa hay que destacar, particularmente, dos documentos: la Declaratio
de euthanasia iura et bona de la Congregacin para la Doctrina de la Fe y la
Encclica Evangelium Vitae.
66. PIO XII, Vous prsentez Nous (11. IX. 1947): AAS 39 (1947) 480-488.
67. Ibd., 483.
68. PIO XII, Le neuvime Congrs (24. II. 1957): AAS 49 (1957) 146.
69. PABLO VI, We have responded willingly (22. V. 1974): AAS 66 (1974) 346.
70. JUAN PABLO II, May I tell you (5. X. 1979): AAS 71 (1979) 1225.
71. CONGREGACIN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaratio de euthanasia iura et bona (5.
V. 1980): AAS 72 (1980) 542-552.
4.1.3. La ecologa
79. JUAN XXIII, Mater et Magistra (15. V. 1961): AAS 53 (1961) 401-464.
80. Ibd., 448.
81. CONCILIO VATICANO II, Gaudium et Spes, 1025-1116.
82. Ibd., 1027-1028.
83. PABLO VI, Octogesima Adveniens (14. V. 1971): AAS 63 (1971) 401-441.
84. Ibd., 416-417.
85. PABLO VI, A loccasion de louverture de la confrence des Nations Unies (1. VI. 1972):
AAS 64 (1972) 443-446.
86. JUAN PABLO II, Redemptor Hominis (4. III. 1979): AAS 71 (1979) 257-324.
87. Ibd., 286-289.
88. JUAN PABLO II, Sollicitudo Rei Socialis (30. XII. 1987): AAS 80 (1988) 513-586.
89. Ibd., 547-560.
90. JUAN PABLO II, La paix avec Dieu Crateur. La paix toute la cration (8. XII. 1989): AAS
82 (1990) 147-156.
91. Ibd., 155-156.
92. JUAN PABLO II, Evangelium Vitae, 401-522.
93. Ibd., 431-432.
4.2. R. McCormick
97. JONSEN, Albert, R., The Birth of Bioethics, op. cit., 54-55.
98. Ibd., 154-155.
99. Ibd., 53-54.
100. McCORMICK, Richard, A., - RAMSEY, Paul, (ed.), Doing Evil to Achieve Good. Moral
Choice in Conflict Situations, Chicago (Illinois): Loyola University Press, 1978, 45. (Traduccin del
autor).
dnde quedaran las coordenadas referenciales del ser humano? Las normas
morales que tratan de salvaguardar y proteger dichos valores seran intras-
cendentes, ya que las elecciones que realizara el sujeto se basaran nica y
exclusivamente en preferencias personales que no tendran que estar vincu-
ladas a la bsqueda de una objetividad moral. De ah que McCormick afirme
que un ser humano que slo atienda a la autonoma de forma tan irracional,
da una imagen distorsionada y desfigurada de s mismo, pues la persona no
puede olvidar que, en cuanto ser moral, debe buscar el camino del bien.
Por eso, no es de extraar que ltimamente se estudie tan minuciosamente
cuanto se refiere al consentimiento informado y a los procedimientos que pro-
tegen la eleccin:
De esta forma, el sujeto termina siendo un ser abstracto que es visto bajo
parmetros parciales que distorsionan la toma de decisiones: